Teodoro Martín Martín.
Hace aproximadamente treinta años, en el crepúsculo del régimen del general Franco, España, y por ende Extremadura, vivían momentos de esperanza no exentos de preocupación. Los hombres y mujeres que poblábamos estos pagos buscábamos con afán las formas más adecuadas y posibles para establecer la difícil convivencia entre los españoles.
En ese ambiente tuvo lugar, en 1973 y en Badajoz, el primer Seminario “Bravo Murillo” de desarrollo regional. Estaba organizado por la Real Sociedad Económica de Amigos del País de la ciudad y por el Instituto “Pedro de Valencia” de su Diputación Provincial. El citado Seminario, que se reiteró en años sucesivos, contaba con el apoyo de un grupo de hombres extremeños vinculados al que luego sería Ministro Enrique Sánchez de León.
Estas fueron las coordenadas espacio-temporales en que tuve ocasión de conocer a Carmelo Solís Rodríguez, sacerdote pacense, consciente de su ministerio pero también abierto a los nuevos tiempos y las inquietudes que por la transición nos acechaban. Su asistencia a las conferencias y coloquios del Seminario denotaban el interés de Carmelo por los problemas de su tiempo, compatibles con el Concierto que dirigido por él tuvo lugar en Olivenza, teniendo como sede una de sus bellas iglesias manuelinas, y canciones de su querido polifonista Juan Vázquez de Badajoz.
Fueron aquellos años anteriores a 1975 los que sirvieron de marco cronológico a un conocimiento, estima y por último aprecio de este clérigo extremeño, doctor en Filosofía y Letras, canónigo archivero de la Catedral, Director del Real Conservatorio Superior de Música de su ciudad y destacado musicólogo. Aunque más que su currículum lo que sobresalía en Carmelo era su amplitud de conocimientos en línea con la mejor tradición del humanismo extremeño.
Las Artes, todas en su más amplia variedad de manifestaciones, estuvieron presentes en su biografía. Destacaré solamente unas muestras de sus colaboraciones en la Revista de Estudios Extremeños.
En 1972, en el Vol II del nº 28, publica “Un inédito de Morales en Montijo”. Se trata de un trabajo sobre el hallazgo de una tabla, obra de Morales o de su taller, sita en el monasterio de las Clarisas de Montijo. Se titulaba la obra “Cristo con la cruz acuestas” y la fechaba en torno a 1560. En ese mismo volumen aparecía, y no era casual, mi artículo sobre la desamortización en la Vera.
Un año después, en 1973, ve la luz un extenso y documentado análisis sobre otro gran extremeño, titulado: “El arquitecto Francisco Becerra: su etapa extremeña“, Vol II del nº 29. Lo dedicó al archivero y cronista de Trujillo Juan Tena Fernández y en él mostraba fehacientemente sus dotes como investigador, en las que el rigor en el tratamiento de las fuentes, el análisis documental de la metodología y la selección de fotografías hablaban de una sistemática en verdad universitaria.
En 1974, también en la citada revista, nos deleita con un estudio sobre un famoso polifonísta del XVI, según los fondos del Archivo Capitular de la Catedral. Se titula “Juan Vázquez en la catedral de Badajoz”, Vol I, nº 30. En este y el anterior número aparecen otras dos colaboraciones mías en la mencionada publicación. Parece que nos poníamos de acuerdo a la hora de publicar. Honor para mí, entonces un aprendiz de historiador.
En el mes de mayo de 1975 ve la luz en la revista “Bellas Artes” un interesante artículo suyo titulado “El retablo de Morales en Puebla de la Calzada”, que luego se inserta ampliado en el libro publicado por la Institución Cultural “Pedro de Valencia”, con el titulo “Los Morales de la catedral de Badajoz”. Precisamente sobre este gran pintor extremeño son dos trabajos de aquella época que publicó en 1977 y 1978, en los volúmenes 33 y 34 de la Rev. de E. Extremeños. Se trata de dos extensos y documentadísimos artículos titulados “Luís de Morales: nuevas aportaciones documentales”.
He citado aquí estas obras que me sirvieron para conocer a un hombre culto, amante de la Historia de su ciudad y su tierra, en el que las Artes eran su preocupación y actividad básica. El conocimiento de Morales, Becerra o Juan Vázquez es un ejemplo de lo que señalo. Posteriormente vendría una obra más extensa, más depurada y concretizada si se quiere, pero continuadora de las preocupaciones que le embargaban en la década de los setenta del siglo XX, época en la que le conocí y estimé. El último trabajo de Carmelo Solís de que he tenido conocimiento antes de su fallecimiento en el año 2001 fue su aportación a los XXVII Coloquios Históricos de Extremadura, celebrados en Trujillo en 1998. En aquella ocasión nos regaló con un análisis del Retablo Mayor de la iglesia de San Francisco como exponente de la escultura barroca en la ciudad de Pizarro. Como todo lo que salió de su pluma de excelente factura.
Amplia y variada es la temática que abordó nuestro llorado compañero y colega. El deseo de brevedad nos lleva a citar también su artículo “Los órganos en la catedral de Badajoz”, publicado en 1999 por el Museo Catedralicio en su colección de Hª y Arte. No podemos ignorar el discurso de contestación que pronunció en 1997 en la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes de la que era Académico de número y censor. En aquella ocasión nos deleitó con su “Torres para un paisaje”, sobre los campanarios de Extremadura. Fue publicado en 1999 en Badajoz por Tecnigraf.
Sirvan estas líneas para evocar la figura y obra de Carmelo Solís Rodríguez, un extremeño de pro, culto y afable, cercano y preocupado por todo lo que de verás interesa a los seres humanos. El concierto que en Septiembre de 2001 se celebró en el Monasterio de Yuste a cargo del Coro del Real Conservatorio Superior de Música de Badajoz, en homenaje a su figura, fue merecido y recordado por todos. Sean estas líneas una modesta recensión de su obra y sincera muestra de estima por Carmelo Solís Rodríguez desde La Vera.
En Aldeanueva, Mayo 2002