Dic 272013
 

Miguel Sanz Salazar/ Arquitecto. Francisco Sanz Fernández / Universidad de Extremadura Juan de Orellana-Pizarro / Documentalista e investigador.

«Aún no es tarde para escuchar los ecos apagados del color de la ciudad; percibir la huella del tiempoen los deslustres de sus calles; degustar el olor a mazarrón, azurita y carbón de encina de sus piedras…»

Francisco Sanz Fernández

En Septiembre de 2005, durante la celebración de los XXXIV Coloquios Históricos de Extremadura, Juan de Orellana Pizarro, Miguel Sanz Salazar y quien suscribe estas letras iniciamos una compleja y no siempre gratificante investigación – conforme avanzábamos comprendíamos la pérdida irreparable de elementos patrimoniales singulares a que había sido sometida la ciudad los últimos años- sobre el patrimonio trujillano, centrando nuestros esfuerzos especialmente en la catalogación – estudio documental, fotográfico e iconográfico; análisis físico-químicos, etc.- de aquellos inmuebles que, a pesar de conservar algunas de las señas de identidad – esgrafiados, policromías, conjuntos cerámicos, … – que hicieron de Trujillo una ciudad arquitectónica de primera magnitud en el contexto peninsular, se hallaban en peligro de ruina; abandonados o sencillamente eran demolidos por la incuria y ceguera de sus gobernantes y ciudadanos’.

Llegados a este mes de septiembre de 2007, nuestro atrevimiento ha servido de muy poco, pues más allá del reconocimiento puntual que nuestra investigación ha tenido entre todos los amigos que hacen posible estos coloquios, el abandono, la ruina y el olvido siguen amenazando a multitud de inmuebles y áreas urbanas de la ciudad.

Dando término a nuestro compromiso -en realidad seguiremos denunciando con la palabra cuanto perjudique a la conservación del legado artístico, cultural, paisajístico, arqueológico y antropológico que hemos recibido–, les hablaremos en esta ocasión del color en la arquitectura -de esa epidermis tan frágil que siempre ha estado a merced de los cambios de gustos y de tendencias y que al menor problema o desconchón se prefiere tapar o picar antes que restaurar-; de la escenografía pigmentada con óleos, temperas y vidriados cerámicos que ha acompañado al paisaje urbano trujillano desde la Edad Media a nuestros días.

Para ello traemos a estas páginas el análisis de un conjunto de edificios históricos o de partes de ellos, en los que el color fue o sigue siendo cualidad esencial de su apariencia. También, una suerte de documentos -una veintena-, inéditos en su mayoría, que se remontan a los años finales del siglo XV y hasta los primeros decenios del siglo XVII, en los que será fácil comprobar: que los sentidos del viajero curioso, que mira y observa, que percibe restos de color y policromía aquí y allá, no han sido engañados. Antes bien, estas históricas letras -acuerdos municipales, protocolos, cuentas de fábrica, etc.- desvelan algunos lugares de Trujillo que otrora se disfrazaban de rojo, azul o verde. También, los nombres de los artistas -los llamados pintores a lo morisco- que hicieron posible esta explosión de color.

Pátinas y recubrimientos históricos. El color como recurso para la conservación y como referente estético.

Es fácil imaginar o evocar cuando nos perdemos entre las calles, plazas y rincones de una ciudad medieval y renacentista como Trujillo, bien es cierto que casi siempre auxiliados de inexactas guías turísticas, determinados acontecimientos históricos -entradas reales, lecturas de capitulaciones, conmemoraciones de batallas, procesiones, sesiones abiertas del concejo, enfrentamientos bélicos, la «primera azada» de un templo, etc.- o escenas románticas-el cortejo de una dama, un lance entre espadachines, … -; estas últimas percepciones alimentadas desde la literatura y el cine.

En cambio, pocas veces detenemos nuestra mirada en un detalle concreto, a veces menor, como las jambas de la fachada de una iglesia, un escudo, o la forja oxidada de una balaustrada, pues la mayoría de nosotros no ha sido educado para percibir las ciudades históricas con una mirada curiosa, con un ojo inquieto, o a través de un libro o artículo científico.

Por ello pasamos por alto en cada paseo y visita multitud de matices y detalles que explicarían mejor que cualquier imagen novelada, a veces también que muchos textos arquitectónicos y artísticos positivistas, la escenografía urbana que tuvo esa ciudad en otro tiempo.

Históricamente, en los edificios públicos se ha realzado siempre el color natural de los materiales mediante pinturas e incrustaciones de otros materiales: oro, bronce, esmaltes, cerámica, mosaicos, etc. buscando un efecto de contraste con la masa del edificio, subrayando entradas, pórticos, para ser identificados desde fuera, como puntos de referencia en la ciudad»

Pero el uso de pigmentos y colores, ya fuesen aplicados al óleo y aglutinados con aceites, ya mezclados con lechadas de cal o de cal y yeso -trabadillos-, no se debió exclusivamente a una tendencia estética o a una voluntad decorativa, sino que también tuvo la utilidad de servir como barniz transpirable y protector de materiales pétreos, de madera o ladrillo.

Enumerar aquí in extensus todas y cada una de las técnicas y procedimientos históricos empleados para el recubrimiento de fachadas o la ornamentación de arquitecturas seria tarea que desbordaría los límites prudenciales de este artículo. No obstante, centraremos nuestro esfuerzo en proponer cómo, en qué zonas del edificio y por qué se aplicaba color sobre una arquitectura en la ciudad de Trujillo. Por último, a qué debemos esa tradición cromática, que, nos gustaría avanzar ya, en Trujillo siempre bebió de una diversidad de lugares y culturas: pues debemos considerar que a las prácticas hispano-musulmanas –esgrafiados, yeserías, cerámica, etc.- se sumaron las fórmulas decorativas pleno medievales -pensemos en los restos de color aún visibles en las portadas de la iglesia de Santa María-, del último gótico –en las que el peso de lo flamenco y brabanzón fue importantísimo-, italianas -ya a finales del siglo XVI­Y también de la América prehispánica, pues el palacio de la Conquista’, por ejemplo, es un canto teñido de mestizaje. Allí, el color del escudo, de estancias interiores y forjados se deben a la cultura cromática del pueblo Inca, del que doña Francisca Pizarro Yupanqui, su propietaria, era princesa y divinidad-hija de Inti-.

Sirva como primer ejemplo, así, el maderamen de numerosos forjados de palacios trujillanos del siglo XVI: frecuentemente coloreados con brea, mazarrón o dorados para protegerlos mejor frente a la humedad y el ataque de insectos xilófagos y hacerlos también más suntuosos y luminosos.

El color de la ciudad

El color fue uno de los recursos principales que contribuyó a resaltar la escenografía urbana y arquitectónica de la España renacentista y de centros menores como Trujillo, no sólo, como podría suponerse en su significación más compleja y alabada en forma de repertorios y programas iconográficos, sino, principalmente, como parte indivisible de los componentes de los morteros de cal, lechadas y esgrafiados que servían de acabado para arquitecturas civiles, religiosas o de utilidad pública – puentes, aljibes, pozos de nieve, embalses, etc. –4. En sus muy diversas y posibles aplicaciones, el color contribuía a redefinir las relaciones de masa y volumen del proyecto, así como a consolidar la profundidad y perspectiva de espacios interiores y ornamentos de fachada.

Estos trabajos, de cuyos resultados debía ser responsable el arquitecto, como nos sugiere Sebastiano Serlio en la edición de su tratado publicada en Toledo el año 1552 en el taller de Iván de Ayala, cuando afirma: » … que el arquitecto, no solamente debe ser curioso en los ornamentos que han de ser de piedra y mármol, pero también lo debe ser en la obra y pintura de pincel para adornar las paredes y otras partes de los edificios, y, principalmente, le conviene ser, él mismo, ordenador de todo, como superior de todo lo que se haya de hacer en las obras … «5, no se deben exclusivamente a la moda llegada de Italia, como podría sugerirse tras analizar brevemente algunos de los conjuntos españoles más conocidos como el Viso del Marqués, el Hospital de Santa Cruz de Toledo u otros edificios de la nueva Castilla, sino que, sobre todo, forman parte de los muchos influjos mudéjares y brabanzones que dominaban todavía la escena artística peninsular: así al menos se deduce de la técnica -morteros de cal grasa, esgrafiados a uno o dos tendidos y capas de sacrificio para los paramentos; recorte y cuenca y arista para la cerámica- ; los motivos ornamentales -falsas sillerías o tramas geométricas romboidales en losanges como la del Monasterio de Yuste (Cáceres)-; y lugares elegidos -tiros de chimeneas turriformes de influencia franco-flamenca e italiana, trasdosados de bóvedas y copulines como las del palacio de los Chaves-Orellana o del templo de San Martín, ambos en Trujillo, torres merlonadas como las de Guadalupe o balcones y escudos de fachada, en Trujillo, Cáceres, Granada, … 6-.

No debemos olvidar que la tradición castellana y aragonesa de policromar las bóvedas de crucería, responsiones, sepulcros de lucillo y portadas de sus parroquias y monasterios -un simple vistazo a la pintura hispano-flamenca de los maestros Bermejo o Gallego resulta ilustrativa- se debió en gran parte a la tradición flamenca y germana consolidada durante la dinastía de los Trastámara, del mismo modo que los numerosos ejemplos de ornamentaciones cerámicas del Monasterio de Guadalupe o las yeserías de Toledo, Guadalajara y Granada fueron consecuencia de una continuidad en las fórmulas decorativas de tradición islámica.

De este modo, el eclecticismo ornamental y espacial de los primeros años de nuestro Renacimiento afectará también a las artes del color, hasta el punto de que, llegado el momento de mayor asimilación del arte italiano, éstas se mantendrán o solaparán, como respuesta técnica a los motivos iconográficos al romano. Es decir, llegados al último tercio del siglo XVI, veremos cómo los consejos estéticos y las fórmulas decorativas que Serlio aporta para policromar interiores de palacios y arquitecturas civiles, que incluyen la contaminación de muros con cartelas en «Ces» y escenas enmarcadas en quadri riportati, conviven con motivos geométricos esgrafiados de técnica hispano-musulmana y coloraciones al óleo de relieves platerescos – pensemos en el escudo del balcón del palacio de la Conquista7-.

El color de una ciudad como Trujillo, levantada sobre un batolito de granito herciniano y aflorado, es el de un pardo-grisáceo con destellos de cuarzo. También el blanco sucio, apagado y sin brillo, de la cal, que mezclada con arena del berrocal exorna los muros y paredes de templos, alcázares, palacios y casas solariegas que rítmicamente se deslizan por las faldas de la alcazaba.

Pero a estos colores naturales han de añadirse otros: de igual procedencia, como los verdes y marrones de las dehesas –de propios y comunales- o los azules y rojos embarrados de charcas y estanques -San Lázaro, Albuera, La Magdalena, los Barreros-; artificiales, como los buscados intencionadamente por el hombre como contraste a esa uniformidad cromática -policromías de escudos, claves de bóveda, puertas y forjados de madera, cubiertas de edificios, etc.-; o adquiridos, como las pátinas, por el deslustre y el paso del tiempo, cual sería el caso del marrón rojizo de los líquenes que animan los muros de la iglesia de San Martín.

Nuestra investigación se centrará únicamente en aquellos buscados, ansiados y aplicados directamente por la mano del hombre como acabados para arquitecturas.

El color de la arquitectura

El color y la policromía en los espacios interiores. Parroquias de Santa María y San Martín. Conventos de San Francisco y la Encamación. Ermitas de San Lázaro y Santa Ana.

Las capillas mayores o funerarias de no pocos edificios religiosos trujillanos de los siglos XV, XVI y XVII, siguiendo una tradición medieval perceptible en otras zonas extremeñas, peninsulares y centroeuropeas, eran frecuentemente decoradas con escudos de armas, retablos e imágenes saturadas de color. A través del oro, el bermellón o la azurita los comitentes buscaban realzar la percepción y profundidad del relieve -la decoración de ornamentos vegetales, geométricos, heráldicos y figurativos-, al tiempo que conferían una imagen de opulencia, poder, nobleza y riqueza a sus realizaciones, ya fuesen de uso personal -un enterramiento o capilla- o de carácter filantrópico -un Altar Mayor-. También lo fueron los nervios y las claves de numerosas bóvedas de crucería, los escudos de enterramientos, rejas, relojes, puertas de iglesia, jambas, etc. Veamos algunos ejemplos.

Comencemos refiriéndonos a una de las capillas más antiguas y que mejor ha llegado a nosotros: la capilla funeraria del Canónigo Blázquez, situada en el templo parroquial de Santa María la Mayor (ss. XIII-XVI). Erigida en forma de sepulcro de lucillo sobre el lado de la epístola la primera mitad del cuatrocientos, consta de dos arcos ojivales doblados y recercados por un alfiz. Sobre éste puede leerse la inscripción: «ESTE ARCO SEPULTURA MANDO HACER GONZALO BLAZQUEZ­CANONIGO EN LA EGLIADE PLASENCIAARCIPRESTE DE TRUJILLOLA CUAL HIZO EN EL AÑO DE MILLQUATROCIENTOSXLVITh>8. En el arcosolium interior se observar otra leyenda que reza: «ACABOSE AS DE HENERO DE 1581». Una y otra nos permiten discernir que la capilla fue objeto de, al menos, dos intervenciones entre 1448 y 1581. También, dado que son visibles los repintes y modificaciones efectuados en esta última intervención, el color que animaba la capilla desde el momento primero de su construcción: verdes, rojos, negros y amarillos.

En la misma parroquia encontraremos también la capilla funeraria de los Bejarano, obra de 1522, debida a don Diego García de Orellana. Se trata de un ejemplo todavía gótico situado junto al arco triunfal, cabe la nave del evangelio. Aunque debió estar policromada desde su misma construcción, lo que ha llegado a nosotros es un conjunto heráldico con las armas de los Barrantes coronadas de un yelmo y rodeadas de lambrequines vegetales. El rojo que perfila un alfiz trilobulado, el verde y rosa de la flora o los amarillos de la bordura de las armas Bejarano, son un buen ejemplo de policromía sobre piedra del último tercio del siglo XVI.

También en Santa María, flanqueando el altar Mayor, hallaremos las capillas funerarias de los Barrantes-Cervantes y de los Altamirano, ambas, debidas al arquitecto trujillano Garci Carrasco». Fueron levantadas a finales del siglo XVI sobre el espacio hasta entonces destinado a guardar el Sagrario -capilla de los Barrantes-, y sobre la antigua capilla de Hernando Alonso Altamirano'», siguiendo las pautas del incipiente manierismo que dominaba la escena arquitectónica peninsular aquellos años. Se hallan policromadas en una diversidad de tonalidades amarillas, verdes, azules, blancas, rojas y negras, que exornan los relieves de la heráldica de los promotores – penachos, lambrequines, yelmos, roleos, barras atragantadas, … – y los triglifos, metopas, volutas, frontones y claves de los arcos y entablamentos que articulan el espacio en lucillo dedicado a sepulturas. La capilla de los Altamirano fue policromada de nuevo en 1709, según reza en una cartela situada bajo el frontón: «RENOVOSE SIENDO EL ACTUAL POSEEDOR DE LA S. DON JUAN JOSE DE SOTO ALTAMIRANO, EN 2 DE DIC DE MDCCIX ».

Finalmente, en Santa María, se hallan policromadas también la capilla funeraria de los Torres, cuya cronología habríamos de remontar a la segunda mitad del siglo XV, y la de los Loaisa. Esta última, recientemente restaurada -limpieza, consolidación y recuperación de la policromía oculta-, fue edificada circa 1574 por Alonso de Loaisa y su mujer María de Ayala11. Concebida como un arco triunfal, cabe el presbiterio y la ya glosada capilla del canónigo Blázquez, aloja en su interior un sepulcro granítico de hechura renacentista policromado en oro, rojo, azul y verde. En el tímpano del frontón triangular que corona el enterramiento, sobresale un escudo con cinco rosas dispuestas en sotuer -Loaisa- y timbrado con capelo de obispo. En las obras de recuperación han aparecido bajo un repinte contemporáneo una pareja de angelotes tenantes que lo asían en otro tiempo.

Pero no solamente Santa María contó con oratorios, capillas, bóvedas, puertas y laudas policromadas. Al contrario, otras fábricas religiosas, como las parroquias de San Martín, Santo Domingo, San Clemente -luego convento de Santa Clara-; los conventos de San Francisco, San Pedro y la Encarnación; o las ermitas de San Lázaro y Santa Ana, por citar tan solo algunas, hicieron de color una seña de identidad.

En la placera parroquia de San Martín, resultan especialmente llamativos el sepulcro en lucillo de Luis de Camargo y la capilla de Pedro Suárez de Toledo. El primero, situado bajo la tribuna que el obispo don Gutierre de Vargas Carvajal mandase construir al maestro de canterla trujillano Sancho de Cabrera (ca. 1529) tiene el honor de ser el primer enterramiento de arquitectura, traza y ornato renacentista erigido en Trujillo, ya en 1530. Pero lo que nos interesa aquí no es su hechura sino los restos de oro que aún pueden verse entre las letras del epitafio:

Del oratorio-enterramiento de Pedro Suárez de Toledo, situado junto al altar Mayor en lo que más tarde fuera capilla de la Cofradía de las Ánimas, podríamos señalar su construcción en un momento ante quem a 1552, año en que el sobrino de los condes de Oropesa protocolizaba la escritura de su mayorazgo junto a su esposa doña Juan Picolomini de Aragón'», a la cual queda aquél anexado. La capilla, estrecha y poco profunda, se cierra con un tramo oblongo de cruceria con ligaduras y combados, ricamente policromado en verde, rojo, oro, gris y negro con rosetas y tallos de flor.

También en San Martín debemos detenemos, siquiera brevemente, en otras zonas igualmente policromadas como la laudatoria del Cardenal Gaspar Cervantes de Gaete, con filete de oro y azurita, cabe el presbiterio; la clave de la bóveda del coro bajo, en que aparece efigiado el patrón del edificio, San Martín de Tours; la pila bautismal, magnífico ejemplar románico policromado en rojo; el zócalo que recerca de negro todo el perímetro de la nave; los tondi renacentistas de San Pedro y San Pablo situados en el altar Mayor; o, en fin, la capilla del Corpus, hoy parcialmente cegada, bajo el coro, en la que se conserva una magnífica grisalla de dos ángeles simétricos que han emprendido el vuelo asiendo un cáliz de oro.

En el convento de San Francisco, encontramos también numerosos y destacados restos de policromía, como corresponde a las prácticas decorativas seguidas por la orden, que sepamos al menos desde finales del siglo XVI -véanse las pinturas de los conventos franciscanos observantes de Cáceres, San Antonio de Papua en Garrovillas, Nuestra Señora de la Moheda, etc.-13: entre las claves de la bóveda de la nave principal, en las que la ciudad ordenó poner las armas del rey Felipe II como testimonio del patronato que había ejercido en las obras’? el año 1587, hallaremos restos de azul, rojo, oro,… En la llamada capilla de San Ildefonso de las reliquias o de Alonso Mendo, capitán de los tercios de Juan de Austria en Frisia y Flandes, de cuyas riquezas y justa fama daba noticias el cronista de la orden franciscana J. de Santa Cruz15, todavía hoy puede verse una de las bóvedas de crucería más ricamente ornamentadas que se conservan en Trujillo -con nervios en oro y azul y plementos con roleos y flora entrelazada en rojo, blanco y amarillo–. También en la bóveda de la sacristía, policromada con un medallón, en el que aparecen la cruz de la orden con nimbo y un marco de volutas y palmetas barroco; o en la cúpula del crucero, hoy enjalbegada, pero en la que los desconchones dejan ver los gallones de un trazado de placados geométricos como los de la capilla de las Injurias del convento de Garrovillas.

En el convento de dominicos de la Encarnación, fundado a finales del siglo XV, hallamos pintada la cúpula del crucero de su iglesia. La pintura reproduce en dos tonos -tierra y blanco– unos gallones, así como en la base las armas del obispo placentino Lasso de la Vega, que financió la reforma parcial del edificio la primera mitad del siglo XVIII.

Así mismo, cabría citar también la iglesia de Jesús (s. XVII), perteneciente al Hospital de la Caridad, en que son visibles restos de pintura en sus bóvedas y muros; las ermitas de San Lázaro y Santa Ana con abundante policromía barroca de motivos vegetales y geométricos; o la parroquia de Santo Domingo (s. XVI), obra del trujillano Francisco Becerra, en una de cuyas hornacinas de la cabecera puede verse, perfilado en rojo y naranja, un cielo rodeado de querubines y la paloma del Espíritu Santo, y una figura humana.

Ahora bien, la mayoría de las policromías de interior señaladas hasta el momento recrean motivos florales, heráldicos u ornamentales. Por ello es necesario recoger también aquéllas otras, sin duda más importantes, dada la riqueza iconográfica que encierran, donde la figura humana cobra vida como vehículo de transmisión de determinados episodios bíblicos, históricos o hagiográficos.

Uno de los espacios renacentistas más singulares de Trujillo es la llamada Capilla o Sala Alta del antiguo Ayuntamiento, edificada en 158416, entre otros, por los maestros de cantería trujillanos Francisco Sánchez y Garci Carrasco17 con la finalidad de servir para la celebración del culto religioso, cuyo desarrollo litúrgico acompañaban un maestro organista, un maestro cantor -generalmente un tenor-, varios mozos de capilla -niños con voz de tiple-, ministriles -que tañían instrumentos de cuerda-, trompetas y atabaleros -tamborileros-18; y como lugar en que ayuntarse o reunirse el Corregidor y los regidores para la toma de decisiones que afectaban al buen gobierno de la ciudad.

La originalidad de este espacio, empero, no reside exclusivamente en la bipolaridad de estos usos -civiles y religiosos-, pues era práctica común entre los cabildos de la época ayuntarse bien es espacios abiertos a la comunidad, como el atrio de una iglesia -en Trujillo no son conocidos los ejemplos de Santa María, Santiago y San Martín-, bien en lugares cerrados o «casas del concejo», donde casi siempre existía un capilla-sala de juntas. Antes bien, se encuentra en la distribución y abovedamiento de su perímetro y en el color y la iconografía que animan sus muros y paredes.

La primera cualidad que interesa destacar de este lugar se refiere pues a la forma y distribución de su planta y alzado, pues se trata de una de las pocas arquitecturas trujillanas de la Edad Moderna concebidas a partir de un esquema espacial centralizado -tan solo el desaparecido humilladero de San Lázaro, un tholos monóptero y octóstilo, podría sumarse a esta lacónica lista 19-. Sin embargo, esta sensación de centralidad no emana directamente de la forma geométrica de la planta, pues es rectangular, sino del alzado de los dos tramos cuadrangulares en que se divide la capilla, cada uno de los cuales fue cubierto con una bóveda vaída'» o hemiesférica sobre la que más tarde se pintó el trompe-l ‘oeil de una cúpula sobre pechinas. Recurso que permitió al arquitecto destacar la supremacía jerárquica y espiritual de la forma circular de la bóveda y de la base cuadrangular del tramo de capilla -la cuadratura del círculo– sobre la más imperfecta y longitudinal apariencia del trazado rectangular de la planta.

La segunda, como decíamos, se refiere a la riqueza cromática que ornamenta la capilla, y que nos ilustra no sólo acerca de la cultura del color que animaba a las ciudades y arquitecturas castellanas del siglo XVI –el color en la arquitectura puede servir para favorecer, destacar, disimular y aun ocultar; para crear una sensación excitante o tranquila; para expresar temperatura, tamaño, profundidad o peso, y, como la música, puede ser utilizado deliberadamente para despertar un sentimiento-, sino también de la intención espiritual y temporal que aquélla tenía, pues al ciclo de virtudes cardinales y alegorías del buen gobierno se suman una imagen sobre lienzo de la Asunción de la Virgen y un frontal del Altar de cerámica de Talavera con el escudo de armas de la ciudad que preside la Virgen de la Victoria.

De modo que el «decoro» renacentista de la sala, la adecuación del espacio arquitectónico al doble uso a que ésta se dedicaba, queda desvelado y perceptible al espectador a través del programa iconográfico de las pinturas y los dos tramos abovedados -uno para uso del concejo, otro para el culto litúrgico- en que aquélla se dividía.

Volviendo a las pinturas y al color, objetivos primeros de esta investigación, la Sala Alta del Ayuntamiento viejo de Trujillo se halla policromada, no al fresco como se ha dicho sino al óleo, desde la mitad superior de los muros perimetrales -a la altura de los arcos formeros- hasta las bóvedas. Quedando, en un primer momento, el espacio restante reservado para la colocación de tapices», cuya temática desconocemos, pero que seguramente completaban el programa iconográfico representado en las bóvedas y lunetos. En todo caso, aportarían una nota de color verdigris frente al rojizo predominante en los muros.

La temática de las pinturas se refiere según nos recordaba Ordax «a la exaltación de las virtudes, y su ejemplificación en singulares hechos históricos, tanto de la Biblia, como de la época romana»22. Su intencionalidad no era otra que la de transmitir al observador erudito los valores elevados con que los regidores trujillanos gobernaban la ciudad; o en su defecto, recabar la atención de éstos para que ejercieran sus cargos con el decoro debido.

Las bóvedas, según se ha dicho vaídas, fueron policromadas con la tríada de colores suntuosos -rojo, oro y azul- reservada para contadas ocasiones -miniaturas, representaciones de la Virgen, … – en las que se quería transmitir una imagen de jerarquía o un mensaje metafísico asociados a la condición divina o a la temporalidad del poder terrenal. Para su elaboración, el concejo mandó traer de Sevilla y Toledo diez mil panes de oro, cantidad que da una idea del coste de las obras y de la magnitud del proyecto: «Octubre, 21de1585. Este día se acordó que para dorar la obra de la Sala del Ayuntamiento se envíe a Sevilla por ocho mil panes de oro, que dicen serán necesarios, y sea por orden del señor Don Juan de Herrera, que los haga traer buenos y con la menos costa que sea posible, y si juese necesario algunos dineros de presente, se den por cédula de dicho comisario y la cédula sea en Diego Pizarra, comisario del pan». Un nuevo acuerdo de noviembre siguiente añade: «Diez mil panes de oro, traídos de Sevilla los ocho mil,}; los restantes en 18 de noviembre, de Toledo, se gastaron en el decorado de esta sala» 3.

Su autor nos es desconocido, si bien sabemos que era o se hallaba afincado en Cáceres y que llegó a Trujillo por mandato del Concejo en octubre de 158524. Andrés Ordax y Pizarro Gómez lo han relacionado, no obstante, con el mismo pintor que decoró el palacio cacereño de los Toledo Moctezuma25; particular que no podemos confirmar. Sea como fuere, lo cierto es que se trata de un artista que dibuja, modela y proporciona el cuerpo humano según la moda manierista del momento con figuras desproporcionadas de cuello, tronco y extremidades alargadas -Prudencia, Guzmán el Bueno-. Lo mismo puede decirse de escenas como Crucio arrojándose a la sima del foro para salvar a su patria o Mucio Escévola quemando su brazo por errar el golpe contra Posena, en las que el escorzo de los caballos encabritados de primer plano, las diagonales forzadas de ciertos personajes, la arquitectura anticuaria de los planos al fondo, las armaduras al romano, la ampulosidad y calidad de las telas y la estudiada anatomía de los cuerpos nos remiten a un artista muy capaz y formado en el gusto romanista del último Renacimiento.

Otro tanto podría decirse del «soporte engaño» o «ventana abierta a la historia» que sirve de marco a las escenas representadas en los lunetos -a las ya citadas habrían de unirse Guzmán el Bueno en Tarifa y El juicio de Salomón-, el llamado quadri riportati, y de la decoración de cueros recortados, cartelas en «Ces», animales-garzas, monos, lechuzas, peces, … – y seres fantásticos -putti, quimeras, … – que campean cual marginalias de una miniatura en derredor de los lunetos: todos ellos recursos típicos de una escena manierista.

Es en la composición, disposición de las figuras y en los recursos perspectivos empleados donde el artista se muestra, sin embargo, dubitativo y contradictorio; allí donde con el brillo y transparencia de una veladura revela que ha sido incapaz de salvar la distancia entre las fórmulas nórdicas y flamencas del último gótico -empleo aleatorio de la línea y el punto en los trazados geométricos de pavimentos de las escenas de la Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templaza; líneas que se interrumpen bruscamente en los telones de fondo, que, cierto es, ya no son dorados ni presentan brocados o picados de lustre, pero interrumpen igualmente la perspectiva y conmensuración de la escena- y la complejidad espacial de las descentralizadas composiciones manieristas. De modo que escenas como el Juicio de Salomón, cuidada y estudiada del primer plano al último, contrastan por la forzada y violenta actitud de sus protagonistas frente a aquellas otras, como la de Mucio Escévola: resuelta en una diversidad de planos y acciones secundarias desordenadas, típicas de un paisaje hispano-flamenco.

En cuanto a la paleta empleada por el maestro cacereño, cabe añadir a los ya citados oros, azules y rojos que dominan la casi totalidad de los muros, otros verdes, tierras y amarillos, especialmente en las escenas históricas de los luneto. Colores poco degradados que aplica ayudado de una línea de contorno negra y muy pronunciada. Frecuentemente abusa del blanco de plomo o albayalde en las telas para ahondar así en el volumen de las figuras y mejorar la luz de la escena.

Con todo, resulta obligado añadir que estas pinturas murales fueron «retocadas» y erróneamente restauradas a finales del siglo XIX por el pintor Francisco Ruiz de la Hermosa, de tal manera que, hoy, no resulta fácil discernir la originalidad o contemporaneidad de los colores que percibimos. Estamos, no obstante, seguros de que se hallan repintados la heráldica dibujada en las pechinas de las bóvedas, y el arco perpiaño que las separa en tramos. Las armas de Alfonso XII que decoran una de estas falsas pechinas son impronta inequívoca de esta intervención y del momento histórico en que se hizo26.

Pero no todo el cromatismo de esta monumental estancia se debe a las pinturas murales sobre cantería y ladrillo de muros y bóvedas. También el altar presenta una exquisita decoración y un destacado contraste cromático. Concebido como un edículo u hornacina porticada, pues se abría y cerraba según las necesidades gracias a unas puertas de madera hoy desaparecidas, aloja en el interior un retablo renacentista – apilastrado y coronado por un frontón curvo- trazado y ejecutado por el entallador y escultor Joanes de la Fuente. El dorado corrió a cargo del pintor placentino Miguel Martín27, que decoró además los restantes huecos de la exigua capilla con florones y casetones de oro perfilados en negro. Una pintura sobre tabla de la Asunción de María, obra de Pedro de la Mata, preside la mazonería; otra del Padre Eterno ocupa la totalidad del tímpano. Por último, un frontal de altar de cerámica de Talavera hecho con azules y amarillos y presidido por una cartela de fondo blanco sobre la que destaca una imagen mariana, la de María de la Victoria.

Otro de los conjuntos pictóricos renacentistas sobre muro que ha llegado a nosotros es el de la capilla de la villa suburbana conocida como «Palacio Viejo». Un cortijo agropecuaria de principios del siglo XVI situado en el arrabal de Belén (a 3 km de Trujillo) que añade a las estructuras dedicadas a tal uso, otras residenciales, más confortables y lujosas, que revelan el hedonismo y placer con que vivían unos cuantos privilegiados -como Diego García de Paredes; su tercera esposa, Juana de Torres o sus hijos… – en el Trujillo del aquel tiempo.

Se ha dicho de Palacio Viejo que pudo ser una antigua villa romana, dado que se han hallado en sus cercanías una calzada, restos cerámicos y sillares ciclópeos del Bajo Imperio. No podemos confirmar este particular, sí, en cambio, que la estructura del edificio, abaluartada, con elementos defensivos como aspilleras, y precedida de un patio abierto porticado y coronado de merlones piramidales, recuerda a la de otras villas de los alfoces trujillano y cacereño como Provisora, Burdallo, Casillas, la Quinta de la Enjarada, Magasquilla, el Carrascal o el Carneril, construidas a finales del siglo XV o durante la primera mitad del siglo XVI.

Muchas de estas casas han llegado a nosotros en un estado de conservación óptimo, dado que su abandono en períodos prolongados y la pérdida de la costumbre romana y renacentista de habitar el campo con toda suerte de lujos y comodidades, ha permitido que sufrieran pocas e imperceptibles reformas. Son, por tanto, una fuente de información precisa y exacta que nos permite comprobar cómo, tras los muros impenetrables que articulan su perímetro, se esconden delicados espacios exornados con esgrafiados, pinturas, escudos, suelos de cantería o rollo, forjados de cintas y saetinos, chimeneas serlianas, etc.

El conjunto de Palacio Viejo, en otro tiempo conocido como Palacio de la Cadena, acaso porque tuviera derecho de asilo, ha sido objeto de interés para investigadores como Andrés Ordax, Pizarro Gómez y, más recientemente, Maldonado Escribano28. Todos han destacado la importancia y excelencia de este conjunto arquitectónico, deteniéndose, aunque con parquedad, en las pinturas de la capilla, que analizaremos seguidamente.

La capilla-oratorio de Palacio Viejo es un volumen de medianas dimensiones (aprox. 40 m2 de superficie por tres de altura) con planta rectangular y cabecera semicircular situado fuera de los límites cuadrangulares del recinto residencial (en el extremo meridional del ala oeste), pero unido a éste por el muro perimetral y merlonado que se abre a la derecha de la puerta principal de acceso al conjunto. Se trata pues, de una estructura anexada con posterioridad que gravita en uno de los extremos del palacio, lo que evidencia una cronología más tardía, quizás cercana al último tercio del siglo XVI; momento en que se ejecutaron las pinturas interiores que adornan el cuarto de esfera del ábside y la bóveda de arista sin perpiaños ni tramos de la nave.

El programa iconográfico de aquéllas gira en tomo a una temática religiosa basada en episodios novo testamentarios -Bautismo de Cristo, Oración en el Huerto, Juicio Final- y representaciones alegóricas -Iglesia encarnada en una mujer que porta como atributos una cruz y cáliz con la Sagrada Forma; y a un conjunto humanístico que pretende constatar y ensalzar los valores morales de los promotores del proyecto – pertenecientes al antiguo linaje trujillano de los Paredes- a través de la personificación en imágenes de algunas virtudes como la Fortaleza, la Templanza o la Justicia. De manera que unas y otras comparten ciertas similitudes iconológicas con las pinturas de la ya mencionada capilla de la Sala Alta del Ayuntamiento «viejo» -las dos se construyen sobre el concepto bipolar de oponer a una serie de escenas o imágenes bíblicas y cristianas, otras paganas y moralizantes-. Semejanzas que afectan también al estilo pictórico de ambas capillas, cercano a una estética manierista, y a la paleta cromática, en la que el rojo sobre un fondo amarillento de falsos dorados domina la casi totalidad de las escenas.

Conviene añadir también que una y otra capilla adolecen de parecidos recursos decorativos manieristas -cartelas en «Ces», cueros recortados, cuernos de abundancia, angelotes, decoraciones vegetales y bestiarios-; también, que fueron pintadas por sendos artistas adheridos todavía al gusto flamenquizado de nuestra pintura de la primera mitad del siglo XVI -ya dijimos que el «pintor de Cáceres» que elaboró la capilla del Ayuntamiento construía frecuentemente el espacio pictórico a partir de fórmulas geométricas nórdicas y flamencas; y el desconocido artista que ejecuta las de Palacio Viejo recurre normalmente a imágenes medievales sacadas de grabados neerlandeses y alemanes-; por último, que el tratamiento corporal de las figuras, es decir, del volumen y la anatomía, es similar, pues ambos autores se recrean con sutileza y elegancia en el modelado de ropajes y músculos.

No obstante, el anónimo pintor de Palacio Viejo se distancia sutilmente de su oponente cacereño en la proporción y el canon de las figuras, menos alargadas y amaneradas, también en el análisis psicológico de la mirada de sus personajes -Cristo, ángeles, virtudes, … -, que transmiten una impresión de grazia y decoro, tomando el término de Varchi y Vasari29, de la que carecen las pinturas de la Sala Alta del Ayuntamiento trujillano.

Concretemos, ahora, cuáles son las escenas e historias de pincel que adornan la capilla de Palacio Viejo:

Junto a la puerta de entrada a la capilla, en la primera de las bóvedas de arista, encontramos cuatro imágenes similares de una mujer joven que flota sobre una masa vaporosa de nubes. Viste con amplios y voluptuosos ropajes; su cabello es rubio y la tez blanquecina. Representan tres alegorías de las virtudes cardinales -justicia, fortaleza y templanza- y una de las virtudes teologales -la caridad-. En los plementos de la izquierda hallaremos la Templanza, que trae como atributos un cáliz en la mano izquierda y unos frenos de caballo en la diestra; frente a ella, la Fortaleza, que rodea con su cuerpo y sus manos una columna recién fragmentada. En los plementos de la derecha, la Caridad, mostrando generosos senos que amamantan un nutrido grupo de jóvenes desnudos; finalmente, la Justicia, que sujeta la balanza de la equidad y alza una espada amenazante. En los plementos axiales encontraremos un escudo silente, en blanco, esto es, sin heráldica alguna, rodeado de una filacteria en la que puede leerse: «SOLIDEO HONORE ET GLORIA>>, es decir, «Sólo a Dios Honor y Gloria»3º; y una representación del Juicio Final31 que ocupa la totalidad de la zona central de la capilla, es decir, el centro de ambas bóvedas de arista.

Los restantes elementos de esta última bóveda fueron decorados: con dos nuevas alegorías encarnadas en una joven mujer de rasgos similares a la que simbolizaba las citadas virtudes. La primera, referida a la Iglesia, sigue fielmente la iconografía medieval, de manera que toma como atributos una cruz y un gran cáliz sobre el que se eleva una Sagrada Forma; de la segunda, cuyo significado desconocemos, pues carece de atributos y no parece representar a la Sinagoga, poco podemos decir. También, con un conjunto de ángeles, tritones o querubines músicos y pescadores rodeados de motivos vegetales y cueros recortados. Por último, el plemento axial que da paso al arco triunfal y a la capilla Mayor se timbra con un escudo de armas en blanco y una filacteria que repite la jaculatoria anteriormente citada.

Ya en el Altar, encontramos el cuarto de esfera de la bóveda exornado con un trompe­/ ‘oeil de casetones que, cual pequeñas ventanas, nos asoma a un paisaje o bóveda celeste poblado de querubines, rosetas y aves -jilgueros, gorriones, garzas, … -. Un Padre Eterno se abre paso entre una nube, arriba, en la clave central. Lleva en su mano izquierda el orbe o bola del mundo.

En los muros laterales: la Oración en el Huerto y el Bautismo de Cristo. Ambas escenas, seguramente, copiadas de grabados alemanes o flamencos, acaso de Schongauer [Bartsch 9 (124) o Lehers 25], Durero [Bartsch 594]32, ¿ … ?

Finalmente, nos gustaría añadir que las bóvedas de la nave presentan en los arranques un conjunto de doce personajes, uno de ellos desnudo y mostrando sin pudor las posaderas, acaso Judas el traidor, que podrían encarnar a los doce Apóstoles.

El último de los grandes conjuntos pictóricos sobre muro del siglo XVI que ha llegado a nosotros se encuentra en las pandas del claustro del convento de San Antonio -hoy hotel Meliá- que las Descalzas Reales fundaron en Trujillo el año 157333. No hemos podido hallar entre los fondos del Archivo de Protocolos de la ciudad dato alguno referido al autor o al periodo en que se ejecutaron las pinturas. No obstante, su estilo e iconografía nos remiten a un momento cercano a la última década del quinientos.

Sea como fuere, la calidad técnica de las pinturas, elaboradas también al óleo sobre un muro de mampostería de granito y ladrillo previamente enlucido e imprimado, y la originalidad de los temas elegidos, amen de la Oración en el Huerto que ya encontramos en la capilla de Palacio Viejo, hacen de este espacio devocional -no olvidemos que los claustros de catedrales, abadías y monasterios jugaban un papel exponencial en la vida espiritual de clérigos, sacerdotes y monjes- un ejemplo único y de inestimable valor entre el patrimonio trujillano.

Es muy probable que en un primer momento fuesen algunos más los temas desarrollados, pues únicamente cuatro -una Sagrada Familia, una Oración en el Huerto de los Olivos, un Cordero Místico acompañado de San Juan y Santa Catalina y un San Miguel que abraza y protege a quien suponemos fue una religiosa de la comunidad- han sobrevivido a los avatares del tiempo y se hallan diseminados sin orden aparente entre la primera y planta baja del claustro o en las estancias inmediatas a éste.

El color y la policromía en fachadas y exteriores.

Ya se ha dicho que en los siglos XV, XVI, XVII y XVIII no solamente se buscaban efectos de contraste y matiz de forma artificial aplicando color -pigmentos al óleo, capas de sacrificio, conjuntos cerámicos, esgrafiados- a los muros, bóvedas, escudos o sepulcros de arquitecturas interiores. Antes bien, artistas y promotores gustaban reflejarlos en determinadas zonas exteriores de casas principales, conventos, iglesias, etc. Bien es cierto, sin embargo, que si el color de esos espacios interiores ha llegado mayoritariamente a nuestros días en un estado de conservación óptimo, la policromía aplicada sobre un soporte condenado a sufrir los rigores del clima y la continua acción del agua, se ha perdido, oxidado o contaminado.

En anteriores trabajos hicimos ya hincapié en la importancia que para el color de la ciudad tuvieron las chimeneas esgrafiadas de los palacios de la Conquista y de Carvajal Vargas o el conjunto cerámico de la torre del alfiler. Por ello nos centraremos en esta ocasión en recuperar el color perdido de otras fábricas históricas.

Comenzaremos en esta ocasión con la torre del reloj de la ya mencionada parroquia de San Martín, en la plaza Mayor. Todavía hoy puede percibirse en ella una nota de color blanco y azul, la del mosaico de cerámica de Talavera que teja su chapitel. Sin embargo, muchos trujillanos recordarán que esta azulejería fue asentada la octava década del siglo XX. ¿Qué aspecto tuvo entonces la torre en el siglo XVI, cuando fue levantada? La respuesta es sencilla, no muy distinto, aunque, sin duda, más llamativo, pues la variedad de colores que la exornaban no se reducían al blanco y azul. Muchos de ustedes pensarán que estamos locos si afirmamos que aquella torre-reloj se parecía aquel siglo a cualquiera de las muchas y multicolores que animaban las plazas de otras ciudades europeas como Bruselas, Venecia o Chester. Y, sin embargo, así fue, como seguidamente demostraremos.

La primera prueba que aportamos es un acuerdo municipal fechado en octubre de 1555, es decir, un año después de que Sancho de Cabrera terminase la construcción de la torre: » … dieron medio concierto con Juan Barragán, pintor, vecino de Jaraicejo, para que haga e pinte en el reloj tres cuadras del dicho reloj: en la de en medio pintado el sol con sus rayos e letras dorado; y al derredor un letrero de lo que se mande poner. Todos los blancos, azules y el sol y letras y rayos e pintados de oro e todo al óleo … e las armas reales de la misma suerte e pintura». Tiempo después, en 1595, el concejo ordenaba a un miembro del cabildo ir a comprar cerámica a Talavera para el chapitel del reloj: «cómo ha enviado a Talavera a hacer los azulejos para el chapitel del reloj de S. Martín y que envió el modelo para ello; y cometiéndole que prosiga en la dicha comisión hasta que se traigan los azulejos y se asienten?», En las sesiones concejiles de los días 11, 13 y 15 de diciembre del mismo año se acordaba asimismo redorar el círculo de la mano del reloj de San Martín y que las letras «se pinten y doren, y se pregone, y el comisario de la obra de dicho reloj lo haga pregonar con el remate de arriba del chapitel y que asimismo se dore «35. Un año más tarde, el 19 de enero, Diego del Saz, comisario de la obra del Chapitel del reloj, hizo relación «cómo está casi acabada su comisión y lo que estaba asentado y que para el ornato y bien parecer es necesario jaspear las columnas; que la ciudad provea lo que convenga, y se acordó que se pregone para que se haga como conviene en el más bajo precio … «36. Así pues la primitiva torre se hallaba policromada en rojo -las cuatro columnas del templete-, oro -el reloj- y azul y blanco -el chapitel y los tondi del friso-. De nuevo en 1607 se doraban las planchas del reloj, en esta ocasión lo hacía el pintor Gabriel de Miranda que recibió diez ducados por su trabajo»; circunstancia que ilustra a la perfección el rápido deterioro que sufrían estos dorados a la intemperie -que sepamos las manijas del reloj fueron doradas al menos en tres ocasiones entre los años de 1555 y 1607-.

Especialmente llamativo debió resultar también el color con que fue decorada la fachada del templo conventual de San Francisco. Sabemos que el cimborrio estuvo, aún puede verse, esgrafiado con una trama geométrica de doble lazo y rosetas; las bóvedas interiores pintadas al óleo, como también varias capillas, la sacristía o el escudo real del refectorio. Pero además, la fachada estuvo esgrafiada con un encintado simple que imitaba sillares; la portada de acceso al templo con un nuevo esgrafiado que recorría la totalidad del alfiz que la recerca. Más aún, el portón de madera estuvo dorado: Pedro de Mata recibe veintidós ducados «por lo que pintó en la puerta de San Francisco «38. También los escudos de Felipe II y la ciudad alojados bajo el alfiz:

Alonso Sánchez, cantero, recibe ocho ducados «por los andamios que puso para dorar escudos de la puerta de la iglesia de San Francisco «39.

Otro edificio que destacaba por su color y pintoresquismo dentro de la ciudad, o mejor dicho en sus límites suburbanos, fue el llamado Humilladero de San Lázaro, hoy desaparecido. Un templete circular situado en el camino Real a Sevilla, cerca y junto a las ermitas de los Santos Mártires y de San Lázaro. Fue construido por el maestro de cantería Juan Martín a finales del siglo XVI. Un acuerdo municipal de 1592 recoge que en veintiuno de agosto, estando la obra muy adelantada, «Antonio Sánchez de Paredes y Vasco Calderón, dieron razón de la obra del Humilladero y se les cometió hagan como tienen comenzado que se traigan tejas vidriadas de la Puente para tejarle «4º. Este tipo de teja vidriadas, ya fuesen verdes, blancas o azules, era muy utilizado en aquel tiempo como recurso barato y efectivo. Todavía hoy pueden verse en los tejados del Monasterio de Guadalupe; en numerosas casas de Toledo, Talavera de la Reina; etc.

Entre las arquitecturas civiles y residenciales han llegado a nosotros restos de color -verdes, azul de azurita y de ultramar, rojos, negros, grises- de las fachadas de los palacios de Chaves-Orellana, Carvajal-Vargas y La Conquista. De éste último ya hemos hablamos en otras ocasiones en este mismo foro; baste recordar, por tanto, que los análisis químicos realizados en 2003 revelaron restos de lapislázuli, rojo, azul de azurita, y blanco de plomo sobre los sillares del relieve historiado y el balcón que ordenan la esquina del edificio. Debió ser, sin duda, el edificio trujillano del XVI con mayor colorido.

Del palacio de Diego de Carvajal y Vargas digamos que todavía hoy pueden verse con la luz estival de medio día restos de un pigmento gris azulón, acaso cal mezclada con carbón de encina, alrededor de los rostros de varios personajes de la familia que aparecen retratados en los intercolumnios de la puerta principal.

De las casas principales de los Chaves-Orellana, cuyo primitivo alzado (s. XVI) reproduce la vista urbana de Laborde, se ha conservado encastrado a capón en la actual fachada (s. XIX) una pareja de putti tenantes cuyos rostros y cabellos fueron acabados en rojo y negro.

Por último, nos gustaría recoger aquí tres monumentales escudos de fachada que en otro tiempo animaban con ricos contrastes el paisaje placero de Trujillo. De un lado, el llamado escudo de la ciudad, reproducido también en otra vista de Laborde. Destruido en algún momento de la segunda mitad del siglo XIX, estaba situado en las cubiertas del llamado soportal del lienzo. Fue esculpido por los maestros de cantería Francisco Sánchez y García Carrasco y pintado y dorado por Juan Jiménez en 1585:

«Este día se mandaron librar a Juan Jiménez pintor trescientos reales a cuenta del dorado del escudo de la plaza’:», En la casas de fieles y veedores (2/2 s. XVI), en la que hasta hace muy pocos años existía una droguería, todavía hoy campea en su fachada un escudo con las armas de la ciudad. Despojado de su color hacer menos de una década estaba policromado en rojo, negro, … ; colores que todavía hoy conserva el escudo de igual tema alojado en la «zapatería Trenado» en la calle Sillerías.

Los artistas. Pintores «a lo morisco» y doradores activos en Trujillo durante el siglo XVI.

Cuando hablamos de pintores conviene aclarar, en primer lugar, que con este término a finales de la Edad Media y durante el siglo XVI no se designaba exclusivamente a una persona dedicada a plasmar sobre un soporte de madera o lienzo imágenes con volumen, escenas que fingían con recursos más o menos conmensurativos la tercera dimensión, o historias de pincel basadas mayoritariamente en los evangelios sinópticos y apócrifos. Tampoco a retratistas, pintores de cámara o iluminadores. De igual modo, no todos aquellos que hacían del pincel su instrumento de trabajo tenían conciencia de ser artistas o pretendían elevar su oficio al más ideal escalafón de las artes liberales. Antes bien, la mayoría de estos pintores, especialmente aquellos que ejercían su profesión en centros artísticos pequeños como Trujillo, Cáceres o Plasencia eran artesanos dedicados a policromar escudos; muros de piedra; techumbres, portones y forjados de madera; dorar esculturas y retablos; o pintar sargas y telas para estandartes, ajuares o determinadas festividades como el Corpus.

Las Ordenanzas que el gremio de pintores de la ciudad de Córdoba tuvo desde 1493 constituyen un documento de gran interés para distinguir esta variedad de actividades, así como para documentar los apellidos que unas y otras añadían al común calificativo de pintores. Así, quienes se dedicaban a pintar arquitecturas o partes de edificios eran llamados pintores «a lo morisco», denominación que refiere explícitamente los lazos cromáticos y culturales compartidos secularmente entre la comunidad hispano-musulmana y la cristina; los que trabajaban telas, «pintores de sargas»; quienes aplicaban pan de oro, hacían picados de lustre o inventaban brocados eran «doradores»; por último, aquéllos que policromaban imágenes y narraban historias de pincel eran conocidos como pintores «imagineros o de retabloso»,

Las tres primeras ocupaciones -pintor de arquitecturas, telas y dorados constituían muchas veces el sustrato o primer escalón del oficio para quienes ansiaban dedicar su inspiración a la más elevada actividad de representar al óleo el teatro de los misterios, modelar hagiografías o retratar a miembros destacados de la corte. Circunstancia que explica que no pocos de los artistas más reputados de aquel siglo se iniciasen en el oficio dorando retablos o policromando casetones; también que, una vez habían logrado fama no hiciesen asco a este tipo de encargos «menores». El propio Fernando Gallego -por citar a uno de los más afamados pintores hispano-germano- flamenco activos en la Alta Extremadura-, bien es cierto que ya al final de su vida, pintaba en 1504 los artesones y las vigas de la tribuna de la universidad de Salamanca junto a Pedro de Tolosa. Y su hermano Francisco, colaborador de Fernando en numerosos trabajos de primer nivel, se empleaba en las mismas labores poco después en el hospital de los RR. CC. de Santiago de Compostela 43.

En lo que a Trujillo se refiere, sabemos poco o casi nada de las obras, mayoritariamente religiosas, que sobre lienzo y tabla se pintaron para exornar arquitecturas conventuales, parroquiales o civiles. Las referencias puntuales de la historiografía y la ausencia de una investigación sistemática, sumados a la pérdida mayoritaria de las obras por circunstancias tan dispares como la Invasión Francesa -no sólo por el robo gabacho sino también por la ulterior venta de aquéllas que se salvaron para sufragar los gastos de reconstrucción de casas y conventos-, la acción desamortizadora, cambios de moda, hurtos contemporáneos, etc., han impedido reconocer, concretar y valorar la calidad de esas pinturas o el estilo de sus autores.

Los datos referidos a nombres de pintores activos en la ciudad desde finales del siglo XV y a sus trabajos como pintores de arquitecturas, de sargas o doradores son, en cambio, suficientes para hacernos comprender la importancia que tenían estas labores aquellos años en el contexto de la escenografía urbana: las primeras como recurso para el modelado y la percepción de un edificio; las siguientes porque formaban parte de la decoración urbana que animaba determinadas efemérides como entradas reales, fiestas religiosas, proclamación y muertes de monarcas, etc.; por último, los dorados de esculturas y espacios sagrados o de titularidad municipal en tanto artificio llamado a comunicar a devotos y ciudadanos un mensaje metafísico de poder.

El primer pintor trujillano mencionado en las fuentes documentales, a saber, es Jean Felipe, que colaboró con Fernando Gallego en la elaboración de varios retablos, hoy perdidos, para la catedral de Plasencia en 146744. No sabemos nada acerca de su particular estilo -aunque es seguro que se acercaría al de otros miembros de la escuela castellana influidos por una paleta nacional enriquecida por los brillos flamencos; que cultivaría el paisaje germano; y bebería de fuentes iconográficas grabadas neerlandesas y nórdicas- , de su procedencia, pues de su nombre podría deducirse un origen flamenco; y por supuesto, tampoco de otros encargos, si bien, como ya apunté en mi obra Fernando Gallego y su taller…45, pudo ser uno de los autores o colaboradores del maestro Gallego en la elaboración del retablo Mayor de la iglesia parroquial de Santa María la Mayor de Trujillo. En todo caso, se trata de un pintor de retablos del que ignoramos también si llegó a realizar decoraciones arquitectónicas, lo que no sería de extrañar habida cuenta la organización jerárquica y gremial ya glosada para la Edad Media.

En 1484, Juan Bejarano y Rodrigo Sevillano aparecen como testigos en un documento del Archivo Municipal de Trujillo fechado en doce de noviembre y relacionado con ciertas disputas habidas entre el concejo trujillano y el monasterio de Guadalupe por la villa de Madrigalejo. No hemos hallado dato alguno referido a su tarea como pintores», por lo que ignoramos a qué actividad concreta, dentro del oficio, se dedicaron.

Por esos mismos años trabajaron en la ciudad un gru¡o de artistas -Alonso González47, Albar Ponce, Muriel Solano y Sancho Casco» – que, a instancias del concejo, se ocupan de pintar varios «retablos» para las principales puertas de acceso a la alcazaba -de Santiago, Vera Cruz, Fernán Ruiz, Coria, San Juan y Alba- y la calleja de Martín Alonso -bóveda del llamado «cañón de la cárcel»-. Labor que, si bien se refiere a una actividad figurativa y con seguridad sometida a los dictados de una iconografía religiosa o heráldica, supone uno de los primeros ejemplos de ornamentación sobre soporte pétreo o arquitectónico documentados en Trujillo. Con anterioridad, es indudable que templos pleno medievales como Santa María la Mayor, se hallaban policromados en muy diversas zonas -puertas de acceso, donde son aún visibles restos de rojo; pilares, claves de bóveda, capiteles, artesones, etc.49-, pero no existen documentos escritos que lo acrediten.

De entre estos últimos autores, nos parece interesante destacar la figura de Sancho Casco, pues además de trabajar como «pintor a lo morisco», parece probado, a tenor de la documentación municipal, que ejerció su oficio decorando sargas para las fiestas del Corpus de 1505: «Un libramiento de Sancho Casco, pintor, de dos mil mrs. porque hizo e ordenó los oficios del día del Corpus «50. Ese mismo año elaboraba también un cuadro de Nuestra Señora para el concejo: «Que parece que pagó por otro libramiento a Sancho Casco, pintor, por una figura que hizo de nuestra señora, cincuenta mrs. «51.

Pero Casco no será el único artista-artesano que ejerza su oficio en la ciudad estos años adaptándose a la variedad de encargos que le proponen -sobre tabla, tela o piedra; figurativo, decorativo; etc. -. Antes bien, este fenómeno caracterizará la producción de esta y otras profesiones -son numerosos los ejemplos documentados de carpinteros, albañiles y canteros que se intitulan indistintamente como tales en función de los encargos que reciben-52. Nos encontramos pues ante un período donde será frecuente la ejecución de trabajos de muy diversa factura y técnica por un mismo artista.

Desconocida nos es también la obra y la figura de Alonso Villalobos, cuyo origen trujillano discutió Benavides Checa -lo cree paisano de Plasencia-53, y del que hoy sabemos con certeza que trabajó para el concejo entre 1509 y 1514 haciéndose cargo de labores de decoración y ornamentación de telas y estrados para las solemnidades del Corpus54.

Juan Notario y Antonio Torino ejercieron de imagineros en 1531 al ocuparse de policromar de oro y azul la imagen de la patrona de Trujillo -la virgen de la Victoria-, que poco antes había esculpido el cantero Diego Durán55 . Esta misma imagen era años después (1547) depositada en la nueva capilla que el maestro de Cantería Sancho de Cabrera construía entre las torres del alcázar hispano-musulmán, en cuya bóveda pintaba un artista desconocido el año 1623: «un cielo [de azul y estrellas doradas J a la imagen de Nuestra Señora de la Victoria «56.

Juan Sánchez, imaginero y pintor de retablos, trabaja en 1583 en la reprolicromía de la citada imagen de la Virgen de la Victoria», así como en la mejora de las tablas que el pintor de Almaraz, Alonso Gallego, había realizado para la capilla vieja del Ayuntamiento en 152058.

Diego Muriel Solano, quien a finales del siglo XVI -1583- pintaba y doraba la imagen de San Gregorio que, para la capilla del Ayuntamiento, había esculpido Joanes de la Fuente un año antes», aparece además como fiador del afamado arquitecto trujillano Francisco Becerra en el contrato de obras que éste firma, junto a los también canteros Pedro Hemández, Francisco Palomo y Francisco Sánchez «el viejo», con el obispo de Plasencia Pedro Ponce de León para ejecutar ciertas obras en la iglesia de Orellana la Vieja60.

Otro tanto puede decirse de Miguel Martín, imaginero, dorador y pintor de esculturas y retablos, bien es cierto que de origen placentino, quien en 1586 se ocupaba de dar pan de oro y color al retablo nuevo que Joanes de la Fuente había trazado y ensamblado para la lujosa capilla alta del Ayuntamiento: «Octubre 20 de 1586. Este día se mandaron librar a Miguel Martín, vecino de Plasencia, ciento diez ducados por la pintura y dorado del retablo del Ayuntamiento de esta ciudad, conforme la escritura que se fijó «61.

Otros nombres, como Juan Cristóbal, Juan Jiménez, Pedro de Mata o Gabriel de Miranda, nos interesan especialmente porque figuran en no pocos documentos concernientes al pago de trabajos de ornamentación de arquitecturas – portadas, escudos, bóvedas de capilla, puertas de madera, etc.-, es decir, porque se refieren a artistas que ejercieron su oficio, no siempre62, como «pintores a lo morisco». Alguno de estos autores podría ser, con certeza, responsable de las obras de dorado y policromía de las ventanas, los forjados de cintas y saetines y el escudo en esquina del palacio de la Conquista, construido en su mayor parte entre la sexta y octava década del quinientos.

Juan Jiménez, hermano del también pintor Francisco Jiménez que había retocado las tablas pintadas por Femando Gallego para el Altar Mayor de Santa María63, se ocupaba en 1585 de dorar el nuevo escudo de la ciudad'» que Francisco Sánchez y García Carrasco habían labrado como coronamiento para los recién terminados soportales del costado oriental de la plaza Mayor.

Pedro de Mata y Gabriel de Miranda65 se ocupaban de dorar y policromar la fachada del convento de San Francisco, trazada por el insigne Pedro de Ibarra con posterioridad a 156466, entre 1595 y 1596 en que al primero se le pagan veintidós ducados «por lo que pintó «67; y al segundo otro tanto por «las demasías y dorado de la puerta de San Francisco «68. De este último sabemos también que policromó la imagen de Nuestra Señora que se alojaba en la hornacina de la puerta de Hernán Ruiz el año 1601, así como doró las planchas del reloj de San Martín y el Humilladero de la Piedad el año 160159.

Por último, debemos mencionar a Juan Cristóbal, que en 1588, una vez se había rematado la primera de las capillas o tramos de la nave central de la iglesia conventual de San Francisco, fue comisionado por el concejo para pintar y dorar toda la bóveda, incluidos los escudos que la ciudad había entregado y mandado colocar como testimonio de su patronato sobre el templo (70).

Así mismo tenemos constancia de otros trabajos como decorador realizados, ya en 1600, para la Parroquia de Santa María la Mayor en la misma ciudad, donde «se ocupó veinte días en reparar y pintar el túmulo que se compró de las honras del Rey, para el monumento de este año de 1600 y pintar los frontispicios y otras cosas que se hicieron para su perfección, y lo firmó en Trujillo a primero de abril de 1600». A.C.P. 1/4/1600.

Fig 1

Figura 1.- Detalle de la capilla del Ayuntamiento Viejo

Fig 2

Figura 2.- Oración en el huerto. Capilla del Palacio Viejo

Fig 3

Figura 3.- Pinturas del claustro del convento de San Antonio

ABREVIATURAS DE ARCHIVOS. A.P.T. Archivo de Protocolos de Trujillo A.M. T. Archivo Municipal de Trujillo A.P.SM. Archivo Parroquial de Santa María A.P.SM. Archivo Parroquial de San Martín. A.C.P. Archivo Catedralicio de Plasencia A.H.P.C. Archivo Histórico Provincial de Cáceres

1 En aquella ocasión nos comprometimos a presentar, bajo la estructura de una trilogía, la investigación que estábamos realizando sobre el patrimonio trujillano perdido, olvidado o en peligro de desaparición. Véanse: SANZ FERNÁNDEZ, F., SANZ SALAZAR, M., y DE ORELLANA-PIZARRO, J., «Trujillo. Espacios perdidos, patrimonios olvidados. La memoria robada», XXXIV Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2005, pp., 527-54. «La decoración y articulación de paramentos arquitectónicos en la ciudad de Trujillo: los esgrafiados a la cal», XXXV Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2006, en prensa.

2 LENCLOS, J. F., et alter, El Color en la arquitectura tradicional Valenciana, Colegio Oficial de arquitectos de la Comunidad Valenciana, Valencia, 1998. Cfrs. etiam: THEOPHlLUS, De dibersis artibus, Dover Publications, Nueva York, 1979. CENNINI, C., JI libro dell’Arte, Neri Pozza, Vicenza, 1971. MA YER R., Materiales y técnicas artísticas, Hermann Blume, Madrid, 1988.

3 El documento cromático de origen del palacio de la Conquista estuvo fundamentalmente concentrado, a saber, en las fachadas: allí encontramos restos de capas de sacrificio ocre-amarillento empleadas para homogeneizar la distinta coloración entre los granitos empleados; de pigmentos al óleo aglutinados con aceite de linaza, aplicado en varias capas de color sobre una preparación de calcita, cuarzo, arcilla y negro carbón en balcón esquinado y el escudo; y oro sobre las ventanas que articulan la proyección vertical del palacio. En el interior encontramos restos de almagre y brea en los forjados más sencillos y una rica coloración de oros, bermellones, azules y verdes aplicados al temple con cola en las alfarjías de cinta y saetino de las estancias nobles y privadas; revocos de cal y yeso -trabadillos- decorados al temple con motivos geométricos cuadrangulares -rojos y verdes- en la antesala del primer soleador; y una rica decoración de esgrafiados compuesta por una base de color negro de dos capas y una fina lechada de temple animal blanca -que perfila los motivos decorativos-, pobre en cola, rica en calcita y muy resistente frente a humedades, en los salones inferiores.

4 GÁRA TE ROJAS, I., Artes de la cal, Instituto Español de Arquitectura-Universidad de Alcalá, Munilla­Lería, Madrid, 2002.

5 SERLIO BOLOÑES, S., Tercero y qvarto libro de architectura, Toledo, en casa de Iván de Ayala, 1552, Biblioteca Nacional de Madrid, R/ 1024, Libro IIIl, capítulo XI, f., 144. En término muy similares se expresaba Cennino Cennini en el capítulo CLXXIV de su obra, ya citada, cuando afirma: «Acontece al artista tener que saber trabajar enteramente todo, especialmente en aquelas obras que le reportan honra; y, por tanto, aunque no sea costumbre pero como yo lo he experimentado te lo enseñaré. Caerá en tus manos una figura de piedra, grande o pequeña, y tendrás que (pintarla] … ». CENNINl, C., JI libro de// … , op. cit.

6 Véase sobre este particular nuestro trabajo: SANZ FERNÁNDEZ F., SANZ SALAZAR, M., DE ORELLANA-PIZARRO, J., «La decoración y articulación … «, art. cit. Cfrs. etiam: VASAR!, G., Le vite de’ piit eccellenti architetti, pittori et scultori (lntroduzione Cáp. XXVI Pittura, «De gli Sgraffiti delle case, che reggono l’acqua; quello che si adoperia fargli e come si lavorano le grottesche nelle mura»), Torino, Einaudi, 1991, pp., 72-73. Acerca del esgrafiado italiano véanse: SARTOR, A., «Il rilievo delle pareti grafitte», in Disegnare idel tnmagini, nº 12, Anno VII, p., 25-ss. ERRICO-STELLA, V. M., FINOZZI, S., GIGLIO, l., «Ricognizione e schedatura delle facciate affrescate e graffite a Roma nei secoli XV e XVI», in Bo/letino d’Arte, nº. 33-34, 1985. BALDI, P., CORDARO, M., MORA, P., MORA, L., «Arqnitecture-Coleur», ICCROM, Roma, 1981, p., 133-ss.

7 PARRA CREGO, E., Análisis químico y estudio de Ja superposición de capas de mortero y pintura de las antiguas casas principales de Hemando Pizarro en Trujillo (Cáceres), Laboratorio de análisis para la restauración y la conservación de obras de arte, Villanueva de la Cañada, 2003, p., 3.

8 Hemos tomado la trascripción de: GODOY BARRADO, J., «Obra retablistica, pictórica y escultórica documentada en los Libros de Fábrica de Santa María la Mayor de Trujillo, XXIX Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2000, pp. 109-142.

9 Sobre la obra de este maestro cantero trujillano véanse entre otros trabajos: LOZANO BARTOLOZZI, M» M., «Los conventos de Mérida en la historia moderna Fundaciones, supervivencia, transformación ruina o reutilización», Norba Arte, XVII, 1997, p., 138. lEJADA VIZUETE, F., Fuentes documentales para el estudio de la arquitectura de Jos siglos XVII y XVIII en Mérida y su entorno, Junta de Ext:remadura, Badajoz, 2004. BENA VIDES CHECA, J., Prelados placentinos, op. cit., p., 203. MORA ALISEDA, J., y SUÁREZ DE VENEGAS SANZ, J., Don Benito, tomo II, Editora Regional, 1995, pp., 555-558. SANZ FERNÁNDEZ, F., «El palacio de los Barrantes-Cervantes. El diálogo arquitectura­ciudad entre dos proyectos diacrónicos» en Trujillo desde el Barroco al Neoclasicismo, Real Academia de Ext:remadura de las Letras y las Artes, Badajoz, 2004, pp., 317-354

10 A.P.SM». Libros de Fábrica II, 1583-1625, f. 30. Cfrs. etiam: BARRIOCANAL LÓPEZ, Y. y GALLEGO DOMÍNGUEZ, O., «La capilla funeraria … «, art. cit., pp., 30-31. «Más me hago cargo de doscientos mil mrs. que el licenciado García Cervantes de Gaete dio por el sitio del sagrario viejo q. está a la mano derecha del Altar Mayor para hacer en el su entierro y capilla» A.P.SM8., Libros de Fábrica Il, 1583-1625, f. 30

11 En 9 de junio de 1574 se firmó, ante el escribano Pedro de Carmona, la escritura de transacción y trueque de la Capilla de Santa Ana y la iglesia de Santa Maria. La familia Loaisa se comprometió a pagar a la Iglesia 7.500 maravedises de renta de juro de a 20.000 maravedises cada millar, de los 40.000 maravedises que tenían de renta sobre las alcabalas de ganados, heredades y carnícerias de esta ciudad. También fundaron una Capellanía en su Capilla de Santa Ana A.P.T Pedro de Carmona 1574-1575, 9/6/1574, Caja nº 6.

12 » … Queremos e mandamos que la Capilla e enterramiento que tenemos en la Iglesia del Señor San Martín en la Capilla Mayor de la dicha Iglesia ande junta con todo ello por Mayorazgo … «. La trascripción de este documento la hemos tomado de la obra de Juan Tena, quien a su vez refiere haberlo leído en el archivo particular de la familia trujillana Núñez Secos. Ésta es propietaria, todavía hoy, de la villa de campo que Pedro Suárez de Toledo tenía entre Trujillo y Monroy. Es de suponer que Tena leyó el protocolo original salido de la escribanía de Francisco de Villatoro entre los restos del archivo de los Orellana Toledo guardado en la citada villa campestre; particular que no hemos podido confirmar. Tampoco el Archivo de Protocolos de Trujillo conserva documentos notariales firmados por Villatoro con anterioridad a 1574. TENA FERNÁNDEZ, J., Truji/lo … , op. cit., p., 341.

13 DÍEZ GONZÁLEZ, M». C., Arquitectura de los conventos franciscanos observantes en la provincia de Cáceres, Colegio Oficial de Arquitectos de Extremadura, Cáceres, 2003.

14 En 1587 se remata la primera nave-capilla, cabe el crucero, y la ciudad ordena encalarla y poner las armas del rey Felipe. La documentación dice muy claramente que se entregan «los dos escudos en alto» para la clave de la dicha capilla A.M.T. Actas de Acuerdos 1583-1590, 6/11/1587, f., 341. En junio de 1588 el albañil Pedro Martín recibe 30 ducados como pago por el encalado (previsiblemente con esgrafiado o cantería falsa) de la bóveda A.M.T. Actas de Acuerdos 1583-1590, 20/6/1588, f., 422; y un mes después, Juan Cristóbal recibía 20 ducados por pintar y dorar la bóveda A.M. T. Actas de Acuerdos 1583-1590, 2217/1588, f., 427.

15 «Volviendo de aquellas partes [Frisia y Flandes] el capitán Mendo trajo muchas y diversas reliquias en cajas y bultos de preciosidad, y curiosidad para que se colocasen en su capilla … se colocaron [allí] el mismo día de su vocación, que es de San Ildefonso, a veinte y tres de enero del año de mil e seiscientos e dos». DÍEZ GONZÁLEZ, M». C., Arquitectura de los conventos franciscanos … , op. cit., p., 348.

16 «Acordase que el señor Rodriga de Sanabria sea comisario con el señor Gómez de Salís para la obra de la capilla de esta sala de ayuntamiento y se haga de la traza y como les pareciere y como quede muy buena y muy pulida y como conviene al culto divino». A.M.T. Actas de Acuerdos 1583-1590, 29/10/1584, f., 134.

17 La obra de albañilería-bóvedas vaídas- de la sala alta del Ayuntamiento viejo fue hecha en 1585 por Juan de Vargas, maestro de obras de Plasencia: «Julio doce. Se cometió al Señor Melchor González, comisario de la obra de la sala del Ayuntamiento, que escriba a la ciudad de Plasencia para que den licencia que Juan de Vargas, maestro de obras, venga a ver esta obra de la sala del Ayuntamiento y a dar orden cómo se asienta el ladrillo en las bóvedas y se envíe persona que con el dicho Juan de Vargas, e con otro buen oficial lo trate y concierte el salario que se le ha de dar». A.M.T. Actas de Acuerdos 1583- 1590, 12/7/1585.

Francisco Sánchez y un oficial que trajo de Plasencia, hicieron la obra de cantería «Julio, de 1585. Libramiento. Que se libren a Francisco Sánchez, cantero, y al oficial que trajo de Plasencia para la obra de la sala del Ayuntamiento, cuatro mil y novecientos y cincuenta y cuatro maravedises de sus salarios y otros derechos». A.M T. Actas de Acuerdos 1583-1590, 7/1585.

En los trabajos de cantería intervino también García Carrasco, probablemente en la traza y ejecución de la portada-capilla que alojaba el altar: «Mayo 26 de 1585. Este día se libró a García Carrasco, cantero, la mitad del tercio postrero por la obra de la sala, digo de la capilla del Ayuntamiento alta. A.M T. Actas de Acuerdos 1583-1590, 26/5/15&5.

18 A.M.T. Cuentas de Propios 1506-1518,1511, f., llOr. Cuentas de Propios 1505-1519, 1518, f., 210r. Real Provisión de Felipe II al concejo de la ciudad de Trujillo para que pueda dar cada año 30.000 maravedíes como salario a un maestro y mozos de coro. Despachada en Madrid, a 16 de febrero y refrendada de Juan Gallo de Andrada, legajo 40, carpeta 2, 2 folios. Real Provisión despachada en Madrid, a 14 de diciembre y refrendada de Lucas de Camargo, para que Trujillo pueda dar a 5 ministriles 38.750 maravedíes y 24 fanegas de trigo hasta el 12 de agosto de 1588 y de allí en adelante por tiempo de 6 años 125.000 maravedíes y 30 fanegas de Trigo, legajo 59, carpeta 23.

19 «Camino de Santa Cruz se llega a corta distancia al Humilladero, que es un templecito redondo sobre tres gradas, con ocho columnas y cúpula encima de muy buena traza, y el cual se terminó de hacer, según un letrero, en el 1596. En medio hay un Crucifijo con una colwnna de orden corintio». PONZ, A, Viaje por Extremadura ( 1778), Tomo 1, Biblioteca Popular Extremeña, Salamanca, 1983.

20 Es importante señalar que este tipo de bóvedas no se hacían en Trujillo, ni de cantería ni de ladrillo, a pesar de ser uno de los modelos característicos de nuestro Renacimiento. Como prueba de ello baste mencionar el acuerdo municipal porque el que se mandaba venir de Plasencia a un maestro albañil que supiese hacerlas: » … que escriba a la ciudad de Plasencia para que den licencia que Juan de Vargas, maestro de obras, venga a ver esta obra de la sala del Ayuntamiento y a dar orden cómo se asienta el ladrillo en las bóvedas … «. A.M.T. Actas de Acuerdos 1583-1590, 12/7/1585.

21 «Seis mil doscientos e sesenta mrs. a Juan Átvarez, tendero, de los tapices [para el Ayuntamiento]». A.M.T. Cuentas de Propios 1505-1519, 1519, f., 234v

22 ANDRÉS ORDAX, S., y PIZARRO GóMEZ, F. J., El patrimonio artístico de Trujillo (Extremadura), Editora Regional de Extremadura, p., 153.

23 A.M.T. Actas de Acuerdos 1583-1590, 26/5/1585~ 21/10/1582.

24 «Octubre 11 de 1585. Comisión sobre pintura de la Sala. Cometióse al señor Melchor González, comisario de la obra de la sala alta del Ayuntamiento, envíe a llamar al pintor de Cáceres para tratar con él la pintura de la dicha sala». El 26 de este mismo mes de octubre ya estaba el pintor de Cáceres en Trujillo, pues se trata del concierto de su trabajo en el siguiente acuerdo: «Octubre 26 de 1585. Este día se cometió a los señores Hernando de Ore/lana y Gómez Salís que concierten con el pintor de Cáceres la pintura y dorado de Ja sala del Ayuntamiento, dándole el salario que parezca ser justo e de manera que les parezca mejor como quiera la ciudad». A.M.T. Actas de Acuerdos 1583-1590, 11 y 26/10/1585.

25 ANDRÉS ORDAX, S., y PIZARRO GóMEZ, F. J., El patrimonio … , op. cit., p., 153.

26 «Habiéndose terminado la restauración de las pinturas del Salón Consistorial encomendada al artista, Don Francisco Ruiz de la Hermosa, por acuerdo del día treinta y uno de mayo último, contenido en el particular quinto del acta del expresado dia, se dispone que con cargo al capítulo de imprevistos del Presupuesto Municipal vigente, se le pague Ja cantidad de mil novecientos veinte reales a que asciende la obra hecha, y como quiera que además del trabajo anterior se Je haya encomendado también pintar un cuadro al óleo que represente a S. M el Rey de España, Don Alfonso XII, se tenga en cuenta esta obligación contraída antes de expirar el presupuesto vigente, para poder pagar el importe de dicho cuadro durante los tres meses de ampliación con cargo al capítulo de imprevistos de dicho presupuesto». A.M.T. Actas de Acuerdos 1875, 28/6/1875.

27 A.M.T. Actas de Acuerdos 1583-1590, 30/5/1586; 20/10/1586.

28 ANDRÉS ORDAX, S., y PIZARRO GóMEZ, F. J., El patrimonio … , op. cit., p. 139. VV.AA, Trujillo Crisol de Culturas, Lunwerg, Barcelona, 1995, pp., 59-60. MALDONADO ESCRIBANO, J., «Palacios, cortijos y casas de campo en las dehesas de Trujillo (Cáceres), XXXIV coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2005, pp., 382-386.

29 MONTIJANO GARCÍA, J. M., Giorgio Vasari y la formulación de un vocabulario artístico, Universidad de Málaga, Málaga, 2002, p., 300.

30 Es evidente que la ausencia de las armas de los promotores -las estrellas de los Paredes- como fondo del escudo y estas palabras responden a la voluntad de ensalzar la fe en Dios y su gloria y perfección por encima del honor y la vanidad terrenales que representaban blasones y divisas.

31 Quizás la imagen más impactante y elaborada de todo el conjunto a través de la cual el anónimo autor de las pinturas demuestra una gran pericia y capacidad compositivas. Clodoaldo Naranjo se refirió a ella en su obra Trujillo y su tierra Historia monumentos e hijos ilustres. en la que recoge la trascripción de las dos sentencias que ilustran los libros portados por dos ángeles: «las almas de los justos están en la mano de Dios y no los tocará el tormento de la muerte». «Los justos vivirán por siempre y junto al Señor está su recompensa». NARANJO ALONSO, C., Trujillo y su tierra. Historia, monumentos e hijos ilustres, tomo II, Trujillo, 1922, pp., 156-157. C.frs. etiam: MALDONADO ESCRIBANO, J., «Palacios, cortijos… «, art. cit., p., 385.

32HUTCHISON, J. C., The J/lustrated Bartsch, New York, Abaris Book, 1980. IruIDOBRO SALAS, C., «Catálogo de grabados alemanes de la Biblioteca Nacional», en AA W., Grabados alemanes de la Biblioteca Nacional, Ministerio de Educación y Cultura, Electa, España, Madrid, 1997, pp., 338 y 575. SANZ FERNÁNDEZ, F., «Ecos de Rogier de la Pasture, Dierick Bouts, Hans Memling y Martín Schongauer en las composiciones de Femando Gallego», XXXIII Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2005.

33 «Salió electo por décimo provincia/ el R.P.F Alonso Altamirano, natural de Trujil/o, de la familia de este apellido, varón muy docto … Fundase en su tiempo el Convento de San Antonio de Religiosas Descalzas de la primera Regla de Santa Clara, en la ciudad de Trujillo, primera planta del monasterio Real de las Descalzas de Madrid, de donde vinieron las fundadoras, y entraron en la nueva fundación el año de mil y quinientos y setenta y cuatro … «, SANTA CRUZ, J. de, 0.F.M., Crónica de la Santa Provincia de San Miguel, facsímil de la edición única de 1671, Col. Crónicas Franciscanas de España, Vol. XIX, Ed. Cisneros, Madrid, 1989, Cap. XVIII, p., 50. TENA FERNÁNDEZ, J. Trujillo Histórico … , op. cit., p., 38.

34 A.M.T. Actas de Acuerdos, 1590-1596, 15/9/1595.

35 Mandáronse librar cinco mil seiscientos ochenta y nueve maravedises de las cosas de hierro labrado, grapas, tarugos y barras para el reloj de San Martín y quinientos noventa y ocho reales y catorce maravedises que costaron la compra y acarreo de los azulejos. A.M.T. Actas de Acuerdos 1590-1596. 11,13 y 15/12/1595.

36 A.M.T. Actas de Acuerdos 1590-1596, 19/1/1596.

37 A.M.T. Actas de Acuerdos 1602-1610, 1607, f., 312r.

38 A.M.T. Libros de Acuerdos, 1583-1590, f, 211. A Gabriel Miranda, pintor, «por las demasías y dorado de la puerta de San Francisco». A.M T. Libros de Acuerdos 1590-1596, 18/3/1596, f., 67.

39 A.M T. Libros de Acuerdos 1590-1596, 21/1/1596, f., 55v.

40 A.MT. Actas de Acuerdos 1590-1596, 21/8/1592.

41 A.M.T. Actas de Acuerdos, 1583-1590, 14/10/1585, f., 209. Vid. etiam notanº 64.

42 BRUQUET AS GALÁN, R. et alter, «Los retablos. Conocer y conservar», Revista del Instituto del Patrimonio Histórico Español, nº 2, 2003. ECHEVERRÍA GOÑI, P. L., Policromía renacentista y barroca, Cuadernos de Arte Español, nº 48, historia 16, Madrid, 1992. GÓMEZ ESPINOSA, T., «Policromía del gótico final. El retablo Mayor de la Catedral de Toledo y obras burgalesas de Gil de Siloé», Congreso Internacional Gil de Si loé y la escultura de su época, Burgos, 1999. C.frs. etiam: SANZ FERNÁNDEZ, F., Fernando Gallego y su taller en el Altar Mayor de Santa María de Trujillo (ca. 1490). Trabajo de Grado defendido en la Universidad de Extremadura en septiembre de 2006, inédito.

43 El mismo Fernando, los años finales de su vida, quizás cuando su estilo había sido superado en Salamanca por la introducción de una corriente renovada y más italianizante -pensemos en Juan de Borgofia que en junio de 1504 era llamado por la Universidad para «tomar la pintura del retablo» de la Capilla del Estudio– retomó sus trabajos de juventud como pintor a lo morisco, si tornamos la denominación de las ordenanzas de Córdoba de 1493, ya citadas, ejecutado junto a Pedro de Tolosa en 1507 los artesones y las vigas de la tribuna de la capilla de la Universidad. Véase: GóMEZ MORENO, M., «La Capilla de la Universidad de Salamanca», B.S.C.E., VI, 1913, pp., 321-329. Cfrs. etiam: SILVA MAROTO, P., Fernando Gallego, Caja Duero, Salamanca, 2004, pp., 51 y 430.

44 BENA VIDES CHECA, J., Prelados Placentinos, Sandoval, Plasencia, 1999, pp., 83-84.

45 SANZ FERNÁNDEZ, F., Femando Gallego y … , op. cit., p., 40.

46 A.M.T. 12/11/1484, legajo 4, carpeta 9. Doc. cit. por SÁNCHEZ RUBIO, M» de los A., Documentación Medieval. Archivo Municipal de Trujillo (1256-1516), Parte 1, Instituto Cultural «El Brocense», Cáceres, 1992, p., 119.

47 De este pintor conocemos muy poco, a penas el dato ya referido. No obstante, aparece como testigo de cargo en el juicio inquisitorial seguido contra el trujillano Pérez Jarada «Alonso González, pintor, vecino de Trujillo, dijo que puede haber tres años, poco más o menos, que estando este testigo en la plaza, vio como don[. .. ] Cohen enviaba un cuarto de carnero con un mozo suyo a Gonzalo Pérez ]arada. Y el mozo lo llevaba en la mano de fuera, e como lo vio el amo que lo llevaba así, llamo/e e riñó con él e hizo/e que lo cubriese, e luego lo se lo llevó a su casa … » A.H.N. Proceso contra Gonzalo Pérez Jarada, Regidor de Trujillo. Causas de la Inquisición. Judíos. Toledo. 1489-1490, 29/1/1490, legajo 175, nº 662, f., 20r. Doc. cit., en: BEINART, H., A Jewish community in Extremadura on the eve of the expulsión from

48 ¡ain, The Magnes Press, The Heb~w University, Jerusalén, 1980, p., 292. A.M.T. Actas de Acuerdos, legajo 8, carpeta 24, ff., 48 y 88. Cfrs. etiam: TENA FERNANDEZ, J., Historia de Santa María de la Victoria, Serradilla, 1930, pp., 53-ss.

49 Especialmente importante son los restos hallados durantes las obras de consolidación, limpieza y restauración del retablo Mayor del templo. Entonces, se descubrió que los listones verticales o pies derechos que sustentan la estructura se reaprovecharon de una armadura policromada de aproximadamente el siglo XIV. Así mismo, fue durante el transcurso de estas obras, en 2003, cuando ararecieron varias piedras románicas policromadas en verde, negro y rojo en el bajo cubierta del ábside.

50 A.M T. Cuentas de Propios 1505-1518, 1505, legajo 8, carpeta 24, f., 15v.

51 A.MT. Cuentas de Propios 1505-1518, 1505, legajo 8, carpeta 24, f., l0v.

52 Así se desprende de los asientos contables del libro de Cuentas de Propios de 1505-1518, ya citado. Un ejemplo interesante será el de Alonso Casco, probable hermano del pintor homónimo, que se intitula tanto carpintero como entallador; también el del morisco Gutierre de Soto, que aparece como albañil cuando se ocupa de la pavimentación de calles: «Cuatro mil mrs. que dio a Diego de Ore/lana y Gutierre de Soto, albañiles, porque mudaron la calzada de la puerta de Fernán Ruiz»; y como carpintero allí donde ha de colocar, por ejemplo, un portillo: «Este día, diez y seis de octubre de mil quinientos e ocho años, ante Los dichos señores, pareció presente Juan de Ve/asco e Alonso Cervantes e Diego de Orellana e Gutierre de Soto, carpinteros, vecinos de La dicha ciudad de Trujillo e dijeron que ellos tomaban a hacer las cuatro puertas que se han de hacer a las puertas de San Juan e Santiago e Santa Cruz y de Hernán Ruiz». A.M T. Cuentas de Propios 1506-1519, 8/5/1508, legajo 8, carpeta 24, f., 60r. A.M.T. Actas de Acuerdos 1507-1509, 16/10/1508, legajo 9, carpeta 1, f., 53r.

53 BENA VIDES CHECA, J., Prelados … , op. cit., p., 138.

54 «A Villalobos, pintor, seis mil mrs de Los oficios del día del Corpus». AM.T. Cuentas de Propios 1505- 1519,1509, legajo 8, carpeta 24, f., 95r. «Seis mil mrs. a Alonso de Villalobos, pintor, por las cosas que hizo para la fiesta del Corpus Cristi». AM.T. Cuentas de Propios 1505-1519, 26/4/1511, f., 112r. «A Villalobos, pintor, por la fiesta del Corpus de 1514, cinco mil mrs.». A.M.T. Cuentas de Propios 1505- 1519, 1514, f., 160v.

55 A.MT. Actas de Acuerdos 1530-1533, 21/4/1531, Legajo 19, Carpeta l.

56 A.M T. Actas de Acuerdos 1619-1630, 1623, f., 202r.

57 TENA FERNÁNDEZ, J. Trujillo Histórico y Monumental, Trujillo, 1988, p., 414.

58 «Octubre 3 del J 583. Libramiento -retablo- Ayuntamiento. Este día se mandaron librar a Juan Sánchez, pintor, veinte ducados para cuenta de los sesenta en que está obligado a pintar y dorar el retablo de la sala alta del Ayuntamiento de esta ciudad, está obligado ante Bartolomé Diaz, escribano». A.M.T. Actas de Acuerdos 1583-1590, 3/10/1583. Vid etiam: A.M.T. Actas de Acuerdos 1583-1590, 11/6/1583, f., 82.

59«Diciembre 6 de 1582. Libramiento. En este día se mandaron librar a Joanes de la Fuente, diez ducados para la hechura de una imagen de San Gregario que hizo para La sala del Ayuntamiento».

60 A.P.T. Pedro de Carmona 1570-1571, 27/7/1570, Caja nº 5, ff., 210r-210v. 61 A.M.T. Actas de Acuerdos 1583-1590, 30/5/1586 y 20/10/1586.

61 A.M.T. Actas de Acuerdos 1576-1583, 6/12/1582. «Se libró a Muriel Solano catorce ducados por pintar y dorar la imagen de San Gregario de la capilla del ayuntamiento». A.M.T. Actas de Acuerdos 1576- 1583, 18/4/1583.

62 Pedro de Mata, por ejemplo, doraba la imagen de San Andrés del Ayuntamiento en 1593. «Enero 20 de 1593. Libramiento de San Andrés. Este día se mandó librar a Pedro Mata, pintor, veinte y dos ducados porque pintó a S. Andrés». A.M.T. Actas de Acuerdos 1590-1593, 20/1/1593.

63 SANZ FERNÁNDEZ, F., Fernando Gallego… , op. cit., p., 90.

64 «Este día se mandaron librar a Juan Jiménez pintor trescientos reales a cuenta del dorado del escudo de la plaza» A.M.T. Actas de Acuerdos, 1583-1590, 14110/1585, f., 209.  Este escudo, bien es cierto que sin color, puede imaginarse y percibirse en el dibujo que el taller de Laborde hizo de la plaza Mayor de Trujillo a comienzos del siglo XIX, poco después de la invasión napoleónica. Y más recientemente en la veduta histórica que Miguel Sanz Salazar, coautor de esta investigación, ha realizado del mismo recinto.

65 De este autor, afirma Benavides Checa que fue responsable de las pinturas del Altar Mayor del templo trujillano de San Martín, cuya mazoneria había realizado Francisco Rodríguez en 1572: «se leyó una petición que el Cura y Beneficiados de la Iglesia del Señor San Martín dieron, suplicando a esta Ciudad haga alguna limosna a la dicha Iglesia para ayuda al retablo que para ella se hace, y esta Ciudad acordó que trayendo facultad de S. M para ello, se le señale y dará de limosna por esta vez cien mil maravedises». A.M.T. Actas de Acuerdos 1569-1576, 8/2/1572. Cfrs. etiam: BENA VIDES CHECA, J., (1907). Prelados … , op. cit., p., 137. A.P.SM. Cuentas de Fábrica 1538-1590.

66 Una vez el concejo se aseguró el patronato de la Capilla Mayor que le habían discutido Diego de Vargas y Hernando Pizarro, como demuestran las armas de la ciudad que aloja el alfiz. Véanse: AM.T Conventos, 6/10/1562, leg. 34, carpeta, 2. AM T. Libro de traslados, leg. 4, carp. 4, ff., 238-240. AH.P.C. Protocolo de Cristóbal de Cabrera, 3/2/1564, leg., 4.419, ff., 62-66. Doc. cit. en DÍEZ GONZÁLEZ, M». C., Arquitectura de los conventos … , op. cit. Cfrs. etiam: Crónica de la Provincia de San Miguel de la Orden Franciscana, escrita por Fray José de Santa Cruz, 1671, p., 369-370.

67 AM.T. Actas de Acuerdos 1590-1596, 4/12/1595, f., 485v.

68 A.M.T Actas de Acuerdos 1590-1596, 18/3/1596, f., 67. «Por dorar los escudos de la puerta de la i§lesia de San Francisco … «, Cuentas de Propios 1593-1611, f., 126.

69 AM.T. Actas de Acuerdos 1596-1602, 1601, f., 478r. Actas de Acuerdos 1602-1610, 1607, ff., 311 r .. 312ry319v.

70 AM.T Actas de Acuerdos 1583-1590, 6/11/1587, f., 341. A.M.T. Actas de Acuerdos 1583-1590, 22/7/1588, f., 427.

 

Nov 072013
 

Domingo Quijada González

1.- Introducción

En los XXVI Coloquios Históricos de Extremadura (1997), presentábamos una ponencia titulada “¿Cambios o ciclos climáticos?”… referente a la evolución meteorológica en Navalmoral de la Mata durante el pasado siglo. Con la que pretendíamos, además de comprobar la utilidad de la información histórica como materia interdisciplinar y de complementar nuestra base de datos en materia meteorológica, indagar acerca de la posibilidad aparente de un cambio climático en los últimos tiempos debido a la acción antrópica negativa (tema muy debatido últimamente, dadas las frecuentes anomalías del tiempo); utilizando como soporte, además de las fuentes históricas, los registros del INM (tanto de la Estación Meteorológica de esta localidad, Centro Meteorológico Territorial de Extremadura, como otros a nivel nacional).

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Nov 042013
 

 Francisco Vicente Calle Calle.

Más allá de las puertas, con sus arcos y figuras, más arriba de todos los adornos, arquitrabes, hojarascas y tímpanos, frisos y guirnaldas, encima incluso de ventanales y vidrieras, tan altas que no alcanza la vista de los niños, allí surgen las gárgolas y monstruos que sobresalen de la piedra con cuerpo de animal y expresión torturada, canalones que abren de par en par la boca, con mueca de dolor, y vomitan las aguas de pecados que no pueden rebasar los tejados de la iglesia, sátiros divertidos y diablillos traviesos que sirven de estética a la fealdad.

            Las gárgolas de la catedral de Coria se agarran al alero del tejado con una fuerza casi sobrehumana que pudo soportar el terremoto de Lisboa y los siglos de miedo a las alturas. Pero sus ojos pétreos siguen condenados a sufrir con envidia la amistad de las golondrinas que, obstinadas, regresan cada primavera para arrullarse sobre la cara exagerada, sobre el cuerpo deforme, sobre la fea belleza de las gárgolas”.

                                                                                                                     José María ÁLVAREZ PEREIRA

 

             El 22 agosto de 1558 el escribano de S. M. Pedro Salcedo levantaba acta de la creación de una capellanía en la ermita de Nuestra Señora de Monserrate de la ciudad de Santiago del Nuevo Extremo por parte del capitán Rodrigo Quiroga y de Inés Suárez, su legítima mujer, para que en

ella digan perpetuamente los frailes de dicho convento de Nuestra Señora del Rosario, (…) en cada año, para siempre jamás, por la conversión de los naturales de esta tierra e por el alma del (…) gobernador D. Pedro de Valdivia e por las animas del dicho Rodrigo de Quiroga y de la dicha doña Inés Suárez y de sus padres y aguelos e de sus hijos e de sus descendientes e por los demás conquistadores desta tierra una misa rezada, de tres a tres viernes, de manera que sea desde un viernes la dicha misa e dos viernes no, e asi por esta orden se han de continuar perpetuamente (…)[1]”.

 

            Esta acta es uno de los pocos documentos conservados sobre la conquista de Chile en el que se menciona expresamente a Inés Suárez. La hemos citado al inicio de esta ponencia porque pone de manifiesto una de las facetas de los conquistadores, la de constructores de iglesias y catedrales en el Nuevo Mundo. Sin embargo, no sólo se levantaban nuevos templos en aquellas lejanas tierras. También en España, y más en concreto, en Extremadura, se estaban edificando o remodelando en la misma época importantes construcciones religiosas como la catedral de la ciudad que vio nacer a Inés Suárez o la de la cercana ciudad de Coria.

            Por ello nos ha parecido interesante estudiar las gárgolas de la catedral de Coria, porque creemos que, a través de dicho estudio, podemos acercarnos a algunas de las ideas que había en nuestra tierra, mientras que nuestros hombres y mujeres, como diría Chamizo, “trunfaban” en América.

            Aunque la diócesis de Coria es la más antigua de las que existen hoy en Extremadura, la Catedral de la Asunción es en su mayor parte un edifico del siglo XVI. Curiosamente, las principales etapas de la construcción de la catedral coinciden con el período vital de Inés Suárez, ya que la placentina vivió de 1507 hasta 1580, y la fase principal de construcción de la catedral se llevó a cabo entre 1496, fecha de los inicio de los trabajos de la nueva catedral por Martín de Solórzano y 1570, año de la muerte de Pedro de Ybarra, el principal arquitecto que trabajó en la obra[2].

Las gárgolas que vamos a estudiar se encuentran en partes que ya estaban diseñadas a mediados del siglo XVI, según podemos ver en un plano de Pedro de Ybarra que data de 1550 conservado en el archivo de la Catedral (legajo 361, obras).

            Del primitivo templo queda una sola gárgola de factura bastante simple que se encuentra hoy día en el suelo del el patio del claustro y que representa una cara en la que se ven claramente unos ojos almendrados y parte de la nariz.

            El resto de las gárgolas de la catedral cauriense nada tienen con ver con esta gárgola primitiva ya que son esculturas mucho más complejas tanto desde el punto de vista de su talla como en lo que respecta a su simbología, y eso, a pesar de que un gran número de ellas se encuentran muy deterioradas.

            Para su estudio aplicaremos el método iconológico consistente en describir y descifrar la figura que observamos interrelacionándola con conceptos literarios, filosóficos, etc., para a continuación intentar averiguar cuál es su significado concreto en el contexto en que aparece, en este caso la Catedral de la Asunción de Coria.

           

            En otros estudios hemos clasificado las gárgolas en tres grandes grupos: gárgolas antropomorfas, gárgolas animales y gárgolas fantásticas o monstruosas[3]. En el caso que nos concierne no vamos a seguir este esquema porque no existe más que un ejemplo claro de gárgola con forma de animal, en concreto un león. El resto de las gárgolas, excepción hecha de algunas con formas geométricas, las podemos clasificar en gárgolas antropomorfas y gárgolas de temas renacentistas.

 

Gárgolas animales:

            La única gárgola completa en forma de animal conocido que encontramos en la catedral de Coria es una en forma de león que se encuentra en el muro este (fig. 1). Aparece sentado sobre los cuartos traseros. La pata delantera derecha está levantada hasta la altura de la cabeza y tiene asido un objeto que no hemos podido identificar, porque está roto y muy deteriorado. La pata delantera izquierda está tocando la melena a la altura del pecho con las uñas mirando hacia dentro. Su cabeza es de león macho con abundante melena en la que destaca la lengua que sobresale entre las mandíbulas. Lo más curioso de este animal es que entre sus patas lleva una calavera en la que claramente se esboza una sonrisa.

Desde un punto de vista simbólico león, que desde la antigüedad fue considerado como el rey de los animales, es un animal polivalente[4]. Por regla general, el león está íntimamente ligado en la iconografía cristiana a la imagen de Cristo. Según los bestiarios, el león borra tras de sí sus huellas con la cola, lo mismo que Cristo escapa al Diablo. Además, los leones nacen muertos pero al cabo de tres días el león los resucita, en un gesto cargado de un claro simbolismo. También es un animal conocido por su lealtad hacia las personas que lo ayudan. No olvidemos el caso del león que acompaña a San Jerónimo.

Además, el león no cierra nunca los ojos, por lo que se convierte en un símbolo de la vigilancia. Por esta razón aparece con tanta frecuencia en las tumbas pero también encaramado en las entradas y tejados de iglesias y palacios, tal y como lo recuerda Alciato en sus Emblemas: “Est leo: sed custos oculis quia dormit apertis, Templorum idcirco ponitur ante fores[5] “. (“Y aquí está el león, y como este guardián duerme con los ojos abiertos, se pone por lo tanto como custodio ante las puertas de los templos”).

Valorado negativamente el león puede simbolizar a los pecados de ira, orgullo y soberbia indistintamente[6].

Además de todo lo que hemos dicho, el león puede ser también un símbolo del Diablo: “¡Sed sobrios y estad en guardia! Vuestro enemigo, el Diablo, como león rugiente, da vueltas y busca a quien devorar” (1 San Pedro, 5, 8).

Ya hemos indicado que, en la gárgola que estamos estudiando, el león tiene una calavera entre las patas. Ésta podría representar el alma de un condenado llevada hacia las penas infernales por un diablo con forma de león. Se trataría en este caso de lo que se conoce como un diablo psicopompo; aunque también podría tratarse de un diablo ejerciendo como torturador infernal.

Sin embargo, a pesar de estas posibles interpretaciones creemos que la más acertada es ver a este león como una representación de la muerte, ya que la calavera es símbolo por antonomasia de la muerte y de lo perecedero desde la Edad Media[7].

 

Gárgolas antropomorfas.

            Encima de la citada gárgola en forma de león se encuentra otra que representa a un hombre sentado tocado con una especie de turbante o gorro redondo (fig. 2). Está vestido con un traje de la época en el que se aprecian claramente las mangas y los gregüescos acuchillados. Tiene una barba abundante. Su cabeza parece descansar sobre su mano derecha mientras que la izquierda se apoya en el muslo de la pierna izquierda. Ambas piernas están cruzadas a la altura de las pantorrillas.

            Esta gárgola va a servirnos de punto de partida para hablar de otras gárgolas antropomorfas de la catedral cauriense cuyos gestos y posturas están más o menos relacionados con los de la gárgola que acabamos de describir.

Parecida a la gárgola que acabamos de estudiar es otra que se encuentra en el lado sur, en una cornisa que da hacia el Paredón. Lo mismo que la gárgola de la fig. 2 representa a un hombre con las piernas cruzadas a la altura de las pantorrillas que se lleva la mano derecha a la barba y tiene la izquierda sobre el muslo de la pierna izquierda. Parece que también viste unos gregüescos aunque está tan deteriorada que no podemos afirmarlo con exactitud. Visto desde los lados parece llevar una especie de capa. Su cara y su cabeza son algo deformes, con la frente muy despejada y los cabellos rizados y enmarañados. Sobresalen los pómulos y los arcos superciliares.

La diferencia que existe entre las dos gárgolas citadas y la que vamos a estudiar a continuación radica en el hecho de que ésta no está tocándose la barba o el mentón, ya que su mano derecha está sobre el sexo y la izquierda sobre el pecho. Sin embargo, el resto de características físicas son más o menos similares.

Por último, hay otra gárgola (fig. 3) que comparte las principales características físicas de las otras tres gárgolas, aunque tiene los brazos cruzados a la altura del abdomen. Sin embargo, lo que la diferencia de las otras es que las piernas, que también están cruzadas a la altura de las pantorrillas, no se terminan en unos pies humanos sino en unas volutas o zarcillos de apariencia vegetal.

Estas mismas volutas vegetales en lugar de los pies las encontramos asimismo en otra de las gárgolas, aunque en ésta la posición del cuerpo es un poco más retorcida que en las gárgolas precedentes. Las piernas siguen estando cruzadas; la mano izquierda parece reposar sobre la rodilla izquierda, aunque, dependiendo del punto de vista, también parece sujetar una bolsa con dicha mano. El brazo derecho cruza por debajo de la cabeza y sujeta algo en el lado izquierdo de la misma aunque no sabemos de qué se trata. Los rasgos de la cara vuelven a ser exagerados con ojos saltones, arcos superciliares y pómulos marcados.

La postura retorcida es aún más evidente en otro grupo de gárgolas que se encuentran en los muros norte y sur de la nave central. En general, la talla de estas gárgolas es más tosca que las que acabamos de estudiar, quizás porque cronológicamente parecen ser más antiguas.

Cada una tiene su particularidad. En la primera del muro norte, (fig. 4) un hombre desnudo, más bien entrado en carnes, sostiene el canalón con la mano derecha mientras apoya su mano izquierda sobre la cadera izquierda. Aparentemente está sentado con las piernas giradas hacia la izquierda del espectador. En su cara, que parece una máscara, sobresale la nariz, bastante ancha y parece tener barba y bigote.

El segundo personaje (fig. 5), está sentado de frente con las piernas cruzadas a la altura de la pantorrilla. En lugar de pies humanos parece tener unas pezuñas que salen de unas perneras. Como el personaje anterior tiene la mano izquierda sobre la rodilla izquierda y la derecha cruzada bajo la cabeza para sostener el canalón. Curiosamente, a la vez que sostiene el canalón agarra el extremo izquierdo de unos bigotazos que adornan su cara. Su cabeza es ovalada, con la cara aplanada en la que se aprecian claramente, además de los mencionados bigotes unas narices aplastadas, los ojos saltones y los arcos superciliares. El gesto de tirarse de los bigotes, igual que el de tirarse de las barbas, podría indicar desesperación.

La tercera gárgola (fig. 6) también tiene bigotes aunque lo que más resalta es la hipertrofia de la cabeza. También tiene una gran nariz, orejas separadas y los ojos medio cerrados. Como las otras dos, tiene las piernas cruzadas aunque los pies terminan en pezuñas partidas. En este caso, la mano derecha reposa sobre el vientre mientras que es la izquierda la que se cruza sobre el pecho para descansar a la altura de la clavícula derecha.

En el muro sur de la nave también hay otras tres gárgolas con posturas retorcidas. La figura 7 está arrodillada. Con los brazos y la pierna derecha abraza una especie de filacteria que acaba en una voluta en su parte inferior. Las manos están hipertrofiadas y la cara parece una máscara de ojos saltones y orejas despegadas.

La siguiente gárgola (fig. 8) también sostiene algo entre sus brazos, aunque en este caso, el objeto está en el lado derecho. Está mirando hacia la derecha del espectador y en su cara sobresalen los mofletes. Por debajo de la rodilla de la pierna izquierda hay una pequeña planta, cuya finalidad creemos que no es otra que la de rellenar este espacio.

La última gárgola de la serie (fig. 9), también tiene las piernas cruzadas. Su mano derecha reposa sobre la rodilla de la pierna derecha mientras que la mano izquierda se apoya sobre la cabeza, inclinada hacia ese lado, en un gesto que podría significar pesadumbre. Los brazos están cubiertos por una manga que va haciendo espirales. La cabeza, bastante deteriorada es más redonda que la de las otras gárgolas de la serie.

¿Cuál es el significado de todas estas gárgolas? No creemos que tengan un solo significado sino varios. Las actitudes contorsionadas o el pathos angustioso de algunas caras nos hacen pensar en las representaciones de las almas de los condenados que están recibiendo refinados tormentos en los infiernos medievales. No podemos olvidar que ciertas gárgolas podrían representar el alma de algunos condenados que no han ido a parar al fuego eterno. En su lugar han sido transformadas en piedra y colocadas en el exterior de las iglesias para advertir a los otros fieles de la suerte que les aguarda si no cumplen con los mandamientos cristianos. Así, aquéllas que tienen las piernas cruzadas, gesto que en el arte medieval solía representar la idea de superbia[8], podrían representar a los orgullosos; las que están apoyando una de sus manos en la barbilla, gesto que indica tristeza, podrían representar el sufrimiento de no poder contemplar a Dios, que era una de las más terribles penas infernales[9]. También podrían representar a los melancólicos. Según Luis Peñalver Alambra, la melancolía fue el peor y más cruel de los demonios de un autor tan conocido como El Bosco, para quien, como para otros artistas y pensadores de su época, la melancolía es “[un estado de angustia en] el individuo que anticipa el porvenir no como «vida futura» sino como muerte futura, no como «vida eterna» sino como muerte sin fin –es el infierno en vida-. (…) No en vano, (…) la tradición asoció la acedia y el estado melancólico con la acción del Diablo o –como lo llamará Lutero- «Espíritu de la Tristeza»[10]“.

Aquellas gárgolas que parecen estar sosteniendo los canalones con un cierto aire de sufrimiento y esfuerzo nos hace pensar en los soberbios del Purgatorio de Dante agobiados por el peso de las piedras que cargaban sobre sus espaldas:

Cual, para sustentar bóveda o techo,

Por ménsula se mira una figura

Que toca sus rodillas con el pecho,

y lo que no es verdad pena procura,

que es verdadera, al que su aspecto fía,

así los ví llegar por la angostura.

Más o menos cada uno se encogía

Según el peso fuese tanto o cuanto;

Y el que con más paciencia procedía

Sollozar parecía: “¡Ya no aguanto”![11]

 

En cuanto a las gárgolas cuyos pies terminan en zarcillos vegetales, decir que estas extremidades pueden ser una manera de representar las almas de estos pecadores deformadas por culpa sus pecados. No olvidemos que: “El pie es portador de una universalidad semántica que se explica fácilmente por su función: ¿no es, en definitiva, el soporte del cuerpo y el que hace del hombre un hombre, sosteniéndolo en la posición erecta y posibilitando así su movimiento? No es extraño, por lo tanto, que (…) el pie haya llegado a convertirse en figura del alma (…). Ahora bien, cuando el pie es vulnerable (tal es el caso de Aquiles), está hinchado (Edipo) o cojo y deformado (como en Hefesto) se está indicando una debilidad o una deformidad del alma[12]”. Estas últimas observaciones servirían también para otras gárgolas antropomorfas con pies en formas de pezuñas o garras. Incluso se podría aplicar a aquellas que estando vestidas, tienen los pies descalzos[13]

 

Gárgolas de temas renacentistas

En su mayoría, las gárgolas de la catedral de Coria son gárgolas renacentistas y no sólo porque se esculpieran en pleno Renacimiento, sino también porque alguno de los temas en ellas representados es propio del arte de este período.

Tal es el caso de la gárgola de la figura 10 que puede ser interpretada como una variación del tema del niño o amorcillo tan frecuente en el arte del Renacimiento, pues, no en vano, comparte muchas de sus características: cabello corto, pelo ondulado, piernas cortas y pies descalzos, brazos rollizos. En el caso que nos ocupa se trataría de un amorcillo áptero y ligeramente vestido con una túnica que deja al descubierto los hombros y las piernas. Está sentado y tiene la pierna derecha adelantada y la izquierda un poco plegada. Con su frágil cuerpecito parece estar soportando todo el peso del canalón, que sujeta con ambas manos, sobre su hombro izquierdo. La erosión no permite definir con exactitud si el rictus de su rostro es de alegría o de tristeza. Su presencia entre las demás gárgolas podría estar relacionada con el hecho de que “(…) tal como acontece en el arte romano antiguo, el amorcillo en la cultura renacentista suele tener un simbolismo de carácter funerario, ligado a la muerte y a la resurrección. La inocencia de la infancia está vinculada a la vida, pero también a la vanalidad (sic) del destino humano[14]”.

 

Otra gárgola de temática renacentista es la gárgola de la figura 11 que representa a un ser difícil de describir debido a gran deterioro. Lo que destaca sobremanera en esta gárgola es la cabeza. Todos los rasgos de la misma: la frente estrecha, el pelo corto, las orejas redondas, los arcos superciliares muy marcados, los ojos saltones, la nariz aplastada y la boca muy abierta, nos recuerdan las máscaras de la tragedia clásica. El hecho de que en los costados se vean mechones de pelos podría hacernos pensar que representa a un león. Sin embargo, dado el carácter humano de los rasgos de la cara creemos que representa a un hombre salvaje.

El tema del hombre salvaje fue bastante utilizado tanto en la literatura como en el arte del Renacimiento. Sin embargo, el primer retrato completo de uno de estos personajes aparece ya en la novela de Chrétien de Troyes titulada Yvain o el caballero del león, escrita entre 1176 y 1181.

¿Qué significa el adjetivo salvaje? Es la traducción del latín agrestis, es decir “campestre, grosero, inculto“, de lo que se deduce que el hombre salvaje es, ante todo, un individuo que vive al margen de la sociedad, lejos del espacio civilizado, es decir, en las montañas, los bosques o las landas.

Como ocurría con los animales descritos en los Bestiarios, el hombre salvaje podía ser visto como un ejemplo de pedagogía moral. Por ello, hasta finales de la Edad Media el salvaje se identificó con el mal, con la lujuria y con la brutalidad. Tal es el caso de los salvajes que aparecen en la novela pastoril Los siete libros de Diana de Jorge de Montemayor, escrita a mediados del siglo XVI:

Y fué que (…) saliedon de entre unas retamas altas, a mano derecha del bosque, tres salvages, de estraña grandeza y fealdad. Venían armados de coseletes y celdas de cuero de tigre. Eran de tan fea catadura que ponían espanto; los coseletes trayan por braçales unas bocas de serpientes, por donde sacavan los braços que gruesos y vellosos parecían, y las celadas venían a hazer encima de la frente unas espantables cabeças de leones; lo demás trayan desnudo, cubierto despesso y largo vello, unos bastones herrados de muy agudas púas de azero. Al cuello trayan sus arcos y flechas; los escudos eran unas conchas de pescado muy fuerte. Y con una incríble ligereza arrementen a ellas (…)[15]”.

Por curioso que pueda parecernos, estos salvajes están enamorados de unas ninfas, pero son incapaces de tratarlas con la debida cortesía y delicadeza que el “fino” amor pastoril requiere y por ello morirán a manos de una pastora.

Asimismo, el salvaje sirvió de ejemplo para mostrar que aquellos que de cualquier manera eran excluidos de la sociedad se rebajaban a la altura de las bestias salvajes. Sin embargo, poco a poco el concepto cambió y el salvaje pasó a ser un ejemplo del hombre en estado puro y perfectamente integrado en la naturaleza. También pasó a ser símbolo del caballero virtuoso vencedor de las pasiones como es el caso de una gárgola de la catedral de Plasencia, en la que el hombre salvaje, armado con una maza y protegido con un escudo, tiene a sus pies la cabeza cortada de un enemigo vencido, símbolo de las ya mencionadas pasiones[16].

            Una de las características del Renacimiento fue el redescubrimiento de la cultura clásica greco-latina. Este hecho se plasma en todos los campos del arte, incluidas las gárgolas. Así, tenemos una gárgola que representa a un hombre luchando contra una serpiente que, enroscada a su brazo izquierdo, intenta morderle el costado (fig. 12). La primera idea que se nos viene a la mente cuando observamos esta gárgola es la de relacionarla con la famosa escultura helenística de Laocoonte y sus hijos luchando con las serpientes (Museos Vaticanos, Roma), descubierta en Roma en 1506, que sirvió de fuente de inspiración para escultures y pintores, y, quizás, para el autor de nuestras gárgolas. Si ello es así, en la gárgola estaría representada la historia de Laocoonte. Según cuenta Virgilio en el libro II de la Eneida, el sacerdote de Apolo Laocoonte advirtió a los troyanos que no introdujeran en la ciudad el caballo de madera de los griegos, supuesto regalo de la diosa Minerva. Pero Apolo, para vengar un sacrilegio de su sacerdote que, cegado por la lujuria, se había unido a su mujer delante del altar del dios, mandó dos serpientes marinas que lo mataron junto con sus dos hijos. Los troyanos pensaron que se trataba de un castigo de Minerva e introdujeron el caballo en la ciudad.

Asimismo, relacionada con la Antigüedad clásica se encuentra la gárgola de la (fig. 13) que representa a Hércules, el semidios griego, luchando contra uno de sus numerosos adversarios. Se percibe perfectamente la piel del león de Nemea sobre la cabeza y sobre su cuello. Con sus brazos poderosos parece desgarrar algo difícil de describir y de identificar. Es una especie de escudo con una máscara en la que se aprecian algunos rasgos de un rostro humano: ojos, nariz, boca con bigotes. Podría ser la representación ideal de uno de los muchos adversarios contra los que combatió Alcides, aunque por el gesto que realiza en con el que parece desgarrar la máscara con la mano izquierda pensamos que puede tratarse del rey Diomedes de Tracia. Este rey tenía unas yeguas a las que alimentaba con carne humana, para lo cual no dudaba en matar a cualquier persona que sus soldados encontrasen por los caminos e incluso a algunos de sus propios súbditos. Según cuenta el Marqués de Villena en su libro Los doce trabajos de Hércules (1417):

Alguno dellos, sabiendo que Hércules zelador del bien común virtuoso y provado cavallero contrariava y corregía por el mundo tales monstruosidades y maneras desaguisadas (…), invocaron demandando la su ayuda. (…) Entonce Hércules, movido por valiente coraçón provocado a la piadosa quexa, doliéndose de tan grand reyno, fue poderosamente al reyno de Tracia y tomó al rey Diómedes tajando y partiendo por menudas partes sus carnes y diolas a comer a los sus cavallos por vengança y pena a quien el dicho rey avía fecho inhumanamente carne de tantos hombres comer sin medida. E después mató los dichos cavallos y partiólos por miembros apartados lançándolos en desviados lugares por que no quedase exemplo de tan no oída fasta entonces abusión[17]”.

 

Junto a esta gárgola de Hércules se haya otra que representa a un ser híbrido (fot. 14): el torso y la cabeza son de hombre, aunque tiene cuernos curvados hacia atrás como los de los carneros; el brazo izquierdo también es humano y pasa por encima del pecho para sujetar a la altura del hombro un escudo con forma de mascarón. Además del brazo señalado se puede ver que del hombro izquierdo arranca una ala con plumas que se pliega hacia atrás buscando el canalón. Este apéndice es el primer miembro animal del ser híbrido. Además de esta ala podemos observar que la parte inferior del cuerpo está formada por unas poderosas patas semejantes a las de los leones acabadas en tres garras. No sabemos exactamente a qué ser representa. El hecho de que se encuentre al lado de la gárgola que representa a Hércules nos hace pensar en otro de sus enemigos. Podría tratarse de Caco. Según las diferentes tradiciones, Caco robó de manera dolosa el ganado a Hércules y éste lo mató. Virgilio en la Eneida dice que estrangulándolo (Eneida, VIII, 256-265), Dante en la Comedia señala que lo mató a golpes de maza (Comedia, Infierno, XXV, 31-33); lo mismo opina Enrique de Villena: “(…) con la su fuerte maça feriéndolo tanto que lo mató[18]”. Tampoco se aclaran muchos los autores sobre el aspecto de Caco. En la Eneida era un sátiro descrito por Virgilio en estos términos:

 

Allí en muy honda cueva tuvo nido

El medio fiera Caco, nunca abierto

A los rayos del sol y por defuera

Cubierto de apariencia horrible y fiera.

                                       (VIII, 193-196)

Era hijo de Vulcano el monstruo horrendoY así iba siempre fuego escupiendo.                                      (VIII, 198-199)[19]

 

Según Dante:

Y vi a un centauro airado que llegaba, (…)

Maremma, según creo, no se alaba

De tener tantas bichas cual tenía

De la grupa a do humano se tornaba.

De alas abiertas, un dragón yacía

Tras la nuca, en los hombros, que abrasado

Dejaba al que delante se ponía.

Infierno, XXV, 17-25[20]

 

El Marqués de Villena también lo describe como un centauro, hijo de Vulcano, que arroja fuego por la boca[21]. Quizás las alas que vemos sobre las espaldas del ser híbrido sean las del dragón mencionado por Dante. En cambio, según la enciclopedia Wikipedia “Caco, (…), era un gigante mitad hombre y mitad sátiro que vomitaba torbellinos de llamas y humo[22]”.

 

Más extraño todavía es el ser de la figura15. Se trata de un ser con cabeza de animal, que recuerda un poco a la de un león, con el hocico saliente y una barba partida en dos de aspecto vegetal. Visto de frente se aprecia que su brazo derecho es humano mientras que el izquierdo es un ala. Sin embargo, visto desde el lado izquierdo se aprecian otros dos brazos, uno acabado en dedos más o menos humanos y el otro terminado en garras. Con el primero de ellos sujeta un escudo parecido a los otros que hemos descrito en las gárgolas 13 y 14 con una máscara cuyos rasgos nos recuerdan a algunos cuadros de Arcimboldo, mientras que con el segundo se aferra a la cornisa. El resto del cuerpo parece humano, los pies son difíciles de apreciar por estar ocultos por el escudo, aunque parecen acabar en terminaciones vegetales. Siguiendo con los seres relacionados con Hércules, no podemos dejar de pensar en Gerión, el antagonista del décimo trabajo del semidios a quien éste debía robar su rebaño de vacas y bueyes.

Según Massimo Izzi, en su Diccionario de los monstruos,

Gerión “era rey de los muertos del Hades, tal vez una forma paralela de la misma muerte (Thanatos). Estaba formado por tres cuerpos enteros unidos. Tenía por consiguiente tres cabezas, seis piernas y seis brazos. Con todo hay varias hipótesis sobre su verdadera forma. El único hecho seguro parece la presencia de tres cabezas, recordada por Hesíodo, Luciano y otros escritores; Estesícoro lo describe como un ser alado (…); según Apolodoro (II, 5, 10), los tres cuerpos de Gerión se funden en la región epigástrica en uno solo (lo que le da tres cabezas y seis brazos, pero sólo dos piernas); la única voz discordante es la del Mythographus vaticanus (I, 68), para el cual las cabezas son 53. (…) En la Divina Comedia (Infierno, XVI, 131 –ss; XVII, 7-ss), Dante lo transforma en un ser con cabeza de hombre, dos branquias peludas, que le permiten volar, la piel multicolor y una cola acabada en una punta venenosa como la del escorpión[23]

 

Hércules lo mató con una flecha envenenada con la sangre de la Hidra que atravesó sus tres cuerpos.

Como señalaba Massimo Izzi en su artículo, la forma de Gerión no estaba definida y podía sufrir variaciones. Partiendo de este hecho y observando alguno de los elementos de nuestra gárgola como el ala del lado izquierdo y los dos brazos del mismo lado creemos que se trata de una representación del monstruoso gigante alado, hijo de Crisiaor y Calírroe.

Junto a estas gárgolas hay otra (fig.16) que representa a un hombre vestido con una especie de manto cruzado sobre el pecho. Tiene las piernas cruzadas y se tapa las orejas con los brazos a la vez que parece estar gritando con cara de horror. Tampoco sabemos quién es pero siguiendo con la serie de Hércules podría representar al rey de Mecenas Euristeo, que fue el quien le mandó los doce trabajos. Este rey dio muestra de ser un cobarde. Así, cuando Hércules le llevó el jabalí de Erimanto corrió asustado a esconderse en una tinaja. La gárgola podría representar a Euristeo asustado, motivo que fue representado repetidas veces en la Antigüedad.

Pero ¿qué hace un héroe pagano como Hércules en una catedral?

Varias son las posibles respuestas a esta pregunta. En primer lugar, no debemos olvidar que Hércules fue uno de los personajes más frecuentes de la plástica española de los siglos XVI y XVII, entre otras cosas, por la supuesta relación entre el héroe y la Península. En segundo lugar, el mito de Hércules era fácilmente asimilable al pensamiento cristiano, tal y como señala Jesús María Caamaño Martínez:

El mito de Hércules era fácilmente asimilable al credo cristiano. Sus hazañas redentoras –pues así pueden llamarse, ya que no son sino la lucha y triunfo sobre el mal- se imponen como prefiguración pagana de la misión mesiánica. Al igual que en tantos otros personajes del Antiguo Testamento –entre ellos Sansón, el Hércules bíblico- se le mira, y desde los primeros siglos del cristianismo, como imagen pagana prenunciante de Cristo. Surge así en la literatura eclesiástica, donde alcanzará el valor de tópico, la ‘semejanza’ Hércules-Cristo[24]”.

 

Creemos que las imágenes de Hércules y de sus enemigos están en la Catedral no sólo por la semejanza de Alcides con Cristo sino también el hecho de que tal y como señalan Luis Cortés y Paulette Gabaudan, para algunos autores como Enrique de Villena, “(Hércules) es (en general) el caballero defensor de la Iglesia, protector de la justicia, socorro de los débiles. (…) y llega a encarnar la prudencia y la elocuencia. Es el hombre ejemplar por excelencia, según la visión renacentista. A este nuevo prototipo de Hércules se le suele llamar “Hércules libiano[25]”.

Esta riqueza de matices del semidios ya era explicada a finales del siglo XVI por autores como J. Pérez de Moya para quien se pueden descubrir en él “hasta cinco sentidos: literal, alegórico, anagógico, tropológico y físico o natural; por literal “no se entiende otra cosa que lo que la letra suena. Y según la alegoría o moralidad, por Hércules es entendida la victoria contra los vicios. Y según sentido anagógico significa el levantamiento del ánimo, que desprecia las cosas mundanas por las celestiales. Y según sentido tropológico, por Hércules se entiende un hombre fuerte, habituado en virtud y buenas costumbres (…)”[26].

Además de todo lo dicho, en el citado libro de Luis Cortés y Paulette Gabaudan se puede leer que en la época renacentista las casas reinantes y de alta alcurnia, tuvieron una gran afición a identificarse con Hércules, prototipo del conquistador, o de ponerlo entre sus antepasados. La casa de Alba, de las más ilustres de España, fue una de ellas y se conservan numerosos testimonios de referencias a los duques como Hércules[27]. Si tenemos en cuenta la estrecha relación entre la catedral cauriense y los duques de Alba, que tenían reservados sitiales en la sillería del coro y cuyo palacio, construido por el maestro Martín Caballero a finales del siglo XV, se hallaba enfrente, no es de extrañar la presencia de Hércules entre las gárgolas de la catedral[28]. Dicha presencia se ve además reforzada por el hecho de que Hércules también aparece representado en la fachada-retablo del Perdón, concretamente en el medallón de la calve del arco de la Puerta del Evangelio y en el friso de la misma puerta, estrangulando las serpientes que de niño le mandó la diosa Hera.

 

Uno de los elementos que el Renacimiento legó al arte fue el grutesco. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, se da esta denominación en el campo de la arquitectura y de la pintura al “adorno caprichoso de bichos, sabandijas, quimeras y follajes, llamado así porque imita los que se encontraron en las grutas o ruinas del palacio de Tito”. Mucho se ha escrito sobre su significado y función[29]. Entre los que defienden el carácter simbólico del grutesco se encuentra J. Fernández Arenas, para quien “en la decoración renacentista, y sobre todo en la española, se mezclan grutescos de pura fantasía con temas mitológicos y poéticos y se intercalan escenas o personajes bíblicos en forma de alegoría. Por lo cual el grutesco adquiere un carácter moralizante y religioso en obras como iglesias y sepulcros y una forma de exaltación triunfal en las fachadas[30]”. Estas afirmaciones son totalmente válidas por lo que respecta a las gárgolas que estamos analizando de la catedral cauriense, ya que junto a las gárgolas de temática mitológica que hemos señalado, se encuentran otras que, como veremos, forman parte de las diferentes formas y símbolos que pueden adoptar los grutescos[31].

La gárgola de la figura 17 representa a un hombre de edad madura de cintura para arriba. Su torso es fuerte, como se aprecia claramente por tener la musculatura muy marcada; sus brazos están situados a ambos lados de la cabeza agarrando con fuerza los cabellos; en la cara, de rasgos muy marcados que nos recuerdan una vez más a los de las máscaras, destaca el bigote. El hecho de que la parte inferior del tronco parezca diluirse en unas terminaciones vegetales lo emparentaría con las figuras “sans nom” que aparecen en algunos grutescos. Lo podemos definir como un mascarón de proa pétreo que podría simbolizar, con su gesto de tirarse de los pelos y su torso musculoso, la desesperación que ya hemos visto en otras gárgolas; también podría representar como dice Ana Ávila, “la agresividad incontrolada que en principio debería ser aplacada o dominada por la razón, pero lo imposibilita el apresamiento al que el hombre se ve sometido en una maraña de intrincadísimas ramas, por lo que su rostro adquiere espeluznantes signos de angustiosa tragedia (…)[32]”.

Emparentados formalmente con los grutescos se encuentran algunas de las gárgolas que vamos a estudiar a continuación, la mayoría localizadas en el tramo correspondiente a la fachada oeste y al lado sur de la cornisa denticulada que recorre todo el perímetro de la nave central de la catedral, así como en otra pequeña cornisa situada en la parte superior de la fachada oeste. La mayoría está muy deteriorada. He aquí su descripción:

– Gárgola de la cornisa denticulada. Fachada oeste. Representa a un ser híbrido con cabeza alargada que recuerda en cierta manera a la de un équido aunque tiene la parte izquierda deformada por una especie de bulto. Sólo se le ve la parte delantera del cuerpo en el que se aprecia un pecho abombado y dos patas cuyas terminaciones no están claras. Sobre el lomo lleva unas alas con plumas.

– Gárgola de la cornisa denticulada. Fachada oeste. Ser híbrido con cuerpo parecido al de la gárgola precedente, aunque con mechones de pelo. Lo más llamativo de esta gárgola es la gran cabeza girada hacia la derecha del espectador en la que, a pesar del deterioro, se ven claramente dos cuernos retorcidos como los de los carneros.

– Gárgola de la cornisa denticulada. Fachada oeste. Gárgola híbrida muy deteriorada. Su cabeza está girada hacia la izquierda del espectador. Destaca sobremanera su largo cuello en el que se aprecian unas estrías. También parece tener alas. En el pecho se aprecia un bulto correspondiente a un objeto imposible de identificar que está sujeto por la pata derecha de la gárgola. También se aprecia una filigrana en la zona del vientre.

– Gárgola de la cornisa denticulada. Lado sur. Ser híbrido. También tiene el cuello girado hacia la izquierda del espectador. Está muy deteriorada. Parece tener alas. Lo más curioso de esta gárgola es que a pesar de su deterioro se perciben en el vientre y en la zona de los muslos tres cabezas que recuerdan a la de los leones.

– Gárgola de la cornisa denticulada. Fachada oeste. Ser híbrido muy deteriorado. Puede tener alas.

– Gárgola de la cornisa denticulada. Lado sur. Ser híbrido con alas; la cabeza parece de león; tiene el pecho muy abombado. En este caso las patas terminan en pezuñas partidas y parecen sostener un objeto.

– Gárgola de la cornisa denticulada. Lado sur. Gárgola muy deteriorada. Ser híbrido con apariencia animal. Tiene un objeto imposible de describir en su pata derecha.

– Gárgola de la imposta del contrafuerte norte de la cabecera. Ser híbrido con cabeza de hombre. Tiene barbas y bigotes y un cuello muy largo que recuerda al de un camello. También tiene alas.

– Gárgola de la imposta del contrafuerte norte de la cabecera. Ser híbrido con apariencia animal. Tiene alas, el pecho muy abombado, largas orejas y patas terminadas en pezuñas partidas. Parece estar sonriendo.

– Gárgola de la imposta del contrafuerte sur de la cabecera. Ser híbrido. Parece un águila aunque está tan deteriorado que es imposible saber qué representa.

– Gárgola de la imposta del contrafuerte sur de la cabecera. Ser híbrido con alas. Como el anterior está tan deteriorado que es imposible describirlo e identificarlo.

¿Qué pueden simbolizar todas estas gárgolas? Creemos que pueden simbolizar los vicios y las pasiones desordenadas que amenazan al hombre. Según Máximo Izzi en su Diccionario de los monstruos:

“(…) es en la época renacentista cuando se asiste al más vistoso alarde de monstruos alegóricos: los vicios y las virtudes se convierten en complejas formas híbridas; en ellas cada parte tomada de algún animal tiene un significado preciso, y el conjunto no deriva de una composición de las partes según un criterio lógico y respetuoso con ciertas reglas biológicas, sino únicamente de la suma de valores que representan. La consecuencia de ello es que las formas monstruosas alcanzan una complejidad y una falta de lógica tan grande que contradice las propias sutiles telarañas que constituyen las estructuras simbólicas de los monstruos mitológicos. Se pierde así todo aspecto inconsciente, toda seducción sutil; el monstruo así construido no despierta ya ninguna emoción profunda, sino únicamente, a veces, una fugaz y estéril curiosidad. No hay ni un solo caso en que alguno de esos monstruos haya sobrevivido a la época en la que fue creado y para la cual encarnaba un significado preciso: como no habían nacido de una necesidad psíquica, sino de una fría lógica combinatoria, ligados a casos específicos limitados en el tiempo, no tenían motivos para sobrevivir más allá de ellos[33]”.

Estas representaciones guardan ciertos parecidos con otras como las que se aprecian en la portada de un libro de teología de principios del siglo XVII, citado por Massimo Izzi en su obra (p. 22).

Las últimas cuatro gárgolas que vamos a estudiar se encuentran también en los contrafuertes de la fachada oeste. Como vamos a comprobar entre las cuatro hay un aire de familia a pesar de que dos de ellas están muy deterioradas. Todas representan a seres híbridos.

Del primero de ellos, que está muy deteriorado sólo se aprecian unas patas poderosas con pezuñas partidas y una especie de espolones pilosos. También se aprecian restos de alas y unas plumas como si fueran de una cola entre las patas.

Junto a esta gárgola hay otra muy parecida, aunque está más completa ya que sólo le falta la cabeza.

La siguiente gárgola (fig. 18) guarda algunas semejanzas formales con las dos gárgolas anteriores. En esta caso está completa y podemos apreciar la cabeza, con rasgos humanos bastante bien definidos, aunque ocultos por una abundante capa de líquenes. A pesar de ello se ve que representa un hombre con un rostro que denota una cierta angustia. En cuanto al resto del cuerpo podemos observar que las piernas no terminan en pezuñas sino que se funden a la altura de los tobillos con la piedra y que las alas que ocupan el lugar de los brazos son parecidas a las tradicionales alas de los ángeles, aunque no son demasiado grandes. También se aprecian las plumas de la cola en la entrepierna.

La última de las gárgolas, la figura 19, es la que se encuentra en mejor estado. Aquí se aprecian mucho mejor las características físicas que hemos señalado en las otras gárgolas; además, podemos observar perfectamente la cabeza en la que destacan dos cuernos, unas orejas alargadas y un rostro bello y a la vez angustiado. Al ver esta gárgola nos parece que estamos contemplando a Lucifer, el más brillante de todos los ángeles, en el momento de su caída y de su transformación en el horrible Satán. Podemos ver en una sola imagen el cambio que Martínez Montañés trata de representar en el retablo de la Batalla de los ángeles (1649) de la iglesia jerezana de San Miguel, en el que mediante varias representaciones de diablos se va apreciando el cambio físico que estos sufren a medida que se van alejando del cielo para hundirse en el mar de llamas del infierno (fig. 20)[34].

 

Llegamos así al final de nuestro recorrido por este mundo tan visible y, al mismo tiempo, casi tan imposible de ver, que componen las gárgolas de la Catedral de la Asunción de Coria. Decíamos en la introducción de nuestro trabajo que íbamos a intentar estudiar las gárgolas y darles un significado, a pesar de las numerosas dificultades que a veces se nos iban a plantear. Una vez hecho esto, presentamos a continuación un cuadro sinóptico de los significados generales que, con las debidas reservas, hemos atribuido a las diferentes gárgolas:

Gárgola                                                         Significado

León                                                              muerte

Gárgolas antropomorfas                                ¿condenados infernales?

                                                                       Soberbios

                                                                       Melancólicos

Amorcillo                                                       muerte / resurrección

Hombre salvaje                                              lujuria / brutalidad

Laoconte                                                        lujuria

Hércules                                                         caballero virtuoso

Enemigos de Hércules:

Diomedes de Tracia                                         crueldad

Caco                                                                 robo

Gerión                                                              fraude

Euristeo                                                            cobardía

Mascarón pétreo                                            agresividad incontrolada

11 Seres híbridos                                           vicios

4 ángeles caídos                                             Mal

 

Viendo este cuadro llagamos a la conclusión de que, excepción hecha de la gárgola que representa a Hércules, el resto de las gárgolas de la catedral cauriense tienen un marcado negativo, relacionado con el Mal en todas sus manifestaciones: demonios, vicios, pecados, muerte, etc. Parece realmente que los autores quisieron poner. “más allá de las puertas, con sus arcos y figuras, más arriba de todos los adornos, arquitrabes, hojarascas y tímpanos, frisos y guirnaldas, encima incluso de ventanales y vidrieras, tan altas que no alcanza la vista de los niños,” a toda esa serie de seres “que abren de par en par la boca, con mueca de dolor”, para recordarnos que el Mal está siempre acechando y que la única salvación posible se encuentra, además de siendo un virtuoso caballero cristiano a la manera de Hércules, en el interior de la iglesia-catedral, “cuyos tejados no pueden rebasar las aguas de pecados”.

 



[1] Jesús Vicente CANO MONTERO, Inés Suárez. Un placentina en Chile, Plasencia, 2007, Excmo. Ayto. de Plasencia, p. 234.

[2] Sobre la catedral de Coria ver: Florencio Javier GARCÍA MOGOLLÓN, La Catedral de Coria. Arcón de Historia y Fe, León, 1999, Edilesa; Florencio Javier GARCÍA MOGOLLÓN, La Catedral de Coria. Historia de Fey Cultura. Patrimonio Artístico y Documental, Coria, 1996, III Feria Rayana-Ayto. de Coria-Cabildo Catedral Coria-Cáceres; V. V. A. A., Extremadura. La España gótica, 14, Madrid, 1995, Ediciones Encuentro, ERE, Junta de Extremadura, pp. 138-154; Monumentos artísticos de Extremadura, ed. de Andrés SALVADOR ORDAX, Mérida, 1988, Junta de Extremadura, Consejería de Educación y Cultura – ERE, pp. 240-246. Como iniciación al conocimiento de Pedro de Ybarra se pueden consultar las referencias y la bibliografía que sobre él aparecen en el artículo que se le consagra en la Gran Enciclopedia Extremeña (tomo X), Mérida, 1992, Ediciones Extremeñas, S. A.

[3] Francisco Vicente CALLE CALLE, Gárgolas de la provincia de Cáceres, Jaraíz de la Vera, 2003, IC “El Brocense”; “Notas sobre algunas gárgolas de la Catedral de Plasencia”, en Actas de los XXXII Coloquios Históricos de Extremadura, Badajoz, 2004, pp. 105-125.

[4] Sobre la polisemia del león en el arte medieval, ver Manuel GUERRA, Simbología Románica, Madrid, 1978, pp. 73-ss. ; Francisco V. CALLE CALLE, Les représentations du Diable et des êtres diaboliques dans l’art et la littérature en France au XIIe siècle, Villeneuve d’Ascq, 1999, Atelier National de Reproduction des Thèses, (Thèse à la carte), p. 347.

[5] Alciato’s Book of Emblems nº XV, The Memorial Web Edition in Latin and English, ed. William Barker, Mark Feltham, Jean Guthrie, Department of English, Memorial University of Newfoundland, 2001, D:\alciato\Alciato Welcome Page.htm

[6] Isabel MATEO GÓMEZ, Temas profanos es la escultura gótica española. Las sillerías de coro, Madrid, 1979, pp. 84-85 que cita ejemplos sacados del Libro de Alexandre y de la Divina Comedia de Dante.

[7] Ana ÁVILA, Imágenes y símbolos en la arquitectura pintada española (1470-1560), Barcelona, 1993, Anthropos, (Palabra plástica, 18; serie Iconografía), p. 157; Jesús Manuel LÓPEZ MARTÍN, La arquitectura en el renacimiento placentino. Simbología de las fachadas, Cáceres, 1986, Institución Cultural “El Brocense”, Excma. Diputación Provincial de Cáceres, pp. 79; 82.

[8] Cf. Michael CAMILLE, El ídolo gótico. Ideología y creación de imágenes en el arte medieval, Madrid, 2000, Akal, Arte y estética, 57, p. 71.

[9] Según un anónimo manual de confesión de la segunda mitad del siglo XV titulado Modo de hacer confesión y examinar la conciencia, los suplicios del infierno son dobles, espirituales y corporales: “(…) fuego calor no en remedio mas tormento frio terrible, humo lloros y lagrimas interiores. Conpanyas de diablos clamores improperios sequedat set hedor Remordimiento. Carçer invidia rancor tristeza, desesperación olvidança de todo bien”. Cf. Modo de hacer confesión y examinar la conciencia, Biblioteca Nacional de Madrid, Ms. 9535, fol. 24rº y vº. Citado por Hélène THIEULIN-PARDO, “La vision de l’enfer et de la damnation dans les manuels de confesión (Castille, XIVe-XVe siècles), en Actes du Colloque International Enfers et damnations dans le monde hispanique et hispano-américain, Paris, 15-17 de noviembre de 1994, Paris, 1996, Presses Universitaires de France, Histories, p. 223, nota 32.

[10] Cf. Luis PEÑALVER ALAMBRA, Los monstruos de El Bosco, Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura, 1999, Estudios de Arte, 1, p. 38 y passim.

[11] Dante ALIGHIERI, Divina Comedia, Purgatorio, Canto X, vv. 130-139, edición de Ángel Crespo, Madrid, 1982, Ediciones Orbis, S.A., Editorial Origen, S.A., (Historia Universal de la Literatura, 56), p. 288.

[12], Cf. . Luis PEÑALVER ALAMBRA, op. cit., p. 140.

[13] En algunos casos, los pies descalzos se han visto como un ejemplo de pertenencia al mundo salvaje, y porqué no, al mundo del pecado. Cf. Paolo GALLONI, Il sacro artefice. Mitologie degli artigiani medievali,, Roma, 1998, Editori Laterza, (Collana di Fonti e studi, 5), p. 214.

[14] Cf. Ana ÁVILA, op. cit., p. 126.

[15] JORGE DE MONTEMAYOR, Los siete libros de Diana, (libro II), ed. de Francisco Estrada, Madrid, 1970, Espasa-Calpe, S.A., Clásicos Castellanos, 127, pp. 89-90.

[16] Cf. Francisco Vicente CALLE CALLE, “Notas sobre algunas gárgolas de la Catedral de Plasencia”, pp. 116-118.

[17] Cf. Enrique de Villena, Los doze trabajos de Hércules, (Burgos, Juan de Burgos, 1499), ed. de Eva Soler Sasera, Anexos de la Revista Lemir (2005), p. 24.

[18] Ibid. p. 39. .

[19] VIRGILIO, Eneida, Madrid, 1985, Editorial Planeta, Aula, Biblioteca del estudiante, 93, p. 290; 293.

[20] Maremma es una zona pantanosa de Toscana en la que abundaban los reptiles. La cita de la Comedia está sacada de la edición de Ángel Crespo, Madrid, 1982, Ediciones Orbis, S.A., Editorial Origen, S.A., (Historia Universal de la Literatura, 55).

[21] Cf. Enrique de Villena, op. cit., p. 39. .

[22]http://es.wikipedia.org/wiki/Caco. Fecha de consulta 10-05-07.

[23] Massimo IZZI, Diccionario ilustrado de los monstruos: Ángeles, diablos, ogros, dragones, sirenas y otras criaturas del imaginario, Palma de Mallorca, 2000, José J. De Olañeta, Editor, (Alejandría), pp. 201-202.

[24] Jesús María CAAMAÑO MARTÍNEZ, “Iconografía Mariana y Hércules cristianado en los textos de Paravicino”, Boletín del Seminario de Arte y Arqueología de Valladolid, 1967, p. 211. Sobre las representaciones de Hércules en el Renacimiento español, ver los capítulos que le dedican Isabel Mateo Gómez y Ana Ávila en los libros ya citados, páginas 115-124 y 163-199, respectivamente, con abundante bibliografía. Por lo que concierne a nuestra área de estudio, señalar que hay representaciones de Hércules en las sillerías de Plasencia y de Yuste, así como en la catedral placentina.

[25] Luis CORTÉS VÁZQUEZ  y Paulette GABAUDAN, La fachada de San Esteban, Salamanca, 1995, Ediciones Diputación de Salamanca, p. 43.

[26] Cf. J. PÉREZ DE MOYA, Philosophia secreta I, (Çaragoça, 1599), cap. II. Citado por J. M. LÓPEZ MARTÍN, op. cit.,  p. 115.

[27] Ibid. pp. 42-43.

[28] Baste recordar que la esposa del Duque de Alba García Álvarez de Toledo fue enterrada en la Catedral en 1448. Cf. Eugenio ESCOBAR PRIETO, “La Catedral de Coria”, Revista de Extremadura, Tomo V, 1903, p. 199.

[29] Una visión general sobre su significado y su fortuna crítica la encontramos en Ana ÁVILA, op. cit., pp. 107-114. 

[30] J. FERNÁNDEZ ARENAS, “La decoración grutesca. Análisis de una forma”, D’Art, 5, (1979), p. 12. Citado por Ana ÁVILA, op. cit., p. 110.

[31] Dentro de su estudio sobre el grutesco en la arquitectura pintada durante el Renacimiento español, Ana Ávila clasifica las diferentes formas y símbolos de la siguiente manera: formas humanas; niños, putti y querubes; metamorfosis de la figura humana; formas del reino animal y figuras de animales monstruosos; elementos vegetales; elementos de factura artesanal; elementos militares (trofeos); elementos heráldicos y elementos inertes.

[32] Ibid., p. 119.

[33] Massimo IZZI, op. cit., p. 23. En la página 22 de dicho diccionario aparece reproducido el frontispicio alegórico de un libro de teología de 1609 que muestra algunas de las representaciones de los vicios que se hacían en la época; comparándolas con las gárgolas que acabamos de estudiar se puede apreciar su semejanza. Ver también otras representaciones en Jurgis BALTRUISAITIS, op. cit., pp. 309-310, así como en Philippe MOREL, op. cit., ill. 69-103.

[34] Sobre la belleza del Diablo y la caída de los ángeles rebeldes, ver Francisco V. CALLE CALLE, Les représentations…, passim, así como Luther LINK, El Diablo. Una máscara sin rostro, Madrid, 2002, Editorial Síntesis, pp. 27-32. La ilustración está sacada del artículo de Carlos SERRANO, « Le diable aux portes du ciel (à la poursuite du beau démon) » en Actes du Colloque International Enfers et damnations dans le monde hispanique et hispano-américain, Paris, 15-17 de noviembre de 1994, Paris, 1996, Presses Universitaires de France, Histories, p. 471, il. 6.

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Nov 042013
 

  Isabel Elena Abril Fernández y José Abril Torres.                                               

   El libro de Don Félix Pacheco Ortiz, entra a formar parte de una de las numerosas polémicas, que tuvieron lugar, entre la medicina innovadora, con base en las hipótesis iatroquimicas, iatromecánicas y, a veces, en el más radical escepticismo, y la medicina institucional apoyada en el dogmatismo de Aristóteles y Galeno.

El mismo titulo, “Rayos de luz práctica”, pone en evidencia  el concepto vital, que va a guiar al autor a lo largo del libro: la razón, el buen uso de la razón, debe prevalecer sobre la rutina y la anquilosis de los prejuicios.

Comienza el libro, con una bella dedicatoria  a la Ciudad de Trujillo, seguida de un prólogo al lector.

El contenido científico, está dividido en tres Discursos, precedidos de un Discurso previo apologético, a cargo del Doctor Don  Francisco Valles, médico de Saelices:

Discurso primero. De la definición de las Fiebres.

Discurso segundo. De las Fiebres intermitentes.

Discurso tercero. De la curación de todas las Fiebres.

Se trata de un texto farragoso, donde se pone en evidencia que, a pesar del ansia de los médicos de la época por conocer las causas de la enfermedad, aún existen, en ese camino, más sombras que luces.

Por la forma de exposición, se trata de una gran crónica médica, en donde se recogen todos los avatares, que acontecen en el campo de la Medicina, a lo largo de la segunda mitad del siglo XVII y de la primera mitad del siglo XVIII.

A lo largo del texto Don  Félix Pacheco Ortiz, expone una amplia bibliografía, que recopiló en los años de prácticas con su  maestro Don Luis Enríquez.

 

 

       

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Antecedentes del libro “Rayos de luz práctica” de Don Felix Pacheco Ortiz.-

 

I) El escepticismo del Dr. Martín Martínez.-

 

Ya hemos hablado anteriormente de la decadencia de España a principios del siglo XVIII.

 

En palabras de Marañón:

“El siglo XVIII fue de tristísima inopia para la medicina. Las universidades, en la primera mitad del siglo, estaban en plena decadencia y, dentro de ellas, era la Facultad Médica la más afectada por la vacuidad y garrulerio de sus profesores…; natural que así fuera porque la decadencia política, y la pobreza del país tenían que repercutir especialmente sobre la ciencia”.

 

En esta época de depresión surgen tres figuras que van a dar inicio a la lenta progresión de España hacia el desarrollo cultural que ya campeaba en toda Europa. Serán: Macanaz, quién propondrá a Felipe V un amplio programa para la recuperación económica, industrial y cultural. Pero en cuanto Macanaz, fiscal general del Reino, se plantea limitar las atribuciones del Santo Oficio de la Inquisición, firma su condena. Avisado de que la Inquisición va a ordenar su prendimiento, huye a Francia, desde donde intentó su defensa. Inútil empeño que duraría 33 años. Cuando finalmente, a los setenta y ocho años, logra cruzar la frontera, la Inquisición lo prende y le encierra en una de sus cárceles secretas. Tendrían que pasar aún doce años para que, a un nonagenario ciego, se le permita salir para morir en su Hellín natal.

 

Mejor suerte corrió el P. Feijoo, que también se opuso a los “guardianes de la tradición”, pero supo refugiarse de sus embestidas en los escritos privados que dirigió a quién le convenía.

 

Todo lo contrario que le ocurrió a su contemporáneo Mayans, que creyó que su sinceridad podría disputar la tradición. Vana creencia, porque no pasó mucho tiempo para que la Inquisición y con el Consejo de Castilla ordenaran el embargo de la obra “Censura de historias fabulosas”, y terminara el intento de realizar una crítica alejada del servilismo.

 

El Dr. Martín Martínez, que con la publicación del primer tomo de su “Medicina Scéptica”, chocó con el tradicional, y aún vigente, escolasticismo.

 

Aunque, para Menéndez y Pelayo, este escepticismo del Dr. Martínez no guarda relación con la línea histórica del verdadero escepticismo español; supone más bien, advierte, una postura contra el escolasticismo,  y ello motiva la evidente semejanza de estos escépticos reformados y los eclécticos. Quiso ser un intento de síntesis de algunos puntos de la Escolástica con los ideales de los “modernos”. Y, sobre todo, dscartar lo que pretendían algunos aristotélicos: que en las ideas de los escépticos había una solapada negación de la verdad revelada. Pero el Dr. Martínez, en su defensa, proclama su fidelidad a los principios dogmáticos, y salva un primer escollo, que él mismo aclara con las siguientes palabras:

 

“Viendo la falibilidad de los silogismos y discursos humanos, ha avido otros (se refiere a los escépticos) que en todo han puesto duda, y solo se han dejado convencer de la revelación Divina en los Dogmas de Fe, de las experiencia de las cosas naturales y, de los primeros principios de la razón en las consideraciones metaphisicas, a los que llamamos scépticos reformados”.

 

Refiriéndose a los estudiantes médicos dice:

 

“… Porque como vienen acostumbrados a solo resolver questiones gramaticales de equipolencias, modales y suposiciones, y questiones teológicas de physica premoción (que les enseñan en la physica) y otras cosas ajenas a la medicina, con una experiencia casera, suele espantarlos una vieja”.

 

Superado el miedo a la Inquisición, que continúa despierto, le queda al Dr. Martínez la batalla contra los prejuicios de sus propios compañeros.

 

La primera respuesta de la “Médicina Scéptica” será la obra intitulada “Centinela médico-aristotélica contra scépticos”; en la cual se declara ser más segura y firme la doctrina que se enseña en las Universidades españolas y los graves inconvenientes que se siguen de la secta scéptica o pirrhónica; compuesta por el Doctor Don Bernardo de Araujo y Azcárraga, médico de los reales hospitales de la corte, Médico de Cámara de la Real Familia y examinador del Protomedicato. Madrid 1725.

 

Otra impugnación a la obra del Dr. Martínez fue la de Dr. Juan Martín Lesaca, catedrático de prima de Alcalá con su libro “Apología Escolástica en defensa de las Universidades de España contra la Medicina Scéptica del Dr. Martínez”. Madrid 1729.

 

El padre Feijoo, que sabe que no puede enfrentarse a los guardianes de la tradición abiertamente, que lo mejor es ceder y escribir con algún miramiento, sale en defensa del Dr. Martínez y escribe una “Aprobación apologética del scepticismo médico del Dr. Martínez”. Oviedo 1725. Insiste el P. Feijoo, sobre todo, en la defensa de las sensaciones de tipo religioso que insinuaba el Dr. Araujo.

 

Se editan otros libros en defensa del Dr. Martínez:

Templador médico de la furia vulgar en defensa del Dr. Martines, del padre Feijoo, de la medicina y de los médicos doctos…” del Dr. Francisco Suárez de Rivera. 1726.

Cátedras de desempeños médicos…” de Don Alfonso Sánchez.1727.

 

El Dr. Francisco Lloret y Marti, amigo personal de Martínez, escribió una “Apología de la medicina y sus doctos profesores, contra las críticas y defensas de la doctrina de Hipócrates y Galeno contra los errores vulgares”. Madrid 1726. A este libro responde el Dr. Vicente Gibbert con un violento escrito, al que respondió, en los mismos términos, Lloret. Esta respuesta va encabezada con un escrito personal del Dr. Martínez, dirigido a las críticas del Dr. Gibbert, en un tono duro y terminante.

 

II) Escuela de Medicina y Cirugía y los Hospitales de Guadalupe.-

 

Para poder entender los motivos de la polémica que estudiamos en este trabajo, debemos conocer lo que supuso la Escuela de Medicina y Cirugía de Guadalupe en la formación de sus médicos, y la realidad de los Hospitales en la atención sanitaria a los peregrinos que acudían al Monasterio, y en el tratamiento que recibían los propios frailes.

 

La presencia de peregrinos alrededor del Monasterio desde su temprana invención, hace necesaria la creación de hospitales para recogerlos y, no solo darles la paz espiritual que buscaban, sino curarles de la miseria y el hambre con que llegaban.

 

No es motivo de este trabajo realizar un estudio  cronológico de la creación de la escuela de Medicina y Cirugía de Guadalupe y de sus Hospitales. Lo que nos interesa, como ya hemos dejado apuntado, es la gran labor que ejercieron en toda una larga época y, sobretodo, durante el dominio de los jerónimos.

 

Es a partir del 15 de Agosto de 1389, en que don Juan Serrano hace pública renuncia a su priorazgo secular, y el 22 de Octubre en que llegan a Guadalupe Fray Fernando Yanez y 31 frailes salidos de Lupiana para constituir la comunidad del nuevo Monasterio, cuando comienza la verdadera formación científica de los médicos que van a regir los dichos hospitales.

 

La publicación facsimilar de un códice de 1741: “Ordenanzas y Costumbres de los Reales Hospitales de Nuestra Señora Santa María de Guadalupe”, es clave para entender la organización y la asistencia que se realizaba en estos hospitales.

 

En cuanto a la formación científica que recibían  los médicos en la Escuela de Medicina conocemos datos parciales: El manuscrito S.I.8358 de la Biblioteca Provincial de Cáceres, Index librorum qui asservantor in hoc bibliotheca  regalis monasterii Santae Maria de Guadalupe. En la fecha de redacción de este Catálago, inventariados 3.649 obras, en 6.661 volúmenes. Se trata en  su mayoría de libros impresos de Aristóteles, Avicena, comentarios a las obras de ambos, y algunos libros de Galeno.

 

Dos años después de la redacción de este catálogo llega el proceso, complejo y desgraciado, de las exclautraciones y la final Desamortización. Un desbarajuste completo de los fondos bibliográficos del monasterio.

 

Siguiendo las bien documentadas obras de José Ignacio de Arana y de Sebastián García O.F.M., es evidente que los estudios médicos en Guadalupe, y el ejercicio de la Facultad en sus hospitales, están avalados por el propio Eugenio IV en el rescripto “Alias sui provindetia” del 13 de Junio de 1442, en que faculta al prior y monasterio para que, monjes no ordenados in sacris, puedan estudiar y practicar la medicina y la cirugía. Esta concesión fue renovada por el mismo papa el 31 de Marzo de 1443 con el rescripto “cum ad monasterium”.

 

En otro rescripto de Nicolás V, “Alias felicis recordationis” del 2 de Agosto de 1452, confirma la facultad a todos los monjes, no ordenados in sacris, aunque antes de su ingreso en la orden no hubieran sido doctos en medicina y cirugía.

 

En cuanto a las polémicas disecciones sobre cadáveres, Sebastián García O.F.M., es concluyente: “En virtud de estos tres rescriptos de Eugenio IV y Nicolás V, y no en fuerza de otros documentos pontificios más explícitos, que nunca han existido, practicaron los monjes en Guadalupe, con dispensa pontificia, distintas anatomías del cuerpo humano, entre las que se mencionaron autopsias sobre cadáveres, y otras operaciones de disección”.

 

En 1510, el Monasterio retira su confianza a algunos monjes médicos que habían promovido la rebelión de los “legos de la corona”, por no poder llevar tonsura clerical (corona), y usar de privilegios paraclericales.

 

Es en este momento cuando comienza el ejercicio de Médicos seglares en la Escuela de Medicina y los Hospitales de Guadalupe.

 

Uno de estos médicos seglares sería Don Francisco Sanz de Dios y Guadalupe, que publica un libro intitulado “Medicina práctica de Guadalupe”. Madrid 1730, en el que hace una crítica a la “Medicina Scéptica” de Don Martín Martínez, y da motivos a la polémica que surge en la medicina extremeña.

 

Cosa curiosa es que en el libro de Don Francisco Sanz, se incluye una “Aprobación laudatoria de Martín Martínez de la obra Medicina Práctica de Guadalupe”.

 

Don Francisco Sanz de Dios, del gremio de la Universidad de Salamanca, y graduado en ella por la capilla de Santa Bárbara, Médico primero de la Real Casa, y los Reales Hospitales de Nuestra Señora Santa María de Guadalupe.

 

Educado en el vigente escolasticismo universitario, y ejerciendo la facultad médica en un reducto del dogmatismo aristotélico y galénico, no es de extrañar, que en su libro, defienda los principios más conservadores. Pero lo hace con tal convencimiento, que el propio Martín Martínez, en el escrito de aprobación, como ya hemos dicho inserto en el libro “Medicina práctica de Guadalupe”, reconoce la honestidad del Dr. Sanz, y el alejamiento de éste de los prejuicios y la mala fe que guían otros polemistas.

 

“Esta obra no es fundida como las otras, sino cincelada: Sus discursos no los ha vaciado el Autor por otros moldes, sino los ha perfeccionado con el buril de su feliz práctica en la Santa Regia Casa de Guadalupe, y sus hospitales. Es un extracto de la aplicación, e ingenuidad del autor; no obra escrita políticamente, como otras, por el temor de que (si con mi sceptica se descubre la trampa) se pierde todo el crédito de la Medicina Escolástica, en que consiste la principal sabiduría de nuestros Doctores.”

 

“No me detengo a responder a las objeciones que trae contra mi Teoría de Fiebres, asi porque no es de este encargo, y lugar, como porque (según dexo dicho) aunque eficaces, no son tan inconclusos sus argumentos, que hayan sacado la doctrina de Fiebres de la clase de conjetura a la servidumbre de dogma”.

 

En el prólogo al lector, dice Don Francisco Sanz:

“El primer paso, que guía a la verdad, es el deseo de hallarla… Escribo para los Doctos, porque me enseñen; para los indoctos, porque aprendan: a aquellos hablo en lengua que entiendo yo, a estos en la que entienden ellos”.

 

En esta última frase se puede apreciar  la sinceridad con la que se expresa Don Francisco Sanz cuando decide escribir su libro en castellano y no en latín como ordenan los conservadores: “fuera de más autoridad, si se escribiese en latín”.

 

En esto confluye con los “novatures” en su afán de escribir en lengua vernácula para que sus escritos puedan ser leídos por la mayoría de la gente.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El mismo titulo del libro, “Rayos de luz práctica”, nos sugiere el concepto vital que va a regir en todos los escritos de los Médicos novatores: La razón, el buen uso de la razón, debe prevalecer sobre la rutina y la anquilosis de las costumbres humanas; debe conducir a la felicidad del ser humano sobre la tierra.

 

Recordemos, a propósito, las palabras de Juan de Cabriada  en su carta de 1697:

 

“Solo mi deseo es, que se adelante el conocimiento de la verdad, que sacudamos el yugo de la servidumbre antigua, para poder, con libertad, elegir lo mejor… que es lastimosa y aun vergonzosa cosa, que como si fuéramos indios, hayamos de ser los últimos  en recibir las noticias y las luces públicas, que ya  están esparcidas por toda  Europa.”

 

El libro del Doctor Pacheco Ortiz representa, en resumidas cuentas, una polémica entre la medicina innovadora, que se basaba en hipótesis iatroquimicas o iatrmecánicas y, a veces, en el mas radical  escepticismo, y de la medicina institucional, apoyada en el dogmatismo de Aristóteles y Galeno

 

Comienza el libro con una dedicatoria “A la  Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Truxillo”, y un prólogo al lector. El texto científico, está dividido en tres Discursos, precedidos de otro “Discurso Previo Apologético” a cargo del  Doctor  Don Francisco Valles, Médico de la Villa de Saelizes; y queda conformado  así:

 

 I.   Discurso primero. De la definición de las Fiebres

  1. II.   Discurso segundo. De las Fiebres intermitentes.
  2. III.   Discurso tercero. De la curación de todas las Fiebres.

 

Aunque se trate de un  texto farragoso, por las numerosas réplicas y contrarréplicas a que dan lugar las distintas hipótesis que se esbozan a lo largo del libro, el Doctor Pacheco sale airoso en el envite y, con una prosa fluida y llena de ironía, nos conduce a través de ese cúmulo de experimentos, historias clínicas o anatomoclínicas, que aprueban o desaprueban, dichas  hipótesis. Supone el gran  esfuerzo humano que hace el médico, en la defensa de los compromisos adquiridos: Sus ideas, las ideas de su maestro, las ideas de otros médicos progresistas.

 

Me llama la atención, el conocimiento profundo  que tiene de todos los acontecimientos científicos que ocurren durante el largo periodo, que va desde el Renacimiento, hasta los años en que escribe el libro.

 

Hace una crónica si como tal entendemos la relación de los hechos históricos según se han ido realizando en el tiempo. Una amplia crónica médica, con los nombres de todos los médicos que en ese largo periodo de tiempo realizaron y difundieron sus descubrimientos; o aquellos otros que, con sus hipótesis, quisieron desvelar los muchos enigmas que encerraba la medicina de la época.

 

Posiblemente sea en la dedicatoria a la Ciudad de Trujillo,   en donde la prosa del Doctor Pacheco, alcance mayor belleza literaria:

 

“SEÑOR:

Desde la falda humilde de mis manos Vuela a la soberana cumbre  de los pies de V. S., esta pequeña Obrilla; ¿Pero cuando (según buena Philosophia) no halló lo mas leve su centro en lo mas alto. Ni el libro, puede contener menos, ni yo desear mas alto Protector. Leve es la obra; pero fuera grave la culpa, si siendo V. S., a quien debí el primer paso de mi dicha (cuando me elevó a la honra de su Médico) no fuera yo tan agradecido como fui (y soy) honrado por V. S (…)

 

(…)Yo debo a V. S., la primera honra, y fuera vituperable ingratitud, que no fuese V. S. a quien yo dedicase este  primer parto de mi débil ingenio. Téngase por reconocimiento, y no por osadía  esta corta oferta.“

 

Hace después  un juego de palabras con un epigrama de Marcial: Animum, nom carmina Iacto.

 

“Dedique en buen hora, y dé por victima Marcial sus epigramas a Mecenas, que yo doy a V. S. mas propio Mecenas, por victima mis deseos.”

 

El prólogo al lector, es otra bella página del libro:

 

“Lector  mío: Si te acuerdas de mi notoria insuficiencia, escasísima literatura, y ningún númen de escritor, y reparas que antes de este, ay además, muchos libros en el mundo, no te    puedo esperar propicio; pero si te haces cargo de la obligación que (como a Padres) contraemos los discípulos a los  Maestros, te debo aguardar benigno; y mas si (como te deseo) entras a leerme  purgado de passiones; y  eres discreto, para oponerte al dictamen, si no te agrada, y no perseguirme, aunque no quieras seguirme…, no habiendo logrado  ninguno de los nuevos descubrimientos, el indulto de ser recibido sin  implacidez. Buenos ejemplos tenemos en Thomas Bartholino, por los vasos linfáticos, en Gaspar Asselio, y otros muchos, y mas que en todos en el  famosísimo  Guillermo Harveo, por el útil descubrimiento de la circulación de la sangre.”

 

Después hace una exposición de las hipótesis que va a debatir en el libro, haciendo un elogio de la del Doctor  Martínez,  y la de su maestro Don Luis Enríquez,  y refutando la del Doctor Sanz. Y, termina:

 

“Atento a lo cual no diré yo, lo que el padre de la Elocuencia Romana (Marco Tulio Cicerón)

Cum  recte  scribas, non cures verba  malorum

Advitrij nostri non est, quod quisque loquatur.

Pues era negarte a ti, que eres juez competente, y creer yo, que escribía  bien (quod ab sit) pero si te diré, y rogaré con Plínio, lo que  el  mismo  decía: Ne negliges,  antequam legas, ne carpas, antequam copias”

 

Para poder realizar el comentario del libro, es difícil dividirlo en bloques con las distintas hipótesis que se plantean. Es más fácil seguir, paso a paso, esta historia apasionante, dejando al margen los debates, que a lo largo del libro se suscitan, y haciendo hincapié en el fondo de las ideas, que esas hipótesis conllevan.

 

Procuraré, no caer en los dos graves errores que todo comentarista comete: El primero, por exceso, al querer explicar lo que es obvio. El segundo, por defecto, cerrando frases, que pueden ser de difícil comprensión para el lector cuando se separan del texto.

 

Hipótesis  que entran en el juego de la polémica

 

    I.   Por un lado, una hipótesis, de base iatromecánica, del Doctor Martínez.

  II.   Por el otro, la hipótesis, de base iatroquimica, que defiende el Doctor Sanz.

 

“Ninguna prueba mas evidente de que ninguna cosa phisica evidentemente se sabe, que lo mucho que sobre la esencia y causas de la Fiebre se ignora(…)

 

(…)Cuando los mas doctos Médicos de el presente siglo, gozosos de aver sacudido el yugo de la servidumbre  y ciega credulidad a los Antiguos……aun los que nacimos en mejor tiempo, aunque en País mas arriesgado ,y nos hubiésemos acogido a Puerto mas seguro menos contagiado, y mas fértil  de útiles noticias, en que cebada la fantasía, ha extrahido alibles succos, con que repararnos de la extenuación contraída en las Universidades, y se contemplaban serenos y en pacifica posesión, sino de la verdad, de la mayor verisimilitud en la esencia de la Fiebre, en el tumulto, desorden y fermentación de los líquidos (baxo cuya hipótesis hemos considerado  los mas a la Fiebre algunos años) tendió los rayos de su erudición el Doctisimo Martinez, e iluminó todo el Orbe Literario, con una nueva (tan aguda, arreglada y verosímil como suya) definición  de la Fiebre: Por un movimiento pulsátil, irregular del corazón.”

 

Surge, a continuación, el complejo de inferioridad que, a través  de los tiempos, nos ha asistido a los extremeños:

 

“… los que dotados de ruda minerva, y los que tenemos la suerte de no avernos podido apartar del todo de este Septentrión, donde los rayos de las luces de la Facultad, llegan mas tarde y menos claros (…) quando el Doctor Don Francisco Sanz ha salido en su Práctica de Guadalupe, sino con nueva definición (pues es la suya mas conforme a la de Uvillis  y demás fermectantes)”

 

Después de la exposición de las dos hipótesis, al Doctor Pacheco, le queda por delante:

 

1°, la defensa de la hipótesis iatromecánica del Doctor Martínez.

 

2°, la defensa, a ultranza, de la hipótesis de su maestro que, a la vez, está muy cercana a la que impugna, la del Doctor Sanz, de base iatroqimica.

 

Don Luis Enriquez, había publicado en 1713, un libro intitulado “Juicios sin pasión…”, que terció en la polémica sobre la fiebre, iniciada en 1697 con el libro de Don Salvador Leonardo de Flores, intitulado “Desempeño al método racional en la curación de las Fiebres Tercianas”. En este trabajo, propugna el uso de los polvos de la corteza de Quina, y los eméticos antimoniales. Inmediatamente, surge la objeción del Doctor López Cornejo, catedrático de Prima de la Universidad de Sevilla, con su libro intitulado “Galeno ilustrado, Avicena explicado, y Doctores sevillanos defendidos“, Sevilla, Juan de la Puerta, impresor de libros, en su Oficina de Siete Rebueltas, 1698. Responde Don Salvador Leonardo de Flores con el libro “Antipológia  Médica …“ Madrid 1705.

 

En 1713 aparece, el ya citado libro de Don Luis Enriquez que, por el momento, impone la calma en esta polémica.

 

Don Felix sabe hilar fino y, en defensa de su maestro (que comparte la misma hipótesis que el Doctor Sanz) dice lo siguiente:

 

“Yo dexo ya hecha mi declaración, de la muy verosímil que me parece la definición del Doctor Martinez…; pero pues mi instituto es dar a la luz la Hipótesis de mi Suspirado Maestro, el Señor Don Luis Enriquez, solo me toca decir, que en punto de la esencia de la Fiebre, siguió (como el Doctor Sanz) el partido de los mas Modernos; y asi dijo: Fiebre es una fermentación preternatural de la sangre, que frecuenta preternaturalmente  el pulso…

 

…El recentisimo Sanz, en abono de su definición en que (como  queda dicho) conviene con los mas de los Modernos, hasta omitir la circunstancia (que juzgo precisísima) de la alteración del pulso“

 

Nos llama la atención, el amor y respeto hacia su maestro, del que adquirió una gran preparación científica y humana cuando realizó sus prácticas con él en Cazalla de la Sierra. Coincidió esta fecha, con la preparación por parte del Doctor Enriquez, del libro que publicó en 1713, del que ya hemos hablado. Por lo tanto, no nos cabe la menor duda, de que Don Felix participó en la elaboración de dicho libro, y aprovechó la amplia bibliografía que debió acumular su maestro.

 

Muchos de los libros consultados, estaban en el Índice de libros prohibidos por la Inquisición. Sin embargo, tenemos constancia de la permisividad  que se les dio a los Médicos de la Regia Sociedad Hispalense de Medicina, por parte de los Reyes, para la tenencia y lectura de estos libros. Un edicto de Fernando VI, dice:

 

 “…para que los Socios de la Regia Sociedad Hispalense, puedan usar, leer y tener libros prohibidos por el Santo Oficio de la  Inquisición, sobre las partes médicas.“

 

Asentadas las ideas del Macrocosmos de Galileo, algunos de sus seguidores creyeron que, las leyes físicas que lo regían,  podrían aplicarse al cuerpo humano. Nace así el concepto de Microcosmos, y las bases de una nueva doctrina: La Iatromecánica.

 

“Por ninguna causa se dice del hombre con mas propiedad  Microcosmos o Mundo Menor, a imitación del Macrocosmos o Mundo Mayor…”

 

A continuación cita a los tres médicos italianos, que más influyeron en el nuevo concepto de la fisiología  y patología iatromecánicas:

 

Borillo.-Giovanni Alfonso Borelli   (1608- 1676) 

 

Hablando de la naturaleza de la fiebre, dice:

 

“Y para proceder con orden y claridad, explicaré primero algunos principios fundamentales…

 

…Debe ser cierto que el ser y la vida del animal no son mas que un continúo movimiento…

 

…transpira un flujo continúo de partes sólidas por los poros de todo el cuerpo… por lo que el animal tiene necesidad de un continúo alimento para poner o colocar  en los lugares que han quedado vacíos otra partes en sustitución de las que se han eliminado…La infatigable agitación del corazón (como ha demostrado Harveo)…, y las pulsaciones secundarias de las arterias, hacen que estas partículas salgan por los poros“.

 

 

Baglivio.- Giorgio Baglivi   (1643 – 1704)

 

Es famosa su frase “Medicus naturae minister, si naturae  obtemperat, naturae non imperat” (El médico es un ministro de la naturaleza y, si no conoce sus leyes, no podrá gobernarla).

 

Bellino.- Lorenzo Bellini

 

Discípulo de Borelli. Ocupó la cátedra de Anatomía de Pisa. Descubrió la estructura canicular del riñón y su  vascularización y lanzó la doctrina vascular secretora: El túbulo renal es permeable a los corpúsculos de la arteria aferente, e impermeable  a los productos  de la vena eferente.

 

 

Seguimos con el libro de Don Felix. Para refutar la hipótesis iatroquimica, cita un experimento de Manget (Jean Jacque Manget, 1652 – 1742):

 

“Dicho Manget, consta que habiendo infundido en la yugular de un perro algunas dracmas de azeite de Azufre, no padeció fiebre ni otras molestias“.

 

A continuación hace mención de otro experimento de Ermullero (Michael Ettmuller. Profesor en Leipzig) que, aunque era defensor de la iatroquimica, hizo severas criticas a esta doctrina.

 

Mas adelante, nos da Don Felix la definición del Escéptico que recoge del libro del Doctor Martínez:

 

“Luego no podéis negar, que aun no se sabe en que consiste la calentura…fuera apartarse de lo humano, cuya pensión es un saber tan limitado, que ni aun de lo que pisa, puede dar propia y cabal razón“.

 

Acaba el primer Discurso, refutando la hipótesis de  la fermentación:

 

“El mosto, cerbeza, u otro liquor fermentable, jamás fermentará, si perpetuamente se le está agitando; pero la sangre, según vuestros propios principios, está en perpetua agitación, y movimiento de circulo. Luego aunque se le mezcle algún fermento, jamás fermentará.“

 

Comienza el Segundo Discurso, con la definición de las fiebres intermitentes:

 

“Es una preternatural fermentación de la sangre, que frecuenta preternaturalmente el pulso; interpolado por varios periodos.”

 

Esta definición de su maestro, es la misma que la del Doctor Sanz, y la misma que compartieron Silvio y Willis. Hace, a continuación, lo mismo que ha hecho con la iatromecánica, una larga exposición del movimiento iatroqimico.

 

  Comienza con

 

-Helmontio.- van Helmont (Bruselas, 1579 – 1644).

 

Posiblemente uno de los médicos más inteligentes en la historia de la medicina; pero, a la vez, el más desgraciado. Odiado por los protestantes por su catolicismo ortodoxo, era también odiado por los católicos por sus ideas avanzadas.

 

-Ermullero

Del que ya hemos hecho referencia.

 

-Fonseca

Médico portugués, que fue catedrático en Salamanca y Coimbra.

 

-Casalete

Catedrático de Zaragoza. Su oposición a los galenistas y, sobre todo, al abuso de la purga y la sangría, le valió el rechazo de sus compañeros universitarios, porque sus ideas eran “falsas, temerarias, perniciosas a la salud pública, indignas de tan grave autor, irracionales, absurdas…., por ser opuestas a la doctrina de Galeno“.

 

Para poder seguir la larga disertación, que hace el Doctor Pacheco sobre las fiebres intermitentes, es conveniente que tengamos una visión actualizada, del concepto y etiopatogénia, de estas fiebres intermitentes.

 

El Paludismo, Malaria o Fiebres intermitentes, es una enfermedad infecciosa, causada por  protozoos del género Plasmodium. La enfermedad la transmiten las hembras de los mosquitos del género Anopheles. Existen  cuatro especies de Plasmodium, que pueden parasitar al hombre: El  P. falciparum, agente causal de la fiebre perniciosa, el P. vivax, agente causal de la fiebre terciana, el P. malariae, agente causal  de la fiebre cuartana y el P. ovale, que produce un cuadro parecido a las tercianas.

 

En el hombre, produce la enfermedad el ciclo asexuado de la multiplicación del parásito, del siguiente modo:

 

Los parásitos, introducidos en la sangre por la picadura del mosquito, llegan al hígado, y penetran en las células hepáticas, en donde se dividen en numerosos elementos hijos. Transcurridos unos ocho días, pasan de nuevo a la sangre, y penetran en los hematíes, en donde destruyen la hemoglobina, y se convierten en parásitos semiadultos. Esta fase biológica en la reproducción del protozoo, coincide con la fiebre del palúdico. Una vez convertidos en parásitos semiadultos destruyen los hematíes y son vertidos nuevamente a la sangre. Esta fase, coincide con los escalofrios y la sudoración. Al quedar libres en la sangre, parasitan nuevos hematíes, reproduciéndose el ciclo biológico, y la sintomatología que conlleva.

 

Al picar el mosquito, y absorber la sangre, se introducen en su estómago estas formas semiadultas que, una vez que son fecundadas, se convierten en formas adultas, en condiciones para poder repetir el ciclo de reproducción.

 

Fue Juan Maria Lancisio (Giovanni Lancisi, 1654 – 1720), el primero que observó, la relación entre las intermitentes y la presencia de mosquitos. Según él, estos mosquitos transmitían unos “animálculos“, que causaban la enfermedad.

 

No seria hasta la mitad del Siglo XIX, en que se confirmaran estos proféticos puntos de vista.

 

Don Felix, dice, refiriéndose a Lancisi:

 

“…que se inspiran del aire….algunas  partículas a la massa, que la fermentan, y son la causa de las referidas fiebres”.

 

A continuación, hace un estudio del aforismo hipocrático “Terciana exquisita, septum circuilibus sum longissima determinatur”. Comienza con la opinión del Doctor Boix y Moliner que, partidario de la Vis Medicatrix Naturae, da  por hecho natural, la curación de las tercianas en siete días.

 

El Doctor Boix y Moliner, publica un libro intitulado “Hipócrates defendido….”, en Madrid, por Matheo Blanco, 1711.

 

Hace mención de otros médicos seguidores de la medicina hipocrática:

 

“…el Doctor Diaz, antagonista de Boix…apoyado por el Doctor Vega, cree que, dicha curación, se produce en catorce días  según la interpretación  de otro Aphorismo: Morbi austi quartuor decim diebus indicatur”.

 

Para darnos una idea de la actualidad que tenia la medicina hipocrática en aquella época, es preciso saber que, solo en la Regia Sociedad Hispalense, se hicieron 36 disertaciones, de tipo y base hipocrática, durante el siglo XVIII; de ellas, 19 hacen referencia a algún aforismo.

 

Don Felix Pacheco, sufre en el año 1726, unas tercianas, que  él llama  “frias”:

 

“…me cogieron unas quotidianas de esta laya,…que para mi están demás los testimonios de los citados autores…

 

…Ellas me aprehendieron tan en la vejez, como con treinta y cuatro años de edad…, que soy tan magro, que sin vanidad, pero con propiedad puedo decir (si no se enojan los serios) que soy metaphisico de cuerpo, bien acomphlexionado, nada cacochimo, y sin la menor obstrucción. Pero, ello es, que aún así me encontraron “.

 

Nos hace, después, una meticulosa, e irónica, descripción de los remedios que usó, hasta que decidió tratarse con los polvos de la corteza de Quina, desoyendo los consejos de otros compañeros médicos:

 

“Los amigos, así de Facultad, como foráneos… me decían que cojeaba mi salud por no haberme valido de la otra pierna de la Medicina( en base de Galeno ) que es la sangría pues vivo en un pueblo en que así como en otros son endémicas las enfermedades, quieren que sea en este endémica la sangría“.

 

 “De la misma laya las ha padecido mi señora Doña Isabel Maria de Tapia, por dos o tres veces, y una su hermana, mi señora Doña Joana Thadea, de la misma casta en lo frío de las fiebres “.

 

Recurre, después, a Luis Mercado (1525 – 1611), natural de Valladolid, en cuya Universidad se formó y, luego, fue  profesor. Médico de Cámara de Felipe II y de Felipe III. Su obra, fue una recopilación del saber de su siglo. Entre sus libros mas leídos se encuentra “Las Instituciones que debían regir los exámenes de médicos, cirujanos y algebristas ante elTribunal del Protomedicato”, que siguió en valor, para dichos exámenes, hasta bien entrado el Siglo XVIII.

 

Tan importante es la obra de Mercado que, el Doctor Pacheco un siglo después, recurre a ella para la clasificación de las tercianas perniciosas en seis grupos.

 

De su labor en Trujillo, nos sigue dando datos. En 1723, trata de unas Tercianas perniciosas a Don Francisco de Torres:

 

“…..que en edad crecida, y algo obeso, y desarreglado…”

 

Por las mismas fechas, trata a otro vecino de la Ciudad, llamado Eugenio Carrasco:

 

“Cayó este, joven robusto, en el mes de julio, de unas tercianas ardientisimas….que el vulgo decía que era un gran tabardillo…pero yo hice prevenir el febrífugo, y permitió Dios“.

 

Al hablar de tabardillo, se refiere a una insolación. Sigue con el relato de otro caso “…de un obrero, que para la Magnifica Iglesia de Nuestra Señora Maria Santísima de la Encarnación, vino de Madrid…”

 

En el tratamiento de “un criado de un Cavallero de la Ciudad…en mis veinte años de práctica…”

 

Si el libro se publicó en 1731, quiere decir que terminó la carrera en 1711. Tenía 19 años.

 

Termina este Discurso, con la polémica, que ya conocemos, entre Don Salvador Leonardo de Flores y Don Alonso López Cornejo, y que puso fin el libro de su maestro,  ”Juicios sin pasión…”.

 

En el Discurso Tercero, hace un recorrido por las distintas terapias, que sugieren las distintas hipótesis:

 

“No difieren mucho menos los Autores, en el modo de empezar a curar las intermitentes, que en el de constituirlas, y explicarlas, siendo todo el pleyto por resolver por cual de las dos piernas de la Medicina (Galeno more loquendo,  sangría digo, y purga…”

 

Lo que si deja en claro es que, está en contra de la sangría y de la purga, o, al menos, del abuso de estas.

 

Comienza el Discurso, con una larga exposición de la Vis Medicatrix naturae, del Doctor Boix. Medicina que, como ya hemos dicho, le deja al médico el papel de servidor de la naturaleza.

 

 

Nos cuenta el Doctor Pacheco, que en el examen de su licenciatura, fue preguntado por el Protomédico examinador, Don Fulgencio Benavente, sobre su posición, a favor o en contra de la sangría, en el tratamiento de las fiebres intermitentes:

 

“… que le probase, que la calentura indica sangría, y asegurando yo, que ninguno lo podría probar”.

 

Firme defensor de la Quina, afirma que hasta el Doctor Boix reconoce sus beneficios, pues sin ella, en 1707:

 

“…se hubieran muerto de tercianas parte de los Habitadores de Madrid, si no hubiese subvenido a tanto daño la copia de la Quina…Luego no bastó la Naturaleza por si sola”.

 

Mas adelante, expone la postura de Olmedilla y Casalete, en contra de la sangría. Don Agustín Gonzalo Bustos de Olmedilla, publica el libro intitulado “El monstruo horrible de Grecia, mortal enemigo del hombre”, en 1669.

 

Como siempre que se escribe algo en contra de Galeno, surge la polémica. Del Doctor Casalete, y la polémica que suscitó su postura, ya hemos hablado con anterioridad. Deja zanjado el tema con el Doctor Boix:

 

“Llevando siempre por delante todas aquellas cautelas que el  gran Hipócrates prescribe, la  razón pide, y acredita la experiencia”.

 

Rechaza la idea de que Helmontio (van Helmont ) y Botencoe  (Cornelius Brotenkoe, discípulo de Silvio), no hacen uso de la sangría, porque el clima de sus países no la indican. Vuelve a insistir en la opinión de Olmedilla y Casalete que, siendo españoles, se oponen a la sangría y a la purga. Y, a partir de aquí, entra en el otro gran tema, del que los galenistas son enemigos: El Antimonio.

 

Cita a Silvio, en la defensa de los eméticos antimoniales:

 

“Que habiendo fuerzas suele aprovechar mas el vomitorio en algunos afectos, que una purga diez veces repetida”.

 

Hace mención de Ermullero con la misma intención:

 

“Están indicados, especialmente quando los enfermos se quexan de sabores, o amargos, o nauseabundos, porque estos nacen del estómago “.

 

En la defensa del Antimonio, acusa a los galenistas, de usar sustancias, que ya usó Hipócrates, y que son más  venenosas que el Antimonio: El Ássaro, una planta Aristoloquiácea, de flores rojas, y olor muy fuerte. El Eléboro, género de plantas ranunculáceas, de raíz fétida. De la “Farmacopea Triunphante“, de Palacios, toma muchas de las fórmulas magistrales.

 

La Quina, la solución a muchos problemas

 

Los iatroquimicos, explican sus efectos por su actuación sobre la fermentación febril de la sangre. Los iatromecánicos, vieron sus efectos beneficiosos, en la dilución de la sangre. Los galenistas combatieron el uso de la Quina apoyados en hechos doctrinales:

 

En primer lugar, resultaba incomprensible la acción curativa de la Quina, sin provocar efectos purgantes; en segundo lugar, y de acuerdo con la doctrina de las cualidades, la Quina era un fármaco caliente en tercer grado, no explicándose como podía curar  la fiebre un  recurso caliente en tal grado.

 

Apoyados en esa cualidad del sabor amargo de la Quina, algunos médicos, intentaron sustituirla por otros vegetales amargos: el Cardo Santo, la Centaura Menor, el Ajenjo, la flor de la Manzanilla, la Genciana.

 

“A esta linea pertenece aquel remedio célebre en las observaciones de Riberio de la sal de Ajenjos y Espiritu de Azufre en el agua de Chicorias,… rompe la crassa  y viscida compage  de la sangre, y pone en movimientos mas libres, los elementos activos, para que en fermentación mas viva, pueda depurarse de los corpósculos  heterogéneos que la inquinan “.

 

Ribeiro Nunes de Anchez, uno de los discípulos de Boerhaave y que, por recomendación, fue médico en la corte de la Zarina. Junto a Fonseca, que escribió el libro “Retrato del perfecto médico“, en Salamanca 1595, son los médicos portugueses de mas renombre en la historia de la medicina.

 

A propósito de la Quina, refiere el Doctor Pacheco, una curiosa anécdota:

 

“Asistia yo aquí al  Señor Don Juan de Orellana Pizarroy Barrantes , uno de los ilustres Cavalleros  de esta Nobilisima  Ciudad, de unas tercianas, que algunos desórdenes suyos, hicieron rebeldes: entréle  (después de limpiar las primeras vías,  y algo evacuado de sangre ) en el uso de la Quina…y facilitando la notoriedad  del nombre de esta Cavallero, medios de que un Ministro de la Audiencia de Sevilla, se interesase y solicitase su alivio, consultó el caso con uno de los Médicos afamados de  Aquella Insigne Ciudad….en carta de 28 de Noviembre de 1724…Extraño mucho, que aviendo tan grandes médicos en Truxillo… en que la Quina, que a una primera toma de dos dracmas, no exterminó la terciana… y no terminada esta repetir Quina…”.

 

Termina la carta con una serie de pedanterías, que hace decir al Doctor Pacheco:

 

“Reíme (con licencia del Señor Doctor) de este desatino, e insistí en el uso de la Quina“.

 

Termina esta Discurso, y el libro, con una critica a los que no recomiendan la Quina con la mezcla de otros productos:

 

“Muchos por no cansarse en estas combinaciones y diversas mixturas, se contentan con el uso de la Quina como Dios la crió… les viene muy bien la pregunta jocosa de Synapio quando dice: ¿Será bueno, que por que Dios crió, y la naturaleza adornó a las Gallinas de plumas, las coman  nuestros amigos sin pelar, y aun peladas las coman crudas y sin sazonarlas al Arte? ¿Y si no, por que Dios crió el cacao con su cáscara, se usará de él sin mondarlo, tostarlo, y mezclarlo con el Azúcar y la Canela?

 

 

 

 

En el Libro de Acuerdos del Ayuntamiento de Trujillo de 1732 (folio 3-R, legajo 259), conservado en el Archivo Histórico de la Ciudad, se encuentra el documento, que transcribo en su totalidad:

 

“En la Ciudad de Truxillo en diez y ocho días del mes de Enero de Mil y Setecientos y Treinta y dos, se juntaron para celebrar ayuntamiento los Señores Don Rodrigo Navarro de Mendoza y Cabrera, Corregidor y Capitán de Ella y su partido, por el Señor Don Antonio de Orellana y Tapia, Don Juan de Orellana Pizarro, Don Juan Francisco Quilez y Don José Orozco  Carrasco, Regidores Perpetuos de Esta Dicha Ciudad, y acordaron lo siguiente:

 

Vióse en este Ayuntamiento un memorial dado por el Doctor Don Phelix Pacheco Ortiz, Médico Asalariado de Esta Ciudad, en la que dedica el libro de Medicina que ha escrito intitulado Rayos de luz Práctica, y visto por esta Ciudad, quedando como queda con todo agradecimiento a dicho Doctor Don Phelix por su atención.

 

Acordó se le den DOSCIENTOS Y CUARENTA REALES DE VELLON, para ayuda a los gastos de la impresión, los cuales se libren de propios.

En el margen. Libramiento al Doctor Phelix Pacheco por la dedicatoria de un libro. DIOSE.”

                   

 

Nov 042013
 

 

Carlos Jesús Rodríguez Casillas.

 

1 – EL CONTEXTO DEMOGRÁFICO

 

A – LA MORTALIDAD EN EL SIGLO XVIII

  Diversos autores, como John Lynch, aluden al siglo XVIII como una época «… de crecimiento, en el que el número de españoles se multiplicó …»[1]. Este proceso demográfico fue un fenómeno expansionista europeo, debido en gran parte a la reducción de la mortalidad . Este descenso se debió a una reducción de la mortalidad catastrófica, producida por las crisis de subsistencias y por el auge de epidemias. A la vez que también se produciría una reducción de la mortandad ordinaria, derivado de una población mejor alimentada y más resistente a enfermedades. Aunque como señala Miguel Ángel Melón sobre este descenso de la mortalidad, «…no tuvo en el interior de la Península la misma cronología e intensidad que en la periferia, como tampoco afectó por igual a los distintos estratos de la sociedad…»[2]. De manera, que la reducción de la mortalidad catastrófica de la población española tendría sus propias peculiaridades según la geografía y la condición social de sus habitantes. Pero de igual manera que se señalan las diferencias inter-regionales, también se señalan las diferentes tendencias producidas en el seno de la región extremeña.

  En el caso de Mata de Alcántara, como alude Fermín Rey Velasco[3], nos encontramos con una población que gracias a su situación geográfica la hace participar de los sucesos ocurridos en el interior peninsular; pero a su vez, al ser una población fronteriza, le imprime un carácter especial, reflejándose en el transcurso de la Guerra de Sucesión.

    

MORTALIDAD ADULTA Y MORTALIDAD INFANTIL

  Para establecer los datos sobre la mortalidad infantil, la edad que vamos a utilizar y que aparece en los libros de difuntos de Mata de Alcántara, comprende desde el recién nacido hasta los ocho años. Compaginar ambas referencias sobre la mortalidad en el siguiente estudio resulta complicado, y es que los datos sobre la mortalidad infantil aparecen ya avanzado el siglo y de forma deficiente e imprecisa. Como refleja Pablo Blanco, «.. En el obispado de Coria, por ejemplo, sólo después de la disposición del obispo Miguel Vicente Cebrián de 1737 se obliga a los párrocos a que anoten las defunciones de párvulos fallecidos…»[4] De manera que podría llevarnos a engaño alguna de sus cifras, ya que periodos relativamente bajos en mortalidad, como el decenio de 1720 llegaría a tener unos niveles de mortalidad total del 9%. Mientras que la ausencia de las cifras de mortalidad infantil a comienzos de siglo sitúa esa misma cifra en un 5%. De esta manera, resultaría llamativo que en el periodo de más incidencia de la Guerra de Sucesión se diesen unos datos tan bajos con respecto un periodo de relativa normalidad como es el de 1720.

  De igual manera, estos datos sobre el grupo infantil que resultan escasos en un primer momento, no parecen cobrar importancia para el primer párroco de Mata, creándose un problema de información. Y es que hasta finales de siglo, con el cambio de cura en la parroquia, no se empieza a anotar las defunciones de los párvulos con precisión. De tal forma tendrá que ser avanzado el siglo XVIII cuando se produzca una clara diferenciación entre géneros, alcanzando entonces una cifra cercana al 50%. Lo más normal, es que el primer párroco de la diócesis de Mata escribiera las defunciones infantiles bajo el género masculino, que sería utilizado como forma neutra.

    No obstante, lo que si se puede deducir observando las cifras es que la mortalidad infantil es muy elevada, superando en mucho a la adulta. De esta manera, vemos una distribución del 64% de la mortalidad infantil, por un 36% para la mortalidad adulta. Una mortalidad infantil, que a falta de algunas cifras, superó en todos los periodos del siglo XVIII a la adulta en Mata, incluso en años de sobre-mortalidad. De manera que si comparamos las cifras de mortalidad, completas en ambos casos, para la década de 1780, nos daría una tasa de mortalidad del 12% en adultos y del 17% en la infantil.

  Una mortalidad infantil que es en su totalidad legítima, no dándose casos de defunciones de niños ilegítimos.

 

DISTRIBUCIÓN POR SEXOS

  Por las dificultades ya mencionadas sobre la información infantil, para realizar el siguiente análisis se dividirá el estudio en mortalidad adulta e infantil. Un estudio que  se centrará sobre todo en la mortalidad adulta, haciendo solo algunas apreciaciones sobre la infantil.

  Con respecto a la mortalidad adulta, se puede observar viendo las cifras que los porcentajes de fallecidos son muy similares. Así un 50,4% señalaría la incidencia de la mortalidad para el sexo masculino, y un 49,6% lo haría para el caso femenino.

    Con respecto a la mortalidad infantil, los problemas de información en este sentido, hacen que se restrinja el marco de análisis temporal, recurriendo tan solo a los datos correspondientes a las últimas décadas del siglo XVIII. La llegada de un nuevo párroco hace reflejar con más detalle lo contenido en el libro de difuntos. Así, al año siguiente de su llegada, la cifra se equilibra, encontrando a finales de siglo un índice del 53% para los niños y del 47% para las niñas. 

    Se observa como los datos aportan una información que alude a una relativa igualdad entre las muertes de hombres y mujeres tanto en edad adulta como en infantil. Si bien en la infancia estas cifras resultan normales y no tendrían porque variar entre ambos géneros, resulta más llamativa esa igualdad en el grupo adulto. Una igualdad ésta que se corresponde a los distintos contextos socio-políticos y económicos. El ritmo de las defunciones es inestable, tan solo permaneciendo con unos mismos resultados en periodos de relativa tranquilidad. De manera que si durante la década de 1760 las cifras rondan el 5% para ambos, en la correspondiente a principios de siglo arroja un 7% para los hombres por un 5,5% de la mujer. De forma que si en periodos de crisis la muerte afectó por igual al mismo número de hombres y mujeres, en los inicios del XVIII (durante la guerra) se produjo una mayor incidencia de la mortalidad masculina. Crecimiento que se compensó durante los  contextos de normalidad, en los que predominó la mortandad femenina, derivado en gran parte de las deficiencias sanitarias producidas durante el parto y los periodos de embarazo.

 

    Y es que, la mayor diferencia en cuanto a cifras no hay que buscarla entre los grupos de hombres y mujeres, sino en la información contenida tanto en este apartado como en el anterior. Atendiendo a ambas referencias de mortandad, se observa una mortalidad elevada, con periodos de sobre-mortalidad. Pero a su vez, los datos reflejan una mortalidad infantil muy superior a la adulta. Unos niveles de fallecidos, destacando las cifras infantiles, que muestran la pervivencia de un modelo demográfico de corte arcaico. Modelo éste que ralentizaría el proceso de crecimiento, haciéndolo más lento que los producidos en la periferia española[5].

 

 

B – EL TIEMPO Y LA MUERTE 

 

EVOLUCIÓN SECULAR

  Centrándonos en la población de Mata de Alcántara, podemos observar como se ven una serie de picos de mortalidad y periodos moderados. Los siguientes datos han sido elaborados basándose en las cifras correspondientes a la mortalidad adulta y tomando como referencia los intervalos realizados por Miguel Ángel Melón[6]. No he utilizado datos absolutos, descartando la información infantil, porque las referencias en este sentido no son completas y podrían inducir al error, como se aludió anteriormente.

De 1700 a 1720

  El comienzo de siglo, viene marcado por el contexto de la Guerra de Sucesión. En el periodo de 1700 hasta finales de 1710 se observa que junto con el inicio de las hostilidades, hay un aumento de la mortalidad con unas cifras que se sitúan en el 11% y el 9%. En este periodo, habría que destacar los años 1704 y 1705; y es que si en esta población se da un porcentaje del 0,7% anual en un año normal, en estos años se alcanzó la cifra del 2,7%. Aunque también hay que decir que según transcurre el conflicto y va llegando a su fin, la tasa baja, entrando en términos normales otra vez. El impacto de la Guerra de Sucesión se deja notar en Mata de Alcántara, ya que se encuentra próxima a Alcántara, baluarte defensivo de gran estrategia, como ya se demostró anteriormente durante la Guerra de Restauración y reflejado en los estudios de Isabel Testón, Rocío Sánchez Rubio y Carlos Mª. Sánchez Rubio[7].

De 1720 a 1730

  Desde el final del conflicto la tasa de mortalidad vuelve a encauzarse sobre unos valores más bajos, moderándose en la década de 1720 con una tasa del 8%.

De 1730 a 1760

  Pero en la década de 1730 se comienza a ver el inicio de una curva de mortalidad, despuntando en la de 1740 y reduciéndose a finales del decenio de 1750. Así observamos un ligero aumento en 1730, derivado de la crisis agraria de dicha década y que llegó a alcanzar un 10% en el número de fallecidos. En la década de los cuarenta la influencia de la crisis de mediados de siglo se deja notar con fuerza, llegando a alcanzar cifras del 12% y que resultan ser casi similares a las del periodo de guerra de comienzos de siglo. Este aumento de la mortalidad se verá reducido en la década posterior, situándose en un 9% otra vez.

De 1760 a 1780

  En la década de 1760 y 1770 la mortalidad parece haberse estancado en la anterior cifra, llegando a producirse un retroceso en los años 70, reduciéndose la mortalidad en un punto y que alcanzaría la cifra del 9%.

De 1780 a 1799

  Pero a partir de la crisis general de final de siglo la mortalidad sufre un gran aumento, llegando a alcanzar la cifra del 12% para 1780 y del 11% para 1790.


 

 

Mortalidad y crisis agraria

  Estos procesos localizados de sobre-mortalidad se corresponden con las crisis de subsistencias, caracterizadas por una caída de la producción, subida del precio del cereal y por la aparición del hambre. Así, como refleja P. Blanco las crisis de mortalidad parecen estar en relación con el receso de la producción de cereal y del colapso en los mercados de este producto. Si comparamos los periodos de las crisis, éstos se adaptan perfectamente a los picos de mortalidad sufridos en Mata de Alcántara. Si se cotejan las cifras de Miguel Ángel Melón sobre las crisis agrícolas se observa como la de 1704 – 1705 se corresponde con uno de los índices más altos de mortalidad registrada.

 La década de 1730 recogió otro periodo crítico para la cosecha de trigo, sobre todo en los años 1734, 1737 y 1738. Sobre todo éste último año, ya que como recoge Miguel Ángel Melón, «…Año de 1738 fatal y miserable por no haberse cojido trigo en la cosecha antecedente de 37 en toda la Extremadura…»[8].

  Ya a mediados de siglo, Extremadura se vio afectada por una dura sequía que afectó a la producción. Ésta decayó tanto que hubo que optar por comprar trigo a Salamanca por la escasez en Extremadura; y hasta Mayo de 1754 no dejó de traerse trigo de Castilla. Esta crisis de producción también es coincidente con otro de los periodos con más fallecimientos recogidos. En este sentido la vecina población de Membrio solicitó «…ante el deplorable estado a que dejo reducido su vecindario la injuria del tiempo y las malas cosechas, junto con la mortandad de ganados que padecieron y experimentaron sus moradores en los años calamitosos de 1753 y 1754, con tal imposibilidad de sembrar los campos en los respectivos tiempos [y que a causa de los cobros de impuestos] no se conseguirá otro efecto que el de abandonar muchos vecinos sus casas y trasladarse al reino vecino de Portugal [solicitando] su real clemencia y perdonar parte de la imposición …»[9]Se desprende claramente la desesperación social que vivía toda una comunidad, que a parte de las hambres y la escasez de recursos se veía presionada aún por las cargas impositivas.

  La última de las grandes crisis se da durante el decenio de 1780 con otra gran sequía, que se vio acompañada esta vez por una plaga de langosta que terminó por arruinar las cosechas. Esta grave crisis se refleja en la gran subida de la tasa de mortalidad en este final de siglo.

  Aunque no parezca ser la razón última que explique estos desajustes e incrementos de la mortalidad en Mata de Alcántara, si que se percibe cierta unión entre ambos conceptos de hambrunas y mortandad.

 

Mortalidad y guerra

  La situación geoestratégica de Mata de Alcántara le hace tener un comportamiento especial a la hora de evaluar los índices de mortalidad, ya que se trata de una población cercana a Alcántara, baluarte defensivo y de gran importancia militar.

  Ya en el siglo XVII Alcántara cobró una gran relevancia militar durante la Guerra de Restauración, como se desprende de la información enviada por el marqués de Caracena al Consejo de Guerra en 1664 y recogida por Isabel Testón, Rocío Sánchez y Carlos. Mª. Sánchez [10]: « [ Alcántara ] una plaza de las más importantes de la provincia por estar en el paraje que se halla y sobre un río tan considerable como el Tajo y en parte donde hay puente y que de uno a otro lado puede llegar la caballería, cosa que no sucede al dicho río siete leguas más arriba de Alcántara y otras siete más abajo, y así ya se ve cuanto conviene el conservar este pueblo». Situación estratégica que no cambia desaparecido el conflicto, como se puede decir a la alusión que de su toma hace el marqués de Marialva y que resalta los aspectos positivos de su conservación al depender de ella varias zonas extremeñas[11].

  En este sentido, Domínguez Ortiz[12] señala como en 1703 Portugal se unió a Inglaterra en la contienda sucesoria, comenzando los conflictos en la zona fronteriza extremeña. Destacando el inicio de los combates de cierta intensidad en el espacio fronterizo portugués; destacando especialmente los años de 1705 y 1706 como unos de los más cruentos en cuanto a las repercusiones de la contienda, a la vez que se destaca la zona fronteriza extremeña como zona de incursión de las potencias extranjeras. Punto este compartido por Miguel Ángel Melón, al que también une otro factor como es el de «… las levas de los soldados, tan temidas por los vecinos, y que se sucedieron durante el conflicto …»[13].

  Estos acontecimientos, trasladados a la población de Mata, se traducen en un gran aumento de las muertes. Pero también en el comienzo de las apariciones de militares de diferentes regimientos, como los de Granadinos o Vizcaínos. A lo que habría que unir el fallecimiento de un alférez perteneciente a uno de estos regimientos o el caso de un soldado que fue devorado por las fieras mientras se encontraba con sus compañeros. 

 

 

ESTACIONALIDAD DE LA MUERTE

    Habría que hacer una diferenciación entre la mortalidad infantil y la adulta, ya que cada una se corresponde con una determinada estacionalidad:

 

Mortalidad adulta

 

  El mayor índice de mortalidad adulta se corresponde con los meses finales de año, sobre todo en dos periodos. El primero coincidiría con los meses de paso al otoño. El segundo, sería el propio invierno, destacando la transición en Diciembre. Cifras que contrastan con las sucedidas en las estaciones mas benignas, como durante el periodo de primavera. En éste sentido, el trabajo de Pablo Blanco[14] da a entender una serie de las que serían las causas más comunes a la hora de provocar los ciclos de fallecimientos, aludiendo a que éstos se concentrarían en los meses de cambio de estación hacia el invierno y a su vez dentro de esta misma estación. Todo esto, nos lleva a pensar que hubo una gran incidencia de gripes y afecciones respiratorias.

 

 

 

Mortalidad infantil

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  Se ve una concentración estacional diferente. Para la mortalidad infantil, vemos como el mayor número de defunciones se sitúa en los meses de verano. Agosto es el mes donde más niños fallecen. En éste sentido, el trabajo de M. Rodríguez Cancho[15] señala una serie de causas, como las deficiencias nutricionales en el embarazo, la crianza o la propia estacionalidad de los nacimientos. A lo que habría que añadir el consumo de alimentos fácilmente contaminados o no propios para niños, como la leche animal.

 

C – LOS DIFUNTOS

 

MUERTE Y POBREZA

  Son dos valores que parecen ir bastante unidos, ya que como se refleja en las cifras, se produce una alta incidencia de defunciones correspondiente a la población catalogada pobre bajo contextos productivos y económicos inestables.

 

Volumen de pobres

  Con respecto al número de adultos fallecidos la cifra total de pobres se sitúa en un 22%. Pero, hay que decir que esta cifra nos podría llevar a engaño, y es que la crisis de final de siglo se hizo notar mucho en la población de Mata, incrementándose notablemente el nivel de pobres fallecidos.

 

NÚMERO DE POBRES FALLECIDOS

Años

Número fallecidos

Pobres

De 1700 a 1714

166 Personas

5%

De 1784 a 1799

199 Personas

17%

Total

365 Personas

22%

 

  Del anterior gráfico se puede observar claramente el creciente ascenso de la población pobre. Y es que si a principios de siglo los números estimaban un total del 5%, para finales de siglo, con una cifra de muertes no muy superior a la de principios, se asiste a un fuerte incremento de la población fallecida en el umbral de la pobreza.

 

Situación de los pobres

  En el periodo del Antiguo Régimen podemos encontrarnos con diferentes casos de pobreza, como se desprende del estudio de Geremek[16].  En el ámbito nacional, la mayoría de las situaciones de pobreza vienen dadas por los contextos de crisis y subsistencias. Si atendemos a las cifras de Domínguez Ortiz[17] sobre los precios de alimentación en años de carestía, se observa como el precio del pan llega a estar en torno a cinco reales y medio, mientras que el jornal de un peón se situaba en torno a los seis reales.

  La pobreza que encontramos en Mata sigue esta misma línea. Como ya se indicó anteriormente, en este siglo hubo una serie de periodos en los que la población agrícola sufrió  carestía de cereal. Un descenso de la producción que hace que los precios de éste se eleven, no pudiendo las economías más débiles acceder a su consumo. En este sentido, el aumento de pobreza, parece tener su correlación derivado del improductivo fin de siglo; lo que explicaría también como se produce un aumento de los índices de mortalidad de las personas que con un limitado nivel de recursos no podrían hacer frente a las crecientes acometidas del precio del trigo. La escasa documentación de protocolo existente para la población de Mata de Alcántara si que nos deja ver como durante la bonanza económica que precedió su grave crisis finisecular, se realizaron numeras concesiones de los conocidos como “préstamos al redimir”, endeudando a una gran parte de su población campesina que vería imposible la forma de afrontar sus pagos, a la vez que vio muy mermada su capacidad adquisitiva. Unos prestamos realizados por la mayoría de las cofradías religiosas de la localidad, dotándolas de un gran poder; pero que también padecieron una gran escasez de recursos, desde el momento en el que dejaron de gozar de los ingresos correspondientes a los pagos hipotecarios[18].

  Un punto éste, el de la crisis finisecular que está en la línea de lo expuesto por Sánchez Marroyo, cuando alude éste a que «…La última década del siglo XVIII conoció un agravamiento de la situación del país y de Extremadura por la confluencia de un doble proceso: guerras exteriores y crisis de subsistencias. Como consecuencia de ello se produjo tanto un crecimiento del  endeudamiento de la Hacienda Pública, como un incremento de los sufrimientos de la población, agobiada por los impuestos y con gravísimas dificultades para encontrar su subsistencia…»[19]

  Los datos también permiten observar como la pobreza va acompañada de la condición social de viudedad, sobre todo en el caso de la mujer. En este sentido, el mayordomo de la Cofradía del Carmen, Juan García, aprovechó esta condición de pobreza por parte de las viudas para dotarse de un gran poder adquiriendo un importante número de sus propiedades. Es el “marco de oportunidades” del que han hablado estudiosos como Fermín Rey y Jose Pablo Blanco[20]. Un marco éste, propiciado por unas crisis  que repercuten en desigualdades sociales que motivan a su vez «… que unos pocos se aprovecharan de ese hambre en propio beneficio …»[21].

   La información sobre Mata, alude a que el fallecido en situación de pobreza no es capaz de hacer frente a los gastos derivados del sepelio. Toda la información recogida parece apuntar, que observando las cifras que estipulan los pagos del funeral, se podría establecer un cierto límite en el que estaría el umbral de la pobreza en Mata. Y es que la información obtenida establece una media de unos 350 reales para el acto mortuorio, divididos en diferentes conceptos que ya se detallaran más adelante. Alcanzar esta cantidad de dinero no estaría en manos de muchos, de manera que algunos se vieron obligados a vender parte de sus bienes para poder costearlos «… Ítem ordeno que  para cumplir su funeral se venda una cassa suia propia …»[22].  Y es que en algunas familias correr con estos gastos resultaría imposible, por las razones anteriormente expuestas.

 

LUGAR Y CAUSAS DE LA DEFUNCIÓN

  En el libro de difuntos de Mata se pueden observar algunos aspectos significativos, al menos para estudiar las causas de las muertes.

  Destacar el grupo de defunciones mayoritario y en el que se encuentran la mayoría de los fallecimientos. Éstas muertes se producirían en la casa del difunto y bajo un “contexto de normalidad”, siendo esperada por la familia. Las causas para este tipo de fallecimientos suelen estar relacionadas con los factores antes mencionados, como las carestías en épocas de hambrunas o también procedidas de los ciclos estacionales, derivadas como ya se dijo de las enfermedades respiratorias, gastro-intestinales, etc. Casos en los que se mencionan aquejados hay pocos, como algún enfermo de «perlesía»[23], primando la omisión de las causas derivadas de epidemias. Aunque bien es verdad que el periodo finisecular se produce un aumento de las menciones de muertes por vómitos.

  También se destacan las muertes repentinas  «…no pudo recibir los Santos Sacramentos por haver muerto de repente, ni hizo testamento…»[24].

  Ahora bien, los casos excepcionales son resaltados con gran detalle. Así la muerte de un soldado. «…comido de fieras..» a principios de siglo debió impactar bastante, de lo que se deduce de la siguiente información «…y hallo la caveza de un hombre, canilla y cañas de los brazos y hombros articulados y roídos de animales…»24.

  Los fallecidos por actos delictivos o violentos también resultan muy destacados como sucedió con otra información de un fallecido «…mozo muerto por estocada…»24.

  Y es que estos casos que se escapan a la rutina habitual de los fallecimientos ocupan un gran volumen de información, tratando de reproducir todo el proceso desde que se dio la noticia de la aparición del cadáver hasta el posterior entierro. Y es que, ante la imposibilidad de capturar el instante con imágenes, como sucede en el periodo actual, sus habitantes trataron de recogerlo bajo un minucioso tratamiento dado a la información.

 

 

 

 

 

2 – ACTITUD ANTE LA MUERTE

    Una vez valorados los índices de defunción y analizada la variable de mortalidad para la población de Mata de Alcántara, con alusiones también para el conjunto extremeño, surge una pregunta ¿ Cual era la actitud de sus habitantes ante la muerte?. Para tratar de responderla nos disponemos a desgranar la información a la que podemos acceder. Para ello, vamos a utilizar los libros de difuntos, donde quedan reflejados los aspectos devocionales y la evolución de ese mismo sentimiento a lo largo del siglo. Otro aspecto importante es el testamento, ya que éste se trataría del discurso más personal que existe sobre el tema. No obstante, también ha de advertirse que debida a la escasa existencia de testamentos en Mata, hay que recurrir al análisis de una serie de documentos de las poblaciones cercanas, ya que la distancia es muy reducida en un siglo donde los cambios en las poblaciones vecinas no suelen darse: Membrío, Alcántara y Brozas. Lo que a su vez permite establecer un estudio más amplio de las estructuras mentales.

 

A-    LOS TESTAMENTOS

El  modelo de testamento “tipo” en la zona fronteriza de Alcántara

    De los testamentos estudiados, correspondientes a las localidades anteriormente citadas, se puede extraer que todos los testamentos tienen una estructura clara.

    Nuestro “individuo tipo” residente en este ámbito fronterizo se correspondería en la mayoría de los casos con una persona enferma o en mal estado de salud. Un sujeto adscrito al dogma y a la fe católica, como lo atestiguan las incesantes fórmulas que encabezan este tipo de documentos «…creiendo en el misterio de la SSª Trinidad, Padre, Hijo y espiritusanto, tres Personas distintas, y un solo Dios verdadero, y con todo aquello que tiene. Cree y confiesa nuestra Santa Madre Iglesia Catolica Apostólica Romana. Tomando como tomo por mi Intercesora y Abogada a la Reyna de los Angeles Maria Santísima Madre de Dios…»[25].

  Un individuo que prefiere enterrarse en su parroquia[26], pero en la que no tiene ninguna preferencia en situarse, en la gran mayoría de los casos el entierro se efectuará «…donde convenga…». Son escasas aquellas personas que eligen un lugar predeterminado, aunque en los testamentos se mencionan lugares como la pila bautismal o la capilla de Cristo «…y sea sepultado en la Iglesia de Nuestra Señora de la Soledad junto a la capilla de Jesús »[27].   

  Un sujeto, como vemos, educado e imbuido dentro de la moral católica y que se encuentra preocupado por la salvación de su alma. Dentro de este aspecto, nos encontramos con una demanda “estandarizada” ya que la gran mayoría solicita  « que se me haga el oficio acostumbrado…»24 , que será detallado posteriormente y que va acompañado de un notable número de misas por la salvación de su alma y que ronda la cifra media de entre 20 y 30. Posteriores demandas correspondientes a los actos a realizar al cabo de año del fallecimiento,  misas a una devoción específica, destinada a sus familiares o devocionales resultan bastante escasas. Esto unido a la abundante recurrencia de oficios por los cargos y penitencias mal cumplidos nos muestran claramente como nuestro individuo es un ser preocupado en su salvación,  en lo que Francisco Aguilar ha dado a denominar como “el sentido católico de la existencia”, en el que «… pecado y arrepentimiento son dos caras de la misma moneda que hablan tanto de la angustia de la culpa como de la cínica hipocresía de quien se sabe protegido por la facilidad del perdón…»[28].

  Un individuo que no tendría ningún tipo de endeudamiento y en el que igualmente es difícil de encontrar algún tipo de deudor. Pero que sin embargo en él es muy habitual encontrar la necesidad de vender parte de sus bienes para poder costear todos los gastos derivados tanto de la documentación como de su funeral.

  En el plano material, los otorgantes, tratan de dejar la mayoría de sus bienes a sus familiares más cercanos. Unos bienes que se corresponden en su mayoría de: útiles domésticos, ropa, mobiliario, propiedades agrícolas y vivienda. En este sentido, la valoración de las donaciones se produce según el tipo de parentesco entre el familiar y el fallecido. Son escasos los casos en los que el otorgante dona parte de sus bienes a una persona no-familiar, correspondiéndose en la mayoría de estos casos a personas que les han tenido a su cargo durante su enfermedad.  

  Para cumplir tanto lo solicitado en plano inmaterial, como organizar su voluntad en este mundo, los otorgantes acuden a la figura del albacea. En casi todos los casos este albacea será un familiar cercano, predominando la presencia masculina. Este familiar suele ser ayudado en sus tareas casi siempre por otra persona, aparecida también en el testamento y que no tiene por qué ser de la familia, aunque tiene la confianza del testador. Vemos por tanto, como ante la incertidumbre creada al estar ante el tránsito a la otra vida, el otorgante trata de  rodearse de toda una atmósfera de seguridad creada por el que se sabe protegido por sus seres más cercanos y de confianza para cumplir su última voluntad.          

 

Volumen de testamentos en Mata de Alcántara

   Partiendo del total de la población adulta  fallecida en el periodo 1700/1714 y 1784/1799, el volumen de las personas que testan se puede cifrar en un 49%; el 50% no testaría y tan solo en el 1% de los casos testarían por él. Pero no todo el periodo mantuvo dicha proporción, ya que a comienzos de siglo el volumen de personas que si efectuaron testamento era mucho mayor:

 

EVOLUCIÓN SECULAR DEL TOTAL DE TESTAMENTOS

Años

SI

NO

Por él

Total

1700-1714

30,60%

15,30%

0,60%

46,50%

1784-1799

18%

35,50%

0,30%

53,80%

Total

38,60%

50,80%

0,90%

 

  Esta evolución del volumen del número de testamentos se podría achacar a dos factores. El primero de ellos, haría alusión a la creciente demanda a mediados de siglo en favor de las memorias. Estas, al igual que los testamentos, sufrieron una regresión en el periodo final, derivado de la mayor preocupación en «…la salvación de su alma…» antes que por preocuparse de sus herederos o del destino de sus bienes. Parece que se denota una mayor preocupación por lo espiritual que por lo material, quizás inducidos por el cura de Mata para propio beneficio. En este sentido, mencionar la visita realizada en 1749 [29] y en la que se queda fijada una serie de normativas a efectuar en materias testamentarias. Uno de los primeros puntos se encarga en destacar « … que no pueda dicho cura apropiarse de hacienda, ni vienes algunos de los difuntos que muriesen en la Villa de Mata …». Un segundo punto señala que el cura «… no pueda vender hacienda alguna como no sea testamentario nombrado por los que testasen…». Y el tercer punto a destacar, que es el que más nos importa, alude que «… se le previene y manda se abstenga de hacer memorias testamentarias a los enfermos que se hallen grabados, debiendo prevenirles con tiempo hagan testamento ante escribano como es de su obligación; y cuando estos no lo hagan, y ejecuten advertírselo a sus hijos hederos o muger busquen quien lo ejecute apartándose dicho cura de semejantes concurrencias, para que no se le tenga por sospechoso, ni use de abaricia reprobada a su estado, y libertad de los que deben testar (…) se le previene que desde oy en adelante las ponga [partidas de difuntos y memorias] con toda claridad  y distinción …».

    Otra segunda posibilidad del descenso de testamentos en esta pedanía es el creciente aumento de la masa de población pobre, la cual no puede testar, ya que como se refleja en las notas del escribano «…no tiene de que testar…»26.  Ya se aludió en el apartado dedicado a la pobreza como la población campesina de Mata sufrió un endeudamiento en las décadas precedentes a la crisis de final de siglo y que resultaría a la postre catastrófico para sus economías. Pero este no es un proceso exclusivo de Mata de Alcántara, ya que como se refleja en diferentes estudios sobre la región, como el de Miguel Ángel Melón « …A medida que avanzaba el siglo y las crisis se sucedían, la preocupación por este cada vez más numeroso grupo de la población [campesinos equiparados económicamente a los pobres de solemnidad, estado del que incluso muchos de ellos formaron parte durante las crisis agrarias], abocado a vivir de su jornal o de la beneficencia pública …»[30].  Una línea que también es defendida por Fermín Rey, cuando alude que «… [a parte de acarrear el hambre entre los desfavorecidos] ese año malo de cosechas de 1789 traía consigo la quiebra de los más necesitados …»[31]. No es extraño por tanto, que ante la imposibilidad de dejar bienes, ese campesino arruinado se preocupase en menor medida en “dejar bien atado” unos bienes de este mundo que resultarían inexistentes, para intentar al menos la salvación de su alma en el otro.        

 

Distribución por sexo

    Si atendemos a la distribución según el sexo de las personas que testaron en dicho periodo en Mata, se observa una mayor tendencia de los hombres:

 

TESTAMENTOS

Años

HOMBRE

MUJER

Total

SI

NO

Por él

SI

NO

Por él

1700-1714

17%

7%

0%

13%

8%

1%

46%

1784-1799

10%

17%

0%

8%

19%

0%

54%

Total

17%

24%

0%

21%

27%

1%

100%

 

  Esto se corresponde con el estudio realizado por Mercedes Santillana para el partido de Cáceres y en el que alude a la diferencia de los roles atribuidos a cada sexo en los tiempos modernos; de manera que el hombre sería capaz de gestionar sus bienes, a la vez que también gestionaría de los de su mujer después de la boda.

 

Estado civil de los otorgantes

  En este sentido, decir que el volumen de las personas casadas que testan sobrepasa bastante al número correspondiente al estado de viudedad. Tan solo un pequeño número serían “mozos solteros”. Un punto éste que se da en Mata y que igualmente coincide con el estudio de Mercedes Santillana[32]. Esto, habría que interpretarlo como un intento de amparar al cónyuge ante la proximidad del fallecimiento y de escudarle ante las dificultades de un contexto socio-económico muy inestable, como lo demuestra el desamparo al que quedaban sometidas las mujeres bajo la condición de viudedad..

 

Estado de salud

  Aunque de las cifras extraídas se desprende que la mayoría de los fallecidos no estaban preparados para afrontar la hora incierta de la muerte. En este sentido, y como se expondrá en este siguiente punto, gran parte de la población no tiene efectuado su testamento y si lo tienen escrito, no dista mucho tiempo de la fecha de su fallecimiento. Por lo tanto, la preocupación ante esa “hora incierta” pareció no preocupar en exceso a la población del XVIII del espacio fronterizo de Mata, preocupándose tan solo en los últimos momentos.

  En la muestra escogida de testamentos de las zonas anteriormente citadas ( Brozas, Membrio y Alcántara) y comparada con los correspondientes libros de difuntos de dichas parroquias, se observa como el temor ante la hora de la muerte es menor del esperado. De manera que en los siguientes casos se puede observar la escasa dilatación entre las fechas en que se testa y en la que se muere:

          Catalina Flores: testa el 9 de Septiembre en Brozas y muere  el 18 del mismo mes.

          Juan Caballero: testa el 29 de Septiembre en Brozas y fallece el  30 de Octubre.

          Diego Márquez: testa el 28 de Marzo de 1764 en Membrio y muere el 13 de Mayo de dicho año.

  A parte de esta información, lo mismo se puede exponer del estudio del libro de difuntos de la localidad de Mata de Alcántara, ya que la amplia mayoría de las personas testan justo en el momento de la muerte. Igualmente, en la mayoría de los casos de muerte de repentina el fallecido no pudo testar, como ya indiqué con aquella frase «…no pudo recibir los Santos Sacramentos por haver muerto de repente, ni hizo testamento…»[33].

  En lo que respecta a la salud de los otorgantes, estos suelen estar enfermos aunque con la capacidad de decidir y organizar su testamento. De igual manera queda reflejado la situación del otorgante en el testamento «…estando enferma en cama pero sana de mi entendimiento y juizio…»[34].

  De los testamentos examinados, todos coinciden en la misma fórmula exceptuando muy contados casos. Uno de ellos es el correspondiente a Juan Gutiérrez, vecino de Mata y que testó estando «…en buena salud y en mi juicio…»[35]. Testamento realizado por la razón de que era un militar que se encaminaba por aquellos entonces hacia la guerra contra los franceses. La segunda razón que más se denota es que el resto de los individuos que testan estando en buena salud es por su nivel económico elevado, queriendo controlar su valiosa herencia.

 

Nivel cultural

  Este es uno de los aspectos que suscita controversia y múltiples debates, ya que, ¿ Como medir el nivel cultural o la capacidad de lectura y escritura de una población durante el siglo XVIII ?. En este sentido se pronuncia Francisco Aguilar diciendo que «… En España, la única base fidedigna digna de investigación son los documentos notariales [ entre los que menciona los testamentos ] susceptibles de un análisis estadístico basado en las firmas de las personas interesadas …»[36]. Basándose en estos parámetros, alude  a una capacidad del 60% de los madrileños de finales del XVIII para estampar su firma. Ahora bien, estos estudios pueden resultar engañosos, ya que esa cifra dada para Madrid no puede ser correspondida con las zonas rurales del interior o del sur.

 Para la provincia de Cáceres se han realizado cálculos al respecto, señalando los estudios de  Ricardo Luengo[37] para la zona de Plasencia durante todo el XVIII  unos niveles de analfabetización del 74%.

  Los estudios realizados en las mencionadas poblaciones de frontera durante el siglo XVIII han arrojado unos resultados del 76% de los individuos que no han sabido plasmar su firma en un documento, apareciendo de forma constante en dichos documentos la fórmula «… no firma porque dijo que no savia …». El escaso porcentaje de personas que plasman su firma en los documentos notariales hacen mención a una posición social elevada o dedicado a algún tipo de negocio. Uno de estos casos hace referencia a Diego Correa, que en su testamento hace alusión a una gran cantidad de deudores que están presente en su «… libro de caja …».

  Estos estudios basados en el número de firmas pueden resultar erróneos, ya que muchas de las personas que firman pueden saber hacerlo tan solo por reiteración, pudiendo ser analfabeto; pero también puede haber personas que no sepan firmar y que tengan un nivel aceptable de lectura. Ricardo luengo advierte en este sentido  a que «… En realidad, la capacidad de rubricar un papel podía no corresponderse con la asistencia a algún tipo de escuela sino a un simple acto mecánico aprendido con la única finalidad de firmar […] Tampoco podemos decir que el no saber firmar supondría una tara en su educación y, por ello, decir que una persona era analfabeta»37.

  El panorama, a primera vista, parece resultar desolador, ya que si las cifras nos indican un retraso cultural con respecto a la zona placentina, ésta se situaba todavía por detrás de muchas provincias españolas[38]. Y aunque se aunaron los esfuerzos por aumentar el nivel cultural tanto en el ámbito urbano como en el rural, como remedio para salir del atraso y la miseria gracias al aumento de la formación, dichas medidas parecen que no llegaron a cumplir sus objetivos. Muchas veces, este fracaso se debió en gran parte al desinterés derivado de la inestabilidad de los contextos socio-económicos y a una población anclada en los sistemas de pensamiento y productivos de corte tradicional[39].  En este sentido,  para finales del siglo XVIII Sánchez Marroyo señala un panorama cultural para España bastante pobre, señalando a su vez que «… Las grandes deficiencias de la estructura educativa, incluso en los principales núcleos de población, no permitían el acceso de la población campesina ni siquiera a los rudimentos de la instrucción elemental …»[40].

          

Nivel económico

  Los libros de difuntos de Mata de Alcántara[41], permiten la posibilidad de establecer una tabla de precios que recogen la mayoría de gastos que debe desembolsar el testamentario para costear el funeral y diversos actos:

 

PRECIOS

Derechos parroquiales: (misas, vigilias y responsos):  110 R.
Sacristán: 18 R.
Asistencia de los sacerdotes: 10 R.
Residencia del regidor: 56 R.
Testamento y papel: 7 R.
Sepultura: 50 R
Vista de testamento, más Casa Santa y Redención:  32 R.
Encargados de proveer cera: 18 R.
7 misas colecturía: 10 R.
Misa cantada: 4 R.
Misa rezada: 2 R.
Portadores de las exequias, más pregones:  32 R

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

B –  PRÁCTICAS Y  MENTALIDAD RELIGIOSA

   Una vez descrita toda la teoría en la que se exponía la voluntad de los testamentos a cerca de cómo efectuar el sepelio, en este apartado se expondrá como se plasmaron en la realidad todas esas disposiciones. A la vez que se intentará hacer un breve recorrido sobre el transcurso del funeral, desde su muerte hasta los recuerdos recogidos en las misas de cabo de año, para terminar con los niveles de superstición. Para realizar dicha descripción vamos a utilizar otra vez los testamentos de las ya citadas localidades, los libros de difuntos de Mata para medir la religiosidad y para coordinar todo ello, el estudio de Mercedes Santillana.

 

ENTIERROS

  Para detallar mejor dicho proceso haré una distinción entre la mortalidad adulta, y la infantil, especificando dentro de la adulta los diferentes procedimientos para la mayoría de los difuntos y el tipo de funeral destinado a los pobres.

 

Difuntos adultos

  Todo el proceso, desde el suceso de la muerte, en casa del difunto, hasta los recordatorios  incluidos en el cabo de año queda recogido en el oficio ordinario. En este se puede ver una evolución, tendente a disminuir las prácticas piadosas y devocionales. Pero lo que es su estructura fundamental queda inalterada, resultando ser la que permanezca como única forma de oficio ordinario a final de siglo. Un proceso en el que se ve claramente una doble vertiente, una más material, centrada en la actividad de la casa del difunto, mientras permanece su cuerpo ahí, y otra vertiente espiritual, que se corresponde con el traslado a la parroquia y al lugar de enterramiento.

  Dicho ritual empieza en la casa del fallecido, con la aplicación de los santos sacramentos, «… Recibio los Santos Sacramentos de Penitencia, Comunion y Extramauncion …». Es en este contexto donde se cuida más el aspecto material del cuerpo y en donde señala M. Santillana el cuidado prestado a la habitación y la indumentaria del cadáver. De esta presentación del cadáver por parte de la familia y escenificado con esa mortaja, los restos pasan al ataúd, siendo posteriormente trasladados al lugar de enterramiento. En este sentido, la vestimenta del cadáver cobraba gran significado en algunas ocasiones, como un símbolo que pudiese ayudar también al paso a la otra vida «… es mi voluntad que cuando Dios Nuestro Señor fuere servido sacarme de esta presente vida, mi cuerpo sea amortajado en el Avito de San Francisco …»[42].

   Una vez realizados todos los actos en la casa del difunto, el cuerpo es trasladado hacia la iglesia, en donde se le practicará el ritual de enterramiento. Situado el cadáver en dicha parroquia, comienza la ceremonia por la salvación del alma del fallecido. Al difunto se le imparte una misa cantada estando de cuerpo presente, a lo que habría que añadirle tres días de novenas. En cada uno de estos días de novenas se incluyen una misa cantada y una serie de 12 responsos, 6 de ellos cantados y que serían realizados en la iglesia y otros 6 rezados y que se efectuarían en la puerta de la casa del difunto. Mencionar, que dicho oficio practicado, es acompañado con una serie de misas por la salvación del alma del difunto o incluso devocionales, pero ese es un aspecto que abordaré más adelante.

  En Mata, como en las poblaciones cercanas se carece de cementerio civil, como se recoge de la información obtenida tanto de los libros de difuntos como de la visita de la Real Audiencia[43], debiéndose efectuar los enterramientos en la parroquia.  Los difuntos son enterrados dentro de ésta y el enterramiento ya comienza a demostrar desigualdades según el status social, ya que los más pudientes escogen las zonas más cercanas a los lugares simbólicos, como sería la zona más cercana al altar o en la pila del agua bendita. En este sentido, en los testamentos antes citados, salvo pocos casos quien eligen situarse en la capilla, el resto alude a la formula  «…en donde convenga…».

  El oficio acostumbrado en esta parroquia también recoge la actuación que se debe efectuar transcurrido un año del fallecimiento. Dicha actuación se efectuaría de la siguiente manera: medio año de responsos ofrendados, más una vigilia que incluye una misa cantada.

  Información recogida en el libro de difuntos, nos muestra un coste de todo este proceso, incluido el cabo de año, que ascendería a los 110 reales.

 

Difuntos infantiles y el sepelio de los pobres

    El párvulo y el recién nacido son enterrados de forma simple, con una ceremonia en el que se efectúa un solo oficio rezado. A partir de los 7 años comienzan a introducirse otras prácticas, enterrándose ahora con misa de cuerpo presente y con tres días de novenas.

  Los pobres fallecidos son enterrados con una ceremonia muy simple, que comprende una sola misa de cuerpo presente.

 

 

LAS MISAS

  El aspecto devocional queda bien reflejado en el transcurso del siglo XVIII en donde se refleja un fuerte retroceso del avance de la piedad a  finales de siglo. Así se puede observar esta situación en el siguiente cuadro:

 

EVOLUCIÓN DEL VOLUMEN DE MISAS

A principios de siglo:                  84%
A mediados de siglo:                 13%
A finales de siglo:                        3%

 

 

 

 

 

 

    Este descenso en el volumen de misas queda reflejado en el constante descenso de las misas devocionales y supersticiosas de comienzos de siglo. El declive se empieza a observar a mediados de siglo, acentuándose la caída en los años finales, como se puede ver:

 

 

DESCENSO MISAS DEVOCIONALES Y SUPERSTICIOSAS

Principio XVIII

Mediados XVIII

Finales XVIII

Misas de devoción

10%

2%

1%

Misas de superstición

13%

0%

0%

 

 

 Un descenso, que a parte de combatir la superstición, se debe también al intento de homogenizar el ritual, y es que en la última década la fórmula de enterramiento que aparece en  los libros de difuntos es la misma para todos los casos.

  En lo que se refiere a la distribución por sexos, se desprende una superioridad del genero masculino en la demanda de misas. Lo cual habría que ponerlo con relación a la mayor existencia de testamentos efectuados por éstos a lo largo del XVIII, superando en 6 puntos a los efectuados por las mujeres:

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 Distribución y evolución de las misas

  Hay que diferenciar varios aspectos, ya que muchas son producto del oficio ordinario y que dependen del volumen de fallecidos; y otras son que reflejan ese contexto de religiosidad. De manera, que nos encontramos con los siguientes campos:

 

DISTRIBUCIÓN DE LAS MISAS S. XVIII

 

Misas de entierro:                      71%
Misas de cabo de año:                4%
Misas recuerdo familiares:          3%
Misas de superstición:               11%
Misas de devoción:                      8%

 

 

 

 

 

 

 

 

Misas de entierro

  Son las misas efectuadas tanto en el propio funeral, como las misas encargadas por la salvación de su alma o las pertenecientes a los días posteriores de novenas. Así podemos diferenciar entre:

  • ·         Misas por la salvación del alma ( sin especificar ): y que son un 29% de éstas.
  • ·         Misas cantadas: con un 11%, y entre las que podemos encontrar:
    • o   Misas de sepultura: con un 18% del total de cantadas
    • o   Misas de novenas: que suponen un 82% de las cantadas
  • ·         Misas rezadas: que son un 60% de las de entierro

 

  Las misas de entierro son las que terminan perdurando a lo largo del siglo, derivado de su implicación en el oficio ordinario y dependiendo su volumen del total de fallecidos. De esta manera, podemos ver como si este tipo de misas a principio de siglo constituyen un 69% del total; a mediados su volumen es del 96%; para terminar el siglo con el 99%, prácticamente la totalidad de las misas. Pero este aumento no hay que encontrarlo en el aumento de estas misas, sino en el descenso de las otras prácticas, como se verá más adelante.

 

 

Misas de cabo de año

  Misas practicadas en recuerdo del fallecido para la salvación de su alma y que son realizadas al cumplirse un año desde el fallecimiento. Este tipo de misas son minoritarias e irán perdiendo importancia a lo largo del XVIII. De manera, que si para principios de siglo su volumen es del 4%, a mediados tan solo significan un 1%, para desaparecer a finales.

 

Misas de recuerdo a familiares

  Misas dedicadas para la salvación del alma de los familiares y que también ocupan un escaso lugar dentro del total de las misas. Su evolución también refleja una fuerte caída; de un 6% a comienzos, pasaron a desaparecer directamente antes de la llegada del final del XVIII.

 

Misas de superstición

  Este es uno de los aspectos que resultan más atractivos analizar con el transcurso del siglo XVIII, ya que es este tipo de información resulta clave para poder analizar la religiosidad y la mentalidad popular. Vemos como su volumen total no es muy grande, aunque si cobraron importancia a comienzos de siglo, pasando de una inicial importancia con un 13% del total de misas a la práctica desaparición en los siguientes años.

  Dentro de estas misas hay que destacar los dos tipos que se dan en Mata de Alcántara: las dedicadas a San Amador y los grupos de 33 misas que hacían alusión a la edad de Cristo. Este tipo de misas tuvieron su mayor demanda coincidente con los mayores desastres de la guerra a principios de siglo, notándose un rebrote bajo los contextos críticos (hambrunas). Son unas misas, consideradas como supersticiosas, y que mediante las diferentes visitas realizadas tratan de reducir su número y su influencia, lo que queda reflejado en su caída.

 

Misas de devoción

  Misas que indican la devoción popular a los diferentes santos y que reflejan el nivel de religiosidad de la población. Su aportación al total de las misas es escaso, pero su permanencia llega hasta final de siglo. Pero, aunque su aportación es muy pequeña al total, dentro de estas misas devocionales nos encontramos con una amplia diversidad.


Las demandas más recurridas:

 

 

 Con respecto a la evolución de este tipo de prácticas, se pueden ver como sufren un descenso continuado, aunque no tan pronunciado como las misas de superstición. De manera que si el volumen total era a comienzos de siglo del 10%, a mediados suponen un 2% para desaparecer en los años finales.

Si se observa la distribución de las misas los grupos más numerosos se corresponden a una tónica común tanto en Mata como en las poblaciones cercanas como Membrio o Brozas, como es la demanda de misas por las penitencias mal cumplidas[44] o los santos de su devoción. La gran demanda debida a la Virgen de Gracia se debe a que ésta es la patrona del pueblo y por tanto la devoción más seguida en Mata.

  El siguiente grupo de misas, que rondan entre el 5 y el10% incumbe a santos que atañen a las distintas cofradías de dicha población, como las que hacen referencia a la Cofradía del Carmen o la del Rosario. La menor intervención de estas cofradías[45] en la vida religiosa se debió en gran parte al endeudamiento creciente que fueron sufriendo; de esta forma queda reflejado en la documentación de las diferentas visitas realizadas por los miembros de dichas cofradías y en las que se alude, como es el caso de la del Carmen, a que «…es un gran pesar que una suma tan considerable [de dinero] no se invierta en los piadosos fines de su destino…»[46].

  Por último, las misas que ocupan porcentajes inferiores al 5% son debidas a la devoción personal que cada individuo pudo tener. En este sentido aparecen misas dedicadas a santos tan dispares como San Pedro o las dedicadas a la Virgen de Copacabana, lo que denota un amplio espectro de creencias. .

 

 

PRACTICAS RELIGIOSAS

  La religiosidad no solo se percibe por el número de misas devocionales o supersticiosas, sino también por las prácticas realizadas por la población y sus actitudes ante el trance de la muerte. Si atendemos a las diferentes prácticas religiosas realizadas, hay que destacar una serie ofrendas que se correspondían con la entrega de: pan, vino y cera, y que debían de ser entregadas durante los días de fiestas religiosas. Esta práctica llega a cobrar tanta importancia a principios de siglo, que llega a ser incluida temporalmente como una práctica más dentro de los actos del oficio ordinario. Posteriormente, su práctica será menor, quedándose reducida a una mención ocasional dentro del medio año de responsos, para el año de recordatorio de difuntos. Dejando ya de ser ofrendas realizadas en los días festivos.  Aunque la tónica general de estas prácticas será la misma que la de las misas de devoción.

 

 

RELIGIOSIDAD E ILUSTRACIÓN

  Parece que la  religiosidad sufre una caída durante el periodo que comprende el desarrollo de las ideas ilustradas. En este sentido, Antonio Mestre[47] alude a la obra de Feijoo. En las ideas de Feijoo se vislumbra un interés por los cambios, intentando hacer más racional la religión. Para ello lanza una crítica sobre la opinión del vulgo o la ignorancia y contra la devoción. Se trata de una defensa de la lógica y la racionalidad ante una sociedad devota e impregnada de una fuerte religiosidad.

  Pero estas ideas ilustradas, que si ya de por sí fluyen con problemas por la mayoría de  España, encontrarán más dificultades de difusión en el interior peninsular. Además, como señala P. Atard[48], de las ideas de Feijoo se denota cierto desprecio de los intelectuales ante la forma de pensar de la gran masa, pudiendo llegar a causar rechazo entre ambos mundos. Y es que como sigue señalando P. Atard, con la llegada de los ilustrados se acentuó la división entre unas minorías elitistas con capacidad para acceder a la cultura, y la gran mayoría de la población que estaría al margen de todo este movimiento.

  Se produciría una continuidad del pensamiento rígido y conservadurista por parte de la mayoría de la población. Pensamiento que es producido por la pervivencia de las estructuras tradicionales del pensamiento y que crearon profundas raíces en Extremadura. De esta manera, el tránsito a la muerte, como queda reflejado en las diferentes fórmulas aparecidas en los testamentos y la devoción que de ellos se desprende, está fuertemente ligado a la ideología católica cristiana. Ya lo dijo Antonio Mestre cuando aludió que «… Frente a la idea de un Siglo Ilustrado, dominado por la razón, los españoles del XVIII aparecen inmersos en unos presupuestos mentales propios de una sociedad sacralizada …»[49].

  Ese “sentido católico de la existencia” por parte del individuo hace que muerte y cristianismo se conviertan en complementarios y puestos en práctica mediante toda una serie de ritos preparados para facilitar el trascendental paso a la otra vida. Un viaje, para el cual el individuo trata de quedar todo corregido en este mundo mediante la elaboración de dicho testamento, de forma que en el momento de la muerte su alma se encuentre en paz para iniciar su largo camino. Una necesidad, que si bien está latente en la mayoría de la población, no muestra una excesiva preocupación, ya que parecen desentenderse por estos asuntos hasta que su muerte es muy evidente.

  La reducción de las prácticas devocionales, por tanto, va a ir encaminada hacia un intento de reestructuración dentro de la organización eclesiástica, más que por variaciones en el pensamiento de la población. Un cambio que iría orientado hacia la unificación del rito funerario frente a las diversas prácticas adoptadas por cada parroquia en las diferentes poblaciones. Este cambio producido por el clero, serviría para unificar el ritual y no tanto en buscar una fe más racional entre sus feligreses. Como alude Lynch, frente a todo el conglomerado de creencias, devociones, cofradías, órdenes, etc. que padecía la población española del XVIII, sobre todo la del ámbito rural, se intentó instaurar unas prácticas religiosas que reflejaran una tendencia centralizadora y homogénea en el culto[50].

   En este sentido, Mª. Victoria López-Cordón[51], alude al intento de control que el clero realiza sobre la comunidad. Una comunidad que está muy influida por los aspectos religiosos y en la que la Iglesia trata de asumir y reorganizar la estructura social, surgiendo así un clero que trata de reformar los diferentes aspectos de la vida comunitaria donde se encuentra inserto. Para ello, la Iglesia utiliza una de sus mejores armas de propaganda, la predicación[52].

  Quizás, un texto que refleje bien ese distanciamiento entre ese pensamiento ilustrado, elitista y proveniente del exterior, y la mayoría de una masa de población que conserva esa religiosidad tradicional, es el correspondiente a un viajero inglés, William Bleckford, que de viaje por Extremadura a finales del XVIII escribió lo siguiente:

  « …El escribano, que hace de juez y jurado en la aldea, tuvo la amabilidad de acomodarnos en su casa, y fue tan cortés que no nos incomodó con su presencia. Es hombre de la más grande devoción y campeón incansable de la Inmaculada Concepción. Vi en sus habitaciones tres grandes mamotretos sobre este misterioso tema.

  Mientras los muleros enjaezaban los animales con jaeces medio podridos, yo hojeé un libro pequeño y viejo de mi devoto anfitrión, lleno de las más deprimentes supersticiones y titulado Espejo de cristal fino y Antorcha que aviva el alma, y yo leí hasta que se me embotó el alma de horror. Muchas de sus páginas están llenas de descripciones del estado en el que el autor nos imagina en cuanto morimos. Supone el cuerpo consciente de cuanto le ocurre en la tumba, capaz de sentir la diferencia entre su antigua estancia, caliente y cómoda, y el suelo pestilente y frío del cementerio. Consciente de su repulsiva putrefacción que le invade y de la voz del Ángel que le acusa, recapitula sus pecados y le conmina al juicio de Dios…»[53].    

 

 

 

CONCLUSIÓN

  No quisiera que mi estudio sobre la muerte y los posicionamientos mentales en esta o estas poblaciones de frontera hayan resultado un cuantioso y frío baile de nombres y números. Mi intención ha sido la de descubrir y personalizar las actitudes adoptadas por una población, por una sociedad. De ahí también la importancia por conocer el contexto que la acompañó durante todo su transcurso en el XVIII, viendo y analizando sus peculiaridades.

  Unas cifras que encierran a personas de la más diferentes condición, educación e ideología; por lo que más que el recuento he pretendido modestamente transmitir que era lo que pensaban y sentían dichas gentes. Es como aludía Julio Valdeón, un intento de alejarse de las cifras para tratar de introducirse dentro de lo que denominó como la “psicología colectiva de una época”.

  Y es que, como  he querido transmitir, existía toda una masa de población en un espacio fronterizo y conflictivo carente de recursos, y que fácilmente se abandonaría a la superstición y a las prácticas tradicionales durante los contextos difíciles[54]. Como se ha podido observar, la angustia que debió apresar a esos individuos debió ser enorme ante la carestía de alimentos, la imposibilidad de acometer los pagos o los desastres acaecidos durante una guerra. Aunque el escaso y deficiente sistema educativo en la España del XVIII, y más concretamente el extremeño, influyera en gran medida en estos posicionamientos mentales, es difícil no considerar la desesperación sufrida por unos padres incapaces de alimentar a sus hijos o la de una familia que vive en la incertidumbre del tiempo para poder sobrevivir; no siendo extraño que ante estos contextos de gran necesidad, las gentes recurrieran a la forma de pensar y de actuar de corte tradicional y populista. Como dice Henry Kamen «… [la tradición popular] de la gente de las aldeas se había contado siempre con la posibilidad de buscar soluciones extraoficiales a los problemas de todos los días … [con unas prácticas] que llegaban allí donde no llegaban ni la religión ni la medicina …»[55]. En estas poblaciones, el intento de buscarse protección en los santos y en las creencias populares es evidente, tan solo hay que mirar las cientos de invocaciones y procesiones realizadas en contextos de sequías y hambrunas[56].

  Y es que, el hombre es un animal que necesita creer en algo que le dote de seguridad interna (religión, creencias, ideologías …). Como aluden parte de los antropólogos actuales, como es el caso de Marvin Harris[57], cuando propone que la religión se da en cualquier parte donde el hombre tenga que enfrentarse al miedo del paso de la vida a la muerte, creando la existencia de almas, espíritus o dioses. Unas creencias que están presentes en la mayoría de las culturas existentes, siendo el resultado de una experiencia subjetiva y que busca su propio interés o beneficio mediante la intervención de éstas. Todo un planteamiento que termina desembocando en una “doctrina de la retribución”, según la cual hay para el alma una serie de premios y castigos que dependen de lo que haya merecido durante su vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

FUENTES MANUSCRITAS

Archivo Histórico Provincial de Cáceres, Protocolo, leg.: 822, 2567, 4071, 1694, 3195, 1694, 977.

 

Archivo Diocesano Cáceres: LIBRO DIFUNTOS: Mata de Alcántara: 11, 12 y 13. Membrio: 21 y 22. Brozas: 33 y 34. LIBRO COFRADÍAS: Mata: 14, 15, 16 y 18.

 

OBRAS

Aguilar Piñal, Francisco. La España del Absolutismo Ilustrado. Ed. Espasa Calpe. Madrid, 2005.

 

Blanco, José Pablo. Demografía, familia y sociedad en la Extremadura moderna 1500-1860. Universidad de Extremadura, Servicio de publicaciones, 1999.

 

Domínguez Ortiz. Sociedad y Estado en el siglo XVIII español. Ed. Ariel, 1976.

 

Interrogatorio de la Real Audiencia. Extremadura a finales de los tiempos modernos. Partido de Alcántara. Edición a cargo de Miguel Rodríguez Cancho y Gonzalo Barrientos. Asamblea de Extremadura, 1993.

 

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[1] Lynch, John. La España del siglo XVIII. Ed. CRITICA. Barcelona, 1991 (p. 6).

[2] Melón, Miguel Ángel. Extremadura en el Antiguo Régimen: economía y sociedad en tierras de Cáceres, 1700-1814. Ed. Regional de Extremadura Badajoz, 1989.  (p. 53)

[3] Rey Velasco, Fermín. Historia económica y social de Extremadura a finales del Antiguo Régimen. Universitas Editorial. Badajoz, 1983 (p. 16)

[4] Blanco, José Pablo. Demografía, familia y sociedad en la Extremadura moderna 1500-1860. Universidad de Extremadura, Servicio de publicaciones, 1999. (p. 158)

 

[5] En referencia al debate producido sobre el crecimiento demográfico peninsular durante el siglo XVIII. Unos diferentes modelos de crecimiento recogidos en:  “El siglo XVIII recuperación y nuevo crecimiento. (pp. 552-707)”. Marcos Martín , Alberto. España en los siglos XVI, XVII y XVIII (Economía y sociedad). Ed. Crítica. Barcelona, 2000.

[6]Melón , Miguel Ángel, Ibíd. (pp. 53-59)

[7] Isabel Testón, Rocío Sánchez y Carlos Mª Sánchez. Planos guerras y frontera: la Raya luso-extremeña en el archivo militar de Estocolmo. Gabinete de Iniciativas transfronterizas, 2003.

[8] Melón , Miguel Ángel, Ibíd..  (p. 165)

[9] A. H. P. CÁCERES, leg. 822

[10] Isabel Testón, Rocío Sánchez y Carlos Mª Sánchez. Ibíd..

[11] “E he ella  de tanta importancia que convem por todo o cuidado em a conservar porque he uma porta que emquanto estiver aberta, nao so se perde este partido de Alcántara he uma toda a estremadura, porque este era el sillerio de que se sustentava Alburquerque, e Arronches e Badajos”. Extracto recogido en: Isabel Testón, Rocío Sánchez y Carlos Mª Sánchez. Ibíd.. (p.52)

[12] Domínguez Ortiz. Sociedad y Estado en el siglo XVIII español. Ed. Ariel, 1976. (pp. 65-83)

[13] Melón, Miguel Ángel,  Ibíd.  (p. 65)

[14] Blanco, José Pablo. Ibíd.. (pp. 153-200)

[15] Rodríguez Cancho,  Miguel. La villa de Cáceres en el siglo XVIII: demografía y sociedad. Universidad de Extremadura, Servicio de publicaciones, 1981. (p. 261)

[16] Bronislaw Geremek. La piedad y la horca: historia de la miseria y de la caridad en Europa. Ed. Alianza, 1989.

[17] Domínguez Ortiz. Ibíd.. (pp. 402-429 )

[18] A. H. P. CÁCERES, leg. 2567

[19] Sánchez Marroyo,  Fernando, en “Extremadura en el tránsito de dos siglos”, incluido en: Maria Dolores Maestre, Doce viajes por Extremadura (en los libros de los viajeros ingleses desde 1760 a 1843). Ed. Imprenta “La Victoria”. Cáceres, 1995 (p. 14).

[20] En alusión a la concentración de la propiedad por parte de los más poderosos en detrimento de los más desfavorecidos, creándose procesos de bipolaridad social. José Pablo Blanco, Ibíd.. (pp. 329-337)

[21] Rey Velasco, Fermín, Ibíd.. (p. 76)

[22] Archivo Diocesano Cáceres, Mata de Alcántara, Libro de difuntos Nº12

[23] Parálisis o pérdida del movimiento de algunas partes del cuerpo. Rodrigo Cortés, Revista Acta Estrabológica. 1988, Nº 16 (pp. 63-67)

[24] Archivo Diocesano Cáceres, Mata de Alcántara, Libro de difuntos Nº 11

 

 

[25] A. H. P. CÁCERES, leg. 3446

[26] “Esta opción debe de ser considerada como bastante normal dentro de estas poblaciones, ya que la mayoría carecía de cementerio civil, como se refleja de la información recogida por la Real Audiencia”. Interrogatorio de la Real Audiencia. Extremadura a finales de los tiempos modernos. Partido de Alcántara. Edición a cargo de Miguel Rodríguez Cancho y Gonzalo Barrientos. Asamblea de Extremadura, 1993.

[27] A. H. P. CÁCERES, leg. 977

 

[28] Aguilar Piñal, Francisco. La España del Absolutismo Ilustrado. Ed. Espasa Calpe. Madrid, 2005 (p. 83)

[29] Archivo Diocesano Cáceres, Libro de difuntos, Mata de Alcántara Nº 12

 

[30]  Melón, Miguel Ángel, Ibíd. (pp. 394-403)

[31] Rey Velasco, Fermín, Ibíd..

[32] Santillana Pérez , Mercedes. La vida: Nacimiento, matrimonio y muerte en el partido de Cáceres en el siglo XVIII. Institución cultural El Brocense, Cáceres, 1992 (pp. 145-161)

[33] Archivo Diocesano, Mata de Alcántara, Libro difuntos Nº 12

[34] A. H. P. CÁCERES, leg. 822

[35] A. H. P. CÁCERES, leg. 4071

[36] Aguilar Piñal, Francisco, La España del Absolutismo Ilustrado. Ed. Espasa Calpe. Madrid, 2005 (p. 117)

[37] Luego Pacheco, Ricardo, Libros y lectores en Plasencia (Siglos XVI – XVIII). Ed. Universidad de Extremadura. Cáceres, 2002 (pp. 87-104).

 

[38] En comparación con las cifras mostradas por  Fernando Aguilar, Ibíd.. (pp. 117-146)

[39] En este sentido, destacar el interés mostrado por personajes ilustrados como Jovellanos, el cual, en su intento de renovación de las estructuras productivas aludió a que el remedio al atraso estribaba en el fomento del estudio, extendiéndolo tanto a los propietarios como a labradores. En palabras del propio Jovellanos «… Se trata de disminuir la ignorancia de los labradores, o por mejor decir, de multiplicar y perfeccionar los órganos de su comprensión. La sociedad no desea sino el conocimiento de las primeras letras, esto es, que sepan leer, escribir y contar …». Jovellanos, Informe sobre la Ley Agraria. Ed. Cátedra. Madrid, 1986. (pp. 295-304)

[40] Sánchez Marroyo, Fernando, Ibíd.. (p. 14).

[41] Archivo Diocesano, Mata de Alcántara, Libro difuntos Nº 12

[42] A. H. P. CÁCERES. Leg. 822

[43] Interrogatorio de la Real Audiencia. Extremadura a finales de los tiempos modernos. Partido de Alcántara. Edición a cargo de Miguel Rodríguez Cancho y Gonzalo Barrientos. Asamblea de Extremadura, 1993.

[44] Explicado en la pagina 12. En torno a la “idea católica de la existencia” expuesta por Francisco Aguilar y la creencia en la idea de perdón en la mentalidad religiosa de la España del XVIII.

[45] Proceso propio de la pedanía de Mata, pero al que habría que unir la promulgación de medidas contra las manifestaciones públicas de unas formas de piedad “grotescas y públicas” durante la Semana Santa u otro periodo, como era el caso de los disciplinantes. Extraído de Francisco Aguilar, Ibíd.. (pp. 83-90)

[46] Archivo Diocesano Cáceres. Libro Visita Cofradía del Carmen Nº 15

[47] Mestre Sanchis, Antonio. La Ilustración española. Ed. Arco libros, 1998.

[48] Palacio Atard,  “La reforma de las mentalidades” (pp. 71-76). En: La España del Siglo XVIII, UNED. Madrid, 1978.

[49] Mestre Sanchís, Antonio, “La intolerancia doctrinal en el siglo XVIII” (PP. 89-107), Incluido en: Instituciones de la España Moderna, Coordinado por Enrique Martínez. Ed. Actas. Madrid 1997.

[50] John Lynch, Ibid. (pp. 241-252)

[51] López-Cordón, M. Victoria: “Predicación e inducción política en el siglo XVIII. Fray Diego José de Cádiz.” Recogido en: HISPANIA, Revista española de historia, Nº 138 –pp. 71/121-.

[52] Como señala Domínguez Ortiz, este grupo de eclesiásticos sería el dedicado a introducir las reformas comunitarias dentro del ámbito rural, a modo de un “cuerpo de funcionarios”. Domínguez Ortiz. Ibíd. (pp. 359-402)

[53] William Beckford (pp. 177-193). Incluido en: María Dolores Maestre, 12 Viajes por Extremadura. Ed. La Victoria. Plasencia, 1995.

[54] La información al respecto nos muestra numerosos casos de angustia y compadecimiento colectivo. Familias en la más completa miseria como la hallada en Membrio «… huérfanos como mejor proceder digo que los dichos se hallan desnudos y padeciendo grandes necesidades y son menores de edad …» serían un enorme caldo de cultivo para la adopción de unas pautas de comportamiento de corte marginal y populista. A. H. P. CÁCERES, leg. 1694.

[55] Henry Kamen, La sociedad europea (1500 – 1700). Ed. Alianza. Madrid, 1986 (p. 210).

[56] Casos en este sentido son muy abundantes con los santos del lugar. Unos de los sucesos más llamativos lo tenemos en Madrid en 1738, cuando tras una sequía y sacado el santo comenzó a llover, acordando el ayuntamiento de la capital tenerle por patrono y asistirle en los cultos dedicados a su festividad. Francisco Aguilar, Ibíd. (pp. 83-90).

[57] Marvin Harris, El desarrollo de la teoría antropológica. Una historia de las teorías de la cultura.  Ed. Siglo XXI. Madrid, 2003.

May 242013
 

José-Manuel González González.

La prensa es fundamental a la hora de analizar algunos fenómenos históricos, pues no solo da noticias sino que expresa opinión[1]. En este sentido, el turismo es uno de los temas que aparecen con cierta frecuencia, refiriéndose tanto los sitios escogidos por los lugareños para descansar fuera de la ciudad como las bondades que Badajoz oferta para el viajero.

En la prensa regional lo primero en aparecer son las reseñas sobre los vecinos que se marchan a Portugal o a tomar los baños. El fenómeno del turismo fue en un primer momento cosa de ricos, y fue visto como algo extravagante. Tan solo razones de salud eran aducidas para buscar una lógica de este gusto por viajar. La  extensión generalizada del turismo tardaría en llegar por las condiciones sociales del país. Sería en los setenta cuando una cantidad importante de familias badajocenses empezarían a llegar a las playas de Huelva.

Al mismo tiempo se van a vender las bellezas de nuestra tierra, dedicando amplios reportajes cuando se acerquen las fechas festivas o significativas de pueblos y ciudades extremeñas. Es en los años veinte y treinta cuando esto es más evidente, después serán los castillos y las iglesias los principales objetos de atracción. La naturaleza apenas es objeto de atención turística en estos momentos, si bien en los sesenta con el auge de los pantanos comienza a plantearse la creación de complejos deportivos y de ocio.

En Badajoz se apostará por lo histórico, especialmente por la Alcazaba y su entorno, por la Catedral, por la Puerta de Palmas y por sus jardines.

 


La historia y evolución de la concepción que del turismo se ha tenido en España no deja de ser sugestiva y sorprendente. Porque sin duda, en sus orígenes, fue algo ajeno a nuestras costumbres y más propio de forasteros; no olvidemos los grandes viajeros ingleses y franceses principalmente que recorrieron la península en los siglos anteriores[2]. De hecho, el término ‘turista’ es un galicismo, y por tanto importado.

 

Todavía en 1900 los sentimientos hacia el viajero que visitaba Badajoz no eran muy benévolos, siendo vistos con desconfianza y desdén. No olvidemos que la ciudad más poblada de Extremadura era una plaza fuerte fronteriza que había sido atacada por tropas extranjeras varias veces. Fijémonos ahora en el comentario efectuado ese mismo año en uno de los periódicos de mayor tirada de nuestra región:

 

Se repiten con demasiada frecuencia los casos en que se toman apuntes y se dibujan las fortificaciones de esta plaza y sus afueras. Anteayer, al mediodía, ha sido la última vez que un caballero, al parecer extranjero, estaba tomando con una máquina instantánea fotografías de la Puerta de la Trinidad por el lado de afuera.

Valga por lo que valga, creemos de nuestro deber llamar la atención de las autoridades sobre éstos touristas que tanto se afanan por gravar en su memoria cosas que no les importan” [3].

 

Sin embargo, una minoría de badajocenses también habían comenzado a practicar turismo aunque determinado a una temporada concreta, el verano, por razones de salud y recreo. Los ‘veraneantes’ eran familias de acomodada posición social y solían ir o bien a balnearios de la región o a las playas de Portugal[4], fundamentalmente a Figueira da Foz. Figueira se convierte en las primeras décadas del siglo XX en el núcleo más significativo, con un animado movimiento social que impulsará la construcción de chalets y hoteles. Abundan por esta causa los anuncios que incitan a visitar dicha localidad[5], y las reseñas de viajeros locales que emprenden camino hacia dichas tierras, en muchas ocasiones utilizando el ferrocarril[6]. Los baños más conocidos entonces serán los de Montemayor en Cáceres y El Raposo y Alange en Badajoz.

 

Hasta los años treinta no serán otras playas objeto de atención de los badajocenses, cuando Cádiz comienza a convertirse en reclamo turístico. Es entonces cuando proliferan anuncios de prensa en este sentido, anuncios que ya incluyen alguna ilustración evocadora y sugerente, casi siempre relativa al cosmopolitismo de la ciudad, al encanto y seguridad de sus playas y de sus gentes. A pesar de su cercanía, el auge de las playas onubenses no se desató hasta los años sesenta; de nuevo los anuncios nos advierten sobre ello si bien ahora lo que se publicitan son solares y apartamentos. La Antilla será ocupado desde entonces en verano por numerosas familias de la localidad, en un momento en que el turismo cobra fuerza y se generaliza desde los años setenta a todas las clases sociales.

 

En la capital el aumento de los visitantes generó en un primer momento preocupación, pues el estado de lugares como la Torre de Espantaperros, la Alcazaba o Puerta de Palmas no eran de lo más aconsejable. De hecho las visitas guiadas que se hacían provocaban el sonrojo de los cicerones locales. Se pedía para remediarlo limpieza e higiene, e incluso se aconsejaba la instalación de un parque en el desolado cerro amurallado[7].

 

Las críticas en este aspecto arreciaron a partir de 1928, cuando la proximidad de la inauguración de la Exposición Iberoamericana en Sevilla se suponía que iba a atraer a la ciudad a numerosos extranjeros desde el puerto de Lisboa[8]. Junto a la necesidad de adecentamiento también se comprobó la falta de instalaciones hoteleras importantes y modernas. Una de las críticas afirma:

 

Realmente resulta denigrante para la ciudad el abandono en que se encuentran las calles que circundan aquel valioso monumento[Torre de Espantaperros], lugares visitados frecuentemente por los forasteros y turistas que pasan por Badajoz.

Al tratar de estos temas artísticos y espirituales – no sólo de pan vive el hombre – recordamos como se estrellaron siempre los intentos diversos de la Comisión de Monumentos en pro de la limpieza y buen aspecto de los parajes en que se alzan nuestros monumentos arqueológicos[9].

 

Hay que tener en cuenta que Extremadura participó en la muestra con un pabellón propio en el que se exhibió una película cinematográfica que no solo resumía la historia regional, sino que apuntaba las principales localidades objeto de interés turístico, y en esa lista sobresalía la capital bajoextremeña. Sevilla, pues, se convertirá en un foco de atracción interesante que creará moda arquitectónica incluso.

 

En los años treinta la prensa también criticó la suciedad acumulada en las cercanías de las murallas, especialmente en Puerta de Trinidad, Puerta Nueva o Puerta de Pajaritos, lo que daba mal aspecto a la ciudad y a los turistas[10]. Todavía era insignificante el número de viajeros a los que se podía conceder tal calificativo, y lo seguiría siendo hasta final de siglo, pues la existencia de focos más interesantes como Mérida, Zafra, Cáceres, Trujillo o Guadalupe era evidente.

 

Es en esta época cuando se comienzan a vislumbrar las posibilidades económicas de esta actividad para Badajoz, comentando lo sucedido en otros países como Suiza[11]. Este interés por el turismo a finales de los años veinte se verá concretado en la creación del Patronato Provincial de Turismo, entre cuyas primeras decisiones figura la de impulsar una oficina de información en la capital. La oficina turística pensó en instalarse a la entrada de la ciudad, en la cabeza del puente o en la Plaza de Alfonso XII mediante un kiosco artístico, aunque finalmente se dispuso en los bajos de las casas consistoriales[12].

 

El patronato también influyó en la rápida construcción del puesto aduanero de Caya, en el que a mediados de los años treinta llegaron a colaborar en su construcción mediante un proyecto de mejora que incluía abastecimiento de agua y luz, de los que hasta entonces carecía, y una gran marquesina con un bello mapa provincial para informar a los turistas[13]. Además, la institución editó un pequeño folleto explicativo de la localidad con grabados de sus monumentos[14], y se preocupó de fomentar la arqueología y el embellecimiento urbano[15].

 

Después de 1936 siguió la fascinación por este tema. En 1938 se dictó una circular en la que se fomentaba desde el Gobierno la difusión artística de los pueblos a través de visitas guiadas y estudios locales, con una clara voluntad de aleccionar al pueblo[16]. Diez años después se inauguraba en Caya un puesto de turismo, bajo una arquitectura de estética popular al modo de las casas rurales de nuestra región[17]. En los años cincuenta se proyectaría aquí un pequeño albergue[18].

 

Sin duda, a principios de los cincuenta Badajoz concebía un futuro prometedor animado por la llegada cada vez más masiva de visitantes, como demuestran numerosos artículos y editoriales de entonces que convierten el asunto en verdadero tema estrella. Es por esos años cuando el turista comienza a distinguirse en la población por sus vestimentas, cortas y llamativas, lo que en muchas ocasiones chocaba con la moral y costumbres de nuestro país[19]. Como muestra del atraso en estas cuestiones y de la pobreza de algunas clases sociales se evidencia cómo en esos años la chiquillería perseguía los coches de los turistas en busca de limosna[20].

 

En los sesenta continuaron las reprensiones por el estado de abandono de las partes altas de la ciudad, y empiezan a colocarse algunos carteles orientativos para poder llegar a los monumentos más destacados. También ahora se pide el desarrollo de las comunicaciones por carretera para facilitar la llegada de visitantes; la mejora en infraestructuras será básica para el aumento del número de turistas que nos visitarían. Algunos historiadores y periodistas comienzan a reclamar la idea de Badajoz como destino apetecible, pues en la capital de siempre se tuvo la sensación de que no era una ciudad atractiva y que aquí no había nada que ver[21]. Fue habitual también que en las guías de festejos de la localidad se dibujase algún plano de la ciudad para orientar al visitante.

 

Entre 1966 y 1967 se reformaba la oficina municipal de turismo, que era trasladada al nuevo Pasaje de San Juan junto a la calle del mismo nombre[22]. Es entonces cuando a nivel provincial se convoca por primera vez el Concurso de Embellecimiento de Núcleos Urbanos y Rurales, torneo curioso que gana en 1966 Zafra y que sin duda deseaba mostrar una imagen más amable de la región[23]. En 1969 Badajoz recibía su primer congreso nacional, como antecedente de las posibilidades que este tipo de turismo podía generar[24]. De hecho, hoy se cuenta con un palacio de congresos, moderno y llamativo, que pretende impulsar estas reuniones y los beneficios económicos que generan.

 

En los setenta la Plaza Alta se convirtió en elemento clave sobre el que actuar, abundando las reseñas en el sentido de liberar la plaza del mercado metálico para poder aumentar las posibilidades turísticas del casco histórico[25]. La Plaza Alta, aunque ha mejorado mucho en la última década, todavía espera su rehabilitación definitiva[26].

 

Badajoz mejoró con la instalación de una nueva oficina de turismo dependiente del ministerio, con la firma de acuerdos con los empresarios lusitanos y con el Premio Nacional de Turismo 1973 otorgado a su estación de ferrocarril, beneficiándose de ser ciudad de paso hacia Portugal[27]. También se barajó la posibilidad de instalar un camping en el Parque de Tres Arroyos aunque desgraciadamente no prosperó la idea[28].

El número de hoteles fue aumentando con el paso de los años. Si las principales instalaciones de principio de siglo ocupaban lugares céntricos y edificios antiguos, en los sesenta y setenta se construyeron varios hoteles de gran altura y moderna arquitectura a las afueras, para facilitar la llegada y acercarse a las carreteras principales[29]. Un nuevo auge se viene experimentando en la última década, si bien ello abre el camino para estudiar el turismo del siglo XXI.

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Diario La Lbertad,          Diario Hoy,

junio de 1932                 junio de 1972

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Diario La Libertad,                             Diario La Libertad,
junio de 1932                                             junio de 1932


[1] La prensa es la base de nuestra tesis doctoral sobre la arquitectura y el urbanismo de Badajoz en el siglo XX, tesis que dirige la Dra. Dª Pilar Mogollón Cano-Cortés.

[2] Véase GARCÍA MERCADAL, José: Viajes de extranjeros por España y Portugal. 6 tomos. Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura, 1999; y MAESTRE, María Dolores: Doce viajes por Extremadura (en los libros de viajeros ingleses desde 1760 a 1843). 2ª edición, 1995. 1ª edición: Cáceres 1990.

[3] Nuevo Diario de Badajoz de 30-10-1900: p. 2, col. 5.

[4] Nuevo Diario de Badajoz de 09-09-1904: p. 2, col. 3 y 4.

[5] Nuevo Diario de Badajoz de 25-07-1913: p. 2, col. 5. “La mejor playa de baños. Muy frecuentada por distinguidas familias españolas”. Entre otras cosas poseía casinos, cafés, teatros y una plaza de toros.

[6] Entre otros los arquitectos Ventura Vaca y Luis Saldaña, y el decorador Adel Pinna; véase Nuevo Diario de Badajoz de 23-07-1913: p. 3, col. 1; y La Región Extremeñade 17-07-1908: p. 2, col. 3; 12-08-1916: p. 2, col. 4.

[7] Véase Correo de la Mañana de 18-03-1914: p. 3, col. 1; y Nuevo Diario de Badajoz de 12-09-1923: p. 1, col. 1.

[8] Véase Correo de la Mañana de 07/08-04-1926: p. 1, col. 3 y 4, con artículos del conocido escritor Arturo Gazul; y Correo Extremeño de 01-08-1928: p. 3, col. 1-4; y 09-08-1928: p. 3, col. 2.

[9] Correo Extremeño de 05-07-1928: p. 4, col. 4 y 5.

[10] La Libertad de 02-09-1932: p. 6, col. 4 y 5 con el titular “Badajoz turístico. El estado de suciedad de las murallas”; y 19-11-1932: p. 1, col. 4 y 5.

[11] Nuevo Diario de Badajoz de 31-03-1920: p. 1, col. 3 y 4.

[12] Correo Extremeño de 21-11-1929: p. 2, col. 3 y 4; y La Libertad de 21-11-1929: p. 2, col. 6; 07-01-1931: p. 6, col. 5; y 16-02-1933: p. 5, col. 3.

[13] Diario Hoy de 02-08-1935: p. 2, col. 3. Se invirtieron 14.445,37 pesetas. Véase también La Libertad de 04-12-1929: p. 2, col. 4.

[14] La Libertad de 15-06-1933: p. 7, col. 3; y diario Hoy de 23-06-1935: p. 4, col. 1-6.

[15] Diario Hoy de 20-01-1934: p. 2, col. 6; 24-03-1934: p. 4, col. 1; 06-12-1935: p. 3, col. 1; y 16-04-1936: p. 2, col. 1.

[16] Diario Hoy de 12-11-1938: p. 5, col. 3 y 4.

[17] Diario Hoy de 08-11-1949: p. 2, col. 2; foto día 9: p. 4.

[18] Diario Hoy de 13-03-1955: p. 2, col. 2 y 3.

[19] Véase Hoja Oficial del Lunes de 20-08-1951: p. 2, col. 1 y 2, sección Crónica de la Ciudad. “Badajoz, ciudad de turismo”; “Estas visitas nos han hecho concebir esperanzas de que pronto pueda figurar Badajoz en los itinerarios turísticos que España ofrece a sus visitantes extranjeros. Pero para ello precisamos de un poco más de ambición y preocupación”. Más en diario Hoy de 21-08-1951: p. 2, col. 1; y 25-08-1951: p. 6.

[20] Hoja Oficial del Lunes de 17-09-1951: p. 2.

[21] Diario Hoy de 21-04-1961: p. 2, col. 1 y 2; 18-03-1962: p. 8, col. 1-3; 08-11-1962: p. 5, col. 1 y 2; 02-01-1963: p. 10; 26-02-1963: p. 5, col. 3 y 4; y 13-03-1964: p. 3.

[22] Diario Hoy de 24-03-1966: p. 3, col. 6 y 7; y 23-06-1967: p. 11.

[23] Diario Hoy de 27-04-1966: p. 4, col. 5-7; y 19-11-1966: p. 7, col. 5 y 6.

[24] Diario Hoy de 08-05-1969: p. 3, col. 1-5, editorial.

[25] Diario Hoy de 16-05-1970: p. 9, col. 1 y 2; y 10-09-1970: p. 9, col. 2.

[26] Véase GONZÁLEZ GONZÁLEZ, José-Manuel: La rehabilitación de la Plaza Alta de Badajoz. Edita Universidad de Extremadura, Madrid 2006.

[27] Diario Hoy de 29-05-1971: p. 9, col. 2; 24-06-1971: p. 13 del especial sobre las Ferias de San Juan; 07-07-1973: p. 8; 15-07-1973: p. 11; y 12-12-1974: p. 12.

[28] Diario Hoy de 04-11-1972: p. 9.

[29] Sobre la creación del Hotel Río véase diario Hoy de 06-10-1965: p. 3; y 23-08-1966: p. 3, col. 1; sobre el Hotel Lisboa véase diario Hoy de 07-04-1973: p. 9, col. 2 y 3; y 24-11-1973: p. 11.

Oct 012007
 

Serafín Martín Nieto.

En marzo de 1609, se cumplirá el cuarto centenario de la presencia en Cáceres de la veneranda imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Con ocasión de esta efemérides, abordamos la figura del cacereño Juan Vivas, perteneciente al linaje de los Rodríguez de Sanabria.

A pesar de su origen hidalgo, la pobreza abocó a Juan Vivas, como a gran parte de sus parientes, a desempeñar el oficio de zapatero y tener que emigrar a Indias para remediarla. En pocos años, gracias a su industria, logró importantes beneficios. Y como tantos otros indianos cacereños, en su testamento se acordó de las devociones de su villa natal, a las que legó ciertas cantidades.

Gracias a una de estas mandas, la cofradía de Nuestra Señora de la Misericordia, de la parroquial de Santiago encargó al escultor Tomás de la Huerta la devota imagen de Jesús Nazareno, que desde la Semana Santa de 1609 figura en las procesiones de Cáceres.

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Oct 012007
 

JOSÉ MALDONADO ESCRIBANO.

 INTRODUCCIÓN

A pesar de la importancia que tiene la arquitectura situada en las dehesas de la Baja Extremadura, es decir, cortijos, palacios y casas de campo donde se mezclan los aspectos residenciales, el ocio y el disfrute del entorno rural con tareas relacionadas con lo agropecuario, no ha sido realizado hasta el momento un estudio de conjunto con el que se potencie su valor y se dé a conocer este relevante patrimonio de la provincia de Badajoz[1].

Encontramos aquí grandes explotaciones rurales con enorme calidad histórica, artística y antropológica donde, en ciertas ocasiones, todo ello se une extraordinariamente a otras ideas propias de la representación nobiliaria, por lo que se localizan verdaderos palacetes rústicos donde se desarrollan numerosas dependencias (escuelas, hornos, palomares, plazas de tientas, capillas y oratorio, lagares…) (MALDONADO, 2002-2007 y NAVAREÑO, 1999-2006).

Este es el caso de San José de Morante localizado en La Roca de la Sierra (Badajoz), ejemplo que hemos elegido para este trabajo por tratarse de un magnífico conjunto en el que se desarrollan todas las funciones anteriormente señaladas, convirtiéndose así en un cortijo singular de la Baja Extremadura.

 

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Oct 012007
 

Teodoro Agustín López López.

Una de la más antigua de las instituciones es el cabildo  pacense de la Archidiócesis emeritense- pacensis. Siete veces centenarias sin interrupción está presente entre nosotros. La presente  comunicación  quiere acometer tres objetivos: uno, la estructura y funcionalidad de las dignidades, canónigos y personal auxiliar; otro, la nómina de los  prebendados en los distintos pontificados y finalmente, el hábito coral como signo de identidad.

 

I. Historia Institucional

I. Proceso evolutivo

 

1.1.   Antecedentes.

 

Las primeras comunidades  cristianas regidas por el obispo contaban  con el Presbiterio, grupo de sacerdotes consejeros del obispo y colaboradores en el desarrollo administrativo de la diócesis.

Se afirma  que los clérigos que estaban  al cuidado de la catedral empezaron  por el siglo  IV y V hacer vida  común.

En el siglo VIII aparece el Estatuto para la vida común de los eclesiásticos, escrito por Amalarico, obispo de Metz, en que se insiste que  los clérigos  en la catedral  vivan vida en común.  La organización  de estos clérigos que cultivaban la vida común se llamó ORGANIZACIÓN CANÓNICA refiriéndose  a que la marcan las leyes eclesiásticas.  Dicha organización  es una figura jurídica  llamada CAPÍTULO O CABILDO.

Los canónigos de las catedrales  y otras iglesias de mucho clero llamadas colegiatas a partir del siglo IX siguen ese régimen de vida,  en que  se reunían diariamente  y leían  un capítulo de la regla que los regía.  De aquí proviene el nombre de  Capítulo.  Los clérigos no tenían voto de pobreza- es esencial a los monjes, frailes y religiosos- y para evitar  injusticias  se determina repartir entre los canónigos los bienes  del Cabildo y cada uno recibe su parte para utilizarla de acuerdo con sus necesidades. A estos bienes se le llamó PREBENDA  o BENEFICIO.

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Oct 012007
 

Manuel Jesús Ruiz Moreno y Fernando Rebollo García.

1.- Introducción

Después de la retirada de Tenochtitlán, actual Ciudad de Méjico, en la “Noche Triste” el 30 de junio de 1520 y de la victoria de Otumba el 7 de julio, Hernán Cortés planificó cuidadosamente el asalto a la capital azteca, que cayó el 13 de agosto de 1521. Durante las operaciones efectuadas en el sitio y toma de la ciudad, los castellanos construyeron, e intentaron utilizar una maquina de tiro denominada trabuco, que no funcionó como se esperaba. En este trabajo se van a estudiar las referencias, que los documentos nos han dejado de dicha maquina para poder reconstruirla, y posteriormente investigar y deducir cuales pudieron ser las causas que impidieron su buen funcionamiento .

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