Oct 032013
 

 Miguel Pérez Reviriego .

 Varios autores señalan Fregenal como Acinipo (de «acinus»: grano de uva), colonia fenicia en la Beturia Céltica fundada por mercaderes sidonios hacia el siglo VI a.n.e. Según esta hipótesis, Fregenal se llamó Fragín (sinónimo de «acinus») en época cél­tica. Romanizada la zona, el nombre se latiniza: Fraxinus (fres­no).

En las fuentes más antiguas Acinipo es citado por Plinio y Ptolomeo, que la sitúan en la Bética y más concretamente en la jurisdicción del «conventus hispalensis».

El asentamiento debió tener cierta importancia a la avis­ta de los restos encontrados en Valderrocines, Valera y otros lugares del término: inscripciones funerarias, mosaicos y otros objetos arqueológicos así parecen indicarlo.

En cualquier caso, los historiadores locales parecen soslayar la existencia de estos restos, indicativos de un primitivo poblamiento prerromano, remitiendo al de la cercana Nertóbriga el origen de Fregenal. Las excavaciones realizadas en 1987 insisten en este punto.

Sería necesaria la prospección y, en su caso, posterior excavación de una amplia zona que genéricamente situaríamos al este del actual núcleo urbano de Fregenal, dirigidas a dilucidar uno de los puntos más oscuros y, en definitiva, el más importante: el propio origen de nuestra historia local.

Oct 011993
 

Miguel Perez Reviriego.

¿Qué singular desvarío los
impulsa a ustedes a ir por mares
y tierras con la Biblia en la mano?

Juan Alvarez Mendizabal

A finales del siglo XIX, concretamente en 1882, sólo Extremadura y Canarias no contaban con presencia evangélica organizada. Pese a todo, cuando estaba prohibido hacerlo, un grupo de hombres (y alguna mujer) se dedicaron a la venta ambulante de la Biblia en español, sin notas, «entre la gente del pueblo» (Luis Montoto). Se llamaron los «colportores».

Los periódicos liberales se hicieron eco repetidas veces de sus «viajes, aventuras y prisiones». En 1922, se estrenó en Madrid una obra teatral, Grano de Mostaza, con un colportor como protagonista… El conocido político Indalecio Prieto los describe así:

La figura más atrayente -figura de místico- era la del vendedor de Biblias que se internaba en el corazón de la España fanática y volvía lleno de contusiones causadas por los estacazos de mozos a quienes azuzaban clérigos zafios. Las palizas no lo arredraban. Después de una agresión volvía a la propaganda sereno, estoico, sin muestras de desesperación y desesperanza. Era un apóstol que ansiaba el martirio.

Como modesta aportación a este ignorado aspecto de nuestra historia, recogemos aquí dos curiosos textos del pintor frexnense Eugenio Hermoso (Vida…, Madrid, 1955, p.37 y 421-422), fiel reflejo de sus andanzas y penalidades por tierras de Extremadura. El primero debe situarse en Fregenal, hacia 189O; el segundo en Huelva (1915):

1. Un día encontré, al volver a casa, en la puerta, a un vendedor de Biblias, que discutía de religión con mi madre. Ella debió defender su catolicismo como una Isabel la Católica, y el hombre, muy despechado, recuerdo que dijo: «Que quiten, que quiten todos esos Santurraquillos»… Aquel hombre tenía un no sé qué de sacristán. Ya volveré sobre esto. Por lo pronto digo que es absurdo que en un país como España, ocurra esto.

2. Una noche que formábamos tertulia con Siurot varios amigos, acercósenos un vendedor de Biblias con el que sostuve conversación por unos momentos. Pregúntele si no le había ocurrido nada desagradable en sus correrías por un país católico, y díjome que sí; que en cierta ocasión, en un pueblo llamado Fregenal le habían metido en la cárcel. La señora del Alcalde (Cristóbal Jaraquemada), que era muy fanática -según él- había cometido aquel atentado contra su libertad de propagador del libre examen. Hízome gracia la cosa: era la señora de…, la celosa defensora de los fueros de la catolicidad. Me reí mucho.

Dije al sacristán protestante: «Fregenal es mi pueblo. Quiero que olvide el desagradable incidente, para lo cual le voy a comprar un ejemplar de su herética mercancía, y me quedé con una Biblia, cosa que Siurot no vio con buenos ojos, y que me hubo de reprochar en conversaciones posteriores, a solas conmigo.

Yo le dije que no era cosa fácil hallar por entonces una Biblia anotada y que por eso compré aquel ejemplar, entendiendo yo que el texto de las Biblias protestantes(muy probablemente se alude aquí a la Versión Reina-Valera, considerada con toda propiedad la primera edición completa de la Biblia escrita en español)era escrupulosamente traducido conforme al original; que yo deseaba saber algo de las Sagradas Escrituras, sin ánimo de profundizar en ellas y sin sentido crítico alguno. Del mismo modo que me gustaba leer el «Corán», por simple curiosidad.

No porque el pueblo lea la Biblia sin notas va el pueblo a dejar de ser católico. ¿El pueblo, qué sabe? Diéranle a leer el Corán y apenas se daría cuenta de que no es cosa cristiana el tal libro. Yo me atrevo a leer un párrafo del Corán en una novena, en la seguridad de que nadie lo notaba, aparte la minoría culta, muy minoría… y quizá tampoco.

Lejos de sus familias, con limitadísimos recursos económicos, expuestos constantemente a los lances de «monterillas» embriagados de autoridad, batiéndose en número desigual con curas tridentinos, perplejos ante la general pobreza y analfabetismo de las poblaciones rurales, repetidamente encarcelados de la forma más arbitraria, diariamente atropellados por las mismas autoridades que los habían documentado y debían protegerles, los colportores se mantuvieron fieles en la distribución de las Escrituras, su única y emulable misión.

Oct 011993
 

Miguel Pérez Reviriego.

“El mar. La mar.
El mar. Sólo la mar!”
R. Alberti

INTRODUCCIÓN

No deja de ser un contrasentido o, cuando menos, un “grave atrevimiento”, hablar aquí, en pleno corazón de Extremadura – de la Extremadura mesetaria -, del Mar. Aun cuando de aquí partiera lo más granado de la conquista americana, difícilmente encontraríamos por estas latitudes algo que nos evocara la coloración, los aromas o, tan sólo ese “aire marinero” consustancial a otras comunidades.

Extremadura queda muy lejos del Mar, demasiado lejos para que el vaivén de sus olas la acune, siquiera un poco.

No obstante, pese a esa abrumadora lejanía, como en el eterno mito de Tántalo, nuestros escritores, nuestros artistas, no han dejado de acercarse, tímidos quizás, alborozados siempre, a ese tema permanente y nuevo que es la sal y la luz y el azul oceánico.

De Meléndez Valdés son estos versos:

“Las manos extendidas
en su hogar pobre el labrador la implora,
y entre las combatidas
olas de la sonora
mar, la demanda el mercader que llora”.

Más recientemente, un poeta tan ajeno a devaneos cosmopolitas como nuestro Luis Chamizo, escribirá:

“Rasgad en submarinos el misterio
del vientre colosal del océano”.

La poesía extremeña contemporánea, atizada en mucho por las últimas corrientes intimistas (surrealismo, “venecianismo”, etc.), gusta así mismo de giros y metáforas donde la melancolía o el deseo del Mar se entrelazan – inopinadamente – con lo más puro de la quejumbre esteparia.

“Mi corazón de mar Caribe la viento
te llamará, ay amor, guadalupana”.

Pero es del más desolado de nuestros románticos, de ese agitador lírico nacido a medio camino entre Villafranca de los barros y Almendralejo…., de Espronceda, de quien queremos hablar, de quien queremos buscar la marejada oculta, la imagen evanescente de un velero – quizás – atenazado entre las líneas carcelarias de los versos.

Espronceda y el Mar…Leamos.

NOTA BIOGRÁFICA

Como ya hemos señalado página arriba, camino de Villafranca, hacia Almendralejo, un 25 de marzo de 1808 – año triste de nuestra historia -, nace José de Espronceda y Delgado, hijo del teniente coronel del Regimiento de Caballería de Borbón, don Juan de Espronceda y Pimentel – natural de Los Barrios, en el Campo de Gibraltar – y de doña María del Carmen Delgado y Lara, granadina, de Pinos del Valle.

En 1820, el matrimonio se instala en Madrid (calle del Lobo), cuando don Juan, ya brigadier, se encuentra en expectativa de destino para ser trasladado a Guadalajara.

Vecina de los Espronceda era la familia Escosura, por cuyo hijo Patricio se conocen un sinfín de detalles acera del joven José. En sus “Recuerdos” (4) nos dice: “Era entonces lo que Dios le había hecho y lo que a un joven de diez a once años de edad correspondía: de su persona, gentil, simpática, ágil, de entendimiento claro, de temperamento sanguíneo y a la violencia propenso; de ánimo audaz hasta frisar en lo temerario, y de carácter petulante, alegre, y más inclinado a los ejercicios del cuerpo que al sedentario del estudio”.

Sigue estos en la Casa de Ecuación dirigida por el presbítero don Juan Manuel Calleja y donde profesaban José Gómez Hermosilla y Alberto Lista. Cerrado el colegio – por sospechoso- en 1823, el joven Espronceda pasa al de Humanidades que Lista abre en la calle de Valverde y que dirige hasta 1826.

Bajo la inspiración de don Alberto, comienza a funcionar desde 1823 la Academia del Mirto. Espronceda asiste a sus reuniones y, entre los archivos del centro, se encuentran ya cuatro de sus primeras composiciones: “Romancea la mañana”, “La tormenta de la noche”, “La vida del campo” y “La noche” (soneto) … En ese mismo año presencia con otros muchachos la ejecución de Riego.

Han organizado, a la manera de las sociedades secretas de la época, una para ellos con el expresivo nombre de “Los Numantinos”. Los precoces conspiradores se juramentan “a no omitir medio a nuestro alcance para vengar la muerte del héroe en todos los que de ella fueron autores, citando tal vez al más alto de ellos”. De aquella sesión se levanta acta firmada por todos los asistentes. “Más tarde fue aquel documento contra nosotros de tal importancia que estuvo por costarle a alguno la vida”.

Espronceda se va a convertir en un revolucionario. Huye de Madrid. Desde Gibraltar se traslada a Lisboa y de allí a Londres. En Marzo de 1829 escribe a su madre desde Bruselas. Al año siguiente, al lado de un pequeño grupo republicano formado por obreros y estudiante, toma parte en la revolución de julio. Este momento es aprovechado por los desterrados para trasladarse al Mediodía francés y a Gibraltar, esperando el momento de entrar en España.

Uno de los compañeros de Espronceda en las barricadas del 30, Balbino Cortés y Morales, ha situado en 1831 el rapto de Teresa Mancha, esposa del comerciante don Gregorio de Bayo. Teresa o el desarraigo. Teresa o el cancionero más amargo de la literatura española…

Desde 1834 hasta su muerte, realiza lo más importante de su producción. Funda “El Siglo”, en febrero de 1836 publica su folleto “Mendizábal”. En otoño de 1838 hace una gira de propaganda revolucionaria por Andalucía. En 1840 es elegido diputado suplente por Almería interviniendo principalmente en cuestiones económicas. El día 20 de marzo excusa su asistencia ante la Cámara. El 23 se comunica su fallecimiento.

ESPRONCEDA. POETA MARGINAL.

Espronceda: vida y obra entroncadas a ese árbol maltrecho de la literatura existencial a cuya luz, más que a su sombra protectora, han surgido Rabelais, Verlaine, Leopardí, Poe, Pessoa…., por citar los casos más significativos.

Recordar títulos como “La cautiva”, “La canción del pirata”, “El canto del cosaco”, “El mendigo”, “El reo de muerte” o”El verdugo”, nos aboca sin más a un poeta para el que lo marginal, lo injusto o -genéricamente- el desorden de nuestra sociedad occidental, son motivos de inspiración más que claros y sobrados. No en vano, y pese al excesivo “funeralismo” de que se ha tratado de rodear la producción esproncediana, la obra – corta pero arrebatadoramente intensa – del de Almendralejo surge en lo mejor del Romanticismo europeo, en lo mejor y lo más vivo de ese movimiento tan mal conocido pero fundamental en todo caso a la hora de seguirle el rastro a la poesía reciente. Quienes hablan de un nuevo Romanticismo social, de una vuelta a la intimidad, no andan muy desacertados.

A este punto, como un silogismo, surte la deducción: si Espronceda es un poeta romántico, si su vida se desenvolvió entre la barricada y la huída al ritmo desacompasado y agotador de muchas de sus composiciones, su obra total, su poética, no podía por menos de hurgar hasta desangrar la herida negra y permanente del desasosiego, del hombre atenazado por el dolor y la muerte y la soledad lacerante. El que conoció la cárcel, la desolación y el exilio, supo dejar cumplida muestra de libertades – acaso eidéticas – en esas cadencias hoy trasnochadas, que desde la escuela aprendimos como un hilillo de música mágica que nos hablaba de mares lejanos, piratas del Caribe o fantasmagorías para un lienzo de Buffet.

Espronceda o la soledad. De ahí al Mar sólo media un paso.

EL MAR: LIBERTAD

El Mar, junto al Amor y la Muerte, compone sin duda la trilogía – mejor el trípode – sobre el que, desde los poemas homéricos hasta las canciones de Alberti o Federico, se han sustentado, para bien o para mal, tantos y tantos versos como en el mundo han sido El Mar, su gente, su eterno misterio, pueblan en incansable oleaje innumerables páginas, libros enteros escritos a su orilla o en la distancia. “Marinero en tierra”, “El cementerio marino”, “Memorial de isla Negra” o “Ámbito” no son sino muestras.

El Mar o lo multiforme: tempestuoso o en calma, arrebatado, indolente, desabrido…, el Mar o lo mutable. El Mar provinciano de Alberti:

“… Y ya estarán los esteros
rezumando azul de mar”.

Neruda o el Mar cosmológico:

“Una noche se acuestan con la muerte
en el lecho del mar”.

La Nada-Mar-Amor de Machado:

“¿Para qué llamar caminos
a los surcos del azar?…
Todo el que camina anda,
como Jesús sobre el mar”.

El Mar de Espronceda – sí, he dicho bien -, el Mar de Espronceda se recama de Libertad: la busca a contraola, la eleva, pero nunca la trasciende:

“Y en noche de nieblas, y en honda agonía,
en un mar sin playas, muriendo quedó”

El Mar: Libertad… Y aún es poco.

ESPRONCEDA Y EL MAR

Espronceda, poeta libertario. Espronceda grita, huye del Madrid fernandino como perro al que quitan pulgas, rapta a Teresa, vuelve a Gibraltar, escribe desde Londres… Espronceda, poeta de la consumación. Desde aquel:

“Melancólico ruido
del mar las olas murmuran,
y fatuos, rápidos fuego
entre sus aguas fluctúan”

hasta su frenético:

“Que mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad,
mi ley la fuerza y el viento,
mi única patria la mar”.

Versos sueltos, juegos formales y hasta alguna que otra composición hincan su léxico en el vocabulario – poco conocido pero certeramente manejado – del Mar. Espronceda bebe en él de parajes extraños, riberas lejanas y hombres indómitos como en la fuerza capaz de arrastrar medianías y borrarlo todo hacia un mundo donde la justicia de los tribunales no sea sino un artificio irrisorio o, cuando menos, burlado.

Espronceda necesita del Mar, de un espacio donde sobrevivir, de una “patria” donde ser, si no Dios, sí – al menos – poeta.

…El Mar – Refugio de Espronceda, su Mar – huida … El Mar donde perder de vista fantasmas absolutistas y trocarlos por la visión más edificante de las gaviotas. El Mar, ya, amigo:

“Regalarete entonces
mil varios pececillos
que al verte, simplecillos,
de ti se harán prender.”

… El Mar, en fin, “termómetro” emocional del poeta:

“Sentado en su barquilla,
te canta su cuidado,
cual nunca enamorado,
tu tierno pescador”

o, “allegro”:

“Como zumba sonante a lo lejos
el doliente rugido del mar,
(…)”.

“El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!

Releamos.

JUSTIFICACIÓN

Aquí, para punto final, a modo de breve antología, los versos marineros de nuestro romántico. Con ello no pretendemos ni la polarización (sería erróneo reducir la obra – multiforme – de Espronceda a esta o aquella inspiración), ni la explicación de determinados pasajes conforme a unos esquemas preestablecidos. La poética esproncediana que ahí.

Oct 011989
 

Miguel Pérez Reviriego.

Esta población se encuentra al suroeste de la provincia de Badajoz, en el límite con la provincia de Huelva y a 95 kms. de la capital pacense.

Según algunos autores, tras la conquista de la zona por Fernando III a mediados del siglo XIII, el monarca en­tregaría estas tierras a la ciudad de Sevilla. Algo más tarde, Alfonso X haría donación de las mismas a la Orden de Santiago, pasando posteriormente a la del Temple, en 1283, hasta que en 1312 pasan a depender de la ciudad de Sevilla, por concesión de Fernando IV. Sin embargo, otros investigadores mantienen la hi­pótesis de que la plaza fue cedida a la Orden del Temple por Alfonso IX de León en 1228. Tras una efímera recuperación por los musulmanes, la villa pasaría definitivamente al dominio cristiano, hacia 1247.

Las primeras noticias documentales han sido re­cogidas por la profesora Mercedes Borrero Fernández: “En 1309, el caba­llero Gonzalo Sánchez de los Trancones tuvo a Fregenal por juro de heredad tres años. Después, a la muerte de este noble sevi­llano, pasó a depender definitivamente de Sevilla, salvo el lapsus de la posesión que de la villa gozó por un año el Maes­tre de Alcántara”.

En el centro de la población se asienta la for­taleza. “Fregenal -dice Delgado Vallina- es un castillo de vaguada, bien cercado por los muy altos lienzos de su amplísima muralla. La gran dimensión interior de su recinto y su estraté­gica situación en la notable encrucijada de sendas militares nos obliga a considerarle como alcazaba”.

Resulta difícil esclarecer el origen de la cons­trucción del castillo de Fregenal. Así, mientras Portela Sando­val habla de “una fortaleza de grandes dimensiones, construida por los templarios”, Quintero Carrasco aventura la posibilidad de que la obra quedara concluida con anterioridad a 1283, año en que la población es entregada por el rey Alfonso X a la Or­den del Temple.

No se ha podido localizar documentación que haga referencia a los periodos constructivos del castillo. Parece que, al menos el trazado irregular de su cuerpo principal, pue­de corresponder al periodo de dominación musulmana. Tras suce­sivas reparaciones, hoy no se aprecia ningún resto que pueda ser atribuido a los árabes. En la segunda mitad del siglo XVI la fortaleza fue cedida por Felipe II al que fuera embajador en Venecia, D. Carlos de Bazán, quien a su vez la donó a la parro­quia de Santa María, pasando posteriormente bajo administración de Sevilla.

El castillo que hoy podemos contemplar se reduce sobre todo a sus muros perimetrales, habiendo desaparecido to­das las instalaciones y dependencias interiores, con lo que re­sulta extremadamente difícil conocer los elementos de cada una de las etapas históricas que lo conformaron.

Sin embargo, su estructura aproxima esta obra a la arquitectura templaria. La planta se atiene al modo genera­lizado para este tipo de edificios, pudiéndose comparar con el de Jerez de los Caballeros. Éste y el de Fregenal “son los más occidentales, en territorio -señala el profesor Navareño Mate­os- que con anterioridad correspondió a la Orden del Temple, posteriormente bajo administración de la de Santiago”.

Se conforma como un hexágono de grandes propor­ciones (“dado su tamaño, -escribe Portela Sandoval- debió de servir para concentrar tropas”), cerrado en un extremo por una cabecera ligeramente curva. En algunas partes el recorrido de sus lienzos se hace irreconocible por haber sido ocultado por edificaciones adosadas o haber sufrido derribos en otras. Creemos que las irregularidades de la planta obedecen a las refor­mas que, sobre el esquema árabe primitivo, realizaron las Orde­nes del Temple y Santiago, cambiando el posible rectángulo ori­ginal por la forma actual.

Presenta sillares bien escuadrados en las esqui­nas y el resto realizado en mampostería. A lo largo de gran parte de su coronamiento se levantan aún sus pretiles y alme­nas, bajo los cuales se abren aspilleras. La torre del Homenaje es la de mayores dimensiones. Al igual que las restantes, está construida con sillarejo y mampostería y sólo tiene sillares bien escuadrados en los ángulos. La puerta de acceso es de arco apuntado y las jambas llevan una imposta de donde arranca el arco. Sobre esta portada aparece un escudo sobre cuyo origen existen diferentes versiones. “Algunos investigadores -señala J. García Atienza- dudan de que este escudo estuviera allí desde la construcción de la fortaleza -que, al parecer, levan­taron los templarios a partir de 1238, que fue la fecha en que la villa les fue entregada- y, sin embargo, el -simbolismo que encierra es lo bastante elocuente para sospechar con firmeza que fuera puesto -allí o en cualquier otra parte desde la que posteriormente fuera trasladado- por los caballeros templa­rios”. Así, Quintero Carrasco, antes citado, señala la posibi­lidad de que el escudo se colocase después de la construcción del castillo:

 

“He examinado atentamente la casi blanca piedra del escudo con la cruz sobre la media luna y sus cuatro roseto­nes y me da la sensación de que está colocada posteriormente a la construcción del castillo, y no exactamente bajo el matacán, sobre la perpendicular imaginaria que va desde el modillón del centro al vértice del arco ojival de la entrada del castillo, como fuera lo más natural cuando se levanta una construcción de esa clase desde el principio para guardar la estética, sino un poco separado a la izquierda de dicha perpendicular.

Como se podrá apreciar a simple vista, la pie­dra está rajada diagonalmente, como si esta avería, difícilmente producida una vez colocada, se la hubiera causado bien al arrancarla de otro lugar, en el transporte o al colocarla allí. Dicho escudo está completamente embutido rasante con la sille­ría por la parte superior, pero por la inferior sobresale un poquito de su asiento; es decir, que nos hace suponer que al labrar el hueco para colocar el escudo, la parte inferior del bloque se resistió y no se pudo o no se quiso profundizar más, o no les importaría que estuviera mejor o peor nivelado”.

En cualquier caso, la hipótesis de Quintero Ca­rrasco coincide sustancialmente con el texto de Rodrigo Caro:

“Posteriormente, en el año 1283, con motivo de las discordias que reinaban entre don Alfonso y su hijo don Sancho el Bravo, por atraer el rey a su partido a don Juan Fer­nández Coy, Maestre del Temple de Castilla y a sus caballeros, les concedió y aseguró el dominio de Fregenal (…), habiendo puesto dicho Maestre en la puerta principal o fachada del cas­tillo las armas de los templarios, que es una cruz esculpida en piedra blanca sin colores, la que aún permanece”.

Con todo, su estructura presenta una evidente relación con otros escudos templarios, siendo el ejemplo más significativo el del castillo de Monfragüe, con el que el de Fregenal ofrece una gran semejanza. “Estos casos de tanta seme­janza entre estos dos escudos -escribe Delgado Vallina- debe­rían indicar un común origen. De ser así podría buscarse una muy probable relación entre los caballeros de Monfrag y los del Temple, que la proximidad del castillo templario de Alconétar permite suponer”.

“Lo enigmático -señala Rafael Alarcón- es que resulta frecuente encontrar escudos templarios donde la cruz griega está asociada con símbolos de viejos cultos ígneos: el creciente lunar, estrellas y soles -helicoidales o radiantes-; siguiendo siempre un esquema compositivo similar: cruz arriba y creciente lunar debajo, con las estrellas entre los brazos de la cruz o bajo la Luna. Las más significativas muestras son la citada piedra armera de Fregenal; otra piedra similar de la­ iglesia templaria de San Miguel, en Toledo; un sello del Temple inglés, fechado en 1303; y otro sello de la encomienda templa­ria de Huesca (…)”.

En conjunto, son más las razones que inclinan a pensar que, al menos, la fase inicial de la obra pudo tener lu­gar en el segundo cuarto del siglo XIII, promovida por la Or­den del Temple, aunque ninguna suficiente para afirmarlo defi­nitivamente.

Naturalmente, este castillo, que a lo largo de los años pasó por manos y situaciones tan dispares, hubo de su­frir múltiples reformas y alteraciones hasta llegar a la fiso­nomía definitiva con que lo hemos conocido. Pero sin duda, los cambios más apreciables se operaron desde finales del siglo XVIII. En el interior se ubican actualmente la plaza de toros, realizada hacia 1784, y el mercado de abastos de la localidad, construido entre los años 1914 y 1915. Todo ello confiere a es­ta fortaleza un aspecto que nada tiene que ver con su primitiva misión. Pensamos que sería interesante hacer desaparecer todos los elementos ajenos al recinto que mixtifican su primitivo ca­rácter militar y medieval. “Esperemos -señala Delgado Vallina­- que algún día no lejano pueda el Ayuntamiento frexnense ir de­jando libre y limpio de añadidos todo el interior de la alcaza­ba. Esta, una vez restañados los viejos daños sufridos y con sólo unas mínimas restauraciones, podría ser una zona verde de uso público de extraordinaria belleza. Bastaría un adecuado ajardinado del patio de armas y la puesta en valor de las arquitecturas militares del castillo para transformar el actual caos urbanístico del cora­zón del baluarte en el más bello parque de la región y el mejor situado, al estar ubicado en el mismo centro de la villa”.

BIBLIOGRAFIA

 

– ALARCÓN HERRERA, R.: “A la sombra de los templarios”. Barcelo­na, 1986.

 

– BORRERO FERNÁNDEZ, M, de las M.: “Un concejo de la tierra de Sevilla: Fregenal de la Sierra (siglos XIII-XV)”, en Ar­chivo Hispalense, núm. 183, 1977.

 

– CALLEJO SERRANO, C.: “Guía artística de Badajoz y su provin­cia”. Barcelona, 1964.

 

– DELGADO VALLINA, D.: “Castillos de Extremadura”. Badajoz, 1988.

 

– GARCÍA ATIENZA, J.: “Guía de la España templaria”. Barcelona, 1985.

 

– MADOZ, P.: “Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de Es­paña y sus posesiones de ultramar”. Madrid, 1847.

 

– MÉLIDA, J. R.: “Catálogo Monumental de España. Provincia de Ba­dajoz”. Madrid, 1925.

 

– MUÑOZ DE SAN PEDRO, M.: “Extremadura”. Madrid, 1961.

 

– NAVAREÑO MATEOS, A.: “Castillos y fortificaciones en Extremadu­ra”, Cuadernos Populares, núm. 6, Salamanca, 1985.

 

– PÉREZ REVIRIEGO, M.: “Fregenal de la Sierra: Villa templaria”, Cuadernos Populares, núm. 20, Salamanca, 1987.

 

– PONZ, A.: “Viage de España”. Tomo VII. Madrid, 1784.

 

– PORTELA SANDOVAL, F. J. (et. al): “Tesoros artísticos de Espa­ña”. Madrid, 1984.

 

– QUINTERO CARRASCO, J.: “Historia de Fregenal de la Sierra”. Don Benito (Badajoz), 1981.

Oct 011989
 

Miguel Pérez Reviriego.

Andrés Bernáldez es una de las figuras más enig­máticas y controvertidas del siglo XVI español. Muchos críticos modernos han estudiado su obra. La bibliografía adjunta, mínima parte de la existente, puede demostrarlo. Pero nadie lo ha he­cho con tanto ahínco como M. Gómez-Moreno y J. de Mata Carria­zo, a quienes se debe la mejor edición de sus textos.

Como para tantos otros, casi la única fuente de notas biográficas son sus propios escritos. Sabemos con certeza que nace en Fuentes de León (Badajoz) hacia 1450. Encontramos en su obra referencias a su padre, “Juan Alonso, hombre bueno”, y a “un mi abuelo difunto, que fue escribano público en la vi­lla”. Nada más sabemos de estos años, siendo necesaria una in­vestigación monográfica.

Los últimos años de su existencia parece que los pasó en Los Palacios (Sevilla), donde debió escribir sus “Memo­rias del reinado de los Reyes Católicos…”.

“(…) alguno mal informado -señala Rodrigo Ca­ro- llamó a este autor el Bachiller Medina. Yo hice particular diligencia viendo los libros del baptismo originales que escri­bió y firmó en la villa de los Palacios, siendo allí cura, des­de el año de 1488 hasta el de 1513, donde hallé escrito siempre Andrés Bernáldez, y algunas veces Bernal; y en los mismos li­bros apuntadas algunas cosas de las que en su tiempo sucedían”.

En cualquier caso, los libros consultados por Caro han desaparecido. Ya en 1870 Fernando de Gabriel y Ruiz de Apodaca escribe: “Desgraciadamente no se conservan ya estas partidas, según carta del actual párroco de Los Palacios don Manuel Pérez y Jiménez, que en ella manifiesta conservarse la tradición en dicha villa de haber habitado Bernáldez y parado Colón en una casa contigua a la iglesia, señalada con el número 10 moderno de la calle del Hospital, en la cual dicho señor Pé­rez ha encontrado un trozo de mármol que parece pertenecer a una inscripción conmemorativa de Colón, cuyo nombre casi por completo, y la inicial de su apellido, se leen en dicho trozo”.

También ésta ha desaparecido. En la actualidad se conserva otra, colocada en 1892, cuyo texto es el siguiente: “D. O. M. S. EN ESTA IGLESIA SE CREEN SEPULTADOS LOS RESTOS MORTALES DEL CELEBERRIMO AUTOR DE LA HISTORIA DE LOS REYES CA­TOLICOS BACHILLER ANDRES BERNALDEZ CONOCIDO EN LA REPÚBLICA DE LAS LETRAS POR EL CURA DE LOS PALACIOS CUYO CARGO DESEMPEÑÓ DESDE 1488 HASTA 1513 AÑO DE SU FALLECIMIENTO. R. I. P. A. DON ANTONIO ALFARO CURA RECTOR DE LA SOBREDICHA PARROQUIA MANDO CO­LOCAR ESTA INSCRIPCION PARA PERPETUA MEMORIA DE VARON TAN IN­SIGNE. 1892”.

La inscripción trascrita, “de poca autoridad, cuyas noticias proceden de Caro” (M. Gómez-Moreno y J. de Mata Carriazo), fecha de 1488 a 1513 la estancia de Bernáldez en Los Palacios. Las “Memorias…”, sin embargo, ofrecen escasas refe­rencias sobre este periodo: 1496 –”cuando vino (Colón) en Cas­tilla la primera vez después de aver ido a descubrir, que fue mi huésped”-, 1507, 1509… Tampoco sobre la fecha de su fallecimiento hemos podido localizar documentación precisa. No ha podido probarse que muriera en 1513, como sostienen algunos in­vestigadores.

La existencia de Bernáldez coincide, pues, con la de Cristóbal Colón, con quien nuestro autor entra en contac­to en 1496, y cuyos viajes recoge en sus “Memorias…”.

Pero la figura de Bernáldez sigue estando rodea­da de misterios. Ramírez Corría escribe: “Sería inacabable con­signar los numerosos detalles que prueban cómo, utilizando tal vez alguna notícula, cuyo texto original hoy desconocemos por completo, ciertos avisados inventores de historias -escribanos­ o copistas demasiado listos- construyeron uno de los más sensa­cionales apócrifos de la vida de Colón, realizando, además, la estupenda hazaña de hacerlo pasar por fidedigno”. Bajo la au­toridad de M. Gómez-Moreno y J. de Mata Carriazo, los grandes expertos en la materia, creemos que hay razones para disentir del hispanista cubano. Por lo demás, “El Cura de Los Palacios”, pasa por ser el autor de la primera crónica completa del descu­brimiento colombino y el que se interesó por recoger, antes que nadie, todos los datos de los cuatro viajes realizados por Co­lón al Nuevo Mundo

BIBLIOGRAFIA

I. EDICIONES

– BERNÁLDEZ, A.: “Historia de los Reyes Católicos D. Fernando y Dª. Isabel”. Ed. M. Lafuente Alcántara, Granada, Imp. de don José Mg. Zamora, 1856, 2 vols.

– BERNÁLDEZ, A.: “Historia de los Reyes Católicos D. Fernando y Dª. Isabel”. Ed. F. de Gabriel y Ruiz de Apodaca, Sevilla, Sociedad de Bi­bliófilos Andaluces, 1869, 2 vols.

– BERNÁLDEZ, A.: “Historia de los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel”. Ed. L. de la Calzada, Madrid, Aguilar (Crisol), 1946.

– BERNÁLDEZ, A.: “Memorias del reinado de los Reyes Católicos”. Ed. M. Gómez-Mo­reno y J, de Mata Carriazo, Madrid, CSIC, 1962; reimpr. Sevilla, 1988.

– ROSELL, C.: “Crónica de los Reyes de Castilla desde don Alfon­so el Sabio hasta los Católicos don Fernando y doña Isabel”. Madrid (BAE, LXX), 1878, 3 vols. Los textos de Ber­náldez se incluyen en el vol. III, pp. 567-788: reimpr. Madrid, 1931.

 

II. ESTUDIOS

-GIL, J. y VARELA, C.: “Cartas de particulares a Colón y Rela­ciones coetáneas”, Madrid, 1984, pp. 19-23.

 

RAMÍREZ CORRÍA, F.: “Reconstrucción crítica del segundo viaje cubano de Colón. La ficción colombina del Cura de Los Pa­lacios”, en “Archivo Histórico Pinero”, 2, 1955.

“Excerta de una isla mágica o Biografía de un latifundio”, Mé­xico, 1959.

Ricard, R.: “Remarques sur le texte des chapitres de Bernáldez relatives aux Canaries”, en “Bulletin Hispanique”, XLI, 1939, pp. 364-367.

Varela, C.: “Diego Alvarez Chanca, cronista del segundo viaje colombino”, en “Historiografía y Bibliografía Americanis­tas”, XXIX, 1985, pp. 35-82.

Oct 011988
 

Miguel Pérez Reviriego.

Desde el siglo VII, se documentan en Fregenal diez ermitas, situadas fuera del núcleo urbano: San Antón, San Benito, San Juan Bautista, Nuestra Señora de la Concepción (después San Ginés), los Santos Mártires, San Lázaro, San Fructuoso, Nuestra Señora de Rociana, San Miguel y Nuestra Señora de los Remedios.

Este número tan elevado no implica necesariamente que todas estuvieran abiertas al culto en un determinado momento. Don Anselmo Morales las relaciona en 1754 para el Cabildo de Sevilla, pero sin indicar su estado de conservación ni si se encuentran o no abandonadas.

De estas diez ermitas, sólo la de Nuestra Señora de los Remedios ha llegado hasta nosotros, como centro mariano local y sede del patronazgo de la ciudad. De las de San Fructuoso y San Miguel se conservan algunos restos en avanzado estado de ruina. Todas las demás han desaparecido sin que queden vestigios materiales de su fábrica.

En la mayoría de los casos estas ermitas son abandonadas en la segunda mitad del siglo XVIII, por su excesiva distancia de la población o por su traslado al interior del recinto. Su construcción corresponde generalmente a la tipología popular de materiales pobres y reducidas dimensiones. Atienza señala al respecto la posible fundación templaria -o rehabilitación a partir de cultos anteriores- de las de San Fructuoso, San Miguel, San Juan Bautista y Nuestra Señora de la Concepción.

En la carretera de Jerez de los Caballeros, a un kilómetro de Fregenal, se encontraba la ermita de San Antón. Los investigadores locales la señalan como «cuarta parroquia de la villa», abierta al culto a principios del siglo XVI. De planta de tres naves, se veneraban en ella la imágenes del Cristo de la Caridad y Santa Lucía (conservadas en la actualidad en la iglesia parroquial de Santa María), San Antón (en la de Santa Ana), San Bartolomé y Nuestra Señora del Valle, desaparecidas.

Al norte de la población, a unos dos kilómetros, se situaba la de San Benito, de una sola nave, destruida en 1794, en la que se veneraban las imágenes del santo titular y Santa Escolástica.

La ermita de Nuestra Señora de la Concepción, al sur de la ciudad, acoge en 1502 la fundación del convento de Santa Clara, trasladado al interior de la población en 1640. A partir de esa fecha y hasta principios del siglo XIX permanece abierta al culto como ermita de San Ginés.

La de los Santos Mártires, próxima al arroyo de Valderrocines, será sede del convento de San Francisco entre 1563 y 1619, año de su traslado a la población. En esta ermita se encontraba la imagen de San Sebastián, desaparecida, patrón de Fregenal hasta 1506.

Entre las carreteras de Sevilla y Zafra, se situaba la de San Lázaro, cerca del arroyo de su nombre. La imagen del santo titular se encuentra en la parroquia de Santa María.

Las ruinas de la ermita de San Fructuoso, o San Frutos, se encuentran seis kilómetros al sureste de Fregenal, junto a las de Nertóbriga, en la Sierra del Coto. De planta rectangular de una nave, sólo quedan en pie dos muros laterales de mampostería en los que se abren grandes vanos rectangulares. En la iglesia de Santa Catalina se conserva de esta ermita la imagen de Nuestra Señora de la Salud -antigua Virgen de la Concepción-, de madera policromada. Según los investigadores locales, su traslado a la población dio o rigen a la tradición de los «lanzaores», o danzantes, cuya fiesta se celebra el 8 de septiembre. Fundada a mediados del siglo VII por San Fructuoso, se acoge a su regula monástica communis.

La ermita de Nuestra Señora de Rociana se levantaba en el camino de Burguillos del Cerro, a 8 kilómetros de la ciudad. De su existencia no queda constancia documental ni restos de su fábrica.

En el camino de Valencia del Ventoso, en su confluencia con la línea de ferrocarril Zafra-Huelva, se encuentran las ruinas de la ermita de San Miguel, construida sobre un antiguo monasterio benito, documentado a finales del siglo VI. En la casa natal de Arias Montano, núm. 43 de la calle de los Cielcos, hoy de su nombre, se encontraba una inscripción procedente de ese monasterio, cuyo texto, según la transcripción de Rodrigo Caro, era éste:

EXUPERANTIVS

FAMVLVS DEI

VIXIT ANNVS PLVS

MINVS LXXXVIII

REQVIEVIT IN PACE

SVB CAL

VI JVNIAS

ERA D. CXVI

Que en castellano viene a decir: “Exuperancio, siervo de Dios, murió a los ochenta y ocho años, más o menos, descansó en paz en el día sexto antes de las calendas de junio de la era 616 -26 de mayo del año 578 de nuestra era”.

Dibuja una nave de tres tramos cubiertos con bóveda de cañón apuntado, reforzada por fajones. En los laterales se disponen hornacinas entre pilastras. La portada, construida de sillería, se compone de un vano de ingreso con arco ojival. Los muros están construidos de mampostería. Los arcos fajones y los pilares de sillería.

La imagen del santo titular, obra de Mercadante de Bretaña, se encuentra en el Museo de Arte de Cataluña (Barcelona). De terracota policromada y dorada (120 x 36 cm.) ingresó en el museo el 18 de octubre de 1932 a través de la colección Plandiura. Al igual que la «Virgen con el Niño” de Santa Catalina, que se documenta en Sevilla entre 1454 y 1467.

A siete kilómetros de Fregenal, sobre una pequeña ermita mudéjar levantada hacia la segunda mitad del siglo XV, se encuentra la de Nuestra Señora de los Remedios, construida entre 1506 y 1642, con posteriores intervenciones arquitectónicas hasta el siglo XIX. El culto a Nuestra Señora de los Remedios, anterior a la invasión musulmana, se reinicia en la villa a principios del XVI, manifiesto en la construcción de la nueva ermita.

Tiene planta rectangular de una nave cubierta con bóveda de cañón reforzada con fajones. En los laterales se disponen capillas hornacinas entre pilastras decoradas con pinturas al óleo sobre tela de Pérez de Acoca fechadas en 1670, cuya temática gira en torno a la Sagrada Familia. Corona el conjunto un entablamento de metopas y triglifos. A los pies se sitúa el coro, sobre arco carpanel con balaustrada a la nave.

La portada de los pies se compone de un vano de ingreso adintelado construida de sillería bien escuadrada. La del lado de la epístola repite el mismo esquema y fábrica que la anterior.

El atrio que circunda la nave se cubre con techumbre de madera sobre arcos de medio punto de ladrillo: siete del lado de la epístola y tres a los pies, que descansan en columnas de granito de fuste liso con basamentos. La arquería del lado del evangelio se encuentra cegada.

De este lado se encuentra la Hospedería, de planta cuadrangular cubierta con bóveda de crucería de ladrillo en la que se conservan diecinueve retratos de otros tantos hijos ilustres de Fregenal.

Del lado de la epístola, se encuentra la escalera de acceso al camarín de la Virgen, de mármol blanco, fechada en 1785.

El camarín es una estancia de planta cuadrangular elevada tras el altar mayor. La cubierta es de cúpula manifiesta al exterior por un cimborrio poligonal con linterna. En cada ángulo del re cinto se encuentra un ángel candelero del siglo XVIII.

La imagen de la virgen es gótica, probablemente de la primitiva ermita, restaurada en 1956 y 1981. La imagen del niño fue donada hacia 1850 por el torero Juan Lucas Blanco, de lo que recibe popularmente el nombre de «Luquitas».

El retablo de la capilla mayor se compone de dos cuerpos y tres calles adaptado al medio punto de la bóveda. La capilla se cubre con cúpula, manifiesta al exterior por un cimborrio con linterna.

En el tercio superior de la fachada de los pies se abre un óculo que da luz al coro. Se remata por una espadaña con dos vanos de medio punto para las campanas.

Son diversos los materiales empleados en la construcción de la ermita. Los muros son de mampostería, el ladrillo aparece en la arquería del atrio, en las bóvedas y en los fajones. La piedra en las columnas, pilastras y portadas. El estucado interior está fechado en 1882.

Oct 011980
 

Miguel Pérez Reviriego.

Andrés Bernáldez es una de las figuras más enigmáticas y controvertidas del siglo XVI español. Muchos críticos modernos han estudiado su obra. La bibliografía adjunta, mínima parte de la existente, puede demostrarlo. Pero nadie lo ha hecho con tanto ahínco como M. Gómez-Moreno y J. de Mata Carriazo, a quienes se debe la mejor edición de sus textos.

Como para tantos otros, casi la única fuente de notas biográficas son sus propios escritos. Sabemos con certeza que nace en Fuentes de León (Badajoz) hacia 1450. Encontramos en su obra referencias a su padre, “Juan Alonso, hombre bueno”, y a “un mi abuelo difunto, que fue escribano público en la villa”. Nada más sabemos de estos años, siendo necesaria una investigación monográfica.

Los últimos años de su existencia parece que los pasó en Los Palacios (Sevilla), donde debió escribir sus “Memorias del reinado de los Reyes Católicos…”.

“(…) alguno mal informado -señala Rodrigo Caro- llamó a este autor el Bachiller Medina. Yo hice particular diligencia viendo los libros del baptismo originales que escribió y firmó en la villa de los Palacios, siendo allí cura, desde el año de 1488 hasta el de 1513, donde hallé escrito siempre Andrés Bernáldez, y algunas veces Bernal; y en los mismos libros apuntadas algunas cosas de las que en su tiempo sucedían”.

En cualquier caso, los libros consultados por Caro han desaparecido. Ya en 1870 Fernando de Gabriel y Ruiz de Apodaca escribe: “Desgraciadamente no se conservan ya estas partidas, según carta del actual párroco de Los Palacios don Manuel Pérez y Jiménez, que en ella manifiesta conservarse la tradición en dicha villa de haber habitado Bernáldez y parado Colón en una casa contigua a la iglesia, señalada con el número 10 moderno de la calle del Hospital, en la cual dicho señor Pérez ha encontrado un trozo de mármol que parece pertenecer a una inscripción conmemorativa de Colón, cuyo nombre casi por completo, y la inicial de su apellido, se leen en dicho trozo”.

También ésta ha desaparecido. En la actualidad se conserva otra, colocada en 1892, cuyo texto es el siguiente: “D. O. M. S. EN ESTA IGLESIA SE CREEN SEPULTADOS LOS RESTOS MORTALES DEL CELEBERRIMO AUTOR DE LA HISTORIA DE LOS REYES CATOLICOS BACHILLER ANDRES BERNALDEZ CONOCIDO EN LA REPÚBLICA DE LAS LETRAS POR EL CURA DE LOS PALACIOS CUYO CARGO DESEMPEÑÓ DESDE 1488 HASTA 1513 AÑO DE SU FALLECIMIENTO. R. I. P. A. DON ANTONIO ALFARO CURA RECTOR DE LA SOBREDICHA PARROQUIA MANDO COLOCAR ESTA INSCRIPCION PARA PERPETUA MEMORIA DE VARON TAN INSIGNE. 1892”.

La inscripción trascrita, “de poca autoridad, cuyas noticias proceden de Caro” (M. Gómez-Moreno y J. de Mata Carriazo), fecha de 1488 a 1513 la estancia de Bernáldez en Los Palacios. Las “Memorias…”, sin embargo, ofrecen escasas referencias sobre este periodo: 1496 –”cuando vino (Colón) en Castilla la primera vez después de aver ido a descubrir, que fue mi huésped”-, 1507, 1509… Tampoco sobre la fecha de su fallecimiento hemos podido localizar documentación precisa. No ha podido probarse que muriera en 1513, como sostienen algunos investigadores.

La existencia de Bernáldez coincide, pues, con la de Cristóbal Colón, con quien nuestro autor entra en contacto en 1496, y cuyos viajes recoge en sus “Memorias…”.

Pero la figura de Bernáldez sigue estando rodeada de misterios. Ramírez Corría escribe: “Sería inacabable consignar los numerosos detalles que prueban cómo, utilizando tal vez alguna notícula, cuyo texto original hoy desconocemos por completo, ciertos avisados inventores de historias -escribanos o copistas demasiado listos- construyeron uno de los más sensacionales apócrifos de la vida de Colón, realizando, además, la estupenda hazaña de hacerlo pasar por fidedigno”. Bajo la autoridad de M. Gómez-Moreno y J. de Mata Carriazo, los grandes expertos en la materia, creemos que hay razones para disentir del hispanista cubano. Por lo demás, “El Cura de Los Palacios”, pasa por ser el autor de la primera crónica completa del descubrimiento colombino y el que se interesó por recoger, antes que nadie, todos los datos de los cuatro viajes realizados por Colón al Nuevo Mundo

BIBLIOGRAFIA

I. EDICIONES

  • BERNÁLDEZ, A.: “Historia de los Reyes Católicos D. Fernando y Dª. Isabel”. Ed. M. Lafuente Alcántara, Granada, Imp. de don José Mg. Zamora, 1856, 2 vols.
  • BERNÁLDEZ, A.: “Historia de los Reyes Católicos D. Fernando y Dª. Isabel”. Ed. F. de Gabriel y Ruiz de Apodaca, Sevilla, Sociedad de Bibliófilos Andaluces, 1869, 2 vols.
  • BERNÁLDEZ, A.: “Historia de los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel”. Ed. L. de la Calzada, Madrid, Aguilar (Crisol), 1946.
  • BERNÁLDEZ, A.: “Memorias del reinado de los Reyes Católicos”. Ed. M. Gómez-Moreno y J, de Mata Carriazo, Madrid, CSIC, 1962; reimpr. Sevilla, 1988.
  • ROSELL, C.: “Crónica de los Reyes de Castilla desde don Alfonso el Sabio hasta los Católicos don Fernando y doña Isabel”. Madrid (BAE, LXX), 1878, 3 vols. Los textos de Bernáldez se incluyen en el vol. III, pp. 567-788: reimpr. Madrid, 1931.

II. ESTUDIOS

  • GIL, J. y VARELA, C.: “Cartas de particulares a Colón y Relaciones coetáneas”, Madrid, 1984, pp. 19-23.
  • RAMÍREZ CORRÍA, F.: “Reconstrucción crítica del segundo viaje cubano de Colón. La ficción colombina del Cura de Los Palacios”, en “Archivo Histórico Pinero”, 2, 1955.
    • “Excerta de una isla mágica o Biografía de un latifundio”, México, 1959.
    • Ricard, R.: “Remarques sur le texte des chapitres de Bernáldez relatives aux Canaries”, en “Bulletin Hispanique”, XLI, 1939, pp. 364-367.
    • Varela, C.: “Diego Alvarez Chanca, cronista del segundo viaje colombino”, en “Historiografía y Bibliografía Americanistas”, XXIX, 1985, pp. 35-82.
Oct 011980
 

Miguel Pérez Reviriego.

Esta población se encuentra al suroeste de la provincia de Badajoz, en el límite con la provincia de Huelva y a 95 kms. de la capital pacense.

Según algunos autores, tras la conquista de la zona por Fernando III a mediados del siglo XIII, el monarca entregaría estas tierras a la ciudad de Sevilla. Algo más tarde, Alfonso X haría donación de las mismas a la Orden de Santiago, pasando posteriormente a la del Temple, en 1283, hasta que en 1312 pasan a depender de la ciudad de Sevilla, por concesión de Fernando IV. Sin embargo, otros investigadores mantienen la hipótesis de que la plaza fue cedida a la Orden del Temple por Alfonso IX de León en 1228. Tras una efímera recuperación por los musulmanes, la villa pasaría definitivamente al dominio cristiano, hacia 1247.

Las primeras noticias documentales han sido recogidas por la profesora Mercedes Borrero Fernández: “En 1309, el caballero Gonzalo Sánchez de los Trancones tuvo a Fregenal por juro de heredad tres años. Después, a la muerte de este noble sevillano, pasó a depender definitivamente de Sevilla, salvo el lapsus de la posesión que de la villa gozó por un año el Maestre de Alcántara”.

En el centro de la población se asienta la fortaleza. “Fregenal -dice Delgado Vallina- es un castillo de vaguada, bien cercado por los muy altos lienzos de su amplísima muralla. La gran dimensión interior de su recinto y su estratégica situación en la notable encrucijada de sendas militares nos obliga a considerarle como alcazaba”.

Resulta difícil esclarecer el origen de la construcción del castillo de Fregenal. Así, mientras Portela Sandoval habla de “una fortaleza de grandes dimensiones, construida por los templarios”, Quintero Carrasco aventura la posibilidad de que la obra quedara concluida con anterioridad a 1283, año en que la población es entregada por el rey Alfonso X a la Orden del Temple.

No se ha podido localizar documentación que haga referencia a los periodos constructivos del castillo. Parece que, al menos el trazado irregular de su cuerpo principal, puede corresponder al periodo de dominación musulmana. Tras sucesivas reparaciones, hoy no se aprecia ningún resto que pueda ser atribuido a los árabes. En la segunda mitad del siglo XVI la fortaleza fue cedida por Felipe II al que fuera embajador en Venecia, D. Carlos de Bazán, quien a su vez la donó a la parroquia de Santa María, pasando posteriormente bajo administración de Sevilla.

El castillo que hoy podemos contemplar se reduce sobre todo a sus muros perimetrales, habiendo desaparecido todas las instalaciones y dependencias interiores, con lo que resulta extremadamente difícil conocer los elementos de cada una de las etapas históricas que lo conformaron.

Sin embargo, su estructura aproxima esta obra a la arquitectura templaria. La planta se atiene al modo generalizado para este tipo de edificios, pudiéndose comparar con el de Jerez de los Caballeros. Éste y el de Fregenal “son los más occidentales, en territorio -señala el profesor Navareño Mateos- que con anterioridad correspondió a la Orden del Temple, posteriormente bajo administración de la de Santiago”.

Se conforma como un hexágono de grandes proporciones (“dado su tamaño, -escribe Portela Sandoval- debió de servir para concentrar tropas”), cerrado en un extremo por una cabecera ligeramente curva. En algunas partes el recorrido de sus lienzos se hace irreconocible por haber sido ocultado por edificaciones adosadas o haber sufrido derribos en otras. Creemos que las irregularidades de la planta obedecen a las reformas que, sobre el esquema árabe primitivo, realizaron las Ordenes del Temple y Santiago, cambiando el posible rectángulo original por la forma actual.

Presenta sillares bien escuadrados en las esquinas y el resto realizado en mampostería. A lo largo de gran parte de su coronamiento se levantan aún sus pretiles y almenas, bajo los cuales se abren aspilleras. La torre del Homenaje es la de mayores dimensiones. Al igual que las restantes, está construida con sillarejo y mampostería y sólo tiene sillares bien escuadrados en los ángulos. La puerta de acceso es de arco apuntado y las jambas llevan una imposta de donde arranca el arco. Sobre esta portada aparece un escudo sobre cuyo origen existen diferentes versiones. “Algunos investigadores -señala J. García Atienza- dudan de que este escudo estuviera allí desde la construcción de la fortaleza -que, al parecer, levantaron los templarios a partir de 1238, que fue la fecha en que la villa les fue entregada- y, sin embargo, el -simbolismo que encierra es lo bastante elocuente para sospechar con firmeza que fuera puesto -allí o en cualquier otra parte desde la que posteriormente fuera trasladado- por los caballeros templarios”. Así, Quintero Carrasco, antes citado, señala la posibilidad de que el escudo se colocase después de la construcción del castillo:

“He examinado atentamente la casi blanca piedra del escudo con la cruz sobre la media luna y sus cuatro rosetones y me da la sensación de que está colocada posteriormente a la construcción del castillo, y no exactamente bajo el matacán, sobre la perpendicular imaginaria que va desde el modillón del centro al vértice del arco ojival de la entrada del castillo, como fuera lo más natural cuando se levanta una construcción de esa clase desde el principio para guardar la estética, sino un poco separado a la izquierda de dicha perpendicular.

Como se podrá apreciar a simple vista, la piedra está rajada diagonalmente, como si esta avería, difícilmente producida una vez colocada, se la hubiera causado bien al arrancarla de otro lugar, en el transporte o al colocarla allí. Dicho escudo está completamente embutido rasante con la sillería por la parte superior, pero por la inferior sobresale un poquito de su asiento; es decir, que nos hace suponer que al labrar el hueco para colocar el escudo, la parte inferior del bloque se resistió y no se pudo o no se quiso profundizar más, o no les importaría que estuviera mejor o peor nivelado”.

En cualquier caso, la hipótesis de Quintero Carrasco coincide sustancialmente con el texto de Rodrigo Caro:

“Posteriormente, en el año 1283, con motivo de las discordias que reinaban entre don Alfonso y su hijo don Sancho el Bravo, por atraer el rey a su partido a don Juan Fernández Coy, Maestre del Temple de Castilla y a sus caballeros, les concedió y aseguró el dominio de Fregenal (…), habiendo puesto dicho Maestre en la puerta principal o fachada del castillo las armas de los templarios, que es una cruz esculpida en piedra blanca sin colores, la que aún permanece”.

Con todo, su estructura presenta una evidente relación con otros escudos templarios, siendo el ejemplo más significativo el del castillo de Monfragüe, con el que el de Fregenal ofrece una gran semejanza. “Estos casos de tanta semejanza entre estos dos escudos -escribe Delgado Vallina- deberían indicar un común origen. De ser así podría buscarse una muy probable relación entre los caballeros de Monfrag y los del Temple, que la proximidad del castillo templario de Alconétar permite suponer”.

“Lo enigmático -señala Rafael Alarcón- es que resulta frecuente encontrar escudos templarios donde la cruz griega está asociada con símbolos de viejos cultos ígneos: el creciente lunar, estrellas y soles -helicoidales o radiantes-; siguiendo siempre un esquema compositivo similar: cruz arriba y creciente lunar debajo, con las estrellas entre los brazos de la cruz o bajo la Luna. Las más significativas muestras son la citada piedra armera de Fregenal; otra piedra similar de la iglesia templaria de San Miguel, en Toledo; un sello del Temple inglés, fechado en 1303; y otro sello de la encomienda templaria de Huesca (…)”.

En conjunto, son más las razones que inclinan a pensar que, al menos, la fase inicial de la obra pudo tener lugar en el segundo cuarto del siglo XIII, promovida por la Orden del Temple, aunque ninguna suficiente para afirmarlo definitivamente.

Naturalmente, este castillo, que a lo largo de los años pasó por manos y situaciones tan dispares, hubo de sufrir múltiples reformas y alteraciones hasta llegar a la fisonomía definitiva con que lo hemos conocido. Pero sin duda, los cambios más apreciables se operaron desde finales del siglo XVIII. En el interior se ubican actualmente la plaza de toros, realizada hacia 1784, y el mercado de abastos de la localidad, construido entre los años 1914 y 1915. Todo ello confiere a esta fortaleza un aspecto que nada tiene que ver con su primitiva misión. Pensamos que sería interesante hacer desaparecer todos los elementos ajenos al recinto que mixtifican su primitivo carácter militar y medieval. “Esperemos -señala Delgado Vallina- que algún día no lejano pueda el Ayuntamiento frexnense ir dejando libre y limpio de añadidos todo el interior de la alcazaba. Esta, una vez restañados los viejos daños sufridos y con sólo unas mínimas restauraciones, podría ser una zona verde de uso público de extraordinaria belleza. Bastaría un adecuado ajardinado del patio de armas y la puesta en valor de las arquitecturas militares del castillo para transformar el actual caos urbanístico del corazón del baluarte en el más bello parque de la región y el mejor situado, al estar ubicado en el mismo centro de la villa”.

BIBLIOGRAFIA

  • ALARCÓN HERRERA, R.: “A la sombra de los templarios”. Barcelona, 1986.
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  • CALLEJO SERRANO, C.: “Guía artística de Badajoz y su provincia”. Barcelona, 1964.
  • DELGADO VALLINA, D.: “Castillos de Extremadura”. Badajoz, 1988.
  • GARCÍA ATIENZA, J.: “Guía de la España templaria”. Barcelona, 1985.
  • MADOZ, P.: “Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de ultramar”. Madrid, 1847.
  • MÉLIDA, J. R.: “Catálogo Monumental de España. Provincia de Badajoz”. Madrid, 1925.
  • MUÑOZ DE SAN PEDRO, M.: “Extremadura”. Madrid, 1961.
  • NAVAREÑO MATEOS, A.: “Castillos y fortificaciones en Extremadura”, Cuadernos Populares, núm. 6, Salamanca, 1985.
  • PÉREZ REVIRIEGO, M.: “Fregenal de la Sierra: Villa templaria”, Cuadernos Populares, núm. 20, Salamanca, 1987.
  • PONZ, A.: “Viage de España”. Tomo VII. Madrid, 1784.
  • PORTELA SANDOVAL, F. J. (et. al): “Tesoros artísticos de España”. Madrid, 1984.
  • QUINTERO CARRASCO, J.: “Historia de Fregenal de la Sierra”. Don Benito (Badajoz), 1981.

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