Teodoro Martín Martín.
La pintura de historia en el siglo XIX es producto de los concursos académicos organizados por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, por encargo público, de la Corona o a solicitud de particulares. Así lo explica Carlos Reyero en su estudio sobre el tema, cuando habla del cuadro antes del cuadro[1]. Esta pintura, prosigue el mismo autor, trata de crear en el lienzo un espacio ilusorio de tres dimensiones a través de la enfatización de los elementos que contribuyen a resaltar la profundidad, y que son los siguientes:
- Las líneas del pavimento.
- La distribución de los personajes en planos distanciados.
- Los elementos variados que completan la idea de tercera dimensión.
El afán verista les lleva a la reconstrucción arqueológica de los lugares concretos en los que se desarrolla la acción. Usan composiciones que implican movimientos y representan acontecimientos relevantes, protagonizados por personajes de la Historia, que generalmente tienen lugar en interiores. Los cuadros son de regular tamaño y están entonados en un color uniforme.
«El retiro del Emperador Carlos V a Yuste, argumento que tiene especial relevancia entre los pintores de historia de fines del siglo XIX, plantea la decrepitud del poderoso y enlaza con el interés hacia los aspectos emotivos de la Historia, a la vez que constituye una reflexión más sobre el final de la vida. En ese convento extremeño, señala Carlos Reyero, tuvo lugar una escena a la que se recurre varias veces en virtud de su carácter pintoresco, la presentación de Don Juan de Austria a Carlos V, siendo el cuadro de E. Rosales la creación más afortunada desde un punto de vista plástico, aunque ya había precedentes de este tema[2]«.
Que yo conozca existen los siguientes cuadros sobre Carlos V en el Monasterio de Yuste:
- Entrada de Carlos V en el Monasterio de Yuste del valenciano Joaquín Agrasot (1837-1919).1887.Perteneció al Museo del Prado y estando en depósito en la Escuela Provincial de Bellas Artes de Oviedo fue destruido en ocasión de los sucesos de 1934.Hay también otro cuadro con igual temática de J. Alarcón, pintor murciano que se dio a conocer en la Exposición Nacional de 1871.El cuadro de Carlos V es de 1887.
- Carlos V en Yuste de Miguel Jadraque (1840-1919). Pertenece al Museo del Prado, pero hoy se halla depositado en la casa de la Tierra de Salamanca.
- Don Juan de Austria presentado a Carlos V del pintor gerundense Benito Mercadé Fábregas (1821-1897). 1862. Fue comprado por Isabel II y hoy se halla depositado en el Salón de Recuerdos del palacio segoviano de Riofrío. Presentación de Don Juan de Austria al Emperador Carlos V en Yuste por Eduardo Rosales Gallina (1836-1873).1869. Se trata de un lienzo de 76×23 cms. firmado en su ángulo inferior derecho. Lo adquirió el marqués de Portugalete cuyos herederos lo legaron en 1919 al Museo del Prado donde se halla depositado.
- De 1881 es el cuadro titulado: El Emperador Carlos V recibiendo el Viático en el Monasterio de Yuste, del pintor madrileño Joaquín Mª Herrer Rodríguez, que ya obtuvo una mención especial en 1862 con una obra titulada Entrevista de Carlos V y San Francisco de Borja. Este cuadro lo adquirió el Estado y lo tiene depositado desde 1880 en el Museo Provincial de Bellas Artes de Albacete. El primero también adquirido para el Museo Nacional se halla en la Universidad de Zaragoza.
Carlos Mª Esquivel y Rivas
Hijo del también pintor Antonio Mª Esquivel nació en Sevilla y estudió en Paris bajo la dirección de Mr. León Gogniet. El 20 de Noviembre de 1857 es nombrado profesor de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid cargo que mantuvo hasta su muerte[3]. Presentó diferentes obras desde 1849 a las Exposiciones de Bellas Artes. De 1858 es «Los últimos momentos de Felipe II en el Real Monasterio de San Lorenzo». Fue en la de 1862 cuando presentó «La visita de San Francisco de Borja al Emperador Carlos V». Este lienzo se halla hoy día en una de las paredes del crucero de la catedral de Segovia. Está firmado en su ángulo inferior izquierdo. Las medidas aproximadas son 3×3 metros es pues de gran formato.
Descripción: Carlos I, su confesor y San Francisco de Borja se hallan en el centro del lienzo, a la izquierda hay otro monje jerónimo que trata de sujetar una silla, que va a ceder a San Francisco para que se siente y converse con el Emperador. A la derecha y erguido encontramos a un noble caballero con espada. Los cinco personajes se hallan en una habitación, en cuyo lado izquierdo se insinúa una ventana. En el ala opuesta una puerta nos expresa la existencia de un claustro o patio con arquerías. En las blancas paredes de la sala hay una cruz y sobre ella un cuadro representando a Cristo crucificado. Detrás del Emperador se vislumbra una estantería y una mesa con libros.
De esta obra decía un periódico de la época: «El cuadro del Sr. Esquivel, aunque débil en sus actitudes, está bien dispuesto y no mal caracterizado. La fisonomía del Emperador es propia y adecuada; solo echamos de menos el rostro de San Francisco siendo en el lienzo la figura principal, aparece de espaldas con el objeto de que resalte más la de Carlos de Gante. El dibujo es en la obra del Sr. Esquivel un tanto imperfecto, y si se exceptúa la cabeza del Emperador, todo lo demás del cuadro carece de verdad en los detalles. Del colorido ya hemos dicho que es triste y tan fría en su entonación, tan poco manejados los realces y los oscuros, que ni una forma se destaca de la plana superficie de la tela. Las ropas están plegadas y sombreadas, con más arte y simetría que verosimilitud, viéndose en ellas el cuidadoso artificio de la escuela que sigue el laureado autor de la familia de un oficial muerto en África»[4]. Maria Elena Gómez Moreno, en su artículo Pintura y Escultura Españolas del Siglo XIX, señala que «Carlos Mª hijo de Antonio Mª Esquivel, es continuador de la obra de su padre, pero sin la personalidad de aquel».[5]
Interpretación de la obra
Son muchas las lecturas e interpretaciones que se han hecho de este cuadro. Unas en cuanto al lugar representado: Jarandilla o Yuste. Otras sobre el tiempo histórico que intenta representarse: 1556, Julio de 1557 o Diciembre de 1557.Hay discusión también sobre los personajes representados. De ellos, salvo el Emperador y San Francisco de Borja, hay dudas a cerca de los otros tres. Estas cuestiones y otras de tipo iconográfico nos ocuparán en este apartado.
La historiografía nos aporta algunos datos que aclaran postulados y problemas antes apuntados. Julián Lozano en su reciente estudio sobre los jesuitas señala que Carlos V y el Duque de Gandía tuvieron varias entrevistas. En Diciembre de 1556 «encomendó al padre Borja una delicada misión diplomática. Le encarga que vaya junto a la reina Catalina de Portugal para asegurar para su nieto, el príncipe Carlos, la Corona Portuguesa en caso de que faltase el rey Don Sebastián, que contaba entonces tres años»[6]. Borja vuelve a Yuste a dar cuenta al Cesar Carlos de los resultados obtenidos en Portugal, quedando Carlos muy satisfecho en Julio de 1557.El 23 de Diciembre del mismo año es de nuevo requerido, alojándose Borja junto al Emperador «merced y regalo no ha hecho a nadie», según cuenta en carta a Lainez el propio San Francisco. Esta es la última vez que se vieron ambos personajes. Carlos V murió en Septiembre de 1558 y dejó como testamentarios a Felipe II y Francisco de Borja.[7]
El gran erudito extremeño Domingo Sánchez Loro en su Inquietud Postrimera de Carlos V señala lo siguiente: [8]«Hoy ha estado el P. Francisco de Borja con Su Majestad bien dos horas y media. Dice S. M. que está bien trocado de cuando era marqués de Lombay.19 de Diciembre de 1556… El 21 el P. Francisco de Borja estuvo otra vez en larga y privada audiencia con S.M..Y el 22 se despidió y volvió a Plasencia…» Según este autor San Francisco de Borja no vino a hablar para que el Emperador protegiese a los jesuitas, sino a recordar viejos tiempos de juventud. Estas visitas se realizaron en Jarandilla y no en Yuste. De aquí el sacerdote valenciano marchó a Plasencia para tratar del asiento de su orden en dicha ciudad. Según Sandoval y el P. Sigüenza el de Borja trató de que Carlos V apoyara a los jesuitas. «El 26 de diciembre de 1557, señala Sánchez Loro, vuelve a tratar con S.M. el P. Francisco Pescador -así se denominaba vulgarmente por humildad el padre Francisco de Borja- pero que nadie sabía lo que hablaron, aunque después se supo que trataron del asunto de la venida de la infanta Maria de Portugal, cuyo negocio fue a procurar a Lisboa».[9]
El profesor M. Fernández Álvarez también alude a las razones del encuentro entre los dos personajes. A este respecto apunta: «En la cuestión del pleito por la Regencia de Portugal a la muerte de Juan III (11 de Junio de 1557), pretendían gobernar en la minoría del rey Don Sebastián de tres años Catalina viuda del rey difunto y hermana del Emperador Carlos V y su hija Doña Juana madre del rey Don Sebastián. Ante el posible fallecimiento de éste Carlos V pretendía que los derechos dinásticos a la Corona Portuguesa recayeran en el príncipe Don Carlos hijo de Felipe II y Maria Manuela de Portugal. Para esta misión recibió a San Francisco de Borja… El P. Borja logró un éxito completo en sus gestiones. Se anticipaba así la unidad peninsular realizada en 1582 por Felipe II.».[10]
De los tres apuntamientos historiográficos precedentes se desprende que la entrevista del cuadro debió celebrarse en el Monasterio de Yuste y en fecha posterior a la muerte del Rey Juan III. La primera entrevista en el castillo de Jarandilla es de tipo protocolario y en recuerdo de tiempos pasados en común. La fecha de Julio de 1557 es problemática dado que no hacía un mes que había fallecido el rey lusitano y por tanto el tema de la regencia y de la sucesión posible de Don Sebastián no podría haberse tratado. A este respecto no olvidemos las distancias y tiempos entre Yuste y Lisboa así como los caminos y veredas que les aproximaban.
La presencia de dos frailes jerónimos en la entrevista aleja la posibilidad del castillo de Jarandilla. ¿Qué sentido tiene que un fraile ofrezca en la sede de los Álvarez de Toledo un asiento a San Francisco? Además las arquitecturas que se insinúan en el cuadro aluden más a un claustro monástico que a un patio de castillo. Es pues en Diciembre de 1557, estando ya el Emperador en el Monasterio cuando recibe al P. Borja, alojándole en su residencia, hecho que alude a la confianza que se tenían y la confidencia de que trataban.
En cuanto a los personajes retratados por Esquivel, si es que lo que pintó existió en la realidad histórica, me inclino por lo siguiente. El eje Carlos-Francisco modula la relación y articula el esqueleto estructural básico y central, es donde se ubica la acción, es la parte activa, lo demás es complementario pasivo. El fraile que está detrás de los dos personajes principales estimo que sea el confesor de Carlos V, Fray Juan de Regla. Fue uno de los miembros más destacados de la orden jerónima en aquellas fechas tanto por su profunda piedad como por sus estudios, extremos que le habían merecido ser llamado para asistir al Concilio de Trento. Imbuido de santa humildad no fue fácil convencerle para que aceptase el delicado puesto de confesor imperial[11]. Julián Lozano dice del confesor que informaba continuamente al Emperador de las acusaciones de herejía de que era objeto continuamente la Compañía de Jesús. Por otra parte fue manifiesta la enemistad de este monje y el dominico Bartolomé de Carranza, como lo demuestran fehacientemente los estudios del P. Tellechea Idígoras. Su actitud de escucha, preocupación y seriedad contenida nos habla de un hombre de confianza del Emperador, vigilante y preocupado por los asuntos que embargan al Cesar, al que protege espiritualmente. El otro fraile jerónimo no creo que tenga más significación que la de ser auxiliar de fray Juan de Regla.[12]
Queda por dilucidar quien es el noble que aparece a la derecha de la escena principal vestido elegantemente al estilo español del siglo XVI. Descarto por lo apuntado antes que sea el Conde de Oropesa, Don Fernando Álvarez de Toledo. Pienso en dos posibles candidatos: Don Luís de Ávila y Zúñiga, comendador de Alcántara y veterano compañero de campañas militares en Alemania, vivía en Plasencia y fue el que más le habló de las bondades de la comarca de la Vera como posible retiro imperial. No es descartable la figura del mayordomo Don Luis Méndez de Quijada, señor de Villagarcía, tutor y protector de Don Juan de Austria. Descarto al secretario Gaztelu y a la ayuda de cámara Van Male, que no concibo vestidos de forma tan señorial y con espada al cinto. El porte del caballero es mas bien de señor de vasallos, condición que cumplen Zúñiga y Quijada. Me inclino por el comendador de Alcántara, Ávila y Zúñiga, Marqués de Mirabel, el cual acompañaría a Francisco de Borja desde Plasencia al Monasterio para informar al Emperador de su gestión en Portugal.
NOTAS:
[1] Carlos Reyero: La pintura de Historia en España. Cátedra. Madrid 1989.Pág.96 y siguientes.
[2] Carlos Reyero: La pintura de Historia del siglo XIX en España. Catálogo de la Exposición celebrada en Madrid en 1992, Pág.57.
[3] M.Ossorio y Bernard: Galería biográfica de artistas españoles del siglo XIX. Librería Gaudí Madrid 1975.Pág.207.
[4] M.Ossorio y Bernard: ob. cit. Pág.208.Sobre las Exposiciones Nacionales de Pintura en la España del siglo XIX véase la tesis doctoral de J. Gutiérrez Burón. Madrid 1987. 2 vols.
[5] Maria Elena Gómez Moreno: Pintura y escultura españolas del siglo XIX. Summa Artis. Vol .XXXV. Madrid 1993.Pág.271.
[6] Julián Lozano Navarro: La Compañía de Jesús y el poder en la España de los Austrias. Cátedra Madrid 2005.Pág.94.
[7] Julián Lozano: Ob. cit. Pág.98. El marqués de Valparaíso en su obra El Perfecto Desengaño, 1638, alude también a estas entrevistas. Págs.59 a 66.
[8] Domingo Sánchez Loro: La Inquietud postrimera de Carlos V. Cáceres.1958. Vol. III Yuste. Pág.274 y sig.
[9] D.Sánchez Loro: Ob. Cit. Pág.475.»En carta del 28 de Diciembre, apunta Gaztelu, que el padre Francisco de Borja pudo allanar los tratos entre la expresada infanta y su madre».Pág.477.
[10] M. Fernández Álvarez: La España del Emperador Carlos V. Tomo XX de la Historia de España de Don Ramón Menéndez Pidal. Madrid 1982.Pág. 934 y 935.
[11] M. Fernández Álvarez: Ob. cit. Pág.920.
[12] El Libro de Yuste de Fray Luís de Santa María, de 1629, alude a que el confesor de Carlos V, monje Jerónimo, tenía entrada franca a las dependencias del palacio imperial desde el claustro nuevo. (Pág.680).