Feb 202014
 

Enrique Cerrillo Cuenca

 RESUMEN

En este artículo se intenta sintetizar el conocimiento actual de una etapa mal conocida en el panorama arqueológico extremeño, el Neolítico, a través de los escasos datos que se poseen.  El conocimiento de tal periodo ha sido posible gracias a la revisión que se ha realizado de asentamientos como la cueva de El Conejar o Los Barruecos, que pueden relacionarse con asentamientos de otros ámbitos geográficos próximos. La integración de éstos dentro de la penillanura cacereña y su relación con otras áreas plantea nuevas vías de análisis que deben seguirse en un futuro.

 Introducción 

Aproximarse al conocimiento del Neolítico en la penillanura cacereña es adentrarse en lo que se denomina una edad oscura. El Neolítico es en la actualidad una de las fases peor conocidas en el panorama general de la Prehistoria en Extremadura, los inconvenientes para tal desarrollo han estado patentes de un modo u otro en los estudios llevados a cabo sobre dicho periodo. Pero no es menos cierto que el panorama se plantea esperanzador, y pueden abrirse nuevas vías de investigación a través de los materiales recogidos en las antiguas campañas de excavación.

El gran reto no es por tanto ampliar el conocimiento de esta etapa con nuevas excavaciones, sino racionalizar la investigación y orientarla hacia aquellos aspectos que nos son desconocidos. Para ello es necesario plantear diversos niveles de conocimiento sobre los que deben ejecutarse posteriormente proyectos de investigación, y es en esa misma línea en la que hemos orientado nuestro trabajo. En la actualidad nuestro conocimiento del Neolítico es bastante restringido, pues se ha limitado a un conocimiento arqueográfico, es decir, se ha planteado desde la descripción de los elementos que conforman la escasa cultura material de los asentamientos, y en contadas ocasiones se han elevado las conclusiones a un nivel de interpretación global.

 Con esta misma la intención de abrir nuevas vías de investigación, en 1998, comenzamos una labor de revisión de un conjunto de materiales que eran susceptibles de pertenecer a un Neolítico reciente que preludiaba la Edad del Cobre. Los materiales procedían de los asentamientos cacereños de El Conejar y Los Barruecos y con ellos ensayamos un sistema de ordenación tipológica que sirvió como telón de fondo de un trabajo más amplio[1]. Ambos asentamientos ya habían sido excavados durante la década de los 80, pero sus materiales habían sido asignados a periodos distintos, en parte por el escaso grado de conocimiento que en esa década se poseía del Neolítico. Así los materiales de El Conejar fueron adscritos a la Edad del Bronce[2] y los de Los Barruecos en sus niveles neolíticos al tránsito al Calcolítico[3].

 La investigación previa sobre el Neolítico.

A finales del siglo XVIII tenemos las primeras descripciones de las cuevas de Cáceres[4], pero no a los restos que en ellas se incluían. Durante el siglo XIX el florecimiento de las ciencias, unido a la difusión de las primeras noticias arqueológicas, impregnadas de cierto cientifismo, animaron a ciertos círculos sociales a aventurarse en la “exploración” de las cuevas. Así conocemos como hacia la mitad del siglo XIX se había fundado en Cáceres una sociedad para explorar las cuevas de las inmediaciones por un abogado de la localidad, D. Tomás Santibáñez. Desconocemos si estas investigaciones fueron suficientemente fructíferas, pues sólo poseemos una escueta mención en un artículo de V. Paredes[5]. A lo largo del siglo XX esta tradición de “exploraciones” debió seguir y fruto de ella tenemos las primeras referencias a materiales concretos.

 En 1916 Ismael del Pan efectuó excavaciones en la cueva de El Conejar recogiendo una cantidad abundante de cerámicas para las que propuso, entre otras, una cronología neolítica[6]. Las excavaciones revelaron en el mismo lugar un ídolo placa[7], propio de la Edad del Cobre. Por la misma época en Plasencia se excavaba la cueva de Boquique, y sus materiales se recogieron en un breve artículo de P. Bosch[8]. J.R. Mélida recoge, no obstante, multitud de cuevas entre las que se encuentran algunas con restos de poblamiento en su catálogo de monumentos de la provincia[9].

 

La puesta en marcha de la Universidad de Extremadura ya en los años 80 fomentó un rápido auge de la investigación y se desarrollaron excavaciones en distintos asentamientos entre los que se encontraban la cueva de El Conejar en Cáceres, Los Barruecos en Malpartida de Cáceres, y el Cerro de la Horca en Plasenzuela. No obstante algunos años antes M. Almagro Gorbea había excavado la cueva de Boquique[10] y algunos de sus materiales habían sido previamente estudiados por Cleofé Rivero[11]. Todos estos avances sirvieron poco al conocimiento del Neolítico, pues excepto en el caso del Cerro de la Horca, el nivel neolítico no fue reconocido en ninguno de los asentamientos.

 

Los primeros resultados vinieron de la mano de A. González Cordero, que identificó algunas de las cerámicas de los niveles más antiguos del Cerro de la Horca como neolíticas, al mismo tiempo que algunas cuevas en la zona de Montánchez y un asentamiento (Cerro Soladado) en la comarca de la Vera[12]. La importancia de las cerámicas del Cerro de la Horca es muy significativa pues habían sido halladas en un buen contexto estratigráfico que permitía fecharlas adecuadamente. Al mismo tiempo se podían relacionar con estos niveles los demás asentamientos a los que antes aludíamos que tenían entre sus materiales cerámicas muy semejantes, permitiendo establecer dos modelos muy distintos de ocupaciones: las al aire libre y en cueva, que habrían coexistido en un mismo tiempo. La excavación de la cueva de La Charneca en Oliva de Mérida confirmaba la presencia de este tipo de cerámicas en la provincia de Badajoz[13]. Ya en los años 90, A. González identifica Los Barruecos y El Conejar dentro de un momento que denomina “Neolítico Tardío”[14].

 

 

Un territorio neolítico.

 

Llegado este punto de la investigación emprendimos una revisión de los materiales que se habían obtenido tras la excavación de Los Barruecos y El Conejar, planteando alternativas al conocimiento que hasta entonces se tenía del periodo. Las grandes síntesis que se habían realizado no colaboraban en demasía para sistematizar una cronología[15]. Nuestra intención fue la de establecer el conocimiento del poblamiento en diversos niveles: el entorno ecológico, la actividad económica, la cultura material y las posibles relaciones que el poblamiento neolítico pudiese tener con otras zonas limítrofes. La cronología de estos asentamientos puede situarse a grandes rasgos en el IV milenio a.C., según las dataciones absolutas a las que haremos alusión.

 

El conocimiento del entorno natural planteaba bastante dificultades, pero era uno de los puntos que debían tenerse en cuenta en la interpretación global. La reconstrucción del paisaje se presentaba compleja, pues tan sólo se poseían datos referentes a la localización exacta de algunos asentamientos y análisis de fauna y malacología realizados durante el transcurso de las excavaciones. Otro tipo de datos que podrían contribuir al estudio de la flora o de las masas forestales, nos son desconocidos por el momento.

 

La penillanura cacereña es el marco geográfico en el que se ha analizado el poblamiento neolítico. La intención era hallar ciertas similitudes en la localización de los asentamientos que permitiese hablar de pautas. La penillanura cacereña se configura como un espacio extenso en el que conviven tres tipos esenciales de terrenos: la tierra llana, los riberos y los relieves residuales[16]. También pueden establecerse diferencias entre el tipo de materiales de las distintas zonas, que a grandes rasgos se pueden clasificar en las zonas de pizarras precámbricas que conforman la penillanura, los batolitos graníticos, las zonas calizas formadas en el Devónico y las formaciones cuarcíticas que pueden observarse en la Sierra de Cáceres. El territorio se enclava en la red hidrográfica del río Tajo, que se encajona profundamente en la Meseta, formando las zonas de ribero, caracterizadas por valles angostos. Los afluentes del Tajo, el Salor y el Almonte, se unen a éste por el Sur, regando la parte meridional de la penillanura.

 

Los asentamientos estudiados guardan una relación distinta con cada uno de los elementos señalados. En primer lugar parece que no existe una relación evidente entre los grandes cursos de agua y el poblamiento conocido, no se han atestiguado asentamientos en zonas próximas al Tajo o sus afluentes, por el contrario el poblamiento neolítico se localiza en zonas donde las corrientes de agua existen pero son reducidas.

 

En el caso de Los Barruecos el asentamiento se localiza al aire libre entre los bolos graníticos junto a los cuales discurre una corriente de agua. La evacuación de alteritas de esta zona ha provocado que en las inmediaciones del asentamiento se hayan instalado en época reciente dos pequeños embalses conocidos como el Barrueco de Abajo y el Barrueco de Arriba[17]. El Conejar es una pequeña cavidad donde el fenómeno kárstico proporciona el abastecimiento de agua de la gruta y sus inmediaciones. Esta cavidad, situada en las afueras de Cáceres se enclava en la zona conocida como Calerizo, una formación caliza establecida en el Devónico[18]. La formación de oquedades en esta zona es relativamente frecuente y tradicionalmente se han recogido algunas más, que hasta la fecha carecen de estudios detenidos[19]. El Cerro de la Horca posee una localización bastante similar a la de Los Barruecos, geomorfológicamente hablando, pues se localiza sobre el batolito granítico de Plasenzuela. Al mismo tipo de formaciones se asocian las cuevas de Atambores y Peña Aguilera en las inmediaciones de Montánchez.

 

El análisis de la fauna de Los Barruecos y el Conejar reveló como se conocían las especies domesticas básicas: el cerdo, la oveja y la cabra. No obstante junto a ellas aparece el caballo que no es una especie propiamente doméstica hasta el III milenio a.C., el estudio de la dentición de los restos de caballo reveló las conexiones que estos ejemplares mostraban con los ejemplares paleolíticos[20], por lo que pudieran ser producto de la caza. Otros ejemplares pueden relacionarse con actividades cinegéticas como el uro, el ciervo, etc.

 

Al mismo tiempo hay que unir los estudios malacológicos de El Conejar, que hasta el momento permanecían inéditos[21]. El estudio de las conchas de moluscos nos ha informado como la dieta se completaba con otro tipo de recursos, en este caso los moluscos de río. A ello hay que unir otras especies que proceden del mar de cuya integración en el asentamiento trataremos más adelante.

 

Por el momento las prácticas agrícolas no están bien documentadas. Las actividades agrícolas complementarían a la reducida cabaña ganadera y la recolección de frutos y moluscos, pero no hay evidencias directas. Con ello quiere decirse que no se poseen estudios de semillas, pero existen elementos líticos en sílex (microlitos) que pueden interpretarse como dientes de hoz, o algunas molederas de cereal. El tipo de agricultura, sobre el que sólo pueden realizarse conjeturas, debiera ser intensiva; es decir se prefería el cultivo localizado antes que las grandes extensiones de tierra, por lo que la calidad de las tierras no supondría un obstáculo excesivo.

 

 

La evidencia del poblamiento: cerámica, industria lítica e industria ósea.

 

La cerámica es el principal apoyo a la hora de identificar los asentamientos de este periodo. En el estudio que realizamos sobre las cerámicas neolíticas de El Conejar y Los Barruecos[22], se distinguieron tres vertientes a la hora de estudiar los recipientes: las formas de los recipientes y su tamaño, los elementos de prehensión y suspensión, y las decoraciones que presentaban. El objetivo de dicho estudio era diferenciar distintos tipos de recipientes, que probablemente fuesen empleados en actividades diferentes. Para ello se utilizaron técnicas matemáticas e informáticas que permitían describir los recipientes a partir de fragmentos del borde, técnicas que no expondremos aquí[23].

 

Durante la elaboración de nuestro estudio distinguíamos dos grupos de recipientes, de un lado los recipientes de tendencia abierta y de otro los de tendencia cerrada. Al mismo tiempo dentro de estos grupos se distinguieron tipos que representaban a recipientes con características comunes. Empleando las técnicas y divisiones citadas dentro del grupo de las formas abiertas se distinguieron platos, cuencos y vasos (denominaciones aproximadas de dichas formas) de distinto tamaño. El segundo grupo estaba compuesto fundamentalmente por ollas, y algunos vasos, todos ellos con tendencia cerrada. El denominador común de todas estas formas era su tendencia esférica. El almacenaje de líquidos y otros alimentos quedaba garantizado de esta manera.

 

También realizamos un estudio de los elementos de prehensión y suspensión: es decir de aquellos elementos que permitían el manejo de la pieza, mediante el aditamento de asas, mamelones o algunos apliques. La cerámica neolítica conserva en gran proporción elementos que son característicos de este periodo y que no están presentes en las cerámicas de etapa posteriores. Es frecuente en los recipientes la aparición de asas, probablemente, en un número superior a tres que permitían suspender la pieza en el aire con algún tipo de cuerdas. También resulta frecuente el añadido de mamelones, pequeñas protuberancias que contribuyen a su manejo y prehensión, algunos de ellos perforados. Otros elementos, menos numerosos, facilitan el manejo de los recipientes, es el caso de pequeños cordoncillos que se sitúan en sentido vertical u horizontal sobre las paredes del recipiente.

 

Las decoraciones son bastante frecuentes. La más común es la decoración conocida como “boquique” consistente en el arrastre de un punzón sobre la superficie del recipiente, aún fresco, dando la sensación de dibujar una línea continúa en cuyo interior se albergan puntos. Los motivos que se trazan con este tipo de técnica decorativa son variados: motivos rectos, líneas diagonales, guirnaldas, etc., que pueden combinarse en el mismo recipiente. La cerámica presenta también motivos realizados mediante la incisión, estos son generalmente combinaciones de líneas, que forman pueden formar “espigados”, chevrons, etc. Suele ser frecuente realizar incisiones radiales en el borde de los recipientes, generalmente de los de tendencia abierta.

 

Son frecuentes las cerámicas impresas, donde con un elemento denominado “matriz” se imprime un motivo de un modo recurrente sobre el recipiente. A veces las impresiones pueden hacerse con un punzón de sección circular, dando origen a bandas de puntos impresos, motivo muy frecuente. En otras ocasiones la matriz utilizada es la propia uña del artesano, que imprime insistentemente sobre la vasija. En ambientes próximos a la costa suele ser frecuente la utilización de conchas en la decoración de las vasijas. Sin embargo, no resulta frecuente en el interior, donde se cuentan con contados ejemplos. En el caso de la cueva de El Conejar encontramos en un fragmento impresiones que pudiesen pertenecer a una concha marina, algo que no debe extrañar, pues en el interior de la cueva se recogió el cardium, variedad de concha con la que se elaboran los motivos.

 

Los motivos decorativos no acaban aquí, podemos incluir pequeñas pastillas aplicadas, líneas bruñidas, cerámicas peinadas, o la combinación de varias técnicas decorativas. A veces pueden rellenarse incluso con una pasta blanca que resalta los motivos, aunque no es un motivo excesivamente frecuente.

 

En cuanto al acabado final de las piezas suele ser variable, en ocasiones el exterior se alisa o se bruñe cuidadosamente. A veces se trata con un baño a la almagra o a la aguada (ésta última es una solución más diluida), pero no es una técnica muy frecuente. Las cocciones de las cerámicas suelen realizarse en ambientes reductores, aunque no faltan cocciones oxidantes. Las pastas por lo general están poco decantadas y presentan desgrasantes de tamaño medio o grueso.

 

La industria ósea es poco conocida. Sólo se conservan algunos punzones que han sido convenientemente pulidos para ser usados. Otros punzones muestran una perforación en su cabeza que probablemente estén relacionados con actividades textiles rudimentarias. Algunos huesos pueden aparecer marcados con pequeñas estrías; en un caso a modo de decoración la cabeza del hueso había sido pulida y sobre ella se habían dispuesto pequeñas estrías en sentido radial.

 

La industria lítica es el apartado peor conocido de todos. Por un lado tendríamos la industria lítica tallada, compuesta generalmente de pequeñas piezas. La industria tallada suele realizarse sobre sílex, poco frecuente en este marco geológico, por lo que debía proceder de un cierto cauce comercial o de vetas muy localizadas. Las piezas son, por lo general de pequeño tamaño. Los microlitos son escasos en cuanto a hallazgos, se poseen muestras de pequeñas hojas fruto de una industria de tendencia laminar. Son muy frecuentes las piezas realizadas sobre lascas.

 

En cuanto a la industria lítica pulimentada, ésta es escasa, esta conformada por “hachas” de pequeño tamaño y de factura poco elaborada, como en los casos de Los Barruecos y El Conejar, generalmente reducidas a fragmentos.

 

 

La integración de los yacimientos en la evolución cultural de la cuenca extremeña del Tajo.

 

La penillanura cacereña se encuentra situada drenada por la red fluvial del Tajo y en este marco espacial más amplio hemos decido integrar el poblamiento. La cuenca extremeña del río Tajo presenta al mismo tiempo semejanzas con ámbitos costeros, meseteños o de las cuencas del Guadiana y Guadalquivir, que trataremos a continuación.

 

Las evidencias contemporáneas a este tipo de poblamiento son fundamentalmente dos: el arte rupestre y el megalitismo. Ambas manifestaciones son susceptibles de relacionarse con los asentamientos de esta época, pero las dificultades en la relación con los poblados resulta muy compleja, por dos causas:

 

No existe en ningún caso una vinculación física directa entre los dólmenes y los asentamientos de esta misma época.

 

Ausencia de cronologías absolutas en este tipo de manifestaciones.

 

El caso del megalitismo resulta especialmente problemático. Si bien el megalitismo es un fenómeno muy frecuente en la provincia de Cáceres, este se encuentra muy localizado en la zona occidental. En el estudio del fenómeno de la zona de Alcántara, Primitiva Bueno propuso como ciertos elementos presentes en los dólmenes presentaban una tradición arcaica que podía retraer estas construcciones hasta el IV milenio[24]. Aunque la zona occidental de la provincia es muy rica en este tipo de enterramientos, ninguno de éstas ha podido relacionarse con algún tipo de hábitat neolítico[25]. Este hecho ha llevado a establecer varias hipótesis de trabajo.

 

Eduardo Galán y Ana María Martín[26] propusieron que el emplazamiento de los dólmenes obedecía a un criterio de demarcación de las vías naturales de comunicación que atravesaban el valle del Tajo. Argumentaban que la inexistencia de asentamientos en las inmediaciones obligaba a estas sociedades a localizar las vías de tránsito de algún modo, a falta de poblados, lo más evidente serían los dólmenes.

 

Victor Hurtado exponía[27] razones similares. En un análisis social de estas manifestaciones entiende el dolmen como un esfuerzo colectivo de grupos humanos reducidos y unidos bajo una determinada solidaridad común. Estos grupos humanos tendrían una vocación pastoril, pues el terreno pizarroso de la zona occidental de la provincia era apto para esta práctica, de ahí la concentración de monumentos y la escasez de poblamiento.

 

Desde luego las interpretaciones sociales del megalitismo de la zona occidental son una propuesta interesante. Primitiva Bueno ha propuesto recientemente que la variabilidad constructiva de los en las plantas de los dólmenes se debe precisamente a variables de carácter social antes que temporal[28]. Sin embargo no queda resuelta aún la integración del poblamiento y los dólmenes. Evidentemente nuestro conocimiento de tal poblamiento es una cuestión de mera aleatoriedad, conocemos pocos asentamientos que no permiten análisis exhaustivos. En primer lugar, nunca se ha podido determinar la extensión de los asentamientos, que cabe pensar que es bastante reducida. En segundo lugar sólo se ha localizado este tipo de hábitat donde la sedimentación geológica es muy débil (caso de cuevas y abrigos), o fortuitamente en excavaciones. Cabe pensar que el poblamiento es un fenómeno más generalizado de lo que en principio pudiera pensarse, pero las condiciones favorables a su detección son muy reducidas.

 

Cabría tener presente como hipótesis de partida que no existen “zonas megalíticas” y “zonas de poblamiento” culturalmente distintas, sino una misma realidad social que comienza a asimilar formas novedosas de enterramiento como son los dólmenes, que se impondrán a las inhumaciones individuales. Estudiar la pervivencia de uno y otro caso es una cuestión de tiempo.

 

Cabe la posibilidad de establecer un estudio diacrónico de los asentamientos, pero las fases intermedias localizadas entre el final del IV milenio y la segunda mitad del III son mal conocidas, no sólo en la penillanura, sino en el resto de la Cuenca extremeña del Tajo.

 

 

 

Contemporaneidad con otras áreas limítrofes.

 

En este apartado van a estudiarse los ámbitos geográficos próximos y la posible relación de éstos con la Cuenca del Tajo, hablando en un sentido cultural. Para ello se han determinado algunas áreas de desigual extensión, que comparten una cierta homogeneidad. Éstas áreas no deben ser entendidas en ningún caso en el sentido de círculos culturales cerrados fácilmente definibles, sino como una organización previa que facilite la exposición.

 

La Cuenca Media del río Guadiana.

 

Grupo de Sierra Morena.

 

Andalucía Occidental.

 

La fachada atlántica.

 

El interior peninsular, con especial referencia a los asentamientos meseteños.

 

 

La Cuenca Media del río Guadiana cuenta con único asentamiento, éste es el de la Charneca. La cueva de la Charneca fue excavada por J. J. Enríquez Navascués[29] y supuso la primera referencia actual a este tipo de materiales dentro de Extremadura. Aunque su interior se encontraba bastante revuelto, su excavador estudio un interesante cuadro cerámico con las características anteriormente descritas. Este asentamiento es la única muestra que poseemos dentro de un territorio profundamente conocido en época calcolítica. Sin embargo pueden hacerse referencias a las cerámicas impresas halladas en otros puntos de la provincia de Badajoz, aunque en ámbitos ya muy tardíos: se trata de los casos de los yacimientos de La Pijotilla[30], donde se halló un fragmento con decoración de boquique, y el de Granja de Céspedes[31]. En estos últimos casos resulta difícil establecer una filiación neolítica para estos ejemplos.

 

En el grupo de Sierra Morena se han incluido aquellos asentamientos que han sido localizados en esta zona de sierra, cabe pensar en el estudio de un aprovechamiento de los recursos particularmente serrano. Los ejemplos engloban las provincias de Badajoz, Sevilla y Huelva. Los ejemplos de Badajoz se localizan en las estribaciones septentrionales de Sierra Morena y sólo se poseen las referencias que diese J. J. Enríquez[32] en su momento, se trata de dos asentamientos en cueva localizados en los términos municipales de Monesterio y de Fuentes de León. De bastante proximidad a Extremadura es el conjunto de cuevas de Santiago de Cazalla, donde Pellicer y Acosta[33] empredieron excavaciones que arrojaron cronologías controvertidas para algunos autores. El cuadro cerámico de esta cueva resulta paralelizable a los conjuntos anteriormente vistos, aunque hay ejemplos de cerámica cardial que parecen retrotraer la ocupación neolítica. Ya en la provincia de Huelva han comenzado a estudiarse algunos casos de ocupaciones neolíticas en cueva, caso de la cueva de la Mora en Jabugo[34] y asentamientos al aire libre, colecciones de El Judío y la Dehesa[35].

 

En la zona de Andalucía Occidental pueden incluirse algunos asentamientos excavados y otros reconocidos en prospección. Los ejemplos más antiguos son los situados en la zona de la provincia de Cádiz, con dataciones interesantes que pueden retrotraerse hasta el IV milenio. Son los casos de los asentamientos al aire libre de El Retamar, que han permitido una reconstrucción cultural muy fiable[36]. Al mismo tiempo, también pueden relacionarse cronológicamente los asentamientos del dolmen del Alberite, con dataciones de V milenio o la cuevas de la Dehesilla y El Parralejo[37]. En la zona de Córdoba no debe olvidarse la cueva de Los Murciélagos de Zuheros. La zona de Jaén posee un yacimiento de gran relevancia y similitud como la cueva del Nacimiento de Pontones, con discusiones en torno a su cronología[38]. Sevilla cuenta con otros asentamientos, tanto en cueva (caso de las cuevas de Santiago de Cazalla) o al aire libre, recientemente reconocidos en labores de prospección en el río Corbones[39]. En el yacimiento del Neolítico Final-Calcolítico Inicial de Papa Uvas, J. C. de la Cruz reconocía algunos materiales estratigráficamente situados en un momento anterior al III milenio, pero de difícil integración cultural y cronológica. En Granada pueden localizarse otros asentamientos que comparten ciertos paralelos culturales, como es el caso de la cueva de la Carigüela, que no trataremos aquí.

 

Las seriaciones de los distintos cuadros cerámicos en Andalucía no están uniformados, y existen ciertas dudas en cuanto a su correcta datación y prolongación en el tiempo. Las seriaciones más tradicionales comienzan a superarse, éstas incluían un primer momento con cerámicas cardiales o Neolítico Antiguo, un neolítico sin cardial o Neolítico Medio y por último un Neolítico Final, caracterizado por las cazuelas carenadas. Algunos de estos esquemas cronológicos han comenzado a ser puestos en entredicho, lo que dificulta la uniformidad, al mismo tiempo que facilita el reconocimiento de una realidad cada vez más compleja.

 

La fachada atlántica ofrece una problemática muy similar, las seriaciones tradicionales ofrecidas por Guilaine[40], muy propias del ámbito mediterráneo han sido puestas en entredicho. En la actualidad, J. Zilhâo[41] propone otras dataciones basadas en una división distinta. En primer lugar un Neolítico Antiguo caracterizado por los materiales más arcaicos como la cerámica cardial que daría paso a un Neolítico Antiguo Evolucionado con cerámicas decoradas con boquique, este ocuparía la primera mitad del V milenio, a grandes rasgos. El Neolítico Medio es mal conocido en los poblados y estaría caracterizado por las cerámicas lisas. Por último se llegaría al ya conocido Neolítico Final con una relativa abundancia de poblados, caracterizados por la cazuela carenada.

 

El área del cabo de San Vicente muestra una atractiva continuidad entre el Mesolítico y el Neolítico, aunque muy discutida, donde se plantean los problemas verdaderos del tránsito entre las etapas. Sin embargo son dos zonas las que más llaman nuestra atención, de un lado la zona de Estremadura y Évora, donde se han hallado ejemplos muy similares a los casos cacereños. En Estremadura se han localizado yacimientos con cerámicas a boquique como el caso de Penna d’Aigua y algunos otros recogidos por Zilhaô[42]. De bastante interés resulta la cueva de Caldeirâo, lugar donde se fechó en el VI milenio un vaso cardial de carácterísticas decorativas semejantes a un fragmento de El Conejar. La zona de Évora resulta prometedora, pues se han localizado varios asentamientos con cerámicas impresas, en algunos casos asociados a megalitos, y en otros con mínimos ejemplos de cerámica cardial[43]. Algunos autores han comenzado a plantear la continuidad existente entre el IV y el III milenio tipológicamente hablando, lo que debate las cronologías que defiende Zilhâo. Por otro lado se ha señalado en más de una ocasión el fuerte vínculo tipológico existente entre los asentamientos portugueses del Neolítico Antiguo Evolucionado y los extremeños.

 

El interior peninsular plantea problemas de otro orden. Hasta el momento se argumentaba que era una zona relativamente a los fenómenos culturales que se daban en las costas. Ello ha limitado tremendamente la investigación desfavoreciendo su estudio. En la provincia de Salamanca existen dos ejemplos muy interesantes: de un lado el poblado de las Peñas de El Bardal, publicado inicialmente por S. López como un asentamiento calcolítico con claras raíces neolíticas[44]; y que posteriormente ha sido confirmado como un ejemplo neolítico. De otro lado el dolmen del Torrejón, en Villamayor, ofreció un interesante fragmento de cerámica cardial, entre otros elementos arcaicos[45]. En Segovia se han realizado excavaciones en la Cueva de la Vaquera, único asentamiento que ha proporcionado dataciones[46], muy tardías con respecto a las fechas que Zilhâo propone para la cerámica con decoración a boquique en Portugal. La cultura material que ha proporcionado la cueva guarda paralelos muy interesantes con las cuevas extremeñas, lo que nos hablaría de una cierta homogeneidad. También se poseen dataciones antiguas en ambientes funerarios de Valladolid[47], o las dadas a conocer recientemente en Soria[48]. Igualmente se localizaron cerámicas antiguas bajo el túmulo de la Velilla en Osorno, ya en Palencia. Madrid cuenta con algunos asentamientos como el de la Cueva del Aire en Patones[49]. Recientemente se ha localizado en la provincia vecina de Toledo un asentamiento con cerámicas muy similares en cuanto a sistemas decorativos que sus excavadores fechan en el Neolítico[50]. En la provincia de Ciudad Real se ha localizado una inhumación individual con elementos muy característicos y que nos recuerdan al Conejar: de un lado conchas marinas y de otro cerámicas que sus autores denominan cardialoide[51]. Una referencia distinta merecen las elevadas cronologías de VII milenio del abrigo de Verdelpino en Cuenca.

 

 

Perspectivas: intensificación como modelo de explicación.

 

En este apartado se sintetizan nuestras impresiones acerca de los fenómenos culturales acontecidos durante el IV milenio en la zona de la penillanura cacereña. El desconocimiento tradicional del Paleolítico Superior en la provincia de Cáceres[52] y la perduración de los modos de vida durante una etapa posterior indefinida dificultan cualquier intento de aproximación a una reconstrucción cultural. Ello ha forzado que nuestra visión sea la del Neolítico como un elemento novedoso en este ámbito, y por tanto como un modo de vida plenamente importado y tardío en virtud a las dataciones que arrojan los asentamientos de otros ámbitos. Por otro lado el desajuste existente entre las dataciones de las distintas zonas no propicia una visión de conjunto y facilita la impresión de una realidad deslavazada.

 

La fragilidad del estudio del Neolítico en este ámbito geográfico es indiscutible. Nuestra intención actual es la de establecer vías para analizar la pervivencia de algunos elementos durante el III milenio. El problema vuelve a radicar en la presencia de una nueva fase mal conocida: el tránsito entre este Neolítico de cerámicas impresas y el Neolítico Final. En nuestra opinión este inconveniente se resuelve con una adecuada ordenación de materiales, como ya expusimos en otra ocasión[53] y desde la perspectiva de la “intensificación”.

 

A partir del III milenio parece iniciarse un aumento generalizado del poblamiento, que es común a otros ámbitos peninsulares. El primer tercio del III milenio en el Suroeste peninsular es conocido como Neolítico Final, momento en que se generaliza el uso de la cazuela carenada, recipiente de gran diámetro caracterizado por su escasa profundidad y la presencia de carena media-baja. El fenómeno de este tipo de poblamiento ha sido bien estudiado en la Cuenca Media del Guadiana por V. Hurtado[54] y J. J. Enríquez[55]. Sin embargo, la provincia de Cáceres no ha ofrecido por el momento evidencias significativas de este periodo. Los datos que se poseen son los de Sierra de la Pepa (Plasenzuela) donde A. Cordero estudió un interesante ejemplo de Calcolítico Inicial[56]. En nuestra revisión del material de Los Barruecos se localizaron ciertos elementos que eran susceptibles de pertenecer a esta etapa, precedidos estratigráficamente de otros que pudieran representar la conexión aparente entre ambas etapas.

 

Las pruebas son muy débiles dentro del panorama extremeño. Ello nos lleva a plantear el tránsito del IV al III milenio como un momento desconocido pero basado en la continuidad de muchos factores: cierta tradición en las formas cerámicas, la industria lítica de tendencia laminar, etc. Además la generalización de las actividades productivas debe ser entendida como el logro de un buen grado de conocimiento de las mismas. Para ello es necesario establecer una hipótesis de trabajo que hemos denominado intensificación. Esta hipótesis pretende reflejar las continuidades aparentes entre el IV y el III milenio y plantear un tránsito de larga duración antes que un cambio, en el sentido pleno de la expresión. La consecución gradual de las prácticas agrícolas y ganaderas será, pues, un proceso irreversible que se consolidará al mismo tiempo que otros aspectos culturales (sociedad, poblamiento, territorio, etc.) enmascarados en la cultura material. No hay que olvidar que algunas de las bases para la formación del sustrato cultural del III milenio estaban ya establecidas con anterioridad: poblamiento al aire libre, elementos ideológicos y religiosos, etc. En este sentido la tarea es determinar una secuencia cultural que debe comenzar con una correcta coordenación de la cultura material disponible.

 

Cáceres, agosto de 1999.

 

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I. del Pan:  “Un recuerdo inédito de mi exploración de la cueva cacereña del “Conejar”. Ensayo paleontológico”, Homenaje al Prof. Eduardo Hernández Pacheco, Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural, 1921.

 

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J. A. de Zulueta Artaloyta: La tierra de Cáceres. Estudio geográfico I. Madrid, 1977.

 



* Este artículo resume brevemente algunas de las ideas recogidas en nuestra Memoria de Licenciatura, sobre las que se han añadido nuevas consideraciones: E. Cerrillo Cuenca: Orden tipológico en Arqueología. Aplicación metodológica para el análisis de la cerámica a mano. Cáceres, 1999. (Memoria de Licenciatura inédita, Universidad de Extremadura, Área de Arqueología).

** Licenciado en Historia, Universidad de Extremadura.

[1] E. Cerrillo Cuenca: op. cit.

[2] E. Cerrillo Martín de Cáceres: «Materiales de superficie de la cueva del Conejar, junto a Cáceres». Homenaje al profesor Martín Almagro Basch. Vol. II. Madrid, 1983. Pp. 37-44. M. I. Sauceda: «La cueva del Conejar (Cáceres). Una muestra de los materiales recogidos en 1981». Norba, 5. Pp. 47-58.

[3] M. I. Sauceda: «La secuencia cultural de «Los Barruecos» Malpartida de Cáceres (Cáceres)». Extremadura Arqueológica II. I Jornadas de Prehistoria y Arqueología en Extremadura (1986-1990). Cáceres, 1991. Pp.27-44.

[4] S. B. Boxoyo: Noticias históricas de la muy noble y leal villa de Cáceres provincia de Extremadura. Monumentos de la Antigüedad que conserva. Por un presbítero secular de dicha villa. (Edición a cargo de M. Muñoz de San Pedro, Cáceres, 1955).

[5] V. Paredes Guillén: “De la Sociedad Excursionista Extremeña y algo de Prehistoria de Extremadura”. Revista de Extremadura, XI. Cáceres, 1909. Pp. 418-427.

[6] I. del Pan: “Exploración en la cueva prehistórica del Conejar (Cáceres)”, Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural, XVII, 1917, p. 185

[7] I. del Pan:  “Un recuerdo inédito de mi exploración de la cueva cacereña del “Conejar”. Ensayo paleontológico”, Homenaje al Prof. Eduardo Hernández Pacheco, Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural, 1921, p.

[8] P. Bosch Gimperà: «La cova del Boquique a Plasencia». Anuari IEC, VI. Barcelona, 1915-1920. Pp. 513-516.

[9] J. R. Mélida: Catálogo Monumental de la Provincia de Cáceres. Madrid, 1924.

[10] M. Almagro Gorbea: El Bronce Final y el Periodo Orientalizante en Extremadura. B. P. H., 14. Madrid, 1977.

[11] C. Rivero de la Higuera: «Materiales inéditos de la Cueva de Boquique. Datos para una nueva sistematización de la Edad del Bronce en Extremadura». Zephyrus XXIII-XXIV. Pp. 101-130.

[12] A. González Cordero: «Asentamientos neolíticos en la Alta Extremadura». Rubricatum 1. Actes I Congrés del Neolític a la Península Ibèrica. Formació i implantació de les comunitats agrícoles. Vol. 2. Bellaterra, 1996. Pp. 697-702.

[13] J. J. Enríquez Navascués: «Excavaciones de urgencia en la cueva de la Charneca (Oliva de Mérida, Badajoz)». Noticiario Arqueológico Hispano, 28. Pp. 8-24.

[14] A. González Cordero: op. cit.

[15] F. Piñón y P. Bueno: «El Neolítico en el Suroeste» en P. López (ed): El Neolítico en España. Madrid, 1988. Pp. 222-244

[16] J. A. de Zulueta Artaloyta: La tierra de Cáceres. Estudio geográfico I. Madrid, 1977.

[17] D. Gómez Amelia: “Los Barruecos (Cáceres) unas formas modélicas sobre granitos”. Norba Geografía, V. Pp. 63-78.

[18] J. L. Gurría Gascón y Y. Sanz Tamayo: «Los fenómenos kársticos en los ‘calerizos’ de Cáceres y Aliseda». Actas del VI Coloquio de Geografía. Asociación de Geógrafos Españoles. Palma de Mallorca, 1983. Pp. 47-55.

[19] C. Callejo Serrano: “Las cuevas del Calerizo de Cáceres”. V Congreso de Estudios Extremeños. Badajoz, 1976.

[20] P. Castaños Ugarte: «Animales domésticos y salvajes en Extremadura. Origen y Evolución». R. E. E., XLVII. Pp. 9-67.

[21] Salvo algunas referencias que pueden encontrarse en E. Cerrillo Martín de Cáceres: «El tiempo pre y protohistórico». En G. Barrientos Alfageme, E. Cerrillo Martín de Cáceres y J. M. Álvarez Martínez: Historia de Extremadura. Tomo I: La Geografía y los tiempos antiguos. Badajoz. Pp. 61-100.

[22] E. Cerrillo Cuenca: op. cit.

[23] Análisis cluster y Análisis de Componentes Principales.

[24] P. Bueno Ramírez: Los dólmenes de Valencia de Alcántara. E. A. E., 155. Madrid, 1988.

[25] P. Bueno Ramírez: op. cit,

[26] E. Galán Domingo y A.  Martín Bravo: op. cit.

[27] V. Hurtado: «Interpretación sobre la dinámica cultural de la cuenca media del Guadiana del IV al II milenio a.C.» Extremadura Arqueológica, V. Homenaje a M. Gil-Mascarell. Cáceres, 1995. Pp. 53-80.

[28] P. Bueno Ramírez: La necrópolis de Santiago de Alcántara (Cáceres). Una hipótesis de interpretación para los sepulcros de pequeño tamaño del Megalitismo occidental. Universidad de Valladolid, Seminario de Estudios de Arte y Arqueología. Valladolid, 1994.

[29] J. J. Enríquez Navascués: Op. cit.

[30] J. J. Enríquez Navascués: El Calcolítico o Edad del Cobre de la cuenca extremeña del Guadiana: los poblados. Badajoz, 1990.

[31] J. J. Enríquez Navascués: El Calcolítico o Edad del (op. cit.)

[32] J. J. Enríquez Navascués: «El Neolítico en la Cuenca Media del Guadiana». Rubricatum 1. Actes I Congrés del Neolític a la Península Ibèrica. Formació i implantació de les comunitats agrícoles. Vol. 2. Bellaterra, 1996. Pp. 676-696.

[33] P. Acosta: «El Neolítico en Andalucía Occidental: estado actual». Homenaje a Luis Siret. Almería, 1984. Sevilla, 1986. Pp. 136-151.

[34] F. Piñón y P. Bueno: op. cit.

[35] F. Piñón y P. Bueno: «Estudio de las colecciones de materiales procedentes de la Dehesa (Lucena del Puerto) y el Judío (Almonte). Testimonios sobre la ocupación neolítica del litoral onubense». Huelva Arqueológica, VII.

[36] J. M. Gutiérrez López, F. Giles Pacheco, J. Ramos Muñoz y J: Aguilera Rodríguez: “Aportaciones al análisis macroespacial. El poblamiento de la Cuenca Media del Guadalete y Piedemonte de las sierras de Cádiz durante el Neolítico” en J. Ramos Muñoz y F. Giles Pacheco (eds): El dolmen de Alberite (Villamartín). Aportaciones a las formas económicas y sociales de las comunidades neolíticas en el noroeste de Cádiz. Cadiz, 1996. Pp. 341-351.

[37] J. M. Gutiérrez López et alii: op. cit. M. Pellicer y P. Acosta: «El Neolítico Antiguo en Andalucía Occidental». Le neolithique ancien Mediterranéen. Actes du Colloque International de Prehistoire. Montpellier, 1982. Pp. 49-60.

[38] M. D. Asquerino y P. López:  “La cueva del Nacimiento (Pontones). Un yacimiento neolítico en la Sierra del Segura”. T.P., 38. Pp. 107-138. G. Rodríguez: «La cueva del Nacimiento de Pontones -Santiago- Provincia de Jaén (España)» Le Néolithique ancien mediterranéen. Actes du colloque international de Prehistoire. Montpellier, 1981. París. Pp. 237-245.

[39] J. J. Fernández caro y B. Gavilán Ceballos: “Yacimientos neolíticos en el río Corbones (Sevilla)”. SPAL, 4. Pp. 25-67

[40] J. Guilaine: Premiers bergers et paysans de l’Occident mediterranéen. París, 1976.

[41] J. Zilhâo: “O neolítico do Maciço calcárico estremenho, crono-estratigrafía e povamento”. Rubricatum 1. Actes I Congrés del Neolític a la Península Ibèrica. Formació i implantació de les comunitats agrícoles. Vol. 2. Bellaterra, 1996. Pp. 659-671.

[42] J. Zilhâo: op. cit.

[43] M. Diniz y M. Calado “O Povado neolítico da Valada do Mato (Évora, Portugal) e as origens do megalitismo alentejano” en R. De Balbín Behrmann y P. Bueno Ramírez. (eds.): II Congreso de Arqueología Peninsular. Tomo II, Neolítico, Calcolítico y Bronce. Zamora, 1998. Pp. 23-31.

[44] S. López Plaza: “Aportación al conocimiento de los poblados eneolíticos de SO de la Meseta Norte española: la cerámica”. Setúbal Arqueológica, V. Pp. 76-102.

[45] J. Arias González y M. C. Jiménez González: “Ídolo-placa y otras piezas funerarias procedentes del dolmen de “El Torrejón” (Villamayor, Salamanca). Xábiga, 7. Pp. 7-17.

[46] L. Zamora Canalleda: “La Cueva de la Vaquera (Torreiglesias, Segovia), las dataciones de C-14 ofrecen una fecha de 3700. I. L. Rubio y M. C. Blasco: “Análisis cerámicos de la Cueva de la Vaquera (Torreiglesias, Segovia)”. Zephyrus, XLI-XLII. Pp. 149-160, las dataciones por termoluminiscencia en cambio dan una cronología de 3200 a.C.

[47] G. Delibes: “Ritos funerarios, demografía y estructura social entre las comunidades neolíticas de la submeseta norte”. Arqueoloxía da Morte. Arqueoloxía da Morte na Península Ibérica desde as Orixes ata o Medievo. Xinzo de Limia, 1996. Pp. 63-94.

[48] Caso de la Peña de la Abuela, enterramiento neolítico con una cronología de principios del IV milenio, M. A. Rojo Guerra y M. Kunst: “La Peña de la Abuela. Un enterramiento monumental neolítico sellado por el fuego”. Revista de Arqueología, 220. Madrid, 1999.

[49] M. D. Fernández-Posse: “Los materiales de la Cueva del Aire de Patones (Madrid)”, N.A.H., 10

[50] J. R. Villa González y J. M. Rojas Rodríguez-Malo: “Una inhumación individual de época neolítica en Villamayor de Calatrava (Ciudad Real)”. Rubricatum 1. Actes I Congrés del Neolític a la Península Ibèrica. Formació i implantació de les comunitats agrícoles. Vol. 2. Bellaterra, 1996. Pp. 509-518.

[51] J. R. Villa González y J. M. Rojas Rodríguez-Malo: “Aportación al conocimiento del Neolítico en la Cuenca Media del Tajo”. Rubricatum 1. Actes I Congrés del Neolític a la Península Ibèrica. Formació i implantació de les comunitats agrícoles. Vol. 2. Bellaterra, 1996. Pp. 707-714.

[52] A excepción de las muestras de arte rupestre de Maltravieso y la Mina de Castañar de Ibor. M. I. Sauceda hace referencias a industria del Paleolítico Superior en las inmediaciones de Los Barruecos, M. I. Sauceda: “La secuencia cultural…” Op. cit.

[53] E Cerrillo Cuenca: op. cit.

[54] V. Hurtado Pérez: «Interpretación sobre la dinámica…” Op. cit.

[55] J. J. Enríquez Navascués: El CalcolíticoOp. cit.

[56] A. González Cordero, J. Castillo Castillo y M. Hernández López: «La secuencia estratigráfica en los yacimientos calcolíticos del área de Plasenzuela (Cáceres). Extremadura Arqueológica II. I Jornadas de Prehistoria y Arqueología en Extremadura (1986-1990). Pp. 11-26.

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