Oct 132023
 

Prof. Dr. Juan Carlos Rodríguez Masa

juancarlosrm@unex.es

 

  1. Introducción

La gesta de la Victoria llevó al gobernante Carlos I de España, deseoso de adquirir para su Corona las Islas de la Especiería, a fletar una nueva Armada al Maluco, al mando de la cual situó al comendador frey García Jofre de Loaisa. El motivo era económico y estratégico, pues el objetivo de la expedición era establecer en las islas Molucas una factoría para favorecer el tráfico de especias y asegurar la presencia y los derechos de Castilla en el aquel archipiélago, que se presumía incluido en la demarcación castellana. Después de tres años de preparativos y el avituallamiento necesario, el 24 de julio de 1525 la expedición levó anclas del puerto de La Coruña, sede de la nueva Casa de Contratación de la Especiería. La escuadra estaba compuesta por siete navíos y contaba con unos 450 hombres, la mayor parte de ellos “bien armados y pertrechados”.

El derrotero de la expedición terminó siendo una aventura sembrada de deserciones, calamidades y desastres. Solamente un navío alcanzó las Molucas en noviembre de 1526, donde su tripulación tuvo que enfrentarse a los portugueses durante varios años. Los españoles, en gran inferioridad numérica y material, agotados y diezmados, fueron capturados en 1529 y mantenidos en cautiverio por los lusos. Las crónicas de la época señalan al extremeño Hernando de Bustamante como el responsable de la derrota castellana en Tidore (Molucas), por supuestamente “tener trato secreto con los portugueses”, facilitando el ataque de estos y obligando a los españoles a rendirse definitivamente. Presos de los portugueses, los castellanos “olvidados de la mano de Dios” reciben la noticia de que Carlos V había vendido los derechos sobre las Molucas a Portugal mediante el Tratado de Zaragoza (1529).

Por fin, en enero de 1536, los veinticuatro españoles supervivientes, divididos en tres naos portuguesas, zarparon hacia Lisboa, donde llegaron a mediados de ese mismo año, poniendo así fin a este primer ciclo de la navegación española en el Pacífico, que abandonaba las Islas de las Especias para encaminarse a otros objetivos. Efectivamente, tras un periplo de once años, los sobrevivientes finalmente regresaron a España en 1536 a bordo de barcos portugueses, por vía de la India Portuguesa, y completaron la segunda circunnavegación de la historia. Capitanes, pilotos y marineros narraron de primera mano los acontecimientos ocurridos en la travesía, anotaron numerosos hallazgos geográficos y marítimos, así como los roles sociales que desempeñaron cada uno de sus participantes.

  1. La rivalidad luso-castellana por la legitimidad sobre el Maluco: la Junta de Badajoz-Elvas

La preocupación suscitada en los medios oficiales portugueses por la expedición de Magallanes se volvió indignación cuando se tuvo noticia de la arribada a Sanlúcar de Barrameda de la nao Victoria, capitaneada por Juan Sebastián de Elcano, el 6 de septiembre de 1522[1]. En sus bodegas traía setecientos quintales y veinticuatro libras de especias, sobre todo clavo de olor, la más preciada de las especias[2], endémica de las Molucas[3] y que desde antiguo había fascinado a los europeos. Hasta entonces, el lucrativo mercado de las especias estaba regulado por la Corona portuguesa, que por esto no tardó en considerar la irrupción castellana en las Molucas como un quebrantamiento del Tratado de Tordesillas de 1494[4].

El nuevo monarca portugués, Juan III, no dudó en plantear ante el Emperador Carlos V una firme reclamación, abriéndose con ello un amplio contencioso entre ambos reinos entorno a la pertenencia de las “islas del clavo”. Efectivamente, Carlos I reclamó para sí las Islas de las Especias, pero también las exigió Juan III de Portugal invocando el Tratado de 1494, con lo que el viaje de circunnavegación replanteaba la línea de demarcación establecida en Tordesillas[5]. Para dirimir la cuestión, los representantes de ambas Coronas tuvieron intensas negociaciones, a través de cartas e instrucciones[6], que dieron lugar al Asiento de Vitoria, firmado el 19 de febrero de 1524. Mediante este acuerdo, ambas Coronas aceptaban enviar dos comités de expertos, representados por las figuras más eminentes de las ciencias jurídicas[7], la cosmografía y la navegación, para debatir la línea de demarcación en el Pacífico. Los talentos de Juan Sebastián y Hernando Colón (hijo del descubridor de América) no fueron ajenos a la Monarquía, ambos fueron designados como diputados para participar en la junta: “…Don Hernando Colón, é Simon de Alcazaba, el doctor Salaya, astrólogo; y Pero Ruiz de Villegas, y fray Tomas Duran, y el capitan Juan Sebastián, nuestro astrólogos é pilotos…”[8].

El lunes 11 de abril de 1524, ambas comisiones se encontraron en el puente sobre el río Caya[9], frontera entre Castilla y Portugal, cada delegación se colocó en una margen del río y los escribanos comenzaron a leer los poderes que traían. Consecutivamente, los contingentes se trasladaron a las ciudades de Badajoz y Elvas, en donde alternativamente tuvieron las reuniones en un ambiente de inseguridad y desconfianza nada propicios para el logro de una resolución. Ante esta situación, el propio Emperador ofreció a Juan Sebastián dos hombres armados para su protección. Durante varios meses, portugueses y españoles estuvieron discutiendo sobre el reparto del mundo[10]. Dos documentos, dos cartas, de la mano de Hernando Colón, custodiadas en el Archivo General de Indias, resumen perfectamente el estado de la cuestión[11]. Finalmente, el 31 de mayo de 1524, fecha en la que se cumplió el plazo otorgado a los diputados para su actuación, se procedió a la disolución de la junta sin tomar medida alguna, ya que el dictamen unilateral emitido por los castellanos fue rechazo por los portugueses[12].

  1. El apresto de una nueva escuadra castellana al Maluco: la expedición Loaisa

Las negociaciones de Badajoz-Elvas fueron un fracaso estrepitoso, pero Carlos V no cesó en el intento por alcanzar las Molucas y continuó con la construcción y apresto de la nueva expedición. El motivo de la nueva expedición era tanto estratégico como económico, ya que en las islas Molucas eran la cuna del clavo de olor y la nuez moscada, cuyos precios eran astronómicos en Europa, a causa del oligopolio de italianos y portugueses.

La noticia que llegó de Castilla a finales de marzo de 1525, de que el Emperador estaba preparando una nueva armada para regresar a la cuna de las especias, sembró la inquietud en el ánimo de Don Juan de Portugal[13]. Ante ello, solicitó al Emperador la suspensión de su envío y reanudar las conversaciones para llegar a la resolución del contencioso de la propiedad y posesión de las islas del clavo[14], pero Carlos V desoyó tales argumentos y aceleró los preparativos de la armada.

El 5 de abril de 1525, a punto de quedar ultimados todos los aspectos de la escuadra naval, el Emperador otorgó a Frey García Jofre de Loaisa[15], comendador de la Orden de San Juan de Jerusalén, el título de Capitán General de la Armada y Gobernador de las islas de Maluco[16], siendo elegido por su nobleza y conocimientos náuticos. La escuadra estaba compuesta por siete navíos y contaba con unos 450 hombres, entre los cuales se encontraban algunos veteranos de la primera circunnavegación, como el mismo Juan Sebastián de Elcano, que era el segundo comandante, y el alcantareño Fernando de Bustamante[17], que se enroló como tesorero de una nave. Este último tendrá un papel determinante en el funesto desenlace de la Expedición.

El 24 de julio de 1525, después de tres años de preparativos y el avituallamiento necesario, la expedición de Loaisa levó anclas del puerto de La Coruña, sede de la nueva Casa de Contratación de la Especiería, dando comienzo así a una aventura que se prolongaría durante once años (1525-1536)[18]. Con la finalidad de no caer en la redundancia o repetición de información no profundizaremos aquí sobre los avatares de la Expedición en su derrotero por el Atlántico hasta llegar y cruzar el estrecho de Magallanes, dado que lo hemos abordado, de un modo mucho más detallado, en el artículo presentado a los LI Coloquios Históricos de Extremadura[19].

  1. El derrotero de la armada de Loaisa desde el Estrecho hasta el Maluco: una accidentada singladura

El 26 de mayo de 1526, tras cuarenta y ocho días de durísima y azarosa travesía por el Estrecho de Magallanes, los expedicionarios embocaron “el Paso” en el mar Pacífico. Ese mismo día comenzaron a surcar el océano Pacífico las naos Santa María de la Victoria, Santa María del Parral, San Lesmes y el patache Santiago.  Efectivamente, ya sólo quedaban cuatro de las siete naves que habían iniciado la expedición, pues las tres restantes habían corrido diferente suerte: la nao Sancti Spiritus se perdió en un naufragio; la San Gabriel se separó de las demás naves al intentar franquear el Estrecho y vuelve a Castilla por la costa de Brasil. El capitán de la Anunciada, Pedro de Vera, expresó su propósito de navegar hacia las Molucas por el Cabo de Nueva Esperanza, es decir, con rumbo opuesto; no volvió a saberse nada de esta nave.

Transcurridos seis días de navegación, en dirección noroeste, la expedición fue sacudida nuevamente por un temporal. En efecto, el 31 de mayo comenzó un viento fresco que en la siguiente jornada se convirtió en una violenta tormenta, fue tal la furia que dispersó las naves y nunca más se volvieron a juntar. La armada perdió de vista a la nao San Lesmes y al patache Santiago. Posteriormente, una sedición, preparada por los marineros Romay y Sánchez, dan muerte al capitán de la Santa María del Parral, Jorge Manrique de Nájera, a su hermano y al tesorero, encallando dicha nave después en la isla de Sarragán, cercana a la de Cebú (Filipinas)[20].

Por lo que se refiere a la capitana, la Santa María de la Victoria, quedó en absoluta soledad en 4 de junio. La maltrecha nave sufrió nuevamente otro fuerte temporal el 7 de junio, que terminó por abrir una brutal apertura junto a la quilla, por donde entraba mucha cantidad de agua y las bombas de achique no daban abasto a desalojarla[21]. Así mismo, la situación de los expedicionarios se hizo cada vez más crítica, puesto que habían pasado a la Capitana casi todos los tripulantes de la Sancti Spiritus (naufragada cerca del estrecho de Magallanes) y pronto se hizo sentir la escasez de alimentos, siendo necesario acortar las raciones entre la tripulación, que iba sucumbiendo poco a poco principalmente por el escorbuto: “…en este tiempo se padecía mucha necesidad de cosas frescas, porque para purgar al General no se pudo hallar otra cosa sino un ratón de la nao…”[22].

El 24 de junio murió el piloto Rodrigo de Bermejo y el 13 de julio el contador Alonso de Tejada.  Poco tiempo después, el 30 de julio sucumbió Loaísa[23]. Inmediatamente después de morir el General, rompieron el sello que protegía la Real Provisión secreta del Emperador sobre la sucesión en el mando. El escribano leyó en voz alta las prolijas, y un tanto confusas instrucciones reales, por las cuales, el siguiente en el mando era Elcano[24].

Efectivamente, Juan Sebastián, aunque estaba enfermo, fue jurado por Capitán General. A continuación, sin perder tiempo, Elcano realizó los primeros nombramientos para sustituir a los oficiales fallecidos: Álvaro Loaisa, contador general; Martín Pérez de Elcano, piloto; y a Hernando de Bustamante, contador de la nao. Juan Sebastián ostentó poco tiempo el cargo, pues repentinamente se agravó su enfermedad (posiblemente escorbuto) [25] y pasó a mejor vida, en las vastas soledades del Océano Pacífico, el 6 de agosto de 1526, como señaló Urdaneta[26], testigo presencial, aunque también se ha indicado el 4 de agosto como fecha de su fallecimiento[27].

La tripulación eligió como nuevo Capitán General a Toribio Alonso de Salazar[28], quien a su vez nombró contador general a Martín Íñiguez de Carquizano (o Zarquizano, en otras versiones), alguacil mayor a Gonzalo del Campo y tesorero de la nao a Gutierre de Tunion.  Salazar tomó el mando de la Santa María de la Victoria y capitaneó la expedición intentando remontar hasta Cipango (Japón). El 9 de agosto se hallaban a doce grados de la línea equinoccial (Ecuador), donde acordaron no subir más en latitud por “…el cansancio de la gente por el trabajo de la bomba y de la mar…”[29] . Desde allí resolvieron dirigirse directamente a las Islas del Maluco, pues desde que partieron del Estrecho habían muerto más de treinta hombres por escorbuto[30]. El 21 de agosto avistaron una isla que bautizaron con el nombre de San Bartolomé. Durante la siguiente jornada intentaron sin éxito arribar en ella y, por ello, decidieron continuar en demanda de las Islas de los Ladrones y del Maluco.

El 4 de septiembre al amanecer avistaron una de las Islas de los Ladrones, que los indígenas llamaban Botahá (hoy Guam, Marianas), descubierta en la anterior expedición de Magallanes. Al día siguiente les abordó una canoa con indígenas, totalmente desnudos. Los expedicionarios quedaron asombrados, ya que un “indio” les saludó en castellano, pidiendo al capitán Salazar “Seguro Real” (perdón ante todo crimen cometido)[31]. Se trataba del gallego Gonzalo de Vigo[32], grumete desertor de la nao Trinidad (comandada por burgalés González Gómez de Espinosa), perteneciente a la Armada de Magallanes. Gonzalo de Vigo consiguió sobrevivir durante cinco años junto a los indígenas, aprendiendo sus costumbres, la geografía del lugar y varios idiomas isleños. Efectivamente, el marino vigués conocía bien la alimentación, vestimenta, estructuras familiares, prácticas culturales, etc., de los naturales y así se lo informó a los expedicionarios europeos: “…en ellas, no hay ganado, gallinas ni otros animales, y los bastimentos se reducen á gran cantidad de arroz, pescado, cocos, aceite de cocos y sal…”[33]. Esta cultura adquirida y practicada lo convirtió en un valioso miembro de la expedición. A continuación, llegaron nuevas canoas con diversos productos (sal, pescado, batatas, arroz, cocos, plátanos y otras frutas de la tierra) para ser rescatados, es decir, intercambiados por objetos de fierro (hierro), como clavos u otros pertrechos de punta hechos de ese metal. El 9 de septiembre, mientras se llevaba a cabo el trueque de mercancías, el capitán Salazar dispuso retener a bordo a once nativos como esclavos, para dar a la bomba, porque la nao hacía mucha agua y había muchos enfermos a bordo.

Recuperados levemente, el 10 de septiembre zarparon de las Islas de los Ladrones hacia las Islas Molucas, poco tiempo después murió el capitán Salazar. El escorbuto seguía batiendo a aquellos hombres extenuados, sobre cuyo ánimo planeó la sombra de la desunión y surgieron grandes diferencias entre la tripulación sobre la sucesión del mando, ya que discutieron si el sucesor debía ser el vasco Martín Íñiguez de Carquizano (contador mayor) o el extremeño Fernando de Bustamante (contador de la nao)[34]. Por ello, los expedicionarios intentaron resolver este asunto por medio de una votación, pero al realizar el escrutinio Carquizano se resabió y arrojó las papeletas al mar. No obstante, el buen juicio imperó sobre ellos, ya que concertaron que ambos aspirantes gobernasen y administrasen juntos el navío hasta hacer una elección definitiva cuando llegasen a las Molucas[35].

El mando compartido al cincuenta por ciento continuó hasta el 2 de octubre, fecha en la cual avistaron la isla de Vendanao (Mindanao, Filipinas). Carquizano maduró un plan para hacerse con el mando, para ello llamó a la cámara de popa a los oficiales de la nao y les hizo ver lo pernicioso de ir acéfalos a territorio enemigo. A continuación, habló de sus justos derechos para proclamar su jefatura y después elogió su habilidad, según él, superior a la de Bustamante: “era más hábil y suficiente para el dicho gobierno y cargo”. Con estas palabras todos le juraron obediencia y respeto como jefe supremo, pero el alcantareño se negó y acabó con los grillos en los pies. Finalmente, el vencido Bustamante aprobó la nueva situación y terminó aceptando a Carquizano por jefe[36]. Martín Íñiguez de Carquizano, tras autoproclamarse Capitán General, asumió el mando y nombró como oficiales a Martin García de Carquizano (tesorero general), Francisco de Soto (contador general), Domingo de Soler (factor general) y Gutierre de Tuño (tesorero de la nao).

El 6 de octubre arribaron en la isla de Mindanao, dentro de una bahía llamada Viçaya, donde se detuvieron para aprovisionarse. Carquizano, con previsión, ordenó lanzar las anclas a cierta distancia de la costa. Estando allí, el día 8 llegó hasta la nao un reyezuelo indígena, ricamente engalanado[37], para “vender” a los expedicionarios muchas gallinas, las cuales, intercambió Carquizano por abalorios y baratijas relucientes. También, el reyezuelo y su comitiva llevaban diversos objetos de oro, pero Carquizano ordenó no “comprárselos”. Al ser la acogida tan agradable, el capitán Carquizano envió en la siguiente jornada el batel con Gonzalo de Vigo, que hablaba malayo, para que platicara con los nativos y lograra efectuar más rescates (trueque) de mercancías. Al adentrarse en la bahía se encontraron rápidamente con un grupo de indígenas, el gallego intentó conversar con ellos, pero el lenguaje era distinto, por los que recurrieron a la mímica. Así consiguieron intercambiar (rescatar) cuentas de vidrio por cocos, plátanos, batatas y otras frutas. Poco después, los europeos tornaron al lugar con muchos más recates para “comprar” gallinas, puercos y otros bastimentos, pero no pudieron rescatar nada, puesto que un natural de Malaca informó a los isleños filipinos de que los recién llegados eran faranguis (portugueses): “…y que eran mala gente; porque donde quiera que allegaban los faranguis, haçian mucho mal…”[38].

El 10 de octubre huyeron los esclavos indígenas que tomaron en las Islas de los Ladrones, con la misma canoa que los expedicionarios europeos les arrebataron, pero cuando llegaron a tierra los bisayas filipinos los mataron “penssando que eran cossarios que andaban á saltear”.  Al día siguiente, Carquizano ordenó nuevamente al batel, con Gonzalo de Vigo y varios compañeros, dirigirse a tierra para traer bastimentos. El gallego intentó “negociar” con los indígenas el precio de un puerco y varias gallinas, pero los indígenas “pedían mas de lo que valían treynta veces”. Los expedicionarios despechados tomaron las gallinas y el puerco y, además, se llevaron un indio a bordo. Dicho indígena les informó de los codiciosos productos que albergaban aquellas islas (hoy Filipinas), como el oro y la canela[39]. También les detalló muchas características sobre aquella isla y sus habitantes, con un gran valor etnográfico y antropológico[40].

La manifiesta hostilidad de los indígenas llevó a Carquizano a levar anclas del puerto de Vendanao (Mindanao) el 15 de octubre, con la intención de arribar en la cercana rica isla de Zebú (Cebú), pero los vientos contrarios les impidió tocar la isla y les obligaron a desistir de ello. No obstante, aprovecharon los vientos favorables para arrumbar en dirección sur hacia el Maluco. Tres días de navegación tardaron en costear la gigantesca isla filipina de Mindanao, tras perderla de vista divisaron una isla redonda, “no muy grande”, que llamaban Sandingar y otras tres islas más pequeñas. En la siguiente jornada divisaron la isla de Sagragán e intentaron arribar en ella, pero no hallaron fondo para surgir y continuaron la navegación hacia el Maluco. El 22 de octubre arribaron en la isla de Talao (Talaud, Célebes), donde los nativos, que vestían con pañitos o taparrabos de algodón, les intercambiaron por los rescates todos los víveres frescos que tenían[41], entre ellos puercos, cabras, gallinas, papagayos, pescados, etc. Así mismo, el reyezuelo tribal de la isla solicitó a los europeos que le ayudasen en una guerra que tenían establecida con los nativos de las islas de Galibu y Lalibu, las cuales, estaban localizadas al nordeste y tenían mucho oro, pero el capitán Carquizano declinó la oferta y prosiguieron su singladura hacia el Maluco.

Por fin, el 29 de octubre divisaron la isla de Batachina o Gilolo, la mayor de las Molucas, pero debido a una calma tardaron cuatro días en arribar al puerto de Zamafo, pueblo de la costa este de Gilolo. De los cuatrocientos cincuenta hombres que partieron de La Coruña, ciento cincuenta y cinco se hallaban en la Santa María de la Victoria cuando pasaron por el Estrecho[42], apenas ciento cinco llegaron a las Molucas[43].

 

 

  1. La nao Santa María de la Victoria fondeó en Tidore: el encuentro con los portugueses

Cuando los expedicionarios arribaron en el puerto de Zamafo el 4 de noviembre de 1526 recibieron la visita del rajá o gobernador del lugar, Quichil (don) Bubacar, que venía acompañado de un indígena que había sido esclavo de los lusos, llamado Sebastián. Este último, que hablaba perfectamente portugués, les informó que Zamafo era pueblo vasallo de rey de Tidori (Tidore, Molucas), enemigo de los portugueses y cuyo reino musulmán estaba en lucha interna con el reino de Terranate (Ternate, Molucas), también musulmán. Así mismo, el esclavo relató a los expedicionarios que los portugueses, aliados con el sultán de Ternate, poseían una fortaleza “de cal y canto” en Ternate, y cómo éstos habían destruido la isla de Tidore, porque sus naturales habían favorecido a los castellanos, facilitándoles la carga de clavo para las naos Victoria (capitaneada por Elcano) y Trinidad (capitaneada por Espinosa), ambas de la expedición magallánica[44].

Sin perder tiempo, el capitán Carquizano pidió al rajá Bubacar un parao (barco de remos) con la intención de informar a los reyes de Gilolo y Tidore de la llegada de la expedición castellana y de sus intenciones de ayudarlos contra sus enemigos. El 5 de noviembre, Carquizano envió una embajada compuesta por Andrés de Urdaneta, Alonso de los Ríos y otros cinco compañeros, hasta el lugar donde se encontraba el rey de Gilolo. El 8 de noviembre, guiados por el hijo del rajá de Zamafo, llegaron a Gilolo, donde fueron muy bien recibidos y aposentados[45]. En la jornada siguiente les recibió el rey de Gilolo “con mucha alegria y placer”[46].  Alonso de los Ríos aprovechó la ocasión para leer la carta que Carlos V había remitido para los reyes del Maluco. En ella, el soberano castellano señalaba que enviaba, en señal de buena amistad, una armada de siete navíos para favorecerlos, defenderlos de sus enemigos y, por supuesto, para “contratar con ellos muchas mercaderías que traían”.  El encargado de traducir la misiva al malayo fue el intérprete gallego, Gonzalo de Vigo.

A continuación, los expedicionarios mostraron su interés por visitar al rey de Tidore. En este sentido, el sultán de Gilolo mandó aparejar un navío pequeño con remos, pero acordó con los castellanos que marcharía a Tidore solamente Alonso de los Ríos con dos compañeros, quedando en Gilolo Andrés de Urdaneta con el resto. El rey de Gilolo argumentó que podrían encontrarles los portugueses y matarlos, y por ello era aconsejable que varios se quedaran en Gilolo para que el capitán Carquizano no pensara que los indígenas de Gilolo lo habían hecho. Cuando Alonso de los Ríos llegó a Tidore se encontró con su joven rey retirado en la montaña, su padre, que era conocido como el rey Almanzor, había muerto. La embajada castellana fue extraordinariamente bien recibida en Tidore. El joven rey envió con la embajada castellana a dos caballeros suyos, Guzman y Bayano, para solicitar al capitán Carquizano que se trasladase con la nao castellana hasta Tidore.

El 11 de noviembre de 1526, Alonso de los Ríos y sus compañeros regresaron a Gilolo. El rey de este sitio también se ofreció a favorecer y ayudar a los castellanos. Para ello, el sultán envió al lugar donde se encontraba Carquizano tres navíos de remos con su sobrino Quichil Tidori, y otros principales de la tierra, en compañía de Andrés de Urdaneta. Por otra parte, acordaron que en Gilolo se quedaría Alonso de los Ríos con otros compañeros con dos arcabuces grandes, “por si fuesen allí portugueses sabedores de que los castellanos habían estado con el Rey”.

El 15 de noviembre, Urdaneta en compañía de los embajadores de Tidore y Gilolo retornaron al pueblo de Zamafo, donde fueron bien recibidos por el capitán Carquizano. Cuando éste conoció la voluntad de los reyes de Tidore y Gilolo, rápidamente intentó hacerse a la vela con la Santa María de la Victoria para dirigirse inicialmente a Tidore. El día 18 partieron de aquel puerto, pero el viento y las corrientes contrarias los llevaron a recalar en la isla Moro. Cuando el batel arribó a tierra, los indígenas se “pusieron todos en armas”, pero uno de los embajadores de Tidore que los acompañaba, Bayano, consiguió aplacar los ánimos, logrando muchos mantenimientos para la tripulación, como gallinas, cabras, pescado, arroz y otros bastimentos.

El día 30 de noviembre se hicieron nuevamente a la vela y recibieron una visita inesperada, pues llegó abordo un parao con un portugués llamado Francisco de Castro, quien portaba una carta de García Henriques, jefe de la fortaleza de Ternate, con un requerimiento formal para que la nao y los castellanos fuesen a la fortaleza de Ternate, “en cuyo caso les harían toda honra y cortesía”, o de lo contrario echaría a pique la nao con toda la tripulación, porque todas las islas del Maluco y sus comarcas pertenecían al rey de Portugal[47]. El capitán Carquizano no se dio por aludido y se negó a aceptar aquella misiva, y le manifestó al enviado, para que se lo transmitiese a su jefe, primero, que él no respondía a cartas sin firma y, segundo, que estaban allí para defender los intereses del Emperador Carlos.

Efectivamente, Carquizano respondió al requerimiento justificando que ellos venían al Maluco por mandato del Emperador Carlos V y actuarían conforme a las instrucciones que éste había establecido para la armada. A continuación, mandó al portugués que se marchara y no regresara más con aquellos desatinos, “si no quería errar en ello y ser castigado”. El 1 de diciembre decidieron enviar el batel a la isla Moro que regresó cargado con muchos bastimentos. Ese día los expedicionarios recibieron nuevos requerimientos con el mismo mensaje, esta vez de Hernando de Baldaya, factor de la fortaleza portuguesa de Ternate, a los que Carquizano se opuso nuevamente[48].

Los castellanos, decididos a no amilanarse, prosiguieron rumbo a Tidore con la desbaratada nao Santa María de la Victoria. Los vientos contrarios les impidieron continuar y tuvieron que fondear en la isla Rabo varios días. Allí se produjo el levantamiento del contador general, Francisco de Soto, contra el capitán Carquizano. Por ello, este último decidió destituirlo de su cargo y nombró en su puesto a Hernando de Bustamante y a Urdaneta contador de la nao. También, en la isla Rabo tuvieron noticias de que los lusos estaban preparando una gran armada contra ellos.

  1. La Guerra del Maluco entre castellanos y portugueses: las fortificaciones de Tidore y de Ternate

El 28 de diciembre de 1526, “con buen viento”, levaron nuevamente anclas hacia Tidore, pero una calma inoportuna les retrasó el derrotero. Al día siguiente se levantó el viento y continuaron la navegación, cuando doblaron el cabo de Gilolo avistaron a una flotilla lusa, con centenares de guerreros al mando de Manuel Falcón, que estaba esperándoles para apresarles[49]. Sin embargo, los portugueses no se atrevieron a llegar “a tiro de cañón” de la Capitana, ya que “…yba la nao muy bien artillada de muy gentiles tiros de bronçe y de fierro, y otras muchas armas y muniçiones; y para todos los que yban dentro avia escopetas y ballestas, y eran çiento y una personas, pocas mas o menos, de que eran las noventa para pelear…”[50].

Finalmente, el día de Año Nuevo de 1527 la nao castellana arribó a Tidore. El joven rey de esta isla, Raja-mirr[51], el gobernador y sus caballeros subieron a bordo de la Capitana para recibir al capitán Carquizano, todos juraron ser leales al Emperador Carlos V. Inmediatamente después, los expedicionarios comenzaron a construir en aquella isla, con ayuda de los indígenas, tres baluartes de piedra, tierra y madera para defenderse de los portugueses, donde colocaron parte de la artillería, las mercaderías y otros enseres de abordo, así como la mitad de la tripulación de la nao[52].

Durante varios días se sucedieron los requerimientos portugueses para que los castellanos se fuesen de aquella isla o por el contrario les atacarían “con grande armada”, los tomarían y matarían a todos. Todos fueron desechados por el capitán Carquizano. También éste recibió el aviso de “un negro cautivo de los portugueses”, informándole de que los lusos estaban aparejando una flotilla para acometerles en breve. Esto alertó a Carquizano, que acaudilló a sus hombres preparándolos para el inminente enfrentamiento contra los lusos y sus aliados[53].

En la media noche del 17 de enero de 1527, la armada portuguesa, compuesta por una fusta, un batel y muchos paraos indígenas, se acercó silenciosamente al fondeadero de la nao Santa María de la Victoria, pretendiendo abordarla por sorpresa. Pero los vigías castellanos que estaban en guardia sintieron el ruido de los remos de la escuadra lusa y dispararon una lombarda en señal de alarma[54], lo que desencadenó el inicio de guerra hispano-portuguesa por la hegemonía de las Molucas, cuyo combate duró dos días. Como consecuencia la Santa María de la Victoria recibió serios daños y terminó hundiéndose[55]. Desde ese momento se sucederán los enfrentamientos que proseguirán en años sucesivos: ambas partes defenderán con tesón lo que creían sus derechos[56].

En medio de aquella guerra, Carquizano consiguió establecer una tregua, pero fue muy breve, dado el precario entendimiento entre las partes. El tiempo pasó, y en la fortaleza de Ternate hubo relevo en mayo de 1527. Ahora el nuevo jefe portugués era Jorge de Meneses, quien se apresuró a enviar otro interlocutor para que manifestase a los españoles que él pretendía la paz y la concordia entre todos[57]. Sus palabras fueron acogidas con gran entusiasmo entre los castellanos y el capitán Carquizano organizó un banquete para celebrarlo[58]. Hernando de Baldaya, el emisario luso, tras reiterar la misiva de paz durante el banquete, brindó con el jefe español, no sin antes haber vertido ponzoña en su copa de vino, muriendo envenenado el capitán Carquizano el 11 de julio de 1527: “…procuraron de matarnos con ponzoña, echando en un pozo de donde bebíamos, [de] lo cual fuimos avisados y así se remidió. Empero, todavía tuvieron manera para matarnos al capitán Martín Íñiguez, al cual le dio ponzoña, según pública fama, Fernando de Baldaya, factor de la fortaleza del rey de Portugal, por mandato de Jorge de Meneses, y desde el día que le dio en un mes murió…”[59]. Los españoles eligieron en su lugar como capitán de la expedición, mediante votación de sus miembros, a Hernando de la Torre, montañés y antiguo teniente de Martín Íñiguez Carquizano[60].

  1. El auxilio de Cortés al Maluco: la Florida desembarca en Tidore

La pérdida de noticias sobre la armada de Loaisa impulsó a la Corona a recurrir a la Nueva España. El emperador Carlos V, por medio de una cédula que firmó en Granada el 20 de junio de 1526, encomendó a Hernán Cortés que enviara los navíos que había construido en el litoral del Pacífico neohispano para que cruzaran el Mar del Sur rumbo a la Especiería, a fin de auxiliar a la armada de Loaisa, de cuyo paradero no había ninguna clase de noticias[61]. A ello contribuyó la llegada del patache Santiago al Golfo de Tehuantepec el 15 de julio de 1526, al mando de Ortuño de Lango[62]. Uno de los tripulantes de abordo, el clérigo Juan de Areizaga Guevara (primo del capitán Santiago de Guevara), informó personalmente a Cortés del mal estado de la expedición de Loaisa, y ante noticias tan desconsoladoras, el conquistador extremeño apresuró la salida de una nueva armada. Para ello, Cortés nombró capitán de la expedición a su primo Álvaro de Saavedra Cerón[63] a quien expidió el 28 mayo de 1527 detalladas Instrucciones para la buena conducción durante el derrotero. También escribió cartas dirigidas a los reyes indígenas de Cebú y Tidore, pues, como buen diplomático, buscó asegurar una buena acogida para la expedición.

Después de muchos avatares, Cortés consiguió que la expedición, compuesta por tres navíos y 110 hombres, zarpara el 31 de octubre de 1527 del puerto de Zihuatanejo (Guerrero, México). Una era la carabela Florida, en la que embarcaron treinta y ocho hombres de tierra y doce de mar, es decir cincuenta personas. Esta era la nao capitana, a cargo del mismo Álvaro de Saavedra. La segunda carabela se nombraba Santiago, en ella iba por capitán Luis de Cárdenas y llevaba cuarenta y cinco hombres de tierra y mar. En la tercera, el bergantín Espíritu Santo, iba por capitán Pedro de Fuentes y llevaba quince hombres de la mar y tierra[64]. En los tres navíos se cargaron un total de treinta piezas de artillería, armas, municiones, vituallas y cosas de rescate.

El 15 de diciembre, y tras cuarenta y seis días de navegación, la escuadra se dispersó en el Pacífico sin que tuviera ocasión de reagruparse, y sólo una de las naves, la Florida, consiguió cruzar el Pacífico y arribar a Mindanao, donde recogió a un superviviente de la Parral de Loaisa. A continuación, la Florida de Saavedra avanzó por el océano hasta arribar al archipiélago de las Molucas, desembarcando en Tidore el 30 de marzo 1528[65].

Los españoles de Tidore, en constante guerra con los lusos, recibieron con sorpresa la arribada a aquella isla de la nao Florida, que llegaba con una tripulación reducida de 30 hombres, pero repleta de pertrechos: plomo para balas, balas de cañón, escopetas, ballestas, arcabuces, lanzas y otras armas. A pesar del refuerzo material de Saavedra, la situación de los castellanos se hizo angustiosa en Tidore. Las continuas bajas, las enfermedades y accidentes redujeron cada vez más los ánimos del medio centenar de españoles frente a los 190 portugueses de la fortaleza de Ternate[66].

Dado que había sólo unos treinta hombres en la Florida, los “refuerzos” de Saavedra no permitieron variar de manera significativa el equilibrio de poder. Por ello, aparejada y abastecida la nao Florida con sesenta quintales de clavo de olor, partió Álvaro de Saavedra de Tidore el 3 de junio de 1928 con una tripulación de treinta hombres hacia Nueva España “para dar cuenta a SM de lo que pasaba en las dichas islas del Maluco entre castellanos y portugueses”[67], pero debido a los vientos contrarios y a la falta de alimentos, se vio obligado a regresar a las Molucas en el mes de noviembre de 1528. Tiempo después, el 8 mayo de 1529, Saavedra probó nuevamente fortuna para el regreso a Nueva España, pero navegando más al sur. El derrotero fue un fracaso, ya que les sorprendió una tempestad y debieron regresar a Tidore, muriendo Saavedra en el trayecto[68].

  1. El posible trato secreto de Fernando de Bustamante: los portugueses toman Tidore

Al agotamiento de los españoles de Tidore se unió la traición, en este caso del contador general Fernando de Bustamante, que con anterioridad (abril de 1528) había intentado huir junto a los portugueses a la cercana isla de Ternate y había sido hecho prisionero por los españoles[69]. Efectivamente, el extremeño Bustamante entró en trato con los portugueses para informarles de la debilidad de los castellanos en la fortaleza de Tidore[70], reducida a sólo 37 hombres, tras la salida el 20 de octubre de 1529 de dos pequeños destacamentos en busca de indígenas aliados, una dirigida por Alonso de los Ríos y otra por Urdaneta[71]: “….hallábase ofendido Bustamante de que no le hubiesen hecho General por muerte de Martin Iñiguez de Zarquizano, por esto habia intentado pasarse al portugués, y como no le hubiese sucedido bien y se le diese por afrentado de que un oficial como él, y una persona que dos veces estuvo en voz de General, le hubiesen puesto en prisiones, deseó vengarse (…); y viendo Fernando de Bustamante que de setenta y dos personas que eran todos los que en Maluco habia, estaban en Gilolo veinte, y en la armada que pasó á Moro iban treinta, y sólo quedaban en la fortaleza veintidós, y de esos unos habia enfermos y otros eran sus parciales que deseaban pasarse á los portugueses, parecióle buena ocasión para avisar á D. Jorge, con quien ya se carteaba, para que fuese á tomar aquella fortaleza, porque ni en ella ni en la ciudad habia gente, por haber ido todos en la armada; asegurábale que puesto sobre la fortaleza la tomaría con facilidad…”[72].

El 28 de octubre de 1529 los portugueses aprovecharon la ocasión para dirigirse con gran armada al desamparado Tidore[73], donde tomaron la población, hicieron una matanza entre los isleños y cercaron a los españoles en la fortaleza. El capitán portugués, Jorge de Meneses, requirió a los castellanos que se entregaran o, de lo contrario, les batirían la fortaleza y los matarían a todos. La situación se hizo desesperada y Hernando de la Torre consultó con sus compañeros si se entregarían o no, y hubo grandes diferencias entre ellos: unos decían que era mejor defenderse y morir, y los otros que otorgasen el partido que los portugueses les daban.

Finalmente, Hernando de la Torre salió de la fortaleza con veintitrés hombres y se entregaron a los portugueses, mientras que Bustamante y otros hombres prefirieron pasar al servicio de Portugal[74]: “…Bustamante se pasó a los portugueses con algunos castellanos, llevándose los libros de contaduría, testamentos, inventarios y almonedas de los fallecidos durante el viaje, y permanencia en el Maluco, así como las escrituras de vivos y difuntos: y se trasladó a Ternate con Maestre Anee, Condestable de los lombarderos; el flamenco Artiís; el sobresaliente de la nao Francico de Godoy, el clérigo Juan de Torres, y otros quince…”[75]. Seguidamente, el extremeño Bustamante consiguió licencia para partir a Goa (India) y se enroló en un barco portugués, pero fue envenenado durante el trayecto de Malasia a Goa, muriendo en algún lugar del Índico durante el año 1533[76]: “…los que se rindieron permanecieron dos meses y medio en la fortaleza de Ternate y fueron luego conducidos a Malaca. Allí les detuvieron tres años arrestados, hasta que el Gobernador les otorgo pasaporte para Calicut, donde unos fallecieron, otros continuaron con los portugueses, cuatro fueron embarcados por orden del Gobernador a España: Ance, Artús, Godoy y Bustamante. Afirma Francisco de París que a este último le dieron ponzoña y murió, tal vez para evitar las inquisiciones del Emperador relativas a la entrega de la fortaleza de Tidore…”[77].

Hernando de la Torre, en nombre de los españoles, y Jorge de Meneses, capitán portugués, suscribieron la paz y la firmaron en la isla de Tidore. El capitán español entregó la isla de Tidore a los portugueses, y éstos se llevaron a los españoles a Zamafo (Gilolo) para esperar nuevas órdenes[78]. El establecimiento real de Tidore fue incendiado de nuevo y se borró completamente la presencia española de la isla.

A inicios de noviembre de 1529 regresaron a Tidore los pequeños destacamentos de Urdaneta y de Alonso de los Ríos, cuyas correrías habían alcanzado notables éxitos. Ambos capitanes se enteraron que el capitán portugués Jorge de Meneses “había tomado y quemado la ciudad de Tidori”. A continuación, Urdaneta y Alonso de los Ríos se dirigieron hasta a Zamafo y propusieron a Hernando de la Torre “hacerse fuertes” en Gilolo y esperar los refuerzos castellanos, pero éste les respondió “que él lo haría de buena voluntad, pero que ya tenía paces con los portugueses y asiento con ellos”. Poco tiempo después, el 8 de diciembre de 1529, arribó la Florida a Zamafo, tras su segundo intento de alcanzar Nueva España. La tripulación, compuesta por veintidós hombres enfermos y agotados, tuvo que entregarse igualmente a los lusos[79].

En mayo de 1530, españoles y portugueses se vieron forzados a cooperar para evitar ser destruidos por los nativos de las Molucas. Estos últimos se sintieron, en cierto modo, traicionados por todos los extranjeros. Tras una reyerta causada por la muerte de un cerdo, Jorge de Meneses obligó a comer tocino al indígena de Ternate que mató el animal. Aparte del grave insulto y de la humillación que significaba el hecho en sí, para un musulmán, entrar en contacto con un animal impuro de esta manera, era una acción ultrajante de profanación ritual[80]. El hecho provocó el aborrecimiento entre los moluqueños que hicieron un llamamiento para expulsar a todos los cristianos de la región. Pese a ser enemigos encarnizados, los españoles decidieron ayudar a sus correligionarios cristianos contra las fuerzas combinadas de los moluqueños[81].

  1. El Tratado de Zaragoza: adiós al sueño castellano de la Especiería

Los castellanos de Gilolo, en gran inferioridad numérica y material, agotados y diezmados y sin posibilidad de refuerzos, fueron muriendo poco a poco. En marzo de 1532 solamente quedaban 27 o 28 españoles[82], los cuales, fueron informados por los lusos del Tratado de Zaragoza, firmado entre el Carlos V y Juan III de Portugal en 1529, por el cual España vendió todo derecho, acción, dominio, propiedad y posesión o casi posesión y todo derecho a navegar, contratar y comerciar en el Maluco[83].

Efectivamente, aunque ellos no lo supieron, el Emperador había realizado un empréstito con los portugueses sobre las Molucas el 22 de abril de 1529 -lo que conocemos como “Tratado de Zagagoza”- por 350.000 ducados de oro (más de 131 millones)[84], con la condición de que el rey de España podía anularlo cuando quisiera[85]. Ya por entonces, las bodas cruzadas habían fortalecido los lazos de unión entre las dos coronas y habían facilitado un acuerdo con respecto a las Molucas. Además, el interés de Castilla por la Especiería había disminuido mucho, al ver que no se encontraba el derrotero de regreso por el Pacífico, única vía permitida a España[86].

A pesar de la tregua existente con los portugueses, la situación no dejó de ser compleja para los castellanos de Gilolo, pues nadie en Tidore o Ternate había visto una copia de ese Tratado o leído una cédula real que certificase el cambio. Por este motivo, el capitán Hernando de la Torre pidió licencia (y la obtuvo) para enviar un embajador al gobernador de la India, Nuño de Acuña (Nuno da Cunha)[87]. A tal efecto, Hernando de la Torre envió a Pedro de Montemayor a Goa en enero de 1532 y regresó a Gilolo a finales de 1533[88], trayendo la buena nueva de que el virrey había decidido transportar a los españoles de nuevo a España. Además, Pedro de Montemayor volvió acompañado del nuevo gobernador portugués de las Molucas y capitán de la fortaleza de Ternate, Tristán de Ataide, que transportaba cartas oficiales que avalaban las negociaciones hispano-lusas y el contenido del Tratado[89].

Cuando Pedro de Montemayor y Tristán de Taide llegaron a Gilolo en octubre de 1533 solamente quedaban diecisiete castellanos, debido a enfermedades, hambre y ataques[90]. El gobernador portugués les ofreció la posibilidad de llevarlos a la isla de Ternate, para posteriormente enviarlos a Lisboa, por vía de la India. A partir de este momento los supervivientes españoles decidieron regresar a España. El gobernador luso del Maluco destruyó y quemó el lugar de Gilolo y transportó a la fortaleza de Ternate toda la artillería de los castellanos.

Los españoles sufrieron prisión en Ternate en penosas condiciones hasta febrero de 1534, fecha en la que se embarcaron hacia la India con Jordán de Fretes. Durante el derrotero, los castellanos pasaron por Ambón, Isla de Java y finalmente llegaron a Malaca el 15 de agosto del mismo año[91]. Allí, el gobernador García de Saa, antes de enviarlos a Goa, los retuvo dos años y medio en una fortaleza, tiempo en el que murieron varios españoles de fiebres tropicales[92].

Urdaneta se quedó en las Molucas, con unos cuantos españoles, en un intento, infructuoso, de recoger pedidos de clavo prometidos por varios gobernantes locales. Finalmente, él y sus compañeros abandonaron las Molucas el 15 febrero de 1935[93], y tras hacer escala en Banda, Java y Malaca, llegaron a Cochín (India), donde se reunieron con los demás españoles el 17 de diciembre de 1535. Por fin, en enero de 1536, los veinticuatro españoles supervivientes[94], divididos en tres naos portuguesas, zarparon hacia Lisboa, donde llegaron a mediados de ese mismo año, poniendo así fin a este primer ciclo de la navegación española en el Pacífico, que abandonaba las Islas de las Especias para encaminarse a otros objetivos[95].

  1. Conclusiones

Mediante el presente artículo hemos pretendido reivindicar el papel de cada uno de los protagonistas que participaron en la expedición de García Jofre de Loaísa, una expedición marítima española (1525-1536) que tenía por objeto colonizar las islas Molucas, ricas en especiería, cuya titularidad era disputada por las coronas de Portugal y Castilla. Sin duda, la búsqueda de las ansiadas especias y la posesión de aquellas tierras, donde crecían las plantas y árboles que las proporcionaban, atraía la codicia de reyes y súbditos desde tiempos remotos.

La expedición Loaisa, consecuencia de la protagonizada por Magallanes-Elcano, se enmarcó en la fase inicial de viajes hacia Asia con el propósito afirmar la presencia y los derechos de Castilla en el archipiélago del Maluco. La expedición fue una extraordinaria hazaña de resistencia humana, un auténtico infierno de enfermedades, hambre y combates que se saldó con una terrible pérdida de cuantiosas vidas humanas y cuyos supervivientes protagonizaron la segunda circunnavegación al globo.

El objetivo de este documento ha sido dar a conocer aquel hito y honrar tributo a aquellos “hombres de mar” que participaron en aquella hazaña, plagada de grandes acontecimientos y personajes que en muchos casos han quedado relegados a un segundo plano a causa del olvido. Héroes anónimos y olvidados que lucharon y murieron defendiendo su patria, cuyos hechos náuticos y bélicos hubieran sido explotados hasta la extenuación por otras naciones europeas.

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[1] Barrero García, Ana María. “Problemas entorno a la aplicación de la línea de demarcación: la cuestión de las Molucas”. Anuario Mexicano de Historia del Derecho. Número 5. Universidad Nacional Autónoma de México. México, 1993. Página 70.

[2] “…Una libra de clavo tenía un valor de siete gramos de oro puro, por lo que su carga no fue solo suficiente para costear todos los gastos de la expedición, sino que dejó un beneficio neto de trescientos mil maravedíes…” Santamaría Urtiaga, Enrique. “La vuelta de Elkano. El molesto triunfo de la gente corriente”. Lankidetzan.; 68. Eusko Ikaskuntza. Donostia, 2022. Página 83.

[3] “…Las principales islas que tenían la especería del clavo, eran Terrenate, Tidori, Motil, Maquiam y Vachan…”.

Fernández de Navarrete, Martín. Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV: con varios documentos inéditos concernientes á la historia de la Marina Castellana y de los Establecimientos Españoles de Indias. Tomo IV. Expediciones al Maluco. Viage de Magallanes y de Elcano. Imprenta Nacional. Madrid, 1837. Página 66.

[4] Sardone, Sergio. “El «Maluco». La financiación de las expediciones, 1518-1529”.  Congreso Internacional de Historia «Primus circumdedisti me».  Ministerio de Defensa. Madrid, 2018. Página 223.

[5] Martínez Ruiz, Enrique. “Los problemas políticos y diplomáticos entre España y Portugal. Las aspiraciones de España sobre las Molucas”. Revista General de Marina. Vol. 283. Ministerio de Defensa: Armada Española. Madrid, 2022. Página 230.

[6] “…yo estoy recibido y obedecido por Rey y señor de aquellas islas de Maluco, y los que hasta aquí las tenían y poseían dándome la obediencia cómo a Rey y señor natural (…) y que por esto no es cosa razonable pedir que no continúe yo mi posesión durante el tiempo de la demarcación, especialmente que le dicho Serenísimo Rey no ha tenido ni tiene posesion alguna en las dichas islas de Maluco…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Páginas 303 y 304.

[7] Duve, Thomas. “El Tratado de Tordesillas ¿Una “revolución espacial”? Cosmografía, prácticas jurídicas y la historia del derecho internacional público”. Revista de historia del derecho. N.º 54. Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho. Buenos Aires (Argentina), 2017. Página 102.

[8] Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 328.

[9] “…en el Puente de la Ribera de Caya, que es en la raya entre Castilla y Portugal; pasóse el este dia primero, en leer el tratado de Vitoria del 19 de febrero de 1524…”. Ibídem. Página 355.

[10] “…estuvieron muchos días mirando globos, cartas y relaciones, y alegando cada cual de su derecho y porfiando terribilísimamente. Portugueses decían que las Malucas e islas de especias, sobre las cuales era la junta y disputa, caían en su parte y conquista, y que primero que Juan Sebastián las viese las tenían ellos andadas y poseídas…”. López de Gómara, Francisco. Historia General de las Indias. Tomo I. C. Repartición de las Indias y mundo nuevo entre castellanos y portugueses. Amberes: Casa de Juan Steelsio. 1554. Página 152.

[11] Archivo General de Indias. “Cartas de Hernando Colón sobre denominación correcta al reparto entre los Reyes Católicos y el rey de Portugal”. Patronato,48. R.16.

[12] “…por manera que concluyendo decimos, que así por las dichas razones (…), hallamos que el sitio de los Malucos no está en la longitud que por los diputados del Señor Rey de Portugal fue dicho (…), y que según esto la propiedad y señorios de los Malucos pertenece á sus Magestades; y este es nuestro voto y parecer…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 355.

[13] “Instruções enviadas pelo rei de Portugal ao seu embaixador António de Azevedo Coutinho a respeito do negócio principal de Maluco”. Évora 24 de marzo de 1525. Portugal, Torre do Tombo, Reforma das Gavetas, liv. 38, f. 326 v. a 328 v.

[14] Barrero García, Ana María. Opus Cit. Página 83.

[15] Ortuño Sánchez-Pedreño, José María. “Estudio histórico-jurídico de la expedición de García Jofre de Loaisa a las Islas Molucas. La venta de los derechos sobre dichas islas a Portugal por Carlos I de España”. Anales de Derecho. Número 21. Universidad de Murcia. Murcia, 2003. Página 218.

[16] “…por ende acatando la persona y experiencia de vos Frey García de Loaisa, Comendador de la orden de S. Juan, que sois tal persona que guardéis nuestro servicio, é que bien y fielmente entenderéis en lo que por Nos os fuere mandado y encomendado; es nuestra merced y voluntad de vos nombrar, y por la presente vos nombramos por nuestro Capitan general de la dicha armada (…) e vos habeis de quedar en dichas islas para tener la gobernación de ellas, y asimismo vos nombramos por nuestro Gobernador y Capitan general de las dichas islas de Maluco…” . Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 209.

[17] (Alcántara [Cáceres], 1494 – Nave portuguesa, en la travesía de Malaca a Goa [India], 1533). Hijo de Juan de Bustamante y Leonor de Cáceres. Estaba casado con María Rodríguez, criada del Alcaide del Puerto de Contreras. Para consultar mayor información sobre Fernando de Bustamante, véase: Bañas Llanos, María Belén. “La vuelta al mundo de un extremeño al servicio de Carlos V (1519-1533)”. IX Congreso Internacional de Historia de América. Vol. 2. Editora Regional de Extremadura. Junta de Extremadura. Badajoz, 2002.

[18] “…en nombre de Dios y de nuestra Señora la Virgen María. Lunes e veinte é cuatro días del mes de Julio de mil y quinientos y veinte e cinco años, víspera del Señor Santiago; antes del día partimos de la Coruña en nuestra derrota, la vuelta del cabo de Finisterra, y este dia se tomó el Sol…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 242.

[19] Rodríguez Masa, Juan Carlos. “Navegando tras los sueños dorados del clavo: el último viaje de Juan Sebastián Elcano (1525-1526) y su amistad con Fernando de Bustamante”. LI Coloquios Históricos de Extremadura dedicados a la emigración y exploraciones extremeñas en conmemoración del V Centenario de la primera circunnavegación a la Tierra por Magallanes-Elcano. Asociación Cultural Coloquios Históricos de Extremadura. Cáceres, 2023. Páginas 683-710.

[20] Ortuño Sánchez-Pedreño, José María. Opus Cit. Página 223.

[21] “…se abrió por muchas partes, hacia tanta agua que con dos bombas apenas se podía achicar, y cada dia pensaban anegarse…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 44.

[22] Díaz Alonso, J. Juan Sebastián Elcano. Tras la huella. Itsasmuseum Bilbao y Aquarium Donostia-San Sebastián. Vizcaya, 2019. Página 251.

[23] “…A 30 dias del mes de Julio, murió el Capitan general, Fray Garcia Laaysa…”. Medina Zavala, José Toribio. Colección de documentos inéditos para la Historia de Chile desde el Viaje de Magallanes hasta la batalla de Maipo (1518-1818). Tomo III. Imprenta Ercilla. Santiago de Chile, 1889. Página 392.

[24] “…muriendo ó quedando el dicho comendador  Loaísa en la dicha tierra mandamos que venga por capitán general de la dicha armada Juan Sebastian del Cano, capitán de la segunda nao de la dicha armada…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 219.

[25] También existe la versión que afirma que Elcano no murió de escorbuto, sino intoxicado al consumir un gran pez, probablemente barracuda. Según esta hipótesis, murió de ciguatera.

[26] “…lunes á 6 días de agosto falleció el magnifico señor Juan Sebastián de Elcano, el Capitán general y Gobernador…”. De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Urdaneta y la conquista de Filipinas: estudio histórico. Imprenta de la Provincia. San Sebastián, 1907. Página 343.

[27] Algunas antiguas fuentes fijan la fecha de su muerte el 4 de agosto: “…A 4 días de Agosto del dicho año de 26, murieron el capitan Juan Sebastlan del Cano y el sobrino del comendador Loaysa…”. Medina Zavala, José Toribio. Opus Cit. Página 392. “…Y el dia 4 al NO. Este dia murió el capitán Juan Sebastian de Elcano y el sobrino del comendador Loaisa…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 46.

[28] “…Toribio Alonso de Salazar venia en el galeón San Lesmes, por tesorero de él y en el estrecho fue informado el capitán general de cierto levantamiento que había cometido para alzarse con el galeón y para volverse á España, por lo cual el Comendador Loaysa lo mandó pasar á la nao capitana, para tomar información contra él y castigarle, y envió al galeón al Tesorero general Diego de Solís…”. De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Página 343.

[29] Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 47.

[30]“…toda esta gente que murió de crecerse las encías en tanta cantidad que no podían comer ninguna cosa y más de un dolor de pechos con esto; yo vi sacar a un hombre tanta grosor de carne de las encias como un dedo y otro día tenerlas crecidas como si no le hubieran sacado nada…”. De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Página 344.

[31] “…Estas islas de los Ladrones son treçe islas, y todas se corren Norte Sur. Está la mas allegada al Norte en veynte y un grados: la una de las dos islas se llama Botahá y allí les vino un chripstiano en una canoa y los saludo en español, y les dixo: “En buena hora vengays, señor capitán, maestro y la compañía”. Y los de la nao con mucho plaçer le respondieron que fuesse bien venido…”. Fernández de Oviedo y Valdés, Gonzalo. Historia general y natural de las Indias, islas y tierra-firme del mar océano. Tomo I. Segunda Parte. Libro XX. Capítulo XVI. Imprenta de la Real Academia de la Historia. Madrid, 1852. Página 60.

[32] “…se llamaba Gonzalo de Vigo, procedente de la nao Trinidad, del mando de Gonzalo Gómez de Espinosa, que en el viage anterior de Magallanes había quedado en el Maluco, cuando la otra nao Victoria fue á Castilla; y que saliendo la Trinidad de Maluco para la tierra del Divían, que esta en la contra costa de las Indias de Castilla, hallaron los tiempos contrarios, se les murió mucha gente, y volviéndose á Maluco, aportaron á una isla que era la mas inmediata al N. de la que tenían presente, donde por miedo de la muerte huyeron él y otros dos compañeros portugueses, yéndose la nao á Maluco sin ellos. Que estando en aquella isla mataron los indios á sus dos compañeros por ciertas sinrazones que cometieron, y que á él lo trajeron á esta, en que hasta entonces se hallaba…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 49.

[33] Ibídem. Página 50.

[34] “…A los diez dias del mes de septiembre de año de mill é quinientos y veynte y seis, murió el capitan Salaçar, y dichos sendos Paternoster, le echaron á la mar, como se avia hecho con los capitanes sus predeçessores. Y para elegir á otro, ovo grandes diferençias entre la gente, porque los unos querían á Bustamante (el cual era uno de los hidalgos que se hallaron en el descubrimiento del Estrecho con el capitan Magallanes, y volvió a España con el capitan Johan Sebastian del Cano en la nao Victoria), y otros querían a un Martín Íñiguez de Carquiçano, el qual era alguaçil mayor; y de consentimiento de todos se puso la elecçion de los dos en votos…”. Fernández de Oviedo y Valdés, Gonzalo. Opus Cit. Página 62.

[35]“…Y asi todos votaron, los unos por el dicho Martín Íñiguez de Carquizano y los otros por el dicho Fernando de Bustamante y antes de que se viesen los votos el Martín Íñiguez se resabió con parecerle que tenía más votos el Bustamante y apañó al escribano los votos y echólos en la mar (…) y todavía lo concretamos en esta manera: que los dichos Martín Íñiguez y Bustamante gobernasen y administrasen juntos hasta en tanto que llegásemos á las islas del Archipiélago …”. De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Página 348.

[36] “…y no queriendo el Bustamante le mandaron echar unos grillos de que cobró mucho miedo, y así le hubo de jurar y obedecerle…”. De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Página 349.

[37] “…un indio prinçipal vestido de raso carmesí y traía ciertas manillas de oro para vender y dio al capitan muchas gallinas que llevaba y el capitan le dio algunas cositas de España y de poco valor…”. Fernández de Oviedo y Valdés, Gonzalo. Opus Cit. Página 63.

[38] Ibídem. Página 63.

[39] “…en la parte del O. de esta isla había mucho oro, que lo sacaban de debajo de la tierra y lo cernían con unos ameros, que cada año iban á Vendenao dos juncos de la China, que eran unas naos en que ellos navegaban á comprar oro; y perlas’, y que á otras islas también iban navios á lo mismo. Por la parte del O. de Vendenao había canela, y esta isla era una de las del Archipiélago de los Celebes, que ahora se llaman Filipinas y el mayor pueblo que tenia era Mindanao; sus provincias eran Vaguindanao, Pamzao, Bituan, Burre, Vizaya y Malucobuco: las mas tenían guerra unas, con otras: y en las de Bituan y de Burre era donde había mucha canela muy buena…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 53.

[40] “…Los indios de esta dicha isla son hombres de mediana estatura son todos pintados y andan vestidos de la cintura abajo con paños de algodón y también de seda y tienen guerra algunos de ellos unos pueblos con otros y también con estas islas comarcanas, tienen arcos y flechas y alfanges de hierro y azagayas y dagas y paveses y otros géneros de armas, tienen unos navios que se reman con palos que se llaman calasuzes, andan mucho en gran manera y son muy bien hechos, también otros de otras maneras grandes y pequeñas, estos dichos indios de esta dicha isla y de otras algunas son los más atraicionados indios que hay en gran parte y quien por estas indias anduviere y no fuere platico, perderse ha, por ser los indios muy atraicionados, son gentiles, adoran en ídolos de palo, traen los cabellos luengos ó atados, y dados una vuelta en el colodrillo, ninguna barba crían…”.  De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Página 353.

[41] “…les vendieron muchos puercos, cabras, gallinas, papagayos, pescada, arroz, vino de palmas y otros bastimemtos, con que se refrescaron bien los de la nao, y al Rey le dieron una bandera con las armas del Emperador…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 56.

[42] Spate, Oskar. El lago español. El pacífico desde Magallanes. Volumen 1. Casa Asia. Palma de Mallorca, 2004. Página 141.

[43] “…La nao llegó al Maluco con 105 individuos, habiendo fallecido cosa de 40 hombres desde el estrecho de Magallanes hasta aquellas islas…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit.  Página 65.

[44] “…que avia portugueses en Maluco, y que tenían una fortaleça en la isla de Ternate, y que tenían fustas y galeones y otros navíos, y que avian tomado la nao de Espinosa y muerto toda la gente y factoría de ella, y que avian destruido la isla de Tidore y otras tierras suyas, porque avian recogido a los castellanos y se avian dado por amigos de los castellanos; y que avia quarenta dias y no mas que avian quemado el pueblo principal, que se llama Tidore, y que el rey con toda su gente estaba acogido á lo mas alto de la sierra…”. Fernández de Oviedo y Valdés, Gonzalo. Opus Cit. Página 66.

[45] “…á donde nos invitó á decir el Rey que fuésemos bien venidos, y que holgásemos y tornásemos placer, y que otro dia se veria con nosotros y juntamente con esto nos invitó mucha cosa de comer y de beber, que bien pudieran comer cien hombres…”. De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Página 357.

[46] “…el Rey manifestó con ellos mucha alegria y placer, igualmente que todos los caballeros y gente de la tierra; y mandó juntar todos los individuos de los pueblos de al rededor para presenciar la embajada de los castellanos que recibió el dia siguiente…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 59.

[47] “…les llegó abordo un parao con un portugués llamado Francisco de Castro, quien conducía carta de D. García Henriquez, capitán de la fortaleza de Terrenate, y hablando con el capitán de la nao Martin Iñiguez, á quien dio la carta, le hizo requerimientos de parte de su capitán pára que fuese la nao y su gente á la fortaleza de Terrenate, en cuyo caso les harían toda honra y cortesía, y de lo contrario echarían á pique la nao con toda su gente, porque todas las islas de Maluco y sus comarcanas estaban por el Rey de Portugal…”.  Ibídem. Página 62.

[48] “…Este factor que se llamaba Fernando de Valdaya; otra vez torno é hiço los mismos requerimintos; y el capitan Martín Iñigez respondio lo que debia, y entre otras palabras le dixo al factor que no volviesse mas con aquellos requerimientos, porque sin gasatar mas papel ni tinta, los respondería de otra manera…”. Fernández de Oviedo y Valdés, Gonzalo. Opus Cit. Página 69.

[49] “…La armada de los portugueses era de dos caravelas, una fusta, un batel grande, otros barcos de artillería, y cosa de 80 paraos de los moros de Terrenate, de Rathan, de Aquian y de Motil iban allí los Reyes de Terrenate y de Rathan en persona, y aunque llamaron también al Rey de Gilolo, este no fue diciendo, que era amigo de los castellanos y que no iría contra ellos. El capitán general de esa armada se llamaba Manuel Falcon…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 64.

[50] Fernández de Oviedo y Valdés, Gonzalo. Opus Cit. Página 70.

[51] “…vino allí el rey muy acompañado de sus principales, y entro en la nao. El nombre de este rey era Rajamir; el qual en essa saçon podría aver doçe o treçe años…”. Ibídem. Página 70.

[52] “…los castellanos situaron en tierra parte de la artillería de dicha nao, con la mitad de su gente. El capitán Martin Iñiguez de Carquizano estaba abordo con el resto de la artillería y la otra mitad de individuos para defender la nao; y todas las mercaderías se colocaron en una casa de madera hecha al intento por el Rey de aquella isla, á la que pusieron cerraduras, dando las llaves y cargo de la factoría á Diego Salinas, natural de Burgos…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 68.

[53] “…El dia siguiente fue allí el portugués Francisco de Castró, criado de Manuel Falcon, con otros tres portugueses, y hizo un requirimiento al capitán Martin Iñiguez (…) A los cuatro ú cinco dias de haber surgido la nao en 1527 Tidori, fue el portugués Hernando de Baldaya á requerir á los castellanos de parte de su capitán D. García Henriquez, que se fuesen de aquella isla, ó de no que irian con grande armada, los tomarían y matarían á todos y el capitán Martin Iñiguez respondió, como otras veces, negándose á su demanda…”. Ibídem. Páginas 68 y 69.

[54] “…El 17 de Enero, á media noche, fueron los portugueses á Tidori acechadamente con una fusta, un batel y muchos paraoles, acercándose á la nao porque la iban á abordar ó echarla á pique i pero los castellanos hacián buena guardia, sintieron el ruido délos remos y les dispararon un tiro, que estaba puesto con seis ú siete castellanos en una punta inmediata para defensa de la nao….”. Ibídem. Página 69.

[55] Sierra de la Calle, Blas. “Fray Andrés de Urdaneta y su legado: el Santo Niño de Cebú, el Tornaviaje, el Galeón de Manila, la evangelización de Filipinas”. Archivo Agustiniano. Vol. CV. Núm. 223. Valladolid, 2021.  Página 324.

[56] González, Agustín Ramón. “La expedición de Loaysa: una guerra en las antípodas”. Cuadernos Monográficos. Número 58. Instituto de Historia y Cultura Naval. Ministerio de Defensa. Madrid, 2009. Páginas 107-128.

[57] “…en Mayo de 1527 llegó de Malaca, dos navios, otro capitán nombrado D. Jorge de Meneses:  tomó este posesión de la fortaleza de Terrenate, y luego envió mensageros al capitán Martin Iñiguez, diciendo: que le pesaba mucho de aquella guerra, y le rogaba hiciesen treguas entre tanto que se platicaba lo que habían de hacer en beneficio de las partes…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 78.

[58] “…en la comida los dichos portugueses le dieron cierta ponzoña de que murió, é que no sabe que ponzoña era, ni en que manjar se la dieron, ni como se llamaba el que se la dio, mas de que luego á otro dia que pasó esto, cayó malo; é que esto sabe que pasó asi, porque despues lo dijeron los mismos portugueses á este testigo y á los otros españoles…”. Ibídem. Página 371.

[59] Archivo Histórico Hispano Agustino y Boletín Oficial de la Provincia del SSMO. Nombre de Jesús de Filipinas. Volumen III. Imprenta de Gabriel López de Horno. Madrid, 1915. Página 29.

[60] “…Y que despues de muerto el dicho Carquizano eligieron por su capitán á Hernando de la Torre, natural de la Montaña , é no sabe de que lugar della…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 371.

[61] “…D. Hernando Cortés, nuestro Gobernador y Capitán general de la Nueva España (…) el año pasado de quinientos veinte y cinco mandé enviar otra armada á las dichas islas é contratación de especería con ocho naos, en las cuales fue por Capitán general el Comendador Fr. García de Loaisa, caballero de la orden de S. Juan, hasta llegar allá, porque despues de cargadas las naos rçias gruesas que lleva él, con las demas é con cierta gente que de acá lleva, ordene las que han de quedar en las dichas islas, asentando su trato en ellas y gobernándolas (…), convenía que con diligencia se enviase por esas partes una carabela ó dos á traer la relación de ello…”. Ibídem. Página 440.

[62] “…y en esta sazón que se apercibía el Saavedra para el viaje, aportó a la costa de Guantepeque un patache, que era de los que habían salido de Castilla con la armada del mismo Comendador que dicho tengo, y venia en el mismo patache por Capitán un Ortuño de Lango natural de Portugalete: del cual dicho Capitán y Pilotos que en el patache venían, se informó el Álvaro de Saavedra Cerón de todo lo que quiso saber, y aun llevó en su compañía a un Piloto, y a dos marineros, y se lo pagó muy bien, porque volviesen otra vez con él, y tomó plática de todo el viaje que habían traído, y de las derrotas que habían de llevar…”. Díaz del Castillo, Bernal. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Tomo IV. Biblioteca Saavedra Fajardo. Madrid, 2014. Página 226. Edición a partir de: Bernal Díaz del Castillo. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Tomo III. Imprenta de Don Benito Cano. Madrid, 1796. Con correcciones de la siguiente edición: Imprenta del Reino. Madrid, 1632.  

[63] “…Y porque de Alvaro de Saavedra Cerón, mi primo, que yo envio por capitan, os informareis, señores, de todas las cosas que quisierdes saber , asá de nuevas de España como desta tierra…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 456.

[64] “…Esa escuadrilla constaba de tres naos, la primera, que era la capitana, llamábase la Florida y en ella iba Alvaro de Sanvedra ó de Sayavedra con treinta y ocho hombres de desembarco y doce de mar. La segunda se llamaba Santiago, su capitán Luis de Cárdenas, llevando cuarenta y cinco hombres entre tripulación y desembarco. La tercera, el Espíritu Santo, su capitán Pedro Fuentes, con quince hombres de tripulación. Salieron el 1° de noviembre de Zacatula…”. Riva Palacio, Vicente. México a través de los siglos; historia general y completa del desenvolvimiento social, político, religioso, militar, artístico, científico y literario de México desde la antigüedad más remota hasta la época actual. Tomo II. El Virreinato. Historia de la dominación española en México desde 1521 a 1808. México, Ballescá y Compañía; Barcelona, Espasa y Compañía. Barcelona, 1882. Página 254.

[65] “…Desde que el día 30 de Marzo de 1528 surgió en Tidori la nao Florida del mando de Sayavedra…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 114.

[66] “…El dia 22 de Mayo llegaron de Malaca, para socorro de los portugueses de Terrenate, seis navios, que constaban de un galeote, un bergantín, tres navios y un junco grande, al mando del capitán Gonzalo García de Acevedo. Condujo esta armada 150 hombres, y todos los que estaban en la fortaleza eran 190…”. Ibídem. Página 120.

[67] “…Aparejado, pues, de todo lo necesario el navio de Alvaro de Saavedra, partió de Tidori con setenta quintales de clavo á la Nueva España en Junio de 1528, llevando treinta hombres; por piloto á Macias del Poyo…”. Ibídem. Página 124.

[68]  “…Partió [Álvaro de Saavedra] de allí [de Tidore] para Nueva España a 8 días de mayo de 1529, y murió navegando, el 19 de octubre de aquel mismo año. Por cuya muerte, y por falta de hombres y aires, se volvió la nave a Tidore con sólo dieciocho personas, de cincuenta que sacó de Ciuatlanejo; y como ya Fernando de la Torre había perdido su castillo, se fueron aquellos dieciocho españoles a Malaca, donde los prendió don Jorge de Castro, y los tuvo presos dos años, y allí se murieron diez de ellos; que así tratan los portugueses a los castellanos. De manera que no quedaron más que ocho. En esto paró la armada que Hernán Cortés envió a la Especiería…”. López de Gómara, Francisco. La conquista de México. Ediciones Linkgua. Barcelona, 2020. Páginas 334 y 335.

[69] “…Al tiempo que Alvaro de Saavedra llegó en Maluco estaba preso Fernando de Bustamante Contador General, porque se decía publicamente que se había querido huir á los portugueses como de hecho había huido y le tomaron en un lugar de indios en la misma isla de Tidore…”. De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Páginas 385 y 386.

[70] “…Cuando partieron de Tidori, inmediatamente tuvieron noticia los portugueses de que iba desarmada la mejor gente que había entre los castellanos con la mayor parte de los moros de la isla, y según fama publica les dio ese aviso el contador general de S. M. Fernando de Bustamante…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 129.

[71] “…Salieron, pues, de Tidori cinco paraoles con Alonso de los Ríos, once compañeros y los moros de Tidori. y de Gilolo el dia 20 de Octubre de 1529 á rodear la isla Batachina, para destruir unos pueblos de los enemigos que estaban á cosa de 50 leguas de Maluco en la parte del E. de esa isla; y Quichil-Rade con otros paraoles, seis castellanos y Andrés de Urdaneta se dirigieron á Moro…”. Ibídem. Página 128.

[72] Colección de documentos inéditos para la historia de España por el Marqués de la Fuensanta del Valle, José Sancho Rayon y Francisco de Zabalburu. Tomo LXXVIH. Imprenta de Miguel Ginesta. Madrid, 1882. Página 301.

[73] “…Sabiendo eso los portugueses y que con Hernando de la Torre solo quedaban treinta y siete hombres, teniendo ademas de su parte al espresado Bustamante que ya se había carteado con ellos, fue á Tidori con grande armada y todo su poder D. Jorge de Meneses con los portugueses y muchos indios amigos suyos el dia 28 de Octubre de 1529…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 129.

[74] “…Con este convenio entregaron á los portugueses el baluarte con toda la artillería y el capitán Hernando de la Torre salió de la fortaleza con veinte y tres hombres quedándose doce castellanos en servicio del Rey de Portugal, á los cuales hizo pregonar por traidores, y que confiscaba sus haciendas y bienes para la cámara y fisco de S. M…”. Ibídem. Página 132.

[75] Torres Lanzas, Pedro.  Catálogo de los documentos relativos a las Islas Filipinas existentes en el Archivo de Indias de Sevilla. Desde los primeros descubrimientos de portugueses y castellanos en oriente, occidente y mediodía, hasta la muerte de Legazpi. Tomo I (1493-1572). Compañía General de Tabacos de Filipinas. Barcelona, 1925. Página 153.

[76] Bañas Llanos, María Belén. “La Extremadura, del Reino de León, en la primera circunnavegación (1519-1524)”. Carlos V y el mar: el viaje de circunnavegación de Magallanes-Elcano y la era de las especias / coord. por Rosa María Martínez de Codes, César Chaparro Gómez. Fundación Academia Europea e Iberoamericana de Yuste. Cáceres, 2021. Página 294.

[77] Torres Lanzas, Pedro. Opus Cit. Página 153.

[78]“…que Hernando de la Torre con los castellanos que quisiesen seguirlo, saliesen de las islas de Maluco en el tiempo que mediaba hasta el medio día siguiente, llevando sus haciendas y todo lo que pudiesen conducir en un bergantín pequeño que tenían, y dos paraoles que D. Jorge de Meneses les prestaba, para que se retirasen á Zamafo…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 131.

[79] “…Estaba, pues, Hernando de la Torre en Zamafo cuando el día 8 de Diciembre de 1529 llegó allí de arribada la caravela Florida con veinte y dos personas, habiéndosele muerto cinco, incluso el capitán Sayavedra. La caravela ya estaba comida de la broma; se le entregó á Hernando de la Torre con lo que iba en ella; y sus individuos, viendo el trabajo que se padecía, se dispersaron, aunque algunos quedaron allí…”. Ibídem. Página 139.

[80] “…en este mismo tiempo hobo ciertas discordias entre los portugueses é los indios de Terrenate sobre un puerco que un principal de Terrenate mató porque se le había entrado en casa porque todos estos indios de Maluco son de la secta mahomética é son muy enemigos de los puercos, acertó de ser de la capitanía de D. Jorge de Meneses el puerco é como supo que aquel indio le mató envióle á llamar á la fortaleza é hízole comer por fuerza un pedazo de tocino, por lo cual agraviándose mucho Guichil de Redes comenzó á tratar traición á los portugueses, hizo saber su voluntad á Guichil Hume, el cual se ofreció también de matar á los castellanos é para efectuar su maldad acordaron de hacer paces…”. De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Página 411.

[81] Andaya, Leonard Y. “Los primeros contactos de los españoles con el mundo, de las Molucas en las Islas de las Especias”. Revista Española del Pacífico. Número 2. Año II. Asociación Española de Estudios del Pacífico. Madrid, 1992. Página 77.

[82] “…Pedro de Montemayor partió de Maluco para la India en Enero de 1532, ó según el documento n.° 18, en Marzo del mismo año, y los castellanos eran entonces 27 o 28 hombres, porque todos los demas habían muerto con las dolencias y grandes trabajos, y estos continuaban en el espíritu y en las personas, sin tener calzado ni que gastar…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 149.

[83] “… Item es comcordado e asentado entre los dichos procuradores, em nombre de los dichos Señores sus Constituientes, que para se saber las yslas, tierras y mares y derecho y actión dellos, que por este contrato el dicho Señor Emperador e rrey de Castilla asy vende, con la comdición que dicha es, al dicho Señor Rey de Portugal, desde agora pera todo siempre, han hechada una línia de polo a polo, conuiene a saber, del norte al sul, por huum semicírculo que diste de Maluquo al Nordeste, tomando la quarta del Este, diez y nueue grados, a que conrrespondem diez y sete grados escasos en la equinocial, em que montam dozientas y nouienta y sete legoas y media más a Oriente de las islas de Maluquo…”. Archivo General de Indias. Capitulación entre el Rey de España y el Rey de Portugal. PATRONATO,48. R.10.

[84] Rodríguez González, Agustín Ramón. Opus Cit. Página 127.

[85] Bañas Llanos, María Belén. Las Islas de las Especias (Fuentes etnohistóricas sobre las islas Molucas) S. XIV-XX. Universidad de Extremadura. Cáceres, 2000. Página 21.

[86] Díaz-Trechuelo López Spínola, María Lourdes. «El Tratado de Tordesillas y su proyección en el Pacífico». Revista española del Pacífico. Número 4. Año IV. Asociación Española de Estudios del Pacífico. Madrid, 1994. Página 14.

[87] Miñana Estela, José Manuel. Continuación de la Historia general de España del P. Juan de Mariana. Tomo I. Don Benito Cano. Madrid, 1804. Página 224.

[88] “…enviaron á Pedro de Montemayor para que Ñuño de Acuña Gobernador de la India les certificase de lo que se hubiese hecho entre S. M. y el Rey de Portugal sobre la contratación de las islas de los Maluco (…) Pedro de Montemayor partió de Maluco para la India en Enero de 1532, ó según el documento n.° 18, en Marzo del mismo año…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Páginas 148 y 149.

[89] “…Por octubre de 1533 según Andrés de Urdaneta, ó el 26 de Noviembre según Hernando de la Torre 4 5, volvió de la India de Portugal á Maluco Pedro de Montemayor en compañía del capitán del Rey de Portugal Tristan de Taide que iba nombrado de capitán general y gobernador de Maluco…”. Ibídem. Página 149.

[90] “…Los castellanos entonces solo eran diez y siete, los mas de ellos enfermos, pues los otros habian muerto y llegada la armada de los portugueses sobre Gilolo (…) Tristan de Taide le dijo á Hernando de la Torre ¿para qué estaba en aquellas islas donde se le morían todos los compañeros ? y ¿por qué no se salia de entre aquellos moros y se iba donde había cristianos? qué si quería, él los llevaría á Terrenate y enviaría de allí á Portugal…”. Ibídem. Página 151

[91] “…El dia 15 de Enero de 1534 según Andrés de Urdaneta , ó el 16 de Febrero del mismo año según Hernando de la Torre  se embarcó este con los mas de los compañeros, y partió de Terrenate para la India con Jordán de Fretes: fueron á Ambón donde tomaron bastimentos; pasaron de allí á Banda; continuando de aquí hacia Malaca, arribaron á la isla de Java, donde estuvieron casi dos meses rehaciéndose de víveres; y siguiendo su viage, llegaron á Malaca el dia 15 de Agosto del mismo año…”. Ibídem. Página 152.

[92] “…lleváronnos á Malaca á una fortaleza del rey de Portugal, y estaba por capitán della un hidalgo que se decia García de Saa, que vive en el Puerto de Portugal , y entregáronnos á él, y él nos dijo, que los que quisiésemos tomar sueldo, que se lo, mandaría asentar, y nosotros dijimos que no lo queríamos tomar, que mantenimiento tomaríamos para sustentarnos, y allí nos detuvieron dos años y medio, y allí murieron diez o doce de los nuestros de calenturas…”. Ibídem. Página 485.

[93] Ibídem. Página 154.

[94] Comellas, José Luis. La primera vuelta al Mundo. Ediciones Rialp. Madrid, 2012. Página 172.

[95]“…partieron de Santa Elena, y siguiendo su viage para Portugal, llegaron á la ciudad de Lisboa el dia 26 de Junio de 1536. El piloto Maclas del Poyo tenia en la caja de su compañero Urdaneta todas las escrituras, libros y cartas; y cuando desembarcaron en Lisboa, el guarda mayor de las naos, que llegaban de la India, miró muy bien la persona de Urdaneta, y después registró la caja donde halló en un porta-cartas la relación y la carta que Hernando de la Torre enviaba á S. M .; el libro de la contaduría de la nao en que habían ido á Maluco; otro libro grande de Urdaneta; unas cartas de castellanos de su Compañía, que quedaban en la India de Portugal, los papeles que tenían asentadas las islas de Maluco, de Banda y otras, cerrados como cartas mensageras para conducirlos con mas disimulo; la derrota que habían hecho de España á Maluco; la que hizo la carabela que fue de Nueva España á aquellas islas, con otras memorias y escrituras, todo lo cual tomó dicho guarda mayor sin quererlo volver (…). La nao S. Roque, en que habia ido Urdaneta, fue la primera que llegó á Lisboa; le siguió la otra en que iba Francisco de Paris, y la última fue la nao Gallega, en que iba Hernando de la Torre…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Páginas 159 y 160.

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