Oct 012023
 

Guadalupe Rodríguez Cerezo.

 En el diccionario biográfico y bibliográfico Misioneros Extremeños en Hispanoamérica y Filipinas, dirigido por el Dr. Melquiades Andrés Martín y publicado en la Biblioteca de Autores Cristianos en Madrid en 1993, aparecen dos entradas consecutivas referidas a “Jiménez, Alonso, OP.”. En una de ellas, se especifica:

 

Jiménez, Alonso, OP., Orden de Santo Domingo. Nacido en Madrigalejo (Cáceres), tomó el hábito en Salamanca y en el último decenio del siglo XVI pasó a Filipinas, en donde llegó a ser provincial.

 

En la bibliografía de esta entrada, aparece que la información ha sido tomada de don Vicente NAVARRO DEL CASTILLO, en su obra La epopeya de la raza extremeña en Indias (Mérida, Badajoz 1978).[1]

La siguiente entrada también corresponde a Jiménez, Alonso OP., pero aquí sitúa el lugar de nacimiento de este misionero dominico en Garrovillas de Alconétar (Cáceres), hacia 1520. Igual que en la primera, se dice que tomó el hábito en Salamanca, especificando que lo hizo en el convento de San Esteban. También se añade que formó parte de la primera expedición dominica a Filipinas, y las dos concuerdan en que fue provincial de la Orden en este archipiélago…[2].

Ambas reseñas biográficas coinciden en lo fundamental (mismo siglo, misma orden, mismo destino, mismo cargo…), lo que lleva a pensar que no son dos personas distintas, sino que se trata del mismo individuo. Sólo un dato difiere, el del lugar de nacimiento. Mientras que, en la primera entrada, se dice que fray Alonso Jiménez es nacido en Madrigalejo, en la segunda aparece que nació en Garrovillas de Alconétar, ambas localidades pertenecientes a la provincia de Cáceres.

Independientemente del lugar exacto de su nacimiento y ubicándolo como oriundo de Extremadura, su figura es tan interesante que merece ser recordada y divulgada. Además, ofrece la posibilidad de seguir indagando sobre su figura y de intentar resolver todos los interrogantes que están sin resolver. Estas son las razones que me han llevado a traerlo a estos “LII COLOQUIOS HISTÓRICOS DE EXTREMADURA”.

 

  1. SOBRE LA PRIMERA ETAPA DE SU VIDA

Como ya se ha dicho más arriba, nació en Extremadura -aunque hay dudas respecto a la localidad de la provincia de Cáceres que le vio nacer-, allá por el primer tercio del siglo XVI, hacia 1520 aproximadamente. El padre fray Diego de Aduarte, en su obra Historia de la Provincia del Sancto Rosario de la Orden de Predicadores en Philippinas, Iapon y China, dice que “fue hijo de San Esteban de Salamanca”, en cuya comunidad se formaría hasta que, “deseoso del bien de las almas y conversión de los indios”, marchó a predicar el Evangelio a Guatemala, donde “gastó los años de mocedad, empleando sus fuerzas en el bien de aquel ministerio y conversión de aquellas almas”[3].

Aparte de que gastó la mayor parte de su vida como misionero en Guatemala, nada más conocemos de su presencia en América. Sí sabemos que, cuando creyó llegado el momento de dejar la actividad misionera y dedicarse a la vida contemplativa en la última etapa de su vida, decidió regresar al convento del que salió en su juventud -San Esteban de Salamanca-. Con una imagen muy gráfica lo refiere fray Diego de Aduarte: “…después de algunos años deste sancto exercicio, desseoso de darse todo al officio de María, el que hasta allí se avía exercitado en el de Martha, se bolvió a su convento…”[4].

Sin embargo, le debía llenar más la vida activa de Marta que la contemplativa de María pues, cuando tuvo noticia de que la orden dominica iba a fundar una nueva provincia en Filipinas, su espíritu inquieto y misionero se alborotó de nuevo y, a pesar de su edad avanzada, quiso formar parte de aquella prometedora empresa.

 

  1. FUNDACIÓN DE LA PROVINCIA DEL SANTO ROSARIO DE PREDICADORES EN FILIPINAS

En 1582, fray Juan Crisóstomo obtuvo del Padre General de la Orden de Predicadores -fray Pablo Constable de Ferrara- y del Papa Gregorio XIII la autorización para fundar una Provincia de la Orden de Predicadores, en Filipinas, Japón y China, con la compañía de 30 religiosos. La nueva provincia dominica recibiría el nombre de “Nuestra Señora del Rosario”. Sin embargo, al llegar a la Corte Española para comenzar los trámites, la administración no se encontraba proclive a que aumentara el número de religiosos en aquellas tierras, por lo que el asunto quedó aparcado durante algún tiempo. El padre Crisóstomo volvió a intentarlo en torno a 1585, pero esta vez negoció todo lo referente a la fundación con el mismo Rey Felipe II. Y ya con el compromiso del monarca en la mano, empezó a convocar a los religiosos que sintieran la llamada a la evangelización en Filipinas y se dispuso a organizar la empresa.[5]

Los religiosos que se apuntaron para misionar en Filipinas fueron:

Del convento de San Pablo en Valladolid:

Fray Juan de Castro

Fray Miguel de Venavides

Fray Antonio de Arcediano

Fray Juan de Ornaça

Fray Juan Maldonado

Fray Pedro de Soto

Fray Miguel de Berreaça

Fray Juan de Ojeda

Fray Domingo de Nieva

Del colegio de San Gregorio de Valladolid:

Fray Andrés Almaguer

Del convento de San Esteban de Salamanca:

Fray Alonso Ximénez

Fray Bartolomé López

Fray Juan de Huturria

De San Vicente de Plasencia:

Fray Francisco de Toro

De Santo Tomás el Real de Ávila:

Fray Juan Cobo

Del colegio de Santo Tomás de Alcalá:

Fray Bernardo Navarro

Fray Diego de Soria

Fray Pedro Rodríguez

Del convento de Nuestra Señora de la Peña de Francia:

Fray Alonso Delgado

Fray Pedro Bolaños

Del colegio de San Pablo de Sevilla:

Fray Juan de la Cruz

Fray Francisco de la Cruz

Fray Pedro Flores.[6]

 

Felipe II concedió a veinticuatro religiosos de la Orden de Predicadores la autorización para viajar a Filipinas, en septiembre 1585, y estos dominicos iniciaron el viaje a pie hacia Sevilla[7]. Cuando los religiosos se encontraban en esta ciudad preparados para embarcar, el padre fray Juan Crisóstomo renunció a ser prior de la comunidad recién creada en favor de fray Juan de Castro, mientras él se encargaba de las diligencias y negociaciones que requería la empresa[8]. Fueron muchos los impedimentos y contrariedades que se presentaron justo antes de iniciar el viaje y, por fin, el 17 de julio de 1586, se hicieron a la mar rumbo a México[9].

Siguieron la ruta establecida por los españoles para llegar a Filipinas entre 1565 y 1815[10]: atravesando el Atlántico con destino a Veracruz, cruzando Nueva España hasta Acapulco; aquí embarcaban en el Galeón de Manila para, navegando por el Pacífico, llegar al archipiélago asiático.

La parada durante meses en México era obligada: había que atravesar todo el territorio de este a oeste, desde la costa atlántica hasta llegar a Acapulco, puerto de salida al océano Pacífico; además, había que esperar a que el tiempo climatológico fuera propicio para iniciar la singladura hacia Filipinas. Y quien espera, desespera. Así ocurrió, que la larga espera jugó en contra de aquel grupo de dominicos. En primer lugar, se toparon con viajeros que volvían del archipiélago filipino que opinaban que allí no se necesitaban más religiosos; después, varios frailes del grupo sufrieron enfermedad y algunos murieron, lo que hizo crecer la desesperación y el desánimo entre ellos, llegándose a plantear si realmente era pertinente continuar con la empresa. Así fue cómo, sumidos en un gran debate y mucha oración, convinieron en dar libertad a cada uno para quedarse o continuar el viaje.

Entre los religiosos fallecidos y aquellos que decidieron quedarse en México, el número de dominicos que obtuvieron permiso para embarcar hacia Filipinas se vio reducido hasta diez y ocho. La nómina de los que optaron por seguir adelante en la empresa es la siguiente: fray Juan de Castro, como Vicario General, fray Alonso Jiménez, fray Miguel de Benavides, fray Diego de Soria, fray Marcos de San Antonio, fray Juan Maldonado, fray Juan de Omaza, fray Pedro Soto, fray Juan de la Cruz, fray Gregorio de Ochoa, fray Domingo de Nieva y fray Pedro Rodríguez. Fray Juan Crisóstomo no pudo embarcar por estar enfermo y el padre fray Juan Cobo se quedó en México para solucionar algunos negocios de importancia. Otros tres religiosos que embarcaron con ellos tenían como destino China, aunque debían estar sujetos a las directrices de la Provincia de Nuestra Señora del Rosario de Filipinas.[11]

De Acapulco salieron el 6 de abril de 1587 y tocaron puerto filipino el 22 de julio. La entrada de los primeros catorce religiosos dominicos en Manila tuvo lugar el día del apóstol Santiago, 25 de julio.[12]

 

  1. IMPORTANCIA DE LA PRESENCIA DE LAS ÓRDENES RELIGIOSAS EN LA CONQUISTA DE FILIPINAS.[13]

Antes de seguir con la biografía de fray Alonso Jiménez, es preciso hacer un inciso para destacar la transcendencia que tuvieron los religiosos en Filipinas durante la presencia de los españoles en aquellos territorios, ya que, desde el principio, la monarquía hispánica lo planteó como una misión evangelizadora.

En la primera expedición a Filipinas comandada por Miguel López de Legázpi en 1656, ya formaba parte de ella un grupo de frailes agustinos. No tardaron en hacer acto de presencia otras órdenes religiosas, como los franciscanos, que llegaron en 1578, los jesuitas en 1581, o los dominicos que, como hemos visto, entraron en Manila el 25 de julio de 1587, entre los que se encontraba fray Alonso Jiménez.

Con el tiempo, los religiosos fueron los auténticos protagonistas activos y necesarios en la organización y funcionamiento de la administración española en Filipinas, debido a la falta de funcionarios que no encontraban alicientes para trasladarse con sus familias a aquellas lejanas islas. Por ello, los misioneros se convirtieron en los representantes de la administración en los lugares donde se encontraban. Y aunque su principal misión era la de evangelizar, también se encargaron de las cuestiones fiscales, eran medios de información, revisaban los cargos municipales y controlaban su conducta, velaban por la administración de justicia, supervisaban censos y tributos, servían de interlocutores e intérpretes entre las autoridades y la población local, de la misma forma que se hicieron cargo de funciones sanitarias y asistenciales, de educación, construcción de edificios, caminos y obras públicas, etc.

 

  1. PRIMEROS AÑOS EN FILIPINAS.

Tras este inciso, volvemos a la figura de fray Alonso Jiménez y al primer grupo de dominicos que llegó hasta Filipinas.

Después de que descansaran tan solo algunos días en Manila tras el largo viaje, varios religiosos fueron enviados a distintos poblados. A la zona de Bataan llegaron fray Alonso Jiménez, fray Pedro Bolaños y fray Domingo Nieva con el padre fray Juan de Santo Tomás o de Ormaza a la cabeza, como vicario[14]. Con mucho empeño, fray Alonso Jiménez fue aprendiendo la lengua de los naturales y dice fray Diego de Aduarte que, “aunque viejo, acudía a todos los trabajos y, de ordinario, era él el que acompañaba al religioso que salía para otros pueblos, caminando a pie y descalzo por cenagales y pantanos…”[15]. Cuidaba con gran esmero a los aborígenes enfermos, guisando para ellos y dándoles él mismo de comer[16]. Fray Alonso realizaba tantos sacrificios más allá de sus posibilidades que cayó enfermo y tuvo que ser derivado al convento de Manila para que fuese atendido.

Mientras fray Alonso permanecía en Manila, en esta ciudad se estaba empezando a construir el primer convento dominico, con materiales tan humildes que esta primera iglesia de madera se cayó a últimos del año 1589, y sólo se pudo salvar el tabernáculo y la imagen de la Virgen del Rosario[17]. Para evitar que volviera a suceder lo mismo, se decidió fabricar un nuevo templo en piedra, pues habían recibido buenas limosnas del capitán Domingo de Mendiola, de la viuda del capitán Francisco Rodríguez y del capitán Castillo[18]. Y cuando fray Alonso Jiménez se recuperó de su enfermedad, se puso a trabajar en la iglesia[19] al frente mismo de las obras[20], gracias a su reconocida fama de arquitecto[21]; una disciplina que, sin duda, traería bien adquirida y practicada en sus años de misión en Guatemala. El carácter servicial que le caracterizaba queda patente en su actitud en la obra, pues lo mismo hacía trazas como maestro que ayudaba como peón, procurando los materiales a los oficiales[22].

Mientras se construía la iglesia, fray Alonso Jiménez fue nombrado prior del Convento. La comunidad estaba formada por el mismo prior, otro sacerdote y un hermano lego; todos los demás religiosos estaban dispersos por distintos territorios para llevar a cabo su misión evangelizadora. Y aun estando sólo los tres, cumplían perfectamente todos los oficios que requería la comunidad, como si estuviera formada por muchos miembros. Así describe fray Diego de Aduarte cómo solventaba fray Alonso la falta de religiosos:

 

“…él solo cantaba la misa en el coro, que le avía dado el Señor voz muy sonora, y sabía mucho de música, y a su tiempo salía del coro para el púlpito, y predicava, y se bolvía al coro, aviendo estado toda la mañana confessando, sin faltar a la oración diaria, antes añadiendo assí a este exercicio, como a los demás de virtud, religión y penitencia, de manera que siendo vno hacía por muchos…”[23]

 

Dejó de ser prior cuando fue nombrado Provincial. El 9 de abril de 1592, tercer domingo de Pascua, se reunieron los electores en el convento de Manila para designar Provincial y “unánimes y conformes eligieron por segundo Provincial a fray Alonso Ximénez, que era allí prior, persona de gran religión, muchos años y venerables canas”[24]. Y aprovechando la reunión del capítulo para la elección de Provincial, ese mismo día 9 de abril fue inaugurada, con gran solemnidad, la iglesia de piedra que se acababa de terminar [25]. A pesar de que el templo se construyó a conciencia para que perdurara en el tiempo, en 1603 se produjo un voraz incendio en Manila que redujo a escombros todo el convento de Santo Domingo[26].

Sobre el padre Jiménez, fray Diego Aduarte señala que, en el tiempo que fue provincial de la orden, dispuso cosas “muy loables”[27]: se extendió mucho el territorio de la Provincia con la incorporación de Nueva Segovia; se erigieron nuevas iglesias y ministerios en Paganisán y “procuró por dos veces la conversión del Reyno de Camboxa, en cuya pretensión padeció excesivos trabajos…”[28] (el asunto de Camboya se tratará a continuación).

En diciembre de 1594, se convocó un capítulo intermedio en el provincialato del padre Jiménez, en el que se decidieron asuntos importantes en cuanto a la administración de los Sacramentos, entre otras cosas, así como sobre la vida cotidiana de la comunidad[29]. Es significativo uno de estos acuerdos por lo que afectaba al mismo Provincial, y que dice así: “Yten ningún religioso tenga cosa particular en la mesa, ni taça ni cuchara, ni la trayga consigo, para que aya vniformidad”[30]. Y es que, al parecer, el mismo fray Alonso usaba una cuchara señalada, se dice que no tanto porque fuera de mejor calidad, “sino por no recibir ni dar asco a los demás, y con ser cosa tan manuda, no se le perdonó al Provincial (…) y la pusieron en actas públicas”[31].

 

  1. DOS EXPEDICIONES A CAMBOYA

5.1. Primera expedición.

En 1595, se presentó una embajada del rey de Camboya ante el gobernador de Manila pidiéndole ayuda porque estaba sufriendo hostilidades por parte del rey de Siam. Concretamente pedía que enviaran “gente de guerra” y también frailes dominicos para que enseñaran la Ley de Dios a él y a su reino. Tanto el gobernador como la orden dominica convinieron en que debían acudir a su llamada y, al frente de los soldados, se dispuso que estuviera el capitán Juan Juárez Gallinato, mientras que los dominicos, dada la importancia de la empresa, señalaron al padre Provincial -Alonso Ximénez- para que formara parte de la expedición; acompañarían a fray Alonso, el hermano lego Fray Juan Deza y el joven sacerdote fray Diego de Aduarte. El gobernador nombró embajadores ante el rey de Camboya a Gallinato y a fray Alonso Jiménez[32]. Y el 18 de enero de 1596, desde la bahía de Manila, salió a la mar la expedición, que estaría formada por tres navíos y 130 soldados.[33]

La travesía estuvo llena de grandes dificultades. Nada más salir se encontraron con mala mar, lo que provocó que se separaran las embarcaciones y se produjeran destrozos en ellas. La nave capitana perdió el rumbo y llegó hasta Malaca, de donde no pudo salir hasta tres meses después. Otra llegó derrotada a Camboya. Y en la que iban los religiosos, después de temer por sus vidas por los envites del mar, llegó destrozada a una playa donde quedó varada. Una vez en tierra, los tripulantes pasaron muchas calamidades, porque no encontraban agua dulce ni comida, a lo que se unía el calor excesivo que soportaron. Cuando estaban a punto de perecer, se encontraron con los compañeros de la otra embarcación y, a través de ellos, supieron que el rey que les había mandado llamar había huido a Laos. El rey de Siam había entrado en Camboya, se había hecho señor de aquel territorio sin ninguna resistencia y, después de haber arrasado todo lo que encontró a su paso, regresó a su tierra. Al poco tiempo, un antiguo súbdito del rey camboyano asumió el gobierno aprovechando el vacío de poder que se había producido. [34]

No encontraron una buena actitud en el nuevo mandatario, pues a pesar de recibirles con muy buenas palabras, sus verdaderas intenciones eran deshacerse de la expedición española. En un enfrentamiento que se produjo entre los españoles y una comunidad china instalada en Camboya, los españoles lograron arrebatar varios navíos a los chinos, a pesar de la desventaja numérica de los primeros. El nuevo rey camboyano, que se había posicionado del bando de la comunidad china, pidió explicaciones a los españoles y no quiso recibir a fray Alonso Jiménez -único embajador ante la ausencia de Gallinato- mientras no devolvieran las embarcaciones. Los españoles, que habían sido avisados por espías, eran conscientes de que, si devolvían los navíos, estaban perdidos, por lo que decidieron atacar por sorpresa la casa del mandatario por la noche. Así, crearon una gran confusión entre los enemigos, que duró hasta el amanecer. En las refriegas, una bala alcanzó al rey y lo mató. Los españoles aprovecharon el momento de desánimo y emprendieron la huida con una multitud de camboyanos persiguiéndoles muy de cerca[35]. A duras penas llegaron hasta los navíos y, en ese momento, llegaba hasta ellos la nave Capitana, la embarcación que se había perdido y donde iba Juárez Gallinato. Todos juntos salieron de Camboya de vuelta a Filipinas, con una parada obligada en Conchinchina para abastecerse de lo necesario para la travesía.[36]

En Conchinchina encontraron a unos padres agustinos, que invitaron a fray Alonso a celebrar con ellos la fiesta de San Agustín tierra adentro. Mientras el padre Jiménez se encontraba con los agustinos, los españoles se dieron cuenta de que estaban en peligro, y tuvieron que embarcar con urgencia, defendiéndose de los ataques desde los navíos. Así, cuando fray Alonso llegó a la playa, le hicieron prisionero, y la expedición regresó a Manila sin el fraile dominico. El virrey de Conchinchina concedió permiso a fray Alonso para que fuera a vivir con los padres agustinos, y con ellos estuvo viviendo un tiempo. Más tarde, el padre dominico pudo ir hasta Macan y, desde allí, volvió a Manila después de año y medio de periplo.[37]

 

5.2. Segunda expedición a Camboya.

Después de todo esto, los capitanes Blas Ruiz de Fernán González y Diego Velloso viajaron a Laos para buscar al verdadero rey de Camboya con la intención de reinstaurarle en el trono, pero había fallecido. En su lugar, encontraron a su hijo, que una vez que supo todo lo que había sucedido, regresó a Camboya con estos dos capitanes, y tomó posesión de su reino. En agradecimiento, el rey concedió tierras y títulos a Blas Ruiz de Fernán González y a Diego Velloso, y estos hablaron al monarca sobre los beneficios que podría aportarle, tanto a él como a su reino, conocer a Dios. Para este propósito, propusieron al nuevo monarca que fray Alonso Jiménez y fray Diego de Aduarte regresaran a Camboya para evangelizar. Pero también necesitaría terminar de pacificar el país, por lo que los misioneros deberían venir acompañados de soldados. Y cargado con estas peticiones, llegó a Manila un embajador de Camboya. [38]

De esta forma, una nueva expedición partió desde Manila, en septiembre de 1598, con destino a Camboya, sufragada en esta ocasión por el caballero de la Orden de Calatrava D. Luis Pérez das Mariñas[39]. La expedición estaría formada por los dos religiosos dominicos, otros dos frailes franciscanos y unos 150 soldados repartidos en dos navíos y una galeota. Al poco de hacerse a la mar, de nuevo se toparon con mal tiempo, lo que provocó que se separaran los navíos y se perdieran, sin saber nada unos de otros. Solo llegó a su destino la galeota. La capitana, donde iban fray Alonso Jiménez y D. Luis Pérez das Mariñas, varó en la costa de China. La almiranta, al frente de la cual iba fray Diego de Aduarte, tras muchos avatares, llegó a la isla de Babuyanes -a unas 100 leguas de China-, donde el navío se hizo pedazos por un golpe de mar. El padre Aduarte pudo regresar a Filipinas y, después de contar lo que había sucedido, mandaron otra nave en busca de los que se habían quedado atrás; esta nave también se perdió y se hizo pedazos. Sus tripulantes fueron apresados por los chinos y, de esta forma, llegaron hasta donde se encontraban D. Luis y fray Alonso Jiménez.[40]

En China, los tripulantes de la capitana se habían topado con los portugueses y estos pensaban que los españoles estaban allí para comerciar y, por tanto, para entrar en competencia con ellos, lo que generó muchas disputas entre españoles y portugueses. Fray Alonso Jiménez se ofreció como mediador entre ellos, e hizo todo lo posible por llevar la paz entre ambas partes. [41]

Esta sería su última gran labor, pues, con palabras de fray Diego de Aduarte, “los muchos trabajos que padeció por espacio de más de dos años, peregrinando por la mar con muchos naufragios y por tierra con manifiestos peligros de muerte, hambre, sedes, cautiverio, solo por procurar predicar el Evangelio en el Reino de Camboja”[42] le llevaron a padecer “su última enfermedad en su convento de Macán, y allí recibió los Sanctos Sacramentos, y rodeado de religiosos de su orden dio el alma a su criador con particular alegría suya, y tristeça grande de los que asistían presentes, por ver que los dexava tan sancto compañero”[43]. El óbito debió ocurrir entre 1598 y 1599. El padre Aduarte, que como hemos visto fue testigo privilegiado de las últimas misiones de fray Alonso Jiménez, señaló que, entre sus grandes virtudes, destacaba la paciencia, era puntual, devoto, “nunca faltaba a sus cotidianas horas de oración” y sobresalía en “caridad y celo” para la salvación de las almas[44].

 

  1. CONCLUSIONES.

Hasta aquí la biografía de fray Alonso Jiménez, dominico extremeño que dedicó su vida en la propagación de la fe, tanto en América como en Asia. Son muy pocos los datos que se conocen de sus primeros años y de su etapa en Guatemala. Ya se ha dicho que, según distintas fuentes, pudo haber nacido en Madrigalejo o en Garrovillas de Alconétar (un frente abierto para una futura investigación). No podemos indagar en los libros parroquiales porque, en la fecha de su nacimiento, no se registraban aun los bautizados en Madrigalejo. Los documentos que más nos acercan a su tiempo vital pertenecen al “Libro de Acuerdos, Poderes y Protocolos”[45] del Concejo de Madrigalejo y están fechados a partir de 1613. En ellos, sí puede observarse que, en la nómina de vecinos, el apelativo “Alonso” es el que más se repite con mucha diferencia respecto a los demás, y aparece tanto en nombre de pila como en apellido. Es más, en esa fecha de 1613, uno de los regidores del Concejo se llamaba “Alonso Xil Ximénez”. Sabemos que nada de esto es concluyente, pero teniendo en cuenta que los nombres familiares se suceden a lo largo de los años, e incluso de los siglos, podría ser un hilo de donde tirar.

Si nació en torno a 1520, lo más lógico es que cruzara el Atlántico con destino a América alrededor de 1540. Sabemos que su destino fue Guatemala -aunque ignoramos en qué localidades ejerció su misión-, que aquí “gastó los años de mocedad”[46] y, por tanto, donde debió adquirir su “reconocida fama de arquitecto”[47]. Teniendo en cuenta que ya se encontraba en Salamanca en 1585, su estancia en América rondaría en torno a los 40 años.

Sin embargo, son muchos los detalles que se conocen de fray Alonso Jiménez desde que se unió a la expedición de los primeros dominicos que llegaron a las islas Filipinas, gracias a la obra que escribió fray Diego de ADUARTE, titulada Historia de la Provincia del Sancto Rosario de la Orden de Predicadores en Philippinas, Iapon y China. El Padre Aduarte era un joven sacerdote dominico cuando llegó a Filipinas en 1595. Nada más llegar, fray Alonso Jiménez, que entonces era provincial de la Orden, lo eligió para que lo acompañara a Camboya, expedición que salió en enero de 1596. De aquella aventura -de la que salieron mal parados- ambos fueron protagonistas y tuvieron la oportunidad de convivir en situaciones críticas. Por tanto, lo que escribió fray Diego de Aduarte sobre el Padre Alonso Jiménez fue con conocimiento de causa, por ser testigo de los hechos. El Padre Aduarte escribió varias obras y murió siendo obispo de Nueva Segovia (Filipinas) en 1636.[48]

Para terminar, decir que, después de haber visto la gran actividad que desplegó fray Alonso en los once o doce años que estuvo en Asia, es lógico plantearse que, si ya en su vejez vivió con tanta vitalidad y entrega, ¿qué no sería lo que hiciera en Guatemala en la flor de su vida? Es otro frente abierto para seguir investigando sobre su figura.

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA:

 

ADUARTE, fray Diego: Historia de la Provincia del Sancto Rosario de la Orden de Predicadores en Philippinas, Iapon y China. Manila 1640

ANDRÉS MARTÍN, Melquiades, y OTROS: Misioneros Extremeños en Hispanoamérica y Filipinas. Diccionario biográfico y bibliográfico. Biblioteca de autores cristianos. Madrid, 1993.

Los Dominicos en Extremo Oriente. Provincia del Santísimo Rosario de Filipinas. Relaciones publicadas con motivo del séptimo centenario de la confirmación de la sagrada orden de predicadores. 1916.

NAVARRO DEL CASTILLO, Vicente: La epopeya de la raza extremeña en Indias, Mérida (Badajoz), 1978.

RODRÍGUEZ AMORES, L: Crónicas Lugareñas. Madrigalejo, Tecnigraf S.A. Badajoz. 2008.

https://sge.org/publicaciones/numero-de-boletin/boletin-61/las-ordenes-religiosas-en-filipinas/

 

https://www.larazon.es/cultura/historia/20211125/xqwbqcv46bdo3mhb6cfjf76if4.html

 

https://dbe.rah.es/biografias/19037/juan-diego-aduarte

 

https://lapaseata.net/2023/07/02/espanoles-en-la-cochinchina-blas-de-ruiz-y-diego-veloso/

 

FUENTES:

 

Archivo Parroquial de Madrigalejo. Libro de Acuerdos, Poderes y Protocolos del Concejo de Madrigalejo.

 

 

 

 

 

 

[1] ANDRÉS MARTÍN, Melquiades, y OTROS: Misioneros Extremeños en Hispanoamérica y Filipinas. Diccionario biográfico y bibliográfico. Biblioteca de autores cristianos. Madrid, 1993. (p. 180)

[2] Ibidem.

[3] ADUARTE, fray Diego: Historia de la Provincia del Sancto Rosario de la Orden de Predicadores en Philippinas, Iapon y China. Manila 1640. Pág. 243

[4] Ibidem.

[5] ADUARTE, fray Diego: Historia de la Provincia del (…) Op. cit. Págs. 2-8.

[6] Ibidem, pág. 9.

[7] Ibidem, págs. 9 y 10.

[8] Ibidem, pág. 11.

[9]Ibidem, pág. 14.

[10] https://www.larazon.es/cultura/historia/20211125/xqwbqcv46bdo3mhb6cfjf76if4.html

 

[11]ADUARTE, fray Diego: Historia de la Provincia del (…) Op. cit.  págs. 16-20.

[12]Ibidem, págs. 24-29.

[13]https://sge.org/publicaciones/numero-de-boletin/boletin-61/las-ordenes-religiosas-en-filipinas/

[14]ADUARTE, fray Diego: Historia de la Provincia del (…) Op. cit. pág. 30.

[15] Ibidem, pág. 244.

[16] Ibidem.

[17] Los Dominicos en Extremo Oriente. Provincia del Santísimo Rosario de Filipinas. Relaciones publicadas con motivo del séptimo centenario de la confirmación de la sagrada orden de predicadores. 1916. Págs. 49 y 50.

[18] Ibidem, pág. 50.

[19] ADUARTE, fray Diego: Historia de la Provincia del (…) Op. cit. Pág. 244.

[20] Ibidem, pág. 35.

[21] Los Dominicos en Extremo Oriente. Provincia del Santísimo Rosario de Filipinas. (…) pág. 50.

[22] ADUARTE, fray Diego: Historia de la Provincia del (…) Op. cit. Pág. 244.

[23] Ibidem

[24] Ibidem, pág. 131.

[25] Ibidem, págs. 35 y 132; y Los Dominicos en Extremo Oriente. Provincia del Santísimo Rosario de Filipinas. (…) pág. 50.

[26] Los Dominicos en Extremo Oriente. Provincia del Santísimo Rosario de Filipinas. (…) pág. 50 y 51.

[27] ADUARTE, fray Diego: Historia de la Provincia del (…) Op. cit. Pág. 245.

[28] Ibidem.

[29] Ibidem, pág. 144.

[30] Ibidem.

[31] Ibidem.

[32] Cuando se embarcó en la empresa de Camboya fray Alonso Jiménez, tenía “una venerable vejez de casi setenta años”. Ibidem, pág. 241.

[33] Ibidem, págs. 207 y 208.

[34] Ibidem, págs. 209-213.

[35] Estos hechos ocurrieron en mayo de 1596 (https://lapaseata.net/2023/07/02/espanoles-en-la-cochinchina-blas-de-ruiz-y-diego-veloso/ )

[36] ADUARTE, fray Diego: Historia de la Provincia del (…) Op. cit., págs. 213-224.

[37] Ibidem, págs. 224 y 225.

[38] Ibidem, págs. 229 y 230.

[39] https://lapaseata.net/2023/07/02/espanoles-en-la-cochinchina-blas-de-ruiz-y-diego-veloso/

[40] ADUARTE, fray Diego: Historia de la Provincia del (…) Op. cit, págs. 231-234.

[41] Ibidem, pág. 242.

[42] Ibidem, pág. 240.

[43] Ibidem, pág. 243.

[44] Ibidem, pág. 241.

[45] Este libro se conserva en el Archivo Parroquial de Madrigalejo.

[46] ADUARTE, fray Diego: Historia de la Provincia del (…) Op. cit, pág. 243.

[47] Los Dominicos en Extremo Oriente. Provincia del Santísimo Rosario de Filipinas. (…) pág. 50.

[48] https://dbe.rah.es/biografias/19037/juan-diego-aduarte

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