Feb 222014
 

José María González-Haba Guisado

José María González-Haba Guisado.

  Trujillo es pura roca. Algunos dicen que su nombre significa sin agua. Pero piedra y sequedad que necesitan de las alturas.

         Un día, el Trujillo creado por la DIVINIDAD se conjugó con las piedras modeladas por el hombre. Abrazadas, naturaleza y arte engendraron el Trujillo de granito y de aridez que empezó a elevarse. Se hizo vertical.

 

         De dos maneras Trujillo se acercó al cielo. Una, tiene sus raices en la fe; otra, encuentra su ser en la ilusión. Aquella tiene su reflejo en la Torre de SANTA MARÍA DE LA ASUNCIÓN; éste, ve su arquetipo en el Torreón de Chaves el Viejo.

 

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         La Torres de Santa MARÍA, buscó su modelo, y lo halló en el Apocalipsis. Aparecerá como un prodigio en el cielo, lo vestirá el sol, la luna descansará bajo sus pies y bajarán para adornarla las estrellas.

         Cuenta la historia, que sobre una mezquita, esencia del Islam, simbolizado por la media luna, purificada con sal y agua, por el Obispo de Plasencia, recibió su consagración.

         Va elevándose desde sus cimientos y conquistando lo encumbrado, primero en su base de sillería en las esquinas y mampostería, y más tarde y alto todo en sillería, en su esencia más bella de tres sectores de vano y baquetones que se multiplican en su ascenso.

         Así hasta detenerse en el instante y lugar donde su belleza tardorrománica era impecable. Por ello, es en su estilo la más linda que conoció Extremadura.

         De tal suerte fue erigida. Para en el día ser abrazada por las llamas del sol que la revisten, ser alunada de plata en la noche y acoger la luz de todas las estrellas.

         Los vientos la acaricieron y el agua bajaba a besarla.

         Pero, un día en 1.521, y otro, más tarde, en 1.755, fue embestida por la fuerza de los sismos que la hirieron de muerte. Tanto que, hubo de ser abatida. También leí haber tenido parte en su mal el peso de sus doce campanas.

         Las heridas la convirtieron en ruinas, para que Trujillo supiere del sentido pasajero de la vida, el valor de aquello que pasó.

         Al lado de la Torre, un templo, y en él la maravilla de un retablo que tiene como eje la singular pintura de la CORONACION DE MARÍA, ordeada de doce tablas, luceros de su vida, de las que destacan  la DORMICIÓN y la ASUNCIÓN. Esta, la más original que trazara el hombre: MARÍA, toda blancura, respaldada por la lumbre dorada del sol, sostenida por los Angeles y el asombro del hombre.

         Los despojos de piedra de la abatida Torre fueron recordados, y por ser Torre de la ASUNCIÓN, tenían su destino en el cielo. Subió otra, como aquella otra ASUNCIÓN apócrifa, que es poco más o menos así:

         Un día, MARÍA, notó el final de su prociosísima estancia en la tierra, por que desfallecía de amor. Su tez morena empezaba a palidecer. Sus ojos se agrandaron por la luz que en ELLA vivía. San Juan avisó a los discípulos que volaron al lado de la MDRE. Estando en medio de todos, no se sabe si se durmió o si estaba muerta.

         En parihuelas, rodeada de flores, la llevaron a una tumba habida en Getsemaní. Delante, iba San Juan llevando una palma amarilla que bajó del cielo el Arcangel Gabriel, el día que la llamó LLENA DE GRACIA, cuando se inventó el AVE MARÍA.

         Arriba, en las alturas, su HIJO ordenó a San Miguel que con una legión de Angeles bajara con el alma de su MADRE para juntarla de nuevo al cuerpo.

         Con suavidad la tomaron, al igual que la palma amarilla y la alzaron, para siempre, al lado de la TRINIDAD.

         En el camino, MARÍA, abrió los ojos.

         Como ese hacer sucedió en la Torre de la ASUNCIÓN. Trujillo tomó el cuerpo roto de su maravilla y comenzó a elevarla. En su trayecto de asunción las piedras de SANTA MARÍA abrieron sus ojos, a través de los vanos de su reconstruido campanario.

 

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         El Torreón de Chaves el Viejo se presenta revestido de otros colores y sentidos. Su verticalidad se integra de tres cuerpos que descansan en una de las rocas más sólidas del lugar, defendiendo una puerta hecha a tajo sobre la misma piedra. En su seno se mezclan cantería maciza y sillería, en las esquinas de los cuerpos superiores, y al ser necesario algo de luz, se acude a aspilleras, a una ventana mudéjar y dos ventanucos. El más alto, aquel que vuela al final de la estatura de la Torre, sirvió para satisfacer la curiosidad de Trujillo. Desde él se asomó, en el siglo XIV, y conoció que eran confines. Muy lejanos barruntó murmullo de olas y olor de mares que entonces, no conoció.

         Junto a la verticalidad aparece la horizontalidad, que conjugadas engendraron la geometría sentimental e histórica de un pueblo.

         Ha sido el sostén de la puerta más importante de Trujillo, la de Santiago, y otra vez con su  fisgoneo supo como nadie de la vida lugareña.

         Mucho le ayudó la paralela Torre allá alzada, con su Campana del Concejo, a través de sus toques tañidos, repicados o abiertos, y el diario repique del toque de queda.

         Hasta allí llegaron las crónicas de la existencia de los linajes, divididos para regir la Villa entre Altamiranos, Añascos y Bejaranos, finalizados en 1.347 por Pedro I con el reparto de los cargos en terceras partes desiguales.

         Sufrió con los males de banderías, y sintió en sus salones la prohibición del uso de armas.

         Le dolieron las noticias de la estocada final de Juan Paredes, en la Plaza Mayor, y que antes había privado de la existencia a su esposa y suegra.

         O las de aquel cruce de aceros, el Jueves Santo de 1.508, en la Iglesia de SANTA MARÍA.

         De las reacciones de los sobrinos de Pascual Gil tras el asesinato del hijo de éste.

         O del hallazgo del cadáver de García de Orellana en el mismísimo Arco.

         Hechos que hicieron llorar a estas piedras trujillanas que tienen corazón.

         Le alegraron las letras de concesión de la categoría de Ciudad, en 1.430, por Juan II.

         No pudo narrar el relato de las bodas reales fallidas, en 1.474, de Doña Juana que había sido llevada al Alcázar.

         Fue posada real y en su seno de piedra, se formó su señorío y lealtad a sus Reyes. Por lo mosmo presenció derrumbarse alturas aleves con el desmoche de sus torreones.

         Su día más feliz, el de la unidad de España, que la hizo, ahora sí, entender aquello del sabor de mares y sonido de olas.

         Vivió con intensidad el descenso de Trujillo, desde las alturas, hasta el llano de la Plaza Mayor, a la que trasladaron Torres y Campanarios, ylas puertas vieron su reflejo en sus soportales.

         Gozó cada vez que el nombre de un trujillano que van ganando el horizonte lejano.

         En la conquista de Granada, en Ceriñola el llamado “brazo del Gran Capitán”, y sobre todo al sembrarse el nombre de Trujillo en Honduras por Francisco de las Casas, en Perú por Francisco Pizarro, en Venezuela por García de Paredes.

         Pero un día enmudeció. Enhiesta y soberbia se conserva, para vivir en la añoranza.

         El último embate lo recibió en 1.817, cuando de su lado le arrancaron la Campana del Concejo.

 

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         Hay otras Torres. El Mirador de las Jerónimas, donde una celosía de ladrillos rojos fue capaz de separar la soledad sonora de un cenobio del mundanal ruido.

         Torre de los Bejaranos, donde están enlazados para siempre, historia y leyenda, heroismo y amor.

         Torres de San Martín y del Alfiler. Torres y Torres de Trujillo.

 

Trujillo, 19 de septiembre de 1.998.

José María González-Haba y Guisado.

Ene 152014
 

XXVII COLOQUIOS HISTÓRICOS DE EXTREMADURA.

ARROYO MATEOS, Juan Francisco EL GRAN EXTREMEÑO: FRAY JUAN CABRERA, O.F.M.

Vivió en el siglo XVI un extremeño tan destacado que las gran­des dignidades de la Patria deseaban tenerlo consigo y escuchar sus conversaciones, oir sus puntos de vista y aprovecharse de sus siempre provechosas doctrinas. Nos estamos refiriendo al francis­cano fray Juan Cabrera, que algunas veces solía visitar al Rey Fe­lipe II, al que incluso escribía cartas, que luego el monarca, por en­contrarlas tan amenas e interesantes, se las leía muchas veces al personal de su palacio. No le olvidaba Felipe II, pues cuando cierta vez viajó por Badajoz preguntó con gran admiración, respeto y afecto por su fraile muy estimado fray Juan Cabrera, que descolló sobre todo en santidad, espíritu de oración, penitencias austeras y milagros de toda índole, pues en un año de sequía consiguió del Señor abundantísima lluvia, en menos de 24 horas, tras solicitarle al superior del convento que impetrara esta gracia al Altísimo; prodigio que dejó como «espantados» a los frailes.

BAZAGA IBAÑEZ, Manuel J. TRUJILLO EN EL PLEITO DE LA ORDEN FRANCISCANA

La Orden Franciscana tuvo en Trujillo gran preponderancia y estimación, pero en su permanencia en la ciudad no pudo exi­mirse de los problemas que la división en sus dos ramas. Ob­servantes y Conventuales, ocasionaron desde el año 1500 a 1517, en que se someten a un solo ministro general, nombrado por el Papa León X.

BARRIO MOYA, José Luis APORTACIONES A LA BIOGRAFÍA DE JUAN MATEOS, BALLESTERO MAYOR DE FELIPE V, RETRATADO POR VELÁZQUEZ

La importancia que el ejercicio de la caza tuvo en la Corte de los Austrias españoles se tradujo en la aparición a lo largo del siglo XVII de numerosas obras sobre temas cinegéticos, en las que sus autores daban consejos para cobrar las mejores piezas y normas para el co­rrecto uso de las armas. Destacan entre aquellos libros el «Arte de la ballestería y montería», de Alonso Martínez de Espinar, y «El ori­gen y dignidad de la caza», del extremeño Juan Mateos.

Juan Mateos fue un hábil cazador, quien por sus méritos llegó a ser ballestero mayor de Felipe IV, tan aficionado a la caza como a la pintura y a las mujeres, al que acompañó en numerosas cace­rías, sobre todo en el monte de El Pardo. Fue tal la importancia que Juan Mateos alcanzó en la Corte de Felipe IV, que el propio Velázquez realizó su retrato, en una pintura que en la actualidad se con­serva en la Galería de Dresde.

Juan Mateos nació en la localidad de Villanueva del Fresno, en fecha todavía desconocida, falleciendo en Madrid en 1634. Hijo de un afamado ballestero, muy joven acompañó a su padre en sus ac­ciones venatorias. Establecido en Valladolid y luego en Madrid, Juan Mateos gozó de la confianza de los reyes Felipe III y Felipe IV, y a pesar de la protección que ambos monarcas le dispensaron su si­tuación económica fue siempre precaria. Su obra «Origen y digni­dad de la caza» se publicó en Madrid en 1634, haciendo en 1927 una nueva edición la Sociedad Española de Bibliófilos y una tercera, pu­blicada en Badajoz, en 1978, a cargo de Manuel Terrón Albarrán.

CADENAS HOLGUÍN, Ángel LA TORRE DE LOS PIZARRO

En el Marquesado de la Conquista, en el siglo XVI, Hernando Pizarro, hermano del conquistador del Perú, manda construir un monumental palacio para su esposa inca, doña Francisca Pizarro Yupanqui. El palacio está dotado de una torre homenaje, monoalmenada, coronándola que la señorea. Lleva como nombre la Torre de los Pi­zarro, pero propiamente debería ser denominada LA TORRE DE HERNANDO PIZARRO, en honor y homenaje a su creador.

La Villa de la Conquista, siempre ligada al linaje de los Pizarro desde los tiempos de la reconquista a los almohades da dictado al título de Marqués, el cual concede el Emperador Carlos I, a Fran­cisco Pizarro.

Ángel Cadenas, autor de este trabajo, nace a escasos metros de esta torre y desde su ventana ve y quiere ver a La Torre de Hernan­do, por su muro oeste, que hoy por hoy se desmorona y amenaza seria ruina, y expone la urgente necesidad de intervenir para evi­tar su derrumbre, pensar que es un símbolo de la relación entre la cultura Inca y la Ibérica.

CÁRDENAS BENITEZ, M.a Pilar UN TRUJILLANO EN AMÉRICA: JUAN PRIETO DE ORELLANA, VISITADOR DE LA AUDIENCIA DE SANTA FE

Muchos son los extremeños que emigraron a Indias y que par­ticiparon en su descubrimiento, conquista y población. Como la mayoría, llegaron impulsados por el afán de gloria, de grandezas, de enriquecimiento, de fama.

Juan Prieto de Orellana pasa a las Indias con un propósito: Ter­minar la visita comenzada por Juan Bautista de Monzón, que ha si­do hecho preso por los miembros de la Audiencia de Santa Fe.

Este trabajo va a servirse de las cartas que Prieto de Orellana envió al rey desde Santa Fe.

CARRASCO MONTERO, Gregorio DE LA CRÓNICA DE UNA PEREGRINACIÓN

Más de diez mil romeros caminaron a El Palancar. El motivo era celebrar la reinstalación de las órdenes religiosas en la diócesis después de la EXCLAUSTRACIÓN Y DESAMORTIZACIÓN.

En esta crónica existen reivindicaciones, aunque expuestas como quejas.

Personalidad del obispo impulsor de la magna marcha a la cu­na de la Reforma Alcantarina, ilmo. Sr. Dr. don Ramón Peris Mencheta, cuyo pontificado enlazó la última década del siglo XIX con el XX.

CAVA LÓPEZ, M.a Gema POBREZA Y MARGINACIÓN INFANTIL:EXPÓSITOS EN LA ALTA-EXTREMADURA MODERNA

El expósito constituye uno de los grupos característicos del co­lectivo más amplio de marginados de las sociedades occidentales de la época moderna. Su condición y situación de exclusión social se explica por la convergencia en estos individuos de, al menos, tres elementos de desprestigio en el sistema de valores de la época, cuales son su presumible filiación ilegítima, la desvinculación de un grupo familiar de origen y el estado de miseria que caracteriza su existencia desde los primeros momentos.

El intento de aproximación a la magnitud del fenómeno en el marco espacial de la Alta-Extremadura ha puesto de relieve las par­ticularidades que éste reviste en el caso propio. El escaso volumen de la exposición y el comportamiento extraño en cuanto a la ruptura de la tónica creciente del mismo, que cabría esperar de principio a fin del antiguo régimen, señalan los rasgos peculiares de la práctica del abandono. Así lo confirma el mantenimiento de las reducidas proporciones de expósitos según la información suministrada por la documentación parroquial; en tanto, el análisis de las cifras de la exposición institucionalizada no sólo corrobora la falta de ese cre­cimiento, sino que aún lo subraya al apuntar la tendencia inversa durante el XVII, al menos en el área de influencia de la fundación es­tablecida en Trujillo, que sólo será restablecida de acuerdo con las pautas generales en el transcurso de la centuria siguiente. En cualquier caso, los menores implicados serán atendidos por las autori­dades civiles y eclesiásticas locales, así como por las diferentes ins­tituciones de origen, naturaleza y entidad diversa, desigualmente distribuidas por el territorio de la Alta-Extremadura.

CEBALLOS BARBANCHO, Julio APROXIMACIÓN TIPOLÓGICA AL ARTE FUNERARIO Y SEPULCRAL EN LA ARQUITECTURA RELIGIOSA DE LA DIÓCESIS DE CORIA-CÁCERES (SS. XV-XVIII)

El sepulcro: aspectos generales.

Antes de afrontar el estudio tipológico de la diócesis de Coria-Cáceres conviene analizar el proceso constructivo que supone la erección de un sepulcro en un templo. Esbozaremos para ello un breve resumen de los trámites y trabajos necesarios para la edifi­cación de los mismos.

Ante todo señalaremos que los documentos de todo tipo (tumbos, becerros, escrituras de fundación, cuentas de fábrica y, sobre todo, los contratos) nos proporcionan noticias sobre el pro­ceso de construcción de un monumento funerario.

El primer aspecto a considerar es la preparación del lugar, que conlleva una serie de trámites burocráticos, permisos, etcétera, además de una compleja jerarquía espacial en la ubicación del se­pulcro en la iglesia.

A continuación se procede a la realización del sepulcro. Para ello hay que contratar primeramente al/los artista/as, que ade­más de escultores pueden ser arquitectos, rejeros, pintores o enta­lladores.

El artista elabora las trazas o proyecto del sepulcro, a los que se debe ajustar la realización de la obra si recibe la aprobación del cliente.

Para la construcción de obras funerarias se utilizan en los tiempos modernos variados materiales. Su uso implica una jerarquización que está en función de la condición socioeconómi­ca de los personajes a los que pertenecen. Otros aspectos a considerar en este sentido son la calidad del material, su dificultad de labra, procedencia, etc. Los materiales que aparecen en los monumentos funerarios de la diócesis Coria-Cáceres son bási­camente pétreos (granito, mármol, alabastro, pizarra, piedra co­mún, arenisca, caliza…), ya que no hemos hallado materiales me­tálicos (como oro o bronce), o soportes menos nobles (como ma­dera, yeso o barro).

CILLÁN CILLÁN, Francisco EL CONVENTO AGUSTINO DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA

En la parte más elevada de la localidad extremeña de Santa Cruz de la Sierra se encuentran las ruinas del antiguo convento de frailes agustinos recoletos, fundado bajo el patrocinio de don Juan de Chaves y Mendoza, primer señor de la villa, a principios del si­glo XVII. Eligieron por enclave un lugar lleno de misterio donde era constante la aparición de luces, y donde había un pozo con aguas milagrosas. Desde sus inicios, los frailes establecen relacio­nes pastorales con las comunidades parroquiales próximas y al­canzan un elevado prestigio en toda la comarca.

A mediados del siglo XVII, inician la construcción de un her­moso templo de cruz latina que aún hoy se puede contemplar casi íntegramente.

Un siglo después amplían las dependencias conventuales pa­ra dar albergue a treinta frailes. Sin embargo, el suministro del agua potable, el aumento continuo de propiedades, olvidándose del espíritu recoleto, y su inclinación hacia los más poderosos les hace que vivan en un permanente enfrentamiento con la vecindad.

El 18 de septiembre de 1835 se realizó la exclaustración, y el pueblo aprovechó la Primera Guerra Carlista para destruir el con­vento.

Hoy la grandiosidad de sus ruinas atestiguan el esplendor de otras épocas.

CORDERO ALVARADO, Pedro SIGNIFICADO PROFUNDO DE LAS ARMAS DEL ESCUDO QUE CORONA EL PALACIO DE LOS , MARQUESES DE LA CONQUISTA, DE TRUJILLO

Iniciamos este trabajo haciendo un estudio heráldico del mantelado, que muchos autores blasonan equivocadamente, resaltan­do de él que las armas principales son las que constan en la punta del escudo, y que las dos piezas superiores no son particiones del campo, sino añadiduras a las armas principales.

Seguidamente estudiamos, entre otras, las Reales Cédulas de 13 de noviembre de 1537, de Valladolid, de 22 de diciembre de 1537, por las que se conceden y se acrecientan las armas del conquistador del Perú, Francisco Pizarro, como también el significado heráldico, histórico y político de cada una de las armas que en él figuran.

Hacemos hincapié en destacar que «el cuartel principal» del blasón es el que en la punta se representa, en donde se ofrece la pri­sión del emperador Atahualpa y de los siete caciques de las pro­vincias de su imperio. Asimismo estudiamos el sentido de las manteladuras que rematan el emblema.

CORRALES GAITAN, Alonso José EL BIBLIÓFILO EXTREMEÑO: ELÍAS DÍEGUEZ LUENGO

Conocí a Elías telefónicamente en el año 1992, ello como con­secuencia de mi colaboración literaria en el Diario Regional HOY.

Desde aquel preciso momento, mantuvimos una amistad realmente curiosa, pues solamente nos tratamos por teléfono y al­guna carta. Y así ha sido en todos estos años, sin llegar a poder co­nocernos en persona, caprichos del destino.

Nació Elías Diéguez Luengo en la universal ciudad de Trujillo, pero prácticamente toda su vida la pasó en la localidad de Valencia de Alcántara. Profesor de E.G.B, casado y padre de seis hijos. Miem­bro de la Comisión de Monumentos de Cáceres, del Instituto Portugués de Arqueología Leite de Vasconcelos de Lisboa. Académico correspondiente de la Real Academia de la Historia de Madrid. En posesión de la Cruz da Alfonso X El Sabio. Autor de una Historia de Valencia de Alcántara publicada en la Revista «Tensión».

Ha presentado comunicaciones en los Congresos de Estudios Extremeños en Plasencia, Badajoz, Cáceres, Trujillo y Mérida, así como en varias ocasiones en los Coloquios Históricos de Trujillo.

Son innumerables las conferencias que ha dado sobre temas de arqueología, historia y arte, en Cáceres, Madrid, Guadalajara, Oporto, Portalegre, Cedillo, Santiago de Alcántara, Salorino, S. Vi­cente de Alcántara, Trujillo, Brozas y Valencia de Alcántara.

De 1980 a 1987, semanalmente emitió por Radio Nacional de España, desde Cáceres: «Curiosidades de la Historia de Extrema­dura», en el espacio Retama.

50º ANIVERSARIO DE LA EXPOSICIÓN DEL LIBRO EXTREMEÑO

El pasado día 23 de abril se cumplieron cincuenta años de la celebración de la primera exposición del libro extremeño, aconte­cimiento que se llevó a cabo en Cáceres.

Ya unos meses antes, comencé a recordarles tal evento a distin­tas instituciones y organismos de nuestra ciudad, a fin de conme­morar de alguna manera tal acontecimiento cultural. Me puse a en­tera disposición de quienes quisieran aportar algo, pero me ignora­ron por completo y dicho aniversario ha pasado sin pena ni gloria, solamente unas líneas que escribí en la Revista Alcántara.

Una vez mas me ha sorprendido esta falta de interés por acon­tecimientos como el que nos ocupa, por el gran valor cultural que pueden aportar a nuestra tierra y sus gentes. Sin embargo por mo­tivos que desconozco, parece que no era interesante el recordarlo. Al menos por los estamentos oficiales.

Por todo esto, además de por mi condición de bibliófilo, quiero aprovechar la oportunidad que me brindan estos Coloquios Históricos, para al menos hacer un justo y nostálgico recuerdo, desde la distancia lógica del tiempo y mi humilde aportación investigadora a aquella Primera Exposición Bibliográfica Extremeña.

Es más que probable que hoy tal acontecimiento parezca algo cotidiano o sencillo, pero debemos verlo exclusivamente con los ojos y la mentalidad del año 1948, y entonces la cosa cambia. En la actualidad es verdaderamente sencillo que cualquier biblioteca particular tenga varios miles de ejemplares. Lo que puede darnos una idea de la cantidad de libros denominados extremeños, por su contenido, o por sus editores, que pueden existir dentro y fuera de nuestras fronteras regionales. Ahora bien, mirando todo esto cin­cuenta años atrás la cosa cambia.

CURADO FUENTES, Daniel MÉRIDA: FONDOS DE PENSIONES VISIGODOS

En diversos pasajes de las vitas emeritenses hemos encontra­do información sobre este mecenazgo de la iglesia visigoda en la ciudad.

Pensiones establecidas por nuestros obispos para paliar la pobreza o aumentar el patrimonio de la Iglesia, son documen­tados suficientemente y serán exponentes de la clara vocación social de nuestra iglesia local y de la riqueza atesorada en su gobierno.

Los datos aportados pueden ser las primeras noticias sobre fondos de pensiones en nuestra región y en la historia de la econo­mía extremeña.

CURADO GARCÍA, Blas PAULO: UN GINECÓLOGO EN MÉRIDA VISIGÓTICA. (LA FALSA CESÁREA)

Paulo, médico y obispo de la Sede emeritense (530-560) practica una operación ginecológica durante su episcopado. La

Se había preparado para llevar a cabo una epopeya. La gloria de la ¡mortalidad está al alcance de sus manos.

Un día se despidió de su madre para ir a recibir, en Lagunilla, la ordenación sacerdotal. Su madre lo despedía emocionada y le deseó buen viaje. El hijo le respondió: «Que me ahogue en el Tajo si no he de ser buen sacerdote».

FERNÁNDEZ SERRANO; FRANCISCO RECTOROLOGIOS IMPRESOS DE LA DIÓCESIS DE PLASENCIA

Antes que los rectorológios, fueron los episcopologios, nume­rosos y variados desde el siglo XVI hasta el último editado en 1998.

Los rectolorologios son a las parroquias, grandes o pequeñas, lo que los episcopologios a las diócesis.

Tres ocasiones perdidas para preparar los rectorológios.

Primera, en 1962, cuando se lanzó la idea de una «Extremadura Sacra», a nivel parroquial. Se aceptó, parcialmente, la idea; se pre­pararon algunos pocos rectorológios, pero no se editó ninguno.

Segunda, durante el VIII Centenario de la diócesis placentina, en 1989. Hubo conferencias, congresos de historia diocesana; un volumen conmemorativo. Pero nada de rectorológios, salvo apar­te, uno, el de Casatejada, en su revista anual.

Tercera, 1996. Se cumplió el primer centenario de un decreto fa­moso en la diócesis: el arreglo -o desarreglo- parroquial, cuando se suprimieron y se crearon nuevas parroquias en Plasencia, Don Be­nito, Béjar, Trujillo, Medellín, los viejos arcedianos, Guareña, Miajadas, Navalmoral de la Mata y Hervás. En este primer centenario alguien proyectó pero no se realizó ningún rectorológio impreso.

Rectorologios sueltos impresos…

Beneméritos los que, espontáneamente, prepararon e impri­mieron estos rectorologios aún sin editar. Los ejemplos brindados demuestran que se puede continuar una bella tarea.

LOS «VALLES» EN LA TOPONIMIA DE GARCIAZ

La primera cita histórica y literaria de Garciaz se halla en el Li­bro de la Montería del rey Alfonso XI, el del Salado, el de Guadalu­pe: …«en tierras de Trujillo están los «valles» de Garciaz (antes Gar­cías y simplemente García) hasta el camino de Berzocana».

En una zona de montaña no alta se destacan sus valles, que forman la corona aquella hondonada presidida por Garciaz, como un castillo inferior, al que no se puede acceder si no es salvando di­fícilmente cualquiera de las cuatro cadenas de montañas que por todas partes lo ocultan y rodean.

En ese círculo irregular de montañas que suponen Garciaz y sus valles, hasta época muy reciente de los caminos de Aldeacentenera, de Berzocana, de Logrosán, de Zorita, de Conquista, de Herguijuela y de Trujillo a través de la Madroñera, los valles ser­vían para conducir las aguas del círculo montañoso que iban casi todas al Almonte, y de allí al Tajo y para preparar los caminos tor­tuosos hacia los pueblos circunvecinos y exteriores.

FLORES OLAVE, Lucía ÍNDICES DE ALFABETIZACIÓN DE NÚCLEOS RURALES EXTREMEÑOS

Este trabajo supone el estudio de los índices de alfabetización de algunos núcleos rurales extremeños que participan de toda la dinámica de la región. Atiende la contraposición ciudad-campo las peculiaridades de este último sector así como las tasas de alfa­betización tanto masculina como femenina, centrándonos un poco más en este punto por cuanto sus peculiares características.

Trata además cuestiones como las herencias de estas bibliote­cas ¿quienes las heredaban? Y a la temática y autores más repre­sentativos y emblemáticos de la edad moderna.

Se incluyen gráficos para apoyar el estudio y observar así la evolución de estos índices de alfabetización vistos entre otras cues­tiones de síntesis en el punto final referente a conclusiones.

GARCÍA CIENFUEGOS, Manuel IMPACTO DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EN MONTIJO A TRAVÉS DE LAS FUENTES PARROQUIALES

Las fuentes parroquiales, para el estudio de la Guerra de la In­dependencia en Montijo nos acercan a una realidad que en todo momento he pretendido fuera desde un punto de vista novedoso, no tanto la propia guerra en su visión bélica, sino desde las citadas fuentes, sus efectos a nivel local, abriendo una puerta a la investi­gación histórica a un mayor nivel, el comarcal. Es visible que las fuentes parroquiales nos han llevado a un recorrido por los dife­rentes impactos que la contienda causó en las economías, en la pa­ralización de actividades religiosas, en la ocupación de edificios eclesiásticos, en las modificaciones de las habituales fuentes de in­gresos de las instituciones y, sin duda, lo que puede ser conside­rado como una premisa a la hora de analizar este periodo a través de los registros sacramentales: la influencia en la demografía.

Con ello, una vez más de la mano de la historia, se entrecruzan aquellos campos de investigación que son hoy en día vanguardia en el análisis histórico: una sociedad que se. ve afectada seriamente y que reacciona en un determinado comportamiento, moviéndo­nos en las mentalidades de un pueblo que se vio afectado en sus costumbres, en su expresión religiosa.

Al aspecto material de las destrucciones que la guerra originó: no sólo la pérdida de vidas, sino sobre todo la pobreza real del país que la guerra trajo consigo. España y por ende Extremadura, fueron mucho más pobres en 1814 de lo que fueron a comienzos de 1808.

GARCIA-MURGA ALCÁNTARA, Juan ACTUACIÓN SOBRE EL PATRIMONIO HISTÓRICO-ARTÍSTICO DE MÉRIDA (BADAJOZ)

La comunicación enviada a los Coloquios de Trujillo, corres­pondientes al año 1998, ofrece unas reflexiones iniciales sobre el tema de la tutela del Patrimonio Histórico y Artístico, cuestión en ocasiones polémica, dado el escaso rendimiento económico direc­to de estos bienes de la Humanidad, aunque la postura meramente conservacionista carece de sentido, sobre todo con vistas a las ge­neraciones del futuro.

El concepto actual de patrimonio histórico-artístico, incluso desde el punto de vista legal, restringe el derecho de propiedad in­dividual en bien del carácter social del objeto artístico, llegándose a configurar un «Patrimonio Universal de la Humanidad». Se plantea igualmente la necesidad de una política de respeto y difu­sión de los tesoros culturales, desde los universales a los más par­ticulares y locales.

Se expone el criterio de que la tarea del historiador se refiera a la orientación de los diversos grupos sociales para que lleguen a considerar este patrimonio como un bien cultural, que enaltece los más nobles valores de la personalidad-humana. El criterio de valoración no será sólo el paso de los años, ni su mayor o menor uso político; habrá que tender a buscar su sentido estético y valo­res formativos: explicación del pasado, de las raíces progresivas del ser humano, conservación inteligente, entre todos, de las obras artísticas, etcétera.

GARCIA-PLÁTA, Reyes Narciso EL «GARLO FAMOSO» DE ZAPATA COMO FUENTE DE LA CONTIENDA DE DIEGO GARCÍA DE PAREDES Y EL CAPITÁN JUAN DE URBINA, DE LOPE DE VEGA

La legendaria personalidad del trujillano Diego García de Paredes, el bravo soldado del Gran Capitán, alcanzó cierto re­lieve en la literatura española del renacimiento y del barroco a través de las composiciones dramáticas de autores de la talla de Lope de Vega o Juan Bautista Diamante y de obras como la del extremeño Luis Zapata de Chaves. Con el presente estudio pre­tendemos contribuir a un mayor conocimiento de la figura de García de Paredes y de los hechos históricos en los que participó, mediante el análisis de la comedia La contienda de Diego García de Paredes y el capitán Juan de Urbina, de Lope de Vega, y de la relación que mantiene con su fuente más directa, el poema he­roico Cario Famoso, de Luis Zapata.

GARRAÍN VILLA, Luis NUEVAS APORTACIONES DOCUMENTALES A LA VIDA DE FRANCISCO DE ZURBARÁN

Al cumplirse el IV centenario del nacimiento de Francisco de Zurbarán, es imprescindible dar a conocer nuevos documentos que ilustran la vida del pintor de Fuente de Cantos, con la aporta­ción de datos que desvelan incluso nuevas facetas artísticas desco­nocidas hasta ahora, como la de escultor de imágenes.

GIL SOTO, Alfonso PEDRO DE ALVARADO Y LOS ANTECEDENTES DE LA CONQUISTA DE NUEVA ESPAÑA

La expedición de Juan de Grijalva a Yucatán, en 1518, creó grandes expectativas en la isla de Cuba. Tras su regreso con algu­nas piezas de oro, el gobernador Diego Velázquez comenzó a rea­lizar los preparativos para enviar una nueva flota.

La elección del general que había de guiar la armada no fue en absoluto fácil, pues eran muchos los hidalgos que aspiraban a ocu­par el cargo. Alvarado, que había participado en la expedición de Grijalva como capitán de un navio, hizo también todo lo posible para convertirse en el líder de la hueste.

Finalmente, contra todo pronóstico, el gobernador eligió a Hernán Cortés. Pero al poco tiempo se arrepintió y le revocó el car­go, a pesar de lo cual partió rumbo a la costa continental.

Todos estos conflictos, en los que Alvarado participó de forma activa, desestabilizaron al ejército conquistador incluso antes de zarpar la flota.

GONZÁLEZ CUESTA, Francisco INÉS SUÁREZ: UNA EGREGIA PLACENTINA EN TIERRAS CHILENAS

Nuestro trabajo sobre Inés Suárez está dividido en cuatro par­tes: «Introducción», «Apuntes biográficos», «La imagen de Inés Suárez en el proceso de Pedro de Valdivia» y «Conclusiones».

En la introducción manifestamos nuestro propósito de di­fundir el conocimiento de aquella extraordinaria mujer, desgra­ciadamente poco estudiada por nuestros historiadores y dema­siado ignorada, incluso por sus paisanos. Como base de nuestro estudio se presentan las crónicas de la conquista de Chile, re­dactadas por testigos presenciales de los hechos, sobre todo la de Marino de Lobera. También se han tenido presentes los es­tudios de historiadores chilenos del relieve de Barros Arana y los de otros autores que tangencialmente han tratado la figura de esta egregia placentina.

En la primera parte, recordamos -anotando- los más relevan­tes datos biográficos de Inés Suárez, desde su nacimiento en Plasencia, en 1507, hasta su muerte en Santiago de Chile, en 1577. So­bresale su heroísmo en la defensa de la recién nacida ciudad de Santiago en 1541. La segunda etapa de su vida se extiende desde su matrimonio con Rodrigo de Quiroga, compañero de Valdivia en la conquista, hasta su fallecimiento.

La segunda parte del trabajo trata de presentar la figura hu­mana de Inés Suárez a través de documentos tan interesantes co­mo los relativos al proceso de Pedro de Valdivia. Se acusa a Inés Suárez de influencia excesiva sobre su amante, de codicia desme­dida y de conducta escandalosa. El propio Valdivia y testigos fide­dignos contestaron con datos y hechos a estos cargos, descubrien­do la auténtica dimensión biográfica de nuestro personaje.

Finalmente, en las conclusiones, sintetizamos sus valores -va­lentía, ambición, fidelidad en el amor, caridad y profunda religio­sidad- y sometemos el veredicto sobre esta ilustre placentina al criterio del lector.

GONZÁLEZ HABA Y GUISADO, José María LAS TORRES DE TRUJILLO

Trujillo es pura piedra y sequedad, pero que necesita de las al­turas. Un día se abrazaron la naturaleza y el arte y Trujillo se hizo vertical, a través de sus torres. Estas tuvieron dos bases distintas, la fe y la ilusión. Ejemplos de las mismas son la de Santa María de la Asunción y el torreón de Chaves el Viejo.

La primera encontró sus planos en el apocalipsis. Pero, un día se vio tronchada y se convirtió en ruinas. Era Asunción y hubo de ser llevada a los cielos, y subió como el recuerdo del más bello re­lato apócrifo mariano.

La segunda fue atalaya, y al llegar a las alturas divisó, allí don­de se juntan la tierra y el cielo, horizonte y ruido de mar. Primero fue fortaleza; después unidad de la patria; por último, fuente de ilusiones de conquista.

Hay otras que sólo cito por su interés: el mirador de las Jerónimas, donde una celosía de ladrillos separa la soledad sonora del mundanal ruido, y la torre de los Bejaranos, que aúna de un lado historia y valor y de otro amor y leyenda.

HIDALGO MATEOS, Antonio LA SUPERINTENDENCIA GENERAL DE PÓSITOS EN ARROYO DE LA LUZ

El pósito, como institución básicamente asistencial y crediticia desarrollada a lo largo del antiguo régimen y condicionado por una economía agraria de subsistencia, sufre un cambio fundamen­tal con la introducción, en 1751, de la Superintendencia General de Pósitos.

Dentro de la corriente reformista, sobre todo en lo que a las instituciones se refiere, auspiciada por los borbones y que va a ca­racterizar a todo el siglo XVIII, se va a producir un cambio en el de­sarrollo de las funciones del pósito. Con el desarrollo de la política de protección del productor, frente a la anterior protección del consumidor, basada en unas necesidades básicas que desarrolla­rán los pósitos, se da un giro radical en la gestión y administración de una institución tan antigua y arraigada en Castilla.

El objetivo de la ponencia será el de destacar los problemas que tenía el pósito de Arroyo de la Luz, así como analizar las so­luciones que, por poco tiempo, lograrán enderezar la decadencia que lentamente inutilizaba esta institución.

De 1751, año de la creación de la Superintendencia General de Pósitos, a 1764, año de la liberalización del mercando interior dé granos, se verá una mejora en la administración de la institución, re­gularizando las cuentas y deudas atrasadas, así como administran­do de manera más racional los recursos que, ante determinadas épocas de crisis de subsistencias, han de asegurar un abastecimien­to mínimo de trigo a la población.

IGLESIAS AUNION, Pablo METODOLOGÍA HISTÓRICA PARA UNA DIDÁCTICA DEL NUEVO MUNDO.

EMIGRACIÓN A INDIAS EN EL PARTIDO JUDICIAL DE LLERENA DURANTE EL SIGLO XVI

La comprensión de lo que ha sido el fenómeno de la emigración a América desde el partido judicial de Llerena, parte del entendi­miento, pues, de que estamos analizando una zona que se configura como unidad de todo un conjunto: Extremadura. El fenómeno de la migración atendiendo a los parámetros que se han ido establecien­do nos hace hablar de un traslado de población que buscó insisten­temente las mejoras de sus nefastas condiciones de vida en la región o en los lugares determinados que ocupa el denominado partido.

Una visión amplia de todo el territorio, con las fuentes que se presentan en la obra de donde han sido extraídas, nos hablan de la importancia que dicho partido tuvo en la emigración a las Indias y de cuyo proceso metodológico en la didáctica nacen las conse­cuencias finales, de tal forma que el descubrimiento de América no es sólo conquista (a pesar de que en colegios e institutos se da desde esta visión, cuando se da) y nombres de heroicos personajes que entrecruzaron la espada y la cruz para llevar la «civilización» a las nuevas tierras conquistadas.

El proceso de América el algo más amplio, refleja con claridad el deseo de trasladar los modelos españoles en sociedad, política, cultura, religión, administración, hacia las Indias, sin quedamos en viejas retóricas que malforman la visión de este acontecimiento que marcó el inicio de una nueva edad histórica y del propio hombre. Subsistieron factores más que notables para que este hombre extre­meño, de esta zona determinada, buscara una salida al Nuevo Mundo y ellos han de ser buscados, analizados y comprendidos.

UNA APROXIMACIÓN A LA RELIGIOSIDAD Y PIEDAD POPULAR POR MEDIO DE LAS COFRADÍAS EN EXTREMADURA DURANTE LOS TIEMPOS MODERNOS

Es obvio que el tema de la religiosidad popular y con él la ma­nifestación de la piedad, podría ser estudiado desde muy diversos campos, al igual que existen investigadores en este terreno que afirman que la religiosidad popular es un terreno propio y único de la religión como fenómeno producido por él.

Desde aquí, pues, la Historia de las religiones, la Teología, la Antropología, la Sociología, parecen campos de estudios más pro­pios que la Historia para estudiar este fenómeno que, efectiva­mente, no es exclusivo del cristianismo y en su caso del catolicis­mo, pues todas las religiones tienen un sentimiento de expresivi­dad popular de sus creencias.

Pero cierto es, de la misma manera, que los estudios produci­dos en estos campos, han llevado siempre al concepto de la religio­sidad popular y más en concreto al de las cofradías, verdadero ob­jeto de estudio de este trabajo, a añadirles aspectos que despiertan subjetividades e influencias de las propias creencias estudiadas. La motivación para el estudio de las cofradías en la edad mo­derna -y con ello realizar una aproximación en la Extremadura de los siglos XVI, XVII y XVIII- no es otra, que conocer el comporta­miento del hombre de esas centurias, en un análisis comparativo entre lo que podemos denominar religión elitista y religiosidad popular, todo encuadrado en el amplio y polémico terreno de la Historia de las Mentalidades.

LÓPEZ LÓPEZ, Teodoro-Agustín BALBOA: UN POBLADO DE CUATRO DÉCADAS (1958-1998)

La memoria colectiva de la sociedad es la historia, como la me­moria personal de los humanos es la vivencia. Con ocasión de la señera fecha de sus cuarenta años el poblado badajocense celebra su fundación y el desarrollo colonial.

Lo haremos historiando en cuatro grandes apartados:

I. En el Plan Badajoz (creado el 5-IV-1952 en las vegas del Río Ana) se construye la colonia de Balboa (28-V-1958) con un grupo de 82 familias, provenientes de los viejos pueblos extremeños:

Aceuchal (6), Alburquerque (8), Azuaga (2), Badajoz (2), Carmoni-ta (2), Cordovilla de Lácara (6), Esparragosa de Lares (5), Fregenal de la Sierra (13), Malcocinado (1), Puebla de Sancho Pérez (3), San Vicente de Alcántara (7), Santa Marta (1), Talavera la Real (14), Tra-sierra (2) y Villar del Rey (10).

II. La vida y costumbres de estas familias nucleares pasan por el desgarramiento de sus pueblos en busca de un futuro familiar. El rendimiento de la explotación agrícola les proporciona un ma­yor nivel de vida, llegan a amortizar la propiedad colonizada.

III. El urbanismo y los regadíos se ubican en las tierras expro­piadas por el régimen de Franco para convertirlas en tierras férti­les, en donde la ganadería de vacuno, mular y cerdar, junto con la producción de tomates, maíz y hortalizas, son objeto de atención por parte de los colonos y los obreros.

IV. Necesariamente el progreso material conlleva una vida religiosa y cultural, que va formado su identidad propia: Por un la­do, la comunidad católica con su curato (14-XII-1956 son creadas canónicamente todas las parroquias), templo, cementerio y com­plejo parroquial; por otro, instituciones culturales, como las escue­las, Sección Femenina, Extensión Agraria y Universidad Popular, así como asociaciones de colonos y cofradías eclesiásticas.

Finalmente, reseñar que en su demarcación se encuentran la base militar de aviación y el aeropuerto civil de Badajoz.

LUENGO PACHECO, Ricardo EDUCACIÓN EN EL NORTE DE EXTREMADURA. PROCESOS DE ENSEÑANZA. SIGLOS XVII Y XVIII

El presente trabajo se centra en el mundo de la enseñanza, y aunque nos acerquemos a la enseñanza en todos sus niveles y for­mas, concretamente trataremos el mundo de las primeras letras a través de fundaciones de escuelas, su metodología e instrumentos que fueron utilizados tanto por profesores como sus alumnos para acercar unos y conocer otros, el mundo del conocimiento, en pa­labras de W.J. Ong, la salida de la oscuridad de la ignorancia a la luz del mundo civilizado.

El aprendizaje de la escritura, de la lectura y de las reglas de arit­mética junto a la doctrina cristiana, serán las prioridades de una en­señanza que en Extremadura, y más concretamente en su parte sep­tentrional, intentaremos conocerla con más profundidad.

MARTÍN JIMÉNEZ, Marcela SATURNINO MARTÍN MORENO. UNA VIDA QUE DEJA HUELLA

Nunca pude imaginar que llegaría este día en que escribiría so­bre mi tío-abuelo. Nunca podría haber soñado algo así, pero aquí está este trabajo sobre él. Tengo que reconocer que he pasado bue­nos ratos buscando en los recuerdos, no sólo personales, sino en los de mi familia y amistades. En sus escritos he conocido lo íntimo, lo que dejaba su alma al desnudo y creo que he podido llegar a saber eso que cuando vivía bajo apariencia de persona grande e impor­tante escondía en la realidad. He tenido que buscarlo entre líneas, en sus reacciones, en sus secretos sentimientos y puedo decir con un cierto orgullo que el apodo que le daban, «El Sabio», era cierto.

Cómo me hubiera gustado decirle: Tío, tu «pequeña Pitonisa» quiere hacerte llegar a los demás como ese personaje importante que de tiempo en tiempo surge, aparece y perdura.

Desde estas líneas te doy gracias por haberle dado tantas cosas a mi padre, sobre todo cariño, y la confianza que depositaste en él que le dio la fortaleza para ser lo que fue.

Gracias por tu ejemplo de vida de la que nos sentimos muy or­gullosos.

MARTÍN NIETO, Serafín SAN PABLO DE CÁCERES; ORGANIZACIÓN, ECONOMÍA Y OBRAS PIAS (1425-1591)

En los XXIV Coloquios de Trujillo, abordamos el estudio de la Casa de San Pablo, desde sus inicios como beaterío en los albores del siglo XV hasta su forzosa adopción de la estricta clausura tridentina en las postrimerías de la centuria siguiente. Fue tanta la documentación que encontramos, que entonces, nos limitamos sólo a la exposición del desarrollo histórico de dicho proceso y a la descripción del edificio conventual. En los presentes Coloquios, lo completamos, sin solución de continuidad, con el análisis de la organización jerárquica del monasterio, su economía -basada en la gestión de las dotes que las monjas aportaban-, las capellanías y aniversarios fundados en la iglesia conventual por la piedad de los cacereños y de las propias religiosas. A pesar de haber sido con­siderado como un convento rico, a tenor del abolengo de sus mo­radoras, éstas sufrieron periodos de grandes carencias.

EL ÓRGANO DE LA PARROQUIA DE SANTIAGO DE CÁCERES, OBRA DE DON ROQUE DE LARRA Y CHURRIGUERA

El patronato de la familia Carvajal, condes de la Enjarada y duques de Abrantes, sobre la capilla mayor de la parroquia cacereña de Santiago, en virtud del testamento del arcediano de Plasencia don Francisco de Carvajal, ha sido de capital importancia para la historia del arte en nuestra ciudad; pues, sin reparar en gas­tos, recurrieron, en todo tiempo, a grandes maestros para la reali­zación de cuantas obras decidieron emprender.

Al secular mecenazgo de los Carvajales debemos también el órgano de Santiago, obra de Roque de Larra Churriguera, impor­tante pieza que permanece hoy olvidada y silenciosa en el coro al­to de referido templo.

MÉNDEZ HERNÁN, Vicente APORTACIONES DOCUMENTALES EN TORNO A LA OBRA DE LOS PINTORES PLACENTINOS DIEGO Y ANTONIO PÉREZ DE CERVERA

El panorama pictórico de una región como la extremeña, en más de una ocasión definida por el renovado goticismo que asiste a su producción arquitectónica y plástica, encontró en el segundo tercio del siglo XVI una vía renovadora respecto de las viejas y ar­caicas fórmulas bajomedievales, a través de pintores de profunda personalidad artística, de entre los que sobresale, por razones en más de una ocasión argumentadas, Luis de Morales, «El Divino». Su estilo, entroncado con el manierismo italiano y las fórmulas fla­mencas, fue pronto asimilado por una serie de discípulos, cuya fal­ta de calidad y frecuente copia de los modelos ejecutados por el maestro propiciaron, sin embargo, que la particularidad del arte de Morales muriera con él mismo. No obstante, siempre es intere­sante estudiar la serie de discípulos reunidos en torno a su taller, de entre los que cobra especial importancia en la Alta Extremadura el artista placentino Diego Pérez de Cervera, además de su her­mano Antonio, cuyo estilo bebe igualmente en el arte pictórico del círculo toledano. En la actualidad, son suficientemente conocidas las intervenciones que llevaron a cabo en los grandes conjuntos de Casas de Millán y Tejeda de Tiétar: dos magníficos ejemplares de nuestra retablística plateresca, cuyo amplio desarrollo iconográfi­co nos permite estudiar un estilo manierista que algunas ocasio­nes toma como fuente de inspiración las obras de su maestro, así como también, y siendo esto lo más frecuente, las composiciones que desde Flandes, Italia o Alemania llegaban a través de las ricas y fecundas colecciones de estampas. Es nuestro propósito con el presente trabajo ampliar los datos documentales hasta la fecha co­nocidos sobre la vida y trayectoria pictórica de los Cervera, así co­mo profundizar en el estudio de su estilo y tratar de rastrear las fuentes de su inspiración.

CUSTODIAS ARGÉNTEAS EN LA COMARCA DE LA SERENA

La comarca de la Serena, antiguo baluarte defensivo en el que se instaló la Orden Militar de Alcántara en sus gestas contra el in­vasor musulmán, cuenta entre sus tesoros artísticos más precia­dos, y aún a pesar de las pérdidas históricas que desgraciadamen­te la han asistido a lo largo de los siglos, una preciada producción de platería argéntea, de entre la que es nuestro propósito con el presente trabajo resaltar las piezas destinadas a exponer en el tem­plo la Sagrada Forma: la custodia. Procedente del siglo XVI no ha aparecido cifrado ningún ejemplar. El siglo XVII y el estilo purista están representados a través de cuatro piezas de soberbia calidad artística: el ostensorio de la parroquia de Zarza Capilla, de pro­bable procedencia mejicana; el que guardan las monjas concepcionistas franciscanas de Villanueva de la Serena, cuya ausencia de marcas es sintomático de las leyes contra el lujo entonces dictadas; el de la parroquia de Malpartida de la Serena, en pésimo estado de

MORANO MARTÍNEZ, Alberto RAFAEL GARCÍA-PLATA DE OSMA Y LA TOPONIMIA EXTREMEÑA COMO OBJETO DE EXPERIMENTACIÓN LINGÜÍSTICA (I): TOPÓNIMOS CACEREÑOS

Rafael García-Plata de Osma (1870-1918) constituye una de las personalidades más significativas del panorama cultural ex­tremeño de primeros de siglo. Aunque andaluz de nacimiento, en su biografía y en su hacer se descubren diversas facetas que demuestran cómo, en palabras de J. M. Cancho, «se convirtió en defensor de todo lo típicamente extremeño, laborando más en pro de la región que le acogió que otras muchas personas na­cidas en Extremadura».

Las inquietudes culturales de Rafael lo llevaron a escribir diferentes artículos y composiciones entre las que encontramos la «Melitonada geográfica de la provincia de Cáceres» (1902) y la «Cacería de gazapos geográficos en la provincia de Badajoz» (1904), en las que el eminente folklorista hilvana distintos topó­nimos extremeños, presentes muchos de ellos en el discurso en virtud de un juego asociativo que los vincula a otra serie de términos, demostrando así un uso de los materiales toponímicos extraño a su utilización más común, la estrictamente designativa.

La limitación del tiempo nos impide analizar de forma con­junta los diferentes topónimos de Extremadura que aparecen en estas dos composiciones, de ahí que, por esta vez, únicamente nos fijemos en los cacereños, registrados todos ellos en la pri­mera de las relaciones, la «Melitonada», «curiosa carta, en que se usan los nombres de los pueblos cacereños para describir un viaje imaginario por la provincia», según se refiere a ella J. Corchón García.

Así, la toponimia cacereña pasa a convertirse en este relato en objeto de asociaciones que, basadas en la coincidencia, similitud y otros rasgos, se convierten en la característica esencial del relato y el motivo de su composición.

MORENO MORALES, Marcelino DESARROLLO LOCAL APLICADO. VISIÓN A TRAVÉS DE UN CASO PRÁCTICO

Desde los años 70 empieza a ponerse en práctica en algunos países de la Unión Europea un modelo de desarrollo que intenta aportar soluciones a una economía como la europea con grandes problemas estructurales. Debiendo afrontar retos como las nue­vas tecnologías, la dicotomía empleo-formación y la distribu­ción espacial de la riqueza, a partir de aquí surge el desarrollo local.

Es necesario tener en cuenta algunas consideraciones que ca­racterizan el desarrollo local, tales como la necesidad de sinergia entre los agentes locales, que es una de las principales vías de crea­ción de empleo, que no existe un modelo único ya que cada zona es una realidad concreta, para lograrlo deben movilizarse los re­cursos disponibles de distinto tipo, su base puede estar en el apro­vechamiento de los recursos endógenos y en la atracción de los exógenos.

A la hora de afrontar un programa de desarrollo local exis­ten varias orientaciones, siendo lo ideal una integración que per­mita un desarrollo local sostenible, endógeno, comunitario e in­tegrado.

En esta ponencia se presenta un caso práctico, el del Ayunta­miento de Plasenzuela, que permite conocer las variantes del de­sarrollo local, así como algunas de las iniciativas llevadas a cabo a partir de la Agencia de Desarrollo Local; residencia de ancianos, lavandería industrial, alojamiento de turismo rural, proyecto para aprovechamiento de productos silvestres, proyectos de la Iniciati­va Comunitaria de Empleo, granja de huevos ecológicos. Centro Piloto de Estudios y Proyectos, Centro de Documentación, Proder de Adismonta, Universidad Popular, relaciones transfronterizas y transnacionales…

NAHARRO I RIERA, Alfonso EL CASTILLO DE ZUFEROLA Y ZORITA

Las continuas investigaciones en los últimos años me han con­ducido al hallazgo de unos documentos que verifican etimológi­camente la relación Ciferuela, Zuferola, Zorita. Este municipio es­tá situado a 28 Kms. de Trujillo en dirección a Guadalupe. El tér­mino se asienta sobre terrenos de la penillanura trujillano-cacereña y presenta un relieve en el que las formas planas dominantes se ven alteradas por la presencia de resaltes como el monte de Cabe­za de Águila o el de la Peña, lugar en el que estuvo situado el cas­tillo de Zuferola.

NARANJO SANGUINO, Miguel Ángel LAS MEDIDAS DE LAS FINCAS RUSTICAS EN LA DESAMORTIZACIÓN ECLESIÁSTICA DE LA PROVINCIA DE BADAJOZ

Últimamente uno de los objetivos de los investigadores de la desamortización ha sido ofrecer en medidas actuales (normalmen­te en hectáreas) la superficie desamortizada en el campo español.

Pero en el momento del proceso desamortizador esa superfi­cie venía expresada en medidas tradicionales de diverso tipo que ha sido necesario reconvertir en hectáreas. Y no siempre ha sido fá­cil esta reconversión.

La medida ampliamente mayoritaria entre las fincas rústicas desamortizadas en la provincia de Badajoz fue la fanega castellana de marco real. Sin embargo, aparecieron también unas medidas vinculadas al ganado y los pastos que tuvieron cierta relevancia. Destacaron en este grupo de forma especial las cabezas lanares. Pero las restantes tuvieron una importancia mucho menor: vacas de yerba, excusas de yerba, yuntas y caballerías.

También tuvieron una cierta presencia las fanegas en sembra­dura. Y aparecieron con cierta frecuencia las fincas que se medían exclusivamente por las plantas y arbolado que contenían (olivos y cepas fundamentalmente).

Por último, también hemos encontrado algunas otras medi­das irrelevantes en el proceso desamortizador bajo el punto de vis­ta cuantitativo, pero de las que también hemos dado cuenta: el peón de viña, el almud y los maravedíes.

NARANJO SANGUINO, Miguel Ángel CAÑAMERO ROSAS, Antonio LA ESCLAVITUD EN MIAJAJADAS DURANTE LA EDAD MODERNA

Este tema ha sido poco estudiado en la provincia de Cáceres, por eso contribuirá a llenar este vacío investigador.

Se trata de un análisis local sobre la esclavitud en el pueblo cacereño de Miajadas, para el que se han utilizado un buen número de fuentes parroquiales y el correspondiente aparato bibliográfico.

Sus conclusiones más destacadas han sido las que siguen.

– La población esclava de Miajadas fue escasa en relación con el conjunto de su población, hecho común en el resto de Extrema­dura. Pero presenta más similitudes con Badajoz que con Cáceres.

– La población esclava se dio muy tardíamente (finales del XVII y primera mitad del XVIII) para lo que era usual en Extrema­dura.

– En la población esclava hubo más hembras que varones.

– Presentó una baja natalidad (toda ilegítima), una elevada mortalidad infantil y una total carencia de matrimonios de escla­vos.

– En algunos casos la relación amo-esclavo debió ser afectuo­sa, pero no parece que esto fuera algo generalizado.

– Los propietarios de esclavos eran muy pocos y pertenecie­ron a la élite local: clero, hidalguía, familias poderosas y viudas acomodadas.

– Parece ser que la función de esta población esclava fue el servicio personal y doméstico.

NUÑEZ MARTÍN, Ramón MISIÓN CUMPLIDA

Referencia de la venida del P. Máximo González del Valle.

PASTOR SERRANO, Juan José LOS ÚLTIMOS BANDOLEROS DE LAS VILLUERCAS

En estas sierras desde la prehistoria habitadas muchas de sus cuevas en sus sierras más naturales, otras aradas en las sierras y la mayor parte con pinturas esquemáticas, que según parece la rela­ción de los que habitaban en las cuevas una interpretación mía, co­mo otra cualquiera.

Han sido lugar propicio para bandidos, separatistas o renega­dos por cualquier causa y difícil de sacar de aquí como los marque­ses o señores que tenían criados con escopetas y que cuando ve­nían de las ferias salían al camino y les quitaban lo que llevaban y entregaban pingües ganancias a sus dueños.

Pero el caso que nos ocupa este año son dos personas de estas sierras de las Villuercas, ambos vivieron su infancia en el campo con sus padres y ambos salieron de sus pueblos, para juntos vivir como bandoleros de la sierra y sólo ellos dos trajeron en jaque a la justicia.

Uno era de Berzocana que nace en 1890 y el otro de Cañamero que nace en 1900. Ambos conocían sus propios territorios, eran inconformistas y ambos conocían esta comarca de las Villuercas en su juventud.

PAULE RUBIO, Ángel LA ACEITUNA Y LA UVA: MODO PRIMITIVO DE EXTRACCIÓN

DESCUBRIMIENTO Y ESTUDIO DE TRES DÓLMENES EN MONTEHERMOSO 

PELEGRI PEDROSA, Luis Vicente FORTUNA Y MISERIA DE TRUJILLANOS EN LAS INDIAS. LOS BIENES DE DIFUNTOS

Los Autos de Bienes de Difuntos de la Sección de Contratación del Archivo General de Indias constituyen uno de los mejores fon­dos documentales para reconstruir la fortuna, o la miseria, que muchos extremeños alcanzaron con su emigración a las Indias. En esta ocasión nos hemos ocupado de los expedientes de emigrantes de Trujillo, la ciudad de Extremadura más destacada en el movi­miento de población al Nuevo Mundo, en el periodo 1569-1665, pues carecemos de expedientes posteriores.

La documentación de bienes de difuntos nos permite conocer tanto las actividades económicas de los trujillanos en las Indias, como el origen de los capitales que llegaron a su ciudad natal, co­mo resultado de la liquidación de sus herencias, beneficiando con ello a sus familiares y herederos en Extremadura, y a sus propias almas con la fundación de capellanías que actuaron como autén­ticas instituciones bancarias al invertir a crédito el capital de sus fundaciones.

Los trámites efectuados por el Juzgado de Bienes de Difun­tos nos permiten calibrar la efectividad de esta institución colo­nial. En total, se registraron en la Casa de Contratación de Se­villa, más de 82.000 pesos, cifra nada despreciable, que tardó un promedio de 10 años en llegar a su destino y mermaron un 14% en costos de envío y trámites, periodo y costos nada exagerados considerando las limitaciones técnicas y las trabas burocráticas del momento.

A partir de esta documentación y con los planteamientos ex­puestos, hemos dividido el estudio en dos comunicaciones, por ra­zones de espacio, la primera titulada «Fortuna y miseria de trujilla­nos en las Indias: Los bienes de difuntos» y la segunda «Caudales y legados indianos en los bienes de difuntos de Trujillo».

CAUDALES Y LEGADOS INDIANOS EN LOS BIENES DE DIFUNTOS DE TRUJILLO

Trámites y costos de los bienes de difuntos

Los capitales que recibieron los herederos de los indianos de Trujillo difuntos en las Indias sufrieron unos costos en tiempo y en dinero, tanto en América como en la Casa de Contratación. Des­graciadamente la información que ofrecen los expedientes mane­jados no permiten conocer los costos en América al carecer de re­solución de cuentas que nos informen de los gastos burocráticos y de las mandas testamentarias allí efectuadas, sin embargo, pode­mos conocer los costos de envío, contenidos en la fe de registro de la Casa de Contratación, del dinero que llegó, así como el descuen­to que experimentó por el proceso llevado a cabo en esta institu­ción hasta su cobro por los herederos mediante la carta de pago. Por tanto, los costos en tiempo y en dinero de los autos de bienes y difuntos estaban sujetos al ritmo de la carrera de Indias y de la burocracia indiana y de la Casa de Contratación.

El ritmo de las flotas, como es sabido, condicionó el tráfico de personas, mercancías, y por supuesto, caudales. Gracias a las sa­lidas y llegadas de los navios conocemos las fechas concretas de al­gunas remesas de capitales que de otra manera no podrían preci­sarse, si bien, este ritmo fue más marcado en la costa y en las zonas próximas a Sevilla, cabecera del monopolio del sistema colonial español, que en territorios peninsulares de tierra adentro como los estudiados por nosotros.

PÉREZ GUEDEJO, José Joaquín LOS BIENES DE LOS PROPIOS DEL CONCEJO DE ALMENDRAL (BADAJOZ)

Los bienes de los Propios del concejo de Almendral, fueron más propiedades de las que hoy posee. Las fincas de las Dehesillas, la Jara, Monrivero, las Navas, la Hoya, el Carrascal pertene­cieron al Ayuntamiento.

En los siglos XVII y XVIII encontramos ganaderos trashuman­tes en la finca de la Jara, o el arriendo de las hierbas de la Dehesilla en el siglo XVII.

La pérdida de las fincas del Concejo de la Jara y Dehesilla fue a causa de la miseria en que se encontraba el vecindario después de la batalla de la Albuera en el siglo XIX.

Pero la finca más importante que posee el Ayuntamiento de Al­mendral es la Dehesa del Medio, en la que centramos la atención.

Le ha servido esta Dehesa al Ayuntamiento como desahogo económico, desde que encontramos documentación en el siglo XVII. Así encontramos en este siglo el corte de quinientos alcorno­ques para los gastos de la guerra de Restauración Portuguesa.

Ganaderos trashumantes también han pasado por esta Dehe­sa en los siglos XVII y XVIII.

El aprovechamiento de la bellota, las hierbas, el corcho, el agostadero y la leña eran aprovechados por los vecinos enrique­ciendo las arcas municipales desde el siglo XVII.

Esta Dehesa se aparcelaba para sembrarla y repartirla entre los vecinos dando preferencia a la clase jornalera, así consta que se hacía a finales del siglo XIX y principios del XX.

Fue exceptuada por Real Provisión del 29 de octubre de 1865 de la venta, en concepto de aprovechamiento común y gratuito.

PÉREZ MARTÍN, Marisa DISEÑO DE UN SISTEMA DE INFORMACIÓN GEOGRÁFICA PARA LA GESTIÓN DE EQUIPAMIENTOS SOCIALES EN CÁCERES. EL CASO DE LAS GUARDERÍAS Y LOS CENTROS DE ENSEÑANZA INFANTIL.

Actualmente, los sistemas de información en Geografía se han consolidado como una de las principales herramientas de gestión en multitud de instituciones, públicas o privadas. Gracias a ello, se está potenciando el desarrollo de algunas aplicaciones referentes a la gestión de variados equipamientos sociales, encaminadas a analizar la situación existente, marcar las pautas de comporta­miento y, sobre todo, fomentar la implantación de dichas activida­des en lugares idóneos. Con ello se consigue un desarrollo equili­brado y armónico de las mismas.

El ejemplo que hemos elegido para ilustrar esta gestión es el de las guarderías y los centros de enseñanza infantil en la ciudad de Cáceres. Para ello se ha considerado como base de datos alfanumérica el padrón municipal de habitantes (1996), las licencias comer­ciales del Impuesto de Actividades Económicas (1997) y diferentes encuestas realizadas en puntos estratégicos de la ciudad.

Palabras clave: Sistema de Información Geográfica, gestión, equipamientos sociales, Cáceres.

MOVILIDAD Y ACCESIBILIDAD: PARÁMETROS LIMITANTES PARA LA SOSTENIBILIDAD URBANA DE UNA CIUDAD INTERMEDIA. EL CASO DE CÁCERES ANALIZADO MEDIANTE SIG

En numerosas ocasiones atribuimos al tráfico motorizado unas connotaciones negativas en tanto que provoca diversas for­mas de contaminación, atmosférica, acústica, etcétera. Esto origi­na que sea uno de los principales factores limitantes para que el medio urbano alcance una sostenibilidad adecuada. Obviamente, para entender las claves del tráfico rodado es preciso hacer refe­rencia a dos conceptos problemáticos, la movilidad y la accesibi­lidad, parámetros que van a servirnos de base para analizar la ciu­dad de Cáceres desde un punto de vista sostenible.

Para alcanzar este objetivo se parte de una de las herramientas más novedosas en la gestión de cualquier área, el Sistema de Infor­mación Geográfica, con el cual vamos a determinar las zonas en las que el tráfico origina los mayores impactos, analizando las posi­bles consecuencias que esto puede tener y, por supuesto, tratando de exponer algunas soluciones potenciales. Palabras clave: Soste­nibilidad, movilidad, accesibilidad. Sistema de Información Geo­gráfica, Cáceres.

PERIAÑEZ GÓMEZ, Rocío LECTURAS Y LECTORES EN EL PARTIDO DE HOYOS

El objetivo de este trabajo es acercarse a uno de los aspectos que conforman la mentalidad del hombre, la cultura, a través del estudio de los libros que poseían, que leían y que influirían en su vida. El estudio se centra en un espacio muy concreto, la zona de la Sierra de Gata, tomando como representación cuatro poblacio­nes pertenecientes al Partido de Hoyos, en el periodo comprendi­do entre principios del siglo XVII y las primeras décadas del XVIII y se basa en los datos proporcionados por las fuentes notariales, en especial los inventarios post-mortem.

QUIJADA GONZÁLEZ, Domingo EL CONJUNTO MEGALÍTICO DE LA DEHESA BOYAL DE MONTEHERMOSO

Hacia el II milenio a.C., gente del Calcolítico recorre Extrema­dura (igual que otros lugares del país).

Como es evidente, el hombre de la Prehistoria no se asentaba, frecuentaba o controlaba un territorio al azar; sino que, como ha­rán sus descendientes, lo hará teniendo en cuenta los diversos con­dicionantes físicos (entre otros parámetros). Y, entre las diversas áreas seleccionadas para instalarse (si efectúan enterramientos es porque no andarían muy lejos, como es lógico), eligen este sector de la dehesa boyal de Montehermoso; ya que, según expondremos a lo largo de la presente ponencia, reúne una serie de factores óp­timos: edafológicos, hídricos, climáticos, etcétera.

Como fruto de la presencia de estos pueblos ganaderos en este lugar, surgen los Dólmenes del Tremal; que guardan un gran paralelismo con otro área megalítica no muy lejana, también de la cuenca del Tajo: el Campo Arañuelo y la Jara cacereña y to­ledana. De este modo, el patrimonio histórico de esta hermosa, laboriosa y típica localidad, que ya adquirió un notable legado durante el Paleolítico Inferior (Achólense Medio), se enriqueció considerablemente; conservándose, en parte, hasta nuestros días.

Pueblos prerromanos, tal vez vettones, volverían a establecer­se en su entorno; como lo demuestra el verraco, o escultura zoomorfa, que se halló en su término.

La civilización romana aportaría otra gran herencia, sobre to­do en las márgenes del río Alagón (las labores agrarias en esta rica vega han deteriorado gran parte del habitat) y en la propia dehesa boyal, enlazando la protohistoría con la fase histórica.

RAMOS RUBIO, José Antonio NOTICIAS DOCUMENTALES DE LA PARROQUIA DE SANTA MARÍA DEL CARRASCAL Y TODOS SUS ANEJOS, Y DE NTRA. SRA. DEL CARRASCAL Y DEL LUGAR O ASIENTO QUE ALLÍ HUBO LLAMADO MALPARTIDA. SUS RELACIONES CON LA PARROQUIA DE ALDEA DE TRUJILLO Y TORRECILLAS DE LA TIESA

Tienen una gran importancia dos libros hallados en Aldea de Trujillo, para obtener una serie de conclusiones de vital im­portancia para la vida eclesiástica de varios lugares que desa­parecieron víctimas de epidemias o por otros motivos como el haberse hallado en la casa que estaba junto a la iglesia del Ca­rrascal un hombre muerto, que estudiaremos, así como el tras­lado de los bienes muebles de las parroquias de estos pueblos a las vecinas Torrecillas de la Tiesa o Aldea de Trujillo, concre­tamente a ésta se trasladó una Virgen medieval, titular de la pa­rroquia del Carrascal. Se nos presenta María sedente, con el Ni­ño Jesús de pie apoyado en su pierna izquierda, respondiendo fielmente al tipo Mater Admirabilis, que en el gótico medio se las interpreta, al propio tiempo que como Odegetria, en figuras se­dentes, con Jesús en pie sobre la pierna izquierda, obra de me­diados del siglo XIV.

RIVERO, Francisco DON RUFINO VAQUERO, MÚSICO DE BROZAS

Don Rufino Vaquero del Campo nació en Belmote de Cam­pos (Falencia), pero se le considera un músico brócense, al ha­cerse cargo de la Banda Municipal tras la guerra civil. Tuvo la destreza profesional de conseguir que carpinteros, herreros, za­pateros, albañiles y otros artesanos del pueblo formaran una ex­celente banda.

La normativa municipal les obligaba a tocar en la procesión del Corpus Christi y su Octava, en los días de Semana Santa, en la Fiesta del patrón. San Antón Abad, en el día de la Milagrosa, la Pu­rísima, Navidad y el Día de Año Nuevo, amén de tocar en las fies­tas oficiales de carácter nacional, local y de un modo especial, en la famosa feria de ganados de abril de Brozas y también en la de septiembre, sin olvidarse de estar en la plaza de toros los días de novilladas, corridas o toros del jau jau. Igualmente tenían obliga­ción de dar un concierto todos los domingos y días festivos desde la feria de abril a la feria de septiembre.

Ahora, tras su muerte, se le va a rendir un homenaje. Su hijo, José Luis Vaquero, hombre interesado por el pueblo de Las Brozas, del que ha estudiado en su tesis doctoral la artística parroquia de Santa María la Mayor, quiere que se reconozca el cariño y el amor que puso don Rufino porque las gentes de Brozas supieran amar la música. A fe que lo consiguió. Hoy su semilla ha fructificado en la Coral Brocense, coral que ha conseguido numerosos éxitos por toda la región y fuera de ella.

LA BANDA MUNICIPAL DE BROZAS

Brozas es un pueblo que ha gustado siempre de la música. La música popular, el cante flamenco, la música culta. Rememorando los viejos tiempos, uno recuerda de niño la Banda Municipal que dirigía en la Plaza de Ovando, más conocida como la Plaza Nueva, don Rufino Vaquero. Esta es la historia de la labor que este hombre realizó en Brozas, en Las Brozas, por el arte divino, como él gus­taba llamar a la música.

Don Rufino Vaquero del Campo nació el 28 de febrero de 1897 en Belmonte de Campos (Palencia). Comenzó a estudiar música en su pueblo con un profesor particular que se llamaba don Amalio. Luego fue a los conservatorios de Palencia y Valladolid, donde se especializó en piano, órgano y dirección de orquestas y bandas.

Fue director de bandas por concurso-oposición. Ejerció de director de la Banda Municipal de Villalón (Valladolid), por más de 18 años, concretamente desde el 10 de abril de 1926 al 24 de octubre de 1944; es decir, 18 años, 6 meses y 15 días. El 18 de diciembre de 1935 se publicó en el Boletín Oficial del Estado el escalafón del Cuerpo de Directores de Bandas de Música, con arreglo a la Ley de 20 de diciembre de 1932 y en él aparece don Rufino Vaquero, en situación de excedente, con el número 301. Le seguía con el número 302, don Laurentino Vivas Colmenero, director de la Banda Municipal de Brozas, que poseía el cargo en propiedad.

REGODON VIZCAÍNO, Juan MÉDICOS EXTREMEÑOS DE LA ARMADA ESPAÑOLA EN FILIPINAS

En el año 1815, la Armada Española comenzó a destinar mé­dicos a Filipinas para cumplir campaña en ultramar, como ya ve­nía haciendo en las colonias americanas. Desde esta fecha hasta la pérdida del archipiélago, en 1898 fueron enviados unos 250 facul­tativos (tenemos recogidos, exactamente, 245). Más de la tercera parte de estos profesionales eran naturales de las provincias cos­teras de Andalucía, sobre todo de Cádiz, donde estaba el Real Co­legio de Cirugía de la Armada; seguían, en orden de frecuencia, las de Galicia, Vascongadas, Cataluña y, por motivos singulares, Madrid. Pocos médicos procedían del interior peninsular. De Extre­madura hubo cinco, cuatro de la provincia de Badajoz y uno de la de Cáceres. Ellos fueron: Don Paz Martínez y Cordón, de Almendralejo; don Sabino Álvarez y Falangiani, de Llerena; don Manuel García y Balsera, de Castuera; don Galo Calvo Rayo y García, de Cabeza del Buey y don Francisco Elvira y Sánchez, de Plasencia. Son pocos, pero es bueno recordarlos.

En esta comunicación hacemos una sucinta reseña de su tra­yectoria profesional en aquel archipiélago.

ROSO DÍAZ, Manuel IRREGULARIDADES EN LA EXTINCIÓN DE LOS DERECHOS COMUNALES «BALDIAJE» Y «TERCERAS PARTES» EN LA REAL DEHESA DE LA SERENA (1740-1874)

Nuestro estudio permite conocer las diferentes vicisitudes que sufren los derechos comunales en la Real Dehesa de la Serena. Haremos un breve recorrido histórico desde sus orígenes en la Or­den de Alcántara hasta su extinción a finales del siglo XIX. En par­ticular trataremos los Derechos de «Baldiaje» y «Terceras Partes» que sufren un ataque continuo tras la consolidación del Estado Li­beral. En efecto, la aplicación de la Legislación Desamortizadora de Madoz terminará con una serie de pautas económicas que ase­guraban la vida de la Comarca. Sin embargo estamos ante proce­dimientos administrativos y jurídicos ilegales pues la misma Ley protegía los derechos destinados al aprovechamiento común de los vecinos.

Analizaremos la importancia que la ganadería y la agricultura tenían para los municipios de la Real Dehesa de la Serena, así co­mo sus críticas y conflictos con los ganaderos transhumantes. Por último no olvidaremos la importancia de una oligarquía local que utilizará su influencia en la administración para redimir las dife­rentes cargas que recaen sobre sus fincas.

RUBIO ANDRADA, Manuel TRES POBLAMIENTOS PREHISTÓRICOS DEL BERROCAL TRUJILLANO

En este trabajo presento su localización y hago un breve estu­dio de sus defensas, el medio inmediato sobre el que se asientan posibilidades económicas, etc. Añado el catálogo completo de los materiales cerámicos, óseos y líticos observados en superficie. Con ellos hago las relaciones necesarias para indicar la cultura a la que pertenecieron y establecer sus cronologías.

Con todo ello se llena, al menos en parte, el vacío existente a escala local, cuestión evidente en todos los libros que se han escrito sobre nuestro pasado histórico.

SÁNCHEZ LÓPEZ, Martina «PIZARRO Y LA CONQUISTA DEL PERÚ VISTA POR UN HISTORIADOR DEL SIGLO XVI»

En la introducción se habla del historiador placentino Fray Alonso Fernández, que en su obra «Historia y Anales de la Ciudad y Obispado de Plasencia» dedica el capítulo 32 a Pizarro y la con­quista del Perú.

Se estudia primero al conquistador. A continuación se habla del inmenso tesoro que encontraron allí los españoles y del reparto del botín, así como de las consecuencias que tuvo, insistiendo en el fe­nómeno de la inflación que provocó en España y Europa.

En el capítulo dedicado al hombre y al político, el historia­dor resalta sus virtudes humanas, lo que contrasta con la crítica que hace de él como conquistador; exalta su valor, pero sobre todo su liberalidad «tiene más atención a remediar la necesidad que ganar honra». Nos habla también de su carácter afable y hu­milde, así como de sus cualidades intelectuales y sentimentales.

Después de tratar en otro punto la evangelización de los incas se termina con una serie de conclusiones.

SÁNCHEZ MARTÍN, José Manuel LA INFRAESTRUCTURA COMERCIAL DE CÁCERES ANALIZADA MEDIANTE S.I.G. APROXIMACIÓN A SU PROBLEMÁTICA

La ciudad de Cáceres posee una actividad comercial impor­tante como consecuencia derivada de su capitalidad provincial y del volumen de población que habita en ella y en su área de in­fluencia. Esto se traduce en un incremento importante de la acti­vidad comercial, si bien en este caso nos limitamos a un análisis del comercio minorista, dado que es el que concentra a un mayor número de activos y el que posee una mayor problemática. Esta se origina por la fuerte concentración comercial, lo que provoca un fuerte solape de áreas de influencia. A esto debemos añadir la ins­talación de dos grandes superficies comerciales y el crecimiento urbanístico en zonas dispares y distantes de la ciudad, que pueden acoger nuevas actividades comerciales. Toda esta problemática va a ser tratada mediante un sistema de información geográfica, que merced a la potencia de análisis que ofrece, permite descubrir la especialización del comercio minorista en la ciudad y, a la vez, fa­cilitar la detección de áreas óptimas para la instalación de nuevos establecimientos.

EL SISTEMA DE CARRETERAS COMO ELEMENTO VERTEBRADOR DE EXTREMADURA. UNA APROXIMACIÓN A LA CAUSALIDAD DEL ESCASO DESARROLLO DE LAS ÁREAS PERIFÉRICAS

El sistema de transportes por carretera tiene una importancia vital en el desarrollo socioeconómico de cualquier espacio, contri­buyendo de forma decisiva a la articulación del espacio. No obstan­te, en zonas como Extremadura, la red viaria de carreteras posee grandes limitaciones por su concepción, trazado y características específicas. Esto fomenta la inaccesibilidad a buena parte del territorio, sobre todo las áreas marginales, que son las que presentan unos índices de desarrollo económico más bajos, lo que lleva apa­rejado una crisis social, puesta de relieve mediante pérdidas impor­tantes de efectivos demográficos, que eligen como lugar de residen­cia habitual las principales ciudades. Con ello se experimenta un proceso de abandono de los núcleos más periféricos en beneficio de las cabeceras comarcales y funcionales. Para poner de manifiesto esta circunstancia, recurrimos a la aplicación conjunta de la Teoría de Grafos y el Sistema de Información en Geografía, cuyo fin prin­cipal consiste en analizar el modelo de las estructuras de comunica­ciones que se generan entre los diferentes núcleos considerados.

SENDIN BLAZQUEZ, José LA MUJER SERRANA

El intento de este trabajo es presentarnos el tipo de la mujer se­rrana, localizada en lo que hoy se conoce como región serrana.

Nos hallamos ante unas esencias de mujer que hereda las carac­terísticas de la hembra vettona, sencillamente porque es vettona.

Ahora que cada pueblo busca sus más significativas raíces, adentrarnos en el conocimiento de este tipo de mujer es buscar las herencias que nos definen como pueblo a través de la hembra de la que recibimos la parte más significativa de nuestro yo.

Podrá pensarse que no tiene mucho sentido este intento por­que la vida moderna y el devenir histórico se han encargado de identificar a todas las mujeres bajo un signo común, estandariza­do, imposible para ofrecer ya rasgos distintivos.

Pensamos que no. Y aún cuando el sentido de este trabajo no es la defensa de esta tesis, sino simplemente la presentación des­criptiva de un determinado tipo de mujer, que sobrevive y ejerce su poderosa herencia también hoy.

Las culturas cuando se asumen siempre se hacen incorporán­dose, con más o menos fuerza, al poderoso bagaje que lleva dentro cada hombre y cada pueblo. De lo contrario dejaríamos de ser no­sotros para ser otros.

Pensamos que esto es lo que sucede con nuestra herencia fe­menina, Vive y vivirá siempre en nosotros.

Si este privilegio se le concede a otros pueblos de España, al menos con igual razón hay que concederlo a la Serranía.

Somos un pueblo plenamente identificado. Y esto se lo debe­mos principalmente a nuestras madres.

SOLÍS RODRÍGUEZ, Carmelo EL RETABLO MAYOR DE LA IGLESIA DE SAN FRANCISCO Y LA ESCULTURA BARROCA DEL XVIII EN TRUJILLO

El retablo mayor de la iglesia del Convento de Observantes de San Francisco es, sin duda alguna, una de las empresas artísticas más importantes de cuantas se acometieron en la ciudad de Trujillo durante todo el siglo XVIII. Con su emplazamiento en el testero de la capilla mayor, culminaba la larga historia de este templo trujillano, iniciado dos siglos antes. Tan grandiosa máquina retablística, sobre la que ironiza el corresponsal de don Antonio Ponz (Viage de España, VII, p. 173), acoge una importante colección iconográfica del santoral franciscano con las imágenes de San Francisco de Asís, en el ático. San Buenaventura y San Bernardino de Siena, en las ca­lles laterales y, en la hornacina central, presidiendo el conjunto, una espléndida «Piedad» (o «Quinta Angustia»), a quien profesa espe­cial devoción el pueblo trujillano. De este magnífico ejemplar de re­tablo «de arquitectura y talla», así como de las referidas imágenes, ofrecemos un análisis formal y estilístico, al mismo tiempo que ex­ponemos diversas hipótesis sobre su posible autoría.

Se recogen también en este trabajo, al hilo de los documentos y en una secuencia diacrónica, los nombres de los artistas de la ma­dera, que laboraron en la ciudad durante el siglo XVIII, reducidos casi exclusivamente al campo de la retablística: Bartolomé Xerez, con obra documentada en Plasencia, Cáceres y en la propia ciudad de Trujillo; Juan de Olivenza, cuyos servicios fueron requeridos por las autoridades santiaguistas del Provisorato de Mérida; PedroDíaz Bejarano, autor de la caja del órgano barroco de San Martín;

Antonio Ropero y Juan Bautista Páez, vecinos de la ciudad y nomi­nados en la documentación como «maestros de arquitectura y ta­lla» y, sobre todos ellos, el polifacético y controvertido Manuel de Lara y Churriguera, de la familia de los Churriguera/ quien entre 1734 y 1736 frecuentó la ciudad, ocupado en la remodelación de la entonces llamada «Casa del Escudo del Estado de la Conquista». No sería descabellado pensar que, los Franciscanos Observantes de Trujillo acudieran a él solicitando sus servicios de «tracista» pa­ra la confección del retablo mayor, digno remate a la obra de la iglesia, finalizada en 1735. Esta hipótesis podría casar con la tam­bién formulada sobre el maestro Bartolomé Jerez, quien, a su vez, vendría a ser el realizador del proyecto diseñado por el maestro salmantino.

Completamos este breve estudio sobre la escultura trujillana en el XVIII con el catálogo de retablos e imágenes de bulto, que se conservan en iglesias y conventos de la ciudad.

SORIA SÁNCHEZ, Valentín AGUSTINOS, DOMINICOS Y FRANCISCANOS EN EXTREMADURA

Los templarios conquistaron la vertiente sur de Credos. El monasterio de San Francisco se levanta en 1493. A mediados del si­glo XV los dominicos construyen el monasterio de Santa Catalina por los mismos años que García Álvarez de Toledo, en 1447, se en­castilla en el actual parador de turismo. Los jesuítas en 1554 pla­nean un eremitorio y un colegio acudiendo Borja a San Ignacio con la colaboración del conde de Oropesa. Juan Arias, alcalde de la Santa Hermandad de Madrid manda hacer la ermita del Cristo del Humilladero en 1591 y en febrero de 1604 es enterrado en el mo­nasterio de San Juan en los Agustinos de Jarandilla. De este colegio en el siglo XVII sale para Filipinas quien será obispo de Cebú, Fray Joaquín Encabo Aguilar de la Virgen de Sopetrán. Muere el año 1818. Los agustinos del Escorial en 1935 dedican el castillo de Jarandilla y la iglesia de San Juan a colegio. Los franciscanos desde el monasterio en el siglo XVI atienden Guijo de Jarandilla que en mil ochocientos diez y ocho se logra el privilegio de villa exenta. Jaraíz es villa exenta en 1686. San Pedro de Alcántara por patroci­nio del Conde de Oropesa establece el monasterio de Nuestra Se­ñora del Rosario junto a San Bernardo, que fue eremitorio de servitas y basilios. Cerca están las ruinas del castro del Raso y el Pan­tano del Rosarito junto a la casa señorial de los Álvarez de Toledo.

ARQUEOLOGÍA TRUJILLANA

Trujillo. PVBLIVS / VALIVS / PLACIDVS. Trujillo. L. CAECI-LI / VS. CRESC / ES. AN. LX. Solana Barros. EOYSOIYPOATE-YONTOSTOKLATOYSEOYEROYITALIKON. Talaván. EBRO-BRIGAE / TOVDO / PALAN / DAIGAE / AMMAIA. Anillo de Plasencia. RBSMREKABA. Plasencia, Inscripción griega. METER-MOIGAIENAPARERIOINSTISODEYEISEGELRESTEAENSYN PATRISOSZENEUIPOLOXIROMENOIMIKROEPIEGAREMO IMEISEBDOMOSOYPAERESOYNOMIOYLIANOS. Plasencia. CABVREAE / CALPVRNIAEMATRI / LANCENSIS / ANXOIH-SESTITL. Plasenzuela. ENZAKATAKI / TEMAXIMIANA / N1-KOLAVEKOVMEZEME(NI)VOEBR(IOV) / iemerapara(s)- KE (VE)S / ERXIG. Villarica, Almería. ENZA / KAAK / ITEEYTY / XESGRIK / OSYEOS / ATIOY. Reina. RES / PVBLICA / REGI-NENSI. Mérida. XEI(LO)N / LAKEIDAVMONIOS. PERIAN-DROSKORINZIOSBIASPRIENEYSZALESMILESIOSSOL(0)N AZENAIOSKLEOBOYLOS(L)INDIOS. JARAÍZ. Túmulos de co­rredor a un kilómetro. Don Benito. Busto romano en La Majona. José Gómez Galán. El año 5 a.C. fecha probable del nacimiento de Jesús. Jerusalén. Arqueólogos israelíes tratan sobre el templo salo­mónico. Estudios sobre pinturas rupestres de Castañar de Ibor. Maltravieso. Antonio Marqués dice que falta por descubrir gran parte. Villanueva de la Vera. Yacimiento tartésico. Valverde de la Vera. Jarra fenicia.

VÁZQUEZ, Luis O. de M. EL PINTOR-ESCULTOR FRANCISCO DE ZURBARÁN Y SU RELACIÓN CON LA MERCED: NOVEDADES DE ÚLTIMA HORA

Como homenaje -en este 400 aniversario del nacimiento- al artista extremeño Francisco de Zurbarán (1598-1664), presento las novedades más recientes sobre su vida y obra. Se trata, en síntesis, de dos aportaciones de primera mano: a) El descubrimiento de que el pintor universal Zurbarán era también escultor. Se ofrece el do­cumento de Protocolos de Llerena, del 10 de agosto de 1624, en que el gran extremeño se compromete, ante el Comendador de la Merced de Azuaga, Fray Francisco de Baños, a «hacer un Cristo del natural, de dos varas de alto, de madera… y Cruz labrada con cascara». Se le da una paga sustan­ciosa. 700 reales.

b) Después de una síntesis biográfica y destacar su pintura -ex­traordinaria, en calidad y cantidad, para la Orden de la Merced-, presen­to la segunda novedad -ésta, hallazgo personal muy reciente nos re­vela que Zurbarán tenía un sobrino mercedario, fray Sebastián de Zurbarán, nacido en Fuente de Cantos en 1613, y profeso en la Merced de Sevilla el 20 de junio de 1630. En esa fecha estaba allí Zurbarán realizando pinturas para la Merced. Se sabe que, en una de sus «crisis espirituales» -después del fallecimiento de su esposa Beatriz, en 1639-, manifestó su deseo de ingresar en la Orden Mercedaria y hacerse fraile, en el convento de San José de Sevilla. ¿Influ­yó en este «deseo, que no se llevó a cabo», su sobrino fray Sebastián de Zurbarán? Finalizo este trabajo con el «Árbol genealógico» de par­te de la familia Zurbarán y de los hijos de sus tres matrimonios sucesivos.

ZAMORANO RODRÍGUEZ, Felisa LA COCINA DEL SIGLO DE ORO

Por ser 1998 el año de dos efemérides tan importantes como el IV Centenario del nacimiento de Zurbarán y la muerte de Arias Montano, hemos creído necesario aportar algunas pinceladas de la cultura popular de su tiempo. En este caso de la cocina que, co­mo parte muy fundamental de esa cultura, responde perfectamen­te a los estamentos sociales de un siglo de oro en lo que respecta a las letras y a las artes, pero que, como contrapartida, fue políti­camente desastroso, socialmente injusto y económicamente insolidario.

La cocina es un fiel reflejo de las clases sociales que existían: la nobleza y los reyes, los monasterios y las órdenes militares, la es­casa burguesía y los que nada poseían, cuyo mejor reflejo nos lo muestra la novela picaresca.

Pocos bodegones nos aporta Zurbarán, pero su pintura emi­nente religiosa, nos muestra claramente la sobriedad de los refec­torios de sus monjes; unos panecillos, agua y poco más. Y tanto él como Arias Montano fueros testigos y partícipes tanto de la cocina popular de su tiempo como de la más refinada.

Oct 172013
 

Manuel Rubio Andrada.

Dedicado a la memoria de mi buen amigo Elías Diéguez Luengo: paisano, maestro, historiador e Hijo Predilecto de Valencia de Alcántara

INTRODUCCION

En un trabajo de estas características resulta necesario hacer una relación de las obras y los autores que se han referido a la Prehistoria de Trujillo; prácticamente han sido todos los que han relatado su pasado; generalmente este periodo de la Historia ha sido tratado de manera poco extensa por la falta de datos; a falta de enumeraciones de objetos arqueológicos todos usaron la suposiciòn como herramienta y así suplieron el vacio existente. Debía parecerles poco estético, históricamente hablando, que no tuviésemos Prehistoria.

En nuestra ciudad y su entorno, berrocales incluidos, las excavaciones arqueológicas han tenido lugar en escasas ocasiones,  a mi juicio insuficientes para arrojar  datos concluyentes que pudieran demostrar hipótesis; debían ir arrojando pequeños descubrimientos que podrían contribuir a confirmar teorías más amplias. Igualmente aquí encontramos el vacio; cuando han tenido lugar, o no se han hecho memorias o éstas no se han publicado -sospecho que lo primero-.; de ello podemos conjeturar que los datos aportados no debían ser espectaculares, quizàs descorazonadores para el excavador, en cualquier caso estos deberían haber hecho sus trabajos y de una u otra manera haber intentado su edición para que otros, -profesionales o aficionados -,  puedan sintetizar contenidos donde ellos no supieron verlos o no los dieron suficiente valor. Por unas u otras razones, en la que casi siempre aparece la negligencia como factor comùn, no tenemos nada concreto.

Sirvan como ejemplo tres intervenciones, que quizàs de manera indirecta, ha realizado la Universidad de Extremadura a través de su profesorado con diferentes tipos de financiación entre ellas la pública. En la década de los 70 se excava una pequeña cuadrícula en la parte N extramuros de la ciudad, externamente se observaba un pequeño ábside y cercanos a él había varios sillares, los resultados de la excavación no se han publicado. En el año 1986 tuvo lugar otra excavaciòn «cientìfica» en el berrocal trujillano a cargo de otra profesora de la U. E., en una mesetilla cercana a la finca de Aldeanueva de Mordazos -ella equivocó el nombre de la finca señalando su localización en una finca inmediata por el N, Aguas Viejas-; la memoria de  excavaciòn no se ha hecho. En septiembre de 1997 otro profesor de la U. E. dirige una nueva excavación esta vez  intramuros, en un punto alto de nuestra ciudad, concretamente en la Plazuela de los Moritos, los resultados no se han divulgado, ¿habrán sido hechos?… con mucha suerte dormirán los materiales en el abigarrado almacén de nuestro museo provincial. Si esta forma de trabajo ha sido la  habitual de nuestros arqueólogos parecida suerte han tenido las excavaciones realizadas en el marco de otras Universidades; concretamente en el recinto N de nuestro castillo… los  resultados desconocidos. De ello se puede deducir, como antes se indicó, que los materiales encontrados no presentaban  razones significativas para las espectativas aparentemente más personales que científicas, de sus excavadores.

 

Ante el panorama de la Arqueología oficial en nuestra ciudad, creo que está justificado que los  aficionados  intentemos rescatar con toda la seriedad que nos es posible los datos ofrecidos por la excavación. Esta postura que no debe entenderse como marginal en el sentido peyorativo del término, puede servir para revisar muchas acciones que sin estas desinteresadas colaboraciones dormirían en el «limbo» arqueológico a las que parece ser las destinaron; las piezas allí depositadas ni pasan  a la  «gloria » de las vitrinas ni están en su paisaje terrenal propio.

 

En pasadas épocas, comencé mi tarea prospectora visitando los cerretes de nuestro berrocal en cuyas proximidades hubiese una fuente de agua que no se secase ni en pleno estío los pasados años de intensa sequía de comienzo de la década de los 90. De los materiales superficiales que podía encontrar solamente me serían válidos aquellos que presentaran cierta personalidad dentro de la Prehistoria desechando los lugares que no presentaran esta condición. Prácticamente he trasteado todo el berrocal y no voy a enumerar, por prolijo, los puntos donde se encontraron  cerámicas a torno o manuales pero en tan escaso número y tan impersonales que a mi entender poco aportan.

 

Todavía es posible hallar en nuestro berrocal algún objeto lítico bien tallado o pulimentado que, fuera de contexto, nos hablan de la existencia de una población primitiva que combinaría el nomadismo con el sedentarismo propio de la Edad Neolítica; las piezas observadas por mí son escasas, se limitan a unas lascas de silex, un diente de hoz, un perforador de cuarcita y un par de hachas de gabro pulidas (fig. 15, A, B, C, D, E, F y G). Hemos localizado tres lugares donde la población se estableció de una manera estable.

 

El límite temporal cercano es la Protohistoria -Edad del Hierro-, época en la que los numerosos castros que contiene nuestro término municipal presentan unos materiales propios para acometer excavaciones en cada uno de ellos; por pequeña que esta fuera, aportaría datos sobre su origen vida y destrucción. Así pues este trabajo comienza en el Neolítico y termina con la Edad del Bronce.

 

 

POBLAMIENTO DEL ACEBUCHE

 

Se localiza en la cresta situada más a mediodía en la cerca denominada Canchera de D. Pedro en la zona S del  berrocal trujillano. Tiene por coordenadas 39º  25´  50´´ de latitud N y  2º  9´  50´´ de longitud W; hoja 706 denominada Madroñera, 1ª edición del Instituto Geográfico y Catastral, Madrid 1963.

 

Los restos de este poblamiento se encuentran en torno a unos bolos de granito de forma redondeada e irregular de no excesivo volumen no diferenciándose mucho de otros próximos de esta parte del berrocal; en su parte más alta luce un precioso acebuche que ha desafiado al tiempo y al fuego rebrotando varias veces en un rachón. El vallecillo de la derecha proveniente de los cercones de Tercera Orden  ofrece una fuente natural cerca del poblado, con escasez de agua  en los años de mayor sequía; hacia el  S el valle del río Magasca presenta una pequeña zona de terreno sedimentario muy apto para la agricultura; en el W otra fuente menos caudalosa; algo más alejado el  valle de Vajohondo, igualmente fértil y muy apto para la ganadería.; hay que señalar igualmente que es un terreno muy apto para la caza menor .

 

Los restos mencionados están en un corto espacio más o menos circular de unos 30 m de diámetro; en superficie la mayor parte de las cerámicas se encuentran en pequeños racheados y en los encajes rocosos. En la parte S de estas rocas e inmediato a una con una bella hornacina natural de regular tamaño, se aprecian los restos de un pequeño murete realizado con piedra fácilmente manejable en talud exterior; construcción complementaria a las formadas naturalmente por las rocas que, a la vez de taponar el vano fortifica el lugar. Exteriormente a esta pared hay un desnivel de cerca de 1 m lo que hace sospechar que interiormente pueden encontrarse resto al menos en esa potencia.

 

El espacio, como se desprende de lo dicho, es muy  reducido y puede ser el  asentamiento de una amplia familia. Es también un lugar de visión privilegiada de toda la parte S, cerca del camino natural que proviene de la cuenca media del río Guadiana y por  Sta Cruz de la Sierra se acerca al cerro de Cabeza de Zorro, donde se asienta la ciudad de Trujillo. Como no se conoce bien la estructura social que fundamenta estos poblamientos, dado su pequeño tamaño, podemos suponer también una función militar, una avanzadilla de un poblado de mayor entidad ya que desde el mismo se divisa perfectamente el cerro donde se asienta  el castillo árabe de la ciudad aunque desde luego faltan materiales para decantarnos por este cometido.

 

INVENTARIO DE MATERIALES OBSERVADOS EN SUPERFICIE

 

 

FRAGMENTOS DE CERAMICA

 

Los fragmentos observados en superficie no son  escasos y suficientemente dotados de personalidad para ser perfectamente clasificados y relacionados. Pertenecen a unos recipientes que he agrupado según la proporción i/h=100/d.e.; según este índice se clasifican en platos, si el índice es inferior a 20; cuenco si está entre 30 y 50 y se denomina  vaso a los recipientes con un índice mayor de 50.

 

Para calcular la altura -h- y el diámetro exterior -d.e.- de los fragmentos he tomado cálculos aproximados -no puede ser de otra manera dada su pequeñez- por lo que cabe la posibilidad de error en alguna clasificación formal.  La forma de los bordes  ofrece mayor veracidad a la hora de reconocer el recipiente y establecer las pertinentes relaciones por lo que los posibles errores de clasificación poco tendrán que ver en las conclusiones finales.

 

PLATOS

 

Nº 1.- Fragmento de cerámica parda con desgrasante de mediano tamaño; factura                                                                                                                          manual y cocción mixta -participación de una atmósfera reductora con otra oxidante-; perteneció a un recipiente que tenía unas paredes de 10-12 mm de espesor y más de 35 cm de diámetro; el acabado de sus caras se presenta alisado. Su borde se reforzó engrosando desde unos 5 cm en elipse de 11 mm de eje y vuelto ligeramente hacia el interior (fig. 1).

 

Nº 2.- Fragmento de cerámica naranja con desgrasante grueso; realización manual y cocción bastante oxidante; sus paredes presentan un ancho próximo a los 15 mm y el diámetro de su boca debió pasar de los 35 cm; sus dos caras se presentan alisadas. El borde se doblo ligeramente hacia el interior redondeando las esquinas (fig. 1).

 

Nº 3.- Fragmento de color pardo y desgrasante variado; factura manual y cocción en atmósfera bastante reductora; el ancho de sus paredes está en torno a los 9 mm y el diámetro de su boca pasó los 35 mm; sus dos caras se presentan  muy poco alisadas. Superiormente el recipiente se terminó reforzando y ensanchando poco a poco el borde desde 10 mm; termina en un labio logrado con abultamientos tanto al interior como al exterior, la parte superior está completamente plana y las esquinas redondeadas (fig. 1).

 

Nº 4.- Fragmento de color pardo naranja con desgrasante de medio tamaño; factura manual y cocción mixta; sus paredes tienen 8 mm de espesor correspondiendo a un recipiente de más de 35 mm de diámetro; sus caras se presentan alisadas. El borde se reforzó desde 10 mm con ensanchamientos redondeados a ambos lados de las esquinas, el abultamieto exterior  presenta una curvatura algo más amplia que en el interior (fig. 1).

 

Nº 5.- Fragmento de cerámica de color pardo naranja acompañado de desgrasante grande y mediano; factura manual y cocción mixta; sus paredes tienen un espesor de 17 mm, el diámetro del recipiente pasó de los  35 mm; su terminación  interna y externa es poco alisada. El borde, un poco doblado hacia el interior, ofrece un ligerísimos abultamientos en ambas caras desde un par de cm (fig. 1).

 

Nº 6.- Fragmento de color pardo naranja con desgrasante de mediano tamaño;  factura manual y cocción mixta; tiene de grueso unos 10 mm y corresponde a un recipiente de más de 35 cm de diámetro; el acabado de sus paredes es alisado. Superiormente presenta un borde redondeado y algo doblado hacia el interior, se reforzó con un sencillo engrosamiento por ambos lados, la cara superior sufrió un pequeño rebaje hacia la parte interna (fig. 1).

 

Nº 7.- Fragmento de cerámica de color pardo-naranja acompañado de desgrasante medio y grande;  factura manual, el color denota claramente que sufrió una cocción reductora y oxidante; el ancho de las paredes oscila entre 8 y 13 mm perteneciendo a un recipiente que debió pasar de 35 cm de diámetro; su terminación interna y externa es simplemente alisado. El borde se reforzó con un abultamiento anular casi redondo de 15 mm de diámetro (fig. 1).

 

Nº 8.- Fragmento de cerámica de color pardo con escaso desgrasante grande y mediano; factura manual y  cocción mixta que debió ser a alta temperatura por presentar una masa muy compacta y dura; las paredes tienen 8 mm de grueso y el diámetro de su boca pasaba de los 35 cm; se acabaron sus caras con un buen alisado y la parte interna se cubrió con un engobe negro. El borde presenta un refuerzo de perfil almendrado (fig. 1).

 

Nº 9.- Fragmento de cerámica de color pardo al exterior y gris en el interior con desgrasante medio y grande; factura manual y cocción mixta, ésta debió ser deficiente por su mala textura; el ancho de sus paredes oscila entre 10 y 16 mm y el diámetro de su boca pasa de los 35 cm; ambas caras presentan un acabado alisado. Superiormente se remató con un borde reforzado doblándole levemente hacia el interior y logrando un ensanchamiento de forma trapezoidal de unos 2 cm de ancho y algo menor de alto con las esquinas superiores redondeadas (fig. 1).

 

CUENCOS.

 

Todos los fragmentos observados presentan forma de casquete esférico redondeando la terminación superior que, en ocasiones, se dobló ligeramente hacia el interior; su factura es siempre manual variando el grosor en proporción al diámetro del recipiente; las pastas de las que se realizaron son por lo general bastante elementales con numerosos y variados desgrasantes igualmente parecida es su cocción predominando la atmósfera reductora; la terminación de estos recipientes es alisada. Pertenecen a cuencos de uso cotidiano.

 

Nº 10.- Fragmento de color gris con desgrasante grueso y mediano; factura manual y cocción reductora; tiene 5 mm de grueso y perteneció a un recipiente que tenía de diámetro entre 20 y 25 cm; fue acabado alisando las dos caras. Superiormente acaba con un borde engrosado unos milímetros y doblado levemente hacia el interior desde unos 2 cm; la cara superior termina de forma redondeada (fig. 1).

 

Nº 11.- Fragmento gris con desgrasante menudo; factura manual y cocción reductora; tiene un ancho de 4 mm y el recipiente al que perteneció poseía un diámetro entre 20 y 25 cm; se acabó alisando las dos caras. El borde, apenas doblado internamente, es ligeramente elíptico desde unos 3 cm y la terminación superior se afiló ligeramente (fig. 1).

 

Nº 12 .- Fragmento de color pardo anaranjado acompañado de fino desgrasante micáceo; factura manual y cocción mixta; tiene un espesor de 8 mm y 20-30 cm de diámetro;  el acabado de sus caras esta poco alisado. El borde se doblo hacia el interior desde 4 cm engrosándose unos mm, la curvatura es algo más pronunciada en la cara externa que en la interna, el labio superior es redondeado y algo afilado (fig. 1).

 

Nº 13.- Fragmento pardo – naranja con variado desgrasante; factura manual y cocción mixta; presenta un grosor de 9 mm y perteneció a un recipiente que tenía entre 20 y 30 cm de diámetro; ambas caras presentan un acabado alisado. El borde se dobló ligeramente al interior con un abultamiento redondeado de escasamente un par de mm en la cara externa; la parte superior es lisa con las esquinas redondeadas (fig. 1).

 

Nº 14.- Fragmento de cerámica de color gris con desgrasante de tamaño variado; factura manual y cocción reductora; el grosor de esta pieza es de 7 mm y perteneció a un recipiente que tenía de diámetro entre 20 y 30 cm de diámetro; su acabado interno y externo es alisado. La parte superior acaba en un borde ligeramente afilado con la terminación  redondeada (fig. 1).

 

Nº 15.- Fragmento de cerámica de color gris con desgrasante variado; factura manual y cocción reductora; tiene unos 5 mm de grosor y perteneció a un recipiente que tenía entre 20 y 30 cm de diámetro; su cara externa está bien alisada no así la interna que nos ha llegado deteriorada. Su borde se realizó escasamente afilado y la parte superior aparece bien redondeada (fig. 1).

 

Nº 16.- Fragmento de cerámica de color gris con trozos pardo rojizos en la cara externa y variado desgrasante; se realizó con factura manual y su cocción denota una atmósfera reductora con algo de ventilación; tiene 8 mm de grueso y perteneció a un recipiente cuyo diámetro sitúo entre 20 y 30 cm; su acabado interno  y externo es simplemente alisado. La terminación superior se estrechó y  finalmente se redondeó (fig. 1).

 

Nº 17.- Pequeño fragmento de cerámica de color gris en el interior y pardo en el exterior, con fino desgrasante; factura manual y cocción mixta; tiene 5 mm de grosor y perteneció a un recipiente cuyo diámetro sitúo entre 20 y 30 cm de diámetro; el acabado interno y externo es alisado. El borde, algo doblado hacia el interior, se terminó superiormente redondeándolo (fig. 1).

 

Nº 18.- Pequeño fragmento de color pardo con variados desgrasantes; factura manual y cocción mixta; tiene 7 mm de grosor y perteneció a un recipiente de 25-30 cm de diámetro; se terminó con un alisado bastante simple, El trozo de borde que nos ha llegado se presenta algo afilado con la terminación superior redondeada (fig. 1).

 

Nº 19.- Numerosos fragmentos de un pequeño cuenco de cerámica  de color pardo acompañado de fino desgrasante; realización manual y cocción mixta; tiene unos 6 mm de grosor, 10-12 cm de diámetro y una altura de 5 cm; el acabado interno y el externo es alisado. Se terminó superiormente redondeando el borde con irregularidad (fig. 1).

 

VASOS GLOBULARES.

 

Nº 20.- Fragmento de cerámica de color pardo rojizo, acompañada de fino desgrasante; factura manual y cocción mixta; tiene de ancho 10 mm y corresponde a un recipiente cuyo diámetro debió estar entre los 15 y 20 cm; el acabado de sus caras es alisada. El borde es algo afilado y la terminación superior redondeada. Presenta una decoración formada por cuatro incisiones ungulares cerca del extremo superior distribuidas de forma  paralela al mismo (fig 1).

 

Nº 21.-  Fragmento de cerámica de color pardo rojizo acompañada de fino desgrasante; factura manual y cocción mixta; tiene de ancho 8 mm y perteneció a un recipiente que debió tener de diámetro entre 15 y 20 cm; su acabado interno y externo es alisado. El borde termina escasamente afilado y la terminación superior es redondeada (fig. 1).

 

Nº 22.- Fragmento de cerámica de color castaño acompañada de desgrasante de mediano tamaño; factura manual y cocción mixta; tiene de ancho 8 mm y perteneció a un recipiente cuyo diámetro desconocemos dada la pequeñez del fragmento; la cara interna presenta un alisado corriente mientras que la externa se realizó con mayor delicadeza. El borde se rebajó en la parte superior interna desde 1 cm y la terminación es redondeada. Presenta una línea incisa y paralela al borde en la parte rebajada (fig 1).

 

Nº 23.- Fragmento de cerámica pardo con desgrasante fino y alguno de mediano tamaño; factura manual y cocción mixta; tiene un ancho de 10 mm y dada su pequeñez no se puede calcular ni aproximadamente el diámetro del recipiente al que perteneció; sus caras se terminaron con simple alisado. El borde es ligeramente engrosado y levemente vuelto hacia el exterior (fig. 2).

 

Nº 24.- Fragmento de cerámica pardo rojizo acompañada de finos desgrasantes; factura manual y cocción mixta; tiene un ancho de 7 mm y su diámetro es igualmente indeterminado; las dos caras se terminaron con un alisado corriente. El borde ligeramente engrosado y vuelto al exterior termina de forma afilada y redondeada (fig. 2).

 

Nº 25.- Fragmento de cerámica de color pardo rojizo acompañada de fino desgrasante y algún grano de cuarzo de mediano tamaño; factura manual y cocción mixta; tiene de ancho 7 mm y perteneció a un recipiente que tuvo de diámetro entre 15 y 20 cm. El borde se terminó con el extremo ligeramente afilado y vuelto al exterior (fig. 2).

 

Nº 26.- Fragmento de cerámica de color gris acompañada de grueso desgrasante; realización manual y cocción reductora; tiene de ancho 7 mm y perteneció a un recipiente que debía tener de diámetro entre 15 y 20 cm; el acabado externo de sus caras nos ha llegado sin alisar. Presenta en la parte superior un pequeño cuello de unos 2 cm con la terminación redondeada (fig. 2).

 

Nº 27.- Fragmento de cerámica de color gris acompañada de finos desgrasantes; se realizó con factura manual y cocción reductora; tiene de ancho 10 mm y el diámetro del recipiente al que perteneció se situaría entre los 15 y 20 cm; la cara interna nos ha llegado con un buen alisado y la externa sin alisar. La parte superior presenta un pequeño cuello desde unos 2 cm y un borde vuelto hacia el exterior en ángulo recto con su terminación redondeada y decorada con pequeñas líneas incisas, oblicuas y paralelas (fig. 2).

 

Nº 28.- Fragmento de cerámica de color pardo claro con numerosos desgrasantes de mediano tamaño y algunos mayores; su factura es manual y la cocción mixta; presenta un ancho de 8 mm y perteneció a un recipiente cuyo diámetro debía tener sobre 30 cm; sus caras se terminaron de manera alisada. El borde presenta en la parte externa un engrosamiento circular de 19 mm de diámetro. Formaba parte de una vasija esférica de almacén de  30-35 cm de altura o quizás mayor (fig. 2).

 

 

 

 

OTROS FRAGMENTOS

 

 

Nª 29.-  Fragmento perteneciente a la línea de carena de un recipiente, poco marcada, su color es gris-castaño; se acompañó de desgrasante de tamaño grueso; la factura es manual y tiene mala cocción; el ancho está entre 10 y 12 mm y el alisado que remata sus caras es muy elemental, sobre todo en la cara interna (fig. 2).

 

Nº 30.- Fragmento elíptico de cerámica de color pardo, cocción mixta y factura manual; tiene 4 cm de eje menor y mide aproximadamente 6 cm el mayor, su grueso es de 1,5 cm (fig. 2).

 

Nº 31.- Fragmento de cerámica de color pardo claro con desgrasantes de mediano tamaño y cocción mixta, su pared tiene un ancho de 8 mm; su presentación interna y externa es por simple alisado. Externamente presenta una decoración incisa a base de puntos realizados con un punzón de mediano tamaño  (fig. 2).

 

OBJETOS LITICOS

 

Nº 32.- Fragmento en forma de punta realizado en roca muy blanda de color ocre claro con brillo céreo bastante apagado. Sus caras aparecen perfectamente pulidas y los bordes finamente dentados. Debió pertenecer a una albarda de carácter votivo ya que el material de la que está realizada se fragmentaría  con los mínimos golpes. Su uso debió estar muy restringido ya que no conozco relaciones al menos dentro de nuestra Comunidad (fig. 2).

 

Nº 33.- Fragmento de lasca realizado en roca bastante blanda aunque no tanto como la anterior; presenta color gris en el exterior y ocre claro en el interior, brillo  céreo apagado. Sus filos aparecen ligeramente retocados (fig. 2).

 

Nº 34.- Fragmento perteneciente a un hacha pequeña, de color gris y realizada en pizarra dura; solamente se pulimento en las proximidades del filo (fig 2).

 

Nº 35.- Fragmento de pizarra de color pardo al exterior y gris verdoso en el interior cuya forma tiene tendencia cilíndrica; mide 38 mm de alto y los ejes de su sección tienen 22 X 18 mm; uno de sus extremos presenta el color pardo general del exterior mientras que el otro lo tiene en el gris del interior, ello demuestra su posterior fragmentación (fig. 2).

 

Nº 36.- Fragmento de pizarra de color gris verdoso, cuya forma tiene tendencia trapezoidal; su base mayor, que se encuentra fracturada de manera oblicua, mide 73 mm y la inferior 55, de alto tiene 75 mm y 10 de espesor. La particularidad de esta pieza es mostrar las aristas no fracturadas de manera biselada por pulimentación pudiendo ser el soporte de un ídolo placa que no se llegó a trazar (fig. 2).

 

 

RELACIONES Y CRONOLOGIA

 

Los escasos fragmentos de platos con el borde engrosado y almendrado presentes en la superficie de este yacimiento constituyen el guía más fiable para establecer relaciones ya que tanto los cuencos como los vasos, son generalmente  utilizados por el hombre en diversas épocas y culturas y, aunque indudablemente presentan diferencias, éstas son mínimas y difíciles de precisar. En general en el Calcolítico pleno y dentro de la denominada cultura del SW a la que parece pertenecer este poblado, se observa un desarrollo de los platos y un deseo de reforzar sus bordes mediante ensanchamientos, molduraciones en forma de perfil almendrado etc.

 

Un problema con el que nos encontramos al buscar relaciones próximas con la época de nuestro yacimiento, es la carencia de publicaciones que, en el ámbito provincial, vayan más allá de la reseña arqueológica; en general es muy escasa la enumeración, dibujo  y pormenorizaciones de materiales lo que atenúa la calidad científica de los mismos que, casi siempre, resultan incompletos.

 

Los platos con borde engrosado y almendrado parecen ser semejantes a los encontrados en el área de la sierra de Plasenzuela en el poblamiento del cerro de La Horca ( 1) enmarcado su nivel en el Calcolítico pleno, yo también los he observado en la superficie del cercano poblamiento de La Pepa, situado en el mismo batolito y  datado por sus excavadores en el Calcolítico inicial, ello simplemente indica una prolongación de su vida durante el Calcolítico medio o pleno. También aparece reseñado este momento cultural en Los Berruecos, Malpartida de Cáceres ( 2) y El Jardinero, Valencia de Alcántara ( 3). No aparecen restos de este tipo entre los materiales observados en Campo Arañuelo y La Jara en las proximidades de Navalmoral por lo que la relación de aquellas zonas cacereñas con el Calcolítico medio propio del SW de la península debió ser más débil ( 4). En la provincia de Badajoz son numerosos los poblados con cerámica de este tipo siendo el más importante La Pijotilla. Algo más alejados en la cuenca baja del río Guadalquivir se encuentra Valencina de la Concepción en las proximidades de Sevilla y en Huelva en el poblado del Cabezo de los Vientos. Su cronología viene situándose entre el 2500 y el 2000 a. C. de acuerdo con las dataciones de C-14 realizadas en La Pijotilla y Valencina entre otras ( 5).

 

Los fragmentos nº 29 y 31 pertenecen igualmente a este momento cultural pero su uso fue mucho más restringido y menos generalizado. Semejantes se observan: el nº 29 entre los materiales del cerro de La Horca, Plasenzuela, Cáceres; en el de Araya, Mérida, Badajoz y el nº 31 en el Apeadero, Zarza de Alange, Badajoz ( 6).

 

 

BIBLIOGRAFIA

 

( 1)  González Cordero A., de Alvarado Gonzalo M., Municio González L. y Piñón Varela F. (1988): El poblado del Cerro de la Horca (Plasenzuela, Cáceres). Datos para la secuencia del Neolítico Tardío y la Edad del Cobre en la Alta Extremadura. T. P. 45, pág 87.

 

( 2) Sauceda Pizarro M. I. (1991): La secuencia cultural de «Los Berruecos» Malpartida de Cáceres (Cáceres). E. A. II, pág 34.

 

( 3) Bueno P., Mauricio L., de Alvarado M. y González A. (1988): El yacimiento del Jardinero (Valencia de Alcántara) E. A. I, pág 91.

 

( 4) González Cordero A  y Quijada González D. (1991): Los orígenes del Campo Arañuelo y La Jara Cacereña y su integración en la Prehistoria regional. Navalmoral de la Mata.

 

( 5) Enríquez Navascués J. J. (1990): El Calcolítico o Edad del Cobre de la cuenca extremeña del Guadiana: Los poblados. Museo de Badajoz, nº 2. Badajoz.

 

( 6) Enríquez Navascués, J. J. (1990): Obr. cit., pág 118 y 142.

Oct 082013
 

José Antonio Estévez Morales.

Área de Arqueología, dpto. de Historia, Facultad de Filosofía y Letras, UEX.

 1.- Introducción

             El hecho de que la cerámica haya tenido una manufactura ampliamente extendida entre muchas culturas del mundo y su relativamente imperecedera existencia (arcilla cocida), la han convertido en el objeto más numeroso de la excavación, no es raro pensar entonces porque nos hemos esforzado en extraer de ella el mayor número de informaciones : cronológicas, de origen, culturales, etc. (Renfrew, 1977:6; Arnold, 1985:1).

 

            En este sentido, en 1977, Renfrew (Renfrew 1977: 3-6) definió seis propiedades de las cerámicas y sus consecuentes campos de estudio:

 

             Propiedad                                                                       Campo de estudio

 

A.- Determinación de la forma                                             Función de la cerámica

 

B.- Materia prima altamente plás-                                        Tipología cerámica

    tica.

                                                                                                                                     

C.- Características petrológicas                                             Caracterización

    y químicas de la materia prima

 

D.- La materia cerámica retiene su                                        Tecnología y Datación

    historia térmica,química y de

    radiación.

 

E.- La cerámica es en ocasiones un                                       Estudio del contenido

    materia poroso que puede rete-

    ner restos de sustancias

 

F.- La cerámica fragmentada no es                                       Documento histórico

    reutilizable y al enterrarse

    se conserva bien.

 

 

            No obstante, las posibilidades cognoscitivas extraíbles del estudio cerámico no se agotan en este listado, pues todavía cabría preguntarse, entre otras, cual es la “filosofía” que rige la elaboración de una cerámica a cargo de un alfarero. En este sentido existen dos teorías principales: la primera, deudora de los planteamientos antropológicos de Frank Boas, considera a la cerámica un objeto con una serie de atributos producidos por la mente del alfarero. Esos atributos van a ser las características de los tipos arqueológicos cerámicos (Gifford, 1960; Deetz, 1967:45-9). La segunda teoría, más reciente, sostiene que el conocimiento del estilo que guía la elaboración de una cerámica es incluido en el motor de los hábitos o patrones más que en esquemas mentales (Steadman, 1980).

 

 

 

2.-  Una primera reflexión: procedimientos en la arqueología “tradicional”.

 

 

            Ahora bien, si analizamos las informaciones extraíbles de un objeto cerámico podemos observar un hecho remarcable: la mayoría de ellas tienen un carácter indirecto[1]  y no pueden inferirse siguiendo el método que emplea la arqueología tradicional (observación macroscópica). La excepción es la funcionalidad, en algunos casos, y ciertas cuestiones asociadas a la tipología: cronológicas, artísticas etc, que sí tendrían un carácter directo[2]. De tal manera que, las  de carácter indirecto han de ser estudiadas a partir de una metodología basada en el empleo de las técnicas analíticas de laboratorio. Si este último procedimiento no es empleado más, se debe a una serie de razones que trataremos en el siguiente apartado y que llevan al arqueólogo a intentar resolver los problemas planteados con la observación directa. El resultado de esta limitada metodología es que la caracterización (procedencia del material y tecnología empleada en su fabricación) se sustituye por las características externas en combinación con las tipologías y la difusión del material, la datación absoluta se suple por la datación relativa y los restos de contenidos pueden ser obtenidos consultando las fuentes (Buxeda et al., 1994: 40).

 

            El método de estudio cerámico tradicional conlleva pues la observación de las características externas de la superficie, proponiendo en ocasiones unos grupos de pasta en función de aquéllas y estableciendo la tipología de los restos hallados. Esta clasificación se realiza utilizando un método heurístico. Este método está basado en la intuición humana y en la experiencia, haciendo uso de la lista de miembros y de conceptos de propiedad común (Tou y González, 1977).  Una vez concluida esta parte del trabajo y con todos los datos en su poder, entre los que se incluyen los conocimientos del propio arqueólogo, se propone la autoctonía o la aloctonía del material en cuestión. En opinión de ciertos investigadores (Buxeda et al., 1994: 41) se trata en resumen de la capacidad del arqueólogo para conocer las cerámicas, determinando y reconociendo las características comunes de los diversos tipos, además de emplear la simple comparación de cada cerámica con los tipos preestablecidos.

 

            La inutilidad de este método para las inferencias de determinación de origen que se intentan establecer, provoca unos resultados erróneos. No hay más que observar que las falsas atribuciones se extienden a diversas clases cerámicas, entre las que se encuentran sigillatas, comunes romanas etc., y han sido denunciadas por diversos autores (Picon 1974; Picon 1976; Picon y Garmier 1974; Picon y Lasfargues 1974, para el caso de sigillatas, y Olcese,1991; Cau, 1993; Cau 1994, para el de las comunes romanas). A lo que hay que unir y tener muy presente, las advertencias de falsificaciones, antiguas o más recientes, de piezas históricas (Porten,1989) y sobre las que, en muchos casos, se han establecido también procedencias infundadas.

 

            Estas realidades no hacen sino corroborar la premisa de que la adscripción de las diversas producciones a un determinado lugar o taller sólo podrá hacerse mediante técnicas analíticas, concretamente mediante el postulado de procedencia[3] (Weigand/Harbottle/Sayre 1977) en conjunción con los criterios de validación[4] .

 

            Todas estas aseveraciones no promueven la inutilidad del método tradicional de estudio cerámico, basado como hemos dicho en la observación macroscópica. La aseveración de que el método  tipológico-estilístico es menos científico y opuesto al arqueométrico no es del todo cierta. La calidad de las interpretaciones sobre útiles arqueológicos se mueve en una zona de inferencias inciertas, aunque muy dependiente de los test y mediciones utilizados (Kingery, 1982: 38). De esta manera, las informaciones cuantitativas y matemáticas aportan un mayor grado de credibilidad que los test cualitativos, bastante más utilizados en Ciencias Humanas. No obstante, el método tipológico-estilístico no debería abarcar solamente detallados informes, en los que al estilo tradicional, se describen los materiales de una excavación. Por contra, debería incluir descripciones tecnológicas de preparación de las materias primas, moldeado, tamaño, forma y acabado (Matson, 1982: 20).  Además, al estudiar las características externas de las cerámicas hay que tener cuidado con un factor que muy pocas veces se tiene en cuenta. Nos estamos refiriendo a las alteraciones durante la utilización de la pieza o en el período de enterramiento, incluso podemos extenderlas a todas las manipulaciones que puede experimentar la cerámica desde que sale de la excavación. Todas ellas van a marcar a la cerámica de una u otra manera, especialmente a las zonas externas.  

 

            Es importante destacar que un estudio de los materiales a través de la observación macroscópica, tanto a “ojo desnudo” como con lupa binocular, es una buena manera de comprobar la calidad y cantidad de lo que observamos y el nivel de error inherente, con dos métodos que utilizan «instrumentos» distintos, a la vez que complementarios[5]. Pero principalmente porque proporciona un primer acercamiento y, por tanto, un cierto conocimiento de las características externas de la pasta. Con estos primeros resultados se debería establecer una clasificación preliminar de las cerámicas y plantear los problemas arqueológicos, en forma de hipótesis, que tratarán de resolverse con el estudio arqueométrico. Ha de ser éste, sin duda alguna, el que arroje luz sobre la validez, tanto de esa primera aproximación, macroscópica,  a las cerámicas como de otras. Si la hipótesis propuesta no es verdadera habrá que reiniciar el “experimento” o diseño teórico del trabajo con el planteamiento de nuevas hipótesis.

           

            Una cuestión importante en este nivel de observación macroscópica en el que nos estamos moviendo, lo constituye la definición de una serie de criterios preestablecidos (denominados variables[6]) y que, en el caso de trabajos ceramológicos, obedecería a conceptos  como forma, función, color, tamaño de inclusiones, modo de elaboración, acabado, etc. La gran difusión de las mismas variables en una buena parte de los trabajos científicos (y Extremadura no es una excepción)  llama la atención si tenemos en cuenta que los atributos de la mayoría de los artefactos son casi infinitos (Clarke, 1984: 12). De manera generalizadora podemos mostrar una serie de pautas características en todos esos trabajos:         

 

 

            a) Descripción tecnológica : Todos los elementos que nos pueden informar de las técnicas de elaboración de la cerámica, como factura (mano, torno, molde), pasta (tamaño de las inclusiones, forma de las inclusiones), cocción (atmósfera “reductora” u “oxidante”) y tratamiento superficial (alisado, bruñido, engobe, barniz, etc.)

 

            b) Descripción tipológica : Basada en el aspecto formal de la cerámica, desde el nivel mínimo de inferencia, tipo de fragmento (borde, cuerpo, base etc.), hasta el máximo o formal- funcional (plato, olla, ánfora, cazuela, cuenco etc.).

 

            c) Acabado-Decoración : Es decir técnicas y estilos decorativos (bruñido, impresión, estampilla, pintura, molde etc.), aunque a veces no se pueda establecer con seguridad si estamos ante un tratamiento superficial o  un tipo de decoración.

 

            d) Métrica : Altura, capacidad de la pieza y diámetro, siendo este criterio o variable uno de los menos utilizados.

 

            e) Observaciones: En realidad hechos resaltables o a tener en cuenta que no tienen cabida en ninguno de los apartados anteriores.

 

            f) Interpretaciones o valoraciones : Conclusiones parciales extraídas de la observación de alguno de los elementos anteriores o de la totalidad de ellos y que llevan a asociar el fragmento en cuestión con alguna clase cerámica, conocida por el arqueólogo o presente en la bibliografía (cerámica común, bruñida, boquique, excisa, gris, monócroma, bícroma paredes finas, común romana, T.sigillata, campaniense etc.). Este último apartado se correspondería entonces con la fase de clasificación del material estudiado, tras el estadio descriptivo que comprendería el resto de los apartados presentados.         

            No hay duda de que todas estas cuestiones y otras que se puedan plantear pueden llegar a ser gran utilidad, siempre que elijamos criterios significativos y que aporten una información útil. Se trata de que hay que evitar aquéllos que producen lo que Clarke denomina «interferencia parasitaria» o «no información» (Clarke,1984:12). En esta línea la observación macroscópica ha de ser un experimento aséptico en el sentido de objetivo, tanto en criterios como en condiciones técnicas de observación, aunque siempre permanezca un margen de subjetividad. Es este precisamente uno de los grandes caballos de batalla de nuestra disciplina, la falta de unos conceptos claros y comunmente aceptados por todos predominando una situación generalizada en la que cada investigador es un islote en medio del océano de la ciencia arqueológica. Como podemos imaginar, la principal de las consecuencias de esta actitud es la imposibilidad de comparar resultados entre investigadores que emplean diferentes y escasamente cuantificables parámetros.

 

 

3.- Un segundo razonamiento: los planteamientos de la arqueometría.

 

 

            Esta realidad que se acaba de describir produjo en una cierta época, fundamentalmente los años sesenta y primeros setenta, del pensamiento arqueológico una “catarsis” en algunos investigadores pertenecientes a la tradición anglosajona de uno y otro lado del Atlántico. Es la época que se conoce con el discutible apelativo de “Nueva Arqueología” y que, entre otras cuestiones, significó una búsqueda continua de un armazón teórico-práctico que proporcionara seguridad al trabajo de los arqueólogos, considerados como verdaderos científicos. Se estaba poniendo encima de la mesa el debate entre Arqueología como instrumento descriptivo del pasado, frente a una Arqueología como ciencia de la explicación de fenómenos pretéritos. Este encomiable esfuerzo no se tradujo finalmente en unos resultados que satisfacieran plenamente a los integrantes de esta corriente en su forma de entender la ciencia arqueológica, entre otras cosas, por la amalgama de teorías (inexistencia de un corpus estructurado) y la disparidad de las personalidades que se daban cita en ella.[7]

 

            Sería lógico pensar entonces en la arqueometría como fruto de lo que se “sembró” en la etapa que acabamos de rememorar. Realmente esta es una conexión del todo inexacta especialmente si aplicamos el discriminante temporal, ya que la aplicación de otras ciencias a la arqueología no surge, como veremos más adelante, en la década de los sesenta y los setenta sino mucho tiempo antes. Sí podemos situar en esos años una de las fases más importantes de la arqueometría  como es la de la generalización de trabajos científicos en esta línea.

 

            Hecha esta precisión convendrá explicar a qué realmente nos estamos enfrentando cuando hablamos de arqueometría. Es este un concepto muy amplio que se emplea para aludir a la aplicación de una serie de técnicas provenientes de otras disciplinas científicas, entre las que destacan la ciencia de materiales y las ciencias naturales, en la resolución de problemas arqueológicos. Planteamiento que no debe entenderse de ninguna manera como la tabla de salvación de nuestra disciplina, sino sólo como un medio de obtener una información imposible de obtener por los derroteros tradicionales en los que se ha movido la arqueología.

Si nos centramos en el apartado de los estudios cerámicos, que es el campo en el que se desarrolla este trabajo, podemos hacernos una idea bastante clara de algunas de esas limitaciones. Así resulta bastante contradictorio que determinadas clases cerámicas hayan sido muy estudiadas, caso de sigillatas, paredes finas, ánforas, etc., en detrimento de otras mucho más utilizadas y abundantes como son las cerámicas comunes en general. Buscar una razón para esta marginación no es fácil, aunque sí podemos apuntar que influyen cuestiones como acabados más o menos perfectos y bellos o posibilidades de comercialización.

 

            Otro de esos derroteros viene dado por la elección de un material de una u otra época. Es preciso reconocer que una buena parte de los trabajos cerámicos han tenido como sujeto materiales de época romana, lo que ha facilitado un mayor conocimiento de estas producciones frente a otras, fundamentalmente centrado en una cierta aprehensión de las estructuras de producción, de las vías de comunicación, de los núcleos de población y de las tipologías cerámicas.

 

            En cuanto a cual es la situación de la arqueometría en Extremadura, es indiscutible que nuestra región se caracteriza por una falta de tradición de este tipo de estudios, lo que se refleja en la ausencia de talleres caracterizados física, química y mineralógicamente, así como en una escasa, anticuada y, en ocasiones, errónea relación de trabajos geológicos de campo[8]  .

 

           Pero vamos a dejar atrás estas limitaciones para ir presentando todo el entramado teórico básico que propone un estudio arqueométrico. Se trata tanto de conceptos, muchos de ellos íntimamente relacionados con la Arqueología, como de las técnicas más adecuadas para tratar de resolver los problemas planteados.

 

           La primera cuestión a la hora de iniciar un estudio de estas características es contar con un esquema teórico previo sobre el que trabajar. Buxeda et al., (Buxeda et al., 1994)  hablan en concreto de “aproximación interactiva continuada de un modelo”, verdadera interrelación de informaciones procedentes tanto de la arqueología, etnografía, geología, etc., como de las técnicas de laboratorio.  En dicho esquema debemos tener muy claro cuales son los problemas arqueológicos que nos llevan a aplicar una metodología arqueométrica, no considerando a ésta como un fin en sí misma sino como un medio de inferir más allá.

 

           En este estadio inicial tienen un papel importante las denominadas probabilidades a priori (Picon y le Miere, 1987). Se trata de argumentaciones  de naturaleza etnográfica, geológica, histórica, técnica etc. que muestran la probabilidad de que un grupo de cerámicas desconocidas tenga su origen en una determinada zona más que en otra (Picon, 1992: 19). Cuestiones como la mayor o menor importancia de determinados núcleos, con lo que ello implicaría de posibilidades de producción y abastecimiento, la existencia de una alfarería tradicional en una determinada zona (lo que indica cuando menos la presencia de arcillas utilizables en la producción cerámica) formarían parte de esas probabilidades a priori.

 

            En un esquema previo sobre las cerámicas objeto de estudio, los problemas arqueológicos planteados pueden y deben estar relacionados con la tecnología empleada en la fabricación de las cerámicas (temperatura alcanzada, materia prima empleada, posible adición de desgrasantes etc.), así como con su posible lugar de procedencia, para lo cual hay que tener presente  que la información analítica debe complementarse con las propiedades o características morfológicas, funcionales, cronológicas, etc., para no convertir a la cerámica en una estadística más (Bishop et al., 1982:280). Ahora bien, tanto los aspectos tecnológicos como los relacionados con la procedencia pueden llegar a ser de difícil observación y explicación. No es raro entonces que nos encontremos con la existencia de diversos tipos de pasta, variedad que podría deberse a estrategias de explotación de los recursos de uno o varios talleres, a cambios culturales en la elección de una manufactura cerámica u otra, o a variaciones composicionales en la pasta de las cerámicas, etc.  Todos estos factores pueden influir, en mayor o menor medida, y dificultar la relación de similitud o de diferenciación, que se intenta establecer entre el taller y los productos que fabrica. Si la situación anterior puede resultar un obstáculo insalvable o no puede depender de la calidad y cantidad de lo que, en el corpus teórico de la arqueometría, se conocen por criterios de validación[9].

 

            Pero no sólo deben tenerse en cuenta las probabilidades a priori o los criterios de validación, también otros dos conceptos que marcan el planteamiento inicial de un trabajo de estas características. Cada uno de esos dos conceptos van a marcar la trayectoria incidiendo en discusiones del todo contrapuestas. De este modo podemos encontrarnos inmersos  en un contexto de zona de incertidumbre o espacio de no resolución (Picon, 1984b; Picon y le Miere, 1987), donde las características analíticas de las materias primas de un determinado espacio físico serían indiferenciables, en cualquiera de los puntos posibles de extracción que se contemplasen. La razón de esta situación habría que buscarla en un mismo origen y trayectoria geológica para toda la zona, por lo que la discriminación entre arcillas sería prácticamente imposible aunque se aumentasen el número de técnicas analíticas. De esta concepción de un estudio se puede pasar a otra en la que estaríamos ante una zona de conjunción (Picon, 1984b; Picon y le Miere, 1987).

 

            La naturaleza de una zona de conjunción no tiene nada que ver con la que caracteriza a una zona de incertidumbre. El significado de aquélla se traduce en la presencia de al menos dos zonas de incertidumbre que pueden presentar tipos de arcillas semejantes. Incluso pudiendo no tener un origen geológico común pueden llegar a ser confundidas. Sin embargo, al contrario que ocurría con una zona de incertidumbre, en una zona de conjunción sí se pueden llegar a diferenciar dos tipos de arcillas provenientes cada una de alguna de las zonas de incertidumbre que la componen. La explicación está en aumentar el número de atributos o características para eliminar las semejanzas accidentales.

 

            Si hasta el momento hemos mostrado el panorama teórico que envuelve un estudio de cerámicas y su relación con la parte más teórica de la arqueometría[10] , a partir de ahora daremos unas nociones acerca de la relación de esas cerámicas con las técnicas analíticas.

 

            La aplicación de técnicas de caracterización de materiales a objetos arqueológicos no es un hecho reciente, como ya apuntábamos anteriormente. Es una realidad tan antigua que nos podemos retrotraer ya al siglo XVII para ver los primeros ejemplos de esa conexión. Hay que precisar que las caracterizaciones de cerámicas parece que se pusieron en marcha un siglo después (Caylus, 1752), si bien la mayoría de los trabajos publicados hasta pleno siglo XX son de índole tecnológica, no podemos dejar en el tintero algunos que se ocupaban de la determinación de origen. Es el caso de Richards (Richards, 1895), que plantea el caso de un grupo de cerámicas atenienses por él estudiadas que tienen unas diferencias tan mínimas entre sí que deben tener el mismo origen. Tiempo después va a aparecer un concepto clave en las determinaciones de origen como es el Postulado de Procedencia (Weigand et al., 1977:), ya referido en el segundo apartado de este trabajo. Ya en el presente siglo, especialmente en los últimos 20 años, hemos asistido a lo que algunos autores han llamado etapa de producción industrializada de resultados (Maggetti, 1990), especie de revolución industrial arqueométrica como consecuencia de factores tecnológicos: progresos informáticos, estadísticos y analíticos.

 

            El camino recorrido por esta disciplina no ha sido uniforme y en este sentido podemos establecer , a grandes rasgos, una división de la Arqueometría en dos escuelas o concepciones: una sería la que se ocuparía de cuestiones de tipo tecnológico y la otra tendría como objetivo la procedencia de los materiales arqueológicos. Esta diferente trayectoria, reflejada en congresos y publicaciones, se ve ejemplificada en distintos autores entre los que resaltaríamos a Noll y Maniatis por la parte tecnológica, y a Bishop, Sayre etc. por la cuestión  de procedencias u origen. 

 

            Además, la anterior diferenciación no es la única, ya que se puede establecer otra relacionada con la aplicación de técnicas de caracterización química, por una parte, mientras la otra se definiría por la utilización de técnicas mineralógico-petrográficas. La justificación hay que buscarla en la formación académica y la experiencia de los distintos investigadores. Como representantes de la primera escuela, la química, tendríamos a investigadores de ambos lados del Atlántico, como Picon, en Europa, y Harbottle, Bishop etc. en Estados Unidos, mientras que de la segunda, la mineralógica, repartida también por ambos continentes, contaríamos con Shepard en los Estados Unidos y Maggetti en Europa. Incluso dentro de la caracterización química se puede ofrecer otra si tenemos en cuenta los elementos químicos estudiados. De esta manera, se puede hablar de una escuela anglosajona, aunque no exclusivamente, con una tradición de trabajo sobre los elementos químicos que se presentan a nivel de trazas. Es decir, en menor cantidad del 0.1% de la composición total y con el argumento de que el tipo y la cantidad de esos elementos químicos, son características únicas en arcillas o productos cerámicos y reflejarían perfectamente la litología original (Rice, 1987:390; Bishop et al., 1982: 294). La técnica empleada para la determinación y cuantificación de esos elementos trazas sería la Activación Neutrónica. Por contra, la escuela europea, aunque tampoco exclusivamente, se decantaría por la determinación elemental de mayoritarios, minoritarios y trazas. Los primeros se dan en más del 10% del total composicional, mientras que los segundos irían del 0.1% hasta el 10%. Las técnicas utilizadas mayoritariamente serían la Fluorescencia de Rayos X y la Espectroscopia de Absorción Atómica.

 

            En España, las primeras aplicaciones arqueométricas se dan en los años 70 y fundamentalmente a partir de los años 80, si bien hoy en día, todavía siguen siendo demasiado escasos los ejemplos[11]. Los estudios de tipo tradicional, basados en criterios de forma y decoración con fines crono-tipológicos, siguen estando a la orden del dia. Las razones habría que buscarlas en varios aspectos:

 

            1.- Si el nacimiento de la Arqueometría hay que buscarlo en la implicación de investigadores procedentes de otras disciplinas distintas a la Arqueología, en España no ha ocurrido lo mismo. A lo que hay que unir, el poco interés y evidente respeto de la mayoría de los arqueólogos por aplicar correctamente las técnicas analíticas que puedan los problemas arqueológicos planteados.

 

            2.-La escasez de equipos interdisciplinares bien planificados y que interactúen continuamente, o bien, de arqueólogos que se formen en estas disciplinas.

 

            3.-Los escasos y mal utilizados recursos materiales y humanos destinados a la investigación en España.

 

            4.- La dificultad de acceso a las técnicas y el coste elevado en ocasiones también son obstáculos para el desarrollo de la arqueometría.

 

            5.- La desilusión que produce en algunos arqueólogos la no resolución de algunos de los problemas planteados por medio de la arqueometría, ya sea por un mal planteamiento del estudio, ya sea porque la resolución del método no dé para más. Incluso, la Arqueometría va a mostrar toda una problemática con la que no se había contado a priori, aparte de la propia arqueológica.

 

            6.- La llegada de teorías arqueométricas a España se suele producir un tiempo después de su desarrollo en el lugar o lugares de origen. A la falta de crítica exhaustiva de esos trabajos se une el cometer errores que ya no se producen en el lugar de origen.

 

 

            Dejada a un lado la falta de tradición de este tipo de estudios en España y volviendo a las reflexiones generalizadoras acerca de la metodología arqueométrica, hemos de apuntar que un planteamiento o modelo teórico correcto debe tener en cuenta, aparte de todo el entramado teórico hasta ahora presentado, una linea evolutiva de reflexiones que acerquen las técnicas de caracterización a la realidad de las cerámicas, u otros materiales arqueológicos, que en cada momento se estudien[12]. Básicamente estaríamos ante un método en el que continuamente se “interroga” al entramado analítico para ver las posibilidades de extraer información y las dificultades que se pueden encontrar. Las cuestiones o interrogantes a tener en cuenta serían:

 

            1.- ¿Qué parte de la muestra se va a analizar?.

            2.- ¿Es una técnica destructiva o no destructiva?.

            3.- ¿Cuál debe ser la cantidad de muestra a emplear?.

            4.- ¿Cómo se va a preparar la muestra y que instrumento es                                               necesario?.

5.- ¿Son útiles los instrumentos que tenemos para la naturaleza de                                                 la muestra?.

6.- ¿ Cuál es el coste de los análisis? ¿Qué tiempo conllevan los                               análisis?.

7.- ¿Cuál es la sensibilidad del equipo ? ¿Con qué elementos vamos a trabajar?.

8.- ¿Cuál es la exactitud del equipo y qué tipo de estándars de                                calibración se utilizan?

            9.- ¿Cuáles son las limitaciones de la técnica en todos los                                                     aspectos?.

           10.- ¿ Qué tipo de transformaciones estadísticas habrá que                                             realizar para trabajar la gran cantidad de datos generados?.

           11.- ¿Qué cuidados debe tener el arqueólogo al recuperar y                                            estudiar el material?

 

 

            Es comprensible que cada una de estas precisiones deben ser el fruto del diálogo y  la colaboración entre el analista y el arqueólogo o del arqueómetra[13]  y el analista.Todas ellas forman parte de una idea fundamental y que desgraciadamente pocas veces es tenida en cuenta. Se está tratando de describir y explicar a lo largo de toda esta comunicación el proceso arqueométrico, con la finalidad de difundir la idea de que éste no consiste en “hacer análisis de cerámicas” solamente, sino conjugar los aspectos arqueológicos que subyacen con las posibilidades analíticas que se nos ofrecen y de aquí extraer inferencias acerca de la sociedad de una determinada etapa histórica.

 

            Los trabajos de caracterización de materiales cerámicos se encuentran ante un material natural alterado por el hombre, la cerámica, y, por tanto, que puede presentar realidades diferentes a las esperadas según las leyes de la geología. En palabras de Maggetti (Maggetti, 1981: 121-122) la cerámica cuando llega al analista es el resultado final de un largo proceso que abarca cinco estadios: extracción de la materia prima, manufactura (modelado y cocción…), uso y fractura, enterramiento y , por último, análisis. Todas estas fases dejan su huella en la cerámica y poco a poco hay que ir desvelándolas. Como esto no puede hacerse con una sóla técnica es necesaria la complementariedad de análisis químicos y mineralógicos. La intencionalidad es un mejor conocimiento de los factores comprendidos en la historia del útil, clave para determinaciones de origen, tecnología empleada, funcionalidad, cronología y condiciones de enterramiento (Maggetti, 1981: 122).

 

            Una de las principales consideraciones en esta dirección es la de reflejar los objetivos del trabajo en términos químicos y mineralógicos de forma que puedan ser entendidos a partir de la presencia/ausencia de constituyentes, de temperaturas equivalentes de cocción y de la adición o decantación de las materias primas, entre otras circunstancias.

            La finalidad de una caracterización mineralógico-petrográfica es la del reconocimiento de los constituyentes minerales, tanto cualitativa como cuantitativamente. A partir de esas características  hay que establecer asociaciones y definir fábricas mineralógicas, entendiendo por éstas la distribución, frecuencia, forma, tamaño y composición de los componentes de una cerámica (Whitbread, 1989). La aproximación petrográfica se constituye así en un valioso medio de identificación de zonas de extracción de materias primas, a partir de las inclusiones presentes en la pasta.

 

            Entre los inconvenientes que presenta esta caracterización se cuenta el carácter cualitativo de la información suministrada, a la que dificilmente se le pueden aplicar métodos estadísticos y, por ende, la mayor dificultad de cara a la confección de grupos cerámicos semejantes. Asimismo, la petrografía es poco útil en cerámicas finas ya que la ausencia de inclusiones va a impedir el conocimiento de las características geológicas.

 

            La caracterización química se orienta a la identificación y cuantificación de los distintos elementos químicos presentes en la pasta cerámica. Cuando se determina la composición de una cerámica aparece toda una serie de elementos, determinados fundamentalmente en forma o no de óxidos, pero que no  ofrecen información acerca de a partir de qué mineral  tienen sentido. Es en cambio la caracterización mineralógico-petrográfica las que nos puede aportar dicha información, de ahí la necesidad de una complementariedad.

 

            A la hora de la determinación composicional de un grupo de cerámicas y su adscripción a una particular zona o región de materias primas, nos enfrentamos a tres dificultades principales: la variabilidad natural de las arcillas, las alteraciones humanas (adiciones y decantaciones) y las alteraciones producidas durante el uso de la pieza o su enterramiento (lixiviaciones, intercambios de cationes etc.). Pese a ello, se debe tratar de llegar a la definición del denominado Grupo de Referencia o Referencia localizada (Picon, 1973; Picon et al., 1987: 16,17) , osea a la identificación del patrón composicional: grupo de cerámicas o de arcillas con el mismo origen. Se debe traducir en fábricas identificadas, pastas a partir de las cuales se obtienen dichas fábricas y área de origen de la materia prima. 

 

            Este propósito choca muchas veces con la localización del material arqueológico cerámico en un determinado yacimiento o lugar, es decir, fuera de lo que sería un  alfar. La hipótesis de trabajo, al no estar trabajando sobre un taller, y por ello no cumplirse la premisa de conocer el origen de las cerámicas o arcillas, ha de cambiar y la agrupación de cerámicas será la denominada Unidad de Referencia Composicional de Pasta (Buxeda et al., 1994:46), que no implica una zona de procedencia. Se puede salir de esta situación siempre que tras los resultados obtenidos por el proceso interactivo o modelo empleado podamos asociar patrones entre una Unidad de Referencia Composicional de Pasta y un Grupo de Referencia.

 

            El último apartado de esta comunicación y, por consiguiente, del estudio arqueométrico se corresponde con la elección de las muestras a trabajar (muestreo) y el tratamiento de los datos obtenidos tras la caracterización química.

 

            Si hasta ahora todas las fases del trabajo que hemos venido mostrando son importantes, la de decidir las muestras  que deben participar como sujetos en el proceso interactivo o modelo teórico-práctico es de las más significativas.

 

            En este momento, es donde intervienen las aplicaciones estadísticas. De esta suerte, el conocimiento exacto de los fines u objetivos que se persiguen con ella es de importancia capital para su éxito, ya que la gran cantidad de datos generados hace imprescindible su concurso como ya estableceremos más adelante. Es necesario, pues, definir exacta y correctamente, evitando toda clase de ambigüedades, los aspectos fundamentales y los accesorios de la “población” en términos estadísticos. Para lo cual vamos a definir qué se entiende por población y cuáles son sus elementos integrantes, así como los caracteres que van a someterse a estudio.

 

            En un estudio arqueométrico la población serían todos los individuos que tuvieran unas características de identificación idénticas. Esta premisa resulta difícil de aplicar  en determinados conjuntos cerámicos, caso de estar presentes varias clases cerámicas, por lo que resulta del todo imprescindible reducir a priori la problemática centrándose en una única clase cerámica. A lo que hay que unir las dificultades de definición que presentan algunas clases cerámicas, como la de las comunes, que no presentan unas características particulares y homogéneas sino que se definen por ser distintas a otras clases cerámicas mejor reconocidas o definidas (sigillatas, paredes finas, ánforas etc.). En virtud de este problema de indefinición sería imprescindible marcar unas características comunes a todas ellas y diferenciar unas de otras. Puesto que ¿hasta qué punto tendrán una naturaleza compartida una cerámica con una funcionalidad relacionada con el fuego, por ejemplo una cazuela,  y otra que forme parte de una vajilla de mesa, como puede ser el caso de un vaso con decoración a ruedecilla?. La respuesta es que para evitar la complejidad de un trabajo en el que se den estas dos realidades u otras, hay que aislar esas realidades, estudiarlas aparte y, posteriormente, comparar los resultados.

 

            Establecidas estas precisiones de partida, la base del trabajo arqueométrico es sin duda el muestreo de las piezas con las que trabajar. Un muestreo bien realizado debe prevenir tanto los errores muestrales como los sesgos (G.Barbancho, 1982: 396). Los primeros son los que se derivan de la aspiración, dificilmente conseguible, de conocer en profundidad y de forma exacta, las características de la población a muestrear. Los segundos son errores específicos de las muestras debidos a su falta de representatividad  y a los llamados errores de observación: cálculos equivocados, mala definición de los elementos y sus  características etc. Si con los errores muestrales siempre hay que contar, en cambio los sesgos son eliminables. La cuestión está centrada entonces en conseguir la representatividad de la muestra, por ejemplo introduciendo el azar a través de un muestreo aleatorio simple (sin reposición)[14]. De esta manera todas las muestras posibles tienen la misma probabilidad de ser utilizadas para el estudio.

 

            Con respecto al tratamiento estadístico de los datos, hay que destacar la enorme utilidad de la aplicación de  las técnicas estadísticas a las ciencias históricas y a la arqueometría en particular, idea que ya se ha apuntado anteriormente. Su influencia se observa en la capacidad de esas técnicas estadísticas, como herramientas descriptivas para resumir amplios conjuntos de datos medidos y con parámetros fácilmente comprensibles. A todo ello hay que unir la posibilidad de extraer conclusiones gráficas respecto a las propiedades de una población, teniendo como base dicho muestreo.  

 

            En esta misma línea, la caracterización química, con su carácter cuantitativo, ofrece grandes facilidades para aplicaciones estadísticas.En cambio, la caracterización mineralógica-petrográfica necesita de esfuerzos añadidos para convertir su naturaleza cualitativa en cuantitativa[15]. Es la gran cantidad de datos generada en el análisis químico, la que hace imprescindible la utilización de tratamientos estadísticos univariantes, bivariantes o multivariantes, para enfrentarse a tal volumen de información. Especialmente apreciados son estos últimos como consecuencia de que normalmente se emprenden determinaciones de más de una docena de elementos químicos, entre mayoritarios, minoritarios y trazas. En opinión de algunos autores (Bishop y Neff, 1989: 59), la finalidad de un método de análisis multivariante es explorar la información, generar y testar hipótesis y reducir la información. Por medio de este proceso se desvelará la estructura subyacente a los datos, a modo de presencia diferencial de los puntos de información en el espacio n-dimensional definido por las concentraciones elementales.Ahora bien, estas técnicas matemáticas  de reconocimiento de patrones pueden imponer una determinada estructura al conjunto de la información, lo que supone un peligro evidente.

 

            Para el establecimiento de relaciones se puede emplear, entre otras muchas, la técnica del análisis de agrupamiento utilizando las distancias euclideas[16] al cuadrado media y empleando el algoritmo aglomerativo del centroide[17]. Se trata, en resumen, de un método de representación bidimensional y que, por tanto, reduce la cualidad multivariante de la matriz, hecho que puede producir considerables distorsiones[18]. A pesar de estos inconvenientes, con este método podemos observar la tendencia de agrupamiento del conjunto de la información, por lo que constituye un método de clasificación en el sentido de que a partir de él, se pueden constituir diversas clases o conjuntos cerámicos. Se trata de considerar a cada cerámica como una composición con unos valores determinados en cada elemento químico, a partir de lo cual se irán comparando dichos elementos individualmente con los presentes en otro individuo cerámico. Para ello se toman las cerámicas de dos en dos hasta que se comparan todas y cada unas de las muestras del conjunto en cuestión. Al final aparecerán en el dendrograma o diagrama arborescente[19]  una serie de pequeños grupos, formados por muestras que serán más similares a otras del mismo grupo, que a las restantes de otros grupos del  dendrograma. Estos grupos que se han formado se confrontarán a los datos arqueológicos, cronológicos, tipológicos, estilísticos, con la finalidad de verificar, completar o rectificar las clasificaciones fundamentadas en datos arqueológicos (Picon, 1984a: 380) y proponer unas conclusiones finales para todo el trabajo arqueométrico.

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Rice, 1987. Rice, P.M., 1987, Pottery Analysis. A Sourcebook . The University of Chicago Press, Chicago.

Steadman, 1980. Steadman, P., 1980, The evolution of designs , Cambridge, Cambridge University Press.

Tou/González, 1974.Tou, J.T.-González, R.C., 1974, “Pattern Recognition Principles”, Applied Mathematics and Computation, Nº 7, Addison-Wesley Publishing Company, Massachusetts, 1974.

Weigand et alii, 1977. Weigand, P.C.- Harbottle,G.-Sayre, E.V.,1977, “Turquoise sources and source analysis: Mesoamerica and the Southwestern U.S.A., EARLE, T.K. – ERICSON, E.V. (Eds.). Exchange systems in prehistory. Studies in Archeology, Cap. 2, págs. 15-34, Academic Press, New York and London.

Whitbread, 1989. Whitbread, I.K., 1989, «A proposal for the systematic description of thin sections towards the study of ancient technology», en Y. Maniatis (Ed.), Archaeometry. Proceedings of the 25 th International Symposium (held in Athens from 19 to 23 May 1986), Elsevier, Amsterdam, 1989, 127-138.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

               

 

 



[1] Por información indirecta entendemos aquella que requiere una preparación específica de la cerámica para poder situar entre el arqueólogo y ésta un instrumento (Buxeda et alii, 1994). Sería el paso previo para poder caracterizar la cerámica en el laboratorio.

[2] Lógicamente la información directa es extraíble sin necesidad de preparación previa de la cerámica.

[3] El postulado de procedencia es el siguiente:

      «…namely, that there exist differences in chemical composition between different natural sources that exceed, in some recognizable way, the differences observed within a given source» (Weigand/Harbottle/Sayre 1977, 24).Es decir, las diferencias observables en la composición química de materiales procedentes de diferentes fuentes siempre serán mayores que las que se darán entre materiales provenientes de un mismo lugar.     

           

[4] En términos arqueométricos, se trata de todos aquellos argumentos no composicionales y de carácter cualitativo que ayudan a reseñar la semejanza de origen entre cerámicas cuya procedencia se conoce y otras que permanecen indeterminadas. Como ejemplo, la presencia de piezas defectuosas, la forma, la decoración, el revestimiento, el color, el “desgrasante”, la elaboración, la difusión, la cronología, las fábricas, la localización de piezas que intervienen en el proceso productivo (atifles u otros), etc. (Picon y le Miere, 1987; Picon, 1992:20).

[5] Es indudable que la calidad de las observaciones, especialmente en lupa binocular, mejorará sustancialmente si la persona que observa tiene conocimiento de los procesos tecnológicos que experimenta una cerámica, así como  nociones básicas de geología, mineralogía, petrografía, etc.

[6] En estadísticaa nivel teórico-práctico se definen tres grandes grupos de variables (Hermann-Josef Kaiser, 1977: 22-25): -cualitativas, definidas por una métrica nominal y donde sólo puede determinarse la frecuencia de aparición de sus expresiones o modalidades, por ejemplo tipo de fragmento o atmósfera de cocción; -de rango, definidas por una métrica ordinal y en las que se sigue una graduación según un baremo, por ejemplo el tamaño de la inclusiones en cuanto a fino, medio, grueso; por último, -cuantitativas, definidas por una métrica cardinal y en las que se puede asignar a cada unidad del conjunto investigado un número real, dentro de un sistema de medida, por ejemplo el tamaño real de los poros o la cantidad de inclusiones.

[7] Para penetrar en los entresijos de la “Nueva Arqueología” puede consultarse, entre otros investigadores, a Enrique Cerrillo (Cerrillo, 1988). 

[8] Un ejemplo de esta aseveración se puede ver en la Hoja Villareal-Badajoz del Mapa Geológico de España, escala 1:200.000, donde cada una de las compañías que lo han elaborado han utilizado una simbología distinta para lo que parecen las mismas formaciones geológicas.

[9] Se trata de argumentos no composicionales y de carácter cualitativo que ayudan a reseñar la semejanza de origen entre cerámicas cuya procedencia se conoce y otras que permanecen indeterminadas. En este sentido la presencia de piezas defectuosas, la forma, la decoración, el revestimiento, el color, el desgrasante, la elaboración, la difusión, la cronología, las fábricas, la localización de piezas que intervienen en la producción (p.ej. atifles), etc. son lo que en arqueometría se denominan criterios de validación (Picon y le Miere, 1987; Picon 1992:20).

[10] En nuestro trabajo siempre que hablemos de arqueometría nos referiremos al campo de la caracterización de materiales, aunque hay otras dos vias de conocimiento más: la de los métodos geofísicos de prospección y la de la datación absoluta.

[11] Proponemos la lectura del estudio de la situación en España realizado por García Heras y Olaetxea (García Heras et al., 1992), a pesar de estar incompleto en algunos casos y ser erróneo en otros.

[12] Se pueden seguir estas y otras reflexiones en Rice (Rice, 1987: 373-374).

[13] El apelativo arqueómetra se enmarca dentro del campo de la arqueometría del que apenas ha salido y designa al investigador que se vale de técnicas analíticas para su aplicación a la arqueología.

[14] La forma de proceder sería, por ejemplo, la de reunir toda la población a muestrear en un recipiente  y extraer aleatoriamente el número de individuos que creamos procedente para que la muestra sea representativa.

[15] Concretamente experiencias de contaje de puntos, cuantificaciones de tamaño de granos, relación granos/matriz, etc.

[16] La distancia euclidiana es tal que su cuadrado sea igual a la suma de los cuadrados de las diferencias de concentración de cada uno de los constituyentes.

[17] Este algoritmo se ha empleado para los resultados químicos obtenidos por fluorescencia, mientras que para los resultados de la observación con lupa binocular hemos utilizado el UPGMA, siendo ambos maneras diferentes de utilizar la distancia euclidea entre individuos.

[18] Nos estamos refiriendo por ejemplo a que las uniones, más cercanas a la base, de piezas cerámicas próximas, pueden quedar bien representadas, algo que no ocurre entre las que se unen a mayor distancia.

[19] Cada cerámica será representada mediante un trazo vertical a la base del diagrama. Cuando dos de estos trazos verticales se unan por medio de un trazo horizontal o puente, esto marca una semejanza entre las composiciones de las dos cerámicas correspondientes. Las semejanzas que existan entre dos o más cerámicas serán más fuertes cuando el trazo horizontal que sirve de unión para ellas, permanezca a menor  altura por encima de la base del dendrograma.

Oct 011998
 

Juan Regodón Vizcaíno.

Servicio de Cirugía General Hospital Nª Sª de Alarcos. Ciudad Real

La Armada española comenzó a destinar médicos a Filipinas en 1815. Desde este año hasta el final de la colonización, en 1898, fueron enviados a aquél país 245 facultativos; en el mismo periodo de tiempo la Armada dispuso de un total de 820 médicos. Por tanto, alrededor del 30% de los médicos del Cuerpo prestaron sus servicios, al menos en una ocasión, en el Archipiélago. Las estancias o permanencias, que solían durar entre dos y cuatro años, eran consecutivas a la obligación se cumplir campaña en ultramar, a necesidades del servicio o, en ocasiones, a solicitud personal. Cerca de la mitad de los médicos que estuvieron en Filipinas lo hicieron más de una vez, llegando algunos a cuatro o cinco estancias. El número de permanencias dobló ampliamente al de los facultativos.[1]

Todos los buques importantes llevaban médico a bordo, el cual no siempre ejercía su función permanentemente en el mismo. Debían cubrirse también las necesidades de los diversos centros de asistencia establecidos en el Archipiélago. Estos centros, que aquí sólo citamos, venían constituidos por las Enfermerías Navales (ENs), establecidas en casi todas las Estaciones Navales (Est. N.) y los hospitales. Desde mediados del siglo XIX se fueron inaugurando varias ENs en: Isabela de Basilan, Balabac, Arsenal de Cavite, Puerto Princesa, Olongapó, Corregidor, Dávao, Polloc, Joló, Yap y Ponapé, estas dos últimas en las islas Carolinas. Desde el siglo XVIII el Hospital de San Juan de Dios de Cavite (centro civil-militar) tenía destinada una sala para enfermos de Marina, asistida por facultativos del Cuerpo. Ya en 1876 se abrió el Hospital de Marina de Cañacao, cercano a Cavite, que sirvió de centro de referencia para todos los heridos y enfermos graves de la Armada.[2]

Pasamos ahora a exponer, de una forma muy esquemática, la trayectoria de los médicos extremeños destinados a Filipinas.[3]

Paz Martínez y Gordon. Almendralejo (Badajoz), 24 de enero de 1839.

El Expediente de este médico no contiene Historial de servicios, por lo que no es posible conocer su trayectoria profesional durante los cuatro años y medio que permaneció en el Archipiélago. Se sabe que ingresó en la Armada en julio de 1864, y que desembarcó en Manila en marzo del 65. Murió en aquel país el 29 de septiembre del 69, a los 30 años de edad, según consta en una Instancia al Contador General de Ejercito y Marina fechada en Almendradejo el 1 de marzo de 1870 por el padre de D. Paz Martínez; parcialmente dicha Instancia comunica: Felipe Martínez, vecino de la ciudad de Almendralejo, provincia de Badajoz, a V.S. como mejor proceda digo: que a consecuencia del fallecimiento de mi hijo, D. Paz Timoteo Martínez y Gordon, Primer Médico de la Armada, verificado en Cavite, Apostadero de Filipinas, en 29 de septiembre último, la Ley me concede el derecho de optar a la pensión que corresponda, según la categoría o clasificación en que aquel se hallaba, etc. etc..

Anotamos, por otra parte, la circunstancia de que un hermano de este facultativo, José M. y G., también había sido médico de la Armada unos años antes, de 1857-62; casi todo el tiempo estuvo en el Aportadero de la Habana. En 1862 recibió la licencia absoluta por enfermo, a los 31 años de edad.

Sabino Álvarez y Falangiani. Llerena (Badajoz), 30 de diciembre de 1844.

Ingresó en la Armada en diciembre de 1868. Llegó a Filipinas, como Segundo Médico, el 10 de junio del año siguiente. Fue destinado a la goleta Vad-Ras, con la que realizó en agosto un viaje-correo a Hong-Kong para intercambiar correspondencia oficial con España; después actúa dando escolta al Príncipe Duque de Edimburgo que había llegado de visita el mes de noviembre; en los dos primeros meses del 70 cumple misiones en el Sur de Archipiélago. Durante cerca de un año, abr. 70- feb.71, permaneció en la Est. N. de Cebú y, otro año, abr. 71- abr.72, en la de Polloc (Mindanao). El 30 jun. 72 es pasaportado para la Península por cumplido y enfermo, tras una campaña de tres años en la colonia.

Después de un periodo de licencia de cuatro meses para restablecerse, se reincorpora al servicio durante dos años. Hay un documento notarial, fechado en Ferrol el 23 de noviembre de 1874, en el cual se certifica el matrimonio in artículo mortis del Primer Médico de la Armada D. Sabino Álvarez y Falangiani, soltero, con Dª María San León Fernández, natural de Plasencia (Cáceres), soltera, etc. etc..Así pues, D. Sabino Álvarez falleció un mes antes de cumplir los 30 años de edad.

Manuel García Balsera. Castuera (Badajoz), 21 julio de 1842.

Ingresa en el Cuerpo el 3 jun. 76. Llega a Filipinas, como Segundo Médico, el 4 jun. 81. De jun. 81- mar. 82 es destinado a la goleta Santa Filomena, con la que lleva a cabo cruceros entre Zamboanga, Joló e Isabela de Basilan. En mar. 82 entra a trabajar en el Hospital de Cañacao, donde estuvo cuatro meses; cesó por enfermo el 7 de agosto, y se dispuso fuera pasaportado para la Península; pero habiéndose presentado el cólera en Manila y alrededores, solicitó y le fue concedida autorización para continuar su actividad profesional en Cañacao y contribuir en la lucha contra la epidemia[4]. El 1 de diciembre de este año fue pasaportado definitivamente. Había permanecido en el país año y medio.

Continuó en activo, dependiendo del Departamento de Cartagena, hasta poco antes de su fallecimiento, ocurrido en su pueblo, Castuera, el 28 oct. 1890. Había redactado tres interesantes Memorias.[5]

Galo Calvo Rayo y García. Cabeza del Buey (Badajoz), 15 octubre de 1850.

Es uno de los médicos que con más edad arribaron a Filipinas en primera estancia. Llegó en nov. 95, como Primer Médico, con 43 años. Permaneció en el Archipiélago poco más de un año. Su primer destino, durante mes y medio, fue en la E.N. del Arsenal de Cavite; después, pasó al crucero Castilla diez meses; finalmente, el 28 oct. 94 es destinado a la E.N. de Isabela de Basilan, en la que cesó a las dos semanas por crisis de hemoptisis (probablemente por tuberculosis pulmonar). Causó baja para ser tratado en Manila. El 24 ene. 95 de le pasaportó a la Península por enfermo.

Al llegar a España le fueron concedidos dos meses de licencia para recuperarse. Personalmente creemos que tan corto periodo de tiempo es insuficiente para superar un proceso pulmonar. Sin embargo, volvió al servicio activo e, incluso, le fueron asignadas misiones que comportaban grandes travesías (Montevideo, Puerto Rico, New York, etc.). Falleció el 27 de mayo de 1901 en Cartagena, siendo Médico Mayor desde tres años antes. A lo largo de su vida escribió nueve Memorias.[6]

Francisco Elvira y Sánchez. Plasencia (Cáceres), 13 de agosto de 1844.

Tal vez D. Francisco Elvira sea, considerando este esquemático estudio de los médicos extremeños de la Armada en Filipinas y también de todo el colectivo en general, uno de los más interesantes. Ello es así por varios motivos. En primer lugar, por ser uno de la escasa decena de médicos que superaron los 11 años de permanencia en el Archipiélago; por lo mismo, aún menos facultativos contaron con cuatro estancias en el país. En segundo lugar, por su larga pertenencia al Cuerpo de al menos 39 años. También podríamos añadir la singularidad del Dr. Elvira en algunos comportamientos y actitudes personales frente algunos superiores jerárquicos cuando creyó que no era de justicia claudicar, lo cual le causó algún disgusto. Finalmente, por encima y paliando estos últimos aspectos, es de obligación catalogarle como un médico honesto y apasionado por su profesión.

Hemos de renunciar, por motivos de espacio, a la tentación de exponer toda su amplia actividad en Filipinas. Resumimos sus cuatro estancias en sucintos apartados:

  1. Llega a Manila por primera vez el 29 abr. 73, como Primer Médico. Es destinado a la goleta Constancia. En julio de este año cumple un arresto de 12 días por una leve falta disciplinaria; después vuelve a su buque. Pero dos meses después, el 27 de septiembre, de nuevo es arrestado como consecuencia de una reclamación hecha por este Oficial sobre incumplimiento del artículo 14 de su Cuerpo [de Sanidad de la Armada]. En esta ocasión el castigo fue mayor, de varios meses enclaustrado en sucesivos barcos estacionados en el Arsenal de Cavite, hasta el 30 de may. 74 en que fue puesto en libertad por sentencia del Consejo de Guerra, y resultar cargos en la sumaría que se instruyó. De junio a noviembre cumple misiones embarcado por el Sur. De nov. 74a jul. 75 estuvo destinado en la E.N. de Dávao (Mindanao). Fue pasaportado a la península el 5 sep. 75.
  2. Desembarca el 6 mar. 78. Durante ocho meses (mar.-oct. 78) desarrolla la Jefatura del Hospital de Cañacao. Luego es destituido dos años (nov. 78-oct. 80) a la Est. N. de Cebú. Después, a la largo de cuatro meses, realiza varios cruceros por el Sur. Pasaportado el 1 abr. 81.
  3. El 13 dic. 83 arriba de nuevo a Manila. Durante año y medio cumple sucesivamente misiones de crucero, y de asistencia médica en la Est. N. de Cebú y en la de Corregidor. Por R.O. de 27 de marzo 85 se dispone la anotación del desagrado con que S.M. ha visto el acta levantada por algunos Jefes y Oficiales del Cuerpo, entre los que se halla este oficial, emitiendo opinión contraria a la clasificación propuesta por el Jefe de Sanidad del Aportadero para la enfermedad del Beri-beri. El 29 may. 85 es ascendido a Médico Mayor. De sep. 85-may. 86 se le designa Jefe de Sanidad del Arsenal de Cavite, y de may.-dic. 86 es encargado de una Clínica del H. de Cañacao. Sale pasaportado el 1 ene. 87.
  4. Cinco meses después, el 2 jun. 87, llega por cuarta vez al país, destinado a una clínica del H. de Cañacao, donde permaneció dos años. A continuación desempeñó la Jefatura de Sanidad de Cavite hasta el 19 abr. 90, en que embarcó pasaportado a la Península.

El resto de su vida profesional transcurrió en el Departamento de Ferrol. Ejerciendo importantes cargos del Cuerpo. En el año 1906 continuaba desempeñando el destino de Jefe de Sanidad de este Departamento.

FUENTES DOCUMENTALES Y BIBLIOGRAFÍA.


NOTAS:

[1] Estado General de la Armada, de los años 1815 a 1898. Archivo General de la Marina D. Álvaro de Bazán (AGMAB), Viso del Marqués, Ciudad Real. Son datos muy aproximados, con un calculable margen de error de unos 10-12 facultativos no recogidos, debido a que en los años 1824-27 y 1837-44 no se editó la plantilla del Cuerpo de Sanidad de la Armada.

[2] Regodón Vizcaíno, J.: Contribución al estudio de la Medicina en las Islas Filipinas en la segunda mitad del siglo XIX. Tesis Doctoral. Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Medicina. Madrid, julio de 1990.

[3] La información sobre los médicos se ha obtenido del AGMAB, Sanidad, Departamento de Historial de servicios en el Expediente personal de cada facultativo, Legs. según orden alfabético.

[4] Se trata de la célebre epidemia colérica de 1882 que, introducida por el Sur, invadió todo el Archipiélago, J. Regodón Vizcaíno, op. cit. (2).

[5] Las Memorias eran artículos o escritos científicos que los médicos reglamentariamente presentaban ante una Junta Facultativa. Las meritorias eran publicadas en el Boletín de la Medicina Naval y, en ocasiones, premiadas. Las escritas por el Dr. García Balsera fueron: Ligadura de la arteria radial (Cartagena, 1877), La maliguidad (Cartagena, 1880) y Breves reseñas de las funciones de la piel y causas de sus enfermedades (Cartagena, 1887).

[6] Sus títulos son: Miasma palúdico y fiebres intermitentes (Ferrol, 1878), Icteria (Cartagena, 1878). Alimentos, ¿Qué cantidad es necesaria para el sostenimiento de la vida? (Cádiz, 1883), Diagnóstico y pronóstico del vómito en la fiebre amarilla (Cartagena, 1884), ¿Cuando debe verificarse la talla y cuándo la litotricia (Cartagena, 1888), Los alcaloides ante la clínica moderna (Cartagena, 1891), La antipirina en sus relaciones con la medicina legal(Cartagena, 1891), Desinfectantes. ¿Cuáles son los más apropiados en caso de epidemia colérica? (Cartagena, 1892) y Profilaxis y terapéutica general de la infección (Cartagena, 1895).

Oct 011998
 

Domingo Quijada González.

1.- EL MEGALITISMO

Podemos definir este fenómeno como el uso que hicieron determinadas culturas (cuando nos referimos a Europa, sobre todo durante el Neolítico y Calcolítico) de grandes bloques de piedra para construir, fundamentalmente, enterramientos diversos.

Esta manifestación ha sido interpretada como el fruto de la transmisión de ideas religiosas, importadas desde Oriente. Sin embargo, a la luz de las nuevas dataciones de radiocarbono en grupos portugueses y de la Bretaña francesa, el origen de los megalitos se remonta al período comprendido entre el VI y V milenio a. C; por lo que cada vez hay más partidarios de la «teoría europeísta», es decir, que defienden su gestación en la fachada atlántica, y no en el Mediterráneo oriental. La influencia del Alentejo portugués, en nuestra región, será muy importante.

Centrándonos en nuestra Comunidad, en el valle medio del Tajo se observa cómo esta implantación es progresiva de Este a Oeste, jalonando las cuencas de los ríos principales y disgregándose en dirección a su cabecera y curso alto: es decir, que son más abundantes a medida que nos dirigimos hacia occidente, hacia la frontera portuguesa. Esto se interpreta como una ocupación sistemática de los valles; un dato que, a nuestro juicio, tiene que ver con una vocación ganadera; cuestión muy importante a la hora de verificar sus lugares de asentamiento, por lo general bastantes escasos. Desde ese punto de vista, varios especialistas han especulado sobre la condición itinerante de la gente megalítica; de ahí que construcciones tan aparatosas y complejas aparezcan como únicos signos de permanencia y, consiguientemente, señalizadores de la propiedad de un territorio (Renfrew).

Existen numerosas pruebas y testimonios que inducen a pensar que el pastoreo, probablemente de cabras y ovejas, desempeñó un importante papel en estas sociedades. Además, si tenemos en cuenta la ubicación de algunos poblados, es algo evidente, ya que apenas puede esperarse otra posibilidad de supervivencia. Aunque debieron existir, ya entonces, bastantes variaciones en la economía de los pueblos, según las condiciones orográficas del área de asentamiento.

Como es natural, habría alimentos complementarios: pescado, moluscos y algo de caza, de la que nos ofrecen gran información las puntas de flecha, de sílex o cuarzo, depositadas como ajuar en el interior de las tumbas (y que suelen aparecer en sus alrededores, debido a las expoliaciones y movimientos de tierra). Junto a todo esto se hallarían los productos agrícolas, cuyo cultivo y uso es completamente demostrable: en primer lugar, por el hallazgo de molederas de granito de aspectonaviforme; y, de modo más definitivo, por las huellas de uso o lustre que queda en el filo de hojas de sílex que, debidamente enmangadas, se utilizaban como hoces.

Otro factor a considerar es la base tradicional de subsistencia en ciertos lugares de nuestra zona que, por las condiciones naturales que ofrece su campo, es tradicionalmente ganadera; lo que ha permitido la conservación de los monumentos. Donde se ha extendido la agricultura ha originado la desaparición de los mismos: como le ocurrió al dolmen del «Cerro del Puchero«, en la finca «Las Lomas» de Talayuela. En los casos de Montehermoso, sobre los que más nos centramos en este análisis, la ubicación de los dólmenes en la Dehesa Boyal (eminentemente ganadera y de propiedad municipal) ha favorecido el que hayan permanecido durante más de cuatro mil años (aunque expoliados y bastante deteriorados, como suele acontecer en estos casos).

Los Dólmenes, como vulgar e impropiamente son denominadas estas construcciones megalíticas, se clasifican en tres tipos: de cámara simple, de cámara con corredor corto y de cámara con corredor largo. A su vez, pueden tener una hilada o doble anillo: este último modelo se emplea cuando la cámara es amplia, para facilitar el soporte de la misma (por eso se denomina anillo de contención, o coraza, al exterior). También, dependiendo del tamaño, la cubierta era diversa: debido a ello, no nos parece muy apropiado usar la palabra dolmen, ya que en bretón significa «mesa», lo que en numerosos casos no es adecuado. Veamos los diferentes modelos de Extremadura (aunque no entraremos en detalles sobre ellos, ya que los objetivos de este trabajo son otros, según iremos viendo a lo largo del mismo:

1.1.- El Megalitismo extremeño

  • El dolmen extremeño más frecuente es el de corredor largo y cámara circular, aunque con tamaños diferentes y algunas variantes de interés en los detalles constructivos. Sin embargo, los más antiguos parecen ser pequeñas cámaras circulares con un corto corredor o vestíbulo en algunos casos, todo ello cubierto por un túmulo de piedras y tierra. Las cámaras no superan los 2 metros de diámetro en este tipo de sepulcros, los cuales tienen sus mejores ejemplos en la zona de Valencia de Alcántara-Albuquerque.
  • Más tarde surgen construcciones mayores, con cámaras que oscilan entre los 4 y 5 metros (incluso mayores, como en los ejemplos de Montehermoso y otros) y largos corredores que alcanzan hasta 20 metros (como en Lácara-Mérida o El Guadalperal-El Gordo). Las cámaras presentan cubiertas adinteladas, que se apoyan en lajas verticales denominadas ortostatos; mientras que los corredores son más bajos, también adintelados. Estos dólmenes grandes estaban cubiertos, igualmente, por túmulos circulares o elípticos de tierra y piedras.
  • Un tercer grupo estaba formado por sepulcros llamados tholos o tholoi: la cámara se cubría mediante una falsa cúpula, conseguida mediante la aproximación de hileras de piedra. Son más tardíos y suelen aparecer como arquitectura funeraria, asociada a las necrópolis de los poblados calcolíticos (como el de laGranja del Toriñuelo, junto a Jerez de los Caballeros).

El grupo de dólmenes dispersos que hemos analizado en el Campo Arañuelo y la Jara-Ibores; estudiados (preferentemente) por Obermaier, el matrimonio Leisner, Primitiva Bueno, el profesor González Cordero y otros (como el que esto escribe), así como los de Montehermoso, no es notable en cuanto al número de sepulcros se refiere; si se compara, por ejemplo, con otras áreas cacereñas (Alcántara y Valencia de Alcántara). Su relevancia se halla, más bien, en la connotación geográfica (esto es, en su emplazamiento en el borde de la Submeseta) y por la definición del tipo de comunidades que entre el III y el II milenio a.C. poblaron esta zona. Época que coincide con el desarrollo de la cultura denominada Edad del Cobre o Calcolítico.

Pero, como refleja el encabezamiento de este trabajo, en esta ocasión vamos a tratar de los dólmenes de Montehermoso (Cáceres).

2.- EL COMPLEJO MEGALÍTICO del TREMAL (Montehermoso)

2.1.- El entorno físico

Como es evidente, el hombre de la Prehistoria no se asentaba, frecuentaba o controlaba un territorio al azar; sino que, como harán sus descendientes, lo hará teniendo en cuenta los diversos condicionantes físicos (entre otros parámetros).

Este sector meridional de la dehesa boyal de Montehermoso se asienta sobre un terreno de pizarras cámbricas, acompañadas con numerosas muestras metamórficas (en forma de cuarzo o guijarros), incluso de arena, debido a la proximidad del berrocal granítico (se halla a menos de dos kilómetros, según podemos apreciar en el esquema geológico adjunto). La orografía se nos muestra como un conjunto alomado, en forma de penillanura.

Estos factores son importantes, ya que posibilitan unos suelos aptos, bastante profundos (la roca madre pizarrosa está a considerable profundidad) y con un drenaje suficiente (según hemos podido comprobar mediante diversas pruebas y métodos) dada la presencia de conglomerados (como el cuarzo y la arena citados, a los que se añade una destacada proporción de pizarras trituradas); que dan lugar a buenos pastos, a la aparición de un ecosistema muy adecuado y a la dificultad para el encharcamiento (en general, lo que favorece la estancia del ganado en invierno); e, incluso, a unos buenos suelos agrícolas (idóneos en el encinar aclarado, o antes de que existiera la dehesa, en las superficies más llanas).

Además, estas zonas de contacto geológico son claves para temas hídricos o de acuíferos (se filtra arriba, en el sector septentrional o berrocal granítico; brotando en esta zona, sobre todo junto a las diques pizarrosos), pues posibilitan la surgencia de fuentes y manantiales, algunas de ellas medicinales (debido a la presencia de rocas metamórficas, según indicábamos): como la de «Jerrao» o «Herrado» (ferruginosa, próxima a este paraje: a menos de un kilómetro) o la propia del Tremal(cuyo topónimo puede aludir a que cura «tres males»). Estas dos fuentes, junto con otras de inferior importancia (como la fuente de la Pizarra), unidas al paraje próximo denominado Los Manantíos (su etimología no necesita explicación), donde fluye el agua a escasa profundidad (igual que en los ejemplos mencionados, incluso de forma natural) durante todo el año, son las razones que complementan el apartado anterior, dando lugar al asentamiento humano en el pasado (incluso se observan restos de hábitat posterior al Calcolítico, de algún villorrio romano).

También conviene recordar o saber que esta suave penillanura pizarrosa (y granítica, en sus cercanía, según indicaba), sobre la que se asientan los dólmenes, se encuentra situada a unos tres kilómetros del valle y vega del Alagón, formado por materiales terciarios (miocénicos) y cuaternarios (aluviales), fundamentalmente (como se observa en el mapa). Las migraciones temporales del ganado (o de sus poseedores) estaban aseguradas ante posibles eventualidades climáticas, ya que la variedad edafológica es algo evidente. Igualmente, no había problemas para seleccionar las canteras para extraer los ortostatos y placas de la cubierta: las de pizarra en el propio lugar, las de granito muy cerca (como adelantábamos).

Para finalizar este apartado (aunque algo hemos insinuado ya), hay que valorar el alto nivel (por las causas anteriores) que alcanza la flora y fauna del entorno más próximo (complementado con el alejado): entre un bosque adehesado de encinas y alcornoques (éstos consiguen un tamaño extraordinario cuando surgen entre los conjuntos pizarrosos, bajo los cuales extraen la cantidad de agua necesaria), con sus correspondientes pastos y matorrales (jaras, escoba, retama, tomillo y similares, torvisco, espino albar, zarzamora, perales silvestres, acebuches, etc.), u otras manifestaciones vegetales (como las numerosas especies micológicas); caza (menor y otras variedades en retroceso, como los jabalíes, raposas y otras especies), reptiles (lagartos, culebras, galápagos, etc.) y aves abundantes (palomas, tórtolas, perdices, codornices y rapaces, fundamentalmente); pesca en arroyos (el principal, el Arroyo del Pez, tiene un nombre bien aparente que no necesita explicación, con algunos charcos que resisten el estío, a donde sube la pesca desde el Alagón en invierno) y lagunas (tencas, ranas, tritones, etc.).

Y si hoy alimenta un número considerable de animales (vacuno, sobre todo, por las circunstancias actuales), mucho más lo fue en el pasado: donde hemos conocido amplios rebaños de cabras, extensas piaras de cerdos, caballerías de los agricultores, etc.

2.2.- Descripción

Este paraje donde se ubican los megalitos se localiza en el extremo occidental de la Dehesa Boyal de esta localidad, cerca del límite con el término y la dehesa boyal de Guijo de Galisteo; próximo al camino de Valdecaballos (antiguo camino de Coria), a la laguna y pozo del «Tremal» (de ahí el nombre que le hemos aplicado, como es conocido ese paraje por los montehermoseños, aunque en ciertos mapas conste como «Tremedal») y a la Casa del Guarda (de la mencionada Dehesa Boyal); a unos 2 kilómetros de Montehermoso (formando los vértices de un triángulo ficticio, de unos 300 metros de lado).

La proximidad del arroyo del Pez, con sus arroyuelos secundarios, será también determinante.

En todos los casos, entre las cotas de 400 y 420 metros de altitud sobre el nivel del mar; y, como era casi norma generalizada, para pasar desapercibido (comocamuflaje, una vez cubierto por el túmulo de tierra y piedras), ocupando las partes más elevadas de una penillanura alomada (con cimas suaves):

• Dolmen del Tremal I

Situación: término de Montehermoso; coordenadas: 40º 05´ 05´´ N y 6º 22´ 22´´ W.

Se encuentra a 300 metros del camino (a la derecha del mismo, según nos aproximamos desde Montehermoso, y frente a la citada casa), sobre su correspondiente y suave montículo.

Aún pueden contemplarse más de treinta piedras de un tamaño apreciable (aunque ninguna sobrepasa el metro de larga ni los 70 cms. sobre el suelo), de las que cinco son de granito (de grosor reducido) y el resto de pizarra.

Según puede observarse en el dibujo aproximado que adjuntamos, como en los otros dos casos (aunque se aprecia algo peor), poseía doble hilada. La cámara interna tiene unos 5’5 metros de diámetro, lo que también le asemeja con sus vecinos.

Nos llama la atención un posible Menhir de granito, de 1’9 metros de largo, por 0’25 m. de ancho y 0’22 m. de alto (aunque disminuye progresivamente, desde los 28 hasta los 16 cms.); que se encuentra tumbado y semienterrado. También pudiera tratarse de un poste central, desplazado de su ubicación original, o de un tramo del corredor (que se intuye).

Este posible corredor, o vestíbulo, tiene su puerta abierta al este-sureste; algo que también apreciamos, igualmente, en los otros dos ejemplos (y en otros megalitos similares).

• Dolmen del Tremal II

Situación: término de Montehermoso; coordenadas: 40º 05´ 01´´ N y 6º 22´ 30´´ W.

El segundo, a otros 300 metros del anterior, en dirección oeste; también sobre otro montículo (pero, en este caso, algo más pronunciado), junto a cuya base discurre un pequeño arroyo.

El número de ortostatos que se conserva es algo mayor (hay más de 40 con un tamaño considerable); pero, a diferencia del ejemplo anterior, hay una presencia más numerosa de rocas graníticas (la mayoría de las existentes y las de tamaño más grande, como mostramos en el esquema incorporado). Aunque esta divergencia pudiera estar motivada por el hecho de que, en el primer caso, el número de ortostatos sustraídos (según analizaremos después) ha sido mayor.

Doble hilada (incluso existen indicios de una tercera) como en el caso precedente (aunque se aprecia mucho mejor, sobre todo en el extremo noroeste), pero la cámara es más grande: sin embargo, estos aspectos también pudieran ser debido al desplazamiento de las piedras, por las excavaciones para reutilizaciones y expolios. De todos modos, un estudio más profundo (en el que la excavación apropiada sería necesaria) del mismo despejaría estas incógnitas.

E, igualmente, observo la presencia de otro posible Menhir (de 1’5 metros sobre el suelo, pero esta vez vertical), que se nos muestra destacando sobre el conjunto. También atrae mi atención un ortostato granítico curvo, junto a la hilada interna del noroeste, como si marcara el arranque o inicio de la cubierta del túmulo. Estos dos elementos son los que nos llevan a la posibilidad de una tercera hilada: estructura que no es novedosa, ya que aparece en el dolmen del Guadalperal (con mayor número de anillos aún, para la contención del túmulo, como podemos ver en el dibujo que incorporo y que he realizado de acuerdo con G. y V. Leisner).

• Dolmen del Tremal III

Situación: término de Montehermoso; coordenadas: 40º 04´ 57´´ N y 6º 22´ 26´´ W.

Cerrando el triángulo, junto al camino de Valdecaballos, frente a la laguna citada y casa del guarda (pero al sur del primer caso, a menos de 400 metros de él y 300 del segundo ejemplo), coronando una pequeña elevación de terreno visible desde el sendero (a menos de 100 metros del mismo).

El número de ortostatos es ligeramente superior al anterior, y son de mayor tamaño: algunos se aproximan a 1’5 metros de alto sobre el suelo, por lo que se observa y conserva mejor. Aunque también es cierto que el piso del túmulo ha sufrido un vaciado mayor, tal vez por los buscadores de tesoro: sobre esta ilícita actividad, recordemos que no es sólo contemporánea (como ejemplo, entre los restos del Dolmen del Guadalperal aparecieron varios objetos romanos, incluyendo una moneda). El que haya sido menos visitado por los recabadores de piedras tiene su explicación: está más vigilado, al ubicarse frente a la mencionada Casa del Guarda (como muchos años ya de construcción) y camino de Valdecaballos (muy transitado en el pasado, al ser el camino de Coria).

La cámara tiene un diámetro similar al caso primero, con unos 5’5 metros; y, como en los otros dos modelos, se entremezclan las rocas graníticas y de pizarras cámbricas: la proporción de ellas es más equilibrada que en los otros casos, menos desajustada (en el nº 1 predominaban las pizarras y en el nº 2 el granito).

Es notoria la falsa puerta ubicada al sur-suroeste, así como el probable Menhir tumbado cerca de la entrada (la cual se señala perfectamente por medio de dos piedras, hoy tumbadas, que pudieron estar de forma vertical).

En los tres modelos, como decía, se intuye un posible corredor o vestíbulo (aunque este tema no está muy claro); cuyas piedras, de menor tamaño, han podido ser reutilizadas en construcciones posteriores de las proximidades (al igual que otras del conjunto). Así como la entrada orientada a la salida del sol, o las plantas (encinas y alcornoques) que han nacido entre las rocas.

2.3.- Valoración

Corresponden al segundo modelo de los antes descritos: cámaras superiores a los 5 metros de diámetro, con doble anillo. Dada la ubicación de todos ellos (en la cima de ligeras elevaciones) y según los restos conservados, no parece muy probable que tuvieran corredor: sólo en el primer caso hay indicios de uno corto, que también pudieron existir en los otros dos ejemplos.

Los ortostatos, como decíamos, son de granito (la mayoría) y de pizarra. Los primeros han sido transportados desde unos dos kilómetros (como adelantaba) y se conservan en regular estado (especialmente en los dos últimos casos), mientras que los de pizarra se han extraído del entorno más cercano; alcanzando el mayor 1’5 metros de altura sobre el nivel del suelo (aunque existe dos que se aproximan a los 2 metros, tumbados; que podrían ser menhires, como señalábamos).

Las numerosas piedras que formarían el túmulo se hayan diseminadas por los alrededores e, incluso, como hemos podido analizar sobre el terreno, es muy probable que hayan sido reutilizadas en diversas construcciones posteriores realizadas en la dehesa boyal (entre otros posibles lugares): para construir el muro de contención de la laguna del «Tremal«, la casa del guarda y la propia cerca o corral del ganado, el cercano puente de «Simón Ruano» (por el que se salva el arroyo del Pez en épocas de máximo caudal), las «Pasaeras» (instaladas, con el mismo fin, un poco más abajo), los molinos de «Jerrao» y de «Respinga«, la «Majá de los Porqueros» (edificios para cobijar a las piaras de cerdos, así como a sus cuidadores, que guardan gran parecido con los dólmenes o túmulos: con placas de pizarra que soportan la cubierta de tierra y grava, sustentadas con pilares graníticos), etc. En todos estos lugares, la presencia de grandes bloques graníticos (material inexistente en la zona), muchos de ellos con gran parecido y diseño de los ortostatos, nos animan a manifestar esta posibilidad lógica (un estudio más detallado y científico nos lo confirmaría, seguramente). Además, las piezas que faltan tuvieron que ir a algún lugar, es evidente…

El tipo de cubierta sería similar a la que hemos descrito en la «Majá de los Porqueros«: estarían cubiertos por un túmulo de piedras y tierra, depositadas sobre las grandes placas de pizarra, sustentado todo ello por los ortostatos. Debido al gran tamaño, el segundo anillo (o de contención) serviría de apoyo.

Conservan huellas de haber sido removidos y expoliados en el pasado (ya que siempre los hemos conocido así, incluso por los ancianos a los que hemos preguntado), pues la cámara se halla por debajo del suelo, semiexcavada.

El modelo más parecido a los montehermoseños (doble anillo y tamaño similar) es el del Guadalperal: en el término municipal de El Gordo, pero próximo a Peraleda de la Mata; en la finca o dehesa de ese nombre (El Guadalperal). Se encuentra hoy bajo las aguas del embalse de Valdecañas, pero puede apreciarse cuando desciende el nivel del mismo notablemente. Descubierto por Hugo Obermaier en los años 20, excavado y estudiado después por el matrimonio G. y V. Leisner. Gran parte del material (así como la Memoria de la excavación) se encuentran en la Universidad de Friburgo (Suiza).

Pero existen varios más en los términos municipales de Bohonal de Ibor y Valdelacasa de Tajo (en la Jara cacereña). Algunos, igualmente, de gran similitud con los del Tremal: El Tesoro, de Valdelacasa de Tajo, tiene doble anillo y diámetro de la cámara similar (algo más de cinco metros de diámetro); Atalayuela I, también en Valdelacasa, posee ortostatos de pizarra (como los de Montehermoso) y numerosos cantos rodados de cuarzo; y El Horquillo, en las proximidades de Bohonal, también es de doble hilada (o con anillo de contención).

Y en el oeste toledano, el ejemplo más claro lo tenemos con los dólmenes de Azután y La Estrella, cerca de Puente del Arzobispo, que guardan unas semejanzas muy apreciables con los de Montehermoso que estamos analizando (incluimos en este trabajo una fotografía del de Azután). Como es lógico, la continuidad geográfica a lo largo del Tajo y sus afluentes es evidente.

Es decir, que los dólmenes de Montehermoso guardan gran analogía con los que hemos analizado del noreste cacereño, tanto en la construcción como en los materiales encontrados; como si de una extensión cultural se tratara, como si hubieran sido erigidos por pueblos afines o relacionados entre sí. Curiosamente y a nivel personal, esto me produjo una gran satisfacción, ya que se trata de los lugares donde nací (Montehermoso) y vivo (Navalmoral de la Mata-Campo Arañuelo).

Igualmente, en todos estos ejemplos de megalitismo se aprecia la influencia del Alentejo portugués y andaluz; aunque también hay diferencias (como el tema del doble anillo o la ausencia, en los casos que estamos tratando, de placas de pizarra decoradas) e identidades propias, según las características peculiares de cada zona, sin contar las diferencias cronológicas y culturales correspondientes.

El entorno de la dehesa boyal montehermoseña volvería a ser lugar de asentamiento posteriormente, con la colonización romana. Entre las diversas pruebas conservadas, destaco la más clara: la pila granítica de la fuente de «Jerrao» corresponde a un sepulcro romano (de los últimos compases del Imperio, como he podido comprobar) que, dado su tamaño y peso (y material en que está labrado), no pudo ser desplazado desde muy lejos; otros restos de menor importancia confirman el hecho anterior.

Para finalizar, relataré el caso de uno de estos dólmenes que bien puede servir para el resto: el «Cerro del Puchero» (término de Talayuela, entre Santa María de las Lomas y Tiétar). Esta denominación vino a continuación de su descubrimiento, expoliación y arrasamiento, en los años 60, cuando se explanaba y acondicionaba una parcela para transformarla en regadío. El resto de la historia es similar al de otros dólmenes, y puede resumirse en la especial predisposición por parte del paisanaje a creer que cualquier ruina antigua encierra fabulosos tesoros. El resultado final, como es de suponer, fue que no se encontrara ningún tesoro y se destrozara el dolmen y un cuenco de cerámica (puchero), único ajuar encontrado.

Oct 011998
 

Rocío Periañez Gómez.

Conocer la mentalidad de los hombres que han vivido antes que nosotros es muy importante para poder comprender el curso del devenir histórico, pues esa mentalidad impregna su actuación en todos los aspectos: el social, el político, el económico. Sin embargo es difícil captar cómo podían entender la vida, la cultura, la muerte… esas personas que han vivido en un tiempo pasado tan diferente del nuestro. El historiador puede intentar descubrir esas actitudes a partir del estudio de diversas fuentes que permiten una aproximación a la vida de nuestros antepasados.

Ese es el objetivo de mi trabajo, acercarme a uno de las parcelas que conforman la mentalidad del hombre, la cultura, a través del estudio de los libros que poseían, que leían y que influirían en su vida. Para ello me he centrado en un espacio muy concreto, la zona de la Sierra de Gata, tomando como representación cuatro poblaciones pertenecientes al Partido de Hoyos, en el periodo comprendido entre principios del siglo XVII y las primeras décadas del XVIII y basándome en los datos proporcionados por las fuentes notariales, en especial los inventarios post-mortem.

LAS FUENTES

Dada la importancia que tienen las fuentes en toda investigación histórica, comenzaré hablando de las que he utilizado en mi estudio sobre las lecturas y lectores. Éstas se encuentran en el Archivo Histórico Provincial de Cáceres, en la sección de Protocolos Notariales y pertenecen a las poblaciones de Acebo, Cadalso, Hoyos y Torre de don Miguel. Dentro de esta documentación notarial me he centrado en algunos tipos determinados: testamentos, partijas, almonedas e inventarios, sobre todo inventarios post-mortem, pues éstos son los que dan una mejor información cuantitativa y cualitativa, al menos para la detectación de libros, que es lo que buscaba.

 los testamentos y codicilos: en la mayoría de los casos, las personas que los hacen, se limitan a realizar una profesión de fe, a determinar el número de misas y obras pías que se han de hacer a su muerte y nombrar a los herederos y albaceas del testamento, pero en ocasiones aparecen donaciones expresas del testador referidas a alguna de sus posesiones concretas, como pueden ser libros. Así lo hizo Catalina García[1], vecina de la Torre, que en el año 1621 realizaba su testamento en el que expresaba como una de sus últimas voluntades ésto:

“Mando a mi sobrino, Pedro Rodríguez Manzano, clérigo, todos los libros que tengo y doze reales porque me encomiende a Dios”.

Como vemos ni nos dice el número, ni temática, ni títulos de los libros que deja a su sobrino. Pero podemos deducir algo, quizás más importante que saber cuantos libros tenía, que apreciaba esos libros, a través de dos detalles: porque se acuerda de ellos en el testamento, lo cual no es frecuente y porque se los deja a alguien que sabe que los va a utilizar pues dispone de cultura para ello.

Otro testamento que he encontrado con alusión a libros, fechado en 1663, es el del Bachiller Joan Domínguez Rico[2], vecino de Hoyos, en él dice:

“Y el breviario nuevo grande que tengo lo mando al convento del lugar para el servicio del coro”

y más adelante:

“Item declaro que mando que la livrería que dexo, que compré por muerte del Licenciado Mateo Benito, mi ermano, mando se venda y remate en pública almoneda y pregone en el mayor ponedor para cumplimiento de este mi testamento porque aunque atrás llevo mandado todos mis vienes muevles a María Pérez, mi ermana, esta dicha livrería no se la mando que así es mi voluntad”.

Como Catalina García, muestra su interés por dejar patente en los últimos momentos de su vida lo que deseaba que se hiciera con sus libros: una obra piadosa, donar el breviario a un convento y que se venda en almoneda esa librería que con anterioridad había pertenecido a su hermano – y que más tarde comentaremos, pues sabemos, por lo menos cuando la detentaba Mateo Benito[3], el volumen y temática de la misma-. La curiosidad me llevó a buscar su inventario, con la tasación y almoneda de sus bienes, pero no pude comprobar qué fue de dicha biblioteca puesto que en los documentos mencionados no existía referencia alguna a la misma. ¿Se mantendría como hasta ese momento dentro de la familia?, ¿por qué no se cumplió el deseo del difunto? Por desgracia no podemos saberlo.

– las tasas y partijas: muchas veces, tras el inventario de los bienes del difunto aparecen una tasación de los bienes y una partija o reparto entre los herederos. Podría ser una fuente muy rica: nos informaría del valor económico de los libros que aparecieran en la tasa y de la transmisión de esos libros. Pero es raro que aparezcan libros en ese tipo de documentos que se limitan a detallar los olivos, castaños y huertos que poseía el fallecido y en todo caso hablan de algún mueble, ropa o loza de la casa. Es triste, pero hay que sobrentender el poco aprecio que se tenía a los libros en la época. Cuando ves que el escribano describe con detalle ciertos objetos como: “otro cofre viejo en donde se hallaron seis platos medianos azules, seis pequeños, dos fuentes de otros colores, dos platos pequeños de la misma pintura, uno de málaga grande, quatro tazas, quatro escudillas de medio baño, tres blancas…”[4], o relata una por una las escrituras de venta, censos, testamentos, libros de “quentas”, de curadurías, que indican que se conocía la lectura y tal vez la escritura y no encuentras libros, o si los encuentras lo más que te dicen es si eran grandes o pequeños, viejos o nuevos, la conclusión que sacas es el poco interés por ellos.

Por poner algunos ejemplos de partija en las que he encontrado libros tenemos la de Hernando Rodríguez[5], familiar del Santo Oficio, avecindado en Acebo, del cual sabemos que tenía algunos a través de la información proporcionada por la tasa de sus bienes en 1604:

“tassaron un escritorio en que están los libros, el cual tassaron en mill maravedís” (…) “Un caxon donde tiene libros”.

En la partición no se menciona quien recibe estos libros.

Otro caso es la del vecino de Torre de don Miguel, Juan de la Torre[6]. En ella hay tres libros de teología que están tasados en cuarenta y cinco reales. Sólo conocemos la suerte de uno de ellos, que reciben los hijos de Alonso Martín Torres, Ana y Alonso, sobrinos del finado. Se trata de “un libro de teología enquadernado, en quinze reales”.

Como última muestra la de Catalina Rica[7]. A su muerte se realiza un inventario de sus bienes y la tasa de los mismos junto a la de los que había recibido tras la muerte de su marido, un escribano público de Hoyos, Andrés Hernández. En la tasa hallamos:

“Tasaron dos libros del oficio de escrivano, el uno de Monte Roso y el otro de Diego de Ribera, cada uno en quatrocientos maravedís que acen ochocientos maravedís”.

Por la partición posterior sabemos que dos hijos recibirán como legado estos dos libros: a Pedro Hernández le tocará en “suerte” las Notas de Diego de Rivera y a su hermano Esteban Hernández la Práctica civil y criminal de Monterroso.

– las subastas o almonedas públicas, en donde se vendían algunos o todos los bienes de una persona tras su fallecimiento, resultan muy interesantes por cuanto cuando aparecen libros te indican quien lo compra, en ocasiones hasta su oficio y por cuanto dinero se adquiere ese libro (normalmente a precios más económicos que los que tendrían en origen). Permiten detectar posibles lectores, los compradores de dichos libros, de los quizás no dispongamos de otra evidencia acerca de su actividad cultural.

Un ejemplo que tengo es el inventario y almoneda de los bienes de Pedro Hernández, clérigo de Acebo. En su inventario no se registra ningún libro, sin embargo en la venta de sus bienes en 1601[8]:

“Rematose un diurno en Miguel Franco, clérigo en tres reales”

“Rematose un libro en romançe en el bachiller Martín Domínguez en un real”

Como expliqué antes, podemos conocer el precio al que se compraban los libros “de segunda – o más- mano” y quien lo compraba. En este caso dos personas que al menos disponían de instrucción para leer esos libros; un clérigo y un bachiller.

Puede que ese sea el único dato que tengamos sobre el interés de esos dos compradores por los libros.

– las cartas de dote, en las que aparecen los bienes que los padres dan a los hijos antes de casarse y que éstos aportan al matrimonio. Yo no he tenido oportunidad de encontrar ninguno en el que apareciesen libros, pero me consta que aunque escasos, los hay.

– los inventarios: en ellos aparece una relación detallada, con mayor o menor rigor, según el escribano de turno, de los bienes de alguna persona. Hay distintos tipos de inventarios, como el que hicieron en 1634 en Hoyos dos personas que tras quedarse viudas deciden casarse de nuevo, Sebastián Domínguez y Catalina Rica[9]. Con el inventario quieren dejar constancia de lo que cada uno aporta a la nueva unión. También, en el mismo lugar, años antes – en 1611- realiza uno Isabel Çanca[10], mujer viuda que para no quedarse sola marcha a vivir a casa de su yerno Juan García. Lo habitual es que los inventarios se realicen tras la muerte de alguien, lo que son los inventarios post-mortem, hechos por diversos motivos que no siempre se especifican: por dejar herederos menores, por pago de deudas del difunto, para un posterior reparto de los bienes entre los herederos…

Estos inventarios post-mortem constituyen una de las fuentes fundamentales para el estudio de las mentalidades, y como señalé anteriormente son los documentos en los que he basado la mayor parte de mi trabajo, por lo cual no hablaré de ellos ahora, sino a lo largo de la exposición.

PRESENCIA DE LIBROS

Llega el momento, tras exponer las fuentes, de la cuantificación de los datos que he obtenido de ellas. De este modo, de 294 inventarios vaciados, correspondientes a las mencionadas localidades de Acebo, Cadalso, Hoyos y Torre de don Miguel, durante el periodo aproximado de un siglo, principios del XVII hasta el XVIII, he detectado 27 inventarios en los que aparecen libros, lo cual supone un 9,2 % del total.

LOCALIZACIÓN DE BIBLIOTECAS

Localidad Número de inventarios Inventarios con libros % en función del nº de inventarios % en función del total
Acebo 33 4 12,1 14,9
Cadalso 11 2 18,2 7,4
Hoyos 216 12 5,5 44,4
Torre de don Miguel 34 9 26,4 33,3
TOTAL 291 27 9,2

Como vemos es un porcentaje muy bajo, como puede corresponder perfectamente en la época a una zona rural como es la Sierra de Gata. Comparándolo con los datos obtenidos en estudios similares para espacios como Salamanca, Valencia o Lorca, ratificamos frente a los dos primeros la escasez de personas que disponían de libros, puesto que en Salamanca, estudiada por Weruaga Prieto la cifra es de 23% y en Valencia, trabajada por Ph. Berger de un 25%. En cambio es algo superior a la de Lorca, con un 6,7 %. De estos tres casos, el más similar al del espacio que tratamos es Lorca, pues se trata también de una zona rural. Hay que aclarar la notable diferencia que existe entre las áreas rurales y el mundo urbano o semiurbano. Es más frecuente detectar bibliotecas en las ciudades pues en estas se asienta la nobleza, la burocracia, las profesiones liberales, es decir, los que por su profesión y educación podían leer[11]. Así se explica la distancia entre el número de lectores de Lorca o las poblaciones del partido de Hoyos con Salamanca o Valencia, espacios urbanos, que además cuentan con universidades y por tanto con una población universitaria que gira en torno al libro.

Volviendo al espacio extremeño, es necesario poner de manifiesto que el dato no indica que sólo un 9,2 % de la población fueran lectores o tuvieran libros. Ni todos los que fallecen realizan inventarios, ni en muchos inventarios aparecen reflejados libros[12]. Existe también otro problema: el que alguien posea libros no significa que los lea. Con todo esto lo que quiero decir es que la información que nos dan las fuentes nos permite conocer sólo en parte la realidad, pues es muy difícil captar a través de ellas todo lo que nos gustaría saber.

La escasez de inventarios con bibliotecas no es algo particular de estos lugares, sino que es un fenómeno generalizable al territorio nacional y europeo. Con los datos expuestos anteriormente, se puede constatar este hecho, que por otro lado no es nada extraordinario si consideramos que la mayor parte de la población no disponía de cultura ni de medios para acceder a ella y que ésta se restringía a ámbitos muy selectos.

La distribución a lo largo del tiempo, en periodos de 25 años, de las bibliotecas detectadas sería:

PORCENTAJES DE INVENTARIOS CON LIBROS EN PERIODOS DE 25 AÑOS

AÑOS PORCENTAJES %
1600-1624 20
1625-1649 16
1650-1674 20
1675-1699 32
1700-1725 12

Según se puede ver en este cuadro hay un descenso en el segundo cuarto del siglo XVII, y a principios del siglo XVIII. En esos dos periodos no sólo desciende el número de inventarios con presencia de libros, sino que también hay una tendencia decreciente a realizarse inventarios. En los años centrales del siglo, esa actitud puede relacionarse con la crisis, que no sólo se manifiesta a nivel económico, sino que uno de sus efectos es el menor interés informativo: los documentos redactados por los escribanos públicos son principalmente ventas, censos o testamentos. Estas escrituras había que pagarlas y es normal que sólo se realicen las más necesarias, teniendo en cuenta además, que la mayor parte de la población, personas con escasos recursos económicos, tendrían pocos bienes que inventariar. A principios de siglo he detectado también un menor interés por realizar inventarios en general. Sería necesario estudiar más profundamente la documentación generada en ese tiempo para poder afirmar que realmente hay un descenso en la zona del número de lectores.

LOS LECTORES

Ahora corresponde responder a ciertas preguntas como quién poseía libros y por qué, cuantos eran y qué uso se les daba.

Los veintisiete titulares de los inventarios donde aparecen libros son:

ACEBO: 1. María Escudera; 2. Juan Rodríguez, clérigo; 3. Juan Ponce de León, racionero de la catedral de Coria; 4. Luís Martín, cirujano.

CADALSO: 5. Juan Núñez; 6. Francisco Rodríguez, cirujano.

HOYOS: 7. Sebastián Domínguez, clérigo; 8. Sebastián Durán, clérigo; 9. Juan Domínguez; 10. Alonso Gutiérrez, clérigo; 11. Pascual Gutiérrez; 12. Domingo Hernández, clérigo; 13. Catalina Rica; 14. Mateo Benito, bachiller; 15. Juan Gago Rodríguez, cirujano; 16. María Çanca; 17. Juan Sánchez Mayoral, boticario; 18.Francisco Alonso, escribano;

TORRE DE DON MIGUEL: 19. Francisco Montejo; 20. Alonso Sánchez de Benito Viejo, boticario; 21. Catalina la Sacristana; 22. Francisco Rodríguez, presbítero; 23. Francisco Rodríguez Cadino, presbítero; 24. Juan de Torre; 25. Pedro García; 26. Jerónimo de Mora; 27. Juan Núñez Franco, cirujano.

Entre los veintisiete propietarios de libros encontramos a ocho eclesiásticos, siete personas dedicadas a las profesiones liberales – cirujano, abogado, boticario-, un burócrata. Hay siete personas de las que desconocemos su ocupación, pues no consta en las fuentes. El caso de las mujeres es algo que posteriormente matizaré, pero las incluyo como grupo en el siguiente cuadro:

GRUPOS SOCIO-PROFESIONALES A LOS QUE PERTENECEN LOS PROPIETARIOS DE BIBLIOTECAS

GRUPOS PORCENTAJES %
Clero 29,6
Profesiones liberales 25,9
Burocracia 3,8
Mujeres 14,8
No consta 25,9

A través de estos porcentajes se puede observar que sobresalen, entre todos los grupos, los miembros del clero seguidos a poca distancia por las profesiones liberales en cuanto a posesión de bibliotecas. Estos datos vienen a confirmar lo que ya está constatado en otros espacios. El estamento clerical es un lector potencial por su oficio y dispone de medios económicos para adquirir libros, lo que lo coloca en la cabeza de los propietarios de bibliotecas. Le siguen aquellos que por su profesión utilizan los libros como herramienta de trabajo, los que se dedican a las profesiones liberales, en especial cirujanos.

Los cuadros que incluyo ahora señalan, en función de los diferentes grupos, el propietario de los libros (indicado en el número), la fecha en que se realizó la relación de sus bienes y los libros que aparecían entre esos bienes.

CLERO

NÚMERO AÑO TÍTULOS VOLÚMENES
2 1600 67 69
7 1605 5
3 1614 3
8 1615 54
10 1629 18
12 1644 5
22 1676 62
23 1682 8
valor medio 27,8

PROFESIONES LIBERALES

NÚMERO AÑOS TÍTULOS VOLÚMENES
4 1618 5
14 1662 41 71
20 1668 185
15 1671 6
6 1695 11
17 1698 4 7
27 1728 5 (+)
valor medio 36,7

BUROCRACIA

NÚMERO AÑOS TÍTULOS VOLÚMENES
18 1712 6

MUJERES

NÚMERO AÑOS TÍTULO VOLÚMENES
1 1597
13 1655 2
21 1676 4
16 1686 2

NO CONSTA LA PROFESIÓN

NÚMERO AÑOS TÍTULO VOLÚMENES
9 1628 4
11 1640 1
19 1665 11
5 1694 8
24 1694 3
25 1725 1
26 1725 2

No todas las bibliotecas las conocemos del mismo modo, puesto que algunas relaciones de ellas son incompletas, de forma total o parcial. Por ejemplo en el inventario de María Escudera[13], vecina de Acebo se indica que posee un “caxon de libros”. Hay siete casos en los que se recoge el número de libros, pero sin dar más detalles:

  • “mas una libreria con sus estantes con ziento y ochenta y zinco libros de latín y romanze”[14].
  • “mas siete libros, los zinco pequeños y dos grandes” (…) “Mas otros quatro libros pequeños”[15].
  • “mas quatro libros pequeños de latín”[16].
  • “en otra alcoba otra arca pequeña, en ella estavan treynta y siete libros grandes y pequeños de latín y romanze” (…) “Y veinte tres libros” (…) “Dos breviarios nuevos”[17].
  • “ocho libros en latín y romance.”[18]
  • “tres libros escritos a mano en latín” (…) “un libro en latín y en romance con su pergamino”[19].
  • “quarenta y nueva libros grandes” (…) “otros çinco libros grandes”[20].

En cinco ocasiones no se especifican los títulos, sólo nos dan el número y la materia de la que tratan los libros:

  • “tres libros de teología en quarenta y cinco reales.”[21]
  • “cinco libros de molde de su oficio” (cirujano).[22]
  • “un breviario y un divino” (…) “otro libro de aprovechamiento espiritual”[23].
  • “un libro del oficio de escrivano”[24].
  • “dos libros de alveitería muy viejos y a el mayor libro le faltan ojas”[25].

En el inventario de Juan Núñez Franco, se nos da el tema de cinco de sus libros pero desconocemos el número y título de los restantes ejemplares que componían su biblioteca:

  • “tres libros de folio y dos de a quartilla del oficio de zirujano viejos: un mano fiso y otros lattinos que se hallaron dentro de un arca pequeña.”[26]

En total podemos contar 523 libros que se reparten así entre los diferentes grupos:

GRUPOS PORCENTAJES %
CLERO 42,4
PROFESIONES LIBERALES 49,1
BUROCRACIA 1,1
NO CONSTA 5,8
MUJERES 1,6

El tamaño de las bibliotecas es generalmente pequeño. En diez casos los propietarios no tienen más de cinco libros. Aunque no superen en número a los dedicados a las profesiones liberales que tienen algún libro, los eclesiásticos destacan como poseedores de las bibliotecas con mayor número ejemplares, quedando en segundo lugar los antes mencionados. La mayor biblioteca es la de Alonso Sánchez de Benito, con 185 libros, de la que por desgracia no sabemos su contenido, seguida por la de Juan Rodríguez con 66 títulos y por la del bachiller Mateo Benito con 41.

En cuanto a las mujeres, los cuatro casos que aparecen resultan curiosos porque ¿qué puede hacer, por ejemplo Catalina Rica con dos libros del oficio de escribano? Está claro que no son suyos, sino que los había heredado de su difunto marido. También llama la atención que María Çanca tenga en su poder dos libros de veterinaria o Catalina la Sacristana cuatro libros en latín. ¿Leían ellas esos libros? Sólo el caso de María Escudero, que tenía un cajón de libros, podemos creer que eran suyos. Sin embargo, el que heredasen esos libros, tampoco significa que no leyesen otros. ¿Cómo podríamos saberlo?

LAS LECTURAS

Conociendo ya a los lectores y su situación, vamos a analizar sus lecturas con el fin de poder acercarnos sus inquietudes culturales. Para ello voy a seguir una clasificación temática muy básica, en los siguientes grupos:

  1. Religión. Este es un grupo amplio, pues incluyo en él desde los libros cuyo destinatario es preferentemente el clero (sobre el dogma, administración de sacramentos, sermones), a otros de difusión mayor (devocionarios, vidas de santos, catecismos)
  2. Jurisprudencia.
  3. Libros científicos.
  4. Filosofía.
  5. Libros de creación literaria
  6. Otros temas

Y quedaría un último apartado para los libros que no he podido identificar, ni deducir su pertenencia a ninguno los grupos considerados.

Según esta clasificación temática, los libros que poseen los vecinos de la zona de Gata son:

CLASIFICACIÓN DE LIBROS SEGÚN MATERIAS

TEMAS PORCENTAJES %
Religión 36,4
Jurisprudencia 30,1
Ciencia 19,1
Filosofía 6,4
Creación literaria 4
Otros 4

Hay un predominio de los libros religiosos frente a los demás grupos. Ello se debe no sólo a que los eclesiásticos sean los principales detentadores de ejemplares de esta temática, pues en general, casi todos los propietarios de libros poseen al menos algún título de materia religiosa. Existen una serie de títulos dirigidos en exclusiva al clero, destinados a su formación, relacionados con la fijación del dogma o con la práctica de su oficio, como son los sermonarios, importantes si tenemos en cuenta el valor que tuvieron, como transmisores de la ideología religiosa tridentina – y no sólo religiosa- los sermones, también encontramos libros de teología y espiritualidad. Por otro lado obras más cercanas a los fieles, más accesibles para ellos como catecismos, devocionarios, vidas de santos…

En segundo lugar se encuentran los jurídicos, entre los que hay libros de derecho civil, canónico, criminal, libros de leyes y cánones, los comentarios a esas leyes…

El volumen de libros científicos se debe a la presencia importante de libros de medicina, y en ella destacan los dedicados a la cirugía.

La filosofía leída se mantiene en la tradición escolástica, con sumas, tratados de lógica y compendios.

Las obras de creación literaria que poseen son clásicos latinos. No he hallado ningún título contemporáneo a los propietarios. Parece ser que la lectura era pensada como un instrumento para el trabajo y la salvación personal, más que como entretenimiento.

Dentro de cada grupo socio-profesional hay que señalar que cada uno de ellos posee libros vinculados a las materias específicas de su profesión. De esta manera las librerías de los eclesiásticos se componen mayoritaria o exclusivamente de libros religiosos. Para ilustrarlo nada más que hay que ver los libros que tenían los clérigos Alonso Gutiérrez[27], Domingo Hernández[28] o Sebastián Domínguez[29] en su casa: manuales de confesores, breviarios, sermonarios, explicaciones de la bula de cruzada, obras morales como el catecismo de Fray Luis de Granada, las obras de fray Manuel Rodríguez, lecturas bíblicas como el Apocalipsis o los salmos de David. Sus librerías se completaban con obras jurídicas, como la Suma de tratos y contratos de Mercado, incluso hasta hay un libro de cocina de Ruberto de Nola.

Las preferencias de los que se dedicaban a las profesiones liberales están muy ligadas a la actividad que ejercían. Los cirujanos, como Juan Gago Rodríguez[30] o Francisco Rodríguez[31], disponían casi en exclusividad de libros sobre medicina, cirugía y sanidad, escritos por autores como Joan de Vigo, Hidalgo, Fragoso, Guido de Cauliaco. En general se trataba de compendios sobre la materia. Eso sí, sus preocupaciones espirituales también estaban presentes y leían obras comoCatón christiano o Silva espiritual. El boticario Juan Sánchez Mayoral[32] contaba con siete libros de su oficio, con los nombres de Dioscúrides, Mesué, Jerónimo de la Fuente e Hidalgo. Un burócrata como el escribano Francisco Alonso poseía la Práctica de Monterroso y la Práctica de escribanos escrita por Diego de Rivera. También leía libros religiosos sobre la Creación del mundo o sobre la vida de San José.

Me gustaría destacar dos de las bibliotecas más nutridas de las que dispongo datos: la del bachiller Mateo Benito[33] y la del clérigo Juan Rodríguez[34]. En cuanto al primero destacar el predominio de los libros jurídicos, sobre derecho civil y canónico. Su librería contenía textos legislativos de la monarquía española como las Partidas de Alfonso X, la Nueva Recopilación o el Fuero Real, así como obras de los comentaristas de estas leyes: Hermosilla, Antonio Gómez, Gutiérrez, Azevedo, Narbona…

La segunda biblioteca, la poseída por Juan Rodríguez, es claramente la de un eclesiástico, dominada por libros de carácter religioso, aunque esas no eran las únicas inquietudes de este personaje. A través de los títulos, podemos deducir que era un hombre con una gran cultura, interesado por temas diversos, que leía desde libros astronomía como La esfera de Sacrobosco, música, los clásicos latinos representados en Ovidio, Juvenal, Cicerón, Quinto Curcio, las ciencias- tenía la Historia Natural de Plinio-, y como no, la teología y la filosofía. No estaban ausentes libros jurídicos con autores de la llamada Escuela de Salamanca: Vitoria, Mercado

Para concluir quería hacer algunas reflexiones referidas a varios aspectos: en primer lugar sobre el espacio que ocupa el libro. No he tenido ocasión de fijarme demasiado en ello a pesar de ser algo muy interesante, sobre todo si se relaciona con la valoración que se le da a la cultura. A partir de los inventarios que he podido examinar, he comprobado que el libro no ocupa un lugar especial en la mayor parte de los casos. Sólo he constatado dos librerías como tales, pertenecientes a los poseedores del mayor número de volúmenes, que los guardaban en ellas. La mayoría de las veces, los libros se encuentran en arcas, arcones y cajones, junto con otros objetos, normalmente papeles. Resulta curioso que en algunos inventarios la presencia del uso de la escritura y de la lectura está patente, pues se hace relación de bufetes, escritorios, libros de cuentas, escrituras de diverso tipo y sin embargo no aparecen libros. ¿No se leía? Tengo el caso de un clérigo de Acebo, Pero Fernández, en cuyo inventario no hay testimonio de que poseyese libros, pero tras él hay un inventario de los bienes de la capellanía que detentaba en el que están registrados “catorze libros viejos y nuebos de latín y romançe”, ¿por qué iba a comprar libros si podía disponer de los que tenía la capellanía que disfrutaba? No todo el mundo podía permitirse comprar libros, y el aficionado o interesado en leer tenía que buscarse medios alternativos, como el préstamo.

Otro aspecto que me ha hecho pensar es el relacionado con la transmisión de libros. Es muy difícil percibir este aspecto, pero como he centrado el estudio en pequeñas localidades he tenido oportunidad de ver algunos casos, en los que los mismos libros pasaban de unos a otros, como en el cambio de escribanías o el de la ya mencionada librería de Mateo Benito, que será comprada por su hermano, Joan Domínguez Rico, tras la muerte de éste.

CONCLUSIONES

  1. El índice de lectores en la zona de la Sierra de Gata en el siglo XVII era muy bajo, como correspondía a una zona rural.
  2. Los lectores se localizaban entre las clases acomodadas: clero, personas dedicadas a las profesiones liberales, burócratas.
  3. Los libros poseídos se caracterizan por el carácter utilitario de los mismos: parece ser que se leía más sobre aspectos relacionados con el trabajo que por placer o distracción en función de los títulos inventariados.
  4. Las bibliotecas poseídas por los vecinos de la Sierra de Gata eran de tamaño reducido. El número de volúmenes en raros casos sobrepasa los diez.
  5. Existe un predominio de las lecturas religiosas frente a los demás temas, si bien hay que destacar la presencia de libros jurídicos y científicos, relacionados con la medicina.

NOTAS:

[1]AHPC. Protocolos. Leg. 1849.

[2] Ibidem. Leg. 598. Exp. 76.

[3]AHPC. Protocolos. Leg. 597. Exp. 76.

[4] Ibidem. Leg. 517. Exp. 78.

[5] Ibidem. Leg. 2014. Exp. 4.

[6] AHPC. Protocolos. Leg. 474.

[7] Ibidem. Leg. 318. Exp. 26.

[8] AHPC. Protocolos. Leg. 2014. Exp. 2.

[9] Ibidem. Leg.315. Exp. 5.

[10] Ibidem. Leg. 1200.

[11]M. Chevalier, en Lecturas y lectores en la España del siglo XVI y XVII, nos habla el público de los libros. La primera premisa es que han de saber leer, en la época esto se reducía a aquellos cuyo oficio así lo exigía. En segundo lugar han de tener posibilidad de leer libros, normalmente a través de la compra o el préstamo, siendo el precio de los libros una limitación, puesto que no todos podían permitirse la adquisición de libros. Por último el interés por la cultura, pues se da el caso de personas que cumpliendo las dos premisas anteriores no tienen el hábito de la lectura. De todo esto se extrae la limitación del número de personas lectoras.

[12] Ya hemos hecho mención a los procedimientos notariales de la época: inventarios en los que no aparecen libros y sí en las almonedas de los mismos bienes; la rapidez con que en ocasiones se debían realizar los inventarios, teniendo como consecuencia que lo más que te indican es el número de libros; o el poco interés que parecen mostrar cuando te los describen por su tamaño o estado, como si eso fuese lo único que referir de los libros.

[13] AHPC. Protocolos. Leg. 2014. Exp. 4.

[14] Inventario de Alonso Sánchez de Benito. AHPC. Protocolos. Leg. 1135. Pp. 249-252.

[15] Inventario de Francisco Montejo. AHPC. Protocolos. Leg. 1135.

[16] Inventario de Catalina la Sacristana. AHPC. Protocolos. Leg. 1137.

[17] Inventario de Francisco Rodríguez, presbítero. AHPC. Protocolos. Leg. 1138.

[18] Inventario de Francisco Rodríguez Cadino. AHPC. Protocolos. Leg. 1053.

[19] Inventario de Juan Domínguez. AHPC. Protocolos. Leg. 1033. Exp. 44.

[20] Inventario de Sebastián Durán, clérigo. AHPC. Protocolos. Leg. 1029. Exp. 31.

[21] Inventario de Juan de Torre. AHPC. Protocolos. Leg. 474.

[22] Inventario de Luís Martín. AHPC. Protocolos. Leg. 2038. Exp. 6.

[23] Inventario de Juan Ponce de León. AHPC. Protocolos. Leg. 2015.

[24] Inventario de Pascual Gutiérrez. AHPC. Protocolos. Leg. 592. Exp. 53.

[25] Inventario de María Çanca. AHPC. Protocolos. Leg. 31. Exp. 56. Pag. 202.

[26] Inventario de Juan Núñez Franco, cirujano. AHPC. Protocolos. Leg. 517. Exp. 78.

[27] AHPC. Protocolos. Leg. 1034. Exp. 46.

[28] Ibidem. Leg 593. Exp. 57.

[29] Ibidem. Leg 1026. Exp. 21.

[30] AHPC. Protocolos. Leg.597. Exp. 75.

[31] Ibidem. Leg. 474. Exp. 35.

[32] Ibidem. Leg. 34. Exp 6.

[33] Ibidem. Leg, 597. Exp. 75.

[34] Ibidem, leg. 2013. Exp. 1.

Oct 011998
 

Alberto Morano Martínez.

Universidad de Extremadura

“Mientras tanto, había tenido un hallazgo muy prometedor, que le compensaba de la decepción de no haber sido él el encargado del reportaje: entre los mapas que había consultado para hacerse una idea completa de la ciudad y de la región, encontró un topónimo, el nombre de una pequeña población, que despertó en él especiales resonancias novelescas. (…) A partir de entonces, (…) presintió que empezaba a vislumbrar la posibilidad de conducir la novela hasta su natural conclusión”[1]

La toponimia de una zona, considerada ésta como el “conjunto de nombres de lugar de tal región o pueblo”[2], entraña una valiosísima información susceptible de ser analizada desde disciplinas muy diversas[3], entre ellas, las relativas a las lenguas, sobre todo las centradas en el estudio de su historia, ya que el topónimo, como advierte J. A. Frago Gracia, “debido al esencial matiz arcaizante que lo delimita conceptualmente dentro del complejo campo léxico de cada lengua, refleja, en las sucesivas cristalizaciones formales que ha ido sufriendo, una clara escala demostrativa de los procesos evolutivos, fonéticos, morfológicos y léxicos, experimentados por todo sistema lingüístico”[4].

Es sabido que las unidades toponímicas tienen como finalidad básica la designación de un lugar a través de elementos lingüísticos, lo que obliga a reconocer su estatuto como piezas pertenecientes a las lenguas, en concreto, como palabras. Esta circunstancia posibilita el establecimiento de manera consciente o inconsciente de relaciones asociativas de muy distinta naturaleza con otros términos del sistema a través de las cuales cabe explicar la existencia de determinados juegos y experimentaciones sobre los materiales toponímicos en un proceso que, análogo al que se lleva a cabo sobre otra clase de voces, se nos presenta como consecuencia de la libertad creadora en los usos lingüísticos de los hablantes.

El estudio aquí sintetizado parte del reconocimiento de dicho principio que, por esta vez, aplicaremos al análisis de la especial utilización que de un grupo de topónimos hace en un claro ejercicio de creatividad Rafael García-Plata de Osma, una de las personalidades más significativas del panorama cultural extremeño de primeros de siglo. Aunque andaluz de nacimiento, en su biografía y en su hacer[5] descubrimos diversas facetas que vienen a demostrar cómo García-Plata, en palabras de J. M. Cancho, “se convirtió en defensor de todo lo típicamente extremeño, laborando más en pro de la región que le acogió que muchas otras personas nacidas en Extremadura”[6]. Así lo confirman sus trabajos como historiador, como etnógrafo y, sobre todo, como folklorista, en los que la realidad extremeña resulta una fuente constante de investigación y de análisis. Baste recordar como ejemplos de lo dicho su estudio sobre la variante dialectal extremeña[7] o los copiosos materiales folklóricos recogidos en Alcuéscar de boca de lugareños, algunos de los cuales serían posteriormente publicados por R. Menéndez Pidal, gracias a cuya intervención, García-Plata llegaría a ser nombrado en 1918 Académico Correspondiente en Extremadura de la Real Academia Española.

Las inquietudes culturales de Rafael lo llevaron a escribir diferentes artículos de opinión así como composiciones de carácter literario, muchos de ellos publicados en la cacereña Revista de Extremadura, de la que García-Plata de Osma, si bien no fuera fundador[8], se convertiría en uno de sus máximos colaboradores junto a eruditos como Juan Sanguino Michel, Diego María Crehuet, Eduardo Hernández Pacheco o Mario Roso de Luna[9]. Entre los textos que, firmados por Rafael, aparecieron en esta revista, “elemento bibliográfico y de referencia imprescindible para el estudio de la historia de Extremadura” a juicio de M. Pulido Cordero y T. Nogales Flores[10], hallamos los titulados “Melitonada geográfica de la provincia de Cáceres” (1902) y “Cacería de gazapos geográficos en la provincia de Badajoz” (1904)[11], narraciones en las que el eminente folklorista hilvana distintos topónimos extremeños, presentes muchos de ellos en el discurso en virtud de un juego que los asocia a otra serie de términos, demostrando así un uso de los materiales toponímicos extraño a su utilización más común, la estrictamente designativa. Así puede apreciarse en el siguiente fragmento de la “Melitonada”:

Las cabras, que se vieron libres, abandonaron en seguida las Jarilla, Jarandilla, Jaraíz, Jaraicejo y demás indígenas, así como la amarga Retamosa, el cáusticoTorviscoso, el áspero Carrascalejo, la desabrida Madroñera, el espeso Rebollar y demás Brozas, y Pasarón al Valverde del Fresno á la Benquerencia de lasHervás frescas (p.409)

O en este otro de la “Cacería”:

El tío Zahinos me Trujillano la tentadora noticia.

-Con que ya lo sab’ usté: Don Benito Quintana dijo qu’ al salir el sol esté toa la gente junta en la Corte de Peleas, sitio de reunión; y se b’ á cazar el coto laCoronada… ¡Que no falt’ usté! (p.468)

En las líneas anteriores observamos cómo la utilización del topónimo refleja la existencia de cierto ingenio lingüístico, presente asimismo en otra serie de recursos de manipulación de formas del sistema, como las creaciones y deformaciones léxicas, ejemplos de las cuales hallamos en algunos escritos de García-Plata de Osma[12].

La limitación del tiempo nos impide analizar de forma conjunta el uso de los diferentes topónimos de Extremadura que aparecen en estas dos composiciones, de ahí que, por esta vez, únicamente nos fijemos en los cacereños, registrados todos ellos en la primera de las relaciones, la “Melitonada geográfica de la provincia de Cáceres”, “curiosa carta, en que se usan los nombres de los pueblos cacereños para describir un viaje imaginario por la provincia”, según se refiere a ella J. Corchón García[13]. Efectivamente, la “Melitonada” adopta la forma de una misiva dirigida a Sanguino Michel en la que el firmante de la misma, el propio García-Plata, relata una excursión sirviéndose de los topónimos de la manera advertida, concluyendo con una singular postdata, denominada irónicamente por el autor “poslata”, en la que pide al destinatario que interceda por él ante dos damas, “Dª Gramática Castellana” y “Dª Provincia de Cáceres”, con el fin de que perdone aquélla las licencias lingüísticas del relato y ésta, “las omisiones ó añadidos involuntarios” (p.410). Y es que, respecto a la última solicitud, hemos de advertir que, si bien García-Plata escoge numerosos topónimos cacereños, incorpora formas que, según la bibliografía y la cartografía empleadas para nuestro trabajo[14], designan localidades pacenses, como las referidas a los emplazamientos de San Vicente de Alcántara y Navalvillar de Pela[15]; los demás topónimos de la “Melitonada” apuntan lugares de la provincia cacereña relativos a entidades de población habitadas en la época en la que se escribe el texto[16] excepto en el caso del orónimo[17] Puerto de las Herrerías.

El análisis de la utilización de los topónimos en el texto seleccionado refleja ciertos usos basados la mayoría de ellos en determinados procesos que explican la presencia de estos nombres propios en el texto, procesos que, diferentes según los casos, asocian tales sustantivos a otras voces[18]. Ahora bien, junto a éstos, García-Plata se sirve de algún topónimo con su valor habitual, es decir, sin que su aparición en el discurso suponga una manipulación creadora que aleje el uso del topónimo de su utilización general, como se constata respecto al ya mencionado Puerto de las Herrerías -“En síntesis, Sr. Sanguino: no pude llegar al Puerto de las Herrerías, que usted conoce” (p.409)-. Con un planteamiento similar, aunque no del todo idéntico, habríamos de explicar aquellos topónimos que constituyen parte de una unidad onomástica superior, sea ésta toponímica o de otra naturaleza. Así es como entendemos el uso de Montánchez, AlcuéscarGuadalupe oMonroy, expansiones especificativas en los sintagmas “sierra de Montánchez” -“Pues señor, apenas asomó el Albalá por las alturas de la majestuosa sierra deMontánchez (…)” (p.407)-, “sierra de Alcuéscar” -“(…), y empecé á subir por la sierra de Alcuéscar” (p.407)-, “virgen de Guadalupe” -“y recé á la virgen deGuadalupe” (p.409)- y “marqués de Monroy” –“(…) ni de cacique alguno, ni aun de marqués de Monroy, que diz que fué tan piadoso” (p.410). No creemos que el uso de la grafía minúscula en el primer sustantivo de cada uno de estos sintagmas impida la identificación de los mismos con los orónimos “Sierra de Montánchez” y “Sierra de Alcuéscar” y los antropónimos “Virgen de Guadalupe” y “Marqués de Monroy”, ya que, utilizándose las mayúsculas, se dificultaría el reconocimiento inmediato de los segundos elementos nominales de los sintagmas como meras unidades toponímicas referidas a entidades de población, con las que, como ya hemos tenido ocasión de comprobar, Rafael está jugando a lo largo de este texto.

Sin embargo, el rasgo más sobresaliente de la composición, según hemos apuntado más arriba, reside en la presencia de los topónimos en virtud de procesos asociativos cuyas diferentes naturalezas nos permiten establecer diversos bloques de formas dependiendo de la explicación de las relaciones que las vinculan a otras voces.

Uno de los bloques diferenciados lo integrarían aquellos topónimos asociados a otros elementos en función de la coincidencia de significantes, pudiendo distinguirse diversos subgrupos según los rasgos que caractericen dicha coincidencia.

Hemos de detenernos en primer lugar en aquellos casos de unidades toponímicas cuyas secuencias fónicas coinciden plenamente con las de otros elementos lingüísticos, sean éstos palabras del sistema[19] o asociaciones sintagmáticas discursivas. En el texto de la “Melitonada” encontramos topónimos relacionados de esta forma con términos de categorías y subcategorías gramaticales diferentes:

  • en el dominio de los sustantivos comunes, habría que referirse a formas como Conquista -“Amigo mío; el derecho de Conquista que es tan natural cuanto animal” (p.409)-, Hoyos -“(…) no pude llegar al Puerto de las Herrerías, que usted conoce, ni hacer Hoyos ni hoyitos en la Calzadilla de Coria romana que por allí pasa” (p.409)- o Botija -“(…) después sacó una Botija, llegóse á una de las fuentes que allí hay -es Sierra de Fuentes– y se dió la gran panzada de agua” (p.408)-, entre otras, a las que podemos añadir otros topónimos reinterpretados como nombres con afijos apreciativos, concretamente con diminutivos, como en Pozuelo -“(…) en cuyos fondos hizo el agua más de un Pozuelo” (p.408)- o Navezuelas -“(…) unas nubecillas que semejabanNavezuelas navegando por el espacio” (p.408)-; en cuanto a los sustantivos propios, algunos topónimos pasan a relacionarse, precisamente por la coincidencia, con nombres de personas o antropónimos, caso de Hernán Pérez -“Un cabrero de este pueblo, llamado Hernán Pérez y Eljas” (p.408)-, o con nombres de santos o hagiónimos, como sucede con los hagiotopónimos[20] Santa Ana Santa Marta -“(…) y recé á la virgen de Guadalupe, á Santa Ana, Santa Marta, (…)” (p. 409)-;
  • junto a la categoría sustantiva, la más abundante, se registra un topónimo asociado a un adjetivo, caso de Deleitosa -“La mañana estaba Deleitosa, propia para hilvanar Madrigalejos, dulces endechas y demás poesías tiernas” (p.407)-, así como otro, Casar -“(…) cual si la novia estuviera más allá de Coria y temiera que se le fuera á Casar” (p.409)-, homófono al infinitivo verbal “casar”;
  • según hemos advertido, las relaciones también se establecen entre el significante de los topónimos y el de asociaciones sintagmáticas como en “Miré a mi alrededor: á mi izquierda, grandes picachos de Piedras-Albas, tan blancas como el alabastro” (p.408), “(…) capaz de formar un pueblo á la moderna, óVillanueva de la Vera, que no sea Villa del Rey, ni de cacique alguno” (p.410) o “(…) cuando llegase á La Cumbre de un Montehermoso cercano” (p.407), donde algunas formas toponímicas remiten a los sintagmas “piedras albas”, “villa del rey” y “la cumbre”, respectivamente.

Un segundo grupo susceptible hasta cierto punto de considerarse como una modalidad del anterior engloba formas que se caracterizan por presentar respecto a las tratadas más arriba algunos incovenientes para que pueda hablarse de coincidencia plena entre los significantes de los topónimos y los de los términos esperables ya que ésta no es total por razones distintas:

  • en algún caso se debe a un motivo prosodémico, concretamente al lugar del acento: así se constata en el uso de Pasarón (voz aguda) por la tercera persona del plural del presente de indicativo de “pasar”, “pasaron” (voz llana) -“las cabras (…) Pasarón al Valverde del Fresno á la Benquerencia de las Hervásfrescas” (p.409)-;
  • y en otros ejemplos los escollos residen en cuestiones de naturaleza flexiva, en este caso, a faltas de concordancia de número o género entre la secuencia del topónimo coincidente con otra palabra y el uso que de ésta se espera por el contexto, como en la utilización de Zorita por “zorito” -“Un palomo Zorita -ó torcaz, pues no lo ví- arrullaba con fatigas” (p.409)-, Cilleros por “cillero” -“no Trujillo ni perdiz ni conejo para mi despensa ó Cilleros” (p.409)- oCañaveral por “cañaverales” -“vénse Cañamero ó Cañaveral -como usted quiera definirlo-” (p.408)-.

No creemos que pueda hablarse en tales ocasiones de coincidencia en sentido estricto sino de un alto grado de similitud, rasgo imprescindible para la explicación de formas incluidas en otro de los bloques de nuestra propuesta en el que nos detendremos posteriormente.

Si, según acabamos de ver, las asociaciones por coincidencia de significantes constituyen un recurso muy productivo en el texto, las posibilidades explotadas en función de ésta no se agotan en la modalidad advertida. Así, García-Plata, en un proceso cercano al visto en el primero de los bloques, se apoya en las relaciones de coincidencia entre los topónimos y las voces o asociaciones sintagmáticas evocadas si bien, en otra serie de formas, la coincidencia no afecta al topónimo en su integridad sino a una parte del mismo, no necesariamente morfológica, idéntica a la totalidad de la voz o del sintagma esperable. En cuanto a los casos de esta modalidad de coincidencia susceptible de calificarse como parcial encontramos igualmente distintas categorías gramaticales implicadas:

  • los ejemplos más numerosos, los de sustantivos comunes, reflejan la hipotética pérdida de unidades fonológicas, como en los casos de Almaraz o Aliseda, empleados con los valores de “alma” -“(…) gran Plasencia invadía mi Almaraz en tanto que subía” (p.407)- y “seda” -“(…) Membrío con piel de Aliseda(…)” (p.408)-, así como de elementos morfosintácticos constitutivos de los topónimos, como en RiolobosHerrera de Alcántara o Higuera de Albalá, para referirse a los sustantivos “río” -“(…) una Serradilla ó prominencia chiquita que bordea un Riolobos” (p.408)-, “herrera” -“(…) una Herrera de Alcántaraque su marido convirtió en yunque para tener el sumo gusto de estar siempre zurrándola” (p.409)-, e “higuera” -“(…) la aromática Higuera de Albalá, más de una Oliva de Plasencia (…)” (p.408)-, respectivamente. Como en el epígrafe anterior, no faltan ejemplos de sustantivos propios, en esta ocasión, hagiónimos como en “(…) recé a (…) San Martín de Trevejo (…) ¡Santiago de Carbajo, qué tormenta!” (p.409);
  • junto a ellos, hemos de referirnos a topónimos empleados como verbos por la coincidencia parcial con unidades de esta categoría: registramos como ejemplo de tales formas los de Ibahernando -“(…) y mientras Ibahernando por un callejón (…), pensaba en el hermoso panorama (…)” (p.407)-, Mata de Alcántara -“no Trujillo ni perdiz ni conejo para mi despensa ó Cilleros, pues mi escopeta no Mata de Alcántara nada” (p.409)- o Berzocana -“(…), puesMirabel otras nubes de mala intención y no quería Berzocana más relámpagos á campo raso” (p.409)-, cuyos primeros constituyentes coinciden fónicamente con “iba”, “mata” y “ver”, formas verbales todas ellas;
  • constatamos igualmente la presencia de topónimos asociados al componente “balde” de la locución adverbial “de balde”: nos referimos a las formasValdefuentes Valdemorales -“Ha de saber usted que allí es casi todo de Valde: Valdefuentes y Valdemorales” (p.408)-;
  • finalmente, hemos de citar un ejemplo de coincidencia parcial de un topónimo con una asociación sintagmática, el de Villanueva de la Vera, empleado con el valor de “villa nueva” en “(…) esperan la venida de un regenerador, ó Villamesías, capaz de formar un pueblo á la moderna, ó Villanueva de la Vera” (p.410).

Hasta aquí hemos visto diferentes grupos de términos para cuya presencia en el texto hemos de recurrir a relaciones basadas en el principio de la coincidencia, sea ésta plena o parcial. El análisis de la utilización de los topónimos por parte de García-Plata revela la existencia de otros procedimientos asociativos distintos a aquél, entre los que merece destacarse el sustentado en las relaciones de similitud fónica o grafofónica entre las unidades toponímicas y las sugeridas. De nuevo en este caso es posible distintos subgrupos en función de la categoría gramatical de los términos con los que se vinculan tales topónimos:

  • así, un primer subgrupo sería el de los relacionados con términos sustantivos, sean éstos comunes, como en Madrigalejos, asociado a “madrigales” -“La mañana estaba Deleitosa, propia para hilvanar Madrigalejos, dulces endechas y demás poesías tiernas” (p.407)-, o propios, como la asociación de Garciázcon uno de los formantes del primer apellido del autor -“Pero, á fe de Garciáz —y mi padre perdone la zeda—, (…)” (p.408)-;
  • y un segundo subgrupo englobaría términos relacionados con formas verbales, como podemos constatar en el uso de Mirabel por “miraba” -“Cuando pasó la borrasca, tomé la resolución de volver hacia el pueblo, pues Mirabel otras nubes de mala intención” (p.409)- o de Tejeda por “tejer” -“Y acabe yo deTejeda enredos á lo Melitón-González” (p.410)-.

El análisis de las designaciones toponímicas que se integran en ambos subgrupos en relación con las formas a las que se asocian revela la existencia de diferentes cuestiones de gran interés que nos vemos obligados a dejar de lado por motivos de tiempo. Sin embargo, no queremos concluir este bloque sin señalar que la relación de similitud que vincula las formas toponímicas y las evocadas se fundamenta en la coincidencia de elementos grafofonémicos presentes en tales términos, independientemente de que ésta haya de interpretarse desde la forma íntegra del topónimo, como en el caso de Alía por “había” -“El sol Alía salido, dorándolo todo (…)” (p.408)-, o, por el contrario, desde un fragmento del mismo, según se observa en el uso de Logrosán por “logré” -“No Logrosán traer ningún objeto arqueológico” (p.409)- o en el de Huélaga por “huele” -“(…) el naranjo Acebo que Huélaga a media legua” (p.408). Ahora bien, como no siempre resulta sencilla la identificación del término evocado por alguno de los topónimos, el propio García-Plata, consciente de tal dificultad, introduce en alguna forma, como enesCarvajo -“(…), huyendo de las picaduras del esCarvajo y de las picaduras del tábano…” (p.409)-, una reducida injerencia que permita asociar la unidad toponímica seleccionada con la forma a la que ésta se vincula, en este caso la primera sílaba del sustantivo evocado, el nombre del insecto.

Junto a las numerosas formas cuya presencia en el discurso de la “Melitonada” ha de explicarse desde las relaciones por coincidencia o por similitud, aparecen otros topónimos, si bien los menos, que precisan de interpretaciones más complejas para entender su uso en el texto:

  • así, el carácter verbal de Abertura -“(…) pensaba en el hermoso panorama que se Abertura á mi vista cuando llegase á La Cumbre de un Montehermosocercano” (p.407)- sólo parece poder entenderse por la coincidencia del topónimo con un sustantivo relacionado semánticamente con el verbo “abrir”, cuya forma de tercera persona singular del condicional simple es la evocada por la unidad toponímica (obsérvese que no estamos ante otro ejemplo más de mera coincidencia ya que precisamos de una segunda explicación que relacione el sustantivo “abertura” con “abriría”, forma verbal a la que sustituye el topónimo);
  • en otro caso, la única interpretación posible ha de buscarse en principios etimológicos pues no se encuentran otros vínculos que permitan relacionar un topónimo como Plasencia con el sustantivo derivado del verbo “placer” al que parece sustituir en “(…) gran Plasencia invadía mi Almaraz en tanto que subía” (p.406) (recordemos que un erudito contemporáneo a García-Plata, Vicente Paredes, al detenerse en la explicación de este topónimo, reconoce una antigua forma, “Placencia”, y señala “que como dice Alfonso VIII en su fundación, place á Dios y á los hombres”[21]).

Analizadas sucintamente las diferentes modalidades de asociaciones de los topónimos de la “Melitonada”, no querríamos terminar nuestro trabajo sin dejar de reconocer un aspecto esencial para entender muchos de las cuestiones enunciadas en estas páginas y, por supuesto, el proceso de creación del texto de García-Plata de Osma: la relación entre los procesos asociativos y el origen de los topónimos.

Constituye un lugar común en los estudios toponomásticos referirse al carácter pseudocientífico que éstos han tenido prácticamente hasta nuestro siglo[22] al carecer, como sostiene M. de Sande Bustamante, del método, de las bases y de los instrumentos de los que dispone la filología moderna[23]. Sin embargo, siguiendo las afirmaciones de esta investigadora, el panorama de dichos estudios en nuestro país cambia a comienzos de siglo gracias, entre otros, a Menéndez Pidal, “quien en diversas obras aborda el estudio de la Toponimia con rigurosidad científica o se sirve de ésta para esclarecer algunos estadios oscuros de la lengua española”[24]. En este contexto, García-Plata, amigo del insigne filólogo, muestra cierta curiosidad por las cuestiones etimológicas y, entre ellas, por las toponímicas, según se infiere de las explicaciones que ofrece en algunos pasajes de su obra a propósito de diferentes lugares[25] .

El autor de la “Melitonada”, interesado en ocasiones en los análisis toponímicos según lo advertido en las líneas anteriores, podría haberse ocupado de asociar los topónimos cacereños presentes en la composición a voces con las que se relacionan etimológicamente, tal y como sucede con el caso de Plasencia y como, en principio, parece ocurrir con otras formas incluidas en otros bloques de nuestra propuesta. Aunque los topónimos sean nombres propios, el análisis de los mismos revela la frecuente utilización como unidades encargadas de designar emplazamientos de diversas clases de palabras presentes en una lengua, fundamentalmente sustantivos y adjetivos, así como de asociaciones sintagmáticas, cuya elección, como sostiene Maldonado de Guevara, “ha sido motivada por las características genéricas de la propia realidad individual que queremos bautizar adjudicándole un nombre de pila”[26]. Esta circunstancia, unida al hecho de que no faltan ejemplos de denominaciones que se crean a partir de antropónimos y de hagiónimos, nos obligaría a replantear muchas de las formas aquí estudiadas, sobre todo las incluidas en el epígrafe dedicado a la coincidencia plena aunque no de forma exclusiva, como resultado de un proceso de lo que podríamos denominar regresión etimológica al pasar a utilizarse en la “Melitonada” con el valor propio del signo o de los signos que configuraron tales topónimos. Recordemos ejemplos como los de Abadía,Villa del Rey o Hernán Pérez, en los que los términos evocados coinciden con los que originaron tales denominaciones, según se recoge en los estudios toponomásticos referidos a dichas formas; sin embargo, el hecho de que algunos de los términos coincidan con unidades de la lengua o del habla no es garantía de que éstas expliquen dichas denominaciones, como se constata en la utilización de CasarZorita o Mata de Alcántara por signos alejados de sus correspondientes etimologías. Ante este comportamiento desigual, y con el fin de satisfacer en la mayor medida posible la coherencia y el rigor al que aspira cualquier propuesta clasificadora, nos hemos visto obligados a incluir todas estas formas en un mismo grupo que, eso sí, en posteriores subclasificaciones, podría subdividirse dependiendo de que se esté actuando bajo un criterio etimológico. Ahora bien, ello nos exigiría conocer los orígenes de todos los topónimos, cuestión no exenta de dificultades; así, no creemos que, teniendo en cuenta lo advertido, resulte ilógico servirse de los criterios ya explicados, tan válidos a nuestro juicio como otros, máxime cuando García-Plata no acude de forma sistemática en este texto a la experimentación basada en los posibles orígenes etimológicos de los topónimos por él seleccionados .

Por lo hasta aquí expuesto, podemos concluir advirtiendo que, si R. Lapesa afirma que la toponimia no se nos presenta “como un depósito de fósiles ni como un archivo de datos para el historiador o el lingüista, sino como un tesoro de recuerdos vivos y operantes, lleno de problemas que incitan a la investigación”[27], hemos de reconocer que en el texto escogido la toponimia cacereña se aleja de tal consideración para convertirse en objeto de asociaciones que explican no sólo su presencia en el mismo sino la característica esencial del relato y el motivo último de su composición.


NOTAS:

[1] J. M. Merino, “El viajero perdido” en Revista de Occidente, 98-99, Julio-Agosto, 1989, pp.178-184, esp. pp.183-184.

[2] F. Lázaro Carreter, Diccionario de términos filológicos, Madrid, Gredos, 3ª edición, 1987, s.v. “toponimia”.

[3] Así lo corrobora A. Llorente Maldonado de Guevara (Los topónimos españoles y su significado, Salamanca, Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad de Salamanca, 1986), quien sostiene que “los topónimos nos dan una visión de la tierra que habitamos más precisa de lo que puede parecer en principio, y nos proporcionan, asimismo, numerosos indicios de cómo ha sido o de qué aspecto presentaba esta tierra en épocas pretéritas (…) tanto por lo que respecta a la realidad física, realidad que puede interesar especialmente a geólogos, geógrafos, botánicos, edafólogos, etc., como por lo que hace a circunstancias de tipo étnico, cultural, social, es decir a realidades y circunstancias relacionadas directamente con el hombre” (p.7).

[4] J. A. Frago Gracia, “Algunos aspectos de los estudios toponímicos” en Homenaje a Fernando Antonio Martínez, Bogotá, Publicaciones del Instituto Caro y Cuervo, 1979, pp.110-121, esp.pp.119-120.

[5] Para el análisis de estos aspectos, véanse J. M. Cancho, Rafael García-Plata, Badajoz, Excelentísima Diputación de Badajoz, 1987 y la presentación a la obra del escritor incluida en el volumen Ruta de la Plata: 10 años de poesía en Extremadura. Rafael García-Plata de Osma. Su obra, Madrid, Rafael García-Plata Quirós (ed.), 1986, pp.175-178.

[6] J. M. Cancho, Rafael García-Plataop.cit., p.13.

[7] Nos referimos a su trabajo “Algo sobre el lenguaje extremeño”, incluido en su Demosofía extremeña. La musa religiosa popular, Cáceres, Imprenta La Minerva, 1917, recientemente analizado por A. Salvador Plans.

[8] “Los fundadores de esta magnífica revista fueron Publio Hurtado, autor de la reconocidísima obra Ayuntamiento y Familias Cacerenses, Joaquín Castel Gabás, titular y propietario de la farmacia en cuya rebotica se gestó la revista, Juan Sanguino Michel, Manuel Castillo Quijada, ambos profesores del Instituto General y Técnico, Miguel Jalón Larragoiti, marqués de Castrofuerte y senador del reino, Vicente Paredes Guillén, arquitecto, José Luis Gómez Santana, abogado y colaborador de periódicos extremeños, Gabriel Llabrés, que luego fundaría y dirigiría la Revista de Huesca a imagen y semejanza de la cacereña, y Daniel Berjano Escobar, abogado y, a partir de 1907, director de la revista” (M. Pulido Cordero y T. Nogales Flores, Publicaciones periódicas extremeñas 1808-1988, Badajoz, Diputación Provincial de Badajoz, 1989, p.333).

[9] Véase G. Sellers de Paz, La prensa cacereña y su época (1810-1990), Cáceres, Institución Cultural “El Brocense” de la Excma. Diputación Provincial de Cáceres, 1991, p.130.

[10] M. Pulido Cordero y T. Nogales Flores, op.cit., p.333.

[11] “Melitonada geográfica de la provincia de Cáceres” en Revista de Extremadura, IV, XXXIX, Septiembre, 1902, pp.407-410 y “Cacería de gazapos geográficos en la provincia de Badajoz”, VI, LXIV, Octubre, 1904, pp.468-472.

[12] La lectura de la producción de este autor revela algunos casos de creaciones léxicas, como el adjetivo antizapaterista con el que califica a la localidad de Alcuéscar (“Alcuéscar es un pueblo sencillo en el vestir y mucho más sencillo en el calzar (¡antizapaterista!…)” -“Apuntes de verano” en Ruta de la Plata. 10 años de poesía en Extremadura. Rafael García-Plata de Osma. Su obra, op.cit., pp.229-230, esp.p. 230-) o los sustantivos jocosos amaurosis (“(…); son argumentos extraídos de entre los vicios que adolece nuestra política y de los cuales se creen libres, y es que rinden a su yo tan exagerado culto que llegan a padecer una especie de amaurosis de la conciencia” -“Notas alcuesqueñas” en Ruta de la Plata …op.cit., pp.235-236, esp.p.235-), catedraticatura (“Entre, pues, en vida activa/ la catedraticatura/ de la nueva asignatura/ de frescos «giros y tropos»,/ tan frescos como los topos” -“Opositaciones” en Ruta de la Plata …, op.cit,pp.518-519, esp.p.519-) y suegromanía (“Suegromanía” en Ruta de la Plata …op.cit., pp.613-617, esp.p.613). Otros juegos de similar naturaleza afectan a antropónimos, como la conversión de Dulcinea del Toboso en Dulcinea de la Vara con la que satiriza la figura de un alcalde que “se siente cada vez más enamorado de su mando” (“Notas alcuesqueñas” en Ruta de la Plata …, op.cit., pp.237-239, esp.p.237), e incluso encierran la explicación de algún fragmento: “Nosotros, a fuer de humildes, nos contentamos con pocas palabras internacionales; y más valiera no haber aprendido ninguna, porque desde aquello del Panamá, hemos panamizado tanto, que ya no tenemos más que amá: el pan; ¡cualquiera adivina dónde se ha escondido!” (“Actualidad” en Ruta de la Plata …, op.cit.,pp.265-267, esp.p.266).

[13] J. Corchón García, Bibliografía Geográfica Extremeña, Badajoz, Imprenta Provincial, 1955, p.432.

[14] Recordemos que, tras la división territorial de 1833 con la que la provincia cacereña se ampliaría en 30 términos, procedentes de Badajoz, Salamanca, Toledo y Ciudad Real, y la pacense, cedidas 17 localidades a Cáceres, en 18 términos, procedentes de Ciudad Real, Sevilla y Huelva, “las dos provincias de Cáceres y Badajoz no se han visto afectadas por ninguna de las pequeñas rectificaciones que en estos 150 años ha sufrido la división provincial que nos dejó don Javier de Burgos y que continúa vigente en nuestros días” (G. Martínez Díez, Origen del nombre de Extremadura, Badajoz, Departamento de Publicaciones de la Excma. Diputación Provincial de Badajoz, 1985, p.67). Los distintos topónimos recogidos por García-Plata han sido cotejados con las listas aparecidas en las ediciones de 1904 y 1916 del Nomenclátor de las ciudades, villas, lugares, aldeas y demás entidades de población de España (vol.I, Madrid, Imprenta de la Dirección General del Instituto Geográficoy Estadístico), referidas al 31 de diciembre de 1900 y al mismo día de 1910 respectivamente, así como con los datos extraídos de la “Descripción geográfica y estadística de las provincias españolas” llevada a cabo por D. M. Escudí Bartolí según el censo de 1900 y de la carta corográfica de la provincia de Cáceres elaborada por B. Chías y Carbó, presentes ambos documentos en el Atlas Geográfico Ibero-Americano. España, 2 vols., Barcelona, Establecimiento Editorial de Alberto Martín, 1904. Quisiéramos dejar constancia de nuestro agradecimiento al Servicio de Archivo-Biblioteca de la Excma. Diputación Provincial de Cáceres y muy especialmente a su directora, Mª. A. Fajardo Caldera, por las acertadas sugerencias para la búsqueda de documentación geográfica acerca de la provincia de Cáceres a principios de siglo, así como por las inestimables facilidades y ayudas prestadas en la consulta bibliográfica.

[15] No hemos encontrado emplazamiento cacereño alguno con la denominación de Pela, forma empleada por García-Plata, que sustituye a veces a Navalvillar de Pela, como atestigua A. Rodríguez-Moñino (“Diccionario geográfico popular de Extremadura. Colección de refranes, cantares, romances, apodos, pasquines, relaciones, etc., relativos a las provincias de Badajoz y Cáceres (Continuación)” en Revista de Estudios Extremeños, XVIII, III, 1962, pp.606-607) a propósito de la siguiente composición popular:

“A Pela se va por peras,
a la Villa, por naranjas
y a Orellana, que es mi pueblo,
a por las buenas muchachas”

[16] En función de las características de los topónimos del texto, hemos relacionado la forma Zamarrilla, de la que no hemos encontrado documentación alguna, con el topónimo Zamarrillas, recogido éste por Mª. M. Lozano Bartolozzi en su estudio El desarrollo urbanístico de Cáceres (Cáceres, Universidad de Extremadura, 1980, p.246) como “Arrabal de Zamarrillas” según el Catastro de Ensenada del año 1755, si bien afirma que “no conocemos exactamente la situación de este arrabal que es nombrado numerosas veces a lo largo de la historia urbanística de Cáceres y que aparece en sus vecindarios”. Pascual Madoz señala, ya en el XIX, que se trata de un “despoblado, en la provincia, partido judicial y término de Cáceres. Situado a dos leguas y media al sur de esta villa. Fué considerado como arrabal de ella para los repartimientos de contribución. Destruído en la guerra de la Independencia, lo abandonaron sus moradores y no ha vuelto a poblarse, por corresponder todo su terreno a varias casas de aquella capital y carecer de tierras que cultivar y donde pastar sus ganados. Fué siempre de corta población” (Diccionario histórico-geográfico de Extremadura, (1846), Cáceres, Publicaciones del Departamento de Seminarios de la Jefatura Provincial del Movimiento, 1953, vol.IV, p.310).. Sin embargo, en una obra posterior a la de Madoz, el Diccionario Geográfico Postal publicado por la Dirección General de Correos y Telégrafos en 1880 (Madrid, Imprenta, estereotipia y galvanoplastia de Aribau y compañía), aparece este lugar como caserío dependiente del ayuntamiento y del partido judicial de la capital cacereña (p. 1072), lo que nos hace creer en la pervivencia del término a comienzos de este siglo, aunque con la variante indicada, como designación de un lugar cercano a la ciudad de Cáceres que posiblemente contara con algunos vecinos en el momento de escribirse la “Melitonada”.

[17] “Los topónimos que se refieren al relieve del suelo se llaman geónimos u orónimos; los que se relacionan con el elemento líquido, hidrónimos; con la flora, fitónimos o fitotopónimos; por último, los topónimos que, directa o indirectamente, se relacionan con el mundo animal, se llaman zootopónimos” (P. Suárez Zarallo,Toponimia rural del término de Almendralejo, Tesis de licenciatura dirigida por M. Ariza Viguera presentada en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Extremadura, Cáceres, 1986, p.6).

[18] Los topónimos incluidos, para los que se emplea la grafía cursiva, no siempre se corresponden con la denominación completa que de tales lugares encontramos en las fuentes bibliográficas: así, frente a Salvatierra o Calzadilla de Coria, formas de la “Melitonada”, en las diferentes ediciones del Nomenclátor y en el Atlas Geográfico Ibero-Americano aparecen como Salvatierra de Santiago y Calzadilla. En este sentido, y advirtiendo que, según el material en el que nos fijemos, los ejemplos podrán adscribirse a procesos asociativos diferentes, consideramos la necesidad de partir siempre de lo escrito por el autor ya que, teniendo en cuenta las frecuentes reducciones de topónimos en el habla, sobre todo cuando se trata de un compuesto sintagmático, y que, en no pocos casos, Rafael incorpora el topónimo en su forma plena, los resultados de la clasificación podrían alejarnos del planteamiento de García-Plata a la hora de redactar la “Melitonada”.

[19] Para la correcta interpretación de tales casos hemos acudido a la décimatercia edición del Diccionario de la lengua castellana de la Real Academia Española (Madrid, Imprenta de los Sres. Hernando y compañía), aparecida en 1899, la más cercana a la fecha de publicación de este texto a la que hemos tenido acceso, al ser éste el único criterio realmente objetivo (por muchas problemas que plantee) que nos permite confirmar esta clase de relaciones por coincidencia.

[20] Entendemos por hagiotopónimo, siguiendo a L. López Santos (“Hagiotoponimia” en Enciclopedia de Lingüística Hispánica, vol.I, Madrid, CSIC, 1960, pp. 579-614) “todo vocablo del léxico religioso convertido en topónimo, es decir, vinculado a lo geográfico y convertido en nombre de lugar” (esp.p. 579).

[21] V. Paredes Guillén, Origen del nombre de Extremadura; el de los antiguos y modernos de sus comarcas, ciudades, villas, pueblos y ríos; situación de sus antiguas poblaciones y caminos, Plasencia, Tipografía de José Hontiveros, 1886, p.48. Ya más recientemente, V. García de Diego (“Escarceos de toponimia extremeña” en Revista de Estudios Extremeños, XXXI, II, 1975, pp.393-400) viene a confirmar la relación etimológica que se establece entre este topónimo y una forma derivada de “placer” cuando recurre al lema del escudo de la ciudad “ut placeat Deo et hominibus” (p.399).

[22] Véase E. Barajas Salas, “Estudios de toponimia extremeña” en Las ciencias, XLIV,4, Madrid, 1979, pp. 251-259, esp.p.251.

[23] M. de Sande Bustamante, Léxico y toponimia de las tierras de Alcántara, Cáceres, Diputación Provincial de Cáceres-Institución Cultural El Brocense (sin fecha), p.300.

[24] Ibidem, p.302.

[25] Así lo constatamos respecto a los nombres de dos localidades muy ligadas a su biografía: de un lado, su lugar de nacimiento, el sevillano pueblo de Guadalcanal, de cuya denominación afirma “haber conservado la voz hispano-latina, canal, unida a su equivalente árabe wad (río) y el artículo al” (“Notas andaluzas” en Ruta de la Plata …, op.cit., pp.267-269, esp.p.268) y, de otro, Alcuéscar, el pueblo extremeño que lo acogiera, para cuya explicación etimológica acude a los testimonios de Paredes Guillén, uno de los fundadores de la Revista de Extremadura y autor de una interesante obra sobre toponimia extremeña (véase nota 21), y de Lozano Rubio, decantándose por una de las interpretaciones propuestas por este último, la que vincula el nombre de la localidad con el artículo arábigo “al” y el sustantivo “cuesta”, según observamos en el siguiente fragmento: “La etimología de Alcuéscar, según el señor Paredes y el P. Lozano Rubio, viene de Alhuesca (la de los sepulcros), y fue fundado por los moros de Huesca, el último dice también que se llamó Alcuesta, y con esta denominación soy más conforme, por tres razones: 1ª. Porque no sé dónde existe la prueba de que los moros de Huesca vinieran a hacer una sucursal casi homónima. 2ª. Porque no tengo noticias de la existencia remota ni moderna de tales sepulcros. Y 3ª, porque la tradición popular le hace derivar de alta-cuesta; tradición que está en consonancia con la situación topográfica del pueblo. Por lo tanto, si el nombre provino del artículo árabe Al y Cuesta, pudo sufrir las transformaciones siguientes:Aldecuesta (aldea de cuesta); Aldecuésca (cambiando la por la c); y Alcuéscar o Alcuésca —que encuentro en algunos escritos de la parroquia y ejecutorias de hidalgos de este pueblo—, suprimiendo el de intermedio” (“Notas alcuesqueñas” en Ruta de la Plata …, op.cit., pp.301-304, esp.p.303).

[26] A. Llorente Maldonado de Guevara, op.cit., p.23.

[27] R. Lapesa, “La toponimia como herencia histórica y lingüística” en Coloquio de Toponimia, (celebrado en Madrid los días 21, 22 y 23 de Mayo de 1969), Madrid, Asociación Española para el Progreso de la Ciencias, 1972, pp.9-23, esp.p.22.

Oct 011998
 

Esteban Mira Caballos.

1.-INTRODUCCION

Pese a la extensa bibliografía que existe sobre la vida y la obra de este conquistador universal lo cierto es que, por difícil que esto pueda parecer, aún quedan múltiples interrogantes sobre su vida[1]. No debemos olvidar en este sentido, y por citar un ejemplo representativo, que aún no han sido estudiadas en profundidad las miles de páginas que se conservan del que fue su juicio de residencia.

En estas líneas queremos contribuir a la biografía del conquistador de Medellín, aclarando ciertos aspectos desconocidos relacionados con su primera esposa, Catalina Suárez Marcaida[2]. No debemos olvidar que hasta la fecha ni tan siquiera existía acuerdo en algo tan básico como su propio nombre, pues mientras unos biógrafos la denominaban Catalina Xuárez Marcayda para otros era sencillamente Catalina Juárez. El prestigioso historiador Salvador de Madariaga ha afirmado que está cuestión de su primer matrimonio y su enfrentamiento con Diego Velázquez «es algo intrincada y oscura, pues los cronistas no están de acuerdo sobre motivos y hechos, no sólo de unos a otros sino a veces cada uno de ellos consigo mismo»[3].

Este desconocimiento se debía básicamente a la falta hasta la fecha de referencias documentales al respecto. No en vano casi todos los aspectos que conocíamos relacionados con este asunto se basaban exclusivamente en las escuetas referencias que ofrecieron los cronistas Bernal Díaz del Castillo, Juan Suárez de Peralta y el propio Hernán Cortés en sus conocidas «Cartas de Relación».

En este presente estudio vamos a dar a conocer algunos aspectos biográficos inéditos referidos a la primera esposa de Hernán Cortés Catalina Suárez Marcayda y a su ascendencia familiar. Para ello nos basaremos en dos documentos inéditos localizados en el Archivo General de Indias, a saber: uno, la probanza de méritos que presentó su sobrino, Luis Suárez de Peralta, con la intención de conseguir una regiduría en la ciudad de México[4], y dos, el expediente e información para pasar a las Indias de Lorenzo Suárez de Peralta, también descendiente de la esposa del conquistador de Medellín[5].

2.-EL ORIGEN DE LA FAMILIA SUAREZ DE PERALTA Y SU ARRIBADA A LAS INDIAS

Como ya hemos afirmado los orígenes familiares de la esposa de Hernán Cortés eran muy controvertidos, pues, apenas si disponíamos hasta la fecha de referencias documentales fiables. Francisco López de Gómara aseguró que el padre de Catalina, también llamado Juan Suárez de Peralta, era natural de la ciudad de Granada[6]. Sin embargo, ya don Justo Zaragoza a finales del siglo XIX dejó bien claro que el progenitor de Juan Suárez de Peralta y de su hermana Catalina había nacido en Ávila, mientras que su madre era originaria de Navarra[7]. Esta es la tesis que ha prevalecido desde entonces dada susolidez documental, pues, no debemos olvidar que fue el propio hijo de Juan Suárez de Peralta -padre e hijo se llamaron exactamente igual-, quien afirmó en su «Historia del Descubrimiento y Conquista de México» que, aunque él había nacido en México, su padre «era de Ávila»[8].

El problema real comienza a la hora de intentar establecer el momento en el que Catalina Suárez arribó al Nuevo Mundo junto a su hermano Juan Suárez de Peralta. Según Giorgio Perissinotto tanto Juan como el resto de su familia -sus padres y sus hermanas- arribaron a la Española el 9 de julio de 1509 en el séquito que acompañaba a doña María de Toledo[9]. Sin embargo, hemos de poner en duda esta afirmación a la luz del nuevo documento que presentamos.

En la información realizada por Luis Suárez de Peralta se afirma con rotundidad que su padre Juan Suárez arribó a la Española en la flota de frey Nicolás de Ovando. En el encabezamiento de la probanza lo primero que se dice es que su padre «fue uno de los primeros descubridores, conquistadores y pobladores de la ciudad e isla de Santo Domingo, en la cual le fue(ron) dados muchos indios de repartimiento en gratificación de los mucho que trabajó y gastó en el dicho descubrimiento y conquista»[10]. Además, la pregunta cuarta de la probanza deja pocas dudas al respecto al decir lo siguiente:

«Si saben que puede haber cincuenta años poco más o menos que el dicho Juan Suárez vino de España con el Comendador Mayor don frey Nicolás de Ovando y llegados que fueron a la isla Española que ahora llaman de Santo Domingo el dicho Juan Suárez se halló en todas las conquistas y pacificaciones que se hicieron y fueron necesarias así en las conquistas a donde fue personalmente el dicho Comendador Mayor como en otras…»[11]

Todos los testigos respondieron afirmativamente a esta consulta aunque sin aportar datos más concretos ya que todos ellos reconocieron que no se encontraban en las Indias cuando ocurrieron aquellos hechos. Incluso se puede apreciar una gran imprecisión en cuanto a las fechas, pues, ninguna coincide con el año de 1502. Así pese a que la probanza se realizó en 1560 los testigos respondieron que llegó con la flota de Ovando a la Española «hacía 50 años poco más o menos», retrasando el arribo de Ovando a la Española hasta 1510. Igualmente Alonso de Herrera, representante de Luis Suárez de Peralta, declaró en 1567 que el padre de su representado fue a las Indias con frey Nicolás de Ovando hacía unos 55 años poco más o menos, de forma que si tomáramos en cuenta este dato debió llegar en 1512.

No obstante la total coincidencia de todos los testigos y del propio Luis Suárez de Peralta de que su padre llegó en la flota del Comendador Mayor de la Orden de Alcántara creemos que tiene suficiente credibilidad como para que podamos aseverar con cierta contundencia que el padre del cronista llegó a las Indias en 1502. Las imprecisiones cronológicas se deben sin duda a dos circunstancias, a saber: a la lejanía en el tiempo de dichos acontecimientos, y, segundo, a que ninguno de los declarantes estuvo en la Española por esos años.

Así, pues, podemos decir que Juan Suárez de Peralta -padre del cronista y hermano de Catalina- llegó a la Española en 1502, participando en la conquista de la isla y recibiendo en compensación por los servicios prestados una encomienda de indios. Una vez que Juan Suárez de Peralta se asentó en la isla, tras la finalización de su conquista y pacificación envió a buscar a España al resto de su familia, entre ella su hermana Catalina, que no debió arribar a la Española antes de 1505. No obstante los conquistadores eran muchos y el botín para repartir poco por lo que la familia Suárez de Peralta decidió marcharse a la vecina isla de Cuba, en la flota del adelantado Diego Velázquez. Este período comprendido entre 1512, fecha en la que llega a la isla, y 1520, momento en el que partió para México es de suma importancia en la vida de los Suárez de Peralta. Juan Suárez, hermano de Catalina, participó activamente en la conquista y pacificación de Cuba[12].

Una vez conquistada la isla los Suárez de Peralta se avecindaron en la ciudad de Santiago, recibiendo Juan Suárez una buena encomienda de indios en remuneración por sus servicios. Así, por ejemplo el testigo Antón de Rojas declaró a la pregunta sexta del interrogatorio lo siguiente:

«Que este testigo vio al dicho Juan Suárez que por sus servicios el dicho adelantado don Diego Velázquez le dio indios de repartimiento los cuales vio este testigo que le servían en la dicha ciudad de Santiago de Cuba y que era persona tenida y habida por tal conquistador de la dicha isla…»[13]

Una vez que se asentó en la ciudad de Santiago con la estabilidad económica que le proporcionaba su encomienda de indios, comenzó la ascensión social de la familia. El hecho más trascendental fue sin duda el matrimonio de Catalina Suárez de Peralta con el futuro conquistador de México Hernán Cortés.

3.-EL MATRIMONIO DE CATALINA CON HERNÁN CORTÉS

Nuevamente queremos insistir en lo controvertida que es la cuestión, pues, no en vano hay historiadores que dudan incluso de que el matrimonio se llegase a celebrar. Por lo demás existía un cierto escepticismo a la hora de establecer el parentesco entre la primera mujer del conquistador de México y la familia Suárez de Peralta. Y finalmente, y como es bien sabido, se acusa al propio Hernán Cortés de causar la muerte de su propia esposa.

En relación pues a este matrimonio entre el conquistador de México y Catalina Suárez se ha escrito mucho, apareciendo tres posiciones opuestas: La primera, que el compromiso de matrimonio se rompió antes de realizarse. La segunda que fue un matrimonio sin amor, consumado por las presiones que ejerció el teniente de gobernador Diego Velázquez sobre un jovial Hernán Cortés. Y tercero, y último, que realmente fue un matrimonio en toda regla donde dos enamorados optaron por unir sus vidas[14].

Por supuesto en esta probanza del hermano del cronista queda bien claro que efectivamente el matrimonio de su tía Catalina con Hernán Cortés se llegó a oficiar en la isla de Cuba. Así, por citar un ejemplo concreto, Antón de Rojas declaró a la tercera pregunta que «en esta ciudad (se refiere a México) se dijo y publicó que la mujer primera del dicho Marqués del Valle era tía del dicho Luis Suárez y Juan Suárez y que era hermana de su padre del dicho Juan Suárez…»[15].

Por lo demás las relaciones entre la familia Suárez de Peralta y Cortés fueron muy fluidas tanto antes como después de la Conquista de México. Concretamente en esta probanza se pone de manifiesto que, a la partida de Hernán Cortés rumbo a su gesta conquistadora en el continente, éste dejó a Juan Suárez de Peralta encargado de la administración de sus haciendas, pidiéndole asimismo que abonase las deudas que había dejado para armar la flota. Concretamente el testigo Andrés de Tapia declaro sobre este particular lo siguiente:

«Que se había quedado a ruego del dicho Hernando Cortés su cuñado, en la administración de su casa, minas, pueblos y haciendas y que oyó decir al dicho Altamirano, que de ordinario residía en las casas del dicho Cortés y que el dicho Juan Suárez tenía ciertas partes de haciendas entre las que administraba y que asimismo sabe este testigo y oyó decir… que el dicho marqués había quedado a deber muchas sumas de pesos de oro para hacer la jornada que hizo para esta Nueva España…»[16]

Obviamente esta cordialidad entre Cortés y Juan Suárez denotan unas magníficas relaciones entre el conquistador de Medellín y su familia política. Nada hace sospecha la posibilidad de agravios del conquistador de México hacia su primera esposa.

4.-LA MARCHA DE CORTÉS A LA CONQUISTA DE MÉXICO

También se ha afirmado que Cortés abandonó a su esposa cuando fue a la Conquista del Imperio Azteca, afirmación con la que, a la luz de los nuevos documentos investigados, no estamos totalmente de acuerdo. Evidentemente Cortés marchó con sus hombres para enfrentarse a un mundo desconocido y no había lugar en esa expedición para las familias. Pero como ya hemos afirmado a su marcha las relaciones con su cuñado, Juan Suárez de Peralta, eran tan buenas que Cortés lo dejó encargado de sus bienes en Cuba.

Por la probanza sabemos que Juan Suárez de Peralta permaneció en Cuba, tras la marcha de Cortés, el poco más de un año comprendido entre el 18 de febrero de 1519 -fecha en que partió el conquistador del Imperio Azteca- y el 6 de julio de 1521 en que el hermano de Catalina arribó por fin a México. El testigo Andrés de Tapia declaró que Juan Suárez se quedó en Cuba a ruego del Marqués para que administrase sus haciendas y satisficiese todas las deudas que había dejado en el apresto de su armada[17]. En esos 16 meses Juan Suárez vendió tanto las propiedades de su cuñado como las suyas propias, pagando las deudas pendientes y consiguiendo algunos fondos para el apresto de una carabela portuguesa que compró a «un fulano de Nájera»[18]. La pregunta sexta de la probanza iba al fondo de esta cuestión al decir lo siguiente:

«Si saben que la dicha carabela fue el primer navío que vino a esta Nueva España en busca del dicho Marqués después que él partió de la dicha isla de Cuba y si saben que vino con licencia y despachado por mandado del licenciado Zuazo, teniente de gobernador que a la sazón tomaba y estaba tomando residencia al dicho adelantado Diego Velázquez, el cual dicho Diego Velázquez entretuvo al dicho Juan Suárez muchos días que no les dejaba partir embargándole por muchas vías porque el dicho Marqués no tuviese socorro…»[19]

La llegada de Juan Suárez se produjo concretamente en el intervalo comprendido entre la derrota de los españoles en la Noche Triste, ocurrida como es de sobra conocido el 30 de junio de 1521, y unos días antes de la victoria definitiva sobre los aztecas en la Batalla de Otumba, contienda librada el 7 de julio del mismo año[20]. Pero a diferencia de lo que se había pensado en torno a que Juan Suárez marchó a México en compañía de su madre y de sus hermanas -entre ellas la esposa de Cortés[21]– lo cierto es que en esta probanza queda bien claro que viajó sólo y que, una vez conquistada la capital del Imperio Azteca volvió al menos por su hermana Catalina. Concretamente fue Juan Suárez en el mismo año de 1521 quien acudió a por su hermana con dos navíos bien pertrechados y, según parece a ruego del propio Cortés. Es más, según se afirma en la probanza, a su llegada a Nueva España fue «el Marqués a recibirla y que la trajo a Culuacán y que hizo vida maridable con ella hasta que falleció»[22].

4.-LA MUERTE DE DOÑA CATALINA SUÁREZ MARCAYDA

Con respecto a la muerte de doña Catalina, en 1522, ya en la monografía decimonónica que Fernández del Castillo le dedicó quedó bien claro que no tenían fundamento alguno las acusaciones de «uxoricidio» que se vertieron contra Cortés[23]. Además otra prueba evidente de que la familia no creyó en estas acusaciones hechas contra el conquistador extremeño es que, incluso después de la muerte de Catalina, las relaciones entre éste y Juan Suárez continuaron siendo algo más que cordiales. Ya veremos más adelante como Cortés convirtió al padre del cronista en uno de sus hombres de confianza en la pacificación de los nuevos territorios. Realmente ninguno de los sobrinos de doña Catalina -uno de ellos cronista de la conquista de México- le reprocharon nada a Cortés sino al contrario, se les nota una cierta admiración por su tío político.

Es más, una vez finalizada la conquista de México Juan Suárez de Peralta participó activamente en la pacificación de las provincias de Michoacán, Jalisco, Pánuco y Oaxaca, recibiendo en compensación la encomienda de Tamazulapa que, como es bien sabido, heredaría a su muerte su hijo mayor Luis[24]. Cortés y su cuñado participaron juntos en la conquista y pacificación del Pánuco, enviándolo luego «por su teniente y capitán al descubrimiento de la costa del Mar del Sur hasta el Soconuzco»[25].

E incluso unas décadas después ninguno de los sobrinos de doña Catalina -uno de ellos cronista de la conquista de México como ya hemos dicho- le reprocharon nada al conquistador de Medellín sino más bien al contrario, se les nota una cierta admiración por su tío político.

En definitiva las relaciones entre Hernán Cortés y su cuñado Juan Suárez de Peralta fueron magníficas antes y después de la muerte de doña Catalina. Todo ello confirma que no hubo ningún reproche de la familia a Hernán Cortés en su trato con su esposa. Por tanto, podemos decir que son inciertas las sospechas de parricidio por parte de Hernán Cortés que una parte de la bibliografía ha planteado. Por otro lado en la documentación del siglo XVI no hay el más mínimo indicio de posibles sospechas de parricidio ni tan siquiera por parte de los enemigos de Cortés, por lo que posiblemente se trató de una invención o recreación infundada de la historiografía decimonónica.

A modo de conclusión podemos destacar varios aspectos claves, a saber: primero, Hernán Cortés se casó en Cuba con Catalina Suárez de Peralta. Segundo, desconocemos si el enlace se produjo por amor o fruto de las circunstancias políticas y sociales del momento, pero en cualquier caso el trato entre los cónyuges fue posiblemente cordial y con total seguridad socialmente aceptable. Y tercero, es prácticamente seguro que el conquistador de Medellín no tuvo nada que ver con la muerte de su esposa.


NOTAS:

[1] Entre las biografías más representativas citaremos las siguientes: MADARIAGA, Salvador de: Hernán Cortés. Madrid, 1986. HERNÁNDEZ SANCHEZ-BARBA, Mario: Hernán Cortés. Madrid, 1987. MARTÍNEZ, José Luis: Hernán Cortés. México, 1990. RAMOS PEREZ, Demetrio: Hernán Cortés. Madrid, 1994. En cuanto a su primera mujer existe una biografía decimonónica no hace mucho reeditada: FERNÁNDEZ DEL CASTILLO, Francisco: Doña Catalina Xuárez Marcayda. México, 1980.

[2] Según Giorgio Perissinotto, el padre del cronista optó por llamarse Juan Suárez de Ávila, sin embargo, en la información de méritos que nosotros hemos analizado aparece reiteradamente citado como Juan Suárez de Peralta. En cambio sus hermanas entre ellas Catalina se sabe que optaron por tomar como segundo apellido el materno, es decir, el de Marcaida. Por desgracia en la información que ahora estudiamos las veces que se hace referencia a Catalina siempre aparece sólo con el primer apellido por lo que no podemos verificarlo en este documento. PERISSINOTTO, Giorgio: «Estudio preliminar», Tratado del Descubrimiento de las Indias y de su conquista. Madrid, Alianza Editorial, 1990, p. 14.

[3] MADARIAGA: Ob. Cit., p. 77.

[4] AGI, sección Patronato 63, R. 13. Probanza de méritos de Luis Suárez de Peralta, México, 1560, (En adelante se citará como Probanza de Luis Suárez de Peralta). Parece ser que pese a sus largos años de lucha por este cargo al final no lo consiguió, pues, la Corona alegó que el regimiento que solicitó estaba ya previamente proveído.

[5] Expediente de pasajero e información de Lorenzo Suárez de Peralta, Madrid, 1613-1619. AGI, Contratación 5369, Nº 42, s/p. En este documento se incluyen además de la licencia de pasajero de Lorenzo Suárez de Peralta y un criado, llamado Pedro de Colmenares, dos probanzas, una realizada por doña Isabel Hurtado de Mendoza, en nombre de su hijo Lorenzo Suárez de Peralta, y otra concretada por Pedro de Colmenares.

[6] LOPEZ DE GOMARA, Francisco: Historia General de Las Indias, T. II. Madrid, Editorial Orbis, 1985, p. 16. La mayoría de los biógrafos de Cortés copian este error afirmando que la esposa de Cortés y otras hermanas suyas llegaron a las Indias con su hermano «Juan Juárez», todos ellos granadinos. Véase por ejemplo: MADARIAGA: Ob. Cit., p. 77.

[7] ZARAGOZA: Ob. Cit., p. IX.

[8] PERISSINOTTO: Ob. Cit., p. 13.

[9] IBIDEM, p. 14.

[10] Probanza de Luis Suárez de Peralta.

[11] IBIDEM.

[12] La probanza, como era de esperar, incluso se recrea en las habilidades de Juan Suárez al decir que los indios «le tuvieron cercado cuatro veces para le matar y con su buena industria y diligencia fueron echados y la tierra pacificada y puesta debajo de vuestro real dominio…». Probanza de Luis Suárez de Peralta.

[13] Probanza de méritos de Luis Suárez de Peralta.

[14] Puede verse un buen resumen de los distintos puntos de vista en PERISSINOTTO: Ob. Cit., pp. 14 y ss.

[15] Probanza de méritos presentada por Luis Suárez de Peralta.

[16] IBIDEM.

[17] Probanza de Luis Suárez de Peralta, Declaración del testigo Andrés de Tapia a la pregunta quinta.

[18] Probanza de Luis Suárez de Peralta.

[19] Probanza de Luis Suárez de Peralta.

[20] En la pregunta octava de la probanza se especifica que cuando llegó Juan Suárez estaban los españoles ×recién desbaratados» por los indios, «hacía ocho o diez días» y que el socorro de éste fue fundamental para la derrota decisiva de los indios en la batalla de Otumba. Sin embargo, es evidente que el cómputo de días es excesivo pues entre la Noche Triste y la batalla de Otumba tan sólo transcurrieron unos ocho días en total. En cualquier caso lo que parece evidente es que Juan Suárez debió llegar a México muy poco antes de librarse la batalla de Otumba, probablemente el día 6 de julio de 1520.

[21] PERISSINOTTO: Ob. Cit., p. 15.

[22] Probanza de méritos de Luis Suárez de Peralta. Declaración del testigo Andrés de Rocas a la pregunta 16 del interrogatorio.

[23] Según Fernández del Castillo las acusaciones fueron promovidas por la primera Audiencia de México con la intención de acabar con el abrumador dominio político del conquistador de México. Es más, Fernández del Castillo cita una carta dirigida por nada menos que el benemérito fray Juan de Zumárraga a Carlos V en la que denuncia las injustas acusaciones que se estaban dirigiendo contra Cortés. FERNANDEZ DEL CASTILLO: Ob. Cit.,pp. 23 y ss.

[24] ZARAGOZA: Ob. Cit., p. 13. PERISSINOTTO: Ob. Cit., p. 15.

[25] IBIDEM, Pregunta 11 del interrogatorio.

Oct 011998
 

Ricardo Luengo Pacheco.

Este trabajo tiene como objetivo mostrar el estado de la educación y el analfabetismo en el norte de la provincia de Cáceres durante los siglos XVII y XVIII, a través del estudio sobre alfabetización en la ciudad de Plasencia durante el siglo XVIII, así como la fundación y dotación de escuelas de primeras letras, englobando a su vez los procesos de enseñanza, útiles y metodología, que se emplearon en dichas escuelas.

Estudios que sobre este tema se han desarrollado en la provincia por M. Santillana Pérez, M. Rodríguez Cancho o el realizado para la Extremadura meridional por F. Marcos Álvarez y F. Cortés Cortés, nos vienen a demostrar que los procesos de aprendizaje y perfeccionamiento de la enseñanza en Extremadura iban siempre por detrás de otras provincias españolas y por detrás de otros intereses más inmediatos para los hombres de esos siglos, ya que como señala la profesora Santillana Pérez, «la Instrucción pública tropieza con una barrera muy difícil de traspasar, la subsistencia y el trabajo en el campo se colocan en la mentalidad del hombre extremeño por encima de cualquier progreso cultural que no dé sus frutos inmediatos y que además cueste dinero que en la mayoría de los casos no puede pagar.»[1]

Pero si en su mayoría el hombre extremeño dejaba en segundo plano la educación de sus hijos, y la suya propia, debemos resaltar el interés y la preocupación de las diversas instituciones públicas y privadas de la provincia por dotar de escuelas y maestros a sus localidades. Incluso la monarquía dominante del siglo XVII, considerado por la historiografía tradicional como el siglo de las reformas, reivindicará todo un programa de acción y desarrollo cultural para las clases populares. Surge en la monarquía borbónica, y sobre todo con Carlos III, un esfuerzo por organizar una educación pública primaria, organización que se vio apoyada por una legislación apropiada a través de reales cédulas y la elaboración de un interrogatorio o cuestionario que se interesaba por el conocimiento de la realidad social, económica y cultural del territorio sobre el que se implantan dichas cuestiones, tal como el elaborado por la Real Audiencia de Extremadura en 1790, el cual nos facilita una extraordinaria información acerca de este estudio, al que se aborda con diferentes preguntas relativas al estado cultural de la ciudad. Concretamente responden a las preguntas 24 a la 28 del Interrogatorio[2].

La postura reformadora de este siglo queda patente en la acción de Jovellanos el cual «se preocupó extraordinariamente de la enseñanza, desde la primaria hasta la universitaria, ya que pensaba que la ignorancia es la razón del atraso, de la pobreza y de la miseria».[3]

De esta afirmación reformista hemos retomado el testigo a la hora de desarrollar un primer acercamiento a lo que se ha considerado como enseñanza primaria o de primeras letras, debido a la importancia social y su representatividad en la región extremeña. Pero vamos a abordar dicha enseñanza no desde su cuantificación espacial, ya que sería volver a retomar trabajos ya realizados por otros investigadores, sino desde un punto de vista diferente, examinando esa enseñanza de una forma más palpable, más directa, gracias a la documentación que hemos podido examinar en el Archivo Histórico de Cáceres.

Sabemos que la ciudad de Plasencia contaba con el interés tanto civil como secular por desarrollar la educación. Conocemos que dicha ciudad contó en el siglo XV con una cátedra de Gramática, adscrita a la universidad de Salamanca y que ocupó parte del seminario mayor.

Pero no fue la única institución que existió en estos primeros siglos de la etapa moderna. Un canónigo y arcediano de la catedral de Plasencia, don Fabián de Monroy y Béjar, fundó en el siglo XVI el llamado Colegio del Río, bajo la advocación de San Fabián y San Esteban y la tutela patronal del Obispo y del Cabildo de la ciudad. Según su testamento en 1598: «Dispongo que en la casa donde moro, se haga un colegio donde estudiantes pobres se recojan a pasar las ciencias que en las universidades hubieron oído, de los cuales dos tercias partes sean juristas y la otra teólogos mayores de veinte años, pobres«, lo que denota la sensibilidad por acercar la enseñanza al sector de población más pobre, aquel que habiendo recibido ya instrucción primaria, no podía costearse otros estudios en otras universidades. Además, la coletilla final que añade en su testamento nos deja vislumbrar la larga mano de la cerrazón social a todas aquellas personas que no fueran cristianos o que tenían que responder por rastros de impureza sanguínea de sus antepasados. «Que no sean sospechosos en la fe católica ni nuevos en ella, ni castigados por el Santo Oficio de la Inquisición ni descendientes de los que lo hubieran sido, ni de judíos ni moros«[4]. Pero no vamos a entrar en una temática que nos podría desviar del tema, aunque dejemos abierta la puerta a posibles investigaciones sobre la enseñanza de las minorías en Extremadura.

Los alumnos de esta escuela llegaban de diferentes lugares, no sólo de la diócesis placentina sino también de localidades ajenas a dicha diócesis como Arroyo del Puerco (ahora llamado de la Luz), de Oropesa, Guadalupe, Alburquerque, Arévalo, Ciudad Rodrigo, etcétera. Dicho colegio se alimentó durante años de las rentas que su fundador había anexionado a su fundación, rentas que no fueron suficientes en el año 1771, cuando las rentas que producía dicho beneficio, de 6.512 reales, no eran suficientes, teniendo en cuenta que cada alumno podía costar anualmente unos 3.000 reales. Su historia termina con la ocupación francesa y posterior anexión al seminario en 1821.

También deberíamos añadir la presencia de las diferentes órdenes religiosas que establecidas en la ciudad placentina se dedicaron a ejercer la enseñanza. Deberemos destacar por su importancia a los jesuitas y los dominicos, quienes convirtieron el conocido convento de Santo Domingo en el seminario de letras más importante de Extremadura, por no decir el único, de donde salieron ilustres profesores hacia otras universidades españolas.

Un caso que nos puede acercar a esa enseñanza ejercida por las órdenes religiosas es el de la donación que dejó al convento de San Vicente el licenciado don Juan Antonio de Menjíbar[5], abogado de los Reales Consejos de la ciudad de Plasencia en los últimos años del siglo XVII, quien dejó en su testamento la siguiente disposición «para que con dichos tres mil ducados se funden y hagan en dicho convento de San Vicente, unas esquelas con tres generales de Artes, y uno grande de Theología, por la mucha necesidad que de ellas tiene dicho convento y para mayor adorno suyo«.

Sabemos que dicho convento contaba con maestros de Teología, Lógica y Filosofía, además de maestros de estudiantes, pasantes y lectores. Pero si dicho convento de San Vicente no aceptase dicha donación, junto a la de un olivar al pago de Valsoriano, en el plazo de cuatro meses, dicha donación pasaba al convento de Santa Catalina del Arenal, de la orden de san Francisco de la Observancia.

Era tal el interés de nuestro abogado que mandó traer a la ciudad un maestro de arquitectura para estudiar el sitio donde podrían construirse dichas escuelas, la planta y el montante final de dicha construcción. Como condición indispensable deberían poner una piedra grande de cantería sobre la puerta de entrada a la escuela de Teología que serviría de peana para la patrona de dichas escuelas, Santa Rosa de Santa María, y como soporte de una inscripción que diría así:

«Estas escuelas fundaron y mandaron hacer a su costa el licenciado don Juan Antonio de Menjíbar, presbítero abogado de los Reales Consexos, que primero fue rexidor perpetuo de esta ciudad de Plasencia, y Dª Estefanía de Medina Yáñez, su mujer, y eligieron por patrona de ella a su madre Santa Rosa de Sta. María«.

Dicho convento de San Vicente aceptó, tras los tres acuerdos pertinentes entre los religiosos y la autorización del Provincial de la Orden, la fundación de dichas escuelas ya que «los dichos religiosos, hallaron ser de mucha utilidad y provecho a dicho convento el que se acepten y se ejecuten en la forma y conformidad dispuesta…»

Pero nuestras preguntas e indagaciones van más allá. Hemos visto que el nivel cultural de Plasencia podía corresponderse a una ciudad con sede obispal y centro generador de cultura[6]. Nuestro estudio sobre alfabetización en la ciudad de Plasencia en el siglo XVIII se ha basado en la capacidad de saber firmar, firmas que hemos recogido gracias al vaciado de los testamentos que fueron otorgados en dicho siglo, documentación que es la de más utilidad, junto a las cartas de dote, para acercarse al grado de alfabetización.

El arte de escribir no podemos calificarla de una imperiosa necesidad en la sociedad extremeña durante el Antiguo Régimen, sino como un lento avance que suponía la entrada al mundo civilizado de los adultos y la salida definitiva del territorio de los rustici, salvajes e iletrados[7]. Si esta afirmación correspondía a la situación de España a comienzos del siglo XVI, para Petrucci, en el caso italiano, a finales del XV y principios del XVI, se observa un incremento de la necesidad de escribir debido a la burocratización progresiva y la necesidad de recurrir a unos procedimientos de registros escritos, además de ser un instrumento más de promoción social, de distinción de las clases medias e inferiores, dato que también es apreciado en las mujeres aunque con menor repercusión[8].

Resumiendo este aspecto, hemos seleccionado una sentencia de un maestro de primeras letras de Madrid, Alonso González Bastones, quien rebasada la primera mitad del siglo XVII, sentenciaba «El hombre que no sabe leer, escribir y contar, perfecto hombre no se puede llamar«[9]. Tal vez veamos un anuncio subliminal de la escuela que él regentaba, pero lo que sí es cierto es el cambio de mentalidad cultural que el hombre moderno iba adoptando poco a poco.

El interés de que algún familiar pudiera verse beneficiado por la enseñanza se debía en parte a las posibilidades económicas de la familia, posibilidades que en muy pocas ocasiones venían avaladas por una renta anual fija para iniciar o proseguir estudios, tanto en alguna escuela de la ciudad como en alguna provincia española.

Tal es el caso de la donación que hizo don Diego Gil Bocache, regidor y vecino de la ciudad de Plasencia, a su hijo fraile de la orden de Alcántara, Miguel Bocache Escobar para iniciar estudios en la universidad de Salamanca[10]

«Y de toda dicha la cantidad que así… la pueda percivir y cobrar de susodicho y de quien la deva pagar para que con ella se ayude y pueda alimentarse el tiempo de sus estudios en la universidad de Salamanca, para adonde al presente de esta dio paso para este curso. Y además que sean necesarios en prosecución de sus estudios y de esta forma los pueda fenecer cómodamente.»

Donación que posteriormente revalida y en la que la cantidad que cede a su hijo se limita hasta que éste termine sus estudios. Podemos vislumbrar el interés de un hombre de alta posición social y que, además de poder permitirse el cuantioso gasto de unos estudios en Salamanca, conoce el valor de la educación.

Pero estamos hablando de un estado social concreto el cual puede permitirse ese desembolso en la educación de su familia. Pero los estudios que han tocado este tema bien directa o indirectamente, han descubierto que ese interés por la cultura no se puede únicamente circunscribir al ámbito de las clases adineradas. Tal es el caso de un lugareño de la población de Alcuéscar emigrado a Indias, el cual escribía a su familia diciendo:

«A mi hijo y nuestro (…) os recomiendo que no me lo quitéis de la escuela, sino que siempre aprenda y sepa más.»[11]

Pero escasos son los documentos que se han estudiado para comprender con mayo amplitud este fenómeno social. Las investigaciones que se han realizado con gran acierto en la provincia extremeña se ven limitados a ciertas áreas locales como los casos de Badajoz, Coria o el compendio que redactó M. Rodríguez Cancho sobre el estado de la instrucción pública en Extremadura. Trabajos que si de por sí son muy valiosos, todavía siguen dejando lagunas que con el tiempo se habrán de llenar.

Para los estudios sobre alfabetización, la metodología ha escogido a los testamentos como fuente conocedora de la capacidad de escribir o firmar. Es cierto que los testamentos no nos indican el grado de alfabetización del otorgante, únicamente si sabía o no firmar, pero a pesar de las objeciones que al dicho método se han manifestado, no disponemos de otro medio para establecer dicho estudio.

De los 2.175 testamentos que hemos vaciado, sólo saben firmar un 34,1% de los testamentarios de los cuales un 79,9% son hombres, triplicando el nivel de firmas de las mujeres para dicho período. Si comparamos dicho estudio con otros realizados en otras localidades extremeñas para el mismo período podemos decir que los resultados obtenidos se mueven dentro de los parámetros conocidos en el territorio peninsular. Una visión derrotista nos inclinaría a pensar que para la inmensa mayoría de los placentinos, el conocimiento de la escritura era algo totalmente ajeno a sus actividades diarias, y aunque podamos pensar en que es una imagen estereotipada de la Extremadura inculta y cerrada, no podemos dejar de apostar que el mundo de las letras no les era del todo ajeno para algunos extremeños. Por ejemplo, sabemos que entre 1.492 y 1.600, de los 15.000 extremeños que emigraron a Indias, 434 individuos lo hicieron para desempeñar tareas administrativas y burocráticas en el Nuevo Mundo, personas que procedían en su mayoría del mundo urbano, pero un 40% salieron del ámbito rural extremeño[12].

Sabemos que en toda Extremadura[13] a finales del siglo XVIII existieron 273 escuelas, tanto de niñas como de niños o mixtas, número que nos deja con una amargo sabor de boca tal y como se afirma tras la visita al partido de Coria en la que se señala

«Los más de los pueblos están incultos y no civilizados, tan rudos e ignorantes que aún carecen de los primeros rudimentos, procediendo todo esto y la falta de aplicación por carecer de maestros de primeras letras, porque con dificultad se halla uno entre muchos lugares…» [14]

Pero como hemos dicho anteriormente, la delicada situación que atravesaba el partido de Coria no era ajena a la realidad que la misma visita recogió tras su interrogatorio a la ciudad de Cáceres, cabeza de partido en la que se señala

«Parece increíble que en un pueblo de estas circunstancias no haya dotada escuela de primeras letras, ni que en él se haya tratado seriamente este punto. Algunos que dan escuela a los niños, son comúnmente hombres que por impedidos de ejercer sus oficios o por carecer de ellos, enseñan lo que ignoran por un corto estipendio que mensualmente pagan los que asisten a ella, sin que sufran estos hombres el debido examen, como si con su educación pusieran los cimientos al fundamento de toda ciencia, y especialmente al de nuestra católica religión«[15]

En el caso de la ciudad de Badajoz, ofrecía un aspecto desolador, comparable al existente a comienzos del siglo XVII, con un analfabetismo endémico suavizado por el trabajo de algunos profesores, muy pocos, o por la labor de los jesuitas en su colegio.[16]

Por esta razón, de saber que no todo el mundo de la enseñanza se concentraba en el ámbito de lo urbano, también queremos aproximarnos a la actividad docente en las poblaciones que no gozaron de esa preeminencia económico-social, sino que dependían de sus propias rentas y que en muchas ocasiones no destacaron más allá de su comarca.

Sabemos por otros estudios que la enseñanza primaria en las pequeñas poblaciones extremeñas, aquellos núcleos de población con menos de 50 vecinos tenían serias dificultades para disponer de escuelas de primeras letras, pero lo más inquietante de ello es que incluso los núcleos poblacionales con más de 500 vecinos tampoco estaban bien dotados.

Tal es el caso de la localidad de Mirabel. Las respuestas que envió dicha localidad al Interrogatorio que la Real Audiencia de Extremadura realizó en 1791, nos señalan la realidad que rodeaba a la enseñanza. A las preguntas 26: Si existe alguna Biblioteca pública y si se conservan algunos manuscritos recomendables, y la pregunta 27: Si hay Escuelas de niños o niñas de primeras letras, Estudios de Gramática u otros, su dotación y de qué efectos se saca y quién cuida de su arreglo. Caso de no haber ni uno ni otros si se experimenta necesidad de establecerla y los medios, la villa de Mirabel respondió

26. Al capítulo veinte y seis dijeron lo mismo que a los dos antecedentes. (A las respuestas antecedentes referidas a la existencia de conventos o seminarios, respondió la villa que no)

27. Al capítulo veinte y siete dijeron: Que sólo hay en esta villa escuela de primeras letras, para la educación de los niños y niñas que a ella acuden, y aunque ésta se halla dotada por un descendiente que fue de ella con algunas heredades y con los réditos de censos, no contemplan que uno y otro puedan componer la dotación que el maestro necesita para su precio y diario alimento aunque el asunto se ha reflexionado con la atención correspondiente (…) dificultan de dónde poder elegir dotación competente para la manutención del maestro, a menos que de los vecinos, por cada niño o niña que mandasen a la escuela, contribuyan mensualmente con un real los de leer, uno y medio los de escribir, y dos y medio los de contar, que es el menor gravamen que se les puede imponer. Con esto y la dotación de dicha memoria, ya puede suplirse la falta que se experimenta.»

Sabemos que en Mirabel existió una escuela en 1680 fundada por el padre Diego García de Almaraz, gracias a cartas de donación de censos a favor de dicha escuela[17], pero la escuela a la que hacen referencia dicha respuesta es a la perteneciente a la fundación y creación de la escuela de primeras letras que fundó don Miguel González de Mirabel el 20 de julio de 1732[18], por

«…el motibo de ser el dicho D. Miguel González de Mirabel, natural de la dicha villa de Miravel y del partido y obispado de ella, y el gran cariño que como tal natural y patricio tenía a sus moradores, y presente la gran necesidad que había, y ay, en la dicha villa de maestro que enseñe la doctrina christiana , a leer, escribir y contar a los niños y niñas della, por componerse toda de vecinos labradores que continuamente handan en el campo ocupados en el cultibo de sus haciendas y labores, comunicó a mí el otorgante barias veces, deseaba y hera su ánimo instituir, dotar y fundar en dicha villa, una escuela por no la haver con situación fija, para aliviar en parte a los padres de la grande obligación que tienen de enseñar a sus hijos la doctrina christiana, leer y escribir y contar, para mejor saver servir a Dios«

En su carta de fundación, dicho Miguel González de Mirabel, señala todos los aspectos educativos que deberían regir dicha escuela, aspectos que podemos tomar como ejemplo para estudiar cualquiera de las escuela de primeras letras que se fundaron en la provincia, además de señalar que la enseñanza era gratuita para los vecinos y parientes de dicha villa

«…sin llevar por ello a los vecinos de dicha villa interés alguno, y sólo le podrá llevar a los forasteros que fueren de pueblo de donde no tengan pariente alguno en dicha villa, que teniéndole se ha de regular como a los vecinos y naturales de ella, y a los forasteros que no tengan parientes en dicha villa los podrá llevar el interés que ajustase por su enseñanza con los padres o personas que cuidasen de ellos.»

Los maestros de escribir y contar debían de estar hermanados en la Congregación de Maestros de San Casiano y para ejercer su oficio debían de demostrar su suficiencia ante un examinador oficial, pero existían algunos casos en los que no era necesario ser «oficial» para poder desempeñar el oficio de maestro ya que existían numerosas personas que ejercían tal profesión «así en casas particulares como en sus aposentos«, por no hablar de los que en tiempos de crisis «se quedaron sin oficio y se ponen a ser maestros» [Díaz Morante, 1624][19].

La profesión de maestro no era muy gratificante, al menos en el aspecto económico. El conocido refrán de «Pasar más hambre que un maestro de escuela», se hace cruel realidad en nuestra provincia. Los sueldos de los profesores eran parcos y muchas veces dependían de los censos y rentas que originaban alguna de las heredades anexas a la dotación de la escuela, lo que en numerosos casos, los maestros tenían que compatibilizar su profesión con otras actividades suplementarias, aunque en algunas dotaciones, los fundadores señalaban explícitamente que «no tenga (el maestro) oficio que le embarace la puntual observancia y asistencia a los niños y niñas de dicha escuela.» Dicha escasez determina la dificultad para encontrar profesionales. Del total de 270 maestros que practicaban la enseñanza, según el profesor M. Rodríguez Cancho, en Extremadura finales del siglo XVIII, sus salarios oscilaban entre menos de 100 reales anuales y más de 1.5000, si bien estos últimos eran escasos, concretamente siete.

A dichos salarios debemos añadir lo que se entendía como «ajuste» con los padres de los alumnos, así como donaciones particulares, censos que se añadían a la dotación. Sabemos que en el caso de Mirabel se señala dicho ajuste

«Item, que si la renta de esta fundación no fuere suficiente para que se pueda mantener el maestro, y dar la escuela de valde, en este caso y no en otro, se le permita por los patronos porder llevar de cada niño o niña que leyere, un quarto cada semana, y a los que escribiesen y contasen, dos quartos.»

Para nuestra escuela de Mirabel, la elección del maestro debía basarse en las siguientes características, y siempre que a dicha convocatoria asistieran más de uno, primero estarían los familiares del fundador sobre los naturales o forasteros, y primero de estos, los naturales de dicha villa, pero sobre ambos se debería preferir a «sacerdote inteligente ha de preferir al que no lo sea«.

«Iten, que el maestro que así nombrasen dichos patronos, (…) ha de ser cathólico christiano, que no haya cometido crimen lese mayestate, ni haya sido reconciliado ni penitenciado por el Santo Oficio de la Inquisición, ni tenga ninguna raza de judío, mulato ni otra secta.»

Empleo del que podía verse despedido si contraviniese alguna de las reglas que iban reflejadas en dicha dotación si descuidaba su profesión, su casa y rentas o si por algún otro motivo que diese lugar a ser amonestado tres veces.

El ciclo educativo podemos decir que empezaba a saber pronunciar en voz alta un texto, es decir, saber leer. Posteriormente vendría la enseñanza de gramática desglosada en método (sintaxis y reglas) e historia (historia, geografía, mitología, etc.). Pero este tipo de enseñanza pocas veces podríamos encontrarlas en escuelas de primeras letras donde la educación se encaminaba al aprendizaje y dominio de las cinco reglas aritméticas más sencillas como el saber sumar, restar, multiplicar, medio partir y partir por entero, además de saber leer y escribir.

Los profesores contaban para ejercer su profesión con una serie de manuales como el Libro y tratado para enseñar a leer y escribir brevemente de Juan de la Cuesta (Alcalá de Henares, 1589), donde se insistía en la particularidad de dividir al grueso de alumnos en grupos de diez o doce para así facilitar la enseñanza. También contaban con el Arte de escribir de Francisco de Lucas (Madrid, 1577).

Tras el aprendizaje de la lectura se pasaba al arte de escribir, para lo que el maestro se debía de proveer de alfabetos, cartillas y silabarios, a fin de que sus pupilos pronunciasen correctamente letras y sílabas. Sólo se necesitaban los instrumentos más básicos como pluma, tinta y papel, aunque la dotación de útiles de una escuela podría englobar diferentes instrumentos, los cuales podemos conocer gracias al inventario de bienes de Juan de Espinosa (AHPM, Protocolos, Leg. 598)[20], útiles como pliegos de papel, tijeras para cortarlos, pergaminos, reglas y pautas para tirar renglones, compases trazadores, cartillas, cañones para hendir las plumas, y diversos libros de autores clásicos y modernos. En el caso de la dotación de una escuela de primeras letras ya existente en la localidad toledana de la Almoguera, pero que «la que por su poca o ninguna dotación apenas puede mantener un maestro(…) y teniendo presente por una parte los daños o perjuicios que desto naturalmente se originan, y por otra hecho cargo de las validades tan grandes que infaliblemente se seguirán…«, realizada por el obispo de Plasencia don Juan Francisco Manrique de Lara Brabo de Guzmán, donde se señala que el maestro «estará obligado a proveerlos de cartillas y cartones a los que leen, y a los que escriben de tinteros, plumas y papel, y a los de doctrina christiana, de catecismo…«[21]

Un ejemplo de esas cartillas de primeras letras pueden ser las encontradas en la localidad de Losar de la Vera, las cuales servían, atadas y cosidas, como tapas medio sólidas para cerrar los legajos notariales[22]. En ellas se observan las líneas a renglón sobre el papel blanco, líneas que hacían dejando un espacio entre dos reglas de plomo, bien usando una especie de falsilla de líneas de tinta que pondría sobre el papel blanco, bien con una tabla pautada con cuerdas de vihuela.

Hemos hallado ocho cartillas de diferentes alumnos, de las cuales solamente sabemos el nombre de tres de sus propietarios y de sus maestros. La expresión utilizada para finalizar cada plantilla era la misma en todas ellas, por ejemplo «Jesús, María, tú me guías la mano para ser buen escribano. De la mano y forma de Mathías Castaño, siendo el menor discípulo de mi señor, Juan Sánchez Cano«, o la de otro alumno «De la mano y letra de Francisco Rodríguez, siendo el menor discípulo de mi señor Joseph de Yanguas, maestro de niños. Fecha la plana, hoy jueves por la mañana, a ocho de febrero de 1689«.

En todas ellas el número de renglones oscilaba entre cinco, los cuales pertenecían por la forma irregular del trazo de la letra y su tamaño -de tres centímetros y medio de altura en la caja de las mayúsculas y de siete centímetros en su caja total- lo que nos indica que el alumno estaba aprendiendo los trazos de las letras, y las de diez o quince renglones, pertenecientes a alumnos que ya dominaban los trazos con soltura.

El método era muy simple tanto en los principiantes como en los aventajados, consistente en la repetición sistemática de frases renglón tras renglón. Hemos rescatado varias frases, como las de «Ave María, gratia plena» u «O amantísimo«, frases familiares que los alumnos habrían repetido en más de una ocasión en algunos oficios religiosos, hasta frases con otro contenido y mayor complejidad como por ejemplo «En el quarto mandamiento, Señor amonesta y manda que honrremos…«, «En la villa de Madrid a veinte y cinco días del mes de Maio de…» o «Mandaba la regla de los caballeros…«, son algunos de los ejemplos que contienen cada cartilla, ejemplos que eran repetidos en cada folio.

El aprendizaje de la escritura también se facilitaba a través del repaso con tinta más oscura de letras ya escritas en tinta más clara, con la facilidad que suponía para el alumno el aprender el trazo repasándolo con su pluma. En uno de estos casos, tenemos la curiosa corrección que le hizo el maestro «Bernardo Gómez, enmienda, repasa letras de porque sino, palmetas«. Clara alusión al método de enseñanza tradicional que ha venido imperando hasta nuestros días, en el cual la amenaza del castigo a infringir le sería de suficiente motivación al alumno para aprender. La utilización de métodos o de útiles de castigo como el empleo de palmatorias o varas de olivo viene refrendado por esta advertencia del maestro al alumno.

Este tipo de enseñanza a través de cartillas que utilizaban viejos papeles o aprovechaban cualquier papel que ya hubiera sido escrito, contrasta con la idea que el pedagogo De Vives propone en su De tradentis disciplinis donde recomendaba a sus alumnos que tuvieran un cartapacio de papel blanco dividido en diversas secciones que recogieran todo el saber que había ido adquiriendo a lo largo de su período de enseñanza.

Volviendo a nuestra escuela de Mirabel, también se puede dilucidar que la enseñanza mixta era algo normal en localidades donde la ausencia de maestros obligaba a una enseñanza conjunta. Sabemos que en toda Extremadura, el número de escuelas mixtas era muy reducido, concretamente de 40 escuelas, un 14,7% del total de escuelas, y aun así muy superior al de escuelas de niñas, lo que nos afirma en nuestra opinión. En nuestra escuela se señala

«Item, que respecto de haber enseñar niños y niñas, los tenga con separación a los unos de los otros, y a los de escribir de los de leer, para su mayor quietud y no embaracen los unos con los otros.»

Igualmente también se estipulaba el horario escolar, fijado no por las necesidades escolares de enseñanza sino por las estaciones y temporadas de trabajo en el campo

«… cualquier que quisiese asistir a ella, tres horas por la mañana y tres por la tarde, todos los días de trabajo en tiempo de invierno desde las ocho de la mañana hasta las once de ella y desde las dos de la tarde hasta las cinco, y en tiempo de verano desde las siete de la mañana hasta las diez y desde las tres de la tarde hasta las seis.»

Además, la necesidad de la enseñanza no recaía solamente sobre el maestro sino que empezaba en el núcleo familiar y se hacía partícipe a toda la comunidad que debería velar sobre la asistencia a clases, ya que en palabras del fundador

«… ruego y encargo a los vecinos y moradores de dicha villa de Miravel que, pues los niños inoran la gran conveniencia que se les sigue en ir a la escuela y continuar en ella, y sus padres lo saben, y que en tiempo de su pupilar hedad no les pueden andar a cosa alguna ni socorrerles sus necesidades, soliciten que sus hijos asistan a dicha escuela para por este medio lograr la mejor crianza para Dios, que es la principal obligación.»

Para finalizar nuestra exposición deberíamos recalcar que los procesos de aprendizaje y enseñanza en los primeros años suponía la entrada al mundo civilizado, el pasaje necesario del mundo de iletrados al del conocimiento. El papel que ha tenido la enseñanza en la historia es tan evidente que su estudio queda validado de por sí. Si a esto añadimos el interés que siempre han despertado en las diferentes líneas de investigación sobre la cultura que están llevando a cabo las diferentes universidades españolas, podemos afirmar sin lugar a dudas que el estudio de la educación en una época tan crucial como en el período moderno es campo más que suficiente para abordar su estudio.

Retomando una representación figurada de las distintas edades del hombre que se conservan del siglo XVI, concretamente aludimos a la estampa grabada para elPentaplon Christianaes Pietatis, obra de Antonio de Horcada (Alcalá de Henares, 1546), podemos ver ese paso al que aludimos, el crecimiento de un niño desde la cuna, dejando los atributos que figuraban la infancia como el estado de la ignorancia, hasta su madurez cumplida, provisto de tintero, pluma y libro.


NOTAS:

[1] M. Santillana Pérez: Estado de la instrucción pública en la diócesis de Coria a comienzos del siglo XIX, en Norba 11-12, Cáceres, 1991-92, Pp.249-260.

[3] J. Lage: Edición e Introduccióna G.M. de Jovellanos: Espectáculos y diversiones públicas. Informe sobre la Ley Agraria. Ed. Cátedra. Madrid. 1977. P. 36

[5] A.H.P.C. Protocolos Leg. 1874

[7] F. Bouza Álvarez: Del escribano a la biblioteca. La civilización escrita europea en la alta Edad Moderna (siglos XV-XVII). Ed. Síntesis. Madrid. 1992. Pag. 50.

[9] F. Bouza Álvarez: Op. cit., p. 50.

[11] R. Sánchez Rubio: La emigración Extremaña al Nuevo Mundo. Exclusiones voluntariasy forzosas de un pueblo perfiférico en el siglo XVI. Madrid. Siruela. 1993. Pág.205.

[13] M. Rodríguez Cancho: Caracteres educativos en Extremadura a finales del siglo XVIII, en Homenaje a Pedro Sáinz Rodríguez, Tomo III, Pp. 577-589.

[15] J. Martínez Quesada: Extremadura en el siglo XVIII. Partido de Cáceres. Obra cultural de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Cáceres. Cáceres. 1965. Pag. 115.

[17] A.H.P.C. Protocolos. Leg.1873.

[19] F. Bouza Álvarez: Op. cit., p.51.

[21] A.H.P.C. Protocolos. Leg. 908, folio 26.

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