Nov 082024
 

 

Dra. Guadalupe Pérez Ortiz

Dña. Sonia López Ortiz

Dr. Francisco González Lozano

Dña. Rocío Pérez Ortiz

 

 

Resumen:

 Son múltiples los estudios que se llevan a cabo gracias a la producción y conservación de documentos dentro en el seno la Iglesia Católica, y son esos mismos documentos los que permiten poder profundizar en el objeto de estudio, el Orden sacerdotal. Dentro de nuestra institución hay que destacar la riqueza de los Archivos Eclesiásticos de Mérida-Badajoz, en los que se custodia la memoria histórica escrita de la Iglesia en la provincia de Badajoz; es a través de esta documentación como se puede elaborar una profunda investigación biográfica, siguiendo la trayectoria del ordenando, desde sus orígenes, su estancia en el seminario, etc.

Son pues archivos como éste el punto central en la historia de las instituciones, convirtiéndose en prioridad con la mirada puesta en el futuro de los mismos.

 

Palabras clave: orden sacerdotal, archivo eclesiástico, diócesis, seminario.

 

  1. Introducción

La compleja estructura institucional que presenta la Iglesia Católica, prácticamente desde sus inicios, la hace ser considerada una de las entidades más significativas en cuanto a la producción y conservación de documentos, los cuales resultan de suma importancia para la confección de múltiples análisis. No sólo hacemos referencia a aspectos puramente eclesiásticos, sino también a otros que nos permiten examinar asuntos de carácter político, económico, educativo, cultural o social.

En base a ello, nos proponemos en el siguiente trabajo exponer, con un ejemplo, la riqueza de uno de ellos: los Archivos Eclesiásticos de Mérida–Badajoz. Nos centraremos en identificar y analizar la documentación que procede de uno de los procesos más importantes para la Iglesia católica, como es el Sacramento del Orden sacerdotal.

En consecuencia, los objetivos que perseguimos quedarían estructurados de la siguiente forma: analizar histórica, institucional y funcionalmente los Archivos Eclesiásticos de Mérida-Badajoz, en especial su fondo diocesano; identificar y examinar documentalmente lo hallado, fijándonos especialmente en los expedientes personales, relacionándolos con otras series documentales ubicadas en el archivo; y, por último, exponer posibles líneas de investigación que pueden tomar como punto de partida la documentación objeto de este estudio.

Por todo ello, se han empleado los siguientes recursos metodológicos: la descripción histórica del sacramento del Orden sacerdotal; el análisis institucional, como estrategia de trabajo esencial para la clasificación y descripción documental; las técnicas archivísticas propiamente dichas, como elemento neurálgico para la identificación documental; y, el análisis histórico del conjunto para establecer una guía de contenidos del fondo analizado.

 

  1. Breve aproximación al sacramento del Orden sacerdotal

El origen del sacramento del Orden sacerdotal de la Iglesia católica está íntimamente vinculado al modo de vida de Jesucristo, a su misión y la institución de la propia Iglesia. Cristo es el sumo sacerdote[1], del cual brotan los signos sacramentales que se han transmitido lo largo de los siglos. Así, el Nuevo Testamento identifica a Jesucristo como sacerdote que se ofrece a si mimo por la salvación del mundo, siendo Cabeza y Pastor de la humanidad.

Los Apóstoles, escogidos por el mismo Cristo en su vida terrena, fueron enviados como pastores al resto del pueblo de Israel para apacentar el rebaño de Dios[2]. En el transcurso de los siguientes años, esos mismos discípulos instituyeron a otros para que siguieran cumpliendo su misión, perpetuando así el mandato de Cristo de instituyendo otros obispos, sacerdotes y diáconos[3]. Ya desde los inicios del cristianismo se puede observar una alta preocupación por la educación de aquellos que habían sido elegidos para ejercer el ministerio sacerdotal; la instrucción moral, litúrgica y disciplinar vertebraban las claves educativas de los candidatos[4]. Aun no siendo igual el proceso formativo de los futuros sacerdotes, sí se constatan varios grados o escalas que vertebraban el ministerio. Fabio, obispo de Antioquía en el año 251, escribía una carta al papa Cornelio detallándole la existencia de obispos, presbíteros, diáconos, subdiáconos, acólitos, exorcistas, lectores y ostiarios[5]. De éstos, cuatro se consideraban órdenes menores por no ser sacramentos, sino condiciones o ministerios previos al sacerdocio pleno (ostiario, lector, exorcista y acólito[6]) y tres superiores (subdiaconado, diaconado y sacerdocio[7]). Con la aparición del monacato de la Edad media, se añade la tonsura, como un ritual que simbolizaba el desprendimiento del mundo y la dedicación exclusiva a Dios.

Tras el Edicto de Milán, en el año 313, se establecen escuelas catequéticas orientadas a formar específicamente a los que serían elegidos como maestros y sacerdotes. En esta misma línea formativa se pronunciarían los concilios de Nicea (325), Constantinopla (381), Éfeso (431) o Calcedonia (451).

Tras la caída del Imperio romano y la exclusividad eclesial en la formación a todos los niveles, emergieron numerosas propuestas para llenar de contenido la específica educación de los candidatos a las sagradas órdenes. Serán, entonces, los concilios los que decidan la uniforme y legítima formación, así como los contenidos que habrían de ser asumidos. Entre estos destaca el II Concilio de Toledo, celebrado el año 627, en el que se detallaba un programa formativo para los futuros sacerdotes: tras recibir la tonsura, habrían de ser instruidos en Sagrada Teología bajo la inspección del obispo, quien habría de preocuparse por la recta voluntad de los candidatos. Tras recibir las órdenes menores, accedería al subdiaconado a la edad de 20 años, y superados los 25 podría recibir, por la imposición de manos del obispo, las sagradas órdenes del presbiterado[8].

Aquellas incipientes escuelas que surgieron para catequizar a todos los cristianos, y de modo particular a los futuros sacerdotes, tomaron un nuevo rumbo en el siglo VIII, emergiendo las llamadas escuelas episcopales. Se establecía una regla de vida en común y un itinerario educativo para asegurar la recta intención de los candidatos. Significativo será el I concilio de Aquisgrán, en el año 816, en el que se indicaba la necesidad de cuidar con el mayor desvelo posible la instrucción de los niños y jóvenes, fomentando la vida espiritual y el conocimiento de la Sagrada Escritura. La extensión de estas escuelas derivó en un aprovechamiento para el fomento de la cultura, no solo para los propios candidatos, sino para el resto de niños con inquietudes. Carlomagno invitaba a los obispos a abrir escuelas donde los niños aprendieran a leer, escribir y conocer las disciplinas eclesiásticas[9].

Un notable impulso académico surgió a partir del siglo XII, a la sombra de las catedrales, donde se mandaba observar la pobreza, el celibato, la vida en la caridad y la formación teológica. En este contexto de saber universal y propagación de la cultura, nacía la universidad como corporación de maestros que cultivaban la Filosofía, las Artes, la Medicina, el Derecho y la Teología. Aquellas escuelas catedralicias no tenían cabida en el ámbito universitario, pues su misión no era solo académica, sino vital, llamada a formar en virtudes junto al conocimiento eclesiástico. Pero de las recién nacidas universidades saldría el “alto clero” que iría destinado a las catedrales para ejercer como canónigos y a los distintos centros de Teología para enseñar posteriormente en los centros formativos de las diócesis.

Para fomentar la educación específica de los clérigos se crearon colegios universitarios y clericales, cuyo fin era la formación en doctrina y virtudes de los candidatos. Ciertamente estos colegios clericales no dieron respuesta contundente a la necesaria formación de los futuros pastores de la Iglesia católica; las razones halladas fueron diversas: secularización, disipación de la vida en común, relajación de las costumbres, falta de motivación… Existieron notables excepciones como el fundado por San Juan de Ribera (colegio del Corpus Christi) que centraron sus esfuerzos en una verdadera y profunda espiritualidad de los clérigos.

La necesidad detectada por los papas en un contexto de ruptura eclesial con el nacimiento del protestantismo, llevó a la institución del Seminario conciliar como respuesta a la formación firme en doctrina, vida y espiritualidad de los candidatos al sacerdocio[10].

Cuatro etapas vertebran el devenir histórico de esta nueva institución eclesial: en la primera destacamos su lenta implementación en las diócesis, especialmente en las españolas, debido a razones de pobreza de las mismas, a los numerosos cambios de los titulares que regían las diócesis o a la falta de interés por los mismos[11]. Con el advenimiento de los Borbones a España, en el siglo XVIII, se produce un salto cualitativo en las directrices de los seminarios conciliares, puesto que se pusieron al servicio de la monarquía y extendieron las ideas y principios de la Corona. La posterior Ilustración fomentaría un clero bien preparado a nivel académico a la par que se dejaba la formación universitaria al Estado, incluida la de los seminarios.

Las relaciones Iglesia-Estado cambiaron notablemente en el siglo XIX; la dimensión secular del Estado reclamaba tomar las riendas de los centros formativos del futuro clero por parte de los obispos. Aparecen así nuevas directrices y líneas educativas para estos centros que habían sido abandonados, durante décadas, y se habían alejado de la finalidad para la que fueron creados.

El Concilio Vaticano II (1962-1965) marcó las actuales directrices de la formación sacerdotal, dedicando parte de su reflexión al ser, quehacer y vivir del presbítero y, por extensión del seminarista[12]. Presbiterorum ordinis y Optatam totius fueron los dos decretos emanados de este universal concilio y que trató específicamente la vida del sacerdote y la formación de los seminaristas. Será Pablo VI quien reconducía los ministerios laicales tras el Concilio Vaticano II. Así desparecían la tonsura y las órdenes menores de ostiario y exorcista, del mismo modo el subdiaconado. En esta nueva normativa permanecerían dos ministerios laicales: lector y acólito[13].

Posteriormente el papa Juan Pablo II promulgó la Exhortación Apostólica postsinodal Pastores dabo vobis sobre la formación de los sacerdotes en la situación actual. El 8 de diciembre de 2016 se promulgó la última Ratio fundamentalis institutionis sacerdotales, por la que la Iglesia universal organizaba la formación de los candidatos al sacerdocio. Estas directrices fueron adaptadas por la Conferencia episcopal española[14].

Esta síntesis histórica nos muestra la vital importancia que en los veinte siglos de existencia ha mostrado la Iglesia católica hacia sus candidatos a las Sagradas Órdenes. La educación del futuro clero ha ocupado los desvelos de los papas y obispos en su devenir histórico. No es de extrañar la abundantísima documentación existente, así como la generada por las instituciones dedicadas a la formación de los seminaristas. En sus archivos particulares, así como en los diocesanos, podremos encontrar información relevante para numerosas investigaciones que solo pueden extraerse de ellos, pues fueron punto de referencia a nivel educativo durante siglos.

 

  1. Aproximación a los Archivos Eclesiásticos de Mérida-Badajoz: fondo diocesano y expedientes de órdenes sacerdotales

Los Archivos Eclesiásticos de Mérida–Badajoz son los responsables de custodiar la memoria histórica escrita de la Iglesia Católica en la provincia de Badajoz. Se constituyen por cinco grandes fondos: diocesano, capitular, parroquial, Orden de Alcántara y Orden de Santiago, cuya documentación permite la realización de variadas investigaciones de muy diversa índole: genealogía, demografía, sociología, teología, arte, economía, educación, piedad popular, etc.; desde aproximadamente el siglo XIII hasta el siglo XX.

El origen de estos archivos está directamente ligado a la reestructuración del Obispado de Badajoz en el año 1255, a manos de Fray Pedro Pérez, su primer obispo. No obstante, no se produciría su constitución hasta el siglo XVI, con la aprobación de las cláusulas establecidas en el Concilio de Trento, en las que se determina la obligatoriedad de estancia del obispo en la diócesis asignada. Este hecho conlleva a registrar toda la documentación que se produciría como consecuencia de sus funciones y a custodiarla en un único lugar, evitando la dispersión documental que se había producido hasta la fecha.

El cronista pacense Alberto González Rodríguez nos indica que su localización originaria es desconocida, pero hasta donde tenemos constancia sabemos que se ubicaba en el interior del Palacio Episcopal, en el denominado “Almacén del Rey”. Este lugar fue consolidado en 1380 como sede episcopal, tras haber sido donado por el rey Juan I de Castilla a la Iglesia, durante el obispado de don Fernando Suárez de Figueroa (1379-1398)[15]. En esta sede se mantuvo hasta 1705; cuando, durante la Guerra de Sucesión, la explosión de un polvorín en el Palacio Episcopal reduce a cenizas numerosos legajos y daña la estructura del edificio[16]. Ante esta grave situación, el obispo Marín de Rodezno (1681-1706) manda trasladar el archivo a extramuros, alojándose este y el obispado en un nuevo edificio situado en la calle que unía el entonces Campo de San Francisco con el de San Juan, donado por doña Ana Márquez de Negrete al obispo. La información relativa a estos hechos se conserva en un expediente de la época, donde el archivero don Matías Sutil relata los acontecimientos como fiel testigo de ellos[17].

“Licenciado provisor mando q[u]e se esponga por el archivero de esta audiencia el testimonio q[u]e se espide y q[u]e en el presente informe q[u]e así mismo se espide se lleven a firmar los autos para que se haga justicia. Luego lo notifiqué a Matias Sutil.  / (Fol. 38 v.)  En cump[limient]o del auto y teniendo pre[sen]te lo que se pide por d[o]ña Mensía de Arguello y Guzmán viuda de d[o]n Fernando de Ulloa en su pedimento de este día lo que puedo informar es que antes del sitio que padeció en el año de mil set[ezient]os y cinco estava el archivo en el de los papeles de este tribunal en el Palazio de los Il[ustrisi]mos se[ño]res obispos én él castillo de esta ciu[da]d  y por haber caido una bomba en el y quemados y perdidos diferentes legajos dio providencia el Il[ustrisi]mo Se[ño]r obispo d[o]n Juan Marín de Rodezno que / (Fol. 39) entonces lo hera de este obispado se mudase a su palazio obispal que esta junto al Campo de San Fran[cis]co de esta ciu[da]d cuios papeles  fueron aiudados para mi y Antonio Gomez Fabra que entonces hera archivero y haviéndose puesto en orden en este palazio en un quarto bajo de toda custodia y de estado en la misma todo el tiempo que fue dignísima autoridad de este obispado el Il[ustrisi]mo se[ño]r d[o]n  Fran[cis]co Valero y Losa arzobispo que tambien fue de Toledo haviendo en dicho obispado el Il[ustrisi]mo d[o]n  Pedro Franco de Lebanto y a pocos años de estar en este palazio y su obispado mando desocuoar el quarto que estaba hecho archivo y habiéndose mudado todos los papeles a otro quarto y estado sin orden ni composición se llevaron los papeles al quarto alto donde oy permanecen se esperimento que con la humedad / (Fol. 39 v.)  del suelo se hizieron cenizas más de trescientos pleitos antiguos y modernos quedándose pegados y podridos al suelo, de suerte que no se pudo de d[ic]hos pleitos perdidos y podridos sacar de ellos mas que cenizas que se amasavan entre las manos y haviéndose puesto en d[ic]ho quarto alto no se a podido contestar en mas de diez años q[u]e paso con lo referido a aquel orden antiguo que tenian los papeles padeciendo total confusión y por Henero de este año los que havia en este, antiguos y modernos que heran muchos en cantidad se llevaron a dicho archivo con la voluntad de los señores Reyes y Principe e Infantes de España los quales se han puesto en el mismo. B[adajo]z, diziembre veinte y dos de mil sete[zient]tos y veinte y nueve. Juan Mesía Molano”.

 

AEME-BA. Fondo Diocesano. Leg. 16, nº 400

 

De igual modo, el archivo estuvo influido por diversos acontecimientos históricos que sucedieron a lo largo de la historia española. Ejemplo de ello son la Revolución Francesa y la toma de la provincia de Badajoz, producida en los primeros meses del año 1811. Hecho que provocaría importantes pérdidas documentales, debido a los asaltos ocasionados al archivo. En segundo lugar, haremos alusión a la Guerra Civil Española, con la que se produjeron deterioros en la documentación en un intento de salvaguardarla ante los infortunios de la guerra. Asimismo, el archivo sufrió cuatro traslados que influyeron notablemente en la conservación de los expedientes que fueron expuestos a cuatro mudanzas en un breve intervalo de tiempo hasta su ubicación en la Casa del Cordón.

En el año 2006, con el nombramiento como arzobispo de don Santiago García Aracil y su interés de custodiar y difundir el patrimonio documental e histórico, se mandó unificar los fondos catedralicios, diocesanos y de las órdenes militares (Santiago y Alcántara) en una misma entidad, creando así los Archivos Eclesiásticos de Mérida–Badajoz. En el año 2011–2012, se unieron en depósito los fondos parroquiales, quedando constituida la entidad tal y como la conocemos hoy.

En líneas generales podemos decir que los fondos pertenecientes a la Orden de Santiago y la Orden de Alcántara permanecen como fondos cerrados. Fueron concluidos con la desaparición de las órdenes militares en el siglo XIX. Por el contrario, los ya nombrados Fondo Capitular, Diocesano y Parroquial siguen recibiendo documentos. Cada año se produce un proceso de traslado de fondos a estas instalaciones siguiendo un calendario establecido.

Los Archivos Eclesiásticos de Mérida-Badajoz están compuestos en la actualidad por aproximadamente 7000 legajos, de los cuales alrededor de 6000 (unos 3500 pertenecientes al fondo antiguo y unos 2500 al fondo moderno) se encuentran en las instalaciones de la calle Obispo San Juan de Ribera (concentrado el fondo antiguo en el nº 13 de la misma y el moderno en el nº 2), mientras que el resto permanece en las dependencias de la institución.

Al tener como estudio una de las series documentales que conforman los fondos diocesanos, resulta necesario exponer unas líneas generales que contextualicen brevemente dicho fondo.

Tomando como referencia el Diccionario del Patrimonio Cultural de la Iglesia[18], se define archivo diocesano, como el archivo encargado de conservar con orden los documentos y escrituras correspondientes a los asuntos diocesanos.

Los archivos diocesanos custodian la documentación generada por el obispo y su curia en el desarrollo de sus diversas competencias. Su origen se sitúa hacia el siglo XVI, estrechamente ligada a las cláusulas Tridentinas, en las que se dispone la observancia obligatoria de residencia de los obispos en las diócesis asignadas. Hasta dicho momento, la documentación diocesana era ubicada junto al fondo catedralicio, como consecuencia de que el obispo formaba parte del cabildo y de la inexistencia de archivos específicos. Su tardío nacimiento, ya bien entrado el siglo XVI, y las dificultades hasta su consolidación no han impedido que los archivos episcopales se destaquen por su volumen y riqueza documental.

Los fondos diocesanos, como pueden entender, son de suma importancia dentro de los Archivos Eclesiásticos de Mérida-Badajoz tanto por su volumen y cronología, como por sus variados contenidos. Una muestra de esta relevancia es el estudio que estamos presentando.

Se integran de un amplio volumen de expedientes que hasta la fecha están en periodo de inventariado y catalogación. Podemos hablar, a grandes rasgos de más de 2000 cajas archivadoras, por el momento, dado que al ser un fondo vivo va aumentando con las trasferencias documentales que periódicamente establece el calendario de nuestro archivo.

Para su utilización nos ayudamos de un fichero elaborado a principios del siglo XX por el archivero del momento Fernando Castón. Dicho fichero se organiza por poblaciones y dentro de ellas por “secciones”, así podemos encontrar documentación referida a iglesias, conventos, ermitas, expedientes matrimoniales, expedientes de órdenes, capellanías, obras pías, civil, criminal, etc. Este fichero una gran ayuda para el quehacer diario de la entidad pero no nos ofrece una total garantía (muchas fichas se han descolocado de su lugar primitivo, otras han desaparecido), ni un acceso fácil para los investigadores dado que al no estar informatizadas obliga a que la consulta deba hacerse en el archivo.

En la actualidad se está trabajando en un proceso de inventariado y catalogación de dichos fondos. Por el momento se ha revisado toda la documentación y en estos momentos estamos desarrollando tareas de inventariado y catalogación que darán como resultado el inventario y cuadro de clasificación del fondo episcopal.

El cuadro de clasificación marco para este tipo de entidades refleja la complejidad de estas instituciones y las múltiples relaciones que se establecen dentro y fuera de ellas. De este modo, suele quedar constituido en tres secciones: administración, gobierno y justicia, que se subdividen en diversas subsecciones y series documentales.

Los contenidos fundamentales que podemos extraer de este tipo de archivos y que serán base de posibles investigaciones históricas son:

 

  • Cuestiones económicas: las cuestiones de índole económico aparecen debidamente representadas en los cuadros de clasificación de este tipo de archivos por varias secciones y series documentales.

 

  • Encontraremos una rica y abundante documentación para el estudio de los diezmos y primicias. En el contexto cristiano la palabra diezmo se entendía por la décima parte de los frutos que provienen de los campos, prados, viñas árboles y animales (productos, no dinero). Las primicias eran la primera parte de los frutos o ganados que ofrecían los judíos a Dios. El estudio de estos contenidos nos ayudará a entender la significación de un fenómeno extendido en otras épocas y que encuentra en estos archivos un importante respaldo documental.

 

  • En segundo término, aunque no por ello menos importante, en relación con contenidos económicos, son los censos. En líneas generales, podemos decir que dentro de la economía agraria de España las tierras estaban gravadas por una serie de rentas que se llamaban censos. Éstos, pagados en especie, sirvieron de sustento tanto a la monarquía como a la Iglesia. La importancia de los censos para la Iglesia es directamente proporcional al volumen de documentos conservados en sus archivos, dado que la Iglesia, a lo largo de los tiempos, fue beneficiada por muchos de ellos.

 

  • Demográficas: Las cuestiones demográficas encuentran sustento documental en los llamados padrones parroquiales, que en cierto modo pueden ser comparados con listas censales a nivel civil. El interés de estos contenidos no deriva tanto de la parte eclesiástica, sino más bien de su vertiente sociológica y demográfica, dado que el estudio de esta documentación permitirá a los investigadores analizar la distribución poblacional a nivel de iglesias en las diócesis españolas.

 

  • Arte: Los archivos diocesanos se destacan como fuentes documentales para el estudio del arte. El archivo episcopal custodia documentación artística de diversas entidades, especialmente cofradías y hermandades, que al tratarse de entidades menores tenían obligación de presentar al obispado documentación sobre sus bienes patrimoniales y artísticos, la cual era incluida como parte de sus fondos archivísticos.

 

  • Contenidos testimoniales: Los contenidos probatorios o testimoniales que aportan fundamentalmente las dispensas y anulaciones matrimoniales en archivos diocesanos adquieren un valor importante, dado que son exclusivos de este tipo de archivos.

 

Al margen del valor histórico que puedan aportar, condicionados en todo caso por la preservación del honor e intimidad de las personas, estos contenidos son garantía real de la participación de individuos en dichos procesos.

Dentro de este importante fondo es donde se ubican los expedientes de órdenes sacerdotales, en concreto dentro del cuadro de clasificación de estos archivos en el apartado relativo a la secretaría general.

 

 

  1. Documentación sobre órdenes sacerdotales en los Archivos Eclesiásticos de Mérida-Badajoz

A continuación, procederemos a identificar una de las series más representativas y solicitadas del fondo diocesano: los expedientes de órdenes sacerdotales. En un total de 88 cajas, se conservan 3369 expedientes de cada sacerdote que fue ordenado desde los años 1600 a 1980[19]. Estos documentos, de considerable valor histórico, resultan esenciales a la hora de elaborar investigaciones biográficas, pues nos permiten seguir la trayectoria del ordenando desde su estancia en el seminario y evaluar su comportamiento en la localidad donde residía por los informes de conducta elaborados por los curas responsables de la zona; investigaciones genealógicas, por la presencia de la partida bautismal; e investigaciones demográficas, a través de la extrapolación de los datos, para poder ejecutar análisis centrados en el nivel de instrucción religiosa en un determinado período y lugar, entre otros.

Por ende, comenzaremos nuestro análisis identificando, por un lado, el número de cajas– expedientes que podemos encontrar en los depósitos del archivo:

 

Tabla 1. Expedientes de órdenes sacerdotales

EXPEDIENTES DE ÓRDENES SACERDOTALES FECHAS EXTREMAS LOCALIZACIÓN
Caja 1 1600 – 1668 Exp. 1 – 107
Caja 2 1669 – 1679 Exp. 1 – 186
Caja 3 1693 – 1699 Exp. 1 – 84
Caja 4 1680 – 1693 Exp. 1 – 85
Caja 5 1696 – 1708 Exp. 1 – 75
Caja 6 1708 – 1729 Exp. 1 – 28
Caja 7 1731 – 1733 Exp. 1 – 32
Caja 8 1730 Exp. 1 – 36
Caja 9 1730 Exp. 1 – 35
Caja 10 1730 Exp 1 – 25
Caja 11 1730 Exp. 1 – 25
Caja 12 1751 – 1770 Exp. 1 – 75
Caja 13 1771 – 1784 Exp. 1 – 64
Caja 14 1785 – 1788 Exp. 1 – 43
Caja 15 1789 – 1792 Exp. 1 – 56
Caja 16 1793 Exp. 1 – 51
Caja 17 1794 Exp. 1 – 59
Caja 18 1795 Exp. 1 -53
Caja 19 1795 Exp. 1 – 72
Caja 20 1796 – 1799 Exp. 1 – 52
Caja 21 1800 – 1811 Exp. 1 – 73
Caja 22 1812 – 1816 Exp. 1 – 94
Caja 23 1816 – 1818 Exp. 1 – 49
Caja 24 1819 – 1824 Exp. 1 – 86
Caja 25 1824 – 1828 Exp. 1 – 69
Caja 26 1829 – 1830 Exp. 1 – 51
Caja 27 1831 Exp. 1 – 37
Caja 28 1832 – 1833 Exp. 1 – 60
Caja 29 1834 -1839 Exp. 1 – 33
Caja 30 1840 – 1845 Exp. 1 – 27
Caja 31 1841 – 1847 Exp. 1 – 37
Caja 32 1853 – 1854 Exp. 1 – 176
Caja 33 1847 – 1853 Exp. 1 – 54
Caja 34 1855 – 1856 Exp. 1 – 194
Caja 35 1857 – 1858 Exp. 1 – 119
Caja 36 1858 – 1859 Exp. 1 – 17
Caja 37 1860-1862 Exp. 1-21
Caja 38 1860-1862 Exp. 1-9
Caja 39 1863 Exp. 1-35
Caja 40 1863 Exp. 1-2
Caja 41 1864-1865 Exp. 1-18
Caja 42 1866-1867 Exp. 1-101
Caja 43 1868 Exp. 1-2
Caja 44 1869-1871 Exp.1-23
Caja 45 1872-1873 Exp. 1-9
Caja 46 1874-1877 Exp. 1-9
Caja 47 1877 – 1878 Exp. 1 – 18
Caja 48 1879 – 1881 Exp. 1 – 21
Caja 49 1881 – 1882 Exp. 1 – 5
Caja 50 1883 – 1884 Exp. 1 – 4
Caja 51 1884 – 1885 Exp. 1 – 8
Caja 52 1886 – 1888 Exp. 1 – 5
Caja 53 1888 – 1889 Exp. 1 – 8
Caja 54 1890 – 1891 Exp. 1 – 5
Caja 55 1891 Exp. 1 -2
Caja 56 1892 Exp. 1
Caja 57 1892 Exp. 1
Caja 58 1893 Exp. 1
Caja 59 1893 Exp. 1 – 6
Caja 60 1894 Exp. 1 – 36
Caja 61 1895 Exp. 1 -17
Caja 62 1896 Exp. 1 – 42
Caja 63 1897 – 1898 Exp. 1 – 10
Caja 64 1897 – 1899 Exp. 1 – 32
Caja 65 1900 – 1901 Exp. 1 – 61
Caja 66 1902 – 1904 Exp. 1 – 13
Caja 67 1905 Exp. 1 – 5
Caja 68 1906 Exp. 1 – 67
Caja 69 1906 Exp. 1 – 2
Caja 70 1907 Exp. 1 – 7
Caja 71 1907 – 1908 Exp. 1 – 20
Caja 72 1909 – 1911 Exp. 1 – 11
Caja 73 1912 – 1913 Exp. 1 – 7
Caja 74 1915 – 1917 Exp. 1 – 15
Caja 75 1914 Exp. 1 – 4
Caja 76 1918 – 1920 Exp. 1 – 17
Caja 77 1921 – 1922 Exp. 1 – 11
Caja 78 1921 – 1922 Exp. 1 – 8
Caja 79 1923 Exp. 1 – 15
Caja 80 1924 – 1925 Exp. 1 – 26
Caja 81 1926 – 1937 Exp. 1 – 36
Caja 82 1931 – 1942 Exp. 1 – 50
Caja 83 1943 – 1947 Exp. 1 – 29
Caja 84 1948  1949 Exp. 1 – 21
Caja 85 1950 – 1954 Exp. 1 – 26
Caja 86 1954 -1961 Exp. 1 – 33
Caja 87 1960 – 2003 Exp. 1 – 28
Caja 88 1866 – 1902 Libro de órdenes

 

Como podemos apreciar, los expedientes se encuentran debidamente inventariados y clasificados. Además, para mejorar su localización, hemos realizado un instrumento onomástico que permite, tanto al investigador como al archivero, localizar rápidamente a cada uno de los ordenados y vincularlo con otras series documentales como los expedientes de beneficio curados (concurso, oposición, colación, permuta, renuncia, nombramiento, incardinación y excardinación), las congruas, los expedientes de jubilación o las estadísticas del clero, permitiendo completar las diversas investigaciones centradas en el personal eclesiástico.

No obstante, debido a la amplitud que presenta el documento, en el presente estudio centraremos nuestro objetivo en realizar un análisis cronológico y tipográfico, con el fin de analizar el número de sacerdotes que se ordenaban por siglo, así como las diferentes órdenes pertenecientes a otras congregaciones que hemos encontrado en los fondos y que pueden resultar interesantes al investigador. Finalmente, concluiremos el capítulo mostrando un ejemplo de expediente de orden sacerdotal, con el propósito de manifestar la evolución en la carrera profesional del sacerdote (una misma persona podía presentarse a diferentes grados y ascender en su carrera profesional) y las diferentes posibilidades de investigación que permite su estudio.

 

Tabla 2. Número de órdenes sacerdotales por año

Cronología Nº órdenes sacerdotales
1600 – 1699 469
1700 – 1799 824
1800 – 1899 4720
1900 – 1980 1567
2002 – 2003 1
TOTAL 7581

 

Como podemos observar en la tabla, existe una notable diferencia en el número de ordenamientos. Durante el siglo XVI, el número de ordenados no resultaría muy significativo, contando con un total de 469 personas dedicadas al sacerdocio. No obstante, con el transcurso del tiempo, su número aumentaría, siendo considerable el siglo XIX con 4720 órdenes. A pesar de encontrarnos en un período caracterizado por la desamortización (1798 – 1856), las consecuencias producidas por las diversas guerras (guerra de la Independencia, guerras Carlistas, etc.)  y las secuelas procedentes de ellas; el número de sacerdotes es notablemente alto. Esto puede atribuirse a un nivel más alto de religiosidad y devoción entre la población. Durante las centurias analizadas, la fe religiosa desempeñaba un papel central en la vida de los feligreses, lo que fomentaba una mayor inclinación hacia las vocaciones eclesiásticas, contribuyendo al aumento paulatino de las órdenes sacerdotales. Sin embargo, este acontecimiento se reduciría con el paso del tiempo, obteniendo como resultado 1567 ordenaciones durante el siglo XX y, que seguramente ha ido decreciendo paulatinamente durante el siglo XXI.

Tras su contextualización cronológica, procederemos a identificar otras órdenes que custodian los archivos:

 

Tabla 3. Otras órdenes sacerdotales

Orden sacerdotal Fechas extremas Número de expedientes
Congregación de Misioneros del Inmaculado Corazón de María 1926 – 1969 681
Orden de San Francisco 1926 – 1968 84
Orden de Carmelitas 1942 – 1966 27
Orden de Jesuitas 1928 – 1965 5
Orden Hospitalaria San Juan de Dios 1963 – 1969 4
Orden de Dominicos 1964 – 1966 2
TOTAL 803

 

En los fondos diocesanos de los Archivos Eclesiásticos de Mérida – Badajoz podemos encontrar 803 expedientes de diferentes órdenes pertenecientes al siglo XX como la Congregación de Misioneros del Inmaculado Corazón de María (681 sacerdotes), Orden de San Francisco (84) o las Carmelitas (27). A pesar de su escaso número, su estudio nos permite trazar investigaciones sobre las diversas congregaciones que existieron en la archidiócesis y que se encuentran ubicadas y accesibles en los depósitos. Por último analizaremos un expediente de orden sacerdotal. Para ello, hemos elegido a don José Velardos Parejo (1869-1932), antiguo vicario general, administrador del erario diocesano, deán de la Catedral de Badajoz, gobernador eclesiástico en sede vacante y notable profesor en el Seminario San Atón de Badajoz.

Ilustración 1. D. José Velardos Parejo

En los archivos, podemos encontrar cuatro expedientes de órdenes de José Velardos, durante los años 1891, 1892 y 1893. El primero de ellos correspondería con las sagradas órdenes que se produjeron por las témporas de adviento en 1891, donde se presentó al grado de primera tonsura. Seguidamente, en el año 1892, optó durante las sagradas órdenes de témporas de cuaresma al rango de diácono y subdiácono. Y, por último, en el año 1893, durante las témporas de Pentecostés, se ordenó como presbítero. Si analizamos el contenido de los expedientes, todos ellos presentan la partida de bautismo, el certificado de buena conducta del candidato por parte del Seminario y la parroquia a la que pertenecía por su localidad natal, en nuestro caso La Haba; y la solicitud que realiza el interesado al Obispo para poder presentarse a la oposición. Y, para poder ascender de rango, debía presentar la misma documentación. [20]

Ilustración 2. Solicitud de José Velardos Parejo para acceder a las órdenes

Ilustración 3. Certificado de buena conducta del Seminario

 

  1. Líneas de investigación

 

Tras la exposición de la documentación que custodia el fondo diocesano de los Archivos Eclesiásticos de Mérida-Badajoz en relación a las órdenes sacerdotales, es de obligada necesidad esbozar unas breves líneas sobre las posibles investigaciones que se podrían llevar a cabo a partir de su análisis:

 

  • En primer lugar, es factible la realización de estudios biográficos, especialmente interesante serían los de aquellos sacerdotes que tuvieron alguna repercusión en el panorama eclesiástico, pero también político, cultural o educativo.

 

  • Por otro lado, son significativos los “mapas espirituales” que podrían trazarse tomando como punto de partida los datos que nos aportan esta documentación. Su análisis nos permitiría observar épocas que podrían considerarse de mayor espiritualidad y épocas más alejadas de esta máxima. Asimismo, se puede analizar la influencia de la Iglesia católica en la sociedad, debido al número de sacerdotes enviados a las poblaciones.

 

  • Asimismo, la documentación identificada es importante para el estudio del proceso propio de la carrera eclesiástica. Gracias a las series relacionadas, cabe la posibilidad de estudiar al individuo durante todo el recorrido que realiza hasta obtener el cargo eclesiástico. Su análisis, permite conocer el proceso que se efectúa a la hora de la obtención de plazas, interesante para la realización de estudios con enfoques educativos y laborales.

 

  • Y, de manera adyacente, dicha documentación permite estudiar como diferentes procesos civiles, sirvan de ejemplo guerras o disposiciones civiles, influyen de forma directa en el número de hombres que orientaban su vida a la carrera eclesiástica, en definitiva, condicionan el propio devenir de la Iglesia.

 

  1. Conclusiones

 

Finalmente, las conclusiones obtenidas podrían resumirse de la siguiente forma:

 

  • La importancia de los archivos de la Iglesia como responsables de la salvaguarda de un notable patrimonio documental. Y, que como hemos podido demostrar en este estudio y en otros publicados anteriormente, el análisis de sus fondos es fundamental para la elaboración de otros de carácter, biográfico, demográfico y social.

 

  • La importancia de los expedientes de órdenes sacerdotales para la consecución de un mapa espiritual en la baja Extremadura, así como para el trazado de biografías, y genealógicas, que tomen como punto de partida los datos que dicho expedientes aportan.

 

  • Remarcamos la importancia de algunos de estos contenidos, dado su carácter único y testimonial y por ello, la necesidad inminente de que en todos los archivos que componen la Iglesia católica se efectúen sin más dilación tareas de ordenación, inventariado y clasificación de fondos que, no sólo pongan a la luz documentación hasta la fecha inédita, sino que eviten su destrucción, es decir, la lapidación de la historia eclesiástica española.

 

  • En particular, resaltamos la rica documentación custodiada en los Archivos Eclesiásticos de Mérida-Badajoz.

Bibliografía

 

AEME-BA. Fondo diocesano. Leg. 16, nº 400.

 

Asociación de Archiveros de la Iglesia, “Aportación del director del Archivo Diocesano don Eladio Méndez Venegas”. Guía de los Archivos de la Iglesia en España (2000).

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Pérez Ortiz, G.; Vivas Moreno, A. “Documentación sobre conventos agustinos en el Archivo Diocesano de Mérida-Badajoz (siglos XVI-XIX)”. Recollectio: annuarium historicum augustinianum, 31-32(2008-2009), pp. 191-227.

SCHILLEBEECKX, E. La misión de la Iglesia. Salamanca: Sígueme, 1971.

VERGARA CIORDIA, J. y RODRÍGUEZ SEDANO, A. “Devenir institucional de la formación sacerdotal hasta el Concilio de Trento”, Revista de Estudios Extremeños, 70 (2014), pp. 511-552.

[1] Heb 4,15-15; 8,1.

[2] Son numerosas las citas bíblicas que sustentan el mandato misionero apostólico y la institución del sacramento del orden sacerdotal: Mt 10,6; Jn 21, 15-17; 1 Cor 5,7. Estos textos muestran la intención del mismo Jesús de que aquellos discípulos continuaran su misión sacerdotal.

[3] Un tratado sistemático sobre el ministerio sacerdotal, su desarrollo histórico y lo concerniente a la dimensión eclesial y pastoral que ejercen podemos encontrarlo en PONCE CUÉLLAR, M. Llamados a servir. Teología del sacerdocio ministerial. Madrid: Herder, 2001.

[4] Cfr. DENZINGER, E. Enchiridion Symbolorum definitonium et declarationum de rebus fidei et morum.  Barcelona, 1991.

[5]Ibíd., 45.

[6] El ostiario era el guardián del templo que, mediante el sonido de la campana, llamaba a los fieles a las celebraciones. El acólito podía portar las luces dentro de la iglesia y presentar el pan y el vino al sacerdote. El exorcista podía imponer las manos sobre los posesos del demonio, así como recitar las oraciones propias del ritual de exorcismo.

[7] El subdiácono podía repartir la Sagrada Comunión entre los fieles. El diácono administraba los sacramentos del Bautismo y Matrimonio. El sacerdocio, que incluía al presbítero y al obispo, podía presidir el resto de los sacramentos de la Iglesia.

[8] Cfr. ORLANDIS ROVIRA, J. Historia de los concilios de la España romana y visigoda. Pamplona: Eunsa, 1986.

[9] Un detallado recorrido histórico de los primeros quince siglos de formación sacerdotal lo encontramos en VERGARA CIORDIA, J. y RODRÍGUEZ SEDANO, A. “Devenir institucional de la formación sacerdotal hasta el Concilio de Trento”, Revista de Estudios Extremeños, 70 (2014), pp. 511-552.

[10] La sesión 23 del Concilio de Trento instituía el seminario conciliar para aquellos niños y jóvenes que, desde temprana edad, manifestaran su inquietud a recibir las sagradas órdenes.

[11] Podemos leer el esbozo histórico de las diferentes etapas en VERGARA CIORDIA, J. y COMELLA GUTIÉRRERZ, B. “El seminario conciliar en las relaciones Iglesia-Estado en España desde Trento al Concilio Vaticano II”,Revista de Estudios Extremeños, 70 (2014), pp. 553-596.

[12] Véase Presbiterorum Ordinis en CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II: CONSTITUCIONES, DECRETOS, DECLARACIOENS. Madrid: B.A.C. Minor, 1996; CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA. La formación sacerdotal permanente. Madrid: EDICE, 2004; SCHILLEBEECKX, E. La misión de la Iglesia. Salamanca: Sígueme, 1971.

[13] Cfr. PABLO VI. “Ministeria quaedam”, Acta Apostolica Sedis, 3572-3588. 15, agosto 1972.

[14] Cfr. CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA. Plan de formación sacerdotal. Normas y orientaciones para la iglesia en España. Formar pastores misioneros. 2019.

[15] Cf. González Rodríguez, A.Historia de Badajoz. Badajoz: Universitas, 1999, pp. 189-190.

[16]Cf. Asociación de Archiveros de la Iglesia, “Aportación del director del Archivo Diocesano don Eladio Méndez Venegas”,Guía de los Archivos de la Iglesia en España (2000); Pérez Ortiz, G. Documentación conventual en el Archivo Diocesano de Mérida, Badajoz: confección de un sistema de información histórica (localización, análisis documental y gestión automatizada). Badajoz: Universidad de Extremadura. Servicio de Publicaciones, 2006, pp. 74-75.

[17] Cf. Leg. 16, nº 400 (Fondo Diocesano). Pérez Ortiz, G. y Vivas Moreno, A. “Documentación sobre conventos agustinos en el Archivo Diocesano de Mérida-Badajoz (siglos XVI-XIX)”,Recollectio: annuarium historicum augustinianum, 31-32(2008-2009), pp. 191-227.

[18]Iguacen Borau, D. Diccionario del Patrimonio Cultural de la Iglesia. Madrid: Encuentro, 1991, p. 140.

[19] Contamos con un expediente del año 2002-2003 de D. Francisco Manuel Pacheco Carvello. Al tratarse de un único documento, hemos finalizado la cronología en el año 1980, encontrándose los posteriores en el fondo diocesano intermedio ubicado en los archivos del Obispado de Badajoz.

[20] Podemos encontrar los expedientes de don José Velardos Parejo en el Comp.21.B Cent.1, caja 55 (exp.2), caja 56 (exp.1), caja 57 (exp.1) y caja 59 (exp.4).

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