May 062016
 

Enrique Meléndez Galán.

Introducción

El presente escrito tiene como objeto el profundizar en un período de la historia de la ciudad de Cáceres ligado a la enseñanza de las Bellas Artes. Encuadrado dentro de la Tesis Doctoral Las Enseñanzas Artísticas en Extremadura: historia, personajes, ambientes y actualidad, con este trabajo se pretende dar a conocer un período muy concreto de esta investigación. En la década de los veinte, las paredes de esta escuela fueron testigos de la educación en las artes, los oficios y las ciencias de decenas de cacereños que optaron por ampliar su conocimiento a través de dicha Institución. Esta recuperación se ha podido llevar a cabo a través del estudio de las fuentes documentales depositadas en diferentes archivos de la capital cacereña y a la recuperación en prensa de noticias de la época.

  1. Antecedentes de la Escuela

            Las enseñanzas artísticas en la ciudad de Cáceres conforman un entramado sucesivo de entidades que ejercen la labor educativa desde los primeros conatos de magisterio artístico, en el siglo XIX, hasta la época actual. Es en este siglo XIX donde habría que buscar los antecedentes de lo que fue la Escuela Municipal de Artes y Oficios y, así, habría que mencionar la Academia Popular de Dibujo, gestionada por la Diputación y en la que desempañaba la labor docente el badajocense Rafael Lucenqui y Martínez, quien también fue el primer profesor de Dibujo del instituto cacereño[1]. De dicha Academia de Dibujo sabemos pocos datos; por lo que se puede leer en disposiciones de actas provinciales, se puede entender que estaría de algún modo vinculada al instituto de Cáceres y que habría continuado con su labor hasta finales del siglo XIX, cuando el alcance prácticamente municipal que cubría planteaba a la Diputación el cambiar la gestión hacia el Ayuntamiento, quien mantuvo la titularidad durante prácticamente la primera década del siglo XX[2]. Por aquel entonces, la labor educativa era llevada a cabo por el artista cacereño Higinio Pérez[3], que aparece mencionado ya en la obra de Nicolás Díaz y Pérez de 1884[4].

En 1897, contamos con una petición por parte del claustro de profesores del Colegio de 2ª Enseñanza de San Jorge, incorporado al Instituto Provincial, para que se procediese a la apertura de una Escuela de Artes y Oficios en la capital cacereña, pues ello sería una manera de “aportar medios para la mayor cultura de la juventud industriosa de este pueblo”. Inspirado en el Reglamento de la Escuela de Artes y Oficios de Ávila, consiguieron dar impulso a la creación de una Escuela de Artes y Oficios[5] que habría sido de algún modo continuadora de la Academia de Dibujo que había estado rigiendo Higinio Pérez[6]. Tras ella, contaría Cáceres con la creación de una Escuela Provincial Elemental de Artes Industriales y que recibiría también la denominación de Escuela de Artes y Oficios, entre 1908 y 1910. Aunque esta institución comenzó con grandes esperanzas “de transformación de nuestros sistemas de trabajo, hoy rutinarios, de planteamiento de nuevas industrias, de mejores en los jornales, de revelación de inteligencias geniales…[7] acabó por cerrar sus puertas debido a la falta de interés de la sociedad obrera cacereña. Esta falta de interés se traducía en una baja matriculación y escasa presentación a los exámenes finales salvo en Gramática, Dibujo Geométrico y Dibujo Artístico, que por aquel entonces era enseñado por el artista Conrado Sánchez Varona[8]. Con gran disgusto, D. Luis Grande Baudesson, principal impulsor de esta iniciativa, escribía así en El Adarve:

 

“¡Qué ejemplo el que acaba de dar Cáceres! Ahora precisamente en que por todas partes de España se oyen voces clamando por estos Centros donde los obreros se educan y adquieren los indispensables conocimientos para la lucha por la vida; ahora que casi diariamente aparecen en la «Gaceta» decretos creando nuevas escuelas de esta índole y elevando a superiores las elementales, es cuando nosotros nos vemos precisados a cerrar la nuestra por falta de alumnos.

                                               Ello es una gran vergüenza para nuestro pueblo porque denota la incultura en                             que yace”[9].

 

            No obstante, la población de Cáceres no se quedó sin la oferta de enseñanza artística en su ciudad, ya que tras el cierre de esta Institución se abrió el Centro Provincial de Enseñanza del Obrero, el cual continuaba con la enseñanza de Dibujo y Modelado junto a las asignaturas con mayor presencia de alumnado de la anterior Escuela[10]. Dirigido por D. Manuel Castillo, el centro se encontraba vinculado al Instituto General y Técnico y continuaba con disposiciones muy similares a las llevadas a cabo por la Escuela de Artes Industriales[11]; entre ellas, la continuidad de Gustavo Hurtado Muro y de Conrado Sánchez Varona al frente de las enseñanzas artísticas[12].

 

  1. Primeros pasos

            A pesar de contar con el Centro Provincial de Enseñanza del Obrero a lo largo de la segunda década del siglo XX, la cultura cacereña demandaba un centro en el que se pudiese ofrecer a los obreros una educación más amplia y de mayor calidad. De este modo, el 30 de Marzo de 1921, varios concejales de la corporación municipal presentaron una propuesta para la creación, en la capital cacereña, de una Escuela de Artes y Oficios «mirando por la cultura técnica y profesional de los trabajadores de Cáceres y principalmente de la juventud obrera«. Pedían, para ello, una suma de 15 000 ptas. con el fin de que la Escuela contara con “profesorado competente” y “buen material”. La propuesta inicial fue bien recibida y aprobada por el Consistorio[13], pero pocos debieron de haber sido los movimientos llevados a cabo por este Ayuntamiento, ya que, el 7 de Octubre de ese mismo año, los concejales volvieron a elevar una propuesta reiterando la necesidad de esta Escuela y recordando al Ayuntamiento su compromiso alcanzado meses atrás.

Los concejales firmantes eran D. Antonio Canales, D. Pablo Valiente, D. Jacinto Herrero, D. Manuel Rodríguez, D. Vicente Floriano, D. Miguel Gil Durán, D. Ángel Limón, D. Antonio Martín y D. Victoriano García Rojo. En su petición, entendían los gastos a los que había tenido que hacer frente el Ayuntamiento durante los primeros meses en los que se rige el Presupuesto de cada ejercicio, pero pedían que en dicho presupuesto estuviera presente la consignación de las 15 000 ptas. para la Escuela Municipal de Artes y Oficios. En este escrito, además, pedían al Ayuntamiento que se instalase dicha escuela en el Instituto General y Técnico; que quedase baje la dirección de D. Antonio Silva, director del Instituto, y que el profesorado de dicho centro fuese el mismo que compusiese la Escuela; que la titularidad de la Escuela estuviese al cargo del municipio hasta que, por el número de alumnos, se encargase de su sostenimiento el Estado Español; que las 15 000 ptas. quedasen a disposición del Instituto General y Técnico para cubrir el gasto de material y los honorarios del personal de la Escuela de Artes; y que los adultos que ingresen en ella hiciesen un pago de una peseta en concepto de matricula, con el fin de ayudar al gasto en material. El Ayuntamiento, ese mismo día, acordó que con urgencia pasase a la Comisión de Instrucción Pública para que dictaminase y se convocó la reunión por el Sr. Alcalde accidental, D. Miguel Gil Alberola, para el 25 de Octubre[14].

La Comisión de Instrucción Pública, que acabó reuniéndose el día 26 de Octubre, estaba presidida por el Sr. Alcalde accidental D. Miguel Gil Alberola, y compuesta por  los concejales D. Julián González Ulecia, D. Vicente Floriano Santillana, D. Pablo Valiente Paredes y D. Germán Rubio Andrada, por el Director del Instituto General y Técnico D. Antonio Silva, por el Director de la Escuela Normal de Maestros, D. Eladio Rodríguez y por el Secretario del Ayuntamiento, D. Florencio Quirós Beltrán. En dicha reunión se decidió por unanimidad que un comité conformado por D. Pablo Valiente, D. Antonio Silva y D. Eladio Rodríguez estudiasen y creasen las bases con las que reglamentar la Escuela Municipal de Artes y Oficios[15].

El día 3 de Noviembre de 1921 vio la luz el Reglamento que elaboró el comité encargado para ello. En él, se presenta una Escuela Municipal de Artes y Oficios costeada por el Ayuntamiento de esta capital como “un centro de cultura, donde los vecinos de Cáceres puedan recibir la instrucción ordinaria que en estos establecimientos se proporciona”. El objetivo, recogido en este reglamento, de que se instalase en las dependencias del Ayuntamiento o en un local aún mayor forma parte de la problemática que será estudiada en el siguiente epígrafe. Dicho reglamento, también recogía las asignaturas destinadas a enseñarse: Gramática, Caligrafía, Física y Química, Aritmética y Contabilidad, Geometría y Elementos de Construcción, Dibujo Lineal, del Natural y del Adorno, y Nociones de Mecánica y Electricidad. De todas las asignaturas, la de Dibujo sería la única que sera impartida todos los días y además de la docencia reglamentada, la Escuela pretendía organizar charlas de divulgación científica, bien impartidas por profesores o bien por personal ajeno a la escuela pero de “reconocida autoridad” en el mundo científico o artístico[16].

En el Reglamento se recogía también el horario de la Escuela, muy significativo en tanto a que se pretendía tildarla de Escuela “nocturna”, como se menciona en documentos anteriores[17], y el cual sería de 18 a 21 horas. Para la recepción de alumnado, únicamente se pedía saber leer y escribir, tener 14 años, la cartilla de vacunación al día y buena conducta; no obstante, tendrían preferencia los alumnos que se dedicasen a profesiones manuales. El resto de la reglamentación aporta las funciones de la dirección y del profesorado. Ello permite saber que el director era designado por el Ayuntamiento y que la docencia iba a ser impartida únicamente por cuatro profesores, nombrados por concurso público. Cada uno de estos profesores recibiría un sueldo anual de 2000 ptas. repartido en mensualidades. Aparecen también registrados como cargos ligados a la Escuela el de Inspector, encargado de la adecuada marcha del establecimiento y de velar porque el personal actúe en función de su cargo; el Secretario Administrador, cuyo objetivo era el de organizar y llevar adecuadamente los diferentes libros de registro de la Escuela; y el Ordenanza, el cual tenía las funciones de vigilar por el correcto estado del material y del local[18].

Al día siguiente, se acordó convocar a los concejales del Ayuntamiento ocho días después para que estudiasen el Reglamento y proponer las bases para el nombramiento del profesorado. Por otra parte, y a petición de D. Pablo Valiente, se organizaría una Comisión conformada por los directores del Instituto General y Técnico y de la Escuela Normal de Maestro, junto con el Arquitecto Municipal, con el fin de observar los locales del Ayuntamiento destinados a albergar la futura Escuela Municipal de Artes y Oficios, valorar su estado y velar por la correcta adecuación a dicho fin[19].

El día 11 de Noviembre, ocho días después de que viera la luz, el Ayuntamiento  aprobó el Reglamento de la Escuela, con lo que la implantación de ésta quedaba únicamente a expensas de encontrar una localización adecuada[20].

 

  1. La problemática del local

Como ya se mencionó con anterioridad, el local destinado a albergar la Escuela Municipal de Artes y Oficios, según indicaba el Reglamento, iba a ser el propio Ayuntamiento de la capital cacereña. De este modo, el día 10 de Noviembre el Ayuntamiento solicitó a D. Antonio Silva, a D. Eladio Rodríguez y al Arquitecto Municipal, que elaborasen un informe acerca de si el local del 2º piso de las Casas Consistoriales, en el ala derecha, “reúne las condiciones para instalar en él la Escuela Municipal de Artes y Oficios”. En dicho escrito, además, se pedía que remarcasen las reforman que viesen necesarias para adecuar este espacio a lo que exigía la Ley para este tipo de establecimientos[21].

La respuesta a ese oficio llegó el día siguiente por parte de D. Eladio Rodríguez, quien fue claro y contundente en lo que respectaba a la situación de los locales destinados a Escuela en las Casas Consistoriales:

 

En contestación al oficio de V. S. fecha de ayer, debo significarle que de la                   inspección ocular que he verificado de la planta alta de esas Casas Consistoriales he                                sacado la impresión de que aquellas habitaciones distan no poco, por su disposición,                           capacidad y número, de las cualidades precisas para instalar en ellas la Escuela                          Municipal de Artes y Oficios. Ahora bien, como «la realidad es el ideal venido a                           menos»; la carencia de local es notoria, y las urgencias por la apertura de la Escuela                            es muy natural y plausible en esa digna Corporación, podría instalarse desde luego,                     como se proyecta, en la planta alta del Ayuntamiento, del siguiente, o parecido modo,                                 aunque sea a manera de iniciación, y por tanto, siempre a reserva de instalación más                  amplia y adecuada en otro sitio”.

 

Continuando su informe, explica que requerirán de un mínimo de dos aulas, una de ellas dedicada exclusivamente a las asignaturas de Dibujo, debido a que iba a impartirse todos los días y a los requerimientos especiales que se necesitan para el desempeño de dicha actividad, mientras que el otro aula quedaría para las demás asignaturas. Recomienda, además, una tercera clase a fin de tener un espacio para conferencias o cualquier tipo de imprevisto que surgiese. Además, tiene en cuenta reservar un espacio de entrada a modo de vestíbulo y servirse de algún cuarto contiguo para sala de profesores. Además, aconseja la resolución de espacios para acomodarlos a las enseñanzas y alude a la necesidad de hacer otra habitación para guardar útiles de docencia. Por último, alude a que dicho espacio podría llegar a acoger una matrícula de unos 100 alumnos, suponiendo que quedaran repartidos equitativamente entre el primer y el segundo curso y concluye exponiendo que quedará a merced de lo que dispusiese el Arquitecto Municipal y el otro Director[22].

No debieron de distar mucho las opiniones de los otros, pues el Ayuntamiento avaló que, hasta que se adecuasen los locales y se recibiese el material, que se diera la opción a los directores del Instituto General y Técnico y de la Escuela Normal de Maestros de ofrecer sus espacios para albergar con carácter temporal la Escuela Municipal de Artes y Oficios, con el fin de comenzar las clases a la vuelta de las Navidades; lo que indica que se tuvo que tener en cuenta el plan de acomodación propuesto por D. Eladio Rodríguez. D. Pablo Valiente apuntó que si ambos directores ofreciesen sus centros, lo más adecuado sería darle la escuela al local que más capacidad tuviese y no por sorteo como se había mencionado, aprobando la Comisión dicha propuesta y así se acordó enviar la petición a los Sres. Antonio Silva y Eladio Rodríguez[23].

El 29 de Noviembre, el Ayuntamiento se dirigió a ambos directores con la posibilidad de depositarse la Escuela en sus centros y que los profesores de ese claustro dieran las clases, teniendo a su disposición una remuneración por dichas funciones. Además, solicita que la respuesta sea a lo más breve para no dilatar más en el tiempo la apertura de esta Institución[24]. La respuesta de D. Antonio Silva llegó el 1 de Diciembre, manifestando que no existía inconveniente alguno para instalar en el Instituto que él dirigía la Escuela, pero con la condición de que fuesen los profesores de dicho centro los que se encargasen de impartir la docencia, así como que los gastos ocasionados corriesen por cuenta de la Corporación Municipal[25]. Del mismo día consta la respuesta de la dirección de la Escuela Normal, aludiendo a la incapacidad de las aulas para acoger las enseñanzas de la Escuela Municipal de Artes y Oficios, sobre todo para la asignatura de Dibujo. Lamentando esta situación, ofrece la posibilidad de que fuesen los profesores D. Ramón Segura, D. José María Rubio, D. Enrique de la Monja, D. Julián Rodríguez Polo y el auxiliar D. Francisco Cisneros los que diesen las asignaturas si así se requiriese, aunque sin presentar ninguna opción de maestro para las asignaturas de Dibujo[26].

Ante ambas respuestas, la Comisión dictaminó el 9 de Diciembre el aceptar la primera y agradecer el ofrecimiento del director de la Normal y de los profesores de dicho claustro. Se iniciarían, por tanto, las clases de la Escuela Municipal de Artes y Oficios en el Instituto General y Técnico, con los profesores de dicho claustro impartiendo, con un carácter temporal, las asignaturas. Ello permitía abrir la Escuela a la vuelta de las Navidades, por lo que era preciso comenzar a gestionar la apertura de matrícula en las oficinas municipales, siguiendo lo expuesto en el Reglamento[27].  El día 13 de Diciembre el Ayuntamiento le comunicó oficialmente a D. Antonio Silva la aceptación de su ofrecimiento informándole de las decisiones tomadas por la Corporación que él presidía, con lo que exhortaba a que los profesores se preparasen para afrontar la docencia de la nueva Escuela al finalizar las vacaciones de invierno[28].

 

  1. El dilema de la reglamentación y el profesorado.

            Paralelo a la problemática respecto al local que debía acoger este centro, se desarrolló otra respecto al papel que debía jugar la oficialidad de la Escuela respecto a los derechos del profesorado y su nómina. El planteamiento que se estableció en las bases dispuestas el 11 de Noviembre de 1921 para contratación del personal docente, por el cual se hacía a los profesores que se rigiesen por el Reglamento de la Escuela y no por el que tenía dispuesto el Estado para este tipo de centros, fue el germen del problema. El someterse al Reglamento, con sus derechos y deberes, condicionaba a que el profesorado no pudiese “alegar los que disfrutan los empleados municipales en el (Reglamento) de orden interior (…) ni podrán alegar derechos pasivos de clase alguna en relación con el Municipio”. Por otra parte, el resto de las bases se amoldaban a lo que sería la norma, con un cuadro de preferencias para los Doctores en Ciencias o Filosofía y Letras, cuya cátedra hubiesen logrado por oposición; Licenciados en dichas materias con cátedra por oposición; Profesores de Escuelas Normales con plaza por oposición; etc. Para la cátedra de Dibujo, se pide que los aspirantes presenten títulos y méritos de su carrera artística, en consonancia con las preferencias anteriores. En total se pretendían cubrir cuatro plazas para cuatro bloques de asignaturas y cada plaza tendría una asignación de 2000 ptas. anuales, como se establecía en el Reglamento[29].

Dichas bases no debieron de satisfacer a los concejales, ya que varios de ellos presentaron opiniones de que el modelo que debía tomarse para cubrir las plazas docentes de la Escuela debía ser el oficial, siguiendo el R. D. del 16 de Enero de 1910. Se acordó, tras ello, reunir nuevamente a la Comisión de Instrucción Pública para elaborar unas nuevas bases, ya sí adaptadas a la reglamentación estatal[30]. No obstante, a la hora de reunirse la Comisión junto con los directores del Instituto y de la Escuela Normal, decidieron desistir de ajustar la Escuela Municipal de Artes y Oficios a la normativa vigente y así quedaba registrado:

 

…que del estudio del Reglamento y demás disposiciones legales que rigen el                               funcionamiento de estas escuelas hay que desistir por completo aun cuando no pueda                               solicitarse la subvención del Estado porque habría que amoldarse a los sueldos, al                        número de asignaturas, derechos de jubilaciones, excedencias forzosas, etc. etc. que                                importarían muchísimo más, aun con la subvención del Estado, que lo que el Ayuntamiento       Ayuntamiento va a destinar para la creación de la Escuela[31].

 

Decididos a seguir con la Escuela, aún cuando ésta no se adaptase a la reglamentación tipo, se acordó desde la Comisión volver a la idea original de que esta institución bebiese únicamente de la reglamentación acordada para ella. Siguiendo esto, lo único que quedaba por disponer era la selección de profesorado y en esta misma sesión acordaron basar la decisión por oposición libre ante tres tribunales: el tribunal de Ciencias estaría conformado por el Director del Instituto, un Ingeniero de Caminos y un Profesor de la Escuela Normal; el de Letras por el profesor más antiguo de la Escuela Normal y dos abogados; y el de Dibujo estaría conformado por el profesor del Instituto de la Cátedra de Dibujo y dos arquitectos. Para cubrir la plaza de Dibujo, se solicitaba, además, que el candidato tuviera como mínimo el Bachiller en Artes. Se quería dejar claro también desde la Corporación Municipal que si hubiese que cerrar el centro por escasez de alumnos u otro problema similar, como ocurrió en ocasiones anteriores, los profesores no tendrían derechos pasivos derivados de su contratación[32].

Hasta la instalación definitiva de la Escuela, como ya se ha visto en el apartado dedicado al local, fueron finalmente los profesores del Instituto General y Técnico los encargados de impartir las materias; en un principio con carácter temporal pero que acabaría siendo definitivo, así como su localización. El optar así por crear una Escuela con una reglamentación propia, independiente de lo expuesto desde el Estado, permitió una solución efectiva a corto plazo, aunque dejaba en el aire algunos aspectos, sobre todo, referentes a competencias entre la Dirección y la Corporación Municipal. Ejemplo de ello, se encuentra a finales de la década de los veinte, cuando tras el fallecimiento de D. Cipriano Guerra, catedrático de Gramática Castellana y secretario de la Escuela, D. Antonio Silva decidió contratar a D. Juan Saco Maureso[33] para cubrir la docencia de dicha asignatura, mientras que la Corporación Municipal optó por designar a D. Arturo García y Merino[34]. Finalmente, el Ayuntamiento tuvo la última palabra y así se le impuso esta decisión al director de la Escuela Municipal de Artes y Oficios[35].

 

  1. El desarrollo de la Escuela: cambios y mejoras

            Con la Escuela Municipal de Artes y Oficios asentada con carácter temporal en el Instituto General y Técnico, que más tarde pasó a llamarse Instituto Nacional de 2ª Enseñanza, y con el asunto del profesorado solventado también de forma transitoria, ya sóloquedaba publicitar la Institución para animar a la clase obrera cacereña a matricularse. El anuncio de la Escuela se elaboró el día 10 de Diciembre y rezaba así:

 

Acordado por el Excelentísimo Ayuntamiento el funcionamiento de la Escuela                            Municipal de Artes y Oficios se hace saber a los vecinos de esta ciudad que desde el                              lunes 12 del actual queda abierta la matrícula de esta escuela (…) en la se secretaría                              del Excmo. Ayto. Desde las 9 a las 15 y hasta el 31 del natural, pudiendo los interesados          interesados matricularse de las asignaturas siguientes.

                                               Gramática, Caligrafía práctica, Nociones de física y química, Aritmética y                      Nociones de contabilidad, Geometría práctica y elementos de construcción, Dibujo                             lineal, natura y de adorno y Nociones de mecánica y electricidad.

                                               Los solicitantes pedirán su ingreso en la Escuela en papel de 10 céntimos y                    reunirá las siguientes condiciones.

                                               Saber leer y escribir, haber cumplido 14 años, declarar estar vacunado o                        revacunado en el trascurso de los dos años anteriores, obrar con buena conducta y                      entregar como derecho de la Escuela una peseta por acceso.

                                               Estas circunstancias se justifican con cualquier documento a excepción del                    certificado de conducta que será evacuado por la Inspección Municipal[36].

 

El día 9 de Enero de 1922, a las seis de la tarde, comenzaron las clases de la Escuela Municipal de Artes y Oficios impartidas “interinamente” en el edificio del Instituto General y Técnico, informando de ello el director de ambas instituciones, D. Antonio Silva[37]. Las clases de la Escuela se prolongarían hasta mediados de Mayo, cuando llegó el momento de valorar los resultados del medio año de docencia impartida.  Se reunió, así, la Corporación Municipal el día 22 de Septiembre con el fin de tratar diversos puntos relacionados con la Escuela. Fue acordada, por propuesta del concejal García y Merino, la concesión de premios con carácter anual a los alumnos más destacados de dicha Institución, con el fin de estimular la docencia y, además, se decidió reunir a la Comisión de Instrucción Pública para solventar todas aquellas deficiencias que se hubieran detectado a lo largo del curso[38].

En el mes de Octubre, la Comisión se reunió por dos ocasiones; en la primera reunión se planteó hacer una revisión del Reglamento de la Escuela por parte de los concejales Soto de la Lastra y García y Merino [39] y en la segunda se emitió un dictamen mediante el cual, teniendo en cuenta el número de alumnos existentes –sobre todo para las asignaturas de Dibujo y Aritmética–, se invitaba al director a crear dos plazas de auxiliares con un sueldo de 1000 ptas. anuales y a que se aumentase la consignación de los porteros en 250 ptas. más. Además, se pide en esa segunda reunión que se adquiera nuevo material de matemáticas y escuadras y cartabones[40]. La necesidad de dos auxiliares para la Escuela permite tener un indicador, un termómetro social, del interés que habría causado este centro en su primer año de vida, alzándose con gran éxito y disposición entre la clase obrera de la ciudad cacereña. A los pocos días de esa segunda reunión se le envió el oficio a D. Antonio Silva mediante el cual se le autorizaba para designar dos auxiliares y aumentar el sueldo de los porteros[41].

Durante el siguiente curso 1922/1923, continuó la Escuela Municipal de Artes y Oficios en los locales del Instituto cacereño. Las adaptación de los locales del Ayuntamiento se encontraba en un punto muerto y ni la Corporación Municipal ni el Instituto se encontraban incómodos con el alojamiento, por lo que en las reuniones el tema del traslado a un nuevo centro no ocupaba ningún punto del día. No obstante, sí continuaban las reformas propuestas desde la Comisión de Instrucción Pública y así, al finalizar ese curso, se dictaminó sobre diversos asuntos de la Escuela a propuesta, nuevamente, del concejal García y Merino. La primera de ellas afectaba a la apertura del curso, la cual pasó a realizarse todo primero de Octubre y a ella, para darle mayor solemnidad al acto, debía acudir una representación del Ayuntamiento, lo más numerosa posible. En segundo lugar, se dictaminaba que el curso escolar finalizase siempre el día 30 de Abril, porque era el momento en el que comenzaba a descender la asistencia a clase del alumnado, y que en dicho acto se leyese la propuesta de los premios para los matriculados. Se continuaba así la idea de los premios que surgió en el curso anterior, dictaminando ya aquí que recibirían premio los alumnos más brillantes, un total del 5% de matriculados, y que esos premios, además de diplomas, serían de libros o material que les ayudase en las enseñanzas. Por último, se acuerda que dichos premios se entreguen en la ceremonia de inauguración de curso y que en tal acto se lea una memoria del curso anterior, junto con las propuestas de cambio destinadas a mejorar la Escuela[42].

El tema de los premios fue tratado en varias reuniones más de la Comisión, repartiéndose las competencias entre ella, el profesorado y la dirección para asignar la concesión de los reconocimientos[43]. Se decidió, finalmente, que la ceremonia de entrega de los premios no se celebrase en la apertura de curso, sino en las vacaciones de Navidad, aunque tal idea no se llegó a dictaminar hasta Octubre de 1923[44]. Esas vacaciones de Navidad fueron las primeras en otorgarse premio a los alumnos de la Escuela Municipal y quedaron repartidos “con toda solemnidad[45] de la siguiente forma: tres premiados para Mecánica, cinco premiados por asignatura en Caligrafía, Gramática y 2º de Aritmética, seis premios para la asignatura de Aritmética de primer curso y diez premios para las asignaturas de Geometría y Dibujo[46]. Lo más interesante de este asunto de los premios es que permite conocer el número de alumnos que se encontraba matriculados en esos primeros años de la década de los años veinte, pues al extrapolar las cifras entendemos que el alumnado oscilaba entre los sesenta de la asignatura de Mecánica y los doscientos de las asignaturas de Dibujo.

Además, en los años centrales de la década de los veinte se conoce que no hubo ningún tipo de incidencia con el alumnado ni por comportamiento ni por impago de matrículas. Por otra parte, la Escuela continuaba con su labor docente que se aplicaba, además de en conferencias “con el aparato de proyecciones y con el cinematógrafo del Instituto”, en clases prácticas con el alumnado, al cual le eran entregados libros, facilitados por los propios profesores, para apoyar su aprendizaje[47].

La buena salud de la Escuela Municipal de Artes y Oficios se puede constatar años después con el progresivo aumento de su profesorado al encontrar, en el año de 1928, siete profesores vinculados a la docencia en dicho centro, casi doblándose la cifra inicial de maestros, ya que a finales de 1924, a los dos auxiliares de Dibujo y Aritmética se les sumó uno para Caligrafía por petición del propio Director[48]. Entre ellos habría que destacar las figuras del profesor de Dibujo, D. Gustavo Hurtado Muro y su auxiliar D. Julián Perate Barrueta[49], quienes junto a D. Antonio Silva protagonizaron un episodio sumamente interesante ligado a su actividad docente y también política. El golpe de estado de Primo de Rivera, entre sus primeras consecuencias tuvo el que se desmantelaran las cabezas de las Corporaciones Municipales y así ocurrió en Cáceres, pasando a ocupar la alcaldía D. Antonio Silva. Junto a él, fueron elevados a cargos de concejal, entre otros, D. Gustavo Hurtado y D. Julián Perate. Una de las primeras decisiones que tomaron fue la de renunciar a su sueldo como profesores de la Escuela Municipal de Artes y Oficios, aunque seguirían desempeñando su labor docente[50]; aunque fue una decisión aplaudida por el Gobernador Civil Rodríguez-Arias[51], sus compañeros concejales, encabezados por D. Jacinto Herreros defendían que si seguían desempeñando su labor como profesores, debían cobrar sus honorarios como tales y así se acordó en sesión del Ayuntamiento con los votos en contra de los Sres. Silva, Hurtado y Perate[52]. No obstante, no debió de resolverse el asunto en ese momento, ya que varios meses después, la Corporación Municipal aprobó nuevamente que recibieran sus honorarios como profesores a petición del concejal Álvarez Javato[53]. Años después D. Gustavo Hurtado Muro acabó finalmente por abandonar la política, en 1929, para dedicarse en exclusiva a la docencia[54], opción que puso por delante de tantos otros aspectos de su vida, incluida la creación artística, algo de lo que siempre se lamentaba el panorama cultural extremeño: “¡Qué lástima que Hurtado no pinte más y que su actividad tan grande la deje llevar por otros caminos…![55]. Por otra parte, tras el fallecimiento de D. Julián Perate en los años treinta, su cargo pasaría al artista cacereño Juan Caldera, quien sería de las figuras de mayor recorrido en la docencia artística de la ciudad de Cáceres.

En 1930, la Escuela contaba con un total de 184 alumnos matriculados y había implicación por parte del alumnado en asistencia y aprovechamiento. Prueba de ello se tiene en el acto de entrega de premios de ese año, en el que tanto el Gobernador Civil, como el Alcalde, expresaron su satisfacción con el trabajo de la Escuela. Tal era así, que desde esta entidad se animaba al Ayuntamiento a que crease una Biblioteca Municipal para mayor cultura de la ciudad de Cáceres[56].

Se veían cumplidos, por tanto, los objetivos que desde el Ayuntamiento se marcaron al comienzo de la década; se superaba el miedo a que la Escuela cerrase por falta de alumnado y se lograba que la sociedad obrera cacereña tuviese un centro donde formarse en las Artes además de en las otras materias. De este modo se consolidaba esta  Escuela, la cual no tendría un fin drástico como los anteriores, sino que se transformaría y modificaría en pos de una mejora de la calidad de la enseñanza.

 

  1. A modo de epílogo: el final de la Escuela Municipal de Artes y Oficios

            La vida de la Escuela Municipal de Artes y Oficios se continuó hasta que el 19 de Octubre de 1932, el por aquel entonces alcalde de Cáceres, Jacinto Herrero Hurtado, elevó una petición de transformación de la Escuela a la Diputación de Cáceres. Con ella rogaba que desde dicha corporación se sufragasen los gastos pertinentes derivados de la transformación de la Escuela Municipal de Artes y Oficios en Escuela Elemental de Trabajo y Capataces Agrícolas. Aludía, para ello a los “indudables beneficios” que reportarían a una tierra con gran población dedicada al sector primario pues, de este modo, se abrirían los estudios a las prácticas agrícolas y se pasaría a expedir el título de capataz. Se buscaba que esta nueva institución contase con una doble subvención, desde la Provincia y desde el Ayuntamiento, con la intención de que para el año siguiente comenzase a funcionar y entrase ya en los presupuestos. La propuesta fue aprobada el día 5 de Diciembre, momento en el que comenzó la transformación en Escuela Elemental de Trabajo y de Capataces Agrícolas.

Dicha transformación venía auspiciada por el sentimiento de los “candidatos agrarios” quienes para las elecciones municipales de 1931, en su manifiesto, ya presentaban propuestas de adecuación de las Escuelas de Artes y Oficios a sus intereses:

 

En cuanto a instrucción pública, abogaremos por fomento de las construcciones        construcciones de escuelas, por la rápida instalación de los nuevos edificios para                          Normales y por la creación de nuevas cátedras en las de Artes y Oficios en donde se dé                        la enseñanza profesional agraria[57].

 

Finalmente, la conversión final en Escuela Elemental de Trabajo y Capataces agrícola acabó siendo regulada por el art. 37 del Estatuto de Formación Profesional del 21 de Diciembre de 1928 y por los art. 17 y 18 del Estatuto de Enseñanza Industrial del 31 de Octubre de 1924. Por tanto, se incluía la docencia artística y de los oficios dentro de la oficialidad estatal, a diferencia de lo ocurrido anteriormente. Se despedía la Escuela con más de doscientos alumnos matriculados en su último curso académico[58] y se inauguraba un período docente muy fructífero, continuado y con una amplia esperanza de vida[59].

 

 

  1. Conclusiones

Como se ha podido comprobar, el estudio acerca de la Escuela Municipal de Artes y Oficios ofrece una perspectiva acerca del entramado de centros, competencias, profesores y artistas que se dieron a principios de siglo en la ciudad de Cáceres. Extrapolando este conocimiento, se permite ver el complejo continuum de escuelas de enseñanza artística en Cáceres, no siendo esta Escuela, sino una pieza más dentro de este enrevesado puzzle. No obstante, tras estas líneas se permite vislumbrar un poco más una parte de nuestra historia artística extremeña, interesante y extensa, de la cual queda mucho por desgranar y conocer.

Por otra parte, esta Escuela presenta la particularidad de encontrar una continuidad que no presentó ninguna de las anteriores del siglo XX y supuso las bases para asentar sobre ella la Escuela Elemental de Trabajo y Capataces Agrícolas, que mantuvo la labor docente en las artes, además de en los otros campos ya vistos, hasta mediados del siglo XX; labor que será estudiada en consonancia con el resto de centros mientras dure esta investigación.

Finalmente, habría que destacar el acervo cultural que en aquel momento cuajó en la Corporación Municipal. Para sacar adelante esta Escuela fueron numerosas las reuniones, los encuentros y carteos que pusieron de manifiesto el interés del Ayuntamiento por explotar la cultura y ofrecer a la ciudadanía una oportunidad de educarse en las artes y los oficios. Fue, además, destacable el hecho de que no partiese, como había sucedido en otras ocasiones, de iniciativas particulares, sino que fue el propio Consistorio el que impulsó el centro, sorteando dificultades y tomando decisiones, en algunos casos difíciles, que si bien alejaban esta Escuela de la reglamentación estatal, se hacía por ofrecer a Cáceres un tipo de docencia mas asequible  aunque de gran calidad. Desde la perspectiva contemporánea, se debe valorar este tipo de iniciativas, ya que son la base educativa sobre la que se sostuvo la enseñanza de las artes en el siglo XX, con escuelas como ésta, en donde entre todas las materias se encontraban unas pocas dedicadas a las artes pero que, sin las cuales, no podrían haberse iniciado en su carrera artística la gran mayoría de los creadores que ha dado a luz la tierra extremeña.

 

 

BIBLIOGRAFÍA Y DOCUMENTACIÓN

 

Archivos

           

Archivo de la Diputación Provincial de Cáceres.

 

Archivo Histórico Municipal de Cáceres

 

Archivo del Museo de Historia y Cultura “Casa Pedrilla”.

 

Bibliografía y hemerografía

 

            BAZÁN DE HUERTA, M., “Notas sobre la Escuela de Bellas Artes de Cáceres” en Aguas Vivas. Boletín del Colegio de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y en Ciencias. Segunda Época. Nº5, Extremadura, 1987.

 

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Redacción, “El pleno se reunió anoche en sesión extraordinaria” en Nuevo día: diario de la provincia de Cáceres, 11/09/1929.

 

Redacción, “La enseñanza del obrero” en El Noticiero, 12/09/1908.

 

Redacción, “La Escuela de Artes de la Diputación” en El Noticiero, 27/09/1910.

 

Redacción, “La primera Exposición Regional de Arte en Cáceres ayer tarde fue inaugurada” en Extremadura, 28/05/1924.

 

Redacción, “La sesión de ayer” en Extremadura, 05/10/1923.

 

Redacción, “La sesión de ayer” en Extremadura, 30/11/1923.

 

Redacción, “La sesión de ayer” en Extremadura, 21/03/1924.

 

Redacción, “La sesión de esta mañana de la Comisión Permanente” en Nuevo día: diario de la provincia de Cáceres, 08/11/1926.

 

Redacción, “Noticias. En la reunión…” en El Noticiero, 10/10/1910.

 

Redacción, “Se reúne la Comisión Permanente” en La Montaña, 23/12/1924.

 

Redacción, “Sesión celebrada anoche por la Corporación Municipal” en Nuevo día: diario de la provincia de Cáceres, 31/12/1931.

 

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X, “Fiestas Académicas” en El Noticiero, 02/10/1908.

[1]     Francisco J. PIZARRO GÓMEZ, “Pintura extremeña del siglo XIX: los Lucenqui” en NORBA: Revista de Arte, n.º 9, 1989, p. 176.

[2]     X, “Fiestas Académicas” en El Noticiero, 02/10/1908.

[3]     Diputación Provincial de Cáceres, “Extracto de la sesión celebrada por la Diputación Provincial el 24 de Abril de 1896” en Boletín Oficial de la Provincia de Caceres n.º 82, 1896, p. 326.

[4]     Nicolás DÍAZ Y PÉREZ, Diccionario histórico, biográfico, crítico y bibliográfico de autores, artistas y extremeños ilustres, Madrid, Pérez y Boix, 1884, pp. 207 y 208.

[5]     Expediente num. 21, “S. T.” en Archivo 19/356 del Archivo Histórico Municipal de Cáceres.

[6]     Diputación Provincial de Cáceres, “Extracto de la sesión celebrada por la Diputación Provincial el 2 de Junio de 1896” en Boletín Oficial de la Provincia de Caceres n.º 12, 1896, p. 48.

[7]     Redacción, “La enseñanza del obrero” en El Noticiero, 12/09/1908.

[8]     Edmundo COSTILLO MARÍN, “Futuros artistas: Lucas Burgos” en El Bloque, 28/11/1916.

[9]     Luis GRANDE BAUDESSON, “La Escuela de Artes y Oficios: triste realidad” en El Adarve, 10/09/1910.

[10]   Redacción, “La Escuela de Artes de la Diputación” en El Noticiero, 27/09/1910.

[11]   Manuel CASTILLO, “Centro Provincial de Enseñanza del Obrero” en El Noticiero, 16/09/1911.

[12]   Redacción, “Noticias. En la reunión…” en El Noticiero, 10/10/1910.

[13]   “Petición al Ayuntamiento para implantar una Escuela Municipal de Artes y Oficios” del 30/03/1921 en Expediente num. 6 de la Secc. de Instrucción Pública, Neg. 2º, “Expediente instruido para la implantación de una Escuela Municipal de Artes y Oficios” en Archivo 20/459 del Archivo Histórico Municipal de Cáceres.

[14]   “Carta de varios concejales al Ayuntamiento de Cáceres” del 07/10/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[15]   “Acta de la reunión de la Comisión de Instrucción Pública” del 26/10/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[16]   “Reglamento elaborado por la Comisión para la Escuela Municipal de Artes y Oficios” del 03/11/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[17]   “Carta de varios concejales al…op. cit.

[18]   “Reglamento elaborado por la Comisión…op. cit.

[19]   “Acta de Sesión del Ayuntamiento de Cáceres” del 04/11/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[20]   “Acta de Sesión del Ayuntamiento de Cáceres” del 11/11/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[21]   “Oficio del Ayuntamiento a los Sres. Directores de Instituto y Escuela Normal de Maestros y Arquitecto” del 10/11/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[22]   “Informe de D. Eladio Rodríguez para el Sr. Alcalde de Cáceres” del 11/11/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[23]   “Acta de Sesión del Ayuntamiento de Cáceres” del 16/11/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[24]   “Oficio del Ayuntamiento a los Sres. Directores de Instituto y Escuela Normal de Maestros” del 29/11/1921 en Neg. 2º, n.º 2029 y 2030 en Expediente num. 6… op. cit.

[25]   “Carta de D. Antonio Silva al Alcalde de Cáceres” del 01/12/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[26]   “Carta de D. Eladio Rodríguez al Alcalde de Cáceres” del 01/12/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[27]   “Acta de Sesión del Ayuntamiento de Cáceres” del 09/12/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[28]   “Oficio del Ayuntamiento al Sr. Director del Instituto General y Técnico” del 13/12/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[29]   “Bases para el nombramiento de profesores para Escuela Municipal de Artes y Oficios, acordada implantar en esta ciudad por el Excmo. Ayuntamiento” del 11/11/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[30]   “Acuerdo de Sesión del Ayuntamiento de Cáceres” del 18/11/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[31]   “Acuerdo de Sesión del Ayuntamiento de Cáceres” del 25/11/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[32]   Ibídem.

[33]   “Carta de D. Antonio Silva al Sr. Alcalde” del 15/03/1928  en Expediente num. 6… op. cit

[34]   “Carta del Sr. Alcalde a D. Antonio Silva” del 13/03/1928  en Expediente num. 6… op. cit

[35]   “Carta del Sr. Alcalde a D. Antonio Silva” del 28/03/1928 en Expediente num. 6… op. cit

[36]   “Anuncio de apertura de Escuela Municipal de Artes y Oficios” del 10/12/1921 en Expediente num. 6… op. cit.

[37]   “Carta de D. Antonio Silva al Alcalde de Cáceres” del 10/01/1922 en Expediente num. 6… op. cit.

[38]   “Acuerdo de Sesión del Ayuntamiento de Cáceres” del 22/09/1922 en Expediente num. 6… op. cit.

[39]   “Acuerdo de la Comisión de Instrucción Pública” del 10/10/1922 en Expediente num. 6… op. cit.

[40]   “Dictamen de la Comisión de Instrucción Pública” del 26/10/1922 en Expediente num. 6… op. cit.

[41]   “Oficio del Ayuntamiento al Sr. Director del Instituto General y Técnico” del 30/10/1922 en Expediente num. 6… op. cit.

[42]   “Dictamen de la Comisión de Instrucción Pública” del 22/05/1923 en Expediente num. 6… op. cit.

[43]   “Acuerdo de Sesión del Ayuntamiento de Cáceres” del 28/08/1923 en Expediente num. 6… op. cit.

[44]   “Dictamen de la Comisión de Instrucción Pública” del 30/10/1923  en Expediente num. 6… op. cit.

[45]   “Oficio del Ayuntamiento al Sr. Secretario de la Escuela Municipal de Artes y Oficios” del 07/11/1923 en Expediente num. 6… op. cit.

[46]   “Carta de D. Cipriano Guerra, secretario de la Escuela Municipal de Artes y Oficios al Sr. Alcalde” del 15/12/1923 en Expediente num. 6… op. cit.

[47]   Redacción, “La sesión de esta mañana de la Comisión Permanente” en Nuevo día: diario de la provincia de Cáceres, 08/11/1926.

[48]   Redacción, “Se reúne la Comisión Permanente” en La Montaña, 23/12/1924.

[49]   “Nóminas del personal de la Escuela Municipal de Artes y Oficios de Enero de 1928” del 31/01/1928 en Expediente num. 6… op. cit.

[50]   Redacción, “La sesión de ayer” en Extremadura, 05/10/1923.

[51]   Redacción, “S. T.” en Extremadura, 09/10/1923.

[52]   Redacción, “La sesión de ayer” en Extremadura, 30/11/1923.

[53]   Redacción, “La sesión de ayer” en Extremadura, 21/03/1924.

[54]   Redacción, “El pleno se reunió anoche en sesión extraordinaria” en Nuevo día: diario de la provincia de Cáceres, 11/09/1929.

[55]   Redacción, “La primera Exposición Regional de Arte en Cáceres ayer tarde fue inaugurada” en Extremadura, 28/05/1924.

[56]   Redacción, “Reparto de premios a los alumnos de la Escuela Municipal de Artes y Oficios” en Nuevo día: diario de la provincia de Cáceres, 13/12/1930.

[57]   Redacción, “El manifiesto de los candidatos agrarios” en Nuevo día: diario de la provincia de Cáceres, 07/04/1931.

[58]   Redacción, “Sesión celebrada anoche por la Corporación Municipal” en Nuevo día: diario de la provincia de Cáceres, 31/12/1931.

[59]   “Solicitud de Subvención para transformar la Escuela Municipal de Artes y Oficios en Escuela Elemental de Trabajo” del 06/12/1932 en Neg. 2º Pueblo de Cáceres, Expediente para transformar la Escuela municipal de Artes y Oficios en Escuela Elemental de Trabajo y Subvención para instalarla en un nuevo local. Años 1932-41. Archivo 02993/21 del Fondo de la Diputación Provincial de Cáceres, Servicios, Educación, Fondo Educación (General), Serie: Subvenciones.

Abr 262016
 

Juan Pedro Recio. Licenciado en Historia.

Universidad de Extremadura.

 

  1. Las expediciones militares: los intentos de los carlistas de generalizar la guerra en la Península

La Primera Guerra carlista, conflicto civil que a su vez trajo consigo amplias repercusiones internacionales, sumió a España en una prolongada lucha entre carlistas e isabelinos que se extendió desde 1833 hasta 1840. Tras la muerte del Rey Fernando VII el 29 de septiembre de 1833 hasta el momento en el que, con sus tropas, el general carlista don Ramón Cabrera abandonó España en julio de 1840, se sucedieron toda una serie de desencuentros y acciones bélicas entre ambos bandos. En esta encrucijada histórica no solamente se dirimió el pleito dinástico que tuvo como principales litigantes, por un lado, al Infante don Carlos María Isidro de Borbón, quien defendió sus derechos a la sucesión de la corona estando con vida su hermano, Fernando VII, y por otro lado, a la que sería Reina Gobernadora María Cristina de Borbón-Dos Sicilias y su hija Isabel II –mujer e hija del último, respectivamente-, sino que en el fondo de todo ello en realidad existían asuntos de mayor trascendencia y en el conflicto se produjo “una lucha entre dos formas de entender el poder y de organizar todas las esferas de la sociedad española, tanto las públicas como las privadas”[1].

Durante la contienda, el bando carlista, en cuya cúspide se encontraba don Carlos -titulado Rey de España como Carlos V-, llegó a constituir una alternativa real de poder, se dotó de una estructura estatal así como de un Ejército regular en toda regla en las zonas geográficas en las que su causa adquirió un mayor arraigo (como fueron Navarra, las provincias vascas o el Maestrazgo) y por grandes espacios peninsulares contó con toda una serie de guerrillas que defendieron sus intereses, siendo buen ejemplo de ello las que actuaron por regiones como Castilla La Mancha, Valencia e, incluso, Extremadura.

Y descendiendo ya al tema que en este texto abordaremos, en el desarrollo de la guerra civil, aparte de producirse un gran número de encuentros bélicos entre los dos bandos litigantes, también dentro del campo carlista cabe destacar el fenómeno de las expediciones militares. Las de mayor importancia tuvieron lugar en el período comprendido entre junio de 1835 –mes en el que se produjo la muerte del general don Tomás de Zumalacárregui- y agosto de 1838, cuando la guerra se intensificó en el Frente del Este –provincias del Levante español-. Con estas expediciones no sólo se pretendía “extender la guerra a otros puntos de la Península” y “alentar la sublevación y posterior consolidación de los carlistas locales”[2] de los sitios por las que las mismas transitaban, sino que también se perseguía descongestionar la presión a la que los isabelinos tenían sometido al Frente del Norte y, además, tener ocupadas por un tiempo, en otros territorios, a una serie de tropas a las que costaba mantener y pagar.

A la hora de poner en marcha este sistema de expediciones, no faltaron diversidad de opiniones, pues existieron militares partidarios de realizarlas y otros se posicionaron en contra. Pero pese a estas posiciones enfrentadas, el sistema de expediciones fue empleado por don Carlos y se llegaron a ejecutar una decena de ellas que recorrieron grandes espacios geográficos de la Península, destacando nosotros aquí dos de las más conocidas. En primer lugar, la que estuvo dirigida por el general andaluz don Miguel Gómez Damas, una de las expediciones que trataremos en este texto y que, entre junio y diciembre de 1836, recorrió diversos espacios de la geografía peninsular tales como Asturias, Galicia, ambas Castillas, Andalucía o Extremadura. En segundo lugar, de gran importancia fue la Expedición Real, contingente militar encabezado por el propio don Carlos y que en septiembre de 1837 se presentó ante las murallas de Madrid. Aparte de estas dos expediciones de renombre, otra serie de militares carlistas como don Basilio Antonio García y Velasco, don Juan Antonio de Zaratiegui o don Ignacio de Negri –Conde de Negri- encabezaron otras por diferentes puntos de la Península durante los años de 1836, 1837 y 1838. Pese a darse circunstancias muy particulares en cada una de estas expediciones puestas en marcha por los carlistas en el trazo temporal ya indicado, por lo general, gran parte de ellas no tuvieron los efectos esperados por don Carlos.

Realizada esta pequeña introducción, en los epígrafes que siguen nos vamos a encargar de analizar al detalle, por una parte, dos de las grandes expediciones carlistas que partieron desde el Frente del Norte y que pasaron por Extremadura. También, por otra parte, otorgaremos unas breves notas sobre las que tuvieron como punto de origen y destino poblaciones extremeñas: expediciones de menor envergadura en cuanto a integrantes, que estuvieron compuestas por guerrillas reunidas tanto de carlistas extremeños como manchegos y que llegaron a poner en serio peligro -e incluso a ocupar temporalmente- núcleos de población importantes como Cáceres, Plasencia, Villanueva de la Serena o Trujillo.

 

  1. Las expediciones carlistas procedentes del Frente del Norte y sus efectos en Extremadura

En este apartado vamos a detenernos en las dos grandes expediciones militares que pasaron por Extremadura durante esta guerra civil. Ambas partieron desde el Frente del Norte y su paso por la región trajo consigo toda una serie de consecuencias, en su mayor parte desfavorables para el bando isabelino. Una de estas expediciones fue la capitaneada por el general andaluz don Miguel Gómez Damas, que pasó por Extremadura los últimos días de octubre y los primeros de noviembre del año de 1836. La otra fue la comandada por don Basilio Antonio García y Velasco, la cual transitó por suelo extremeño entre los meses de marzo y mayo de 1838. Otorgadas estas consideraciones generales, para un mejor entendimiento de ambas, vayamos por partes.

II.I. El paso de la expedición del General Gómez

El mes de octubre de 1836 conoció una frenética actividad, pues coincidió con la llegada a Extremadura de la mayor fuerza carlista que había pisado su suelo desde los inicios de la guerra civil. La expedición comandada por el general carlista jiennense don Miguel Gómez Damas, denominada el Ejército Real de la Derecha, que salió el 26 de junio de 1836 de Amurrio (Álava), contando con un total de 2.700 infantes y 180 jinetes, además de portar “un obús y un cañón de montaña al cargo de un sargento de artillería y nueve artilleros”[3], arribaba a territorio extremeño cuatro meses después, tiempo en el que había recorrido grandes espacios de la geografía peninsular. Pero para entender mejor su corta estancia en Extremadura, así como las luctuosas consecuencias que tuvo para los liberales, vayamos por partes y centrémonos en los momentos inmediatamente previos a su llegada.

Como primera medida de precaución, ya que Gómez y sus hombres, al paso por diferentes pueblos los habían ocupado e incluso algunos paisanos se habían unido a sus filas, desde el Ministerio de la Gobernación se trasladaba una orden que se circuló por toda Extremadura a principios de octubre y que contenía una serie de artículos con el fin de evitar que ningún pueblo extremeño fuera ocupado así como también para disuadir y castigar a las personas que se enrolaran en sus filas[4].

Dictado lo anterior y conforme avanzaba el mes, fue cuando empezó a cundir el pánico a lo largo y ancho de Extremadura, ya que cada día se veía más cerca la entrada en la región de la gruesa fuerza capitaneada por Gómez. A partir del 16 de octubre, día que se informaba desde Castuera de los movimientos de la expedición[5], hasta la llegada de ésta a últimos de mes, se sucedieron una serie de comunicados y disposiciones por parte de las principales autoridades provinciales que conviene reseñar para observar cómo fue aumentando la preocupación.

Una de ellas fue dirigida por don Antonio Pérez Aloe, actuando como Jefe Político y Comandante General interino de la provincia de Cáceres, en la que señalaba que por la posición de Gómez era “muy de temer que esta Provincia sea invadida dentro de muy pocos días” y dictaba una serie de órdenes a los pueblos de su mando (que informasen de los movimientos de los carlistas, que movilizasen a su Milicia Nacional, etc.)[6]. Lo propio se hizo desde el Gobierno político de Badajoz en el que su responsable, don José Zepeda del Río, encargó “á todas las autoridades y ayuntamientos que por ningun pretesto se alejen ni abandonen sus respectivos pueblos y jurisdicciones”[7], pues los más destacados liberales de algunas poblaciones extremeñas ya las habían abandonado por lo que pudiera suceder.

Pero de muy poco sirvieron estas medidas destinadas a conservar el orden público. A pesar de los partes que daban cuenta de los movimientos de Gómez[8], de las medidas puestas en marcha durante estos días de octubre para hacerle frente, a partir del día 20 en muchos espacios de Extremadura comenzó a cundir el pánico y se produjo una auténtica desbandada. En este sentido, son llamativos los casos de Cáceres y de Trujillo. En la capital cacereña, donde ya se notaba una “confusión estrepitosa”, la vida político-administrativa se paralizó por completo[9]. Además, ante el riesgo que conllevaba que los presos de la Audiencia Territorial fuesen liberados por Gómez, estos, en un número aproximado de 40, fueron trasladados a Badajoz[10]. Incluso, se barajó que la misma Audiencia pasase a la citada plaza pacense, cosa que finalmente no se llevó acabo. Por otra parte, similar tuvo que ser el pánico que se vivió en Trujillo, pues abandonaron la población las personas encargadas de las oficinas de Rentas Nacionales, las de Amortización, las de Correos y las del propio Ayuntamiento[11]. Por su parte, otros puntos, en principio menos amenazados por la expedición, también tomaron medidas, como el caso de Badajoz, que se puso en estado de defensa[12].

Así, reinando este desconcierto y temor en muchos puntos de la geografía extremeña, la entrada de Gómez y sus hombres, procedentes de la provincia de Ciudad Real, se produjo el 26 de octubre de 1836 por Siruela, cuatro meses después de que su expedición había iniciado su andadura desde la localidad alavesa de Amurrio.

Hasta su llegada a Extremadura, había sufrido reveses, pero también había cosechado notables triunfos. A pesar de la implacable, pero no muy afortunada persecución a la que estaba siendo sometido por los generales Alaix, Rodil y Narváez, entre otros, justamente antes de pisar suelo pacense, Gómez consiguió una victoria importante al hacer capitular, el día 24 de octubre, la villa y fuerte ciudadrealeña de Almadén. Aquí se rindió la guarnición liberal que resistió casi durante más de dos días el sitio de los carlistas. Como resultado de esta acción, “los cristinos sufrieron diecisiete muertos, cuarenta y seis heridos y 1.767 prisioneros”[13]. Dentro de este elevado número de prisioneros, para nuestro interés, se encontraba don Jorge Flinter –militar irlandés que prestó importantes servicios a la causa isabelina como Comandante general de Extremadura sobre la línea con La Mancha-, quien había acudido en socorro de Aranguren, encargado de la defensa de Almadén.

Así, tras esta victoria y portando los carlistas una gran cadena de presos liberales, como ya hemos avanzado, se presentó Gómez en Siruela el día 26[14], continuó hacia Talarrubias y pernoctó en Navalvillar de Pela. El 27 prosiguió su itinerario y llegó a Guadalupe por la tarde, no sin antes enviar una avanzadilla a las órdenes del coronel don Francisco Fulgosio para tener conocimiento de la guarnición allí establecida. Éste informó que en la villa guadalupana había una fuerza de 1.500 individuos de los movilizados de Extremadura. Una fuerza para hacer frente a los carlistas que, sin embargo, de muy poco sirvió, pues cayeron prisioneros 267 de los movilizados, otros tantos se presentaron voluntarios a engrosar las filas de Gómez y el resto –exceptuando a unos 100 que “siguieron fieles a sus jefes”[15]-, tras arrojar las armas, se dispersó voluntariamente. Un hecho éste que inmediatamente tuvo su repercusión en otros puntos de la geografía extremeña, pues, exceptuando dos batallones que se hallaban uno en Badajoz y otro en Plasencia, “todos los movilizados de Extremadura se fueron a sus casas, quedando la provincia en la mayor tranquilidad”[16].

Acaecido este episodio en Guadalupe, aparte de pronunciarse las mujeres de este punto “contra Flinter pidiendo a gritos su cabeza”, Gómez reflexionó acerca de sus posteriores movimientos. Y fue aquí cuando supo que el Puente del Arzobispo, camino natural hacia Madrid, estaba ocupado por 2.800 hombres al mando de don José Carratalá, lo que hizo cambiar de estrategia al general carlista –teniendo en cuenta que Alaix también estaba cerca de sus pasos- y decidió marchar hacia Cáceres.

De este modo, la gruesa fuerza carlista continuó la marcha: el 28 pasaba por Cañamero y Logrosán para arribar el 29 por la tarde a Trujillo, tras haber pasado también por Zorita y Conquista de la Sierra, lugar este último en donde los carlistas realizaron una junta.

En Trujillo descansó la expedición el 30 de octubre, día que también fue aprovechado por los partidarios de don Carlos para ocuparse de varias cuestiones que conviene señalar. En primer lugar, se licenció a los milicianos nacionales que traían prisioneros desde Almadén. En segundo lugar, aprovecharon para hacerse con provisiones[17], pues aunque habiendo abandonado Trujillo las autoridades liberales, una gran cantidad de armas, vestuarios, camas, miles de reales o cientos de fanegas, no fueron puestas a salvo y todo ello quedó en poder de Gómez y sus hombres[18]. Y en tercer y último lugar, se volvió a celebrar otra junta en la que los diferentes generales carlistas que componían la expedición, como don Ramón Cabrera, el Trigre del Maestrazgo, don José Miralles o don Joaquín Quílez, conversaron sobre diferentes temas. El principal objeto de esta junta fue “someter a su examen y deliberación en qué punto del Reino podría hacer la guerra este Ejército con más ventajas de la legítima causa del Rey N.S.”[19]. Tras una concienzuda deliberación, se decidió que don Ramón Cabrera, “en la primera ocasión favorable”, marchase a socorrer la plaza de Cantavieja (en Teruel), debido al sitio que estaba practicando sobre ella el general cristino don Evaristo San Miguel[20]. Decidida esta opción, Cabrera marcharía desde Cáceres.

Solventados ya estos asuntos, partieron hacia la capital cacereña el día 31 de octubre[21], punto al que llegaron a las tres de la tarde de ese mismo día “en medio de los vivas y aclamaciones de toda la población”[22] que salió a recibirlos. Junto a la expedición, entraron a la ciudad algunos de los jefes de guerrilla cacereños como Francisco Montejo o Rafael Pulido. Además, el Vizconde de la Torre de Albarragena, título que ya destacó en el Trienio Liberal por su destacada adhesión a la causa realista, actuando como encargado de la jurisdicción local, mandó un repique general de campanas mientras los carlistas entraban en Cáceres[23] y aquella noche dio alojamiento al general don Ramón Cabrera[24]. Esa misma tarde, también Gómez autorizó a “un gefe extremeño llamado Cuesta, que quedó en aquella Provincia con unos 500 hombres del país y algunos caballos”[25].

Establecida pues la fuerza carlista en Cáceres sin encontrar ninguna resistencia, el día 1 de noviembre, festividad de Todos los Santos, Gómez aprovechó esta parada para observar y adquirir noticia de los movimientos de las fuerzas liberales, principalmente de las de Rodil y Alaix, y para realizar varias cuestiones de intendencia. Por un lado, nombró, respectivamente, comandante y capitán de partida a los naturales don Francisco Rincón y a don Genaro Morales[26], este último nacido en Oliva de Plasencia, que había formado parte del cuerpo de los Voluntarios Realistas tanto de su pueblo natal como de Gargantilla –donde también desempeñó el cargo de Secretario de su Ayuntamiento- y procedente de una “familia de la que habían sido algunos jefes realistas en tiempos de la revolución del año 20”[27]. Por otro lado, se dio libertad a un gran número de hombres que pertenecían al grupo de los prisioneros “después de habérseles tomado juramento de no volver á las armas en contra de la causa de don Carlos” [28] y se perdonó la vida “a un oficial y dos sargentos que habían hecho por su cuenta exacciones pecuniarias”[29]. También durante este día se reunió dinero y hombres. Por lo que respecta al dinero, tenemos constancia de que se realizaron varias exacciones, como al cura ecónomo de la Iglesia de Santa María,  don Antonio Vives, a quien el tesorero de la tropa carlista exigió mil reales[30]. En lo relativo a los hombres, Gómez hizo público un bando para que “todos los mozos solteros se presentasen sin escusa alguna para que siguiesen con su compañía”[31] y también recibió voluntarios para que marcharan en la expedición, destacando el caso del hijo del ya citado Vizconde de la Torre de Albarragena, don Narciso María de Cabrera, de veintiún años de edad[32].

Al tiempo que Gómez se encargaba de supervisar lo anterior, muy pendiente por otra parte de los movimientos de los liberales que tenían tomado el puente del Cardenal, decidió que don Francisco Rincón con 40 caballos y 30 infantes se dirigiera a tomar el puente de Alcántara, lo cual se logró no sin entablar una refriega con el destacamento cristino allí acantonado y a pesar del riesgo que esto suponía para los carlistas al hallarse en la frontera portuguesa una fuerza de su Gobierno liberal que “amenazaba entrar en la provincia, si nosotros permanecíamos en ella o nos acercábamos a Portugal”[33].

Habiendo tomado el puente de Alcántara la avanzadilla carlista, el grueso de la expedición de Gómez salió para allá el 2 de noviembre por Arroyo del Puerco (hoy Arroyo de la Luz), pero a una legua de Cáceres tuvieron que dar marcha atrás por la noticia de los movimientos de Alaix y Rodil. A su vuelta a la capital cacereña, punto que de nuevo sirvió para modificar la ruta, fue cuando se produjo la marcha de don Ramón Cabrera hacia Aragón, la cual no debió estar exenta de polémica debido a la disconformidad de este con las tropas que se debía llevar[34]. El Tigre del Maestrazgo, cumpliendo órdenes, dejó el grueso de la expedición y el día 3 marchó por Valdefuentes a Montánchez, lugar donde pernoctó antes de pisar territorio manchego.

Por su parte, la expedición abandonó también Cáceres y el día 3, pasando por Torreorgaz y Torrequemada, pernoctaron en Torremocha, con la intención de marchar sobre Trujillo y pasar el Tajo por la barca de Almaraz. Pero las noticias que a los carlistas les llegaron en Torremocha les hicieron cambiar, nuevamente, de planes, puesto que Rodil se encontraba en Jaraicejo, Alaix en Siruela y que Narváez, “con una División de 5.800 hombres, de un día a otro debía incorporarse con el primero”[35]. Tras conocer esto y no contar Gómez con un auxilio seguro de alguna otra fuerza que saliera del Norte, decidió volver a Andalucía. Fijado este nuevo trayecto, el día 4, pasando por Arroyomolinos de Montánchez y Almoharín, llegó a Miajadas, punto en donde pasaron la noche y se separaron de la expedición los jefes de partida ya citados Rincón y Morales. Al día siguiente, el 5 de noviembre, pisaron ya territorio pacense[36] y pasaron por Villar de Rena y Rena, núcleo en el que vadearon el Guadiana construyendo un puente de carros y se hicieron con 1.200 reales que les entregó su alcalde[37], e hicieron noche en Villanueva de la Serena. El día 6 pasaron por La Haba, La Guarda, Quintana y Zalamea de la Serena y el 7 abandonaron Extremadura, pasando por los núcleos de Berlanga y Ahillones, llegando a Guadalcanal.

Con la internación de Gómez en Andalucía, tocaba a su fin la estancia de la mayor fuerza carlista que transitó por Extremadura durante los casi siete años que duró esta guerra civil, pues una pequeña descripción nos indica que en el momento de su salida de Cáceres la expedición estaba compuesta, como ya hemos avanzado, por algo más de 12.000 hombres[38], un imponente contingente que a su vez se dividía en diferentes unidades militares si atendemos a los interesantes y valiosos datos que recientemente ha proporcionado Rodríguez Plaza, quien ha localizado hasta una quincena de unidades, las cuales listamos aquí por su interés: Batallón de Granaderos, 2º Batallón de Castilla, 4º Batallón de Castilla, 6º Batallón de Castilla, 7º Batallón de Castilla, 8º Batallón de Castilla, Escuadrón de Caballería 2º provisional, Escuadrón de Caballería 3º provisional, Escuadrón de Caballería 4º provisional, Escuadrón de Caballería 5º provisional, División Dalmacia, División de Aragón, Artillería, Brigada de Municiones y Compañía de la Legitimidad[39].

En fin, como hemos tenido la oportunidad de ver, poco más de diez días permaneció en nuestro suelo, sin encontrar apenas resistencia, pero las consecuencias de esta expedición iban a ser desastrosas para la causa liberal. Aprovechando su temporal estancia, los carlistas extremeños se envalentonaron y, lo que fue aún peor, el espíritu público proclive a Isabel II recibió un mazazo del que no se recuperó en mucho tiempo, pues 1837 fue el año en el que mayores progresos experimentaron los carlistas en Extremadura.

 

II.II. La expedición militar de don Basilio

Don Basilio Antonio García y Velasco, militar riojano, partió desde el Frente del Norte el 28 de diciembre de 1837 con esta expedición compuesta por cuatro batallones y dos escuadrones, tras ser comisionado por don Carlos para “organizar la guerra en La Mancha y restantes regiones de la España central”[40]. Durante los meses de enero y febrero de 1838, recorrió grandes espacios de las provincias de Cuenca, Ciudad Real o Toledo –de ahí el potencial peligro que veían las autoridades extremeñas de la posible penetración en su territorio-, aunque sin cosechar grandes éxitos y siendo continuamente hostigado por diferentes columnas liberales. A principios de marzo sus movimientos se empezaron a aproximar a Extremadura y ello acarreó una estrecha vigilancia desde la región. Don Basilio, ocupaba Almadén a principios de marzo y ello dio lugar a que se generaran partes acerca de su posición desde diferentes pueblos extremeños. Por ejemplo, desde la Justicia de Don Benito se enviaban partes a la Audiencia Territorial, acerca de sus movimientos, su número de integrantes y su posición[41]. Del mismo modo, el Comandante general de la provincia de Cáceres, recomendaba a la capital que tomara medidas de precaución por si penetraba en Extremadura[42] y que se dedicara a “los preparativos de defensa y conclusión de fortificaciones”[43]. Ante estos preocupantes movimientos de la fuerza expedicionaria carlista de don Basilio, incluso don Santiago Méndez Vigo, Capitán General de Extremadura, ordenaba el 6 de marzo “que la columna de Crespo, un Escuadron de la Reyna y 400 hombres de Ynfant[eria] marchen hacia Siruela por Medellín”[44], punto a donde él mismo se dirigió esa misma noche, dejando así el cuartel general que tenía establecido en Trujillo.

Mientras se vigilaban de cerca estos movimientos desde puntos como Siruela o Cabeza del Buey, los principales núcleos de población de Extremadura que quedaban más expuestos a ser atacados en el caso de que se produjera la invasión de los carlistas, inmediatamente activaron medidas para su defensa. En este sentido, tres casos son los más representativos: Cáceres, Plasencia y Trujillo, ciudades en las que saltaron todas las alarmas, pues el paso de la expedición de Gómez en noviembre de 1836 y sus desastrosas consecuencias aún estaban muy recientes.

En Cáceres, resulta de interés señalar que la capital se puso en estado de defensa, teniendo un papel importante en los trabajos que se llevaron a cabo (acopio de víveres, reparto de armamento, cerramiento de accesos, etc.) la Diputación, su Ayuntamiento y el Comandante militar de la ciudad[45]. Por su parte, desde Plasencia se aseguraba que, si se diera el caso de la presentación de don Basilio en sus proximidades, estaban dispuestos a hacerla frente, ya que se tenía preparado un proyecto de defensa de la ciudad[46]. Aún con todo, se tomaron una serie de precauciones, como dotar de agua y municiones a la casa fuerte –se eligió como tal a la Catedral y Palacio Episcopal-, cerrar a cal y canto las puertas de Berrozana y Talavera, y la construcción de un tambor delante de la puerta del Palacio Episcopal[47]. En último lugar, el Comandante General de la provincia de Cáceres, puso de relieve la necesidad de que la plaza de Trujillo fuera ocupada por tropas liberales y que se pusiera también en estado de defensa, solicitando para ello varios efectos[48].

A la vez que se acordaban estas medidas de defensa para los principales núcleos poblacionales de la provincia de Cáceres, las fuerzas liberales de Extremadura se reunían en los puntos cercanos a La Mancha como Valdecaballeros, Siruela, Puebla de Alcocer o Cabeza del Buey[49], sin desatender otros puntos igualmente importantes como Medellín o Guadalupe[50]. Todo ello con el objetivo de hostigar a Basilio, que ya era perseguido por otras columnas manchegas al mando de Flinter, y evitarle el paso a territorio extremeño.

Esta persecución emprendida sobre la fuerza expedicionaria carlista no daba seguridad a los extremeños, y la Diputación de Badajoz, ante esta situación de inestabilidad, dio a conocer una exposición que envió al Congreso Nacional en la que se detenía en las calamidades por las que estaba pasando el conjunto de la región (alarma e inseguridad constante, reducción considerable de la cabaña ganadera en su zona más oriental, grandes gravámenes que ocasionaban el sostenimiento de las tropas, etc.)[51]. Unas mismas quejas que, con motivo de los gravámenes que suponía el racionamiento de la fuerza desplegada, fueron secundadas por numerosos ayuntamientos, destacando el caso concreto de Mérida, la cual manifestaba los apuros que experimentaba su consistorio para racionar a las tropas que se encontraban acantonadas en su jurisdicción[52].

Con el fin de levantar este abatido estado de espíritu público, también se sucedieron exhortos patrióticos por parte de las autoridades, destacando el emitido por el Jefe Político de Badajoz, don Ramón Ceruti, en el que arengaba a la Milicia Nacional y pedía al conjunto de los liberales pacenses que mantuvieran la unidad e hicieran frente a las bandas carlistas que osasen penetrar en su suelo, haciendo con ello referencia directa a la expedición de don Basilio, mandada por don Carlos para “invadir otra vez el centro de la monarquia, para tentar locamente de decidir en ella la guerra que nos devora”[53]. Mientras, en Cáceres, se ultimaban los detalles de cara a una posible invasión, solicitando una serie de víveres y útiles necesarios para proveer el fuerte interior de la ciudad[54], y la Intendencia cacereña pedía catorce carros para llevar los efectos y caudales a un punto más seguro, señalando al Ayuntamiento de la capital que se trataba de un urgente e imperioso servicio[55].

Ínterin, los peores presagios llegaban a cumplirse y la fuerza expedicionaria de don Basilio se internaba en la demarcación pacense el 24 de marzo, más concretamente en término de Herrera del Duque. En este núcleo pernoctó el militar riojano y en la cercana pedanía de Peloche, hicieron lo propio los cabecillas don Juan Vicente Rugeros, el extremeño don Fernando Sánchez y el hijo de Pedro Valencia, quienes acompañaban a don Basilio. El 25 salieron estos últimos de aquel punto con objeto de inutilizar la barca que existía sobre el río Guadiana y hacer idéntica operación con la existente al frente de Talarrubias, pueblo en donde entraron al mediodía unos 100 efectivos de la caballería carlista junto a otro contingente que se dirigió a Puebla de Alcocer, aunque enseguida regresaron para volver a unirse a don Basilio, quien abandonó Herrera del Duque el 25, realizando una contramarcha hacia Siruela, donde se tenía conocimiento de que había pernoctado esa misma noche[56]. A pesar de la persecución de la que estaba siendo objeto desde el mismo mes de enero, de los descalabros que le habían propinado las fuerzas liberales, como en Valdepeñas, y de la difícil relación con algunos cabecillas carlistas manchegos[57], lo cierto es que don Basilio entraba en Extremadura con un contingente más que respetable, compuesto por más de 4.000 hombres, ya que había reunido bajo su mando, en calidad de Comandante General del Ejército Real de la Mancha, Toledo y Cuenca, a “todas las todas las facciones de la Mancha y Toledo asi como las que habian quedado en Estremadura”[58], lo que motivó que las autoridades extremeñas se pronunciaran ante esta considerable fuerza. Por un lado, al tener noticia de sus movimientos, la Diputación pacense acordó dirigir a sus pueblos una alocución “digna de su patriotismo ecsortandola [sic] á la defensa, y que presten cuantos ausilios de Nacionales, vagages [sic] y raciones q[ue] necesiten las tropas de la nacion y de la Reyna»[59]. Lo mismo hizo el Jefe Político, don Ramón Ceruti, solicitando a las justicias que dieran parte de todos sus movimientos, que se vigilaran las casas en las que habitaban personas tenidas por desafectas del distrito y, por último, llamando a los pacenses a hacer frente a esta nueva expedición carlista[60]. En la provincia cacereña, también su Jefe Político, don Juan Antonio Garnica, trataba de desmentir los rumores inexactos que circulaban sobre la posible presentación de don Basilio en la capital, donde afirmaba que había “más de mil acérrimos defensores de la libertad” dentro de su recinto. Pero lo cierto es que aquí se seguían tomando precauciones. Aun sabiendo lo improbable de una muy hipotética marcha de don Basilio hacia Cáceres, el Jefe Político confinó a varios “visionarios carlistas” que se estaban encargando de menoscabar el espíritu público y de aumentar las noticias sobre la expedición carlista[61]. Por su parte, la Audiencia Territorial, como había sucedido ya en octubre de 1836 ante la proximidad de la expedición de don Miguel Gómez, remitió a Badajoz “por punto seguro y á cubierto de la imbasion [sic] de los enemigos” una veintena de presos, de entre los más comprometidos, que permanecían en la cárcel de Corte cacereña[62].

Sin embargo, pronto fueron a menos los temores y preocupaciones por la irrupción de don Basilio en la región, pues no cesaba la persecución sobre su persona y sobre sus hombres por parte de las tropas liberales, tanto de las fuerzas extremeñas como de otras columnas mandadas por Pardiñas, Azpiroz o Flinter. Además, en núcleos como Medellín, Campanario o Don Benito, Méndez Vigo había acantonado a varios contingentes militares para evitar que penetrase en el interior de la provincia pacense, como también hizo más al norte –en Guadalupe o Zorita- con el fin de impedir que la fuerza carlista se dirigiera hacia las codiciadas serranías de Las Villuercas. Don Basilio, sabiéndose acosado por prácticamente todos sus flancos, abandonó el suelo extremeño y partió hacia Almadenejos[63], volviendo así a pisar de nuevo territorio de Ciudad Real. A primeros de abril, levantaron el campamento que parte de las fuerzas carlistas tenían establecido en Almadén, y Palillos se quedó con su caballería en Agudo[64]. Don Basilio marchó hacia núcleos como Villarta de San Juan y Villarrubia de los Ojos, donde, de nuevo, dividió su fuerza “al sentirse tan perseguido por Pardiñas”[65], con objeto de dirigirse el militar riojano hacia Castilla la Vieja a unirse a otra expedición carlista que había salido de las provincias del Norte a mediados de marzo como era la dirigida por don Ignacio de Negri y Mendizábal, más conocido como el conde de Negri[66].

Ante estos movimientos de la fuerza expedicionaria carlista, el Capitán General Méndez Vigo afirmaba desde Cabeza del Buey, que habían “desaparecido por ahora los temores que había de que el rebelde Basilio invadiese esta provincia”. No obstante, el Jefe Político pacense ordenaba que las justicias notificaran cualquier dato que consideraran de interés en lo relativo a los movimientos de don Basilio[67].

Dicho lo cual, siguiendo su recorrido hacia Castilla la Vieja, don Basilio se volvía a acercar a los confines de Extremadura, esta vez ya a su paso por la vecina provincia de Toledo. Así, la Diputación cacereña recibía un oficio del Comandante de Armas del Puente del Arzobispo en el que pedía refuerzos ante su aproximación a aquel punto y manifestaba que había pasado a la derecha del Tajo para proteger la barca de Almaraz[68]. Ya el 9 de abril, el Comandante de los cantones de Jarandilla y Navalmoral, don Marcos Lozano, informaba que había enviado hacia el Puente del Arzobispo un pequeño contingente atendiendo a la solicitud elevada por su Comandante de Armas[69].

Mientras, el carlista riojano trataba de reorganizar y aumentar sus fuerzas. Por una parte, con el fin de reorganizarlas, desde Anchuras se comisionaba al jefe Felipe Muñoz, a quien se había otorgado el cargo de Comandante del Ejército carlista de la izquierda del Tajo, “para recoger y reunir todos los dispersos y disueltos de ambas armas” y que los dirigiera “donde tenga el Cuartel General con Oficiales de confianza”, encargándole también que hiciera saber al cabecilla apodado como el Francés y al extremeño Francisco Barbado, que se presentaran ante don Basilio para “darles una comisión de interés”[70]. Por otra parte, con el fin de aumentarlas, don Basilio realizaba una saca de mozos en los pueblos por los que transitaba, por lo que el comandante de los cantones de Navalmoral y Jarandilla, don Marcos Lozano, señalaba la conveniencia “de reunir la juventud de los dos cantones de su mando”[71] para evitar que fueran llevados por los carlistas e impedir así que estos aumentaran su fuerza expedicionaria.

En este contexto, aun teniendo en cuenta que sus pasos eran seguidos muy de cerca por las columnas liberales, sobre todo por la del general don Ramón Pardiñas, don Basilio se movía con bastante facilidad por la comarca de la Jara toledana, llegando a establecer su cuartel general a finales de abril en Sevilleja de la Jara, pueblo y alrededores en donde se encontraba con su fuerza que oscilaba entre 800 y 1.000 efectivos[72]. Desde aquí, lanzó diferentes intentonas con el objetivo de ocupar los puntos fronterizos de Espinoso del Rey, Oropesa o Puente del Arzobispo y, con ello, cruzar el Tajo, lo que alertó a núcleos extremeños de envergadura como Trujillo, ciudad a la que se envió una remesa de víveres por si Basilio se acercaba a sitiarla[73].

Y desde la Jara toledana, Basilio y los demás cabecillas que le acompañaban, pasaron a Extremadura con intención de cruzar el valle del Tiétar e internarse en Castilla la Vieja. Volviendo a pisar suelo extremeño por segunda vez la expedición carlista, merece reseñar algunos hechos destacables. En primer lugar, don Basilio ordenó a Felipe Muñoz que, con una avanzadilla compuesta de entre 200 y 300 efectivos de caballería, dirigiese un ataque a las poblaciones de Oropesa y Navalmoral de la Mata el 27 de abril. Este último pueblo, que rechazó el ataque, fue evacuado la mañana del 28 ante la aproximación del grueso de la expedición[74], la cual permaneció este día y hasta las 4 de la tarde del 29 acantonada en el citado punto de Navalmoral y también en Peraleda de la Mata, contando con unos 2.000 efectivos. De Navalmoral partió la expedición el 29 a las 4 de la tarde con dirección al Puerto del Pico por Jarandilla de la Vera[75]. Siguiendo bien de cerca los pasos de sus enemigos, los liberales, cuando los carlistas ya habían emprendido su marcha, intentaron que no rebasaran el Tiétar y cerca ya de la comarca de la Vera se entabló una refriega bastante desfavorable para las armas leales a Isabel II, pues en el primer encuentro que ambos bandos sostuvieron, quedó seriamente afectada la infantería y la caballería de la columna mandada por el Comandante de los cantones de Navalmoral y Jarandilla, don Marcos Lozano, y la del propio Comandante general de la provincia de Cáceres. Estos dos, intentando escapar de la persecución posterior de los carlistas –que duró unas seis horas-, perdieron a varios hombres que fueron hechos prisioneros y a otros tantos que perecieron durante el combate y en el subsiguiente acoso citado[76].

Dispersadas estas columnas liberales, los carlistas continuaron su itinerario, como ya hemos dicho, con la intención de escapar del continuo hostigamiento al que estaban siendo sometidos y de unirse a la expedición del conde de Negri. Así, pasando por las estribaciones montuosas de la vertiente sur de Gredos y dejando ya atrás, por su izquierda, a Plasencia, arribaron a Béjar el 3 de mayo de 1838. Aquí pretendía don Basilio hacerse del famoso paño bejarano para uniformar a su tropa e impuso una contribución al vecindario. Lo que muy seguramente no se esperaba, fue lo que vino inmediatamente después. Pardiñas, que seguía sus pasos desde Navalmoral, de donde salió el 29 de abril, se dirigió a Plasencia y desde aquí inmediatamente a Béjar en cuanto tuvo noticia de que en esta villa salmantina permanecía la fuerza carlista. Su plan no pudo salir mejor: cogió por sorpresa a la misma, la cual no tuvo oportunidad ni siquiera de defenderse. Solamente se entabló una pequeña refriega antes de que la división mandada por Pardiñas tomara Béjar y, con ella, a la práctica totalidad de la expedición carlista. El número de prisioneros ascendió a “125 jefes y oficiales […] y 493 individuos de tropa”[77], y cayeron muertos 35 carlistas, entre los que se encontraba el coronel don Francisco Fulgosio.

Entre este elevado número de prisioneros –que comprendía a personas procedentes de muy diferentes lugares de España-, algunos de ellos eran jefes carlistas destacados como el Brigadier don José Jara o los coroneles manchegos don Cándido Tercero y don Matías Ovejero. También, los liberales apresaron a significados carlistas extremeños como el Coronel graduado don Félix Cuesta, natural de Torrecillas de la Tiesa, el Comandante don Pablo Bote, de Zorita, el Teniente don Andrés Palacín, de Zarza de Granadilla, el Capitán graduado don Juan Cano, de Aldea del Obispo, el Teniente don Manuel Sánchez Matas –viejo conocido carlista del norte extremeño-, de Hervás, el Subteniente don Tomás Pérez de Guzmán, de Mérida, y ya en clase de soldado, sobresale el caso de Juan Nepomuceno alias “Corcho”, íntimo amigo de los ya asesinados hermanos don Feliciano y don Francisco Cuesta[78].

El fin de la expedición de don Basilio trajo consigo un enorme alivio para muchos núcleos extremeños, destacando el caso de Plasencia, en donde, de nuevo, se había decretado el estado de sitio debido a la relativa cercanía de la tropa carlista. Allí arribó la división de Pardiñas el 6 de mayo por la tarde, portando una gran cadena de prisioneros, siendo recibida con dos arcos triunfales y colocándose en la plaza una “pirámide, colgando los retratos de S.M.M. [sic] al público”[79].

III. Las expediciones conjuntas de carlistas extremeños y manchegos por la región

 

Una vez analizadas las expediciones carlistas que partieron del Frente del Norte y que transitaron por Extremadura, no menos interesantes son las que se produjeron entre unos puntos y otros de la geografía regional y que estuvieron compuestas por diversas guerrillas reunidas tanto extremeñas como, en menor medida, manchegas. Las más reseñables, lógicamente formadas por un menor número de efectivos que las ya citadas de Gómez y de don Basilio, tuvieron lugar en la etapa de mayor predominio carlista en Extremadura, esto es: en el trazo temporal que transcurrió entre octubre de 1836 y agosto de 1838. Y dentro de este período, cabe resaltar la situación que se instaló en prácticamente toda Extremadura en 1837, año en que mayores progresos experimentaron los carlistas. Tan sólo por ofrecer unos breves apuntes, a lo largo de 1837, se produjeron movimientos de interés de varias guerrillas reunidas entre unos puntos y otros de Extremadura y en esta especie de expediciones, cabe destacar los siguientes episodios.

En primer lugar, en marzo de 1837, más concretamente el día 10, se producía la toma temporal de Trujillo por una fuerza carlista compuesta por 100 infantes y 350 caballos a las órdenes del brigadier don José Jara y García, don Fernando Sánchez y don Mariano Peco. Procedente del sur de Extremadura tras ser rechazada en Siruela y Talarrubias, los carlistas lograron entrar en la ciudad el 10 de marzo ocupándola durante unas horas, hasta que efectivos de la Guardia Real e incluso tropa venida desde La Mancha lograron arrojar a los carlistas de sus posiciones causándolos 20 muertos y provocando con ello su retirada de la ciudad a media tarde, aunque estos permanecieron los días posteriores recorriendo núcleos colindantes como Zorita o Aldeacentenera, a pesar de la letal persecución que enseguida se activó por parte de las tropas de la línea de La Mancha, reuniendo estas unos 700 efectivos[80].

En segundo lugar, en el mes de octubre del mismo año, cuando ya los carlistas se habían apoderado de una gran franja territorial al este de la provincia de Cáceres –logrando un dominio efectivo de núcleos como Alía o Guadalupe y sus alrededores- cabe citar dos expediciones que recorrieron diversos pueblos de la provincia cacereña. Por una parte, una fuerza mandada por el brigadier carlista don José Jara, quien, ensayando una especie de expedición partiendo desde las serranías de Guadalupe, se presentó ante las murallas de Plasencia el 11 de octubre, comandando unos 300 caballos y 200 infantes, con intención de tomar la ciudad, pues bien conocía su valor estratégico para dominar la zona a la derecha del Tajo. Jara, instó varias veces al gobernador militar de la plaza a que se rindiera, pero éste resistió pese a la corta fuerza de la que disponía para su defensa[81]. Desistiendo el brigadier carlista de este objetivo, tomó la dirección del Puerto, y a la altura de la ermita, se trabó combate con la fuerza liberal que estaba en su persecución, compuesta por una compañía de la Diputación y por otra de la Reina Gobernadora. Tras un sostenido fuego de los carlistas, la caballería liberal se vio obligada a retirarse y la infantería se dispersó, cayendo prisioneros unos 40 hombres[82]. Jara, tras este triunfo, prosiguió su camino y se dirigió hacia núcleos como Villar de Plasencia, Granadilla – pueblo que ocupó el 13 de octubre- o la villa de Hervás, en la que se “le presentaron mas de ciento y tantos que habian sido realistas”[83]. Seguidamente, aumentada la fuerza carlista manchega con efectivos extremeños llegando a estar compuesta por más de 800 hombres, se internó en territorio salmantino, permaneciendo en Béjar desde el 15 hasta el 19 de octubre. Por otra parte, ya a finales de este mismo mes de octubre de 1837, más concretamente el día 29, a un par de leguas de distancia de la capital cacereña, se presentó una fuerza carlista capitaneada por los jefes extremeños don Fernando Sánchez y don Francisco Barbado, que ascendía a entre unos 300 y 400 efectivos, la mayoría de ellos a caballo. La misma partió desde Monroy el 28 por la noche y llegó al Casar de Cáceres, punto que fue cercado por la caballería carlista a primeras horas de la mañana del 29, logrando entrar en él tras coger por sorpresa tanto a la poca guarnición allí acantonada como al propio vecindario que se encontraba escuchando misa, pues era domingo. Ante la presencia de los carlistas en el vecino núcleo del Casar, desde Cáceres partieron una treintena de efectivos isabelinos y la ciudad se puso inmediatamente en estado de defensa. Los carlistas sostuvieron una refriega con los isabelinos cacereños que fue desfavorable para estos últimos, y tantearon el asalto a Cáceres, pero desistieron al comprobar que todos los puntos de acceso a la ciudad se encontraban tapiados y que dentro de la misma una parte de su vecindario se encontraba decidido a defenderla hasta el extremo de entregar su vida. Por estos motivos, Barbado, Sánchez y sus hombres, variaron sus planes y se dirigieron hacia el pueblo de Malpartida de Cáceres. Seguidamente, pasaron por Alcuéscar, continuaron por los alrededores de Montánchez y a primera hora ya del día 30 de octubre penetraron en Santa Amalia. Saliendo de este núcleo, se encontraron con un convoy que transportaba algunos quintos desde Magacela a Badajoz, el cual fue interceptado y los mozos quedaron en manos de los carlistas. A partir de aquí, la fuerza ya dividida en varios grupos, transitó por Madrigalejo, Garcíaz, Abertura o por diferentes núcleos pacenses como Don Benito o Medellín.

Y en tercer y último lugar, para finalizar con este breve recorrido por estas expediciones que tuvieron como marco la región extremeña[84], la madrugada del 12 de noviembre de 1837 caían el brigadier don José Jara y el extremeño don Fernando Sánchez, comandando unos 1.500 hombres, sobre Villanueva de la Serena y Don Benito, respectivamente. Don Benito fue ocupada por la fuerza mandada por el cabecilla extremeño, en donde permaneció hasta la tarde del 13, y en Villanueva de la Serena, Jara hizo que la corta guarnición que defendía el pueblo –unos 65 carabineros, en unión con 30 nacionales y algunos vecinos liberales- se atrincherara en el fuerte habilitado, sin tener víveres y esperando a que los carlistas se marcharan, lo que sucedió también la tarde del día 13. Los cabecillas Jara y Sánchez se llevaron un suculento botín de ambos pueblos; además, vieron aumentadas sus filas -dado que se les presentaron voluntarios casi un centenar hombres- y se hicieron con unos 100 caballos. Hacía allí corrió en cuanto tuvo noticia de los hechos el brigadier cristino don Dionisio Marcilla, pero ya era demasiado tarde pues los carlistas, tranquilamente, volvían a su cuartel general establecido, no olvidemos, en los núcleos cacereños de Alía y Guadalupe.

 

  1. Conclusiones

El sistema de expediciones militares puesto en marcha por los carlistas, sin duda constituye uno de los episodios más singulares de la guerra civil que tuvo lugar en España desde 1833 hasta 1840. Si analizamos este fenómeno desde una perspectiva global –a nivel nacional-, los partidarios de don Carlos no lograron todos los objetivos que, en un principio, con ellas se proponían, pero en el caso de Extremadura el paso de los dos grandes contingentes militares procedentes del Frente del Norte ya analizados, sí que tuvo efectos favorables para los carlistas, sobre todo los que derivaron del tránsito de la expedición Gómez, la cual estimuló tanto la formación como las acciones de las guerrillas carlistas en la región y sumió a los isabelinos en un estado de abatimiento del que les costaría recuperarse. Por su parte, como se ha tenido la oportunidad de ver, el incremento de efectivos de las guerrillas carlistas tanto extremeñas como manchegas en el año de 1837 junto con ese factor ya mencionado de abatimiento de las fuerzas isabelinas, hizo que los carlistas realizaran diferentes expediciones entre unos núcleos y otros de la geografía extremeña que llegaron a amenazar seriamente a importantes núcleos de población como fueron Cáceres, Plasencia o Trujillo, solamente por citar a algunos de los que han aparecido a lo largo de este texto.

ANEXO: GRABADOS Y MAPAS

Fig. 1. Los carlistas cruzando el río Guadiana por un puente realizado con carros

Fig. 1. Los carlistas cruzando el río Guadiana por un puente realizado con carros[85]

Mapa 1. Recorrido de la expedición del general Gómez a su paso por Extremadura. Octubre-noviembre de 1836. Elaboración pr~1

Mapa 1. Recorrido de la expedición del general Gómez a su paso por Extremadura. Octubre-noviembre de 1836. Elaboración propia

 Mapa 2. Recorrido de la expedición de don Basilio por la provincia de Cáceres. Abril-mayo de 1838. Elaboración propia

Mapa 2. Recorrido de la expedición de don Basilio por la provincia de Cáceres. Abril-mayo de 1838. Elaboración propia

 

[1] MONTERO, Manuel y VILLA, Imanol, Las batallas de Zumalacárregui. Aciertos y limitaciones de un líder militar legendario, San Sebastián, Txertoa, 2012, p. 54.

[2] BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso, La Primera Guerra carlista, Madrid, Actas, 1992, p. 288.

[3] BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso, La expedición del general Gómez, Madrid, Editora Nacional, 1984,  p. 23.

[4] Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz (en adelante BOPBA), 06/10/1836.

[5] Archivo Histórico de la Diputación Provincial de Cáceres (en adelante AHDPCC), Libro de actas de la Comisión de Armamento y Defensa de la provincia de Cáceres. Sesión del 17 octubre de 1836. En esta misma sesión ya se manejaba la posibilidad de que Cáceres fuese invadida por Gómez y se temían las consecuencias que esto podría acarrear. Además, se acordó elaborar una lista “de todas las personas notables no solo por sus ideas marcadas de desafeccion, sino mas bien por su conducta moral relajada”.

[6] Boletín Oficial de la Provincia de Cáceres (en adelante BOPCC), Suplemento, 17/10/1836.

[7] BOPBA, 20/10/1836.

[8] Por no detenernos en todas y cada una de las órdenes y medidas aparecidas en los días previos a la llegada de Gómez, y perdernos así quizá en un relato un tanto repetitivo, tan solo señalamos algunas que nos parecen de interés y que ponen también de manifiesto la enorme actividad que en esas jornadas se vivió. Así, en BOPCC, 21 y 24/10/1836, se informaba de la situación y el estado de la expedición carlista; en BOPCC, Suplemento, 24/10/1836 se otorgaban nuevas medidas y en BOPBA, 25/10/1836, se circulaban órdenes sobre cómo actuar en el caso de que Gómez y sus hombres  penetrasen en un pueblo.

[9] AHDPCC, Libro de actas de la Comisión de Armamento y Defensa de la provincia de Cáceres. Sesión del 19 octubre de 1836. Una prueba más de la inestabilidad e inseguridad que se vivió antes, durante y después del paso de la expedición de Gómez la tenemos en que del 24 de octubre al 4 de diciembre no se reunió la Comisión de Armamento y Defensa. Tampoco, del 28 de octubre al 7 de noviembre, se publicó el Boletín Oficial de esta provincia.

[10] Archivo Histórico Provincial de Cáceres (en adelante AHPCC), Real Audiencia, Leg. 359, carp. 16. Algunos reos de consideración se escaparon durante el trayecto según se especifica en BOPCC, 28/10/1836.

[11] BOPBA, 16/03/1837. No quedó todo en buen recaudo al abandonar Trujillo las autoridades liberales, pues un tiempo después se acusaba a don Narciso Muñiz, encargado de la Milicia provincial de Trujillo, de no haber puesto a salvo una gran cantidad de armas, vestuarios, camas, miles de reales o cientos de fanegas, de todo lo cual se apoderaron Gómez y sus hombres.

[12] Archivo Histórico Municipal de Badajoz (en adelante AHMBA), Actas Municipales. Sesión del 27 de octubre de 1836.

[13] BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso, La expedición del general Gómez…Op. cit., p. 153.

[14] En su entrada a Extremadura por Siruela, según los datos localizados en AVECILLA, Pablo Alonso de la, Diario de la guerra, materiales para la historia, desde el Cuartel General del Excelentísimo Señor Marqués de Rodil, Madrid, Imprenta de Cruz González, 1836, T. IV, p. 83, la expedición carlista ascendía a 12.000 hombres –contando también a los prisioneros hechos en Almadén-, llevaba “á su vanguardia el botin á lomo en mas de mil caballerías” y tenía “sobre ochocientos caballos de armas”.

[15] BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso, La expedición del general Gómez…Op. cit., p. 155.

[16] DELGADO, José María, Relato oficial de la meritísima expedición carlista dirigida por el General andaluz D. Miguel Gómez, San Sebastián, Gráfico-Editora, 1943,  p. 64.

[17] En Trujillo la expedición pidió “12.000 raciones y 3.000 de cebada”. Hasta el 4 de noviembre, cinco días después de la estancia de Gómez en la ciudad, no llegó a la misma un contingente isabelino. A su llegada, resulta de interés la descripción que se ofrecía de Trujillo: “Un silencio sepulcral ha reinado en Trujillo á nuestra entrada; las calles estaban desiertas, las puertas cerradas, todo melancólico. Sabido es que es pueblo de tildada opinión, muchos se habían comprometido con la facción, la parte liberal había emigrado, otros emigraron por nuestra llegada, y el pueblo estaba casi desierto”. Vid. AVECILLA, Pablo Alonso de la, Diario de la guerra, materiales para la historia…Op. cit., T. V, p. 102.

[18] BOPBA, 16/03/1837. Como ya hemos indicado páginas atrás, se acusó a don Narciso Muñiz, encargado de la Milicia provincial de Trujillo, de no haber puesto a salvo esta serie de objetos.

[19] DELGADO, José María, Relato oficial de la meritísima expedición carlista…Op. cit., pp. 100-102. Aquí se puede consultar el acta correspondiente a la junta celebrada en Trujillo, en la cual participaron don José Puertolas, don Joaquín José Lloréns de Villarreal, don Pedro del Castillo, don Antonio Moya, don José María Arroyo, don Francisco Fulgosio, don Manuel Armijo, el Marqués de Bóveda de Limia, don Joaquín Quílez, don Ramón Cabrera, don José Miralles y don Miguel Gómez, este último en calidad de Comandante General del Ejército Real de la Derecha y como Presidente de la Junta.

[20] BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso, La expedición del general Gómez…Op. cit., p. 157.

[21] En un manuscrito anónimo y titulado “Relación de la expedición del General Carlista Gómez por Aragón, Valencia, Andalucía, Extremadura en 1836” que hemos hallado en la Real Academia de la Historia (en adelante RAH), Archivo de Isabel II, Signatura 9/6943, Legajo V, Nº 1 (15/1 – 15/4), se apunta que finalmente se decidió marchar hacia la capital cacereña debido a que el día 30, cuando se estaba celebrando la mencionada Junta, “llegó [a Trujillo] una Diputación de la Ciudad de Cáceres felicitando al General [Gómez], manifestándole el deseo de que pasase el Exercito a ella”.

[22] DELGADO, José María, Relato oficial de la meritísima expedición carlista…Op. cit., p. 65. Aunque pueda parecer exagerado el recibimiento a las tropas carlistas, no lo descartamos ya que las autoridades liberales, que huyeron en masa de Cáceres, dejaron abandonado a su suerte al vecindario de la capital.

[23] RODRÍGUEZ PLAZA, Miguel Ángel, “La facción de Gómez y sus unidades militares en Cáceres, 1836”, Alcántara: revista del Seminario de Estudios Cacereños, Nº. 79, 2014, p. 73. Por su minuciosidad, recomendamos la consulta de este interesante artículo para conocer mucho más a fondo todos los pormenores derivados de la estancia de Gómez en Cáceres.

[24] MORAL RONCAL, Antonio Manuel, “La nobleza española ante la Primera Guerra carlista”, Ayer, nº 40, 2000, p. 204.

[25] RAH, Archivo de Isabel II, Signatura 9/6943, Legajo V, Nº 1 (15/1 – 15/4). La autorización recayó en don Félix Cuesta, hermano de don Feliciano y don Francisco, guerrilleros naturales de Torrecillas de la Tiesa y asesinados, tras ser capturados por los isabelinos, en el verano de 1834.

[26] Don Genaro Morales siguió actuando tras el paso de Gómez por Extremadura y en septiembre de 1837 estaba bajo la orden de búsqueda y captura dada por el Gobierno Político cacereño. En la misma, disponible en BOPCC, 13/09/1837, se proporcionan algunos datos sobre su apariencia física y su vestimenta que son los que siguen: “estatura más de dos varas, de mucha humanidad, cara proporcionada, nariz regular, barba negra, y muy poblada, color trigueño, edad como 35 años, pantalón y chaqueta de paño pardo con sombrero voleado”.

[27] DELGADO, José María, Relato oficial de la meritísima expedición carlista…Op. cit., p. 66.

[28] DE GUZMAN, Juan P., “Crónica de la provincia de Cáceres” en RUBIO, GRILO y VITTURI (Eds.), Crónica general de España ó sea Historia ilustrada y descriptiva de sus provincias, Madrid, Imprenta de J. E. Morete, 1870, p. 59.

[29] BULLON DE MENDOZA, Alfonso, La expedición del general Gómez…Op. cit., p. 159.

[30] Archivo Histórico Municipal de Cáceres (en adelante AHMCC), Libro de Acuerdos. Sesión del 18 de agosto de 1837. Tanto en la documentación de la Diputación como en la del Ayuntamiento encontramos diversas reclamaciones de vecinos a los que Gómez reclamó dinero. Por ejemplo, en las sesiones de la Diputación, tiempo después del paso de la expedición, se trataron dichas reclamaciones, lo que es bien visible en AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesiones del 1 de mayo y del 9 de agosto de 1837.

[31] AHMCC, Caja 19/115, exp. 23.

[32] AHMCC, Caja 19/120, exp. 9. Como es lógico, en esta documentación no se especifica que marchara voluntariamente con Gómez, sino que señala, en un listado realizado ya en abril de 1838, que “parece se lo llevó Gómez, con otros mozos de esta capital, el 4 de noviembre de 1836, según se dice de público, y cuyo paradero se ignora”.

[33] DELGADO, José María, Relato oficial de la meritísima expedición carlista…Op. cit., p. 66.

[34] Así lo pone de manifiesto la recopilación de diversos testimonios que figuran en BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso, La expedición del general Gómez…Op. cit., pp. 160-169.

[35] DELGADO, J., Relato oficial de la meritísima expedición carlista…Op. cit., p. 67.

[36] En los diferentes pueblos de la provincia de Badajoz por los que transitó la expedición, Gómez extendió un bando en el que decía “que Dios protege su causa, que esperan todo de la lealtad estremeña, que estén tranquilos los guardias nacionales, que á nadie incomoda”. Además, antes de abandonar la región, trató de crear dos batallones extremeños. Todo ello figura en AVECILLA, Pablo Alonso de la, Diario de la guerra, materiales para la historia…Op. cit., T. V, p. 110.

[37] Archivo Histórico de la Diputación Provincial de Badajoz (en adelante AHDPBA), Libro de actas de la Diputación. Sesión del 10 de abril de 1839. Casi tres años después, en esta sesión se señalaba que este dinero se devolviese a los vecinos, ya que eran contribuciones suyas ante la demanda de Gómez.

[38] El Eco del comercio, 16/11/1836. Si bien esta descripción indica que la expedición se componía de más de 12.000 hombres, matizaba que “solo cuenta unos 3.000 que puedan batirse en regla: la caballería solo un escuadrón es lo que vale algo, porque la demás trae los caballos en mal estado, pues aunque muchos son de Córdoba, los tienen muy mal cuidados”.

[39] RODRÍGUEZ PLAZA, Miguel Ángel, “La facción de Gómez y sus unidades militares en Cáceres, 1836”, Op. cit., pp.  79-82.

[40] BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso, La Primera Guerra… Op. cit., p. 313. En este sentido, debemos al menos citar la narración de LICHNOWSKY, Félix, Recuerdos de la guerra carlista (1837-1839), Madrid, Espasa-Calpe, 1942,  ya que éste Príncipe partidario de don Carlos estuvo en la expedición hasta abril de 1838.

[41] AHPDCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 13 de marzo de 1838.

[42] AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 12 de marzo de 1838.

[43] AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 14 de marzo de 1838.

[44] Archivo Histórico Nacional (en adelante AHN), DIVERSOS-COLECCIONES, Leg. 168, exp. 40. Oficio fechado en Trujillo el 6 de marzo de 1838.

[45] AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión extraordinaria del 9 de marzo de 1838. En la misma se trataron todos estos pormenores.

[46] Archivo Municipal de Plasencia (en adelante AMP), Actas Capitulares. Sesión del 9 de marzo de 1838.

[47] AMP, Actas Capitulares. Sesión del 11 de marzo de 1838.

[48] AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 10 de marzo de 1838.

[49] A este pueblo llegó una orden circulada por don Basilio, según hizo saber su justicia a la Diputación pacense en AHDPBA, Libro de actas de la Diputación. Sesión extraordinaria del 6 marzo de 1838.

[50] BOPCC, 15/03/1838.

[51] BOPBA, 17/03/1838. En esta exposición se listan los recursos que, a finales de febrero, se habían repartido para el sostenimiento de las tropas, los cuales consistían en “540.000 reales; 9.109 fanegas de trigo; 19.606 de cebada; 57.009 arrobas de paja; 2.619 libras de tocino; y 7.831 arrobas de menestra”, lo que nos hace tener una idea de la carga económica que suponía costear unos efectivos que en el conjunto de Extremadura ascendían a 6.000 hombres según figuraba en el repartimiento existente en BOPCC, 29/03/1838.

[52] AHDPBA, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 20 de marzo de 1838.

[53] BOPBA, 20/03/1838.

[54] AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión extraordinaria del 26 de marzo de 1838. Entre estos víveres y útiles se encontraban algunos de los siguientes: tocino, menestra, aguardiente, vino, aceite, bacalao, carbón, sal, etc.

[55] AHMCC, Caja 19/118, exp. 31. Oficio de la Intendencia de Cáceres dirigido al Ayuntamiento de la capital con fecha 26 de marzo de 1838.

[56] BOPBA, 29/03/1838.

[57] BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso, La Primera Guerra…Op. cit., p. 315. Aquí se narra con mayor detenimiento esa difícil relación entre don Basilio y algunos cabecillas manchegos, especialmente con Palillos, a quien acabaría separando de su expedición.

[58] AHN, DIVERSOS-COLECCIONES, Leg. 168, exp. 40. Oficio del Capitán General don Santiago Méndez Vigo, con fecha 28 de marzo de 1838, enviado desde Campanario.

[59] AHDPBA, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 26 de marzo de 1838.

[60] BOPBA, 27/03/1838. Como dato anecdótico, en este número se informaba que la jovencísima Carolina Coronado, contando con apenas 17 años, se había encargado de bordar con sus propias manos la bandera que fue entregada  como obsequio a uno de los batallones de Milicia Nacional de la provincia de Badajoz, que estaba sostenido por su Diputación.

[61] BOPCC, 31/03/1838. Uno de ellos se trataba de D. Rafael Carrasco, que se ordenó saliese confinado para la ciudad de San Sebastián.

[62] AHDPBA, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 3 de abril de 1838. La Audiencia Territorial, viéndose afectada directamente por la magnitud a la que llegó la guerra a finales de 1836 y durante todo el año de 1837, ya se pronunció en enero de este año de 1838, momento en el que llegaron las primeras noticias de la cercanía de don Basilio a territorio extremeño, sobre la necesidad de trasladar al fuerte interior establecido intramuros de Cáceres tanto los propios presos como a su Archivo, si se hacía efectiva su llegada, según aparece en AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 21 de enero de 1838.

[63] AHDPBA, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 31 de marzo de 1838.

[64] BOPBA, 03/04/1838.

[65] OYARZUN, Román, Historia del carlismo, Valladolid, Editorial Maxtor, 2008, pp. 112-113.

[66] BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso, La Primera Guerra…Op. cit., p. 315.

[67] BOPBA, 03/04/1838.

[68] AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 7 de abril de 1838.

[69] AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 9 de abril de 1838.

[70] AHN, DIVERSOS-COLECCIONES, Leg. 192, exp. 2. Carta interceptada que iba dirigida al citado cabecilla, enviada desde Anchuras el 7 de abril de 1838 por don José de Echevarría, Secretario del Comandante General de la Mancha, Toledo y Cuenca del Ejército Real.

[71] AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 12 de abril de 1838.

[72] ASENSIO RUBIO, Manuela, El Carlismo en Castilla-La Mancha, Ciudad Real, Almud ediciones, 2011, p. 128.

[73] AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 25 de abril de 1838.

[74] AMP, Actas Capitulares. Sesión extraordinaria del 29 abril de 1838. De resultas de la llegada de don Basilio a Navalmoral, el Ayuntamiento placentino trató la conveniencia de activar las medidas de defensa de su ciudad si la expedición se aproximaba hacia su término.

[75] BOPBA, 03/05/1838.

[76] BOPBA, 12/05/1838. Sin duda fue una acción desfavorable para los liberales, en la que, suponemos, para lavar su imagen, señalaron que en la misma había muerto el cabecilla extremeño don Fernando Sánchez, información que también trasladaron a la Secretaria de Estado y del Despacho de la Guerra (Gaceta de Madrid, 11/05/1838), y que según la documentación manejada hemos descubierto que es falsa.

[77] Según el parte que el propio Pardiñas redactó en Béjar el mismo 3 de mayo de 1838, tal y como aparece en BODET Y ORFILA, Manuel, Memoria de la campaña por Andalucía y La Mancha por los generales Sanz y Pardiñas en el primer semestre de este año, Madrid, Imprenta de Don Nicolás Arias, 1838, pp. 69-70. No obstante, esta cifra varía según la fuente que consultemos, ya que, por ejemplo, en otro parte que aparece en BOPCC, 05/05/1838 se señala que el número de prisioneros ascendía a 700, “entre ellos 140 Oficiales”. Por su parte, GALLEGO, José Antonio, “El carlismo en Castilla la Vieja”, en AYUSO, Miguel (Ed.), A los 175 años del carlismo. Una revisión de la tradición política hispánica, Madrid, Itinerarios, 2011,  p. 73, ofrece como número de prisioneros “134 entre los jefes y oficiales y 576 entre las clases de tropa”. Fuera una cifra u otra, el caso es que en la sorpresa de Béjar se acabó de un plumazo con la expedición carlista.

[78] Muchos más extremeños de diferente rango (oficiales, soldados…), junto a españoles de muy diversos puntos de la geografía peninsular, aparecen en los listados de prisioneros que figuran en BOPCC, 15/05/1838; 17/05/1838 y 19/05/1838 y BOPBA, 19/05/1838, en donde se ofrece una información completa de cada uno de los mismos (clase, nombre, pueblo de su naturaleza y provincia).

[79] AMP, Actas Capitulares. Sesión extraordinaria del 6 de mayo de 1838. El consistorio placentino costeó con sus fondos, los días que estuvo la tropa y los prisioneros en la ciudad, “setecientas raciones de carne y pan para los prisioneros y seiscientas de pan, carne y vino para la tropa”, según se lee en AMP, Actas Capitulares. Sesión extraordinaria del 9 de mayo de 1838. El 11 de mayo, un gran número de estos prisioneros -128 oficiales y 495 soldados- fueron trasladados a Cáceres, a donde llegaron esa misma tarde. Y desde este punto, es cuanto menos curiosa la descripción que se hacía de los soldados carlistas: “los mas son gente lucida, y por el pantalón encarnado se daba á entender que eran de los que Basilio trajo de las Provincias del Norte” (BOPCC, 12/05/1838). La Milicia Nacional cacereña se encargó de escoltar el convoy de presos desde Cañaveral hasta la propia capital según obra en AHMCC, Caja 19/119, exp.15.

[80] BOPCC, 13/03/1837. A raíz de este episodio, que sin duda mostraba el potencial que estaban adquiriendo las guerrillas carlistas, Trujillo comenzaría a fortificarse haciendo obras de reparación en sus murallas o reforzando la casa-fuerte del Colegio viejo, entre otras medidas destinadas a su defensa.

[81] FLORES DEL MANZANO, Fernando, Plasencia y su entorno durante el reinado de Fernando VII y la regencia de María Cristina (1808-1840), Plasencia, Ayuntamiento de Plasencia, 2004. pp. 352-353.

[82] Gaceta de Madrid, 27/10/1837.

[83] BOPCC, 30/12/1837.

[84] Para un conocimiento más detallado de las expediciones aquí señaladas y de otras tantas de menor envergadura que, principalmente, tuvieron lugar en el año de 1837, remitimos a nuestra obra sobre la Primera Guerra carlista en la región. Vid.  RECIO CUESTA, Juan Pedro, Entre la anécdota y el olvido. La Primera Guerra carlista en Extremadura (1833-1840), Madrid, Actas, 2015, pp. 202-255.

[85] Imagen extraída de: Panorama español, crónica contemporánea. Obra pintoresca con 30 láminas en acero, y 75 grabados en madera en cada tomo; destinada á esponer todos los acontecimientos políticos desde octubre de 1832 hasta nuestros días; con los retratos de los personajes que han figurado durante la revolución, en uno y otro partido, y las principales acciones y escaramuzas de la guerra civil de los últimos siete años, Madrid, Imprenta del Panorama Español, 1842, T. III, p. 182.

Abr 172016
 

Felix Arranz Castell

Primera comunicación a los XIX Coloquios Históricos de Extremadura en Trujillo, por el Doctor Felix Arranz Castell, Miembro de Número de la So- ciedad de Médicos Escritores.

Entre muchas de nuestras desdichas de las que todavía no nos hemos re- puesto, fue la invasión napoleónica seguida de nuestra Guerra de la Independencia.

La guerra comenzó por la frontera portuguesa ayudados por los ingleses y por eso Extremadura conoció el saqueo e incendio de sus ciudades y monumentos.

Medellín con su famosa batalla y sus 12.000 muertos.- Trujillo destruido hasta la médula sobre todo la zona antigua, anterior a la conquista. Plasen- cia también sufrió lo suyo a pesar de estar bien pertrechada.

Patrullas a la desbandada robaron y saquearon Guadalupe y como no, el Monasterio de Yuste, ultima morada del emperador Carlos I que tanto pá- nico impuso en la Europa de su época. ‘

Dicen las crónicas que en 1809 aparecieron en Yuste dos cadáveres – de- gollados dentro de un pozo, de dos gabachos, nombre que el que se llamaba entonces a los franceses y que este fue el motivo del saqueo segui- do del incendio del Monasterio, hoy gracias a Dios reconstruido y con mucho acierto.

La reconstrucción llevada a cabo por el anterior Jefe del Estado, Francisco Franco, no se contentó con esto sino que recuperó el retablo neoclásico de oro viejo que se habían llevado los vecinos de Casa Tejada a su iglesia.

También se recuperó una colcha de gruesa seda natural, de color verde esmeralda, que había pasado de generación en generación hasta nuestros días.

Pero Franco no se conformó con eso, sino que creó de nuevo la Orden Jerónima, cuya comunidad dirigida por el Abad De la Madrid, que es la

que cuida hoy el Monasterio. Dios quiera que esta Comunidad que tanto realza dio a las Ordenes Monásticas de España vuelva a resurgir para po- der ocupar sus antiguos Monasterios y si no todos al menos el de El Esco- rial, donde el padre Soler dejó escritas más de cien partituras para clavicémbalos, pero que se pueden tocar a piano, y que yo he escuchado muchas veces.

De todo el mundo es conocida la afición de nuestro emperador por la relo- jería, afición que fue heredada por su hijo Felipe, cuyos relojeros fueron Hans de Evalo y Filipini.

El relojero de el Emperador fue luanelo Turtiano, que tiene una calle en el Madrid de los Austrias, «la cale de Juanelo», muy cerca de la cabecera del Rastro donde yergue su figura majestuosa el héroe de Cascorro, Eloy Gonzalo. Pese a ello hay muy poca gente que sepa que esta calle fue dedi- cada al relojero del Emperador.

Todos los aficionados a la relojería nos hemos afanado en buscar piezas de Luanelo Turriano, sin conseguirlo hasta ¡qué casualidad! apareció una en París en la colección Spitzer.

Este reloj estuvo oculto a la curiosidad hasta finales del siglo XIX. Fue ven- dido en París en 1893 en la subasta celebrada, la cual llevaba en número 2.644, apareciendo también catalogado en la colección Spitzer nº6 lámina 3¡1, Sección relojes.

En esta época se describe el reloj como sigue:

» Péndulo de forma circular, de bronce dorado y ébano (altura 0,39; diámetro 0,15). En la base hexagonal se eleva un templo también hexagonal cuya cúpula, sostenida por columnas corintias, está sentada sobre un plano circular. Toda esta construcción es de ébano, decorado con aplicaciones de bronce y dorado. En las intercolumnas van aplicadas unas figuras, Venus y El Amor, Marte (o un guerrero que sostiene en la mano una serpiente alada) y un hombre desnudo apoyado en una lanza, con escudo. Sobre este edificio de ébano se alza otro monumento circular de dos piezas, sus- tentado por cinco columnas de bronce dorado, especie de dosel que alber– ga la figura de Carlos 1, sentado en su trono con vestidura imperial. En el frente de la cúpula está la esfera dividida en doce horas, y su alrededor van fijos once escudos de plata esmaltada, coronados. En el centro de la cúpula levantan seis pináculos de ágata montados en plata y en el remate una figurita de Antonio, colocada en la base de cristal de roca«.

Desde que se celebró la venta en París en el año 1893, seguida de la dis- persión de la colección Spitzer, se había ignorado el paradero de este re- loj, el cual, por cierto, tampoco se le había dedicado mucha atención.

Ahora sabemos que su comprador fue un ingeniero francés, M. Bloch – Firmente, cuya formidable colección se pondría a la venta en París en Ma- yo de 1961 según Luis Montañés con el cual me une una estrecha amistad, su actual propietario es el suizo [osep Fresmensdorf, coleccionista especia- lizado en Relojes del Renacimiento, que es el que ha facilitado los detalles de la pieza excepcional, así como abundantes fotografías.

La primera extrañeza de Fresmensdorf fue verificar que el aspecto exterior de su reloj no era el que tenía la lámina del libro de la colección Spitzer. Sin embargo no podían ser postizos los adornos que en esta faltaban. Ob- servó también que el famoso anticuario o el catalogador a su servicio, se equivocó en las medidas, ya que en realidad la pieza es de 45×18 cm. de diámetro, 15 cm. en el diámetro del centro y el número de escudos citaba once de los cuales se identificaban solamente nueve, siendo en realidad que el reloj tiene doce.

¿Qué podría haber ocurrido? Si se descarta la fácil tentación de pensar en una restauración amañada, cosa que no ha podido ser demostrada, hay que pensar que Spitzer no tuvo el reloj delante en el momento de hacer la ficha, o no dio importancia a los posibles errores de transcripción ‘de su catalogador.

Las partes metálicas visibles, son de plata dorada y no de cobre como ex- presan las fichas. Los pináculos de la cornisa superior descritos como por- tando piedras de ágatas, perdieron estas cuando todavía el reloj estaba en manos de Spitzer.

En cuanto a la fotografía debieron tomarse indudablemente cuando el reloj estaba desmontado y sujeto a la limpieza, este fue el motivo por le cual faltaban en la primera fotografía algunas piezas de ornamentación tan substanciales como las hornacinas de la pislázuli.

Del reloj solamente funcionaban ciertas partes aisladas cuando en 1961 lo adquiriera Fresmensdorf, el cual tenía una pieza de movimiento reempla- zada deficientemente y hecha de latón. Su nuevo propietario tuvo que dar el reloj al relojero señor Niedemberger quien restauró y cambió esta pieza por su similar hierro dulce y desde entonces funciona admirablemente, incluso sonando las campanillas de las que tiene dos, una alojada en el campanil y otra grande abajo, para dar las horas.

El mecanismo de este reloj está construido enteramente de hierro dulce, denotando un trabajo de sorprendente finura.

El brazo derecho de la estatua, que sostiene el centro del Emperador, es autómata y se mueve al compás de las campanas. El reloj tiene sonería de horas, cuartos y medias.

Dice Luis Montañés que la obra no parece proceder de los acreditados talleres de Habsburgo, por entonces los más activos en la producción de piezas de esta clase, porque presenta otra técnica y un modo de hacer por completo diferente. Además por esta época se trabajaba con piezas de bronce y latón.

La singularidad de su ornamentación hace pensar en una ofrenda, de cierta importancia.

Carlos 1, fuera de esta pieza que tratamos, no ha vuelto a figurar en ningún reloj, ni siquiera en las pródigas composiciones de los estilos imperio, épo- ca en la que tanto se abusó de las figuras históricas.

Por lo demás no solo está resuelto todo él en razón de exaltar la presencia y majestad cesáreas sino que aún se añaden a la intención esos doce escu- dos de sus reinos y testimonio de dedicatoria expresa.

En la identificación de los escudos podría estar, pues, la explicación de su origen. Hay doce, como queda dicho y todos pertenecen a reinos hispáni- cos, algunos honoríficos (Jerusalén) y otros de derecho (Croacia) pero se advierte de inmediato que se trata de reinos vinculados a la Corona Espa- ñola. Los escudos corresponden a los Reinos de Castilla, León, Toledo, Galicia, Aragón, Valencia, Navarra, Granada, Dos Sicilias, Sicilia Estaufer, Croacia y Jerusalén.

La identificación de los escudos fue bastante ardua y en esto me ayudó el doctor Erwin Neumann de Viena, por mediación del Agregado Cultural de la Embajada Española en dicha ciudad .

. He aquí la explicación del doctor Neumann; Primero: Escudo de Croacia «se trata aquí del reino efectivo de Croacia, cuya corona llevó en su tiem- po no Carlos 1 sino su hermano Fernando 1».

«Carlos 1 nunca fue de facto rey de Croacia», pero de una demostración de derecho familiar desde el punto de vista de la sucesión de la linea espa- ñola de la Casa de Habsburgo en Croacia, para que en caso de que la li- nea austríaca se extinguiera (así era en los casos de Hungría y Dalmacia) pasase este Estado a los Reyes de España. Este escudo de Croacia, no signi- fica, pues, referido a Carlos 1 un dominio sino un derecho jurídico eventual.

Por consiguiente, el escudo del Águila, se refiere al de Sicilia. Se trata, pues del viejo escudo genealógico siciliano, de origen de los Staufeen, del cual sale por alianza con el escudo de la casa de Aragón, el nuevo escudo siciliano, (Cuadros en diagonal con dos águilas y el escudo dividido en la Casa de Aragón).

En cuanto a la aparición de esta joya de la relojería española, apareció en París la versión que ha surgido de la última venta es de la que con ocasión del vandálico incendio del Monasterio de Yuste en 1.809, un alto oficial del ejército de Napoleón, salvó el reloj de las llamas, porque le gustó y pensó regalárselo a su esposa en París.

Como esta versión es con toda seguridad la verdadera, ya que hay que pensar que al ser un reloj ofrenda, el Emperador se llevó esta pieza a su última morada, que recordaba de una forma nostálgica su inmenso poderío.

y si esto fuera cierto, tendríamos necesariamente que pensar que este inge- nio fue hecho por su relojero Juanelo Turriano, ya que su mecanismo no parece en nada a los relojes de centroeuropa. Si fuese así, estaríamos pues ante la única pieza que queda de este singular relojero que fue también el artífice de un mecanismo que permitía subir el agua del Tajo al Alcázar de Toledo con un sistema de Cangilones bastante complicado.

De este artilugio, no quedaban nada más que «los Juanelos» inmensos monolitos de piedra noble que el General Franco, asesorado por el arqui- tecto Pedro Muguruza Otaño, los colocó en la entrada de Cuelgamuros (Valle de los Caídos).

Abr 172016
 

Félix Arranz Castell

Recopilación histórica.

Segunda comunicación a los XIX Coloquios Históricos de Extremadura en Trujillo, por el Doctor Félix Arranz Castell, Miembro de Número de la So- ciedad de Médicos Escritores.

Solo conociendo el pasado de un pueblo, cualquiera que sea o haya sido su importancia, puede interpretarse con justeza la evolución de su vida en el transcurso de los años. El dato histórico, por insignificante que sea, sirve en todo momento para calibrar el esfuerzo realizado hasta la consecuencia actual de su vida contemporánea.

Pero el dato histórico que más interesa es aquel que se refiere a la condi- ción de vida de los pueblos, el que casi pudiéramos llamar estadístico, por- que de él se deriva toda una secuela de hechos que, por comparación , sirve para establecer la diferencia entre el hoy y el ayer. Ese dato nos de- muestra casi siempre que cualquier tiempo pasado, a diferencia de lo que vulgarmente suele decirse, no fue mejor. Los pueblos crecen, se desarro- llan, progresan … Y ese crecimiento, la medida de su progreso, la razón de su existencia actual incluso, nos los advierte por igual la prosaica relación de sus tierras labrantías o la descripción poética de su paisaje.

La higiene, la moral, la prosperidad, la cultura, toda manifestación actual de su vida en cada pueblo, está íntimamente ligada a su pasado. Los siglos remotos, con historia o sin ella, pueden ser evocados por el conocimiento de ese dato pequeño que, al ser desempolvado, lo mismo puede hacer re- tumbar un eco glorioso pretérito que presente, que no siempre ha de ha- llarse en la gloria del ayer.

Benigno, claro, sano es el clima de Belalcázar, población cordobesa, aun- que en este tiempo pertenecía a Badajoz, ya que las provincias, como es- tán ahora se hicieron en tiempos de Isabel 11. Situada a la margen izquierda del Arroyo Caganchas. Pequeños cerros la rodean y se extiende de Norte a

Oeste en terreno llano. Hace cosa de un siglo, la población se componía de 649 casas habitables, formando veintiuna calles, una gran plaza y un arrabal llamado la Villeta de Santa Clara.

En la antigüedad, según los padrones y otros documentos de aquella épo- ca, su población constaba de tres partes más. A mediados del siglo XV, en que fue dado el señorío, se extendía a la parte del Norte y sitio donde se construyó el castillo o fortaleza que bien puede decirse que la da su nombre.

Hacia aquel lugar existía un barrio denominado Villa Cerrada y una pe- queña fortaleza construida por los romanos. Es casi seguro que el nombre de esta población, típicamente árabe en la actualidad, le fue aplicado por los sarracenos en mérito de esta pequeña fortaleza en torno a la que se agrupaban.

Era su Alcázar, fortaleza y castillo de gloriosa construcción, el edificio más notable que había en el pueblo. Este castillo era uno de los monumentos más célebres de la península, levantado tanto para la magnífica habitación cuanto para la defensa y seguridad del país. Se hallaba situado en un cerro de terreno llano y desigual ceñido por el mencionado arroyo de Cagan- chas. El muro era de piedra cantería, de mil varas de extensión, hallándose a trechos fortalecido por veinticuatro cubos y formando un cuadrilátero con foso de treinta pies de ancho y veinticuatro de profundidad en la parte del Norte, en que el arroyo no le circunvalaba. En el centro de este cuadri- látero descollaba la fortaleza de igual figura, con más de veinticinco varas por cada frente. La fábrica poseía ocho torres y la llamada del Homenaje; alcanzaba una altura de setenta varas, con sus correspondientes garitas en el frente y sus ángulos. Las demás torres formaban también otra especie de ángulos salientes. Las estancias en que estaba dividido en departamento habitable, eran magníficas, sin que faltasen oficinas ni otro requisito algu- no, para mejor comodidad.

El espesor de sus muros y la solidez de su fabricación eran tan notables como las demás parte de que componía. Durante la guerra de la Indepen- dencia, en 1.810, los franceses se apoderaron de este castillo, disponién- dolo y reparándolo para su defensa.

Evacuados lo franceses hacia 1.813, los vecinos empezaron a demoler tan hermoso edificio, atacándolo por los puntos que menos resistencia ofrecía su magnífica fabricación, pero no destruyéndolo del todo, irguiendo su esbelta figura en la actualidad.

Se asegura que el nombre de Belalcázar se debe a su primer señor, funda- dor del magnífico fuerte palacio denominante de la villa. Es lo cierto que

Belalcázar recibió su celebridad de la de su señores, estando su historia como entidad de población estrechamente unida a la de aquellos.

El Rey Don Juan 11, 4º Trastamara, hizo merced de esta población en 1.445, a D. Gutierre de Soto-Mayor, Maestre de La Orden de Alcántara, quien se cree haberla ampliado y dado el actual nombre, fundando su fortaleza.

Después de este Maestre, Don Enrique IV, llamado Liberal e Impotente, la erigió en Condado, concediéndola a Don Alonso de Soto-Mayor, hijo del antedicho Maestre.

La genealogía y aún la heráldica de esta familia, esta estrechamente unida a la historia y vicisitudes de Belalcázar, y de ahí que consideremos del ma- yor interés hacer mención a ello.

1º – Don Alonso casó con Doña Elvira de Zúñiga, hija de Don Álvaro de Zúñiga, primer Duque de Béjar, y de su mujer Doña Leonor Manrrique de (astilla y tuvieron por hijos a Don Juan y a Don Gutierre.

2º – Don Juan de Sotomayor, como primogénito, heredó los estados de está línea; pero habiéndose hecho religioso de San Francisco, le sucedió su hermano.

3º – Don Gutierre de Sotomayor, se casó con Doña Teresa Enríquez, hija del Almirante Don Alonso Enríquez y de su mujer Doña María de Velasco; y habiendo muerto

don Gutierre en el sitio de Cazarabonela, en el año 1.485 dejo por hijo y sucesor a

4º – Don Álvaro de Sotomayor, el cual casó con Doña Felipa de Portugal, en la que tuvo a

5º – Don Francisco de Sotomayor, quien casó con Doña Teresa de Zúñiga y Guzmán, tercera Duquesa propietaria de Béjar, Marqués de Ayamonte y señora de otros muchos estados, en cuya posesión vino de este modo la baronía de los Condes de Belalcázar. De su matrimonio tuvo entre sus hi- jos a

6º – Don Francisco de Zúñiga y Sotomayor, quien por morir sin hijos, Don Manuel y Don Alonso, sus hermanos mayores, quedó heredero de los esta- dos de su casa. Contrajo matrimonio con Doña Guiomar de Mendoza, hija de Don ínigo López de Mendoza. Después se casó con Doña Brianda Sar- miento de la Cerda, hija de Don Diego Sarmiento de Villamayor y de su mujer Doña Ana Pimentel, del Condado de Benavente, Condes de Salinas. De su primer matrimonio tuvo a María Andrés de Guzmán y Zúñiga, hija de Don Juan Claros de Guzmán, Conde de Niebla y tuvo a

82 – Don Alonso Diego de Zúñiga y Sotomayor, quien casó con Doña Jua- na de Mendoza, hija de Don lñigo de Mendoza y de su mujer Doña Luisa Enríquez, Duques dellnfantado, y tuvo a

92 – Don Francisco Diego López de Zúñiga y Sotomayor, casó en primer matrimonio con Doña Ana de Mendoza, su prima hermana, Marquesa de Terranova, después de Mandas y Villanueva, hija de los Duques del Infan- tado; y en segundo con Doña Francisca de la Cerda, hija de Don Juan Pa- checo y Toledo, segundo Conde de Montalván y de su esposa Doña Isabel de Mendoza y Aragón. Del primer matrimonio tuvo a

102 – Don Alonso que casó con Doña Victoria Ponce de León, hija de los cuartos Duques de Arcaos y murió sin sucesión, pasando por tanto la de la casa a su hermano.

112 – Don Juan de Zúñiga Sotomayor u Mendoza, quien casó con Doña Teresa Sarmiento de la Cerda, hija de Don Rodrigo de Silva y de su mujer Doña Isabel Margarita, Duques de Hijar, y tuvo a

122 – Don Manuel de Zúñiga y Sotomayor, casó con Doña María Alverta de Castra y Portugal, hija de Don Antonio de Castra y Portugal, y de su mujer Doña Ana de Borja, Condes de Lemus. Este conde de Belalcázar murió gloriosamente, auxiliando las armas imperiales contra el turco, en el sitio de Buda (o Breda) en el año 1.686. De su matrimonio dejó a

132 – Don Juan Manuel de Zúñiga y Sotomayor y Mendoza, el cual casó en primer matrimonio con doña Manuela de Toledo, hija de los Marqueses de Villafranca, cuya unión fue estéril. Contrajo segundas nupcias con Doña Rosa Rafaela de Castro y Portugal, hija de Don Salvador Francisco de Cas- tro y Portugal y de su mujer Doña Francisca Centurión, marqueses de AI- muna. En tercer matrimonio casó con Doña Mariana de Borja, de la que tampoco tuvo sucesión como de la primera esposa.

142 – Don Joaquín López de Zúñiga y Sotomayor y Castro, primogénito del Conde Don Manuel, habido en su segundo matrimonio, vino a suceder en todos los estados a su padre, los cuales, por fin, habiendo pasado a la gran casa de Benavente, por los Pimentel, y han venido a contarse entre las po- sesiones del Excmo. Señor Duque de Osuna.

Sebastián de Belalcázar (1.495 – 1.5 11)

Nació en esta villa; conquistador de Nicaragua. Acompañante de Francis- co Pizarra y primer Gobernador y fundador de la villa de San Miguel de Piura (Perú). Conquistador del Reino de Quito y fundador de las villas o ciudades de San Francisco de Quito y Santiago de Guayaquil.

Abr 172016
 

 

Manuel Alvarado Gonzalo y Manuel Mateos Cortés

INTRODUCCIÓN

La presente comunicación, tiene como objetivo hacer un avance del esta- do en que se encuentran las obras de rehabilitación de la primitiva Iglesia del Convento de San Francisco de la Primera mitad del siglo XVI, obra esta acometida por la Escuela Taller de Trujillo, dentro de su programa de inter- venciones, a fin de recuperar parte de su estructura arquitectónica original, muy alterada por las distintas reutulizaciones que ha sufrido el conjunto. Los resultados definitivos tanto de las investigaciones que estamos llevando a cabo así, como el proyecto de rehabilitación serán objeto de una Memo- ria a la finalización de las mismas.

La fundación del Convento de San Francisco de Trujillo, se halla inmersa en el proyecto de Reformas en que se· encuentra la Orden Franciscana de finales del siglo XV, y que supone una primera escisión entre Conventuales y Observantes, a la que debemos sumar una nueva división desde finales del siglo XV, comienzos del XVI, con el nacimiento de los Descalzos que preconizan un mayor cumplimiento de la regla. Oponiéndose estos con el respaldo de los Reyes Católicos y el Cardenal Cisneros.

Para el seguimiento de estos hechos en Trujillo, es fundamental la obra del Padre Fray José de Santa Cruz: Crónica de la Santa Provincia de San Mi- guel de la Orden de N. Seráfico Padre San Francisco, escrita en 1.677. Pe- se a ser una fuente que debe ser tomada con reservas por estar escrita desde la observancia, su consulta proporciona interesantes datos sobre la construcción del Convento así como numerosos traslados de Bulas Papeles y Cédulas Reales. A esta documentación se puede añadir las fuentes

directas provenientes del Archivo Municipal de Trujillo aunque no nos ha sido posible consultar parte del mismo por problemas de accesibilidad.

Sintetizando la información disponible se constata en la Bula Papal fecha- da el 31 de octubre de 1.500 el permiso para levantar en Trujillo el que sería convento de San Francisco.

A este documento se suceden ocho cédulas reales de las que podemos destacar la fechada el 13 de abril de 1.502 por la que se ordena se anexio- ne al convento «una mezquita que auia sido de Moros, y estaua lindera la sitio señalado al Convento»; la fechada en 14 de septiembre de 1.502, por la que se ordena la compra de casas para el Convento; y finalmente la fe- chada el 24 de noviembre de 1.505, por la que se autoriza a la ciudad de Trujillo para que de sus propios compre el terreno en el que habría de asentarse el Convento de San Francisco. La cantidad autorizada son 50.000 mrs. La localización del convento es a su vez objeto de comentario por parte de Fray José de Santa Cruz el cual señala » … en el primer 14 de septiembre despacharon de T oledo otra carta para que en el sitio que seña- ló el Obispo de Plasencia, dentro del cual está la Mezquita de sus Altezas han dado, se compren casa, corrales y huertas para el convento o que se compelan a los dueños a venderlas … » y además añade » … se señaló el obis- po el sitio para el nuevo Convento mas adentro que los arrabales que el Hospital del Espíritu Santo a la parte del mediodía y porque hacia esta par- te se extendió después la ciudad viene a quedar el Convento bien dentro de ella; .. »

Carecemos de datos sobre los artífices que participaron en su construcción; no obstante, en los libros de Acuerdos Municipales de los años 1.507, 1.508 Y 1.509 se recogen abundantes peticiones al Concejo por parte de los Frayles Franciscanos, destacando las que hacen referencia a la entrega de sumas de dinero para costear las obras del Convento, así como de lim- pieza y adecuaciones de las calles colindantes.

Respecto a la ocupación del Convento por parte de los franciscanos, en la crónica del Padre Santa Cruz se menciona una Revisión Real del año 1.510 por la que se concede a los propios de la ciudad para las construc- ción del Convento una limosna «como dize se auia dado el año pasado». Más adelante sigue diciendo la Crónica » … y en esos tiempos se sospecha que comenzaron los religiosos el Convento nuevo, teniendo ya bastante comodidad para la vivienda, aunque la obra de ponerla en la perfección se iba prosiguiendo. Y se esfuerza esta conjetura con que el año 1.513 ya se hablaba como de Convento formado en el nuevo sitio. Y en ese año les encargó el Rey Católico la doctrina de los moros recien convertidos que vulgarmente llaman moriscos … »

momento, la orden franciscana es reunificada desde la Observancia y los programas arquitectónicos estarán más en consonancia con los estilos ar- tísticos del momento.

Ampliación del Convento en la segunda mitad del S. XVI

A partir de la segunda mitad del S. XVI, la estructura original va a conocer una ampliación en extensión consistente en la construcción de una nueva Iglesia, una claustro y una serie de dependencias paralelas a la calle Sola, cuya realización se prolonga a los siglos XVII y XVIII.

Estas nuevas dependencias poco van a afectar al primitivo convento por realizarse en extensión, si bien puede que el ala sur del nuevo claustro se superponga aun posible atrio o galería porticada del primitivo Convento.

Las tareas de ampliación debieron comenzar por la actual Iglesia de San Francisco, sin que podamos precisar con exactitud las fechas de inicios de las mismas. No obstante podemos señalar que las obras pudieron comen- zarse con anterioridad a 1.560, según podemos ver en la crónica francisca- na del Padre Santa Cruz; posteriormente entre los años 1.562-1.566, cinco facultades reales estudiadas por D. Juan Tena, autorizan al concejo de la ciudad, para que los propios se destinen ciertas cantidades de dinero para la ejecución de las obras.

El único documento conocido en la actualidad sobre la construcción de esta Iglesia a sido una escritura de obligación suscrita ante el Concejo Tru- jillano y Pedro de Marquina, firmada en 1.564 para la construcción de una capilla y cuatro arcos, siguiendo las trazas y construcciones dadas por Pe- dro Ybarra. El proceso constructivo de la Iglesia se prolonga durante casi cincuenta años, realizándose el traslado del Santísimo en el año 1.600. Sobre este hecho D. Juan Tena recoge el acuerdo municipal, de 26 de ma- yo de ese año donde se lee: » … que el domingo después del día del Corpus que se tiene de hacer la traslación del Santísimo Sacramento de la Iglesia de San Francisco vieja a la nueva, se halle esta ciudad en la procesión en forma de ciudad con la música e ministriles, trompetas e atabales e danzas; e se cometió a los Regidores de este mes, lo faciliten e se junten con el Guardián para que se haga con mucha autoridad e como conviene; e por las danzas lo concierten con Pedro de Zúñiga por alguna cosa.»

No obstante en 1.677, fecha en que escribe la crónica del Padre Santa Cruz, la obra no estaba concluida: » … Ia Iglesia Nuava cornencó, y prosi- guió con algunas suspensiones; y aún oy esta por fabricar la capilla Mayor: y entre tanto se atajo el sitio con un paredón y sirve el cuerpo restante … »

La descripción de las dependencias conventuales, está pormenorizada en la Bula fundacional otorgada por Alejandro VI en la que se indica que se debe construir u ••• una casa dotada de Iglesia, campanario humilde, campa- na, cementerio, claustro, dormitorio, refectorio, huertos, hortalizas, y otras dependencias necesarias a los mismos Frayles de recibirlo para su perpe- tuo uso y habitación … u

El padre Santa Cruz abunda en esta descripción indicando u ••• Después de formado el Convento con su Iglesia y necesarias oficinas quedo por aquel tiempo, y muchos años adelante estrecho y humilde: la Iglesia era un an- gosto y corto cañón, que hoy está convertido en refectorio; el claustro mo- derado aún para las casas Recoletas, y el dormitorio con celdas demasiado pequeñas … u

Este primitivo convento, estaba constituido por dos amplias naves de plan- ta rectangular, con muros de mampostería y cubiertas mediante dos magníficas bóvedas de cañón realizadas con sillería granítica regularizada.

En el ángulo de unión de ambas bóvedas y adosado a las mismas, se loca- lizaba el claustro del Convento primitivo, cuyas características arquitectó- nicas nos son desconocidas pues el espacio que ocupaba fue destinado a otros usos del siglo XIX. El estado de ruina en que se encontraba éste, fue objeto de un informe del Arquitecto Municipal de Cáceres, D. Emilio M. Rodríguez, realizado en 1.877, en el que se señala la imposibilidad de re- cuperación del mismo.

Únicamente una perspectiva del taller de Laborde realizada a comienzos del S. XIX, tomada desde la Ermita de San Lázaro permite formarse una idea sobre su estructura original, formada por una doble galería porticada de arcos de medio punto que se elevarían hasta el piso superior de la bó- veda de cañón donde presumiblemente estarían las celdas.

Esta distribución del convento mediante tramos de bóvedas compartimen- tadas que albergan las distintas dependencias, es similar a la que observa- mos en el Convento de la Encarnación de Frayles Dominicos de Trujillo, también mendicante, desaparecido totalmente a finales del siglo XIX que se hallaba en el espacio que actualmente ocupa la calle Marqués de Albayda.

La austeridad perceptible en ambos casos es explicable si tenemos en cuenta el carácter mendicante de ambas órdenes y la austeridad de su pro- grama religioso que, en el plano arquitectónico se materializa en construc- ciones simples y funcionales.

Este carácter de humildad y pobreza parece presidir el proyecto desde sus orígenes hasta el menos la segunda mitad del XVI. A partir de este

 

Esta Iglesia consta de una sola nave con capillas, cabecera poligonal y cru- cero. El interior presenta capillas entre los contrafuertes comunicadas entre sí y coro situado a los pies. La fachada se organiza en sentido horizontal y está recorrida por una cornisa, elevándose en el centro una sencilla espa- daña. Los laterales mantienen proporciones rectangulares, sobresaliendo el crucero en planta tan sólo en el lado del Evangelio. La cúpula y la linterna que se elevan sobre el crucero, son obras del siglo XVIII.

El claustro adosado al lado de la Epístola de la Iglesia, constituye el ele- mento conventual que en mejor estado de conservación ha llegado hasta nuestros días. De planta cuadrangular se divide en dos alturas: la primera, compuesta por una galería con arcos medio punto entre pilares, y pilastras toscanas elevadas sobre pedestales; su altura equivale a dos veces la del segundo nivel. Una cornisa señala el límite entre el primer y segundo ni- vel; este último forma una galería adintelada de columnas toscanas, arqui- trabadas, y agrupadas en los ángulos. El friso se decora con metopas y triglifos, y todo el perímetro de la galería es recorrido por un antepecho.

La galería baja del claustro se cubre con bóveda de cañón y lunetos, des- cansando los arraques de ésta sobre ménsulas molduras. Estas y los ele- mentos arquitectónicos constituyen la única decoración de la fábrica como corresponde al estilo herreriano. Desconocemos la cubierta original de la segunda galería, ya que la viguería que presenta en la actualidad es obra de la última remodelación realizada en el edificio en su adaptación como Instituto de Bachillerato.

El primer dato documental sobre la construcción del claustro, los constitu- ye una escritura de Obligación suscrita por Frco. Becerra y Frco. Sánchez por la que se obligan a la construcción de un «quarto» del citado claustro en octubre de 1.570.

En la citada escritura de Obligación, se especifica:

» … que dicho quarto a de ser desde la yglesia que aora honde dize misa hasta la puerta de la obra nueva y esta pared, a de yr desde una yglesia hasta otra … «Esta pared o «quarto», alude al muro interno del claustro. A continuación en la escritura se especifica como ha de ser el muro, los ci- mientos, es grosor de los mismos y otros detalles técnicos como la cons- trucción de cuatro capillas, tres altares y tres puertas en este muro de cierre, conservadas en la actualidad y que hemos podido identificar. Es de destacar la similitud de estos altares franciscanos con otros existentes en la Iglesia de Santo Domingo en cuya construcción interviene igualmente Frco. Becerra. Ambos constan de un arco carpanel decorándose con una sencilla moldura compuesta.

 

Las galerías porticadas del claustro son obras de Frco. Sánchez y García Carrasca, con quién debió compartir las obras al marchar Becerra a Améri- ca. Tenemos constancia de la participación de estos canteros por el finiquito que ambos firman en 1.585 tras terminar la obra.

Por lo tanto a finales del siglo XVI las obras de ampliación del convento estaban muy avanzadas, excepto la Iglesia a la que como ya se ha indica- do no se efectuó el traslado del Santísimo hasta el año 1.600.

Las obras continuarían aún durante le siglo XVII realizándose la portada principal del edificio y algunas dependencias paralelas a la calle Sola.

A partir de su desamortización y posterior venta, es edificio es utilizado para diversos fines. En 1.890 es comprado por el Municipio con la inten- ción de alojar en el la segunda sección de caballos sementales del ejército, a los alumnos del colegio preparatorio militar e incluso se proyecta el alo- jamiento de la Guardia Civil. Con prosperidad y ya a mediados del siglo XX es transformado en Instituto Laboral hasta fechas muy recientes; siendo actualmente sede de la Escuela Taller.

Intervenciones realizadas:

El proyecto de recuperación de los elementos originales del convento es una tarea que nos propusimos desde el momento en que la Escuela Taller se alojó en el edificio.

Del estudio de los proyectos realizados por el arquitecto municipal Eduar- do Hervás a finales del siglo XIX, advertimos en los planos una serie de vanos situados en el exterior del muro correspondiente al lado del Evange- lio de la primitiva Iglesia, tras una serie de sondeos realizados descubrimos seis capillas-enterramientos.

Constan dichas capillas de dos pilares góticos, que apean una arquivolta moldura que recorre todo el arco carpanel. En la clave de dicho arco y en resalte llevaría un escudo triangular curvilíneo, de los que desconocemos los linajes a los que perteneciesen, ya que fueron rozados para evitar que sobresaliesen cuando se decidió lucir la pared, cegándose posteriormente las capillas. Dos peanas transversales al muro soportarían las desapareci- das lápidas de cierre de éstas.

La altura a la que están situadas estas capillas con respecto al segundo claustro, no se corresponden junto al nivel para el que originalmente fue- ron concebidas; pues el claustro de la segunda mitad del siglo XVI -es de- cir el actual-, está construido a unos 60 cm. aprox. por encima del nivel original. Este hecho creemos se debe, a la necesidad de adecuar el nivel del claustro al nivel de edificación de la cabecera de la Iglesia nueva que

constituye la cota más alta de nivelación de toda la estructura conventual de la segunda fase constructiva. El nivel original del primitivo convento nos viene dado por el sondeo practicado sobre la puerta de acceso a la primitiva Iglesia.

El relleno que cegaba dichas capillas, estaba formado por abundantes cas- cotes y bloques de piedra sin labra alguna, así como numerosos restos óseos humanos muy descontextualizados que podrían proceder bien del cementerio conventual o de enterramientos del interior de la primitiva Igle- sia. Otros materiales que han aparecido en abundancia, son fragmentos de cerámica de diversa cronología, en las que destacan las formas abiertas (platos fundamentalmente).

De dos de las capillas solo se conservan los elementos sustentadores de los arcos, siendo reaprovechado su hueco para instalar sendas puertas.

Destaca la última capilla, que no se encontraba cegada y que había sido reaprovechada también como puerta, al romper el fondo de la misma y adaptarla un marco con batientes. Esta capilla presenta acusadas variacio- nes con respecto a las anteriores tanto en la ornamentación como en el tamaño; las arquivotas se apoyan sobre pilaretes en el pie izquierdo y cas- tilletes en el derecho, decorándose el interior de las arquivoltas con trifolias.

En este lienzo mural y muy cerca de la escalera de acceso actual, descu- brimos una de las entradas a la primitiva Iglesia. Este vano había sido apro- vechado en el siglo XIX como ventana de ventilación de la denominada «cuadra grande» y únicamente se conservan los salmeres y las jambas. El resto de dovelas del arco caspanel habían sido desmontadas, empotrándo- se en su lugar una tosca ventana rectangular. En el interior de las mismas se conservan los perpiaños que formarían la bóveda de descarga del muro llegando ésta hasta la línea de imposta de la bóveda de cañón. También se conservan las quicieras sobre las que girarían los batientes. Su estructura original estaría formada por un arco carpanel sobre basas góticas y posible- mente la portada estaría enmarcada por un alfiz, a juzgar por los roza- mientas que se observan en el muro.

Bajo esta portada se realizó un sondeo, al que ya nos hemos referido, ex- tendiéndose transversal mente desde la galería hasta el interior de la nave. Estos trabajos nos han permitido documentar 4 niveles de pavimento en la galería. El nivel más interesante está localizado a 1 m. de profundidad con respecto al pavimento actual y constituye la cota de nivelación sobre la que se proyectaron la puerta y las 7 capillas descritas. Dicho pavimento está formado por ladrillos macizos dispuestos en sardinel, formando ban- das paralelas que enmarcan un enrollado de cantos dispuestos en círculos.

Algunos de estos cantos habían sido sustituidos por vértebras humanas. Parece tratarse por tanto de un rellano cuyas dimensiones no nos es posi- ble determinar. El pequeño desnivel que acusaría este pavimento respecto al vano de acceso se salvaría por un escalón, desaparecido en la actuali- dad y del que sólo se conserva su huella. El vano de acceso «está pavimen- tado por pequeñas losas graníticas con una anchura similar a la que tiene el muro.

Unos de los principales problemas que presenta la interpretación de la es- tructura original del convento, -tanto desde el punto de vista litúrgico co- mo arquitectónico- surge del intento de asociación de todo este lienzo mural de la Iglesia primitiva con sus capillas y puertas con el resto del edi- ficio. Pues teniendo en cuenta que el primitivo claustro estaba adosado a la pared opuesta, es decir en el lado de la Epístola; las capillas descritas estarían ubicadas en un espacio «abierto» de difícil justificación ya que el actual claustro no fue terminado hasta 1.585 y por otro lado los comitentes de dichas capillas no permitirían ser enterrados en un espacio fuera del recinto sagrado.

La hipótesis que nos parece más lógica es suponer una galería porticada adosada al lado del Evangelio. Dicha galería sería destruida al construirse el segundo claustro.

La existencia de atrios o galerías en los exteriores de las Iglesias francisca- nas está perfectamente documentada. Caso de los conventos franciscanos de Cáceres y Toledo, entre otros.

Por lo que respecta al interior de la primitiva Iglesia, se cubre por una bó- veda de cañón actuando a modo de imposta un cordón franciscano labra- do en granito. Éste se interrumpe hacia las dos terceras partes de la nave, siendo sustituido por una imposta moldura que continúa en el resto de las bóvedas.

En la clave de la bóveda y en el tramo correspondiente a pies de la nave, a aparecido un escudo, realizado en piedra y policromado con las armas de los Reyes Católicos. Dicho escudo es anterior a 1.514, pues faltan en él las armas de Navarra.

Otros escudos que aparecen en el interior de la nave son dos de la ciudad y uno de la Orden Franciscana.

En el muro del lado de la Epístola, en cuya parte externa se adosaría el pri- mer claustro, se han conservado de la estructura original dos ventanas, tres puertas, una hornacina y un habitáculo, del que aún desconocemos su función.

La estructura de las ventanas recuerdan a las de las apilleras defensivas, excepto que donde habría que situarse la abertura exterior, aparece un mainel de sección rectangular hacia el interior y moldura circular hacia el exterior. Este mainel soporta el dintel de la ventana, abriéndose sendos vanos rectangulares a los lados de éste. Hacia el interior son abocinadas y se cubren la parte superior con un luneto de sillares. Todo el abocinamien- to presenta una imprimación realizada con cal y un tinte color gris, debajo· del cual se adivina un encintado que simula labor de sillería granítica.

De las cuatro puertas conservadas tan sólo una conserva el despiece com- pleto. Las restantes se conservan parcialmente y fueron tapiadas con las reutilizaciones que sufrió el edificio.

La hornacina aparece embutida en el muro, y al igual que las ventanas, presenta la misma imprimación color gris.

El elemento más significativo y del que aún desconocemos su función es el formado por un arco conopial al que faltan algunas dovelas en su trazado derecho desde aquí arranca un arco rebajado construido con posterioridad para el que utilizaron piezas de acarreo, creemos que algunas de ellas pu- dieran ser las que faltan al conopial anteriormente mencionado. Se cubre con una bóveda que ocupa todo el vano y consta de una pequeña cavidad en su interior. Al fondo del mismo los sillares que forman el muro externo aparecen rozados con la intención de realizar una ventana.

Su interior estaba relleno de abundantes cascotes de derribo abundando numerosos cantos que habrían servido de pavimento.

Desconocemos su función aunque manejamos la hipótesis de que dicho habitáculo estuviese asociado al altar.

En el muro del lado del Evangelio se localiza la que fue puerta principal de la Iglesia y una pequeña puerta que describe el arco de medio punto, de características similares a las anteriormente descritas.

Los trabajos de vaciamiento de la nave, han permitido documentar ocho niveles de suelo cuya cronología se extiende desde el siglo XVI hasta la actualidad, en conjunto estos niveles han supuesto una elevación de algo más de un metro sobre el nivel original de la edificación; que es el que se está recuperando en la actualidad.

Un sondeo practicado para determinar las características de la cimenta- ción del edificio, y del preparado para la pavimentación, han permitido constatar la utilización del espacio interno de la nave como lugar de ente- rramiento, hallándose los restos de tres individuos inhumados, estos siguen un eje este-oeste de la Iglesia y a una profundidad de unos 80 cm. del pa- vimento original. Junto a estos se han localizado algunos fragmentos de

cráneos y otros huesos largos, que constatan a su vez, la utilización de este espacio como osario.

Estos restos, son objeto de trabajos de limpieza en la actualidad, por lo que los datos que manejamos, son prematuros, sin embargo su situación con respecto a la planta de la Iglesia, y la posición permiten sugerir la proximi- dad del altar (hacia el Este) dato que esperamos constatar con la continua- ción del vaciamiento de la nave.

Hernando Pizarro y la Cripta

Quizás el dato que más trascendencia ha tenido y sobre el que mas tinta se ha vertido ha sido el enterramiento de Hernando Pizarro y su mujer Fran- cisca Pizarra Yupanqui.

El único dato documental constatable de que efectivamente Hernando Pi- zarro fue enterrado en el conventual, es la referencia que hace Fray José de Santa Cruz en la Crónica ya citada, donde escribe: «Está en lo que fue la Iglesia vieja, (y es ay antesala del refectorio, qie llaman de profundis) un túmulo con su vulto de piedra armado del célebre Fernando Pizarro (sic) natural de sta Ciudad … «.

Dicho túmulo estaba hormanetado con el escudo de la familia Pizarra y la estatua orante de Hernando. Estos elementos fueron retirados de su lugar original y colocados en el cementerio y en la puerta trasera del Palacio del Marqués de la Conquista respectivamente, cuando se acometieron, a fina- les del siglo XIX, las obras de instalación en el Conventual de la Segunda Sección de Caballos semental es del Ejército.

Este término «túmulo», es interpretado como «cripta» por cuantos autores tratan el Conventual y de la Iglesia, franciscana, siendo su significado ar- quitectónico totalmente distinto y que túmulo hace referencia a una eleva- ción del terreno y cripta es un habitáculo realizado bajo tierra.

En todo caso los trabajos de remoción de tierra que se están efectuando en el proyecto de recuperación de la estructura original de la Iglesia, han per- mitido constatar que las distintas reutilizaciones que sufrió el edificio afec- taron al subsuelo de la nave, observándose una destrucción de la estratigrafía original así como de los enterramientos allí existentes. supone- mos por tanto que la tumba de Hernando, de estar situada bajo la nave sufrió la misma suerte que el resto de los enterramientos, no habiéndose conservado resto alguno de su estructura.

Mar 212016
 

Francisco Javier Timón García.

 Desde el 14 de diciembre de 1808, día en el que tropas al servicio de Napoleón Bonaparte entraron en Navalmoral de la Mata por primera vez, hasta el 30 de marzo de 1813 cuando las últimas partidas enemigas abandonaron definitivamente la comarca del Campo Arañuelo extremeño, los abusos de todo tipo cometidos por los soldados franceses en el contexto de la Guerra de la Independencia Española contra los comarcanos, sus bienes y sus haciendas, fueron constantes. Tales quebrantos, sumados al hambre, las epidemias y las enfermedades que surgieron como consecuencia de la guerra, convirtieron esa «Mesopotamia» entre los ríos Tajo y Tiétar en un espacio inhóspito, carente de lo más necesario para subsistir, insalubre y peligroso durante gran parte de dicho periodo; hasta el punto de que a lo largo de 1809 la mayoría de sus pobladores se hallaron ausentes de sus hogares debido a la incertidumbre y al miedo, refugiados en otros pueblos lejanos más seguros, u ocultos «como alimañas» en habitáculos improvisados en las soledades de montes y sierras, de donde no se atreverían a salir hasta bien entrado 1810.

La crónica general de aquel conflicto registra el desarrollo de sus grandes acontecimientos, así como los nombres y experiencias de quienes, para su gloria o su deshonra, fueron protagonistas destacados de hechos concretos —decisiones políticas o acciones militares—, y no las identidades y vivencias de otros muchos personajes menores de todo género y condición que, muy a su pesar y con motivo de aquellos grandes sucesos, hubieron de afrontar en su devenir cotidiano las más extremas circunstancias y sufrir sus consecuencias sin más socorro que su ingenio o su buena estrella, ni más fiel de fechos de sus fatigas que la apatía del anonimato. Aunque, si se indaga, la investigación en el ámbito de lo local —donde se hallan muchas de las fuentes que nutren la intrahistoria— nos sorprende a veces con el discreto pero valiosísimo testimonio de algún humilde espectador de primera fila que tuvo la intuición suficiente como para darse cuenta de la trascendencia histórica de los acontecimientos del día, y el talante y acervo necesarios como para detenerse a contarlo desde la óptica de su propia experiencia.

En este sentido y en tal contexto, caso verdaderamente excepcional fue el de don Manuel Talabán Mateos, cura rector de la parroquia de Santiago Apóstol el Mayor de la villa cacereña de Belvís de Monroy antes y durante los años de la Guerra de la Independencia; testigo y víctima coyuntural de tan dramático episodio de nuestra historia, en el que ser clérigo no fue, precisamente, un salvoconducto para la supervivencia, sino todo lo contrario. Personaje respetado y apreciado entre sus feligreses, a los que impartió el pasto espiritual de la fe católica durante gran parte de su vida; culto, informado, curioso y diligente, según se extraen de la multitud de escritos, de verbo fácil y letra sencilla y clarísima, que nos ha dejado, insertos en muchas páginas de la literatura canónica y registral de la mayoría de los libros propios de dicha parroquia que él conoció y manejó. Algunos de esos textos y anotaciones se refieren al capítulo de la Guerra de la Independencia, y nos permiten conocer hoy importantes detalles del drama que aquel conflicto provocó en su vida y, sobre todo, en la de los vecinos de la villa y señorío de Belvís de Monroy y su entorno. Libros y documentos por los que don Manuel mostró gran interés y extraordinario celo desde su aparición en esa villa arañuelana, de la que no era natural, y que, luego, tras los destrozos producidos en ella por parte de los franceses a primeros de agosto de 1809, se preocupó de resguardar —hasta niveles insospechados, como veremos—, renovar y reconstruir en forma y contenido en cuanto se lo permitieron las circunstancias. Gracias principalmente a esa actitud, y además de lo referido, se ha conservado hasta hoy una muy importante base de datos que aglutina buena parte de la historia de Belvís de Monroy, en concreto la que tiene que ver con las costumbres y tradiciones religiosas, e incluso con la genealogía y pedagogía de sus vecinos, mucho más allá del año fatídico de 1808; cosa nada baladí, si se tiene en cuenta la importancia que esta villa alto-extremeña tuvo en el pasado, cuando su nombre trascendió incluso la barrera del marco continental.

Sirvan, pues, estas páginas como reconocimiento particular a la figura de don Manuel Talabán Mateos por su determinación en pro de la salvaguarda de una parte sustancial e insustituible de nuestra memoria escrita —la de todos—, y como recuerdo y homenaje a este «cronista accidental» que se empeño en dejar constancias de los dramáticos sucesos que le tocó vivir, «para memoria de los venideros», como él mismo apuntó —requien in gloriam Dei—. Personalidad que, por otro lado, debería ser motivo de orgullo y objeto de honores por parte de los vecinos del municipio de Belvís de Monroy[2] de ahora y de mañana, principales usufructuarios de su legado que también se pretende perpetuar a través de las páginas de este trabajo.

 

EL PERSONAJE Y SU ENTORNO ANTES DE LA INVASIÓN NAPOLEÓNICA

  • Belvís de Monroy en el umbral del siglo XIX

Olvidados ya los trastornos que la Guerra de Sucesión Española (1701-1714) provocó en la zona en ciertos momentos de su desarrollo, la vida en los pueblos de la comarca del Campo Arañuelo extremeño había transcurrido sin mayores sobresaltos a lo largo del resto del siglo, al ritmo pausado y discreto de los trabajos del campo y sus oficios y al paso solemne de las costumbres y los ritos seculares propios del Antiguo Régimen, cuyo orden aparecía representado de manera paradigmática en la pequeña villa arañuelana de Belvís de Monroy. En ella el devenir de sus vecinos giraba en torno a sus abundantes tierras comunales, a las dehesas, pequeñas industrias y propiedades de su señor feudal y alrededor de las diversas fincas rusticas pertenecientes a sus numerosas instituciones religiosas; a saber: las vinculadas al rico convento de dominicas llamado de Santa Ana, al más modesto de monjas clarisas titulado de San Juan de la Penitencia y, en menor medida, a las propiedades de sus parroquias y a las muy pocas del humilde convento extramuros de franciscanos descalzos llamado de San Francisco del Berrocal, desde el que partiera en 1523 la primera misión encargada de evangelizar a los indios de Nueva España, cuyos miembros pasarían a la historia como «Los Doce Apóstoles de México».

A propósito de sus peculiaridades en este periodo finisecular, bien conocidas son las informaciones registradas en los «famosos» Interrogatorios de la Real Audiencia de Extremadura, incoados al hilo de la fundación de este instituto (30 de mayo de 1790) y encargados por él con el objeto de recabar noticias puntuales respecto del estado de los pueblos y ciudades de cada uno de los ocho partidos de la Provincia[3], que en Belvís de Monroy, del partido de Plasencia, fue cumplimentado por los señores de su Justicia y Ayuntamiento con fecha de 10 de marzo de 1791. En resumen, y teniendo en cuenta otras informaciones[4], aquellos comisionados dijeron que Belvís de Monroy junto con su pedanía de Casas de Belvís, «las Casas», formaban un municipio que se componían de 147 vecinos (unos 600 habitantes)[5], la mayoría «labradores de pan sembrar» y jornaleros, además de siete tejedores de lienzos, dos sastres, un zapatero y tres herreros. Que era villa de señorío particular que incluía los pueblos de Valdehúncar, Valdecañas y Mesas de Ibor, entonces bajo la jurisdicción del duque de Alba, don José María Álvarez de Toledo y Gonzaga[6], con residencia en Madrid[7], quien cada año y a través de un administrador ejercía su derecho por privilegio Real sobre la elección de los representantes municipales de los pueblos del señorío, como siempre lo habían hecho sus antecesores.

En cuanto a la sanidad, cuidaban del vecindario un médico, un boticario y un cirujano, y otro cirujano en el barrio por voluntad y a costa de sus vecinos, aunque también había en la villa un pequeño hospital titulado de San Pedro, para enfermos pobres de ella y pueblos de su estado, fundado por patronato de doña Beatriz de Monroy y Ayala en 1575, con una capilla y cuatro camas fijas, atendido por una enfermera y administrado por un rector nombrado por el titular del señorío, patrono de dicha institución.

En el aspecto religioso, Belvís de Monroy pertenecía a la diócesis de Plasencia y al vicariato de Jaraíz. Además de los referidos conventos, contaba con dos parroquias, una en la villa titulada de Santiago Apóstol el Mayor, bajo la potestad de un cura rector, y otra en el barrio, bajo la advocación de San Bernardo y gobernada por un cura teniente del párroco de la villa[8]. Anejas también a la de Santiago Apóstol eran las parroquias de Valdehúncar, Valdecañas, Mesas de Ibor y Millanes, dirigidas por tenientes del cura del párroco titular de Belvís. La secular presencia en la villa de dichos conventos hizo que el sentimiento religioso tuviera en Belvís-Casas especial significación, de manera que sus principales ritos y tradiciones giraban en torno a las fiesta y celebraciones de la Iglesia Católica, su liturgia, sus símbolos y sus santas imágenes, entre las que destacaba la de Nuestra Señora del Berrocal, pues gozaba de gran devoción incluso más allá de los límites del señorío; su pétrea representación se venerada en la ermita extramuros del mismo nombre, la única de las tres ermitas que hubo en el municipio de Belvís que se conservaba en pie al tiempo del Interrogatorio, y aún hoy. Junto con los párrocos, los vicarios de los conventos femeninos y el guardián de los franciscanos eran dignidades que gozaban de gran predicamento entre belvisos y caseños[9].

La educación pública se aplicaba por medio de una escuela «laica» de patronato particular, pero fundada con permiso Real fechado en la Corte el 3 de abril de 1772, gratuita para los hijos de vecino y para los parientes del fundador. Era su único patrono el cura párroco de la villa por merced de la voluntad del benefactor don Buenaventura Pérez Sánchez, que fue natural de ella y presbítero en el arzobispado de la ciudad de México, donde residió, y desde donde envió una importante suma para que se cumpliese su deseo de la fundación de dicha escuela y su dotación de una cátedra de primeras letras y otra de latinidad, además de dos becas de estudios superiores en el Seminario Conciliar de Plasencia, de las que podían beneficiarse estudiantes de la villa y de los pueblos anejos al curato de Belvís. Ese dinero enviado por don Buenaventura Pérez se recibió en Belvís el 2 de julio de 1767 junto con un soberbio y valioso ajuar para uso y ornato de la iglesia de su pueblo natal, alhajas que, a la postre, tuvieron un destino mucho menos piadoso, como en su momento veremos.

En definitiva, ese sólido entramado político-administrativo, económico, social, cultural, arquitectónico incluso, y, sobre todo, religioso que se había ido tejiendo a lo largo de 500 años, en medio del cual se forjó la personalidad de aquellos, estaba a punto de quebrarse como consecuencia de las desazones generales y particulares que provocaría la Guerra de la Independencia, germen de las extremas novedades que alumbraría el nuevo siglo.

  • Notas sobre la biografía y la intelectualidad de don Manuel Talabán Mateos

En tal contexto sociológico vivió y desarrolló su sagrado ministerio nuestro particular protagonista a lo largo de los últimos 27 años de su existencia, y si bien pudo sentir aquellos cambios que promovió la Guerra de la Independencia ya no viviría para afrontarlos.

Primogénito del matrimonio entre Pablo Talaván Talaván y Teresa Mateos Valencia, vecinos y naturales de la villa de Casar de Palomero, nació en ella el día 7 de julio de 1757, y fue bautizado en su iglesia parroquial del Sancti Spiritus al día siguiente por el cura rector don Domingo Álvarez, actuando como sus padrinos Manuel Gómez y su mujer, Ana Monforte. Recibió el sacramento de la Confirmación, junto con su hermano Francisco, el día 15 de octubre de 1760, de la mano del obispo de la diócesis de Coria don Juan José García Álvaro[10].

Tras completar su formación sacerdotal con el grado de «Bachiller», probablemente en el Seminario de Plasencia, fue su primer destino la parroquia de La Asunción de la villa de Serradilla, perteneciente al obispado placentino, en la que ejerció como cura teniente durante dos años (desde enero de 1784 hasta febrero de 1786), para hacerse cargo seguidamente del curato de la parroquia de Santiago Apóstol el Mayor de la villa de Belvís de Monroy, en sustitución de don Ubaldo Fernando Mendo. Él mismo dejó constancia de la fecha de la toma de posesión de su nuevo curato, así como de una de sus principales preocupaciones desde ese momento, como fue la salvaguarda de los libros y documentos de su parroquia:

«El día seis de Marzo de 1786 años yo el B.r Man.l Talaban Mateos natural de la villa del Casar de Palomero Obispado de Coria empecé a servir este Curato de Belbis de Monroy, y advirtiendo en su archivo Parrochial alguna falta de libros, y papeles, vistos los anteriores ynventarios, se lo participé à S.S. Ylma., quien resolvió unicam.te hiciere las posibles dilig.as para recuperar los extraviados, y no pudiéndose haver, no procediese à mas; Solicité en la siguiente S.ta visita se me formase ynventario de ellos, para q.e por él se pidiese quenta en adelante: Nada se ha determinado: En cuia virtud, y que el hacer constar la existencia de libros y papeles Parrochiales es asunto mui interesante, me hé tomado el entretenimiento de leerlos, y compendiar; en los libros de Bautizados sus Partidas con orden Alfhabetico; en los de Casados… Todos estos papeles y libros Parrochiales estaban custodiados en un escritorio de estructura mui peregrina, colocados en un nicho de la Sacristía vieja con cerraduras en gran manera extrañas, empero con la injuria de un invierno húmedo, y paredes salitrosas no solo se descolaron las piezas, se desencajaron, se pudrieron, y se desvarató todo el escritorio, cundiendo la humedad y el salitre hasta los papeles, quedando libros y sus aforros sin virtud ni consistencia para su duracion. Visto esto coloqué en el mismo sitio un cajón mas tosco, pero mas libre de comunicar à los papeles la humedad de las paredes, y la de las colas como el anterior: en donde quedaron custodiados con dos puertas abrazadas con falleva, y una cerradura con dos llaves, que existen en poder del Parrocho los libros y papeles siguientes…»[11]

Además de esa preocupación por las cosas que afectaban a su entorno cercano, también se interesó de cuanto sucedía más allá de los límites de su jurisdicción eclesiástica, a tenor del resguardo de un boletín de suscripción de la Gaceta de Madrid a su nombre, correspondiente al primer sexenio del año 1796, que se conserva entre las hojas del Libro de Difuntos nº 2 (1732-1776) de la Parroquia de Santiago Apóstol de Belvís. Por ese tiempo, las autoridades e instituciones eclesiásticas españolas —a instancias de la Corona— participaban en la recogida de fondos para el pago de la deuda nacional y gastos de la guerra contra Gran Bretaña, incluso proclamando aquel conflicto como «cruzada contra los enemigos acatólicos», lo que vino a significar la prórroga de contribuciones por bula e indultos para aliviar o excusar ayunos y penitencias promulgadas con motivo de la pasada guerra contra La Convención francesa. De ello quedó constancia en el Archivo Parroquial de Belvís de Monroy por mano de don Manuel Talabán en la trascripción de varias circulares enviadas a las parroquias de su diócesis por don José González Laso de San Pedro, obispo de Plasencia, registradas allí entre 1796 y 1801[12].

A propósito del desarrollo en Europa de las campañas de Napoleón, adalid de los principios de la Revolución francesas y ya aliado de España, la Gaceta de Madrid de aquellas fechas informaba cada día extensamente de su pormenores, campañas de las que don Manuel debió de estar bien informado, al menos por ese periodo en el que, a ciencia cierta, estuvo suscrito al rotativo oficialista, y, probablemente, también después.

 

COMPORTAMIENTO DE DON MANUEL TALABÁN DURANTE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA

  • Los primeros compases de la guerra en Belvís de Monroy

Comenzó 1808 en el municipio de Belvís de Monroy bajo la expectación que siempre despertaba el proceso de selección de los maestros de su escuela, que se inició el 10 de enero. Este asunto, de interés nacional[13], dependía directamente de la autoridad de don Manuel Talabán, por ser el único patrono de la fundación de «las escuelas de don Buenaventura Pérez”» gracias a su condición de párroco titular de la villa, y responsable, por tanto, de su adecuado funcionamiento[14]. Se trataba entonces de cubrir la vacante de la «cátedra de Latinidad» de dichas escuelas, que fue obtenida finalmente por don Alonso González Trejo, de 51 años de edad, casado y natural de Logrosán, donde ejercía como Maestro de Gramática, quien tomó posesión de su nuevo cargo el día 27 de abril[15].

Al tiempo que se desarrollaba aquel concurso oposición en la villa de Belvís, se sucedían en la Corte los acontecimientos que culminaron la evidente debilidad «del infeliz Carlos quarto»[16], como el mismo don Manuel Talabán definió por entonces a aquel rey linfático, bonachón e inútil que no supo imponerse ante los acontecimientos que habrían de desencadenar el mayor desastre nacional, que dio comienzo a partir de los bien conocidos sucesos de Madrid del lunes 2 de mayo. Ese mismo día, los alcaldes de Móstoles signaron y cursaron su famoso bando, que llegó al día siguiente a Navalmoral de la Mata, desde donde sus autoridades municipales se encargaron de reenviarlo sin dilación hacia Badajoz, capital de la Provincia de Extremadura y sede de su Capitanía General, y de poner sobre aviso a los pueblos de su entorno, como Belvís de Monroy. Nada más recibir el informe de los alcaldes de Móstoles, los responsables del Ayuntamiento de Navalmoral, pueblo que contaba entonces con unos 700 vecinos (alrededor de 2.800 habitantes), nombraron una Junta Local de Gobierno o Junta Local de Guerra, conscientes del peligro que se les avecinaba debido a la evidente situación geográfica del municipio, en la carretera Real Madrid-Badajoz, que cruzaba el río Tajo por el cercano puente de Almaraz, o de Albalat, alrededor de la cual se desarrollarían buena parte de los episodios militares de la Guerra de la Independencia en el territorio extremeño. La Junta Suprema de Extremadura, que se creó el 31 de mayo bajo la presidencia del brigadier y flamante Capitán General de la provincia don José Galluzo y Páez, puso enseguida en marcha la formación de un ejército provincial que garantizase la seguridad de su territorio frente a los intereses de Napoleón, y para ello promovió el alistamiento general por cupo entre los varones «útiles» de 16 a 40 años de toda la provincia a través de las autoridades responsables de cada partido. La orden de alistamiento de los 41 soldados del cupo que correspondieron al municipio de Belvís, por sus 164 vecinos contribuyentes con los que contaba entonces, llegó por Plasencia a esta villa el día 8 de junio[17], y para su inmediato cumplimiento el alcalde, Francisco Martín Ballestero, la comunicó a los interesados en los siguientes términos, que ponían ya de manifiesto la importancia capital de los libros parroquiales para los intereses de la España rebelde en aquella coyuntura:

«… p.a q.e llegue a noticia del público mando se publique en la forma acostumbrada citándose a los individuos del Ayuntamiento p.a el Alistamiento q.e se manda p.a el q.e se pasará el debido recado à los Curas Párroco y Teniente a fin de q.e concurran en el día de mañana a las ocho de ella con sus libros de bautismales…»[18].  

En primera instancia resultaron inscritos 60 solteros y 52 casados, de entre los que saldrían los 41 soldados preceptivos según su categoría o «clase». De las filiaciones y edades de los alistados dieron fe los libros de bautismo de las dos parroquias del municipio, presentados respectivamente por el cura párroco de la villa de Belvís, don Manuel Talabán, y por el cura teniente de las Casas, don Leonardo Antonio Rodríguez Solano. El día 10 se despachó al Corregidor de Plasencia el informe de aquella relación de reclutados junto con el inventario del número y clase de armas que se había solicitado previamente, para proceder luego a su embargo, y que resultaron ser cuatro alabardas, una espada, dos pistolas y veintiuna escopetas. Entre los vecinos que declararon aquellas armas estaba nuestro protagonista, quien entregó una escopeta[19].

El 19 de junio se encontraban ya reclutados 37 de los 41 soldados que tocaron a Belvís-Casas, todos solteros. Éstos, junto con los de Valdehúncar y Millanes, quedaron concentrados en un primer momento en el «Cantón de Belvís» a la espera de novedades[20], con la vista puesta en el cercano puente de Almaraz al menor atisbo en el horizonte de amenaza enemiga. Seguían las directrices del oficial encargado de organizar la resistencia en el partido de Plasencia, el comandante general don Antonio Vicente de Arce, que se hallaba acuartelado en Navalmoral de la Mata. Al Ayuntamiento de Belvís le correspondió la pesada carga de pagar los prestes correspondientes a los movilizados de su municipio y de Valdehúncar hasta el día 20 de julio, cuando cesaron dichas asignaciones por orden del general De Arce[21]. Por cierto que ya el jueves 16 de junio, aquel año festividad del Corpus Cristi, había mostrado el Ayuntamiento de Belvis problemas para atender a tan urgente fin, como así consta en el Libro de Cuentas de su Ermita de Nuestra Señora del Berrocal, en el que don Manuel Talabán escribió:

«Se [a]nota que los 554 reales que dice la quenta y Cargo de este Maiordomo [Gabriel Serrano] tener archivados en el de la Parroquial provenientes de una Escritura Real de Censo, están prestados a la Justicia Real de este pueblo para los fines que dice el recibo que reservó, con lo que se evitó el que hubiese un tumulto por no pagar dicha Justicia a los alistados día del Corpus de 1808»[22].

Ciertamente, la Iglesia extremeña aportó importantes cantidades para la formación del Ejército Provincial y demás gastos originados por la guerra, sobre todo en estos primeros momentos, muchas veces a instancias de la Junta Central o de la Junta de Gobierno de la Provincia. En este sentido, a principios de junio los obispos de las tres diócesis (Plasencia, Coria y Badajoz) habían ordenado a sus súbditos la entrega de las alhajas de oro y plata de sus iglesias, además de todo lo que no fuese imprescindible para el culto[23]. Por su parte, la parroquia de Santiago Apóstol de Belvís de Monroy, a través de don Manuel Talabán, aportó 842 reales y 23 maravedíes pertenecientes a los fondos de la ermita de Ntra. Sra. del Berrocal, que fueron llevados al vicario de Jaraíz por orden del obispo de Plasencia, «para subvenir a los gastos del exército, día 7 de julio de 1808»[24]. También por esas fechas la misma parroquia contribuyó con alguna cantidad de plata, según consta en su correspondiente Libro de Cuentas de Fábrica[25], que, de haber sido en forma de alhajas y no de «plata machucada», tampoco debieron de ser muchas ni de gran valor, pues no se especifica, ya que las más suntuosas no salieron entonces de su iglesia.

  • Formación de la Junta de Guerra de Belvís

Desbordados por la gravedad de toda aquella situación, especialmente por la amenaza de alborotos y revueltas por parte de los alistados acantonados en Belvís debido a los problemas que surgieron respecto de su paga y sostenimiento, los responsables municipales, junto con el administrador del señorío confiscado[26], acordaron la creación de una Junta de Guerra, con el fin de atender de la mejor manera posible los imprevistos derivados de tal crisis. La revelación de esta noticia supone un descubrimiento de gran importancia para la reconstrucción de nuestra historia general y particular —a juicio de quien suscribe—, pues evidencia, una vez más, la activa inquietud de nuestros antepasados frente a tan colosal empresa, al menos al principio del conflicto, que en la pequeña villa arañuelana de Belvís de Monroy se tradujo en la implicación formal a través de los representantes de todas las seculares instituciones del municipio, tanto civiles como religiosas, en la lucha por la independencia de su país frente a las fuerzas extranjeras de ocupación. La fundación de aquella Junta de Gobierno se formalizó en la casa consistorial de Belvís el día 26 de junio de 1808; he aquí un fragmento del convenio, que contó con el visto bueno del general don Antonio Vicente de Arce:

«Habiendo dictado quantas providencias han parecido conformes à arreglar un método y orden equitativo y prudente à este Pueblo, y conservar à el corto número de habitantes y sus derechos p.a poder defendernos del enemigo común de qualquiera invasión q.e intentase alguna porción de individuos de su exército q.e se derramase por estos campos, y no habiendo bastado, à pesar del continuo celo que hemos interpuesto, juzgando ser mui conforme el que se formase una Junta de Gobierno con personas de la mayor gerarquía de este pueblo, q.e ilustrarán nuestros cortos y rústicos dictámenes con los de su conocida ciencia y prudencia; tuvimos por conveniente el consultar con el Exmo. Sor. Comandante General del Campamento del puente de Albalat para q.e àcerca de este particular dijese lo q.e estimase por más oportuno; y haviendo condescendido y adoptado el plan q.e se le propuso, determinó su creación valiéndonos de los sugetos q.e hubiere en el Pueblo de la mayor atención y esfera, y de quien en tiempo alguno se pudiese sospechar de su conducta. Llevando adelante este negocio tan urgente como necesario según lo exigen las críticas circunstancias del día…»[27].

Además del escribano público y otros miembros del Ayuntamiento, firmaron el referido acuerdo los que habrían de formar parte de la nueva Junta, en la que no podía faltar nuestro protagonista; por este orden fueron: el párroco titular don Manuel Talabán Mateos, el vicario del convento de Santa Ana fray Miguel Martín de Plasencia, el vicario del convento de San Juan de la Penitencia fray Alonso Valverde, el administrador del estado de Belvís don Ramón Pérez Salcedo, el cura teniente de las Casas don Leonardo Antonio Rodríguez Solano y fray Clemente de Valverde, morador en el convento de San Francisco del Berrocal, por ausencia del guardián del mismo. Quedaba como presidente Francisco Martín Ballestero, alcalde del municipio.

En los días sucesivos al de su creación, la Junta de Gobierno de Belvís de Monroy se ocupó principalmente de favorecer los medios para proveer y asegurar los recursos para el sustento de la tropa allí acantonada, además de otros menesteres. Sin embargó, a pesar de la buena voluntad de sus componentes, dicha Junta tendría una vida muy corta, pues no llegaría más allá de mediado diciembre, que fue el tiempo en que la feroz presencia del enemigo comenzó a sentirse en el municipio, desbaratando aquel intento de organización formal de la resistencia popular, aunque algunos miembros de ella, como don Manuel Talabán, tendrían en adelante ocasión de contribuir a tal insurrección y de tomar decisiones importantes para su comunidad.

  • Belvís de Monroy, 14 de diciembre de 1808

La entrada victoriosa de Napoleón Bonaparte en Madrid el día 4 de diciembre le permitió seguir con su plan de adueñarse de Portugal. Para ello decidió adentrarse en Extremadura, llave del suroeste peninsular, por la ruta de Talavera de la Reina hacia Badajoz y Alcántara, mandando por delante las divisiones de caballería de los generales Milhaud y Lasalle. Estas unidades habrían de preparar el terreno al 4º Ejército de la Armada francesa a cargo del mariscal Lefebvre, duque de Danzig, y asegurarle el paso del Tajo por el “«estratégico y, por tanto, codiciado» puente de Almaraz[28], que era imprescindible ganar frente al débil Ejército de Extremadura, medianamente recompuesto tras sus escandalosas derrotas en Burgos y Somosierra con los dispersos de aquellas batallas y no pocos voluntarios.

Milhaud y Lasalle tomaron Talavera de la Reina el 11 de diciembre, y el 14 entraba el arrogante y temible general Antoine Charles Louis Lasalle en Navalmoral de la Mata al frente de su poderosa división de caballería formada por cazadores, dragones y lanceros polacos. Desde ese día y hasta la tarde del 28 del mismo mes cuando el mariscal Lefebvre se retiró con sus tropas del Campo Arañuelo cruzando el Tiétar camino de Plasencia[29], los franceses dominaron el territorio con bastante comodidad, pues el Ejército de Extremadura, dirigido entonces por don José Galluzo, tuvo que evacuar sus posiciones a la izquierda del Tajo y huir hacia el sur ante el decidido empuje de sus enemigos, perdiendo así el puente de Almaraz y abandonando a su suerte a las poblaciones que había dejado atrás. Como consecuencia de aquella primera campaña, Navalmoral sufrió un durísimo saqueo, e incluso se vio perjudicada la integridad física y moral de algunos de aquellos vecinos que osaron permanecer, pues la mayoría habían huido antes de la llegada de Lasalle y sus jinetes. Uno de los malparados fue su cura párroco, don Blas Ramón Santos, quien recibió tres golpes de sable de un soldado francés, de cuyos efectos vino a fallecer en Navalmoral el 25 de noviembre del año siguiente[30]. Su casa fue saqueada, y resultó dañado el archivo de su parroquia de San Andrés Apóstol, si bien la iglesia no sufrió daños de consideración. En la villa de Casatejada los destrozos materiales resultaron aún mayores, pues, desamparada totalmente de sus vecinos, fue ocupada por los franceses el día 19, quienes la saquearon a placer, «robaron la Yglesia y quemaron el archivo…»[31], según dejó escrito su párroco don Manuel Fernández Ballestero, de modo que se perdieron algunos de sus libros y documentos parroquiales. Dos días más tarde los franceses llegaron a Toril, que ya devastaron casi por completo, con la consiguiente pérdida irreversible de todos sus archivos, tanto civiles como religiosos. La misma pérdida sufrió Almaraz, pues, debido a su particular situación estratégica, quedó ya prácticamente destruida de resultas de aquella primera invasión, mientras que en el resto de pueblos de la zona se produjeron también saqueos y destrozos considerables con desigual efecto sobre su memoria escrita.

La villa de Belvís de Monroy y su barrio de las Casas tampoco pudieron librarse de la barbarie y los abusos propios de la soldadesca francesa, de modo que el 14 de diciembre, al tiempo que los enemigos saqueaban Navalmoral de la Mata, una partida suelta de ellos entró repentinamente en la villa, y destrozaron cuanto no encontraron de su utilidad. La mayoría de los vecinos del municipio, incluidos los párrocos y miembros de las comunidades religiosas, ya no se hallaban en él, pues habían huido de sus hogares apenas con lo puesto, para ocultarse en un primer momento en los campos cercanos y riberos del Tajo a la espera de que amainase el peligro. Pero, el día 17 entró el propio general Lasalle en la villa al frente de 1.500 dragones, y la tomó como base de operaciones de sus correrías contra las tropas y guerrillas españolas que defendían el puente de Almaraz. Los jinetes enemigos se acomodaron en los conventos, iglesias, casas particulares y demás inmuebles a propósito dentro del caso urbano, haciendo lo propio con su caballos, algunos de los cuales fueron incluso alojados en la capilla del hospital de San Pedro, mientras que el general Lasalle instaló su residencia en la casa de don Ramón Pérez Salcedo, administrador del señorío[32]. Un testigo presencial de aquellos sucesos declaró años más tarde «ser de todos conocidos los perjuicios incalculables»[33] que hicieron los franceses en Belvís entonces, «ya rompiendo, ya quemando papeles así en la casa Administración de este Estado, como en todas las demás oficinas de Ayuntamiento, Parroquias y Conventos, q.e así en las existencias de unas y otras corporaciones como en las de los particulares destrozaron quanto no les servía»[34]. Sin embargo, don Manuel Talabán registró más tarde que ni la iglesia de Santiago Apóstol, ni los ricos tesoros que albergaba y que el párroco había logrado poner a buen recaudo ocultándolos en los sepulcros de la nave del templo, ni sus estimados libros y documentos archivados en la sacristía sufrieron quebranto alguno a resultas de aquella primera invasión.

  • El exilio voluntario de don Manuel Talabán

Una vez que las tropas al servicio de Lefebvre abandonaron la zona, don Manuel Talabán pudo salir de su refugio temporal y anotar en sus libros eclesiales las cuestiones pertinentes; así, con fecha de 31 de diciembre, dio fe de haberse bautizado en aquel año a nueve varones y a tres hembras «solamente»[35]. Como el párroco de Belvís, los habitantes arañuelano pudieron «disfrutar» entonces de varias semanas de una relativa calma, tiempo que muchos aprovecharon para regresar a sus maltrechos hogares y recuperar lo que pudieron y más necesario para huir de nuevo a refugios más seguros, pues los franceses no tardaría en hacerse presentes y en número más crecido.

Fue el mariscal Víctor, duque de Belluno y general en jefe del 1er Ejército de la Gande Armée, el encargado ahora de entrar definitivamente en el interior del territorio extremeño con vistas a apoyar desde él la campaña del mariscal Soult en Portugal, movimiento que comenzó a desarrollarse a partir del día 11 de enero desde Toledo, donde se hallaba acuartelado el mariscal[36]. Ante tal horizonte, ya fuese por prudencia o temiendo realmente por su vida, pues debió de conocer la agresión sufrida por el párroco de Navalmoral, don Manuel Talabán decidió abandonar su parroquia para marchar lejos del radio de acción del enemigo. Su huida tuvo que ocurrir poco después del 19 de enero de 1809, pues a esta fecha corresponde la caligrafía de la última partida sacramental registrada de su puño y letra en ese año, aunque se trata de una ceremonia de Bautismo celebrada por fray Francisco Zanca de Gata, «morador» del convento extramuros de San Francisco del Berrocal, quien actuó entonces con licencia de don Manuel, y también en repetidas ocasiones durante la ausencia del párroco, además de otros clérigos.

El destino del forzado viaje de don Manuel Talabán fue Casar de Palomero, su pueblo natal, en cuyos libros parroquiales también dejó testimonio escrito de su estancia. En ellos consta que tuvo allí ocasión de derramar las aguas del Bautismo sobre varios niños a lo largo de 1809 y 1810, e incluso que celebró algunos matrimonios en ese periodo, siempre con licencia o por ausencia del cura rector, salvo en la primera ocasión en la que ofició, de la que se trae este extracto como prueba documental de su particular destierro:

«En la ermita de Santa Cruz, en que está la parroquia de Sancti Spiritus de esta villa del Casar de Palomero[37], a 27 días del mes de abril del año de 1809, yo, D. Fernando Terrón, presbítero y capellán de ella, con licencia expresa de D. Vicente Sánchez, cura rector de la misma, puse los santos óleos y sagrado crisma, a una niña llamada Antonia [Martín Martín], la que en caso de necesidad fue bautizada sin solemnidad por el Sr. D. Manuel Talaván, residente en esta villa y cura rector de la de Belvís de Monroy…»

Curiosamente, el infortunio de su auto-exilio le dio la oportunidad de bautizar el 28 de mayo de 1809 a su sobrino Antonio Faustino, que había nacido dos días antes, hijo de su hermano Pedro Talaván y de su esposa Ramona Santibáñez, como quedó recogido de su puño y letra en la correspondiente partida, en la que se reconoce como «cura rector de la villa de Belvís de Monroy, obispado de Plasencia, con licencia del actual cura rector…»[38]

Para entonces, don Manuel ya se había convertido en un insurrecto para el Gobierno de José Bonaparte, quien el 1 de mayo de 1809 firmó un decreto según el cual todos aquellos eclesiásticos y empleados públicos que se hubieran ausentado de sus destinos y prebendas desde el 1 de noviembre de 1808 deberían reintegrarse a ellos en fecha inmediata, pues de lo contrario serían privados de sus empleos y de sus bienes, acusados de contribuir con su conducta a alarmar a las gentes en su contra y castigados con el mayor rigor[39].

  • Belvís de Monroy, 4 de agosto de 1809

De annus horribilis para los habitantes del Campo Arañuelo en particular puede calificarse aquel de 1809, pues, sin lugar a dudas, ha sido el más catastrófico y dramático de la historia de esta comarca, que tuvo que soportar, con todas sus funestas consecuencias, el paso por su territorio de tres grandes ejércitos: el español, víctima constante de una Administración pésima, a pesar de la sobriedad de sus soldados, el francés desconsiderado y tirano, y el inglés, insaciable en sus demandas a la Junta Provincial y a los pueblos para el sostenimiento de sus tropas, que derrocharon más de lo que consumieron[40].

La pesadilla comenzó con la llegada del mariscal Víctor y su 1er Cuerpo de la Armada, quien consiguió derrotar a las tropas del Ejército de Extremadura, dirigido ahora por el general don Gregorio García de la Cuesta, primero el 18 de marzo en Mesas de Ibor, acción que forzó la retirada de los españoles del puente de Almaraz, que dejaron ya inutilizado, y el 28 de marzo en los campos de Medellín, donde sucumbió buena parte de la juventud masculina extremeña. A pesar de esta aplastante derrota, Cuesta consiguió recomponer su ejército en un tiempo récord, y en alianza con las tropas británicas mandadas por el general Wellington poner a raya a Víctor en la batalla de Talavera de la Reina, que se desarrolló durante las jornadas del 27 y el 28 de julio. Pero las celebraciones de aquella corta victoria sólo duraron hasta que apareció en escena el poderoso y temido ejército del mariscal Soult, duque de Dalmacia, quien, al mando del 2º Cuerpo de la Armada Imperial, bajó desde Salamanca por el puerto de Baños en apoyo del mariscal Víctor, aunque con retraso; y lo hizo acompañado del 5º Cuerpo a las órdenes del mariscal Mortier y del 6º del mariscal Ney, En definitiva, una fuerza de algo más de 50.000 hombres bajo la autoridad del duque de Dalmacia, que actuaba en jefe sobre los otros dos mariscales de Napoleón. La vanguardia de aquel súper ejército entró en la ciudad de Plasencia el día 1 de agosto, y seis días más tarde todos sus efectivos se hallaban estratégicamente distribuidos por el territorio entre Navalmoral de la Mata y más allá de Oropesa.

Atenazado entre Soult y Víctor, que reaccionó de inmediato, Cuesta se retiró de Talavera y se hizo fuerte en Puente del Arzobispo, cubriendo la retirada hacia Portugal de Wellington. El inevitable enfrentamiento entre españoles y franceses tuvo lugar en la villa puenteña el día 8 de agosto, con resultado absolutamente desfavorable para Cuesta, que tuvo que retirarse con los restos de su ejército hacia el interior de Extremadura. Después de la batalla, Soult se estableció en Plasencia y Mortier en Talavera, haciéndose dueños absolutos de todo ese espacio hasta vísperas de la batalla de Ocaña.

Si desastroso para los intereses de sus comarcanos resultó el paso de ida y vuelta del ejército de Víctor por el Campo Arañuelo a lo largo del primer semestre del año, de «plaga bíblica» puede calificarse la impetuosa llegada y prolongada estancia en el territorio de la armada bajo las órdenes de Soult, pues sus soldados arrasaron de nuevo con todo, aplicando las prácticas más destructivas y ruines; incluso consiguieron dar con muchos paisanos de los que se hallaban escondidos en montes y sierras, a los que obligaron a regresar y permanecer en sus respectivas poblaciones para asistir a las tropas en sus continuas y variadas demandas. La crónica del desastre es similar en todos aquellos lugares de la tierra de Plasencia de los que hay constancia, y en todos se destaca el ensañamiento contra las instituciones religiosas, tal vez como respuesta a la ya íntima implicación de la Iglesia extremeña —en particular— en el entramado de la resistencia[41].

También la villa de Belvís de Monroy sería saqueada de nuevo por los franceses, pero ahora con mayor determinación y acierto. Ocurrió el día 4 de agosto y siguientes, «día aciago y desgraciado para este pueblo y Campo Arañuelo», como escribió don Manuel en una partida de difuntos[42]. Al parecer, fueron dragones de las divisiones del general Lorges o del general La Houssaye quienes protagonizaron tal acción, los cuales, además de dar buena cuenta ahora de los tesoros de la iglesia de Santiago el Mayor, entre otros desmanes, dejaron su particular marca de destrucción en el archivo del ayuntamiento, en los archivos parroquiales y, sobre todo, en el convento de San Francisco del Berrocal. Varias de las notas y escritos que don Manuel Talabán dejó en los libros eclesiales tras su regreso definitivo a Belvís hacen especial mención a aquellos sucesos, como en este texto, del que se trae un fragmento, que debió de ser escrito a finales de 1810 o principios de 1811, y es parte inicial de un informe de dos hojas que, con el título de «Advertencia», abre el nuevo Libro de Casados que tuvo que habilitar don Manuel tras su regreso definitivo, pues el que regía fue destruido casi en su totalidad por los franceses como expuso en este mismo escrito, además de otras informaciones:

«A mediados del mes de Diciembre del año de mil ochocientos y ocho bajaron las tropas Francesas a este Campo Arañuelo, y aunque saquearon los Pueblos y algunas Iglesias de ellos, tuvimos aquí la felicidad de no haber tocado a esta Parrochial en todas las incursiones que cometieron. Pero haviendo subido desde la Extremadura baja por el paso de barcas, que se fabricó por bajo de donde estaba roto el famoso puente de Almaraz o de Albalat, nuestro ejército combinado con el inglés a fin de atacar al enemigo, que iba en retirada hacia Talavera de la Reina, trabose allí la batalla, y después de una gran matanza y de haver quedado el Campo por nuestro, bajó por el Puerto de Vaños a Plasencia y de allí a este Campo otro Exército Francés a combatir la retaguardia del nuestro, quien tuvo que huir volviendo a pasar el Tajo por Almaraz y Puente del Arzobispo, quedando abandonados todos estos Campos al Exército Enemigo. Entonces fue quando sufrimos todos sus moradores las maiores inhumanidades, violencias y saqueos que jamás pudiéramos imaginar. Entonces fue cuando, como fieras rabiosas, no perdonando ni aun lo más sagrado de los templos. Y entonces, por decirlo de una vez, fue cuando entraron en esta Parrochial, respetada siempre por las tropas que habían habitado aquí en las continuas vicisitudes que ocurrieron de subir, bajar y permanecer en esta villa. El infausto día quatro de Agosto de 1809 y siguientes, la saquearon completamente. Abrieron cincuenta y tres sepulcros de ella, hasta encontrar las alhajas de oro y plata que tenía, hicieron burla de las santas Ymágenes, destrozando algunas, el órgano y el archivo de papeles; entre éstos fue el libro moderno que actualmente regía donde se anotaban las Partidas de Casados,….[43]

En similares términos y con fecha de 19 de noviembre de 1810 escribió don Manuel el siguiente texto, que da inicio al nuevo Libro de Difuntos que tuvo que abrir, pues el original también había resultado destruido por los franceses:

«En el mes de agosto de mil ochocientos y nueve años, habiendo entrado el Exército francés en esta mi Yglesia, no sólo robó todas sus alhajas de plata y oro; sus ornamentos sagrados y utensilios preciosos de que estaba bien provista; sino también el libro de difuntos que actualmente regía, habiendo encontrado tan solamente dos hojas de él, que van aquí incorporadas, en cuya virtud empieza a servir este cuaderno de libro, en que se asienten las Partidas de los que fallezcan en esta mi Parrochial del Señor Santiago Apóstol el Maior, desde mediados de Diciembre del año de mil ochocientos y ocho, época en que el exército enemigo empezó a asolar este Campo Arañuelo, aunque a la [iglesia] Parrochial había respetado y dejado intacta hasta el referido Agosto y año siguiente, en que una División venida desde Salamanca por el puerto de Baños y Plasencia hizo los maiores estragos y fierezas que se pueden imaginar; sin perdonar a lo más sagrado de nuestros Sacramentos, Ymágenes Religiosas y Ministros del Altar; entonces fue cuando quemaron el convento de Religiosos Franciscos descalzos, llamado del Berrocal, extramuros de esta Villa; Y entonces [fue] cuando las gentes vivieron mucho tiempo escondidas en las montañas y en las grutas que los riberos del Taxo las franqueaban; pero habiendo permanecido el enemigo tiempo dilatado en este País, supo sus escondrijos, halló a mucha de las gentes, y otras se refugiaron a las sierras de Guadalupe y Vera de Plasencia…»[44]

Tal vez porque pudiera delatar cierto «afrancesamiento», y sin duda porque el resultado de este segundo saqueo fue especialmente desastroso para los bienes y propiedades de su iglesia y parroquia, conviene destacar el interés que mostró don Manuel Talabán por distinguir la diferente actitud de las tropas francesas al ocupar la villa en diciembre de 1808 y en otras ocasiones que sucedieron a aquella, y la que ocurrió en agosto de 1809, circunstancia que queda de manifiesto en las citas anteriores, y aún más en la siguiente, que registró en el Libro de Becerro de su parroquia:

«En principio de Agosto de 1809 años saqueó el enemigo esta mi Parrochial; y encontró todas las alhajas que tenía enterradas en los sepulcros de ella, robolas y destrozó todos los utensilios de seda y lino que servían al Sto. Sacrificio de la misa, y sólo pudo haberse 16 libras de plata machucada y algunas telas de seda que se encontraron. De cuia sacrílega acción se habían abstenido desde el Diciembre inmediato, que empezaron a habitar en el pueblo; y sólo estos malditos nuebamente venidos desde Plasencia fueron los desacatados…»[45]

Motivos sobrados tenían el párroco para mostrarse tan vivamente dolido con la acción de los soldados de Soult, aun cuando no dañaron la estructura del templo parroquial, pues en lo que se refiere a la calidad y al valor de las alhajas robadas probablemente superaban con creces las del resto de las iglesias de la zona, riquezas de las que nuestro sacerdote-cronista sin duda debería de estar bien orgulloso. Entre otros objetos, se trataba de aquel ajuar de ornamentos y vasos sagrados, principalmente elaborados en plata, que había regalado a la parroquia de la villa de Belvís su destacado hijo el presbítero don Buenaventura Pérez, quien lo envió desde la ciudad de Méjico en 1767.

Igual destino que aquel tesoro corrió el ajuar que pertenecía a la imagen de Nuestra Señora del Berrocal, compuesto de muchas joyas de plata y ricos vestidos para su adorno, que, según nota de don Manuel Talabán, «perecieron todas en agosto de 1809, cuando los Franceses saquearon todo este País; castigo de nuestros pecados»[46].

Además de los destrozos causados en los referidos libros de partidas, el párroco dejó constancia igualmente de los habidos en otros volúmenes y legajos de su archivo, como en el «Libro de Cuentas del Patronato de las Escuelas», del que la mayoría de sus hojas fueron «destrozadas y hurtadas por los enemigos, que vinieron á esta día 4 de Agosto de 1809»[47], según anotó don Manuel con fecha de 15 de octubre de 1810.

También hubo que lamentar el la villa de Belvís alguna víctima personal como resultado de aquella entrada de los enemigos, pues Rosa Alcón (sic) “falleció en ella, en fuerza de las torpes y horrendas Violencias que contra su pundonor y notoria Castidad cometieron los Soldados Enemigos aun con hallarla postrada en cama; día quatro de Agosto de mil ochocientos y nueve años”, según registró don Manuel en el correspondiente Libro de Difuntos tras su regreso definitivo[48].

  • La suerte de los libros parroquiales de la villa Belvís y el regreso de don Manuel

Las campañas de Soult en Andalucía primero y de Masséna en Portugal después convirtieron el sur de Extremadura en un territorio vital para Napoleón en su empeño de adueñarse de la Península Ibérica, lo que significó un mayor trasiego de tropas y convoyes de diferentes banderas por todo el territorio de la provincia a lo largo del año 1810. Tal circunstancia se notó especialmente en el Campo Arañuelo, debido, una vez más, a la importancia estratégica del puente de Almaraz, o ya más bien a la del vado que existía un poco más abajo, frente al Lugar Nuevo, conocido como vado de Albalat. Este punto, que casi siempre estuvo controlado por tropas francesas, se vio reforzado a principios de la primavera por efectivos de su caballería, encargados de velar por el buen desarrollo de la ejecución e instalación de un imponente paso flotante de balsas, que fueron fabricadas por artesanos locales con madera extraída de los pinares del Tiétar. A pesar de tan incómoda presencia, pues aquellos soldados a menudo sacaban de los pueblos del entono cuanto necesitaban, a partir de ese tiempo la situación mejoró sensiblemente para los paisanos residentes en comparación con las dramáticas experiencias pasadas, lo que favoreció el regreso de los huidos a sus maltrechas poblaciones, aunque de manera lenta y recelosa.

Noticioso, sin duda, de estas novedades y del comportamiento pasado de las tropas de Soult en el territorio arañuelano, don Manuel Talabán se atrevió también a salir de su refugio y regresar a Belvís de Monroy para hacerse cargo de los estragos cometidos allí por los enemigos, y, quizás, con la idea de quedarse. Este viaje tuvo que iniciarlo el 18 de abril o muy poco después, teniendo en cuenta que tal día bautizó a una niña en la ermita de Santa Cruz de su villa natal[49], y que el 22 se encontraba ya en Belvís, según consta, en este caso, en la siguiente nota autógrafa, que se conserva en el Libro de Becerro de su parroquia de Santiago Apóstol:

«En el año de 1808 y 1809 estubieron en este Campo los Franceses que saquearon el Pueblo, de que resultó gran detrimento en los libros y papeles Parroquiales que no pude evitar, por lo cual el dicho índice y árboles genealógicos fueron destruidos [se refiere a casamientos y relación de parentesco], pero espero en Dios renovarlos luego que regrese en paz desde esta villa [Belvís] a el Casar de Palomero a donde estoi refugiado. Hoy 22 de Abril de 1810»[50].

Pero, no debió de ver don Manuel muy clara la garantía de su seguridad en Belvís, por lo que decidió regresar poco después a Casar de Palomero. Sin embargo no lo hizo sin más, sino dejando un encargo en verdad original y sorprendente, además de arriesgado, como fue el de que se llevasen a su pueblo los libros parroquiales —tal vez, no todos— junto con lo poco de valor que había quedado tras el saqueo de la iglesia. Esta decisión fue registrada en el nuevo Libro de Cuentas de Fábrica habilitado en 1816, tres años después de la muerte de don Manuel, por el nuevo párroco titular don José María López, aunque da comienzo con el balance de 1808 a partir de las indagaciones hechas por este sacerdote. La nota que se trae aparece en la data relativa al año de 1810, y dice lo siguiente:

«Conducción……… Por conducir la plata y vestiduras y Libros al Casar de Palomero por disposición del S.or Cura p.a libertarlo de los franceses, pago……….76 [reales]»[51].

 

Una vez que el 2º Ejército a cargo del general Reynier abandonó la tierra de Plasencia por el camino de Zarza la Mayor para entrar en Portugal en apoyo de Masséna, y poco antes del 26 de septiembre, don Manuel Talabán se atrevió a regresar de nuevo a la villa de Belvís, y lo haría ya para quedarse. El retorno de los libros parroquiales se produjo poco después, y estuvo originado por la Real Orden expedida por la Junta Central desde el Alcázar de Sevilla con fecha 11 de enero de 1810, que instaba a las Juntas provinciales para que se encargasen de movilizar 100.000 hombres para completar los reemplazos correspondientes a cada ejército, de los cuales 6.000 debería ser de la provincia de Extremadura[52]. Su Junta de Gobierno vio entonces el momento oportuno para insistir en la necesidad de que los pueblos bajo su jurisdicción aportasen aquellos mozos que, por los motivos que fuere, no se habían incorporado a filas tras el primer alistamiento general de junio de 1808, ni lo hicieron tampoco como consecuencia del segundo convocado en febrero de 1809. Al efecto, y en lo que se refiere al partido de Plasencia, sus autoridades responsables cursaron las superiores órdenes por los pueblos del distrito, que no pudieron ejecutarse entonces en tiempo y forma debido a la amenaza de la presencia enemiga en muchos lugares de dicha demarcación. Hasta el día 26 de septiembre no pudo llegar al ayuntamiento de Belvís de Monroy la copia impresa de la normativa correspondiente, en la que constaba que el municipio —y otros muchos de la provincia— no había aportado al Ejército Provincial ningún hombre en la leva proclamada en el mes de febrero de 1809, tiempo en el que la villa y su barrio extramuros estuvieron prácticamente abandonados de sus vecinos, como ya sabemos. En definitiva, según aquella nueva orden de alistamiento correspondía aportar 24 soldados al municipio de Belvís, pues la Capitanía General sólo contempló el alistamiento previo de 17 en el de junio de 1808, lo que significó reclamaciones posteriores por parte del Ayuntamiento, que alegó haber dado 25 hombres en primera instancia de los 41 exigidos[53].

Nada más recibir la citada orden, los representantes municipales, con su alcalde a la cabeza y con la colaboración imprescindible de los curas párroco y teniente, se pusieron manos a la obra en el asunto, de manera que al día siguiente certificaron un primer borrador con los nombres de aquellos vecinos sorteables que había en el pueblo, en el que figuraban 31 correspondientes a la villa y 13 al barrio[54]. Pero, el ambiente que rodeó este sorteo era, en general, bien distinto al que se dio en el primero, cuando la euforia patriótica de aquellos tiempos iniciales en los que aún no se había visto por la zona el feroz rostro del enemigo facilitó la recluta. Ahora las cosas habían cambiado en extremo, hasta el punto de que, en todas partes, los alistados se agarraban a cualquier pretexto para excusarse de ser movilizados, sabedores de la infinidad de calamidades por las que habrían de pasar en el seno de los Ejército nacionales, antes de enfrentarse a las temibles «águilas» de Napoleón. Por todo ello, se produjeron en Belvís numerosas reclamaciones y protestas difíciles de resolver por parte de las autoridades locales, debido principalmente a la pérdida de los certificados relativos al sorteo primero por causa de los destrozos provocados por el enemigo en el archivo municipal, y también a la falta de los libros de bautismo de la parroquia, que aún se hallaban en Casar de Palomero. Además, merodeaban por las zona partidas francesas avisadas de que se reclutaba gente contra su Armada, circunstancia que preocupó sobremanera a los responsables municipales, teniendo en cuenta que había paisanos dispuestos a informar al enemigo sobre la celebración de los sorteos con tal de salvarse de la recluta. Frente a este panorama, incapaces de continuar con los alistamientos preceptivos, con fecha de 29 de septiembre de 1810 los Justicias de Belvís de Monroy dirigieron un escrito a la Junta de Gobierno de Plasencia solicitando ayuda al respecto, escrito que no daría los resultados apetecidos, y del que se trae este fragmento, que delata la actitud y el papel de don Manuel Talaván ante aquella situación extrema:

«[…] Que se hallan los Franceses aunq.e en corto número (según se dice) a siete leguas de distancia en las V.as de Oropesa y Puente del Arzobispo y sus avanzadas a menor, q.e p.r esta circunstancia es muy posible llegue a su noticia, y q.e nos sorprehendan acaso en el acto del sorteo, de q.e VV.SS. pueden conocer las funestas consecuencias que surtiría este acto.

Tampoco podemos executar o cumplimentar la superior orden con la prontitud q.e se nos previene, y nosotros deseamos, p.r falta de libros Parroquiales de Bautismo, p.r no haberlos traido a su regreso de la emigración q.e ha hecho de esta V.a su Cura Rector el B.r D. Manuel Talabán Mateos, quien juzgó conveniente no exponerlos a caer segunda vez en poder de los franceses, q.e aún a su venida permanecían en este país, habiendo mandado este S.or p.r ellos el veinte y séis del q.e rige p.r la noche tan luego como supo eran indispensables p.a cumplir esta orden…»[55]

Los libros parroquiales debieron de llegar a Belvís no después del 4 de octubre, pues ese día se reanudó aquel nuevo proceso de alistamiento y se procedió a tallar a los 24 mozos que exigía la orden superior, para lo cual eran imprescindibles los pertinentes de bautismo, que fueron los únicos de partidas de la parroquia de Santiago Apóstol que se salvaron de los saqueos.

Ciertamente arriesgado para don Manuel Talabán tuvo que ser el momento de su regreso a la villa, pues los enemigos seguían haciendo estragos por la zona, tal como él mismo registró en ese momento en su citado prefacio del nuevo Libro de Casados:

«[…] quienes todavía amenazan el País con sus frecuentes incursiones, saqueos y todo genero de hostilidades y violencias, que tienen a las Gentes en un continuo ahogo, y sobresalto, pues ni se come, si se duerme con sosiego; ni se abraza el cultivo de los campos con gusto, ni la cría de ganados se fomenta y adelanta…»[56] 

A pesar de todo, nuestro protagonista quiso ver entonces un destello de esperanza en forma de intercesión divina, a la cual concedió también la gracia de que no se hubiesen producido en Belvís mayores desastres hasta aquel momento, como en verdad ocurrieron en otros lugares del partido. Así lo anotó don Manuel a continuación del párrafo anterior:

 «… Pero la amorosa y extraordinaria Providencia de ntřo Dios y Señor está derramando su bendición sobre los Campos mas alla de Talavera de la Reina donde el año de 1810 se cogio una cosecha tan copiosa y florida de trigo, que se vende aquí el pan de dos libras muchos días á un real de vellón:Y qunq.e otros Pueblos, como Casatejada, Navalmoral, Millanes, Valduncar, y Mesa de Ybor padecieron mucho y murieron muchos de la peste, en este (a Dios gracias) no fue cosa lo q.e se encarnizó la muerte, ni tampoco mataron los Franceses á Paisano alguno, como sucedió en otros Pueblos»[57].

Teniendo en cuenta tal optimismo, no cabe duda de que fue gracias a su consejo por lo que su hermano Ramón solicitó al Ayuntamiento de Belvís, «por justos motivos», se le admitiese allí como vecino; súplica que formuló éste por carta fechada en Casar de Palomero el 24 de octubre de 1810. Más tarde le fue admitida favorablemente aquella solicitud, dispensándose al interesado incluso del preceptivo visto bueno del Ayuntamiento de su lugar de origen, «por respeto a su hermano el Sr. Cura Rector, párroco respetable»[58].

A propósito del destino de los libros parroquiales, es cierto que toda aquella documentación que don Manuel había intentado salvar de las garras de los franceses quedó de nuevo expuesta a los mismos peligros, pero no por ello debe negarse el valor y la oportunidad de la iniciativa del párroco, quien, tal vez, no sólo intentó proteger aquellos volúmenes de los enemigos de la Patria, a juzgar por la actitud de algunos vecinos incluidos en los alistamientos, quienes, en cierto momento y con la intención de alterar su inminente destino, llegaron incluso a amotinarse contra las autoridades civiles del municipio. Esta sospecha se extrae de ciertas palabras que escribió el ya citado don José María López en una «Advertencia» fechada el 15 de mayo de 1818 e inserta en el Libro de Cuentas de la Ermita del Berrocal, y que dejan en entredicho la honradez de ciertos anónimos vecinos de municipio; palabras que incluyen también un explícito reconocimiento a la impecable labor administrativa realizada por don Manuel Talabán:

«Encontre este libro destrozado sin haber quedado de el mas hojas que las preced.tes. Dudo mucho que le destrozasen los franceses, y me inclino mas a que seria alguno interesado en que no se viese lo que había en el, y las escelentes notas que tenía puestas mi celoso Antecesor, que bastante da a entender en la llana anteced.te»[59].

  • La actitud de don Manuel Talabán en los últimos compases de la guerra

Las constantes inseguridades e incertidumbres halladas a su vuelta, no mermaron la profesionalidad de don Manuel en lo relativo al orden y al cuidado de las cosas de su competencia, de manera que, nada más regresar a Belvís, se puso manos a la obra en el arreglo de los destrozos provocados por los franceses en las propiedades de la parroquia, incluida la casa del curato, y de manera especial en el acondicionamiento del maltrecho archivo eclesiástico. Pero no sólo se ocupó de la restauración de sus libros y de habilitar los nuevos ejemplares que habrían de sustituir a los perdidos, en los que fue incluyendo su particular relato de los episodios bélicos acaecidos y demás incidencias, sino que también se empeñó en la tarea de recoger, hasta donde pudo, aquellas informaciones que desaparecieron con dichos volúmenes, y también las que no fue posible registrar formal y puntualmente debido a los contratiempos ocasionados por la guerra, como ocurrió en el caso de la muerte del «Preceptor de Latinidad de las escuelas de la villa», aquel don Alonso González Trejo, que había tomado posesión de su cargo el día 27 de abril de 1808, y que murió de muerte natural el 1 de febrero de 1809[60]; o lo relativo a la información que incluye esta partida que sigue, que se encuentra igualmente en el nuevo Libro de Difuntos:

«Ambrosia Pérez moza soltera e hija legítima de Manuel Pérez y Feliciana Gómez, vecinos de esta villa, falleció a orillas del Tajo, huyendo del enemigo; fue sepultada en la número 73 de esta Parroquial en el mes de septiembre de mil ochocientos y nueve, de que doy fe»[61].

Nada fácil debió de resultarle esa tarea recopiladora en un principio, al menos en lo relativo a los finados desde diciembre de 1808, debido a la dispersión del vecindario aún a su llegada por causa de la referida presencia en la zona de tropas enemigas:

“[…] por cuia causa permanecen hasta el presente año de 1810 muchos vecinos esparcidos y acaso muertos, de los q.e no puedo dar noticias, por lo q.e sólo anotaré los que fueron aquí sepultados…»[62] 

De cualquier modo, se adelantaba así el párroco a la orden dada, ya después de su muerte, por el Fiscal General Eclesiástico de la diócesis de Plasencia con fecha de 12 de marzo de 1814, que instaba a los sacerdotes encargados de las iglesias de los pueblos de ese obispado para que hiciesen lo posible por recuperar los datos incluidos en aquellos libros de partidas eclesiásticas que se perdieron durante la francesada. Y bien seguro estaba don Manuel de la trascendencia y calidad de su trabajo, a juzgar por lo que escribió en la citada «Advertencia» del nuevo Libro de Casados:

[…] Aunque fue destrozado dicho libro q.e comprendía todos los casados por mí y D.n Ubaldo Fernando Mendo, mi Antecesor, no obstante en el Yndice que tengo formado de todos los bautismos y matrimonios que constaban en los libros de esta mi Parrochia pueden hallarse los matrimonios atestados en ellos, a que si nuestro Prelado Eclesiástico interpone su autoridad, deberá darse entera fe, pues declaro y juro in verbo sacerdotis que dicho Yndice está legalmente y con toda verdad extractado como y en la manera que lo hallé en los referidos libros. Los de Bautismo pude recogerlos intactos, y son cuatro libros de a folio; los de Casados son dos, excluso éste que ahora empieza, en cuyo principio se ven dos partidas que con mi licencia celebró Fr. Alonso Rodríguez Blanco, del Orden de Predicadores y Vicario de estas Religiosas Dominicas de la Sra. Santa Ana, rubricadas con mi letra y firma. Las Reales Pragmáticas que sobre la celebración de matrimonios y validación de esponsales rigen y deben observarse en el día, pueden verse en el libro de Colección de Encíclicas Episcopales y demás órdenes pertenecientes a los Párrocos, que aún conservo en este mi archivo Parrochial con los demás libros y papeles que por especial beneficio del Señor, no acabaron de destruir los Enemigos…»[63]

 

                   Llegó el año de 1811 al Campo Arañuelo, y con él nuevos, peligros y nuevas inquietudes, aunque don Manuel no anotó incidencia alguna destacable relativa a dicho año. A lo largo de su primer semestre, varios pequeños ejércitos expedicionarios franceses hicieron tránsito por el territorio, hasta que mediado junio el mariscal Marmont, duque de Ragusa, responsable ya de l´Armée de Portugal, cruzó el Tajo con parte de sus tropas por el vado de Albalat para reunirse con Soult en Mérida. Luego, volvió sobre sus pasos y asentó su cuartel general en Navalmoral de la Mata a lo largo de gran parte del verano, tiempo que dedicó al descanso de sus tropas y a la supervisión de los trabajos que mandó realizar para fortalecer con una doble cabeza de puente el paso del Tajo por el vado de Albalat. Para ello, se levantaron dos fortines, uno a la orilla izquierda, grande y poderoso, y otro más discreto a la orilla derecha. Ambos fueron construidos por alarifes y obreros de la zona, y en gran medida con escombros sacados de las ruinas de Almaraz.

A partir de 1812 la dirección del conflicto cambia de rumbo, y la campaña de Rusia obliga a Napoleón a derivar hacia aquellos frentes tropas veteranas que actuaban en éstos, de manera que la iniciativa de la guerra en la Península Ibérica pasó entonces definitivamente a manos aliadas.

Tras la dramática reconquista de Badajoz por fuerzas anglo-lusas el día 7 de abril, Wellington decide empujar a los franceses hacia el norte y recuperar el control sobre la línea del Tajo, para lo que se hacía imprescindible ganar el paso del vado de Albalat, y por tanto los dos fuertes mandados construir por Marmont que controlaban los extremos del puente de barcas, y que se hallaban bien provistos de bastimentos y de artillería. Fue el general inglés Rowland Hill el encargado de desalojar a los franceses de esas posiciones, lo que consiguió el día 19 de mayo ayudado del Marqués de la Alameda y de voluntarios extremeños. Aquel asalto supuso un gran éxito para las tropas e intereses aliados, pues además de causar numerosas bajas entre los contrarios, forzó su huida precipitada hacia Oropesa, obligándoles a abandonar gran cantidad de provisiones y armamento de todo género[64]. Desde la atalaya de Belvís de Monroy, así lo vio nuestro sacerdote-cronista, que certificó aquella importante acción en la siguiente partida de difuntos, en la que se delata la interacción connivente entre paisanos y tropas Imperiales, en un momento de la guerra en que era ya imposible la supervivencia de los unos sin la colaboración de los otros en medio de una tierra totalmente devastada:

     «En este mes de maio, y dho. año (1812) murió Juan Ballestero, marido de Ramona Manzano; Gaspar Villanueba, marido de Luisa [Martín] Aparicio, vecinos de esta villa en la vera de Plasencia [Villanueva]. Y el día 19 de dho. mes y año fallecieron ahogados en el Tajo al sitio del puente de Almaraz, Martha Huertas, muger de Jph. Rodríguez; Román Gómez, hijo de domingo; Antonio Calderón, hijo de Gregorio, en el acaecimiento de ir huiendo de ntras. tropas, que atacaron desde el Lugar Nuevo a las francesas, y tomaron por asalto aquella plaza y fuertes, que éstas tenían allí fabricados y al pasar estos infelices el puente de varcas para abrigarse del lado de acá, y venir a esta villa, rompieron los ntros. soldados dho. puente con una granada y quedaron sumergidos en las aguas con varios francese, que también venían huiendo. Entonces quedaron dhos. Lugar Nuevo, plaza y fuertes de una y otra orilla reducidos a cenizas, y varias piezas de artillería y municiones arrojadas en el agua; y muchos particulares enriquecidos con los despojos hallados en el río. También resultó ahogado del mismo modo Julián, hijo legítimo de los dhos. Martha y Jph. Rodríguez. Parece que dha. varca fue hundida con el peso de tanta gente, y no rota con granada»[65].

Esa acción fue la última destacable que se dio en territorio extremeño, y resultó de capital importancia para el desarrollo futuro de los acontecimientos bélicos, pues gracias a ella el ejército de Marmont quedó aislado del ejército de Soult que actuaba al sur, lo que favoreció la decisiva victoria de Wellington sobre el duque de Ragusa en la Batalla de Los Arapiles el 22 de junio de 1812. No obstante, siguieron produciéndose encuentros y escaramuzas entre tropas móviles francesas y fuerzas españolas (regulares o guerrilleras) en torno al puente y vado de Almaraz-Albalat, de manera que, aún en los primeros meses de 1813, algunos pueblos de La Vera y del Campo Arañuelo sufrían las «razias» de los soldados franceses. De tan incómodas «visitas», así como del sufrimiento de la población a lo largo de aquella funesta e interminable guerra, también dejó constancia don Manuel Talabán, cuando el 1 de enero de 1813 escribió en el correspondiente Libro de Bautismos de su parroquia:

«Han sido bautizados en este año de 1812 cinco varones y dos hembras solamente; cuia decadencia consiste en las muertes y expatriación que han acarreado las actuales guerras, pues de 110 vecinos [418 habitantes, contando sólo los de la villa de Belvís] que componían esta Parrochia apenas han quedado 10 [38 habitantes], y aún cada día se ausentan más y más a causa de los enemigos y el hambre que se nos causa»[66].

El 30 de marzo de 1813, según ciertos testimonios[67], dejó de sentirse las presencia de tropas enemigas en el municipio de Belvís y pueblos de su entorno, de modo que ese día terminó la Guerra de la Independencia para aquellos paisanos, si bien no sus incomodidades, pues el tránsito de tropas nacionales por el territorio y la necesidad de asistirlas de manera directa o indirecta, siguió agobiando al paisanaje aún por muchos meses.

A modo de epílogo, vienen muy a cuento las palabras con las que nuestro particular cronista concluyó su citada «Advertencia» inserta en el nuevo Libro de Casados, que, si bien debió de registrarlas a finales de 1810, o poco después, encajan igualmente en el contexto de ese momento final en el que los enemigos campeaban aún por el Campo Arañuelo. En ellas, don Manuel evitó culpar directamente al invasor de los desastres e incomodidades de la guerra, males que achacó a los «pecados» de la Monarquía española y de sus cortesanos, consciente de la debilidad de aquellos monarcas y buen conocedor de las intrigas palaciegas previas al alzamiento del 2 de Mayo; de todo ello dejó acerada e irónica constancia:

«Lo que para memoria de los venideros, y para q.e tributen al Señor continuas gracias [sus parroquianos], cuando haian logrado poseer sus bienes en paz, y vivir en sus hogares sin tales sobresaltos y horrores, me ha parecido oportuno [a]notarlos y sepan que no en vano se repiten las oraciones en el ofrecim.to del rosario, pidiendo a la Madre de Dios el que nos alcance la tranquilidad y sosiego y paz entre los Principes cristianos. He aquí porque siempre los Sumos Pontífices y demás que conceden Yndulg.as nos piden que para ganarlas hagamos estas suplicas ál Señor fervorosam.te; como que, ó han visto, leído ó experimentado cuan necesario es a la Stã. Yglesia la paz, para exercer líbreme.te sus religiosas funciones.

El S.or Todopoderoso se digne apiadarse de nosotros, y perdone a los Españoles las culpas innumerables que están mereciendo estos azotes; haga abrir los ojos a los Reies, para q.e jamás ocasionen (como al presente) tales desgracias en sus vasallos; no persigan a su Esposa la Iglesia [se refiere a la Alianza Trono-Altar]; ni tengan a su lado Validos tan distinguidos y honrados (Godoy); no duerman en inacciones y sensualidades, que así conseguiremos tener sosiego y paz en esta vida, que se junte con la eterna de la otra. Amen…»[68]

 

LA MUERTE DE DON MANUEL TALABÁN

Poco tiempo pudo disfrutar el párroco de la paz por la que tanto había rogado, ni lograría terminar su labor recopiladora y restauradora iniciada a finales de 1810[69], pues falleció de muerte natural en la villa de Belvís de Monroy el día 19 de julio de 1813 a la edad de 56 años. Su funeral debió de ser oficiado por don Antonio González Vizalo, encargado entonces de aquella parroquia y más tarde de la de Casas de Belvís, ya que fue este sacerdote quien firmó su partida de defunción el 13 de agosto siguiente[70]. En ella se dice que don Manuel pudo recibir los sacramentos de Penitencia y Extremaunción, pero no el de Eucaristía, «por no permitirlo la enfermedad»[71]. Su agonía tuvo que ser breve, teniendo en cuenta que había celebrado en su iglesia de Santiago Apóstol una misa de cuerpo presente el día 11 y un bautizo el día 14 del mismo julio. Esta partida de defunción incluye el testamento eclesiástico de don Manuel, que había sido registrado el día 7 de enero de 1808 por el entonces secretario del Ayuntamiento de Belvís don Antonio Berrocoso y Vergara, documento que aporta ciertos detalles sobre la vida y la personalidad de nuestro particular cronista. Quiso ser enterrado en la iglesia parroquial de Santiago Apóstol de la villa, «y sepultado en el número trece donde lo fue su madre, y si no en donde hubiere lugar en la misma capilla mayor…[72]; en orden a la mortaja se pida a esta Parroquia ó a otra de sus Anexos los vestidos sacerdotales de color morado pagados a precio justo…»[73]. En lo que se refiere a la retahíla de misas de novenario, de aniversario y votivas encargadas, conviene destacar la que dejó «en reverencia de la SSmã. Cruz q.e se celebra en el Altar de la Hermita sita en el pueblo de su naturaleza dando seis r.s de limosna»[74], las diez en memoria de sus padres, una en memoria de su hermano Francisco, cuatro por la de sus abuelos, diez por la de sus feligreses; «en cada pueblo [de las parroquias anexas] se repartirá a los pobres una fanega de pan amasado; Yd. en cada Convento de Religiosas se le diga una misa cantada, su limosna treinta r.s cada una…; Yd. otra cantada con vigilia de tres lecciones y señal de campana la noche antes en la Parroquial de la Serradilla, su primer curato, su limosna veinte r.s al celebrante y seis al sacristán. En el Pueblo de su naturaleza otra misa con vigilia y señal de campana precedente con la limosna acostumbrada en aquella Parroquia, y se pagará de sus bienes patrimoniales. Y de misas comunes ciento quarenta misas rezadas q.e repartirán sus testamentarios entre los Religiosos de los dos Conventos de Monjas, sacerdotes de sus Anexos que eligiesen…»[75]. A la Demanda de Ánimas de la villa de Belvís mandó donar el «huerto de la Mimbrera», de su propiedad, con el cargo de una memoria en su recuerdo[76]. Fueron sus testamentarios, además del presbítero don Antonio Fernández, sus cuatro hermanos, Pablo[77], Ramón, Pedro y Antonio, a quienes dejó por herederos de sus bienes patrimoniales, pues los eclesiásticos los donó a los pobres de la villa y sus anejos.

En agosto vino a sustituir al difunto don Manuel Talabán, aunque como cura ecónomo, el religioso franciscano observante fray Antonio Matas, personaje cuya vida fue aun más azarosa y compleja que la de nuestro protagonista; pero esa es ya otra historia.

Imagen 1. Partida de nacimiento de D. Manuel Talabán

Imagen 1.

Partida de nacimiento de don Manuel Talaván Mateos. (Copia digitalizada -ARCHIVO PARROQUIAL DE CASAR DE PALOMERO).

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Imagen 2.

Caligrafías y firmas de don Manuel Talaván Mateos. (Fotografía de un documento original  -ARCHIVO PARROQUIAL DE BELVÍS DE MONROY).

 

 

 

 

[1] Por respeto a la memoria de nuestro protagonista, que siempre firmó “Talabán” y no “Talaván”, se mantendrá en adelante la primera de estas grafías, si bien en su tiempo, e incluso en el seno de su propia familia, se emplearon ambas fórmulas.

[2] El municipio de Belvís de Monroy está compuesto por dos núcleos de población, la antigua villa de señorío de Belvís, “la de los Monroy”, y su barrio extramuros de Casas de Belvís.

[3] Interrogatorio de la Real Audiencia, Extremadura a finales de los tiempos modernos. Partido de Plasencia, “Belvís de Monroy”, nº7, pp. 119-133. Asamblea de Extremadura, Primera Edición. Mérida, 1995.

[4] Respuestas Generales del Catastro del Marqués de la Ensenada (1749-1756). Villa de Belvís de Monroy, Provincia de Extremadura, 15 de noviembre de 1752. Biblioteca virtual del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte (Copia microfilmada extraída del original del Archivo General de Simancas).

[5] Se ha aplicado un índice de conversión de 4 habitantes por cada vecino.

[6] Conviene aclarar que, en realidad, la titular del ducado de Alba y del señorío de Belvís era su esposa y prima doña María Teresa Cayetana de Silva Álvarez de Toledo, duquesa de Huéscar, condesa de Oropesa, condesa de Deleitosa, marquesa de Jarandilla, etc., títulos y estados de los que tomó posesión el día 28 de abril de 1770.

[7] El antiguo catillo-palacio, situado en lo más alto de dicha villa, entonces deshabitado ya y casi arruinado, daba fe de un pasado más sonoro.

[8] Hoy las parroquias de Santiago Apóstol de Belvís y de San Bernardo Abad de las Casas siguen siendo independientes, aunque las dirige el mismo sacerdote adjunto al arciprestazgo de Navalmoral de la Mata, diócesis de Plasencia.

[9] Al momento del Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura, el convento de Santa Ana contaba con 10 monjas, el de San Juan de la Penitencia con 17 y la comunidad de frailes del Berrocal con 15 religiosos.

[10] ARCHIVO PARROQUIAL DE CASAR DE PALOMERO (en ARCHIVO DIOCESANO DE CÁCERES); Libro de Bautismos nº 2 (1747-1801), fol. 103.

[11] ARCHIVO PARROQUIAL DE BELVÍS DE MONROY, Parroquia de Santiago Apóstol (en adelante APBM), Libro de Becerro, fol. 186 y vto.

[12] APBM. Libro de Misceláneas, ff. 26 y 27 vto.

[13] Gaceta de Madrid del martes 26 de enero de 1808, núm. 8, pág. 95.

[14] APBM. Colegio de Gramática y Latinidad: Oposiciones, 1780-1808.

[15] Ibídem, ff. 211 vto. y 212.

[16] APBM. Libro de Becerro, fol. 97 vto.

[17] En el reparto general de la Provincia de Extremadura para la formación de su Ejército Provincial tocó a Plasencia y su partido el total de 3.966 soldados, que se concretó en 4 reclutas por cada 40 vecinos,

[18] ARCHIVO MUNICIPAL DEBELVÍS DE MONROY (en adelante AMBM), “Asuntos Militares”, Caja 10, Carpeta “Circular 1808”.

[19] Ídem.

[20] Ídem.

[21] Ídem.

[22] APBM. Libro de Cuentas de la Ermita de Ntra. Sra. del Berrocal (1790-1834): “Libro de quentas que tengo yo Gabriel Serrano Mayordomo de N.ta S.a del Berrocal en el año de 1807 y 1808”.

[23] GARCÍA PÉREZ, Juan y SÁNCHEZ MARROLLO, Fernando: “Guerra, reacción y revolución (1808-1833)”. En Historia de Extremadura. Tomo IV, pp., 661, 662. Badajoz, 1985.

[24] APBM. Libro de Cuentas de la Ermita de Nuestra Señora del Berrocal (1790-1834).

[25] APBM. Libro de Cuentas de Fábrica (1808-1882); folio 5.

[26] Al momento del estallido de la guerra, el señorío de Belvís de Monroy, incluido en el condado de Oropesa, estaba bajo la jurisdicción de don Diego Fernández de Velasco, duque de Frías, quien abrazó abiertamente la causa de Napoleón y colaboró con ella. Por tal motivo, el gobierno provisional español, declaró confiscados todos sus bienes, posesiones y estados, haciéndose cargo de los correspondientes en Extremadura su recién creada Junta Suprema, con fecha de 28 de agosto de 1808, embargo revalidado por Real Decreto de 2 de mayo de 1809, conocido como “Ley de Partida”.

[27] AMBM. Reales Despachos, Caja 2, Exp. 78.

[28] GÓMEZ VILLAFRANCA, Román: Extremadura en la Guerra de la Independencia Española, Memoria Histórica y Colección Diplomática. Primera Parte, p. 76. Imprenta Uceda Hermanos, Badajoz, 1908.

[29] PAREDES GUILLÉN, Vicente: “Los franceses en Plasencia en 1808 y 1809; entrada primera”; en Revista de Extremadura, vol. 10, p. 171. Cáceres 1908.

[30] ARCHIVO PARROQUIAL DE NAVALMORAL DE LA MATA, Parroquia de San Andrés Apóstol, Libro de difuntos nº 3, 1809-1834, fol. 1. El testimonio fue recogido por el sacristán Ramón Ruiz, quien, al parecer, permaneció en la villa en circunstancias tan arriesgadas.

[31] ARCHIVO PARROQUIAL DE CASATEJADA, Libro de Difuntos, 1730-1853. Leg. 2, Carp. 2 (citado por LÓPEZ MORENO, Eugenio: El paso de los franceses por el Campo Arañuelo; en Coloquios Histórico- Culturales…; Ob. Cit., p. 82).

[32] AMBM. “CERTIFICADOS”, Caja nº8, Exp. 67.

[33] Ídem.

[34] Ídem.

[35] APBM, Libro de Bautismos nº 4 (1759-1815), fol. 273 vto.

[36] GARCÍA DE LA CUESTA, Gregorio: “Manifiesto que presenta a la Europa el Capitán General de los Reales Ejércitos Don Gregorio García de la Cuesta, sobre sus operaciones militares y políticas desde el mes de junio de 1808 hasta el día 12 de agosto de 1809 en que dejó el mando del ejército de Extremadura”; Imp. Miguel Domingo. Palma de Mallorca, 1811, pág. 31.

[37] La ermita de la Santa Cruz servía entonces de parroquia porque a ella se había trasladado la de Sancti Spiritus por orden del obispo de Coria, cuya iglesia amenazada ruina desde hacía tiempo. La primera partida registrada que se firmó en dicha ermita por tal circunstancia está fechada el 17 de junio de 1802.

[38] Algunas de estas partidas me han sido facilitadas por el religioso dominico don Crescencio Palomo, erudito natural de Casar de Palomero.

[39] A.H.N. ESTADO. Leg. 2993.

[40] GÓMEZ VILLAFRANCA, Román: Extremadura en la Guerra… Ob. cit., Primera Parte, pp. 152 y 153.

[41] “Noticias para el recurso a S.M. por Plasencia y su tierra, en razón de la devastación del País”. Biblioteca y Archivo de la Diputación Provincial de Cáceres, Legado Eugenio Escobar Prieto.

[42] APBM. Libro de Difuntos nº 4 (1808-1853), fol. 5.

[43] APBM. Libro de Casados nº 4 (1810-1851), fol. 1 y vto.

[44] APBM. Libro de Difuntos nº 4 (1808-1853), fol. 1 y vto.

[45] APBM. Libro de Becerro, fol. 78 vto. El subrayado es mío.

[46] Ibídem, fol. 93.

[47] APBM. “Convenio con el Colegio y Fundación de las dos Cáthedras de Primeras Letras y Latinidad en la villa de Belvís (1774-1824)”.

[48] APBM. Libro de Difuntos nº 4, (1808-1853), fol. 5.

[49] ARCHIVO PARROQUIAL DE CASAR DE PALOMERO, Libro de Bautismos Nº 3 (1801-1826), fol. 91 vto.

[50] APBM. Libro de Becerro, fol. 112 vto.

[51] APBM. Libro de Cuentas de Fábrica (1808-1882), fol. 7.

[52] ARCHIVO MUNICIPAL DE PLASENCIA, Caja: Disposiciones de 1810 habidas en enero.

[53] AMBM. Caja Reales Órdenes (Alistamiento de 1810). Exp. 38.

[54] Ídem.

[55] Ídem. El subrayado es mío.

[56] APBM. Libro de Casados nº 4 (1810-1851), fol. 2 y vto.

[57] Ibídem. Tal vez porque el primero no murió en Belvís y la segunda no fue directamente asesinada por los franceses, no quiso apreciar don Manuel Talaván en este escrito las muertes del cirujano titular de la villa don Vicente Jiménez, que perdió la vida por mano de los enemigos el día 19 de diciembre de 1808 a las afueras de Navalmoral, ni la citada de Rosa Alcón, muertes que registró don Manuel en el nuevo Libro de Difuntos que habilitó tras su regreso definitivo.

[58] AMBM. Año de 1811, Expedientes Varios; Caja nº 4, Exp. 46. El subrayado es mío.

[59] APBM. Libro de Cuentas de la Ermita del Berrocal nº 3 (1790-1834), fol. 36.

[60] APBM. Libro de Difuntos nº 4, (1808-1853), fol. 2 vto.

[61] APBM. Libro de Difuntos nº 4, (1808-1853), fol. 5 vto.

[62] Ibídem, fol. 1 vto.

[63] APBM. Libro de Casados nº 4 (1810-1851), fol. 2 y vto.

[64] Esta hazaña dio origen a la conmemoración popular que desde el año 2005 viene celebrándose, por las mismas fechas, en el pueblo cacereño de Romangordo y su entorno, conocida como “Ruta de los ingleses”.

[65] APBM. Libro de Difuntos nº 4 (1808-1853),  fol. 17 vto.

[66] APBM. Libro de Bautismo nº 4 (1759-1815), fol. 289 vto.

[67] AMBM. “CERTIFICADOS”, Caja nº8, Exp. 67.

 

[68] APBM. Libro de Casados nº 4 (1810-1851), fol. 2 y vto. El subrayado es mío.

[69] Al inicio del nuevo Libro de Colecturía que inició don José María  López  escribió este sacerdote con fecha de 26 de febrero de 1818: «El libro que habia perecido en la invasión de los franceses y no se volvió a formar otro p.r dicho S.or Cura sin duda por q.e esperaba que se acabase del todo la Guerra p.a hacerlo con tranquilidad…»

[70] APBM. Libro de Difuntos nº 4 (1808-1853),  fol. 22 vto.,  23 y vto.

[71] Ídem.

[72] También había costumbre entre los feligreses del municipio de mandar ser enterrados en las iglesias de los conventos de la villa.

[73] APBM. Libro de Difuntos nº 4 (1808-1853),  fol. 22 vto.,  23 y vto.

[74] Ídem.

[75] Ídem.

[76] Ídem.

[77] Este hermano fue también sacerdote, y ejerció como cura teniente de la parroquia de Casar de Palomero desde 1813 hasta 1815. También figura como capellán y “clérigo sesmero” en Belvís de Monroy en la década de los 70 del siglo XVIII.

 

Mar 192016
 

Álvaro Meléndez Teodoro.

 

RESUMEN:

En 1750 el Ingeniero militar don Antonio de Gaver recorrió la frontera de Portugal en Extremadura, por encargo del rey Fernando VI, levantando planos de las fortificaciones que la cubrían y de los elementos más significados para su defensa o, en su caso, para una posible invasión de Portugal. Fruto de aquel trabajo sería un detallado Informe sobre el estado de las mismas, las obras a efectuar para su mejora y sobre la guarnición de que deberían disponer para una eficaz defensa del territorio.

En este trabajo presentamos la trascripción de la segunda parte de dicho Informe, con las anotaciones que Gaver dispuso sobre las plazas y fortificaciones de Badajoz, Alburquerque, Valencia de Alcántara, Alcántara, Moraleja, Trevejo y Salvaleón.

Nuestro objetivo es meramente la divulgación de un documento que puede resultar atractivo para los interesados en la historia local de Extremadura y, muy especialmente, para los ciudadanos de las localidades estudiadas. Si a la satisfacción de la curiosidad del lector siguiera una profundización en el estudio de este tema, merced a la bibliografía recomendada, nuestro objetivo sería doblemente cumplido.

Palabras clave:

Fortificación abaluartada, Badajoz, Valencia de Alcántara, Alcántara, Moraleja, Trevejo, Valverde del Fresno, Salvaleón.

 

 

Badajoz. Existtencia y estado de sus obras.

Por pedir el asunto ser breve sin faltar a la claridad excuso las noticias históricas de su etimología y antigüedad, por ser notorio y no Conduzir a la materia, solo sí hago el preziso acuerdo de los fértil y abundante de las llanuras de toda esta Probinzia; y que se une y Comunica con las Andaluzias, Mancha y Toledo, por cuya razón es puerta a la yntruducion del reino, sin tener otra Plaza en estado en esta Frontera ni en lo interior de él, solo a su derecha en la Probª de Castilla, Ciudad Rodrigo que dista unas treinta y seis leguas, con la fazilidad de ynttroduzion en este ynterbalo que quedan dichas en la parte primera, razones que obligan a mirar a esta capital como escudo para todo el pingüe y dilatado Pays que cubre.

Se hacen frente, de la otra parte del Guadiana, a la corta distancia de 3 a 5 leguas, en el Reino Vezino, las Plazas de Yelbes, Campomayor y Guromeña y de la deste lado la de Olibancia. Vadeasé este río por tres partes: a la hizquierda de la Plaza, hazia las hazeñas y por el más distante sin ser descubiertos de ella, pueden yntroduzirse en sus cercanías, pues por la poca corriente en el Verano quedan sus Aguas como estancadas, la poca precauzion de permitir los lavados en aquellos Conttornos y los desagues de algunas Tenerías mottiban la mayor parte de las enfermedades, las que se esperimentan mayores en los barrios más cercanos; el calor es excesivo en los meses de Junio, Julio y Agosto y parte de Septiembre, en los quales elevándose infectados vapores dél, yntroduziendose con el ayre que se respira es la causa efizientte de las regulares calenturas intermitentes que se padecen, a lo que contribuye lo grueso de las Aguas de su cercanía y fogosa estación en los meses referidos, mottibo que obliga a no recelar por entonces yntroducion de exercitto, ni menos que deje de acampar sin contingencia el nuestro como se experimentó en estas últimas Guerras.

En la Probinzia de Alenttejo, con quien confina, no se esperimentta ygual ynterperie en las referidas Plazas por estar más distantes del Guadiana y tener mejores aguas y fuentes, suponer aquella Probinzia de ygual fertilidad se opone a la experiencia de la continua ynttroduccion que abrazan de la nuestra, por lo que siempre en dicha Probinzia será costoso mantener un pie de exercito.

Contiene estta Plaza en su recinto ocho Baluartes y uno medio unido con el Castillo, en poca diferencia yguales, la mayor carrera es de quarentta tuesas, sus flancos rectos llegan a la extensión de veinte y cinco, la mampostería de mala calidad y construcción, y en el estado presente por parte arruinados y por otras imperfectos; sus parapetos, aunque todos deben arreglarse según el actual camino cubierto, se allan sin exercicio ni poder correr los fuegos en todo el frente desde el baluarte de San Juan, ymmediatto a la Puerta del Pilar, astta el de San Bizente en las orillas del Río; con las escabaciones que se ejecutaron quedan desbastados el Cuerpo y terraplén de los revellines, dos de ellos empezado su rebesttimientto hasta la altura de una tuesa.

Contiene la Población dos mil trescientos quarenta y dos vecinos; siguiendo la muralla recta y sin defensa por la parte del Río.

La contraescarpa y camino cubierto que le circuye es de sólida y buena mampostería, construida nuevamente, ejecutado con todas las ventajas, que pudieron lograrse de los preceptos del Arte a vista del terreno, particularmente la porción que prosigue frente a la Puerta de la Trinidad ganado la altura del antiguo Castillo delante del Baluarte de San Pedro, en el que en 1705 abrió Brecha el enemigo (el todo ajustado al Proyecto que se ejecutó para esta Plaza).

Al Lebante de la Ciudad se eleva el terreno, exttendiendose de medio día al Nortte doszientas tuesas[1], y de Lebante a Poniente ciento, cuya altura domina a la Ciudad y la Campaña, fue la antigua población en donde todavía se mantienen algunos edificios y una Parrochia donde se celebra, habiéndose despoblado desde que los señores Obispos por un yncendio se bajaron a la Ciudad (Cuyo Palazio sirve de Hospital) a lo que llaman el Castillo; está murado a lo antiguo de sólido tapial y mampostería, sus faldas por la parte de la campaña son de difícil acceso, lo yrregular de su pendiente, que quasi forma una curba, no deja descubrir desde lo alto su pie; tiene a su frente, de la otra parte del Río, una altura llamada de Sn Christobal, a distancia de doscienttas y treinta tuesas[2] y a corta diferencia de nivel (que ambas se elevan sobre el del Agua unas treinta y cinco[3]) aunque lo más alto del castillo o Ciudad antigua la barre con alguna superioridad.

Esttá ocupado este Padrasto con un quadrado yrregular (del propio nombre) cuyo frente por la parte que mira a la campaña, cubierto con un ynutil revellín, es de quarentta y dos tuesas su polígono exterior; y para descubrir una pequeña cañada que forma el regular pendiente de este frente se ben besttijios de un segundo camino Cubierto que adelantaron en figura de obra coronada; de despreciable extensión sus Flancos siguiendo la campaña de la otra parte en bastante distancia quasi de nivel al pie de sus muros, la que con insensible pendiente a la hizquierda barre libremente astta la Cabeza del Puentte, desde donde se manifiesta la Comunicazion que sigue paralela al borde del río, de uno a otro fuerte, con su foso y ángulos salientes, cuyas tierras se lebanttaron en las Guerras pasadas lo que oy está imperfecto.

Por la derecha es de dificultad la subida de su falda pues con Violenta ynclinazion se une en las llanuras donde desborda el Hebora; con prevención que están sus muros y defensas en muy mal estado, solo si que poco á se a construido de nuevo un pequeño Baluartte al entrar de la Puertta y los Corttos edificios para cuerpos de Guardias.

Escuso extenderme en explicar las Dimenciones de este Fuerte, como asimismo lo haré tratando de los demás, en el supuesto de que en todo tiempo se an de tener a la Vista los correspondientes planos.

Por el frente de la puerta de la trinidad, a doszientas y cinquenta tuesas[4] [y] a corta distancia del natural pendiente del Glasis, forma una altura que domina toda aquella parte de la Plaza, llámase la Picuriña, el terreno de su frente se extiende a ciento y cinquenta tuesas[5] quasi de Nivel, adelantado hazia la Campaña, desde donde empieza el pendiente hazia ella y por la hizquierda a Unos olivares, que asimismo a poco trecho forman berttientte cubierto de la Plaza; a su derecha se extiende y corre la falda con suavidad asta la cañada y arroyo de Ribillas, formada con el pendiente de otra altura que, a distancia de quinienttas tuesas tiene a su derecha [y] llamada de Pardaleras, la que haze frente a la parte de la Ciudad por la Puerta del Pilar, desde la que ba elbandose el terreno Ynsensiblementte como el de la antecedente, queda formada la referida altura suficiente para dominar y servir de Padrasto por esta parte; extiendese el terreno de su frente quasi de Nivel a unas ochenta tuesas y por la hizquierda pasadas de ciento. Cuyo berttientte es el que forma y prosigue con la referida cañada y Arroyo avenida para la Plaza del perjuicio que se reconoce; y por la parte del Río corre el terreno con menos subidas, formando a la ymmediacion de sus orillas, frente al baluarte de Sn Bizente unas lomas y terreno por donde el enemigo desde los expresados vados y Huertas de Tena puede conducir sus ataques.

La primera altura o Padrasto de la Picuriña está ocupado con un fuerte, abiertas las escabaziones, quasi en estado el terraplén, faltándole el revestimiento y solo tiene perfeccionado su camino cubierto y comunicación astta la Plaza en el revellín de la Trinidad; con particulares ventajas no solo descubriendo las citadas avenidas y cañadas, sino está también barriendo la falda del Castillo, por el terreno que llaman la Quebrada.

El de las Pardaleras está ocupado con una obra coronada antigua, de mala construcción, reducida y Ynutil, siendo el Puesto que debe ocuparse para lograr mayores ventajas la Plaza.

A todos los domina y barre con superioridad el Castillo, descubre las avenidas y campaña vezina, circunstancia que manifiestta lo útil y ventajoso destte puesto.

En esta Plaza solo ay dos quarteles (quitada alguna corta abitacion en el Castillo y Casas que se alquilan en prezision) el uno ynmediato a la Puerta de las Palmas, el que podía contener dos Batallones y medio, pero habiéndose recompuesto de nuevo estte año, lebanttado su techo, dado más ventilación a las quadras y dividido; se a dispuesto en una de las Crugias bajas pesebres para ochenta Caballos y abittacion para los soldados, y la otra parte de división para un Batallón, que actualmente lo ocupa el del reximiento de Milán[6]; es de buena mampostería, tiene de largo treinta y seis tuesas[7] y de ancho cinco[8].

El terreno del circuito destte quartel, hasta el terraplén de la muralla es llano y capaz para extenderse formando quattro cuerpos yguales al antecedente (cuyo ynttentto tuvieron sin duda, como lo manifiestan los dentellones[9] o Lambordas en sus extremos) formando un patio en el centro, y pueden contener entonces, ampliamente, quatro reximientos, y esta disposizion, además de ser cómoda en qualquier Plaza, se añade ser esencial disponerlo así en esta, respecto de que por los excesivos calores no pueden de noche abittar los soldados y, siendo preziso permitirles salir a la Puerta se an experimentado grabes yncombenientes; incluirá un pozo que se alla en la ymmediazion del existente, aunque el agua es un poco gruesa. El paraje más a propósito para esta obra es en el terreno yncluido entre las paredes del Combento de san Fco y terraplén de la muralla de su frente.

El otro, capaz de dos Battallones, ymmediato de Stº Domingo, tiene de largo quarenta y tres tuesas y de ancho cinco, de buena mampostería con Contrafuertes de una y otra parte a proporcionadas distanzias; el primer piso cubierto con bobeda de ladrillo (sirvió antes para la caballería) el segundo a tejavana le ocupa el Reximiento de Yrlanda.[10]

No ay más Almazen de Pelttrechos que el que está en el baluarte de san Juan, ninguno de Viberes, no exttiendome más en estte asumptto, ni lo que pertenece a Cuarpos de Guardia, respecto de suponer se abran remitido de aquella Dirección lasrelaciones correspondientes a los reparos que se están ejecutando, siendo punto de la primera attenzion la notable falta de un Hospittal, reduciéndose al presente al corto del castillo y frente de Sn Francisco unas casas de particulares que sirven a este fin.

Dicttamen

Graduadas las ventajas que logra esta Plaza por sus circunstancias y situación, es constante an de extenderse sus fortificaciones de modo que se haga respetable y sirva de repuesto y Almazen general; pero así mismo es preziso (además de tener presente las reflexiones que a estta relación prezeden) hacerse cargo y atender a lo siguiente.

Se supone aquel reino con fuerzas para conquistar o Yntrudución de un exercito en el nuestro o no. Si lo primero, debe atenderse igualmente a todos los puestos que cubren en poca diferencia la misma enttrada, Uno dellos es la Plaza de Alconchel, añadiéndose a que con la referida de Badajoz yncluyen en medio, yntroduzida en nuestro terreno, la de Olibencia, que por aquel Príncipe (en caso de la supuesta fuerza) debe mirarse como a repuesto general y puerta para la Conquista, mayormente quando sirven de segunda Línea de Plazas (de que careze el nuestro) las referidas de Yelves, Campomayor y Gurumeña.

Y si lo segundo, no será combenientte extender esta Plaza de modo que necesite un crezido número de tropa para su Guarnición, porque las fortificaciones sin esta no son más que un embarazoso agregado de cal y canto, en cuyo caso supuesto superior nuestro exercitto bastará sean las Plazas de estta Fronttera de mediana extensión y menores las intermedias según el lugar que ocupan, repartiendo los viberes y Peltrechos a proporción en ellas, no exponiendo el todo en Una, respecto de que habiendo de servir para abrigo del exercito operante se allará igualmente socorrido, sin las conttingenzias que tiene en caso de ser cortado, bajo cuyos […] sentada la fuerza del dilema y deseando no extender este discurso dejándolo para la recopilación total que junto en uno expondré de las quattro Probincias, es mi dictamen el siguiente:

Para completar ambos fines debe irse por partes, demoliendo y reedificando el recinto según el proyecto, ajustadas sus alturas con relazion a la Contra escarpa y camino cubierto ejecutado, rebisttiendo los terraplenes que existen para sus rebellines; perfizionar la contraguardia del Baluarte de la Trinidad y tenaza que desde él corre hasta la cara del Baluarte de Sn Pedro, y la primera con la mayor urgencia, pues la cara derecha del revellín destacado de Sn Roque no tiene otra defensa y aún esta escasa, a no adelantarla más a la Campaña; y por fin según el orden de preferencia que entonces propondrían: finalizar y cerrar el recinto prosiguiendo la obra empezada por la parte del Río.

Aunque el Proyecto según lo manifiestan los trazos, escabaciones y noticias que dél tengo, es de lo más ajustado, nunca hubiera empezado en el mayor esfuerzo de sus obras, si no es por las del Castillo o Ciudad antigua, dejándolo en un estado de defensable Ciudadela con los Quarteles y Almazenes necesarios, no solo a la Guarnizión de su defensa, sino también capazes para la que tuviese la Plaza; después della la precisa ocupación de la Alttura o Padrasto de las Pardaleras con un quadrado de un polígono capaz y proporzionado a que lo saliesen las partes ajentes o flanqueantes a su defensa; rematando la obra de la Picuriña.

Estta indispensable obra, además de barrer la campaña por todas partes, correspondiéndose los fuegos con los de la Picuriña, barriendo el Glasis de una y otra parte de los Baluartes de la Trinidad astta el de Sn Joseph, que es en poca diferienzia con el que se encierra la Plaza, se logra que como a Segunda Ciudadela, comunicada con la Plaza, quede la guarnición destta reducida a menor termino su estensión, no tratando al presente sobre las defensas -que reconozco prezisas- ideadas; el fuerte avanzado en la Huerta de Aznar ni batería sobre la Peña y Calzada del Molino frente al baluarte de Sn Bizente, no pareciéndome esenciales la cortadura que se propone desde la falda del castillo asta el borde del Guadiana, ni el reduzido Hornabeque que se propone al pie de la altura de Sn Christobal con idea de impedir la yntriduzion entre el Río y su falda por estar descubierto del castillo, de la Ciudad y […] parajes de ellas.

 En la otra altura quasi de Nivel delante del frente de Sn Christobal, seria preziso formar un Hornabeque con comunicación al primero, y desde este formar otra [comunicación] astta la cabeza de la Puentte, siguiendo las escabaziones que se reconocen de la que provisionalmente formaron en tiempo de Guerra (mejorada la disposición) sin estender mucho más el Hornabeque que cubre el Puentte, que en caso preziso admite recomposizion, concluyendo así mismo las Plazas de armas y camino cubierto.

Mejorado el puesto de Sn Christobal, ocupado como se a dicho Pardaleras y rematado el de la Picuriña, no solo obligan a una numerosa tropa para circumbalar esta Plaza, que sin duda no podrán con esta facilidad darse la mano los quarteles, sino también tendrá el enemigo en una yndiferenzia para encaminar sus ataques de yntento o verdaderos a uno de los referidos tres puestos; la razón es la relación de defensa que guardan entre si lo que las mejora y haze respetable, la superioridad a ellos del Castillo o Ciudadela, lo poco que se adelanta en ganar uno solo por ser tan manifiesto; concretando lo que por partes he ydo refiriendo, tanto por lo que mira a su ataque como para su defensa; concluyo repitiendo que ocupados los puestos como dejo referido y graduadas las demás Plazas dependientes a ella, le basttaran en qualquier caso de yrrupcion con aquel reino seil mil hombres de guarnición, combiniendo en que los quarteles y almazenes sean capazes a lo correspondiente asta los seis mil que supongo nezesarios al descanso de un campo Volante.

Prezisa Prevencion

Aunque doy por supuestto que en la secretaria de Guerra paran los Proyecttos aprobados correspondientes a esta Plaza, con las relaciones muy por menor de sus motivos y particulares circunstancias, para el acierto en la situación de las partes al que dirija la obra, me a motivado a esta digresión el ver que estos prezisos instrumentos no se enquentran en el Archibo de la Dirección destta Plaza, ni en la Contaduría, (sino solo las condiciones y contrata) en donde debían [estar] según Capítulo de ordenanza; y siendo así que estrabiandose alguno dellos en el decurso del tiempo y resolviese S. M. la prosecución destta obra, no solo sería exponerse quizás a infructuosos gastos, sino es también a algún perjudicial herror en la dirección de los trazos y colocazion de las piezas, por cuyo motivo sería importante que desde luego se passase del todo copia a las referidas oficinas y al propio paso formar de nuevo los correspondientes Plano y Perfiles, no bastando con ser numerados estos sino también acompañarles de una ynstruccion en la qual se repittan las referidas dimensiones por escrito, por no exponerse a la fazil equibocazion del número, que es conttingentte a no mandarlo efectuar quién lo proyectó o a lo menos que lo dirija sujeto de Ynteligenzia que por conjetura pueda corregir el herror; respecto la Campaña vezina amplificando en dicha ynstruccion quanto parezca combenientte al fin que lo propongo, pues o por los accidentes de muerte de aquel sujeto, yndisposiziones o prezisas ausencias commmobidas de la obediencia, parando en otras manos y en sujeto menos Ynstruido del echo, aunque capaz, está expuestto a un herror, todo lo que me ha parecido preziso exponer por la seriedad del asumptto y para otros casos de la misma naturaleza.

Plaza de Alburquerque. Existtenzia y estado de sus obras.

Está situado este Castillo en un cerro de Peña escabroso, elevado sobre el nivel de la campaña por la parte del mediodía unas 55 tuesas[11], descubre por la dirección del cerro de las Dos Hermanas (que tiene a disttanzia de una legua)[12] en día sereno la Plaza de Badajoz, de la que distta seis leguas[13]; a la parte del Nortte por su falda, algo más acesible, se extiende la Villa, astta correr la mayor parte por la llanura, la que está sin Murallas, solo las tiene la que llaman antigua, que la circuyen, y se unen con las del elevado castillo, el que es fuerte por naturaleza, no permitiendo a el Arte su reduzido espacio, extenderse para su aumentto.

Prosigue la Peña de su situación, en forma de Cuchillo o Caballete, escabrosa, ynacesible, dirigiéndose azia el Noruestte de unas 500 tuesas[14] (en cuyo exttremo haze intermisión), está ocupada de dos reduzidos reducttos, llamados el primero Torre de la….y el último de las Bacas, con comunicación de una a otra hasta el castillo, sin permitirle el referido Caballete más anchura en parajes que escasamente unos tres pies; a esta misma dirección, a distancia de una 80 tuesas[15], tiene a su frente la citada torre de las Bacas una pequeña altura o reduzido cabezo (a quien domina) llamado del Pozo de la Nieve, en cuyo yntermedio pasa el camino de la Codosera, prosiguiendo por la otra parte de corta anchura en su falda una colina escabrosa astta las del Reino de Portugal, del qual se descubre el lugar de Ubela [sic][16] de la otra parte del Hébora[17].

 Por la otra parte de las dos Batterías alta y baja que tiene este Castillo, al pie de la Torre del omenaje,  y hazia el suestte tiene dos alturas que las mismas [son] como Padrastos, el primero es el reduzido Cerro de Mesones, un poco más elevado que la Batteria Baja y de su falda, prosiguiendo unas trezientas tuesas el Picacho de Sta Luzia por estar allí la Hermitta destte nombre; a todos domina con superioridad la Torre del omenaje y interior recinto del castillo sin que la extensión destas colinas embarazen el que por todas partes se descubra una dilatada campaña; confina con los términos de Ubela y Arronches en Portugal; sirviendo a dos leguas de Linea de división la ribera de Abrilongo.

Este castillo en lo yncluido por sus muros tiene de Largo unas 600 tuesas[18] y de ancho 30[19]; quando estuvo en poder de los Portugueses atendiendo a la obliquidad de sus fuegos, ocasionada de la excesiva altura, idearon muy al propósito circuir el frente de la Ciudad con otro recintto al pie de la Peña, de unas 13 tuesas[20] más bajo que el primero, uniéndose con los muros destta de una y otra parte; existe actualmente la mayor parte destta obra, a una altura de 2 tuesas 3 pies, de deteriorada mampostería, cuya dirección por lo poco flanqueado entre sí con quatro ángulos salientes, de unos reduzidos medios Baluartes, es despreciable aunque azertado el fin, desde este puesto se impide y barren los Sitios donde desde ellos se pueden dirigir los ataques a la Ciudad, particularmente a la hizquierda del Combtº de Sn Francº extramuros, donde pusieron sus Batterías.[21]

La prezision de conservar este puesto es manifiestta, considerando tener entre esta Plaza y la de Alconchel a Badajoz, pues es constante que en todos Casos an de sobstenerse mutuamente y de que es así en la regular […] que deben situarse los puestos para lograr esta Venttaja y fin.

Encierra este castillo la Torre del Omenaje de 6 tuesas en quadro[22], de sólida sillería elevado 91 tuesas sobre su piso y estta contiene en el principal un Almazén de Polbora capaz de 600 Barriles, pero sin Bentilación padece allí este género, y sobre este dos bobedas: una de ellas con tres dibisones donde se tienen algunos géneros de Arttillería; desde este piso se pasa, por medio de un puente con arco a otro torreón, llamado de las tres esquinas, contiene otro Almazen de Polbora y Peltrechos, y lo alto de ambas por estar cubiertas de Bobedas de unos cinco pies de grueso sirben de Plataforma, desde las que se descubren los caminos de la Liseda, Brozas y Alcanttara, todos corriendo por la llanura en donde puede jugar la Caballería; se descubre así mismo, a disttanzia de siete leguas, Marbaon, Lugar de Portugal; al pie de dichas Torres ay dos quarttos, el uno poco haze renovado, en donde está el horno; a la parte de la Villa otros descubiertos que fueron Palazio del Duque, tiene su Yglesia y Sacristía, todo de Bobeda y la última sirve de sala de armas; su azotea sirve de Plataforma; tiene un quarttel de 14 tuesas de largo y 6 de ancho[23]; contiene este edificio lugar para tres Compañías y Almazen de Peltrechos, ay otras cortas abitaziones, dos Cuerpos de Guardia y tres Cistternas; las Batterias alta y baja que hacen frente a los Cerros de Santta Luzia y Mesones que se an recompuesto de nuevo.

Los Muros de la Ciudad son de mediana mampostería, suficiente grueso, con camino de Rondas y torres quadradas, siendo su mayor altura de 5 tuesas[24] con un foso imperfecto que las circuye solo en la puerta de Alcántara, en donde formaron los Portugueses un pequeño valuarte que la cubre y existe, los que tuvieron ynttento y empezaron a fortificar el recinto de la Villa.

En ésta y a la derecha, en la entrada de la Puerta de Alcántara está, en la Plaza de Armas, un quartel de [¿17?] tuesas de largo y 8 de ancho[25], dividido por una muralla que se eleva hasta su Caballete o pendiente del tejado, caben en las dos 112 camas, sin las que se pueden disponer en crugía en el ynttermedio de los Pilares; el pabimento es de toda piedra él, cubierto a teja llana, las ventanas capazes para su Ventilazion, ynmediato al muro está el quarto para el oficial de Piquette u cozina para tropa, el todo reparado poco haze y en buen estado, como assi mismo los Cuerpos de Guardia en las Puerttas y dos torreones de las murallas.[26]

A la hizquierda, entrando por la citada puerta, ay un pozo manantial capaz de buen Agua y abierto en Peña Viva, sirve para la Poblazion y antes para la Caballería que ocupaba el mencionado quartel y actualmente está un Battallón del reximiento de Ultonia.[27]

No ay más Hospital para los Militares que extramuros la Hermitta que fue del Spirittu Santto pared en medio de las Monjas de San Frncº, muy reduzido y Yncomodo, en mal estado, sirbiendose de la corta Capilla o Yglesia además de otros quartos reducidos para quadra de los enfermos, sin más Agua de pie que un Pozo para lo más preziso y, por fin, destta falta son grabes los perjuicios que se siguen a la Tropa.

Dicttamen

En la misma descripción destte puesto dejo dicho lo útil de su conservación y, por consiguiente, preziso el reedificar la obra que empezaron los Portugueses, mejorada su disposizion; en la Torre de las Bacas formar una batteria circular o hierro de caballo, disponiendo por orden las comunicaciones hasta el Castillo, mejorando éste en la unión de ello según pide el desnivel y superioridad con que queda; sería ynutil obra alguna que se idease en el despreciable cerro del Pozo de la Niebe, que sin sin duda si se pensó ocupar fue creyendo embarazar el que el enemigo, arrimado por aquella falda, dirigiese con fazilidad sus aproches, pero ese recelo aunque lo desbaneze la dicha Battería, lo imposibilita sin otra dilixencia un flanco que en la nueva disposizion de la obra de los Portugueses, barrerá quasi de nivel aquella avenida, según mi delineazion.

Por la parte interior de la Batteria alta, paralelamente a distancia de 8 tuesas[28] de su parapeto, hallo conveniente, prosiguiendo la testtera de la Yglesia hazia la derecha, y quarttel actual de la tropa, un Caballero quasi en la misma altura que en la Plataforma de aquella, cuyo espacio será capaz para diez cañones, bajo de la qual, a la prueba, se tendrá un espacioso quarttel, completando de estte modo los medios para dejar anulada las obras con que se pensasen ocupar las alturas de Stª Luzia y Mesones; y estte Castillo con lo necesario a una vigorosa defensa, el que asegura la Villa de qualquier yntento, cuyas Murallas son suficientes para desde ellas hazer un regular Defensa, pero no a la de un sitio formal.

Considero en esta Plaza necesario, a lo menos, un reximientto de Ynfantería (siempre con el supuestto de las Compañías de Conserbazion formadas de los Paysanos) con ochenta Caballos para defenderse y darse la mano con la dottacion que según mi Dicttamen he considerado prezisa en los antecedentes.[29]

Plaza de Valenzia de Alcanttara. Existencia y estado de sus obras.

Estta Villa y castillo demolido está al Nortte Noruestte de Alburquerque durante cinco leguas y de la rivera de Seber una y media, que sirve de Dibision a ambos reinos; tiene en el de Portugal, sobre una elevada colina, distante dos leguas hazia el Poniente, el Lugar de Marbon; al oeste quarta a Norueste Casttel Dabid distante tres, ambos murados con Guarnizion pero despreciables.[30]

Está situado al Lebante de la Poblazion, dominando su terreno a ésta de unas cinco a seis tuesas, pero por la parte del Poniente y abenida de Alburquerque, es toda su falda peña viva, a cuyo pie corre la ribera de Abid, sobre la que se eleva unas 15 tuesas; de la otra parte destta son sus tajos escabrosos, y montuoso el terreno, con barias cañadas, aunque sin embarazo puede barrer muchas de sus alturas el castillo; al Nor Noruestte, y a distancia de 400 tuesas[31], tiene un cerro o cabezo de dilatada y suave falda por estta parte con plantío de olivos, dejando una porzion de llanura entre ella y el lugar, en cuyo inttermedio está la Hermitta de Sn Lázaro y Pozo de la Niebe; domina al Castillo, ay en ella la Hermitta de Ntrª Srª de los Remedios, con suficiente espacioso terreno de [¿desnivel?]; a su frente y a distancia de unas 70 tuesas[32] existen los bestigios de una Atalaya que en el tiempo de Guerra serbia para observar el movimiento y Yntroduzion del Enemigo por su falda, por donde pasa el Arroyo Alburrel, que desagua en el Tajo,; siguiendo en adelante el terreno con algunos accesos pasa a Portugal, pero fáciles para correr las Partidas de Caballería.

Al sudueste del referido Castillo está el Combento de Sn Francº, distante unas 200 tuesas y 80 de la Villa [280][33], está situado en un espacioso prado y alameda quasi a la orilla de la referida ribera de Abid; tiene en su immediazion una fuente abundante, de buena construcción con quatro caños.

Al Oestte y a la otra parte del Lugar está la meseta o Cabezo de la empezada Hermita de Stª Bárbara, cuyo terreno se estiende de Nivel casi con los tejados de la Villa y corre azia la zitada Hertª de los Remedios; domínale el Castillo, de quien dista 800 tuesas, y siguiendo hazia la Campaña del frente de estta Hermitta ba elevándose [¿durante unas 70?] tuesas sobre ella y a disttanzia de unas Cientto unos Peñascos intratables, desde cuya altura y por la vertiente de sus faldas, en el frente derecha e hisquierda se descubre suficiente Campaña y las cañadas de los escabroso destta Fronttera, con prevención que a su pie se juntan los caminos de Marbaon y otros lugares de Portugal.

Prosigue la falda del Castillo hazia el Nordestte y después de una corta llanura vuelve a elevarse el terreno quasi de su Nivel que comprehende la dehesa de los Caballos (por cuyo inttermedio pasa el camino de Alburquerque) en estte sitio pusieron los portugueses la Battería el año de 1705, yntroduziendose abrigados de la falda de la altura de los Remedios.[34]

Al otro lado, hazia Sn Francº tiene este Castillo, a distancia de unas 70 tuesas un espacio de Peña Viba, cuyo frente corre en pendiente aspera hasta la Ribera en donde anttiguamentte había un fuerte llamado la torreta del Gallo, desde cuyo puesto se barre con fazilidad el referido prado de Sn Francº, frente correspondiente a la Villa por la parte de las relixiosas de Sta Clara y en bastante extensión la Cañada y avenida de la referida tierra de Abid.

Fue estta Poblazion murada particularmente en una pequeña altura ymmediatta al Combtº de las dichas religiosas y frente de Sn Francº, tenía ocupado un pequeño […] llamado el fuerte del Matadero.

Consiste el espacio que ocupaba el Casttillo (en el que se manifiestan los bestigios de sus muros y torre del Omenage) en una longitud de cien tuesas y latitud de sesenta[35]; el terraplén aunque deteriorado aún manifiesta la figura de los reduzidos Baluarttes, que con yndiferenzia se puede colegir fueron cinco o seis; respecto de que se adelanta hazia la Villa una porzion de tierra que creo fue revellín, ymmediato del qual y pie de la torre del omenage está la Yglesia Parroquial, de buena mampostería y bobeda de sillería regular (aunque baja) lo que manifiesta lo dicho y una porzion de muralla que de la antigua fortificazion está ynmediata a ella que se yncluia en su rezinto.

Dicttamen

En la parte primera y al referir los puesttos antecedentes, he dejado referida la Utilidad destte puesto, lo ymmediato de Portugal, la fazilidad de entradas de aquel reino, tanto para ymbadir sus terrenos circumbezinos como para yntroduzirse a la empresa de Alcántara, y desde allí a todo el territorio yncluido destta parte del Tajo, por cuyos superiores motivos a de restablecerse estte Castillo, disponiendo los Baluartes más capazes y de menos número, formando en lo interior los Quarteles a la prueba, no tanto por la hostilidad de las Bombas como al de que sirvan de Caballero para barrer con superioridad todo el Circuyto del terreno referido; sería ynutil estta obra si no se ocupase con otra la Alttura y Cerro de la Hermitta de los Remedios, que bastará sea con un fuerte destacado, suficiente para treszientos hombres, con cuya dilixenzia se hacen mutuamente respetables, extienden la circumbalazion, alejan el enemigo dejándolo con yndeterminazion, qual atacar primero o si todos junttos, siendo estos los dos objetos principales de la defensa, y para aumentar esta, y bentajas referidas de sus terrenos, es preziso poner dos reduzidos reductos: uno en la torre del Gallo, a las dichas 70 tuesas del Castillo, y otro en el peñascal frente a la Hermitta de Stª Bárbara.

Es preziso asimismo, y el terreno ofrece todas las ventajas necesarias, formar un proporzionado quarttel de Caballería en las ymmediaziones de Sn Francº y fuente, pero no reconozco necesario murar la Poblazion, pues ocupados los puesttos son los que an de disputar la entrada.

Para todo lo dicho en tiempo de Guerra basttará prefijar su Guarnición a 800 Hombres de Ynfanttería, 50 Caballos, con los 300 Paisanos habitadores.[36]

Plaza de Alcanttara. Existencia y estado de sus obras.

Estta Plaza situada en terreno irregular y fragoso en la misma orilla del Tajo, elevado sobre él unas 50 tuesas (distante de Valenzia de Alcántara 8 leguas y de la raya de Portugal una) tiene sus murallas en muy mal estado, de laja o pizarra) única Piedra que se arranca en sus circuitos), sus baluartes reduzidos y poco flanqueados; la parte más elevada es la del medio día, que haze frente a la Attalaya llamada Torre del Rey, distante 320 tuesas[37], en su mitad tiene un medio Baluartte llamado de la Cruz, puesto más elevado de toda la muralla, pues estta corre por la derecha con suficiente pendiente astta el Baluartte de Pan y Agua, tan reduzido que sus caras no llegan a 10 tuesas y sus flancos de quattro, desde el qual corre la muralla con bastante pendiente astta la Puertta de san Juan frente al Puente y unirse con un cerro de murallas antiguas y estas con las de la Ciudad, incluyendo el Combtº de religiosas de la Orden y lugar para tropa que se dirá adelante (a lo que llaman vulgarmente la Fortaleza)

Por la hizquierda del referido Baluarte de la Cruz, astta el de san Pedro, corre con menos Ynclinazion astta su medianía, donde está la Puertta del Postigo, y ganado asta él la altura en poca diferienzia como el anttezedente.

Todo el terreno destte frente es Yrregular, con barias cañadas y una dellas la de la Huerta del Marqués, que se forma por el Pendiente del Glasis y el de la torre del Rey; el citado Baluartte de Sn Pedro tiene delante de la cara hizquierda y prolongazion de la derecha la Contraguardia de San Anttón y, a distancia de cien tuesas destta en poca diferienzia formando con ella un triángulo equilátero, están los dos fuertes avanzados de San Lázaro y San Pedro, de muy mala construcción y quasi inútiles, el primero de unas 22 tuesas[38] de cara con su foso, y el segundo, aunque algo menor, precaucionado con el mismo y camino cubierto; el terreno en donde están sittuados se ocupó muy al propósito por descubrir la cañada al pie de los olivares de Galabis, que con sensible pendiente, formando una cañada entre ella y la Plaza ban corriendo sus berttientes astta el Tajo,  sin otras avenidas que descubren, de bastante perjuicio para la Plaza y abenidas de Alburquerque.

Desde el referido Baluartte vuelven los muros de la Ciudad a correr por la hizquierda siguiendo las irregularidades del terreno, astta que desde el Baluarte de la Concepción (el más capaz de todos) es lo más, bajo la puertta destte nombre; pero luego volviendo a subir la muralla astta el Baluartte de la Magdalena, se eleva estte de modo que domina el Combento de Sn Francº extramuros que a tiro de fusil tiene a su frente y los Cerros de Palomares y [¿Abusadezas?]. Todo quasi en la misma disttanzia; a la otra parte del Arroyo Meldero, que así mismo desagua en el Tajo, y siguiendo la muralla astta la del frente deste solo ynttermedio, está sirviendo de la misma el empezado, sólido y bien consttruydo edificio del Priorato y Freiles de la orden de Alcántara, a cuyo pie y notablemente más bajo que el Baluarte de la Magdalena y muy inmediatto al Arroyo, se be en la elebazion de cerca de 2 tuesas empezado un Baluarte de regular mampostería, grueso y contrafuertes, de 20 tuesas[39] de cara, el Ángulo flanqueado excesivamente obstuso, sin discurrir al fin que pudo yenarse en aquella hondura y cañada, pues de la otra parte del arroyo, a su frente y quasi de Nivel a la Galería del Combento de los Frailes está la altura que llaman los Llanos ó Olibares de Sn Juan, en donde puso el Enemigo sus Batterias; cerrándose la otra parte de la Ciudad Ynaccesible paralela al Tajo.

Se reduzen los edificios militares destta Plaza, además de los Cuerpos de Guardia en las Puerttas del Posttigo, Sn. Juan y principal de la fortaleza o puentte, de la Cañada y Concepción, reduzidos aunque algunos dellos reparado con prebenzion que el conducto de la muralla ymmediato a la de San Juan se le a de dar el debido desague por evitar el estrago que ocasionarán las aguas que allí hacen remanso de los berttientes de la Plaza, de la Corredera, fortaleza y demás Calles que allí desbocan; tras de la Parrochia de Stª María ay una Plaza de 28 tuesas[40] de largo, en uno de los extremos estta la Casa del Ayuntamiento y en todo su frente onze arcos que forman el Pórtico bien construido y condicionado, en cuyos extremos está el quartto del Ofizial y en el otro Cuerpo de Guardia para los Soldados, este es el lugar para el Bibac y la Plaza sirve para la parada; ay otro Cuerpo de Guardia en el baluartte de la Magdalena y otro reduzido quarto en el de la Cruz, asimismo ymmediatto al Baluarte de Sn Antton costeó otro la Ciudad para 30 Caballos.

Al entrar de la puerta del postigo Ymmediato a la Plaza de la Corredera (de 53 tuesas de largo y 17 de ancho[41]) ay un corto edificio de unas 10 tuesas de frente, incluye un Almazen de Polbora y algunos quartos de poco serbizio, fue antiguamente Hospittal y el que actualmente sirve a estte fin, capaz de 300 camas, se reduze a un edificio situado en la misma Plaza de 21 tuesas de frente y 18 de fondo, el frontispicio es de orden Dórico y solo sirven de frente unas 12 tuesas por estar lo demás arruinado.

Dos quarteles que están en la fortaleza se reduzen uno a una Yglesia Anttigua, sus Murallas de cinco pies de grueso, cubiertas a teja bana, tiene 9 tuesas de largo y 4 de ancho, abitan los Ymbalidos; otro ymmediato a él, con segundo alto el todo dél, Mala construcción de siete tuesas de Largo y tres de ancho, se retechó de nuevo, pero se a de repellar.

Ymmediato al referido quarttel o Yglesia ay otro Cuerpo de edificios de cattorze tuesas de Largo cubierto el primer piso con Bobeda de Ladrillo de rosca, contiene cinco divisiones y en una dellas el Almazen de Polbora y las demás para peltrechos, encima está la Armería con fusiles y cañones ynutiles; y todo este edificio necesita de recomposizion que es a lo que se reduzen los puesttos para la tropa y en caso de aumentarse ésta se alquilan unas casas de particulares en la Calle de la Cañada.

En estte año se an echo a los referidos edificios unos reparos de poca entidad y se an puesto algunas Puerttas nuevas en la Ciudad y otras recompuestas.

En el Puente ay tres Cuerpos de Guardia, dos en sus extremos, reduzidos y en mal estado, en medio se eleva un arco de ocho pies de grueso no tanto al fin de quedar cortado el paso por sus dos puertas como por la Ynscripcion que en el tiempo de la magnífica construcción destte puentte dejó por memoria Trajano en el año de 276 y reparado por el Sr Carlos quinto; arrimado a esta sillería y sobre la Archibolta de la primer puerta ay otro Cuerpo de Guardia de mala construcción y a tejavana, llaman al agregado nido del Águila, por haber una ymperial en el escudo, el todo a de repellarse y recomponer.

Al extremo y salida del puente, elebada sobre él de unas diez tuesas, arrimada a la misma peña, ay una torre de cinco tuesas en quadro, de buena mampostería, circuydo lo alto de un machaculi o pedrera que corre por todos los frentes, reduziendose a un parapeto elevado de 8 pies situado sobre canes; por el yntermedio de los quales y las troneras de sus murallas, sirve de defensa a la cabeza del Puente, llamase Torre del oro; contiene dos Bobedas, la una sirve de cobertura y plataforma y la otra bajo su piso de un oscuro calabozo; a de subirse por escalera de mano o cuerda y por una escalerita practicada en la Peña con parapetto, para resguardo de la avenida y como cuerpo de Guardia destacado asegura de una sorpresa.

Dicttamen

Los Padrastros y terreno quebrado de que está circuida esta Plaza no son de reparo alguno para dificultar el poderse dejar en estado de defensa, porque en este caso poco se debiera al arte y a la vista se tienen sin otros distintos exemplares terrenos destta naturaleza; Gerona en Cataluña y Orán en África; la dificultad consiste en graduar las ventajas deste puesto, añadiéndose a que habiendo reconozido con cuidado las colinas y cañadas que sus faldas forman, pueden ocuparse con fazilidad algunas con obras reduzidas, las que ympediran y dilattaran el enemigo los aproches [……] que las mismas cañadas pueden favorecer [……..] las de su tiempo y ocasión.

En este supuestto y en el de que estta Plaza debe conservarse para mantener la prezisa Comunicazión por su Puente con la Extremadura Alta, se debe conservar estte paso formando dos reductos en las dos Lomas: Uno de cada lado en donde remata el repecho; es prezisa esta obra (no por discurrir Yntroducción del Enemigo por el Puentte desfiladero de 3 Tuesas de ancho, […] caso de racional discurso) para facilitar el paso de nuestros socorros con la Moraleja, Trebejo y Puerttos de la Sierra de Gatta y en caso de mandar alguna Partidda para correr aquellas campañas de su frente detta parte de la ribera de Eljas, en donde están los lugares de Estorninos, Piedras Albas, Zarza, etc… Y por si alguna Parttida los superase se pudieran retirar sin desorden, como sucedería con seguro destravío a no tener la cabeza del Puentte y los dos referidos reductos, bajo cuyo fuego pueden abrigarse reazerse, esperando los Socorros de la Plaza, o demás puestos fortificados, siendo estta la Obra de la primera attenzión por ser constante que, a menos de pasar el Puente de Almaraz o por las tres Barcas intermedias, es la única Comunuicazión de la Esttremadura Altta y baja, de la que es extremo y para mi concepto nezesaria su consetrbazión, siendo destta porción de Frontera, considerando a Badajoz por centro, la hizquierda, y Alconchel la derecha.

Todo el frente desde el referido Baluarte de Pan y Agua, astta la Contraguardia de San Anttón, se puede reducir a un frente con tres Baluartes capazes, mejorando el de la Cruz formándole en su gola y parte del terraplén un elevado Caballero; reedificar y extender el Fuerte destacado de Sn. Pedro; […] así mismo el Baluarte que frente los olivares de Galabis defiende la Cañada, pero reedificado de buena mampostería y mejorados sus flancos y orejones, con lo que perfizionado el camino cubierto y adelanttada la muralla frente al ángulo entrante de la Puerta del Postigo, de modo que corran desde los Baluartes de Santa Cruz y San Anttón dos cortinas astta el puesto avanzado de Sn. Marcos, formando allí otro Baluarte, con cuyas Obras y sin extenderse a ocupar la Torre del rey ni la alttura de la Cruz de los Caballeros, a la prolongación de la Capittal del baluarte de la Concepzión, quedará estte frente en estado de disputarle a qualquier bigoroso ataque.

Assimismo prosiguiendo la redificazión de la muralla hasta el Baluarte de la Magdalena (anulando los reduzidos ynttermedios y mejoradas las direcciones de la Corttinas) el que se ha de reformar espacioso, con un capaz Cavallero desde el que se batan todas las avenidas de su derecha, Cruz de los Cabballeros y olivares de los Llanos, frente del Combento de los Frailes, y se asegura aquel costado mayormente, poniendo en la Loma de Palomares una Torre capaz de 25 hombres, desde la qual se descubren por aquella parte diferentes avenidas y está a tiro de fusil de la Plaza.

El Frentte que mira al Tajo desde el Baluartte de Pan y Agua asta la fortaleza o murallas que circuyen el Combento de las Religiosas puede asi mismo con facilidad dejarse en defensa por la cortta estensión y astta la Puerta de San Juan a de tener sus defensas de aquel flanco y no es presumible que por aquella parte ynttente introducción el Enemigo.

El puesto llamado la fortaleza puede repararse y formar una Plattaforma para una batería que mire y barra las alturas y avenidas de la otra parte del Río, formando algunos Almazenes y quarteles, pero para esto el mejor paraje y más propio a dos Battallones será prolongando y finalizando el edificio que en la Plaza de la Corredera sirve de Hospital, como así mismo en la dicha fortaleza un Almazen de Pólbora a la prueba, en el lugar más cómodo y retirado, con lo que queda asegurada estta Plaza y sin más esttensión de sus obras, y por qué el Enemigo antes de emprender su sittio ha de haber ganado Valenzia de Alcánttara, se haze en estte modo respetable y se asegura de ser embestida según toda reflexión militar, lo que da también su esencialísimo Puente paso para la Estremadura Altta y comunicación de las dos Castillas, no permitiendo la cláusulas de una relación extenderse en referir por menor sus Proyecttos, pero quedan en mi poder y manuales todas las nottas precisas para su delineación siempre que se me mande.

La Guarnizión que considero nezesaria para lo propuesto se reduze a 200 Ynfantes, 50 caballos y 400 Paysanos armados.

 

Plaza de la Moraleja. Existencia y estado de sus obras.

Distta esta Plaza de la de Alcántara 7 leguas[42], situada en una llanura de una legua de extensión para todas partes, siendo estte Puesto, aunque a la vista insensible, el bajo de toda ella. Báñale sus muros, por la parte del Puentte, la Ribera de Gatta, de poca anchura y vadeable en el verano; es su figura un heptágono aproximadamente regular, toda obra de tierra y en muy mal estado, de modo que por las suaves rampas que forman sus terraplenes, por la parte que da a la campaña, no ay embarazo a subir los hombres y animales; el foso que la circuye tiene 4 tuesas[43] de ancho; el camino cubierto totalmente destruido y abandonado pues por todo el circuito ay huertas y sembrados de modo que para ympedir estte abuso passé un ofizio al Gobernador, a fin de que publicase la prohibición y quedase luego se talase a unas 30 varas[44] en contorno, como en efecto se puso en ejecución, y asimismo el que desde aquel día se conociesen los Baluartes por respecto militar y por los incombenientes que se siguen de no distinguirse por sus nombres los puesttos que se guarnecen: Empezando desde el donde está la Casa de la Encomienda, llamando a estte San Luis y siguiendo los demás siempre a la hizquierda, por su orden, con los nombres de Sn. Tiago, Sn. Carlos, Sta. Bárbara, Sn. Fernando, Sta. Ysabel y Sn. Phelipe, y al revellín que cubre la puertta de Coria Sn. Anttonio; cuya copia de carta y otras prebenziones para remediar las enfermedades epidémicas en estte Pueblo quedan sus originales en mi poder y no ynsertto por no extender el discurso.

Su mayor Cortina no excede de 77 tuesas[45], ni la menor baja de cinquenta, el mayor Flanco es de 14 y el menor de 10 (contados por la parte Ynterior del parapeto por no tener regularidad los muros donde debía estar el Cordón) y aunque en la parte primera [¿he tratado?] de sus enttradas y País que cubre, repito ser el más fértil, abundante de cosechas y ganados en la vega de Plasenzia y Coria, La Zarza y sargentía mayor de Alcántara; tiene al norte y a tres leguas [sic] el Casttillo de Trebejo a la falda de la Sierra de Gatta (únicos con los demás referidos puesttos destta frontera). Sin estta Plaza, con fazilidad el Enemuigo se yntroduze desde Salbattierra[46], vadeando la Ribera de Elja, por las ynmediaziones de la Zarza, quedando con esta libre ynttroduzión dueños los Partidarios para ejecutar sus obstilidades,  por todo lo que y otras ventajas que destte puesto no refiero, es de la primera atención para la Estremadura alta, pues con ella no solo se aseguran los embarazos referidos, sino también se impedirán los saqueos que esperimenttaron en las Guerras pasadas los lugares de la falda de la Sierra de Gatta, incluidos desde el Castillo de Trebejo con quien se an de dar la mano las Correrías astta Balberde del Fresno.

Tiene solamente estta Plaza en sus dos Puerttas, dos reduzidos cuerpos de Guardia y, contiguos a la Casa de la Encomienda un almazén de Pólbora, sirbiendo la mitad para Pertrechos, circuido con un muro de resguardo, los que se repararon estte año.

Dicttamen

La necesidad de reedificar estta Plaza es evidente, siendo la figura más conveniente circuir el terreno existente con un [¿heptágono?] regular, cuyo polígono exterior sea de 180 tuesas[47], capacidad que reconozco suficiente pero prezisa a las ventajas que se siguen destte puesto al frente de la Campaña que mira al […….] donde han de situarse los tres Baluarttes, quedando el del medio que a la derecha deje la altura llamada del Reducto y a la hizquierda la del Teso de la Cruz; estta la primera a la prolongación de la Capital del Baluarte de San Felipe, de quien distta 200 tuesas[48], dominando al referido baluarte de unas 5, llámase del Reducto por haberse empezado en él uno de 20 tuesas en quadro que existe, de mediana mampostería, a unos tres pies de altura, uniéndose su falda por todas partes insensiblemente con el nivel de la Campaña (conocido por los del Pueblo con el nombre de Cerro del Castillo); el del Teso de la Cruz está a la hizquierda del referido, a distancia de unas 530 tuesas y de la Plaza a unas 350. Todo el terreno, yncluido en estos puesttos, ba elevándose desde la Plaza, pero el último cabezo o Teso de la Cruz con superioridad al todo, tiene a su hizquierda una cañada que se encamina al Barrial y olivares de las Suertes y respecto de que las faldas de estos referidos cabezos unidas corren insensiblemente hasta ser unas con la Campaña de la otra parte en su frente; facilita la referida cañada la yntroduzion y ataque del Enemigo y respecto de que en toda la Campaña vezina no ay otros Padrastros que estos cortos excesos que se elevan de la misma (pero lo son de consideración respectto a la Plaza) deben ocuparse el del Reducto con otro de poca más extensión y distinta figura, con su foso y comunicación a la Plaza, que dispuesta como propongo no excederá de unas 70 tuesas astta su camino cubierto; el otro a de ocuparse con un fuerte mayor, a lo menos de 26 tuesas de cara, con flancos de 12 para la Campaña, regularmente su Gola y así mismo la comunicación con el antecedentte.

Las ventajas desttos dos fuertes son de la primera considerazion, pues obligarán al Enemigo a acampares por toda la llanura fuera del tiro de cañón, por lo que abrá de ser su Circumbalazión numerosa, o a lo menos separados sus quarteles; para ganarlos se ha de perder mucho tiempo y gente, quedándole después tres ventajosas baterías quasi de su nivel con los caballeros que an de ocupar los tres referidos baluartes que se les oponen, con lo que después, supuestolo perdido servirá de poca ventaja lo ganado.

Los dos baluartes que miran al Poniente, sittuados a la orilla de la Ribera de Gatta, como así mismo los dos revellines colaterales, se an de cubrir con contraguardias, igualando con el Artte este frente a las ventajas que logran las alturas de la otra parte por naturaleza.

Los aloxamientos y Almazenes se formarán con bóvedas paralelas am las Cortinas y otras debajo de los Caballeros.

La Guarnizión para ella será suficiente (según mi total reflexión destta Porzión de Frontera) de 1500 Ynfantes, 150 caballos sin los Paisanos armados; la que hasta en un supuesto sitio para repartirla en sus tterzios y maniobras necesarias, con prebenzion que los quarteles y Almazenes, tanto en estta como en las demás quedan ideados y serán capazes no solo para la guarnición, sino también para que tengan pronto alojamiento en sus tránsitos los Campos Bolantes, como tengo referido en otra parte, por las malas consecuencias y embarazos que trae tras de sí lo contrario.

Casttillo de Trebejo. Existencia y esttado de sus obras.

Está estte Casttillo a tres leguas [sic] de la Plaza de Moraleja y a su norte, situado en un Cerro o Cabezo de Peña Viba que, unido a la falda de Sierra de Gatta, corre de Lebante a Poniente con término a la villa de Villamiel, distante una 700 tuesas[49] por línea rectta a su Nortte; a la otra parte del arroyo de la Rossa, formado por los berttientes destos dos puestos a quién domina dicho Castillo, corriendo su loma desde 350 tuesas desde Lebante a Poniente, situada su zona en estte exttremo y elevado sobre el Nivel de la campaña 80 [toesas][50], tiene a su medio dia el Lugar de Silleros, distante una legua, de manera que queda en una ensenada formada por la Sierra de Gatta, cerro de Jálama y al medio día, uniéndose con la de Sta. Olaya que […] y corre astta Silleros, quedándole solo por el Poniente una Cañada que se puede considerar como llanura astta el Lugar de Balberde del Fresno de quien distta dos leguas (menos lo que interrumpe la sierra de Sn. Simón que atraviesa de parte a parte) por lo que ni descubre ni defiende, solo sirve para que ocupado de tropa, la más propia fusileros del campo[51], para que dándose la mano con la Villa de Eljas, como se dirá más adelante, guarden la falda de Sierra de Gatta y puerttos de ella; en este Puestto tiene estte Castillo (que es lo principal que consiste) una Torre pentágono irregular de sólida y bien labrada sillería interior y exteriormente, de una tuesa de grueso sus muros y el mayor frente se reduze a dos pisos con divisiones de la misma Construcción aunque de menor grueso, formando algunos quarttos para abittación del Gobernador y tropa, cubiertto su terrado con un encaballado a teja senzilla, quedando lugar en el grueso del muro de todo el Circuitto para hazer fuego desde sus Almenas, cuia elebazión destta Torre de 10 tuesas; por la parte de la Poblazion descubre con superioridad los circuitos; cíñenle por la parte de la Puerta unos muros de la misma naturaleza aunque detteriorados que encierran un espacio al nivel del Puentte de 15 tuesas[52] de largo y [¿7?] de ancho manifestando haber sido abittazión sin duda de la Orden del Pereiro[53] que después pasó a Alcántara; sigue al frente destte y más bajo de 3 tuesas y de Una de grueso otro muro que ba corriendo con algún pendiente quasi todo alrededor; arrimado a estte por la parte de la Poblazion más bajo 6 tuesas que el piso del Casttillo ay otro muro de poca elevación y en mal estado que contiene un espacio de 18 tuesas de largo y las mismas de ancho[54] formando una Plaza de Nivel del techo de las Casas más ynmediattas,  y a su hizquierda saliendo del Casttillo a tres tuesas más bajo la reduzida Yglesia única del Lugar.

Dicttamen

Estte puesto debe conservarse mirándolo como una Casa fuerte, cubriéndose la Torre con Bobeda, la que puede practicarse por lo sólido de sus muros, poniendo sobre ella quatro cañones de a quatro con tarugos en el parapeto para jugar desde ellos los mosquettes, arma prezisa en estte puesto; el espacio descubiertto referido delante del Puente cubrirle en Bobeda repartida en dos con cuya capacidad y la de la Torre es la que basta para guarnición y quarteles; la muralla que se refirió 3 tuesas más baja que la del edificio debe rebajarse y formarse en ella una batería para las llanuras del frente de Balberde; el terreno o plaza frente al Lugar es muy preziso circuirlo de muralla preparada para el fusil mejoraría su disposición; y en ella arrimada a la Peña, un reduzido quarttel para 25 caballos; siendo asi mismo preziso que en el otro extremo de la loma, un poco más allá de la Hermitta derruida de los Marttires, formar una Torre capaz de contener 8 ó 10 hombres para hazer fuego desde lo alto y descubrir la falda por aquella parte de la Cañada del Ahigal, frente al cabezo del garduño y camino de Silleros, con lo que y poniendo una Atalaya en la Alttura de Sta, Olaya para descubrir las avenidas del Lugar antezedente y sus llanuras, por descubrirse desde allí todas las de Moraleja, que estte puesto útil para los fines que se propone y abrigo de nuestra tropa al transittar destta Probincia a la de Castilla.

La Tropa nezesaria a su defensa y destacamentos que an de salir para abrigar los Pueblos de los Ynsultos de los Parttidarios es el número de 300 Ynfantes, la mayor parte fusileros de Montaña, y 25 caballos, añadiéndose a estta los Paisanos que de su reduzido Pueblo se uniesen para las supuestas maniobras.

Villa de Balberde del Fresno

Estta Villa contiene 275 vezinos, los 170 capazes de Tomar Armas, aunque no es murada ni tiene Castillo alguno es preziso hazer mención della; en estte lugar por tratar con más conocimiento del Castillo demolido de Salbaleón, distante dos leguas, situado hazia su medio día, en la misma raya de ambos Reinos.

Está estta Villa en la misma falda de Sierra de Gatta, en el ángulo que forma estta con la de Nabas Frías, que dibide el Reyno (como por menor queda esplicado en la parte primera); tiene a su Lebante dicha Villa, a media legua la de Eljas, en un cuchillo y porción de Sierra de Gatta que se descuella hazia la llanura, la que tiene un Castillo con la torre del omenaje de buena construcción cubierta de Bobeda circuida de otras murallas, que aunque a lo antiguo, hizo en las Guerras pasadas el grande valor de su Gobernador Dn. Eduardo Nangle vigorosa defensa, que hubiera proseguido a no haberse quemado estte digno oficial con la Pólbora que a sus soldados reparttia, los que se rindieron por su falta; y habiendo Yo reconozido estte puesto y viendo el abandono con que lo tenía aquel Cabildo, sin atender a que puede servir a su defensa o a los fines que S. M. hallase combeniente, les mandé de su Real Orden (pasando la copia de la mía en su Archivo) tuviesen en adelante el Cuidado de su Conserbazión, como de la sillería que existe de los [derribos], pues en las maniobras referidas puede servir recompuestto con más utilidad que el de Trebejo, pues guarda el Puertto practicable y correspondiente a su Villa, que también cubre.

De lo referido puede formarse el concepto de que Trebejo está en un ángulo y Balberde en el otro de las faldas (en esta distancia) de Sierra de Gatta, en la que se yncluyen los puesttos dichos en la parte primera, y Eljas en el Centro.

Casttillo demolido de Salbaleón

Al medio día de Balberde, y a dos leguas, como queda referido se alla el puesto donde se ben los bestigios de la Poblazion y Castillo de Salbaleon; estaba situado en un pequeño Cerro, circuido de varias Lomas y Cañadas que forman sus faldas por cuyo medio solo se descubre por entre una dellas al Nortte el castillo de […] Peñamacor en Porttugal; sin otra extensión la vista de él porque inmediatamente termina por los referidos cabezos, por cuya razón ni cubre país ni le descubre, lo que existe se reduze a un espacio de unas 85 tuesas[55] de largo y poco menos de ancho (en lo más elevado de lo que fue lugar, manteniéndose aún la mayor parte de los muros, corriendo a distancia de 85 tuesas azia el medio día) circuido de un esttrecho foso, manifestándose con ebidenzia que fueron sus murallas dispuestas sin orden y solo al fin de enzerrar aquel terreno, sin defensa ni a lo antiguo ni a lo moderno, por lo que, lo que llevo referido, y por lo registrado en las bisittas generales de la Orden de Alcántara ( a quién dieron los Reyes Católicos con otros destta naturaleza) es constante que fue demolido y abandonado poco después de la Expulsión de los Moros, confirmándose por las noticias de los anzianos de Balberde, por Tradición y por los Libros de Baptismos y Desposorios que estta Yglesia conserva en su Archibo, por lo que queda verificado no haber los Porttugueses demolido estte puesto, ni haberlo abandonado por motivos de la Guerra por nuestra parte.

A su falda, a 70 tuesas[56] por el Poniente le circuye la Ribera de Basaliga que divide los Reynos (y por aquella parte a disttanzia de tres Leguas y media tiene a Peñamacor) y por el Lebante de la Elja, las que se junttan ynmediattas a su pie, corriendo ambas desde allí dividiendo el Reyno con el nombre de la última astta desaguar en el Tajo como queda dicho en la parte primera.

A fin de que quede confirmado lo ynutildestte Puetto, ha de formarse la Ydea que todo el referido terreno  […] corre desde las cercanías de Balberde con anchura de más de media leua, paralelamente a los llanos de Trebejo (de quien distta 3 leguas) astta las inmediaciones de la Zarza, sin que aunque hubiese Parttidas en estte puesto de Fusileros de Montaña no solo podrían impedir los pasos que por menor se an citado en la parte primera desde él a Balberde, sino es que también quedarían Yndefectiblementte cortados, como sucedió a una Parttida de la misma espezie que quiso adelantarse para atacar un destacamentto de Partidarios Portugueses quedando totalmente derrotados.

Con estte mottibo y por el concepto que suele formarse de oir nombrar algunos Casttillos antiguos como el referido, diré de paso que a una legua de la Zarza y mediano a la Ribera de Elja que sirve de demarcación, ay otro Casttillo demolido, llamado de Peñafiel[57], que sino tan ynutil como el antezedentte en poco diferencia lo mismo, y debe despreciarse por los fines a que se dispone estta Relazión; sin embargo siempre es conbeniente que los Pueblos que tuviesen Casttillos o Puesttos en que se defiendan los Paysanos, como se manifiesta en la Yglesia de Balberde, circuida con un quadrado, la de Silleros y otras se mande los mantengan en estado por lo que pueden importar en lo venidero,

Asimismo prevengo que tratando de la Plaza de Badajoz en la parte primera dije declararía en estta en qué se reduze el puesto de Telena, como pretendía efecttuarlo con el de la Codosera, pero no siendo preziso en estte lugar lo dejo para el completto de los expedientes.

Plan para el reparto de la Tropa en las Guarniziones de las Plazas destta frontera ejecutados sus Proyecttos en caso de Guerra: otros puesttos que deben ocuparse y la que se nezesita para un Campo Bolante en caso de la yntroduzión de un exercitto enemigo por estta parte, aunque esto nunca se ejecutta mejor que a la vista de las fuerzas y movimientos del enemigo.

 

  Ynfantteria Caballería Paisanos
Encinasola 150 40 800
Frexenal de la Sierra 100 50 300
Xerez de los Caballeros 200 60 500
Alconchel 650 80 300
Barcarrotta 0 80 250
Badajoz 6000 200 800
Alburquerque 1300 80 500
Valenzia de Alcanttara 800 50 300
Alcanttara 200 50 400
Moraleja 1500 150 50
Trebejo 300 25 20
Eljas y dependienttes 150 25 1000
Campo Bolante 3000 200 0
Tottal 14350 1090 5220

 

Reflexión

Supuesto de que por si aquel Prinzipe, el regular pie de Exercitto que puede poner en Campaña no excede de 25000 hombres, y de que no puede dejar sin proporzionada guarnición sus Plazas fronteras, se a sujetado y dispuestto estte Plan de Tropa, repartido en las Plazas y puesttos según la extensión que se supone en sus guarniciones, rematados sus Proyecttos y operaciones, que les permitan la Campaña bezina, auxiliados de los Paisanos armados, con el supuesto de haberlos señalado con algún aumento para poderse destacar algunos piquetes y formar de ellos otras dos columnas alternándoeste número con dichas compañías de alternación, para destacar dos campos Bolantes a la frontera de Andaluzia y otra ala de Castilla, para con mayores fuerzas sujetar las hostilidades de los Partidarios, sino es también caso de algún fundado rezelo reforzar aquel puesto o plaza que se sospechase ser embestida.

En estte supuesto caso el menor exercitto, aunque se hallase nuestra Corona con algún Ympensado empeño, en todo tiempo incorporadas las Milizias del Reyno [¿convocando?] el referido reparto sin embarazo se tendrá siempre en él un exercitto de 30000 hombres, número suficiente para guarnecer en las Plazas Ynteriores y las demás en aquella porción de frontera, por donde no se rezelase pretender Ynternarse para Conquistar, siendo fazil penetrar los designios de una diversión y en tal caso la supuesta conducta de los Generales disminuyen las guarniciones de las Plazas para aumenttar en otras, pareziendome sea acertado el dictamen, que siempre que el supuesto Enemigo tuviese fuerzas para empresa (tan remota) de esta naturaleza, se le intente o amgue una diversión por la parte que pareziese más conveniente, o en el modo que insinué en la Yntroduzión de las Reflexiones Milittares.

Alcánttara 31 de octubre de 1750.

Dn Antonio de Gaver [firmado el original]

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA Y DOCUMENTACIÓN:

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VILLARROEL ESCALANTE, Juan J. “La fortaleza de Alcántara. El tesoro ignorado” en Revista de Estudios Extremeños, T. LXIV nº 3, Badajoz, Diputación Provincial,2008.

 

[1] 389’8 mts.

[2] 448’3 mts.

[3] 68’22 mts.

[4] 487’3 mts.

[5] 292’4 mts.

[6] Posteriormente Regimiento de Caballería del Rey nº 1, disuelto en 1931.

[7] 70’17 mts.

[8] 9’745 mts.

[9] En arquitectura clásica un dentellón o dentículo es un pequeño bloque usado como ornamento repetitivo en el saliente de la cornisa. Esta ampliación sería ejecutada unos años después, según proyecto de Martín de Gabriel de 1764, sería conocido como Parque de Artillería. Curiosamente, en los años 60 del pasado siglo se derribó, para construir un hotel, toda esta ampliación quedando en la actualidad solo el frente original que describe Antonio de Gaver en este documento.

[10] GARCÍA BLANCO, Julián, “El cuartel de caballería de Santo Domingo” en Apuntes para la historia de la ciudad de Badajoz V, Badajoz, Real Sociedad Económica Extremeña de Amigos del País, 2004.

TEIJEIRO, J y MELÉNDEZ, A. La fortificación abaluartada de Badajoz, Badajoz, 2000, página 85.

 

[11] 107’2 mts.

[12] 5’572 kms.

[13] 33’435 kms.

[14] 974’5 mts.

[15] 155 mts.

[16] Ouguela.

[17] Río Gévora, que desemboca en el Guadiana en las inmediaciones de Badajoz.

[18] 1.169 mts.

[19] 58’47 mts.

[20] 25’34 mts.

[21] Conocida como “Línea de los Portugueses”, es una plataforma con pequeños redientes (salientes) que debió tener su parapeto y cañoneras y amén de las cualidades tácticas ejercíar un dominio muy eficaz sobre la villa para evitar levantamientos de sus habitantes.

[22] Unos 130 m2.

[23] Unos 320 m2.

[24] 9’745 mts.

[25] Unos 515 m2.

[26] Hasta no hace muchos años los restos del mencionado Cuartel se apreciaban en la unión de las actuales calles Travesía de la Puerta de Valencia y Plaza de Armas.

[27] Regimiento de irlandeses católicos al servicio de la Corona española. Se levantó en 1709, como Regimiento de McAuliff (nombre de su primer coronel) para la Guerra de Sucesión, y se disolvió en 1818, tras la Guerra de la Independencia. Se reorganizó en 1939, combatió en la Campaña de Ifni-Sáhara en 1958 y se disolvió en 1986.

[28] 15 mts.

[29] Sobre Alburquerque recomendamos la lectura de las obras de Eugenio López Cano reseñadas en la Bibliografía.

[30] Marvâo y Castelo de Vide.

[31] Unos 780 mts.

[32] 136 mts.

[33] 545 mts.

[34] Tomada tras fuerte resistencia y rapiñada por el ejército aliado anglo-portugués en mayo de 1705. El Ejército aliado tomaría también La Codosera y Alburquerque y pondría sitio a Badajoz. La plaza estaba gobernada por Alonso de Madariaga y Gaviria, caballero de la Orden de Alcántara, que por su valor sería investido con el título de marqués de Villafuerte en 1707.

[35] Unos 22.800 m2.

[36] Sobre Valencia de Alcántara recomendamos la lectura de las obras reseñadas en la Bibliografía.

[37] Unos 620 mts.

[38] 42 mts.

[39] 39 mts.

[40] 54 mts.

[41]  Unos 3.400 m2.

[42] 39 kms.

[43] 8 mts.

[44] 25 mts.

[45] 150 mts.

[46]  Salvaterra do Extremo, Portugal, a unos 10 kilómetros por carretera, unos siete campo a través.

[47] 350 mts.

[48] 389 mts.

[49] 1’3 kms.

[50] 155 mts.

[51]  Fusileros de Línea, por contraposición a los fusileros de Montaña que reclama para otras guarniciones.

[52] 30 metros

[53] La Orden de San Julián del Pereiro, fundada en 1156, tomó el nombre de Alcántara hacia 1218.

[54] 1230 m2 aprox.

[55] 165 mts.

[56] 136 mts.

[57] Castillo de Peñafiel o de Racha-Rachel, levantado en el siglo IX, los restos conservados responden a reformas del siglo XVI. Perteneció a la Orden de Alcántara, Está situado a unos tres kilómetros de Zarza la Mayor. Vid.

Ene 202016
 

Francisco González Lozano y Mª Guadalupe Pérez Ortiz.

 Resumen

El obispo Fernando Ramírez Vázquez pastoreó la diócesis pacense entre 1865 y 1890; uno de los focos de atención de su pontificado fue el Seminario Conciliar de San Atón, para el que dictaminó normas pedagógicas que marcarían la formación de los colegiales. El análisis histórico-pedagógico que presentamos trata de descubrir la influencia del prelado en el centro en un contexto marcado por el proceso de secularización docente que hundía sus raíces en el principio de que el Estado podía controlar todo lo relativo a la educación, haciéndose extensiva dicha intervención a los Seminarios Conciliares.

Las directrices pedagógicas custodiadas en el Archivo del Seminario Metropolitano San Atón demuestran el interés y la visión educativa del obispo relativas al centro. Este ambiente educativo se plasmó en la trayectoria vital y académica de los alumnos que cursaron estudios en el centro.

  1. Introducción

El Seminario Metropolitano San Atón, fundado por el obispo Fray Jerónimo Rodríguez Valderas en 1664 es una de las instituciones educativas más significativas de Extremadura. Impulsor de cultura y cuna de insignes e ilustres personajes que recibieron la educación de manos del centro creado para formar a niños y jóvenes que aspiraban a la clerecía, el Seminario San Atón ha merecido significativos estudios que ahondan en su trayectoria histórica y pedagógica[1].

El objetivo del presente trabajo pretende analizar, describir e interpretar en su contexto la labor pedagógica de uno de los obispos pacenses que dirigió los destinos de la diócesis y del Seminario entre 1865 y 1890. Consideramos que el obispo Fernando Ramírez Vázquez ejerció una destacable influencia en la organización y dirección del centro educativo por excelencia de Badajoz. El ambiente educativo promovido por el prelado dejó su huella en insignes alumnos del centro.

Envuelve a la situación educativa del Seminario un proceso de secularización docente que hunde sus raíces en la Iglesia nacional borbónica, sustentada en la tradición regalista española. Una mirada histórica a estos acontecimientos nos harán descubrir que el prelado Ramírez Vázquez necesariamente debía dirigir activamente los destinos del Seminario, apartándose del control estatal reinante en todos los ámbitos, incluido el educativo.

Los diferentes planes educativos promovidos por el Estado denotan el deseo de centralizar la educación apartando así a la Iglesia de la labor que tradicionalmente había ejercido en materia pedagógica. El Concordato de 1851 y el Plan de estudios de 1852 para los Seminarios Conciliares marcarán las directrices generales del de San Atón; pero se hacía necesaria la intervención del obispo Fernando Ramírez Vázquez para delinear un auténtico plan formativo para sus seminaristas. Junto a todo esto, el Sexenio Revolucionario (1868-1874) marcará la trayectoria histórica del episcopado de Ramírez Vázquez y su influencia en el Seminario San Atón.

Destacamos, transversalmente, la importancia del Archivo del Seminario Metropolitano San Atón como fuente primordial para el presente estudio y otros de carácter genealógico, pedagógico, histórico y archivístico.

La metodología histórica, presente en el siguiente estudio, nos proporcionará las herramientas para interpretar adecuadamente su labor como alma mater del Seminario.

  1. Secularización de la enseñanza: orígenes y consecuencias

El debate en torno a la “secularización” genera propuestas de diversa índole[2], algunas de ellas relacionadas con la política, otras con cuestiones sociales y varias, las que nos interesan en el presente artículo, relacionadas con la educación. La Edad Contemporánea dio paso al pensamiento ilustrado, oponiendo injustificadamente razón y religión, ciencia y fe. Se iniciaba un proceso secularizador que afectaría notablemente a instituciones de diversa índole, entre las cuales se encontrarán los Seminarios Diocesanos.

Para extender uniformemente y desde los pilares de la sociedad esta nueva concepción socio-antropológica, era preciso recurrir a las instituciones educativas que se convierten en transmisores de cultura a las futuras generaciones. Las diferentes políticas educativas plasmadas en leyes y planes de estudio son testigos de este giro cultural acaecido en la sociedad. La historiografía educativa nos muestra que las políticas educativas se centraron más en la educación secundaria, etapa formativa en la que la Iglesia, principalmente las órdenes religiosas, jugaban un papel primordial en siglos anteriores[3].

Un breve acercamiento a este proceso nos lleva contextualizar adecuadamente las directrices educativas y pedagógicas que el prelado Fernando Ramírez Vázquez diseñó para el Seminario Conciliar de San Atón.

El término “secularización” fue utilizado, por vez primera, en el Tratado de Westfalia, en 1648[4]. Destaquemos que, en aquel momento, no tenía una connotación sobre el valor y la legitimidad de la acción secularizadora, sino que hacía referencia a la liquidación de los señorías religiosos, conventuales y episcopales. Se trataba de devolver a “lo secular” lo que la Iglesia poseía anteriormente, aunque pudiera continuar sirviendo a fines eclesiásticos. El proceso de secularización se refería, así, al cambio de titularidad de bienes religiosos aun pudiendo conservar la finalidad espiritual  de los mismos[5]. Posteriormente, a finales del siglo XVIII, el término secularización se aplicará al cambio de estado “religioso” a “laico”. Será a principios del siglo XIX cuando, en el ámbito católico, se aplique el término a la supresión o usurpación de bienes religiosos por parte del Estado, entendiendo la secularización como el ilegítimo cambio de titularidad de bienes eclesiásticos al Estado. Este contexto sociopolítico amparaba el nacimiento de una concepción filosófica y cultural bajo la categoría de “secularización”.

El fenómeno secularizador se extendió desde el siglo XVII a nuestros días en todos los países europeos y americanos, afectando notablemente a cualquier manifestación de la cultura: arte, política, religión, educación… Ésta última, no es más que el resultado de un recorrido histórico que vería su reflejo en la organización escolar y en la plasmación de fines pedagógicos.

Unido estrechamente al proceso secularizador y atendiendo a las instituciones educativas eclesiásticas que nos atañen -los Seminarios Conciliares- encontramos a mediados del siglo XVIII un concepto de notable trascendencia: la Iglesia nacional borbónica, que era sustentada en la tradición regalista española[6]. A diferencia de las regalías de los Austrias -no exentas de concesiones papales-, el regalismo borbónico se aplicaba el derecho de intervención en asuntos eclesiásticos. Desde esos planteamientos, el Seminario Conciliar debía ser la cuna de un clero ilustrado que transmitiera fielmente la idea de una iglesia nacional unida estrechamente a la Corona, siendo instrumento y semillero de la transmisión de esta concepción filosófico-política al resto de los ciudadanos[7].

Carlos III procuró llevar a cabo esta nueva concepción organizativa del Estado en la que la Iglesia quedaba relegada a un orden más metafísico que temporal[8]. El Rey se reservaba el derecho al gobierno interior de los centros educativos[9] y, por extensión, de los Seminarios Conciliares. Del mismo modo extendió su jurisdicción al control de las universidades, mediante Real Decreto de 8 de noviembre de 1770 y 14 de octubre de 1771. Como contrapartida el Rey cuidaría y administraría las rentas de los colegios mayores, organizando y gobernando la dirección de los mismos. El 22 de enero de 1771 se prescribe a los graduandos de las universidades del Reino una cláusula regalista: “etiam iuro me nunquam promoturum, defensurum, docturum directe neque indirecte quaestiones contra auctoritatem civilem regiaque regalia[10].

Otras muestras del proceso secularizador y control docente por parte del Estado lo encontramos en el Juicio imparcial de Campomanes, quien relegaba a la Iglesia a cuestiones espirituales sin autoridad en lo temporal[11].  La Iglesia debía someterse a las leyes regias, tildando de intromisión irregular la defensa del poder temporal de los obispos[12]. En la misma línea se manifestaría el regalista José de Covarrubias en 1785, sosteniendo que la Iglesia no tenía autoridad en el orden terreno[13]. El siguiente paso lo daba José Moñino en su Instrucción reservada, apuntando la necesidad de un clero ilustrado que apoyara la idea del Estado docente[14], dejando poca o nula libertad a la autonomía eclesiástica en el ámbito pedagógico de los Seminarios Conciliares[15]. Otro exponente de esta concepción secularizante lo encontramos en Diego Muñoz Torrero quien siendo Rector de la Universidad de Salamanca, en 1789, emitía un dictamen en el que se impedía a la Iglesia manifestarse en contra de la tolerancia del Estado respecto a los herejes; años más tarde, en las Cortes de Cádiz, Muñoz Torrero sostendría de nuevo esta posición insistiendo en que la religión católica no podía decir nada, ni a favor, ni en contra, de la tolerancia civil: no era su cometido, estaba desterrada al plano meramente espiritual[16].

La reacción de los prelados ante estas intromisiones fue el conformismo. No supieron anticiparse a las consecuencias de esta nueva visión educativa; las penurias económicas por las que pasaban los centros educativos eclesiales reclamaban ampararse bajo la protección del Estado[17].

Las Cortes de Cádiz marcarían los designios políticos y educativos del siglo XIX; de ellas manó una Constitución en la que se vislumbraba un nuevo orden social y una concepción antropológica distinta, basada en el Liberalismo, colocando en primer lugar la libertad del individuo sobre las cuestiones sociales[18].

Este contexto educativo dará pie a la primera manifestación en el Plan Literario de Estudios y Arreglo General de las Universidades del Reino[19], conocido como el Plan Calomarde, en 1824, que marcaría la formación en los Seminarios Conciliares hasta el año 1852, en que se suprimirían las Facultades de Teología. El Estado se hacía omnipresente en la vida cultural de la sociedad, controlando cualquier institución de índole educativa; muestra de ello fue también el Plan del Duque de Rivas, en 1836[20]. En aras de la ansiada libertad de enseñanza, el Plan Pidal de 1845[21] admitía la posibilidad de creación de establecimientos públicos o privados: los primeros sostenidos e instituidos por el Estado, los segundos por instituciones particulares. Los mismos principios serán aplicados en la Ley de instrucción pública de 9 de septiembre de 1857[22].

Una nueva reestructuración se produce en la segunda enseñanza. Mas tarde, el Real decreto de 9 de octubre de 1866 proponía salvar los estudios de Latinidad mediante profesores y maestros particulares, estableciendo así la “libertad del estudio de las humanidades”[23].

Observamos, por tanto, cómo la secularización social que yacía en la cultura española desde mediados del XVIII, se hacía extensiva a la educación, con pasos lentos, pero firmes, con la intención de descentralizar a la Iglesia como eje de promoción de la cultura.

El Concordato firmado entre Isabel II y la Santa Sede en 1851 vetaba a la Iglesia en ciertos asuntos relacionados con la enseñanza, recogiendo así el intervencionismo estatal en este terreno[24]. Se suprimieron las Facultades de Teología de las Universidades españolas[25]: el Estado no necesitaba a la Iglesia en el ámbito educativo. Como contrapartida, se posibilitó la creación de unos Seminarios centrales que impartirían los grados de licenciatura y doctorado[26] y se dictaminó un nuevo Plan de estudios[27]. Así las cosas, “el requiescat in pace a la teología universitaria española era una realidad consumada”[28]. Se había expulsado del ámbito universitario al alma mater de su fundación, la Iglesia y, por tanto, también la Teología[29].

Variada fue la legislación que en los años posteriores se decretó en relación a los centros privados y a la segunda enseñanza. A finales del siglo XIX y principios del XX, la Iglesia se amparó en este principio de libertad para sustentar sus centros educativos[30]. Estos establecimientos iban en auge a pesar del afán centralizador estatal, y los profesores encargados de realizar los exámenes para asegurar una enseñanza homologable se disputaban el puesto argumentando que debían provenir de centros públicos y no de establecimientos privados. Así los Reales decretos de 14 de mayo de 1875[31] y 28 de febrero de 1879[32] intentaron regularizar esta situación.

  1. Datos biográficos Ramírez Vázquez

Fernando Ramírez Vázquez nace el 3 de diciembre de 1807 en Salvatierra de los Barros, Badajoz. Hijo de Juan Rodríguez y Mariana Vázquez, cuyo matrimonio se celebró el 3 de mayo de 1794. A los pocos días, el 6 de diciembre de 1807, Fernando recibe el sacramento del Bautismo de manos de Antonio Núñez en su parroquia de nacimiento[33].

Años más tarde, el 25 de mayo de 1819, el padre del futuro prelado presentaba la solicitud al Seminario Conciliar de San Atón para que su hijo ingresara en el centro y pudiera disfrutar de media beca, debido a la escasez económica familiar. El entonces obispo de la diócesis, Mateo Delgado solicitaba los obligados informes sobre la conducta, rectitud de intención, buenas costumbres y limpieza de sangre de sus familiares directos. Comenzaban los trámites ordinarios para emitir el juicio sobre la idoneidad del candidato a entrar en el Seminario. En aquella ocasión, Esteban Rivero, cura propio de Salvatierra, interrogaba a tres testigos directos sobre la vida de Fernando Ramírez. La resolución positiva a la solicitud de ingreso se firmaba el 14 de octubre de 1819.

A partir de entonces, Fernando Ramírez será colegial de San Atón, custodiándose su expediente académico en el archivo del centro así como asuntos relacionados con el pago de la pensión[34].

Tras cursar las distintas etapas regladas (Latín y Humanidades, Filosofía y Teología) previas a la ordenación sacerdotal, sacramento que recibió el 16 de junio de 1832, fue vicario de la Iglesia de la Concepción en Badajoz y posteriormente en la Iglesia de la Magdalena de Olivenza. Se licenció en Teología en la Facultad de Sevilla. Posteriormente, Vázquez ejerció como catedrático de Teología en el Seminario Conciliar de Badajoz. Fue preconizado obispo de Badajoz el 25 de septiembre de 1865, recibiendo la consagración episcopal de manos de Manuel García Gil, Pantaleón Monserrat y Navarro y Marrodán Rubio[35] el 13 de febrero de 1866. “Tomó posesión de su silla episcopal, por medio de poder, el 14 de febrero de 1866”[36]. Asistió al Concilio Vaticano I[37]. La bula Quo gravios de Pío IX, en 1873[38], hizo que incrementaran los territorios de la diócesis pacense que gobernaba, añadiéndole los prioratos de las órdenes militares de Magacela y Llerena. Fallece el 4 de noviembre de 1890.

La labor de los obispos en cada diócesis como pastor al frente de su rebaño es evidente; centrándonos en la institución eclesial educativa que nos ocupa -el Seminario Diocesano San Atón- hallamos la particular preocupación del prelado Ramírez Vázquez en relación al semillero de sus futuros presbíteros. Las indicaciones del Papa Pío IX, nada más entrar en la diócesis pacense, auguraban un pontificado episcopal lleno de sabias directrices pedagógicas: “Pon tu especial y esquisito esmero en vigilar asiduamente para que los jóvenes clérigos sean desde sus tiernos años educados oportunamente, y por Maestros de muy reconocida probidad”[39]; el Pontífice instaba al diocesano a educar en la sana doctrina para que pudiera manar sabia y santamente los cargos que posteriormente desempeñarían los ahora seminaristas.

Desde entonces procuró dirigir adecuadamente su Seminario velando por el plantel de sus amados seminaristas, quienes -dirigidos por el Rector y Catedráticos-  desplegarían virtudes para proporcionarle dignos cooperadores de la tarea pastoral diocesana[40]. No podía ser de otra manera: alejados del amparo estatal, los Seminarios Conciliares, en particular el de Badajoz, debían seguir fielmente las directrices fundadamente sopesadas del pastor diocesano.

No estuvo exento el gobierno de Ramírez Vázquez de dificultades. De entre ellas, destacamos el Sexenio Revolucionario (1868-1874), centrándonos en las repercusiones que afectaron al Seminario de Badajoz.

La última etapa del reinado de Isabel II no mantuvo un equilibrio en la sociedad española, dejándose sentir un retraso político, económico y educativo respecto al resto de los países europeos. Los tumultos ocurridos en Granada y Barcelona a principios de 1868, el fallecimiento de O´Donnel en 1867 y la muerte de Navárez en 1868 fueron el aldabonazo que hizo estallar el malestar hacia el Gobierno[41]. El grito de “¡Viva la revolución con honra!” de Topete se extendió por España y fue acogido por la mayor parte de la sociedad, expectante de un renovado cambio que mejorara la situación.

Son numerosos y variados los estudios políticos sobre el Sexenio[42] y éste no es objeto de nuestro estudio más allá de las repercusiones educativas y económicas que vieron reflejo en el Seminario[43].

En Badajoz el pronunciamiento se produjo el 30 de septiembre de 1868. Gabriel Suárez asumió todos los poderes hasta que se nombrara un Gobierno provisional en Madrid. Se defendieron tres convicciones fundamentales: el sufragio universal, el reconocimiento de derechos y libertades individuales y la descentralización del Gobierno. La noticia le llegó al obispo Ramírez Vázquez en su visita pastoral a La Parra[44], quien se posicionó críticamente frente al Gobierno, especialmente en lo relativo a la libertad de cultos. La ausencia del prelado en la proclamación oficial de la Constitución en Badajoz, en junio de 1869, quedaba patente su malestar frente al nuevo Gobierno. Ni obispo ni clero juraron fidelidad a la nueva Ley.

En lo que respecta al Seminario, fue clausurado el 8 de octubre, quedando las llaves en poder de un delegado de la junta revolucionaria[45]. Dos años más tarde, en 1871, sería devuelto al prelado. Lo mismo sucedió con la Casa de Ordenandos, desvalijada y expropiada hasta 1875. Recordemos que en dicho centro se realizaban los ejercicios espirituales para sacerdotes “que tanto recomienda la Iglesia por medio de sus Pontífices y Doctores, á los que han sido llamados para apacentar y regir el rebaño del Señor”[46] y la permanencia en dicha Casa era obligatoria durante el año previo a los que aspiraban a recibir las Sagradas Órdenes[47]. Las protestas del prelado fueron constantes[48].

La información recogida en el archivo del Seminario, respecto a la revolución de 1868 y a sus consecuencias, la encontramos en unas breves líneas de las actas de la junta de hacienda celebrada el 30 de noviembre de 1882. En esa fecha se reúne la nueva junta en el Palacio Episcopal. Allí se detalla que desde el año 1868, el Seminario había pasado graves apuros, consecuencia principalmente de “los trastornos políticos ocurridos en nuestra patria y que al presente si no tienen existencias, tampoco tienen deudas”[49].

Tras el Sexenio volvería la normalidad al Seminario San Atón.

  1. Directrices pedagógicas

Los siguientes datos extraídos del Archivo del Seminario Metropolitano San Atón, del Archivo Eclesiástico de la Archidiócesis de Mérida-Badajoz y del Boletín Oficial del Obispado, fuentes fundamentales para el conocimiento e interpretación de la trayectoria del Seminario pacense, constatan que el obispo Ramírez Vázquez tomó parte activa en la dirección del establecimiento central de la diócesis, como así lo hicieran sus antecesores en la silla episcopal. Las directrices pedagógicas que mostramos son muestra de la preocupación de quien ha de mostrar los fines educativos y la misión del centro que formará a los futuros pastores de su grey.

  1. 1. Registros de conducta

El 1 de diciembre de 1866, el catedrático de Teología dogmático-moral Mamerto Fuentes, rellenaba el primer parte de conducta de los alumnos internos y externos que acudían a sus clases. Era la primera vez que este documento oficial recogía el seguimiento más personalizado o tutorial de los colegiales de San Atón. Por columnas se distribuían los nombres y apellidos de los alumnos, destacando la impresión que los catedráticos observaban sobre el comportamiento moral de los alumnos, pudiéndolo clasificar entre tres posibilidades: bueno, malo o regular. En el mismo documento se detallaban las faltas de asistencia voluntarias o involuntarias y la aplicación de los asistentes, pudiéndose calificar entre “mucha, alguna, bastante, regular, poca o incalificable” [50]. No faltaban las medidas correctivas o castigos que los mismos catedráticos imponían a los díscolos.

El registro individualizado del comportamiento, así como el aprovechamiento de las materias daba una visión más detallada del avance o estancamiento de los que aspiraban a la clerecía y de los alumnos externos que acudían al Seminario a recibir docencia. Todo ello nos muestra la exquisita laboriosidad pedagógica de los catedráticos respecto a sus alumnos; labor impulsada por el prelado Ramírez Vázquez.

  1. 2. Concesión de becas

Junto a estas primeras directrices pedagógicas, la preocupación del prelado respecto a su Seminario también se hizo notar en las cuestiones económicas. La falta de liquidez hacía peligrar la trayectoria de concesión de becas que tradicionalmente concedía el prelado a los colegiales[51], dotaciones que facilitaron el acceso a la educación de numerosos jóvenes dotándolos de instrucción y educación para su futuro. Esta disminución de las rentas particulares del centro movió al obispo a enviar una carta a la Reina recordándole la necesaria colaboración del Estado para la educación en su Seminario[52]. En la misiva, Ramírez Vázquez solicitaba a la Reina que el Ministerio de Hacienda llevara a término las cargas conocidas y corrientes que pesaban sobre la hacienda del Seminario.

Tras la recepción de la dotación del Estado, el 13 de diciembre de 1867 se comunicaban los alumnos agraciados con beca entera y media beca, continuando así la labor de beneficencia del Seminario Conciliar de Badajoz[53].

  1. 3. Decreto de adhesión de los seminaristas a la diócesis

Sería el 4 de diciembre de 1867 cuando el obispo Fernando Ramírez pidiera a los colegiales de San Atón un juramento de fidelidad a la diócesis. Las primeras líneas del decreto recordaban el origen y la finalidad de los Seminarios Conciliares[54], señalando la importancia de servir en el futuro a la Iglesia diocesana que invirtió medios personales y económicos en la educación de los futuros pastores. Con dolor, explicaba el prelado, había experimentado el abandono de la carrera eclesiástica de algunos teólogos y de algunos sacerdotes que marchaban a otras diócesis. El esfuerzo diocesano no podía ser estéril, de ahí que mandara crear una comisión compuesta por un capitular de la S. I. Catedral, el Rector del Seminario y el secretario de estudios cuya misión sería recibir el juramento de los que la Iglesia había acogido, instruido, alimentado y dirigido hacia la carrera eclesiástica.

Tras dar a conocer el decreto de Ramírez Vázquez a los seminaristas, sin cuya adhesión no podrían seguir disfrutando de su estancia en el Seminario ni aspirar a las Sagradas Órdenes, los alumnos de Teología y fámulos fueron preguntados conforme al documento leído; libre y espontáneamente aceptaron todo lo dispuesto en el mismo, manifestando así su testimonio de gratitud a la diócesis, al obispo y al Seminario Conciliar que los estaba educando.

  1. 4. Nuevos sistema de calificaciones

El 29 de mayo de 1868 el obispo Fernando Ramírez Vázquez enviaba una carta a los catedráticos instándoles a calificar a los colegiales por asignaturas sueltas, midiendo así mejor el aprovechamiento que tenían los seminaristas, en lugar de una valoración global que era la utilizada tradicionalmente en el centro. La intención no era otra sino conocer mejor y de primera mano la evolución y disposición de los seminaristas en cátedra. Además, para los teólogos, habría de tenerse en cuenta la conducta moral y disciplinar en la valoración global de la nota, ampliando así la información de que dispondría el obispo antes de admitir a Órdenes a un candidato[55].

Tras la recepción de la comunicación del obispo, los catedráticos debatieron el tema y por acuerdo mayoritario aceptaron la calificación individual de los alumnos. Menos acuerdo hubo en valorar el comportamiento de los alumnos y el reflejo en la nota académica, puesto que algunos entendían que nada tenía que ver el comportamiento moral con el rendimiento académico. No obstante el acuerdo se produjo tras la votación, accediendo al deseo de fondo del prelado: los catedráticos no imparten conocimientos de manera aséptica, sino que han de ser ejemplo de moral y virtud para sus alumnos, además de la preocupación que han de mostrar por la coherencia de vida de los colegiales. Se abría paso, por tanto, a un nuevo sistema de calificaciones en el Seminario Conciliar de San Atón[56].

  1. 5. Estudios de Bachiller en Derecho Canónico

Consciente de la necesidad del conocimiento de las leyes eclesiásticas por parte de los presbíteros, el obispo Fernando Ramírez abría el primer curso de Derecho Canónico en 1883. Se ofrecía al clero la posibilidad de aumentar sus conocimientos y ponerlos al servicio del pueblo fiel. Y así, deseando ampliar la enseñanza eclesiástica para solventar los numerosos conflictos jurídicos que sobrevenían a la clerecía en el pastoreo de su grey, se abría la matrícula en esta etapa pedagógica[57].

Ciertamente los estudios en Derecho venían siendo tradición en los planes de estudio de los Seminarios Conciliares y, en particular, en el de San Atón. El Plan de Estudios de 1852 ya tenía previsto que los alumnos pudieran cursar, durante tres años, la etapa canónica[58]. Este Plan de estudios estuvo vigente hasta el 30 de junio de 1896, fecha en la que la Congregación de Estudios de la Santa Sede dicta una nueva instrucción que modificaría la enseñanza de los seminarios centrales de España. Esta reestructuración vino dada por la precaria situación de los estudios en los seminarios españoles que, según el informe del nuncio Rampolla, era paupérrima[59]. Los libros de matrícula registran los alumnos que cursaron esta etapa en Badajoz[60].

Al curso siguiente se continuarán los estudios de Derecho Canónico en el Seminario[61]. Sin embargo, no será hasta años más tarde, en 1909, cuando tengamos pruebas de la obtención del mencionado grado; probablemente en los años anteriores alguno de los alumnos lo consiguiera, pero no se ha dejado constancia en el archivo del Seminario.

Sí sabemos que Felipe Rubio Piqueras, el 28 de mayo de 1909, “previo el primer ejercicio para obtener el grado de Bachiller en Derecho Canónico, practicó el segundo ante el tribunal formado bajo la presidencia del Muy Ilustre Sr. Prefecto de estudios por los señores doctoral, D. José Hernández y D. Eloy Pedrajas”[62]. Tras la profesión de fe y con la solemnidad y formalidades de costumbre recibió el grado de bachiller en la Facultad de Derecho Canónico, siendo testigos Fernando Castón Durán y Pablo Meléndez Valle.

Meses más tarde, Agustín Trejo Macías, a 22 de septiembre de 1909, recibía el grado de bachiller en Teología[63]. Este alumno se animó dos días más tarde a practicar los ejercicios para obtener el grado de bachiller en Derecho Canónico y así lo obtuvo en presencia de Fernando Castón y Agustín Sabater[64].

  1. Alumnos insignes durante el episcopado de Ramírez Vázquez

Hemos destacado la influencia del obispo Fernando Ramírez Vázquez en el devenir histórico y pedagógico del Seminario Conciliar de San Atón mediante diversa normativa promulgada para el mismo. Dichas directrices afectaron a la organización interna del establecimiento, al modo de calificar a los alumnos, al estilo pedagógico de los catedráticos…, en definitiva, a los alumnos que recibieron formación reglada en San Atón.

Al entresacar alumnos del periodo analizado (1865-1890) somos conscientes de que muchos, la inmensa mayoría, no salen a la luz; destacamos en el presente trabajo sólo a tres de los colegiales que vivieron en el Seminario de Badajoz durante el episcopado de Ramírez Vázquez por su influencia social y religiosa posterior:

5.1. Tirso Lozano Rubio

El año 1879 Tirso Lozano Rubio comienza el tercer curso de Latín y Humanidades en el Seminario pacense[65]. En su trayectoria profesional podemos encontrar innumerables cargos eclesiásticos y civiles que ejerció con brillante pasión[66]: canónigo lectoral de la Catedral, Académico Correspondiente de la Real Academia de la Historia por la provincia de Badajoz en Madrid, miembro de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos desde 1899 hasta 1938, director del Boletín del Obispado, vocal del Patronato del Museo Provincial y Socio de Número de la Real Sociedad Económica Extremeña de Amigos del País desde el 16 de enero de 1894 hasta 1938. Además, mantuvo una estrecha relación con la Caja de Ahorros de Badajoz, donde ocupó los cargos de: Miembro del Consejo de Administración, Inspector, Vicepresidente y Presidente en los años 1932 al 1938.

5.2. Eloy Pedrajas Núñez Romero

Eloy Pedrajas Núñez Romero nace el 1 de diciembre de 1868, hijo de Francisco y María, en el seno de una familia conocida en Cabeza del Buey[67]. Terminados sus estudios de segunda enseñanza, contando con quince años, ingresó en el Seminario Conciliar de Córdoba, donde estudió Teología y Derecho Canónico, ordenándose sacerdote el 23 de diciembre de 1893. Destacamos de su trayectoria que fue Socio de Número de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, ingresando en 1895 y de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras desde 1899[68] y fue condecorado con la Encomienda de la Real y Militar Orden de Cristo, de Portugal, y con la Cruz italiana de Bene merenza[69].

5.3. José Velardos Parejo

José Velardos Parejo nació en La Haba, el 19 de enero de 1869. Ingresó en el Seminario a principios del curso académico 1882-1883[70]. De su expediente académico[71] destacamos que obtuvo la máxima calificación en todas las asignaturas y todos los años. Entre su amplio currículum encontramos los siguientes datos: fue ordenado presbítero en 1893; obtuvo el grado de doctor en Sagrada Teología en septiembre de 1896 y la licenciatura en Derecho Canónico en abril de 1906. Fue nombrado vice-rector del Seminario en 1899 y canónigo de la Catedral, por oposición, el 30 de marzo de 1903. El Santo Padre lo nombró su camarero secreto supernumerario en 1925; a estos honorables cargos le sumamos haber sido capellán de diversas comunidades religiosas y responsable de varias delegaciones episcopales.

  1. Conclusiones

El obispo Fernando Ramírez Vázquez asumió la formación de los colegiales del Seminario Conciliar de San Atón en un periodo convulso marcado, pedagógicamente, por el proceso de la secularización docente y, a nivel histórico, por el Concordato de 1851 y el Sexenio Revolucionario. Supo dirigir adecuadamente la educación de los futuros pastores de su diócesis.

Frente al control estatal de la educación, Ramírez Vázquez tomó las riendas del Seminario, impulsando una educación personalizada en la que en el centro de la pedagogía se situara el alumno, guiado por un plantel notablemente preparado de catedráticos. Prueba de ello fue el nuevo sistema de calificaciones y el registro de los partes de conducta.

La evolución pedagógica y la trayectoria vital de los alumnos que estudiaron en San Atón reflejan la huella cultural que el Seminario pacense legó a Extremadura; grandes personajes del ámbito cultural, político, musical…, iniciaron sus primeros pasos bajo las directrices del prelado Ramírez Vázquez.

El Archivo del Seminario Metropolitano San Atón custodia una riquísima documentación relacionada con la labor educativa del centro y su impronta en la cultura extremeña; su consulta es de obligada referencia para el trazado de la historia pedagógica de la Región entre los siglos XVII al XXI.

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[1] Entre los estudios más significativos destacamos los siguientes: BLANCO COTANO, M. El primer centro Universitario de Extremadura: Badajoz 1793. Historia pedagógica del Seminario de San Atón. Cáceres, Universidad de Extremadura, Servicio de Publicaciones, 1998; RUBIO MERINO, P. El Seminario Conciliar de San Atón. (1664-1964). Madrid, Artes gráficas Maribel, 1964; además, significativo por amplitud y profundidad fue el volumen extraordinario de la Revista de Estudios Extremeños publicado en mayo de 2014 con motivo del trescientos cincuenta aniversario del Seminario San Atón, un total de 28 artículos de investigación que describen el ambiente histórico que ha contemplado la institución, alumnos insignes, obispos de especial relevancia, artículos sobre joyas en su biblioteca y en su patrimonio artístico y numismático, la relevancia e influencia del Seminario en la cultura extremeña y otros artículos pedagógicos de notable interés; cfr. Revista de Estudios Extremeños, 70/número extraordinario, (2014).

[2]Abundante son los estudios referidos a la secularización en todos sus ámbitos; destacamos algunos relacionados con aspectos exclusivamente sociales: ARBEOLOA MURU, V.M. Clericalismo y anticlericalismo en España (1767-1939): una introducción. Madrid, Encuentro, 2009; CIFUENTES PÉREZ, L.M. ¿Qué es el laicismo? Madrid, Ediciones del Laberinto, 2005; CUENCA TORIBIO, J.M. Relaciones Iglesia-Estado en la España contemporánea (1833-1985), Madrid, Ed. Alhambra, 1985; DÍAZ-SALAZAR, R. Religión y laicismo en la tradición laica española, en DÍAZ-SALAZAR, R. et al. Religión y Laicismo hoy: En torno a Teresa de Ávila. Barcelona, Anthropos, 2010, pp. 51-91; PEÑA RUIZ, H. y TEJEDOR DE LA IGLESIA, C. Antología Laica, 66 textos comentados para comprender el laicismo. Salamanca, Universidad de Salamanca, 2009; SALOMÓN CHÉLIZ, P. “Libertad religiosa y laicismo en la España contemporánea. Reflexiones sobre algunas perspectivas historiográficas recientes”. Ayer, 86/2, (2012), pp. 227-245; SUÁREZ CORTINA, M. ¿David frente a Goliat? Secularización y confesionalidad en la España contemporánea, en SUÁREEZ CORTINA, M. (ed.). Secularización y laicismo en la España contemporánea. III Encuentro de Historia de la Historia de la Restauración. Santander, Sociedad Menéndez Pelayo, 2001.

[3] Ensayos relacionados directamente con los procesos secularizadores en la educación son los siguientes: ASENSIO SÁNCHEZ, M.A. Proceso secularizador y libertad de enseñanza en el derecho histórico español. Málaga, Servicio de Publicaciones e Intercambio Científico de la Universidad de Málaga, 2001; GARCÍA REGIDOR, T. La polémica sobre la secularización de la enseñanza en España (1902-1914). Madrid, Fundación Santa María, 1985; GUEREÑA, J.; RUIZ BERRIO, J. y TIANA FERRER, A. Nuevas miradas historiográficas sobre la Educación en la España de los siglos XIX y XX. Madrid, Ministerio de Educación, Secretaría General Técnica, 2010; Id. Historia de la Educación en la España Contemporánea: diez años de investigación. Madrid, Centro de Publicaciones del Ministerio de Educación y Ciencia, 1994; VERGARA CIORDIA, J. (coord.). Estudios sobre la secularización docente en España. Madrid, Aula Abierta, 1997.

[4] COMELLAS, J.L. Westfalia, Paz de, en Gran Enciclopedia Rialp, T. XXIII. Madrid, Rialp, 1975, pp. 744-747.

[5] REDONDO, E. Alcance y límites del concepto de secularización docente, en VERGARA CIORDIA, J. (coord.). Estudios sobre…, o.c., pp. 30-36.

[6] EGIDO LÓPEZ, T. El regalismo y las relaciones Iglesia-Estado en el siglo XVIII, en GARCÍA VILLOSLADA, R. (dir.). Historia de la Iglesia en España. T. IV. Madrid, BAC, 1979, pp. 125-249; MARTÍN HERNÁNDEZ, F. Los seminarios españoles en la época de la Ilustración: Ensayo de una pedagogía eclesiástica en el siglo XVIII. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1973, p. 120; RUIZ ALEMÁN, J. “Las relaciones iglesia-Estado en los orígenes de la España contemporánea”. Anales de Historia Contemporánea, 2, (1983), pp. 7-28.

[7] Cfr. VERGARA CIORDIA, J. Historia y pedagogía del Seminario Conciliar en Hispanoamérica. 1563-1800. Madrid, Dykinson, 2004, pp. 99-111.

[8] Culmen del absolutismo será la Pragmática Sanción de 2 de abril de 1767 por la que se expulsaba de España a la Compañía de Jesús, abriéndose el camino al control de la educación, a la centralización estatal y a la secularización. Cfr. VÁZQUEZ CALVO, J.C. Historia de la Educación Pública en Extremadura en el Antiguo Régimen (siglos XVI, XVII y XVIII). Mérida, Junta de Extremadura, Consejería de Educación, Ciencia y Tecnología, 2004, pp. 495-506.

[9] Novisima recopilación de las leyes de España. Madrid, [s.n.], 1805. Libro I, título XI, ley I: “la enseñanza pública de Gramática, Retórica, Geometría y Artes, como necesaria é indispensable a toda clase de jóvenes, deberá permanecer en las escuelas actuales”. Escuelas de las que ya habían sido expulsados los jesuitas. Asimismo, el 14 de agosto de 1768 se establecían casas para la educación de niños y jóvenes, con un director y maestro seculares, donde recibirían educación civil y cristiana. Cfr. Ibidem, Libro VIII, título I, ley IX.

[10] Ibidem, Libro VIII, título V, ley III. Traducción: Asimismo juro que nunca promoveré, defenderé, enseñaré ni directa ni indirectamente, cuestiones contra la autoridad civil ni contra las regalías reales.

[11] Cfr. RODRÍGUEZ DE CAMPOMANES, P. Juicio imparcial sobre las letras en forma de breve, que ha publicado la Curia Romana. Madrid, Imprenta de Joachin de Ibarra, 1769, pp. 97-100.

[12] Cfr. DOMÍNGUEZ, J.P. “Reformismo cristiano y tolerancia en España a finales del siglo XVIII”. Hispania Sacra, 65, (2013), pp. 131-135.

[13] Todo aquello que en la Iglesia no es en sí mismo ni fe, ni misterio, ni doctrina, aunque tenga conexión con esto, habría de ser resuelto por el Estado. Cfr. COVARRUBIAS, J. de. Máximas sobre recursos de fuerza y protección, con el método de introducirlos en los tribunales. Madrid, Imprenta de Joachin de Ibarra, 1785, p. 14.

[14] Cfr. FLORIDABLANCA, J.M. Obras originales del conde de Floridablanca, y escritos referentes a su persona. Madrid, M. Rivadeneyra, 1867, pp. 213-272.

[15] Un estudio detallado sobre el devenir del proceso secularizador, la postura eclesial y las diferentes leyes establecidas para asentar un Estado intervencionista en materia educativa lo encontramos en VERGARA CIORDIA, J. “Jerarquía eclesiástica y secularización en el Antiguo Régimen (1768-1833)”. Anuario de Historia de la Iglesia, 19, (2010), pp. 73-94.

[16] Intervención de Muñoz Torrero en la sesión del 15 de enero de 1813, en Discusión del proyecto de decreto sobre el tribunal de la Inquisición. Cádiz, Imprenta Nacional, 1813, pp. 303-306.

[17] Cfr. VERGARA CIORDIA, J. La actitud de la jerarquía eclesiástica ante el fenómeno de la secularización docente ilustrada, en Id. (coord.) Estudios sobre la secularización docente en España. Madrid, UNED, 1997, pp. 61-97.

[18] Cfr. PUELLES BENÍTEZ, M. de. La reforma educativa del liberalismo español (1812-1857), en Simposium internacional sobre educación e ilustración. Dos siglos de reformas en la enseñanza. Madrid, Ministerio de Educación y Ciencia, 1988, pp. 405-431; Id. Educación e Ideología en la España Contemporánea. Madrid, Labor, 1986, p. 56; VIÑAO FRAGO, A. “La educación cívica o del ciudadano en la ilustración española: entre la tradición republicana y el liberalismo emergente”. Res Publica: Revista de Filosofía Política, 22, (2009), pp. 279-300.

[19] Cfr. Plan Literario de Estudios y Arreglo General de las Universidades del Reino. Valencia, [s.n.], 1824.

[20] Cfr. Plan General de Instrucción Pública decretado por S.M. la Reina Gobernadora en 4 de Agosto de 1836. Madrid, Imprenta Real, 1836.

[21] Cfr. España. Real Decreto de 17 de septiembre de 1845, aprobando el Plan general de estudios para la instrucción pública del reino en la parte relativa á las enseñanzas secundaria y superior, en La Gaceta, 25-9-1845, num. 4029. Art. 51: “son establecimientos públicos aquéllos que en todo o en parte se sostienen con rentas destinadas a las instrucción pública, y están dirigidos exclusivamente por el gobierno”. Art. 52: “son establecimientos privados aquéllos cuya enseñanza se sostiene y dirige con personas particulares con el título de Colegios, Liceos o cualquier otro. Ninguno podrá usar el de Instituto”.

[22] Ley de Instrucción Pública decretada el 9 de septiembre de 1857, en La Gaceta, 10-9-1857, num. 1710. Art. 97: “son escuelas públicas de primera enseñanza las que se sostienen en todo o en parte con fondos públicos, obras pias ú otras fundaciones destinadas al efecto”. Art. 148: “son establecimientos privados los costeados y dirigidos por personas particulares, Sociedades ó Corporaciones”.

[23] España. Real Decreto de 9 de octubre de 1866, reformando los estudios de segunda enseñanza, en La Gaceta, 12-10-1866, num. 285.

[24] Un estudio detallado del Concordato de 1851 lo encontramos en PÉREZ DE ALHAMA, J. “Presupuestos político económicos al Concordato Español de 1851”. Scriptorium Victoriense, 2, (1962), pp. 245-275; véase también id. “Presupuestos económicos al Concordato español de 1851”. Scriptorium Victoriense, 1, (1962), pp. 69-100.

[25] Cfr. La Gaceta, 3-6-1852, num. 6555. Art. 1: “Terminado el presente curso académico, quedarán suprimidas las facultades de teología existentes en las Universidades del Reino”. Firmado por Ventura González Romero, Ministerio de Gracia y Justicia.

[26] Ibidem, art. 4: “Los estudios posteriores que sean necesarios para recibir los grados de doctor en teología, este mismo grado y licenciado en cánones se harán precisamente en los seminarios generales centrales”.

[27] Cfr. Colección legislativa de España. T. LVII. Madrid, Imprenta Nacional, 1853, pp. 199-210.

[28] VERGARA CIORDIA, J. y COMELLA GUTIÉRREZ, B. “El Seminario Conciliar en las relaciones Iglesia-Estado en España desde Trento al Concilio Vaticano II”. Revista de Estudios Extremeños, 70/número extraordinario, (2014), p. 574.

[29] Cfr. ANDRÉS MARTÍN, M. La supresión de las facultades de Teología en las universidades españolas (1845-1855). Burgos, Aldecoa, 1976, p. 285.

[30] GARCÍA REGIDOR, T. La polémica sobre la secularización…, o.c., p. 389.

[31] Cfr. España. Real Decreto de 10 de mayo de 1875, reorganizando los Tribunales de exámenes y determinando la forma en que estos deben verificarse, en La Gaceta, 15-5-1875, num. 135.

[32] Cfr. España. Real Decreto de 28 de febrero de 1879, dictando varias disposiciones acerca de los Tribunales de examen para los alumnos de los Colegios incorporados a los Institutos, en La Gaceta, 1-3-1879, num. 60.

[33] Los datos relacionados con el expediente de ingreso de Fernando Ramírez Vázquez se encuentran en el Archivo del Seminario Metropolitano de Mérida-Badajoz (en adelante A.S.M.M.B.) Sección secretaría, libro 48. Más datos sobre la biografía de Ramírez Vázquez los hallamos en CUENCA TORIBIO, J.M. “La revolución de 1868 y el episcopado de la Baja Andalucía”. Anales de la Universidad Hispalense, 26, (1967), pp. 93-130; Id. La Iglesia española ante la revolución liberal. Madrid, 1971, pp. 197-246; FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA, F.J. “Los obispos de Badajoz en el siglo XIX”. Pax et Emerita. Revista de Teología y Humanidades de la Archidiócesis de Mérida-Badajoz, 3, (2007), pp. 282-304; RUBIO MERINO, P. El Seminario Conciliar de San Atón de Badajoz (1664-1964). Madrid, Maribel, 1964, pp. 284-286.

[34] En relación a su expediente académico, encontramos los datos y certificados de notas en A.S.M.M.B. Sección secretaría, libro 68. El pago de la pensión del curso académico 1820-1821 en A.S.M.M.B. Sección administración, libro 78.

[35] Cfr. CÁRCEL RAMOS, A. “Obispos extremeños (siglos XIX y XX)”, en Actas del IX Coloquios Hstóricos de Extremadura. (Trujillo, 1979), p. 3.

[36] Boletín Oficial del Obispado de Badajoz (en adelante B.O.O.B.) 28-2-1866, p. 72.

[37] Actae Apostolicae Sedis (en adelante A.S.S.) 1, (1865-1866), p. 197: “Ecclesiae cathedrali Pacensi in Hispania, per R. D. Ferdinandum Ramírez y Vázquez, sacerdotem ex diocesi Pacensi, in S. Theologia Professorem in episcopali seminario, canonicum lectoralem in eodem capitulo, examinatorem synodalem”.

[38] Cfr. A.S.S. 7, (1872-1873), pp. 512-518.

[39] B.O.O.B. 30-4-1866, p. 633. Carta de Pío IX al obispo de Badajoz.

[40] Cfr. B.O.O.B. 31-7-1866, p. 681. Carta pastoral del obispo el 24 de febrero de 1866.

[41] Cfr. CÁRCEL ORTÍ, V. La revolución burguesa (1868-1874), en GARCÍA VILLOSLADA, R. Historia de la Iglesia en España…, o.c., T. V. Madrid, BAC, 1973, p. 229.

[42] Un estudio de la amplia bibliografía surgida en lo referido al Sexenio lo encontramos en SERRANO GARCÍA, R. “La historiografía en torno al Sexenio de 1868-1874: entre el fulgor del centenario y el despliegue sobre lo local”. Ayer, 44, (2001), pp. 11-32. A través de sus páginas comprendemos lo que hemos apuntado: la dificultad a la hora de hacer un esquema o resumen aséptico y sin connotaciones políticas de la etapa en cuestión. Junto a este análisis del estado de la cuestión, hallamos: Cfr. ANDRÉS GALLEGO, J. “Aproximación cartográfica a la libertad religiosa peninsular: los españoles ante la libertad religiosa del sexenio revolucionario”. Actas de las I Jornadas de Metodología aplicada de las Ciencias Históricas, 4, (1975), pp. 265-275; ARBEOLOA, V.M. y MARTÍNEZ DE MENDÍBIL, A. “Documentos diplomáticos sobre las relaciones Iglesia-Estado tras la revolución de septiembre de 1868”. Scriptorium Victoriense, 20, (1973), pp. 198-232; CÁRCEL ORTÍ, V. “El nuncio Franchi en la España prerrevolucionaria de 1868”. Sriptorium Victoriense, 20, (1973), pp. 330-357; Id. “La Santa Sede y la revolución de 1868”. Anales Valentinos, 3, (1977), pp. 55-113; Id. “Los obispos españoles ante la revolución de 1868 y la primera República”. Hispania Sacra, 28, (1975), pp. 339-442; CUENCA TORIBIO, J.M. “El episcopado catalán ante la revolución de 1868”. Analecta Sacra Tarraconensis, 40, (1967), pp. 159-186; Id. “La revolución de 1868 y el episcopado de la Baja Andalucía”. Anales de la Universidad Hispalense, 27, (1967), pp. 93-129. Además, pueden verse obras más amplias de investigación: VILAR, P. Historia de España. Barcelona, Crítica, 1978; TUÑÓN DE LARA, M. La España del siglo XIX. Madrid, Ediciones Akal, 2000.

[43] Baste señalar que nuevamente se defendía la libertad de enseñanza y la libertad religiosa, expresión de un Estado secular; pero a éstas se le sumaba un anticlericalismo popular que desencadenó un torbellino de violencia que se hizo sentir en todos los estratos sociales. Cfr. CÁRCEL ORTÍ, V. La revolución burguesa…, o.c., p. 233. Además se pidió juramento de fidelidad al clero y a los obispos, se expulsó a la Compañía de Jesús, desapareció la Religión de los planes de estudio, se eliminó la Teología de las Universidades civiles: “Se suprime la facultad de Teología en las Universidades: los Diocesanos organizarán los estudios teológicos en los Seminarios, del modo y en la forma que tengan por más conveniente”. Firmado por el ministro de fomento, Manuel Ruiz Zorrilla. La Gaceta, 22-10-1868, num. 296.

[44] Un estudio detallado de la influencia y las circunstancias que afectaron al obispado de Badajoz lo encontramos en BLANCO NIETO, G. “El Gobierno Provisional de la Revolución de 1868 y el Obispado de Badajoz”. Revista de Estudios Extremeños, 48, (1992), pp. 221-233.

[45] Cfr. A.A.M.B. Sección cancillería (Seminario), legajo 2, fol. 20.

[46] B.O.O.B. 30-4-1866, p. 681. Carta a los sacerdotes, arciprestes, párrocos, coadjutores y ordenados in sacris a ir a la casa de ordenandos a realizar los ejercicios espirituales. Según consta en el B.O.O.B. 31-5-1866, p. 685, fueron numerosos los que acudieron a estos ejercicios dirigidos por la congregación de San Vicente de Paúl; la misma convocatoria a ejercicios espirituales la encontramos en el B.O.O.B. el 31-8-1868, p. 163.

[47] Cfr. B.O.O.B. 15-9-1866, p. 245.

[48] Cfr. B.O.O.B. 30-11-1868, pp. 265-267. Otras consecuencias del Sexenio fueron las siguientes: el 1 de enero de 1869, todos los archivos, bibliotecas y colecciones de arte, ciencia y literatura que estuvieran a cargo de las catedrales, cabildos, monasterios u órdenes militares debían pasar al Gobierno; la única excepción fue la biblioteca del Seminario. Se suprimieron doce conventos en nuestra provincia.

[49] A.S.M.M.B. Sección gobierno, libro 7, fol. 9. Por su parte, el obispo manifestaba su deseo de buscar remedios a las dificultades económicas por las que había pasado el Seminario, además de felicitar a la nueva junta por su buen hacer.

[50] Los partes de conducta detallados se encuentran en A.S.M.M.B. Sección secretaría, cajas 69 y 75.

[51] Los alumnos debían reunir una serie de condiciones para solicitar las becas, tales como tener un certificado del párroco de haber asistido diariamente a misa, frecuentado los sacramentos, escuchado el catecismo y llevado traje honesto o talar (en el caso de que ya fueran seminaristas y desearan iniciar un nuevo curso). Cfr. B.O.O.B. 31-8-1866.

[52] Cfr. B.O.O.B. 31-7-1866, p. 681.

[53] Cfr. A.S.M.M.B. Sección gobierno, libro 10. Alumnos de Teología agraciados con beca entera: Florencio Sordo Roso; Mateo Domínguez Vázquez; Antonio Marín García; Leandro López Piñero; Francisco Lergo Amaya; Joaquín Olivera Dorado; Juan Botello Flores; Manuel González Herrera; Bibiano Rodríguez Gato; Ildefonso Carvallo Coello; Juan Rodríguez Cardoso; Antonio Vicioso Moreno.

Alumnos filósofos y gramáticos de beca entera: Manuel Pereira Naranjo; Fernando Saavedra Martínez; José Velasco Rodríguez; Manuel Núñez Rivero; Ezequiel Gómez Toscano; Bernardo Santa Lucía Amaya.

Alumnos de media beca: Fulgencio Sánchez Leal; Francisco Torres Méndez; José Ruiz Corchuelo; Luis Naharro Cordero; Manuel Caballero Amores; Francisco Gamonal Gamero; José Manuel Patiño Florido; Enrique Ricafort Sánchez; Fernando Enrique González.

Fámulos: Joaquín Cordero Santos; Bernardo Toledano Cordovilla; Gabriel Vázquez Pardo; Gervasio López Costo; Claudio Carrasco León; Francisco Rodríguez Cerro; Antonio Galeas Sánchez; Pedro Lora Caro; Agustín Carretero Marín; Manuel Barradas; Fernando Vera.

[54] Cfr. A.S.M.M.B. Sección gobierno, libro 5, fol. 43.

[55] Cfr. Ibidem, fol. 5.

[56] Cfr. A.S.M.M.B. Sección secretaría, cajas 50-52. Esta documentación aporta al investigador la valoración personal de los catedráticos respecto a los alumnos. Los datos académicos y calificaciones se veían ampliadas con las observaciones personales que los propios docentes hacían respecto a sus pupilos.

[57] Cfr. B.O.O.B. 15-8-1883, p. 129.

[58] Cfr. Colección legislativa… o.c., pp. 199-210. Recoge el Plan de estudios para los Seminarios Conciliares de España. El texto del Plan de estudios para los Seminarios Conciliares promulgado en 1852 lo encontramos en La Gaceta, 30-9-1852, num. 6674.

[59] Cfr. CÁRCEL ORTÍ, V. “Decadencia de los estudios…”, o.c., pp. 19-92.

[60] Cfr. A.S.M.M.B. (secciones y libros referentes a las matrículas).

[61] Cfr. B.O.O.B. 15-6-1884, p. 135.

[62] A.S.M.M.B. Sección gobierno, libro 17, reverso, fol. 4 vto.

[63] Cfr. Ibidem, fol. 5.

[64] Cfr. Ibidem, fol. 5 vto.

[65] Los datos referidos a su expediente académico en el curso 1879-1880 se encuentran en A.S.M.M.B. Sección secretaría, caja 54. Curso 1879-1880: alumnos internos de 3º de Latín y Humanidades. Junto a sus calificaciones, hallamos documentación relacionada con Tirso Lozano en A.S.M.M.B. Sección secretaría, cajas 56, 57, 58 y 59 que reflejan la tutorización del ya catedrático con otros colegiales. Además, su expediente como profesor lo encontramos en A.S.M.M.B. Sección secretaría, libro 18, fol. 3.

[66] Cfr. MARROQUÍN MARTÍNEZ, L. y SEPÚLVEDA MANGAS, R. “D. Tirso Lozano Rubio y la Real Sociedad Económica Extremeña de Amigos del País de Badajoz”. Revista de Estudios Extremeños, 70/número extraordinario, (2014), pp. 863-882.

[67] Cfr. A.S.M.M.B. Sección secretaría, libro 18, fol. 25.

[68] Cfr. SÁNCHEZ PASCUA, F. El Instituto de segunda enseñanza…, o.c., p. 235.

[69] Cfr. Ibidem, p. 236.

[70] Cfr. B.O.O.B. 2-8-1932, pp.151-152.

[71] Cfr. A.S.M.M.B. Sección secretaría, libro 70 bis.

Ene 202016
 

Miguel Ángel García Rodríguez.

EL CALCOLÍTICO (EDAD DEL COBRE): PRIMEROS ASENTAMIENTOS

Los primeros asentamientos humanos conocidos en el término municipal de La Cumbre se remontan al Calcolítico (o Edad del Cobre), hacia mediados-finales del III milenio a.C..

Existen vestigios arqueológicos que así lo atestiguan, en forma de restos pertenecientes a pequeñas fortificaciones y asentamientos, tanto comunes como aislados. Estos restos han sido catalogados por el Dr. Antonio González Cordero en su estudio “Estructuras defensivas de la Edad del Cobre en la Comarca de Trujillo”[1], donde se identifica y cataloga la existencia de cuatro yacimientos arqueológicos en el término municipal cumbreño: “Poblado de la Sierra de la Pepa”, “Castillejos I”, “Castillejos II” y “Cabrerizas”.

El Dr. González Cordero, a través de las excavaciones arqueológicas practicadas, cataloga cada uno de ellos en base a su ubicación geo-espacial y características edificatorias. Los tres primeros se englobarían dentro de la categoría “Estructuras defensivas”, correspondiendo el primero de ellos (Poblado de la Sierra de la Pepa) a la tipología de “poblados con muros de contención”, al disponer de un cerramiento perimetral  cuya función principal, dada sus características, no sería la de protección, sino la de salvaguarda frente al entorno. Los poblados denominados “Castillejos I” y Castillejos II”, situados de manera enfrentada en las elevaciones que flanquean a la semi-derruida presa de la “Charca Runé”, corresponderían a la tipología de “poblados – fortines”, en la que el asentamiento de “Castillejos I” ejercería la función de fortín defensivo sobre el poblado amurallado de “Castillejos II”, controlando el territorio circundante y reforzando la seguridad de su límite sur.

Por último, en el yacimiento de “Cabrerizas”[2], enclavado al norte del paraje de “Las Resbaladeras”, se han catalogado restos de una edificación de planta circular de aproximadamente 5 m de diámetro. Se trataría de una cabaña formada por zócalo de piedra perimetral y cubierta vegetal.

En la excavación se identifica, además del citado muro perimetral, los calzos para las horquillas de formación de la techumbre y del poste central. En cuanto a la distribución interior, se distinguen y catalogan en el yacimiento los espacios dedicados a la zona de molienda, el hogar del fuego, el torno de alfarería, la zona de almacenamiento y la zona destinada a dormitorio.

Completando a estos yacimientos de época calcolítica, existiría también uno localizado, y no excavado, denominado “Albercón”, enclavado entre el “Poblado de Sierra de la Pepa” y el complejo de “Castillejos”.

 

EDAD DEL BRONCE, EDAD DEL HIERRO y ASENTAMIENTOS PRERROMANOS

La Edad del Bronce, el posterior Periodo Orientalizante y la Edad del Hierro, también dejaron huella en nuestro entorno más próximo.

En relación a la ocupación poblacional estable del territorio, no se han encontrado evidencias en nuestra comarca durante la Edad del Bronce, reduciéndose los vestigios catalogados de esta época a estelas decoradas encontradas en varios términos municipales de nuestra comarca: La Cumbre, Robledillo de Trujillo, Santa Ana, Ibahernando,…

Caso distinto fue la Edad del Hierro. La ocupación física del territorio en la zona norte de Extremadura, se llevó a cabo a través de pueblos de origen celta (Lusitanos y Vettones), asociándose la zona de ubicación de nuestra población al denominado territorio Vetton. Este periodo tiene como ejemplo arqueológico más cercano e importante el castro de “Villasviejas del Tamuja” en la vecina localidad de Botija, fechado en la denominada Segunda Edad del Hierro (o “Cultura de los Castros”).

Aunque anteriormente hemos mencionado que no existen vestigios de ocupación poblacional estable del entorno durante la Edad del Bronce, sí existen evidencias de ocupación, al menos esporádica, en nuestro término. En las excavaciones realizadas en el anteriormente mencionado poblado calcolítico de “Castillejos”, se encontró y catalogó por parte del Dr. González Cordero, un regatón de lanza fechado en el denominado Bronce Final. Sin embargo, en los sondeos abiertos en la excavación no se documentó ningún nivel específico de esta época, motivo este que lleva a pensar en una ocupación esporádica de estos espacios[3].

Además del ya relacionado, existen más restos arqueológicos de estas épocas localizados en nuestro término municipal, algunos de los cuales se encuentran depositados e inventariados en el Museo de Cáceres, siendo su descripción la que sigue[4]:

  • Bronce final – Orientalizante (s.VIII-VII a.C.): Fíbula anular de bronce de puente semicircular. Conserva la aguja y la mortaja. Aparecida en una sepultura. Medidas: altura 2.2 cm; diámetro 6.7 cm. Donación de Pedro Rincón Rodríguez. (nº inv. 569).
  • Periodo prerromano (s. III-I a.C): Materiales procedentes del poblado prerromano denominado “Campoaser” situado en el término municipal de La Cumbre.
  • Arete de bronce con un orificio central de forma cuadrangular, interpretado como un objeto de medida o peso. Medidas: diámetro 1.8 cm. (Nº Inv. D-7117)
  • Fíbula de bronce en Omega, sin aguja. Medidas: 4.2×4.x cm. (Nº Inv. D-7115)
  • Cuenta de collar de pasta vítrea de color rojo, en forma de tonel con perforación central. Medidas: 7x 4 mm. (Nº Inv. D-7119)
  • Empuñadura de puñal biglobular de hierro con decoración geométrica en ambas caras de la empuñadura. Longitud 10 cm. (Nº Inv. D-7120:)
  • Puente o arco de fíbula de bronce, anular hispánica. Medidas. 1.5×1.9 cm. (Nº Inv. D-7116:)
  • As de bronce. Medidas: Diámetro 2.7. Peso: 14.1 gr. (Nº Inv. D-7118)

Como hemos comentado con anterioridad, los principales vestigios de la Edad del Bronce encontrados en nuestra comarca corresponden a estelas decoradas. Sobre este particular, D. Valentín Soria Sánchez, en sus estudios denominados “Restos Arqueológicos de Extremadura”[5] e “Información sobre Arqueología Extremeña”[6], identifica dos estelas, de diferente estilo, encontradas en la finca “El Carneril”. La primera de ellas se define como una estela grabada sobre una losa de granito fino de 120x47x15 cm, conteniendo “…un escudo redondo y cuero claveteado y escotadura del tipo llamado Herzsprung, y a ambos lados está una espada y una lanza.”. El diámetro del escudo es de 40 cm y las armas se encuentran separadas del escudo una distancia de unos 12 cm. La segunda pieza se define como una piedra granítica de 72x24x25 cm “profusamente grabada”, presentando “…grabados de forma laberíntica, una serie de símbolos y objetos esquemáticos curvilíneos abundan de la cruces, con tendencias más o menos a la cruz llamada esvástica. En el centro aparece un ancho deslascado que interrumpe los dibujos, y más a la derecha hay una especie de rueda o molinillo de radios curvos semejantes a los emblemas que presentan las estelas de Salamanca.”.

En relación a estos hallazgos, indicar que la primera de las estelas identificadas por el Sr. Soria, se incluye en la Tesis Doctoral del Dr. Joan Antón Barceló i Álvarez[7]. En dicha tesis se define a la estelas decoradas del Sudoeste peninsular como “…un fenómeno característico de los siglos X-IX a.C. resultado del proceso de diferenciación social generado por la naturaleza de los intercambios que por entonces mantenían los grupos humanos situados entre el Tajo y el Guadalquivir”.  Así mismo, existen diferentes teorías sobre la filiación cultural de estos símbolos, ya que algunos autores las relacionan con el mundo funerario, mientras que otros las identifican con hitos para la marcación de campos de batalla, vías ganaderas o territorios concretos.

 

LA OCUPACIÓN ROMANA: PEQUEÑOS VESTIGIOS

La ocupación romana de nuestro entorno geográfico contó con una resistencia activa de los pueblos que la ocupaban: Lusitanos y Vettones. Es por ello que en un principio se llevó a cabo una ocupación militar del territorio para garantizar la defensa de las vías de comunicación, principalmente la Vía de la Plata. Una vez alcanzada la pacificación en el s.I a.C., comenzó la romanización de las zonas indígenas, a través de la fundación de una red de ciudades cuya influencia abarcaría todo el territorio. Ya asentados y sin tensiones bélicas, los romanos iniciaron un proceso de explotación de los territorios, principalmente a nivel agrícola y minero.

Se dice que la riqueza mineral de un territorio ha ejercido siempre como factor fundamental en la ocupación y utilización de ese espacio y fue precisamente esta actividad, la minería, la que atrajo la atención romana sobre nuestra zona, ya que sus características geológicas la hacen de especial interés metalo-genético, principalmente para la explotación del plomo y la plata, minerales estos especialmente apreciados por los romanos, tanto para la obtención del bronce mediante aleación (plomo), como para el acuñamiento de moneda (plata).

Geológicamente, nuestro término se encuentra enclavado en una zona de contacto entre pizarras precámbricas y batolitos graníticos, a las que se encuentran asociados filones de galena argentífera, metal que combina plomo, plata y azufre.

Los romanos explotaron los yacimientos de este mineral durante más de cien años en la zona de la finca “Alberguerías” y del río Tamuja, donde se edificaron complejos mineros de especial importancia, habiendo sido catalogados numerosos vestigios de dicha actividad.

Volviendo sobre la ocupación poblacional del espacio, nuestro entorno cuenta con ejemplos catalogados en forma de castros romanos, nacidos en torno a los yacimientos mineros del rio Tamuja, ubicados todos ellos en el término municipal de Plasenzuela. En cuanto a la posible existencia de asentamientos humanos de entidad en nuestro término, el Anónimo de Rávena sitúa una vicus denominada Rodacis en la vía romana que comunicaba Complutum (Alcalá de Henares) con Emérita Augusta (Mérida), entre Turcalion (Trujillo) y Lacipea (¿Albalá, Santa Amalia,…?). Esta localización, asociada a la toponimia de la zona (Roa, Ruanes,…) lleva a algunos historiadores a situar esta pequeña aldea o vicus romana en el término municipal de La Cumbre (más concretamente en la finca de “Roa”), aunque no existe constancia arqueológica de ello.

Sin embargo, sí se han encontrado vestigios arqueológicos aislados de esta época en forma de inscripciones epigráficas, siendo el registro más antiguo el publicado por D. Mario Roso de Luna en 1903 en el “Boletín de la Real Academia de Historia”[8] y en la “Revista de Extremadura”[9]. Roso de Luna describe la siguiente inscripción sobre un cipo granítico adornado con una flor cuadripétala en su parte superior, de 50×20 cm, hallada en la finca de Roa:

Q   M   S

Q CAECL

O   CELII

D(is) M(anibus) s(acrum). Q(uinto) CAEC(i)l(i)o Celi(i) f(ilio)

 

Así mismo, en 1929, D. Clodoaldo Naranjo, en su libro “Solar de Conquistadores. Trujillo, sus hijos y monumentos” y posteriormente D. Valentín Soria Sánchez en su estudio “Diccionario Epigráfico de Inscripciones en Extremadura”[10], certifican la existencia de un ara votiva, localizada en La Cumbre, con la siguiente leyenda:

Bellonae . C(aius) / Noarcur . Mac(er) / Sacri . Faciend(um . d(e) . s(ua) . p(ecunia)

 

Ahondando sobre este tipo de hallazgos, hemos podido verificar la catalogación de 7 inscripciones epigráficas más, de época romana, localizadas en el término de La Cumbre, siendo las que siguen[11]:

  • Epitafio sepulcral dedicado a Ses[…]: D(is) M(anibus) s(acrum) / L(ucius?) Ses[…]
  • Epitafio sepulcral anónimo: ….. / […]ri f(ilius) / […]fus / [a]n(norum) L h (ic) / [s(itus) e(st)]
  • Inscripción: […]ba / Albu[…/…]FV
  • Dedicación a Iuppiter: L(ucius) Nor[ba]/nus Ruf/us Iovi / [a]ram / ….
  • Epitafio sepulcral de Gaia: Galla / Maxus/mae lib(erta) / ann(orum) LXX / h (ic) s(ita) e(est) s(it) t(ebi) t(erra) l(evis) / liberti / libertae /f(aciendum)c(uraverunt)
  • Epitafio sepulcral de Brita: Brita / Marci liberta / Nova an(norum) / LXXV h (ic) e(st) / s(ita) s(it) t(ibi) [t(erra) l(evis)]
  • Ex voto a Bellona: O / […] AN / Radr/ratus / Bel(l)ona / votum / aram / ….

 

Como sucediera con el periodo prerromano, el inventario de piezas arqueológicas del Museo de Cáceres documenta también un elemento de época romana localizado en nuestro término municipal, distinto de las estelas epigráficas relacionadas anteriormente, del que adjuntamos descripción[12]:

  • Olla de cerámica de cuerpo globular, base plana y borde exvasado con el cuello marcado, desgrasante fino, cocción mixta. Medidas: altura 13 cm; diámetro de la boca 14 cm. Cronología: romano-tardorromano. Donación de Pedro Rincón Rodríguez. (Nº Inv. 540)

DECADENCIA ROMANA E INVASIÓN: LOS VISIGODOS

La decadencia del Imperio Romano provocó que la provincia de Lusitania sufriese las sucesivas invasiones de los “pueblos del norte”: Suevos, Vándalos y Alanos, hasta la definitiva ocupación del territorio por parte de los Visigodos.

Nuestra región fue objeto de conflicto entre los pueblos bárbaros principalmente por el control de la importante ciudad de Mérida, la cual llegó a ser nombrada capital hispanogoda por Teudis, hasta que Atanagildo trasladó definitivamente la corte a Toledo.

Los Visigodos apenas introdujeron cambios en la organización administrativa del territorio instaurada por los romanos, dado el alto grado de desarrollo alcanzado por éstos. Así mismo, lo reducido del poblamiento visigodo, unido a la alta romanización del espacio, propició el mantenimiento de las raíces latinas, con un alto grado de simbiosis cultural.

En lo relativo a la ocupación del espacio, indicar que los saqueos y ataques germanos propiciaron una reducción importante de la población urbana, salvo en las principales ciudades del territorio (Coria y Mérida).

Los principales vestigios arquitectónicos de la cultura visigótica en nuestro entorno son de carácter religioso, siendo su máximo exponente la basílica de Santa Lucía del Trampal (s.IX) en Alcuéscar. Así mismo, en la vecina localidad de Ibahernando se ubicó también una pequeña basílica dedicada a la Virgen María, consagrada por Oroncio, Obispo de Mérida, en el año 635.

 

 

LA OCUPACIÓN ÁRABE: DESPOBLACIÓN E INESTABILIDAD

Durante la ocupación árabe en la Península, las características especiales del sector occidental de la frontera andalusí, donde se engloba nuestra comarca, convirtieron esta región en una zona militarmente permeable, a pesar de la ocupación musulmana de la zona. Las expediciones cristianas penetraban en ella con éxito, sin apenas resistencia, aún a pesar de que la reconquista definitiva de estos territorios no se produjo hasta el s. XIII. Es por ello que durante el periodo islámico, la zona de la denominada Plenillanura Trujillano-Cacereña, donde se ubica La Cumbre, se encontró prácticamente despoblada, a consecuencia de la inestabilidad generada por las continuas razzias bélicas entre los ejércitos musulmanes y cristianos. Únicamente las poblaciones que contaban con recintos defensivos, como la vecina Trujillo,  podían mantener una población estable.

La reconquista definitiva de Trujillo (25 enero 1232) a manos de las huestes cristianas de Fernando III, comandadas por el obispo de Plasencia, D. Domingo, y el Maestre de la Orden de Alcántara, D. Arias Pérez, conlleva la pacificación de la zona, comenzando así la repoblación de estos territorios.

 

LA RECONQUISTA Y LA BAJA EDAD MEDIA: ORIGEN Y CRECIMIENTO

El repoblamiento cristiano en Extremadura a principios del s.XIII tuvo una perspectiva militar y ocupacional, girando en torno al control de la red de castillos y redes de comunicación. Posteriormente, alcanzada ya una estabilidad territorial suficiente, después del llamado “Periodo de Frontera”, comenzó una expansión poblacional selectiva hasta finales del mencionado siglo. Esta expansión tuvo un desarrollo mayoritario en la zona norte de Cáceres y la Vega del Guadiana, documentándose sólo 3 aldeas en el realengo de Trujillo para este periodo.

A partir de esta fecha, y hasta mediados del s.XIV, se intensifica el ritmo de ocupación territorial, principalmente en la plenillanura central y muy especialmente en el concejo de Trujillo, donde el crecimiento de aldeas y lugares se localiza en torno a las principales rutas de paso del los ganados mesteños. Este hecho, unido a la existencia de documentos de inicio del s.XV donde ya aparece mencionada la aldea de La Cumbre, nos lleva a acotar el origen de la actual población durante este periodo.

 

A partir de este momento, La Cumbre sobrevivirá como una de las aldeas de realengo censadas en el Concejo de Trujillo (23 ó 27 según fuentes), con total dependencia legislativa, judicial y administrativa de esta población.

En esta época la “Tierra de Trujillo” ocupaba un territorio de más de 300.000 Has., con una distribución desigual de su población, motivo por el cual, durante este periodo, el Concejo de Trujillo procedió a la concesión de ejidos para favorecer el poblamiento de sus aldeas, lo que posibilitó no sólo el acceso a la tierra de sus vecinos, y por lo tanto su permanencia, sino el crecimiento demográfico de las mismas. Esta expansión demográfica sufrió una brusca desaceleración, e incluso recesión, con motivo de la epidemia de peste que asoló Castilla entre los años 1506 y 1507.

El periodo de La Cumbre bajo el realengo, como el de la mayoría de las aldeas del mismo, estuvo marcado por la sumisión al concejo de Trujillo y sus abusos de poder, dado que, aun a pesar de disponer de concejos aldeanos, éstos se encontraban controlados por miembros de los linajes dominantes de la ciudad. Esta tesitura repercutía en los conflictos entre miembros particulares de la oligarquía trujillana y los vecinos de las aldeas, ya que los primeros se veían respaldados, en la mayoría de los casos, por el concejo trujillano, en lugar de que éste velara por los intereses del concejo aldeano, a quien debería representar como parte de su señorío.

Como hecho histórico relevante en este periodo, podemos destacar la aportación de fuerzas y caudales que hace el concejo de Trujillo, a petición de los Reyes Católicos, para apoyar la Guerra de Granada. Sabemos que al menos en  siete ocasiones se solicita el apoyo de la ciudad de Trujillo y su tierra a la “Causa Católica” en Andalucía[13]:

  • El 26 de marzo de 1485 se solicitan 250 peones, de los cuales 6 fueron aportados por La Cumbre.
  • El 5 de agosto del mismo año se solicitan 1200 peones (400 ballesteros y 800 lanceros) y 100 lanceros. La Cumbre contribuye con 20 peones y 1 lancero.
  • El 2 de enero de 1486, los procuradores de ciudades y villas ofrecieron 5000 peones para la continuación de la guerra, correspondiendo al concejo de Trujillo 216 de ellos: 8 espingarderos, 150 ballesteros, 36 lanceros y 22 peones armados con azada y palos. La Cumbre aportó 3 de ellos.
  • El 15 de diciembre de 1486 se solicita un nuevo contingente de 920 peones: 90 espingarderos, 587 caballeros y 243 lanceros. La cumbre aportó 6 de ellos.
  • El 24 de junio de 1487 se solicitan 200 nuevos peones, repartidos como sigue: 100 ballesteros, 50 lanceros y 50 espingarderos. Ante la dificultad de encontrar espingarderos, al tratarse de tropa especializada, se repartieron finalmente 100 ballesteros y 100 lanceros. La Cumbre contribuye con 5 peones.
  • El 3 de marzo de 1488 se vuelven a facilitar a la corona, por parte del concejo trujillano, un total de 160 peones: 8 espingarderos, 156 ballesteros, 39 lanceros y 20 hombres armados con palos y azadas. La Cumbre aportó 10 de ellos.

 

LA CONQUISTA DE AMÉRICA: APORTACIÓN AL NUEVO MUNDO

Hablando de historia, no podemos dejar pasar de largo el que posiblemente sea el periodo histórico más importante de nuestra nación: el descubrimiento y conquista de América, del cual nuestra comarca es cuna y origen de algunos de sus más insignes protagonistas, desconociendo si algún vecino de La Cumbre llegó a formar parte, de forma activa, en alguna de las expediciones de conquista del llamado “Nuevo Mundo”.

Sin embargo, sí tenemos constancia documental de la presencia de cumbreños entre los contingentes de repoblación y evangelización del nuevo continente, gracias a los registros de pasajeros y licencias de la Casa de Contratación de las Indias, en Sevilla, de lo cual damos cuenta en la siguiente relación:

–          Bartolomé Dalmao[14], natural de La Cumbre, hijo de Bernardo de Salas y de Elvira Dalmao, embarcó rumbo a Popayán, como criado de Diego García de Paredes, el 17 de marzo de 1563.

  • Juan de Belvís[15], natural de La Cumbre, hijo de Juan de Belvís y de María Alonso, embarcó rumbo de Nueva España con su mujer, Teresa González, natural de La Cumbre, hija de Juan de Monroy y de Juana González, y sus hijos Melchor, Juan, Diego, Francisco, Juana, Beatriz y Catalina, y su criada Catalina González, también natural de La Cumbre e hija de Juan de Monroy y de Catalina Hernández, el 18 de mayo de 1577.
  • Baltasar González[16], clérigo, natural de La Cumbre e hijo de Pedro Alonso y de Antonia González, partió rumbo al Perú el 5 de octubre de 1577. En su expediente de información y licencia se le describe como “…clérigo presbítero natural de la villa de la Cumbre, mediano de cuerpo, de edad de treinta y un años, moreno de piel y barbinegro…”. Se indica, así mismo, que se le permite “…llevar a su servicio un paje…”.
  • El 17 de enero de 1579, Miguel Sánchez (“el Mozo”)[17], natural y vecino de la villa de La Cumbre e hijo de Miguel Sánchez y Juana González (naturales también de dicha villa), embarcó hacia la otra orilla del Atlántico como criado del Bachiller Gaspar González, el cual partió de Trujillo rumbo a Perú junto a tres de sus hermanos, una sobrina huérfana y otra criada de Orellana. De la información hecha para su licencia hemos podido conocer la composición del gobierno de la población en esas fechas: “En la villa de la Cumbre a diez días del mes de diciembre de mil quinientos e setenta y ocho años, ante el (…) señor Alonso Jiménez, alcalde mayor en la dicha villa por la muy (…) señora doña Juana de Paredes, señora de la dicha villa de la Cumbre y por (…) Alonso Fernández (…) principal de la dicha villa…”.
  • El mismo día, García González[18], también natural de La Cumbre, soltero, hijo de Pedro González e Isabel Alonso, embarca a San Francisco de Quito como criado de Pedro Rodríguez.
  • Pedro Hernández y Juan Rentero[19], parten hacia Santiago de Cuba en septiembre de 1579, en compañía de Sancho de Medina, para trabajar en las minas de cobre cedidas en merced a este último.
  • Un nuevo García González[20], herrero, también natural de La Cumbre e hijo de Pedro Díaz Vázquez, embarca con su mujer, Francisca Núñez y sus hijos Jerónimo Núñez y Andrés, Cristóbal y Ana Vázquez, rumbo al Perú, el 3 de marzo de 1582.
  • Pablo de Escobar[21], natural de La Cumbre, del que existe una mención en el registro de Santiago de los Caballero (Guatemala), en 1603.
  • Y por último, Juan Sarmiento[22], natural de La Cumbre, soltero, hijo de Pedro Sarmiento y de María González, viajó al Perú como criado de D. Juan de Loaisa y Calderón, el 1 de julio de 1606. La información hecha para su licencia brinda datos tales como “…en el lugar de la cumbre a diez (…) días del mes de mayo de mil y seiscientos años (…) por el señor alcalde Pedro Fernández ordinario en el dicho lugar, el examen de (…) presentados por Juan Sarmiento en del dicho lugar, digo que mandaba y mando se presente el escribano demandado de tomar fe de dicha información al dicho Juan Sarmiento…”. Y de dicha toma de fe se define que “…doy fe que conozco al dicho Juan Sarmiento, es del dicho lugar, que es un mozo de buena estatura, de edad de veinte y seis años poco más o menos con una herida en la ceja derecha, barbicalvano,…”.

 

Por otro lado, fuera de los registros de pasajeros de la citada Casa de Contratación, tenemos también constancia documental de la existencia de un cumbreño asentado en el Perú, concretamente en la población de Caxatambo, al norte de la Ciudad de los Reyes (actual Lima). El documento consultado es el testamento de Francisco Rodríguez[23], redactado en 1602, el cual se define como natural de “La Cumbre Alta de Trujillo”.

Ante nuestras dudas iniciales sobre la correspondencia de esta localización con nuestro pueblo, observamos que el documento arroja pruebas que entendemos como suficientes para identificar esta localidad con la actual población La Cumbre.

“En el nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Tres personas y un solo Dios verdadero. Sepan cuantos esta carta de codicilio vieren, como yo, Francisco Rodríguez, natural del pueblo de La Cumbre Alta de Trujillo, en España en la Extremadura, estando en la cama enfermo del cuerpo y sano de la voluntad, ordeno e hago se de codicilio para que sea valedero de última voluntad mía. Declaro que aunque soy natural del dicho pueblo de La Cumbre, soy casado con Catalina Sánchez “la Rubia”, en el pueblo de Santa Cruz de la Sierra, a dos leguas del dicho mi pueblo, con la cual, mi mujer, tengo una hija llamada Isabel, de edad de diez y nueve años.”

El documento nos descubre, también, como nuestro paisano gozó al menos de la suerte que andaban buscando los que emigraban a la otra parte del Atlántico, en vista de la herencia dejada en su testamento a su única hija, Isabel.

“La flota y armada que salió del puerto y callao de esta Ciudad de los Reyes por mediados del año pasado de 1602, se registraron 1.574 reales de a cuatro (…) y se enviaron a los dichos reinos de España, dirigidos a la Casa de Contratación de la ciudad de Sevilla para que (…) los hayan sus herederos conforme a su testamento y ordenanza…”.

 

LA EDAD MODERNA: ENAJENACIÓN Y SEÑORÍO

Precisamente esta “aventura americana” propició el enriquecimiento de buena parte de la nobleza local de Trujillo. Esta coyuntura, unida a las necesidades financieras de la Corona en tiempos de Felipe II, embarcada en una sucesión de costosas contiendas bélicas, y especialmente tras la bancarrota de 1557, desembocó en la enajenación en manos privadas de muchas de las poblaciones sujetas a realengo, lo cual ocasionó una importante convulsión en el seno del Corregimiento de Trujillo. La Cumbre, como otros pueblos de la zona, no quedó ajena a estos movimientos y en el año 1559, Pedro Barrantes y Fernández de Ulloa, miembro de la nobleza local trujillana, perteneciente al linaje de los Añasco, Regidor de Trujillo y conquistador del Perú, compra la villa y sus territorios a la Corona.

Sin embargo, la enajenación en manos privadas de la villa de La Cumbre, como la de otros lugares del realengo de Trujillo, no fue un acto tan sencillo como pudiera parecer, ya que existían limitaciones legales para este tipo de ventas desde tiempos de Alfonso X “El Sabio”, así como un privilegio otorgado por el emperador Carlos V (y ratificado por el propio Felipe II) por el que se impedía la enajenación de los lugares del realengo de Trujillo. Sin embargo, ante las necesidades económicas de la Corona, el rey autorizó en 1558 a su hermana, Dña. Juana de Portugal, a la venta de estos lugares, sin posibilidad de rescate, a aquellos particulares que poseyeran rentas y causales suficientes para su compra. Ante esta tesitura, los corregimientos no permanecieron inmóviles, imponiendo pleitos por el mantenimiento de dichas leyes, ante el perjuicio evidente que se avecinaba sobre su estatus de poder.

En el caso del realengo de Trujillo, los territorios enajenados terminaron en manos de varios de sus regidores y nobles preeminentes, utilizando su riqueza e influencia para hacerse con estos lugares y vasallos, a través de una trama de intereses con la que se ocultó estos movimientos al resto de representantes del Concejo.

Ante la pérdida irremisible de estos lugares, desde el Concejo se presionó a la corona para que, al menos, la venta no afectase ni a las tierras de común aprovechamiento del realengo ni a las heredades de los nobles trujillanos en estos términos, por lo que se hizo indicar que venta afectaría sólo a la delimitación exclusiva del ejido común, la dehesa boyal y las tierras públicas concejiles, estableciéndose un valor de 16.000 maravedíes por cada vecino.

El 17 de agosto de 1559 se tramitaron las cartas de venta, llevándose a cabo las averiguaciones finales sobre censo y término en el mes de noviembre, el cual arrojó una población definitiva de 178 vecinos para La Cumbre, lo que suponía un montante de 2.848.000 maravedíes. Junto con la villa se adquirió a su vez media legua cuadrada de término, por la que se pagaron 2.000 ducados.

Con la carta de compra, D. Pedro Barrantes recibió a perpetuidad[24]: “… el señorío y propiedad y posesión real de la villa /…/ para que sea vuestra y de los dichos vuestros herederos y sucesores /…/ y lo podáis vender o empeñar, dar o donar /…/ y hacer de ello /…/ lo que quesiéredes /…/ no os será quitada aunque puedan pagar y dar la misma cantidad que vos dais y otra mayor…” “… den los pregones de justicia en vuestro nombre /…/ y no en el de Su Majestad, y podáis poner horca y picota y tener todas las insignias de jurisdicción…”. “… Los siervos mantengan y guarden reverencia, acatamiento y obediencia que de vasallos deben…” “… Aparto la dicha villa de La Cumbre de la corona y patrimonio real de la ciudad de Trujillo y de su jurisdicción…” “… Los vecinos de Trujillo pueden gozar de los baldíos de La Cumbre y los vecinos de La Cumbre de los aprovechamientos de Trujillo…”. “… No consientan los dichos fiscales del dicho consejo real y cancillerías ni a la dicha villa de La Cumbre… ni a Trujillo… contradigan ni impidan… lo en esta carta de venta contenido. Firmado Valladolid, 17 de agosto de 1559”.

Finalmente, el rey Felipe II ratificó las ventas de estos lugares en Toledo, el 24 de diciembre de 1559. En dicha ratificación se dice[25]: “… Estamos obligados a dar nuestra carta de confirmación de la venta /…/ confirmamos y aprobamos la carta de venta que la serenísima princesa doña Juana en nuestro nombre /…/ os otorgó, y mando que sea cumplida…”.

 

EL SEÑORÍO DE LA CUMBRE: CREACIÓN Y SUCESIÓN

Formalizada ya la desvinculación La Cumbre al Realengo y su transmisión a manos privadas, nos centraremos ahora en la figura de su primer señor: D. Pedro Barrantes y Fernández de Ulloa[26]:

Hidalgo nacido en Trujillo hacia el año 1508, perteneciente al linaje de los Añasco. Hijo de Juan Barrantes y Francisca Rodríguez de Cervantes.

Pasó a América en el tercer viaje de Francisco Pizarro, en 1530, formando parte de la expedición de conquista del Perú, donde participó en la captura del Inca Atahualpa (o Atabalipa) en la Batalla de Cajamarca (16 de noviembre de 1532) como uno de los 63 conquistadores a caballo de entre los 168 españoles presentes en la citada batalla. Relacionado en el acta oficial levantada por Pedro Sancho de la Hoz como «Pedro de Barrientos», recibió del botín del tesoro de Atahualpa 362 marcos de plata y 8.880 pesos de oro.

Participó también en la conquista de Cuzco en 1534, retornando a España en compañía de Diego Gª de Paredes, figura insigne de las conquistas americanas e hijo del afamado “Sansón Extremeño”.

Permaneció en Sevilla durante 1535, afincándose posteriormente en Trujillo, donde ocupó el puesto de Regidor de la villa.

Casó con Juana de Paredes, con la que tuvo 8 hijos[27]: Juan Barrantes, Francisco Barrantes, Diego Barrantes, García Barrantes, Alonso Barrantes, Álvaro de Paredes, María de Paredes y Juana de Paredes.

 

La presencia de Pedro Barrantes en la campaña peruana de Francisco Pizarro no debió ser casual, ya que hemos podido verificar que gozó de una estrecha relación con la familia Pizarro, y en especial con Hernando, quien llegó a confiarle una gran cantidad de dinero para prestar a la corona, en su viaje de regreso a España[28]. Así mismo, la figura de D. Pedro se vio de nuevo asociada con la de  Hernando Pizarro en el pleito seguido por la muerte de Diego de Almagro en Perú, siendo recusado su testimonio por el procurador de la parte contraria al entender que existía cierto grado de parentesco entre ellos[29].

Esta estrecha relación familiar entre los Pizarro y los Barrantes derivaba ya, al menos, de Juan Pizarro, padre de D. Pedro, al participar éste como uno de los 12 testigos que dieron fe de la nobleza y limpieza de sangre del conquistador Francisco Pizarro en su expediente de solicitud de ingreso en la Orden de Santiago[30].

El “Nuevo Mundo” y sus territorios conquistados supusieron una gran oportunidad para muchos españoles, y en especial para la pequeña nobleza. Muchos segundones (vástagos sin mayorazgo) embarcaron rumbo al otro lado del Atlántico en busca de la posición y riquezas a las que no tenían acceso en España. Dentro de este grupo se encontraron, al menos, tres de los hijos de Pedro Barrantes: Diego García de Paredes Barrantes (capitán), Álvaro de Paredes Loaisa (clérigo) y Alonso Barrantes.

Sin embargo, a pesar de la gran oferta de puestos y cargos de relevancia que brindaban los nuevos territorios, la demanda era igualmente numerosa, por lo que los aspirantes debían acumular gran cantidad de méritos para poder optar a la consecución de su objetivo. Para ello se valían de todas aquellas credenciales que pudiesen favorecer su posición, desde recomendaciones personales de personajes principales del clero y la nobleza de la época, a la presentación de méritos (principalmente militares) tanto propios como de sus familiares más directos. Y es precisamente sobre este último punto sobre el que queremos llamar la atención, ya que gracias a las aspiraciones indianas de algunos de los hijos de Pedro Barrantes, hemos podido conocer información que confirma la presencia y el protagonismo de éste en la conquista del Perú.

En 1598, el capitán Diego García de Paredes Barrantes, solicitó que se llevase a cabo una información de oficio sobre los méritos y servicios prestados a la Corona por su padre, Pedro Barrantes, con el objetivo de optar a algunos de los Corregimientos del Perú vacantes en esas fechas[31]. Dicha información fue recogida por la Real Audiencia de Lima (por entonces ciudad de los Reyes), a través de un interrogatorio realizado a cuatro testigos. Los interpelados, todos naturales de la ciudad de Trujillo y residentes en el Perú, dijeron reconocer a Pedro Barrantes y Juana de Paredes, como legítimos padres tanto de Diego García de Paredes como de Álvaro de Paredes Loaysa, así como ser conocedores de los méritos del patriarca en la conquista del Perú, junto a Francisco Pizarro. Definen a los padres como “…caballeros hijodalgos e personas de calidad e por tales son habidos y tenidos, sin haber tenido jamás cosa en contrario.”, e identifican  a Pedro Barrantes como uno de los primeros conquistadores del Perú, presente en la batalla de Cajamarca, en la prisión del Inca Atabalipa (Atahualpa), en la conquista de las ciudades de los Reyes (Lima) y Cuzco, y partícipe del botín de oro y plata repartido por Pizarro, en reconocimiento a tales hazañas. Indican también no haber sido conocedores de que por tales méritos se le hiciese merced de renta en indios, por lo que solicitan  para su hijo Diego “…se le haga merced de tres o cuatro mil pesos de renta en indios en este reino, y de ocupalle en cargos e oficios de calidad e cualquier merced que su majestad fuere servido hacerle…”.

Sin embargo, el dato más interesante que arroja este documento no reside ni en las inmejorables referencias sociales de la familia Barrantes ni en los méritos militares del patriarca (muy importantes todos ellos para ahondar en el conocimiento de la figura de D. Pedro), sino en uno de los testimonios recogidos en el mismo en el que se da cuenta de un suceso que, de poder confirmarse, sería uno de los hitos históricos más importantes de La Cumbre, si no el que más. El 17 de abril de 1599, uno de los testigos de Diego García de Paredes, de nombre Rodrigo Bravo, vecino de la Ciudad de los Reyes, natural de Trujillo y de setenta y dos años de edad en el momento del interrogatorio, realizó las siguientes manifestaciones: “…y sabe que los dichos Pedro Barrantes y doña Juana de Paredes y el dicho Diego García de Paredes, su hijo, y los dichos sus hermanos, fueron y son caballeros hijosdalgo notorios y se les han guardado y guardan en la dicha ciudad de Trujillo y en las demás partes y lugares donde les conocen, las honras y preeminencias que se guardan a los caballeros hijosdalgo, y son personas de mucha suerte y calidad y que han sustentado y sustentan en la dicha ciudad de Trujillo, casas, caballos, armas, escuderos y criados, y han sido y son habidos y tenidos por caballeros hijosdalgo principales de la ciudad de Trujillo, y sabe que pasando a Portugal desde Madrid la reina María y la reina de Francia por la villa de La Cumbre, que es del Sr. Juan de Barrantes, y lo fue de su padre, posaron en sus casas las dichas serenísimas reinas.”. [32]

El Señorío de La Cumbre, que como hemos podido comprobar en el legajo transcrito anteriormente continuó con Juan Barrantes, primogénito de la saga, se genera gracias a la fundación del Mayorazgo del Tercio y Quinto de sus bienes llevada a cabo por D. Pedro Barrantes y su mujer, Dña. Juana de Paredes, el 21 de Octubre de 1566.

En el documento de fundación, además de detallar los bienes y propiedades adscritos al citado Mayorazgo, se define el orden sucesorio, así como particularidades intrínsecas a la posesión del vínculo, como podemos verificar en la siguiente transcripción del citado texto:[33]

“…que en 21 de octubre del año pasado de 1566, Pedro Barrantes y Dña. Juana de Paredes, su mujer, previa licencia que esta obtuvo por razón de su sexo, fundaron Mayorazgo del tercio y quinto de sus bienes a favor de Juan de Barrantes hijo mayor, sustituyendo a los demás que habían procreado respectivamente en el caso de faltar los otros sin sucesión, dotando la perpetuidad con la jurisdicción, señoría, vasallaje y otro derechos que tienen sobre la villa de Cumbre y además casas, tierras con otras heredades ; y llegando a puntualizar las calidades del Mayorazgo, afirman el que ha de ser uno solo, y los bienes sujetos a restitución en una sola persona, sin que jamás se puedan donar, vender, trocar ni enajenar con ningún motivo, poniendo por condición que tanto el dicho Juan de Barrantes, como los demás sucesores, que para siempre en el Vínculo sean obligados a llamarse Barrantes y traer las armas de este apellido en la mano derecha de su escudo y las de los Paredes, que de ambos se prefijan los distintivos…”

 

Esta línea sucesoria de Mayorazgo se mantendrá durante generaciones (no sin incidencias y alteraciones) algunas veces unido o emparentado con otros títulos, tales como el señorío de Magasquilla, el marquesado de la Conquista y el condado de Quintanilla, hasta el año 1835, en que D. Joaquín de Mendoza Fernández de Córdoba, 10º señor de La Cumbre, murió sin descendencia.[34]

Diez fueron los señores de La Cumbre, siendo su cronología la siguiente:

  • Pedro Barrantes y Fernández de Ulloa, casado con Juana de Paredes y padres de Juan Barrantes.
  • Juan Barrantes, casado con Catalina de Orellana, padres de Pedro Barrantes Orellana.
  • Pedro Barrantes Orellana, casado con Juana de Grado Calderón, padres de Estefanía y María Barrantes.
  • Estefanía Barrantes Paredes y Grado, casada con Fernando Pizarro y Orellana (fallecidos sin descendencia). [35]
  • María Barrantes casada con Fernando de Orellana y Pizarro, padres de Juan de Orellana-Pizarro y Barrantes.
  • Juan de Orellana-Pizarro y Barrantes, casado con Clara Bejarano Orellana, padres de Fernando José de Orellana-Pizarro y Bejarano y Mª Francisca de Orellana-Pizarro Barrantes.
  • Fernando José Orellana-Pizarro y Barrantes (+ 28 Junio 1724), casado con Jerónima de Torres, con descendencia. [36]
  • Francisco de Mendoza Hijar Sotomayor y Barrantes (+ 24 Marzo 1746 / por sentencia de tenuta como sobrino de Fernando José Orellana-Pizarro por ser hijo de su hermana Mª Francisca) casado con Beatriz Ignacia de Ledesma y Ribera (4ª Condesa de Quintanilla) y padres de Fernando, Rodrigo, Vicente, Beatriz, Mª de la Paz y Vicenta de Mendoza Hijar Sotomayor Ledesma y Ribera.
  • Vicente de Mendoza Hijar Sotomayor y Barrantes, fallecido sin descendencia el 1 de Diciembre de 1798. [37]
  • Joaquín de Mendoza y Fernández de Córdoba, (por sentencia de tenuta al ser hijo segundogénito de José Francisco de Mendoza y Manuel de Villena (6º Conde de Quintanilla) sobrino de Vicente de Mendoza Hijar) fallecido en 1835 sin descendencia.

 

EL CATASTRO DE ENSENADA, LA REAL AUDIENCIA DE EXTREMADURA Y EL DICCIONARIO DE MADOZ: CENSO Y ESTADÍSTICA DE LA CUMBRE EN LOS SIGLOS XVIII Y XIX

A mediados del siglo XVIII, Fernando VI, a propuesta del Marqués de la Ensenada, ordenó la elaboración de un estudio estadístico sobre los lugares de la Corona de Castilla en el que se definiese la población, propiedades territoriales, edificios, ganadería, oficios, rentas y censos de estas poblaciones. Este estudio, conocido como “Catastro de Ensenada”, se componía de un interrogatorio general de 40 preguntas idénticas para todas las poblaciones, convirtiéndose en un referente estadístico para la toda la Europa de su época.

El 25 de febrero de 1752 se recogieron las respuestas dadas para la villa de La Cumbre, a cargo de los representantes de la sociedad civil y eclesiástica cumbreña, en las figuras de “…D. Juan Tomas Olguin de Tamayo, cura de la iglesia parroquial de esta villa , Juan de Ávila,  alcalde mayor de ella, Matías Redondo el mayor y Juan Martín Bermejo Aperador, Alcaldes Ordinarios, Matías Redondo  de Miguel y Juan Castro Ávila, Regidores, Alonso Ávila Mayordomo Escribano del Número y Ayuntamiento, Blas García Bermejo familiar del Santo Oficio de la Inquisición y Martín Delgado…”, por considerarse a éstos como “…personas de la mejor opinión e inteligentes en el número y calidad de tierras que hay en este término, sus frutos y cultura, personas del pueblo, sus artes, comercio, granjería, ocupación y utilidades…”.

Como inicio, se identificaba a la villa de La Cumbre como “…señorío de Don Vicente de Mendoza Hijar Sotomayor Ledesma y Rivera, menor de edad, hijo de los muy ilustres señores D. Francisco Mendoza Hijar Sotomayor y Barrantes, difunto de Dña. Beatriz de Ledesma i Rivera/…/quien  solo tiene en el expresado señorío la facultad de nombrar Justicia, Regidores y Juez Síndico y demás oficiales de Justicia, pero no percibe dineros algunos, pues pertenece al Rey nuestro Señor…”.

La población de La Cumbre en esta fecha se cifraba en 187 vecinos “…de todas clases y estados, menos de nobles.”, existiendo un total de “…164 casas habitables, 17 yermas y 19 solares, y que no hay alquería, ni casa de campo alguna, y no tiene el señorío de esta villa casa alguna ni pensión sobre dichas casas.”. Aun a pesar de la humidad de la mayoría de la población, se indicaba que “… aunque hay muchos pobres en esta villa, ninguno de solemnidad…”.

En cuanto al término municipal, se describía “…que esta villa tiene de término y jurisdicción media legua cuadrada, lo mismo desde Levante a Poniente y que del Norte al Sur, poco más o menos en forma ovalada, aunque por algunas partes hace picos y rinconadas…”, así como que “…todo el término de esta villa es de secano y no hay viña, huerta, bosques, matorrales ni más que una dehesa de pasto, /…/ejido ansarero inmediato al pueblo y así mismo las tierras de labor que están en el ejido realengo que es del término de esta villa…”.

En lo relativo a los servicios existentes, se indicaba que “…hay en esta villa una taberna donde se vende vino y aceite y la carnicería…” así como que “…Francisco Criado, vecino de la villa de Plasenzuela, tiene hecha obligación del abasto de jabón en esta…”. No existía hospital en la villa.

Se relacionaban también los oficios existentes en la villa, identificándose la existencia de cirujano y barbero (en la persona de Pedro Flores), 1 escribano, 2 arrieros, 2 herreros, 2 sastres, 1 cogedor de diezmos, 1 maestro de primeras letras, 16 jornaleros y 4 aperadores. Aunque se mencionaban, no se definía el número de labradores, mozos de labor, mayorales, manaderos y zagales existentes en la villa.

En lo relativo a los aprovechamientos agrícolas de la villa, se definía la calidad de las tierras del término (1ª, 2ª y 3ª), así como el diferente rendimiento de éstas en función del tipo de plantación (trigo, cebada, avena y centeno). No se identificaba existencia de molinos harineros en el término.

Se definía también la masa forestal existente (“…sólo hay las referidas encinas de la dehesa y unos 30 olivos…”), así como los rendimientos y valor de éstos.

En cuanto a la ganadería, se identificaba la tipología (ovino, caprino, porcino, vacuno y yeguadas), número de rebaños (13 de ovejas finas) y rendimientos económicos del ganado. Se declaraba también el número de yuntas existentes (53), así como el número de colmenas (42).

En lo relativo a las obligaciones tributarias de la villa se especificaba que “…no hay/…/ impuestos sobre las tierra del término de esta villa, más que el Diezmo, Primicia y el voto de Santiago…”, definiéndose el reparto de éstos.

 

Años más tarde, en 1791, se llevó a cabo un nuevo interrogatorio estadístico, esta vez por encargo de la Real Audiencia de Extremadura. Para la villa de La Cumbre se fechó el 11 de abril, y su contenido, aunque de mayor sencillez, era similar al del Catastro de Ensenada, con algunas variaciones propias de la diferencia temporal entre ambos.

De entre los datos relacionados en este documento, y para evitar ser repetitivos con información de escaso aporte, vamos a destacar sólo aquellos puntos que consideramos más interesantes, bien por tratarse de datos estadísticos que entendemos de importancia, bien por tratarse de curiosidades no conocidas hasta ahora.

En lo relativo a la población y su distribución laboral, el interrogatorio indicaba: “El vecindario de esta villa es de 211 vecinos, de los cuales los 69 son labradores con 95 yuntas, los restantes sirvientes y jornaleros, en que se incluyen tres herreros y dos sastres que son los únicos menestrales que hay en la Villa, que ni forman gremio ni hay ordenanzas en su ingreso.”. Como curiosidad, en este interrogatorio se va más allá del propio dato poblacional y su distribución, haciendo indicaciones sociológicas del tipo “…las diversiones más comunes son juego de calva, barra y tanto; 1a inclinación de estos naturales es a la labor y pastoría, no se nota inclinación particular a vicio alguno y en los oficiales y jornaleros no se advierte abuso en el modo y oras de su trabajo; que el precio de los jornales es según los oficios y los tiempos, pero los regulares son de tres a seis reales.”.

En el anterior censo no se hacía mención a un elemento que ha sido característico en la villa, como han sido los telares, indicándose en esta ocasión: “…ni hay ferias, mercados, ni fabricas, a excepción de algún tejido de lana y lino que llaman polleras, que es del que usan todas las mujeres, como también de solo lino para los vestidos interiores sin tintes”.

De nuevo, se hacía mención a aspectos sociológicos de la población, en este caso del ámbito religioso, relacionándose las cofradías existentes a fecha de elaboración del censo: “Hay cinco cofradías: una la del Santísimo /…/ Otra la de Nuestra Señora del Rosario /…/ Otra la de la Cruz /…/ La de Ánimas /…/ Otra la de San Gregorio /…/ El numero de hermanos es casi todo el pueblo, unos de unas y otros de otras, se gobiernan por un alcalde y dos diputados, un mayordomo y un escribano, y se eligen unos a otros…”. En relación con lo anteriormente citado, se hacía mención a tradiciones existentes en la villa,  que perduran a día de hoy: “…Hay una Ermita de San Gregorio en las inmediaciones del pueblo, a la que se va en procesión tres veces al año, una el día del santo a costa de la cofradía y se dice misa y se da cuenta a Badajoz, otra el 2° día de pascua de resurrección y da la limosna la Cofradía de Animas, y otra el día de San Marcos de cuenta de la villa por voto para la que abona el reglamento 4 reales, se va y se vuelve en procesión y no hay romería ni ermitaño.”.

Como conclusión, adjuntamos las notas finales del Concejo de la villa, donde se procedía a solicitar a la Real Audiencia la subsanación de aquellas necesidades y carencias que, a su juicio, impidían el desarrollo normal que debiera tener la villa: “Para que esta villa pudiera tomar incremento tanto en la agricultura como en la cría de ganados, necesita precisamente que se la adjudicaran dehesas de dominio particular por el precio de la tasa, tres hojas de a 800 fanegas cada una, quedando los pastos de ella para la manutención de los ganados que han de estercolar, pues de este modo habría dobles yuntas que ahora hay y se excusarían estos vecinos de servir como sirven los que han referidos en el numero 3°-, porque sus términos son muy escasos y aunque parece otra cosa del numero de ganados que se cría, pende de que los ganaderos, que sirven en Trujillo tienen sus cabezas de escusas en donde crían de tres partes dos del ganado que ha relacionado, pues este país no admite otra cosa que agricultura y granjería por no haber aguas para otros oficios ni para fabricas.”.

 

En el año 1829, la Real Audiencia de Extremadura llevó a cabo un nuevo interrogatorio con el fin de establecer la división del territorio extremeño en los actuales partidos judiciales. En el citado interrogatorio se establecía para el municipio de La Cumbre una población de 315 vecinos, para un total de 1.195 habitantes, contando con las siguientes autoridades y personalidades destacadas: dos alcaldes, Juan Redondo y Francisco Castro; dos regidores, Francisco Sánchez y Francisco Delgado; dos diputados, Francisco Canelado y Francisco Redondo; un síndico, Francisco Gil; un secretario D. Juan Cabello; dos sacerdotes D. Diego Sánchez Jara y D. Lorenzo Rodríguez (sin especificar cuál de ellos es el párroco); un cirujano, D. Francisco Camberos; un boticario, D. Juan Ortiz y un maestro D. Antonio Sayago.

 

Unos años después, en 1847, Pascual Madoz publicó su “Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar”. Este documento describía la realidad geográfica y social de la España de la época, detallando para La Cumbre la que sigue:

“Villa con ayuntamiento en la provincia y audiencia territorial de Cáceres (6 leguas), partido judicial de Trujillo (2), diócesis de Plasencia (14), capitanía general de Extremadura (Badajoz 18). Situada en el punto más elevado de una extensa llanura al O. de Trujillo, goza de atmósfera despejada, clima extremado en calor y frio; reinan los vientos N. y E. y se padecen intermitentes y reumas. Tiene 430 casas de mezquina construcción, excepto 8 ó 10 de los vecinos más acomodados; no guardan alineación, y por consiguiente no hay calles sino grupos irregulares sin empedrado alguno y 1 plaza en la que existe el rollo de la villa que sirve de adorno. Hay casa de ayuntamiento, cárcel, escuela de primeras letras dotada con 1.500 reales a la que asisten 110 niños de ambos sexos; iglesia parroquial dedicada a la Asunción de Ntra. Sra. aneja a la parroquia de San Andrés de Trujillo. En las afueras una ermita arruinada con el titulo de San Gregorio y varios pozos para el uso de los vecinos, pero escasean tanto las aguas potables, que en años secos hay que buscarlas a mas de 1 legua.

    Confina el término por el N. con tierras del marqués de la Conquista; E. id, del marqués de Santa Marta; S. id. del marqués del Reino, y O. con la dehesa Caballeria de Trujillo; todas en el término de esta ciudad a distancia de ¼ de legua por todos los puntos y comprende 800 fanegas de tierra de labor, sin hallarse monte alguno sino que aprovecha en común con Trujillo y sus agregados los llamados de Tozo. Le bañan al O. el riachuelo llamado Gibranzo y al E. y S. el Magasquilla. El terreno es desigual y de buena calidad. Los caminos vecinales. El correo se recibe en Trujillo por valija 2 veces a la semana. Produce: trigo, centeno, avena y alguna cebada. Se mantiene ganado lanar, cabrío, vacuno, de cerda, sobre 100 yuntas de bueyes y vacas de labor, y se cría caza menuda. 12 telares de lienzos ordinarios, 1 de paño basto y la extracción de cereales a los mercados de Trujillo. Población: 380 vecinos, 2,081 almas. Capital producido: 1.689.250 reales. Impuestos. 84.462 rs. Contribución: 8.123 rs. Presupuesto municipal: 7.200 del que se pagan 2.200 al secretario por su dotación y se cubre con el producto de una dehesa de propios. Este pueblo fue de señorío que correspondió al marqués de Espinardo.»

 

EL SIGLO XIX: UN SIGLO DE CONVULSIÓN

El XIX podría considerarse el siglo más convulso de nuestra nación, a nivel interno. La Guerra de la Independencia, las Guerras Carlistas,  la regencia y reinado de Isabel II, el Sexenio Revolucionario y la Crisis Finisecular con las guerras en Cuba y Filipinas, marcaron de principio a fin esta centuria, repleta de tensiones a nivel político a consecuencia, principalmente, de los problemas de sucesión de la corona de España.

La Guerra de Independencia

El inicio del siglo estuvo marcado por la ocupación francesa del territorio español en 1808 y los siguientes seis años de intensa lucha popular contra el invasor. Fue tiempo de acción militar (en especial de guerrillas) y nuestra comarca no pasó de largo ante estos acontecimientos.

A finales de 1808, movidos por el clamor de la declaración de guerra a Francia realizada por los alcaldes de Móstoles, los torrecillanos hermanos Cuesta (Feliciano, Francisco, Félix y Antonio) formaron una partida armada en la comarca de Trujillo, que si bien comenzó con algunas derrotas, fue intensificando sus acciones, hasta conseguir numerosas victorias sobre las tropas napoleónicas. Una de estas batallas victoriosas tuvo lugar en 1811 en los ejidos de La Cumbre, donde las tropas de Cuesta dieron muerte a 42 soldados del ejército imperial (12 dragones y 30 granaderos) que declinaron deponer las armas.[38]

Sin embargo, desconocemos el grado de implicación directa de los vecinos de La Cumbre en la contienda, entendiendo que debieron ser no pocos los reclutados en las distintas levas ordenadas por las Juntas Militares y de Gobierno. A este respecto, sí hemos podido documentar, a través del “Libro de Difuntos de Valdefuentes: Años 1811 a 1848”[39], la presencia de un cumbreño en el contingente militar anglo-español, como integrante de las Brigadas del Ejército Inglés. Este vecino de La Cumbre, del cual no se facilita nombre, ayudó a enterrar a un soldado de Valdefuentes caído en Celorico (Portugal), el 21 de Abril de 1811.

 

Las Guerras Carlistas

La aprobación por parte de Fernando VII de la Pragmática Sanción en 1830, que permitía el acceso al trono de la descendencia femenina, provocó una escalada de tensión sucesionista entre los partidarios de Carlos María Isidro de Borbón (“Carlistas”), hermano del difunto rey, y los partidarios de Isabel II (“Isabelinos” o “Cristinos”), única hija de Fernando VII y heredera al trono. Estas tensiones degenerarían en tres periodos de guerra civil denominados Guerras Carlistas (Primera de 1833 a 1840, Segunda de1846 a 1849 y Tercera de 1872 a 1876).

Aunque en todos los casos los principales frentes bélicos se centraron en la zona norte de la península y Cataluña, tanto en la Primera como en la Tercera Guerra Carlista existieron focos de actividad que afectaron a zonas del interior de la península, entre ellas nuestra comarca.

En lo relativo a la Primera Guerra Carlista, aunque la comarca de Trujillo no fue foco principal de acción de las partidas Carlistas de la provincia, sí cobró cierto protagonismo al formar parte del itinerario de la llamada “Expedición Gómez”. Dicha expedición estaba comandada por el General Miguel Gómez Damas y el General Ramón Cabrera (“El Tigre del Maestrazgo”) y tuvo como fin alentar al levantamiento y adhesión popular a la causa Carlista por buena parte de la geografía peninsular.

Entrando por la provincia de Badajoz, recorrió de este a oeste la provincia de Cáceres, desde Guadalupe a Alcántara y desde allí a Miajadas, del 27 de Octubre al 4 de Noviembre de 1836. Con fecha 30 de Octubre la expedición llegó a Trujillo, retomando la marcha con rumbo a Cáceres (a través de Sierra de Fuentes) al día siguiente, lo que hace más que probable que la columna de caballería atravesase el término municipal de La Cumbre en esa fecha.

La Tercera Guerra Carlista, de menor intensidad a todos los niveles, tuvo escasa repercusión en nuestra región, aunque existieron algunas acciones por parte de pequeñas partidas armadas adeptas a la causa, con mayor intensidad en los años 1873 y 1874.

En lo relativo a la comarca de Trujillo, las acciones más significativas tuvieron como protagonistas a los cabecillas Sabariegos (finales de 1873) y Naranjo (principios de1874). El primero, huyendo del hostigamiento de los ejércitos gubernamentales en La Mancha, organizó correrías por la zona este de la provincia, pasando de una a otra, hasta abandonar Extremadura a final de año. Como hecho más reseñable de esta partida en nuestra zona destaca la quema del Registro Civil de Herguijuela, donde se ordenó la incorporación de los mozos de la reserva a su causa. El segundo, Naranjo, con una partida de 25 jinetes organizó correrías por la zona de Trujillo, perseguido por destacamentos de la Guardia Civil y de carabineros. [40]

Periodo de regencia

Los problemas de sucesión monárquica en España derivaron en un nuevo periodo de regencia a favor del General Baldomero Espartero (1841-1843). Durante este periodo la estabilidad política nacional fue degenerando, especialmente por el carácter  personalista y militarista del regente, hasta desembocar en un alzamiento militar que dejó algunos episodios bélicos que terminaron por provocar el exilio de Espartero el 23 de Julio de 1843.

El 12 de Julio de ese año, tiene lugar uno de los últimos ejemplos de esta contienda y el que seguramente sea el hito documentado más importante acaecido en el término de La Cumbre, al librarse en él una batalla en la cual las tropas al mando del Capitán General de Extremadura, D. Mariano Ricafort, derrotaron a las milicias del movimiento de sublevación antiesparterista de la zona, tal y como se detalla en la siguiente reseña documental[41]: “…y aunque esta (la sublevación Moderada) sufre algunos contratiempos, como el que experimentó el 12 de julio en La Cumbre, punto distante dos leguas de Trujillo, en que el Capitán General de Extremadura, don Mariano Ricafort, derrotó la columna sublevada que había salido de Badajoz, fuerte de 600 infantes y 100 caballos, al mando del Coronel Basalo, haciéndole 400 prisioneros, entre ellos el jefe, que recibió una herida, y 25 oficiales, dejando además en el campo un crecido número de cadáveres.”.[42]

Crisis Finisecular: Guerras de Cuba y Filipinas

Aún habría de dejar este siglo un último ejemplo de convulsión antes de su final: la crisis colonial de final de siglo, la llamada “Crisis Finisecular”, que desembocaría en los conflictos armados de Cuba, Filipinas y Puerto Rico y la posterior pérdida de las posesiones españolas en el Caribe y el Pacífico. La Cumbre tampoco quedó al margen de estos acontecimientos, ya que varios de sus vecinos partieron de nuevo hacia el otro lado del mundo, pero esta vez no en busca de un futuro próspero, como siglos atrás, sino como soldados de reemplazo llamados a defender los últimos días de las colonias españolas de ultramar.

Los datos de reclutamiento en Extremadura, para el periodo de 1895 a 1898,  indican que aproximadamente el 50% de los reclutas de reemplazo eran enviados a ultramar. De éstos, el 70% eran movilizados a Cuba, el 25% a Filipinas y el 5% restante a Puerto Rico.[43]

En el caso de La Cumbre, nos ha sido imposible verificar el número de reclutas enviados a luchar en los conflictos coloniales, aunque sí tenemos constancia de la presencia de cumbreños en los mismos. Sin ir más lejos, uno de los bisabuelos de quién aquí escribe, Francisco María Casero Sánchez, que junto con varios compañeros de quinta fueron enviados en 1898 a la isla de Cuba para formar parte del contingente armado español, el mayor desplegado nunca por una potencia colonial en América.

[1] GONZÁLEZ CORDERO, Antonio. “Estructuras defensivas de la Edad del Cobre en la Comarca de Trujillo: Paisaje de poder en un escenario milenario”. Actas del Congreso “La Tierra de Trujillo: Desde la época Prerromana a la Baja Edad Media”. Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. Trujillo. 2005. pp. 59-112

[2] GONZÁLEZ CORDERO, Antonio. “Excavaciones en el poblado calcolítico de “Las Cabrerizas” (La Cumbre, Cáceres): Avance para su estudio”. Coloquios Históricos de Extremadura (CHDE). Trujillo. 1992.

[3] MARTÍN BRAVO, Ana María. “Las Sociedades de la Edad del Hierro en la Alta Extremadura”. Tesis Doctoral. Univ. Complutense de Madrid. Facultad de Geografía e Historia. Departamento de Prehistoria. Madrid. 1995.

[4] MUSEO DE CÁCERES. Inventario. Documentación facilitada por D. Juan M. Valadés Sierra (Director).

[5]SORIA SÁNCHEZ, Valentín. “Restos Arqueológicos de Extremadura”. Revista de Estudios Extremeños. T. XXVIII n.3. Badajoz. 1972. Pág. 441-454.

[6] SORIA SÁNCHEZ, Valentín. “Información sobre Arqueología Extremeña”. Revista de Estudios Extremeños. T. XXIX n.3.  Badajoz. 1973. Pág. 509-512.

[7] BARCELÓ i ÁLVAREZ, Joan Anton. Arqueología Lógica y Estadística: un análisis de las Estelas de la Edad del Bronce en la Península Ibérica. Tesis Doctoral. Dpto. d’ Historia de Societats Precapitalistes i Antropología Social. Univ. Autónoma de Barcelona. Barcelona. 1989.

[8] ROSO DE LUNA, Mario. “Nuevas inscripciones de Ibahernando, Cumbre y Santa Ana”. Boletín de la Real Academia de la Historia nº42. Madrid. 1903. Pag. 232-233.

[9] ROSO DE LUNA, Mario. “Nuevas inscripciones de Ibahernando, Cumbre y Santa Ana”. Revista de Extremadura. Cáceres. 1903. Pag. 177-180.

[10] SORIA SÁNCHEZ, Valentín. “Diccionario Epigráfico de Inscripciones en Extremadura”. CHDE. Trujillo. 1991.

[11] HISPANIA EPIGRÁFICA. Base de datos on line. http://eda-bea.es/.

[12] Ídem nota 4

[13] RAMOS RUBIO, José Antonio. “Los Reyes Católicos”. https://www.cronistadetrujillo.com.

[14] Archivo General de Indias (AGI). Catálogo de Pasajeros a Indias (CPI). Signatura PASAJEROS,L.4,E.2784

[15] AGI. CPI. Sig. PASAJEROS,L.5,E.4343

[16] AGI. CPI. Sig. PASAJEROS,L.5,E.5012

[17] AGI. Casa de Contratación. Informes y licencias de pasajeros a Indias. Sig. CONTRATACION,5227,N.3,R.11

[18] AGI. CPI. Sig. PASAJEROS,L.6,E.1886

[19] SALINERO, Gregorio. “Une ville entre deux mondes: Trujillo d’Espagne et les Indes au XVIe siècle: pour une historie de la mobilité à l’époque moderne”. Ed. Casa Velázquez. Madrid. 2006.

[20] AGI. CPI. Sig. PASAJEROS,L.6,E.4280

[21] Ídem nota 19

[22] AGI. Casa de Contratación. Informes y licencias de pasajeros a Indias. Sig. CONTRATACION,5295,N.1

[23] AGI. Casa de Contratación. Autos de bienes de difuntos. Sig. CONTRATACION,495,N.1,R.7

[24] SÁNCHEZ RUBIO, Mª Ángeles y Rocío. “”Desde la hoja del  monte hasta la piedra del rio…”. El señorío frustrado de Don Gutierre de Vargas Carvajal en la tierra de Trujillo”. CHDE. Trujillo. 2006.

[25] Idem nota 24

[26] Información facilitada por D. Leopoldo de Trazegnies Granda. Biblioteca Virtual de Literatura. Fuente: Archivo privado y James Lockart. “The men of Cajamarca”. Institute of Latin American Studies. University of Texas Press. Austin. 1972.

[27] En la transcripción del documento de creación del mayorazgo a favor de Juan Barrantes (21 Oct. 1566) se relaciona un total de 8 hijos, que son los que hemos indicado en este documento. Sin embargo, otros documentos consultados hablan de una descendencia de 7 hijos, no distinguiéndose entre Diego y García, siendo éste una única persona: Diego García de Paredes.

[28] AGI. Indiferente General. Sig. INDIFERENTE,1963,L.8,F.22R-22V

[29] AGI. Escribanía de Cámara de Justicia. Leg. 1007 – Causa criminal seguida en el Consejo entre don Diego de Almagro y otros contra Francisco, Gonzalo y Hernando Pizarro, sobre la muerte del adelantado don Diego de Almagro. Escrito de tacha de testigos presentado por el Fiscal Villalobos.

[30] MUÑOZ DE SAN PEDRO, Miguel. “Informe sobre el nacimiento de Francisco Pizarro”. Revista de Estudios Extremeños. T. XXVI n.2. Badajoz. 1970. pp. 243-265.

[31] AGI. Patronato Real. Sig. PATRONATO,137,N.1,R.6

[32]En relación a esta insigne visita no hemos podido encontrar confirmación documental que avale tal afirmación, por lo que nos hemos permitido elucubrar sobre este hecho, acotándolo en el tiempo y adaptándolo a la realidad monárquica de la época en España y Francia. En base a ello entendemos que, de haber sucedido, el testigo podría estar refiriéndose a la reina Dña. Ana de Austria, cuarta mujer de Felipe II y a su hermana Isabel, reina viuda de Francia.

Sin embargo, en base a toda la información consultada, creemos que dicho acontecimiento no tuvo lugar, al menos con estas protagonistas, dado que la reina Isabel, una vez muerto su marido, el rey Carlos IX de Francia, en mayo de 1574, retornó a Viena, llevando una vida de recogimiento en el Convento de Santa Clara, hasta su muerte en 1592, sin que se tenga constancia de que las hermanas, a pesar de que se profesaban gran cariño, volvieran a encontrarse.

 Por otro lado, en relación al destino mencionado, parece ser que Dña. Ana  no visitó nunca Portugal, dadas las tensiones sucesionistas de la época. Sin embargo, sí emprendió viaje rumbo al país vecino junto al resto de la Corte a mediados de 1580, estableciéndose en Badajoz junto al monarca, a la espera del momento más apropiado para tomar posesión de la corona de Portugal, por parte de Felipe II. Durante este periodo de espera, la reina se vio afectada por una epidemia de gripe que, afectando en principio gravemente al rey, terminó con su vida el 26 de octubre de 1580.

Desgraciadamente, no sabemos si la reina Ana pasó y moró en La Cumbre y si, de ser así, lo hizo en su último viaje como reina, aunque, si así hubiera sido, daría aún más trascendencia a este hecho.

[33] Archivo Histórico Nacional (AHN). Signatura CONSEJOS,29373,EXP.15

[34] GARCÍA MARTÍNEZ, Marta Mª. “La independencia de La Cumbre en 1559. Su venta a Don Pedro Barrantes y razones de los reyes para venderla”. CHDE. Trujillo. 1976.

[35] A causa del fallecimiento sin descendencia del I Marqués de la Conquista, Juan Hernando Pizarro, en 1646, se inicia un litigio por el título y mayorazgos entre distintos miembros de la familia Pizarro: Fernando Pizarro y Orellana (primo del I Marqués, señor de Magasquilla y señor  de La Cumbre), Beatriz Jacinta Pizarro (hermana de padre del I Marqués) y sus hijos y Fernando Orellana Pizarro (sobrino de Fernando Pizarro y Orellana, al ser hijo de Juan de Orellana Pizarro, hermano primogénito de éste). El pleito se alargó durante 30 años, dictándose sentencia de tenuta en 1676 a favor de Beatriz Jacinta Pizarro, a todos los efectos II Marquesa de la Conquista.

Durante el largo pleito, fallece D. Fernando Pizarro y Orellana (1652) quien, a pesar de haberse desposado en 3 ocasiones (y en base a las fuentes documentales consultadas que consideramos más fiables) muere sin descendencia. Esta incidencia modifica la línea sucesoria del mayorazgo y señorío de La Cumbre.

Sobre este particular, sabemos de la existencia de otra hija de Pedro Barrantes y Juana de Grado, y hermana por tanto de Estefanía: María Barrantes. María es desposada con Fernando de Orellana y Pizarro(el tercer contendiente a la sucesión del marquesado y sobrino mayor de Fernando Pizarro y Orellana). Basándonos en las prescripciones hechas en el documento fundacional del Mayorazgo en lo relativo a la sucesión del vínculo, éste debió pasar a manos de María Barrantes a la muerte de su hermana, al fallecer esta sin descendencia.

Del matrimonio entre María y Fernando nacería Juan de Orellana Pizarro y Barrantes y una segunda hija: Micaela (¿María?) Barrantes.

A modo de curiosidad y en relación con estos personajes, indicar que, al igual que sucediera son su tío, fallece también durante el litigio D. Fernando Orellana, siguiéndole en el pleito su hijo Juan, quien a su vez también falleció durante el pleito,  y fue sucedido en el mismo por su hijo Fernando José Orellana Pizarro.

Sea como fuere, y en base a nuestra investigación y la documentación consultada, hemos seguido la línea sucesoria con Juan de Orellana Pizarro y Barrantes.

[36] Los documentos aportados en el pleito por la tenuta del Mayorazgo creado por Pedro Barrantes y Juana de Paredes, interpuesto el 26 de Febrero de 1799 y siguientes, confirman que el vínculo de mayorazgo pasó a Francisco de Mendoza en 1728, cuatro años después del fallecimiento de su tío Fernando José de Orellana-Pizarro, suponemos por sentencia de tenuta. De este modo el vínculo abandona la rama de los Orellana-Pizarro para recaer en los Mendoza Hijar.

[37] Como hemos indicado en notas anteriores, a resultas del fallecimiento de Vicente de Mendoza sin descendencia el 1 de Diciembre de 1798, se suceden una serie de solicitudes de posesión del vínculo de Mayorazgo creado por Pedro Barrantes y Juana de Paredes, las cuales derivarían en la interposición de una serie de pleitos de tenuta a partir de 1799, agrupados todos en un pleito único en el año de 1804. Los litigantes fueron: D. Fco. José de Mendoza Manuel de Villena (Conde de Quintanilla), en representación de su hijo segundogénito, D. Joaquín; José de Rojas y Teruel (Marqués de Liseda), en representación de su hijo D. Mariano; D. Agustín María de Orellana-Pizarro (Marqués de la Conquista), D. Pedro Cayetano Golfín (Conde de Torre-Arias y Marqués de Sta. Marta), en representación de su mujer Dña. María Asunción Las-Casas, D. Francisco de Paula Fernández de Córdoba (Marqués del Espinardo), en representación de su mujer Dña. María Francisca de Vera, D. Fernando María de Orellana (hijo segundogénito del Marqués de la Conquista), en representación de sí mismo y D. Rodrigo de Mendoza (Conde de Quintanilla y padre de Fco. José de Mendoza), fallecido durante el pleito. Todos ellos dicen ser acreedores al vínculo, aportando para ello pruebas y documentación varia en apoyo de su solicitud. A título informativo, indicar que, fallecido D. Vicente de Mendoza, se llegó a otorgar posesión del vínculo de Mayorazgo hasta tres veces, a personas distintas, entre el 4 de Diciembre de 1798 y el 28 de Enero de 1799 (a la Marquesa de Sta. Marta el 4 de Diciembre de 1798, al Marqués de la Conquista el 20 de Diciembre del mismo año y al Marqués de Liseda el 28 de Enero de 1799). Cada una de estas posesiones dejaba sin efecto a la anterior.

 

[38] LOZANO RAMOS, José y LUENGO BLÁZQUEZ, José. “Trujillo durante la guerra de la independencia y su intervención en ella”. Documento web. Desconocemos editorial y fecha de publicación.

[39] PÉREZ RUBIO, José Antonio. “Pablo Morillo: Acciones militares y la contribución de los pueblos de las tierras de Montánchez al esfuerzo de la guerra (1811-1813)”. Revista de Estudios Extremeños. T. LXIX n1. Badajoz. 2013. pp. 311-336.

[40] “Narración Militar de la Guerra Carlista de 1869 a 1876 por el Cuerpo del Estado Mayor del Ejército”. Tomo 14. Depósito de la Guerra. Madrid. 1889.

[41] SEGUNDO FLÓREZ, José. “Espartero. Historia de su vida militar y política y de los grandes sucesos contemporáneos”. Sociedad Literaria. Madrid. 1845.

[42] Popularmente se habla de que una batalla librada en el pueblo destruye su archivo, motivo por el que no se conservan documentos anteriores a esa fecha, sin determinar de forma exacta ésta. En algunos casos se identifica con la ocupación francesa, en otros con la batalla aquí referenciada o también con los incidentes bélicos de la 3ª Guerra Carlista, como hemos visto anteriormente. A nuestro juicio entendemos que esta última opción parece la más factible, ya que, aunque en ninguno de los casos hemos encontrado menciones a daños sobre la población, la quema de Registros Civiles y de la Propiedad era práctica habitual en las acciones carlistas de la 3ª Guerra, como sucediera con el Registro Civil de Herguijuela, como respuesta a lo que consideraban un instrumento político para el control de la población.

[43] CHAVES PALACIOS, Julián. “Tropas Extremeñas en la crisis colonial. La guerra de Cuba (1895-1898). Revista de Estudios Extremeños. T. LIV n.1. Badajoz. 1998. pp. 401-425.

 

Ene 182016
 

Ignacio Escribano Bartlett.

Licenciado en Historia y Doctorando por la Universidad de Extremadura

ignacioescribanoba@hotmail.com

 

Resumen

 

El presente trabajo aborda, desde una perspectiva histórica, el origen de la División Azul y la notable influencia que tuvieron los acontecimientos ocurridos durante la Segunda República y la Guerra Civil Española para su posterior creación en junio de 1941. España, como país, no participó en la Segunda Guerra Mundial pero sí envió a este contingente del que cabe destacar su presencia en el conflicto y del que cerca de 2.700 extremeños formaron parte del mismo. De la misma forma, se analizan las circunstancias que rodearon su puesta en funcionamiento mediante un estudio basado en la búsqueda directa de datos en fuentes escritas. A unos meses de cumplirse 75 años de su creación, consideramos importante recordar a este cuerpo de voluntarios olvidado y estigmatizado tras la derrota alemana en el conflicto mundial.

 

Palabras clave: División Azul, Segunda República, Frente Popular, Guerra Civil Española, Segunda Guerra Mundial, Extremadura, posguerra.

 

Introducción

 

Entre septiembre de 1939 y mayo de 1945 un trágico suceso asoló Europa. La Segunda Guerra Mundial provocó una serie de desmanes que tardaron décadas en cicatrizar. Recién acabada la Guerra Civil, la España de Francisco Franco no podía aventurarse en participar pese a la deuda moral contraída con la Alemania de Hitler tras la ayuda recibida con la Legión Cóndor. Sin embargo, la invasión alemana de la Unión Soviética en junio de 1941 provocó en miles de españoles y extremeños un sentimiento de venganza que vio su culminación con la creación de la División Española de Voluntarios, conocida popularmente como División Azul.

Se estima que 45.500 españoles partieron hacia las grandes estepas rusas pero ¿qué les condujo a tomar esta difícil decisión? En este sentido se justifica la elaboración de este estudio para poder entender cómo 45.500 individuos, de los que 2.700 eran naturales de Extremadura[1], dejaron atrás a sus familias y país para combatir por unos ideales que ellos consideraban justos por todo lo vivido y sufrido desde 1931 y especialmente desde principios de 1936.

La División Azul forma parte de la historia reciente de España y todavía hoy es objeto de debate generando numerosas controversias en función del investigador o historiador que la estudie dada su notable influencia política[2]. Por ello y antes de adentrarnos en la investigación, resulta conveniente aclarar que lo que sigue en las siguientes páginas está realizado desde el rigor histórico que todo estudio científico debe tener, alejándose de cualquier tipo de ideología política, sea del signo que sea. No se trata de reabrir o no heridas del pasado sino de describir los hechos ocurridos y darlos a conocer. Del mismo modo queremos denunciar cualquier tipo de violencia generada por ideales políticos así como la diferenciación que suele realizarse entre bandos cuando hablamos de la Guerra Civil.

Matizado lo anterior, profundizaremos en los acontecimientos más destacados de la Segunda República y la Guerra Civil Española puesto que consideramos que estos dos periodos fueron cruciales para la posterior creación de la División Azul. También nos adentraremos en el contexto histórico de la Europa de la Primera Guerra Mundial y en la importancia de la política represiva llevada a cabo por el Frente Popular en las motivaciones que esgrimieron los divisionarios extremeños para decidir alistarse.

 

Momentos de cambios en Europa

 

La España de los años treinta del siglo pasado se caracterizaba por una situación social y política caótica aunque, para poder comprender el escenario que se vivió en aquellos años, debemos transportarnos unos años atrás y a un país muy relacionado con lo que sería la División Azul años después. Se trata de la Rusia zarista. Concretamente a 1917 y en plena Primera Guerra Mundial.

Febrero de 1917 se recuerda como el mes de la obligada abdicación del zar Nicolás II y, con la posterior Revolución de Octubre de ese mismo año, los bolcheviques de Lenin llegaban al poder provocando un hecho sin precedentes: una nueva experiencia política se adentraba en Europa bajo el nombre de comunismo[3].

Este nuevo régimen causó expectación en muchas partes de Europa dado que veían en la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) un más que posible modelo a seguir. Las clases trabajadoras de las democracias europeas anhelaban la idea del paraíso del proletariado pero, por el contrario, otros estratos de la sociedad sintieron el miedo en sus cuerpos tras conocerse las noticias que llegaban de la Unión Soviética. La Iglesia estaba considerada como un enemigo para el pueblo y la propiedad privada tenía fecha de caducidad. Las clases más pudientes no podían seguir con sus privilegios y los soviets o consejos de trabajadores serían los encargados de llevar a cabo esta revolución. Sin embargo y, para la concepción comunista, esta revolución no podía quedarse en tierras rusas sino que debía extenderse más allá de sus fronteras. Tenía que dominar Europa y expandirse por todo el mundo.

Ante tal perspectiva es lógico pensar que muchas personas vieran amenazadas sus posesiones y creencias generando una respuesta inmediata en forma de ideologías completamente opuestas. Esto es, el fascismo italiano con Benito Mussolini como máximo representante y en cierto modo, aunque con diferencias, la Alemania nacionalsocialista de Adolf Hitler. Así pues, esas clases amenazadas no tardaron en simpatizar con las ideas fascistas provocando que en Europa tanto los grupos comunistas como fascistas crecieran de forma imparable generando un clima de tensión peligroso incluso dentro de las democracias europeas más consolidadas. Del mismo modo, el tradicional modelo capitalista estaba en cuestión tras la grave crisis económica de 1929[4].

En el ámbito internacional, la Europa democrática veía como sus bases se quebraban a medida que el anticomunismo y el antifascismo avanzaban. En este sentido, en la España rural y atrasada como Andalucía y Extremadura, no pasaron inadvertidas estas nuevas ideologías y entraron con fuerza provocando unas luchas internas entre los que reclamaban reformas inmediatas y los partidarios del inmovilismo que finalmente desencadenaron en la posterior guerra civil.

Así pues, la Segunda República tuvo como objetivo primordial terminar con las desigualdades sociales con una serie de reformas que no fueron del agrado de todos. Tanto el sector eclesiástico como el Ejército y las diferentes oligarquías terratenientes mostraron su disconformidad desde el primer momento[5]. El caso del Ejército es fundamental ya que se trataba de un colectivo mermado en su ánimo tras la derrota de Cuba en 1898, un colectivo que puso sus fuerzas en garantizar la unidad de España y el orden social siempre receloso, desde los altos mandos, de la izquierda y de los nacionalismos. Además, sufrían problemas internos por los ascensos de militares africanistas que perjudicaban a los peninsulares y tenían en su memoria el reciente fracaso bélico conocido como Desastre de Annual de 1921[6].

 

La esperanza truncada: la Segunda República

 

Tras ocho años de dictadura de Miguel Primo de Rivera y el breve periodo de Dámaso Berenguer, se convocaron elecciones municipales para el 12 de abril de 1931 con un claro triunfo de las fuerzas socialistas y republicanas que provocaron el posterior exilio de Alfonso XIII[7]. Así pues, el 14 de abril de 1931 se proclamaba en la localidad guipuzcoana de Éibar la Segunda República Española con Niceto Alcalá-Zamora como presidente pero, en apenas cinco años, se precipitaron los acontecimientos que llevaron a la división total del país. La República era vista como una esperanza para unos y una amenaza para otros pero, lo que es peor, no logró contentar a los esperanzados y sí enfurecer a los que se sentían amenazados[8].

Extremadura era el claro ejemplo de lo que sucedió en aquellos momentos en España; con cerca de 1.200.000 habitantes, el pueblo extremeño era una sociedad claramente atrasada y agrícola con problemas de alimentación y condiciones higiénicas y sanitarias muy precarias. Además, el nivel cultural era excesivamente bajo con casi un 75% de población analfabeta. En cuanto al trabajo, básicamente agrícola, estaba controlado por los grandes terratenientes burgueses que tenían en su poder extensas dimensiones de tierra con predominio del latifundismo. Se da el caso además, que en su mayoría vivían generalmente en Madrid y que, siendo apenas un 2%, poseían el 60% del total de la tierra por lo que, ésta, estaba en manos de unos pocos, provocando a su vez un claro desequilibrio[9]. Resulta obvio pensar que, ante una sociedad jerarquizada donde la minoría oligárquica rural tenía el poder de decisión sobre la mayoría campesina, la República se viese con esperanza en gran parte de la población extremeña.

Para solucionar la precariedad del trabajo en el campo, el Gobierno Provisional realizó una reforma agraria para reducir el paro entre los jornaleros, aumentar los salarios y mejorar las condiciones laborales. El entonces ministro de Trabajo, Francisco Largo Caballero, instauró la jornada laboral de ocho horas dotando a los sindicatos de un gran poder de decisión que produjo el desagrado entre los terratenientes puesto que se vieron en la obligación de contratar a más trabajadores con el perjuicio económico que ello les producía. Los altercados entre jornaleros y Guardias Civiles fueron entonces muy recurrentes[10].

En lo concerniente a la Iglesia se aprobó la libertad de culto, algo que la derecha más tradicional no estaba dispuesta a aceptar. Además, la quema de conventos comenzó a producirse en mayo de 1931 por todo el territorio nacional ocurriendo las más destacables en Madrid, Málaga o Sevilla[11].

También el Ejército fue objeto de reformas por parte de Manuel Azaña, ministro de la Guerra, quien quiso dotarle de modernidad bajo una reorganización, disminuyendo a su vez el número de oficiales con retiros extraordinarios e incluso anulando todo ascenso militar logrado por méritos de guerra durante la dictadura de Primo de Rivera. Esta reforma encontró una firme oposición por parte de la oficialidad y de la derecha que consideró estas medidas como un ataque frontal hacia el Ejército[12].

Bajo este telón de fondo, en junio de 1931 se celebraron elecciones a Cortes Constituyentes en las que los socialistas obtuvieron una holgada victoria en coalición con los republicanos de izquierdas. Sin embargo, fue el partido centrista de Alejandro Lerroux (Partido Radical) el que obtuvo una amplia representación y, con el paso de los meses, acercó posturas con una derecha que, en estas elecciones, apenas obtuvo un papel testimonial[13].

Ante este resultado, el 9 de diciembre se aprobó la Constitución de 1931. Una Constitución ambiciosa y democrática, laica, con amplitud de derechos, liberal y en la que, por primera vez en la historia de España, se aprobaba el voto femenino pero, como veremos, abocada al fracaso como la República dadas las presiones de la derecha. Ya en el artículo primero se definía a España como una “República de trabajadores de toda clase” y en el cuarto, se reconocían las diferentes lenguas de las diferentes regiones. Las cuestiones territoriales de Catalunya fueron objeto de un debate que acabó con el reconocimiento de la lengua catalana y del futuro Estatuto autonómico dentro de un ‘Estado integral’ aunque, sin duda, el punto que más polémico fue la ‘cuestión religiosa’. En el tercer artículo se especificaba que el estado español no tenía religión oficial, mostrando un aclara separación de la Iglesia y del Estado. Desde ese momento, la Iglesia dejaba de recibir subvenciones estatales y se suprimían las órdenes religiosas como la jesuita. Además, sus bienes serían nacionalizados y quedaba prohibido ejercer la enseñanza por parte religiosa junto con la aprobación del divorcio. Estas medidas no suponían un ataque a la religión en sí, pero sí ponían fin a la posición privilegiada de la Iglesia en España. En este aspecto, el grave error de la República fue el olvidar que la tradición religiosa en España era algo muy habitual y que estaba muy arraigada en millones de españoles católicos que, desde entonces, se podrían ver perjudicados o incluso ver en la República a un enemigo. La derecha aprovechó estas circunstancias para hacerse fuertes contra el laicismo republicano y el anticlericalismo imperante en gran parte de la izquierda. Fruto de estas tensiones y división social, Alcalá-Zamora dimitió como Presidente del Gobierno dejando su puesto en manos de Manuel Azaña[14].

Empero, a nivel social, el bienio reformista se encontró con problemas desde el principio. En su contra se encontraban abiertamente los sectores de la Iglesia, los grandes terratenientes y empresarios, los patronos y financieros, los monárquicos y gran parte de los militares y la derecha en general, pero también tuvo que hacer frente a parte de la izquierda revolucionaria encarnada en los anarquistas de la CNT (Confederación Nacional del Trabajo) y la FAI (Federación Anarquista Ibérica), que llevaron a cabo la huelga de la Telefónica en julio de 1931, y de un sector del socialismo vinculado a la UGT (Unión General de Trabajadores) que pretendían una revolución radical. Incluso, ante las reformas laborales, la CNT se mostró contraria al considerarlas poco revolucionarias por lo que se encontraban dos posturas sindicales opuestas: los anarcosindicalistas y los socialistas. Por otro lado, la tan esperada reforma agraria no llegaba al campesino por falta de medios y organización. La expropiación de las tierras latifundistas y su posterior reparto no trajo los resultados esperados y radicalizó, más si cabe, a la CNT y a la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra de UGT[15].

En estas circunstancias, un trágico suceso se produjo el último día de diciembre de 1931 en la localidad pacense de Castilblanco, donde, tras una manifestación pacífica, la Guardia Civil abrió fuego matando a un hombre y, en represalia al hecho, la muchedumbre se abalanzó sobre los cuatro Guardias Civiles provocándoles la muerte. Tras esto, en diversas poblaciones hubo enfrentamientos entre huelguistas y miembros de la Benemérita que acabaron con más fallecimientos[16].

La derecha comenzaba a organizarse para mostrar su hostilidad hacia la República y en agosto de 1932 se produjo el intento fallido de golpe de Estado a cargo del general José Sanjurjo desde Sevilla[17]. Con su fracaso, la República salía reforzada pero en enero de 1933, en la localidad gaditana de Casas Viejas, se produjeron unos desgraciados sucesos. La CNT organizó una huelga revolucionaria de ámbito nacional que acabó con derramamiento de sangre. La derecha culpó del hecho a Azaña y dentro de la izquierda, los socialistas recelaron de los republicanos. En aquellas semanas de tensión se funda el partido de derechas y católico CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) que aglutinaba a todos los sectores derechistas bajo el liderazgo de José María Gil-Robles y que además denotaba ciertos tintes fascistas[18].

En noviembre de 1933 se tuvieron que convocar unas nuevas elecciones para tratar de apaciguar los ánimos siendo las primeras en las que las mujeres pudieron ejercer su derecho a voto. El ala más radical del socialismo acudió, con Largo Caballero como cabeza visible, por separado de los republicanos pese al consejo ignorado de Indalecio Prieto quien defendía la unión como mejor recurso para derrotar a la derecha. De esta forma, la CEDA se alzó en las elecciones mientras que el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) sufría un fuerte batacazo electoral. La CEDA recibió también el apoyo del Partido Radical de Lerroux comenzando así el conocido como bienio conservador con este último como primer ministro. Un bienio caracterizado por devolver a España a la situación anterior a la República, hecho que radicalizó a la izquierda. El hambre estaba patente en todo el país y las huelgas de la CNT y FAI eran duramente reprimidas con incluso censura de periódicos y cierre de locales sindicales[19].

Del mismo modo que hemos podido ver cómo la izquierda estaba desunida, la derecha más extrema no era partidaria del apoyo que Gil Robles le había prestado al Partido Radical de Lerroux. Los carlistas solicitaron incluso ayuda económica y armamentística a Mussolini de cara a un posible alzamiento y el partido monárquico alfonsino, Renovación Española, con su líder José Calvo Sotelo barajaban la idea de implantar un nuevo régimen autoritario. Los más jóvenes partidarios de Gil Robles incluso exigían una conquista del poder al más puro estilo fascista. Es en estas fechas cuando se surge un partido crucial para el futuro origen de la División Azul. Se trata de Falange Española. Fundada en octubre de 1933, José Antonio Primo de Rivera era su líder carismático y, con la fusión con las JONS (Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalistas) de Ramiro Ledesma, y siendo seguidores de los modelos nazis y fascistas, comenzaron a ganar adeptos de manera fulgurante. La camisa azul, las proclamas patrióticas y el uso habitual de la violencia eran algunas de sus características[20]. Falange, además de ver peligrar la unión de la nación española, reivindicaban también una lucha social y una revolución necesaria para acabar con las graves injusticias de la época. Este hecho les diferenciaba del resto de partidos de la derecha. «Nosotros no queremos la revolución marxista, pero sabemos que España necesita la suya» (Caballero, 2011: 21) llegó a decir su líder José Antonio Primo de Rivera en la campaña electoral de 1936[21].

La violencia en las calles se extendió por toda España entre unos y otros y entroncaron, más si cabe, las posturas ideológicas. No hubo término medio y las consecuencias de ello fueron desastrosas para el país y es que, la CEDA y el PSOE, no fueron capaces de apaciguar los ánimos[22]. Lerroux dimitía en abril de 1934 tras rechazar Alcalá-Zamora firmar la amnistía de los golpistas de 1932 y dentro del PSOE, Largo Caballero radicalizaba al sector juvenil mientras Julián Besteiro intentaba frenar el proceso de bolchevización dentro del partido sin éxito[23].

Pero sin la menor duda, el momento de mayor tensión de este bienio se produjo en Asturias en la conocida como Revolución de Octubre 1934. Producida a raíz de una huelga general revolucionaria convocada para toda España por los socialistas, fue duramente reprimida por el Ejército, con Francisco Franco al mando, con centenares de muertos y heridos y miles de prisioneros[24]. Esta revolución era la muestra palpable de los temores por parte de la derecha de lo que podía ocurrir si el comunismo se adentraba en España. Se trataba, pues, de una justificación en la idea de relacionar al bolchevismo con la izquierda española. Una izquierda que comprendió que la unión era la mejor fórmula para poder derrotar a la derecha en lo que se conocería como el Frente Popular. La situación era ya insostenible y se alargó quince meses más.

Lerroux llevó a cabo una remodelación del gobierno dando más poderes a la CEDA, que inmediatamente puso fin a la reforma agraria, castigó a los huelguistas y depuró al Ejército de oficiales leales a la República. Franco fue nombrado jefe del Estado Mayor General, Manuel Goded inspector general y Joaquín Fanjul subsecretario de Guerra. La izquierda comenzó a organizarse y los comunistas se aproximaron a Largo Caballero para ganar protagonismo en la política española. Los hechos se precipitaron cuando estallaron dos escándalos que salpicaron directamente a Lerroux, el caso del estraperlo y el asunto Nombela. Gil Robles pensó entonces que sería llamado a formar gobierno aunque Alcalá Zamora declinó esta opción[25].

En febrero de 1936 se convocaban nuevas elecciones en medio de un clima de exaltación y crispación. CEDA o Frente Popular eran las opciones. El país se encontraba completamente dividido y el Frente Popular se hizo con la victoria electoral por un estrecho margen de votos aunque ya se apreciaban tensiones dentro de ellos entre los republicanos por un lado y los socialistas y comunistas por otro. Además, los actos violentos de grupos derechistas se sucedieron con la posterior respuesta izquierdista[26].

En abril de 1936, Alcalá-Zamora es destituido y Manuel Azaña nombrado presidente de la República. Ante las divisiones internas dentro del Frente Popular, Indalecio Prieto no fue nombrado primer ministro ante la negativa de Largo Caballero, por lo que surgió un gobierno muy debilitado. Las reformas prometidas no acababan de llegar al campesino, el paro continuaba y el hambre no disminuía. Mientras, la Guardia Civil reprimía los actos de vandalismo contra las iglesias y propiedades de los adinerados. También grupos de falangistas cometían actos violentos por diferentes localidades con las posteriores respuestas de grupos de la izquierda. La derecha puso sus esperanzas en la figura de Calvo Sotelo y en la lucha callejera de Falange. La escalada de violencia estaba en aumento. Para evitarla, Indalecio Prieto reclamaba moderación pero Largo Caballero no estaba por la labor debilitando así a la República. El diario soviético Pravda le había bautizado incluso como el ‘Lenin español’ y los jóvenes comunistas se unieron a los socialistas dominando los primeros[27].

Mientras tanto, Calvo Sotelo difundió la idea del mal del separatismo y del comunismo entre el Ejército y la derecha y cómo la República los defendía. El golpe de Estado se avecinaba y el gobierno republicano, que algo sospechaba, alejó a los posibles golpistas de la capital. Franco fue enviado a Canarias, Goded a Baleares y Emilio Mola a Pamplona mientras Yagüe estaba en Marruecos y Sanjurjo en Portugal tras su fracaso insurreccional de unos años antes. Cuando se estaba gestando el golpe, los falangistas asesinaron al oficial de la Guardia de Asalto republicana José Castillo y en respuesta vengativa a este hecho, las izquierdas hicieron lo mismo con Calvo Sotelo. Su muerte fue la chispa que acabó de encender la mecha. El 17 de julio se sublevan las guarniciones de Ceuta, Melilla y Tetuán y se produce el famoso vuelo de Franco en el Dragon Rapide que le llevó a Marruecos para dirigir el Ejército de África el 18 de julio de 1936. A pesar de ello, la insurrección no fue secundada en todo el país y comenzaba así la Guerra Civil Española[28].

España se dividía en dos. El odio se generalizaba y comenzaban las matanzas y demás desmanes inhumanos indiscriminados de unos y de otros; terratenientes, jornaleros, adinerados, empresarios, obreros, sindicalistas, miembros de la Iglesia o del Ejército… cualquier persona de cualquier estrato y clase social podía ser víctima del odio y de la venganza. No importaba en qué punto de España te encontrases ni la ideología, si tenías, que profesases[29]. La situación estaba totalmente descontrolada[30].

 

La violencia represiva del Frente Popular

 

Antes de adentrarnos brevemente en nuestra Guerra Civil, consideramos importante destacar un oscuro periodo de la Segunda República. Esto es, la actitud represiva que mantuvo el Frente Popular desde su victoria en las elecciones de febrero de 1936 hasta el mismo transcurso de la contienda civil con las personas tachadas como de derechas[31]. Como veremos, esta violencia desmedida supuso un cambio en la mentalidad de los futuros divisionarios, bien por sufrir en sus propias carnes la represión o por presenciarla en familiares y amigos directos. Es decir, podemos afirmar que una de las motivaciones esgrimidas por los divisionarios españoles y, en consecuencia también de los extremeños, a la hora de presentarse como voluntarios para combatir con el ejército alemán (Wehrmacht) en Rusia, fue la experiencia vivida en este periodo atribuible al comunismo soviético.

Historiadores como Xavier Moreno Juliá destacan también esta violencia frentepopulista como causante del alistamiento divisionario. Tanto es así que en el inicio de su obra narra:

 

«Represión salvaje, con pocas concesiones, y en los dos bandos. De ahí que, cuando en 1941 se configuró la División Azul, miles de españoles tuvieran aún marcados a fuego en sus mentes, cuerpos y corazones los traumáticos sucesos de julio de 1936, estallido violento de tensiones sociales y odios acumulados, y el sufrimiento -incuantificable- que siguió (…) los adscritos al bando nacional, únicos españoles por aquel entonces en condiciones de “devolver la visita” a quienes les habían vejado»[32].

 

El hecho de buscar una venganza y ‘devolver la visita’ es crucial dentro del lenguaje divisionario. Poder vengarse del comunismo en su propia tierra, donde nació, en Rusia, suponía un gran aliciente para los divisionarios. El profesor Moreno Juliá prosigue:

 

«A mediados de 1941 la acción hostil de la denominada España roja permanecía latente en el recuerdo de muchos, sobre todo si habían sufrido su dominio en retaguardia (…) era miedo lo que sentían, en buena medida nacido de la posibilidad de ser objeto de delación por parte de cualquier resentido anónimo. La angustia diaria, a lo largo de meses, dejó secuelas difícilmente soslayables (…) Militares y civiles sublevados, y religiosos, fueron las primeras víctimas del nuevo orden revolucionario. Posteriormente, todo sospechoso de ser de derechas, lo que imputaba a industriales, profesionales, menestrales y a millares de católicos (…) En junio de 1941, los miles de españoles que habían sufrido la acción de la Revolución tenían todavía heridas por cicatrizar. Las cárceles, los campos de trabajo, las checas y los paseos, con o sin tiro en la nuca, estaban aún en la mente de muchos»[33].

 

Sin duda, que miles de jóvenes españoles dejasen a sus familias e incluso carreras universitarias o trabajos atrás para embarcarse en el conflicto mundial, debía estar muy bien sustentado y la experiencia vivida en aquellos años de guerra civil fue el acicate definitivo para decidir alistarse en la División Azul. Ser falangista o simpatizante de ella en zona republicana suponía jugarse la vida y tener que ocultarse durante meses por miedo a una más que probable represión aunque, como bien apunta Moreno Juliá, también hubo muchos españoles que no pertenecían a ningún partido político plausible de ser catalogado como de derechas que también sufrieron represión por el simple hecho de pertenecer a clases adineradas o ser católicos y, que en el momento de crearse la División Azul, dieron un paso al frente para vengarse del comunismo que actuó en España bajo las directrices de Stalin y sus agentes soviéticos. Esta circunstancia se hace también extensible a los divisionarios naturales de Extremadura.

 

España en guerra y Extremadura dividida

 

Con el golpe militar de julio de 1936, gran parte de España quedó entre dos aguas. Zonas como Galicia, Pamplona, Burgos, Salamanca, Zaragoza, Mallorca o Sevilla se sumaron a la sublevación pero en Madrid, Barcelona, Santander, Valencia, Málaga, Bilbao o prácticamente toda Andalucía permanecieron fieles al gobierno legítimo de la República[34].

Extremadura fue un caso peculiar ya que, en su mayoría, la provincia de Cáceres quedó bajo mando de los sublevados mientras que Badajoz se mantuvo firme en su lealtad al gobierno republicano. Localidades como Cáceres, Plasencia o Coria cayeron en manos de los militares golpistas sin problema produciéndose las primeras detenciones de afectos a la República[35]. El caso de Badajoz fue diferente ya que el jefe militar de la ciudad, el comandante Luis Castelló, se opuso al golpe y logró que sus subordinaros lo rechazaran no sin estar tentados a ello algunos de sus miembros y en los primeros días de conflicto se entregaron armas a los milicianos con cierto descontrol inicial[36]. Villanueva de la Serena por ejemplo, fue favorable al alzamiento aunque su insurrección fue sofocada con varios golpes de mano republicanos[37].

Las tropas sublevadas comenzaron la partida desde el sur de España con objetivo Madrid. Mérida, Navalmoral de la Mata y Talavera de la Reina fue la ruta elegida. Así pues, la conocida como “Columna Madrid” bajo la dirección del teniente coronel Juan Yagüe, partía a primeros de agosto de 1936[38]. Diferentes localidades como Monesterio, Llerena, Fuente de Cantos, Zafra, Los Santos de Maimona, Villafranca de los Barros, Almendralejo o Torremejía sufrieron el paso de las tropas nacionales[39], llegando el 10 y 11 de agosto de 1936 a Mérida y después, tras Montijo, a Badajoz el día 14 con el teniente coronel Castejón y el comandante Asensio al mando. Fue en la ciudad pacense donde se produjo una de las grandes matanzas indiscriminadas de la Guerra Civil provocando, entre el 14 y 15 de agosto, la muerte de un número indeterminado de seres humanos. Se calcula que fueron entre dos o cuatro mil los ejecutados aunque no se sabe con certeza la cifra y todavía hoy es objeto de debate[40]. No obstante, unas palabras de Yagüe al periodista estadounidense John T. Whitaker sobre lo ahí ocurrido, resultan esclarecedoras y a su vez estremecedoras[41]:

 

«Naturalmente que los hemos matado. ¿Qué suponía usted?, ¿Iba a llevar a 4.000 prisioneros rojos en mi columna teniendo que avanzar contrarreloj?, ¿O iba a dejarlos en mi retaguardia para que Badajoz fuera rojo otra vez?» (Vila, 1984: 76).

 

Tras la caída de Badajoz, las tropas nacionales prosiguieron su camino ocupando poblaciones como Alburquerque, San Vicente de Alcántara, La Albuera, Almendral, Roca de la Sierra, La Nava o Santa Amalia hasta que en Medellín, el ejército gubernamental de Extremadura puso en serios problemas a una sección del teniente coronel Castejón gracias a la actuación de la aviación republicana, si bien, no pudo resistir los contraataques de los legionarios y marroquíes[42]. De este modo siguieron unos días las escaramuzas en el sur de Cáceres con ataques republicanos sobre Miajadas, Villamesías, Abertura, Alía o Guadalupe y en el norte de Badajoz hasta principios de octubre de 1936[43]. Ya en otoño del mismo año, únicamente las comarcas de la Siberia y la Serena permanecían fieles a la República como la zona de Alía en Cáceres[44].

Así pues, no se produjeron acciones bélicas importantes hasta enero de 1938, cuando se reiniciaron las hostilidades para ocupar la comarca de La Serena, conocida como “Bolsa de la Serena”[45] con localidades como Campanario, Castuera o Villanueva de la Serena y que se cerró finalmente en julio de 1938[46]. De este modo, únicamente quedaba bajo control republicano la comarca de la Siberia pero con la finalización de la batalla de Peñarroya/Valsequillo se ponía fin a la guerra civil en Extremadura; ésta fue la última ofensiva republicana en el frente de Extremadura. En marzo de 1939 las tropas nacionales ocupaban las últimas localidades extremeñas que todavía permanecían en poder republicano, Herrera del Duque, Siruela, Pañalsordo, Talarrubias, etc.[47].

En este sentido, no queremos hacer hincapié en las atrocidades protagonizadas por tanto la derecha como la izquierda puesto que existen numerosas obras que tratan este vergonzante suceso pero, sí debemos mencionar la oleada de asesinatos de sacerdotes y sospechosos de simpatizar con la derecha ya que es pieza fundamental para comprender el origen de la División Azul. Se calcula que cerca de 6.000 sacerdotes y religiosos fueron asesinados. Los falangistas eran el blanco predilecto de las famosas checas anarquistas o las autodenominadas Milicias Populares de Investigación con Agapito García Atadell al mando[48].

Un periodo de terror se generalizó en la zona republicana. Las fuerzas policiales se vieron superadas y el poder judicial se vio incapaz de actuar. Todo ello junto con la apertura de cárceles provocaron que una gran cantidad de presos comunes se pusieran en libertad. Una capa de justicia retórica revolucionaria se extendió por la zona republicana provocando actos violentos injustificados contra miembros de la Iglesia, la derecha o las fuerzas militares así como los más adinerados. Los famosos ‘paseos’ hacían que al caer la noche y llegar el día las cunetas estuviesen sembradas de cadáveres. Se estima que 55.000 civiles fueron asesinados en localidades controladas por los republicanos sin encontrarse una motivación racional. Fuera como fuese, esta escalada de violencia desenfrenada sólo perjudicaba al gobierno de la República[49].

Sí vemos importante destacar la ayuda que tuvo Franco de la Italia de Mussolini, fraguada entre el 25 y 28 de julio de 1936, y de la Alemania de Hitler[50]. No tuvo la misma suerte el gobierno republicano que vio como las democracias europeas le daban la espalda puesto que Francia y Gran Bretaña nunca dieron un paso real para ayudarle[51]. Sí lo hizo la URSS aunque con iniciales reticencias por parte de Stalin ya que una ayuda a gran escala podía suponer un desequilibrio internacional de poderes a favor de Alemania. Stalin no podía permitir una derrota de la República pero tampoco le interesaba una victoria de la izquierda más revolucionaria. Este hecho provocó en los anarquistas y trotskistas (Partit Obrer d’Unificació Marxista) españoles un sentimiento de animadversión hacia los comunistas con lo que ello conllevó: una guerra interna dentro de una guerra civil. Con todo, la URSS comenzó a enviar armas al gobierno de la República desde finales de septiembre de 1936[52].

Con el último parte oficial de la Guerra Civil firmado por Francisco Franco un primero de abril de 1939, se ponía fin a tres largos años de conflicto bélico pero comenzaba una dura posguerra y, con ella, también un extenso camino de represión y pobreza, de odios y rencores en los que la población civil sería la gran perjudicada sufriendo, en muchos casos, prisión, exilios y depuraciones aunque, este contenido, no concierne al presente trabajo[53].

 

Se crea la División Azul

 

De este modo nos encontramos con una fecha clave para el devenir de la División Azul y sus voluntarios extremeños: el 22 de junio de 1941. Ese día, Alemania iniciaba la “Operación Barbarroja” y sus tropas comenzaban la invasión de la URSS[54]. Cuando la noticia llegó a España, Ramón Serrano Suñer, cuñado de Franco y ministro de Asuntos Exteriores y presidente de la Junta Política de Falange[55] se puso en marcha para crear un cuerpo de voluntarios para acudir a Rusia a combatir al comunismo. La idea inicial, fraguada tan sólo un día antes en el Hotel Ritz de Madrid en una reunión entre el ya citado Serrano Suñer y los falangistas Dionisio Ridruejo y Mora Figueroa, se vería hecha realidad[56].

Tras largas y acaloradas discusiones ante Franco en cuanto a la forma de reclutar y enviar voluntarios protagonizadas por el propio Serrano Suñer y el general José Enrique Varela, se debía llegar a un acuerdo entre Falange y Ejército[57]. El 24 de junio, la prensa se encargó de ensalzar las victorias alemanas ahondando en el factor patriótico contra el comunismo en lo que ya se consideraba como una continuación de la Guerra Civil Española. Así pues, España enviaría una división de voluntarios falangistas bajo mando militar con el general Agustín Muñoz Grandes como cabeza de la expedición[58].

Esa misma mañana una multitud se dirigió hacia la sede de la Secretaría General de Falange y desde uno de los balcones se produjo la famosa arenga de Serrano Suñer[59]:

 

«Camaradas: No es hora de discursos, pero sí de que la Falange dicte en estos momentos su sentencia condenatoria. ¡Rusia es culpable! Culpable de la muerte de José Antonio, nuestro Fundador, de la muerte de tantos camaradas y tantos soldados caídos en aquella guerra por la agresión del comunismo ruso. El exterminio de Rusia es exigencia de la Historia y del porvenir de Europa» (Moreno, 2005: 75).

 

Ante tal aseveración, los falangistas se lanzaron a las calles entusiasmados, en lo que ya se constituía como una “Cruzada Anticomunista”. Un clima de exaltación nacional se reprodujo por toda España puesto que había llegado el momento de ‘vengarse’ de la ayuda prestada por los rusos a la Segunda República. Una venganza contra una Rusia que envió armas a la República, fomentando la creación de las Brigadas Internacionales y permitió alargar así la agonía de la guerra. Por supuesto, esta es la visión de la mayoría de los que formarían parte del primer contingente de la División Azul. Las persecuciones sufridas durante el periodo republicano, los encarcelamientos, los fusilamientos, las expropiaciones y los abusos contra la Iglesia podían ahora verse resarcidas con esta iniciativa avalada por Serrano Suñer[60]. ¿Irresponsables palabras? Seguro, pero en aquel contexto no había tiempo para pararse a pensar en las posibles consecuencias que más tarde vinieron[61]. Las  palabras de Serrano Suñer fueron la culminación a todo lo vivido años atrás.

En el Consejo de Ministros celebrado la misma tarde, se decidió que la división de infantería estaría conformada por voluntarios reclutados desde las Milicias de Falange con cerca de 15.000 hombres. Así se creó la División Española de Voluntarios, más conocida como División Azul por el color azul mahón que los divisionarios iban a vestir en Rusia y en clara alusión a Falange[62]. El proceso de recluta se inició el 27 de junio desde los banderines de enganche de Falange en todas las provincias españolas hasta el 2 de julio de 1941[63]. Ésta fue un éxito general y en algunos lugares de España como Madrid, Galicia, Navarra, Sevilla, Murcia, Guipúzcoa y diversos puntos de Castilla hubo incluso exceso de voluntarios[64].

De este modo fueron seleccionados para formar parte del primer contingente de la División Azul 641 oficiales, 2.272 suboficiales y 15.780 soldados, a los que hay que sumar 28 oficiales y suboficiales y 81 cabos y soldados de la Escuadrilla aérea, también denominada Azul. En total 18.802 hombres[65] que, tras los sucesivos relevos sumaron en tierras rusas un total de 45.242 efectivos de los que 38.800 constituyeron la tropa[66]. Ya en Alemania, merece destacar que los voluntarios españoles tenían que prestar juramento de fidelidad a Adolf Hitler pero en su lucha contra el comunismo. De hecho, la fórmula utilizada no fue la habitual que la del resto de tropas voluntarias extranjeras, y para el caso español se hizo énfasis en el aspecto de la lucha contra el comunismo[67].

Al juramento le siguieron dos semanas más de instrucciones para, una vez finalizadas, partir hacia el Frente, primero en tren y luego a pie en los conocidos como 1.000 kilómetros; 900 realmente[68]. Tras ellos les esperaba la guerra y escenarios bélicos en el área del lago Ilmen y río Voljov como Smolensko, Novgorod, Possad, Otenskij, Posselok, Krasny Bor y Leningrado (actual San Petersburgo).

 

Conclusiones

 

Con estas páginas, hemos pretendido buscar una causa para el alistamiento de los 2.700 extremeños en la División Azul. Se trata además de un contenido poco tratado en Extremadura y necesitado de ser estudiado con mayor profundidad[69] ya que, aunque es cierto que la sociedad española ha madurado a la hora de tratar este tipo de aspectos relacionados con nuestra guerra civil, todavía existen reticencias a la hora de recordar algunas cuestiones de ese pasado que, creemos, no deben quedar en el olvido.

Así pues, consideramos que durante la Segunda República se cometieron una serie de reformas que no fueron del agrado de todos los españoles, hecho que generó una escalada de confrontación en prácticamente todo el territorio nacional. La violencia frentepopulista forjó además un sentimiento de animadversión hacia la izquierda más radical y en consecuencia contra la Unión Soviética. En este sentido, la Guerra Civil Española no fue más que el resultado de una situación insostenible agravada con actuaciones violentas de la derecha y la izquierda que nadie fue capaz de parar para perjuicio de toda la sociedad española.

Por todo ello, en el momento que se abrieron los banderines de enganche en las sedes de Falange, no resultaba extraño presenciar largas colas para alistarse con voluntarios de todo tipo de edades, desde menores que trataban de falsificar sus datos para poder alistarse a personas muy mayores con mutilaciones sufridas durante la Guerra Civil. Para ellos, se presentaba una oportunidad única de poder resarcirse moral y físicamente del comunismo soviético.

 

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[1] Sobre los divisionarios extremeños existen dos obras que explican su peripecia vital, la primera de ellas obra de Francisco GRAGERA y Daniel INFANTES (eds.): Rumbo a Rusia, los voluntarios extremeños de la División Azul, Madrid, Raíces, 2007. La segunda, obra de Ignacio ESCRIBANO, Primer franquismo: estudio y memoria de la División Azul en la provincia de Cáceres, Cáceres, Institución Cultural El Brocense – Diputación de Cáceres, 2014.

[2] Ignacio Escribano, Primer franquismo: estudio y memoria de la División Azul, cit., pp. 14-20.

[3] Carlos CABALLERO, División Azul, la división española de Hitler, Madrid, Tikal, 2011, p. 18.

[4] Ibíd., pp. 18-19.

[5] Paul PRESTON, La Guerra Civil Española, Barcelona, Debate, 2006, p. 30.

[6] Hugh THOMAS, La Guerra Civil Española, 1936-1939 Vol. 1, Barcelona, Grijalbo, 1976, pp. 45-46.

[7] Paul Preston, La Guerra Civil, cit., pp. 46-49.

[8] Ignacio Escribano, Primer franquismo: estudio y memoria de la División Azul, cit., p. 30.

[9] Juan GARCÍA; Fernando SÁNCHEZ, La Guerra Civil en Extremadura, 1936-1939, Badajoz, Hoy Diario Regional de Extremadura, 1986, pp. 7-10.

[10] Paul Preston, La Guerra Civil, cit., pp. 53-55.

[11] Ibíd., pp. 58-59.

[12] Ibíd., pp. 58-59.

[13] Ibíd., p. 61.

[14] Hugh Thomas, La Guerra Civil Española, cit., pp. 96-99.

[15] Paul Preston, La Guerra Civil, cit., pp. 62-67.

[16] Hugh Thomas, La Guerra Civil Española, cit., pp. 99-101.

[17] Ibíd., pp. 122-123.

[18] Paul Preston, La Guerra Civil, cit., pp. 73-75.

[19] Ibíd., pp. 76-79.

[20] Ibíd., pp. 80-81.

[21] Carlos Caballero, División Azul, cit., pp. 20-21.

[22] Ignacio Escribano, Primer franquismo: estudio y memoria de la División Azul, cit., p. 32.

[23] Paul Preston, La Guerra Civil, cit., pp. 82-83.

[24] Hugh Thomas, La Guerra Civil Española, cit., pp. 160-163.

[25] Paul Preston, La Guerra Civil, cit., pp. 92-94.

[26] Hugh Thomas, La Guerra Civil Española, cit., pp. 176-181.

[27] Paul Preston, La Guerra Civil, cit., pp. 96-102.

[28] Ibíd., pp. 104-112.

[29] Ignacio Escribano, Primer franquismo: estudio y memoria de la División Azul, cit., pp. 32-33.

[30] Sobre el desarrollo del conflicto bélico y este trágico episodio nacional, existen centenares de obras que hablan detalladamente de ello por lo que resulta imposible mencionar una sola. Por este motivo destacamos el ensayo bibliográfico que efectúa Paul PRESTON en su libro ya citado La Guerra Civil Española, Barcelona, Debate, 2006, pp. 333-364.

[31] Carlos Caballero Jurado en «La violencia política frentepopulista y los orígenes de la División Azul» en La otra memoria, Alfonso Bullón de Mendoza; Luis Eugenio Togores (coords.), Madrid, Actas, 2011, pp. 802-826, realiza una novedosa aportación en la que ejemplifica la represión sufrida por algunos de los futuros divisionarios.

[32] Xavier MORENO, La División Azul: sangre española en Rusia, 1941-1945, Barcelona, Crítica, 2005, pp. 1-2.

[33] Ibíd., pp. 2-6.

[34] Paul PRESTON, La Guerra Civil Espanyola, Barcelona, Flor Edicions, 2006, p. 128.

[35] Julián CHAVES, La Guerra Civil en Extremadura, operaciones militares, (1936-1939), Mérida, Editora Regional de Extremadura, 1997, p. 24.

[36] Ibíd., pp. 27-29.

[37] Ibíd., pp. 42-44.

[38] Ibíd., pp. 57-58.

[39] Ibíd., p. 64.

[40] Respecto a este dato, se parte de los testimonios de periodistas extranjeros como Mario Neves, Jacques Berthet, John T. Whitaker o Jay Allen y las cifras son muy distintas en función del investigador o historiador que las aporte. Francisco ESPINOSA habla de 3.800 en su libro La Columna de la Muerte. El avance del ejército franquista desde Sevilla a Badajoz, Barcelona, Crítica, 2003; Javier TUSELL de 4.000 en Franco en la Guerra Civil. Una biografía política, Barcelona, Tusquets, 1992 y Pío MOA de entre 500 y 1.500 en Los mitos de la Guerra Civil, Madrid, La Esfera de los Libros, 2003.

[41] Justo VILA, Extremadura: la Guerra Civil, Badajoz, Universitas, 1984, pp. 75-76.

[42] Julián CHAVES, La Guerra Civil en Extremadura, cit., pp. 120-123.

[43] Ibíd., p. 169.

[44] Ibíd., pp. 185-186.

[45] Véase; José HINOJOSA, «El hundimiento del frente extremeño en el verano de 1938», en Actas. Guerra y patrimonio en el frente extremeño. 70 aniversario del cierre de la “Bolsa de la Serena”, Castuera, CEDER, 2008, pp. 29-88.

[46] Julián Chaves, La Guerra Civil en Extremadura, cit., pp. 219-223.

[47] Ibíd., p. 238.

[48] Paul Preston, La Guerra Civil Espanyola, cit., pp. 137-138.

[49] Ibíd., pp. 246-248.

[50] Ibíd., pp. 130-132.

[51] Ibíd., pp. 149-159.

[52] Ibíd., pp. 161-165.

[53] Ignacio Escribano, Primer franquismo: estudio y memoria de la División Azul, cit., p. 35.

[54] Gerald KLEINFELD; Lewis TAMBS, La división española de Hitler: la División Azul en Rusia, Madrid, San Martín, 1979, pp. 17-18.

[55] Véase, Ramón SERRANO, Entre el silencio y la propaganda, la Historia como fue. Memorias, Barcelona, Planeta, 1977.

[56] Jorge MARTÍNEZ, La División Azul, Rusia 1941-1944, Barcelona, RBA, 2011, pp. 25-33.

[57] Xavier Moreno, La División Azul: sangre española, cit., pp. 66-70; José Luis RODRÍGUEZ, «Ni División Azul, ni División Española de Voluntarios: el personal forzado en el cuerpo expedicionario enviado por Franco a la URSS», Cuadernos de Historia Contemporánea, Nº 31 (2009), p. 267.

[58] Xavier MORENO, «La División Azul en el contexto de las relaciones entre la España de Franco y la Alemania nazi», Cuadernos de Historia Contemporánea, Nº 34 (2012), p. 74.

[59] Discurso íntegramente publicado en el diario falangista Arriba del 25 de junio de 1941 y en Xavier Moreno, La División Azul: sangre española, cit., p. 75.

[60] Carlos Caballero, División Azul, cit., pp. 23-24.

[61] Ignacio Escribano, Primer franquismo: estudio y memoria de la División Azul, cit., p. 50.

[62] Carlos Caballero, División Azul, cit., p. 48.

[63] Xavier Moreno, La División Azul: sangre española, cit., p. 82.

[64] Respecto al éxito de la recluta inicial, todos los autores, denoten o no tendencias ideológicas, corroboran la gran movilización inicial que tuvo la División Azul. Emilio Esteban-Infantes, La División Azul, cit., pp. 17-18; Gerald Kleinfeld; Lewis Tambs, La división española de Hitler, cit., pp. 24-25; Xavier Moreno, La División Azul: sangre española, cit., p. 94; José Luis Rodríguez, «Ni División Azul», cit., p. 273; Carlos Caballero, División Azul, cit., p. 55; Jorge Martínez, La División Azul, Rusia, cit., pp. 55 y 76.

[65] Ramón SALAS, «La División Azul», Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, Historia Contemporánea, Nº 2 (1989), p. 252.

[66] José Luis RODRÍGUEZ, «La contribución de la División Española de Voluntarios a la invasión de la URSS», Cuadernos de Historia Contemporánea, Nº 34 (2012),  p. 100.

[67] Xavier Moreno, La División Azul: sangre española, cit., p. 132 y Ramón Salas, «La División Azul», cit., p. 255.

[68] Carlos Caballero, División Azul, cit., pp. 86-87.

[69] Durante el curso académico 2014-2015, el autor del presente estudio ha iniciado su Tesis Doctoral que versará sobre la División Azul en Extremadura.

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