Manuel Rubio Andrada y Francisco Javier Rubio Muñoz.
El fin de este estudio es facilitar al público la información actualizada en los aspectos descriptivos, planimétricos, bibliográficos y fotográficos de este monumento, tan singular para la historia de los trujillanos y tan abandonado; aparentemente no tiene otro sentido que su desaparición. En este estudio no están presentes los aspectos documentales, que esperamos acometer en breve, ni arqueológicos, ya que carece de intervenciones en este sentido.
1. LOCALIZACIÓN
Se encuentra situada en el término municipal de Trujillo, muy próxima al punto determinado por las coordenadas geográficas: latitud 39º 23´55´´ y longitud 2º 09´05´´; mapa 1/50000, hoja 706 denominada Madroñera; Madrid, 1ª edición 1963 del I.G.C.
Para llegar podemos trasladarnos por el cordel de ganados que desde Trujillo, vía ermita de Santa Ana, marcha hacia el sur pasando próximo a Santa Cruz de la Sierra. La ermita se encuentra a la izquierda hacia la mitad del camino en la finca del mismo nombre: La Coronada.
Más cómodamente se puede acceder al cordel desde la N-V -autovía de Extremadura-. Llegados a la primera gasolinera, en sentido de Badajoz, tomemos el camino de servicio de la izquierda. A la altura del poblamiento residencial de los Quintos, debemos abandonarle y machar nuevamente a la izquierda, pronto llegaremos al complejo de las fincas las Torrecillas; pasadas estas instalaciones, daremos con el cercano cordel y doblaremos a la derecha. Transcurridos por él unos 400 metros, a nuestra izquierda, hay un paso canadiense; atravesemos, puesto que sigue siendo camino público, y marchemos 1100 metros hasta llegar a una puerta situada en el frente izquierdo. Podemos dejar aquí el vehículo y marchar a pie por el camino. El monumento está a unos 300 m tras unos edificios actuales. Lo correcto es pedir permiso a los dueños de la finca donde está situado este monumento y los restos del yacimiento donde se construyó.
2. GENERALIDADES
Para levantar esta ermita se eligió la suave caída, hacia NE, de una ligera mesetilla de 8 o 10 ha, más ataludada al SW. Hacia este mismo lado continúa un valle algo amplio, completamente desforestado y de apariencia fértil, se utiliza para la agricultura -cereal- y pastoreo de ganado bovino y ovino. El vallecillo se ve flanqueado al S por una corta elevación algo extraña en este paisaje ya que, aunque a penas son perceptibles en el paisaje, está coronada por crestas de cuarcitas que se extienden próximas a la dirección E-W. Estas zonas de contacto determinan fáciles afloramientos de agua en sus laderas. Más allá surgen de nuevo terrenos graníticos.
El granito es también predominante en el resto de tierras situadas en el entorno inmediato de la ermita; presenta volúmenes de escasa entidad. Otras veces alternan con terrenos pizarrosos propios de nuestra penillanura. Todo este paisaje se ofrece desforestado, de monótona apariencia; se utiliza igualmente para pastoreo de ganado lanar y bovino.
En resumen es un paisaje propio de la penillanura trujillana aunque la intrusión de masas pequeñas de granito y la suave elevación hacia el S de la cadena de cuarcitas rompe algo su monótona horizontalidad.
Arqueológicamente diremos que, la pequeña meseta donde se construyó la ermita ofrece frecuentes fragmentos de cerámicas comunes entre las que se observan algunas tégulas romanas. La elevación y potencia de estos restos es mayor en el ángulo SW, donde se adivinan restos de edificaciones de cierta entidad y nobleza por algún sillar de buen volumen que, parcialmente presenta su superficie. Dijimos que la parte opuesta es algo más baja y fue el lugar escogido para construir la ermita; puede decirse, sin lugar a dudas, que está construida sobre restos más antiguos entre los cuales son evidentes los romanos.
En la cresta que determina la cadena de cuarcitas situada en el límite S del valle hay restos de muros circulares, completamente arrasados, esparcidos y a veces con tendencia circular; el pequeño diámetro, evidente en algunos -no más de 3 m-, su apariencia es pobrísima, sin que se observen entre ellos cerámicas u otros materiales. Entre las rocas utilizadas en la construcción de una de estas posibles chozas, que parecen corresponder más a animales que a hombres, hay al menos una de granito, tendente a la forma prismática, de no más de 0,50 m de lados salientes del suelo; en ella se grabó un conjunto interesante de cazoletas. Evidentemente este soporte ha sido acarreado de otro lugar. También en la ligera pendiente situada al SW se encuentran más restos romanos aparentemente de escasa potencia e identidad. Hay que señalar los numerosos y amplios majanos -depósitos de piedras debidamente apilados-, esparcido por toda la finca aunque predominantes cerca de la vivienda actual. No hemos observado ningún otro referente arqueológico en los mismos.
LA ERMITA
3. Descripción general
El edificio religioso fue construido en posición E-W y por lo general con materiales pobres: mampostería y cal en ábside y pilastras; barro y ripio como aparejo en el resto de los muros. Todo ello con excelente lucido. Consta de un ábside y una nave que se comunican por arco triunfal; hacia el exterior lo hacían por una puerta colocada en la nave hacia poniente, – posiblemente había otra menor al S, en el ábside- En el norte del ábside se dotó con una sacristía y en el este con un camarín; a éste se accede desde la sacristía por una dependencia adosada.
Lám I – Ruinas de la ermita de Nuestra Señora de la Coronada
El ábside (interior)
Su planta mide 8,20 m de ancho y 6,5 m de largo desde el centro del arco triunfal; el ancho de sus muros es de 0,80 m. Tiene forma semicircular, con sus lados prolongados con rectitud, algo más de 2 m, hasta la nave. Se cubrió con bóveda de ladrillos en cuarto de esfera completada con otra de cañón hasta el arco triunfal.
La forma circular del lateral del ábside se transformó interiormente a unos 3 m de la base con un cubrimiento que le comunica a toda la parte superior un relieve de unos 5 cm.; este espacio se limitó inferiormente con cinco arcos ciegos cuyos arranques laterales se realizaron con irregularidades notorias; ellos intentan determinar una forma poligonal en la parte superior. Los dos laterales son apuntados y los tres centrales tienden a ser de medio punto; de estos el central es de diámetro mayor; únicamente éste muestra ser de granito ya que los demás están cubiertos por un grueso encalado, no obstante alguna grieta o desconchado deja creer en el posible empleo de ese mismo material en las demás arquerías.
Lám II – Interior del ábside.
Los extremos de todos estos arcos se unen, a veces de forma irregular, cerca de la parte inferior de seis nervios de sencillas secciones doblemente cóncavas. Estos, en su extremo inferior, parten desde consolas o ménsulas redondeadas, achatadas y adornadas lateralmente con sencillas molduras decrecientes de motivos geométricos; cada ménsula pretendió ser igual que su par en el lado opuesto. Todos los extremos superiores de los nervios confluyen en una clave circular con biselado cóncavo en su circunferencia. Este soporte presenta grabada en el centro una M orientada al W y un pequeño perfil de sombrerete en su parte superior central.
Lám III – Clave superior.
Estos nervios son, en teoría, los encargados de dominar la presión de la bóveda, pero su finalidad, en nuestro caso, parece ser esencialmente estética ya que la primitiva bóveda no está ensamblada a ellos. Únicamente marcan los paños en esa parte media superior del presbiterio y que, si se observan de cerca, comunican un aspecto abombado muy deficiente. Dada su posición adosada a la bóveda, llegado el caso, estos nervios pueden servir de soporte de la cubierta.
Lám IV – Arquería y nervios añadidos.
En toda la parte baja lateral del ábside, ya cerca del suelo, se observa un escalón de unos 30 cm. que recorre todo su perímetro; más abajo estaría el pavimento, cuestión que no podemos describir por estar cubierto de materiales del próximo derrumbe de la nave.
En el centro y el lateral derecho de la superficie interior del ábside se observa una larga grieta cuyos recorridos siguen tendencia vertical e irregular.
Lám V – Grietas del ábside.
En el frente tiene un camarín de planta rectangular adosado externamente en el este del edificio; ofrece una abertura al interior a 2,55 m de altura y presenta arco de medio punto en fino granito, con una luz de 1,62 m de ancho y 2,23 m de alto; se adornó en ambas impostas con una elegante moldura convexa y doblemente escalonada en su parte superior e inferior; también posee otra, semejante pero menos vistosa, en la parte superior del sillar inferior de las jambas. Este vano está descentrado con respecto a los nervios centrales del interior del ábside, claramente se observa su desvío hacia la derecha.
Lám VI – El camarín.
La cubierta del interior del camarín se hizo en ladrillo con bóveda de arista; el suelo se realizó con material semejante sobre bóveda de cañón. Tiene al levante una ventana con un vano de 1,60 m de alto y 1,20 m de ancho; abocinada al interior, e completó superiormente con sencillo arco rebajado.
A ambos lados del comienzo de la cabecera del ábside se abren sendos vanos cuyas portadas han sido arrancadas. La que estuvo en el lado derecho presenta una acumulación externa de materiales que impide conocer su existencia con exactitud. La de la izquierda articula con tres pequeñas dependencias menores: la primera es relativamente pequeña y está cubierta con bóveda de arista; tiene tronera central en el centro del muro norte. Dada su posición y técnica debió ser construida antes que las otras dos dependencias y tendría función de sacristía.
La habitación contigua central es algo más amplia, y debió tener cubierta a teja vana ya que no se observan restos de otro tipo; una escalera, construida con atrevida bóveda de ladrillos, fue adosada al muro en su esquina SE para ascender al camarín.
La tercera habitación corresponde al volumen inferior a esa dependencia; se accede a ella por una excelente puerta de granito, muy bien conservada, situada bajo el tramo superior de la escalera, sus medidas son 0,87 m de ancha y 1,60 m de alta. Esta habitación tiene una ventana al E, también abocinada al interior y rematada superiormente con arco rebajado. Es semejante a la superior del camarín aunque de vano más pequeño; dada la solidez de sus muros podría servir de almacén, al menos temporal, de objetos litúrgicos.
La nave (interior)
Un arco triunfal de medio punto, en buena sillería, articula las dos dependencias: ábside y nave. El arco aun conserva por el lado S algunas dovelas “milagrosamente” adheridas al mampuesto lateral; su luz es de ancho menor que la arquería de la nave y le suponemos de su misma altura. El hecho de su menor amplitud y la elevación de las impostas hace que el ábside produzca un sentimiento de mayor elevación, recogimiento y majestad; en cambio, la forma rectangular de la nave y su amplitud, remarca un volumen de menor solemnidad.
Lám VII – Los restos de las capillas laterales.
Dado que los materiales de derrumbe ocupan totalmente el suelo, no podemos asegurar que la nave estuviera más baja que el presbiterio, ni si llegó a estar enlosada. Tiene de largo 17,70 m, -el total del templo por el interior es de 24,20 m-; de ancho 12,45 – 12,50 m; la altura hasta la base de la espadaña es de 8,30 -8,50 m y en la esquina NW 6,10 m (medida exterior). Las pilastras que se conservan salen del muro 0,93 m y tienen un ancho de 0,52 m lo que nos permite calcular en 217,39 m2 su superficie máxima, una vez deducidas las que ocupan las pilastras.
Su superficie está dividida en cinco espacios transversales rectangulares; comenzando por el ábside solamente son iguales el primero, segundo y tercero que miden 3,23 m; el cuarto tiene 3,04 m y el quinto, inmediato al muro de poniente, solamente se realizó con 2,90 m. Solamente restan los inicios a buena altura de las dos primeras pilastras por ellos vemos que sus caras internas se recubrieron, al igual que el arco triunfal, con sillería de granito de esquinas biseladas en cuarto de círculo. Suponemos una continuidad superior en medio punto como parece marcar el arco triunfal en su pilastra por el lado norte; serían el soporte de una primitiva cubierta de madera hoy totalmente perdida.
Lám VIII – Arranque del arco triunfal.
Sus impostas fueron decoradas con dos sencillas molduras de secciones semicirculares convexas y separadas unos 8 cm. Por lo general, la moldura superior es de unos 7 cm. de diámetro y está rematada en su parte inferior con un sencillo escalón en ángulo recto de apenas 2 cm. de lado; la inferior tiene unos 3 cm. de diámetro.
Lám IX – Las molduras de las impostas.
Fig. 1 – Perfil de las molduras
En la segunda pilastra del lado norte se observan tres importantes perforaciones en sus caras internas; posiblemente sirvieron de sujeción a un fuerte enrejado que, en un tiempo determinado, de parte a parte debió presentar la nave en este lugar. Deducimos de ello la necesidad de acotar un espacio más amplio que el absidal lo más próximo a él, generalmente este espacio estaba reservado al clero. Viene a señalar la presencia de un elevado número de personas de este estado religioso, al menos en determinadas ceremonias de importancia.
Lám X. Las perforaciones de la segunda pilastra.
Los dos primeros laterales de este lado presentan restos de capillas adosadas al muro y situadas entre las pilastras; aún mantienen los ladrillos de los inicios de sus bóvedas e indicios en los muros de su extensión a toda la cubierta (Lám VIII y X).
El espacio situado más a poniente de este mismo lado, ofrece los restos de otra capilla, en ella se observan al menos cuatro lucidos superpuestos. La capa más superficial muestra imitación a sillería. Las siguientes ofrecen restos de esgrafiados y la más interna ofrecía pinturas polícromas hoy perdidas. En éstas, a la izquierda y en sentido vertical, se observaba una cenefa muy colorista, formada por gruesas puntuaciones con predominio del color marrón oscuro. A la derecha se mantenía el dibujo con trazos seguros y bien proporcionados de un personaje barbado, ligeramente marrón y con su mano derecha extendida; se cubría con túnica de la cual distinguimos el contorno y los pliegues realizados con soltura y proporción. Este motivo estaba limitado por la derecha con una cenefa de tema vegetal en color verde medio sobre fondo amarillo. Sin duda hacia el centro continuaba el tema religioso hoy totalmente desaparecido. En el resto de las capillas no se observaban estos aspectos decorativos.
En esa esquina NW del interior del templo se realizaron obras de fortalecimiento; al abovedar la ancha nave, alteraron profundamente el ancho del muro original con el fin de soportar la presión; en la construcción de ese nuevo muro de la esquina NW se empleó una bella dovela decorada al menos por una moldura con forma convexa semicircular de unos 8 cm. de diámetro y dos escalones rectos de 90º hacia el interior; ella, con otras tres semejantes, debieron pertenecer a otra portada más acorde con los gustos góticos.
Lám XI – Dovela embutida de la esquina NW.
El muro sur, como el de la parte norte, tienen un ancho de 0,67-0,70 m, sin duda esbeltos para su altura; está prácticamente caído, sobre todo en su parte central, donde lo hacen hacia el exterior. Interiormente y adosado al mismo están los comienzos de otro, muy cerca del suelo actual, de unos 70 cm. de ancho, llega hasta la superficie externa de las pilastras; se extiende en sentido longitudinal continuando externamente unos metros a naciente, donde refuerza el dañado ábside y por poniente reforzando externamente el muro del oeste en su esquina sur.
Lám XII – El ancho muro longitudinal del interior del lado sur.
Su ángulo SW mantiene la altura original. A 1,25 m de la esquina y a poco más de 3 m de la base real se abre una angosta tronera rectangular, adintelada con tosquedad y abocinada, tanto al interior como al exterior, desde su parte central.
Lám XIII. La ventana del SW.
El muro de poniente presenta una altura de 13,84 m – 13,90 m y 7,70 – 7,80 m de ancho, su grosor es de 0,85 m, -es 0,15 cm. más ancho que los laterales-. En el centro se observa el vano de la puerta, con arco rebajado al interior, ligeramente abocinado y bien lucido; superiormente, en su parte izquierda, bajo un saltado del lucido, se observan parte de las superficies de tres dovelas de granito de otra arquería semejante, embutida en el muro, de ella solamente se observa desde el interior ese detalle. En la parte alta de este muro oeste puede verse el campanario, bien realizado en ladrillo, con su espadaña de una sola arquería de medio punto.
Tanto en la parte N como en la S se observan los restos circulares de las bóvedas de ladrillo que, en un tiempo determinado debió servir de cubierta al templo. Ya mencionamos las obras que muestra la esquina del lado NW. En la esquina SW puede verse el muro original picado y rebajado de forma irregular, entre 17 y 27 cm., sin duda para servir de ensamble al muro interno de refuerzo descrito en la parte inferior del lado sur que serviría de refuerzo y soporte de la bóveda. Aparentemente, este muro interno no se concluyó, ya que no presenta restos de adherencia en los primitivos muros, ni restos del mismo que justifiquen su elevación, ambas cuestiones son evidentes en la parte N. Desde luego puede afirmarse que, en general, el muro original es el que mejor resistió el paso del tiempo.
Lám XIV – Vista general del interior del muro sur.
El ábside (exterior)
Debido a la mayor amplitud de la nave, su articulación con el ábside presenta un muro con doble ángulo recto. Ya dijimos que, en el lado sur, inmediato a la unión con la nave, hay restos de un vano; éste, en el exterior está casi cegado por los materiales del muro adosado al ábside que continúa por el interior del sur de la nave. Este muro aún mantiene su grueso hasta buena altura, justo en el exterior del rachón visible en el interior (Lám XV).
Externamente, el ábside es recto en sus comienzos, más adelante impone su forma circular; nos ofrece enseguida una estrecha tronera abocinada al interior y mejor rematada que las demás, con dintel acabado inferiormente en medio punto; quizás esta delicadeza sea debida a su posición, a solana, lo que permitiría iluminar directamente el altar con luz solar. Recordemos que no se observan en el interior ni este pequeño vano ni el del lado opuesto; pueden localizarse uno de los ángulos de sus bases a 2,80 m sobre el inicio del banco circular y a unos centímetros del inicio de la curvatura cilíndrica.
Lám XV – Ábside desde el sur. Obsérvese la prolongación externa del muro sur hasta la tronera.
En la parte del ábside que da al este y al norte se construyeron las dependencias correspondientes al acceso del camarín, con frecuentes sillerías en sus esquinas y en la base. En sus muros se observan al menos tres con molduras que combinan los perfiles circulares y rectos; aunque difieren, encajan estilísticamente con otros amortizados en este monumento. Externamente, estas dependencias presentan una incompleta forma prismática rectangular cuya altura máxima corresponde al centro del camarín donde se observan los vanos, ya descritos, del camarín y su cámara inferior (Lám XVIII). La actual ausencia de cubierta, nos permite observar otro vano en el muro N del ábside, a una altura semejante al mencionado en el lado de la epístola, éste es de acabado algo más tosco. De la observación de estos tramos se deduce que la estancia situada más al noroeste, la sacristía, debió ser realizada en un momento diferente al primitivo alzado de la ermita y también al de las dependencias del camarín y sus accesos ya que esta adosado sin ninguna material de ensamble común; también ofrece un estrecho vano semejante a los descritos.
Lám XVI – Ventana al sur, cegada al interior.
Lám XVII – Las dependencias exteriores del este (camarín y accesos).
Lám XVIII – Ventana al norte, cegada al interior.
La nave (exterior)
El muro N comienza con la unión en ángulo recto del lateral con la pilastra del arco triunfal. Externamente continúa unos decímetros la construcción adosada de la sacristía; más hacia el W, este lateral presenta restos de pequeños contrafuertes de distintos materiales y anchos; entre ellos destaca el penúltimo que es todo él de sillería de granito, con algunos sillares claramente reaprovechados; de estos el situado inferiormente presenta en su esquina una moldura cilíndrica vertical.
Lám XX – El contrafuerte de sillería de granito.
Continúa el muro hacia el W, hasta su final mantiene su primitiva altura pero con un mayor grueso en el espacio correspondiente a la capilla situada más al W hasta ensamblar con el muro de poniente en ángulos rectos de cortos lados. De esto deducimos que, en esta parte, el muro original se derribó construyéndose otro más ancho, por tanto de mayor solidez, con el fin de soportar la parte de cubierta de la bóveda de ladrillos que correspondía a esta capilla; esté nuevo muro no dejó rastro de la tronera que debió ir el original en coincidencia con su opuesta en el lado sur.
Lám XXI – La construcción en la esquina NW.
En la esquina más occidental hay construida una dependencia más adosada al exterior, sin entrada a la nave; en otra que había centralmente, ya derruida, localicé, como pila de ganado, una dovela de granito, cóncava en su parte superior y vaciada en su interior; una de sus caras laterales ofrecía un tema decorativo singular. Éste dividía la superficie de 0.50 m de larga por 0,34 m de ancha, en tres espacios de tendencia cuadrada; un zigzag vertical separaba el de la derecha y dos paralelas muy próximas y también verticales completadas con seis tracitos oblicuos en su interior limitaban la central de la izquierda. En el espacio de la derecha se labró una flor formada por una semiesfera en su centro y ocho pétalos encuadrados en sus esquinas. Semejante motivo presentaba el espacio central pero con ausencia de semiesfera en el centro. Finalmente el de la derecha tenía una curiosísima figura esquemática que clasificamos como zoomorfa indeterminada. En la parte correspondiente a la cabeza se trazó un triángulo de base superior en cuyo centro había un puntito; de los vértices laterales salían dos cuernecillos cóncavos hacia el interior; el vértice inferior de este triángulo se adosó a una estrecha forma alargada aguzada hacia la parte inferior, naviforme, con sexo femenino bien marcado; en la parte superior de éste se realizaron dos tracitos ligeramente cóncavos hacia la parte superior y cuyos extremos se remataron con sendos puntitos, serían dos extremidades En concreto el simbolismo que nos ofrece parece ensalzar la virginidad femenina pues sugiere una relación entre la perdida del interior de una flor, órgano sexual, con la conversión, en un ínfimo insecto promiscuo y monstruo diabólico.
Lám XXII – La dovela románica del establo.
Fig. 3 – El grabado de la dovela reutilizada como pila de abrevadero.
El muro Sestá muy deteriorado, la mayor parte ha perdido su altura, pero todavía conserva ésta en su esquina de poniente su tosca tronera, ya mencionada. En la que da al naciente no se observa nada de mención.
Lám XXIII- La ventana del lado S de la nave.
Dijimos que en el interior hay un ancho muro de refuerzo; éste tiene un ancho en el exterior de la pared W de 1,48 m y se extendía desde más allá de la tronera del ábside Tras unirse al de la portada, continúa más allá de su esquina; es en realidad un pesado y largo contrafuerte. Continúa pues, por ambos lados, más allá de edificio.
Lám XXIV. El refuerzo exterior de la esquina SW.
Finalmente nos toca describir el muro oeste donde se ubicaba la famosa puerta románica. Las dimensiones del lienzo de este muro pueden deducirse de las mencionadas en la parte interior; ahora añadimos que su altura exterior es de 6,10 m en la esquina NW (ya mencionada).
La puerta fue arrancada al menos en dos fases, en la primera se extrajeron todas las piezas que componen la arquería y en un momento posterior se hizo otro tanto con el bestiario. Ya mencionamos, que encima del vano actual, se observa, en su interior, un arco rebajado realizado en granito muy bien labrado y de un ancho de 0,25-0,30 m, cuya clave se prolongó ligeramente unos 0,05-0,10 m hacia el interior del muro; bajo él, a 0,30 m hay otro muy bien realizado a ladrillo y cal; dicta del anterior 0,30 m en los extremos y 0,45 m en el centro, es pues de radio bastante mayor que el superior y ligeramente abocinado al interior. Perfectamente lucido tiene la doble misión de ocultar el superior y comunicar una estética externa ciertamente novedosa en el primitivo estilo de este templo. La puerta ofrecía al exterior otro arco esta vez de medio punto, es el realizado por el maestro Gil de Cuellar; tenía de ancho 0,37-0,40 m. Es evidente la falta de ensamble entre los dos arcos de sillería ya que hubo una separación entre ellos de unos 40 m. Ello, a pesar de que la prolongación señalada en la clave del interior, parece preparada para acoplarse en la parte superior del arco externo[1].
Lámina XXV – La portada arrancada sin el bestiario superior.
Lámina XXVI – El vano actual sin portada ni bestiario.
Este arco partía de sencillas impostas ligeramente salientes unos 5 cm. y decoradas solamente en su parte inferior por una recta horizontal y una sencilla moldura de unos 3 cm. en forma de cuarto de círculo cóncava, con ella se unía a las jambas. Externamente se encuentra decorado su parte central con dos molduras limitadas en el centro de las dovelas; de éstas la más externa ofrece una línea central en zig-zag formando ángulos de 115º. Las formas triangulares que consigue fueron parcialmente vaciadas, forman vistosos tetraedros que determinan el acompañamiento de dos finos espacios paralelos a la línea labrada en zigzag, realzándola y dándola gran vistosidad. La cenefa de la parte inferior está compuesta por puntas de diamante y semiesferas distribuidas alternativamente. Ambas cenefas se encuentran rematadas en el extremo interior del arco por otra moldura parcialmente cilíndrica. En el interior las dovelas terminaban en ángulo recto precedido a unos 5 cm. de un ligero entrante cóncavo de ancho similar.
Lám XXV – La portada original con el bestiario.
Lám XXVI – Decoración de la puerta.
En el salmer de la derecha, en su intradós, se realizó la famosa inscripción que sitúa en el tiempo su construcción y aleja del anonimato a esta portada.
Lám XXIX – La inscripción en el salmer.
Dice así:
Aún debemos completar la decoración de este arco con la clave donde se realizó un relieve formado por dos cabezas humanas muy próximas; de ellas solamente nos ha llegado el rostro de la izquierda que presenta unas facciones bien marcadas y proporcionadas.
Lám XXX – Los dos rostros de la clave
Conserva todavía la portada en el interior las piezas superiores de las hembras que articulaban el gozne de la puerta; son dos cilindros de 12 cm. de diámetro y 8 cm. de profundidad. También se mantienen un par de sillares a ambos lados de la parte inferior lo que permite conocer el ancho de la portada del maestre Gil.
El primer sillar de la jamba derecha tenía en su cara externa un extraño grabado de tipo laberíntico; fue trazado tendente a la horizontalidad y está compuesto esencialmente por dos formas circulares inscritas de tendencia elíptica-rectangular.
La línea más interior es completamente cerrada y la compone una circunferencia en su parte derecha y una forma angular circular a la izquierda; ambas figuras se unieron en el centro con un estrangulamiento doblemente cóncavo en la parte superior e inferior.
Las formas exteriores presentan una abertura de escasos centímetros cerca de la parte central inferior; está indicada en su parte izquierda por un trazo recto de tendencia perpendicular y en el lado derecho por otro semejante pero conseguido por doblez del extremo hacia la parte superior. El resto del trazo sigue tendencia paralela a la línea de la parte interna, excepto el ángulo inferior izquierdo que fue realizado de manera más convexa -saliente-.
En la parte superior estas formas presentan dos aberturas, una en la parte central y otra más saliente en la izquierda; ésta se encuentra cerrada por un tercer trazo en leve espiral y tapona la salida de esa parte. Tiene la espiral un tracito exterior situado a la derecha de su zona media y ordena la otra salida claramente hacia ese lado -derecha-. Este tracito parece remarcar cualquier comunicación al exterior de la parte izquierda de la figura. En resumen estas formas parece determinar dos caminos: el de la derecha tiene salida superior y el de la izquierda conduce a unas formas que no lo tiene.
Fig. 2.- El grabado laberíntico de la derecha de la portada.
Encima del espacio que ocupa la portada, como a un metro, se alinean horizontalmente cinco pequeños relieves más; el central representa un rostro humano serio y de apariencia recogida y ascética; los laterales son cabezas de animales y a pesar de su deterioro puede afirmarse con pocas dudas que la del extremo derecho pertenece a un suido (cerdo); le sigue un bóvido; continua por la izquierda lo que parece un animal con cuernos hacia arriba y atrás, (podría ser un cáprido) y el último nos parece un cánido.
El muro de la portada conserva lo restos de haber tenido una cubierta, tal vez un porche, situada a algo más de un metro sobre el bestiario.
En la parte superior de este muro está el campanario, ya descrito.
Externamente a la izquierda había una edificación que llegaba en altura hasta el bestiario, partía cerca de la esquina del muro hacia el W y se adosó al mismo unos decímetros buscando su fortaleza. En su extremo había la pieza de un tambor de granito octogonal, otros restos continuaban hacia el S; serían pertenecientes al porche cuya señal de cubierta hemos señalado encima del bestiario.
4. Proceso constructivo
Con las descripciones realizadas quedan suficientemente pormenorizadas las distintas partes de este monumento y estamos en condiciones de resumir, a grandes rasgos, los diferentes momentos de su construcción.
En su aspecto original, nuestra ermita constaría de un ábside semicircular con prolongaciones rectas a ambos lados hasta alcanzar la nave, toda esta parte se realizó a cal y canto; dos angostas ventanas se abrían en el norte y al sur, cerca del final de los laterales cilíndricos. Se cubrió en cuarto de esfera y medio punto, con ladrillo y cal. Un arco triunfal en sillería de granito remataba a poniente articulando con la nave.
La nave, rectangular, fue dividida en cinco espacios, iguales los tres primeros -partimos de la cabecera-, algo más reducidos según nos cercanos al muro de poniente. Estos espacios están marcados por cuatro pares de pilastras adosadas a calicanto a los laterales, hacían innecesarios los contrafuertes exteriores, la cubierta primitiva debió ser de madera y el resto de los muros se levanto con bien trabajado barro y piedra. Su arquería, basándonos en el arco triunfal, la suponemos acabada en medio punto; en el muro sur se conserva otra estrecha tronera, doblemente abocinada, que debió tener al menos su par en el lado norte.
La decoración interior de esta primera fase destaca por su austeridad y sencillez; se limita a redondear los ángulos anteriores de los arcos y a realizar una moldura lisa, aunque levemente compuesta por perfiles curvos y rectos, a la altura de los capiteles del inicio de la arquería.
Externamente lo más destacable de este primer momento es el muro oeste que hasta la década de 1980 mantuvo su sencilla portada románica, sin arquivoltas, aunque decorada al exterior e inscrita en el salmer de la derecha.
Por lo tanto debemos concluir que en este primer momento se realizó un templo rural, de planta románica, buenas dimensiones (265,5 m2), bien construido aunque sin pretensiones arquitectónicas. Una inscripción en el interior de la puerta sitúa, al menos la construcción de ésta, en la era de 1312 (año de 1274).
Tras este acabado inicial, posiblemente muy poco después, se añadió en el ábside la estética y simbología gótica. Se colocaron las ménsulas, arcos, nervios y clave consiguiendo en el interior, un desigual aspecto abombado poligonal en su parte superior; esta obra cegó al interior las primitivas troneras; ello prueba su posterior construcción con ello añadió al ábside una mayor oscuridad.
En siglos posteriores se incorpora el camarín, claramente renacentista, con las dependencias externas necesarias para su acceso por el NE y que completaban la sacristía adosada con anterioridad aunque en época imprecisa. Ahora se construye también en el camarín un ventanal, al este, que logra dotar de mayor luminosidad a estos volúmenes y al ábside.
Vamos a detenernos ahora en la construcción de bóvedas en los espacios superiores de la nave cuyas obras debemos situar a partir de estos siglos, posiblemente durante el Barroco. Se propuso con ello sustituir la cubierta original, posiblemente de madera, por otra abovedada de ladrillo, cuestión para la que los esbeltos muros de la ermita no estaban diseñados. Había que hacer modificaciones profundas en los mismos para dotarlos de la fortaleza necesaria para soportar con éxito la presión de la nueva techumbre. Las variaciones técnicas empleadas demuestran diversas economías que desde luego no solucionaron satisfactoriamente el problema.
Tal vez durante estos momentos vinieron las teóricas normativas eclesiásticas, que ponían fin a la supresión del culto en este tipo de templos; ello completaría su abandono cuando gran parte de la misma debía estar caída y con importantes reparaciones por realizar.
5. Relaciones
Se sitúan en esta misma época, la Sala Capitular de la Catedral Vieja de Plasencia (Benavides, 1907) y la portada de la epístola de la basílica de Sta. Eulalia en Mérida.
Otras relaciones algo más distantes en el espacio, aunque no en el tiempo, en la misma diócesis placentina, son las iglesias de Santiago y San Martín en Medellín (Badajoz), ambas datadas en estas mismas épocas; en ellos es posible observar, además de la planta de la nave y el ábside, restos decorativos y estructurales de su primer momento románico. En la de Santiago de Medellín se cubrió la nave con el mismo tipo de arquería, en medio punto, visible en algunas fotos del monumento antes de su restauración actual que consolidó la posterior bóveda de ladrillo (Andrés Ordax, 1985); suponemos que en el de San Martín ocurre lo mismo.
Entre los templos trujillanos, la iglesia de la Vera Cruz, situada intramuros del recinto amurallado de la ciudad de Trujillo, contiene elementos arquitectónicos, decorativos y una técnica constructiva semejantes. Los viejos paredones de su nave, localizables en el cementerio actual y próximos a la entrada de poniente -puerta del Triunfo- fueron levantados a piedra y barro; su arquería en bien labrada sillería al exterior ofrece igualmente sus ángulos anteriores convexos; las pilastras adosadas, también se fortalecieron a base de calicanto.
Resulta dificultoso realizar una medición certera en la Vera Cruz dado que se encuentra rodeada, tanto en su interior como en el exterior, por enterramientos adosados a sus muros en varios pisos. Casi escondida, en lugar inapropiado, está también una magnífica escultura orante de Gonzalo Pizarro.
Se puede decir que el plan técnico general de la construcción de esta iglesia es el mismo que en la Coronada. No son iguales sus portadas ni sus plantas ya que la nave de la Veracruz no es completamente rectangular y actualmente carece de ábside.
Acabamos de mencionar que en ambas construcciones encontramos dos detalles ornamentales que, por su similitud, reclaman una misma cronología y posiblemente un mismo taller. Primeramente es la igualdad en la sección de las molduras que decoran los inicios de la arquería; en segundo lugar, el acabado redondeado, convexo, de los ángulos anteriores de las sillerías empleadas en la construcción de los mismos (Fig 1).
También hemos mencionado que la Vera Cruz no presenta actualmente ábside, en su lugar hay dependencias adosadas al exterior; su planta tiende a ser rectangular, si bien el muro de poniente, que forma estrecha calle con la muralla y, sorprendentemente no sigue paralelo a ésta como lo hace el resto de la linde del cementerio. También al exterior este muro de poniente presenta la parte superior de un arco apuntado de una puerta, no centrada y se desviada al tercio norte; indican un enterramiento de la planta original del templo superior al metro, con ello la puerta actual resultaría materialmente colgada a unos 2 m de altura en el lateral norte.
Lám XXXIII – La Veracruz (actual cementerio). Arco apuntado exterior del muro de poniente.
Este templo trujillano debió soportar también en sus comienzos una cubierta de madera; a poniente se observan los restos de su posterior sustitución por bóveda de ladrillo; en cambio, no son visibles las grandes obras estructurales en los laterales que se realizaron con ese fin en la Coronada y otros templos coetáneos.
Su sencilla portada, situada al norte, en el lateral correspondiente al lado del evangelio, no permite recambios y está en consonancia con el estilo sencillo y austero de su interior, por tanto algo alejada ya de los gustos románicos; se corresponde con el espíritu pobre y recogido aunque inteligente y equilibrado de los tiempos cistercienses.
Extramuros de la ciudad, en el lado norte, están los muros del convento de la Magdalena. También intramuros se construyeron al menos los templos de Sta. María, San Andrés, Sta. María Concepción (jerónimas) y Santiago que mantienen una planta primitiva semejante a la Coronada. La construcción de alguno de ellos -al menos Santiago y Sta. María- son próximos en el tiempo a la Coronada y Veracruz a juzgar por los importantes restos románicos que todavía nos muestran. Las modificaciones posteriores en cada una de estas iglesias tienden a marcar cada vez más las diferencias según la época de su realización. De cualquier modo podemos decir que no hemos encontrado en estos ningún elemento decorativo o estructural que directamente los relacione con la Coronada o la Veracruz.
Tanto los medellinenses como los trujillanos han soportado las transformaciones constructivas, propias del cambio modal: gótico, renacimiento, barroco… aunque con distinto resultado. En las dos de Medellín el abovedamiento de sus respectivas naves exigió en realidad la construcción unitaria de nuevos templos dentro de los otros ya existentes, con nuevos muros y pilastras adosadas a los primitivos quedando ocultos, por ello difíciles de observar y comparar, arcos y elementos decorativos.
6. Conclusiones
La corrección en la planta y alzado, la técnica constructiva empleada, a pesar de los pobres materiales empleados; su curiosa ordenación en espacios de ancho desigual -paulatinamente se acortan los espacios entre pilastras y arquerías con el fin de descargar levemente la presión sobre el muro oeste-; la sencillez decorativa y el trazado de sus arcos comunican solidez, confianza y seguridad. Al menos todo esto transcribe sabiduría y buena experiencia en su constructor y también, la pobre economía que lo sustenta que él hermosea a base de su inteligencia y buen hacer de su cuadrilla. Todo se ordena desde el punto de vista arquitectónico con rigor científico.
Por otra parte el interior de la nave y el ábside fueron realizados para crear una considerable falta de luminosidad, únicamente alterada por los ejes de luz procedentes de las angostas troneras que iluminarían especialmente la imagen de María con su hijo Jesús coronado; su fin era fomentar la devoción a base de concentración e inducir al recogimiento y la oración. En la imagen merced al detalle de la coronación de Jesús niño, se colocó a cada personaje en su lugar correspondiente: Jesús es Dios, el Hijo de Dios, por ello lleva corona, María es su madre por ello no la corresponde ser coronada como a una diosa ello a pesar de la denominación de la ermita: la Coronada. Todo ello es propio de la austeridad, interioridad y pensamiento del movimiento cisterciense.
Por otro lado es indudable la decoración románica, cargada de simbolismos, realizada en la portada, la cual, por su disposición interna, permitía una relativamente fácil sustitución. Su estilo, algo anterior al empleado en la construcción del resto del templo, era poco utilizado ya en los ambientes cristianos vigentes en los reinos cristianos del norte peninsular de esa época -1274-, aunque, como se ve, todavía eran adoptados en la evangelización campesina e incipiente repoblación de los territorios recién reconquistados al Islám e integrados desde 1190 en la novísima diócesis placentina (González, 2002).
Posteriormente, durante el gótico, se completó la visión de María con la inclusión de la letra M -inicial de su nombre- en la parte fundamental de la construcción del ábside: la clave; es acompañada por un perfil que, no es una corona, pero si puede corresponder a un sombrero. Ambas cosas: situación esencial en la construcción de la Redención Universal y tocado, como distinción de ese papel, pretenden remarcar más las excelencias de Nuestra Señora entre el género humano que en el momento anterior quedó quizás poco explicito en la construcción de la imagen.
Lámina XXXIV – La imagen antes de ser restaurada.
Lámina XXXV – La imagen restaurada.
Comienza el peregrinaje de nuestra querida imagen -María y Jesús niño- con su traslado al camarín renacentista, su elevación y mayor luminosidad les comunicaron majestad pero quizás también lejanía.
Tal vez una causa natural hizo que, en época por ahora imprecisa, el ábside sufriera graves daños en lugares puntuales de su parte sur, evidentes en el interior por varios rachones. Esto justifica la prolongación externa del muro interno hacia el este como anteriormente comentamos.
Parece que para su ejecución hubo un plan global en lo constructivo, aunque suponemos que su financiación económica debió realizarse en distintas divisiones. Lo probable es que económicamente la obra, abovedar la nave, se dividieran primeramente en dos partes: el lado norte, de mayor prestigio por corresponder al lado del evangelio; con menos distinción el lado sur, el de la epístola.
En los espacios existentes entre las pilastras del lado del evangelio, el norte, claramente se observan los restos de capillas laterales que, posiblemente los benefactores recibirían a cambio de costear las obras de fortalecimiento del muro y la techumbre correspondiente. Todos solieron aportar una solución semejante: reforzar el grueso del muro lateral pero cada espacio se hizo de manera diferente, incluso en el noroeste cayeron el muro primitivo y construyeron otro notoriamente más grueso; en otras partes se realizaron contrafuertes exteriores, aparentemente sin ensambles, y al menos en una ocasión de sillería; se reforzaron las esquinas etc. En resumen cada benefactor hace la obra según la economía disponible, a veces con buenos resultados por la correcta utilización de buenos materiales -generalmente sillería reutilizada- y otras de forma más humilde que tuvieron resultados menos duraderos.
. El otro lado, el de la epístola, no debió ser tan apetecido ya que no se observan en él restos de capillas y el muro primitivo aun mantiene su lucido limpio en la parte interior. Partimos de los restos hoy existentes; el lado sur se realizó con un plan más general que consistió en levantar el grueso muro interior de refuerzo, su ancho llegaba hasta la superficie anterior de las pilastras -como en el lado norte; pero su longitud traspasó varios metros los límites del templo -tanto en el exterior del ábside, como en el del porche. En el interior del templo este muro sobresale del suelo actual un par de decímetros; existe un picado interno solamente en la parte sur del muro oeste y señales superiores del ensamble de la bóveda que allí debía realizarse sin que se observen en ellos restos de tejas, ladrillos, cal etc. De estas cuestiones deducimos que el citado muro parece que no llegó a concluirse
Este tipo de soluciones en el cambio de cubierta, son comunes en los templos coetáneos de nuestro entorno -se cambia la madera por la bóveda de ladrillo-; casi siempre, en ellas, la personalidad de un mecenas, religioso o privado, unificó la economía y con ello se logro técnicamente la consecución de los proyectos con resultados bastante mejores que en la Coronada.
Otra cuestión que ahora tratamos de nuevo es la portada que, aunque románica parece algo tardía, pudo ser sustituta de otra anterior ya que la estructura interna es permisiva de cambio y faculta la posibilidad de sustituirse en un momento dado. Una dovela de esa primera portada -hoy ausente- sería la localizada en el interior de las dependencias adosadas al norte y vaciado parte de su volumen era utilizada como pila de ganado que muestra un románico anterior, más primitivo. Las dudas se pueden acrecentar al encontrar amortizadas entre muros posteriores o sueltas otras dovelas pertenecientes al menos a otro arco de estilo cercano al gótico. En cualquier caso se adivina una interesante discusión por este detalle ya desde el principio de la nave. Entre los arcos aspirantes el firmado por el Maestro Gil de Cuellar acabó imponiéndose estimamos desde la construcción de la iglesia basándonos en el análisis somero de los materiales que sirvieron de aparejo al arco y al resto del muro oeste: aparentan ser iguales.
Durante el periodo de construcción de la bóveda, que debió ser muy largo, surgieron las corrientes de opinión que determinaron la supresión del culto en este tipo de templos. Tras ello seguiría el peregrinaje de la imagen de nuestra Señora con su Hijo a la iglesia de Santiago, donde era especialmente protectora del hijo que marchaba a servir de soldado de España. Fue restaurada y dotada de velo con el fin de actualizarla en su ubicación posterior en la iglesia de San Martín; sin duda, pierde con ello parte de su sabor medieval.
Ya que el problema de su primitiva financiación parece por el momento de difícil solución debemos indagar sobre algunas finalidades de su construcción. Una de ellas es cristianizar a una población campesina bastante dispersa que poblaría sus inmediaciones. También se construyó en un lugar significativo, a semejanza con la mayoría de las ermitas paleocristianas o visigodas de nuestro entorno. Recordemos que la portada románica del templo emeritense lo hace sobre la antigua basílica de la mártir Eulalia; los medellinenses sobre la escena y aledaños del teatro romano en un marcado afán de cristianizar el lugar. Las ermitas de Portera, el Gatillo, Alconetar, Sta. María del Trampal… lo hacen sobre importantes restos romanos cristianizados. Esperemos que una excavación arqueológica en la Coronada comience a fundamentar este camino.
De los autores consultados hemos encontrado una primera mención en el Chantre J. Benavides quien al hablar de los artistas residentes o naturales de Plasencia nos menciona al Maestre Remondo como artífice de parte de la catedral y sigue con el Maestre Gil de Cislar, como constructor de la capilla de S. Pablo, añadiendo que éste antes edificó la ermita de la Coronada, cerca de Trujillo, que terminó en 1274.
El inquieto Chantre no citó las fuentes documentales de las que tomó estos datos y, dada su afición a transcribir otras inscripciones, resulta probable que no conociera la de nuestra ermita ya que la omitió (Benavides, 1907).
Cronológicamente le sigue el padre Naranjo; sin duda fue conocedor del templo ya que al hablar de las ermitas trujillanas hace una breve descripción del mismo. Al acercarnos a su obra observamos principalmente que las finalidades esenciales de la misma es ofrecer unas características míticas, periodísticas y sitúa los contenidos históricos -científicos -en un plano secundario. Realiza en su trabajo aseveraciones basadas en datos muy superficiales sin que aparentemente le importe inducir al error histórico. Entre estos equivoca el año de la inscripción, confunde la naturaleza del soporte de la imagen, las figuras del bestiario… y desde luego resulta temerario atribuir su construcción a la Orden del Temple basándose únicamente en los restos de gruesos muros de escasa entidad y no concreta con exactitud las dimensiones ni el lugar de su existencia (Naranjo, 1923 y 1929).
No creemos necesario indicar la lejanía de la Coronada de las tres balías templarias situadas entonces en la actual Extremadura; ni los continuos conflictos entre éstas y Alfonso X, reinado durante el que se construyó la ermita, en sus concejos de Badajoz y Plasencia; con sus obispados respectivos y con la Orden de Alcántara…hay pocas probabilidades que adquiriesen o recibiesen en donación tierras del alfoz de Trujillo para montar al menos una granja que debería depender de alguna de las encomiendas o balías citadas. Creemos que de momento no hay pruebas para atribuir a los templarios su construcción y los indicios no parecen señalar esa dirección.
Breves y pasajeras son las referencias que padre Tena hace a esta ermita (Tena, 1967). Lo hace primeramente en el pórtico de su libro. En él relata un resumen de cronologías relacionando los diferentes monarcas con Trujillo. Al mencionar el reinado de Fernando IV (1295-1310) parece no contar con hechos locales de relevancia y menciona uno de carácter muy general: la extinción de la Orden del Temple y en consecuencia su desaparición de La Coronada.
En segundo lugar hace referencia, algo más amplia, al describir la iglesia de Santiago y mencionar la imagen de nuestra señora, procedente de la ermita que estudiamos; sigue al padre Naranjo y la atribuye, sin dudar, un origen templario.
Encontramos una tercera alusión en su libro cuando nos está mencionando el origen de la iglesia de Belén, sin duda encontró en el archivo un documento interesante en el que D. Antonio Eraso, obispo de Plasencia muy residente en Trujillo, hace una súplica al Ayuntamiento de esta ciudad, para que accedan a trasladar una de las dos campanas de la Coronada a la nueva ermita. Padre Tena nos asegura en un comentario más bien literario que: «dicha campana guarda y evoca en la sigla de sus símbolos y la leyenda en ella grabada diversas hazañas templarias por estas tierras». Después hace referencia a su constructor y cita su situación de manera poco precisa. Debemos aclarar que la actual espadaña solamente admite una campana, que ésta no pasaría de los 0,45 m de diámetro, era pues una campana pequeña que pocos relatos podía guardar.
Hicimos gestiones sobre esta campana y el párroco actual amablemente nos dijo que había sido fundida debido a su pésimo estado y no se habían anotado los contenidos referentes a textos o símbolos que hubiera podido tener.
Dada su afición a transcribir otras inscripciones significativas como las portadas de los molinos de la Albuhera, las de las dehesas de los Caballos y las Yeguas… resulta difícil admitir los contenidos que nos propone padre Tena para esta campana sin transcribir sus textos. Observemos que nos dice que “guardan y evocan” palabras que a nuestro juicio hacen referencia mas a un contenido sugestivo o simbólico que real.
En resumen diremos que la propuesta de este autor es seguir alimentando el mito templario propuesto hacía unos años por el padre Naranjo.
En un pequeño artículo de carácter divulgativo dedicado al maestro Gil de Cuellar, Salvador Andrés Ordax (Andrés Ordax, 1987) describe con brevedad la ermita. Dos cuestiones nos surgen tras la lectura de su artículo: la primera es que aunque menciona la posesión templaria apuntada por Naranjo, él se sitúa al margen de dicha propuesta. La segunda se refiere a la atribución a una misma fase constructiva del ábside semicilíndrico y recto, sus bóvedas en cuarto de esfera y medio cañón con los arcos, nervios y clave que sostienen una segunda bóveda interior “postiza”, simplemente decorativa. Nada tendríamos que objetar a estos planteamientos sino estuvieran tapiadas interiormente, como ya mencionamos, las dos troneras que al exterior presenta el presbiterio en ambos lados añadiendo evidencias de dos momentos constructivos.
Unos interesantes estudios de la imagen de la ermita de la Coronada se pueden observar en dos trabajos de José Antonio Ramos Rubio (Ramos Rubio, 1995 y 2005). En ellos también menciona este templo; lo acompaña de noticias de su constructor y las menciones de su posesión templaria basadas en las afirmaciones de los padres Naranjo y Tena. Añade datos generales sobre sus finales pero sin su contrapartida documental o arqueológica por lo que sus aseveraciones en este sentido quedan algo faltas de fundamento, sencillamente cuando las normativas eclesiales aparecen la ermita ya podría no tener culto por tener serios deterioros.
Debo confesar que también nosotros fuimos divulgadores de la posesión templaria mencionando a Naranjo y Tena, en el artículo, hoy perdido, presentado en los C.H.E de 1965, aseveración que posteriormente he desechado no solo por falta de pruebas sino porque trabajos posteriores sobre la Orden del Temple en Extremadura parecen no señalar ese camino.
El templo de la Vera Cruz ha sido descrito, aunque brevemente, por eruditos locales como C. Naranjo que lo sitúa acertadamente en el tiempo pero sin hacer tipo alguno de relación con la Coronada pese a las semejanzas apuntadas (Naranjo, 1923).
María Victoria Rodríguez Mateos se acerca con espíritu científico a la Vera Cruz aunque también lo hace con brevedad (Rodríguez, 1998 y 1999). Con decisión asegura la forma apuntada de los fajones, lo cual nosotros no lo tenemos tan claro. El empleo de este descubrimiento en la construcción de la arquería de la Vera Cruz y su posible empleo en las dos edificaciones, no altera su cronología ya que su escasez o ligereza de esa forma, tan poco marcada, mostraría un tanteo en esta novedosa forma de construir y indicaría los titubeos del constructor que no parece dominar plenamente el empleo de la forma apuntada en los arcos. Es propio del periodo de transición estilística entre románico y gótico época en la que se construyeron estos templos.
- Andrés Ordax, Salvador y otros
- (1985): Testimonios históricos de Medellín (Extremadura). Comité Regional de Extremadura para el V Centenario del Descubrimiento de América.
- (1987): Un arquitecto del s. XIII en Extremadura: El maestro Gil de Cuellar. B.S.A.A., vol LIII, Valladolid
- Benavides Checa, J. (1999): Prelados placentinos: notas para sus biografías y para la historia documental de la Santa Iglesia Catedral y ciudad de Plasencia.
- González Cuesta, Francisco (2002): Los obispos de Plasencia. Ayuntamiento de Plasencia. Excelentísimo Ayuntamiento de Plasencia.
- Naranjo Alonso, Clodoaldo
- (1023): Trujillo y su tierra, t. I, pág 109 y ss.
- (1929): Trujillo sus hijos y monumentos, pág 109
- Ramos Rubio, José A.
- (1995): Escultura medieval en Trujillo, XXIV Coloquios Históricos de Extremadura, pág 423. C.I.T. Trujillo, Cáceres.
- (2005): Escultura medieval y tardomedieval en la diócesis de Plasencia, pág 131 y ss. Fundación Palacio de Alarcón. Trujillo.
- Rodríguez Mateos, María Victoria (1998-99): La antigua iglesia trujillana de la Vera Cruz. Norba-Arte XVIII y XIX. U. Ex. Departamento de Historia del Arte. Cáceres.
- Tena Fernández, Juan (1967): Trujillo histórico y monumental. Artes Gráficas Alicante 1ª Edición, págs 15, 423 y 547.
NOTAS:
[1] Desmontada la portada y su bestiario en torno a 1987 fue depositada, junto con numerosas dovelas de su arquería, en la casa de la finca a la cual pertenece la ermita. Se las dio otra función pero se preservó su hurto y pérdida. En gestiones inmediatas posteriores la Administración Local se negó a declararla Bien de Interés Cultural por lo que fue imposible gestionar la restauración del edificio.