Oct 011993
 

Marcela Martín Giménez.

A sugerencia del Sr. Moderador de los XXI Coloquios Históricos de Extremadura, he recopilado datos sobre los dioses y costumbres religiosas de los mayas, antecesores de los habitantes de la ciudad de Trujillo, Honduras C.A. Ciudad que había sido fundada por un Trujillano paisano nuestro, y sobre la que presenté en dichos coloquios la dimensión religiosa católica a partir de su fundación.

Pienso que antepasados nuestros lógicamente vivieron las reminiscencias de los ritos y costumbres mayas, lo que sería estremecedor cuando el ritual incluyera el sacrificio humano.

Me mueve este estudio el poder penetrar en la oscuridad de la noche que se cernió sobre los hechos históricos de esta civilización antigua, avanzada, con datos llegados desde Trujillo, ciudad Hondureña.

Ruego disculpen la pobreza del trabajo, mi afán no es otro que animar a otras personas.

DEIDADES PRINCIPALES DEL PANTEON MAYA

CODICES HONDURAS C.A. pág. 250

El Panteón Maya. Itzamná, señor de los cielos (Dios D)

Prescindiendo de Hunab Ku, el creador, que no parece haber desempeñado papel importante en la vida de la gente del pueblo, y que quizás era considerado por ellos más como una lejana abstracción teologal que como un creador personal, se destacaba a la cabeza del panteón maya el gran Itzamná, hijo del Humab Ku. En los códices, Itzamná aparece representado como un viejo de mandíbulas sin dientes, carrillos hundidos, nariz aguileña y algunas veces barbudo. Su nombre tiene dos jeroglíficos, el primero, que es su propia cabeza, y el segundo que significa «rey, emperador, monarca, príncipe o gran señor»; de manera que el segundo de los jeroglíficos del nombre ITZAMNA declara su posición como jefe del panteón maya.

Desgraciadamente, son pocas las representaciones de las deidades mayas. De Itzamná, diremos que era el Señor de los Cielos, de la Noche y del Día.

Se dice de Itzamná que fue el primer sacerdote, el inventor de la escritura y de los libros (Códices), que dio a los diferentes lugares de Yucatán el nombre con que se conocen y que dividió las tierras en esa región. Estas actividades, por su naturaleza, indican que el culto de Itzamná «no tuvo su origen» en Yucatán, o sea en el territorio del Nuevo Imperio, sino que fue traído de alguna otra parte; y como sabemos que la institución sacerdotal y la escritura jeroglífica se desarrollaron primero en el Viejo Imperio, es obvio que ha de haber sido una deidad transplantada del Viejo al Nuevo Imperio. Como primer sacerdote e inventor de la escritura jeroglífica, y por extensión del calendario y de la cronología. Itzamná es claramente un dios cuyo origen se remonta a los principios de la historia maya, y que probablemente estuvo siempre a la cabeza del panteón de aquellas gentes.

Durante las importantes ceremonias relativas al Año Nuevo maya, Itzamná era invocado especialmente para que evitara las calamidades públicas. En el mes de Uo, durante una ceremonia celebrada en su honor en su carácter de dios sol, los sacerdotes más ilustrados que se hallaban presentes consultaban los libros sagrados para conocer por medio de ellos los agüeros del año que llegaba. Durante el mes de Zip lo invocaban, junto con su mujer Ixhel, como al dios de la medicina. Y luego, en el mes de Mac, era adorado por los viejos en una ceremonia junto con los Chaces, o dioses de la lluvia. Itzamná era una deidad benévola, siempre amiga del hombre. Nunca se ve asociado su nombre con la destrucción o desastre, y nunca aparece en los códices acompañado de los símbolos de la muerte.

CHAC, DIOS DE LA LLUVIA (DIOS B)

El dios de la lluvia, Chac, está representado en los códices con una larga nariz de proboscídeo y dos colmillos enrollados que le salen de la boca y se dirigen hacia abajo, uno hacia delante y el otro hacía atrás. El adorno que lleva en la cabeza es generalmente una faja anudada y el jeroglífico de su nombre tiene un ojo que en el Códice Tro‑Cortesiano toma decididamente la forma de una T. Se ha sugerido que este último elemento representa lágrimas que brotan del ojo, el cual, a su vez, puede simbolizar la lluvia, y, por consiguiente, la fertilidad.

Chac era una divinidad universal de primera categoría. Por cierto que si fuéramos a juzgar únicamente por el número de sus representaciones en los códices, tendría que considerarse como más importante todavía que Itzamná. La figura de Chac aparece 218 veces en los tres códices mayas que se conocen, mientras que la de Itzamná solo se representa 103, y no se encuentra para nada en el Códice Peresiano. Chac era, en primer término, un dios de la lluvia, y por asociación de ideas, un dios del viento, el trueno y el relámpago; de aquí, por extensión, se le tenía por dios de la fertilidad y la agricultura en un sentido más amplio, siguiendo la idea del crecimiento y la germinación, y, en último término, por dios de las sementeras de maíz.

El dios de la lluvia era considerado no solamente como una deidad única, sino al mismo tiempo como cuatro dioses, o sea un Chac diferente para cada uno de los cuatro puntos cardinales, teniendo cada punto cardinal su propio color especial que lo acompaña. Chac Xib Chac, el hombre Rojo Chac del Este; Sac Xib Chac, el Hombre Blanco Chac del Norte; Ek Xib Chac, el Hombre Negro Chac del Oeste y Kan Xib Chac, el Hombre Amarillo Chac del Sur. Esta concepción es semejante a nuestra propia creencia acerca de la Santísima Trinidad, compuesta de tres dioses en uno: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Así, pues, el dios de la lluvia era considerado como cuatro dioses en uno: el Chac Rojo que presidía en el este, el Chac Blanco que presidía en el norte, el Chac Negro que presidía en el Oeste y el Chac Amarillo que presidía en el Sur.

En el mes de Chen o en el de Yax se celebraba un gran festival en honor a los Chaces, que llamaban el ocná, que quiere decir «entrar en casa». Con anticipación se consultaba a los cuatro dioses conocidos con el nombre de los Bacabes, que estaban íntimamente asociados con los cuatro Chaces y también con los cuatro puntos cardinales, a fin de que indicaran un día propicio para la ceremonia, la cual estaba consagrada a la renovación del Templo de los Chaces. Durante esta ceremonia, que se celebraba una vez al año, se renovaban los ídolos de barro y los incensarios del mismo material, y, si era necesario, se reconstruía el templo y se colocaba en la pared una tablilla en escritura jeroglífica conmemorando el suceso.

De igual manera que Itzamná estaba asociado con el dios sol, chac parece haber estado con el dios del viento; en realidad, puede ser únicamente, una manifestación del dios de la lluvia, y es posible que no haya tenido existencia separada.

El dios (o dioses) de la lluvia era, como Itzamná, una deidad benévola, un amigo constante del hombre, asociado con la creación y la vida, y jamás enemigo suyo, pues nunca se aliaba con las potencias de la destrucción y de la muerte. Además, para el cultivador ordinario de maíz, cuyo mayor interés en la vida era su sementera, es decir, para la gran mayoría del pueblo, Chac «era la mas importante de las deidades», y su intervención amistosa era requerida por el maya corriente más a menudo que la de todos los demás dioses combinados.

EL DIOS DEL MAIZ (DIOS E)

En el orden de la frecuencia de su representación en los códices corresponde el tercer lugar, con mucha razón, al dios del maíz o dios de la agricultura, que aparece 98 veces en los tres manuscritos. Se le representa siempre como un joven, y algunas veces con una mazorca de maíz como ornamentación de la cabeza. De todos los dioses representados en los códices, esta joven deidad ofrece el mayor grado de deformación de la cabeza, como se ve por su frente marcadamente prolongada hacía atrás. El jeroglífico de su nombre es su propia cabeza.

Este dios era el patrono de la labranza, y los códices le presentan ocupado en gran variedad de trabajos agrícolas.

Lo mismo que el maíz que simboliza, tiene muchos enemigos y su destino estaba sujeto a otros dioses, los de la lluvia, el viento, la sequía, el hambre y la muerte. En un lugar se presenta bajo la protección del dios de la lluvia y en otro en fatal combate con el dios de la muerte.

Como lo indica su figura, es un dios de maíz, que representaba el espíritu, no sólo del grano en formación, sino también del cereal maduro. De igual manera que Itzamná y Chac, eran una deidad benévola, un dios de la vida, prosperidad, abundancia y fructificación, y nunca, salvo cuando toma parte en singular combate, se le ve asociado con la muerte.

AH PUCH, DIOS DE LA MUERTE (DIOS A)

De conformidad con el excesivo temor a la muerte que existía entre los antiguos mayas, corresponde el cuarto lugar por el orden de su representación en los códices, al dios de la muerte, que aparece 88 veces en los tres manuscritos. Se le representa en ellos con todos los atributos de la muerte, tiene por cabeza unas calaveras, muestra las costillas desnudas y proyecciones de la columna vertebral; o, si su cuerpo está cubierto de carne, ésta se ve hinchada y cubierta de círculos negros que sugieren la decoloración del cuerpo debida a la descomposición. Accesorios imprescindibles del vestido del dios de la muerte son sus ornamentos en forma de cascabeles. Estos aparecen algunas veces atados a sus cabellos o a fajas que le ciñen los antebrazos y piernas, pero más a menudo están prendidos de un collar en forma de golilla. Estos cascabeles de todos los tamaños, hechos de cobre (y a veces hasta de oro).

Ah Puch, la antítesis de Itzamná, tiene como él dos jeroglíficos de su nombre, y es, después de éste, la única deidad que se distingue de esta manera. El primero representa la cabeza de un cadáver con los ojos cerrados por la muerte, y el segundo la cabeza del dios mismo, con la nariz truncada, mandíbulas descanada y como prefijo un cuchillo de pedernal para los sacrificios. El dios de la muerte era la deidad patrona del día Cimi, que significa «muerte» en maya.

En el caso de Ah Puch, como en el de Itzamná y Chac, estamos frente a una deidad de primera clase, no solo por la frecuencia de sus representaciones en los códices, sino también por el grande e inmoderado terror a la muerte que existía entre los mayas, quienes creían que todo mal, y especialmente la muerte, emanaba de éste dios. Como jefe de los demonios, Hunhan reinaba sobre el noveno y más bajo de los nueve mundos subterráneos de los mayas, o infiernos, y todavía hoy creen los mayas modernos que bajo la figura de Yun Cimil, el Señor de la Muerte, merodea en torno a las habitaciones de los enfermos en acecho de su presa.

Ah Puch es claramente una deidad malévola, la primera de esta clase que hemos encontrado. Su figura, o el jeroglífico de su nombre, está asociado frecuentemente con el dios de la guerra y de los sacrificios humanos.

XAMAN EK, DIOS DE LA ESTRELLA POLAR (DIOS C)

La quinta deidad más común en los códices es Xamán Ek, el dios de la estrella polar que aparece 61 veces en los tres manuscritos. Se le representa siempre con la misma cara de nariz roma, y pintas negras peculiares en la cabeza. No tiene más que un jeroglífico de su nombre, su propia cabeza que se ha comparado a la del mono.

En algún lugar se habla de Xamán Ek como del «guía de los mercaderes» y bien pudo haberlo sido, puesto que la estrella polar es la única estrella fija que se observa en las latitudes del Peten y Yucatán, que no cambia radicalmente de posición durante el año. Era una deidad benévola, se la encuentra asociada con el dios de la lluvia.

EK CHUAH, EL CAPITAN NEGRO DE LA GUERRA (DIOS L)

Ek Chuah es la sexta deidad más comúnmente representada en los códices y se presenta en ellos 40 veces. Tiene un labio inferior grueso y colgante y aparece generalmente pintado de negro, el color de la guerra, en el códice Tro‑Cortesiano, o parcialmente de negro en el códice de Dresde. El jeroglífico de su nombre es un ojo con un aro negro. Este dios parece haber tenido un carácter doble y un tanto contradictorio.‑ como dios de la guerra era malévolo pero como dios de los mercaderes ambulantes era propicio. En su carácter malévolo lo hechos visto ya con Ixchel, armado de jabalinas y de lanza, tomando parte en la destrucción del mundo por el agua. Como un dios favorable aparece llevando un fardo de mercancías sobre la espalda, semejante a un mercader ambulante y en algún lugar se le muestra con la cabeza de Xamán Ek, dios de la estrella polar que, como hemos visto se dice que era el «guía de los mercaderes». Por último, Ek Chuah era el patrono del cacao, y los que poseían plantaciones de este fruto celebraban una ceremonia en su honor. En uno de sus aspectos parece haber sido hostil al hombre, y en el otro su amigo, una deidad de dos caras.

EL DIOS DE LA GUERRA, DE LOS SACRIFICIOS HUMANOS Y DE LA MUERTE VIOLENTA (DIOS F).

Esta deidad aparece 33 veces en los códices; es la séptima por razón de su frecuencia y se presenta siempre en relación con la muerte. Su característica más constante es una línea negra que le rodea parcialmente el ojo y se prolonga hacia abajo sobre la mejilla. Su propia cabeza es el jeroglífico de su nombre. Puede ser el patrono del día maya Manik, cuyo signo es la mano en actitud de agarrar símbolo tal vez de su costumbre de hacer prisioneros en la guerra o de tomar todo lo que quiere. Se le muestra algunas veces en compañía de Ah Puch, el dios de la muerte, en escenas de sacrificios humanos. Es también un dios de la guerra por derecho propio, y se le ve incendiando casas con una antorcha en una mano, mientras que con la otra, armada de una lanza, las echa por el suelo. Ya se ha mencionado la costumbre de sacrificar a los prisioneros nobles de guerra, y así parecen combinarse en esta deidad el concepto de un dios de la guerra y el de un dios de la muerte mediante la violencia y los sacrificios humanos.

EL DIOS DEL VIENTO, POSIBLEMENTE KUKULCAN (DIOS K)

La asociación que alguien ha sugerido del famoso héroe de la cultura maya‑mexicana, Kukulcan (el bien conocido Quetzalcoatl de la mitología azteca), con el dios maya del viento, no se ha establecido con certeza. El dios del viento aparece raras veces en los códices, habiendo por todo menos de una docena de representaciones del mismo y ni una sola en el códice Tro‑Cortesiano, un manuscrito de los últimos tiempos del Nuevo Imperio. Además, en vista de la posición predominante que tuvo Kukulcan en la época del Nuevo Imperio parece extraño en verdad que si aquel era el dios del viento no se hayan encontrado más representaciones suyas en los códices, que proceden todos del Nuevo Imperio.

En cambio, la asociación del viento con Chac, el dios de la lluvia es muy estrecha. En el códice Peresiano vemos a Chac haciendo una ofrenda a la cabeza del dios del viento en conexión con una ceremonia de final de Katún. Y es que, en realidad, la identificación del dios del viento con Kukulcan se funda casi enteramente en la asociación parecida que hay en la mitología azteca Quetzalcoatl con Ehecatl, el dios del viento que barre el camino del dios de la lluvia. Como los dioses mayas del viento y de la lluvia están así mismo íntimamente asociados y, puesto que el dios maya del viento como Quetzalcoatl‑Ehecatl, el dios azteca del viento tienen grandes trompas foliadas, puede muy bien haber alguna relación entre el dios maya del viento y Kukulcán. Sin embargo esta conexión se ha sugerido tan sólo y no ha sido establecida definitivamente. El propio Chac, principal dios maya de la lluvia, ha sido identificado como Kukulcán por varias autoridades. Algunos creen que la conexión, por lo demás muy natural, entre el dios del viento y el dios de la lluvia es tan estrecha, que indica que el primero no es más que una manifestación especial del segundo y que, en consecuencia, no debiera considerarse como una deidad separada. El jeroglífico de su nombre se encuentra frecuentemente en relación con el de Chac.

IXCHEL, DIOSA DE LAS INUNDACIONES, LA PREÑEZ, EL TEJIDO Y TAL VEZ DE LA LUNA (DIOSA I).

Ixchel era un personaje importante del panteón maya, aunque aparentemente poco amiga del hombre. Ya la hemos visto en la figura de una vieja airada vaciando las ánforas de su cólera sobre la tierra, en un cuadro que pinta la destrucción del mundo por el diluvio. Aparece también como la personificación del agua, como elemento de destrucción, de las inundaciones y torrentes de lluvia y en ese concepto, era ciertamente una diosa malévola.

Pero Ixchel parece haber tenido también su lado bueno. Era la consorte de Itzamná, Señor del cielo, y mientras su marido se muestra algunas veces como el dios del sol, ella la patrona de la preñez e inventora del arte de tejer. Sin embargo, en los códices se la representa generalmente, como una diosa del agua, vieja y colérica, rodeada de símbolos de muerte, y destrucción, con una serpiente retorcida en la cabeza, y con uñas en los dedos de las manos y los pies, parecidas a las garras de una fiera, lo que por cierto ha hecho que algunos la llamen la vieja diosa de las garras de tigre.

IXTAB, DIOSA DEL SUICIDIO

Anteriormente se ha mencionado el hecho de que los antiguos mayas creían que los suicidas se iban directamente al paraíso. Tenían una diosa especial a la que consideraban la patrona particular de los que se habían privado de la vida ahorcándose, y la llamaban Ixtab diosa del suicidio. Puede verse esta diosa en el códice de Dresde, donde aparece pendiente del cielo por medio de una cuerda que esta enrollada a su cuello; tiene los ojos cerrados por la muerte y en una de sus mejillas se distingue un círculo negro que representa la decoloración debida a la descomposición de las carnes.

RITOS Y CEREMONIAS SU NATURALEZA EN GENERAL.

Había muchos ritos y ceremonias para toda clase de necesidades, individuales y colectivas; en favor de la criatura de un humilde leñador, hasta las fiestas generales que se celebraban para aliviar el hambre que afligía a la comunidad a causa de una prolongada sequía. Sin embargo el procedimiento parece ser semejante en todas ellas: 1º, el ayuno y abstinencia, preliminares que incluía un tabú temporal contra las relaciones sexuales para el sacerdote que oficiaba y para los principales, como símbolo de purificación espiritual; 2º, selección anticipada, por medio de la adivinación sacerdotal, de un día propicio para celebrar el rito ; y durante la propia ceremonia; 3º, la expulsión del espíritu maligno del seno de los fieles; 4º, el sahumerio de los ídolos; 5º, las oraciones; 6º, y más importante de todos, el sacrificio, si era posible, de algún ser viviente, un venado, un perro, aves o peces, y, en ocasiones más solemnes, de una o varias victimas humanas. En todos los sacrificios de seres vivientes, ya fuesen animales, aves, peces u hombres, se untaba con sangre de la victima la cara del ídolo del dios en cuyo honor se celebraba la ceremonia. Los propios sacerdotes se embadurnaban con sangre coagulada. La mayoría de las ceremonias terminaban con comilonas, orgías y embriaguez general, siendo esta última, según los antiguos padres católicos, la conclusión inevitable de toda ceremonia maya.

SACRIFICIOS HUMANOS

Los sacrificios humanos se hacían de varias maneras; la más común y tal vez la más antigua, puesto que se practicaba en los tiempos del Viejo Imperio, era la extracción del corazón. Después de desnudar a la victima y pintarle el cuerpo de azul (el color de los sacrificios), le ponían un tocado puntiagudo en la cabeza y la conducían al lugar del sacrificio, que era algunas veces en el atrio del templo y otras la cima de la pirámide sobre la cual estaba edificado. Se expulsaba primero a los espíritus malignos y se pintaba también de azul, el color sagrado, el altar del sacrificio, formando generalmente de una piedra convexa en la parte superior, a fin de poder encorvar hacía arriba el pecho de la victima. En seguida se apoderaban de ésta los cuatro chaces, pintados también de azul, asiéndole cada uno por un brazo o una pierna y la extendían acostada sobre el altar. El nacom se adelantaba entonces con el cuchillo de pedernal en la mano y lo hundía entre las costillas de la victima en la parte inferior del pecho izquierdo. Luego introducía la mano en la abertura, arrancaba el corazón todavía palpitante y colocándolo en un plato, se lo entregaba al chilán, o sacerdote oficiante, quien embadurnaba con sangre rápidamente la cara del ídolo del dios en cuyo honor se había hecho el sacrificio. Si la victima había sido inmolada en la cima de la pirámide, los chaces arrojaban el cuerpo al patio de abajo, donde sacerdotes de inferior rango despojaban de la piel el cuerpo todavía caliente, a excepción de las manos y los pies. El chilán, después de quitarse las vestiduras del sacrificio, se ataviaba de la piel de la victima todavía chorreando sangre y bailaba solemnemente en unión de los espectadores. A veces particularmente si la victima inmolada había sido un soldado valiente, dividían su cuerpo en pedazos que se comían los nobles y otros espectadores durante la ceremonia. Las manos y los pies estaban reservados para el chilán y si la victima había sido un prisionero de guerra, el que lo había capturado usaba alguno de sus huesos como adorno y muestra de su arrojo.

Las mujeres y los niños eran sacrificados con igual frecuencia que los hombres.

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