Oct 011980
 

Antolín Abad Pérez.

Nació en Alburquerque (Badajoz) y fueron sus padres Francisco Hernández y María Rodríguez (1); joven – a los 16 años aproximadamente – vistió el hábito agustiniano en el celebrado convento de Salamanca en 28 de agosto de 1625 (2). Al margen de la Patente de profesión se lee: «Pasó a la Misión en 1642», nota que el P. Sicardo dice debe referirse a su paso a Filipinas, porque antes ya había estado en el Perú, adonde llegó en fecha desconocida. En las listas de Expediciones Misioneras a América podemos registrar el paso de una Misión de religiosos agustinos en Nueva Granada en 1630, pero que según la lista que nos ofrece Borges(3) pertenecían a los agustinos recoletos; cinco años más tarde hallamos otra, formada por cinco religiosos, pasa otra expedición a Perú, pero también de la familia descalza o Recoletos (4). No obstante, aunque Borges los hace recoletos, creo sinceramente que sólo pueden ser agustinos calzados, porque para aquel entonces la Familia Recoleta limitaba sus ansias misioneras a Filipinas, para donde comenzó a enviar sus hijos en el año de 1606. Sea como fuere, lo que parece cierto e inapelable es que su arribo al archipiélago magallánico debió tener lugar en 1642, pues todos lo cálculos que hacen franciscanos y agustinos nos llevan a la misma conclusión; pero además el curioso y fiel investigador P. Manuel Merino, mi antiguo jefe en el Departamento de Misionológia de Madrid, al editar la obra ms. Osario Venerable, no aporta otra fecha; en una nota manuscrita de la Segunda Parte del libro: Conquistas de Filipinas se dice lo siguiente: «Llegó este año de 1642 a 3 de febrero, a la Provincia de Filipinas el P. Fr. Baltasar de Herrera. Está admitido con otros dos (5). Ya en Manila, sus superiores le dedicaron al ministerio de parroquias y en 1644 cuidaba de la de Sala; de Quingua en 1645, Tanauan en 1647, Calumpit en 1650 y Parañaque en 1653, volviendo a Quingua en 1656, año en que además era Definidor provincial; pero entonces, añade el P. Vela «le asaltó el escrúpulo de que antes de vestir el hábito agustino, había hecho voto de solicitar el del seráfico Padre San Francisco, creyendo que no debía demorar por más tiempo el cumplimiento de dicho voto; y no obstante el cargo que desempeñaba, ingresó en el convento de PP. Franciscanos de Manila(6). Estos puntos quedan mejor explicados en la documentación que aportarnos y con ellos delante podemos valorar el hecho de su auténtica vocación, como asimismo la actitud elegante, y correcta del Ministro Provincial agustino, quien decía que, si su espíritu era bueno al solicitar la licencia de tránsito, el tiempo lo probaría y no había por qué oponerse a la voluntad de Dios; pero que si era obcecación de momento, también lo diría en breve la realidad de los hechos. Así pues, contando con la licencia de ambos Consejos Provinciales – el agustino para hacer el tránsito y el franciscano para el ingreso – vestía el hábito francisco, dejando la correa, que cambiaba por la cuerda, en San Francisco de Manila en 30 de diciembre de 1. 658; del tiempo de su noviciado sólo sabemos que le tomaron los votos en los días 1 de septiembre de 1658 y primero de diciembre del mismo año, pero que de un total de 16 votos obtuvo 14 favorables, con lo cual pudo hacer la profesión en 31 de diciembre siguiente en manos del P. Miguel de San Juan, y Comisario provincial de la región tagala (vide Partidas nn. 117, 231-3). Pero no en vano se había ganado con anterioridad fama de buen predicador en Manila, en el púlpito de San Agustín, pero es que antes de su paso a América lo reconocían todos su dotes, pues escribían de él en el Osario Venerable «lector de Sagrada Teología y predicador de admirable elocuencia en la Provincia de Castilla»; por lo mismo los Superiores franciscanos de Filipinas le dedicaron a la predicación en Manila, pero también, recordando que antes había administrado en el tagalo- en torno a la Metrópoli y provincias de La Laguna de Bay – ellos le envían a Meycauayan y Dilao. Puedo deciros que al visitar esos pueblos y sus parroquias traté de hallar los nombres y las firmas de nuestros religiosos, pero sinceramente hasta la lápida del P. Francisco de la Concepción, que allí había trabajado por 29 años había desaparecido. Bien, el P. Baltasar de Herrera no sólo atendió a aquellos filipinos, sino que también, valorando sus méritos, fue pronto electo Definidor – 1663 – año en que pasó a La Laguna, de allí a Mabitac, bonito lugar con una balconada asomándose a la llanura y arco de Bay, que embelesa y donde se veneraba una imagen de la Virgen muy querida de toda la comarca. Luego estuvo en Bocavi y finalmente retorna a Sampaloc, donde le alcanza segunda el nombramiento, mejor elección, de definidor provincial – 4 de junio de 1672. Seguidamente recibe de Méjico su nombramiento de Visitador de la Provincial; éste databa de 1674, pero no llegó a ejercer su cometido, porque simultáneamente llegaba también a Manila su presentación por el Rey para Obispo de Nueva Cáceres (22 de enero de 1672). De esta sede tomaba posesión, en su nombre, el P. Pedro de Espallaegas, religioso que se había hecho celebre por su máquina para la extracción de la fibra del abacá; este religioso, recibida la comisión, se personó allí, convocó a la clerecía y provisor eclesiástico -sede vacante- y tomó posesión de la misma luego de jurar su cargo y prometer respetar y hacer respetar los derechos de aquella Iglesia en la fecha 21 de agosto de 1674 (véanse los documentos…

Pero el P. Baltasar debió tener muy presente que había prometido pobreza y obediencia y que en realidad de verdad era pobre y por lo tanto escribe al Rey español recordándole su situación especial y que para negociar sus bulas en Roma, necesitaba ayuda por la pobreza propia v del Instituto a que pertenecía, por lo que recurría a su magnificencia regia. Se le contestó favorablemente diciendo que el Rey pagaba los costos con fecha 2 de abril de 1675, pero ya fue inútil toda gestión y ayuda, porque su salud, minada por los trabajos, clima y enfermedades, se rompía definitivamente en Manila, donde le había sorprendido la última enfermedad, el 2 de septiembre de 1677 (Domingo ABELLA, The sea of the Nueva Cáceres, Manila 1954, 74-5 notas 90-91).

ESCRITOS. –

No son muchos, pero si que nos evidencian la fama lograda en el púlpito justamente y su preparación científica, como seriedad teológica.

a) Podrían muy bien ser el signo de todo misionero en el Extremo Oriente, porque todos sus sermones y panegíricos y además, aunque impresos y pronunciados en Manila, algunos, los primeros dos tomos, fueron pronunciados y hasta impresos en tagalo, con lo que nos prueba su sincera consagración a la obra evangelizadora.

Nos conviene tener presente que al ser predicados en Manila, la metrópoli filipina, su atención apostólica pudo muy bien limitarse a la población española y a la administración del Archipiélago, que a su vez era también de habla española. Pero no los dos primeros tomos, como acabo de decir, fueron pronunciados en Tagalo y en Tagalo dados a la imprenta, lo cual nos evidencia su apostolado ecuménico, sin fronteras: para españoles y filipinos, administración y administrados. Hay algo más.

b) Después de esos dos tomos en tagalo lo que se llevó a la imprenta de nuestro P. Baltasar de Herrera es su panegírico a San Fernando, rey, que fue predicado el día tercero de la Octava en las fiestas de canonización de San Francisco de Borja, y como tal lo podemos hallar impreso en los folios 51v. al 38 del libro «Descripción festiva y verdadera relación» de las mismas fiestas; además celebraron en ellas la beatificación asimismo de San Fernando y de San Estanislao de Kosha, Manila 1674. A propósito de este panegírico se dice allí y podemos leerlo: «La seráfica Religión terció este día – miércoles- alzándose en el afecto con los primores de la primera. Ministró el altar el reverendo Padre Fr. Juan de Jesús de María, guardián del convento de Manila; y engrandeció el pulpito el reverendo Padre Fr. Baltasar de Herrera. Predicó las glorias del beato rey Don Fernando, coronando tan real asunto con tan majestuosas pruebas, que sin reparar en lo formal le calificaron todos en la realidad con el título de predicador del Rey.

c) Sermones varios, predicados en Manila -ya en su presentación se dice allí que lo fueron por el Ilmo. Sr. D. F. Baltasar de Herrera, religioso antes del Orden de San Agustín y después de los Descalzos de San Francisco, Obispo electo de la Nueva Cáceres en las Islas Filipinas; están dedicados a la Reina nuestra Señora Doña Mariana de Austria. Lleva los escudos unidos de las dos dos Ordenes misioneras -agustina y franciscana- entre adornos tipográficos y lo fueron en la imprenta de la Compañía de Jesús, por Santiago Dimatangso, Manila 1675. -En 4º de 8 hh. preliminares, s. n. 219 ff. de texto y 6 pp. en blanco, s. n. al final. -La aprobación está firmada por el ilustre cronista dominico P. Baltasar de la Cruz. Pero de la introducción sacamos unas palabras, que expresan muy sus fines y sentimientos, manifestados así: «Ofrezco este tomo de sermones varios, dividiéndolo en dos partes, como frutos de otras dos partes en que se divide el período de mis días en el estado religioso. Que después de treinta y cuatro años, que indignamente ceñí la correa de mi padre San Agustín, estando en este reino de Filipinas y atraído de una natural devoción, que siempre tuve a mi Padre San Francisco, ice tránsito a su Orden. Y habiendo llegado en ella, después de diez y seis años – a ser Obispo de la Nueva Cáceres, por ocuparme en aquello, que siempre ha sido mi más cursado ejercicio, aunque entrre el ministerio de las almas, y doctrina de indios, determiné mandar a la estampa estos pocos sermones entresacados de los que en uno y otro santo hábito he predicado, poniéndolos en dos clases, y como remiendos mutuamente los unos de los otros, ya los delimiste (sic) honrando el sayal, ya los del sayal bordando al limiste. Y por ser estos sermones, unos antiguos y otros modernos, como repartidos en treinta y cuatro años que he predicado en esta ciudad de Manila, podrá la juventud advertir en ellas las frutas nuevas y las invernizas, que Salomón menciona, y escoser conforme la simpatía de los ingenios.

Papel muy malo de calidad y el ejemplar casi único conocido perteneció al Señor Gariño(Cf. P. Jorde -Elviro J. Pérez, Osa., p. 83-183, Huerta, Estado de la Provincia, Manila 1865, 430; P. Cano, p. 74).

He visto la portada reproducida también en Toribio Medina, La Imprenta en Manila, pero más acta en Retana, W., Aparato bibliográfico de la Historia General de Filipinas, I, años 1524-1800, Madrid 1906, pág. 147 n. 134.

APÉNDICE DOCUMENTAL. –

2. Acuse del recibo de la obediencia para hacer el tránsito de su Provincia Madre agustina a la Franciscana de San Gregorio. -Quingua, 24 de diciembre de 1657

Padre nuestro: Hoy, lunes, vigilia de la Natividad, llegó la respuesta de nuestro Padre concediéndome licencia con mucha piedad y allí queda; y a este concento entregado al P. Francisco de Medina Verdugo, con que mañana martes… y pasada a la tarde me tendrá Vuestra Paternidad M. R. en ese convento, pues Dios nuestro Señor así lo ha dispuesto, el cual guarde a V. R., como este su hijo desea. Quingua y diciembre 24 de 1657 años.

Hijo humilde de V. R., Fr. Baltasar de Herrera, rubricado. – Esta era el acuse de la siguiente Patente:

1. – Carta del P. Alonso Quijano al P. Baltasar de Herrera- Concediéndole licencia Manila, 22 de diciembre de 1657

Padre Definidor Fr. Baltasar de Herrera

Recibí la de V. Reverencia y considerando el espíritu grande con que desea hacer tránsito a la Orden del seráfico Padre, hiciendo (sic) yo escrúpulo muy grande, no sólo en estorbárselo a V. R., sino aun en disuadirlo dello(sic) por modo de consejo; pero digo de paso que en esta Religión y en todas puede un religioso ser santo y también hallar ocasiones grandes para su condenación, porque si, por hacer el tránsito a otra Religión se dejara el hombre a si mismo adonde sale bien, me parece que con la mudanza pudiéramos esperar gran logro de nuestros deseos buenos; pero el trabajo es, Padre Definidor, que donde quiera que vamos nos llevamos a nosotros mismos.

En todas las Religiones ha habido grandes santos y quiera nuestro Señor logre V. R. sus intentos con los dones de gracia, que puede darle. Y asi, por lo que a mi toca, en todo lo que pudiera y puedo, le doy a V. R. la licencia para pasarse a la Orden del seráfico Padre San Francisco; pero ya sabe V. R. que todo lo que tiene a su uso, así sus libros, como los que V. R. tiene de las librerías de este convento y Religión, los debe V. R. entregar con todas las demás cosas de su particular, como del convento. Y así el portador de ésta es el P. Fr. Francisco de Medina, a quien entregará V. R. lo uno y otro por cuenta y razón. –

Guarde nuestro Señor a V. R. muchos años en su santo servicio. Manila y diciembre de 1657. -Fr. Alonso Quijano.

3. – Carta sin destinatario, pero parece ser va dirigida al Provincial de San Gregorio OFM. Tondo, 26 de diciembre de 1657 –

Padre nuestro: Muy buenas y alegres Pascuas he tenido con la memoria que V. R. tiene de mi por el aviso que su salud me da; y me pesa no sea muy cumplida, porque la estimo como la mía propia, la cual goce V. R. por muchos años con Pascuas muy felices y alegres. A Dios gracias, yo quedo con salud para servir a V. R. como tan aficionado y obligado a los muchos favores que V. P. me hace.

Los días pasados fui a Polo juzgando hallar allí a V. P. para besarle su mano y estarme allí un par de días, que me pesa mucho no haberle hallado a V. R. por ser tan buena ocasión, que la deseaba mucho. Y procuraré buscarla despacio.

En cuanto a la licencia del P. Definidor Fr. Baltasar de Herrera, que pide para el tránsito, se le envié con mucho gusto y, aunque fuera el Maestro Basilio Márquez, hiciera lo mismo por dos razones: la primera, porque si es por espíritu bueno y el lograrlo le parece que consiste en mudar la vocación (que pluguiera a Dios lo fuera), nunca permita nuestro Señor que yo estorbe tan buenos intentos; y es querer hacer mimos o cocos pareciéndole que necesitamos de su persona: el se ha de desengañar por sí mismo, que las Religiones no necesitan de ningún particular, por aventajado que sea en todas calidades.

Sólo se decir a V. Paternidad que donde quiera que varaos, nos llevamos a nosotros mismos. De mi parte pediré a nuestro Señor le dé su gracia… para que logre su santa vocación.

Su divina Majestad me guarde a V. P. por los muchos años que deseo. Tondo, 26 de diciembre de 1657. Su humilde hijo e V. P. M. R.

Fr. Alonso Quijano (son 2 folios)

4. – Partida de Vestición del hábito franciscano.

a) Digo yo, Fr. Francisco de San José, Guardián de San Francisco de Cáceres, que tomó el hábito de nuestra sagrada Religión Fr. Baltasar de Herrera, religioso de la Orden de nuestro Padre San Agustín, día 30 de diciembre de 1657, y se le tomaron los segundos votos hoy día primero de septiembre, conforme a las Ordenaciones de la Provincia; fecha en este convento de Manila en primero de septiembre de 1. 658 años. –

b) En primero de diciembre se tomaron los votos al susodicho novicio Fr. Baltasar de Herrera, y de diez y seis votos que hubo en la Comunidad, tuvo catorce votos en dicho día, mes y año. – Fr. Mateo de la Anunciación. -Partida tachada- al margen dice: profesó –

c) Tachada y de otra letra tenemos también la Partida siguiente:

La fe de la profesión está supra. Hoy treinta y uno de diciembre, después de Maitines, profesó Fr. Baltasar de Herrera en manos de nuestro Hermano Fr. Miguel de San Juan, Custodio de esta Provincia y Comisario de las Provincias de tagalo, por licencia de nuestro Hermano Provincial, nuestra santa Regla con toda la solemnidad que el derecho y nuestras Constituciones piden. -Por el dicho nuestro Hermano, Fr. Francisco de San José. – al margen: hizo esta profesión en 31 de diciembre de 1658»

(M Rubio, Tomas de Hábito y Profesiones, Madrid 1961, 98, nn. 231-2). –

5. – Partida de Profesión auténtica

Digo yo, Fr. Miguel de San Juan, Custodio de esta santa Provincia de San Gregorio de Filipinas y Comisario provincial de ésta de los tagalos por nuestro Hermano Provincial Fr. Juan de Capistrano, que en este convento de nuestra Señora de los Angeles de Manila, en treinta y uno de diciembre de mil y seiscientos y cincuenta y ocho años di la profesión de nuestra santa Regla de nuestro P. San Francisco, al Hermano Fr. Baltasar de Jesús de Herrera, religioso que era de nuestro Padre San Agustín, llamado antes Fr. Baltasar de Herrera, habiendo precedido antes todo lo que mandan nuestros Estatutos. Y por ser así lo firmamos, etc. – Fr. Miguel de San Juan, Custodio y Comisario; Fr. Antonio de Ciudad Rodrigo, Fr. Pablo de la Visitación. Fr. Baltasar de Herrera «(Tomas de Habito y Profesiones de la Provincia de San Gregorio de Filipinas (1583-1736)? Madrid 1961, 76, n. 117)

6. – Toma de posesión del Obispado de Camarines, en nombre del P. Herrera, por el Guardián de Canaman, P. Pedro de Espallargas –

En la ciudad de la Nueva Cáceres, provincia de Camarines, en veinte y un días del mes de agosto de mil y seiscientos y setenta y cuatro años, el Rdo. P. Predicador Fr. Pedro de Espallargas, Guardián y Ministro del pueblo de Canaman desta dicha Provincia, se presentó ante el Sr. Beneficiado Don Luís Navarro, provisor eclesiástico en «sede Vacante deste Obispado con poder y carta misiva, otorgada en la ciudad de Manila por ante Luís de Oñate, escribano real, que le remitió el ilustrísimo y reverendísimo Señor Don Fr. Baltasar de Herrera, del Consejo de su Majestad y Obispo electo deste dicho Obispado, por el cual le pide tome posesión en forma en su nombre de él. Y habiendo leído en público dicho poder y carta, el dicho señor Gobernador eclesiástico le llevó a la santa Iglesia Catedral desta ciudad y dio dicha posesión; y habiéndose incado de rodillas el dicho Padre Predicador Fr. Pedro de Espallargas ante su merced, el cual le hizo ayer la protestación de la fe con el juramento que se acostumbra; y asimismo juró de guardar y cumplir los Estatutos y erección desta santa Iglesia y de no ir contra ellos y defender el misterio de su Inmaculada Concepción, todo lo cual hizo puestas las manos sobre un misal diciendo (sic) «juroet spondeo, sic me Deus adjuvet et haec sancta Dei evangelia». Y levantándose dicho Señor Provisor le puso el bonete en la cabeza y le sentó en la silla y asiento de los Srs. Obispos desta santa Iglesia; desdes de lo cual le llevó al altar mayor y tomó el incienso e incesó el Santísimo Sacramento; desdobló unos corporales y los volvió a doblar y se le dio entrega de las llaves de dicha Iglesia, todo lo cual hizo dicho reverendo Padre Predicador en señal de posesión, la cual tomó quieta y pacíficamente y lo firmaron dichos Sr. Beneficiado Don Luís Navarro y Rdo. Padre Predicador Fr. Pedro de Espallargas, de que yo el Almirante Don Manuel de Alarcón y Bargas, Alcalde Mayor y Capitán de guerra desta provincia de Camarines por su Majestad, doy fe, como juez provisor, por falta de escribano público y real, ni notario de juzgado eclesiástico y en presencia de los testigos acompañados y demás testigos, que lo fueron presentes, los PP. Predicadores Fr. Francisco de San José, Fr. Francisco de San Buenaventura de Cheles, el beneficiado Manuel de los Ríos y Gaspar de los Reyes, y de ello doy fe.

Firmados: Don Luis Navarro – Fr. Pedro de Espallargas, por ante mí Don Manuel de Alarcón y Bargas, juez provisor (conservador) – José Martín, Antonio de Zabala…

(Documentos todos del ARCHIVO MISIONAL DE MADRID (AFIO).

Oct 011977
 

Antolín Abad Pérez.

Los franciscanos, que ayudaron a Colón en su empresa descubridora, pronto le acompañaron en sus viajes y siguiendo la ruta de los conquistadores irán sentando las bases de su evangelización. Con Fr. Martín de Valencia y sus compañeras fijan las líneas de una actuación coordinada, se reparten aquellos grandes espacios y echan los cimientos de acuella Iglesia, que llega a ser en breve uno de los más ubérrimos campos de las misiones católicas y el centro irradiados de todo proselitismo. Con Fr. Juan de Zumárraga ofrecerán el primer Obispo-Arzobispo de tierra firme, como antes con Fr. García de Padilla el primer Obispo de la tierra descubierta. En pocos años, merced a esos planes elaborados por aquellos 12 primeros apóstoles, se extendieron por todo ese inmenso territorio jalonando su ruta con la fundación de misiones, Custodias y Provincias.

Para su atención y despacho, ya desde los primeros anos del siglo XVI, la Orden había cometido ciertas facultades al Guardián de Sevilla, quien debía velar por sus asuntos, negociarles los despachos y embarcarlos para su destino consiguiéndoles los aviamientos necesarios; desde 1532 cuidará de que no embarque para el Nuevo Mundo ningún religioso sin las debidas licencias y en 1533 se le dan facultades de Comisario sobre todos los frailes que van y vuelven de América, además de exigir que y hacer cumplir lo estatuido sobre la aportación que cada Provincia debía a la gran empresa colonial. (P. Borges, Comisarios generales de Indias, AIA.23,1963,145-63).

Los religiosos marchaban a América, bien por iniciativa propia, bien respondiendo al estímulo alentador de los Comisarios colectores con sus cartas pidiendo voluntarios o ya influenciados por al ambiente normal de conquista que se respiraba por doquier. Y así las expediciones se suceden en un flujo y reflujo, un ir y venir, que debía ser controlado y dirigido desde arriba. De hecho en poco tiempo la misión americana conoció un auge sin precedentes en la historia misional y los éxitos de tal apostolado superaron toda esperanza y augurio; según Relación enviada a Carlos V, pasaban de 20 millones los nuevos cristianos, que habían recibido el bautismo por la acción apostólica de los hijos del Poverello. Por esto mismo podía escribirse aludiendo a la acción de las primeras generaciones: «A la conquista de la espada siguió la conquista de la fe; tras el duro soldado que con su muerte y exterminio venía a arrebatar a los indios la tierra de sus mayores, llegaron los primeros frailes a darles con dulzura y caridad un cielo desconocido para ellos, un cielo todo amor y ternura. Sin los 12 gigantes del corazón, Fr. Martín de Valencia y sus compañeros, que vinieron después, la obra de Cortes se habría perdido. Este habría ganado la tierra para los Reyes; aquellos venían a ganar un pueblo para la humanidad»(Santa Clara Córdoba, Antonio ofm. La Orden franciscana en las repúblicas del Plata, Buenos Aires,1934,15).

La Misión de América se formó y desarrollo con la aportación de todas las Provincias franciscano-españolas y estas dieron lugar a la creación y erección en aquellas partes de 17 nuevas Provincias y 4 Custodias.

En Madrid Felipe II ve que todo ese despliegue misional no puede estar bien dirigido sin una cabeza superior, no solo en Ultramar, donde cuentan con Comisarios y superiores propios, sino aquí en España, donde tiene lugar el reclutamiento y leva misionera; es por ello que insiste en la creación de un organismo con autoridad sobre todos ellos, que vigile sobre el personal voluntario o seleccionado que atienda a sus negocios en la Corte, tramite sus expedientes, vele por la disciplina y consiga la ayuda regia. A su vez debe procurar sostener aquellas Misiones para que no decaigan, elimine a los ineptos o indignos y tanto en Madrid como en Sevilla y Roma sea su valedor y hombre de negocios. Todo fue logrado con la creación del organismo que pasaría a la Historia con el nombre y facultades de Comisaría general de Indias con residencia en la Corte y al que estarían inmediatamente sujetos los Comisarías de Méjico y Perú, quien se repartían la autoridad y cargos en sus circunscripciones respectivas en que se hallaban divididas las Misiones de Ultramar. Este Comisariado fue creado en la Congregación general franciscana de Toledo en 1572, en los Padres capitulares así lo acordaron y el Ministro general, P. Cristóbal de Capitefontium, a propuesta de Felipe II, nombraba Comisario general al extremeño P. Francisco de Guzmán.

A partir de esa fecha las Misiones adquieren nuevo ritmo y las cosas de América marchan mejor, como lo reconocería el propio Rey y lo hacia resaltar a los Agustinos, Dominicos y Jesuitas, deseando proveyeran un cargo idéntico en sus Familias, lo que por razones varias no tuvo efecto.

Y no le faltaban razones al Rey prudente, porque desde 1553 en adelante fueron pasando a América a razón de 100 religiosos por año, poco más o menos. Y en concreto ese mismo año de 1553 hicieron tránsito allá 212 misioneros: 12 agustinos, 50 dominicos y 150 franciscanos. Que los frutos de tal Comisariado y central dirección de las cosas misionales fueron palpables nos lo dice el dato espectacular de que al finalizar el reinado de Felipe II hablan partido para las Indias unos 5000 religiosos, cuya proporción queda fijada en el cuadro siguiente:

Dominicos , 1.670
Agustinos, 470
Jesuitas, 350
Mercedarios, 300
Franciscanos, 2.200.

Solamente en el año de 1.572 pasaron allá:

Dominicos, 215; Franciscanos 335 (Luis Arroyo, ofm., Comisarios generales de Indias, Madrid 1952,1-3).

Más elocuente será la estadística de lo que aportaron a Filipinas en solo 25 años – desde 1.575 a 1.595, que es como sigue:

1.575 = 40 agustinos con el P. Herrera.
1.578 = 12 Agustinos con el Gobernador Ronquillo … = 20 Franciscanos con el P. Alfaro
1.979 = 20 Dominicos y 6 sacerdotes con el Sr. Obispo Fr. D. de Salazar
1.580 = 30 Agustinos con el P. Ortega … = 28 Franciscanos de la llamada Misión del Pendón, P. Talavera –
1.586 = 40 Dominicos con el P. Crisóstomo
1.590 = 24 Agustinos con el P. Mendoza
1.592 = 60 Dominicos con el P. Volante
1.593 = 50 Franciscanos con el P. Ortiz
1.594 = 100 religiosos: 30 Franciscanos, 25 Dominicos y 25 Jesuitas.
1.595 = 30 Franciscanos con el P. Juan de San Francisco.

Todos sumados nos dan un total de 454 misioneros que en ese lapso de tiempo, 20 años, salieron de España y Méjico para Filipinas (Javier Montalbán, SI., El Patronato español y la conquista de Filipinas (Bibliotheca Hispana Missionum, IU, Burgos 1930,119).

Todo el estadillo nos hablará de la conveniencia y servicios de un Comisariado general y al particular de la Orden Franciscana. El resultado de la acción combinada e inteligente entre los Comisarios de Indias de Madrid y los de Méjico y Perú) traerá un desenvolvimiento enorme que halla su expresión en las cifras y datos del P. Ocaña en su Relación al Capítulo general y a Roma, en la que con sólida documentación y los informes de los Provinciales y Superiores de las Misiones de aquellas tierras podía escribir: «que nuestra Religión convirtió y bautizó ella sola más de 37 millones de indios y hoy actualmente (1635) tiene debajo de su administración más de tres millones de ellos …»; pero eso le ha costado hasta la fecha la sangre generosa de 100 mártires de la Primera Orden y otro centenar de la Orden Tercera. Trabajan allí más de cinco mil frailes bajo la inmediata dirección de los dos Comisarios de Méjico y Lima.

Pues bien, este cargo de Comisario general de Indias, a cuya sombra y dirección trabajan esos cinco mil frailes, que extienden su acción desde Méjico a la Patagonia y desde el Pacifico al Indico, con todas las tierras por ellos bañadas, contó entre sus grandes figuras con hijos de esta tierra vuestra, recia y acogedora, Extremadura. Veamos quiénes fueron.

A)
1.- P. FRANCISCO DE GUZMÁN (1.572-1.582)

Natural de Feria (Badajoz) e hijo de la Provincia de San Miguel, en la que fue Lector de Teología y guardián del convento de Cáceres, a quien todos los cronistas e informes le atribuyen letras, virtud y capacidad de gobierno con dotes no comunes, que ya puso de manifiesto en el gobierno de su Provincia durante los años l.554-57; luego fue Procurador de la Orden -1.581- año en que negoció con San Pedro de Alcántara el retorno de su Provincia de San José a la Observancia, continuando hasta l.554, año en que es electo Comisario general de la Familia Ultramontana, cargo por el desempeñado por seis años. En este mandato elevó a Provincia la Custodia de San Juan Bautista de Valencia —1.565. Un año después de acabado éste, a propuesta del Rey, recayó en nuestro P. Guzmán el de la Comisarla general de Indias, el primero de la lista en ella. La Patente de su institución firmada por el Ministro general está datada en París en 26 de marzo de 1.572. Sus gestiones al frente de la Comisarla están jalonadas por dos acontecimientos de presencia misionera: el primero, por haber enviado 30 frailes de la Provincia de Andalucía a Nicaragua con facultad para erigir conventos y elevarlos a la categoría de Provincia, como efectivamente tuvo lugar al erigirse la de San Jorge de la misma nación (José de Santa Cruz, ofm. Crónica de La Provincia de San Miguel, Madrid 1.671, 27:29).

El segundo, es La fundación de la Misión española en Extremo Oriente con la Provincia franciscana de San Gregorio de Filipinas, que tiene su historia y anécdota de las cosas interesantes, que ponen un nota de color y humana en las vidas de los hombres grandes.

Al término de su mandatos recibió del P. Gonzaga el encargo de revisión de los Estatutos de Barcelona; acometieron el trabajo, buscando la acomodación de las mismas al espíritu y letra del Concilio tridentino y así lo realizaron los siguientes religiosos: PP. Juan Ramírez, exProvincial de Santiago; Juan de Bovadilla, exProvincial de Castilla, Buenaventura de Santibáñez, Comisario general del Abrojo, Antonio de Santa María, ex-Provincial de San José, y el P. Francisco de Guzmán, de quien nos vamos ocupando (Pedro de Salazar, ofm., Crónica de la Provincia de Castilla, Madrid 1.612,134). Como la orden y encargo fue emanada en el capítulo de Toledo de 1.582 pasaron a la historia dichos Estatutos como Constituciones Toledanas.

Acabado su servicio, retiróse a un convento de la Provincia de Castilla, pero de allí le sacó el Rey para nombrarle confesor de su hermana la Emperatriz María en 1.592. Y todavía más; durante la ausencia del Rmo. P. Tolosa a Italia, dejó los destinos de la Orden en España con amplias facultades en manos de nuestro P. Guzmán, que ya poco pudo hacer, pues el junio de ese mismo año se hallaba gravemente enfermo y se libró la partidas de 100.000 maravedíes al convento de San Francisco por la cura de nuestro Fr. Francisco de Guzmán, «que fue Comisario de Indios» (sic), lo que significa que había muerto ya (Arroyo, Comisarios generales etc, 10—13)

2.- P. Antonio de Trejo y Paniagua (1.610-1.613)

De ilustre familia de Plasencia, donde vio la luz, vistió el hábito en San Francisco de Salamanca, perteneciente a la Provincia de Santiago, y en cuyo noviciado se dio el caso, no creemos repetido en la historia, de que los 12 novicios que juntos hicieron el año de probación, todos llegaron al episcopado. Por curiosidad para todos doy a continuación sus nombres:

Juan Portocarrero, confesor de la Emperatriz María, Obispo de Almería, 1.602-1.630.
Sebastián Briceño, predicador de Felipe III, Obispo de Orense, 1.6ll-17. Berenguer Bardají. Obispo de Huesca, 1.608-16.
Francisco de Sosa, Ministro general de la Orden OFM. (l.600-1.606), 0bispo de Canarias (1.607-10), de Osma (1.613-16) y finalmente de Segovia …
Mateo de Oviedo, Arzobispo de Dublín, Irlanda – 1.600-1.611. Florencio Corny; Arzobispo de Tuam, en la provincia de Conaugth, 1609—30.
Juan de Rada, Arzobispo de Trani, reino de Nápoles (1.605—12) y luego Obispo de Patti, en Sicilia, 1.606-1.609.
Pedro Godínez, Obispo de Nueva Cáceres, Filipinas, 1.605-1.612.
Fernando del Campo, Obispo de La Barranca, Santa Cruz de la Sierra, hoy Bolivia, 1.620-1.635.
Hugo McCamvell, Arzobispo primado de Armagh, provincia del Ulster (Irlanda), 1.626. Murió el mismo año.
Juan de Aráuz, predicador de Felipe III y Felipe IV, Obispo de Guadix, 1.624-1.636.
Y nuestro P. Trejo, como lo vamos ver enseguida.

El P. Trejo leyó Artes y Teología en Toledo y según un Autor y en ellos fue también Guardián. El nombramiento de Comisario General de Indias le llegó con la Patente del General de Orden, P. Arcángel de Messina, en 28 de abril de 1.610, posesionándose de su cargo el 14 de julio inmediato y duro éste por tres años y cinco meses aproximadamente, ya que a la muerte del P. Juan del Hierro, Ministro general, fue electo en Vicario general en 7 de diciembre de 1.613. En este nuevo cometido rigió los destinos de la Orden hasta el 2 de julio de 1.618, en que le sucedió en el gobierno el P. Benigno de Génova, siendo él presentado para el Obispado de Cartagena seguidamente, recibiendo la consagración del Arzobispo de Zaragoza, también franciscano, P. Juan de Guzmán en las Descalzas Reales de Madrid, tomando posesión de su mitra el 15 de octubre. Pero inmediatamente salió para Roma nombrado Embajador de Felipe III para que «suplicase al santísimo Padre Paulo V, en su nombre y en el de sus coronas y reynos, declarase por artículo de fe el haber sido la Virgen santísima, reyna y señora nuestra, concebida sin pecado original)» (J.M. Pou y Martí, ofm.). Embajadas de Felipe III a Roma pidiendo la definición de la Inmaculada Concepción de la Virgen, AIA. 34,1931,371-417, 508-34; 35, 1932, 78-88, 424-34, 482-525; 36,1933,5-48).

Y para que la jornada se hiciese con el lucimiento que pedía la devoción y estimación del Rey; le dio para el viaje ocho mil ducados. El Obispo declaró al santísimo Pontífice el celo de su católico Rey y fue oído con veneración y aplauso, y la súplica real consiguió en otro pontificado lo que ya goza sin controversia en ambos mundos. Vuelto a España, por su actuación merecióse el título de padre de los pobres, además de enriquecer la iglesia catedral y otras del Obispado con grandes y magníficas obras. Falleció en Cartagena a los 56 años de edad , en 13 de diciembre de 1.535 y fue sepultado en la capilla de la Inmaculada, que el habían fundado y dotado con renta para cuatro capellanes «(L. Pérez, ofm., AIA.13,1920,104-116;) Marcelino R. Molinero, «Antonio de Trejo y el movimiento inmaculista en la diócesis de Cartagena, AIA.15,1955,1.057-71).

En cuanto a su intervención al frente de la Comisarla de Indias nos son conocidos dos Informes o Memoriales al Consejo de Indias: uno sobre la Provincia de San Gregorio de Filipinas, mediando en el pleito entre Observantes y Descalzos, en el que teje elogio subidísimo de los primeros y de su aportación a la evangelización en el lejano Oriente (L. Pérez, ofm. AIA.13, 1920,104-116).

El segundo Memorial es sobre toda la Misión de Ultramar, en el que nos ofrece una estadística, algo abultada en número, pero en su conjunto bien informada, porque habla con documentos en la mano. Para América española es una magnífica síntesis, y en lo que respecta a Filipinas y toda aquella área misional muy preciso y atinados en sus líneas y datos. Me hace suponer disponía, al redactarle, de las informaciones de los PP. Alonso Muñoz y Beato Luis Sotelo incluso hasta de las Relaciones de los Visitadores y Capítulos provinciales de Filipinas (Lázaro Lamadrid, ofm. The Americas, II,1.945, 489-97; Arroyo, AIA. 12, 1.952, 149-55).

3.- Fr. ANDRÉS DE GUADALUPE (1.658-1.668)

Hijo de la Provincia de los Ángeles, en la que fue Lector jubilado; aceptó el nombramiento de Comisario a instancias repetidas del Rey y del General de la Orden, P. Miguel Ángel de Sambuca, quien le despacho la patente de su institución con fecha 9 de septiembre de 1.658 y su gobierno se extendió hasta su muerte, ocurrida en San Francisco el Grande Madrid en 4 de septiembre de 1.661, donde recibió sepultura al día siguiente. Asimismo fue Vice-Comisario general de Familia a la muerte del P. Juan de Robles, de la Provincia de Castilla, en 25 de junio del año antes citado, y ocupó el cargo por un año escaso, según leí en el P. Diego Álvarez, ofm. (Apuntes para escribir la Crónica de Castilla, ms.,I,150r.v-151r).

Por sus dotes de todos conocidas fue nombrado además Confesor de las Infantas María Teresa, reina de Francia por su casamiento con Luis XIV, y Margarita, esposa del Emperador Leopoldo I de Austria; no quiso admitir la mitra de Palencia, a pesar de los requerimientos del confesor de Felipe IV. En cuanto a su actuación al frente de la Comisaría, no sabemos prácticamente nada. Su elogio fúnebre fue tejido por el sucesor en el cargo de la Comisaría de Indias, que fue:

4.- P. Juan Luengo(1.675-1.681)

Natural de Talarrubias (Badajoz) y que también vistió el hábito en la citada Provincia de los Ángeles. En ella fue Custodio y dos veces provincial —la primera, electo en 12 de septiembre de 1.656. El cronista le ha calificado de hombre muy docto, quien añade fue asimismo Lector de Teología y Artes muchos años y Visitador de las Provincias de San Miguel y Granada. El nombramiento de Comisario general de Indias le llegó con la Patente del General P. Clemente María de Cremona, datada en Roma en 14 de noviembre de 1.675, prolongándose su mandato por seis años. Su amor a las Misiones queda patente en su Circular en que anuncia su  nombramiento y donde nos pinta de mano maestra las imágenes y retratos del auténtico padre y superior y las del súbdito bueno y filial. Además nos dejó el Informe-Relación sobre las Misiones de la Florida de 22 de septiembre de 1.676, donde recoge la problemática de aquella Misión y la refleja con datos elocuentes. Al solicitar misioneros para ella, recuerda y prueba que :a) en 1673 el Rey había concedido una barcada que no se fletó, de 30 religiosos y tres criados, de los que, sin embargo tan solo enviaron ocho y un criado; b)ahora, por lo mismo, deben dársele hasta completar aquel número y, que suponen 22 misioneros y tres criados; y c)todo el coste de aviamiento y matalotaje debe correr por cuenta de la Casa de Contratación de Sevilla y no de Méjico, que lo encarece y, por ello, se resisten a pagar allá. Y como datos ciertos en los que se fundamenta para su petición añade que en La Florida trabajan 30 misioneros, quienes mantienen ocho conventos en esa parte, además de los de Cuba, tienen 43 doctrinas y algunas conversiones entre los pueblos de Chacatos, Chines y Pacaras (Arroyo, Comisarios de Indias, 45-50; AIA.I, 1914,366-68).

B) COMISARIOS DE PERU

1.- P. LUIS ZAPATA DE CÁRDENAS (1561-1566)

Natural de Llerena (Badajoz) fue hijo de Rodrigo de Cárdenas, Comendador de La Oliva, del Orden de Santiago. En su juventud se alista en los ejércitos de Carlos V y luchó en Alemania y Bélgica, llegando a ser Maestre de Campo. Su conversión está envuelta en el misterio de un aviso del cielo, a la muerte de otro compañero de armas en Valladolid, por lo que abandonó la milicia y se hizo franciscano en el convento de Los Hornachos, de la Provincia de San Miguel. Pronto empieza a escalar las diversas dignidades como superior de los conventos y tras la renuncia a la Comisaría del Perú por parte del P. Alonso de Contreras, fue electo nuestro P. Zapata en 1561, pasando con el P. Esteban de Asensio 50 religiosos a Lima, acompañando a sus frailes hasta Santa Marta. Visitó todas aquellas misiones tan a satisfacción de todos, que los frutos de su atención y diligencia dieron grandes frutos, como la elevación de las tres Custodias de aquellas partes a Provincia, que fueron las de Chile, Nuevo Reino de Granada y Quito, precedido de un informe sobre el estado de las mismas y necesidades.

Por su sugerencia y mandato suyo escribieron la Relación de estas Misiones los PP. Hernando de Barrionuevo, Custodio, y Juan de Vera en 1553, con importante Memorial al Rey, de donde tomamos las siguientes palabras: «La Orden franciscana es la primera que fundó Casa en el reino del Perú, en la ciudad de los Reyes -Lima — y que primero entendió en la conversión de los naturales de el; y así desde entonces acá se ha ocupado en servir a Dios nuestro Señor y a Su Majestad en la dicha doctrina cristiana, habiendo, como a habido, y hay mas religiosos de la dicha Orden en aquella tierra que de todas las demás Ordenes juntas, y por vuestra alteza y sus vicerreyes y ministros han sido favorecidos en lo que ha convenido para fundar casas en los pueblos de los naturales e iglesias y escuelas donde los dichos naturales se recogen a la doctrina y enseñanza, a leer y escribir y policía y buenas costumbres y ley natural, que ha sido la causa de haber hecho mucho fruto».

Su retorno a España, acabado su mandato no está muy bien fijado, pero se sabe que para enero de 1.566 se hallaba reincorporado en su Provincia Madre de Extremadura y en ese mismo año, al celebrar la de San Miguel capítulo, por el 3 agosto, le elegía su superior provincial y aunque fue también electo Obispo de Cartagena de Indias, continuó en su gobierno hasta finalizar el trienio. Promovido al Arzobispado del Nuevo Reino de Granada, volvió haya con facultades amplias para la visita de los religiosos, no solo propios, sino también dominicos, pero tornaba con una misión lucida de 100 frailes y en compañía del Virrey D. Francisco de Toledo; además nombrado Visitador de la antigua Provincia y misión de Santa Fe y cargo de Comisario de la misma por todo un año.

Tomó posesión de la sede en 1.573 y a ella dedicó sus afanes y paternal solicitud, continuando las obras de la Catedral, iniciadas por su antecesor. Fondo un Colegio para jóvenes con su Rector que les enseñara a cantar buenas costumbres, preceptos de latinidad, gramática y retórica, y para su sostenimiento asignó parte de las rentas de la Diócesis y salarios que los sacerdotes llevaban de las doctrinas de los indios. Durante la epidemia que asoló aquel reino, aportó grandes cantidades de dinero y alguien llego a escribir que hasta empeño su vajilla para aumentar esos socorros. Para los indios había entregado más de 20 mil pesos oro. Murió a los ochenta años en 24 de enero de 1.590 (Arroyo; Comisarios del Perú, Madrid 1950,39-54; Santa Cruz, Crónicas de la Provincia de San Miguel, Madrid 1.671,32-5).

2.- P. ANTONIO CORDERO (1.728-34)

También de la Provincia de San Miguel, en la que fue Lector jubiloso y Definido provincial, su nombramiento para Comisario de Lima le llegó con la Patente del Ministro General P. Mateo Paretta, fechada en Araceli el 13 de marzo de 1.728 y refrendada por el Comisario General de Indias en 22 de abril del mismo año. Debió embarcarse inmediatamente para América, pues en 23 de enero del siguiente año ya expedía su Circular en San Pablo de Quito. Cifró su atención especialísima en la formación idónea de los candidatos y en su selectividad; publicó, además, varias cartas sobre la educación de los indios y entusiasmó a todos los misioneros con la inmensa tarea de la evangelización. Hacía asimismo un canto a la acción franciscana en aquel continente y decía que se nos había asignado un campo enormemente grande «en las numerosas poblaciones de los indios infieles, que en crecido número habitan nuestras conversiones del Cerro de la Sal y las de Huanuco y que debemos creer que la sangre que tan dichosamente han derramado los hijos de nuestro seráfico Padre, clama en el tribunal de Dios por la salvación de aquellas miserables almas. A todos, pues exhortaba y animaba al apostolado.

Removido de su cargo por los sucesos de Lima con motivo de la ejecución de Antequera y Mena, que achacaron en parte al influjo de algún franciscano, en 1.732, sin embargo se mantuvo en su puesto hasta el año de 1.736. Y nada más sabemos de él (Arroyo, Comisarios del Perú, 353-58)

3.- P. FRANCISCO DE SOTO Y MARNE (1.752-57)

Nos encontramos con esta vida rica y polifacética, de la que sin embargo ni sabemos donde y cuando vio la luz del sol, quienes fueron sus padres y donde se apagó esta estrella de vida luz y cuando. Le creemos extremeño por su filiación en la Provincia de San Miguel y sobre todo, porque el P. Arcángel Barrado, de grata memoria, cuando habla o escribe de él, le llama «mi paisano», lo que demuestra que contaba con datos precisos para afirmarlo. Podemos fijar su nacimiento en torno a 1.698 y también seguirle en su vida religiosa dentro de la misma Provincia, en la que fue Lector de Artes por tres años al menos y de Teología por 10 ó 12, por ser S. el tiempo exigido por las Constituciones para su jubilación. Explicó esas materias en los Colegios de Ciudad Rodrigo y en el Misionero de Moheda, pero antes se había dedicado al apostolado entre fieles por otros ocho años. Sus predicaciones están recogidas en su «FLORILEGIO SACRO» publicados en 1.738. Y no solo estas actividades de misionero y profesor, sino que también la Obediencia le ocupó en otro de mas efecto, pues fue nombrado Cronista provincial y dio a la estampa la Segunda Parte de la Crónica – la primera lo fue por el P. Santa Cruz en 1.671 – y aquella en 1.743. Por toda esa variedad y capacidad de trabajo se fue ganando a pulso nombre de estudioso. Hay un juicio valorativo que nos Le refleja así: «Bien merece de águila el nombre, pues tiene como congénita simpatía con lo arduo y eminente». Menos difusa que la de su antecesor, también es menos rica en noticias, aunque una más lograda obra literaria; principalmente es biográfica y va dividida en cinco libros, aportando nombres y hechos de muchos religiosos, hermanos suyos. Poco después también le alcanzó el nombramiento de Cronista general, pero nada sabemos que publicara, pues la continuación de los grandes cronólogos PP. Cornejo y González de Torres es obra del P. José de Torrubia.

En 2 de abril de 1.752 recae en el nuevo cargo, el de Comisario general de Perú por cartas patentales del general de la Ordena P. Pedro Juan de Molina; ágil, como siempre, el 30 de septiembre del mismo año se hallaba ya en Cartagena de Indias, de donde despachaba su primera Circular, anunciando su nombramiento y facultades de que venía investido. Que supo utilizarlas lo verificamos porque a sus desvelos e inteligencia se deben la fundación del Colegio misionero de Chillán (Chile) en 1.756; al siguiente expiraba su cargo, pero dejando allí una estela de sabio y eficaz, pues fue catedrático de la Universidad de San Marcos de Lima, donde ocupo la del Dr. sutil y Mariano, Juan Duns Escoto, siendo también agraciado con la dignidad de Calificador y Consultor del Santo Oficio.

Todos son frutos de buen hacer e inteligencia, pero su fama posterior le llegaría por su carácter polemista y crítico frente al Autor del Teatro Crítico, Feijoo. El origen de su lanzarse a la palestra fue la Real Cédula del Rey prohibiendo que en sus reinos se publicara nada contra el famoso benedictino, a quien dirigió tres Memoriales sobre el particular en 1.751.

Nuestro polemista, como buen franciscano y escotista, hizo suyas las palabras del aforismo: «Amicus Plato, sed magis amica veritas». Ante todo, busco la verdad.

Por estas líneas habréis entendido algo de lo que fue este franciscano extremeño: orador de fama, su nombre llenaba los templos y las plazas para oírlo, aquejado del mal gusto de su siglo, bien mereció sus diatribas por su forma altisonante; publicista vario, su nombre queda escrito en la historia; Comisario de Indias, su dedicación a las Misiones y a la culturización de los indios, le han granjeado un puesto que nadie le puede discutir.

!Lástima de las pocas lagunas que nos quedan por llenar en sus fechas clave: nacimiento y muerte!. Pero alguno podrá tener la alegría de su hallazgo.

Y nada más, porque no se de otros frailes de esta tierra que ocuparan esos cargos de responsabilidad, donde se ponían a prueba la inteligencia, el buen hacer y la voluntad de servicio. Bástenos esa teoría de nombres para conocer que los hijos de Extremadura lucharon en todos los frentes para lograr un mundo para la civilización y un reino para Cristo.

Fr. Antolín Abad Pérez. ofm.
Madrid, 23-IX-l.977

Oct 011976
 

Antolín Abad Pérez.

Fue el P. Juan de Plasencia, a quien dedicamos la conferencia en el Congreso de ESTUDIOS EXTREMEÑOS DE PLASENCIA, el que con toda razón podremos llamar el iniciador de toda la cultura filipina; él promovió la reducción de los nativos a poblado fundando pueblos, a los que organizó y cristianizó utilizando la vieja ordenación de los barangais, codificó sus antiguas costumbres de tagalos y pampagos, fomentó la creación de escuelas en todos los pueblos, con el fin de que se capacitaran los filipinos para gobernarse a si mismos y entraran por las vías de la civilización, sentando de esta macera las bases de buen gobierno y administración de justicia, que fueron observadas por los españoles hasta el cambio de administración por la nueva Potencia ocupante, Estados Unidos en 1898.

Para fijar sus ideas y pensamiento en pocas normas a su propuesta en el Capítulo de 1580, se acordó que los misioneros no se limitarán a la conversión de los indígenas, sino que fijando su residencia en lugar determinado y céntrico, obligaran a aquellos por la persuasión y convencimiento a establecerse en el lugar por ellos fijado, los prepararan para el mejor cultivo de los campos, les ensañaran artes y oficios, además de leer, escribir, contar y rezar y para ello construir en todos ellos escuelas, a cuya asistencia debían concurrir todos.

Con tales normas algunos misioneros se dedicaron a abrir caminos para facilitar las comunicaciones y accesos a través de los bosques – tender puentes, que unieran los barrios y zonas – Fr. Francisco de Gata y Lorenzo de Santa María; otros cultivaron la música y la enseñaron a los indios – San Pedro Bautista, Pr. Keroniao de Aguilar y Beato Juan de Santa Marta; y otros, como los PP. Juan de Plasencia, Jerónimo Montes, Pedro de San Buenaventura, Francisco Orejita, José de Santa María, Miguel de Talavera y Alonso de Santa Ana, escribieron gramáticas, diccionarios libros de devoción y de catequesis para instrucción de los misioneros y de sus neófitos. Todo ello fue la idea y plan educador que trazó y consiguió llevar a la práctica nuestro P. Plasencia. El, como adelantado en toda su empresa, escribió el Primer Catecismo hispano-tagalo, el Primer Vocabulario y el primer Arte (1) – AIA.III,1915, 388-400-14,1920,52 – 75).

Este plan fue continuado por San Pedro Bautista y de modo especial por el P. Juan de Garrovillas, elegido Provincial en 1594, cuando ya se había abierto la misión de Japón pero que luego hubo de sostenerla con toda su autoridad y después del martirio de aquellos fundadores defender su memoria y abrir el proceso informativo para iniciar los de beatificación y canonización. En su segunda etapa, como Provincial -l6o6 – es cuando hizo la fundación del Colegio de Música y canto de Lumbang, donde él había sido Guardián y cuya iglesia y convento había engrandecido enormemente. Para ello destinó al Beato Juan de Santa María a dicho convento y que allí, adonde le enviarían 3 niños de cada uno de los pueblos de nuestra administración, enseñara la música a todos ellos. De este modo el Beato Juan de Santa Marta se encontró con 400 niños, a los que, no tan sólo enseñó música, sino hasta a fabricar instrumentos músicos y tocarlos. Una vez instruidos estos niños, volvieron a sus respectivos pueblos, donde organizaron las capillas y coros, que mantuvieron el culto con dignidad y hasta con suntuosidad ,en frase de algunos escritores, igual o superior al de nuestras Colegiatas y Catedrales.

Esta escuela y su peso se dejó sentir hasta bien entrado el siglo XVIII, en que el Arzobispo de Manila, Fr. Pedro Martínez de Arilaza, también franciscano, creo en dicha ciudad la Escuela de canto catedralicia, pero siempre bajo la dirección franciscana. Murió el Arzobispo Arilaza en 1755. El Beato Juan de Santa Marta, no solo enseñó el arte de canto, sino que además montó allí uno de los mejores órganos del Archipiélago y luego en las cárceles de Japón aun se recordó de sus discípulos y para ellos compuso en las horas de aquellos meses de cárcel una misa a 9 voces, que pudo remitirles como obsequio y despedida antes de ser martirizado (AIA. 3,1915,395).

Puedes bien, todos esos logros y realizaciones hallaron acogida y sanción legal en las diversas redacciones de nuestras Constituciones, de modo especial en las de los años 1697, 1705, más ampliamente en las de 1726 y 1732; pero donde vemos desarrollado todo el plan educativo y forjador de los filipinos es en las de 1696, año en que fue electo Provincial otro extremeño, el P. Alonso de Zafra (Peres, Const.360-3).

Este llegó a Filipinas en l688 y rigió la Provincia desde 6 de junio de 1696 al 6 de junio de 1699, muriendo en Bocaue el 7 de julio de 1706 (Huerta, Estado, 464 n.50).

1-. Como escritores de léxico y gramáticas por hijos de Extremadura aduciremos los nombres de tres franciscanos, que siguen la huella del P. Plasencia, le mejoran y enriquecen; será el primero el P. DOMINGO DE LOS SANTOS. Fue natural éste de Torrejoncillo y profesó en la Provincia de San Gabriel, de la que salió para Filipinas, a donde llego en l665; dedicado al estudio del tagalo pronto destacó por su profundización en él, aunque su ocupación fue varia, pues administró en las parroquias de Santa Cruz, Morong, Pakil, Siniloan, Lucban, Bocaue, Mabitac, Paete, Santa Ana de Sapa y Tayabas, donde imprimió su Diccionario de la lengua tagala, que fue impreso en 1700, bien cuando ya había muerto. También Arte de la lengua tagala, en 1703, aprobada en 1693, pero que hubo de esperar varios años para su impresión. Después ha conocido otras ediciones como las de 1774 y 1835. El P. Andrés Serráno, S.I., censor de la misma decía así: «Bien puede su Autor levantar bandera entre los muchos y grandes maestros que ha dado al tagalismo su sagrada Familia, pues a ninguno es inferior en la erudición, y ninguno le es superior en el magisterio.

En esta obra hay una quintaesencia de los primeros que hallaron en esta gran lengua sus antecesores y sobre esta eminencia ha tenido su Autor reales que añadir a aquellos primores. Muchos escribieron de esta materia, que a esta santa Provincia de San Gregorio fueron corona y singular ornamento de su celo; más en este Arte el P. Fr. Domingo es la flor de los escritores en que se recopila una flor de sus fragancias y una cifra de sus más relevantes observaciones; la elocuente abundancia de Fr. Pedro de San Buenaventura, la claridad de Fr. Juan de Oliver, lo nervioso de Fr. Jerónimo del Monte, lo alto del estilo de Fr. Diego de la Asunción, lo elevado de Fr. Alonso de Santa Ana, lo profundo de Fr. Miguel de Talavera, lo grave de Fr. Juan de Plasencia, lo suave de Fr. Antonio de San Gregorio, lo dulce de Fr. José de Santa María y lo lacónico de Fr. Agustín de la Magdalena. Esto es haber juntado tantas flores en una flor, no para que se marchiten con el tiempo, sino para que se eternice con la fama (» Huerta, Estado, p. 5l8 n.76). Murió en 1695.

2.- Podemos aducir también aquí el nombre de otro extremeño, el P. Blas de Plasencia, nacido allí en 1710, profeso en la Provincia de San Gabriel en 1730 y que aún estudiante vino a Filipinas en 1732. Sin embargo su dedicación al estudio fue intensa y su preparación nada común, pues en 1738 era predicador conventual de Manila, de donde pasó a Baras, Morong y Nagcarlang, después volvió a Manila y Sampaloc y finalmente a Dilao, de donde volvió a España en 1757 (AIA.35,1932,293). De él solo se conocen impresos algunos sermones y la Vida y Novena a San Antonio de Padua, pero su penetración del tagalo queda claro con el párrafo siguiente de valoración y aprobación de la obra del P. Sanlucar, que dice así: «Es el R. P. Maestro Pedro de Sanlúcar en el idioma tagalog el Ave fénix de la

Arabia, por único; y un San Jer6nimo de Stridón, por singular; a este limitó en traficar provincias, penetrar montes, navegar mares, y limarse los dientes para aprender lengua, que había de servir para mejor explicar y con sólido fundamento persuadir las verdades de nuestra católica Religión. Al primero imitó en ser único en el tagalog, elegante, claro, abundante, inteligible para todos y para los doctos enigmático, metafórico, sin olvidarse del aliciente de poesía, que es bocado de buen gusto para los peritos en la lengua, cuya ignorancia de algunos en los acentos nace de la que se tiene del verso o «tula», que así llaman, y casi todo tagalo tiene núnem poético (Serrano Laktaw, VII-IX).

Curiosamente destaca nuestro P. Blas de Plasencia la importancia del acento en la lengua tagala, junto en que los especialistas y el propio P. Sanlúcar, conceden la máxima autoridad al P. domingo de los Santos, de quien el anterior escribió lo siguiente:

«La cosa más ardua en esta lengua es dar reglas fijas acerca de los acentos, y siendo tan difícil, la dificultan más muchos autores con sus explicaciones y con la variedad de numerarlos y notarlos…».

Y más adelante añade: «Los PP. Domingo de los Santos y Pedro Lope, que son los que han hablado más sucintamente esta materia y con más claridad, ponen cuatro, a quienes sigo y he estudiado en este Vocabulario, acerca de los acentos, y les seguiré en su explicación, y muchas veces en sus mismos términos (Diccionario Serrano Laktaw, XXVII nota l8).

3.- El siglo pasado también Extremadura otro benemérito del tagalog en el ilustre P. Joaquín Gil y Montes, más conocido por el P. Coria, pueblo donde vio la luz en l8l5, profesó en la Provincia de San Gabriel en 830 y pasaba a Filipinas al año siguiente. Nombrado Procurador de Manila ante las Cortes de Madrid y Roma en 1866, salió poco después para la Península y quedó de Presidente del Hospicio de San Antonio del Puerto de Santa María, que hubo de abandonar ante mandato de la Junta de gobierno revolucionaria del mismo pueblo en 1868. A él se debe la apertura del Colegio de Consuegra en el mismo año y la publicación de un Catecismo en tagalog y una Relación muy interesante sobre la actuación franciscana en Filipinas. Pero lo que le dio fama y renombre es la publicación de la Gramática teórico-práctica del Tagalog, Madrid 1872, que él preparó para la recién creada Cátedra del mismo idioma en la Universidad de Madrid, que recayó en él en 5 de enero de l871. Ejemplares de la misma se hallan en las Bibliotecas de Pastrana y Guadalupe, también existe el original manuscritos en el citado Archivo (AIA.27,1967,20 nota 60).

Pero en Filipinas, mediado el siglo XVIII trazó la Provincia de San Gregorio un vasto plan para la conquista espiritual de los montes del Norte de Luzón y en esa gran aventura destacó, entre otros, aunque especialísimamente, el extremeño P. Manuel de Jesús María, natural de Olivenza, quien recorrió todos aquellos montes en un viaje, que los cronistas dominicos cantan en tonos elevados. Dice así el P. Fonseca: «El P. Olivenza, acompañado de tres cristianos atrevidos de la antigua Misión de Baler, emprendió por la montaña aquel viaje peligroso, caminando siempre al borde de precipicios espantosos y abriéndose pasó en todas partes por breñas inaccesibles. Desde la contracosta del Pacifico vino el gran Ministro atravesando una cadena de collados, rocas, picos, y gargantas y bramadores torrentes, que ningún oto mortal había registrado en sus quebradas; y después de salvar grandes distancias, erizadas de trabajos y peligros, apareció, finalmente como una visión fantástica en los pueblos isinayes, que echaron a vuelo las campanas, por disposición de los misioneros dominicos para celebrar su advenimiento y la empresa colosal de aquel viaje fabuloso (Ferrado-Fonseca. Historia de los PP. Dominicos, Lib. IX, cap. VIII,591).

Para explicación de los que me escuchan, ya que no creo la conozcan con precisión, intentaré aquí fijar los límites de tal expedición, que aclaren su importancia. Arrancando desde Binangonan de Lamón, contracosta del Pacífico, allí donde también se halla la pequeña Baler, que dió lugar a la épica defensa de su iglesia y a escribir sus defensores los nombres en la historia patria con letras de oro, se llegaron hasta el Cabo de Enhaño y desde la Pampanga alta, antigua Provincia de Ituy, subiendo por la ribera del río Inabag, que es llamado por les ilongotes Casignan, tocaron en la Provincia de Cagayán (L. Péres, Misiones Franciscanas, 17-l8).

Lograda la formación de pueblos con el aglutinamiento y reunión de las familias dispersas y tribus montareces, quedaba por crear los instrumentos aptos para su instrucción cristiana; para ello era indispensable, no solo hablarles en su lenguaje, sino escribir las gramáticas y Vocabularios y Catecismos, por los que, sobre todo los que debían continuar la empresa, debían enseñar a sus neófitos y catecumentos, tarea que emprendió y llevo a feliz término el P. Francisco de la Zarza, natural de Zurita, Obispado de Coria entonces; este, con mucha dedicación y una voluntad e inteligencia nada comunes, preparó los siguientes libros:

– Arte del idioma Egongot;
– Catecismo de la Doctrina cristiana en egongot, y
– Ritual de Sacramentes en egongot (Lorenzo Pérez, Aetas e ilongotes en Filipinas).

De estos puedo decir el comentario recogido por el investigador americano Cruishen, cuando hace dos años me lo encontré en Pastrana en los días 9 al 11 de diciembre.

4.- En otro de los campos de aquella inmensa área misional, la Indochina actual, entonces el Imperio de Annan -que abarcaba los estados de Cambodja, Cochinchina y Champa)- contamos con el P. Francisco Hermosa de San Buenacentura, natural de Plasencia, donde nació en 1711, pasó a Filipinas en 1744 y en 1749 fue destinado a Cochinchina, de donde fue desterrado al año siguiente en la celebrada persecución, provocada por las trapisondas de un mercader francés Poivre, pero se detuvo en Macao en espera de hallar ocasión de volver al teatro de sus afanes, como lo logró en 1751. Por su ascendiente con Reyes y Mandarines, fue comisionado para entablar relaciones con Manila y allá volvió haciendo de timonel, pues embarcado en un bajel, para el que no había timonel, nuestro P. Hermosa lo solucionó actuando como tal. Despachaba felizmente su embajada, tornó a Cambogja y en 30 de agosto de 1752 hizo tránsito a Kankio, pero los temporales desviaron el barco a Siám, en la Provincia de Chumpon, donde fue preso desde enero a abril, en que logró escapar, volviendo a Siám, para ser allí también detenido. Fugado nuevamente, se refugió en Kankao.

En 1761 es nombrado Comisario de la Misión, cargo que desempeñó hasta septiembre de 1768, en que renunció por querer necesario pasar a Manila para informar de las extorsiones que les hacían los misioneros franceses; pero allí no fue atendido ni escuchado, por lo que hubo de tener paciencia y espera, a que terminara el mandato del Provincial. Efectivamente, entrado nuevo Ministro en el cargo, aceptó las razones del P. Hermosa y le dejó pasar a España, pero en la travesía fue víctima del escorbuto y falleció en alta mar en 1780. Este religioso, que dejó largas Relaciones de su actuación misional e informes varios sobre su gestión, escribió otros muchos trabajos; pero creo será más convincente dejarle hablar a él. Decía así al final de su gran Diario misional:

«No obstante estos trabajos, enfermedades y viajes, he estado continuamente con la pluma en la mano, escribiendo más de siete años, y tal vez, puede ser, que dicha tarea de escribir fuese la causa de dichas enfermedades.

Primeramente enmendé y acrecenté muchos vocablos al Vocabulario antiguo de la lengua cochinchina. Tengo compuesto otro nuevo en cinco años y medio, a cuya empresa no se atrevió ningún Padre hasta ahora, aunque ha habido muchos Padres mejores lenguas que yo, por razón del inmenso trabajo que cuesta. Mandé sacar también un traslado de éste, por si acaso se perdía el original, y para corregir dicho traslado, gasté cuasi cuatro meses.

Tengo interpretado por escrito en lengua española la Doctrina cristiana y varios Confesonarios de la lengua cochinchina para los nuevos misioneros. También tengo escrito lo suficiente, para que los nuevos misioneros evangélicos se puedan imponer en la lengua de Cambodja, de la cual tengo aprendido también mucha parte de ella.

De la lengua malaya también tengo escrito mucho, pues aunque no sirve para hacer misión, por ser mahometanos los malayos, quienes no admiten la predicación del santo Evangelio, puede servir mucho a los misioneros, porque en todos los reinos de este archipiélago filipino se habla, y aun en Cochinchina hallará muchos chinos, que no le entenderán en otra lengua, y lo mismo en Batavia y en otros lugares.

También tengo escrito en Siám mucho del idioma de aquel reino, lo cual puede servir para hacer misión en el reino de Laos, porque allí se habla el mismo idioma que en Siám ….».

(Cf. Lorenzo-Pérez, AFH. vv. XXVI-XXVII, años 1933-34, en Diario del P. Hermosa, mis. de Cochinchina (1744-68).

Y con esta figura relevante acabo mis notas y estas palabras.

Creo les he ofrecido una panorámica de lo que algunos de los franciscanos extremeños significaron en la bibliografía hispano oriental.

Nada más. Madrid, 11-IX-1976.

Fr. Antolín Abad Pérez, ofm.

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