Oct 011977
 

Dionisio Prieto Aguilar.

Un ilustre sacerdote muy vinculado a la organización de estos Coloquios Históricos de Extremadura, valorando con exceso mi capacidad y competencia, que le agradezco y mucho me honra, ha tenido la amabilidad de pedir mi aportación con algún trabajo a las sesiones de esta su séptima edición.

Conocedor de mi lógica preocupación, como alumno protegido, por los problemas del Colegio de huérfanos de Plasencia, fundado por Don Calixto Payán y Vargas, Marqués de la Constancia, en cuya solución vengo trabajando desde hace años, cortésmente me indicó que podría ser interesante hablar de esta Institución benéfico-docente, que redimió a centenares de huérfanos de la diócesis placentina de la indigencia y la ignorancia.

En la conmemoración del centenario de esta Fundación benéfica, celebrado en el año de 1969, tuve el honor de ser designado para pronunciar una conferencia, que encabezaba con el mismo título de este trabajo, por la que fundamentalmente pretendía despertar la atención acerca de la evidente decadencia de su Colegio, aprovechando la resonancia de esta efemérides y la magna concentración en Plasencia de antiguos alumnos, llegados de los más diversos y lejanos lugares de su habitual residencia.

No era nueva para mi esta idea. Desde hace años, en la breve hoja del Boletín informativo de la Asociación de antiguos alumnos, y en las reuniones anuales de la festividad de San Calixto, bajo cuya Advocación se rige la vida religiosa del Colegio, vengo insistiendo en la necesidad de acometer con urgencia la reestructuración de su capital, y en dotarle de una nueva organización, ya que de continuar con impasible indiferencia ante su situación actual, podríamos asistir en fecha no lejana a su cierta e inevitable desaparición.

Conviene señalar ante todo, que la causa fundamental de la actual decadencia de esta Fundación, que llegó a sostener en su internado, durante largos períodos a más de 150 alumnos, cuando en los últimos treinta años no ha llegado a rebasar el medio centenar, no obedece a la disminución de su patrimonio, ni a la cuantía de sus rentas, sino a la pérdida de la capacidad real adquisitiva de éstas, originadas por la constante depreciación de la moneda. Así se observa, que fundaciones prósperas a principio de siglo y con el mismo capital, apencas si pueden hoy subsistir.

Junto a este tema, ampliamente desarrollado en la conferencia, considero conveniente ofrecer algunas referencias de las actividades del Colegio para mejor conocimiento de su Fundación.

BALANCE DEL COLEGIO

En la vida del Colegio en su primer siglo de existencia, debemos distinguir dos etapas perfectamente diferenciadas.

La primera de muy larga duración, que comprende el periodo de sus setenta primeros años, constituye la época dorada del Colegio, en la que las rentas de la Fundación, no solo eran suficientes para sostener el elevado número de huérfanos antes citado, sino para emprender con sus excedentes el pretencioso proyecto de construir un nuevo colegio de enormes dimensiones, hoy cuartel militar, que, por dificultades económicas, en las últimas fases de su edificación tuvo que enajenar.

El Colegio estaba a tope de la capacidad de su internado, y la Fundación podía cumplir con toda amplitud los fines de protección, educación y enseñanza.

Centenares de alumnos se formaron en esta larga etapa en las distintas ramas de la artesanía y servicios; en los estudios para sacerdotes, maestros de primera enseñanza y del bachillerato, que llevaron por todo el ámbito nacional, y más allá de sus fronteras, el amor a su Fundador, el espíritu del colegio y el recuerdo perenne de la ciudad de Plasencia de su juventud.

Como en toda familia numerosa su suerte en la vida fue diversa. Unos ejercieron sus profesiones y oficios, y levantaron industrias con mayor o menor éxito. Otros alcanzaron grados eclesiásticos, militares y administrativos de relieve, y prestigio y honores en el profesorado y en la enseñanza primaria; y algunos tal vez más débiles o peor preparados, conocieron el fracaso ante el vacío que se produce al salir del colegio en la dura lucha por conseguir, sin protección alguna, un puesto en la sociedad.

Si tuviera que destacar alguna de estas vidas, con respeto y admiración por el noble esfuerzo de las demás, yo me inclinaría ante las figuras de dos maestros nacionales, recientemente fallecidos, que, con reconocida competencia y méritos para ocupar más importantes destinos, renunciaron voluntariamente a las ambiciones humanas y se sumieron durante más de treinta años en las aldeas y alquerías de las inhóspitas Hurdes de aquellos tiempos, iluminando las mentes de humildes generaciones, con un espíritu franciscano que causó la emoción y admiración de algún ministro en visita oficial a aquella región.

Pocas condecoraciones fueron mas justas que las otorgadas a aquellos modestos compañeros por sus oscuros y abnegados servicios.

Precisamente se presenta en estas reuniones un trabajo elaborado por un placentino integral, amante de la Fundación, en torno a la figura de Monseñor Ildefonso Prieto López, Prelado Auditor del Tribunal de la Rota de Madrid, el alumno más sobresaliente formado en el Colegio durante esta etapa.

El segundo período comenzó en el año de 1943, después de nuestra guerra civil, en la que nuestra Fundación sufrió importantes pérdidas en sus rentas por la aplicación de la ley del desbloqueo de sus cuentas bancarias. A partir de esta fecha. la dirección del Colegio y de su internado fue encomendado a la Comunidad de los Hermanos Maristas, que la inauguró con 37 niños huérfanos.

Bajo este régimen en el que actualmente continúa, se produjo una profunda transformación en su colegio, y sus puertas se abrieron de par en par a la enseñanza y al internado de la juventud placentina y de su comarca, con lo cual se encontró la ciudad con un importante centro escolar religioso del que carecía. Dentro de esta masa de escolares y estudiantes pertenecientes a todas las clases sociales, quedaron integrados el reducido número de sus alumnos huérfanos.

Pocas referencias tenemos de los huérfanos de esta nueva etapa. Solo sabemos de algunos que profesaron en la Comunidad marista y de otros que ocupan puestos en distintos destinos.

Pero la situación actual del Colegio puede llegar pronto a su fin. En este sentido se manifestaron años atrás los Hermanos maristas en su aspiración plausible y lógica de construir un Colegio de propiedad exclusiva, en la ciudad, que reuniera las condiciones pedagógicas exigibles a los centros de enseñanza modernos, de las que carece el vetusto colegio actual. Cuando estos propósitos se cumplan y la Comunidad marista rescinda el contrato establecido con la Fundación, se planteará el problema de la acomodación y destino de sus huérfanos y de la continuidad de su Colegio.

PROPUESTA DE SOLUCIÓN

Como posible solución de este problema, formulaba en aquel acto una propuesta basada en la reestructuración del capital de la Fundación, formado en su mayor parte por un valioso patrimonio inmobiliario, totalmente improductivo, y proceder a su enajenación, presumiblemente fácil, dada su céntrica situación en la ciudad. Con el producto de estas ventas, podría obtenerse el capital suficiente para construir sobradamente, no otro colegio propiamente dicho, que requeriría una costosa plantilla de profesorado, sino una moderna Residencia de estudiantes.

Cuando las rentas de la Fundación no permitieran sostener el número de huérfanos suficiente, para cubrir la totalidad de las plazas de su internado, podría admitirse para ocupar las restantes vacantes a estudiantes pensionistas. Con este internado mixto de huérfanos y estudiantes de pago, que se podría elevar o reducir, se encontraría el equilibrio necesario y la fórmula ideal para la continuidad indefinida de su Colegio, que yo limitaba a otro siglo.

CONSTRUCCIÓN DE LA RESIDENCIA

Para que este proyecto pudiera llevarse a efecto con las necesarias garantías de éxito, y poder gozar de atractivo en la juventud pensionista, el inmueble de la Residencia debería estar dotado de todas las comodidades que ofrece la vida moderna, con instalaciones dentro de su recinto o en sus proximidades, de amplias zonas para la práctica de los diversos deportes, que tanto distingue y valora a estos Centros, y cuya construcción viene siendo promovida y protegida por el Estado, por lo que su ubicación habría de situarse fuera de la zona urbana de la ciudad.

Una Residencia con capacidad para 150 a 200 plazas de alumnos internos, en la que no se impartiría enseñanza alguna, que se pudiera recibir en los centros oficiales y de Formación profesional de la ciudad. Estaría regida por uno o dos educadores a nivel universitario, con una organización que rompiera la tradicional del antiguo colegio, en la que los alumnos mejor dotados y con auténtica vocación para los estudios, pudieran prolongarlos en las universidades y escuelas técnicas, protegidos por la Fundación y con la ayuda de becas oficiales y particulares. Podría ser un Centro de formación de una juventud selecta, con posibilidades de establecer en vacaciones intercambios escolares con estudiantes nacionales para el mutuo conocimiento de las regiones españolas, y también con extranjeros, especialmente en una loable aspiración de organizar cursillos de castellano, historia, arte, etc., establecidos en tantas capitales españolas, a cuya acción cultural y turística se incorporaría una ciudad extremeña.

La solución que brevemente acabamos de exponer, tuvo una favorable acogida entre el numeroso público asistente a dicho acto, formado en su mayoría por antiguos alumnos del Colegio y, asimismo, fue clara la opinión del Sr. Obispo de Plasencia, Presidente del Patronato de la Fundación cuando en la misa de acción de gracias, celebrada en la catedral, y programada como uno de los actos mas solemnes del centenario, manifestó en la homilía la necesidad de hacer todo lo posible por mejorar el Colegio en la forma que tan acertadamente se había dicho en la conferencia de la tarde anterior.

También fue inequívoca la diligente actitud del Alcalde de Plasencia, Vicepresidente del Patronato, con la presentación en el primer pleno celebrado por la Corporación municipal, de una moción, solicitando la cesión de unos terrenos comunales en las afueras de la ciudad para construir el nuevo colegio, que fue aprobada por unanimidad.

Posteriormente realicé, a indicaciones del Patronato, un amplio y detallado estudio económico referido a la valoración del patrimonio de la Fundación, costes de la construcción y equipamiento de la Residencia, y de las instalaciones deportivas, gastos de sostenimiento del internado, del personal y la dirección, ingresos previsibles, etc., que examinado en una reunión de sus miembros, le encontró convincente y viable. No obstante, hice una tirada en multicopista de un centenar de ejemplares, que envié a personas técnicas y competentes, la mayoría placentinos, con el fin de someter dicho estudio a información pública y crítica, dispuesto a rectificar cualquier error de cálculo o de concepto, sin que se formulara ninguna objeción.

Después de tan esperanzadoras actitudes, incomprensiblemente, y sin alegar razonamiento válido alguno, fue cayendo este proyecto, que pudo ser ya realidad a uno costes que no volveremos a conocer, en el silencio de las causas perdidas.

Podrá parecer insólito el planteamiento en estos coloquios de un tema actual, alejado de los predominantemente históricos, que constituyen su principal objetivo. Su inscripción entre otras más relevantes comunicaciones, viene determinada por la categoría y valor social, que a mi juicio, debemos conceder a una Institución auténticamente extremeña por el origen de su Fundador, nacido en Badajoz, y de su ubicación en una ciudad cacereña, si además añadimos, su larga existencia de más de un siglo en que comúnmente sé entiende se ha traspasado ya los umbrales de la historia.

De otra parte, en mi ya largo peregrinaje en busca de comprensión y apoyo para esta obra benéfica, la utilización del valor de esta tribuna que gentilmente me brindaron personas de espíritu altruista, conocedores de la Fundación y de su fecunda historia, alcanza los límites, nada despreciables, de la más alta resonancia en el ámbito regional.

Afortunadamente abundan más de lo que pudiera suponerse los sentimientos caritativos y benéficos. En una serie de programas de la televisión, de proyección reciente, por los que desfilaron personalidades de la máxima actualidad española, pudimos oír a uno de los entrevistados, actualmente ministro del Gobierno, que su gran ilusión y deseo era el de poder legar a la posteridad una fundación benéfico docente.

Pocas acciones humanas revisten mayor trascendencia y valoración social, ni otorgan a sus benefactores tan larga o eterna posteridad, como las destinadas al servicio o en beneficio del prójimo.

La mayor gloria del Marqués de la Constancia, fundador del Colegio de huérfanos placentino, estriba en su obra benéfica, por la que viene permaneciendo vivo más de un siglo, en el fervoroso recuerdo de centenares de sus alumnos protegidos, y su nombre es constantemente bendecido en todas las geografías de sus residencias.

La primera decisión, adoptada por la Asociación de antiguos alumnos del Colegio, fue la de realizar una demostración publica de gratitud a su Fundador, con la erección de un monumento a su memoria, que hoy se alza en los mas bellos jardines de la ciudad placentina.

También acordaron proyectar su espíritu caritativo y benéfico en la capital de España, en donde residía un numeroso grupo de antiguos alumnos, mediante la entronización de una imagen de San Calixto en la ermita de la Virgen del Puerto madrileña. Hoy este Santo Papa, de veneración, privada en el Colegio, por haber sido proclamado Patrón Nacional de la Construcción, se sitúa en el ancho camino de poder alcanzar la cima de las grandes devociones.

Con fervor vengo pidiendo a San Calixto, que de su humilde condición de esclavo llegó a escalar la máxima cumbre del Pontificado, que inspire a las poderosas empresas de este importante Sector industrial o a algunos de sus hombres, el espíritu benéfico de su Advocación, en la protección y apoyo al Colegio placentino cuna del origen de su culto en España.

Y para terminar, y en el sentido deseo de generalizar este tema benéfico, me permito indicar que podría reportar una indudable y positiva eficacia regional, la constitución de una Asociación de amigos de estas Instituciones de Extremadura, limitando su actuación a funciones mediadoras y de orientación de las acciones de esta naturaleza.

Tendría por finalidad, la canalización de las futuras donaciones hacia las Instituciones benéficas particulares existentes en las dos provincias extremeñas, necesitadas de ayuda económica para su subsistencia y normal funcionamiento.

Fundamentamos esta sugerencia en la propia voluntad de los benefactores, que al legar a perpetuidad un capital en beneficio de determinados grupos sociales (niños huérfanos, ancianos, subnormales, etc., cuya protección asumirá cada vez más el Estado), redunda al propio tiempo en favor de la Sociedad y, en cierto modo, la impone el deber de su defensa.

De otra parte, es el mismo Estado quien viene estimulando estas acciones, al conceder sean deducidas de la base de los impuestos directos, las cantidades, cualquiera que sea su cuantía, donadas a las fundaciones benéficas y benéfico-docentes, para la investigación científica, becas a estas Instituciones, así como el coste efectivo de la compra de libros donados a las bibliotecas públicas, incluidas, por tanto, las de carácter municipal.

Pero por encima de todas estas consideraciones, debemos invocar el cumplimiento del precepto cristiano de amor al prójimo, que constituye uno de los dos grandes pilares en que se centra la doctrina de sus mandamientos.

Madrid, septiembre de 1.977
DIONISIO PRIETO AGUILAR Antiguo alumno del Colegio de Huérfanos de la Constancia de Plasencia.

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