Dic 092020
 

 

Jesús Bermejo Bermejo.

Resumen:

El 12 de julio de 1843 se desarrolló una batalla en La Cumbre (Cáceres) entre las tropas del General Mariano Ricafort, fieles al regente Espartero, y las tropas sublevadas del Coronel de caballería José María Vassallo. Fue una victoria para el regente quien, sin embargo, tuvo que exiliarse unos quince días después. Este trabajo pretende esclarecer y detallar el contexto, los hechos y personalidades que intervinieron en aquella acción y las repercusiones que sucedieron después en Trujillo y Cáceres.

 

INTRODUCCIÓN.

1843 fue un año más en el compungido reinado de Isabel II; en 1840 finalizó la primera Guerra Carlista y en 1846 vendría una segunda (también tendríamos una tercera). Desde que muriera Fernando VII en 1833, las regencias y la Pragmática Sanción de 1830[1], que permitía reinar a la sucesora, provocarían enfrentamientos entre los partidarios de Carlos María Isidro de Borbón y los de Isabel II.

Es en este contexto donde se sientan los pilares de cambio que van romper con las tradicionales estructuras del Antiguo Régimen y es en esta primera Guerra Carlista donde las corrientes ideológicas progresistas y conservadoras se acentuarían en el marco de una sociedad cuya economía estaba diezmada por el continuo vaivén político.

La Guerra Carlista de 1833 a 1840 fue la principal fuente de los acontecimientos posteriores. Después de la guerra de la Independencia, abolida la Constitución de 1812 y devuelto el régimen absolutista por Fernando VII; este monarca no volvió a instaurar la Inquisición y, después del Trienio Liberal (1820-1823), con ese devenir ideológico tan interesado y característico, realizó ciertas reformas para acercar a los sectores liberales. Esto provocó la animadversión de los realistas apostólicos[2] que ya habían mostrado sus inclinaciones por el infante Carlos.

En una primera fase, los carlistas dominaron el norte gracias a las acciones de Tomás de Zumalacárregui y Juan Antonio Guergué. Toda una organización que provocó un repliegue hacia el resto del país destacando las expediciones de Miguel Gómez Damas en 1836 y la del propio Carlos María Isidro, con el famoso asedio a la capital en 1837. Sin embargo, a medida que avanzaban a otros territorios, los carlistas perdían posiciones y sufrían derrotas, como la del sitio de Bilbao por los isabelinos del capitán Salvador Quero. Esta perdida y pese a las continuas incursiones de Ramón Cabrera en el Maestrazgo, contra los cristinos[3] hasta el final de la guerra, proporcionaron un agotamiento continuo en las filas carlistas que se descabezó en la batalla de Luchana. Ese desgaste y pequeñas derrotas posteriores obligaron a firmar la paz con el “abrazo de Vergara” en 1839. Un abrazo que no gustó al pretendiente Carlos María Isidro, obligándose a exiliarse a la espera de otra oportunidad[4].

En Extremadura, en relación con estos acontecimientos, cabe destacar la expedición del general carlista don Miguel Gómez Damas, en 1836, junto con el General Ramón Cabrera (El tigre del Maestrazgo) cuyas incursiones se sucederían en nuestro territorio causando desestabilidad e incertidumbre. Se celebraron juntas en Guadalupe, Conquista de la Sierra, Trujillo y Cáceres; y se aprovisionaron de alimentos, armas y otros víveres. Mientras eran recibidos con vivas y aclamaciones por los partidarios afines al carlismo y el resto de realistas extremeños, la administración y gestión de los ayuntamientos, prácticamente, se deshizo[5] y gran parte de la población abandonó sus hogares.

Un año después, en marzo de 1837, Don Basilio Antonio García y Velasco tomaba Trujillo “con una fuerza carlista compuesta por 100 infantes y 350 caballos a las órdenes del brigadier don José Jara y García, don Fernando Sánchez y don Mariano Peco”[6]. Siguieron el protocolo de apropiarse cuanto necesitaban pero ya para entonces encontraron menos afines a su causa.[7]

La primera Guerra Carlista, con sus pinceladas extremeñas que sirven, más bien, de curiosidad histórica, se convierten en los cimientos de los antecedentes de la batalla que queremos exponer.

ANTECEDENTES.

La primera intentona del pretendiente Carlos María Isidro catapultó a la fama a diversos Generales Isabelinos que manifestaron una ideología liberal que se iba a materializar en distintas ramas.

El destino del General Baldomero Espartero estuvo marcado por su participación en el 2 de mayo de 1808 y el cierre de las universidades como consecuencia del conflicto. Este hecho desencadenó el inicio de una carrera militar sin precedentes que se fraguó en las rebeliones independentistas de los futuros países hispanoamericanos.

Como testigo de la redacción en Cádiz de la Constitución de 1812, sostuvo siempre una ideología liberal y fuerte concepto de patriotismo.

La primera Guerra Carlista le pilló curtido y experimentado, fue nombrado comandante general de Vizcaya en 1834 y alcanzó, en 1836, el grado de general en jefe. Su victoria en la batalla de Luchana[8] le valió la categoría de “héroe nacional”.

Después, desde Bilbao y por Navarra, Espartero se dirigió al Maestrazgo enfrentándose al propio Carlos María Isidro y su Expedición Real en la batalla de Aranzueque. Este éxito ratificó su posición de “salvador” dominando su figura entre el resto de generales isabelinos.

Con el final victorioso de esta guerra consiguió la dignidad de grande de España y el título Duque de la Victoria[9].

Sus éxitos, su fama y la lealtad total a la reina Isabel II provocaron que asumiera la regencia del Reino de España en 1840.

Ello fue debido a que las corrientes progresistas liberales, que huían de un absolutismo anquilosado, donde la monarquía tropezaba una y otra vez, provocaron un gran revuelo los tres años siguientes.

La Ley de Ayuntamientos de 1840 causó un gran descontento entre las filas progresistas porque vulneraba el texto anterior de 1837, en el que se citaba que las instituciones locales estaban elegidas por los varones del pueblo mediante un sufragio censitario. Esta nueva ley recortaba competencias municipales y permitía que el gobierno nombrara a los alcaldes[10].

Cuando la reina regente mostró su beneplácito a dicha Ley y daba la espalda al clamor popular, las esperanzas se depositaron en el General victorioso Espartero.

Las protestas, juntas revolucionarias, algaradas populares solo se calmaron cuando María Cristina marchó al exilio rumbo a Marsella.

Ante la disyuntiva de que la regencia se llevara a cabo en una única persona o en tres, Espartero consiguió 179 votos a favor de que él ejerciera la regencia de forma individual. Pero el candidato Agustín de Argüelles consiguió 110 votos. Esta pequeña diferencia marcaría el rumbo político y social de los siguientes años.

Y es que, como militar, Espartero se rodeó de personal de confianza y entre los generales más destacados que desempeñaron los cargos más importantes se hallaba un nutrido grupo de militares conocidos como “Ayacuchos” por luchar en las guerras de la independencia de las colonias españolas en Iberoamérica.

La animadversión y desconfianza del resto de militares que habían destacado en la Guerra Carlista pero que, sin embargo, se sentían traicionados y distanciados del panorama político y social originó un movimiento “antiesparterista”.

Gran parte de aquellos militares contarios al General Espartero aprovecharon cualquier intento de derrocar su regencia. En 1841 se produjo el pronunciamiento moderado planeado desde el exilio marsellés por la reina María Cristina y con los generales Narváez y O ´donnell en vanguardia[11].

Estos generales serían los protagonistas de las sucesivas intentonas de destituir al regente Espartero, como el bombardeo y asedio a Barcelona en 1842, acción que desgastó la popularidad del Duque de la Victoria y encaminó su trayectoria al convulso 1843, año en el que se desarrolla la acción que nos gustaría exponer.

Cada vez era más numeroso el grupo de los “antiesparteristas”, en enero se disolvieron las Cortes y se convocaron nuevas elecciones. En abril solo uno de los tres sectores de la cámara apoyaba a Espartero. Las exigencias sobre destituciones de ciertos generales y personal de confianza del regente no hacían más que tensar la cuerda. El general, siendo fiel a su código militar, no cedió y en mayo de 1843 las Cortes quedaron suspendidas con sonido de tambores de guerra tras las puertas de la Cámara.

Es por ello que el 27 de mayo se produjo un levantamiento en Reus encabezado por los militares, cercanos al progresismo, Juan Prim y Milans del Bosch; y un mes después desembarcaron en Valencia procedentes del exilio en París tres generales afines al Partido Moderado: Ramón María Narváez, Manuel Gutiérrez de la Concha y Juan González de la Pezuela.

El General Espartero contaba con un apoyo minoritario para controlar esta rebelión pero su código férreo de disciplina militar y su sentido de patriotismo marcaría su intención indiscutible de luchar hasta el final.

LA CUMBRE EN 1843

En 1843, en medio de esta nueva insurrección por parte de los contarios a Espartero (entre los que se hallaban liberales, moderados, progresistas y hasta republicanos) los pueblos de la España del siglo XIX veía como su economía se diezmaba entre tantas guerras, escaramuzas e ideas contrarias que no conducían a un verdadero progreso y a romper con las estructuras del Antiguo Régimen.

Mientras Pascual Madoz, el político de ideología progresista, era otro de los que se ponían al frente de una coalición de oposición a Espartero[12], su Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar mostraba las características de los pueblos de aquella España que le tocó vivir.

En 1843, La Cumbre[13] era villa con ayuntamiento propio y dentro del Partido Judicial de Trujillo, perteneciente a la Audiencia Territorial de Cáceres y a la Diócesis de Plasencia. El político coincide en situarla en el punto más elevado de una extensa llanura, donde el aire es bueno, despejado y con veranos muy calurosos e inviernos muy fríos. Los vientos son más frecuentes por el norte y el Este.

Aquel año La Cumbre contaba con 430 casas bajas de construcción pobre salvo “8 u 10” de más alcurnia pertenecientes a los vecinos más acomodados. Estas casas no guardaban relación por lo que las calles son irregulares, característica que podemos ver hoy en día, y no estaban provista de empedrado sino que se componía de tierra desnuda. Inclinada hacia el oeste, el diccionario describe la plaza con el rollo de la villa que sirve de adorno pues, al igual que el resto, desde 1813 perdió todo poder simbólico de vasallaje.

La Cumbre tenía ayuntamiento, cárcel y “escuela de primeras letras” donde iban 110 niños de ambos sexos. La Iglesia parroquial estaba, y sigue estando, dedicada a Nuestra Señora de la Asunción y era aneja a la parroquia de San Andrés de Trujillo.

Ya entonces Pascual Madoz destacaba el deterioro y el estado ruinoso de la ermita de San Gregorio y, como comprobaremos más adelante, no fue el único.

El agua, elemento vital y más difícil de conseguir en tiempos pasados, se concentraba en varios pozos por el pueblo para el uso de los vecinos pero, al llegar los veranos especialmente, escaseaba el agua potable y había que ir a buscarla a más de una legua.[14]

2082 vecinos componían La Cumbre que, en 1843, lindaba al norte con tierras del Marqués de la Conquista; al este con tierras del Marqués de Santa Marta; al sur con tierras del Marqués del reino y al Oeste con la dehesa Caballería de Trujillo. Tenía 800 fanegas de tierra de labor donde el terreno es desigual y de buena calidad. Los ríos que la bañan son Gibranzos por el oeste y el Magasquilla al este y al sur.

Los caminos vecinales estaban despejados y el correo se recibía en Trujillo como administración principal y por valijera se conducía la correspondencia hasta La Cumbre dos veces a la semana.

Los cultivos, como ahora, eran cerealistas: centeno, avena y alguna cebada. El ganado predominante era el lanar, cabrío, vacuno y había un considerable número de cabezas de cerda. Había cien yuntas de bueyes y vacas de labor y, como hay poco monte, siempre ha predominado la caza menor.

Pascual Madoz cita 12 telares de lienzos ordinarios y 1 de paño basto y entre las enfermedades más comunes destacaban reumas y claudicación intermitente[15], rasgo curioso que se sale del contexto y que contrasta con la descripción general.

 

CUATRO HOMBRES EN ESTA ENCRUCIJADA

Es importante resaltar la acción de cuatro personalidades que, de una manera u otra, jugaron un papel decisivo no solo en la batalla sino en el tiempo que pretendemos mostrar.

  1. Don Juan Beltrán[16] disponía de negocios en Cáceres y fue regidor de la capital en 1820. En 1843 era concejal y todo el Cabildo Municipal se había adherido a la sublevación contra Espartero.

El 12 de Julio, al ser conocedores del desenlace de la batalla de La Cumbre, todos los concejales y demás autoridades municipales simpatizantes de la revuelta huyeron de Cáceres. Beltrán decidió quedarse e hizo de Gobernador, Alcalde, Administrador de Hacienda,… múltiples cargos que implicaban jurisdicción. Prácticamente solo, bajo circunstancias tan difíciles, se “echó Cáceres al hombro” y afrontó responsabilidades de todo tipo, dio órdenes y, en la mayoría de las veces, las ejecutó él mismo revelando condiciones muy digna de alabar y reconocer.

Después de la batalla, llegado el Capitán General de Extremadura, el General Ricafort, a Cáceres; conociendo este lo ocurrido, emprendió duro reproches contra el Ayuntamiento cacereño, reproches que tuvo que soportar Don Juan Beltrán, a pesar de que este solo había cumplido con su deber.[17]

  1. Don Mariano Ricafort Palacín y Abarca tenía 67 años cuando libró la batalla de La Cumbre en 1843. Apenas llevaba diez años en España. Este oscense[18] fue un militar inquieto cuya trayectoria se estructuró por todo el mundo y que desde su participación en la “guerra de las naranjas”[19] y la guerra de la Independencia mantuvo un fuerte vínculo con Extremadura.

En 1803 se casó con Paula Antonia Sánchez Lima[20], oriunda de Oliva de la Frontera.

Por aquellos años, era coronel del Regimiento de Extremadura en el intento de sofocar las insurrecciones independentistas de Venezuela, Nueva Granada y Perú. Entre 1825 y 1830 marchó a Filipinas como Gobernador donde promovió el desarrollo de la agricultura y comercio local.

Tras un año en España, en 1832, asumió el cargo de Gobernador y Capitán General de Cuba donde tuvo que luchar contra el tráfico de esclavos y el cólera, enfermedad que asoló la isla en aquella época.

En 1834, curtido en múltiples enfrentamientos, viajó desde Cuba hasta Burdeos para ser tratado por médicos y desde ahí viajó hasta Oliva de la Frontera, Badajoz, donde poseía casa y propiedades.

Ese año solicitó una licencia pues era su deseo liquidar unos trámites en Valencia con unos familiares y recuperar su achacosa salud en Extremadura, donde acudía frecuentemente a los famosos baños de Alange.

Poco tiempo duraba en un sitio concreto pues de 1836 a 1838 fue Capitán General de Galicia, cargo que desempeñó hasta el languidecimiento de la Guerra Carlista en esos territorios. Su deseo en 1840 era solicitar nuevo destino en Cuba, Puerto Rico o Filipinas alegando que habiendo pasado en aquellos lugares dieciocho años, el clima no “habría de perjudicar su quebrantada salud[21].

Pero su destino se quedó en España pues en noviembre de 1840, con Espartero regente, se le nombraba Ministro del Tribunal Supremo de Guerra y Marina; en diciembre de ese año Comandante general del archipiélago de Canarias y en 1841Capitán General de Andalucía.

Cargos cuya característica principal, como podemos comprobar, resaltaban tanto por su gran responsabilidad como por su corta duración. Aspecto que se tenía como normal pues, en virtud del vaivén político-militar constante de aquellos años, el regente movía a los oficiales que gozaban de su confianza donde mejor pudieran servir.

Así fue que tras los fusilamientos de los generales Montes de Oca, Borso de Carminati y Diego de León, en noviembre de 1841, Ricafort fue nombrado Capitán General de Aragón. Desde allí se hizo cargo del gobierno del General Rodil, cuando este fue nombrado Presidente del Consejo de Ministros, y contuvo las acciones derivadas del bombardeo de Barcelona en 1842.

Calmadas, temporalmente, las aguas, Mariano Ricafort estuvo en Zaragoza hasta marzo de 1843 donde fue nombrado Capitán General del 9º Distrito Militar, en Extremadura.

Con 67 años, toda una vida dedicada militarmente a su país por todo el mundo y en varias guerras, La conjura de los Generales Narváez, Concha y Serrano contra Espartero, le sorprendió en Extremadura donde libró su última batalla, en La Cumbre.

Cesó inmediatamente después y se trasladó a Madrid con su familia. Exiliado el Regente y tras el juramento a la reina María Cristina aun pudo tomar unos últimos baños en Alange antes de morir tres años más tarde, en 1846.

III. De esta batalla no hubiéramos tenido detalle sino hubiese sido por el informe del economista, matemático e ilustrado Don Julián de Luna y Peña. El que fuera tío del novelista Felipe Trigo y abuelo del abogado y escritor Mario Roso de Luna, nació en Zarza Capilla en 1789 pero sería en Cabeza del Buey donde pasaría la mayor parte de su vida. Estudió en Salamanca, Sevilla y Madrid, donde formó parte de la Matritense (la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País) y consiguió de forma interina la Cátedra de Economía política de la recién creada Real Sociedad Económica Extremeña de Amigos del País de Badajoz. Discípulo de Antonio Sandalio Arias fue un hombre inquieto, intelectualmente polifacético y de una marcada ideología liberal que contrastaría con algunas personalidades afines y le granjearía enemigos hasta en sus propias filas.

En 1819 consiguió la cátedra de agricultura, creada por Real Orden, en Badajoz. Hombre enérgico, creía en el progreso de su tierra y así lo hacía constar en escritos y colaboraciones en periódicos como “el ciudadano extremeño, el Constitucional extremeño, Asamblea Patriótica Constitucional y El Semanario de la Provincia de Extremadura”[22].

En esta etapa de su vida se encontraba entre los que promovieron el pueblo de Santa Amalia y la elaboración de mapas topográficos de Extremadura, muy útiles, posteriormente, en la Guerra Carlista.

Al final del Trienio Liberal, 1823, con el absolutismo en las puertas de Badajoz y los liberales huyendo hacia Portugal, fue desterrado a Cabeza del Buey donde escribió su gran obra “Tratado de Economía Política”.

Restablecido el Régimen liberal, comenzó su etapa más política desempeñando los cargos de diputado en la Junta de Badajoz por Castuera y Herrera del Duque en 1835 y Secretario del Gobierno civil de Cáceres, entre los años 1837 a 1839. [23]

Su fiel apoyo al General Espartero le condujo a asumir el cargo de Jefe Político de la provincia de Cáceres, cuando era Catedrático de Matemáticas en el Instituto de la ciudad, en 1840.

Es precisamente ese cargo y su determinación política inamovible la que le condujo a efectuar el acta sobre la batalla producida en La Cumbre en julio de 1843. Ese informe permaneció como borrador varios meses y no salió a la luz hasta que desempeñó el puesto de Jefe Político de la provincia de Huelva. En él se citan datos y hechos sin el cual no hubiera sido posible conocer los acontecimientos que pretendemos mostrar. Una acción controlada y ganada de forma ejemplar que le supuso el cese inmediato del nombramiento que ostentaba.[24]

Luna fue un humanista a quien la política se dibujaba como el pretexto de cambiar la sociedad y por eso se entregó a ella una parte de su vida. La moral de sus ideas y el fervor democrático le hicieron resaltar los valores, propuestas e intereses para girar la rueda de la evolución en la Extremadura del siglo XIX. En sus inclinaciones hacia el pensamiento de Rousseau, Montesquieu, Mirabeau o Diderot, que plasmaría en su obra más conocida “Tratado de Economía Política” se desprende el objetivo por el desarrollo y el porvenir de la humanidad como una rueda que solo puede girar en una dirección: hacia adelante.

Murió en 1848. Para entender un poco más la situación política en la que vivían estos prohombres y pensadores quedan las palabras que le dedica el que fuera su alumno Juan Donoso Cortés: “No hay duda en que usted está destinado a ser víctima de todos los partidos. El liberal exaltado despoja a usted de su destino, el carlista de su camino. ¡Triste suerte la del hombre de bien!”[25]

  1. El círculo de estas cuatro personalidades se cierra con el adversario del General Ricafort en la batalla. Hasta la fecha se tenía constancia de una reseña documental, en la obra de José Segundo Florez sobre la vida del General Espartero, en la que, en relación a la batalla de La Cumbre, se le cita como el Coronel Basalo (con B). En la misma línea, en el informe del Gobernador político Juan de Luna y Peña, aparece como el Comandante de caballería Vasalo (con V). Este error de transcripción se debió a la “españolización” que hicieron del apellido italiano, de origen genovés, Vassallo (con dos s, ll y v) y por este motivo, hasta ahora, no se ha tenido constancia de la identidad del oficial que luchó contra Ricafort en el campo cumbreño.

Don José María Vassallo y Moriano, pertenecía a una noble familia malagueña muy vinculada al ejército y, concretamente, al sector de caballería.

Nacido en Málaga en 1798, su nombre se confunde entre los múltiples nombramientos que desempeñó en su carrera militar; siempre siguiendo la línea de sus tres hermanos, todos militares del regimiento de caballería.[26]

Como muchos militares de entonces, su participación en la primera Guerra Carlista en las filas isabelinas le supuso un trampolín para aumentar su rango y posición. Había que destacar su participación en la batalla de Saelices[27] contra las tropas carlistas, en 1838, donde el escuadrón del 1º ligero, liderado por él, cargó contra los partidarios de Carlos María Isidro en el puente de Saelices de Mayorga (Valladolid) no esperando a la infantería, que se hallaba en el pueblo de Mayorga. Esta acción apresurada y valiente le brindó la victoria, el honor y el ascenso a teniente coronel.

Estaba casado con Joaquina Machín Martínez y tenía una hija.

En 1843 fue herido defendiendo el alzamiento de Narváez y resto de Generales[28]; por esta acción fue nombrado Coronel de caballería, cargo que ostentaba en la batalla de La Cumbre de 1843, donde debía tener unos 47 años[29] y, aunque se intentó silenciar la derrota por parte de los sublevados contra Espartero, volvió a resultar gravemente herido. Este hecho provocó que se le reconociera arrojo, valentía y, por ello, volvería a recibir honores.[30]

En 1855 aparece en la guía de forasteros de Madrid

Fue Mariscal de campo (caballería)[31], Capitán General de Granada y, de 1856 a 1858, Capitán General de Galicia, hospedándose en el mismo Palacio de La Coruña donde, veinte años antes, obtuvo el mismo cargo Mariano Ricafort, su enemigo en la batalla. Murió en 1867, este trabajo le pone, por fin, identidad y esclarece quien fue aquel misterioso “coronel Basalo”[32].

LA BATALLA

Podemos imaginarnos las altas temperaturas de un 12 de julio en La Cumbre, hay sensaciones que difieren poco en el tiempo para los acostumbrados al clima extremeño.

En 1843, las noticias de la insurrección del cabildo municipal cacereño contra el regente Espartero obligó al Capitán General de Extremadura, Mariano Ricafort, emprender acciones y viajar con sus tropas hasta la capital. Había dispuesto su cuartel general en Trujillo donde se abasteció de diferentes cuerpos y armas del ejército. Contaba con 67 años y en su cuerpo se resentían las cicatrices y los achaques de un soldado curtido en mil batallas por todo el mundo que, siguiendo los parámetros de un patriotismo certero, consideró que el movimiento progresista a favor de Espartero hace unos años tenía mucho más sentido del deber que la sublevación militar, de la mano de los moderados, que se libraba, ahora, contra él.

Es por eso que, viejo y cascarrabias, el día 4 de julio recibió la noticia de que los sublevados, al mando del coronel de caballería José María Vassallo, con 600 soldados de infantería y 100 de caballería habían partido desde Badajoz en su busca.

Cuando llegaron las noticias de que Vassallo se dirigía primero a Cáceres hubo un intento de marchar, de inmediato, sobre la ciudad. Pero allí estaban dos columnas enemigas esperándoles y si llegaban antes, las fortificaciones de la ciudad monumental y la superioridad numérica les conduciría, irremediablemente, al fracaso.

Consciente de que el número enemigo había aumentado considerablemente, Ricafort, recurrió a la psicología.

  • Ordenen que se sirva una cuantiosa comida a toda la tropa y que no les falte de nada- alentó a sus oficiales el día 10 de julio.Si se avanza desde Trujillo a La Cumbre, la zona de la Iglesia y la plaza es la parte más alta haciendo honor a su nombre y, desde la carretera, se puede apreciar tanto la torre del campanario como la torre del ayuntamiento. Desde el otro prisma, se puede observar el campo trujillano a lo largo de los 10 kilómetros que separan ambas poblaciones, con excepción del valle del río Magasca.Atrincherados los de Vassallo en la zona de la Iglesia y la ermita de San Gregorio. Ricafort avanzó, con la infantería dividida en tres columnas a cuyos lados custodiaba la caballería, en formación y en dirección diagonal hacia la derecha donde, más adelante y salvando las primeras viviendas donde pudieran estar parapetados los sublevados, marcharon sobre los baldíos despejados con la ermita como meta.No hizo falta emisario para resolver pacíficamente el conflicto, la distancia entre ambos bandos era tan corta que las voces eran perfectamente audibles; pero, aquella intención se desvaneció con el fuego del Coronel de Caballería Vassallo quien, confiado por la situación estratégica en que se hallaban y el devenir del país, no dudó en denegar licencia alguna a los del General Ricafort.Las cercas próximas a la ermita fueron envueltas por la compañía guerrillera y la de Aragón subiendo por el oeste mientras que una columna de infantería, por el norte, obligaba a los sublevados a refugiarse en las calles cumbreñas. Ese inicio fue el más violento, donde el fuego de las armas se resolvía en cada cerca y parapetos próximos a la ermita de San Gregorio que, ya Julián de Luna y Peña la describió como “arruinada”.[35]Tras dos horas de lucha, la gravedad de la herida del propio Coronel Vassallo propició la derrota de la columna enemiga. Se hicieron muchos prisioneros: 423 de los 500 soldados enemigos, 40 de caballería (algunos huyeron dirección Badajoz) y 25 oficiales.En la misma línea, Mariano Ricafort, en su “Parte de Guerra”, se limita a decir “después de un combate empeñadísimo y desventajoso por mis fuerzas, me apoderé del pueblo, no sin una sensible pérdida”.
  • CONSECUENCIAS Y CONCLUSIONES. Es por ello que el 13 de julio, a las siete de la tarde, las campanas de la capital cacereña repiquetearon incesantemente la llegada de la Milicia Nacional del Capitán general de Extremadura Mariano Ricafort. Junto a él marchaba Juan de Luna y Peña, jefe político de la provincia de Cáceres, el regente de la audiencia, el intendente y otros empleados que se habían instalado en Trujillo a merced de los acontecimientos y por la insegura situación en que vivía el Ayuntamiento de Cáceres, donde la mayoría del Cabildo municipal, había huido a Badajoz.Beltrán recibió al ejército y personalidades, aguantó los reproches del General Ricafort y trataron de devolver la normalidad mientras jaleaban sobre la acción ocurrida en La Cumbre, donde la victoria sin precedentes insuflaba el ánimo y el optimismo por los acontecimientos que vendrían.
  • La batalla de La Cumbre del 12 de julio de 1843 transcurrió mientras Espartero estaba persiguiendo rebeldes por las sierras de Andalucía, y no constituyó más que un “mazazo” judicial de quien proclamaba la legalidad del pueblo y las Cortes y, a su vez, había sido elegido Regente para gobernar España hasta la mayoría de edad de Isabel II.Las controversias de ideales políticos, imposición de mandos militares, crisis de las colonias iberoamericanas, crisis socioeconómica interior, constitucionalismo frente a absolutismo y otros ingredientes similares fueron la receta de la inestabilidad del siglo XIX español.   
  •  
  • Con este trabajo se esclarece y detalla una de las muchas acciones que imperaron en aquellos tiempos.
  • Ese “mazazo” en las postrimerías del exilio fue un éxito efímero que, sin embargo, alberga la historia de aquellos que nos gustaría resaltar en este trabajo. Un “golpe en la mesa” cuya victoria no sirvió de nada a Espartero que, en menos de un mes tuvo que embarcar rumbo a Londres a esperar, hasta 1848, a que le restituyeran los honores; no fue una rúbrica en el triunfo militar de Mariano Ricafort, quien viejo y cansado de heridas y batallas, solo pensaba pasar sus últimos años en Oliva de la Frontera y disfrutar de sus baños calmantes en Alange; no resaltó el carácter del economista y jefe político Juan de Luna y Peña, quien fue siempre apartado por sus ideas progresistas y no vio culminado el reconocimiento de su “Tratado de Economía Política”; no fue digno de homenaje para Juan Beltrán, el único que no dejó a Cáceres en estado de abandono, acto y tesón por el que nunca obtendría un homenaje; y no fue la acción predilecta de José María Vassallo y Moriano, cuya herida le recordaría siempre la derrota en aquella batalla y la necesidad de “disfrazarla” como éxito para obtener méritos de guerra, cuando los suyos entraron en el poder.
  • Pero nada más lejos de la realidad, del 16 al 23 de julio, el todavía Regente Espartero estaba bombardeando Sevilla para acabar con los insurrectos cuando se enteró del éxito del sublevado General Narváez en Torrejón de Ardoz. La victoria de este y entrada en Madrid dejaban al Regente pocas opciones; Sevilla no podía ser tomada de aquella manera, los “antiesparteristas” habían vencido y a Baldomero Espartero no le quedó más opción que exiliarse[36].
  • Había transcurrido 9 días en Cáceres donde toda la Administración pública y Ayuntamiento se encontraban en un estado de espera incierto, solo protegido por el concejal Juan Beltrán quien decidió afrontar los cargos y proteger a la ciudad de la desidia y el abandono.
  • Las heridas de Vassallo y del resto de prisioneros enemigos fueron atendidas en Trujillo y puestos a disposición de la justicia. Lo que quedaba de la Columna de Badajoz, que habían subido con los sublevados, fueron puestos en libertad y pasaron a engrosar el ejercito del General Ricafort quien, desde un campamento improvisado en La Cumbre, redactó, de inmediato, el parte de guerra (a las tres de la tarde de aquel 12 de julio) y marchó hacia Cáceres: “Tan luego dé algún descanso á las tropas continuare mi marcha sobre Cáceres, cuya ciudad someteré a la obediencia del Gobierno”.
  • Más preciso es Julia de Luna y Peña en el borrador del informe escrito inmediatamente después de terminada la batalla, con sello del Gobierno Político de la Provincia de Huelva, Nº 18, en el que redacta: “Lamentable es la pérdida de unos diez hombres que quedaron muertos en el campo de batalla…. Y de otros tres o cuatro que habrán muerto de tales heridas que resultaron. Uno de estos mortalmente lo fue el desatinado Vasalo principal responsable de tantas desgracias. Estas habrían sido más si no fuera tan activo el ímpetu de nuestro valientísimo jefe, subalternos y tropa, los cuales todos a porfía cargaron con tal denuedo que difícilmente podrá tener lugar alguna distinción o preferencia”.
  • En cuanto a las pérdidas, José Segundo Florez, en su obra “Espartero. Historia de su vida militar y política” menciona “dejando en el campo un crecido número de cadáveres”.
  • Siempre en los flancos, la caballería comenzó a saltar las cercas y el resto de la infantería, bayoneta cargada, penetró en el pueblo enfilando cada calle y casa para no caer en embocadas.
  • Se dice que un “viva al Duque de la Victoria” abanderó el fuego de los esparteristas.[34]
  • En esta situación una compañía de guerrilleros hizo un semicírculo aprovechando el valle de San Gregorio para colocarse a medio tiro del enemigo. A su derecha se colocó la compañía de Aragón y la caballería cubrió la entrada por Trujillo.
  • Es por ello que, cuando las tropas de Ricafort fueron vistas por la de Vassallo desde las inmediaciones de la Iglesia cumbreña, los sublevados resolvieron parapetarse en la zona más alta y aguardar el encuentro en este punto. Eran las 10 de la mañana y el pueblo serviría de embudo para diezmar a la infantería de los de Espartero.
  • El 11, descansados y, moralmente, ensalzados, los esparteristas se enteraron que los sublevados se encontraban en Torremocha. Es por ello que el 12 de julio formaron y marcharon a su encuentro. Encuentro que se produjo en La Cumbre[33].
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  • Cabello F, Santa Cruz F y Temprado R.M. Historia de la guerra última en Aragón y Valencia. Tomo II. Madrid 1845.
  • Cortijo Parralejo Esteban. Julián de Luna y Peña. Un economista extremeño en la primera mitad del siglo XIX. Revista de Estudios Extremeños, 2016, Tomo LXXII, Número II, pp. 1239-1250.
  • Cruz Hidalgo Esteban. Un economista extremeño entre la reforma y la utopía. Julián de Luna y Peña. Revista de Historia de las Vegas Altas. Nº 10 (Diciembre 2017).
  • Fernández de Córdova Fernando. Mis memorias íntimas. Las Regencias de Espartero. Edit. Ediciones 19. Estudios de historia moderna y contemporánea: homenaje a Federico Suarez Verdeguer, 1991, ISBN 84-321-2748-5.
  • Flores del Manzano Fernando. La Contrarrevolución realista en Extremadura. Universitas Editorial. 2002.
  • García Rodríguez Miguel Ángel. La Cumbre Historia y sentimiento. Imprenta provincial de la Diputación de Cáceres. 2018.
  • Hurtado Plubio. Ayuntamiento y familias cacerenses /. Cáceres: Tip., Encuadernación y Librería de Luciano Jiménez Merino.
  • Valera Juan. Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo, considerados en sus principios fundamentales, por D. Juan Donoso Cortés, Marqués de Valdegamas. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2006.
  • Moral Roncal Antonio Manuel. Las Guerras Carlistas. Ed Sílex.
  • Madoz Pascual. El Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar (1845-1850) Tomo VII
  • Paredes Alonso, Francisco Javier (1991). Pascual Madoz (1805-1870): libertad y progreso monarquía isabelina. Barañáin (Navarra): Editorial Eunsa. ISBN 84-313-0760-9.
  • Recio Cuesta Juan Pedro. Las expediciones carlistas en Extremadura durante la guerra civil de 1833 a 1840. Coloquios Históricos de Extremadura. 2015.
  • Sánchez Blázquez, Margarita: “La formación agraria en la Extremadura del siglo XIX” en Dioses, mitos y demonios: la agricultura extremeña en el siglo XIX, editado por la Consejería de Agricultura y desarrollo rural, Publicaciones de la Secretaría General, 2009, Junta de Extremadura, Badajoz,
  • Shubert Adrian. Espartero, el Pacificador. Edit. Galaxia Gutenberg,

[1] La Pragmática Sanción de 1830 fue aprobada por Fernando VII de España el 29 de marzo de 1830 que vino a promulgar la Pragmática de 1789 aprobada por las Cortes de aquel año a instancias del rey Carlos IV y por la cual anulaba el Auto acordado de 10 de mayo de 1713 de Felipe V que, excepto en casos muy extremos, imposibilitaba a las mujeres acceder al Trono. Esta pragmática restablecía de este modo el sistema de sucesión tradicional de las Siete Partidas de Alfonso X de Castilla, según el cual las mujeres podían reinar si no tenían hermanos varones. Burdiel Isabel. ISABEL II O EL LABERINTO DEL PODER. Ed. Taurus. Pág. 36-37.

[2]Los Realistas Apostólicos eran una sociedad de tipo sectario y ultratradicionalista partidarios de una determinada forma absolutista para la monarquía para la Corona de España. Flores del Manzano Fernando. LA CONTRARREVOLUCIÓN REALISTA EN EXTREMADURA. Universitas Editorial. Pág. 22-26.

[3] Cristinos o Isabelinos eral los partidarios de Isabel II y de su regente María Cristina.

[4] Moral Roncal Antonio Manuel. Las Guerras Carlistas. Ed Sílex.

[5] En Trujillo las personas encargadas de las oficinas de Rentas Nacionales, las de Amortización, las de Correos y las del propio Ayuntamiento abandonaron la población. Juan Pedro Recio. Las expediciones carlistas en Extremadura durante la guerra civil de 1833 a 1840. Coloquios Históricos de Extremadura. 2015.

[6] Juan Pedro Recio. Las expediciones carlistas en Extremadura durante la guerra civil de 1833 a 1840. Coloquios Históricos de Extremadura. 2015.

[7] En palabras del propio Don Basilio Antonio García y Velasco: “Un silencio sepulcral ha reinado en Trujillo á nuestra entrada; las calles estaban desiertas, las puertas cerradas, todo melancólico. Sabido es que es pueblo de tildada opinión, muchos se habían comprometido con la facción, la parte liberal había emigrado, otros emigraron por nuestra llegada, y el pueblo estaba casi desierto”. Vid. AVECILLA, Pablo Alonso de la, Diario de la guerra, materiales para la historia…Op. cit., T. V, p. 102.

[8] Se conoce como batalla de Luchana a los combates que durante la primera guerra carlista tuvieron lugar durante los días 1 al 25 de diciembre de 1836 en la que el ejército isabelino, partiendo desde su base en Portugalete, consiguió arrollar a las fuerzas carlistas que asediaban Bilbao desde el 25 de octubre. Shubert Adrian. Espartero, el Pacificador. Edit. Galaxia Gutenberg, Págs. 43-45.

[9] También los de duque de Morella, conde de Luchana y de vizconde de Banderas. Fernández de Córdova Fernando. Mis memorias íntimas. Las Regencias de Espartero. Edit. Ediciones 19.

[10] Tomás Villarroya Joaquín. La Ley de Ayuntamientos de 1840 y la renuncia de María Cristina de Borbón a la Regencia. Estudios de historia moderna y contemporánea : homenaje a Federico Suarez Verdeguer, 1991, ISBN 84-321-2748-5, págs. 459-468

[11] Se llegó a planear el asalto al Palacio real para capturar a Isabel II y a su hermana. Dicho asalto no tuvo éxito y los generales Montes de Oca, Borso de Carminati y Diego de León fueron fusilados por tal intento.

[12] Paredes Alonso, Francisco Javier (1991). Pascual Madoz (1805-1870): libertad y progreso monarquía isabelina. Barañáin (Navarra): Editorial Eunsa. ISBN 84-313-0760-9.

[13] Madoz Pascual. El Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar (1845-1850) Tomo VII: «Cumbre (La): villa con ayuntamiento en la provincia y audiencia territorial de Cáceres (6 leguas), partido judicial de Trujillo (2), diócesis de Plasencia (14), capitanía general de Estremadura (Badajoz 18). situado en el punto más elevado de una estensa llanura al 0. de Trujillo, goza de atmósfera despejada, clima estremado en calor y frio; reinan los vientos N. y E. y se padecen intermitentes y reumas: tiene 430 casas de mezquina construcción, escepto 8 ó 10 de los vecinos más acomodados; no guardan alineación, y por consiguiente no hay calles sino grupos irregulares sin empedrado alguno y 1 plaza en la que existe el rollo de la villa que sirve de adorno: hay casa de ayuntamiento, cárcel, escuela de primeras letras dotada con 1,500 rs. a la que asisten 110 niños de ambos sexos; iglesia parroquial dedicada a la Asunción de Ntra.: Sra. aneja á la parroquia de San Andrés de Trujillo: en los afueras 1 ermita arruinada con el título de San Gregorio y varios pozos para el uso de los vecinos; pero escasean tanto las aguas potables, que en años secos hay que buscarlas á más de 1 legua. Confina el término por N. con tierras del marqués de la Conquista; E. id, del marqués de Santa Marta; S. id. del marqués del Reino, y 0. con la dehesa Caballería de Trujillo; todas en el término de esta ciudad á distancia de ¼ de legua por todos los puntos y comprende 800 fanegas de tierra de labor , sin hallarse monte alguno sino que aprovecha en común con Trujillo y sus agregados los llamados de Tozo: le bañan al 0. el riachuelo llamado Gibranzo y al E. y S. el Magasquilla: el terreno es desigual y de buena calidad: los caminos vecinales: el correo se recibe en Trujillo por baligera 2 veces a la semana. Produce: trigo, centeno, avena y alguna cebada: se mantiene ganado lanar, cabrío, vacuno, de cerda, sobre 100 yuntas de bueyes y vacas de labor, y se cría caza menuda: 12 telares de lienzos ordinarios, 1 de paño basto y la estraccion de cereales a los mercados de Trujillo. Población: 380 vecinos, 2,081 almas.

[14] Medida de longitud que equivale a 5 572 metros.

[15] Claudicación intermitente: dolor causado por un flujo sanguíneo demasiado bajo a los músculos durante el ejercicio. Lo más frecuente es que este dolor se produzca en las piernas después de caminar a un cierto ritmo y durante un cierto tiempo, según la gravedad de la afección. https://www.mayoclinic.org/es-es/diseases-conditions/claudication/symptoms-causes/syc-20370952

[16] Hurtado Plubio. Ayuntamiento y familias cacerenses /. Cáceres: Tip., Encuadernación y Librería de Luciano Jiménez Merino. Pág. 46 y 161-165.

[17] Otro gran extremeño caído en el olvido que, en circunstancias difíciles, hizo alarde de su consideración y patriotismo y se puso al frente del ayuntamiento cacereño en 1843. En Cáceres, hoy, no hay un reconocimiento específico a su persona.

[18] Oriundo de Huesca.

[19] La guerra de las Naranjas fue un breve conflicto militar que enfrentó a Portugal contra Francia y España en 1801. La Guerra de las Naranjas (Luciano Bonaparte en Badajoz). Ed Diputación Provincial de Badajoz.

[20] Fueron padres de Mariana, Asunción, Ricardo y Mariano Ricafort y Sánchez.

[21] Baso Andreu. Un oscense casi olvidado: Mariano Ricafort Palacín. Pág. 290.

[22] Sánchez Blázquez, Margarita: “La formación agraria en la Extremadura del siglo XIX” en Dioses, mitos y demonios: la agricultura extremeña en el siglo XIX, editado por la Consejería de Agricultura y desarrollo rural, Publicaciones de la Secretaría General, 2009, Junta de Extremadura, Badajoz, p. 155.

[23] Cruz Hidalgo Esteban. Un economista extremeño entre la reforma y la utopía. Julián de Luna y Peña. Revista de Historia de las Vegas Altas. Nº 10 (Diciembre 2017). Págs. 62-76.

[24] Cortijo Parralejo Esteban. Julián de Luna y Peña. Un economista extremeño en la primera mitad del siglo XIX. Revista de Estudios Extremeños, 2016, Tomo LXXII, Número II, pp. 1239-1250.

[25] Valera Juan. Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo, considerados en sus principios fundamentales, por D. Juan Donoso Cortés, Marqués de Valdegamas. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2006.

[26] Los tres hermanos José, Francisco y Juan, coetáneamente fueron generales de Caballería, el otro hermano llamado Sebastián había muerto antes siendo coronel.

[27] “El escuadrón del 1º ligero mandado por el Coronel Don José Vassallo, llegaron al pueblo de Mayorga en la tarde del 15 de abril, divisó, ya toda la columna enemiga que venía hacia la misma población y la reconoció de cerca el ayudante de Estado Don Pablo Vegas. Los enemigos también lo vieron y empezaron a retroceder y ocupar el pueblo de Saelices, pasando su puente. Entre tanto recibí yo el aviso e hice avanzar al brigadier don Víctor Sierra con dos escuadrones de su regimiento del príncipe para reforzar al del 1º de ligeros y entretener a los enemigos mientras llegaba mi infantería que tenía muy atrás. Pero los rebeldes iban tan precipitados en su retirada que el brigadier Sierra juzgó conveniente cargarlos sin esperar a la infantería, y así dispuso lo verificase el escuadrón ligero dejando uno del Príncipe en reserva, y marchando él con el otro a amenazar la derecha para envolverla si era posible. Alcanzolos cerca del puente y uno de sus escuadrones se vio obligado a hacer frente, apoyado en tres compañías de cazadores de esta parte del río, y en un batallón parapetado en una tapias al otro lado. Esta infantería rompió un vivo fuego casi a quemarropa sobre nuestra caballería, pero tocando esta la carga general, los tres escuadrones la dieron sobre la infantería y caballería simultáneamente, destrozando a la segunda, y haciendo prisioneros a los que quedaron vivos de la infantería. Las consecuencias de esta jornada y de la incesante persecución sucesiva han sido muchas y muy felices, pues los rebeldes huyen enteramente despavoridos y la expedición enemiga ha perdido todo principio de unión y regularidad. El brigadier Sierra recomienda especialmente al coronel Don José Vassallo, al teniente de ligeros Don Braulio García, al comandante del Príncipe Don Narciso Hons, al capitán Don Manuel Mena, del mismo cuerpo, al aposentador del cuartel general”. https://www.boe.es/datos/pdfs/BOE//1838/1250/A00001-00001.pdf

[28] “… Ayerbe dispuso el ataque en dos columnas, mandadas por don Francisco Velarde la de la derecha y conducida por él la de la izquierda. Tenazmente resistían el ataque de Velarde pero, habiendo acometido a la bayoneta y habiendo hecho hasta locuras Serrano, Vasallo, Decreff, León, Acedo, Rico, Capdevila, Palacio y otros oficiales de caballería e infantería a ejemplo del general, de Velarde, Samaniego, Rute, Mocret, Infantes y Morata, Cabrera abandonó el campo retirándose por Armillas y Martín a Palomar y alrededores de Montalbán. Ayerbe tuvo sobre doscientas bajas, y Cabrera perdió unos cien muertos y doscientos heridos…” Cabello F, Santa Cruz F y Temprado R.M. Historia de la guerra última en Aragón y Valencia. Tomo II. Pág. 236. Madrid 1845.

[29] A juzgar por su nombramiento como Mariscal de Campo en 1856 donde contaba con 57 años.

[30] Imagen José María Vassallo y Moriano, extraída de http://ancienhistories.blogspot.com/2014/08/la-academia-de-caballeria-y-sus.html

[31] Gaceta de Madrid núm. 1300, de 26/07/1856, página 1. ”Vengo en nombrar Capitán general de Galicia al Mariscal de Campo D. José María Vasallo. Dado en Palacio a 23 de Julio de 1856. Está rubricado de la Real mano. El ministro de la Guerra, Leopoldo O’Donnell”.

[32] “La Reina (Q. D. G.), por Reales decretos de 27 del actual, y con el plausible motivo del feliz natalicio de su augusta Hija la Princesa Doña María Isabel, se ha dignado promover al empleo de Teniente general a… D. José María Vassallo, Coronel del regimiento de Sagunto. Tiene 57 años de edad y 56 de servicio con abonos: tiene buenos méritos de guerra , y por el q u e contrajo en la acción de Saelices, ocurrida en 15 de Abril de 1838, ascendió á Teniente coronel; por las heridas q u e recibió en 1843 defendiendo el alzamiento nacional fué promovido al empleo de Coronel, volviendo a ser herido en la acción de Las Cumbres, ocurrid a el 12 de Julio de dicho año contra las tropas que mandaba el General Ricafort, desde cuya fecha manda su actual regimiento. Cuenta 17 años de Coronel y 7 de Brigadier. Es el primero en antigüedad de los de su clase de esta arma que mandan cuerpo”. https://www.boe.es/datos/pdfs/BOE//1852/6420/A00002-00003.pdf

[33] “Capitanía general de Extremadura. «Estado mayor. « Excelentísimo Sr.: Reunidas, según tu ve el honor de manifestar á V . B . en mis comunicaciones anteriores, todas las fuerzas que de diferentes cuerpos y arma» permanecieron fieles al Gobierno, situé en Trujillo con objeto de abastecer el castillo de dicha plaza. El día 4 recibí noticia de que la columna de sublevado en Badajoz al mando del coronel Basalo con la fuerza de 600 infantes y 100 caballos se aproximaba á mi cuartel gen eral: en tal situación determiné romper mi movimiento sobre la Cumbre, pueblo distante dos leguas de Trujillo , y en donde en fuertes parapetos y edificios me esperaban. Tomadas las disposiciones convenientes para envolver sus posiciones, di la señal de ataque después de haber roto aquellos el fuego sobre mis columnas, decidido como estaba a no ser el primero en romper las hostilidades. Nada iguala, Excmo. Sr., al arrojo y entusiasmo con que los leales y bravos soldados a mis órdenes arrojaron de sus parapetos y posiciones a los que ilusos y seducidos abandonaron a sus banderas: después de un combate empeñadísimo y desventajoso por mis fuerzas, me apoderé del pueblo, no sin una sensible pérdida, haciéndoles 400 prisioneros, entre ellos 25 oficiales, y el jefe de la columna gravemente herido. Tan luego dé algún descanso á las tropas continuare mi marcha sobre Cáceres, cuya ciudad someteré a la obediencia del Gobierno. Todo lo que me apresuro a poner en conocimiento de V .E. , reservándome el darle el parte detallado, a fin de que se sirva entretanto elevarlo al de S. A. el Regente del Reino, quien asimismo se servirá hacer presente que el oficial del ministerio D . Pedro León García ha seguido a mis inmediaciones. Dios guarde á V .E . Muchos años. Campamento sobre las Cumbres a las tres de la tarde del 12 a de Julio de 1843.= = Excmo. Sr. D. Mariano Ricafort.^=Excmo. Sr. Secretario de Estado y del Despacho de la Guerra”. Gaceta de Madrid: núm. 3219, de 19/07/1843, página1 https://www.boe.es/datos/pdfs/BOE//1843/3219/A00001-00001.pdf

[34] “En tal estado el comandante de Caballería Vasalo, jefe de la columna enemiga mandó romper el fuego. Un Viva al Duque de la Victoria que saliendo del corazón resonó en toda nuestra línea fue el grito de entusiasmo y no menos de indignación con que se acometió a los enemigos con un arrojo indecible”. Cortijo Parralejo Esteban. Julián de Luna y Peña. Un economista extremeño en la primera mitad del siglo XIX. Revista de Estudios Extremeños, 2016, Tomo LXXII, Número II, pp. 1239-1250.

[35] “Al momento fueron envueltos los que ocupaban la primera cerca, rindiéndose parte de ellos. El fuego se hizo general y horroroso, especialmente en el ángulo entrante que por la colina formaban los muros de las cercas con una ermita arruinada que venía a ocupar el centro. Nada bastó a contener el ímpetu de nuestro intrépido general: la infantería fue arrojando a los enemigos de la multitud de parapetos que sucesivamente iban ocupando al paso que se iba concentrando al pueblo; mientras que la caballería bramando de coraje quería saltar a las cercas.” Cortijo Parralejo Esteban. Julián de Luna y Peña. Un economista extremeño en la primera mitad del siglo XIX. Revista de Estudios Extremeños, 2016, Tomo LXXII, Número II, pp. 1239-1250.

[36] El 30 de julio embarcó en el Puerto de Santa María en un buque británico rumbo a Inglaterra. Fue el fin de la regencia de Espartero.

Ene 102019
 

Jesús Bermejo Bermejo.

Las Cofradías[1] en la España de la Edad Moderna se constituyeron como el principal foco asociativo del pueblo.

En la Edad Moderna, el Concilio de Trento (1545-1563) impulso estas asociaciones como medio de defensa frente a las ideas luteranas que se expandían por el centro de Europa y que alcanzarán su máximo auge durante el Barroco.[2]

Estas asociaciones religiosas llegaban a disponer de un depósito económico común que facilitaban mucho la vida a sus miembros.

Estas normas comunes permitían, en gran medida, cierto prestigio social y una llave para la aspiración de cargos de responsabilidad; factores que van a propiciar una rápida y completa expansión.[3]

Es por todo esto que el análisis de las cofradías se debe abarcar no solo desde un punto de vista descriptivo y costumbrista, haciendo alusión al contenido religioso y social; sino también desde un punto de vista antropológico y, dentro de este, desde una antropología cultural y social.

En La Cumbre de 1752 había cuatro cofradías constituidas:

La Cofradía del Santísimo.

La Cofradía de las Ánimas.

La Cofradía de la Vera Cruz.

La Cofradía de San Gregorio.

Por los intereses y fervor de la época, prácticamente todos los habitantes del pueblo pertenecían a una o a otra y, a su vez, todos formaban parte de una quinta Cofradía cuya advocación era a Nuestra Señora del Rosario.

La Cofradía de San Gregorio.

El pueblo se sentía vinculado espiritualmente a los Santos. Estos aparecen como figuras cercanas a las gentes sencillas; se configuran como seres humanos que escuchan y empatizan con la gente del pueblo ya que, al igual que ellos, también han pasado dificultades y han encontrado en Dios el consuelo, la ayuda y la salvación. Estas antiguas Cofradías derivaron, en muchas ocasiones, a que el pueblo en cuestión adoptase la figura del Santo como su Santo Patrón.

Podemos catalogarla dentro de las “Cofradías Devocionales”. Estas estaban configuradas por aquellas que rendían culto a la Virgen, a los Santos, al Santísimo Sacramento y a las Ánimas Benditas.

La figura de San Gregorio.

San Gregorio Ostiense fue elegido para predicar penitencia y organizar rogativas que eliminasen las plagas de langostas, que diezmaban los campos y empobrecían, más aún, al campesinado.

Efectivamente, San Gregorio viajó por las provincias de Navarra y la Rioja, durante cinco años. Contó con varios discípulos, entre ellos, Domingo de la Calzada y, es sabido que los fieles siguieron sus indicaciones, saneándose toda la región de las plagas.

La fama de San Gregorio contra las plagas de Langostas se extendió a todo el territorio nacional. Hasta la basílica de Sorlada (Navarra) acudían de todos los rincones a por el agua milagrosa del Santo para bendecir los campos.[4]

La llegada del agua y las salidas de “la Santa Cabeza”[5] hacia los lugares donde las plagas de langostas causaban estragos hizo que el Santo fuera famoso.

Efectivamente, en el siglo XVI, el obispo de Pamplona recibe una carta del Gobernador Real del Consejo de Castilla diciéndole que “están infestados de la plaga de la langosta los reinos de Andalucía, Murcia y Valencia y las Provincias de Estremadura y la Mancha y que creiendo que no basten quantas providencias se quieran tomar para su total exterminio le encargaba hacer salir la Cabeza de San Gregorio para «llevarla a los referidos Reinos y Provincias» y al mismo tiempo le pedía aviso del «costo y gasto de esta diligencia…»”[6].

Fig 1. San Gregorio. Foto del autor

El Agradecimiento de La Cumbre: la ermita de San Gregorio.

En La Cumbre también hubo plagas de langostas y, como los Santos se identificaban con el pueblo, los problemas del campo eran compartidos, a través de las plegarias, lo que les daba fuerzas para continuar en su lucha y quehacer diario.

A la luz de los acontecimientos descritos, en el siglo XVI se comenzó a construir en La Cumbre una ermita en honor a San Gregorio, que ya tenía Cofradía.

Desconocemos, hasta la fecha, el año exacto en que se puso la primera piedra, aunque podemos advertir un hecho al que se hace referencia en el interrogatorio de 1785: …“El reverendísimo Padre Fray Alonso Barrantes[7], General de la religión de San Benito, le regaló a la parroquia de esta villa parte de la canilla de San Gregorio Ostiense y otras reliquias auténticas [8]que hacen prodigios contra la langosta, la peste y la rabia”[9]... Por tanto, podemos deducir que la construcción empezó a efectuarse a últimos del siglo XV y/o comienzos del XVI, cuando el avance de las plagas de langostas hacían verdaderos estragos en el campo.

Fig 2. Ermita de San Gregorio en La Cumbre (Foto del autor)

Lo que sí sabemos con certeza es que, en el año 1752, ya existía como tal, ya que como cita Don Juan Thomas Olguín de Tamayo, cura de la parroquia de la villa de La Cumbre, en el Catastro del Marqués de la Ensenada: “…hay una ermita de San Gregorio, cuya es la cofradía dicha, a la que se concurre tres veces al año: el día de San Marcos, de cuenta de la villa por voto con la letanía y se dice misa y se da cuenta en Badajoz; el día de San Gregorio, por el día, con procesión y misa cantada por cuenta de la Cofradía y por la tarde, a vísperas; y el día segundo de Pascua de Resurrección, con una procesión general por cuenta de la Cofradía de las Ánimas….en 19 años que llevo de cura de esta villa no he conocido desazón ni quimera alguna. Renta tiene lo de su Cofradía y el mayordomo de ella recoge las limosnas, no tiene ermitaño”…[10]

El edificio es sencillo, obra de sillarejo y mampostería. Fue construido con piedra de granito y pizarra. Es de una sola nave, con cubierta de bóveda de riñón[11] y ábside de forma poligonal; el exterior presenta portada con arco de medio punto laureado con dos ventanas cuadradas y otra pequeña, en el ábside, de forma rectangular. Anchos contrafuertes, tres a ambos lados y dos en el ábside, custodian sus muros y, en el tejado, una espadaña albergaba la campana del esquilón.

Una cruz de granito de poca altura, probablemente posterior a la ermita, vigila su entrada en la que, en otro tiempo, se encontraba una extensión de tierra, perteneciente en gran parte a la Cofradía de San Gregorio, llamada “La Hoz de San Gregorio”.

Organización y bienes de la Cofradía

Las cofradías devocionales de Santos solían estar formadas por gentes sencillas que veían en su protector la solución divina a sus problemas ganaderos.

La Cofradía de San Gregorio de La Cumbre tuvo un nutrido grupo de vecinos campesinos que pagaban por pertenecer a ella 26 reales y tenían de carga 40 misas cantadas y dos oficios generales por los hermanos vivos y difuntos.

Estaba gobernada por un alcalde y dos diputados; uno actuaba de mayordomo y otro de escribano. Las cuentas de la misma eran consultadas, a su vez, por el escribano del ayuntamiento con intervención del cura. Para las acciones de justicia, esta Cofradía se atenía a las leyes de la Justicia Real. Los derechos y gastos de sepultura corrían a cargo de la misma y se hacían en el interior de la Iglesia[12]. Cada hermano que moría tenía derecho a que se dijeran 5 misas por la salvación de su alma.

Tuvo pocas tierras, que se encontraban en la “Hoz de San Gregorio”[13] y correspondían a seis fanegas, situadas en la “vereda de los molinos”[14], y treinta y tres ovejas, que se alimentaban de los pastos y barbechos de esas mismas tierras, cuando se dejaban descansar. Estas fanegas las tenía arrendadas, en 1752, a Fernando Polo, que pagaba siete reales por fanega cada tercer año que se sembraba.

En 1899[15], ya no aparece rastro de la Cofradía de San Gregorio.

En cuanto a la ermita, los avatares del XIX no consiguieron romper sus muros aunque si la dejaron en estado ruinoso, tal y como recalca Pascual Madoz, (en su “Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar”) en 1847, al referirse a La Cumbre… “en las afueras una ermita arruinada con el título de San Gregorio…”.[16]

A principios del siglo XX, calmados los campos, los vecinos de La Cumbre intentaron volver a la normalidad. La talla de San Gregorio volvió a la ermita que volvió a restaurarse.

Tras un periodo de abandono del edificio, en los años 90 limpiaron y restauraron la ermita de San Gregorio voluntarios del pueblo que trabajaban en la construcción. Pusieron una puerta metálica y restituyeron el tejado, lo que evitó su destrucción.

Entre los primeros años del siglo XXI, se volvió a instaurar la festividad de San Gregorio y arregló parte de la fachada de la ermita, el interior y restauró la talla del Santo, que peregrina desde la iglesia a la ermita en procesión para, posteriormente, oficiar misa en la puerta del restaurado edificio.

 

La Cofradía de la Vera Cruz

En el siglo XVIII, las cofradías dedicadas a la Vera Cruz y a la Santa Cruz tuvieron su auge al estar influenciadas por los franciscanos, quienes gozaban de indulgencias y privilegios pontificios.[17]

La mayoría de los autores centran a las Cofradías en un origen consuetudinario, es decir, asociaciones o juntas de personas con intereses comunes que se reunían para regular y ordenar sus actividades y dirimir conflictos.

La Cofradía de la Vera Cruz en La Cumbre tenía “…13 fanegadas de tierra, 37 ovejas y por cada hermano que muere, entra, tiene o percibe 12 reales; su instituto es cantar 15 misas anuales y dos oficios mayores por los hermanos vivos y difuntos, y de mandar decir cuatro misas por cada hermano que muere…”.[18]

Estas cofradías veracrucenses tenían muy presente el tema de la muerte y el temor a Dios; y lo manifestaban a través de la disciplina y las procesiones; y son claras las muestras de sacrificio y los actos de caridad. En ellas, se asistía a las necesidades de los hermanos. El cofrade enfermo debía de ser visitado durante la noche y ayudado en la comida y en la ropa. Se asistía, igualmente, al hermano difunto y se celebraban misas, cada mes, por los cofrades difuntos.

Estos, a su vez, eran recordados en las festividades. Estas eran bases que verificaban el interés y beneficio de pertenecer a una Cofradía durante la Edad Moderna.[19]

Para la Cofradía de la Vera Cruz, los actos públicos constituían su principal función y su primordial actividad. Este parece ser el origen de la suntuosidad de las procesiones en las principales ciudades. La figura de Cristo era entendida como un ente superior, la puesta en escena y el muestreo al público mediante actos solemnes eran medidas para acercarlo más al pueblo y los integrantes de estas cofradías actuaban como emisarios de ese hecho.

El Cristo de la Cofradía de la Vera Cruz de La Cumbre.

Los cristos articulados son una tipología que engloba, cuando menos, asombro y misterio en cuanto a la técnica y orígenes de los mismos.

El Cristo de la Vera Cruz de La Cumbre (el “monumento” como se le conoce hoy día) se trata de un cristo con articulación en los hombros de estilo, probablemente, gótico.

Fig 3. Cristo de la Vera Cruz de La Cumbre (foto del autor)

Se trata de un Cristo de acusado realismo dado los materiales y técnicas empleados. La cabeza, tronco y extremidades presentan una gran dureza que recuerda al papel maché. Es evidente que está hueco para dar mayor ligereza a la hora de colocarlo en distintas posiciones (en la cruz, reclinado sobre la urna de cristal, etc.). Todo está cubierto con un barniz y adherido al papel maché que lo recubre y que le da brillantez y realismo.[20]

No es posible datar una fecha exacta; Don Clodoaldo Naranjo Alonso, en su libro “Trujillo y su tierra”, al hablar de La Cumbre, en la página 53, menciona el paisaje de Casillas y Rodas donde “…se descubrieron objetos romanos y de fabricación árabe, trazados de vivienda antigua y una ermita en ruinas, de muy remoto origen, dedicada a un Santísimo Cristo, trasladado después a esta parroquia…”.

La imponente figura inspira dolor, compasión, pero también miedo.

Organización y bienes de la Cofradía.

El punto neurálgico del quehacer de las cofradías cristológicas respecto a sus actividades consistían en la celebración de vigilias, los desfiles procesionales, las actividades de Semana Santa y la conservación de su imagen o imágenes.

Al igual que la Cofradía de San Gregorio, la de la Vera Cruz de La Cumbre tenía los mismos derechos y gastos de sepultura[21]; estaba gobernada por un alcalde y dos diputados; uno actuaba de mayordomo y otro de escribano.

En cuanto a los bienes de esta Cofradía[22], en 1752 las treces “fanegadas” de tierra estaban repartidas en varias extensiones de tierra que eran aprovechadas por varios arrendatarios.

Sebastián Cabello, vecino de La Cumbre, tenía arrendada a esta cofradía varias fanegas[23] de tierra:

Una en el “sitio de Machalinos” de primera calidad por la que pagaba 11 reales.

Otra de segunda calidad en “sitio del Molino del Cura”, por la que pagaba, también, 11 reales.

Una tercera, también de segunda calidad, en el “sitio de la vereda de los Molinos” por la que paga nueve reales de vellón[24].

Francisco Alía, también vecino de La Cumbre, tenía arrendada a esta cofradía:

Una fanega de tierra de segunda calidad en el “sitio de Vaciatroje” por la que pagaba nueve reales de vellón.

Seis celemines[25] de otra tierra de segunda calidad en el “camino de Plasenzuela” por la que pagaba cuatro reales y diecisiete maravedíes[26].

Martín Campos, tenía varias extensiones de tierra arrendadas a la cofradía:

Una fanega de tercera calidad en el “sitio de la Mata del Perdigón” y pagaba siete reales.

Otra de misma calidad en el “sitio del Cerro de la Somada” y pagaba siete reales de vellón.

Otra de primera calidad en el “sitio de los Herreros” y pagaba once reales de vellón.

Tres celemines de primera calidad en el “sitio de los Herreros” por la que pagaba dos reales y veinticinco maravedíes.

Seis celemines de tierra de tercera calidad en el “sitio del Fontarrón” por la que pagaba diecisiete maravedíes de arrendamiento.

Francisco Castro, vecino de La Cumbre, tenía arrendada:

Una fanega de tierra de primera calidad en la “Hoja de los Valles” por la que pagaba once reales.

Otra fanega de segunda calidad en el “sitio de la Laguna” por la que pagaba nueve reales de vellón.

Y tres celemines de tierra de primera calidad en el “sitio de la Laguna de la Alquería” por la que pagaba once reales.

Por último, para completar las “trece fanegadas” Fernando Polo tenía arrendada una fanega de tierra de tercera calidad en el “sitio del Fontarrón” por la que pagaba siete reales de vellón.

El pago por el arrendamiento de las tierras variaba en función de la extensión de las mismas y de la calidad; se hacía por cada cosecha cada tercer año, de manera que se sembraba uno y se descansaba dos; por lo que los beneficios había que dividirlos en tres partes. Con este último arrendatario, por ejemplo, por una fanega de tierra de tercera calidad, si pagaba siete reales de vellón cada tercer año, sacaba un producto valorado en sesenta reales a los que había que quitarle los siete de arrendamiento (cincuenta y tres) y dividirlo entre tres, que serían diecisiete reales, veintidós maravedíes y dos tercios de un real de vellón cada año.

Ignoramos, por el momento, si tuvieron casas propias u otros tipos de bienes; aun así, apreciamos las ganancias y contribuciones económicas que hicieron de esta cofradía una hermandad fuerte, en la cual sus cofrades apreciaban el beneficio que les suponía la adhesión a la misma. No obstante, a pesar de estas ventajas, la figura del Cristo como dimensión teológica superior y su vinculación a la pasión y muerte; contando, además, con las procesiones públicas y actos de penitencia, han dejado reminiscencias en la cultura religiosa de La Cumbre hasta nuestros días.

La Cofradía del Santísimo Sacramento

Otra de las Cofradías de La Cumbre es la del Santísimo Sacramento que, junto con la de Ánimas, entra dentro de las llamadas cofradías sacramentales. Estas tenían un sentido religioso más profundo. La dimensión de Jesucristo alcanzaba mayores exigencias espirituales; pues su sangre y su cuerpo se hacían presentes en la eucaristía y hacía que aumentase la fe y el misticismo ya que, si en la Cofradía de la Vera Cruz se intentaba conseguir el mayor realismo y la mayor cercanía con el pueblo a través del Cristo articulado, en esta Cofradía del Santísimo Sacramento la divinidad y la simbología se hacían patente, precisamente, por todo lo contrario.[27]

El origen de estas Cofradías hay que buscarlo en la Edad Media, en la fiesta del Corpus Christi, sesenta días después del Domingo de Resurrección.[28]Efectivamente, hay diversas hipótesis y teorías que se pierden con el tiempo; aun así, en el siglo XIII Santa Juliana de Lieja promovió la idea de celebrar la festividad en honor al Cuerpo y Sangre de Cristo. Así ocurrió en 1246 por primera vez y, en 1263, se produjo un “milagro” en Balsena (Italia) cuando el sacerdote local alzó la hostia consagrada y brotó sangre[29].

También, como muchas tradiciones religiosas, el origen de las mismas se mezclan con rituales paganos que tenían que ver con las estaciones del año y alabanzas a la agricultura; tradiciones que la Iglesia[30] camuflaba entre sus celebraciones y que han derivado en lo que conocemos hoy día.

Con el fin de fomentar el culto a Jesucristo sacramentado en la Eucaristía nació la Cofradía del Santísimo Sacramento de La Cumbre que, según el Interrogatorio de 1752, tenía “seis fanegadas de tierra en los baldíos de esta villa, que solo tiene el aprovechamiento de tres en tres años y vale cada una de arriendo de diez a once reales, y 102 ovejas, las que vale cada una de arriendo cuatro reales, dos censillos de corta consideración que uno y otro valen 65 reales y las entradas de cada hermano que entra que vale cada una 26 reales; su instituto es los terceros domingos de cada mes misa cantada y procesión de minerva, día de corpus su octava y jueves santo, misa cada día con sus procesiones generales, y todos estos sufragios son por los hermanos vivos y difuntos, y también para la cera que se gasta en la Semana Santa y manda decir por cada hermano que muere seis misas”.

Como advertimos en el Interrogatorio de 1752, aparte de la gestión funeraria de sus hermanos difuntos, cada tercer domingo de cada mes se cantaba misa a costa de esta cofradía y se realizaba la procesión de minerva[31].

Todos los cofrades debían asistir a esta ceremonia donde se exponía el Santísimo Sacramento en el altar, adornado con un número de velas y varias hachas[32], además de los estandartes y símbolos que se exponían a ambos lados del altar.

A continuación se realizaba la procesión de minerva que transcurría por el interior de la iglesia, con los estandartes y el palio acogiendo al Santísimo; siempre acompañado de velas y hachas encendidas.

El Día del Corpus Christi era la fiesta principal de esta Cofradía. Esa mañana se celebraban unas vísperas[33] a las que asistían todos los hermanos; había misa cantada y se sacaba al Santísimo Sacramento en procesión, bajo palio, con velas y hachas encendidas. En distintos rincones del pueblo (casa de algún hermano que ha pedido rogativa, casa de algún miembro de la junta directiva, etc.) se improvisaban altares engalanados con veras y flores, tradición que ha sobrevivido hasta nuestros días. Al final del acto, se elegían a los nuevos miembros de la junta de gobierno, en su caso, lo que refleja su importancia.

El Jueves Santo cobra importancia también para estas cofradías por el acto de La Última Cena de Jesús con sus Apóstoles. Tras el lavatorio de pies por el sacerdote y finalizados los oficios vespertinos; el Santísimo Sacramento se disponía en un altar para tal efecto; el Sagrario quedaba abierto[34]. Todos los cofrades debían acompañar al Santísimo desde el Jueves Santo al Viernes Santo; se hacían grupos, mediante sorteo, que se iban turnando y solo estaban exentos los enfermos y los ancianos.

Además de los establecido, esta Cofradía (al igual que las otras) se encargaba de las misas votivas[35].

Bienes de esta Cofradía y su supervivencia en la historia.

Ya hemos hecho mención a las seis fanegadas de tierra y a sus 102 ovejas. Según el Interrogatorio de 1752, en esta Cofradía:

Dos fanegas las tenía arrendadas Francisco Bote, eran de segunda calidad y pagaba por ellas dieciocho reales de vellón.

Otra fanega era arrendada por María Sánchez, de segunda calidad en el “sitio del Cerro de la Somada” por la que pagaba nueve reales de vellón.

Y Francisco Castro tenía el resto en el “sitio del Fontarrón”, de primera calidad, por la que pagaba once reales de vellón cada fanega de tierra.[36]

Al igual que en las otras Cofradías, la gestión económica se establecía en que se pagaba por la sembradura, es decir, se sembraba un año y se descansaba dos, por lo que el arrendamiento y los beneficios había que dividirlos en tres.

Asimismo, Francisco Bote, por ejemplo, conseguía de beneficio 200 reales de vellón; paga dieciocho y tenía que dividir los 182 restantes entre tres, de tal manera que le queda para cada año 60 reales, 22 maravedíes y dos tercios de un real de vellón.

Reminiscencias de esta Cofradía hasta nuestros días en La Cumbre.

Las vicisitudes analizadas en la Cofradía de San Gregorio y el convulso Siglo XIX diezmaron mucho la conservación de estas asociaciones religiosas. Sin embargo, hemos encontrados documentos que atestiguan la existencia de esta Cofradía en La Cumbre a principios del siglo XX.

En el Archivo Histórico Provincial de Cáceres[37] encontramos documentos en el que se nos detalla los censos redimibles[38] que, en 1890, tenían varios vecinos de La Cumbre contra esta Cofradía, lo que verifica su existencia, al menos, hasta esa fecha.

Precisamente por su supervivencia en el tiempo y la continuación, por parte de la Iglesia, de la celebración del Corpus Christi han hecho que tengamos reminiscencias y pruebas de la importancia de la Cofradía del Santísimo Sacramento en La Cumbre.

En conversaciones con los informantes[39], efectivamente, recuerdan la existencia de una Hermandad en la que sus miembros solo asistían al sacerdote en la celebración del Corpus.

Si nos atenemos a los cánones de la sociedad en un pueblo de Extremadura en el siglo XX solían ser los más hacendados del pueblo los que sujetaban el palio donde se sacaba en procesión la sagrada forma. De esta manera, es evidente la vinculación del poder terrenal con el divino.

Observamos entonces una peculiar escena; el Santísimo Sacramento protegido entre las manos del sacerdote y cobijado de un sol de junio, bajo un palio por las personas más influyentes del pueblo[40]…<< principalmente eran los representantes del ayuntamiento que, también, eran los más hacendados y que se sucedían, cada cierto tiempo, en los cargos>>…; mientras, el pueblo llano observa desde una distancia corta pero determinante. La estratificación social analizada desde una procesión donde todos saben en qué lugar ponerse.

Hoy día, estas tradiciones y actos han continuado realizándose y se sigue celebrando el engalanamiento de calles y altares en rincones y lugares estratégicos, por donde pasaba la Sagrada Forma, hacía estación y bendecía los alimentos, el agua y demás enseres.

Durante el pasado siglo XX, << los altares no tenían, obligatoriamente, un lugar determinado. El vecino/a que tuviera que hacer alguna rogativa u ofrenda elaboraba uno en la puerta de su casa. Ese jueves de Corpus no se trabajaba en el campo y los agricultores ofrecían en el altar alguna cuartilla[41] o media fanega de cereal, según la rogativa; también se ofrecían diversos alimentos y se pedía limosna; el dinero recaudado era gestionado, posteriormente, por la iglesia del pueblo…>>.[42]

Fig 4. Altar el día del Corpus Christi en la, actual Calle Ancha, de La Cumbre en los años 40 (foto cedida por Francisco S.R.)

Por su colorido y su fusión con la celebración de las comuniones, semanas antes, esta tradición continúa en la actualidad. Celebrándose en domingo y no en jueves, como era originario. Se recorren las calles del pueblo entre canticos eclesiales y balcones engalanados con mantas y mantones coloridos… las calles están sembradas, preferentemente, de plantas de tomillos, aunque también se pueden ver escobas, juncos, ect.

Es una fiesta “floral”, de máxima exaltación agrícola, de ahí la abundancia de plantas y flores; el color es fundamental[43], en las que se pedía, entre otras cosas, buenas cosechas.

De ahí, que, cuando se celebraba en jueves, los campesinos no fueran a trabajar y, en mayor o menor medida, donaran algunas cantidades de cereal, huevos, dulces y otros alimentos con el fin de que quedasen bendecidos y sus rogativas fueran cumplidas.

La procesión, actualmente, la encabezan los niños y niñas que han tomado la Comunión ese año (que se suele celebrar en el mes de mayo); estos, con el traje y/o vestido de aquel día llevan una cesta cada uno con pétalos de flores que van esparciendo a medida que avanza la procesión; después está el palio con el sacerdote ostentando la Sagrada Forma en la Custodia[44]; los palos lo sujetan, hoy, por los padres de estos niños/as y, a continuación, los familiares y amigos acompañan la comitiva hacia los altares; constituidos, mayoritariamente, por un mesa grande de madera que se cubre con una tela o paño blanco; encima del mismo, además de adornos florales, se ponen el pan, el vino y el agua para ser bendecidos; justo delante suele haber una alfombra y cojines para los que se arrodillan; a ambos lados, se colocan los alimentos que, hoy en día, son, principalmente, huevos y dulces y el cesto de las limosnas.

Todo el conjunto resalta por el colorido de los balcones, las diversas flores y las plantas esparcidas alrededor.

La procesión llega entre cánticos y los vecinos se unen junto al altar. El sacerdote se arrodilla ante el mismo y se entona el “Pater Noster”; a continuación se bendicen los alimentos y se da las gracias. En el momento en que está el cura arrodillado, junto a él, puede haber algunas personas, también arrodilladas, que han hecho alguna súplica y sujetan velas encendidas.

La procesión recorre los altares hasta terminar en la iglesia, donde se guarda la sagrada forma, se reza y hay un agradecimiento compartido.

El dinero de las limosnas recaudado, en otro tiempo gestionado por la Cofradía del Santísimo y la iglesia del pueblo, se suele destinar a asociaciones benéficas como Cáritas.

La Cofradía de las Ánimas

Estamos ante la cofradía que más miembros albergó en La Cumbre y, por ende, la más acaudalada en cuanto a tierras y bienes. Sin embargo, el rastro de las costumbres hacia las ánimas del purgatorio se pierde totalmente y, en la actualidad, no hay reminiscencias a este tipo de culto.

Efectivamente, Los siglos que engloban la baja Edad Media estuvieron envueltos en una espiral de guerras, epidemias y años de malas cosechas en la agricultura[45]. Estas circunstancias causaron un gran aumento de la mortalidad y un descenso demográfico acusado.

La Sociedad estaba mucho más relacionada con la muerte que hoy día. Si a esta circunstancia unimos el analfabetismo y la religiosidad, la preocupación por el final de la vida y el deseo de un más allá seguro y placentero constituía un tema importante. La idea de un Paraíso en el que no se sufriera las calamidades terrenales era un objetivo primordial en el pensamiento cristiano. Pero antes de llegar al mismo, todos debían dar cuentas de sus faltas, purgar sus pecados y, en función de ellos, estarían listos, o no, para el Paraíso.

Es precisamente la preocupación por esa “vida futura” la que desarrollaría el culto a la rogativa por los fieles difuntos, en especial a las Ánimas Benditas del Purgatorio[46].

Fig. 5. Cuadro de la Ánimas del Purgatorio en la Iglesia de La Cumbre (Foto del autor).

A partir del Concilio de Florencia del año 1459 se desarrolla el culto a la Ánimas, alcanzando, como las otras Cofradías, gran desarrollo en los siglos XVI-XVII. Fue durante estas fechas donde las iglesias parroquiales dedicaron altares a las Ánimas Benditas del Purgatorio y, por consiguiente, proliferaron Hermandades y Cofradías de Ánimas dedicadas a rezar por las almas de los fieles difuntos, para que cuanto antes, fueran aceptadas en el Paraíso.

La Cofradía de las Ánimas de La Cumbre, según el Interrogatorio de 1752, tenía: “ sesenta y tres fanegadas de tierras de pan llevar en los baldíos desta villa, que solo tiene el aprovechamiento de tres a tres años, y bale cada una de arriendo de diez a once reales, una cerca que hace tres fanegas de sembradura de centeno bajo las mismas circunstancias y bale entre ochenta a cien reales, más otras dos cerquitas que entre ambas hacen lo mismo y poco más o menos balen la cantidad dicha, lo que se pide por el lugar y en la yglesia y las entradas de cada hermano que bale cada una seis reales ydem 25 obejas, las que de arriendo le bale cada una cuatro reales, este es su fondo fijo; sus cargas y instituto es la misa de alba todos los días de fiesta, la que se dice por un sacerdote del partido de Montánchez por no haberle en el pueblo, más una misa con oficio y procesión de difuntos y un oficio mayor, todo lo dicho se aplica por los hermanos vivos y difuntos, y después del fallecimiento de cada hermano se le dicen dos misas y asiste la cofradía a su entierro con su cera e insignias; el número de hermanos en casi imposible poder saber… en el cumplimiento de las misas cuida el juez eclesiástico, pero si se ofrece algo en justicia conoce el juez real”.[47]

Debió de ser la que más miembros tuvo. De hecho, es más que probable que muchos de sus integrantes fueran, a su vez, hermanos de otras; por eso se explica que la Cofradía de las Ánimas se encargara de la procesión de San Gregorio hacia su ermita el segundo día de Pascua de Resurrección.

También debió presidir la mayoría de los enterramientos de La Cumbre, que se hacían en la Iglesia, puesto que no había “…cementerio, ni necesidad del por hallarse la yglesia fuera del pueblo y ser capaz para la vecindad…[48]. El miedo al infierno y la presencia cercana de la muerte[49] hacia crecer el número de limosnas, con el fin de que los rezos permitieran al alma estar el menor tiempo posible en el purgatorio.

Las Misas de Alba todos los días de fiesta, dichas por un sacerdote de Montánchez, antes de empezar el día, manifiesta la enorme religiosidad y la constante preocupación social sobre el porvenir del alma después de la muerte.

Entre otras funciones, también, estaban la Misa de Difuntos, que era señalada por la Iglesia para velar por las almas de los fallecidos; y la Noche de Reyes, en la que había tradición de acordarse de los difuntos y en las que las campanas de la iglesia llamaban al rezo por la noche. En muchas localidades, con sus particularidades y variantes, salían grupos de hermanos de estas Cofradías, ataviados con ropajes negros, estandartes y capas, haciendo sonar esquilas, a las casas para rezar por el alma de los difuntos y murmurando oraciones como: “Las ánimas de esta casa descansen en paz”[50]

Es precisamente, este halo de misterio y tenebrosidad, la que otorgaba un máximo respeto e importancia a la labor principal de estas Cofradías.

Bienes de la Cofradía de las Ánimas de La Cumbre.

La Cofradía de las Ánimas de La Cumbre era la más opulenta en cuanto a miembros, limosnas y tierras. Estableceremos la relación de tierras, el lugar, los arrendatarios[51] y el pago por el alquiler de las mismas, según el Interrogatorio del Marqués de la Ensenada de 1752:

Juan Casero, vecino de la localidad, tenía varias tierras arrendadas a esta cofradía en el siglo XVIII:

Una fanega de tierra de tercera calidad en el “sitio de las Zorreras” en siete reales cada cosecha.

Dos fanegas de segunda calidad en el “sitio de la vereda de los Molinos” por la que pagaba nueve reales por fanega.

Dos fanegas de tierra de segunda calidad en el “sitio de Machalinos” por la que pagaba once reales por fanega.

Doce celemines de primera calidad en el “sitio de Pozuelo” a cinco reales y siete maravedíes cada cosecha.

Dos fanegas de primera calidad en el “sitio de Machalinos” en once reales cada cosecha.

Una fanega de primera calidad en el “sitio de Machalinos” en once reales de vellón cada cosecha.

Seis celemines de segunda calidad en la “Hoja de San Gregorio” en cuatro reales y medio cada cosecha.

Una fanega de primera calidad en el “sitio de Pozuelo” a once reales de vellón cada cosecha.

Una tierra de una fanega de segunda calidad en el “sitio de Machalinos” en nueve reales de vellón cada cosecha.

Juan de Ávila el Menor tenía arrendada en el “sitio de la Sauceda” una fanega de tierra de tercera calidad por la que pagaba siete reales de vellón cada cosecha.

Francisco Alía tenía arrendada otra tierra en “el sitio del cerro de la Somada” de una fanega de segunda calidad en nueve reales de vellón cada tercer año. También tenía otra fanega en el “sitio de la Laguna”, de segunda calidad, a nueve reales de vellón cada cosecha. Luego tenía otra tierra de tres fanegas de tercera calidad en el “sitio de Guadaperal” en siete reales de vellón por fanega. Al igual que todos, cada cosecha se sembraba un año y se descansaba dos.

Francisco Bote tenía varias tierras arrendadas a esta Cofradía:

Tres celemines de primera calidad en el “sitio de la Somada[52]” por la que pagaba once reales por fanega.

Una fanega de primera calidad en el “sitio de los Herreros” en once reales de vellón.

Dos fanegas de primera calidad en el “sitio del Tapiado” a nueve reales de vellón cada fanega.

Tres fanegas de segunda calidad en el “sitio del Guijarro” a nueve reales de vellón cada fanega.

Dos fanegas de segunda calidad en el “sitio de la Retuerta” en nueve reales de vellón por fanega.

Seis celemines de primera calidad en el “sitio de los Herreros” en once reales de vellón cada cosecha.

Cuatro fanegas de tercera calidad en el “sitio de Fuente Jerrumbrosa” a siete reales por fanega.

Una fanega de segunda calidad en el “sitio de Vacía Troje” a nueve reales cada cosecha.

Una fanega de segunda calidad en el “sitio del Cerro de la Somada” a nueve reales de vellón cada cosecha.

Una fanega de segunda calidad en el “sitio de Fuente Jerrumbrosa” en nueve reales de vellón cada fanega.

Seis celemines de primera calidad en el “sitio de la Hoja de los Valles” en once reales de vellón cada fanega.

Dos fanegas de segunda calidad en el “sitio del Fontarrón” a nueve reales de vellón cada fanega.

Y, por último, una tierra de seis celemines de primera calidad en el sitio de la vereda de los Molinos a once reales de vellón cada fanega.

Juan de Ávila tenía arrendada dos fanegas de primera calidad en la “Hoja de los Valles” en once reales de Vellón cada fanega. Y otra tierra de seis celemines, de segunda calidad, en el “sitio de Pozuelo” en nueve reales de vellón por fanega.

Sebastián Cabello tenía arrendada otra tierra de comida de una fanega de primera calidad en once reales de vellón cada tercer año en el sitio del Fontarrón. Y otra fanega de primera calidad en el “sitio de Malmeda” a siete reales de vellón cada tercer año.

Miguel Badillo tenía arrendada una tierra de dos fanegas de segunda calidad en el “sitio de las Zorreras” en nueve reales por fanega cada tercer año.

Fernando Polo tenía arrendada una tierra de seis celemines de tercera calidad en el sitio del Fontarrón a razón de siete reales por fanega cada cosecha. Y dos fanegas de segunda calidad, en el “sitio de Alonso Arias” a nueve reales por fanega.

Por último, termina la relación de bienes con el vecino Alonso Amarilla, que tenía arrendada otra tierra de una fanega, de tercera calidad, en el “sitio de Retuertas” a siete reales de vellón cada fanega.

Como vemos, esta Cofradía tenía más ingresos que las demás en cuanto a rentas, bienes y limosnas; riquezas que afianzaban más su estatus entre la población y proporcionaba fortaleza a sus quehaceres y obligaciones.

A modo de conclusión.

Las circunstancias, descritas en apartados anteriores, erosionaron la economía y estructura de las cofradías. Las leyes fiscales, promulgadas por Felipe IV y Carlos II para evitar la bancarrota, afectaron a las hermandades religiosas. A finales del siglo XVIII, Carlos IV estableció algunos decretos que diezmaron, todavía más, la economía de las mismas.[53]

Y por si no fuera poco, los difíciles tiempos del siglo XIX, analizados en la Cofradía de San Gregorio, con sus continuos saqueos durante la Guerra de la Independencia y la pobreza que generaron este y otros conflictos posteriores, obligaron a estas cofradías a la venta de sus bienes.

Tras la desaparición del beneficio económico de las mismas, el cambio de pensamiento religiosos se hacía patente y, a pesar de llevar siglos de ritos y devoción, los envites de los nuevos tiempos acabaron por diezmar a las Cofradías, que llegaron a tener prohibidas la pedida de limosnas[54], lo que fulminó su estatus y acabó en su declive.[55]

Hoy día, aparte de los rituales el Día de Difuntos, apenas quedan reminiscencias de esta Cofradía que, sin embargo, debió de ser la más importante y rica entre los habitantes de La Cumbre.

 

[1] Las cofradías, esencialmente las que aquí tratamos, se nos ofrecen en una clara definición como “una asociación de hombre y mujeres, hombres y su familia, pertenecientes o no a una misma profesión, corporación, gremio o estamento socio-económico, abierta o cerrada numéricamente, que se unen por y para diferentes fines o causas, especialmente piadosas y benéficas, aunque también profesionales, sociales, recreativos, políticos, etc. Bajo la advocación de un santo, marianas, cristológicas, sacramentales o penitenciales, u otra persona de la Trinidad, patrón o protector. Con una organización más o menos amplia, no necesariamente con estatutos, con o sin aprobación episcopal”. Archivo Histórico Diocesano de Cáceres. Caja 55-57. Número de inventario, 56. Recto, página 1.

[2] En el año 1671 se celebró en Badajoz un sínodo que estuvo convocado por Fray Francisco de Roys y Mendoza, que nos vale para movernos al otro ámbito regional en la regulación de las parroquia y del tema de las procesiones: “Y porque las procesiones generales se hazen por utilidad y bien espiritual y temporal de todo el pueblo y muchas veces para cumplir el voto público conviene que a lo menos se hallen en ellas los que representan al pueblo, que son sus justicias y regidores.” Felipe II en Madrid. Real Cédula de 12 de julio de 1564. Novíssima Recopilación…, Ley XIII. Libro Y. Título I. Arias Montano y su tiempo. Catalina Pulido Corrales (Coordinación). Editorial Regional de Extremadura. Badajoz, 1998. Página 115.

[3] López Vacas, Ángela: La labor social de las cofradías durante el Antiguo Régimen en Fuente del Maestre, Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2014.

[4] https://www.ewtn.com/spanish/Saints/Gregorio_Ostiense.htm (consultado en agosto 2018).

[5] El culto a los restos de los mártires o los santos, ya sean corporales –como los huesos, el cabello o incluso tejido orgánico– u objetos asociados con el santo en cuestión y su martirio han sido uno de los elementos más llamativos del cristianismo desde sus orígenes. El culto a las reliquias se popularizó inmensamente durante la Edad Media; las gentes esperaban de ellas efectos casi mágicos y no dudaban en peregrinar cientos de kilómetros. http://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/las-reliquias-fe-y-negocio-en-la-edad-media_8589/3 (consultado en julio de 2018).

[6] Pares. Archivo de San Gregorio. Sorlada (Navarra). 2018.

[7] Fray Alonso Barrantes vivió en el siglo XV y fue uno de los hijos de Pedro Barrantes, el primer Señor de La Cumbre.

[8] De ser cierto estaríamos ante un auténtico expolio, seguramente perpetrado por algún párroco de La Cumbre, posteriores a esa fecha, que se creyó con el poder suficiente de “robar” tales reliquias de su parroquia y, probablemente, venderlas o trasladarlas. A día de hoy no lo sabemos.

[9] González Cáceres José Luis. La Cumbre desde el recuerdo. Gráficas Joman 2008.

[10] Entre el 7 de febrero de 1757 y el 29 de marzo, la cabeza del Santo, en atención a lo establecido en la Real Cedula, estuvo recorriendo los campos de Extremadura, ignoramos si estuvo en La Cumbre. J. Barragán Landa. Las plagas del campo español y la devoción a San Gregorio. Cuadernos de etnología y etnografía de Navarra, ISSN 0590-1871, Año nº 10, Nº 29, 1978, págs. 273-298.

[11] Riñón: en un arco, una bóveda o una cúpula, la zona intermedia comprendida entre el arranque y la clave. (https://www.glosarioarquitectonico.com/glossary/rinon/). Consultado en julio de 2018.

[12] “No hay cementerio ni necesidad del por hallarse la Iglesia fuera del pueblo y ser capaz para la vecindad” Interrogatorio Real Audiencia 1791

[13] Llamada así en los documentos consultados en 1752, ha existido el valle (la hoz) de forma comunal hasta los años ochenta del pasado siglo; hoy no hay constancia del nombre, tan solo la ermita.

[14] Efectivamente, el camino desde la ermita de San Gregorio al río Gibranzos es el “camino de los molinos” hoy en día.

[15] Archivo histórico provincial de Cáceres Legajo 10 carpeta 22. Página 5, recto.

[16] Madoz Pascual. Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar. 1847. Pag 357.

[17] Aragón Ruano, Álvaro. El proceso de institucionalización de las cofradías guipuzcoanas durante la Edad Moderna. Programa de Formación de Investigadores del Departamento de Educación, Universidades e Investigación del Gobierno Vasco. Año 2000. Pag. 205-222.

[18] Interrogatorio del Marqués de la Ensenada 1752.

[19] Pablo Iglesias Aunión. Una aproximación a la religiosidad y piedad popular por medio de las cofradías en Extremadura durante los tiempos modernos. Coloquios históricos de Extremadura. 1998.

[20] FERRO COUSELO, Jesús; LORENZO FERNÁNDEZ, Joaquín., “La capilla y santuario del Santísimo Cristo de la catedral de Orense”, Museo Arqueolóxico Provincial, Ourense, 1998, p.15

[21] corrían a cargo de la misma y se hacían en el interior de la Iglesia por hallarse fuera del pueblo y ser capaz para la vecindad. Interrogatorio del Marqués de la Ensenada 1752.

[22] Libro becerro. Interrogatorio de 1752. Archivo Histórico de La Cumbre (Cáceres)

[23] Fanega de tierra: es una medida agraria de superficie. En Extremadura, una fanega es igual a 6400 metros cuadrados.www.Wikipedia.es

[24] En el siglo XIX, el rey José I mandó acuñar durante su reinado dos sistemas monetarios paralelos basados en el real como unidad monetaria, pero con dos valores diferentes: el real español tradicional y el «real de vellón» (nombre de la aleación de cobre y plata en que estaba acuñado), con una equivalencia de 2,5 reales de vellón por cada real tradicional. www.wikipedia.es

[25] El celemín se usaba para medir la superficie de los terrenos agrarios. Correspondía a unos 537 m². www.wikipedia.es

[26] Maravedí: Moneda de cobre de curso legal en España que, con sucesivas acuñaciones, estuvo vigente desde los Reyes Católicos hasta la primera reforma en el sistema monetario de Isabel II (1474-1854). www.wikipedia.es

[27] Arias de Saavedra, Inmaculada y López Guadalupe, Miguel Ángel, Las cofradías y su dimensión social en la España del antiguo régimen, en Cuadernos de Historia Moderna nº 25, 2000, p. 189-232.

[28] Fiesta que sigue celebrándose a nivel nacional e internacional.

[29] Aunque los entendidos trataron de explicar el suceso atribuyéndolo a la posible presencia en el pan del pigmento rojo conocido como prodigiosina, segregado por la bacteria Serratia marcescens, el prodigio fue muy difundido y entendido como una prueba real de que se debía instaurar tal celebración. El corpus en Extremadura. José Luis Rodríguez Plasencia. Biblioteca Cervantes Virtual.

[30] Recordemos que la Iglesia tenía mucha influencia romana y adoptaba muchas de las costumbre como la de preservar las tradiciones paganas para una mayor aceptación del pueblo.

[31] La titulada como Misa de Minerva toma su nombre de la iglesia romana de Santa María sopra Minerva, un templo cristiano que se levantó sobre otro pagano, dedicado a la diosa romana de la sabiduría. Ordenanzas de la cofradía del Santísimo Sacramento de Trujillo durante la Edad Moderna. Antonio Cantero Muñoz. Coloquios Históricos de Extremadura. 2007.

[32] Hacha: Vela de cera, grande y gruesa, en especial la de cuatro pabilos. RAE.

[33] Vísperas es el oficio divino vespertino en la Liturgia de las Horas de la Iglesia católica. RAE.

[34] Este acto piadoso, tiene como objetivos dar gracias a Jesús por la institución de la Eucaristía y desagraviar, con homenajes, los ultrajes que recibió. Ordenanzas de la cofradía del Santísimo Sacramento de Trujillo durante la Edad Moderna. Antonio Cantero Muñoz. Coloquios Históricos de Extremadura. 2007

[35] Al definir «Misa votiva», el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, dice textualmente que es la «que, no siendo propia del orden del calendario litúrgico, se puede decir en ciertas ocasiones por devoción». DRAE.

[36] Libro Becerro. Interrogatorio de 1752.

[37] Archivo Histórico Provincial de Cáceres. HCL 27; 8 Y 9.

[38] Censo redimible: Aquel cuya redención depende del transcurso de un lapso determinado o el cumplimiento de una condición resolutoria. http://www.enciclopedia-juridica.biz14.com

[39] Entrevista realizada a Miguel Bermejo González, 90 años, jubilado. Junio de 2018.

[40] Entrevista realizada a María Isabel González Cabello, 58 años, auxiliar de geriatría, en julio de 2018.

[41] La cuartilla es una unidad de medida de volumen para áridos equivalente a la cuarta parte de una fanega. www.wikipedia.es

[42] Entrevista a María Isabel González Cabello, 58 años, auxiliar de geriatría. Julio de 2018.

[43]   El color se relaciona con las plantas desde la Edad Media, donde ciertos colores solo estaban en la naturaleza.

[44] A la custodia se le llama también ostensorio. Es la pieza de oro o de otro metal precioso, donde se coloca la hostia, después de ser consagrada, para adoración de los fieles (creyentes). www.wikipedia.es

[45] Volvemos a retrotraernos a San Gregorio, La Vera Cruz y el porqué de la necesidad de la sociedad a pertenecer a una Cofradía.

[46] El Purgatorio se define como un estado del alma transitorio de purificación y expiación donde, después de la muerte, las personas que han muerto en estado de gracia sufren la pena temporal que aún se debe a los pecados perdonados y, tal vez, expiar sus pecados veniales no perdonados para poder acceder a la visión beatífica de Dios. DRAE.

[47] Interrogatorio del Marqués de la Ensenada de 1752.

[48] Interrogatorio del Marqués de la Ensenada de 1752

[49] Grandes mortandades que con frecuencia ocurrían, ocasionadas principalmente por pestes, sequías, hambrunas, plagas y guerras, habían insensibilizado a la gente ante la muerte, pero no se admitía que los difuntos, por muy pobres que fueran, quedaran sin sepultura y no tuvieran una plegaria en su inhumación. La Noche de Reyes en Puerto de Santa Cruz. Francisco Cillán Cillán. Alcántara: revista del Seminario de Estudios Cacereños, Nº. 68, 2008, págs. 95-109

[50] La creencia en el más allá (parte I). Francisco Cillán Cillán, Ars et sapientia: Revista de la asociación de amigos de la Real Academia de Extremadura de las letras y las artes, Nº. 28, 2009, págs. 77-106.

[51] Nótese que se repiten los arrendatarios en unas y otras cofradías. De estos documentos podemos averiguar los ricos agricultores y ganaderos cumbreños del siglo XVIII.

[52] Lugares destacados del término de La Cumbre.

[53] Pérez-Coca Sánchez-Matas, Carmen (1994): Derecho, vida y costumbres de Plasencia y su diócesis en los siglos XV y XVI. Documentación sinodal de la segunda mitad del siglo XVI. UNEX, Cáceres, vol. I y II.

[54] Al prohibir las autoridades civiles cualquier uso de mendicidad.

[55] La Noche de Reyes en Puerto de Santa Cruz. Francisco Cillán Cillán. Alcántara: revista del Seminario de Estudios Cacereños, Nº. 68, 2008, págs. 95-109

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