Sep 292023
 

 Teodoro Martín Martín

 

  1. I) INTRODUCCIÓN

 

Después del trabajo que llevé a cabo en el año 2022, para conmemorar el Primer Centenario de la Visita del Rey Alfonso XIII a las Hurdes, y que se titulaba Documentos para un Viaje, sentí la necesidad de profundizar más sobre aquel tema y para ello encontré un terreno abonado en el estudio y peculiaridades de la revista Las Hurdes. Ésta apareció en el año 1904 y dejó de existir en 1908. Fue la expresión mediática de la  asociación filantrópica La Esperanza de las Hurdes, creada en el año 1903.

Se trataba de una publicación paternalista, católica y regeneracionista, editada y concebida fuera del territorio hurdano. Sus creadores e inspiradores fueron Francisco Jarrín Moro, magistral de la catedral de Salamanca y José Polo Benito, entonces sacerdote en la ciudad del Tormes. Se enmarcaba pues en la dinámica de la acción social católica, que tenía sus orígenes en la encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII. Fue la primera publicación periódica que con este nombre surgió en el siglo XX.

A ésta le siguió con la misma denominación otra que tuvo vitalidad de 1926 a 1928, editada en Cáceres y subtitulada Revista Quincenal Católica Ilustrada. Aceptaba la censura eclesiástica y tuvo un talante más religioso. Tras la misma estaba el obispo de Coria, Pedro Segura Sáez. Una tercera publicación con igual denominación y hecha por hurdanos fue la que se editó de 1985 a 1988, con un perfil más reivindicativo y progresista. Su director fue Casto Iglesias Duarte. Ya terminada la centuria pasada, en 1999 apareció la última de que tenemos noticias, dirigida por Jerónimo Roncero Domínguez, también concebida por hurdanos y de carácter conservacionista y ecologista.

Vinculados a estas publicaciones se halla la celebración de tres Congresos Nacionales de Hurdanófilos. El primero celebrado en Plasencia  en junio de  1908, el segundo que tuvo lugar en 1988 en Casares de Las Hurdes y el tercero, en diciembre de 2006, en Caminomorisco. En ellos se trataba de poner en común aquellas experiencias, conocimientos y propuestas que sirvieran para resolver los graves problemas de dicha comarca, centrados en los temas de educación, sanidad y comunicaciones. Combatiendo a la vez los grandes prejuicios y leyendas que a lo largo de la Historia se fueron inventando.

El estudio de la primera publicación que tuvo la comarca, la de 1904 a 1908, es pues nuestro objetivo. Para ello hemos establecido una serie de apartados en los que analizaremos, tras la obligada introducción, la estructura de la revista y su formato.  Después nos detendremos en los contenidos de la misma, haciendo mención a los autores de artículos, temas de los mismos, textos poéticos y en prosa más relevantes, así como los principales debates que surgieron en la publicación. Otros aspectos noticiables en la revista, como las secciones Nuestras Noticias y Notas Bibliográficas cierran el trabajo que no excluye una coda conclusiva.

Hemos detectado ejemplares completos de Las Hurdes en los siguientes centros de documentación: Biblioteca Nacional de España Madrid, Real Academia de la Historia, Biblioteca Estatal de Cáceres, en el Centro Universitario Santa Ana de Almendralejo y en el Centro de Documentación de Las  Hurdes en Pinofranqueado. La bibliografía que hemos utilizado, además de la propia publicación, es la siguiente:

-Benito Bejarano, Sergio (2020): La Esperanza de Las Hurdes. Indie. Torrelavega.

-Blanco Belmonte, M. Rafael (1911): Por la España Desconocida. La Ilustración Española y Americana Madrid.

Crónica del Primer Congreso Nacional de Hurdanófilos (1908), 14 y 15 de Junio de 1908 Plasencia.

-Flores del Manzano, Fernando (2013): La acción social de la Iglesia Placentina. Pontificados de F. Jarrín y A. Reguera. Editorial Cultura Cristiana Plasencia.

-González Castro, José, Crotóntilo, (1908): Las Hurdes una solución que se impone. Revista Extremadura, Volumen XX Cáceres.

Legendre, Mauricio (2006): Las Hurdes. Estudio de Geografía Humana. Editora Regional de Extremadura Badajoz.

La Liga Hurdana (1917): Texto de Juan Pérez, nuevo presidente de la misma. El Noticiero Cáceres.

-M. Anónimo (1922): La acción social del clero en Las Hurdes. Revista Católica de Cuestiones Sociales nº 331, año XXVIII julio, Madrid.

-Martín Martín, Teodoro (2022): Documentos para un viaje. XII Jornadas Históricas de Almendralejo y Tierra de Barros, Almendralejo.

-Ortega Cantero, Nicolás (2022): Marañón y las Hurdes. La Comisión Científica y el Viaje de Alfonso XIII. Nº extraordinario del Boletín de la Real Sociedad Geográfica. Madrid.

Pleito de la Esperanza de Las Hurdes (1909) Plasencia.

Revista Extremadura. Editada en Cáceres de 1899 a 1911. De carácter regeneracionista.

-Rodríguez Masa, Juan Carlos (2020) .Pan de trigo y pan de ideas. Las limosnas que un poeta reclamó y un obispo consiguió. Actas de los XLIV Coloquios Históricos de Extremadura Trujillo.

-Sánchez Granjel Santander, Mercedes (2003): Las Hurdes el país de la leyenda, entre el discurso ilustrado  y el viaje de Alfonso XIII. Ed. Milenio Lérida.

-Valenzuela Rubio, Manuel (2022): Las Hurdes en las décadas iniciales del siglo XX. Entre la filantropía y el regeneracionismo. Nº extraordinario del Boletín de la Real Sociedad Geográfica Madrid.

 

  1. II) ESTRUCTURA DE LA REVISTA

 

En este capítulo aludiremos al formato de la publicación, así como otras peculiaridades que nos ayudaran después a comprender mejor los contenidos y temas que se insertan en aquella. Es lo que podríamos denominar el continente de Las Hurdes. Distinguiremos las siguientes partes:

  1. a) La portada. Ésta varía según los números editados:

+En el número 1, del 22 de febrero de 1904, en la zona superior aparece en grandes caracteres el título de la publicación y el subtítulo de Revista mensual ilustrada. No tiene foto o grabado, pero sí un marco florido. En la zona media de dicha portada aparece el nombre de su fundador y patrocinador Jacinto Orellana y Pizarro, marqués de Albaida, y a continuación la nota: se publica el 22 de cada mes en cuadernos de 22 páginas.

+Las portadas del 2 al 26 tienen esta configuración: arriba el título de Las Hurdes, debajo Revista mensual ilustrada. En el centro y sobre una foto de paisaje el nombre del fundador ya citado. En la parte inferior la fecha y número de la publicación. El grabado es una composición que consta de una población con gentes andando, montes con pastores y ganado de cabras, rio con puente, bueyes conduciendo un carro y campesino en una tierra trabajando con yunta. En la parte inferior de la mencionada ilustración se insertan a su derecha las letras A y J unidas y a su izquierda Rocafull y Cª.

+La portada de los números 27 al 52 es la misma que las anteriores. Pero cambia la foto. Ahora aparece una figura femenina de pie, portando en su mano derecha una pluma para escribir y en la izquierda una gavilla de espigas de trigo, que sujeta con el brazo a su pecho y entre los dedos de ese brazo sostiene una cruz. El fondo de la figura es un campo con flores y frutales, en lontananza montañas y destacando una espadaña con campanas. Lo firma J. Diez, profesor de dibujo en el Instituto General y Técnico de Salamanca. En la parte baja de la portada es donde aparece ahora Revista mensual ilustrada, la fecha y el número. El nombre del fundador Jacinto Orellana se ha trasladado a la zona superior de la primera página con texto. El encuadre de estos números es el característico de las publicaciones de comienzos del siglo XX.

  1. b) La contraportada varía según los números. Suele utilizarse este espacio para señalar la lista de colaboradores, corresponsales y sus poblaciones; o bien publicidad. A veces no tiene contenidos aparece en blanco. Por lo tanto en el sentido tradicional de estas publicaciones no hay índice ni nota referencial en la contraportada.
  2. c) Índice y paginación. El primero suele aparecer en la página 2 indicando el autor, título y página en la que se inicia el artículo o nota. A este sumario se añade el título de los grabados que se intercalan dentro o entre los artículos. Las páginas 3 y 4 son de publicidad en ciertos números. En otros comienzan directamente los contenidos a partir de la 3ª. Antes de las colaboraciones se suele señalar el año fecha y nº del ejemplar y en rótulo: Las Hurdes, Revista mensual ilustrada, más el director F. Jarrín.

Respecto al nº de páginas, estas varían; suelen situarse entre las 22 y las 33 páginas dependiendo de la cantidad de artículos y su extensión. Todo ello sin contar la publicidad y portadas. La paginación de los nº 1 al 23 (febrero 1904-diciembre de 1905) es seguida y asciende a 260 páginas. Del nº 24 al 35 (enero-diciembre 1906) son 280: del 36 al 47 (enero-diciembre 1907) consta de 285 y del 48 al 52 (enero-mayo 1908) 95 páginas. Entiendo que esta distribución tiene por objeto hacer coleccionables por años la propia revista. Su formato físico es 215×145 mms. De media tiene la publicación unas 25 páginas.

  1. d) Periodicidad. Ésta es mensual, suele aparecer los días 22 de cada mes, algunas veces el 20 otras el 23, salvo cuando algún mes recupera el mes en que no aparecido. Así sucede en noviembre de 1905 en que aparecen uno el 7 y otro el 22, recuperando el no publicado en setiembre anterior. En este mes de 1906 surge uno el 3 y otro el 22, recuperando el mes de agosto. El de mayo de 1907 se adelanta al día 12. El último que apareció, abril y mayo de 1908, es conjunto y no señala día.
  2. e) Idioma. La revista preferentemente utiliza la lengua castellana, si bien en algunas poesías y en diálogos entre naturales de artículos costumbristas es habitual el empleo de expresiones en el dialecto o habla extremeños.
  3. f) Número de años y títulos que se editaron. Como se ha señalado anteriormente Las Hurdes vieron la luz de febrero de 1904 a mayo de 1908. Se publicaron en total 52 números a lo largo de cinco años. El total de páginas fue de 920 sin contar publicidad ni portadas.
  4. g) Precio de la publicación. Éste se mantuvo constante. La suscripción anual ascendía a 3 pesetas, el número suelto 0,25 céntimos y el abono para el extranjero 4 francos.
  5. h) Editorial. No existía línea editorial específica en el sentido de apartado concreto de la publicación. No obstante la misma se define como promotora de tres grandes objetivos para la comarca o “tierruca”, término utilizado con asiduidad. Aquellos son: iglesias, escuelas y caminos. La mayor parte de los artículos abrazan estos contenidos o metas. El propósito de la publicación no era otro que desmitificar las leyendas hurdanas, dar a conocer la realidad y cara al futuro obtener recursos humanos y económicos para redimir a sus habitantes de su marginación y ostracismo.
  6. i) Directorio. Su director fue Francisco Jarrín y el principal redactor José Polo Benito. Éste sustituyó al primero al frente de la revista cuando aquel fue nombrado obispo de Plasencia a partir del nº 35. La secretaría y administración estuvo al principio en la calle Carvajal 5 de Salamanca, luego pasó a Juan del Rey 8. Igualmente en la citada ciudad y su imprenta Calatrava, a cargo de L. Rodríguez, estuvo la impresión de los números 1 al 39. La redacción estuvo en la calle Azucena 4 de la mencionada ciudad castellana.

Pero a partir de mayo de 1907, nº 40, la redacción y administración se trasladaron al palacio episcopal de Plasencia, siendo Bernardo Jarrín, mayordomo del obispo, su responsable. La impresión también se trasladó a la ciudad del Jerte. Primeramente el nº  40 en La Minerva a cargo de L. González, Los números  41 al 47 en la imprenta viuda de Sagrera y los números 48 al 52 en la imprenta Ramos. El fundador y patrocinador fue el aristócrata de origen extremeño Jacinto Orellana y Pizarro, marqués de Albaida y de la Conquista, senador y mecenas.

  1. j) Artículos. Son la parte medular de la revista; no hay orden temático o de otra índole en su confección. Suelen tener entre 5 y 8 colaboraciones por número, con una extensión de 2 a 4 páginas cada uno de ellos. Pueden ser narrativos, novelados o bien poesías. Los temas y autores ya los señalaremos en otros apartados. Los hay de actualidad o de saludo, que suelen ocupar las primeras páginas. Al final se inserta la sección Nuestras Noticias sobre La Esperanza de Las Hurdes y otras cuestiones afines. Además de los trabajos que se insertan hallamos fotografías o grabados referidos a personajes o paisajes jurdanos o relacionados con los artículos. Las fotos de los últimos números, a partir del 28, son del renombrado fotógrafo salmantino Venancio Gombau.
  2. k) Publicidad. Después de ésta suele aparecer la lista de colaboradores y corresponsales de la publicación en las zonas donde tuvo más difusión, sobre todo Salamanca, Extremadura y Madrid. Así mismo advertencias a los socios y suscriptores. La pauta publicitaria se caracteriza por su vinculación con Salamanca en los años 1904 a 1907. En este último año ya aparecen anuncios de la provincia de Cáceres. En los 12 primeros no existe publicidad, tampoco en el 48, no se la razón de porqué eso fue así. El tipo de empresas anunciantes fue: pensión para estudiantes, liceo escolar, taller de construcción, librería, colegio o fábrica de harinas en Salamanca. Las referidas a Cáceres fueron: el colegio de El Salvador y una farmacia en Plasencia, más un taller religioso en Navalmoral de la Mata. Estos anuncios publicitarios podían ocupar una página entera o media.

 

III) ANÁLISIS DE LOS CONTENIDOS

 

La revista Las Hurdes, como bien señala recientemente un autor, “era el eco de la sociedad Esperanza de las Hurdes y portaestandarte de su progreso” (Ortega Cantero, 2022, 178). Ambas fueron propuestas por un destacado grupo de católicos salmantinos. “El sello religioso marcó las diversas medidas puestas en marcha durante la primera década del siglo XX. Así ocurrió con la fundación en 1903 de la Esperanza de Las Hurdes, sociedad creada por Jarrín con la finalidad de recaudar fondos y canalizarlos hacia las Hurdes en forma de ayudas sociales y mejoras de la zona. Una interesante faceta de la Esperanza de Las Hurdes fue su sistema de financiación, en el que se combinaban la aportación de los socios con la obtención de una subvención del Ministerio de Fomento de 20.000 pesetas anuales” (Valenzuela Rubio, 2022, 62). La sociedad se disolvió en 1917. Las causas que lo motivaron y la creación de la Liga Hurdana, pueden leerse en el texto de Juan Pérez, presidente de la nueva asociación, cuya acta fundacional y reglamento se insertan en el folleto titulado La Liga Hurdana. Imprenta de El Noticiero de Cáceres 1917. También en el libro El Pleito de la Esperanza de las Hurdes. Plasencia 1909.

Sobre la revista que nos ocupa continua diciendo este destacado profesor de la Universidad Autónoma de Madrid: “La Esperanza de las Hurdes llevó a cabo una activa labor de difusión de sus planteamientos y actuaciones a través de la revista Las Hurdes (1904-1908), sufragada por Jacinto Orellana, marqués de Albaida. Otro gran hito de propaganda de la Esperanza fue la celebración del Congreso Nacional de Hurdanófilos, celebrado en Plasencia en 1908, que contó con el apoyo del Instituto de Reformas Sociales, personalizado en Segismundo Moret” (Valenzuela Rubio, 2022, 62).

Estas palabras sitúan a nuestra publicación dentro de un contexto histórico y conforme a unos planteamientos ideológicos que van a estar presentes a lo largo de los cinco años que la revista subsistió. Ello lo podemos vislumbrar más claramente en los diversos apartados de este capítulo que pasamos a considerar.

  1. A) Autores. Si por algo se caracteriza una publicación es por el sello que le imprimen sus protagonistas, incluyendo en los mismos a su dirección, redacción y colaboradores. De éstos unos 60 autores hemos contabilizado a lo largo de los cinco años. Los que más publicaron fueron: José Polo Benito, sacerdote salmantino con cargos después en Plasencia y Toledo (44 artículos); Francisco Jarrín, chantre de la catedral de Salamanca y luego obispo de Plasencia (35); Julián Mancebo Martín, sacerdote de La Alberca (29); Jacinto Vázquez de Parga, director del Museo de Salamanca (25);Eugenio Escobar Prieto, deán de la catedral de Plasencia (17); Gumersindo Santos Diego, poeta y doctor en Derecho Canónico por Salamanca (16); Tomás Gómez, secretario del Ayuntamiento de Caminomorisco (10); Crotóntilo, médico rural en varios pueblos de la provincia de Cáceres (5); Julián Castro Bajo, poeta y párroco de Cabezabellosa (4). Con tres hallamos al poeta José Mª Gabriel y Galán, Pablo Hernández, párroco de Pinofranqueado, Constancio Bernardo de Quirós del Instituto de Reformas Sociales y creador de la sociedad de alpinismo Peñalara, Juan Domínguez Berrueta, catedrático en el Instituto de Salamanca, Romualdo Martín Santibáñez, secretario de ayuntamiento y notario, más otros tres. Con dos colaboraciones destacan el doctor Ángel Pulido, el director del Instituto de Cáceres Manuel Castillo, el Conde de Retamoso delegado regio de pósitos, el párroco de La Alberca Ciriaco Iglesias Garrido, los ingenieros Eduardo Argentí y Víctor Sánchez, L. Rodríguez Miguel catedrático de la Universidad de Salamanca, el sacerdote Crisanto Pedraza y Teodoro Sánchez. El resto con un artículo, hasta 60, son colaboradores de distintas provincias: los obispos Peris Mencheta y el padre Cámara, el académico Juan Catalina García y el catedrático de la Universidad salmantina Pedro Dorado Montero, entre otros.

Como podemos comprobar un amplio abanico de escritores y personalidades marcados por su pertenencia al ámbito católico y regeneracionista. Hallamos desde obispos a delegados regios, pasando por médicos, canónigos, poetas, párrocos, catedráticos de institutos y universidades, ingenieros, cronistas o historiadores, secretarios de ayuntamientos y un largo etcétera. Si hay un paraguas que les protege y les guía es la acción social católica y su preocupación por sustraer a la comarca de su situación de postración, miseria y aislamiento.

  1. B) Temas y géneros. Éstos son muy variados, tanto las temáticas como los géneros literarios en que se expresan. Vamos a agruparlos en materias y citaremos los artículos más destacados.

+Cartas: De los obispos de Coria y Salamanca, Ministro de Estado, y las tituladas: a S. M. Alfonso XIII o Albricias.

+Educación: Fiesta escolar, de instrucción hurdana, el principio del fin, las Hurdes y la Universidad de Salamanca, a la cartera ministerial, nuestras escuelas, nueva escuela en las Hurdes, contestación obligada.

+Poesías en castellano y en habla extremeña (varias).

+Sobre la Esperanza de las Hurdes: Sociedad un balance, de nuestra obra, nada de asaltos, juntas generales.

+Gratitud: Honremos a Gabriel y Galán, nuestros amigos, pro patria, palabras sinceras, el gobierno de las Hurdes.

+Historia: Juan Porras y Atienza, las Hurdes en la Historia, doscientos años, regionalismo hurdano, un poco de Historia, las Hurdes nunca fueron salvajes, regionalismo honrado, Las Hurdes, La Unión Extremeña.

+Geografía: Correo de las Hurdes, ¿dónde están las Hurdes?, paisajes hurdanos, concejos hurdanos, las Batuecas y las Hurdes, impresiones de un viaje, un proyecto, valle y convento de las Batuecas, a cerca de las Hurdes, la tierra y el hombre, más sobre el territorio jurdano.

+Biografía: Peris Mencheta, rasgos, Gasset en la Batuecas, obras y hombres: el doctor Bide.

+Religión: Viático en las Hurdes, sacerdote hurdano, el Cristu del Pino, los franciscanos en las Hurdes, los jesuitas en las Hurdes, impresiones hurdanas, el obispo electo de Plasencia.

+Costumbres: El pilu, contrastes, nuestra fiesta, el monaguillo de Vegas, los amores de mi guía, retazos de una historia, por sorpresa, el cotorro de las tiendas, lo que son los hurdanos, la lucera, el volcán, el bichu, diálogos hurdanos, del dia-gosto, invenciones del trust, una boda en Nuñomoral.

+Etnología: Consideraciones sobre las Hurdes, páginas de sangre, la tía Candela, mi interviú con un hurdano, respuesta obligada, juicios ajenos, el país de las brujas, mendicidad hurdana, la Diputación y las nodrizas hurdanas, farmacopea hurdana, las menderas, el mal de ojo.

+Economía y Sociedad: Minas en las Hurdes, colonias agrícolas penitenciarias, la mayor miseria, el porvenir de las Hurdes, carta abierta, la carretera de las Hurdes, el ferrocarril de la Vera, luz eléctrica, pósitos en las Hurdes.

+Periodismo: Las Hurdes y la prensa, al quinto, la campaña hurdana.

+Viajes: De mi viaje a las Hurdes, uno más, notas de un viaje, por las Hurdes, ¡a las Hurdes!, de mi viaje a Cáceres, impresiones de un viaje.

+Lengua: Yo escribo Jurdes.

+Comunicaciones: Carretera del Estado, carretera de La Alberca a Plasencia.

+Medicina: Las Jurdes, la Medicina en las Hurdes, unidad de acción.

+Congreso de Hurdanófilos: ¿Congreso de hurdanófilos? una idea, a nuestros lectores, carta abierta a Crotóntilo, tengo la palabra, mi opinión, por los hurdanos, del Congreso de Hurdanófilos, más adhesiones, nuestro congreso, sobre el Congreso, carta abierta, proyecto de cuestionario para el Congreso, Congreso Nacional a favor de las Hurdes.

Como podemos ver los títulos, temas, género y materias de los artículos son muy variados. Abordan a mí entender todas las cuestiones que en el primer decenio del siglo XX preocupaban a los hombres que tenían como norte la redención de los habitantes de aquella comarca. Existen colaboraciones más o menos logradas, en un estilo y formato corto. Los artículos no sobrepasan por lo general las dos o tres páginas. El contenido de los mismos trataremos de exponerlo en el siguiente apartado, que manifiesta en textos poéticos o en prosa lo que embargaba a sus autores. Por razones de espacio utilizaremos sólo algunas muestras. Tras los textos citamos el autor, número y año de la revista.

  1. C) Textos más significativos:

1) Poéticos.

Aplicando a las Hurdes una copla conocida en El Escorial, “Salieron de este canto/ cuatro reyes y un santo”. (Jarrín, I, 1904).

El poema de La jurdana termina así: “Por la cuesta del terrucho pizarroso/va bajando la paupérrima jurdana/con miserias en el alma y en el cuerpo,/ con el hijo medio imbécil a la espalda./ Yo les pido dos limosnas para ellos/ a los hijos de mi patria:/ ¡pan de trigo para el hambre de sus cuerpos!/ ¡pan de ideas para el hambre de sus almas!” (Gabriel y Galán, II, 1904).

Del mismo autor y correspondiente a un poema de 60 versos inédito, en nº XIV de 1905, se insertan los siguientes: “Basta, pues, de introducción/ que hay mucho que agradecer/y no quiere el corazón/más tiempo en vano perder”.

De Santos Diego, XXII, 1905, son estos versos: “No es la sierra, no es la sierra/quien ahoga, quien encierra/a los míseros jurdanos/en la estéril oquedad de sus montañas/ ¡son los hombres, sus hermanos/sus hermanos sin entrañas!”.

“El que en estas tierras/quiera prosperar, /en cabras y colmenas/debe trabajar.” (Mancebo, XXXII. 1906).

Aforismo popular: “en guerras y amor es lo primero/el dinero, el dinero y el dinero”. (Polo Benito, XXXIII, 1906).

La poesía titulada Creo en Dios concluye con estos dos versos: “¡Creo en Dios y que hay ángeles y santos, /y porque vos sois un ángel y una santa!” (Castro Bajo, XLIV, 1907).

Jarrín describiendo el valle y convento de Los Ángeles, XLIX, 1908. “Sólo quedan memorias funerales/donde vagaron sombras de alto ejemplo/la cascada de la Meancera/donde sólo reina el silencio”.

2) Textos en prosa.

Califica a la Esperanza de Las Hurdes “gran cruzada de la caridad” (Polo Benito, II 1904).

“Las Hurdes son un laberinto montañoso a vista de pájaro” (Jarrín, III, 1904).

“Las Hurdes son un baldón para España” (Mancebo, III, 1904).

“Los paisajes hurdanos son majestuosos como la naturaleza” (Polo Benito, III, 1904).

“Hay 44 alquerías en los cinco concejos” (Jarrín, IV, 1904).

“Las Hurdes son verdadera Suiza en miniatura” (Vázquez de Parga, V, 1904).

Los sacerdotes hurdanos son, ”héroes oscuros del catolicismo” (Polo Benito, V, 1904).

Mancebo, V, 1904, vincula la dehesa de las Jurdes al ducado de Alba, a través de la Comunidad de Villa y Tierra de Granadilla.

Los ríos de las Hurdes son: Batuecas, Ladrillar, Jurdano, Fragoso, Esparabán, Ovejuela y Los Ángeles (Vázquez de Parga, VI, 1904).

“En las Hurdes no he escuchado más que lamentos y gemidos. ¡Vergüenza tremenda para la España del siglo XX!” (Anna Seé, X, 1904).

“El valle de las Batuecas es el más profundo, áspero y solitario del país. No tiene más cuerpo de población que la familia del arrendatario que cultiva la huerta y terrenos del ex convento” (Vázquez de Parga, X, 1904).

(Mancebo, XII, 1905)  Citando a Fígaro: “Tras el polvo de la diligencia va la civilización”.

“El donostiarra jesuita padre Abarizqueta visitó la comarca durante más de 10 años en el siglo XVIII” (Escobar Prieto, XV, 1905).

Por las deudas que se tenían con los maestros y nodrizas hurdanos “no sería extraño que los jurdanos, armados de hoz como los obreros de Jerez, llegaran hasta Cáceres y pidieran cuentas a la Diputación” (Polo Benito, XVI, 1905).

Llaman los hurdanos a Jarrín “nuestro padre. El único que nos ayuda sin pedirnos el voto” (Manuel Castillo, XVII ,1905).

Alude al contrato enfitéutico que otorgó La Alberca a los moradores de Nuñomoral y Caminomorisco y sus alquerías en 1531. Debían pagar anualmente 7.500 maravadis y 75 pares de perdices, con 18 condiciones desfavorables para los jurdanos. Ello originó pleitos continuos con La Alberca hasta el fin de los señoríos  en el siglo XIX. (Escobar Prieto, XVIII, 1905).

“En las Hurdes hay lobos de distintas razas, pero los más insaciables y carnívoros son los bípedos. Están en la propia tierra, al acecho de la carnaza” (Tomás Gómez, XVIII, 1905).

Los verdaderos pobladores de las Hurdes fueron vecinos de La Alberca y las visitas a aquel territorio fueron positivas para la dehesa hurdana al evitar rozas e incendios innecesarios (Mancebo, XXI, 1905).

Los agentes poderosos de la degeneración de estos valles hurdanos son: la naturaleza eruptiva del suelo que le hace estéril, su relieve tan abrupto y complicado, más el agente tóxico del bocio y el cretinismo originado por el agua que mana. (Bernardo de Quirós, XXVI, 1906).

La Esperanza de las Hurdes lleva a la comarca “la dulce civilización cristiana” (Ibáñez Marín, XXIX, 1906).

“Una cosa es predicar y otra dar trigo. Hay que españolizar las Hurdes, nobilísima cruzada. Son hombres de fe profunda y caridad inagotable” (Iglesias Garrido, XXXI, 1906).

Favorable al Congreso de Hurdanófilos, propuesto por Crotóntilo, añade: “hay que hacer que los españoles todos se encuentren con el problema hurdano hasta en la sopa” (Santos Diego, XXXIV, 1906).

Favorable a la asamblea de hurdanófilos dice: “hay que remediar las tristezas hurdanas, hablando alto y en público a las autoridades” (Conde de Retamoso, XXXVII, 1907).

“Las iglesias, escuelas, caminos y puentes no se hacen con discursos. Lo que hace falta es dinero, apoyo del poder central. Confío poquísimo en los congresos españoles, sin embargo iré si lo vota la mayoría” (Iglesias Garrido, XXXVIII, 1907).

Sobre el Congreso, “una reunión de  hombres por amor, por amistad, hacia otros semejantes suyos, es algo bueno” (Domínguez Berrueta, XXXIX, 1907).

“En las Hurdes se da una medicina popular, empírica, casi siempre irracional. Es necesario instituir plazas de médicos y una farmacia de la que dependerían dos botiquines a cargo de los médicos” (Crotóntilo, XLIII, 1907).

Víctor Sánchez, en el nº XLV del año 1907, propone en carta abierta al director de la Revista un proyecto de tres saltos de agua de los que se obtendrían 600 caballos de energía eléctrica. Este mismo autor, en el nº XLVIII del año 1908, propone constituir la Sociedad La Eléctrica de las Hurdes, que se ha creado con acciones de caridad, la que se ofrece a la participación de los que lo deseen.

Jarrín en el número LI y LII, 1908, da noticia de la concesión de 50.000 pesetas para el Pósito de las Hurdes.

La redacción de la Revista en este último número de 1908, dice que el Congreso de hurdanófilos, que se reunirá en Plasencia los días 14 y 15 de junio de 1908, va “a laborar por la patria. Ni políticos ni sectarismos de color. Logrado el Pósito de préstamos, los hurdanos piden escuelas, médicos y vías de comunicación”. Cita además los temas del Congreso.

 

 

 

 

  1. IV) INFORMACIÓN Y DEBATES

 

Si por algo se caracterizó la revista Las Hurdes a lo largo de su existencia fue por proporcionar la más amplia información sobre las leyendas y el pasado de la comarca, el lamentado estado de su presente y el futuro que, gracias a la labor de la Esperanza llevaba a cabo, confiaban que fuera prometedor. O al menos diferente a la situación de marginación, miseria y aislamiento en que se encontraba.

Por lo anterior podemos deducir que el carácter informativo y concienciador estuvo en el norte de la publicación. Ello se deduce de los temas y títulos que señalamos anteriormente y que subrayan este matiz de transformación y sensibilización sobre la historia y el presente de las Hurdes. El enfoque de esa acción se impregnó de la filosofía social que caracterizó a la política eclesial en el terreno de la dinámica social. Unos la calificaban como paternalista, otros de trabajo social y caritativo. Creo que ambos determinantes fueron compatibles y ajustados a lo que representó nuestro periódico mensual.

Además de los propios artículos se insertaba una sección denominada Nuestras Noticias, al final de algunos números. No apareció en los de febrero, marzo y abril de 1904, pero sí en el número 4, con el título de Documentos Importantes. En el nº 5 aparece con el de Noticias de la Esperanza. Pero a partir del 6, julio del mismo año, ya rige la denominación Nuestras Noticias. No en todos; por ejemplo, no consta la sección en el 16, 21, 25, 44, 46, 47, 48, 51 y 52. La extensión de cada una de estas noticias no excedía los dos párrafos. El formato era un dato y su brevísimo comentario.

Los temas que se incluyen en la sección son del estilo de: visitas pastorales de obispos, franceses en las Hurdes, ecos en la prensa nacional de los temas hurdanos, nombramientos de chantre, vicarios, obispos, gobernadores civiles, maestros de escuelas, visitas a la Diputación, entrevistas de hurdanos con Alfonso XIII, pésame por fallecimientos, regalos de libros a bibliotecas escolares o de objetos litúrgicos a parroquias, pagas a maestros y nodrizas, regalos varios, sobre proyectos de puentes y carreteras, juntas generales de la Esperanza, exámenes o fiestas escolares, colaboración de Gombau con la revista, nuevas iglesias, parroquias, escuelas o cementerios, avances y adhesiones al congreso, subvenciones del Ministerio o de la Diputación Provincial, etc.

Sólo hemos hallado en el nº 37, de 22 de febrero de 1907, una sección denominada Notas Bibliográficas. En ella lo que se hacía era una breve recensión o comentario de distintos libros de tema preferentemente religioso. Sus títulos fueron: Verdades de Teología Pastoral de J. Fogues, Epítome Histórico de Mérida de J. J. González y Gómez de Soto, más de José Polo Benito su  opúsculo Feminismo Social y la Inmigración en Béjar. No hubo más comentarios bibliográficos en los demás números de la revista que comentamos.

Las Hurdes no eludió los debates en sus páginas. Aunque en notas a pie de página de los mismos se advertía no compartir las tesis expuestas por los polemizantes. A pesar de ello nunca rehusó incorporar aquellas colaboraciones que resultaran de interés para los lectores. Yo centraría en cuatro los asuntos en los cuales las diatribas se manifestaron en uno u otro sentido y en sendos artículos.

El primero fue el de la situación de pobreza de las Hurdes  y sus causas. Se dieron interpretaciones varias sobre las razones del aislamiento, el carácter y pasividad de los hurdanos, la conformación geomorfológica y climática de la comarca, etc. Tampoco se impidió dar cabida a las tesis del abandonismo o de la  redención in situ de la  población existente.

Un segundo tema de debate, que exigió muchos artículos, fue el de la Historia de las Hurdes y su relación con los pueblos limítrofes. Aquí adquirieron un gran protagonismo, y costó bastantes artículos, a dos colaboradores en concreto: Eugenio Escobar Prieto, canónigo y deán de la catedral de Plasencia y en el lado opuesto Julián Mancebo Martín, sacerdote y erudito de La Alberca. Éste defendía el carácter positivo y civilizador que tuvo la dependencia de las dehesas, luego pueblos y alquerías de las Hurdes, de la citada población salmantina. Subrayaba que la visita de los albercanos a la comarca en cuestión ayudó a su desenvolvimiento y a que los montes no fueran pasto de los incendios ni de roturaciones abusivas. En cambio el deán Escobar culpaba a La Alberca del atraso jurdano por la “colonización” que de ellos ejerció la citada población. Ambos se apoyaban en documentos históricos, haciendo lecturas o interpretaciones diferentes o sopesando más unos textos que otros.

El tercero llenó las páginas de la publicación en forma de ruegos, críticas o noticias en las cuales se ponía de manifiesto el abandono e insolidaridad de los poderes públicos. Ya fuera el gobierno central de Madrid  o los regionales, en especial la Diputación Provincial de Cáceres. Todo ello hasta que ésta cambió de actitud, y tomando conciencia de la realidad  se decide a colaborar, pagando a maestros y nodrizas, o implicándose en la subvención de carreteras, escuelas o botiquines médicos. Los diputados nacionales del partido de Hoyos, del que dependían las Hurdes, también recibieron palmas o aplausos según se posicionaran sobre la cuestión.

El cuarto tema, que se expresó en los números de la revista de los años 1907 y 1908, fue el de la celebración del Congreso Nacional de Hurdanófilos. El promotor y primero que lo sugirió el 23 de octubre de 1906, nº 33, fue Crotóntilo, entonces médico en Mirabel. Tituló su artículo: ¿Congreso de Hurdanófilos? Una Idea. Siguiendo las sugerencias dadas por Bernardo de Quirós de que las causas  del cretinismo y otras desgracias en las alquerías profundas era el terreno, propugnó que había que hacer algo más que lo que venía haciendo la Esperanza. Además de la prensa, dice, es preciso celebrar una asamblea que elabore unas conclusiones y las lleve al gobierno nacional. Al principio la idea resultó extraña, muchos de los colaboradores se mostraron en contra, pero a lo largo de los dos últimos años de la publicación la propuesta fue madurando y aceptada la celebración del evento, que tuvo lugar al mes siguiente de que saliera el último ejemplar de Las Hurdes. En junio de 1908 y en la ciudad de Plasencia.

 

  1. V) A MODO DE CODA

 

En páginas precedentes creemos haber diseccionado los principales órganos anatómicos de la revista Las Hurdes, entendiendo por tales: los dirigentes de la misma, sus redactores, autores y colaboradores, principios que  la inspiraron y los debates que en aquellos surgieron. Igualmente los temas básicos abordados, géneros literarios  y disciplinas científicas a ellas vinculados. Algunos rasgos de la vida y dinámica de la publicación, lo que llamaríamos su fisiología o funcionamiento, creemos que también han sido abordados en los capítulos anteriores.

Sólo nos resta valorar lo que representó este órgano de expresión de la Esperanza de las Hurdes a lo largo de los casi cinco años en que existió. Ello nos parece que es mejor exponerlo con las palabras de uno de los contemporáneos de Jarrín y Polo Benito. Nos estamos refiriendo a Marcos Rafael Blanco Belmonte y su libro Por la España Desconocida. Notas de una excursión a La Alberca, las Jurdes, Batuecas y Peña de Francia. Madrid 1911, con fotos de Venancio Gombau. Dice el referido autor en lo concerniente a nuestra revista.

“Dos palabras compendiaban el programa de la revista Las Hurdes: Cultura y Civilización. Atractiva, simpática, interesantísima, con revelación de un mundo ignorado, la revista Las Hurdes luchó bravamente por el cumplimiento de su programa, pero no halló en España eco y resonancia proporcionada a sus fines. La revista en su redacción y en su confección, fue un acierto periodístico. El Sr. Jarrín dio a conocer en ella a una bellísima serie de artículos refiriendo las impresiones de sus visitas a los pueblecitos que formaban los cinco concejos jurdanos. Polo Benito alternó, con la descripción de hechos y costumbres de la comarca, crónicas en las que su fogosa indignación estallaba en anatemas, contra los que desoían sistemáticamente las reclamaciones hechas en nombre de 6.000 españoles olvidados de su patria”(Blanco Belmonte, 1911, 63).

Más adelante el mismo autor continuaba diciendo. “Al entrar en el quinto año de su existencia dejó de publicare la revista. Su última campaña dio por resultado la celebración del Congreso Nacional de Hurdanófilos. A la historia de la revista, como a los Anales del Congreso, quedó unido el nombre de su célebre colaborador artístico Venancio Gombau. Por las mismas fechas la Esperanza de las Hurdes obtuvo del gobierno, por mediación del Comisario Regio, Conde de Retamoso, la donación de 50.000 pesetas como capital inicial para  la creación de un Pósito de la Tierra” (Blanco Belmonte, 1911, 71).

Este pósito cumplía la función  de caja rural, mediante la cual concedía préstamos sin interés a los socios labradores, siempre que estos cumplieran determinados requisitos que figuraban en sus estatutos aprobados en 1907. Con esta creación del pósito se liberaba a la Esperanza de una de sus funciones sociales, que era el préstamo a los jurdanos de determinadas cantidades en función de los fondos existentes en dicha sociedad benefactora. Sin ninguna duda nuestra publicación y la asociación que la patrocinó, cumplió uno de los hitos más destacados y significativos en pro de la redención de la comarca de las Hurdes, situada en el norte de la actual Extremadura.

Desearía concluir este trabajo con una reflexión que me surge a propósito de la historia jurdana y tras la lectura del libro de David Graeber y David Wengrow El Amanecer de Todo. Coincido con ellos manifestando que la Historia no se mueve linealmente ni progresa de forma constante. Existen múltiples opciones y conviven realidades muy distintas. Por tanto la historia lineal no resuelve la comprensión del pasado humano; constatamos un fresco mucho más complejo, contradictorio, plural y fascinante del pasado. Tenemos que plantearnos muchas dudas sobre los relatos oficiales ya consolidados. Estas ideas fueron para mí un estímulo para acercarme a las Hurdes y sus leyendas.

 

  1. VI) APÉNDICES

 

Por último incluimos las portadas de la revista Las Hurdes número 27 y número 1.

 

 

 

Ene 072014
 

Manuel Rubio Andrada.

III LOS GRABADOS DEL CERRO DE S. CRISTOBAL (ALMOHARÍN)

 1. LOCALIZACIÓN

       Si visitamos este monumento desde el pico de Cancho Blanco (953 m), lugar donde se ubica la estación de radar y concluye la carretera que accede al mismo, luego debemos dirigirnos en sentido S al próximo cerro de S. Cristóbal (845 m), para ello tomaremos el deslinde de fincas que corre por el cambio de aguas en ese mismo sentido. Su situación en el mapa topográfico 1/25000, hoja 730-III, latitud 39º 12 ´ 17´´ y longitud 6º 02 ´ 24´´. 

         Pasado el pequeño puerto comenzaremos la ascensión y enseguida dejamos a nuestra izquierda los grabados de este collado; el lindero que nos ha servido de referencia termina al llegar al cerro de S. Cristobal. En sus inmediaciones nos sorprenderá un un pequeño talud que rodea las inmediaciones de la cresta, corresponde a los restos de un poblado prehistórico sin estudiar cuya descripción dejamos para otra ocasión. Los restos de una pequeña edificación rectangular, bastante noble, están muy próximos al pico, que desprenden un sabor a vieja ermita.

       En el mismo pico confluyen límites de tres términos municipales: Zarza de Montánchez, Almoharín y Valdemorales; la roca dode se grabó está en el término de Almoharín, en el punto más alto e inmediato a un cercado de piedra mirando hacia el E pero ya en la vertiente S.

 2. GENERALIDADES

      El terreno que lo rodea es granítico formando algunos cerros de altura semejante aunque prolongándose y decreciendo hacia el S; son la parte E del pequeño puerto de Valdemorales que comunica la penillanura Cacereña con la zona central del valle del río Guadiana en la provincia de Badajoz; por todo ello es un lugar privilegiado de  defensa y observación hacia el S.

 3. EL SOPORTE

       La roca granítica donde se realizó no presenta ninguna característica especial pero ofrece hacia el E un plano inclinado decreciente de unos 22º cuya superficie tiende a formar un rectángulo de 1,90 cm de alto y 1,10 cm de ancho; está bastante lisa y clara, desprovista de líquenes. En ella se realizaron unos signos que presentamos en un único conjunto dada su proximidad.

 4. LOS GRABADOS

      La profundidad de estos grabados oscila entre los 4,5 del cruciforme central y el 1,5 cm del signo gráfico de la izquierda; su forma general es en U muy irregular presentando un acabado liso en el que se observan numerosos piqueteados.

 CONJUNTO I

 Fig I-1.- Corresponde a una figura realizada en la parte superior. Es una elipse grabada en ancha U irregular; sus ejes poco diferenciados miden 17 y 18 cm; el espacio eliptico interior no grabado mide 9 y 7,4 cm; exteriormente, en la parte superior del lado derecho, se apuntaron dos radios con dos pequeños tracitos (Fig 1. Lám I).

 Fig I-2.- Esta figura se localiza 4 cm bajo la anterior, en su parte izquierda y corresponde a un signo gráfico en A con dos trazos en su ángulo inferior; mide de alta 40 cm y 33,5 cm de ancha; el trazo superior se realizó a 5 cm del vértice, es muy ancho, horizontal y mide 28 cm; el inferior, igualmente grueso, ofrece forma de ángulo muy abierto en V, tiene una longitud de 13,4 cm y su vértice está a 12 cm del trazo anterior.

Fig I-3 y 4.- Corresponden a dos figuras circulares tangentes, una bajo otra, de trazado semejante a la número I-1; fueron situadas 6 cm a la derecha de la figura I-2. La superior mide 15 cm de diámetro externo y la inferior 8 cm.

 Fig I-5.-ontinuando hacia la derecha otros 7 cm se observa un trazo de tendencia horizontal de 18 cm.

Fig I-6 y 7.- Estas dos figuras son de pequeño tamaño y se realizaron inmediatamente bajo la abertura de la forma de A descrita. La número I-6 es una cazoleta de 6,5 cm de diámetro y la I-7 es un cruciforme de brazos iguales –cruz griega-, cuyas medidas rozan los 9 cm.

 Fig I-8 y 9.- Corresponden a dos cruciformes de características parecidas situados 13,5 cm a la derecha de la forma descrita. El I-8 tiene su brazo vertical de 16 cm y 15 cm el horizontal, se siguen cortando en su parte central. Muy próximo en el mismo sentido está el número  I-9 que ya presenta una mayor diferencia, 23 cm el de tendencia vertical y 17 el horizontal aunque se siguen cortando hacia su parte central; esta figura se realizó algo elevada en la parte derecha.

 Fig I-10.- En una línea inferior continuando por la izquierda esta figura es semejante a la I-2 por lo tanto es una forma de A con dos trazos centrales, mide de alta 21 cm y de ancha 19 cm; el trazo superior es un arco cóncavo hacia arriba y el inferior se realizó con un ángulo de unos 130º hacia la parte inferior.

 Fig I-11.- Unos 8 cm a su derecha hay realizado un grueso cruciforme de forma parecida a los anteriores aunque más irregular; su brazo vertical mide 28,5 cm y 26,5 el horizontal; estos trazos se cortan algo desviados a la derecha y superiormente al centro.

 Fig I-12.- En una línea inferior muy próxima se comenzó por la izquierda con una figura de A parecida a las reseñadas; tiene 23 cm de alta y 20,6 de ancha; en esta ocasión solamente se acompaño de un trazo central en ángulo muy abierto.

 Fig I-13.- Unos 20 cm hacia la derecha hay trazado un grueso círculo como los descritos, su diámetro externo es de 19 cm.

 Fig I-14.- A igual distancia se situó un cruciforme de brazos centrados; el vertical mide 16 cm y 14 cm el horizontal.

Fig I-15.- Bajo la parte derecha de la figura anterior e inmediata a ella hay un nuevo cruciforme de brazos iguales y centrados que miden respectivamente 7,5 cm.

Fig I –16 y 17.- En la última línea inferior, a 17,7 cm del límite de la roca, hay dos circulos semejantes a los decritos pero tangentes en su parte superior derecha; el más pequeño mide de diámetro externo 8 cm y es el realizado en la parte superior; el situado inferiormente tiene de diámetro 18 cm.

 Fig I-18.- Continuando la línea, unos 10,3 cm a la derecha de la figura anterior, hay otro círculo semejante que tiene 19 cm de diámetro exterior.

RELACIONES, CONCLUSIONES Y CRONOLOGÍA

    Los anchos círculos aquí representados son formalmente relacionables con la única figura del conjunto II del collado de S. Cristóbal y la número 5 del conjunto IV del mismo grupo de grabados. Como ocurría con ellos podemos establecer conexión directa con las figuras semejantes del mundo cristianizante.  Las diversas variedades de círculos semejantes a estos no son excesivamente abundantes;  vimos que ellos y las cruces fueron empleados en pintura esquemática y en decoraciones megalíticas, la diversidad en ese sentido es una de sus características.

     También la única cazoleta grabada en este grupo es un elemento que nos resulta algo extraño; nos indica una larguísima perduración de sus contenidos, o parte de ellos, hasta la época histórico-cristiana en la que se realizó este conjunto y su exiguo número apunta posiblemente una perdida de su uso como valor iconográfico

        Debemos añadir las tres figuras en A que apuntalan de forma inequívoca su pertenencia a esa cultura histórica. Estos  últimos signos pudieran ser alfas griegas, representación simbólica del principio absoluto, es decir de Dios, muy abundantes en las inscripciones latinas paleocristianas (Salas, 1997).

                                                                                                                                                                                                                                                                                                           Queda !Queda hallar paralelismos a las figuras asociadas tangeciales circulares lo cual de nuevo nos devuelve a la pintura esquemática, en concreto a la cara W de la sierra de San Serván. Allí, entre los numerosos conjuntos que guarda, hay uno en igual disposición tangencial, nosotros le atribuimos la posibilidad de ser utilizado como calendario por su indudable semejanza formal con el esquema del calendario maya (León, 1983; Rubio, 1992). Nuevamente hacemos mención de los dos tracitos apuntados en la figura circular número 1 de este conjunto del cerro de S. Cristóbal, concretamente en el cuadrante superior derecho; indicarían una división radial; su realización es exigua pero no debemos dudar de que intentan sugerir algo. La expresión temporal basada en la relación Sol-Luna, que para nosotros es casi evidente en S. Serván, actúa como soporte de nuestros razonamientos; nos atrevemos a suponer pintada una figura circular con dos tracitos -igual que la realizada aquí- pero inmediata al conjunto pacenses. Diríamos que, con mucha  probabilidad, sería la representación contigua de uno de los dos protagonistas del esquema del calendario, es decir: el Sol o la Luna; tal atribución estelar creemos que encaja aquí para este tipo de representaciones.

      Si nos basamos en la magnitud de formas, el conjunto ofrece una clara jerarquía dentro de los tipos empleados: la A número 2, la gran cruz número 13 y los círculos 13, 17 y 18 son los mayores y más profundamente grabados. No hemos encontrado razón alguna que aclare estas variaciones que suponemos no son casuales.

    En cualquier caso la mezcla de estas formas circulares de posible contenido estelar, las cruces representación directa de Cristo y las grafías símbolos de Dios principio absoluto ofrecen una apariencia desorganizada e incluso caótica que parecen expresar unos problemas teológicos quizás producto de intentar conciliar una cultura tradicional de raíces muy primitivas,  basada de alguna manera en cultos o al menos creencias astrales, con otra cristiana y, nuestro grabado no parece ofrecer una nítida solución al conflicto.

 APÉNDICE GRÁFICO III CERRO DE SAN CRISTÓBAL

3lam1

Lámina I.- Cerro de San Cristóbal, Almoharín, conjunto I

Cerro de S. Cristóbal Fig 1

Figura 1.- Cerro de San Cristóbal, Almoharín, conjunto I

 

 BIBLIOGRAFÍA

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Ene 072014
 

  Manuel Rubio Andrada

   II LOS GRABADOS RUPESTRES DEL COLLADO DE S. CRISTÓBAL ZARZA DE MONTÁNCHEZ (CÁCERES)

 1.      LOCALIZACIÓN Y GENERALIDADES

        El conocimiento de estos monumentos fue debido a la visita que realizamos desde el cerro Blanco, donde se encuentra la estación de radar, al cerro próximo hacia el sur señalado en el mapa topográfico 1/25000, hoja número 730-III, latitud 39º 12´ 18´´ y de longitud 6º 02 ´ 24´´, con los restos de la ermita de S. Cristóbal, intuíamos que tal vez allí habría un nuevo poblamiento. Transcurrimos hacia el S pared abajo; llegamos al collado y comenzamos después a ascender hacia el cerro de S. Cristobal, por la derecha del muro de linde; pasados unos 50 pasos del collado observamos a la izquierda la tierra removida y excavada con precipitación en torno a unos bloques de granito, especialmente en sus caras este, nos acercamos y vimos que contenían los grabados que ahora presentamos. Continuamos el paseo y llegamos al cerro que contenía restos de un castro, ruinas de un edificio –posiblemente una ermita- y otro grabado.

       En sentido amplio este lugar comunica las dos partes de la Submeseta Sur. Por el N la penillanura Cacereño-Trujillana y por el S el valle del río Guadiana a la altura de Valdemorales y Almoharín. Es un amplio paso de terrenos esencialmente graníticos que presenta ondulaciones suaves alternadas con algún picacho más elevado. El cultivo preferente actual es el olivo; la ganadería es poco numerosa siendo la ovina, bovina y la caprina las observadas; actualmente la caza escasea.

       Los picos más destacables son el de Montánchez en el W, con sus 994 m y el del Cancho Blanco, en el E del puerto, con 953 m. El pico de S. Cristóbal llega a los 845 m observándose desde él hacia el S toda la margen derecha de las Vegas Altas del río Guadiana; hacia el E y W la visión es más reducida por el relieve y por el N es francamente limitada.

 2. EL SOPORTE

    Están formados por granitos distribuidos en formas prismáticas irregulares formando series concatenadas y paralelas de dirección W-E; sus cortes longitudinales indican con bastante precisión la dirección N-S –no magnéticos-. Por lo general la parte superior presenta una ligera inclinación W de 10º – 15º con respecto a la vertical y, tanto sus caras E como la W tienen superficies mayores de tendencia rectangular. No destacan  del resto de las formaciones graníticas en cuanto a textura, composición, coloración y distribución; esporádicamente presentan salientes de unos 2 m de altura afloran unos 2 m hasta crestear con mayor afloramiento.

3. METODOLOGÍA

    Para la descripción nos situamos en la parte E de las superficies que es por lo general la excavada y por ello damos frente al W. La enumeración se hace de arriba a abajo y de izquierda a derecha.

4. LOS GRABADOS  

CONJUNTOS I Y II

    Hemos dicho que, en general,  las rocas que sirven de soporte se encuentran distribuidoas en formas prismáticas alineadas de W a E, siendo las del W algo más elevadas decreciendo en los 3 o 4 m que tienen de extensión hacia el E; sus superficies superiores suelen ser irregulares aunque no faltan las perfectamente lisas de tendencia horizontal y rectangular. En una de las más elevadas -unos 2 m del suelo-, por tanto situada más al W y sirviendo de base al muro de piedras que separa las fincas se realizaron estos dos conjuntos (Fig 1. Lám I y II).

      El conjunto I está formado por la figura 1, grabada en tosca V de ancho irregular -hasta 5,5 cm-; su profundidad ronda llega a los 4,5 cm. Se formó un cruciforme compuesto cuyos brazos, bastante regulares, miden 26,5 cm, y de alto tiene 35,7 cm; en la parte inferior del trazo vertical de la cruz se realizó un círculo de 13,8 cm de diámetro; esta figura está bien centrada en un espacio de tendencia irregular de 35 cm de ancha y 44 cm de alta.

      El conjunto II se situó 17 cm a la izquierda del I y en una superficie de parecidas características físicas, está también bajo la linde de las fincas. Esta vez predomina el picado en gruesa U en su realización. Su única figura es un círculo que por su anchura puede considerarse una corona circular cuyos diámetros miden 7 cm el interior y 15 cm el exterior.

 CONJUNTOS III

       En una alineación granítica situada inmediatamente hacia el E, algo más baja y fuera ya del deslinde se situaron dos nuevos conjunto. El conjunto III ocupa la cara E de una superficie triangular irregular de tendencia isósceles, situada a la izquierda; la base de este triángulo se sitúa al N y mide unos 45 cm, su altura casi coincide con la horizontal y mide 88 cm. Las figuras parece que se realizaron por incisión en U muy débil y su grado de conservación es muy malo; están bien distribuidas centralmente en posición lineal horizontal (Fig 1. Lám II).

 Fig III-1 y 2.- Son las primeras por ese lado; la figura 1 nos muestra una corta línea de unos 4 cm, inclinada hacia la derecha con un ángulo superior de algo más de 45º. La segunda, muy dudosa, se trata de un círculo que se acercaría a los 8,5 cm de diámetro del que nos ha llegado solamente un pequeño arco de la parte superior izquierda; este trazo se confunde con un posible racheado natural de la roca.

Fig III-3.- Continuando la línea se observa una forma de U, cuyos brazos miden 11,5 cm de alto, la separación interna de los mismos es de 4 cm; el trazo es algo irregular, mide de ancho desde 1 cm a 2,5 cm y su profundidad está en torno a los o,5 cm.

Fig III-4.- Continuando hacia el mismo lado se observa un nuevo círculo de 12,6 cm de diámetro aunque la amplitud del trazado en U está en torno al centímetro y su profundidad tiene unos milímetros.

 Fig III-5.- Hacia la derecha se observa un ancho círculo de 5 o 6 cm de lado, su diámetro es semejante al anterior y la profundidad del trazo está en torno al medio centímetro.

CONJUNTO IV

        El conjunto IV se realizó en la continuación de esta superficie hacia el N, pasado un racheado natural de la roca. Este  espacio tiende a una forma rectangular de 65 cm de anho y 57 cm de alto. Consta de tres figuras centradas superiormente cuyo trazado en U, tosco e irregular, mide por lo general 6 cm de ancho y 4 cm de profundidad. La superficie presenta una rotura en la parte superior que afecta a la figura central (Fig 2. Lám I y II).

 Fig IV-1.- Es una forma en Z, realizada mediante piqueteado; está situada en la parte derecha del espacio ocupado; el trazo superior mide 3,5 cm, el central 14 cm y el inferior 6 cm.

Fig IV-2.- Corresponde a un antropomorfo en doble cruciforme; su trazo central mide 34,4 cm y sus brazos, 24 cm el superior y 30 cm el inferior; esta forma parece terminada en U por gruesa y profunda incisión aunque en ocasiones está presente el primitivo deslascado.

 Fig IV-3.- El espacio izquierdo comprendido entre los dos brazos, se aprovechó para representar un círculo de 14,5 cm de ancho.

      Este conjunto parece mostrarnos un antropomorfo en cuya mano derecha porta la representación de un rayo; va acompañado de la representación de un escudo en su parte izquierda; su distribución recuerda a la estela de Almoroquí (Beltrán, 1975 ).

CONJUNTO V

       Más hacia el E los prismas de granito son más bajos y su longitud está en dirección N-S; suelen presentar la parte superior plana y horizontal. Inmediatamente delante de los conjuntos anteriores hay un espacios rectangular que mide 100 cm de largo y 28 cm de ancho; esta superficie presenta en su parte inferior izquierda un pequeño hueco quizás piqueteado, tiene también un racheado en el segundo tercio derecho. Este plano se corta hacia el N con otro en ángulo inferior de unos 45º. Las figuras que contienen ambos espacios las consideramos en un mismo conjunto que dividimos en dos subconjuntos A y B, el A está ocupado por cazoletas y el B por trazos descendentes (Fig 3. Lám III y IV).

SUBCONJUNTO A

Fig V-A-1 y 2.- Son dos cazoletas, muy próximas, situadas en la parte superior izquierda del espacio estudiado. La realizada a la derecha está algo más elevada llegando escasamente a 1 cm del límite superior; ambas miden  2,4 cm de diámetro y menos de1 cm de profundidad.

Fig V-A-3.- Siguiendo en la parte superior, unos 5 cm a la derecha de la segunda forma descrita hay otra cazoleta de características semejantes.

 Fig V-A-4 y 5.- Unos 3 cm bajo las cazoletas 1 y 2 hay realizada otra algo mayor, de unos 4 cm de diámetro aunque de profundidad parecida.. Tiene muy próxima en su parte inferior derecha una de 9,2 cm de diámetro y más de 2 cm de profundidad.

Fig V-A-6 y 7.- Inferiormente, a 6,3 cm a la derecha se observan dos más; la primera tiene 5,3 cm de diámetro y la segunda 5,2 cm; sus profundidades están próximas al centímetro.

Fig V-A-8.- En la parte media derecha, a 5 cm de la cazoleta 7 hay una de 3,3 cm cuya profundidad es de 0,5 cm.

Fig V-A – 9 – 10 – 11 y 12.- Superiormente a la derecha de la anterior cazoleta, a 7,6 cm, hay realizado otro grupo de cuatro figuras semejantes cuyos diámetros miden 6,6 cm – 3,5 cm – 1,2 cm y 3,8 cm; sus profundidades oscilan desde 0,3 cm de la inferior a algo más del centímetro la de mayor tamaño.

Fig V-A-13.- Pasado un racheado que divide la roca de E a W continúan  las cazoletas. Hacia el N. La primera que puede ser doble, dista del mismo 6,5 cm, se realizó en la parte inferior derecha y a 3,3 cm del límite inferior de la roca; miden 5,2 cm de diámetro y la profundidad es próxima al centímetro.

 Fig V-A-14.- La número 14 está situada superiormente a 8 cm del rachón y 4 cm del límite superior; su diámetro tiene 5,6 cm y la profundidad es de 1,2 cm.

 Fig V-A-15.- Esta cazoleta está 3,8 cm a la derecha de la anterior en realidad son dos cazoletas unidas por un corto pero grueso trazo situado en la parte inferior derecha de la primera y unida a la situada inferiormente por su parte superior izquierda; sus diámetros están en 7,2 cm; la profundidad pasa del centímetro.

 Fig V-A-16-17 y 18.- Entre la cazoleta número 13 y el trazo que une la compuesta número 15 hay otras tres situadas a  3 – 1,7 y 0,7 cm una de otra; sus diámetros miden 4,5 – 4 y 3 cm y las profundidades se sitúan próximas al centímetro.

 SUBCONJUNTO B

Fig V-B-1 y 2.- La cazoleta número 15 fue realizada muy próxima al límite N de la superficie, ya hemos dicho que hacia esa parte el prisma presenta una cara inclinada con un ángulo próximo a los 45º, en ella se realizaron bastante centrados, dos trazos paralelos, fig 1 y 2,  cuyos extremos superiores apuntan las cazoletas y los inferiores el suelo; sus longitudes están en los 16 y 17 cm y la anchura en los 4 cm; la profundidad es escasa, solamente unos milímetros.

 CONJUNTO VI

   Este conjunto se realizó en un nuevo volumen semejante al anterior,  algo adelantado a los descritos y separado 1 m hacia el S. En esta forma prismática se aprovecharon las caras superior y E para realizar un nuevo conjunto de cazoletas y trazos que hemos dividido en dos subconjuntos A y B según la cara que ocupen. La superior mide 63 cm de larga y unos 25 cm de ancha y está dividida por un rachón a los dos tercios de su límite N; la cara que da al E tiene una longitud semejante y su altura es de unos 65 cm. Ambas forman un ángulo de 90º (Fig 4. Lám V).

 Fig VI-A-1.- Es la situada más al S y corresponde a una gran cazoleta oval cuyos ejes miden 14 cm y 22,5 cm, su profundidad es de 9 cm.

 Fig VI-A-2.- Continuando 5,5 cm a la derecha está esta nueva cazoleta que es circular y se realizó con un diámetro de 15 cm siendo su profundidad de 9 cm. A su derecha, en la parte inferior hay una pequeña oquedad de unos milímetros de profundidad y solamente 3 cm de diámetro que podría corresponder a otra forma semejante aunque bastante más irregular; no la reseñamos como figura por no tener seguridad.

 Fig VI-A-3.- Pasado el racheado hay otra cazoleta circular, algo más pequeña; mide de diámetro 9 cm y solamente 2,5 cm de profundidad.

SUBCONJUNTO B

Fig VI-B-1 a 18.- La cara E del prisma está ocupada por trazos pulidos de tendencia vertical que ocupan toda su extensión y están escasamente separados unos de otros. El número de trazos es de dieciocho, divididos por el racheado en dos grupos de catorce y cuatro; su ancho es bastante regular oscilando entre 2,5 cm y 3 cm; las longitudes de izquierda a derecha son: 24,5 – 35,6 – 45,5 – 22,3 – 14 – 48 – 52 – 51,5 – 54,5 – 22,5 – 51 – 59 – 45,5 – 26,6 – 30 – 36 – 40 y 20 cm. Hay que destacar que los números 9 – 10 11 y 12 llegan hasta la arista superior, el resto queda a no más de 5 cm y también la unión intencionada con dos cortos trazos horizontales y próximos situados en la mitad inferior de los números 12 y 13.

 CONJUNTO VII.-  Continuando hacia el N un metro y delante del conjunto V, encontramos un nuevo volumen de granito; como el anterior tiene forma de prisma irregular aunque de marcada tendencia rectangular con sus caras mayores al E y W. La superficie superior mide  aproximadamente 1 m de larga y 13 cm de ancha y en ella se realizaron numerosas cazoletas que pertenecen al subconjunto I; el espacio que mira al E mide algo más del metro de longitud ya que la cara N dobla en plano inclinado de unos 55º; su altura es de unos 55 cm. Se ocupó con trazos – subconjunto B- semejantes a los del conjunto anterior pero en esta ocasión varios se unieron a una cazoleta de la parte superior (Fig 3. Lám III y IV)

SUBCONJUNTO A

      Como ya se ha mencionado está formado por unas dieciseis cazoletas que nos han llegado con una profundidad casi perdida, en torno a 0,5 cm.  Están distribuidas sin orden aparente en el espacio superior; éste se encuentra dividido hacia su mitad por una profunda hendidura en V desde la parte W que llega hasta su centro, siete de ellas se trazaron en el espacio de la izquierda y diez en su derecha.

Fig VII-A-1 a 7.- Las medidas de los diámetros de las cazoletas de S a N y según la numeración del gráfico son: 3 – 5 – 4,5 cm; la cuarta cazoleta es doble y los diámetros de las cazoletas que la forman están en los 3,5 cm; los demás miden 2,5 – 5,5 y 3 cm.

 Fig VII-A-8 a 16.- Las cazoletas situadas a la derecha de la hendidura central, según su número en el gráfico, miden de diámetro 6,5; la novena y la decima están muy próximas y tienen 4 – 4,5cm;  igualmente próximas están la undécima y duodécima de 1,5 y 2 cm; continúan las siguientes con 4 – 3,5 – 4,5 y 4,5 cm.

 SUBCONJUNTO B

     En la cara E se distribuyeron regularmente por toda la superficie trazos rectos de tendencia vertical semejantes a los descritos en el conjunto V y VI; su ancho oscila entre 2,5 y 3 cm; su profundidad media actual es de 0,7 cm y la separación entre ellos oscila entre 6,5 y 1 cm.

    Por razones de orden en la descripción enumeramos primeramente los trazos que están a la izquierda de la hendidura de la superficie superior.

Fig VII-B-1-2-3-4-5-6-7 y 8.- Estos ocho primeros trazos miden de izquierda a derecha: 51,5 – 51 – 28 – 27,5 – 43 – 49,5 – 45,6 y 41 cm; van unidos a la cazoleta superior que los corresponde mediante una prolongación en esa cara los números 1 –2 – 6 y 7; el número 8 se prolongó por la cara superior hasta el vértice de la hendidura.

Fig VII-B-9–10–11–12–13–14 y 15.-Esta númeración comprenden siete trazos situados continuando hacia la derecha hasta una forma arqueada que describiremos más adelante; sus longitudes son: 41,5 – 39,5 – 36,5 –39 – 38 – 35,3 y 28,5 cm; los tres primeros de ellos terminan en el espacio superior aunque sin formar claramente una cazoleta; el cuarto y el quinto rematan en ese tipo de figuras mediante una prolongación.

Fig VII-B-16.- Continuando 2 cm a la derecha se realizó con el mismo acabado una forma porticada realizada con el contorno incompleto de un trapecio de 20 cm de altura, cuya base mayor mide 13,6 cm y superiormente la inferior, que no se trazó, mide 12 cm; en los extremos de está, se realizó un arco carpanel de 5 cm de alto. La figura representa el contorno de una puerta con acabado superior circular.

 Fig VII-B-17-18-19 y 20.- Hacia la derecha de la forma anterior, pasada la forma porticada, hay otros trazos de ejecución y disposición semejantes aunque más cortos; el primero mide de largo 23 cm, los otros tres nos es imposible reseñar sus medidas dado el alto grado de deterioro, pero por lo observado debían ser semejantes.

CONJUNTO VIII

     Este conjunto ocupa un volumen de granito menor y más irregular que los anteriores situado unos decímetros hacia el N, en él solamente se grabó la cara E; ésta se encuentra dividida por un fino racheado desde la parte superior a la inferior, hacia su centro (Fig 2).

Fig VIII–1-2-3-4 y 5.- En la superficie descrita se realizaron cinco trazos de características semejantes a los anteriores aunque más separados. Los dos primero miden de longitud 41 y 44,5 cm y se situaron a la izquierda del racheado; los tres restantes lo hacen a la derecha y se distribuyeroncon tendencia formar una flecha con sus prolongaciones superiores; miden 39,5 – 43,5 y 44 cm.

 CONJUNTO IX

    El soporte lo forma una roca de igual material que presenta dos caras relativamente planas: una hacia el E en forma de trapecio cuya base inferior mide 90 cm,  la superior unos 35 cm y su altura no pasa de los 30 cm; la otra hacia el N es inclinada formando un ángulo de unos 45º (Fig 2).

 Fig IX-1-2-3-4-5 y 6.- En esa cara se encuentran grabados igualmente en U seis trazos , separados como los anteriores y verticales; miden 14 – 18,2 – 19 – 15,2 – 7 y 7 cm.  

 Fig IX-7.- En la cara inclinada que da al N se realizó marcando su altura un único trazo de 37 cm y de características semejantes a los demás.

5. RELACIONES

      La figura correspondiente al conjunto I tiene una gran semejanza con algunos grabados peninsulares y extrapeninsulares (Martínez, 2003), el parentesco más cercano conocido por nosotros esté en algunos petroglifos gallegos, destaquemos los de Eira dos Mouros, en San Xurxo de Sacos, Cotobades, Pontevedra, fig 5  (García, 1963) donde pierde su individualidad pues está acompañado de cruciformes de igual longitud de brazos,  otros de forma latina con círcunferencias en su base, numerosos cuadrados etc, todo ello en yustaposición desordenada. También puede considerarse relacionable con el realizado en Petra Escorregadeira da Reposeira, en Campo, fig 6 (Sobrino, 1935), donde se encuentra acompañado de circunferencias y cuadrados de vértices redondeados con cruces griegas inscritas.

     La única figura del conjunto II encuentra también paralelismos en tierras gallegas donde acompaña a variadísimos motivos: trazos, cruciformes, laberintos, círculos concéntricos, svásticas, estelares, serpentiformes etc, vale como ejemplo el grupo I de Portela da Laxe, Viascón en Cotobade, Pontevedra, fig 6 (García, 1963). Igualmente ocurre con las circunferencias de tamaño semejante aunque de línea más estrecha y otras, con marcado punto central; a nuestro entender pueden considerarse simplemente una variedad del mismo signo y según las formas a las que acompañen  pueden tener un significado u otro aunque también pueda tratarse de un solo contenido con diferentes matizaciones. Según lo señalado no ayuda a fijar una cronología por su diverso y largo empleo.

    El conjunto III, realizado con orden lineal, tiene mayor variedad de signos. Los dos primeros nos han llegado muy deteriorados por lo que no se pueden relacionar; el tercero es una forma en U y también tiene su paralelismo entre los trazos gallegos, concretamente en uno de los grabados de Borna, Santa Olalla de Meira en Moaña, Pontevedra donde se asoció a cruciformes y puntuaciones, fig 6 (García, 1963).

      Continuamos hacia la derecha con dos signos circulares que hemos visto como por el momento sus contenidos son imprecisos. Parte de sus variadísimas relaciones las hemos enumerado al tratar la única figura del conjunto II, en el caso que nos ocupa, su asociación al signo U implica una nueva relación y por ello debemos alejarle de los trazos similares que acompañan a algunos serpentiformes realizados en ortostatos dolménicos; por esto su cronología debe ser mucho más reciente.

      Inmediatamente a la derecha está la roca que contiene en su cara E al conjunto IV; recordemos que estaba constituido por un doble cruciforme centrado con una forma en Z en la extremidad superior derecha y un círculo entre los trazos superior e inferior de su parte izquierda. El conjunto, a primera vista, puede considerarse una nueva versión de las estelas del SW ya que representa a un guerrero con sus armas; es comparable a la que descubrimos en Almoroquí (Beltrán, 1973), sin embargo algunos detalles técnicos nos hacen desechar  que pertenezca a ese grupo de monumentos. Le alejan el soporte, la tosquedad y la profundidad de su grabado. La distribución centrada en la superficie que ocupa es solo comparable a la mencionada estela de Madroñera, Cáceres –también discordante de las demás en este sentido-; el arma que porta es un claro símbolo que posiblemente represente al rayo, cuestión insólita en aquellos monumentos; tampoco el esquema utilizado para la representación humana, doble cruciforme es propio de esas estelas; ni la representación del escudo es tan simple ya que se suelen grabar varias circunferencias concéntricas frecuentemente acompañadas de escotadura en V. Como hemos apuntado, a pesar de todo esto, no deja de ofrecer algunas dudas debido a que el contenido general que muestra es propio de la mayoría de las estelas del SW: guerrero, arma ofensiva y arma defensiva.

         Los conjuntos restantes realizados en este collado están formados por diferentes cazoletas y los trazos a ellas asociados para los que hemos encontrado paralelismos localizados en dos zonas: una, no muy amplia, del centro-este de Extremadura; la otra, en plenos Pirineos, no nos es conocida de primera mano por lo que no debemos realizar su estudio (Abelanet 2003) y (Canturri 2003).

        Su forma de múltiple representación tiene gran semenjanza con el conjunto II del grabado de Boticijos en Torrecilla, presentado por esta razón en este mismo trabajo; también ofrecen relación con aquellos otros en los que estos signos –cazoletas y trazo asociado- están presentes aunque sea de forma testimonial; el mismo Boticojos ofrece otros conjuntos con esta característica, también Tejadilla XI en Aldeacentenera y Valdehonduras en Santa Marta de Magasca (Rubio, 2000 y 2001).

     No podemos olvidar la representación en forma de puerta que nos ofrece la figura 16 del conjunto VII, introduce un tema novedoso y en cierto aspecto discordante con los otros conjuntos que nos tienen acostumbrados a la representación de algún tipo de primitiva arma metálica, lo que facilita su cronología.

6. EL ENTORNO ARQUEOLÓGICO

     Hacia el W, pasado el murete que deslinda las fincas, hay restos caracterizados por un gran amontonamiento de piedras relativamente pequeñas que no parecen indicar orden ni estructura alguna pero que por su gran cantidad y volumen denotan falta de naturalidad en el contexto y pienso que deberían ser objeto de un primer estudio.

        Más arriba en el cerro, se encuentran los restos de un poblamiento. No hemos tenido suerte a la hora de observar en él cerámicas que presenten marcadas carácteristicas de una época determinada; se encuentran en bastante número en su ladera N y alguna de ellas pueden apuntar incluso un pasado neolítico, en el resto predominan las escasamente tipificables que, se confunden incluso con las de épocas históricas faltando los fragmentos de borde y decorados lo que indica una ausencia anómala..

        Algo alejado hacia el N está la cueva de Atambora  en Zarza de Montánchez, que arroja escasas pero muy interesantes cerámicas del Bronce (González 1985). En la misma dirección pero más al E se encuentra el poblado del Bronce Final de Robledillo de Trujillo con indudables muestras de cerámica de esa época (Calzado, s/f). Hacia el W, en el batolito montanchego hay numerosos restos prehistóricos esparcidos en abrigos poco profundos y poblamientos al aire libre (González 1985). Hacia el S son varios los restos calcolíticos esparcidos en las Vegas Altas (Enríquez, 1990).   Es también una zona donde están presentes las estelas del SW con ejemplares cercanos en Almoharín, Zarza de Montánchez e Ibahernando entre otros.

      En resumen, a pesar de no existir estudios profundos de los yacimientos cercanos, se puede afirmar que estos grabados ocupan un lugar geográfico situado en una zona privilegiada arqueológicamente hablando y que, desde el Neolítico hasta época histórica, este espacio presenta numerosos restos con los que poder relacionarlos.

 7. CONCLUSIONES Y CRONOLOGÍA

        En un intento de adentrarnos en los contenidos de estos monumentos diremos que por las relaciones aportadas son al menos de dos épocas. Como se ha visto, los conjuntos I, II, III y IV presentan unos signos facilmente asociables con algunos petroglifos gallegos y alguno de ellos están presentes a veces en conjuntos con ambiente cristianizante. Es cierto que los cruciformes, círculos y algunas asociaciones de formas a ellos próximas pueden ser también propios de la pintura esquemática o del megalitismo pero la asociación al signo en U en el collado y éste a cruces latinas latinas en los gallegos dejan pocas dudas sobre su interpretación y cronología histórico-cristiana (García, 1963). Iguales conclusiones pueden servirnos para el resto de los trazos que les acompañan en esos conjuntos.

       Una atención especial merece el conjunto IV. De todo lo enumerado sobre él se deduce que lo más probable es que esta representación, situada en un lugar algo más elevada que las anteriores por su elevación, no se corresponda con la cronología de las estelas del SW a pesar de tener su mismo contenido general. Un guerrero eminente que, en nuestro caso es dominador del rayo, lo que le confiere un carácter sagrado; la representación del círculo de la derecha tal vez al Sol aluda al Sol como escudo completando así el más potente armamento imaginable. Ciertamente parece la representación de un Dios guerrero, portador de un arma potente y letal: el rayo y protegido por un impenetrable escudo: el disco solar.

         Estas cuestiones no son extrañas a las pasadas oraciones cristianas, llamadas Trisagios, sobre todo en ambientes rurales cristianos Hace 50 años debían rezarse cuando había tormentas, en ellas se invocaba a Dios como señor de esos fenómenos naturales. Recordemos como las coronas radiantes que ornamentan determinadas imágenes son una directa alusión solar.  

      Como ya se ha apuntado, debemos suponer una imprecisa época histórica cristiana para  momentáneamente ir fijando su cronología.   

      A los conjuntos formados por cazoletas y trazos rectos asociados les venimos dando contenidos cósmicos relacionados con el mundo estelar del que los trazos serían una proyección terrestre. En el caso del conjunto VII la representación de la puerta podría indicarnos idealmente la entrada y salida a un volumen hueco -una vez más simbólico-; en la parte superior del mismo están los cuerpos representados por las cazoletas de las que se desprende –¿alguna forma de energía?- hasta llegar a la Tierra. Con esta interpretación toda esta pequeña roca debía adquirir para sus coetáneos el valor, tan actual, de vivienda terrestre globalizada. 

         Cronologicamente debemos situarlos en un abanico que iría desde el Calcolítico Final hasta el Bronce Medio; dentro de este periodo de tiempo nos inclinamos por una época temprana debido a la ausencia de representación de armas de bronce, sobre todo hojas y alabardas que acompaña al resto de los grabados en que estos motivos están presentes -Boticojo, Valdehonduras y Tejadilla XI-. Los ahora estudiados serían los más antiguos del grupo. 

         Obsérvese que no existe un intento de destrucción de los signos primitivos y por lo tanto debemos suponer un respeto hacia sus misteriosos contenidos, tal vez por que eran sabedores o al menos intuía aspectos poco dispares en los mismos.

 APÉNDICE GRÁFICO  II, COLLADO DE SAN CRITÓBAL

 1lam1

Lámina I.- Collado de San Cristóbal, conjuntos I al IV

1lam2

Lámina II.- Collado de San Cristóbal, conjunto VII

1lam3

Lámina III.- Collado de San Cristóbal, conjunto VI

Collado de S Cristóbal Fig 1

Figura 1.- Collado de San Cristóbal, conjuntos I, II y III

Collado de S Cristóbal Fig 2

Figura 2.- Collado de San Cristóbal, conjuntos IV, VIII y IX

Collado de S Cristobal Fig 3

Figura 3.- Collado de San Cristóbal, conjunto VII

Collado de S Cristóbal Fig 4

Figura 4.- Collado de San Cristóbal, conjunto VI

Collado de San Cristóbal Fig 5

Figura 5.- Grabados de Eira dos Mouros, San Surxo de Saco, Cotobade y de Borna, Santa Olalla de Meira, Moaña (Galicia)

Collado de San Cristóbal Fig 6

Figura 6.- Collado de San Cristóbal.- Detalle del grabado de Laxe, Viacón, Cotobade, Galicia y grabado de la Petra Escorregadeira da Reposeira, Campo (Galicia)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ene 052014
 

     Manuel Rubio Andrada.

 LOS  GRABADOS  RUPESTRES  DE  BOTICOJO, TORRECILLA  DE  LA  TIESA (CÁCERES)                                                                   

      El conocimiento de este monumento y su posterior estudio ha sido posible gracias a las facilidades que nos han proporcionado los señores D. José Durán y Sra, actuales dueños de la finca donde se encuentra el monumento, les expresamos con estas líneas nuestro agradecimiento.

1. LOCALIZACIÓN Y GENERALIDADES

     Estos grabados están en el término de Torrecilla de la Tiesa y se sitúan  en el mapa 1/50000, hoja número 680, denominada Aldeacentenera, 1ª edición del Instituto Geográfico y Catastral, Madrid; en un punto muy próximo al formado con una latitud de 39º 33´ 40´´ y 2º 01´ 45´´ de longitud W con respecto al meridiano de Madrid.

     Los grabados de Boticojos están situadas en la margen derecha de un pequeño arroyo, muy cerca de su nacimiento, junto con otros cursos próximos forman el  del Charco de las Lavanderas, afluente del río Tozo en el que desemboca poco antes de llegar a la autovia de Extremadura. Su distancia a esa población es de 1,7 km y se sitúa a unos 200 m  de la carretera, en su parte izquierda y en sentido de la Aldeacentenera.

     El terreno en general es muy plano y poco profundo; está formado por pizarras y arcillas –propio de la penillanura Cacereño- Trujillana-; no obstante, en las proximidades del arroyo, se observa una mayor profundidad y tonalidad ligeramente rojiza, son también abundantes las rocas de cuarzo muy fragmentadas. Actualmente se encuentra desforestado siendo explotado con agricultura de secano y pastoreo; la caza escasea y es notable la presencia temporal de avutardas en las inmediaciones.

2. El SOPORTE

      La roca que les sirve de soporte es una pizarra de color gris oscuro bastante dura; en el E ofrece superficies lisas y discontinuas en diferentes planos que se sitúan a derecha e izquierda, de una mayor rectangular. Esta mide 73 cm de ancha y 100 cm de larga y es bastante irregular en su límite exterior; el plano que ofrece está inclinado de E a W con un ángulo de unos 30º con respecto a su lado mayor.

       La apariencia externa de la roca, toda ella cubierta de líquenes de variados tonos grises, poco destaca de las demás del entorno; ofrece, como las otras, superficies picudas trucadas en su mayoría; a veces en el límite del suelo o cerca de él hay este tipo de superficies planas, posiblemente logradas por el desprendimiento de la parte superior de un racheado natural que en posición natural,  a veces presenta la roca.

3. METODOLOGÍA

        La naturaleza de los trazos, en general rectas y semiesferas, facilita su descripción; la dificultad surge al intentar describir su situación en el plano ya que, al no corresponderse su distribución con las coordenadas geográficas habituales debemos recurrir a otras. Para fijar estas debemos  intentar acercarnos a las  que el autor utilizó en el ordenamiento de su trazado ya que al realizar los necesarios movimientos de vaivén se colocó en general, dando su frente a los lados mayores –E y W- del conjunto mayor, la línea correspondiente a este movimiento es nuestro eje vertical y la perpendicular a éste trazada en la base es la otra coordenada. Prescindimos de este eje horizontal en la enumeración pues no nos sirve de mucho ya que no necesitamos situar las formas matemáticamente en el plano pues los dibujos y fotografías nos facilitan seguir y completar la descripción.

      Por simplificar, los trazos que parten de las cazoletas los denominamos maestros enumeramos con el mismo dígito que éstas;  los trazos próximos a ellos nos ha llevado a considerar un apartado en cada figura que denominamos “trazos accesorios ” por dar la impresión que dependen de los primeros.

 4. LOS GRABADOS    

 4.1 CONJUNTO I

      En general los trazos utilizados son pulidos en V. Se situó en la parte izquierda del conjunto mayor a 1,55 m y ocupa una pequeña superficie lisa que allí ofrece la roca. Consta de tres figuras agrupadas y próximas (Fig 3).

Fig I-1.- Es la primera por la izquierda y corresponde a un ángulo algo mayor de 90º con abertura superior izquierda; el lado de esa parte pasa ligeramente de la vertical W-E unos 15º,  se encuentra grabado con intensidad y mide 10 cm ; el otro lado del ángulo es más fino y tiene 14 cm de longitud. Próximo a la bisectriz aunque ligeramente elevado hay otro de 7 cm.

FIG I-2.- Hacia el centro del espacio angular inferior que determina la bisectriz, hay  dos nuevos ángulos rectos adyacentes con abertura hacia la parte superior izquierda; están formados por una línea de 6 cm y la perpendicular a ella de sólo 2,5 cm y trazada a 1 cm de su extremo derecho.

 FIG I-3.- Hacia el E, a 33 cm, hay  una línea de 12 cm cercana a la posición N-S.

 4. 2. CONJUNTO II

Corresponde al realizado en el mayor espacio rectangular casi todo él con trazos de tendencia recta y cazoletas; estas últimas se realizaron por lo general en la parte E, en un plano horizontal, cerca del límite normal de la roca aunque hay algunas que se desplazaron hacia el centro del espacio. Éste se encuentra dividido de este a oeste por un tosco racheado  que divide las formas en dos subconjuntos bien delimitados (Fig 1. Lám I).

 SUBCONJUNTO II-A. Hacia esa parte izquierda, en la superficie que encierra el  racheado, se encuentran grabadas tres cazoletas acompañadas de trazos, algunos parecen partir radialmente de ellas y otros completan el espacio sin otra relación que la dirección y proximidad a las formas mencionadas.

 Fig II-A-1.-   Corresponde a una cazoleta situada en la parte central derecha de este espacio; tiene de diámetro 4,5 cm y su profundidad es de 0,5 cm. De ella sale con un ángulo de unos 25º, un trazo de 12,5 cm hacia la parte opuesta al observador.

Trazos accesorios a la figura II-A-1

Fig II-A-1-a.Hacia la izquierda del trazo enumerado se realizó otro de 16 cm confluyendo con el anterior en su extremo superior, el otro extremo fue realizado a 5,5 cm de la cazoleta.

Fig II-A-1-b. Otro segmento de 8 cm se situó entre ambos y ocupa una posición muy próxima a la bisectriz; su extremo superior se detiene a unos milímetros del vértice. Entre estos tres trazos se puede observar el contorno de una alabarda reforzada.

Fig. II-A-2.- Esta cazoleta mide 4 cm de diámetro y 0,5 cm de profundidad; está situada en la parte inferior izquierda del espacio.

     En su parte superior hay realizados cinco trazos. El primero por la izquierda mide 18 cm de largo y marcha en sentido superior desviado hacia la izquierda unos 20º, llega hasta la zona media de este espacio. El segundo por esa parte mide 36 cm, es más grueso y profundo; su extremo inferior parte de la cazoleta con un ángulo de unos 10 o 15º, hacia la mitad del espacio dobla hacia la derecha con el fin de confluir superiormente con los trazos de la cazoleta anterior II-A-1 deteniéndose como ellos unos milímetros. Continúa inmediato por la derecha un tercer trazo vertical de 21 cm, su extremo inferior parece detenerse unos centímetros antes de coincidir con el segundo al salir la cazoleta. El cuarto y quinto trazos miden 16 y 12 cm de largo y sus extremos inferiores salen unidos del cuadrante superior derecho de la cazoleta; el situado más a la izquierda parece vertical y su compañero se desvía superiormente a la derecha con un ángulo de unos 20º.

 Fig II-A-3.- Tiene esta cazoleta de diámetro 2,5 cm y de profundidad 0,3 cm; se situó en la parte inferior derecha de este espacio.

       Dos nuevos trazos parten hacia la zona superior. El situado más a la izquierda mide 20 cm, es el más grueso y profundo, se dirige hacia la parte superior izquierda en un ángulo de cerca de 40º. El segundo trazo mide 14 cm, es próximo a la vertical y su extremo superior fue desviado unos milímetros para no cortar a la parte derecha de la cazoleta superior.

 Trazos accesorios a la figura II-A-3

Fig II-A-3-a.- Es un trazo de 9 cm situado en posición paralela del trazo izquierdo de esta cazoleta y a 2,5 cm de su zona media superior.

 Fig II-A-3-b.- Corresponde a un trazo  fino de 5 cm, paralelo al segundo de la cazoleta número 3 y situado a 1,5 cm de su parte superior izquierda.

 Fig-II-A-3-c.- Mide 11 cm, se dispuso en posición vertical y se situó en la zona media, a la derecha.

 Fig II-A-3-d.- En la mitad del espacio situado entre las cazoletas 2 y 3 fue realizado con una inclinación derecha de unos 15º un trazo que mide 9 cm; parte inferiormente de la misma base que sirvió de referencia para realizar la mayoría de las cazoletas.   

 SUBCONJUNTO II-B

Está situado a la derecha del anterior sobre una superficie completamente lisa, pasado el racheado natural que sirve de separación de estos dos subconjuntos –ya mencionado-. Un fino racheado la divide de izquierda a derecha cerca de su zona media aunque no llega al extremo de esa parte, éste no ha influido aparentemente en la distribución de las formas por lo que puede suponerse originado por algún movimiento orogénico posterior. Comenzamos su catálogo desde la parte superior a la inferior y de izquierda a derecha.

Fig II-B-1.- Esta figura está formada por una cazoleta muy superficial, de tendencia oval, situada cerca del límite derecho de su zona media; mide de diámetro unos 4,5 cm y su escasa profundidad esta cerca de 0,3 cm.

     De su parte superior salen dos trazos que traspasan el racheado mencionado; el situado más a la izquierda tiene 26 cm de largo y se realizó con un ángulo superior izquierdo de unos 20 º; el otro, de igual longitud, comienza más a la derecha y ronda la vertical. La cazoleta posee inferiormente otro trazo de 10 cm, realizado a partir de su zona inferior derecha con un ángulo de unos 30º en la parte superior izquierda.

 Trazos accesorios a la figura II-B-1

Fig II-B-1-a.- Es un segmento de 14,5 cm situado a 5 cm del límite izquierdo superior del conjunto y paralelo, a 7 cm, del trazo mencionado en esa misma parte de esta figura.

 Fig II-B-1-b.- Corresponde a un trazo de 11 cm paralelo al anterior y situado 4 cm a su derecha; tiene el extremo superior muy cerca del fino racheado central.

 Fig II-B-1-c.- Este nuevo trazo tiene 8 cm y se situó 2 cm a la derecha del realizado en la misma parte superior de la cazoleta; fue trazado con un ángulo superior de unos 20º  y está a 4,3 cm del trazo maestro; el inferior roza la parte superior del racheado central.

 Fig II-B-2.- Esta nueva cazoleta mide 3,5 cm de diámetro y su profundidad es escasa, 0,2 o 0,3 cm y presenta un mal acabado; se situó a un par de centímetros a la derecha de la anterior, algo elevada hacia el E. Posee en su parte inferior un trazo de 12 cm realizado con un ángulo superior izquierdo de unos 20º.

 Fig II-B-3.- Corresponde a una cazoleta de unos 4 cm de diámetro y 0,3 cm de profundidad situada en la zona media y a unos 5 cm del límite izquierdo.

     Tiene dos trazos maestros en su parte superior: el mencionado anteriormente cuyo extremo superior parte de la cazoleta B-2 y otro de 31,5 cm que parte a la derecha de aquel en una posición cercana a la vertical. Inferiormente tiene otro de 10 cm, situado hacia la derecha y con un ángulo superior izquierdo quizás menor de 20º; su extremo inferior termina en una pequeña cazoleta secante de otra por su derecha.

 Trazos accesorios a la figura II-B-3

Fig II-B-3-a-b-c-d y e.-  La línea a está situada en la parte inferior derecha de este gran espacio, a 4 cm de su límite izquierdo y mide 5,5 cm de larga; su posición es ligeramente inclinada hacia la izquierda con un ángulo superior de unos 20º. La b mide 11 cm y es paralela a 1,4 cm a la derecha de la anterior. La línea  c mide 4,3 cm y se situó a su derecha; el extremo superior está muy próximo a la zona media del trazo b. Hacia la derecha superior continúa una zona en la que se ven peor los trazos, el d mide 9 cm y su extremo superior dista 2,5 cm del extremo de esta parte del b, su ángulo de trazado es algo mayor rondando los 40º. A su derecha está el e, también de 9 cm y algo más elevado que el anterior, su extremo superior está a 4 cm del d y el inferior a 3 cm siendo el ángulo superior algo inferior. Le trazo e mide 12,5 cm y está en la parte superior, escasamente a 1 cm a la derecha del trazo vertical de la cazoleta y muy cerca del extremo W de la superficie; mide 12,5 cm

Fig II-B-4.- Corresponde a una cazoleta que tiene de diámetro 3 cm y 0,8 cm de profundidad, está aislada muy cerca del límite E de la roca y a 11 cm del S.

 Fig II-B-5.- Esta figura está compuesta por dos cazoletas unidas longitudinalmente, la situada a la derecha mide de diámetro 2,5 cm y de profundidad 0,3 cm; la de la derecha es algo ovalada y tiene un eje mayor de 4,5 cm y 0,3 cm de profundidad.

     De la cazoleta enumerada en primer lugar parte un trazo maestro hacia la número 3 – ya descrito-; de la oval sale otro de 31,5 cm en posición próxima a la vertical y hacia su mitad sufre una ligera flexión hacia el lado derecho.

Trazos accesorios a la figura II-B-5

Fig II-B-5-a-b-c-d-e-f y g.- La línea a es un grueso trazo de 8 cm de longitud realizado con un ángulo hacia la izquierda próximo a los 20º, fue situado superiormente a 5,7 cm de la unión de las cazoletas. La forma b es una línea  de 5,5 cm, paralela a la anterior y situada superiormente a la misma; los extremos inferiores de ambas distan del trazo superior de la cazoleta, aproximadamente 0,5 cm. El trazo c mide 24,3 cm, es de tendencia vertical aunque la parte correspondiente a la zona superior del fino racheado  se realizó algo desviada hacia la derecha; dista del trazo de la cazoleta un par de centímetros. Este trazo tiene muy cerca de su extremo superior, en la parte derecha y verticalmente, otro muy fino de 7,4 cm, es la figura d. Las formas e y f  son dos paralelas horizontales de 2 cm, muy tenues, situadas  2,5 cm una encima de la otra y muy próximas al extremo superior de la línea d. El trazo g tiene unos 28 cm y es paralelo por la derecha -a 1,7 cm- del trazo que sale directamente de la cazoleta número 3.

 Fig II-B-6.- Corresponde esta figura a una doble cazoleta, la de la izquierda se une en el cuadrante inferior izquierdo de la derecha. La izquierda tiene 4 cm de diámetro y 0,5 cm de profundidad, la formada a la derecha es algo mayor ya que tiene 4,5 cm de diámetro y 1 cm de profundidad.

 De la enumerada en primer lugar sale un trazo en sentido izquierdo con una ángulo superior próximo a los 35º, mide 42 cm de largo; a los 17 cm dobla hacia la vertical. La otra cazoleta, la mayor, presenta en su cuadrante superior izquierdo dos trazo: uno de 13 cm en sentido parecido al mencionado aunque con un ángulo próximo a los 45º; otro, el trazo mayor, mide 57 cm de largo, 3 cm de ancho y 2 cm de profundidad, fue realizado en la parte central superior de la cazoleta y sale con una desviación izquierda de 35º pero, hacia su mitad se curva, parece que con la intención de lograr la vertical cuestión que alcanza en los últimos centímetros.

 Trazos accesorios a la figura II-B-6

Fig II-B-6-a-b-c y d.- El trazo a mide 7,5 cm y está situado 2,5 cm a la derecha del primer trazo de la izquierda. Entre los trazos central y derecho hay uno, el b, de 5,5 cm con una inclinación izquierda de unos 40º; su extremo superior se detiene unos milímetros antes de llegar al central, exactamente a 4 centímetros de su extremo superior. El trazo c tiene 16,5 cm, parte de la zona media central y continúa con tendencia paralela al trazo mayor -el situado a la derecha-, su extremo superior corta al izquierdo pocos centímetros antes de llegar al fino racheado de la zona media superior. El segmento d es muy fino y solamente tiene 3,5 cm, su extremo inferior está situado en la zona media, a la derecha del c, y el superior a 0,5 cm del gran trazo.

 Fig II-B-7.- Esta figura presenta diversas excepciones a tener en cuenta: una característica es su pequeñez, tiene 1 cm de diámetro y  sólo 0,3 cm de profundidad; otra es su situación ya que está próxima al límite W -solamente a 9 cm-. La distancia al  trazo maestro por la derecha de la gran cazoleta B-6 es de 1,8 cm.

     Sale de esta cazoleta en su parte inferior dos trazos, el situado más a la izquierda tiene 26 cm y lo hace con un ángulo superior izquierdo de unos 20º para doblar en sus 5,5 cm inferiores hacia la derecha en ángulo próximo a los 45º. Más a la derecha la pequeña cazoleta tiene otro trazo de 14,5 cm y se dirige en dirección parecida ya que su ángulo es de 30º.

 Trazos accesorios a la fig II-B-7

Fig II-B-7-a-b-c-d-e y f.- La línea a corresponde a un trazo de 6 cm que ocupa la zona central del espacio situado entre el gran trazo de la figura II-B-6 y el situado más a la izquierda de la figura II-B-7; su ángulo de inclinación superior izquierda es de unos 25º. El trazo b es muy fino, tiene 7,5 cm y se situó unos milímetros a la derecha del segundo de la cazoleta B-II-7. El c mide 6 cm y es igualmente fino, está situado 1 cm a la derecha siendo paralelo al b. El trazo d es más grueso y también paralelo a los dos anteriores; mide 8,7 cm y se separó 1,5 cm; su extremo superior se realizó a la misma altura que la pequeña cazoleta. El segmento e mide 5,5 cm y se hizo superiormente a los mencionados con un ángulo superior izquierdo de 45º. El trazo f mide 28 cm, sus 16 cm inferiores parten en sentido vertical después flexiona hacia la izquierda para terminar en ángulo de 15º con la vertical. Su extremo superior dicta 5,5 cm del límite E de la superficie y 8 cm a la derecha del gran trazo de la fig II-B-6.

 Fig II-B-8.- Esta figura está formada por una gran cazoleta de 4,5 cm de diámetro y 1,5 cm de profundidad; se situó en la parte superior derecha, a 3,3 cm de la anterior.

        En su límite superior central la cazoleta tiene dos trazos separados unos 36º. Ambos tienen una angulación superior cercana a los 15º pero en sentido diferente; el de la izquierda mide de 10 cm y se inclinó hacia esta parte; el de la derecha tiene 43 cm y se hizo hacia ese mismo lado, éste último es también muy ancho y profundo, ambas medidas están próximas a los 2 cm.

 Trazos accesorios a la figura II-B-8.

Fig II-B-8-a-b-c-d-e-f-g y h.- El trazo a mide 22 cm y se realizó muy cerca del extremo superior del trazo descrito en primer lugar en la fig B-II-8, se extiende hacia la parte superior derecha en ángulo superior de  unos 20º. El b tiene 12 cm y es paralelo al primer trazo maestro mencionado en la cazoleta. El c es paralelo al a y situado en la zona media entre éste y el segundo de la cazoleta, mide 15,5 cm y tiende a equidistar de ambos. El segmento d tiene 13,6 cm y se realizó superiormente con un ángulo  izquierdo de unos 40º. El e tiene unos 6 cm y es perpendicular por el centro izquierda al d confluyendo en ese punto también con el a y formando además con él otros dos ángulos adyacentes. El f  tiene 5 cm, es de tendencia paralela a la derecha del a  y corta al e no perpendicularmente formando inferiormente dos nuevos adyacentes. La figura g es una forma triangular de marcada tendencia isósceles ya que sus lados mayores miden 6 y 5,7 cm, ambos forman un ángulo próximo a los 23º en disposición SW; el tercer lado mide poco más de los 2 cm; se situó a 6,2 cm del límite W de la superficie.

Fig II-B-9.- Esta cazoleta se situó a 9,8 cm del límite E y a 5,3 cm a la derecha de la cazoleta B-II-8. Tiene 3,55 cm de diámetro y 1 cm de profundidad.

     En su cuadrante inferior izquierdo se realizaron dos trazos: el situado superiormente a la izquierda, mide 7 cm de largo; el que ocupa el lugar inferior tiene 9 cm y ambos presentan una angulación de 45º.

 Trazos accesorios a la fig II-B-9

Fig II-B-9-a y b.- En la zona central comprendida entre los extremos inferiores de los dos trazos descritos se realizaron dos pequeños perpendiculares: el trazo a mide 5 cm es de tendencia vertical y está situado a la izquierda;  en su centro por la derecha corta al b que mide 3,2 cm, ambos forman dos adyacentes.

 Fig II-B-10.- Esta figura está formada por una cazoleta que mide de diámetro 3 cm y tiene una profundidad de 0,9 cm; se situó 2,8 cm a la derecha de la cazoleta B-II-8. Tiene un trazo de 31,5 cm realizado en posición vertical en el centro de su parte superior.

 Fig II-B-11.- Corresponde a una cazoleta de 3 cm de diámetro y 0,9 cm de profundidad, está situada en la parte superior derecha a 2,7 cm. Un trazo de 31 cm fue realizado en su límite superior, éste es paralelo al realizado en la B-II-10 en sus 18 primeros centímetros para ambos doblar levemente hacia la convergencia superior con el segundo de la cazoleta II-B-8.

 Trazos lineales anexos a la fig II-B-11

Fig II-B-11-a-b-c-d y e.- Estos trazos son muy finos y se situaron en la parte superior derecha, a 1 cm, del trazo mencionado en esta cazoleta, justo donde el mencionado segmento dobla a izquierda; a excepción del situado más a la derecha, son paralelos al mismo y por tanto también entre ellos; la distancia que los separa es de un par de milímetros. El primero por la izquierda es el a que mide 3 cm; le siguen el b y el c con 1 cm; el d tiene unos 6 cm y continúa unos milímetros más a la derecha; finalmente el segmento  e está inclinado hacia la izquierda unos 20º y mide 3 cm; su extremo superior roza por el centro derecha al d a 3 cm de su extremo superior.

 Fig II-B-12.-Corresponde a una pequeña cazoleta de poco más de 1 cm de diámetro y escasa profundidad, situada a 3 cm del extremo superior derecho del trazo correspondiente a la cazoleta B-11.

 Fig II-B-13.-Esta cazoleta fue realizada a 2,3 cm a la derecha de la número B-II-10; mide de diámetro 4 cm y 0,7 cm de profundidad. Tiene un trazo de 39,5 cm en la parte superior siendo paralelos a los maestros realizados en las B-II-10 y B-II-11; su extremo superior dobla ligeramente hacia la izquierda los últimos centímetros.

 Fig II-B-14.- Esta nueva cazoleta nos ha llegado muy tenue, tiene 2,5 cm de diámetro y unos milímetros de profundidad; se situó 2,3 cm inferiormente a la B-II-13. Esta  cazoleta se acompañó de un pequeño trazo de 5 cm desprendido inferiormente con un ángulo de 45º hacia la parte inferior izquierda.

Fig II-B-15.- Es la última cazoleta descrita en este subconjunto; mide 4 cm de diámetro y 0,8 cm de profundidad, se situó a 1,3 cm en la parte superior derecha del trazo correspondiente a la cazoleta B-II-13 y a unos centímetros del límite N de este espacio.     Un trazo de 33,3 cm fue realizado en su parte superior, también de tendencia paralela a los de las B-II-10 – 11 y 13; sus 12 últimos centímetros de la parte superior doblan hacia la izquierda.

 Trazos lineales anexos a la figura II-B-15

Fig II-B-15-a-b-c-d-e-f y g.- El trazo a es de tendencia vertical y paralela al anterior, mide 12 cm y se situó 1,2 cm a su derecha en el comienzo de la mitad superior. El b se situó 1,6 cm a la izquierda del trazo maestro, en la zona central alta y mide 9,5 cm. El segmento c es muy fino y tiene 6 cm, se situó a 3 cm de la parte superior de la cazoleta cazoleta cortando al segmento maestro, fue realizado con un ángulo superior izquierdo de unos 75º. El d mide 6 cm, fue realizado con un ángulo izquierdo de unos 45º y se situó próximo por la derecha del maestro. En la parte inferior derecha de la cazoleta se trazaron los tres trazos que restan. El e mide 8 cm, su extremo superior está a 1,4 cm a la derecha de la cazoleta siendo paralelo a los mencionados en las cazoletas de esta parte. Bajo él está el f que mide 9 cm y trazado con una angulación superior derecha de unos 38º; su parte izquierda central está a escasamente 1 mm del extremo inferior del e. Finalmente el g mide 8 cm y fue realizado con un ángulo superior de unos 15º; está situado unos milímetros a la derecha de los dos anteriores.

 4. 3. CONJUNTO III

   Este nuevo conjunto se situó en una pequeña superficie contigua por la derecha inferior, en el mismo plano horizontal que se realizaron las cazoletas. Esta nueva superficie presenta también tendencia rectangular, tiene de largo 25 cm y de ancho 15 cm estando igualmente alisada y limitada por rachones naturales; su sentido longitudinal está próximo al N-S (Fig 3. Lám II).

 Fig III-1.- Este número corresponde a un trazo de 4 cm realizada con un ángulo superior derecho de nos 40º; se situó a 1 cm del límite S de esta superficie.

Fig III-2-3-4-5-6 y 7.- El número 2 es otro trazo de 9,5 cm, realizado en dirección próxima a la vertical y cuya zona central esta situada un par de milímetros a la derecha del extremo superior del trazo 1. El número 3 mide 9 cm, fue realizado con tendencia paralela 0,7 cm a la derecha del anterior estando sus extremos superiores al mismo nivel. La línea número 4 mide 13,4 cm, tiene un ancho de 1 cm y una profundidad semejante y esta situada 1 cm a la derecha de las anteriores siendo también paralelas; comienza 2 cm por encima de las dos anteriores. Continúa a la derecha un nuevo segmento, el número 5, que mide 5 cm y es también paralelo. El trazo número 6 mide 10 cm y es igualmente vertical. El 7 mide 7 cm y se realizó inclinado hacia la izquierda con un ángulo de 45º, parte del extremo superior del trazo anterior y forma con él un ángulo de unos 45º en la parte inferior derecha.

 Fig III-8.- Esta figura es un cruciforme cuyo grueso brazo vertical mide 7,8 cm y el horizontal 8,2 cm, ambos se cortan a 2,2 cm del extremo superior. En los dos ángulos inferiores que determinan se realizaron cuatro segmentos de 7 , 5, 5,5 y 6,2 cm que tienden a determinar cuatro ángulos agudos de unos 20º.

Fig III-9.- Esta figura corresponde a una pequeña cazoleta de 3 cm de diámetro y 0,3 cm de profundidad, fue situada 1 cm más abajo del extremo inferior del cruciforme.    Un trazo de 6,2 cm fue realizado desde el cuadrante inferior izquierdo de la cazoleta formando un ángulo con la vertical próximo a los 45º.

 4.4. CONJUNTO IV

    Fue realizado en una superficie contigua por la derecha a la utilizada para realizar el conjunto II; el plano resulta elevado en unos 18 cm del anterior y se extiende hacia el lado derecho unos 20 cm y otros tanto hacia la parte inferior donde también desciende otro escalón; la parte E –posición del observador- tiene la roca elevada e irregular (Fig 2. Lám III).

 Fig IV-1.- La primera figura está situada a la izquierda de esta superficie en el límite de la roca. Es una cazoleta claramente elíptica cuyo eje mayor mide 7,5 cm y 6,5 el menor; el primero se realizó en dirección NW-SE..

   Esta figura tiene en su parte inferior tres trazos equidistantes, bien centrados y de tendencia radial. El primero por la derecha, el más superior; mide 12 cm y tiene adosada en su extremo inferior otra pequeña cazoleta de 3 cm de ancha y  0,5 cm de profundidad. El trazo central mide 16 cm y tiene hacia su parte central una cazoleta de 2,4 cm y 0,4 cm. El tercer segmento es de 15 cm y tiene en su extremo inferior una cazoleta de 3,5 cm de diámetro y 0,3 cm de profundidad.

 Fig IV-2.- Corresponde a una nueva cazoleta situada escasamente 1 cm a la izquierda de la última descrita en la figura anterior; mide de diámetro 3 cm y es 0,3 cm su profundidad.

Fig IV-3.- Este número corresponde a una figura algo más compleja. Una cazoleta IV-3-a, de 3 cm de radio y 0,4 cm de profundidad, fue situada  10,5 cm a la derecha de la cazoleta elíptica. De ella salen tres trazos: el primero parte de la parte derecha, tiene unos 12 cm, es convexo hacia el W y termina en horquilla; otro sale de la parte central de su cuadrante inferior izquierdo y señala la dirección NW-SE, mide 22,3 cm y corta en su parte media inferior a los tres segmentos radiales de la fig IV-1; el tercero segmento mide 12,5 cm y sale de la parte inferior derecha de la cazoleta reseñada; de su extremo parte un trazo perpendicular al segundo –central- de la última cazoleta que completa con los anteriores una forma triangular de alabarda; hay otra cazoleta, la IV-3-b, de 3 cm de diámetro y 0,5 cm de profundidad, cuya posición apunta la unión de estos últimos segmentos pero no llegando a ellos.  En la parte derecha de la cazoleta IV-3-b, se realizó otro de 19 cm que corta también de forma perpendicular al segundo trazo central de la cazoleta IV-3-b y termina en los extremos de la forma de horquilla mencionada al describir el primero de estos trazos. Parecen hacer alusión a un arco rudimentario –forma arqueada en la parte superior derecha- que lanzaría una alabarda sin refuerzo central.

 4.5. CONJUNTO V

    Este nuevo conjunto se grabó en un pequeño plano liso situado a la derecha del número IV, tras ascender un escalón de 3,5 cm hacia el N; el pequeño espacio en su zona E está algo deteriorado por lo que no se puede precisar si en él hay algún tipo de realización (Fig 3).

Fig V-1 y 2.- Corresponden a dos trazos de 3 y 5,2 cm y se realizaron hacia el centro de la zona. El 2 ocupa una posición horizontal y el número 1 fue realizado superiormente.

Fig V-3.- Es un trazo de 6,5 cm realizado 3 cm bajo la parte derecha del número 2 su posición se logró con un ángulo superior izquierdo de unos 15º.

 Fig V-4.- Este nuevo segmento mide 6,4 cm; se realizó 1 cm a la derecha del extremo inferior del número 3 y con un ángulo superior derecho de unos 15º; de su parte central derecha sale hacia la parte inferior un trazo de 4,3 cm logrando con él una forma horquillada de unos 15º.

 Fig V-5.- Un nuevo trazo de 3 cm fue situado 2,5 cm a la derecha de la zona central del anterior siendo paralelo al mismo.

 Fig V-6.- Ya cerca del límite derecho inferior de este espacio se observa una línea fina de 4,4 cm cuyo extremo izquierdo está a 1 cm de la zona media superior del número 5; presenta una angulación hacia la derecha de unos 75º.

 4.6. CONJUNTO VI.- Este conjunto se realizó próximo al extremo derecho de la roca. Para su trazado el autor debió cambiar de posición y, por lo general, colocarse en el lado N ya que los  la mayoría de los trazos cambian de dirección pasando de estar próximos a la E-W a indicar el N-S; de esto se desprende que por lo general las figuras obtenidas pasan a tender a la horizontalidad con respecto al observador situado como antes en el E (Fig 2. Lám III).

        La superficie sobre la que se realizó este conjunto salva un pequeño escalón superior de 0,8 cm y tiene las mismas características naturales que los anteriores ocupando los líquenes cenicientos su superficie; ellos dificultan la visión de los grabados pero también les protege.

Fig VI-1.- Esta figura corresponde a una cazoleta situada en la parte superior, tiene 2,5 cm de ancha y 0,8 cm de profundidad; en su parte izquierda se realizó un trazo de 9 cm con tendencia horizontal.

Fig VI-2.- Fue situada 3 cm más abajo del extremo izquierdo de la figura 1. Corresponde a una forma lanceolada con refuerzo central, su ancho máximo tiene 6 cm y el largo es de 16,8 cm; la hoja comienza a 4,2 cm del extremo izquierdo, su sentido es el N y la posición es horizontal con respecto al observador que debe seguir en el lado E. La parte inferior de esta figura tiene peor un acabado titubeante y más impreciso.

 Fig VI-3-4 y 5.- Corresponden a tres trazos cuyas medidas comenzando por la izquierda están próximas a los 3,8 – 5 y 1,6 cm; fueron situados muy próximos, formando un desligado y ligero zigzag escasamente situadas un par de centímetros bajo la forma lanceolada.

Fig VI-6.- Esta figura es compuesta, está formada por un trazo de 14,5 cm realizado 1,8 cm bajo los anteriores y en posición horizontal. Bajo él, a 2 cm hay otro paralelo de 13,6 cm. Del extremo izquierdo del primero y cortando al segundo se observa otro de 8 cm que forma dos ángulos con los anteriores de 45º hacia la parte inferior derecha.

Fig VI-7 y 8 .- En un pequeño espacio que hay entre estas figuras y el límite izquierdo de la roca se realizaron dos trazos de 4 y 6 cm, fueron ejecutados tendiendo a indicar un ángulo agudo de unos 30º de abertura superior.

Fig VI-9.- Corresponde a un trazo de 15,5 cm realizado en la parte inferior de todos los anteriores, construido con un ángulo de unos 45º, su extremo derecho corta a los dos paralelos de la figura número 6.

   Bajo esta última figura hay un espacio algo deteriorado que pudiera haber contenido alguna figura actualmente se observan solamente con claridad uns finos racheados de apariencia natural.

Fig VI-10.- Esta figura se realizó 3,8 cm a la derecha de la número 9, es una forma de ángulo agudo de unos 35º, adosada por la derecha a un fino racheado resultando una forma triangular.

 Fig VI-11.- Es otra gruesa línea de 13,5 cm realizada 1,2 cm bajo la forma anterior y ocupa el centro de la superficie siendo la disposición parecida a la número 9.

Fig VI-12.- Un nuevo trazo de 7 cm fue realizado a unos 2 cm bajo el anterior y en ángulo superior derecho de unos 15º.

   A 5 o 6 cm hacia la parte derecha de este segmento quizás pueda reseñarse una cazoleta pero su superficialidad nos impide ofrecer dimensiones con claridad.

 4.7. CONJUNTO VII.- Este conjunto presenta escasa figuras y fueron realizadas de forma discontinua, hay que trasladarse hacia la derecha a unos 30 cm y a la misma altura de la figura 1 del conjunto VI. La superficie es menos lisa (Fig 4).

 Fig VII-1.- Es una figura angular semejante a la número 10 del conjunto VI, los lados miden 7 y 7,4 cm siendo ligeramente cóncavos hacia el exterior, también se dispusieron adosados a la izquierda a un fino racheado que allí presenta la roca.

 Fig VII-2-3 y 4 y 5.- Corresponden a cuatro trazos de tendencias horizontal y paralela; de arriba abajo miden 3,5 – 9 – 6 y 9,8 cm; se dispusieron muy cerca del extremo natural de la roca y 25 cm bajo la figura 1.

4.8. CONJUNTO VIII

       El conjunto se realizó en una roca situada un par de metros hacia el E, algo alisada por el centro donde se encuentran los trazos(Fig 4. Lám IV).

Fig VIII-1.- Corresponde a una línea en posición horizontal, de unos 12 cm, situada cerca del extremo W de la roca.

Fig VIII-2.- Bajo la figura anterior, pasado unos 20 cm de un racheado,se realizó con el mismo tipo de incisión un ángulo agudo de unos 45º; sus lados miden 10 cm y el superior es de tendencia horizontal.

Fig VIII-3.- Unos 20 cm a la izquierda de los extremos de los lados de la figura anterior y cerca del límite de la roca se observa finamente trazada una forma de flecha con peciolo central rematado por la izquierda con una pequeña cazoleta; toda la figura mide unos 12 cm.

 Fig VIII-4.- Corresponde esta numeración a un trazo horizontalde unos 16 cm realizado inferiormente a la izquierda a unos 30 cm de la figura anterior y cerca del límite E de la roca.

 5. El ENTORNO ARQUEOLÓGICO

       El E de la penillanura no ofrece restos arqueológicos destacables en las inmediaciones. Tenemos noticias de una azuela pequeña de cuarzo común rosado, pulimentada, hallada en un impreciso lugar de una finca próxima llamada Vallispedro, hoy este material se halla en paradero desconocido.

        Hay que separarse unos 7 u 8 km para encontrar los poblados de Almoroquí y El Tercio-La Coraja. El primero no ha sido excavado y tanto las cerámicas como la inscripción del SW, halladas en superficie, nos remiten a un particular comienzo de la Edad del Hierro. La estela de guerrero y la inscripción del SW pueden remitirnos a épocas  próximas (Beltrán 1973).

      El poblado del Tercio-La Coraja ha sido excavado muy parcialmente y no se ha publicado una memoria completa de los numerosos materiales encontrados. Solamente existen estudios parciales  referentes a la Edad del Hierro. Sin embargo este asentamiento posee datos suficientes para saber que su existencia debe remontarse a épocas muy anteriores: la alineación de ortostatos desmontados y reubicados en su interior, una punta de flecha de silex observada por nosotros en los residuos superficiales procedentes del cribado, algunas cerámicas pulidas cuya tradición se puede remontar a la Edad del Bronce, la potencia de varios metros de espesor en la parte central del yacimiento… A nuestro juicio este poblado merece un estudio mucho más profundo. (Redondo 1987; Civantos 1988; Esteban 1993).

       Algo más distantes, entre 10 y 12 km, están los grabados del río Tejadilla (Rubio 2000) y a mayor distancia aún los del Cándalo (Rubio 1999 y 2000), Valdehonduras (Rubio 2001) y Collado de S. Cristóbal, Zarza de Montánchez (Rubio 2003) -presente en este mismo trabajo por los grandes paralelismos que tiene con el de Boticojos; con el resto de grabados mencionados se pueden establecer relaciones mas distantes.

       Finalmente la punta de alabarda o puñalón de cobre endurecido hallada en el berrocal trujillano (Rubio 1992) y un número de pulimentados no elevado encontrados en esa misma zona así como sus poblamientos Calcolíticos y de primeras fases del Bronce (Rubio 1998 y 2003) completan el panorama arqueológico que en general es común a todas estas series de grabados.

6. RELACIONES

     Todos estos monumentos y algunos más del N de la provincia, en la comarca de Hurdes -al menos los de Puerto del Gamo en Casar de Palomero y Peña Rayá en Huetre (Sevillano 1991)-, tienen en común la presencia de trazos, cazoletas, ángulos…, en ellos también se representaron armas de metal por lo general del Bronce Inicial y Medio, desde luego anteriores a la Edad del Hierro. Pero debemos señalar que solamente presentan trazos unidos a cazoletas los grabados denominados Tejadilla XI, Valdehonduras y los del collado de S. Cristóbal.

      En Tejadilla XI lo veíamos al menos en tres ocasiones, en concreto los  números 40 del conjunto IV; el 3 del conjunto III y el número 5 del conjunto V, en ésta con cazoleta oval. Valdehonduras ofrece numerosos ejemplos de esta relación aunque en él, a veces, las conexiones entre las dos formas es más compleja. Como veremos el collado de S. Cristóbal ofrece entre sus grabados una numerosa representación con la misma siplicidad que en Boticojos y, por lo general, a cada cazoleta le corresponde un trazo descendente, cuestión que no queda convenientemente expresada en su representación en los demás grabados apuntados por estar realizados en un solo plano.

      No conocemos relaciones intermedias peninsulares y hemos de marchar al Pirineo para encontrar unas series de grabados que guardan cierta semejanza en cuanto a las cazoletas asociadas a trazos profundos en forma de carena de barco, unas están en los Pirineos Catalanes y otras fueron ejecutadas en los valles de Andorra (Abelanet 2003), (Cantauri 2003).

 7. CONCLUSIONES Y CRONOLOGÍA

       Los grabados realizados en Boticojos se distribuyeron intencionadamente en varios conjuntos y la temática que encierran debe ser variada. El primer conjunto poco puede aportar dada la escasez de trazos. El segundo está dividido en dos partes y ocupa dos planos que se cortan en ángulo obtuso –cuestión poco común- pero que también ocurrirá en el collado de San Cristóbal. Denotan una temática relativa al significado de la cazoleta con trazo concatenado descendente, sin que intervengan otro tipo de realizaciones que pudieran interferir lo expresado; la amplitud del espacio utilizado en relación con el total disponible de éste nos informa del valor e importancia de esta comunicación. Ésta se repite entre 15 y 20 veces substancialmente de forma machacona por lo semejante pero también indicando una gran pluralidad de objetos aunque es verdad que cada grupo de figuras tiene su matización.

       Deben ser tomado como signos y con ellos hacer mención a algúnos cuerpos de forma circular –expresado mediante las cazoletas-, que llenan de momento aquí, un doble espacio –ya veremos como en el collado de S. Cristobal se completan las tres dimensiones que indican una representación en volumen-. Deben ser numerosos y tener energía para que de ellos  se desprenda individualmente hacia una parte inferior -las cazoletas ocupan la parte más alta del espacio y los trazos descienden hacia la más baja-, estos, aquí en Boticojos, alcanzan su plenitud en profundidad y grosor en una distancia indeterminada de la zona central.

       El conjunto III parece hacer mención al único elemento humano, radiado en su parte inferior, esto le puede comunicar un carácter sagrado, de alguna manera con parentesco solar tal y como apuntamos en los contenidos del conjunto XI de Tejadilla. Su representación es coincidente con la forma estelar radiada del conjunto IV, sin que podamos añadir más dado la simpleza de los demás trazos. Debemos mencionar también la cazoleta con trazo adherido tal y como ocurría en Tejadilla, aquí en lugar próximo al sexo. Parecen hacer alusión a una jefatura sacralizada con algúna relación solar que era patente en el S peninsular en épocas pretartesicas y que en nuestra zona se comienza a percibir por estos grabados mucho tiempo antes.

     El conjunto IV ofrece en el W la única cazoleta oval de este grabado y por los tres radios que emite hacia el saliente parece aludir, con poca dudas, a una representación astral, apunta con claridad al Sol. El resto de los trazos y cazoletas, por su complejidad, nos acerca a algunos del grabado de Valdehonduras, en síntesis hace una nueva referencia sideral y armamentista introduciendo un arco novedoso y posiblemente ideal. Su composición no tan simple, ni repetitiva como en el conjunto II.

       Pasamos al conjunto VI dado que el V presenta unos cuantos trazos lineales que poco pueden aportar. En el conjunto la cazoleta con trazo parece presidir la escena -si nos situamos en el E-, el resto de trazos amplía algo más el relato. En él se realizó con claridad una hoja de lanza cuya tipología es muy amplia como vimos al estudiar el grabado del Cándalo, el resto de representación de armas que la acompañan en los conjuntos II-A, II-B, VII y VIII nos hace asegurar una fecha de ejecución durante la Edad del Bronce Inicial o Medio.

      Finalmente en los conjuntos VII y VIII se incluyeron formas angulares unidas a un fino racheado de la roca que indica con claridad formas de alabarda sin refuerzo central semejante a la representada en el subconjunto B del conjunto II y una forma de flecha cuya cazoleta indica el punto donde la fuerza la impulsa, posición que denota energia, entendida ésta como capacidad de realizar  fuerza.

     Si tomamos la figura angular con bisectriz realizada en el subconjunto A del conjunto II comouna representación de alabarda reforzada es este figura quién principalmente debe marcar la cronología, ella apunta en este entorno una fecha de comienzos del Bronce Medio el resto de las formas armamentistas pueden señalar tiempos ligeramente anteriores.

 APÉNDICE GRÁFICO 1: BOTICOJO 

Boticojo Fig 1

                                    Figura 1.- Grabado de Boticojos, conjunto 2

Boticojo Fig 2

Figura 2.- Grabado de Botijos, conjunto III

Boticojo Fig 3

 Figura 3.- Grabados de Boticojos, conjuntos I – III y V 

Boticojo Fig 4

Figura 4.- Boticojos, conjuntos VII y VIII

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Lámina I.- Boticojos, conjunto 2

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Lámina II.- Boticojos, conjunto III

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Lámina III.- Boticojos, conjuntos IV y VI

 

 

 

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