Oct 132023
 

Prof. Dr. Juan Carlos Rodríguez Masa

juancarlosrm@unex.es

 

  1. Introducción

La gesta de la Victoria llevó al gobernante Carlos I de España, deseoso de adquirir para su Corona las Islas de la Especiería, a fletar una nueva Armada al Maluco, al mando de la cual situó al comendador frey García Jofre de Loaisa. El motivo era económico y estratégico, pues el objetivo de la expedición era establecer en las islas Molucas una factoría para favorecer el tráfico de especias y asegurar la presencia y los derechos de Castilla en el aquel archipiélago, que se presumía incluido en la demarcación castellana. Después de tres años de preparativos y el avituallamiento necesario, el 24 de julio de 1525 la expedición levó anclas del puerto de La Coruña, sede de la nueva Casa de Contratación de la Especiería. La escuadra estaba compuesta por siete navíos y contaba con unos 450 hombres, la mayor parte de ellos “bien armados y pertrechados”.

El derrotero de la expedición terminó siendo una aventura sembrada de deserciones, calamidades y desastres. Solamente un navío alcanzó las Molucas en noviembre de 1526, donde su tripulación tuvo que enfrentarse a los portugueses durante varios años. Los españoles, en gran inferioridad numérica y material, agotados y diezmados, fueron capturados en 1529 y mantenidos en cautiverio por los lusos. Las crónicas de la época señalan al extremeño Hernando de Bustamante como el responsable de la derrota castellana en Tidore (Molucas), por supuestamente “tener trato secreto con los portugueses”, facilitando el ataque de estos y obligando a los españoles a rendirse definitivamente. Presos de los portugueses, los castellanos “olvidados de la mano de Dios” reciben la noticia de que Carlos V había vendido los derechos sobre las Molucas a Portugal mediante el Tratado de Zaragoza (1529).

Por fin, en enero de 1536, los veinticuatro españoles supervivientes, divididos en tres naos portuguesas, zarparon hacia Lisboa, donde llegaron a mediados de ese mismo año, poniendo así fin a este primer ciclo de la navegación española en el Pacífico, que abandonaba las Islas de las Especias para encaminarse a otros objetivos. Efectivamente, tras un periplo de once años, los sobrevivientes finalmente regresaron a España en 1536 a bordo de barcos portugueses, por vía de la India Portuguesa, y completaron la segunda circunnavegación de la historia. Capitanes, pilotos y marineros narraron de primera mano los acontecimientos ocurridos en la travesía, anotaron numerosos hallazgos geográficos y marítimos, así como los roles sociales que desempeñaron cada uno de sus participantes.

  1. La rivalidad luso-castellana por la legitimidad sobre el Maluco: la Junta de Badajoz-Elvas

La preocupación suscitada en los medios oficiales portugueses por la expedición de Magallanes se volvió indignación cuando se tuvo noticia de la arribada a Sanlúcar de Barrameda de la nao Victoria, capitaneada por Juan Sebastián de Elcano, el 6 de septiembre de 1522[1]. En sus bodegas traía setecientos quintales y veinticuatro libras de especias, sobre todo clavo de olor, la más preciada de las especias[2], endémica de las Molucas[3] y que desde antiguo había fascinado a los europeos. Hasta entonces, el lucrativo mercado de las especias estaba regulado por la Corona portuguesa, que por esto no tardó en considerar la irrupción castellana en las Molucas como un quebrantamiento del Tratado de Tordesillas de 1494[4].

El nuevo monarca portugués, Juan III, no dudó en plantear ante el Emperador Carlos V una firme reclamación, abriéndose con ello un amplio contencioso entre ambos reinos entorno a la pertenencia de las “islas del clavo”. Efectivamente, Carlos I reclamó para sí las Islas de las Especias, pero también las exigió Juan III de Portugal invocando el Tratado de 1494, con lo que el viaje de circunnavegación replanteaba la línea de demarcación establecida en Tordesillas[5]. Para dirimir la cuestión, los representantes de ambas Coronas tuvieron intensas negociaciones, a través de cartas e instrucciones[6], que dieron lugar al Asiento de Vitoria, firmado el 19 de febrero de 1524. Mediante este acuerdo, ambas Coronas aceptaban enviar dos comités de expertos, representados por las figuras más eminentes de las ciencias jurídicas[7], la cosmografía y la navegación, para debatir la línea de demarcación en el Pacífico. Los talentos de Juan Sebastián y Hernando Colón (hijo del descubridor de América) no fueron ajenos a la Monarquía, ambos fueron designados como diputados para participar en la junta: “…Don Hernando Colón, é Simon de Alcazaba, el doctor Salaya, astrólogo; y Pero Ruiz de Villegas, y fray Tomas Duran, y el capitan Juan Sebastián, nuestro astrólogos é pilotos…”[8].

El lunes 11 de abril de 1524, ambas comisiones se encontraron en el puente sobre el río Caya[9], frontera entre Castilla y Portugal, cada delegación se colocó en una margen del río y los escribanos comenzaron a leer los poderes que traían. Consecutivamente, los contingentes se trasladaron a las ciudades de Badajoz y Elvas, en donde alternativamente tuvieron las reuniones en un ambiente de inseguridad y desconfianza nada propicios para el logro de una resolución. Ante esta situación, el propio Emperador ofreció a Juan Sebastián dos hombres armados para su protección. Durante varios meses, portugueses y españoles estuvieron discutiendo sobre el reparto del mundo[10]. Dos documentos, dos cartas, de la mano de Hernando Colón, custodiadas en el Archivo General de Indias, resumen perfectamente el estado de la cuestión[11]. Finalmente, el 31 de mayo de 1524, fecha en la que se cumplió el plazo otorgado a los diputados para su actuación, se procedió a la disolución de la junta sin tomar medida alguna, ya que el dictamen unilateral emitido por los castellanos fue rechazo por los portugueses[12].

  1. El apresto de una nueva escuadra castellana al Maluco: la expedición Loaisa

Las negociaciones de Badajoz-Elvas fueron un fracaso estrepitoso, pero Carlos V no cesó en el intento por alcanzar las Molucas y continuó con la construcción y apresto de la nueva expedición. El motivo de la nueva expedición era tanto estratégico como económico, ya que en las islas Molucas eran la cuna del clavo de olor y la nuez moscada, cuyos precios eran astronómicos en Europa, a causa del oligopolio de italianos y portugueses.

La noticia que llegó de Castilla a finales de marzo de 1525, de que el Emperador estaba preparando una nueva armada para regresar a la cuna de las especias, sembró la inquietud en el ánimo de Don Juan de Portugal[13]. Ante ello, solicitó al Emperador la suspensión de su envío y reanudar las conversaciones para llegar a la resolución del contencioso de la propiedad y posesión de las islas del clavo[14], pero Carlos V desoyó tales argumentos y aceleró los preparativos de la armada.

El 5 de abril de 1525, a punto de quedar ultimados todos los aspectos de la escuadra naval, el Emperador otorgó a Frey García Jofre de Loaisa[15], comendador de la Orden de San Juan de Jerusalén, el título de Capitán General de la Armada y Gobernador de las islas de Maluco[16], siendo elegido por su nobleza y conocimientos náuticos. La escuadra estaba compuesta por siete navíos y contaba con unos 450 hombres, entre los cuales se encontraban algunos veteranos de la primera circunnavegación, como el mismo Juan Sebastián de Elcano, que era el segundo comandante, y el alcantareño Fernando de Bustamante[17], que se enroló como tesorero de una nave. Este último tendrá un papel determinante en el funesto desenlace de la Expedición.

El 24 de julio de 1525, después de tres años de preparativos y el avituallamiento necesario, la expedición de Loaisa levó anclas del puerto de La Coruña, sede de la nueva Casa de Contratación de la Especiería, dando comienzo así a una aventura que se prolongaría durante once años (1525-1536)[18]. Con la finalidad de no caer en la redundancia o repetición de información no profundizaremos aquí sobre los avatares de la Expedición en su derrotero por el Atlántico hasta llegar y cruzar el estrecho de Magallanes, dado que lo hemos abordado, de un modo mucho más detallado, en el artículo presentado a los LI Coloquios Históricos de Extremadura[19].

  1. El derrotero de la armada de Loaisa desde el Estrecho hasta el Maluco: una accidentada singladura

El 26 de mayo de 1526, tras cuarenta y ocho días de durísima y azarosa travesía por el Estrecho de Magallanes, los expedicionarios embocaron “el Paso” en el mar Pacífico. Ese mismo día comenzaron a surcar el océano Pacífico las naos Santa María de la Victoria, Santa María del Parral, San Lesmes y el patache Santiago.  Efectivamente, ya sólo quedaban cuatro de las siete naves que habían iniciado la expedición, pues las tres restantes habían corrido diferente suerte: la nao Sancti Spiritus se perdió en un naufragio; la San Gabriel se separó de las demás naves al intentar franquear el Estrecho y vuelve a Castilla por la costa de Brasil. El capitán de la Anunciada, Pedro de Vera, expresó su propósito de navegar hacia las Molucas por el Cabo de Nueva Esperanza, es decir, con rumbo opuesto; no volvió a saberse nada de esta nave.

Transcurridos seis días de navegación, en dirección noroeste, la expedición fue sacudida nuevamente por un temporal. En efecto, el 31 de mayo comenzó un viento fresco que en la siguiente jornada se convirtió en una violenta tormenta, fue tal la furia que dispersó las naves y nunca más se volvieron a juntar. La armada perdió de vista a la nao San Lesmes y al patache Santiago. Posteriormente, una sedición, preparada por los marineros Romay y Sánchez, dan muerte al capitán de la Santa María del Parral, Jorge Manrique de Nájera, a su hermano y al tesorero, encallando dicha nave después en la isla de Sarragán, cercana a la de Cebú (Filipinas)[20].

Por lo que se refiere a la capitana, la Santa María de la Victoria, quedó en absoluta soledad en 4 de junio. La maltrecha nave sufrió nuevamente otro fuerte temporal el 7 de junio, que terminó por abrir una brutal apertura junto a la quilla, por donde entraba mucha cantidad de agua y las bombas de achique no daban abasto a desalojarla[21]. Así mismo, la situación de los expedicionarios se hizo cada vez más crítica, puesto que habían pasado a la Capitana casi todos los tripulantes de la Sancti Spiritus (naufragada cerca del estrecho de Magallanes) y pronto se hizo sentir la escasez de alimentos, siendo necesario acortar las raciones entre la tripulación, que iba sucumbiendo poco a poco principalmente por el escorbuto: “…en este tiempo se padecía mucha necesidad de cosas frescas, porque para purgar al General no se pudo hallar otra cosa sino un ratón de la nao…”[22].

El 24 de junio murió el piloto Rodrigo de Bermejo y el 13 de julio el contador Alonso de Tejada.  Poco tiempo después, el 30 de julio sucumbió Loaísa[23]. Inmediatamente después de morir el General, rompieron el sello que protegía la Real Provisión secreta del Emperador sobre la sucesión en el mando. El escribano leyó en voz alta las prolijas, y un tanto confusas instrucciones reales, por las cuales, el siguiente en el mando era Elcano[24].

Efectivamente, Juan Sebastián, aunque estaba enfermo, fue jurado por Capitán General. A continuación, sin perder tiempo, Elcano realizó los primeros nombramientos para sustituir a los oficiales fallecidos: Álvaro Loaisa, contador general; Martín Pérez de Elcano, piloto; y a Hernando de Bustamante, contador de la nao. Juan Sebastián ostentó poco tiempo el cargo, pues repentinamente se agravó su enfermedad (posiblemente escorbuto) [25] y pasó a mejor vida, en las vastas soledades del Océano Pacífico, el 6 de agosto de 1526, como señaló Urdaneta[26], testigo presencial, aunque también se ha indicado el 4 de agosto como fecha de su fallecimiento[27].

La tripulación eligió como nuevo Capitán General a Toribio Alonso de Salazar[28], quien a su vez nombró contador general a Martín Íñiguez de Carquizano (o Zarquizano, en otras versiones), alguacil mayor a Gonzalo del Campo y tesorero de la nao a Gutierre de Tunion.  Salazar tomó el mando de la Santa María de la Victoria y capitaneó la expedición intentando remontar hasta Cipango (Japón). El 9 de agosto se hallaban a doce grados de la línea equinoccial (Ecuador), donde acordaron no subir más en latitud por “…el cansancio de la gente por el trabajo de la bomba y de la mar…”[29] . Desde allí resolvieron dirigirse directamente a las Islas del Maluco, pues desde que partieron del Estrecho habían muerto más de treinta hombres por escorbuto[30]. El 21 de agosto avistaron una isla que bautizaron con el nombre de San Bartolomé. Durante la siguiente jornada intentaron sin éxito arribar en ella y, por ello, decidieron continuar en demanda de las Islas de los Ladrones y del Maluco.

El 4 de septiembre al amanecer avistaron una de las Islas de los Ladrones, que los indígenas llamaban Botahá (hoy Guam, Marianas), descubierta en la anterior expedición de Magallanes. Al día siguiente les abordó una canoa con indígenas, totalmente desnudos. Los expedicionarios quedaron asombrados, ya que un “indio” les saludó en castellano, pidiendo al capitán Salazar “Seguro Real” (perdón ante todo crimen cometido)[31]. Se trataba del gallego Gonzalo de Vigo[32], grumete desertor de la nao Trinidad (comandada por burgalés González Gómez de Espinosa), perteneciente a la Armada de Magallanes. Gonzalo de Vigo consiguió sobrevivir durante cinco años junto a los indígenas, aprendiendo sus costumbres, la geografía del lugar y varios idiomas isleños. Efectivamente, el marino vigués conocía bien la alimentación, vestimenta, estructuras familiares, prácticas culturales, etc., de los naturales y así se lo informó a los expedicionarios europeos: “…en ellas, no hay ganado, gallinas ni otros animales, y los bastimentos se reducen á gran cantidad de arroz, pescado, cocos, aceite de cocos y sal…”[33]. Esta cultura adquirida y practicada lo convirtió en un valioso miembro de la expedición. A continuación, llegaron nuevas canoas con diversos productos (sal, pescado, batatas, arroz, cocos, plátanos y otras frutas de la tierra) para ser rescatados, es decir, intercambiados por objetos de fierro (hierro), como clavos u otros pertrechos de punta hechos de ese metal. El 9 de septiembre, mientras se llevaba a cabo el trueque de mercancías, el capitán Salazar dispuso retener a bordo a once nativos como esclavos, para dar a la bomba, porque la nao hacía mucha agua y había muchos enfermos a bordo.

Recuperados levemente, el 10 de septiembre zarparon de las Islas de los Ladrones hacia las Islas Molucas, poco tiempo después murió el capitán Salazar. El escorbuto seguía batiendo a aquellos hombres extenuados, sobre cuyo ánimo planeó la sombra de la desunión y surgieron grandes diferencias entre la tripulación sobre la sucesión del mando, ya que discutieron si el sucesor debía ser el vasco Martín Íñiguez de Carquizano (contador mayor) o el extremeño Fernando de Bustamante (contador de la nao)[34]. Por ello, los expedicionarios intentaron resolver este asunto por medio de una votación, pero al realizar el escrutinio Carquizano se resabió y arrojó las papeletas al mar. No obstante, el buen juicio imperó sobre ellos, ya que concertaron que ambos aspirantes gobernasen y administrasen juntos el navío hasta hacer una elección definitiva cuando llegasen a las Molucas[35].

El mando compartido al cincuenta por ciento continuó hasta el 2 de octubre, fecha en la cual avistaron la isla de Vendanao (Mindanao, Filipinas). Carquizano maduró un plan para hacerse con el mando, para ello llamó a la cámara de popa a los oficiales de la nao y les hizo ver lo pernicioso de ir acéfalos a territorio enemigo. A continuación, habló de sus justos derechos para proclamar su jefatura y después elogió su habilidad, según él, superior a la de Bustamante: “era más hábil y suficiente para el dicho gobierno y cargo”. Con estas palabras todos le juraron obediencia y respeto como jefe supremo, pero el alcantareño se negó y acabó con los grillos en los pies. Finalmente, el vencido Bustamante aprobó la nueva situación y terminó aceptando a Carquizano por jefe[36]. Martín Íñiguez de Carquizano, tras autoproclamarse Capitán General, asumió el mando y nombró como oficiales a Martin García de Carquizano (tesorero general), Francisco de Soto (contador general), Domingo de Soler (factor general) y Gutierre de Tuño (tesorero de la nao).

El 6 de octubre arribaron en la isla de Mindanao, dentro de una bahía llamada Viçaya, donde se detuvieron para aprovisionarse. Carquizano, con previsión, ordenó lanzar las anclas a cierta distancia de la costa. Estando allí, el día 8 llegó hasta la nao un reyezuelo indígena, ricamente engalanado[37], para “vender” a los expedicionarios muchas gallinas, las cuales, intercambió Carquizano por abalorios y baratijas relucientes. También, el reyezuelo y su comitiva llevaban diversos objetos de oro, pero Carquizano ordenó no “comprárselos”. Al ser la acogida tan agradable, el capitán Carquizano envió en la siguiente jornada el batel con Gonzalo de Vigo, que hablaba malayo, para que platicara con los nativos y lograra efectuar más rescates (trueque) de mercancías. Al adentrarse en la bahía se encontraron rápidamente con un grupo de indígenas, el gallego intentó conversar con ellos, pero el lenguaje era distinto, por los que recurrieron a la mímica. Así consiguieron intercambiar (rescatar) cuentas de vidrio por cocos, plátanos, batatas y otras frutas. Poco después, los europeos tornaron al lugar con muchos más recates para “comprar” gallinas, puercos y otros bastimentos, pero no pudieron rescatar nada, puesto que un natural de Malaca informó a los isleños filipinos de que los recién llegados eran faranguis (portugueses): “…y que eran mala gente; porque donde quiera que allegaban los faranguis, haçian mucho mal…”[38].

El 10 de octubre huyeron los esclavos indígenas que tomaron en las Islas de los Ladrones, con la misma canoa que los expedicionarios europeos les arrebataron, pero cuando llegaron a tierra los bisayas filipinos los mataron “penssando que eran cossarios que andaban á saltear”.  Al día siguiente, Carquizano ordenó nuevamente al batel, con Gonzalo de Vigo y varios compañeros, dirigirse a tierra para traer bastimentos. El gallego intentó “negociar” con los indígenas el precio de un puerco y varias gallinas, pero los indígenas “pedían mas de lo que valían treynta veces”. Los expedicionarios despechados tomaron las gallinas y el puerco y, además, se llevaron un indio a bordo. Dicho indígena les informó de los codiciosos productos que albergaban aquellas islas (hoy Filipinas), como el oro y la canela[39]. También les detalló muchas características sobre aquella isla y sus habitantes, con un gran valor etnográfico y antropológico[40].

La manifiesta hostilidad de los indígenas llevó a Carquizano a levar anclas del puerto de Vendanao (Mindanao) el 15 de octubre, con la intención de arribar en la cercana rica isla de Zebú (Cebú), pero los vientos contrarios les impidió tocar la isla y les obligaron a desistir de ello. No obstante, aprovecharon los vientos favorables para arrumbar en dirección sur hacia el Maluco. Tres días de navegación tardaron en costear la gigantesca isla filipina de Mindanao, tras perderla de vista divisaron una isla redonda, “no muy grande”, que llamaban Sandingar y otras tres islas más pequeñas. En la siguiente jornada divisaron la isla de Sagragán e intentaron arribar en ella, pero no hallaron fondo para surgir y continuaron la navegación hacia el Maluco. El 22 de octubre arribaron en la isla de Talao (Talaud, Célebes), donde los nativos, que vestían con pañitos o taparrabos de algodón, les intercambiaron por los rescates todos los víveres frescos que tenían[41], entre ellos puercos, cabras, gallinas, papagayos, pescados, etc. Así mismo, el reyezuelo tribal de la isla solicitó a los europeos que le ayudasen en una guerra que tenían establecida con los nativos de las islas de Galibu y Lalibu, las cuales, estaban localizadas al nordeste y tenían mucho oro, pero el capitán Carquizano declinó la oferta y prosiguieron su singladura hacia el Maluco.

Por fin, el 29 de octubre divisaron la isla de Batachina o Gilolo, la mayor de las Molucas, pero debido a una calma tardaron cuatro días en arribar al puerto de Zamafo, pueblo de la costa este de Gilolo. De los cuatrocientos cincuenta hombres que partieron de La Coruña, ciento cincuenta y cinco se hallaban en la Santa María de la Victoria cuando pasaron por el Estrecho[42], apenas ciento cinco llegaron a las Molucas[43].

 

 

  1. La nao Santa María de la Victoria fondeó en Tidore: el encuentro con los portugueses

Cuando los expedicionarios arribaron en el puerto de Zamafo el 4 de noviembre de 1526 recibieron la visita del rajá o gobernador del lugar, Quichil (don) Bubacar, que venía acompañado de un indígena que había sido esclavo de los lusos, llamado Sebastián. Este último, que hablaba perfectamente portugués, les informó que Zamafo era pueblo vasallo de rey de Tidori (Tidore, Molucas), enemigo de los portugueses y cuyo reino musulmán estaba en lucha interna con el reino de Terranate (Ternate, Molucas), también musulmán. Así mismo, el esclavo relató a los expedicionarios que los portugueses, aliados con el sultán de Ternate, poseían una fortaleza “de cal y canto” en Ternate, y cómo éstos habían destruido la isla de Tidore, porque sus naturales habían favorecido a los castellanos, facilitándoles la carga de clavo para las naos Victoria (capitaneada por Elcano) y Trinidad (capitaneada por Espinosa), ambas de la expedición magallánica[44].

Sin perder tiempo, el capitán Carquizano pidió al rajá Bubacar un parao (barco de remos) con la intención de informar a los reyes de Gilolo y Tidore de la llegada de la expedición castellana y de sus intenciones de ayudarlos contra sus enemigos. El 5 de noviembre, Carquizano envió una embajada compuesta por Andrés de Urdaneta, Alonso de los Ríos y otros cinco compañeros, hasta el lugar donde se encontraba el rey de Gilolo. El 8 de noviembre, guiados por el hijo del rajá de Zamafo, llegaron a Gilolo, donde fueron muy bien recibidos y aposentados[45]. En la jornada siguiente les recibió el rey de Gilolo “con mucha alegria y placer”[46].  Alonso de los Ríos aprovechó la ocasión para leer la carta que Carlos V había remitido para los reyes del Maluco. En ella, el soberano castellano señalaba que enviaba, en señal de buena amistad, una armada de siete navíos para favorecerlos, defenderlos de sus enemigos y, por supuesto, para “contratar con ellos muchas mercaderías que traían”.  El encargado de traducir la misiva al malayo fue el intérprete gallego, Gonzalo de Vigo.

A continuación, los expedicionarios mostraron su interés por visitar al rey de Tidore. En este sentido, el sultán de Gilolo mandó aparejar un navío pequeño con remos, pero acordó con los castellanos que marcharía a Tidore solamente Alonso de los Ríos con dos compañeros, quedando en Gilolo Andrés de Urdaneta con el resto. El rey de Gilolo argumentó que podrían encontrarles los portugueses y matarlos, y por ello era aconsejable que varios se quedaran en Gilolo para que el capitán Carquizano no pensara que los indígenas de Gilolo lo habían hecho. Cuando Alonso de los Ríos llegó a Tidore se encontró con su joven rey retirado en la montaña, su padre, que era conocido como el rey Almanzor, había muerto. La embajada castellana fue extraordinariamente bien recibida en Tidore. El joven rey envió con la embajada castellana a dos caballeros suyos, Guzman y Bayano, para solicitar al capitán Carquizano que se trasladase con la nao castellana hasta Tidore.

El 11 de noviembre de 1526, Alonso de los Ríos y sus compañeros regresaron a Gilolo. El rey de este sitio también se ofreció a favorecer y ayudar a los castellanos. Para ello, el sultán envió al lugar donde se encontraba Carquizano tres navíos de remos con su sobrino Quichil Tidori, y otros principales de la tierra, en compañía de Andrés de Urdaneta. Por otra parte, acordaron que en Gilolo se quedaría Alonso de los Ríos con otros compañeros con dos arcabuces grandes, “por si fuesen allí portugueses sabedores de que los castellanos habían estado con el Rey”.

El 15 de noviembre, Urdaneta en compañía de los embajadores de Tidore y Gilolo retornaron al pueblo de Zamafo, donde fueron bien recibidos por el capitán Carquizano. Cuando éste conoció la voluntad de los reyes de Tidore y Gilolo, rápidamente intentó hacerse a la vela con la Santa María de la Victoria para dirigirse inicialmente a Tidore. El día 18 partieron de aquel puerto, pero el viento y las corrientes contrarias los llevaron a recalar en la isla Moro. Cuando el batel arribó a tierra, los indígenas se “pusieron todos en armas”, pero uno de los embajadores de Tidore que los acompañaba, Bayano, consiguió aplacar los ánimos, logrando muchos mantenimientos para la tripulación, como gallinas, cabras, pescado, arroz y otros bastimentos.

El día 30 de noviembre se hicieron nuevamente a la vela y recibieron una visita inesperada, pues llegó abordo un parao con un portugués llamado Francisco de Castro, quien portaba una carta de García Henriques, jefe de la fortaleza de Ternate, con un requerimiento formal para que la nao y los castellanos fuesen a la fortaleza de Ternate, “en cuyo caso les harían toda honra y cortesía”, o de lo contrario echaría a pique la nao con toda la tripulación, porque todas las islas del Maluco y sus comarcas pertenecían al rey de Portugal[47]. El capitán Carquizano no se dio por aludido y se negó a aceptar aquella misiva, y le manifestó al enviado, para que se lo transmitiese a su jefe, primero, que él no respondía a cartas sin firma y, segundo, que estaban allí para defender los intereses del Emperador Carlos.

Efectivamente, Carquizano respondió al requerimiento justificando que ellos venían al Maluco por mandato del Emperador Carlos V y actuarían conforme a las instrucciones que éste había establecido para la armada. A continuación, mandó al portugués que se marchara y no regresara más con aquellos desatinos, “si no quería errar en ello y ser castigado”. El 1 de diciembre decidieron enviar el batel a la isla Moro que regresó cargado con muchos bastimentos. Ese día los expedicionarios recibieron nuevos requerimientos con el mismo mensaje, esta vez de Hernando de Baldaya, factor de la fortaleza portuguesa de Ternate, a los que Carquizano se opuso nuevamente[48].

Los castellanos, decididos a no amilanarse, prosiguieron rumbo a Tidore con la desbaratada nao Santa María de la Victoria. Los vientos contrarios les impidieron continuar y tuvieron que fondear en la isla Rabo varios días. Allí se produjo el levantamiento del contador general, Francisco de Soto, contra el capitán Carquizano. Por ello, este último decidió destituirlo de su cargo y nombró en su puesto a Hernando de Bustamante y a Urdaneta contador de la nao. También, en la isla Rabo tuvieron noticias de que los lusos estaban preparando una gran armada contra ellos.

  1. La Guerra del Maluco entre castellanos y portugueses: las fortificaciones de Tidore y de Ternate

El 28 de diciembre de 1526, “con buen viento”, levaron nuevamente anclas hacia Tidore, pero una calma inoportuna les retrasó el derrotero. Al día siguiente se levantó el viento y continuaron la navegación, cuando doblaron el cabo de Gilolo avistaron a una flotilla lusa, con centenares de guerreros al mando de Manuel Falcón, que estaba esperándoles para apresarles[49]. Sin embargo, los portugueses no se atrevieron a llegar “a tiro de cañón” de la Capitana, ya que “…yba la nao muy bien artillada de muy gentiles tiros de bronçe y de fierro, y otras muchas armas y muniçiones; y para todos los que yban dentro avia escopetas y ballestas, y eran çiento y una personas, pocas mas o menos, de que eran las noventa para pelear…”[50].

Finalmente, el día de Año Nuevo de 1527 la nao castellana arribó a Tidore. El joven rey de esta isla, Raja-mirr[51], el gobernador y sus caballeros subieron a bordo de la Capitana para recibir al capitán Carquizano, todos juraron ser leales al Emperador Carlos V. Inmediatamente después, los expedicionarios comenzaron a construir en aquella isla, con ayuda de los indígenas, tres baluartes de piedra, tierra y madera para defenderse de los portugueses, donde colocaron parte de la artillería, las mercaderías y otros enseres de abordo, así como la mitad de la tripulación de la nao[52].

Durante varios días se sucedieron los requerimientos portugueses para que los castellanos se fuesen de aquella isla o por el contrario les atacarían “con grande armada”, los tomarían y matarían a todos. Todos fueron desechados por el capitán Carquizano. También éste recibió el aviso de “un negro cautivo de los portugueses”, informándole de que los lusos estaban aparejando una flotilla para acometerles en breve. Esto alertó a Carquizano, que acaudilló a sus hombres preparándolos para el inminente enfrentamiento contra los lusos y sus aliados[53].

En la media noche del 17 de enero de 1527, la armada portuguesa, compuesta por una fusta, un batel y muchos paraos indígenas, se acercó silenciosamente al fondeadero de la nao Santa María de la Victoria, pretendiendo abordarla por sorpresa. Pero los vigías castellanos que estaban en guardia sintieron el ruido de los remos de la escuadra lusa y dispararon una lombarda en señal de alarma[54], lo que desencadenó el inicio de guerra hispano-portuguesa por la hegemonía de las Molucas, cuyo combate duró dos días. Como consecuencia la Santa María de la Victoria recibió serios daños y terminó hundiéndose[55]. Desde ese momento se sucederán los enfrentamientos que proseguirán en años sucesivos: ambas partes defenderán con tesón lo que creían sus derechos[56].

En medio de aquella guerra, Carquizano consiguió establecer una tregua, pero fue muy breve, dado el precario entendimiento entre las partes. El tiempo pasó, y en la fortaleza de Ternate hubo relevo en mayo de 1527. Ahora el nuevo jefe portugués era Jorge de Meneses, quien se apresuró a enviar otro interlocutor para que manifestase a los españoles que él pretendía la paz y la concordia entre todos[57]. Sus palabras fueron acogidas con gran entusiasmo entre los castellanos y el capitán Carquizano organizó un banquete para celebrarlo[58]. Hernando de Baldaya, el emisario luso, tras reiterar la misiva de paz durante el banquete, brindó con el jefe español, no sin antes haber vertido ponzoña en su copa de vino, muriendo envenenado el capitán Carquizano el 11 de julio de 1527: “…procuraron de matarnos con ponzoña, echando en un pozo de donde bebíamos, [de] lo cual fuimos avisados y así se remidió. Empero, todavía tuvieron manera para matarnos al capitán Martín Íñiguez, al cual le dio ponzoña, según pública fama, Fernando de Baldaya, factor de la fortaleza del rey de Portugal, por mandato de Jorge de Meneses, y desde el día que le dio en un mes murió…”[59]. Los españoles eligieron en su lugar como capitán de la expedición, mediante votación de sus miembros, a Hernando de la Torre, montañés y antiguo teniente de Martín Íñiguez Carquizano[60].

  1. El auxilio de Cortés al Maluco: la Florida desembarca en Tidore

La pérdida de noticias sobre la armada de Loaisa impulsó a la Corona a recurrir a la Nueva España. El emperador Carlos V, por medio de una cédula que firmó en Granada el 20 de junio de 1526, encomendó a Hernán Cortés que enviara los navíos que había construido en el litoral del Pacífico neohispano para que cruzaran el Mar del Sur rumbo a la Especiería, a fin de auxiliar a la armada de Loaisa, de cuyo paradero no había ninguna clase de noticias[61]. A ello contribuyó la llegada del patache Santiago al Golfo de Tehuantepec el 15 de julio de 1526, al mando de Ortuño de Lango[62]. Uno de los tripulantes de abordo, el clérigo Juan de Areizaga Guevara (primo del capitán Santiago de Guevara), informó personalmente a Cortés del mal estado de la expedición de Loaisa, y ante noticias tan desconsoladoras, el conquistador extremeño apresuró la salida de una nueva armada. Para ello, Cortés nombró capitán de la expedición a su primo Álvaro de Saavedra Cerón[63] a quien expidió el 28 mayo de 1527 detalladas Instrucciones para la buena conducción durante el derrotero. También escribió cartas dirigidas a los reyes indígenas de Cebú y Tidore, pues, como buen diplomático, buscó asegurar una buena acogida para la expedición.

Después de muchos avatares, Cortés consiguió que la expedición, compuesta por tres navíos y 110 hombres, zarpara el 31 de octubre de 1527 del puerto de Zihuatanejo (Guerrero, México). Una era la carabela Florida, en la que embarcaron treinta y ocho hombres de tierra y doce de mar, es decir cincuenta personas. Esta era la nao capitana, a cargo del mismo Álvaro de Saavedra. La segunda carabela se nombraba Santiago, en ella iba por capitán Luis de Cárdenas y llevaba cuarenta y cinco hombres de tierra y mar. En la tercera, el bergantín Espíritu Santo, iba por capitán Pedro de Fuentes y llevaba quince hombres de la mar y tierra[64]. En los tres navíos se cargaron un total de treinta piezas de artillería, armas, municiones, vituallas y cosas de rescate.

El 15 de diciembre, y tras cuarenta y seis días de navegación, la escuadra se dispersó en el Pacífico sin que tuviera ocasión de reagruparse, y sólo una de las naves, la Florida, consiguió cruzar el Pacífico y arribar a Mindanao, donde recogió a un superviviente de la Parral de Loaisa. A continuación, la Florida de Saavedra avanzó por el océano hasta arribar al archipiélago de las Molucas, desembarcando en Tidore el 30 de marzo 1528[65].

Los españoles de Tidore, en constante guerra con los lusos, recibieron con sorpresa la arribada a aquella isla de la nao Florida, que llegaba con una tripulación reducida de 30 hombres, pero repleta de pertrechos: plomo para balas, balas de cañón, escopetas, ballestas, arcabuces, lanzas y otras armas. A pesar del refuerzo material de Saavedra, la situación de los castellanos se hizo angustiosa en Tidore. Las continuas bajas, las enfermedades y accidentes redujeron cada vez más los ánimos del medio centenar de españoles frente a los 190 portugueses de la fortaleza de Ternate[66].

Dado que había sólo unos treinta hombres en la Florida, los “refuerzos” de Saavedra no permitieron variar de manera significativa el equilibrio de poder. Por ello, aparejada y abastecida la nao Florida con sesenta quintales de clavo de olor, partió Álvaro de Saavedra de Tidore el 3 de junio de 1928 con una tripulación de treinta hombres hacia Nueva España “para dar cuenta a SM de lo que pasaba en las dichas islas del Maluco entre castellanos y portugueses”[67], pero debido a los vientos contrarios y a la falta de alimentos, se vio obligado a regresar a las Molucas en el mes de noviembre de 1528. Tiempo después, el 8 mayo de 1529, Saavedra probó nuevamente fortuna para el regreso a Nueva España, pero navegando más al sur. El derrotero fue un fracaso, ya que les sorprendió una tempestad y debieron regresar a Tidore, muriendo Saavedra en el trayecto[68].

  1. El posible trato secreto de Fernando de Bustamante: los portugueses toman Tidore

Al agotamiento de los españoles de Tidore se unió la traición, en este caso del contador general Fernando de Bustamante, que con anterioridad (abril de 1528) había intentado huir junto a los portugueses a la cercana isla de Ternate y había sido hecho prisionero por los españoles[69]. Efectivamente, el extremeño Bustamante entró en trato con los portugueses para informarles de la debilidad de los castellanos en la fortaleza de Tidore[70], reducida a sólo 37 hombres, tras la salida el 20 de octubre de 1529 de dos pequeños destacamentos en busca de indígenas aliados, una dirigida por Alonso de los Ríos y otra por Urdaneta[71]: “….hallábase ofendido Bustamante de que no le hubiesen hecho General por muerte de Martin Iñiguez de Zarquizano, por esto habia intentado pasarse al portugués, y como no le hubiese sucedido bien y se le diese por afrentado de que un oficial como él, y una persona que dos veces estuvo en voz de General, le hubiesen puesto en prisiones, deseó vengarse (…); y viendo Fernando de Bustamante que de setenta y dos personas que eran todos los que en Maluco habia, estaban en Gilolo veinte, y en la armada que pasó á Moro iban treinta, y sólo quedaban en la fortaleza veintidós, y de esos unos habia enfermos y otros eran sus parciales que deseaban pasarse á los portugueses, parecióle buena ocasión para avisar á D. Jorge, con quien ya se carteaba, para que fuese á tomar aquella fortaleza, porque ni en ella ni en la ciudad habia gente, por haber ido todos en la armada; asegurábale que puesto sobre la fortaleza la tomaría con facilidad…”[72].

El 28 de octubre de 1529 los portugueses aprovecharon la ocasión para dirigirse con gran armada al desamparado Tidore[73], donde tomaron la población, hicieron una matanza entre los isleños y cercaron a los españoles en la fortaleza. El capitán portugués, Jorge de Meneses, requirió a los castellanos que se entregaran o, de lo contrario, les batirían la fortaleza y los matarían a todos. La situación se hizo desesperada y Hernando de la Torre consultó con sus compañeros si se entregarían o no, y hubo grandes diferencias entre ellos: unos decían que era mejor defenderse y morir, y los otros que otorgasen el partido que los portugueses les daban.

Finalmente, Hernando de la Torre salió de la fortaleza con veintitrés hombres y se entregaron a los portugueses, mientras que Bustamante y otros hombres prefirieron pasar al servicio de Portugal[74]: “…Bustamante se pasó a los portugueses con algunos castellanos, llevándose los libros de contaduría, testamentos, inventarios y almonedas de los fallecidos durante el viaje, y permanencia en el Maluco, así como las escrituras de vivos y difuntos: y se trasladó a Ternate con Maestre Anee, Condestable de los lombarderos; el flamenco Artiís; el sobresaliente de la nao Francico de Godoy, el clérigo Juan de Torres, y otros quince…”[75]. Seguidamente, el extremeño Bustamante consiguió licencia para partir a Goa (India) y se enroló en un barco portugués, pero fue envenenado durante el trayecto de Malasia a Goa, muriendo en algún lugar del Índico durante el año 1533[76]: “…los que se rindieron permanecieron dos meses y medio en la fortaleza de Ternate y fueron luego conducidos a Malaca. Allí les detuvieron tres años arrestados, hasta que el Gobernador les otorgo pasaporte para Calicut, donde unos fallecieron, otros continuaron con los portugueses, cuatro fueron embarcados por orden del Gobernador a España: Ance, Artús, Godoy y Bustamante. Afirma Francisco de París que a este último le dieron ponzoña y murió, tal vez para evitar las inquisiciones del Emperador relativas a la entrega de la fortaleza de Tidore…”[77].

Hernando de la Torre, en nombre de los españoles, y Jorge de Meneses, capitán portugués, suscribieron la paz y la firmaron en la isla de Tidore. El capitán español entregó la isla de Tidore a los portugueses, y éstos se llevaron a los españoles a Zamafo (Gilolo) para esperar nuevas órdenes[78]. El establecimiento real de Tidore fue incendiado de nuevo y se borró completamente la presencia española de la isla.

A inicios de noviembre de 1529 regresaron a Tidore los pequeños destacamentos de Urdaneta y de Alonso de los Ríos, cuyas correrías habían alcanzado notables éxitos. Ambos capitanes se enteraron que el capitán portugués Jorge de Meneses “había tomado y quemado la ciudad de Tidori”. A continuación, Urdaneta y Alonso de los Ríos se dirigieron hasta a Zamafo y propusieron a Hernando de la Torre “hacerse fuertes” en Gilolo y esperar los refuerzos castellanos, pero éste les respondió “que él lo haría de buena voluntad, pero que ya tenía paces con los portugueses y asiento con ellos”. Poco tiempo después, el 8 de diciembre de 1529, arribó la Florida a Zamafo, tras su segundo intento de alcanzar Nueva España. La tripulación, compuesta por veintidós hombres enfermos y agotados, tuvo que entregarse igualmente a los lusos[79].

En mayo de 1530, españoles y portugueses se vieron forzados a cooperar para evitar ser destruidos por los nativos de las Molucas. Estos últimos se sintieron, en cierto modo, traicionados por todos los extranjeros. Tras una reyerta causada por la muerte de un cerdo, Jorge de Meneses obligó a comer tocino al indígena de Ternate que mató el animal. Aparte del grave insulto y de la humillación que significaba el hecho en sí, para un musulmán, entrar en contacto con un animal impuro de esta manera, era una acción ultrajante de profanación ritual[80]. El hecho provocó el aborrecimiento entre los moluqueños que hicieron un llamamiento para expulsar a todos los cristianos de la región. Pese a ser enemigos encarnizados, los españoles decidieron ayudar a sus correligionarios cristianos contra las fuerzas combinadas de los moluqueños[81].

  1. El Tratado de Zaragoza: adiós al sueño castellano de la Especiería

Los castellanos de Gilolo, en gran inferioridad numérica y material, agotados y diezmados y sin posibilidad de refuerzos, fueron muriendo poco a poco. En marzo de 1532 solamente quedaban 27 o 28 españoles[82], los cuales, fueron informados por los lusos del Tratado de Zaragoza, firmado entre el Carlos V y Juan III de Portugal en 1529, por el cual España vendió todo derecho, acción, dominio, propiedad y posesión o casi posesión y todo derecho a navegar, contratar y comerciar en el Maluco[83].

Efectivamente, aunque ellos no lo supieron, el Emperador había realizado un empréstito con los portugueses sobre las Molucas el 22 de abril de 1529 -lo que conocemos como “Tratado de Zagagoza”- por 350.000 ducados de oro (más de 131 millones)[84], con la condición de que el rey de España podía anularlo cuando quisiera[85]. Ya por entonces, las bodas cruzadas habían fortalecido los lazos de unión entre las dos coronas y habían facilitado un acuerdo con respecto a las Molucas. Además, el interés de Castilla por la Especiería había disminuido mucho, al ver que no se encontraba el derrotero de regreso por el Pacífico, única vía permitida a España[86].

A pesar de la tregua existente con los portugueses, la situación no dejó de ser compleja para los castellanos de Gilolo, pues nadie en Tidore o Ternate había visto una copia de ese Tratado o leído una cédula real que certificase el cambio. Por este motivo, el capitán Hernando de la Torre pidió licencia (y la obtuvo) para enviar un embajador al gobernador de la India, Nuño de Acuña (Nuno da Cunha)[87]. A tal efecto, Hernando de la Torre envió a Pedro de Montemayor a Goa en enero de 1532 y regresó a Gilolo a finales de 1533[88], trayendo la buena nueva de que el virrey había decidido transportar a los españoles de nuevo a España. Además, Pedro de Montemayor volvió acompañado del nuevo gobernador portugués de las Molucas y capitán de la fortaleza de Ternate, Tristán de Ataide, que transportaba cartas oficiales que avalaban las negociaciones hispano-lusas y el contenido del Tratado[89].

Cuando Pedro de Montemayor y Tristán de Taide llegaron a Gilolo en octubre de 1533 solamente quedaban diecisiete castellanos, debido a enfermedades, hambre y ataques[90]. El gobernador portugués les ofreció la posibilidad de llevarlos a la isla de Ternate, para posteriormente enviarlos a Lisboa, por vía de la India. A partir de este momento los supervivientes españoles decidieron regresar a España. El gobernador luso del Maluco destruyó y quemó el lugar de Gilolo y transportó a la fortaleza de Ternate toda la artillería de los castellanos.

Los españoles sufrieron prisión en Ternate en penosas condiciones hasta febrero de 1534, fecha en la que se embarcaron hacia la India con Jordán de Fretes. Durante el derrotero, los castellanos pasaron por Ambón, Isla de Java y finalmente llegaron a Malaca el 15 de agosto del mismo año[91]. Allí, el gobernador García de Saa, antes de enviarlos a Goa, los retuvo dos años y medio en una fortaleza, tiempo en el que murieron varios españoles de fiebres tropicales[92].

Urdaneta se quedó en las Molucas, con unos cuantos españoles, en un intento, infructuoso, de recoger pedidos de clavo prometidos por varios gobernantes locales. Finalmente, él y sus compañeros abandonaron las Molucas el 15 febrero de 1935[93], y tras hacer escala en Banda, Java y Malaca, llegaron a Cochín (India), donde se reunieron con los demás españoles el 17 de diciembre de 1535. Por fin, en enero de 1536, los veinticuatro españoles supervivientes[94], divididos en tres naos portuguesas, zarparon hacia Lisboa, donde llegaron a mediados de ese mismo año, poniendo así fin a este primer ciclo de la navegación española en el Pacífico, que abandonaba las Islas de las Especias para encaminarse a otros objetivos[95].

  1. Conclusiones

Mediante el presente artículo hemos pretendido reivindicar el papel de cada uno de los protagonistas que participaron en la expedición de García Jofre de Loaísa, una expedición marítima española (1525-1536) que tenía por objeto colonizar las islas Molucas, ricas en especiería, cuya titularidad era disputada por las coronas de Portugal y Castilla. Sin duda, la búsqueda de las ansiadas especias y la posesión de aquellas tierras, donde crecían las plantas y árboles que las proporcionaban, atraía la codicia de reyes y súbditos desde tiempos remotos.

La expedición Loaisa, consecuencia de la protagonizada por Magallanes-Elcano, se enmarcó en la fase inicial de viajes hacia Asia con el propósito afirmar la presencia y los derechos de Castilla en el archipiélago del Maluco. La expedición fue una extraordinaria hazaña de resistencia humana, un auténtico infierno de enfermedades, hambre y combates que se saldó con una terrible pérdida de cuantiosas vidas humanas y cuyos supervivientes protagonizaron la segunda circunnavegación al globo.

El objetivo de este documento ha sido dar a conocer aquel hito y honrar tributo a aquellos “hombres de mar” que participaron en aquella hazaña, plagada de grandes acontecimientos y personajes que en muchos casos han quedado relegados a un segundo plano a causa del olvido. Héroes anónimos y olvidados que lucharon y murieron defendiendo su patria, cuyos hechos náuticos y bélicos hubieran sido explotados hasta la extenuación por otras naciones europeas.

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[1] Barrero García, Ana María. “Problemas entorno a la aplicación de la línea de demarcación: la cuestión de las Molucas”. Anuario Mexicano de Historia del Derecho. Número 5. Universidad Nacional Autónoma de México. México, 1993. Página 70.

[2] “…Una libra de clavo tenía un valor de siete gramos de oro puro, por lo que su carga no fue solo suficiente para costear todos los gastos de la expedición, sino que dejó un beneficio neto de trescientos mil maravedíes…” Santamaría Urtiaga, Enrique. “La vuelta de Elkano. El molesto triunfo de la gente corriente”. Lankidetzan.; 68. Eusko Ikaskuntza. Donostia, 2022. Página 83.

[3] “…Las principales islas que tenían la especería del clavo, eran Terrenate, Tidori, Motil, Maquiam y Vachan…”.

Fernández de Navarrete, Martín. Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV: con varios documentos inéditos concernientes á la historia de la Marina Castellana y de los Establecimientos Españoles de Indias. Tomo IV. Expediciones al Maluco. Viage de Magallanes y de Elcano. Imprenta Nacional. Madrid, 1837. Página 66.

[4] Sardone, Sergio. “El «Maluco». La financiación de las expediciones, 1518-1529”.  Congreso Internacional de Historia «Primus circumdedisti me».  Ministerio de Defensa. Madrid, 2018. Página 223.

[5] Martínez Ruiz, Enrique. “Los problemas políticos y diplomáticos entre España y Portugal. Las aspiraciones de España sobre las Molucas”. Revista General de Marina. Vol. 283. Ministerio de Defensa: Armada Española. Madrid, 2022. Página 230.

[6] “…yo estoy recibido y obedecido por Rey y señor de aquellas islas de Maluco, y los que hasta aquí las tenían y poseían dándome la obediencia cómo a Rey y señor natural (…) y que por esto no es cosa razonable pedir que no continúe yo mi posesión durante el tiempo de la demarcación, especialmente que le dicho Serenísimo Rey no ha tenido ni tiene posesion alguna en las dichas islas de Maluco…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Páginas 303 y 304.

[7] Duve, Thomas. “El Tratado de Tordesillas ¿Una “revolución espacial”? Cosmografía, prácticas jurídicas y la historia del derecho internacional público”. Revista de historia del derecho. N.º 54. Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho. Buenos Aires (Argentina), 2017. Página 102.

[8] Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 328.

[9] “…en el Puente de la Ribera de Caya, que es en la raya entre Castilla y Portugal; pasóse el este dia primero, en leer el tratado de Vitoria del 19 de febrero de 1524…”. Ibídem. Página 355.

[10] “…estuvieron muchos días mirando globos, cartas y relaciones, y alegando cada cual de su derecho y porfiando terribilísimamente. Portugueses decían que las Malucas e islas de especias, sobre las cuales era la junta y disputa, caían en su parte y conquista, y que primero que Juan Sebastián las viese las tenían ellos andadas y poseídas…”. López de Gómara, Francisco. Historia General de las Indias. Tomo I. C. Repartición de las Indias y mundo nuevo entre castellanos y portugueses. Amberes: Casa de Juan Steelsio. 1554. Página 152.

[11] Archivo General de Indias. “Cartas de Hernando Colón sobre denominación correcta al reparto entre los Reyes Católicos y el rey de Portugal”. Patronato,48. R.16.

[12] “…por manera que concluyendo decimos, que así por las dichas razones (…), hallamos que el sitio de los Malucos no está en la longitud que por los diputados del Señor Rey de Portugal fue dicho (…), y que según esto la propiedad y señorios de los Malucos pertenece á sus Magestades; y este es nuestro voto y parecer…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 355.

[13] “Instruções enviadas pelo rei de Portugal ao seu embaixador António de Azevedo Coutinho a respeito do negócio principal de Maluco”. Évora 24 de marzo de 1525. Portugal, Torre do Tombo, Reforma das Gavetas, liv. 38, f. 326 v. a 328 v.

[14] Barrero García, Ana María. Opus Cit. Página 83.

[15] Ortuño Sánchez-Pedreño, José María. “Estudio histórico-jurídico de la expedición de García Jofre de Loaisa a las Islas Molucas. La venta de los derechos sobre dichas islas a Portugal por Carlos I de España”. Anales de Derecho. Número 21. Universidad de Murcia. Murcia, 2003. Página 218.

[16] “…por ende acatando la persona y experiencia de vos Frey García de Loaisa, Comendador de la orden de S. Juan, que sois tal persona que guardéis nuestro servicio, é que bien y fielmente entenderéis en lo que por Nos os fuere mandado y encomendado; es nuestra merced y voluntad de vos nombrar, y por la presente vos nombramos por nuestro Capitan general de la dicha armada (…) e vos habeis de quedar en dichas islas para tener la gobernación de ellas, y asimismo vos nombramos por nuestro Gobernador y Capitan general de las dichas islas de Maluco…” . Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 209.

[17] (Alcántara [Cáceres], 1494 – Nave portuguesa, en la travesía de Malaca a Goa [India], 1533). Hijo de Juan de Bustamante y Leonor de Cáceres. Estaba casado con María Rodríguez, criada del Alcaide del Puerto de Contreras. Para consultar mayor información sobre Fernando de Bustamante, véase: Bañas Llanos, María Belén. “La vuelta al mundo de un extremeño al servicio de Carlos V (1519-1533)”. IX Congreso Internacional de Historia de América. Vol. 2. Editora Regional de Extremadura. Junta de Extremadura. Badajoz, 2002.

[18] “…en nombre de Dios y de nuestra Señora la Virgen María. Lunes e veinte é cuatro días del mes de Julio de mil y quinientos y veinte e cinco años, víspera del Señor Santiago; antes del día partimos de la Coruña en nuestra derrota, la vuelta del cabo de Finisterra, y este dia se tomó el Sol…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 242.

[19] Rodríguez Masa, Juan Carlos. “Navegando tras los sueños dorados del clavo: el último viaje de Juan Sebastián Elcano (1525-1526) y su amistad con Fernando de Bustamante”. LI Coloquios Históricos de Extremadura dedicados a la emigración y exploraciones extremeñas en conmemoración del V Centenario de la primera circunnavegación a la Tierra por Magallanes-Elcano. Asociación Cultural Coloquios Históricos de Extremadura. Cáceres, 2023. Páginas 683-710.

[20] Ortuño Sánchez-Pedreño, José María. Opus Cit. Página 223.

[21] “…se abrió por muchas partes, hacia tanta agua que con dos bombas apenas se podía achicar, y cada dia pensaban anegarse…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 44.

[22] Díaz Alonso, J. Juan Sebastián Elcano. Tras la huella. Itsasmuseum Bilbao y Aquarium Donostia-San Sebastián. Vizcaya, 2019. Página 251.

[23] “…A 30 dias del mes de Julio, murió el Capitan general, Fray Garcia Laaysa…”. Medina Zavala, José Toribio. Colección de documentos inéditos para la Historia de Chile desde el Viaje de Magallanes hasta la batalla de Maipo (1518-1818). Tomo III. Imprenta Ercilla. Santiago de Chile, 1889. Página 392.

[24] “…muriendo ó quedando el dicho comendador  Loaísa en la dicha tierra mandamos que venga por capitán general de la dicha armada Juan Sebastian del Cano, capitán de la segunda nao de la dicha armada…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 219.

[25] También existe la versión que afirma que Elcano no murió de escorbuto, sino intoxicado al consumir un gran pez, probablemente barracuda. Según esta hipótesis, murió de ciguatera.

[26] “…lunes á 6 días de agosto falleció el magnifico señor Juan Sebastián de Elcano, el Capitán general y Gobernador…”. De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Urdaneta y la conquista de Filipinas: estudio histórico. Imprenta de la Provincia. San Sebastián, 1907. Página 343.

[27] Algunas antiguas fuentes fijan la fecha de su muerte el 4 de agosto: “…A 4 días de Agosto del dicho año de 26, murieron el capitan Juan Sebastlan del Cano y el sobrino del comendador Loaysa…”. Medina Zavala, José Toribio. Opus Cit. Página 392. “…Y el dia 4 al NO. Este dia murió el capitán Juan Sebastian de Elcano y el sobrino del comendador Loaisa…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 46.

[28] “…Toribio Alonso de Salazar venia en el galeón San Lesmes, por tesorero de él y en el estrecho fue informado el capitán general de cierto levantamiento que había cometido para alzarse con el galeón y para volverse á España, por lo cual el Comendador Loaysa lo mandó pasar á la nao capitana, para tomar información contra él y castigarle, y envió al galeón al Tesorero general Diego de Solís…”. De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Página 343.

[29] Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 47.

[30]“…toda esta gente que murió de crecerse las encías en tanta cantidad que no podían comer ninguna cosa y más de un dolor de pechos con esto; yo vi sacar a un hombre tanta grosor de carne de las encias como un dedo y otro día tenerlas crecidas como si no le hubieran sacado nada…”. De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Página 344.

[31] “…Estas islas de los Ladrones son treçe islas, y todas se corren Norte Sur. Está la mas allegada al Norte en veynte y un grados: la una de las dos islas se llama Botahá y allí les vino un chripstiano en una canoa y los saludo en español, y les dixo: “En buena hora vengays, señor capitán, maestro y la compañía”. Y los de la nao con mucho plaçer le respondieron que fuesse bien venido…”. Fernández de Oviedo y Valdés, Gonzalo. Historia general y natural de las Indias, islas y tierra-firme del mar océano. Tomo I. Segunda Parte. Libro XX. Capítulo XVI. Imprenta de la Real Academia de la Historia. Madrid, 1852. Página 60.

[32] “…se llamaba Gonzalo de Vigo, procedente de la nao Trinidad, del mando de Gonzalo Gómez de Espinosa, que en el viage anterior de Magallanes había quedado en el Maluco, cuando la otra nao Victoria fue á Castilla; y que saliendo la Trinidad de Maluco para la tierra del Divían, que esta en la contra costa de las Indias de Castilla, hallaron los tiempos contrarios, se les murió mucha gente, y volviéndose á Maluco, aportaron á una isla que era la mas inmediata al N. de la que tenían presente, donde por miedo de la muerte huyeron él y otros dos compañeros portugueses, yéndose la nao á Maluco sin ellos. Que estando en aquella isla mataron los indios á sus dos compañeros por ciertas sinrazones que cometieron, y que á él lo trajeron á esta, en que hasta entonces se hallaba…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 49.

[33] Ibídem. Página 50.

[34] “…A los diez dias del mes de septiembre de año de mill é quinientos y veynte y seis, murió el capitan Salaçar, y dichos sendos Paternoster, le echaron á la mar, como se avia hecho con los capitanes sus predeçessores. Y para elegir á otro, ovo grandes diferençias entre la gente, porque los unos querían á Bustamante (el cual era uno de los hidalgos que se hallaron en el descubrimiento del Estrecho con el capitan Magallanes, y volvió a España con el capitan Johan Sebastian del Cano en la nao Victoria), y otros querían a un Martín Íñiguez de Carquiçano, el qual era alguaçil mayor; y de consentimiento de todos se puso la elecçion de los dos en votos…”. Fernández de Oviedo y Valdés, Gonzalo. Opus Cit. Página 62.

[35]“…Y asi todos votaron, los unos por el dicho Martín Íñiguez de Carquizano y los otros por el dicho Fernando de Bustamante y antes de que se viesen los votos el Martín Íñiguez se resabió con parecerle que tenía más votos el Bustamante y apañó al escribano los votos y echólos en la mar (…) y todavía lo concretamos en esta manera: que los dichos Martín Íñiguez y Bustamante gobernasen y administrasen juntos hasta en tanto que llegásemos á las islas del Archipiélago …”. De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Página 348.

[36] “…y no queriendo el Bustamante le mandaron echar unos grillos de que cobró mucho miedo, y así le hubo de jurar y obedecerle…”. De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Página 349.

[37] “…un indio prinçipal vestido de raso carmesí y traía ciertas manillas de oro para vender y dio al capitan muchas gallinas que llevaba y el capitan le dio algunas cositas de España y de poco valor…”. Fernández de Oviedo y Valdés, Gonzalo. Opus Cit. Página 63.

[38] Ibídem. Página 63.

[39] “…en la parte del O. de esta isla había mucho oro, que lo sacaban de debajo de la tierra y lo cernían con unos ameros, que cada año iban á Vendenao dos juncos de la China, que eran unas naos en que ellos navegaban á comprar oro; y perlas’, y que á otras islas también iban navios á lo mismo. Por la parte del O. de Vendenao había canela, y esta isla era una de las del Archipiélago de los Celebes, que ahora se llaman Filipinas y el mayor pueblo que tenia era Mindanao; sus provincias eran Vaguindanao, Pamzao, Bituan, Burre, Vizaya y Malucobuco: las mas tenían guerra unas, con otras: y en las de Bituan y de Burre era donde había mucha canela muy buena…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 53.

[40] “…Los indios de esta dicha isla son hombres de mediana estatura son todos pintados y andan vestidos de la cintura abajo con paños de algodón y también de seda y tienen guerra algunos de ellos unos pueblos con otros y también con estas islas comarcanas, tienen arcos y flechas y alfanges de hierro y azagayas y dagas y paveses y otros géneros de armas, tienen unos navios que se reman con palos que se llaman calasuzes, andan mucho en gran manera y son muy bien hechos, también otros de otras maneras grandes y pequeñas, estos dichos indios de esta dicha isla y de otras algunas son los más atraicionados indios que hay en gran parte y quien por estas indias anduviere y no fuere platico, perderse ha, por ser los indios muy atraicionados, son gentiles, adoran en ídolos de palo, traen los cabellos luengos ó atados, y dados una vuelta en el colodrillo, ninguna barba crían…”.  De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Página 353.

[41] “…les vendieron muchos puercos, cabras, gallinas, papagayos, pescada, arroz, vino de palmas y otros bastimemtos, con que se refrescaron bien los de la nao, y al Rey le dieron una bandera con las armas del Emperador…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 56.

[42] Spate, Oskar. El lago español. El pacífico desde Magallanes. Volumen 1. Casa Asia. Palma de Mallorca, 2004. Página 141.

[43] “…La nao llegó al Maluco con 105 individuos, habiendo fallecido cosa de 40 hombres desde el estrecho de Magallanes hasta aquellas islas…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit.  Página 65.

[44] “…que avia portugueses en Maluco, y que tenían una fortaleça en la isla de Ternate, y que tenían fustas y galeones y otros navíos, y que avian tomado la nao de Espinosa y muerto toda la gente y factoría de ella, y que avian destruido la isla de Tidore y otras tierras suyas, porque avian recogido a los castellanos y se avian dado por amigos de los castellanos; y que avia quarenta dias y no mas que avian quemado el pueblo principal, que se llama Tidore, y que el rey con toda su gente estaba acogido á lo mas alto de la sierra…”. Fernández de Oviedo y Valdés, Gonzalo. Opus Cit. Página 66.

[45] “…á donde nos invitó á decir el Rey que fuésemos bien venidos, y que holgásemos y tornásemos placer, y que otro dia se veria con nosotros y juntamente con esto nos invitó mucha cosa de comer y de beber, que bien pudieran comer cien hombres…”. De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Página 357.

[46] “…el Rey manifestó con ellos mucha alegria y placer, igualmente que todos los caballeros y gente de la tierra; y mandó juntar todos los individuos de los pueblos de al rededor para presenciar la embajada de los castellanos que recibió el dia siguiente…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 59.

[47] “…les llegó abordo un parao con un portugués llamado Francisco de Castro, quien conducía carta de D. García Henriquez, capitán de la fortaleza de Terrenate, y hablando con el capitán de la nao Martin Iñiguez, á quien dio la carta, le hizo requerimientos de parte de su capitán pára que fuese la nao y su gente á la fortaleza de Terrenate, en cuyo caso les harían toda honra y cortesía, y de lo contrario echarían á pique la nao con toda su gente, porque todas las islas de Maluco y sus comarcanas estaban por el Rey de Portugal…”.  Ibídem. Página 62.

[48] “…Este factor que se llamaba Fernando de Valdaya; otra vez torno é hiço los mismos requerimintos; y el capitan Martín Iñigez respondio lo que debia, y entre otras palabras le dixo al factor que no volviesse mas con aquellos requerimientos, porque sin gasatar mas papel ni tinta, los respondería de otra manera…”. Fernández de Oviedo y Valdés, Gonzalo. Opus Cit. Página 69.

[49] “…La armada de los portugueses era de dos caravelas, una fusta, un batel grande, otros barcos de artillería, y cosa de 80 paraos de los moros de Terrenate, de Rathan, de Aquian y de Motil iban allí los Reyes de Terrenate y de Rathan en persona, y aunque llamaron también al Rey de Gilolo, este no fue diciendo, que era amigo de los castellanos y que no iría contra ellos. El capitán general de esa armada se llamaba Manuel Falcon…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 64.

[50] Fernández de Oviedo y Valdés, Gonzalo. Opus Cit. Página 70.

[51] “…vino allí el rey muy acompañado de sus principales, y entro en la nao. El nombre de este rey era Rajamir; el qual en essa saçon podría aver doçe o treçe años…”. Ibídem. Página 70.

[52] “…los castellanos situaron en tierra parte de la artillería de dicha nao, con la mitad de su gente. El capitán Martin Iñiguez de Carquizano estaba abordo con el resto de la artillería y la otra mitad de individuos para defender la nao; y todas las mercaderías se colocaron en una casa de madera hecha al intento por el Rey de aquella isla, á la que pusieron cerraduras, dando las llaves y cargo de la factoría á Diego Salinas, natural de Burgos…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 68.

[53] “…El dia siguiente fue allí el portugués Francisco de Castró, criado de Manuel Falcon, con otros tres portugueses, y hizo un requirimiento al capitán Martin Iñiguez (…) A los cuatro ú cinco dias de haber surgido la nao en 1527 Tidori, fue el portugués Hernando de Baldaya á requerir á los castellanos de parte de su capitán D. García Henriquez, que se fuesen de aquella isla, ó de no que irian con grande armada, los tomarían y matarían á todos y el capitán Martin Iñiguez respondió, como otras veces, negándose á su demanda…”. Ibídem. Páginas 68 y 69.

[54] “…El 17 de Enero, á media noche, fueron los portugueses á Tidori acechadamente con una fusta, un batel y muchos paraoles, acercándose á la nao porque la iban á abordar ó echarla á pique i pero los castellanos hacián buena guardia, sintieron el ruido délos remos y les dispararon un tiro, que estaba puesto con seis ú siete castellanos en una punta inmediata para defensa de la nao….”. Ibídem. Página 69.

[55] Sierra de la Calle, Blas. “Fray Andrés de Urdaneta y su legado: el Santo Niño de Cebú, el Tornaviaje, el Galeón de Manila, la evangelización de Filipinas”. Archivo Agustiniano. Vol. CV. Núm. 223. Valladolid, 2021.  Página 324.

[56] González, Agustín Ramón. “La expedición de Loaysa: una guerra en las antípodas”. Cuadernos Monográficos. Número 58. Instituto de Historia y Cultura Naval. Ministerio de Defensa. Madrid, 2009. Páginas 107-128.

[57] “…en Mayo de 1527 llegó de Malaca, dos navios, otro capitán nombrado D. Jorge de Meneses:  tomó este posesión de la fortaleza de Terrenate, y luego envió mensageros al capitán Martin Iñiguez, diciendo: que le pesaba mucho de aquella guerra, y le rogaba hiciesen treguas entre tanto que se platicaba lo que habían de hacer en beneficio de las partes…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 78.

[58] “…en la comida los dichos portugueses le dieron cierta ponzoña de que murió, é que no sabe que ponzoña era, ni en que manjar se la dieron, ni como se llamaba el que se la dio, mas de que luego á otro dia que pasó esto, cayó malo; é que esto sabe que pasó asi, porque despues lo dijeron los mismos portugueses á este testigo y á los otros españoles…”. Ibídem. Página 371.

[59] Archivo Histórico Hispano Agustino y Boletín Oficial de la Provincia del SSMO. Nombre de Jesús de Filipinas. Volumen III. Imprenta de Gabriel López de Horno. Madrid, 1915. Página 29.

[60] “…Y que despues de muerto el dicho Carquizano eligieron por su capitán á Hernando de la Torre, natural de la Montaña , é no sabe de que lugar della…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 371.

[61] “…D. Hernando Cortés, nuestro Gobernador y Capitán general de la Nueva España (…) el año pasado de quinientos veinte y cinco mandé enviar otra armada á las dichas islas é contratación de especería con ocho naos, en las cuales fue por Capitán general el Comendador Fr. García de Loaisa, caballero de la orden de S. Juan, hasta llegar allá, porque despues de cargadas las naos rçias gruesas que lleva él, con las demas é con cierta gente que de acá lleva, ordene las que han de quedar en las dichas islas, asentando su trato en ellas y gobernándolas (…), convenía que con diligencia se enviase por esas partes una carabela ó dos á traer la relación de ello…”. Ibídem. Página 440.

[62] “…y en esta sazón que se apercibía el Saavedra para el viaje, aportó a la costa de Guantepeque un patache, que era de los que habían salido de Castilla con la armada del mismo Comendador que dicho tengo, y venia en el mismo patache por Capitán un Ortuño de Lango natural de Portugalete: del cual dicho Capitán y Pilotos que en el patache venían, se informó el Álvaro de Saavedra Cerón de todo lo que quiso saber, y aun llevó en su compañía a un Piloto, y a dos marineros, y se lo pagó muy bien, porque volviesen otra vez con él, y tomó plática de todo el viaje que habían traído, y de las derrotas que habían de llevar…”. Díaz del Castillo, Bernal. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Tomo IV. Biblioteca Saavedra Fajardo. Madrid, 2014. Página 226. Edición a partir de: Bernal Díaz del Castillo. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Tomo III. Imprenta de Don Benito Cano. Madrid, 1796. Con correcciones de la siguiente edición: Imprenta del Reino. Madrid, 1632.  

[63] “…Y porque de Alvaro de Saavedra Cerón, mi primo, que yo envio por capitan, os informareis, señores, de todas las cosas que quisierdes saber , asá de nuevas de España como desta tierra…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 456.

[64] “…Esa escuadrilla constaba de tres naos, la primera, que era la capitana, llamábase la Florida y en ella iba Alvaro de Sanvedra ó de Sayavedra con treinta y ocho hombres de desembarco y doce de mar. La segunda se llamaba Santiago, su capitán Luis de Cárdenas, llevando cuarenta y cinco hombres entre tripulación y desembarco. La tercera, el Espíritu Santo, su capitán Pedro Fuentes, con quince hombres de tripulación. Salieron el 1° de noviembre de Zacatula…”. Riva Palacio, Vicente. México a través de los siglos; historia general y completa del desenvolvimiento social, político, religioso, militar, artístico, científico y literario de México desde la antigüedad más remota hasta la época actual. Tomo II. El Virreinato. Historia de la dominación española en México desde 1521 a 1808. México, Ballescá y Compañía; Barcelona, Espasa y Compañía. Barcelona, 1882. Página 254.

[65] “…Desde que el día 30 de Marzo de 1528 surgió en Tidori la nao Florida del mando de Sayavedra…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 114.

[66] “…El dia 22 de Mayo llegaron de Malaca, para socorro de los portugueses de Terrenate, seis navios, que constaban de un galeote, un bergantín, tres navios y un junco grande, al mando del capitán Gonzalo García de Acevedo. Condujo esta armada 150 hombres, y todos los que estaban en la fortaleza eran 190…”. Ibídem. Página 120.

[67] “…Aparejado, pues, de todo lo necesario el navio de Alvaro de Saavedra, partió de Tidori con setenta quintales de clavo á la Nueva España en Junio de 1528, llevando treinta hombres; por piloto á Macias del Poyo…”. Ibídem. Página 124.

[68]  “…Partió [Álvaro de Saavedra] de allí [de Tidore] para Nueva España a 8 días de mayo de 1529, y murió navegando, el 19 de octubre de aquel mismo año. Por cuya muerte, y por falta de hombres y aires, se volvió la nave a Tidore con sólo dieciocho personas, de cincuenta que sacó de Ciuatlanejo; y como ya Fernando de la Torre había perdido su castillo, se fueron aquellos dieciocho españoles a Malaca, donde los prendió don Jorge de Castro, y los tuvo presos dos años, y allí se murieron diez de ellos; que así tratan los portugueses a los castellanos. De manera que no quedaron más que ocho. En esto paró la armada que Hernán Cortés envió a la Especiería…”. López de Gómara, Francisco. La conquista de México. Ediciones Linkgua. Barcelona, 2020. Páginas 334 y 335.

[69] “…Al tiempo que Alvaro de Saavedra llegó en Maluco estaba preso Fernando de Bustamante Contador General, porque se decía publicamente que se había querido huir á los portugueses como de hecho había huido y le tomaron en un lugar de indios en la misma isla de Tidore…”. De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Páginas 385 y 386.

[70] “…Cuando partieron de Tidori, inmediatamente tuvieron noticia los portugueses de que iba desarmada la mejor gente que había entre los castellanos con la mayor parte de los moros de la isla, y según fama publica les dio ese aviso el contador general de S. M. Fernando de Bustamante…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 129.

[71] “…Salieron, pues, de Tidori cinco paraoles con Alonso de los Ríos, once compañeros y los moros de Tidori. y de Gilolo el dia 20 de Octubre de 1529 á rodear la isla Batachina, para destruir unos pueblos de los enemigos que estaban á cosa de 50 leguas de Maluco en la parte del E. de esa isla; y Quichil-Rade con otros paraoles, seis castellanos y Andrés de Urdaneta se dirigieron á Moro…”. Ibídem. Página 128.

[72] Colección de documentos inéditos para la historia de España por el Marqués de la Fuensanta del Valle, José Sancho Rayon y Francisco de Zabalburu. Tomo LXXVIH. Imprenta de Miguel Ginesta. Madrid, 1882. Página 301.

[73] “…Sabiendo eso los portugueses y que con Hernando de la Torre solo quedaban treinta y siete hombres, teniendo ademas de su parte al espresado Bustamante que ya se había carteado con ellos, fue á Tidori con grande armada y todo su poder D. Jorge de Meneses con los portugueses y muchos indios amigos suyos el dia 28 de Octubre de 1529…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 129.

[74] “…Con este convenio entregaron á los portugueses el baluarte con toda la artillería y el capitán Hernando de la Torre salió de la fortaleza con veinte y tres hombres quedándose doce castellanos en servicio del Rey de Portugal, á los cuales hizo pregonar por traidores, y que confiscaba sus haciendas y bienes para la cámara y fisco de S. M…”. Ibídem. Página 132.

[75] Torres Lanzas, Pedro.  Catálogo de los documentos relativos a las Islas Filipinas existentes en el Archivo de Indias de Sevilla. Desde los primeros descubrimientos de portugueses y castellanos en oriente, occidente y mediodía, hasta la muerte de Legazpi. Tomo I (1493-1572). Compañía General de Tabacos de Filipinas. Barcelona, 1925. Página 153.

[76] Bañas Llanos, María Belén. “La Extremadura, del Reino de León, en la primera circunnavegación (1519-1524)”. Carlos V y el mar: el viaje de circunnavegación de Magallanes-Elcano y la era de las especias / coord. por Rosa María Martínez de Codes, César Chaparro Gómez. Fundación Academia Europea e Iberoamericana de Yuste. Cáceres, 2021. Página 294.

[77] Torres Lanzas, Pedro. Opus Cit. Página 153.

[78]“…que Hernando de la Torre con los castellanos que quisiesen seguirlo, saliesen de las islas de Maluco en el tiempo que mediaba hasta el medio día siguiente, llevando sus haciendas y todo lo que pudiesen conducir en un bergantín pequeño que tenían, y dos paraoles que D. Jorge de Meneses les prestaba, para que se retirasen á Zamafo…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 131.

[79] “…Estaba, pues, Hernando de la Torre en Zamafo cuando el día 8 de Diciembre de 1529 llegó allí de arribada la caravela Florida con veinte y dos personas, habiéndosele muerto cinco, incluso el capitán Sayavedra. La caravela ya estaba comida de la broma; se le entregó á Hernando de la Torre con lo que iba en ella; y sus individuos, viendo el trabajo que se padecía, se dispersaron, aunque algunos quedaron allí…”. Ibídem. Página 139.

[80] “…en este mismo tiempo hobo ciertas discordias entre los portugueses é los indios de Terrenate sobre un puerco que un principal de Terrenate mató porque se le había entrado en casa porque todos estos indios de Maluco son de la secta mahomética é son muy enemigos de los puercos, acertó de ser de la capitanía de D. Jorge de Meneses el puerco é como supo que aquel indio le mató envióle á llamar á la fortaleza é hízole comer por fuerza un pedazo de tocino, por lo cual agraviándose mucho Guichil de Redes comenzó á tratar traición á los portugueses, hizo saber su voluntad á Guichil Hume, el cual se ofreció también de matar á los castellanos é para efectuar su maldad acordaron de hacer paces…”. De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Página 411.

[81] Andaya, Leonard Y. “Los primeros contactos de los españoles con el mundo, de las Molucas en las Islas de las Especias”. Revista Española del Pacífico. Número 2. Año II. Asociación Española de Estudios del Pacífico. Madrid, 1992. Página 77.

[82] “…Pedro de Montemayor partió de Maluco para la India en Enero de 1532, ó según el documento n.° 18, en Marzo del mismo año, y los castellanos eran entonces 27 o 28 hombres, porque todos los demas habían muerto con las dolencias y grandes trabajos, y estos continuaban en el espíritu y en las personas, sin tener calzado ni que gastar…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 149.

[83] “… Item es comcordado e asentado entre los dichos procuradores, em nombre de los dichos Señores sus Constituientes, que para se saber las yslas, tierras y mares y derecho y actión dellos, que por este contrato el dicho Señor Emperador e rrey de Castilla asy vende, con la comdición que dicha es, al dicho Señor Rey de Portugal, desde agora pera todo siempre, han hechada una línia de polo a polo, conuiene a saber, del norte al sul, por huum semicírculo que diste de Maluquo al Nordeste, tomando la quarta del Este, diez y nueue grados, a que conrrespondem diez y sete grados escasos en la equinocial, em que montam dozientas y nouienta y sete legoas y media más a Oriente de las islas de Maluquo…”. Archivo General de Indias. Capitulación entre el Rey de España y el Rey de Portugal. PATRONATO,48. R.10.

[84] Rodríguez González, Agustín Ramón. Opus Cit. Página 127.

[85] Bañas Llanos, María Belén. Las Islas de las Especias (Fuentes etnohistóricas sobre las islas Molucas) S. XIV-XX. Universidad de Extremadura. Cáceres, 2000. Página 21.

[86] Díaz-Trechuelo López Spínola, María Lourdes. «El Tratado de Tordesillas y su proyección en el Pacífico». Revista española del Pacífico. Número 4. Año IV. Asociación Española de Estudios del Pacífico. Madrid, 1994. Página 14.

[87] Miñana Estela, José Manuel. Continuación de la Historia general de España del P. Juan de Mariana. Tomo I. Don Benito Cano. Madrid, 1804. Página 224.

[88] “…enviaron á Pedro de Montemayor para que Ñuño de Acuña Gobernador de la India les certificase de lo que se hubiese hecho entre S. M. y el Rey de Portugal sobre la contratación de las islas de los Maluco (…) Pedro de Montemayor partió de Maluco para la India en Enero de 1532, ó según el documento n.° 18, en Marzo del mismo año…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Páginas 148 y 149.

[89] “…Por octubre de 1533 según Andrés de Urdaneta, ó el 26 de Noviembre según Hernando de la Torre 4 5, volvió de la India de Portugal á Maluco Pedro de Montemayor en compañía del capitán del Rey de Portugal Tristan de Taide que iba nombrado de capitán general y gobernador de Maluco…”. Ibídem. Página 149.

[90] “…Los castellanos entonces solo eran diez y siete, los mas de ellos enfermos, pues los otros habian muerto y llegada la armada de los portugueses sobre Gilolo (…) Tristan de Taide le dijo á Hernando de la Torre ¿para qué estaba en aquellas islas donde se le morían todos los compañeros ? y ¿por qué no se salia de entre aquellos moros y se iba donde había cristianos? qué si quería, él los llevaría á Terrenate y enviaría de allí á Portugal…”. Ibídem. Página 151

[91] “…El dia 15 de Enero de 1534 según Andrés de Urdaneta , ó el 16 de Febrero del mismo año según Hernando de la Torre  se embarcó este con los mas de los compañeros, y partió de Terrenate para la India con Jordán de Fretes: fueron á Ambón donde tomaron bastimentos; pasaron de allí á Banda; continuando de aquí hacia Malaca, arribaron á la isla de Java, donde estuvieron casi dos meses rehaciéndose de víveres; y siguiendo su viage, llegaron á Malaca el dia 15 de Agosto del mismo año…”. Ibídem. Página 152.

[92] “…lleváronnos á Malaca á una fortaleza del rey de Portugal, y estaba por capitán della un hidalgo que se decia García de Saa, que vive en el Puerto de Portugal , y entregáronnos á él, y él nos dijo, que los que quisiésemos tomar sueldo, que se lo, mandaría asentar, y nosotros dijimos que no lo queríamos tomar, que mantenimiento tomaríamos para sustentarnos, y allí nos detuvieron dos años y medio, y allí murieron diez o doce de los nuestros de calenturas…”. Ibídem. Página 485.

[93] Ibídem. Página 154.

[94] Comellas, José Luis. La primera vuelta al Mundo. Ediciones Rialp. Madrid, 2012. Página 172.

[95]“…partieron de Santa Elena, y siguiendo su viage para Portugal, llegaron á la ciudad de Lisboa el dia 26 de Junio de 1536. El piloto Maclas del Poyo tenia en la caja de su compañero Urdaneta todas las escrituras, libros y cartas; y cuando desembarcaron en Lisboa, el guarda mayor de las naos, que llegaban de la India, miró muy bien la persona de Urdaneta, y después registró la caja donde halló en un porta-cartas la relación y la carta que Hernando de la Torre enviaba á S. M .; el libro de la contaduría de la nao en que habían ido á Maluco; otro libro grande de Urdaneta; unas cartas de castellanos de su Compañía, que quedaban en la India de Portugal, los papeles que tenían asentadas las islas de Maluco, de Banda y otras, cerrados como cartas mensageras para conducirlos con mas disimulo; la derrota que habían hecho de España á Maluco; la que hizo la carabela que fue de Nueva España á aquellas islas, con otras memorias y escrituras, todo lo cual tomó dicho guarda mayor sin quererlo volver (…). La nao S. Roque, en que habia ido Urdaneta, fue la primera que llegó á Lisboa; le siguió la otra en que iba Francisco de Paris, y la última fue la nao Gallega, en que iba Hernando de la Torre…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Páginas 159 y 160.

Dic 102022
 

 Dr. Juan Carlos Rodríguez Masa

juancarlosrm@unex.es

 

 

  1. Introducción

El grandioso viaje de la nao Victoria, una proeza que se fraguó entre 1519 y 1522, protagonizó una aventura que culminó, probablemente, con la mayor epopeya náutica de la Historia de la Humanidad: la prueba práctica de la esfericidad de la Tierra. La bodega venía repleta de la preciada carga, clavo de olor casi en su totalidad. Indudablemente, con la llegada a España de la nao Victoria, capitaneada por el vasco Juan Sebastián Elcano, se disiparon todas las dudas y temores: las exóticas especias de Oriente habían llegado a Castilla, y con ellas una sinfonía de olores, sabores y “sueños dorados”. Efectivamente, el 6 de septiembre de 1522, después de recorrer un total de 14.460 leguas (más de 80.000 kilómetros) en tres años menos catorce días, de los aproximadamente 243 hombres que partieron en las cinco naves que componían la “Armada de la Especiería”, solo dieciocho regresaron a la gaditana Sanlúcar de Barrameda. Entre ellos se encontraba el extremeño Fernando de Bustamante y Cáceres, que se convirtió en el primer profesional sanitario en dar la vuelta al mundo. Además, debió crear una sólida amistad con Elcano, ya que fue uno de los elegidos por éste para acompañarle ante el rey Carlos I.

La gesta de la Victoria llevó al gobernante Carlos I de España, deseoso de adquirir para su Corona las islas del clavo, a fletar una nueva armada al Maluco, al mando de la cual situó al comendador frey García Jofre de Loaísa, en la que figuró Elcano como segundo y piloto mayor. Después de tres años de preparativos y el avituallamiento necesario, el 24 de julio de 1525 la expedición levó anclas del puerto de La Coruña, sede de la nueva Casa de Contratación de la Especiería. La escuadra estaba compuesta por siete navíos y contaba con unos 450 hombres, entre los cuales se encontraban algunos veteranos de la primera circunnavegación, como el alcantareño Fernando de Bustamante, que se enroló como tesorero de una nave. El derrotero de la expedición terminó siendo una aventura sembrada de deserciones, calamidades y desastres, una accidentada singladura que acabó, entre otros, con la vida de Elcano en agosto de 1526, cuyo cuerpo descansó para siempre en el mismo Mar Pacífico en el que había alcanzado la gloria.

  1. Tras el aroma de las especias de Oriente: la Primera Vuelta al Mundo (1519-1522)

El origen de la presencia histórica española en los lugares oceánicos del Pacífico se debe relacionar con los grandes viajes y descubrimientos (para los europeos) de los siglos XV y XVI, cuando la Corona de Castilla, en la búsqueda de las codiciadas especias de Oriente, organizó diversas expediciones marítimas, que enrumbadas hacia el oeste por el Atlántico consiguieran arribar a los “centros comerciales” de Cipango, Catay y Mangi localizados en las maravillosas y riquísimas tierras del Gran Kan mongol, referidas por Marco Polo en 1298 en su Libro de las Maravillas, donde ya se mencionaba la pimienta y el jengibre de la India, así como el oro de la isla de Ciampagu[1].

Desde la antigüedad, las especias de Oriente que llegaban a Europa para sazonar, conservar los alimentos, aliviar el dolor y curar enfermedades (campo de la farmacopea) gozaron de una gran demanda. Las especias eran, junto a la sal y el humo, el único producto conservante, y en Europa no había especias. Las especias también sirvieron para invocar a los dioses y para expulsar a los demonios, para alejar la enfermedad y para protegernos de las pestes. Todo ello sin olvidar sus efectos afrodisíacos[2]. Este comercio entre Europa y Asia se hacía por medio de intermediarios que transportaban estos productos hasta el Mediterráneo oriental[3]. Su escasez y la dificultad para transportarlas motivaron su alto precio, superior en algunos casos a los metales preciosos. Por todo ello, las especias influyeron en el dominio del Mundo Antiguo, determinaron buena parte de los flujos comerciales de la Edad Media, e impulsaron el descubrimiento de nuevos mundos, por lo que han sido determinantes en buena parte de la Historia de la Humanidad. 

En pleno siglo XIV, los italianos de Génova y Venecia fueron, casi con exclusividad, quienes comercializaron con Oriente y trajeron a los mercados de Europa las codiciosas especias. Venecia acaparó el tráfico y se convirtió, hasta la primera mitad del XV, en la gran distribuidora, fue precisamente el deseo de escapar del monopolio veneciano lo que promovió lo primeros viajes portugueses por la costa africana. En esta época, el universo europeo se extendía de Marruecos al mar Negro y desde el Báltico al mar Mediterráneo[4].

Tras la caída de Constantinopla en manos de los turcos otomanos (1453), el comercio entre Europa y Asia declinó súbitamente. De esta manera, las dos grandes potencias europeas del momento, Portugal y Castilla, iniciaron proyectos para el establecimiento de rutas comerciales alternativas. Para solucionar esta dependencia de Oriente había dos opciones: circunvalar África para llegar a “Las Indias” por el océano Índico o navegar hacia Poniente cruzando el océano Atlántico. Pero el Tratado de Alcoçovas-Toledo de 1479-80, impedía a Castilla navegar por el Atlántico más allá de las islas Canarias, ya que reconocía a Portugal la posesión de Guinea, Madeira, Azores, Cabo Verde, “e cualesquiera otras islas…de las Canarias para abajo contra Guinea”.

Efectivamente, la búsqueda de las especias fue uno de los fundamentales motivos de la gran hazaña de Cristóbal Colón en 1492 y de su hallazgo accidental del Nuevo Mundo. Este descubrimiento planteó un conflicto entre los Reyes Católicos de España y Juan II de Portugal, por lo que el papa Alejandro VI suscribió las bulas Intercaetera I y II (1493). Para concretar más sus términos, Alejandro VI dictó otras dos bulas: Eximia Devotionis (1493) y Dudum Siquidem (1493) donde aclaraba que los castellanos podían extenderse hacia Occidente, no sólo sobre las islas y tierras que descubriesen, sino también sobre la propia India, igual que los portugueses[5]. El conflicto podría surgir en el punto de encuentro. Por ello, el 7 de junio y el 5 de septiembre de 1494, los reyes de España y Portugal firmaron los Tratados de Tordesillas (1494), uno referido al Atlántico y otro a la expansión africana[6]. Respecto al Atlántico, y para establecer el meridiano de demarcación, era necesario que: “se hiciese una línea o raya del polo ártico al polo antártico a trescientas y sesenta leguas de las islas de Cabo Verde, y que todas las tierras e islas de la dicha línea que estuviesen hacia el levante fuesen del Rey de Portugal y todo lo otro hacia el poniente fuese del Rey de Castilla e de sus sucesores”. Asimismo, debemos destacar que el Nuevo Mundo exigió la creación de un verdadero estado mayor, de una Casa. Por ello, el 20 de enero de 1503, los Reyes Católicos fundaron la Casa de la Contratación de Indias en Sevilla, dando comienzo al proceso de institucionalización de la administración de los nuevos territorios descubiertos[7].

A partir del regreso del célebre navegante y explorador portugués Vasco de Gama (ca. 1460/1469-1524) de su segundo viaje a Oriente en 1505, Lisboa se convirtió, mediante sus posesiones en la India, en el gran mercado de las especias europeo. Los portugueses conquistaron Malaca (Malasia) en 1511. A partir de ese momento, las especias procedentes de las Indias (pluralización de India) y de las regiones selváticas de la costa malabar serán transportadas a Europa por el Golfo Pérsico, o por el Mar Rojo. Efectivamente, los portugueses, ya establecidos en el continente indio, penetraron directamente en el gran centro recolector de especias, monopolizando el abastecimiento. En Castilla era sobradamente conocido el hecho de que los portugueses realizaban un beneficioso negocio comercializando con la canela, la pimienta y otras especias que se obtenían de la India y otras tierras orientales (Malaca, Sumatra y Java). No obstante, los Reyes de España sabían que existían, en la inmensidad de las aguas oceánicas, unas islas denominadas las Islas de las Especias, Islas Especieras o la Especiería (el archipiélago de Las Molucas, ubicado actualmente en Indonesia), que producían en sus entrañas la casi exclusiva de dos preciados y soñados cultivos: el clavo de olor y la nuez moscada.

Seguidamente, con el objetivo de encontrar una ruta comercial a La Especiería por occidente, la Corona española preparó una expedición por la ruta del Atlántico y bordeando América. El encargado de dirigirla fue un portugués, naturalizado español, Fernando de Magallanes (1480-1521), que había estado en la conquista de la India y sabía de las islas Molucas por las noticias que le había enviado desde Ternate (Molucas) otro portugués, Francisco Serrano, con quien había compartido fatigas y andanzas por Asia. Magallanes, sintiéndose resentido por no habérsele reconocido los servicios prestados a la Corona portuguesa y acompañado por el cosmógrafo Ruy Faleiro, decidió presentarse al joven Carlos I de España con la “teoría” de que, según el Tratado de Tordesillas, el Maluco se encontraba en la demarcación de la Corona de Castilla.

La Armada zarpó el 10 de agosto de 1519 del muelle de las Mulas (Sevilla). Para tal propósito, partieron entre 239 y 243 hombres[8] y una flota de cinco barcos (San Antonio, Trinidad, Concepción, Victoria y Santiago) bien armados y aprovisionados que Juan de Aranda, factor de la Casa de Contratación, las había comprado, de segunda, tercera o cuarta mano, en el puerto de Cádiz, por un total de 1.316.250 maravedís[9]. En una de las cinco naves, la Concepción, embarcó un joven extremeño de 25 años, Fernando de Bustamante y Cáceres[10] (1494-1533), vecino de Mérida[11] y natural de Alcántara (en algunas ocasiones aparece como Hernando de Bustamante)[12]. Fue el único extremeño de la expedición y viajó con el oficio de “barbero y cirujano”, oficio que le capacitaba para realizar operaciones de “cirugía menor”[13]. La escuadra descendió por el Guadalquivir hasta llegar a su desembocadura, en “Puerto Lucero” (Sanlúcar de Barrameda, Cádiz), puerto del océano Atlántico. Durante más de un mes, Magallanes y los capitanes de las naos concluyeron de avituallar la escuadra.

La Armada partió definitivamente de Sanlúcar de Barrameda el 20 de septiembre de 1519. Se avituallaron en Tenerife, pasaron frente a las islas de Cabo Verde y a las costas de Sierra Leona. Tras cruzar el Atlántico, llegaron a la costa brasileña donde fondearon en una bahía -que el piloto Albo situó en 23º, al sur del Ecuador- el día 13 de diciembre de 1519, día de Santa Lucía, por lo que la bautizaron con este nombre, donde permanecieron 14 días. Siguieron hacia el sur, pasando por el Río de la Plata (frontera entre Uruguay y Argentina). El duro otoño austral se acercaba. El 31 de marzo de 1520, llegaron al Puerto de San Julián (Argentina), en honor a San Julián el Hospitalario, bendición de los peregrinos. Allí permanecieron casi cinco meses, esperando que pasase el frío invernal. Al tocar tierra se encontraron con las enormes huellas de los indios tehuelches en la arena. Posiblemente, de ahí derivaría el nombre de “patagones” (del portugués, pata gau, es decir: pata grande) y, por extensión, el del territorio entero (Patagonia). Varios oficiales de la Armada y representantes del Rey no entendían la larga permanencia en semejantes latitudes, sin apenas víveres ni ropa adecuada, y, sobre todo, sin conocer las intenciones del Capitán General. Por ello, exigieron a su capitán que cesara en su avance al considerar fracasada la expedición e imposible en esas condiciones encontrar el paso al Mar del Sur[14]. En este grupo de opositores se encontraba Gaspar de Quesada, capitán de la Concepción, Luis de Mendoza, capitán de la Victoria y Juan de Cartagena, capitán de la San Antonio y veedor general de la flota. Dichos capitanes lideraron una revuelta y prepararon la artillería en orden de combate, ultimando un motín (Motín de San Julián). El complot fracasó y Magallanes condenó a muerte a los capitanes de la Concepción y de la Victoria, los cuales, fueron descabezados y descuartizados. También decretó prisión para el capitán de la San Antonio, a quién dejó abandonado en aquel lugar. Su condición de grande de España salvó a Cartagena de la ejecución.

Tras una estancia llena de incidentes en el Puerto de San Julián, la expedición continuó bordeando hacia el sur el recién descubierto “Nuevo Mundo”. El 24 de agosto de 1520, se hicieron a la vela en demanda del “paso” entre el Atlántico y el Mar del Sur, pero los vientos contrarios les obligaron a refugiarse en la desembocadura del rio Santa Cruz (Argentina), donde un temporal destruyó la nao Santiago, aunque la tripulación pudo salvarse. Allí permanecieron dos meses y de donde salieron el 18 de octubre. Tres días después llegaron frente a un cabo que bautizaron de las Once Mil Vírgenes por ser el día de Santa Úrsula y sus compañeras. Los capitanes discuten sobre si se trata de un paso marítimo o no. Magallanes decidió que la San Antonio, al mando de Álvaro de Mezquita, explorase un brazo de mar, momento en el que el piloto Esteban Gómez y el tesorero Jerónimo Guerra se amotinan y resuelven, junto a la tripulación, desertar y regresar a España.

La flota compuesta de tres naves continuó adelante y, el 1 de noviembre, Magallanes bautizó al estrecho con el nombre de Todos los Santos, festividad religiosa del día. Al navegarlo, contempló en la orilla sur grandes fogatas, dando lugar a otro topónimo que todavía perdura: “Tierra de Fuego”.  Las naves continuaron por el laberíntico Estrecho y, antes de llegar a una segunda angostura, Magallanes envió a unos comisionados, entre los que estaba el barbero extremeño Fernando de Bustamante[15], para que se adentrasen más y vislumbrasen el horizonte[16]. Al tercer día, volvió la pequeña embarcación auxiliar (chalupa) con la esperada noticia: ¡mar a la vista! Efectivamente, el alcantareño Fernando de Bustamante (junto a otros compañeros) fue uno de los primeros hombres en avistar el Mar del Sur[17]. Por fin, el 28 de noviembre, después de 36 días recorriendo el Estrecho, desembocaron las tres naves en el Mar del Sur. Así lo recogió el italiano Antonio Pigaffeta, cronista de la expedición: “…el miércoles 28 de noviembre de 1520 nos desencajonamos de aquel estrecho, sumiéndonos en el mar Pacífico…”[18].

La expedición magallánica, durante el largo derrotero de tres meses por el Pacífico, no halló ningún punto de tierra firme, por lo que la hambruna y el escorbuto azotaron a la tripulación[19]. Tras varios meses de navegación, la Armada avistó dos islas, una de ellas era, posiblemente, la isla de Guam (Marianas), donde anclaron el 6 de marzo de 1521. Estas islas fueron bautizadas inicialmente por Magallanes como Islas de las Velas Latinas, a causa de las velas triangulares que utilizaban sus pobladores, pero pasaron a llamarse Islas de los Ladrones por la sustracción de diversos objetos por parte de la población nativa: “…esa gente es pobre, pero es ingeniosa y ladrona por demás: que así llaman a estas tres “Islas de los Ladrones” …”[20]. Desde las Islas de los Ladrones, y tras siete días de navegación, la empresa arribó en el archipiélago filipino, que Magallanes bautizó como Archipiélago de San Lázaro[21], por ser el quinto domingo de cuaresma, y que posteriormente se rebautizaría como Filipinas, en honor a Felipe II. El 31 de marzo, en una de las islas del Archipiélago (Massana), el capellán bajó a tierra para celebrar misa. Algunos tripulantes y Magallanes, vestidos y armados con sus mejores galas, saltaron a tierra en formación militar acompañados de salvas. El 15 de abril de 1521, desde Massana se trasladaron a la isla de Cebú. Aquí comenzó la conversión en masa al cristianismo. Levantaron una gran cruz en medio de la plaza y bautizaron a los reyezuelos y a sus súbditos. Asimismo, les regalaron “una imagen pequeña de la Virgen con el niño Jesús” (Santo Niño de Cebú). El contacto con los nativos del archipiélago de San Lázaro se vio truncado en el islote de Mactán[22], donde el propio Magallanes murió combatiendo el 27 de abril de 1521. Allí quedaron los cuerpos de siete castellanos y del Capitán General, al que cortaron la cabeza y exhibieron sobre la punta de una lanza. El 1 de mayo de 1521, el reyezuelo de Cebú los invitó a una cena con la “intención” de entregar oro al rey de España, pero con la real intención de aniquilarlos. Veinte siete expedicionarios accedieron a la invitación (emboscada) y quedaron al destino de los cebuanos.

Tras los sucesos acaecidos en Cebú, los españoles huyeron en las tres naves y rehicieron la Armada. En Bohol, a dieciocho leguas de Cebú, resolvieron quemar la nao Concepción por falta de hombres que la tripulasen. El 8 de noviembre de 1521 los dos últimos barcos de la flota magallánica, la Victoria y la Trinidad, llevaron a los primeros españoles a las Islas de las Especias (Islas Molucas). La Trinidad navegaba mal y se quedó en el puerto de Tidore (Molucas) para ser reparada. La nave Victoria, capitaneada por el vasco Juan Sebastián Elcano, emprendió su regreso a España, con 47 europeos y 13 moluqueños, desde estas míticas islas por la ruta portuguesa, es decir, circunnavegando África. La dura travesía se hizo interminable, sin escalas. El calor asfixiante se alternó con el frío, las enfermedades y la muerte.

En septiembre de 1522 la nao Victoria, casi tres años después de su partida, hacía su entrada en el puerto de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz): “…el sábado, 6 de septiembre de 1522, entramos en la bahía de Sanlúcar; no éramos ya más que dieciocho, la mayor parte enfermos…”[23]. Efectivamente, sólo dieciocho hombres regresaron después de rodear el mundo, el extremeño Fernando de Bustamante estaba entre ellos. Desde aquí y en su camarote de la nao Victoria, el capitán Juan Sebastián escribió una misiva (aviso) al monarca, Carlos I de España, para informarle de manera precisa, escueta y directa de todo lo acontecido durante el viaje. En esta carta quedaron patentes las grandiosas riquezas que albergan las islas del Maluco, cuna de las especias, que descubrieron durante el derrotero[24]. Igualmente, el capitán enfatizó su voluntad de ver al Rey con muestras tangibles del éxito de la Armada: “…la paz y amistad de todos los reyes y señores de las dichas islas, firmadas por sus propias manos, traemos para V. M., pues desean servirle y obedecerle como a su rey y señor natural…”[25].

Finalmente, el 8 de septiembre de 1522, la maltrecha tripulación echó anclas en el puerto trianero de las Muelas (Sevilla), venían enfermos y extenuados. Los navegantes, con las camisas rotas y sin calzado, fueron con un cirio en la mano a dar gracias a Nuestra Señora de la Victoria[26], en el barrio de Triana, a quien se habían encomendado durante el viaje: “…en camisa y descalzos, y con sendas hachas en las manos, fueron a dar gracias a Dios a la Iglesia Mayor, porque Nuestro Señor los avia traydo en salvamento hasta aquel punto…”[27].

Al tiempo que se custodiaba la codiciada carga en Sevilla, llegó a Valladolid la misiva que el navegante vasco había dirigido al emperador Carlos V desde Sanlúcar. El Monarca respondió rápidamente al capitán con otra carta[28], fechada en Valladolid a 13 de septiembre de 1522, en la que ordenó a Juan Sebastián que fuera a verle a Valladolid con dos de sus compañeros, de mejor razón, para darle cuenta de su viaje e informarle personalmente del negocio de las especias[29]. Juan Sebastián eligió, de entre los diecisiete supervivientes de la expedición, a Francisco Albo (piloto griego) y a Fernando de Bustamante (barbero extremeño)[30], los cuales, emprendieron el camino hasta Valladolid, pero no iban solos, pues llevaron consigo a tres indígenas de las Islas Molucas. Durante la audiencia, los tres navegantes obsequiaron al Rey con exóticos productos, los cuales, debieron impresionar al Emperador, como especias (clavo de olor, pimienta, canela, nuez moscada), armas indígenas (espadas), así como cinco extrañas aves disecadas, llamadas manucodiatas por los habitantes del Maluco[31].

  1. La nueva armada al Maluco: avituallamiento y pertrechos

Indudablemente, con el retorno a España de la nao Victoria se disiparon todas las dudas y temores: las exóticas especias de Oriente habían llegado a Castilla. El clavo de las Islas Molucas se vendió en la feria de Medina de Rioseco (Valladolid) en dos tandas separadas por algunas semanas, y su venta alcanzó los siete millones ochocientos mil maravedís (unos diez millones de euros)[32]. La venta de la mercancía produjo unos resultados económicos que permitieron repartir compensaciones muy sustanciosas entre cuarenta beneficiarios, o sus herederos, que tomaron parte de aquel rescate de especias, por un valor acumulativo de 2.793.157 maravedís, incluyendo los 15.750 maravedís atribuidos a Juan Pegu, uno de los tres indígenas del Maluco llegados a España[33]. En marzo de 1523, la Casa de Contratación de la Especiería comenzó a hacer los pagos. Juan Sebastián cobró 114.707 maravedís (unos ciento cincuenta mil euros) de la liquidación del sueldo como maestre y capitán y 508.720 maravedís[34] (unos seiscientos sesenta mil euros) de quintaladas[35].

La gesta de Juan Sebastián llevó al gobernante Carlos I de España, ansioso de adquirir para su Corona las Islas de la Especiería antes que Portugal, a fletar una nueva armada al Maluco. El motivo de la nueva expedición era tanto estratégico como económico, ya que en las islas Molucas eran la cuna del clavo de olor y la nuez moscada[36], cuyos precios eran astronómicos en Europa, a causa del oligopolio de portugueses. Por este motivo, la Corona lusa no tardó en considerar la irrupción castellana en las Molucas como un quebrantamiento del Tratado de Tordesillas (1494). El nuevo monarca portugués, Juan III de Avis, no dudó en plantear ante el Emperador una firme reclamación[37], abriéndose con ello un amplio contencioso entre ambos reinos entorno a la pertenencia de las islas del clavo (las negociaciones de Badajoz-Elvas)[38].

Carlos V no cesó en el intento por alcanzar las Molucas y continuó con la construcción y apresto de la nueva expedición, la cual, se encontraba paralizada durante las negociaciones. El grueso de la Armada se estaba ultimando en Bermeo (Vizcaya) por el capitán Juan Nicolás de Artieta. Hasta allí fue enviado Juan Sebastián, tas las reuniones de La Raya, para hacerse cargo del grueso de la escuadra, que estaba compuesta por la nueva nao Santa María de la Victoria, de 300 toneles; la Sant Spiritus, de 200; la Anunciada, de 170 toneles y la San Gabriel, de 130 toneles. Simultáneamente, se estaban aprestando en Galicia otras dos carabelas ligeras, la Santa María del Parral y la San Lesmes, de 80 toneles. Mientras tanto, el tesorero de la Casa de Contratación, Bernardino Meléndez, anotaba los gastos de la Armada: carabelas, bizcocho (pan), vino, aceite, leña, calafates, horneros, toneleros, etc.[39] Tras detallar al Rey el estado y correcto avituallamiento de la flota vizcaína, Juan Sebastián recibió, el 25 de octubre de 1524, una Real Cédula del Consejo, aprobando su plan de llevar la flota a La Coruña[40]. A inicios de 1525, el capitán vasco partió con las cuatro naves desde Bermeo hasta Portugalete con noventa y ocho marineros. Elcano llevó como ayudante suyo a un joven vasco de diecisiete años, Andrés de Urdaneta, que con el tiempo llegaría a ser un extraordinario náutico y cosmógrafo. Además, le acompañaron en esta aventura a tres de sus hermanos Martín Pérez, Antón Martín y Ochoa Martínez. También, su cuñado Santiago de Guevara y su sobrino Esteban de Mutio. En Portugalete se aprovisionaron de algunos bastimentos necesarios para la expedición, como bizcocho (pan), aceite, sardinas, cuatro puercos y treinta carros de leña y se completó la tripulación hasta 275 hombres. El 21 de febrero las cuatro naves estaban listas y enfilaron proa hacia Galicia. Al poco de llevar la Armada a La Coruña, Juan Sebastián emprendió el viaje hasta la Corte de Valladolid para recibir las instrucciones reales[41].

La noticia que llegó de Castilla a finales de marzo de 1525, de que el Emperador estaba preparando una nueva Armada para regresar a la cuna de las especias, sembró la inquietud en el ánimo de Juan III de Portugal[42]. Ante ello, solicitó al Emperador la suspensión de su envío y reanudar las conversaciones para llegar a la resolución del contencioso de la propiedad y posesión de las islas del clavo[43]. Carlos V desoyó tales argumentos y aceleró los preparativos, añadiendo un séptimo navío a la Armada, el patache Santiago, de 50 toneles. La mayor parte de los siete buques iban bien armados y pertrechados en previsión de conflictos. Así mismo, todos los navíos se avituallaron con productos para comercializar con los indígenas como paños, lencería, buhonería y quincallería, muy apreciados por pueblos sin manufacturas muy desarrolladas[44]. Por todo ello, la expedición fue una de las más caras y más generosamente financiadas hasta la fecha, con 16.601.558 maravedíes. En la financiación participaron armadores capitalistas, es decir, personas que pusieron dinero al contado (6.058.688 maravedís), como los flamencos Juan Vanzeller, Pablo de Gamarra y Joan de Latamba, que contribuyeron con 91.560 maravedíes, cifra modesta comparada con los 4.024.000 (unos 750.000 euros) aportados por la banca alemana de Jácome Fugger y sobrinos y de Bartolomé Welser[45]. Igualmente, entre los españoles hubo un colmado número de escribanos y administrativos, al margen de los oficiales y marinos, que contribuyeron cada uno de ellos 70 ducados de oro. Algunos notables gallegos, como el conde Hernando de Andrade, capitán general de Galicia, o Vasco García, regidor de Betanzos, colocaron sus ahorros en el proyecto y lo apoyaron con 1428 ducados de oro. Los propios protagonistas de la empresa, Loaísa y Elcano, participaron con 130.800 maravedíes (348 ducados de oro, 24.000 euros). A ellos se unieron 35 armadores o accionistas financieros y, por supuesto, la Corona[46].

El 5 de abril de 1525, a punto de quedar ultimados todos los aspectos de la Armada, el Emperador otorgó a Frey García Jofre de Loaísa[47], comendador de la Orden de San Juan de Jerusalén, el título de Capitán General de la Armada y Gobernador de las islas de Maluco[48], siendo elegido por su nobleza y conocimientos náuticos. Del mismo modo, el titulo concedía a Loaísa la justicia civil y criminal de la Armada y de las Islas Molucas con un salario de 2.920 ducados anuales (1.094.500 maravedíes). Ese mismo día fue nombrado Juan Sebastián Elcano piloto mayor de la expedición y capitán de la nao Sancti Spíritus, obteniendo un sueldo por todo el viaje de 1000 ducados (500.000 euros)[49]. También fueron ordenados el resto de armadores oficiales de la flota: los capitanes Pedro de Vera (Anunciada), Rodrigo de Acuña (San Gabriel), Jorge Manrique (Santa María del Parral) y Francisco de Hoce (San Lesmes); los tesoreros Luis de Luzón (Victoria), Fernando de Bustamante (Sancti Spíritus), Francisco de la Peña (Anunciada) y Gonzalo de Salmerón (San Gabriel); y los contadores Íñigo Ortes de Perea (Victoria), Diego de Castilla (Sancti Spíritus), Alonso de Vitoria (Anunciada), Diego Ortiz de Orúe (San Gabriel), Simón Tarrago (Santa María del Parral) y Toribio de Salazar (San Lesmes). A continuación, se llevó a cabo la ceremonia de juramento por orden estrictamente jerárquico, a partir de ese momento se consideraba jurídicamente efectiva la entrega de poderes en las naos. En la escuadra se enrolaron unos 450 hombres[50], la mayor parte de ellos “bien armados y pertrechados”. Entre ellos se encontraban algunos veteranos de la primera circunnavegación, como el extremeño Fernando de Bustamante, así como el vigía que avistó el Nuevo Mundo, Rodrigo de Triana. En cuanto a sus procedencias, la mayor parte procedía de España (vascos, cántabros, gallegos, etc.,), pero también se alistaron alemanes, ingleses, flamencos, griegos, italianos, franceses e irlandeses. Antes de partir, cada uno de ellos prestó pleito homenaje a su inmediato superior y oyeron en voz alta, por medio del escribano, las órdenes del Rey. Entre las prolijas instrucciones que Carlos V dio a Loaísa para su misión figuró que: “…en ninguna manera se descubriese tierra ni se tocase en los límites del Rey de Portugal…”[51].

  1. La expedición de García Jofre de Loaísa: el último viaje de Elcano (1525-1526)

El 24 de julio de 1525, después de tres años de preparativos y el avituallamiento necesario, la expedición Loaísa levó anclas del puerto de La Coruña, dando comienzo así a una aventura que se prolongaría durante once años[52]. La escuadra navegó hacia el sur por el Atlántico, el 31 de julio de 1525 avistaron Madeira y el 1 de agosto arribaron en la Gomera, donde abastecieron las naves de agua, leña, carne fresca y otros bastimentos. En esta isla canaria llevaron a cabo una junta de capitanes, en la que el Capitán General, por exhortación de Elcano, ordenó que se dirigiesen sin demora al Estrecho de Magallanes, con la finalidad de llegar al Estrecho entre enero y febrero, pues allí sería verano[53]. El 14 de agosto, los siete navíos zarparon a la puesta de sol de la Gomera con rumbo al sur. A los cuatro días (18 de agosto), con mar gruesa, quebró el árbol mayor de la capitana, Santa María de la Victoria. Al día siguiente, Elcano envió a dos de sus mejores carpinteros a la nao averiada y mientras llevaban a cabo los arreglos, un aguacero provocó un movimiento inesperado en la Capitana, invistiendo al galeón Santa María del Parral. El golpe desbarató toda la popa e incluso reventó el palo de mesana (mástil trasero) de este último navío. Una vez reparadas las naves continuaron hacia el sur y dejaron atrás las islas de Cabo Verde.

El 6 de septiembre, todavía en aguas de la actual Sierra Leona (África), los expedicionarios avistaron a lo lejos una nao a la que dieron caza sin éxito, pues creyeron que era francesa, entonces en guerra con Castilla. Loaísa ordenó, mediante un disparo, el cese de la persecución ante el temor a la dispersión de la escuadra. No obstante, el capitán de la San Gabriel, Rodrigo de Acuña, y el capitán del patache Santiago, Santiago de Guevara, continuaron con la persecución. El Santiago, al ser más ligero, alcanzó y amainó a la nao perseguida, que resultó ser una nao portuguesa que venía de la isla de Santo Tomé[54]. La captura del barco provocó un enfrentamiento personal entre los capitanes Acuña y Guevara, asunto que será tratado más adelante por Loaísa.

Durante el siguiente mes entraron en una zona de calmas y vientos contrarios, los velámenes se quedaron caídos y cundió la desesperación. Finalmente, el 15 de octubre divisaron a diez leguas de distancia la deshabitada isla de San Mateo (hoy Annobón en el golfo de Guinea) y necesitaron cinco días para poder tomarla. Un portugués, que iba en la Armada, les informó que aquella isla había sido poblada por los portugueses, pero los esclavos negros habían matado a sus señores, por ello, encontraron muchos restos humanos y construcciones abandonadas[55]. En estas aguas vieron a los desconocidos (para ellos) peces voladores, que causaron un gran asombro entre la tripulación[56]. Del mismo modo, los expedicionarios aprovecharon para alimentarse de naranjas, palmitos, tórtolas, gallinas, incluyendo un pescado que enfermó a quienes lo probaron[57]. Ciertamente, todos los capitanes, comensales de una vistosa pieza de pescado (como una corvina), fueron intoxicados por la ciguatera[58] y comenzaron a sentir problemas gastrointestinales, a los que siguieron cuadros neurológicos y cardiovasculares[59]. Dicha enfermedad la trataron con triaca[60] y como desaparecieron buena parte de los síntomas, pensaron que estaban curados, lo que estaba lejos de ser verdad[61].

En la isla de San Mateo, el Capitán General aprovechó para hacer pesquisa sobre lo ocurrido entre los capitanes Rodrigo de Acuña y Santiago de Guevara, como consecuencia de los incidentes acaecidos durante el abordaje de la nao lusa. El primero fue arrestado (en la Capitana) a dos meses de destierro de su nao y reemplazado en el mando por Martín de Valencia. En cuanto a Guevara quedó suspendido de sueldo durante dos meses, pero no del mando. Al mismo tiempo Loaísa trató de subsanar otra causa más delicada, ya que venían en la Sancti Spiritus siete u ocho gentileshombres que habían intentado amotinarse contra Elcano. En ese momento, la Sancti Spiritus garró y se vieron obligados a hacerse a la vela, aquel incidente libró a aquellos hombres de un duro castigo[62].

Después de producirse algún pequeño incidente antes de la partida de la isla de San Mateo, como la separación por dos días de la nao Sancti Spiritus, el 4 de noviembre tomaron rumbo oeste las siete velas juntas. Tras atravesar el Atlántico aprovechando el empuje de los alisios avistaron la costa de Brasil el 5 de diciembre de 1525, pero como los vientos eran favorables decidieron continuar costeando hacia el sur. Durante el derrotero pasaron el 5 de diciembre frente a la isla de Cabo Frío, actual Río de Janeiro, y el 19 de diciembre observaron el cabo de Santa María. Después de varios días de navegación favorable por las costas americanas, el 28 de diciembre arreció una gran tormenta, con un viento fortísimo, que hizo desaparecer la Santa María de la Victoria y la San Gabriel[63]. El 30 de diciembre se reincorporó la segunda, pero no había rastro de la nao de Loaísa. Juan Sebastián Elcano, como segundo jefe de la Armada, tomó el mando y convenció a las demás naos, excepto a la San Gabriel, para buscar al General a sotavento[64]. Ello contradecía las órdenes dictadas por el propio Loaísa que señalaban que, en caso de separarse, el punto de reencuentro sería el río Santa Cruz.

Las cinco naves permanecieron durante tres días rastreando sin éxito en búsqueda de la Capitana, pero como no la encontraron decidieron arrumbar hacia el sur como había señalado Loaísa. Dejaron atrás el río de la Plata y alcanzaron la altura del río Santa Cruz el 12 de enero de 1526, punto de reunión fijado por Loaísa. Aprovechando la ensenada del rio Santa Cruz, Juan Sebastián habló con el resto de capitanes para fondear en el río y esperar a las dos naves que faltaban, pero la propuesta fue rechazada por la Junta de Oficiales, argumentando que se haría tarde para llegar al estrecho magallánico, con grave perjuicio de la Armada[65]. No obstante, concertaron dejar al patache Santiago para que entrara en el río Santa Cruz y dejara el mensaje en la forma acordada por el General, colocando en una isleta de río una gran cruz y debajo de ella una olla con una carta para que, en el caso de que las naos perdidas dieran con el lugar, encontraran la expedición, señalando que les esperaban haciendo aguada y leña en el Puerto de las Sardinas, dentro del estrecho de Magallanes[66].

A pesar de haber ya pasado por el estrecho de Magallanes, Elcano se equivocó en el lugar de acceso a él, pues el 14 de enero ordenó dar la vela en el estuario de un río (actual Río Gallegos), pensando que era la boca del Estrecho, error que propició el encallamiento de las naos. Al quedar varados, el capitán vasco envió a varios hombres con su esquife (bote pequeño) para reconocer el lugar y comprobar si era o no la entrada del Estrecho[67], entre los hombres que participaron en el reconocimiento estaba el piloto Martín Pérez (su hermano), el clérigo Areizaga, el artillero Roldán y el tesorero Bustamante. Al mismo tiempo, comenzó a subir la marea y puso de nuevo a flote las naos, e inmediatamente Elcano ordenó hacerse a la mar dejando en tierra a los hombres del esquife[68]. Ese mismo día fondearon al abrigo del cabo de las Once Mil Vírgenes.

Durante la media noche del 14 de enero se desató un fuerte temporal de viento y tormentas con olas que superaban la mitad de la altura del palo mayor. Esta situación provocó que la Sancti Spiritus, nao de Juan Sebastián, comenzara a garrear a pesar de haber lanzado las cuatro anclas. Elcano intentó, realizando un esfuerzo casi sobrehumano, rescatar a su tripulación. Para ello, mandó “largar los cables” y sacar el trinquete para que la fuerza del viento arrastrara la nao contra la costa. La nave quedó sobre las rocas y varios tripulantes, viendo la costa cercana, se lanzaron al mar, muriendo ahogados nueve hombres.  Al volver la calma aprovecharon para recuperar de la nao accidentada todo lo que fuese posible. Pero al día siguiente, la misma tormenta volvió a embravecer el mar, y esta vez la Sancti Spiritus se deshizo contra las rocas y se hundió[69]. Las otras tres naos (Anunciada, San Lesmes y Santa María del Parral), perdieron amarras y consiguieron sobrevivir arrojando al agua la artillería y otros pertrechos que tenían a mano.

Una vez finalizado el temporal, el capitán de la Anunciada, Pedro de Vera, envió el 17 de enero un betel para recoger a Juan Sebastián, conocedor de la travesía, para que éste guiara a las tres naos a entrar y cruzar el Estrecho. El resto de náufragos de la Sancti Spiritus se alarmaron al quedarse en tierra sin barco y sin capitán. Elcano les prometió que volvería a por ellos, para tranquilizarles no se llevó con él a ningún oficial, solamente a Urdaneta. Así mismo, dispuso que fueran cinco hombres a buscar a su hermano Martín Pérez y a los compañeros que se quedaron con el esquife en el río, les entregó una carta que anunciaba las desgracias ocurridas: por mis pecados la nao Sancti Spiritus se ha perdido[70]. Todos ellos llegarían días después por tierra sanos y salvos al lugar de la catástrofe de la Sancti Spiritus[71].

Elcano y Urdaneta se embarcaron en la Anunciada y consiguieron meter las tres naves en el Estrecho, pero antes de embocar la primera angostura un fuerte viento les arrancó los bateles (botes) de las naos y obligó a Elcano a sacar la Anunciada a alta mar. A los dos días volvieron de nuevo al Estrecho y avanzaron hasta la bahía de la Victoria, y allí hallaron a las dos naos, San Lesmes y Santa María del Parral, que creyeron perdidas. El 21 de enero convocó Elcano consejo de capitanes, los cuatro capitanes concretaron enviar por tierra a Andrés de Urdaneta, junto con otros cinco compañeros, al lugar donde quedaron los náufragos de la Sancti Spiritus, para informarles que tuviesen todo dispuesto (mercadurías, vinos, artillería, munición y jarcia) para cuando fuesen a rescatarles. El mismo día 21 por la tarde, divisaron en la costa diversos indígenas, movidos por la curiosidad enviaron el esquife de la Anunciada, que volvió a bordo con un patagón de tamaño desmesurado, cubierto con un pellejo de cebra (guanaco), calzado de abarcas del mismo pellejo, y con plumas blancas de avestruces en la cabeza. Cuando el gigante estaba cerca de la nave se quedó atónito y espantado de lo que vio, y fue necesario echarle un aparejo para subirlo a bordo. A continuación, le enseñaron diversos objetos, entre ellos un espejo que le causó gran asombro, también le dieron de comer y beber vino, hasta que anocheció y lo devolvieron a tierra[72].

El 22 de enero, según lo acordado en día anterior, Urdaneta con sus cinco compañeros desembarcaron en tierra para emprender el camino hasta la nao destrozada. La misión encomendada no era fácil, pues lo angosto del terreno, el frío intenso y los vientos continuos hacían de aquel lugar una de las más agrestes conocidas. Cuando saltaron a tierra, acudieron a ellos los patagones pidiéndoles por señas comida y bebida. Cedieron a las peticiones y les entregaron los alimentos que llevaban en sus mochilas[73]. Unos diez patagones les siguieron durante un día y medio, pero cuando vieron que las mochilas de los europeos quedaron completamente vacías, los abandonaron. Urdaneta y sus compañeros prosiguieron el duro viaje. Al tercer día la sed era tan intensa que se vieron obligados por la desesperación a beber la propia orina[74]. Prosiguieron la búsqueda de sus compañeros y lograron encontrar un charco de agua dulce, para combatir el hambre cazaron dos patos y un conejo, pero cuando hicieron fuego para asarlos una ráfaga de viento llevó una brasa hasta un frasco de pólvora que estalló quemando a Urdaneta[75]. Continuaron su camino por arroyos helados y acantilados escarpados. Finalmente, los comisionarios llegaron al lugar donde se encontraban los náufragos de la Sancti Spiritus el 24 de enero. Ese mismo día tuvieron una excelente noticia, pues divisaron las velas de la Capitana, San Gabriel y el patache Santiago[76]. Urdaneta y sus compañeros comenzaron a hacer señales para llamar la atención. Loaísa, sorprendido de ello, y tras ver los restos de la nao en la costa, mandó al patache que se acercara a tierra.

Efectivamente, después de casi un mes, llegó el general Loaísa, que no pudo disimular su enfado al conocer, por los náufragos, el incumplimiento de sus instrucciones durante el derrotero, así como todo lo ocurrido en su ausencia. El Capitán General no quiso perder tiempo y largó velas hacia el interior del Estrecho donde estaban el resto de navíos. Del mismo modo, ordenó embarcar a algunos náufragos de la Sancti Spiritus, pero la gran mayoría quedó en tierra protegiendo las mercancías salvadas del naufragio[77]. Por fin, el 25 de enero Loaísa llegó a la bahía de la Victoria, donde halló la nao Anunciada, y las carabelas Parral y San Lesmes. Reunida la expedición al abrigo del cabo de las Once Mil Vírgenes.  Loaísa, tras un “acalorado” encuentro con Elcano, pues suponemos que recibió una sonora reprimenda[78], mandó a Martín Martin de Valencia que pasase a la Anunciada y a Rodrigo de Acuña que volviese a su antiguo cargo de capitán de la San Gabriel. Igualmente, el Capitán General encargó a Elcano que con las carabelas Parral y San Lesmes y el patache Santiago volviese a recoger los náufragos, ropas, mercaderías, jarcias y todo cuanto se salvó de la Sancti Spiritus. Elcano zarpó el 26 de enero a cumplir su cometido y, cuanto llegó al lugar del naufragio, embarcó a toda la gente y objetos expresados. El 5 de febrero, una vez finalizada la carga, se desencadenó un furioso temporal de viento, que obligó al patache a meterse en un arroyo y a las dos carabelas a salir hacia alta mar. La Parral, donde iban Elcano y Urdaneta, fue arrojada hacia el Estrecho, mientras que la San Lesmes de Francisco de Hoces fue arrastrada a alta mar, rebasando la Tierra de Fuego y llegando a divisar la mar abierta, convirtiéndose en los primeros europeos en descubrir el paso del cabo de Hornos, en el extremo austral del continente[79].

Efectivamente, el patache Santiago permaneció refugiado en el interior de un arroyo durante el temporal. Desde este abrigo natural, el capitán del patache, Santiago de Guevara, mandó al clérigo Juan de Areizaga Guevara (primo del capitán), a Fernando de Bustamante y a dos compañeros más que fueran por tierra (con provisión para cuatro días y para cuarenta leguas) hasta la bahía donde debía estar Loaísa, durante el camino de ida tuvieron un encuentro cordial con los gigantes patagones[80]. A continuación, los cuatro españoles continuaron su camino y hallaron algunos restos de la Capitana, rápidamente comprendieron lo sucedido y regresaron al lugar donde estaba el patache. Al volver se encontraron nuevamente a los gigantes patagones, pero en esta ocasión el encuentro fue distinto, pues los patagones los despojaron de todo[81]. Durante este viaje perdieron un hombre, Juan Pérez de Higuerola, pero desconocemos si fue por haberse extraviado o porque le detuvieron los gigantes.

El 8 de febrero, la misma violenta tormenta que dispersó a los anteriores navíos, hizo garrar la Victoria que estaba dentro del Estrecho, la cual, a pesar de sus cinco anclas y otros tantos ajustes, fue despiadadamente golpeada por las olas contra la costa, obligando a Loaísa y a sus hombres a abandonar la nao. Todos desembarcaron de la Capitana, excepto el maestre y los marineros que consiguieron, en tan extremado lance, salvar la magnífica nao. Al día siguiente, los tripulantes lograron sacar a flote la embarcación para su reparación y decidieron regresar al río Santa Cruz para enmendar los daños del desbaratado navío. Allí, en el puerto de Santa Cruz, continuaban las carabelas Parral y San Lesmes cuando vieron el 10 de febrero salir del Estrecho a la desalentada Anunciada con rumbo al Cabo de Buena Esperanza incumpliendo las órdenes recibidas. La nao salió de la boca del Estrecho haciendo oídos sordos a las órdenes que se le daban y nunca más se supo de aquella nao y de su tripulación[82].

El 11 de febrero Loaísa ordenó al capitán de la San Gabriel, Rodrigo de Acuña, que fuese a buscar al patache Santiago, provocando un gran malestar en Acuña, pero ante la amenaza de Loaísa, accedió a ir y de paso recuperó su batel, que estaba en poder del patache. Las continuas “discordias y desavenencias” con Loaísa, sumado a la dureza del clima y el mal estado de la mar, llevaron a Acuña a desertar de la expedición y dar la vuelta a Galicia[83]. Con la deserción de la Anunciada y la San Gabriel, la expedición quedaba menguada y tocada de muerte, puesto que los navíos que quedaban habían sufrido muchos desperfectos y no estaban en las mejores condiciones de navegación. Consecuentemente, la Armada perdió en breve tiempo tres embarcaciones, de manera que la escuadra se vio reducida a cuatro navíos.

Finalmente, el patache Santiago recaló el 1 de marzo en el río Santa Cruz, donde estaban reparándose las naos Santa María de la Victoria, Parral y San Lesmes. La Capitana tuvo que ser intensamente aderezada, ya que tenía quebrado todo el codaste y tres brazas de quilla. De igual forma, fueron puestas en seco las otras dos naos y el patache para su reparación. Mientras tanto, los militares de la Armada se entretuvieron en pescar y cazar, no sin dificultades, leones marinos[84]. También, hallaron muchas piedras, calificadas de madres turquesas por los lapidarios de la expedición, el propio Urdaneta encontró un topacio, por el cual le ofrecían cuarenta ducados (unos veinte mil euros)[85].

El 24 de marzo (Uriarte dice que el 29), una vez aparejadas las naos, abandonaron el río Santa Cruz en dirección al Estrecho, con mar gruesa y viento huracanado, pero favorable. A bordo de la Capitana iba el General Loaísa con Juan Sebastián, Urdaneta y buena parte de la plana mayor. A la altura del río San Ildefonso, el temporal obligó al patache Santiago a separarse de la escuadra y a entrar en dicho río. En una isleta del río cazaron a palos muchos patos, que pusieron en salmuera, llenando ocho pipas (toneles). El 5 de abril, juntas ya todas las naves, entraron en el Cabo de las Vírgenes, y el 8 de abril embocaron nuevamente el temido Estrecho. El Santiago se adelantó forzado por el tiempo. Cuando pasaron por donde la vez anterior había garrado la Capitana, mandó Loaísa su batel para que recogiese algunas botas y cepos de lombarda que se habían quedado en tierra. También les encargó que capturasen a un patagón, pero no lo consiguieron, ya que cuando los expedicionarios europeos obligaron a un gigante a subir al batel el resto de patagones comenzaron a lanzar flechas y tuvieron que soltarlo[86]. Durante el paso del complicado Estrecho, un laberinto de entradas y salidas de unos 600 Kilómetros, la mala suerte se volvió a cegar con Laoisa, pues el 10 de abril empezó a arder la Capitana cuando estaban cociendo una caldera de brea, pero gracias a las buenas diligencias de varios tripulantes consiguieron salvar el navío[87]. No obstante, mientras unos se encargaron de apagar el fuego, otros se apoderaron del batel y estuvieron a punto de matarse por subir a bordo, por ello cuando se extinguió el incendio Loaísa recriminó a los que intentaron abandonar el barco en el batel.

El 12 de abril, la expedición arribó al Puerto de la Concepción, donde se detuvieron con malos tiempos. El lunes 16 de abril llegaron a la “punta delgada de la montaña” o tercera boca del Estrecho. En la siguiente jornada surgieron en la Playa de las Sardinas (que había recibido ese nombre en la primera expedición) y el 18 de abril alcanzaron en el Puerto de San Jorge, uno de los mejores de aquellos tormentosos mares[88]. Allí murió el factor Diego de Covarrubias, la primera víctima mortal entre los oficiales. Durante la noche del 18 de abril, los expedicionarios se llevaron un nuevo sobresalto cuando comenzaron a escuchar gritos que lanzaban los indígenas de Tierra de Fuego (posiblemente Yaganes) mientras se acercaban con tizones encendidos a bordo de dos canoas. Los navegantes pensaron que eran patagones que querían incendiar los navíos, pero el incidente no fue a mayores, pues tras un inmenso griterío los nativos regresaron a tierra.

El 25 de abril abandonaron el angla (cabo) de San Jorge y el 26 llegaron al llamado Buen Puerto. En este lugar hallaron abundancia de leña y una fruta colorada, semejante a la guinda. Así mismo, probaron de la corteza de un árbol que tenía el propio sabor de la canela[89]. El 2 de mayo salieron de Buen Puerto y experimentaron grandes temporales hasta que el 6 de mayo arribaron en el Puerto de San Juan de Ante Portam Latinam. El mal tiempo obligó a la expedición a permanecer en el lugar varios días, pues los fríos eran horribles en aquella estación, las noches duraban casi veinte horas y no paraba de nevar, a la vez que dentro de los barcos luchaban contra una plaga de piojos[90]. El 14 de mayo el tiempo fue mejorando por lo que abandonaron este puerto para hacerse a la mar. Al día siguiente se detuvieron en el Puerto de Mayo, de donde partieron el 25 de mayo. Al día siguiente la Armada llegó a Cabo Deseado y desembocó el Estrecho[91]. Efectivamente, el 26 de mayo, tras 48 días de durísima y azarosa travesía por el Estrecho, los expedicionarios embocaron “el Paso” en el Mar Pacífico. Ese mismo día comenzaron a surcar el Pacífico las naos Santa María de la Victoria, Santa María del Parral, San Lesmes y el patache Santiago. Transcurridos seis días de navegación, en dirección noroeste, la expedición fue sacudida nuevamente por un temporal. En efecto, el 31 de mayo comenzó un viento fresco que en la siguiente jornada se convirtió en una violenta tormenta, fue tal la furia que dispersó las naves y nunca más se volvieron a juntar, corriendo cada uno diferente suerte.

El patache Santiago, al mando de Santiago Guevara y sin comida para su tripulación, remontó al norte hacia Nueva España, arribando en el golfo de Tehuantepec el 25 de julio de 1526. La San Lesmes, nada sabemos de ella, probablemente intentó cruzar el Pacífico y se especuló que pudieron llegar a Nueva Zelanda. La Santa María del Parral consiguió atravesar el Pacífico y alcanzar las Célebes, entre la tripulación se produjo un motín, preparado por los marineros Romay y Sánchez, y asesinaron al capitán, Jorge Manrique de Nájera, a su hermano y al tesorero. Tras ello, la nao encalló en la isla Sanguin, cercana a la isla de Cebú (Filipinas) y los indígenas les atacaron, matando a unos y esclavizando al resto. En febrero de 1528, la expedición de Álvaro de Saavedra recogió a dicho marineros[92].

Por lo que se refiere a la capitana, la Santa María de la Victoria, quedó en absoluta soledad en 4 de junio. La maltrecha nave sufrió nuevamente otro fuerte temporal el 7 de junio, que terminó por abrir una brutal apertura junto a la quilla, por donde entraba mucha cantidad de agua y las bombas de achique no daban abasto a desalojarla[93]. Así mismo, la situación de los expedicionarios se hizo cada vez más crítica, puesto que habían pasado a la Capitana casi todos los tripulantes de la Sancti Spiritus y pronto se hizo sentir la escasez de alimentos, siendo necesario acortar las raciones entre la tripulación, que iba sucumbiendo poco a poco principalmente por el escorbuto. El 24 de junio murió el piloto Rodrigo de Bermejo y el 13 de julio murió también el contador Alonso de Tejada. Por este tiempo enfermó el General  Loaísa y varios oficiales más, ya que estaban afectados por la ausencia de productos frescos: “…en este tiempo se padecía mucha necesidad de cosas frescas, porque para purgar al General no se pudo hallar otra cosa sino un ratón de la nao…”[94].

Desde la nave capitana, Elcano dio orden de virar más hacia el norte, directo a la línea del Ecuador. Durante más de un mes navegaron sin que les ocurriese cosa particular, fuera del trabajo de las bombas para achicar agua, de la escasez de alimentos y del grave estado de la embarcación. Finalmente, cortaron la equinoccial el 26 de julio de 1526, que observaron la latitud de 20 minutos norte. Precisamente ese día, encontrándose ya muy enfermo otorgó testamento Juan Sebastián a bordo de la nao Santa María de la Victoria[95], documento de gran interés para conocer su personalidad[96]. El 30 de julio sucumbió Loaísa[97], desconocemos las últimas instrucciones del General para su funeral antes de ser echado al mar. Sus propiedades pasaron directamente a disposición del gran maestre y dejó algunas mandas para varios parientes y criados que lo acompañaron en la nao Santa María de la Victoria. Los mantenimientos los mandó repartir entre su sobrino, Álvaro de Loaísa, y Juan Sebastián. Inmediatamente después de morir el General, rompieron el sello que protegía la Real Provisión secreta del Emperador sobre la sucesión en el mando. El escribano leyó en voz alta las prolijas, y un tanto confusas instrucciones reales, por las cuales, el siguiente en el mando era Elcano[98].

Efectivamente, Juan Sebastián, aunque estaba enfermo, fue jurado por Capitán General. A continuación, sin perder tiempo, Elcano realizó los primeros nombramientos para sustituir a los oficiales fallecidos: Álvaro Loaísa, contador general; Martín Pérez de Elcano, piloto; y a Fernando de Bustamante, contador de la nao Santa María de la Victoria (la única que llegará a las Molucas). Juan Sebastián ostentó poco tiempo el cargo, pues repentinamente se agravó su enfermedad (presuntamente escorbuto)[99]. Su muerte ocurrió el 6 de agosto de 1526 como señaló Urdaneta[100], testigo presencial, aunque también se ha indicado el 4 de agosto como fecha de su fallecimiento[101], cuyo cuerpo descansó eternamente en el mismo Mar Pacífico en el que había alcanzado la gloria, desvaneciéndose para siempre sus “sueños dorados” de regresar a la cuna del clavo.

[1] “…començaré de la isla de Ciampagu que es situada en el mar alto fazia oriente, grande e apartada de tierra mill e quinientas millas (…). En esta isla se falla oro en gran cantidad e jamás se saca fuera de la isla porque allá aportan pocas naves e pocas mercaderías. Y el rey desta isla tiene un palacio muy grande e muy maravilloso, todo cubierto de oro fecho pasta de grosura de dos reales, e las ventanas e columnas deste palacio todos son de oro, allí ay piedras preciosas en grandísima cuantidad…”. La Sociedad de Bibliógrafos Españoles. Libro de las Cosas Maravillosas de Marco Polo. Gráficas Ultra, S.A. Madrid, 1947. Página 134.

[2] Bañas Llanos, María Belén. Las Islas de las Especias (Fuentes etnohistóricas sobre las Islas Malucas. S. XIV-XX). Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura. Cáceres, 2000. Página 17.

[3]“…Antiguamente, por vía de Mercadería, traían los Españoles la Especeria del Mar Bermejo: llevaban cosas de España. Y los Reies de Egipto tuvieron la contratación de las cosas aromáticas mucho tiempo comprándolas a los Alarabes, Persianos e Indianos, i otras Naciones de Asia, i las vendían á los de Europa. Prosiguieron los romanos aquel trato cuando ganaron a Egipto…”. Herrera y Tordesillas, Antonio de. Descripción de las Indias Occidentales. Historia general de los hechos de los castellanos en las islas i tierra firme del mar océano. Tomo II. Década IV. Libro V. Oficina Real de Nicolás Rodríguez Franco. Madrid, 1726. Página 95.

[4] Rodríguez Masa, Juan Carlos. “Tras el aroma de las especias: Juan Sebastián Elcano y la Primera Vuelta al Mundo” Cal y Arena. Nº 2. Sociedad Histórica Villa de Miajadas. Badajoz, 2020. Páginas 105-107.

[5] Bañas Llanos, María Belén. Las Islas de las Especias. Opus Cit. Página 20.

[6] Rodríguez Masa, Juan Carlos. “Las islas olvidadas: las Palaos españolas y su conflicto con Alemania (1885-1899)”. Futhark: revista de investigación y cultura. Nº. 10. Universidad de Sevilla. Sevilla, 2015. Páginas 97-122.

[7] Fernández López, Francisco. “La Casa de la Contratación de Indias: gestión, expedición y control documental

(siglos XVI-XVII)”. Relaciones: Estudios de historia y sociedad. Vol. 36. Nº. 144. México, 2015. Página 169.

[8] Nunca se supo con exactitud, puesto que una cosa es lo que la Casa de la Contratación registró en Sevilla, la encargada de los tripulantes que se subían a las naves, y otra son los polizones que a media noche se subieron a las embarcaciones.

[9] Bañas Llanos, María Belén. Las Islas de las Especias. Opus Cit. Página 20.

[10] (Alcántara [Cáceres], 1494 – Nave portuguesa, en la travesía de Malaca a Goa [India], 1533). Hijo de Juan de Bustamante y Leonor de Cáceres. Estaba casado con María Rodríguez, criada del Alcaide del Puerto de Contreras. Para consultar mayor información sobre Fernando de Bustamante, véase: Bañas Llanos, María Belén. “La vuelta al mundo de un extremeño al servicio de Carlos V (1519-1533)”. IX Congreso Internacional de Historia de América. Vol. 2. Editora Regional de Extremadura. Junta de Extremadura. Badajoz, 2002.

[11] Declararía ser vecino de Mérida el 18 de octubre de 1522 en Valladolid, después de regresar del viaje: “Declaración que el alcalde Leguizamo tomó al capitán, maestre y compañeros de la Nao Victoria”. Archivo General de Indias, lo encontramos transcrito en Martín Fernández Navarrete. Colección de Viajes y Descubrimientos. Biblioteca de Autores Españoles. Tomo II. Madrid, 1964. Páginas 585-587.

[12] Dirá ser natural de Alcántara en una declaración que realizó el 23 de mayo de 1524 ante la Junta de Badajoz: “Testimonio del interrogatorio, información y diligencias que se otorgaron en Badajoz apoderados del Rey de España a Portugal, sobre la posesión del Maluco”. Archivo General de Indias. Patronato 1-2-1 / 15-15. La trascripción del documento en Medina Zavala, José Toribio. Colección de Documentos Inéditos para la Historia de Chile. Santiago de Chile, 1888. Tomo II. Páginas 87-92.

[13] Iba con el oficio de “barbero y cirujano”, una especie de ATS de la época, que realizaba operaciones de cirugía menor. Eran considerados personas más o menos cultas “suelen comer en la mesa del capitán, maestre y piloto.

[14] Descubierto por el extremeño Vasco Núñez de Balboa el 25 septiembre de 1513. “…Y un martes, veynte é cinco de septiembre de aquel año de mill é quinientos y treçe, á las diez horas del día, yendo el capitan Vasco Núñez en la delantera de todos los que llevaba por un monte raso arriba, vido desde ençima de la cumbre dél la mar del Sur, antes que ninguno de los chripstianos compañeros que allí yban…”. Fernández de Oviedo y Valdés, Gonzalo. Historia general y natural de las Indias, Islas y Tierra-firme del mar Océano. Volumen III. Lib. XXIX. Cap. III. Imprenta de la Real Academia de la Historia. Madrid, 1853. Página 10.

[15] El 30 de octubre de 1523 dio “carta de pago” por las albricias que le habían sido ofrecidas por el difunto Magallanes cuando le llevó la noticia de la existencia del mar del Sur: “…cuatro mil y quinientos maravedís se pagaron a Bocacio y a Hernando de Bustamante, por Cédula de S.M., los cuales Hernando de Magallanes les mandó de albricias cuando saltaron en tierra y se descubrió el Estrecho…”. Medina Zavala, José Toribio. El descubrimiento del Océano Pacífico. Hernando de Magallanes y sus compañeros. Documentos. LXVIII. Imprenta Elzeviriana. Santiago de Chile, 1920. Página 228.

[16] “…Magallanes puso en práctica la operación que ya había intentado luego de penetrar el estrecho, de hacer equiparar una chalupa para que sus tripulantes ascendiesen a un monte…y viesen desde lo alto si ese brazo de mar que se notaba sin salida, (…) por las islas que interceptaban el horizonte, iban a parar en el otro mar…”. Medina, José Toribio. Colección de Documentos Inéditos para la Historia de Chile, desde el viaje de Magallanes hasta la batalla del Maipo, 1518-1818. Tomo III. Santiago de Chile, 1888. Página 392.

[17] “…Tres de los nombres de los tripulantes de esa chalupa nos son conocidos: Roldan de Argot, lombardero de la Victoria, Bocacio Alonso, marinero que había sido de la Santiago, y Hernando de Bustamante, barbero de la Concepción (…). No dan los cronistas los nombres de ninguno de los tripulantes de esa chalupa. El de Roldán de Argot está indicado si por Herrera en la Descripción de las Indias que precede al texto de su obra (…). Los de Alonso y Bustamante constan de la anotación del pago que se les hizo en Sevilla por las albricias que les fueron ofrecidas por Magallanes…”. Medina, José Toribio. El descubrimiento del Océano Pacífico. Vasco Núñez de Balboa, Fernando de Magallanes y sus compañeros. Imprenta Universitaria. Santiago de Chile, 1920. Páginas 15 -16.

[18] Pigafetta, Antonio. Primer viaje alrededor del mundo. Edición de Cabrero Leoncio. Historia 16. Madrid, 1985. Página. 75.

[19] “…estuvimos tres meses sin probar clase alguna de viandas frescas. Comíamos galleta: ni galleta ya, sino su polvo, con los gusanos a puñados, porque lo mejor habiánselo comido ellos; olía endiabladamente a orines de rata. Y bebíamos agua amarillenta, putrefacta y de muchos días, completando nuestra alimentación los cellos de cuero de buey, que en la cofa del palo mayor, protegían del roce de las jarcias; pieles más que endurecidas por el sol, la lluvia y el viento. Poniéndolas al remojo del mar cuatro o cinco días y después un poco sobre las brasas, se comían no mal; mejor que el serrín, que tampoco despreciábamos. Las ratas se vendían a medio ducado la pieza y más que hubieran aparecido. Pero por encima de todas las penalidades, ésta era la peor: que les crecían a algunos las encías sobre los dientes –así los superiores como los inferiores de la boca-, hasta que de ningún modo les era imposible comer: que morían de esta enfermedad…”. Ibídem. Páginas 75-76.

[20] Ibídem. Página 80.

[21] “… las islas parecen multiplicarse allí; así que también bautizamos el archipiélago: “San Lázaro”, por descubrirlo en su domingo.  Está en los 10 grados de latitud del Polo Ártico y a 161 de longitud desde el punto de partida […]. Próximos a aquella isla habitaban hombres de cuyas orejas penden tan descomunales aros que pueden meter los brazos en ellos. Esos pueblos son cafre, o sea gentiles; van desnudos sin más que un tejido de corteza de árbol que les cubre las vergüenzas y sólo sus principales usan lienzos de algodón recamado de seda, como turbante particular…”. Ibídem. Páginas 83-84.

[22]“…un indio le alcanzó con una lanza de caña en el rostro. El instantáneamente, mató al agresor con la suya, dejándosela recta en el cuerpo; metió mano, pero no consiguió desenvainar sino media tizona, por otro lanzazo que cerca del codo le dieran. Viendo lo cual, vinieron todos por él, y uno con gran terciado –que es como una cimitarra, pero mayor- medio le rebaño la pierna izquierda, derrumbándose él boca abajo. Llovieron sobre él, al punto, las lanzas de hierro y de caña, los terciarazos también, hasta que nuestro espejo, nuestra luz, nuestro reconforto y nuestro guía inimitable cayó muerto…”.  Ibídem. Páginas 110-111.

[23] Ibídem. Página 161.

[24] “…en este camino descubrimos muchas islas riquísimas, entre las cuales descubrimos a Bandam, donde se dan el jengibre y la nuez moscada, y Zabba, donde se cría la pimienta, y Timor, donde crece el sándalo, y en todas las sobredichas islas hay infinito jengibre. La muestra de todas estas producciones, recogidas en las islas mismas en que se dan, traemos para mostrar a V. M…”. Medina Zavala, José Toribio. El descubrimiento del Océano Pacífico. Hernando de Magallanes y sus compañeros. Documentos. Imprenta Elzeviriana. Santiago de Chile, 1920. Páginas 292 y 293.

[25] Ibídem. Página 293.

[26] “…Ante Santa María de la Victoria se plantó ese grupo de marineros un día de septiembre de 1522, en un convento hoy desaparecido de la orden mínima que estaba en Triana, en la actual calle Pagés del Corro, probablemente en el sector donde hoy se ubica el colegio José María del Campo, antiguo grupo escolar de la Reina Victoria…”. Jáuregui-Lobera I. “Navegación e historia de la ciencia: Aniversario de la Expedición de Magallanes-Elcano (1519-2019)”. JONNPR. Volumen 4. Número 5. Madrid, 2019. Página 568.

[27] Fernández de Oviedo y Valdés, Gonzalo. Historia general y natural de las Indias, islas y tierra-firme del mar océano. Libro XX. Capítulo III. Imprenta de la Real Academia de la Historia. Madrid, 1852. Página 31.

[28] “…acatando lo que Juan sebastian del cano, capitan de la nao vitoria, una de las çinco naos del armada / que enbiamos al descubrimiento de la espeçiería, de que fue por capitan general hernando de magallanes, ya defunto, nos ha servido en el dicho descubrimiento de la / dicha especiería, e los muchos y grandes trabajos que en el ha pasado y en traer la dicha nao vitoria con subuena industria y trabajo cargada / de espeçiería, e por ser el primero que descubrió e traxo la dicha espeçiería a estos nuestros reynos …”. Fernández de Navarrete, Martín; Salvà, Miguel; Sáinz de Baranda, Pedro. Colección de documentos inéditos para la historia de España. Tomo I. Imprenta de la Viuda de Calero. Madrid, 1842. Páginas 248 y 249.

[29] “…Capitán Juan Sebastián del Cano: vi vuestra letra que me escribisteis de Sanlúcar. He holgado mucho por haberos traído nuestro Señor sanos y salvos (…). Os mando que luego que esta carta veais, toméis dos personas de las que han venido con vos, las más cuerdas y de mejor razón, os partáis y vengáis con ello…”. Medina Zavala, José Toribio.  Opus Cit. Página 298.

[30] Bañas Llanos, María Belén. “La vuelta al mundo de un extremeño al servicio de Carlos V (1519-1533)”. IX Congreso Internacional de Historia de América. Vol. 2. Editora Regional de Extremadura. Junta de Extremadura. Badajoz, 2002. Páginas 133-142.

[31] “…hablando con los Reyes molucenses sobre aquellas aves manucodiatas les dijesen que se criaban en el paraíso terrenal, y que de allá venían…”. Menéndez Pidal, Ramón. Exploradores y Conquistadores de Indias. Relatos geográficos. Selección, notas y mapas por Juan Dantin Cereceda. Dibujos de F. Marco. Instituto Escuela. Madrid, 1934. Página 328.

[32] Díaz Alonso, J. Juan Sebastián Elcano. Tras la huella. Itsasmuseum Bilbao y Aquarium Donostia-San Sebastián. Vizcaya, 2019. Página 190.

[33] Sardone, Sergio. “El “Maluco”. La financiación de las expediciones 1518-1529”. Congreso Internacional de Historia «Primus circumdedisti me». V Centenario de la primera vuelta al mundo. Ministerio de Defensa. Valladolid, 2018. Página 233.

[34] “…en total le correspondieron de sueldo ciento veinte dos mil maravedís (unos ciento sesenta mil euros). Cuando llegó el momento de repartir las quintaladas (…), se le apuntaron treinta y dos quintales, que le reportaron quinientos ocho mil maravedís (unos seiscientos sesenta mil euros) …”. Díaz Alonso, J. Opus Cit. Página 191.

[35] Zulaica, Daniel. Elcano, los vascos y la primera vuelta al mundo. Mundubira 500 Elkano Fundazioa. Getaria (Guipúzcoa), 2019. Página 22.

[36] “…Las principales islas que tenían la especería del clavo, eran Terrenate, Tidori, Motil, Maquiam y Vachan…”. Fernández de Navarrete, Martín. Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV: con varios documentos inéditos concernientes á la historia de la Marina Castellana y de los Establecimientos Españoles de Indias. Tomo V. Expediciones al Maluco. Imprenta Nacional. Madrid, 1837. Página 66.

[37] Barrero García, Ana María. “Problemas entorno a la aplicación de la línea de demarcación: la cuestión de las Molucas”. Anuario Mexicano de Historia del Derecho. Número 5. Universidad Nacional Autónoma de México. México, 1993. Página 71.

[38] En 1524 tenían lugar las negociaciones de Badajoz-Elvas por la posesión y pertenencia del Maluco. M. Cuesta Domingo. La cuestión de las islas Molucas. Geografía, descubrimientos y negociaciones castellano-portuguesas. Universidad Complutense. Madrid, 1973.

[39] “…q se le haze cargo al dho bernaldino melendes de tres quentos e /ochoçientos e treyntra e çinco mill e seteçientos e treynta e tres mrs…”. “Cargo y data de las cantidades que Bernardino Meléndez, tesorero de la Contratación de la Especiería, recibió para los gastos de la armada de Loaísa, desde 3 de marzo de 1523 hasta fin de 1525. Coruña, 1523-1525”. En: Colección general de documentos relativos a las Islas Filipinas existentes en el Archivo de Indias de Sevilla. Tomo IV (1522-1524). Compañía General de Tabacos de Filipinas. Barcelona, 1921. Páginas 160-221. También en “Cuentas de la armada al mando del comendador Loaísa”. AGI. Contaduria,427.

[40] “en este consejo se vio la carta que escreuistes a / su magesta d y la rrelaçion que enbiastes del estado en que están esas naos y las cosas dellas / y del armada, y el tiempo en que os parece que las podreys sacar para llevar a la coruña…”. De Aguinagalde Olaizola, Francisco de Borja. “El Archivo personal de Juan Sebastián de Elcano (1487-1526), marino de Getaria”. In medio orbe. Volumen II: personajes y avatares de la I vuelta al mundo. Junta de Andalucía. Sevilla, 2017. Página 153.

[41] Díaz Alonso, J. Opus Cit. Página 209.

[42] “Instruções enviadas pelo rei de Portugal ao seu embaixador António de Azevedo Coutinho a respeito do negócio principal de Maluco”. Évora 24 de marzo de 1525. Portugal, Torre do Tombo, Reforma das Gavetas, liv. 38, f. 326 v. a 328 v.

[43] Barrero García, Ana María. “Problemas entorno a la aplicación de la línea de demarcación: la cuestión de las Molucas”. Anuario Mexicano de Historia del Derecho. Número 5. Universidad Nacional Autónoma de México. México, 1993. Página 83.

[44] Rodríguez González, Agustín Ramón. “La expedición de Loaysa: una guerra en las antípodas”. Cuadernos Monográficos. Número 58. Instituto de Historia y Cultura Naval. Ministerio de Defensa. Madrid, 2009. Página 109.

[45] Sardone, Sergio. “El “Maluco”. La financiación de las expediciones 1518-1529”. Congreso Internacional de Historia «Primus circumdedisti me». V Centenario de la primera vuelta al mundo. Ministerio de Defensa. Valladolid, 2018. Página 243.

[46] Stampa Piñeiro, Leopoldo. “Los galeones de las especias. España y las Molucas”. Clío. Crónicas de la Historia. Editorial Edaf.  Madrid, 2020.

[47] Ortuño Sánchez-Pedreño, José María. “Estudio histórico-jurídico de la expedición de García Jofre de Loaísa a las Islas Molucas. La venta de los derechos sobre dichas islas a Portugal por Carlos I de España”. Anales de Derecho. Número 21. Universidad de Murcia. Murcia, 2003. Página 218.

[48] “…por ende acatando la persona y experiencia de vos Frey García de  Loaísa, Comendador de la orden de S. Juan, que sois tal persona que guardéis nuestro servicio, é que bien y fielmente entenderéis en lo que por Nos os fuere mandado y encomendado; es nuestra merced y voluntad de vos nombrar, y por la presente vos nombramos por nuestro Capitan general de la dicha armada (…) e vos habeis de quedar en dichas islas para tener la gobernación de ellas, y asimismo vos nombramos por nuestro Gobernador y Capitan general de las dichas islas de Maluco…” . Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 209.

[49] Díaz Alonso, J. Opus Cit. Página 214.

[50] “…en estas siete velas fueron quatroçientos y çinqüenta hombres…”. Fernández de Oviedo, Gonzalo. Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano. Tomo I. Segunda Parte. Libro XX. Capítulo V. Imprenta de la Real Academia de la Historia. Madrid, 1852. Página 35.

[51] Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 5.

[52] “…en nombre de Dios y de nuestra Señora la Virgen María. Lunes e veinte é cuatro días del mes de Julio de mil y quinientos y veinte e cinco años, víspera del Señor Santiago; antes del día partimos de la Coruña en nuestra derrota, la vuelta del cabo de Finisterra, y este dia se tomó el Sol…”. Ibídem. Página 242.

[53] “…la armada se dirigiese por el estrecho de Magallanes; que si se separaba alguna nao se fuese á la bahía de Todos los Santos y esperase en ella veinte dias; que si en ese tiempo no llegasen allí las otras naos pusiese en una isla que había en dicha bahía una cruz y á su pie una olla enterrada con una carta que dijese lo que había hecho, y siguiese su viage; y que otro tanto hiciese en el rio de Santa Cruz…”. Ibídem. Página 6.

[54] “…llegada la nao á la capitana el capitán general obsequió mucho á los portugueses, escribió cartas para España, que las envió con ellos, y dicha nao partió á continuar su viage…”. Ibídem. Página 7.

[55] “…hallaron muchos huessos y calavernas de hombres, y deçia un portugués que yba en esta armada que aquella isla avia seydo poblada por potugueses, y que los esclavos negros que tenían, avian muerto a sus señores…”. Fernández de Oviedo, Gonzalo. Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano. Tomo I. Segunda Parte. Libro XX. Capítulo V. Imprenta de la Real Academia de la Historia. Madrid, 1852. Página 36.

[56] “…había mucha pesquería, é cada día víamos una cosa ó pesquería la más fermosa de ver que jamás se vio; y es que hay unos peces mayores que sardinas, los cuales se llaman voladores, por respecto que vuelan como aves en aire…”. De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Urdaneta y la conquista de Filipinas: estudio histórico. Imprenta de la Provincia. San Sebastián, 1907. Página 321.

[57] “…en esta isla, é matábamos muchos pájaros bobos con palos, y había mucha pesquería donde comieron el capitan general é otros capitanes é personas de un pescado grande y hermoso, é los mas de los que comieron estuvieron muy malos de cámaras, que pensamos que no escaparan…”. Medina Zavala, José Toribio. Opus Cit. Página 386.

[58] La intoxicación por Ciguatera es producto de la ingestión de pescado contaminado con la toxina producida por el dinoflagelado Gambierdiscus Toxicus manifestándose con cuadros gastrointestinales, neurológicos y cardiovasculares.

[59]“…en esta isla se pescó un pescado en la nao capitana muy hermoso, que llaman picuda; y el Capitán General convidó a algunos de los capitanes y oficiales del Rey, y todos los que comieron de la picuda cayeron malos de cámaras, sin iban sin sentir; que pensamos que murieran…”. De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Página 343.

[60] Confección farmacéutica usada de antiguo y compuesta de muchos ingredientes y principalmente de opio. Se ha empleado para las mordeduras de animales venenosos.

[61] Díaz Alonso, J. Opus Cit. Página 231.

[62] De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Página 36.

[63] “…jueves, á veintiocho de Diciembre, á la tarde, yendo en nuestra derrota por el Estrecho, á luengo de la costa nos cargó mucho tiempo contrario, é no pudiendo sufrir velas, corrimos solamente con los papahigos de los trinquetes, hasta otro día, que hallamos de menos á la nao capitana, porque nos habíamos desderrotado della…”. Ibídem. Página 322.

[64] “…viendo el capitán Juan Sebastian de Elcano que no parecía el general, dijo á Martin de Valencia (capitán interino de la S. Gabriel) que á sotavento lo habian de hallar, y que fuesen á buscarlo, á lo cual se a venia Martin de Valencia ; pero el piloto de aquella nao, Juan de Pelóla, contestó que no quería mudar la derrota sino seguir el viage como el general lo había mandado…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 12.

[65] “…á los doce días de Enero llegamos en el abocamiento del río de Santa Cruz, donde se juntaron en la nao Santispírítus todos los capitanes é oficiales, é acordaron que sería mejor, que las naos fuesen derechas al Estrecho sin entrar en Santa Cruz…”. De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Página 322.

[66] “…a los nueve de enero, viendo que no paresçia la capitana y la de Sanct Grabiel acordaron los capitanes de las restantes que Sanctiago de Guevara fuese con el galeón (ó patax) al puerto de Sancta Cruz (…). Y que pussiesse allí señales conforme á la instruçion que tenían del capitan general, y que las naos se fuessen al Estrecho…”. Fernández de Oviedo, Gonzalo. Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano. Tomo I. Segunda Parte. Libro XX. Capítulo V. Imprenta de la Real Academia de la Historia. Madrid, 1852. Página 37.

[67] “…envió luego su esquife con el piloto Martin Perez de Elcano, el tesorero Bustamante, el clérigo Juan de Areizaga, el artillero Roldan, que había sido uno de los compañeros de Magallanes, y otros cuatro hombres á reconocer si era el estrecho, con orden de que si lo fuese hiciesen tres fuegos y de lo contrario no, Bustamante y Roldan decían que era el estrecho y que se hiciesen los fuegos á las naos; el clérigo y el piloto quisieron certificarse mas; pasaron adelante, saltaron en tierra y dijeron que no era el estrecho…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 13.

[68] “…se quedaron en tierra el piloto y el thesorero, y el clérigo y el lombardero, con los demas en el rio…”. Fernández de Oviedo, Gonzalo. Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano. Tomo I. Segunda Parte. Libro XX. Capítulo V. Imprenta de la Real Academia de la Historia. Madrid, 1852. Página 37.

[69] “…e tanto recrescio el viento, que dimos con la nao de Juan Sebastián del Cano, donde yo iba, al través en la costa, é al salir a tierra ahogarónsenos nueve hombres, é los otros salimos medio ahogados, á dios Misericordia. El otro dia siguiente hubo tan gran tormenta, que quebró toda la nao, y echo a la mar muchas pipas de vino, e mercadurias que había en la nao por la playa, y el pan se perdió todo…”. Medina Zavala, José Toribio. Opus Cit. Página 388.

[70] De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Página 40.

[71] “…se fueron por tierra y anduvieron veynte leguas de muy áspero camino y tierra, y aunque no de montañas, era muy espessos y çerrados boscajes y árboles…”. Fernández de Oviedo, Gonzalo. Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano. Tomo I. Segunda Parte. Libro XX. Capítulo V. Imprenta de la Real Academia de la Historia. Madrid, 1852. Página 38.

[72] “…e como nos llegamos adonde estaban las carabelas, enviaron  el esquife de la nao de Pedro de Vera en tierra, e ido allá, trayeron un patagón a la nao en el esquife, alcual le dieron de comer y beber vino e le dieron otras cositas con que holgó mucho, en demás con unespejo, que, como vio su figura dentro, el estaba tan espantado que era cosa de ver las cosas que hacía. También le amostrar on oro y plata, más no hiz o miramiento ninguno. El era grande de cuerpo e feoe traía vestido un pellejo de cebra y en la cabeza un plumaje hecho de plumas de avestruces, y su arcoy unas abar cas en los pies. E como vio que se hacía noche, aseñaló que le llevasen a tierra…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 16.

[73] “… é fuimos á ver las estancias que tenían, y eran hechas de pelejas de cebra, á manera de chozas, é allí tenían sus mugeres é hijos; é cuando quieren ir a otra parte, cojen sus pelejas, y echan a las mugeres a cuestas, y ellos con sus arcos y flechas se van…”. Medina Zavala, José Toribio. Opus Cit. Página 389.

[74]  “…Los comisionados tardaron cuatro dias en llegar adonde estaba la nao perdida, y ai tercero creyeron perecer de sed, teniendo que beber sus orines hasta que hallaron agua…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 16.

[75] “…Comenzamos á hacer fuego para asar dos patos que matamos aquella tarde é un conejo, y quiso mi dicha que tomando el fuego un frasco de pólvora, me quemé todo, que me hizo olvidar todos los  trabajos é peligros pasados…”. De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Página 327.

[76]“… El mismo dia que llegué donde estaba la gente de la nao perdida, entraron por el cabo de las Once mil Virgines la nao Capitana é S. Grabiel y el pataje: Dios sabe cuanto placer rescibímos porque las teníamos por perdidas , ecepto el pataje. Asi como el capitán general vio la nao perdida en la costa, invió el pataje á saber que cosa era, é como supo que aquella nao se había perdido…”. Medina Zavala, José Toribio. Opus Cit. Página 404.

[77] “…Vieron los de estas naos mucha gente en tierra que hacia señas, y el general envió el Pataje á saber que cosa era. Condujo al tesorero de la nao Santi Spiritus Hernando de Bustamánte, al clérigo Juan de Areyzaga y al tesorero de la nao Parral, Juan de Benavides; é informado de haberse perdido la nao Santi Spiritus cerca de la punta de las Vírgenes, de haberse ahogado nueve hombres, de que la Anunciada y las caraveías Parral y S. Lesmes habían perdido los bateles, y de que el capitán Juan Sebastian de Elcano había ido á meter esas naos en el estrecho, no quiso detenerse mas allí…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 24.

[78] Díaz Alonso, J. Opus Cit. Página 241.

[79]“…hacia el S. hasta 55º de latitud, dijeron los dé este buque, que les parecía que era allí acabamiento dé tierra…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 28.

[80]“…muchos ranchos y chozas de los patagones, que son hombres de treçe palmos de alto y sus mugeres son de la misma altura (…). Decía este padre don Johan que él ni algunos de los chripstianos (que allí se hallaron) no llegaban con sus cabeças a sus miembros vergonçosos en el altor con una mano (…). Luego los chripstianos les dieron cascaveles y agujas (…). Los arcos eran cortos, reçios y anchos, de madera muy fuerte, y las flechas como las que usan los turcos, con cada tres plumas…”. Fernández de Oviedo, Gonzalo. Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano. Tomo I. Segunda Parte. Libro XX. Capítulo V. Imprenta de la Real Academia de la Historia. Madrid, 1852. Página 40.

[81] “…que aquellos gigantes hiçieran lo que después hiçeron sino fuera por un perro que llevaban consigo, de quien aquella gente temía mucho; porque el perro se mostraba tan feroz y bravo contra ellos (…) aquel gigante mançebo reprendía a los otros, y tomo al clerigo don Johan por la mano y lo alço en pie (…) E puesto en pie llamó a los otros dos españoles e hiçoles señal con la mano que se fuessen (…) E assi se partieron en carnes desnudos estos tres compañeros…”. Fernández de Oviedo, Gonzalo. Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano. Tomo I. Segunda Parte. Libro XX. Capítulo VI. Imprenta de la Real Academia de la Historia. Madrid, 1852. Página 43.

[82] “…vimos salir la nao de Pedro de Vera, é por mas que le capeamos, no quiso llegar á nosotros, antes se salió fuera del Estrecho, al cual nunca más vimos…”. Medina Zavala, José Toribio. Opus Cit. Página 390.

[83] “…la nao S. Gabriel que iba á la vela en busca de su batel y del pataje: su capitán notició á Santiago de Guevara el puerto en que estaban las naos, y le dijo, que permitiéndolo el tiempo fuese adonde hicieron el alijo, tomase los cepos y cureñas de artillería, y se fuese á unir con el general al puerto de Santa Cruz (…) el dia 1° de Marzo, dando noticia de que la nao S. Gabriel habia tomado su batel, pero que no sabían de ella…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Páginas 29-30.

[84] “…en este río (…) quedan en seco unos leones marinos muy disformes y grandes, de más de á dos quintales: e mataron allí a seis dellos, e tenían sabor a vaca…”. Fernández de Oviedo, Gonzalo. Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano. Tomo I. Segunda Parte. Libro XX. Capítulo VIII. Imprenta de la Real Academia de la Historia. Madrid, 1852. Páginas 45 y 46.

[85] Díaz Alonso, J. Opus Cit. Página 246.

[86] De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Página 49.

[87] “…tomó fuego en la nao capitana una caldera de brea, é comenzó a encenderse la nao, que por poco nos quedamos con ella; mas con la ayuda de Dios, con la buena diligencia que se puso, matamos el fuego…”. Medina Zavala, José Toribio. Opus Cit. Página 391.

[88] “…vieron muchos fuegos en las dos costas del estrecho tierra adentro y conocieron que ambas estaban pobladas de patagones: hallaron muchas pesquerías, ballenas, toninas, marrajos, merluzas, mucha cantidad de sardina y anchoa, otras diversas clases de peces, y gran copía de ostras y de mejillones grandes llenos de aljófar…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Páginas 42-43.

[89] “…é hay muchas sierras muy grandes y todas estaban nevadas; había mucho arboleado, y entre ellos, hay una manera de árboles que la hoja es como el laurel, que su corteza tiene el mismo sabor de la canela…”. Medina Zavala, José Toribio. Opus Cit. Página 392.

[90] “…a las noches eran tantos los piojos que se criaban, que no había quien se pudiese tener. Por cierto, un gallego murió que todos tuvimos por averiguado que los piojos le ahogaron, que no le pudimos escapar de ellos…”. De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Página 333.

[91] “…El 26 de Mayo por la mañana estaban las naos con el cabo Deseado: en este dobla la costa al S.; tiene un islote redondo, agudo, muy alto, y encima del cabo hay una montaña que también es redonda, aguda y mucho mas alta que el islote; en la costa que dobla al S. hay dos islas pequeñas cerca del cabo…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 42.

[92] Rodríguez González, Agustín Ramón. Opus Cit. Página 113.

[93] “…se abrió por muchas partes, hacia tanta agua que con dos bombas apenas se podía achicar, y cada dia pensaban anegarse…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 44.

[94] Díaz Alonso, J. Opus Cit. Página 251.

[95] “…yo el capitan Juan Sebastian del Cano vecino de la villa de Guetaria, estando enfermo de mi persona, é sano de mi entendimiento e juicio natural (…), ordeno é fago testamento é postrimera voluntad en la forma siguiente…”. Fernández de Navarrete, Martín. Colección de documentos inéditos para la Historia de España. Tomo I. Imprenta de la Viuda de Calero. Madrid, 1842. Página 253.

[96] Rodríguez Masa, Juan Carlos. “A un grado de la línea equinoccial: análisis antropológico de las últimas voluntades de Juan Sebastián Elcano y sus preferencias por la moda de la época”. Los caminos de América. Coord. por Patricia Calvo González, Eudald Cortina Orero, Valeria González Lage. Universidade de Santiago de Compostela. Santiago de Compostela, 2022. Páginas 97-106.

[97] “…A 30 dias del mes de Julio, murió el Capitan general, Fray Garcia Laaysa…”. Medina Zavala, José Toribio. Opus Cit. Página 392.

[98] “…muriendo ó quedando el dicho comendador  Loaísa en la dicha tierra mandamos que venga por capitán general de la dicha armada Juan Sebastian del Cano, capitán de la segunda nao de la dicha armada…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 219.

[99] También existe la versión que afirma que Elcano murió intoxicado al consumir un gran pez, probablemente barracuda. Según esta hipótesis, murió de ciguatera.

[100] “…lunes á 6 días de agosto falleció el magnifico señor Juan Sebastián de Elcano, el Capitán general y Gobernador…”. De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Página 343.

[101] Algunas fuentes fijan la fecha de su muerte el 4 de agosto: “…A 4 días de Agosto del dicho año de 26, murieron el capitan Juan Sebastlan del Cano y el sobrino del comendador Loaysa…”. Medina Zavala, José Toribio. Opus Cit. Página 392. “…Y el dia 4 al NO. Este dia murió el capitán Juan Sebastian de Elcano y el sobrino del comendador Loaísa…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 46.

Dic 302020
 

 

 Juan Carlos Rodríguez Masa

Universidad de Extremadura

juancarlosrm@unex.es

 

 

  1. Introducción

La bella comarca extremeña de Las Hurdes (o Jurdes, como siempre la han llamado sus moradores), ubicada en el extremo norte de la provincia de Cáceres, ha inspirado infinidad de tópicos desde su “descubrimiento oficial” en el siglo XVI. Durante siglos, aunque de manera más acentuada en los albores del siglo XX, las Jurdes se convirtieron en un exótico escaparate patrio donde los mitos, misterios y leyendas hicieron correr ríos de tinta en la literatura.

La orografía endiablada de la zona, repleta de vertiginosos barrancos y escabrosos valles, propiciaron su aislamiento y “primitivismo” durante siglos. Además, el erróneo conocimiento geográfico de la comarca, cuyo territorio era confundido con el vecino valle de Las Batuecas (formando un todo), contribuyó al invento de una zona geográfica fabulosa, poblada según algunos por una “raza inferior”. Dentro de esta contingencia, muchos de los escritores de finales del siglo XIX, marcados por una idea preconcebida, ofrecieron una visión de Batuecas-Hurdes desfigurada, cuando no fantasmal, fundamentada principalmente en el desconocimiento de su realidad.

En la primera década del siglo XX, el estado general de la comarca jurdana suscitó la fundación en 1903 de la sociedad filantrópica La Esperanza de las Hurdes por el Ilmo. Sr. D. Francisco Jarrín y Moro, canónigo de Salamanca y más tarde Obispo de Plasencia, y otras destacadas personalidades. Esta asociación benéfica nació para redimir a la comarca de la pobreza y promover la “regeneración” de la zona, y su órgano de expresión fue la revista mensual Las Hurdes (1904-1908). Entre los numerosos colaboradores que participaron en la revista se encontraba el poeta Gabriel y Galán. Fue precisamente este poeta el que envió en 1904 una composición de 84 versos, “La jurdana”, en cuyas estrofas describió la precaria situación de los hurdanos, reclamando para ellos dos limosnas: ¡Pan de trigo para el hambre de sus cuerpos! ¡Pan de ideas para el hambre de sus almas! El poema no pasó desapercibido entre las élites intelectuales españolas y sembró una semilla de concienciación sobre el “país hurdano”, que germinó y dio sus frutos gracias a la intensa actividad pastoral del ilustre prelado placentino, Sr. Jarrín.

 

  1. La mitificación de Las Batuecas-Hurdes (mitad del siglo XVI hasta finales del XVII)

El conjunto Batuecas-Hurdes ha formado a lo largo de la historia un todo, un sistema, constituyendo una realidad complementaria hasta, al menos, el siglo XIX. Parece ser que el primer texto, de carácter legal, donde se localiza el topónimo se remonta a una escritura de cesión y deslinde de 8 de enero de 1327[1], documento por el cual la antigua villa de Granada[2] (denominada Granadilla desde la toma de su homónima andaluza) donaba las dehesas de Batuecas y Jurde[3], hasta entonces bajo su jurisdicción, al vecino concejo de La Alberca[4]. Los moradores de este territorio, fuertemente aislado del resto de comarcas, fueron casi desconocidos por el resto del país, desarrollando durante siglos un tipo de cultura de la pobreza, endogámica y peculiar, que les hizo aparecer como seres desconcertantes para sus futuros “descubridores”[5].

Las primeras menciones documentales sobre la zona y sus moradores, de contenido más imaginario que real, fueron producidas durante el siglo XVI, coincidiendo en el tiempo con las exploraciones oceánicas que incorporaron a la Corona castellana nuevos territorios y civilizaciones. En efecto, el “descubrimiento” oficial de Batuecas-Hurdes se situó en estricto paralelo con el descubrimiento, conquista y colonización del continente americano. Las Batuecas nacieron como un “Nuevo Mundo” en Castilla, convirtiendo a estos dos territorios dispares, América y Las Batuecas, en objetos homólogos para la actividad de geógrafos, historiadores, escritores y, por su puesto, Cronistas de Indias.

Según la bibliografía consultada, el primer autor que registró los orígenes de la leyenda del “bárbaro batueco” (que en realidad eran los hurdanos) fue el fraile dominico Diego Durán[6], en su obra Historia de las Indias de Nueva España e islas de la tierra firme (1579), también conocido como Códice Durán. Al analizar algunos pasajes de su Historia, donde el dominico aludió a ciertos conceptos de la cosmovisión mexica, nos encontramos que, este defensor de la pureza religiosa, comparó conceptos y objetos del mundo indígena con los occidentales, a fin de que fueran más cercanos para el lector[7]. En este sentido, el padre Durán en el prólogo a la segunda parte de su Historia, al tratar las posibilidades de evangelización de la población de la Nueva España, comparó al “indio” novohispano con los “toscos” habitantes de Las Batuecas[8].

La composición de Fray Diego Durán se anticipó en varias décadas a la comedia de Lope de Vega, Las Batuecas del Duque de Alba, considerada el punto de partida de la “paradoja” y la fabulación socio-céntrica posterior sobre la comarca[9]. Marcelino Menéndez Pelayo dató la escritura de esta comedia de Lope entre 1604 y 1614[10]. Sin embargo, Morley y Bruerton, a juzgar por la métrica de la obra, la situaron entre 1598 y 1600 (en cualquier caso, nunca después de 1604)[11]. No obstante, la obra fue impresa algunos años después de la muerte de su autor, en 1638. Por todo ello, debemos anotar que es poco probable que Lope haya sido el primero que difundió la leyenda, ni incluso pensamos que haya sido el pionero en relacionar el descubrimiento de Las Batuecas y el de América, aunque probablemente su primacía literaria nos ha producido la ilusión de su prioridad[12]. La brillante imaginación de Lope, guiada y refrenada por unos informantes que conocían la comarca, intervino en los detalles y no en los aspectos esenciales de la “historia” que ya circulaba por los principales centros del país: Madrid y Salamanca[13]. En este sentido, y coincidiendo con la opinión de Menéndez Pelayo, debemos señalar que el comediógrafo seguramente no inventó la leyenda, aunque por la celebridad de sus escritos contribuyó principalmente a difundirla: “…puede decirse que la recogió apenas nacida…”[14].

Lope de Vega no visitó la comarca de Las Hurdes, pero oyó hablar de ella como un “país” primitivo, de vida arcádica[15]. Por ello, el “Fénix de los Ingenios” se inspiró para el argumento de la comedia, ambientada en la reinado de los Reyes Católicos, en la historia de una pareja de enamorados que huyeron del Duque de Alba (Don Juan de Arce y Doña Brianda) y se adentraron en un valle desconocido, Las Batuecas, donde se encontraron con una “tierra mágica” poblada por unas gentes “semihumanas” que hablaban con voces godas, y cuyos antepasados veneraban al demonio: “…y en el riñón de Castilla, encierra aquesta montaña / gente, que en fin descendió / de los fugitivos Godos / quando España se perdió…”[16]. Desde el principio de la obra aparecieron Taurina, “salvaje de cabellos desordenados, vestida con pieles”, y Giroto, “salvaje de cabellos largos, vestido con pieles” [17]. Sin duda, el poeta escenificó un paralelismo material y espiritual entre el descubrimiento del Nuevo Mundo y el descubrimiento de Las Batuecas: “…Que ignorancia? / Nosotros habitamos este valle, / cerrado de estos montes espesísimos, / cuyas sierras empinan sus cabeças / a topetar con las estrellas mismas, / sin que jamás ninguno aya sabido / quién fue el primero que nos dio principio. / En esta lengua habramos, estas choças / nos cubren, estos árboles sustentan, / y la caça que matan nuestros arcos…” [18]. Desde esta perspectiva, frente a la América en proceso de colonización, se alzaron estas Batuecas lopescas todavía vírgenes[19].

El relato teatral, cargado de exageraciones, se desarrolló sobre los dos condicionantes que constituyeron la esencia de la leyenda: aislamiento completo del territorio y salvajismo de sus habitantes, los cuales fueron subrayados por Lope en varias ocasiones. Además, Félix Lope de Vega Carpio, a quien Cervantes calificó como el Monstruo de la Naturaleza, introdujo nuevos elementos en la leyenda: la brujería y los demonios. En efecto, Lope fue el primero en introducir la leyenda del demonio en Las Batuecas, así lo advertimos la siguiente acotación: “…sale un Demonio en forma de Satiro, media máscara hacia la boca, con cuernos hasta la cintura un desnudillo de cuero blanco, y de la cintura á los pies de piel, á la hechura de cabrón, como le pintan…”[20]. Al mismo tiempo, en la acción teatral aparecieron misterios, supersticiones, hechicería, magia negra, y un largo etcétera de fenómenos sobrenaturales, “demostrando” así la naturaleza mágica que definió a la comarca durante varios siglos. Así pues, Las Batuecas se convirtieron en un escenario de la lucha entre las fuerzas del bien (cristianismo) y del mal (demonios e infieles), uniendo la comarca a esa esencia de misterio y de enigma que ha tenido desde entonces.

Indiscutiblemente, Lope de Vega escenificó y difundió la denominada ignominiosamente “leyenda negra” hurdana en los escenarios de toda Castilla, poniendo firmes cimientos a la generación de tópicos (alrededor de Las Hurdes y los hurdanos) que otros autores posteriores se encargaron de divulgar. Por todo ello, el gran Lope de Vega se intituló como el codificador y “padre” de la leyenda mitificadora de la zona, así como el primer “historiador” que definió el rocambolesco aspecto de sus habitantes, haciendo de aquellos barrancos “habitación de salvajes y demonios”.

En el periodo en el que se desarrolló esta peculiar acción teatral apenas existen referencias documentales sobre el tema, aunque sin duda alguna los elementos de la tradición que recogió Lope de Vega procedieron de las noticias y leyendas que circulaban por las posesiones ducales en la Alta Extremadura durante su estancia, como gentilhombre de cámara, en el palacio castillo de los Duques de Alba en Alba de Tormes (Salamanca), donde vivió entre 1592 y 1595[21]. Durante el transcurso de esta visita realizó un viaje, en una fecha imprecisa, por las posesiones ducales en la Alta Extremadura, en el que procuró un encuentro con el Valle y con las leyendas (de tintes paradisíacos) que enriquecían su geografía desconocida[22].

Las noticias y detalles suministrados por la Orden de Carmelitas Descalzos, instalados desde finales del quinientos en el “Desierto” de San José del Monte Batuecas, también debieron ser utilizados por el comediógrafo[23]. Sobre los descalzos hemos consultado el Memorial de la Provincia de San Gabriel, de la Orden de los Frayles Menores de la Obseruancia publicado por Fray Juan Bautista Moles[24] en 1592 (anterior o, cuanto menos, coetáneo de Las Batuecas de Lope). El padre Moles señaló que San Francisco, al volver de Compostela, se adentró en el límite de Salamanca y Cáceres, y desde allí apuntó que, desde tiempos antiguos, era frecuente que tanto los frailes como los pastores de la zona avistaran: “…muchas vezes de noche mucha claridad, y resplandores…”[25]. Del mismo modo, en la Crónica de la Reforma de los Descalzos de Nuestra Señora del Carmen (impresa en 1683, casi un siglo más tarde de haberse producido los acontecimientos), fray José de Santa Teresa se hacía eco de los rumores que ubicaban fantasmas y demonios en el valle de Las Batuecas.

Efectivamente, el cronista, historiador y teólogo carmelita Fray José de Santa Teresa refirió cómo el padre provincial de la orden en Castilla la Vieja, Fray Tomás de Jesús, encomendó en 1597 al padre carmelita descalzo Fray Alonso de la Madre de Dios, natural de Las Brozas, la tarea de encontrar un enclave adecuado para la fundación de un convento de desierto en el Valle de Las Batuecas. Fray Alonso, alentado por las noticias que le dieron, accedió a los escarpados montes batuecos y realizó una minuciosa descripción de cómo se llevó a cabo la elección del Valle: “…en los Pueblos mas distantes corría fama, q en tiempos passados avia sido aquel sitio habitacion de salvajes, y gente no conocida en muchos siglos, oída, ni vista de nadie, de lengua, y usos diferentes (…) que veneravan al demonio, que andavan desnudos, que pensavan ser solos en el mûdo, porq nunca avían salido de aquellos claustros…”[26].

Los testimonios escritos nos aseguran que Lope de Vega no tuvo la prioridad absoluta en el conocimiento del mito hurdano, pues, con anterioridad a la edición de la comedia, hubo diversos autores que hicieron alusión al hallazgo de las Jurdes y al tópico de la ascendencia goda de los batuecos. Uno de ellos fue el padre Gabriel Quiroga de San Antonio[27], quien en su libro, Breve y verdadera relación de los successos del Reyno de Camboxa (1604), señaló que las “Majadas[28] de Jurdes” fueron descubiertas por un cazador del duque de Alba[29]. Así pues, Las Hurdes-Batuecas aparecieron como tierra de caza en esta versión impresa de la leyenda[30]. Tras el dominico Gabriel Quiroga fueron varios los autores que trataron de este extraordinario hallazgo, siendo sustituido en sus relatos las “Majadas de Jurde” por Las Batuecas[31].

Un testimonio relevante, sobre todo porque amplió con datos inéditos la escueta referencia de Quiroga, fue el del teólogo Basilio Ponce de León[32], quien en 1611 confirmó la misma idea[33]: antiguos españoles que huyendo de la invasión musulmana se escondieron en el valle de Las Batuecas, donde estuvieron escondidos cerca de ochocientos años, engendrando ininterrumpidamente prole tras prole, hasta que los descubrió el Duque de Alba que practicaba en él la caza: “…eran ya tan bárbaros y tan olvidados estaban de su origen, que casi no les quedaba huella alguna de cristianos…”[34].

Otro autor que mencionó los míticos valles batuecos fue el sacerdote jesuita Juan Eusebio Nieremberg, en su obra Curiosa filosofía (publicada por primera vez en 1629). El erudito Padre Nieremberg recogió la versión mitológica de las Batuecas como “Paraíso Terrenal”, cuyos moradores vivían como “bestias sin religión”: “…en medio de España se nos han encubierto por inmemoriales años unos valles que llamamos aora las Batuecas, sin saber nosotros dellos, ni los que estavan alli de nosotros, criandose en aquel espacio breve como bestias sin religion, sin noticia de mas mundo: pues si en la frequencia del mundo, y sin extraordinaria providencia del cielo se nos ocultò aquella tierra hasta estos dias, que mucho, si el Paraiso se nos escondiese por singular consejo de Dios, y ministerio de los Angeles…”[35].

También, el catedrático de hebreo y griego de la Universidad de Alcalá, Alfonso Sánchez, divulgó el mito del salvajismo en Las Batuecas en su obra magna De Rebus Hispaniae Anacephalaeosis (1634). Este erudito salmantino, a la sazón buen amigo de Lope de Vega, se ocupó de Las Batuecas en el capítulo V del séptimo libro, titulado De Batuecis, donde se aventuró a decir que los “batuecos” hablaban un idioma desconocido[36] compuesto con algunos términos semejantes a los godos[37]. Para este “magister” salmantino, Las Batuecas eran una región misteriosa y escondida, oculta en el confín de Castilla con Extremadura, entre montañas y abismos ajenos a la decantada planicie castellana[38]. Del mismo modo, Alfonso Sánchez criticó lo que consideraba una paradoja: el descubrimiento de nuevos mundos exteriores mientras se ignoraban los propios. La obra de este erudito historiador, tenida por histórica tras su traducción al latín (“La Lengua de las Cosas Verdaderas”), gozó de cierta recepción entre los doctos, refrendando y concediendo carta de naturaleza histórica a la leyenda elaborada por Lope.

Casi medio siglo después de la publicación de la comedia de Lope de Vega, y siguiendo el planteamiento temático de éste, apareció la obra teatral El Nuevo Mundo en Castilla (1671) de Juan de Matos Fragoso, dramaturgo y poeta español de origen portugués. Esta comedia teatral también se situó en la época de los Reyes Católicos, cuya acción se gestó entorno a la peripecia amorosa de dos criados del Duque -don Juan Almendrares y doña Isabel de Avendaño- que huyeron de Alba, ante el deseo manifestado por el Duque de que Isabel se casara con otro personaje de la Casa Ducal[39]. Evidentemente, más que una creación nueva, el fondo argumental de esta comedia fue una refundición del texto de Lope, del que copió, con ligeras variaciones, versos y estrofas enteros. Aunque, probablemente concedió una mayor presencia al personaje del demonio[40]. Así, mediante esta producción dramática de enredo, Matos Fragoso redifundió la leyenda mitificadora de Las Batuecas en la Corte madrileña[41].

  1. La desmitificación de Las Batuecas-Hurdes (finales del XVII y XVIII)

Durante el siglo XVII se tramó en torno a Las Batuecas-Hurdes una fábula literaria que, partiendo de Las Batuecas del Duque de Alba, terminó proyectando sobre la comarca una imagen falseada de la realidad. Por ello, en paralelo a las hipótesis literarias mantenidas por Lope de Vega o Matos Fragoso se originó otro tipo de discurso que negó las fantasías, fabulaciones y falacias sobre este famoso Valle. En este sentido, el bachiller Tomás González de Manuel, presbítero y vecino de la Alberca, en su Verdadera relación y manifiesto apologético, de la antigüedad de Las Batuecas, y su descubrimiento (1693), arremetió indignado contra todos los que habían creado y divulgado la leyenda del salvajismo en Las Batuecas. Igualmente, pretendió deportar las patrañas sobre los batuecos como gente ignorante e ignorada, enjuiciando la historia de Alfonso Sánchez[42].

Del mismo modo, el Padre Feijoo[43] se propuso desterrar las fabulaciones sobre las Batuecas con “Fábula de las Batuecas y países imaginarios” (1730) en el tomo IV (discurso décimo) de su Teatro crítico universal, dando paso a un acercamiento historiográfico del tema[44]. Así pues, Feijoo desmontó la quimérica constitución del mito de las Batuecas y censuró todas las invenciones de la ficción supersticiosa[45] y, además, los errores de conocimiento, abundantemente distribuidos por una literatura de divulgación[46].

Lejos de las fábulas de Feijoo, en la segunda mitad del siglo XVIII se dieron los primeros pasos para deshacer toda una serie de planteamientos geográficos equivocados e incertidumbres sobre la historia y condiciones de vida de la comarca hurdana, por lo que avanzó a marchas forzadas la desmitificación de la región. Con esta pretensión encontramos a Antonio Ponz[47], quien recogió en el tomo séptimo de su Viage de España (1772-1794) las impresiones de sus jornadas por Las Batuecas y Las “Jurdes”. Efectivamente, el “abate Ponz” describió su patrimonio monumental y dio noticias sobre la vida, costumbres, monumentos y recursos de las distintas localidades visitadas, asentando así los límites entre lo mitológico y el marco geográfico e histórico del territorio[48].

A finales de la centuria del setecientos, Eugenio Larruga Boneta[49], en su colosal obra Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España (1795), fue el primero en definir de un modo más objetivo la región y establecer los límites exactos de su territorio, contribuyendo a deshacer el tradicional equívoco que confundía el desierto de las Batuecas con Las Hurdes[50]. En realidad, este ilustrado polifacético aragonés recabó los factores físicos, políticos y fiscales de la población hurdana, y éstos quedaron reflejados en la reseña que hizo de este territorio[51]. Además, E. Larruga denunció las condiciones de vida de los hurdanos (ya no “batuecos”) a través de un discurso progresista y comprometido en la propuesta de reformas, que no volverá a ser retomado hasta finales de la centuria siguiente[52].

Probablemente, E. Larruga fue el primer historiador que estableció una clara distinción entre Las Hurdes y Las Batuecas, cerrando de alguna manera toda una serie de planteamientos geográficos equivocados. No obstante, después de la aportación de E. Larruga tuvieron vigencia multitud de errores estrictamente geográficos sobre el lugar[53]. Así, el geógrafo erudito de Carlos III, Tomás López[54], fue uno de los autores que contribuyó con sus mapas a mantener el confusionismo geográfico sobre el conjunto Batuecas-Hurdes, ya que tanto en su Mapa de la Provincia de Estremadura (1766) como en otro más detallado sobre esta zona, Mapa de la Provincia de Extremadura: que contiene los partidos de Badajoz, Alcántara, Cáceres, Llerena, Mérida, Plasencia, Truxillo y Villanueva de la Serena (1798), López denominó “Tierra de las Batuecas” a un amplio territorio que comprendía la comarca de Las Hurdes, el valle de Las Batuecas, la villa de La Alberca y otras localidades de la actual comarca de Sierra de Francia[55].

En definitiva, el Siglo de las Luces se clausuró con visiones contrapuestas sobre el conjunto Batuecas-Hurdes, y buena prueba de ello fue la reedición de la “Verdadera relacion y manifiesto apologetico de la antiguedad de las Batuecas y su descubrimiento” (1797) de Tomás González de Manuel, cuyo propósito evidente (a priori) no podía ser otro que el de atacar de nuevo las leyendas e inexactitudes que corrían sobre Las Batuecas. No obstante fue sintomático que en esta edición se antepusiera una extensa composición poética (Epístola a Deliso), de mano anónima (F.D.V.), que relanzó de nuevo la imagen mítica de la comarca[56]: “…Allí en pajizas reducidas casas / De tosca firme piedra, sin cultura, / De indocto campesino por la mano / Con regla no aprendida, bien formadas / Verás reliquias sin igual dichosas / De la dorada edad, que la avaricia / Y el guerrero Nembrot abandonaron. / Entre empinados escabrosos montes / Se ocultan las sencillas Alquerías…”[57].

  1. La nueva dimensión del mito de Las Batuecas-Hurdes (siglo XIX)

En la bisagra entre los siglos XVIII y XIX encontramos una nueva dimensión del espacio Batuecas-Hurdes, pues el lugar sirvió de destierro político para toda una serie de aristócratas revolucionarios y sacerdotes liberarles, así como para toda clase de enemigos de los monarcas Carlos IV y Fernando VII[58]. Sin duda, durante el final de la Década Ominosa, o segunda restauración del absolutismo, el tópico de Las Batuecas como lugar de destierro intelectual terminó por alcanzar la prensa madrileña, concretamente la revista satírica El Pobrecito Hablador (agosto de 1832 a marzo de 1833), publicada por Mariano José de Larra[59], con el seudónimo de Pérez de Munguía. Larra, en su Carta a Andrés escrita desde las Batuecas por el Pobrecito Hablador (1823), se burló de la caracterización extranjera de los españoles adoptando el batuequismo como característica nacional, apareciendo comentarios irónicos sobre la situación del “país hurdano”[60]. En efecto, Larra jugó con la estructura del mito y cautivó a la sociedad romántica de comienzos del XIX, caracterizada por una vuelta a lo antiguo, al despojamiento, al gusto por un estilo más “rústico” [61].

Indistintamente, la disciplina geográfica estaba dando los primeros pasos para definir de modo objetivo el lugar. En este sentido, el Diccionario geográfico-estadístico de España y Portugal (1826-1829), dirigido por el ilustrado Sebastián Miñano[62], contribuyó de manera destacada a delimitar el perímetro del territorio hurdano. Además, el trabajo de Miñano constituyó una aportación de gran interés en la historiografía hurdanófila, ya que arremetió con rotundidad contra la literatura sobre el tema, calificando el descubrimiento de la comarca de meras fábulas inventadas[63].

Sin lugar a dudas, el desconocimiento histórico de la comarca, junto al confusionismo geográfico, favoreció la construcción de un “nuevo” relato novelado, de contenido más imaginario que real, sobre un territorio convertido ahora en lugar de destierro y castigo. Este tipo de relato sirvió para abultar el tópico y la leyenda negra que otros autores se encargaron de divulgar. Una leyenda que lejos de ser enterrada alcanzó un amplio eco social en el siglo XIX[64].

Pero no fueron exclusivamente dramaturgos y poetas quienes en pleno siglo XIX se encargaron de reconstruir y popularizar nuevamente el mito de Batuecas-Hurdes[65]. En este sentido, la responsabilidad del geógrafo Pascual Madoz en esta nueva popularización del mito fue decisiva, puesto que este político español publicó con gran éxito su Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar (1845 y 1850) en 15 volúmenes, en cuyos tomos IX y X mencionó la comarca de Las Hurdes[66] con todo lujo de inexactitudes e incluso difamaciones denigrantes para las gentes a las que posiblemente nunca conoció “…está habitado el país por una raza degenerada e indolente…”[67]. Al parecer, este ilustre geógrafo nunca visitó Las Hurdes, y lo que plasmó fueron las líneas de unas cartas que le envió el sacerdote don Vicente Montero, que estuvo por los años 40 del siglo XIX como párroco de la localidad hurdana de Pinofranqueado y sus anejos[68]. Sin duda, “el Madoz” se impuso y abrió el camino para nuevas interpretaciones mitológicas de la comarca, de sus habitantes y de su historia, potenciando de manera decisiva la difusión de la antigua fábula.

La estela de Pascual Madoz fue seguida por grandes científicos “al pie de la letra”. Efectivamente, el periodista, historiador y polígrafo español Juan Pérez de Guzmán y Gallo[69] nombró la comarca de Las Hurdes en su Crónica de la provincia de Cáceres (1870), incluida en la obra histórica titulada Crónica General de España, refiriéndose a ellas como un país casi desconocido en el resto de la nación, poblado por mujeres y hombres “adustos y selváticos”[70]. Esta visión deformada, cuando no fantasmagórica, que ofrecieron de las Hurdes los escritores hasta finales del siglo XIX, se fundó, ordinariamente, en el desconocimiento de su realidad, en el clisé formado por leyendas que sobre ellas corrían y en su asimilación y reproducción mecánica[71].

Al mismo tiempo, poco favor le hizo a la región las fabulaciones de Romualdo Martín Santibáñez[72]sobre la supuesta tradición judía de la comarca en su libelo literario Historia de la Santa Cruz del Casar de Palomero (1870)[73]. Este notario de la villa jurdana de Casar de Palomero integró la fábula de los “judíos hurdanos” en la leyenda del conjunto Batuecas-Hurdes[74]. En un nuevo alarde de fantasía, el ilustre escritor pinense en su opúsculo titulado “Un mundo desconocido en la provincia de Extremadura: Las Hurdes” (1876), publicado en la Revista quincenal La Defensa de la Sociedad, vinculó el asentamiento de las comunidades judías en la comarca de Las Hurdes con los judíos deportados de Jerusalén por el emperador Vespasiano a Mérida, los cuales se refugiaron en la comarca tras el edicto expulsorio de 1492[75].

En efecto, Martín Santibáñez convirtió a los judíos en los primeros pobladores del Desierto hurdano, contaminando la mitología negra hurdana con difusas consideraciones literarias pseudojudías, ignoradas hasta ese momento por la historia y leyenda hurdana[76]. Desde una perspectiva histórica, carece de fundamento pues no disponemos de documentos que avalen, aunque ciertamente muchos de los judíos fueron a Portugal, pero no existen pruebas evidentes de que algunos de ellos se quedaran en Las Hurdes. Por ello, esta visión mitológica de Las Hurdes como refugio aforado de judíos es un dato insostenible a la luz de la metodología histórica, porque probablemente los judíos exiliados de Extremadura se encaminaron hacia Portugal a través de los puntos fronterizos establecidos por los monarcas en la raya española-portuguesa[77]. En el regionalismo romántico de Romualdo Martín no existieron fronteras perceptibles entre historia y literatura. Así, este escribano casareño dejó sentados unos orígenes infundados, y, a partir de él, numerosos escritores repetirán hasta la saciedad los mismos argumentos[78].

Como contrapunto a lo expuesto anteriormente, debemos señalar que Martín Santibáñez llevó a cabo un trabajo netamente hurdanófilo y fue uno de los primeros (si no el primero) en culpar de la pobreza de la comarca a la desidia de la Administración: “…La salud pública está en igual abandono… Donde no hay que comer, ni que vestir, ¿Cómo no han de reinar las más terribles enfermedades? ¡Pobres hurdanos! Vuestra pobreza, vuestra triste posición, vuestro nombre… ¡qué poco eco hacen en ninguna parte, por más que escupáis con vuestra presencia a la cara de la caridad cristiana y de todos los españoles! …”. [79]. En este sentido, este intelectual hurdano expuso la necesidad de articular una política religiosa que, con la ayuda de la instauración de escuelas y caminos, se pusiese al servicio de la regeneración comarcal[80]. Además, en su compendio historiográfico ofreció una visión del territorio hurdano más realista de la que se había dado hasta entonces y, por ello, sus descripciones sirvieron como fuente bibliográfica para otros conocidos hurdanófilos: “…por la exactitud y riqueza de sus datos y la verdad de sus descripciones, que anulan todas las fábulas difundidas hasta ahora sobre Las Hurdes…”[81].

Tampoco faltaron los ejemplos finiseculares de grandes científicos internacionales que siguieron avalando una interpretación mitológica de la comarca y su historia, como el eminente geógrafo francés Élisée Reclus[82]. Este destacado teórico y militante del anarquismo, en su obra Nouvelle Géographie Universelle (1876), se refirió a los pobladores de Las Batuecas como una tribu de “salvajes”[83]. En términos parecidos a Élisée Reclus se expresaron otras autoridades científicas nacionales del momento, entre ellas, el Doctor Pedro González de Velasco[84], fundador y director del Museo Etnográfico de Madrid. Este ilustre adalid de las ciencias médicas presentó una Nota acerca del estado de Las Hurdes (1880) en la Sociedad de Antropología y Etnografía, mediante la cual, el Doctor Velasco continuó propagando las muchas fábulas y calumnias sobre las Hurdes y sus moradores, anotando textualmente: “…entre nosotros, en nuestra propia casa, tenemos también desheredados para quienes a aún no han sonado la hora de la benéfica nueva. Parecerá paradoja decir que entre dos provincias como las de Salamanca y Cáceres existan Las Hurdes, y que sus habitantes representen al desnudo al hombre primitivo. ¡¡Al lado de Salamanca, Las Hurdes!! Sí, señores; allí cerca se hallan Las Hurdes, y sus moradores huyen de los que se les acercan, y los hurdanos viven en zahúrdas que degradan al hombre en cuya frente brilla el sol de la inteligencia (…). Pues nosotros, que tanto lamentamos la barbarie de ciertos remotos países, tenemos ante nosotros una región á cuyas covachas no han llegado ni las artes ni las industria…”. [85].

La prensa de la época también acogió otros relatos que fabulaban con este territorio olvidado. En esta línea encontramos, por ejemplo, el artículo Tribus primitivas (dividido en tres capítulos: 1º Geografía, 2º Etnografía y 3º Aventura de un caballero en la Hurdes), incluido en El Tiempo. Periódico Universal de Política (5 de agosto de 1882). La narración, firmada con las iniciales C.S.A., posiblemente correspondientes al escritor y periodista Carlos Soler Arques. El artículo instituyó un temprano antecedente de la ficción ensayística, puesto que habló de una comarca (Las Hurdes) habitada por verdaderas “tribus primitivas”[86].

El primero de julio de 1890, el cronista de Extremadura, Vicente Barrantes[87], pronunció ante los miembros de la Sociedad Geográfica de Madrid una conferencia titulada Las Jurdes y sus Leyendas (1891) en respuesta a la Nota del Dr. Velasco. El “explorador extremeño”, bibliófilo y diputado a Cortes pretendió con su discurso demoler los errores, convertidos en tópicos, arrastrados durante siglos y recogidos por el Doctor González de Velasco[88]. Barrantes repitió lo que con anterioridad dijeron otros autores y se apoyó, también, en la información que le facilitó Francisco Pizarro y Capilla, maestro de Casar de Palomero e Inspector Provincial de Educación en la zona[89]. En efecto, Barrantes contribuyó a desmitificar los desatinos y las fabulaciones con las que autores precedentes e incluso coetáneos pintaban a los hurdanos como salvajes criaturas, afirmando que el estado de las Hurdes se debía a la opresión históricamente ejercida por el municipio de la Alberca[90]: “…la supresión de los privilegios no fué verosímilmente conocida por los jurdanos, que viven fuera del mundo, y siguieron reinando allí las mismas costumbres tradicionales, y siguió la Alberca siendo señora del territorio ilegalmente…”[91].

El segundo médico que escribió sobre la comarca (después de Dr. Velasco) y, quizás, el primero que franqueó aquellos parajes fue el francés Jean B. Bide​. Este médico, expedicionario y “antropólogo” recabó una valiosa información en los viajes científico-turísticos que realizó a la región, que dio a conocer en dos conferencias leídas ante la misma Sociedad Geográfica a la que se había dirigido Barrantes (Sociedad Geográfica de Madrid), bajo el título “Las Batuecas y Las Jurdes” (1892). El propio Bide anotó que la Nota del Dr. D. Pedro Velasco fue el señuelo que suscitó su interés por la realidad de los hurdanos. Los argumentos que Bide esgrimió, gracias al trabajo de campo realizado “in situ”, fueron diametralmente opuestos a la extensa literatura fabulosa que circulaba sobre los jurdanos. Efectivamente, Bide, que era consciente de que el germen del mito hurdano (salvajismo) se hallaba entre las páginas del diccionario de Madoz, elaboró un discurso legendario para pretender acabar con las “fábulas y patrañas esparcidas sobre las Jurdes y sus pobladores”[92].

Iniciado el siglo XX, en el contexto regeneracionista de mejora de “escuelas y despensas” de Joaquín Costa, un tercer médico, don José González Castro[93], que firmaba sus artículos como Crotóntilo[94], completó la interpretación imagológica del jurdano en su artículo “Las Jurdes” (1901), publicado en la Revista de Extremadura. Este médico rural, que ejerció en pequeñas poblaciones del norte de la provincia de Cáceres (Abadía, Guijo de Santa Bárbara, o Mirabel), perfiló un estudio antropológico del jurdano con caracteres análogos o similares a “razas inferiores” y hasta a animales (sodomía y bestialismo), volviendo al tópico barroco del “bárbaro batueco”[95].

  1. Regeneracionismo y “catolicismo social”, para desvelar el mito de Las Hurdes (primeras décadas del siglo XX): Jarrín y Moro

Durante la primera década del siglo XX surgió en Extremadura, junto al “regeneracionismo” de finales del siglo anterior, una corriente del “catolicismo social” que encontró en Las Hurdes una base elemental para sus argumentos. El principal problema de la comarca era la pobreza, tanto moral como económica[96]. Así, el estado general de Las Hurdes suscitó la creación de una asociación de “jurdanófilos”, cuyos miembros se agruparon el 8 de julio de 1903 alrededor de “La Esperanza de Las Hurdes”, una asociación católica que surgió con el objetivo de aunar esfuerzos para mejorar moral y materialmente a los habitantes de la comarca[97]. El gran impulsor de esta sociedad filantrópica fue el M. I. Canónigo Magistral de la Catedral de Salamanca y luego Obispo de Plasencia, don Francisco Jarrín y Moro[98], quien recorrió Las Hurdes en el otoño de 1902 y de cuya visita surgió la idea de crear una sociedad protectora de la comarca jurdana[99].

Efectivamente, “La Esperanza de Las Hurdes” nació para promover el desarrollo de la zona y luchar por la redención espiritual y material de Las Hurdes. Sus integrantes persiguieron un objetivo común: la “regeneración” del país jurdano[100]. Del acto de constitución de la Sociedad, surgieron 34 socios protectores y 15 numerarios. El 10 de octubre de 1903 se reunió por primera vez la recién creada asociación, presidida por el Obispo de Coria, Monseñor Peris Mencheta, y dirigida por el Sr. Jarrín. El presidente efectivo de aquella primitiva reunión fue Pablo Hernández, párroco del Pinofranqueado, a quien correspondía este cargo por mandato de la propia asociación[101]. Francisco Martín Valencia era el vicepresidente y como vocales actuaron Juan Pérez Martín, que hacía las veces de tesorero, Patricio Segur Pascual, Santiago Pascual, Lucas Marcos y Tomás Gómez. El 24 de octubre de ese mismo año se aprobaron los estatutos de esta asociación benéfica, que se titulaba Sociedad Protectora de los hurdanos[102].

El órgano de expresión de la Sociedad “La Esperanza de Las Hurdes” fue la revista Las Hurdes (1904-1908), de periodicidad mensual, y cuyo primer número apareció el 22 de febrero de 1904[103]. La nueva revista sirvió para sensibilizar a la sociedad sobre la realidad hurdana, dar cuentas de las acciones de esta sociedad benéfica y captar nuevos socios. El fundador de la revista fue el Excmo. Señor don Jacinto de Orellana-Pizarro y Abecia, XI Marqués de la Conquista y Albaida, quien se hizo cargo de los gastos de impresión, dejando para “La Esperanza” las ganancias de las suscripciones. Asimismo, el director de la revista fue don Francisco Jarrín, activamente secundado por su colaborador activo, el joven presbítero Dr. D. José Polo Benito[104] (ordenado presbítero en Salamanca en febrero de 1904)[105], y por una serie de colaboradores que publicaron, durante cerca de cuatro años, interesantes artículos sobre la geografía, la historia y sobre todo las costumbres de Las Hurdes. Dicha publicación se convirtió en un foro de discusión y debate encaminado a plasmar las visiones que cualificados autores tenían sobre el país hurdano. Los artículos solían abordar distintos aspectos de la realidad hurdana, fundamentalmente aquellos de tipo etnológico y antropológico, además de encauzar las críticas hacia la inacción e indolencia institucional y la dejadez administrativa[106].

Entre los numerosos colaboradores que participaron en la revista Las Hurdes se encontraba el poeta José María Gabriel y Galán[107], considerado por la mayoría de autores un hombre de profundas convicciones religiosas y hondas preocupaciones sociales. Sin embargo, algunos críticos, como Arturo Souto o Antonio Merino Vicente[108], con absoluta rotundidad han entendido fuera de toda razón considerar a Galán un escritor social[109]. Sin duda, la vida de Gabriel y Galán cambió radicalmente cuando abandonó su dedicación a la enseñanza, y se trasladó a vivir, tras su boda con Desideria García Gascón en 1898, al pueblo cacereño de Guijo de Granadilla, en donde tomó la dirección y administración de una gran dehesa extremeña denominada “El Tejar”, propiedad del tío de su esposa[110]. En Guijo de Granadilla, el joven poeta debió tener contacto frecuente con los moradores de Las Hurdes y, posiblemente, conoció a través de ellos sus condiciones de vida y la delicada situación de la comarca extremeña. Por ello, en apoyo de esta tierra no dudó en aceptar el cargo de delegado en este municipio de la Sociedad “La Esperanza”, con la finalidad de obtener fondos para salvar el subdesarrollo de Las Hurdes[111].

Mediante carta de 28 de enero de 1904, el Sr. Jarrín solicitó cooperación a Gabriel y Galán para incluirlo como colaborador de la revista Las Hurdes, instándole a preparar una composición para el primer número de la misma. Gabriel y Galán no se negó y envió al canónigo un poema de 84 versos titulado “La Jurdana”. Dicha composición no pudo entrar en el primer número de la revista, pero apareció en el número siguiente, con fecha de 22 de marzo de 1904. Indudablemente, el tríptico poético “La Jurdana” fue el mejor alegato del poeta y su más hermosa petición a favor de los hurdanos, saltando poderosamente a la vista los desgarradores versos de su última estrofa: “…Yo les pido dos limosnas para ellos / a los hijos de mi patria: / ¡Pan de trigo para el hambre de sus cuerpos! / ¡Pan de ideas para el hambre de sus almas![112].

En efecto, aunque fueron muchas las ocasiones en las que Gabriel y Galán se sintió motivado a escribir en extenso sobre Las Hurdes (“El Ama”, “El Embargo”, etc.,), el poema “La Jurdana” fue el más crítico ante el problema social hurdano y en el que mostró más vehemencia al denunciar tan injusta situación. El poema no pasó desapercibido entre las élites intelectuales españolas, desarrollando una campaña de concienciación sobre Las Hurdes y de captación de nuevos socios para “La Esperanza de Las Hurdes” [113]. Así, esta Sociedad benéfica recibió las adhesiones del arzobispo de Burgos, de los obispos de Salamanca, de Zamora y de Badajoz, del duque de Alba, del ministro de Asuntos extranjeros, R. San Pedro, etc., de tal forma que cuando se celebró la primera asamblea general el 1 de agosto de 1904, la sociedad contaba con 181 miembros protectores y 91 miembros ordinarios. En la fecha de esta primera asamblea general, la sociedad tenía un capital de 3.470 pesetas y 90 céntimos[114]. De igual modo, en la asamblea se felicitó, por su activa propaganda, a los delegados don Modesto Batuecas y don Joaquín Gutiérrez, respectivamente médico y cura de Pozuelo, al excelentísimo don Modesto Durán, de Villanueva de la Sierra, a don Leopoldo Periañez, de Torrecilla de los Ángeles, a don Martín Botejara de Villa del Campo y al inolvidable poeta don José María Gabriel y Galán, de Guijo de Granadilla[115].

En septiembre de 1904, ante la anunciada visita del joven soberano Alfonso XIII a Salamanca, don Francisco Jarrín no quiso perder la oportunidad de exponer ante el Rey la situación de Las Hurdes. Para ello, el canónigo organizó y financió a un grupo de hurdanos de Nuñomoral para que actuasen como danzantes ante el monarca. Además, el Sr. Jarrín decidió publicar un número especial de la revista Las Hurdes dedicado al viaje[116]. En esa tirada extraordinaria Gabriel y Galán envió el poema titulado A su M. el Rey, que era un grito de socorro en favor de quienes consideraba los más necesitados, los hurdanos: “…Señor, en las tierras hermanas / de estas tierras castellanas / no viven vida de humanos / nuestros míseros hermanos / de las montañas jurdanas…”[117].

El 1 de octubre al mediodía, los “danzantes” hurdanos lucieron ante el monarca sus habilidades, y cuando Alfonso XIII se dirigió para felicitar al Sr. Jarrín, éste aprovechó el momento para entregarle el número extraordinario de la revista Las Hurdes y pedirle ayuda humanitaria para los habitantes de esta comarca. Además, fue éste el momento en el que Alfonso XIII se comprometió a visitar posteriormente Las Hurdes. Aquella folclórica iniciativa sembró una semilla de concienciación sobre el “país hurdano” que pronto germinó y dio sus frutos gracias a la extraordinaria dedicación del canónigo salmantino y su colaborador, el presbítero don José Polo Benito. Sin duda, ambos personajes encabezaron una serie de intentos para mover la conciencia de organismos y destacadas personalidades ante el problema hurdano.

Además, el joven Rey solicitó todos los números publicados de la revista Las Hurdes y reconoció que su primera noticia sobre la lastimosa situación de la comarca hurdana le llegó gracias a los versos de Gabriel y Galán: “Conozco las Hurdes por una poesía de Galán, que leí no sé cuándo, y que, lo confieso, me impresionó profundamente”. Fue el rey Alfonso XIII quien pronunció estas palabras durante su visita a Salamanca y Gabriel y Galán, quien las registró en una carta a su amigo Mariano, fechada el 30 de octubre de 1904 en Guijo de Granadilla[118].

A partir de este momento, el trabajo de reorganización fue perseguido conjunta y metodológicamente por “La Esperanza”, en la que tuvieron cabida representantes de todos los intereses, o mejor dicho de todas las necesidades que había que satisfacer en la zona[119]. Según su director, el Sr. Jarrín, la verdadera regeneración del territorio hurdano radicaba en “maestros para instruir, pinos que explotar y caminos por donde conducir los productos”[120]. En este sentido, fueron varias las iniciativas adoptadas por esta Sociedad en 1905, como la plantación de pequeños pinares en Pinofranqueado, Caminomorisco y Nuñomoral, así como la edificación de varias escuelas en puntos estratégicos, “cesando con ella la vergüenza nacional que suponía el tener que habilitarse por algunos maestros la sombra de un árbol por aula de enseñanza y su tronco como mesa de escritorio” [121]. En el mismo año también se pusieron en marcha los estudios de campo para la construcción de caminos y puentes que vendrían a mejorar la precaria red de comunicaciones de Las Hurdes. Indistintamente, la voz de la revista Las Hurdes se escuchaba con respeto y entusiasmo y nuevos componentes engrosaron las filas de este “ejercito humanitario”: el conde de Retamoso, don Avelino Ortega, don Escobar Prieto, don Bernaldo de Quirós, don Eloy Bullón y la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País[122].

En un momento clave para la comarca jurdana, don Francisco Jarrín (en ese momento Chantre de la Santa Iglesia Catedral de Salamanca) fue designado el 26 de noviembre de 1906 para la Iglesia y Obispado de Plasencia, vacante por defunción de D. Pedro Casas Souto[123]. Poco tiempo después, el 6 de diciembre del mismo año, el Sr. Jarrín fue promovido a la silla episcopal de Plasencia[124] por Bula de San Pio X[125]. Una vez propuesto para Obispo de la diócesis placentina, fue consagrado el primero de mayo de 1907 e “hizo su entrada” el 15 del mismo mes[126]. Cuando el Ilmo. Sr. D. Francisco Jarrín y Moro tomó posesión de la mitra placentina trajo consigo a su fiel colaborador don José Polo Benito, por entonces nombrado Secretario-canciller del Obispado de Salamanca (1907), canónigo de Salamanca y Examinador sinodal (1908)[127]. Desde entonces, los dos salmantinos formaron un tándem de gran rentabilidad social, en el que el obispo Jarrín aportaba serenidad y mesura propias de su edad madura, y su secretario de cámara y gobierno, Polo Benito, la vehemencia combativa propia de su juventud[128].

Don Francisco Jarrín, durante el desempeño de su ministerio episcopal (1907-1912), desarrolló una intensa actividad pastoral, en la que destacó su interés de promoción, defensa y regeneración de la comarca hurdana, ganándose el sobrenombre de “celosísimo protector de Las Jurdes”[129]. El ilustre prelado placentino no cesó en su labor ingente en favor de la comarca jurdana, realizando toda clase de obras sociales y culturales en favor de los hurdanos[130]. Esta “regeneración” alcanzó una notable expresión en el Congreso Nacional de Hurdanófilos celebrado en Plasencia durante los días 14 y 15 de junio de 1908[131]. El Congreso fue coorganizado por Francisco Jarrín, y su secretario de cámara, José Polo Benito, y contó con el apoyo y la presencia de destacados políticos de la época, como Segismundo Moret[132], que ya por entonces había desempeñado la dirección de varios ministerios y hasta la misma presidencia del Gobierno. Por todo ello, el evento tuvo una gran repercusión en toda España, concluyendo con la adopción de grandes acuerdos novedosos y progresistas para la comarca hurdana[133]. Tras la celebración del simposio, el “problema mediático de Las Jurdes” trascendió su antiguo ámbito “reducido y provincial” y adquirió “una dimensión nacional”[134]. Sin duda, el Congreso fue el detonante que llamó la atención para el interés que posteriormente despertaron Las Hurdes con la visita de Alfonso XIII.

Asimismo, debemos destacar que el Sr. Jarrín fue un obispo eminentemente social, como lo ponen de relieve algunas de sus preocupaciones y de sus obras[135]. Efectivamente, el advenimiento de Francisco Jarrín, “el obispo social de Plasencia”, supuso una renovación de la conciencia obrera y favoreció la aparición de los primeros brotes de Acción Social Católica en la Diócesis de Plasencia. Su labor, junto a la de su secretario de cámara, don José Polo Benito, fructificó en numerosas asociaciones obreras de signo católico (sindicatos, cajas rurales, pósitos, círculos y centros sociales obreros, etc.), repartidas por parroquias salamantinas, cacereñas y pacenses. Efectivamente, la erección de círculos y sindicatos católicos se convirtió en una de las principales metas que se marcó Monseñor Jarrín a su llegada a la diócesis placentina[136].

La inesperada muerte de Francisco Jarrín, mientras realizaba la visita pastoral a la parroquia de Ibahernando (Cáceres) la noche del 3 de noviembre de 1912[137], supuso una gran pérdida para la Diócesis de Plasencia, especialmente para la comarca hurdana, ya que su figura había marcado un antes y un después en la “calumniada” región. Pero algo había cambiado para siempre: la cuestión de Las Hurdes había sido planteada de una manera tan impactante que ya no podría ser olvidada por la opinión pública ni por los que tenían responsabilidades de gobierno[138]. Sin duda, el prelado placentino había sembrado una semilla de esperanza en el pueblo hurdano, cuyo fruto más importante aún tardaría diez años en llegar.

Desgraciadamente el Obispo Jarrín no pudo ser testigo de la visita real que realizó S.M. el Rey Alfonso XIII a la comarca, del 20 al 24 junio de 1922, un acontecimiento fundamental para el futuro de las tierras hurdanas. Así, el monarca cumplió su promesa regia efectuada en 1904 al Sr. Jarrín durante la representación de “danzantes” hurdanos en Salamanca. Como no podía ser de otra manera, el promotor de este viaje real fue don José Polo Benito, quien al parecer se ganó el sobrenombre de “Padre de las Hurdes”. Además de Alfonso XIII, el grupo de expedicionarios incluía al Duque de Miranda, jefe de la Casa Real; Vicente Piniés, ministro de Gobernación; los médicos Gregorio Marañón[139] y Ricardo Varela; el periodista José García Mora, cronista de la marcha; el fotógrafo Campúa, quien la ilustraría; el ingeniero de montes Santiago Pérez Argemí, gran conocedor de las Hurdes; y el ayuda de cámara del soberano, el teniente coronel Obregón.

En definitiva, el viaje de Alfonso XIII supuso para Las Hurdes un verdadero impulso en el bienestar material, social y moral en todos sus ámbitos, comenzando a difuminarse definitivamente la leyenda negra que acompañó a la comarca durante siglos. Por ello, la figura de Francisco Jarrín construyó el cimiento al edificio regenerador hurdano y su legado permitió la redención aclamada por el poeta José María Gabriel y Galán. Asimismo, el patronazgo del prelado placentino, activamente secundado por su secretario Polo Benito, fue recogido con el mismo patrocinio y dirección por el Real Patronato de Las Hurdes (1922-1931), una institución de Beneficencia que asumió las actividades de “La Esperanza de las Hurdes”. Las acciones del Patronato se encargaron de encauzar el urgente desarrollo de la región y la acción sanitaria, comenzando así una nueva etapa de regeneración de la sociedad hurdana en todos sus aspectos y que progresivamente dejó una huella todavía visible hoy en esta extraordinaria comarca cacereña[140].

 

[1] “…La donación de Las Hurdes y Las Batuecas por el Concejo de Granadilla al Concejo de La Alberca, fechada en 8 de enero de la Era de 1327 (año 1291) está inserta en el mismo registro, folios 34 y 36…”. Berrogain, Gabrielle. “Ordenanzas de La Alberca y sus términos Las Hurdes y Las Batuecas”. Anuario de historia del derecho español. Número 7. Ministerio de Justicia. Madrid, 1930. Página 382.

[2] Colunga, Alberto. Santuario de la Peña de Francia. Tercera Edición. Editorial San Esteban. Salamanca, 1990. Página 18.

[3] Matías Marcos, Juan David. “De las Ordenanzas (1515) de la alberca a la Tierra sin pan (1933) de Buñuel: breve historia cultural de la dominación de Las Hurdes”. Tuércele el cuello al cisne: las expresiones de la violencia en la literatura hispánica contemporánea (Siglos XX y XXI). Editorial Renacimiento. Sevilla, 2016. Páginas 165 y 166.

[4] “…Sepan cuantos esta carta vieron como nos. El concejo de Granada, por hacer bien y merced a vos, el concejo del Alberca, damos vos y otorgamos vos por Dehesas estos castañales y estos lugares que aquí estan dichos, y los mojones son estos: Primeramente, como va la carretera del Alberca para Cepeda, y da en en los mojones, entre nos y Miranda, e como partamos por los mojones con Miranda, y va a dar a Francia, y Francia arriba como va hasta el Arroyo de la Alberca y el Arroyo arriba hasta la Aldea (…) comienza en Portielventoso e va todo carrera fasta la Vega de Coria e dende la Azeituna arriba como partimos Ciudad Rodrigo, e donde vierten aguas a la foz de Aceituna, de Riomalo por cima de las cumbres como da en cima de Batuecas (…) Juan Domínguez, notario del Rey en Ronda que ponga su signo; que fue fecha a ocho días de enero de mil trescientos y veinte y siete años …”. Blanco Carrasco, José Pablo. Las Hurdes. Aislamiento, pobreza y redención social (siglos XVI al XX). Universidad de Extremadura. Servicio de Publicaciones. Cáceres, 2008. Páginas 49 y 50.

[5] Pecellín Lancharro, Manuel. “María de las Hurdes, de Luis Antonio de Vega, difusión de la “leyenda negra” hurdana”. Revista de Estudios Extremeños. Tomo XLIX. Número 1. Excelentísima Diputación Provincial de Badajoz. Badajoz, 1993. Página 193.

[6] “…Durán, Diego. Sevilla, Corona de Castilla, ca. 1537 – Nueva España, ca. 1588. Según Emiliano Jos, Durán viajó a Nueva España a los 7-8 años de edad y se instaló en Texcoco (Tezcoco). Dávila Padilla (cap. Final de su Historia de la fundación…): “F: D[iego] D[urán] hijo de México, escribió dos libros, uno de historia y otro de antiguallas de los indios mexicanos, la cosa más curiosa que en esta materia se ha visto. Vivió muy enfermo y no le lucieron sus trabajos, aunque parte de ellos están ya impresos en la Philosofía natural y moral, del padre Joseph Acosta (…)”. Durán profesó a los diecinueve años el día 8 de marzo de 1556 en el convento de Santo Domingo ubicado en Texcoco. Fue nombrado presbítero en 1559. A los veintidós años Durán fue nombrado diácono y, en 1561, fue destinado al convento de Oaxaca. Durán fue sacerdote en varios pueblos de indios por la zona sur de la Nueva España, aprovechó tiempo para obtener datos de los indios y de los religiosos sobre el pasado prehispánico y para redactar su Historia. En torno a 1565 se encontraba en la ciudad de México. En 1581 era vicario de Hueyapan (…), en 1587 se encontraba grave en el convento de Santo Domingo según las actas de la Orden. Dávila Padilla señala 1588 como el año de su muerte y el cronista Franco anota el año 1587…”. Denisova, Natalia K. Filosofía de la historia de América: los cronistas de indias en el pensamiento español. Fundación Academia Europea e Iberoamericana de Yuste. Tecnigraf. Badajoz, 2019. Páginas 259 y 260.

[7] Máynez Vidal, Pilar. “Fray Diego Durán y los trabajos de traducción de un nuevo mundo”. Caravelle. Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien. Número 66. Toulouse, 1996. Página 101.

[8] “…si consideramos que en españa ay otra gente tan rruda y basta como ellos, o poco menos, como es la gente que muchas partes de castilla ay, conviene assaver hacia sayago: las batuecas, y en otros muchos rrincones de provincias: donde son los hombres de juicios estranamente toscos y groseros y sobre todo faltos de doctrina mucho mas que estos naturales: pues a estos cada domingo y fiesta se les enseña la doctrina, y se les pedrica la ley evangelica y a Aquellos acontece no oyr un solo sermon la vida en muchas partes…”. Durán, Diego. Historia de las Indias de Nueva España e islas de la tierra firme. [Manuscrito]. México, 1579. Folio 226r.

[9] Catani, Maurizio y Fernández Gómez, Luciano. Las Hurdes o la fábula de Las Batuecas. Informe final para la Excma. Diputación Provincial de Cáceres. Cáceres, 1987. Página 67.

[10] “…LXXVI. LAS BATUECAS DEL DUQUE DE ALBA. No figura en la primera lista de El Peregrino, y sí en la segunda, lo cual indica que fué escrita entre los años 1604 y 1614; pero la tradición a que se refiere debió de recogerla Lope en Alba de Tormes, donde hizo tan larga residencia en los últimos años del siglo XVI, visitando entonces, según sospechamos por fuertes indicios, una parte de la Extremadura Alta, donde encontró los argumentos de La Serrana de la Vera, de Los Chaves de Villalba y de otras varias comedias. La de Las Batuecas apareció en la Parte 23 (póstuma), impresa en 1638…”. Menéndez y Pelayo, Marcelino. Estudios sobre el teatro de Lope de Vega. Crónicas y leyendas dramáticas de España. Tomo 3. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid, 1949. Páginas 352 y 353.

[11] “…La comedia de Lope es anterior a 1600. Morley y Bruerton la sitúan entre 1598 y 1600…”. Rozas, Juan Manuel. «Las Batuecas del Duque de Alba» de Lope de Vega. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Alicante, 2002. Página 3.

[12] Maurice Legendre. Las Hurdes. Estudio de geografía humana. Enrique Barcia Mendo (Traducción), Paloma Sánchez Miguelez y José Pablo Blanco Carrasco (Edición y estudio), Luciano Fernández Gómez (Coda). Editora Regional de Extremadura. Mérida, 2006. Página 98.

[13] Blanco Carrasco, José Pablo. Opus Cit. Páginas 81 y 82.

[14] Menéndez y Pelayo, Marcelino. Opus Cit. Página 354.

[15] Herrera, Javier. Estudio sobre Las Hurdes de Buñuel (Evidencia fílmica, estética y recepción). Editorial Renacimiento. Sevilla, 2006. Página 164.

[16] De Faria y Sousa, Manuel. Parte veinte y tres de las comedias de Lope Felix de Vega Caripo del abito de San Pedro. María de Quiñones. Madrid, 1638. Página 35.

[17] Encontramos un cierto paralelismo en Las Carantoñas de Acehúche (fiesta declarada de Interés Turístico Nacional que se celebra los días 20 y 21 de enero en la localidad cacereña de Acehúche). Las Carantoñas son hombres que se visten con pieles de animales curtidas y una máscara. Representan las bestias que adoraban a San Sebastián cuando murió asaeteado. Invenciones inverosímiles, seres humanos convertidos, cíclicamente, en bestias imaginarias.

[18] De Faria y Sousa, Manuel. Parte veinte y tres de las comedias de Lope Felix de Vega Caripo del abito de San Pedro. María de Quiñones. Madrid, 1638. Página 25.

[19] Rodríguez de la Flor Adánez, Fernando. “Hurdes/Batuecas: una utopía regresiva”. Alcántara: revista del Seminario de Estudios Cacereños. Número 31-32. Diputación Provincial de Cáceres. Cáceres, 1994. Página 66.

[20] De Faria y Sousa, Manuel. Opus Cit. Página 37.

[21] Pedraza Jiménez, Felipe B. Lope de Vega: Pasiones, obra y fortuna del «monstruo de naturaleza». Edaf. Madrid, 2009. Página 36.

[22] Rodríguez de la Flor Adánez, Fernando. De Las Batuecas a Las Hurdes. Fragmentos para una historia mítica de Extremadura. Editora Regional de Extremadura. Badajoz, 1999. Página 40.

[23] Ibídem. Página 35.

[24] Moles, Juan Bautista. ¿Nápoles (Italia)?, 1542 – Plasencia (Cáceres), XII.1605. Fraile franciscano (OFM), escritor.

[25] Moles, fray Juan Baptista. Memorial de la Provincia de San Gabriel, de la Orden de los frayles Menores de Obseruancia. Pedro Madrigal. Madrid, 1592. Reproducción facsimilar por Publicaciones de Archivo Ibero-Americano, colección Crónicas Franciscanas de España. Editorial Cisneros. Madrid, 1984. Página 91.

[26] Santa Teresa, Giovanni Giuseppe di. Reforma de los Descalzos de Nuestra Señora del Carmen de la primitiva observancia hecha por Santa Teresa de Jesús en la antiquissima Religión fundada por el gran profeta Elías. Tomo Tercero. Libro X. Capítulo XIII. Julián de Paredes. Madrid, 1683. Página 6v.

[27] Fray Gabriel de San Antonio, llamado Gabriel Quiroga de San Antonio en la edición francesa de su obra, (¿Ocaña, c. 1565? – 1608) fue un fraile dominico, historiador de los españoles en Oriente y uno de los primeros en contemplar la antigua ciudad jemer de Angkor.

[28] Majada: lugar donde se recoge de noche el ganado y se albergan los pastores.

[29] “…descubrieróla los Camboxas andando a caça de badas; como se descubrieró en Castilla, en tiempo del Emperador Carlos V las Majadas de Jurde, junto ala peña de Francia (que agora son del Duque de Alva, a quien el Emperador hizo, merced dellas por averlas descubierto un caçador suyo) …”. De San Antonio, Fray Gabriel. Breve y verdadera relación de los successos del Reyno de Camboxa. Al Rey Don Philipe nuestro Señor. Pedro Lasso. Valladolid, 1604.

[30] Catani, Maurizio y Fernández Gómez, Luciano. Opus Cit. Página 68.

[31] Zulaika Hernández, Josu M. “Bascuence en Las Batuecas, un delirio de James Howel”. Sancho el sabio: Revista de cultura e investigación vasca. Número 35. Fundación Sancho el Sabio Fundazioa. Vitoria-Gasteiz, 2012. Página 56.

[32] Ponce de León y Varela, Basilio. Granada, 1570 – Salamanca, 28. VIII.1629. Religioso agustino (OSA), teólogo, catedrático de Prima y canciller de la Universidad de Salamanca, escritor.

[33] “…in media ferme Hispania, nec nimis protenso regno, cum Maurorum lues illa invasit, viginti non amplius milliaribus nostris à Salmantica, nonnullos ex antiquis Hispanis se abdidisse intra locorum planitiem natura munitam rupibus, ac fere inaccessam, quam appellamus Batuecas, & octigentis fermè annis latuisse, illosque nobis nec de fama notos, nos illis ignotos prorsus. Donec Albano Duce illac venatum exercente, ceruumque per eas rupes insequente, ad eam planitiem multis hominibus refertam, antiquum Hispanorum habitum conservantibus, ita iam Barbaris, ut nullum ferè Christianorum vestigium apud illos remanserit, aditus patuerit…”. Ponce de León, Basilio. Basilii Poncii Legionensis Augustiniani…Variarum disputationum ex utraq; theologia scholastica, & expositiva. Pars prima. Salmanticae: apud Antonian Ramirez del Arroyo, viduam. Salamanca, 1611. Página 466.

[34] Solórzano Pereira, Juan de. De Indiarum iure. Liber I. De Inquisitione Indiarum (1629). Ed. y trad. C. Baciero; Ana María Barrero García; Jesús María García Añoveros y José María Soto Rábanos. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid, 2001. Página 331.

[35] Nieremberg, Juan Eusebio. Curiosa filosofia y tesoro de maravillas de la naturaleza examinadas en varias questiones naturales. Libro Primero. Capítulo XXXV. Imprenta del Reno. Madrid, 1634. Página 30.

[36] Zulaika Hernández, Josu M. Opus Cit. Página 57.

[37] “…Repertum ibi genus hominum nulli mortalium aut cognitum, aut auditum. Linguae nostris nulla notitia (…). Nihil à barbara lingua perceptum, praeter quasdam voces Gotticis temporibus símiles…”. Sánchez, Alfonso. Magistri Alfonsi Sanctii de rebus Hispaniae Anacephalaeosis. Libri Septem. Antonio Duplastre. Compluti, 1634. Página 369.

[38] Domínguez Berrueta, Juan. “Las Jurdes”. Anthropos. Bd.2. H.3. Salzburgo (Austria), 1907. Página 492.

[39] Rodríguez de la Flor Adánez, Fernando. De Las Batuecas a Las Hurdes…Opus Cit. Página 50.

[40] Matías Marcos, Juan David. “Genlis y Hartzenbusch reescriben a Lope o Les Battuécas frente a Las Batuecas (del duque de Alba)”. Revista Cuadernos de Aleph. Número 7. Asociación Aleph. Valencia, 2015. Página 154.

[41] “…Dem. Ya no me pidas, Gerarda / que a tus preguntas acuda / con el gusto, que solia / sin replicarte a ninguna / ni me pida que enternezca / la voluntad, que mas dura / se resiste a quien la adora / y que mi fuego la infunda; / porqué me voy desta tierra / en cuya verde espesura / estuve seiscientos años / con tan próspera fortuna / desde el tiempo que Rodrigo / por una loca hermosura / rindió la mísera España / a la Africana coyunda…”. Matos Fragoso, Juan de. “El Nuevo Mundo en Castilla”. Comedias Nuevas escritas por los mejores ingenios de España. Parte XXXVII. Melchor Cano. Madrid, 1671. Páginas 135 y 136.

[42] “…de rebus Hispania, lib. y. cap. de Batuecis ,fol. 368. que dice lo siguiente : un hombre y una muger de la familia del señor Duque de Alba se habían enamorado, y que por huir de la ira del Duque, no teñiéndose por seguros en España, se habían ido a unas montañas distantes de Salamanca como doce leguas, que por su aspereza no habían sido penetradas de ninguno de sus vecinos, que de ellos; y que subiendo estos tales por aquellos montes, pareciéndoles que habían llegado al cielo, habían descubierto un valle, y en él unos hombres sin culto, ni ornato del cuerpo, y de lenguage no conocido, si es algunos términos semejante d lo de los tiempos de los Godos idólatras, como los indios, aunque habían hallado algunas cruces algo perdida la forma de ellas: y que dando noticia por la tierra de lo que fiabian descubierto, se juntaron algunas gentes, y de la familia dei señor Duque de Alba, con armas , habían penetrado y atravesado por los montes ó sierras , y habían despoblado el tal valle. Estas y otras cosas semejantes dice este autor, que mas parecen ficciones poéticas que otra cosa. Y de esta novedad tan sin fundamento sacó el otro la comedia: y en su opinión será así; pues aunque dice, que Gil González, Cronista del Rey, tiene esto por fabuloso, se atienen mas á lo que otros le han dicho, entre los quales solo trae á Lope de Vega en primer lugar de la poesía…”. González de Manuel, Tomás. Verdadera relación y manifiesto apologético, de la antigüedad de las Batuecas y su descubrimiento. Antonio de Zafra. Madrid, 1693. Páginas 38 y 39.

[43] Fray Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro; Casdemiro, 1676 – Oviedo, 1764. Erudito español. Fue uno de los espíritus más universales de su tiempo, exponente del racionalismo ilustrado.

[44] Rueda, Ana. “La fabulación de las Batuecas en el debate franco-español sobre la España no ilustrada”. eHumanista: Journal of Iberian Studies. Volumen 27. Universidad de California. Estados Unidos, 2014. Página 194.

[45] Rodríguez de la Flor Adánez, Fernando. De Las Batuecas a Las Hurdes…Opus Cit. Página 107.

[46] “…a vista de tantas tan patentes pruebas de ser falso lo que se dice de los habitadores de las Batuecas, ¿quién no admirará, que esta fábula se haya apoderado de toda España? ¿Qué digo yo España? También a las demás Naciones se ha extendido; y apenas hay Geógrafo Extranjero de los modernos, que no dé el hecho por firme (…) ¿Qué cosa tan absurda, como colocar muchos Pueblos en un Valle tan estrecho, que según las noticias seguras que hoy tenemos, apenas da espacio para una muy pequeña población? Sin embargo, con toda aquella amplitud le imaginan todos los que en España están preocupados de la fábula común, atribuyéndole la circunferencia de ocho ó diez leguas, y constituyéndole una pequeña Provincia, compuesta de varios Pueblos que habitaba aquella bárbara y solitaria gente. ¡Oh qué desengaño para tantos crédulos contumaces que están siempre obstinados a favor de tradiciones populares y opiniones comunes!…”. Feijoo y Montenegro. Fr. Benito Jerónimo. “Fábula de las Batuecas y países imaginarios”. Teatro crítico universal o Discursos varios en todo género de materias, para desengaño de errores comunes. Tomo cuarto. Discurso 10. Imprenta de Blas Román. Madrid, 1778. Páginas 270 y 271.

[47] Antonio Ponz Piquer (Bejís, Castellón, 28 de junio de 1725 – Madrid, 4 de diciembre de 1792), conocido en su época como “el abate Ponz”, fue un historiador ilustrado, pintor y viajero español.

[48] “…en pueblos algo mas distantes eran mayores las patrañas, creyendo, que los moradores de Batuecas eran salvages, sin conocimiento de mas mundo que aquel, y que veneraban al demonio. Despachaban por cosa indubitable, que cierta Señora dependiente de la casa de Alba, y un caballero á quien su amor le habla rendido, habiéndose puesto en huida, encontraron este nuevo mundo, y desconocida gente, cuyo lenguage no entendieron, fuera de algunas voces góticas. Todo fueron ficciones creidas en Salamanca, Madrid, y otras partes, y aun se compusieron novelas, y comedias sobre ellas…”. Ponz Piquer, Antonio. Viage de España, en que se da noticia de las cosas mas apreciables, y dignas de saberse que hay en ella. Tomo VII. Joachin Ibarra. Madrid, 1778. Página 184.

[49] Larruga y Boneta, Eugenio (Zaragoza, 15 de noviembre de 1747 – Madrid, 15 de febrero de 1803). Erudito, historiador y bibliógrafo.

[50] “…los mas de estos pueblos gozan de una hermosa y frondosa campiña, y de aguas abundantes y cristalinas. Su terreno es ménos ó mas feraz, según la mayor ó menor inmediación á la sierra, excepto algunos pedazos que hay en ésta poblados de matorrales: tambien hay pastos para ganado cabrio, vacuno y colmenas. Las poblaciones situadas en la llanura tienen mucha tierra de labor de buena calidad, y dehesas para ganado estante y trashumante…”. Larruga Boneta, Eugenio. Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España. Tomo XXXV. Antonio Espinosa. Madrid, 1795. Página 241.

[51] “…no sé puede culpar á aquellos habitantes de desidiosos, aunque todas las circunstancias fisicas y políticas son tan contrarias á su industria: los pocos y miserables frutos que recogen, son efectos de un trabajo increible, pues á veces para plantar un arbolito, tienen que desquajar un pedregal, reducir á polvo las piedras, y echar este polvo en los hoyos para que haga oficio de tierra…”. Ibídem. Página 240.

[52] Sánchez Granjel, Mercedes. Las Hurdes, el país de la leyenda: entre el discurso ilustrado y el viaje de Alfonso XIII. Milenio. Lérida, 2003. Páginas 30 y 31.

[53] Rodríguez de la Flor Adánez, Fernando. De Las Batuecas a Las Hurdes…Opus Cit. Página 124.

[54] Tomás López de Vargas Machuca (Madrid, 1730-ibidem, 1802) fue un geógrafo y cartógrafo español del período ilustrado.

[55] Sánchez Granjel, Mercedes. Opus Cit. Página 31.

[56] Rodríguez de la Flor Adánez, Fernando. De Las Batuecas a Las Hurdes…Opus Cit. Página 126.

[57] González de Manuel, Tomás. Verdadera relacion y manifiesto apologetico de la antiguedad de las Batuecas y su descubrimiento. Segunda Edición. Francisco de Toxar. Salamanca, 1797. Página 8.

[58] “…La lista de desterrados ilustres en Batuecas se abre con el Conde de Macuriges, que estuvo recluido en el Santo Desierto cuatro años en la década de los noventa del siglo XVIII; el canónigo de León y arcediano de Valderas que muere en el Santo Desierto, 1829, tras seis años de reclusión; Luis Pereira de la Guardia, también estuvo allí desterrado; Blas Gregorio de Ostolaza y Ríos, y éste es, quizá, el más conocido de los confinados en Batuecas, Capellán real y deán de la Catedral de Murcia, estuvo en Batuecas por orden de Fernando VII, desde marzo de 1818 a febrero de 1819 y de julio de 1825 a mayo de 1826. Finalmente, también Miguel Cuadrado, capellán de Ciudad Rodrigo, fue recluido en Batuecas, por Real Orden de 1833…”. Rodríguez de la Flor Adánez, Fernando. De Las Batuecas a Las Hurdes…Opus Cit. Páginas 135 y 136.

[59] Mariano José de Larra y Sánchez de Castro (Madrid, 24 de marzo de 1809-Madrid, 13 de febrero de 1837) fue un escritor, periodista y político español y uno de los más importantes exponentes del Romanticismo español. Es considerado, junto con Espronceda, Bécquer y Rosalía de Castro, la más alta cota del Romanticismo literario español.

[60] Rueda, Ana. “La fabulación de las Batuecas en el debate franco-español sobre la España no ilustrada”. eHumanista: Journal of Iberian Studies. Volumen 27. Universidad de California. Estados Unidos, 2014. Página 190.

[61] “…Andrés mío: Yo pobrecito de mí, yo Bachiller, yo batueco, y natural por consiguiente de este inculto país, cuya rusticidad pasa por proverbio de boca en boca, de región en región, yo hablador, y careciendo de toda persona dotada de chispa de razón con quien poder dilucidar y ventilar las cuestiones que a mi embotado entendimiento se le ofrecen y le embarazan, y tú cortesano y discreto! ¡Qué de motivos, querido Andrés, para escribirte! Ahí van, pues, esas mis incultas ideas, tales cuales son, mal o bien compaginadas, y derramándose a borbotones, como agua de cántaro mal tapado. Esa breve dudilla se me ofrece por hoy, y nada más. «¿No se lee en este país porque no se escribe, o no se escribe porque no se lee?» …”. Pérez de Munguía, Juan (seud. de Mariano José de Larra). “Carta a Andrés escrita desde las Batuecas por El Pobrecito Hablador (Articulo enteramente nuestro)”. El Pobrecito Hablador. Revista Satírica de Costumbres. N.º 3 – septiembre de 1832. Imprenta de Repullés. Madrid, 1832. Páginas 3 y 4.

[62] Sebastián de Miñano y Bedoya (Becerril de Campos, provincia de Palencia, 20 de enero de 1779-Bayona, 6 de febrero de 1845) fue un escritor, periodista, geógrafo, historiador y político afrancesado español.

[63] “…todo cuanto se ha referido en varios libretes, y aun en algunos diccionarios geográficos, acerca del descubrimiento de las Batuecas, son meras fábulas inventadas para la diversión de niños y de gente ociosa…”. Miñano y Bedoya, Sebastián. Diccionario geográfico-estadístico de España y Portugal. Tomo II. Imprenta de Pierart-Peralta. Madrid, 1826. Página 21.

[64] Sánchez Granjel, Mercedes. Opus Cit. Página 9.

[65] Rodríguez de la Flor Adánez, Fernando. De Las Batuecas a Las Hurdes…Opus Cit. Página 153.

[66] Iglesias, Anselmo. Las Hurdes, paraíso olvidado: Historia veraz de los pueblos hurdanos. Gráficas Sandoval. Cáceres, 1996. Página 48.

[67] “…habitado el pais por una raza degenerada é indolente, ni aun se conocen los oficios mas necesarios a la vida, su ocupación se reduce á pedir limosna por las provincias inmediatas, lo mismo los hombres que las mugeres y niños; algunos venden el fruto de sus huertos en el part. de Ciudad-Rodrigo, y muchas mugeres se dedican á criar niños espósitos de las cunas de esta c. y la de Plasencia, en lo que cifran su principal fortuna, y es tanto su anhelo por recibir el precio de las lactancias, que hay muger que mantiene 4 ó 5 criaturas ayudada de una cabra, alimentadas todas con la miseria consiguiente en medio de la desnudez, y arrojadas sobre las camas de helécho, sin cariño y sin cuidado maternal; de suerte, que mas son espectros vivos, que perecen luego de hambre y de frío, llegando muy pocos á una juventud siempre débil y enfermiza (…) Sus alimentos son tan escasos como nocivos: en general su alimento ordinario es la patata cocida y compuesta con sebo de cabra, la cual comen sin mas preparativo; después alguna judia, pero siempre con esta grasa, y por último, hojas frutales cocidas, raices y tronchos de yerbas silvestres, castañas, bellotas y alguna berza: apenas se conoce el pan, y el que usan es de centeno ó de los mendrugos que recogen pordioseando; solo cuando están próximos á la muerte se les da pan de trigo.… ”. Madoz e Ibáñez, Pascual. Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Tomo IX. La Ilustración. Est. Tipográfico-Literario Universal. Madrid, 1847. Página 362.

[68] Barroso Gutiérrez, Félix. “Indumentaria tradicional en Las Hurdes”. Revista de Folklore. Número 269. Obra Social y Cultural de Caja España. Valladolid, 2003. Página 169.

[69] Pérez de Guzmán y Gallo, Juan. Ronda (Málaga), 25.II.1841 – Madrid, 23.IV.1928. Periodista, historiador y escritor.

[70] “…En el partido judicial de Granadilla hay una comarca conocida con el nombre genérico de Las Hurdes, que comprende cinco concejos ó ayuntamientos con 46 alquerías, distribuidas en lo eclesiástico en siete parroquias (…). De este país casi desconocido en el resto de la nacion, apenas se ha escrito mas que lo que Larruza dice en sus Memorias (1), y una obrita titulada Historia de las Hurdes, por D. Vicente Montero, cura del Pino, que permanece en manuscrito y de la cual se ha tomado la apreciable descripción que el Sr. Madoz ha insertado en su Diccionario (…). En la Historia de las Hurdes del Sr. Montero, de quien Madoz tomó todo un estenso artículo sobre esta comarca se completa el cuadro con el de las costumbres que allí se observan (…). Hombres y mujeres son de baja estatura y de un aspecto asqueroso y repugnante, aumentado con la palidez y miseria que asoma á sus rostros; en cámbio son ágiles trepan por las montañas con la mayor ligereza, y no hay distinción en uno ú otro sexo en cuanto á las ocupaciones necesarias para ganar su subsistencia. Todas estas circunstancias hacen que sean adustos y selváticos…”. Pérez de Guzmán, Juan. “Crónica de la provincia de Cáceres”. Crónica general de España, o sea, historia ilustrada y descriptiva de sus provincias sus poblaciones más importantes de Península y de Ultramar. Editores Rubio, Grilo y Vitturi. Madrid, 1870. Páginas 28 y 29.

[71] Marcos Arévalo, Javier. La construcción de la antropología social extremeña: (cronistas, interrogatorios, viajeros, regionalistas y etnógrafos). Universidad de Extremadura. Cáceres, 1995. Página 502.

[72] Don Romualdo Martín Santibáñez (Pinofranqueado, 1824-Casar de Palomero, 1895).

[73] Pecellín Lancharro, Manuel. Opus Cit. Página 193.

[74] “…los restantes judíos que habitaban en el Casar, con este fracaso, unos se hicieron cristianos y otros principiaron a expatriarse de él; y ya en 1492, cuando los Reyes Católicos decretaron la expulsión de los mismos del dominio español, pocos tuvieron que abandonar sus hogares en el Casar, pues habían quedado reducidos a un numero muy diminuto…”. Martín Santibáñez, Romualdo. Historia de la Santa Cruz del Casar de Palomero. Diputación Provincial de Cáceres. Cáceres, 1988. Página 12. (Edición facsímil de la editada en Plasencia, Imprenta de los Menores de Ramos, en 1870).

[75] Martín Manuel, Marciano. “La judería de Hervás (Cáceres): Historia de una invención”. XLII Coloquios Históricos de Extremadura. Asociación Cultural Coloquios Históricos de Extremadura. Cáceres, 2013. Página 9.

[76] Martín Manuel, Marciano. “La invención de la tradición: Leyendas apócrifas de los Judíos de Las Hurdes y Las Batuecas”. Revista de estudios extremeños. Volumen 59. Número 2. Diputación de Badajoz. Badajoz, 2003. Página 523.

[77] Ibídem. Página 528.

[78] Barroso Gutiérrez, Félix. “La falsa leyenda de los judíos de Casar de Palomero”. Alminar. Número 48 (octubre 1983). Institución Pedro de Valdivia y Periódico HOY. Badajoz, 1983. Página 13.

[79] Martín Santiváñez, Romualdo. “Un mundo desconocido en la provincia de Extremadura: Las Hurdes”. Edición y estudio: María Jesús Lorenzo Blanco. Fundación Caja Badajoz. Badajoz, 2016. Página 58. (Reedición de la editada por La Defensa de la Sociedad. Tomo 9. Madrid, 1876).

[80] Blanco Carrasco, José Pablo. Opus Cit. Página 104.

[81] Barrantes, Vicente. Aparato bibliográfico para la historia de Extremadura. Tomo II. Establecimiento tipográfico de Pedro Nuñez. Madrid, 1877. Página 297.

[82] Jacques Élisée Reclus, más conocido como Élisée Reclus (Sainte Foy la Grande, Gironda, Francia, 15 de marzo de 1830 – Torhout, Bélgica, 4 de julio de 1905), también conocido como Eliseo Reclus en los países de lengua española, fue un geógrafo francés, miembro anarquista de la Primera Internacional, creador de la Geografía social. Sus innumerables trabajos sobre geografía humana y geografía económica están entre los mejor elaborados en la historia de estas ciencias.

[83] “…C´est précisément dans la province de Salamaque, á soixante kilométres á peine de ce <<foyer>> des études, qu´au milieu de l´âpre vallée des Batuecas, au-dessous des rochers de la Peña de Francia, vivent encore des populations qualifiées de << sauvages >>, et que l´on accuse, évidemment á tort, de ne pas même connaître les saisons. Récemment, diverses légendes se racontaient au sujet e cette peuplade: on prétendait même qu´elle était restée complétement inconnue de ses voisins jusqu´aux âges modernes…”. Reclus, Élisée. Nouvelle Géographie Universelle. Librairie Hachette. Paris, 1876. Página 693.

[84] Pedro González de Velasco (23 de octubre de 1815 en Valseca de Boones, actualmente Valseca, Segovia – 21 de octubre de 1882, Madrid). Fue un famoso médico y antropólogo español. Conocido por ser el fundador en 1875 del Museo Nacional de Antropología que en tiempos fue su vivienda habitual.

[85] González Velasco, Pedro. Las Hurdes. Nota a la Sociedad Española de Antropología y Etnología. Imprenta de Aurelio J. Alaria. Madrid, 1880. Página 4.

[86] “…Es una preocupación creer que solo en la Oceanía, en el centro de África o en las Sabanas de América es donde se hallan hordas incultas y donde tiene aún la civilización que ganar palmos de terreno. Hay, en el partido judicial de La Granadilla -provincia de Cáceres-, una comarca que lleva el nombre genérico de Las Hurdes, casi desconocida en el resto de la Nación y habitada por verdaderas tribus primitivas…”. C. S. A. “Tribus primitivas. Geografía. Etnografía. Aventuras de un caballero en las Jurdes”. El Tiempo. Periódico Universal de Política. Madrid, 5 de agosto de 1882. Página 1.

[87] Vicente Barrantes Moreno (Badajoz, 24 de marzo de 1829-Pozuelo de Alarcón, 17 de octubre de 1898) fue un poeta y bibliófilo español.

[88] “…Por Octubre de 1880, con ocasión de un suceso ocurrido en una Sociedad científica digna de mejor empleo, tuve que apelar á la prensa rectificando errores impropios del tiempo en que vivimos, y para hacer justicia á un modesto historiador de las Jurdes, cuya obra nadie consulta, que sería el mejor medio de conocer teóricamente siquiera aquella inabordable comarca. Fué el caso que el insigne médico D. Pedro González de Velasco, ya difunto, fundador del Museo anatómico que excitando á la Sociedad á estudiarlas y redimirlas de la barbarie. Los que recuerden aquella hoja impresa, que circuló con abundancia y produjo en los periódicos declamaciones no menos abundantes, como era natural, tampoco habrán olvidado la ligereza impropia de un verdadero sabio que padeció el grave doctor, reproduciendo en pleno año 80 del siglo por excelencia crítico é investigador la novela que insertó D. Pascual Madoz en el tomo IX, pág. 301 de su Diccionario Geográfico, cuyo error fundamental consiste en pintar al país como lo pintó en su comedia Lope hace tres siglos, error indisculpable en un libro que podrá tenor poco de literario, pero blasona de geográfico y estadístico desde la misma portada. Pues ¿qué diré de la Nota del doctor antropólogo? No se concibe hecho tan desatinado de hombre tal, que con solo asesorarse de cualquier extremeño medianamente ilustrado, pudo evitar á su buena memoria semejante mancha, y menos se concibe la acogida que encontró aquella Nota en una Sociedad científica…”. Barrantes, Vicente Barrantes. “Las Jurdes y sus leyendas. Conferencia leida en la Sociedad Geográfica de Madrid la noche del 1.º de julio de 1890 (Publicada ahora con una Nota final)”. Establecimiento tipográfico de Fortanet. Madrid, 1893. Páginas 10 y 11.

[89] “…inspira tal lástima el espectáculo terrible de la miseria en toda su desnudez, que el convencimiento y la compasión mueven y arrastran involuntaria e incontrastablemente el ánimo de la investigación ansiando encontrar el germen del mal para extirparlo y arrojar con sus raíces la savia gangrena que alimenta estas calamidades permanentes, cuyo lúgubre atavío nos sonroja y envilece…”. Pizarro y Capilla, Francisco. Informe acerca del estado moral y material de las Hurdes en cuanto se relaciona con la educación e instrucción de sus habitantes y sobre los medios de establecer las escuelas de primera enseñanza. Imprenta de Nicolás María Jiménez. Cáceres, 1880. Páginas 5 y 6. (Lo presentó en la Junta de Instrucción Pública de la provincia de Cáceres, 1879).

[90] Marcos Arévalo, Javier. “Las Hurdes están más arriba”; “Las Hurdes están más abajo” …: Territorio, Grupo Social e Identidad”. Etnicex: revista de estudios etnográficos. Número 8. Asociación Profesional Extremeña de Antropología (APEA). Cáceres, 2006. Página 25.

[91] Barrantes, Vicente Barrantes. “Las Jurdes y sus leyendas. Conferencia leida en la Sociedad Geográfica de Madrid la noche del 1.º de julio de 1890 (Publicada ahora con una Nota final)”. Establecimiento tipográfico de Fortanet. Madrid, 1893. Página 67.

[92] “…Se ha dicho que los Jurdanos constituían una raza degenerada y bastarda, descendiente de los Godos. Podemos afirmar que tal suposición es en un todo gratuita. Sin determinar categóricamente cuál pueda ser su procedencia, desde luego sentamos que no presentan diferencia alguna con los demás habitantes de Extremadura, ni por la conformación de su cráneo, ni por su estructura anatómica. Son hombres como los demás…”. Bide, Jean B. “Las Batuecas y Las Jurdes”. Boletín de la Sociedad Geográfica de Madrid. Librería Gutenberg. Madrid, 1892. Página 73.

[93] José González Castro, alias “Crotontilo” (Fermoselle, Zamora, 1862 – Béjar, Salamanca, 1923), fue un médico, escritor, periodista e inspector de trabajo español.

[94] “…Crotontilo’ era el pseudónimo empleado en sus escritos por el médico salmantino José González Castro, destinado, a la sazón en Mirabel, tras pasar muchos años en Guijo de Santa Bárbara. Destacó como médico higienista, llegando a ser inspector de trabajo. Publicó varios opúsculos sobre la sanidad obrera e industrial: “El trabajo de la mujer en la industria” (1912), “Cartilla higiénica del obrero y su familia” (1917). Fue amigo íntimo del poeta Gabriel y Galán y colaboró en la prensa salmantina y extremeña (‘Revista de Extremadura’, ‘Regional’, etc.). ‘Regional’ dio en su primer número la noticia de que Crotontilo había obtenido el premio Roel de Real Sociedad Española de Higiene, dotado con 500 pesetas, por un trabajo sobre la pubertad. Un premio que consiguió Polo Benito sobre la higiene hurdana…”. Flores del Manzano, Fernando. “Acción Social Católica y asociacionismo agrario en la diócesis de Plasencia: 1903-1931”. Revista de Estudios Extremeños. Tomo LXVIII. Número II. Diputación de Badajoz. Badajoz, 2012. Páginas 790 y 791.

[95] “…el estudio antropológico del jurdano ofrece interés notable, pues da la razón de ser de esa rasa. El jurdano es generalmente pequeño de cuerpo (I), de color oscuro, cabello crespo, barba rala, cabeza pequeña, aplanado de occipucio, diámetro biparietal exagerado, frente inclinada hacia adelante, consecuencia de lo saliente del borde orbitario del frontal, resultando aquella, pequeña y estrecha, orejas grandes con el lóbulo adherido, fisionomía, en fin, inexpresiva y con un sello particular que delata al imbécil. Todos esos caracteres, corresponden á razas inferiores y hasta á animales. Desde el idiota en último grado, cuya vida es puramente vegetativa, hasta el imbécil en sus primeras gradaciones, expresa la menos grave por simple debilidad intelectual, hay muchos estados psicopáticos, que en las Jurdes pueden apreciarse con facilidad. El jurdano en general, solo percibe el mundo exterior y aprecia y se da cuenta de su personalidad. La conciencia solo concibe ideas que engendran la precepción inmediata, con juicios de naturaleza primitiva. El poder de recepción y asimilación de ideas abstractas, es nulo, y de ahí la ausencia de sentido ético, que sirve de freno á impulsos egoístas propios de todo abúlico…”. González Castro, José. (Crotontilo). “Las Jurdes”, Revista de Extremadura. Año III. Número 29. Cáceres, 1901. Página 510.

[96] Blanco Carrasco, José Pablo. Opus Cit. Página 109.

[97] “…El 8 de julio de 1903, convocada por el canónigo Jarrín, tuvo lugar, en la casa parroquial de Cambroncino, una asamblea a la que asistieron los canónigos Jarrín y Polo Benito, el abogado Mancebo, de Salamanca, el diputado provincial don Francisco Durán Martín, una representación oficial de los cinco municipios de Las Hurdes y de los siguientes pueblos vecinos: Pozuelo, Torrecilla de los Ángeles, Casar de Palomero, Rivera Oveja y La Pesga (…). La Esperanza de Las Hurdes quedó constituida de la siguiente manera: Director (por aclamación), don Francisco Jarrín y Moro; presidente de honor, el señor obispo de Coria, don Ramón Peris Mencheta; presidente del Comité directivo, don Pablo Hernández, cura de Pino Franqueado; tesorero, don Juan Pérez, secretario del Ayuntamiento de Pino Franqueado; secretario, don Tomás Gómez; vocales, don Patricio Segur, de Nuñomoral; don Lucas Marcos, de Cabezo; don Santiago Pascual, de Cáceres…”. Maurice Legendre. Opus Cit. Página 597.

[98] Francisco Jarrín y Moro (Salamanca, c. 1843-Ibahernando, 1912) fue un obispo español.

[99] “…se convocó á una reunión bajo la presidencia del Sr. Jarrín que con feliz acogida tuvo lugar en Cambroncino el 8 de Julio del pasado año, y á ella acudieron, representados, el dignísimo Diputado á Cortes por este distrito y decidido é incansable protector de los hurdanos D. Rafael Durán Martín, el excelentísimo Sr. Marqués de Albaida y el Diputado provincial D. Eloy Sánchez de la Rosa, haciéndolo personalmente nuestro diligente y cariñoso Diputado provincial D. Florencio Durán Martín, comisiones de Salamanca, Pozuelo, Torrecilla de los Ángeles, Casar de Palomero, Pesga, Ribera Oveja y de los cinco municipios hurdanos, y con cuya concurrencia se constituyó la Sociedad, nombrado socios fundadores a todos los señores asistentes…”. Gómez, Tomás. Memoria leída en la Junta General que la Sociedad “La Esperanza de las Hurdes” celebró el día 11 de agosto. Imprenta de Calatrava. Salamanca, 1904. Páginas 5 y 6.

[100] Marcos Arévalo, Javier. La construcción de la antropología…Opus Cit. Página 504.

[101] “…Convenidas las bases para formar el Reglamento por que se había de regir la incipiente Sociedad, fué nombrada Junta directiva, en la que se dio representación á los cinto municipios hurdanos, siendo conferida su presidencia al dignísimo é inteligente Párroco de Pinofranqueado, el Ldo. D. Pablo Hernández, cuya actividad y celo en el desempeño de su cargo mercen aplausos, que gustoso consigno, asi como también al gratuito trabajo y decidida cooperación del Tesorero D. Juan Pérez, Secretario de aquel Ayuntamiento…”. Gómez, Tomás. Memoria leída en la Junta General que la sociedad “La Esperanza de las Hurdes” celebró el día 11 de agosto. Imprenta de Calatrava. Salamanca, 1904. Página 6.

[102] Blanco Carrasco, José Pablo. Opus Cit. Páginas 109 y 110.

[103] Las Hurdes. Revista Mensual Ilustrada. Año I. Número 1. Lunes 22 de enero de 1904. Imp. de Calatrava a cargo de L. Rodríguez. Salamanca, 1904.

[104] José Polo Benito (Salamanca, 27 de enero de 1879 – Toledo, 22 de agosto de 1936) fue un clérigo y escritor español, deán de las catedrales de Plasencia y Toledo, presidente y consejero de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Plasencia y promotor del viaje de Alfonso XIII a Las Hurdes en 1922.

[105] Colomina Torner, Jaime. “Sacerdotes Toledanos Académicos”. Toletum: Boletín de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. Número 26. Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. Toledo, 2013. Página 48.

[106] Montañés Pereira, Roberto C. “Aproximación a la “Leyenda Negra” de las Hurdes: las visiones de Marañón, Buñuel y Albiñana”. XXXI Coloquios Históricos de Extremadura. Centro de Iniciativas Turísticas de Trujillo. Cáceres, 2003. Página 317.

[107] “…Nacido en Frades de la Sierra (Salamanca) el 28 de junio de 1870, pero fue adoptado como autor extremeño, ya que, tras su enlace matrimonial en 1898 en Plasencia con una joven extremeña, Desideria García Gascón. Dimite de su cargo de maestro y se traslada a vivir a Guijo de Granadilla (Cáceres), donde vivió consagrado a la labranza y a la vida familiar, convirtiéndose en terrateniente. Allí empieza a producir su poesía en lengua extremeña. Este autor combinó tanto el uso del castellano como el del dialecto extremeño en sus obras…”. López Rodríguez, Pedro Manuel. “Regionalismo extremeño y su influencia en los autores extremeños en la literatura de principios del Siglo XX. Una puesta en común”. VIII Jornadas de Historia de Almendralejo y Tierra de Barros. Asociación Histórica de Almendralejo. Almendralejo (Badajoz), 2017. Página 249.

[108] “…Arturo Souto o Antonio Merino Vicente, con absoluta rotundidad han entendido fuera de toda razón considerar a Galán un escritor social. Para uno, Gabriel y Galán no era un poeta natural puesto que tendía a escamotear todo lo miserable, todo lo injusto y sombrío que rodeaba a la vida de los pastores y labriegos; para el segundo, sería osado, parcial o inexacto hablar de Gabriel y Galán como un poeta social…”. Gabriel y Galán, José María. “Gabriel y Galán o la necesidad de ser en la palabra escrita”. Alcántara: revista del Seminario de Estudios Cacereños. Número 63. Diputación Provincial de Cáceres: Institución Cultural El Brocense. Cáceres, 2005. Página 41.

[109] “…Sus reivindicaciones son poco convincentes, ya que no tienen continuidad en su obra, sólo subyacen y aparecen de manera esporádica y circunstancial. Parece una denuncia testimonial, literaria más que real, para la galería y con la intención de quedar bien, no con el firme deseo de que tan preocupante situación socioeconómica y cultural desapareciera…”. Gómez Martín, Fernando E. “José María Gabriel y Galán, poeta del pueblo”. Salamanca: Revista de Estudios. Número 52 (Ejemplar dedicado a: Monográfico Gabriel y Galán: estudios conmemorativos en el centenario de su muerte). Diputación de Salamanca. Salamanca, 2005. Página 68.

[110] “… José María Gabriel y Galán era maestro en Piedrahíta cuando contrae matrimonio con Desideria a finales de enero de 1898 (…), el matrimonio se traslada a Guijo de Granadilla, donde José María –abandonado el magisterio– se ocuparía de la administración de los bienes, fincas y ganado, de Juan Antonio Rivero Galán: se trata de un rico hacendado, pariente suyo, y casado con una tía carnal de su mujer; con este matrimonio había vivido Desideria hasta el día de su boda, por lo que para ella era volver a casa. Guijo de Granadilla está situado muy cerca del río Alagón, un poco aguas abajo de la actual presa del pantano que lleva el nombre del poeta. Gabriel y Galán vive en Guijo, pero ha de moverse también por Zarza y Granadilla, donde están algunas de las fincas, así como por otros pueblos de la zona en los que se ventilan los negocios ganaderos de Juan Antonio: Ahigal, Santibáñez el Bajo, El Bronco, Montehermoso, Coria… Las ferias solían ser visita obligada para cuantos tenían que comprar y vender ganado. Y, por supuesto, Plasencia, la ciudad más próxima, lugar de abastecimiento especializado y de servicios para los pueblos comarcanos. Una comarca ésta –téngase en cuenta– que es la antesala de las Hurdes: la distancia del Guijo a Mohedas y Casar de Palomero es pequeña, no tanto entonces como ahora, bien es cierto, cuando había que hacer el camino a pie o en caballería. Por otra parte, las comunicaciones en las Hurdes no pasaban de unos malos caminos por terreno las más de las veces accidentado. Para andar por las Hurdes en coche faltaban todavía treinta años. Consta que Gabriel y Galán tuvo interés e intención de visitar las Hurdes. Pero las dificultades del viaje, unido a las muchas tareas y compromisos que bien pronto le sobrevinieron al poeta, sobre todo después de obtener la flor natural en los Juegos Florales de Salamanca de 1901, dejaron sin cumplir aquel deseo. Unos juegos florales, por cierto, cuyo jurado preside Unamuno y del que forma parte otro personaje, don Francisco Jarrín…”. Rodríguez Núñez, Teresiano. “Pan y cultura, la limosna exigida de un poeta”. Periódico HOY del jueves, 6 de enero de 2005. Badajoz, 2005. Página 13.

[111] Fernández Daza, Carmen. “Gabriel y Galán o la necesidad de ser en la palabra escrita”. Alcántara. Época IV. Número 63. Diputación de Cáceres. Cáceres, 2005. Página 50.

[112] Gabriel ý Galán, José María. “La Jurdana”. Las Hurdes. Revista Mensual Ilustrada. Año I. Número 2. Martes 22 de marzo de 1904. Imp. de Calatrava a cargo de L. Rodríguez. Salamanca, 1904. Páginas 39 – 41.

[113] Rodríguez Núñez, Teresiano. Opus Cit. Página 14.

[114] Gómez, Tomás. Memoria leída en la Junta General que la Sociedad “La Esperanza de las Hurdes” celebró el día 11 de agosto. Imprenta de Calatrava. Salamanca, 1904. Páginas 9 y 10.

[115] Maurice Legendre. Opus Cit. Páginas 570 y 571.

[116] Fernández Daza, Carmen. Opus Cit. Páginas 50 y 51.

[117] Gabriel ý Galán, José María. “Á S.M. EL REY”. Las Hurdes. Revista Mensual Ilustrada. Año I. Número 8º. Viernes 30 de septiembre de 1904. Imp. de Calatrava a cargo de L. Rodríguez. Salamanca, 1904. Páginas 178-180.

[118] “…Él [rey] pidió todos los números de Las Hurdes anteriores al extraordinario y dijo a los que le presentaron el grupo de jurdanos: “Conozco las Hurdes por una poesía de Galán, que leí no sé cuándo, y que, lo confieso, me impresionó profundamente”. Y basta de jurdanos y de reyes, que son seres unos y otros que no parecen todos hijos de Adán y Eva, porque… ¡qué horrendas desigualdades Dios mío!…”. Gabriel y Galán, José María. Epistolario. Seleccionado y editado por Mariano de Santiago Cividanes. Fernando Fe. Madrid, 1918. Página 233.

[119] Maurice Legendre. Opus Cit. Página 571.

[120] “…Así lo ha entendido el por mil títulos benemérito director de esta Sociedad, Ilustrísimo Sr. D. Francisco Jarrín, al imponerse la pesada carga de sostener tres maestros y construir tres escuelas, Riomalo de Abajo, Fragosa y Riomalo de Arriba, estando sufragando también en este caserío un camino que lo comunique con Castilla…”. Gómez, Tomás. Memoria leída en la Junta General que la Sociedad “La Esperanza de las Hurdes” celebró el día 8 de agosto. Imprenta de Calatrava. Salamanca, 1905. Página 8.

[121] Gómez, Tomás. Memoria leída en la Junta General que la Sociedad “La Esperanza de las Hurdes” celebró el día 21 de julio. Imprenta de Calatrava. Salamanca, 1906. Página 7.

[122] Gómez, Tomás. Memoria leída en la Junta General que la Sociedad “La Esperanza de las Hurdes” celebró el día 21 de julio. Imprenta de Calatrava. Salamanca, 1906. Página 11.

[123] “…S. M. el Rey (Q. D. G.), por decreto fecha 26 del actual, se ha dignado nombrar para la Iglesia y Obispado de Plasencia, vacante por defunción de D. Pedro Casas Souto, á D. Francisco Jarrín y Moro, Chantre de la Santa Iglesia Catedral de Salamanca. Y habiendo sido aceptado este nombramiento, están practicando las informaciones y diligencias necesarias para la presentación á la Santa Sede…”. Ministerio de Gracia y Justicia. Gaceta de Madrid. Número 331. Martes 27 de noviembre de 1906. Madrid, 1906. Página 782.

[124] “…El día 6 de Diciembre del mismo año fue promovido a la Silla episcopal de Plasencia. Dios habrá premiado los méritos del Prelado…”. “El ilustrísimo y reverendísimo señor don Francisco Jarrín y Moro”. Ilustración Católica. La Hormiga de Oro. Año XXIX. Número 46. 16 de noviembre de 1912. Barcelona, 1912. Página 722.

[125] García Lucas, Francisco. Heráldica Episcopal Placentina. Recopilación y descripción de los blasones de los prelados placentinos del 1190 a 2019. Punto Rojo Libros S.L. Sevilla, 2019. Página 136.

[126] “…Nació don Francisco Jarrín en Salamanca el 20 de marzo de 1843, teniendo, por consiguiente, ahora 69 años (…). Propuesto para Obispo de esta diócesis, fue consagrado el 1º de mayo de 1907 e hizo su entrada el 15 del mismo mes. Ha sido, pues, poco más de cinco años Obispo de Plasencia (…). Cuando, la primera vez que ha Obispo vino a Béjar, le dijo el que esto escribe que pensaba fundar el Centro Social hoy aquí existente, acogió la idea con entusiasmo, contribuyendo después a la fundación con un importante donativo y suscribiéndose con una cantidad mensual para el sostenimiento del mismo (…). El día 5 del corriente, fue trasladado el cadáver del Sr. Obispo desde el pueblo de Ibahernando, pasando por Trujillo, á la capital de la diócesis, adonde llegó a las cinco y media de la tarde con números acompañamiento de sacerdotes y seglares en coches y automóviles. El vicario capitular interino, M.I. Sr. D. Jesús M. de Echeverría, el Ilmo. Cabildo y demás clero de la ciudad, el Ayuntamiento en pleno, precedido de maceros, autoridades civiles y militares y gran muchedumbre de fieles, esperaban para dar testimonio de respeto y cariño a los restos del que fue su Prelado. A hombres de sacerdotes y seguido de una numerosísima comitiva, fue conducido el féretro hasta el palacio episcopal, en el que entró a las siete de la noche. El jueves, a las diez de la mañana, después de llevado el cadáver a la catedral, se celebraron en esta muy solemnes funerales, en lo que ofició de Pontifical el señor Obispo de Coria, presidiendo en el coro el señor Obispo de Ciudad-Rodrigo. Terminados, el cadáver recibió sepultura junto al altar de la Asunción, a la izquierda mirando al mismo…”. S.A.B. “El Ilmo. Sr. Dr. D. Francisco Jarrín y Moro. Obispo de Plasencia”. La Victoria. Semanario de Béjar. Sábado 9 de noviembre de 1912. Año XIX. Número 934. Béjar (Salamanca), 1912. Página 1.

[127] Colomina Torner, Jaime. “Sacerdotes Toledanos Académicos”. Toletum: Boletín de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. Número 26. Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. Toledo, 2013. Página 48.

[128] Flores del Manzano, Fernando. “Acción Social Católica…Opus Cit. Página 780.

[129] Hernández Díaz, José María. “Santuario de la ciencia para la pobreza del pueblo. El Seminario Diocesano de Salamanca (1874-1900)”, en Bonilla, José Antonio; Barrientos, José (coords.). Estudios históricos salmantinos. Homenaje al P. Benigno Hernández Montes. Universidad de Salamanca. Salamanca, 1999. Página 200.

[130] “…La famosa diócesis placentina tiene ya Prelado. El día 5 de Diciembre fué proconizada en Roma para Obispo de Plasencia el ilustre Jarrín. Escribir la biografía de este hombre singular es tarea abrumadora para mi pluma, falta del vigor necesario para expresar todo el valer, toda la grandeza, todo el talento y santidad que atesora el alma del hasta ayer Chantre de la Catedral de Salamanca. El nuevo Obispo es uno de éstos raros hombres que, de cuando en cuando, surgen de las muchedumbres, impulsadas por una fuerza poderosa; y que resumen en sí mismos virtudes y talentos con los que triunfan en la vida en cuantas empresas acometen.…” CROTONTILO (seudónimo de José González): “El obispo de Plasencia”. El Adelanto. Diario político de Salamanca. Año XXIII. Número 6915. Salamanca, 12 de enero de 1907. Página 1.

[131] “…El Congreso Nacional de hurdanófilos no aspira á ser una asamblea más, sino la reunión de los que van á laborar por la patria. Ni políticas ni sectarismo de color; en este congreso, el primero que en España se convoca con propósitos de patriótico hamanitarismo, se va á discutir reposada y serenamente de lo nuestro; esas ánsias, que ahora se sienten vivas y ardorosas de mejorar la condición social de los pueblos, esa oleada de filantropía y de altísimo españolismo que desde hace algun tiempo corre por la prensa, tendrán en este Congreso campo de acción dilatado y rico. El Gobierno español ha asociado sus energías á la empresa comenzada por la Esperanza de las Hurdes. Y si en los años de labor de ésta simpática Sociedad, la tierruca pobre ha visto edificar escuelas, abrir caminos, remediar necesidades con el préstamo gratuito, descuajar malezas, y con el alfabeto en una mano y el arado en la otra iniciarse una época de mayor prosperidad…”. Polo Benito, José. “Congreso Nacional en favor de las Hurdes. Convocatoria”. Crónica del Congreso Nacional de Hurdanófilos celebrado en Plasencia en los días 14 y 15 de junio de 1908. Talleres de Imp. y encuadernación M. Ramos. Plasencia, 1908. Página 6.

[132] Segismundo Moret y Prendergast (Cádiz, 2 de junio de 1838 – Madrid, 28 de enero de 1913) fue un hacendista, literato y político español.

[133] “…CONCLUSIONES. El Congreso Nacional de Hurdanófilos suplica al dignísimo representante del Gobierno español mejore en lo posible las condiciones morales y materiales de la comarca jurdana. Para lograr la más pronta realización de esto, la Comisión propone el nombramiento de la siguiente comisión ejecutiva: Excelentísimo señor ministro de Fomento, vizconde de Eza, conde de Retamoso, don Segismundo Moret, don Juan M. Chaves, señor Obispo de Plasencia, Coria y Salamanca, don Eloy Bullón, don Fernando Sánchez Arjona, don Luis Grande, don Pablo Hernández, don Juan Pérez y don José Polo Benito. Propone las siguientes conclusiones: 1ª Que se declare la utilidad pública la Sociedad La Esperanza de las Hurdes y se conceda una subvención para realizar con ella más fácil y prontamente los altos fines que persigue. 2ª Se concederá un premio de 25 pesetas á los que hagan plantaciones de pinos en cada cuatro áreas de terreno. 3ª El Gobierno subvencionará anualmente la construcción de una escuela municipal. 4ª La Diputación provincial de Cáceres señalará en los presupuestos una cantidad para menaje escolar. 5ª Los municipios hurdanos se comprometen á que los maestros propietarios ó interino residan en los pueblos. 6ª La Esperanza de las Hurdes estimulará con premios la buena asistencia de los escolares. 7ª Se establecerá de un modo fijo la enseñanza de adultos. 8ª Se nombrará un inspector para las escuelas provinciales. 9ª Se procurará por el Gobierno, la Diputación, los municipios y La Esperanza de las Hurdes la terminación de la carretera y la construcción de los siguientes caminos vecinales: 1º Desde Caminomorisco á la estación del Villar, 2º Desde Caminomorisco al Puerto de las Herias. 3º Desde Nuñomoral al Puerto de Casares. 10ª Se estudiará, procurando llevarlo á la práctica, el establecimiento de una farmacia en las Jurdes y de los médicos subvencionados por el Estado, la Diputación, los municipios y La Esperanza de las Hurdes…”. Polo Benito, José. “La Sesión de clausura”. Crónica del Congreso Nacional de Hurdanófilos celebrado en Plasencia en los días 14 y 15 de junio de 1908. Talleres de Imp. y encuadernación M. Ramos. Plasencia, 1908. Páginas 144 y 145.

[134] Matías Marcos, Juan David. La producción geosimbólica de Las Hurdes: teoría, historia y práctica de un territorio imaginario (Tesis doctoral). Departamento de Lenguas Modernas y Literaturas Comparadas. Universidad de Extremadura. Cáceres, 2016. Página 298.

[135] Jarrín y Moro, Francisco. Carta pastoral que con motivo de su entrada en la Diocesis de Plasencia dirige á clero y pueblo el Obispo de expresada diócesis. Imp. de Calatrava Salamanca, 1907. Jarrín y Moro, Francisco. Preceptiva literaria o Retórica y Poética. Imp. Generoso Montero. Plasencia, 1907.

[136] “…nos creemos que la acción social católica bien dirigida puede dar beneficios grandes a la Iglesia y á los fieles. Preciso es, sin embargo, no dejarse deslumbrar por la brillantez y seducción de estos temas nuevos, en los que hemos entrado todos, acaso un poco tarde y no convenientemente preparados. No son fáciles ni llanos los caminos de esta acción y urge antes de fundar cualquier asociación de esta índole, que estudiemos bien las condiciones de vida en que nace y ha de desarrollarse para evitar posibles fracasos. Para esto y con el fin de que la acción social en nuestra amada diócesis se ejercite de un modo racional y bien fundado en la realidad, muy pronto distribuiremos entre los Sacerdotes el libro que con el título “Manual del propagandista” ha editado recientemente el Consejo Nacional de las Corporaciones Católico-obreras de España…”. Flores del Manzano, Fernando. “Acción Social Católica…Opus Cit. Página 778.

[137] “…En Ibahernando donde se encontraba con motivo de una visita pastoral, ha fallecido el ilustre prelado de la Diócesis placentino Ilmo. Sr. don Francisco Jarrin Moro. Su muerte ha causado general sentimiento en toda la provincia donde eran bien conocidas las grandes virtudes y extraordinarias dotes del prelado difunto cuyos meritísimos trabajos e pro de la región hurdana bastarían por si solas para colocar su nombre entre los más preclaros y beneméritos…”. “El Obispo de Plasencia”. El Bloque. Año VI. Número 255. Cáceres, 7 de noviembre de 1912. Página 1.

[138] Maurice Legendre. Opus Cit. Página 574.

[139] “…En 1922, en un viaje de reconocimiento médico-sanitario para preparar la visita del Rey Alfonso XIII, el doctor Marañón escribió que Las Hurdes constituían un problema sanitario y que las alquerías altas deberían haber sido abandonadas porque sus tierras de cultivo eran demasiado pobres…”. Catani, Maurizio. “Historia y antropología de la comarca de Las Hurdes”. Narria: Estudios de artes y costumbres populares. Número 67-68. Universidad Autónoma de Madrid. Madrid, 1994. Página 8.

[140] Domínguez Domínguez, José Pedro. “Real Patronato de las Hurdes (1922-1931): Una institución de beneficencia al servicio de las Hurdes”. Revista de estudios extremeños. Vol. 63. Nº 1. Excelentísima Diputación Provincial de Badajoz. Badajoz, 2007. Página 104.

Oct 292018
 

Dr. Juan Carlos Rodríguez Masa.

juancarlosrm@unex.es

Resumen.

Durante el Medievo hubo varias “Extremaduras”, extremos de la Reconquista medieval, cuyas delimitaciones fueron imprecisas. A medida que avanzó la Reconquista de la Extremadura castellano-leonesa hacia las regiones meridionales, las fronteras cristiano-musulmanas, que eran sumamente cambiantes, fueron desplazadas hacia el sur, y con ellas sus límites o extremaduras. La Reconquista hizo de Trujillo un lugar estratégico para los dos bandos enfrentados. Tras la reconquista cristiana de la ciudad trujillana se inició un proceso de estructuración y repoblación del espacio. El concejo determinó los límites de los ejidos concedidos a las aldeas, cuyo conjunto constituyeron el alfoz trujillano, un territorio soberano de la Corona de Castilla.

La organización territorial de la Península Ibérica tras la Reconquista fue confusa y compleja. Con los siglos se fue diluyendo el concepto de las “extremaduras” medievales y se transfirió el nombre a la región que hoy conocemos como Extremadura. La pluralidad jurisdiccional se acompañaba de la administrativa, lo cual dificultaba aún más la identificación de las diversas y cambiantes unidades administrativas que formaban parte de la historia institucional extremeña durante la etapa moderna. La actual comunidad autónoma de Extremadura, exceptuando algunos cambios en sus límites, ya era en el siglo XVII un espacio identificable y tangible, pero carecía de instituciones propias consolidadas y de una definición administrativa unitaria. La falta de voto en Cortes impedía a Extremadura constituirse oficialmente como provincia, lo que significaba que su legitimidad radicaba únicamente en el poder otorgado por la ciudad de Salamanca, intitulándose esta ciudad como “cabeza” de Extremadura hasta el XVIII.

  1. Introducción

El concepto geográfico de Extremadura como tierra de frontera apareció, posiblemente, en la Castilla medieval de mediados del siglo XI. No obstante, sus límites fueron poco nítidos, pues el concepto de “frontera” es, y ha sido siempre, algo móvil y variable[1], en continua dependencia de los avatares políticos, y aún más en la historia medieval peninsular, empujada por el ideal de recuperar el suelo peninsular ocupado por la media luna: “…Extrematura o Extremadura no es otra cosa que un abstracto derivado de Extremo o Extremado, del mismo modo que rapadura, matadura, andadura y demás vocablos creados con el sufijo –ura, que con verbos o adjetivos forma nuevos sustantivos derivados. La palabra Extremo para designar las tierras fronterizas o límites del reino la encontramos ya en Castilla en el siglo IX…”[2].

Según algunas hipótesis, el término Extremadura o Extrematura ya era utilizado durante el Medievo para denominar a los territorios fronterizos localizados en la frontera de los reinos cristianos de León, Castilla y Portugal con los reinos musulmanes de Badajoz, Toledo y Lisboa: “…en la actual Extremadura sólo eran “extremadura” las tierras de Plasencia, Trujillo y Medellín; el resto era territorio incluido en la designación meramente geográfica de la Trasierra leonesa y más al Sur en el reino de Badajoz bajo dominación musulmana…”[3].

La palabra Extremadura, con su indiscutible significado de “extremo” de un reino o país, se aplicó a las actuales provincias de Salamanca, Segovia, Ávila y Soria que constituyeron la zona fronteriza de los reinos cristianos. Esos “extremos” o confines de los reinos hispanos, estaban sometidos a la presión, las razias y las algaradas de unos y otros, musulmanes y cristianos[4]: “…se llamaban en la Edad Media extremaduras a los territorios por donde iban expandiéndose los estados cristianos durante la Reconquista, que al principio en las márgenes del Duero (…). Después, el sentido de este nombre se corre en Castilla a Segovia; y más tarde al sur del Tajo. En Aragón se aplicó a la ribera del Cinca, cuando allí estaba la frontera con los moros. En León quedó el nombre de Extremadura en las actuales provincias de Cáceres y Badajoz; y en la desembocadura del Tajo está la Extremadura portuguesa…”[5].

Efectivamente, durante la Edad Media hubo varias “Extremaduras”, extremos de la Reconquista medieval. Así, nadie discute la existencia de una Extremadura castellana (su capital era Ávila), una Extremadura leonesa (su capital era Salamanca) y una Extremadura portuguesa (continuación de la leonesa), cuyas delimitaciones fueron imprecisas, porque en ninguno de los tres reinos existió una unidad administrativa que llevase su nombre.

A medida que avanzó la Reconquista de la Extremadura castellano-leonesa hacia las regiones meridionales, las fronteras cristiano-musulmanas, que eran sumamente cambiantes, fueron desplazadas hacia el sur, y con ellas sus límites o Extremaduras. A partir de las Navas de Tolosa en 1212, los almohades dejaron de ser un peligro y comenzó la definitiva Reconquista de las Extremaduras leonesa y castellana. Del mismo modo, se produjo una enorme complejidad en la administración del territorio como consecuencia de la Reconquista y Repoblación. Así pues, la Extremadura leonesa pasó a denominarse “Transierra” y la Extremadura portuguesa, la zona de Lisboa, cuyas tierras han conservado hasta el día de hoy estos nombres, a diferencia de lo sucedido con los nombres las Extremaduras castellanas[6] que han desaparecido.

Con el paso del tiempo las Extremaduras del Medievo perdieron su nombre, pasando a denominarse “Extremadura” a las tierras de las actuales provincias de Cáceres y Badajoz. El desplazamiento del nombre de Extremadura desde las tierras segovianas, abulenses, sorianas y salmantinas hacia la actual Extremadura era una realidad en el siglo XV[7], pues según la Crónica de Juan II de 1429: “…los infantes don Enrique y don Pedro en rebeldía contra el rey desde Trujillo hacían guerra y robaban toda la tierra de Extremadura…”[8]. Dicha “Extremadura” citada en las crónicas ya iba definiendo la Extremadura actual.

La división territorial de la Corona de Castilla tras la Reconquista fue confusa y compleja en Extremadura. El territorio extremeño formó parte de la llamada Provincia de Salamanca; integrada por los partidos de Salamanca, Trujillo y León de la Orden de Santiago. Extremadura, era un territorio soberano de la Corona de Castilla cuyos pobladores se hallaban sujetos a una triple realidad jurisdiccional: realengo, señorío (tanto laico como eclesiástico) y órdenes militares.

La situación de Trujillo y su tierra, durante el citado periodo, era de dependencia directa de la Corona, convirtiéndose así en tierra de realengo. La frontera se situó más al sur y Trujillo y su tierra, al igual que otras zonas extremeñas, pasaron alternativamente a manos cristianas y musulmanas. Tras la conquista de Trujillo se inició un proceso de estructuración y repoblación del espacio. Trujillo era el principal núcleo del conjunto del término. El concejo determinó los límites de los ejidos concedidos a las aldeas, cuyo conjunto constituyeron el alfoz trujillano.

El reinado de los Reyes Católicos, en su conjunto, fue para España un periodo de renovación y de crecimiento que la llevó con rapidez y decisión hacia la hegemonía europea. Cuando los Reyes Católicos consiguieron la unidad del estado español, comenzaron a realizar profundas modificaciones en diversas instituciones con el fin, tanto de mostrar el poder de la monarquía, como de lograr una administración unificada más eficaz, entre estas instituciones se encontraban los Consejos y las Cancillerías, a partir de los cuales se consolidó la estructura estatal.

A efectos fiscales, las actuales tierras de Extremadura se englobaban a finales del XVI en diferentes unidades, llamadas provincias y partidos. Estas circunscripciones creadas a finales del siglo XVI carecían de cualquier valor jurídico o administrativo y tenían un caracter meramente fiscal.

En la segunda mitad del siglo XVIII y en el marco renovador de la Ilustración, la administración borbónica impulsó un paquete de medidas encaminadas a mejorar las tareas de gobierno. Una de ellas fue el establecimiento de las Audiencias provinciales, entre ellas la de Extremadura. Una vez constituida la corporación se llevó a cabo la composición de Partidos, dando lugar a la primera concepción territorial y jurisdiccional de Extremadura.

  1. La Reconquista de Extremadura por las Órdenes Militares

Para muchos historiadores el comienzo de la Reconquista se inició en Asturias, el año 722, con la batalla de Covadonga, a manos del Don Pelayo. Otros estudiosos, consideran las campañas de Alfonso I como el inicio formal de una guerra heroica, la llamada “Reconquista”[9]. Durante la primera mitad del siglo XII, los diversos reinos y señoríos de la “España cristiana” conocieron grandes cambios feudales, religiosos y territoriales en sus fronteras, que pusieron en peligro su existencia frente al creciente poder musulmán. Los cambios feudales y religiosos vinieron con las “reformas gregorianas”, impuestas sobre la Iglesia por el Papa Gregorio VII y por la influencia cluniaciense, forjadas y extendidas por toda Europa desde los monasterios franceses.

A la muerte de Alfonso VI de León (1109), llamado “el Bravo”, estallaría un enfrentamiento feudal entre Castilla, Aragón, el naciente Condado de Portugal y las nuevas instituciones religiosas –imitadas del Islam- nacidas en Tierra Santa, que se llamaron las Órdenes de Caballería para la defensa de la Cristiandad y de los Santos Lugares[10].

En el siglo XII los reinos cristianos de Portugal y León se repartieron el territorio del Guadiana occidental para su conquista. Badajoz fue tomado en el años 1230 por Alfonso IX de León, pero no se consolidó el dominio leonés sobre el resto de la actual provincia hasta el reinado de su hijo Fernando III de Castilla y de León (1230-1252). En la conquista, dominio, repoblación y explotación de ese extenso territorio cabe destacar el protagonismo de las Órdenes militares y religiosas de Santiago y de Alcántara, sin olvidar el de los concejos ciudadanos y señoríos laicos.

En el siglo XII los territorios extremeños son fronterizos y como tales muy inestables, la zona sufrirá avances y retrocesos tanto por parte musulmana como cristiana. La sociedad extremeña durante los siglos XII y XIII pasará por dos fases clara y nítidamente diferenciadas. Puede hablarse de una primera etapa de frontera[11] y de otra segunda etapa de retaguardia. La segunda comenzará con posterioridad a la batalla de las Navas de Tolosa (1212), considerando “Las Navas”, como el hecho fundamental de La Reconquista, que marcará el declive del poderío almohade. En ella, castellanos y leones unificarán esfuerzos para luchar contra la Media Luna[12].

Los años precedentes a la Batalla de Las Navas están caracterizados por continuos avances y retrocesos. El asentamiento cristiano definitivo en Extremadura se produce con la reconquista de Coria efectuada en el año 1142 por el rey castellano-leonés Alfonso VII (1126-1157). Durante las campañas de Alfonso VII en Extremadura, Salamanca fue su cuartel general, por cuya razón quiso ponerla en estado de defensa: “…á este fin los alcaldes y jurados acordaron, en 1147, fabricar ó rehacer el muro de la ciudad propiamente dicha, y levantar otra cerca comprendiendo en ella los arrabales. De esta época data el engrandecimiento de Salamanca y su opulencia…”[13]. El control cristiano de Coria permitió establecer en el río Tajo la frontera entre la Extremadura cristiana y la musulmana.

La muerte de Alfonso VII trajo consigo la separación entre las coronas de León y de Castilla. Del mismo modo, en las disputas permanentes por el espacio extremeño destacó el avance leonés a manos de Alfonso Téllez Meneses[14] y la conquista de Plasencia, ésta última a manos del monarca castellano Alfonso VIII, quién constituyó una fuerte expedición contra los sarracenos[15], irrumpiendo por la parte nordeste de Extremadura en el 1180 y fundando la ciudad de Plasencia[16].

Consecutivamente, Alfonso VIII continuó su campaña hacia el sur consiguiendo llegar a Trujillo y apoderarse de dicha población, concediendo en 1195 a la Orden militar de Trujillo el castillo y la villa[17]: “…tocaba Trujillo en la antigua jurisdicción, con tierras de Cáceres y Montánchez, al Poniente; del condado de Medellín y vizcondado de Puebla de Alcocer, por Mediodía; con tierra de Talavera por Saliente, y con tierra de Plasencia por el Norte…”[18]. Así pues, la conquista de Trujillo se produjo cuando todos los territorios al norte del Guadiana eran cristianos, su alfoz territorial se extendió desde los ríos Almonte al Guadiana y del Tamuja al macizo de las Villuercas. La tierra de Trujillo era zona de frontera en la que se sucedieron las incursiones devastadoras desde ambos lados y el avance-retroceso de los límites de la misma.

En 1185 se llevó a cabo la primera incursión de Alfonso VIII en territorio musulmán, le acompañó como fuerza la Orden de Alcántara, y entraron en Talavera, Trujillo, la Serena hasta Sevilla. El monarca iba avanzando en sus conquistas y tomando castillos a los sarracenos: Albalat, Monfragüe, Mirabel, pasó el Almonte y llegó a Trujillo y Santa Cruz, cuyo castillo destacó en el más elevado punto de su sierra. Alfonso VIII tomó Trujillo hacia 1186 y otros castillos de su tierra, como los de Cañamero y Logrosán[19]. El monarca castellano (Alfonso VIII) no se conformó y extendió su conquista por las tierras bajo extremeñas irrumpiendo en los alfoces sevillanos e incluso amenazando a Córdoba, ello conllevó a que los musulmanes, viendo peligrar sus reinos, solicitaron ayuda al Norte de África dando lugar, en 1190, a la invasión almohade que tuvo consecuencias muy negativas para los cristianos[20].

Después de la derrota de la Batalla de Alarcos, el poderoso ejército almohade recobró gran parte de los territorios cristianos de la región extremeña, como Montánchez, Trujillo o Plasencia, de tal modo que dichos territorios tornaron nuevamente a manos sarracenas[21]. La derrota cristiana en la Batalla de Alarcos en 1195 dio paso a una nueva situación para Castilla, viéndose obligada a reorganizar sus fuerzas mediante la creación de “nuevas órdenes militares territoriales”. Estas “nuevas órdenes”, con plenitud de atribuciones y más comprometidas con los monarcas para la defensa de los territorios y relativamente menos dependientes del Papa, van a gobernar la mayoría del territorio extremeño[22]. La permanente inseguridad de los territorios extremeños, conquistados durante el largo proceso de reconquista, dio lugar a la consolidación de órdenes militares. Los caballeros de las órdenes militares tuvieron un importante protagonismo en la conquista de Extremadura. Las órdenes militares, llamadas por el rey, tenían una doble función: por una parte defendían los territorios frente a los posibles ataques musulmanes, y por otro lado explotaban las riquezas del lugar.

La región extremeña acogió a dos de las milicias más importantes nacidas en la Península, Alcántara[23] y Santiago, una de carácter internacional, el Temple, fundada en Tierra Santa en 1118, y otras dos de vida prácticamente efímera, Monfragüe-Montegaudio y Trujillo. Dichas órdenes militares, gracias a su disciplina interna, eficaz jerarquización y sistema de organización mediante encomiendas, llegaron a ser un pilar básico para la monarquía cristiana en la lucha contra el Islam, puesto que fueron un instrumento de la Iglesia para su defensa y un vehículo de carácter ideológico, ya que dependieron en última instancia del Papa.

2.1. La conquista de Trujillo y su territorio (1232)

El monarca castellano Alfonso VIII, tras la derrota de Alarcos, fue el protagonista de la reconquista definitiva de las tierras extremeñas, abatiendo a los musulmanes en la Batalla de las Navas de Tolosa, llevada a cabo en el mes de julio de 1212.

La conquista de Extremadura se inició por las tierras de Alcántara (1213) al oeste, junto con Alburquerque, cuyo castillo fue ocupado en 1218 por Alfonso Téllez Meneses[24]. Casi de manera simultánea, por el este, fueron conquistándose las diferentes fortalezas situadas en los alrededores de los vados que concurrían en el Guadiana, extendiéndose el dominio castellano hacia Puebla de Alcocer y Herrera, poblaciones incorporadas a Castilla entre 1220 y 1225. A partir de ese momento, Alfonso IX de León, tomó Cáceres (1229), Montánchez, Mérida (1230), Badajoz (1230) y su hijo, Fernando III El Santo conquistó Trujillo, Medellín y demás fortalezas extremeñas, internándose en Andalucía para ocupar el Valle del Guadalquivir.

La conquista definitiva de Trujillo se produjo en tiempos de Fernando III (El Santo) el 25 de enero de 1232, en ella participaron como capitanes los maestres y comendadores mayores de las órdenes militares, entre los que destacaron el Maestre de Alcántara don Arias Pérez Gallego, y el obispo de Plasencia don Domingo, junto a ellos también otros caballeros de los tres linajes protagonistas de la historia local trujillana: los Altamirano, los Bejarano y los Añascos “…entre ellos sobresalió de forma singular Fernán Ruiz Altamirano un cristiano valeroso, intrépido, que al frente de un puñado de leales logró abrir la puerta del muro y facilitar la entrada de las tropas cristianas al recinto amurallado y así poder tomar la fortaleza…”[25].

Tras la toma o conquista de Trujillo en el 1232 (para otros autores en el 1233), su concejo mantendrá bajo su jurisdicción, sin una limitación clara y exacta hasta finales del siglo XIII, un amplio territorio[26]: “…cuyos límites estaban prácticamente definidos por los dominios jurisdiccionales circundantes, (Plasencia, Cáceres, Puebla de Alcocer), allí dónde los accidentes naturales marcaban una línea divisoria clara –ríos Tamuja, Almonte y Gargáligas-, o que se fueron definiendo en años posteriores donde esa línea divisoria no lo era tanto, como ocurría con Talavera, Toledo y Montánchez. En todos los casos y muy tempranamente y siempre antes del siglo XIII y estaban fijados con claridad sus límites jurisdiccionales, con un territorio de aproximadamente 3.400Km, que se extendía desde el Almonte al Guadiana y del Tamuja al macizo de las Villuercas…”[27]. La conquista de Trujillo se produjo cuando todos los territorios al norte del Guadiana eran cristianos. Un año más tarde caerá el último reducto musulmán en esta latitud, que había hecho fuerte en el castillo de Santa Cruz y sus tierras se adherirán a las de Trujillo para conformar un extenso alfoz.

La recompensa a las órdenes militares que habían prestado ayuda no se hizo esperar. El Maestre de la Orden de Alcántara, D. Arias Pérez, pidió al monarca la villa de Trujillo, pero el Rey no accedió a esta petición, a cambio le entregó un heredamiento en Medellín y la villa de Magacela con su castillo, sin embargo, se reservó Trujillo para la Corona.

La división territorial de la Corona de Castilla tras la Reconquista fue confusa y compleja en Extremadura. El territorio extremeño formó parte de la llamada Provincia de Salamanca; integrada por los partidos de Salamanca, Trujillo y León de la Orden de Santiago[28]. Extremadura, era un territorio soberano de la Corona de Castilla cuyos pobladores se hallaban sujetos a una triple realidad jurisdiccional: realengo, señorío (tanto laico como eclesiástico) y órdenes militares.

La pluralidad jurisdiccional se acompañaba de la administrativa, lo cual dificultaba aún más la identificación de las diversas y cambiantes unidades administrativas que formaban parte de la historia institucional extremeña durante la etapa moderna. Sobre el Rey recaía la suprema autoridad en el proceso de repoblación del espacio que hasta ese momento se consideraba “tierra de nadie”, puesto que la invasión musulmana había roto toda la vinculación con el orden jurídico anteriormente existente y nadie podía ejercer derecho de propiedad, ya que según el ordenamiento jurídico del momento, le correspondía a la Corona. Esta condición inicial de realengo que poseen todas las tierras incorporadas a La Corona no duraría mucho tiempo, debido a las continuas concesiones y donaciones del Rey a Órdenes Militares, Nobleza e Iglesia.

La situación de Trujillo y su tierra, durante el citado periodo, era de dependencia directa de la Corona, convirtiéndose así en tierra de realengo[29]. La reclamación del territorio por el Maestre de la Orden de Alcántara, debido al compromiso y promesa que tuvo Fernando III antes de llevar a cabo la empresa conquistadora, no se llevó a cabo, debiéndose contentar con las concesiones al sur del Guadiana (encomienda de Magacela). La frontera se situó más al sur y Trujillo y su tierra, al igual que otras zonas extremeñas, pasaron alternativamente a manos cristianas y musulmanas.

Tras la conquista de Trujillo se inició un proceso de estructuración y repoblación del espacio. Trujillo era el principal núcleo del conjunto del término. El concejo determinó los límites de los ejidos concedidos a las aldeas, cuyo conjunto constituyeron el alfoz trujillano. Aldeas dependientes del concejo, situadas en sus tierras y con una organización más o menos complejas. Los ejidos se crearon como zona vital para la expansión comunitaria. Por lo general, los ejidos solían estar a las salidas de las aldeas, villas y poblaciones rurales que diferían de los demás terrenos con los que compartía ciertas similitudes (dehesas boyales y baldíos) en que no se permitía roturarlos y, por lo tanto, no se podían sembrar. De igual modo, los ejidos servían de asiento para las eras.

A Trujillo se le concedió una extensa tierra y un amplio y diverso término. El límite geográfico venía marcado, en la mayoría de los casos, por un accidente geográfico: ríos y montañas. En su antigua jurisdicción lindaba con las tierras de Cáceres y Montánchez, el Condado de Medellín y Vizcondado de Puebla de Alcocer, Concejo de Talavera, Condado de Deleitosa y Plasencia, Monroy y Torrejón, constituían sus vecindades.

A lo largo de todo el siglo XIII, durante los reinados de Alfonso IX, de Fernando III y Alfonso X (El Sabio), se agregaron a Castilla y León una nutrida población musulmana, a la que se dio el nombre de mudéjares, población muy laboriosa y próspera, que mantuvo su propia lengua –la aljamía- y costumbres.

Una fecha importante en todo el reino de Castilla-León, lo marcó la rebelión general de “los moros” en 1263, extendida por las zonas y comarcas de reciente ocupación. Rebelión que indujo al rey Alfonso X a la deportación de la mayoría de los mudéjares hacia Granada o África; lo que provocó el abandono de extensos campos y explotaciones; aparte de la repercusión que tuvo en la producción artesanal y la paralización del comercio y del intercambio de productos. La beneficiada de este abandono de campos y cultivos fue La Mesta (La Hermandad de Ganaderos Trashumantes de Castilla), a la que el Rey Sabio, en 1273, otorgó enormes privilegios y preeminencias sobre campos, dehesas y pastos de toda Extremadura que quedaron abandonados por la expulsión de los mudéjares; a donde sus inmensos rebaños venían a invernar desde Castilla Vieja, Tierra de Campos y el norte de León. A esta crisis económica se unió, desde finales del siglo XIII, la “cuestión sucesoria” a la Corona castellana, entre Sancho IV (El Bravo), hijo segundo de don Alfonso, y sus sobrinos los Infantes de La Cerda (hijos del primogénito, don Fernando, que ya había muerto), dejando sus derechos al trono al mayor de estos Infantes[30].

El triunfo de Las Navas aseguró a Castilla la posesión definitiva de los términos situados entre el Tajo y el Guadiana. Debido a ello, el Concejo de Talavera, pasó a extender su dominio por el sur hasta las estribaciones occidentales de los Montes de Toledo, el Guadiana y su afluente el Estena, y por el oeste, el Ibor que actuaba de frontera con Extremadura. Sería en Valladolid, el 15 de mayo de 1293, cuando Sancho IV (El Bravo), concedió a Talavera tres dehesas: la de Jevalillos, Iván Román (llamada posteriormente de los Guadalupes) y el Castrejón de Ibor, alcanzando con ello el punto máximo de su expansión. Transcurrido un tiempo, tras esta sorprendente ampliación del término talaverano, brotaron ciertas dificultades y debates por cuestiones de límites territoriales entre Talavera y Trujillo. Será en el reinado de Alfonso XI cuando se producirá la pérdida de una parte de la dehesa de Iván Román, con motivo de la fundación de la Puebla de Santa María de Guadalupe.

El rey Alfonso XI recorrió estos parajes por su afición a la caza mayor y a la cetrería. Incluso, los dejó bellamente descritos con todo lujo de detalles en su Libro de la Montería (1342-1345). Como botón de muestra, en el citado libro aparecen ciertas alusiones a la Sierra de Pela, dividida en dos: Sierra Menor y Sierra Mayor[31], tratándose de un espacio de vegetación frondosa y refugio de osos, venados y jabalíes. Asimismo, cita dentro de la misma un “Colmenar del Villar” que podría ser el origen de la población de Navalvillar de Pela: “… La Sierra de Pela es muy realmente de Osso en invierno, e algunas vezes en verano, e ay siempre buenos Puercos, e son las bozerias, la una por cima de la cumbre de la sierra, e si yuguiere el Venado catáte el Aldea Dorellana en el valle de la Fuente del Azor. E son las armadas, la una en la Loma de sobre Senda Nueva, e otras dos en los Prados, que son entrel Pilar Menor e la Fuente del Azor, e si yoguiere el Venado catáte a la Parriella sobrel Colmenar del Villar, es la bozeria esso mismo por cima dela sierra los rostros cótra la Parriella. E son las armadas, la una al Colmenar del Villar, e la otra al Enzinar, que nó passe contra Valde Palacios: e la otra armadaen la cima de la Loma de sobre la senda Nueva, e de mas desto en los cabeços dela sierra ha menester omes, q desseñen con canes de renuevo, porq es el monte grande. La Xariella de Iuste es buen monte de Puerco en verano, e en tiempo de los Panes: e non ha bozeria. E es ela armada en las Navas. La Sierra de Pela la menor es bué monte de Puerco en invierno, e algunas vezes ay Osso, e son las bozerias, la una por cima de la cumbre dela sierra, e la otra en la senda q es entre Pela la mayor, e este monte que non passe a Pela la mayor, e la otra al Canto desta sierra catante a la Puebla del Alcocer. E son las armadas, a los Prados, que son entre Pela la mayor el la menor catante la Fuente del Açor…”[32].

  1. La Tierra de Trujillo (del siglo XIII al XV)

El gobierno de Alfonso X fue uno de los reinados más favorables a la ciudad de Trujillo. El rey Sabio otorgó en Segovia (el 27 de julio de 1256) Fuero Real a Trujillo, en éste se concretaron sus privilegios y se amplió su jurisdicción. Del mismo modo, Trujillo se convirtió en una localidad libre, vinculada a la Corona con las lógicas repercusiones que tendría para la vida de una ciudad cristiana bajomedieval: concejo, acotamiento del término, legislación, etc. Igualmente, en este Fuero Real se otorgó poder al concejo para tener montes y dehesas.

Al iniciarse el segundo tercio del siglo XIII quedó configurado el espacio que pasó a depender del concejo de la Villa. Trujillo quedó como principal núcleo del conjunto del término, un amplio y diverso territorio sobre el que la Ciudad-concejo ejerció un dominio concreto. A toda ciudad medieval le correspondía “una tierra” donde ejercer la jurisdicción de la ciudad, el alfoz, su naturaleza era el marco en el que convergían los factores políticos, económicos y sociales. El gobierno de la ciudad y su tierra se confió a tres familias: Altamiranos, Bejaranos y Añascos, que fueron los tres linajes en los que se dividieron los primeros caballeros villanos. Las familias principales de Trujillo se adscribieron a uno de estos tres linajes, estos caballeros dirigieron en un primer momento el gobierno local de la Villa. Los Altamiranos se afincaron en las inmediaciones del Guadiana, por donde después se levantó Orellana la Vieja. Seguidamente, entre Orellana la Sierra (entonces Orellana la Nueva) y Navalvillar de Pela, se establecieron los Bejaranos, mientras que los Añascos (familia de los Pizarro), ocuparon los campos de Zorita, Alcollarín y la Zarza (hoy Conquista de la Sierra).

El concejo de Trujillo salvaguardó bajo su jurisdicción un amplio territorio en el que se promovieron repartos de tierras y pobladores. Tras el definitivo paso a poder cristiano, se definió el territorio concedido a Trujillo y sobre el que ejercerá su señorío. Un amplio alfoz delimitado por el norte y noroeste por el río Almonte, al sur por el Guadiana y el Gargáligas, por el este, el río Tamuja marcaba los límites con las tierras cacereñas. Plasencia, Cáceres, las Órdenes militares de Santiago y Alcántara, Medellín y las Tierras de Toledo y Talavera conformaban las jurisdicciones vecinas de Trujillo.

3.1. La repoblación de la Tierra de Trujillo: un espacio amplio y diverso

La amplitud del término asignado a Trujillo favorecerá el desarrollo de un importante número de aldeas y lugares que conformarán un territorio y una población con unas particularidades concretas. El concejo de Trujillo poseerá, en nombre de la Corona, el derecho y la jurisdicción de alto, bajo, mixto y mero imperio sobre un amplio territorio, incluidos lugares y poblados, ejerciendo Trujillo su dominio en este espacio, por real gracia, un gran señorío, con idéntica autoridad a las que disfrutase cualquier institución civil, eclesiástica con título nobiliario.

El fenómeno reconquistador debía ir acompañado de un proceso repoblador, una parte de las líneas repobladoras esbozadas la justifica la toponimia. El número y significación de los topónimos que anuncian un crecimiento zonal más intenso es elocuente en lo que se refiere al origen del poblamiento rural, pues alude a la consolidación de las formas desarrolladas después de la frontera y con lugares que van precedidos por los sufijos Val-, Nava-, Fuente, apuntan hacia un poblamiento aldeano más consistente en cuanto a su localización en zonas en las que era posible el aprovechamiento mixto, es decir, se desarrollará esencialmente en zonas llanas y de abundantes recursos. Muchos de ellos aparecen al sur de la cuenca del Tajo y valle del Guadiana.

La toponimia de algunas aldeas, lugares y dehesas nos revelan el tipo de terreno en el que están situados: “…Pizarroso, Berrocal; al tipo de vegetación: monte alto, monte bajo, Mohedas; Abertura alude a la tala que hubo que hacer en el denso monte; Logrosán proviene de Lucus (bosque); o las distintas especies dominantes en ellas: Madroñera, La Zarza, Robledillo, o alguna circunstancia especial como Herguijuela de eclesiola (iglesia pequeña) y antes era llamada La Calzada que ha permanecido el nombre en un título de la Casa Ducal de Alba, el Condado de la Calzada…”[33].

En esta misma línea, la toponimia permite aventurar hipótesis más interesantes por la relación que propone entre la terminología empleada y el nacimiento de un poblamiento esencialmente cristiano en aquellos espacios que como los del sur del Guadiana se caracterizan por mantener una relativa presencia del elemento musulmán. Este grupo de poblamiento cristiano está constituido por las poblaciones que van precedidas de Granja de-, Puebla de-, Torre de-, Villa-, Cortijo-. El número de topónimos y su distribución cronológica y espacial apunta las tendencias anteriormente expuestas. Si bien hemos considerado el desarrollo del poblamiento rural apoyado básicamente en la toponimia mayor, la toponimia menor supone un complemento esencial al corroborar la totalidad del proceso.

El reparto de topónimos como villar-, casar-, sugiere algunas ideas interesantes. La primera de ellas es la proliferación de iniciativas particulares que desarrollaron pequeños asentamientos dispersos. El número de casares, entendidos como pequeñas explotaciones-aldeas aumenta en los primeros años del siglo XIV y se localizan esencialmente en espacios de intensa despoblación, constituyendo reducidos asentamientos aislados germen de futuras aldeas. Otro tanto podemos decir de las menciones a villares como forma de poblamiento alejada y típica de los primeros momentos de la colonización púes solo se mantienen hasta 1290. En el siglo XIV las referencias se reducen y adoptan otra significación[34].

El origen de los repobladores del territorio extremeño, según la documentación disponible, fue de una gran diversidad, destacando leoneses, castellanos y portugueses[35]. También hay constancia de la presencia judía en tierras pacenses desde fechas muy tempranas: “…en 1263 Alfonso X El Sabio, para beneficiar a Badajoz ordenó que los judíos de su término pagasen un tributo (el onceno) al concejo de dicha ciudad…”[36].

La peste negra o bubónica, la terrible epidemia que asoló a Europa a mediados del siglo XIV, se abatió también sobre Castilla, y el rey Alfonso, que se encontraba sitiando Gibraltar, fue una de sus víctimas en el año 1350. Esta muerte daría ocasión a una nueva y prolongada guerra civil entre el nuevo rey Pedro I, cuya crueldad y espíritu vengativo sería resaltado por los cronistas de la época y sus hermanos los Infantes de Trastámaras, ensangrentando de nuevo las villas y ciudades de Extremadura, ya bastante devastadas y despobladas a causa de la terrible enfermedad.

Durante los siglos XIV y XV, el territorio extremeño siguió siendo escenario de continuas luchas entre las banderías de nobles, partidarios de la Corona y otros contra ella, que redundaron en la ruina de la región y la destrucción de los recursos agrícolas y ganaderos. Los escasos documentos que se conservan hasta mediados del siglo XIV no ofrecen información sobre los núcleos poblacionales pertenecientes a Trujillo. Hemos de suponer que los repartos de tierras efectuados por el concejo, a partir del momento de la conquista, fueron enmarcados en una doble finalidad. En primer lugar, la propia defensa de la tierra. Este objetivo debió tener un corto periodo de validez, ya que Trujillo constituía un último reducto del dominio musulmán en tierras de la actual provincia de Cáceres, cercado, excepto en cierta parte del sur, por tierras conquistadas en los años anteriores (Cáceres, 1229; Montánchez, 1230; Mérida 1230; Badajoz, 1230; Puebla de Alcocer 1220-1225). En segundo lugar, la ocupación y dominio del territorio concedido a Trujillo.

No sabemos como se llevó a cabo el proceso repoblador, ya que Trujillo no contó, en un primer momento, con fuero que registrase su estructura interna y organización territorial. Tampoco se conservan libros de repartimientos (si es que existieron) que nos dieran luz sobre el asentamiento humano en su tierra[37]. Así pues, Plasencia por el norte, Cáceres por el occidente, Medellín al sur y Talavera a oriente, configuraron los límites del alfoz de Trujillo que inició el proceso de poblamiento y organización de su territorio.

Una vez reducido este “embolsamiento”, la frontera se alejó rápidamente de las tierras trujillanas, pasando éstas a la retaguardia y perdiendo efectividad el carácter defensivo que pudieron tener los núcleos de población, ya que el Guadiana fue inmediatamente sustituido por el Guadalquivir como escenario de los intereses expansivos de la Corona castellano-leonesa. La Corona ordenó revisar aquellas propiedades en la que parecía existir diferencias en cuanto a los límites entre los propietarios y el concejo. El juez asignado para ello recorrió una parte importante del territorio trujillano al objeto de determinar los límites precisos de las tierras concejiles. Un total de veintiocho sentencias sobre dichos términos hace que dispongamos de un importante número de datos en cuanto al poblamiento de dichas zonas[38]. Será a partir de esa fecha, cuando localizaremos información que nos permita conocer el poblamiento de la tierra trujillana, todo parece apuntar que se trataba de un espacio débilmente poblado, especialmente las zonas situadas al sur del término.

El proceso de repoblación fue lento, ya que algunos fenómenos acaecidos como la expulsión de los judíos, la peste, etc., ralentizaron este fenómeno[39]. La repoblación fue un fenómeno complejo, tanto que para tratar el tema con mayor propiedad, habría que hablar de repoblaciones, habida cuenta que una parte significativa del territorio se está repoblando en el siglo XIV, y aun en el siglo XV persisten amplias zonas despobladas, que se están colonizando entonces. Algunas tierras situadas al sur del término de Trujillo se estaban poblando en la segunda mitad del siglo XIV.

Para repoblar un lugar era necesario que el rey primeramente concediese los términos, para que posteriormente el concejo o el señor beneficiado dispusiesen todo lo relativo al asentamiento de los nuevos pobladores, al reparto de las tierras, a la defensa del territorio y a todo lo concerniente al poblamiento. Primero fue necesario constituir la autoridad local que había de regular el asentamiento de los que llegasen, mediante la concesión de las correspondientes tierras y, en ocasiones, lugares de residencia ya construidos o solares para edificarlos[40]. Igualmente, la repoblación de un lugar conllevaba cargas de servicios y tributos a favor del concejo[41].           

3.2. El amojonamiento y deslinde del ejido de Navalvillar (1418)

Durante el reinado del débil y acomodaticio Juan II de Castilla (1406 y 1454), parece posible que el término de Trujillo, al sur y hasta donde llegaban los límites jurisdiccionales del territorio, fuese en un inicio un espacio débilmente poblado y con una escasa afluencia de efectivos poblacionales. El poblamiento de esta zona, muy lento, se impulsó durante el siglo XV, como ponen de manifiesto el proceso de repartimientos encaminados a hacer atractivo el asentamiento de los hombres en las tierras trujillanas del sureste, al tratarse de un espacio aislado, mal comunicado y escenario, a finales del siglo XIII, de las correrías de los Golfines[42], dedicados posiblemente al merodeo desde los castillos que poseían, como tantos otros nobles de la época: “…esta zona era de pastos y de tránsito de ganados trashumantes, resultaba peligrosa por su despoblación y lejanía y era objeto de frecuentes ataques de las bandas de golfines que merodeaban por sus parajes…”[43].

La pretensión del concejo de Trujillo[44] tendente a asegurar el control y poblamiento de estas tierras acuerda el 18 de marzo de 1418 el deslindamiento y amojonamiento del ejido de Navalvillar para aumentar su población[45]. Los ejidos eran terrenos propios de las aldeas en los que no se podía realizar labor salvo con licencia del concejo, de aprovechamiento común. Los ejidos estaban a disposición de los vecinos de la localidad, eran tierras comunales y libres para pastos y también para viñas, huertas, molinos, etc., por eso estaban cercanos al núcleo de población. Los ejidos de las aldeas solían ser de un tiro de ballesta a su alrededor.

Seguidamente, realizaremos la transcripción literal de parte del legajo de Amojonamiento y Deslinde del ejido de Navalvillar por sentencia del bachiller en leyes Bartolomé Rodríguez el 16 de diciembre de 1418. En Navalvillar, a 18 de marzo de 1418, ante el escribano Blasco Domínguez:“…el primer mojon es en la fuente del Rayo, e luego en su derecho va a dar a la majada del mesto e desde su derecho a la cabezuela e desde como va a dar el resto de la jara e de las huertas e en su derecho de Navamojada quedando la nava en el exido e desde justo en su derecho como va a dar al azuchal de la pedriza, e desde su derecho como va a dar a la huerta del membrillo e en su derecho como va al camino que va de la Parrilla a Navalvillar e su derecho como da por la linde y mojones de entre ambas Pelas e desde su derecho tornando al primer mojon hincado, a salvo de los q aparecieren a Navalvillar que puedan ir e tornar al turcal e a la veguilla por este dicho termino amojonado de sus uso por donde dijeron, q por cuanto esto era servicio del dicho Sr Rey e por honra del dicho Concejo e la dicha tierra sea bien poblada que por ello daban y dieron el dicho ejido, asi de su uso declarando a todos los que ahora moran en el dicho lugar y moren de aquí en adelante e ahi vinieran a vivir para que vivan todos igualmente…”[46].

Otro incentivo propuesto por el concejo para garantizar el poblamiento de estas tierras tan distantes, fue la entrega de heredades a quienes se asentaban en aquellas zonas fijando incluso lugares repoblados por iniciativa privada, como la desparecida aldea de Valdepalacios[47], pueblo matriz de Logrosán (Cáceres). El lento proceso de crecimiento de población del concejo de Trujillo a lo largo del siglo XV, especialmente la zona situada al sur del territorio, parece acelerarse en los últimos veinte años del mismo, así lo reflejan las licencias concedidas en ese periodo, donde podemos apreciar que el Lugar de Navalvillar será uno de los lugares más solicitados para las mismas[48].

  1. El concejo de Trujillo y su alfoz en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna

El reinado de los Reyes Católicos, en su conjunto, fue para España un periodo de renovación y de crecimiento que la llevó con rapidez y decisión hacia la hegemonía europea. Don Fernando y Doña Isabel consiguieron la unidad del estado español y comenzaron a realizar profundas modificaciones en diversas instituciones con el fin, tanto de mostrar el poder de la monarquía, como de lograr una administración unificada más eficaz.

Un cambio de dinastía, totalmente imprevisto, tuvo una gran importancia para el nuevo rumbo de la Historia de España y para la Historia de Extremadura, que conoció en el siglo XVI grandes cambios sociales y económicos. Muertos los Reyes Católicos sucedió en el trono de los reinos unidos de Castilla, León, Aragón, Granada, Sicilia y Navarra su nieto el invicto Carlos I de España y poco después V Emperador de Alemania. El Emperador tiene todavía una parte de monarca medieval, de continuador de la labor realizada por sus abuelos los Reyes Católicos. Debemos destacar la estrecha relación que mantuvo el Emperador con la ciudad de Trujillo y el gran protagonismo que tuvo durante este reinado, principalmente en tres apartados: Trujillo renacentista, Trujillo relacionado con el imperio europeo y con el imperio americano. La aceptación del monarca Carlos I como Rey de España supuso un motivo de pacificación y concordia para el concejo de Trujillo[49].

En el siglo XVI, en la España de los Austrias, el eje de la administración estaba en la fiscalidad. La mayoría de las ciudades, villas y aldeas que hoy formaban parte de Extremadura (ninguna de las cuales tenía en aquellos años representación en Cortes) se englobaban en grandes unidades fiscales, provincias y partidos, que dependían de Salamanca, una de las dieciocho ciudades que en aquellos momentos tenían voto en Cortes.

A efectos fiscales, las actuales tierras de Extremadura se englobaban a finales del XVI en diferentes unidades, llamadas provincias y partidos. Estas circunscripciones creadas a finales del siglo XVI carecían de cualquier valor jurídico o administrativo y tenían un carácter meramente fiscal. Entre estas provincias se repartían, especialmente en tres (Salamanca, Trujillo y la provincia de León de la Orden de Santiago), las distintas localidades que han terminado formando parte de la región extremeña y otras que, más tarde, tras siglos de relación, pasarían a los territorios limítrofes[50].

La zona norte de Extremadura pertenecía al Partido de Salamanca. Allí, además de los señoríos de Casar de Palomero, Cilleros, Garganta la Olla, Marchagaz, Palomero, Pasaron, Robledillo de Gata, San Martin de Trebejo, Tejeda, Trebejo, Villamiel y Descargamaría, en la Tierra de Béjar se incluían las localidades de Hervás, Baños y La Garganta. No obstante, los enclaves esenciales eran los de las tierras de Coria (Coria, Torrejoncillo, Pedroso, Portage, Pescueza, Cachorrilla, Casillas, Casas de D. Gómez, Huélaga, Calzadilla, Guijo de Coria, Morcillo, Perales, Hoyos y Acebo) y Granadilla (Granadilla, La Alberca, Soto Serrano, Pinofranqueado, Obejuela, Sauceda, Mestas, Encina, Masegal, La Muela, Robledo, Abellanal, Orcajo, Aldehuela, Las Herias, Abadía, Aldeanueva, La Granja, La Zarza, Guijo de Granadilla, Ahigal, Santibañez, El Bronco, Cerezo, Ribera de Oveja, La Pesga y Mohedas). Como podemos apreciar, en éste ámbito fiscal se englobaban localidades que luego, mucho más tarde, tras formar parte de Extremadura pasaron a Salamanca, como La Alberca y Soto Serrano[51].

La provincia de León, de la Orden de Santiago, contenía tanto ciudades, como otras localidades, algunas ya despobladas y otras actualmente incluidas en las provincias de Badajoz, Cáceres, Huelva y Sevilla. La Extremadura leonesa, con unos 40.000 km2 (relegada a un segundo plano dentro del contexto fiscal y militar de la Corona castellanoleonesa), subsistía bajo la dependencia administrativa de las autoridades salmantinas.

La provincia de Trujillo, provincia de la Corona de Castilla y posteriormente de España se mantuvo hasta la creación de la Provincia de Extremadura, comprendía buena parte de la Extremadura actual e importantes enclaves de otras limítrofes. Estaba constituida por diversos señoríos, villas eximidas, localidades no adscritas y varias comarcas: Tierra de Trujillo, Tierra de Cáceres, Tierra de Alcántara, Tierra de Badajoz, Tierra de Belalcázar, Tierra de Plasencia, Tierra de Siruela, Tierra de Capilla, Tierra de Valverde, Tierra de Medellín, Tierra de Magacela y Tierra de Galisteo. Por todo ello, podemos decir que el partido de Trujillo, dentro de la Provincia de Salamanca, contenía ya a finales del siglo XVI una buena parte de las tierras que constituirán definitivamente la Extremadura actual[52]. La Provincia de Extremadura (Provincia de Estremadura en castellano antiguo), aparece por primera vez con esa denominación en 1548, en el Libro de las grandezas y cosas memorables de España de Pedro de Medina.

  1. La ciudad de Trujillo y su Tierra en crisis: el impacto de la Guerra de Restauración Portuguesa (1640-1668)

La vida del Reino prosiguió y a los múltiples escenarios militares que mantuvo la Monarquía de Felipe IV en Europa y América, y que sirvieron de justificación de las ventas citadas anteriormente, vinieron a sumarse a partir de 1640 los levantamientos de Cataluña y Portugal que acercaron los conflictos militares a una tierra que había visto, hasta entonces, la guerra como algo costoso pero lejano.

La Guerra de Separación de Portugal (conocida también como Guerra de la Independencia, Secesión o Restauración de Portugal 1640-1668), situó Badajoz en el centro de una región en guerra. La acción continua de bandas dedicadas al pillaje y la concentración de efectivos y operaciones en la frontera extremeño-alentejana, provocaron la devastación de los pueblos situados en este espacio, mientras que la propia ciudad de Badajoz se convirtió en la principal plaza de armas contra Portugal. En ella se creó en 1646 la Capitanía General de Extremadura, donde se estableció el grueso del Real Ejército de Extremadura y su Capitán General. Extremadura se convirtió en escenario fundamental del levantamiento luso y Trujillo en antesala de dicho teatro. El conflicto portugués tuvo una repercusión directa en al conjunto de la Tierra de Trujillo afectando en primer lugar a sus recursos humanos.

A mediados del siglo XVII se concedió previo pago voto a dos territorios que no se identificaban con una ciudad: Galicia (hasta entonces representada por Zamora) y Extremadura (que lo era por Salamanca). Para el caso de Extremadura el dinero para la compra lo aportaron seis localidades (cuatro ciudades, Badajoz, Mérida, Plasencia y Trujillo y dos villas, Alcántara y Cáceres; otras dos invitadas, Jerez de los Caballeros y Llerena, no aceptaron). De forma genérica, a partir de 1651, un territorio llamado Extremadura tenía presencia en Cortés. Para algunos esta compra del voto de Cortés supondría un primer acto que mostraría la presencia de Extremadura como entidad territorial[53]. En 1651 se otorgaría a Trujillo la merced de voto en Cortes para lo cual tendría que hacer un desembolso de cinco millones de maravedís.

Desde 1647 a 1652, en cinco años, la serie de catástrofes que se sucedieron sobre toda la región debieron ser terribles, a juzgar por la cantidad de rogativas, procesiones penitenciales y oraciones públicas que se hicieron en todos los pueblos. Hay que tener en cuenta que en estos aciagos años lo que no destruían las lluvias, la heladas o los calores sofocantes del verano, era robado o asolado por las partidas de portugueses que incursionaban en los pueblos desde la frontera; o bien los propios ejércitos castellanos, acuartelados en Extremadura, que tenían que vivir sobre el terreno de lo que saqueaban o incautaban a los campesinos. En la década siguiente, en 1662 y 1663, volvieron a emprenderse acciones militares en toda la frontera, con idénticos resultados.

Cuando en 1665 subió al trono el último representante de la dinastía austriaca, Carlos II de España (el Hechizado), Trujillo tenía encima un desastre económico tan pronunciado que necesitó mucho tiempo para recuperarse. Desde 1676 hasta 1685 se volvieron a repetir las desgracias y reveses de la década anterior; acontecimientos desdichados que fueron creciendo y azotando con mayor fuerza a medida que avanzaba el conflicto y reinado del débil monarca Carlos II, el último de los Austria[54].

La nueva y larga Guerra de Sucesión a la Corona estalló en 1701, cuando ya había sido jurado por las Cortes Generales del Reino Felipe V de Borbón, como un nuevo monarca. Nuevamente, Extremadura se vio transitada por tropas foráneas de ejércitos castellanos, portugueses, franceses e ingleses.

  1. La Tierra de Trujillo en el siglo de la Ilustración

El siglo XVIII se considera, en la historia general de España, un periodo de crecimiento demográfico, de reformas políticas y de expansión económica, donde se llevarán a la práctica nuevas organizaciones territoriales que perseguirán la finalidad de reformar el Estado. Con Felipe V de Borbón se inicia una intensa centralización, que marcará nuestra organización territorial prácticamente hasta la actualidad, aunque este centralismo no terminará con la diversidad que ya existía en determinados territorios. A partir del 1718 el territorio se distribuirá en unidades administrativas, primero denominadas “intendencias”[55] y luego, provincias. Al frente de cada una se sitúa un funcionario, que será el representante del rey. Desde el punto de vista económico, las reformas de Felipe V tuvieron efectos positivos, ya que durante el siglo XVIII algunos núcleos de la Península Ibérica comenzaron un despegue económico posibilitado por el proceso de industrialización de sus materias primas. Estas zonas son mínimas en comparación con el resto peninsular que sigue basando su economía en la tierra, como era el caso de Extremadura.

Extremadura era un mosaico de jurisdicciones confusas, de infraestructuras administrativas dominadas por señores feudales: “…esta realidad se mantiene vigente hasta fecha muy tardía, 30 de mayo de 1790, momento en que la Monarquía decide crear la Real Audiencia de Extremadura, a petición de las ciudades y villas con voto en Cortes (Badajoz, Mérida, Plasencia y Alcántara). Así, a fines del siglo XVIII, el territorio extremeño estaba articulado en torno a nueve Partidos Jurisdiccionales: Trujillo, Cáceres, Alcántara, Plasencia, Coria, Badajoz, Mérida, Llerena y La Serena…”[56]. La agricultura y la ganadería constituyen las fuentes indispensables de riqueza que articulan la vida social, política y económica de sus habitantes. Los señoríos eran muy numerosos, las percepciones de derechos feudales muy frecuentes, el control de los vasallos muy importante y la confusión jurisdiccional un verdadero problema. Estos rasgos permiten definirla como tierra de frontera, como espacio marginado que conduce a la sociedad que se asienta aquí a la emigración.

De igual forma, el siglo XVIII trajo consigo un aumento importante de las fuentes para conocer la evolución de la población española y averiguar su realidad histórica de la manera más amplia y fiable mediante Interrogatorios y Cuestionarios para satisfacer estos deseos de conocimiento. Los datos que facilitan las contestaciones a las preguntas formuladas son elementos muy valiosos para conformar la historia de cada localidad[57].

En la segunda mitad del siglo XVIII y en el marco renovador de la Ilustración, la administración borbónica impulsó un paquete de medidas encaminadas a mejorar las tareas de gobierno. Una de ellas fue el establecimiento de las Audiencias provinciales, entre ellas la de Extremadura: “…lo primero era conocer el territorio y para ello los máximos responsables de la nueva Audiencia (Regente, Oidores y Alcaldes) se comprometieron en una visita que abarcó toda Extremadura. Entre los meses finales de 1790 y los primeros de 1791 los diferentes partidos fueron inspeccionados e interrogados por un miembro del Tribunal, a fin de obtener un informe detallado de cada municipio que recogiera sus particularidades y deficiencias susceptibles de mejora…”[58].

La creación de la Real Audiencia de Extremadura en 1790, por Real Cédula de Carlos I, fue uno de los acontecimientos más relevantes de la historia regional en este siglo de la Ilustración, que designó a Cáceres como sede de este alto Tribunal de Justicia, intentando preservar su independencia y autonomía frente a la Real Intendencia o a la Capitanía General que se ubicaban en Badajoz. El 27 de abril de 1791, en el discurso que sirvió para la apertura de la Real Audiencia de Extremadura, Juan Meléndez Valdés, desgranó la situación social y el atraso secular de su tierra amada: “…Extremadura ha sido hasta aquí, en el imperio español, una provincia tan ilustre y rica como olvidada (…). Todo está por crear en ella, y se confía hoy a nosotros: sin población, sin agricultura, sin caminos, industria ni comercio, todo pide, todo solicita y demanda la más sabia atención, y una mano reparadora y atinada para nacer á su impulso, y nacer de una vez sobre principios sólidos y cierto, que perpetúen por siempre la felicidad de sus hijos, y con ella nuestra honrosa memoria…”[59].

Una vez constituida la corporación se llevó a cabo la composición de Partidos, dando lugar a la primera concepción territorial y jurisdiccional de Extremadura, pues todavía en 1791 se consideraba Extremadura (Estremadura) como una única provincia:“…hasta principios del siglo XVIII no harán su aparición los primeros organismo con sus correspondientes cargos -Capitanía General, Intendencia del Ejército y Provincia (1720) y, el más importante de todos, la Real Audiencia de Extremadura (1791) – que, si bien no pueden ser calificados como típicamente extremeños, extenderán, como tribunal llerenense, sus competencias y radio de acción por todo el territorio de la Provincia de Extremadura. Todos otorgarán, poco a poco, una cierta personalidad jurídica y político-administrativa al territorio regional, pero no conviene olvidar que ni eran organismos exclusivamente extremeños ni sus actuaciones, sujetas a las directrices emanadas del Poder central, se encaminaron de manera clara y decisiva a la resolución de los agudos y peculiares problemas socioeconómicos que aquejaban a la Provincia…”[60]. Se dividió el territorio extremeño en Partidos Judiciales, que en un principio fueron nueve (Trujillo, Cáceres, Alcántara, Plasencia, Coria, Badajoz, Mérida, Llerena y La Serena)[61], correspondientes a los pueblos y ciudades de mayor importancia, iniciándose inmediatamente visitas de cada uno de los Ministros de la Audiencia para que informasen de la situación y condiciones de su población; y enviar un informe al Consejo Real con los resultados[62].

Con la fundación de la Real Audiencia de Extremadura llegó a estas tierras un grupo de profesionales e intelectuales cuyas funciones no se limitaron exclusivamente al conocimiento de los partidos que recorrieron, sino que desplegaron un fuerte compromiso social que se tradujo en la propuesta de soluciones para hacer frente a los problemas que, heredados de siglos, acuciaban a la Provincia y a cuantos aquí habitaban[63].

[1] Martínez Díez, Gonzalo.“Extremadura: Origen del nombre y formación de las dos provincias”. Anuario de la Facultad de Derecho. Número 2. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura. Cáceres, 1983. Página 67.

[2] Martínez Díez, Gonzalo. “La Extremadura castellana: del fuero de Sepúlveda al fuero de Alcaraz”. Homenaje al Profesor José Antonio Escudero. Tomo III. Editorial Complutense. Universidad Complutense. Madrid, 2012. Página 155.

[3] Martínez Díez, Gonzalo. “Extremadura: Origen del nombre…”. Opus cit. Página 77.

[4] Domené Sánchez, Domingo. “Origen y formación de Extremadura”. Universo Extremeño. Nº 1. Club Universo Extremeño. Cáceres, 2006. Página 2.

[5] Carrtero, Anselmo. Las nacionalidades ibéricas: (Hacia una federación democrática de los pueblos hispánicos). Ediciones de las Españas. México, 1962. Página 26.

[6] Callejo Serrano, Carlos. “Barones catalanes en la Reconquista de Extremadura”. Revista de Estudios Extremeños. Vol. 42. Nº 3. Badajoz, 1986. Página 664.

[7] Martínez Díez, Gonzalo. “Extremadura: Origen del nombre…”. Opus cit. Página 81.

[8] Domené Sánchez, Domingo. Opus cit. Página 8.

[9] “…Alfonso I (…) ataca con furia a los musulmanes obligándoles a desplazarse hacia el Sur. Avanza, cautiva, extermina, ocupa numerosas ciudades, y sus vanguardias hostigan sin descanso a los fugitivos desde los páramos leoneses hasta los estribos de Gredos. Tras liquidar a cuanto musulmán encontraba a su paso…”. Terrón Albarrán, Manuel. “IV Historia Política de la Baja Extremadura en el Período Islámico”. Historia de la Baja Extremadura. Periodo Islámico. Tomo I. Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. Badajoz, 1986. Página 319.

[10] Cardalliaguet Quirant, Marcelino. Cáceres en su historia (Crónicas y reportajes de una ciudad singular). Librería Figueroa. Cáceres, 2017. Páginas 56 y 57.

[11] “…En la primera etapa, la Extremadura actual se convierte en uno de los espacios de más intensa lucha, debido a los intereses contradictorios de las monarquías occidentales (Castilla, León y Portugal) y a la frontera cristiano-musulmana (…). Durante este periodo, sólo excepcionalmente los cristianos controlaran lugares al sur del Tajo, como Cáceres y Trujillo. Su ocupación será en todo caso efímera (…). Durante esta etapa, la Extremadura actual, como corresponde a tierra de frontera, está poco poblada (…). Después de Las Navas, Extremadura conocerá ya solamente la ofensiva cristiana…” Clemente Ramos, Julián. “La sociedad rural extremeña (siglos XII-XIII)”. Revista de Estudios Extremeños. Volumen XLVI. Número 3. Diputación de Badajoz. Badajoz, 1990. Páginas 541 y 542.

[12] Mazo Romero, Fernando y del Pino, José Luis. “El Régimen Señorial en Badajoz durante la Edad Media”. Historia de la Baja Extremadura. Período Islámico. Tomo I. Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. Badajoz, 1986. Página 684.

[13] “…Por los años de 1156, los caballeros salmantinos D. Suero Fernández y su hermano don Lope fundaron la orden militar de Álcantara, es decir, una sociedad religiosa y militar que á la vez de practicar las virtudes cristianas, hacía la vida del campamento…”. Picatoste, Valentín. Descripción é Historia política, eclesiástica y monumental de España para uso de la juventud. Consejo de Instrucción Pública. Madrid, 1891. Página 35.

[14] Hacia el año 1200 Alfonso Téllez Meneses había conquistado y poblado la villa de Alburquerque, plaza que quedará en posesión de su familia hasta el advenimiento de la dinastía Trastámara, constituyendo el primer caso, en el tiempo, de un señorío nobiliario en tierras de Badajoz. Mazo Romero, Fernando y del Pino, José Luis. “El Régimen Señorial en Badajoz durante la Edad Media”. Historia de la Baja Extremadura. Período Islámico. Tomo I. Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. Badajoz, 1986. Página 684.

[15] Fernández, Alonso. Historia y Anales de la Ciudad y Obispado de Plasencia. Biblioteca Extremeña. Publicaciones del Departamento Provincial de Seminarios de FET y de los JONS. Cáceres, 1952. Páginas 24 y 25.

[16] “…Don Alfonso VIII de Castilla era emprendedor como su abuelo don Alfonso VII y como su tío Don Fernando II de León. A vueltas con los cabecillas moros y coadyuvando á las sublevaciones de éstos contra los almohades, procuraba entretanto ir fortificando la frontera meridional del reino de Toledo, y ocupando otros lugares del lado sudoriental, como Cuenca y sus pueblos comarcanos. Hacia 1185 debió ser cuando vino á Extremadura y fundó la ciudad de Plasencia, pués en el siguiente le vemos ya en ella firmando documentos en el que se dá á la ciudad este nombre. El arzobispo toledano se limita a decir en tono ampuloso que el insigne monarca convirtió a manos á nuevos trabajos (después de los militares en que antes se ocupara) y edifico la ciudad de la gloria, á la cual constituyó por fortaleza y le puso por nombre Plasencia, atrayendo á ella pobladores, ensanchando sus términos y poniendo allí sede episcopal…”. Martínez y Martínez, Matías Ramón. Historia del Reino de Badajoz durante la dominación musulmana. Tip. y librería de Antonio Arqueros. Badajoz, 1904. Página 250.

[17] “…En marzo de 1195, Alfonso VIII concede a la Orden militar de Trujillo el castillo y villa de Trujillo junto con otros castillos en lo que posteriormente será su tierra: “Sanctam Crucem, prope Trugellum, situm in monte Arduo, et alia duo castella, quórum alterum vocatur Cabannas, reliquun vero Zuferola”. Esta mención, unida a la que se hace del castillo de Cañamero en 1220 y del castillo de Logrosán, constituyen las únicas referencias con las que contamos del periodo anterior a 1232. Hemos de resaltar en todas ellas el evidente y marcado carácter defensivo, como es obvio por su situación y el momento. Sin embargo, podemos suponer que al amparo de estas fortalezas se concentraría una población atraída precisamente por la posibilidad de protección que podrían proporcionar. Pese a esta escasez de noticas, hemos de suponer que una gran parte de los 23 lugares y aldeas que dependen del concejo de Trujillo en 1485, constituyeran ya algún tipo de agrupamiento antes de 1232…”. Sánchez Rubio, María de los Ángeles. El Concejo de Trujillo y su Alfoz en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura. Badajoz, 1993. Página 39.

[18] Naranjo Alonso, Clodoaldo. Trujillo sus hijos y monumentos. ESPASA-CALPE, S.A. Madrid, 1983. Página 89.

[19] Galiana Núñez, Magdalena. Trujillo en sus textos históricos y en sus documentos (de los árabes al s.XX). CISAN. Trujillo (Cáceres), 2004. Página 23.

[20] Rodríguez Amores, Lorenzo. Crónicas Lugareñas Madrigalejo. Tecnigraf, S.A. Badajoz, 2008. Página 86.

[21] “…El día 15 de abril de 1196 sale de Sevilla la tropa al mando del propio califa, internándose en Extremadura y cruzando el Guadiana por las cercanías de Medellín para avanzar hasta Montánchez (…). A continuación los almohades prosiguen su avance arrollador hacia Santa Cruz, cuyos habitantes habían huido, y hacia Trujillo, que también se lo encuentran evacuado (…). Las tropas musulmanas cruzan el Tajo y cercan Plasencia, defendida por Alfonso Téllez de Haro, la toman al asalto haciendo cautivos a los pocos defensores que quedaron con vida, entre ellos el obispo y sus canónigos (…). El ejército almohade siguió por tierras castellanas asolando los campos, pero sin poder tomar, a pesar de los correspondientes asedios, Talavera, Maqueda ni Toledo, puesto que, según parece, los calores veraniegos hacen desistir de la lucha al califa, que toma la decisión de regresar a Sevilla, oportunidad que aprovecha Alfonso VIII para recuperar Plasencia en el mismo año de 1196. Sin embargo, este monarca no logra rebasar el Tajo y todo el territorio que hay desde Trujillo hacia el sur queda en poder de los almohades…”. Ibídem. Página 87.

[22] Sobre las Órdenes Militares en Extremadura véanse Pereira Iglesias, J. L. “Gobierno, administración y recursos de las Órdenes Militares en la Extremadura de los siglos modernos”. Las Órdenes Militares en la Península Ibérica. Vol II. Edad Moderna. Ed. Universidad de Castilla la Mancha. Cuenca, 2000. De la Montaña Conchiña, José Luis. La Extremadura Cristiana (1142-1350). Poblamiento, poder y sociedad. Universidad de Extremadura. Servicio de Publicaciones. Badajoz, 2002.. Bullón de Mendoza, Alfonso. “Las Órdenes Militares en la Reconquista de Extremadura”. MILITARIA. Revista de Cultura Militar. Número 15. 2001.

[23] “…Por los años de 1156, los caballeros salmantinos D. Suero Fernández y su hermano don Lope fundaron la orden militar de Álcantara, es decir, una sociedad religiosa y militar que á la vez de practicar las virtudes cristianas, hacía la vida del campamento…”. Picatoste, Valentín. Descripción é Historia política, eclesiástica y monumental de España para uso de la juventud. Consejo de Instrucción Pública. Madrid, 1891. Página 36.

[24] Adámez Díaz, Antonio. Los Señoríos de Orellana la Vieja y Orellana la Sierra. Muñoz Mora Editores Extremeños. Badajoz, 2005. Páginas 30 y 31.

[25] Galiana Núñez, Magdalena. Opus cit. Página 25.

[26] Martín Nieto, Dionisio A. y Díaz Díaz, Bartolomé. Los Priores de la Magacela de la Orden de Alcántara (la mal llamada sexta dignidad de la Orden). Diputación Provincial de Badajoz. Badajoz, 2002. Páginas 70 y 71.

[27] Bernal Estévez, Ángel. Poblamiento, transformación y organización social del espacio extremeño. Junta de Extremadura. Consejería de Cultura y Patrimonio. Mérida, 1998. Página 112.

[28] Pereira Iglesias, J,L. “Gobierno, administración y recursos de las Órdenes Militares en la Extremadura de los siglos modernos”. Las Órdenes Militares en la Península Ibérica. Vol II. Edad Moderna. Ed. Universidad de Castilla la Mancha. Cuenca, 2000. Página 1828.

[29] Realengo es la calificación jurisdiccional que tienen los lugares dependientes directamente del rey, es decir, cuyo señor jurisdiccional es el mismo rey. Se utiliza como término opuesto a señorío.

[30] Cardalliaguet Quirant, Marcelino. Cáceres en su historia…Opus cit. Páginas 69 y 70.

[31] Castaño Fernández, Antonio M. Los nombres de Extremadura. Estudios de Toponimia Extremeña. Editora Regional de Extremadura. Badajoz, 2004. Páginas 229 y 230.

[32] Libro de la Montería que mando escrevir el muy alto y muy poderoso Rey Don Alfonso de Castilla y León. Acrecentado por Gonçalo Argote de Molina. Dirigido A la S.C.R. M. del Rey Don Philipe Segundo. Sevilla, 1582. Página 91.

[33] Galiana Núñez, Magdalena. Opus cit. Página 34.

[34] De la Montaña Conchiña, José Luis. La Extremadura Cristiana (1142-1350). Poblamiento, poder y sociedad. Universidad de Extremadura. Servicio de Publicaciones. Badajoz, 2002. Página 80.

[35]…el principal aporte demográfico, siempre según la información disponible, procede del antiguo reino de León. Asturgalaicos en su mayor parte, leoneses propiamente dichos, y más tarde gente procedentes de Zamora y Salamanca (…). El segundo gran contingente en importancia fue el de las gentes procedentes del reino de Castilla, repartidas por las tierras por ellos conquistadas, en particular por los concejos de Plasencia, Trujillo y Medellín. La mayor parte procedían del concejo de Ávila, pero también se ha detectado la presencia de segovianos, burgaleses, sorianos, vallisoletanos, emigrantes naturales de los valles cantábricos (Quintana), para finalmente rastrear también la presencia de inmigrantes procedentes de los concejos de Toledo y Talavera…”. Bernal Estévez, Ángel. Poblamiento, transformación y organización social del espacio extremeño. Siglos XIII al XV. Junta de Extremadura. Consejería de Cultura y Patrimonio. Mérida, 1998. Página 274.

[36] Mazo Romero, Fernando y Luis del Pino, José. “Aspectos demográficos, sociales, económicos e institucionales del Reino de Badajoz durante la Baja Edad Media”. Historia de la Baja Extremadura. Periodo Islámico. Tomo I. Real Academia de las Letras y las Artes. Badajoz, 1986. Página 749.

[37] Sánchez Rubio, María de los Ángeles. El Concejo de Trujillo y su Alfoz en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura. Badajoz, 1993. Página 40.

[38] Ibídem. Página 41.

[39] Sobre la repoblación del Concejo de Trujillo véase Sánchez Rubio, María de los Ángeles. El Concejo de Trujillo y su Alfoz en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura. Badajoz, 1993. Páginas 59-61.

[40] Izquierdo Benito, Ricardo. Reconquista y repoblación de la Tierra Toledana. Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos. Diputación Provincial. Toledo, 1983. Página 17

[41] “…el conjunto de tierras entregadas a los repobladores se fundaba, sobre todo, en los servicios que también habrían de prestar como contrapartida a su disfrute. Junto con la casa o el solar, podían recibir distinta cantidad de tierra, generalmente la suficiente para cultivarla con una yunta de bueyes (una yeguada) y además, en ocasiones, viña, huerto o arbolado. Se procuraba que los lotes fuesen similares. La parte principal que se entregaba a los repobladores, que solía ser la que se iba a dedicar a la labranza, generalmente de cereales, recibía el nombre de quiñón. La tierra laborable llevaba consigo la carga de servicios y tributos (pechos) a favor de la comunidad concejil o del señor…”. Ibídem. Página 19.

[42] Los golfines aparecen en las tierras convertidas en frontera entre el Tajo y el Guadiana. Eran bandoleros o bandidos de frontera, quienes habían hecho del robo y del secuestro su modo ordinario de vida.

[43] Bernal Estévez, Ángel. Poblamiento, transformación… Opus cit. Página 116.

[44] Corporación o grupo de personas integrado por un intendente y varios concejales que se encarga de administrar y gobernar un municipio.

[45] “…Navalvillar estaba encontrando tantísimas dificultades para poblarse que en 1418 el concejo se ve obligado a concederle término propio para facilitar la atracción de nuevos pobladores, en medio de un mar de dudas sobre sus posibilidades de supervivencia, finalmente despejadas hacia finales de este siglo cuando se produce un intenso movimiento roturador, documentado a través de 23 licencias de rompimiento de terrenos en el breve transcurso de 6 años…”. Bernal Estévez, Ángel. Poblamiento, transformación y organización social del espacio extremeño. Junta de Extremadura. Consejería de Cultura y Patrimonio. Mérida, 1998. Página 114.

[46] Archivo Municipal de Trujillo. Amojonamiento y deslinde del ejido de Navalvillar por sentencia del bachiller en leyes Bartolomé Rodríguez el 16 de diciembre de 1418. En Navalvillar, a 18 de marzo de 1418, ante el escribano Blasco Domínguez. Legajo 2, carpeta 4. Folios 1r-2r. Legajo 3. Folios 258r-259v. Se hizo un segundo amojonamiento por el corregidor de Trujillo, Álvaro Porras, en Acedera, a 16 de octubre de 1492, ante Alfonso Rodríguez de Almazán. Legajo 2, carpeta 4. Folios 2r-4r. Legajo 3. Folios 259v-262r. Hay un segundo cuadernillo que contiene un traslado de 15 de febrero de 1629 y una copia del acta de restitución que se hizo a la ciudad de Trujillo de un pedazo del ejido de Navalvillar. En Navalvillar, a 3 de mazro de 1418. Legajo 2, carpeta 4. 13 folios.

[47] “…Sea por las condiciones del terreno ó por las escasas aguas, ó bien, como dice la tradición, por el crecido número de hormigas y otros insectos que pululaban por aquella zona, es lo cierto que el primitivo pueblo de Valdepalacios (1), que comenzó allí á fundarse á raíz de la reconquista, hubo de ser trasladado del actual ó absorbido por él, recibiendo éste por antonomasia el nombre de lugar sano, lucus sanus, de donde por corrupción se formó después, Lugursan, Lugurusan ó Logrosán. (1). A la iglesia de Valdepalacios perteneció la actual campaña del Ayuntamiento. En la iglesia parroquial se conserva un cáliz y varios libros también de aquella. Hoy solo se ven sus ruinas transformadas en pajar. Dicese asimismo que los Concejales del nuevo pueblo le Logrosán tenían obligación de asistir todos los años á cierta fiesta ó ceremonia conmemorativa celebrada en aquellos sitios el día de Pascua de Resurreccion…”. Roso de Luna, Mario. Logrosán (Legajo Histórico). Por el doctor Mario Roso de Luna. Académico C. de la Historia y Caballero de varias Órdenes. Año 1898. Excmo. Ayuntamiento de Logrosán. Cáceres, 2007. Folios 54 y 55.

[48] “… Esta zona era de pastos y de tránsito de ganados trashumantes, resultaba peligrosa por su despoblación y lejanía y era objeto de frecuentes ataques de las bandas de golfines que merodeaban por sus parajes. Para tratar de poner remedio a esta situación el concejo de Trujillo solicitó a la reina D. María en 1295 la constitución de una heredad a favor de Garci Sánchez de Trujillo, a quien se facultó para formar una aldea por poblar la zona y ahuyentar a los bandidos…”. Bernal Estévez, Ángel. Poblamiento, transformación y organización social del espacio extremeño. Junta de Extremadura. Consejería de Cultura y Patrimonio. Mérida, 1998. Página 116.

[49] Galiana Núñez, Magdalena. Opus cit. Página 256.

[50] Sánchez Marroyo, Fernando. “Estructura Político-Institucional de Extremadura (1808-1874)”. Revista de Estudios Extremeños. Tomo LXIX. Número 1. Centro de Estudios Extremeños. Diputación de Badajoz. Badajoz. 2013. Página 144.

[51]Ibídem. Página 145.

[52]Ibídem. Página 147.

[53] Sánchez Marroyo, Fernando. “Estructura Político-Institucional de Extremadura (1808-1874)”. Revista de Estudios Extremeños. Tomo LXIX. Número 1. Centro de Estudios Extremeños. Diputación de Badajoz. Badajoz. 2013. Página 148.

[54] Cardalliaguet Quirant, Marcelino. Cáceres en su historia…Opus cit. Página 111.

[55] Institución de origen frances, implantada en España en el siglo XVIII y cuyo titular ostentaba poderes militares, hacendísticos, judiciales y policiales.

[56] Corrales Álvarez, Álvaro. “La villa de Fuente de Cantos a finales del Siglo XVIII. Análisis histórico a partir del Interrogatorio de la Real Audiencia”. VII Jornada de Historia de Fuente de Cantos. Organizada por “Lucerna”, Asociación Cultural de Fuente de Cantos en colaboración con el Excmo. Ayuntamiento de Fuente de Cantos. Diputación de Badajoz. Badajoz, 2007. Página 147.

[57] Otras fuentes documentales básicas de finales del siglo XVIII, son el Interrogatorio de Tomás López y el Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura de 1791. Dichas fuentes, pretenden conocer mediante cuestionarios la realidad socioeconómica del reino de Castilla y sus provincias, entre las que se encuentra Extremadura y dentro de ella la población de Navalvillar de Pela, localidad donde más nos interesa proyectar todos sus valores.

[58] Granjel, Mercedes. “Médicos y cirujanos en Extremadura a finales del siglo XVIII”. DYNAMIS. Vol. 22. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Granada. Granada, 2002. Páginas 158 y 159.

[59] Meléndez Valdés, Juan. Discurso de Apertura de la Real Audiencia de Extremadura (27 de abril de1791). Ed. de M.A. Lama Hernández. Mérida, 1991. Páginas 63 y 64. “Discurso sobre los grandes frutos que debe sacar la provincia de Extremadura de su Nueva Real Audiencia, y plan de útiles trabajos que ésta debe seguir para el día solemne de su instalación y apertura, 27 de abril de 1791”.

[60] García Pérez, Juan. “El problema de la personalidad regional. Algunas reflexiones sobre elementos configuradotes de la identidad colectiva en Extremadura”. Alcantara. Revista del Seminario de Estudios Cácereños. Nº13-14. 1988.

[61] “…A fines del siglo XVIII, el territorio extremeño estaba articulado en torno a nueve Partidos Jurisdiccionales: Trujillo, Cáceres, Alcántara, Plasencia, Coria, Badajoz, Mérida, Llerena y La Serena…”. Corrales Álvarez, Álvaro. “La villa de Fuente de Cantos a finales del Siglo XVIII. Análisis histórico a partir del Interrogatorio de la Real Audiencia”. VII Jornada de Historia de Fuente de Cantos. Organizada por “Lucerna”, Asociación Cultural de Fuente de Cantos en colaboración con el Excmo. Ayuntamiento de Fuente de Cantos. Diputación de Badajoz. Badajoz, 2007. Página 147.

[62] Cardalliaguet Quirant, Marcelino. Cáceres en su historia…Opus cit. Página 128.

[63] Melón Jiménez, Miguel Ángel. “Extremadura a finales del Antiguo Régimen”. Actas de las Jornadas de historia de las Vegas Altas «La batalla de Medellín» (28 de marzo de 1809). Medellín-Don Benito, 26 y 27 de marzo de 2009 / coord. por José Angel Calero Carretero, Tomás García Muñoz. Badajoz, 2009. Página 29.

Dic 302017
 

Dr. Juan Carlos Rodríguez Masa.

juancarlosrm@unex.es

  • Introducción

 

El siglo XVIII es el “siglo de la Razón” o “siglo de las Luces”, la época de la “ilustración”, porque una explicación racional del mundo venía a “iluminar” las sombras heredadas de la tradición. La prueba es que, en la historia general de España, el siglo XVIII es considerado un periodo de crecimiento demográfico, de reformas políticas y de expansión económica, donde se llevaron a la práctica, con la finalidad de reformar el Estado, nuevas organizaciones territoriales.

La llegada de los Borbones al trono español conllevó cambios sustanciales en la sociedad española, pues con Felipe V de Borbón (1700-1746) se inició una intensa centralización que marcó nuestra organización territorial, prácticamente, hasta la actualidad, aunque este centralismo no terminó con la diversidad existente en los diversos lugares peninsulares. Desde el punto de vista económico, las reformas de Felipe V tuvieron efectos positivos, ya que algunos núcleos de población emprendieron un “despegue económico”. Pero estas zonas fueron escasas en comparación con el resto península, eminentemente agraria, que permaneció basando su economía en la tierra[1]. La actitud reformista era patrimonio de una minoría (grandes pensadores, literatos y artistas) y sus planteamientos llegaron muy desdibujados al mundo rural extremeño.

Efectivamente, el conjunto de las ideas ilustradas circularon, inicialmente, entre unas élites reducidas; sólo sabían leer los sacerdotes, los clérigos y los sectores más acomodados de la burguesía de las ciudades. La nueva dinastía borbónica propició importantes cambios en la estructura del Estado y favoreció un proceso renovador, imbuido por el espíritu ilustrado, procedente de Europa. Las reformas borbónicas pretendieron colocar a España, lógicamente, en la órbita de influencia francesa. Los Borbones introdujeron varios cambios importantes respecto a sus predecesores: “abrieron” el país al comercio internacional y facilitaron la inclusión de extranjeros. Estas tímidas medidas de modernización, inspiradas por los reformistas ilustrados españoles, impulsaron el deseo de conocer en profundidad la realidad histórica del territorio español, y por consiguiente, del extremeño: abundaron las descripciones de viajeros (españoles y extranjeros), se elaboraron censos generales de población (Censo del Conde de Aranda, Censo de Floridablanca, etc.,) y se articularon interrogatorios o cuestionarios (Interrogatorio del Marqués de la Ensenada, Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura, etc.,) que ofrecieron una útil y completa muestra de la realidad nacional, regional o local, puesto que examinaron todos los “órdenes de la vida”: el económico, político, social y cultural. El Interrogatorio proporcionaba un conocimiento en profundidad de la estructura del territorio, abarcando a todas las poblaciones y aldeas del territorio nacional, incluso las de menor entidad[2]. Entre estas localidades se encontraba el Lugar de Navalvillar de Pela, aldea de la ciudad de Trujillo desde el siglo XV al XIX.

El presente artículo pretende reconstruir la realidad histórica del pueblo de Navalvillar de Pela durante la segunda mitad del siglo XVIII, en base a las informaciones del Interrogatorio del Marques de la Ensenada (1753) y el Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura (1791). Efectivamente, el presente trabajo se sustenta principalmente sobre fuentes primarias, documentos que contienen la voz de las personas en el pasado, a las que de una manera u otra “hemos entrevistado” a través de los textos generados por ellos.

La historia de Navalvillar de Pela, y su jurisdicción, transcurre paralelamente al devenir histórico extremeño y por extensión al español. Conocer su historia nos permite entender lo que sucedió en el pasado, con el propósito de encontrar respuestas en el presente.

 

  • Luces y sombras en la Extremadura del siglo de la Razón

 

El acceso de la Casa de Borbón a la Corona de España iba a suponer un cambio fundamental en el país, pues con la venida de la nueva dinastía borbónica, la idea de sentar sobre nuevas bases la administración comenzó a concretarse. Así, en 1718, el territorio español se dividió en unidades administrativas, primero denominadas “intendencias” y luego, “provincias”. Hasta el siglo XVIII no quedó definida Extremadura como entidad administrativa. A ello contribuyó la creación de la Intendencia de Extremadura (1720) con capital primero de Mérida y, poco después, trasladada a Badajoz. Tras una fase de adaptación, el sistema de intendencias fue reajustado en 1749, durante el reinado de Fernando VI (1746-1759), con una reforma de límites territoriales, lo que conllevó a la creación de la Provincia de Estremadura, cuya capital era Badajoz [3].

La Extremadura de mediados del siglo de la Razón (siglo XVIII), era un mosaico de jurisdicciones confusas, de infraestructuras administrativas dominadas por señores feudales. La agricultura y la ganadería constituyeron las fuentes indispensables de riqueza que articularon la vida social, política y económica de sus habitantes. Los señoríos eran muy numerosos, las percepciones de derechos feudales muy frecuentes, el control de los vasallos muy importante y la confusión jurisdiccional un verdadero problema[4]. Estos rasgos permitieron definir Extremadura como tierra de frontera, como un territorio deprimido, atrasado y escasamente poblado que conduce a la sociedad que se asienta aquí a la emigración[5]. Para dar una cierta unidad a la olvidada Extremadura fue fundamental la creación de la Real Audiencia. En efecto, el monarca Carlos IV, por Real Pragmática de 30 de mayo de 1790, decidió dotar a la Provincia de un tribunal superior para impartir justicia y estableció una Audiencia Real en la ciudad de Cáceres[6]. El ámbito de su jurisdicción coincidió, salvo pequeñas modificaciones, con el de la actual comunidad extremeña. El 27 de abril de 1791, en el discurso que sirvió para la apertura de la Real Audiencia de Extremadura, Juan Meléndez Valdés, desgranó la situación social y el atraso secular de su tierra amada: “…Extremadura ha sido hasta aquí, en el imperio español, una provincia tan ilustre y rica como olvidada (…). Todo está por crear en ella, y se confía hoy a nosotros: sin población, sin agricultura, sin caminos, industria ni comercio, todo pide, todo solicita y demanda la más sabia atención, y una mano reparadora y atinada para nacer á su impulso, y nacer de una vez sobre principios sólidos y cierto, que perpetúen por siempre la felicidad de sus hijos, y con ella nuestra honrosa memoria…”[7].

Una vez constituida la corporación y configurados los partidos judiciales, que en un principio fueron nueve (Trujillo, Cáceres, Alcántara, Plasencia, Coria, Badajoz, Mérida, Llerena y La Serena)[8], se encomendó a los magistrados que recorriesen, personalmente, sus partidos judiciales con visita a todos sus pueblos[9]. Con la fundación de la Real Audiencia de Extremadura llegó a estas tierras un grupo de profesionales e intelectuales cuyas funciones no se limitaron exclusivamente al conocimiento de los partidos que recorrieron, sino que desplegaron un fuerte compromiso social que se tradujo en la propuesta de soluciones para hacer frente a los problemas que, heredados de siglos, acuciaban a la Provincia y a cuantos aquí habitaban[10]. Para tal fin se elaboró un interrogatorio (Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura) de 57 preguntas, que habrían de contestar las autoridades civiles y eclesiásticas de cada localidad.

Además de los visitadores de la Real Audiencia, un gran número de viajeros extranjeros, movidos por diversas razones, recorrieron la heterogénea geografía extremeña en todas direcciones durante el siglo XVIII. Estos viajeros ofrecieron una visión de Extremadura dominada por un tono más bien triste y favorecieron la “construcción de estereotipos” sobre un supuesto carácter específico y los hipotéticos “rasgos particulares” de sus habitantes: los extremeños. En este sentido, la mayor parte de los viajeros hicieron alusión a una alegórica singular desunión, al ancestral individualismo, salvajismo y paganismo[11], y a la imagen de perezosos y atrasados[12]. Así lo recogió, a finales del siglo XVIII, el ilustre clérigo de Jaraicejo (Cáceres), Francisco Gregorio de Salas, quien dedicó a sus paisanos la siguiente Décima a Estremadura:

“Espíritu desunido

anima á los Estremeños;

jamás entran en empeños,

ni quieren tomar partido:

cada cual en sí metido,

y contento en su rincón,

aunque es hombre de razón,

vivo ingenio y agudeza,

vienen a ser por pereza

los indios de la nación”.[13]

En la memorable Décima, del sacerdote jaraicejano, se encuentran (en un contexto jocoso) buena parte de las ideas, reales o tópicas, así como los estereotipos y prejuicios que circularon sobre los extremeños en la España de finales del siglo XVIII[14]. Por otra parte, en el retrato de Extremadura que brotó de la pluma de estos viajeros no imperó únicamente ese tono oscuro y sombrío que se pueda pensar[15]. En esas pinceladas y rasgueos de la pluma, que dibujaron la región extremeña durante el siglo de la Razón, existieron algunas zonas que cautivaron la atención de los visitantes por su singular colorido, belleza y riqueza natural[16]. Esto ocurrió en el territorio ocupado por la comarca que, peyorativamente, recibió el nombre de “Siberia Extremeña”, tradicionalmente olvidada y marginada, cuyo nombre ha dado lugar a todo tipo de conjeturas[17].

A principios del siglo XIX, las tierras de la Siberia Extremeña, cuyos límites geográficos e históricos son imprecisos[18], formaban parte del Arzobispado de Toledo y de la zona oriental del partido de Trujillo. Un amplio territorio fraccionado en enormes latifundios[19] y sembradas de coladas, veredas, cordeles y cañadas reales que los poderosos señores de la Mesta utilizaban para el tránsito de sus rebaños. La división provincial de España (1833) incorporó todos los pueblos de esta comarca, La Siberia, a la provincia de Badajoz, cuya división provincial se completó con la subdivisión en partidos judiciales de 1834. Desde ese año, las poblaciones de esta comarca fueron integradas en los partidos de Herrera del Duque y de Puebla de Alcocer. Así, sus municipios quedaron enlazados por un sentimiento de pertenencia a la misma comunidad y cada partido llegó a convertirse en una referencia no sólo judicial sino también administrativa, electoral, recaudatoria e incluso comercial.

  • Navalvillar de Pela: aldea trujillana (1418-1834)

 

En la puerta de entrada a la Siberia Extremeña, se encuentra el municipio de Navalvillar de Pela, localidad objeto de estudio. Los diversos hallazgos arqueológicos de distintas épocas encontrados de forma diseminada en las inmediaciones, ninguno de ellos, invita a pensar que el origen de Navalvillar de Pela sea anterior al periodo de repoblación que siguió a la conquista de Trujillo en 1232 en forma de núcleo poblacional organizado[20].

Al sur y hasta donde llegaban los límites jurisdiccionales del territorio trujillano, parece posible que fuese en un inicio un espacio débilmente poblado y con una escasa afluencia de efectivos poblacionales[21]. El poblamiento de esta zona, muy lento, se impulsó en las décadas finales del siglo XV, como ponen de manifiesto el proceso de repartimientos encaminados a hacer atractivo el asentamiento de los hombres en las tierras trujillanas del sureste, al tratarse de un espacio aislado, mal comunicado y escenario, a finales del siglo XIII, de las correrías de los Golfines[22]. La pretensión del Concejo de Trujillo, tendente a asegurar el control y poblamiento de estas tierras, acuerda el 18 de marzo de 1418 el Amojonamiento y Deslinde del ejido de Navalvillar para aumentar su población[23], cuya carta fue escrita en pergamino y signada por el escribano Blasco Domínguez[24].

El lento proceso de crecimiento de población del concejo de Trujillo[25] a lo largo del siglo XV, especialmente la zona situada al sur del territorio, parece acelerarse en los últimos veinte años del mismo, así lo reflejaron las licencias concedidas en ese periodo, donde apreciamos que el Lugar de Navalvillar fue uno de los lugares más solicitados para las mismas[26].

En enero de 1628, don Fernando Pizarro y Orellana[27] presentó en el Consejo de Hacienda un memorial por el que solicitó la compra-venta de la jurisdicción del Lugar de Navalvillar de unos trescientos vecinos y una legua de término. El proceso de venta de resultó complicado, ya que concedida la solicitud, don Fernando Pizarro y Orellana renunció a tal adquisición y traspasó a su hermano, Juan de Orellana Pizarro, sus derechos sobre el Lugar de Navalvillar[28]. Por Cédula Real, fechada en Madrid el 10 de enero de 1629, se ratificó la compra del Lugar de Navalvillar a Don Juan Orellana Pizarro[29].

Del mismo modo, y como era habitual, se ofreció a los vecinos acudir al tanteo pudiendo hacerse con su jurisdicción en un plazo aproximado de sesenta días. No esperaron a la finalización del plazo, ya que el 29 de enero de 1629, los vecinos negociaron el “tanteo” y ofrecieron más de la cantidad acordada por don Juan de Orellana para impedir la compra del lugar por este caballero trujillano[30]. El Consejo de Hacienda aceptó el acuerdo y el comisionado despojó a Don Juan de Orellana Pizarro de su posesión y condición, tan brevemente disfrutada, como primer señor de la villa de Navalvillar de Pela[31].

Navalvillar de Pela gozó y disfrutó del estatus de villa independiente y de realengo durante cuatro años, ya que en 1633 perdió su condición de villa exenta, libre e independiente (de por sí y para sí), debido a que Trujillo consiguió satisfacer lo prometido a la Corona y reclamó la devolución de su antigua aldea. En poco espacio de tiempo, Navalvillar de Pela pasó de ser aldea de la ciudad de Trujillo a villa de señorío, villa eximida de realengo y nuevamente aldea trujillana hasta la división territorial (provincial y regional) de 1834, que se integró al Partido judicial de Puebla de Alcocer (Badajoz).

 

 

 

 

3.1. El Lugar de Navalvillar de Pela según el Interrogatorio del Marqués de la Ensenada (1753)

El 10 de octubre de 1749 se promulgó el Real Decreto, expedido por Fernando VI[32] al Marqués de la Ensenada[33], que ordenaba realizar una magna averiguación, con la intención de racionalizar el complicado e injusto sistema tributario vigente en aquella época, para la puesta en práctica de una Única Contribución (Catastro)[34]. Para ello, se envió a todos los municipios de la Corona de Castilla un cuestionario impreso de cuarenta preguntas, el denominado Interrogatorio del Marqués de la Ensenada. Los datos recopilados supondrán una fuente documental de incalculable valor para el conocimiento de las provincias de la Corona de Castilla y su población, pues era la más exhaustiva y minuciosa averiguación disponible sobre las 22 provincias de Castilla[35].

Los datos obtenidos del Catastro de la Ensenada (1750-1754), es documentación primaria, ya que se trataba de repuestas de “personas de prestigio” de cada localidad (cura, alcalde, regidores y escribanos) que “bajo y cargo de juramento” de decir la verdad, respondieron a las cuarenta preguntas del Interrogatorio. Casi todos los aspectos del municipio dejaron su huella en el Catastro, se examinaron todos los “órdenes de la vida”: el económico, político, social y cultural ofreciendo una completa y útil muestra de la realidad local.

Las autoridades locales de Navalvillar de Pela contestaron al Interrogatorio el 8 de agosto del mil setecientos cincuenta y tres[36]. Entre las respuestas generales encontramos datos demográficos[37]. En este sentido, hacemos un inciso para aclarar que todos los censos anteriores al de Aranda (1768-1769) no cuentan el número de habitantes sino el de vecinos, es decir, los vecinos eran las unidades de producción y consumo, el pequeño grupo humano que contribuía como unidad de cargas financieras y militares del Estado, apareciendo el problema del coeficiente para hallar un número multiplicador y convertir los vecinos en habitantes[38].

De igual modo, en el cuestionario encontramos datos referentes a la situación puntual de cada lugar acompañado de planos de los territorios, quizás para paliar la falta de cartografía[39]. Así, el Catastro de Ensenada nos describe los tipos y calidades de tierra, así como, los productos que se obtienen de ella[40].

3.1.1. La agricultura como base de la economía

La propiedad de la tierra de Navalvillar de Pela, en el siglo XVIII, estaba estrechamente relacionada con su explotación. La tierra, constituía la principal fuente de riqueza de la localidad, pues se trataba de un municipio eminentemente agrícola, donde existía una gran dependencia del Sector Primario, que era el eje fundamental del desarrollo y base de la estructura económica. Igualmente, mediante otra de las respuestas del Interrogatorio podemos conocer los tipos de frutos: “…11ª A la undécima pregunta dijeron que en este termino se cogen los frutos de trigo, cebada, avena, centeno, aceite, vino, miel, cera y frutas…”[41].

La actividad ganadera del Lugar de Navalvillar era básicamente extensiva, encontrándose caracterizada por una baja productividad y rentabilidad económica, debido posiblemente al bajo grado de transformación de productos que se obtenían de la misma. En respuesta a la pregunta veinte del Catastro nos encontramos con las especies de animales existentes en el lugar[42]. La cabaña ganadera suponía para Navalvillar de Pela una considerable fuente de ingresos, no obstante, debemos diferenciar entre el ganado estante (permanece dentro de los límites jurisdiccionales) y ganado trashumante (ganado que emigra de otros territorios aprovechando los pastos del término). El ganado estante, servía de sustento y trabajo a los vecinos de la localidad, ya que les aportaba diversos recursos como: fuente de alimentación en el consumo, medio de transporte de personas y mercancías, fuerza de tiro para labrar la tierra y labores de trilla del cereal, transformación de la lana y piel, abono de las tierras (estiércol), etc. Mientras que el ganado trashumante, se trataba de grandes rebaños mesteños que, organizados a través de las cañadas, venían a pastar y a pasar el invierno en la zona, el aprovechamiento de los suelos se hacía previo arrendamiento, que enriquecía a los propietarios de los terrenos arrendados.

En definitiva, podemos resaltar como el ganado estante tenía una trascendental importancia, puesto que constituía un complemento básico de la agricultura (estiércol, fuerza de tiro, etc.) y de la economía familiar, pues posibilitaba la obtención de productos para el consumo, como podría ser la leche, lana, miel, etc. Pero sería el ganado trashumante, ganado ovino en concreto, el que generaría los más significativos y cuantiosos ingresos[43]. No obstante, dentro del sector primario, recalcamos la actividad de la apicultura[44], sobrepasando las mil doscientas noventa colmenas en la localidad[45].

3.1.2. La industria y el comercio

Las actividades pertenecientes al sector secundario, también afloraron en el Catastro, donde observamos la existencia de varias industrias transformadoras, entre las que se encontraban diversos molinos harineros, un molino de aceite y dos tejares[46]. Además de las industrias referidas de transformación de productos agrarios, aparecen reflejados diversos oficios artesanos, caracterizados por el predominio absoluto de la producción de subsistencia, donde su marco económico, principalmente era un pequeño taller artesanal. En un repaso a los oficios nos encontramos con un herrero, un alarife o albañil, un carpintero, dos sastres y dos zapateros[47]. Para el abastecimiento, los peritos y autoridades de Navalvillar ponen de manifiesto la existencia de una taberna y un abastecedor o almacén de jabón[48].

En el sector terciario, observamos una característica a enfatizar como fue la ausencia de tratantes y comerciantes[49]. Del mismo modo, se describen los entresijos, perfectamente estipulados, de la compra-venta de ganado, ya que sus precios estaban claramente establecidos dependiendo de la especie, sexo y edad[50].

            En lo referente a Sanidad, Educación y Administración Pública, comprobamos que la atención cotidiana estaba en manos de dos cirujanos o sangradores que curraban las enfermedades. La educación estaba a cargo de un maestro, y la Administración Pública del Ayuntamiento, quedaba compuesta por los diversos funcionarios de justicia y profesionales del derecho como regidores, alcaldes y notario[51].

3.1.3. Las finanzas municipales y las fiestas

Los ingresos y gastos de la localidad aparecen reflejados en las Repuestas Generales dos, veintitrés y veintiocho. Aquí podemos comprobar como los vecinos pagaban anualmente, por razón de alcabalas, cinco mil cuarenta Reales[52]. En lo que respecta a las fiestas, en el Catastro menciona, únicamente, las fiestas del Corpus. Asimismo, en la respuesta a la pregunta número veinticinco del Catastro, encontramos una de las primeras referencias escritas que relaciona el nombre de San Antón Abad con Navalvillar de Pela: “…a la Demanda de Sn Antón Abad de Salamanca, y costo que haze la persona que biene a su Cobranza Veintey siete Rs…”[53]. Estos demandadores o bacinadores de limosnas de San Antón, eran los monjes de la Orden Hospitalaria de San Antón, estos monjes, bajo la protección del Santo, eran los encargados de curar en sus casas-hospitales la enfermedad denominada Ignis Sacer, fuego de San Antonio, o mal de los ardientes, para ello, recorrían la zona que constituía la jurisdicción de su encomienda, provistos de bacines y una campanilla para hacerse notar. Los monjes antonianos llevaban una T (Tau) bordada en su hábito, curaban con “vino milagroso” y ponían campanas a los cerdos que pertenecían a sus hospitales para conseguir alimentos para ellos, una práctica ritual muy difundida en diversas poblaciones de España y que procuraba, cada año, un cerdo para ser criado y mantenido por la comunidad y luego ser subastado o rifado el día de la fiesta del Santo, 17 de enero.

Las fiestas en honor a San Antonio Abad son de singular importancia en la historia local de Navalvillar de Pela, consideradas en la actualidad de carácter oficial e institucional, teniendo un particular protagonismo al tratarse de la fiesta mayor de los peleños, gentilicio local. Efectivamente, San Antonio Abad o San Antón, como es popularmente conocido, estaba incluido en el abigarrado santoral católico y su devocionismo popular estaba presente desde tiempos inmemoriales entre los peleños, tal vez, por su patronazgo sobre los animales y las enfermedades de la piel.

3.2. El Lugar de Navalvillar de Pela según el Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura (1791)

Los manuscritos originales de las respuestas dadas por el Lugar de Navalvillar de Pela al Interrogatorio se encuentran en el Archivo Histórico Provincial de Cáceres. Asimismo, estas respuestas se hallan transcritas dentro de la obra dirigida por Miguel Rodríguez Cancho y Gonzalo Barrientos Alfageme, y patrocinada por la Asamblea de Extremadura en 1995.

Las cincuenta y siete preguntas del cuestionario de la Real Audiencia de Extremadura, que los propios funcionarios realizaron personalmente a las autoridades civiles y eclesiásticas de la localidad, encierran en sus respuestas las preocupaciones y los intereses más diversos: entorno, sociedad, política, economía y religión.

3.2.1. El entorno

En respuesta a la primera pregunta conocemos los límites jurisdiccionales de la aldea de Navalvillar[54] a finales del mil setecientos: “…este lugar es aldea de la ciudad de Trujillo, su capital y dista de ella diez leguas…”[55]. En lo que refiere al paisaje, acentuamos la Sierra de Pela[56] (la cual daba nombre al Lugar de Navalvillar), dónde se criaba la grana o pelotilla, de la mata de coscoja, que los propios valencianos recolectaban para sus tintes[57].

La información que recibió la Administración sobre el estado de las calles era poco halagüeña, pues las calles de Navalvillar de Pela estaban mal empedradas, eran de regular extensión y permanecían a falta de limpieza[58]. El Teniente Cura narraba así el estado de las calles: “…en este pueblo las más de las calles son anchas, aunque ai dos o tres angostas, estan aseadas según lo permite su configuración, que se allan desempedradas en la mayor parte, estando las mas llanas y algunas pendientes…”[59]. Otro de los elementos que ayudaron a definir el urbanismo de los municipios era la presencia de posadas y hospitales. Navalvillar de Pela contaba con una posada para el hospedaje de camineros o arrieros y un hospital[60]. Igualmente, el Teniente Cura reflejó la existencia de una posada y de un hospital[61].

3.2.2. La sociedad

            En 1791, el Lugar de Navalvillar contaba con 360 vecinos (equivalente a unos 1440 habitantes), de ellos 150 eran jornaleros, 120 labradores, 42 ganaderos y 10 artesanos[62]. Idénticamente, el Teniente Cura puntualizaba el número de vecinos, así como la existencia de otros profesionales: cuatro sastres, cinco zapateros, dos albañiles, dos cirujanos y un boticario, también nos informa de que los profesionales no constituyen gremio alguno[63].

Del mismo modo, se nombraba la existencia de una fuente de agua potable donde se surtían los vecinos, especialmente en verano, pero la falta de limpieza de la misma causaba muchas enfermedades entre el vecindario[64]. Por ello, el Teniente Cura recomendó encañar el agua de esta fuente[65].

Otra de las cuestiones importantes radicaba en conocer la realidad de las escuelas de primeras letras, centros, que como su propio nombre indica, se dedicaban a enseñar los conocimientos básicos. Navalvillar de Pela disfrutaba de una escuela y un maestro de primeras letras[66]. Dicha escuela era pagada por los vecinos del lugar y quedaban sin enseñanza los niños de las familias más pobres[67].

 

 

3.2.3. La política

La justicia era uno de los elementos claves del Interrogatorio. El Lugar de Navalvillar quedaba englobado en materia de justicia a la Audiencia de Cáceres y en lo eclesiástico al Obispado de Plasencia[68]. En relación con el Ayuntamiento, era importante analizar los cargos locales, su número y composición. El Interrogatorio constataba que en Navalvillar de Pela había dos alcaldes, tres regidores, dos diputados de abastos y un procurador[69]. Para articular la política local se intentaba conocer la existencia de casa consistorial. En este sentido, figuraba en la población un ayuntamiento con cárcel[70]: “…en este pueblo ai casas de ayuntamiento y carzel de corta estension y estado, y no ai otro edificio ni archivos publicos ni oficios de hipotecas…”[71].

3.2.4. La economía

Las cuestiones económicas eran, sin duda alguna, las que encerraban las respuestas de mayor interés para la Administración Central. Las actividades agropecuarias constituían la fuente principal de subsistencia de los habitantes de Navalvillar de Pela a finales del mil setecientos. Así, las cosechas recogidas en el municipio eran, principalmente, las de trigo, cebada y centeno[72].

Los diezmos[73] de lo cosechado lo percibía el Obispo y Cabildo de Plasencia, la fábrica y el cura de la iglesia, y el Real Monasterio de Guadalupe. Efectivamente, la agricultura suponía el sustento económico más importante de la localidad, pues la tierra cultivada se dedicaba a necesidades humanas. Los cereales, labrados por bueyes y yuntas, constituían la base alimenticia de la población[74]. Los cultivos de regadío eran exiguos, ya que los vecinos reconocían la existencia de pocas huertas en el término, donde se cultivaban productos hortícolas como lechugas, tomates, pimientos[75]. Igualmente, el Teniente Cura habló del escaso número de huertas y de la variedad de frutos que de ellas se recolectaban[76]. En lo que se refiere al paisaje adehesado, Navalvillar de Pela poseía una dehesa boyal de pasto y labor[77].

Por otra parte, con la finalidad de incrementar los terrenos dedicados a cultivos, los habitantes de Navalvillar de Pela transformaban el paisaje mediante la quema y la roza del monte[78]. Otra de las realidades que afectaban al municipio era la escasa extensión de sus territorios cultivados debido a la existencia de terreno montuoso en el lugar, donde habitaba multitud de caza que amenazaba los cultivos y las reses de sus vecinos, por ello, la caza de fieras estaba premiada en el municipio[79].

Otro aspecto interesante, vinculado a las explotaciones agropecuarias, tenía que ver con el sector ganadero. En Navalvillar de Pela existía un predomino del ganado cabrío, después el ovino y, consecutivamente, el porcino[80]. Indistintamente, se aludía al predominio de unas 1.200 colmenas en el término[81].

En lo referente al apartado de fiscalidad y recursos municipales, la primera actividad a tratar será el abastecimiento de la población. En este sentido, los abastos existentes en Navalvillar eran de carne, vino y jabón[82]. Otro aspecto era el referido a las ferias y mercados, según sus vecinos no se celebraba ninguno de estos eventos: “…a la dezima dijeron: que no ay en este pueblo ferias ni mercado alguno, ni nezesidad de ellos por causa de haverlos ymediatos, que no ay comerzio de generos ni frutos…”[83].

En el apartado dedicado a la industria, el primero de los aspectos a analizar serían las fábricas, y comprobamos que en Navalvillar existía una fábrica de lino[84]. Así lo describía el Teniente Cura: “…a la undecima se responde: no ai fabrica en este pueblo, a escepcion de la de lino que se usa labrada por mugeres, par el consumo del pueblo y aun de algunos otros, e ignoro las proporciones para establecerelas…”[85]. Igualmente, el Teniente Cura mencionó la existencia de un molino de aceite[86]: “…a la quadrajesima dixeron: que en este pueblo ay un molino solo de azeite y no ay machina alguna especial para trillar, no otra que fazilite el benefizio de la cosecha…”[87].

3.2.5. La religión

La religiosidad constituye una de las características principales que impregnan numerosas actividades del hombre. Por lo que respecta a la iglesia, como centro de concurrencia habitual para las gentes, llegó a ser costumbre (en siglos pasados) de servirse del templo para los más variados menesteres. En 1791, Navalvillar de Pela presentaba una parroquia, Santa Catalina, que era aneja a la de Orellana la Vieja, con dos tenientes curas que proveía el Obispo de Plasencia[88]. Otras edificaciones religiosas de interés, por sus características (como hitos particularizados) o por su incidencia sobre la organización morfológica de las poblaciones, eran las ermitas que proliferaban tanto en el interior de los núcleos, como en sus alrededores. De ordinario, cada población contaba con varias ermitas. En el caso concreto de Navalvillar de Pela su número ascendía a tres[89]. No obstante, el Teniente Cura citó, únicamente, dos ermitas: Nuestra Señora de la Caridad y de San Sebastián[90].

Otro elemento a analizar en el Interrogatorio fueron las cofradías y las finalidades de su fundación, puesto que los elementos más interesantes de las cofradías eran los fondos que poseían, su institución y el número de hermanos. La fundación de cofradías constituía una práctica muy habitual, sobre todo a lo largo de la Edad Media, como institución que servía para encauzar la devoción laica[91]. Las cofradías fueron diseñadas para transmitir la doctrina cristiana mediante la presencia social y la exaltación religiosa. Por este motivo, los cofrades participaban activamente en los cultos básicos de la iglesia como misas, bautismos, procesiones, etc., y especialmente en la celebración religiosa de la advocación bajo cuyo nombre se hallaba la cofradía. Además, estas asociaciones generalmente realizaban prácticas benéfico-asistenciales para atender a una sociedad desprotegida, en situaciones de enfermedad, orfandad, viudedad, auxilio de muerte, etc[92].

En 1791, el número de cofradías en Navalvillar de Pela era de dos: una denominada del Señor o El Santísimo, cuyos fondos ascendía a 1.730 reales, con 130 cofrades, y la segunda cofradía de Nuestra Señora de la Caridad, con 1.007 reales de fondos y 120 cofrades[93]. Igual respuesta corroboraba el Teniente Cura[94].

Otro aspecto tratado fue el relacionado con los cementerios, debido a su vinculación directa con la religión. El cementerio, al igual que la iglesia, era escenario del quehacer cotidiano, realizándose en él las prácticas colectivas más diversas, desde la celebración de concejos a la venta de productos o la acogida de ganado, hasta su utilización como ámbito de esparcimiento en el que se celebraban las actividades lúdicas o festivas. Por su parte, a la Administración le interesaba esta cuestión por temas sanitarios, puesto que en muchas localidades los enterramientos seguían realizándose en el interior de las iglesias y Navalvillar de Pela no constituía una excepción a dicha realidad. Por ello, los vecinos advirtieron de la necesidad de construir un cementerio[95].

También hemos de referirnos a las mentalidades colectivas sobre la muerte, con especial referencia a las disposiciones testamentales sobre el lugar de inhumación de cadáveres, pues la práctica común era depositarlos en interior de iglesias, conventos o ermitas[96]. La iglesia era un centro de reunión de la comunidad en sentido amplio, pues en ella se integraban el mundo de los vivos y de los muertos. Así, mientras que los vecinos con menos recursos quedaban desplazados al recinto exterior inmediato al templo o cementerios, en su seno interior ofrecía su última morada a los difuntos más adinerados mediante la creación y mantenimiento de una serie de fundaciones piadosas, conocidas como capellanías para: “…salvar sus amas, descargar conciencias, asegurar su ida cielo y encontrar el perdón de sus pecados para ir al regazo de Jesús…”[97]. La creación de capellanías constituyó uno de los pilares básicos de la economía de la Iglesia[98].

Por todo ello concluimos este epígrafe puntualizando que en Navalvillar de Pela existían, a finales del siglo de la Razón, un total de dieciséis capellanías: “…20 Se responde: que no ai beneficios en este pueblo y si hay diez y seis capellanías…”[99].

 

  1. Conclusiones

Llegados a este momento no nos queda otra tarea que la finalizar el presente trabajo, al menos por el momento, y en este sentido se nos manifiesta la necesidad de expresar que en el Lugar Navalvillar de Pela, durante “el siglo de la Razón”, apenas se detectaron síntomas de cambios en sus estructuras sociales, políticas y económicas que pretendieron los reformistas lustrados.

El sector primario era la base de la estructura económica de la localidad, según los datos obtenidos de las fuentes documentales primarias (Interrogatorios), donde gran parte de su superficie la ocupaban los cultivos de cereales y los pastizales, y, junto con ello, encinares y matorral. Los cereales, la vid y sobre todo el olivo (para la obtención del aceite de oliva), fueron sus principales recursos. También las colmenas constituyeron una importante fuente de ingresos. En definitiva, tierra de secano y agricultura con bajos rendimientos. De la misma forma, la ganadería tenía notable importancia en la economía local, ya que la ganadería lanar era, casi con toda seguridad, el principal recurso económico en la localidad durante “el siglo de las Luces”, debido a que se trataba de un lugar de cruce y de llegada de rebaños mesteños.

Un aspecto a matizar es el incremento de la población, llegando a duplicarse por dos el número de vecinos en el paso de siglo XVIII al XIX, debido probablemente a que mermaron las grandes catástrofes demográficas producidas por hambrunas y epidemias que afectaron a toda la Nación. Este crecimiento de población debía conllevar una ampliación de las superficies de cultivo, pero la tierra, que alcanza gran valor, estaba mal repartida y era poco productiva. Consecuentemente, este crecimiento demográfico favoreció el rejuvenecimiento de la población de la localidad y contribuyó, junto con otros factores ideológicos y económicos, al deterioro de las estructuras sociales que habían permanecido en los últimos siglos.

En definitiva, el Lugar de Navalvillar de Pela responde globalmente a las características de otros municipios extremeños del Antiguo Régimen. Del mismo modo, no presenta síntomas que vaticinen el derrumbamiento del sistema estamental y una evolución de su actividad económica en el tránsito del siglo XVIII al XIX. Sin duda, las mayores trasformaciones, aquí como en otras poblaciones extremeñas, se produjeron un siglo después (siglo XX) con los nuevos adelantos técnicos como el ferrocarril o la incipiente energía eléctrica.

 

[1] “…En una sociedad tan eminentemente agraria como era la España del siglo XVIII, la formación de un mercado único dependía de la constitución de un sistema de intercambios masivos y sistemáticos de los productos agrícolas, y más concretamente de los cereales panificables, a escala nacional. Este sistema no existía, ni siquiera llevaba trazas de estarse…”. Carreras Albert y Tafunell Xavier. Historia Económica de la España Contemporánea. Ed. CRÍTICA. Barcelona, 2007. Página 17.

[2] Rodríguez Cancho. M. “Interrogatorios del siglo XVIII. Estudio Comparativo”. Norba. Revista de arte, geografía e historia. Nº 2. 1981. Página 223.

[3] “…En 1718, por obra del cardenal Alberoni, se introdujo el sistema de intendencias. Dos años después se creaba la de Extremadura, con capital primero de Mérida y, poco después, trasladada a Badajoz. Tras una fase de aclimatación y con resultados poco brillantes, el sistema sería reorganizado en 1749, con una reforma de límites, lo que significó su definitivo asentamiento. Cada provincia tendría su intendente. De esta forma, a mediados de aquella centuria, la existencia de una provincia de Extremadura era lugar común. En 1756 un mapa, muy elemental, de un juvenil Tomás López, el gran cartógrafo español de la Ilustración, caracterizaba a la provincia de Extremadura, cuya capital era Badajoz, de una forma muy simple…”. Sánchez Marroyo, Fernando. “Estructura político-institucional de Extremadura (1808-1874)” Revista de Estudios Extremeños. Tomo LXIX. Nº I. Badajoz, 2013. Páginas 149 y 150.

[4] “…desde el punto de vista de la administración civil, Extremadura no era más que un conglomerado inorgánico de ciudades y villas realengas y de extensos señoríos eclesiásticos y seglares…”. Domínguez Ortiz, Antonio: Sociedad y Estado en el siglo XVIII español. Ariel, Barcelona, 1976. Página 205.

[5] “…Extremadura, región fronteriza con Portugal, perjudicada por las guerras y el contrabando, era en las últimas décadas del siglo XVIII un territorio deprimido, atrasado y escasamente poblado (11 h/km², la mitad de la media nacional), anclada en la tradición, la rutina y la pobreza, una parte considerable de cuyos pastos controlaba la Mesta, una estructura de la propiedad desigual e injusta…”. López Casimiro, Francisco. “Reformismo e Ilustración en la Baja Extremadura. Fuente del Maestre en la segunda mitad del siglo XVIII”. Revista de Estudios Extremeños. Vol. 62, Nº 1. Badajoz, 2006. Página 291.

[6] López Casimiro, Francisco. “Reformismo e Ilustración en la Baja Extremadura. Fuente del Maestre en la segunda mitad del siglo XVIII”. Revista de Estudios Extremeños. Vol. 62, Nº 1. Badajoz, 2006. Página 290.

[7] Meléndez Valdés, Juan. Discurso de Apertura de la Real Audiencia de Extremadura (27 de abril de1791). Ed. de M.A. Lama Hernández. Mérida, 1991. Páginas 63 y 64. “Discurso sobre los grandes frutos que debe sacar la provincia de Extremadura de su Nueva Real Audiencia, y plan de útiles trabajos que ésta debe seguir para el día solemne de su instalación y apertura, 27 de abril de 1791”.

[8] “…A fines del siglo XVIII, el territorio extremeño estaba articulado en torno a nueve Partidos Jurisdiccionales: Trujillo, Cáceres, Alcántara, Plasencia, Coria, Badajoz, Mérida, Llerena y La Serena…”. Corrales Álvarez, Álvaro. “La villa de Fuente de Cantos a finales del Siglo XVIII. Análisis histórico a partir del Interrogatorio de la Real Audiencia”. VII Jornada de Historia de Fuente de Cantos. Organizada por “Lucerna”, Asociación Cultural de Fuente de Cantos en colaboración con el Excmo. Ayuntamiento de Fuente de Cantos. Diputación de Badajoz. Badajoz, 2007. Página 147.

[9] Rodríguez Amores, Lorenzo. Crónicas Lugareñas Madrigalejo. Tecnigraf, S.A. Badajoz, 2008. Página 335.

[10] Melón Jiménez, Miguel Ángel. “Extremadura a finales del Antiguo Régimen”. Actas de las Jornadas de historia de las Vegas Altas «La batalla de Medellín» (28 de marzo de 1809). Medellín-Don Benito, 26 y 27 de marzo de 2009 / coord. por José Angel Calero Carretero, Tomás García Muñoz. Badajoz, 2009. Página 29.

[11] “..Hay un aspecto, en la región extremeña, que puede resultar de gran interés y que sería el tema de las Hurdes, a las que Sir John Talbot Dillon se refiere como tierras de salvajismo y paganismo entre sus habitantes, de desdicha y miseria. Todo ello va a formar parte de la leyenda, mantenida por diferentes autores hasta bien entrado el siglo diecinueve, acerca del atraso y barbarie de los hurdanos…”. Rol Jiménez, Jennifer y Alonso Sánchez, Ángela. “Extremadura, la mirada de una tierra por el paso de los viajeros durante los Siglos XVIII, XIX y XX”. XXXIV Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo, 2005. Página 624.

[12] “…Rasgos positivos sencillos, francos, sacrificados, hospitalarios y gentes de honor y probidad. Rasgos negativos: aislados, taciturnos, indolentes, atrasados, individualistas…”. Marcos Arévalo, Javier. La construcción de la Antropología Social Extremeña (cronistas, interrogatorios, viajeros, regionalistas y etnógrafos). Universidad de Extremadura. Servicio de Publicaciones. Cáceres, 1995. Página 176.

[13] Gregorio de Salas, Francisco. Colección de los epigramas y otras poesías críticas, satíricas y jocosas. Tercera Edición. Imprenta de Don Mateo Repullés. Madrid, 1816. Páginas 40 y 41.

[14] “…la mayoría identifica a Extremadura con una unidad territorial definida, que cobra personalidad propia, se articula o define en contraste con Portugal, Andalucía y Castilla. Unos pocos perciben variaciones internas (Hurdes, Gata, Comarca de Guadalupe), y menos son los que plantean la diversidad intrarregional. En casos aislados llegan a escribir sobre pobladores paganos y salvajes, y acerca de razas y pueblos diferentes, interiores…”. Marcos Arévalo, Javier. La construcción de la Antropología Social Extremeña (cronistas, interrogatorios, viajeros, regionalistas y etnógrafos). Universidad de Extremadura. Servicio de Publicaciones. Cáceres, 1995. Páginas 176 y 177.

[15] Rol Jiménez, Jennifer y Alonso Sánchez, Ángela. “Extremadura, la mirada de una tierra por el paso de los viajeros durante los Siglos XVIII, XIX y XX”. XXXIV Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo, 2005. Página 618.

[16] “…Al oeste, se ve una bella panorámica de la montaña de Naval Villar una hermosa masa que se parece a los montes Albanos, cuya forma es igualmente buena y muy similar en la delineación, pero ésta es considerablemente de más grandes dimensiones y mejor desarrollada en este lado que como se veía desde Logrosán cuando la contemplé por primera vez. Inmediatamente después de dejar este oasis, entramos en un extenso xaral, el más bello y extenso que haya atravesado jamás…”. Martín Calvarro, Jesús A. Viajeros Ingleses por Extremadura (1760-1910). Volumen II. Diputación de Badajoz. Badajoz, 2004. Página 70.

[17] “…Algunas conjeturas atribuyen el nombre, Siberia Extremeña, al alejamiento de la comarca y a la carencia de vías de comunicación. Para otros, tiene que ver con algunas imágenes de la gran región asiática relacionadas con su aislamiento, lo extremoso del clima, lugar de destierro de personajes de la corte, etc. Después, algunos viajeros representantes de comercio y otros visitantes habrían propagado su nombre…”. Camacho Cabello, José. “La Siberia extremeña. Marco geográfico y desarrollo histórico” Revista de Estudios Extremeños. Vol. 55. Nº 3. Badajoz, 1999. Páginas 955-956.

[18] “…Su accidentada orografía por encuadrarse en el extremo nororiental de la provincia de Badajoz en la estribaciones de los Montes de Toledo que a su vez marcan el curso del Guadiana y del Zújar…”. González Ledesma, Cándido. “La cabaña ganadera de la Siberia Extremeña a mediados del siglo XVIII”. Actas de los IV Encuentros Comarcales. Estudios Comarcales Vegas Altas, La Serena y la Siberia. Siruela, 8 y 9 de abril de 2011. Diputación de Badajoz. Badajoz, 2012. Página 247.

[19] “…En la Meseta sur, Extremadura y Andalucía predominaban los latifundios, pertenecientes a la nobleza…”. Carreras Albert y Tafunell Xavier. Historia Económica de la España Contemporánea. Ed. CRÍTICA. Barcelona, 2007. Páginas 12 y 13.

[20] “…al menos desde finales del siglo XII era éste un terreno poco o nada poblado, situado en medio de una extensa franja fronteriza cuyos límites fueron traspasados frecuentemente por cristianos y musulmanes en continuas incursiones de reconocimiento y saqueo…”. Adámez Díaz, Antonio. Opus cit. Páginas 26 y 27.

[21] “…al sur y hasta donde llegaban los límites jurisdiccionales del alfoz, es posible que solamente estuviera poblada la aldea de Orellana la Vieja en los albores del siglo XIV. La colonización de esta parte de la penillanura y de la llanura aluvial de la margen derecha del Guadiana se produjo a lo largo del siglo XIV con distintas alternativas y desiguales resultados. El único poblamiento agrupado por la dos Orellanas, Acedera y Navalvillar, se ordena alrededor de la sierra de Pela en el extremo sur… ”. Bernal Estévez, Ángel. Opus cit. Páginas 115 y 116.

[22] “…Esta zona era de pastos y de tránsito de ganados trashumantes, resultaba peligrosa por su despoblación y lejanía y era objeto de frecuentes ataques de las bandas de golfines que merodeaban por sus parajes…”. Bernal Estévez, Ángel. Opus cit. Página 116.

[23] “…Si al lugar de Navalvillar, que es en termino de Trujillo, fuese dado término para que viviesen los que agora en el moran, que se vendrian a bivir a el de mas de los que agora en el moran, otros muchos asi de tierra de Toledo como de otras partes por que la Tierra de Trujillo fuese mejor poblada ellos acordaron de dar termino a el dicho Lugar…”. Bernal Estévez, Ángel. Opus cit. Página 116.

[24] “…Amojonamiento y Deslinde del ejido de Navalvillar por sentencia del bachiller en leyes Bartolomé Rodríguez el 16 de diciembre de 1418”. En Navalvillar, a 18 de marzo de 1418, ante el escribano Blasco Domínguez. El primer mojon es en la fuente de Ruyo eluego en su derecho va adar ala majada del mesto edonde asu derecho ala cabezuela edonde como va a dar en el resto de la Jara e dehay huesas e en su derecho de navamojada quedando lanave en el Exido e donde ayuso en su derecho como va adar su el Aguila de la pedriza edonde en su derecho como va adar enla huerta del membrillo edonde isu derecho como va al camino que va dela Parrilla a Navalvillar ederecho como da por la linde y mojones de entre ambas pelas edonde su derecho tomando al primer mojon fincando a salvo de los q parecieren a Navalvillar…”. A.M.T. Amojonamiento y deslinde del ejido de Navalvillar por sentencia del bachiller en leyes Bartolomé Rodríguez el 16 de diciembre de 1418. En Navalvillar, a 18 de marzo de 1418, ante el escribano Blasco Domínguez. Legajo 2, carpeta 4. Folios 1r-2r. Legajo 3. Folios 258r-259v. Se hizo un segundo amojonamiento por el corregidor de Trujillo, Álvaro Porras, en Acedera, a 16 de octubre de 1492, ante Alfonso Rodríguez de Almazán. Legajo 2, carpeta 4. Folios 2r-4r. Legajo 3. Folios 259v-262r. Hay un segundo cuadernillo que contiene un traslado de 15 de febrero de 1629 y una copia del acta de restitución que se hizo a la ciudad de Trujillo de un pedazo del ejido de Navalvillar. En Navalvillar, a 3 de mazro de 1418. Legajo 2, carpeta 4. 13 folios.

[25] “…Navalvillar estaba encontrando tantísimas dificultades para poblarse que en 1418 el concejo se ve obligado a concederle término propio para facilitar la atracción de nuevos pobladores, en medio de un mar de dudas sobre sus posibilidades de supervivencia, finalmente despejadas hacia finales de este siglo cuando se produce un intenso movimiento roturador, documentado a través de 23 licencias de rompimiento de terrenos en el breve transcurso de 6 años…”. Bernal Estévez, Ángel. Opus cit. Página 114.

[26] “…Aunque tardía en su origen y más aún en su poblamiento, esta zona marginal y extrema del término de Trujillo logró crear una red de núcleos poblados con tendencia al agrupamiento (entre 5 y 9 Km de distancia entre sí), donde vuelven a repetirse dos elementos casi constantes, la presencia del relieve accidentado y la repetición del binomio tierra de extremos (…). Esta zona era de pastos y de tránsito de ganados trashumantes, resultaba peligrosa por su despoblación y lejanía y era objeto de frecuentes ataques de las bandas de golfines que merodeaban por sus parajes…”. Bernal Estévez, Ángel. Opus cit. Página 116.

[27] “…Don Fernando Pizarro y Orellana, Comendador de Bétera, regidor perpetuo de Trujillo y del Consejo de Órdenes, inicia las gestiones para convertirse en señor de Navalvillar…” Sánchez Rubio, Mª Ángeles y Sánchez Rubio, Rocío. “Jurisdicciones en venta. La Tierra de Trujillo en los siglos XVII y XVIII”. La Tierra de Trujillo: desde el Barroco al Neoclasicismo (Siglos XVII y XVIII).Actas del Congreso. Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. Trujillo, 2007. Página 31.

[28] “…Don Juan de Orellana Pizarro adquiría el 6 de diciembre de 1628 el señorío de Navalvillar, de unos 300 vecinos y una legua de término, con la condición expresa de que dicho señorío sería firme sólo en el caso de que la ciudad no pudiera satisfacer la cantidad prometida a cambio de cesar las ventas y, puesto que dicho pago podría dilatarse, se procedería a dar la posesión del lugar a su nuevo señor…”. Sánchez Rubio, Mª Ángeles y Sánchez Rubio, Rocío. “Jurisdicciones en venta. La Tierra de Trujillo en los siglos XVII y XVIII”. La Tierra de Trujillo: desde el Barroco al Neoclasicismo (Siglos XVII y XVIII).Actas del Congreso. Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. Trujillo, 2007. Página 43.

[29]“…La jurisdicción y señorío y vasallaje del lugar de Navalvillar jurisdicción de la ciudad de Trujillo el cual declaró tendría doscientos vecinos y una legua de termino y que pagaría su precio a diez y ocho mil ciento y treinta maravedís siente mil doscientos y cincuenta ducados por legua (…) consintió que la dicha venta se hiciese con don Juan de Orellana Pizarro caballero de la orden de Santiago…”. Díaz Ramírez, Segundo. En busca de la historia de Navalvillar de Pela. Don Benito (Badajoz), 1988. Páginas 60 y 62.

[30] “…Sepan quantos esta carta de poder vieren como nos, el conçejo, justicia y regimiento del lugar de Navalvillar de Pela, jurisdiçion de la çiudad de Trujillo, estando juntos en nuestro conçejo y ayuntamiento, hvienéndose para ello tocado la campana como es costumbre, coviene a saber, Andrés Moreno de Juan Alonso y Lucas Fernández de la Sierra, alcaldes ordinarios de este lugar pos Su Magestad, y Juan Arias y Bartolomé Sánchez Gutierre y Miguel Hernández Ramos, regidores del conçejo de dicho lugar, en voz y en nombre deste dicho conçejo y sus veçinos y por lo que toca al bien e derecho deste dicho lugar, dezimos que por quanto a la nuestra notiçia ha venido que don Juan de Orellana, veçino de la çiudad de Trujillo, para sí mimo o para don Fernando Piçarro su hermano o para don Juan Pizarro, veçino y regidor de dicha çiudad, quieren comprar la jurisdiçion deste dicho lugar y quitarla de la dicha çiudad de Truxillo que la tiene, y ser esto en gran daño y perjuiçio de los vezinos deste dicho lugar por salir del señorío de su rey y señor natural y pasar a la de un cavallero (…) y para no reparar y remediar, usando de lo que el derecho nos conzede y con comun consentimiento de la gran parte de los veçinos deste dicho lugar, otorgamos nuestro poder cumpido como de derecho se requiere a Juan Moreno y Alonso Gonzáles de la Sierra y Pedro Garçia Ximeno, vecino de dicho lugar, y a Bartolomé Álvarez de Prado, procurador en los Reales Consejos (…) para que por nosotros y en nuestro nombre y del dicho conçejo y lugar y sus vezinos y república, puedan contradezir la dicha venta o enagenaçión y suplicar y supliquen a Su Magestad y señores de sus Reales Consejos se le dé a este dicho lugar y sus veçinos por el tanto la jurisdiçion y señorío que tiene comprada el dicho don Juan de Orellana o el dicho don Fernando o don Juan Pizarro o otra qualquiera persona de qualquier estado o calidad que sea. Que este lugar y conçejo y sus veçinos ofrezen de servir a Su Magestad con la misma cantidad y en la misma forma y manera que los susodichos (…) y para la paga y cumplimiento dello puedan obligar y obliguen al dicho lugar y conçejo y sus vienes propios y rentas presentes y futuros; sobre lo qual puedan otorgar y otorgen todas y cualesquiera escritura o escrituras (…). En el lugar de Navalvillar a veinte y nueve días del mes de henero de mil seisçientos veinte y nueve años….”. Sánchez Rubio, Mª Ángeles y Sánchez Rubio, Rocío. Opus cit. Página 92.

[31] “…Antes de marcharse se llevó un famoso reloj que aún se conserva en una de las torres del Palacio en Orellana la Vieja, debajo del mismo hay una inscripción que dice: aunque me ves que aquí estoy del Valdelapeña soy…”. Díaz Ramírez, Segundo. Opus cit. Página 73.

[32] Fernando VI de Borbón (Madrid, España, 23 de septiembre de 1713 – Villaviciosa de Odón, provincia de Madrid, 10 de agosto de 1759), llamado el Prudente o el Justo, rey de España desde 1746 hasta 1759, cuarto hijo de Felipe V y de su primera esposa María Luisa Gabriela de Saboya. Se casó en la Catedral de San Juan Bautista de Badajoz con Bárbara de Braganza en 1729, que fue Reina de España hasta su muerte en 1758.

[33] Zenón de Somodevilla y Bengoechea, marqués de la Ensenada (1702-1781), fue un estadista y político ilustrado español. Llegó a ocupar los cargos de secretario de Hacienda, Guerra y Marina e Indias. Nació en Hervías o en Alesanco, ambas en la actual comunidad autónoma de La Rioja (España), probablemente el 20 de abril (día de san Zenón) de 1702, y murió en Medina del Campo, actualmente en la provincia de Valladolid (España), el 2 de diciembre de 1781.

[34]“…Con Fernando VI, bajo administración del Marqués de la Ensenada, se adoptan en 1740 instrucciones para formalizar un Catastro General a fin de crear un nuevo sistema tributario y establecer la Única Contribución. Para obtener los datos necesarios se plantea un Interrogatorio de 40 preguntas, dirigidos a los diversos pueblos de la Corona de Castilla que sirva para confeccionar el libro de Repuestas Generales de la jurisdicción, diferentes a las Respuestas Particulares o conjunto de declaraciones sobre patrimonio individuales…”. Rodríguez Cancho. M. “Interrogatorios del siglo XVIII. Estudio Comparativo”. Norba. Revista de arte, geografía e historia. Nº 2. 1981. Página 223.

[35] “…Sucesivos ministros de Hacienda de Felipe V y Fernando VI acariciaron la idea de establecer para toda España la “única contribución”, a la vista de que en Cataluña se daba la feliz conjugación de aceptación social del tributo y altos ingresos para el erario con un fuerte resurgimiento económico. Uno de esos ministros, el marqués de la Ensenada, convenció al monarca de la bondad del proyecto. Se puso en marcha mediante la promulgación de un decreto en 1749 que mandaba confeccionar un catastro de la riqueza de las provincias de Castilla (…). En un lapso de tiempo breve (dados los medios de la época) fue compilada toda la información que podía recabarse públicamente sobre las propiedades y los ingresos del conjunto de la población…”. Carreras Albert y Tafunell Xavier. Opus cit. Página 11.

[36] “…Don Diego Sánchez Ramiro cura teniente de la Parroquia de Santa Catalina (…) Juan Martín Almohalla y a Juan Mayor, Alcaldes pedáneos de primero y segundo voto uno y otro del estado General, Diego Miguel, Pedro Gimeno y Bartolome Nogales, Regidores, Juan Muñoz Parralejo, Procurador Síndico, Juan Bernal y Pedro de Masa, escribanos del Concejo que todos juntos componen Ayuntamiento que concurrieron con dicho cura, y en compañía de Ambrosio Nogales, Cristóbal Ramiro y Alonso García Redondo vecinos de este lugar…”. Ibídem. Folio 107v.

[37] “…21ª A la vigésima prima dijeron que este pueblo se compone de trescientos sesenta y cuatro vecinos y que no hay en su término ningunas casas de campo ni alquerías y responden. 22ª A la vigésima segunda dijeron que este pueblo tiene trescientas diez casas habitables, veinte y siete inhabitables y tres arruinadas y responden (…) 36ª A la trigésimo sexta dijeron que en este pueblo hay cincuenta pobres de solemnidad, y responden (…) 38ª A la trigésimo octava dijeron que en este pueblo hay seis eclesiásticos incluso los tenientes de cura y responden. 39ª A la trigésimo novena dijeron que en este pueblo no hay convento alguno y responden…”. Ibídem. Folio 118v.

[38] “…Durante mucho tiempo, durante todo el XIX y buena parte del XX, se han estado utilizando coeficientes muy altos en parte para estar compensar las ocultaciones de los vecindarios. Pero tras los estudios de Bustelo se ha reconducido el tema y se utilizan coeficientes muchos menores en torno a 3,5-4. Nosotros creemos que el coeficiente de conversión de vecinos en habitantes para la tierras de la Submeseta Sur se mueve en una banda comprendida entre 3,5 y 4,2 siendo su valor más probable algo inferior a 4 a mediado del siglo XVIII, 3,8 para los vecindarios del Catastro…”. Camacho Cabello, José. “La población de la Siberia Extremeña. Siglos XVI, XVII y XVIII”. Revista de Estudios Extremeños. Tomo LVI. Nº 1 Enero-Abril. Badajoz, 2000. Página 210.

[39]“…3ª A la tercera dijeron que a juicio prudente les parece tendrá este término desde Levante a Poniente una legua, y del Norte al Sur otra con poca diferencia, y que el circuito tendrá tres leguas y media (…) por el L linda este término con el da la ciudad de Trujillo, por la dehesa que llaman de Alcornocalejo (…) por P con alijares comunes que están en el termino de dicha ciudad, por el N con tierra y dehesas de Ntra. Sra. de Guadalupe, que están en dicho término de la referida ciudad, y con la caballería de ella que llaman el Guijo y por el S con la dehesa que llaman de Pela, propia del Conde del Real (…) y con el alijar de la contienda ciudad contigua la dehesa de los Cogolludos, propia del Marqués de San Juan y de Orellana la Vieja…”. A.G.S. Catastro de Ensenada, Respuestas Generales de la aldea de Navalvillar de Pela, 8 de agosto de 1753. Folio 109 r.

[40] “…4ª A la cuarta pregunta dijeron que todas las tierras y terreno del término son de secano a excepción de algunas que hay de regadío para hortaliza en huertos que estas producen en los sitios de Valdelapeña y Valdemenbrillo, siendo todas las demás de secano de tierras muradas de viñas, olivares, frutales, tierras de labor, dehesa boyal de pasto, ejido, baldíos, bosques y matorrales (…) 5ª A la quinta que todas las tierras de labor del termino declaradas son de primera, segunda y tercera calidad y las de pasto solo de segunda y tercera y la que ocupa la hortaliza en huertos de regadío de primera, la de frutales de primera y regada la de viñas solo de segunda, y la que ocupan los olivares de primera, segunda y tercera, responden 6ª A la sexta dijeron que los plantíos de árboles que se hallan en las tierra declaradas de este término son olivos, viñas, cereales, higueras, melocotones, granados y algunas encinas (…) 10ª A la decima pregunta dijeron que en el término de este pueblo, a juicio prudente, les parece ocupará en sembradura seis mil y trescientas fanegas de trigo (…) de riego fanega y media de primera calidad, en viñas dos fanega y media de segunda, en frutales de primera y segunda veinte fanegas de por mitad en olivos ciento y dieciocho fanegas, las diez y ocho de primera calidad, cincuenta y cuatro de segunda y lo restante de tercera; en tierra de labor de particulares doscientas setenta y cuatro de primera calidad, cincuenta de segunda y cuatro de tercera, ciento treinta y seis fanegas y lo restante inútiles por desidia…”. Ibídem. Folio 109v

[41] Ibídem. Folio 112r.

[42]“…a la vigésima dijeron que en este pueblo hay las especies de ganado vacuno de bueyes, vacas, ovejas, carneros, cabras, machos, cerdos, caballos, mulas, mulos, jumentas, jumentos y que no hay quien tenga en él cabaña ni yeguada que pasten en su término, ni hay caballos de regalo, ni mulas de coche, responden…”. Ibídem. Folio 118r.

[43] “…Cuyos ganados lanares trashumantes son propios del Marqués de Belamazán y Gramosa, vecino de la villa de Agreda en Castilla la Vieja…”. Ibídem. Folio 118r.

[44] La apicultura es la actividad agropecuaria dedicada a la crianza de abejas y a prestarles los cuidados necesarios con el objeto de obtener y consumir los productos que son capaces de elaborar y recolectar.

[45] “… 19ª A la decima novena dijeron que es este término hay mil doscientas y noventa y seis colmenas regular crian entre tres un enjambre, considerando su valor anualmente, por un quinquenio, siete reales, a cada una la consideran media libra de cera en rama a tres reales, la libra de miel cuartillo y medio, a real y medio el cuartillo, que junto todo de enjambre, miel y cera, hecha la cuenta queda una utilidad al año a cada colmena siete reales y medio y a cada una regulan su valor en catorce reales…”. A.G.S. Catastro de Ensenada, Respuestas Generales de la aldea de Navalvillar de Pela, 8 de agosto de 1753. Folio 117r

[46] “…17ª A la décima séptima dijeron que en este término hay tres molino harineros, uno al sitio del arroyo Gargáliga distante del pueblo media legua de dos paradas, propio de Don Antonio Nogales presunto residente en Indias en la ciudad de Puebla de los Ángeles que hoy administra su madre, Ana Murillo, vecina de este lugar, viuda de Bartolomé Nogales (…), otro molino de una parada en la misma ribera de Gargáliga y la misma distancia , propio de Ambrosio Nogales y Juan Martín Arroyo, vecinos de este lugar (…) y otro de una parada al sitio del arroyo Hermoso distante del pueblo un cuarto de legua, propio de Don Joseph Muñoz de Nogales capellán de menores, residente en la villa del Alcázar de San Juan, provincia de la Mancha, el que administra Juan Muñoz Parralejo, su padre (…). Asi mismo hay un molino de aceite de una viga dentro del pueblo al sitio de la ladera, propio de Ambrosio Nogales (…). Un tejar al sitio de Santa Ana distante del pueblo doscientos pasos, propio de Pedro Gallardo (…) otro al dicho sitio y distancia al que regulan de utilidad sesenta reales, que es propio del concejo de este lugar…”. A.G.S. Catastro de Ensenada, Respuestas Generales de la aldea de Navalvillar de Pela, 8 de agosto de 1753. Folio 114r.

[47]“…33ª A la trigesima tercia dijeron que este pueblo hay un alarife o albañil llamado Joseph Pino (…), un herrador o albertar (…), un herrero que lo es Pedro Broncano (…), hay dos zapateros que son Martín Fabero y Antonio Gomez (…), dos sastres que lo son Juan Beato y Pedro Pacha…”. Ibídem. 125r

[48] “…29ª A la vigésima novena dijeron que en este pueblo hay solo una taberna pública que al presente mantiene vende por mayor o por menor Bartolomé Sánchez Hidalgo, vecino de él al que regulan por este trato de utilidad anual seiscientos Reales por sí, y saben que el Concejo tiene ajustados los derechos sisa en novecientos Reales al año, con más siete arrobas de vino para sus gastos; hay también un Abasto de Jabón el que al presente mantiene Simón Fernández, vecino de Orellana la Vieja, con la obligación de pagar el cuarto en libra a su Majestad en la ciudad de Trujillo…”. Ibídem. Folio 122v

[49] “…31ª A la trigesima prima dijeron que en este pueblo no hay tratante, ni comerziante alguno, que por sí, ní otra persona administre su caudal…”. Ibídem. 123v.

[50] “…18ª A la decima octava dijeron que el esquilmo animal de las ovejas de la tierra considerando la lana, borrego y queso, producen en esta forma entre nueve ovejas regular una arroba de lana, y esta por su valor cuarenta reales, entre tres crian un borrego y esta al destete le regulan vale ocho reales, de queso a cada una le consideran una libra a real y medio cada una, la cuenta viene a dar de esquilmo cada una anualmente ocho reales y veinte maravedís y medio, una borrega de año regular vale catorce reales y de dos años que hace ya de oveja diez y ocho reales (…), al cabrio entre dos cabras regular crian un chivo, que este al destete le consideran siete reales de valor, a cada una de queso la regulan dos libras (…). A cada vaca de vientre la regulan criando entre tres un becerro, que este al destete le dan de valor cincuenta reales (…) a cada puerca de cria la regulan crian dos lechones, al destete consideran cada uno de valor de doce reales, queda de utilidad veinte y cuatro reales, de marranillo vale veinte y cuatro reales, de marrano de dos años cincuenta, y de tres años arriba que es puerco setenta reales y si este se engorda podrá llegar, unos años con otros, en un quinquenio de siete arrobas, regulando cada una a trece reales (…). Una jumenta consideran cada tres años una cria y esta al año, de macho o hembra, la regulan valer sesenta reales, en que viene a quedar de utilidad anualmente veinte reales; siendo de dos años el jumento vale cien reales, de tres años arriba que hace de burro para poderse trabajar con el, le regulan en ciento y cincuenta reales, siendo hembra de dos años vales noventa reales y de tres arriba que es burra para criar ciento y treinta reales…”. Ibídem. Folio 195r.

[51] “…a Juan Nicolás González sacristán y organista, por su oficio incluso los emolumentos le regulan novecientos Reales al año; a Juan Martín Almohalla y a Juan Mayor, Alcaldes les consideran de utilidad, por las dependencias que se ofrecen al Común de vecinos fuera de lo que tienen por el Concejo, treinta Reales a cada uno, a los regidores Diego Miguel, Pedro Ximeno, Bartolomé Nogales por lo mismo y por las posturas y remates doce Reales a cada uno, además de lo que tienen por el Concejo a Juan Bernal del número de Ayuntamiento la regulan de utilidad, además del salario que le da el Concejo y rebajados los ochenta Reales que paga de pensión al convento de Guadalupe, por dependencias sueltas, y asistimiento al Pósito trescientos y ochenta Reales, así mimo le regulan por Notario Apostólico cuarenta Reales, a Pedro de Masa, escribano de la otra escribanía de número, y Ayuntamiento se le regulan de utilidad por la misma razón trescientos y ochenta Reales, por no ser notario; a Juan Sánchez Orzio por su oficio de cirujano, sangrador y barbero se le regula de utilidad al año novecientos Reales, a Joseph Adame por lo mimo mil Reales a Pedro Francisco Javier, maestro de primeras letras en atención a los cortos muchachos le consideraron doscientos cincuenta Reales, el que no tiene salario por el Concejo…”. Ibídem. Folio 195v.

[52] “…2ª A la segunda que este pueblo es aldea de la ciudad de Trujillo, con jurisdicción pedánea, cuyo Corregidor aprueba y confirma anualmente Alcaldes, Regidores, Procurador, Ministro y demás justicia que le proponen los que cumplen, y que saben y les consta, por estar así encabezado, pagan los vecinos de este pueblo anualmente a su Magestad, en sus arcas Reales de dicha ciudad por razón de alcabalas cinco mil cuarenta Reales (…). 23ª A la vigésima tercia dijeron que este Pueblo y su Concejo goza y tiene por suyo propio una casa de Ayuntamiento con su Cárcel inclusa en ella, el Pósito de granos y contiguas a ella las casas Carnicería en el sitio de la Plaza pública; tiene así mismo un hospital sin renta para albergue y recogimiento de pobres al barrio de la Caridad…”. Ibídem. Folios 108v, 118v y 122r.

[53] “…25ª A la vigésimo quinta dijeron que este Concejo paga anualmente por fiestas del Corpus cincuenta y tres reales (…) A la Demanda de San Antonio Abad de Salamanca, y costo que hace la persona que viene a su cobranza, veinte siete reales; del hospital de locos de Valladolid, seis reales; a la Casa Santa de Jerusalén, seis reales (…) 26ª A la vigésima sexta dijeron que este Concejo tiene contra si tres censos impuestos con facultad real redimibles, que el uno es de mil y quinientos reales de réditos anuales que se pagan a la obra pía que en la villa de Orellana la vieja fundó Don Jacinto Ruiz, Arcipreste que fue de la de Santa Olaya, en el arzobispado de Toledo, los que se pagan a Don Francisco Leal cura rector de este pueblo, y residente en la villa de Orellana la Vieja, como administrador de dicha obra y su Principal es de cincuenta mil Reales…”. Ibídem. Folio 120r.

[54] “…A la primera dixeron: que este lugar es aldea de la ciudad de Truxillo y que esta en su capital, y dista de ella diez leguas. Y su situación por los quatro vientos es la siguiente: por la parte del sur esta situado al sopie de la sierra nominada Pela y constituido en terreno pedregoso y parte de planicie pendiente de la sierra, dista de la villa de Cáceres quince leguas. Tiene de extensión el termino de lebante a poniente una legua, de norte a sur otra; confina por parte de lebante con termino de la villa de las Casas de Don Pedro, de la que dista tres leguas, por la del sur con villa de Orellana la Sierra y dista una legua, por poniente con el lugar de Acedera distante una legua, y por la del norte con deesas del Monasterio de Guadalupe. Todos estos pueblos estan comprehendidos en el termino de la nueba Audiencia de Cazeres; este lugar, el de Orellana la Sierra y Azedera son del Obispado de Plasencia, y el de las Casas de Don Pedro a el Arzobispado de la ciudad de Toledo…”. Barrientos Alfageme, Gonzalo y Rodríguez Cancho, Miguel. Interrogatorio de la Real Audiencia. Extremadura a finales de los tiempos modernos. Partido de Trujillo. Tomo II. Asamblea de Extremadura. Badajoz, 1996. Página 347.

[55] “…A la primera se responde: que este lugar es aldea de la ciudad de Trujillo, su capital y dista de ella diez leguas; su situación por los quatro vientos es como se sigue: por las del sur esta situado al sopie de la sierra nominada Pela, su termino parte de planicie y parte pendiente de dicha sierra, y dista de la villa de Cazeres quince leguas. Tiene su termino de extensión desde levante a poniente una legua y dede el norte al sur otra con corta diferencia. Confina por la parte de levante con terminos y jurisdiccion de la villa de la Puebla de Alcocer y con los de las Casas de Don Pedro, la distancia a estos al primero dista tres leguas y al segundo dos, y por la poniente con terminos del lugar de Azedera y dista de esta una legua, por la parte del sur con termino y jurisdiccon de la Villa de Orellana la Sierra y dista de ella una legua, por la del norte con termino o deesas del Real Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe y termino y jurisdizion del lugar de Logrosan; y este pueblo es de la jurisdizion desta nueva Audienzia y este pueblo es del Obispado de Plasencia…”. Ibídem. Página 356.

[56] “…43. Se responde: que en la sierra referida en la repuesta a la pregunta quarenta y una hay muchos azebuches, olivos silvestres, que se pueden enxertar, pero este terreno ni el de sus faldas no es facil dividirse suertes entre los vecinos por sus muchas pendientes, piedras y maleza, pero es conveniente que desde el camino de San Andres y el de Azedera para arriba se de facultad al vecino que quisiese hazer heredad para hacerla, señalando antes la justicia terreno y poniendo el muro correspondiente para defensa de los arboles (…) 44. Se responde: que en los terminos de este pueblo hay una sierra poblada de charnecas y de toda especie de monte pardo, cuia cavida desde el camino de San Andres por una parte y por la otra desde el camino de Azedera es extensa, no puedo individualizarla, me remito a lo que la señora justicia ha ynformado sobre este particular; se halla inculta a causa de sus pendientes y muchas piedras…”. Ibídem. Página 365.

[57] “…A la quadrajesima quarta se dice: que en el termino no ai mas arboles que algun alcornoque y mui rara encina, y no se aprovecha su fruto por estar entre monte feroz y bravios. Y no ai noticia de yerbas medicinales y en la sierra suelen cogerse la grana o pelotilla de la mata llamada coscoja para el tinte en grana y suelen venir los valencianos a por ellas…”. Ibídem. Página 354

[58] “…A la octava dixeron: que las calles de este pueblo las unas son anchas y angostas, y las mas de ellas tienen poca pendiente, y aunque estan limpias no tienen el correspondiente aseo por no estar empedradas la mayor parte de ellas…”. Ibídem. Página 349.

[59] Ibídem .Página 358.

[60] “…A la novena dixeron: que ay una casa de posada en que voluntariamente recojen algunos camineros o arrieros, de corta capazidad su estension. Que ay un camino real que confina con la deesa boyal de este lugar, llano y espazioso, sin transitos peligrosos y que solo an conzido en el dos desgracias que fueron causales, pero no por defecto del camino (…). A la vijesima prima dixeron: que ay un solo hospital y que este no tinene mas dotazion que la de diez y seis maravedies que contribuie cada vezino difunto y este se administra por la justizia, distribuiendolo en sus reparos y aseos…”. Ibídem. Página 349.

[61]“…9. Se responde: que en este pueblo ai solo una casa de posada, en la qual se recojen algunos arrieros. Y ai solo en este termino un camino real, en el cual no hay paso peligroso y si solo se a adbertido en dos o tres desgracias en la entrada de lo confines de la villa de las Casas de Don Pedro (…). 21. Se responde: que en este pueblo hay solo un hospital y no tiene otra dotacion que diez y seis maravedies de cada difunto, se administra por la justicia actual y su limosna se emplea en repartos y aseos…”. Ibídem. Página 358.

[62] “…A la tercera dixeron: que este pueblo tiene trescientos sesenta vecinos, y de estos son ciento y veinte labradores y peujaleros, ciento y cinquenta jornaleros, quarenta i dos de oficio de ganaderos, diez artesanos, cinco empleados en el travaxo de artes liberales, y treinta i tres viudas, no ai gremio con ordenanzas algunas. Y las dibersiones mas comunes son el calva, varra y caza, y no se nota vicio alguno con esceso, ni los jornaleros abusan en el modo ni oras de trabajo, y se les pago de jornal lo siguiente: en la sementera dos reales, en recolecion de frutos a quatro reales…”. Ibídem. Página 348.

[63] “…A la tercera se responde: que tiene este pueblo de vecindad trecientos sesenta vecinos, y son aplicados a la lavor y usan de ella con corta diferencia ciento treinta vecinos, y cinto i quince poco mas o meno estas sirbiendo de ganaderos, unos en el Monasterio de Guadalupe i otros en este pueblo i en los inmediatos, los demas restantes son artesanos, y ai de oficio de sastre quatro, cinco zapateros, dos albañiles, dos cirujanos, un boticario; que no ai gremios algunos. Y la diversión mas comun entre los moradores es la barra y juego de calva, y cazar fieras, conejos y perdices; y no se nota especial inclinacion a vicio alguno, ni abuso en los oficiales i jornaleros en el modo u horas de sus trabajos, ni en el precio de sus jornales, siendo el corriente en este pueblo en la sementera dos reales y en la recoleccion de mieses quatro reales…”. Ibídem. Página 356.

[64] “…A la trijesima octava dixeron: que ay en este pueblo una fuente con abundanzia de agua de buena calidad, y en el término ay algunas de corto mineral. Y los rios mas ynmediatos son las Gargaligas, que pierden la corriente en tiempo de estio y de ynvierno mantienen alguna pesca de pezes medianos, pero de buena calidad y se aprobechan sus aguas en alguna tablas ondas para los ganados de todas espezies. Y no se conoze ayga aguas minerales ni uso de ellas…”. Ibídem. Página 353.

[65] “…38. Se responde: que en este pueblo (hay) una fuente con mucha abundancia de superior calidad, he tomado informes de los cirujanos en orden a la mayor utilidad de ella y me afirman y aseguran que limpiandola todos los años se nota mucho alivio en las enfermedades y aumento del gentio, como se a esperimentado principalmente en las quartanas y tercianas. Es cierto que depende tambien este quebranto de estar abierta y hechar muchas inmundicias, por lo que mi parece era el ponerla en medio del pueblo con cañeria y caños por ser facil su execucion y ser utilisimo al pueblo por estar muid estante de el, y en tiempo verano van las señoras mugeres por agua cometiendo mucho excesos. Tambien hay otras en el dicho termino, aunque suelen secarse en el estio. Hay un rio nominado Gargaligas, que tambien pierde su corriente en el verano y solo quedan en el estio algunos charcos profundos, donde mantiene alguna pesca de buena calidad y se aprovechan sus aguas por los ganados de estos vecinos. No hay sitio comodo para habrir canal o zequia para riego y se experimenta grande necesidad de agua en el estio y no hallo remedio para reparar este daño que en aumento y extensión de las lagunas del termino. No hay minerales de que se pueda usar…”. Ibídem. Página 364.

[66] “…a la vijesima septima dixeron: que ay maestro de niños de primeras letras, sin dotación alguna, pagando cada niño al maestro un solo real al mes y cada semana ocho maravedies en el dia sabado. Y que no ay estudio de gramatica e ygnoran el medio para establezerle…”. Ibídem. Página 352.

[67] “… 27. Se responde: que en este pueblo hay un solo maestro de primeras letras, sin dotación fija y contribuie cada un niño con un real cada mes y diez y seis maravedies a la semana; este pueblo por ser mui numeroso y por instantes aumentarse, pues de treinta años a esta parte hay seiscientas personas mas y ser mui notable el perjuicio de la poca solicitud en esto, soy de parecer que convenia que huviese dos con alguna dotacion del fondo, de donde ha de salir lo ignoro. Y no hay estudio de gramatica e ignoro el medio de establecerle a causa de los cortos propios y rentas de este concejo…”. Ibídem. Página 363.

[68] “…NAVALVILLAR DE PELA, L. de España, provincia de Estremadura, partido de Trujillo, obispado de Plasencia. A.P., 512 vec., 2,388 habitantes, I parr, I pósito. Situado en la falda N. de las sierras de su nombre, con buenas aguas y clima, cercado de tierras de labor, olivares y viñas en la parte de la sierra, y en todo lo demas monte bajo…”. Miñano, S. Diccionario geográfico y estadístico de España y Portugal. Tomo VI. Imprenta de PieratPeralta. Madrid, 1827. Página 228.

[69] “…A la segunda dixeron: que este lugar no es de señorío particular, no ai mitad de oficios, y la elección de sujetos de justica se hace por los vocales que salen cumplido el año, y aprobandola el corregidor de la capital y no abiendo padecido antes contradicción de los vecinos, a quienes se hace saber. Y el numero de estos sujetos se comprende de dos alcaldes, el uno que es de primer voto es presidente de la junta de propios y el otro lleba el gobierno del posito con los interbentores de el, ai tres regidores, dos diputados de abastos y un procurador personero, haciendo la eleccion de estos tres ultimos por votos de los veinte quatro electores que nombra todo el cumun de los vecinos, con arreglo a la real ynstruccion y ordenes comunicadas a este fin. Los alcaldes son pedaneos y solo conocen de las causas que no esceden de la cantidad de dos mil maravedies por mas o menos. No ai abogado ni procurador en este pueblo y si ai dos escribanos nuemerarios y ambos de ayuntamiento, i son las suficientes para este vecindario, tienen de salario anual cada un quatrocientos reales que se pagan del caudal de los propios y arbitrios aprovados por el reglamento, y se guarda el arancel de la Real Pragmática de mil setezientos veinte i dos…”. Barrientos Alfageme, Gonzalo y Rodríguez Cancho, Miguel. Interrogatorio de la Real Audiencia. Extremadura a finales de los tiempos modernos. Partido de Trujillo. Tomo II. Asamblea de Extremadura. Badajoz, 1996. Páginas 347 y 348.

[70] “…a la quinta dixeron: que ay casas de ayuntamiento, con su carcel de mediana estension y una panera para el trigo del posito, que no ay archivos publicos ni ofizios de hipotecas…”. Ibídem. Página 348.

[71] Ibídem. Página 357.

[72] “…a la trigésima quinta dixeron: que en este termino se crian trigo, zevada, avena, zenteno, pero con escasez a causa de ser terreno poco fértil. Y que se cria el fruto de azeituna de buena y mediana calidad, por ser el terreno acto para ello. Y tambien se crian buena peras, granadas y algunas ciruelas, y de todo esto se paga diezmo. Y todas estas especies se consuelen en el pueblo, sin que se verifique aiga sobrante, a escepcion de que algunos años le aiga de azeite y suele ser el precio por quinquenio a treinta i seis reales. Los diezmos de granos los perciben sus interesados en esta forma: el Señor Obispo de Plasenzia percibe dos partes, el cavildo de dicha ziudad dos partes, y la fabrica una, el señor cura tres partes, y la yglesia de ese lugar un noveno, y el Real Monasterio de Guadalupe un noveno y dos tercios. Y en estos referidos frutos no se nota aumento especial ni considerable, ni disminución. Tambien se coje algun lino…”. Ibídem. Página 364.

[73] “…Junto a la relación espiritual de la Iglesia con el pueblo, existió otra materia, económica, que permitía la financiación eclesiástica a través de la contribución de los fieles. Nos referimos a los diezmos y primicias, que habían de ser entregados cada año en señal de acatamiento al domino de Dueño Soberano…”. Pérez-Coca Sánchez-Matas, Carmen. “Tributación eclesiástica en la diócesis de Plasencia. Siglos XV-XVI. Anuario de la Facultad de Derecho. Nº 5. Universidad de Extremadura. 1987. Página 123.

[74] “…A la trijesima sextima dixejon: que se acostumbra en este pueblo cultibar las tierras con reja y azada, tirando la reja los bueyes mas comúnmente y algunas yuntas de jumentos…”. Barrientos Alfageme, Gonzalo y Rodríguez Cancho, Miguel. Interrogatorio de la Real Audiencia. Extremadura a finales de los tiempos modernos. Partido de Trujillo. Tomo II. Asamblea de Extremadura. Badajoz, 1996. Página 353.

[75] “…A la trijesima sesta dixeron: que solo en este pueblo ay dos guertas de riego, en la una se crian diferentes legumbres, como sin verzas, lechugas, tomates, pimientos; y esta arboleda de castaños, granados, higueras y algunos naranjos, duraznos. En la otra se suele plantar las mismas legumbres dichas y esta arbolada de olibos, granados y melocotones y higueras. Los referidos frutos son de mediana calidad. Asimismo ay otras guertas diferentes con pie de agua e yncultas a causa de confinar con terreno montuoso y recibir notable daño de la caza…”. Ibídem. Página 353.

[76] “…36. Se responde: que en el termino de este lugar hay dos o tres huertas de riego y se crian en ellas legumbres, a saber: brezas, lechugas, tomates y pimientos. Estan arboleadas, la una de castaños, higueras y algunos naranjos, granados y perales, que producen medicinalmente fruta de buena calidad; en la otra se plantan y crian las legumbres referidas y estan arboleadas con arboles de las referidas especies, a escepcion de los castaños. Hay quatro valles abundantes de aguas mui afables, para que si los vecinos tuvieran medios y mas aplicacion fuera un remedo de la Vera. Tambien impide mucho la inmediación de los montes feraces con quienes confinan, criandose en estos diversidad de caza, que las destruie y perjudica…”. Ibídem. Página 364.

[77] “…A la duodécima dixeron: que este lugar ay propios y arbitrios en esta forma: los propios valen setecientos diezisiete reales de la renta de un juro que este lugar tiene a su favor, y los arvitrios que consisten en el sobrante de yerbas de la deesa boyal y yerbas comunes del ejido, que valen por quinquenio dos mil y novecientos reales; y no ai mas caudales publicos que los referidos, los que se invierten con arreglo al reglamento aprobado con el Consejo…”. Ibídem. Página 349.

[78] “…46. Se responde: que se suelen quemar los montes el año que se sacan en labor de roza, repartiendo entre los vecinos labradores por suertes y aunque se hecha raya para defender los arboles utiles, se queman algunos con riesgo y peligro de pagar el daño que se juzga por los comisionados para el zelo deste ramo…”. Ibídem. Página 354.

[79] “…48. Se responde: que los vecinos deste pueblo tienen grande nezesidad de tierras y con este motivo an sacado algunos particulares algunas eredades en sesmos montuosos y algunas de tierra rasa sin monte, y esta de corta cavida, una estan ya desquajadas y otras no, se discute tendran facultad para aberlo ejecutado y el remedio que allamos para que los vecinos que no an tomado parte alguna de tierra no tengan perxuicio, es que la justicia les de permiso para sacar igual parte en terreno montuoso i de igual calidad (…) 44 “…Se responde: que en este termino hay pocos arbole utiles, a excepcion de los olivos. No hay noticia que se crien en el yervas medicinales (…) 49. Se responde: que este pueblo no tiene mas que la deesa boyal, que tiene de estension o de cavida setecientas i cinquenta fanegas, y no tiene sin monte, sino es de algunas cañadas y lo demas terreno esta cubierto de monte pardo, como son caharnecas, lentiscas y jaras; esta de puro pasto y se a labrado una o des veces con facultad real, y rozandola el monte y quemandolo después (…). 53. Se responde: ai caza de todas las especies con abundancia de la menuda y reses montunas, como son jabalíes, venados, gamos y muchos lobos, y toda ella ocasiona notables daños la caza en las sementeras y los lobos en los ganados. Se sale a matar dichas fieras tres o quatro veces al año y se premia cada caveza de lobo en quatro ducados y la de la loba ocho ducados, y de zorra en diez reales, y suelen matarse por año cinquenta o sesenta de todas clases…”. Ibídem. Páginas 366 y 367.

[80] “…55. Se responde: que ai cria de ganados de lana y cabrio y de zerda, y de todas clases ai corto numero; ai quatro o cinco vecinos que comercian en ganado cabrio y abra de esta especie, inclusas las cabras, dos mil cabezas por mas o menos; y el numero de el lanar asciende a mil y quinientas, inclusas las escusas de los ganaderos de Guadalupe; el nuecero de zerda sera de mil y doscientas…”. Ibídem. Página 355.

[81] “…54. Se responde: que ai colmenas y se crian y conserban en corchos, su número al presente asziende a el de mil y doscientas poco mas o menos, se alimentan de la flor del romero, jara, lentisca y madroñera y otras diferentes; y se ignora la cogida de la miel y cera por ser mui variable e incostante, y hace muchos años que dan poco fruto, pero el año que estan regulares suele dar cada una dos quartillos de miel y media libra de cera. No se esfuerzan los vecinos a esta granjería por los muchos animales que las devoran….”. Ibídem. Página 355.

[82] “…A la quarta dixeron: ai en este pueblo tres avastos publicos, que son vino, carne y javon, y estos se rematan sacandose a publica subasta en el mejor postor, y el importe se incluye en los repartimientos de las reales contribuciones. Y los pesos y medidas de que se usa en este pueblo estan arreglados al mardo de Abila y son conformes con los que los pueblos inmediatos. Y hace falta carnicería por no haver sitio para la matanza, ni despacho y siguiendose perjuicio al publico…”. Ibídem. Página 348.

[83] Ibídem. Página 349.

[84] “…A la oncena dixeron: que no ay fabricas de ninguna espezie ni tintes y si solo se fabrica el lienzo que se consume en el pueblo labrandose por solo mujeres…”. Ibídem. Página 349.

[85] Ibídem. Página 358

[86] “…40. Se responde: en este pueblo hay solo un molino de azeyte y no hay maquina especial que facilite el beneficio de la cosecha…”. Ibídem. Página 365.

[87] Ibídem. Página 354.

[88] “…A la dezima octaba dijeron: que en este pueblo ay solo una parroquia nominada Santa Cathalina, y que hinoran su dotacion y emolumentos; y que hay dos curas thenientes y estos los nombra el Ylustrisimo Señor Obispo de Pasenzia, y que el cura rector reside en la villa de Orellana la Vieja, a quien esta aneja esta parroquia…”. Ibídem. Página 350. “…16. Se responde: que no hay en este pueblo catedral alguna y solo hay dos curas thenientes, teniendo cada uno de renta fixa ochocientos reales, que les paga el cura rector de Orellana la Vieja, a quien esta anexa esta parroquia. Asimismo hay dos sacerdotes, cuia renta se espresara en la razon que se de las capellanias de este pueblo (…). 18. Se responde: que en este pueblo hay solo una parroquia nominada Santa Catalina y su dotacion y emolumentos consisten en el producto de un noveno que tiene a su favor de todos los granos y frutos, que suelen valer por un quinquenio seiscientos reales cada año; asimismo tiene a su favor escrituras de censos, cuios reditos anuales juntos en una suma componen la cantidad de cinquenta y seis reales y seis maravedies; ydem tiene a su favor el rompimiento de sepulcros, cuio producto regulado por un quinquenio quinientos y cincuenta reales; de modo que resulta ser su dotación anual la de mil doscientos y seis reales y seis maravedies poco mas o menos. Nombra los parroquos de esta yglesia el Ylustrisimo Señor Obispo de Plasencia…”. Ibídem. Página 359.

[89] “…A la vijesima terzia dijeron: que en este pueblo ay tres hermitas, una de Nuestra Señora de la Caridad, otra de San Sebastian y otra de Santa Ana, y que se concurre a ellas celebrando fiesta y prozesion, sin que por este motibo se aya notado ser ocasion de quimeras. Que no tienen rentas fixa alguna y suele recojer limosnas voluntarias y no fixas de quarenta reales a zinquenta reales, los que recojen sus respectivos mayordomos, dando quenta de ello al señor juez eclesiastico en su visita y no residen en ella hermitaño alguno…”. Ibídem. Página 351.

[90] “…23. Se responde: en este pueblo hay dos hermitas, la una de Nuestra Señora de la Caridad (esta intramuros), y la otra de San Sebastian (extramuros), en ambas se celebra procesión en su dia y no se ha notado hayan sido ocasión de quimeras. No tienen mas renta que las limosnas voluntarias, que ascienden por quinquenio a ciento y treinta reales a corta diferencia. No hay en ellas hermitaño…”. Ibídem. Página 362.

[91] “…La cofradía es una institución con personalidad jurídica propia que nace de la asociación de fieles que se unen para cumplir diversos fines: sociales, caritativos, piadosos, penitenciales e incluso festivos, y que se rige por una normativa interna contenida en sus Estatutos. Atendiendo a la finalidad religiosa de las cofradías, el derecho eclesiástico las define como “reuniones de fieles que, con aprobación del ordinario, se erigen a veces en las iglesias para auxiliar al clero en el sostenimiento del culto”…”. Castro Pérez, Candelaria, Calvo Cruz, Mercedes y Granado Suárez, Sonia. “Las cofradías en la institución parroquial, siglos XVII-XVIII: una aplicación al señorío episcopal de la Villar de Agüimes, Canarias (España)”. Procesos históricos: revista de historia, arte y ciencias sociales. Nº 13. Universidad de los Andes. Venezuela, 2008. Página 3.

[92] “…Existe una vida después de la muerte y para alcanzarla es necesario morir en la gracia de Dios, la obligatoria asistencia en el momento de fallecimiento de uno de sus miembros. De esta forma, el cofrade se aseguraba un entierro digno y un cierto número de misas por el sufragio de su alma…”. Ibídem. Página 5.

[93] “…A la vijesima segunda dixeron: que solo existen en este pueblo dos cofradias, la una del Señor y la otra de Nuestra Señora de la Caridad, y que ygnoran sus cofrades e instituto, y si saben que cuida de su cumplimiento el juez eclesiastico…”. Barrientos Alfageme, Gonzalo y Rodríguez Cancho, Miguel. Opus cit. Página 351.

[94] “…22. Se responde: que existe en este pueblo dos cofradias, la primera del Santisimo, cuyo fondo actual asciende a mil setecientos treinta reales y el numero de cofrades a ciento y treinta; la Segunda de Nuestra Señora de la Caridad, tiene de fondo mil y siete reales. El numero de cofrades asciende a ciento y veinte, su instituto es asistir los cofrades el dia de la Asuncion a la funcion eclesiastica…”. Ibídem. Página 362.

[95] “…a la dezima nona dixeron: que no ay zementerio en este pueblo y no falta lugar donde comidamente se pueda hazer, y ay nezesidad de diho zementerio por ser pequeña la yglesia…”. Ibídem. Página 360.

[96] “…La razón de querer ser inhumados en lugar sacralizado o lo más cerca del mismo, se basaba en la creencia fuertemente arraigada de que sería más fácil acceder a la salvación de las almas…”. Cantero Muñoz, Antonio. La Semana Santa en Trujillo durante la Edad Moderna. Edita: D. José María Pérez de Herrasti y Narváez. Indugrafic, S.L. Córdoba, 2006. Página 26.

[97] Santos Torres, Ángela Patricia. “Una aproximación económica y religiosa al funcionamiento de las capellanías de misas en la ciudad de Vélez 1720-1750. Anuario de Historia Regional y de las Fronteras. Volumen 17. Nº 1. Escuela de Historia de la Universidad Industrial de Santander. Colombia, 2012. Página 47.

[98]“…Las capellanías son fundaciones perpetuas hechas con la obligación aneja de cierto número de misas u otras cargas espirituales que debe cumplir el poseedor en la forma y lugar previstos por el fundador…”. Castro Pérez, Candelaria, Calvo Cruz, Mercedes y Granado Suárez, Sonia. “Las capellanías en los siglos XVII-XVIII a través del estudio de su escritura de fundación”. Anuario de Historia de la Iglesia. Nº 16. Universidad de Navarra, Facultad de Teología. Navarra, 2007. Página 336.

[99] Barrientos Alfageme, Gonzalo y Rodríguez Cancho, Miguel. Opus cit. Página 360.

Dic 212016
 

Dr. Juan Carlos Rodríguez Masa.

juancarlosrm@unex.es

  1. Introducción

La asistencia social y en particular los servicios hospitalarios suscitaron en todas las etapas de la historia eclesiástica grupos organizados dedicados especialmente a esta función. La mayor parte de estos grupos se configuraron como cofradías, pero un pequeño número tuvo un desarrollo mayor y consiguió cristianizar en familiar religiosa propiamente dicha, es decir, una institución de derecho pontificio, con regla y constituciones propias y organización jerárquica y geográfica. Durante la Edad Media europea se consolidaron varias de estas familias-órdenes hospitalarias, entre las que destacó la Orden de San Antonio Abad que perduró hasta los tiempos modernos[1].

La Orden Hospitalaria de San Antón, los Antonianos[2] en el habla popular, no sólo auxiliaba a los peregrinos y caminantes, fundamentalmente en los pasos alpinos, sino que también albergaba y cuidaba a los enfermos que padecían dolencias cutáneas contagiosas: peste, lepra, sarna, enfermedades venéreas, y, particularmente, el llamado fuego de San Antón[3].

La enfermedad denominada fuego de San Antón (ignis sacer, mal de los ardientes o culebrilla) tuvo varios episodios epidémicos y causó grandes estragos en la Europa de los siglos X al XV, cuyo síntoma característico era la aparición de una especie de gangrena de las extremidades y un “fuego” abrasador en todo el cuerpo, causado por la oclusión arterial, que en los casos más graves la carne se tornaba “seca y negra” y los miembros quedaban “momificados”.

A partir del año 1492, tras el final de la Reconquista y la reunificación del Estado, los Reyes Católicos impulsaron una nueva política hospitalaria con la que intentaron mejorar la asistencia prestada durante la Edad Media. Se debe reconocer a Isabel y Fernando la voluntad por extender una importante red de Hospitales públicos, entre los que destacamos, los pertenecientes a la Orden de San Antón.

Los monjes Antonianos lograron durante varios siglos, gracias al favor de los soberanos católicos, una considerable expansión de varias decenas de casas hospitalarias por todos los reinos españoles. Del mismo modo, disfrutaron de diversos privilegios Reales “por la gran devoción y reverencia que sentía por el Santo”. El Real Privilegio más importante que se conserva concedido a los Antonianos, que conocemos gracias a una confirmación de los Reyes Católicos[4], fue la orden que permitió a los Antonianos recorrer, exentos de tributos, y acompañados de puercos, campanillas, bacines y atabaques, los lugares del Reino y pedir limosna para el mantenimiento de sus encomiendas y hospitales[5], conocida esta costumbre como “la demanda de San Antón”[6], práctica que recorrió, durante varios siglos, la mayoría de “ciudades, villas y lugares del Reino”.

Los demandadores de limosnas recorrían la zona que constituía la jurisdicción de su encomienda. Entre las diversas encomiendas dependientes de la Preceptoría General de Castrogeriz (Burgos), se hallaba el Hospital de San Antón de Salamanca, cuya casa-hospital tenía demanda en los obispados extremeños de Coria, Plasencia, Badajoz y la Serena.

 

  1. El fuego sacro o fuego de San Antón

Los habitantes de nuestra geografía, así como los lugareños de nuestros municipios otorgan a San Antonio Abad o San Antón, el patronato sobre los animales y señor del fuego, pero esto no fue así desde el principio, donde la devoción resulta más próxima a los cánones eclesiásticos que a los que se suponen populares[7].

La devoción a San Antonio Abad[8], también conocido como Antonio El Grande o El Magno[9], y más popularmente como San Antón, por popular que pueda llegar a ser, tiene como referencia una serie de motivos proporcionados y difundidos por las narraciones eclesiásticas. Su hagiografía[10], transmitida principalmente por la obra La Vida[11] del insigne patriarca San Atanasio de Alejandría[12], presenta la figura de un hombre que crece en santidad y lo convierte en modelo de piedad cristiana. La Vita de San Atanasio decía que los demonios se disfrazaban de otros ermitaños, este motivo ha sido un buen pretexto para hacer de la visibilidad del mal una trasgresión. Las Tentaciones de San Antonio han sido motivo de inspiración de los artistas desde el Renacimiento, y continúan siéndolo hasta la actualidad. Baste recordar algunos de los artistas más significativos que han llevado el tema al lienzo como El Bosco[13], Teniers, Patinir o Dalí entre otros.

Hay dos Sanantones en los altares. Uno es veterinario, protector de los animales domésticos, cuya festividad se celebra el 17 de enero, donde los ritos de fertilidad[14] o ritos entorno al fuego, se convierten en verdaderos protagonistas, cuyas virtudes consisten en purificar las almas o protegerlas contra “seres misteriosos”. Otro es médico, patrono de una Orden Hospitalaria que se dedicó a curar los enfermos del fuego sacro mediante la aplicación de hierbas medicinales y una sana alimentación, con pan de harina no contaminada, buen vino y jamón, logrando el alivio e incluso la recuperación del enfermo.

              El consumo de pan de centeno contaminado por cornezuelo[15] conducía al llamado “fuego sacro”, “mal de los ardientes” o “fuego de San Antón”, alusiones todas ellas con las que se nombraba al ergotismo[16], una enfermedad que se caracterizaba por la aparición de la gangrena de los miembros, trastornos del sistema nervioso central y finalmente la muerte[17].

El “fuego de San Antón”, introducido en Europa hacia el año mil, pronto se extendió por todo el continente. Para finales del siglo XI, se conocía bastante bien sus terribles efectos, esta enfermedad llegó a ser una epidemia en la Edad Media[18]. El ergotismo[19] o “fuego sacro” presentó un carácter epidémico en repetidas ocasiones durante gran parte de la Edad Media. El ergotismo se presentaba bajo dos manifestaciones: el ergotismo convulsivo y el ergotismo gangrenosos. En el ergotismo gangrenoso el enfermo inicialmente se quejaba de una debilidad general acompañada de dolores en los miembros. A medida que pasaban las semanas, el pie o la mano aparecían inflamados. Seguidamente, aparecían violentos dolores en los miembros afectados semejantes a una quemadura, esta dolencia era el fuego sagrado (ignis sacer) o fuego de San Antonio.

El ergotismo era una afección que se cebaba amplia y fundamentalmente con la población humilde, hambrienta y menesterosa, sobre todo en los momentos de escasez de alimentos[20]. El “fuego de San Antón” tenía para su curación, como es lógico en ese momento, connotaciones religiosas y médicas. Se consideraban ligado a un “castigo divino”. Hay que tener en cuenta que la enfermedad dependía, en buena medida de Dios y, evidentemente, del comportamiento humano, donde mediante un ritual, los mojes Antonianos convertían las cosas en sagradas y generaban salud y salvación. Estos Hermanos Hospitalarios de San Antonio sirvieron a los enfermos, los pobres, los abandonados y los huérfanos, en sus propios hospitales e hicieron grandes contribuciones a la Enfermería, gracias a la gran experiencia adquirida en el cuidado de los enfermos del “fuego del San Antón” mediante la utilización de una serie de procedimientos resolutivos que trataban de poner fin práctico a la enfermedad.

  1. La Orden Hospitalaria de San Antón en la Edad Media

Durante el periodo medieval las Órdenes Militares[21] tenían muy claro su doble función: la defensa del reino frente a los musulmanes y la labor asistencial[22], ésta última, dividida en atención espiritual y hospitalidad[23]. El significado de hospitalidad[24], como las instituciones (hospitales) que se dedican a practicarla, ha ido evolucionado a lo largo del tiempo[25]. Los orígenes asistenciales se situaron en Jerusalén[26], esta dedicación, englobada en una red de conventos, encomiendas y prioratos, se extendería por toda la cristiandad latina. Aproximadamente, hasta el siglo XVI, las Órdenes Militares mantuvieron su carácter religioso-militar[27] y fueron determinantes en el asentamiento, difusión y evolución de los establecimientos hospitalarios[28]. Asimismo, fueron las primeras en crear instituciones en las que se prestaba cuidados a los pobres y se facilitaba alojamiento a quienes se dirigían a grandes centros de peregrinación[29].

Los siglos XI y XII se caracterizaron por una extraordinaria progresión de fundaciones hospitalarias y caritativas en todo el Occidente. Durante las Cruzadas se fundaron numerosas órdenes religiosas, cuyo propósito era el cuidado de enfermos[30]. Asimismo, en las rutas de peregrinación se llevaron a cabo por parte de determinadas órdenes religiosas la fundación de albergues y hospitales cuya misión principal era proporcionar asistencia a los peregrinos. Algunas de estas órdenes hospitalarias fueron los hospitalarios de San Lázaro (Montpellier 1120), los hospitalarios del Espíritu Santo o Hermanos de la Paloma y la Orden de Canónigos Regulares Agustinos de San Antonio Abad, llamados popularmente Antonianos[31]. Bajo el patronato de San Antonio se designan una serie de órdenes que podemos dividir en dos grandes bloques: Antonianos de Oriente[32] y Antonianos de Occidente, éstos últimos, extendidos por toda Europa y el Nuevo Mundo.

 

3.1. El posible origen de la Orden Hospitalaria de San Antón (Siglo ¿XI?)

Hasta la fecha y según la bibliografía disponible[33], la Orden Hospitalaria de San Antonio Abad (llamados popularmente Antonianos) tiene su origen a finales del siglo XI en Francia[34], debido a la curación milagrosa del hijo de un noble delfines llamado Gastón de Valloire que ante la gravedad de su hijo, que había enfermado del llamado Fuego de San Antonio, prometió al Santo que si éste sanaba fundaría un hospital anejo a su iglesia de la ciudad.

En el 1070, varios años antes del nacimiento de la nueva orden hospitalaria[35], las reliquias del Santo Ermitaño, procedentes de Oriente (veneradas desde el siglo VI en Alejandría y consecutivamente en Constantinopla), son trasladadas desde Bizancio a Francia[36] a manos de un caballero francés llamado Jocelyn[37], Señor de Castronovo, Albenciano y la Mota de San Desiderio[38], quien había estado luchando como cruzado en Constantinopla, allí las recibió de manos del emperador como regalo por los servicios prestados tras su viaje a Tierra Santa. El interés de este caballero francés por conseguir las reliquias de Antonio El Ermitaño, es debido a la curación del mismo, al parecer por intercesión directa del Santo tras ser gravemente herido durante una batalla[39].

Dichas reliquias se colocaron inicialmente en la Iglesia Parroquial de Santa María, localizada en la Villa de San Desiderio. En el 1074, las reliquias del Santo se trasladaron a la nueva Iglesia de Mota “Motte Saint-Didier” (Vienne, Francia)[40], construida para este fin, y  donde se conservan hasta la fecha[41].

En aquel tiempo y lugar de la llegada de las reliquias de San Antonio Abad a Francia, entre 1085 y 1095, una epidemia misteriosa denominada “ignis sacer”, “fuego sagrado” o “mal de los ardientes”[42] asoló las regiones de Europa medieval. Dicha epidemia era descrita por las crónicas como una extraña enfermedad, concebida como “castigo divino” por sus profundos estados alterados de conciencia[43] y cuyos síntomas, similares a la lepra en su fase más avanzada, consistían en fuertes dolores en brazos y piernas:“…les consumía las entrañas, les pudría los miembros, que se volvían negros como el carbón. O morían de modo miserable, o bien arrastraban una vida miserable, después de que se les desprendieran las manos y los pies en estado de putrefacción…”[44]Los afectados acudían a la iglesia donde se veneraban las reliquias de San Antonio Abad invocando su intercesión, pues la popularidad de este Santo taumaturgo era conocida de Oriente a Occidente por la Vita Antonii.

Los resultados avalan el procedimiento, se habla de curaciones milagrosas, entre ellas la del hijo de un poderoso e importante noble delfines[45]. Tras la curación de éste último, su padre ofrece su hacienda al Santo y funda, junto a su hijo milagrosamente sanado y varios caballeros con conocimientos médicos, una pequeña comunidad laica denominada Hermanos de San Antonio o Antonianos, quienes habilitan en el año 1095 una casa-hospital junto a la Iglesia que albergaba las reliquias de San Antonio (Francia) llamado “Casa de los Pobres [46] para cuidar y curar a aquellos afectados por el fuego sagrado[47]: “…ante la llegada masiva de enfermos a la iglesia donde se veneraban las reliquias de San Antón Abad, se creó una fraternidad de laicos, dedicada a atenderles. Tenían conocimientos médicos y corazón caritativo. Al principio fueron pocos: Gastón, el fundador, su hijo Guerín y ocho compañeros. Junto a la iglesia de las reliquias, habilitaron una casa-hospital que se llamó “casa de los pobres”. A los enfermes les llamaban “hermanos de los pobres” o “de la limosna”…”[48].

La iniciativa de estos caballeros que prestan gratuitamente sus servicios, son profesionalmente médicos y vocacionalmente monjes, puso las bases para constituir una nueva orden hospitalaria, comenzando así la aventura antoniana en Europa. Será en las sesiones del concilio de Clermont, celebrado en el año 1095 cuando se apruebe, por voluntad de Urbano II, la asociación hospitalaria que tomó el nombre de Hospitalarios de San Antonio[49]. A partir de ese acontecimiento, la devoción y orden de San Antonio, así como la tarea hospitalaria que representaba, se desarrolló y expandió dentro y fuera de Europa mediante la fundación de un importante número de casas[50].

 

3.2. La fundación de la Orden Hospitalaria de San Antón (1218)

En las sesiones del Concilio de Clermont en el 1095, el Papa Urbano II aprobó a la citada fraternidad/hermandad de laicos como asociación hospitalaria para la asistencia de peregrinos y enfermos que tomó el nombre de Hospitalarios de San Antonio siendo éstos dependientes económica y religiosamente de los benedictinos de la abadía de Montmajour[51]. Los Antonianos fueron ganando de manera vertiginosa gran prestigio, gracias a la intercesión del Santo y a la terapéutica empleada por sus hermanos. Por motivos de la fuerte expansión de las casas que crecieron bajo el espíritu de la hospitalidad antoniana, aparece la necesidad de buscar una solución para dotar a las encomiendas de mayor autonomía jurisdiccional y económica.

En el año 1218, más de un siglo después del nacimiento de los hospitalarios de San Antonio, esta fundación se elevó a Orden Religiosa por la bula del Papa Honorio III. Una nueva Bula Papal Ad apostolicae dignitatis de Bonifacio VIII, del 10 de junio de 1297, daba un paso institucional muy importante para la Orden[52], puesto que expresaba el cambio a congregación de canónigos regulares[53], adscrita a la regla monástica de San Agustín[54]. Por ello, la regla que seguirían en lo sucesivo era la que dictó San Agustín, obispo de Hipona, quien había organizado los monasterios bajo una serie de prescripciones[55].

La Orden estaba dirigida por el Gran Maestre, elegido de manera vitalicia y que tenía su residencia en Francia (Casa de San Didier). Los miembros de la orden guardaban el uso de un hábito común, ataviados con una túnica de sayal negra con capuchón y una cruz azul en forma de Tau[56] (signo con gran simbolismo gráfico y numérico) bordada en el lado izquierdo del pecho, sobre el corazón. La Tau (T) era el emblema de los Antonianos[57]..

Entre los tratamientos utilizados por los Antonianos contra el fuego sacro destacaba la ingesta de vino de la santa viña, cuyo vino, primeramente se derramaba sobre las reliquias del Santo y seguidamente se recogía y se lo ofrecían a sus pacientes[58]: “…vino bendito en contacto con las reliquias del santo, que se utilizaba para bañar las heridas o quemaduras a fin de que curasen…”[59]. Otras terapéuticas utilizadas por los Antonianos eran los ungüentos[60] y bálsamos a base de hierbas, aceites, etc., y como último recurso la amputación[61].

 

3.3. La implantación y expansión de la Orden Hospitalaria de San Antón en España (siglos XIII-XV)

Los monjes Antonianos, con una fisionomía canónica y con una dedicación principalmente hospitalaria, fueron ganando prestigio de manera acelerada y la Orden se extiende rápidamente por casi todo el orbe conocido[62]: África, Europa[63] e incluso a Nueva España (México) de la mano de los monjes españoles.

La historia de los Antonianos en España está directamente relacionada con el Camino de Santiago. La implantación de la Orden en España se llevó a cabo mediante la protección de Alfonso VII[64], quien fundó en 1146 y en un enclave neurálgico, el Convento de Castrojeriz[65] (Burgos) en cumplimiento de su plan de eliminar las guarniciones almorávides en la zona de influencia del Pisuerga y de la frontera del Tajo, para dar estabilidad y estructuración al territorio recientemente reconquistado y para propiciar seguridad, alimento, cobijo y sanación a los peregrinos que se dirigían a Santiago de Compostela para venerar las reliquias del Santo. El monarca, el 17 de junio de 1304, exime a los pobladores de la Encomienda castreña de satisfacer cualquier tipo de pecho (pago)[66].

Castrojeriz, un pueblo emblemático del Camino de Santiago a su paso por la provincia de Burgos, fue elegido para establecer el primer convento español donde residirá el Comendador Mayor de la Orden de San Antonio en España, con potestad directa sobre veintitrés casas-hospitales, cuya encomienda comprendía las dos Castillas – Castilla la Mancha[67] y Castilla y León[68]– la Andalucía cristiana [69], Portugal e Indias[70]: “…las Indias fueron refugio y amparo de los desesperados de España, iglesia de los alzados, salvoconducto de los homicidas, pala y cubierta de los jugadores, añagaza en general de mujeres libres…”[71]. El convento, hoy en ruinas, disponía de monasterio, iglesia y hospital, en él se atendía espiritualmente a los peregrinos, se ayudaba a los pobres y se curaba a los enfermos que acudían, incluidos los del fuego sacro. La actitud hospitalaria de los antonianos de Castrojeriz era conocida desde el momento de la fundación del monasterio, actividad descrita en el Compendio de la Historia Antoniana[72].

3.3.1. La demanda de San Antón: un Real Privilegio

Desde el siglo XIII hasta finales del XV la Orden de San Antonio Abad vivió tiempos de gran prosperidad en España, cuyo territorio, inmerso en la empresa reconquistadora y lucha contra el Islam, se había ido poblando de santuarios y altares de San Antón, pues la devoción a este Santo era palpable y de gran relevancia en todos los estratos sociales de la época[73]. La Orden de los Canónigos Regulares de San Antón era posiblemente la principal Orden que mantenía una importante red hospitalaria en el reino de Castilla, donde los enfermos que eran acogidos en sus hospitales recibían asistencia médica y religiosa. La llegada de enfermos del fuego sagrado a un hospital regentado por los Antonianos debía hacerse notar con el toque de matracas, campanillas, etc. Los Antonianos preveían la llegada de peregrinos a cualquier hora del día y de la noche y para su alivio, les colocaban panecilllos y jarras de vino. Los peregrinos solicitaban la Tau bendecida y aceptaban el pan y el vino benditos e incluso campanillas con la imagen del Santo[74].

La importancia de la Encomienda de Castrojeriz se acrecentó a partir del reinado de Alfonso XI y de su hijo Enrique de Trastámara, quien declara en un privilegio fechado en Valladolid el 1369: “…que nos abemos muy grande devocion en la dicha orden de San Antón, e esso mismo hovo del rey Alfonso, nuestro Padre (que Dios perdone) e fizo mucho bien y mucha merced en su vida a dicha orden…”[75].

El Real Privilegio más importante que se conserva concedido a los Antonianos de Castrojeriz fue el otorgado por Enrique II, fechado en Sevilla el 14 de junio del año 1369 que viene a confirmar la exención de pecho, pedido y fonsado, y que conocemos gracias a una confirmación de los Reyes Católicos[76]. Dicha orden permitía a los antonianos recorrer, exentos de tributos, los lugares del Reino y pedir limosna para el mantenimiento de sus encomiendas y hospitales[77], conocida esta costumbre como “la demanda de San Antón”, práctica que recorrió infinidad de ciudades, pueblos y aldeas de España durante siglos. Las limosnas que se ofrecen en nombre de San Antón tienen tres finalidades: para el cuidado y curación de los enfermos, para el culto, adorno y fábrica en que se aloja el cuerpo del Santo, y para el culto de las imágenes del Santo en cualquier iglesia[78].

Otro Real Privilegio otorgado por Enrique III, el 27 de octubre de 1406, declaraba como los demandadores de San Antón podían ir acompañados de cerdos[79], campanillas, bacines[80], etc., por todo el Reino de Castilla. Dentro de los ingresos procedentes de las limosnas, caben citar a los animales, fundamentalmente cerdos, mantenidos a base de la contribución de los fieles por devoción al Santo: “…otrosi consentimos traer puercos, e campanillas, e bacines, e atabaques, e todo lo que cumpliese a la dicha orden de San Antón e uviesen menester para la dicha demanda, en los dichos nuestros Lugares y Jurisdicciones, según que siempre se usó, e non consintades que alguno, nin algunos maten, nin orendan, nin tomen los dichos puercos, ni las otras cosas cualesquiera que a la dicha orden pertenezcan en cualquier manera(…). E ordenamos prender e castigar con ayuda de las autoridades a los miembros rebeldes…”[81].

 

 

 

  1. La Orden Hospitalaria de San Antonio Abad ante los Reyes Católicos (1475-1516)

El reinado de los Reyes Católicos, en su conjunto, fue para España un periodo de renovación y de crecimiento que la llevó con rapidez y decisión hacia la hegemonía europea. Don Fernando y Doña Isabel computaron la reforma religiosa entre sus principales afanes político-religiosos. Su política eclesiástica tuvo unos objetivos muy concretos: provisiones beneficiales, delimitación de la jurisdicción eclesiástica, honestidad del clero y reformas monásticas[82]. Cuando los Reyes Católicos consiguieron la unidad del estado español, comenzaron a realizar profundas modificaciones en diversas instituciones con el fin, tanto de mostrar el poder de la monarquía, como de lograr una administración unificada más eficaz, entre estas instituciones se encontraban los hospitales de San Antón[83] que se dedicaban a una cierta labor terapéutica.

La documentación sobre la acción reformadora de los Reyes Católicos es muy variada y exuberante, hemos dado preferencia manifiesta a la documentación referente a la Orden de San Antón[84].

              Cuando llegó a Castilla el reinado de los Reyes Católicos (1475), la Orden Hospitalaria de San Antón tenía casi tres siglos de vida. Durante el siglo XV, se dictaron varias disposiciones reales que favorecieron la situación económica de la Orden de San Antón española: el 10 de diciembre de 1484 la reina católica expide desde Sevilla una provisión, a petición del comendador de la orden de San Antón de Castrojeriz, para que sea guardado por todos el privilegio de pedir limosna[85]. Del mismo modo, el 19 de diciembre de 1488 se expidió orden real desde Valladolid por voluntad de los Reyes Católicos para que se guardaran los privilegios, libertades y exenciones que disfrutaba la Orden de San Antón[86].

Igualmente, existe constancia de otro documento (carta), del 20 de diciembre de 1490, que contiene un seguro otorgado por los Reyes Católicos desde Sevilla al comendador mayor de la orden de San Antón, sus procuradores y bacinadores: “para que puedan andar libremente por el Reino acompañados de cochinos, recorriendo las ciudades y villas sin temor a ser prendados, heridos ni matados”[87]. El 2 de junio de 1492, los Reyes Católicos, desde Córdoba, confirmaron los privilegios y exenciones de la encomienda mayor antoniana de Sevilla. En dicho texto constan insertas la carta de Enrique II, a favor de la orden de San Antón de Castrojeriz, así como las confirmaciones del propio monarca y de sus sucesores otorgadas los años 1364, 1371, 1379 y 1391, respectivamente, en las que se hace referencia al rey don Alfonso, padre de don Enrique, benefactor de la orden “que era hospital en el que se recogían enfermos y plagados del fuego infernal”[88]. El monarca pretendía reforzar la autoridad del comendador mayor, ampliar los privilegios de la Orden de San Antón y permitir que los frailes antonianos pudieran postular acompañados de cerdos y beneficiarse con el producto de la venta de los cerdos criados en las calles y alimentados por los vecinos[89].

Los demandadores de limosnas de la Orden Hospitalaria de San Antón, provistos de puercos, campanillas, bacines y atabaques para hacerse notar, recorrían la zona que constituía la jurisdicción de su encomienda. De la encomienda mayor de Castrojeriz dependían los monasterios de Castilla, Portugal e Indias Orientales. De hecho, desde mediados del siglo XV, bajo la encomienda mayor de Castrojeriz, dependían las encomiendas y preceptorías de Toro, Valladolid, Benavente, Segovia, Murcia, Albacete, Jaén, Baeza, Córdoba, Sevilla, Toledo[90], Ciudad Real, Talavera, Cadalso, Atienza, Cuenca, Madrid, Alfaro y Salamanca[91].

A finales del siglo XV, durante el reinado de los Reyes Católicos, suenan voces de denuncia con ocasión del cobro de la demanda por parte del tesorero de la encomienda de San Antón de Castrogeriz que obligó a intervenir a la reina[92]. Asimismo, en el 1497, Fray Juan de Haro, comendador de San Antón de Sevilla y uno de los personajes de mayor relevancia de la familia antoniana en España, acusa y rechaza al recién fallecido comendador mayor de Castrogeriz, Fray Manuel de Testtis, por su gestión fraudulenta de la encomienda mayor y expresa su deseo de que esa situación no se vuelva a repetir[93]. Dicha denuncia tuvo un efecto inmediato en la Corona, quien en 1501 ordenó la inspección, mediante visita controlada, de las casas de San Antón españolas. Los visitadores de San Antón tenían un itinerario[94] y pesquisas fijadas para todas las casas antonianas de Castilla.

4.1. La demanda de San Antón en Extremadura y la visitación del Hospital de Salamanca (1502)

Los alborotos de finales del siglo XV en las casas antonianas castellanas tuvieron varias causas, ya que detrás de las luchas estaban los intereses personales y familiares de los comendadores y la imperecedera cuestión de las pensiones anuales al Comendador Mayor de Castilla y al Abad de Francia, pues no olvidemos que, según los estatutos, todas las casas antonianas eran filiales de la Abadía francesa de Saint-Antoine. Casi nada se sabía, pues, de lo que era una enfermería antoniana medieval. Antonio de Acuña era el capellán de los Reyes Católicos y se empeñó en dar cuenta puntual del estado en que encontró las enfermerías antonianas[95].

El Libro de las visitaciones del año 1502 recoge la voluntad de don Fernando y doña Isabel: “…que non dedes ni encomendedes encomienda nin beneficio alguno en las dichas casa de Sanat anton a ninguna ni alguna persona que sea estrangeros dellos, salvo a personas que sean naturales destos nuestros reinos…”[96].

Entre las diversas encomiendas dependientes de la Preceptoría General de Castrogeriz, se hallaba el Hospital de San Antón de Salamanca[97], cuya casa-hospital tenía demanda en los obispados extremeños de Coria, Plasencia, Badajoz y la Serena.

Seguidamente, plasmaremos la visita ejecutada al Hospital de San Antón Abad de Salamanca[98] el veinte de febrero del año 1502. Durante la visita, el rico comendador de Salamanca declara que ha reparado el hospital y que mantiene en su casa a un pobre que tiene cortada la pierna del mal de San Antón. Del mismo modo, afirma que se recibe a todos los enfermos que tocan a la puerta del hospital[99]: “…visitación de la casa de señor Sant anton de Salamanca (…), y veynte dias del mes de febrero. Año de quinientos y dos (…)dize que tiene esta casa demanda en este obispado de Salamanca y Coria y Plazencia. Ciudad Rodrigo y Badajoz y la Serena y tierra de Medina del Campo. Y dize que las demandas en tiempos de Fray Manuel de Testis dava quarenta y dos mil maravedis y en tiempo de Fray Nicolas de Mata dava cincuenta. L. M. (…) Y preguntando sobre el valor de las questas y demandas de la dicha casa (…) Del obispado de Plazencia dize este dicho testigo que el dicho Juan Rodrigues y Pedro Cubero y Pero Martin le tuvieron cuatro años en diez y ocho mil maravedís y cree que ahora está en mas, y sabe que después le tuvo Juan Lopez y tiene agora, y que siempre se a dado inpetra, y que cree que dando dinero se dara siempre. Del obispado de Coria dize que de tres años antes le tuvo Andres de Vega y que de cierto no lo sabe lo que vale  pero que cree que valdra quinze o veynte maravedís, y que a dos años que se predicaron bullas y que entonces valdría harto mas. Por el obispado de Badajoz y la Serena dize que abra siete años que Juan Lopes lo arrendo en veynte mil maravedís…”[100].

La práctica de la demanda de San Antón recorrió durante varios siglos la mayoría de ciudades, villas y lugares de Extremadura. Como botón de muestra, estos demandadores o bacinadores de limosnas de San Antón llegaron hasta el municipio pacense de Navalvillar de Pela, jurisdicción de la Casa-Hospital de Salamanca. Así lo registra el Castro del Marqués de la Ensenada (1753) en respuesta a la pregunta número veinticinco: “…a la Demanda de Sn Antón Abad de Salamanca, y costo que haze la persona que biene a su Cobranza Veintey siete Rs…”[101]

Antes de continuar, debemos comentar que en Navalvillar de Pela se celebran -desde antaño- las fiestas patronales de San Antón Abad, cuyo acto principal es La Encamisá o Carrera de San Antón. Para la financiación de estas  fiestas, la Asociación Cofradía San Antón (A.C.S.A.), como entidad organizadora, ha de proveerse de fondos económicos con los que afrontar los diversos gastos que conllevan las Fiestas. Junto al Mayordomo, se nombran una serie de regidores, cuya obligación es pedir limosna (“la Pedía”) para la Cofradía. Obviamente, la labor de estos regidores era y sigue siendo fundamental, ya que los ingresos que se obtiene con “la Pedía” son parte esencial para la economía de la Cofradía.  Durante “la Pedía” los directivos de la Cofradía, organizados en parejas y con diversas huchas, se reparten el pueblo por zonas y salen a recorrer, acompañados del tambor, una por una todas las casas del pueblo, llamando a la puerta con la consigna ¡somos los del Santo! Cada casa colabora en la medida de sus posibilidades. La costumbre peleña de “la Pedía”, nos recuerda a la práctica antoniana de los demandadores de limosnas de San Antón.

 

  1. La decadencia y extinción de la Orden de San Antonio Abad (Siglos XVII y XVIII)

Las críticas hacia la demanda de San Antón fueron en aumento, de tal modo que los clérigos y seglares de la Iglesia Occidental se manifestaban en contra de los frailes mendicantes, llegando incluso a la prohibición temporal de la misma durante varios años del siglo XVI[102]. Tiempo después, los antonianos volvieron a ganar la confianza de los monarcas que volvieron a renovar sus privilegios reanudando su demanda destinada a la asistencia de enfermos en sus hospitales. Esta  situación de privilegio de las encomiendas de canónigos regulares de San Antón Abad perduró hasta la primera mitad de siglo XVIII, al igual que su finalidad espiritual y asistencial.

El 24 de agosto de 1787, el papa Pío VI, mediante la bula rex catholicus[103] obtenida por Carlos III,  suprimió la orden de Canónigos Regulares de San Antón Abad de la Vienne en España. El contenido del documento pontificio decreta la supresión y extinción de la Orden de San Antonio Abad, también la dispersión de los monjes, extinción de contratos de los laicos y el fin de los bienes muebles e inmuebles[104].

A finales del siglo XVIII, la orden de San Antonio Abad en España se encuentra envuelta en plena decadencia, en primer lugar, por los problemas que había ido arrastrando a lo largo de los siglos y que había superado una y otra vez, como eran los abusos de los demandadores, falta de disciplina y las dudas acerca de la hospitalidad, y en segundo lugar, el que sería el factor detonante para su disolución: la Ilustración y el cambio de mentalidad que le acompañó. Esta nueva situación acontecida en el siglo de la Razón y de las “Luces” conduce al monarca, Carlos III, a solicitar a Roma la extinción de la orden de San Antón en España y sus encomiendas dependientes de América, puesto que la religiosidad popular cultivada por los antonianos se había convertido en poco creíble, sus costumbres y practicas iban generando mal estar entre la población española de la época.

Las Encomiendas de la Orden quedaron suprimidas en el año 1791, de manera que los monasterios antonianos de España sobrevivieron varios años más que los del resto de Europa. Todos sus bienes y derechos que poseía la Orden se entregaron al Rey de España[105].

  1. Conclusiones

La devoción de San Antonio Abad abarca la totalidad de España, ya que su festividad ha sido celebrada, desde hace décadas, en prácticamente todas las regiones españolas. Sus principales patronazgos sobre los animales y las enfermedades de la piel, han contribuido a que este Santo taumaturgo haya sido venerado en prácticamente todos los rincones de nuestra geografía desde la Edad Media, momento en que San Antonio Abad adquiere fama como sanador de la enfermedad epidémica, de procedencia divina, conocida como ignis sacer o “Fuego de San Antón”.

Desde aquellos remotos e iniciales tiempos de la fundación de la Orden Hospitalaria de San Antón por Alfonso VII en 1146, hasta 1787, año de su supresión, transcurrieron casi seis siglos y medio, donde miles de peregrinos fueron testigos de la hospitalidad y fervor de unos monjes entregados a los pobres y desfavorecidos afectados por el fuego de San Antón. Los monjes Antonianos disfrutaron de diversos privilegios reales que les permitió recorrer, exentos de tributos, y acompañados de puercos, campanillas, bacines y atabaques, los lugares del Reino y pedir limosna para el mantenimiento de sus encomiendas y hospitales, conocida esta costumbre como “la demanda de San Antón”, práctica que recorrió, durante varios siglos, las ciudades, villas y lugares de España.

Efectivamente, despareció la Orden, pero no la advocación a San Antón Abad que sigue dando sentido a los signos que rodean su figura: el cerdo, la campanilla, el fuego, la Tau, etc. Asimismo, sus costumbres y ceremonias de veneración y culto sobrevivieron a sus máximos promotores, los Antonianos, y se pueden constatar en multitud de tradiciones locales, unas se perdieron y han sido recuperadas y otras se han mantenido a lo largo de los siglos. La ceremonia de veneración en torno al culto de San Antonio Abad, que los Antonianos empleaban en siglos pasados, contenía ciertas connotaciones con multitud de celebraciones y ritos que se han celebrado y continúan celebrándose por toda la geografía española el 17 de enero, en conmemoración al fallecimiento del Santo.

En definitiva, el atronador murmullo del tambor, cencerros y campanillos, los limosneros con las bandejas petitorias recorriendo las calles y plazas de nuestros pueblos y ciudades, los jóvenes recogiendo y amontonando la leña (combustible para alimentar grandiosas hogueras), los adornos y atavíos para los caballos, mulos y asnos, los dulces más exquisitos, que bendecidos se repartirán para la “protección de las bestias”, todo, absolutamente todo, anuncia que el 17 de enero, día de San Antón Abad, se aproxima.

 

 

[1] “…en la Baja Edad Media europea se consolidan algunas de estas familias hospitalarias. Entre otras destacan las entonces llamadas de Ordenes Hospitalarias de San Antón y San Lázaro que se hacen presentes en gran parte de las ciudades de Europa y perduran en los tiempos modernos. En los reinos españoles logran una considerable expansión de varias decenas de casas y consiguen el favor de los soberanos…”. García Oro, José y Portela Silva, María José. “La Orden de San Antón y la asistencia hospitalaria en Castilla durante el Renacimiento”. Archivo Ibero-Americano: Revista Franciscana de Estudios Históricos. Segunda Época. Año 65. Números 250-251. Padres Franciscanos Españoles. Madrid, enero-agosto 2005. Página 303.

[2] “…ANTONIANO. El religioso de la Órden de San Antonio Abad. En algunas partes se llama ANTONINO…”. Diccionario de la Lengua Castellana compuesto poa la Real Academia Española, Segunda Edición. Por D. Joaquín Ibarra, impresor de Cámara de S.M. y de la Real Academia. Madrid, 1783. Página 84.

[3] “…gangrena en las extremidades que se originaba por comer cereales afectados por el cornezuelo, un hongo que se desarrollaba sobre todo en el centeno…”. Rodríguez Mateos, María Victoria. “El origen de los hospitales”. Salud Extremadura. Periódico del Servicio Extremeño de Saludo. Año V. Número 45. SES. Consejería de Sanidad y Consumo. Junta de Extremadura. Mérida, julio de 2007. Página 21.

[4] “…ordenamos que los miembros de la orden puedan andar y anden con Bacines e sin Bacines por todos los reinos de Castilla sin que nadie se lo impida ni les exija tercio, cuarto, ni quinto por razón alguna, antes bien, sean bien recibidos e les sean dadas las buenas pesadas seguros e desembargados de otros pasadores. Otrosí, por quanto dicha orden fue y es fechura del rey Don Alfonso, nuestro Padre e Nuestra; tenemos por bien que la dicha orden e sus bacinadores, Mayordomos y Criados, sean exentos y quitos de todo pecho y pedido, e soldados, e menores, e servicio, de cualquier manera se haya de dar e pagar en todos los nuestros reinos…”. Ibídem. Páginas 181 y 182.

[5] “…Los antonianos de Olite tienen licencia para pedir de todo; y no solamente en Navarra, sino también en Castilla y Aragón. Van por los pueblos con un carro y recogen legumbre, cereales, huevos, aceite, quesos, etc. para el Hospital. El carro es tirado por un macho que lleva colgado del cuello una especie de estandarte y campanillas. El estandarte ostenta en azul la cruz de San Antón, la Tau, sobre fondo negro…” Ollaquindia Aguirre, Ricardo. Opus cit. Página 157.

[6] Los devotos de San Antón daban todo, pero a cambio de ello el santo alejaba el “fuego” de sus carnes y de El demandador de San Antón llevaba consigo los libros en que están inscritos los nombres de cofrades, así como breviarios, padrenuestros, traslados de los privilegios y, alzado sobre el lomo de su burro “un tabernáculo del barón de San Antonio”. En él se guardaba una (falsa) reliquia que servía para “marcar” el ganado de los labradores. No solo traían regalitos (campanillas, cuchillos, guantes, cinturones, objetos de devoción) para ganarse el favor del párroco, sino que se servían de todos los medios de la época para impresionar a la gente (…). Sin embargo el punto culminante de sus visita a los pueblos era la exhibición de la reliquia, que se tocaba y se ponía en contacto con los establos, casas y ganados para que su poder milagroso pasara a toda persona y cosa por la fuerza del contacto físico. El demandador de San Antón era persona humilde, pero por llevar su hábito y su insignia representaba al Santo en la tierra.  Aichinger, Wolfran. El fuego de San Antón y los hospitales antonianos en España. Verlag Turia+Kant. Viena, 2009. Páginas 35-38.

[7] “…de ana (arriba) y de tenens (teniente, tenedor o el que tiene algo), deriva la palabra Antonio que significa tener o poseer cosas de alto valor; nombre acertado para este santo, que despreció los bienes de este mundo y disfruto de los celestiales…”. De la Vorágine, Santiago. La leyenda dorada. Alianza Forma Editorial, S.A. Madrid, 1987. Página 107.

[8] San Antón ocupa un puesto indiscutible en la tradición piadosa del pueblo cristiano español que todos los 17 de enero inicia el año con romerías y festejos en su honor, organizados en ciudades y pueblos por cofradías y hermandades. Y ha sido fuente de inspiración de numerosos artistas, entre ellos que Velázquez, dato a tener muy en cuenta por ser muy escasa la representación de nuestro gran artista llevó al lienzo. Fernández Peña, María Rosa. “El culto a los Santos: devoción, vida, arte y cofradías”. Instituto Escurialense de Investigaciones Históricas y Artísticas. Simposium 16. San Lorenzo de El Escorial, 2008. Página 678.

[9] “…San Antonio aparece en la hagiografía del catolicismo de oriente con los apelativos de El Grande y El Magno. No obstante, la tradición cristiana occidental también lo conoce con el nombre de san Antonio de Vienne, al su de Lión, en el margen izquierdo del río Rhône, se conservan unas reliquias que pertenecieron al santo anacoreta…”. Limón Pons, Miquel Ángel. “Historia y ritual de la fiesta de San Antonio Abad en la Isla de Menorca”. Narria: Estudios de artes y costumbres populares. Número 109-102. Menorca, 2005. Página 60.

[10] Historia o relato de la vida de un santo. Del griego hágios (santo) y grafía (descripción).

[11] San Atanasio escribió la “Vida” según unos con ocasión de su primer destierro en el desierto, en la Tebaida, encontrándose entre los monjes, 356-362; según otros, la habría escrito a su vuelta definitiva a Alejandría, después de 366. Actualmente ya nadie discute que haya sido San Atanasio quien efectivamente escribió la “Vida”. Lo que si se discute entre los entendidos es el carácter de esta biografía, es decir, cuál es su género literario, la veracidad histórica de su contenido, lo propio del pensamiento de San Antonio. Como todo documento antiguo, incluido el Nuevo Testamento, también la “Vida” da más lugar de lo probable al mundo de lo maravilloso y, por ende, de lo demoniaco. La “Vida de San Antonio” fue escrita por San Atanasio en griego. Del texto griego se conocen 165 manuscritos. San Atanasio de Alejandría. “Vida de San Antonio Padre de los monjes”. Apostolado Mariano. Serie los Santos Padres. Nº 10. Sevilla, 1991. Páginas 6 y 11.

[12] “…San Atanasio, nació alrededor del año 295. En el año 325, siendo diácono, acompañó al patriarca Alejandro, su predecesor, al Concilio de Nicea, donde fue condenada la herejía arriana. Fue consagrado obispo de Alejandría el 8 de junio de 328. Toda su vida se vio envuelta por la controversia u las luchas desencadenadas por el arrianismo, constituyéndose él uno de los baluartes de la verdadera fe proclamada por el Concilio de Nicea (…). Es indudable también que, fuera del influjo doctrinal, la presencia de San Atanasio fue decisiva en la orientación esencialmente escriturística y evangélica del movimiento monacal. Y, entre todas sus obras, en su “Vida de San Antonio” la que constituye su aporte más significativo al desarrollo del espíritu monacal…”. Ibídem. Páginas 3-5.

[13] “…En 1490 el Bosco pintó las Tentaciones de San Antonio, en la actualidad en el Museo del Prado. El Santo vestido de monje encapuchado ocupa el centro de la composición, acurrucado, los diablillos no turban la contemplación del Antonio…”.  Blázquez Martínez. José María. “Las Tentaciones de San Antonio en el Arte Contemporáneo”. Norba-Arte. Vol XXIV. 2004. Página 167.

[14] “…Algunos ritos de fertilidad con animales también se relacionan con ermitas. Así, la de san Adrián en Álava, donde “dando tres vueltas alrededor de la San Casa, cuando existía, quedaban las yeguas preñadas con absoluta seguridad” (…). Un informante de Treviño (…) nos contó recientemente que “su padre tenía una yegua que nunca se quedaba preñada. Se la ofreció a San Antonio (Abad) de Urkiola y a partir de entonces tuvo catorce crías, una cada año, que nacían siempre entre San Antonio y San Vítor…”. Erkoreka, Antón. “Ritos de fertilidad”. KOBIE (Serie Antropológica Cultural). Nº V. Bizkaiko Foru Aldundia-Diputación Foral de Bizkaia. Bilbao, 1991. Página 166.

[15] “…el cornezuelo del centeno (Claviceps purpurea) es un hongo ascomiceto parásito de un gran número de cereales. Destacaba sobre las espigas como una excrecencia, el esclerocio, en forma de cuerno –de ahí a su nombre- que se desarrolla en los granos del cereal. Tiene una longitud comprendida entre uno y cuatro centímetros y unos cuatro milímetros de ancho y su color que varía entre el púrpura y el negro (…). Las personas resultaban afectadas al consumir pan hecho con harina contaminada con esclerocios y en ellas el ergotismo se presentaba de dos formas (…) Ambas formas de ergotismo han causado graves epidemias, sobre todo durante la Edad Media…”. Quesada Díaz, Antonio. “El cornezuelo del centeno a los largo de la historia: mitos y realidades”. Pasaje a la Ciencia. Nº 14. Editada por el I.E.S. Antonio de Mendoza. Alcalá la Real (Jaén) Junio, 2011. Página 16.

[16]“…El ergotismo se describió hace más de 2000 años. La primera referencia data del siglo IX a. C., se describió una epidemia de ergotismo gangrenoso. El ergotismo convulsivo se refirió por primera vez en el siglo XI; una epidemia mixta (ergotismo gangrenoso y convulsivo) se comunicó también en el siglo XI (…). La última epidemia se registró en Francia en 1951, cuando un panadero, tratando de evadir un impuesto de granos, compró un cargamento de harina contaminada con licor de contrabando: el pan elaborado afectó a más de 2000 personas, con cuatro muertes…”. Ruano Calderón, L.A. y Zermeño Pohls F. Ergotismo. Presentación de un caso y revisión de la bibliografía. Revista de Neurología. Nº 40. Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía de México. México, 2005. Páginas 412 y 413.

[17] “…ARDIENTES. (MAL DE LOS) (Medicina). Enfermedad que apareció repetidas veces bajo forma epidémica en ciertas provincias de España, Francia y Sicilia, del décimo al duodécimo siglo. Llamóla Santo Tomás ignis infernalis, por el terrible é incurable; conociósela igualmente bajo el nombre de sideración y de fuego sacro, creyéndose sin duda que este azote tenia algo de divino; otros la denominan fuego pérsico, sin que nos haya sido dado encontrar el fundamento de tal denominación. Y mas comúnmente, por fin se llamó fuego de San Antón, por cuanto se creía que la intercesión de dicho santo era el único remedio que detenia sus efectos…”. De Paula Mellado, Francisco. Enciclopedia moderna. Diccionario universal de literatura, ciencias, artes, agricultura, industria y comercio. Tomo Tercero. Establecimiento tipográfico de Mellado. Madrid, 1851. Página 152.

[18] “…arden los hombres entre si y dicen que es fuego de San Antón, otros dicen que es fuego de San Marsal, otros le llaman fuego del Santo; y se de qualquiera manera de esta: Dice Constantino, que tomes los huevos crudos, batelos, y ponlos en aquel lugar , y sobre los huevos pon las hojas de los bledos, maravillosamente sanarás, y dice, que tomes el estiércol de las palomas, y el azeyte, mézclalo todo en uno, y unta aquel lugar, y toma un paño limpio, mojalo en él, pónselo encima y luego sanará…”. Arnau de Vilanova, Antonio Bandinell. Libro de la Medicina, llamado Tesoro de Pobres. En el que se hallaran remedios muy aprobados para la sanidad de diversas enfermedades. Con un régimen de sanidad. Imprenta de Pedro Escuder, Barcelona, 1747. Páginas 132 y 133.

[19] “…Es curioso que Vaca de Alfaro, en su manuscrito sobre hospitales de Córdoba, menciones como sinónimo de “fuego sacro” al cáncer, ya que, si bien durante mucho tiempo, en que se desconocía la etiología del “fuego sacro”, y no podía, por ende, llamársele ergotismo, como hoy se le llama…”. Saldaña Sicilia, Germán. Opus cit. Página 54.

[20] “…una gran hambre reinó en Francia, sobre todo en Aquitania, hasta tal punto que los hombres comieron las hierbas de los campos como animales…Y hubo una gran epidemia. Los pobres fueron devorados por el fuego sagrado en tan gran número que la iglesia de Saint-Maixent quedó llena de los que eran llevados a ella…”. Carmona García, Juan Ignacio. Enfermedad y sociedad en los primeros tiempos modernos. Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla. Sevilla, 2005. Página 152.

[21] “…El asentamiento, difusión y evolución de los establecimientos hospitalarios en Occidente están muy ligados a las órdenes religiosas, ya que éstas fueron las primeras en crear en Europa occidental instituciones en las que se prestaban cuidados a los enfermos y peregrinos, dedicando en sus monasterios zonas más o menos amplias labores de hospitalidad (…). En las rutas de peregrinación también se llevó a cabo la fundación por parte de determinadas órdenes religiosas de albergues y hospitales que se crearon con el propósito de proporcionar asistencia a los peregrinos…”. Rodríguez Mateos, María Victoria. Los hospitales de Extremadura 1492-1700. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura. Cáceres, 2003. Páginas 28 y 29.

[22] Esta labor asistencial no es absolutamente nueva en la Europa occidental. Durante la Alta Edad Media encontramos algunos ejemplos que, a la sombra de las actividades caritativas propias de las órdenes monásticas, nos presentan centros de asistencia que tal vez no podamos calificar aún de hospitalarios, pero si al menos de cuidado de enfermos. Novoa Portela, Feliciano y Villalba Ruiz de Toledo, F. Javier. “La labor asistencial de las Órdenes Militares”. VA. Las Órdenes Militares en la Europa Medieval. Edición a cargo de Feliciano Novoa Portela y Carlos de Ayala Martínez. LUNWERG Editores. Barcelona, 2005. Página 196.

[23] “…La hospitalidad humanitaria suele ser considerada como un fenómeno que desde sus orígenes está íntimamente unido a la caridad cristiana (sentimiento religioso que pone de manifiesto una serie de desigualdades –económicas, físicas, sociales- surgidas entre los hombres que se encuentran relacionadas entre sí en el seno de cualquier comunidad) (…). Los establecimientos de beneficencia pasaron a denominarse, en general. Hospitales, término que los definía como casas de hospedaje destinados a socorrer y a amparar según los casos a aquellas personas que lo necesitasen…”. Álvaro Barra, María del Prado y Morlans Loriente, María José. Hospitales existentes en la provincia de Cáceres durante la Edad Media. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura. Cáceres, 1993. Páginas 11 y 13.

[24] En la Antigüedad Clásica existieron centros religioso-sanitarios de algún modo destinados a fines terapéuticos, pero en sentido estricto no pueden considerarse hospitales, ya que, aunque en ellos se alojaba y trataba a los enfermos, su fin primordial era lograr la comunicación del hombre con los dioses, para de este modo recobrar la armonía entre el cuerpo y el espíritu y recuperar a través de ella la salud. Rodríguez Mateos, María Victoria. Los Hospitales de Extremadura 1492-1700. Junta de Extremadura. Consejería de Sanidad y Consumo. Cáceres, 2003. Página 27.

[25] “…el término hospital no tiene el mismo significado en la Edad Media o en la Moderna que en los tiempos actuales, pues ha pasado de entenderse como un asilo o albergue en el que los pobres y peregrinos –enfermos o no- recibían cobijo y comida, a ser un establecimiento destinado a proporcionar tratamiento y cuidados médicos a quienes lo necesiten, independientemente de su citación económica… ”. Rodríguez Mateos, María Victoria. Opus cit. Página 11.

[26] “…Durante la Edad Media, peregrinos de toda Europa acudían a los Santos Lugares, desafiando toda suerte de peligros y riesgos, expuestos en todo momento a parecer a manos de los sarracenos y llegando al término de su penoso viaje, los que no sucumbían a las fatigas de una larga y azarosa marcha, en lamentable desamparo…”. Salvá, Jaime. La Orden de Malta y las acciones navales españolas contra turcos y berberiscos en los siglos XVI y XVIII. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944. Página 11.

[27] Monacato y caballería son, pues, los dos elementos esencialmente constitutivos de las distintas órdenes militares, hasta el punto de que sin la necesaria conjunción de solemne profesión monástica y pertenencia al orden de la caballería, no es posible hablar de ellas con propiedad. De Ayala Martínez, Carlos. “Origen, significado y tipología de las Órdenes Militares en la Europa Medieval.”. VA. Las Órdenes Militares en la Europa Medieval. Edición a cargo de Feliciano Novoa Portela y Carlos de Ayala Martínez. LUNWERG Editores. Barcelona, 2005. Página 14.

[28] A pesar de que los primeros hospitales se dedicaban casi en exclusividad a misiones asilares, poco a poco sus funciones se fueron ampliando, incluyendo también, aunque fuera en pequeño grado, la asistencia a enfermos. De acuerdo a estas funciones los hospitales medievales pueden dividirse en cuatro grupos fundamentales: leproserías, hospitales para enfermos pobres, hospicios para indigentes y albergues para peregrinos. Rodríguez Mateos, María Victoria. Opus cit. Página 13.

[29] “…la asistencia y atención a los enfermos y necesitados siempre estuvo entre las tareas prioritarias de la Iglesia, tomando ejemplo de la propia vida y enseñanza de Jesucristo (Mt. 4, 23; 25, 35 y 40)…”. Campos y Fernández de Sevilla, Francisco Javier. “La religiosidad popular en los pueblos de la provincia de Toledo, según las «Relaciones Topográficas» de Felipe II”. Religiosidad popular y modelos de identidad en España y América. Coord. por Palma Martínez-Burgos García y José Carlos Vizuete Mendoza. Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha. Cuenca, 2000. Página 95.

[30] “…La orden de San Juan había nacido a fines del siglo XI y comienzos del siglo XII como una institución dedicada al cuidado de pobres, enfermos y peregrinos. Aunque a lo largo de la duodécima centuria se transformó en una orden militar debido a las apremiantes necesidades defensivas del oriente latino, nunca llegó a perder su inicial faceta asistencial. Durante la baja edad media, en efecto, los freires sanjuanistas seguían manteniendo un componente propiamente hospitalario…”. Barquero Goñi. Carlos. “La orden del Hospital en el Campo de San Juan durante la baja edad media. Siglos XIV y XV”. La Orden de San Juan entre el Mediterráneo y La Mancha. Recoge los contenidos presentados al Congreso Internacional de Historia de la Orden Militar de San. Universidad de Castilla La Mancha. Alcázar de San Juan, 2009. Página 69.

[31] Orden italiana, que auxiliaba a los peregrinos fundamentalmente en los pasos alpinos, fue la de los Antonianos, fundada en la segunda mitad del siglo XI. Esta orden de los Antonianos o Antonitas no sólo se dedicó a atender a los peregrinos y caminantes, sino que también albergó y cuidó a los enfermos que padecían el llamado fuego sacro o fuego de San Antón, denominación con la que entonces se conocía a la erisipela (aunque también podría tratarse del herpes zóster), y en general a los afectados de enfermedades cutáneas. Rodríguez Mateos, María Victoria. Opus cit. Página 29.

[32] “…Antonianos de Oriente. Comprende cuatro ramas (…). El fin de la orden es contemplativa y admite la faceta misionera. Asimismo, los antonianos tienen dos ramas femeninas: antonianas de Alep y antonianas baladitas, ambas provienen de los antonianos libaneses maronitas y conforman la congregación libanesa de derecho pontificio…”. Sánchez Domingo, Rafael. Opus cit. Páginas 42 y 43.

[33] Citaré entre la bibliografía de base utilizada cuatro importantes libros recuperados para la recomposición y estudio, desde el punto de vista bibliográfico, de la importante orden de Canónigos Regulares de San Antón: Suárez del Castillo, Fernando. Compendio de la Historia Antoniana. Sevilla, 1603; Baltasar Abissino, Juan. Fundación, vida, y regla de la Grande Orden Militar, y Monástica de los Cavalleros, y Monjes del Glorioso Padre San Antón, en la Etiopía Monarchía del Preste Juan de Indias. Valencia, 1609; Navarro, Joseph. Vida y milagros del príncipe de los anacoretas y padre de los cenobiarcas, nuestro Padre San Antonio Abad, el Magno. Barcelona, 1683; y Ceballos, Blas Antonio de. Flores de el Yermo, pasmo de Egypto, assombro de el mundo, sol de Occidente, portento de la gracia: vida y milagros de el grande San Antonio Abad. Barcelona, 1759.

[34] “…en la Europa tambien ay una Orden de Encomienda Monastica, y llevan por insignia la Cruz azul, de hechura de Tau, la qual es diferente de la Orden Militar de San Antón que ay en la Etiopia: (como es tambien la de Oriente) aunque esta orden de San Anton de la Europa es muy antigua, porque fue su fundacion el año mil y 95, según Panucio, y se intitula de San Antón Abad de Viena, en Francia, sigue la regla de San Agustín. Sus fundadores fueron dos Cavalleros de la misma ciudad de Viena, llamados Gaston, y Girondo. El motivo que tuvieron para la fundación de la Orden de San Anton, fue ver la mucha devocion que por toda Europa (y por todo el mundo) tienen este glorioso Santo…”. Baltasar Abissino, Juan. Fundación, vida, y regla de la Grande Orden Militar, y Monástica de los Cavalleros, y Monjes del Glorioso Padre San Antón, en la Etiopía Monarchía del Preste Juan de Indias. Valencia, 1609. Folio 2.

[35] “…Nos situamos en Vienne, ciudad del delfinado francés, departamento al sur de Lyon. Es el año 1070. Geilin, señor del delfinado, trae de Constantinopla una reliquia insigne de San Antonio Abad y la coloca en una iglesia nueva edificada en La Matte Saint-Didier…”. Ollaquindia Aguirre, Ricardo. “La Tau en Navarra y en el camino de Santiago”. Cuadernos de etnología y etnografía de Navarra. Año nº 30, Nº 72. Navarra, 1990. Página 270.

[36] Las reliquias de San Antonio Abad, procedentes de Oriente, llegaron a un lugar del delfinado francés, cercano a Vienne, denominado entonces la-Motte-aux-Boix y ahora Saint-Antoine-I´Abbaye. Llegaron privadamente, en el equipaje de un caballero, de nombre Geilin o Jocelyn, que había ido como cruzado a Bizancio a luchar contra los tucos. Ollaquindia Aguirre, Ricardo. “La orden hospitalaria de San Antonio en Navarra”.Opus cit. Página 595.

[37] “…sus nombres dependen de los relatos, históricos o legendarios, contados en la Edad Media y recogidos en diversos escritos. Micheli les llamó Gastón y Girondo. Mischlewski, Jocely, Gastón y Guerin. Mocellin-Spicuzza, Gelin, hijo de Guillermo el Cornudo, y Gastón de la Valoire. La cuestión onomástica es accidental. Lo importante son los hechos narrados: unos caballeros que marchan a Tierra Santa como cruzados, que vuelven con reliquias del santo eremita y fundan una fraternidad hospitalaria denominada de San Antonio, cuyo distintivo fue la cruz azul, la tau…”. Ollaquindia Aguirre, Ricardo. “La Orden Militar de San Antón”. Cuadernos de etnología y etnografía de Navarra. Año nº 32, Nº 75. Navarra, 2000. Página 157. “…Iocelino pues alegre có el dó de tan gran thesoro, haviendole dado las gracias a el Emperador dela merced, tomada su lizencia sacó las Reliquias de el cuerpo Santo, llevándolas en su compañía, y los Religiosos de aquel Monasterio, que le quisieron seguir, se embarcó para su patria, adonde llegó con prospera  navegación, y có muy dichosa Iornada. Fue Iocelino  recibido con grá alegria de todos, y con grandes demostraciones de regozijo…”. Falcón, Amaro. Compendio de la historia antoniana traducida del latín en lengua castellana por el Maestro fr. Fernando Suarez Pro de la Orden de Nra. Sª del Carmen en la Pro. de Andalucia. Dirigida a Don Alonso Diego López de Zuñiga y Sotomayor Duque de Bejar, Marques de Jibraleon y Conde de Belalcázar. Impreso en Sevilla: por Francisco Perez. Sevilla, 1603. Página 71.

[38] “…Un hombre originario del Delfinado, un tal Jocelyn, señor de Castronovo, Albenciano y la Mota de San Desiderio, las llevaría consigo a su regreso a Francia, depositándolas en La Motte S. Didier o en la Motte –aux-Bois, traslado que habría tenido lugar durante la segunda mitad del siglo XI, concretamente el año 1074, durante el pontificado de Alejandro II. Desde entonces se veneran en Vienne unas reliquias insignes de un gran eremita en el templo que construyó en su honor Guión Desiderio, heredero de Jocelyn…”. Sánchez Domingo, Rafael. “Una institución hospitalaria en el Camino de Santiago: la ciencia médica de la Encomienda antoniana de Castrojeriz (Burgos)”. Estudios Superiores del Escorial. La Iglesia Española y las Instituciones de Caridad. Actas del Simposium 1/4-IX-2006. Colección del Instituto Escurialense de Investigaciones Históricas y Artísticas. Ediciones Escurialenses (EDES).  Servicio de Publicaciones. Madrid, 2006. Página 547.

[39] “…Cavallero muy valeroso, exercitado en armas, llamado Jocelino, Señor de Castro-Nuevo, Albenciano, y de la Mota de San Desiderio, y de otras muchas Fuerzas, y Lugares; el qual estando por Capitan General en servicio del Rey de Francia, en guerra, que en aquel siglo se hacia contra los Helvecios, que son los que moran en los Cantones, fue en una sangrienta batalla, que se dio un dia cerca del Monte Jura, derribado en el cavallo con tres mortales heridas, quedando en el campo tendido entre los muertos, y como tal, fue de noche sacado a una Hermita (…) a costa de su sangre, y continuos triunfos , supo grangear tanto el favor de el Emperador, que quando llegó la ocasión de bolverse á Francia, le dio entre otros dones de gran valor, y estima, el precioso cuerpo de San Antonio, el qual trajo con mucha reverencia, y devocion á la Villa de Mota, que esta situada en la Provincia de Viena, año de mil y setenta, siendo Summo Pontifice Alexandro II y Emperador del Oriente Michael Ocavo Parapinazo y Enrique Octavo, Emperador de Alemania…”. Ceballos, Blas Antonio de. Flores de el Yermo, pasmo de Egypto, assombro de el mundo, sol de Occidente, portento de la gracia: vida y milagros de el grande San Antonio Abad. Barcelona. 1759. Páginas 277 y 278.

[40] Las reliquias se custodiaban en la Iglesia de San Antonio de la villa de La Mota (en el Delfinado, La-Motte-Saint-Didier, actualmente Saint-Antoine-l´Abbaye, San Antonio Abad, en el departamento francés de Isère). Dicha iglesia era la iglesia conventual de un priorato benedictino cuyos monjes se ocupaban del santuario. Gastón y su comunidad que en principio estaba formada por laicos, erigieron un hospital cerca, donde cuidaban de los peregrinos que visitaban el santuario de la Iglesia de San Antonio y de los enfermos, particularmente de aquellos afligidos por el Fuego de San Anton. http://es.wikipedia.org.

[41] “…haviendose acabado con piedad, y limosna de los Fieles, y con el fervoroso zelo, y solicitud de Guion Desiderio, el Templo de nuestros Bienaventurado Padre, se ordenó colocar en él su bendito cuerpo, con tan grandes demostraciones de amor, fiestas, luminarias, e intervenciones de fuego, que es imposible el poderlo significar; y en particular el sumptuoso aparato, y grandeza con que se vieron adornadas, con riquisimas colgaduras, flores, y oloradas yervas las calles de aquella dichosa Villa, por donde havia que pasar la Procesión; la qual se hizo con tan copiosas luces, devoción, solemnidad, y regocijo de musicas, alternadas de dulces voces, y varios instrumentos, que sensiblemente enamoraban, y alegraban las danzas, acompañamiento de Soldados, tambores, trompetas, y chirimias, que jamás en aquella Villa se vió otra semejante, ni mas plausible (…) dentro de la caxa se halló un vaso de metal cerrado con cera, y el Señor Arzobispo públicamente le abrió, halló en él una cedula de pergamino, con unas letras antiquisimas, que casi no se dexaban leer uqe decian: ESTE ES EL CUERPO, Y LAS RELIQUIAS DEL GLORIOSO CONFESSOR SAN ANTONIO ABAD, TRAHIDAS DE EGIPTO…”. Ceballos, Blas Antonio de. Opus cit. Página 280.

[42] “…Tal enfermedad se extendería en Centroeuropa de desde el siglo X vinculada al consumo del pan del centeno y a la mala alimentación común entre los más pobres. En realidad se trata del ergotismo gangrenoso siendo una intoxicación, el herpes zoster o culebrilla, causada por el virus varicella-zoster (VZC), el mismo que provoca la varicela (…). La neuralgia desencadenada puede llegar a ser muy dolorosa y prolongada, dando lugar al nombre medieval asignado a dicha enfermedad…”. Sánchez Martín, Carlos. “La extinción de la orden medieval de San Antonio abad en Toledo. Un ejemplo de regalismo eclesiástico”. La desamortización: el expolio del patrimonio artístico y cultural de la Iglesia en España. Actas del Simposium 6/9-IX-2007. Madrid, 2007. Página 543.

[43] Investigaciones relativamente recientes, llevadas a cabo por estudiosos de la microbiología sagrada, como Albert Hofmann y Gordon Wason, han venido a descubrir que ese cornezuelo de centeno que produce el ergotismo, contiene alcaloides que, si son administrados convenientemente, también son capaces de producir profundos estados alterados de conciencia, acompañados de visiones, muy semejantes a los producidos por ingestión de sustancias psicotrópicas como el LSD. Sánchez Domingo, Rafael. Opus cit. Páginas 557 y 558.

[44] Pascual Mayoral, Pilar y García Ruiz, Pedro. “Los Antonianos y la Cofradía de San Antonio Abad de Calahorra”. Kalakorikos, 14. 2009. Página 415.

[45] “…La Sagrada Religión Antoniana tuvo principio, por la divina gracia, y favor de Dios, en un Lugar del Arzobispado de Viena, llamado Mota, año de la Encarnación del Señor de mil y noventa y cinco (…) que guardan la Regla de San Agustin, y militan debaxo de la invocación de nuestro Gran Padre San Antonio, que fundaron dos Cavalleros, padre, é hijo, llamado el uno Gaston, y el otro Girondo; los quales, estando padeciendo una gravisima enfermedad, se valieron de la intercesión de San Antonio…”. Ceballos, Blas Antonio de. Opus cit. Páginas 284 y 286.

[46] “… la llegada masiva de peregrinos enfermos a la iglesia de Montmajour, situada cerca de la ciudad francesa de Vienne, movilizó a la población de la comarca que de manera voluntaria comenzó a socorrer a peregrinos. Un grupo de laicos con conocimientos médicos habilitaron una casa junto a la Iglesia que albergaba las reliquias de San Antón y comenzaron a atender enfermos. Esta primera casas-hospital se llamó “Casa de los Pobres” y a los enfermos laicos que la atendían “Hermanos de los Pobres” o “Hermanos de la Limosna”. Poco después construyeron un hospital que llamaron “Hospital de Desmembrados”, donde realizaron las primeras operaciones quirúrgicas importantes, como la amputación de manos y piernas, para evitar la expansión de la gangrena…”. Pascual Mayoral, Pilar y García Ruiz, Pedro. Opus cit. Página 416.

[47] “…Aquí tuvo origen, y principio en las partes Occidentales su nobilísima Religión, aunque muy diferente del que tuvo en las Orientales de la Thebayda, donde fundo sus primeros Conventos (…). Aquí en una aparición milagrosa, que hizo el Santo al noble Cavallero Gaston, y a su hijo Girondo les dio la insignia, o señal del poder, figurada en la Cruz, o letra T, que en Griego es llamado Tau, de quien hace mencion el Profeta Ezequiel en el cap. 9. De aqui se extendió este Orden Sagrado por todas las regiones de Europa, y mas alla, cuyo blanco de su profession fue siempre el amor, y caridad con los pobres…” Navarro, Joseph. Vida y milagros del príncipe de los anacoretas y padre de los cenobiarcas, nuestro Padre San Antonio Abad, el Magno. Barcelona, 1683. Páginas 254 y 255.

[48] Ollaquindia Aguirre, Ricardo. Opus cit.  Página 595.

[49] “…el III Concilio Ecuménico de Letrán, celebrado en 1179 bajo el pontificado de Alejandro III intervino en el lamentable estado de aislamiento a que eran sometidos los leprosos, declarando que siendo fieles como los demás, no debían ser indignos de alterar con sus semejantes, de manera que  para hacer más soportable su existencia, muchos de ellos adoptaron el sistema de peregrinaciones, con profundo sentido práctico, adoptando mejores medidas de higiene y cambiando de clima, aún sin contar con la asistencia espiritual que impetraban, ayuda que pronto recibirán de la nueva Orden de los hijos de san Antonio…”. Sánchez Domingo, Rafael. Opus cit. Páginas 138 y 139.

[50]“…desde el departamento de Isère, en Francia, la orden se extiende hacia el sur, en la región de Drôme, en los Alpes, conformando la abadía di Bourg-St. Antoine, la filial primogénita. En Susa se establecieron en 1188, conformando residencia estable. Hacia 1190 se inició la edificación de la primera casa en Roma; en 1191, la de Memmingen, en Alemania; en 1199, la preceptoría de Montferrand (Puy de Dôme), al igual que en Aumônièrs (Saone), Besançon (Doubs), Grandvaux (Marne), así como la primera y más importante fundación en Castilla, el monasterio de Castrojeriz, en Burgos, y poco después en Olite, Navarra…”. Ibídem. Página 50.

[51] Es un conjunto monástico situado a pocos kilómetros de la ciudad de Arlés perteneciente al departamento de Bocas del Ródano al sur de Francia.

[52] “…la orden sería aprobada en 1095 por el Papa Urbano II en el concilio de Clermont, famoso ante todo por la proclamación de la primera cruzada. Honorio III la confirmaría por Bula Papal en 1218, acogiendo la regla monástica de San Agustín desde 1297 por nueva Bula Papal, en este caso de Bonifacio VIII. Hasta entonces los Antonianos habían tenido como superiores religiosos a los benedictinos de la abadía de Montmajeur, en las cercanías de Arles, que desde 1088 se dedicarían a la asistencia religiosa de los peregrinos. Tras esta fecha los monjes de San Antón conseguirán la plena independencia, siendo desde entonces el Gran Maestre de la orden, el prior de los Antonianos…”. Sánchez Martín, Carlos. “La extinción de la orden medieval de San Antonio Abad en Toledo. Un ejemplo de regalismo eclesiástico”. La desamortización: el expolio del patrimonio artístico y cultural de la Iglesia en España. Actas del Simposium 6/9-XI-2007 / coord. por Francisco Javier Campos y Fernández de Sevilla. Madrid, 2007. Página 542.

[53] “…Los canónigos regulares se organizaron jurídicamente en el Sínodo de Letran, celebrado el año 1059, bajo el impulso del cardenal Hildebrando, fututo Gregorio VII, y de san Pedro Damiano, cuyos ímpetus se centraron en la reforma de la institución religiosa existente con el fin de fundar un nuevo orden (…). El movimiento reformador gregoriano pasó de las catedrales a las colegiatas, santuarios y otras iglesias, y se ocuparon de labores litúrgicas, de beneficencia, atención de peregrinos, etcétera…”. Sánchez Domingo, Rafael. Opus cit. Página 58.

[54] Aunque es difícil definir la espiritualidad de los canónigos regulares, todas las comunidades adoptaron la regla de San Agustín, aunque no le concedieron el mismo contenido ni el mismo significado, puesto que la mayor parte de los canónigos se contentó con cumplir la Regula prima. Sánchez Domingo, Rafael. Opus cit. Página 56.

[55]…en primer lugar, la erección de una comunidad religiosa clerical, renuncia absoluta a la propiedad privada, castidad, obediencia al superior, caridad. El ideal de san Agustín era la vida comunitaria sacerdotal de la Iglesia de Jerusalén en el tiempo de los apóstoles…”. Sánchez Domingo, Rafael. Opus cit. Página 56.

[56] “…del habito y costumbre de los religiosos. Tense manda conforme a los estatutos que todas los comendadores y religiosos trayga habito y vestido honestos y decentes (…) anden con sotanas y manteos y calzas llanas y todo el paño negro (…) y en cada una de las ropas largas traygan la potencia o Tau que en el habito dela oja orden el qual sea de terciopelo azul o raso claro, ni poniendo enlos ojos taus guarniciones ni cordones de oro ni de plata, el qual dicho Tau an siempre de traer consigo en ropa corta o larga assi de camino como en casa…”. García, Fr. Pedro. Orden Hospitalaria de San Antonio: Estatutos, ordenaciones y constituciones de la Orden Hospitalaria de San Antón confirmados por el Capítulo celebrado en Toledo en el año 1592. Testimonio del Protonotario Apostólico Marius Theodolus sobre algunas bulas y privilegios concedidos por los Romanos Pontífices a favor de la Orden de San Antón. 1609. Folio 12.

[57] “…la Tau ha sido siempre un símbolo salvífico, una marca de los justos según el profeta Ezequiel, un signo amuleto mágico de protección contra la peste y contra los poderes malignos e incluso un emblema sagrado entre los paganos adoradores de Serapis, para los que simboliza la vida venidera. También fue utilizada la Tau por los franciscanos, quizás porque para que San Francisco padeció la enfermedad del fuoco sacro, de la que sería tratado por los Antonianos, o quizás por la admiración del Santo al Convento de Castrogeriz cuando peregrinó a Santiago…”. De Gilbert Rojo Barón de Gavín, Manuel Fuertes. La nobleza corporativa en España: nueve siglos de entidades nobiliarias. Ediciones Hidalguía. Gráficas Arias Montano, S.A. Madrid, 2007. Página 100.

[58] “…un brebaje que se bautizó como el agua de San Antonio, tenía poderes curativos (…). Los panes de San Antonio, realizados desde el siglo XI y hechos con harina especial y pura de centeno (…). La manteca de cerdo, considerada milagrosa era untada sobre los órganos afectados, paliando parte de la infección (…). Pero de todos los remedios curativos, tal vez sea el del Santo Vino el más célebre…”. Morán Suárez, Isabel. “El Fuego de San Antonio: estudio del ergotismo en la pintura del Bosco”. Asclepio. Vol. XLVIII. Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Madrid, 1996. Página 188.

[59] Argente del Castillo Ocaña, Carmen. Opus cit. Página 41.

[60] “…en el tratamiento de la gangrena seca que recomienda el doctor Sanponts en su discurso sobre el fuego de San Antón en el año 1792 (…). La curación externa se dirigía del modo siguiente, en los principios, á fin de avivar la parte que empezaba a percibir alguna torpeza al tacto, se aplicaba una mezcla de manteca y aguardiente sobre el lugar que amenazaba la gangrena, después se seguía la curación con un ungüento, compuesto por tres libras de aceyte de olivas, una libra de trementina, media libra de cera amarilla, y suficiente cantidad de vino…”. Aichinger, Wolfran. El fuego de San Antón y los hospitales antonianos en España. Verlag Turia + Kant. Viena, 2009. Páginas 103 y 104.

[61] “…Desda edad le dio una enfermedad que se llama fuego de Sant Antón en un pie; y no la entendiendo los medicos, la hizieron remedios contrarios. Estaria como quinze dias con terribles dolores; al cavo se le murio la pierna. Y biendo lo medicos que el fuego le subia mui arriba, determinaron cortarsela. Por presto que esto se hizo, ya le habia subido al muslo, quedando todo lo demas tan negro y con tal olor (…) no ubo cirujano que se atreviese con sus erramientas a serrar tal ueso como el del muslo. I ansi, llamaron un entallador que trajese su sierra; y con ella se la aserraron mudandose unos y otros…”. Aichinger, Wolfran. Opus cit. Página 106.

[62] “…Y siendo las dispensaciones, y que no las hagan singran necessidad, porque no vengan aprercer las leyes: es decreer que dsupensar Dios tantas vezes por intercesión de susiervo Antonio en las leyes natrurales, haziendo por el tanto milagros (…). Y continuandose esta devocion del Santo en los animos de los Principes hasta el dia de oy, y con la frecuencia y multitud de milagros, se a hecho tan famoso el nombre de Antonio, en toda la redondez de la tierra, que no ay nacion, ni Provincia, que no tenga noticia deste Santo, ni Ciudad, ni lugar por pequeño que sea que no tenga Iglesia, o Altar, o Imagen suya…”. Falcón, Amaro. Compendio de la historia antoniana traducida del latín en lengua castellana por el Maestro fr. Fernando Suarez Pro de la Orden de Nra. Sª del Carmen en la Pro. de Andalucia. Dirigida a Don Alonso Diego López de Zuñiga y Sotomayor Duque de Bejar, Marques de Jibraleon y Conde de Belalcázar. Impreso en Sevilla: por Francisco Pérez. Sevilla, 1603. Dedicatoria.

[63] La congregación de los antonianos se extendió por toda Europa, llegando a regentar 369 hospitales. En Roma, los antonianos tenían el privilegio de atender sanitariamente al romano pontífice, y en sus desplazamientos siempre le acompañaba un religioso profeso de dicha congregación. El emperador Maximiliano les ennobleció en 1502 otorgándoles un blasón (águila negra y cruz de San Antón). La orden alcanzó un desarrollo material muy importante, lo que lesionó su disciplina monacal. Sánchez Domingo, Rafael. Opus cit. Página 47.

[64] Alfonso VII, emperador de León (1105-1157), procuró que el reino de León tuviera siempre primacía sobre los demás reinos cristianos, adquiriendo una efectividad al igual que la había tenido anteriormente. Sánchez Domingo, Rafael. Opus cit. Páginas 153 y 156.

[65] “…Alfonso el emperador y esposa Doña Juana en 1146 “rehedificaron” esta Real Casa Hospital con la obligación de curar todos los enfermos tocados del fuego de san Antón dotándolas con diversos privilegios…”. Sánchez Domingo, Rafael. Opus cit. Página 153.

[66] “…yo el dicho Rey D. Fernando, por hacer y limosna é por el amor de Dios, é del confesor bienaventurado S. Antón, e poque el dicho lugar sea mejor poblado e vala mas, quito para siempre jamás de todo pecho á cinquenta pobladores que y vinieren a morar, de aquí adelante, que sean quitos e franqedos de todos los pechos, asi de servicios como de pedidos e de emprestidos, e de yantares, é de martiniegas, é de fonsado, é de fonsadera, e de toda facendera, é de ayuda, é de todos los otros pechos é pedidos que a Mi hobieren á dar los de la tierra, en qualquier manera que sea, que nombre hayan de pecho, salvo ende moneda forera, cuando acaeciere de siete en siete años…E mando a los dicho pobladores que si alguno o algunos contra esto les quisieren pasar o prendar por algunos pechos de los que sobredicho son, que ge lo no consientan, é que les amparen la prenda, é que no cayan en pena por ello, ca lo que montare los pechos que me ellos habian á pechar mando que los descuenten de la abeza del pecho á aquellos con quien los ellos habían de pechar…”. Sánchez Domingo, Rafael. Opus cit. Páginas 151 y 152.

[67] Hospital de San Antón de Toledo: “…Estuvo también situado extramuros de la ciudad, en la actual carretera de Madrid, en el de San Lázaro y la ermita de San Eugenio, donde todavía se conserva un columna de piedra con la cruz de hierro. Fue fundado alrededor de 1316 por don Gonzalo Ruiz de Toledo, señor de Orgaz (quien fue su primer patrono y a quien sucedieron sus descendientes, los Condes de Orgaz), para la curación de cierta enfermedad llamada “fuego sacro” o fuego de San Antón…”. Zamorano Rodríguez, María Luisa. El Hospital de San Juan Bautista de Toledo durante el siglo XVI. Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos. Diputación Provincial de Toledo. Toledo, 1997. Página 59.

[68] “…En León el primer hospital de San Antonio surgió en 1531, y aunque su nombre era hospital de Sant Marçiel, pronto se cambió por el de San Antonio gracias a una bula de Clemente VII, dada en Roma el 6 de mayo de 1531 (…). Tenía dos divisiones claras: un pabellón para los hombres y otro para las mujeres. Así mismo, contaba con diferentes salas como, por ejemplo, la Purísima, San Antón, San Rafael, Nuestra Señora del Carmen, Santa Ana, Jesús, San Marcelo, etc., y por supuesto una para las hermanas, otra de operaciones, una iglesia y su capilla…”. Arias Fernández, Ana Isabel. San Antonio Abad y el Hospital de la beneficencia de León (I). Argutorio: Revista de la Asociación Cultural “Monte Irago”. Año 8. Nº 16.  Astorga (León), 2006. Página 13.

[69] “…Dedicados o bajo la advocación de San Antón o San Antonio Abad, existían en Córdoba dos hospitales diferentes entre sí, como aparece de su nombre, de su situación topográfica y de la finalidad distinta que ambos perseguían (…) Hospital Real e Imperia de San Antón (…) FUNDACIÓN.- De los documentos existentes no hemos podido poner en claro la fecha de su fundación. Parece ser que tuvo lugar no mucho después de la reconquista. La primer noticia cierta de él se tiene hállase en el testamento de D. Marcos de Quintana Dueñas, otorgado en 21 de Mayo de 1277 (…). Hospital de Nuestra Señora de la Concepción y del glorioso San Antón Abad (…) Dedúcese la antigüedad de su fundación de la patena de un cáliz que se conserva y de una pintura al fresco de Nuestra Señora de la Concepción…”. Saldaña Sicilia, Germán. Monografía Histórico-Médica de los Hospitales de Córdoba. Primera Edición. Tipografía Artística – San Álvaro. Córdoba, 1935. Página 57.

[70] “…La encomienda castellana llegó a tener 23 casas-hospitales en Castrogeriz, Valladolid, Medina del Campo, Toledo, Sevilla, Cuenca, Murcia, Salamanca, Plasencia, Segovia, Córdoba, Toro, Benavente, Atienza, Talavera, Cadahalso, Ciudad Real, Iruela, Albacete, Baeza, Cuevas, Alcalá la Real y México (…) La encomienda olitense tuvo 14 casas-hospitales: Olite, Pamplona, y Tudela en Navarra; Zaragoza, Calatayud, y Huesca en Aragón; Valencia y Orihuela en el reino valenciano; Barcelona, Cervera, Lérida, Tárraga Y Valls en Cataluña, y Palma de Mallorca…”. Ollaquindia Aguirre, Ricardo. Opus cit. Página 271.

[71] Guerra, Antonio. Sevilla, hospital de Indias. La asistencia médica durante el Descubrimiento. Almuzara. Sevilla, 2005. Página 27.

[72]“…está la Encomienda mayor en el Camino Francés que va a Santiago de Galicia, y así se da en ella gran cantidad de limosnas a los peregrinos que van a dicha Romería, y habido año que han pasado por allí más de seis mil franceses y de otras naciones, y a todos se les da una ración de pan y algunos vino llevando necesidad, y a todos unos panecillos pequeños hechos para el día de San Antón y benditos aquella noche, juntamente con el vino santo: que lo uno y lo otro consta por la experiencia las maravillas que obra así para enfermedades como la peste y especialmente contra el fuego (…). Tiene esta Encomienda Mayor el Hospital enfrente de la Casa, que por medio pasa el Camino Real y en el Hospital, que es de obra muy antigua, viven los cojos y mutilados, y las personas que están disputadas para el servicio y cura de enfermos: y a todos se les da todo lo que han menester para su sustento y vestido con mucha puntualidad y abundancia…”. Falcón, Amaro. Opus cit. Páginas 193 y 194.

[73] “…El otro medio a sido hazer devotos de este gran Santo, no solo a hombres vulgares y comunes, sino a Emperadores, Reyes, Duques, y Principes, sembrando en estos generosos pechos una tan pura, rara, y singular devoción (…). Y no quiso nuestro Señor que se acabase la devoción de Sant Antón en esta gran casa de Bejar con la muerte del Duque Don Francisco; antes la quiso acrecentar con que no solo V. Excelencia, que sucedió en los estado de su Padre y en la herencia de sus heroicas y eccellentes virtudes, continuase la devocion del gran Patriarca Antonio, mandandome que prosiguesse esta traducción con gran instancia. Pero que tambien la excelentisima Señora Duquesa de Bejar dignísima compañía de V. Excelencia tuviesse la mesma devocion con nuestro gran Santo…” Falcón, Amaro. Compendio de la historia antoniana traducida del latín en lengua castellana por el Maestro fr. Fernando Suarez Pro de la Orden de Nra. Sª del Carmen en la Pro. de Andalucia. Dirigida a Don Alonso Diego López de Zuñiga y Sotomayor Duque de Bejar, Marques de Jibraleon y Conde de Belalcázar. Impreso en Sevilla: por Francisco Pérez. Sevilla, 1603. Dedicatoria.

[74] Los enfermos del fuego de San Antón procuraban llegar de día anunciando su llegada con el canto Ultreya, acompañado de los sones de subáculo-flauta, después visitaban el santuario, recibían con devoción el Tau, especie de escapulario, el pan, el vino y las campanillas con la cruz de San Antonio, todo bendecido según el rito antoniano, pudiendo hospedarse en el hospital anejo al monasterio. Sánchez Domingo, Rafael. Opus cit. Página 565.

[75] Sánchez Domingo, Rafael. Opus cit. Páginas 175 y 176.

[76] “…ordenamos que los miembros de la orden puedan andar y anden con Bacines e sin Bacines por todos los reinos de Castilla sin que nadie se lo impida ni les exija tercio, cuarto, ni quinto por razón alguna, antes bien, sean bien recibidos e les sean dadas las buenas pesadas seguros e desembargados de otros pasadores. Otrosí, por quanto dicha orden fue y es fechura del rey Don Alfonso, nuestro Padre e Nuestra; tenemos por bien que la dicha orden e sus bacinadores, Mayordomos y Criados, sean exentos y quitos de todo pecho y pedido, e soldados, e menores, e servicio, de cualquier manera se haya de dar e pagar en todos los nuestros reinos…”. Ibídem. Páginas 181 y 182.

[77] “…Los antonianos de Olite tienen licencia para pedir de todo; y no solamente en Navarra, sino también en Castilla y Aragón. Van por los pueblos con un carro y recogen legumbre, cereales, huevos, aceite, quesos, etc. para el Hospital. El carro es tirado por un macho que lleva colgado del cuello una especie de estandarte y campanillas. El estandarte ostenta en azul la cruz de San Antón, la Tau, sobre fondo negro…” Ollaquindia Aguirre, Ricardo. Opus cit. Página 157.

[78] Argente del Castillo Ocaña, Carmen. “La Orden Hospitalaria de San Antón en la diócesis de Baeza-Jaén. Cuadernos de Estudios Medievales y Ciencias y Técnicas Historiográficas. Nº 2-3. Universidad de Granada. Granada, 1974. Página 45.

[79] Este animal era símbolo de las tentaciones del santo, pero no hay que olvidar que todo cerdo representa también el estilo de alimentación de los cristianos victoriosos, por oposición al de los “moros”.

[80] Bandejas con las que los antonianos pedían limosna. Aichinger, Wolfran. El fuego de San Antón y los hospitales antonianos en España. Verlag Turia + Kant. Viena, 2009. Página 60.

[81] Sánchez Domingo, Rafael. Opus cit. Página 182.

[82]“…los Monarcas deseaban, por consiguiente, emprender una reforma sistemática, dirigida por prelados de su confianza, que corrigiese las costumbres desarregladas de los religiosos, sanease la administración de los monasterios y que a continuación se llevase a la práctica por religiosos de la respectiva orden…”. García Oro, José. La reforma de los religiosos españoles en los tiempos de los Reyes Católicos. Instituto “Isabel la Católica” de Historia Eclesiástica. Valladolid, 1969. Página 35.

[83] “…los Reyes Católicos inician una política de reunificación y construcción hospitalaria que es una expresión más de del deseo de un Estado unificado y que, al igual que ocurre con otras realizaciones arquitectónicas, supone a la vez, como señala el profesor Nieto Alcaide, “un instrumento imprescindible para configurar una imagen visual del poder”, integrándose en la ciudad como un símbolo de permanente y visible de la fuerza y la autoridad de la monarquía…”. Rodríguez Mateos, María Victoria. Los hospitales de Extremadura 1492-1700. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura. Cáceres, 2003. Página 39.

[84] “…1502. Junio 5. Toledo. Los Reyes al reformador de la Orden de S. Antón, Fr. Juan Antón de Ravena. Provisión en su favor de la casa de S. Antón de Castrojeriz. El Rey y la Reyna. Fray Juan Antón de Ravena visitador de la orden de San Antón destos nuestros reynos. Ya sabes que después de Fray Manuel de Tetis, comendador que fue de la casa se San Anton de Castroxeriz fallecio desta presente vida, a casa que la dicha casa no estaba bien regida e las personas que en ella stavan gastaban mal las rentas della, nos, por una nuestra cedula, ovimos mandado a Don Alonso de Mendoza conde de Castro que pusiese una buena persona de la dicha orden en la dicha casa, para que la toviese en administración e gastase e distribuyese los frutos e rentas della en las cosas para que fueron dotadas (…) porque creemos que la dicha casa e encomienda sera mejor regida e administrada , los pobres della mas ayudados…”. García Oro, José. La reforma de los religiosos españoles en los tiempos de los Reyes Católicos. Instituto “Isabel la Católica” de Historia Eclesiástica. Valladolid, 1969. Página 495.

[85] “…a través del privilegio real se autorizaba a los monjes antonianos de Castrojeriz y encomiendas subordinadas el pedir dinero por los reinos de España sin que nadie les molestara ni perturbara, bajo pena de diez mil maravedís para quien osara contravenir este privilegio, de manera que todos los oidores, alcaldes, caballeros y oficiales tenían obligación de guardar la orden emanada de la voluntad real en su afán de privilegiar a los antonianos…”. Sánchez Domingo, Rafael. Opus cit. Página 185.

[86] “… Privilegio de los Reyes Católicos concedido a frey Manuel de Testis, comendador mayor de San Antón de Castrojeriz el 19 de diciembre de 1488, para que se guarden y se respeten los antiguos privilegios, libertades y exenciones otorgados por los antiguos emperadores para que los monasterios de la orden de San Antón fueran liberados…”. Sánchez Domingo, Rafael. Opus cit. Página 185.

[87] “…A.G.S., R.G.S., Carta-seguro otorgado por los Reyes Católicos al comendador mayor de la orden de San Antón, procuradores y bacinadores de la orden el 20 de diciembre de 1490, para que puedan andar libremente por el reino acompañados de cochinos, recorriendo las ciudades y villas sin temor a ser prendados, heridos ni matados, f. 141…”. Sánchez Domingo, Rafael. Opus cit. Página 186.

[88] “…A.G.S., R.G.S., Confirmación real de privilegios a la cabeza de las encomiendas de la orden de San Antón. Privilegios de 1364, 1371, 1379 y 1391 respectivamente, f. 13. ”. Sánchez Domingo, Rafael. Opus cit. Página 186.

[89] “…los Reyes a través de la confirmación de numerosos privilegios a la Orden de San Antón de los Reinos de España, Portugal e Indias Occidentales, cuya Encomiendo Mayor se encontraba en Castrojeriz (privilegios de 1484, 1488, 1490, 1492 y 1495), les autorizaba a recorrer libremente los lugares de los Reinos con bacines –bandejas- y atabaques pidiendo limosnas y acompañados de cerdos, sin que nadie pudiera perturbarles, ni apresarles. A través de esta fórmula de la exención y privilegio, los Reyes Católicos posibilitaban el sostenimiento económico de una sólida y vertebrada red hospitalaria cuya gestión corría a cargo de la Orden de San Antón…”. Sánchez Domingo, Rafael. “Una institución hospitalaria en el Camino de Santiago: la ciencia médica de la Encomienda antoniana de Castrojeriz (Burgos)”. Estudios Superiores del Escorial. La Iglesia Española y las Instituciones de Caridad. Actas del Simposium 1/4-IX-2006. Colección del Instituto Escurialense de Investigaciones Históricas y Artísticas. Ediciones Escurialenses (EDES).  Servicio de Publicaciones. Madrid, 2006. Páginas 560 y 561.

[90] “…En la ciudad de Toledo hay un hospital de la militar Orden de San Antonio Abad, el cual aunque goza un pingüe Encomienda de la dicha orden, con el pretexto de su manutención, usa una gruesa porción de cabezas de ganado de cerda, por privilegio que dice tener, inundando con ellas todas las calles de esta ciudad, y dentro de ella nacen, se crían, y se mantienen con lo que se arreglan a coger…”. Aichinger, Wolfran. Opus cit. Página 123.

[91] En la ciudad de Salamanca: “…HOSPITALES=A principios del siglo XVI existían en nuestra ciudad los que á continuación se espresan (…): 3º El de San Antón para curar la horrible enfermedad conocida con el nombre de Fuego sacro ó fuego de san Anton. Por los años de 1256 se hace ya mención a este hospital…” Album Salmantino, Semanario de ciencias, literatura, bellas artes é intereses materiales. Nº1. Tomo 1. Salamanca, Domingo, 5 de febrero de 1854. Página 15. “…No se tiene noticia cierta de cuando se fundase la de Salamanca; mas por los años 1256 ya estaba fundada según consta de una escritura á favor de los padres dominicos …”. Dorado, Bernardo. Historia de la ciudad de Salamanca. Imp. del ADELANTE,  a cargo de Juan Sotillo. Salamanca, 1861. Páginas 144 y 145.

[92] “…Este asunto presentaba todos los indicios de haberse cometido un fraude por parte de dos sujetos, uno vecino de Itero de la Vega y otro de Paredes de Nava, al objeto de engañar a la encomienda de San Antón de Castrojeriz con motivo de la recolección de la bula de San Antón y apropiarse de una cantidad que no les correspondía, por lo que obligó a intervenir a la reina y a la justicia ordinaria de las merindades implicadas para encontrar y juzgar al estafador…”. Sánchez Domingo, Rafael. Opus cit. Página 207.

[93]“…Fray Manuel de Testis, como intruso, proveído fraudulentamente al margen del patronato real, que instaló a amigos suyos franceses en las diversas encomiendas, practicó él mismo el cumulativismo beneficial, enajenó muchos bienes y convirtió a Castrogeriz en un albergue de franceses…”. García Oro, José y Portela Silva, María José. “La Orden de San Antón y la asistencia hospitalaria en Castilla durante el Renacimiento”. Archivo Ibero-americano. Revista Franciscana de Estudios Históricos. LXV. Año 2005. Página 305.

[94] Sevilla: del 22 al 27 de enero de 1502; Córdoba: 30 de enero de 1502; Ciudad Real: 5 de febrero de 1502; Toledo: 10 de febrero de 1502; Cadahalso: 12 y 13 de febrero de 1502; Segovia: del 15 al 17 de febrero de 1502; Salamanca: del 20 al 23 de febrero de 1502; Toro: del 26 al 28 de 1502. García Oro, José y Portela Silva, María José. Opus cit. Página 308.

[95] “…1.-en la casa o encomienda observando el estado físico de la residencia del comendador y su comunidad; del hospital, si existe; de la iglesia con sus elementos (templo, capillas y alates, sacristía; objetos y ajuar debidamente inventariados; 2.-en la documentación institucional (Regla y constituciones de San Antón, docuementos reales y pontificios) y personal (título beneficial, nombramiento de la Orden, documentos de profesión y ordenación) de la encomienda; 3.-en la hacienda y su valoración: heredades, casa urbanas, rentas, cuestiones en el distrito de la encomienda; 4.-en la situación del comendador que se investiga en dos turnos sucesivos: en el interrogatorio de los visitadores sobre gobierno de la comunidad, si existe, observancia religiosa (oficio divino, cultos y sufragios, normativa regular respecto a la vida sacramental, obediencia a los superiores, ayunos y abstinencias); honestidad en su conducta con obligación de responder a imputaciones y difamación, enajenaciones o fraudes en la administración y obras y mejoras realizadas o en curso; en las declaraciones de testigos cualificados, obre o mujer, sobre la vida y gobierno del comendador. La inspección local culmina con dos actos: la promulgación de unas ordenanzas o decretos de visita, que imponen obligaciones inmediatas al comendador…”. García Oro, José y Portela Silva, María José. Opus cit. Páginas 307 y 308.

[96] Aichinger, Wolfran. El fuego de San Antón y los hospitales antonianos en España. Verlag Turia + Kant. Viena, 2009. Páginas 83 y 84.

[97] “…Hospital de San Antón. Le fundaron hacia los años de 1230 los religiosos de San Antonio Abad, que tenían en Castrojeriz su casa y la encomienda mayor; eran acogidos a él los que padecían el llamado fuego infernal, y por antífrasis sacro ó de San Antón; con la primar denominación los designa Enrique II en su cédula expedida en Sevilla á 14 de Julio de 1366 (I), en estos términos: “que la dicha órden es hospital donde se habitan é cogen muchos enfermos plagados (llagados) del fuego infernal”. Por esta cédula y la dada en Valladolid á 27 de Octubre de 1368, aclara, amplía y confirma todas las mercedes y privilegios que tenía la órden, de la que fue muy devoto su padre el rey don Alfonso XI. Por ella, permite que la órden pueda tener “puercos é campanillas é bacines é atabaques” y todo lo cumpliese y hubiese menester para la demanda en todas la ciudades, villar y lugares de sus reinos y señoríos; y que “non sea embargada ni contrastada por tercio, nin por cuarto, nin por quinto, nin po diezmo, nin por otra razón alguna, nin por la demanda de la Cruzada”. A los freires, legos, procuradores y criados que andaban en estas procuraciones, tenían los pueblos que darles “buena posada, segura é desembargada de otros posadores (huéspedes) sin dineros; e viandas, é lo que hubieran menester por sus dineros”. Estaba libre la orden de todo pecho y servicio, así en hueste como en armada, y de toda dependencia ó jurisdicción eclesiástica, salvo la de nuestro señor papa, como dice Enrique II. A los acogidos se les daba el nombre de quemados; muchos a quienes lo permitia su estado, salían á pedir ó á la demanda de campanillas, bacines ó atabaques. Tenían el privilegio estos hospitales de que los cerdos de su pertenencia, que era la única propiedad de muchos de ellos, pudiesen andar libres por las poblacione …”. Villar y Macias, M. Historia de Salamanca. Tomo II. Imprenta de Francisco Nuñez Izquierdo. Salamanca, 1887. Páginas 377 y 378.

[98] “…Hospital de San Antón. Le fundaron hacia los años de 1230 los religiosos de San Antonio Abad, que tenían en Castrojeriz su casa y la encomienda mayor; eran acogidos a él los que padecían el llamado fuego infernal, y por antífrasis sacro ó de San Antón; con la primar denominación los designa Enrique II en su cédula expedida en Sevilla á 14 de Julio de 1366 (I), en estos términos: “que la dicha órden es hospital donde se habitan é cogen muchos enfermos plagados (llagados) del fuego infernal”. Por esta cédula y la dada en Valladolid á 27 de Octubre de 1368, aclara, amplía y confirma todas las mercedes y privilegios que tenía la órden, de la que fue muy devoto su padre el rey don Alfonso XI. Por ella, permite que la órden pueda tener “puercos é campanillas é bacines é atabaques” y todo lo cumpliese y hubiese menester para la demanda en todas la ciudades, villar y lugares de sus reinos y señoríos; y que “non sea embargada ni contrastada por tercio, nin por cuarto, nin por quinto, nin po diezmo, nin por otra razón alguna, nin por la demanda de la Cruzada”. A los freires, legos, procuradores y criados que andaban en estas procuraciones, tenían los pueblos que darles “buena posada, segura é desembargada de otros posadores  (huéspedes) sin dineros; e viandas, é lo que hubieran menester por sus dineros”. Estaba libre la orden de todo pecho y servicio, así en hueste como en armada, y de toda dependencia ó jurisdicción eclesiástica, salvo la de nuestro señor papa, como dice Enrique II. A los acogidos se les daba el nombre de quemados; muchos a quienes lo permitia su estado, salían á pedir ó á la demanda de campanillas, bacines ó atabaques. Tenían el privilegio estos hospitales de que los cerdos de su pertenencia, que era la única propiedad de muchos de ellos, pudiesen andar libres por las poblaciones…”. Villar y Macias, M. Historia de Salamanca. Tomo II. Imprenta de Francisco Nuñez Izquierdo. Salamanca, 1887. Páginas 377 y 378.

[99] “…Hospital de San Antonio Abad- Por los años 1230, siendo Gobernador de Salamanca D. Alvar Pérez de Castro, señor del Infantado de León, sabemos que los religiosos de la órden de San Antonio Abad (que en el año de 1146 habían entrado en España y hecho su establecimiento principal en la de Castrojeriz, donde tenían su Comendador mayore fundaron en Salamanca en la colación de San Román, un hospital de su orden, para que en él fuesen curados los que padecían el mal llamado vulgarmente fuego de Sna Antón, á que los antiguos daban el nombre de fuego sagrado (Ruy Mendez, Población gen. De España). Consta ya la memoria de este hospital en el año 1256 (…). Además se erigió una cofradía que contaba de crecido número de individuos que daban cuantiosas sumas de para el culto del santo, siendo costumbre llevar á dar vueltas á esta casa, en la víspera y día de su festividad, muchos caballos, mulas y caballerías menores. A consecuencia de la mala fábrica y mucha antigüedad se arruinó la iglesia y hospital á mediados del año de 1697, siendo su comendador Frey D. Toribio López Estrada, y reedificada nuevamente se hizo la traslación á ella del Santísimo y del Santo, que durante la obra había estado en el convento de San Esteban en el día 21 de Abril de 1710, con asistencia del Cabildo, Ciudad y de la Comunidad de San Esteban, en cuya función hizo de Preste D. Enrique Esion. Dean de Salamanca Jues conservador que era de la misma encomienda de San Antón. Ultimamente en virtud de Breve del Papa Pio VI en el año de 1791 quedó suprimida esta órden en todos los dominios de España siendo a la sazón último comendador Frey D. Benigno Sánchez. Sus rentas se agregaron al hospital general, y demolida la iglesia se vendió sus suelo y sitio del hospital á D. Francisco Nieto Bonal, Seño de Inigo, que los incorporó en us casas principales con quienes lindaba…”. Crónica de Salamanca. Revista de Ciencias, Literatura y Artes. Tomo II. Número 2. Salamanca, 1861. Páginas 14 y 15.

[100] García Oro, José y Portela Silva, María José. Opus cit. Páginas 377 y 381.

[101] Archivo General de Simancas. En adelante A.G.S. Catastro de Ensenada, Respuestas Generales. Año 1753. Folio 210. (recurso digital www.pares.mcu.es).

[102] “…Dio la Santa Sede permiso a los Antonianos con varias limitaciones…”. Aichinger, Wolfran. Opus cit. Página 43.

[103]Sánchez Domingo, Rafael. Opus cit. Páginas 276 y 277.

[104] “…suppressio canonicarum regularium ordinis sancii Antonii Viennensis in Hispania. Pius PP. VI. Ad perpetuam rei memoriam. Sánchez Domingo, Rafael. Opus cit. Páginas 276 y 277.

[105]…se suprimía la Orden de los canónigos regulares de san Antonio establecida en España: las veintitrés casas de los Reinos de Castilla y León, y las catorce de los reinos de Aragón y Navarra con su eremitorio y la soledad de Orihuela, de la misma manera quedaban anulados todos los privilegios e indultos generales y especiales que anteriormente les hubieran sido otorgados, despojando de toda autoridad al Comendador general de la Orden y los superiores de las distintas preceptorias…”. Sánchez Domingo, Rafael. Opus cit. Página 174.

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