Manuel Rubio Andrada
Resumen
El motivo principal de nuestro trabajo ha sido la presencia de cascos de bronce rematados en la parte superior por cuernos en forma de lira, presentes en varias pinturas y grabados rupestres del entorno de la sierra de Logrosán (Cáceres).
Ello es un claro indicio de la existencia de un temprano comercio entre los lugareños y la potencia mercantil que hacía posible su adquisición al por mayor desde el lugar de origen de su manufactura en Europa central; el traslado y posterior distribución en distintos grupos sociales.
Generalidades
En este trabajo hemos ampliado el estudio del entorno de la sierra de Logrosán; nuestra actividad se ha extendido a una lejanía que no pasa de los límites naturales marcados por los ríos Ruecas, Berzocana y Almonte. En él intentamos aproximarnos a las cuestiones comerciales derivadas del mineral de estaño, concretamente en la Edad del Bronce.
La mencionada sierra es un lugar privilegiado para los estudiosos del tema por la presencia en ella de casiterita, localizada superficialmente y bastante abundante. Recordemos que ese mineral es imprescindible en las manufacturas de bronce, edad histórica en la que debemos situarnos.
Los restos materiales ya descubiertos nos han servido como fuentes; algunos, a nuestro entender han sido superficialmente utilizados, incluso por nosotros mismos. Así pues volveremos sobre grabados, pinturas rupestres, estelas decoradas, etc., ahora intentamos darles mayor profundidad aunque su número siga siendo igualmente escaso.
Así pues, la minería, metalurgia y comercio en Logrosán fueron actividades importantes en el periodo de tiempo donde se sitúa el Bronce Medio y Final (1500-700 a. C.): los restos que mencionamos como fuentes hacen referencia a esos lejanos momentos.
En la actualidad los estudios generales realizados sobre el comercio primitivo[1] inciden principalmente en determinados aspectos de localización espacial, sobre todo las rutas. Los modos como se realizaron, los necesarios lugares de encuentro etc. han sido estudiados en menor proporción; el comercio de la sierra de Logrosán no se ha visto libre de estas tendencias.
Admitimos que ciertos procesos mercantiles suelen acontecer de forma parecida cuando las dos partes que intervienen presentan desarrollos sociales semejantes; en general también es evidente lo contrario, a circunstancias sociales diferentes corresponden distintas formas mercantiles de actuar.
En nuestro caso los que intervienen son por una parte la sociedad logrosaniega, en desarrollo social bastante primitivo. Aunque desconocemos con claridad su estructura las huellas, que veremos a lo largo de este trabajo, conducen más bien a los patrones propios del Bronce Medio: división en clanes familiares. Hasta ahora este momento cultural no está presentes en los restos a pie de mina.
La realidad nos exige admitir otro grupo, el formado por mercaderes, que en ese momento mayoritariamente estaba formado por comerciantes representantes de un lejano imperio colonial, impulsados y coordinados en jefaturas; estos debían estar técnicamente bien preparados, con gran experiencia comercial. Pudo haber otros grupos que participaran en el tráfico de mercancías de los cuales no conocemos rastro, bien porque no exista o bien porque nosotros no lo hemos sabido ver.
En el mercantilismo apuntado, estarían presentes las dificultades generales parejas al encuentro entre grupos humanos extraños como las derivadas del desconocimiento de lugares, los numerosos idiomas que existirían incluso en terrenos bastante próximos, lo propio de una sociedad compuesta como hemos dicho por clanes familiares a veces opuestos y aparentemente bastante disgregados.
Completan este panorama los pequeños estados del Bronce Final generalmente asentados en elevaciones de acusados relieves: se han encontrado restos además de Logrosán en el cerro del Castillo, Cañamero (Cáceres); en el Valle de los Lirios, Sta Cruz de la Sierra (Cáceres); en el cerro del Castillejo, Robledillo de Trujillo (Cáceres); en Sierra de Fuentes, Aliseda etc. La habitabilidad de esos lugares nos resulta hoy de difícil comprensión sobre todo en la sequedad del estío y en los fríos de época invernal. Para completar este bosquejo diremos que estas fortificaciones nos conducen a suponer con fundamento que los poblados frecuentemente estaban enfrentados entre sí, en constantes alternancias de equilibrio-desequilibrio de poder.
Dijimos que el establecimiento de una sociedad jerarquizada era una necesidad para un comercio desarrollado. Al final de una serie de relaciones menores con intermediarios de aquí y allá, se necesitaba entenderse con alguien responsable al que habría de tantear y conocer. Alguien debía tomar decisiones para finalizar los procesos de trueque pues había que transferir determinado producto a cambio de… no parece que la casiterita estuviera ausente de estos procesos.
Puesto que todas las fuentes que ahora empleamos son de serranía, el traslado y establecimiento en llano con abundante agua no parece que fuera una condición indespensable para crear el mercadeo que ahora nos ocupa al fin basado en unas claras diferencias estructurales: por una parte la sociedad jerárquica tartesio-fenicia y por otra una sociedad más primitiva dividida en pequeños clanes familiares.
De la sierra de San Cristóbal de Logrosán, también conocemos una serie de materiales arqueológico-mineros que sus numerosos excavadores han puesto a disposición de todos nosotros a través de varias publicaciones.
Inicialmente, en la década de los años 50 – 60 del pasado siglo, fue el geólogo Vicente Sos Baynat el impulsor de los estudios minero-arqueológico[2]. Todo su trabajo fue mencionado y continuado por otro colega suyo, Craig Merideth y posteriormente otros entusiastas excavadores.
Tras estas, surgieron las correspondientes publicaciones cuyo conocimiento facilita la bibliografía que publicamos. En general, siguen las líneas directivas definidas por Craig Merideth aunque ampliando el campo de investigación.
Como antes dijimos para profundizar en las realizaciones hemos usado también, los grabados y pinturas rupestres como un fiel reflejo de las sociedades que las hicieron posibles.
En ese sentido, para el más temprano periodo precolonial, aportamos un documento especialmente valioso aunque poco trabajado como importante fuente de información, se trata del grabado del Cándalo. Creemos que con él podemos aportar nuevos contenidos y juzgamos de interés su inclusión para acercarnos a como estaban las sociedades especialmente la de la sierra de Logrosán, al iniciarse la relación entre las diferentes culturas: la nativa, la atlántica y la tartesio-fenicia.
- Primeros contactos: el grabado del Cándalo
2.1 Diversas cuestiones
Ya hace años tuvimos la suerte de encontrar este curioso grabado que en su día publicamos[3].
En términos generales se situó en la cresta de la sierra de Guadalupe, vecina por el NW a la de San Cristóbal de Logrosán; concretamente en el primer tercio del acusado descenso desde el pico Venero al collado de los Labrados (Fig 1 y 2). Ocupa una superficie lisa de poco más de un metro cuadrado.
Figura 1. Fotografía del grabado del Cándalo
Figura 2. Grabado del Cándalo. Calco-dibujo
Como ya describimos, sus dibujos son un repertorio de formas variadas, aunque resultan un tanto abigarradas, la mayoría son reconocibles; es evidente que están alejadas de superposiciones y de caos distributivo que presentan la mayoría de las realizaciones de su época; es también reconocible que carece de distribuciones alineadas; ello denota una inteligencia en el camino de la madurez, capacitada ya para ordenar ideas y distribuirlas en el soporte con claridad a pesar de su simpleza. En fin, se intentó aproximar su comprensión al expectador: creemos que, al menos en parte, se consiguió.
Asumidas en este grabado esas características creemos oportuno describirlas brevemente.
Para su observación recomendamos situarse dando la frente al noroeste; así dispuestos las formas más distantes deben ser las lanceoladas.
2.2 Descripción
Hemos distinguido cuatro clases de objetos. Un grupo lo forman las armas: son evidentes flechas, puntas lanceoladas reforzadas con nervio central, pequeñas alabardas y una forma de hoja de espada, ancha y corta, dibujada en la parte inferior. La mayoría de estas formas poseen pequeños añadidos lineales o disposiciones caprichosas lo que les hace presentar ambigüedades que interfieren su comprensión.
Otro conjunto está constituido por figuras sacras: en él incluimos un bitriangular que ocupa el centro (Fig 3a). Este tipo de representaciones pertenecen al mundo religioso del Neolítico y Calcolítico, recordemos los decorados triangulares de los abundantes ídolos-placa de nuestro megalitismo al igual que un elevado número de figuras pintadas en rocas con esas mismas características formales.
Su inclusión en este grabado, a nuestro entender, admite una doble valoración: una, participa formalmente de esquemas con contenidos humanos pero, su mayor tamaño, su situación central y sobre todo los atributos que porta señalan indudables fondos sacros: el bitriangular lleva adheridos inferiormente un asterisco que le proporciona contenidos estelares, astrales y en él una estructura rectangular a la que como veremos, daremos un sentido semejante aunque más difuso y menos conocido.
Figura 3 a.- Bitriangular con sus atributos: asterisco y figura rectángular
Por estas cuestiones aceptamos en el bitriangular un valor sacralizante, un intermediario de los dos mundos en los que suele participar: el terrenal y el cósmico.
Por otra parte, el asterisco que acompaña a esta figura es un signo representativo del planeta Venus[4]; como acabamos de indicar, va acompañado en uno de sus radios por una estructura rectangular simplificada -posible representación esquematizada de su balsa astral[5]-. Además como estamos viendo, todas estas cuestiones contribuyen a dar al doble triangular un protagonismo destacado en el relato.
Otro asterisco se realizó algo apartado del resto de las figuras; no lo recoge la fotografía aunque sí el dibujo que ofrecemos, indica uno de los dos lugares que Venus ocupa en el firmamento: con pocas dudas debe aludir a dicho planeta.
Incluimos en este mismo grupo otras dos estructuras rectangulares semejantes: la segunda se localiza en la parte superior, en la forma lanceolada de mayor tamaño; finalmente se trazó una tercera, algo más compleja y algo deteriorada, en el límite derecho de la superficie útil de la roca.
Otro objeto significativo en parecido sentido aunque menos llamativo, es el círculo cortado por un diámetro, situado en la parte superior izquierda -admitido por su forma como representación del disco solar-. Todo este grupo de figuras deben completar la simbología de carácter cósmico que, en nuestra opinión, se ofreció parcialmente con estas formas.
Según los relatos egipcios, muy extendidos en ese periodo, el azul del cielo era aceptado como agua, continuación cósmica del mar terrestre: dioses y cuerpos celestes se desplazaban por él en sus barcas sagradas, era su morada. Con estos supuestos se estructuraban las narraciones de las barcas sagradas transportadoras del dios Ra -el Sol- por el mar celeste -firmamento-. Destacó Venus, el bien llamado planeta rojo que, en ocasiones, ocupaba un lugar femenino preeminente como esposa del Sol. Recordemos que su brillo rojizo es el mismo color del metal fundido. Al atardecer, cuando le corresponde, está frecuentemente bien visible como único morador en el firmamento del SW; en otros periodos ocupa un lugar opuesto como Lucero del Alba.
Desconocemos las tramas de este grabado y de otro relacionable con él por ciertas semejanzas aunque, como acabamos de ver, el argumento nos es lejanamente rastreable si establecemos relaciones con antiguas mitología cósmica como la egipcia,
Figura 3 b.- Antropomorfo esquematizado inclinado
Siguiendo con la descripción de formas incluimos el antropomorfo esquematizado en un tercer grupo (Fig 3 b); se realizó en el centro, más bien en la parte baja. El esquema corporal es elemental, cabeza, tronco y extremidades con un par más de lo real; la falta de correspondencia entre el número de estas y la cantidad expresada es un hecho que se repite con frecuencia en el arte esquemático tanto en antropomorfos como en animales, sirvan de ejemplo los representados en los Riscos de Paulino, Berzocana (Cáceres)[6] y de San Blas, Alburquerque (Badajoz)[7].
Es evidente que la figura no se intentó mostrar en pie, así pues su disposición inclinada pensamos que no es casual. Se determinó realizar la figura inclinada intentando dar a suponer su eminente caída; en el momento siguiente pasaría a la posición de echado; muy semejante a la del personaje de la estela funeraria de Solana de Cabañas (Cáceres)[8].
Dando un paso más diremos que según deducimos de ambas posiciones, se trata de la representación de un difunto. Suponemos que de esta manera debió acoplarse como partícipe y protagonista importante del argumento. No obstante, el estilo esquemático de su trazado nos puede producir sospechas sobre su coetaneidad con el resto de figuras más figurativas: es decir, se puede suponer que es un añadido. Sin embargo la ausencia de superposiciones denota en la concepción de la obra, un espacio reservado en lugar central para ser ocupado por algo o alguien en esa postura; así pues, en esa posición debía participar en el relato. Así pues, el lugar central debió reservarse desde las primeras concepciones mentales del grabado para un individuo echado: muy posiblemente un muerto.
Extendiendo algo más nuestras indagaciones, resulta poco verosímil que el muerto representado fuera un desconocido de lejana procedencia por ejemplo de más allá del río Guadiana, que es el lugar más posible para buscar el origen inmediato de los iconos sacros.
El sentido común nos dice que el muerto debió ser un conocido personaje, habitante de un poblado relativamente cercano, conocido en el entorno y no debía estar alejado del comercio de armas de Bronce de las que estos dibujos nos dan testimonio… es indudable que conocía los relatos sacros sureños… como hemos visto que había existencias de los mismos. Por todas estas cuestiones su perfil se acerca parcialmente al de un importante intermediario comercial.
Se puede hacer un cuarto grupo con distintas líneas y formas a las que no encontramos especial significado.
2.3 Conclusiones al grabado del Cándalo
Liberados los objetos de sus añadidos meramente decorativos, pensamos que comparten lo narrado participando adecuadamente en el argumento: cada uno con su correspondiente papel.
Si por su posición se acepta que el ramiforme representa un antropomorfo sin vida, no nos caben muchas dudas de ver en él la representación de un finado ligado a la tenencia de armas de bronce obtenidas por una necesaria ligazón con el comercio o al menos debemos admitir que fue un afanado coleccionista inmerso en unas vivencias religiosas procedentes del sur.
Además es evidente que tanto el difunto, el grabador y los que financiaron la obra fueron ocultadores del proceso metalúrgico y sustituido por relatos literarios-cósmicos-religiosos de tiempos calcolíticos anteriores.
Pero, ¿quién fue el autor de esta obra?.
El artista fue buscado y enviado, aunque no debemos excluir que aprovecharan su paso no demasiado casual por el lugar.
Nos inclinamos por afirmar que hizo sus obras por encargo: en nuestro caso se trataba de “retratar” a un difunto que era un pudiente “coleccionista” de armas. Para completar la obra debemos tener en cuenta que, en teoría ésta no se podía salir de determinados hechos conocidos en el ambiente; por razones esencialmente mercantiles y sacras, fue conveniente engañar recurriendo a viejos iconos a fin de dar a las armas un atrayente sentido mágico cósmico.
Él autor, los que le enviaron y sus financiadores forman un grupo; con una comunicación se dirigen a otro, los que hemos contemplado el grabado, podemos ser o no coincidentes con los conocimientos allí expuestos.
La escasez de realizaciones de obras semejantes hace sospechar que debieron tener poca aceptación, quizás por resultar inadecuados esos contenidos sacralizantes con las soluciones más reales y evidentes que ofrecían las manufacturas de objetos. Las mentalidades locales del momento estaban muy en contacto con la minería y la manufactura mostraba lo real a pesar de los esfuerzos por recurrir al origen sacro.
Por otra parte esta obra nos hace conocer que, en el entorno de la mina de la sierra de Logrosán ya sobresalía otro personaje, del mismo desconocido poblado, sucesor del difunto y mercader de sus manufacturas: él encargó la obra. En el fondo un marketing publicitario.
Los dos eran sobradamente conocidos en el entorno de la cercana mina y sin duda de otras personas bastante más alejadas. Gentes cercanas a ellos, los intermediarios, a veces de distintas procedencias, deberían ir completando las cuestiones necesarias y más directas con el comercio de armas: extracción y almacenaje de mineral, recogido de chatarra u otros bienes. Todo apunta a que había necesidad de lugares de encuentros comerciales, más o menos periódicos, bien conocidos por muchos, es decir pequeñas ferias.
Finalmente este grabado nos comunica que iba irrumpiendo ya el culto al individualismo: el mundo de las estelas de guerrero estaba llamando a la puerta, de ellas el grabado del Cándalo es un claro antecesor.
- Otros contactos posteriores: llegan los cascos liriformes (Fig 4a y 4 b)
4a 4b
Figuras 4a y 4b.- Cascos con forma de lira. El 4a se halló cerca de Vikso, Zealand, (Dinamarca); su procedencia es del centro de Europa. El 4b es de la necrópolis de Aráticos, Aranda de Moncayo, Zaragoza y procede del mediterráneo oriental
Los cascos en forma de lira se relacionan con la tauromaquia, debió ser en su tiempo una evolución novedosa: evocan con mayor intensidad en el poseedor las virtudes de los astados, la bravura, la fortaleza, valentía, fertilidad etc..
Según los estudiosos del tema la procedencia de estos tipos de casco no es clara: unas pistas llevan a los países centrales y nórdicos de Europa y otras al Mediterráneo oriental y central.
Dado que las relaciones con esta última zona eran numerosas y tempranas parece como probable que al menos alguno viajaría a través del amplio comercio sureño muy organizado por el gran imperio fenicio. A groso modo los centroeuropeos aparecen y se sitúan en fechas cercanas al 900 a. C.[9]; perduran en el tiempo, pues bastante más tardío son los hispanos llegados a época celtibérica[10].
3.1 El casco liriforme del grabado de la fuente del Moro
Tres grabados constituyen un pequeño grupo que puede aproximarnos para servir mínimamente de referencia al comercio en la sierra de Logrosán. Aunque hoy están exentos como resultado de rupturas, los tres fueron grabados en rocas inmuebles. Esto hace que unas veces se les incluya como “estelas”, denominación al menos dudosa que a nuestro entender tiene poca correspondencia, sobre todo con la forma de soportes de ese tipo de monumentos; tanto estos como sus contenidos nos hacen sospechar una heterodoxia cultural del mundo cultural de las estelas.
Dos de ellos fueron publicadas por Celestino Pérez con los números 23 y 24 de su corpus[11]; se corresponden con las fotografías que, procedentes de Antonio González Cordero, ofrece posteriormente Alonso Rodríguez[12].
Ambos poseen el esquema de sendos antropomorfos sin tocar; uno de ellos además ofrece un evidente escudo sin escotadura, con umbo central; el otro tiene varios objetos difíciles de identificar con claridad aunque se ha insinuado que pertenecen a objetos del mundo de la metalurgia.
El tercer grabado antropomorfo es el representado en la fotografía (Fig 5), lo estudiamos ahora detenidamente pues ha tenido poco protagonismo en los trabajos hasta ahora realizados.
Se publicó un dibujo que completaba un artículo de Sos Baynat[13]; un error en su impresión lo hizo lateralmente cambiado. En su artículo Sos Sayans nos da la situación exacta donde se encontraba y en nuestra visita hace ya bastantes años, allí seguía y allí lo dejamos. Hoy debe cubrirlo el zarzalón que rodea la fuente del Moro pues en sus inmediaciones estaba.
Nuestra observación de esta fotografía no nos permite añadir con certeza otros rasgos que el bien visible antropomorfo tocado con dos cascos, ambos en forma de cuerno, el mayor y más visible de ellos con forma de lira.
La figura, muy esquematizada, se localiza muy cerca del extremo izquierdo del soporte y pudo acompañarse de otras formas hoy desaparecidas o que no atinamos a ver.
Suponemos las siguientes fases en su trazado. Primeramente se realizó la línea central, habitualmente representativa del tronco, con bien visible falo y la cabeza; esta se hizo pequeña de tendencia triangular y se coronó superiormente con un pequeño casco de apuntados cuernos en V; lo completan centralmente un tracito horizontal y las extremidades inferiores. Hay bien visible un segundo casco liriforme, marcadamente resaltado en la parte superior del tronco.
Figura 5- Grabado antropomorfo con tocado liriforme de la fuente del Moro. Fotografía facilitada por D. Saturnino Iglesias Parra
El trazo central, representativo del tronco, se trazó pasado de largo y resulta desproporcionado en el dibujo; sin embargo permitió que entre el tracito horizontal, a manera de falda y la exigua representación del casco que superiormente corona la cabeza, se le añadiera uno mayor en forma de bien visible lira… mentalmente fue así concebido y planificado.
Estos cascos son una novedosa adquisición y, como hemos visto, de no cercana procedencia; su exhibición se debía destacar por los valores representados que, como dijimos, se suponían en el portador. Ellos muestran ausencia de posesión de más armas u otras riquezas o inquietudes religiosas; simplemente les bastaba portar y exhibir las virtudes de los astados a los que representaba.
No nos caben dudas de que su portador era un destacado personaje, un necesario jefe; aparentemente ese objeto colmaba sus escasas necesidades consumistas.
Las antiguas creencias y existencias armamentistas del mentado “coleccionista” parecen haber pasado al recuerdo; tampoco se observan restos de los ajuares de los guerreros presentes en las estelas: con pocas dudas el ambiente que acompaña el dibujo de esta figura es ciertamente austero, fiel representante de una heterodoxia cultural dentro de esos nuevos tiempos propios de las estelas y tan propicios a la exhibición de ricos y numerosos ajuares.
3.2 El casco liriforme de las pinturas rupestres del Risco de Paulino (Fug 6 y 7)
El abrigo rocoso que ahora presentamos está situado hacia el norte, no muy distante de Logrosán; a la salida de la cercana población de Berzocana en dirección a Cañamero; pasados unos dos km del cruce de Solana, a la izquierda.
Está muy cerca del lugar donde hallaron el famoso tesoro de Berzocana y el poblado medieval adjunto, con ellos no hemos encontrado ninguna correspondencia ni relación.
El color rojo del conjunto principal es bastante uniforme aunque las pinturas están mal conservadas preferentemente por deterioro natural de la roca; esta cuestión imposibilita o al menos dificulta el estudio de determinadas figuras no tanto de su conjunto.
El gran panel, como otros conjuntos menores cercanos, carecen de formas cuyo contenido pueda integrarse en la religiosidad propia de la sociedad tradicional calcolítica, casi siempre de naturaleza cósmica y tan evidentes en el arte rupestre al sur del río Guadiana e igualmente en el recién mencionado grabado del Cándalo a pesar de que ambas sociedades estén situadas en tiempos no demasiado cercano.
La carencia de algún rasgo de esa antigua iconografía en estas pinturas induce a suponer con fundamento que existía una acusada diferencia de valores religiosos en los habitantes de las dos sociedades.
En el panel que ahora tratamos localizamos la representación de un nuevo personaje de color blanco, con tocado semejante al ya mencionado en el grabado de la fuente del Moro, es decir en forma de lira. Corresponde al número 13 del conjunto principal y se realizó en estilo esquemático muy evolucionado (Fig 6 y 7).
Su cambio de color facilita pensar que pudiera haber sido un añadido posterior al más primitivo conjunto en rojo al que levemente se superpone en una figura aunque aparentemente de escasa transcendencia.
El gran conjunto, representado igualmente en estilo esquemático, nos muestra un grupo social compuesto por diversos elementos bastante disgregados. En él son destacables tres personajes con manos mutiladas: aparentemente les falta el dedo pulgar. Hay otras figuras que igualmente presentan indicios formales en ese mismo sentido.
Figura 6. Detalle de la pintura del gran conjunto del risco de Paulino, Berzocana (Cáceres). Personaje antropomorfo de color blanco, tocado con casco de cuernos liriformes.
Figura 7. Dibujo del calco del antropomorfo de color blanco
Hemos dicho que la sociedad representada estaba bastante disociada no distinguiendo con certeza distintos grupos representativos de los diversos clanes familiares que frecuentemente la componían. Este tema ha sido poco tratado en el arte esquemático aunque está bien representado en algunos conjuntos como el Risco de San Blas, Alburquerque (Badajoz)[14]; el Conjunto de Torrejón I-C-I o de los Varones, P. N. de Monfragüe, Torrejón (Cáceres)[15] y más alejado en Peña Escrita, Fuencaliente (Ciudad Real)[16].
Pero volvamos al personaje tocado; es innegable que la cuestión del casco le hace destacar dentro del grupo. El autor vivía en una sociedad en la cual la jefatura existía como una necesidad; la ausencia de este hecho en este grupo llamó su atención y seguidamente ideo completarlo. Cómo hipótesis de trabajo, la imagen oportuna de lo que le ofreció su memoria fue un difunto. Busco los pigmentos blancos, los preparó y nos ofreció su mensaje.
Hemos apuntado que pudo ser coetáneo a la realización del gran conjunto o ser añadido posteriormente; fuera una u otra cosa el fin fue el mismo: representar una sociedad en evolución, en situación bastante anárquica y apuntó la necesidad de pasar a otra más jerárquica con un buen visible jefe y con el símbolo que lo acreditaba como tal: el casco en forma de lira.
Una cuestión añadida es el significado del color blanco que lo distingue, indica una situación vital diferente al resto de las formas, a nuestro entender apunta ser la representación de un difunto; añade complejidad el estar representado en pie, que es postura de vivos.
Recordemos que al enumerar las figuras del grabado del Cándalo y su relación con la estela de Solana de Cabañas del Castillo, vimos como los difuntos se trazaron inclinados: se plasmó el momento significativo de no tenerse en pie ante una muerte cercana, inmediata.
Nuestra figura puede tratar de la representación de un individuo en un estado vital de forma diferente: vivía pero en un más allá de la muerte o puede que simplemente se quiso representar así su recuerdo.
Por completar el aspecto social nos acercamos al argumento de lo narrado diremos que en realidad todo este conjunto puede encerrar un numeroso abanico de sugerencias todas ellas contrarias a un remanso de paz y ternura. Las manos mutiladas comunican a la narración un hecho tenebrista que acontecía en aquel momento en la sociedad que se retrató. Es evidente la tendencia a la autoagresividad con extirpación de varias falanges; igualmente lo manifiestan las formas 7, 27, 28 y 31, cuyas extremidades superiores acaban inferiormente en aguzadas formas más que sospechosos testigos de malos tratos[17].
Para asegurar lo dicho ofrecemos un ejemplo actual de ese tipo de actuaciones. No hace muchos años, en este lugar se ofreció una exposición fotográfica comentada de las constumbres de algunos nativos de Nueva Guinea, cerca del archipiélago de las islas Salomón. En un conjunto de fotografías se observaba la mutilación de las falanges de los dedos en señal de luto, lo cual ofrecemos en la figura número 8. Aún nos escandalizamos más cuando, en la misma conferencia se nos informó que: se trataba de costumbres sociales, generalmente endosada a las mujeres de la familia. El hecho es una cuestión que ensalzaba hasta sacralizar a conductas esencialmente sadomasoquistas: era la contribución familiar en las celebraciones fúnebres.
Este tipo de acciones se plasmó en el gran conjunto de figuras rojas. En un momento diferente, posterior pero no demasiado lejano, alguien no distante de ese tipo de actos sociales, pudo incluir el ramiforme número 13. Para el autor, los contenidos no habían perdido vigencia, sabía lo que representaban y se recurrió al empleo del color blanco para retratar al ya difunto “jefe”: era una cuestión necesaria en la sociedad que por diversas razones, se proponía reconstruir: entre ellas las mercantiles ya presente en el magnífico casco liriforme que porta la citada figura blanca.
Figura 8. Manos mutiladas de nativos de Nueva Guinea. Siglo XX
El grupo social que se representó debió estar bastante completo y resulta aislado de toda cultura a excepción del personaje con casco liriforme; este, como hemos dicho, es un elemento exótico procedente de lejano comercio[18] como importante elemento de trueque: “como obsequio”.
Con su inclusión se intentó informarnos de una cuestión esencial para el autor del ramiforme: la sociedad enlutada allí retratada no tenía un claro jefe… y según él debía tenerlo.
Así pues el autor jerarquizó una antigua sociedad estructurada en clanes familiares en digresión; poco importa el tiempo transcurrido entre la factura de uno y otro: el personaje en blanco, incluso en su supuesto estado, es el símbolo de la nueva sociedad monarquizante a la que se había de aspirar.
3.3 El casco liriforme de las pinturas rupestres del Cancho del Reloj (Fig 9, 10 y 11)
Esta conocida estación de pinturas rupestres se sitúa en la cara suroeste del extremo oriental del más alto picacho de la sierra del Castillejo en Solana, Cabañas del Castillo (Cáceres)[19]. Ofrecemos en ella el descubrimiento de la representación de un antropomorfo lineal abstracto con tocado liriforme; pertenece a un subconjunto de siete u ocho trazos verticales debidamente alineados.
Figura 9. Antropomorfo lineal con tocado liriforme. Pintura
10 11
Figura 10 y 11. Dibujo del calco del conjunto realizado en estilo lineal abstracto y su versión esquematizada
Este subconjunto se integra en un grupo mayor que ocupa una superficie de 0,50 m de ancho y 0,65 de alto. Está formado aproximadamente por más de cuarenta tracitos verticales distribuidos en varios grupos; su color es rojo muy desvaído, de tamaño y características bastante regulares.
Los trazos fueron agrupados en series lineales de uno, tres, cuatro y más elementos; unas alineaciones forman grupos próximos separados entre sí solamente unos centímetros, otros están más distantes y cada grupo lo está con mayor o menor proximidad respecto a una línea inclinada que ocupa la zona central. La mayor proximidad y otras cuestiones, nos informan sobre las relaciones afectivas o de otra índole que había entre los personajes representados por las líneas y la de estos con el trazo inclinado.
Este se situó en un pequeño espacio de tendencia central, rectangular limitado mediante un acotado formado por pequeños racheados naturales de la roca. Ya dijimos que con frecuencia los personajes muertos se realizaban inclinando las formas, así vimos en los antropomorfos realizados en el grabado del Cándalo[20] y en la estela de Solana, Cabañas del Castillo (Cáceres)[21]; ahora se extiende el repertorio fúnebre al estilo lineal abstracto.
Tras lo dicho podemos afirmar con lógica, que se representó una escena de contenido fúnebre, tal vez el momento de un enterramiento en cista de uno de los personajes quién, por esta vez no parece que fuera el jefe.
Cómo estamos viendo todo el grupo se realizó en estilo lineal abstracto. Si completamos las líneas para formar esquemas humanos (Fig 8b) con pocas dudas encontraríamos la representación de una sociedad formada por clanes familiares; recordemos que en el ya mencionado gran panel de Alburquerque[22] hay agrupaciones semejantes pero en estilo esquemático, se representaron sin demasiada rigidez en diversas alineaciones.
En el caso que nos ocupa hay un antropomorfo de mayor tamaño y con tocado en forma de lira; con él se dotó a todo el grupo de su contenido humano: representa a un probable jerarca. La posesión del casco con las mismas características señaladas que los anteriores indica una relación comercial extensiva a los mencionados antropomorfos. En ellos estos cascos, en número abundante, habrían recorrido miles de km desde el centro norte europeos hasta esta parte de las Villuercas. Aunque desconocemos la ruta, dados los intensos movimientos comerciales tarteso-fenicios nos parece el sur como la más apropiada. Al fin de su largo viaje les esperaba una operación político-comercial diseñada desde un centro de poder de primer orden.
El modelo de casco de Bronce al que nos estamos refiriendo no era un casco cualquiera, por su esmerada manufactura y excelente acabado era de altísimo valor el contrapeso de una mercancía de importante cuantía. No sabemos el importe de su “factura” pero debió ser muy alto.
La adquisición en origen de un número considerable con el fin de volver a distribuirlos individualmente debió ser una necesidad imperiosa en el proceso ideado: una cuestión de sumo interés.
Todo esto conduce a admitir cambios estructurales en algunas sociedades marcadamente clánica en las que un personaje va destacando y acumulando asuntos vinculados a los resortes de poder,
Ofrecemos la fotografía del subconjunto, el dibujo total del mismo en su versión actual y una ideal reconstrucción esquemática en un intento de posibilitar las observaciones y superar las carencias existentes entre otras cuestiones por la falta de relieve en las pinturas.
3.4 Los cascos liriformes del collado de la Cruz (Fig 12)
Figura 12.- Conjunto de pinturas del Collado de la Cruz
En 1993, D. Antonio González Cordero y D. Manuel de Alvarado Gonzalo dieron la escueta noticia de la localización, en este paraje: una cueva con sus pinturas[23].
La cueva está situada en el término de Cabañas del Castillo, concretamente en un punto geográfico determinado por las coordenadas: latitud de 39º 28´ 47.51´´ y longitud 5º 27´ 56.75´´. El pequeño grupo ocupa parte de la techumbre del corto pasillo de entrada.
Para visitarla debemos tomar la carretera que va desde Solana hacia Berzocana; muy cerca de la primera población surge un camino a la izquierda que va a Navezuela; llegados al primer collado, marchemos a la derecha por un empinado camino: hay que ascender hasta el siguiente altozano; allí, a la izquierda, en la base de las cuarcitas, está el covacho cuya entrada se orienta al suroeste y está bastante oculto por encinas y matorral crecido en su acceso. Ascender hasta ella presenta serias dificultades debido a la necesidad de subir cinco o seis metros en vertical sin asideros.
Ya arriba, en su interior, la amenaza de derrumbes parece inminente; una gran “cama” en el suelo recuerda la presencia en tiempos pasados de la cría de grandes mamíferos, osos, lobos etc. La profundidad de su única sala es de unos 5 m y se accede a ella tras un corto pasillo de no más de 2 m de profundidad; tiene 1.75 m de ancho y 2 m de alto. Se localizan las pinturas en el techo del pasillo de entrada de las que ofrecemos un dibujo de los calcos logrados hace bastantes años.
El grupo que se nos ofreció posee tres antropomorfos acompañados de algún llamativo objeto personal: no presenta grupo social representativo de algún poblado, es pues un pequeño conjunto intimista ya que, trata de pinturas de tendencia individual en las que son retratados tres personajes provistos de posibles escudos y cascos, uno de estos con la forma de lira.
Por el lugar que ocupan es evidente que no se realizaron en un lugar destacable, para ser vistos desde el caminante sino más bien lo contrario. Se ha elegido un sitio escondido, apartado… y dentro de esa intimidad se situaron las figuras en lugar bien visible incluso para ser vistas desde el necesario artilugio adosado al muro que posibilitaría la subida lo cual hoy es de escasas posibilidades. Dadas las dificultades del ascenso es de suponer que primero habría visitas de tanteo… se regresó con un poco de pigmento rojo y demás componentes: por diversas cuestiones que se nos escapan era muy importante que se supiera quienes habían estado allí y sobre todo qué portaban.
Es de cierto interés estudiar las figuras esquemáticas antropomorfas que presenta este conjunto, generalmente más antiguas de las representaciones lineales abstractas, ambas de abundante presencia en el cercano Cancho del Reloj. Así pues estilísticamente se sitúan en un periodo de tiempo más cercano al gran panel del Paso de Pablo que representaba esquemáticamente una sociedad un tanto desestructurada. Ya insinuamos lo que aquí se plasmó, el recuerdo de un episodio mediante los retratos personales de tres individuos de cierta importancia. Los tres serían pertenecientes a una sociedad que participaría de alguna manera en la cuestión que estamos planteando aunque de manera muy diferente.
Debemos tener en cuenta que en las “azañas” que se nos narran en nuestra cercana serranía se portan solo armas defensivas, el pacifismo es evidente en todas estas fuentes: ahora les bastó dibujar con ellas a conocidos personajes, quizás intermediarios de cierta importancia en el trapicheo mercantil que se entrevé a través de todas ellas.
No ocurre lo mismo en otras latitudes donde los guerreros se representaron pintados con las mortíferas armas propias de las estelas[24].
La curiosidad nos debe conducir a preguntarnos si estas figuras con forma de cuerno de toro -en V o las liriformes- son anteriores, coetáneas o posteriores a las realizadas en las estelas de guerrero: pensamos que lo probable es que sean de un mismo tiempo.
En el ambiente descrito las formas circulares pueden admitirse como representaciones de escudos aunque la ausencia de pormenores en los mismos conduzca a una falta de concreción. Por otra parte su presencia en la pintura rupestre es muy escasa, no así en las estelas, en las que, en un corto número su presencia tendió a individualizarse.
¿Por qué no se acompañaron estas realizaciones de otros objetos coetáneos presentes en las estelas como carros, espadas, lanzas, espejos, bien trazados escudos etc…?, todos pudieron y debieron coexistir como nos muestran entre otras las estelas del Alamillo, Esparragosa de Lares I, Magacela, etc. (Fig 9)[25].
Figura 13.- a/ Estela del Alamillo, b/ Esparragosa de Lares I, c/ Magacela
Al menos como fundada sospecha, podemos afirmar que, además de los grupos sociales belicosos representados en las estelas de guerreros había otras sociedades coetáneas anicónicas -que no tenían estelas ni sus iconos- porque carecían de armas ofensivas: ellas lograron realizar con o sin ayuda exterior el ideal de unas sociedades pacifistas.
Para ambas había unos contenidos simbólicos extensibles a todos los objetos de las estelas y que todos conocerían de mejor o peor forma. Individualmente cada objeto, tenía sus contenidos y su propia valoración; en este sentido los cascos mencionados no serían una excepción y tendrían las suyas propias. Deducimos de lo dicho que, en determinados grupos sociales, los mencionados cascos eran apreciados en exclusividad y muy por encima de las demás objetos, en otros grupos no sería así o al menos con menor intensidad. Ese icono vino a completar retratos sociales en los que no está presente de manera clara, forma alguna de jefatura de las que, entre otros es un claro ejemplo el gran conjunto del Risco de Paulino.
Puede suponerse con fundamento que los cascos en cuestión no superaron por lo general la vida útil de las estelas, en momentos próximos al comienzo de la Edad del Hierro. Evidencias de lo que acabamos de decir se dan en el edificio de Cancho Roano en el que hay una estela como escalón de umbral de acceso al edificio, esto es una prueba de la igual pérdida de valores bélicos de los moradores de esos monumentos ya vigentes cuando se construyó el edificio -en torno al 500 a. de C-[26].
Como hemos mencionado, la ausencia de un número mayor de armas en estos complejos palaciegos y otros restos no alejados como La Ayuela, Aliseda (Cáceres), La Mata, El Palomar, La Barca, Cerro Manzanillo etc. hablan igualmente de la presencia de sociedades pacifistas… ¿pura coincidencia?. Nos inclinamos por admitirlos como partes de un todo. Es indudable que esa característica de no beligerantes les relaciona como partes de un proyecto semejante y común al de los grabados y pinturas que estamos manejando.
Tras lo dicho pensamos como lo probable que este entramado de tratos mercantiles, también estaban asentados en sociedades pacifistas y que por su volumen no serían simples contactos derivados del denominado “comercio silencioso”[27], más bien se vislumbran complejas relaciones, dada la lejanía entre los productos, cascos liriformes por un lado y suponemos con fundamento que por el otro no estaría ausente el mineral de estaño.
Estas relaciones por su complejidad piden unos conocimientos generales que exigen grupos de personas especializadas, con numerosos conocimientos generales para poder diseñar importantes operaciones económicas, seguras, a gran distancia… los rastros más propicios señalan algún gran templo fenicio o similar no necesariamente del sur peninsular[28]. Digamos que estos templos, propios del mundo fenicio no eran exclusivamente un centro religioso como hoy ocurre por lo general en nuestra religión cristiana, estaban vinculado también al poder político y económico; desde ellos entre otras funciones se diseñaban las grandes operaciones mercantiles[29] y se facilitaban los procesos económicos, los necesarios augurios favorables etc..
[1] ALVAR, J. (1980): El comercio del estaño atlántico durante el periodo orientalizante. Memorias de Historia Antigua nº 4, pág 43 – 50.
PASTOR MUÑOZ, M. (1980): Datos para el estudio de relaciones comerciales entre los pueblos indígenas del área meridional y septentrional de la Península Ibérica. Memorias de Historia Antigua 4, pág 167 – 177.
GONZÁLEZ WAGNER, Carlos (2014): Tartessos. Mito e Historia. Cap. 3. Pág 64. CEFIY – UCM.
[2] Una bibliografía básica consultada sobre los restos arqueológicos de Logrosán: SOS BAYNAT, Vicente (1977): Los hallazgos prehistóricos de Logrosán (Cáceres). R.E.E. T/XXXIII, nº 2, pág 282.
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[3] RUBIO ANDRADA, Manuel (1999): El grabado del Cándalo, Garciaz (Cáceres). Zephirus, 52. Pág 303 – 318.
RUBIO ANDRADA, Manuel (1999): Grabado del Cándalo. XXVIII Coloquios Históricos de Extremadura. Pág 557.
[4] ESCACENA CARRASCO, José Luis (2018): I+D+i en los templos fenicios de Tartessos; pág 80 y ss. Spal Monografía Arqueología. Num: XXV. Sevilla.
[5] DÍAZ-MONTESANO (2018): ¿Confirmación epigráfica del origen prehistórico hispánico BALSA?. Atlantibg.com>bloc>confirmación-epigrafica-del-origen-prehistorico-hispanico-BALSA[6] RUBIO ANDRADA, Manuel (1996): XXV Coloquios Históricos de Extremadura. Las pinturas rupestres del Risco de Paulino, Berzocana (Cáceres). Pág 507 y 508.
[7] COLLADO GIRALDO, Hipólito (1996): La pintura rupestre esquemática en el término de Alburquerque (Badajoz). Pag 70 y 72. [8] CELESTINO PÉREZ, Sebastián (2001): Estelas de guerrero y estelas diademadas. Pág 348. Ediciones Bellaterra. S. L. Barcelona.[9] ALMAGRO GORBEA, Martín (1966): Las estelas decoradas del suroeste peninsular. Bibliotteca Praehistorica Hispana, vol VIII, pág 173. Madrid.
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[10] GRAELLS I FÁBREGAS Raimon, LORRIO ALVARADO Alberto, QUESADA SANZ Fernando (2014): Cascos hispano-cacídicos. Símbolos de las élites guerreras celtibéricas. Alemania. [11] CELESTINO PÉREZ, Sebastián (2001): Estelas de guerrero y estelas diademadas. Pág 350 y 351. [12] RODRÍGUEZ Díaz, Alonso (2015): El estaño de Logrosán en los tiempos de Tartessos: estado actual y perspectiva de futuro. I Congreso sobre Patrimonio Geológico y Minero de la Serena. Pág. 175 y ss.[13] SOS BAINAT, Vicente (1977): Los hallazgos prehistóricos de Logrosán. R.E.E. Tomo XXXIII, nº 2, pág 261-286.
[14] COLLADO GIRARDO, Hipólito y GARCÍA ARRANZ, Julio (2006): El risco de San Blas, Alburquerque (Guías arqueológicas de Extremadura, 6). Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura.
[15] RUBIO ANDRADA, Manuel (1991): La pintura rupestre en el Parque Natural de Monfragüe (Cáceres). Edicción: el autor. Pág 47 [16] Caballero Kling, Alfonso (1983): La pintura rupestre esquemática en la vertiente septentrional de Sierra Morena, provincia de Ciudad Real y su contexto arqueológico. Museo de Ciudad Real.[17] RUBIO ANDRADA, Manuel (1996): Las pinturas rupestres del risco de Paulino, Berzocana (Cáceres). XXV Coloquios Históricos de Extremadura, pág 505 y ss.
[18] ALMAGRO BACH, Martín (1966): Las estelas decoradas del suroeste peninsular. Madrid. Pág 170 ss.[19] GARCÍA ARRANZ, José Julio (1990): La pintura rupestre esquemática en la comarca de las Villuercas (Cáceres). Institución Cultural El Brocense. Cáceres. Pag 78.
[20] RUBIO ANDRADA, Manuel (1999): Grabado del Candalo…Op. cit.
[21] CELESTINO PÉREZ, Sebastian (2001): Estelas de guerrero y estelas diademadas. Ediciones Bellaterra. Pág. 348. [22] COLLADO GIRARDO, Hipólito y GARCÍA ARRANZ, Julio (2006): El risco de San Blas…Op. cit.[23] GONZÁLEZ CORDERO, Antonio y DE ALVARADO GONZALO, Manuel (1993 ): Nuevas pinturas rupestres en Extremadura. Revista de Arqueología, nº 143.
GONZÁLEZ CORDERO, Antonio (1999): Datos para la contextualización del Arte rupestre esquemático en la Alta Extremadura. Zephyrus, 52. Pag 191 – 220.
[24] LORRIO ALVARADO, Alberto J. y ROYO GUILLÉN, J. L. (2013): El guerrero celtibérico de Mosqueruela (Teruel): una pintura rupestre excepcional de la Edad del Hierro en el Alto Maestrazgo turolense. ANTIQUITAS nº 25. P.p. 85-107.
[25] CELESTINO PÉREZ, Sebastián (2001): Estelas de guerrero y estelas diademadas. Pág 151 y ss. Ediciones Bellaterra. Barcelona. [26] JIMÉNEZ ÁVILA, Javier (2005): El proceso de privatización de un espacio ideológico. T.P. Vol 62, nº 2.https://www.miniontour.es>el-yacimiento-de-cancho-roano
[27] LÓPEZ PARDO, Fernando (2000): Del comercio invisible (comercio silencioso a las Factorías-Fortalezas púnicas en la costa atlántico africana. En Intercambio y Comercio Preclásico en el Mediterráneo. Centro de Estudios Fenicio y Púnicos.
[28] FERRER ALBELDA, Eduardo y otros (2021): Espacios sagrados y comercio fenicio en los límites de Ecumenes en MONTERO FENOLLOS, José Luis y BRAGUE MARTÏNEZ, Lucía: ESTUDIOS SOBRE ORIENTALOGÍA Y EGIPTOLOGÍA. Pág 523 y ss.
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[29] AUBET SEMMLER, María Eugenia (1990): El impacto fenicio en el interior del mediodía peninsular. La cultura tartésica y Extremadura. Cuadernos Emeritenses nº 2.
Ibid. (2006): El sistema colonial fenicio y sus pautas de organización. Mainake nº 28, pág 44.
FERRER–ALBELDA, Euardo y otros (2021): Espacios sagrados y comercio fenicio en los límites de Ecúmene. Pág 525 en: MONTERO FENOLLOS Juan Luis y BRAGUE MARTÍNEZ, Lucía, Estudios sobre Orientalística y Egiptología. Universidad de Sevilla.