Oct 011980
 

Román Gómez Guillén.

Siempre ha procedido el Cabildo de la Catedral de Plasencia con todo respeto y se ha mostrado obsequioso en los distintos acontecimientos de las Casas Reales de España. En prueba de esta afirmación, aducimos algunos datos: «La muerte de Carlos V, acaecida dentro del Obispado en 1558, inclina a los Capitulares a estrenar la Catedral Nueva inconclusa para los funerales del Emperador, a pesar del desescombro que hubo que llevar a cabo con la urgencia del caso. Por su esposa doña Isabel, muerta en Toledo en mayo de 1539, se habían celebrado funerales en la Catedral Vieja»[1]. Aun recordamos los que se hicieron en octubre de 1953 con motivo del IV Centenario de la muerte del mismo Emperador en nuestra Catedral con toda solemnidad y con asistencia de las principales Autoridades de la nación.

Parte integrante en toda esta clase de actos ha sido la Capilla Musical de la Catedral. Otro dato que avala este aserto: «En el año 1576, cuando Felipe II se entrevistó en Guadalupe con su sobrino en rey de Portugal D. Sebastián, queriendo celebrar las Navidades en el magnífico Monasterio, para solemnizar el divino misterio y las regias visitas, se llamaron cantores de Toledo y Plasencia… juntamente con la Capilla de esta Casa»[2]. Vemos con esto que la fama de la Capilla musical de la Catedral traspasa ya las fronteras del ámbito local.

El tema de nuestro trabajo refiere la actuación de la Orquesta de la Capilla de la Catedral de Plasencia durante la visita que llevó a cabo a la ciudad de Trujillo en el año 1796 el rey Carlos IV, camino de Sevilla. Reinado de nefasto recuerdo que estuvo dominado por su esposa María Luisa de Parma, quien gobernó por medio de sus favoritos. Uno de estos favoritos fue el extremeño Manuel Godoy, víctima y juguete de las ideas imperialistas de Napoleón, con unos criterios totalmente afrancesados. Hacemos, igualmente, mención de otro extremeño que tuvo intervención en el gobierno de Carlos IV, José de Salas, maestre de Campo y consejero del Rey[3]. Por donde vemos que no fue muy afortunada la actuación de nuestros compaisanos en este reinado.

Hechos estos preámbulos, vengamos al tema que nos ocupa.

I. INVITACIÓN DEL AYUNTAMIENTO DE TRUJILLO AL CABILDO DE PLASENCIA

Vamos a ir exponiendo sucesivamente los datos tomados de las Actas Capitulares del Archivo Catedral.

«Carta de la ciudad de Trujillo. Leyóse carta de la ciudad de Truxillo comunicando la benida de nuestros Soberanos Monarcas y su Real familia a dicha ciudad en el próximo mes de Enero, de que enterado acordó el Cabildo se la conteste estimándola su atención»[4]. Esta carta fue leída en Cabildo Ordinario de Pascuas, jueves 24 de diciembre de 1795.

Antes de recibirse la invitación por parte del Ayuntamiento de Trujillo, el Cabildo en una previsión digna de encomio se adelanta a dicha invitación y así con fecha 21 de diciembre del mismo año 1795 se toma el siguiente acuerdo:

«Junta Capitular en la Sacristía de lo Viejo. Sobre nombramiento de Sres. Comisarios que pasen a cumplimentar a los Reyes nuestros Señores… Asimismo que en atención a que los Reyes nuestros Señores hacen tránsito por este Obispado en su viaje a Sevilla, correspondía que el Cabildo resolviese cuanto antes el nombramiento de algunos Sres. Comisarios que pasen a cumplimentar a S.S.M.M. y a las demás personas Reales que vienen en su compañía, de que enterado el Cabildo acordó que dicho Sr. Presidente se sirva dar llamamiento para que mañana Martes veintidós del corriente después de Nona se celebre Extraordinario…. para determinar sobre Legacía a cumplimentar a los Reyes nuestros Señores y personas de su Real familia que les acompañan en su tránsito por este Obispado».[5]

Al día siguiente tiene lugar dicho Cabildo Extraordinario. Hay una errata del Secretario en cuanto al día de la semana, cotejada este acta con la anterior y siguientes, ya que dicho día 22 de diciembre era martes y no «miércoles» como se dice en las Actas.

«Cabildo Extraordinario, miércoles 22 de diciembre de 1795. Y luego con arreglo al orden prescrito en el llamamiento, se procedió a nombrar dos Sres. Comisarios para cumplimentar a los Reyes Nuestros Señores y demás Personas de su Real familia que los acompañan en su tránsito por este Obispado»[6]. Por votación fueron elegidos el Sr. Arcediano de Plasencia D. Fernando Suárez con 13 votos y el Sr. Magistral D. Joseph Laso con 12 votos, acompañándoles dos Capellanes en dicha Comisión y haciéndose el correspondiente libramiento para los gastos necesarios.

Se pide por el Ayuntamiento de Trujillo la Orquesta de la Capilla Musical de la Catedral.

Es muy interesante este documento en el que se describen la petición del Ayuntamiento de Trujillo, el acuerdo del Cabildo de Plasencia y ciertas medidas a este respecto. Todo ello lo transcribimos a continuación.

«Junta Capitular en la Sacristía de lo Viejo a 29 de diciembre de 1795. Carta del Correxidor y Ayuntamiento de Truxillo. Leyóse carta del Cavallero Correxidor y Ayuntamiento de la Ciudad de Truxillo avisando que para el día siete de enero próximo llegarán a ella los Reyes Nuestros Señoreo y su Real Familia y que para contribuir a el obsequio que desean proporcionarles suplican al Cabildo se digne franquearlos la Orquesta de la Capilla de esta Santa Iglesia; de que enterado acordó se la conteste en el Correo de este día, que para el seis de dicho mes de enero se hallarán en dicha Ciudad y a su disposición los Músicos Instrumentistas de su Capilla para los días que fuere de su agrado».

Aumento de otros músicos para la Orquesta.

Asimismo acordó que para que se execute un objeto tan digno con la mayor completa satisfacción de dicha Ciudad, bayan también además de dichos Músicos Instrumentistas D. Antonio Díaz Ayuda de Sochantre y el Músico Contraalto Castel Ruiz, mediante saber tocar el Violín y también el Mozo de Coro Joseph Hornero que toca el Biolonchelo; que se libren mil reales a favor de Joseph Albarez primer Violín para los gastos del Viaje, de cuya cantidad dará quenta a su devido tiempo.

Sobre Oficio al Cavallero Correxidor para que los facilite Cavallería

Igualmente acordó que en el caso de que los Músicos no encuentren Cavallerías para ir a dicha Ciudad de Truxillo, se pase un Oficio al Cavallero Correxidor de esta de Plasencia para que se sirva facilitarlas.

Carta Credencial

También acordó que en el día que hayan de salir dichos Músicos de esta Ciudad para la de Truxillo, se dé Carta Credencial a dicho primer Violín que deberá presentar a aquel Cavallero Correxidor y Comisario del Ayuntamiento»[7].

Es de suponer que el Corregidor de Plasencia se enterase de la petición del Ayuntamiento de Trujillo, por lo que le faltó tiempo para dirigirse al Cabildo haciendo idéntica petición para no quedar en peor situación ante los Reyes y no se le ocurre otra salida más que ir con los músicos de la Catedral a Navalmoral de la Mata y allí cumplimentar a los Reyes en nombre de la ciudad de Plasencia; petición que se hizo al día siguiente 30 de diciembre de 1795.

He aquí la petición del Ayuntamiento de Plasencia. «Sobre la proposición del Cavallero Correxidor de esta Ciudad relativa a pedir la Música para obsequiar a S.S.M.M. en Navalmoral. Junta Capitular en la Sacristía de lo Viejo a 30 de diciembre de 1795.

En Junta Capitular celebrada en la Sacristía de lo Viejo después de Completas a treinta de Diciembre de mil settecienttos noventa y cinco. Dijo el Sr. Arcediano de Plasencia Pressidente que el Cavallero Correxidor de esta Ciudad había estado en su Casa y manifestándole que para cumplimentar a los Reyes Nuestros Señores y demás Personas Reales pasaba con los Cavalleros Rexidores Comisarios nombrados por la Ciudad a la Villa de Navalmoral, y que para obsequiar a S. S. M. M. y A. A. deseaban llebar a los Músicos Instrumentistas de esta Santa Iglesia lo que hacía presente al Cabildo para que determinase lo que estimare por más combeniente. Y habiendo conferenciado el asumpto con toda reflexión acordó dar Comisión a dicho Sr. Arcediano de Plasencia pare que se sirva pasar a esta con dicho Cavallero Correxidor y le haga presente que el Cabildo enterado de la proposición que queda expuesta, le Hera muy sensible no poder complacerle y a esta Ciudad, mediante tener comprometida su palabra con la de Truxillo, a quien se había escrito, que para el día seis del próximo enero esttarían allí los Músicos a consequencia de igual súplica que por su carta de veintiseis del corriente le havía hecho dicha Ciudad de Truxillo»[8].

Hasta aquí todo ha sido petición verbal. Viene a continuación el documento de la anterior petición por parte del Ayuntamiento de Plasencia.

Oficio del Cavallero Correxidor de esta ciudad de Plasencia.

Junta Capitular en la Sacristía de loe Viejo a 2 de enero de 1796. En Junta Capitular celebrada en la Sacristía de lo Viejo después de Complettas a dos de Enero de mil settecienttos noventta y seis dijo el Sr. Chantre que el Sr. Arcediano de Plasencia le había pasado un Oficio que le había dirigido el Cavallero Correxidor de estta Ciudad para que le hiciera presente al Cabildo y habiéndole mosttrado dicho Señor, se habrió y leyó cuyo tenor a la letra es el siguiente:

Oficio. Con fecha de treinta de diciembre pasé Oficio a la Ciudad de Truxillo poniendo en su noticia la respuesta que dio V. Sª. quando por parte de esta Ciudad se pidió la Música para festejar a S. S. M. M. en la Villa de Navalmoral y que a consequencia de ello se había resuelto llevarla con efecto a la referida Villa, desde la qual se cuidara de imbiar los Músicos a dicha Ciudad y a tiempo de recibir en ella al Rey y Real familia: Como la Ciudad de Truxillo no desconoce la actividad y el estímulo que a todos inspira el Viaje de S.S.M.M. para obsequiarles con festejos, a respondido conformándose con la determinación referida, y así espero del celo de V. Sª. comunique a los Músicos estten dispuestos para salir a Navalmoral a disposición de esta Ciudad el lunes quattro del corriente, por la mañana, en cuyo tiempo saldrán los Cavalleros Comisarios, y yo también a dicho Pueblo, para lo que están tomadas las disposiciones y providencias necesarias. Dios guarde a Vª. Sª. muchos años. Plasencia y Henero de Mil Settecienttos noventa y seis Ilmo. Señor= Joseph Ordás Reyero= Ilmo. Sr. Deán y Cavildo. Y habiendo conferenciado el Cabildo sobre el particular, acordó dar Comisión a los Sres. Chantre y Hernández para que con arreglo a la mentte del Cabildo de que van enterados, se sirban disponer la contestación a dicho Oficio, como se practicó en la forma siguiente:

Respuesta al anterior Oficio. La que a las seis de la tarde de este día de la fecha entregó en mano del Cavallero Correxidor de esta Ciudad el Oficial Jurado de la Señoría Capitular. Y de ello da fe. Serradilla (Rubricado).

«Con treinta de Diciembre a consecuencia de habernos manifestado el Sr. Arcediano titular como Presidente la Proposición que V. Sª. le había hecho de que pasaba con los Cavalleros Rexidores Comissionados nombrados por la Ciudad a la Villa de Navalmoral para cumplimentar en su tránsitto por aquel pueblo a los Reyes Nuestros Señores y demás Reales Personas, deseaba llebar los Músicos Instrumentistas de esta Santa Iglesia que en partte contribuyesen a obsequiar a S. S. M. M. y A. A. Enterado de la referida proposición el Cabildo, considerando que la distancia de onze leguas desde Navalmoral a Truxillo estorbaba que pudiesen los Músicos asistir en ambas partes a solemnizar un objeto tan plausible máxime siendo los individuos que componen la Capilla, como regularmente todos los de su profesión, nada acostumbrados a viajar en Diligencia, y mucho menos a deshoras de noche con el rigor del Imbierno, acordó que el mismo Sr. Arcediano de Plasencia manifestase a V. Sª. que el Cabildo tenía comprometida su palabra con la Ciudad de Truxillo, que con fecha veintiseis de Diciembre le había dirigido la misma suplica y como era correspondiente tenia contestado el Cabildo a aquel Ayuntamiento que para el día seis del presente mes estarían en aquella Ciudad a su disposición los Músicos, por lo que quedaba penetrado del mayor sentimiento por no poder complacerle; en cuyo término visto el Oficio que con fecha de este día se sirve dirigirnos V. Sª. insinuando haberse entendido con la Ciudad de Truxillo sobre el asumpto presente, y no habiendo el Cabildo directa ni indirectamente coartado aquella obligación que tiene contraída con la Ciudad de Truxiilo ni hacer gestiones que sean susceptibles de la más ligera sombra de inconsequencia, espera que V. Sª. procederá con el honor que acostumbra, correspondiendo a la respuesta que haya recibido de dicha Ciudad, y en todo acontecimiento conocerá que el Cabildo no puede mandar a los Músicos estén dispuestos para salir a disposición de esta Ciudad para la Villa de Navalmoral sin exponerse a sufrir el deshonor de que no cumple lo que promete. Dios guarde a V. Sª. muchos años. Plasencia y nuestro Cabildo a dos de enero de 1. 796. Antonio Julián de Cabrera-Gaspar García-Simón Pedro Maldonado= por mandado de los Sres. Deán y Cabildo de esta Iglesia de Plasencia= Francisco Andrés de la Peña, Secretario. Sr. D. Joseph Ordás y Reyero».

Se informa sobre todo esto a la Ciudad de Trujillo.

«Carta a la Ciudad de Truxillo. Asimismo acordó se escriba a la Ciudad de Truxillo por propio avisándola de lo ocurrido con este Cavallero Correxidor incluyendo en ella para su inteligencia Copia de dicho escrito y de su contestación».

Respuesta a los Músicos

«Y últimamente, en el caso de que los Músicos pregunten al Presidente lo que han de practicar en el asumpto, se sirva responderles que el Cabildo tiene dada su palabra a el Ayuntamiento de la ciudad de Truxillo de que en el día seis se hallarán en ella y a su disposición a obsequiar a S. S. M. M. y A. A. a cuyo fin les ha concedido consiguientemente su licencia»[9].

La cosa se enturbia un poco más, a pesar de haber tomado el Cabildo sus medidas por la intransigencia del Corregidor de Plasencia, que a toda   i costa quería llevarse antes a los Músicos con el fin de cumplimentar a los Reyes en nombre de la ciudad de Plasencia a su paso por Navalmoral. Medidas que eran justificadas como veremos a continuación en el asunto que lleva a Cabildo el Chantre D. Antonio de Cabrera.

Así lo vemos en el documento siguiente:

«Junta Capitular en la Sacristía de lo Viejo a 3 de enero de 1796. Sobre la Orden que este Cavallero Correxidor había dado a los Músicos de esta Santa Iglesia. En Junta Capitular celebrada en la Sacristía de lo Viejo después de Complettas a tres de Henero de mil settecienttos noventta y seis. Hizo presente el Sr. Chantre que el Primer Violín y el Contraalto Castel Ruiz en nombre de otros Músicos Instrumentistas le habían manifestado que el Cavallero Correxidor de esta Ciudad les había llamado y dado orden para que en la mañana del siguiente día estén dispuestos con sus Instrumentos para marchar a la Villa de Navalmoral, lo que ponía a la consideración del Cabildo a fin de que resuelba lo que se ha de responder a dichos Músicos en virtud de lo expuesto y enterado acordó se les responda por el Secretario que el Cabildo tiene acordado que se hallen en el día seis del corriente en la Ciudad de Truxillo, a cuyo Ayuntamiento tiene ofrecida la Orquesta de la Capilla Musical de esta Santa Iglesia para obsequiar en parte a los Reyes Nuestros Señores y su Real Familia»[10].

II. DATOS POSTERIORES A LA VISITA DE LOS REYES A TRUJILLO.

Se refiere esta parte del trabajo presente a quedar fe y constancia ante el Cabildo de que se cumplieron todas las disposiciones emanadas de la Corporación Capitular con relación a la visita regia.

1º. Sobre la Carta Credencial al Corregidor de Trujillo.

Hace relación a este detalle el siguiente documento:

«Cabildo Ordinario, jueves, 14 de enero de 1796. Sobre la carta que llevó el Propio a la Ciudad de Truxillo. El Sr. Chantre dijo que la Carta e que se determinó en la Junta antecedente de dos del corriente se escribiere a la Ciudad de Truxillo, se despachó y remitió por Propio con sobre escrito a aquel Cavallero Correxidor, quien para hacer constancia al Cabildo la entrega de dicha Carta, solo le había dado el Sobre escrito de ella, que para en la Secretaría, de lo qual quedó enterado»[11].

2º. De la violencia ejecutada por el Corregidor de Plasencia con los Músicos.

Dato muy interesante que indica el carácter violento del Corregidor de Plasencia al no haber aceptado el Cabildo que los Músicos se trasladaran a Navalmoral con las autoridades de Plasencia. Por otra parte se ve la firmeza con que procedió el Cabildo al mantener su palabra con el compromiso dado al Ayuntamiento de Trujillo. Cosa que asi queda reflejada:

«Sobre la violencia executada por el Correxidor con los Músicos. Con cuyo motivo dijo el Sr. Jurami( se trata de un Canónigo por nombre Pedro) debía hacer presente al Cabildo de la notoria violencia executada por el Cavallero Correxidor de esta Ciudad con los Músicos de la Capilla de esta Santa Iglesia; desentendiéndose de los Oficios que se le habían pasado por el Cabildo manifestándole la palabra que tenía dada con antelación a la Ciudad de Trujillo, llegando a el extremo de haber impartido el Auxilio Militar y sacado de sus Casas entre soldados armados a dichos Músicos, conduciéndolos del mismo modo por medio de la Plaza Pública como si fuesen unos malhechores, cuya acción le parecía contra el honor del Cabildo y que en lo sucesivo podía traer consecuencias poco favorables si no se ponía algún remedio; y habiéndose tomado el Cabildo en consideración la proposición de dicho Sr. Jurami y conferenciado con la madurez que exige el caso, acordó dar Comisión a los Sres. Chantre, Ruiz, Lectoral (que era D. Felipe Montoya) y Jurami para que con acuerdo de los Abogados de Cámara dispongan lo combeniente»[12].

3º. Los Comisionados por el Cabildo dan cuenta a éste de haber realizado su cometido.

«Cabildo Ordinario, viernes 22 de enero de 1796. Sres. Comisarios que cumplimentaron a S. S. M. M. y A. A. en la Ciudad de Truxillo. El Sr. Magistral dijo que con el Sr. Arcediano de Plasencia habían pasado a la Ciudad de Truxillo y cumplimentado en ella a S. S. M. M. y A. A. y a otras Personas de las Primeras del Reyno en nombre del Cabildo y que habían tenido el honor de besar la mano a S. S. M. M. de lo qual quedó enterado»[13].

Gastos ocasionados al Cabildo por las Comisiones de la Visita de los Reyes.

Dividimos esta última parte del trabajo en dos: a) gastos de la Comisión Capitular; b) gastos de los Músicos.

a) Gastos de la Comisión Capitular.

«Cuenta de gastos de dicha Comisión. Yo el Secretario hize presente se había, puesto en esta Secretaría la quenta que daba el Lcdo. Manuel Mateos de los gastos causados en la Comisión de dichos Sres. Arcediano de Plasencia y Magistral, que se halla aprobada y firmada por dicho Sr. Arcediano, de que enterado el Cabildo acordó pase a los Sres. Comisarios Contadores para que se sirvan verla»[14].

Recibo de dichos gastos. «El Sr. García dijo que el Mayordomo de Truxillo les había remitido un recibo de 500 reales que había entregado para los gastos de la Comisión de dichos Sres. en aquella Ciudad, de lo queal quedó enterado el Cabildo»[15].

El Cabildo comprueba dichos gastos.

«Cabildo Ordinario, martes 26 de enero de 1796. Gastos de la Comisión a cumplimentar a S. S. M. M. en Truxillo. Y últimamente dijo (el Sr. Jurami) que habían visto la quenta de gastos causados en la Comisión de los Sres. Arcediano de Plasencia y Magistral que pasaron a la Ciudad de Truxillo a cumplimentar en nombre del Cabildo a S. S. M. M. y A. A. en su tránsito y habiendo recibido del Mayordomo de dicha Ciudad 500 reales el Lcdo. Manuel Matheos, uno de los dos Capellanes que acompañaron a dichos Sres. y que haría de Mayordomo, resultaba existir en su poder 143 Reales y enterado el Cabildo acordó que se expida un Abono a fabor de los Sres. Comisarios Thesoreros de otros 500 reales para la Quenta de Mesa y que los referidos 143 reales que resultaban de menor gasto para completar dicha cantidad queden a fabor de dichos dos Capellanes que acompañaron a dichos Sres. Comisarios»[16].

b) Gastos de los Músicos Instrumentistas.

Es de alabar la actitud del Cabildo que, si procede como buen administrador exigiendo rendición de cuentas por estas gastos, procede con generosidad con los músicos distribuyendo entre ellos lo sobrante.

Lo denotan claramente estas dos Actas Capitulares que seguidamente exponemos.

«Cabildo Ordinario, sábado, 13 de febrero de 1. 796. Memoria del Primer Violín. Leyóse Memorial del Primer Violín presentando la Quenta de lo que ha gastado de los mil Reales que se le entregaron para costear la Orquesta en su paso a la Ciudad de Truxillo, de que enterado el Cabildo acordó que dicha Quenta se sirvan verla los Sres. Comisionados Contadores»[17].

«Cabildo Ordinario, jueves, 18 de febrero de 1796. Quenta de gastos hechas por los Músicos que pasaron a Truxillo a obsequiar en ella a Sus Magestades. Los Sres. Maestrescuela (D. Andrés Félix Luengo) y Jurami dijeron habían visto la Quenta que ha dado el Primer Violín que se presentó en el Cabildo Ordinario antecedente y que de ella resulta deber satisfacer a la Thesorería 737 reales 2 maravedís de los mil reales que se le entregaron en ella para los gastos de la Orquesta, a no ser que el Cabildo dispusiese gratificar con dicha cantidad a los Músicos que pasaron a obsequiar a S. S. M. M. y habiéndose conferenciado acordó el Cabildo se dé orden a dicho Primer Violín para que distribuya la referida cantidad entre dichos Músicos por vía de gratificación y se expida a fabor de los Sres. Comisarios Thesoreros un abono de dicha cantidad»[18].

Réstanos, finalmente, expresar nuestra satisfacción al exponer estos datos que dan a conocer la diplomacia, finura y generosidad del Cabildo en el servicio a los Reyes de España, a la vez que demuestra la atención e interés que se tenía por la música en la Catedral de Plasencia, de lo que constituye una prueba más la Orquesta de la Capilla Musical de la misma.

Román Gómez Guillén, Canónigo Prefecto de Música de la S. I. Catedral de Plasencia.


NOTAS:

[1] «Las Catedrales de Plasencia», Manuel López Sanchez-Mora, 2ª edic. Plasencia, 1971, pág. 26. -Archivo Catedral, Actas Capitulares, libros 12, fol. 107, vº y 8, fol. 23, vº.

[2] Arcángel Barrado, O. F. M. «Catálogo del Archivo Musical del Monasterio de Guadalupe», Badajoz 1945, pág. 16.

[3] Delegación Provincial del Ministerio de Cultura, «Miscelánea Cacereña», Primera parte, Cáceres, 1930. pág. 130. Estudio realizado por Juan Manuel Rozas sobre «Mapa para leer al Padre Salas».

[4] Archivo Catedral de Plasencia, Actas Capitulares Libro 79, fol. 418, vº.

[5] Actas Capitulares, libro 79, fol. 406, vº.

[6] Idem. fol. 410.

[7] Actas Capitulares, libro 79, fol. 422 y ss.

[8] Idem, fol. 423.

[9] Actas Capitulares, Libro 80, fols. 1-3.

[10] Idem. Libr. 80, fol. 4, vº.

[11] Idem. Libr. 80, fol. 5, vº.

[12] Actas Capitulares, Libro 80, fol. 5, vº.

[13] ídem Libr. 80, fol. 20, vº.

[14] ídem. Libr. 80, 20, vº.

[15] Ídem. Libr. cit. fol. 21.

[16] Actas Capitulares, Libro 80, fol.29,vº.

[17] Idem. libro citado fol.47.

[18] Idem. 1.c. fol. 50, vº.

Oct 011980
 

Juan García-Murga Alcántara.

El plateresco en esta provincia tiene unos caracteres sumamente interesantes, pues sin tener unos rasgos estilísticos propios tan originales, en motivos y tratamiento empleados, como el sevillano o el salmantino, presenta unos rasgos que conducen a espléndidas muestras arquitectónicas, más destacadas si cabe por la aparente soledad en que aparecen en el conjunto de toda la región: no hablaremos, pues, de una escuela arquitectónica renacentista o plateresca específicamente extremeña, pero sí de monumentos dignos de ser agrupados y estudiados en conjunto, como podremos ver en el presente trabajo.

Las posibilidades de ofrecer documentación de los autores de obras y decoraciones estudiadas aparecen a veces muy problemáticas, debido a su escasez en ciudades y pueblos donde se construyeron los edificios de esta época y estilo: debemos, con frecuencia , acudir a los estudios comparativos para establecer cronologías y tipos estilísticos, siguiendo un método totalmente fiable si el estadio es sistemático y riguroso y las similitudes son ciertas y repetidas.

Los elementos decorativos de los grandes monumentos arquitectónicos constituyen uno de los puntos más conflictivos a la hora de pensar en su debida conservación y puesta en valor: por su ubicación, a veces difícil, en el monumento, por el descuido y abandono en los elementos más delicados de una edificación, por ser los más expuestos a la acción destructora del tiempo de los individuos desaprensivos y faltos de cultura.

Con frecuencia, como ocurre en Extremadura, el mismo desconocimiento, la ignorancia de la existencia de obras artísticas que, debidamente valoradas potenciarían indudablemente a nuestra región, provoca la creencia de que no son necesarios los trabajos de conservación o que éstos pueden realizar se poco menos que sin contar con los necesarios medios humanos y materiales Todo esto nos indica una deficiente valoración de los tesoros culturales poseídos y de su verdadera trascendencia.

Las decoraciones del plateresco-renacimiento extremeño presentan una gran variedad de motivos, tomados con frecuencia de los repertorios decorativos y tratados arquitectónicos de la época: sabido es que las formas y costumbres de construcción de época gótica perduraron durante mucho tiempo en España (todo el siglo XVI) y que eran los arquitectos, a manera de jefes de equipos de artífices que recorrían las principales obras arquitectónicas, los que difundían en uno y otro lugar los distintos repertorios decorativos.

Los elementos platerescos extremeños dan a estas obras, frecuentemente, un carácter de imponente majestuosidad: parecería que los elementos del es tilo gótico, del que se pueden señalar espléndidas muestras en Extremadura y de arte renacentista, encuentran una especial síntesis en nuestra región creándose templos de porte catedralicio, como en Guareña, Almendralejo, Fuente del Maestre.

En otras ocasiones, para el investigador, el estudio de los detalles decorativos va precedido de una sugestiva búsqueda, llena de descubrimientos de bellezas ignoradas, de posibilidades de estudios no realizados todavía, confirmándose la teoría de que la región extremeña , en casi todos los terrenos, está «por hacer», ofreciendo inmensas posibilidades de futuro en el terreno cultural.

El presente trabajo trata de incidir especialmente sobre ejemplos poco conocidos del estilo citado en la provincia de Badajoz, resaltando sobre todo los aspectos decorativos, que dan a la arquitectura de esta época y provincia un gran valor, con frecuencia olvidado y poco menos que despreciado.

Oct 011980
 

Francisco Fernández Serrano.

Cuando recientemente con una decisión salomónica el ex ministro de Cultura don Ricardo de la Cierva otorgó el premio Miguel de Cervantes al poeta santanderino Gerardo de Diego y al escritor argentino y ciego Jorge Luís Borges, el eterno aspirante al premio Nóbel de Literatura, este exclamó «Ahora podré comprarme la enciclopedia Espasa». La reacción lógica y publicitaria de la Editorial fue no vendérsela sino regalársela al premio Miguel de Cervantes radicado en la República Argentina.

Sánchez Paredes en artículo memorable de la revista Alcántara, hace poco más de un año recordaba que todo el mundo consulta la enciclopedia Espasa y casi nadie la cita a no ser cuando esta equivocada. Esto demuestra la seriedad de muchos escritores en sus consultas, pero lo peor es que en muchos lugares no es posible -no se si en Trujillo- consultar la Enciclopedia Espasa. Esperemos que la Academia de Extremadura non nata cuente con ella. Yo confieso que la he consultado, y no solo cuando la he visto equivocada, para la elaboración de mis biografías de los obispos de Plasencia.

El artículo de Plasencia, tomo 45, pgs. 438-447 contiene muchas noticias antiguas y modernas de la ciudad del Jerte, pero no se reproduce allí su episcopologio completo, la lista de sus obispos a partir del primero don Bricio burgalés, canónigo de Valladolid. Ello no impide que se consignen accidentalmente los nombres de algunos obispos, don Bricio desde 1190 a 1211, don Domingo, don Adán, don Ximeno, don Gonzalo de Santa María, don Gutierre Álvarez de Toledo y don Pedro Ponce de León.

Pero si en la palabra Plasencia no se copia la lista de sus obispos, a lo largo de la obra se estudian y consignan no pocas biografías. Dos veces, excepcionalmente se da la biografía del cardenal don Bernardino López de Carvajal. tomo 11, pag 1504, 31, pags. 140-141.

Y con un articulo a partir del siglo XVI don Gutierre de Vargas y Carvajal

Don Gutierre de Vargas y Carvajal. tomo 68 pag 10.

Don Pedro Ponce de León. 46, pag 217

Don Francisco Tello de Sandoval. 60, 650.

Don Pedro González de Acevedo. 36, 653

D. Sancho Dávila. 6, 1297

D. Francisco de Mendoza

D. Cristóbal de Lobera y Torres. 30, 1241.

D. Fr. Plácido Pacheco. 40,1382

D. Luís Crespi de Borja. 16, 139.

D. Diego Sarmiento y Valladares. 54, 612.

D. José Jiménez Samaniego. fr. 28, 2797.

D. Juan Lozano. 31, 402-403.

D. Bartolomé de Ocampo y Mata. 39, 488-489.

D. Francisco Antonio de Lorenzana. 31, 224.

D. Pedro Casas Y Souto. 12, 79.

D. Francisco Jarrin y Moro. 28, 2576

D. Manuel de Torres y Torres. 62, 1455.

D. Ángel Regueras López. Autobiografía. 50, 269-270.

Solo con la Enciclopedia Espasa y sus 19 biografías no se podrían trazar las biografías de los obispos placentinos especialmente en los siglos XVIII y XIX donde apenas se consigna una para cada siglo, aunque, bien se puede uno ayudar de las que se hicieron en los siglos XVI, XVII y XX.

Diríamos que otra reciente cuatro tomos entre 1972-1975, titulada Diccionario de Historia Eclesiástica de España lleva una dirección contraria. Por lo menos aparece la lista de los obispos placentinos desde don Bricio, hasta don Juan Pedro Zarranz, pero en cambio se muestra mucho más reservada y escasa en lo que se refiere a biografías específicas de los prelados de Plasencia.

Solo se consignan las de las biografías de:

Bernardnino López de Carvajal, que firma S Prieto. tomo I, pp. 370-371 Francisco Perea y Porras de Manuel Casares,

Juan de Montalbán suscrita por Crescencio Palomo.

Francisco Antonio de Lorenzana de L. Sierra.

Cipriano Sánchez Varela, de Vicente Cárcel Orti.

Bernardo Conde y Corral, por Eduardo Corredera.

Pocas biografías placentinas (seis nada mas) ha consignado un diccionario típicamente eclesiástico. Entre la obra de la gran Enciclopedia Espasa, mucho más general y el específico diccionario de Historia Eclesiástica de España, no podemos dudar. Por el número, por la abundancia de noticias, por el trato, concedido a los obispos de Plasencia es preferible la primera al segundo. Aunque este se haya publicado mucho más tarde y teniendo a la vista nuestra enciclopedia. Aunque algunos amigos y conocidos nuestros hayan corrido con la tarea de biografiar a dos o tres obispos placentinos, aunque se cuente ahora con muchos más medios y personas que contaba la Enciclopedia Espasa.

Con sus deficiencias, con sus errores, con sus generalidades hizo más en la bibliografía episcopal placentina la Enciclopedia que el Diccionario. Habrá que consultarla con más frecuencia, porque nos resultará sencillamente mucho más sutil, mucho más segura mucho más práctica. La obra moderna no ha resultado mucho mejor a la antigua. Otra el tiempo pasado fue mejor.

Oct 011980
 

Domingo Domené Sánchez.

El día 18 de septiembre de 1868 el Ayuntamiento de Villamiel celebra su acostumbrada sesión semanal. Se debate en tema ciertamente importantes la creación de dos dehesas boyales, una para el propio pueblo y otra para su arrabal, Trevejo. Firman el acta, además del alcalde, 7 regidores y el secretario[1].

El día 25 del mismo mes el Ayuntamiento no celebra la sesión que según sus propias normas sí debiera haber celebrado. El porqué no se celebra la sesión del día 25 es algo que no sabemos, aunque más adelante expondremos una hipótesis posible. El día 2 de octubre tampoco se celebra la reglamentaria sesión, pero ahora el motivo no puede ser más claro y sencillo: ese día se manifiesta públicamente la Junta Revolucionaria local, que se hace cargo del poder en el Municipio tras la salida de España de Isabel II. Para enterarnos bien de cuanto sucedió nada mejor que dejar paso al libro de actas del Ayuntamiento:

«Los Sres. firmantes constituidos en junta rebolucionaria interina creen urgente secundar el movimiento iniciado en Cádiz por el ejército y el pueblo, para compartir con él los riesgos y la gloria que puedan resultar en la lucha emprendida con la tiranía que ya haoga a España; y al objeto se trasladan a la plaza pública dando en ella el grito santo de Viva la livertad; Viva la Soberanía Nacional; abajo consumos. Al mismo tiempo esta junta ordenó un repique general de campanas y repetidas salvas que trajeron a la plaza en que se encontraban, un gentío inmenso, el cual repetía con entusiasmo lo acramado por esta junta. En medio de todo esto se creyó de toda urgencia armarse y tomar posiciones con el objeto de resistir bien fuera a la coluna de guardia rural que se hallaba a dos leguas de distancia o bien a las autoridades de la localidad que quisiera sostener cualquiera choque; más no presentándose estas la Junta determinó pasar oficios a dichas autoridades para que resignaran el mando lo que fue obedecido. Todo esto sucedía mientras los señores de esta junta recogidos en las Casas Capitularas nombraban la que había de constituir la junta rebolucionaria en propiedad, de la que resultaron ser los señores siguientes: D. Jacobo Simón, presidente; D. Valentín Cuerbo, vicepresidente; D. Juan Crisóstomo Gómez, D. Marcelino Montero, Ramón Gordillo, Nicolás Churro y D. Florencia Sánchez, y Ramón Gil, secretario. Y para que conste lo firman dichos señores en Víllamiel a dos de octubre de mil ochocientos sesenta y ocho».

a) Constitución de la Junta Revolucionaria.

El primer problema que nos plantea la constitución de esta Junta es saber si ya existía con anterioridad a la fecha de su aparición pública o no, es decir si se había constituido como consecuencia del Pacto de Ostende o por el contrario, se forma cuando llegan a la villa las primeras noticias del «movimiento» iniciado en Cádiz, de la batalla de Alcolea y de la resignación del poder por Isabel II. (Es evidente que estos dos últimos extremos ya eran conocidos en Villamiel el 2 de octubre, como se deduce del acta nº 4. Véase apéndice)

Habida cuenta de la personalidad de los miembros de la Junta entre los que destaca el ex Gobernador Civil Juan Crisóstomo Gómez Gordillo[2] es presumibles que éste y quienes comparten sus ideas con él estén enterados de la existencia de una conspiración -el pacto de Ostende- para derribar la «funesta dominación de los Borbones», como los revolucionarios dicen(Vid. acta nº 3) y es presumible también que antes de los sucesos de Cádiz (18 y 19 de septiembre) hayan creado ya una Junta Revolucionaria clandestina que a medida que la situación les va siendo favorable en todo el país les permite ir saliendo poco a poco a la luz pública. A ello puede deberse la no celebración del consistorio municipal del 25 de septiembre. Y si no se han manifestado públicamente, con anterioridad al 2 de octubre, como tal Junta Revolucionaria interina puede deberse al miedo que ante un eventual fracaso los dejaría, inermes frente a las autoridades municipales[3] y ante la guardia rural a la que tienen un temor y animadversión especiales (Vid. actas 1 y 5).

Pero también hubiera podido darse el caso de que la Junta Revolucionaria, que nos ocupa, pudiera haberse constituido formalmente como consecuencia de los telegramas que la Junta Provisional Revolucionaria de Madrid envió a las de todas las capitales de provincia el día 29 de septiembre[4], las cuales a su vez lo trasmitirían a las de distrito y estas a las locales. De cualquier forma esto nos confirmaría que ya antes del 2 de octubre existía en Villamiel un núcleo revolucionario más o menos organizado. ¿A quién sino se hubiera dirigido entonces la Junta de distrito?

b) Extracción social de los miembros de la Junta.

Examinando las actas del Ayuntamiento vemos como cuando se designan jurados para revisar los presupuestos municipales, y repartidores de consumos aparecen con la condición de «mayores contribuyentes» -entre otros- los miembros de la Junta don Jacobo Simón (propietario y ganadero), don Valentín Cuervo Sáenz (propietario) y don Juan Crisóstomo Gómez; como «medianos contribuyentes»: Ramón Gordillo Gómez, Nicolás Churro Frade y Florencio Sánchez; en cuanto a don Ramón Gil, el secretario, sabemos que había sido cabo primero[5] y [6].

De entre los componentes del Ayuntamiento nombrado por la Junta, y a excepción de los que pertenecen a ésta, vemos que Valentín Churro es «mayor contribuyente» y Aquilino Pérez Concha y Santiago Churro Frade son «medianos contribuyentes».[7]

Es decir, la entonces denominada «clase pobre» brilla por su ausencia en cuanto a ocupar cargos directivos se refiere. Esta Revolución, como posiblemente todas las del siglo XIX, tuvo aquí un carácter medio-burgués.

c) Programa.

¿Hizo esta Junta, una declaración programática -extensa y concreta- al modo de la hecha por las Juntas de las grandes ciudades del Mediterráneo andaluz? No la hizo, o al menos no la conocemos, -hubiera resultado enfática dado el nivel cultural de la villa- pero sí la tuvo.

Los revolucionarios de Villamiel siguen la línea moderada, un tanto ecléctica e indefinida de las Juntas del interior. Su grito revolucionario, su «grito santo» (¡Viva la libertad!, ¡Viva la Soberanía nacional!, !Abajo consumos!, mucho más preciso y la vez más difuso que el de otros lugares, Madrid, por ejemplo: «¡Viva la libertad! ¡Abajo los Borbones!») permite el que la Junta de Villamiel, que se irroga su pequeña parte de esa anhelada Soberanía Nacional, controle la rebeldía -o ponga medios para que ésta no se produzca-, reemplace el Ayuntamiento y asegure los servicios públicos (escuela e información, por ejemplo; esto último a través del mozo de voz pública)[8] en todo lo cual coincide con la labor -que según criterio del profesor J. Andrés Gallego- llevan las demás Juntas del país; legislativamente también su labor es coincidente con la del resto de las Juntas: depone a los funcionarios no adheridos a la Revolución, imparte las líneas de actuación que ha de seguir el Ayuntamiento: economía de gastos[9], y urbanización[10] fundamentalmente; o a través del mismo Ayuntamiento crea nuevos funcionarios[11]; modifica el régimen de pago de las multas: metálico en lugar de papel del Estado[12] y el destino del dinero así recaudado: obras Públicas municipales en lugar de ir al Tesoro público.

En todos estos casos -aún no se ha constituido el Gobierno Provisional que presidirá Serrano- la Junta Revolucionaria obra y dispone con auténtico poder soberano; sin embargo cuando procede a la desamortización de baldíos obra ya como consecuencia de las instrucciones recibidas de la Junta de Distrito[13] -el gobierno no se ha constituido aún, pero está en trance de formación y desde Madrid empiezan a ponerse ya cortapisas a las acciones emprendidas en el terreno jurídico por las Juntas-; más adelante el Ayuntamiento de Villamiel, tendrá que responder ante el Gobernador Civil de algo por él realizado por orden de la Junta Revolucionaria Local[14].

d) Ideología.

1. Régimen de gobierno. -La Junta de Villamiel no se pronuncia abiertamente sobre este asunto, y es más, guarda una prudencia, una precaución asaz notable al respecto[15]. Así, cuando el Ayuntamiento por ella nombrado jura, el día 3 de octubre, lo hace bajo una fórmula ambigua, que no compromete ni dice nada: «Juro por Dios y ante la Santa Cruz guardar y hacer guardar las instituciones liberales y cuánto mande el gobierno liberal que rija a España»[16]. Ni se cita monarquía ni república. Por la indudable influencia y peso de don Juan Crisóstomo Gómez y pese a la alusión a la Soberanía Nacional -tan cara a los republicanos- creemos que eran monárquicos, aunque antiborbónicos -y ello posiblemente más de boca que de corazón[17] – al menos así cabe deducirlo de la prohibición, que la Junta hace, de usar papel timbrado en las diligencias administrativas de todo tipo «a fin de no recordar siquiera, con los antiguos sellos, la funesta dominación de los Borbones»[18].

En cualquier caso, monárquica o republicana, lo que sí desea la Junta es un nuevo régimen fiscal para los municipios. Aparte de lo proclamado en su «grito santo»:«¡Abajo los consumos!», la alusión a «las absurdas y absorbentes leyes centralizadoras» no pueden ser más clarificadores. Precisamente por ese «abajo los consumos» la Administración municipal tendrá unas fuertes palabras frente a la Administración central, frente a la Hacienda Pública en concreto, en un futuro muy próximo[19]. En definitiva lo que se propone que ese tipo de impuesto (el de consumos) sea sustituido por el de capitación (o número de cabezas, personas de la familia). Esa tesis, que debió ser compartida por la mayoría de las Juntas, es la que haría prevalecer el mismo Gobierno Provisional.

2. Relaciones Iglesia-Estado. No hay una exposición doctrinal clara, al respecto. Pero si tenemos en cuenta que triunfante la Revolución, a nivel local, la Junta acuerda «se cante un Te Deum en acción de gracias al Todopoderoso por haber terminado la Revolución sin desgracias que lamentar»[20] ha de afirmarse, en primer lugar, que estos revolucionarios son al menos católicos y que sobre la cuestión Iglesia-Estado no han de ser demasiado extremistas, sino más bien tolerantes. En definitiva: dan muestras de un sensato moderantismo.

e) Desaparición y pervivencia de la Junta Revolucionaria.

Sospecho que tras la euforia inicial del día 2 de octubre y tras la amplia labor legislativa -o tal vez a causa de ella- que ese día realiza la Junta (pertenecen a él nada menos que 5 de las 11 actas, que, sobre temas varios, firmó la Junta en sus 23 días de existencia) surgen pronto las disensiones internas.

El día 3, por ejemplo, firman el Acta en la que se encarga cantar el Te Deum todos los miembros de la Junta; pero ese mismo día, cuando se acuerda el nuevo sistema de multas (Acta nº 7), ya no firman ni Jacobo Simón, el presidente, ni Florencio Sánchez, vocal. Hay tres días sin quehaceres revolucionarios. El día 7, nueva sesión; no firma Jacobo Simón, sí lo hace Florencio Sánchez, pero su nombre se encuentra muy al margen -en contra de lo usual en las demás actas-, como si hubiera firmado «a posteriori» (Acta nº 8). Pasan nueve días sin que la Junta vuelva a reunirse y si se reúne es porque a tenor de disposiciones gubernativas ha de procederse a un nuevo nombramiento del Secretario del Ayuntamiento. Es decir, se reúne, porque le es forzoso (Acta, nº 9). Firman el acta todos los miembros de la Junta y los del Ayuntamiento.

Finalmente, el 25 de octubre se reúne con el sólo objeto de disolverse. De los ocho miembros que la componen firman únicamente cuatro: Jacobo Simón y su posible fiel seguidor Florencio Sánchez, Valentín Cuervo y Ramón Gil. La presencia de éste último era obligada en virtud de su condición de secretario de la Junta.

Las ausencias de unos y otros a las diversas sesiones parece confirmar la hipótesis de fricciones interiores en el seno de la Junta, ya casi desde el mismo comienzo de ésta, polarizadas en torno a dos cabezas visibles bien significativas: Jacobo Simón y Juan Crisóstomo Gómez.

Pese a la disolución de la Junta como consecuencia del Decreto del Gobierno del 21 de octubre, los revolucionarios no abandonan las riendas del poder municipal. Ya hemos visto que tras el triunfo de la Revolución los miembros de la Junta se apoderan -por sí o por sus familiares- del Ayuntamiento. Pero además cuando por Decreto del Ministerio de Gobernación (Sagasta) de 13 de octubre se disuelven los Ayuntamientos isabelinos y se procede a la designación de nuevos concejales a través de las Juntas, las cuales si lo creen oportuno pueden nombrar para esos cargos a sus propios miembros[21], la de Villamiel que se había adelantado al Decreto en cuestión no realiza nada de lo ordenado. Debió creer -con buen criterio- que su anterior actuación había sido refrendada por la disposición ministerial. Y así el que había sido elegido como Ayuntamiento Revolucionario quedó confirmado como Ayuntamiento. Nacional o Regular, y con este carácter de nacional- volverá a tomar posesión el 1 de enero de 1869.

El otro cabeza de serie de la Junta, Jacobo Simón, tampoco quedó separado de la esfera del poder. El mismo día 1 de enero de 1869 juró su cargo de Juez de Paz -ignoramos la fecha de su nombramiento- cargo que entonces tenía más importancia y jurisdicción que en el momento actual. Como primero y segundo juez suplente, juran también, en la misma fecha Marcelino Montero y Ramón Gordillo Gómez.

En resumidas cuentas: la Junta Revolucionaria de Villamiel vino a cambiarlo todo para dejarlo todo igual, como habría dicho Shakespeare. El dominio Obregones-Bustamantes fue sustituido por el dominio Simones-Gómez. A unas familias localmente pudientes le sucedieron otras familias igualmente poderosas. (La sustitución fue definitiva, porque los Obregones-Bustamantes desaparecieron del ámbito del poder e influencia locales para siempre jamás. A ello pudo contribuir la «fabulosa orgía de oligarquía y caciquismo» que en expresión de Joaquín Costa, organizara Cánovas más tarde. Pero eso es ya otra historia).

APENDICE

I. Actas de las sesiones celebradas por la Junta Revolucionaria de Villamiel.

ACTA nº l; fecha 2-10-1868

«Los Sres. firmantes constituidos en junta rebolucionaria interina creen urgente secundar el movimiento iniciado en Cádiz por el ejército y el pueblo, para compartir con él los riesgos y la gloria que puedan resultar en la lucha emprendida con la tiranía que haoga a España; y al objeto se trasladan a la plaza pública dando en ella el grito santo de Viva la livertad, Viva la Soberanía Nacional, Abajo Consumos. Al mismo tiempo esta junta ordenó un repique general de campanas y repetidas salvas que trajeron a la plaza en que se encontraban, un gentío inmenso, el cual repetía con entusiasmo lo acramado por esta junta. En medio de todo esto se creyó de toda urgencia armarse y tomar posiciones con el objeto do resistir bien fuera a la coluna de guardia rural que se hallaba a dos leguas de distancia o bien a las autoridades de la localidad que quisieran sostener cualquiera choque; más no presentándose estas la Junta determinó pasar oficios a dichas autoridades para que resignaran el mando, lo que fue obedecido. Todo esto sucedía mientras los señores de esta junta recogidos en las Casas Capitulares nombraban la que había de constituir la junta rebolucionaria en propiedad, de la que resultaron ser los señores siguientes: D. Jacobo Simón, Presidente; D, Valentín Cuerbo, vicepresidente; D. Juan Crisóstomo Gómez, D. Marcelino Montero, Ramón Gordillo, Nicolás Churro y D. Florencio Sánchez, vocales y Ramón Gil, secretario. Y para que conste lo firman dichos señores en Villamiel a dos de octubre de mil ochocientos sesenta y ocho». Firman todos los citados.

ACTA nº 2; fecha 2-10-1868

«Constituida la junta rebolucionaria definitivamente, su primer objetivo fue acordar el nombramiento de Alcalde y demás individuos del Ayuntamiento, como asimismo la destitución de todos los empleados de la localidad, sin perjuicio de reponer en sus puestos a los que por sus antecedentes políticos pudiera(n) inspirar completa confianza a la rebolución, pasando para todo esto los oficios a órdenes convenientes. Examinados por esta junta los antecedentes políticos de las personas que siempre han dado pruebas inequíbocas de defender de cualquiera modo la causa de la livertad, hallaron como los más satisfactorios que pudiera desear a los señores en quienes se hacen recaer los nombramientos siguientes: en D. Juan Crisóstomo Gómez, Alcalde; en don Valentín Cuerbo, primer regidor; en D. Valetín Churro, segundo regidor; en D. Pedro Gil, tercero; en D. Aquilino Pérez, cuarto regidor; D. Agustín Asencio, 5º regidor y D. Santiago Churro, regidor Síndico. Con lo que se dio por terminada este acta autorizando al Ayuntamiento para que constituido procede a el nombramiento del Secretario en propiedad, en virtud que el destituido D. Marco(s) Rodrigo no es de confianza. Y para que conste lo firman en Villamiel a dos de octubre de mil ochocientos sesenta y ocho». Firman todos los miembros de la junta.

ACTA nº 3; fecha 2-10-1868.

«Seguidamente esta junta rebolucionaria acordó que cuantas diligencias se hayan de practicar tanto por esta como por el nuevo Ayuntamiento o cualquiera otra de las autoridades nombradas se use solo papel común afin de no recordar siquiera con los antiguos sellos la funesta dominación de los Borbones. Con lo que se dio por terminada este acta que firman dichos señores». Firman todos los miembros de la Junta.

ACTA nº 4; 2-10-1868

«Acto continuo procedió esta junta al nombramiento de estanquero y para desempeñar dicho cargo eligió a D. Ramón Gil, cabo primero que fue del regimiento de León, persona de toda confianza por sus ideas liberales y antecedentes políticos intachables, espidiendo a su fabor la credencial oportuna. Seguidamente creyó esta junta de su deber reponer en sus respectivos destinos a D. Doroteo Carrasco, Profesor de instrucción primaria de esta Villa, en virtud de sus manifiestas ideas liberales. A Dña. Ceferina Pascua como Profesora, y creerla también aderida a la causa de la livertad; y a Francisco Bermejo, mozo de voz pública de esta Villa por la misma razón que a los anteriores. Con lo que se dio por terminada este acta después de acordar se pasen los oficios que de ella se desprenden a los funcionarios repuestos. Firmando dichos señores la presente». Firman todos los miembros de la Junta.

ACTA nº 5; fecha 2-10-1868

«Definitivamente por esta junta rebolucionaria se acordó autorizar al nuebo Ayuntamiento para que desde luego proceda al nombramiento de dos o mas guardas se los creyera necesarios a fin de que tenga inmediato remedio el abandono en que desgraciadamente se encuentra la propiedad en este término jurisdiccional, pues la institución de la guardia rural ha dado solo por resultado, por una parte el que los pueblos retiraran los guardas que antes tenían por serles imposible sufragar tantos gastos; y por la otra el que las propiedades se hayan visto completamente abandonadas, puesto a que fiaron su custodia a los rurales y para todo habrá serbido citada institución, incluso para tratar de sofocar la rebolución en este partido, menos para la custodia de las fincas y a lo que únicamente debiera atender. Asimismo autoriza al nuevo Ayuntamiento para que disponga del sobrante que debe existir en arcas municipales con destino a remediar tanto y tanto desastre como nos lega la funesta dominación pasada. Los edificios públicos se encuentran en un estado completamente ruinoso, y en particular la Casa Consistorial que pide una pronta reparación, pues hoy no le es posible al municipio penetrar en aquel sitio efecto de lo sucio y hasta indecente para una corporación. Los caminos y calles de este pueblo es tal el estado de deterioro en que se encuentran que detienen al viajero que se ve precisado a cruzarlos a caballo, puesto a que sus pendientes cebradas(sic) desenrolladas en su mayor parte forman barrancos insuperables. Los pilares públicos así como las fuentes no dan el servicio de agua a esta población por el abandono en que yacen. Asimismo autoriza al expresado Ayuntamiento para que inmediatamente tome las disposiciones oportunas para destruir un arco, padrón de ignominia que pone de manifiesto la impotencia de los municipios que se han sucedido, regidos por las absurdas y absorbentes leyes centralizadoras; puesto a que atrabesado en la calle de mas transito no solo para el vecino sino hasta para el forastero que cruza por esta población, ve un peligro en su vida, bien sea por el estado ruinoso en que se encuentra o ya porque su pequeña elevación obliga al que va a caballo a inclinarse en su término, que le expone siempre al peligro de su vida. Es… de esos arcos que dicen a la civilización que se detenga y que no han podido destruir Ayuntamientos pasados porque sus torpes gobiernos no se lo han consentido. Con lo que se dio por terminada esta acta, la que firman dichos señores en Villamiel fecha ut supra». Firman todos los miembros de la junta.

ACTA nº 6; fecha 3-10-1868

«En Villamiel a tres de octubre de mil ochocientos sesenta y ocho, la junta rebolucionaria en sesión de este día acordó se cante un te deum en acción de gracias al todopoderoso por haber terminado la rebolución sin desgracias que lamentar; y al objeto se pase comunicación al Párroco. Y para que conste le firman dichos señores». Firman todos los miembros de la Junta.

ACTA nº 7; fecha 3-10-1868

«En la villa de Villamiel a tres de octubre de mil ochocientos sesenta y ocho reunidos los señores de esta junta rebolucionaria bajo la presidencia de D. Jacobo Simón, acordaron: que en virtud de las graves dificultades que ofrece a los alcaldes de los pueblos el hacer efectibas en papel de multas las denuncias de los guardas, tanto porque se hace iluxoria la tercera parte de estas como por la debilidad que las dichas autoridades resulta en la exacción del penado, biendo que ningún beneficio inmediato resulta de hallar a los pueblos; por otra parte también la urgente necesidad que se siente en este pueblo de componer y atender a la reparación de sus edificios propios y calzadas, por mayoría absoluta de votos, autorizan al Alcalde y Ayuntamiento del mismo para que proceda a cobrar en dinero referidas denuncias, destinando desde luego su Tercera parte para los guardas y las otras dos para mejoras en la localidad, nombrando un depositario de penas que bajo una exacta contabilidad recaude las que se impongan y se entriegue su importe para lo que el Ayuntamiento lo destine, prebia libranza de Alcalde y Síndico. Así lo acordaron y firman dichos señores de que certifico». No firman el acta ni Jacobo Simón, ni Florencio Sánchez.

ACTA nº 8; fecha 7-10-1868

«En la villa de Villamiel y dia siete de octubre de mil ochocientos sesenta y ocho, reunida la Junta rebolucionaria de este pueblo bajo su presidencia acuerda: Que en virtud de la circular dirigida a los pueblos por la junta de partido con fecha seis del presente mes en la que entre otras cosas se ordena procedan los pueblos inmediatamente a la dibisión entre los becinos de los terrenos baldíos y las deesas boyales u otros destinados a la ganadería y agricultura, siempre que la dibisión sea solicitada por la mayoría del becindario, se proceda inmediatamente a la dibisión de los baldíos que en común tiene este pueblo con el de San Martín, pasando al objeto al Sr. Alcalde del mismo los oficios y comunicaciones que sean convenientes y dando conocimiento a la vez de referida comunicación al Ayuntamiento encargado de cumplir lo que sobre este particular se prefiera a fin de que enterado de ella se llebe a cabo cuanto crea conbeniente a este común de becinos, dando cuenta a esta junta, de lo que resulte de sus determinaciones para los efectos que se crean conducentes. Así lo acordó referida junta rebolucionaria por absoluta mayoría de botos, acordando a la vez dar a la de partido las mas expresibas gracias por su acertada determinación que abre a los pueblos y al Gobierno una fuente inagotable de riqueza. Lo firman dichos señores de que certifico». No firma Jacobo Simón, y sí lo hace Florencio Sánchez, aunque muy al margen.

ACTA nº 9; fecha 16-10-1868.

«En Villamiel a diez y seis de octubre de mil ochocientos sesenta y ocho, reunidos en las casas consistoriales en sesión de este día los Sres. que componen la junta rebolucionaria y Ayuntamiento de la misma, cuyos nombres al margen se espresan, bajo la presidencia de D. Jacobo Simón, se declaró por este abierta la sesión manifestando que no obstante haberse nombrado con fecha tres de octubre por el Ayuntamiento a D. Marino Marín, vecino de Peñaparda, Secretario en propiedad de este Ayuntamiento, era indispensable proceder para cumplir con lo dispuesto en el Boletín Oficial nº 45, a nuebo nombramiento. En su vista por expresados señores se examinaron los antecedentes políticos de D. Marino Marín y siendo sumamente satisfactorios a estas corporaciones y a mas su conocida honradez e idoneidad por unanimidad de votos fue nombrado el referido D. Marino Marín secretario en propiedad de este Ayuntamiento. Con lo que se dio por terminada la sesión lo que firman dichos señores en expresado dia mes y año, de que yo el secretario habilitado certifico». Firman: Jacobo Simón, Juan Crisóstomo Gómez, Valentín Cuerbo, Santiago Churro, Valentín Churro, Aquilino Pérez, Agustín Asencio, Nicolás Churro, Ramón Gordillo, Marcelino Montero, Ramón Gil, Florencia Sánchez, Pedro Gil.

ACTA nº 10; Fecha 25-10-1868

«En Villamiel a veinte y cinco de octubre de mil ochocientos sesenta y cinco reunidos en sesión de este día la junta rebolucionaria bajo la presidencia de D. Jacobo Simón se declaró por este abierta la sesión y leida el acta anterior quedó aprobada. Acto seguido se manifestó por dicho señor Presidente que el objeto de la reunión era hacer ver a la junta (que) quedaba disuelta en el acto en virtud de prevenirse así por la junta rebolucionaria del partido en circular dirigida fecha veinte y tres de los corrientes, según orden de la dicha providencia. La junta acordó quedar disuelta manifestando cuanto siempre el Gobierno constituido por medio de la rebolución con todo su apoyo, pues está resuelta a cuantos sacrificios sean necesarios sobrellevar en beneficio de la livertad; y que por medio de comunicación se haga ver por el Sr. Presidente al Sr. Gobernador Civil de la Provincia los buenos deseos que animan a esta junta por el triunfo de la rebolución. Con lo que se da por terminada, la que firman dichos señores, de que yo el Secretario certifico». Firman únicamente Jacobo Simón, Valentín Cuervo, Florencio Sánchez y Ramón Gil.

II. Fechas de las sesiones y acuerdos tomados por el Ayuntamiento Revolucionario de Villamiel.

3-10-1868: Toma de posesión.

3-10-1868: Se nombra Secretario a D. Marino Marín, vecino de Peñaparda «y al presente en esta población», con un sueldo de 350 ducados con la condición de ayudar a las juntas repartidoras en los trabajos de amillaramiento y repartimiento.

6-10-1868: Toma de posesión del Secretario.

7-10-1868: Al objeto de hacer economías en el presupuesto se destituye a los inspectores de carnes «por considerarlos de ninguna conveniencia».

8-10-1868: Se cumple lo ordenado por la Junta, en su sesión del día 7: se dirige al Ayuntamiento de San Martín de Trevejo para dividir los terrenos baldíos que en común vienen aprovechando las dos villas y se acuerda la división de los terrenos de las dehesas Canchal y Barrito Blanco.

16-10-1868: Se nombra depositario de fondos a Nicolás Churro.

16-10-1868: El Alcalde informa que de los 1158 escudos y 128 milésimas que había -según acta de arqueo del 30 de septiembre- Francisco Estévez, el anterior depositario, sólo ha entregado 400 y pide un plazo para devolver el resto.

17-13-1868: Se estudian las posibles inversiones a que hace referencia el acuerdo de la Junta de fecha, del día 2. En concreto se habla del arco que entorpece el paso por la calle.

19-10-1868: Reclamar de Andrés Gordillo (antiguo regidor síndico) que reponga en sus justos términos una pared que ha construido e interrumpe el camino a las Lameras.

20-10-1868: Se vuelve a tratar del arco, encargando su demolición a Rafael Montero y Pedro Aparicio.

30-10-1868: Se acuerda celebrar sesión los sábados de cada semana.

7-11-1860: Se dan tres días «al Gordillo» para que cumpla lo acordado en sesión del 19-10-1868.

14-11-1868: Que don Pedro Obregón, último alcalde que ha sido, presente las cuentas de este año, facilitándole los documentos que precise,

20-11-1868: Se refiera a una escuela suprimida en Trevejo (de la que no hay más noticias) y a la prohibición hecho por el Gobernador Civil de la «exacción de penas en metálico» que acordó en su día la Junta Revolucionaria y que se le exponga a esa autoridad la inversión dada a esa cantidad y de lo que existe en Depositaría y que se invertirá en papel cuando lo haya, y que se exponga, la necesidad de que la tercera parte que cobra el denunciante la pague el estanquero, para que no sea ilusoria para los guardas.

No vuelve a celebrar sesiones hasta que el 1-1-1869 jura como Ayuntamiento Popular.

III. Acta del Ayuntamiento nacional de Villamiel de 23-4-1869

«En la villa de Villamiel y dia veinte y tres de abril de mil ochocientos sesenta y nueve, reunidos en las Salas Consistoriales de la misma los señores que al margen se expresan, en sesión de este día y bajo la presidencia de don Juan Crisóstomo Gómez, Alcalde de la misma, se declaró por este abierta la sesión manifestando que el obgeto de ella era tratar del reparto de capitación devuelto por la Administración de Hacienda sin la competente aprobación, y después de haber sido leído por mi el Secretario el acta anterior fue aprobada y entrando en la discusión de la cuestión pendiente y después de suficientemente debatida se acordó: Remitir de nuevo a la Administración de Hacienda Pública de esta Provincia y por conducto del Sr. Gobernador de la misma el repartimiento de Capitación suplicándole haga recaer en él la aprobación a fin de poder proceder inmediatamente a su recaudación.

Ajustado en todo, expresado repartimiento, a los decretos vigentes, solo se funda, su devolución en que se abarcan en él los tres trimestres del corriente año, cuando solo debió hacerse de dos, puesto a que el segundo, vencido, debió recaudarse por el antiguo de consumos, y en concepto de capitación, resultando de esto un beneficio de doscientos treinta y ocho reales que este pueblo paga de menos por el nuevo impuesto.

El grito unánime repetido por todos en el glorioso alzamiento nacional fue el de abajo consumos y los pueblos alagados con la idea de tan justa como necesaria, realización no bacilaron en dar como sepultada para siempre tan odiosa contribución.

Posteriormente se crea la nueva, que nos ocupa y este pueblo se apresura a formalizar su repartimiento a fin de cubrir su cupo y enbiar al tesoro la cuota que le corresponde en relación a los tres trimestres que adeuda y cuando esto sucede dicho reparto no se le aprueba porque solo a debido hacerse de dos, debiendo cobrarse el otro o sea el segundo trimestre del corriente año como por el antiguo de consumos.

Pues bien, en bista de esto, los firmantes no pueden menos de manifestar a V. S. cumpliendo con su deber de patriotismo, que creen difícil, casi imposible la recaudación en los términos que se le prebienen y la prueba es que habiéndose prebenido con oportunidad a estos vecinos el pago de referido segundo trimestre ni uno solo se presento a realizarlo y bien por el contrario se produjo un general clamoreo por ver reaparecer aquel odioso libro condenado por el anatema general.

Y no baya a creerse que la idea que les ha guiado para guiar el reparto del modo sucedido fue el lucro de la pequeña diferencia que entre una y otra cuota aparece, higual habría sido si resultara de mas, sino el único mobil que la impulsa es confeccionar un repartimiento que allegue al Gobierno fondos con la prontitud que desea, único medio por el berificado con el que se consigue a la bez no extinguir la fe política de este vecindario.

Además si esta cuota y demás forman el presupuesto general del Ministerio del ramo que cuidaría ¿a rrigol? a los gastos, claro es que por ella están estos satisfechos. Con lo que se dio por terminada esta discusión que firman dichos señores, de que doy fe». Firman los miembros del Ayuntamiento, repartidores y jurados.


NOTAS:

[1] El Ayuntamiento isabelino -prerrevolucionario- se había constituido el 2 de enero de 1867. Lo integraban:

Alcalde: Pedro Obregón Valiente.
Teniente 1º: Fulgencio Bustamante de la Concha.
» 2º: José Estévez Rus.
Regidor 1º: Miguel González Briones.
» 2º: Telesforo Escudero Obregón.
» 3º: Juan Francisco Bustamante de la Concha.
» 4º: Pablo Quiroga Gárate.
» 5º: y Síndico: Andrés Gordillo Fontanal.
» 6º: Hipólito Asencio Guerrero.
» 7º: Pedro Pascasio Gómez.
» 8º: Eusebio Martín Tovar.
Alcalde pedáneo: Mateo Hernández Berrocal, (lo era de Trevejo)
Secretario: Marcos Rodrigo.

[2] Don Juan Crisóstomo Gómez Gordillo, había nacido en San Martín de Trevejo en 1831. Casó a los 19 años con doña Francisca Luís-Teniente, de Villamiel, doce años mayor que él, fea e inteligentísima, pero heredera de una de las más saneadas fortunas de todo el N. de la provincia de Cáceres. El padre de ésta, don Ignacio Luís-Teniente, era jefe del partido liberal en las tierras situadas al N. del Tajo. Tanto por ayudar a su yerno, como a su hija, influyó para que a don Juan Crisóstomo se le nombrase Gobernador Civil, lo que consiguió de O’Donnell, en Guadalajara. Al caer el gabinete de los liberales don Juan Crisóstomo -como se le llamaba- dejó la gobernación de la provincia alcarreña. Durante su gobierno recibió en Guadalajara la visita oficial de Isabel II. Como don Juan Crisóstomo anda entonces por los treinta años, era simpático y apuesto parece ser que la reina se prendió del brazo del joven gobernador y así recorrió las calles de la ciudad.

Al cesar como gobernador se reintegra a su domicilio en Villamiel, donde se encuentra al producirse la Revolución de 1868.

En el año 1874 es nombrado Diputado Provincial y poco después Gobernador de Manila, cargo en el que cesaría por enfrentarse con un obispo o superior religioso y con un capitán de la Guardia Civil, siendo nombrado Gobernador de Mindanao.

Pese a que se le nombró gobernador de aquellas lejanas tierras al objeto -no confesado pero supuesto- de que se recupera de los grandes pérdidas económicas que sus actividades políticas le habían acarreado, parece ser que no lo logró, bien fuera por honradez o por incapacidad. El hecho es que al arribar a la Península, desposeído de sus cargos, tuvo que pedir dinero a la familia para poder llegar a Villamiel. A partir de este momento desaparece de la actividad política a todos los niveles. Fallece en esta villa el 9 de febrero de 1913. De los cuatro hijos que tuvo solamente le sobrevivió su hija Paz, ahijada de la Infanta del mismo nombre (la hija de Isabel II que casaría con Luís Fernando de Baviera).

[3] La familia Bustamante de la Concha que dominaba el Ayuntamiento en tiempos de Isabel II, estaba emparentada con el general de la Concha, presidente del último gobierno de Isabel II.

[4] Vid. «Gaceta de Madrid» de 30-9-68

[5] Jacobo Simón aparece como «mayor contribuyente» en las actas del Ayuntamiento de 29-3-69; Valentín Cuervo y Juan Crisóstomo Gómez, aparecen por el mismo concepto en la de 28-9-62; Ramón Gordillo Gómez es considerado como «mediano» en 1867, fecha en la que paga 95,546 escudos, y el 27-3-69; Nicolás Churro Frade en esta última fecha y en 1865 aparece como «mediano contribuyente», pagando este año 193,58 escudos; Florencio Sánchez, aparece como mediano en 1869.

De todas las maneras es sintomático -y no sabemos si relevante- que en el Acta de Constitución de la Junta Revolucionaria (Vid. acta nº 1 en el Apéndice) aparezcan unos de sus miembros con el tratamiento de «don» y otros no. A Marcelino Montero, de quien no hemos encontrado ningún dato sobre su condición como contribuyente, se le trata con el «don» con el que entonces, y ahora, se suele llamar en el ambiente rural a quienes poseen un título académico o una fortuna sustancial.

[6] Vid. acta nº 4 en el Apéndice con el nombramiento de Ramón Gil como estanquero y en la que se hace referencia a su antigua condición militar.

El estanquero tenía entonces misiones similares a las de ahora: venta de timbres y papel del Estado; pero también era el que expendía -además del tabaco- la sal, sometida en esas fechas a régimen de monopolio estatal.

[7] Valentín Churro figura como «mayor contribuyente» el 28-9-62 en cuya fecha dice ser ganadero; Aquilino Pérez Concha y Santiago Churro Frade, figuran como «medianos contribuyentes» en 1865 pagando 119 y 25,3288 escudos respectivamente y en 1967, año en el que sus aportaciones al presupuesto municipal son de 20,548 escudos el primero de ellos y 36,326 el segundo. De Aquilino Pérez se dice que es propietario.

[8] Vid. acta nº 4 en el Apéndice.
Vid. José Andrés Gallego: «Las Juntas Revolucionarias de l868: nueva interpretación». En prensa.

[9] Vid. Apéndice: «Resumen de las sesiones y acuerdos tomados por el Ayuntamiento Revolucionario». Sesión de 7-10-1868.

[10] Vid. acta nº 5 en el Apéndice.

[11] Vid. acta nº 4 en el Apéndice y «Resumen de las sesiones… » Sesión del Ayuntamiento 3-10-1868.

[12] Vid. acta nº 7 en el Apéndice.

[13] Vid. acta nº 8 en el Apéndice.

[14] Vid. en el Apéndice «Resumen de las sesiones…» sesión de 20-11-1868.

[15] Ello puede deberse tanto a una indefinición pura y simple, ante una cuestión que pueden creer los revolucionarios es superior a sus capacidades de decisión, como a un enfrenamiento ideológico entre las dos cabezas visibles de la Junta. El monarquismo e incluso borbonismo de don Juan Crisóstomo es evidente: sus relaciones personales con la familia real (Vid. nota nº 2) y su no participación en la vida pública a nivel provincial o racional, durante el Sexenio Revolucionario, así nos lo confirman. Don Jacobo Simón, parece ser que venía de una familia alguno de cuyos miembros había tenido que exiliarse con anterioridad por motivos políticos, «por conspirador» dicen sus descendientes.

[16] Difícilmente podrá encontrarse fórmula más ecléctica y elegante para salir del paso.

[17] No se olvide que tanto Prim como Topete o el mismo Serrano, no cuestionan en un principio la persona de Isabel II, que es ésta la que ante las derrota de Alcolea prefiera pasar la frontera voluntariamente. Los revolucionarios de Villamiel no creo que en principio deseasen el destronamiento de la reina, al menos la facción de Juan Crisóstomo.

[18] Vid. Acta nº 3 en el Apéndice. ¿Una concesión al partido no borbónico? ¿Una rectificación a su antes no declarado antiborbonismo? En cualquier caso, el adjetivo «funesta» nos suena suave ante otros que se usaron por otras Juntas: abominable, odioso, etc.

[19] Vid. acta del Ayuntamiento Nacional de Villamiel de 23-4-1869 en el Apéndice.

[20] Vid. acta nº 6 en el Apéndice.

[21] Vid. J. Andrés-Gallego: ut supra.

Oct 011980
 

Antonio Ventura Díaz Díaz.

En el año 1844, año de la proclamación do la mayoría de edad de Isabel II, coincidente con el comienzo de la década del General Narváez y de uno de los períodos más agitados de la historia de España, nace en Campanario -copia literal del acta de bautismo -el día 18 de Febrero, Eduardo Eladio Simeón, hijo de D. Juan Lozano Granados, Cirujano y de Paloma Ponce de León.

Fue bautizado el día 20 de Febrero en la Parroquia de Campanario por D. Andrés Conde, cura párroco de la misma.

Sería bastantes años después, en un período de la historia más agitado aún -vuelta de Narváez al gobierno en los últimos años del reinado do Isabel II y dramáticos acontecimientos de la «Noche de San Daniel»- cuando el Dr. Lozano va culminando sus estudios universitarios, sufriendo a la vez los avatares políticos de la época. Y así en la Universidad Central tomó los títulos de Licenciado en Ciencias Físico-Matemáticas y Químicas y el título de Licenciado en Farmacia. En la misma Universidad llegó a alcanzar el doctorado en la Sección de Ciencias Físicas, en Farmacia y Ciencias Exactas.

Su afán, sapiencia y espíritu universitarios le hicieron conseguir la Cátedra en las universidades de Barcelona, y Madrid. En un tiempo en que la dinámica política arrastraba todas las empresas culturales y el desgobierno y desequilibrio político oreaban un contexto altamente negativo para el desarrollo de la ciencia y de la cultura, el Dr. Lozano y Ponce de León fue el benemérito catedrático, cuya existencia constituyó toda una vida de entusiasmo y laboriosidad puestas al servicio de la Juventud, de la cultura y de la ciencia. En las universidades de Madrid y Barcelona destacó como el maestro docto y abnegado.

Ya en el año 1872 -reinado de Amadeo de Saboya- como reflejo de su preocupación por el nivel cultural del pueblo español publica la Educación Internacional. Esta preocupación se va a ir incrementando a lo largo de toda su existencia. Así en el año 1914, fecha cargada de tantas connotaciones históricas, tanto para España como para Europa, el Dr. Lozano sufre y siente la decadencia cultural de nuestro pueblo como lastre que acompaña a la decadencia política, social y económica de nuestro país. Decadencia tan sentida por el 98 y que se extiende de una forma práctica al Dr. Lozano cuando escribe el libro titulado «El Analfabetismo en España», El Bachillerato en España y Educación Cívica.

Si en lo dicho anteriormente se pone de manifiesto la real inquietud por el desarrollo de la educación y de la cultura en nuestro país, no menos lo fue por el desarrollo de la ciencia. Testigos fieles de lo cual son sus obras al respecto que completan una muy extensa bibliografía:

Estudios Físicos, Tratado de Acústica, Meteorología y Sismología, El Método en la Investigación de las Ciencias Físicas, Manual de Física, Elementos de Física, Prácticas de Física, Mecánica de sólidos, Elementos de Química Inorgánica y Orgánica y Elementos de Termodinámica. Y finalmente en el año 1880 funda la Revista de la Sociedad de profesores de Ciencias.

Claros testimonios son sus obras de una vida extensa dedicada a elevar el nivel científico de las Universidades de España, creando legiones de discípulos que van a seguir las huellas del maestro. Y claro testimonio es toda su vida de que sintió como pocos la realidad de un pueblo atrasado y de unas estructuras sociales anquilosadas.

Su biografía se completa con una serie de actitudes que definen una dimensión que lo eleva a la categoría de filántropo. Terminó sus días en 1927, dedicado por entero a tratar de paliar las necesidades y las deficiencias culturales y sanitarias de Vallecas, uno de los barrios más míseros del Madrid de aquel entonces. De esta forma fundó una institución con su nombre para asistencia de todos los desheredados de pan, de salud y de cultura.

Como reconocimiento a su labor y fiel evidencia de que su recuerdo permanece, en el año 1979 el barrio de Vallecas y el Ayuntamiento de Madrid le tributaron un homenaje popular, levantando un monumento en la plaza de su nombre, como gratitud perdurable de unas gentes que se vieron asistidas por la entrega y bondad del Dr. Lozano, en un tiempo en que las posibilidades de subsistencia en los suburbios madrileños eran realmente difíciles y precarias.

Así fue, explicada de una forma, muy concisa, la vida de un eminente extremeño, digno representante de la diáspora intelectual que olvidado por muchos no habíamos tenido en cuenta.

Extremadura y Campanario deben añadir a su memoria el personaje entrañable del Dr. Lozano y figurar entre Gallardo, Arévalo García Miranda y Reyes Huertas como el representante de la praxis científica y de la entrega al progreso de la cultura.

Que su vida y su obra sirva como punto de referencia constante y estímulo cercano para el desarrollo integral de Extremadura.

Fdº: Antonio Ventura Díaz Díaz

Oct 011980
 

Adelaido Cárcel Ramos.

El reciente nombramiento del granadino D. Antonio Montero Moreno, para la sede episcopal de Badajoz, me ha sugerido el tema que presento para los Coloquios que se celebran en Trujillo el presente año. Hasta la presente década isa en los nombramientos de obispos no se tenía muy en cuenta el origen del elegido para cada diócesis, si bien, en Vascongadas y Navarra figuraban principalmente navarros y vascos, mientras en Cataluña, Valencia y Baleares predominaban los valencianos, mallorquines y catalanes. Pero desde que han empezado a surgir las aspiraciones autonómicas de cada región, vamos viendo que los obispos nombrados suelen ser nacidos en la misma región o en les más próximas como tenemos en los últimos nombramientos hechos para los obispados de Coria y Badajoz.

Esta denominación de obispos andaluces en Extremadura, que doy al presente trabajo, comprende no solamente a los que han nacido en la región andaluza, sino también a algunos otros que, de origen distinto, tuvieron algún cargo en diócesis andaluzas, antes de venir a ejercer su ministerio pastoral en Extremadura.

D. DIEGO MARIANO ALGUACIL RODRÍGUEZ, obispo de Badajoz, Vitoria y Cartagena.

Nació en Córdoba en 1805. Estudió en el Seminario diocesano y en la Universidad de Valencia, donde se doctoró en Teología y derecho Canónico, siendo ordenado de presbítero en 1828. Su vida sacerdotal se desarrolló en Murcia, donde fue profesor de Filosofía y Sagrada Escritura, así como vicerrector del Seminario durante treinta y tres años, siendo a la vez párroco de San Juan y más tarde de Santa María la Mayor de Murcia, teniendo a la vez la dirección de los establecimientos provinciales dé Beneficencia y ostentaba los títulos de prelado Doméstico de Su Santidad, Noble Romano y Caballero de la Cruz de Isabel la Católica. Nombrado obispo de Badajoz en 1858, fue consagrado el 20 de marzo de 1859 en la capilla del Palacio Real flor el nuncio Barili. Su estancia en Badajoz fue breve, pues, habiendo sido creada la diócesis de Vitoria, cuyo territorio perteneció antes a la de Calahorra, fue elegido obispo de la misma para iniciar su organización, en abril de 1862, donde estuvo catorce años, formando su primer cabildo y poniendo en marcha el Seminario, hasta 1876 en que fue trasladado al antiguo obispado de Cartagena, donde vivió hasta su muerte el 10 de enero de 1884, siendo enterrado en la capilla de la Comunión de la Catedral. Durante su gobierno se establecieron los Jesuitas en el antiguo convento de Jerónimos a principios de 1878[1].

D. FRANCISCO CAVERO TORMO, obispo de Coria.

Nació en Murcia en 1882 y estudió en el Seminario diocesano de San Fulgencio, donde fue presbítero en 1906, después de obtener el doctorado en Teología por la Universidad Pontificia de Granada. Fue profesor y secretario de estudios del citado Seminario, en 1910 rector de la parroquia de San Pedro y en 1913 era nombrado, previa concurso-oposición, párroco arcipreste de Nuestra Señora de Gracia en Cartagena, que era la parroquia más importante de la diócesis. En 1926 obtenía por oposición la canonjía de Archivero en la catedral de Granada, siendo, más tarde, rector del Seminario y Universidad Pontificia, así como miembro del claustro de rectores de la misma. En 1935 era nombrado deán de la catedral, en 1938 académico de Bellas Artes de Granada y al año siguiente Provisor y Vicario General de Almería, de cuyo cargo no tomó posesión, siendo después de la de Granada hasta el 9 de diciembre de 1944 en que era promovido a la sede episcopal de Coria, para suceder al dominico P. Barbado, que había sido nombrado obispo de Salamanca. Su consagración tuvo lugar en la catedral de Granada por el arzobispo Parrado el 24 de febrero de 1945, cuando tenía 62 años. Su pontificado fue breve, pues falleció el domingo de Ramos de 1949, de repente, cuando se disponía a oficiar en el pontifical de la catedral. Entre sus pastorales destacan las dedicadas a «Las cofradías sacramentales» y a la «Educación postescolar»[2].

D. ENRIQUE DELGADO GÓMEZ, obispo de Almería y arzobispo de Pamplona.

Nació en Valverde de Serena (Badajoz) en 1888. Estudió Latín y Filosofía en el Seminario Diocesano de San Atón, marchando a Roma en 1909 como alumno del Colegio Español, donde permaneció hasta 1914 y del que fue Viceprefecto de teólogos, recibiendo el presbiterado el año 1912. Cuando regresó a España dos años más tarde era doctor en Filosofía, Teología y Derecho Canónico, por lo que fue nombrado profesor de distintas materias en el Seminario, secretario de estudias, notario del tribunal eclesiástico y en 1917 habilitado del clero. En 1924 obtenía una canonjía por oposición, siendo nombrada profesor de Teología Dogmática en el citado Seminario del que fue rector en 1928, vicario general de la diócesis en 1932 y deán de la catedral en 1936. Elegido para regir la diócesis de Almería en 1943, fue consagrado en Badajoz por el nuncio Cicognani el 3 de octubre del citado ano y en 1946 era propuesto para obispo de Pamplona, pasando a ser su primer arzobispo el 11 de agosto de 1956 al ser elevada esta diócesis a metropolitana. Dimitió en 1968, fijando su residencia en Pamplona donde vivía retirado y falleció el 16 de enero de 1978. Entre sus pastorales destacan las dedicadas al «Día del Seminario», a la «Asamblea Sacerdotal Diocesana», «La niñez desvalida» y «La Parroquia»[3].

D. JESÚS DOMÍNGUEZ GÓMEZ, Obispo de Coria.

Nació en Pilas (Sevilla) el 25 de septiembre de 1931. Estudió en el Seminario Diocesano y fue ordenado de presbítero el 18 de diciembre de 1954; después de desempeñar unos años el cargo de vicario episcopal en la archidiócesis de Sevilla, fue nombrado obispo de Coria el 16 de marzo de 1977 y consagrado el 24 de septiembre del mismo año. Es el más joven de todos los obispos que figuran en la presente relación[4].

D. MANUEL. FERNÁNDEZ-CONDE Y GARCÍA DEL REBOLLAR, obispo de Córdoba.

Nació en Puertollano (Ciudad Real) el 8 de septiembre de 1909, Estudió en el Seminario de Badajoz, ya que su padre era maestro nacional en esta provincia; enviado al Colegio Español de Roma en 1928, se doctoró en Filosofía y Derecho Canónico y se licenció en Teología por la Universidad Gregoriana. Fue presbítero el 17 de marzo de 1934, ingresando después en la academia de Nobles Eclesiásticos, por lo que estuvo muchos años destinado en la Secretaría de Estado con el Papa Pío XII. El 2 de febrero de 1959 era nombrado obispo de Córdoba, siendo consagrado en Roma el 8 de marzo por el prosecretario de Estado monseñor Tardini. Falleció de repente en Córdoba el día 3 de enero de 1970, cuando hacía pocos días que había regresado de Roma, a donde hacía frecuentes viajes por haber sido elegido en la Conferencia Episcopal Española presidente de la Comisión de Seminarios, en cuyo asunto estaba especializado por haber publicado un libro sobre los seminarios tridentinos[5].

D. GREGORIO Mª LÓPEZ ZARAGOZA, obispo de Plasencia.

Nació en Villacañas (Toledo) el 24 de abril de 1805. Estudió en el Seminario Diocesano y se licenció en Derecho Canónico por la Universidad de Toledo. Ordenado de presbítero el 13 de junio de 1829, fue profesor de Historia Eclesiástica en el Seminario de Plasencia, así como beneficiado, fiscal y provisor del obispado, pasando a Sevilla como visitador general de la diócesis hasta su nom bramiento para obispo de Plasencia el 21 de diciembre de 1863, siendo consagrado en Madrid el 13 de marzo de 1864 por el nuncio Barili. Falleció en Plasencia el 3 de marzo de 1869[6].

D. Fr. DIEGO DE MELO Y PORTUGAL, obispo de Osma v Jaén.

Nació en Badajoz a mediados del siglo XVIII, ingresando en la orden de agustinos, donde desempeñó importantes cargos hasta 1794 en que fue nombrado obispo de Osma, pasando en 1798 a la diócesis de Jaén, que gobernó hasta su muerte en 1816[7].

D. RAMÓN MONTERO, obispo de Coria y arzobispo de Burgos.

Nació en Fuencarral (Madrid) y empezó sus estudios en las Escuelas Pías pasando al Seminario de Murcia para cursar Filosofía y más tarde Teología en la Universidad de Alcalá de Henares, como becario del colegio de Málaga, donde se doctoró en la Facultad de Teología. Obtuvo por oposición el curato de El Pardo y más tarde una canonjía en Segovia y la lectoral de la Colegiata de La Granja. Durante la guerra de la Independencia rechazó una canonjía en Burgos que le ofreció el gobierno intruso, permaneciendo en Loeches como capellán de religiosas. Elegido diputado por Madrid en las Cortes de 1812, se distinguió par la rectitud y templanza de sus opiniones. Fernando VII le agració después con una canonjía en la catedral de Jaén, de donde pasó a otra de Toledo, habiendo sido en Madrid director del Hospital. En 1826 fue nombrado abad de la colegiata de San Ildefonso en La Granja y en 1830 obispo de Coria, donde colocó la primera piedra para el Seminario, siendo promovido en 1847 al arzobispado de Burgos en el mes de octubre y murió poco después en Madrid, el 30 de mayo de 1848, siendo enterrado en Fuencarral. Tenía la Cruz de Isabel la Católica y había sido senador del Reino, por lo que pronunció en el Senado notables discursos defendiendo los derechos de la Iglesia contra la política religiosa del gobierno liberal y estaba reconocido como orador sagrado[8].

D. ANTONIO MONTERO MORENO, obispo auxiliar de Sevilla y obispo de Badajoz.

Nació en Churriana de la Vega (archidiócesis de Granada) el 28 de agosto de 1928. Estudió en el Seminario Diocesano de San Cecilio, donde fue presbítero el 19 de marzo de 1951. Después marchó a Roma, donde se doctoró en Historia de la Iglesia por la Universidad Gregoriana con la tesis «Persecución religiosa en España», que fue editada por la B.A.C. En el curso de 1958-59 terminó los estudios para el doctorado en Teología por la Universidad Pontificia de Salamanca con la no ta de «Summa cum laude» en todas las asignaturas. Ha sido director de la revista «Ecclesia» y el día 4 de abril de 1968 era nombrado obispo titular de Regiana y auxiliar del cardenal Bueno Monreal, arzobispo de Sevilla, que lo consagró en aquellas catedral el 17 de mayo de 1969 y con el que ha venido colaborando en el gobierno de la diócesis hasta su reciente nombramiento en 1980 para el obispado de Badajoz[9].

D. Fr. PEDRO NUÑEZ PERNIA, obispo de Coria.

Nació en Benavente (Zamora), en 1810 de familia noble. Estudió en Valladolid y profesó en el monasterio de San Benito de Sahagún, que abandonó al llegar la Desamortización en 1836, ejerciendo el ministerio sacerdotal en su pueblo. Después fue nombrado canónigo de Menorca, Barcelona y Toledo, así como abad de la colegiata de Jerez de la Frontera, volviendo a Toledo como arcediano. En mayo de 1868 era promovido a la sede episcopal de Coria y consagrada en la iglesia de San Martín de Madrid por el nuncio Franchi en febrero de 1869. Tuvo momentos difíciles como obispo debido a la revolución de septiembre de 1868 con sus luchas políticas y el juramento que tenía que prestar a la nueva Constitución. Asistió al Concilio Vaticano I al final de 1869 y murió en Cáceres en 1884, siendo enterrado en la catedral de Coria. Durante su largo pontificado publicó varias pastorales, reorganizó el Seminario con nuevo plan de estudios y suprimió la llamada carrera breve debido al bajo nivel cultural que tenía el clero salido de ella y que era objeto de críticas y burlas por los políticos liberales. Era caballero de la Orden de Carlos III y autor de dos folletos titulados: «Dos cartas a una monja carmelita de Toledo» y «Un catecismo filosófico, moral y práctico»[10].

D. ESTEBAN JOSÉ PÉREZ FERNANDEZ, obispo de Coria y Málaga.

Nació en Jorairatar (Granada) en 1799. Estudió en el Seminario de Granada del que fue profesor, así como de su Universidad y fue párroco de Loja, canónigo de Toledo, deán de Granada y misionero apostólico hasta 1865 en que fue nombrado obispo de Coria, donde entró el 25 de marzo de 1866. Ordenó la continuación del Boletín Eclesiástico, que estaba interrumpida y consiguió un breve pontificio declarando patrono principal de la diócesis a San Pedro de Alcántara. Cuando entró en Coria ya estaban disueltas las juntas revolucionarias informando al principio de 1869 al Papa sobre el estado de su diócesis. Le unía especial amistad con el general Narváez, a cuyo cadáver acompañó hasta su entierro en Loja, donde pronunció la oración fúnebre. Preconizado en el consistorio de 16 de enero de 1874 para el arzobispado de Tarragona con otros varios obispos, que no fueron reconocidos por el nuevo gobierno, aprovechó esta circunstancia para renunciar a dicho arzobispado continuando como obispo de Málaga, de donde había sido nombrado obispo en septiembre de 1868 y allí falleció en 1878. Era predicador de su majestad y caballero de la Orden de Isabel la Católica y Carlos III[11].

D. RAMÓN PÉREZ RODRÍGUEZ, obispo de Badajoz y Cádiz.

Nació en Mecina Fondález (Granada) en 1868. Hizo los estudios en el Seminario Diocesano y en la Universidad de Granada, obteniendo los títulos de doctor en Teología, licenciado en Derecho Civil y Canónico y profesor de instrucción primaria. Ordenado de presbítero en 1891, fue profesor, vicerrector y rector del Seminario de Granada, capellán de Reyes Católicos, canónigo de le catedral, fiscal, provisor y vicario general del arzobispado hasta su nombramiento para la sede episcopal de Badajoz el 12 de marzo de 1821, diócesis que rigió hasta mayo de 1929, en que fue nombrado obispo de Sión, procapellán mayor de su majestad vicario general castrense y patriarca de las Indias occidentales. Al venir la República en 1931 y suprimir el vicariato castrense, fue trasladado al obispado de Cádiz que estaba vacante, en 1933, continuando con el título de patriarca de las Indias, donde organizó una nueva división de arciprestazgos y falleció el 28 de enero de 1937. Entre sus actos destacan la reorganización de la Acción Católica, la Asamblea Eucarística Diocesana y homenaje al celebra polígrafo Arias Montano con motivo del V centenario de su nacimiento en Fregenal de la Sierra, la fundación en Villafranca de los Barros de una casa para el clero y un Seminario menor, el Seminario de verano en Marbella con una finca de recreo extra-muros de la ciudad, celebró una asamblea misional en Zafra y doto de casa rectoral a varias parroquias[12].

D. Fr. ANTONIO Mª SANCHEZ-CID CARRASCAL, obispo de Coria.

Nació en Fregenal de la Sierra en 1799. Estudió en la Universidad Literaria de Sevilla al lado de un tío suyo que era abad de la colegiata de El Salvador y en 1813 entró en el Oratorio de San Felipe Neri de Sevilla, donde pasó 40 años trabajando en el confesonario y en el púlpito. Al ser cerrado el Oratorio en 1835, permaneció en Sevilla y volvió al mismo en 1843, escribiendo un libro titulado «Epitome Histórico de la gran villa de Fregenal, provincia de Andalucía Baja». Fue examinador sinodal en Sevilla y Badajoz y obispo de Coria el año 1852, siendo consagrado en las Salesas de Madrid por el nuncio Bruneli. Creó el Boletín del Obispado y en 1857 marchó a Sevilla para estar una temporada en el Oratorio donde le sorprendió la muerte el 14 de febrero de 1878 y está enterrado en la iglesia del mismo. Dio un nuevo plan de estudios al Seminario, aumentó los volúmenes de su biblioteca, estableció la Pía unión contra la blasfemia y restauró el santuario de la Virgen de Algeme[13].

D. FÉLIX SOTO Y MANCERA, obispo de Badajoz.

Nació en Zafra (Badajoz) en 1849 y estudió la carrera eclesiástica en el Seminario de Cuenca después de haber sido alumno de un colegio católico en Gibraltar. Ordenado de presbítero en 1874 en Cuenca y nombrado profesor de Latín, se doctoró en Derecho Canónico y volvió a Gibraltar como profesor del citado colegio. En 1879 era nombrado fiscal del tribunal eclesiástico de Cádiz, donde poco después obtenía la doctoral y era nombrado auditor del tribunal de Ha Rota en Madrid, donde estuvo hasta el 14 de noviembre de 1904 en que fue promovido al obispado de Badajoz, donde sucedió al dominico P. Hevia Campomanes. Su pontificado fue breve, pues falleció el 31 de enero de 1910, habiéndose ganado el aprecio de sus paisanos, pues era hombre muy inteligente y virtuoso[14].

D. MARCELO SPINOLA MAESTRE, obispo de Coria y Málaga y cardenal arzobispo de Sevilla.

Nació en la Isla de San Fernando (Cádiz) en 1835. Era hijo de los marqueses de Spinola. Estudió en Cádiz, Motril y Granada, donde se graduó en Bachiller, Filosofía en la Universidad de Valencia y se licenció en derecho por la Universidad de Sevilla. Decidido a seguir la carrera eclesiástica, renunció a los títulos nobiliarios que le correspondían como primogénito y fue ordenado de sacerdote en 1864. Celebró su primera misa en la iglesia de San Felipe Neri de Sevilla, en la que continuó ejerciendo el ministerio de la caridad por medio de las Conferencias de San Vicente de Paul, de las que era especial protector. Nombrado párroco de San Lorenzo de Sevilla, restauró el templo, creó escuelas y asilos y en 1879 era nombrado canónigo de Sevilla, visitador general del arzobispado y director espiritual de la Asociación de Señoras Católicas. En 1880 recibía el nombramiento de obispo titular de Milo y auxiliar del cardenal arzobispo de Sevilla Lluch Garriga. A la muerte de éste, era trasladado al obispado de Coria en 1884, donde sólo estuvo dos años, figurando entre sus actos más importantes la fundación de las Esclavas del Sagrado Corazón, la visita ad limina de la diócesis y el nuevo estatuto para el Seminario. Trasladado a Málaga en mayo de 1886 tuvo un fecundo pontificado hasta 1895 en que era promovido al arzobispado de Sevilla y creado cardenal el 11 de diciembre de 1905, habiendo fallecido el 19 de enero de 1906 con fama de santo y sabio[15].

D. MANUEL DE TORRES TORRES, obispo de Plasencia.

Nació en Córdoba el 9 de abril de 1849. Estudió en el Seminario Diocesano y en el de Sevilla donde se licenció en Teología. Fue párroco de San Francisco de Córdoba y más tarde canónigo archivero y arcipreste de la catedral, pasando en 1904 a Sevilla, donde fue arcediano y deán hasta el 18 de julio de 1913, en que fue nombrado obispo de Plasencia para suceder al llorado obispo Jarrín, antiguo magistral de Salamanca, que había fallecida haciendo la visita pastoral en Villa Hernando. Su pontificado fue muy breve, pues murió el 4 de junio de 1915 sin haber llegado a realizar actos importantes en la diócesis. Estaba considerado como literato y orador[16].


NOTAS:

[1] DÍAZ CASSOU, Serie de obispos de Cartagena, p. 242.

[2] Anuario Religioso Español (Madrid 1947), p. 371.

[3] Id., p. 424.

[4] Anuario Pontificio de 1978, Diócesis de Coria, p. 150.

[5] Id. de 1970, Diócesis de Córdoba, p. 131. Catálogo de alumnos del Colegio Española de Roma en 1954, p. 62.

[6] Guía del Estado Eclesiástico de España en 1865 (Madrid), p. 322. RITZER, Obispos Españoles, t. VIII (Roma), p. 458.

[7] 7. E. SUBIRANA, Anuario Eclesiástico de España (Barcelona 1933). Apéndice Episcopologio de Osma, p. 177.

[8] M. A. ORTI BELMONTE, Episcopologio Cauriense, p. 163-164.

[9] Anuario Pontificio de 1970. Diócesis de Sevilla, p. 783. Memoria de la Universidad Pontificia de Salamanca de 1959, p. 81.

[10] M. A. ORTI BELMONTE, Episcopologio Cauriense, p. 171-173.

[11] Id., p. 170-171. Historia de la Iglesia en España. V (Madrid 1978), V. CÁRCEL ORTI, p. 192 y 275.

[12] E. SUBIRANA, Anuario Eclesiástico de España de 1931. Capilla Real, p. 429.

[13] M. A. ORTI BELMONTE, Episcopologio Cauriense, p. 167-169.

[14] E. SUBIRANA, Anuario Eclesiástico de 1918 (Barcelona). Obispos españoles fallecidos en el último decenio, p. 302.

[15] M. A. ORTI BELMONTE, Episcopologio Cauriense. p. 174-175. y J. Mª JAVIERRE, Don Marcelo de Sevilla (Barcelona 1973).

[16] Anuario Pontificio de 1914, Diócesis de Plasencia, p. 170. E. SUBIRANA, Anuario Eclesiástico de 1918, p. 302. L. PÉREZ BELLOSO, Anuario Eclesiástico de España 1904 (Madrid). Archidiócesis de Sevilla, p. 651.

Oct 011980
 

Jesús Bermejo Jiménez C.F.M.

En esta comunicación pretendemos abordar, desde una visual en cierto modo nueva y original, la personalidad de D. Eladio Mozas Santamera, fundador de la Congregación de Hnas. Josefinas de la Stma. Trinidad.

Podemos comenzar formulando una pregunta no ociosa ni estéril: ¿Cuáles son los principales elementos que configuran la personalidad intelectual, humana y cristiana de un sabio, de un artista, de un santo, de un fundador o de un apóstol? Las raíces, lógicamente, son muchas y se entrecruzan  a veces en una red inextricable, difícil de clarificar. El paisaje interior y aún exterior  de una persona queda configurado por la herencia psicosomática, la tierra nativa con su idiosincrasia, el ambiente, la educación, las lecturas,  las amistades y otros muchos factores que, en mayor o menor grado, colaboran al enriquecimiento interior y a la misma fisonomía exterior de cada persona.

En el caso de D. Eladio Mozas Santamera, los influjos recibidos ya desde la más tierna infancia se armonizaron de una forma tan perfectamente dosificada y equilibrada, que nos produce admiración la riqueza humana y espiritual de esta figura procer de la Iglesia placen tino-extremeña.

La personalidad de D. Eladio, enriquecida ya por la naturaleza, se vio ulteriormente colmada por el influjo familiar -una familia en la que hubo una verdadera floración de vocaciones sacerdotales- y definitivamente plenificada por el estudio y la experiencia mística, sobre todo en los últimos años de su vida.

En el ámbito de los influjos familiares o, mejor, parafamiliares, conviene recordar uno que nos parece decisivo en la evolución vocacional de D. Eladio. Nos referimos al de su tutor, D. Santiago Yañez, Canónigo de la Sta. I. Catedral de Plasencia.

¿Quién fue este hombre y en qué medida su experiencia, su consejo, su discreta capacidad de persuasión fueron determinantes en momentos decisivos para el joven Eladio, especialmente en la profunda crisis vocacional sufrida en Madrid a finales de 1.863 y en los primeros meses de 1.864? ¿Cuáles fueron los rasgos más acuciados de la personalidad de D. Santiago y cómo se desarrollaron sus relaciones, sobre todo cuando D. Eladio, inspirado por Dios y confirmado por el Papa Pío IX, fundó su Congregación en Plasencia?

DATOS SOBRE D. SANTIAGO YAÑEZ RIAZA.

Su vida coincide con el siglo XIX. Nació en Sigüenza (Gualajara), el día 25 de Julio de 1.800, en el seno de una familia de honrados carpinteros. Apenas nacido, recibió de manos del cirujano Dr. Juan Francisco Martínez el bautismo de urgencia, debido a su precaria salud. Más tarde, el 1º de Agosto siguiente, el Párroco Don Juan Francisco Ángel completó solemnemente las ceremonias bautismales.

Y el 3 de Abril de 1.801 fue confirmado por el Obispo Gobernador Eclesiástico de Sigüenza, Dr. Joaquín Blas Álvarez de Palma.

Poco conocemos de la vida de D. Santiago Yáñez Riaza. Hay notas sueltas en los Archivos del Ayuntamiento y Parroquias de Sigüenza, como son las relacionadas con Censos de población; Libros de Matrícula municipal y parroquial. Asimismo, en los Archivos catedralicio y diocesano de Plasencia, Boletín Ecco. del tiempo, etc. se habla de sus actividades como Sacerdote y Canónigo. En el Archivo H. Nacional, Sección de Universidades, Universidad de Sigüenza: Libro de Matrícula 1269 F, aparece «Santiago Yáñez, natural de Sigüenza, edad 15 años, pelo castaño, ojos pardos y blanco de rostro. Se matriculó en esta Universidad para cursar el primer año de Filosofía, con la protesta de presentar certificación de aprovechamiento de Gramática…»

En la misma Universidad de San Antonio de Sigüenza cursó 22. y 39. de Filosofía y cinco años de Teología. «Durante sus estudios asistió con puntualidad a las respectivas academias, donde arguyo y defendió siempre que le correspondió y otras veces voluntariamente».

En el Archivo Histórico Diocesano de Sigüenza se encuentra el expediente que se inició para pedir la primera clerical tonsura: En 3 de Novbre. de 1.823 solicita ser ordenado de primera clerical tonsura, a Título de la Capellanía de Ntra. Sra. de la Orta de la Ciudad de Zamora. Con fecha 1 de Marzo de 1.824 solicita ser ordenado de Grados (0. Menores) y Subdiaconado a Título de Patrimonio. En 18 de Agosto solicita ser ordenado de Diácono en las Témporas de S. Mateo. Y en 22 de Novbre. siguiente solicita ser ordenado de Presbítero en las Témporas de Sto. Tomás; lo recibió el 18 de Diciembre de 1.824.

Por disposición del Obispo Dr. Fraile sirvió con puntualidad durante dos años como ecónomo la parroquia de Guijosa y un anejo suyo. Otros dos años estuvo en las parroquias de Esplegares y Valmaces .

En 1.830 fue nombrado por Su Majestad el Rey Fernando VII Racionero de la Catedral de Sigüenza. De este cargo se posesionó en julio del mismo año y lo desempeñó con exactitud y celo hasta Agosto de 1.852, en que pasó a ser beneficiado, en conformidad con lo establecido en el Concordato de 1.851. El citado Concordato decía: «Las canonjías de oficio se proveerán, previa oposición, por los prelados y cabildos. Las demás dignidades y canonjías se proveerán, en rigurosa alternativa, por S. M. y los respectivos arzobispos y obispos» (art. 18). En el n2. 17 se establecía que la diócesis de Plasencia tuviera 16 capitulares y 12 beneficiados. Durante seis años, D. Santiago fue, además, obrero de la fábrica catedralicia de Sigüenza, y procurador de la misma.

Por medio de una señora de la nobleza madrileña, conocida suya y amiga de Isabel II, D. Santiago Yáñez consiguió con fecha 13 de Marzo de 1.857 una canonjía en Plasencia, vacante por traslado a Jaén de D. Francisco de Paula Queso y Partal. La reina declaraba que D. Santiago es presbítero de buena vida y costumbres y sana doctrina. La renuncia a la canonjía de Sigüenza fue presentada el 3 de Junio de 1.857. La Corporación le dio las gracias y le concedió la hermandad que él solicitó.

El Archivo catedralicio de Plasencia guarda el expediente de posesión de la Canonjía. Recoge la Real Cédula de S. M. la Reina por la que se otorga a D. Santiago Yáñez, Beneficiado de Sigüenza, la Canonjía vacante en esta Catedral por traslado de D. Francisco de Paula Queso y Partal a otra de Jaén. Tomó posesión D. Santiago en Plasencia el miércoles 1-. de Julio de 1.857. Hay también un certificado  en el que consta que D. Santiago presentó su documentación (Partida  de Bautismo, Título de Presbítero) que de nuevo recogió dicho Sr. Yáñez, firmando su recibo. Hay nota detallada de las cuotas y derechos abonados, en total 391 rs., 14—.  Obispo de Plasencia era entonces el Dr. D. José Ávila y Lamas.

Y en la ciudad del Jerte permanece D. Santiago Yáñez durante el resto de su vida hasta el 25 de Abril de 1.884, en que falleció santamente. De castellano afincado en Extremadura podemos calificar a este sacerdote ejemplar, que vivió en Plasencia durante los 27 últimos años de su vida, la etapa tal vez más rica y sazonada de su existencia.

INFLUJO DE D. SANTIAGO YAÑEZ SOBRE D. ELADIO.

En realidad no existieron relaciones de consanguinidad entre ambos, por línea directa. Sí indirectamente: una hermana de D. Santiago llamada Rufina, estuvo casada con Eulogio Santamera, tío carnal de Eladio. Este entronque afectó profundamente a toda la familia Santa-mera; de hecho, D. Santiago se relacionó íntimamente con ella asistiendo a muchos acontecimientos sociales y presidiendo otros de carácter religioso y sacramental. Doña Mónica, madre de D. Eladio, le nombró su testamentario y tutor de Eladio.

Ya desde su niñez Eladio había sido confiado a los cuidados de D. Santiago -entonces Racionero en Sigüenza-, quien desempeñó el cargo de tutor hasta que Eladio recibió la ordenación sacerdotal en 1.865. Desde su entrada en el Seminario hasta 1.856 todo transcurrió con normalidad y D. Santiago se limitó a seguir la trayectoria vocacional del joven seminarista impulsándole a su ideal y animándole discretamente a superar las pequeñas dificultades que iba encontrando.

El Curso escolar 1.856-1.857 fue particularmente duro para Eladio. La última y delicada enfermedad de su madre le quitó tiempo y salud. El la atendió día y noche con infinita delicadeza y abnegación filial durante más de un año hasta que, a la edad de 62 años, entregó su preciosa alma al Señor. Eladio se vio solo, triste, falto de fuerzas físicas y espirituales; su debilidad fue motivo de preocupación para toda la familia; también D. Santiago se preocupó profundamente y para que pudiera aliviarse y superar la honda crisis, le hizo ingresar como interno en el Seminario, para que tomara parte en los recreos y horas de descanso establecidos en el Reglamento. Tras dos años de calma, la crisis se agudiza en 1.860, año en que Eladio se traslada a Madrid decidido a probar fortuna, haciendo una carrera brillante.  Aquí la crisis afecta al mismo tiempo a su vocación y a su porvenir, y aquí es donde la influencia de D. Santiago es decisiva. Y no es que D. Santiago en esta ocasión intentara inclinar a Eladio a abandonar su carrera civil, pues esperaba que por su brillantez Eladio había de dar gran lustre y altura a la familia. Con  su frecuente correspondencia intentaba estimular al joven Eladio hacia el estudio y evitar se pervirtiese con malas compañías. Por eso también D. Santiago rogaba y rogaba a sus amigos de Madrid se ocuparan de Eladio , recibiendo con satisfacción inmejorables impresiones sobre su conducta social y cristiana. Eladio le escribía a Plasencia hablándole de sus estudios, de sus proyectos, de sus inquietudes. D. Santiago, consciente de su responsabilidad, sobre todo desde que joven es huérfano también de madre, le presta ayuda económica y moral. En cierta ocasión le envió la cantidad de 1.500 reales, una cifra bien significativa en aquella época, y Eladio le escribe agradeciéndoselo.

Los consejos de su tutor, con enorme sabiduría y prudencia, debieron de ser eficaces a la hora de tomar la decisión de volver a la senda perdida. En 1.864, tras el fracaso sufrido en las Oposiciones, decide Eladio recibir las Ordenes Sagradas y acude, como siempre, a su tutor para que exponga el caso al Obispo de Plasencia, Dr. D. Gregorio Mª López y Zaragoza, recién llegado a la Diócesis. El hecho de elegir Plasencia como destino definitivo de su vida y apostolado sacerdotal se debió, sin duda, a la presencia de D. Santiago en la ciudad del Jerte. El Canónigo placentino era una sombra propicia y providencial para el joven Eladio, lleno de ilusiones y esperanzas .

Una vez terminado este período de tutoría, las relaciones, ahora más íntimas y profundas, si cabe, se desarrollaron a otro nivel superior; D. Santiago se convirtió en el mejor amigo y consejero de Eladio.

El 27 de Julio de 1.866 el Párroco de San Esteban de Plasencia comisionó a D. Santiago para introducir a D. Eladio en la toma de posesión  de la parroquia de S. Nicolás, que había ganado por oposición .

A partir de este momento vivirán juntos bajo el mismo techo, compartiéndolo todo entre sí y con sus familiares, todos pertenecientes a la familia Santamera: un grupo que oscilaba entre cuatro y seis personas.

TENSIÓN CRITICA Y ULTIMA CONVERSIÓN DE D. SANTIAGO

Durante muchos años la convivencia fue pacífica y amable. La estima recíproca y el espíritu de oración y sacrificio por parte de todos hacía cicatrizar las pequeñas heridas o divergencias que pudieran surgir; pero D. Eladio -hombre de gran amabilidad y dulzura-  tenía un temple diamantino. Por encima de toda consideración humana ponía la gloria de Dios y el bien de las almas; y su espíritu compasivo le llevaba a extremos no comunes. Comenzó por hacerse amigo de los pobres, llegando incluso a albergarlos en su misma casa. Apenas conoció que era voluntad de Dios que fundara una Congregación, puso manos a la obra sin que nada ni nadie le arredrara; y no cejó nunca ante las críticas dirigidas por muchas personas, incluso piadosas, de Plasencia a él y a sus Religiosas.

La situación llegó a hacerse insostenible, sobre todo para aquellas personas que, aun siendo buenas, carecían de la capacidad de sufrimiento del Fundador de las Hermanas Josefinas de la Santísima Trinidad.

D. Santiago, que estimaba y amaba al perseguido, llegó a alarmarse; no podía tolerar que se hablase mal de D. Eladio en la población, al verle rodeado de pobres por las calles, y sobre todo por su tenacidad en llevar adelante la Fundación.

Llegó un momento, hacia el año 1.880, en que el choque se hizo inevitable y se convirtió en fuente de amarguras y sinsabores. La tensión afligía profundamente a ambos Sacerdotes y a toda la familia. ¿Qué hacer? ¿Qué decisión tomar? La solución era fácil, pero

comprometida: D. Eladio, dada su condición de Párroco de S. Nicolás, podía separarse de D. Santiago y poner casa propia. Pero esta solución hubiera tenido más intención de corte justiciero que de caridad que acepta la cruz con todas sus consecuencias. Consciente de que esta solución iba a enconar aún más las heridas, prefirió seguir sufriendo antes que romper definitivamente con su antiguo tutor. En lo más profundo de su alma tenía la seguridad de que la verdad límpida y pura había de triunfar; y esperó con paz y perseverancia, confiado en el Señor. Esta lenta agonía familiar duró más de dos años. Pero al camino del Calvario siguió la primavera de la Pascua de Resurrección .

¿Qué fue lo que sucedió en el corazón de D. Santiago? Lo ignoramos. Pero al fin, por caminos misteriosos, su alma quedó iluminada por el fulgor de la verdad. Una mañana de Agosto de 1.882, acompañado por el niño de 11 años, José Mª Santamera, más tarde Párroco de Navaconcejo y Béjar -aquí Arcipreste-, D. Santiago, anciano ya 82 años, se dirigió a la Casa y Comunidad de las Religiosas Josefinas; hacía mucho tiempo que no quería saber nada de ellas; más aún, deseaba que la Congregación se deshiciera para que cesaran las infundadas habladurías que corrían por la ciudad. Las Religiosas al verlo quedaron como petrificadas; pero con gran sorpresa oyeron de sus labios que iba a pedirles perdón por su conducta para con ellas y para con su Fundador. Quiso después ver las obras que estaban haciendo y les prometió su ayuda. Antes de despedirse les dijo que amaran a su Fundador porque estaba convencido de que era un santo. Al regresar a casa no dijo nada a D. Eladio; quería que las mismas Religiosas le comunicaran la alegría de su arrepentimiento. Esta fue su última conversión, tal vez, y acaso la más profunda.

¡Con cuánto júbilo debió recibir D. Eladio la ansiada noticia, tras las amarguras sufridas! Podemos imaginar el abrazo estrechísimo que selló definitivamente una amistad antigua que había pasado, para hacerse aún más fuerte, por el crisol de la incomprensión y del sacrificio. Dos años más tarde, el 25 de Abril, como hemos dicho, D. Santiago moría piadosamente en los brazos de aquél a quien él mismo había calificado como santo.

CONCLUSIÓN

Las dos personalidades de la Iglesia Placentina, cuyos despojos mortales reposan en la Ciudad del Jerte, quemaron sus mejores años de santidad y apostolado en Extremadura. Fueron castellanos recios, cuyas vidas quedaron suavizadas por la dulzura de nuestra luz y de nuestra tierra y, sobre todo, por la obra  que Dios realizó en sus almas y a través de ellos.

La lección que nos ofrecen a través de la trama de sus vidas es, al mismo tiempo, una lección de humanismo y una lección de santidad.

Oct 011980
 

José María Basanta Barro.

Curso escolar 1888-1889 en la Escuela Normal Central, instalada la madrileña calle Ancha de San Bernardo, en el caserón que actualmente ocupa el Instituto «Lope de Vega». Comenzado ya el curso, se incorporó a las clases un muchacho gallego que dará fe de esta historia, Casto Blanco Cabeza, quien no tardó en tener a su lado, además de Julio Veiga, hijo del autor de la famosa «Alborada gallega», a otros dos paisanos: Táboas, estudiante infatigable y Cabanelas, alto, fornido, que se conformaba con atender a los profesores. Pronto se acrecentó el grupo con un salmantino: José Mª Gabriel y Galán.

Casto y Galán estrecharon la amistad en muy poco tiempo. Juntos actuaron para salvar la vida de un niño atacado de viruela, al que Galán atendió durante nueve días en una sórdida buhardilla. En pelea concertada en el Campo del Moro, lugar entonces abandonado, Casto defendió a Galán castigando con sus puños a un ofensor. Desde aquel día, Galán frecuentó la casa donde vivía Casto, la de Julio Veiga que, además, era un excelente violinista. Su profesor, Monasterio, le había confiado un Stradivarius, para que con él preparase el concierto que el Conservatorio ofrecía al finalizar el curso.

En aquella tertulia también se escribían y recitaban versos; pero era frecuente esta disputa:

-Que toque Julio, (decía Galán)
Y Julio respondía:
-Que hable Galán

Acababan por actuar todos, sin dejarse desear; mas lo bueno dura poco y la tertulia tuvo que suspenderse, porque había que preparar los exámenes con la antelación necesaria para saltar la barrera que suponía, sobre todo, la asignatura de Legislación, por la severidad que imponía el catedrático. Sólo Táboas estaba impuesto en esta materia y se decía que, de tantos paseos con el libro en la mano, había hecho un ancho surco en las baldosas de su habitación. Casto, Galán y Cabanelas compraron una cafetera de diez tazas, se encerraron en la habitación del salmantino y, durante un mes, sólo asistieron a una corrida de toros. Cabanelas utilizó su ímpetu para poder llegar a la taquilla de  plaza y, con las prisas, le dieron una entrada de más; ante la posibilidad poderla devolver, Galán decidió dársela a una niña que les había vendido naranjas.

Llegados los exámenes, Casto Blanco y Gabriel y Galán eran los más comprometidos por su condición de maestros por oposición, de Narón y Guijuelo respectivamente. Estaban estudiando con permiso especial de sus lectores y el Director de la Normal tenía que comunicarles los resultados. Dirigía la escuela don Jacinto Sarrasí, buen pedagogo, que tuvo gran influencia sobre Gabriel y Galán.

Táboas fue de los primeros en examinarse y abandonó Madrid en seguida. Sus amigos fueron a despedirle a la estación del Norte y alguien allí quería bronca. Como siempre, Galán les hizo cara; pero Cabanelas resolvió la situación porque, según Casto: «de una sola guantada, tumbó a cinco o seis personas en el santo suelo».

Finalizaron los exámenes el día 17 de Junio y de cincuenta alumnos oficiales, sólo nueve aprobaron el grado Normal, entre ellos, todos los amigos. Sólo Julio Veiga se quedaría en Madrid, para actuar ya en la orquesta de la Sociedad de Conciertos, que entonces dirigía Tomás Bretón, porque Galán, autorizado por su padre, iría con Casto para conocer Galicia y ver el mar. Casto fue a Segovia a despedirse de unas parientes y allí esperó a Galán para hacer juntos el viaje. Era el lunes, 26 de Junio de 1889, un año antes había entrado en servicio la variante segoviana del ferrocarril Madrid-La Coruña, línea inaugurada en 1884.

Ya en el tren, los dos amigos volcaron sus almas en una conversación apretada de noticias, hasta que Galán se quedó dormido y Casto tuvo ocasión de estrenar su carácter de anfitrión velándole el sueño durante todo el viaje. Al despertar, la primera atención de Galán fue hacia la condición salvaje de la naturaleza gallega y su extensa gama de verdores. En La Coruña, estuvieron en la casa de don Darío García, maestro y gran amigo del padre de Casto. Era poeta y Casto le alababa mucho una oda: «El valle de San Saturnino», que calificaba como clásica. Su hijo, Antonio García Ramírez, también hacía versos, motivo suficiente para ser, también, inseparable de Galán. Preparaba el ingreso en la Armada.

Los tres amigos recorrieron la ciudad de La Coruña y, sin duda, al forastero le sorprenderían las amplias galerías, a las que doña Emilia Pardo Bazán llamaba «quitapesares». Orzán es palabra que en gallego significa trueno y fue allí donde José María Gabriel y Galán vio cumplida su ilusión de ver el mar, bravo mar, tronando contra los acantilados. Como contraste y en el ocaso, el silencioso y lento hundimiento del sol en el horizonte, hecho que a las legiones del romano Décimo Junio Bruto produjo «religioso horror»; pero que a Gabriel y Galán le inspiró una preciosa octava real que recitó en alta voz mientras la puesta ocurría, pero que no pudo reproducir. Sin duda estaba sólo destinada para aquel bello instante.

Ver el mar antes de morir fue el anhelo de Rosalía de Castro y la llevaron a la ría de Arosa, a Puerto Carril, por donde entonces entraban y salían los emigrantes gallegos a América. Tornó alegre a Padrón la poetisa, para fallecer muy pronto. Para vivir, al menos unos quince años más, parecía que Galán quiso también ver el mar, para tomar sus dimensiones y dárselas al alma. Lo hizo en un país que vivía un renacimiento literario, con aires del Norte, historia, melancolía y gran amor a la tierra. Rosalía habría de ser la primera en romper la métrica que se usaba, impulsada por la cadencia, como reflejo de su gran sentido musical.

Y el mar nuevamente para Galán en la travesía desde La Coruña a El Ferrol, por el Portus Magnus Artabrorum y a bordo del vapor «Hercules», en el que se distinguían dos clases de pasajeros: los de proa, los más movidos y los de popa, que lo eran muy poco menos, porque es cierto el refrán marinero: «Quien pasa la Marola, pasa la mar toda» y Galán pasó ante aquella gran peña, en cuyas inmediaciones, las aguas de tres rías luchan con el mar abierto.

Ya en El Ferrol, visita obligada a la novia de Casto, en cuya casa fueron muy bien acogidos y más galerías en las fachadas de las casas, quizá las primeras, porque su origen parece estar en las cristaleras de los grandes galeones. Ciudad neoclásica, con calles trazadas a cordel, Ferrol es también ciudad de poetas. Allí encarnó Alberto Camino el alma regional bastantes años antes que Rosalía y Aurelio Ribalta la unió al paisaje. A doce kilómetros del Ferrol está San Saturnino, donde Don Alberto, padre de Casto, ejercía su profesión de maestro nacional y allí llegaron a descansar los dos amigos. Antonio llegó a los pocos días, para pasar con Casto el día del santo, 1 de Julio; pero también para las fiestas de la Visitación de Nuestra Señora, el 2 de Julio, conocida allí como Santa Isabel, patrona del lugar. A las fiestas acudieron también muchas jóvenes ferrolanas, incluidas las novias de Antonio y Casto. Todas reían las continuas ocurrencias de Galán y lo calificaban de «muy burlón» y, en efecto, supo burlar la aseveración de José Mª Pemán: «No olvidemos que Ferrol, San Fernando y Cartagena dibujan triángulo de nuestra defensa naval y nuestra derrota amorosa. Los hijos e hijas de estas «bases» o capitanías generales, se casan unos con otros desde los tiempos de Carlos III. Eso produce ya, por selección y herencia, una raza de «puras sangres» de la estrategia erótica y la captura matrimonial».

Hicieron una excursión a caballo para visitar los arsenales ferrolanos, que estaban en continua construcción naval y ya en la fase de los buques de acero. Se botó el cañonero «Mac Mahón» y estaba en gradas el crucero protegido «Alfonso XIII». También a caballo, se acercaron a los castillos ruinosos de Narahío y Moeche, aureolado éste por la trágica leyenda de Vasco, el joven trovador muerto por el padre de su amada.

Oyeron buena música en el palacio de los marqueses de San Saturnino y duques de la Conquista, título éste del Reino de Nápoles. Tras el palacio se veía un robledal que ya Madoz señalaba entre las alamedas más frondosas y en ella se adentraba un camino pulcro, que siempre se me antojaba recién barrido y por el que gustaba pasear en coche la marquesa, doña Natividad Quindós de Villarroel, Camarera Mayor de la Reina María Cristina, y madrina de pila de Alfonso XIII, que se aposentó en este palacio alguna vez.

El camino llevaba a un recodo del río Jubia en su recorrido de veintitrés kilómetros, el rincón conocido como el «Pozo de los donceles». Allí recitaba e improvisaba Gabriel y Galán y cuando más emocionados tenía a los amigos, quebraba el trance con un !Ay!, !Ay!, !Ay! grotesco. Casto afirma: Tenía entonces Galán dieciocho años y fue allí donde se revelaron sus excepcionales dotes de artista. Allí, bajo la tupida bóveda de aquel bosque inmenso de seculares robles… fue donde se abrieron de par en par los pétalos de la flor de  su inspiración». Allí compuso las dos primeras partes del poema «Mañanas y tardes» y la balada «Fuente vaquera». A Casto le dedicó un «Adiós» diferente al que actualmente figura en sus obras completas.

El día 22 de Julio fue la emocionada despedida de los amigos, porque Galán presentía que no se volverían a ver, como así sucedió, aunque se escribieron hasta la muerte de José María, que también tuvo amplio eco en Galicia. Su amigo Juan Neira Cancela, a quien ha dedicado «Nocturno montañés», pronunció una conferencia en Orense muy sentida: «Detuviérase Gabriel y Galán, en calma, en esta ribera abundosa, o en las gargantas de nuestras cordilleras, y ribera y cordilleras hubieran sido engarzadas en el oro de sus cuerdas».

Cuando Vales Failde quiere ensalzar el ambiente familiar creado por Rosalía de Castro, escribe: «al ama, que había sabido construir un hogar modelo de sociedad, heril y que bien merecía que un Gabriel y Galán lo cantase». El recuerdo de la estancia de Galán en San Saturnino motivó que, hace años, se propusiera dar su nombre a una escuela hogar recién dotada.

Los años dieron al poeta la perspectiva suficiente para poder sintetizar su arte en estas palabras escritas a un amigo: «Yo también soy un enamorado de la Naturaleza, y son mis dichas mejores sentirla todo lo hondo que puedo así en la montaña de Galicia, como en el amplio horizonte de mi patria chica, Castilla, y en el montaraz paisaje de esta aldea de Extremadura donde vivo»

Oct 011980
 

José María Basanta Barro.

Prácticamente desde los anteriores Coloquios, quedé emplazado para tratar sobre los corresponsales de Reyes Huertas, aproximadamente, trescientas personas que le escribieron algo más de mil cartas,

A la hora de la verdad, cuando el tiempo apremia, se me revelaron dos cosas. En primer lugar, que es necesario hacer una mejor clasificación formal de esta correspondencia y que resultaba muy difícil hacer la necesaria selección. La, primera cuestión hizo imposible la deseada impresión en la que constase el número de cartas de cada uno y los años que comprenden. En cuanto a la selección, opté por escoger según texto y oportunidad ahora.

Me pareció conveniente un orden cronológico y solamente citar que la primera carta está escrita en el año 1919 y la última en 1952, a fin de agilizar el texto.

Es Francisco Valdés, escritor que parece haber hecho roto de sinceridad con Reyes Huertas: «Concluyo de leer su última novela «La sangre de la Raza» (cuyo envío, en unión de «Lo que está en el corazón», agradezco a Vd. cordialmente). Son estos, los regalos que más estimo: los libros dedicados.

He de decir a usted que cuando tenga espacio publicaré parte de un capítulo en «La Semana». Y haré una crítica (o como se llame) para un periódico, a ser posible de Madrid. Hace tiempo que tengo abandonada mi colaboración (gratuita) en los periódicos madrileños, y no se si habrá dificultades para reanudarla. Tengo ahora bastante fiebre literaria  y voy a emprender, nuevamente, mis abandonadas tareas de escritor.

Yo he de poner algunos reparos a su novela. Precisamente porque la considero una buena novela, es por lo que precisa reparos. Vd. habrá observado que los libros que más se elogian son los peores, y lo contrario.

De todas suertes, felicito a Vd. por haber llegado a una altura como escritor, de la cual yo le creía muy distante. Ha sido para mí, pues, una «revelación» la lectura de «La sangre de la Raza». Y es que la ignorancia es siempre la que nos equivoca…. Reciba mi más sincera felicitación».

Ángel Marina, poeta guadalupense: «Pobre enfermo, recluido en este rincón, cuna y sepulcro de nuestras glorias extremeñas, hasta mí llegaron los ecos de la fama pregonando los méritos de una novela original de uno de los más. asiduos colaboradores, de la revista «Guadalupe», por estar entonces sin poder levantar la cabeza de la almohada no la pude encargar enseguida, pero en cuanto pude levantarme la pedí y las esperanzas de que era una novela de enjundia no se vieron fallidas, antes bien para mí ha sido de esas ocasiones, tan raras en la vida, en que la realidad supera a la esperanza. Aquella evocación de Medina cuando dirige su vista hacia las Villuercas!. Aquel final tan hermoso cuando el protagonista cae de rodillas rezando el padrenuestro… ¿Para qué seguir?. Únicamente le digo que para mí es un orgullo muy grande, muy grande, «La Sangre de la Raza», para mí es una gloria que Antonio Reyes Huertas sea extremeño».

Unos años después, al leer «Agua de turbión» le diría: «Que hoy es usted el amo del cotarro en Extremadura en estas cosas, pues no hay siquiera quien se le acerque a muchas leguas… Así como Galán descubrió el venero de poesía de la Alta Extremadura Vd. ha descubierto el filón de las tierras llanas y lo que ya extrae son lingotes de oro puro».

Cuando se armó revuelo en torno a «La ciénaga», R. Miral le incita desde la Escuela Normal de Badajoz: «Y debe Vd. seguir en el camino emprendido, aunque tenga que vencer insuperables obstáculos y taponarse los oídos para no oír a los perros que ladran a la luna».

Don Marcos Mesonero Nieto, profesor de Matemáticas en el Seminario de Plasencia y luego Rector, le dice: «Sus obras gustan aquí mucho y los ejemplares que yo tengo están continuamente en movimiento».

El pintor Eugenio Hermoso le dice, desde Madrid, algo que tiene actualidad vigente: «Muy de veras le agradezco su carta y la atención de remitirme un ejemplar de su bella obra, que me encanta, («Agua de turbión»), siendo para mí muy honroso el contarme entre el número de sus amigos y el estar unido a usted por el común sentimiento de amor a Extremadura que para nada entibia el amor delirante a España».

Antonio Silva Núñez, catedrático de Física y Química y Director del Instituto de Cáceres y gran amigo de Reyes Huertas: «He leído muchas críticas de «Fuente Serena», algunas de ellas me han parecido «bien, pero encuentro falta algo, pues la parte sentimental poética, así como la social, no se tratan con la extensión debida, lo primero, acaso, porque como dice Unamuno «la más pura poesía humana es inaccesible a quien no haya pasado en su vida por crisis mística más o menos efímera» y en cuanto a la segunda, por ser muchos los que no quieren ver que el problema social nos envuelve por completo…»

Desde Guadalcanal, opina el poeta Luís Chamizo: «…las dos novelas, o, mejor dicho, las dos partes de la novela, («Agua de turbión» y «Fuente serena»), me deleitaron y emocionaron. Las descripciones, sobre todo son maravillosas. Nadie como Vd. llega a la entraña de nuestra tierra y nos la muestra tal cual es, con solo unas pinceladas de supremo artista… no es la trama, tratándose de sus novelas, lo que yo busqué sino el poema de la Tierra que, desde «La Sangre de la Raza» nos viene Vd. dando en cantos vigorosos… »

Pedro Romero de Mendoza le escribe, desde Cáceres: «pienso que las tres últimas obras de usted debían estar en todos los hogares de Extremadura». «Hay en ellas mucho que aprender».

Antonio Rodríguez Moñino se escribía con Reyes Huertas desde los quince años de edad, es a los diecisiete cuando le dice: «Muy bonita (la comedia «Fuente Serena»), muy bien acoplada la novela. Aunque soy poco práctico en esas cosas, no vacilaría en augurarle un éxito pleno… a pesar de nuestros intelectuales de altos vuelos y bajas alas… En el Centro (antigua tertulia del Ateneo), cada vez se trabaja menos y se charla más… Por el Avance de la Bibliografía de Solano, me han dado la magnífica recompensa de trescientos reales. Hablo así porque en reales resulta más grande el número…» El Padre Constantino Bayle: «Blasón de almas», «Agua de turbión», «Fuente serena» !que buenos ratos me dieron! Merecía Vd. que esas Diputaciones le levantaran una estatua, mas que por su arte soberano, por el amor a Extremadura hecho vida en sus páginas».

El erudito cacereño Don Publio Hurtado le dice; «Me asfixia el incienso; además de que su juicio de Vd., aunque peque de severo, es más estimable que un bombo de cualquier crítico improvisado».

La nostalgia de otro Profesor de Matemáticas, también de Reyes Huertas, en el Seminario de San Atón, de Badajoz, don Marcos Suárez Murillo: «He cumplido ya sesenta años y sobre mi mesa, fuera de los libros de la Moral y del rezo, no conservo mas que la Biblia, el Quijote y el «Ejercicio de perfección y virtudes cristianas» del P. Alonso Rodríguez. Pero siento diariamente la nostalgia de los artículos, de las estampas, de las acuarelas de Reyes Huertas, que paraban un momento en mi pupitre y se alejaban para siempre en las hojas volanderas del periódico. ¿Para siempre?… ¿Es posible que perdamos los extremeños todo ese patrimonio literario, que es nuestro, tanto como tuyo, porque te dimos para formarlo nuestra vida, nuestro carácter, nuestros campos, nuestros horizontes, nuestra alma, para que tu los perpetuases con tan perdurable y divina gloria?».

Alegría por la nueva edición de sus obras y Don José López Prudencio la aprovecha para recordar: «Tengo, en cambio, la satisfacción de que mi iniciativa de cultivar el huerto regional -en todos los terrenos del arte- no ha sido infecunda. Usted, Hermoso, Covarsí, Rodríguez Moñino y tantos y tantos más lo confirman ya victoriosa, espléndida y gloriosamente».

Manuel Monterrey, poeta pacense y un gran amigo de Reyes Huertas: ¡Como quieres que no te haga callos en la mano y en los dedos tu portaplumas si, como dices muy bien, es el remo del forzado en las galeras!…»

Una opinión del pintor Adelardo Covarsí: «En efecto, tu escribiendo, describiendo, eres un consumado pintor. Tus obras, cada día más admirables, reflejan la visión certera que tienes de Extremadura. Sus campos y su gente viven con extraordinario vigor en tus novelas, parece que es un pintor, dotado de condiciones para reflejar con la pluma tantas y complejas impresiones, el que las escriba. Yo me recreo leyéndolas y a veces, muchas, me digo al saborear algún pasaje: He aquí un cuadro».

Arturo Gazul, que se definía como «cronista crónico» y, quizás, el mejor amigo de Reyes Huertas: «Leí el bellísimo cuento o estampa «Mi albarillo galano». En este trabajo literario resaltan todas las cualidades que reúnes para el cultivo del género: es un pequeño «capo lavoro» No es posible más sentido del arte, de equilibrio sensitivo y de gracia narradora… Me rebosan estos elogios del alma. En ellos no hay influencia de amistad».

En otra carta le dice; «Yo tengo la satisfacción de haber contribuido con el grano de arena de mi modesta labor literaria a acrecentar la conciencia de nuestra regionalidad, de la que habéis sido paladines tú, López Prudencio, Chamizo, Hermoso y Covarsí».

Desde Madrid, José María López Lozano; «Somos millares los lectores que tenemos que agradecerle ese mensaje de belleza y de bondad que ha sabido enviarnos con sus libros»… Y en otra, carta: «Abusando de su confianza, hoy me atrevo a enviar a Vd. el primer libro de poemas de un muy querido amigo y paisano de Coria, Alfonso Albalá Cortijo, que el mismo autor le dedica («A Reyes Huertas, patriarca de las letras extremeñas, que es igual que decir universales, con la admiración y el respeto de discípulo»).

El escritor cacereño Vicente González Ramos le escribía con motivo del homenaje de 1952; «Le adjunto un artículo que he publicado en «Extremadura» (Se titulaba «De D. Antonio y de Antonio»). Perdóneme Vd. si con él le hago pasar un mal rato. Pero en estas líneas está mi corazón. Todo un pasado de mi vida que hace derramar lágrimas. Su hijo Antonio era buenísimo, el mejor de la partida». Y a aquel hijo enfermo iba a visitarlo diariamente Vicente González Ramos, sólo él y un capellán de la Legión, que le ayudó a bien morir. Un elemental deber de gratitud me ha hecho terminar con esta alusión a tan buen amigo de la familia.

No es ciertamente literaria esta correspondencia, es una comunicación interesante entre los escritores extremeños de varias generaciones que sabían que tendrían siempre contestación de Reyes Huertas. Completar algunos de estos epistolarios sería bueno, porque siempre se halla en primer plano Extremadura. He dicho

Oct 011980
 

Juan Francisco Arroyo Mateos.

Empecemos por recordar que nuestro gran Santo Extremeño nació en Alcántara, siendo sus padres D. Pedro Garavito, célebre jurisconsulto graduado en la Universidad de Salamanca, y doña María Villela de Sanabria y Maldonado, ambos pertenecientes a muy nobles y distinguidas familias españolas.

Contraído el matrimonio, la gran esperanza e ilusión de  los consortes era la de tener pronto descendencia; pero Dios no acababa de concedérsela; motivo por el cual, y siendo muy piadosos, redoblaron sus oraciones, limosnas y otras buenas obras para conseguirla más eficazmente, si ello entraba en los planes del Señor.

Así es como, por fin, terminaron de ser escuchados por el Altísimo, que les concedió un hermoso, niño, al que bautizaron con el nombre de Alonso, oportunamente cambiado por el Pedro de Alcántara al ingresar en la Orden Seráfica.

Este tan ardientemente deseado hijo fue, en consecuencia, fruto de preces y otros actos religiosos paternos, a semejanza de como se obtuvo el nacimiento del profeta Samuel, el de San Gregorio Nacianceno y el de otras personas santas; que quizás por ello las empezó Dios enseguida a enriquecer con especiales bendiciones de lo alto, según se vio en el hecho de que apenas nacido el santo alcantarino, se le abrieron sus labios para pronunciar los dulcísimos nombres de Jesús y María.

Tuvo su madre buen cuidado de educarlo en la piedad y por esto el tierno infante llegó tan pronto a saber rezar el Santo Rosario, y con tanto fervor y recogimiento, que cierto día a sus cuatro años de edad, se hizo digno ya de que se le apareciera la Santísima Virgen María acompañada y rodeada de numerosos ángeles y revestida de gran gloria y majestad.

Por entonces se le inició en los estudios propios de la enseñanza primaria y más tarde en los de retórica y filosofía, que realizó también en su ciudad natal, pasando, por último, a eso de sus trece abriles, a la muy floreciente Universidad salmantina, en la que cursó, entre otras cosas, Derecho civil y canónico.

Siempre y en todas partes era ejemplarísimo el comportamiento de nuestro Santo. Por esto, cuando sus compañeros hablaban de algo reprensible o cometían algunas faltas y le veían venir, exclamaban: «Portémonos bien, porque se nos acerca el de Alcántara».

Su vocación

El tiempo transcurría, y la Divina Providencia hizo comprender al Santo que su vocación cierta no era la de que se dedicara a desempeñar cargos en el mundo o Sociedad Civil, sino en que se hiciera Religioso, ingresando en la Orden de San Francisco de Asís; idea y propósito que la Virgen Santísima tuvo la dignación de confirmárselo, ya que se le volvió a aparecer de nuevo en esta otra oportunidad para garantizarle que esa era la voluntad de Dios y que, si la seguía, contara con su poderosísimo amparo y asistencia.

No tardó él en cumplir la inspiración celestial, porque muy en breve se lo vio ingresar en el Convento Franciscano de  los Majarretes, sito a una legua de Valencia de Alcántara.

Allí, como en todas partes, descolló San Pedro con más razón si cabe, en la práctica de todas las virtudes cristianas, esforzándose también en cumplir lo mejor posible las Reglas de la Orden Seráfica. Prefería los quehaceres más sacrificados y humildes como fregar platos, efectuar la limpieza, cuidar a los enfermos, prepararles y servirles los alimentos, etc, etc; realizándolo todo con tanto cuidado, diligencia, caridad e intenciones sobrenaturales de servir y amar a Dios en sus prójimos, que para premiar el Cielo su conducta tornó a aparecérsele María Santísima, a fin de ayudarle en aludidos trabajos y ocupaciones.

Compréndase cómo pocos edificios  del Patrimonio Histórico de Extremadura superan en importancia al Convento de los Majarretes por haber habitado en él tan gran Santo y haber ocurrido en el mismo algunos hechos portentosos, que en muy contados monumentos antiguos los hubo semejantes. Urge, por tanto, restaurar a fondo y plenamente este Convento, como ya, se hizo con el de El Palancar, antes de que se convierta en ruinas o se lo utilice para menesteres profanos tal vez muy ofensivos para Dios y San Pedro, pues es sabido que ya alguna parte de él se la ha convertido en mesón, lo cual es inconsciente profanación que clama al Cielo… Además fue aquí, insistimos, donde tomó y desde donde empezó el Patrón de Extremadura a ser conocido con el nombre de Pedro de Alcántara.

Ingresó el Santo en el Convento de los Majarretes el año 1915, cuando contaba dieciséis años de edad, y permaneció unos dos años en él, puesto que en 1517 lo trasladaron al Convento de Belvís.

Intensa actividad apostólica

Tras de haber residido por algún tiempo San Pedro en Belvís, visitó luego, regentó y hasta fundó varios otros Conventos, teniendo que soportar grandes trabajos.

Su vida desde entonces fue desenvolviéndose en numerosas atenciones y hechos extraordinarios, porque era admirable en cuanto a su apostolado misionero; sus éxtasis maravillosos; sus rigurosísimas penitencias; su muy elevado espíritu de oración; sus bien desempeñadas prelaturas; su reforma de la Orden Franciscana, cuya rama de los Frailes Alcantarinos tuvo santos de tanta talla como el aragonés San Pascual Bailón y los italianos San Juan José de la Cruz y San Leonardo de Puerto Mauricio, a quien San Ligorio calificaba como «el gran misionero de su siglo»; sus  inspirados consejos, cartas y otros escritos, ya que escribió un Tratado de Oración y Meditación, que más tarde se lo tradujo a varios idiomas; y sus estrechas relaciones con distinguidas, altísimas y santas personalidades de su época; reportando de todo ello mucha gloria para Dios y gran servicio en pro de la salvación y santificación de las almas.

Es imposible detenernos ahora a ofrecer pormenores sobre todas y cada una de estas distintas facetas de la vida del Santo.

Sólo vamos a ceñirnos a resaltar un matiz quizás poco estudiado. Es el que se refiere a la especial devoción que él profesó al Misterio de la Encarnación por su fe enorme y consumada en la Divinidad de Jesucristo, pues así sabremos  la práctica fácil que enseñó como cual pararrayo contra todos nuestros males.

Comencemos por decir que los más frecuentes arrobamientos extáticos se los concedía el Señor cuando meditaba, o de alguna manera se hacía alusión en su presencia, al infinito portento de haberse Dios hecho hombre.

Porque entonces, muy agradecido ante tan gran dignación divina y lleno de acusadísima admiración y seráfico amor, solía prorrumpir en frases como las de: «¿que Dios encarnó?» «¿que Dios se hizo hombre?» «que tomó Dios carne humana?»; viéndosele inmediatamente sumergido en profundos éxtasis y raptos, en los que su cuerpo se elevaba sobre la tierra y alcanzaba a veces alturas rayanas con las nubes del cielo, si ello le acontecía fuera del Convento.

Su total Antiarrianismo

Obsérvese como su antiarrinismo, o indubitable fe en el dogma de la Divinidad del Salvador, era de primerísima magnitud, ya que tanto se la recompensaba el Altísimo.

Posiblemente a esta su gran fe en la Divinidad del Verbo Divino se debieran en su raíz casi todas las prerrogativas y privilegios que le otorgó el Señor, puesto que es lógico deducir que de esa inmensa ternura que de él se apoderaba al considerar aludido Misterio, brotasen: sus incontenibles ímpetus fervorosos para mortificarse en grande como él se mortificó y para sobresalir en todas las demás virtudes y buenas obras como él sobresalió.

No sería el primer Santo que casi todo su bien espiritual se lo debiera a su Antiarrianismo o firmísima fe en la Divinidad de Jesucristo, pues acordémonos con gran fundamento bíblico cómo casi todas las grandezas de San Pedro Apóstol estribaron inicial y principalmente en haberse destacado él en creer, afirmar y confesar antes que  los demás Apóstoles que Jesucristo era Dios, el Mesías verdadero o el preanunciado «Dios con nosotros» (Nt., 16, 13-19; Isa., 7, 14); intrepidez ésta que después movió al Altísimo a distinguirlo o a confesarlo a él de manera muy singular entre los otros discípulos suyos y hombres todos de este mundo, prometiéndole y haciéndolo oportunamente Primer Papa de los habidos en la Iglesia única y verdadera. La lección de ambos Pedros, el de Alcántara y el Príncipe de los Apóstoles, debe, por tanto, hacernos caer en la cuenta de algo sumamente importante y poco meditado, como es lo de procurarnos asimismo nosotros, todo bien espiritual y eterno, a base de la más entera fe, afirmación, agradecimiento, apostolado y enseñanza de que Cristo, que está por encima de todas las cosas, es Dios bendito por los siglos (Rom., 9, 5), como valientemente lo declaró el también otro Príncipe de los Apóstoles San Pablo.

Fuera, pues, arrianismos antiguos y modernos como el de los Testigos de Jehová y el de otros sectarios y herejes de cualquier tiempo; los cuales, por oponerse a la verdadera fe en materia grave, hunden sus almas y las de sus seguidores en el infierno, porque «el que no cree será condenado» (Mc., AVI, 16; Mt., 23, 15), siendo, por ello, origen de todo mal la negación de la Divinidad del Redentor, como por el contrario, es principio de todo bien confesar que el Mesías es, junto con el Padre y el Espíritu Santo, el único Dios verdadero.

Enseñanzas específicas

Dícese que San Pedro de Alcántara llegó a saberse de memoria toda la Santa Biblia. De aquí que, de acuerdo con su gran devoción al Misterio de haberse Dios hecho hombre  sin dejar de ser Dios, recordase a menudo frases probativas de la divinidad de Jesucristo como las de: «Al principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios» (Jn., I. l); «Yo y el Padre somos una sola cosa» (Jn., 10, 30); «Todo cuanto tiene el Padre es mío» (Jn., 16, 14); «Ahora tú, Padre, glorifícame cerca de ti mismo con la gloria que tuve cerca de ti antes que el mundo existiese» (Jn., 17, 5); «Respondió Tomás y dijo: ¡Señor mío y Dios mío! (Jn., 20, 28); «Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, en tanto que pongo a tus enemigos por escabel de tus pies» (Sal., 109, l); «Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre en pie, a la diestra de Dios» (Hech., 7, 56); «El cual, subsistiendo en la forma de Dios, no tuvo por usurpación considerarse igual a Dios» (Flp., 2, 6); «Todo fue creado por El y para El. El es antes que todo, y todo subsiste en El» (Col., 1, 16-17); «Sabemos que vino el Hijo de Dios; y que nos dio entendimiento para que conozcamos al verdadero Dios, y estemos en su verdadero Hijo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna» (l Jn., 5, 20); «Pues, ¿a cuál de los ángeles dijo alguna vez: «Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy»? Y luego: «Yo para él seré Padre, y él para mí será Hijo». Y cuando de nuevo introduce a su Primogénito en el mundo dice: «Adórenle todos los ángeles de Dios» (Heb., 1, 5-6). «¿Quién es el embustero, sino el que niega que Jesús sea el Mesías? Este es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre» (l Jn., 2, 22-23). «Podéis conocer el espíritu de Dios por esto: todo espíritu que confiesa a Jesús como Cristo venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que rompe  la unidad de Jesús, no es de Dios, es del anticristo» (l Jn., 4, 2-3). «Os escribo esto a propósito de los que pretenden extraviaros» (l Jn., 2, 26). «Ved que viene en las nubes del cielo, y todo ojo le verá, y cuantos le traspasaron;… Yo soy el alfa y el omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era, el que viene, el Todopoderoso… No temas, Yo soy el primero y el último, el viviente, que fui muerto y ahora vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del infierno» (Apoc., l, 7-l8).

Muy en consonancia con lo que estamos citando, exhortó una vez el Santo a sus Religiosos, diciéndoles: «Cuando oigáis leer o leáis los Evangelios santos, juntad las manos ante el pecho y atended con suma reverencia y devoción, porque en ellos está escrito el soberano Misterio de que Dios tomó nuestra carne y se hizo hombre por amor de los hombres».

Aseveración o promesa singular

En cierta ocasión, dos de sus frailes experimentaron realmente lo beneficioso que es honrar, según esto nos sea posible, referido Misterio de la Encarnación. Pues, habiendo salido aquellos desde el Convento de Arenas al del Rosario, que distaba unos diecisiete kilómetros, a las márgenes del río Tiétar, se vieron sorprendidos en el camino por una horrorosa tempestad. Temían los religiosos de Arenas por la vida de los dos caminantes, pero San Pedro de Alcántara los tranquilizó, diciéndoles: «No tengáis pena, que Fray Miguel lleva buen reparo, y con él su compañero. Ahora van diciendo el Evangelio de San Juan: «In principio erat Verbum», y donde con devoción se pronuncian o se oyen tan misteriosas palabras, no puede haber daño ni riesgo alguno». Y así lo comprobaron todos más tarde, ya que se enteraron de que no les había tocado ni una sola gota de la lluvia que arrojó la tempestad. Sin duda que habían aprovechado las lecciones del Santo en cuanto a honrar, invocar y amar a Jesucristo en atención a que es Dios y hombre verdadero, haciendo sobre todo hincapié en su Divinidad, mediante  la que es el Todopoderoso.

Ahora bien, ¿no es esto digno de nuestra mayor consideración? Fijémonos que las palabras del Santo fueron categóricas: «No puede haber riesgo ni daño alguno» donde con devoción se pronuncien u oigan palabras que se refieran a que el Verbo, que existía desde siempre, es decir, Dios, o más concretamente la Segunda Persona de la Trinidad Divina, se encarnó, haciéndose hombre, siendo, por tanto, Jesucristo no sólo hombre, sino Dios y Hombre Verdadero, que nació de la siempre Virgen María por obra y gracia del Espíritu Santo. Y, como prueba a posteriori, aludió el Santo Alcantarino a la protección que merecieron esos dos religiosos en medio de tan grande como inesperada tormenta, en la que no faltarían truenos y rayos, además de agua copiosa.

¿Cómo pudo él saber la verdad de su rotunda afirmación? ¿No se la revelaría el Señor?.

Poco importa el que no podamos satisfacer esta curiosidad. Lo esencial es fiarnos de las palabras del Santo, estando en lo cierto de que nos hacemos merecedores de aludida protección divina, si hacemos  lo que él indicó como condición necesaria para ello.

Podríamos calificar todo esto de Gran Promesa de San Pedro de Alcántara.

Por otra parte, ¿acaso es arduo atenernos a lo que él señaló para conseguirla?  ¡No!…

Consiguientemente, he aquí la cosa u obra fácil que él enseñó  como remedio de todos los males, ya que ninguno exceptuó, salvo aquellos, se sobreentiende, que, por santos juicios de Dios, conviene que los padezcamos para conseguir un mayor tesoro de gloria eterna.

Seamos, pues, fervientes devotos de la Encarnación del Verbo Divino, proclamando y recordando siempre que sea preciso, la Divinidad de Jesucristo, ora sea de palabra o mediante otros procedimientos.

Así lo vienen haciendo quienes diariamente rezan el Ángelus, aunque muchos no lo hayan advertido; y los que recitan el Santo Rosario.

Así, quienes llevan consigo el libro de los Santos Evangelios, si lo hacen con intención especial o referida primordialmente a agradecer y conmemorar el Misterio de haberse Dios hecho hombre.

Y así también quienes, con apuntada finalidad, porten en sus carteras alguna estampa que contenga las primeras frases del Evangelio de San Juan, para poderlas leer y hacer escuchar en los momentos de apuro cual el de la susodicha tempestad, mediante lo que, cumplidas las  imprescindibles condiciones que se deducen del citado pasaje de la vida del Santo, se obtengan en lo posible, o de acuerdo con la voluntad de Dios, todos esos oportunos auxilios sobrenaturales que el propio San Pedro de Alcántara adoctrinó que vendrían o serían dispensados en cualquier circunstancia adversas, si las almas creyentes y devotas se ajustan a lo que él enseñó

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