Oct 312013
 

Teodoro Agustín López  López.

Introducción

El presente trabajo intenta ser una modesta aportación a la rehabilitación del culto a los Santos Patronos de Cádiz, Mérida y Arroyo de San Serván en Badajoz, vista a lo largo de los tiempos y desde un marco eclesiástico determinado:  la espiritualidad litúrgica.

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Oct 302013
 

Antonio Manuel Barragán Lancharro.

Licenciado en Historia

 

I. INTRODUCCIÓN.

Todavía no está suficientemente estudiada la actividad minera en la provincia de Badajoz desde mediados del siglo XIX hasta las primeras décadas del siglo XX. El Estado liberal puso a punto una legislación minera a partir de 1849. Esta normalización supuso en gran medida una auténtica desamortización del subsuelo español. Y es que la minería incluía además un desarrollo de las actividades industriales y era además un beneficio para el Tesoro Público en cuanto a la percepción de tasas e impuestos.

            La Ley de 11 de abril de 1849, y su correspondiente reglamento -promulgado el 31 de julio de ese mismo año- reguló todos los trabajos mineros. La importancia de estas normas legales radicaba en las facilidades que ofrecían para las prospecciones y en la concesión de licencias de explotación. Este permiso se asignaba por tiempo ilimitado mientras que su concesionario cumpliera con sus obligaciones económicas con el Estado.

            Años después, fue sustituida por la Ley de Bases de 29 de diciembre de 1868. Básicamente recogía el mismo espíritu de la precedente norma. Especialmente se subsanaron los errores de la anterior, y se completaron las lagunas legales que no fueron contempladas por el Ministro Juan Bravo Murillo cuando en 1849 confeccionó la Ley de la Minería del Reino. La Ley de Bases de 1868 se encontraba aún vigente a principios del siglo XX. Sin embargo, fue en esta época cuando entró en vigor el Reglamento General Interino para el Régimen de la Minería de 17 de abril de 1903.

II. EL POTENCIAL MINERO DEL SUR DE EXTREMADURA, Y EL “BOOM” MINERO A COMIENZOS DEL SIGLO XX.

            Desde que fue promulgada la Ley de 1849 fueron diversas las prospecciones llevadas a cabo en el suroeste de la provincia de Badajoz, e incluso en otras parte muy localizadas de ese distrito. En aquella época no se disponía de estudios sobre el suelo, pues estas investigaciones son relativamente actuales. En aquella época se guiaban mediante la información recogidas en obras como el Diccionario de Pascual Madoz. En 1966 el Instituto Geológico y Minero de España decidió estudiar, dentro del Programa Sectorial del Hierro, la reserva de hierro del suroeste. Aquélla abarcaba la mayor parte de la provincia de Badajoz, norte de la de Huelva y Sevilla, y un pequeño foco de Córdoba.

            Estas mineralizaciones de hierro fueron las fundamentalmente explotadas en esa época. Los afloramientos carboníferos y de otros minerales fueron más secundarios. En cuanto a los filones férricos, éstos tienen una estrecha relación con las “zonas de contacto de rocas graníticas intermedias y horizontes carbonatados cámbricos, situándose en la zona de skán o en las mismas calizas, e incluso dentro de la roca ígnea”[1].

            La reserva del suroeste o Zona IV ha sido la que más atención ha recibido, y por esta razón ha sido minuciosamente investigada. Uno de los procedimientos empleados ha sido el vuelo aeromagnético. Este medio localizó una serie de anomalías en esa zona que abarcaba desde Alburquerque hasta el sur de Extremadura. Después se llevaron a cabo unas pesquisas más pormenorizadas a nivel del suelo. Estas averiguaciones no eran más que el reflejo de una riqueza que había sido deficientemente explotadas a finales del siglo XIX y principios del XX.

            Estas modestas explotaciones proliferaron por la demanda del mercado. Así, en los años que van desde 1900 hasta 1910 la demanda de hierro y carbón supuso un alza en los precios finales de estos productos. Este comercio de metales era asimismo estimulado por la MZA (la compañía de ferrocarriles Madrid-Zaragoza-Alicante). Esta empresa poseía las minas de La Reunión, cercanas a Sevilla. Este punto pudo atraer la producción de hierro de su zona de influencia, incluida la provincia de Badajoz.

            Esto provocó una oleada de prospecciones entre 1901 y 1910 sin precedentes. Ya en los años anteriores también se ha detectado numerosas exploraciones. En la década siguiente de 1911 a 1920 los reconocimientos cayeron en picado como muestra el número de concesiones que se hicieron. Según el Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, entre 1901 hasta 1910 se registraron en el Distrito Minero más de dos mil licencias mineras. En la década siguiente éstas se redujeron hasta la mitad. Ello significó una ralentización de esa actividad y una localización de la misma en varios focos (Fregenal-Jerez, Azuaga o Castuera).

III. ANTECEDENTES MINEROS EN EL TÉRMINO DE MONESTERIO.

            La actividad minera tenía destacados antecedentes en las tierras jurisdiccionales de esa localidad. Pascual Madoz señaló la explotación de filones de metales preciosos en el siglo XVI[2]. Sin embargo, es a partir de las medidas legislativas de 1849 cuando empezaron a explotarse modestos yacimientos mineros de forma sistemática. La pujanza de esta actividad había generado una incipiente industria en la misma localidad. Así, se construyó en esos años una fábrica de fundición y horno de tejas, en el sitio del “Llano de la Fuente del Tejar”, en el ejido de la población[3].

Primeramente estas instalaciones eran propiedad de la empresa minera “Sacra Familia”, más tarde pasó a la propiedad de Tomás de Soto y Freire. Estas infraestructuras tenían el inconveniente de estar construidas sobre terrenos de la pertenencia del Ayuntamiento. Por esa razón, hacia 1851 solicitó la titularidad del suelo ante el Gobernador Civil de la provincia, que inició un expediente y que lo continuó la municipalidad. Así, se sacó a subasta las tres cuartillas o 4.875 metros cuadrados de extensión de la metalurgia y su entorno. Finalmente, y tras rematarse el terreno a favor de Cristóbal Sayago Naranjo, éste se lo traspasó a Tomás de Soto[4].

Asimismo, Tomás de Soto[5] formó parte de una de las dos empresas mineras que en la década de 1850 existieron en Monesterio. El 24 de marzo de 1854 constituyeron la “Sociedad Minera de los Templarios” el mencionado Soto, y sus convecinos Juan Álvarez de Aguado, el médico Santiago García González, Manuel Sayago Naranjo, José de Alba y Manuel Navarro. Esta empresa cedió los registros mineros denominados “Virgen de las Candelas” y “Virgen del Rosario” a la “Empresa Minera Itálica”, de Sevilla. Finalmente se refundió esa compañía local con la sevillana, que poseía las minas “Ambiciosa” y “Pureza” en la “Dehesa del Águila”. El documento de la cesión dice lo siguiente:

“En la villa de Monesterio a diez y ocho de junio de mil ochocientos cincuenta y cinco, ante mí el infrascrito escribano de estos, notario de reynos únicos en ella, y secretario de su Ayuntamiento, y testigos que se contendrán, parecieron presentes don Tomás de Soto y Freire, natural de La Coruña, don Juan Álvarez Aguado, natural de Villafranca, don Santiago García y González, natural de Aracena, Manuel Sayago Naranjo, don José de Alba y don Manuel Navarro, naturales de esta villa, y todos vecinos de esta villa, a quienes doy fe conozco, y dijeron que siendo los comparecientes los que en la actualidad componen la ‘Sociedad Minera de los Templarios’, establecida en esta villa, creada por escritura otorgada al efecto en veinte y cuatro de marzo de mil ochocientos cincuenta y cuatro, la cual aparecen nueve socios primitivos y diez participaciones representadas en el día tres por don Tomás de Soto, don por don Álvarez Aguado, dos por Manuel Sayago Naranjo, y una por cada uno de los tres restantes, Alba, Navarro y García, a cuya sociedad pertenecen dos registros de minas de plomos argentífero, uno conocido con el nombre de ‘Virgen del Rosario’, y otra con el de ‘Virgen de las Candelas’, situados en la cerca de Valde propiedad de don José Jiménez, vecino y natural de la misma; y teniendo verificado en contrato con la empresa minera Itálica, existente en la ciudad de Sevilla, de la que es Presidente don Ángel de Ayala, a cuya empresa representa el don Santiago García y González como administrador de ella, el que ha presentado la autorización debida por la extensión de esta escritura en la vía y forma que más haya lugar en derecho, otorgan y declaran por unanimidad que dan y ceden los antedichos dos registros, uno de ‘Las Candelas’ y ‘Virgen del Rosario’ a la referida ‘Empresa Minera Itálica’, para que refundiéndose las dos Sociedades en la Itálica, con los dos registros que le ceden, y los dos que ante tenía los conocidos con los nombres de ‘La Pureza’ y ‘La Ambiciosa’ en la ‘Dehesa del Águila’, continuando constituida la ‘Sociedad Itálica’ con las ciento cincuenta acciones de pago que hoy tiene, y de veintiséis de [ilegible] que  se sacan a favor de los cedentes, sólo que las tiene, o sea, una de cada participe percibirá los dividendos desde el primero que le reporta por la Sociedad y las otras trece luego que la empresa se reembolse de los gastos que lo hagan desde hoy, día de la fecha en que tiene lugar la cesión y luego se haya reembolsado la Sociedad las [ilegible] tres, continuarán en su consecuencia que en los cuatro registros, ‘Candelas’, ‘Rosario’, ‘Pureza’ y ‘Ambiciosa’ que constituyen en lo sucesivo la nueva sociedad conocida con el nombre de ‘Itálica’ comunes los derechos entre los socios que componen ‘Los Templarios’ y ‘La Itálica’ en la forma que en esta escritura se expresa, haciéndose presente además que seis de las veintiséis acciones amparadas son dos concedidas a don José Jiménez, dueño de la tierra, a quien se indemnizará de los daños y perjuicios que se le hagan en la finca, sin perjuicio de las otras dos acciones que se concedieron por unanimidad el derecho [ilegible], dos de José Ambrona y dos de Antonio Ambrona ofrecieron los descavadores [sic]; cuyas acciones las tiene concedidas por la condición segunda de la escritura de la constitución de la Sociedad ya referida de ‘Los Templarios’; y para cumplimiento de este contrato otorgan la presente, haciendo entrega en el acto al don Santiago García y González, representante de ‘La Itálica’ de los certificados de registros, el uno expedido a favor del Manuel Sayago Naranjo por el Sr. Gobernador de Provincia en primero de abril del año próximo pasado con el nombre de ‘Virgen del Rosario’, y otro a favor de don Manuel Navarro, con el de ‘Virgen de las Candelas’ en igual fecha, entregándole además los respectivos recibos de la Depositaria del dicho Gobierno de los doscientos reales por el reconocimiento preliminar, y demarcación de la mina…”.

La otra empresa minera de Monesterio se llamaba “La Alianza”, y explotaba la concesión minera denominada “Los Templarios”, en el sitio de “Los Bordoneros”. Solamente se conoce la identidad del presidente. Era el farmacéutico Vicente Grau. No se ha localizado tampoco su escritura constitucional, sin embargo se sabe fehacientemente que tenía anejo un reglamento de organización y funcionamiento[6]. En esos años, una compañía de extracción de Sevilla se hizo con el registro de unas minas de galena argentífera en la “Dehesa del Águila”[7] Esta zona minera era compartida con el término municipal de Montemolín[8], y estaba junto al camino que conduce a la Aldea de Pallares.

En los años sucesivos se hicieron más búsquedas en el término municipal. Estas operaciones dieron lugar a modestas explotaciones de filones metálicos diversos. Así,  hacia 1854 se legalizaron las concesiones de las minas mencionadas por Pascual Madoz en su Diccionario, tales como las de plomo de “Valdezahurdas”, y una de oro y cobre en el “Puerto de las Herrerías”. También en ese año comenzó a explorarse la zona de “Aguablanca”. De ésta se extrae níquel y es actualmente la más importante cuenca minera de Extremadura. En esta época el terreno de “Aguablanca” era propiedad de las “Cinco Villas Hermanas”[9], una comunidad de tierras de usos comunales pertenecientes a los municipios de Monesterio, Montemolín, Calzadilla de los Barros, Medina de las Torres y Fuente de Cantos.

También se empezó en esta época la exploración de una zona de minas que también tendrá algún protagonismo hacia 1900. Este era sitio de “El Robledillo”, “Tambor” o “Viñuela”. En este caso se descubrió un filón de carbón de piedra que recibió el nombre de “San José” y la concesión se hizo a nombre de Gabriel Bogeat[10]. Otra mina de este mismo mineral fue descubierta por Bogeat en el sitio conocido por “Las Navas” o “La Hoya Vaquera”[11], otra zona potencialmente minera de gran importancia a partir de 1900. Gabriel Bogeat exploró en busca de carbón mineral en el término municipal de Monesterio hasta la década de 1870. La última concesión que se le concedió se fechó el 19 de abril de 1875. La llamó “La Favorita” y la descubrió en la zona conocida por “El Meadero”[12], y era lindante con el antiguo camino real o “Camino de la Plata”, y dos kilómetros de la localidad. De otras minas de las que se tienen noticias, aquéllas quedan relacionadas en la siguiente tabla.

 

NOMBRE DE LA MINA

REPRESENTANTE EN BADAJOZ

PROPIETARIO

B. O. PROVINCIA BADAJOZ

“San Antonio” Cayetano Pulido Luis Chacón 19 de marzo de 1860
“Hernán Cortés” Juan de Dios Martínez Gregorio Pardo 19 de marzo de 1860
“García de Paredes” Juan de Dios Martínez Wenceslao Tuisido 19 de marzo de 1860
“Abenhumeya” Juan de Dios Martínez Ramón Cerrudo 19 de marzo de 1860
“Mina Pizarro” Juan de Dios Martínez Martín Labandera 19 de marzo de 1860
“Padre de Pecadores” Tadeo María Moruno Juan Leandro Campos 19 de marzo de 1860
“San Antonio” Juan de Dios Martínez Gregorio Prado 19 de marzo de 1860
“Imagen de los Remedios” Benito García Juan Garrón 19 de marzo de 1860
“Mina del Carmen” Benito García Juan Garrón 19 de marzo de 1860
“Mina del Moro Antonio Garrón Antonio Garrón 19 de marzo de 1860
“Ntra. Sra. del Rosario” Luis García Antonio Jara 19 de marzo de 1860
“La Georgiana” Domingo María Ruiz Gabriel Rogert 19 de marzo de 1860
“Mina Resca” Antonio Algaba Antonio Algaba 19 de marzo de 1860
“San Sebastián” Guillermo Werton 4 de febrero de 1879
“Taramona” Guillermo Werton 4 de febrero de 1879
“La Poderosa” Gabriel Bogeat 4 de febrero de 1879
“San Jorge” Guillermo Werton 5 de febrero de 1879
“Abundancia” Manuel del Corral 5 de febrero de 1879

 

IV. EL MARCO LEGAL MINERO HACIA 1900.

            A principios del siglo XX imperaba aún la legislación provisional mineras del Sexenio Democrático. La norma vigente entonces era la llamada “Bases generales para la nueva legislación de minas”, de 29 de diciembre de 1869, del Ministro de Fomento Manuel Ruiz-Zorrilla. Este marco legal estaba complementado por el “Reglamento general interino para el régimen de la minería”, de 17 de abril de 1903 (Gaceta de Madrid de 22 de abril). Esta normativa, al igual que la legislación precedente de 1849, facilitó grandemente las prospecciones y supuso en gran medida una desamortización del subsuelo. Previo permiso del dueño de la superficie podía realizar estudios sobre el terreno, tal como marcaba el artículo décimo de las bases generales[13].

            La Ley de 1868 clasificaba las sustancias minerales en tres secciones, y solamente el Gobierno concedía para su explotación concesiones de la clasificación tercera. Según el artículo cuarto “se comprenden en la tercera sección los criaderos de sustancias metalíferas, la antracita, huya, lignito, asfalto y betunes, petróleo y aceites minerales, el grafito, las sustancias salinas, comprendiendo las sales alcalinas y terreo alcalinas ya se encuentren en estado sólido, ya disueltas en el agua, la caparrosa, el azufre y las piedras preciosas; debe considerarse que pertenecen también a este grupo las aguas subterráneas”. El artículo noveno precisaba que el registro minero “constituye una propiedad separada de la del suelo, cuando una de ambas deba ser anulada y absorbida por la otra, proceden a la declaración de utilidad pública, la expropiación y la indemnización correspondiente”.

            Cuando la investigación por medio de las calicatas era positiva, el promotor decidía la superficie de terreno necesaria para establecer la concesión. La unidad medida se denominó desde la Ley de 1849 como “pertenencia”. Ésta fue definida por el artículo once como “un sólido de base cuadrada de 100 metros de lado, medidos horizontalmente en la dirección que designe el peticionario, y de profundidad indefinida para estas últimas sustancias”. El mínimo de pertenencias que se podía solicitar era el de cuatro. El terreno que no había sido registrado, o en cambio había caducado la concesión, se denominaba “franco”.

            El trámite administrativo comenzaba en el Gobierno Civil de la Provincia. Ahí se procedía a formalizar la solicitud y a demostrar que el terreno era franco. En esa instancia tenía que hacer constar todos los datos referentes a la localización del terreno y los linderos. La mina era nombrada en este acto; según el artículo octavo del reglamento de 1903 “los Gobernadores, sin ulterior recurso, rechazarán los nombres de los registros que pudieran ser ofensivos malsonantes, considerados moral o civilmente, obligando a los solicitantes a que elijan otros exentos de tales inconvenientes”.

Sacada a información pública el expediente mediante anuncio en el Boletín Oficial de la Provincia, y oídas las reclamaciones si se produjeren, se otorgaba el permiso. El artículo 19º decía expresamente que “las concesiones para la explotación de sustancias minerales son a perpetuidad, mediante un canon anual por hectárea”, y según aquéllas, la tasa difería notablemente. Los permisos expiraban “cuando el dueño deje de satisfacer el importe de un año del canon que le corresponda, y que perseguido por vía de apremio no lo satisfaga en el término de quince días o resulte insolvente”.

            Esta legislación era flexible hacia la actividad minera. Incluso si el concesionario no llegaba a un acuerdo con el dueño de la tierra podía solicitar la utilidad pública y el Gobierno procedería a la expropiación. Así era marcado por el artículo 27:

“Los mineros se concertarán libremente con los dueños de la superficie acerca de extensión que necesiten ocupar para almacenes, talleres, lavaderos, oficinas de beneficio, depósitos de escombros o escorias, instalación, de máquinas, bocaminas, etc. Si no pudieran avenirse ya en cuanto a la extensión ya en cuanto al precio, el dueño de la mina solicitará del Gobierno la aplicación de la ley sobre utilidad pública.

            “En los informes del ingeniero y de la diputación se tendrán en cuenta y se apreciarán como corresponda. Primero, la necesidad de la expropiación. Segundo, las ventajas que por una y otra parte ofrecen, y la explotación de las minas, y el cultivo o explotación del suelo, para poner en claro de este modo cual de ambos intereses debe ser atendido.

            “En todo caso deberá proceder al acto de expropiar la correspondiente indemnización”.

V. LAS MINAS DE MONESTERIO A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX.

            De aquellas explotaciones mineras de los últimos años de la centuria decimonónica, y de los primeros años del siglo XX han quedado algunas huellas. Sobre todo en forma de pozos de cierta profundidad. Muchos son utilizados actualmente para recoger agua. Otros, por carecer de revestimiento de mampostería, se han cegado de forma natural. En la zona minera conocida por “Hoya Vaquera”, a dos kilómetros de Monesterio, y junto a la N-630 ha quedado en pie un antiguo polvorín. Durante la construcción de la “Autovía de la Plata”, los movimientos de tierra para construir el corredor han dejado al descubierto las antiguas escombreras y restos de escorias propios de la actividad extractiva. Estos trabajos presentan la principal característica de poseer un pozo en vertical. Éste atravesaba las vetas metálicas y daba la posibilidad de la construcción de galerías horizontales para aprovechar al máximo los diferentes filones, o para evacuar las aguas subterráneas. 

            La principal mina de esta zona se registró en 1903 con el nombre de “Paquita”. De ésta se extrajo plata. Estaba junto a la antigua carretera de Badajoz a Castilleja de la Cuesta, la actual N-630, a unos pocos metros de la desaparecida caseta del capataz de los peones camineros. Cuando fue abandonada fue conocida por el ‘Pozo de la Mina’, y a ella eran arrojados los animales muertos. Posee una chimenea de mampostería cuadrada de unos sesenta metros de profundidad. A través de aquélla ascendía y descendía un elevador. En el exterior existen restos de pilares que sirvieron para colocar las poleas. Cuando termina las paredes de mampostería continúa la abertura sin aquélla, distribuyéndose a más profundad una serie de galerías.

            Esta era la zona minera más cercana a Monesterio. A principios del siglo XX se registraron en ella una serie de trabajos. Todos correspondían a la explotación del hierro. En 1903, Julián de Castro Ferrero se hizo con una serie de pertenencias mineras en el paraje “El Parque”. Unos años más tarde se registró una mina llamada “Kemi” en el sitio “El Meadero”. Finalmente, en 1907 se registraron 20 pertenencias mineras en el “Cerro de los Zapateros”. En la década de los veinte estos minados quedaron abandonados. Por estar cercanos a un camino vecinal aquéllos generaban un gran peligro. Hacia 1927 desapareció el sacristán de la parroquia, José Antonio Lancharro Bayón, y se creyó que se había tirado al “Pozo de la Mina”. El Ayuntamiento decidió taponar algunas bocaminas[14].

            Otra zona potencialmente minera, y que es la única explotada actualmente es la de “Aguablanca”. También era conocido ese sitio por “La Garranchosa” y “Las Minillas”. La primera concesión se hizo a mediados del siglo XIX para la explotación de un filón de cobre. Sin embargo, entorno a 1900 se ponen de manifiesto permisos para la extracción de mineral de hierro. El terreno era propiedad de Rufino Sayago Muñoz y Tadeo Cantillo Sánchez-Neguillo. El nombre de “Aguablanca” tendría su origen en unos antiguos hornos de cal. Además, desde antiguo existieron trabajos mineros de cobre[15], por esa razón, esta zona era conocido ese paraje por “Sierra de las Minillas”. Hoy en día, esta zona, en la que antaño existieron numerosas minas de hierro, es una cuenca de extracción principal de níquel, aunque también se extraen en menor medida, cobre e incluso plata y platino[16].

            En la orilla del camino que une Monesterio con la localidad de Cala (Huelva) también se hicieron constar algunos registros de extracción de hierro de poca importancia que también ha dejado huellas en forma de pozos. A unos pocos kilómetros de este punto, en la zona conocida por “El Moro” – “La Vicaría” – “Valdelahuesa” – “Herrerías”[17], de la propiedad de Manuel y Rufino Sayago Muñoz, también se registraron algunos minados de hierro. Algunas minas de la “Dehesa del Moro” estaban situada entre los términos de Monesterio y Calera de León[18]. En la zona conocida por “Cerro Bermejo” y “Campofrío” el vecino de Sevilla Juan G. Macdongall hizo solicitud 120 pertenencias mineras de hierro[19]. Sin duda alguna, fue la explotación más importante en esos años. Sólo de este minado se conoce que hubo expediente de expropiación por no haber llegado a un acuerdo con la propietaria del terreno en el que radicaba la mina. Este proceso duró al menos dos años, y se inició en 1908. El primer edicto publicado decía lo siguiente:

“Jefatura de Minas. Distrito de Badajoz. En el expediente de expropiación forzosa por causa de utilidad pública incoado a instancia de D. Juan G. Macdongall, dueño de la mina ‘Abundancia’, núm. 6.240, del término de Monesterio, el señor Gobernador, con fecha de ayer, ha decretado lo siguiente: ‘Solicitada la expropiación forzosa por causa de utilidad pública de parte del terreno comprendido para la mina ‘Abundancia’, sita en la dehesa denominada ‘Cerro Bermejo’ y ‘Campofrío’, en parte de la que fue ‘Dehesa de Calilla’, término de Monesterio, porque el dueño de la superficie no consiente la explotación de referida mina a pesar de haberlo intentando, cumpliendo con lo dispuesto en los artículos 27 del Decreto Ley de 29 de diciembre de 1869, y 84 del Reglamento General para el Régimen de la Minería, de 16 de junio de 1900, se acepta la pretensión entablada. Publíquese este decreto en el periódico oficial y dése traslado del mismo al Ayuntamiento de Monesterio y a dueña del terreno, Dª Filomena Zapata, para que el plazo de ocho días, como ordena el párrafo segundo del artículo 12 de la Ley de Expropiación, produzcan las reclamaciones que crean oportunas’. Lo que se hace saber en este periódico oficial para conocimiento del público interesado. Badajoz, 15 de septiembre de 1908. El Ingeniero Jefe, Ramón Izquierdo”[20].

            El expediente se resolvió en 1910 a favor del concesionario de la mina, pudiendo de esta forma realizar todos los trabajos proyectados[21]. Se expropió unos 10.200 metros cuadrados para poder realizar algunas instalaciones y poder expandir la explotación. En el lugar conocido por “Valdezahurdas” o “Florido” un vecino de Madrid le concedieron unas doce pertenencias de mineral de hierro[22]. Allí se hizo una serie de instalaciones, y por medio de un sumario por robo de materiales de aquéllas, se conoce los enseres que quedaron abandonados en aquellos trabajos:

“Don José Paniagua Porras, Juez de Instrucción del Partido, hago saber que en este Juzgado y con el número cuarenta y dos de este año, se sigue sumario por robo de nueve puertas de dos metros de largo por uno de ancho aproximadamente, tres ventanas de un metro de largo por uno de ancho, tres maderos de cinco metros de largo por ocho centímetro cuadrados, una mesa escritorio de metro y medio de largo por uno de ancho, un catre de alambre, dos sartenes, un royo de alambre grueso de doce a trece metros de largo, varios tornos y persianas, un cronómetro, veintidós chapas de zinc de dos metros de largo por uno de ancho, una barra de hierro de tres metros de largo por cuatro centímetros de grueso y varios objetos más que no se han podido determinar, ocurrido en la mina llamada ‘Enriqueta’, de la casilla que en la misma existe enclavada al sitio llamado ‘Florido’, término de Monesterio, con anterioridad al día seis de marzo anterior, y en providencia de esta fecha se ha acordado se inserte el presente en el Boletín Oficial de esta provincia, y Gaceta de Madrid, para que por la Guardia Civil y demás agentes de la policía judicial se proceda a la busca y rescate de los efectos sustraídos, poniéndolos, caso de ser habidos, a disposición de este Juzgado con la persona o personas en cuyo poder se encuentren, si no acreditan su legítima adquisición, y llamando a la persona que se crea perjudicada comparezca inmediatamente ante este Juzgado para declarar en dicha causa y para hacerle el ofrecimiento de acciones que determina el artículo ciento nueve de la Ley de Enjuiciamiento Criminal. Dado en Fuente de Cantos a veintiuno de abril de mil novecientos diecinueve. José Paniagua. El Secretario, Eusebio Cornago”[23].

            El beneficio más cercano a la localidad lo registró José Sayago Romero en el “Llano del Pilar”, junto a la fábrica electro-harinera “Sayago, Jiménez y Cía” el 19 de agosto de 1907. El anuncio público decía: “Por D. José Sayago Romero, se ha hecho un registro de veintiuna pertenencias mineras de hierro, que con el nombre de ‘La Cruz’, número 6.877, ha descubierto en el sitio ‘Llano del Pilar’, término de Monesterio, y terreno de la propiedad del común de vecinos, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida la pedrera de la fábrica de los Sres. Sayago y Compañía, y desde él se medirán al N 150 metros, al S 150 íd, al O 350 y al E otros 350 íd., las perpendiculares en los extremos de estas líneas formarán de las 21 pertenencias solicitadas”[24]. No fueron sólo estos los únicos minados autorizados en el término de Monesterio. Fueron muchos más. Para completar con más datos aquéllas concesiones, en el apéndice documental, y a continuación, se exponen los anuncios aparecidos en el Boletín Oficial de la Provincia.

APÉNDICE DOCUMENTAL

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 1 de junio de 1897. “[…] Por D. Antonio Sierra, en representación de D. Laureano Giles y Durán, se ha hecho un registro de doce pertenencias mineras de mineral de hierro, que con el nombre de ‘La Pura’, núm. 4.143, ha descubierto en ‘Las Navas de Lupo’, término de Monesterio y terreno de la propiedad de particulares, que linda por Norte con ‘Cerro del Escobar’, por Este con ‘Río Viar’, por Sur y Oeste con tierras del registrador, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida una era en los ‘Calatones de Clavijo’ y desde ella se medirán al Este 200 metros para la primera estaca; al Norte 150 para la segunda; al Oeste 400 para la tercera, al Sur 300 para la cuarta, al Este 400 para la quinta; al Norte 150 metros para llegar a la primera y cerrar el perímetro de las doce pertenencias solicitadas […] Badajoz, 25 de mayo de 1897. El Ingeniero Jefe, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 21 de junio de 1897. “[…] Por D. Antonio Sierra, de esta vecindad, en representación de D. Ramón Bonplata, que lo es de Madrid, se ha hecho un registro de treinta y una pertenencias de mineral de hierro, que con el nombre de ‘Segunda Santa María’, núm. 4.149, ha descubierto en ‘Sierra Traviesa’, término de Monesterio, y terreno de la propiedad de D. Secundino Mateos, que linda por Norte con terrenos de Mateos, por Oeste con otros de Rojo, y por Sur y Este con otros de Infante, verifica la designación siguiente. Se tomará por punto de partida el mismo de la mina ‘San Sinforiano’ y desde él se medirán 250 metros al Norte para la 1ª estaca; desde ésta 250 metros al Oeste para la 2ª, desde ésta 800 metros al Este para la 4ª, desde ésta 800 metros al Norte para la 5ª, y desde ésta 250 metros al Oeste llegando a la 1ª y quedando demarcadas cuarenta pertenencias, que descontadas las nueve de que consta ‘San Sinforiano’ que abarca esta designación, quedan las treinta y una pertenencias solicitadas […] Badajoz, 18 de junio de 1897. El Ingeniero Jefe, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 2 de julio de 1897. “[…] Por D. José Brieva, vecino de esta capital, en representación de D. Antonio María Espada, de Lisboa, se ha hecho un registro de diez y seis pertenencias mineras de hierro, que con el nombre de ‘La Oportunidad’, núm. 4.154, ha descubierto en ‘Sierra Traviesa’, término de Monesterio y terreno de la propiedad de don Secundino Mateos, que linda por Norte con terrenos del mismo, por Oeste con otros de Rojo, y por Sur y Este con otros de Infante, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida el ángulo NE de la mina ‘San Sinforiano’, y desde él se medirán al Norte 100 metros para la primera estaca, de primera a segunda al Oeste 400 metros; de segunda a tercera al Sur 500 metros; de tercera a cuarta al Este 500 metros; y de quinta a primera al Oeste 100 metros, cerrando así el perímetro de las diez y seis pertenencias […] Badajoz, 22 de junio de 1897. El Ingeniero Jefe, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 30 de  noviembre de 1897. “[…] Por D. Antonio Sierra, en representación de Dª Encarnación de Castro y Martín Rayo, vecina de Llerena, se ha hecho un registro de doce pertenencias de mineral de hierro, que con el nombre de ‘La Salvación’, núm. 4.209, ha descubierto en ‘Las Navas de Lupo’, término de Monesterio, y terreno de la propiedad de los Sres. Mateos, que linda por todos rumbos con tierras de los mismos. Verifica la designación siguiente, se tomará por punta de partida una calicata en la cañada de Moreno, a doce metros del camino de Cazalla, y desde ella se medirán al N. 200 metros para la 1ª estaca; al E 100 para la 2ª; al S 400 para la 3ª, al E 200 para llegar a la 1ª, y cerrar el perímetro de las 12 pertenencias solicitadas […] Badajoz, 26 de noviembre de 1897. Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 14 de diciembre de 1897. “[…] Por don Antonio Sierra, de esta vecindad, en representación de doña Encarnación de Castro, que lo es de Llerena, se ha hecho un registro de doce pertenencias de mineral de hierro, que con el nombre de ‘Segunda Salvación’, número 4.272, ha descubierto en la ‘Dehesa de las Navas de Lupo, y ‘Cañada Moreno’, término de Monesterio y terreno de don Santiago Moreno, vecino de Llerena, que linda por Norte, Sur y Este, con terreno de dichos herederos, y por Oeste con propiedad de don José Caballero Pizarro. Verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida una calicata en la “Cañada Moreno”, distante doce metros del camino de Cazalla, y desde él se medirán al Norte doscientos metros 1ª estaca; al Este ciento y 2ª; desde ésta al Oeste, trescientos y la 4ª, desde ésta al Norte, cuatrocientos y la 5ª, y desde ésta al Este, doscientos y la 5ª, y desde ésta al Este, doscientos hasta llegar a la 1ª, quedando cerrado el perímetro que comprende las doce pertenencias solicitadas […] Badajoz, 13 de diciembre de 1897. Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 14 de diciembre de 1897. “Cuerpo Nacional de Ingenieros de Minas. Provincia de Badajoz. Núm. 4.381. Por Decretos del señor Gobernador, fechas 9, 12 y 13 del corriente mes, han sido cancelados los expedientes de las minas ‘Segunda Santa María’, nº 4.149, del término de Monesterio […] Badajoz, 13 de diciembre de 1897”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 9 de febrero de 1898. “[…] Por D. Juan Paes de Sousa Andrade, vecino de Lisboa, con residencia accidental en esta ciudad, se ha hecho un registro de veinte pertenencia mineras de mineral de hierro que con el nombre de ‘Rosario’, número 4.294, ha descubierto en el ‘Cerro Romeral’, término de Monesterio, y terreno de la propiedad de la viuda de Toribio Ruiz [erróneo: Rodríguez], que linda por Norte y Sur con terrenos de la misma, por Este con los de Bernardo Garrote, y ‘Sierra Culebrín’, y por Oeste con herederos de José Jiménez y ‘Cerro de los Carricos’. Verifica la designación siguiente: se tendrá por punto de partida un mojón en dicho ‘Cerro del Romeral’, que se determina por tres visuales, una a la Ermita de Tudía a los 25º, otra al cortijo de José Jiménez a los 319º, y otra al Cortijo de Bernardo Garrote a los 40º 500 metros; a los 219º, 500 metros; a los 310º, 100 metros; a los 131º, 100 metros. Las perpendiculares en los extremos de esta líneas determinan el perímetro de las veinte pertenencias mineras solicitadas […] Badajoz, 2 de febrero de 1898. Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 9 de febrero de 1898. “[…] Por D. Juan Paes de Sousa Andrade, vecino de Lisboa, con residencia accidental en esta Ciudad, se ha hecho un registro de veinte pertenencias de mineral de hierro, que con el nombre de ‘San Antonio’, núm. 4.295, ha descubierto en el ‘Cerro Agua Blanca’, término de Monesterio, y terreno de la propiedad de Rufino Sayago, que linda por Norte, Sur y Oeste con terreno de Cantillo, verifica la siguiente designación siguiente. Se tendrá por punto de partida, uno situado en dicho ‘Cerro de Agua Blanca’, a 20 metros de un horno de cal, y del arroyo que determina por tres visuales, una al cortijo de Sayago a los 297º, otra a la chimenea de la casa de Cantillo a los 22º, y otra a la Iglesia de Santa Olalla a los 135º, y desde él se medirán a los 56º 500 metros, a los 236º 500 metros, a los 148º 100 metros, y a los 328º 100 metros. Las perpendiculares en los extremos de estas líneas determinan el perímetro de las veinte pertenencias solicitadas […] Badajoz, 2 de febrero de 1898. Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 18 de enero de 1901. “[…] Por D. Eugenio Serrano, vecino de esta capital, en nombre de D. Celestino González Bulzá, se ha hecho un registro de veinticuatro pertenencia mineras, de mineral de hierro, que con el nombre de ‘Dificultad’, número 5.303, ha descubierto en ‘Dehesa de la Taramona’, término de Monesterio, y terreno de la propiedad de doña Cristina Carrascal, vecina de Fuente de Cantos, que linda por todos los rumbos con terreno de la misma señora, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida uno en el regato y donde desemboca el minado en dicho regato llamado ‘Bodión’, y desde aquí se medirán al S 25º E 100 metros y se pondrá la primera estaca, de ésta al E 25º N 6.000, y la segunda; de ésta al N 25º O 200 y la tercera; de ésta al O 25 S 1.200 y la cuarta; de ésta al S 25º E 200 y la quinta, de ésta al E 25º N 60º y la primera, quedando cerrado el perímetro […] Badajoz, 16 de enero de 1901. Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 19 de febrero de 1901. “[…] Por D. Manuel Torrótegui Jáuregui, vecino de Sevilla, se ha hecho un registro de treinta y seis pertenencias de mineral de hierro, que con el nombre de ‘María’, número 5.345, ha descubierto en Valderrascón, término de Monesterio, y terreno de la propiedad de doña Nieves y doña Manuela Jiménez, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto medio una zanja abierta al N de una casa en ruinas, y desde éste punto en dirección E 35º S se medirán 100 metros y se pondrán la estaca auxiliar; desde ésta en dirección N 35º E se medirán 600, y en dirección opuesta otros 600; y desde la misma estaca auxiliar y en dirección E 35º S se medirán 150 y en dirección opuesta otros 150, formando así estas líneas los ejes del rectángulo que comprende las treinta y seis pertenencias solicitadas […] Badajoz, 15 de febrero de 1901. Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 19 de febrero de 1901. “[…] Por D. Manuel Torrótegui Jáuregui, vecino de Sevilla, se ha hecho un registro de veinticuatro pertenencias de mineral de hierro, que con el nombre de ‘Enriqueta’, número 5.344, ha descubierto en ‘Bajondo’, término de Monesterio, y terreno de D. Francisco Gallego y otros, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida una calicata de 0,75 metros de profundidad en terreno de D. Francisco Gallego, que dista unos 12 metros al N del ‘Arroyo Bajondo’, desde este punto, y en dirección N se medirán 50 metros y se pondrá una estaca auxiliar, desde ésta y en dirección E se medirán 600 al O 100 al N y 100 al S los ejes de un rectángulo que formarán estas líneas […] Badajoz, 15 de febrero de 1901. Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 23 de marzo de 1901. “Ramón Izquierdo y Rubio, Ingeniero Jefe del Distrito Minero de Badajoz, hago saber que por D. Salomón Jiménez y Cadenas, Subdirector del Banco de Andalucía, y vecino de Sevilla, se ha hecho un registro de treinta y seis pertenencias mineras de hierro, que con el nombre de ‘Amadeo’, número 5.411, ha descubierto en el paraje llamado ‘El Robledillo’, término de Monesterio, y terreno de la propiedad de D. Vicente Hernández, D. Manuel Conejo y otros. Será punto de partida una calicata practicada en la orilla izquierda del camino de Cala, yendo hacia dicho pueblo […] Badajoz, 22 de marzo de 1901, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 25 de marzo de 1901. “[…] Por D. Ernesto Ortiz Pérez, vecino de esta capital, se ha hecho un registro de doce pertenencias de hierro, que con el nombre de ‘La Minilla’, núm. 5.413, ha descubierto en el cerro denominado ‘Minilla’, término de Monesterio y terreno de la propiedad de D. Tadeo Cantillo, verifica la designación siguiente. Se tendrán por punto de partida una labor que existe en el sitio denominado ´La Minilla’, desde dicho punto se medirán en dirección al N 400 metros, que lindan con el cerro llamado ‘Bajondo’, desde el mismo punto de partida y en dirección al S 600 metros, que lindan al S con la Dehesa de Santa Olalla; desde el mismo punto de partida al E se medirán 300 metros, que lindan al E con el ‘Cerro de las Casas’, y desde este punto al O 300 metros, que lindan por el O con ‘La Resbaladera’, quedando cerrado el perímetro de las doce pertenencia solicitadas […] Badajoz, 22 de febrero [sic, marzo] de 1901. Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 29 de marzo de 1901. “[…] Por D. Ernesto Ortiz Pérez, vecino de esta capital, se ha hecho un registro de doce pertenencias de hierro, que con el nombre de ‘Las Caras’, núm. 5.416, ha descubierto en el paraje llamado ‘Las Caras’, término de Monesterio, y terreno de la propiedad de D. Rufino Sayago, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida una labor empezada; desde dicho punto de partida y en dirección al S se medirán 300 metros, que lindan al S con el ‘Barranco del Rodeo’, desde el mismo punto de partida al E se medirán 200 metros, que lindan por el E, término de Real de la Jara, y desde el punto de partida al O se medirán 250 metros, que lindan por O con ‘Santa Marta’, quedando cerrado el perímetro de las doce pertenencias solicitadas […] Badajoz, 22 de marzo de 1901, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 26 de abril de 1901. “[…] Por D. Manuel Fernández Mauricio, agente de negocios, vecino de esta ciudad, se ha hecho un registro de doce pertenencias mineras de piritas arsenical, que con el nombre de ‘La Deseada’, núm. 5.489, ha descubierto en la ‘Dehesa del Moro’, término de Monesterio, y terreno de la propiedad de D. Manuel y D. Rufino Sayago, que linda por todos puntos con terrenos de dichos señores, verifica la designación siguiente. Se tendrá como punto de partida una pequeña calicata antigua que se encuentra de dos pequeños declives en la afluencia, que unidos bajan al ‘Arroyo del Castillo’, y desde dicho punto se medirán con rumbo al N 500 metros, y se colocará la primera estaca, de ésta al E 200, y la segunda, de ésta, al Mediodía, 1.000, y la tercera, de ésta al O 400, y la cuarta, de ésta a N 1.000 y la quinta, y desde ésta al punto de partida se medirán 200 metros, quedando así cerrado el perímetro […] Badajoz, 24 de abril de 1901, Ricardo Rúa Figueroa”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 29 de abril de 1901. “[…] Por D. Alberto Wilquens, natural de Alemania, y vecino de Sevilla, se ha hecho un registro de doce pertenencias de piritas de hierro, que con el nombre de ‘San Benito’, núm. 5.492, ha descubierto en ‘San Benito’, término de Monesterio, y terreno de la propiedad de D. Manuel Sayago, que linda por todos rumbos con terreno franco, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida un mojón de piedra colocado por encima de la parte más elevada de la boca de una galería antigua que tiene sobre dos metros de longitud, y se encuentra al lado de un regajo, y desde dicho punto se medirán con rumbo al N 300 metros, y se colocará la primera estaca; de ésta al E 135, y la segunda; de ésta al S 600, y la tercera, de ésta al O 200, y cuarta, de ésta al N 600, y la quinta, y desde ésta 65 metros, quedando cerrado el rectángulo de las doce pertenencias […] Badajoz, 27 de abril de 1901, Ricardo Rúa Figueroa”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 25 de mayo de 1901. “[…] Por D. Rafael Ariza y Echarerreta, Ingeniero de Minas y vecino de Mondragón (Guipúzcoa) se ha hecho un registro de veinticuatro pertenencia mineras de hierro, que con el nombre de ‘Natividad’, núm. 5.561, ha descubierto en el sitio de ‘Guijarro Blanco’, término de Monesterio, y terreno de la propiedad de don Manuel Sayago […] Badajoz, 24 de mayo de 1901, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 25 de mayo de 1901. “[…] Por D. Rafael Ariza y Echarerreta, Ingeniero de Minas y vecino de Mondragón (Guipúzcoa) se ha hecho un registro de treinta pertenencias de hierro, que con el nombre de ‘Brígida’, núm. 5.562, ha descubierto en el sitio ‘Las Herrerías’ y ‘Colmenarejo’, término de Monesterio y terreno de la propiedad de D. Manuel Sayago, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida una labor antigua situada a unos 150 metros por debajo del camino de Monesterio a Cala; desde este punto de partida, y en dirección N 25º E se medirán 500 metros, en sentido opuesto, o sea, al S 25º O, se medirán 500 metros, desde el mismo punto de partida, y en dirección E 25º se medirán 150 metros con lo cual quedan determinado los ejes del rectángulo de las treinta pertenencias solicitadas […] Badajoz, 24 de mayo de 1901, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 25 de mayo de 1901. “[…] Por D. Rafael Ariza y Echarerreta, Ingeniero de Minas y vecino de Mondragón (Guipúzcoa) se ha hecho un registro de doce pertenencias mineras de hierro, que con el nombre de ‘Segunda Carmen’, número 5.563, ha descubierto en el sitio ‘Arroyo del Moro’, término de Monesterio y Calera de León, y terreno de la propiedad de D. Manuel Sayago, verifica la designación siguiente. Se tomará por punto de partida el mismo de la mina ‘Carmen’, o sea, el centro de una calicata hundida al E de una trinchera en que hay empezado un socavón, y distante unos cinco metros del ‘Arroyo del Moro’, desde este punto se medirán al S 50 metros, y se podrá la primera estaca; de ésta al S se medirán 100 metros, y se pondrá la segunda, de ésta al E 800, y la tercera; y ésta al N 300 y la cuarta; de ésta al O 200, y la sexta; y de ésta al O 600, con lo que se cerrará sobre la primera estaca el perímetro […] Badajoz, 24 de mayo de 1901, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 6 de septiembre de 1901. “Careciendo de representantes en esta capital los interesados en los registros mineros que abajo se expresan, se publica este anuncio en el Boletín Oficial para que llegue a conocimiento de los registradores los días en que tendrá lugar la demarcación de los mismos. Núm. 5.313, ‘Carmen’, término de Monesterio, del 4 al 11 de septiembre. Núm. 5.314, ‘Enriqueta’, término de Monesterio, del 6 de 13 de septiembre. Núm. 5.345, término de Monesterio, del 7 al 14 de septiembre […] Badajoz, 4 de septiembre de 1901. El Ingeniero Jefe, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 31 de marzo de 1902. “Por Decreto del señor Gobernador, fecha 26 del corriente, ha sido declarado franco y registrable el terreno de las minas ‘La Minilla’, núm. 5.413; ‘Bajondo’, núm. 5.415; ‘Las Caras’, 5.416 […] todas de Ernesto Ortiz Pérez, por no haber presentado en el plazo legal el papel de pagos al Estado correspondiente. Badajoz, 29 de marzo de 1902. El Ingeniero Jefe, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 24 de febrero de 1903. “[…] Por D. Alberto Vilckens, vecino de Sevilla, se ha hecho un registro de dieciocho pertenencias mineras de hierro, que con el nombre de ‘San Benito 2’, número 6.217, ha descubierto en el paraje ‘Cerro de San Benito’, término de Monesterio, y terreno de la propiedad de D. Manuel y D. Rufino Sayago, que linda por N, S y O con terreno franco, y al E con la mina ‘San Benito, número 5.492 verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida la estaca número 5 de la mina ‘San Benito’, desde él se medirán 200 metros al E, 1ª estaca que lo es a la vez estaca número 2 de ‘San Benito’, desde ésta 200 metros al N y 2ª estaca, desde ésta 300 íd., al O 3ª id.; desde 3ª 1.000 íd., al S 4ª íd.; íd. 4ª 300 íd. al 5ª 200 íd. al N 6ª íd., que es a la vez estaca núm. 3 de la mina ‘San Benito’; de 6ª 200 metros al O y 7ª que es a la vez estaca número 4 de la mina ‘San Benito’, de 7ª 600 metros al punto de partida […] Badajoz, 18 de febrero de 1903. E. Navarro”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 6 de marzo de 1903. “Por Decreto del señor Gobernador fecha 3 de marzo ha sido declarado franco y registrable el terreno de las minas siguientes, renunciadas por sus dueños. ‘Carmen’, número 5.343 […] de Calera de León; ‘Enriqueta’ 5.344, ‘María’ 5.345, ‘Amadeo’ 5.411 del término de Monesterio […] Badajoz, 4 de marzo de 1903, El Ingeniero Jefe, Ramón Izquierdo.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 21 de abril de 1903. “[…] Por D. Carlos de Thena, vecino de Villagarcía, se ha hecho un registro de veinticinco pertenencias mineras de hierro que con el nombre de ‘Calvario’, núm. 6.254, ha descubierto en el sitio ‘Garranchosa’, término de Monesterio y terreno de la propiedad de los herederos de don Rafael Fernández, verifica la siguiente demarcación. Se tendrá por punto de partida el alto del ‘Cerro del Gamito’, y desde dicho punto de partida se medirán al N 250 metros 1ª estaca; de ésta al E 250 íd 2ª estaca; al S 500 id 3ª id; al O 500 id 4ª íd; íd al N 500 id 5ª id; y de ésta intestando con la 1ª 250 íd; con lo que quedará formado el perímetro […] Badajoz, 18 de marzo de 1903, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 21 de abril de 1903. “[…] Por D. Juan S. Macdongall, vecino de Sevilla, se ha hecho un registro de treinta pertenencias mineras de hierro que con el nombre de ‘Esperanza’ núm. 6.255, ha descubierto en el sitio ‘Cerro del Agua Blanca’, término de Monesterio, y terreno de la propiedad de D. Pedro del Castillo y otros, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida un pozo junto a algunos antiguos trabajos en el lado NO del ‘Cerro del Agua Blanca’, y desde dicho punto de partida se medirán al N 20º O 150 metros 1ª estaca; de ésta al O 20º S 500 íd 2ª íd; íd al S 20º E 300 íd; íd al N 20º O 300 id 5ª id; e íd al O 20º S 500 íd; hasta intestar con la 1ª, con lo que quedará cerrado el perímetro […] Badajoz, 18 de abril de 1903, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 21 de abril de 1903. “[…] Por D. Juan S. Macdongall, vecino de Sevilla, se ha hecho un registro de treinta pertenencias mineras de hierro que con el nombre de ‘Prosperidad’ núm. 6.256, ha descubierto en el sitio ‘Cerro del Agua Blanca’, término de Monesterio, y terreno de la propiedad de D. Bernardo Garrote, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida un pozo al lado O del ‘Cerro del Agua Blanca’; y desde dicho punto de partida se medirán al N 100 metros 1ª estaca; de ésta al E 500 íd 2ª íd: ídem al S 200 íd 3ª íd; íd al O 1.000 íd 4ª íd; íd al N 200 íd 5ª id; e id al E 500 íd hasta intestar con la 1ª con lo quedará cerrado el perímetro […] Badajoz, 18 de abril de 1903, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 27 de abril de 1903. “[…] Por D. Carlos de Thena, vecino de Villagarcía, se ha hecho un registro de veinticinco pertenencias mineras de hierro que con el nombre de ‘La Concepción’, núm. 6.262, ha descubierto en el sitio ‘Garranchosa’, término de Monesterio y terreno de la propiedad de los herederos de don Rafael Fernández, verifica la designación siguiente. Se tomará por punto de partida el ángulo O de la casa expresada ‘Garranchosa’, y desde este punto de partida se medirán en dirección al N 250 metros 1ª estaca; de ésta al E 250 íd 2ª id; íd al S 500 íd 3ª íd; íd al O 500 íd 4ª íd; íd al N 500 íd 5ª; e íd hasta intestar con la 1ª 250 íd, con lo que quedará formado el perímetro […] Badajoz, 21 de abril de 1903, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 24 de febrero de 1903. “[…] Por D. Nicolás González, en nombre de D. Joaquín Eloy Álvarez Navarro, vecino de Villafranca de los Barros, se ha hecho un registro de doce pertenencias mineras de hierro, que con el nombre de ‘Carmen’, número 6.263, ha descubierto en el sitio ‘Robledillo’ y ‘Tambor’, término de Monesterio, y terreno de la propiedad de Vicente Hernández y otros, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida una calicata practicada en la orilla izquierda del camino de Cala, yendo hacia Monesterio, y punto del camino en que aflora el criadero; desde este punto y en dirección al N 25º, aproximadamente 30 metros 1ª estaca; de ésta al E 25º S 300 metros y en sentido opuesto otros 300 desde dicho punto de partida al N 25º E o perpendicular se medirán 100 metros y en sentido opuesto otros 100 íd, formando así un perímetro que comprende las doce pertenencias solicitadas […] Badajoz, 27 de abril de 1903, R. Rúa”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 4 de mayo de 1903. “[…] Por D. Nicolás González, en nombre de D. Joaquín Eloy Álvarez Navarro, vecino de Villafranca de los Barros, se ha hecho un registro de doce pertenencias mineras de hierro, que con el nombre de ‘La Amistad’, núm. 6.265, ha descubierto en el sitio ‘Valderrascón’, término de Monesterio, y terreno de la propiedad de D. Fernando Campos, que linda por todos aires con terreno franco verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida una zanja abierta al N de una casa en ruinas, y desde este punto, y en dirección al E 35º S 50 metros estaca auxiliar; desde ésta al N 35º E 150 íd y en dirección opuesta otros 150 metros, y desde la estaca auxiliar y en dirección E 35º S 100 metros y en dirección opuesta 100 id formando así un perímetro que comprende las doce pertenencias solicitadas […] Badajoz, 27 de abril de 1903, R. Rúa”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 17 de junio de 1903. “[…] Por D. Rafael Trujillo, en nombre de D. Juan S Macdongall, vecino de Sevilla, se ha hecho un registro de dieciocho pertenencias mineras de hierro, que con el nombre de ‘Belinda’, núm. 6.279, ha descubierto en el ‘Cerro de Agua Blanca’, término de Monesterio y terreno de la propiedad de don Rufino Sayago, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida un crestón al lado de un trabajo antiguo cerca de 400 metros, en dirección S 30º E de la casa de don Tadeo Cantillo, y desde dicho punto de partida, en dirección E 35º S se medirán 50 metros, y se pondrán la 1ª estaca, desde ésta al S 35º O 400 metros 2º íd; íd al O 35º N 300 metros 2ª íd; íd al N 35º E 600 íd 4ª íd; íd E 35º S 300 íd 5ª íd, y desde ésta al S 35º O 200 metros, cerrando el perímetro […] Badajoz, 16 de junio de 1903, R. Rúa”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 28 de septiembre de 1903. “[…] Por D. Joaquín Eloy Álvarez Navarro, vecino de Villafranca, dueño del registro ‘Carmen’, núm. 6.263, de mineral de hierro, de doce pertenencias, del término de Monesterio, rectifica, ampliándolo a cuarenta y ocho pertenencias, en la siguiente forma. Se tomará como punto de partida el mismo que se cita en la solicitud de registro de ‘Carmen’, y a partir de él se medirán 200 metros N; 200 al S 25º O; 600 E 25º S; y 600 O 25º. Las perpendiculares levantadas en los extremos de estas líneas cierran el perímetro de las cuarenta y ocho pertenencias […] Badajoz, 19 de septiembre de 1903, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 20 de noviembre de 1903. “[…] Por D. Eugenio Serrano, en nombre de D. Julián de Castro Ferrero, vecino de Monesterio, se ha hecho un registro de veinte pertenencias mineras de hierro que con el nombre de ‘El Paso’, núm. 6.310, ha descubierto en el sitio llamado ‘El Parque’, término de Monesterio y terreno de la propiedad de D. Juan de Alba Espinosa de los Monteros, que linda por Saliente con herederos de Antonio Sayago, por Mediodía con terreno llamado ‘Los Cotos’; por Poniente con D. Rufino Sayago, y por N con la ‘Dehesa del Alcornocal’, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida una calicata de diez metros de profundidad que hay en el sitio mencionado, desde donde se medirán al N 100 metros y se pondrá la 1ª estaca; de ésta al P 500 íd y la 2ª, de ésta al M 200 íd, y la 3ª, de ésta al E 1.000 y la 4ª; de ésta al N, 200 id, y la 5ª; de ésta 500 a la 1º quedando cerrado el perímetro […] Badajoz, 17 de noviembre de 1903. Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 4 de diciembre de 1903. “[…] Por D. José Dacal Pérez, en nombre de D. Francisco Sánchez Arjona, de Sevilla, se ha hecho un registro de cuarenta y dos pertenencias mineras de plata que con el nombre de ‘Paquita’, núm. 6.314, ha descubierto en el sitio denominado ‘Meadero’, y dehesa de D. Rufino Sayago, término de Monesterio, que linda al N con tierras de D. Rufino Sayago, al S con tierras de Juan de Alba, al E con tierras del mismo, y al O con las de Antonio Veredas y Juan Seda, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de referencia el centro de la puerta de la casilla de los peones camineros que tiene el número 3, y que es la primera que se encuentra en la carretera de Sevilla; desde dicho punto de partida al N se medirán 150 metros 1ª estaca; de ésta al E 400 íd 2ª íd; íd al S 700 id 5ª íd, que unida a la 1ª cierra el perímetro de las cuarenta y dos pertenencias solicitadas […] Badajoz, 30 de noviembre de 1903, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 19 de julio de 1904. “[…] Por D. Miguel Durán, en nombre de D. Francisco Sánchez Bog, vecino de Monesterio, se ha hecho un registro de veinticinco pertenencias mineras de hierro, que con el nombre de ‘Ernesto’, núm. 6.406, ha descubierto en el ‘Cercado de la Rincona’, término de Monesterio, y terreno de la propiedad de varios particulares, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida dicho cercado y se medirán al O 1.200 metros 1ª estaca; al N 200 ídem 2ª íd; al E 1.800 íd 3ª íd; al S 400 ídem 4ª íd; al O 1.800 íd 5ª íd, al N 200 íd a enlazar con la primera […] Badajoz, 9 de noviembre de 1904, Ramón Izquierdo.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 21 de diciembre de 1904. “[…] Por D. Eugenio Serrano, en nombre de D. Julián de Castro Ferrero, vecino de Monesterio, se ha hecho un registro de diez pertenencias mineras de hierro que con el nombre de ‘Segundo Paso’, núm. 6.415, ha descubierto en el sitio llamado ‘El Parque’, término de Monesterio y terreno de la propiedad de D. José Manzano, que linda por terreno franco y mina ‘El Paso’, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida el ángulo SE de la mina ‘El Paso’, y se medirán al O 500 metros 1ª estaca; de ésta al S 200 íd 2ª íd; íd al E 500 íd 3ª id; íd al N 200 íd 4ª ídem, al punto de partida, quedando formado el perímetro […] Badajoz, 20 de diciembre de 1904, R. Rúa”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 14 de abril de 1905. “[…] Por don José Dacal Pérez, vecino de Minas de Cala, se ha hecho un registro de veinte pertenencias mineras de hierro, que con el nombre de ‘Luisa 2ª’, número 6.459, ha descubierto en el sitio ‘Juan Benito’, término de Monesterio, terreno de la propiedad de Rufino Sayago, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida el mismo de la mina núm. 5.492, y se medirán al O 65 metros 1ª estaca; de ésta al N 200 id; íd al O 200 íd 3ª; id al S. 1000 id 4ª ídem; íd al E 200 id 5ª id. y id la 1ª al N 800 id, quedando cerrado el perímetro […] Badajoz, 11 de abril de 1905. El Ingeniero Jefe, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 22 de abril de 1905. “[…] Por don José Dacal Pérez, vecino de Minas de Cala, se ha hecho un registro de 30 pertenencias mineras de hierro, que con el nombre de ‘La Buscada’, número 6.472, ha descubierto en el sitio ‘Juan Benito’, término de Monesterio, terreno de la propiedad de Rufino Sayago, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida el mismo de la mina ‘San Benito 1ª’; de éste se medirán al O 265 metros 1ª estaca; de ésta al N 200 metros 2ª íd; íd al O 300 íd 3ª id; id al S 1.000 íd 4ª id. id al E 300 id 5ª id, e id a la primera 800 íd, quedando cerrado el perímetro […] Badajoz, 12 de abril de 1905. El Ingeniero Jefe, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 5 de junio de 1905. “[…] Por don César Contel Maranillo, vecino de Caspe, se ha hecho un registro de treinta pertenencias mineras de hierro, que con el nombre de ‘María-Rosa’, número 6.487, ha descubierto en el paraje ‘Herrería’, término de Monesterio, terreno de la propiedad de don Manuel Sayago, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida una labor antigua situada a unos 150 metros por debajo del camino que conduce de Monesterio a Cala, desde donde se medirán al N 25º E 500 metros; al S. 25º O 500; al E. 25 S 150 id; al O 25 N 150 id; con la cual queda determinado los ejes del rectángulo […] Badajoz, 3 de junio de 1905. El Ingeniero Jefe, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 12 de junio de 1905. “[…] Por don César Contel Maranillo, vecino de Caspe, en nombre de don Alberto Catalá, que lo es de Madrid se ha hecho un registro de treinta y seis pertenencias mineras de hierro, que con el nombre de ‘Anistosgui’, número 6.488, ha descubierto en el ‘Valle-la-huesa’, término de Monesterio y terreno de la propiedad de don Manuel Sayago, que linda por todos rumbos con terreno franco, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida el centro de una pared de choza hundida al E de una trinchera, en la que hay empezado un socavón, y a uno 100 metros del ‘Arroyo del Moro’, desde dicho punto se medirán al O 700 metros; al E 500 metros; al S 150 id, y al N 150 id, siendo estas líneas los ejes del rectángulo que comprende de las 36 pertenencias solicitadas […] Badajoz, 3 de junio de 1905. El Ingeniero Jefe, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 19 de septiembre de 1905. “[…] Por don Francisco Gutiérrez García, vecino de Sevilla, se ha hecho un registro de setenta pertenencias mineras de hierro, que con el nombre de ‘La Americana’, número 6.524, ha descubierto en el paraje ‘Agua Blanca’, término de Monesterio, que linda por E con ‘Barranco de las Torres’; al N tierras de la Estrella; al O ‘Barranco Culebrín’ y al S tiene próxima la ‘Ribera de Cala’; verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida la cúspide del referido cerro, y desde ella se medirán al N 200 metros; 1ª estaca; de 1ª a 2ª al O 1.100 íd, de 2º a 3ª al S 500 íd; de 3ª a 4ª al E. 1.400 íd, de 4ª a 5ª al N 500 íd, y de 5ª a 1ª al O 300 id cerrando el perímetro […] Badajoz, 12 de septiembre de 1905. El Ingeniero Jefe, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 29 de enero de 1906. “[…] Por don Eugenio Serrano, en nombre de don César Conter, vecino de Madrid, se ha hecho un registro de veintiuna pertenencias mineras de hierro, que con el nombre de ‘La Bruja’, ha descubierto en el paraje de ‘Valderrascón’, término de Monesterio, y terreno de la propiedad de don Blas Rodríguez, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida el medio de una zanja abierta al N de una casa en ruinas, y desde este punto se medirán al E 35º 100 metros 1ª estaca; y en dirección opuesta 300, y desde dicha estaca al E 35º S 150; y en dirección opuesta otros 150, formando estas líneas los ejes del rectángulo que comprenden las veintiuna pertenencias mineras […] Badajoz, 25 de enero de 1906, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 30 de marzo de 1906. “[…] Por don Manuel Marín Castilla, vecino de Cala, se ha hecho un registro de veinte pertenencias mineras de hierro, que con el nombre de ‘La Rebollosa’, núm. 6.607, ha descubierto en el paraje la ‘La Pedrira’, termino de Monesterio, y terreno de la propiedad de los herederos de don Manuel Ordóñez, que linda por N y E con dicha finca, por S ‘Rivera de Cala’, y O ‘Arroyo del Moro’, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida un mojón de piedra seca blanqueado, distante tres metros de un alcornoque, desde él se medirán al N 500 metros 1ª estaca; de ésta al E 50 íd 2ª ídem; íd al S 100 íd al N 1000, 5ª íd, e id a la 1ª 150 íd, quedando cerrado el perímetro de las veinte pertenencias solicitadas […] Badajoz 28 de marzo de 1906, Ricardo Rúa Figueroa”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 9 de abril de 1906. “[…] Por D. Joaquín Royo, vecino de Madrid, se ha hecho un registro de doce pertenencias mineras de hierro, que con el nombre de ‘Kemi’, núm. 6.611, ha descubierto en el paraje ‘El Meadero’, término de Monesterio y terreno de la propiedad de don Manuel Hanchana [sic, Lancharro], que linda por E con la mina ‘El Pavo’, y demás rumbos terreno franco, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida un pozo hundido que tendrán 4 o 5 metros de profundidad en dicho terreno, y desde él se medirán al S 100 metros 1ª estaca; de ésta al E 200 íd 2ª ídem; íd al N 200 íd 3ª íd; íd al O 600 íd 4ª íd; íd al S 200 íd 5ª íd; e íd al E 400 íd para unir con la 1ª, cerrando así el perímetro de las doce pertenencias mineras […] Badajoz, 3 de abril de 1906, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 23 de junio de 1906. “[…] Por D. Francisco Geormán, vecino de Madrid, se ha hecho un registro de doce pertenencias mineras de hierro, que con el nombre de ‘Charito’, núm. 6.644, ha descubierto en el paraje ‘Meadero’, término de Monesterio, y terreno de la propiedad de don Manuel Lancharro, que linda por E con la mina ‘Primer Paso’, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida un pocillo de unos 6 metros de profundidad, desde este punto se medirán al E 300 metros 1ª estaca; de ésta al S 100 íd 2ª íd; íd al O 600 íd 3ª íd; íd al N 200 íd 4ª íd; íd al Este 600 5º íd; e íd al S 100 íd a unir con la 1ª, quedando cerrado el perímetro […] Badajoz, 29 de junio de 1906, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 1 de mayo de 1907. “[…] Por D. Antonio Olmedo, vecino de San Juan de Aznalfarache, se ha hecho un registro de 151 pertenencias mineras de hierro, que el nombre de ‘3ª Americana’, número 6.780, ha descubierto en sitio ‘Agua Blanca’, término de Monesterio verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida la estaca núm. 2 de la mina 2ª Americana, y se medirán al O 300 metros 1ª estaca, S 800, y 2ª, E 300 y 3ª; S 100, y 4ª, E 100 y 5ª, S 200 y 6ª. Este 100 y 7ª, N 100 y 8ª; E 200 y 9ª, N 200 y 10ª, E 100 y 11ª, N 100 y 12ª, E 400 y 13ª, S 100 y 14ª, E 100 y 15ª, S 200 y 16ª, E 100 y 17ª, S 100 y 18ª, E 300 y 19ª, S 100 y 20ª, E 100 y 21ª, S 100 y 22ª, E 100 y 23ª, N 700 y 24ª, O 300 y 25ª, N 300 y 26ª, E 200 y 27ª, N 100 y 28ª, E 400 y 29ª, N 200 y 30ª, O 1200 y 31ª, S 500 y 32ª, O 800 y 33ª y N 500 al punto de partida cerrando el perímetro de las 151 pertenencias solicitadas […] Badajoz, 19 de abril de 1907. El Ingeniero Jefe, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 24 de mayo de 1907. “[…] Por D. José Dacal, en nombre de don José Serra, vecino de Minas de Cala, se ha hecho un registro de veinte pertenencias mineras de hierro, que con el nombre de ‘Mercedes Primera’, número 6.816 ha descubierto en el paraje Valhondo, término de Monesterio, y terreno de la propiedad de Bernardo Garrote, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida una era de trillar trigo, que se encuentra en el alto del corro de dicho paraje y desde él se medirán al N 100 metros, al S 100 id, al o 300 íd, y al Este 700 id […] Badajoz, 22 de mayo de 1907. El Ingeniero Jefe, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 24 de mayo de 1907. “[…] Por D. José Dacal, en nombre de don José Serra, vecino de Minas de Cala, se ha hecho un registro de veinte pertenencias mineras de hierro, que con el nombre de ‘Mercedes Segunda’, número 6.816 ha descubierto en el paraje Romeral, término de Monesterio, y terreno de la propiedad de la viuda de Toribio [Rodríguez], verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida un horno de cocer cal que se encuentra en el cerro de Romeral, y desde él se medirán al O 700 metros, al E 800 íd, al N 100 íd, al S 100 íd […] Badajoz, 22 de mayo de 1907. El Ingeniero Jefe, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 12 de julio de 1907. “[…] Por D. Carmelo Solanier y Guijarro, vecino de La Carolina, se ha hecho un registro de 20 pertenencias mineras de hierro, que con el nombre de ‘Ampliación 1ª’, ha descubierto en ‘Valdezahurda’ y ‘Collado de la Casa’, término de Monesterio, que linda por el S con la mina ‘Enriqueta’, núm. 6.643, verifica la designación siguiente. Se tomará por punto de partida el ángulo nordeste de la citada mina ‘Enriqueta’ núm. 6.613, y desde él se medirán en dirección N 1ª E con relación al meridiano verdadero 100 metros al O y 1ª estaca; de 1ª a 2ª 100 metros al O, 1ª N, de 2ª a 3ª 100 metros al O 1ª N, de 4ª a 5 100 metros N, 1ª E, de 5ª a 6ª 600 metros al E 1ª S, de 6ª a 7ª 100 metros al Sur 1º O, de 7ª a 8ª 200 metros al Este 1ª S, de 8ª a 9 100 metros al S, 1ª S, de 10ª a 11ª 100 metros al S, 1ª O y de ésta al punto de partida 700 metros al O, 1ª N, quedando así cerrado el perímetro de las 20 pertenencias solicitadas […] Badajoz, 11 de julio de 1907. El Ingeniero Jefe, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 22 de julio de 1907. “El señor Gobernador con fecha de hoy ha declarado sin efecto su decreto fecha 21 de mayo último caducando la mina ‘Méndez Villa’, número 6.422 del término de Monesterio, y de la propiedad de don Manuel Aguilar, por haber satisfecho éste todos los débitos del canon de superficie incluso el del primer trimestre del corriente año. Los que se publica en este periódico oficial para conocimiento del interesado. Badajoz, 20 de julio de 1907, el Ingeniero Jefe, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 10 de agosto de 1907. “Jefatura de Minas. Distrito de Badajoz. Hago saber que por D. Antonio de Olmedo, vecino de San Juan de Aznalfarache, se solicita el espacio de terreno franco comprendido entre las minas ‘1ª Americana’ ‘3ª Americana’ y ‘Prosperidad’ sitas en Aguas Blancas, término de Monesterio, con el nombre de ‘Segunda Demasía’ a ‘3ª Americana’, núm. 6.875. Lo que se hace saber en este periódico oficial en cumplimiento a lo dispuesto en el Reglamento de Minería. Badajoz, 7 de agosto de 1907, el Ingeniero Jefe, Ezequiel Navarro”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 10 de agosto de 1907. “[…] Por D. Antonio de Olmedo, vecino de San Juan de Aznalfarache, se solicita el espacio de terreno franco comprendido entre el polígono de las estacas núm. 33 y 2 de la mina ‘3ª Americana’ y el límite de la provincia de Huelva en el término de Monesterio, con el nombre de ‘Primera Demasía’ a ‘3ª Americana’, núm. 6.874. Lo que se publica en este periódico oficial en cumplimiento al Reglamento de Minería. Badajoz, a 7 agosto 1907, el Ingeniero Jefe, Ezequiel Navarro”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 11 de septiembre de 1907. “[…] Por D. Carmelo Salanier y Guijarro, vecino de La Carolina, se ha hecho un registro de veinte pertenencias mineras de plomo, que con el nombre de ‘Ampliación a la Bruja’, número 6.886 ha descubierto en el paraje ‘Valderrascón’, término de Monesterio, que linda con la mina ‘La Bruja’, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida al ángulo SO de la referida mina La Bruja y desde él se medirán al E 35º S 200 metros 1ª estaca, de 1ª a 2ª a S 35º, O 200 íd., de 2ª a 3ª al O 35º, E 300, de 3ª a 4ª al N 35º E 500 íd, de 4ª a 5ª al O 35º, N 100 íd, de 5ª a 6ª al N 35º E 200 íd, de 6ª a 7ª al O 35, N 100 íd, de 8ª a 9ª al E 35º S 100 íd, de 10ª a 11ª al E 36º S 200 íd, y de 11ª a punto de partida al S 35 O 7.000 íd, quedando cerrado el perímetro de las 20 pertenencias solicitadas […] Badajoz, 4 de septiembre 1907. El Ingeniero Jefe, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 6 de noviembre de 1907. “[…] Por D. Enrique Troya András, vecino de Valladolid, se ha hecho un registro de veinte pertenencias mineras de hierro, que con el nombre de ‘María Teresa’, número 6.917 ha descubierto en el sitio ‘Cerro de los Zapateros’, término de Monesterio, y terreno de la propiedad de don Juan de Alba, que linda con la mina ‘2º Paso’, y con terreno franco, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida el mismo que sirvió para la mina ‘Cristóbal Colón’, núm. 6.423, o sea, el punto más alto del ‘Cerro de los Zapateros’ y desde él se medirán al E 25º N 100 metros 1ª estaca, de ésta al N 25º O 400 id 2ª id, id al O 25º S 200 id 3ª id, id al S 25º E 1.000 id 4ª id, id al E 25º N 200 íd, 5ª id, e id a 1ª 600 id, cerrando el perímetro de las veinte pertenencias solicitadas […] Badajoz,  29 de octubre de 1907. El Ingeniero Jefe, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 6 de noviembre de 1907. “[…] Por D. Mauricio Capdeveille, vecino de Valladolid, se ha hecho un registro de veinticuatro pertenencias mineras de hierro, que con el nombre de ‘Genoveva’, número 6.916 ha descubierto en el sitio ‘Dehesa Taramona’, término de Monesterio, terreno propiedad de D. Crista Carrascal verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida el mismo que sirvió a la mina ‘Dificultad’ núm. 5.396, o sea, el regato precisamente donde desemboca al de Bodión y desde él se medirán al S. 25º E 100 metros 1ª estaca; de ésta al E 25º N 600 íd 2ª id, id al N 25º E O 200 id 3ª id, id al O 25º S 1.200 id 4ª id, id al S 25º E 200 id 5ª id, e id al E 25º N 600 íd a unir con la 1ª, quedando cerrado el perímetro de las veinticuatro pertenencias solicitadas […] Badajoz, 4 de octubre 1907. El Ingeniero Jefe, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 11 de noviembre de 1907. “[…] Por D. Eugenio Serrano, en nombre de D. Mariano García Agustín, vecino de Minas de Cala, se ha hecho un registro de veinte pertenencias mineras de hierro que con el nombre de la ‘La Desesperada’ núm. 6.934, ha descubierto en el sitio ‘Cuesta del Parral’, y ‘Arroyo del Moro’, término de Monesterio, y terreno de la propiedad de D. Rufino Sayago, verifica la designación siguiente. Se tendrán por punto de partida una casa sita en la ‘Cuesta del Parral’, y desde ella se mediarán al E 250 metros 1ª estaca, de esta al N 700 íd 2ª íd, íd al E 200 íd 3ª íd, íd al S 1000 íd 4ª íd, íd al O 200 íd 5ª íd, íd al N 800 íd, quedando formado el perímetro de las veinte pertenencias solicitadas […] Badajoz, 9 de noviembre de 1907. Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 14 de abril de 1908. “[…] Por D. Fernández González Hernández, de esta vecindad, se ha hecho un registro de veinte pertenencias mineras de hierro, que con el nombre de ‘Las Misericordias’, núm. 7.024, ha descubierto en el sitio ‘Cerro de las Minillas’, término de Monesterio, y terreno de la propiedad de Víctor Castillo, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida unos trabajos viejos que existen en dicho cerro, y se medirán al N 200 metros, al S 200 íd, al E 250 íd, y al O 250 ídem, tirando perpendiculares en los extremos de estas líneas, formará el rectángulo de las veinte pertenencias […] Badajoz, 14 de abril de 1908. Ezequiel Navarro”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 25 de mayo de 1908. “[…] Por D. Justo Emusquia, vecino de Cala, se ha hecho un registro de veinte pertenencias mineras de hierro, que con el nombre de ‘Esperanza’, núm. 7.032, ha descubierto en el sitio ‘Sierra de las Minillas’ y ‘Agua Blanca’, que linda por los cuatro rumbos con terrenos particulares, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida un horno de cal tomando al O 50 metros y se medirán al S 300 metros; al E 500 íd; al N 400 íd; al O 500 íd; e id al S 100; a llegar a la 1ª, que nace del punto de partida, cerrando el perímetro […] Badajoz, 21 de mayo de 1908, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 20 de noviembre de 1908. “Jefatura de Minas. Distrito de Badajoz. En el expediente de expropiación forzosa por causa de utilidad pública de parte del terreno ocupado por la mina ‘Abundancia’, del término de Monesterio, incoado por D. Juan G. Macdongall, vecino de Sevilla, vistos los informes del Ingeniero Jefe y de la Comisión Provincial que proponen sea declarada de utilidad pública la explotación de referida mina, el Sr. Gobernador con fecha 16, ha decretado lo siguiente. De conformidad por lo propuesto por la Jefatura de Minas y la Comisión Provincial, he acordado declarar de utilidad pública, la expropiación de la mina ‘Abundancia’, del término de Monesterio, y que de este decreto con el informe de su referencia se publique en el Boletín Oficial con arreglo a lo dispuesto en el artículo 14 del Reglamento de 13 de junio de 1879, para los efectos que en el mismo se expresan, notificándose a los dueños del terreno, por conducto del Alcalde de Fuente de Cantos. Badajoz, 19 de noviembre de 1908. El Ingeniero Jefe, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 7 de noviembre de 1909. “Jefatura de Minas. Distrito de Badajoz. Por decretos de Sr. Gobernador, fechas 23 de agosto último y 4 de septiembre, se deja sin efecto el decreto de caducidad de minas […] ‘El Paso’, número 6.310, de Monesterio […] por haber satisfecho sus descubiertos al Tesoro. Lo que se hace saber en este periódico oficial para conocimiento del público. Badajoz, 6 de septiembre de 1909. El Ingeniero Jefe, Ramón Izquierdo”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 18 de diciembre de 1909. “[…] Por D. Eugenio Serrano, en nombre de D. Antonio Garre, vecino de Santa Marta, se ha hecho un registro de veinte pertenencias mineras de hierro, que con el nombre de ‘Genoveva’, número 7.130, ha descubierto en el sitio ‘Robledillo’, término de Monesterio y terreno de la propiedad particular de Vicente Hernández, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida un pocillo de unos tres metros, donde se hallan los trabajos de la mina ‘Carmen’, caducada, y se medirán al E 7º N 200 metros 1ª estaca; de ésa al N 7º O 100 ídem, 2ª ídem; ídem al O 7º 1.000 ídem 3ª ídem; ídem al S 7º E 200 ídem 4ª ídem; ídem al E 7º N 1.000 5ª ídem, e ídem al N 7º O 100 ídem a la 1ª, cerrando el perímetro de las veinte pertenencias solicitadas […] Badajoz, 7 de diciembre de 1909, Ramón Izquierdo y Rubio”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 18 de diciembre de 1909. “[…] Por D. Adolfo Moreno, en nombre de D. Juan Murillo Pizarro, vecino de Villafranca, se ha hecho un registro de veinticuatro pertenencias mineras de hierro que con el nombre de ‘Virgen de Tentudía’, núm. 7.152, ha descubierto en el sitio ‘Robledillo’, término de Monesterio, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida el mismo de la caducada ‘Carmen’, o sea, una calicata en la orilla izquierda del camino de Cala a Monesterio, y de medirán a N 25º E 100 metros 1ª estaca; de ésta al E 25º S 600 ídem 2ª ídem; ídem al S 25º O 200 ídem 3ª ídem; ídem al O 25º N 1.200 ídem 4ª ídem; ídem al N 25º E 200 ídem 5ª ídem; e ídem al E 25º S 600 ídem a unir con la 1ª, cercando el perímetro […] Badajoz, 7 de diciembre de 1909, Ramón Izquierdo y Rubio”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 22 de abril de 1910. “Jefatura de Minas. Distrito de Badajoz. En el expediente de expropiación forzosa para la explotación de la mina ‘Abundancia’, del término de Monesterio, y en virtud de instancia de la dueña del terreno, ha recaído el informe y decreto siguiente. ‘Señor Gobernador, estudiada la anterior solicitud y vistos los antecedentes que obran en esta Jefatura relativos al expediente de expropiación para la mina ‘Abundancia’, de Monesterio, no teniendo además en cuenta lo dispuesto por Real Orden de 24 de febrero próximo pasado, que retrotrae dicho expediente al primer periodo, o sea, la declaración de utilidad pública, procede que V. S. haga saber al expropiante, señor Macdongall, la obligación que tiene de abandonar los trabajos que en la parcela de terreno ocupada de la finca de la señora doña Filomena Rodríguez y Zapata e hijos, llamada ‘Campofrío’ y ‘Cerro Bermejo’, mientras dicho expediente no adquiera de derecho a la ocupación temporal que la Ley determina. V. S., no obstante resolverá. Badajoz, 20 de abril de 1910’. ‘Decreto conforme a lo propuesto por el Sr. Ingeniero Jefe, notifíquese a los interesados y publíquese en el Boletín Oficial. Badajoz, 20 de abril de 1910. El Gobernador Civil, Mariano Martínez del Rincón’. De orden del Sr. Gobernador se publica en este periódico oficial para conocimiento de los interesados. Badajoz, 21 de abril de 1910. El Ingeniero Jefe Accidental, Ezequiel Navarro”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 11 de mayo de 1910. “[…] Por D. Juan Masero Zapata, en nombre de D. Arturo Thomas, vecino de Falmont (Inglaterra), se ha hecho un registro de veinte pertenencias mineras de hierro, que con el nombre de ‘Santa Cristina’, número 7.229, ha descubierto en el paraje ‘Collado de la Vívora’, término de Monesterio, y terreno de la propiedad de D. Manuel Sayago, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida el ángulo SO de la casa de D. Manuel Sayago, situada al E del ‘Barranco o Collado de la Víbora’, y desde dicho punto se medirán al N 250 metros para la 1ª estaca, de ésta al O 400 metros, y la 2ª; de ésta al S 500 metros y la 3ª, de ésta al O 400 metros y la 4ª; y de ésta al punto de partida 250 metros para cerrar el perímetro […] Badajoz, 9 de mayo de 1910, Ricardo Rúa Fernández”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 20 de mayo de 1910. “El Sr. Gobernador de esta provincia, con fecha 16 del actual, se ha servido disponer quede firme el Decreto de 20 de abril último, en que se dispone la suspensión de los trabajos de la mina ‘Abundancia’, del término de Monesterio, providencia dictada con motivo del recurso de alzada interpuesto por el señor don Juan S. Macdungall contra referido Decreto. Lo que se publica en este periódico oficial para que sirva de notificación a los interesados, doña María del Carmen Murillo Rodríguez-Zapata y don Juan S. Macdungall, y para general conocimiento. Badajoz, 18 de mayo de 1910, el Ingeniero Jefe, Ricardo Rúa Fernández”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 2 de junio de 1910. “Jefatura de Minas. Distrito de Badajoz. Según Decreto del Sr. Gobernador, con fecha de ayer, queda desestimada por improcedente la instancia presentada por doña Filomena Rodríguez Zapata, con fecha 28 de mayo, relacionada con el expediente de expropiación forzosa para la mina ‘Abundancia’, de Monesterio, puesto que según los artículos 63, 64, y 65 del procedimiento administrativo para el Ministerio de Fomento, fecha 23 de abril de 1890, en el concepto de plazos, no son descontables para los particulares los días festivos. Lo que se publica en este periódico oficial para conocimiento de la interesada. Badajoz, 2 de junio de 1910, el Ingeniero Jefe (a), E. Navarro”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 12 de julio de 1910. “En el expediente de expropiación de la mina ‘Abundancia’, del término de Monesterio, y con motivo del recurso de alzada contra el Decreto del Sr. Gobernador, fecha 20 de abril último, por el dueño de la mina, don Juan S. Macdungall, ha resuelto la superioridad que quede sin efecto dicho Decreto, y que siga ocupando el terreno de la parcela donde radican los trabajos, si bien puede disponer el Sr. Gobernador que se aumente la cuantía del depósito para garantir los intereses del propietario de dicho terreno, durante esta ocupación hasta llegar a la definitiva. Lo que se publica en este periódico oficial para conocimiento de los interesados. Badajoz, 12 de julio de 1910. El Ingeniero Jefe (a), E. Navarro”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 10 de agosto de 1910. “Con arreglo al Decreto del Sr. Gobernador fecha 6 del actual, se hace saber a los interesados en el expediente de expropiación forzosa para la mina ‘Abundancia’ de Monesterio, que queda sin efecto el Decreto de dicha autoridad, fecha 7 de julio último, ínterin informa la Comisión Provincial sobre la necesidad de la ocupación a petición del expropiante. Badajoz, 8 de agosto de 1910, el Ingeniero Jefe (a), E. Navarro”.

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 24 de agosto de 1910. “Se hace a doña Filomena Rodríguez Zapata e hijos, dueños del terreno que se trata de expropiar para la explotación de la mina ‘Abundancia’, del término de Monesterio, que según Decreto del Sr. Gobernador, fecha de ayer, se declara la necesidad de la ocupación de dicho terreno una vez llamados todos los requisitos legales al efecto, y que en el plazo de ocho días que la Ley concede, puedan entablar los recursos que estimen oportunos referentes a dicho decreto. Badajoz, 23 de agosto de 1910, el Ingeniero, Ezequiel Navarro”.



[1] La minería en Extremadura, editado por la Consejería de Industria y Energía de la Junta de Extremadura, Mérida, 1987, p. 95.

[2] “En el mismo término existen algunas minas. En 17 de julio de 1564, se descubrió una de plomo y plata en el regazo de ‘Valdezahurdas’, hacia los manantiales, y otras 2 por bajo en el rastrojo. En 7 de diciembre de 1569 se registraron otros de cobre, plata y oro en el ‘Puerto de las Herrerías’, los que se denominaron ‘Minas de la Madre de Dios’. Y existe otra que comenzó a beneficiarse por los años 1843, al sitio conocido de ‘Las Minas’, camino de la aldea de Pallares. Pero en ninguna se trabaja actualmente ni hay noticias de que hayan ofrecido notables resultados”. Madoz, P., Diccionario geográfico-estadístico de España y sus posesiones de Ultramar, Madrid, 1848, tomo IX, p. 477.

[3] Archivo de la Diputación Provincial de Badajoz. Carpeta de Propios de Monesterio. “24 de enero. Manifiesta D. Tomás de Soto, vecino de dicha villa, que es dueño de la fábrica de fundición que existe en ‘El Llano de la Fuente del Tejar’, de aquel término, con el horno de cocer tejas que tiene inmediato, y fueron de la empresa minera ‘Sacra Familia’, y deseando adquirir el terreno en que está construida la expresada fábrica y tejar, perteneciente a los propios para poderlas reedificar, pide que se le conceda a censo reservativo”.

“Sr. Jefe. Debe remitirse esta solicitud al Alcalde de Monesterio para que acordada la conveniencia de la enajenación de dicha porción de terreno por el Ayuntamiento reunido con igual número de mayores contribuyentes, instruya el oportuno expediente con los requisitos que fija el Real Decreto de 28 de septiembre de 1849 y cuando lo remita para darle el curso correspondiente. 29 de enero de 1851. Ilegible”.

“15 de febrero. Remite el Alcalde el expediente instruido, y de él resulta que reunido el Ayuntamiento con igual número de mayores contribuyentes, acordaron ser muy conveniente la enajenación del corto terreno que reclama a censo el dueño de la fábrica y tejar edificados sobre él, que tasado por dos peritos es de cabida de tres cuartillas de tierra de inferior calidad que tasan en 150 reales vellón en venta, y 4 reales vellón de censo anual, que es lo que ha venido a producir en el último quinquenio por la parte más estéril de la suerte a que pertenece dichos terrenos”.

“Sr. Gobernador. No acreditándose en este expediente el dominio que los Propios tienen a las tres cuartillas de tierra cuya enajenación se solicita, procede que se devuelva para que se cubra tan importante requisito, según dispone la Real Orden de 24 de agosto de 1834, y que lo acredite también por medio de certificación si desde el día en que se publicó el anuncio de su tasación y venta se ha presentado alguna reclamación en contra. V S no obstante resolverá lo más acertado. 19 de febrero de 1851. En 20, conforme, P. O. Muro”.

“28 de febrero. Devuelve el Alcalde el expediente con un certificado en que se acredita que en el inventario de las fincas de propios aparece entre otras fincas de la propiedad de los mismos la suerte de tierra llamada ‘Llanos del Tejar’ a que se refiere el expediente, y otro certificado acreditando que no se han presentado reclamaciones contra la tasación de la tierra que se pide ni contra su enajenación”.

[4] Archivo de la Diputación Provincial de Badajoz. Carpeta de Propios de Monesterio. “[Sello de estampilla: ‘Alcaldía Constitucional de Monasterio’] Paso a manos de V S el adjunto expediente que comprende el remate celebrado de las tres cuartillas de tierra perteneciente a los propios de esta villa, a favor de Cristóbal Sayago en la cantidad de 1.610 reales a censo reservativo, habiendo cedido y traspasado dicho remate en D. Tomás de Soto, esta vecindad, y se le tiene aceptado y conforme esta corporación mediante haber terminado los poderes de la Ley sin haber aparecido persona alguna que lo [ilegible] le remite a V. S. para la superior aprobación compendio de 20 folios. Dios guarde a V. S. muchos años. Monesterio, 31 de agosto de 1851. José de Alba. Sr. Gobernador de esta provincia de Badajoz”.

“Al Ministro de la Gobernación. 6 de marzo de 1851. Tengo el honor de pasar a manos de V. S. el expediente instruido a instancia de D. Tomás de Soto en solicitud de que se le conceda a censo reservativo un pedazo de tierra [entre líneas: ‘perteneciente a los propios de la villa de Monesterio, y de cabida de tres cuartillas’], se hallan construidas una fábrica de fundición y un horno de tejas que son de su pertenencia, a fin de que su V. E. lo estima procedente se sirva proponer a S. M. la concesión del Real Permiso que se necesita para llevarla a efecto en todas sus partes por ser ventajosa al patrimonio común de la misma a causa de no [ilegible] alguna de dicho terreno en la actualidad por las razones que del mismo expediente aparecen. Remite expediente en demanda de permiso para enajenarse a censo un terreno de tres cuartillas perteneciente a los propios de Monesterio”.

“Al Alcalde de Monesterio. 5 de septiembre de 51. Examinado el Expediente remitido sobre la subasta de tres cuartillas de tierra perteneciente a los propios de ‘El Llano de la Fuente del Tejar’ de este término, para enajenación a censo enfitéutico, he acordado aprobar el remate que de las mismas se hizo a favor de Cristóbal Sayago por la cantidad de 1.610 reales vellón, capital y rédito correspondiente a razón de tres por ciento anuos, y la cesión que del mismo [ilegible] a D. Tomás de Soto, en virtud devuelvo a U. el expediente que dando cuenta al Ayuntamiento se le otorgue en forma legal la oportuna escritura de […] que de elle quedan bien deslindadas para evitar usurpaciones en el terreno inmediato ya que se saquen de la misma dos copias, abierta de la siguiente, según previene la Real Orden de 24 de agosto de 1834, de los cuales enviarán U. una a este Gobierno de Provincia, quedándose la otra en el Archivo de esa Municipalidad a los fines consiguientes”.

“Visto el expediente remitido por ese Gobierno de la Provincia en 6 de este mes, S. M. la Reina se ha dignado autorizar al Ayuntamiento de Monasterio para la dación a censo de tres cuartillas de tierra perteneciente a sus propios que había solicitado D. Tomás de Soto, previa subasta con arreglo a las leyes vigentes. De Real Orden lo digo a V. S. con devolución de dicho expediente para su cumplimiento. Dios Guarde a V. S. muchos años. Madrid, 31 de marzo de 1851. Arteta”.

[5] Tomás de Soto Freire (La Coruña, 1810? – Monesterio, 1885) fue el primer jefe que tuvo el IX Tercio de la Guardia Civil con cabecera en Badajoz (1844-49). Había contraído matrimonio en Monesterio en 1847 con María de la Concepción Sánchez-Hidalgo y Cubero, y en esa localidad vivió retirado en sus propiedades. Cfr. Barragán Lancharro, A. M., “Algunas notas sobre la trayectoria del Coronel don Tomás de Soto y Freire, primer jefe del IX Tercio de la Guardia Civil (1844-1849)”, en Revista de Estudios Extremeños, Badajoz, 2004, tomo LX, pp. 83-95.

[6] “En la villa de Monesterio a treinta de noviembre de mil ochocientos cincuenta y cinco, ante mí, el infrascrito Escribano de S. M., Notario de Reinos, único en ella, Secretario de su Ayuntamiento Constitucional, y testigos que se contendrán, pareció presente don Vicente Grau, natural de Cádiz, y vecino de ésta, presidente de la Sociedad Minera ‘La Alianza’, establecida en esta villa, que explota la mina ‘Los Templarios’, situada en los Bordoneros, autorizado para representar ante las autoridades y tribunales a dicha Sociedad, en virtud del Art. diez y nueve del Reglamento que la constituye, y a quien doy fe conozco, y dijo, que siendo necesario según está prevenido, el que mencionada Sociedad tenga su representante debidamente autorizado en la capital de provincia, poniéndolo en ejecutiva en la vía y forma que más haya lugar en derecho, otorga que da y confiere todo su poder cumplido tan bastante como por derecho se requiera necesario sea y más valer pueda a don Pedro Omar, vecino de la ciudad de Badajoz, grado para que representando la persona y derechos del otorgante le ayude y defienda en todos los pleitos, causas y negocios, civiles y criminales, que de presente tenga, y en delante hubiera con cualesquiera cabildos, juntas, y personas particulares, siendo acto de mandamiento…”

[7] Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 12 de julio de 1852. “D. Agustín Álvarez Sotomayor, Gobernador de esta provincia, etc., hago saber que por D. Antonio María Solano, Presidente de la ‘Sociedad Abundancia’, residente en Sevilla, se ha hecho el registro de una mina de galena argentífera que, con el nombre de ‘La Abundancia’ ha descubierto en el sitio de ‘Los Cerros de María Ovejera’, término de Monesterio, terreno de la propiedad de Juan Álvarez de Aguado, vecino de dicha villa; linda únicamente con la mina ‘Afortunada’, de D. José María Rollán y con la ‘Sierra del Águila’ […] Badajoz, 27 de junio de 1852. Agustín Álvarez Sotomayor. Juan Barragán”.

[8] Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 3 de diciembre de 1851. “Don Agustín Álvarez Sotomayor, Gobernador de esta Provincia, hago saber que con esta fecha ha sido admitida por mi autoridad el registro solicitado por don Juan Antonio Cuevas y Francisco Mateos, vecinos de Calera de León, sobre la mina de plomo argentífero titulada ‘Afortunada’, al sitio ‘Maiovejera’, en ‘La Sierra del Águila’, término de Montemolín, lindante por todos lados con propiedad del señor Conde de Casa Chaves […] Badajoz, 29 de noviembre de 1851. Agustín Álvarez Sotomayor”.

[9] Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 2 de enero de 1854.Don José Pino, Gobernador de esta provincia, etc. Hago saber que por don Juan Antonio de la Cueva, vecino de Calera de León, y don Plácido Moreno, que lo es del Real de la Jara, se ha hecho el registro de una mina de plomo, que con el nombre de ‘Nuevo Potosí’ ha descubierto en el sitio de ‘Valdezahudas’, término de Monesterio, y terreno de la propiedad de don José Tinoco, vecino del expresado pueblo; linda con la dehesa de ‘Calilla’, ‘Cerro del Guijo’ y ‘Sierra de la Estrella’ […] Por don José Villalba Romero, vecino de Monesterio, se ha hecho el registro de una mina de cobre y oro, que con el nombre de ‘Madre de Dios’ ha descubierto en el Sitio de las Herrerías, término de Monesterio, y terreno de la propiedad del común de vecinos de expresada villa; lindante con tierras del mismo común de vecinos de expresada villa […] Por don Vicente Vegas Plasencia, y Juan Antonio de la Cueva, vecinos de la Calera de León, se ha hecho el registro de una mina de cobre, que con el nombre de El Porvenir ha descubierto en el punto de la ‘Garranchosa’ y ‘Agua-Blanca’, término de Monesterio, y terreno de la propiedad de las ‘Cinco Villas’; linda todos los vientos con tierras del ‘Baldío de Calilla’, excepto por el Sur que linda con tierras de don Antonio Alba […] Por don Vicente Vegas Plasencia, vecino de Calera de León, se ha hecho el registro de una mina de plomo, que con el nombre de ‘La Estrella’ ha descubierto en la sierra del mismo nombre, término de Montemolín, y terreno de la propiedad del excelentísimo señor don Santiago Fernández Negrete; lindante por todos vientos con tierras del expresado señor […] Y habiendo admitido dichos registros, se hace saber al público para que si alguno tiene que deducir en contra de estas pretensiones, lo verifiquen en el improrrogable término de sesenta días a contar desde la fecha, según así lo dispone el artículo 53 del reglamento de 31 de julio de 1849 para llevar a cabo la Ley de Minería del reino. Badajoz, 29 de diciembre de 1853. El Gobernador de la Provincia, José del Pino; José María Ojeda, Secretario”.

[10] Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 11 de mayo de 1860.

[11] Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 11 de mayo de 1860.

[12] Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 12 de mayo de 1875.

[13] “Todo español o extranjero podrá hacer libremente, en terrenos de dominio público, calicatas o excavaciones que no excedan de 10 metros de extensión en longitud o profundidad, con objeto de descubrir minerales para ello no necesitará licencia, pero deberá dar aviso previamente a la autoridad local. En terrenos de propiedad privada no de podrán abrir calicatas sin que proceda permiso del dueño o de quien lo represente”.

[14] Archivo Municipal de Monesterio, comisión municipal permanente, 13 de junio de 1927. “La Presidencia expuso que con frecuencia se venían quejando muchos vecinos del peligro que para las personas y animales constituían los pozos abandonados de las minas que existieron en esta localidad, por la proximidad el camino que conduce a ‘Los Cotos’, pozos que por estar a flor de tierra, y por su gran profundidad, pueden ser motivo de graves males, habiéndose dado ya el caso de un supuesto suicidio en uno de dichos pozos, sin haber podido encontrar el cadáver del que se supuso que a uno de ellos se arrojó. La Comisión, después de discutido este asunto, y teniendo en cuenta la obligación impuesta a los Ayuntamiento de velar por la seguridad de las personas y de las cosas, acordó se proceda al cierre de dichos pozos, pues si bien el artículo 56 del Reglamento de Policía Minera, del 28 de enero de 1910 impone la obligación de rellenar todas las calicatas y obras de las minas abandonadas por los dueños de las mismas, como en este caso no se puede exigir el cumplimiento de esta obligación por ser completamente desconocidos los concesionarios de referidas minas, ya caducadas, no podía dejarse incumplida la misión tutelar del municipio”.

[15] Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 18 de julio de 1853. “Don José del Pino, Gobernador de esta Provincia, hago saber […] por don Vicente Vegas Plasencia, vecino y residente en Calera de León, se ha hecho el denuncio de una mina antigua, cobriza, e el sitio de ‘La Garranchosa’ y ‘Agua-Blanca’, término de Monesterio, abandonada de tiempo inmemorial, sin que se sepa el nombre de ella, ni el de sus poseedores, según la justificación que ha presentado […] en su consecuencia, y habiendo declarado por decreto de 2 del actual la caducidad de ellos, se hace saber al público, en cumplimiento de lo que previene el artículo 20 del Reglamento, para la ejecución de la Ley del Ramo. Badajoz, 9 de julio de 1853. José del Pino. Eugenio Sánchez de Fuentes, Secretario”.

[16] Hoy (Badajoz), 14 de noviembre de 1994, p. 5. “Por cada mil kilos de material extraídos y tratados se obtendrían 14,4 kilos de níquel (12.256 pesetas es su valor), 4,3 de cobre (1.330 pesetas), 1,03 de cromo (826 pesetas), 400 gramos de cobalto (1.781 pesetas), y cantidades menores de platino, paladio, oro y plata”.

[17] Pascual Madoz señaló la existencia de minados antiguos, y en 1853 se detecta un registro. Boletín Oficial de la Provincia, 1 de agosto de 1853. “Que por don José Villalba Romero, vecino de Monesterio, a la una y cuarto de  la tarde del día 14 de julio de 1853, se presente una solicitud por escrito con fecha 15 de junio anterior, en súplica de que se declare la caducidad de unos trabajos antiguos de tiempo inmemorial, que ha descubierto en el ‘Puerto de la Herrerías, término de Monesterio, en terreno perteneciente al común de vecinos del expresado pueblo […] Badajoz, 17 de julio de 1853. José del Pino. Manuel Saenz Diente”.

[18] Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 19 de febrero de 1901. “[…] Por D. Manuel Torrótegui Jáuregui, vecino de Sevilla, se ha hecho un registro de veinticuatro pertenencias mineras de hierro, que con el nombre de ‘Carmen’, núm. 5.343, ha descubierto en el sitio ‘Arroyo del Moro’, términos de Monesterio y Calera de León, y terreno de la propiedad de D. Manuel Sayago, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida el centro de una corratela o paredes de choza hundida al E de una trinchera en que hay empezado un socavón, y del ‘Arroyo del Moro’ como a unos cinco metros, desde este punto se medirán al N 50 metros, y se pondrá la estaca auxiliar; desde ésta, y en dirección N se medirán 100 metros y en sentido opuesto a S 100, que serán los ejes los rectángulos que comprende las veinticuatro hectáreas solicitadas […] Badajoz, 15 de febrero de 1901. Ramón Izquierdo”.

[19] Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 31 de marzo de 1903. “D. Ramón Izquierdo y Rubio, Ingeniero Jefe del Distrito Minero de Badajoz, hago saber que por D. Rafael Trujillo, en nombre de D. Juan S. Macdongall, vecino de Sevilla, se ha hecho un registro de ciento veinte pertenencias mineras de hierro, que con el nombre de ‘Abundancia’, núm. 6.240, ha descubierto en el sitio ‘Hera de Cerro Bermejo’, término de Monesterio, y terreno de la propiedad de la viuda de D. Rufino Murillo y otros, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida la referida ‘Hera de Cerro Bermejo’, y desde dicho punto de partida se medirán en dirección a S 20º E 300 metros 1º estaca; en dirección al E 20º N 1000 id 2ª id; íd al N 20º O 600 íd 3ª íd; íd al O 20º S 2.000 íd 4ª íd; íd al S 20º E 600 íd 5ª; íd al E 20º N 1.000 íd, con lo que quedará cerrado el perímetro que comprenden las 120 pertenencias solicitadas […] Badajoz, 30 de marzo de 1903. Ramón Izquierdo”.

[20] Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 19 de septiembre de 1908.

[21] Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 30 de abril de 1910. “Con arreglo al Decreto del Sr. Gobernador, fecha de ayer, se publica la siguiente relación de propietarios interesados en la expropiación de terreno para la mina ‘Abundancia’ del término de Monesterio, para que en el plazo de 20 días, a contar de la fecha de inserción en este Boletín Oficial, puedan exponerse en la Alcaldía de la citada villa las reclamaciones pertinentes a la necesidad de la ocupación que se pretende de la parcela descrita. Badajoz, 27 de abril de 1910, el Ingeniero Jefe (a) Ezequiel Navarro. Relación que presenta D. Juan S. Macdongall, dueño de la mina ‘Abundancia’, de término de Monesterio en que aquélla radica y parcela que desea adquirir para la explotación de dicha mina. Nombra de la finca: ‘Cerro Bermejo’ y ‘Campofrío’, que forma parte de lo que fue ‘Dehesa de Calilla’. Propietario: Dª Filomena Rodríguez Zapata e hijos, vecinos de Fuente de Cantos. Parcela de terreno que se desea expropiar: una superficie poligonal con un área de 12.670 metros, y 500 centímetros cuadrados (obra en la Alcaldía de Monesterio). Descripción de la finca: Consta de 361 fanegas 6 celemines, equivalentes a 232 hectáreas, 79 áreas y 4 centiáreas; linda al Naciente con la carretera de Badajoz a Sevilla, al Mediodía con la ‘Ribera y Arroyo de Cala, al Poniente con terreno de herederos de Antonio Fernández Viera, y al Norte con terreno de D. Anselmo Moreno, D. José Granados y ‘Arroyo Helechoso’. Es copia del original. Cotejada esta relación con la refundición del amillaramiento de la riqueza rústica de esta villa, confeccionada en 1906, y apéndices sucesivos hasta el del presente año, aparecen amillarada a nombre de la viuda de D. Rufino Murillo Rastrojo, vecina de Fuente de Cantos, y como forastero, 160 fanegas de tierra labor, y otras 160 fanegas de arbolado, que hacen un total de 320 fanegas; las primeras al sitio de ‘Cerro Bermejo’, de este término, y las segundas al sitio llamado ‘Campofrío’, que forman una sola finca, y cuyos linderos no constan en el amillaramiento. Monesterio a 20 de abril de 1910, el Alcalde, Francisco Lancharro. Es copia del original. El Ingeniero Jefe (a), Ezequiel Navarro”.

[22] Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 23 de junio de 1906. “[…] Por D. Francisco Geormán, vecino de Madrid, se ha hecho un registro de doce pertenencias mineras de hierro, que con el nombre de ‘Enriqueta’, núm. 6.643, ha descubierto en sitio de ‘Valdezahurdas’, término de Monesterio, y terreno de la propiedad de doña Manuela Sánchez, verifica la designación siguiente. Se tendrá por punto de partida un pozo de 10 metros de profundidad que se encuentra a unos 120 de la casa cortijo de la Sra. Sánchez, al S, y desde este punto se medirán al O 15º N 500 metros opuesto otros 500 metros; desde el mismo punto al N 15º E 100 íd; y en sentido opuesto otros 100 […] Badajoz, 20 de junio de 1906, Ramón Izquierdo”.

[23] Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 23 de abril de 1919.

[24] Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 19 de agosto de 1907

Oct 012005
 

Manuel Jesús Ruiz Moreno.

1. Orden Militar de Trujillo

Las Ordenes Militares nacieron en Tierra Santa con el fin de asistir y proteger a los peregrinos que se dirigían a Jerusalén. La primera Orden creada fue la del Temple. En torno a 1120 ya funcionaban los templarios asegurando el camino de Jaffa a Jerusalén, y poco tiempo después fueron asumiendo mayores responsabilidades en la defensa de los Santos Lugares frente a los musulmanes, llegando a ser uno de las mejores fuerzas de guerreros profesionales, perfectamente adiestrados y prestos para el combate. Pronto fueron secundados por otras órdenes con carácter similar, como los Hospitalarios y los Teutónicos. Pero la lucha contra el Islam no se realizó solamente en Oriente, también existía un frente abierto en la Península Ibérica, por lo que respondiendo a una situación similar de lucha contra el infiel, se crearon una serie de Órdenes Militares hispánicas a imitación de estas Órdenes Internacionales. Entre ellas la Orden de los Caballeros Trujillenses.

Esta milicia pudo en un principio nacer como una cofradía militar alrededor de 1180, y podríamos plantear que su primera misión sería la defensa de Trujillo, población donde asentaría su convento principal. Su origen y función podría haber sido muy similar a la que habrían tenido otras Ordenes Militares que la habían precedido, tales como la de Calatrava, o los Fratres de Cáceres después conocidos como Orden de Santiago. En 1188 encontramos ya a esta milicia organizada como Orden Militar y con la fuerza suficiente para aceptar la custodia de la villa de Ronda, en Toledo. Su valía en combate, haría a los freires trujillenses, poco tiempo después, merecedores de la defensa de una de las fronteras más conflictivas en aquellos tiempos, el territorio de Trujillo. Entre las donaciones efectuadas por el rey Alfonso VIII a esta milicia podemos citar los castillos de Trujillo, Albalat, Santa Cruz, Cabañas y Zuferola. Fortalezas desde las cuales se realizarían frecuentes incursiones contra el territorio musulmán. En 1195 los Caballeros de Trujillo debieron participar en la batalla de Alarcos, devastador enfrentamiento para el ejército castellano en la que los trujillenses debieron sufrir un gran número de bajas. En la lucha debieron comportarse con valentía, porque tras la derrota conservan el dominio sobre las fortalezas donadas anteriormente, lo que nos hace pensar que seguían manteniendo la confianza del monarca castellano.

Durante la expedición almohade de 1196 contra la corona castellana, el territorio de los freires trujillenses es arrasado por los musulmanes. Ante la escasez de efectivos militares, caídos el año anterior en Alarcos, las guarniciones de las plazas trujillanas no estarán en condiciones de resistir, por lo que la evacuación de las poblaciones a su cargo sería la orden a seguir. Una a una fueron tomadas todas las fortalezas ante el ataque imparable de las tropas sarracenas. Protegiendo la retirada es posible que quedaran algunos caballeros con la última misión dada a esta milicia, entorpecer, en la medida de los posible, el avance de las columnas almohades y dar tiempo a que las poblaciones evacuadas pudiera ponerse a salvo; sería en el cumplimiento de éste objetivo donde sacrificarían sus últimos efectivos defendiendo el territorio castellano a ellos asignado.

La opinión de los especialistas sobre esta orden es un tanto dispar; para algunos autores los orígenes de la Orden Militar de los Caballeros de Trujillo fueron distintos a los de la Orden Militar de San Julián del Pereiro (luego O. M de Alcántara) aunque posteriormente pudieron establecerse algún tipo de relación o dependencia entre ellas, que acabaría con la fusión de los trujillanos en la San Julián; mientras que para otros, siempre fueron la misma, recibiendo el nombre de San Julián del Pereiro en el reino de León y de Trujillo en el de Castilla. (MORENO LÁZARO, 2004: 35).

2. Enclaves militares truxillenses en Tierras de Trujillo

En este trabajo solo se han estudiado los enclaves militares situados en la Tierra de Trujillo, cuyos límites antes de finalizar el siglo XIII estaban fijados con claridad, extendiéndose desde el Almonte al Guadiana y del Tamuja al macizo de las Villuercas (BERNAL ESTEVEZ. 1998: 112)

Para el estudio de los enclaves militares que pertenecieron a los freires truxillenses en las tierras de Trujillo, nos vamos a basar en dos documentos dirigidos a dicha Orden Militar:

El primero es una concesión del 5 de Abril de 1188 por parte de Alfonso VIII a Gómez, magistro truxillensi y a todos sus freires, de la localidad toledana de Ronda (Toledo):

“(…) dono et concedo vobis domino Gomez, magistro truxillensi, et omnibus fratribus vestris, presentibus et futuris, Rondam, cum ungressibus, et egressibus, (…)” (TORRES Y TAPIA, I, 1763: 103).

El segundo es un privilegio de donación de fecha 6 de marzo de 1195, en el que el mismo rey concede al convento de los freires de Truxello y a su magistro don Gómez: la villa y castillo de Trujillo, de Albalat -a orillas del río Tajo-, la fortaleza de Santa Cruz cerca de Trujillo, sito en un monte arduo, y otros dos castillos de los cuales uno se llama Cabañas y el otro Zuferola. Estos castillos y villas son dados íntegramente con todos sus términos, heredades y solares, aguas, y pastos. Además, para la manutención y sostenimiento de dichos castros y villas les asigna tres mil ducados anuales impuestos sobre la greda de los montes de Magán de los que les había de hacer pago su Almojarife:

“(…) donationis, et concessionis, et stabilitatis Deo et conventui fratrum de Truxello, presentium et futurorum, et vobis domno Gometio, eiusdem conventus instanti magistro, vestrisque successoribus perpetuo valituram, dono itaque vobis et concedo villam et castellum quod vocant Turgellum; et villam et castellum quod vocant Albalat, situm in ripa Tagi; castellum quoque quod vocant Sanctam Crucem, prope Trufellum, situm in monte Arduo; et alia duo castella, quorum alterum vocatur Cabannas, reliquum vero Zuferola, predictas siquidem villas et castella vobis dono et concedo integre, cum omnibus terminis suis, heretitatibus, solaribus, aquis, pascuis, et cum ingressibus et exitibus, et cum omnibus directuris, et pertinentiis suis, iure hereditario habenda in perpetuum et irrevocabiliter possidenda. Ad munitionem igitur et manutenentiam perpetuam predictorum castrorum et villarum vobis assigno, dono et concedo annuos redditus trium millium auereosum de Greda montis de Magam (…) (TORRES Y TAPIA, 1763, I: 108)

Es probable que los freires truxillenses también ocuparan otros enclaves de menor entidad para la defensa de la zona, tales como torres de vigilancia, que permitiesen controlar visualmente las principales vías usadas por los musulmanes en sus razzias sobre este territorio, pero no tenemos documentos que nos los confirmen. Puestos avanzados como: las Atalayas (promontorio entre Ibahernando y el Puerto de Santa Cruz), el Torreón, los Lagares de Herguijuela, la Peña de Zorita (en el caso de no identificarse con la Zuferola del documento de donación), Logrosán, Cañamero, etc. (estos últimos con castillos o algún tipo de fortificación documentada en años posteriores) pudieron servir para avisar del peligro inmediato del avance musulmán. (RUIZ MORENO. * )

2.1. Convento matriz

El primer documento en el que se tiene noticia de la Orden de Trujillo, es una concesión del 5 de Abril de 1188 por parte de Alfonso VIII a Gómez, magistro truxillensi y a todos sus freires, de la localidad toledana de Ronda

El documento mencionado nos indica que esta Orden tenía su casa principal en Trujillo, su situación en la ciudad podemos encontrarla en el Manuscrito de Tapia, texto recogido en las Crónicas trujillanas del siglo XVI por D. Miguel Muñoz de San Pedro, que la ubica en las casas del mayorazgo de los señores de Orellana la Vieja, cerca de la alberca de la villa. Fernández-Daza la sitúa más concretamente en el edificio que actualmente se conoce como Alcazarejo (FERNÁNDEZ-DAZA ALVEAR, 1193: 98, 130). Aunque basándome en la opinión de D. Clodoaldo Naranjo, el solar de los Señores de Orellana la Vieja estaría situado en el palacio derruido que está situado justo al lado de la alberca haciendo pared con ella, y del que actualmente solo se conservan unos paredones y restos de una torre circular (NARANJO ALONSO, 1929: 363) opinión que comparte Sánchez Rubio (SÁNCHEZ RUBIO, 1993, 74-75). Solar que en un plano antiguo de Trujillo realizado por Coello (sobre 1850) aparece denominado como ruinas del Paular o palacio de Godoy,

Sabemos que la Alberca es considerada de construcción árabe o reformada por ellos, y era utilizada desde muy antiguo para el suministro de agua a la población de la villa (Sánchez Rubio, 1993, 75). La posición del convento matriz de los trujillenses controlando la fuente principal de abastecimiento de agua a la población no debe ser accidental, ya que el dominio sobre el agua se ha venido utilizando desde antiguo como instrumento en el ejercicio de poder en las ciudades de la Castilla medieval (Val Valdivieso, 1993: 66), de la misma opinión es Mazzoli-Guintard, para quien también los abastecimientos de agua en las ciudades del al-Andalus, estarían situados en espacios protegidos y vinculados siempre al poder (MAZZOLI-GUINTARD, 2000: 193)

Pensemos que las principales fuentes de aprovisionamiento de agua en la ciudad por aquellas fechas serían la Alberca para la población de la villa y los aljibes de la Alcazaba para la guarnición de la misma, porque los Aljibes de la Plazuela de los Altamiranos han sido considerados por los especialistas, como de época posterior a la reconquista de la ciudad por los cristianos. Pavón Maldonado opina que serían levantados entre los siglos XIV y XV (PAVÓN MALDONADO, 1992: 288)

No conocemos tampoco el lugar en el que debió estar situada la ermita o iglesia donde los freires truxillenses practicaran sus ejercicios religiosos, pero la denominación antigua de la iglesia de San Andrés situada en sus inmediaciones, pudiera darnos alguna pista. El edificio de la actual iglesia de San Andrés se ha fechado como de 1518 e incluso posiblemente anterior (SÁNCHEZ RUBIO, 1993: 76, 80), no se pretende insinuar que la estructura que se observa fuera la existente en tiempos de los caballeros truxillenses, pero siguiendo a Sánchez Rubio sabemos que el nombre que antiguamente recibía la iglesia de San Andrés fue el de iglesia de la Vera Cruz, denominaciones que fueron intercambiadas en el siglo XIX sin que pueda conocerse la razón (SÁNCHEZ RUBIO, 1993, 77). Podemos plantear como hipótesis que los freires truxillenses construyeron una iglesia junto a su convento bajo la advocación de la Vera Cruz, y que la misma pudiera haber sido emplazada en el lugar que actualmente ocupa la iglesia de San Andrés.

Esta primitiva construcción habría sido destruida o rehabilitada como mezquita, tras la toma almohade de la Ciudad, al aprovechar su proximidad a la fuente de agua de la alberca. Pero la denominación de dicha iglesia pudo no perderse en el recuerdo y bien pudiera haberse conservado en la memoria de los habitantes de Trujillo que escaparon del asalto almohade en 1196, o de los que hubieron de volver a la ciudad bajo dominio musulmán. (Recordemos que la tradición cuenta que la reconquista de la ciudad fue en parte posible a las acciones de un grupo de mozárabes, que habitaban en Trujillo, 36 años después de su perdida por los cristianos, y que dirigidos por Fernán Ruiz de Altamirano, consiguieron vencer, desde el interior, la resistencia de los defensores de una de las puertas de la ciudad, por la que entraron los cristianos para tomar la plaza). Por lo que pudiera ser posible, que tras su reconquista definitiva el 25 de enero de 1232, se iniciara la reconstrucción de la Iglesia de la Vera Cruz en el mismo lugar que ocupaba antes de la ocupación musulmana. (RUIZ MORENO. *)

Situando por tanto el convento de la Orden en el Palacio que domina la Alberca, podríamos interpretar que su posición debería defender uno de los accesos a la ciudad, lo que implicaría una modificación de los lienzos de la cerca que se conservan en la actualidad, y cuyo posible trazado es motivo de un estudio más profundo que sobre la Orden Militar de los Caballeros de Trujillo, estamos llevando a cabo.

Otro dato importante que podemos observar en este primer documento dirigido a la Orden es que, en la fecha en la que se redactó (1188), las fuerzas de los freires truxillenses no debían ser lo suficientemente importantes, o no gozarían todavía de la total confianza del monarca, porque no se les ha concedido la defensa de la villa y castillo de Trujillo, acción que no ocurre hasta 1195. (RUIZ MORENO, 2002: 136).

2.2. Villa y Castillo de Trujillo

Es difícil precisar que estructuras defensivas de Trujillo se encontraban construidas en tiempos de su tenencia por los freires truxillenses. Los especialistas en castellología disienten en cuanto a la datación cronológica de determinados elementos arquitectónicos que hoy podemos observar.

Tenemos noticias de que Trujillo es la cabeza de una Cora en el siglo X. La construcción inicial de la alcazaba islámica pudiera asociarse al grupo de fortalezas con estructura de planta cuadrangular o rectangular con ocho torres, cuatro en los ángulos, semejantes al Vacar (Córdoba) Lora (Málaga) Bujalance (Córdoba) ó Linares (Jaén). (PAVÓN MALDONADO. 1999, 185). Dichas torres, que defenderían el adarve, normalmente deberían superar en dos o tres metros la altura de los muros, aunque Pavón Maldonado destaca que las torres construidas en el periodo de los siglos IX y X, eran macizas y su altura no debía sobrepasar demasiado el nivel del paso de ronda. Por lo que observando la altura de las existentes en las alcazaba de Trujillo, y de no haber sido desmochadas durante su azarosa existencia, este dato pudiera informarnos sobre su posible datación cronológica (MORENO LÁZARO. 2004: 51)

La parte más antigua de dicha alcazaba se ha podido fechar gracias a una lápida árabe encontrada en el mismo, en la que Francisco Codera pudo leer: “En el nombre de Dios clemente / misericordioso …/ Mohamed, hijo de Soleiman, compadézcase (de él) Dios … y este (fue) dia jueves, año ocho cuatrocientos” (408/1018) (PAVÓN MALDONADO. 1967: 196)

En el XII Trujillo es considerada como una villa o ciudad de mediano tamaño. El geógrafo el Idrisi en su Geografía de España (acabada en 1154) (TERRÓN ALBARRÁN. 1991: 313), describe en su visita, que Trujillo era una villa grande tal que parecía una fortaleza y sus muros están sólidamente construidos, con bazares bien provistos. Y que sus habitantes, tanto jinetes como infantes, tenían la fama de ser unos excelentes especialistas en la guerra de guerrillas, efectuando frecuentes correrías contra el territorio cristiano.

Descripción que nos permite deducir que no sólo es que tuviera una fortaleza, o alcazaba, si no, que el conjunto de la villa, esto es, el recinto de la cerca, que el observó, estaría en tan buen estado que todo ello le pareció una fortaleza.

Dicha cerca que protegía la ciudad en el siglo XII no debió modificarse de forma importante durante los siglos venideros, conservando por tanto su primitivo trazado de forma muy similar hasta el siglo XV (Sánchez Rubio, 1993, 69).

En cuanto al Albacar, mientras Pavón Maldonado opina que ya debía estar en pie en el siglo XII, (PAVÓN MALDONADO, 1999: 99) otros autores piensan que si bien la puerta principal de dicho albacar si pudiera ser contemporánea con la alcazaba, posiblemente no todos los lienzos existentes en la misma puedan ser tan antiguos, siendo en su mayoría de época posterior.

Reforzando el perímetro se construyeron dos torres albarranas en la alcazaba (s. XII-XIII, aunque otras opiniones se inclinan hacia una contemporaneidad con la alcazaba); y una coracha, o torre avanzada, en el albacar de construcción quizás un tanto posterior a las anteriores. El término “albarrana”, a decir de Pavón Maldonado, viene de la palabra barrani que significa exterior, correspondiendo con la situación más alejada de dichas torres del lienzo de la muralla. Las torres albarranas de la alcazaba actualmente están unidas al resto de la muralla por dos pasarelas, ahora metálicas y fijas, en su tiempo serían de madera y móviles, o quizás pudieron estar unidas al adarve por unos pequeño arcos como en el caso de la coracha, que podían destruirse en caso de ser tomadas al asalto. Estos elementos defensivos, en opinión de Torres Balbás, son exclusivos de las fortificaciones hispano-árabes, y no existen fuera de la península ibérica. Su misión era aumentar el flanqueo contra los atacantes, además tenían la ventaja de que si el enemigo las tomaba, bastaba romper el puente de unión para dejarlas aisladas. (MORENO LAZARO. 2004: 52)

La coracha además de cumplir como torre albarrana, impedía el cerco total del recinto asediado por parte de las fuerzas asaltantes.

Probablemente las torres albarranas serían construidas después de la caída de la ciudad en manos almohades en 1196. Pensemos que los freires truxillenses solo serían dueños de toda la villa con la alcazaba incluida, desde su donación, por Alfonso VIII el 6 de marzo de 1195, hasta aproximadamente mayo de 1196, poco más de un año, durante el cual además sufrían las pérdidas de personal de la Orden, en la batalla de Alarcos ocurrida el 19 de julio de 1195. Tiempo probablemente insuficiente para abordar obras defensivas de gran envergadura.

Tras la toma de Trujillo por los almohades en la campaña de 1196, esta villa quedará en primera línea frente a los contraataques y cabalgadas de los cristianos, por lo que me inclino a pensar que fue bajo su dominio cuando se procedió a reforzar las defensas de la ciudad. Recordemos que en esta campaña (1196) las tropas almohades parten de Sevilla alrededor del 15 de abril y podemos conocer su ruta devastadora a través de los Anales toledanos: “Prisó el Rey de Marruecos a Montanias e Santa Cruz e Turgiello e Placença e vinieron por Talavera e cortaron el Olivar e ermos Santa Olaia e Escalona e lidiaron Maqueda e non la prisieron e vinieron cercar Toledo e cortaron las viñas e los arboles”. También sabemos que no muchos meses después, concretamente el 15 de agosto de ese mismo año, Plasencia será recuperada por los cristianos, a decir de Julio González en su estudio sobre Alfonso IX de León, pero no así Trujillo, que no será recuperada hasta 1232.

Razón por la cual, no sería aventurado pensar que la plaza de Trujillo se convirtiera en uno de los objetivos vitales para la ofensiva cristiana tanto de los castellanos, por haber sido territorio suyo; como de los leoneses, que también la consideraban en su zona de expansión, prueba de ello es la donación que Alfonso IX de León realizó a la Orden de Santiago en mayo de 1229, en la que se obligaba a entregar a la susodicha Orden los castillos de Trujillo, Santa Cruz, Montánchez y Medellín cuando consiguiera conquistarlos a los musulmanes (GONZÁLEZ, 1944: 205). Razón que implicaría un aumento de las defensas de esta plaza con los elementos fortificados añadidos. (albarranas, aljibes en la alcazaba, etc.) (RUIZ MORENO. *). Esta opinión entraría dentro de los razonamientos de los trabajos de Torres y Balbás, para quien las torres albarranas más antiguas serían de época almohade, mientras que presentaría discrepancias con los pareceres de Lafuente y Zozaya, quienes, basándose en criterios arquitectónicos, fechan la torres albarranas de Trujillo de finales del siglo IX.

El resto de las defensas que podemos encontrar actualmente en el recinto de la alcazaba, son de época muy posterior: el Baluarte que presenta en el lado oeste, entre una de las torres albarranas de la alcazaba y la puerta principal del albacar pudiera ser del siglo XVI (VELO y NIETO.1968: 599).

Contemporáneo también debe ser una pequeña barrera o antemural que defendía el lienzo oeste del albacar, y el lienzo este de la alcazaba y parte del albacar, que presentan aspilleras de palo y orbe para el uso de armas de fuego. (RUIZ MORENO. *)

En fotografías de 1837 se podía observar, incluso, la presencia de un antemural entre las torres albarranas, construcción que hoy se ha perdido (Pavón Maldonado, Madrid 1999, 286)

2.3. Santa Cruz

Del castillo de Santa Cruz el geógrafo musulmán al-Bakri nos cuenta que ya en el año de 834 se levantaba erguido sobre una abrupta y solitaria sierra separada dos leguas de Trujillo, y era tan elevado que no llegaban ni las águilas (TERRÓN ALBARRÁN, 1991: 49). Tuvo Santa Cruz gran importancia militar, como lo acreditan los restos de fortificaciones que se descubren aun en lo más alto del picacho donde debió haber un buen castillo con sus aljibes y fosos capaces para sostener una lucha prolongada. Aunque hoy poco puede observarse de los mismos.

Clodoaldo Naranjo nos refiere sobre ella en su trabajo sobre Trujillo y su tierra que cuando en 1232 se reconquistó Trujillo para la causa cristiana bajo la dirección del maestre de Alcántara don Arias Pérez, todavía la fortaleza de Santa Cruz siguió resistiendo dos años más en poder de los musulmanes, hasta el punto que don Arias tuvo que desistir de sitiarla y reducirla, muriendo a poco de la conquista de Medellín, sin lograr que Santa Cruz cayese en poder de sus caballeros. Esta empresa la realizó su sucesor don Pedro Yánez por cuenta de la Orden e Alcántara el día 28 de Agosto de 1234, con ayuda de los caballeros de la Orden de Santiago y de los concejos de Trujillo y otras villas

2.4. Cabañas

Sobre Cabañas podemos recabar información en el estudio que sobre los castillos, torres y casas fuertes de la provincia de Cáceres realizó Publio Hurtado.

Autor que nos los describe situado en la cúspide de un elevado cerro que domina el pueblecito de Cabañas, del partido de Logrosán, casi inaccesible por su posición topográfica. (HURTADO, 1989: 46) Mogollón añade que esta fortaleza constaba de varios recintos amurallados y escalonados, sobresaliendo la torre del homenaje. (MOGOLLÓN CANO-CORTÉS, 1992: 24) Los elementos defensivos que se aprecian actualmente son posteriores al dominio de los truxillenses.

La fortaleza de Cabañas es muy probable que también se perdiera en la ofensiva almohade de 1196, junto al resto de las plazas de la Orden trujillana. En un privilegio de confirmación de Fernando III de 1220 se hace constar que sus nuevos señores eran los caballeros calatravos. En opinión de Enrique Rodríguez Picavea parece claro que en esta concesión del monarca castellano a la Orden de Calatrava debieron influir las relaciones entre los calatravos y la Orden de Trujillo. Todavía encontramos a Cabañas bajo poder Calatravo en diciembre de 1256 en el que el maestre Pedro Ibáñez concedió a los hombres y mujeres de Cabañas los molinos que hicieron en este lugar, con la condición de dar medio cahíz de trigo a su comendador y de que a su muerte volvieran todos los molinos a poder de la Orden. El final del abadengo de la Orden sobre Cabañas debe ponerse en relación con su proximidad a la villa de Trujillo y su ubicación en el término de este concejo de realengo. Estas circunstancias debieron convencer a Alfonso X para comprar la aldea a los freires calatravos y, en octubre de 1272, venderla al concejo de Trujillo a cambio de 30.000 maravedís y la condición de que derribara los muros del castillo. (RODRIGUEZ-PICAVEA MATILLA. 1994: 155-156) En opinión de Fernández-Daza Alvear la compra de Cabañas más bien parece una donación encubierta por parte de Alfonso X a esta villa por las aportaciones que le hizo para la guerra de Granada. Derechos sobre Cabañas que no debió ejercer y que se perdieron cuando en 1375, el rey Enrique II otorgó la merced de esta posesión a un noble adicto a su causa, el conde de Oropesa, y desgajó definitivamente este territorio del resto del término. (FERNÁNDEZ-DAZA ALVEAR. 1993: 78)

2.5. Zuferola

La identificación de Zuferola no es nada fácil. Más si en el documento de donación ya nos dicen que se encontraba en ruinas: (…) reliquum vero Zuferola (…)

Autores como Fernández-Daza Alvear opinan que pudiera localizarse en la actual dehesa de El Pizarroso entre Trujillo y Jaraicejo, coincidiendo con el punto más elevado de la zona desde donde se puede divisar la fortaleza de Trujillo, y pueden observarse algunos restos de una antigua construcción. Esta suposición además se apoya en la afirmación de un documento de 1353 donde se dice claramente que en el monte pizarroso hay un castillo llamado Çifuruela, que podría ser el Zuferola nombrado (FERNÁNDEZ-DAZA ALVEAR. 1993: 98)

Opinión diferente presenta, Feliciano Novoa para quien este topónimo podría coincidir con cifuruela, un portechuelo que linda con la heredad de Cañadas de la Zarza, en el monte Alcollarín, lugar próximo a Trujillo, que en 1353 se disputaban el concejo de Trujillo y Bartolomé Sánchez (NOVOA PORTELA, 2000: 77). Coincidiendo con dicha localización aparece una “Peña del Castillo” en un mapa de la provincia de Extremadura de don Tomás López del año 1798

Sabemos también de la existencia en el término de Trujillo de restos de defensas musulmanas en la margen izquierda del río Almonte, citada por Madoz en su Diccionario Geográfico, ruinas que se encuentra justamente en la confluencia del río Tozo y el Almonte, próxima a Monroy y a seis leguas noroeste de Trujillo. Conocida en el siglo XVI por Villavieja, nombre que ha conservado la dehesa en que la está enclavada. Azuquen de Villavieja, pero de la cual se ignora el nombre que pudiera tener en el siglo XII. Naranjo Alonso opina que tal vez ésta fortificación pudiera ser Zuferola, Y nos las describe con una muralla lisa y débil que debió proteger la villa con capacidad para unas doscientas casas en su recinto, construida en un posición inexpugnable, pues por tres de sus lados el terreno está elevado casi cien metros sobre el cauce de los dos ríos y casi perpendicularmente cortado todo; el otro lado, único por donde tenía acceso esta población, estaba defendido por tres profundos fosos y una torre entre las dos únicas puertas por donde se entraba a la villa. Muy próximo a ella aun se descubren numerosos sepulcros árabes de construcción ordinaria y sin importancia. Hoy no existen más que algunos alineamientos de paredones en su interior y señales de habitaciones. (NARANJO ALONSO: 78).

Esta misma situación de Zuferola acotada por Naranjo, parece confirmarse en un mapa que se muestra en un trabajo de Cardalliaguet Quirant.

Por último, otra posición que también se ha barajado sería la Peña de Zorita. Pavón Maldonado nos dice que fueron numerosos los castillo conocidos por la naturaleza de su asiento en roca o peña muy saliente, con el término de al-sajra o el diminutivo al-Sujayra – que en ocasiones dio el romanceado zafra de nuestros días (PAVÓN MALDONADO, 1999, 167). Tal y como observamos en las fortalezas de Zafra de Molina o Zorita de los Canes en Guadalajara, asentados sobre un cerro de roca. Vista tal afirmación podríamos deducir que la Peña de Zorita bien pudo ser la Peñuela = Zuferola que buscamos, y cuya situación parece indicarse también en un plano del libro de José Luís Martín sobre los Orígenes de la Orden militar de Santiago.

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FOTOGRAFIAS

img1Caballero truxillense

img2Solar del Convento Principal de la O.M.

img3Solar Convento Caballeros de Trujillo y Alberca

img4Vista desde el oeste del Solar Caballeros Truxillenses

img5Alberca

img6Aljibes de la Alcazaba de Trujillo

img7Aljibes plazuela Altamirano

img8Iglesia de San Andrés

img9Vista del Castillo de Trujillo desde el sureste

img11Vista de las torres albarranas. Castillo de Trujillo

img12Torre adelantada del albacar. Castillo de Trujillo

img12Puertas del albacar. Castillo de Trujillo

img13Vista del Baluarte del Castillo de Trujillo

img14Detalle de aspilleras en el antemural

img15Vista antigua del Castillo de Trujillo desde el oeste

img16Vista actual del Castillo de Trujillo desde el oeste

img17Sierra de Santa Cruz

img18

Ruinas fortaleza de Santa Cruz

img19Emplazamiento del Castillo de Cabañas

img20Castillo de Cabañas

img21Stuación peña de Zorita

img22Peña de Zorita

img23Plano territorio O.M. Trujillo

plano

Oct 012005
 

Rosario Rubio de Orellana-Pizarro.

Hablamos de Francisco de Orellana, hidalgo extremeño, uno de los nombres más destacados de la Conquista de América, tan conocido por sus hazañas del descubrimiento y navegación del Río Amazonas y tan desconocido por otras muchas y los altos fines que las inspiraron.

Un tipo de hidalgo del lugar y de la época, que se corresponde con el arquetipo del conquistador; inadaptado a la rutina del lugar, más ilustrado con frecuencia de lo que se piensa, lo que sería su caso y que a diferencia de sus antepasados, creadores de insignes linajes, -el suyo, en su tiempo, el más poderoso de Trujillo-, no podían desarrollar actividades militares en suelo peninsular, la Reconquista estaba terminada, las guerras civiles que habían asolado, y arruinado, a Castilla erradicadas y zanjadas por la autoridad y buen gobierno de los Reyes Católicos.

Su proyección podría ser aquél Nuevo Mundo del que llegaban noticias prodigiosas. Pronto empezaría a decirse del destino de los segundones, aquello de “Iglesia o Mar o Casa Real”. En el mar, cruzado el Mar, había un porvenir para quienes les vendría estrecho el inmediato futuro que se les presentaba.

La aventura de las Indias ilusionaría a muchos de ellos. Potenciaría sus cualidades y asumirían otras nuevas fruto de toda actividad creadora.

En el caso de Francisco de Orellana así fue. Toda su trayectoria estaría marcada además por un espíritu de gran generosidad y entrega personal, como veremos, virtud egregia cuyo más visible sentido puede resumirse en la expresión “darse”; en todo momento y por todo y por todos así lo hizo.

Hacía 1521 desembarcaría, como tantos, en la zona de arribada principal: Centroamérica. A partir de ahí tras seguir las vicisitudes propias anteriores a cualquier determinación y oportunidad se inicia como descubridor en la propia región.

Primero sería descubridor en Nicaragua y Castilla del Oro, más tarde se le ofrecieron opciones más o menos tentadoras. Al final se decidió por otra que no figuraba entre aquellas, una empresa más aleatoria y peligrosa que cualquiera otra, más atractiva para él al tiempo que pensaba en la utilidad de su presencia en tan ardua tarea como lo sería la Conquista del Perú, acometida por Francisco Pizarro y sus hermanos, parientes suyos y con los que le unía la mejor relación.

Era muy joven cuando tomó parte en aquella y fue el entusiasmo de su juventud y entrega lo que acentuó la eficacia y el valor de sus intervenciones. Fue en la Conquista del Perú donde se desarrollo su formación militar, como oficial. En todas las acciones en las que intervino lo haría con gran fogosidad y arrojo lo que le convertiría en una muy valiosa ayuda y llamando la atención de Francisco Pizarro, al que su aprecio como un pariente incondicional, esta fue la razón de su incorporación, se uniría su estima de soldado.

Una flecha le haría perder un ojo en una de las refriegas en las que participó, falta que su galanura la supo hacer menor. Estuvo presente en los más importantes escenarios de la Conquista del Perú, entre ellos, como decisivo, el de Cajamarca.

Terminada la Conquista del Perú se instalaría como poblador en la villa del Puerto Viejo. Allí se siguió manifestando su actitud abierta de generosidad y ayuda de la que ya en ocasiones anteriores había dado muestra. De “vecino honrado” lo calificarían sus convecinos, expresión que más que propiamente un calificativo resultaría ser atribución y reconocimiento de una alta dignidad.

Decían las crónicas “Durante su residencia en aquella villa y puerto de Puerto Viejo, precisa recalada de la gente que de todas partes acudían al ruido de las riquezas del Nuevo Continente, su casa estaba abierta a los enfermos y necesitados y en ella encontraban albergue, comida, medicina y otros socorros”.

Allí en Puerto Viejo le llegaron noticias de la crítica situación por la que pasaban sus parientes los Pizarro. Francisco sitiado en Lima; sus hermanos también sitiados en el Cuzco, consecuencia de una insurrección general de los indios y que ponía en grave riesgo de sucumbir los españoles y su obra con ellos.

Ante esta situación abandona bienes, comodidad, tranquilidad, simpatías. Apresta ayuda y defensa, con hombres a su propia costa, corriendo presto al lado de aquellos, imponiéndose su generosidad y lealtad a las dificultades y distancia con todo el riesgo que aquella comportaba.

“Acorrió pues -dice el cronista-, a Don Francisco Pizarro en Lima y siguió luego en acorrimiento de los hermanos de éste en el Cuzco, donde rompió el cerco de los sitiadores atacantes”.

Tras pacificar Trujillo, también alzada contra los españoles, regresaría a su amado Puerto Viejo, del que nuevamente habría de salir para acudir otra vez en pos de los Pizarro participando en el bando de éstos en la decisiva Batalla de Las Salinas librada contra los Almagristas.

Finalizada aquella con la victoria de los Pizarro sobre los almagristas, le encomendó Francisco Pizarro la gobernación de la provincia de La Culata con cargo de Capitán General, región conocida por él de tiempo y en la que estaba situado Puerto Viejo, el lugar del que él era poblador y había sido fundador. Le encomendaba además la fundación de una ciudad. Orellana gozaba de fortuna y gloria, por lo que aceptar misiones de aquél orden se correspondía más con su buena disposición que con ninguna ambición; de nuevo aparecía, por encima de todo, su actitud generosa y desprendida.

La ciudad a fundar no sería otra que la de Santiago de Guayaquil, que constituiría un puerto muy estratégico para el desarrollo de la zona, de ahí la imperiosa necesidad de su creación, intentada dos veces, una por Sebastián de Belalcazar y la otra por Francisco Zaera.

La naturaleza era un obstáculo grave y difícil para su ubicación que él supo superar acertadamente. Previamente había que reducir a los belicosos huelcanvelican, lo que conseguiría combinando las armas y su poder de persuasión al que contribuía su conocido dominio de las lenguas indígenas.

Haría honor a la confianza que Francisco Pizarro le mostró de la seguridad de que en este caso prosperaría el intento, buscando el sitio idóneo en un lugar cuyo acierto en hallarlo sería decisivo y que resultaría ser una garantía de supervivencia. Puede decirse que en esta ocasión estaba en lo cierto, como lo muestra que en 1937, cuando se conmemorara el cuarto centenario de su fundación, el 25 de julio de 1537, celebrando destacados científicos lo acertado que resultó su emplazamiento en una zona tan difícil de hallar el adecuado.

Apenas transcurridos tres años, en febrero de 1541, volvería de nuevo a las actividades bélicas, para cambiar la vara de regidor de su muy querida ciudad de Santiago de Guayaquil por la espada de conquistador, movido por la causa de siempre. “El aliento que lo arrastraba por las grandes empresas -dice el cronista-, su acostumbrada nobleza por acorrer con auxilio a todos sus compañeros, en tratándose de sucesos que su ayuda pudiera propiciar, le llevó de éstas riberas – las del Pacífico-, a trepar la cordillera andina, ir a Quito, en donde el insigne adelantado Don Gonzalo Pizarro había menester de ayuda para acometer la nunca bien admirada y ponderada y llorada odisea hacía el oriente”“A la titánica odisea se aprestó a ayudarle el fundador de Guayaquil y de Guayaquil llevó dineros, vituallas, abastos y también guayaquileros”. Todo ello le supondría un coste de más de 40.000 ducados de oro.

Esta sería la causa de éste nuevo capítulo de su vida , que empezaba en Quito adonde se trasladó y desde el que, en marzo de 1541 marcharía siguiendo, para alcanzarlo, a Gonzalo Pizarro que impaciente había partido ya de aquél lugar y al que se dispondría a ayudar en la gran aventura que Gonzalo Pizarro iniciaba muy preparada y numerosa compañía

Una expedición fantástica que lamentablemente se transformaría en expedición fantasma. Las calamidades y el fracaso haría que regresaran a Quito en agosto de 1542 los supervivientes de la descabellada aventura y que se reducía a la mitad de más de doscientos españoles que habían compuesto la expedición; ningún indio de los 4.000 que también fueron en ella regresó. Su objetivo era la conquista de el país de La Canela y Eldorado, el oro y las especias, obsesión de cuantos pretendían riqueza fácil y rápida, leyendas que la codicia las transformaba en espejismos, en realidad virtual, que diríamos hoy. La realidad real acaba sobreponiéndose a cualquier otra ficticia. No encontraron lo que buscaban pero si encontraron penalidades y sufrimientos derivados del medio hostil y distante en el que se adentraban, con sus provisiones agotadas y con la necesidad de avituallarse sobre el terreno. Terreno en el que no se advertía producción de vitualla alguna. Se encontraban en un infierno verde de ciénagas en el que sorprendentemente se daría una ventana a la esperanza al dar con la ribera de un río, “el Río Coca“, afluente del Napo, tributario éste del río Amazonas, a través del cual podrían explorar posibles fuentes de provisiones y hacerse con ellas. Harían falta los medios: una embarcación y un capitán de una “sui generis” hueste náutica.

La embarcación, se construiría en el propio campamento de Zumaco, un bergantín bautizado “San Pedro” y allí se botaría. El capitán de tan singular y vital misión: Francisco de Orellana. Así lo había decidido por unanimidad el Consejo que al efecto convocó Gonzalo Pizarro. Sus condiciones de buen militar, negociador prudente y elocuente lo hacían el más idóneo, a lo que se añadiría su dicho conocimiento de lenguas indígenas, permitiéndole ello alcanzar, como así fue, conquistas de modo pacífico y entablar amistosas relaciones con jefes y caciques de muchos pueblos.

Confirmaban estas aptitudes Fray Gaspar de Carvajal, su cronista. Decía de él que “siempre procuró conocer la lengua de los naturales e hizo los abecedarios para su acuerdo y dotóle Dios de tan buena memoria y gentil natural y era tan diestro en la interpretación, que no obstante las muchas y diferenciadas lenguas que en estas partes hay, era entendido y entendía convenientemente para lo que hiciera el caso”. Estos conocimientos juntos con su reconocido valor y prudencia, y formación militar confirmaban su idoneidad para la empresa que se le encomendaba. Designación que, por muestra de una gran confianza, le era de obligada aceptación y en la que su espíritu de entrega jugaría con carácter decisivo. Se trataba de adentrarse en un mundo desconocido y regresar de él portando vituallas y provisiones; esta era la finalidad de aquella operación que a modo de descubierta y de exploración se iniciaba el 26 de diciembre de 1541.

El problema sería encontrarlas y encontrarlas en un radio de acción en que la distancia y los accidentes naturales permitieran el regreso. Unos y otros lo hicieron imposible. Su palabra dada de regresar y su sentido de la lealtad le haría pensar en intentarlo. Se encontraban a una gran distancia impulsados por la fuerza de las corrientes que harían imposible navegar en su contra, aparte la lejanía a que aquellas los habían llevado y por lo que la totalidad de la expedición se negó a intentar un regreso que intentado hubiera resultado suicida.

Le quedaba el dolor del involuntario incumplimiento y el honor de que fueran los propios expedicionarios, tras haber renunciado al cargo para el que le había nombrado Gonzalo Pizarro, que lo nombraran Capitán en nombre de su Majestad, en documento, -requerimiento, lo llamaron-, suscrito por todos los soldados, dos clérigos y el escribano que lo atestigua, es decir, la totalidad de los componentes de la expedición. A Francisco de Orellana no le cupo otra suerte, lo que hacía con su acostumbrado gran espíritu, que aceptar y jurar el cargo que lo hizo ante un misal.

Empezaba para él la asunción de un protagonismo polivalente, sería navegante, armador, intérprete, negociador, soldado que lucharía en cualquier situación con quienes se constituyeran en enemigos y obtendría ayuda y apoyo de aquellos a quienes su buena disposición y comprensión, y conocimiento de su lengua se convirtieran en amigos y colaboradores de su misión.

Tal fue el caso de Aparia, de avanzada civilización, a donde llegaron el 3 de enero de 1542, lugar donde los españoles gozaron de acogida, descanso y manutención. Esto le permitiría construir un nuevo barco, bautizado “Victoria” y la reparación del “San Pedro” con el que habían partido desde el campamento de Zumaco. El 2 de febrero de 1542 abandonaban el lugar reemprendiendo la navegación hasta llegar al río Amazonas, dejando atrás sus poderosos y temibles afluentes que hasta él los habían llevado. Nuevamente recalarían en otro lugar de Aparia, situado en la orilla del río Amazonas y mejor dicho, de las Amazonas y del que en su navegación por él descubrieron los también poderosos ríos, Río Negro y Río Grande.

Su natural desinterés por un lucro propio y sentido de misión, hacía que rechazara parasí y sus hombres el oro que le era ofrecido por los indios, no permitiendo tampoco, que ninguno de los suyos aceptara ofrecimiento alguno, actitud muy valorada en su favor por aquellos.

El río acabó llamándose de “Las Amazonas” en base a que supuestamente, en alguna zona de sus riberas y proximidades existía un imaginario país donde moraban exclusivamente mujeres guerreras, un mito que circulaba coincidente curiosamente con igual leyenda de la antigüedad de mujeres guerreras, que ya recogía Herodóto. Se apoyaba aquella leyenda en una realidad más simple: la participación de algunas mujeres, junto con los hombres de aquellos lugares, que combatían junto a ellos, repelían asaltos o realizaban operaciones de hostigamiento, leyenda reafirmada, la de las Amazonas por la información inducida de indios amigos que acabarían afirmando la realidad de su existencia más que por propio conocimiento, lo que hubiera sido imposible, por lo que creían complacer a quienes les interrogaban sobre aquellas mujeres guerreras y la traición y las jugarretas que las lenguas a veces juegan a quienes creen dominarlas en cualquiera de sus sentidos.

Navegaron, hostigados por armas muy distintas: arpones, lanzas, cerbatanas, flechas, letales si envenenadas, y en cualquier caso, siempre peligrosas. En una de aquellas lluvias de flechas que habían de soportar, vendría una a dar en la persona del buen padre Carvajal y que le ocasionaría la pérdida de un ojo, pero no la de la pluma, afortunamente de cronista de aquella expedición.

Cuantas tierras descubrieron y pisaron fueron declaradas pertenecientes a la Corona manifestándose así formalmente por el escribano y a las que más tarde pretendía volver Francisco de Orellana para asentamiento del dominio y fundación de ciudades y poblamientos. Recorrerían en total mil cuatrocientas leguas -seis mil kilómetros- hasta llegar al mar. A doscientas leguas ya percibirían su proximidad en forma de nuevas dificultades a causa del flujo de las mareas y problemas que éstas ocasionaban, tales como las consecuencias de la falta de ancla de las embarcaciones y riesgos de embarrancar y averiarse lo que sería el caso del bergantín el “San Pedro“, de difícil reparación en aquellos lugares y en donde, por otra parte, había que hacer frente a la hostilidad y ataques de los indios pobladores de la zona.

En este último tramo habían navegado entre islas que los desorientaban y confundían. Por fin el 26 de agosto pudieron ver el mar, una vieja ambición cumplida la de encontrar una vía de comunicación entre las tierras altas del Perú y el mar Atlántico se habían cumplido.

Acabaría aquí la aventura del descubrimiento y recorrido del Río Amazonas, pero no la de su descubridor, que en su transcurso había descubierto nuevas tierras y tomado posesión de ellas en nombre del Rey regresaría, -esa era su ilusión- a poblarlas, colonizarlas y gobernarlas. España no establecía factorías, fundaba países, reinos regidos por un representante del Rey y en nombre de éste, con instituciones homólogas a las de la metrópoli y llevando su cultura, de la que la Iglesia fue su mejor portadora. Lamentablemente la mayor parte de las tierras recorridas por Orellana cayeron en manos de Portugal.

Así llegarían al final de la desembocadura de aquél mar fluvial desde donde se dirigieron a islas españolas, surcando el llamado Mar del Norte; ambas embarcaciones que marcharon juntas, se perdieron y más tarde volvieron a encontrarse el “San Pedro” y el “Victoria” con dos días de diferencia, en el mismo puerto de arribada en la isla de Cubaguas, frente a la Costa de las Perlas, navegantes cuyo valor y audacia nuevamente demostraban, dado su ignorancia y carecer de todos los instrumentos precisos para un avezado navegante de altura.

Finalizado el viaje persiste en Francisco de Orellana el deseo de conquistar los lugares por él descubiertos y tomado posesión en nombre de la Corona, pensando más que en su propio provecho de posible gloria y riqueza, en los propios de la Corona y en evitación de que las ambiciones, intrigas y doblez de Portugal, de la que tenía “más que la intuición, el convencimiento“, permitiera apoderarse de aquél otro “Nuevo Mundo” en el propio “Nuevo Mundo“, aparentemente inexplorable.

El lamentable Tratado de Tordesillas había concedido a Portugal unos márgenes, que le impedían acceder en todo caso a la región por la que atravesara Orellana, pero que si le permitiría una interpretación torticera, amén de otros engaños, con la que pretendían alcanzar una zona, que en modo alguno nunca les correspondería.

Esta era la política de Portugal, la de pretender el monopolio de los mares que en la línea de demarcación le habían correspondido e invadir los que en dicha línea había correspondido a España. Muestra de tales intentos serían las tentadoras y ventajosas proposiciones que el Rey de Portugal, muy interesado en los descubrimientos y con un poderoso servicio de espionaje, le hizo a Orellana, a su paso por Lisboa, adonde un violento huracán había desviado la nave que lo traía a la península. Rechazaba una valiosa oferta por una dudosa ayuda que podía recibir de la cicatera corte de Castilla, empeñada en sus guerras de Europa.

En el caso de conseguir las correspondientes Capitulaciones, para la conquista de lo que se llamaría “Nueva Andalucía”, que acabarían otorgándosele el 13 de febrero de 1534, y en las que lo colmaban de honores, entre ellos el título de Adelantado y poder, lo serían sin ninguna dotación económica, dotación que se le negaría totalmente de principio y cuantas veces la solicitó.

Se encontraba así en una situación contradictoria, se le autorizaban los fines pero se le negaban los medios, con lo que se le condenaba a la impotencia no apoyando así la posibilidad de la creación de un bastión que frente a Portugal pudiera frenar sus inmoderadas ansias de expansión en América. Irónicamente fueron a incurrir en incumplimiento del Tratado de Tordesillas lo que dificultó y demoró aquella Capitulación.

Regresado de Valladolid, en donde había comparecido y negociado la capitulación, e instalado en Sevilla, su gran espíritu y entusiasmo conseguiría poner en pie una flota compuesta por dos naos y dos carabelas. En cualquier caso, insuficientemente dotada para los fines propuestos, unas carencias que le impedía alcanzar los requisitos necesarios para hacerse a la mar, lo que no obstante así hizo de modo clandestino burlando las prescripciones y vigilancia de los oficiales reales.

Partió el 11 de marzo de 1545, incluso a espaldas del Padre Torres, su valedor ante la Corona y el que le parecía que lo insuficiente de los medios conseguidos no fueran proporcionados a las dificultades de la travesía y de los fines propuestos de conquista de lo que hoy llamamos “La Amazonia”. El padre Torres también se había opuesto a la boda celebrada en noviembre de 1544 de Francisco de Orellana con Doña Ana de Ayala, muy noble y muy pobre y por lo que difícilmente habría podido ayudarle en su empresa como algunos prestigiosos historiadores pretenden al haberla conceptuado equivocadamente como una dama acaudalada.

Le preocupaba al padre Torres que fuera mujer en aquella expedición por lo aleatorio de la misma y los problemas añadidos que su presencia podía irrogar.

De quién sí recibió ayuda generosa, pero naturalmente insuficiente, dada la envergadura de la empresa, fue de su padrastro Cosme Chaves, consistente en mil cien ducados.

La travesía sería dramática acorde con las carencias que adolecía y agravada por factores imprevisibles, pero propios de la naturaleza de la empresa. Así quedaría mermada por pérdida de embarcaciones y problemas de dotación y por enfermedades durante la travesía o deserciones en las islas que fueron tocando, principalmente en las de Cabo Verde y de las que marcharía en noviembre de 1545.

El 20 de diciembre llegarían por fin al Amazonas, a una de las bocas del río desde la que lo remontarían para acampar en lugar al abrigo de la vista de alguna flota portuguesa que merodeara por aquellas latitudes y que pudiera descubrirlos e inquietarlos.

Le urgía iniciar la conquista para afirmar la presencia de España ante cualquier eventualidad y que tomara conciencia la Corona de su importancia estratégica. Su mucha importancia, entre otras, era la de constituir, decíamos, un Mediterraneo fluvial que comunicaría las costas del Pacífico y del Atlántico.

Los esfuerzos por remontar la corriente fueron baldíos. La evidencia del fracaso de la mermada y dispersa expedición sería la verdadera y mortal enfermedad de Francisco de Orellana. En este trance le acompañaba su esposa – su único acierto en la aventura-, aquella dulce Ana de Ayala que mostraría una gran entereza y ternura en tan doloroso trance. Ana jamás volvería a Europa, siempre se titularía Viuda de Orellana.

Su tumba un lugar al pie de un árbol no muy lejos del río al que pudo, y muy lejos de quienes al desampararlo no hicieron posible la realidad de su sueño: rematar la conquista de América por y para España.

Pronto se produciría el temor de Francisco de Orellana: la irrupción y usurpación de terrenos que al no ser ocupados por los españoles se apropiarían los portugueses. El valle del Amazonas pertenecía a España pues la famosa línea de demarcación pasaba por la desembocadura según el propio Tratado de Tordesillas.

No obstante ello, los portugueses se apropiaron del Valle señoreando el curso y la región del Río Amazonas, al que en modo alguno tenían derecho según el Tratado de Tordesillas. Lamentablemente el Tratado de Límites de 1750 sancionó las burdas usurpaciones de Portugal y finalmente el Tratado de San Ildefonso de 1777, fijaría definitivas fronteras, aún nuevamente traspasadas por el Brasil de hoy.

Resultado: la amputación de una América española y alumbramiento de una desigual América ibérica que conquistada por españoles, resultaría nuestra “Aljubarrota americana“.

Oct 012005
 

(LA ESPAÑA DE 1905).
Roberto C. Montañés Pereira.
Licenciado en Geografía e Historia Doctorando en Historia Contemporánea
“De no honrar hoy su nombre y su obra muy en grande, vale más que dejemos semejante empresa para los españoles del 2005. Sólo que entonces merecería España que el cuarto Centenario del QUIJOTE en vez de celebrarlo la patria lo celebrase su conquistador”
(Mariano de Cavia, La celebración del Tercer Centenario del Don Quijote p. 95)
1.- Introducción. “Post tenebras espero lucem”
En el año 2005 se conmemora el IV Centenario de una de las obras literarias más universales jamás escrita, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha ,del insigne Don Miguel de Cervantes Saavedra. Al igual que en nuestra sociedad actual tal efeméride suscita una tributación desmedida, visible tanto desde el punto de vista editorial como del impacto en los medios de comunicación, con todas las distancias posibles , la sociedad que acababa de abrazar la centuria vigésima de nuestra era también se volcaba con la significación del III Centenario, el celebrado en 1905. Pero, a diferencia del impacto mediático que impregna diversas facetas de nuestra vida cotidiana con el leitmotiv de la obra cumbre cervantina, las dimensiones del homenaje colectivo que se tributó al Quijote hace cien años fueron bastantes más modestas, menos efectistas, y sobre todo, con un claro protagonismo del mundo de la literatura y las artes. Sin embargo, ello no implica necesariamente la proliferación de manifestaciones laudatorias exclusivamente provenientes de la escena académica, sino que, aunque en menor medida, la conmemoración cervantina sufrió, o gozó, según se mire, los embates de una vicisitudes políticas complejas que se prodigaron en lecturas de muy variado calado sobre la significación que para la identidad colectiva española tenía la conmemoración cervantina.

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Oct 012005
 

Manuel Rubio Andrada y Francisco Javier Rubio Muñoz.

El fin de este estudio es facilitar al público la información actualizada en los aspectos descriptivos, planimétricos, bibliográficos y fotográficos de este monumento, tan singular para la historia de los trujillanos y tan abandonado; aparentemente no tiene otro sentido que su desaparición. En este estudio no están presentes los aspectos documentales, que esperamos acometer en breve, ni arqueológicos, ya que carece de intervenciones en este sentido.

1. LOCALIZACIÓN

Se encuentra situada en el término municipal de Trujillo, muy próxima al punto determinado por las coordenadas geográficas: latitud 39º 23´55´´ y longitud 2º 09´05´´; mapa 1/50000, hoja 706 denominada Madroñera; Madrid, 1ª edición 1963 del I.G.C.

Para llegar podemos trasladarnos por el cordel de ganados que desde Trujillo, vía ermita de Santa Ana, marcha hacia el sur pasando próximo a Santa Cruz de la Sierra. La ermita se encuentra a la izquierda hacia la mitad del camino en la finca del mismo nombre: La Coronada.

Más cómodamente se puede acceder al cordel desde la N-V -autovía de Extremadura-. Llegados a la primera gasolinera, en sentido de Badajoz, tomemos el camino de servicio de la izquierda. A la altura del poblamiento residencial de los Quintos, debemos abandonarle y machar nuevamente a la izquierda, pronto llegaremos al complejo de las fincas las Torrecillas; pasadas estas instalaciones, daremos con el cercano cordel y doblaremos a la derecha. Transcurridos por él unos 400 metros, a nuestra izquierda, hay un paso canadiense; atravesemos, puesto que sigue siendo camino público, y marchemos 1100 metros hasta llegar a una puerta situada en el frente izquierdo. Podemos dejar aquí el vehículo y marchar a pie por el camino. El monumento está a unos 300 m tras unos edificios actuales. Lo correcto es pedir permiso a los dueños de la finca donde está situado este monumento y los restos del yacimiento donde se construyó.

2. GENERALIDADES

Para levantar esta ermita se eligió la suave caída, hacia NE, de una ligera mesetilla de 8 o 10 ha, más ataludada al SW. Hacia este mismo lado continúa un valle algo amplio, completamente desforestado y de apariencia fértil, se utiliza para la agricultura -cereal- y pastoreo de ganado bovino y ovino. El vallecillo se ve flanqueado al S por una corta elevación algo extraña en este paisaje ya que, aunque a penas son perceptibles en el paisaje, está coronada por crestas de cuarcitas que se extienden próximas a la dirección E-W. Estas zonas de contacto determinan fáciles afloramientos de agua en sus laderas. Más allá surgen de nuevo terrenos graníticos.

El granito es también predominante en el resto de tierras situadas en el entorno inmediato de la ermita; presenta volúmenes de escasa entidad. Otras veces alternan con terrenos pizarrosos propios de nuestra penillanura. Todo este paisaje se ofrece desforestado, de monótona apariencia; se utiliza igualmente para pastoreo de ganado lanar y bovino.

En resumen es un paisaje propio de la penillanura trujillana aunque la intrusión de masas pequeñas de granito y la suave elevación hacia el S de la cadena de cuarcitas rompe algo su monótona horizontalidad.

Arqueológicamente diremos que, la pequeña meseta donde se construyó la ermita ofrece frecuentes fragmentos de cerámicas comunes entre las que se observan algunas tégulas romanas. La elevación y potencia de estos restos es mayor en el ángulo SW, donde se adivinan restos de edificaciones de cierta entidad y nobleza por algún sillar de buen volumen que, parcialmente presenta su superficie. Dijimos que la parte opuesta es algo más baja y fue el lugar escogido para construir la ermita; puede decirse, sin lugar a dudas, que está construida sobre restos más antiguos entre los cuales son evidentes los romanos.

En la cresta que determina la cadena de cuarcitas situada en el límite S del valle hay restos de muros circulares, completamente arrasados, esparcidos y a veces con tendencia circular; el pequeño diámetro, evidente en algunos -no más de 3 m-, su apariencia es pobrísima, sin que se observen entre ellos cerámicas u otros materiales. Entre las rocas utilizadas en la construcción de una de estas posibles chozas, que parecen corresponder más a animales que a hombres, hay al menos una de granito, tendente a la forma prismática, de no más de 0,50 m de lados salientes del suelo; en ella se grabó un conjunto interesante de cazoletas. Evidentemente este soporte ha sido acarreado de otro lugar. También en la ligera pendiente situada al SW se encuentran más restos romanos aparentemente de escasa potencia e identidad. Hay que señalar los numerosos y amplios majanos -depósitos de piedras debidamente apilados-, esparcido por toda la finca aunque predominantes cerca de la vivienda actual. No hemos observado ningún otro referente arqueológico en los mismos.

LA ERMITA

3. Descripción general

El edificio religioso fue construido en posición E-W y por lo general con materiales pobres: mampostería y cal en ábside y pilastras; barro y ripio como aparejo en el resto de los muros. Todo ello con excelente lucido. Consta de un ábside y una nave que se comunican por arco triunfal; hacia el exterior lo hacían por una puerta colocada en la nave hacia poniente, – posiblemente había otra menor al S, en el ábside- En el norte del ábside se dotó con una sacristía y en el este con un camarín; a éste se accede desde la sacristía por una dependencia adosada.

lam1Lám I – Ruinas de la ermita de Nuestra Señora de la Coronada

El ábside (interior)

Su planta mide 8,20 m de ancho y 6,5 m de largo desde el centro del arco triunfal; el ancho de sus muros es de 0,80 m. Tiene forma semicircular, con sus lados prolongados con rectitud, algo más de 2 m, hasta la nave. Se cubrió con bóveda de ladrillos en cuarto de esfera completada con otra de cañón hasta el arco triunfal.

La forma circular del lateral del ábside se transformó interiormente a unos 3 m de la base con un cubrimiento que le comunica a toda la parte superior un relieve de unos 5 cm.; este espacio se limitó inferiormente con cinco arcos ciegos cuyos arranques laterales se realizaron con irregularidades notorias; ellos intentan determinar una forma poligonal en la parte superior. Los dos laterales son apuntados y los tres centrales tienden a ser de medio punto; de estos el central es de diámetro mayor; únicamente éste muestra ser de granito ya que los demás están cubiertos por un grueso encalado, no obstante alguna grieta o desconchado deja creer en el posible empleo de ese mismo material en las demás arquerías.

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Lám II – Interior del ábside.

Los extremos de todos estos arcos se unen, a veces de forma irregular, cerca de la parte inferior de seis nervios de sencillas secciones doblemente cóncavas. Estos, en su extremo inferior, parten desde consolas o ménsulas redondeadas, achatadas y adornadas lateralmente con sencillas molduras decrecientes de motivos geométricos; cada ménsula pretendió ser igual que su par en el lado opuesto. Todos los extremos superiores de los nervios confluyen en una clave circular con biselado cóncavo en su circunferencia. Este soporte presenta grabada en el centro una M orientada al W y un pequeño perfil de sombrerete en su parte superior central.

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Lám III – Clave superior.

Estos nervios son, en teoría, los encargados de dominar la presión de la bóveda, pero su finalidad, en nuestro caso, parece ser esencialmente estética ya que la primitiva bóveda no está ensamblada a ellos. Únicamente marcan los paños en esa parte media superior del presbiterio y que, si se observan de cerca, comunican un aspecto abombado muy deficiente. Dada su posición adosada a la bóveda, llegado el caso, estos nervios pueden servir de soporte de la cubierta.

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Lám IV – Arquería y nervios añadidos.

En toda la parte baja lateral del ábside, ya cerca del suelo, se observa un escalón de unos 30 cm. que recorre todo su perímetro; más abajo estaría el pavimento, cuestión que no podemos describir por estar cubierto de materiales del próximo derrumbe de la nave.

En el centro y el lateral derecho de la superficie interior del ábside se observa una larga grieta cuyos recorridos siguen tendencia vertical e irregular.

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Lám V – Grietas del ábside.

En el frente tiene un camarín de planta rectangular adosado externamente en el este del edificio; ofrece una abertura al interior a 2,55 m de altura y presenta arco de medio punto en fino granito, con una luz de 1,62 m de ancho y 2,23 m de alto; se adornó en ambas impostas con una elegante moldura convexa y doblemente escalonada en su parte superior e inferior; también posee otra, semejante pero menos vistosa, en la parte superior del sillar inferior de las jambas. Este vano está descentrado con respecto a los nervios centrales del interior del ábside, claramente se observa su desvío hacia la derecha.

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Lám VI – El camarín.

La cubierta del interior del camarín se hizo en ladrillo con bóveda de arista; el suelo se realizó con material semejante sobre bóveda de cañón. Tiene al levante una ventana con un vano de 1,60 m de alto y 1,20 m de ancho; abocinada al interior, e completó superiormente con sencillo arco rebajado.

A ambos lados del comienzo de la cabecera del ábside se abren sendos vanos cuyas portadas han sido arrancadas. La que estuvo en el lado derecho presenta una acumulación externa de materiales que impide conocer su existencia con exactitud. La de la izquierda articula con tres pequeñas dependencias menores: la primera es relativamente pequeña y está cubierta con bóveda de arista; tiene tronera central en el centro del muro norte. Dada su posición y técnica debió ser construida antes que las otras dos dependencias y tendría función de sacristía.

La habitación contigua central es algo más amplia, y debió tener cubierta a teja vana ya que no se observan restos de otro tipo; una escalera, construida con atrevida bóveda de ladrillos, fue adosada al muro en su esquina SE para ascender al camarín.

La tercera habitación corresponde al volumen inferior a esa dependencia; se accede a ella por una excelente puerta de granito, muy bien conservada, situada bajo el tramo superior de la escalera, sus medidas son 0,87 m de ancha y 1,60 m de alta. Esta habitación tiene una ventana al E, también abocinada al interior y rematada superiormente con arco rebajado. Es semejante a la superior del camarín aunque de vano más pequeño; dada la solidez de sus muros podría servir de almacén, al menos temporal, de objetos litúrgicos.

La nave (interior)

Un arco triunfal de medio punto, en buena sillería, articula las dos dependencias: ábside y nave. El arco aun conserva por el lado S algunas dovelas “milagrosamente” adheridas al mampuesto lateral; su luz es de ancho menor que la arquería de la nave y le suponemos de su misma altura. El hecho de su menor amplitud y la elevación de las impostas hace que el ábside produzca un sentimiento de mayor elevación, recogimiento y majestad; en cambio, la forma rectangular de la nave y su amplitud, remarca un volumen de menor solemnidad.

lam7Lám VII – Los restos de las capillas laterales.

Dado que los materiales de derrumbe ocupan totalmente el suelo, no podemos asegurar que la nave estuviera más baja que el presbiterio, ni si llegó a estar enlosada. Tiene de largo 17,70 m, -el total del templo por el interior es de 24,20 m-; de ancho 12,45 – 12,50 m; la altura hasta la base de la espadaña es de 8,30 -8,50 m y en la esquina NW 6,10 m (medida exterior). Las pilastras que se conservan salen del muro 0,93 m y tienen un ancho de 0,52 m lo que nos permite calcular en 217,39 m2 su superficie máxima, una vez deducidas las que ocupan las pilastras.

Su superficie está dividida en cinco espacios transversales rectangulares; comenzando por el ábside solamente son iguales el primero, segundo y tercero que miden 3,23 m; el cuarto tiene 3,04 m y el quinto, inmediato al muro de poniente, solamente se realizó con 2,90 m. Solamente restan los inicios a buena altura de las dos primeras pilastras por ellos vemos que sus caras internas se recubrieron, al igual que el arco triunfal, con sillería de granito de esquinas biseladas en cuarto de círculo. Suponemos una continuidad superior en medio punto como parece marcar el arco triunfal en su pilastra por el lado norte; serían el soporte de una primitiva cubierta de madera hoy totalmente perdida.

lam8Lám VIII – Arranque del arco triunfal.

Sus impostas fueron decoradas con dos sencillas molduras de secciones semicirculares convexas y separadas unos 8 cm. Por lo general, la moldura superior es de unos 7 cm. de diámetro y está rematada en su parte inferior con un sencillo escalón en ángulo recto de apenas 2 cm. de lado; la inferior tiene unos 3 cm. de diámetro.lam9

Lám IX – Las molduras de las impostas.

fig1Fig. 1 – Perfil de las molduras

En la segunda pilastra del lado norte se observan tres importantes perforaciones en sus caras internas; posiblemente sirvieron de sujeción a un fuerte enrejado que, en un tiempo determinado, de parte a parte debió presentar la nave en este lugar. Deducimos de ello la necesidad de acotar un espacio más amplio que el absidal lo más próximo a él, generalmente este espacio estaba reservado al clero. Viene a señalar la presencia de un elevado número de personas de este estado religioso, al menos en determinadas ceremonias de importancia.lam10

Lám X. Las perforaciones de  la segunda pilastra.

Los dos primeros laterales de este lado presentan restos de capillas adosadas al muro y situadas entre las pilastras; aún mantienen los ladrillos de los inicios de sus bóvedas e indicios en los muros de su extensión a toda la cubierta (Lám VIII y X).

El espacio situado más a poniente de este mismo lado, ofrece los restos de otra capilla, en ella se observan al menos cuatro lucidos superpuestos. La capa más superficial muestra imitación a sillería. Las siguientes ofrecen restos de esgrafiados y la más interna ofrecía pinturas polícromas hoy perdidas. En éstas, a la izquierda y en sentido vertical, se observaba una cenefa muy colorista, formada por gruesas puntuaciones con predominio del color marrón oscuro. A la derecha se mantenía el dibujo con trazos seguros y bien proporcionados de un personaje barbado, ligeramente marrón y con su mano derecha extendida; se cubría con túnica de la cual distinguimos el contorno y los pliegues realizados con soltura y proporción. Este motivo estaba limitado por la derecha con una cenefa de tema vegetal en color verde medio sobre fondo amarillo. Sin duda hacia el centro continuaba el tema religioso hoy totalmente desaparecido. En el resto de las capillas no se observaban estos aspectos decorativos.

En esa esquina NW del interior del templo se realizaron obras de fortalecimiento; al abovedar la ancha nave, alteraron profundamente el ancho del muro original con el fin de soportar la presión; en la construcción de ese nuevo muro de la esquina NW se empleó una bella dovela decorada al menos por una moldura con forma convexa semicircular de unos 8 cm. de diámetro y dos escalones rectos de 90º hacia el interior; ella, con otras tres semejantes, debieron pertenecer a otra portada más acorde con los gustos góticos.

lam11Lám  XI – Dovela embutida de la esquina NW.

El muro sur, como el de la parte norte, tienen un ancho de 0,67-0,70 m, sin duda esbeltos para su altura; está prácticamente caído, sobre todo en su parte central, donde lo hacen hacia el exterior. Interiormente y adosado al mismo están los comienzos de otro, muy cerca del suelo actual, de unos 70 cm. de ancho, llega hasta la superficie externa de las pilastras; se extiende en sentido longitudinal continuando externamente unos metros a naciente, donde refuerza el dañado ábside y por poniente reforzando externamente el muro del oeste en su esquina sur.

lam12Lám XII – El ancho muro longitudinal del interior del lado sur.

Su ángulo SW mantiene la altura original. A 1,25 m de la esquina y a poco más de 3 m de la base real se abre una angosta tronera rectangular, adintelada con tosquedad y abocinada, tanto al interior como al exterior, desde su parte central.

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Lám XIII. La ventana del SW.

El muro de poniente presenta una altura de 13,84 m – 13,90 m y 7,70 – 7,80 m de ancho, su grosor es de 0,85 m, -es 0,15 cm. más ancho que los laterales-. En el centro se observa el vano de la puerta, con arco rebajado al interior, ligeramente abocinado y bien lucido; superiormente, en su parte izquierda, bajo un saltado del lucido, se observan parte de las superficies de tres dovelas de granito de otra arquería semejante, embutida en el muro, de ella solamente se observa desde el interior ese detalle. En la parte alta de este muro oeste puede verse el campanario, bien realizado en ladrillo, con su espadaña de una sola arquería de medio punto.

Tanto en la parte N como en la S se observan los restos circulares de las bóvedas de ladrillo que, en un tiempo determinado debió servir de cubierta al templo. Ya mencionamos las obras que muestra la esquina del lado NW. En la esquina SW puede verse el muro original picado y rebajado de forma irregular, entre 17 y 27 cm., sin duda para servir de ensamble al muro interno de refuerzo descrito en la parte inferior del lado sur que serviría de refuerzo y soporte de la bóveda. Aparentemente, este muro interno no se concluyó, ya que no presenta restos de adherencia en los primitivos muros, ni restos del mismo que justifiquen su elevación, ambas cuestiones son evidentes en la parte N. Desde luego puede afirmarse que, en general, el muro original es el que mejor resistió el paso del tiempo.

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Lám XIV – Vista general del interior del muro sur.

El ábside (exterior)

Debido a la mayor amplitud de la nave, su articulación con el ábside presenta un muro con doble ángulo recto. Ya dijimos que, en el lado sur, inmediato a la unión con la nave, hay restos de un vano; éste, en el exterior está casi cegado por los materiales del muro adosado al ábside que continúa por el interior del sur de la nave. Este muro aún mantiene su grueso hasta buena altura, justo en el exterior del rachón visible en el interior (Lám XV).

Externamente, el ábside es recto en sus comienzos, más adelante impone su forma circular; nos ofrece enseguida una estrecha tronera abocinada al interior y mejor rematada que las demás, con dintel acabado inferiormente en medio punto; quizás esta delicadeza sea debida a su posición, a solana, lo que permitiría iluminar directamente el altar con luz solar. Recordemos que no se observan en el interior ni este pequeño vano ni el del lado opuesto; pueden localizarse uno de los ángulos de sus bases a 2,80 m sobre el inicio del banco circular y a unos centímetros del inicio de la curvatura cilíndrica.lam15

Lám XV – Ábside desde el sur. Obsérvese la prolongación externa del muro sur hasta la tronera.

En la parte del ábside que da al este y al norte se construyeron las dependencias correspondientes al acceso del camarín, con frecuentes sillerías en sus esquinas y en la base. En sus muros se observan al menos tres con molduras que combinan los perfiles circulares y rectos; aunque difieren, encajan estilísticamente con otros amortizados en este monumento. Externamente, estas dependencias presentan una incompleta forma prismática rectangular cuya altura máxima corresponde al centro del camarín donde se observan los vanos, ya descritos, del camarín y su cámara inferior (Lám XVIII)La actual ausencia de cubierta, nos permite observar otro vano en el muro N del ábside, a una altura semejante al mencionado en el lado de la epístola, éste es de acabado algo más tosco. De la observación de estos tramos se deduce que la estancia situada más al noroeste, la sacristía, debió ser realizada en un momento diferente al primitivo alzado de la ermita y también al de las dependencias del camarín y sus accesos ya que esta adosado sin ninguna material de ensamble común; también ofrece un estrecho vano semejante a los descritos.

lam16Lám XVI – Ventana al sur, cegada al interior.

lam17Lám XVII – Las dependencias exteriores del este (camarín y accesos).

lam18Lám XVIII – Ventana al norte, cegada al interior.

La nave (exterior)

El muro N comienza con la unión en ángulo recto del lateral con la pilastra del arco triunfal. Externamente continúa unos decímetros la construcción adosada de la sacristía; más hacia el W, este lateral presenta restos de pequeños contrafuertes de distintos materiales y anchos; entre ellos destaca el penúltimo que es todo él de sillería de granito, con algunos sillares claramente reaprovechados; de estos el situado inferiormente presenta en su esquina una moldura cilíndrica vertical.

lam19Lám XIX – Vista del muro N.

lam20Lám XX – El contrafuerte de sillería de granito.

Continúa el muro hacia el W, hasta su final mantiene su primitiva altura pero con un mayor grueso en el espacio correspondiente a la capilla situada más al W hasta ensamblar con el muro de poniente en ángulos rectos de cortos lados. De esto deducimos que, en esta parte, el muro original se derribó construyéndose otro más ancho, por tanto de mayor solidez, con el fin de soportar la parte de cubierta de la bóveda de ladrillos que correspondía a esta capilla; esté nuevo muro no dejó rastro de la tronera que debió ir el original en coincidencia con su opuesta en el lado sur.

lam21Lám XXI – La construcción en la esquina NW.

En la esquina más occidental hay construida una dependencia más adosada al exterior, sin entrada a la nave; en otra que había centralmente, ya derruida, localicé, como pila de ganado, una dovela de granito, cóncava en su parte superior y vaciada en su interior; una de sus caras laterales ofrecía un tema decorativo singular. Éste dividía la superficie de 0.50 m de larga por 0,34 m de ancha, en tres espacios de tendencia cuadrada; un zigzag vertical separaba el de la derecha y dos paralelas muy próximas y también verticales completadas con seis tracitos oblicuos en su interior limitaban la central de la izquierda. En el espacio de la derecha se labró una flor formada por una semiesfera en su centro y ocho pétalos encuadrados en sus esquinas. Semejante motivo presentaba el espacio central pero con ausencia de semiesfera en el centro. Finalmente el de la derecha tenía una curiosísima figura esquemática que clasificamos como zoomorfa indeterminada. En la parte correspondiente a la cabeza se trazó un triángulo de base superior en cuyo centro había un puntito; de los vértices laterales salían dos cuernecillos cóncavos hacia el interior; el vértice inferior de este triángulo se adosó a una estrecha forma alargada aguzada hacia la parte inferior, naviforme, con sexo femenino bien marcado; en la parte superior de éste se realizaron dos tracitos ligeramente cóncavos hacia la parte superior y cuyos extremos se remataron con sendos puntitos, serían dos extremidades En concreto el simbolismo que nos ofrece parece ensalzar la virginidad femenina pues sugiere una relación entre la perdida del interior de una flor, órgano sexual, con la conversión, en un ínfimo insecto promiscuo y monstruo diabólico.

lam22Lám XXII – La dovela románica del establo.

fig2Fig. 3 – El grabado de la dovela reutilizada como pila de abrevadero.

El muro Sestá muy deteriorado, la mayor parte ha perdido su altura, pero todavía conserva ésta en su esquina de poniente su tosca tronera, ya mencionada. En la que da al naciente no se observa nada de mención.

lam23Lám XXIII- La ventana del lado S de la nave.

Dijimos que en el interior hay un ancho muro de refuerzo; éste tiene un ancho en el exterior de la pared W de 1,48 m y se extendía desde más allá de la tronera del ábside Tras unirse al de la portada, continúa más allá de su esquina; es en realidad un pesado y largo contrafuerte. Continúa pues, por ambos lados, más allá de edificio.

lam24Lám XXIV. El refuerzo exterior de la esquina SW.

Finalmente nos toca describir el muro oeste donde se ubicaba la famosa puerta románica. Las dimensiones del lienzo de este muro pueden deducirse de las mencionadas en la parte interior; ahora añadimos que su altura exterior es de 6,10 m en la esquina NW (ya mencionada).

La puerta fue arrancada al menos en dos fases, en la primera se extrajeron todas las piezas que componen la arquería y en un momento posterior se hizo otro tanto con el bestiarioYa mencionamos, que encima del vano actual, se observa, en su interior, un arco rebajado realizado en granito muy bien labrado y de un ancho de 0,25-0,30 m, cuya clave se prolongó ligeramente unos 0,05-0,10 m hacia el interior del muro; bajo él, a 0,30 m hay otro muy bien realizado a ladrillo y cal; dicta del anterior 0,30 m en los extremos y 0,45 m en el centro, es pues de radio bastante mayor que el superior y ligeramente abocinado al interior. Perfectamente lucido tiene la doble misión de ocultar el superior y comunicar una estética externa ciertamente novedosa en el primitivo estilo de este templo. La puerta ofrecía al exterior otro arco esta vez de medio punto, es el realizado por el maestro Gil de Cuellar; tenía de ancho 0,37-0,40 m. Es evidente la falta de ensamble entre los dos arcos de sillería ya que hubo una separación entre ellos de unos 40 m. Ello, a pesar de que la prolongación señalada en la clave del interior, parece preparada para acoplarse en la parte superior del arco externo[1].

lam25Lámina XXV – La portada arrancada sin el bestiario superior.

lam26Lámina XXVI – El vano actual sin portada ni bestiario.

Este arco partía de sencillas impostas ligeramente salientes unos 5 cm. y decoradas solamente en su parte inferior por una recta horizontal y una sencilla moldura de unos 3 cm. en forma de cuarto de círculo cóncava, con ella se unía a las jambas. Externamente se encuentra decorado su parte central con dos molduras limitadas en el centro de las dovelas; de éstas la más externa ofrece una línea central en zig-zag formando ángulos de 115º. Las formas triangulares que consigue fueron parcialmente vaciadas, forman vistosos tetraedros que determinan el acompañamiento de dos finos espacios paralelos a la línea labrada en zigzag, realzándola y dándola gran vistosidad. La cenefa de la parte inferior está compuesta por puntas de diamante y semiesferas distribuidas alternativamente. Ambas cenefas se encuentran rematadas en el extremo interior del arco por otra moldura parcialmente cilíndrica. En el interior las dovelas terminaban en ángulo recto precedido a unos 5 cm. de un ligero entrante cóncavo de ancho similar.

lam27Lám XXV – La portada original con el bestiario.

lam28Lám XXVI – Decoración de la puerta.

En el salmer de la derecha, en su intradós, se realizó la famosa inscripción que sitúa en el tiempo su construcción y aleja del anonimato a esta portada.

lam29Lám XXIX – La inscripción en el salmer.

Dice así:

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Aún debemos completar la decoración de este arco con la clave donde se realizó un relieve formado por dos cabezas humanas muy próximas; de ellas solamente nos ha llegado el rostro de la izquierda que presenta unas facciones bien marcadas y proporcionadas.

lam30Lám XXX – Los dos rostros de la clave

Conserva todavía la portada en el interior las piezas superiores de las hembras que articulaban el gozne de la puerta; son dos cilindros de 12 cm. de diámetro y 8 cm. de profundidad. También se mantienen un par de sillares a ambos lados de la parte inferior lo que permite conocer el ancho de la portada del maestre Gil.

El primer sillar de la jamba derecha tenía en su cara externa un extraño grabado de tipo laberíntico; fue trazado tendente a la horizontalidad y está compuesto esencialmente por dos formas circulares inscritas de tendencia elíptica-rectangular.

La línea más interior es completamente cerrada y la compone una circunferencia en su parte derecha y una forma angular circular a la izquierda; ambas figuras se unieron en el centro con un estrangulamiento doblemente cóncavo en la parte superior e inferior.

Las formas exteriores presentan una abertura de escasos centímetros cerca de la parte central inferior; está indicada en su parte izquierda por un trazo recto de tendencia perpendicular y en el lado derecho por otro semejante pero conseguido por doblez del extremo hacia la parte superior. El resto del trazo sigue tendencia paralela a la línea de la parte interna, excepto el ángulo inferior izquierdo que fue realizado de manera más convexa -saliente-.

En la parte superior estas formas presentan dos aberturas, una en la parte central y otra más saliente en la izquierda; ésta se encuentra cerrada por un tercer trazo en leve espiral y tapona la salida de esa parte. Tiene la espiral un tracito exterior situado a la derecha de su zona media y ordena la otra salida claramente hacia ese lado -derecha-. Este tracito parece remarcar cualquier comunicación al exterior de la parte izquierda de la figura. En resumen estas formas parece determinar dos caminos: el de la derecha tiene salida superior y el de la izquierda conduce a unas formas que no lo tiene.

lam31Lám XXXI – El laberinto.

fig3Fig. 2.- El grabado laberíntico de la derecha de la portada.

Encima del espacio que ocupa la portada, como a un metro, se alinean horizontalmente cinco pequeños relieves más; el central representa un rostro humano serio y de apariencia recogida y ascética; los laterales son cabezas de animales y a pesar de su deterioro puede afirmarse con pocas dudas que la del extremo derecho pertenece a un suido (cerdo); le sigue un bóvido; continua por la izquierda lo que parece un animal con cuernos hacia arriba y atrás, (podría ser un cáprido) y el último nos parece un cánido.

lam32Lám XXXII – El bestiario

El muro de la portada conserva lo restos de haber tenido una cubierta, tal vez un porche, situada a algo más de un metro sobre el bestiario.

En la parte superior de este muro está el campanario, ya descrito.

Externamente a la izquierda había una edificación que llegaba en altura hasta el bestiario, partía cerca de la esquina del muro hacia el W y se adosó al mismo unos decímetros buscando su fortaleza. En su extremo había la pieza de un tambor de granito octogonal, otros restos continuaban hacia el S; serían pertenecientes al porche cuya señal de cubierta hemos señalado encima del bestiario.

4. Proceso constructivo

Con las descripciones realizadas quedan suficientemente pormenorizadas las distintas partes de este monumento y estamos en condiciones de resumir, a grandes rasgos, los diferentes momentos de su construcción.

En su aspecto original, nuestra ermita constaría de un ábside semicircular con prolongaciones rectas a ambos lados hasta alcanzar la nave, toda esta parte se realizó a cal y canto; dos angostas ventanas se abrían en el norte y al sur, cerca del final de los laterales cilíndricos. Se cubrió en cuarto de esfera y medio punto, con ladrillo y cal. Un arco triunfal en sillería de granito remataba a poniente articulando con la nave.

La nave, rectangular, fue dividida en cinco espacios, iguales los tres primeros -partimos de la cabecera-, algo más reducidos según nos cercanos al muro de poniente. Estos espacios están marcados por cuatro pares de pilastras adosadas a calicanto a los laterales, hacían innecesarios los contrafuertes exteriores, la cubierta primitiva debió ser de madera y el resto de los muros se levanto con bien trabajado barro y piedra. Su arquería, basándonos en el arco triunfal, la suponemos acabada en medio punto; en el muro sur se conserva otra estrecha tronera, doblemente abocinada, que debió tener al menos su par en el lado norte.

La decoración interior de esta primera fase destaca por su austeridad y sencillez; se limita a redondear los ángulos anteriores de los arcos y a realizar una moldura lisa, aunque levemente compuesta por perfiles curvos y rectos, a la altura de los capiteles del inicio de la arquería.

Externamente lo más destacable de este primer momento es el muro oeste que hasta la década de 1980 mantuvo su sencilla portada románica, sin arquivoltas, aunque decorada al exterior e inscrita en el salmer de la derecha.

Por lo tanto debemos concluir que en este primer momento se realizó un templo rural, de planta románica, buenas dimensiones (265,5 m2), bien construido aunque sin pretensiones arquitectónicas. Una inscripción en el interior de la puerta sitúa, al menos la construcción de ésta, en la era de 1312 (año de 1274).

Tras este acabado inicial, posiblemente muy poco después, se añadió en el ábside la estética y simbología gótica. Se colocaron las ménsulas, arcos, nervios y clave consiguiendo en el interior, un desigual aspecto abombado poligonal en su parte superior; esta obra cegó al interior las primitivas troneras; ello prueba su posterior construcción con ello añadió al ábside una mayor oscuridad.

En siglos posteriores se incorpora el camarín, claramente renacentista, con las dependencias externas necesarias para su acceso por el NE y que completaban la sacristía adosada con anterioridad aunque en época imprecisa. Ahora se construye también en el camarín un ventanal, al este, que logra dotar de mayor luminosidad a estos volúmenes y al ábside.

Vamos a detenernos ahora en la construcción de bóvedas en los espacios superiores de la nave cuyas obras debemos situar a partir de estos siglos, posiblemente durante el Barroco. Se propuso con ello sustituir la cubierta original, posiblemente de madera, por otra abovedada de ladrillo, cuestión para la que los esbeltos muros de la ermita no estaban diseñados. Había que hacer modificaciones profundas en los mismos para dotarlos de la fortaleza necesaria para soportar con éxito la presión de la nueva techumbre. Las variaciones técnicas empleadas demuestran diversas economías que desde luego no solucionaron satisfactoriamente el problema.

Tal vez durante estos momentos vinieron las teóricas normativas eclesiásticas, que ponían fin a la supresión del culto en este tipo de templos; ello completaría su abandono cuando gran parte de la misma debía estar caída y con importantes reparaciones por realizar.

5. Relaciones

Se sitúan en esta misma época, la Sala Capitular de la Catedral Vieja de Plasencia (Benavides, 1907) y la portada de la epístola de la basílica de Sta. Eulalia en Mérida.

Otras relaciones algo más distantes en el espacio, aunque no en el tiempo, en la misma diócesis placentina, son las iglesias de Santiago y San Martín en Medellín (Badajoz), ambas datadas en estas mismas épocas; en ellos es posible observar, además de la planta de la nave y el ábside, restos decorativos y estructurales de su primer momento románico. En la de Santiago de Medellín se cubrió la nave con el mismo tipo de arquería, en medio punto, visible en algunas fotos del monumento antes de su restauración actual que consolidó la posterior bóveda de ladrillo (Andrés Ordax, 1985); suponemos que en el de San Martín ocurre lo mismo.

Entre los templos trujillanos, la iglesia de la Vera Cruz, situada intramuros del recinto amurallado de la ciudad de Trujillo, contiene elementos arquitectónicos, decorativos y una técnica constructiva semejantes. Los viejos paredones de su nave, localizables en el cementerio actual y próximos a la entrada de poniente -puerta del Triunfo- fueron levantados a piedra y barro; su arquería en bien labrada sillería al exterior ofrece igualmente sus ángulos anteriores convexos; las pilastras adosadas, también se fortalecieron a base de calicanto.

Resulta dificultoso realizar una medición certera en la Vera Cruz dado que se encuentra rodeada, tanto en su interior como en el exterior, por enterramientos adosados a sus muros en varios pisos. Casi escondida, en lugar inapropiado, está también una magnífica escultura orante de Gonzalo Pizarro.

Se puede decir que el plan técnico general de la construcción de esta iglesia es el mismo que en la Coronada. No son iguales sus portadas ni sus plantas ya que la nave de la Veracruz no es completamente rectangular y actualmente carece de ábside.

Acabamos de mencionar que en ambas construcciones encontramos dos detalles ornamentales que, por su similitud, reclaman una misma cronología y posiblemente un mismo taller. Primeramente es la igualdad en la sección de las molduras que decoran los inicios de la arquería; en segundo lugar, el acabado redondeado, convexo, de los ángulos anteriores de las sillerías empleadas en la construcción de los mismos (Fig 1).

También hemos mencionado que la Vera Cruz no presenta actualmente ábside, en su lugar hay dependencias adosadas al exterior; su planta tiende a ser rectangular, si bien el muro de poniente, que forma estrecha calle con la muralla y, sorprendentemente no sigue paralelo a ésta como lo hace el resto de la linde del cementerio. También al exterior este muro de poniente presenta la parte superior de un arco apuntado de una puerta, no centrada y se desviada al tercio norte; indican un enterramiento de la planta original del templo superior al metro, con ello la puerta actual resultaría materialmente colgada a unos 2 m de altura en el lateral norte.

lam33Lám XXXIII – La Veracruz (actual cementerio). Arco apuntado exterior del muro de poniente.

Este templo trujillano debió soportar también en sus comienzos una cubierta de madera; a poniente se observan los restos de su posterior sustitución por bóveda de ladrillo; en cambio, no son visibles las grandes obras estructurales en los laterales que se realizaron con ese fin en la Coronada y otros templos coetáneos.

Su sencilla portada, situada al norte, en el lateral correspondiente al lado del evangelio, no permite recambios y está en consonancia con el estilo sencillo y austero de su interior, por tanto algo alejada ya de los gustos románicos; se corresponde con el espíritu pobre y recogido aunque inteligente y equilibrado de los tiempos cistercienses.

Extramuros de la ciudad, en el lado norte, están los muros del convento de la Magdalena. También intramuros se construyeron al menos los templos de Sta. María, San Andrés, Sta. María Concepción (jerónimas) y Santiago que mantienen una planta primitiva semejante a la Coronada. La construcción de alguno de ellos -al menos Santiago y Sta. María- son próximos en el tiempo a la Coronada y Veracruz a juzgar por los importantes restos románicos que todavía nos muestran. Las modificaciones posteriores en cada una de estas iglesias tienden a marcar cada vez más las diferencias según la época de su realización. De cualquier modo podemos decir que no hemos encontrado en estos ningún elemento decorativo o estructural que directamente los relacione con la Coronada o la Veracruz.

Tanto los medellinenses como los trujillanos han soportado las transformaciones constructivas, propias del cambio modal: gótico, renacimiento, barroco… aunque con distinto resultado. En las dos de Medellín el abovedamiento de sus respectivas naves exigió en realidad la construcción unitaria de nuevos templos dentro de los otros ya existentes, con nuevos muros y pilastras adosadas a los primitivos quedando ocultos, por ello difíciles de observar y comparar, arcos y elementos decorativos.

6. Conclusiones

La corrección en la planta y alzado, la técnica constructiva empleada, a pesar de los pobres materiales empleados; su curiosa ordenación en espacios de ancho desigual -paulatinamente se acortan los espacios entre pilastras y arquerías con el fin de descargar levemente la presión sobre el muro oeste-; la sencillez decorativa y el trazado de sus arcos comunican solidez, confianza y seguridad. Al menos todo esto transcribe sabiduría y buena experiencia en su constructor y también, la pobre economía que lo sustenta que él hermosea a base de su inteligencia y buen hacer de su cuadrilla. Todo se ordena desde el punto de vista arquitectónico con rigor científico.

Por otra parte el interior de la nave y el ábside fueron realizados para crear una considerable falta de luminosidad, únicamente alterada por los ejes de luz procedentes de las angostas troneras que iluminarían especialmente la imagen de María con su hijo Jesús coronado; su fin era fomentar la devoción a base de concentración e inducir al recogimiento y la oración. En la imagen merced al detalle de la coronación de Jesús niño, se colocó a cada personaje en su lugar correspondiente: Jesús es Dios, el Hijo de Dios, por ello lleva corona, María es su madre por ello no la corresponde ser coronada como a una diosa ello a pesar de la denominación de la ermita: la Coronada. Todo ello es propio de la austeridad, interioridad y pensamiento del movimiento cisterciense.

Por otro lado es indudable la decoración románica, cargada de simbolismos, realizada en la portada, la cual, por su disposición interna, permitía una relativamente fácil sustitución. Su estilo, algo anterior al empleado en la construcción del resto del templo, era poco utilizado ya en los ambientes cristianos vigentes en los reinos cristianos del norte peninsular de esa época -1274-, aunque, como se ve, todavía eran adoptados en la evangelización campesina e incipiente repoblación de los territorios recién reconquistados al Islám e integrados desde 1190 en la novísima diócesis placentina (González, 2002).

Posteriormente, durante el gótico, se completó la visión de María con la inclusión de la letra M -inicial de su nombre- en la parte fundamental de la construcción del ábside: la clave; es acompañada por un perfil que, no es una corona, pero si puede corresponder a un sombrero. Ambas cosas: situación esencial en la construcción de la Redención Universal y tocado, como distinción de ese papel, pretenden remarcar más las excelencias de Nuestra Señora entre el género humano que en el momento anterior quedó quizás poco explicito en la construcción de la imagen.

lam34Lámina XXXIV – La imagen antes de ser restaurada.

lam35Lámina XXXV – La imagen restaurada.

Comienza el peregrinaje de nuestra querida imagen -María y Jesús niño- con su traslado al camarín renacentista, su elevación y mayor luminosidad les comunicaron majestad pero quizás también lejanía.

Tal vez una causa natural hizo que, en época por ahora imprecisa, el ábside sufriera graves daños en lugares puntuales de su parte sur, evidentes en el interior por varios rachones. Esto justifica la prolongación externa del muro interno hacia el este como anteriormente comentamos.

Parece que para su ejecución hubo un plan global en lo constructivo, aunque suponemos que su financiación económica debió realizarse en distintas divisiones. Lo probable es que económicamente la obra, abovedar la nave, se dividieran primeramente en dos partes: el lado norte, de mayor prestigio por corresponder al lado del evangelio; con menos distinción el lado sur, el de la epístola.

En los espacios existentes entre las pilastras del lado del evangelio, el norte, claramente se observan los restos de capillas laterales que, posiblemente los benefactores recibirían a cambio de costear las obras de fortalecimiento del muro y la techumbre correspondiente. Todos solieron aportar una solución semejante: reforzar el grueso del muro lateral pero cada espacio se hizo de manera diferente, incluso en el noroeste cayeron el muro primitivo y construyeron otro notoriamente más grueso; en otras partes se realizaron contrafuertes exteriores, aparentemente sin ensambles, y al menos en una ocasión de sillería; se reforzaron las esquinas etc. En resumen cada benefactor hace la obra según la economía disponible, a veces con buenos resultados por la correcta utilización de buenos materiales -generalmente sillería reutilizada- y otras de forma más humilde que tuvieron resultados menos duraderos.

. El otro lado, el de la epístola, no debió ser tan apetecido ya que no se observan en él restos de capillas y el muro primitivo aun mantiene su lucido limpio en la parte interior. Partimos de los restos hoy existentes; el lado sur se realizó con un plan más general que consistió en levantar el grueso muro interior de refuerzo, su ancho llegaba hasta la superficie anterior de las pilastras -como en el lado norte; pero su longitud traspasó varios metros los límites del templo -tanto en el exterior del ábside, como en el del porche. En el interior del templo este muro sobresale del suelo actual un par de decímetros; existe un picado interno solamente en la parte sur del muro oeste y señales superiores del ensamble de la bóveda que allí debía realizarse sin que se observen en ellos restos de tejas, ladrillos, cal etc. De estas cuestiones deducimos que el citado muro parece que no llegó a concluirse

Este tipo de soluciones en el cambio de cubierta, son comunes en los templos coetáneos de nuestro entorno -se cambia la madera por la bóveda de ladrillo-; casi siempre, en ellas, la personalidad de un mecenas, religioso o privado, unificó la economía y con ello se logro técnicamente la consecución de los proyectos con resultados bastante mejores que en la Coronada.

Otra cuestión que ahora tratamos de nuevo es la portada que, aunque románica parece algo tardía, pudo ser sustituta de otra anterior ya que la estructura interna es permisiva de cambio y faculta la posibilidad de sustituirse en un momento dado. Una dovela de esa primera portada -hoy ausente- sería la localizada en el interior de las dependencias adosadas al norte y vaciado parte de su volumen era utilizada como pila de ganado que muestra un románico anterior, más primitivo. Las dudas se pueden acrecentar al encontrar amortizadas entre muros posteriores o sueltas otras dovelas pertenecientes al menos a otro arco de estilo cercano al gótico. En cualquier caso se adivina una interesante discusión por este detalle ya desde el principio de la nave. Entre los arcos aspirantes el firmado por el Maestro Gil de Cuellar acabó imponiéndose estimamos desde la construcción de la iglesia basándonos en el análisis somero de los materiales que sirvieron de aparejo al arco y al resto del muro oeste: aparentan ser iguales.

Durante el periodo de construcción de la bóveda, que debió ser muy largo, surgieron las corrientes de opinión que determinaron la supresión del culto en este tipo de templos. Tras ello seguiría el peregrinaje de la imagen de nuestra Señora con su Hijo a la iglesia de Santiago, donde era especialmente protectora del hijo que marchaba a servir de soldado de España. Fue restaurada y dotada de velo con el fin de actualizarla en su ubicación posterior en la iglesia de San Martín; sin duda, pierde con ello parte de su sabor medieval.

Ya que el problema de su primitiva financiación parece por el momento de difícil solución debemos indagar sobre algunas finalidades de su construcción. Una de ellas es cristianizar a una población campesina bastante dispersa que poblaría sus inmediaciones. También se construyó en un lugar significativo, a semejanza con la mayoría de las ermitas paleocristianas o visigodas de nuestro entorno. Recordemos que la portada románica del templo emeritense lo hace sobre la antigua basílica de la mártir Eulalia; los medellinenses sobre la escena y aledaños del teatro romano en un marcado afán de cristianizar el lugar. Las ermitas de Portera, el Gatillo, Alconetar, Sta. María del Trampal… lo hacen sobre importantes restos romanos cristianizados. Esperemos que una excavación arqueológica en la Coronada comience a fundamentar este camino.

fig47. Bibliografía

De los autores consultados hemos encontrado una primera mención en el Chantre J. Benavides quien al hablar de los artistas residentes o naturales de Plasencia nos menciona al Maestre Remondo como artífice de parte de la catedral y sigue con el Maestre Gil de Cislar, como constructor de la capilla de S. Pablo, añadiendo que éste antes edificó la ermita de la Coronada, cerca de Trujillo, que terminó en 1274.

El inquieto Chantre no citó las fuentes documentales de las que tomó estos datos y, dada su afición a transcribir otras inscripciones, resulta probable que no conociera la de nuestra ermita ya que la omitió (Benavides, 1907).

Cronológicamente le sigue el padre Naranjo; sin duda fue conocedor del templo ya que al hablar de las ermitas trujillanas hace una breve descripción del mismo. Al acercarnos a su obra observamos principalmente que las finalidades esenciales de la misma es ofrecer unas características míticas, periodísticas y sitúa los contenidos históricos -científicos -en un plano secundario. Realiza en su trabajo aseveraciones basadas en datos muy superficiales sin que aparentemente le importe inducir al error histórico. Entre estos equivoca el año de la inscripción, confunde la naturaleza del soporte de la imagen, las figuras del bestiario… y desde luego resulta temerario atribuir su construcción a la Orden del Temple basándose únicamente en los restos de gruesos muros de escasa entidad y no concreta con exactitud las dimensiones ni el lugar de su existencia (Naranjo, 1923 y 1929).

No creemos necesario indicar la lejanía de la Coronada de las tres balías templarias situadas entonces en la actual Extremadura; ni los continuos conflictos entre éstas y Alfonso X, reinado durante el que se construyó la ermita, en sus concejos de Badajoz y Plasencia; con sus obispados respectivos y con la Orden de Alcántara…hay pocas probabilidades que adquiriesen o recibiesen en donación tierras del alfoz de Trujillo para montar al menos una granja que debería depender de alguna de las encomiendas o balías citadas. Creemos que de momento no hay pruebas para atribuir a los templarios su construcción y los indicios no parecen señalar esa dirección.

Breves y pasajeras son las referencias que padre Tena hace a esta ermita (Tena, 1967). Lo hace primeramente en el pórtico de su libro. En él relata un resumen de cronologías relacionando los diferentes monarcas con Trujillo. Al mencionar el reinado de Fernando IV (1295-1310) parece no contar con hechos locales de relevancia y menciona uno de carácter muy general: la extinción de la Orden del Temple y en consecuencia su desaparición de La Coronada.

En segundo lugar hace referencia, algo más amplia, al describir la iglesia de Santiago y mencionar la imagen de nuestra señora, procedente de la ermita que estudiamos; sigue al padre Naranjo y la atribuye, sin dudar, un origen templario.

Encontramos una tercera alusión en su libro cuando nos está mencionando el origen de la iglesia de Belén, sin duda encontró en el archivo un documento interesante en el que D. Antonio Eraso, obispo de Plasencia muy residente en Trujillo, hace una súplica al Ayuntamiento de esta ciudad, para que accedan a trasladar una de las dos campanas de la Coronada a la nueva ermita. Padre Tena nos asegura en un comentario más bien literario que: «dicha campana guarda y evoca en la sigla de sus símbolos y la leyenda en ella grabada diversas hazañas templarias por estas tierras». Después hace referencia a su constructor y cita su situación de manera poco precisa. Debemos aclarar que la actual espadaña solamente admite una campana, que ésta no pasaría de los 0,45 m de diámetro, era pues una campana pequeña que pocos relatos podía guardar.

Hicimos gestiones sobre esta campana y el párroco actual amablemente nos dijo que había sido fundida debido a su pésimo estado y no se habían anotado los contenidos referentes a textos o símbolos que hubiera podido tener.

Dada su afición a transcribir otras inscripciones significativas como las portadas de los molinos de la Albuhera, las de las dehesas de los Caballos y las Yeguas… resulta difícil admitir los contenidos que nos propone padre Tena para esta campana sin transcribir sus textos. Observemos que nos dice que “guardan y evocan” palabras que a nuestro juicio hacen referencia mas a un contenido sugestivo o simbólico que real.

En resumen diremos que la propuesta de este autor es seguir alimentando el mito templario propuesto hacía unos años por el padre Naranjo.

En un pequeño artículo de carácter divulgativo dedicado al maestro Gil de Cuellar, Salvador Andrés Ordax (Andrés Ordax, 1987) describe con brevedad la ermita. Dos cuestiones nos surgen tras la lectura de su artículo: la primera es que aunque menciona la posesión templaria apuntada por Naranjo, él se sitúa al margen de dicha propuesta. La segunda se refiere a la atribución a una misma fase constructiva del ábside semicilíndrico y recto, sus bóvedas en cuarto de esfera y medio cañón con los arcos, nervios y clave que sostienen una segunda bóveda interior “postiza”, simplemente decorativa. Nada tendríamos que objetar a estos planteamientos sino estuvieran tapiadas interiormente, como ya mencionamos, las dos troneras que al exterior presenta el presbiterio en ambos lados añadiendo evidencias de dos momentos constructivos.

Unos interesantes estudios de la imagen de la ermita de la Coronada se pueden observar en dos trabajos de José Antonio Ramos Rubio (Ramos Rubio, 1995 y 2005). En ellos también menciona este templo; lo acompaña de noticias de su constructor y las menciones de su posesión templaria basadas en las afirmaciones de los padres Naranjo y Tena. Añade datos generales sobre sus finales pero sin su contrapartida documental o arqueológica por lo que sus aseveraciones en este sentido quedan algo faltas de fundamento, sencillamente cuando las normativas eclesiales aparecen la ermita ya podría no tener culto por tener serios deterioros.

Debo confesar que también nosotros fuimos divulgadores de la posesión templaria mencionando a Naranjo y Tena, en el artículo, hoy perdido, presentado en los C.H.E de 1965, aseveración que posteriormente he desechado no solo por falta de pruebas sino porque trabajos posteriores sobre la Orden del Temple en Extremadura parecen no señalar ese camino.

El templo de la Vera Cruz ha sido descrito, aunque brevemente, por eruditos locales como C. Naranjo que lo sitúa acertadamente en el tiempo pero sin hacer tipo alguno de relación con la Coronada pese a las semejanzas apuntadas (Naranjo, 1923).

María Victoria Rodríguez Mateos se acerca con espíritu científico a la Vera Cruz aunque también lo hace con brevedad (Rodríguez, 1998 y 1999). Con decisión asegura la forma apuntada de los fajones, lo cual nosotros no lo tenemos tan claro. El empleo de este descubrimiento en la construcción de la arquería de la Vera Cruz y su posible empleo en las dos edificaciones, no altera su cronología ya que su escasez o ligereza de esa forma, tan poco marcada, mostraría un tanteo en esta novedosa forma de construir y indicaría los titubeos del constructor que no parece dominar plenamente el empleo de la forma apuntada en los arcos. Es propio del periodo de transición estilística entre románico y gótico época en la que se construyeron estos templos.

  • Andrés Ordax, Salvador y otros
    • (1985): Testimonios históricos de Medellín (Extremadura). Comité Regional de Extremadura para el V Centenario del Descubrimiento de América.
    • (1987): Un arquitecto del s. XIII en Extremadura: El maestro Gil de Cuellar. B.S.A.A., vol LIII, Valladolid
  • Benavides Checa, J. (1999): Prelados placentinos: notas para sus biografías y para la historia documental de la Santa Iglesia Catedral y ciudad de Plasencia.
  • González Cuesta, Francisco (2002): Los obispos de Plasencia. Ayuntamiento de Plasencia. Excelentísimo Ayuntamiento de Plasencia.
  • Naranjo Alonso, Clodoaldo
    • (1023): Trujillo y su tierra, t. I, pág 109 y ss.
    • (1929): Trujillo sus hijos y monumentos, pág 109
  • Ramos Rubio, José A.
    • (1995): Escultura medieval en Trujillo, XXIV Coloquios Históricos de Extremadura, pág 423. C.I.T. Trujillo, Cáceres.
    • (2005): Escultura medieval y tardomedieval en la diócesis de Plasencia, pág 131 y ss. Fundación Palacio de Alarcón. Trujillo.
  • Rodríguez Mateos, María Victoria (1998-99): La antigua iglesia trujillana de la Vera Cruz. Norba-Arte XVIII y XIX. U. Ex. Departamento de Historia del Arte. Cáceres.
  • Tena Fernández, Juan (1967): Trujillo histórico y monumental. Artes Gráficas Alicante 1ª Edición, págs 15, 423 y 547.

NOTAS:

[1] Desmontada la portada y su bestiario en torno a 1987 fue depositada, junto con numerosas dovelas de su arquería, en la casa de la finca a la cual pertenece la ermita. Se las dio otra función pero se preservó su hurto y pérdida. En gestiones inmediatas posteriores la Administración Local se negó a declararla Bien de Interés Cultural por lo que fue imposible gestionar la restauración del edificio.

Oct 012005
 

Jennifer Rol Jiménez y Ángela Alonso Sánchez.

Área de Arqueología
Departamento de Historia
Universidad de Extremadura

Para comenzar, debemos tener presente que Extremadura cuenta con un gran número de viajeros que, movidos por razones diversas, han recorrido, a lo largo de los siglos y en todas direcciones, la heterogénea geografía de esta región. De este modo, nos encontramos ante la existencia de un gran conjunto de obras en las que sus autores han plasmado, con mayor o menor fortuna, sus impresiones personales sobre aquellos lugares y gentes que encontraron en su camino. Hay que destacar que los viajeros de habla inglesa ocupan uno de los lugares más relevantes, especialmente a partir de los siglos dieciocho y diecinueve, atravesando el territorio extremeño y plasmando en sus “diarios de viaje” el efecto que les causó esta experiencia. Esto no quiere decir que todos los relatos ofrezcan una misma impresión, ya que la opinión que cada uno de ellos extrae de lo que ve, se encuentra influida por diferentes factores, como pueden ser el clima, el estado de ánimo del viajero, su salud, la prisa con la que atraviesa la región, su condición social, el motivo de su viaje, el itinerario, etc.

En este sentido, se plantea un acercamiento, por un lado, a la visión de los viajeros que entran o salen de España por Portugal, y se les obliga a pasar por Extremadura, pero casi sin detenerse. Todos son viajeros instruidos y formados[1] y una de las características de sus relatos es que omiten toda referencia a esta región, o hacen breves comentarios sobre el despoblamiento, la desolación del paisaje o la falta de cultivos agrícolas[2]. Otro tipo de viajeros sería el de aquellos soldados franceses e ingleses que participaron en la Guerra de la Independencia y estuvieron en Extremadura, haciendo referencia a la tarea de espionaje que desempeñaron algunos como el teniente coronel Sir Benjamin Badcock, y, por otro lado, los viajeros que vienen ex profeso a Extremadura, que suelen ser viajeros ilustrados y románticos y son los que producen los mejores relatos, ofreciendo diferentes puntos de vista y diversos aspectos a tratar. Es en la mirada que estos últimos nos ofrecen, donde haremos mayor hincapié. Nos centraremos en la visión que los escritores plasman a través de sus experiencias personales o sobre la información que recogen de Extremadura, intentando ofrecer una visión diacrónica, donde se puedan apreciar los cambios producidos entre una época y otra, en lugar de ofrecer una visión sincrónica o de un momento determinado.

El período en el que este tipo de viajeros comienza a visitar nuestra región con una mayor asiduidad parece coincidir con la segunda mitad del siglo dieciocho y con lo que se conoce como la moda del Grand Tour[3]. Hay autores que creen ver en el llamado Grand Tour del siglo XVIII un precedente del turismo moderno. Era un viaje por motivos educativos que solían hacer los jóvenes aristócratas destinados por su familia a ejercer altas tareas de gobierno, sobre todo en el Reino Unido, aunque también en otras naciones, por países como Francia e Italia, para concluir el proceso formativo. Se trataba de viajes de largo recorrido y larga duración, que se hacían con séquito de sirvientes y a las órdenes de un tutor, que solía ser el encargado de programarlo con todo detalle, fijando la fecha de salida, las ciudades a visitar, los contactos a establecer, las actividades a realizar, los medios de transporte a contratar, si es que no se contaba con medios propios, las formas de alojamiento a emplear, en general, en casas de amigos, y la fecha de regreso. También se podía hacer sin tener nada programado, improvisando, según el tránsito de un lugar a otro.

La mayor parte de los viajeros que recorrieron tierras extremeñas, se adentraban en Extremadura siguiendo el itinerario más común que une Madrid con Lisboa. Esta ruta transcurría por algunos pueblos y ciudades extremeñas en los que, a veces, a ojos de estos trotamundos se detenían brevemente bien para admirar algunos de sus monumentos o para descansar del exhaustivo viaje. Así, por ejemplo, muchos de ellos cuentan sus impresiones de lugares tales como Trujillo, Cáceres, Badajoz, Mérida o Guadalupe, entre otros.

Con respecto a la opinión que presenta la región extremeña entre la segunda mitad del siglo dieciocho y principios del veinte, y centrándonos en dicha temática, no se puede decir que sea muy positiva. En este sentido, Extremadura aparece como una provincia “terriblemente árida no produciendo otra cosa para relajar la vista que alcornoques muy diseminados y aquí o allá unos cuantos olivos deformes”[4], según Cumberland[5]. Pero hay que señalar que esta visión no es compartida por todos y cada uno de los viajeros que visitan Extremadura. Es más, para algunos viajeros el mayor atractivo que podía ofrecer esta región a los visitantes extranjeros era el de ser un lugar que poseía todavía una riqueza natural, casi intacta.

De este modo, un tema presente en todos lo viajeros, que en algunas ocasiones puede considerarse un tópico, es su constante referencia a la despoblación que sufría esta región: “Desde este elevado punto (el puerto de Miravete) empezamos a formarnos una idea de los despoblados o dehesas de Extremadura, inmensa extensión de llanuras que se pierden de vista sin que aparezca, leguas y leguas, el más pequeño pueblo en el horizonte”[6]. Se puede señalar que eran varias sus causas, entre las cuales se puede hablar de la expulsión de los moros que se produjo en el siglo XIII dejando pueblos enteros desiertos y grandes extensiones de tierra sin cultivar. Otra de las causas, según Ponz[7], que afirma que hacia finales del siglo XVIII, la población extremeña rondaba los cien mil habitantes, podía ser la peste de 1348, que destruyó dos tercios de la población de España, y en consecuencia, hizo que vastas extensiones de tierra quedaran sin cultivos, y se introdujera el descuidado sistema trashumante de pastoreo, nómada, que impedía la emergencia de una población sedentaria y concentrada que fuera en aumento. Por otro lado, también se hace referencia a la fuerte emigración que hubo hacia América por parte de los extremeños en busca de fortuna, “por ser país pobre y de escasos recursos”, o, como expone Laborde[8] porque “los conquistadores del Nuevo Mundo que eran de esta provincia; enardecieron la ambición de sus ciudadanos; se fueron a combatir bajo sus banderas y conquistar las riquezas en los países que habían sometido. Esta emigración fue la más numerosa de todas las otras provincias de la monarquía española”[9]. Asimismo, encontramos opiniones contrarias a esta teoría, como la de Richard Ford que afirma, poniendo como ejemplo a Inglaterra, que “la colonización nunca despobló a un Estado vigoroso y bien condicionado. La causa real es un mal gobierno, civil y religioso, que puede observarse por todas partes”[10]. Sin embargo, a la hora de referirse a la despoblación hay que tener en cuenta la condición de estos viajeros, que eran todos ellos hombres de ciudad, que se movían en numerosos círculos sociales, por lo que no debe extrañarnos que se asombren de la soledad de las dehesas extremeñas y de la despoblación general que sufría la región, en contraste con su tan poblada e industrializada isla, debido a la numerosa concentración de población en los núcleos industriales durante la Revolución Industrial y posteriormente. Además, podemos señalar que tanto la región extremeña como el resto de España, sufría los mismos desequilibrios sociales y la misma mala administración que el resto de la Península, ya que España se encontraba treinta años por detrás del resto de Europa.

Por otro lado, lo mismo que mencionan el despoblamiento, no dejan de señalar, como contraste, la fertilidad de su suelo, las excelentes cosechas que se producen allí donde se cultivan los campos, y la magnífica producción agrícola que podría obtenerse si éstos se cultivaran más. “Su suelo es muy fértil (…). Si da algunas producciones, no se debe a la industria de los hombres; es ella sola quien actúa, y se puede asegurar que sería una de las provincias más fértiles de España, si no fuera la menos cultivada”, en palabras de Laborde. Asimismo, Ford también reafirma esta característica hablando de “vastos distritos de tierras fértiles, y con un clima beneficioso que están abandonados al paso de las ovejas”. Son constantes las referencias a que Extremadura era un vergel y un granero cuando estaba poblada por moros y romanos, y, como prueba de ello, aluden a la importancia que tuvo Mérida, como capital de la Hispania Ulterior en la época romana y los numerosos vestigios que quedan aún de su antiguo esplendor. Pero, sugieren también que los campos no se cultivaban por comodidad de los propietarios, que no querían arriesgarse a tener malas cosechas, ya que “su renta es siempre la misma y siempre igualmente segura teniendo sus tierras como pastos; los arriendan para servir a los numerosos rebaños que van todos los años hacia el otoño y pasan el invierno”[11]. En este sentido, la Mesta, es un tema a tratar por casi todos, por considerarla generalmente la causa principal del despoblamiento y de la falta de cultivos, y prueba de ello es que la consideraban como una institución abusiva, con una gran cantidad de privilegios, que estaba en contra de los extremeños, convirtiéndose en la causa principal por la que se entablaron innumerables disputas entre los agricultores extremeños y los ganaderos trashumantes.

Por otro lado, entre las muchas preocupaciones que rondan a los viajeros mientras recorren la región extremeña, ocupa un lugar predominante la cuestión del alojamiento y de la comida. Ambos temas se hallan estrechamente unidos, ya que resulta bastante común abastecerse de alimentos en el lugar en el que se pernocta. Sin embargo, en la Extremadura de aquella época, la escasez en general, era una de las características más prominentes: escasez de alojamiento, de carreteras, de alimentos y de medicinas. Así pues, no es de extrañar que fuese una práctica relativamente común, entre la mayoría de los visitantes que deambulan por nuestra región, proveerse de alimentos antes de iniciar el viaje y, cuando las provisiones disminuían, aprovechar cualquier oportunidad para reponerlas.

En este sentido, hay que señalar que las alusiones a la comida en los diarios de viajes no suelen ser ni muy numerosas ni excesivamente extensas, a pesar de su importancia. Sin embargo, en buena parte de las anotaciones que los escritores hacen sobre este particular se suplen esas deficiencias con comentarios muy jugosos en los que se destacan la calidad de los productos locales o se muestra el asombro con el que algunos viajeros reaccionan ante algún plato novedoso e incluso inusual. En Jaraicejo, Robert Southey[12] se sorprende ante la obtención de abundantes alimentos por un módico precio, “nos vendieron un conejo, una liebre y cuatro perdices por un dólar”, y cuando llegan a Miajadas añade “nuestra despensa para el viaje no ha estado nunca mejor provista: dos liebres, dos conejos, un par de perdices, un jamón, […] y el lomo adobado, una memorable lista de comida”. Sin embargo, en la mayoría de los viajeros predominará la imagen de la carencia de alimentos en la Extremadura del siglo diecinueve que perdurará en su literatura hasta finales de siglo y muchos viajeros temerán aventurarse por nuestra región, por miedo a esa falta de víveres, como le sucedió a Southey en su visita a Trujillo, donde no pudo hacerse con provisión alguna, “ni tan siquiera un huevo”.

A las puertas del siglo veinte, Main[13], uno de los viajeros que visita Mérida trata de calmar el desasosiego de sus conciudadanos con respecto al tema de la alimentación con la descripción del menú que le sirvieron en una posada y que según él consistía en lo siguiente: “una buena sopa seguida de riñones estofados, lo mejor que he comido jamás. Pescado frito muy caliente y sin aceite; estaba buenísimo. Deliciosas chuletillas y ensalada. Repostería de primera clase […], dulce de membrillo y pastelillos. Postre de melón, naranja, etc. El vino estaba especialmente bueno”. Además de los alimentos mencionados, los viajeros aluden también a los productos regionales que por una razón u otra les llaman la atención. En su viaje a Logrosán, Cook[14] reconoce que los productos agrícolas más importantes de esa zona son el aceite y los cereales; de la misma manera, señala la escasa producción de vino, si bien alaba sin reparos su calidad. Por otra parte, Roberts[15], a su paso por Cuacos se refiere a otro producto típico del lugar, en concreto a los pimientos rojos que se utilizan para fabricar el tradicional pimentón de esa región. Le llama la atención que en una de las habitaciones de la posada en la que se aloja en Plasencia, y también en la casa que los acoge en Torrejón, el método tradicional que se empleaba en Extremadura, y probablemente en otras partes de la Península, para conservar diversas frutas hasta el invierno: “el techo estaba adornado […] con una buena fila de melones”.

En lo relativo a los productos extremeños, también se destaca la calidad de algunos productos, tales como el chorizo, los jamones o el tocino, de los que se abastecía al resto del país, siendo indispensables para la olla o el puchero. Esta importancia se manifiesta en varios de los dichos populares que circulaban en la época: “No hay olla sin tocino, ni sermón sin Agustino”, o la versión parecida: “Ni boda sin tamborino. Ni olla sin tocino”. Por otro lado, se pone de manifiesto la importancia que tenía el cerdo en la economía extremeña, y, de igual modo, podemos referirnos a otro famoso refrán que pone de manifiesto la gran calidad de éste: “el extremeño jamones trae en vez de doblones”, pudiendo aludir, al mismo tiempo, a la importancia que tenía la matanza dentro de la vida doméstica extremeña, que se celebraba en el mes de noviembre. Asimismo, uno de los productos de gran fama en la región y, posiblemente, fuera de ella, siguiendo el comentario de Roberts, es el jamón de Montánchez; los jamones de Montánchez no son sólo, como dice Ford a sus lectores, “famosos en el mundo entero hoy en día”, sino que han disfrutado de esta fama al menos desde hace varios siglos. Esta explicación la basa este autor en su propia experiencia, cuando se hizo con dos jamones de siete kilos cada uno, y fue dando cuenta de ello en el viaje desde Mérida a Granada pasando por Sevilla.

Por otra parte, los viajeros que atraviesan Extremadura, entre finales del dieciocho y principios del veinte, se encuentran con dificultades a la hora de hallar un lugar mínimamente decente donde reponerse de las fatigas y pernoctar. Debemos tener en cuenta que los visitantes, por lo general, estaban acostumbrados a las comodidades que les ofrecían las diversas posadas y hoteles de su país. Sin embargo, y en contraposición, no todos los comentarios son negativos, pues de vez en cuando nos topamos con las observaciones de algunos viajeros que alaban sin reparos la calidad del establecimiento donde se alojan. De una de las posadas de Trujillo, Badcock, en 1835, dice que era muy buena y limpia. Años más tarde, en 1844, Cook se aloja también en Trujillo y, a pesar de asegurar que Extremadura es la región de España con las peores posadas, considera que el establecimiento en el que se hospeda en esta ciudad es de una gran calidad, aunque echa de menos la comodidad que supone tener cristales en todas las ventanas: “encontramos una amplia y excelente posada regentada por una respetable señora. Es una posada realmente española, limpia y cómoda, una de las mejores del reino”. Estas alabanzas que los viajeros dedican al alojamiento que encuentran en Trujillo[16] se repiten también en el diario de viajes de Roberts, que recorre Extremadura en el año 1860. En efecto, este autor dice que “Trujillo no sólo es una vieja ciudad típica, con estrechas y tortuosas calles, llena de casas pintorescas, sino que contiene la mejor posada con la que nos hemos encontrado entre Madrid y Sevilla”. Por su parte, Richard Ford, también se refiere a una posada de Trujillo muy decorosa y limpia que responde al nombre de “Posada de los Caballeros”, llevada por una viuda. “Está en la parte alta de la ciudad aunque el camino pasa por la parte de abajo. La ciudad antigua se eleva a la izquierda, y ofrece desde su situación un efecto imponente, que desaparece tan pronto se entra en ella”[17]. Probablemente, se refieran a la misma posada.

Por otra parte, Southey[18] vierte algunas críticas referentes a la posada de Venta Nueva[19], ya que los rústicos camastros descansaban en cuatro troncos a los que nunca se había despojado de la corteza y la Corte había usado toda la ropa de cama: “Mi catre está colocado sobre palos de los que no se ha retirado la corteza. Las camas son malas, y la Corte ha manchado toda la ropa blanca”[20]. Sin embargo, en Casas de Miravete se hospedan en una posada mejor, “encontramos una casa de postas con el honorable nombre de las casas del Puerto de Miravete[21], y donde gustosamente acordamos pasar la noche. Para nuestra gran comodidad encontramos unas camas limpias en las que descansar”. En los Santos de Maimona, Robert Semple, se siente encantado con la posada en la que se hospeda, “la casa de postas era muy buena, y el grado de limpieza que imperaba en el interior, habría sido tenido en cuenta hasta en Inglaterra”. Llama la atención a los viajeros en diferentes posadas, el hecho de que las ventanas tengan o no cristales. En el caso de Baretti[22], cuando decidió visitar a su familia, no dejó de subrayar, respecto a su alto en Badajoz, que las ventanas de la posada de Santa Lucía, igual que las de Portugal, carecían de “cristales y tenían solamente postigos que excluían la luz si se cerraban para protegerse de la lluvia, viento o frío. No había cajones, armarios ni espejos”, ofreciendo, además, una crítica a la escasez de mobiliario que presentaban las posadas.

En contraposición a la calidad de los alimentos y casas de posta, y en lo referente al tema de la salud en nuestra región, hay que señalar que es tratado por Dalrymple[23] y Cook de diferente modo. El primero tiene la impresión de que los habitantes de Badajoz sufren de ictericia[24] y con respecto a toda la región, opina que los extremeños “son propensos a las calenturas y a las fiebres palúdicas, lo que le da un aspecto enfermizo”. Cook cree que el problema de las fiebres, que él denomina tercianas, tiene su origen en una mala alimentación y, en especial, “en el uso desordenado de alimentos vegetales”. Por su parte, Richard Ford, advierte en su obra que “las cantidades de “Chorizo” y de “Pimentesco”[25] que se comen en Extremadura producen el carbunco[26]”, estando equivocado en las causas que producen dicha enfermedad, ya que esta enfermedad se transmite por el ganado ovino, vacuno y cabrío, incluso equino, pero no tiene nada que ver con chorizo ni con el pimentón. Otra patología destacable es la aparición de la viruela. Baretti, en su paso por Trujillo, hace referencia a dicha enfermedad y dicho lugar, que le parece un sitio desagradable; sus calles “mal pavimentadas con cantos de pedernal, las casas irregulares y muy bajas, y la pobre posadera había perdido aquella mañana a sus dos hijos, víctimas de la viruela”, haciendo referencia al atraso que sufría la región extremeña, ya que “se desconocía la vacunación” [27].

En lo referente a los aspectos climatológicos, Southey relaciona el mes de enero en la región extremeña, tan templado, con el mes de junio en Inglaterra, “las violetas estaban en flor, o la falta de mantas durante la noche no significaba grave quebranto. Hemos encontrado a un hombre cabalgando sin chaqueta ni chaleco, con la camisa abierta y las mangas subidas, un fresco desnudo para enero”[28]. También le llama la atención que la mayor parte de las mujeres y los niños anden descalzos.

En el caso de Badcock[29], cuyo objetivo principal en su viaje a España, era averiguar si habían entrado en Portugal algunas fuerzas españolas y enterarse de qué pensaban hacer los españoles, cuando tomó una diligencia hasta Trujillo, y una vez allí, señala que el calor fue demasiado intenso para andar recorriendo sus calles. Jaraicejo, que era la siguiente etapa, ofrecía tan desolador aspecto que le pareció “como si un ejército lo hubiese evacuado veinticuatro horas antes”[30]. Por su parte Beckford[31], que atraviesa Extremadura en invierno bajo unas condiciones climáticas difíciles y en un estado de salud bastante malo, ofrece una impresión sombría de las ciudades por las que pasa. De ahí que el adjetivo que aplica a Badajoz y sus habitantes sea el de “fúnebre” y que defina a Trujillo como una “lóbrega ciudad […], situada en un oscuro altozano”, añadiendo a continuación que fue esta ciudad “la que vio nacer al despiadado Pizarro, el azote de los peruanos y el asesino de Atabaliba[32]”, frases extraídas de esa leyenda negra que durante siglos alentaron algunas naciones de Europa.

En lo referente a los rasgos fisiológicos y al carácter de la población extremeña, la extrañeza que les produce a estos viajeros una cultura y tradiciones que, en principio, les son muy ajenas, les lleva a consignar en sus diarios, hechos ciertamente curiosos. Este es el caso, por ejemplo, de los campesinos extremeños de la zona de Fuente de Cantos, a los que Semple[33] describe como “increíblemente robustos, aunque no altos”. Posteriormente, su reflexión sobre el campesinado de nuestra región le lleva a emitir un juicio muy particular en el que llama la atención sobre las grandes semejanzas existentes entre los campesinos escoceses y los de algunas partes de España. En este sentido, en el diario de viaje de Luffmann, publicado a principios del siglo veinte, encontramos una breve alusión a los campesinos de la zona de Cáceres, capital en la que se les describe como “pequeños de estatura, pero muy bien formados, tranquilos y corteses”.

En este sentido, les resultan significativos los hábitos de ciertos individuos, como sucedía con el campesinado, además de llamarles notablemente su atención, el aspecto físico y el carácter de los habitantes de esta región, encuentran relevantes otros aspectos como los referentes a los monasterios de Yuste y Guadalupe y, sobre este último, la leyenda de la aparición de la Virgen y su devoción, los numerosos rebaños que tenía en propiedad, así como la inmensa riqueza de la orden. En este sentido, podemos aludir al famoso dicho popular de la época que corría de boca en boca hasta llegar a oídos de estos viajeros refiriéndose al monasterio guadalupense y que dice así: “Quien es conde y desea ser duque, meterse fraile en Guadalupe”.

Por otro lado, hay un aspecto, en la región extremeña, que puede resultar de gran interés y que sería el tema de las Hurdes, a las que Sir John Talbot Dillon[34] se refiere como tierras de salvajismo y paganismo entre sus habitantes, de desdicha y miseria. Todo ello va a formar parte de la leyenda, mantenida por diferentes autores hasta bien entrado el siglo diecinueve, acerca del atraso y barbarie de los hurdanos, como Javier Marcos[35] recoge en su trabajo sobre la historia de la antropología extremeña. Dillon anotará que “en alguna parte de este desgraciado país, si preguntan donde están las Hurdes, algunos le dirán, un poco más adelante, y cuando llegue, otro le informará que está a una pequeña distancia por detrás; nadie quiere reconocerse como habitante de este desgraciado país de las Hurdes”.

En otras ocasiones, los comentarios de estos trotamundos giran en torno a la hermosura de la mujer extremeña. Para algunos, el origen de la belleza de la mujer española se halla precisamente en ese atractivo que posee lo exótico, y en particular los países del sur de Europa, para los habitantes del norte y, en especial, para los de habla inglesa, por ser estos los que con más frecuencia nos visitan. Badcock, hace una comparación entre la mujer española y la portuguesa, encuentra la razón del atractivo de las primeras en su andar elegante, sus ojos oscuros y sus costumbres moras. En concreto, este autor afirma de las mujeres españolas que “su carácter en el amor está lleno de extrema pasión, celos y furia que las conduce a cometer cualquier exceso”. Mientras que para Badcock, las damas portuguesas, aunque por lo general no son tan hermosas, son más agradables. “Todas tienen los ojos muy brillantes, y son muy apegadas, fieles y hogareñas”.

Otro de los temas de gran interés, con numerosas descripciones al respecto, son las referencias a la cultura material. En lo referente a las opiniones que a todos ellos les merecen las ciudades extremeñas varían notablemente debido a numerosos factores. En el caso de Baretti[36], refiriéndose a Mérida, destaca que encontró que los habitantes se sentían orgullosos de sus restos antiguos, pero parecía, lamentablemente, que no les importaba demasiado. El puente era “noble, largo, espacioso y todo él de piedra”; Otro ejemplo lo representa el capellán Edward Clarke[37], que atraviesa Extremadura de forma rauda y apresurada, describiendo la ciudad de Trujillo como “situada en una colina en cuya cima hay un castillo”[38]. De Mérida dice que “…está construida a orillas del Guadiana sobre el que hay un majestuoso puente […]. Hay algunos restos de un anfiteatro, de un acueducto, de un circo, todo romano”. En este sentido, se trata de una visión meramente descriptiva, sin ofrecer ningún comentario crítico al respecto. Otro dicho popular utilizado por Davillier en su obra, es el referido a Trujillo y a la orografía del terreno con su conjunto de batolitos graníticos: “Por doquiera que a Trujillo entrares, andarás una legua de berrocales”[39]. Richard Ford[40], también hace referencia a este dicho y afirma en su obra que “Trujillo es un triste monumento de ciudad desgastada en la cual los armazones de una anterior grandeza se burlan de la presente pobreza; ahora el pueblo es agrícola y sin vida ni tiendas, ni comercio –meros cultivadores de la tierra-, o criadores de cerdos, principalmente de esto último, ya que la tierra está abandonada sin cultivar, puesto que en su mayor parte es pedregosa y pobre”, de aquí el dicho, “por do quiera que a Trujillo entrares, andarás una legua de berrocales”.

En este sentido, las descripciones de Cook [41] cuando toma una diligencia de Badajoz, camino de Trujillo, señala que a su paso, no pudo por menos de anotar que el puente destruido en Almaraz[42] continuaba aún quebrado, y Trujillo le pareció, a pesar de su ruinoso estado, “una vieja ciudad de gran belleza”, que pasa a describir con considerable detalle antes de proseguir hacia Logrosán, motivo primordial de su viaje. También era un pretexto para llegar a Guadalupe, que atesoraba todavía obras de Zurbarán “no dañadas ni tocadas”, y que, a su juicio, debieran llevarse al Prado antes de sufrir el funesto destino de la biblioteca, casi desaparecida.

De este modo, hay que referirse a la visita que hace el capitán de navío Cook[43], a la sierra de Guadalupe, a mediados del siglo diecinueve, en el año 1843, con el ánimo de comprobar la situación de la fosforita y la finalidad de visitar varias minas, especialmente en Logrosán, permitiéndole recorrer algunos pueblos de la zona. Antes de llegar a ellas, se detiene en Trujillo durante un período de tiempo, suficiente como para permitirle visitar con detenimiento los principales monumentos de la ciudad, afirmando que son “extremadamente interesantes” y prueba del interés que en él despierta, la dan las numerosas páginas que en su relato dedica a su descripción.

Otra de las ciudades extremeñas que llaman la atención, entre los relatos de los viajeros O´Shea, O´Really y Luffmann, es la ciudad de Cáceres. Narrando sus impresiones de la ciudad, el primero de ellos cuenta en su obra de 1865 que Cáceres, que tiene una población de 13.466 habitantes y un invierno muy suave, “por su situación apartada y por la falta de carreteras, se halla en un rincón ignorado de Extremadura, siendo aburrida, sin vida, sucia y lúgubre”. Esta opinión tan poco halagadora que O´Shea formula de la ciudad, no parece compartirla cincuenta años después O´Reilly[44], que hace referencia a varias cuestiones dialécticas; de este modo, el habla de los habitantes de Cáceres, al que califica de “castellano puro”, comparado con el de Andalucía, al que se refiere como “descuidado dialecto andaluz”, no suponen un mismo dialecto. Esta alusión a la pureza de la lengua que se habla en Cáceres tiene su eco en el relato de Cook, quien ya en 1844 ensalza la forma de hablar de las gentes de Trujillo calificándola de “dialecto extremadamente puro”. Por otro lado, Luffmann[45], que visita Cáceres en 1910, describe la ciudad en términos muy halagadores haciendo especial hincapié en la limpieza de sus calles y en los rasgos regulares de sus habitantes. Así, por ejemplo, en cuanto a su pulcritud, manifiesta que “está inmaculadamente limpia”. También añade que “Cáceres es hoy suficientemente limpia como para merecer escapar a cualquier forma de contagio, ya que no hay ninguna calle, casa, individuo o vestimenta sucios”. Llama notablemente la atención algunos de los contrastes que encontramos entre diferentes autores sobre un mismo tema, como puede ser el de la limpieza. En cuanto a sus habitantes comenta, como se ha señalado anteriormente, que “los campesinos son pequeños de estatura, pero muy bien formados, tranquilos y corteses” y que las mujeres de Cáceres “tienen rasgos sorprendentemente regulares y algunas son increíblemente hermosas”.

De este modo, Ford, aunque no había conocido, por desgracia, la ciudad de Cáceres, en su primera edición encontramos un pasaje en que se dice: “poca cosa hay que ver aquí, y la población es apagada y porcina”. En la tercera edición, el pasaje se modifica y amplía, llamando la atención la nueva visión descriptiva que ofrece: “Cáceres abunda en arquitectura feudal, macizas casas señoriales, con portalones de granito y escudos de armas. Incluso cabe citar que la heráldica y los jamones se han desmandado…; la parte más alta de la villa conserva sus viejas murallas y torres. Son de notar dos aljibes, el arco de Estrella y los pasajes que llevan a la plaza…; el amante de las casas antiguas se fijará en la de Veletas, el alcázar moruno, la de los Golfines, con sus mosaicos, la de los condes de la Torre, y especialmente la mansión del duque de Abrantes, en la que destacan las ventanas”.[46]

Es destacable que la mayoría de los viajeros que atraviesa nuestra región presta una atención especial a su riqueza arquitectónica así como a la belleza natural de algunos de sus parajes. En algunos casos, esas descripciones se ven enriquecidas con comentarios de diversa naturaleza y en los que tienen cabida un sinfín de temas que por una u otra razón despertaron el interés del viajero.

Por otro lado, en los escritos de los viajeros que visitan nuestra región nos topamos a veces con retazos de información sobre aspectos de poca importancia, en apariencia, pero que pueden resultar de gran interés hoy en día. Así, por ejemplo, a Southey, a principios del siglo diecinueve, le parece que los cántaros de barro de Trujillo están mejor hechos y se han utilizado mejores materiales en su fabricación que cualquiera de los que ha visto en Inglaterra, aunque también encontró platos fabricados en este país. Esta industria trujillana parece haberse mantenido al menos durante todo el siglo diecinueve, ya que en el diario de Chapman y Buck, a principios del siglo veinte, se testifica su existencia así como la de la fabricación de collares de hierro con púas para perros.

Sin embargo, por otro lado, se destaca la escasez de manufacturas que había en esta región y su poca importancia, enumerando las pocas industrias existentes: “Se reducen a una fábrica de sombreros en Badajoz […] Dos fábricas semejantes en Zafra. Un gran número de curtidurías también en Zafra y en Casar de Cáceres. Una manufactura de paños gruesos en Arroyo del Puerco[47]. Todavía quedan algunos telares de paños en Hervás…”[48]. También se hace referencia a la descripción de un martinete, que había en Guadalupe, donde se trabajaban utensilios de cobre bastante comunes y, en alguna ocasión, se considera como el único representante de toda la industria del distrito.

Esta escasez de manufacturas, unidas al abandono de la Corona y a las tareas devastadoras y ruinosas llevadas a cabo por la misma, a su paso por la región, se convierten en un excelente caldo de cultivo que conduce al atraso y al inmovilismo de los pueblos extremeños. Podemos señalar uno de los pasajes que destaca Southey, referente a los viajeros que marchaban a la zaga de la Corte, y que describe de la siguiente manera: “Nunca he presenciado un panorama de tan melancólica devastación. Su católica majestad se desplaza como el Rey de los Gitanos; su séquito despoja el campo sin pagar por nada, duerme en los bosques y quema los árboles. Encontramos muchos árboles ardiendo aún. El hueco de un hermoso alcornoque utilizado como fogón. Los de los alrededores destruidos para usarlos como combustible. Si el más leve viento se levantase ahora, el bosque entero sería pasto de las llamas. Mulas, caballos y burros tendidos, muertos a lo largo del camino”. En este sentido, comenta que cuando llegaron a Jaraicejo, la hospedera de este pueblo les dijo, entre lágrimas, que los gastos de la escolta del Rey en su casa ascendían a más de mil reales, de los cuales no había recibido ni tan siquiera uno. “Su Majestad y su escolta habían quemado los árboles, copado los caminos, ensuciado las ropas de cama, y devorado las provisiones”[49]. Del mismo modo, este otro caso, que también encontramos en los relatos de Southey, puede resultar anecdótico, ya que al entrar en la aldea del Puerto de Santa Cruz, donde cenaron, la gente les rodeó, preguntándoles si eran ellos los caballeros que venían a pagar las deudas del Rey.

Otro de los diferentes temas que encontramos, es el referente al tipo de transeúntes que deambulaban por aquellos caminos, que además, de estar compuesto por el séquito de la Corte del Rey, también estaba formado por los bandidos que vagaban por aquellas tierras, considerados como un problema que afectaba a la región extremeña. En el relato de Cumberland, se manifiesta que recibió aviso de mantenerse en guardia contra los ladrones en la zona entre Trujillo y Miajadas. Años más tarde, Southey informa al lector de que la región entre Plasencia y Trujillo se hallaba plagada de bandidos. Badcock, por citar un ejemplo, refiriéndose a la comarca que va desde Navalmoral a Plasencia afirma que esta zona “se encontraba infestada de bandidos y que los viajeros y la gente del lugar la atravesaban únicamente en grandes grupos armados”. Sin embargo, a pesar de los comentarios realizados sobre el tema de los bandidos en sus relatos, la mayoría de los viajeros, no parece haberse encontrado cara a cara con estos personajes, por lo que se puede hablar de un conocimiento teórico del asunto. También aparece reflejado, en algunos relatos, el tema del contrabando, señalando su importancia para la economía de algunos extremeños.

Otros de los aspectos que se tratan en los diferentes relatos están relacionados con diferentes temas. En este sentido, Cook y Chapman muestran su admiración ante la riqueza ornitológica de Extremadura, además, el primero se lamenta de la escasez de buenas mulas, cuando en el pasado, dice, “esta provincia tenía fama por criar las mejores mulas de España”. También son reseñables los comentarios de Badcock refiriéndose a la queja de los altos precios de la región, así como los aspectos comparativos que Whittinhton[50] realiza entre España y Portugal, diciendo que en España “las posadas son pequeñas, ni buenas ni malas durante todo el viaje, pero las de Portugal son peores que las de España”. Del mismo modo, al referirse al Camino Real dice que no está bien cuidado y que en algunos tramos es pedregoso y estrecho, y en otros, se convierte en un ancho sendero de arena, mientras que el camino portugués está pavimentado en casi su totalidad. De los caballos de postas españoles, afirma que, generalmente, dos de cada cuatro son muy buenos, son pequeños y galopan bien, mientras que en Portugal raramente se encuentra uno bueno de cada cinco, poniendo de manifiesto la gran calidad de los caballos españoles.

Para concluir, podemos señalar que la visión que estos viajeros nos ofrecen de Extremadura, relacionada con el tipo de visita que han llevado a cabo en la región, refiriéndose al despoblamiento, o a los malos caminos y hospedajes, puede relacionarse con los ensayos interpretativos acerca de la situación extremeña y su visión dominada por un tono más bien triste, que presenta una región abandonada por la Corona, con un nivel demográfico muy bajo, y con un escaso interés por parte de sus habitantes en superarse, abandonados a su destino, como recoge Davillier[51] en la famosa décima de Gregorio de Salas:

“Espíritu desunido
Domina a los extremeños;
Jamás entran en empeños
Ni quieren tomar partido:
Cada cual en sí metido
Y contento en su rincón
Huye de toda instrucción;
Y aunque es grande su viveza,
Vienen a ser, por pereza,
Los indios de la nación”.

Como contrapunto, a lo señalado anteriormente, todos están de acuerdo que podía ser una región rica, como lo fue en el pasado, con una importante producción agrícola, si hubiera un mayor esfuerzo por parte de todos. De todas formas, el enfoque que presentan es una visión general, casi esteriotipada, que tienen del país, tanto los viajeros ilustrados como los románticos. Sin embargo, conviene tener en cuenta el género de informantes locales que lograron, ya que a veces pueden estar reproduciendo una opinión meramente reflejo de arquetipos nacionales. Así pues, sería interesante conocer cuáles fueron sus fuentes de informantes y para ello, sería de gran interés, recurrir al trabajo de campo antropológico para contrastar su información con la que ofrecen los diferentes autores y viajeros españoles de la época, que conocen la zona.

Como conclusión final, podemos añadir que en el retrato de Extremadura que emerge de la pluma de estos viajeros no impera únicamente ese tono oscuro y sombrío que se pueda pensar. En esas pinceladas que dibujan nuestra región existen, asimismo, algunas zonas que destacan por su colorido, vistosidad o animación[52]. Así, es verdad que la impresión general de algunos de los viajeros sobre Extremadura está teñida de coloraciones ciertamente grisáceas o si para estos viajeros nuestra región no es sino un páramo desierto sin vida, para otros, sin embargo, nuestra tierra resplandece con ese brillo que le otorga una riqueza natural casi intacta. Si sus pueblos y ciudades merecen para la mayoría de los viajeros, los calificativos de míseros, pobre y en deterioro, para otros, son limpios y pintorescos. Lo mismo podemos afirmar de la comida o del alojamiento, pues si la escasez de productos alimenticios elaborados es un hecho para la mayoría de estos peregrinos, así como la escasez y poca calidad de las posadas, también es cierto que abunda en la región la caza y otros alimentos naturales, y que en algunos lugares, el alojamiento puede competir a nivel de igualdad con el de otros países más prósperos. Esta imagen ambivalente de Extremadura, que se asoma tanto en los relatos de viajeros extranjeros que visitan nuestra región en las últimas décadas del siglo dieciocho, como en los diarios de viaje de los que recorran tierras extremeñas a lo largo del diecinueve y principios del veinte, incorpora a nuestro rico acervo cultural un valioso punto de vista externo que nos permite comprender y apreciar, en mayor medida, los múltiples valores que conforman nuestra identidad como región. Ante todo, no debemos olvidar que nos movemos en el pasado para construir el presente y alcanzar el futuro; un futuro incierto, pero optimista, como es el que presenta nuestra identidad extremeña, perfilada a lo largo de los tiempos.

Agradecimientos:

A Manuel Prieto Matías y a Pedro Prieto Ramiro, por su inestimable ayuda.

Este trabajo ha sido financiado por la Fundación Valhondo Calaff a través de su programa de becas destinadas a postgraduados de la Universidad de Extremadura.

Bibliografía:

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  • Robertson, I., Los viajeros impertinentes. Viajeros ingleses por España. 1760-1855, Editorial Nacional, Madrid, 1976.
  • Romero de Tejada, P., “La visión de Extremadura en los viajeros europeos”, Antropología Cultural de Extremadura (Primeras Jornadas de Cultura Popular), Editora Regional, Mérida, 1989.

NOTAS:

[1] Pilar Romero de Tejada, “La visión de Extremadura en los viajeros europeos”, Antropología Cultural de Extremadura (Primeras Jornadas de Cultura Popular), 1989.

[2] Hay que tener en cuenta, que las rutas que realizan son las de Badajoz a Madrid o a Sevilla, que se caracterizan por ser las zonas donde se encuentran las grandes dehesas, así como Sierra Morena.

[3] Jesús A. Marín Calvarro, Extremadura en los relatos de viajeros de habla inglesa (1760-1910), Badajoz, 2002, pp. 13-27.

[4] R. Cumberland, Memoirs of Richard Cumberland griten by himself, Londres, 1806-1807.

[5] Richard Cumberland nace en 1732. En Inglaterra era conocido sobre todo como dramaturgo, su verdadera vocación, aunque tuvo que alternar la literatura con otras actividades vinculadas a la política. Viajará a España entre 1780-1781 encargado de firmar un tratado. Habiendo fracasado en su cometido, Cumberland abandonó su carrera política y administrativa y se retiró al campo, dedicándose plenamente a su vocación de escritor. Sus obras más conocidas son las comedias sentimentales The Brothers (1769) y The West Indian (1711). Fue el creador de un periódico “de ensayo” titulado The Observer. Murió en 1811.

[6] Davillier, 1984, vol. II, pág. 86.

[7] María Dolores Maestre, Doce viajes por Extremadura. (En los libros de viajeros ingleses. 1760-1843), 1995, pág. 227.

[8] Alexandre Louis Joseph, conde de Laborde. Nace en París en el año 1773. Escritor y político francés. Diputado liberal en 1822, participó en la revolución en 1830. Más tarde fue colaborador de Luis Felipe. Autor de varias obras tales como Itinerario descriptivo de España (1808) y Viaje histórico y pintoresco por España (1806-1820). Muere en París en el año 1842.

[9] Laborde, Itinerario descriptivo de España, París, 1808, vol. I, pág. 373.

[10] Richard Ford, A handbook for travellers in Spain and readers at home, Londres, 1845, vol. I, pág. 516.

[11] Laborde, 1808, vol. I, pág. 374.

[12] Robert Southey nació en 1774 en Bristol y se educó en Westminster y Balliol, Oxford. Mantuvo una estrecha relación de amistad con Words-worth y Coleridge y jugó un papel importante en el movimiento romántico inglés. Escribió una gran cantidad de obras en verso y en prosa destacando especialmente en su faceta epistolar. En 1808 se convirtió en un colaborador asiduo de la revista The Quarterly Review. Entre sus obras destaca el libro que apareció en 1797, Letters Written during a Short Residence in Spain and Portugal. Toda su vida siguió interesado por España. Murió en 1843.

[13] E. Main, Cities and sights of Spain. A Handbook for Tourists, Londres: George Bell and Sons, 1899.

[14] Capitán Samuel Edward Widdrington, hijo de una rica heredera, adquirió el rango de capitán de navío. Visitó España a partir de 1829. Fue elegido miembro de la Royal Society. Vuelve a España acompañando al destacado científico, el Dr. Daubeny, profesor de Botánica y de Química de Oxford, interesados en las minas de fosforita de Logrosán. Una de sus obras más destacables es Sketches in Spain during the years 1829, 1830, 1831 y 1832.

[15] Richard Roberts, An Autumn Tour in Spain in the Year 1859, Londres: Saunders, Otley, and Co., 1860.

[16] La mayoría de los viajeros comenta que la posada de Trujillo, se supone que “La de Caballeros”, era buena y limpia. Según los indicios, esta posada se situaba en la calle de la Encarnación.

[17] María Dolores Maestre, Doce viajes por Extremadura. Pág. 361.

[18] Ian Robertson, Los curiosos impertinentes. Viajeros ingleses por España. 1760-1855, pág. 173.

[19] Lugar Nuevo.

[20] María Dolores Maestre, Doce viajes por Extremadura. Pág. 208.

[21] Actual municipio de Casas de Miravete.

[22] Giuseppe Baretti. A Journey from London to Genoa through England, Portugal, Spain and France. Nació en Torino en el año 1719. Muere en 1789, año de la Revolución Francesa. Muere en Inglaterra. Realizó un largo viaje por Lisboa, España, Francia, después retornó a Milán y a Venecia. Realizó una gran descripción de la gente y paisajes de la España del 1760. En el año 1765 debido a la polémica suscitada por alguno de sus escritos, se estableció definitivamente en Inglaterra, donde murió en el año 1789.

[23] John Dalrymple, nació en New Hailes, Escocia, en el año 1737. Hidrógrafo y navegante británico que surcó los mares del Sur y levantó un mapa de las islas visitadas, del cual se sirvió Cook en su primer viaje en 1768. Muere en Londres en 1808.

[24] Enfermedad que consiste en ciertos trastornos hepáticos que producen aumento de bilis en la sangre, y se manifiesta generalmente por la coloración amarilla de la piel y las conjuntivas.

[25] Debe querer decir pimentón.

[26] El carbunco o carbunclo es una enfermedad contagiosa, virulenta y mortífera que sufre el ganado lanar, vacuno y cabrío, y a veces en el caballar, que puede transmitirse al hombre, denominándose ántrax maligno. La origina el Bacillus anthracis. No tiene, por tanto, nada que ver con el chorizo y el pimentón.

[27] Baretti, pág. 59. Los curiosos impertinentes. Viajeros ingleses por España. 1760-1855. Ian Robertson.

[28] María Dolores Maestre, 12 viajes por Extremadura. En los libros de viajeros ingleses. 1760-1843. Pág. 211.

[29] El teniente coronel Sir Benjamín Badcock, el autor de Rouge Leaves from a Journal Kept in Spain and Portugal during the Years 1832, 1833 and 1834(1835) formó parte de una misión militar inglesa que debía estudiar la situación en Portugal, al comienzo de la lucha fratricida entre don Pedro y don Miguel. Llevaba Badcock la comisión específica de averiguar los movimientos e intenciones de los españoles en la frontera de Portugal, y a poco de llegar a Lisboa salió para Badajoz. Encontró a los españoles suspicaces en demasía: en realidad hicieron en cuanto estaba en su mano por ocultarle los hechos. Intentó, a pesar de todo, sacar el mayor provecho posible de la embarazosa y molesta situación en que se encontraba, y le animó pensar que tal vez tuviera ocasión de volver a alguno de los lugares conocidos durante su anterior visita a España: no por nada era un veterano de la guerra de la Independencia, y buen conocedor de la región fronteriza.

[30] Ian Robertson, Los curiosos impertinentes. Viajeros ingleses por España. 1760-1855, Editora Nacional, Madrid, 1976, pág. 269.

[31] W. Beckford, Italy, with Sketches of Spain and Portugal, 2 vols., Londres, 1834.

William Beckford nació en 1759 en el seno de una familia inmensamente rica con plantaciones y esclavos en Jamaica. Recibió una educación refinada de los mejores maestros de la época. Sin embargo, combinó su sed de conocimientos con una devoción casi enfermiza por los placeres ilícitos. Su riqueza le permitió viajar y escribir. Su primer tour por Europa lo realizó a los veinte años viajando por Holanda, Francia, Italia, Suiza… Su obra tiene influencia de los romances satíricos de Voltaire. Murió en 1844.

[32] Probablemente el autor se refiere al emperador inca Atahualpa. Este tipo de errores en la transcripción de nombres propios, sobre todo nombres de personas y topónimos, resulta muy común en los escritos de los viajeros de habla inglesa.

[33] Robert Semple, viajero inglés que nace en 1766. Visita la Península en dos ocasiones: la primera en 1805 y la segunda durante la guerra de la Independencia, en 1809. De esta segunda visita da cuenta en su diario publicado en Londres en ese mismo año y que tituló A Second Journey in Spain, in the Spring of 1809; from Lisbon through the Western Skirts of the Sierra Morena, to Sevilla, Córdoba, Granada, Málaga and Gibraltar; and thence to Tetuan and Tangiers.

[34] J. T. Dillon, Travels through Spain: with a view to illustrate the natural history, Londres.

[35] Javier Marcos Arévalo, “Etnografía y folklore en Extremadura”, en La Antropología cultural de España, Barcelona, 1986, pp. 321-379.

[36] Joseph o Giuseppe Baretti, nació en Turín en 1719, pasando sus últimos cuarenta años de vida en Inglaterra. El primer viaje a España lo efectuó en 1760, y lo publicó en italiano, su segundo viaje fue durante 1768-1769. Refleja lo que ve, impregnando sus descripciones de sus propios y buenos sentimientos.

[37] Edward Clarke nació en 1730. Se formó en la Universidad de Cambridge. Desempeñó funciones como clérigo en su país natal. Viene a España en 1760 como capellán del conde de Bristol, embajador a la sazón de su Majestad británica ante la Corona española. Durante su estancia en Madrid se dedicó a reunir información sobre el país para terminar con las erróneas visiones de España. En 1761 todos los miembros de la Embajada británica abandonaron precipitadamente la Península ante la inminencia de una guerra. En 1763 parte hacia Menoría como capellán y secretario del general Johns, puesto que continuó desempeñando con sucesivos gobernadores. Muere en 1786.

[38] E. Clarke, Letters Concerning the Spanish Nation: Griten at Madrid during the Years 1760 and 1761, Londres, 1763.

[39] Davillier, 1984, vol. II, pág. 88.

[40] María Dolores Maestre, 12 viajes por Extremadura, 1995, pp. 360-361.

[41] Ian Robertson, Los curiosos impertinentes. Viajeros ingleses por España. 1760-1855, Editora Nacional, Madrid, 1976, pág. 232.

[42] Puente de Albalat, denominado por la mayor parte del vulgo de Almaraz, por su cercanía con este municipio.

[43] S. E. Cook, Spain and the Spaniards, in 1843, Londres, 1844.

[44] E. B. O´Reilly, Heroic Spain, New York, 1910.

[45] C. B. Luffmann, Quiet Days in Spain, New York, 1910.

[46] C. B. Luffmann, Quiet Days in Spain, New York, 1910, pág. 316.

[47] Se refiere al actual municipio de Arroyo de la Luz.

[48] Laborde, 1808, vol. I, pág. 376.

[49] María Dolores Maestre, Doce viajeros por Extremadura, pág. 211.

[50] George Downing Whittington recorre la Península en el año 1803. Sus impresiones sobre España y Portugal verán la luz en 1808, en la obra que lleva por títuloTravels through Spain and Part of Portugal, publicada en Londres.

[51] Jean Charles Baron de Davillier y Gustavo Dore, Voyage en Espagne, Libraire Hachette, París, 1862, vol. II, pág. 85.

[52] Jesús A. Marín Calvarro, Extremadura en los relatos de los viajeros de habla inglesa. (1760-1910), Badajoz, 2002.

Oct 012005
 

Francisco Rivero.

Periodista. Cronista de Las Brozas (Cáceres).

«Donde se cuentan mil zarandajas tan impertinentes como necesarias al verdadero entendimiento desta grande historia». (Capítulo XXIV de la II Parte del Quijote)

Antes de nada he de confesar públicamente mi terror a enfrentarme con estas hojas en blanco, pues es un grave atrevimiento hablar y escribir de la obra maestra del genio de las letras españolas, don Miguel de Cervantes Saavedra. Pero como uno es disciplinado y además osado intenta, desde su ignorancia, escribir unas líneas.

Mi primera intención es tratar, como ya hice en tierras manchegas, la relación de don Miguel con mis tierras extremeñas, no en balde, como es de todos conocido, este ilustre escritor vino en peregrinación a las Villuercas para postrarse ante la Virgen de Guadalupe por haber sido liberado del yugo sarraceno después de su largo cautiverio en Argel, de donde fue liberado por las ayudas y limosnas conseguidas por los Padres Mercedarios.

Y a veci me preguntu que sería de esi pobri hombri mancu y adima ehcritó en aquelluh tiempuh de Mari Castaña. He buhcau en mi memoria el parla de mi tierruca ehtremeña, la de aquelluh versuh que loh mah nuevuh sabían de un poeta cahtellano llamau Gabriel y Galán cuando recitaba en ehtremeño, en sus poesías extremeñas, o bien ese mah mozu que era Luis Chamizo, el inventor del término castúo. Bien eh verdá que nusotru noh comemu la metá de lah letrah. Qué le vamu a hacel.

Pese a este “parlá extremeño”, sin olvidarse de la “fala”, que es un lenguaje arcaico que sólo se habla en tres pueblos de la Sierra de Gata, (Valverde del Fresno, Eljas y San Martín de Trevejo, donde se habla respectivamente el valverdeiro, el lagarteiro y el mañegu), los tres pueblos son limítrofes con Portugal y Salamanca y cuyas particularidades has sido estudiadas recientemente en un congreso, llegándose a la conclusión de que se trata de una reminiscencia medieval gallega del siglo XIII.

Pues bien, en Las Brozas vivió Elio Antonio de Nebrija, al amparo de su hijo Marcelo, por aquellas fechas comendador mayor de la Orden Militar de Alcántara, y residente en el castillo de la población. Por entonces al hacerse mayores las personas, iban al cuidado de su hijo y si éste era poderoso aún más. Nebrija llegó a escribir parte de su “Gramática española” en Las Brozas, texto que supuso una revolución en las letras en 1492, cuando aún se escribía el latín. En Las Brozas se cuenta de padres a hijos, que Nebrija deliraba enfermo en la cama porque creía que no iba a poder terminar su Gramática, documentado en el libro “La Minerva” de El Brocense cuando en su prólogo éste escribe lo siguiente:

“…Estaban, pues, postradas las buenas letras, cuando hace ahora cien años nuestro Antonio de Nebrija intentó castigar a estos rebeldes. Pero el mal había echado raíces tan profundas que, aun destruidos innumerables monstruos, quedaban todavía muchos por destruir. Y si él volviera otra o muchas veces, no dudo de que lo hubiese recompuesto todo con facilidad: tal era su talento. Y es que todo arte, como dice brillantemente Santo Tomás, debe cambiar, siempre que el entendimiento encuentra algo mejor. Así pues, lo que él no pudo terminar, quizás me lo dejó a mí para que lo acabara. ¿Me preguntas cómo puede ser eso? Pues porque mientras él, en mi pueblo de Brozas, donde terminaba el Diccionario y la Gramática, yacía con fiebre en casa de su hijo Marcelo, caballero de la Orden de Alcántara, se quejaba, suspirando constantemente, como le oí decir muchas veces a mi padre, de que dejaba la Gramática y el Diccionario sin acabar. Y, ¿qué me dirías si sabes que cantaba aquel mal presagio virgiliano?: «Quizás algún día salga de mis cenizas algún vengador que persiga con fuego e hierro a los ignorantes Perotos»…

Es bueno dar a conocer esto, por la importancia que tiene para el conocimiento de la literatura de nuestro país. Bien es verdad, que su gran obra la concluyó en Zalamea de la Serena, donde se encontraba la corte del último maestre de la Orden, don Juan de Zúñiga.

Sin embargo, Nebrija ha dejado en Las Brozas parte de sus estudios del nuevo idioma, lengua en la que Cervantes escribió su obra universal. Se trata de unos textos transcritos en piedra granítica en la ermita del Buen Jesús. Son pensamientos como “Por Cristo se a de poner la honrra y vida y por honrra la vida” “Conoce el tiempo y a ti mesmo”.

Francisco Sánchez de las Brozas, “El Brocense”, un humanista, profesor, catedrático de prima de Retórica y profesor de griego en la Universidad de Salamanca. Nació en mi pueblo – del que me honro en ser cronista oficial- en 1523, la villa cacereña de Las Brozas, y murió en Valladolid a las cuatro de la tarde del día 5 de diciembre de 1600 en arresto domiciliario impuesto por la Inquisición. Fue el autor de la Minerva, una gramática, cuyas teorías gramaticales aún siguen vigentes hoy en día, como lo demuestran los estudios de la gramática generativa del norteamericano Noam Chomsky, un gramático universal que ha sabido crear escuela. Desde 1955 es profesor de lenguas modernas y de lingüística general en el instituto de tecnología de Massachussets.

Chomsky nos recuerda que un lenguaje es un conjunto de frases, todas de longitud finita, y construidas con repertorio finito de elementos. Aquí se muestra el carácter generativo de la gramática, la cual, a partir de unos componentes y de sus reglas de composición, genera todas las frases de la lengua que explica.

El autor de la primera Historia de la Literatura Española, aparecida en 1849, G. Ticknor, dijo que el Brocense era el escritor más erudito de su tiempo y el inglés Aubrey F.G. Bell, autor de una sucinta biografía de Francisco Sánchez escribió en 1925 que el Brocense “encontró tiempo para ocuparse de teología, música, drama, poesía, arqueología, arquitectura, cosmografía, astronomía, medicina, leyes, ciencia y filosofía”.

Pero Cervantes fue un hombre que conoció a mi paisano Francisco Sánchez de Las Brozas(1523-1600), hombre estudioso de la lengua castellana en su obra “Minerva”, quien “elevó el castellano a categoría universal”, en palabras del que fuera director de la Real Academia Española de la Lengua, Manuel Alvar, profesor de este servidor en su carrera de Periodismo. Hoy los expertos de las lenguas, como el suizo Ferdinand de Saussure o el norteamericano Noam Chomsky siguen sus teorías gramaticales. Pues bien, don Miguel le dedica el siguiente elogio a “El Brocense” en su obra Galatea:

“Aunque el ingenio y la elocuencia vuestra,
Francisco Sánchez , se me concediera,
Por torpe me juzgara, y poco diestra,
Si a querer alabaros me pusiera,
Lengua del cielo, única y maestra,
Tiene de ser la que para la carrera
De vuestras alabanzas se dilate;
Que hacerlo humana lengua es disparate”.

Pero la verdad es que se me va el santo al cielo y dejo en el tintero lo mucho que tiene que ver don Miguel con relación a mi tierra que es lo que pretendo hablar y decir en esta ponencia sobre “esta grande historia”, donde Don Quijote reflexiona en alta voz con el joven que va a la guerra con un hatillo cargado a la espalda, concretamente en el capítulo XXIV de la segunda parte.

Cuando hablan Don Quijote y Sancho de la ermita donde piensan pasar la noche me he imaginado, mientras escribía este texto, una de las muchas ermitas que hay en Las Brozas, pero especialmente la de la Soledad, cercana a la del Buen Jesús, que fue aquella donde Nebrija dejó su impronta. Mientras mi hijo Francisco Javier toma al natural el dibujo con su carboncillo para preparar la ilustración que acompaña este texto, leo el capítulo en esta zona del campo extremeño rememorando lo que sentiría nuestro héroe en su recorrido por los campos manchegos.

Un obispo de Coria bautizó a Cervantes

Y hablando de temas religiosos, me viene también a la memoria la apertura de mi conferencia en el Congreso Nacional de Cronistas Oficiales, celebrando del 11 al 15 de octubre de 1995 y organizado por mi buen amigo Joaquín Muñoz Coronel, hombre amante de todo lo quijotesco y quijote él mismo.

La autocita dice lo siguiente: “El más insigne escritor de la lengua española, don Miguel de Cervantes y Saavedra, tuvo a lo largo de su vida y de su obra numerosos contactos con Extremadura. La primera relación de Cervantes con mi tierra fue en su bautismo, cuando don Pedro Serrano Téllez, sacerdote que le bautizaría en Alcalá de Henares, llegó a ser obispo de la diócesis de Coria (Cáceres) en agosto de 1577 y donde murió al año siguiente con fama de santo. Don Pedro está enterrado frente al altar mayor de la catedral de Coria”.

No sé si por esta circunstancia o por otra, Cervantes cuidó mucho su relación con Extremadura, incluida en sus obras. En sus escritos recoge la leyenda en “El bálsamo de Fierabrás”. Si uno viaja por la carretera nacional 630, a la altura de Garrovillas de Alconétar se cruza el río Tajo. En sus aguas remansadas por el pantano de Alcántara se halla sumergida la torre de Floripes, un castillo de origen árabe y reminiscencias templarias. En él se cuenta la leyenda de Fierabrás, el Caid árabe de la zona. Su hermana, que llevaba por nombre Floripes, se enamoró de un hermoso cristiano, Guido de Borgoña, caballero de las huestes de Carlomagno. Fue herido y sometido a prisión en el castillo. Una noche oscura, se oye un galopar de caballos. El alcaide de la fortaleza, Brutamante, recibe una cuchillada en el corazón que le asesta Floripes que iba en busca de su amado y lo libera junto al resto de los cristianos. El general musulmán echa en falta la presencia de su hermana y corre a las puertas del castillo, al que cerca. Como era difícil salir de allí, se echa en suerte quien debería escapar para avisar a Carlomagno. La suerte recae en Guido, quien a lomos de un brioso corcel escapa de las huestes enemigas, avisa a su emperador, que vence y mata a Fierabrás. Desde entonces, el alma en pena del sarraceno vaga por esos campos por la pérdida del castillo y de su hermana Floripes.

En la ciudad de los conquistadores

Miguel Cervantes venía de Portugal hacia Madrid, pasando por Badajoz, Guadalupe y Trujillo, además de Talavera. Algunos fechan el año de llegada del escritor en 1582. Cervantes pasó a Trujillo a ver a su gran amigo don Juan Pizarro Orellana, y se alojó en su casa-palacio. El visitante puede conocer hoy el palacio de este trujillano ilustre, primo del conquistador de Perú y él mismo corregidor de la ciudad peruana de Cuzco. A su regreso de América, Juan Pizarro Orellana compró la casa fuerte que poseían los Vargas y la convirtió en un palacio renacentista.

Para llegar hasta el edificio se ha de cruzar un pasadizo que sale desde la Plaza Mayor, que algunos quieren ver como la Plaza Mayor de la Hispanidad, muy cerca del Palacio de la Conquista y atravesar los juzgados, antiguas casas consistoriales. Al llegar a su fachada nos sorprende su enorme escalera, que antes decían que era una rampa por donde subían hasta el porche de entrada los caballos. La portada se halla flanqueada por dos torres, es adintelada y da cobijo al pórtico que marca un gran arco de medio punto. En su interior hay un magnífico patio, con arcos de medio punto sobre columnas con capiteles de volutas en el primer piso y con capiteles de elegantes zapatas en el segundo. En la balaustrada se disponen escudos con las armas de los Pizarro (dos osos y un pino) y Orellana (diez monedas o roeles). Por desgracia, los franceses arruinaron el edificio durante la Guerra de la Independencia. Su propietario don Jacinto Orellana, marqués de la Conquista, determinó venderlo a don Secundino Fernández de la Pelilla, pero desde los años 50 es la Casa Madre del Colegio del Sagrado Corazón y convertido en colegio femenino. La hermana Josefina, una entusiasta trujillana, lo enseña a todo visitante que pulse el timbre de la puerta de entrada.

Ya se ha dicho que esta casona de los Vargas fue transformada en palacio por Juan Pizarro de Orellana, trasladándose allí a vivir con su esposa Estefanía Pizarro de Tapia, señora de Magasquilla. Aquí les nació su hijo, el primer Marqués de la Conquista, don Fernando de Orellana, quien se casó en el castillo de la Mota (Valladolid) con Francisca Pizarro Mercado, hija a su vez de Hernando Pizarro, quien se encontraba preso en el castillo por la muerte de Diego de Almagro.

Un hijo de la nueva pareja fue Fernando Pizarro de Orellana, quien escribió el libro «Varones Ilustres de Indias» y fue nombrado comendador de Betera, de la Orden Militar de Calatrava. De esta casa paterna salieron numerosos trujillanos a la conquista de Indias, una vez que los Pizarro y los Orellana habían descubierto para España grandes extensiones de tierras.

Según todos los indicios, Cervantes llegó a escribir aquí los capítulos IV, V y VI del libro tercero de su novela póstuma «Los trabajos de Persiles y Segismunda», ya que fue muy bien acogido en la ciudad, así como muy aplaudida alguna representación, como un auto cómico, que mandó realizar en la Plaza Mayor de Trujillo. Es por todo esto por lo que precisamente se viene solicitando para Trujillo ser declarada Ciudad Patrimonio de la Humanidad junto a Cáceres, Mérida y Guadalupe.

Con la Morenita de las Villuercas

En su obra póstuma «Los trabajos de Persiles y Segismunda» habla por boca de sus inventados personajes, a lo largo del capítulo V del libro Tercero, el amor que sentía por la Patrona de la Hispanidad.

Miguel de Cervantes se había comprometido a peregrinar hasta Guadalupe por haber sido liberado en octubre de 1580 de las mazmorras de Orán (Argelia) por los Padres Mercedarios, tras ser apresado por corsarios turcos, como se deduce al leer el texto en el Persiles sobre la Virgen guadalupana cuando escribe: «libertad de los cautivos, lima de sus hierros, alivio de sus prisiones; la Santísima Virgen que es salud de las enfermedades, consuelo de los afligidos, madre de los huérfanos y reparo de las desgracias».

Asimismo hace una magnífica descripción del paisaje de las Villuercas cuando se apercibe el monasterio en el medio de la puebla: «en una de las dos entradas que guían al valle que forman y cierran las altísimas sierras de Guadalupe, cuando con cada paso que daban nacían en sus corazones nuevas ocasiones de admirarse; pero allí llegó la admiración a su punto cuando vieron el grande y suntuoso monasterio, cuyas murallas encierran la santísima imagen de la Emperadora de los cielos» y entrando en la basílica «donde pensaron hallar, por sus paredes pendientes por adorno, las púrpuras de Tiro, los damascos de Siria, los brocados de Milán, (los peregrinos de su novela autobiográfica) hallaron en lugar suyo muletas que dejaron los cojos, ojos de cera que dejaron los ciegos, brazos que colgaron los mancos, mortajas de que se desnudaron los muertos… Les parecía venir por el aire volando los cautivos envueltos en sus cadenas a colgarlas en las santas murallas y a los enfermos arrastrar las muletas, y a los muertos las mortajas, buscando lugar donde ponerlas porque ya en el sacro templo no cabían; tan grande es la suma que las paredes ocupan».

Cervantes estuvo en Guadalupe cuatro días «en los cuales (los caminantes) comenzaron a ver las grandezas de aquel santo monasterio; digo comenzaron porque acabarlas es imposible».

Precisamente en el monasterio se hallaba desde 1571 el fanal que perteneció a la nave capitana en la Batalla de Lepanto, en la que don Miguel perdió su brazo. Esta batalla tuvo lugar el 7 de octubre de 1571 y tras tres horas de lucha naval, los ejércitos cristianos, al mando de don Juan de Austria, «Jeromín», ganaron el combate a los turcos a cuyo frente se encontraba Alí-Bajá. Don Juan consiguió liberar a más de 12.000 presos cristianos y arrebató las lámparas de las naves musulmanas para que dieran luz en los monasterios de Guadalupe y Monserrat. Con motivo de la restauración que en 1743 hizo al monasterio extremeño Lara Churriguera, el fanal turco pasó al cupulín de la capilla de San Jerónimo, en la grandiosa sacristía guadalupense, conocida en todo el mundo por los magníficos cuadros del pintor Francisco de Zurbarán.

Pero Extremadura tiene más relación con Cervantes, a través de la figura de don Juan de Austria. No hay que olvidar que su padre, el emperador Carlos I vino a retirarse y morir al monasterio jerónimo de Yuste. Como quería ver a su hijo cerca de él, mandó que estuviera en el cercano pueblo de Cuacos, donde aún se conserva la Casa de Jeromín. La casa más bien era del mayordomo del emperador, don Luis de Quijada, al que le encomendaron que hiciera de padre del niño bastardo. Se trata de una casa noble, pero con rasgos populares. Las casas que dan a la plazuela, hoy de don Juan de Austria, son porticadas, con sus segundos pisos en voladizo

Antes de dejar el convento de Guadalupe a través de los personajes de «Los trabajos de Persiles y Segismunda», el escritor plasmó en doce octavas reales sus recuerdos de la estancia. He aquí una de ellas:

«Adornan este alcázar soberano
profundos pozos, perenales fuentes,
huertos cerrados, cuyo fruto sano
es bendición y gloria de las gentes.
Están a la siniestra y diestra mano
cipreses altos, palmas eminentes,
altos cedros, clarísimos espejos
que dan lumbre de gracia cerca y lejos».

Según el escritor Valbuena Prat, Cervantes ya tenía interés en la Virgen de Guadalupe en 1605, ya que fue este año cuando salió publicada en Sevilla una obra suya titulada «Comedia de la Soberana Virgen de Guadalupe y sus milagros y grandezas de España», obra que se reeditaría en los años 1607 y 1617. Según este estudioso, al parecer la obra fue escrita cuando Cervantes estaba preso en Orán y donde se esperaba que pudiera ser representada. Se cree que fue su compañero de cautiverio Jerónimo Ramírez quien trajo el original a España y el escritor la presentó en 1594 a un concurso literario del Ayuntamiento hispalense, certamen que no ganó y por eso la dejó en el anonimato como si tuviera vergüenza de que llevara el nombre de Miguel de Cervantes. De todas formas, los estudiosos de la obra cervantina consideran que este trabajo le pertenece.

El celoso extremeño

Quiero notar la importancia de la región extremeña en el mundo cervantino como se ve en esta novela ejemplar que trata de los amores desventurados de un viejo extremeño de 68 años -Felipe de Carrizales-, celosísimo en el trato con su niña esposa, Leonora, hasta tal punto que la encierra en vida en su lujosa casa. Pero la jovencita se deja engatusar por las buenas palabras de su ama ante las atenciones de un joven aventurero y músico, Loaysa, que buscaba su amor.

Indudablemente, que Cervantes haya elegido a un extremeño para ser el papel de hombre celoso de su esposa y ponga el apellido Loaysa, que es el mismo de uno de los más importantes conquistadores españoles, al amante de la joven, indica que don Miguel conocía perfectamente el importante papel de los extremeños en América, no en balde Carrizales llegó desde allí con dinero y al final de la obra, envía al amante a las Indias, para evitar males mayores con la joven.

El Quijote

Hay que dejar para el final la relación del Quijote con Extremadura. Precisamente en el capítulo XXXII de la primera parte de la obra más famosa de la literatura universal, en el que trata de lo que sucedió en la venta a toda la cuadrilla de Don Quijote, Cervantes habla por boca del cura sobre el libro de aventuras de la vida de Diego de Paredes que éste «fue un caballero natural de la ciudad de Trujillo, en Extremadura, valentísimo soldado, y de tantas fuerzas naturales, que detenía con un dedo una rueda de molino en la mitad de su furia, y puesto con un montante en la entrada de un puente, detuvo a todo un innumerable ejército que no pasase por ella».

Diego García de Paredes nació en Trujillo en 1466 y, debido a su extraordinaria fuerza, fue conocido con el sobrenombre de “El Sansón extremeño”. Llegó a ser compañero de batallas del Gran Capitán. Murió en Bolonia en 1530. Se cuenta una histórica leyenda que al salir su madre de Santa María la Mayor, la joya más artística de este pueblo extremeño, cuyo altar mayor tiene magníficas tallas de Gallego, García de Paredes arrancó de un cuajo la enorme pila de agua bendita para ofrecérsela a su madre. Esta pila aún se conserva a los pies del templo y asombra por su gran tamaño a todos los visitantes.

En homenaje a esta labor de promoción de esta localidad en la literatura universal, en el Ayuntamiento de Trujillo hay una lápida que textualmente dice: «A la memoria del Príncipe de los Ingenios Miguel de Cervantes, que ensalzando en su Quijote las hazañas del trujillano Diego García de Paredes inmortalizó esta histórica y heroica ciudad de Trujillo».

Cuatro Quijotes extranjeros

No quiero dejar de reflejar en estas líneas mi amor por la obra cervantina. Recuerdo que durante mi estancia en Bulgaria la televisión búlgara me entrevistó en castellano a la salida del Museo del Humor de aquel país, museo que abría una estatua ecuestre de nuestro héroe Don Quijote, y a cuya vera se hizo el trabajo periodístico. Fruto de aquella entrevista fue la petición a mi buen amigo Emilio Alexandrov, periodista y amante como su esposa, de la cultura española, donde vivieron seis años, de un Quijote en idioma búlgaro, libro que regalé a la Casa de Cervantes en Esquivias.

Años más tarde, realicé una labor similar con mi amigo Liu Wuxiong, delegado del Turismo de China en España, y nos desplazamos hasta Esquivias para conmemorar en una cena la boda de don Miguel de Cervantes con doña Catalina de Palacios y hacer entrega también de un Don Quijote en chino. Mi amigo se atrevió, por sugerencia de uno, a decir en su lengua aquello de “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme…” ¡Claro que a la gente le supo en chino!

Otro de mis singulares “Don Quijote” está escrito en polaco y un cuarto en esloveno, la primera edición en este idioma, publicado en Liubjliana en 1936 y traído desde allí por mi buen amigo Rok Klocnick, jefe de prensa de la Organización Mundial del Turismo y gran amante de nuestra tierra extremeña.

RELACIÓN DE CERVANTES CON EL BROCENSE Y EXTREMADURA

Francisco Rivero

Cervantes tiene una gran relación con Extremadura. Como cronista oficial de Las Brozas he de contar en estos coloquios, dedicados al Príncipe de las Letras Españolas, que Cervantes amaba la forma de hablar de mi paisano Francisco Sánchez de Las Brozas. Eso lo cuenta en una octava de la Galatea:

“Aunque el ingenio y la elocuencia vuestra,
Francisco Sánchez , se me concediera,
Por torpe me juzgara, y poco diestra,
Si a querer alabaros me pusiera,
Lengua del cielo, única y maestra,
Tiene de ser la que para la carrera
De vuestras alabanzas se dilate;
Que hacerlo humana lengua es disparate”.

Cervantes tuvo una intensa relación con Extremadura, no en balde vivió en Trujillo y aquí escribió, en 1582, mientras se alojaba en el palacio de don Juan Pizarro Orellana “Los trabajos de Persiles y Segismundo”. Otra interesante relación de don Miguel fue en el Monasterio de Guadalupe, dando gracias al Morenita de las Villuercas por haber sido liberado de su cárcel de Argel.

En la ponencia también se hablará, dentro del campo de la lengua española, la relación que tuvo Brozas con Elio Antonio de Nebrija, pues parte de su famosa gramática fue escrita en este pueblo cacereño, Encomienda Mayor de la Orden Militar de Alcántara, pues no en balde el ilustre gramático se hallaba bajo el patrocinio de don Juan de Zúñiga, el último Maestre de la orden alcantarina.

Oct 012005
 

Pablo Iglesias Aunión.
INTRODUCCIÓN.
“Asistencia y caridad relacionada con el tema de la pobreza y la marginación”
Siempre he defendido la idea de que, el estudio de una realidad local que nos pueda poner contacto con una historia de marcado carácter local carece totalmente de sentido si no se tiene presenta la realidad y estructura superior en la que se debe encontrar enmarcada. Para el estudio de la asistencia, caridad y pobreza en la Baja Extremadura a través de más de cuatro siglos de historia en los hospitales de la villa de Montijo, hemos de conocer previamente la realidad de una Extremadura que se desarrolla especialmente dentro de los denominados Tiempos Modernos con en antecedente en los orígenes de estas instituciones a través de una aproximación a época del Medioevo y una prolongación para conocer su desaparición en la Edad Contemporánea.

 

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Oct 012005
 

Andrés Ignacio Plaza Rodríguez.

Saliendo de la monumental ciudad de Trujillo en dirección hacia Madrid, siguiendo lo que fuese Cañada Real, a dos leguas largas (antigua medida castellana), dado que viniésemos en la Edad Media, encontraríamos la iglesia de Santa María del Carrascal. Hoy un complejo hotelero en un cruce de carreteras.

Si hubiésemos llegado el día 27 de abril del año 1642, domingo de Cuasimodo, hubiéramos encontrado al obispo de Plasencia, don Diego de Arce Reinoso, en visita de confirmación de los niños de esta iglesia. Le acompañaba el cura de Torrecillas, D. Francisco Torres Altamirano.

Dejamos atrás la ceremonia y, “por la vereda del cura” a poco más de una legua, encontramos la aldea de Torrecillas, en honor de sus fundadores, los caballeros de “Torrecillas de Cameros”, en la Rioja.

Si nuestro viaje se hubiera realizado el año 1558, reinando Felipe II, Torrecillas se había convertida en Villa y, sus señores habían levantado su robusta picota, con las armas en sus escudos de las familias Pizarro y Carvajal.

El año 1730 heredó el señorío doña Beatriz Pizarro, casada con don Lorenzo de Quiñones, marqués de Lorenzana, su nuevo señor. El último de ellos desde 1745, fue don José Neira Quiñónez de Pizarro. “Causaron -los nuevos señores- muchos perjuicios y vejaciones en personas y haciendas” a raíz de lo cual se origina un largo pleito para liberarse del señorío. Se resuelve en el año 1762. La villa se convierte en realenga. Como primera medida, desaparecen de los escudos del Rollo de la villa las armas señoriales, pero no se pone ninguna otra, por lo que faltan en la actualidad.

En el año 1785, don Juan José Fernández, el sacerdote que envía a su Obispo la historia de Torrecillas, nos relata todos los acontecimientos con más datos y precisión que la mayoría de los clérigos del obispado.

Nos refiere además los milagros de la Virgen de las Tres Manos y, en concreto, el realizado en su persona, a la que luego de encararse con la imagen y pedirle, que igual que sana a los enfermos locales y los de los pueblos próximos, la cure a él, su sacerdote. La Virgen le oyó y sanó. Es un diálogo interesante.

Abandonamos la villa de Torrecillas y emprendemos ruta hacia Aldeacentenera, por vez primera escrito de esta forma en el año 1852 en una partida de bautismo de su iglesia, correspondiente a niño de padre aldeano, de la familia Palacios.

Hemos llegado a la actual Aldeacentenera, antes Alda Nueva y primero sólo uno de los muchos ansaderos extremeños. Cualquier persona que llegase y quisiera conocer su realidad a mediados del siglo XX se encontraría la siguiente situación: pueblo más ganadero que agricultor, de gentes esforzadas, considerado más importante que los de sus alrededores (Torrecillas, Garciaz, Berzocana, Deleitosa) y sólo más poblado Madroñera.

Sabemos por la historia que Carlos I vendió en la jurisdicción de Trujillo las aldeas de Berzocana y de Cañamero, y que se comprometió con los trujillanos a no continuar desmembrando su jurisdicción. Que ante los acuciantes apremios económicos, durante el reinado de Felipe II se pusieron en venta varias aldeas trujillanas, entre ellas Torrecillas y la vecina Garciaz.

Que la importante aldea de Garciaz la compraron los vecinos y se libraron de quedar bajo el dominio de señor. No se cita entre aquellas ventas a la próxima Madroñera, que era sólo un arrabal trujillano sin importancia.

El año 1551, el entonces obispo de Plasencia y señor de Jaraicejo, don Gutierre de Vargas y Carvajal, envió a su secretario, don Juan Cano, para que le informase de la situación de la llamada Madroñera. Así la describe:

“Tiene cuatro vecinos, posee cura, iglesia sin Sacramento y es su patrona la Virgen de la Jara”.

Si tenemos en cuenta los nombres, Madroñera y Jara, sabremos de su cerrada vegetación, apta solo para colmenas. Eran famosos los colmeneros de Serradilla.

El año 1558, al ponerse en venta aldeas de la jurisdicción de Trujillo, no se cita Madroñera. Fue su comprador el obispo antes citado; tenía 24 vecinos y medio y se compró sin terrenos. Llama nuestra atención el aumento de vecinos en aquellos siete años. Se explicaría por haber pasado algunos estantes a vecinospara tener el privilegio del ejido.

Las familias de origen ganadero -que eran la mayoría-, se dividían en cuanto a vecindad. Unos conservaban la del pueblo de origen, y en los lugares de Extremadura donde con sus ganados pasaban la temporada fría se consideraban estantes. Muchos de aquellos pastores terminaban por casarse con extremeñas y hacerse vecinos. Los más antiguos ganaderos de la familia Martín procedían de Torre de Cameros, como figura en las primeras partidas, se unen a extremeñas y terminan como vecinos de Aldea Nueva

El caso más singular lo encontramos en la familia Sanz, de Arcones, en la provincia de Segovia. Bajan con sus ganados y los encontramos en Trujillo, Romangordo, Garciaz, Aldea Nueva y Torrecillas desde las primeas actas de casamiento, donde se hace constar el origen segoviano del esposo. Llega un momento que cesa la trashumancia: unos Sanz de Aldea Nueva suben hasta Arcones y encuentra a sus ascendientes, pasado más de un siglo.

Respecto al pasado histórico de Aldeacentenera, ésta era su tradición: “En principio, el pueblo estuvo en lo que se conoce como “Ejido Centenera”; una invasión de hormigas acometía a los niños, por lo que decidieron venirse a su actual emplazamiento, en terrenos del conde Risel”

Nadie sabía con exactitud ni quién era el conde Risel, ni la fecha del traslado, ni la realidad de las hormigas. La curiosidad hizo que desease conocer aquellos extremos. Me había llegado el momento de la jubilación y tenía una labor por delante: quería aclararles su historia a los de este pueblo.

¿Quiénes fueron aquellos los condes donantes de los terrenos?

“La familia Risel, linaje de Extremadura. Tuvo casa solar en la ciudad de Trujillo”.

Así se lee en un libro de apellidos ilustres manejado. Cita a don Antonio Donato Risel Tapia Carrasco; nació y fue bautizado en Aldea Nueva el año 1730. Desconocemos a que pueblo se refiere.

Por tener Torrecillas documentos parroquiales desde el año 1592 comenzamos la revisión por sus archivos.

El año 1593 aparece como padrino de bautizo, don Juan Rrisel de Morales, vecino de Trujillo. El año 1600 figura como padrino de bautizo, don Antonio Carrasco Risel.

Entre los años 1606 al 1610 encontramos a don Antonio Risel Carrasco otras cuatro veces como padrino o testigo de bautizos.

El año 1617, en Torrecillas, mes de “henero”, se encuentra como testigo de bautizo don Joan Ramos, cura de Aldea Nueva. Continuamos ignorando dónde estaba aquella aldea.

Tenemos que llegar al año 1620 para encontrar el bautizo de un hijo de don Antonio Risel Carrasco y de su criada, Isabel Ribera.

El día 28 de noviembre del 1622 se bautiza Joan, hijo de don Antonio Risel Carrasco y doña Francisca Solano García, natural de Granada. Fue su padrino Pedro Solano.

No nos cabe duda de que los Risel habitaban en aquellas fechas en la villa de Torrecillas, donde bautizaban a hijos.

Examen de las partidas bautismales de Aldeacentenera

Año 1617, mes de septiembre, primera partida de bautismo. Su sacerdote es don Joan Ramos, y además es el cura de Aldea Nueva. No cabe duda, estamos en el lugar a que se refiere la partida de don Antonio Risel, es la actual Aldeacentenera.

Algo llama poderosamente nuestra atención. En todos los documentos de esta iglesia de los curas propios o tenientes, bien licenciados o bachilleres, los encabezamientos rezan: “Aldea Nueva, arrabal de la ciudad de Trujillo”. Es algo desconocido, considerábamos arrabal a un barrio próximo a la ciudad, no a un terreno alejado, que todo lo más pueda ser un Ejido. A finales del siglo XVII, encontraremos a su sacerdote que encabeza las partidas: “Aldea Nueva y Zentenera, Arrabal Colgadizo de la Ciudad de Trujillo”.

En las sucesivas partidas de bautismo de los años finales del siglo XVII, encontramos a don Bernardino y don Antonio Risel Tapia como padrinos y testigos, siempre vecinos de Trujillo.

El año 1706 se bautiza la niña María Carrasco Sánchez-Salcedo. Su abuelo, Juan Carrasco Toril, es de Torrecillas. Como testigo, Gregorio Rangel; es la primera ocasión que figura un Rangel en estos archivos parroquiales.

Precisamos una aclaración. A raíz de la reconquista de Extremadura, de Murcia, Jaén Córdoba y Sevilla por Fernando III, ante la mayor atracción de terrenos feraces, villas, ciudades y alquerías, se quedaron grandes extensiones de menor calidad sin poblar y así continuaron durante siglos. Se denominaron arrabales.Madroñera, Centenera y Ansadero formaron uno, de 25.000 hectáreas. Al convertirse Madroñera en villa en el año 1558, Ansadero y Centenera continúan como arrabales, con 10.500 Ha.

La familia Risel en Aldea Nueva

En una partida de bautismo del año 1725, figura como testigo don Bernardino Risel (hermano de don Antonio), y continúa como tal en varios bautizos.

A) Don Antonio Risel Tapia Calderón y Cortés, casado con doña María Carrasco Sánchez-Salcedo, nacida en Aldea Nueva el 1706. Se celebra su boda en Plasencia en 1725, con licencia eclesiástica. Sus hijos son bautizados en Aldea Nueva:

  • Año 1726. Juana Risel Carrasco, de don Antonio y doña María.
  •   »    1728. Antonia Risel Carrasco             »                         «
  •   »    1730. Antonio Donato Risel Carrasco »                         «
  •   »    1732. Rosa María Risel Carrasco       »                         «
  •   »    1733. Vicente Risel Carrasco             »                         «
  •   »    1736. Juan Risel Carrasco                  »                         «

B) Don Antonio Manuel Bustamante Pérez de Pedraza, hijo de don Genaro y de doña Antonia, natural de Alcañiz, casado en 1756 con doña Juana Risel Carrasco, hija de don Antonio y doña María. Sus hijos son bautizados en Aldea Nueva:

  • Año 1758. María Bárbara Bustamante Risel
  • Año 1761. Ana Joaquina Petronila Ramona de la Asunción Bustamante Risel
  • Año 1765. Ana Joaquina Zacarías Ramona de la Trinidad Bustamante Risel.

C) Don Antonio Risel Tapia Carrasco, nacido en Aldea Nueva el año 1730 casó en Badajoz el año 1750, con doña Isabel Rosa Aponte Grajera, hija de don Atanasio, de la Coruña, y doña Ana Andrade Grajera, de Badajoz. Sus hijos:

  • Año 1760. Atanasio Esteban José María Risel Aponte.
  • Año 1762. Miguel María Antonio Risel Aponte.

D) Don Vicente Risel Carrasco, es el único que nombra el sacerdote don Melchor Esteban y González que envía las notas de la historia de Aldea Nueva.

Hijo de don Antonio y doña María, aquí nacido y bautizado el año 1733, perteneció a los ejércitos, siendo “Mariscal de Campo de los Ejércitos y Comandante en Jefe del Real Cuerpo de Artillería”. Es hijo ilustre de Aldea Nueva, donde nació y fue bautizado.

Casó en la catedral de La Habana el 16 de mayo del 1767, con doña Manuela de Santa Cruz y Coca, hija del doctor Pedro de Santa Cruz y Calvo de la Puerta, corregidor y alcalde ordinario de La Habana, y de doña Manuela de Coca y Arteaga. Tuvieron seis hijos, de los cuales citamos a doña María Risel y Santa Cruz, que se casó en La Habana el año 1791, con don Antonio Bustamante Risel, hijo de don Antonio Manuel Bustamante y Pérez de Pedraza Risel y de doña Juana Risel Carrasco, nacida en Aldea Nueva el 1726. “Los hijos de don Vicente y doña Manuela no se consignan.

E) Antonio Risel Tapia Aponte y doña María Josefa Orozco y Treviño de Mexía, cuya abuela materna era María Juana Josefa, de Trujillo. Tienen dos hijos bautizados:

  • Año 1792. Ana María Josefa Telesfora Juana Nepomucena Risel Orozco.
  • Año 1794. Jacoba María Josefa Dorotea Antonia Dolores Risel Orozco.

Este matrimonio tuvo otros hijos que no fueron bautizados en Aldea Nueva:

  • Don Vicente Risel Orozco.
  • Don Leonardo Risel Orozco.
  • Doña Jacinta Risel Orozco, casada con don Antonio Bustamante Risel
  • Sor Filomena Bustamante Risel, Abadesa de La Coria.
  • Sor Paula María Risel Orozco.

(En otro lugar se afirma lo siguiente: Don Antonio Risel Tapia y Aponte y doña María Orozco y Treviño de Mexía tuvieron a su hija Jacinta Risel Orozco, casada con don Antonio Bustamante Risel Saldaña Orozco, los cuales fueron los padres de SOR FILOMENA, nacida en Trujillo el año 1825.)

Hemos encontrado parte de lo afirmado por los más conocedores de Aldeacentenera. En efecto, la familia Risel, unida a los Bustamante, han sido regidores de Aldea Nueva desde 1725 a 1794.

Se han bautizado en esta iglesia seis Risel Carrasco, dos Risel Aponte, dos Risel Orozco y tres Bustamante Risel. En total 13 niños.

Podemos afirmar que han sido los más importantes y durante mayor tiempo regidores locales, pero no pudieron fundar Aldeanueva. Viven aquí desde el 1725 y las primeras partidas datan del año 1617. Median 108 años entre ambos acontecimientos.

¿Quiénes fundan en realidad Aldea Nueva y Zentenera?

Al examinar las partidas bautismales desde 1617, hemos encontrado desde las primeras a la familia Calderón, que continúa en la actualidad.

Ocupan los Calderón el primer cuartel del escudo colocado en la fachada de la Ermita, el segundo los Loaysa, el tercero los Orellana y el cuarto los Alvarado. Existe otro escudo desconocido de la familia Carvajal.

Si además de figurar como padrinos y testigos, los Calderón habitaban en el Arrabal, podremos afirmar que fueran ellos sus fundadores.

En el año 1630, don Alonso Calderón y doña Jerónima Loaysa bautizan a su hijo Juan actuando como padrino don Gonzalo Sanabria y como testigos, Matías García, sacristán y Bernardo Díaz. Lo firma el Licenciado Juan Fernández.

El año 1644 se bautiza a Lucas, hijo de don Alonso y doña Jerónima, siendo padrino su hermano Juan.

Damos a continuación la descendencia de los Calderón en su totalidad hasta el año 1756, en el que aparece Juan Calderón Lasso de Orellana la Vieja, casado con la vecina de Aldea Nueva, Antonia Robledo Carrasco, pertenecientes a dos importantes familias de este Arrabal.

Se cumple en Aldea Nueva el fenómeno que se dio en todos los lugares donde las tierras realengas pasaron a señoriales: las gentes prefirieron vivir en las realengas. La venida desde Torrecillas, Madroñera, Garciaz, Deleitosa y otras tierras de señorío a Aldea Nueva, confirma esta tendencia y hasta explica el crecimiento desproporcionado de este Arrabal.

En la primera historia resumida del año 1785, afirma el sacerdote: “Las tierras son en su totalidad de señores forasteros”. El año 1846, Madoz repite la cantinela, “no son suyas las tierras”. En realidad, ya poseían los aldeanos algunas cercas, trozos del antiguo ejido ansadero, que el Municipio, a partir del año 1812, fue vendiendo para poder pagar algunos de sus servicios, aunque Trujillo era la que más participaba en los gastos.

La desamortización de Madoz, tardíamente, pone algunas tierras en manos de los granjeros arrendatarios. El año 1859 se compran los propios de Aldeacentenera, de Garciaz y Berzocana por aldeanos. Ha continuado la venta de arrayos en el Ansadero, ahora con su nuevo nombre, que se van convirtiendo en cercas muradas. La mayoría en pocas manos, pues los pobres son ganaderos o agricultores, con míseros jornales. Se crea por el párroco, en los primeros años del siglo XX, una cooperativa que presta al mínimo interés (3%), cantidades de cincuenta y a veces de cien pesetas a los pobres que tienen alguna cerca arrendada.

Si hacemos recuento de los aldeanos que llegaron a propietarios y su proporción en la totalidad del término municipal, siempre anduvo en torno al 20 %.

Si fuésemos a detenernos en las penurias, de ellas no saldríamos. Y si fuésemos a otras tierras y otras latitudes, las encontraríamos iguales y aún mayores. La vida era así. Nos extrañamos o maravillamos de la invasión de emigrantes. Andalucía y Extremadura perdieron en pocos años de la década de los sesenta del siglo XX, mas de la mitad de su población trabajadora. Aldeacentenera pasó de más tres mil a mil habitantes.

Si queremos conocer la evolución de este pueblo debemos revisar sus documentos desde el año 1617, en que se abren los libros de registro de la iglesia. Hasta el 1650 no llega a una media de cuatro bautizados al año, cantidad que en la segunda mitad del siglo XVII pasa de una media de ocho bautizados y en el siglo XVIII se triplica.

Los únicos documentos de estos pueblos sin historiar son los archivos de sus iglesias, salvados milagrosamente. Don Avelino, un cura pequeño con manos de niño, me los señala, en una caja de cartón, en un rincón de la Sacristía.

La familia Calderón en Aldea Nueva: bautizos del siglo XVII

  • Año 1621. Calderón Sossa Gloria María, hija de Martín e Inés. Padrino, Cosme Carro; testigo, Manuel García y Lucas Calderón.
  • Año 1625. Calderón Catalina, de Leandro y doña Catalina. Padrino, Lucas Calderón. Testigos, Pedro García y Juan Rodríguez.
  • Año 1630. Calderón Loaysa Juan, de don Alonso y doña Jerónima. Padrino, don Gonzalo Sanabria. Testigos Manuel García y Bernardo Díaz.
  • Año 1644. Calderón Loaysa Lucas, hijo de don Juan y doña Jerónima.

Son todos los Calderón bautizados en Aldea Nueva, durante el siglo XVII.

Los Calderón en el Siglo XVIII. 1701 al 1752

Año 1705. Pedro Calderón y Catalina Fernández, bautizan a su hija María.

Año 1715. Se bautizó al niño José Benito Villar-Martín, hijo de Juan y de María. Es el padrino su tío, el marqués de Siete Iglesias y conde de la Oliva, Don Pedro Benito. Se incluye por conocer que el marqués de Siete Iglesias es Calderón. Tendrían posesiones en este Arrabal.

Años 1737 al 1752. Ambrosio Calderón y María Cereza, ésta de Cabañas del Castillo, bautizan a cinco hijos: 1737 María; 1740 Juan; 1743 Antonio; 1745 Ildefonso; 1752 Pedro. No consta que sean de la nobleza. Padrinos, entre otros, Bartolomé Vázquez y Pedro González-Alarcón. Testigos; Juan Vizcaíno, Miguel González, Gregorio Rangel, don Antonio Risel, etc.

Comenzamos una nueva familia Calderón, sin duda de la nobleza. Se va a seguir la descendencia de uno de los hijos del primer matrimonio y de una de las hijas, hasta llegar al año 2.000, lo que nos dará a conocer la evolución social de la familia, que permanece aquí, entre nosotros.

Año 1757, día 17 de enero, casamiento de Juan Calderón Lasso Cabrera, con la vecina de Aldea Nueva de Centenera, Antonia Robledo Carrasco. El novio es hijo de Juan Martín Calderón y de Catalina Cabrera, todos naturales de Orellana la Vieja. Antonia, nacida el año 1735 es hija de Francisco Robledo, natural de ésta y de María Carrasco, natural de Garciaz.

Los Robledo son una familia que figura en Aldea Nueva desde el año 1657 y los Carrasco desde el 1644. Estas dos familias, entonces importantes en Aldea Nueva, han desaparecido, como también desapareció el apellido Cabrera que sólo encontramos en aquella ocasión. Continúa no obstante el Calderón, y se ha seguido la línea descendiente en uno de los hijos, Calderón Robledo y en una de las hijas hasta el presente.

Como dato que avala la importancia social de Juan Martín Calderón Lasso en aquella fecha, está el siguiente: el señor de la villa de Madroñera, don Juan Carlos Calderón Lasso y Santa Cruz, vivía en Almodóvar y reclamaba las Tercias Reales. En cuanto a los Carrasco, recordamos que el regidor don Antonio Risel Tapia, se casó con doña María Carrasco, natural de Aldea Nueva el año 1725.

Nota sobre el bautizo de la primera hija del matrimonio Calderón Lasso-Robledo Carrasco

Año 1757. Bautizo de Bárbara María, hija de Juan Calderón Lasso de Orellana la Vieja y de Antonia Robledo Carrasco. Encontramos el siguiente texto: “En la parroquial de Aldea Nueva y Zentenera el 16 de diciembre del año 1757. Yo el Br. Martín Mayoral y Fernández cura rector de dicha Iglesia hice los exorcismos y puse los Santos Óleos y bapticé solemnemente a una niña que nació el día 4 de dicho mes. Hija legítima de Juan Lasso Calderón natural de Orellana la Vieja, vecino de esta Aldea y de Antonia Robledo Carrasco su legítima mujer, natural de dicha Aldea y se le puso por nombre Bárbara María.

Fue su padrino Francisco de Sossa natural y vecino. Testigos, Juan García, José Cercas, todos vecinos. Y por verdad lo firmo en dicho día y año Br. Martín Mayoral”.

Nacieron otros hijos de Juan Calderón y Antonia Robledo: 1759 Juan Martín, 1762 Francisco José, 1764 María Eugenia, 1767 Francisco Bartolomé, 1772 Antonia, 1776 Juan y 1778 Bárbara.

Se va a continuar la descendencia de Juan Martín, rama masculina y de María Eugenia Calderón Robledo, en la femenina, que al unirse con un Marcos, serán estos los que lleguen al año 2000. El año se refiere al del matrimonio.

(El año 1791 se bautizó en esta iglesia a María del Carmen, hija de don Tomás Calderón y Rodas y de doña Alfonsa Sánchez Rangel. Abuelos paternos, don Francisco Calderón Balborda y doña Ana Manuela de Rodas y Monroy, feligreses de Santa María de Trujillo. Y maternos Francisco Sánchez-Torres y María Rangel Cordero, de ésta. Bautismo importante, de otra rama.)

1781. Juan Martín Calderón Lasso Robledo, nacido el 1759 se casa con María Catalina González Trejo. Ella es hija de Miguel González Trejo, de Madroñera, y de Josefa Castro Cerezo, procedente de Roturas.

1811. Juan José Calderón González Trejo (de Juan calderón y María Catalina) se casa con María Ruda González, hija de Pedro Ruda y de Isidora González, ambos padres de Madroñera (se ha dejado de consignar el Lasso).

(1823. Juan José Calderón, (viudo de María Ruda) se casa con Ángela Rubio.)

1838. Ciriaco Martín Calderón, (de Juan José M Calderón y de María Ruda González) con Vicenta Domínguez Villegas, hija de Antonio y de Catalina. Testigos, don Maximiliano Aniceto Chaves, médico y Francisco Bartolomé Calderón y Alonso Marcos Calderón.

1871. Francisco José Calderón Domínguez (hijo de Ciriaco y de Vicenta) se casa con 24 años de edad con Ángela Chamorro Fernández (“la Música”).

1890. Andrés Calderón Chamorro y Petra Rodríguez Gozalo. Arrendatario de la finca “Valdeorellana”, de apodo “el Músico”.

(Graciana Calderón Chamorro, hermana de Andrés, se casa con Andrés Tovar Vivas, hermano de Jacintito. Fueron los padres de María Catalina Tovar Calderón, esposa de Ángel Mariscal Vivas, celebrándose su boda en 1920. Sus hijos de apellidaron Mariscal Tovar.)

1944. Aurelio Calderón Rodríguez (“el Músico”), nacido 1914, fue arrendatario de “El Quintillo”, y casado con Teodosia Fernández Holgado.

1981. Andrés Calderón Fernández y María Trinidad Jiménez Jiménez, Tienen una pequeña empresa constructora. Su esposa es de Torrecillas.

2005. Andrés Calderón Jiménez, mozo nacido el año 1982. Tiene una hermana. Es el último descendiente de una rama masculina de los Calderón.

Descendencia femenina de Calderón Lasso Robledo Carrasco

María Eugenia Calderón Lasso Robledo Carrasco, nacida el año 1764,casada el año 1791, con Francisco Marcos Carmona, natural y vecino de Aldea Nueva y Centenera, hijo de José Marcos y de María Carmona (el apellido Marcos continúa en 2006, desapareciendo el Calderón, por línea femenina).

Narciso Leandro Marcos Calderón, hijo de Francisco y María Eugenia, nacido el año 1805, en Aldea Nueva de Centenera, se casa en el año 1826 con Antonia Tovar González. Son padres, entre otros, de Leandra Marcos Tovar.

Tomamos de ellos a Leandra Marcos Tovar, nacida el año 1830 y casada con Melitón Ramiro Bañas, de Romangordo.

Leandra murió el 17 de enero del año 1861. Agonizante, le fue extraída mediante cesárea por el profesor de cirugía local, don Tomás Herrero y con la colaboración del médico cirujano de Torrecillas, don Manuel Chaves de Monte, una niña a la que en recuerdo de San Ramón Nonato se llamó Ramona (“Nonata”) Ramiro Marcos.

La conocida Ramona estuvo casada con don Ruperto Cordero, no tuvieron hijos y viuda se casó en 1898 en Aldea Nueva, con Miguel Martín Tovar, “Malara”. Vivieron en la Plaza de España, no tuvieron hijos y, a mediados del siglo veinte, era personas muy referidas por su circunstancia (no era nada frecuente la operación realizada a Leandra Marcos Tovar en el año 1.861. Las hermanas de don Manuel y la hija fueron las Cirujanas).

Queda viudo Miguel Marcos Calderón y se casa el 1841, con Francisca Chaves de Monte (hermana del médico don Manuel). Fueron padres de, Dionisio, Agapito, María Isabel, María Inés y Aniceto (seguimos las líneas de varón).

Dionisio se casa el 1868 con Mª Juana Cercas Vivas, hija de Melchor y Catalina. El matrimonio compra una cuarta parte de “El Campillón” en 12.000 pts y “El Campilluelo” en 6.000 a los señores Chaves de Loaysa, condes de Noblejas. Son padres de Dolores, Jacinta, Joaquina, Florencio y Antonia, aunque no queda descendencia masculina. En la actualidad conservan “El Campilluelo” los descendientes de la hija menor, Antonia Marcos Cercas, casada con Gabriel Fernández.

El hijo menor, Aniceto Marcos Chaves, se casa con Juana Martín Mejías, (“Tía Fraila”), prima de “los Periquines”, pero no tienen descendencia. Compran la dehesa “El Navazo” a los marqueses de Torres Arias y lo reparten entre Quintín Tovar y las familias Marcos y Martín (actuales cercas del Chaparral).

Aniceto y Tía Juana la Fraila, vivieron en la Plaza, luego, en esa casa Ramona Nonata. Criaron a Quintín Tovar, y por eso participó en el reparto de la finca del Navazo. Le dieron además por la intervención en el trato de la finca, el solar donde está en Centro Médico.

De los hijos varones, apellidados Marcos Chaves, quedan los descendientes de Agapito. Éste se casa en 1879 con María Concepción Vivas Solís. Sus descendientes actuales son los Marcos Cercas, descendientes de la línea directa de María Eugenia Calderón y Francisco Marcos.

Tomás Marcos Vivas, casado en 1919 con María Eugenia Mariscal Bayal. Una vez viudo se casa con Paulina González y tienen a Tomás, profesor.

Florencio Marcos Vivas casado el 1924 con María Cercas Palacios. Los hijos son de nuevo Marcos Cercas y viven en la actualidad Petra, Narciso y María.

Ricardo Marcos Vivas, casado 1915 con Ninfa Vivas Muñoz y Villegas

Narciso Marcos Vivas, casado con Elena Mariscal Rodríguez.

Constancia Marcos Vivas (la única hembra), se casa en 1919 con Julián Herrera Vivas.

Leyenda de Las hormigas

La leyenda de Las Hormigas se repite en cientos de pueblos a lo largo de nuestra geografía: Centenera, Albalat, Puebla de Enaciados, Chozas, Corral Rubio, Las Herencias…

Centenera perdió su importancia al construirse la Puente del Conde y desviarse el paso de las ganaderías trashumantes. Se despobló por coincidir con las guerras de Granada y la conquista de América, hacia donde marcharon muchos de sus moradores, lo que explica que tres de ellos se distinguieran en las tierras recién descubiertas: Pero Alonso y Martín Barco, de Centenera y Alonso Álvarez de Pineda.

Al construirse el puente de Albalat, dos kilómetros más arriba de los barcajes en el curso del Tajo, las ganaderías salían más al norte y se partían en dos direcciones, las que iban hacia la Puente del Conde, sobre el Almonte, que ya no pasan por Albalat ni por el Pontón entre Deleitosa y Centenera y, las que suben por el Puerto de Miravete, y luego por Jaraicejo, Trujillo y Puerto de Santa Cruz.

Puebla de Enaciados. Fue avanzada de Ávila, hasta la ribera del Tajo, pasó por manos de la casa Miranda, de los Zúñigas y de los Álvarez de Toledo. Su puente próximo se decía del Conde Miranda. De ella queda el Rollo de Villa mutilado, con la estela de los Zúñigas. Según un historiador, las hormigas blancas (probablemente termitas) fueron las que comieron aquí a los niños

¿Quiénes fueron, en realidad los fundadores de Aldea Nueva y Zentenera que al final quedó en su nombre actual?

Solemos confundir a los dueños de la tierra y de los ganados, con los fundadores de los pueblos. Los verdaderos fundadores fueron los ganaderos trashumantes que después de atravesar media España, quedaron en estos ejidos. Entre ellos señalaríamos a los Vivas, que se encuentran en Torrecillas, en Centenera y en las Casas de las Merchanas, y al final de Aldeanueva.

A los primeros Martín, hidalgos de Torrecillas de Cameros, que antes de fundarse esta Iglesia, se encontraban en los Güañis Pedro; a los Díaz y García y que figuran como cameranos y aparecen en la primera partida de bautismo.

A los Alonso, de apellido, muy abundantes, que ahora sólo existe como nombre.

A los Lorenzo, que vinieron de Berzocana donde fueron cedaceros y que procedían de San Julián de Pradones, en Orense.

A los Álvarez y Fernández, asturianos, que bajaron con los ganados del Monasterio que tenían ocho enclaves en Busdongo, (León) y Pajares (Asturias).

Muchos desaparecieron. En el siglo XVII bautizaron aquí a sus hijos 85 familias, de ellas quedaron solamente 26. Aquellas familias que constan en documentos que se encontraban en este Arrabal desde los años 1617 al 1650 y que aquí continúan, serían los verdaderos fundadores de Aldeacentenera. En el siglo XVIII, bautizaron a sus hijos en esta iglesia 75, y sólo quedaron 28.

Muchas de esas familias las hemos podido seguir en su evolución, desde simples pastores a ganaderos, de ganaderos y granjeros a simples obreros de la emigración.

Me gustaría finalizar esta exposición con un dicho aldeano: “Vale mas lo que el pobre duerme que lo que el rico tiene”.

En Sumeria, escrita en caracteres cuneiformes, se ha descifrado la siguiente sentencia: “Quien tiene mucho dinero, es sin duda dichoso; quien posee mucha cebada, es sin duda dichoso, pero el que nada posee puede dormir”. La forma condicional, se da en el Código de Hammurabi.

Entre las dos reflexiones median más de cuatro mil años.

Bibliografía:

  • Archivos parroquiales de las iglesias que se citan.
  • Enciclopedia Heráldica y Genealógica Hispano Americana. Por Alberto y Arturo García Carraffa. Madrid. MCMLVI.

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