Oct 011985
 

Matilde Muro Castillo (textos).
María Teresa Pérez Zubizarreta (fotografías).

Un joven aguerrido, hijo natural y reconocido, de buena familia, educado en las artes de la guerra, gran conocedor de la espada y el florete, con la justa cultura como para saber firmar y no dejarse engañar por los escribamos y notarios, porque no era necesario más en la época, con la cabeza llena de ilusiones y fantasías de descubrimientos, sale de su ciudad natal, Trujillo, en busca de la gloria terrena por el encuentro de tesoros materiales.

Deja atrás una familia encabezada por su padre, D. Gonzalo Pizarro, que alcanzó el grado de capitán, y tres hermanos: Hernando, Juan y Gonzalo que aunque sólo eran hermanos de padre, fueron compañeros de juegos y enseñanzas en la juventud.

Francisco Pizarro había conseguido una determinada fama y reconocimiento en la Corte a raíz de sus descubrimientos, y el oro que a España trajo desde Panamá y Perú.

La Reina doña Juana firma en Toledo, en Julio de 1529, Capitulaciones por las que se nombra a Francisco Pizarro Gobernador y Capitán General de la nueva provincia del Perú; se le autorizaba para la Conquista “de doscientas leguas abajo, empezando por Tenuncupalla y acabando en Chincha y se le asignaban setecientos veinte mil y cinco maravedíes en cada año como salario”.

Desde el momento en que se haga a la vela para el Perú con el cargo de pagar por su cuenta un alcalde mayor, diez escuderos y treinta peones, se prohíbe en estas capitulaciones “la presencia de abogados y procuradores de la nueva colonia” por considerárseles nocivos.

Con los cargos prestigiosos antes dichos, aumentadas las armas de su escudo por concesión real como premio a sus hazañas, esfuerzos y sacrificios, y con el hábito de Santiago, vuelve a su ciudad natal, Trujillo, aquel hombre que, saliendo niño, regresaba lleno de gloria y que aún no era más que la promesa en ciernes de lo que luego se transformaría en gloria eterna de conquistador.

Su experiencia en luchas, el conocimiento de un país en el que se encontraban reunidas riqueza y gloria, y su visión del porvenir, probablemente le harían pensar en rodearse de capitanes honorables, guerreros que, por su nacimiento, dieran sensación de nobleza e hidalguía. Así pues se alistaron en sus banderas lo más escogido de la juventud trujillana de la época, porque el territorio español estaba pacificado, la juventud había sido educada para la guerra y el aburrimiento se adueñaba de ellos. Eran hidalgos sin grandes medios de fortuna y las Indias representaban el suelo esperado a gentes que tenían poco aprecio a la vida, porque aprendieron sólo a morir luchando.

Eran los tiempos heroicos de España y nada se oponía al arresto de sus soldados.

Hernando, Juan y Gonzalo Pizarro, Francisco Martín de Alcántara, Francisco de Orellana, Juan Pizarro de Orellana, Fray Jerónimo de Loaisa, Alonso de Toro, Diego de Chaves, Gonzalo de Tapia y otros más, podrían dar segura garantía de triunfo al conquistador.

Formada la tripulación se emprende la expedición a Perú en Diciembre de 1530.

Encontramos a Hernando ya en Indias. Hermano mayor de Francisco, se transforma en su hombre de confianza y es encargado por el capitán de comunicar al Emperador en un regreso a España, los logros que se habían conseguido, y traer el oro, plata y pedrería que correspondía a la Corona en el reparto.

De nuevo en Perú, Hernando acomete, junto con sus hermanos, numerosas empresas guerreras. Presencia la muerte de su hermano Juan Pizarro, apodado “El Bueno”, no escatima sacrificios en ponerse en primera línea cubriendo puestos de gran peligro y sufre prisión junto con su hermano Gonzalo, fruto de las desavenencias sufridas entre Almagro y Francisco, como consecuencia de las reales provisiones llegadas a Perú desde España dándole al último el título de marqués, que no fue ostentado como tal hasta 1645 por D. Juan Hernando Pizarro, Marqués de la Conquista y biznieto del descubridor.

Liberados Hernando y Gonzalo y muerto Almagro, se inicia el descubrimiento del Amazonas.

En ese intervalo, Hernando regresa de nuevo a España portando las riquezas que a la corona correspondían de la conquista.

Al haber sido condenado a muerte Almagro, tras su derrota en la batalla de Salinas, el odio se apodera de los seguidores del muerto y Hernando (que formaba parte del tribunal que decretó la sentencia de muerte), es encerrado en el castillo de la Mota, en Medina del Campo durante diecinueve años por “haber excedido en algo el orden judicial”, saliendo de allí para trasladarse a su mayorazgo de Zarza (hoy Conquista) sin más consecuencias.

Casado con la hija de su hermano, sobrevive un solo hijo del matrimonio, D. Francisco, que tendrá sucesión al casarse con Doña Francisca Sarmiento, siendo el hijo de estos dos, el ya nombrado primer marqués de la Conquista D. Juan Hernando Pizarro.

Hasta su muerte, D. Hernando se dedica a la consolidación del matrimonio, construcción del hospital, que sería sede de la fundación que desaparecería al perderse la línea sucesoria varonil y deshacerse el matrimonio en pleitos, y a la construcción del palacio que hoy preside, junto con la estatua de su hermano, la Plaza de Trujillo.

Muy anciano, casi ciego y hundido por los odios y los rencores, el 30 de julio de 1578 en Trujillo y ante el escribano Bartolomé Díaz y junto a su esposa Doña Francisca Pizarro otorga testamento, falleciendo al poco tiempo.

En dicho testamento solicita ser enterrado junto a su mujer en la capilla que al efecto había sido construida por ambos en la iglesia de San Francisco, “por si las obras del palacio no hubieran sido concluidas a nuestra muerte y la capilla no consagrada”.

En la capilla fue excavada una cripta a modo de la existente en el monasterio de Yuste, donde fue enterrado el emperador Carlos V y adornada con el escudo de la Conquista y la estatua orante de D. Hernando sobre túmulo.

Los vientos de la desamortización de Mendizábal, las obras de cambios de dueños y destinos de lugares y el expolio que con gran frecuencia ha sufrido el patrimonio español, llegaron a hacer desaparecer la tumba y ser cegada incomprensiblemente la cripta.

Antes de esto ocurrir, el Marqués de la Conquista, D. Jacinto Orellana Díaz, consiguió el rescate del escudo y fue colocado en lo alto del portón que se erigió cerrando el paso de una calle que era perpendicular a la de Carnicería, donde aún hoy se ve.

Se rescató también la estatua orante de D. Hernando y se transportó a la capilla de la Vera Cruz del cementerio donde aún hoy reposa.

Por parte del conde Canilleros, se intenta en 1951 y a través de un artículo publicado en el periódico ABC la restitución de la estatua a su lugar original.

Han pasado 34 años desde entonces y las cosas siguen igual.

Los actuales herederos de la Conquista, están dispuestos a poner todo lo necesario de su parte para hacer realidad el sueño de D. Hernando: reposar junto a su esposa, hijos, padre y hermanos eternamente en la iglesia de San Francisco.

Es muy posible que los restos de todos ellos estén allí enterrados, pero nadie lo sabe.

Ahora pedimos la restitución del honor y el descanso perdido.

Es el momento de hacer valer la idea, porque va a hacer quinientos años que Hernando Pizarro, Gonzalo y Juan, dieron su sangre por Espada y su nombre, y su patria los ha sumido en el más profundo de los olvidos.

Numerosas instituciones extranjeras se han interesado por el tema, la Casa Real Española está a la espera de noticias (tal como se atestigua en documentos que tenemos en nuestro poder) y de nuevo, incomprensiblemente, la apatía regional permite que se sigan realizando expolios y desagradecimientos a quienes dieron su vida por la gloria eterna de su región.

No importará tardar cinco siglos, si al final D. Hernando descansa y puede ser la “admiración que no muere” de las generaciones venideras.

Oct 011985
 

Francisco García Sánchez.

El día que los caciques tabasqueños, finalizada la batalla, obsequiaron a Hernán Cortés con «un presento de oro, que fueron cuatro diademas y unas lagartijas, y dos como perrillos e orejeras, e cinco ánades y dos figuras de caras de indios y dos suelas de oro, como de sus cotorras e otras cosillas de poco valor, que yo me acuerde» (dice Bernal Díaz del Castillo, Cap. XXXVI), sin darse tal vez cuenta, ofrecieron al Conquistador, el gran tesoro de las veinte mujeres entre las cuales iba la que durante toda la campaña había de ser la «lengua», y como diría el citado autor, «una excelente mujer, que se dijo Doña Marina, después de bautizarla», y que había de ser, corriendo los tiempos, en frase de Madariaga, «una de las figuras más importantes de la Conquista», o «la poderosa auxiliar de la Conquista», según rotunda afirmación del doctor.

Hemos de reconocer, con todos los biógrafos cortesianos del momento y de todos los tiempos, que la figura de La Malinche es una figura providencial en los planes de Hernán Cortés, o el hada misteriosa que, como sombra pegada a su silueta, estaba siempre despierta y dispuesta a solucionarle todas las difíciles papeletas que a lo largo del recorrido a Tenoxtlitán, desde Tabasco, fueron surgiendo en el trato directo con los indígenas del Yukatán, Cempoala, Tlaxcala y la interminable lista de poblados en la ruta a Méjico, así como con los numerosos embajadores que el preocupado e idólatra Moctezuma iba mandando para evitar la presencia del extremeño en la ciudad de los lagos.

Realmente la figura de esta mujer providencial, fue el mejor tesoro que le pudieran ofrecer los caciques de Tabasco. Prácticamente le abrieron las puertas de la Conquista, sin cuya ayuda hubiera sido muy difícil o poco menos que imposible la realización del magno proyecto de Cortés de ser recibido por Uei Tlatoani de los aztecas.

Y si providencial fue el gran obsequio tlaxcalteca, providencial fué igualmente la historia de esta mujer, tal como queda reflejada en el capítulo XXXVII de la«Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España», del tantas veces citado soldado veterano de aquellas efemérides, natural de Medina del Campo, Bernal Díaz del Castillo, que refuta a Gómara lo referente a la Malinche.

Su primer nombre fue Malinali Tenepal, hija de un cacique de Painala llamado Teoteotingo y de su esposa Cimat. Habiendo fallecido su progenitor, Cimat volvió a contraer matrimonio con el joven Maqueytán, de cuyo matrimonio tuvieron un nuevo hijo al que declararon heredero del territorio, para lo cual tenían que hacer desaparecer a la niña anterior Malinali Tenepal que fue entregada a unos mercaderes de Xicalango, aprovechando la muerte casual de la hija de una vecina y criada del cacique, suplantándola por la de Marina.

Los mercaderes de Xicalango, la cedieron como esclava al cacique Huatley de Tabasco, que luego había de formar parte del lote de las veinte mujeres que se entregarían a Hernán Cortés después de las paces con aquella ciudad.

Malinali Tenepal, palabras alusivas al año y a la época que nació, fue posteriormente variada con la desinencia “TZIN”, que quiere indicar su calidad de «señora», en maliozín, para luego por razón de fonética venirse a llamar por los españoles con el nombre de Malinche, que al ser bautizada recibiera el nombre de doña Marina, por la relación, también fonética de María.

La Malinche, o doña Marina, que sabía la lengua colhua y la maya, adquiere un alto relieve de personalidad como complemento del también recuperado Jerónimo de Aguilar, que le traducía del castellano y de la lengua del Yukatán, donde estuvo prisionero muchos años, lo que le decía Hernán Cortes y por este medio la inteligencia con los naturales del país era casi perfecta.

En el Viaje de Hernán Cortés a Las Hibueras, pasando por el antiguo territorio de sus padres, Coatzacoalcos, perdonó a su madre Cimat y a su hermanastro llamado Lázaro, después del bautismo, y la casó Hernán Cortés con Juan Jaramillo, natural de Zafra, no sin antes él haber tenido un hijo de su unión carnal, al que puso por nombre como recuerdo de su padre, Martín.

La Malinche o doña Marina fue siempre el mejor auxiliar de Hernán Cortés, razón por la cual se la recuerda en el V Centenario.

La figura de la Malinche, es sin duda alguna una de las figuras más claramente providenciales de toda la conquista del amplio territorio azteca que Hernán Cortés se propuso conquistar. Vamos a concretar estas intervenciones providenciales de doña Marina en tres apartados diferentes donde claramente se ve que la figura de la Malinche fue decisiva: Intervenciones en las embajadas, en las sediciones y ante el propio Moctezuma, en todas las cuales, su figura fue el ángel tutelar del conquistador.

Sabemos por Bernal Díaz del Castillo, que el preocupado Moctezuma, ante la presencia de los españoles, motivó una serie de embajadas a lo largo del trayecto de San Juan de Ulua, hasta la misma ciudad de los lagos, para hacer desistir a Hernán Cortés de seguir avanzando por los caminos aztecas. La primera de estas embajadas la encabezaba Teuhtile y Pitalpitoque, junto a Cempoala. Hernán Cortés hablaba a Aguilar, rescatado de entre los indios, éste se lo comunicaba a la Malinche y ella a su vez traducía a los mejicanos el sentido de la cadena trasmisora a los asombrados embajadores de Moctezuma en un lenguaje «siempre favorable a Hernán Cortés», e incluso introduciendo palabras que su inteligencia le sugería para dejar siempre en buen lugar al conquistador. Con doña Marina, Hernán Cortés siempre salía muy aventajado en las traducciones simultáneas.

Otra de las embajadas importantes es la del pueblo Totonaque de Cempoala, cuando estos acudieron a Hernán Cortés solicitando ser sus amigos para luchar contra los impuestos de Moctezuma, y que le abría nuevos horizontes psicológicos para las futuras ayudas con las cuales habría de contar en un futuro próximo.

Pero esta embajada cempoalesa era sumamente delicada, por ser la primera vez que planteaba Hernán Cortés el asunto religioso de destruir los ídolos. La delicadeza de la Malinche tiene una intervención magistral ante el cacique Gordo, convenciéndole para que en el propio teocalli, donde antes adoraban a sus dioses, se estableciera una capilla dedicada a la Virgen, la primera ermita, sin duda alguna, del continente americano, dejando como ermitaño de la misma al cordobés Juan Torres. La lista sería interminable. La figura de doña Marina representaba en las embajadas aztecas todo un papel diplomático sin igual.

La extraordinaria inteligencia de que estaba dotada, sus dotes personales y el gran amor que sentía por Hernán Cortés, la hacían estar siempre en permanente alerta para defender la vida de su amo y señor. Es sin duda alguna en Cholula donde la figura de la Malinche se agiganta, para avisar reiteradas veces a Hernán Cortés del peligro que corría su persona en la conjura secreta del pueblo Cholulteca. Ella por su cuenta, sonsacó con dádivas a una anciana india todo el secreto de la sedición que preparaban, y Hernán Cortés cuando decidió el asalto de los conjurados sabía bien el terreno que pisaba, resultando un rotundo éxito, lo que en principio hubiera sido, sin duda, su fracaso final y definitivo. A la Malinche, doña Marina, debe Hernán Cortés su propia vida en otras dos ocasiones, cuando la conjura, no sólo de los indios, sino del bando velazquista español, eran inminentes peligros cara a su integridad personal. Siempre ella, ángel providencial que se cruzó en el camino de Hernán Cortés, fue el hada misteriosa del triunfo.

El papel de la Malinche fue totalmente necesario como interprete fidelísima en lo concerniente a la persona del propio Moctezuma. He pensado muchas veces en qué hubiera sido de Hernán Cortés de no haber existido este personaje en la penumbra, cuando se presentó al conquistador la difícil papeleta de la entrada en Méjico; en sus relaciones personales con el primer mandatario azteca; en su delicada misión de hacerle prisionero; en el caso de Guaupopoca; en la muerte de Escalante; así como en muchas otras ocasiones donde Hernán Cortés brilló a gran altura como diplomático, estratega y gobernante gracias a la labor callada de su incondicional interprete que siempre aparecía a su lado como una sombra benéfica adivinando su pensamiento, adelantándose a la jugada, previendo todas las dificultades, sólo con el único fin de que su dueño y señor pudiera ser el protagonista.

Oct 011985
 

Juan Pedro de la Cruz Delgado.

MOTIVOS DE LA EMIGRACIÓN

Por regla general los motivos que mueven siempre al emigrante para dejar su “patria chica”, son los del trabajo. Aún jóvenes pensamos ya en la responsabilidad del día de mañana al tener que fundar una familia y pensar en su manutención principalmente. Nos damos cuenta que en nuestro entorno faltan industrias que pudieran acogernos a todos en puestos de trabajos estables, bien remunerados y sobre todo sin salir a conocer otras tierras totalmente extrañas y a veces con demasiada acritud incluso en las personas que conoces de nuevo y que no te dan su confianza hasta pasado un buen tiempo cuando ya conocen tu forma de ser y de sentir. Por lo general la vida del emigrante es difícil al tener que adaptarse a otras formas de vida y a otra sociedad, distinta totalmente a la que dejó en su Pueblo. Hay quien se coloca en fábricas, oficinas, empresas de transporte, etc., pero como decíamos anteriormente les cuesta mucho la aclimatación a ese puesto de trabajo y a su entorno. En el caso de la ciudad de Trujillo, de la que hablaremos concretamente hoy, han sido muchos los emigrantes salidos desde los años 50 donde el marchar a Madrid era encontrar trabajo seguro, pasando por los años 60 y 65 donde a pesar de la emigración los puestos de trabajo fueron decreciendo hasta quedar prácticamente reducidos a un mínimo, siendo ya tan imposible alcanzar ese puesto de trabajo como si te quedaras en tu Pueblo. Uno de los puestos de trabajo que se encontraba entonces -hablo de los años 60- era el de Taxista. Cuestión difícil para cualquier persona no nacida y criada en Madrid. Lo primero que había que hacer era documentarse debidamente y tras presentar las solicitudes correspondientes a la Jefatura de Tráfico Urbano, sita en la Plaza de Chamberí número 4, pasabas un examen para obtención del Permiso Municipal para los Conductores de Automóviles de Servicio Público, que vulgarmente se denominaba también la “Cartilla”, por su forma de cartilla pequeña llena de hojas en las cuales tenían que constar el Alta al comienzo de conducir un taxi con un patrón o jefe y cuando dejabas a ese jefe para irte con otro debía constar la baja con el primero y pasando a otra hoja poner el alta del segundo. Por todo ello, repito, como tenía muchas hojas para estos menesteres se le denominaba más vulgarmente “Cartilla”. El aprendizaje de las calles de Madrid se hacía de forma teórica. Forma esta que no te decía nada ya que verdaderamente se conoce Madrid estando en él trabajando todo el día con el taxi en la calle. En verdad era difícil aprenderse la circulación por una gran ciudad, más cuando llegabas del pueblo acostumbrado a una vida más sedentaria y tranquila. Una de las mejores formas de aprender Madrid era tener un amigo ya taxista que trabajara de noche y que te dejara ir con él y te enseñara. Cuando un “novato” o “aprendiz” viajaba de noche en la parte delantera con el conductor se le denominaba “Grifo”. Eran todas estas palabras las denominaciones mas usuales y entendidas por todos los taxistas que podamos decir tienen un poco su “jerga” particular.

Los primeros trabajos o el primer trabajo de taxista siempre era el hacerlo de noche. Primero por la poca circulación y segundo porque la gente que toma un taxi por la noche quiere llegar a casa lo antes posible y no le importe enseñarte el recorrido que lleva normalmente, con lo cual vas aprendiendo direcciones y te vas confiando en tu trabajo.

Una de las ventajas de trabajar aprendiendo de noche, era que si te confundías porque la persona a la que llevabas tampoco sabía ir a la dirección que te diera, podías en un momento determinado para no dar vueltas, meterte por dirección prohibida. Cuando se trabaja de noche este es un caso muy frecuente ya que para ir a una dirección piensas que haces un buen recorrido y cuando vas a cruzar la última calle ves que tiene dirección prohibida y no puedas pasar. Ello lleva consigo el dar toda una vuelta a la manzana que resulta costosa para el cliente y violento para el conductor con lo que se dice –“No se preocupe entramos con cuidado por aquí a pesar de ser prohibido y al girar le dejo en la puerta de su casa”.

Esos recorridos te van sirviendo para ir aprendiendo las direcciones y en posteriores ocasiones no tener “pegas”.

Normalmente el Taxista se acompaña de una guía de Madrid donde vienen todas las calles por orden alfabético y una serie de planos parciales de Madrid que en un momento determinado, si ni cliente ni taxista saben la situación, utilizando convenientemente la guía te marca el lugar exacto y ya orientado llegas perfectamente a tu destino.

Desde luego es un trabajo duro que te tiene que gustar para aguantarlo. Son taxistas principalmente, a jornal de tanto por ciento o propietarios, las personas que tienen una serie de cualidades como por ejemplo, tranquilidad al volante, mucha memoria para la retención de las denominaciones de las calles, independencia total sin que nadie te mande, mucha psicología de cara al cliente que entra, etc., etc.

Es duro el trabajo porque en verano hace calor y en invierno si no frío, por la calefacción, sí incomodidades al llenarse de vaho las ventanillas y no dominar la visibilidad debidamente.

También tiene su lado bueno como todo. Se conocen personalmente a muchos famosos, políticos, artistas, cantantes, toreros, actores de teatro y gentes de mundo por lo general.

Los Taxistas siempre tienen algún hijo que colecciona autógrafos de famosos, por eso no es extraño ver taxis donde el conductor lleva con él un álbum para estos menesteres.

En el Taxi cada uno aprende la forma de trabajar que más le gusta. Por ejemplo hay quien cuando se le baja un cliente se limita a poner el “libre” y continuar para coger a otro cliente y efectuar un nuevo recorrido. Se le baja este y vuelve a poner el “libre” para coger a otro y así sucesivamente durante las 12 ó 14 horas que dura su jornada. A esta forma de trabajar en el argot del taxista se la denomina “trillar”.

Otros por el contrario se dedican más a ocupar las paradas de taxis que hay delante de todos los hoteles de Madrid, principalmente en primavera, verano y otoño, que es la época turística. En esas paradas se espera hasta que salen señores del hotel y el portero te llama. Se va guardando “cola” hasta que quedas el primero. Luego ya depende de la suerte porque de hoteles buenos salen muy buenos servicios. Por ejemplo es extraño que de un Hotel Meliá Castilla, salgan al día y principalmente en la mañana, del orden de 15 a 20 servicios de ocupación de todo el día para hacer alguna ruta turística como puede ser desde Madrid a Toledo llevándoles a todos los sitios de interés de visitar y esperando en cada uno de ellos. Por ejemplo en Toledo se visita el Alcázar, la Sinagoga del Tránsito, La Iglesia de Santo Tomé donde se expone el cuadro del Greco denominado el “Entierro del Conde de Orgaz”, la Catedral, la Iglesia de San Juan de los Reyes, el castillo de San Servando y por último se sale de Toledo para ir a ver la Estación de Ferrocarril que es de estilo árabe y al regreso hacia Toledo se sube un pequeño puerto camino del Parador Nacional desde donde se observa una vista panorámica de Toledo impresionante con el Río Tajo rodeando a la Ciudad.

Los años de experiencia en el taxi te van dando una confianza diaria de forma que te organizas el trabajo en la forma que tú cada día crees más conveniente. Por ejemplo: llueve, no hay que pararse en ningún sitio, ese día es conveniente “trillar”. Hace calor, hay que buscarse el trabajo cerca de organismos oficiales, estaciones de ferrocarril y de viajeros por carretera, piscinas, etc., etc. Un buen taxista debe estar informado de todo lo que sucede principalmente en Madrid. Por ejemplo debe saber si hay exposiciones de maquinarias, ganados, etc., etc., y dónde se celebran. Desgraciadamente debe saber también las horas de los entierros y conocer perfectamente donde están enclavados todos y cada uno de los “velatorios” de los distintos hospitales y clínicas de Madrid para, en las horas determinadas, si no hay trabajo dirigirse hacia el sitio más cercano y poder coger así posiblemente un buen servicio ya que los recorridos son largos y lentos con espera durante el sepelio y regreso a casa de los familiares con lo que ocupas una hora y cuarto u hora y media donde levantas un buen dinero.

Todo esto, como es natural, lo podríamos llamar “ratonerías de la profesión”, que viviendo en la calle como lo hace el taxista cada día aprendes una. Desgraciadamente no todo son cosas buenas en el taxi. A lo mejor tienes hecho un círculo de amigos que, bien en un sitio o en otro, es raro el día que no te ves. De pronto salta la noticia: Antonio el “Chepa” marchó el sábado a Orense desde la Estación de Chamartín y al venir parece que se quedó dormido y se despeñó en “El Padornelo” y se ha matado. El coche inservible y la viuda con tres hijos pequeños. En fin, así es la vida.

Un caso concreto de taxista trujillano. Desgraciadamente muchas horas al volante con las piernas en la misma posición. Una deficiencia de circulación de la sangre. Manchas que empiezan a ennegrecer la piel. Médicos, hospitales, pruebas, al final desgraciadamente como dije antes, han tenido que amputarle la pierna por bajo de la rodilla. Actualmente recuperado, gracias a Dios, con una nueva industria y sacando a su familia adelante.

De todo hay en el taxi, bueno y malo. Incluso los profesionales así lo son también, buenos y malos. De vez en cuando salta alguna “oveja negra”. Sin embargo son muchos los casos en que los taxistas socorren, auxilian, ayudan o incluso no cobran sus servicios. El no cobrar los servicios o algún servicio es más bien potestad del patrón que, al ser suyo el taxi, no tiene que dar cuenta a nadie de la recaudación que efectúa. Sin embargo un asalariado del taxi no lo puede hacer ya que le costaría dinero de su bolsillo. Todo ello lo controla el aparato “taxímetro”: bajadas de bandera, saltos de pesetas, kilómetros en vacío, kilómetros en carga. En fin, todo va controlado y los aparatos debidamente precintados por la Delegación de Industria. Si un aparato se avería y hay que levantar el precinto, en el taller donde le arreglan te dan un certificado explicando la avería y tras nueva comprobación en Industria te lo vuelven a precintar. Estas pequeñas averías o precintajes suelen acomodarse para hacerlo en el día libre y no perder de trabajar.

Pensamos que cada oficio tiene su lado bueno y su lado malo. En el taxi también lo hay como ya se he explicado, si bien no hemos hablado nada de “averías”. Pinchazos de ruedas, roturas de correas de ventilador, mal funcionamiento de algún órgano de motor que te trae de cabeza, en fin también hay un lado amargo o de intranquilidad.

ENFERMEDADES

Los taxistas están expuestos diariamente al contagio de enfermedades en un índice muy superior a una persona normal de la calle por el hecho de que no sabemos que salud tiene o qué enfermedad padece un señor que te toma y te lleva a consultas médicas u hospitales, clínicas, etc., etc. Otras veces son madres con niños muy abrigados que van al médico, en fin personas mayores a las que hay que ayudar a entrar y salir del taxi. Por todo ello la exposición del taxista a contagios es mayor.

Todos los taxistas de las grandes capitales, Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia, etc., etc. padecen de la vejiga y sobre todo de próstata. Es una enfermedad degenerante debido a las muchas horas que el taxista se pasa sentado. Los riñones del taxista por cómodo que este viaje, van trabajando mal pero van filtrando la orina que se deposita en la vejiga. Al estar sentado no se nota ninguna molestia ni se tienen ganas de hacer pipi, más si llegas a una parada y bajas del vehículo por cualquier circunstancia, en ese momento sientes que aún con todas tus fuerzas no eres capaz de retraer la orina que baja e irremediablemente tienes que buscar un lugar y evacuar. Por ello se observa que muchos taxistas cuando salen al extrarradio y van a alguna colonia nueva, paran en pleno campo y se les va con alguna puerta a medio abrir tapándose y evacuando la orina de esta forma.

Voy a terminar explicando algunas palabras de la “jerga” del taxista:

Se dice:

– Guiris.- A los que no les importa gastarse todo el dinero que sea en recorrer todo el Madrid turístico, todos los extrarradios, todos los sitios más dispares. Te invitan a comer, y cuando terminas el servicio te dan 1.000 pesetas de propina. Esto pasa, es cierto. El taxista comentando con un compañero dice: “Ayer estuve mañana y tarde con un “guiri” divino. De propina me dio un lagarto.

– Lagarto.- Billete de mil pesetas.

– Pato azulón.- Billete de quinientas pesetas.

– “Una libra”.- Billete de cien pesetas.

– Pelas.- Cantidad indeterminada de pesetas.

– Listo.- Uno que conoce Madrid mejor que el taxista aunque lleva en la capital ocho días. Le dice al taxista el recorrido hasta donde va y el taxista que es un buen psicólogo lo sigue y gana cien pesetas más que si el listo se hubiera callado y el taxista hubiera efectuado el recorrido correcto.

– Tío bueno.- Es el señor simpático que entra en el taxi y casi voceando te da los buenos días, continuando de buen humor.

– Menda.- Igual a grosero, “enterao”, sabelotodo, imbécil, metepata, etc.

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