Oct 011983
 

Gumersindo Martín Hernández.

La importancia que para la causa española tuvo el alzamiento de Extremadura contra la ocupación francesa en 1808, fue decisiva en la guerra de la Independencia. Su situación fronteriza con Portugal produjo, en el primer instante, la ruptura de comunicaciones entre los franceses del Alentejo, al mando de Junot, y los de la Mancha, a las órdenes directas del mariscal Murat.

Pero esta misma situación de paso entre Madrid y Lisboa, hizo que nuestra tierra se viese invadida sucesivamente por uno y toro bando contendiente, con las consiguientes consecuencias de saqueos, exacciones, desolación y muerte. Tropas francesas, inglesas y portuguesas, depauperaron y arruinaron nuestros pueblos y ciudades, y aunque fueron pocas las grandes batallas que se dieron en nuestro suelo, el movimiento de tropas fue extraordinariamente intenso, así como la ocupación y abandono de plazas. Por si fuera poco, las partidas de heroicos guerrilleros y sobre todo, las tropas españolas incontroladas y dispersas en las grandes derrotas sufridas, se dedicaron muchas veces al saqueo y al pillaje, con tanta intensidad como las mismas tropas extranjeras.

En lo que respecta a la Extremadura alta, las sierras y valles que arrancan de la derecha del Tajo estuvieron desguarnecidas casi todo el tiempo por las tropas nacionales, que operaron todos estos años casi exclusivamente en las tierras llanas al sur del Tajo, que facilitaban el empleo de grandes contingentes de fuerzas y el movimiento de la caballería y la artillería, en esa obcecación de nuestros generales de jugar a batallas campales, moviendo peones y caballos en unas condiciones de inferioridad numérica, de armamento, de abastecimientos y , sobre todo, de mandos generales e intermedios.

Todo ello llevó a la mayor y más prolongada catástrofe que haya podido sufrir país alguno, de la cual, por los desgraciados incidentes que la sucedieron a lo largo de todo el siglo XIX, aún, al cabo de 175 años, no nos hemos recuperado.

Es difícil extractar en un breve trabajo de este tipo todos los acontecimientos nefastos ocurridos en estas tierras a lo largo de cinco extractar en un breve trabajo de este tipo todos los acontecimientos nefastos ocurridos en estas tierra a lo largo de cinco intensos años de guerra, por lo que me limitaré a consignar en el mismo sólo los más destacados expolios sufridos en la Alta Extremadura, centrándome principalmente en los ocurridos en la ciudad de Plasencia y basándome en los testimonios de dos testigos de la época: el Excmo. Sr. Conde Toreno, en su «Historia del levantamiento, guerra y revolución de España», y don José Mª de Barrio y Rufo en sus «Apuntes de historia de la Ciudad de Plasencia».

Con el fin de darnos una idea de los sacrificios que para la ciudad y provincia supuso este desgraciado y a la vez heroico acontecimiento, he intentado, de forma aproximada, traducir a pesetas, en su valor actual, el real de vellón en que vienen expresadas las cantidades satisfechas, teniendo en cuenta la diferencia en el nivel de vida de entonces acá y la circunstancia de ser la población unas seis  menor que la actual, con lo que la imposición «per cápita» se elevaba notablemente. A estas cantidades hemos de añadir aquellas otras en especies, avituallamiento de las tropas, robo de joyas y obras de arte y destrozos de todo tipo, de imposible valoración en metálico, además de las pérdidas humanas, las levas de soldados, la falta de brazos en el trabajo y la paralización del comercio y la industria.

La sangría económica y humana de nuestra tierra comienza el 18 de Octubre de 1807, en el momento en que el general Junot, al mando de un ejército de 25.000 hombres y 3.000 caballos llamado cuerpo de observación de la Gironda, penetra en España con el pretexto de la invasión de Portugal. El gobierno de D. Manuel Godoy dicta una exacción para la manutención y avituallamiento de este ejército, correspondiendo a la ciudad de Plasencia la entrega de 800 fanegas de trigo y 1.000 de cebada (un sacrificio económico equivalente a los 36 millones de pesetas actuales). D. Vicente de Vargas y Laguna, señor del Barrado y Villanueva de la Sierra y Regidor perpetuo de la Ciudad, para aliviar al pobre labrador, dio 100 fanegas de trigo, que luego cedió a beneficio de la nación. Poco después, el funesto valido dictó una proclama exigiendo a su tierra extremeña la entrega de hombres y caballos par la lucha en Portugal.

El 9 de Enero de 1808 comenzó la entrada en España de otro ejército francés de otros 25.000 hombres y 2.700 caballos, llamado cuerpo de observación de las costas del Océano, capitaneado por el mariscal Moncey. Y el 26 de Febrero el Cabildo de la Catedral de Plasencia, a instancias del intendente D. Agustín Gutiérrez de Tovar, ofreció 2.000 fanegas de trigo a 50 reales cada una, entregando en metálico 100.000 reales (unos 60 millones de pesetas).

Los sucesos del lunes 2 de Mayo en Madrid y el famoso bando del Alcalde de Móstoles son conocidos en Plasencia a las pocas horas de acontecer. La muchedumbre de los pueblos comarcanos, congregada en su Plaza Mayor con motivo de la celebración del tradicional mercado semanal de los martes, hace correr la noticia inmediatamente por los más apartados rincones de la zona. El miércoles día 4 es recibida la comunicación en Badajoz y el día 5 se dio desde allí la primera proclama de España contra los franceses, enviándose emisarios con la misma a Lisboa, Madrid y Sevilla, proclama que queda limitada a simples palabras escritas, ya que el ejército acantonado en Badajoz al mando del general Solano y el gobernador de la plaza Conde de Torres del Fresno, siguen obedientes a las órdenes del Gobierno de Madrid, dominado por el mariscal Muret, quien a mediados de Mayo ordena el traslado al Campo de Gibraltar de todas las tropas de Extremadura.

El 26 de Mayo se produjo el alzamiento en Sevilla, comenzado por el regimiento de Olivenza. El estallido de Extremadura dio comienzo en Badajoz el día 30, día de San Fernando, a consecuencia de la orden de Murrat de que no se enarbolase bandera ni se disparasen las salvas, tradicionales desde siglos atrás en honor de Fernando III el Santo. Fue una mujer la que quitándole la mecha a un artillero disparó un cañón, siendo seguido por el disparo de los restantes cañones del fuerte y el grito unánime de la población de viva Fernando VII y meran los franceses. El gobernador puesto por Godoy, Conde de Torres del Fresno, fue agredido y muerto por la muchedumbre; en Plasencia y la villa de los Santos hubo también linchamiento de unos tachados de afrancesados, pero en el resto de Extremadura el alzamiento se produjo con orden y alegría. Fue constituida la Junta Suprema de Extremadura, ocupando el mando el brigadier de artillería D. José Galluzo y siendo nombrado vicepresidente D. Vicente de Vargas y Laguna. Al mismo tiempo se formaron las Juntas locales de defensa en las distintas ciudades, siendo elegidos para la de Plasencia su obispo D. Lorenzo Igual de Soria y D. Antonio Vicente de arce, entre otros.

De los dos regimientos provinciales de Extremadura el de Plasencia se encontraba en el Campo de Gibraltar y el de Badajoz se encontraba desarmado, entando todas las plazas de la provincia totalmente desguarnecidas, por lo que el brigadier D. José Galluzo logró formar, durante todo el mes de Junio, un nuevo ejército de 20.000 hombres y un cuerpo de extranjeros formado por portugueses y franceses evadidos de Junot.

El 8 de Junio entregó el Cabildo de la Catedral de Plasencia al Ayuntamiento, según orden de la Junta provincial, una ayuda consistente en toda la plata del aparador de la sacristía, además de una aportación en metálico de 200.000 reales (más de 100 millones de pesetas actuales), para agregar a la prorrata establecida en toda la cuidad, sin que sepamos cual fue la total aportación. Cinco días más tarde, el 13 de Junio dio el Cabildo otro donativo a la Junta local de Trujillo, consistente en 10.000 reales (unos 6 millones de pesetas).

Este nuevo ejército extremeño es entrenado durante el verano y fogueado en algunas pequeñas acciones, principalmente en Portugal. Tiene en su haber, como decíamos al principio, el haber roto las comunicaciones de los franceses entre Madrid y Lisboa, quedando arrinconadas las tropas del general Junot en Portugal, desconectadas del resto de los ejércitos imperiales y a merced de los ingleses, que se preparan para intervenir al mando del general Wellesley, más tarde conocido como Lord Wellington.

Mientras tanto, el ejército de Andalucía, al mando de don Francisco Javier Castaños – en el que se encuentra integrado el Provincial de Plasencia -, tras la toma y saqueo por los franceses de Jaén y Córdoba, inicia el 16 de Julio la batalla de Bailén, que habría de proporcionar el mayor triunfo de las armas españolas y donde fue hecho prisionero íntegramente todo el ejército francés. Ello hace que el Intruso y el «melenudo» Murat abandonen Madrid y desaparezcan las tropas francesas de todo el territorio nacional al sur del Ebro.

A finales de Julio la Junta Suprema de la provincia impuso contribución subsidial a toda Extremadura por una cantidad de 1.100.000 reales (más de 600 millones actuales) y el 2 de Agosto el Cabildo de Plasencia aportó los fondos que le correspondieron en la prorrata, sin que se especifique la cantidad.

Libre de franceses la mayor parte del territorio español, quedó arrinconado en Portugal el ejército de Junot, frente a las tropas anglo-portuguesas del general Wellesley, que logra el triunfo a finales de Agosto en la batalla de Vimeiro; victoria que se vio ensombrecida por la extraña capitulación firmada en la llamada convención de Gibraltar, según la cual los ingleses se comprometían a llevar a Francia en sus barcos a todas las tropas francesas que ocupaban Portugal. Viendo la Junta de Extremadura que aquel ejército que quedaba libre volvería a ser armado y enviado de nuevo a la Península – como así sucedió dos meses más tarde _ , envió al general don José de Arce contra la plaza del Yelbes el 7 de Septiembre, obligando al comandante francés Girod de Novilard a encerrarse en el fuerte de La Lippe. Los ingleses enviaron un regimiento al mando del coronel Graham para convencer a los españoles que dejasen embarcar libremente a los franceses, según el tratado que ellos habían firmado, mas el general Arce y la Junta de Extremadura se opusieron a dejar libre a los sitiados, y sólo tras largas negociaciones accedieron a la petición inglesa.

No fue recíproco el trato dado a los 3.500 soldados del ejército de Extremadura presos por Junot en Lisboa, pertenecientes a los regimientos de caballería de Santiago y Alcántara, al batallón de tropas ligeras de Valencia y al de granaderos provinciales, que debían ser entregados a cambio de los franceses prisioneros por la Junta de Extremadura y que no fueron entregados directamente a su provincia, sino que fueron desembarcados al mes siguiente en la Rápita de Tortosa y en los Alfaques, a las órdenes del mariscal de campo don Gregorio Laguna.

Los preparativos para la segunda invasión napoleónica comienzan a finales de Octubre de 1808, y el 29 de este mes la Junta Central ordena para esta provincia una aportación de un millón de reales por vía de préstamo, que el Cabildo y la Ciudad realizan en letras sobre Madrid, sin especificar su cuantía.

El 24 de Noviembre el obispo de Plasencia realiza una colecta para socorrer a la ciudad de Zaragoza, sin que se sepa la cuantía de este socorro.

El ejército de Extremadura es derrotado en Burgos por la caballería del general Lasalle el 10 de Noviembre y sus restos, unidos a los restos del ejército de Castilla, son derrotados nuevamente por el propio Napoleón en el puerto de Somosierra. El desaliento por estas derrotas y la entrada de Napoleón en Madrid, leva a estas tropas dispersas por el campo de Talavera y norte de Extremadura a convertirse en bandas de forajidos que saquearon y arrasaron cuantos pueblos encontraron a su paso, hasta el punto de asesinar a su propio jefe, el general San Juan.

El 10 de Diciembre la Junta local de Plasencia hace otra petición de granos y dineros para socorrer a las tropas de Madrid, y el día 13, la Junta Central, desde Trujillo, solicita ayuda al Cabildo, contribuyendo éste con 60.000 reales (más de 30 millones de pesetas actuales) y el señor obispo con 30.000 (más de 15 millones).

Las tropas francesas de los generales Lefebvre y Sebastiani invadieron Plasencia el 28 de Diciembre de 1808. La ciudad se encontraba desguarnecida y totalmente despoblada de hombres jóvenes, pues a las constantes levas para reponer las bajas del ejército, se unió la creación por don Vicente de Vargas y Laguna del Batallón de Voluntarios de Plasencia, formado por toda la juventud placentina, sin distinción de clases, que operaba en Navalmoral y puente de Almaraz. No obstante, todavía pudo formarse una tropa de hombres maduros de unos quinientos escopeteros, que tuvieron la osadía de atacar a todo el ejército francés y detenerle durante varias horas en el paso del Tiétar. Para evitar mayores males y represalias, un anciano tomó el mando de la ciudad y salió a recibir a Lefebvre al camino de Malpartida, realizando la capitulación de la ciudad.

El 25 de Enero de 1809, por oficio de la Junta de Trujillo, correspondió a Plasencia el pago de 80.000 reales (unos 48 millones de pesetas actuales) y mil raciones diarias de pan, vino y aguardiente. El Cabildo puso a disposición de la Junta 20.000 reales (unos 12 millones de pesetas).

El 17 de Mayo el Cabildo dispuso de la entrega de todas las alhajas de plata, reservando las precisas para el culto. Se cree fuesen 10 arrobas de plata por un importe de 80.960 reales (unos 48 millones de pesetas).

En este tiempo ocurre el desastre de la batalla de Medellín, que fue una auténtica tragedia para Extremadura y para España.

El 19 de Junio llegó a Plasencia el mariscal Víctor replegándose desde Mérida, habiendo antes destruido el famoso puente de Alcántara. El general don Gregorio de la Cuesta le siguió, situando su cuartel en las Casas del Puerto de Miravete el 20 de Junio.

Por orden del intruso dejó Víctor Plasencia a finales de Junio, para instalarse en Talavera. Sir Arturo Wellosley aprovechó esta ausencia para establecer en Plasencia el cuartel general de las tropas inglesas y portuguesas, el 8 de Julio, preparando con el general  Cuesta la campaña de Talavera. La Junta provincial ordenó a la ciudad  mantener y avituallar a estos ejércitos, a consecuencia de las continuas protestas del general inglés.

La batalla de Talavera se lleva a efecto los días 26, 27 y 28 de Julio, con el magnífico triunfo de las armas aliadas, declarándose, a consecuencia de la misma, un colosal incendio que arrasa todos los bosques de la zona y de la vera de Plasencia.

El día 1º de Agosto entran en Plasencia los mariscales Soult y Ney y el general Mortier con sus tropas, saliendo de ésta el día 6. Vuelve de nuevo Soult el día 10, para permanecer en ella hasta el 1º de Octubre, siendo en este tiempo cuando se producen los mayores saqueos y destrucciones, tanto en la ciudad como en todos los pueblos de la zona, muchos de los cuales son incendiados, como el tristemente célebre de Torrejoncillo. Destruyen los archivos de la ciudad, incendian las iglesias de San Julián, de la Magdalena y de los Mártires, establecen su depósito de armas en el convento de San Ildefonso, saqueándolo y destrozando incluso la estatua del coronel Villalba, desvalijan todos los templos y casas particulares e incluso profanan las tumbas, entre ellas las del obispo don Cristóbal de Lobera, a quien momificado con sus ropajes colocan en la puerta de la iglesia de Santa Teresa con un fusil en las manos, como haciendo guardia.

El valle de Plasencia es entrado a saco por un destacamento de 6.000 franceses, siendo heroica la defensa que hizo de Cabezuela el coronel Golfín y la que hizo en el Torno el «Tío Picote», que derrotó a tres escuadrones de caballería. No hubo pueblo o casería en todo el norte de Extremadura que no recibiese el saqueo sistemático de las tropas francesas. Las partidas de guerrilleros españoles fueron numerosas y muy efectivas, destacándose las tropas de don Julián Sánchez y los 600 lanceros de la Cruzada del Valle del Tiétar.

Volvieron los franceses a Plasencia del 11 al 15 de Febrero de 1810, exigiendo a la ciudad el pago de 200.000 reales, mas como las arcas de todos sus habitantes se encontraban ya exhaustas, se conformaron con llevarse 51.500 reales (cerca de 30 millones de pesetas), aportando la ciudad 20.000 y los 31.500 restantes el Cabildo.

El 22 de Abril pasaron tropas francesas que partieron el mismo día, llevándose como rehén al corregidor don Antonio Alonso Varona, exigiendo a cambio la entrega de 24.000 reales (unos 14 millones de pesetas), cantidad que fue pagada el día 24 en Baños de Montemayor. El mismo día 24 llegaron otras tropas francesas al mando de Villarí que partieron el 25 llevándose 7.565 reales (unos 4 millones).

El 29 de Mayo, por comisión militar despachada por el general español don Martín de la Carrera, se exigía al Cabildo, en el plazo de 12 horas, 80.000 reales (cerca de 48 millones de pesetas).

El 17 de Julio volvieron tropas francesas que no marcharon hasta el 9 de Septiembre, mandadas por el Conde de Reynor, requisando 4.000 fanegas de trigo, 4.000 quintales de harina, 4.000 arrobas de vino, 600 arrobas de aguardiente, 6.000 raciones de forraje y 900.000 reales, más 14.000 reales por costas de ejecución (más de 500 millones de pesetas actuales). Además ahorcó a dos infelices paisanos de la Oliva sin justificación alguna, haciendo que fueran ahorcados por dos placentinos cogidos al azar.

El 24 de Agosto el general francés Regnia, exigió 900.000 reales, encerrando y sometiendo a malos tratos al Cabildo y notables de la ciudad. Con grandes esfuerzos logró el Cabildo 99.720 reales (más de 50 millones de pesetas).

El 7 de Septiembre otro general francés realizó una exacción de 300.000 reales, cargando además 4.800 de costas (unos 18 millones en total).

El 26 de Octubre, el heroico guerrillero don Julián Sánchez saqueó con violencia toda la plata que encontró en la Catedral, llevándose en total 28 arrobas de plata y 32 onzas de oro, por un importe total de 238.840 reales (más de 140 millones de pesetas).

El 6 de Diciembre hubo de entregar al Cabildo la plata del servicio del altar, por un importe total de 2.368 reales (más de un millón de pesetas).

El 27 de Diciembre entregó el Cabildo a la Junta de la ciudad todos los granos de la cilla, sin que conste cantidad ni valor. El 29 del mismo la Junta Local obligó al Cabildo a gravar a los clérigos con 200 reales semanales.

El 31 de Enero de 1811, el Cabildo envió 20.000 reales (unos 12 millones de pesetas) para socorro de las tropas sitiadas en Badajoz por los franceses.

El 17 de Febrero y hasta el 19, el general Villet sacó de la ciudad y pueblos del partido 1.163.485 reales (cerca de 700 millones de pesetas actuales).

Esta fue la última invasión francesa de la ciudad.

El 27 de Marzo, para socorro del hospital de Alburquerque, donó el Cabildo 3.000 reales (casi 2 millones de pesetas).

Durante los años siguientes siguieron las exacciones frecuentes, aunque de menor cuantía, teniendo además que atender a los ingleses y portugueses acuartelados en ésta en 1813 y padeciendo un largo período de hambre durante los años 1811 y 1812.

No acertamos a comprender cómo pudo soportarse tan catastrófica situación, lo que nos lleva a pensar que el heroísmo de la nación no estuvo sólo en los campos de batalla.

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