Sep 292023
 

 Teodoro Martín Martín

 

  1. I) INTRODUCCIÓN

 

Después del trabajo que llevé a cabo en el año 2022, para conmemorar el Primer Centenario de la Visita del Rey Alfonso XIII a las Hurdes, y que se titulaba Documentos para un Viaje, sentí la necesidad de profundizar más sobre aquel tema y para ello encontré un terreno abonado en el estudio y peculiaridades de la revista Las Hurdes. Ésta apareció en el año 1904 y dejó de existir en 1908. Fue la expresión mediática de la  asociación filantrópica La Esperanza de las Hurdes, creada en el año 1903.

Se trataba de una publicación paternalista, católica y regeneracionista, editada y concebida fuera del territorio hurdano. Sus creadores e inspiradores fueron Francisco Jarrín Moro, magistral de la catedral de Salamanca y José Polo Benito, entonces sacerdote en la ciudad del Tormes. Se enmarcaba pues en la dinámica de la acción social católica, que tenía sus orígenes en la encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII. Fue la primera publicación periódica que con este nombre surgió en el siglo XX.

A ésta le siguió con la misma denominación otra que tuvo vitalidad de 1926 a 1928, editada en Cáceres y subtitulada Revista Quincenal Católica Ilustrada. Aceptaba la censura eclesiástica y tuvo un talante más religioso. Tras la misma estaba el obispo de Coria, Pedro Segura Sáez. Una tercera publicación con igual denominación y hecha por hurdanos fue la que se editó de 1985 a 1988, con un perfil más reivindicativo y progresista. Su director fue Casto Iglesias Duarte. Ya terminada la centuria pasada, en 1999 apareció la última de que tenemos noticias, dirigida por Jerónimo Roncero Domínguez, también concebida por hurdanos y de carácter conservacionista y ecologista.

Vinculados a estas publicaciones se halla la celebración de tres Congresos Nacionales de Hurdanófilos. El primero celebrado en Plasencia  en junio de  1908, el segundo que tuvo lugar en 1988 en Casares de Las Hurdes y el tercero, en diciembre de 2006, en Caminomorisco. En ellos se trataba de poner en común aquellas experiencias, conocimientos y propuestas que sirvieran para resolver los graves problemas de dicha comarca, centrados en los temas de educación, sanidad y comunicaciones. Combatiendo a la vez los grandes prejuicios y leyendas que a lo largo de la Historia se fueron inventando.

El estudio de la primera publicación que tuvo la comarca, la de 1904 a 1908, es pues nuestro objetivo. Para ello hemos establecido una serie de apartados en los que analizaremos, tras la obligada introducción, la estructura de la revista y su formato.  Después nos detendremos en los contenidos de la misma, haciendo mención a los autores de artículos, temas de los mismos, textos poéticos y en prosa más relevantes, así como los principales debates que surgieron en la publicación. Otros aspectos noticiables en la revista, como las secciones Nuestras Noticias y Notas Bibliográficas cierran el trabajo que no excluye una coda conclusiva.

Hemos detectado ejemplares completos de Las Hurdes en los siguientes centros de documentación: Biblioteca Nacional de España Madrid, Real Academia de la Historia, Biblioteca Estatal de Cáceres, en el Centro Universitario Santa Ana de Almendralejo y en el Centro de Documentación de Las  Hurdes en Pinofranqueado. La bibliografía que hemos utilizado, además de la propia publicación, es la siguiente:

-Benito Bejarano, Sergio (2020): La Esperanza de Las Hurdes. Indie. Torrelavega.

-Blanco Belmonte, M. Rafael (1911): Por la España Desconocida. La Ilustración Española y Americana Madrid.

Crónica del Primer Congreso Nacional de Hurdanófilos (1908), 14 y 15 de Junio de 1908 Plasencia.

-Flores del Manzano, Fernando (2013): La acción social de la Iglesia Placentina. Pontificados de F. Jarrín y A. Reguera. Editorial Cultura Cristiana Plasencia.

-González Castro, José, Crotóntilo, (1908): Las Hurdes una solución que se impone. Revista Extremadura, Volumen XX Cáceres.

Legendre, Mauricio (2006): Las Hurdes. Estudio de Geografía Humana. Editora Regional de Extremadura Badajoz.

La Liga Hurdana (1917): Texto de Juan Pérez, nuevo presidente de la misma. El Noticiero Cáceres.

-M. Anónimo (1922): La acción social del clero en Las Hurdes. Revista Católica de Cuestiones Sociales nº 331, año XXVIII julio, Madrid.

-Martín Martín, Teodoro (2022): Documentos para un viaje. XII Jornadas Históricas de Almendralejo y Tierra de Barros, Almendralejo.

-Ortega Cantero, Nicolás (2022): Marañón y las Hurdes. La Comisión Científica y el Viaje de Alfonso XIII. Nº extraordinario del Boletín de la Real Sociedad Geográfica. Madrid.

Pleito de la Esperanza de Las Hurdes (1909) Plasencia.

Revista Extremadura. Editada en Cáceres de 1899 a 1911. De carácter regeneracionista.

-Rodríguez Masa, Juan Carlos (2020) .Pan de trigo y pan de ideas. Las limosnas que un poeta reclamó y un obispo consiguió. Actas de los XLIV Coloquios Históricos de Extremadura Trujillo.

-Sánchez Granjel Santander, Mercedes (2003): Las Hurdes el país de la leyenda, entre el discurso ilustrado  y el viaje de Alfonso XIII. Ed. Milenio Lérida.

-Valenzuela Rubio, Manuel (2022): Las Hurdes en las décadas iniciales del siglo XX. Entre la filantropía y el regeneracionismo. Nº extraordinario del Boletín de la Real Sociedad Geográfica Madrid.

 

  1. II) ESTRUCTURA DE LA REVISTA

 

En este capítulo aludiremos al formato de la publicación, así como otras peculiaridades que nos ayudaran después a comprender mejor los contenidos y temas que se insertan en aquella. Es lo que podríamos denominar el continente de Las Hurdes. Distinguiremos las siguientes partes:

  1. a) La portada. Ésta varía según los números editados:

+En el número 1, del 22 de febrero de 1904, en la zona superior aparece en grandes caracteres el título de la publicación y el subtítulo de Revista mensual ilustrada. No tiene foto o grabado, pero sí un marco florido. En la zona media de dicha portada aparece el nombre de su fundador y patrocinador Jacinto Orellana y Pizarro, marqués de Albaida, y a continuación la nota: se publica el 22 de cada mes en cuadernos de 22 páginas.

+Las portadas del 2 al 26 tienen esta configuración: arriba el título de Las Hurdes, debajo Revista mensual ilustrada. En el centro y sobre una foto de paisaje el nombre del fundador ya citado. En la parte inferior la fecha y número de la publicación. El grabado es una composición que consta de una población con gentes andando, montes con pastores y ganado de cabras, rio con puente, bueyes conduciendo un carro y campesino en una tierra trabajando con yunta. En la parte inferior de la mencionada ilustración se insertan a su derecha las letras A y J unidas y a su izquierda Rocafull y Cª.

+La portada de los números 27 al 52 es la misma que las anteriores. Pero cambia la foto. Ahora aparece una figura femenina de pie, portando en su mano derecha una pluma para escribir y en la izquierda una gavilla de espigas de trigo, que sujeta con el brazo a su pecho y entre los dedos de ese brazo sostiene una cruz. El fondo de la figura es un campo con flores y frutales, en lontananza montañas y destacando una espadaña con campanas. Lo firma J. Diez, profesor de dibujo en el Instituto General y Técnico de Salamanca. En la parte baja de la portada es donde aparece ahora Revista mensual ilustrada, la fecha y el número. El nombre del fundador Jacinto Orellana se ha trasladado a la zona superior de la primera página con texto. El encuadre de estos números es el característico de las publicaciones de comienzos del siglo XX.

  1. b) La contraportada varía según los números. Suele utilizarse este espacio para señalar la lista de colaboradores, corresponsales y sus poblaciones; o bien publicidad. A veces no tiene contenidos aparece en blanco. Por lo tanto en el sentido tradicional de estas publicaciones no hay índice ni nota referencial en la contraportada.
  2. c) Índice y paginación. El primero suele aparecer en la página 2 indicando el autor, título y página en la que se inicia el artículo o nota. A este sumario se añade el título de los grabados que se intercalan dentro o entre los artículos. Las páginas 3 y 4 son de publicidad en ciertos números. En otros comienzan directamente los contenidos a partir de la 3ª. Antes de las colaboraciones se suele señalar el año fecha y nº del ejemplar y en rótulo: Las Hurdes, Revista mensual ilustrada, más el director F. Jarrín.

Respecto al nº de páginas, estas varían; suelen situarse entre las 22 y las 33 páginas dependiendo de la cantidad de artículos y su extensión. Todo ello sin contar la publicidad y portadas. La paginación de los nº 1 al 23 (febrero 1904-diciembre de 1905) es seguida y asciende a 260 páginas. Del nº 24 al 35 (enero-diciembre 1906) son 280: del 36 al 47 (enero-diciembre 1907) consta de 285 y del 48 al 52 (enero-mayo 1908) 95 páginas. Entiendo que esta distribución tiene por objeto hacer coleccionables por años la propia revista. Su formato físico es 215×145 mms. De media tiene la publicación unas 25 páginas.

  1. d) Periodicidad. Ésta es mensual, suele aparecer los días 22 de cada mes, algunas veces el 20 otras el 23, salvo cuando algún mes recupera el mes en que no aparecido. Así sucede en noviembre de 1905 en que aparecen uno el 7 y otro el 22, recuperando el no publicado en setiembre anterior. En este mes de 1906 surge uno el 3 y otro el 22, recuperando el mes de agosto. El de mayo de 1907 se adelanta al día 12. El último que apareció, abril y mayo de 1908, es conjunto y no señala día.
  2. e) Idioma. La revista preferentemente utiliza la lengua castellana, si bien en algunas poesías y en diálogos entre naturales de artículos costumbristas es habitual el empleo de expresiones en el dialecto o habla extremeños.
  3. f) Número de años y títulos que se editaron. Como se ha señalado anteriormente Las Hurdes vieron la luz de febrero de 1904 a mayo de 1908. Se publicaron en total 52 números a lo largo de cinco años. El total de páginas fue de 920 sin contar publicidad ni portadas.
  4. g) Precio de la publicación. Éste se mantuvo constante. La suscripción anual ascendía a 3 pesetas, el número suelto 0,25 céntimos y el abono para el extranjero 4 francos.
  5. h) Editorial. No existía línea editorial específica en el sentido de apartado concreto de la publicación. No obstante la misma se define como promotora de tres grandes objetivos para la comarca o “tierruca”, término utilizado con asiduidad. Aquellos son: iglesias, escuelas y caminos. La mayor parte de los artículos abrazan estos contenidos o metas. El propósito de la publicación no era otro que desmitificar las leyendas hurdanas, dar a conocer la realidad y cara al futuro obtener recursos humanos y económicos para redimir a sus habitantes de su marginación y ostracismo.
  6. i) Directorio. Su director fue Francisco Jarrín y el principal redactor José Polo Benito. Éste sustituyó al primero al frente de la revista cuando aquel fue nombrado obispo de Plasencia a partir del nº 35. La secretaría y administración estuvo al principio en la calle Carvajal 5 de Salamanca, luego pasó a Juan del Rey 8. Igualmente en la citada ciudad y su imprenta Calatrava, a cargo de L. Rodríguez, estuvo la impresión de los números 1 al 39. La redacción estuvo en la calle Azucena 4 de la mencionada ciudad castellana.

Pero a partir de mayo de 1907, nº 40, la redacción y administración se trasladaron al palacio episcopal de Plasencia, siendo Bernardo Jarrín, mayordomo del obispo, su responsable. La impresión también se trasladó a la ciudad del Jerte. Primeramente el nº  40 en La Minerva a cargo de L. González, Los números  41 al 47 en la imprenta viuda de Sagrera y los números 48 al 52 en la imprenta Ramos. El fundador y patrocinador fue el aristócrata de origen extremeño Jacinto Orellana y Pizarro, marqués de Albaida y de la Conquista, senador y mecenas.

  1. j) Artículos. Son la parte medular de la revista; no hay orden temático o de otra índole en su confección. Suelen tener entre 5 y 8 colaboraciones por número, con una extensión de 2 a 4 páginas cada uno de ellos. Pueden ser narrativos, novelados o bien poesías. Los temas y autores ya los señalaremos en otros apartados. Los hay de actualidad o de saludo, que suelen ocupar las primeras páginas. Al final se inserta la sección Nuestras Noticias sobre La Esperanza de Las Hurdes y otras cuestiones afines. Además de los trabajos que se insertan hallamos fotografías o grabados referidos a personajes o paisajes jurdanos o relacionados con los artículos. Las fotos de los últimos números, a partir del 28, son del renombrado fotógrafo salmantino Venancio Gombau.
  2. k) Publicidad. Después de ésta suele aparecer la lista de colaboradores y corresponsales de la publicación en las zonas donde tuvo más difusión, sobre todo Salamanca, Extremadura y Madrid. Así mismo advertencias a los socios y suscriptores. La pauta publicitaria se caracteriza por su vinculación con Salamanca en los años 1904 a 1907. En este último año ya aparecen anuncios de la provincia de Cáceres. En los 12 primeros no existe publicidad, tampoco en el 48, no se la razón de porqué eso fue así. El tipo de empresas anunciantes fue: pensión para estudiantes, liceo escolar, taller de construcción, librería, colegio o fábrica de harinas en Salamanca. Las referidas a Cáceres fueron: el colegio de El Salvador y una farmacia en Plasencia, más un taller religioso en Navalmoral de la Mata. Estos anuncios publicitarios podían ocupar una página entera o media.

 

III) ANÁLISIS DE LOS CONTENIDOS

 

La revista Las Hurdes, como bien señala recientemente un autor, “era el eco de la sociedad Esperanza de las Hurdes y portaestandarte de su progreso” (Ortega Cantero, 2022, 178). Ambas fueron propuestas por un destacado grupo de católicos salmantinos. “El sello religioso marcó las diversas medidas puestas en marcha durante la primera década del siglo XX. Así ocurrió con la fundación en 1903 de la Esperanza de Las Hurdes, sociedad creada por Jarrín con la finalidad de recaudar fondos y canalizarlos hacia las Hurdes en forma de ayudas sociales y mejoras de la zona. Una interesante faceta de la Esperanza de Las Hurdes fue su sistema de financiación, en el que se combinaban la aportación de los socios con la obtención de una subvención del Ministerio de Fomento de 20.000 pesetas anuales” (Valenzuela Rubio, 2022, 62). La sociedad se disolvió en 1917. Las causas que lo motivaron y la creación de la Liga Hurdana, pueden leerse en el texto de Juan Pérez, presidente de la nueva asociación, cuya acta fundacional y reglamento se insertan en el folleto titulado La Liga Hurdana. Imprenta de El Noticiero de Cáceres 1917. También en el libro El Pleito de la Esperanza de las Hurdes. Plasencia 1909.

Sobre la revista que nos ocupa continua diciendo este destacado profesor de la Universidad Autónoma de Madrid: “La Esperanza de las Hurdes llevó a cabo una activa labor de difusión de sus planteamientos y actuaciones a través de la revista Las Hurdes (1904-1908), sufragada por Jacinto Orellana, marqués de Albaida. Otro gran hito de propaganda de la Esperanza fue la celebración del Congreso Nacional de Hurdanófilos, celebrado en Plasencia en 1908, que contó con el apoyo del Instituto de Reformas Sociales, personalizado en Segismundo Moret” (Valenzuela Rubio, 2022, 62).

Estas palabras sitúan a nuestra publicación dentro de un contexto histórico y conforme a unos planteamientos ideológicos que van a estar presentes a lo largo de los cinco años que la revista subsistió. Ello lo podemos vislumbrar más claramente en los diversos apartados de este capítulo que pasamos a considerar.

  1. A) Autores. Si por algo se caracteriza una publicación es por el sello que le imprimen sus protagonistas, incluyendo en los mismos a su dirección, redacción y colaboradores. De éstos unos 60 autores hemos contabilizado a lo largo de los cinco años. Los que más publicaron fueron: José Polo Benito, sacerdote salmantino con cargos después en Plasencia y Toledo (44 artículos); Francisco Jarrín, chantre de la catedral de Salamanca y luego obispo de Plasencia (35); Julián Mancebo Martín, sacerdote de La Alberca (29); Jacinto Vázquez de Parga, director del Museo de Salamanca (25);Eugenio Escobar Prieto, deán de la catedral de Plasencia (17); Gumersindo Santos Diego, poeta y doctor en Derecho Canónico por Salamanca (16); Tomás Gómez, secretario del Ayuntamiento de Caminomorisco (10); Crotóntilo, médico rural en varios pueblos de la provincia de Cáceres (5); Julián Castro Bajo, poeta y párroco de Cabezabellosa (4). Con tres hallamos al poeta José Mª Gabriel y Galán, Pablo Hernández, párroco de Pinofranqueado, Constancio Bernardo de Quirós del Instituto de Reformas Sociales y creador de la sociedad de alpinismo Peñalara, Juan Domínguez Berrueta, catedrático en el Instituto de Salamanca, Romualdo Martín Santibáñez, secretario de ayuntamiento y notario, más otros tres. Con dos colaboraciones destacan el doctor Ángel Pulido, el director del Instituto de Cáceres Manuel Castillo, el Conde de Retamoso delegado regio de pósitos, el párroco de La Alberca Ciriaco Iglesias Garrido, los ingenieros Eduardo Argentí y Víctor Sánchez, L. Rodríguez Miguel catedrático de la Universidad de Salamanca, el sacerdote Crisanto Pedraza y Teodoro Sánchez. El resto con un artículo, hasta 60, son colaboradores de distintas provincias: los obispos Peris Mencheta y el padre Cámara, el académico Juan Catalina García y el catedrático de la Universidad salmantina Pedro Dorado Montero, entre otros.

Como podemos comprobar un amplio abanico de escritores y personalidades marcados por su pertenencia al ámbito católico y regeneracionista. Hallamos desde obispos a delegados regios, pasando por médicos, canónigos, poetas, párrocos, catedráticos de institutos y universidades, ingenieros, cronistas o historiadores, secretarios de ayuntamientos y un largo etcétera. Si hay un paraguas que les protege y les guía es la acción social católica y su preocupación por sustraer a la comarca de su situación de postración, miseria y aislamiento.

  1. B) Temas y géneros. Éstos son muy variados, tanto las temáticas como los géneros literarios en que se expresan. Vamos a agruparlos en materias y citaremos los artículos más destacados.

+Cartas: De los obispos de Coria y Salamanca, Ministro de Estado, y las tituladas: a S. M. Alfonso XIII o Albricias.

+Educación: Fiesta escolar, de instrucción hurdana, el principio del fin, las Hurdes y la Universidad de Salamanca, a la cartera ministerial, nuestras escuelas, nueva escuela en las Hurdes, contestación obligada.

+Poesías en castellano y en habla extremeña (varias).

+Sobre la Esperanza de las Hurdes: Sociedad un balance, de nuestra obra, nada de asaltos, juntas generales.

+Gratitud: Honremos a Gabriel y Galán, nuestros amigos, pro patria, palabras sinceras, el gobierno de las Hurdes.

+Historia: Juan Porras y Atienza, las Hurdes en la Historia, doscientos años, regionalismo hurdano, un poco de Historia, las Hurdes nunca fueron salvajes, regionalismo honrado, Las Hurdes, La Unión Extremeña.

+Geografía: Correo de las Hurdes, ¿dónde están las Hurdes?, paisajes hurdanos, concejos hurdanos, las Batuecas y las Hurdes, impresiones de un viaje, un proyecto, valle y convento de las Batuecas, a cerca de las Hurdes, la tierra y el hombre, más sobre el territorio jurdano.

+Biografía: Peris Mencheta, rasgos, Gasset en la Batuecas, obras y hombres: el doctor Bide.

+Religión: Viático en las Hurdes, sacerdote hurdano, el Cristu del Pino, los franciscanos en las Hurdes, los jesuitas en las Hurdes, impresiones hurdanas, el obispo electo de Plasencia.

+Costumbres: El pilu, contrastes, nuestra fiesta, el monaguillo de Vegas, los amores de mi guía, retazos de una historia, por sorpresa, el cotorro de las tiendas, lo que son los hurdanos, la lucera, el volcán, el bichu, diálogos hurdanos, del dia-gosto, invenciones del trust, una boda en Nuñomoral.

+Etnología: Consideraciones sobre las Hurdes, páginas de sangre, la tía Candela, mi interviú con un hurdano, respuesta obligada, juicios ajenos, el país de las brujas, mendicidad hurdana, la Diputación y las nodrizas hurdanas, farmacopea hurdana, las menderas, el mal de ojo.

+Economía y Sociedad: Minas en las Hurdes, colonias agrícolas penitenciarias, la mayor miseria, el porvenir de las Hurdes, carta abierta, la carretera de las Hurdes, el ferrocarril de la Vera, luz eléctrica, pósitos en las Hurdes.

+Periodismo: Las Hurdes y la prensa, al quinto, la campaña hurdana.

+Viajes: De mi viaje a las Hurdes, uno más, notas de un viaje, por las Hurdes, ¡a las Hurdes!, de mi viaje a Cáceres, impresiones de un viaje.

+Lengua: Yo escribo Jurdes.

+Comunicaciones: Carretera del Estado, carretera de La Alberca a Plasencia.

+Medicina: Las Jurdes, la Medicina en las Hurdes, unidad de acción.

+Congreso de Hurdanófilos: ¿Congreso de hurdanófilos? una idea, a nuestros lectores, carta abierta a Crotóntilo, tengo la palabra, mi opinión, por los hurdanos, del Congreso de Hurdanófilos, más adhesiones, nuestro congreso, sobre el Congreso, carta abierta, proyecto de cuestionario para el Congreso, Congreso Nacional a favor de las Hurdes.

Como podemos ver los títulos, temas, género y materias de los artículos son muy variados. Abordan a mí entender todas las cuestiones que en el primer decenio del siglo XX preocupaban a los hombres que tenían como norte la redención de los habitantes de aquella comarca. Existen colaboraciones más o menos logradas, en un estilo y formato corto. Los artículos no sobrepasan por lo general las dos o tres páginas. El contenido de los mismos trataremos de exponerlo en el siguiente apartado, que manifiesta en textos poéticos o en prosa lo que embargaba a sus autores. Por razones de espacio utilizaremos sólo algunas muestras. Tras los textos citamos el autor, número y año de la revista.

  1. C) Textos más significativos:

1) Poéticos.

Aplicando a las Hurdes una copla conocida en El Escorial, “Salieron de este canto/ cuatro reyes y un santo”. (Jarrín, I, 1904).

El poema de La jurdana termina así: “Por la cuesta del terrucho pizarroso/va bajando la paupérrima jurdana/con miserias en el alma y en el cuerpo,/ con el hijo medio imbécil a la espalda./ Yo les pido dos limosnas para ellos/ a los hijos de mi patria:/ ¡pan de trigo para el hambre de sus cuerpos!/ ¡pan de ideas para el hambre de sus almas!” (Gabriel y Galán, II, 1904).

Del mismo autor y correspondiente a un poema de 60 versos inédito, en nº XIV de 1905, se insertan los siguientes: “Basta, pues, de introducción/ que hay mucho que agradecer/y no quiere el corazón/más tiempo en vano perder”.

De Santos Diego, XXII, 1905, son estos versos: “No es la sierra, no es la sierra/quien ahoga, quien encierra/a los míseros jurdanos/en la estéril oquedad de sus montañas/ ¡son los hombres, sus hermanos/sus hermanos sin entrañas!”.

“El que en estas tierras/quiera prosperar, /en cabras y colmenas/debe trabajar.” (Mancebo, XXXII. 1906).

Aforismo popular: “en guerras y amor es lo primero/el dinero, el dinero y el dinero”. (Polo Benito, XXXIII, 1906).

La poesía titulada Creo en Dios concluye con estos dos versos: “¡Creo en Dios y que hay ángeles y santos, /y porque vos sois un ángel y una santa!” (Castro Bajo, XLIV, 1907).

Jarrín describiendo el valle y convento de Los Ángeles, XLIX, 1908. “Sólo quedan memorias funerales/donde vagaron sombras de alto ejemplo/la cascada de la Meancera/donde sólo reina el silencio”.

2) Textos en prosa.

Califica a la Esperanza de Las Hurdes “gran cruzada de la caridad” (Polo Benito, II 1904).

“Las Hurdes son un laberinto montañoso a vista de pájaro” (Jarrín, III, 1904).

“Las Hurdes son un baldón para España” (Mancebo, III, 1904).

“Los paisajes hurdanos son majestuosos como la naturaleza” (Polo Benito, III, 1904).

“Hay 44 alquerías en los cinco concejos” (Jarrín, IV, 1904).

“Las Hurdes son verdadera Suiza en miniatura” (Vázquez de Parga, V, 1904).

Los sacerdotes hurdanos son, ”héroes oscuros del catolicismo” (Polo Benito, V, 1904).

Mancebo, V, 1904, vincula la dehesa de las Jurdes al ducado de Alba, a través de la Comunidad de Villa y Tierra de Granadilla.

Los ríos de las Hurdes son: Batuecas, Ladrillar, Jurdano, Fragoso, Esparabán, Ovejuela y Los Ángeles (Vázquez de Parga, VI, 1904).

“En las Hurdes no he escuchado más que lamentos y gemidos. ¡Vergüenza tremenda para la España del siglo XX!” (Anna Seé, X, 1904).

“El valle de las Batuecas es el más profundo, áspero y solitario del país. No tiene más cuerpo de población que la familia del arrendatario que cultiva la huerta y terrenos del ex convento” (Vázquez de Parga, X, 1904).

(Mancebo, XII, 1905)  Citando a Fígaro: “Tras el polvo de la diligencia va la civilización”.

“El donostiarra jesuita padre Abarizqueta visitó la comarca durante más de 10 años en el siglo XVIII” (Escobar Prieto, XV, 1905).

Por las deudas que se tenían con los maestros y nodrizas hurdanos “no sería extraño que los jurdanos, armados de hoz como los obreros de Jerez, llegaran hasta Cáceres y pidieran cuentas a la Diputación” (Polo Benito, XVI, 1905).

Llaman los hurdanos a Jarrín “nuestro padre. El único que nos ayuda sin pedirnos el voto” (Manuel Castillo, XVII ,1905).

Alude al contrato enfitéutico que otorgó La Alberca a los moradores de Nuñomoral y Caminomorisco y sus alquerías en 1531. Debían pagar anualmente 7.500 maravadis y 75 pares de perdices, con 18 condiciones desfavorables para los jurdanos. Ello originó pleitos continuos con La Alberca hasta el fin de los señoríos  en el siglo XIX. (Escobar Prieto, XVIII, 1905).

“En las Hurdes hay lobos de distintas razas, pero los más insaciables y carnívoros son los bípedos. Están en la propia tierra, al acecho de la carnaza” (Tomás Gómez, XVIII, 1905).

Los verdaderos pobladores de las Hurdes fueron vecinos de La Alberca y las visitas a aquel territorio fueron positivas para la dehesa hurdana al evitar rozas e incendios innecesarios (Mancebo, XXI, 1905).

Los agentes poderosos de la degeneración de estos valles hurdanos son: la naturaleza eruptiva del suelo que le hace estéril, su relieve tan abrupto y complicado, más el agente tóxico del bocio y el cretinismo originado por el agua que mana. (Bernardo de Quirós, XXVI, 1906).

La Esperanza de las Hurdes lleva a la comarca “la dulce civilización cristiana” (Ibáñez Marín, XXIX, 1906).

“Una cosa es predicar y otra dar trigo. Hay que españolizar las Hurdes, nobilísima cruzada. Son hombres de fe profunda y caridad inagotable” (Iglesias Garrido, XXXI, 1906).

Favorable al Congreso de Hurdanófilos, propuesto por Crotóntilo, añade: “hay que hacer que los españoles todos se encuentren con el problema hurdano hasta en la sopa” (Santos Diego, XXXIV, 1906).

Favorable a la asamblea de hurdanófilos dice: “hay que remediar las tristezas hurdanas, hablando alto y en público a las autoridades” (Conde de Retamoso, XXXVII, 1907).

“Las iglesias, escuelas, caminos y puentes no se hacen con discursos. Lo que hace falta es dinero, apoyo del poder central. Confío poquísimo en los congresos españoles, sin embargo iré si lo vota la mayoría” (Iglesias Garrido, XXXVIII, 1907).

Sobre el Congreso, “una reunión de  hombres por amor, por amistad, hacia otros semejantes suyos, es algo bueno” (Domínguez Berrueta, XXXIX, 1907).

“En las Hurdes se da una medicina popular, empírica, casi siempre irracional. Es necesario instituir plazas de médicos y una farmacia de la que dependerían dos botiquines a cargo de los médicos” (Crotóntilo, XLIII, 1907).

Víctor Sánchez, en el nº XLV del año 1907, propone en carta abierta al director de la Revista un proyecto de tres saltos de agua de los que se obtendrían 600 caballos de energía eléctrica. Este mismo autor, en el nº XLVIII del año 1908, propone constituir la Sociedad La Eléctrica de las Hurdes, que se ha creado con acciones de caridad, la que se ofrece a la participación de los que lo deseen.

Jarrín en el número LI y LII, 1908, da noticia de la concesión de 50.000 pesetas para el Pósito de las Hurdes.

La redacción de la Revista en este último número de 1908, dice que el Congreso de hurdanófilos, que se reunirá en Plasencia los días 14 y 15 de junio de 1908, va “a laborar por la patria. Ni políticos ni sectarismos de color. Logrado el Pósito de préstamos, los hurdanos piden escuelas, médicos y vías de comunicación”. Cita además los temas del Congreso.

 

 

 

 

  1. IV) INFORMACIÓN Y DEBATES

 

Si por algo se caracterizó la revista Las Hurdes a lo largo de su existencia fue por proporcionar la más amplia información sobre las leyendas y el pasado de la comarca, el lamentado estado de su presente y el futuro que, gracias a la labor de la Esperanza llevaba a cabo, confiaban que fuera prometedor. O al menos diferente a la situación de marginación, miseria y aislamiento en que se encontraba.

Por lo anterior podemos deducir que el carácter informativo y concienciador estuvo en el norte de la publicación. Ello se deduce de los temas y títulos que señalamos anteriormente y que subrayan este matiz de transformación y sensibilización sobre la historia y el presente de las Hurdes. El enfoque de esa acción se impregnó de la filosofía social que caracterizó a la política eclesial en el terreno de la dinámica social. Unos la calificaban como paternalista, otros de trabajo social y caritativo. Creo que ambos determinantes fueron compatibles y ajustados a lo que representó nuestro periódico mensual.

Además de los propios artículos se insertaba una sección denominada Nuestras Noticias, al final de algunos números. No apareció en los de febrero, marzo y abril de 1904, pero sí en el número 4, con el título de Documentos Importantes. En el nº 5 aparece con el de Noticias de la Esperanza. Pero a partir del 6, julio del mismo año, ya rige la denominación Nuestras Noticias. No en todos; por ejemplo, no consta la sección en el 16, 21, 25, 44, 46, 47, 48, 51 y 52. La extensión de cada una de estas noticias no excedía los dos párrafos. El formato era un dato y su brevísimo comentario.

Los temas que se incluyen en la sección son del estilo de: visitas pastorales de obispos, franceses en las Hurdes, ecos en la prensa nacional de los temas hurdanos, nombramientos de chantre, vicarios, obispos, gobernadores civiles, maestros de escuelas, visitas a la Diputación, entrevistas de hurdanos con Alfonso XIII, pésame por fallecimientos, regalos de libros a bibliotecas escolares o de objetos litúrgicos a parroquias, pagas a maestros y nodrizas, regalos varios, sobre proyectos de puentes y carreteras, juntas generales de la Esperanza, exámenes o fiestas escolares, colaboración de Gombau con la revista, nuevas iglesias, parroquias, escuelas o cementerios, avances y adhesiones al congreso, subvenciones del Ministerio o de la Diputación Provincial, etc.

Sólo hemos hallado en el nº 37, de 22 de febrero de 1907, una sección denominada Notas Bibliográficas. En ella lo que se hacía era una breve recensión o comentario de distintos libros de tema preferentemente religioso. Sus títulos fueron: Verdades de Teología Pastoral de J. Fogues, Epítome Histórico de Mérida de J. J. González y Gómez de Soto, más de José Polo Benito su  opúsculo Feminismo Social y la Inmigración en Béjar. No hubo más comentarios bibliográficos en los demás números de la revista que comentamos.

Las Hurdes no eludió los debates en sus páginas. Aunque en notas a pie de página de los mismos se advertía no compartir las tesis expuestas por los polemizantes. A pesar de ello nunca rehusó incorporar aquellas colaboraciones que resultaran de interés para los lectores. Yo centraría en cuatro los asuntos en los cuales las diatribas se manifestaron en uno u otro sentido y en sendos artículos.

El primero fue el de la situación de pobreza de las Hurdes  y sus causas. Se dieron interpretaciones varias sobre las razones del aislamiento, el carácter y pasividad de los hurdanos, la conformación geomorfológica y climática de la comarca, etc. Tampoco se impidió dar cabida a las tesis del abandonismo o de la  redención in situ de la  población existente.

Un segundo tema de debate, que exigió muchos artículos, fue el de la Historia de las Hurdes y su relación con los pueblos limítrofes. Aquí adquirieron un gran protagonismo, y costó bastantes artículos, a dos colaboradores en concreto: Eugenio Escobar Prieto, canónigo y deán de la catedral de Plasencia y en el lado opuesto Julián Mancebo Martín, sacerdote y erudito de La Alberca. Éste defendía el carácter positivo y civilizador que tuvo la dependencia de las dehesas, luego pueblos y alquerías de las Hurdes, de la citada población salmantina. Subrayaba que la visita de los albercanos a la comarca en cuestión ayudó a su desenvolvimiento y a que los montes no fueran pasto de los incendios ni de roturaciones abusivas. En cambio el deán Escobar culpaba a La Alberca del atraso jurdano por la “colonización” que de ellos ejerció la citada población. Ambos se apoyaban en documentos históricos, haciendo lecturas o interpretaciones diferentes o sopesando más unos textos que otros.

El tercero llenó las páginas de la publicación en forma de ruegos, críticas o noticias en las cuales se ponía de manifiesto el abandono e insolidaridad de los poderes públicos. Ya fuera el gobierno central de Madrid  o los regionales, en especial la Diputación Provincial de Cáceres. Todo ello hasta que ésta cambió de actitud, y tomando conciencia de la realidad  se decide a colaborar, pagando a maestros y nodrizas, o implicándose en la subvención de carreteras, escuelas o botiquines médicos. Los diputados nacionales del partido de Hoyos, del que dependían las Hurdes, también recibieron palmas o aplausos según se posicionaran sobre la cuestión.

El cuarto tema, que se expresó en los números de la revista de los años 1907 y 1908, fue el de la celebración del Congreso Nacional de Hurdanófilos. El promotor y primero que lo sugirió el 23 de octubre de 1906, nº 33, fue Crotóntilo, entonces médico en Mirabel. Tituló su artículo: ¿Congreso de Hurdanófilos? Una Idea. Siguiendo las sugerencias dadas por Bernardo de Quirós de que las causas  del cretinismo y otras desgracias en las alquerías profundas era el terreno, propugnó que había que hacer algo más que lo que venía haciendo la Esperanza. Además de la prensa, dice, es preciso celebrar una asamblea que elabore unas conclusiones y las lleve al gobierno nacional. Al principio la idea resultó extraña, muchos de los colaboradores se mostraron en contra, pero a lo largo de los dos últimos años de la publicación la propuesta fue madurando y aceptada la celebración del evento, que tuvo lugar al mes siguiente de que saliera el último ejemplar de Las Hurdes. En junio de 1908 y en la ciudad de Plasencia.

 

  1. V) A MODO DE CODA

 

En páginas precedentes creemos haber diseccionado los principales órganos anatómicos de la revista Las Hurdes, entendiendo por tales: los dirigentes de la misma, sus redactores, autores y colaboradores, principios que  la inspiraron y los debates que en aquellos surgieron. Igualmente los temas básicos abordados, géneros literarios  y disciplinas científicas a ellas vinculados. Algunos rasgos de la vida y dinámica de la publicación, lo que llamaríamos su fisiología o funcionamiento, creemos que también han sido abordados en los capítulos anteriores.

Sólo nos resta valorar lo que representó este órgano de expresión de la Esperanza de las Hurdes a lo largo de los casi cinco años en que existió. Ello nos parece que es mejor exponerlo con las palabras de uno de los contemporáneos de Jarrín y Polo Benito. Nos estamos refiriendo a Marcos Rafael Blanco Belmonte y su libro Por la España Desconocida. Notas de una excursión a La Alberca, las Jurdes, Batuecas y Peña de Francia. Madrid 1911, con fotos de Venancio Gombau. Dice el referido autor en lo concerniente a nuestra revista.

“Dos palabras compendiaban el programa de la revista Las Hurdes: Cultura y Civilización. Atractiva, simpática, interesantísima, con revelación de un mundo ignorado, la revista Las Hurdes luchó bravamente por el cumplimiento de su programa, pero no halló en España eco y resonancia proporcionada a sus fines. La revista en su redacción y en su confección, fue un acierto periodístico. El Sr. Jarrín dio a conocer en ella a una bellísima serie de artículos refiriendo las impresiones de sus visitas a los pueblecitos que formaban los cinco concejos jurdanos. Polo Benito alternó, con la descripción de hechos y costumbres de la comarca, crónicas en las que su fogosa indignación estallaba en anatemas, contra los que desoían sistemáticamente las reclamaciones hechas en nombre de 6.000 españoles olvidados de su patria”(Blanco Belmonte, 1911, 63).

Más adelante el mismo autor continuaba diciendo. “Al entrar en el quinto año de su existencia dejó de publicare la revista. Su última campaña dio por resultado la celebración del Congreso Nacional de Hurdanófilos. A la historia de la revista, como a los Anales del Congreso, quedó unido el nombre de su célebre colaborador artístico Venancio Gombau. Por las mismas fechas la Esperanza de las Hurdes obtuvo del gobierno, por mediación del Comisario Regio, Conde de Retamoso, la donación de 50.000 pesetas como capital inicial para  la creación de un Pósito de la Tierra” (Blanco Belmonte, 1911, 71).

Este pósito cumplía la función  de caja rural, mediante la cual concedía préstamos sin interés a los socios labradores, siempre que estos cumplieran determinados requisitos que figuraban en sus estatutos aprobados en 1907. Con esta creación del pósito se liberaba a la Esperanza de una de sus funciones sociales, que era el préstamo a los jurdanos de determinadas cantidades en función de los fondos existentes en dicha sociedad benefactora. Sin ninguna duda nuestra publicación y la asociación que la patrocinó, cumplió uno de los hitos más destacados y significativos en pro de la redención de la comarca de las Hurdes, situada en el norte de la actual Extremadura.

Desearía concluir este trabajo con una reflexión que me surge a propósito de la historia jurdana y tras la lectura del libro de David Graeber y David Wengrow El Amanecer de Todo. Coincido con ellos manifestando que la Historia no se mueve linealmente ni progresa de forma constante. Existen múltiples opciones y conviven realidades muy distintas. Por tanto la historia lineal no resuelve la comprensión del pasado humano; constatamos un fresco mucho más complejo, contradictorio, plural y fascinante del pasado. Tenemos que plantearnos muchas dudas sobre los relatos oficiales ya consolidados. Estas ideas fueron para mí un estímulo para acercarme a las Hurdes y sus leyendas.

 

  1. VI) APÉNDICES

 

Por último incluimos las portadas de la revista Las Hurdes número 27 y número 1.

 

 

 

Dic 122022
 

José Vidal Lucía Egido

 

Introducción

La historia de las costumbres, modos, usos y lugares para la inhumación en los pueblos de nuestro entorno es un elemento primordial para entender no sólo las formas y predis­po­si­ción ante la muerte, sino también el sentido y las maneras de vivir. Los libros de defunciones de las parroquias son una fuente interesante para conocer esos ritos, mandas y sufragios que se hacen ante el hecho de la muerte y que condicionan poderosamente las formas de vida. Hemos rastreado la información de esos libros de la parroquia de Santa Catalina de Riolobos (Cáceres) y podríamos componer una sencilla historia de cómo han evolucionado los lugares y las formas de enterramiento. Sabemos por ellos que, hasta principios del XIX en pueblos como este, los enterramientos se hacían en el interior de la iglesia en un suelo que era todavía de tierra, sin enlosar. Y sabemos del sentido jerarquizado de ese espacio, según “los derechos de sepultura”, que situaba tumbas en la Capilla Mayor o “nave de los doze reales”, en otra intermedia “de los nueve reales” y en otra última “de los seis reales[1]. Hay una amplia casuística, interesante de seguir, pero que no es objeto de este trabajo.

Esta situación de las inhumaciones en las iglesias y sus consecuencias de­riva­das no era sos­­tenible y constituía un verdadero problema de salud pública que se añadía a las frecuentes epidemias y hambrunas que asolaban los territorios. Algunas ideas ambienta­listas existentes en la Europa de finales del XVIII empiezan a tener también su reflejo en España. El 3 de abril de 1787 se promulga la Real Cédula sobre “Restablecimiento de la Disciplina de la Iglesia en el uso y construcción de cimenterios (sic), según el Ritual Romano”, una importante iniciativa legislativa de Carlos III y de la minoría ilustrada en materia de salud pública, que suscitó una gran polémica y debate en el ámbito político, científico y religioso[2]. Es un intento de que se construyan “cementerios ventilados” en las afueras de las poblaciones.

En el caso que nos ocupa, ni el problema de insalubridad de estas formas de enterra­mientos, ni la falta de decoro que suponen, ni las molestias que sufrían los feligreses al acudir a los actos litúrgicos, ni el extraordinario aumento de defunciones habido en algunos años de la dé­cada de 1780, nada de ello, parece ser causa suficiente para los informantes de Riolobos en el Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura de 1791. A la pregunta 19ª de si hay cementerio o se contempla su necesidad responden sorprendentemente: “No ai cemen­te­rio ni se contempla nezesidad del”. Coincidente con la de bastantes pueblos encuestados.

Aun así, nos consta que a principios del XIX empiezan a hacerse las inhumaciones “en el cam­­­­­­­po­­­santo de la única iglesia parroquial…”, ubicado en el lado sur de la misma. Este espa­cio se usará hasta 1885, aunque hay intentos anteriores para que se abandone ese “lugar cén­tri­co y estrecho” y se construya un nuevo cementerio en las afueras. De esto trata nuestra comunicación.

  1. LA CONSTRUCCIÓN DEL NUEVO CEMENTERIO MUNICIPAL DE 1885

1.1. El proceso para construir un nuevo cementerio “en vista de las malas condiciones del existente”.

Toda la normativa en pro de los cementerios exteriores a las iglesias y alejados de la po­bla­ciones que se viene desarrollando desde finales del XVIII tiene su reflejo también en las disposiciones de los Gobernadores civiles que instan a los ayuntamientos a su cumplimiento. Así vemos que en el Boletín Oficial de la Provincia de Cáceres (BOPCC) de fecha 26/09/1857, se publica la circular núm. 314 del Gobernador Civil, Bernabé López Bago, en la que “se insta a los Alcaldes de los pueblos de la provincia remitan varias noticias relativas a cementerios”. La petición se fundamenta en “la grande indiferencia” que se observa en la “conservación y mejora de los cementerios públicos” e invoca, además del “respeto religioso”, el cuidar de las “condiciones higiénicas”, pues son “causa de que infestándose el aire que respiramos, se aumenten las epidemias adquiriendo una desoladora intensidad”. En ella se interesa que se informe si existe cementerio, a qué distancia de la población y propie­dad del edificio; dimensiones en varas castellanas; clase de sepulturas (nichos o fosas), pro­fun­didad de las últimas y por quién se costean; años de ocupación de la sepultura y coste; si hay osario; altura de la cerca y si tiene puerta con llave; quién se encarga de su custodia; y si exis­ten enterramientos fuera de ellos, en iglesias, aunque sean de párvulos. Todo ello muestra la preocupación de las autoridades provinciales por estas medidas que consideran necesarias para preservar la salud pública. El Ayuntamiento de Riolobos debió responder al reque­ri­mien­to enviando los datos sobre el cementerio adosado a la fachada sur de la iglesia, pe­ro de ello no tenemos constancia documental. Además su respuesta debió ser pronta, pues, en otra circular, nº 374 de 5/12 (BOPCC, nº 148. 12/12/1857), el gobernador Civil interino, To­­más Leandro de Lanuza, publi­ca una lista de 49 municipios que no han respondido y en ella no está Riolobos. En esta circular se cita una R.O. de la Gaceta de Madrid (nº 1789, de 1857), en la que se lamenta que haya 2655 pueblos en España que “carecen de ce­men­terio”,  sien­do estos “garantía segura de pública salubridad”, y se insta a los ayunta­mien­tos que constru­yan “cuando menos, un lugar cercado fuera de cada población con destino á cementerio”.

En 1883 una nueva circular (nº 128) [3]  pide a los ayuntamientos que respondan un cues­tionario muy preciso sobre el “Estado comprensivo de las condiciones higiénicas que tienen todos los cementerios enclavados en este término municipal, formado a tenor de la Real orden Circular del Ministerio de la Gobernación fecha 20 de febrero de 1883”.

“Pueblo ó Parroquia / Carácter de la agrupación o distribución urbana / Núm. de habi­tan­tes en el quinquenio de 1º de Enero de 1878 á igual fecha de 1883 / Núm. de de­fun­ciones en el mismo quinquenio / Proporción por 1000 defunciones que corresponde al nú­me­ro de ha­bi­tantes en el referido quinquenio / Núm. de cementerios / Nombre porque es co­­nocido el ce­menterio / Jurisdicción a que pertenece / Religión á que está destinado / Núm. de falle­ci­dos que han sido inhumados en cada cementerio en el citado quinquenio / Exten­­sión superficial del cementerio (m/cm) / Núm. de nichos / Núm. de pan­teo­nes / Núm. de sepulturas / Profundidad ordinaria de éstas (m/cm) / Depen­den­cias que contiene el ce­menterio / Edifi­cios que están próximos al camposanto / Dis­tan­cia que los separa del ce­men­terio (m/cm) /  Na­tu­raleza geológica del terreno / Dis­tan­cia Del Cemen­terio al límite más próximo de la po­blación (m/cm) / á las fuen­tes que sirven para abastecimiento del vecin­da­rio (m/cm) /  Di­rección subterránea de las aguas potables de la población respecto a la si­tua­ción del ce­men­terio / Situación Del Ce­menterio relativa al centro urbano y relativa á la di­rección de los vientos dominantes / Al­titud del cementerio sobre el nivel medio del centro de la población (m/cm) / Observaciones”.

Los ítems que se requieren son muy concretos y constituyen una verdadera guía de las condiciones que debe tener la obra y los requisitos para la situación de la misma respecto a la población. Esta circular posiblemente promovió en algunas localidades la puesta en marcha del pro­yec­to de nuevo cementerio municipal. En el caso de Riolobos parece que fuera así, dada la pro­ximidad de su publicación con la decisión del Ayuntamiento para construirlo. Pero tam­bién hay que decir que la idea de un cementerio nuevo en el exterior y alejado de la población ya se había planteado desde el año 1862 a instancias del Gobierno Civil de la provincia. Vea­mos el proceso seguido.

1.2. Orden para la construcción de un nuevo cementerio en 1862.

Un escrito del Gobierno Civil[4] con fecha 10/07/1862 insta al alcalde y corporación municipal de Riolobos a que “inmediatamente promueva la construcción de un nuevo cementerio por no ser posible consentir que continúe verificandose el enterramiento de cadaveres en el sitio estrecho y centrico del pueblo donde hoy se hace con el peligro inminente de la salud pu(bli)ca”. En él se señalan las condiciones que dicha obra debe cumplir: “establecerlo fuera de la población […] que esté la distancia  al menos 1000 ó 1200 metros de el pueblo y procurando que el sitio elegido además de la circunstancia expresada reuna la de estar […] opuesto á los aires reinantes; apartado de caserios, alquerías y cualquier otro edificio habitado, como tambien de los ríos, arroyos, pozos, manantiales, con­ductos y cañerías de agua […]”. Además se le explica cómo ha de formarse el expediente.

Con mucha premura y obedeciendo a la orden, el Ayuntamiento celebra sesión el día 20 de julio y, con el acuerdo tomado, remite escrito a la autoridad provincial. “Adjuntas pa­so á manos de V.S. las diligas con qe principia el Expedte qe ha de instruirse para la subasta y eje­­cu­ción del nuebo Cementerio fuera de esta poblacion, á fin de qe V.S. en su vista se sirva, si lo estima conveniente, ordenar al arquitecto Provincl forme el proyecto, plano y con­dicio­nes facultativas convenientes. […] / Riolobos Agosto 15 de 1862. El Alcalde Domingo Perez”.

Recogiendo parte del contenido, el funcionario provincial cursa el siguiente extracto del ex­pediente: “El alcalde remite á V.I. el espediente instruido pª la construccion de un nuevo Ce­men­­terio en las afueras de la poblacion del que resulta acordada la obra […]; que la junta de Sanidad ha señalado como si­­tio mas com­be­niente para la edificacion el llamado de los tejares en la parte de poniente del pueblo; que los maestros alarifes Santiago Cerro y Cayetano Ramos han formado el pro­gra­ma de la obra y por ultimo que se acompaña el pliego de condiciones economicas pª que en vista de todo se sirva V.I. pasar el espediente del Arquitecto prov(inc)ial a fin de que for­me el plano, presupuesto y pliego de condiciones facultativas de que se trata” (subrayado nuestro).

En otro escrito de 29 de agosto, “esaminado el espediente cuyo estracto precede” propone al Gobernador la aprobación del mismo y su pase al Arquitecto provincial y, al mismo tiempo, dice que “procede ordenar á este alcalde incluya en su presupuesto municipal pª el año próximo los cinco mil rs. que se calcula de casto (sic) por la obra en cuestion á fin de que en su dia no sufra entorpecimientos la tramitacion de este espediente y se paralice la misma por falta de fondos” (subrayado nuestro).

Por último, en la minuta aparece el borrador del escrito remitido al arquitecto provincial el 1 de septiembre de ese año, en el que se adjunta el expediente instruido por el Ayunta­mien­to de Riolobos y se solicita la formación del proyecto, recomendando “la pronta ter­mina­cion de este trabajo (que) espero quedara terminado en el mas brebe plazo. Firmado (ilegible)”.

La urgencia que la institución provincial pone en la gestión para la nueva obra y el inte­rés de la corporación en la misma no tienen reflejo en ninguno de los presupuestos que el Ayun­­­ta­miento elabora a partir de 1863-64, sin que conste la causa. Y no es por falta de fon­dos, pues en el arqueo que se realiza en el ayuntamiento el 30 /06/1863, el secretario certifica que en el año 1862 y hasta junio de 1863 se habían recaudado 40.552,33 rs. Lo pagado en di­cho período 31.472 rs. La diferencia, 9.080,33 rs., se corresponde con la existen­te en el arca en “oro, plata y vellón”. Dicho arqueo lo firma Domingo Pérez, alcalde que había proyectado la obra, Mateo Pérez, como depositario y Manuel Mestre como secretario[5]. En el arqueo de 30 de septiembre de ese año la cantidad existente en el arca había aumentado a 14.186,53 rs.

1.3. Intentos fallidos desde 1870-71.

Será a partir del ejercicio económico 1870-71 cuando se empiece a hablar de esta nueva construcción. En el proyecto de presupuesto[6] elaborado para dicho ejercicio, en el capítulo X (Obras de nueva construcción) se incluye, dentro del art. 5º, la cantidad de 1.500 ptas. “para la construcción de un nuevo cementerio”. Así en la relación núm. 9, que explica el gasto, se dice: “Para la construccion de un nuevo Cementerio en razon á qe el qe ahora ecsiste despues de ser sumamente reducido se encuentra contiguo a la Iglesia y dentro por consiguiente de la Pobla­cion contra lo espresamente mandado”. La partida, como el resto del proyecto, aparece fir­ma­da el 20/06/1870 por la comisión de presupuestos compuesta por Antonio Calbo, Sebastián Mendo, Mateo Moreno y el secretario, Julián Cuello. También hay que señalar que en el mismo hubo que incluir la cantidad de 1.286,32 ptas. “repartida a este pueblo para cubrir el déficit del presupuesto provincial”.

El proyecto presupuestario, previa censura del regidor síndico, Sebastián Mendo, fue apro­­­­­ba­do en sesión ordinaria de la Corporación Municipal[7] de 10/07/1870. Tras quin­ce días de exposición para información pública y sin que se produjeran reclamaciones, una nue­­­­va sesión [8] con asistencia de los concejales, “asociado de la mayoría de ad­jun­­­tos que componen la Junta Municipal de Presupuestos en triple numº del de Concejales”, lo ana­­­­li­zó partida a partida, suprimiendo y reduciendo algunas en una cuantía de 830 ptas. y dejando un total de gasto de “diez mil seiscientas nobenta y nueve pesetas, ochen­­­ta y dos centimos”. El resto de gastos y el total de ingresos fueron aprobados por unanimidad.

Esta pequeña cuantía de 1.500 ptas. que se destina a cementerio, así como la propuesta por el Gobierno Civil en 1862, sólo permitiría construir “cuando menos, un lugar cercado fuera de la población con destino á cementerio”; pero poco más, dado que se nece­sitaba expropiar o comprar terrenos, adecuarlos en interior y exterior, hacer el cercado y, al menos, alguna sencilla dependencia para capilla o depósito. La realidad es que en dicho ejercicio esta propuesta no se llevó a cabo. Y así, en el siguiente para el año económico 1871-72, de nuevo en la relación núm. 9 aparece con la misma redacción la construcción de “un nuebo cementerio” con la mis­ma cantidad asignada. Como novedad, y por acuerdo de la Junta muni­cipal en sesión celebrada el 28/01/1872, se incluye también lo siguiente: “Asi mismo acordo consignar y apro­bo la Junta la cantidad de mil doscientas cincuenta pesetas en el artº sexto capitulo diez para comprar una Maquina de un Reló de torre con todo lo demas necesario para su colocacion”. Ambas iniciativas, cementerio y reloj de torre, no se harán realidad en esa década. Seguirán apareciendo en los presupuestos hasta el de 1874-75, que ya no las in­cluye. En el de 1873-74 se hace  una actualización de la cantidad destinada a cementerio para 1873-74 que se fijará en 2.500 ptas. Será en 1883 cuando se instale un reloj de torre adecuando la misma para ello y en 1885 cuando se construya el nuevo cementerio.

1.4. La obra del cementerio nuevo en los presupuestos municipales de 1884-85

En el cuaderno o carpeta del “Presupuesto ordinario de gastos é ingresos para el año económico de 1884-1885” (Copia), Riolobos aparece con una población de 340 vecinos (1.160 residentes), y se declara una Cuota de Contribuciones que recauda el Estado de 8.205 ptas. por Territorial, 879,40 ptas. por Industrial y 4.350 ptas. por Consumos. El presupuesto[9] que presenta la comisión municipal para este ejercicio económico de 1 de julio de 1884 a 30 de junio de 1885 tiene como gasto 23.733,31 ptas. E igual cantidad de ingresos. En el capítulo 10, art. 8, relación nº 10, del mismo se dice lo siguiente:

Para lo que puedan importar las obras de construcción de un nuevo Cementerio Municipal, pues el existente no llena ninguna de las condiciones exigidas á cuyo objeto se halla instruido Expediente, pendiente de resolución en el Gobierno Civil de la Provincia. 11.250 pesetas. Total. 11.250 pesetas. Riolobos 6 de Junio de 1884. La Comisión (firmado) Manuel Calvo, José Gonzalez y Juan Ejido”

El incremento de gasto que supone esta obra nueva se puede ejecutar debido al aumento del apartado de ingresos. Así veremos que en el capítulo 1º, Productos de propios, hay un aumento, con respecto a otros años, de 11.433,81 que, según la memoria, “se creen realizables por productos del 80 por 100 de Propios”. En dicho capítulo, art. 2º, se incluyen 19.469,31 ptas. como “renta del 4 por 100 inscripciones intransferibles entregadas al Municipio en representación de bienes enajenados. Rel. núm. 1”. A lo que hay añadir, art. 3º, 2700 ptas. de “intereses de Bonos de Tesoro y empréstito nacional según decreto de 2 de diciembre de 1868 y de otros efectos públicos. Rel. núm. 1”. El total del capítulo 1, 22.169,31 ptas. A la vez, en los gastos se produce una reducción en obras (referidas al cementerio viejo) de 2.000 ptas. “que no se creen necesarias”, dejando sólo una cantidad de 500 ptas. para “gastos apremiantes imprevistos”. Además hay otra supresión de 250 ptas. en el capítulo 7 pues “el Presupuesto de la Carcel del Partido se cubre este año con existencias del anterior.”

Este presupuesto ordinario fue aprobado en sesión pública celebrada el 25/06/1885, por la Junta Municipal constituida por el alcalde popular, D. Manuel Calvo, los Regi­do­res Domingo Mellado, Juan Egido, José González, Juan Delgado, Damián González y Santos Granado, y los Vocales asociados[10] designados en el sorteo de 19 de agosto. Faltan las firmas.

1.5. La instrucción del expediente y la participación del arquitecto Vicente Paredes[11]

El expediente instruido para llevar a cabo la obra fue entregado personalmente[12] por el Se­cretario del Ayuntamiento en el Gobierno Civil de la provincia a finales de diciembre de 1884. Tras recibir el expediente, el negociado de Cementerios del G. C. lo remite el 8 de ene­ro de 1885 a la Comisión Provincial justificando la necesidad de dicha obra “en virtud de la inutilidad del existente, mandado clausurar por orden de la Dirección Gral. de Beneficencia y Sanidad”  y solicitando informe acerca del expediente remitido[13]. En el infor­me se analizan todos los acuerdos y acciones realizadas por el Ayuntamiento: nombramiento de una Comi­sión, consulta a peritos locales (maestros albañiles y carpinteros) para concretar la obra, con­sulta al párroco para que manifieste “la imposibilidad de la fábrica y la previsión de acu­dir a fon­dos municipales” y el informe de la Comisión municipal nombrada al efecto “que se ha con­cretado á trazar una obra de la mayor necesidad ajustandose a lo mas preciso sin pri­var­le en nada de lo que se requiere por su índole, objeto y recursos de la población”. Se cons­tata además que en sesión celebrada el 12 de octubre “se acordó nombrar por unani­midad para que se encargue de estudiar el proyecto sobre el terreno y forme su memoria al ar­qui­tecto Don Vicente Paredes á quien se le comunicó dicha resolución”. Recibidos los do­cu­men­tos elaborados por el arquitecto, se celebró sesión el 2 de diciembre en la que “todos ma­ni­festaron se hallaban conforme con lo practicado por el Sr. Arquitecto”  y a partir del día 3 se expuso el expediente para información pública durante quince días en el ayuntamiento “pa­ra satisfacción del vecindario”. Igualmente se informa del presupuesto municipal ela­borado para el año económico (junio 1884 – julio 1885), al que se ha adjuntado el expediente y cu­yos gastos son, como ya hemos avanzado, de 23.733 pesetas y los ingresos, “igual cantidad”.

Examinado el expediente y proyecto facultativo” por parte de la Comisión Provincial, se eleva informe al Gobernador civil el 29 de enero de 1885 firmado por Leopoldo Hurtado. En él se expresa que dicha obra, “por tratarse de un servicio municipal y referente a la higiene y salubridad del pueblo, es competencia exclusiva del ayuntamiento asesorado de la junta local de Sanidad, sin que á V.S. le este atribuida otra facultad en estos asuntos […] por lo que entiende la Comisión que procede significar asi al alcalde para que desde luego y con arreglo á la ley, ponga en ejecución el proyecto instruyendo el expediente de expropiación  por causa de utilidad pública del terreno en que haya de construirse, si para ello hubiere necesidad de expropiar, ó en otro caso anuncie la subasta toda vez que tales obras no pueden hacerse por administración”. Al final del informe, y tras el acuerdo de conformidad en sesión de 30 de enero, se añade: “Febro. 4. Cumplido con devolución de los antecedentes”.

La mayor parte de la documentación que se señala en el informe hemos podido rescatarla en el Archivo de la Diputación Provincial de Cáceres (ADPCC) consultando diversos expe­dien­tes de presupuestos, cuentas y pliegos de reparos del Ayuntamiento de Rio­lobos. No se con­serva en el ADPCC, ni tampoco en el Histórico Provincial (AHPC), nin­gún legajo específico relativo a esta obra. No ha sido posible encontrar el “proyecto facultativo …, com­pues­to de Memoria, presupuesto, condiciones y planos de la obra”, realizado por don Vicente Pa­re­des en los meses de octubre y noviembre de 1884. En aquel momento ejercía también como arquitecto municipal de Plasencia y en 1885 dirigía la obra de ampliación del cemen­terio de “Santa Teresa” de dicha ciudad, cuya documentación sí hemos podido con­sul­tar en su Archivo Municipal. La posible devolución del expediente al Ayuntamiento y la pér­di­da de toda documentación anterior a 1930 en el Archivo Municipal de Riolobos (Amurio) ha­ce bastante difícil encontrar el proyecto. No es preciso resaltar la importancia de los dibujos de planta y alzado y otros elementos del mismo, habida cuenta de las características tan pe­cu­lia­res que el edificio reúne y del arquitecto que los firma. Como tantas otras cosas, es una im­per­donable pérdida de información, pero, sobre todo, patrimonial, por las características citadas.

Sigamos con otros documentos, también de gran importancia, que sí hemos recuperado.

1.6. El acta de remate o de adjudicación de la obra al contratista Santos Pulido Calvo.

En el BOPCC de 9/12/1884 se publica una noticia breve, fechada el 3 y firmada por el alcalde Manuel Calvo, en la que se comunica el acuerdo de la corporación de “construcción de un nuevo cementerio municipal, en vista de las pésimas condiciones del existente, y dando á la vez cumplimiento á lo ordenado por la Superioridad”. Afirma además que se había “instruido el oportuno expediente en que consta el programa de la Comisión y proyecto facultativo formado por el Arquitecto, compuesto de Memoria, presupuesto, condiciones y planos de la obra, los cuales quedan expuestos al público en la Secretaría municipal” instando al examen y análisis de los mismos para poder presentar las observaciones o reclamaciones pertinentes en plazo de quince días[14].

Pasado el tiempo requerido de información pública, se inserta un anuncio oficial en el BOPCC[15], firmado por el alcalde con fecha 14/02/1885, en el que “se anuncia á pública subasta la ejecución de las obras de construcción del nuevo cementerio municipal de este pueblo”. Se fija que “su único remate ha de tener lugar en estas Casas Consistoriales el día 1º de Marzo próximo” ante el Alcalde, un Regidor y el Secretario. El tipo del que se parte como presupuesto de la obra asciende a 9.025 pesetas. Se habla también de las condiciones facultativas y económicas, expuestas en el Ayuntamiento a disposición de los licitantes, a las que “deberá ajustarse extrictamente el rematante  en la ejecución de aquellas”. Al final se adjunta un modelo de proposición al que los licitadores deben ajustarse para en el acto de remate hacer la propuesta “verbalmente y en alta voz”. Ello ha de acompañarse del “resguardo que acredite haber depositado el 5 por 100, como fianza provisional, y la cédula personal del proponente, admitiéndose despues pujas á la llana”. Se da un plazo para ejecutar “las obras en el término de seis meses, percibiendo su importe en tres plazos, segun se espresa en las mencionadas condiciones”.

Como hemos señalado más arriba, la búsqueda de una documentación específica de esta obra no ha dado resultados en ninguno de los archivos citados; por tanto, tampoco ha apa­re­cido el acta de la licitación. En cambio, sí lo han dado las búsquedas indirectas, pues han per­miti­do encontrar diversos documentos contenidos en distintos legajos y expedientes, co­mo se verá a continuación. En el legajo de pliegos de reparos correspondientes al Ayun­tamiento de Riolobos, conservado en el ADPCC, encontramos un certificado[16] de 6/02/1892, sobre dicha adjudicación de 1885, que transcribimos:

Don Ramón Carral Oviedo, Secretario del Ayuntamiento Constitucional de Riolobos. Certifico: Que en el expediente instruido por el Ayuntamiento de este pueblo en el año económico 1884 á 1885 para la construcción de un nuevo cementerio; se encuentra el Acta de Remate que copiada a la letra dice así = En el pueblo de Riolobos, hoy primero de Marzo de mil ochocientos ochenta y cinco, constituido en la Casa Consistorial y su Sala de Sesiones el Señor Alcalde Presidente del Ayuntamiento D. Manuel Calvo Recio, acompañado del Con­cejal D. Domingo Mellado, previamente designado y del Secretario D. Gabriel Perez, siendo la hora de las diez de la mañana, señalada para dar principio á este Acto de Subasta de las obras de construcción del nuevo Cementerio Municipal de este pueblo, se anunció al publico por el Alguacil, convocando licitadores que se interesaran en aquella. Concurrieron varias per­so­nas y á presencia de los circunstantes, el Señor Presidente dispuso y asi se verificó que se diese principio al acto por integra lectura del anuncio de la subasta, del modelo de pro­po­sición, del articulo 17 del Real Decreto de 4 de Enero de 1883 y de los pliegos de condiciones facul­tativas y económicas formuladas para el acto. El expresado Señor Presidente recordó al Concurso que durante la primera hora se admitirían únicamente las proposiciones cual estaba anunciado y durante dicho plazo pueden pedir las explicaciones que estimaren necesarias, sobre las condiciones de la subasta en la inteligencia de que trascurrido aquel se declarará terminada la licitacion, sin admitirse proposiciones ni dándose esplicacion alguna, todo con arreglo á lo preceptuado en la regla 3ª del espresado articulo 17.

Abierta inmediatamente la licitacion se presento proposicion verbalmente y con sugecion al modelo, por Santos Pulido Calvo, de esta vecindad, que entregó al Señor Presidente en pliego abierto su cédula personal señalada con el número siete y expedida en 27 de Noviembre, así como el resguardo que acredita haber depositado previamente en la Caja Municipal la cantidad de cuatrocientas cincuenta y una pesetas y veinticinco centimos á que asciende el cinco por ciento del tipo de subasta, cuya proposicion, en la que dicho sugeto se compromete á ejecutar las obras por su presupuesto de nueve mil veinticinco pesetas, se declaró admitido por el Señor Presidente, por hallarse en legal forma, colocando el pliego sobre la mesa numerada con el 1º y anunciándose al publico.

Cinco minutos antes de espirar el plazo señalado de una hora, se anuncio al público que iba á terminar el acto, con sugecion á lo que dispone la regla 8ª sin que á pesar de este ni de otros llamamientos que se hicieron, se presentaran mas proposiciones. En su consecuencia, dadas que fueron las once de la mañana el Presidente declaró cerrada la licitacion, leyó en alta voz la lista de la proposicion admitida y adjudicó provisionalmente el remate al autor de la misma D. Santos Pulido Calvo; á quien le devolvio su cédula personal. Y no formulandose protestas ni reclamaciones de ningun genero contra el acto, el Señor Presidente declaró terminada la Subasta; extendiéndose la presente, que fue leida por el infrascrito, y hallandola conformes los concurrentes, la firman de todo lo cual yo como Secretario Certifico. Manuel Calvo = Domingo Mellado = Santos Pulido = Gabriel Perez.

La anterior Certificación concuerda bien y fielmente con el original de su referencia y a peticion de Manuel Calvo y por mandado y con el Visto Bueno del Señor Alcalde firmo esta en Riolobos y Febrero seis de mil ochocientos noventa y dos = Ramon Carral. Vto Bno El Alcalde Miguel Izquierdo”.

Como afirma el secretario Ramón Carral, este acta formaba parte del expediente sobre la citada obra, archivado en la Casa Consistorial de entonces. En ella, como se puede leer, se señala que el único proponente es el maestro de obras y cantero riolobeño Santos Pulido Calvo[17], que se somete en su oferta al presupuesto acordado por el Ayuntamiento y se compromete al plazo de los seis meses para terminar la obra, como así ocurrirá.

1.7. La situación “al sitio de Calzones”  y la compra de los terrenos para el cementerio.

En el Inventario del patrimonio municipal incluido en la Cuenta General de Fondos municipales del ejercicio 1885-86, firmado por el alcalde José González el 20/06/1887, en el ítem núm. 4 se dice: “El Cementerio municipal al sitio de Calzones, construido con fondos del municipio recientemente; el impuesto ó derecho de enterramientos que se halla acordado, produce anualmente por término medio 70 ptas”. En este texto no se valora el bien, sino sólo el rendimiento por derechos de sepultura. Será en la Cuenta de Propiedades y Derechos del Municipio de Riolobos[18], firmada por el alcalde Clemente Arroyo el 06/02/1891, donde se hará, entre las propiedades del mismo, la siguiente referencia: “Un cementerio municipal católico, con accesorio de otro civil, situado en el termino de es­te pueblo y sitio de Calzones; ocupa una superficie de diez y ocho áreas y linda al Este con terre­nos de Sebastian Mendo; al Sur con los mismos terrenos, Oeste, otros de Ventura Lopez; y al Norte con terrenos del referido Sebastian Mendo y Marcos Gonzalez; su valor 12.000 pesetas”.

En las páginas manuscritas correspondientes al paraje de Calzones (Polígono nº 16, Pág. 17) del Catastro de 1927-1932 se puede observar muy claramente la planta del cerramiento del cementerio con un cuerpo saliente en el lado sur que se corresponde con el osario y cementerio civil. Es la parcela 118 del croquis (propiedad del Ayuntamiento), que en este momento linda al norte con la parcela 134, propiedad de Gerásima Mendo Calvo, heredada de su padre, el citado Sebastián Mendo. Al este, sur y oeste linda también con la misma parcela, de la misma propiedad. El ángulo noroeste se acerca a la 119, propiedad de Melitona Egido Pérez. También se ve que el camino cruza los terrenos numerados con el 133 (de Gaudencio Fernández Alonso), 132 (de Regino León Delgado), 131 (de Pedro Celestino Ramos Mendo), 126 (de Juan Dillana Pérez) y 125 (de Filomena Ramos Moreno) [19].

Imagen 1. A la izquierda, Paraje de Calzones. Catastro de 1927-1932. Polígono 16. Pág. 17. A la derecha, vista aérea del cementerio actual (foto: José Raúl Ginés Méndez. BALTOR. 2022)

Al redactarse los proyectos facultativos para la construcción de cementerios en esos años se tenían muy en consideración, como ya se ha comentado, todas las condiciones que la nor­ma­­tiva exigía para la ubicación y realización de tales obras. Para esta se eligió una pequeña co­­li­na amesetada a 292 m s.n.m., al suroeste del pueblo, en el paraje de Calzones. El lugar su­pe­ra la altitud del núcleo de población, cuya cota es 267 m s.n.m. Está orientado en dirección con­­tra­ria a los vientos dominantes, y las fuentes y corrientes de agua que abastecen a la po­blación se encuentran también en zonas opuestas. La distancia con respecto a las últimas ca­sas en el momento de la obra parece que era suficiente para cumplir la normativa.

Imagen 2. A la izquierda, vista aérea del Cementerio en Google Earth. A la derecha, situación del cementerio con respecto al pueblo. MTN25-0622c2-2005-Galisteo (detalle).

 

La superficie de “diez y ocho áreas” que ocupaba el cercado, más la de la zona exterior y además la del camino que permitiera el acceso al mismo, hizo necesaria la adquisición de terrenos por compras a varios propietarios. Se hicieron el 9 y 31 de marzo de 1885[20]:

  • 4,88 ptas. a Lorenzo Arroyo, por 78 m2para el camino del nuevo cementerio”.
  • 8,44 ptas. a Benedicto Fernández, por 135 m2para igual objeto que el anterior”.
  • 3,38 ptas. a Gabriel Pérez, por 54 m2para el indicado camino”.
  • 53,75 ptas. a Sebastián Mendo, 860 m2 “al sitio de Calzones … para las obras del nuevo cementerio, según aceptación que hizo en acuerdo del 15 de febrero…”.
  • 118,75 ptas. a Eugenia Ramos, 1.900 m2 “de terreno al sitio de Calzones… que se han de ocupar… para las obras del nuevo Cemen­terio, según aceptación que hicieron en acuerdo del 15 de febrero último, incluso en dicha extensión los 8 metros latitud y 24 longitud añadidos en la entrada y 2 por 22 en el hosario (sic), fuera del paseo exterior”. En otro lugar se dice: “para construcción del cementerio, su avenida y paseo exterior”.

Total abonado por los terrenos adquiridos ……………. ……………. 189,20 ptas.

1.8. La recepción de las obras por el arquitecto y otros trabajos realizados

El 15/10/1885 el arquitecto Vicente Paredes hace una liquidación[21] con los datos para la re­­­cep­­ción de las obras realizadas por el contratista Santos Pulido. Aunque no se dispone del pro­­­yecto, estos datos permiten hacernos una idea de las características de dicha obra.

El espacio creado por ambos tiene un cerramiento casi cuadrado con unos 40,30 m de eje ho­ri­zontal y 39,18 m del vertical desde la entrada. A este espacio se añade en la fachada una par­­­te edifi­ca­da, saliente unos 3 m de las paredes de la cerca. En la pared posterior se hace tam­­­­bién un cuerpo centrado, saliente 4,44 m, con dos compartimentos (osario y cementerio ci­vil) [22]. De ancho[23] 17,20 m. La fábrica de las paredes de la cerca son de mampostería con barro, con remate de albardilla en la de la fachada y en los 3 m iniciales de las laterales. Una parte de las paredes del edificio, de mampostería con barro y, la otra, de piedra y cal. Remate con cornisa[24].

COLLAGE Cementerio de Riolobos

Imagen 3. Vistas del edificio con sus arcos, cúpula y pináculos. Fotos del autor

 

COLLAGE Cementerio de Riolobos

Imagen 4: Vista de las cancelas. Fotos del autor.

El edificio central de la fachada consta de un atrio cuadrado de unos 3 m de lado. En su par­te oeste, una capilla con armadura de madera y cubierta de teja; enfrente, un depósito del mismo tipo[25]. Las cuatro paredes del arco están perforadas por sendos vanos con arcos oji­va­les. Los del oeste y este sirven de puerta de la capilla y del depósito y los otros, de acceso al atrio y al cementerio. Las esquinas del atrio tienen pilares, rematados al exterior con pi­­nácu­los cónicos y cuatro molduras angulares en los lados. Además, en las dos esquinas exteriores de capilla y depósito, en el interior del recinto, de nuevo dos pilares con pináculos pira­­midales. Todo de fábrica de ladrillo. Este conjunto de elementos (pilares, pi­náculos, arcos ojivales) se complementa con una singular cúpula cónica sobre el atrio de en­trada. La bóveda interior es doble. Un primer cuerpo troncocónico de “bóveda de ½ pié” que apo­ya sobre las cuatro pechinas del atrio y encima otra superior “de á tercia” que remata el con­junto. Al exterior es un perfecto cuerpo cónico que aporta una sorprendente coronación al edificio[26].

COLLAGE Cementerio de Riolobos

Imagen 5.  La bóveda interior y detalle de ladrillos. Fotos del autor.

 

Se certifican también solados (30,63 ptas.), empedrados (198,91 ptas.) y adoquín de piza­rra (294,00 ptas.). Acabados de “enfoscados y enlucidos” (309,42 ptas.), “de blanque” (10,11 ptas.) y “cojido de juntas con cal en las paredes” (264,50 ptas.). Puertas ( 99,00 ptas.), dos cancelas (750,00 ptas.) y “asiento y pintura de las cancelas” (24,00 ptas.). Por último, “dos alcantarillas” (148,04 ptas.).

Toda la obra anterior importa 9.187,58 ptas., a las que se les añade el “4 por 100 de veneficio industrial” de 367,48 ptas., y da como “Total importe obras” 9.555,06 ptas. Y concluye el arquitecto: “Es el importe líquido que le corresponde percibir al contratista la cantidad figurada de nueve mil quinientas cincuenta y cinco pesetas y seis centimos”.

Obra adicional de una alcantarilla sita en la Cagancha[27] dentro del pueblo:

Posiblemente el objetivo de construir esta alcantarilla o puente está justificado porque, en momentos de fuerte lluvia, para hacer el recorrido hasta el cementerio (Plaza de la Iglesia, Calle Puente, Calle Real, …) era necesario salvar la avenida de agua de “la Zabancha”, que en esta zona, antes de la calle Real, sólo era posible hacerlo con una obra de paso como ésta. Quizás por ello se incluyó esta alcantarilla. Según se describe en los datos del arquitecto, consta de tres pilas y dos estribos, realizada en mampostería con cal y con una calzada de paso empedrada y pizarras en los laterales. El “importe de esta obra adicional que le corresponde cobrar al contratista la cantidad figurada de cuatrocientas noventa y tres pesetas y noventa y nueve centimos”.

Cuadro núm. 1. Total general de la liquidación
Importe que ha de percibir el contratista por la obra principal 9.555,06
Id. por la adicional 493,99
Total que le corresponde 10.049,05
Planos y presupuestos 459,50
Dos y medio por 100 por la dirección ó inspección facultativa de 9681 pesetas importe de las obras 249,52
Total general 10.758,07
Es el importe general de la obra la cantidad figurada de diez mil setecientas cincuenta y ocho pesetas y siete centimos sin incluir  gastos de solar y otros menudos en que no ha intervenido el que suscribe. Plasencia quince de Octubre de mil ochocientos ochenta y cinco. Firmado: Vicente Paredes.

 

Trabajos para explanación y nivelación del terreno del cementerio construido

Los “gastos del solar”, como se dice en el resumen anterior, no están incluidos y ya los hemos reflejado en el apartado de la compra de los terrenos. Sin embargo, los “otros menudos” estarían en relación con los jornales que se pagaron por parte del Ayuntamiento para la explanación  y nivelación del terreno. De la organización de estos trabajos se encargó al Concejal Santos Granado, al que se le hizo un libramiento[28] el 31/10/1885, firmado por el alcalde José González Monroy y el Regidor interventor Damián González. El Depositario Francisco Palacios libró a dicho concejal la cantidad de “quinientas ochenta y cinco pesetas y sesenta y dos centimos” en concepto de “importe á que ascienden los gastos ocasionados en los trabajos de explanación y nivelación del terreno en que se ha construido el nuevo Cementerio Municipal y apertura de la zanja del Oeste, practicados por administracion, segun acuerdo del Ayuntº fecha 19 de julio último en virtud de no hallarse incluidos en el Proyecto y ser indispensables  para la obra, justificándose por las adjuntas listas semanales de jornales, publicadas en la forma prevenida”.

Resumen de las listas de jornales[29].

Cuadro núm. 2. Listas semanales de los jornales y gastos de los trabajos de explanación y nivelación del terreno del nuevo Cementerio. 1885
Semana / fecha de pago Personas / jornales Importe (ptas. cts.) Observaciones
20 al 24 de julio / 26 de julio 11 / 52 71,00 Hay jornales pagados a 1,50 ptas y otros a 1 pta.
3 al 9 de agosto / 9 de agosto. 16 / 92 121,00 Algunos jornales a 0,75 ptas.
28 de septiembre al 4 de octubre /

4 de octubre.

20 / 109 120,87 En esta semana trabajan 6 mujeres con un jornal de 0,62 ptas.

Por las 4 jornadas de Cipriano Dellanos con dos caballerías se pagaron 20 ptas.

5 al 11 octubre /

4 de octubre.

15 / 81 131,62 En esta semana, además de los trabajos de nivelación, se hizo la “apertura de la zanja ó calleja del Oeste”.

Cipriano Dellanos con dos caballerías recibió 30 ptas. por 6 jornadas.

Y Bartolomé Mendo, con dos jumentos, 21 ptas. también por 6 jornadas.

12 al 18 octubre /

18 de octubre.

9 / 40 48,88 Por 6 “jornales de Caballería Menor de Santos Pulido y peon”, 10,50 ptas.
19 al 25 de octubre / 25 de octubre. 11 / 52 92,25 “Por el enrrollado de 24 metros cuadrados á la puerta del Cementerio”, 14 ptas.

“Por la traida y colocacion de hitos en el paseo exterior”, 18,50 ptas.

Cantidad abonada por el Depositario por los jornales. …………………. 585,62 ptas.

 

Resumen general del coste del Cementerio municipal

Si al Total general de la liquidación de 10.758,07 ptas. (Cuadro núm. 1) se le añaden los cos­tes de las compras del terreno (189,20 ptas.) y las obras de explanación y nivelación realiza­das en el mismo (585,62 ptas.) (Cuadro núm. 2), se obtiene un coste total de la obra del Cementerio Municipal de 11.532,89 ptas.

  • Libramientos para pagar las obras

El arquitecto don Vicente Paredes percibió la cantidad de 709,02 ptas. en dos pagos:

  • 459,50 ptas. “… por el importe de sus honorarios en la formación del Proyecto y Presupuesto de las obras que se han de egecutar para la construccion del nuevo Cementerio de este pueblo, según en dicho presupuesto se consigna; justificándose el pago con el adjunto recibo”. Libramiento núm. 36. 23/02/1885.
  • 249,52 ptas. “El 2 y medio por ciento del importe de las Obras de Construcción del nuevo Cementerio Municipal de este pueblo, que como honorarios le corres­ponden por la dirección é inspeccion facultativa de las mismas, de que ha estado encargado; conforme á los aranceles vigentes”. Libramiento núm. 4. 21/12/1885[30].

El contratista don Santos Pulido Calvo percibió 10.049,05 ptas., incluyendo el coste de la obra adicional de una alcantarilla en el arroyo en el interior del pueblo, en tres pagos:

  • 000,00 ptas. “Importe del primer plazo de las obras de construccion del nuevo Cementerio Municipal de este pueblo, que tiene devengado con arreglo a la condición 7ª de las económicas del expediente de, como Contratista ó Rematante de dichas obras …”[31]. Libramiento núm. 75. 30/06/1885.
  • 000,00 ptas. “Por el importe del 2º plazo de las obras de construcción del nue­vo Cementerio…, que tiene devengado… sin perjuicio de la liquidacion final que es­tá practicando el Arquitecto encargado de su direccion al efectuarse la recep­cion provisional”[32]. Libramiento núm. 2. 14/10/1885.
  • 049,05 ptas. “En concepto de completo pago del importe á que ascienden las obras del nuevo Cementerio Municipal de este pueblo con arreglo á la liquidación final practicada por el Arquitecto …”[33]. Libramiento núm. 23. 30/01/1886.
  1. BENDICIÓN DEL NUEVO CEMENTERIO MUNICIPAL Y COMIENZO DE USO

La bendición del nuevo cementerio se realizó el día 8 de septiembre de 1885 y la primera inhumación tuvo lugar al día siguiente, aunque en su redacción el cura Martín Curto no especifica que sea en el cementerio y sigue la fórmula citada en otras ocasiones: “En la Igle­sia parroquial de Santa Catalina de Riolobos provincia de Caceres, diócesis de Coria, á los nue­ve días del mes de Setiembre de mil ochocientos ochenta y cinco, yo D. Martin Curto Cura ecónomo de la misma, previa licencia del Sr. Juez de paz di sepultura ecca al cadáver de Blas Gonzalez Mesa, casado con Encarnación Martin, naturales de la Villa de Galisteo y residentes en este pueblo de Riolobos,…”[34]. Es indudable que había prisas por poner en uso el nuevo espacio construido. Las obras de explanación y nivelación del terreno, como vimos más arriba, empezaron en la semana del 20 al 24 de julio, siguiendo en la del 3 al 9 de agosto. Se interrumpieron y no volvieron a reanudarse hasta el 28 de septiembre, continuando cuatro semanas hasta el 25 de octubre. Por otra parte, el arquitecto firmó la liquidación para la recepción provisional el día 15 de octubre. Sin embargo, los enterramientos continuaron el 18 y 27 de septiembre, y el 15, 20 y 27 de octubre. En todas estas partidas de defunción (de la 41 a la 45), el cura Martín Curto y el coadjutor Severiano Gimenez siguieron la fórmula En la parroquial de Santa Catalina […]previa licencia del Sr. Juez de paz di sepultura ecca al…”. Será en la partida núm. 46 cuando el citado coadjutor especifique “di sepultura ecca en el cementerio municipal de este pueblo”. Fórmula que seguirá en las siguientes.

De la bendición del cementerio se conserva, en papel timbrado de 1885, el ac­ta firmada por el notario eclesiástico don José González[35] y por el cura ecónomo Martín Curto:

Don Jose Gonzalez Monroy Notario Ecco de esta Parroquia de Sta Catalina de Riolobos.

Certifico que en dia ocho de Set(iembr)e de mil ochocientos ochenta y cinco por autorizacion que ha la vista tengo de la S.S.Y. procedio el Cura Economo de dicha Parroquia a la bendicion del nuebo cementerio municipal abiendo concurrido al acto que tubo lugar a las cuatro de la tarde las Autoridades Civiles y como Sacerdote asistente el Sr. Cura Parroco de Holgª D. Antonio Etreros saliendo procesionalmente de dicha Iglesia con las Insignias pertenecientes a la Vera Cruz y el Estandarte que es propiedad de la Cofradía del Stmo Sacramento cantando en la trabesia el Oficio de Diftos y responsorios pertenecientes al mismo; Al llegar al dicho cementerio se despojo de los ornamentos negros y tomó los Blancos cantando las oraciones y todo lo demas que marca el Ritual Romano é hizo las demas ceremonias que no se dicen quedando por lo tanto habilitado para proceder desde aquel momento al sepelio de las defunciones que ocurriesen; Y efectivamente al siguiente dia ó sea el nueve del citado mes y año se sepultó el cadaver de Blas Gonzalez Mesa, natural de la Villa de Galisteo y residente en esta localidad. Todo lo cual hago constar para los fines oportunos lo que autorizo juntamente con el Sr. Cura Economo D. Martin Curto en Riolobos a diez de Setiembre de mil ochocientos ochenta y cinco.  El Notario Ecco. Jose Gonzalez. Martín Curto. Cª Economo[36].

Más adelante aparece una nota sobre la bendición de la capilla: “En el dia dos de Junio de mil ochocientos ochenta y seis bendije la capilla del cementerio, con autorización espresa del Sr. Obispo, y coloqué en ella la imagen del Sto Cristo de la Agonia. Antonio Etreros Lopez”[37].

Desde el principio la mayor parte de las inhumaciones creemos que se realizaban en la tierra, formando un túmulo y señaladas por una cruz de madera o metálica y posiblemente con alguna lápida o cartel identificador. En los años finales del XIX y en los primeros del XX sabemos que se construyeron nichos en la pared norte, a ambos lados del edificio central. El pri­mer indicio que hemos encontrado de inhumación en nicho ha sido en la partida de defun­ción de Ulpiano López Rodríguez[38] (1918), en la que figura que hizo testamento “y en la primera clausura dispone que su entierro sea de primera clase y su cadáver se deposite en panteón junto a los restos de sus padres”. No hay constancia del momento de construcción de estos primeros nichos, pero se conservan in situ algunos de ellos con sus lápidas: Dolores Martín Martín (✝1922); Dña Leocadia-Gabriela Merás González (✝1924) y D. Alfredo Panadero Almazán[39] (✝1929), ambos en el mismo lugar; Dña. Juana Blas Garcia (✝1933) y su hijo, el cura párroco, D. Mateo Marín Blas (✝1944); Félix Pulido Clemente (✝1939) y Adriana Calvo Domínguez (✝1957); Marcelino Carral Pérez (✝︎1945), …

Imagen 6. Túmulo y nichos. Fotos del autor (2016 y 2017)

 

  1. LA REFORMA Y AMPLIACIÓN DEL CEMENTERIO EN 1954.

El Ayuntamiento, presidido por don Miguel Málaga Morales, en el año 1954 acometió una importante reforma[40] del cementerio municipal ampliando el cerramiento del mismo a las dimensiones que tiene en la actualidad.

Un decreto de la alcaldía de 10 de noviembre de 1954 inicia el proceso. Desde Secretaría, en la misma fecha, se certifica que el presupuesto municipal para el ejercicio asciende a 199.929 ptas. y “para pago de obras públicas y reparación de calles y fuentes … 27.135,56 ptas.” Igualmente la alcaldía, en otro escrito, pide que se interese de los maestros albañiles de la localidad la formación del proyecto y presupuesto. Fechado también el 10 de noviembre, los maestros albañiles Julio Izquierdo y Eugenio Serrano firman un presupuesto que ascendía a 8.199,00 ptas. con las siguientes partidas:

  • 475,00 ptas. “Por la construcción de 37,80 metros de pared con sus corres­pon­dientes cimientos y demás obras accesorias”
  • 614,00 ptas. “Por deshacer 46 metros de pared incluso cimientos y traslados de materiales donde haga falta”.
  • 110,00 ptas. “Para la construcción de 34,40 metros en la pared de la entrada, por 0,50 de alto”

El “pliego de condiciones” firmado por el alcalde el día 12 explica que se trata de una “modificación de las paredes de la parte Sur y Norte del Cementerio Municipal con lo que quedarán aliniadas (sic) y cuadrado el perímetro del mismo”, comprendiendo lo que se señala en el plano (derribo de las paredes señaladas en azul, incluyendo los cimientos; construcción de nuevas paredes, “señaladas con líneas encarnadas” también con cimientos y elevación de la pared de la parte norte en la extensión no cubierta)[41]. Señala además, como “condición indispensable”,  que el cementerio no quede nunca abierto durante el proceso de las obras “debido a la Sagrada Misión que este desempeña” y exige que se reutilicen los materiales de derribo y de cimientos. Así mismo regula, con la misma meticulosidad que aparece en todo el escrito, las condiciones de licitación y contratación. Como se puede observar, desaparece el “accesorio de otro civil” construido en el proyecto de 1885.

Imagen 7. Croquis explicativo de la ampliación de 1954 (del expediente).

 

La sesión de licitación se hizo el 21 de dicho mes y en ella se presentaron tres pliegos de albañiles de la localidad (los citados Eugenio Serrano Montes y Julio Izquierdo Fernández y un tercero, Amancio Calvo Delgado). El cuarto lo presenta Manuel Antúnez Clemente, vecino de Holguera. Hace una oferta, a la baja, de 7.960 ptas. que no llega a la cantidad expresada  en el presupuesto de más arriba y que reduce mucho lo presentado en las otras tres. Por lo cual se le adjudica la obra, con la exigencia de que “fuera de la pareja que él traiga como ayudantes, el resto del personal será forzosamente del pueblo”. El contrato se firmó el 26.

El 30 de diciembre se emite un “Dictamen de la Comisión de Policía Urbana”, en la que los concejales don Urbano López Egido y don Cipriano Gallardo Rubio, tras haber revisado las obras y dada su conformidad, “proponen, por este informe, que dichas obras están materialmente terminadas, por lo que procede dar estas por recibidas” y liquidar al contratista las cantidades que queden pendientes.

Con posterioridad, en las dos últimas décadas del s. XX y en las primeras del XXI se realizaron también algunas mejoras de construcción de nichos, urbanización, arreglos y blanqueados, etc., pero ya superan el ámbito de este trabajo, cuyo objetivo era documentar su construcción como cementerio municipal en 1885.

  1. VALORACIÓN FINAL

Para valorar esta obra que comentamos es conveniente señalar en principio la importan­cia que tiene para la salubridad pública la habilitación de un espacio en las afueras del pue­blo que cumpla esta función de inhumar a los difuntos. Es una importante decisión por parte de las autoridades locales, posiblemente muy condicionadas por la mentalidad colectiva, forjada durante siglos, sobre las formas y lugares para la inhumación. Pero también obligadas por la autoridad superior a cambiar estas formas y ritos tan arraigados y modernizar las infraestructuras y equipamientos. Si además en esa tarea hay, por parte del arquitecto y del constructor, un intento de hacer una obra sin­gu­lar que se constituya como un hito urbano significativo en el entorno próximo, la valo­ra­ción tiene que ir mucho más allá. Habría que resaltar la belleza constructiva, la funcionalidad demostrada y la utilidad públi­ca de primer orden de la obra.

Realmente el constructor quedó orgulloso de lo realizado. Por eso dejó su firma de ma­ne­ra sutil y visible para todos. En la cruz de hierro que corona la cúpula cónica, sol­dadas al tra­­ve­­saño, hay dos chapas metálicas perforadas con las letras S.P. En la tradi­ción familiar siem­­pre se dijo que Santos Pulido había sido el constructor del cementerio. Parecían las típi­­cas le­yen­das que circulan entre familiares; así que el rastreo hecho de los docu­mentos y la orga­ni­za­ción de los mismos ayudan a contar el relato de la gestación de esta obra y a documentarla, y también permiten demostrar la autoría del arquitecto y del alarife. Una construcción exce­len­te, en la que éste último dejó su impronta y dio una adecuada respuesta técnica al proyecto de Vi­cen­te Paredes. La estructura rematada en el centro de su fachada por la cúpula có­nica, el en­ca­­lado de todo el edificio y su situación en la colina conforman ese hito integrado en el pai­saje rural, visible para todo el municipio y también para muchos lugares de la comarca. Des­de ellos el pueblo, hundido en la vaguada, no se visualiza, pero sí el edificio del cementerio que aparece como un verdadero vértice geodésico del entorno próximo a Riolobos.

COLLAGE Cementerio de Riolobos, vista en la colina y cruz.

Imagen 8: El cementerio en la colina visto desde el pueblo y cruz sobre la cúpula.

 

Santos Pulido con su trabajo quiso dejar, y dejó, memoria de un tiempo, de un pueblo y del vivir y morir de sus habitantes. La muerte le llegó en 1896 trabajando como cantero en la construcción de las Casas Consistoriales de Montehermoso. Fue enterrado en el desaparecido cementerio de San Bartolomé. En el de Riolobos quedan los restos de familiares, entre ellos, los de sus hijas Rosario y Domiciana.

Anexo

 

Anexo 1. Recibo de Vicente Paredes. Honorarios por proyecto y presupuesto. 1885.

 Anexo 2. Primer pago al contratista Santos Pulido. 1885.

 

[1] ADCC. Parroquia de Santa Catalina en Riolobos. Libro de Cuentas Inventarios y Visitas 1662-1782 (fol 199v y 200). Añadidos después del acta de la Visita de fecha “veinte y dos días del mes de henero de mil settezºs y tres años”. Lo mismo se repite en la visita de 1740 por el obispo D. Miguel Vicente Cebrián, siendo cura Rector el Lic. D. Gabriel Álvarez (fol 308v).

[2] Granjel, Mercedes y Carreras Pachón, Antonio (2004): Extremadura y el debate sobre la creación de cementerios: Un problema de salud pública en la Ilustración. En Norba. Rvta de Historia, vol 17, 2004. 69-91.

[3] BOPCC, nº 138. 27/02/1883. Aparece publicado en formato tabla en dos páginas. El ejemplar de BVPH (Biblioteca Virtual de Prensa Histórica) contiene las respuestas de los dos cementerios de Trujillo.

[4] ADPCC. Expediente con escritos del ayuntamiento de Riolobos y el Gobierno Civil “sobre construcción de un nuevo cementerio”. 1862. Sign 3667.

Según el cuaderno o carpeta del “Presupuesto de gastos é ingresos para el año económico de 1862”, Riolobos tiene 272 vecinos y un “número de almas” de 1168. De las cuotas de contribución que recauda el Tesoro, 20.243 rs. son por territorial, 1.939 rs. por industrial y 20.880 rs. por consumos. Sign. 1194. Exp. 3.

[5] ADPCC. Certificado del Secretario del Ayuntamiento de Riolobos. 1 de julio de 1863. Presupuesto de gastos e ingresos y presupuesto adicional. Riolobos, 1863-64. Sign. 1194. Exp. 4bis.

[6] ADPCC. Carpeta del Presupuesto Ordinario de gastos é ingresos del Distrito Municipal de Riolobos para el año económico de 1870 á 1871. sign. 1195. Exp. 1. Dicho proyecto incluye como total general de gastos 10.699,82 ptas. y de ingresos, 11.529,82 ptas. De sobrante, 830 ptas.

[7] ADPCC. Certificación del Acta de la sesión de 10 de julio, hecha por el Secretario. Sign. 1195. Exp. 1.

[8] ADPCC. Certificación del Acta de la sesión de 24 de julio. Sign. 1195. Exp. 1.

[9] ADPCC, Carpeta o cuaderno del “Presupuesto ordinario de gastos é ingresos para el año económico de 1884-1885”, (de 1 de julio de 1884 a 30 de junio de 1885). Sign. 1197. Exp. 1.

[10] Los Vocales asociados en Junta Municipal eran: Juan Palacios, Domingo Caballero, Reyes García, Vidal Arroyo, Ambrosio Pérez, Liborio Monroy, Carlos Rodríguez y Celestino Baile. Ibidem, fol. 5v.

[11] Don Vicente Paredes Guillén, nacido en Gargüera  en 1840, estudio en la Escuela Superior de Arquitectura, en Madrid. Titulado desde 1868, ejerció como arquitecto provincial de Cáceres, y también como diocesano y municipal en la diócesis y ciudad de Plasencia. Es ingente su tarea como tal, destacando como tratadista (Tratado de bóvedas sin cimbra) y como arquitecto preocupado por el urbanismo y el patrimonio. Pero además se interesó por la arqueología, sobre todo en el estudio de la vía romana de la Plata y de los entornos romanos de Mérida y Cáparra; aficionado a la fotografía, dejó una magnífica colección de imágenes sobre monumentos y hallazgos de enorme valor documental. Fue cofundador de la Revista de Extremadura, vocal de la Comisión de Monumentos y académico correspondiente de la RAH. Su curiosidad intelectual le hizo abordar en sus trabajos temáticas muy variadas y recopilar una importante colección de libros y documentos históricos y arqueológicos, que, junto a algunos de sus trabajos inéditos, forman el importante Legado Paredes de la Biblioteca Pública, del AHP y del Museo de Cáceres. Falleció en Plasencia en 1916. Para más información, ver: (1916-2016) VICENTE PAREDES y el patrimonio cultural de Extremadura. Cáceres, 2016.

[12] ADPCC. Carpeta de la Cuenta General de Fondos municipales 1884-85. Libramiento núm. 26 a favor del Secretario Gabriel Pérez. Cap. 11º. Art. 1º.  Fol. 141. Sign. 01197. Exp. 1.

[13] ADPCC. Expedientes construcción y reparación cementerios. Pueblos A-V. Riolobos. Escritos sobre el expediente para la construcción del cementerio. 1885. Sign. 03667.

[14] BOPCC, nº 93. 09/12/1884.

[15] BOPCC, nº 136. 21/2/1885.

[16] ADPCC. Revisión de presupuestos y cuentas municipales. Pliegos de reparos de Riolobos. 1869-1912. Sign. 1733

[17] Santos Severo Pulido Calvo, cantero y alarife, había nacido en Riolobos el 2/11/1846. Hijo de Domingo Pulido Casayo, jornalero, y de Martina Calvo. Tenemos constancia de su participación, como maestro cantero, en el conocido como Puente del Monte, en Ahigal, una obra de cantería hoy sumergida en el embalse de Valdeobispo. En él actuó como representante del contratista José Lorenzo Rodríguez, vecino también de Riolobos. (Ver: Cambero Santano, F.J. El Puente del Monte en Ahigal (Cáceres): Autoría y proceso constructivo de una joya sumergida en la Alta Extremadura. Norba. Revista de Arte, Vol. XXXIX (2019). 67-84). Sabemos de su estancia en distintas poblaciones como el Puente de Congosto (Ávila), hacia 1872, y Valdemorillo (Madrid) hacia finales de 1883. Hasta junio de ese año trabajó en la construcción de la torreta del reloj de la iglesia de Riolobos. Hizo, entre otras labores, “el revoque, lucido y conclusión de las obras de albañilería (de la torreta) del Reloj”. Falleció, con 49 años, en 1896 mientras trabajaba como cantero en la construcción de la Casa Consistorial de Montehermoso.

[18] ADPCC. Expedientes, presupuestos y cuentas. 1884-91. Riolobos. Presupuestos 1889-90. Sign. 1197. Exp. 3.

[19] AHPCC. Hacienda. Catastro 1927-32. Riolobos. Caja 91. Polígono 16. Paraje Calzones.

En el Catastro actual de rústica la parcela 5012 del polígono 5 que ocupa el cementerio tiene una superficie gráfica de 3.433 m2, siendo el interior del recinto de 1.837 m2 y la superficie circundante de 1596 m2. Consulta descriptiva y gráfica de datos catastrales de bien inmueble. Cementerio de Riolobos. Polígono 5. Parcela 5012. (Consulta realizada el 25 de abril de 2022).

[20] ADPCC. Fondos municipales. Cuenta de Caudales del año económico de 1884 á 1885. Gastos del capítulo 10. Libramientos del 37 al 40 y 46. Fol. 127, 127v y del 130 al 134. El pago que se hace es por “el importe o tipo aceptado en sesión de 15 de Febrero último”. Sign. 1197. Leg. 1.

[21] ADPCC. Carpeta de la Cuenta General de Fondos Municipales. Año económico de 1885 á 1886. Cementerio de Riolobos. Datos para la recepción provisional de la obra. Contratista D. Santos Pulido. Fol. 116 a 117v. Sign. 1197. Exp. 2.

[22] La cerca, con su cuerpo saliente, puede observarse en la imagen del Vuelo Americano Serie A (1945-46). https://fototeca.cnig.es/fototeca/. Fotograma H0622_170_018.

[23] Según la liquidación del arquitecto: Mampostª en cimientos de las paredes de cerramiento fachª principal. Longitud: 1,40+12,70+11,80+2,40 m; Id. de las paredes izquierda y derecha, 39,18 m cada una. Id. de la pos­terior, 40,30 m.  El ancho, de 0,70 m y la profundidad os­cila entre 0,40 m y 0,85 m dependiendo de las zo­nas. Cimen­tación en mam­pos­tería del hosario (sic) y cementerio no católico: 4,44+4,44+4,44+17,20 m. Im­porte de la cimentación de cerramiento: 1.285,53 ptas. A ello le añade 28,39 ptas. por la apertura de cimientos en las paredes de la cerca, 531,13 ptas por mampostería en los cimientos del edificio y 22,84 ptas. por la apertura de los mismos.

[24] Importe de las paredes: 2.992,64 ptas. de la mampostería con barro y 506,05 ptas. en la de piedra y cal. Metros lineales de cornisa: 38,74 ptas. Id. de alvardilla: 195,23 ptas.

[25] Tejados inclusa la armadura: 280,55 ptas.

[26] Fábrica de ladrillo en pináculos y esquinas (pilares): 116,98 ptas. Id. en pechinas, pilares y pináculos: 455,33 ptas. Id. en arcos: 129,67 ptas. Metros superficiales en bóvedas de ½ pié: 97,43 ptas. Id. de á tercia: 249,50 ptas. Tabiques de á tercia en el depósito y altar: 31,06 ptas.

[27] Con este término se está refiriendo al arroyo llamado “la Zabancha” que recorría el pueblo desde el ejido hasta dar en el arroyo del Boquerón del Rivero. Recogía las aguas provenientes de la dehesa y del ejido y cruzaba la población en sentido SE-NO. Por sus crecidas en época de lluvias era necesario tener varias alcantarillas o puentes que permitieran el paso en distintos tramos de su recorrido por el núcleo urbano. Tras el pavimentado de las calles, el arroyo ha desaparecido y también los puentes. El término ha quedado fosilizado en el viario: Calle Zabancha Alta y calle Zabancha baja. Creemos que esta alcantarilla que se hizo en ese momento correspondía a la zona alta y estaría situada en lo que hoy es la calle Puente, nombre que la recuerda.

[28] ADPCC. Ayuntamiento de Riolobos. Cuenta de Caja del periodo de Ampliación. Año económico 1884 á 1885. Libramiento núm. 3 a favor del Concejal Santos Granado. Fol. 173. Sign. 1197. Exp. 1

[29] ADPCC. Ayuntamiento de Riolobos. Cuenta de Caja del periodo de Ampliación. Año económico 1884 á 1885. Listas semanales de jornales…. Fol. 174 a 179. Sign. 1197. Exp. 1. Una copia exacta de cada una de las listas fueron expuestas públicamente en “la puerta de la Casa Consistorial” para conocimiento de los vecinos, según certificación del secretario Gabriel Pérez incluida en ellas.

[30] ADPCC. Carpeta de la Cuenta General de Fondos municipales 1884-85. Libramiento núm. 36. Cap. 10º. Art. 8º.  Fol. 128. Recibí de Vicente Paredes. Fol 129. Y Cuenta de Caja del periodo de Ampliación. Año económico 1884 á 1885. Fol. 180. Sign. 01197. Exp. 1.

[31] ADPCC. Fondos municipales. Cuenta de Caudales del año económico de 1884 á 1885. Libramiento de Fondos Municipales. Num. 75. Fol. 135. Sign. 1197. Leg. 1.

[32] ADPCC. Cuenta de Caja del periodo de Ampliación. Año económico 1884 á 1885. Libramiento de Fondos Municipales. Núm. 2. Fol. 172. Sign. 01197. Exp. 1.

[33] ADPCC. Carpeta de la Cuenta General de Fondos Municipales. Año económico de 1885 á 1886. Libramiento de Fondos Municipales. Núm. 23. Fol. 115. Sign. 1197. Exp. 2.

[34] ADCC. Parroquia de Santa Catalina. Riolobos. Libro 6º de difuntos (1873-1905). Núm. 40. Fol. 125v.

[35] Don José González Monroy(1837-1898) fue nombrado como notario eclesiástico en el Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Coria, nº 337, de 31 de agosto de 1885. Pág. 647. Además de este cargo, desempeñó una notable labor municipal durante varios años y accedió a la alcaldía en 1886. Ejercía también como ministrante y se encargaba de autopsias y otras tareas relacionadas con la sanidad; durante algunos años realizó los cobros del impuesto de consumos y en sus ratos libres cazaba zorros o lobeznos que presentaba en el ayuntamiento para cobrar los premios correspondientes. Su dedicación principal era la de comerciante con una tienda de artículos diversos en la Plaza Mayor de Riolobos. Era hijo de Domingo González Chamorro y de su tercera esposa, Rosa Cándida Monroy, natural de Acehúche. Casado con Tomasa Gallardo, dejó dos hijos, Gregorio y Sotera.

[36] ADCC. Riolobos. Libro 6º de difuntos (1873-1905). Inserta entre los folios 124 y 125. Con la misma fecha el cura citado realizó una nueva versión del acta, escribiendo en pri­me­ra persona, como celebrante, en el folio 125 de este libro, firmándola y sellándola con el de la parroquia.

[37] Ibídem. Fol. 134v.

[38] Archivo Parroquial. Riolobos. Partida de defunción de Ulpiano López Rodríguez. Nº 29. Libro 7º de defunciones (1905-1925). Fol. 147.

[39] Alfredo Panadero fue alcalde de la localidad durante algunos años del Directorio de Primo de Rivera.

[40] Amurio. Expedientes de contratación. Obras. 1954-2008. Expediente instruido para las obras del Cementerio. 1954. C.128

[41] La cerca resultante de esta reforma puede observarse en el Vuelo Americano Serie B (1956-57). Fotograma H50_0622_fot_828. https://fototeca.cnig.es/fototeca/

Dic 122022
 

Álvaro Vázquez Cabrera

 

             INTRODUCCIÓN

 

            José Ramón Mélida, arqueólogo madrileño bien conocido por sus trabajos en Mérida, será el encargado de la realización de los catálogos pertenecientes a las dos provincias extremeñas.

En esos años, concretamente entre 1902-1905, se intentaba orientar la disciplina arqueológica hacia la profesionalización acercándose a las corrientes europeas del momento. Ya habían aparecido decretos que dictaban la elaboración de catálogos y la Ley de Excavaciones Arqueológicas (en julio de 1911) que planteaban preceptos más racionalistas ampliando el concepto de “monumento” para incluir los de “yacimiento y ruina”.

Motivado por los diferentes conflictos bélicos, acontecidos desde principios del siglo XIX, sumado a las desamortizaciones, el estado del patrimonio histórico y monumental del país era alarmante, por lo que se necesitaba un plan de estudio y catalogación de esa riqueza patrimonial. No existía ningún precedente en España, tan solo lo más parecido fue la publicación de Recuerdos y Bellezas de España[1].

La idea de realizar el Catálogo Monumental de España surge como iniciativa de Juan Facundo Riaño, director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, siempre con apoyo de Eduardo Saavedra, que por aquel entonces era presidente de la Real Academia de la Historia. El proyecto inicial era elaborar uno por provincia y con un tiempo establecido de ocho meses, siendo la encargada la Academia de San Fernando pero, a pesar de los esfuerzos de Rodrigo Amador de los Ríos y Juan de Dios de la Rada y Delgado, finalmente la Academia de la Historia también será responsable de la elaboración de los catálogos con la coordinación de una Comisión Mixta[2].

Ávila será la primera provincia que se va a catalogar, lugar al que Mélida tenía conexión por publicar algunos trabajos y alguna conferencia en el Ateneo de Madrid. Sin embargo, se elige a Manuel Gómez-Moreno, que sería el que llevaría a buen puerto todas las provincias. O eso era la idea inicial hasta que fallece su gran protector, y jefe de la Comisión Mixta, el arabista granadino Facundo Riaño. Desde el Ministerio llegaban noticias de que se debía apresurar y aligerar la empresa, por lo que se decide que no haya solo un autor: para el de Álava se elige a un joven alumno de Gómez-Moreno, Juan de Mata Carriazo; Juan Catalina García López el de Guadalajara, aprovechando su amistad con el ministro de Instrucción Pública del momento (el conde de Romanones), el de Granada Melchor Almagro Díaz, el toledano lo elaborará el conde de Cedillo, Romero de Torres el de Cádiz; mientras que Gómez-Moreno hará, finalmente, el de Ávila, León y Zamora y Salamanca[3].

Por lo que respecta a los catálogos de las dos provincias extremeñas, José Ramón Mélida se encargará del de Badajoz entre 1907 y 1910 y el de Cáceres entre 1914 y 1918. Para elaborar estos catálogos, Mélida llevó a cabo un gran trabajo de campo, ayudado por eruditos locales y recurriendo a la tradición oral. Además de todo esto, va a recopilar datos en museos y archivos extremeños pero echando mano de un gran número de colaboradores como el padre Fita, Maximiliano Macías o Vicente Barrantes, entre otros.

La estructura de los dos catálogos está plasmada de manera cronológica: “tiempos ante-romanos”, “época romana”, “época visigoda”, “época árabe” y “época de la reconquista y tiempos modernos”. Según el propio Mélida «se pide es una enumeración precisa de los monumentos […] tomando como base de clasificación la unidad histórico-cronológica»[4].

La tardanza en que los catálogos, no solo los extremeños, salieran a la luz, hará que el arqueólogo madrileño publique artículos e informes de los hallazgos acontecidos mientras que recorría las provincias[5]. El de la provincia de Badajoz se publicará en 1925 contando con tres volúmenes gracias a la intervención del académico y arqueólogo valenciano Elías Tormo.

 

  1. CATÁLOGO DE LA PROVINCIA DE CÁCERES

 

El Catálogo Monumental de Cáceres le es propuesto a Mélida el 14 de abril de 1914, siendo aprobado por Real Orden del 18 de mayo, acabándolo en mayo de 1918, aunque no se publicará hasta varios años después, concretamente en 1924. También está constituido por dos tomos de texto y tres de láminas, con la misma estructura que el de la provincia de Badajoz.

Sobre los, denominados, tiempos ante-romanos, Mélida mencionará arte rupestre, ya documentado, cuevas paleolíticas como las del calerizo cacereño o las cuevas de Castañar de Ibor, y neolíticas como las ubicadas en Aliseda, en la Sierra de Montánchez o la de Boquique, en Plasencia, por citar algunos ejemplos. En estas cronologías nombra colecciones particulares como las de Vicente Paredes o el padre Sande[6], y objetos que se conservaban en el Museo de la ciudad de Cáceres. Capítulo aparte merece el que dedica al fenómeno del megalitismo, al que dedica nueve páginas[7]. Menciona, posteriormente, sepulturas, castros y verracos, adscritos a la Edad del Hierro.

Conociendo la labor que llevaba en Extremadura desde 1906 en el yacimiento emeritense, no nos debe extrañar que el capítulo más amplio de la obra sea el que corresponde a la época romana. Empieza el epígrafe nombrando las colonias de la provincia de la Lusitania, los dos campamentos romanos dependientes de Norba Caesarina (la actual ciudad de Cáceres), Cáparra, Augustobriga, Coria y las diversas vías romanas, destacando la Vía de la Plata. También estudia, de manera separada, las ciudades de origen romano en la provincia con sus nombres latinos y los restos arqueológicos que se conservaban, entre los que se incluye Trujillo[8].

Según Mélida, no existía en toda la provincia monumento arquitectónico de época visigoda por lo que, tan solo, citará algunas inscripciones, sepulturas y fragmentos arquitectónicos[9]. En cuanto al mundo andalusí, hará referencia al Califato y los reinos de Taifas mencionando objetos de cultura material y monumentos defensivos, donde va a aparecer con gran protagonismo el patrimonio trujillano[10].

El  primer tomo del Catálogo lo va a culminar con una breve explicación sobre el proceso reconquistador de las tierras extremeñas, la participación activa de las órdenes militares, las dos sedes episcopales, el reinado de los Reyes Católicos y la aventura americana donde la región va a jugar un papel decisivo. Parte final del primer tomo y todo el segundo volumen de la obra vamos a encontrar las diferentes localidades con sus respectivos monumentos de interés histórico- artístico datados en siglos medievales y tiempos modernos.

 

 

1.1. Trujillo en el Catálogo Monumental de Cáceres

 

Como hemos mencionado anteriormente, Trujillo va a aparecer en el catálogo, de manera extensa, en el capítulo dedicado a los tiempos de dominación musulmana. La nombra como Turgielo donde residían, durante el siglo IX, la tribu berberisca de Nafza cuyo caudillo era la familia Beni-Feranic. Nos cuenta, además, que en el año 881 la ciudad va a sufrir un ataque por parte del rey astur Alfonso III, aunque no tuvo éxito de tomarla. Va a citar la obra del cronista árabe Al-Idrisi para hacer referencia que Trujillo era una plaza fuerte con buenas murallas en donde vivían tan solo gente que «se dedicaba exclusivamente a hacer correrías en territorio cristiano, asolando y saqueando los poblados»[11].

Se nombra otro cronista árabe, Ben-Sahibis-Salat, para recoger la noticia de la toma de Trujillo por parte de Fernando II de León[12], en abril de 1165[13], para volver a conseguirla unos años después el califa almohade Abu-Jacub (1184)[14].

Mélida, prosigue, mencionando las diversas conquistas y reconquistas por parte de cristianos y almohades:

 

«Tomaronla de nuevo los cristianos, pues el rey D. Alfonso VIII habla de la villa y castillo que llaman Turgello en un privilegio de donación hecho a las órdenes militares con fecha de 1195. Nuevamente la recobraron los moros, tras la victoria de Alarcos»[15].

 

Según esta cita, nos está hablando de la toma del rey castellano, Alfonso VIII, que tras fundar la ciudad de Plasencia (1186) entró en Trujillo y para atraer a las órdenes militares les concede la mitad de los diezmos y su tierra, concretamente a la Orden de Santiago que años antes se había fundado en la cercana ciudad de Cáceres[16]. Esa frontera fluctuante tiene otra reconquista almohade, tras la victoria de la batalla de Alarcos en 1196[17], para finalizar el proceso reconquistador con la toma definitiva de la ciudad por el monarca castellano Fernando III ayudado por tropas pertenecientes a las órdenes militares y el obispo de Plasencia, D. Domingo. Un acontecimiento que tuvo lugar, según nos cuenta Mélida, el 25 de enero de 1232[18].

 

1.1.1. Época árabe

 

Tras la breve reseña de acontecimientos y fechas, se va a plasmar el monumento histórico más importante de Trujillo, en cuanto a simbolismo se refiere. Se trata del, denominado, castillo, el cual se va a convertir desde el momento de su construcción en el punto de referencia y de codicia por los diferentes caudillos, monarcas y señores que pasaron por estas tierras.

Mélida, haciendo referencia al monumento, nos dice su emplazamiento en la cumbre de un cerro, en cuyo lado oriental cerraba el recinto amurallado de la villa medieval. Este recinto lo denomina como «ciudad alta o vieja», con siete puertas de las que solo se conservan cuatro[19], pero algo reconstruidas al igual que algunas torres y partes del lienzo. Además, señala que los materiales empleados son mampostería y argamasa. El castillo, al que llama alcázar también, domina la ciudad aprovechando el suave declive que ofrece por el sureste la meseta del cerro.

Es interesante señalar que Mélida hace una diferencia entre las fortificaciones castellanas y el castillo de Trujillo debido a que este último no presente torres redondas, como aquellas, sino que son cuadradas, construidas en mampostería y argamasa, destacando algunas que las identifica como «baluartes». En su interior se puede ver un recinto rectangular en cuyo lado norte, y defendida por una torre, aparece otra segunda puerta que conduce al cuerpo principal del edificio, con forma cuadrada pero irregular (la plaza de armas). Menciona que existe otro recinto, algo mayor, que se denomina plaza de San Pablo por la existencia de una ermita bajo dicha advocación (el albacar). Sobre las torres albarranas no indica absolutamente nada, pero sí indica que en un extremo hay una torre cuadrada como baluarte avanzado; por tanto, da noticia de ese tipo de torres pero sin nombrarlas explícitamente con su nombre real.

Finaliza el análisis del castillo datándolo de época árabe y que se trataría del que se habla de él durante el siglo XII[20], pero con reformas posteriores, en ambos recintos.

Tras el castillo, se menciona dos aljibes que Mélida los denomina como “A y B”. Ambos se encuentran en el recinto fortificado, uno en la plaza de armas y el otro en el albacar, que recordemos que el arqueólogo madrileño denomina como plaza de San Pablo. Sobre estos aljibes va a dar una primicia, debido a que la publicación del Catálogo se iba dilatando, en el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones[21].

Sobre el aljibe A, situado en la plaza de armas del castillo, nos da las medidas, el tipo de elementos arquitectónicos empleados, así como sus materiales:

 

«Es un recinto rectangular, de 8m12 por 5m35, dividido en dos naves, por gruesos arcos y cubiertas por bóvedas de medio cañón con tragaluces o sumideros cuadrados. La fábrica es de ladrillo y el fuste de la única columna es de granito. Esta columna está en el centro, de 0m72 de altura, sin basa ni capitel. Voltean sobre ella dos arcos de medio punto y peraltados, de 1m40 y 1m50 de luz respectivamente; y a continuación de ellos hay a un lado un arco y al otro dos pequeños, pues su luz es de 0,49 a 0,70 asimismo de medio punto y peraltados […]»[22].

 

Finaliza la descripción de este aljibe comparándolo, por su semejanza, con el del castillo de Piñar y el de la Alhambra de Granada.

El segundo de los aljibes que incluye Mélida en el catálogo, es de menores dimensiones al anterior, donde nos da detalles sobre el tipo de bóvedas, arcos y materiales son los empleados para esta construcción hidráulica (tres naves con bóvedas de medio cañón, con cuatro arcos de medio punto, siendo la fábrica de ladrillo y argamasa). Finaliza fechando ambos aljibes propios del siglo XIII, aunque en el artículo que publica en 1917 plantea que fuese posterior o, incluso, mudéjar[23]. Destacamos que, tanto en el artículo como en el catálogo, aporta fotografía y planta de ambos aljibes.

 

1.2.  Monumentos de Trujillo aparecidos en el Catálogo

 

Tras mencionar los restos monumentales que posee Trujillo pertenecientes del mundo andalusí, habrá que irse hasta el segundo tomo del catálogo para encontrar más referencias de esta ciudad. Será en el epígrafe que dedica, exclusivamente, a la localidad, con una cantidad nada despreciable: hasta cuarenta hojas dedica a los monumentos de interés histórico-artísticos.

Introduce el estudio haciendo, de nuevo, una reseña histórica haciendo referencia a los diversos nombres que tuvo la ciudad por las culturas que se asentaron en el promontorio, las diferentes conquistas cristianas y almohades, cómo es el escudo de la ciudad, las diversas disputas por el control de ella[24] y, como no podía ser de otra manera, ser la cuna de conquistadores que partieron hacia América, destacando por encima de todos a Francisco Pizarro, al que denomina como el porquero de Trujillo[25].

Debido a los numerosos vestigios y monumentos artísticos que Mélida recoge en el catálogo, vamos a dividirlo en varias partes. Por un lado, analizaremos las referencias acerca a lo relativo a las defensas y fortificaciones, siguiendo por los edificios religiosos, para terminar, en un tercer subgrupo, con las casas y palacios señoriales.

 

 1.2.1. Fortificaciones

 

            Vuelve a repetir lo que ya había señalado en el primer tomo sobre las murallas que rodean el caserío, al igual que el alcázar/castillo. Sobre las siete puertas que tenía el recinto amurallado, Mélida lo duda, siendo tan solo dos propias de la Edad Media pero siempre con dos torres flanqueando dichas puertas.

Las tres puertas que son recogidas en el catálogo son las del Triunfo, la de San Andrés y la de Santiago. La primera de ellas nos dice que su nombre se refiere porque por ella fue por la que las tropas cristianas tomaron la ciudad en ese día de San Pablo de 1233. Mirando a poniente, se trata de un arco apuntado con pequeñas dovelas y, sobre él, encontramos un escudo de los Reyes Católicos sustentado por el águila de San Juan. Por su parte, la de San Andrés no está flanqueada por torres, con un arco apuntado de dovelas anchas en cuya parte superior encontramos un escudo imperial, propio del siglo XVI. Finalmente, en cuanto a la puerta de Santiago [Fig.1], situada en el sector este de la villa medieval, está flanqueada igualmente por dos torres, con una particularidad: una especie de «ventanita árabe de ladrillo». Menciona que la torre de la derecha, siempre mirando desde extramuros, es en realidad el campanario de la iglesia de Santiago. Dice, también, que encima del arco existe una hornacina gótica en donde habría en el pasado una imagen del santo. Termina la descripción mencionando los dos escudos que hay presentes en la puerta: uno de los Reyes Católicos y otro de los Altamirano/Orellana.

Otro de los monumentos defensivos que añade, es de nuevo, al castillo, pero esta vez para añadirle un número, haciendo una breve explicación del monumento. Mélida piensa que la parte del albacar es propio de los tiempos cristianos por la presencia de torres semicilíndricas y no cuadradas como las del alcázar. Este, considera que la parte más antigua es la meridional y la septentrional sería una reforma posterior. Vuelve a mencionar la ermita de San Pablo, ubicada en el albacar, siendo una capilla de tan solo una nave dividida en tres tramos por arcos ligeramente apuntados y con una bóveda de lunetos, bastante posterior, y una cabecera de tres lados.

Data a la ermita como una obra gótica del siglo XVI, finalizando por mencionar que todos los 25 de enero se celebra una fiesta cívico-religiosa para conmemorar la conquista cristiana, al igual que la existencia de la imagen de la Virgen de la Victoria, ubicada en una capilla que mira para la ciudad y que es visible desde el exterior en una hornacina entre dos torres[26].

Como vemos, el arqueólogo se hace eco de la leyenda que cierra la conquista de la villa, donde en el fragor de la batalla aparece la Virgen entre dos torres concediendo la victoria a las tropas cristianas[27].

 

            1.2.2. Edificios religiosos

 

            Trujillo, desde el momento de su conquista, cuenta con un gran número de edificios religiosos, tanto iglesias como conventos. Este apartado comienza con la parroquia más importante, situada dentro de la villa medieval: la iglesia de Santa María.

Según Mélida, poco se sabe de sus orígenes aunque conjetura que se trataría de una iglesia románica, siendo la primera iglesia que se construiría tras la reconquista. Cuenta que existe una tradición sobre el hallazgo de la imagen de la Virgen que estaría escondida en la torre, que niega (acertadamente) que sea una construcción romana; y que la imagen es la que se venera en el castillo.

Se hace una descripción del templo, fechándolo como una obra románica del siglo XIII, construida en su totalidad con cantería. Señala la presencia de un rosetón, con una portada de transición, con columnas y arquivoltas apuntadas. Recoge la noticia de la reforma de la torre efectuada en 1732 y cuyo coste fue sufragado por limosnas «cuando la torre antigua empezó a estar ruinosa». No sabemos de dónde saca esa fecha como inicio de la reforma.

A lo que hace referencia, aunque cambiando de fecha, es al terremoto de Lisboa de 1755 que va a afectar, gravemente, a la estructura de la torre desplomándose, en su esquina noroeste, tres cuerpos de vanos superiores y parte del inferior[28]. Ese estado quebradizo va a llegar hasta mediados del siglo XIX, cuando el ayuntamiento de Trujillo, ante las quejas de la población, va a iniciar los trámites necesarios para demolerla[29]. Tras varios litigios entre instituciones, finalmente, en 1871 desmontan los dos cuerpos superiores[30].

Como hemos mencionado anteriormente, niega que el origen de la torre fuese romana, aunque la denominasen como Turris Julia por ser la antigua ciudad romana de Castra Julia, citada por Plinio[31]. Esta falsedad fue copiada por numerosos autores, entre los que menciona a Díaz Pérez[32], pero, también menciona a Antonio Ponz[33] para negar esta afirmación: «no tiene apariencia de que la mandase hacer Julio César, ni de que sea la Turris Julia»[34].

A estos dos, vamos a añadir a otro par de autores, entre otros, que consideraban a Trujillo como la supuesta colonia romana. Estos serán el padre Mariana[35] y el protoarqueólogo, y juez de profesión, José de Viu[36].

Mélida habla de su estado de ruina, de sus materiales y la describe de manera detallada para, posteriormente, describir el interior del templo siendo «de tres naves, muy alta la central con arcos de medio punto y apuntados en la división de naves y en las laterales, todo esto sobre pilares cuadrados con columnas adoradas, una en cada lado, y capiteles con hojas estilizadas […]»[37].

Eso en cuanto a lo que considera obra del siglo XIII, ya que encontramos trazas góticas como son las naves de crucería, ya construidas en los siglos XV-XVI, con un crucero y ábside de  tres planos cubierta por una bóveda de crucería. Los capiteles, con decoración de cabezas y hojas, son románicos. En el lado de la Epístola estaba la sacristía, mientras que en el lado del Evangelio aparece una puerta cegada. El coro, a los pies de la iglesia, presenta bóvedas de crucería y arcos escarzanos, siendo su promotor el obispo Vargas Carvajal[38]. Sobre los púlpitos, situados a ambos lados de la capilla mayor, los describe detallando su decoración. Menciona el retablo situado en el lado del Evangelio (del siglo XVI, posible tríptico donde se representan los dos Santos Juanes, a Jesucristo en el centro y de fondo un paisaje «de Jerusalén») en donde se encuentran los sepulcros de los padres del Cardenal Cervantes, nacido en Trujillo en 1513[39]. En esa misma zona hay dos altares colaterales con tablas de la Anunciación, del siglo XVI, y del Nacimiento del Niño Jesús.

Al retablo mayor, como creemos que es lo más lógico y conveniente, lo deja aparte para describirlo debido a su importancia, pero antes recoge las pilas bautismales. Una de granito con decoración renacentista y la antigua, con una cruz de Malta y en la que recoge la leyenda de cómo Diego García de Paredes sacó esta pila para ofrecerle a su madre agua bendita por no poder escuchar los oficios.

Del retablo mayor nos dice lo siguiente:

 

«Es un importante retablo gótico, del siglo XV, con veinticinco pinturas en tabla. La parte arquitectónica es de talla dorada, formando compartimientos con arcos conopiales adornados con lobulados y grumos, frisos y crestería. El retablo así construido se adapta al fondo del ábside en forma poligonal. En el centro […] que es hueco de camarín o nicho, hoy ocupado por un grupo escultórico moderno que representa el Misterio de la Asunción de la Virgen. […]»[40].

 

Sobre las tablas, lamenta que se desmontaran en algún momento para restaurarlas; noticia que aporta por mencionarlo Ponz[41]. Indica cuáles son las tablas, de izquierda a derecha, en los diferentes cuerpos, siendo el primero imágenes que representan: el abrazo de San Joaquín y Santa Ana, el Nacimiento de la Virgen, los Desposorios de la Virgen y San José, y la Anunciación. En el segundo cuerpo, de derecha a izquierda: la Visitación, la Natividad, la Epifanía y la Circuncisión. Culmina, en el tercer cuerpo, la Huida a Egipto, la Disputa de Jesús con los doctores, la Santa Cena y la Asunción de la Virgen, con una tabla central de la Coronación de Nuestra Señora. En los extremos de los tres cuerpos hay otras seis tablas más estrechas en las que se representan a los doctores San Ambrosio y San Agustín, y los cuatro Evangelistas. En la parte del zócalo, encontramos la Oración en el Huerto, el Descendimiento, el Prendimiento, una alegoría de la resurrección de la carne, la Resurrección del Señor y su Ascensión.

Por tanto, Mélida hace una descripción muy detallada de las tablas que componen el retablo de la iglesia de Santa María la Mayor, fechándolas como góticas del siglo XV, y considerando que su autor «tira al estilo de Durero»[42] pero de mano española con tradición flamenca, para más tarde, anotar por encima del texto que se atribuían a Fernando Gallego[43].

Como cualquier otro templo religioso, cuenta en su pavimento con una gran cantidad de losas sepulcrales, pero Mélida recoge en su catálogo tan solo siete por ser, según su criterio, las más importantes. Son las de Juan de Orellana, Sancho de Bonilleja y su mujer Isabel Álvarez de Torres, el de los Vargas, el del caballero D. Luis de Carvajal y su mujer Dª Constanza de Hinojosa, el de la familia Loaisa, el del canónigo Gonzalo Blázquez y, dejando para el final, el de Diego García de Paredes.

A todos los sepulcros los describe ubicando su lugar en el templo, así como los elementos decorativos que puedan tener y sus respectivos escudos nobiliarios. Entre todos los que recoge vamos a destacar el de García de Paredes que lo describe de la siguiente manera:

 

«Está adosado al muro del lado de la Epístola, junto a la puerta del S. y es muy sencillo pues se compone tan solo del arca lisa y encima un hueco en arco apuntado, en cuyo fondo está grabado el largo epitafio. A pesar de su sencillez es notable este sepulcro por lo famoso del personaje cuyos restos contiene. Diego García de Paredes, por extraordinaria fuerza llamado el Hércules extremeño o Sansón español nació en Trujillo a 20 de Marzo de 1466; dedicado a las armas estuvo en Italia y murió en Bolonia el año 1530 […]»[44].

 

Como podemos observar, recoge las noticias de su gran fuerza y valentía en las guerras de Italia, junto al Gran Capitán; además de hacerse eco de su apodo como Hércules o el Sansón[45]. Termina todo con el epitafio grabado en latín.

Tras la descripción, bastante extensa, de la iglesia de Santa María, prosigue con la de Santiago. Señala, de nuevo, que se encuentra junto a la puerta homónima y que una de las torres de dicha puerta corresponde con la torre del campanario de la iglesia. Indica que se trata de un templo románico del siglo XIII pero con reformas del siglo XVII, hecho que se demuestra por las tres naves clásicas con pilastras toscanas, arcos escarzanos y bóvedas de arista. A ambos lados del presbiterio hace notar unos escudos de los Tapia y los Paredes, siendo la capilla mayor construida en el siglo XV con bóveda con nervios en cuyas claves destacan conchas de Santiago. El lado del Evangelio lo va a describir, con gran detalle, así como la capilla gótica de D. Diego Alonso de Tapia y su mujer Dª María de Loaisa. Termina el análisis con el retablo clásico con columnas con una imagen del santo obra de Gregorio Hernández[46].

En el nº 1083 del catálogo, incluye una imagen de Nuestra Señora de la Coronada, que ubica en la parroquia de Santiago[47]. Nos dice que perteneció a la antigua ermita del castillo, siendo la que encontrarían oculta tras la conquista cristiana en la Torre Julia, pudiéndose datar del siglo XIII, policromada, con el Niño Jesús sentado sobre las rodillas de la Virgen, la cual está sentada y llevando en la mano derecha un lirio. Según Mélida, tiene más importancia arqueológica que artística.

La tercera iglesia que se incluye es la de San Martín[48], obra de los siglos XV- XVI[49], ubicada en la plaza, con escalinatas por el oeste y una lonja por el sur. La describe aportando datos sobre sus materiales, sus dos torres, sus dos portadas[50] y su interior[51]. Destaca algunos enterramientos como los del Cardenal D. Gaspar Cervantes de Gaete[52], en el lado de la Epístola; el de los hermanos González, el de Luis de Camargo y su mujer Beatriz Álvarez. En el lado del Evangelio incluye los de Francisco de Mendoza. En las capillas del Señor de la Salud nombra el sepulcro de D. Gonzalo Hernández Regodón y en la de Santa Ana un lienzo regalado por la familia de los Bejarano que representa a la Sagrada Familia[53].

El catálogo va a proseguir con los conventos de la ciudad, léase el de la Concepción, el de San Miguel y de Santa Isabel, y el de San Francisco. Del de monjas concepcionistas nos indica que fue fundado en el siglo XV por Catalina Álvarez Altamirano sobre unas casas de su propiedad, ampliando el edificio aprovechando solares limítrofes de los Vargas Hinojosa y por los Mendoza. La torre de la iglesia corresponde al palacio de la fundadora, con ventanas góticas, mismo estilo de la portada principal del templo.

En el interior de la iglesia, Mélida incluye una escultura que le parece interesante de resaltar. Se trata de una estatua orante del caballero Gómez Sedeño de Solís, la cual se encontraba en el suelo, junto al púlpito, bajo la entrada de la capilla de los Vargas. Añade, a esto, acciones de vandalismo: «está pintarrajeada», al igual que el escudo que estaba partido.

Sobre la iglesia de San Miguel y de Santa Isabel, nos dice que se trata de un convento de monjas dominicas que fundó la mismísima reina Isabel la Católica, en cuyo interior encontramos una sola nave de bóveda de cañón, con un coro con bóveda de crucería con arcos de medio punto. Para Mélida no tiene ninguna particularidad de ser destacada salvo las losas sepulcrales, dos lienzos y la talla de una virgen. Esta se trataría de una imagen de la Dolorosa, obra del siglo XVIII, que se encontraba en el altar mayor; mientras que los dos cuadros representaban, uno a Santa Cecilia, y el otro a Santa Catalina, ambos del siglo XVII[54].

El tercer, y último, convento que se cataloga es el de San Francisco. Fundado por los franciscanos en 1502[55], con una fachada lisa, con una portada de arco de medio punto y una hornacina donde se encuentra una imagen del santo principal. En la parte izquierda aparece un escudo de Carlos V y en la otra el escudo de Trujillo, culminando el conjunto la imagen del Padre Eterno. El interior consta de una sola nave con crucero y cabecera de tres lados, todo de estilo gótico[56] con arcos apuntados, bóvedas de crucería, cúpula sobre pechinas; con capillas en los dos primeros tramos de la nave, con un coro con bóveda de crucería y arco escarzano.

El retablo mayor es barroco, con zócalo y un cuerpo con columnas de orden compuesto y una hornacina central donde se encuentra la imagen de la Virgen, posiblemente del siglo XVII y capillas laterales con esculturas barrocas del siglo XVIII. En la cúspide hay una imagen de San Francisco.

El convento presenta un claustro de estilo herreriano, siendo el piso inferior de arcos de medio punto sobre pilares toscanos y bóvedas de arista, mientras que en el superior los vanos son adintelados con columnas toscanas.

Sobre la imaginaría del convento va a destacar una talla de la Virgen con el Niño, del siglo XIII, un lienzo que representa a la Asunción[57] y una estatua orante de Hernando Pizarro [Fig.2], hermano del conquistado del Perú[58]. Esta escultura representa al caballero arrodillado sobre un almohadón, vestido con una armadura completa con adornos renacentistas, con la falta de las manos y parte de la espada; representando a un hombre entrado en años según se ve por la cabeza, barbado y con una expresión severa. En el pedestal aparece una inscripción moderna y otro que dice Propiedad de la Sra Marquesa de la Conquista.

 

1.2.3. Edificios señoriales

 

            Tras nombrar, describir y analizar los diversos edificios religiosos de la ciudad de Truijillo, vamos a llevar a cabo el estudio de todos los monumentos patrimoniales de carácter nobiliario con los que cuenta la ciudad cacereña, tanto intramuros como extramuros.

Empezamos con la, conocida como, torre del Alfiler. Nombre que procede por la aguja que lleva en el remate del chapitel. Como hace con todos los monumentos, menciona los materiales empleados y fechándolo: recoge la tradición de que se construyó en conmemoración por el título de ciudad concedido por el monarca castellano Juan II en 1432, aunque él no cree que sea así. Eso sí, nos dice que forma parte de la casa palacio de los Orellana-Chaves, también conocida como la Casa de la cadena, por unas que aparecen en la puerta del edificio y que supone que tiene derecho de asilo esta casa pero sin más interés en su interior salvo la crestería gótica calada y el escudo de las dos familias en azulejo.

Mélida nombra unas Torres llamadas del Alcázar, que viendo los tomos correspondientes a las fotografías que aporta al Catálogo, se está tratando de la casa fuerte de los Bejarano [Fig. 3]. Sobre las torres plantea la idea de que pertenecieran a dos edificios distintos cuya función era la defensa de la villa medieval y donde se cree que fue la casa donde se hospedaron los Reyes Católicos durante su estancia en la ciudad. Plantea que si las dos torres son solo de un edificio, este sería de grandes dimensiones. Las torres son de mampostería con ventanas con arcos de ladrillo siendo datadas en el siglo XIII, aunque una de ellas podría ser posterior.

Por lo que respecta a la casa de los Bejarano, además de describir cómo es la portada, hay que destacar el escudo nobiliario de la familia y la inscripción[59] en el medio de la fachada que hace referencia al águila de San Juan protector y que indica el recuerdo de haberse hospedado los monarcas en ella.

La casa de los Pizarro [Fig. 4] se encontraba, en aquellos momentos de la visita de Mélida a Trujillo, en ruinas, lo que va a lamentar profundamente: «causa penosa impresión ver arruinada la casa solariega de esta familia cuyo nombre enalteció Francisco Pizarro, el conquistador del Perú»[60]. Pero, indica bastante acertado, que no se trata de la casa donde nació, sino su padre el capitán Gonzalo Pizarro y sus ascendientes. Nos habla que lo único conservado de la casa es la portada, con un arco apuntado de influencia mudéjar, parte del muro y el escudo de la familia que consta de una encina con dos cerdos empinados. Fecha la casa como obra del siglo XV.

Otra de las casas solariegas que aparece en el Catálogo es la de los Rol-Zárate y Zúñiga, también conocida como la “Casa de las Palomas”, por las cinco que aparecen en el escudo de la familia Rol. Aparecen, también, en el blasón la banda de los Zúñiga y las hojas de álamo de los Zárate. Para Mélida lo más interesante desde el punto de vista artístico es el patio interior de la casa, con arcos apuntados sobre pilares góticos y una galería superior de arcos góticos sobre columnas jónicas y ménsulas renacentistas. Este patio presenta dos bellas escaleras góticas, siendo todo ello una casa propia de los siglos XV-XVI.

La casa de los Escobar, la denomina como “casa de la escalera” por una que hay en el exterior y que se utiliza para acceder a la vivienda. Se encuentra cerca de la puerta de San Andrés y comprendida entre las casas fuertes que formaban parte de la segunda línea de defensa, la cual corresponde la torre de la casa situada en un ángulo. Termina describiendo la torre con sus respectivos vanos y nombra el escudo de la familia (escobas por los Escobar y tres fajas por los Mejía).

La casa de Calderón presenta dos ventanas, una gótica cuadrada sobre ménsulas y la otra en arco de ladrillo. Su interior consta de un patio porticado con arcos rebajados sobre pilares góticos, donde se encontraba en un pilar el escudo de la familia. Enfrente de esta casa se encuentra la de la familia Calderón-Torres, donde describe la fachada y nombra el escudo[61], al igual que hace con la casa de los Hinojosa.

En la plaza de Santiago se encuentra una de las casas fortaleza más importantes de la ciudad a la que, Mélida, dedica muy poco tiempo. Tan solo menciona que su torre flanquea la puerta de Santiago, así como su fachada principal. Añade la rejería, del siglo XVI, el escudo con cinco llaves,  y su uso: asilo de ancianos.

En la casa de los Altamirano, con portada de medio punto y escudo de diez roeles, nos encontramos con un patio y una capilla que presenta un arco de medio punto con lacerias mudéjares, y en cuyo interior quedaban restos de un bello friso con esgrafiados renacentistas. También hay una escalera que da para un salón con chimenea en cuyo testero presenta un blasón y en las paredes se conservaba un friso con esgrafiados y el escudo de la familia.

Por lo que respecta a monumentos que se encuentran fuera de las murallas de la villa medieval, en el Catálogo aparecen más casas y palacios, tales como el de Juan de Orellana Pizarro, el de los Ballesteros, el de Juan Fernández Pizarro, el de los Vargas y Carvajal, el de los marqueses de Sofraga; edificios públicos como las casas del ayuntamiento y monumentos, algo más alejados de la plaza mayor, como el rollo jurisdiccional.

De la casa-palacio de D. Juan de Orellana Pizarro nos dice que está situado «inmediato a la puerta del Paso y las murallas», con elementos constructivos propios del siglo XVI como arcos escarzanos, galería con columnas jónicas y portada adintelada. En su interior aparece, a la izquierda, una escalera que da acceso a una cámara construida dentro de la torre donde hay un aljibe subterráneo. Mélida va a destacar el patio interior de galería de dos pisos, contando el inferior con arcos de medio punto y en el superior con dinteles, dobles ménsulas y capiteles jónicos, algo propio del plateresco. Añade que en la galería alta hay una balaustrada y el escudo flanqueado por ángeles tenantes, mientras que en la baja encontramos la cocina y al fondo la caballeriza.

En aquellos momentos que recoge Mélida la información, el palacio estaba algo abandonado hasta el punto que «el vulgo llama patio de la tahona»[62] recomendando que este palacio, del siglo XVI, debería adecentarse para su futura conservación.

La amplia información que da sobre el palacio anterior contrasta con la que va a dar de la casa perteneciente a la familia Ballesteros que tan solo hace una descripción nombrando los materiales utilizados, la fachada con el balcón corrido, la portada con columnas y el frontón, el escudo de la familia y haciendo referencia a una reforma reciente sufragada por el duque de Valencia, esposo de la heredera de los marqueses de Santa Marta[63].

Con el nº 1108 del Catálogo, aparece el, denominado por Mélida, como Palacio de D. Juan Fernando Pizarro. Lo sitúa en la plaza, en su parte poniente haciendo esquina con la calle de la carnicería[64], siendo «el palacio más suntuoso y magnífico» de todos los construidos fuera de las murallas tras la conquista de América. Lo va a fechar, suponiendo su construcción a finales del siglo XVI o principios del siglo XVII, aunque hace una rectificación y añade en letra pequeña el año de 1550[65]. A partir de ahí, lo describe como hace con todos mencionando los materiales que se han usado para edificarlo y mencionando los elementos que se pueden contemplar, catalogándolo como una obra «pseudo-plateresco, en el que se deja sentir el barroco». Termina la descripción con el balcón en esquina, pero sin dar ningún detalle al escudo nobiliario de encima.

Como se puede observar, Mélida está hablando, sin ningún tipo de dudas, del majestuoso y bello palacio del Marqués de la Conquista, que en aquellos años era propiedad del marqués de Albayda.

Otro palacio situado en la plaza mayor de la ciudad es el que pertenece a los condes del Puerto, el de los Vargas y Carvajal. Se trata del que conocemos, hoy, como el de los Duques de San Carlos. Nos dice que está cerca de la iglesia de San Martín, haciendo esquina con la calle de García, siendo de estilo plateresco «un tanto barroco», del siglo XVII. Se trata de un palacio que consta de cuatro pisos, con una portada barroca y una puerta adintelada con dos columnas jónicas a cada lado y encima de todo, un escudo nobiliario. Sobre la portada hay un balcón con dos columnas jónicas coronado por un frontón y un escudo con el águila bicéfala. Nos dice que hay otro balcón que hace esquina donde resalta un busto varonil y encima aparece otra águila bicéfala sosteniendo un escudo. En la fachada que da para la calle García, hay una elegante arquería que estaba cegada, mientras que en su interior hay un patio de columnas de orden toscano y una escalera, a mano derecha, donde aparece la firma del autor y la fecha: A MERA ME FECIT MDCLXI[66]. Termina destacando las chimeneas de ladrillo y yeso que, según el autor, eran obra de moriscos.

El último palacio que es mencionado en la obra es el de los marqueses de Sofraga, que ostentaban el ducado de la Roca. Este edificio se encuentra en la plazuela de San Miguel. Se trata de un palacio de traza clásica, del siglo XVII, bastante sencillo, según indica el autor, siendo lo más notable de todo el conjunto el balcón esquinado.

Ya hemos indicado, anteriormente, que en el catálogo se va a incluir edificios con una función pública: las casas del ayuntamiento. Realmente se va a recoger tanto la casa antigua, situada en la plaza, como el nuevo ayuntamiento. Sobre el primero, que estaba destinado a escuela, nos dice que los soportales están construidos con columnas toscanas o jónicas, correspondiendo a los soportales del pan. En su fachada aparece el escudo de la ciudad y en lo alto una estatua de la Justicia, fechando el edificio gracias a una inscripción del año 1586 siendo corregidor D. Juan de Lodeña[67].

Destaca, por encima de todo, el salón con pinturas al fresco, propias del siglo XVI, del piso principal[68]. Debido a su belleza le recuerda a los frescos de la Biblioteca del Monasterio del Escorial, con cúpulas decoradas con casetones pintados, las pechinas decoradas con escudos[69]. Aparecen cartelas que contienen representaciones del Juicio de Salomón, Mucio Escévola quemándose el brazo por haber errado el golpe meditado contra Porsena, Curcio a caballo arrojándose en la cima del Foro romano por la salud de su patria y Guzmán el Bueno viendo desde los muros de Tarifa la ejecución de su hijo por los moros. En el otro extremo aparecen las virtudes de la Justicia, Fortaleza, Prudencia y Templanza. El autor califica estas pinturas de «suntuosas y apropiadas para un salón destinado al gobierno de la ciudad», pero hay otras que las superan. Estas pinturas son las que se encuentran en un altar con un frontal de azulejos de Talavera, destinado para el cabildo, en cuyo retablo existe un lienzo que representa la Ascensión de la Virgen, entre ángeles. La ejecución es tan bella que, a Mélida, le recuerda a Leonardo da Vinci[70].

Por lo que respecta al ayuntamiento actual de Trujillo, indica que se encuentra en la plaza «que se llamó del Mercadillo y hoy de Ruiz de Mendoza» construido, en su origen, para alhóndiga en el año 1585[71], teniendo otros usos como casa de comedias y como cuartel de milicias[72]. Nombra la última reforma efectuada para su función actual en 1886.

Terminamos la enumeración y análisis de los monumentos, con interés histórico, incluidos en el Catálogo con la picota. El autor la sitúa a las afueras, «a la subida de la ciudad por la plaza llamada el Campillo donde se unen las carreteras de Madrid y Logrosán»[73]. Se trata de un monumento de piedra, de estilo gótico, con cuatro gradas de planta circular en donde se alza un pilar de planta cuadrilobulada, todo coronado por la cruz de Santiago[74]. Indica la función original: «de los fustes hay una ménsula para colocar las cabezas de los ajusticiados» y la presencia del escudo de los Reyes Católicos sostenido por el águila de San Juan. Fechando el monumento como una obra de finales del siglo XV.

 

CONCLUSIONES

 

            José Ramón Mélida será el encargado de realizar los dos catálogos monumentales pertenecientes a las provincias extremeñas. Su llegada a Extremadura tendrá lugar en 1906, suponiendo un punto de inflexión para la arqueología de la región, siendo uno de los autores que más y mejor la va a conocer. Entre los años 1907 y 1910 va a elaborar el catálogo de la provincia de Badajoz, siguiendo con el de la provincia cacereña. Tarea que le va a ocupar entre 1914 y 1918.

La estructura de ambos tomos va a ser la misma, de manera cronológica, con volúmenes que van a corresponder a las láminas y fotografías que va a aportar.

Tanto el catálogo de Badajoz como el de Cáceres van a tardar varios años en salir a la luz, siendo publicados en 1924, en el caso del cacereño, y un año después, el pacense. Durante esos años, entre la finalización de la obra y su publicación, Mélida va a ir publicando artículos y diferentes informes sobre los hallazgos acontecidos mientras recorría la geografía regional. Uno de los casos, y que va a referir a algún resto monumental de Trujillo, es publicado en el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, en donde va a dar noticia de dos aljibes musulmanes ubicados en el castillo de la ciudad, incluyendo una fotografía y la planta de ambos.

Durante todos los años que le ocupó la realización de los catálogos extremeños, el arqueólogo madrileño va a realizar una gran cantidad de excursiones recorriendo numerosos lugares para conocer in situ esos monumentos y poder hacer la descripción más fidedigna e, incluso, tomar fotografías. Sin embargo, se trataba de una ardua tarea y no pudo abarcar todo, por lo que va a echar mano de ayudantes, como lugareños o eruditos locales; pero también va a recoger la tradición oral o, incluso, la literatura de viajes.

De manera general, Mélida tendrá informantes y personas con gran nivel cultural y especialistas que le van a ayudar en la tarea. Ejemplos claros de esto serán el arqueólogo emeritense Maximiliano Macías, el padre Fita o Vicente Barrantes. Utilizará bibliografía ya existente con obras de José de Viu, Vicente Paredes, Hübner, Antonio Blázquez, artículos de Azuar, Hernández-Pacheco o Aurelio Cabrera, entre otros. También va a consultar colecciones privadas y objetos custodiados en el museo de Cáceres y en el de Badajoz.

En el caso de Trujillo, las diversas menciones que plasma son pertenecientes a Hübner y el padre Fita (en cuanto a los tiempos romanos) y un artículo publicado en la Revista de Extremadura por Matías Ramón Martínez para elaborar el capítulo sobre el poblamiento andalusí en el batolito trujillano y su posterior conquista por parte de las tropas cristianas.

Está claro que las descripciones que hace del castillo y sus dos aljibes son cosecha del propio Mélida. Se trata de unas descripciones bastante detalladas, con medidas, y la única manera que hay para hacerlo así es visitar el monumento. Añade, en esa parte, una lápida conservada en el recinto, que fue comunicada a la Academia de la Historia, para posteriormente ser estudiada por el arabista D. Francisco Codera[75].

En el capítulo que dedica, de manera íntegra, a la ciudad y sus monumentos de interés para ser incluidos en la obra, comenzará con la contextualización y antecedentes históricos; es decir, su posible origen celta y luego romano, para hacer una breve mención al proceso reconquistador. Este epígrafe, de gran extensión y tan solo superado a los que dedica a Guadalupe, Cáceres y Plasencia, lo dividirá en tres grandes capítulos según el tipo de monumentos a los que hace referencia: fortificaciones (murallas, puertas y castillo), iglesias y conventos; y palacios y casas señoriales.

No podemos negar la visita del madrileño a Trujillo, por el gran detalle que hace al mencionar y catalogar los monumentos patrimoniales de la ciudad. Una visita que, es posible que tuviera lugar en 1914, coincidiendo con una de las que realizó a la cercana ciudad de Cáceres. Aún habiendo conocido y recorrido la villa medieval y la ciudad extramuros, va a seguir una obra de referencia, que incluso va a nombrar en el catálogo. Se trata de una guía de Trujillo de Federico Acedo[76], publicada en 1913.

Además de este investigador, tomará datos de otros autores, siendo uno de sus principales fuentes el viaje de Antonio Ponz, que visitó Trujillo, como secretario de la Real Academia de San Fernando, a mediados del siglo XVIII.

Durante su visita a la localidad, tomará numerosas fotografías para ser incluidas en su obra. Va a aportar material gráfico del castillo (una vista exterior), de las tres puertas conservadas (Santiago, del Triunfo y San Andrés), de la parroquia de Santa María (de su ábside y de la Torre Julia), del retablo de Fernando Gallego, de la imagen de la Dolorosa ubicada en la iglesia de San Miguel, las torres del álcazar de los Bejarano, la estatua orante de Hernando Pizarro y la de Gómez Sedeño de Solís, una vista exterior de la casa-convento de la Concepción, la portada de la casa de los Pizarro, la de los Escobar, imágenes de los patios interiores de las casas de los Rol y de Juan Orellana Pizarro, varias imágenes de las pinturas al fresco del antiguo ayuntamiento de la ciudad, parte de las fachadas haciendo hincapié en los balcones en esquina de los palacios de San Carlos y de los marqueses de Sofraga, así como parte del patio donde se ven las chimeneas características del palacio de San Carlos y, por último, una imagen de la picota.

Todas las fotografías que incluye, salvo siete de ellas, son firmadas por el propio arqueólogo. Hemos intentado localizar de donde proceden estas otras imágenes y el resultado es el siguiente: la vista del castillo la pudo tomar del semanario independiente “La opinión” aunque la del catálogo es más nítida y lo más seguro es que la tomara de la guía de Acedo, la puerta de Santiago donde se aprecian las dos torres que la flanquean es posible que la tome de las que realizó Anna Christian para la Hispanic Society of América.

De la torre románica de la iglesia de Santa María la Mayor, la Torre Julia, incluye una de las fotografías tan conocidas de Jean Laurent pero no la parte donde se aprecia su estado de ruina tras el terremoto de Lisboa, sino que Mélida incluye en su obra otra de las tomas que el francés hizo de la torre.

Incluye imagen de los dos balcones en esquina de los palacios de San Carlos y el de los Sofraga, siendo el autor del primero el fotógrafo barcelonés Adolf Mas, y posiblemente también de la segunda casa señorial. Desconocemos cuál es la autoría de las fotografías que aporta de la estatua orante de Gómez Sedeño de Solís y del convento de la Concepción.

Como curiosidad vamos a señalar que no aportó ninguna imagen de, uno de los palacios más representativos de la plaza mayor y que tanto le impactó en su visita, el del Marqués de la Conquista.

            Si bien es cierto que el propósito de Mélida era recoger los diferentes monumentos de interés histórico-artístico que en sus numerosos viajes hizo por la geografía extremeña, en el caso del alcázar de los Chaves, conocido por Luis Chaves el Viejo, no menciona que fue la residencia de los Reyes Católicos todas las veces que fueron a la ciudad de Pizarro[77].

Lógicamente si no lo incluye es porque no tenía dicha información ni su informante se la podía suministrar. Es bien cierto que, será a partir de la segunda mitad del siglo XX y cuando se convierta Trujillo como uno de los destinos turísticos principales de Extremadura, el palacio de Luis Chaves sea uno de sus símbolos por su ubicación dentro del casco histórico de la ciudad, por su alta torre y por ser la presumible residencia de los monarcas.

Considerando que la obra de Mélida supuso una ardua labor para el arqueólogo, presenta ciertas lagunas. Ya en el momento de su publicación apareció alguna crítica por parte de investigadores como Mata Carriazo[78], Sáenz de Buruaga[79] o Rodríguez Moñino[80] apelando a la falta de mapas, la baja calidad de las fotografías y/o la poca dedicación por parte del autor para la elaboración de algunos capítulos.

En nuestro caso, hemos pretendido hacer un análisis a las diversas referencias que Mélida dedicó a Trujillo, siendo su catalogación bastante completa. Por tanto, podemos considerar al Catálogo Monumental como una obra fundamental para el estudio de la situación de la arqueología extremeña de principios del siglo XX.

 

            BIBLIOGRAFÍA

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APÉNDICE FOTOGRÁFICO

 Fig. 1. Vista de la Puerta de Santiago y sus dos torres que la flanquean (Mélida, 1924).

Fig. 2. Estatua orante de Hernando Pizarro (Mélida, 1924).

Fig. 3. Vista de las dos torres del alcázar de los Bejarano (Mélida, 1924).

Fig. 4. Casa de la familia Pizarro, en la villa medieval, en ruinas (Mélida, 1924).

 

[1]Publicado entre 1839-1865, en diez tomos que contemplaban monumentos, antigüedades y paisajes de algunas regiones, pero no de todas. Aparecen Cataluña (tomos 1-2), Mallorca (tomo 3), Aragón (tomo 4), Castilla la Nueva (tomos 5-6), Granada (tomo 7), Córdoba (tomo 8), Asturias y León (tomo 9), Sevilla y Cádiz (tomo 10), Valladolid y Palencia (tomo 11), y Salamanca y Ávila (tomo 12). Las litografías eran del dibujante Francisco Javier Parcerisa, mientras que los textos eran de Pablo Piferrer (los dedicados a Cataluña y Mallorca). Los restantes textos eran de José María Quadrado (Aragón, Castilla la Nueva, Asturias, León, Salamanca y Ávila), Pi y Margall (Granada) y Pedro de Madrazo (Córdoba, Sevilla y Cádiz).

[2]José Ramón MÉLIDA ANILARI, Arqueología española (Edición de Margarita Díaz Andreu), Urgoiti Editores S.L., Pamplona, 2004, p. 61.

[3]María Elena GÓMEZ-MORENO, Manuel Gómez-Moreno Martínez, Centro de Estudios Ramón Areces, Madrid, 1995, pp. 135-147.

[4]José Ramón MÉLIDA ALINARI, Catálogo monumental de España. Provincia de Badajoz, Ministerio de Instrucción Pública y de Bellas Artes, Madrid, 1925, tomo I, p. IX del prefacio.

[5]Trabajos publicados en la Revista de Extremadura, el Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos; y en el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones.

[6]José Ramón MÉLIDA ALINARI, Catálogo monumental de España. Provincia de Cáceres, Ministerio de Instrucción Pública y de Bellas Artes, Madrid, 1924, tomo I, pp. 2-8.

[7]Nombra, describe, aporta planta y fotografías a dólmenes de Valencia de Alcántara, y tan solo menciona que cerca de Miajadas existen algunos ejemplares, pero sin dar más datos. Para saber más al respecto, Vid. Álvaro VÁZQUEZ CABRERA, Valencia de Alcántara y José Ramón Mélida. La relación del arqueólogo madrileño con la villa cacereña, Diputación Provincial de Cáceres, 2022.

[8]José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Catálogo Monumental…ob. cit. Tomo I, pp. 59-144. Mélida incluye tres inscripciones epigráficas que habían sido estudiadas, previamente, por el padre Fita. José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Catálogo Monumental…ob. cit. Tomo I, pp. 107-110. Fidel FITA, “Inscripciones romanas inéditas de Trujillo”, Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo LVIII, 1916, pp. 163-170.

[9]José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Catálogo Monumental…ob. cit. Tomo I, pp. 289-290.

[10]José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Catálogo Monumental…ob. cit. Tomo I, pp. 309-346.

[11]Mélida nombra al cronista como Xerif el Edrisi. José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Catálogo Monumental…ob. cit. Tomo I, pp. 343. Antonio BLAZQUEZ, Descripción de España por Abu-Abd-Allá Mohamed Al-Edrisi (obra del siglo XII), Imprenta y litografía del depósito de la guerra, Madrid, 1901, pp. 25-26. Muhammad AL-IDRISI, Descripción de España de Xerif Aledris, conocido por el Nubiense, Imprenta Real, Madrid, 1799.

[12]La conquista la efectuó realmente el caudillo portugués Geraldo Sempavor, al igual que las de Cáceres, Monfragüe, Montánchez y Santa Cruz de la Sierra. Carlos Jesús RODRÍGUEZ CASILLAS, “Geraldo Sempavor: las hazañas de un guerrero portugués por tierras extremeñas”, XXXVIII Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2009, pp. 693-715. Gervasio VELO Y NIETO, Coria, Reconquista de la Alta Extremadura, Seminarios de la Jefatura Provincial del Movimiento, Cáceres, 1956,  p. 81.

[13]Floriano Cumbreño considera que la conquista fue en 1164 como aparece en el Cronicón Lusitano. Antonio FLORIANO CUMBREÑO, Estudios de Historia de Cáceres (desde los orígenes a la Reconquista), Diputación Provincial de Cáceres, 1957, p. 117.

[14]Matías Ramón MARTÍNEZ, “Trujillo”, Revista de Extremadura, tomo II, 1900, p. 249.

[15]José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Catálogo Monumental…ob. cit. Tomo I, p. 343.

[16]El Maestre de entonces era Fray Fernando Díaz, BULARIO DE ALCÁNTARA, Madrid, 1759, p. 2.

[17]Julio GONZÁLEZ, “Repoblación de la Extremadura leonesa”, Hispania, III, 1943. Antonio FLORIANO CUMBREÑO, “Estudios de Historia de Cáceres…ob. cit. p. 229.

[18]La reconquista de Trujillo tuvo lugar, realmente, en 1233. Julio GONZÁLEZ, Reinado y diplomas de Fernando III, Monte de Piedad y Caja de Ahorros, Córdoba, 1980, p. 318. Manuel Jesús RUIZ MORENO, “1233, la reconquista cristiana de Trujillo”, XLII Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2013, pp. 525-532. Manuel Jesús RUIZ MORENO, “Aproximación histórica a la reconquista de Trujillo (1233), XLIII Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2014, pp. 813-834.

[19]Esas puertas son las de Santiago, de Coria, del Triunfo y San Andrés.

[20]Entendemos que se refiere a las noticias que tenemos de Trujillo y su fortaleza durante los asedios de Geral Sempavor, Abu-Jacub o Alfonso VIII.

[21]José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Noticia del aljibe de la Casa de las Veletas, en Cáceres, y referencias de los de Montánchez y Trujillo”, Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, Vol. XXV, nº 4, Madrid, 1917, pp. 225-237.

[22]José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Catálogo Monumental…ob. cit. Tomo I, p. 345. José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Noticia del aljibe…ob. cit. pp. 235-236.

[23]José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Noticia del aljibe…ob. cit. p. 237.

[24]Ganándola, primero, D. Álvaro de Luna para ser cedida por el rey Juan II al conde de Ledesma, D. Pedro de Zúñiga, para, más tarde, cederla al príncipe Enrique, que al acceder al trono se la cede al marqués de Villena. Pero tras la Guerra Civil castellana, por apoyar a la Beltraneja, la perdió a favor de la reina Isabel. María Isabel VAL VALDIVIESO, “Resistencia al dominio señorial en los últimos años del reinado de Enrique IV”, Hispania, 126, 1974, p. 63.

[25]Denominación que saca de la obra del periodista e hispanista Charles Fletcher Lummis, Los exploradores españoles del siglo XVI en América, publicado en 1893.

[26]La obra de la hornacina fue encargada al maestro Sancho de Cabrera, aunque Mélida incluye el promotor de la reforma acontecida en 1912, el Marqués de Albayda. En esta reforma se le quitó el dorado y policromía a la imagen. Carmelo SOLÍS RODRÍGUEZ, “El arquitecto trujillano Sancho de Cabrera”, Actas del V Congreso de Estudios Extremeños, Badajoz, 1976, pp. 137-172. La reforma de 1912, costeada por D. Jacinto Orellana y Avecia, aparece en el periódico “La opinión”. La opinión: semanario independiente, Año V, nº 253, 27 octubre 1912.

[27]Juan TENA FERNÁNDEZ, Historia de Santa María de la Victoria, Ed. Sánchez Rodrigo, Serradilla, 1930.

[28]Juan TENA FERNÁNDEZ, Trujillo, histórico y monumental, Gráficas Alicante, 1967, p. 495. La torre es, anteriormente, dañada por un terremoto en 1531, lo que va a provocar edificar una nueva torre. Francisco SANZ FERNÁNDEZ, “Que sea a imitación de la torre principal de las Casas Reales de Madrid. La torre Nueva de la iglesia de Santa María La Mayor de Trujillo”, Liño: Revista Anual de Historia del Arte, 17, 2011, pp. 39-51.

[29]Francisco Javier PIZARRO GÓMEZ, Arquitectura y urbanismo en Trujillo (siglos XVIII y XIX), Editora Regional de Extremadura, Cáceres, 1987, pp. 170-211. Francisco Javier PIZARRO GÓMEZ, “Abandono y ruina de la arquitectura trujillana durante el siglo XIX”, Norba, nº 2, 1981, pp. 64-66. José Antonio RAMOS RUBIO, Estudio histórico artístico de la Iglesia parroquial de Santa María la Mayor de Trujillo, Cáceres, edición del autor, 1990. José Antonio RAMOS RUBIO, La Iglesia de Santa María la Mayor de Trujillo, Ed. Lancia, León, 2001. José Antonio RAMOS RUBIO, Vicente MÉNDEZ HERNÁN, El patrimonio eclesiástico de la ciudad de Trujillo, Fundación “Palacio de Alarcón”, Jaraíz de la Vera, 2007, pp. 149-265.

[30]Carlos MARÍN HERNÁNDEZ, “Especulación y quebranto de un programa conservacionista contemporáneo: El derribo de la Torre Julia de Trujillo (1861-1871), Revista de Estudios Extremeños, tomo LXIX, nº 1, 2013, pp. 645-684.

[31]Cayo PLINIO SECUNDO, Naturae historiarum Libri XXXVII.

[32]Nicolás DÍAZ PÉREZ, Extremadura (Badajoz y Cáceres), Establecimiento Tipográfico-Editorial de Daniel Cortezo y Compañía, Barcelona, 1887, Tomo I, p. 929.

[33]Antonio PONZ, Viaje de España, en que se da noticia de las cosas más apreciables y dignas de saberse, que hay en ella, Madrid, 1778, Tomo Séptimo, carta VII, 20, p. 161.

[34]José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Catálogo Monumental…ob. cit. Tomo II, p. 497.

[35]Juan DE MARIANA, Historia general de España, Valencia, 1744, libro XXIII, cap. XV.

[36]En la edición de su obra de 1846 no aparece ninguna referencia a Trujillo, pero sí en la de 1852. José DE VIU, Estremadura. Colección de sus inscripciones y monumentos, seguida de reflexiones importantes sobre lo pasado, lo presente y el porvenir de estas provincias, Madrid, 1852, Tomo I, p. 8.

[37]José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Catálogo Monumental…ob. cit. Tomo II, p. 498.

[38]El coro fue ejecutado por el arquitecto trujillano Sancho de Cabrera. José Antonio RAMOS RUBIO, “Las capillas de la iglesia de Santa María la Mayor de Trujillo”, Tabularium Edit, nº 1, 2014, p. 23. José Antonio RAMOS RUBIO, “La torre románica de la iglesia parroquial de Santa María la Mayor de Trujillo”, Tabularium Edit, Vol. 1, nº 5, 2018, p. 148.

[39]En su origen había un retablo de Santa Apolonia, citado en inventarios del siglo XVI, pero durante la Guerra de Independencia va a desaparecer. José Antonio RAMOS RUBIO, “Capillas y bienes muebles de la iglesia de Santa María La Mayor de Trujillo según los libros de inventarios (1594-1708), Revista de Estudios Extremeños, Tomo LXX, nº 1, 2014, p. 457.

[40]José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Catálogo Monumental…ob. cit. Tomo II, p. 500.

[41]Antonio PONZ, “Viaje de España…ob. cit. carta VII, 20, p. 163.

[42]Dato que aparece en la obra de Ponz y de donde Mélida sacaría dicho dato.

[43]El retablo está muy bien documentado en archivo, siendo profusamente estudiadas en diferentes trabajos. José Antonio RAMOS RUBIO, El retablo mayor de la iglesia parroquial de Santa María de Trujillo, Montijo, 2007. José Antonio RAMOS RUBIO, “Capillas y bienes muebles…ob. cit. pp. 441-450. José Antonio RAMOS RUBIO, “Estudio iconográfico del retablo mayor de la iglesia de Santa María la Mayor de Trujillo”, Revista agustiniana, Vol. 46, nº 139, 2005, pp. 127-160. Juan Antonio GAYA NUÑO, Fernando Gallego, CSIC, Madrid, 1958.

[44]José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Catálogo Monumental…ob. cit. Tomo II, p. 504.

[45]Es posible que esa noticia la recogiera del propio Cervantes en su Quijote. Miguel DE CERVANTES, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, Parte I, cap. XLIX. Otra opción es que tuviera acceso a las Crónicas del Gran Capitán, conservadas en la Biblioteca Agustiniana de Montilla y en la Biblioteca Nacional de España, aunque no creemos que fuera así.

[46]Este dato lo saca de la obra de Ponz. Antonio PONZ, “Viaje de España…ob. cit. carta VII, 20, p. 164.

[47]Su emplazamiento original sería la ermita de La Coronada, a 10 km de Trujillo, que fue destruida por la invasión francesa en 1809 para ser trasladada a la parroquia de Santiago. Desde 1989 se encuentra en una hornacina del Evangelio de la iglesia de San Martín. José Antonio RAMOS RUBIO, La escultura medieval en Extremadura: arte, pervivencias religiosas y antropológicas, Tau Editores, 2016, pp. 300-301. Clodoaldo NARANJO ALONSO, Trujillo y su tierra, Trujillo, 1922, pp. 110-111. Juan TENA FERNÁNDEZ, “Trujillo, histórico…ob. cit. p. 423. Sobre la ermita y su análisis descriptivo, Vid. Manuel RUBIO ANDRADA, Francisco Javier RUBIO MUÑOZ, “Estudio de la Ermita de Nuestra Señora de La Coronada”, XXXIV Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2006, pp. 633-662.

[48]Existe una monografía sobre este templo. Vid. José Antonio RAMOS RUBIO, La iglesia parroquial de San Martín de Tours de Trujillo, Trujillo, 2018.

[49]Mélida indica el siglo XV por seguir a su informante, D. Federico Acedo, pero él considera que se trata de una obra del siglo XVI (no estaba del todo mal informado ya que la iglesia va a ser objeto de reformas en dicha centuria). Sin embargo, ya se tienen noticias del templo en el siglo XIV como demuestra la documentación de archivo. Archivo Municipal de Trujillo, legajo 1.1, nº 30, fols. 92r-94r.

[50]La portada de poniente es clásica, con columnas y frontón, y arco de medio punto. La del mediodía, más antigua, es gótica, perfilada en arco trilobulado con arquivoltas sobre finas columnas.

[51]Iglesia de una sola nave, gótica con finos baquetones en los pilares y finos nervios en los arcos, ligeramente, apuntados y en las bóvedas de crucería; con un ábside de tres lados. Con un retablo moderno, según palabras de Mélida.

[52]Situado en el presbiterio, mandado a construir por el propio Cardenal en 1561. Clodoaldo NARANJO ALONSO, “Trujillo y…ob. cit. p. 90.

[53]Originalmente el cuadro se encontraba en el monasterio de San Miguel y Santa Isabel. Se trata de un lienzo de José de Mera, como aparece la firma en el ángulo inferior, fechado en 1724. José BARRADO BARQUILLA, Vicente MÉNDEZ HERNÁN, José Antonio RAMOS RUBIO, El Monasterio de San Miguel y Santa Isabel de Trujillo, Jaraíz de la Vera, 2009. Salvador ANDRES ORDAX, “El pintor extremeño José de Mera”, Boletín del Semanario de Estudios de Arte y Arqueología, Tomo XLVIII, nº 47, 1981, p. 493. Salvador ANDRES ORDAX, “Nuevo cuadro de José de Mera en Trujillo”, Norba-Arte, V, 1984, pp. 329-334.

[54]José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Catálogo Monumental…ob. cit. Tomo II, pp. 511-512.

[55]Juan TENA FERNÁNDEZ, “Trujillo, histórico…ob. cit. p. 172. José DE SANTA CRUZ, Crónica de la Santa Provincia de San Miguel, Madrid, 1671,  pp. 340-374.

[56]Nos parece bastante extraño que Mélida indique que se trata de una iglesia gótica cuando, en realidad, es propia del Renacimiento con bóveda de cañón.

[57]Al parecer el lienzo procedía de la iglesia de Santa María atribuido a Mateo Cerezo, aunque lo duda. Sabemos que en un lateral aparece la firma del autor y la fecha: Joaquín Llop, 1914. Vid. José Antonio RAMOS RUBIO, El convento y la iglesia de San Francisco de Trujillo. La espiritualidad franciscana, Tau Editores, 2021, p. 80

[58]Recoge que estuvo en el propio enterramiento pero se trasladó al cementerio, sobre un pedestal, a la intemperie. Algo que va a lamentar el arqueólogo madrileño. Este sepulcro aparece citado en la crónica franciscana de fray José de Santa Cruz. José DE SANTA CRUZ, “Crónica de la Santa Provincia…ob. cit. p. 370. Se le atribuye la autoría al escultor granadino Mateo Sánchez de Villaviciosa. Carmelo SOLÍS RODRÍGUEZ, “El retablo mayor de la iglesia de San Francisco y la escultura barroca del XVIII en Trujillo”, XXVII Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 1998, pp. 51 y ss.

[59]La lápida es la siguiente: SVB VMBRA ALLARVUM TVARVM PROTEGENOS.

[60]José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Catálogo Monumental…ob. cit. Tomo II, p. 517.

[61]Cuartelado con dos calderos y torre, cinco rosas (Loaisa), diez roeles (Altamirano) y cinco flores de lis.

[62]José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Catálogo Monumental…ob. cit. Tomo II, p. 523.

[63]El ducado de Valencia aparece durante el reinado de Isabel II concediendo el título al capitán general, y presidente del Consejo de Ministros, Ramón María Narváez y Campos, en 1847. En tiempos de Mélida, el título era de José María de Narváez y Pérez de Guzmán el Bueno, siendo IV duque.

[64]Hernando Pizarro obtiene del ayuntamiento trujillano permiso, el 4 de febrero de 1498, para construir en las partes altas de las carnicerías un palacio. Archivo Municipal de Trujillo, leg. 11, fol. 377. Cit. Pilar MOGOLLÓN CANO-CORTÉS, Antonio NAVAREÑO MATEOS, “Palacio del Marqués de la Conquista”, Separata de las Memorias de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, Vol. I, Trujillo, 1983, pp. 286-287.

[65]El hermano del conquistado del Perú se casa con su sobrina Francisca en 1552, el ayuntamiento de Trujillo compra parte de una casa para ampliar las carnicerías y no se menciona nada de la casa de Hernando Pizarro, por tanto la fecha que aporta Mélida no es correcta del todo. Se plantea la construcción sobre la década de los seseta del siglo XVI. Juan TENA FERNÁNDEZ, “Trujillo, histórico…ob. cit. p. 392.

[66]Esta inscripción ya la recoge Ponz en su viaje. Antonio PONZ, “Viaje de España…ob. cit. carta VII, 20, p. 165.

[67]La inscripción, también, la recoge Ponz y es muy posible que una mala lectura haga que Mélida la incluya en el edificio del antiguo ayuntamiento cuando en realidad el portal del pan está en el palacio de Piedras Albas, en el otro extremo de la plaza. Antonio PONZ, “Viaje de España…ob. cit. carta VII, 20, p. 166.

[68]Es posible que el autor de los frescos fuera Pedro de Mata, según el investigador Vicente Méndez. AAVV, Plástica Extremeña, Fundación Caja de Badajoz, Badajoz, 2008, p. 174. Han sufrido varias restauraciones durante los siglos XIX-XX. Vid. Salvador ANDRES ORDAX, “Humanismo y Auctoritas histórica en el Renacimiento de Extremadura. Las pinturas del Palacio Viejo del Ayuntamiento de Trujillo”, VIII Congreso de Estudios Extremeños, Badajoz, 2007.

[69]Los escudos representados son de los Altamirano, Chaves, Paredes y Bejarano, además del escudo real y el de la ciudad. Pedro CORDERO ALVARADO, Trujillo. Guía Monumental y Heráldica, Instituto de Estudios Heráldicos y Genealógicos de Extremadura, 1996.

[70]Es obra de Pedro de Mata. Juan TENA FERNÁNDEZ, “Trujillo, histórico…ob. cit. p. 364.

[71]Los Reyes Católicos firman una Real Cédula para crear un depósito de granos en 1504 pero las obras se van a ejecutar entre 1566-1586, siendo corregidor D. Pedro Riquelme de Villaviciosa. En 1835 se habilitó el edificio como casa de comedias y en 1859 se realiza un proyecto para convertilo en cárcel pero no se llevará a cabo. Finalmente, como bien dice Mélida, en 1886 se adapta el edificio como ayuntamiento con un proyecto del arquitecto local Eduardo Herbás. Francisco Javier PIZARRO GÓMEZ, “Arquitectura y urbanismo…ob. cit. p. 195.

[72]Menciona a Ponz como el autor de ese dato. Antonio PONZ, “Viaje de España…ob. cit. carta VII, 20, p. 168. Juan TENA FERNÁNDEZ, “Trujillo, histórico…ob. cit. p. 158.

[73]José Ramón MÉLIDA ALINARI, “Catálogo Monumental…ob. cit. Tomo II, p. 529.

[74]Su emplazamiento original fue en la Plaza Mayor, situándose en el centro de la misma. Levantado en 1497. Carmelo SOLÍS RODRÍGUEZ, “La Plaza Mayor de Trujillo”, Actas del VI Congreso de Estudios Extremeños, Badajoz, 1981, p. 279.

[75]Francisco CODERA Y ZAIDÍN, “Inscripción árabe de Trujillo”, Boletín de la Real Academia de la Historia, Tomo LXIV, 1914, pp. 117-120.

[76]Federico ACEDO, Guía de Trujillo: Histórica, descriptiva y práctica, Tipografía artística, Madrid, 1913.

[77]Estas visitas acontecieron el 20 de junio al 4 de julio de 1477, el 30 de mayo de 1478, el 22 de enero de 1479, del 19 de febrero al 28 de febrero de 1479, el 22 de mayo de 1479, el 5 de junio de 1479 y el 28 de agosto de 1479. Juan TENA FERNÁNDEZ, “Trujillo, histórico…ob. cit. p. 408.

[78]Juan DE MATA CARRIAZO, “Mélida (José Ramón). Catálogo Monumental de España-provincia de cc I y II”, Archivo Español de Arte y Arqueología, Madrid, Tomo I, 1925, pp. 335-338.

[79]José ÁLVAREZ SÁENZ DE BURUAGA, “Don José Ramón Mélida y Don Maximiliano Macías. Su obra arqueológica en Extremadura”, Revista de Estudios Extremeños, nº 2, 1945, pp. 193-207.

[80]Antonio R. RODRÍGUEZ MOÑINO, “Epigrafía y yacimientos romanos en el Catálogo Monumental de Badajoz, de Mélida”, Revista del Centro de Estudios Extremeños, XIV, 1940, pp. 255-270.

Dic 112022
 

Soledad Ucedo Villa

Bajo el reinado de los Reyes Católicos tuvo lugar el descubrimiento de América por Cristóbal Colón en el 1492, lo que ocasionó numerosas consecuencias que afectaron a todos los continentes de la Tierra. En España hubo un considerable aumento de riquezas y poder. Al igual que en otros países podemos enumerar algunas ventajas en la astronomía, que acrecentó sus conocimientos con la observación de los astros; la geografía, permitiendo un conocimiento global y unitario del mundo y la ciencia médica se enriqueció con muchas sustancias medicinales.

Los españoles llevaron al Nuevo Mundo animales domésticos, allí desconocidos, el buey, carnero, el caballo, así como el cultivo del trigo, la caña de azúcar y el cacao. De América trajeron el maíz, alubia, patata y tabaco.

Junto a estas ventajas también hay que decir que el descubrimiento de América contribuyó a la despoblación de nuestro suelo a causa de la continua emigración a las tierras descubiertas con lo que sufrió un duro golpe la agricultura y demás fuentes de riqueza nacional. [1]

En el siglo XVI, ya en el reinado de Carlos I de España y V de Alemania, hijo de Juana de Castilla, conocida en la historia como “la loca”, y de Felipe, “el hermoso” y nieto de los Reyes Católicos, una serie de capitanes con sus tropas realizaron numerosos viajes de circunnavegación por los Océanos, Atlántico, Pacífico e Indico consiguiendo unas de las mayores hazañas de la historia: conquistar territorios americanos, superando innumerables dificultades: selvas, cordilleras, desiertos… Los conquistadores, siguiendo las directrices del rey, iniciaron la labor de colonización en América que consistió en propagar la fe católica mediante la evangelización, tratando a los indígenas como seres humanos e iguales ante las leyes consiguiendo así elevarlos a la altura de la civilización europea y permitiendo conservar la raza indígena, que mezclada con la española dio lugar a la mestiza.  El gran esfuerzo español se vio premiado con el nacimiento de veinte naciones que constituyen la hispanidad. [2]

Hispanidad es un término que se refiere a la comunidad y conjunto de pueblos hispánicos o al grupo de características lingüísticas y culturales que estos comparten entre sí. La idea de Hispanidad ha dado origen a varias organizaciones panhispánicas, especialmente las relacionadas con la promoción del idioma español

 

Países hispanohablantes donde el español o castellano es idioma oficial: Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay, Venezuela, España y Guinea Ecuatorial.

Fig. Nº 1. Países hispanohablantes

 

El “Día de la Hispanidad” nació en 1913. Su creador, el entonces presidente de la Unión Iberoamericana, Faustino Rodríguez Sampedro, pretendía exteriorizar y celebrar la intimidad espiritual que existe entre los pueblos hispanos.

En un primer momento, la festividad adoptaría el nombre de “Día de la Raza”. Pero con el paso del tiempo, aquella denominación quedó en desuso porque el término “raza”, utilizado con un cariz positivo, podría dar lugar a una mala interpretación; contraria a la que se buscaba realmente, que era la de reivindicar el mestizaje, es decir, la asimilación étnica y cultural.

Así, muchos países cambiaron el “Día de la Raza”, por el “Día de la Hispanidad”, aunque, Honduras o El Salvador, aún conservan su nombre original.

Se decidió por el 12 de octubre, ya que en esta fecha en el 1492 Cristóbal Colón pisó por primera vez las costas de la Isla Guanahaní (San Salvador). Un evento que marcaría, no sólo la historia de los países hispanoparlantes, sino también la historia del Mundo.[3]

Fig.Nº 2.  Colón desembarca en la Isla Guanahaní (San Salvador)

La circunnavegación por los Océanos Atlántico, Pacífico e Índico dio lugar a grandes conquistas y descubrimientos. Menciono ahora a Fernando de Magallanes y a Juan Sebastián Elcano por conseguir dar la vuelta al Mundo en el 1522 conmemorando este año 2022 su V centenario, acontecimiento importante en la historia que acoge la organización de los Coloquios Históricos de Extremadura para dedicar su LI edición.

Fernando de Magallanes, también conocido como Hernando de Magallanes, nació en Portugal en febrero de 1480. Fue un militar, explorador, marino y navegante de linaje noble. Presentó un proyecto a Manuel I, Rey de Portugal, en el que pretendía abrir una ruta comercial con las Islas de Las Especias (hoy Las Molucas) por Occidente buscando paso entre el Océano Atlántico y el Pacífico, que el rey portugués rechazó. Sin embargo, Carlos I de España, cuando tuvo conocimiento de dicho proyecto, sí lo aceptó y firmó el convenio el 22 de marzo de 1518 en Valladolid. La contabilidad oficial de la expedición cifró en 8.751.125 maravedíes, incluyendo los cinco barcos, provisiones y salarios pagados por adelantado y le otorgaba a Magallanes el título de gobernador y el rango de capitán.

 

El 10 de agosto de 1519 cinco embarcaciones bajaron por el Río Guadalquivir desde Sevilla hasta Sanlúcar de Barrameda donde, después de los preparativos previos, comenzaron la aventura el 20 de septiembre del mismo año.

Fig. Nº 3. Embarcaciones de Magallanes

La expedición estaba formada inicialmente por cinco embarcaciones con 239 hombres al mando de Magallanes, que capitaneaba la nave Trinidad; las otras cuatro eran: la San Antonio, la Concepción, la Victoria y la Santiago. El segundo al mando era el español Juan de Cartagenaveedor (supervisor) general de la armada. Juan Sebastián Elcano, que terminaría capitaneando el viaje de retorno y partió como maestre de la Concepción, comandada por Gaspar de Quesada.

En el momento de zarpar de Sevilla, éstos eran los nombres de los personajes principales en cada una de las embarcaciones:

TRINIDAD

Fernando de Magallanes, capitán general. Esteváo Gomes, piloto mayor. Gonzalo Gómez de Espinosa, aguacil. Francisco Albo, piloto. Pedro de Valderrama, capellán. Ginés de Mafra, marinero. Enrique de Malacca, intérprete. Duarte Barbosa, sobresaliente. Álvaro de Mesquita, sobresaliente. Antonio Piga fetta, cronista. Cristováo Rebelo, sobresaliente.

SAN ANTONIO

Juan de Cartagena, capitán e inspector general. Antonio de Coca, contable de la flota. Andrés de San Martín, astrólogo y piloto. Juan de Elorriaga, maestre. Genónimo Guerra, actuario. Bernard de Calmette, capellán.

CONCEPCIÓN

Gaspar de Quesada, capitán. Joáo Lopes Carvalho, piloto. Juan Sebastián Elcano, maestre. Juan de Acurio, oficial. Hernando Bustamante, barbero. Joáozito Carvalo, grumete. Martín de Magallanes, sobresaliente.

VICTORIA

Luis de Mendoza, capitán. Vasco Gómez Gallego, piloto. Antonio Salamón, maestre. Miguel de Rodas, oficial.

SANTIAGO

Juan Rodríguez Serrano, capitán. Baltasar Palla, maestre. Bartolomé Prieur, oficial. [4]

Navegaron por el Océano Atlántico la costa meridional americana hacia el sur y halló el  canal natural navegable en 1520, que hoy se conoce con el nombre de Estrecho de Magallanes, realizando la primera navegación de origen europeo desde El Océano Atlántico hasta El Pacífico, llamado hasta entonces  Mar del Sur, llegaron a la India tras navegar por el Indico, estuvieron en las Islas Marianas y descubrió Las Islas Filipinas. En 1521, Magallanes falleció a manos de los indígenas en la Isla de Mactán. Hasta aquí, podemos decir que Magallanes descubrió el camino de las Indias por el Oeste.

 

En este momento del fallecimiento del capitán de la expedición, sólo quedaba la embarcación de “La Victoria” que tomó el mando Elcano.

El siguiente cuadro recoge lo que ocurrió con las otras naves.

 

   CUADRO Nº1

Nave Tonelaje Tripulación Capitán Observaciones
Trinidad 110 62 Fernando de Magallanes Termina abordada por los portugueses en las Molucas, con diecisiete marinos supervivientes, tras intentar sin éxito regresar por el este cruzando el Pacífico.
San Antonio 120 57 Juan de Cartagena Su tripulación se subleva en el estrecho de Magallanes el 1 de noviembre de 1520 y retorna a Sevilla el 6 de mayo de 1521.
Concepción 90 44 Gaspar de Quesada Abandonada y quemada frente a la isla de Bohol (Filipinas), por falta de tripulación suficiente para poder hacerla navegar.
Victoria 85 45 Luis de Mendoza Única en completar la expedición.
Santiago 75 31 Juan Serrano Naufraga el 3 de mayo de 1520 en el estuario del río Santa Cruz (Patagonia argentina)
239 (total)

 

Luis Mendoza, capitaneó la embarcación “La Victoria” hasta el fallecimiento de Magallanes, que toma las riendas de la embarcación Juan Sebastián Elcano.

Juan Sebastián Elcano nació en Guetaria (Guipuzcoa) en 1476 acompañó a Magallanes desde el inicio del viaje, al fallecer el caudillo portugués tomó el mando de la única embarcación que quedaba “La Victoria”, como venimos diciendo. A través del Océano Índico y dando la vuelta por el cabo de Buena Esperanza consiguió regresar a España en el 1522. Por primea vez se había dado la vuelta al mundo, recorriendo 14460 leguas en tres años, menos catorce días.[5]

Fig. Nº 4. Primera circunnavegación

De los 239 hombres que salieron de Sanlúcar de Barrameda en la flotilla capitaneada por Fernando de Magallanes, solamente dieciocho, flacos y extenuados, tuvieron la suerte de poder regresar a España al mando de Elcano después de haber vencido los temporales de toda la circunnavegación de la Tierra. Poco después, ya en Sevilla, fueron en procesión descalzos, cubriendo sus carnes con una camisa y con una vela encendida en la mano a la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria y a la capilla de Nuestra Señora de la Antigua, que alberga la catedral de Sevilla, cumpliendo el piadoso voto que habían hecho durante su penosa travesía. [6]

El cargamento traído en la nao Victoria fue de 381 sacos de especias, con un peso de 524 quintales. Su venta en el mercado español y europeo cubre los gastos de la expedición y arrojó un beneficio de 346.220 maravedíes, según se recoge en el blog España ilustrada en el capítulo dedicado al viaje de Magallanes y Elcano. Ante el rey, en su corte de Valladolid, Elcano y su tripulación le presentaron a los indios que traían, los regalos recibidos, pájaros raros, producciones y las preciosas especerías adquiridas.

El emperador llenó de honores a los héroes, a Elcano le otorgó quinientos ducados de por vida y un escudo de armas partido en dos mitades, decorados con especias simbólicas que trajeron y finalizando con un globo terráqueo con esta inscripción: “Primus circumdedisti me” (el primero que me diste la vuelta) [7]

 

Como recuerdo, pusieron una placa conmemorativa en la fachada del antiguo Ayuntamiento de Sanlúcar de Barrameda con los nombres de los hombres que retornaron a la ciudad tras la primera circunnavegación.

Estos dieciocho hombres recalaron en Sanlúcar de Barrameda a bordo de la Victoria el 8 de septiembre de 1522.

La placa termina con este mensaje: «El Excmo. Ayuntamiento de esta ciudad y el Ateneo Sanluqueño, unidos ambos en un mismo sentimiento de veneración hacia las glorias del pasado, convinieron colocar aquí estos azulejos como medio de conmemorar de un modo público y permanente, la gesta referida, digna de no caer en el olvido de los tiempos. 1956, mayo 7.» [8]

Fig. Nº 5.- Placa conmemorativa en Sanlúcar de Barrameda

Como podemos observar en dicha placa conmemorativa, tenemos a un extremeño, Hernando o Fernando de Bustamante Cárdenas, que pasamos ahora a conocer más detenidamente.

Hernando de Bustamante, hijo de Juan Bustamante y Leonor de Cárdenas, para algunos historiadores Leonor de Cáceres. Nació en Alcántara (Cáceres) en 1494 y fue bautizado en la Parroquia de la localidad “Santa María Almócova” como lo demuestran las actas bautismales.

Fig. Nº 6.- Actas bautismales.

Vivió en Mérida. Fue barbero, cirujano, armador y tesorero y descubridor del Océano Pacífico.

A lo largo de la historia se ha producido cierta confusión sobre la ciudad natal de Bustamante. Las actas bautismales en la iglesia parroquial de Alcántara demuestran que podría haber nacido ahí, pero en la placa conmemorativa de Sanlúcar de Barrameda pone que es de Mérida, por lo que algunos historiadores han llegado a pensar que había habido un error al realizar la placa. Estudiosos de la historia han llegado a concluir que Bustamante, por razones desconocidas, en el 1519 se inscribió en Sevilla para realizar el viaje con Magallanes, como que era natural de Mérida, dato que aparece en los Archivos de Indias de Sevilla, donde se puede observar un gran retrato del extremeño acompañado de un texto que asegura haber nacido en esta ciudad. Curiosamente, hay archivos donde se inscribe para un nuevo viaje en 1524 como natural de Alcántara. Cierto es que estuvo ligado a los dos municipios.

Bustamante embarcó en la nao Concepción, en la que iba Elcano como maestre. Fue el único extremeño de la expedición, en la que viajó con el oficio de «barbero y cirujano», especie de enfermero de la época, que le capacitaba para realizar operaciones de cirujía menor. Persona más o menos culta que solía comer en la mesa del capitán y su retribución ocupaba el segundo lugar, lo que le proporcionaba una consideración a flote.

Bustamante se convirtió en íntimo amigo de Magallanes durante su travesía por el Océano Atlántico, hasta llegar a las costas de Brasil, y posteriormente a la Patagonia, y el 21 de octubre de 1520 dieron finalmente con el ansiado paso.

Su primera acción destacada fue adentrarse en el estrecho en compañía de Acacio Alonso a bordo de una chalupa, embarcación pequeña con cubierta y dos palos para las velas, con la finalidad de ascender a un monte cercano y ver desde lo alto si el brazo de mar que parecía sin salida, desde el punto en que se hallaban por las islas que interceptaban el horizonte, iba a parar al otro mar y sí, efectivamente, divisaron el mar del Sur, el 27 de noviembre de 1520, al que bautizaron como mar Pacífico, por la tranquilidad de sus aguas. Por eso se le considera el descubridor de este Océano e incluso algún cronista afirma que descubrió el Estrecho de Magallanes porque fue el primero en avisar que había agua al otro lado y Magallanes se arriesgó a continuar, enfrentándose al hambre, las traiciones, enfermedades y muertes hasta conseguir dar la vuelta al mundo. Fallecido el capitán portugués en manos de los indígenas, capitaneó la única nave que quedaba “La Victoria” Elcano emprendiendo rumbo a España y consiguiendo dar la vuelta al mundo, como hemos dicho anteriormente.

Ya de regreso en España, Elcano eligió a Bustamante para visitar al rey Carlos I y emperador Carlos V para contarle su viaje, el primero registrado de circunnavegación donde se probó que la tierra era redonda.[9]

El Conde de Canilleros dice de forma literal: «Cuando Juan Sebastián tuvo que elegir quien le acompañara en la visita a Carlos V, el designado para hablar al Emperador de aquella gesta en la que Extremadura –representada siempre en las epopeyas ultramarinas por todos los grandes caudillos– tuvo ahora por representante a un modesto barbero, que ganó para ella una parte en el famoso lema escrito sobre el globo terráqueo: Primus circundisti me”.

Fig. Nº 7.- Actas del Rey otorgando los honores a Bustamante

El emperador llenó de honores a los héroes y al barbero Bustamante le otorgó un escudo de armas en el que en lo alto se divisan dos leones levantados uno contra el otro, dorados, en campo azul y en la parte inferior un árbol de clavo que nace en las islas, tierra de especiería que descubrió y seis clavos, seis nueces moscadas, seis rajas de canela y sobre el yelmo un rótulo que dice: “ Fernandus de Bustamante, qui primus circundedit orbem” y 4000 reales de vellon. Este escudo reformado se conserva en la fachada casa familiar de Alcántara.

Fig. Nº 8.- Escudo

Contrajo matrimonio con María Contreras, criada del alcalde de Puerto Contreras. No finaliza su actividad como navegante al concluir el primer viaje de circunnavegación, sino que continua su vida activa hasta su fallecimiento en la travesía de Malaca a Goa (India) en 1533, con 39 años. Pasamos a enumerar algunas de sus aventuras.

En 23 de mayo de 1524 prestó declaración, sobre la posesión de las Molucas, en las Conversaciones de Badajoz; los portugueses alegaban que el archipiélago había sido descubierto por sus navegantes, y que estaba dentro de la demarcación portuguesa. Bustamante alegó a favor de Castilla los actos de sumisión y vasallaje de los reyezuelos de las islas Molucas, a los cuales había asistido como barbero.

En 1525 volvió a las islas en la nueva expedición que Carlos V organizó desde La Coruña —donde se erigió una Casa de Contratación de la Especiería— a cargo del comendador García Cofre de Loaisa.

Fig. Nº 9. Expedición Loaisa

La armada, compuesta de siete naves, salió de La Coruña el 24 de julio, víspera de Santiago. Bustamante contribuyó para la armazón de una de las naves con treinta mil maravedíes y llevó el cargo de tesorero de una de las naves. En el pliego de instrucciones al que debía ajustarse en su cargo, expedido en Madrid el 5 de abril de 1525, el rey Carlos V manifestaba la confianza que le inspiraba el extremeño: “…y si conviene avisarme de algunas cosas que toquen a nuestro servicio, que no convenga comunicarlas, podréis escribirme vos aparte …”. Un año después de la salida, el 30 de julio de 1526, muere el capitán general Loaisa, al que sustituye Elcano, que nombra a Bustamante contador de la nao Santa María de la Victoria, la única que llegó a las Molucas, con más de cien hombres. Las otras se habían dispersado o desaparecido.

El 4 de agosto murió Elcano, lo que llevó a Bustamante a compartir, con el contador general, Martín Íñiguez de Zarquizano, la capitanía general. Pero esta situación bicéfala generó problemas que concluyeron con la dirección de Zarquizano y los grillos en los pies de Bustamante por no aceptar la nueva situación, que se volvió a repetir el 11 de julio de 1527 al tomar el mando Hernando de la Torre, cuando ya estaban en la isla moluqueña de Tidoré. El 27 de diciembre de 1527 tomó Bustamante el cargo de contador general, pero en abril de 1528 intentó huir junto a los portugueses a la cercana isla de Terrenate. Hecho prisionero por los españoles, estuvo encadenado un año sin ejercer el cargo de contador.

Más de cinco años duró la permanencia de los supervivientes de la armada de Loaisa en la isla moluqueña de Tidoré, hasta que llegó el capitán portugués Jorge de Meneses y les señaló un plazo de horas para que salieran de la isla. Las crónicas de la época señalan a Bustamante como el responsable: “así como nosotros partimos de Tidoré, luego fueron avisados los portugueses […] e según fama pública el que dio el aviso fue Fernando de Bustamante […] y al dicho tenían por su parte […] porque ya se había carteado con ellos”. La justificación a estos hechos fue que: “Bustamante andaba amotinando toda la gente, diciendo que estaba ya en el fin del año 529 e iba en cinco años que éramos partidos de España, e no había ido ninguna armada de S. M.; que creyesen que nunca iría más, e por todo se debían pasar a los portugueses”.

Aunque ellos no lo supieron, efectivamente el Emperador había hecho un empréstito con los portugueses sobre las Molucas, el 22 de abril de 1529, por 350.000 ducados de oro.

El capitán español, Hernando de la Torre, entregó la isla de Tidoré a los portugueses, y éstos se llevaron a los españoles a la isla de Gilolo, otra de las Molucas, donde fueron muriendo poco a poco. Solamente quedaban catorce cuando el portugués Tristán de Ataide les ofreció la posibilidad de llevarlos a la isla de Ternate, para posteriormente enviarlos a Lisboa, por vía de la India. Llegaron a Malaca, donde el gobernador, García de Saa, antes de enviarlos a Goa, los retuvo dos años, tiempo en el que murieron varios españoles de fiebres tropicales. Además, no era partidario de que Bustamante continuase el viaje a Lisboa. Finalmente, obtuvo la licencia para ir a Goa, pero fue envenenado en el trayecto. Según Joao da Barros, murió en las islas Maldivas.[10]

 

 

En Alcántara se homenajea a Bustamante con el escudo que le otorgó el rey Carlos V, aunque algo reformado y en el 2019 con motivo del v centenario de la iniciación del viaje con Magallanes se homenajeó como lo podemos observar en la noticia que se publicó en el periódico “Extremadura”. Se adjunta noticia.

 

Homenaje al único extremeño que acompañó a Magallanes y a Elcano en la vuelta al mundo

EFE periódico Extremadura

17·07·19 | 20:00

La ruta de los 18 héroes, que conmemora el V centenario de la vuelta al mundo capitaneada por Juan Sebastián Elcano y Fernando de Magallanes, llegará el 22 de julio al municipio cacereño de Alcántara el que nació Hernando de Bustamante y Cáceres, barbero y cirujano en la expedición con Juan Sebastián Elcano.

Con motivo de esta efeméride, los expedicionarios Carlos Pecker (escritor, periodista y realizador de televisión) y Pepe Bosmediano (informático) han emprendido un recorrido, de dos meses y medio, y más de 2.000 kilómetros, en homenaje a los tripulantes españoles que acompañaron a Magallanes en su partida y a Elcano en su retorno.

La ruta se inició en Guetaria, lugar patrio de Juan Sebastián De Elcano, posteriormente ha continuado por la cornisa cantábrica y aprovechando el Camino de Santiago, ha recorrido Galicia hasta adentrarse en territorio luso.

La ruta se ha denominado de los 18 héroes porque la gesta finalizó en 1522, tres años después de la partida que iniciaron en Sevilla el 10 de agosto, con tan solo 18 marineros de los 243 que embarcaron.

El objetivo del viaje es entregar una placa conmemorativa en los lugares de nacimiento de esos 18 navegantes que regresaron vivos de la primera vuelta al mundo.

Ya han entregado placas en los ayuntamientos de Guetaria, Bermeo, Bilbao, Barakaldo, Cueto y Concello de Baiona.

El próximo 22 de julio, la ruta les llevará a Alcántara, donde entregarán una placa a la alcaldesa del municipio, Mónica Grados, y donde nació Hernando de Bustamante y Cáceres.

De hecho, fue el único extremeño de la expedición y viajó con el oficio de barbero y cirujano, profesión que le capacitaba para realizar operaciones de cirugía menor.

En Mérida se homenajea a Hernando Bustamante poniendo su nombre a una calle.

Con el fallecimiento y homenajes de Hernando Bustamante finaliza mi trabajo. Como he podido comprobar después del estudio de investigación para elaborar esta comunicación, es un personaje poco conocido en la historia, hay poca información y, a veces, confusa y contradictoria. No tiene nada que ver con los datos que se aportan en cualquier enciclopedia de Magallanes o Elcano y, continuando con el siglo XVI, con la información, por excelencia, de Francisco Pizarro y Hernán Cortés. Me parece interesante manifestar aquí que , como Bustamante, hay muchos extremeños que se embarcaron en la aventura de la colonización y han pasado desapercibidos en la historia, cito en este siglo a Nuflo de Chaves, nacido en Santa Cruz de la Sierra (Cáceres) en 1518, conquistador y explorador extremeño fundador de su homónima en Bolivia, célebre por la exploración de la antigua gobernación del Río de la Plata y por ser el primer europeo en atravesar el nuevo continente en sus viajes entre Bolivia y Lima…

Desde aquí dejo una ventana abierta al mundo de la investigación, ya que hay extremeños desconocidos que realizaron conquistas importantes dignas de conocer.

Un placer, colaborar en esta LI edición de los Coloquios Históricos de Extremadura.

 

 

 

 

 

 

 

FUENTES Y WEBGRAFÍA

 

(1) y [2] Juan Blasco Cea. Historia de 4º. Pag. 39 y 35. Editorial Bruño.

[3] es.wikipedia.org/wiki/fiesta nacional de españa.

[4] Laurence Bergreen. Magallanes. Pag. 6 y 7. Editorial Planeta, S.A.

[5] Espasa – Calpe. Enciclopedia Universal Ilustrada. tomo XIX. pag. 406 407. Editorial Espasa Calpe, S.A. Madrid 1929.

[6] Espasa-Calpe. Enciclopedia Universal Ilustrada. Tomo XIX. Pag. 497. Editorial Espasa Calpe, S.A. Madrid 1929.

[7] Bañas Llanos. La vuelta al mundo al sevicio de Carlos V. Editora Regional de Extremadura.

[8] http://dovane63blogspot.com

[9] Laurence Bergreen. Magallanes. Pag. 427 Y 428. Editorial Planeta, S.A.

[10] Bañas Llanos. La vuelta al mundo de un extremeño al servicio de Carlos V (1519-1533).  Pag. 133-143. Editora Regional de Extremadura 2002.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Dic 102022
 

 Dr. Juan Carlos Rodríguez Masa

juancarlosrm@unex.es

 

 

  1. Introducción

El grandioso viaje de la nao Victoria, una proeza que se fraguó entre 1519 y 1522, protagonizó una aventura que culminó, probablemente, con la mayor epopeya náutica de la Historia de la Humanidad: la prueba práctica de la esfericidad de la Tierra. La bodega venía repleta de la preciada carga, clavo de olor casi en su totalidad. Indudablemente, con la llegada a España de la nao Victoria, capitaneada por el vasco Juan Sebastián Elcano, se disiparon todas las dudas y temores: las exóticas especias de Oriente habían llegado a Castilla, y con ellas una sinfonía de olores, sabores y “sueños dorados”. Efectivamente, el 6 de septiembre de 1522, después de recorrer un total de 14.460 leguas (más de 80.000 kilómetros) en tres años menos catorce días, de los aproximadamente 243 hombres que partieron en las cinco naves que componían la “Armada de la Especiería”, solo dieciocho regresaron a la gaditana Sanlúcar de Barrameda. Entre ellos se encontraba el extremeño Fernando de Bustamante y Cáceres, que se convirtió en el primer profesional sanitario en dar la vuelta al mundo. Además, debió crear una sólida amistad con Elcano, ya que fue uno de los elegidos por éste para acompañarle ante el rey Carlos I.

La gesta de la Victoria llevó al gobernante Carlos I de España, deseoso de adquirir para su Corona las islas del clavo, a fletar una nueva armada al Maluco, al mando de la cual situó al comendador frey García Jofre de Loaísa, en la que figuró Elcano como segundo y piloto mayor. Después de tres años de preparativos y el avituallamiento necesario, el 24 de julio de 1525 la expedición levó anclas del puerto de La Coruña, sede de la nueva Casa de Contratación de la Especiería. La escuadra estaba compuesta por siete navíos y contaba con unos 450 hombres, entre los cuales se encontraban algunos veteranos de la primera circunnavegación, como el alcantareño Fernando de Bustamante, que se enroló como tesorero de una nave. El derrotero de la expedición terminó siendo una aventura sembrada de deserciones, calamidades y desastres, una accidentada singladura que acabó, entre otros, con la vida de Elcano en agosto de 1526, cuyo cuerpo descansó para siempre en el mismo Mar Pacífico en el que había alcanzado la gloria.

  1. Tras el aroma de las especias de Oriente: la Primera Vuelta al Mundo (1519-1522)

El origen de la presencia histórica española en los lugares oceánicos del Pacífico se debe relacionar con los grandes viajes y descubrimientos (para los europeos) de los siglos XV y XVI, cuando la Corona de Castilla, en la búsqueda de las codiciadas especias de Oriente, organizó diversas expediciones marítimas, que enrumbadas hacia el oeste por el Atlántico consiguieran arribar a los “centros comerciales” de Cipango, Catay y Mangi localizados en las maravillosas y riquísimas tierras del Gran Kan mongol, referidas por Marco Polo en 1298 en su Libro de las Maravillas, donde ya se mencionaba la pimienta y el jengibre de la India, así como el oro de la isla de Ciampagu[1].

Desde la antigüedad, las especias de Oriente que llegaban a Europa para sazonar, conservar los alimentos, aliviar el dolor y curar enfermedades (campo de la farmacopea) gozaron de una gran demanda. Las especias eran, junto a la sal y el humo, el único producto conservante, y en Europa no había especias. Las especias también sirvieron para invocar a los dioses y para expulsar a los demonios, para alejar la enfermedad y para protegernos de las pestes. Todo ello sin olvidar sus efectos afrodisíacos[2]. Este comercio entre Europa y Asia se hacía por medio de intermediarios que transportaban estos productos hasta el Mediterráneo oriental[3]. Su escasez y la dificultad para transportarlas motivaron su alto precio, superior en algunos casos a los metales preciosos. Por todo ello, las especias influyeron en el dominio del Mundo Antiguo, determinaron buena parte de los flujos comerciales de la Edad Media, e impulsaron el descubrimiento de nuevos mundos, por lo que han sido determinantes en buena parte de la Historia de la Humanidad. 

En pleno siglo XIV, los italianos de Génova y Venecia fueron, casi con exclusividad, quienes comercializaron con Oriente y trajeron a los mercados de Europa las codiciosas especias. Venecia acaparó el tráfico y se convirtió, hasta la primera mitad del XV, en la gran distribuidora, fue precisamente el deseo de escapar del monopolio veneciano lo que promovió lo primeros viajes portugueses por la costa africana. En esta época, el universo europeo se extendía de Marruecos al mar Negro y desde el Báltico al mar Mediterráneo[4].

Tras la caída de Constantinopla en manos de los turcos otomanos (1453), el comercio entre Europa y Asia declinó súbitamente. De esta manera, las dos grandes potencias europeas del momento, Portugal y Castilla, iniciaron proyectos para el establecimiento de rutas comerciales alternativas. Para solucionar esta dependencia de Oriente había dos opciones: circunvalar África para llegar a “Las Indias” por el océano Índico o navegar hacia Poniente cruzando el océano Atlántico. Pero el Tratado de Alcoçovas-Toledo de 1479-80, impedía a Castilla navegar por el Atlántico más allá de las islas Canarias, ya que reconocía a Portugal la posesión de Guinea, Madeira, Azores, Cabo Verde, “e cualesquiera otras islas…de las Canarias para abajo contra Guinea”.

Efectivamente, la búsqueda de las especias fue uno de los fundamentales motivos de la gran hazaña de Cristóbal Colón en 1492 y de su hallazgo accidental del Nuevo Mundo. Este descubrimiento planteó un conflicto entre los Reyes Católicos de España y Juan II de Portugal, por lo que el papa Alejandro VI suscribió las bulas Intercaetera I y II (1493). Para concretar más sus términos, Alejandro VI dictó otras dos bulas: Eximia Devotionis (1493) y Dudum Siquidem (1493) donde aclaraba que los castellanos podían extenderse hacia Occidente, no sólo sobre las islas y tierras que descubriesen, sino también sobre la propia India, igual que los portugueses[5]. El conflicto podría surgir en el punto de encuentro. Por ello, el 7 de junio y el 5 de septiembre de 1494, los reyes de España y Portugal firmaron los Tratados de Tordesillas (1494), uno referido al Atlántico y otro a la expansión africana[6]. Respecto al Atlántico, y para establecer el meridiano de demarcación, era necesario que: “se hiciese una línea o raya del polo ártico al polo antártico a trescientas y sesenta leguas de las islas de Cabo Verde, y que todas las tierras e islas de la dicha línea que estuviesen hacia el levante fuesen del Rey de Portugal y todo lo otro hacia el poniente fuese del Rey de Castilla e de sus sucesores”. Asimismo, debemos destacar que el Nuevo Mundo exigió la creación de un verdadero estado mayor, de una Casa. Por ello, el 20 de enero de 1503, los Reyes Católicos fundaron la Casa de la Contratación de Indias en Sevilla, dando comienzo al proceso de institucionalización de la administración de los nuevos territorios descubiertos[7].

A partir del regreso del célebre navegante y explorador portugués Vasco de Gama (ca. 1460/1469-1524) de su segundo viaje a Oriente en 1505, Lisboa se convirtió, mediante sus posesiones en la India, en el gran mercado de las especias europeo. Los portugueses conquistaron Malaca (Malasia) en 1511. A partir de ese momento, las especias procedentes de las Indias (pluralización de India) y de las regiones selváticas de la costa malabar serán transportadas a Europa por el Golfo Pérsico, o por el Mar Rojo. Efectivamente, los portugueses, ya establecidos en el continente indio, penetraron directamente en el gran centro recolector de especias, monopolizando el abastecimiento. En Castilla era sobradamente conocido el hecho de que los portugueses realizaban un beneficioso negocio comercializando con la canela, la pimienta y otras especias que se obtenían de la India y otras tierras orientales (Malaca, Sumatra y Java). No obstante, los Reyes de España sabían que existían, en la inmensidad de las aguas oceánicas, unas islas denominadas las Islas de las Especias, Islas Especieras o la Especiería (el archipiélago de Las Molucas, ubicado actualmente en Indonesia), que producían en sus entrañas la casi exclusiva de dos preciados y soñados cultivos: el clavo de olor y la nuez moscada.

Seguidamente, con el objetivo de encontrar una ruta comercial a La Especiería por occidente, la Corona española preparó una expedición por la ruta del Atlántico y bordeando América. El encargado de dirigirla fue un portugués, naturalizado español, Fernando de Magallanes (1480-1521), que había estado en la conquista de la India y sabía de las islas Molucas por las noticias que le había enviado desde Ternate (Molucas) otro portugués, Francisco Serrano, con quien había compartido fatigas y andanzas por Asia. Magallanes, sintiéndose resentido por no habérsele reconocido los servicios prestados a la Corona portuguesa y acompañado por el cosmógrafo Ruy Faleiro, decidió presentarse al joven Carlos I de España con la “teoría” de que, según el Tratado de Tordesillas, el Maluco se encontraba en la demarcación de la Corona de Castilla.

La Armada zarpó el 10 de agosto de 1519 del muelle de las Mulas (Sevilla). Para tal propósito, partieron entre 239 y 243 hombres[8] y una flota de cinco barcos (San Antonio, Trinidad, Concepción, Victoria y Santiago) bien armados y aprovisionados que Juan de Aranda, factor de la Casa de Contratación, las había comprado, de segunda, tercera o cuarta mano, en el puerto de Cádiz, por un total de 1.316.250 maravedís[9]. En una de las cinco naves, la Concepción, embarcó un joven extremeño de 25 años, Fernando de Bustamante y Cáceres[10] (1494-1533), vecino de Mérida[11] y natural de Alcántara (en algunas ocasiones aparece como Hernando de Bustamante)[12]. Fue el único extremeño de la expedición y viajó con el oficio de “barbero y cirujano”, oficio que le capacitaba para realizar operaciones de “cirugía menor”[13]. La escuadra descendió por el Guadalquivir hasta llegar a su desembocadura, en “Puerto Lucero” (Sanlúcar de Barrameda, Cádiz), puerto del océano Atlántico. Durante más de un mes, Magallanes y los capitanes de las naos concluyeron de avituallar la escuadra.

La Armada partió definitivamente de Sanlúcar de Barrameda el 20 de septiembre de 1519. Se avituallaron en Tenerife, pasaron frente a las islas de Cabo Verde y a las costas de Sierra Leona. Tras cruzar el Atlántico, llegaron a la costa brasileña donde fondearon en una bahía -que el piloto Albo situó en 23º, al sur del Ecuador- el día 13 de diciembre de 1519, día de Santa Lucía, por lo que la bautizaron con este nombre, donde permanecieron 14 días. Siguieron hacia el sur, pasando por el Río de la Plata (frontera entre Uruguay y Argentina). El duro otoño austral se acercaba. El 31 de marzo de 1520, llegaron al Puerto de San Julián (Argentina), en honor a San Julián el Hospitalario, bendición de los peregrinos. Allí permanecieron casi cinco meses, esperando que pasase el frío invernal. Al tocar tierra se encontraron con las enormes huellas de los indios tehuelches en la arena. Posiblemente, de ahí derivaría el nombre de “patagones” (del portugués, pata gau, es decir: pata grande) y, por extensión, el del territorio entero (Patagonia). Varios oficiales de la Armada y representantes del Rey no entendían la larga permanencia en semejantes latitudes, sin apenas víveres ni ropa adecuada, y, sobre todo, sin conocer las intenciones del Capitán General. Por ello, exigieron a su capitán que cesara en su avance al considerar fracasada la expedición e imposible en esas condiciones encontrar el paso al Mar del Sur[14]. En este grupo de opositores se encontraba Gaspar de Quesada, capitán de la Concepción, Luis de Mendoza, capitán de la Victoria y Juan de Cartagena, capitán de la San Antonio y veedor general de la flota. Dichos capitanes lideraron una revuelta y prepararon la artillería en orden de combate, ultimando un motín (Motín de San Julián). El complot fracasó y Magallanes condenó a muerte a los capitanes de la Concepción y de la Victoria, los cuales, fueron descabezados y descuartizados. También decretó prisión para el capitán de la San Antonio, a quién dejó abandonado en aquel lugar. Su condición de grande de España salvó a Cartagena de la ejecución.

Tras una estancia llena de incidentes en el Puerto de San Julián, la expedición continuó bordeando hacia el sur el recién descubierto “Nuevo Mundo”. El 24 de agosto de 1520, se hicieron a la vela en demanda del “paso” entre el Atlántico y el Mar del Sur, pero los vientos contrarios les obligaron a refugiarse en la desembocadura del rio Santa Cruz (Argentina), donde un temporal destruyó la nao Santiago, aunque la tripulación pudo salvarse. Allí permanecieron dos meses y de donde salieron el 18 de octubre. Tres días después llegaron frente a un cabo que bautizaron de las Once Mil Vírgenes por ser el día de Santa Úrsula y sus compañeras. Los capitanes discuten sobre si se trata de un paso marítimo o no. Magallanes decidió que la San Antonio, al mando de Álvaro de Mezquita, explorase un brazo de mar, momento en el que el piloto Esteban Gómez y el tesorero Jerónimo Guerra se amotinan y resuelven, junto a la tripulación, desertar y regresar a España.

La flota compuesta de tres naves continuó adelante y, el 1 de noviembre, Magallanes bautizó al estrecho con el nombre de Todos los Santos, festividad religiosa del día. Al navegarlo, contempló en la orilla sur grandes fogatas, dando lugar a otro topónimo que todavía perdura: “Tierra de Fuego”.  Las naves continuaron por el laberíntico Estrecho y, antes de llegar a una segunda angostura, Magallanes envió a unos comisionados, entre los que estaba el barbero extremeño Fernando de Bustamante[15], para que se adentrasen más y vislumbrasen el horizonte[16]. Al tercer día, volvió la pequeña embarcación auxiliar (chalupa) con la esperada noticia: ¡mar a la vista! Efectivamente, el alcantareño Fernando de Bustamante (junto a otros compañeros) fue uno de los primeros hombres en avistar el Mar del Sur[17]. Por fin, el 28 de noviembre, después de 36 días recorriendo el Estrecho, desembocaron las tres naves en el Mar del Sur. Así lo recogió el italiano Antonio Pigaffeta, cronista de la expedición: “…el miércoles 28 de noviembre de 1520 nos desencajonamos de aquel estrecho, sumiéndonos en el mar Pacífico…”[18].

La expedición magallánica, durante el largo derrotero de tres meses por el Pacífico, no halló ningún punto de tierra firme, por lo que la hambruna y el escorbuto azotaron a la tripulación[19]. Tras varios meses de navegación, la Armada avistó dos islas, una de ellas era, posiblemente, la isla de Guam (Marianas), donde anclaron el 6 de marzo de 1521. Estas islas fueron bautizadas inicialmente por Magallanes como Islas de las Velas Latinas, a causa de las velas triangulares que utilizaban sus pobladores, pero pasaron a llamarse Islas de los Ladrones por la sustracción de diversos objetos por parte de la población nativa: “…esa gente es pobre, pero es ingeniosa y ladrona por demás: que así llaman a estas tres “Islas de los Ladrones” …”[20]. Desde las Islas de los Ladrones, y tras siete días de navegación, la empresa arribó en el archipiélago filipino, que Magallanes bautizó como Archipiélago de San Lázaro[21], por ser el quinto domingo de cuaresma, y que posteriormente se rebautizaría como Filipinas, en honor a Felipe II. El 31 de marzo, en una de las islas del Archipiélago (Massana), el capellán bajó a tierra para celebrar misa. Algunos tripulantes y Magallanes, vestidos y armados con sus mejores galas, saltaron a tierra en formación militar acompañados de salvas. El 15 de abril de 1521, desde Massana se trasladaron a la isla de Cebú. Aquí comenzó la conversión en masa al cristianismo. Levantaron una gran cruz en medio de la plaza y bautizaron a los reyezuelos y a sus súbditos. Asimismo, les regalaron “una imagen pequeña de la Virgen con el niño Jesús” (Santo Niño de Cebú). El contacto con los nativos del archipiélago de San Lázaro se vio truncado en el islote de Mactán[22], donde el propio Magallanes murió combatiendo el 27 de abril de 1521. Allí quedaron los cuerpos de siete castellanos y del Capitán General, al que cortaron la cabeza y exhibieron sobre la punta de una lanza. El 1 de mayo de 1521, el reyezuelo de Cebú los invitó a una cena con la “intención” de entregar oro al rey de España, pero con la real intención de aniquilarlos. Veinte siete expedicionarios accedieron a la invitación (emboscada) y quedaron al destino de los cebuanos.

Tras los sucesos acaecidos en Cebú, los españoles huyeron en las tres naves y rehicieron la Armada. En Bohol, a dieciocho leguas de Cebú, resolvieron quemar la nao Concepción por falta de hombres que la tripulasen. El 8 de noviembre de 1521 los dos últimos barcos de la flota magallánica, la Victoria y la Trinidad, llevaron a los primeros españoles a las Islas de las Especias (Islas Molucas). La Trinidad navegaba mal y se quedó en el puerto de Tidore (Molucas) para ser reparada. La nave Victoria, capitaneada por el vasco Juan Sebastián Elcano, emprendió su regreso a España, con 47 europeos y 13 moluqueños, desde estas míticas islas por la ruta portuguesa, es decir, circunnavegando África. La dura travesía se hizo interminable, sin escalas. El calor asfixiante se alternó con el frío, las enfermedades y la muerte.

En septiembre de 1522 la nao Victoria, casi tres años después de su partida, hacía su entrada en el puerto de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz): “…el sábado, 6 de septiembre de 1522, entramos en la bahía de Sanlúcar; no éramos ya más que dieciocho, la mayor parte enfermos…”[23]. Efectivamente, sólo dieciocho hombres regresaron después de rodear el mundo, el extremeño Fernando de Bustamante estaba entre ellos. Desde aquí y en su camarote de la nao Victoria, el capitán Juan Sebastián escribió una misiva (aviso) al monarca, Carlos I de España, para informarle de manera precisa, escueta y directa de todo lo acontecido durante el viaje. En esta carta quedaron patentes las grandiosas riquezas que albergan las islas del Maluco, cuna de las especias, que descubrieron durante el derrotero[24]. Igualmente, el capitán enfatizó su voluntad de ver al Rey con muestras tangibles del éxito de la Armada: “…la paz y amistad de todos los reyes y señores de las dichas islas, firmadas por sus propias manos, traemos para V. M., pues desean servirle y obedecerle como a su rey y señor natural…”[25].

Finalmente, el 8 de septiembre de 1522, la maltrecha tripulación echó anclas en el puerto trianero de las Muelas (Sevilla), venían enfermos y extenuados. Los navegantes, con las camisas rotas y sin calzado, fueron con un cirio en la mano a dar gracias a Nuestra Señora de la Victoria[26], en el barrio de Triana, a quien se habían encomendado durante el viaje: “…en camisa y descalzos, y con sendas hachas en las manos, fueron a dar gracias a Dios a la Iglesia Mayor, porque Nuestro Señor los avia traydo en salvamento hasta aquel punto…”[27].

Al tiempo que se custodiaba la codiciada carga en Sevilla, llegó a Valladolid la misiva que el navegante vasco había dirigido al emperador Carlos V desde Sanlúcar. El Monarca respondió rápidamente al capitán con otra carta[28], fechada en Valladolid a 13 de septiembre de 1522, en la que ordenó a Juan Sebastián que fuera a verle a Valladolid con dos de sus compañeros, de mejor razón, para darle cuenta de su viaje e informarle personalmente del negocio de las especias[29]. Juan Sebastián eligió, de entre los diecisiete supervivientes de la expedición, a Francisco Albo (piloto griego) y a Fernando de Bustamante (barbero extremeño)[30], los cuales, emprendieron el camino hasta Valladolid, pero no iban solos, pues llevaron consigo a tres indígenas de las Islas Molucas. Durante la audiencia, los tres navegantes obsequiaron al Rey con exóticos productos, los cuales, debieron impresionar al Emperador, como especias (clavo de olor, pimienta, canela, nuez moscada), armas indígenas (espadas), así como cinco extrañas aves disecadas, llamadas manucodiatas por los habitantes del Maluco[31].

  1. La nueva armada al Maluco: avituallamiento y pertrechos

Indudablemente, con el retorno a España de la nao Victoria se disiparon todas las dudas y temores: las exóticas especias de Oriente habían llegado a Castilla. El clavo de las Islas Molucas se vendió en la feria de Medina de Rioseco (Valladolid) en dos tandas separadas por algunas semanas, y su venta alcanzó los siete millones ochocientos mil maravedís (unos diez millones de euros)[32]. La venta de la mercancía produjo unos resultados económicos que permitieron repartir compensaciones muy sustanciosas entre cuarenta beneficiarios, o sus herederos, que tomaron parte de aquel rescate de especias, por un valor acumulativo de 2.793.157 maravedís, incluyendo los 15.750 maravedís atribuidos a Juan Pegu, uno de los tres indígenas del Maluco llegados a España[33]. En marzo de 1523, la Casa de Contratación de la Especiería comenzó a hacer los pagos. Juan Sebastián cobró 114.707 maravedís (unos ciento cincuenta mil euros) de la liquidación del sueldo como maestre y capitán y 508.720 maravedís[34] (unos seiscientos sesenta mil euros) de quintaladas[35].

La gesta de Juan Sebastián llevó al gobernante Carlos I de España, ansioso de adquirir para su Corona las Islas de la Especiería antes que Portugal, a fletar una nueva armada al Maluco. El motivo de la nueva expedición era tanto estratégico como económico, ya que en las islas Molucas eran la cuna del clavo de olor y la nuez moscada[36], cuyos precios eran astronómicos en Europa, a causa del oligopolio de portugueses. Por este motivo, la Corona lusa no tardó en considerar la irrupción castellana en las Molucas como un quebrantamiento del Tratado de Tordesillas (1494). El nuevo monarca portugués, Juan III de Avis, no dudó en plantear ante el Emperador una firme reclamación[37], abriéndose con ello un amplio contencioso entre ambos reinos entorno a la pertenencia de las islas del clavo (las negociaciones de Badajoz-Elvas)[38].

Carlos V no cesó en el intento por alcanzar las Molucas y continuó con la construcción y apresto de la nueva expedición, la cual, se encontraba paralizada durante las negociaciones. El grueso de la Armada se estaba ultimando en Bermeo (Vizcaya) por el capitán Juan Nicolás de Artieta. Hasta allí fue enviado Juan Sebastián, tas las reuniones de La Raya, para hacerse cargo del grueso de la escuadra, que estaba compuesta por la nueva nao Santa María de la Victoria, de 300 toneles; la Sant Spiritus, de 200; la Anunciada, de 170 toneles y la San Gabriel, de 130 toneles. Simultáneamente, se estaban aprestando en Galicia otras dos carabelas ligeras, la Santa María del Parral y la San Lesmes, de 80 toneles. Mientras tanto, el tesorero de la Casa de Contratación, Bernardino Meléndez, anotaba los gastos de la Armada: carabelas, bizcocho (pan), vino, aceite, leña, calafates, horneros, toneleros, etc.[39] Tras detallar al Rey el estado y correcto avituallamiento de la flota vizcaína, Juan Sebastián recibió, el 25 de octubre de 1524, una Real Cédula del Consejo, aprobando su plan de llevar la flota a La Coruña[40]. A inicios de 1525, el capitán vasco partió con las cuatro naves desde Bermeo hasta Portugalete con noventa y ocho marineros. Elcano llevó como ayudante suyo a un joven vasco de diecisiete años, Andrés de Urdaneta, que con el tiempo llegaría a ser un extraordinario náutico y cosmógrafo. Además, le acompañaron en esta aventura a tres de sus hermanos Martín Pérez, Antón Martín y Ochoa Martínez. También, su cuñado Santiago de Guevara y su sobrino Esteban de Mutio. En Portugalete se aprovisionaron de algunos bastimentos necesarios para la expedición, como bizcocho (pan), aceite, sardinas, cuatro puercos y treinta carros de leña y se completó la tripulación hasta 275 hombres. El 21 de febrero las cuatro naves estaban listas y enfilaron proa hacia Galicia. Al poco de llevar la Armada a La Coruña, Juan Sebastián emprendió el viaje hasta la Corte de Valladolid para recibir las instrucciones reales[41].

La noticia que llegó de Castilla a finales de marzo de 1525, de que el Emperador estaba preparando una nueva Armada para regresar a la cuna de las especias, sembró la inquietud en el ánimo de Juan III de Portugal[42]. Ante ello, solicitó al Emperador la suspensión de su envío y reanudar las conversaciones para llegar a la resolución del contencioso de la propiedad y posesión de las islas del clavo[43]. Carlos V desoyó tales argumentos y aceleró los preparativos, añadiendo un séptimo navío a la Armada, el patache Santiago, de 50 toneles. La mayor parte de los siete buques iban bien armados y pertrechados en previsión de conflictos. Así mismo, todos los navíos se avituallaron con productos para comercializar con los indígenas como paños, lencería, buhonería y quincallería, muy apreciados por pueblos sin manufacturas muy desarrolladas[44]. Por todo ello, la expedición fue una de las más caras y más generosamente financiadas hasta la fecha, con 16.601.558 maravedíes. En la financiación participaron armadores capitalistas, es decir, personas que pusieron dinero al contado (6.058.688 maravedís), como los flamencos Juan Vanzeller, Pablo de Gamarra y Joan de Latamba, que contribuyeron con 91.560 maravedíes, cifra modesta comparada con los 4.024.000 (unos 750.000 euros) aportados por la banca alemana de Jácome Fugger y sobrinos y de Bartolomé Welser[45]. Igualmente, entre los españoles hubo un colmado número de escribanos y administrativos, al margen de los oficiales y marinos, que contribuyeron cada uno de ellos 70 ducados de oro. Algunos notables gallegos, como el conde Hernando de Andrade, capitán general de Galicia, o Vasco García, regidor de Betanzos, colocaron sus ahorros en el proyecto y lo apoyaron con 1428 ducados de oro. Los propios protagonistas de la empresa, Loaísa y Elcano, participaron con 130.800 maravedíes (348 ducados de oro, 24.000 euros). A ellos se unieron 35 armadores o accionistas financieros y, por supuesto, la Corona[46].

El 5 de abril de 1525, a punto de quedar ultimados todos los aspectos de la Armada, el Emperador otorgó a Frey García Jofre de Loaísa[47], comendador de la Orden de San Juan de Jerusalén, el título de Capitán General de la Armada y Gobernador de las islas de Maluco[48], siendo elegido por su nobleza y conocimientos náuticos. Del mismo modo, el titulo concedía a Loaísa la justicia civil y criminal de la Armada y de las Islas Molucas con un salario de 2.920 ducados anuales (1.094.500 maravedíes). Ese mismo día fue nombrado Juan Sebastián Elcano piloto mayor de la expedición y capitán de la nao Sancti Spíritus, obteniendo un sueldo por todo el viaje de 1000 ducados (500.000 euros)[49]. También fueron ordenados el resto de armadores oficiales de la flota: los capitanes Pedro de Vera (Anunciada), Rodrigo de Acuña (San Gabriel), Jorge Manrique (Santa María del Parral) y Francisco de Hoce (San Lesmes); los tesoreros Luis de Luzón (Victoria), Fernando de Bustamante (Sancti Spíritus), Francisco de la Peña (Anunciada) y Gonzalo de Salmerón (San Gabriel); y los contadores Íñigo Ortes de Perea (Victoria), Diego de Castilla (Sancti Spíritus), Alonso de Vitoria (Anunciada), Diego Ortiz de Orúe (San Gabriel), Simón Tarrago (Santa María del Parral) y Toribio de Salazar (San Lesmes). A continuación, se llevó a cabo la ceremonia de juramento por orden estrictamente jerárquico, a partir de ese momento se consideraba jurídicamente efectiva la entrega de poderes en las naos. En la escuadra se enrolaron unos 450 hombres[50], la mayor parte de ellos “bien armados y pertrechados”. Entre ellos se encontraban algunos veteranos de la primera circunnavegación, como el extremeño Fernando de Bustamante, así como el vigía que avistó el Nuevo Mundo, Rodrigo de Triana. En cuanto a sus procedencias, la mayor parte procedía de España (vascos, cántabros, gallegos, etc.,), pero también se alistaron alemanes, ingleses, flamencos, griegos, italianos, franceses e irlandeses. Antes de partir, cada uno de ellos prestó pleito homenaje a su inmediato superior y oyeron en voz alta, por medio del escribano, las órdenes del Rey. Entre las prolijas instrucciones que Carlos V dio a Loaísa para su misión figuró que: “…en ninguna manera se descubriese tierra ni se tocase en los límites del Rey de Portugal…”[51].

  1. La expedición de García Jofre de Loaísa: el último viaje de Elcano (1525-1526)

El 24 de julio de 1525, después de tres años de preparativos y el avituallamiento necesario, la expedición Loaísa levó anclas del puerto de La Coruña, dando comienzo así a una aventura que se prolongaría durante once años[52]. La escuadra navegó hacia el sur por el Atlántico, el 31 de julio de 1525 avistaron Madeira y el 1 de agosto arribaron en la Gomera, donde abastecieron las naves de agua, leña, carne fresca y otros bastimentos. En esta isla canaria llevaron a cabo una junta de capitanes, en la que el Capitán General, por exhortación de Elcano, ordenó que se dirigiesen sin demora al Estrecho de Magallanes, con la finalidad de llegar al Estrecho entre enero y febrero, pues allí sería verano[53]. El 14 de agosto, los siete navíos zarparon a la puesta de sol de la Gomera con rumbo al sur. A los cuatro días (18 de agosto), con mar gruesa, quebró el árbol mayor de la capitana, Santa María de la Victoria. Al día siguiente, Elcano envió a dos de sus mejores carpinteros a la nao averiada y mientras llevaban a cabo los arreglos, un aguacero provocó un movimiento inesperado en la Capitana, invistiendo al galeón Santa María del Parral. El golpe desbarató toda la popa e incluso reventó el palo de mesana (mástil trasero) de este último navío. Una vez reparadas las naves continuaron hacia el sur y dejaron atrás las islas de Cabo Verde.

El 6 de septiembre, todavía en aguas de la actual Sierra Leona (África), los expedicionarios avistaron a lo lejos una nao a la que dieron caza sin éxito, pues creyeron que era francesa, entonces en guerra con Castilla. Loaísa ordenó, mediante un disparo, el cese de la persecución ante el temor a la dispersión de la escuadra. No obstante, el capitán de la San Gabriel, Rodrigo de Acuña, y el capitán del patache Santiago, Santiago de Guevara, continuaron con la persecución. El Santiago, al ser más ligero, alcanzó y amainó a la nao perseguida, que resultó ser una nao portuguesa que venía de la isla de Santo Tomé[54]. La captura del barco provocó un enfrentamiento personal entre los capitanes Acuña y Guevara, asunto que será tratado más adelante por Loaísa.

Durante el siguiente mes entraron en una zona de calmas y vientos contrarios, los velámenes se quedaron caídos y cundió la desesperación. Finalmente, el 15 de octubre divisaron a diez leguas de distancia la deshabitada isla de San Mateo (hoy Annobón en el golfo de Guinea) y necesitaron cinco días para poder tomarla. Un portugués, que iba en la Armada, les informó que aquella isla había sido poblada por los portugueses, pero los esclavos negros habían matado a sus señores, por ello, encontraron muchos restos humanos y construcciones abandonadas[55]. En estas aguas vieron a los desconocidos (para ellos) peces voladores, que causaron un gran asombro entre la tripulación[56]. Del mismo modo, los expedicionarios aprovecharon para alimentarse de naranjas, palmitos, tórtolas, gallinas, incluyendo un pescado que enfermó a quienes lo probaron[57]. Ciertamente, todos los capitanes, comensales de una vistosa pieza de pescado (como una corvina), fueron intoxicados por la ciguatera[58] y comenzaron a sentir problemas gastrointestinales, a los que siguieron cuadros neurológicos y cardiovasculares[59]. Dicha enfermedad la trataron con triaca[60] y como desaparecieron buena parte de los síntomas, pensaron que estaban curados, lo que estaba lejos de ser verdad[61].

En la isla de San Mateo, el Capitán General aprovechó para hacer pesquisa sobre lo ocurrido entre los capitanes Rodrigo de Acuña y Santiago de Guevara, como consecuencia de los incidentes acaecidos durante el abordaje de la nao lusa. El primero fue arrestado (en la Capitana) a dos meses de destierro de su nao y reemplazado en el mando por Martín de Valencia. En cuanto a Guevara quedó suspendido de sueldo durante dos meses, pero no del mando. Al mismo tiempo Loaísa trató de subsanar otra causa más delicada, ya que venían en la Sancti Spiritus siete u ocho gentileshombres que habían intentado amotinarse contra Elcano. En ese momento, la Sancti Spiritus garró y se vieron obligados a hacerse a la vela, aquel incidente libró a aquellos hombres de un duro castigo[62].

Después de producirse algún pequeño incidente antes de la partida de la isla de San Mateo, como la separación por dos días de la nao Sancti Spiritus, el 4 de noviembre tomaron rumbo oeste las siete velas juntas. Tras atravesar el Atlántico aprovechando el empuje de los alisios avistaron la costa de Brasil el 5 de diciembre de 1525, pero como los vientos eran favorables decidieron continuar costeando hacia el sur. Durante el derrotero pasaron el 5 de diciembre frente a la isla de Cabo Frío, actual Río de Janeiro, y el 19 de diciembre observaron el cabo de Santa María. Después de varios días de navegación favorable por las costas americanas, el 28 de diciembre arreció una gran tormenta, con un viento fortísimo, que hizo desaparecer la Santa María de la Victoria y la San Gabriel[63]. El 30 de diciembre se reincorporó la segunda, pero no había rastro de la nao de Loaísa. Juan Sebastián Elcano, como segundo jefe de la Armada, tomó el mando y convenció a las demás naos, excepto a la San Gabriel, para buscar al General a sotavento[64]. Ello contradecía las órdenes dictadas por el propio Loaísa que señalaban que, en caso de separarse, el punto de reencuentro sería el río Santa Cruz.

Las cinco naves permanecieron durante tres días rastreando sin éxito en búsqueda de la Capitana, pero como no la encontraron decidieron arrumbar hacia el sur como había señalado Loaísa. Dejaron atrás el río de la Plata y alcanzaron la altura del río Santa Cruz el 12 de enero de 1526, punto de reunión fijado por Loaísa. Aprovechando la ensenada del rio Santa Cruz, Juan Sebastián habló con el resto de capitanes para fondear en el río y esperar a las dos naves que faltaban, pero la propuesta fue rechazada por la Junta de Oficiales, argumentando que se haría tarde para llegar al estrecho magallánico, con grave perjuicio de la Armada[65]. No obstante, concertaron dejar al patache Santiago para que entrara en el río Santa Cruz y dejara el mensaje en la forma acordada por el General, colocando en una isleta de río una gran cruz y debajo de ella una olla con una carta para que, en el caso de que las naos perdidas dieran con el lugar, encontraran la expedición, señalando que les esperaban haciendo aguada y leña en el Puerto de las Sardinas, dentro del estrecho de Magallanes[66].

A pesar de haber ya pasado por el estrecho de Magallanes, Elcano se equivocó en el lugar de acceso a él, pues el 14 de enero ordenó dar la vela en el estuario de un río (actual Río Gallegos), pensando que era la boca del Estrecho, error que propició el encallamiento de las naos. Al quedar varados, el capitán vasco envió a varios hombres con su esquife (bote pequeño) para reconocer el lugar y comprobar si era o no la entrada del Estrecho[67], entre los hombres que participaron en el reconocimiento estaba el piloto Martín Pérez (su hermano), el clérigo Areizaga, el artillero Roldán y el tesorero Bustamante. Al mismo tiempo, comenzó a subir la marea y puso de nuevo a flote las naos, e inmediatamente Elcano ordenó hacerse a la mar dejando en tierra a los hombres del esquife[68]. Ese mismo día fondearon al abrigo del cabo de las Once Mil Vírgenes.

Durante la media noche del 14 de enero se desató un fuerte temporal de viento y tormentas con olas que superaban la mitad de la altura del palo mayor. Esta situación provocó que la Sancti Spiritus, nao de Juan Sebastián, comenzara a garrear a pesar de haber lanzado las cuatro anclas. Elcano intentó, realizando un esfuerzo casi sobrehumano, rescatar a su tripulación. Para ello, mandó “largar los cables” y sacar el trinquete para que la fuerza del viento arrastrara la nao contra la costa. La nave quedó sobre las rocas y varios tripulantes, viendo la costa cercana, se lanzaron al mar, muriendo ahogados nueve hombres.  Al volver la calma aprovecharon para recuperar de la nao accidentada todo lo que fuese posible. Pero al día siguiente, la misma tormenta volvió a embravecer el mar, y esta vez la Sancti Spiritus se deshizo contra las rocas y se hundió[69]. Las otras tres naos (Anunciada, San Lesmes y Santa María del Parral), perdieron amarras y consiguieron sobrevivir arrojando al agua la artillería y otros pertrechos que tenían a mano.

Una vez finalizado el temporal, el capitán de la Anunciada, Pedro de Vera, envió el 17 de enero un betel para recoger a Juan Sebastián, conocedor de la travesía, para que éste guiara a las tres naos a entrar y cruzar el Estrecho. El resto de náufragos de la Sancti Spiritus se alarmaron al quedarse en tierra sin barco y sin capitán. Elcano les prometió que volvería a por ellos, para tranquilizarles no se llevó con él a ningún oficial, solamente a Urdaneta. Así mismo, dispuso que fueran cinco hombres a buscar a su hermano Martín Pérez y a los compañeros que se quedaron con el esquife en el río, les entregó una carta que anunciaba las desgracias ocurridas: por mis pecados la nao Sancti Spiritus se ha perdido[70]. Todos ellos llegarían días después por tierra sanos y salvos al lugar de la catástrofe de la Sancti Spiritus[71].

Elcano y Urdaneta se embarcaron en la Anunciada y consiguieron meter las tres naves en el Estrecho, pero antes de embocar la primera angostura un fuerte viento les arrancó los bateles (botes) de las naos y obligó a Elcano a sacar la Anunciada a alta mar. A los dos días volvieron de nuevo al Estrecho y avanzaron hasta la bahía de la Victoria, y allí hallaron a las dos naos, San Lesmes y Santa María del Parral, que creyeron perdidas. El 21 de enero convocó Elcano consejo de capitanes, los cuatro capitanes concretaron enviar por tierra a Andrés de Urdaneta, junto con otros cinco compañeros, al lugar donde quedaron los náufragos de la Sancti Spiritus, para informarles que tuviesen todo dispuesto (mercadurías, vinos, artillería, munición y jarcia) para cuando fuesen a rescatarles. El mismo día 21 por la tarde, divisaron en la costa diversos indígenas, movidos por la curiosidad enviaron el esquife de la Anunciada, que volvió a bordo con un patagón de tamaño desmesurado, cubierto con un pellejo de cebra (guanaco), calzado de abarcas del mismo pellejo, y con plumas blancas de avestruces en la cabeza. Cuando el gigante estaba cerca de la nave se quedó atónito y espantado de lo que vio, y fue necesario echarle un aparejo para subirlo a bordo. A continuación, le enseñaron diversos objetos, entre ellos un espejo que le causó gran asombro, también le dieron de comer y beber vino, hasta que anocheció y lo devolvieron a tierra[72].

El 22 de enero, según lo acordado en día anterior, Urdaneta con sus cinco compañeros desembarcaron en tierra para emprender el camino hasta la nao destrozada. La misión encomendada no era fácil, pues lo angosto del terreno, el frío intenso y los vientos continuos hacían de aquel lugar una de las más agrestes conocidas. Cuando saltaron a tierra, acudieron a ellos los patagones pidiéndoles por señas comida y bebida. Cedieron a las peticiones y les entregaron los alimentos que llevaban en sus mochilas[73]. Unos diez patagones les siguieron durante un día y medio, pero cuando vieron que las mochilas de los europeos quedaron completamente vacías, los abandonaron. Urdaneta y sus compañeros prosiguieron el duro viaje. Al tercer día la sed era tan intensa que se vieron obligados por la desesperación a beber la propia orina[74]. Prosiguieron la búsqueda de sus compañeros y lograron encontrar un charco de agua dulce, para combatir el hambre cazaron dos patos y un conejo, pero cuando hicieron fuego para asarlos una ráfaga de viento llevó una brasa hasta un frasco de pólvora que estalló quemando a Urdaneta[75]. Continuaron su camino por arroyos helados y acantilados escarpados. Finalmente, los comisionarios llegaron al lugar donde se encontraban los náufragos de la Sancti Spiritus el 24 de enero. Ese mismo día tuvieron una excelente noticia, pues divisaron las velas de la Capitana, San Gabriel y el patache Santiago[76]. Urdaneta y sus compañeros comenzaron a hacer señales para llamar la atención. Loaísa, sorprendido de ello, y tras ver los restos de la nao en la costa, mandó al patache que se acercara a tierra.

Efectivamente, después de casi un mes, llegó el general Loaísa, que no pudo disimular su enfado al conocer, por los náufragos, el incumplimiento de sus instrucciones durante el derrotero, así como todo lo ocurrido en su ausencia. El Capitán General no quiso perder tiempo y largó velas hacia el interior del Estrecho donde estaban el resto de navíos. Del mismo modo, ordenó embarcar a algunos náufragos de la Sancti Spiritus, pero la gran mayoría quedó en tierra protegiendo las mercancías salvadas del naufragio[77]. Por fin, el 25 de enero Loaísa llegó a la bahía de la Victoria, donde halló la nao Anunciada, y las carabelas Parral y San Lesmes. Reunida la expedición al abrigo del cabo de las Once Mil Vírgenes.  Loaísa, tras un “acalorado” encuentro con Elcano, pues suponemos que recibió una sonora reprimenda[78], mandó a Martín Martin de Valencia que pasase a la Anunciada y a Rodrigo de Acuña que volviese a su antiguo cargo de capitán de la San Gabriel. Igualmente, el Capitán General encargó a Elcano que con las carabelas Parral y San Lesmes y el patache Santiago volviese a recoger los náufragos, ropas, mercaderías, jarcias y todo cuanto se salvó de la Sancti Spiritus. Elcano zarpó el 26 de enero a cumplir su cometido y, cuanto llegó al lugar del naufragio, embarcó a toda la gente y objetos expresados. El 5 de febrero, una vez finalizada la carga, se desencadenó un furioso temporal de viento, que obligó al patache a meterse en un arroyo y a las dos carabelas a salir hacia alta mar. La Parral, donde iban Elcano y Urdaneta, fue arrojada hacia el Estrecho, mientras que la San Lesmes de Francisco de Hoces fue arrastrada a alta mar, rebasando la Tierra de Fuego y llegando a divisar la mar abierta, convirtiéndose en los primeros europeos en descubrir el paso del cabo de Hornos, en el extremo austral del continente[79].

Efectivamente, el patache Santiago permaneció refugiado en el interior de un arroyo durante el temporal. Desde este abrigo natural, el capitán del patache, Santiago de Guevara, mandó al clérigo Juan de Areizaga Guevara (primo del capitán), a Fernando de Bustamante y a dos compañeros más que fueran por tierra (con provisión para cuatro días y para cuarenta leguas) hasta la bahía donde debía estar Loaísa, durante el camino de ida tuvieron un encuentro cordial con los gigantes patagones[80]. A continuación, los cuatro españoles continuaron su camino y hallaron algunos restos de la Capitana, rápidamente comprendieron lo sucedido y regresaron al lugar donde estaba el patache. Al volver se encontraron nuevamente a los gigantes patagones, pero en esta ocasión el encuentro fue distinto, pues los patagones los despojaron de todo[81]. Durante este viaje perdieron un hombre, Juan Pérez de Higuerola, pero desconocemos si fue por haberse extraviado o porque le detuvieron los gigantes.

El 8 de febrero, la misma violenta tormenta que dispersó a los anteriores navíos, hizo garrar la Victoria que estaba dentro del Estrecho, la cual, a pesar de sus cinco anclas y otros tantos ajustes, fue despiadadamente golpeada por las olas contra la costa, obligando a Loaísa y a sus hombres a abandonar la nao. Todos desembarcaron de la Capitana, excepto el maestre y los marineros que consiguieron, en tan extremado lance, salvar la magnífica nao. Al día siguiente, los tripulantes lograron sacar a flote la embarcación para su reparación y decidieron regresar al río Santa Cruz para enmendar los daños del desbaratado navío. Allí, en el puerto de Santa Cruz, continuaban las carabelas Parral y San Lesmes cuando vieron el 10 de febrero salir del Estrecho a la desalentada Anunciada con rumbo al Cabo de Buena Esperanza incumpliendo las órdenes recibidas. La nao salió de la boca del Estrecho haciendo oídos sordos a las órdenes que se le daban y nunca más se supo de aquella nao y de su tripulación[82].

El 11 de febrero Loaísa ordenó al capitán de la San Gabriel, Rodrigo de Acuña, que fuese a buscar al patache Santiago, provocando un gran malestar en Acuña, pero ante la amenaza de Loaísa, accedió a ir y de paso recuperó su batel, que estaba en poder del patache. Las continuas “discordias y desavenencias” con Loaísa, sumado a la dureza del clima y el mal estado de la mar, llevaron a Acuña a desertar de la expedición y dar la vuelta a Galicia[83]. Con la deserción de la Anunciada y la San Gabriel, la expedición quedaba menguada y tocada de muerte, puesto que los navíos que quedaban habían sufrido muchos desperfectos y no estaban en las mejores condiciones de navegación. Consecuentemente, la Armada perdió en breve tiempo tres embarcaciones, de manera que la escuadra se vio reducida a cuatro navíos.

Finalmente, el patache Santiago recaló el 1 de marzo en el río Santa Cruz, donde estaban reparándose las naos Santa María de la Victoria, Parral y San Lesmes. La Capitana tuvo que ser intensamente aderezada, ya que tenía quebrado todo el codaste y tres brazas de quilla. De igual forma, fueron puestas en seco las otras dos naos y el patache para su reparación. Mientras tanto, los militares de la Armada se entretuvieron en pescar y cazar, no sin dificultades, leones marinos[84]. También, hallaron muchas piedras, calificadas de madres turquesas por los lapidarios de la expedición, el propio Urdaneta encontró un topacio, por el cual le ofrecían cuarenta ducados (unos veinte mil euros)[85].

El 24 de marzo (Uriarte dice que el 29), una vez aparejadas las naos, abandonaron el río Santa Cruz en dirección al Estrecho, con mar gruesa y viento huracanado, pero favorable. A bordo de la Capitana iba el General Loaísa con Juan Sebastián, Urdaneta y buena parte de la plana mayor. A la altura del río San Ildefonso, el temporal obligó al patache Santiago a separarse de la escuadra y a entrar en dicho río. En una isleta del río cazaron a palos muchos patos, que pusieron en salmuera, llenando ocho pipas (toneles). El 5 de abril, juntas ya todas las naves, entraron en el Cabo de las Vírgenes, y el 8 de abril embocaron nuevamente el temido Estrecho. El Santiago se adelantó forzado por el tiempo. Cuando pasaron por donde la vez anterior había garrado la Capitana, mandó Loaísa su batel para que recogiese algunas botas y cepos de lombarda que se habían quedado en tierra. También les encargó que capturasen a un patagón, pero no lo consiguieron, ya que cuando los expedicionarios europeos obligaron a un gigante a subir al batel el resto de patagones comenzaron a lanzar flechas y tuvieron que soltarlo[86]. Durante el paso del complicado Estrecho, un laberinto de entradas y salidas de unos 600 Kilómetros, la mala suerte se volvió a cegar con Laoisa, pues el 10 de abril empezó a arder la Capitana cuando estaban cociendo una caldera de brea, pero gracias a las buenas diligencias de varios tripulantes consiguieron salvar el navío[87]. No obstante, mientras unos se encargaron de apagar el fuego, otros se apoderaron del batel y estuvieron a punto de matarse por subir a bordo, por ello cuando se extinguió el incendio Loaísa recriminó a los que intentaron abandonar el barco en el batel.

El 12 de abril, la expedición arribó al Puerto de la Concepción, donde se detuvieron con malos tiempos. El lunes 16 de abril llegaron a la “punta delgada de la montaña” o tercera boca del Estrecho. En la siguiente jornada surgieron en la Playa de las Sardinas (que había recibido ese nombre en la primera expedición) y el 18 de abril alcanzaron en el Puerto de San Jorge, uno de los mejores de aquellos tormentosos mares[88]. Allí murió el factor Diego de Covarrubias, la primera víctima mortal entre los oficiales. Durante la noche del 18 de abril, los expedicionarios se llevaron un nuevo sobresalto cuando comenzaron a escuchar gritos que lanzaban los indígenas de Tierra de Fuego (posiblemente Yaganes) mientras se acercaban con tizones encendidos a bordo de dos canoas. Los navegantes pensaron que eran patagones que querían incendiar los navíos, pero el incidente no fue a mayores, pues tras un inmenso griterío los nativos regresaron a tierra.

El 25 de abril abandonaron el angla (cabo) de San Jorge y el 26 llegaron al llamado Buen Puerto. En este lugar hallaron abundancia de leña y una fruta colorada, semejante a la guinda. Así mismo, probaron de la corteza de un árbol que tenía el propio sabor de la canela[89]. El 2 de mayo salieron de Buen Puerto y experimentaron grandes temporales hasta que el 6 de mayo arribaron en el Puerto de San Juan de Ante Portam Latinam. El mal tiempo obligó a la expedición a permanecer en el lugar varios días, pues los fríos eran horribles en aquella estación, las noches duraban casi veinte horas y no paraba de nevar, a la vez que dentro de los barcos luchaban contra una plaga de piojos[90]. El 14 de mayo el tiempo fue mejorando por lo que abandonaron este puerto para hacerse a la mar. Al día siguiente se detuvieron en el Puerto de Mayo, de donde partieron el 25 de mayo. Al día siguiente la Armada llegó a Cabo Deseado y desembocó el Estrecho[91]. Efectivamente, el 26 de mayo, tras 48 días de durísima y azarosa travesía por el Estrecho, los expedicionarios embocaron “el Paso” en el Mar Pacífico. Ese mismo día comenzaron a surcar el Pacífico las naos Santa María de la Victoria, Santa María del Parral, San Lesmes y el patache Santiago. Transcurridos seis días de navegación, en dirección noroeste, la expedición fue sacudida nuevamente por un temporal. En efecto, el 31 de mayo comenzó un viento fresco que en la siguiente jornada se convirtió en una violenta tormenta, fue tal la furia que dispersó las naves y nunca más se volvieron a juntar, corriendo cada uno diferente suerte.

El patache Santiago, al mando de Santiago Guevara y sin comida para su tripulación, remontó al norte hacia Nueva España, arribando en el golfo de Tehuantepec el 25 de julio de 1526. La San Lesmes, nada sabemos de ella, probablemente intentó cruzar el Pacífico y se especuló que pudieron llegar a Nueva Zelanda. La Santa María del Parral consiguió atravesar el Pacífico y alcanzar las Célebes, entre la tripulación se produjo un motín, preparado por los marineros Romay y Sánchez, y asesinaron al capitán, Jorge Manrique de Nájera, a su hermano y al tesorero. Tras ello, la nao encalló en la isla Sanguin, cercana a la isla de Cebú (Filipinas) y los indígenas les atacaron, matando a unos y esclavizando al resto. En febrero de 1528, la expedición de Álvaro de Saavedra recogió a dicho marineros[92].

Por lo que se refiere a la capitana, la Santa María de la Victoria, quedó en absoluta soledad en 4 de junio. La maltrecha nave sufrió nuevamente otro fuerte temporal el 7 de junio, que terminó por abrir una brutal apertura junto a la quilla, por donde entraba mucha cantidad de agua y las bombas de achique no daban abasto a desalojarla[93]. Así mismo, la situación de los expedicionarios se hizo cada vez más crítica, puesto que habían pasado a la Capitana casi todos los tripulantes de la Sancti Spiritus y pronto se hizo sentir la escasez de alimentos, siendo necesario acortar las raciones entre la tripulación, que iba sucumbiendo poco a poco principalmente por el escorbuto. El 24 de junio murió el piloto Rodrigo de Bermejo y el 13 de julio murió también el contador Alonso de Tejada. Por este tiempo enfermó el General  Loaísa y varios oficiales más, ya que estaban afectados por la ausencia de productos frescos: “…en este tiempo se padecía mucha necesidad de cosas frescas, porque para purgar al General no se pudo hallar otra cosa sino un ratón de la nao…”[94].

Desde la nave capitana, Elcano dio orden de virar más hacia el norte, directo a la línea del Ecuador. Durante más de un mes navegaron sin que les ocurriese cosa particular, fuera del trabajo de las bombas para achicar agua, de la escasez de alimentos y del grave estado de la embarcación. Finalmente, cortaron la equinoccial el 26 de julio de 1526, que observaron la latitud de 20 minutos norte. Precisamente ese día, encontrándose ya muy enfermo otorgó testamento Juan Sebastián a bordo de la nao Santa María de la Victoria[95], documento de gran interés para conocer su personalidad[96]. El 30 de julio sucumbió Loaísa[97], desconocemos las últimas instrucciones del General para su funeral antes de ser echado al mar. Sus propiedades pasaron directamente a disposición del gran maestre y dejó algunas mandas para varios parientes y criados que lo acompañaron en la nao Santa María de la Victoria. Los mantenimientos los mandó repartir entre su sobrino, Álvaro de Loaísa, y Juan Sebastián. Inmediatamente después de morir el General, rompieron el sello que protegía la Real Provisión secreta del Emperador sobre la sucesión en el mando. El escribano leyó en voz alta las prolijas, y un tanto confusas instrucciones reales, por las cuales, el siguiente en el mando era Elcano[98].

Efectivamente, Juan Sebastián, aunque estaba enfermo, fue jurado por Capitán General. A continuación, sin perder tiempo, Elcano realizó los primeros nombramientos para sustituir a los oficiales fallecidos: Álvaro Loaísa, contador general; Martín Pérez de Elcano, piloto; y a Fernando de Bustamante, contador de la nao Santa María de la Victoria (la única que llegará a las Molucas). Juan Sebastián ostentó poco tiempo el cargo, pues repentinamente se agravó su enfermedad (presuntamente escorbuto)[99]. Su muerte ocurrió el 6 de agosto de 1526 como señaló Urdaneta[100], testigo presencial, aunque también se ha indicado el 4 de agosto como fecha de su fallecimiento[101], cuyo cuerpo descansó eternamente en el mismo Mar Pacífico en el que había alcanzado la gloria, desvaneciéndose para siempre sus “sueños dorados” de regresar a la cuna del clavo.

[1] “…començaré de la isla de Ciampagu que es situada en el mar alto fazia oriente, grande e apartada de tierra mill e quinientas millas (…). En esta isla se falla oro en gran cantidad e jamás se saca fuera de la isla porque allá aportan pocas naves e pocas mercaderías. Y el rey desta isla tiene un palacio muy grande e muy maravilloso, todo cubierto de oro fecho pasta de grosura de dos reales, e las ventanas e columnas deste palacio todos son de oro, allí ay piedras preciosas en grandísima cuantidad…”. La Sociedad de Bibliógrafos Españoles. Libro de las Cosas Maravillosas de Marco Polo. Gráficas Ultra, S.A. Madrid, 1947. Página 134.

[2] Bañas Llanos, María Belén. Las Islas de las Especias (Fuentes etnohistóricas sobre las Islas Malucas. S. XIV-XX). Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura. Cáceres, 2000. Página 17.

[3]“…Antiguamente, por vía de Mercadería, traían los Españoles la Especeria del Mar Bermejo: llevaban cosas de España. Y los Reies de Egipto tuvieron la contratación de las cosas aromáticas mucho tiempo comprándolas a los Alarabes, Persianos e Indianos, i otras Naciones de Asia, i las vendían á los de Europa. Prosiguieron los romanos aquel trato cuando ganaron a Egipto…”. Herrera y Tordesillas, Antonio de. Descripción de las Indias Occidentales. Historia general de los hechos de los castellanos en las islas i tierra firme del mar océano. Tomo II. Década IV. Libro V. Oficina Real de Nicolás Rodríguez Franco. Madrid, 1726. Página 95.

[4] Rodríguez Masa, Juan Carlos. “Tras el aroma de las especias: Juan Sebastián Elcano y la Primera Vuelta al Mundo” Cal y Arena. Nº 2. Sociedad Histórica Villa de Miajadas. Badajoz, 2020. Páginas 105-107.

[5] Bañas Llanos, María Belén. Las Islas de las Especias. Opus Cit. Página 20.

[6] Rodríguez Masa, Juan Carlos. “Las islas olvidadas: las Palaos españolas y su conflicto con Alemania (1885-1899)”. Futhark: revista de investigación y cultura. Nº. 10. Universidad de Sevilla. Sevilla, 2015. Páginas 97-122.

[7] Fernández López, Francisco. “La Casa de la Contratación de Indias: gestión, expedición y control documental

(siglos XVI-XVII)”. Relaciones: Estudios de historia y sociedad. Vol. 36. Nº. 144. México, 2015. Página 169.

[8] Nunca se supo con exactitud, puesto que una cosa es lo que la Casa de la Contratación registró en Sevilla, la encargada de los tripulantes que se subían a las naves, y otra son los polizones que a media noche se subieron a las embarcaciones.

[9] Bañas Llanos, María Belén. Las Islas de las Especias. Opus Cit. Página 20.

[10] (Alcántara [Cáceres], 1494 – Nave portuguesa, en la travesía de Malaca a Goa [India], 1533). Hijo de Juan de Bustamante y Leonor de Cáceres. Estaba casado con María Rodríguez, criada del Alcaide del Puerto de Contreras. Para consultar mayor información sobre Fernando de Bustamante, véase: Bañas Llanos, María Belén. “La vuelta al mundo de un extremeño al servicio de Carlos V (1519-1533)”. IX Congreso Internacional de Historia de América. Vol. 2. Editora Regional de Extremadura. Junta de Extremadura. Badajoz, 2002.

[11] Declararía ser vecino de Mérida el 18 de octubre de 1522 en Valladolid, después de regresar del viaje: “Declaración que el alcalde Leguizamo tomó al capitán, maestre y compañeros de la Nao Victoria”. Archivo General de Indias, lo encontramos transcrito en Martín Fernández Navarrete. Colección de Viajes y Descubrimientos. Biblioteca de Autores Españoles. Tomo II. Madrid, 1964. Páginas 585-587.

[12] Dirá ser natural de Alcántara en una declaración que realizó el 23 de mayo de 1524 ante la Junta de Badajoz: “Testimonio del interrogatorio, información y diligencias que se otorgaron en Badajoz apoderados del Rey de España a Portugal, sobre la posesión del Maluco”. Archivo General de Indias. Patronato 1-2-1 / 15-15. La trascripción del documento en Medina Zavala, José Toribio. Colección de Documentos Inéditos para la Historia de Chile. Santiago de Chile, 1888. Tomo II. Páginas 87-92.

[13] Iba con el oficio de “barbero y cirujano”, una especie de ATS de la época, que realizaba operaciones de cirugía menor. Eran considerados personas más o menos cultas “suelen comer en la mesa del capitán, maestre y piloto.

[14] Descubierto por el extremeño Vasco Núñez de Balboa el 25 septiembre de 1513. “…Y un martes, veynte é cinco de septiembre de aquel año de mill é quinientos y treçe, á las diez horas del día, yendo el capitan Vasco Núñez en la delantera de todos los que llevaba por un monte raso arriba, vido desde ençima de la cumbre dél la mar del Sur, antes que ninguno de los chripstianos compañeros que allí yban…”. Fernández de Oviedo y Valdés, Gonzalo. Historia general y natural de las Indias, Islas y Tierra-firme del mar Océano. Volumen III. Lib. XXIX. Cap. III. Imprenta de la Real Academia de la Historia. Madrid, 1853. Página 10.

[15] El 30 de octubre de 1523 dio “carta de pago” por las albricias que le habían sido ofrecidas por el difunto Magallanes cuando le llevó la noticia de la existencia del mar del Sur: “…cuatro mil y quinientos maravedís se pagaron a Bocacio y a Hernando de Bustamante, por Cédula de S.M., los cuales Hernando de Magallanes les mandó de albricias cuando saltaron en tierra y se descubrió el Estrecho…”. Medina Zavala, José Toribio. El descubrimiento del Océano Pacífico. Hernando de Magallanes y sus compañeros. Documentos. LXVIII. Imprenta Elzeviriana. Santiago de Chile, 1920. Página 228.

[16] “…Magallanes puso en práctica la operación que ya había intentado luego de penetrar el estrecho, de hacer equiparar una chalupa para que sus tripulantes ascendiesen a un monte…y viesen desde lo alto si ese brazo de mar que se notaba sin salida, (…) por las islas que interceptaban el horizonte, iban a parar en el otro mar…”. Medina, José Toribio. Colección de Documentos Inéditos para la Historia de Chile, desde el viaje de Magallanes hasta la batalla del Maipo, 1518-1818. Tomo III. Santiago de Chile, 1888. Página 392.

[17] “…Tres de los nombres de los tripulantes de esa chalupa nos son conocidos: Roldan de Argot, lombardero de la Victoria, Bocacio Alonso, marinero que había sido de la Santiago, y Hernando de Bustamante, barbero de la Concepción (…). No dan los cronistas los nombres de ninguno de los tripulantes de esa chalupa. El de Roldán de Argot está indicado si por Herrera en la Descripción de las Indias que precede al texto de su obra (…). Los de Alonso y Bustamante constan de la anotación del pago que se les hizo en Sevilla por las albricias que les fueron ofrecidas por Magallanes…”. Medina, José Toribio. El descubrimiento del Océano Pacífico. Vasco Núñez de Balboa, Fernando de Magallanes y sus compañeros. Imprenta Universitaria. Santiago de Chile, 1920. Páginas 15 -16.

[18] Pigafetta, Antonio. Primer viaje alrededor del mundo. Edición de Cabrero Leoncio. Historia 16. Madrid, 1985. Página. 75.

[19] “…estuvimos tres meses sin probar clase alguna de viandas frescas. Comíamos galleta: ni galleta ya, sino su polvo, con los gusanos a puñados, porque lo mejor habiánselo comido ellos; olía endiabladamente a orines de rata. Y bebíamos agua amarillenta, putrefacta y de muchos días, completando nuestra alimentación los cellos de cuero de buey, que en la cofa del palo mayor, protegían del roce de las jarcias; pieles más que endurecidas por el sol, la lluvia y el viento. Poniéndolas al remojo del mar cuatro o cinco días y después un poco sobre las brasas, se comían no mal; mejor que el serrín, que tampoco despreciábamos. Las ratas se vendían a medio ducado la pieza y más que hubieran aparecido. Pero por encima de todas las penalidades, ésta era la peor: que les crecían a algunos las encías sobre los dientes –así los superiores como los inferiores de la boca-, hasta que de ningún modo les era imposible comer: que morían de esta enfermedad…”. Ibídem. Páginas 75-76.

[20] Ibídem. Página 80.

[21] “… las islas parecen multiplicarse allí; así que también bautizamos el archipiélago: “San Lázaro”, por descubrirlo en su domingo.  Está en los 10 grados de latitud del Polo Ártico y a 161 de longitud desde el punto de partida […]. Próximos a aquella isla habitaban hombres de cuyas orejas penden tan descomunales aros que pueden meter los brazos en ellos. Esos pueblos son cafre, o sea gentiles; van desnudos sin más que un tejido de corteza de árbol que les cubre las vergüenzas y sólo sus principales usan lienzos de algodón recamado de seda, como turbante particular…”. Ibídem. Páginas 83-84.

[22]“…un indio le alcanzó con una lanza de caña en el rostro. El instantáneamente, mató al agresor con la suya, dejándosela recta en el cuerpo; metió mano, pero no consiguió desenvainar sino media tizona, por otro lanzazo que cerca del codo le dieran. Viendo lo cual, vinieron todos por él, y uno con gran terciado –que es como una cimitarra, pero mayor- medio le rebaño la pierna izquierda, derrumbándose él boca abajo. Llovieron sobre él, al punto, las lanzas de hierro y de caña, los terciarazos también, hasta que nuestro espejo, nuestra luz, nuestro reconforto y nuestro guía inimitable cayó muerto…”.  Ibídem. Páginas 110-111.

[23] Ibídem. Página 161.

[24] “…en este camino descubrimos muchas islas riquísimas, entre las cuales descubrimos a Bandam, donde se dan el jengibre y la nuez moscada, y Zabba, donde se cría la pimienta, y Timor, donde crece el sándalo, y en todas las sobredichas islas hay infinito jengibre. La muestra de todas estas producciones, recogidas en las islas mismas en que se dan, traemos para mostrar a V. M…”. Medina Zavala, José Toribio. El descubrimiento del Océano Pacífico. Hernando de Magallanes y sus compañeros. Documentos. Imprenta Elzeviriana. Santiago de Chile, 1920. Páginas 292 y 293.

[25] Ibídem. Página 293.

[26] “…Ante Santa María de la Victoria se plantó ese grupo de marineros un día de septiembre de 1522, en un convento hoy desaparecido de la orden mínima que estaba en Triana, en la actual calle Pagés del Corro, probablemente en el sector donde hoy se ubica el colegio José María del Campo, antiguo grupo escolar de la Reina Victoria…”. Jáuregui-Lobera I. “Navegación e historia de la ciencia: Aniversario de la Expedición de Magallanes-Elcano (1519-2019)”. JONNPR. Volumen 4. Número 5. Madrid, 2019. Página 568.

[27] Fernández de Oviedo y Valdés, Gonzalo. Historia general y natural de las Indias, islas y tierra-firme del mar océano. Libro XX. Capítulo III. Imprenta de la Real Academia de la Historia. Madrid, 1852. Página 31.

[28] “…acatando lo que Juan sebastian del cano, capitan de la nao vitoria, una de las çinco naos del armada / que enbiamos al descubrimiento de la espeçiería, de que fue por capitan general hernando de magallanes, ya defunto, nos ha servido en el dicho descubrimiento de la / dicha especiería, e los muchos y grandes trabajos que en el ha pasado y en traer la dicha nao vitoria con subuena industria y trabajo cargada / de espeçiería, e por ser el primero que descubrió e traxo la dicha espeçiería a estos nuestros reynos …”. Fernández de Navarrete, Martín; Salvà, Miguel; Sáinz de Baranda, Pedro. Colección de documentos inéditos para la historia de España. Tomo I. Imprenta de la Viuda de Calero. Madrid, 1842. Páginas 248 y 249.

[29] “…Capitán Juan Sebastián del Cano: vi vuestra letra que me escribisteis de Sanlúcar. He holgado mucho por haberos traído nuestro Señor sanos y salvos (…). Os mando que luego que esta carta veais, toméis dos personas de las que han venido con vos, las más cuerdas y de mejor razón, os partáis y vengáis con ello…”. Medina Zavala, José Toribio.  Opus Cit. Página 298.

[30] Bañas Llanos, María Belén. “La vuelta al mundo de un extremeño al servicio de Carlos V (1519-1533)”. IX Congreso Internacional de Historia de América. Vol. 2. Editora Regional de Extremadura. Junta de Extremadura. Badajoz, 2002. Páginas 133-142.

[31] “…hablando con los Reyes molucenses sobre aquellas aves manucodiatas les dijesen que se criaban en el paraíso terrenal, y que de allá venían…”. Menéndez Pidal, Ramón. Exploradores y Conquistadores de Indias. Relatos geográficos. Selección, notas y mapas por Juan Dantin Cereceda. Dibujos de F. Marco. Instituto Escuela. Madrid, 1934. Página 328.

[32] Díaz Alonso, J. Juan Sebastián Elcano. Tras la huella. Itsasmuseum Bilbao y Aquarium Donostia-San Sebastián. Vizcaya, 2019. Página 190.

[33] Sardone, Sergio. “El “Maluco”. La financiación de las expediciones 1518-1529”. Congreso Internacional de Historia «Primus circumdedisti me». V Centenario de la primera vuelta al mundo. Ministerio de Defensa. Valladolid, 2018. Página 233.

[34] “…en total le correspondieron de sueldo ciento veinte dos mil maravedís (unos ciento sesenta mil euros). Cuando llegó el momento de repartir las quintaladas (…), se le apuntaron treinta y dos quintales, que le reportaron quinientos ocho mil maravedís (unos seiscientos sesenta mil euros) …”. Díaz Alonso, J. Opus Cit. Página 191.

[35] Zulaica, Daniel. Elcano, los vascos y la primera vuelta al mundo. Mundubira 500 Elkano Fundazioa. Getaria (Guipúzcoa), 2019. Página 22.

[36] “…Las principales islas que tenían la especería del clavo, eran Terrenate, Tidori, Motil, Maquiam y Vachan…”. Fernández de Navarrete, Martín. Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV: con varios documentos inéditos concernientes á la historia de la Marina Castellana y de los Establecimientos Españoles de Indias. Tomo V. Expediciones al Maluco. Imprenta Nacional. Madrid, 1837. Página 66.

[37] Barrero García, Ana María. “Problemas entorno a la aplicación de la línea de demarcación: la cuestión de las Molucas”. Anuario Mexicano de Historia del Derecho. Número 5. Universidad Nacional Autónoma de México. México, 1993. Página 71.

[38] En 1524 tenían lugar las negociaciones de Badajoz-Elvas por la posesión y pertenencia del Maluco. M. Cuesta Domingo. La cuestión de las islas Molucas. Geografía, descubrimientos y negociaciones castellano-portuguesas. Universidad Complutense. Madrid, 1973.

[39] “…q se le haze cargo al dho bernaldino melendes de tres quentos e /ochoçientos e treyntra e çinco mill e seteçientos e treynta e tres mrs…”. “Cargo y data de las cantidades que Bernardino Meléndez, tesorero de la Contratación de la Especiería, recibió para los gastos de la armada de Loaísa, desde 3 de marzo de 1523 hasta fin de 1525. Coruña, 1523-1525”. En: Colección general de documentos relativos a las Islas Filipinas existentes en el Archivo de Indias de Sevilla. Tomo IV (1522-1524). Compañía General de Tabacos de Filipinas. Barcelona, 1921. Páginas 160-221. También en “Cuentas de la armada al mando del comendador Loaísa”. AGI. Contaduria,427.

[40] “en este consejo se vio la carta que escreuistes a / su magesta d y la rrelaçion que enbiastes del estado en que están esas naos y las cosas dellas / y del armada, y el tiempo en que os parece que las podreys sacar para llevar a la coruña…”. De Aguinagalde Olaizola, Francisco de Borja. “El Archivo personal de Juan Sebastián de Elcano (1487-1526), marino de Getaria”. In medio orbe. Volumen II: personajes y avatares de la I vuelta al mundo. Junta de Andalucía. Sevilla, 2017. Página 153.

[41] Díaz Alonso, J. Opus Cit. Página 209.

[42] “Instruções enviadas pelo rei de Portugal ao seu embaixador António de Azevedo Coutinho a respeito do negócio principal de Maluco”. Évora 24 de marzo de 1525. Portugal, Torre do Tombo, Reforma das Gavetas, liv. 38, f. 326 v. a 328 v.

[43] Barrero García, Ana María. “Problemas entorno a la aplicación de la línea de demarcación: la cuestión de las Molucas”. Anuario Mexicano de Historia del Derecho. Número 5. Universidad Nacional Autónoma de México. México, 1993. Página 83.

[44] Rodríguez González, Agustín Ramón. “La expedición de Loaysa: una guerra en las antípodas”. Cuadernos Monográficos. Número 58. Instituto de Historia y Cultura Naval. Ministerio de Defensa. Madrid, 2009. Página 109.

[45] Sardone, Sergio. “El “Maluco”. La financiación de las expediciones 1518-1529”. Congreso Internacional de Historia «Primus circumdedisti me». V Centenario de la primera vuelta al mundo. Ministerio de Defensa. Valladolid, 2018. Página 243.

[46] Stampa Piñeiro, Leopoldo. “Los galeones de las especias. España y las Molucas”. Clío. Crónicas de la Historia. Editorial Edaf.  Madrid, 2020.

[47] Ortuño Sánchez-Pedreño, José María. “Estudio histórico-jurídico de la expedición de García Jofre de Loaísa a las Islas Molucas. La venta de los derechos sobre dichas islas a Portugal por Carlos I de España”. Anales de Derecho. Número 21. Universidad de Murcia. Murcia, 2003. Página 218.

[48] “…por ende acatando la persona y experiencia de vos Frey García de  Loaísa, Comendador de la orden de S. Juan, que sois tal persona que guardéis nuestro servicio, é que bien y fielmente entenderéis en lo que por Nos os fuere mandado y encomendado; es nuestra merced y voluntad de vos nombrar, y por la presente vos nombramos por nuestro Capitan general de la dicha armada (…) e vos habeis de quedar en dichas islas para tener la gobernación de ellas, y asimismo vos nombramos por nuestro Gobernador y Capitan general de las dichas islas de Maluco…” . Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 209.

[49] Díaz Alonso, J. Opus Cit. Página 214.

[50] “…en estas siete velas fueron quatroçientos y çinqüenta hombres…”. Fernández de Oviedo, Gonzalo. Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano. Tomo I. Segunda Parte. Libro XX. Capítulo V. Imprenta de la Real Academia de la Historia. Madrid, 1852. Página 35.

[51] Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 5.

[52] “…en nombre de Dios y de nuestra Señora la Virgen María. Lunes e veinte é cuatro días del mes de Julio de mil y quinientos y veinte e cinco años, víspera del Señor Santiago; antes del día partimos de la Coruña en nuestra derrota, la vuelta del cabo de Finisterra, y este dia se tomó el Sol…”. Ibídem. Página 242.

[53] “…la armada se dirigiese por el estrecho de Magallanes; que si se separaba alguna nao se fuese á la bahía de Todos los Santos y esperase en ella veinte dias; que si en ese tiempo no llegasen allí las otras naos pusiese en una isla que había en dicha bahía una cruz y á su pie una olla enterrada con una carta que dijese lo que había hecho, y siguiese su viage; y que otro tanto hiciese en el rio de Santa Cruz…”. Ibídem. Página 6.

[54] “…llegada la nao á la capitana el capitán general obsequió mucho á los portugueses, escribió cartas para España, que las envió con ellos, y dicha nao partió á continuar su viage…”. Ibídem. Página 7.

[55] “…hallaron muchos huessos y calavernas de hombres, y deçia un portugués que yba en esta armada que aquella isla avia seydo poblada por potugueses, y que los esclavos negros que tenían, avian muerto a sus señores…”. Fernández de Oviedo, Gonzalo. Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano. Tomo I. Segunda Parte. Libro XX. Capítulo V. Imprenta de la Real Academia de la Historia. Madrid, 1852. Página 36.

[56] “…había mucha pesquería, é cada día víamos una cosa ó pesquería la más fermosa de ver que jamás se vio; y es que hay unos peces mayores que sardinas, los cuales se llaman voladores, por respecto que vuelan como aves en aire…”. De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Urdaneta y la conquista de Filipinas: estudio histórico. Imprenta de la Provincia. San Sebastián, 1907. Página 321.

[57] “…en esta isla, é matábamos muchos pájaros bobos con palos, y había mucha pesquería donde comieron el capitan general é otros capitanes é personas de un pescado grande y hermoso, é los mas de los que comieron estuvieron muy malos de cámaras, que pensamos que no escaparan…”. Medina Zavala, José Toribio. Opus Cit. Página 386.

[58] La intoxicación por Ciguatera es producto de la ingestión de pescado contaminado con la toxina producida por el dinoflagelado Gambierdiscus Toxicus manifestándose con cuadros gastrointestinales, neurológicos y cardiovasculares.

[59]“…en esta isla se pescó un pescado en la nao capitana muy hermoso, que llaman picuda; y el Capitán General convidó a algunos de los capitanes y oficiales del Rey, y todos los que comieron de la picuda cayeron malos de cámaras, sin iban sin sentir; que pensamos que murieran…”. De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Página 343.

[60] Confección farmacéutica usada de antiguo y compuesta de muchos ingredientes y principalmente de opio. Se ha empleado para las mordeduras de animales venenosos.

[61] Díaz Alonso, J. Opus Cit. Página 231.

[62] De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Página 36.

[63] “…jueves, á veintiocho de Diciembre, á la tarde, yendo en nuestra derrota por el Estrecho, á luengo de la costa nos cargó mucho tiempo contrario, é no pudiendo sufrir velas, corrimos solamente con los papahigos de los trinquetes, hasta otro día, que hallamos de menos á la nao capitana, porque nos habíamos desderrotado della…”. Ibídem. Página 322.

[64] “…viendo el capitán Juan Sebastian de Elcano que no parecía el general, dijo á Martin de Valencia (capitán interino de la S. Gabriel) que á sotavento lo habian de hallar, y que fuesen á buscarlo, á lo cual se a venia Martin de Valencia ; pero el piloto de aquella nao, Juan de Pelóla, contestó que no quería mudar la derrota sino seguir el viage como el general lo había mandado…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 12.

[65] “…á los doce días de Enero llegamos en el abocamiento del río de Santa Cruz, donde se juntaron en la nao Santispírítus todos los capitanes é oficiales, é acordaron que sería mejor, que las naos fuesen derechas al Estrecho sin entrar en Santa Cruz…”. De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Página 322.

[66] “…a los nueve de enero, viendo que no paresçia la capitana y la de Sanct Grabiel acordaron los capitanes de las restantes que Sanctiago de Guevara fuese con el galeón (ó patax) al puerto de Sancta Cruz (…). Y que pussiesse allí señales conforme á la instruçion que tenían del capitan general, y que las naos se fuessen al Estrecho…”. Fernández de Oviedo, Gonzalo. Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano. Tomo I. Segunda Parte. Libro XX. Capítulo V. Imprenta de la Real Academia de la Historia. Madrid, 1852. Página 37.

[67] “…envió luego su esquife con el piloto Martin Perez de Elcano, el tesorero Bustamante, el clérigo Juan de Areizaga, el artillero Roldan, que había sido uno de los compañeros de Magallanes, y otros cuatro hombres á reconocer si era el estrecho, con orden de que si lo fuese hiciesen tres fuegos y de lo contrario no, Bustamante y Roldan decían que era el estrecho y que se hiciesen los fuegos á las naos; el clérigo y el piloto quisieron certificarse mas; pasaron adelante, saltaron en tierra y dijeron que no era el estrecho…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 13.

[68] “…se quedaron en tierra el piloto y el thesorero, y el clérigo y el lombardero, con los demas en el rio…”. Fernández de Oviedo, Gonzalo. Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano. Tomo I. Segunda Parte. Libro XX. Capítulo V. Imprenta de la Real Academia de la Historia. Madrid, 1852. Página 37.

[69] “…e tanto recrescio el viento, que dimos con la nao de Juan Sebastián del Cano, donde yo iba, al través en la costa, é al salir a tierra ahogarónsenos nueve hombres, é los otros salimos medio ahogados, á dios Misericordia. El otro dia siguiente hubo tan gran tormenta, que quebró toda la nao, y echo a la mar muchas pipas de vino, e mercadurias que había en la nao por la playa, y el pan se perdió todo…”. Medina Zavala, José Toribio. Opus Cit. Página 388.

[70] De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Página 40.

[71] “…se fueron por tierra y anduvieron veynte leguas de muy áspero camino y tierra, y aunque no de montañas, era muy espessos y çerrados boscajes y árboles…”. Fernández de Oviedo, Gonzalo. Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano. Tomo I. Segunda Parte. Libro XX. Capítulo V. Imprenta de la Real Academia de la Historia. Madrid, 1852. Página 38.

[72] “…e como nos llegamos adonde estaban las carabelas, enviaron  el esquife de la nao de Pedro de Vera en tierra, e ido allá, trayeron un patagón a la nao en el esquife, alcual le dieron de comer y beber vino e le dieron otras cositas con que holgó mucho, en demás con unespejo, que, como vio su figura dentro, el estaba tan espantado que era cosa de ver las cosas que hacía. También le amostrar on oro y plata, más no hiz o miramiento ninguno. El era grande de cuerpo e feoe traía vestido un pellejo de cebra y en la cabeza un plumaje hecho de plumas de avestruces, y su arcoy unas abar cas en los pies. E como vio que se hacía noche, aseñaló que le llevasen a tierra…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 16.

[73] “… é fuimos á ver las estancias que tenían, y eran hechas de pelejas de cebra, á manera de chozas, é allí tenían sus mugeres é hijos; é cuando quieren ir a otra parte, cojen sus pelejas, y echan a las mugeres a cuestas, y ellos con sus arcos y flechas se van…”. Medina Zavala, José Toribio. Opus Cit. Página 389.

[74]  “…Los comisionados tardaron cuatro dias en llegar adonde estaba la nao perdida, y ai tercero creyeron perecer de sed, teniendo que beber sus orines hasta que hallaron agua…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 16.

[75] “…Comenzamos á hacer fuego para asar dos patos que matamos aquella tarde é un conejo, y quiso mi dicha que tomando el fuego un frasco de pólvora, me quemé todo, que me hizo olvidar todos los  trabajos é peligros pasados…”. De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Página 327.

[76]“… El mismo dia que llegué donde estaba la gente de la nao perdida, entraron por el cabo de las Once mil Virgines la nao Capitana é S. Grabiel y el pataje: Dios sabe cuanto placer rescibímos porque las teníamos por perdidas , ecepto el pataje. Asi como el capitán general vio la nao perdida en la costa, invió el pataje á saber que cosa era, é como supo que aquella nao se había perdido…”. Medina Zavala, José Toribio. Opus Cit. Página 404.

[77] “…Vieron los de estas naos mucha gente en tierra que hacia señas, y el general envió el Pataje á saber que cosa era. Condujo al tesorero de la nao Santi Spiritus Hernando de Bustamánte, al clérigo Juan de Areyzaga y al tesorero de la nao Parral, Juan de Benavides; é informado de haberse perdido la nao Santi Spiritus cerca de la punta de las Vírgenes, de haberse ahogado nueve hombres, de que la Anunciada y las caraveías Parral y S. Lesmes habían perdido los bateles, y de que el capitán Juan Sebastian de Elcano había ido á meter esas naos en el estrecho, no quiso detenerse mas allí…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 24.

[78] Díaz Alonso, J. Opus Cit. Página 241.

[79]“…hacia el S. hasta 55º de latitud, dijeron los dé este buque, que les parecía que era allí acabamiento dé tierra…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 28.

[80]“…muchos ranchos y chozas de los patagones, que son hombres de treçe palmos de alto y sus mugeres son de la misma altura (…). Decía este padre don Johan que él ni algunos de los chripstianos (que allí se hallaron) no llegaban con sus cabeças a sus miembros vergonçosos en el altor con una mano (…). Luego los chripstianos les dieron cascaveles y agujas (…). Los arcos eran cortos, reçios y anchos, de madera muy fuerte, y las flechas como las que usan los turcos, con cada tres plumas…”. Fernández de Oviedo, Gonzalo. Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano. Tomo I. Segunda Parte. Libro XX. Capítulo V. Imprenta de la Real Academia de la Historia. Madrid, 1852. Página 40.

[81] “…que aquellos gigantes hiçieran lo que después hiçeron sino fuera por un perro que llevaban consigo, de quien aquella gente temía mucho; porque el perro se mostraba tan feroz y bravo contra ellos (…) aquel gigante mançebo reprendía a los otros, y tomo al clerigo don Johan por la mano y lo alço en pie (…) E puesto en pie llamó a los otros dos españoles e hiçoles señal con la mano que se fuessen (…) E assi se partieron en carnes desnudos estos tres compañeros…”. Fernández de Oviedo, Gonzalo. Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano. Tomo I. Segunda Parte. Libro XX. Capítulo VI. Imprenta de la Real Academia de la Historia. Madrid, 1852. Página 43.

[82] “…vimos salir la nao de Pedro de Vera, é por mas que le capeamos, no quiso llegar á nosotros, antes se salió fuera del Estrecho, al cual nunca más vimos…”. Medina Zavala, José Toribio. Opus Cit. Página 390.

[83] “…la nao S. Gabriel que iba á la vela en busca de su batel y del pataje: su capitán notició á Santiago de Guevara el puerto en que estaban las naos, y le dijo, que permitiéndolo el tiempo fuese adonde hicieron el alijo, tomase los cepos y cureñas de artillería, y se fuese á unir con el general al puerto de Santa Cruz (…) el dia 1° de Marzo, dando noticia de que la nao S. Gabriel habia tomado su batel, pero que no sabían de ella…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Páginas 29-30.

[84] “…en este río (…) quedan en seco unos leones marinos muy disformes y grandes, de más de á dos quintales: e mataron allí a seis dellos, e tenían sabor a vaca…”. Fernández de Oviedo, Gonzalo. Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano. Tomo I. Segunda Parte. Libro XX. Capítulo VIII. Imprenta de la Real Academia de la Historia. Madrid, 1852. Páginas 45 y 46.

[85] Díaz Alonso, J. Opus Cit. Página 246.

[86] De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Página 49.

[87] “…tomó fuego en la nao capitana una caldera de brea, é comenzó a encenderse la nao, que por poco nos quedamos con ella; mas con la ayuda de Dios, con la buena diligencia que se puso, matamos el fuego…”. Medina Zavala, José Toribio. Opus Cit. Página 391.

[88] “…vieron muchos fuegos en las dos costas del estrecho tierra adentro y conocieron que ambas estaban pobladas de patagones: hallaron muchas pesquerías, ballenas, toninas, marrajos, merluzas, mucha cantidad de sardina y anchoa, otras diversas clases de peces, y gran copía de ostras y de mejillones grandes llenos de aljófar…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Páginas 42-43.

[89] “…é hay muchas sierras muy grandes y todas estaban nevadas; había mucho arboleado, y entre ellos, hay una manera de árboles que la hoja es como el laurel, que su corteza tiene el mismo sabor de la canela…”. Medina Zavala, José Toribio. Opus Cit. Página 392.

[90] “…a las noches eran tantos los piojos que se criaban, que no había quien se pudiese tener. Por cierto, un gallego murió que todos tuvimos por averiguado que los piojos le ahogaron, que no le pudimos escapar de ellos…”. De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Página 333.

[91] “…El 26 de Mayo por la mañana estaban las naos con el cabo Deseado: en este dobla la costa al S.; tiene un islote redondo, agudo, muy alto, y encima del cabo hay una montaña que también es redonda, aguda y mucho mas alta que el islote; en la costa que dobla al S. hay dos islas pequeñas cerca del cabo…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 42.

[92] Rodríguez González, Agustín Ramón. Opus Cit. Página 113.

[93] “…se abrió por muchas partes, hacia tanta agua que con dos bombas apenas se podía achicar, y cada dia pensaban anegarse…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 44.

[94] Díaz Alonso, J. Opus Cit. Página 251.

[95] “…yo el capitan Juan Sebastian del Cano vecino de la villa de Guetaria, estando enfermo de mi persona, é sano de mi entendimiento e juicio natural (…), ordeno é fago testamento é postrimera voluntad en la forma siguiente…”. Fernández de Navarrete, Martín. Colección de documentos inéditos para la Historia de España. Tomo I. Imprenta de la Viuda de Calero. Madrid, 1842. Página 253.

[96] Rodríguez Masa, Juan Carlos. “A un grado de la línea equinoccial: análisis antropológico de las últimas voluntades de Juan Sebastián Elcano y sus preferencias por la moda de la época”. Los caminos de América. Coord. por Patricia Calvo González, Eudald Cortina Orero, Valeria González Lage. Universidade de Santiago de Compostela. Santiago de Compostela, 2022. Páginas 97-106.

[97] “…A 30 dias del mes de Julio, murió el Capitan general, Fray Garcia Laaysa…”. Medina Zavala, José Toribio. Opus Cit. Página 392.

[98] “…muriendo ó quedando el dicho comendador  Loaísa en la dicha tierra mandamos que venga por capitán general de la dicha armada Juan Sebastian del Cano, capitán de la segunda nao de la dicha armada…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 219.

[99] También existe la versión que afirma que Elcano murió intoxicado al consumir un gran pez, probablemente barracuda. Según esta hipótesis, murió de ciguatera.

[100] “…lunes á 6 días de agosto falleció el magnifico señor Juan Sebastián de Elcano, el Capitán general y Gobernador…”. De Uncilla Arroitajáuregui, Fermín. Opus Cit. Página 343.

[101] Algunas fuentes fijan la fecha de su muerte el 4 de agosto: “…A 4 días de Agosto del dicho año de 26, murieron el capitan Juan Sebastlan del Cano y el sobrino del comendador Loaysa…”. Medina Zavala, José Toribio. Opus Cit. Página 392. “…Y el dia 4 al NO. Este dia murió el capitán Juan Sebastian de Elcano y el sobrino del comendador Loaísa…”. Fernández de Navarrete, Martín. Opus Cit. Página 46.

Dic 092022
 

 

Guadalupe Rodríguez Cerezo.

 

La Casa de Santa María de Madrigalejo encierra en sí una importancia histórica de primer orden, por haber fallecido en ella el rey Fernando el Católico y por ser el lugar donde firmó su último testamento. Ambos acontecimientos históricos justifican que, desde 1980, este edificio esté catalogado como “bien de interés cultural”. Actualmente solo podemos contemplar una mínima parte de la gran edificación que llegó a ser. Se conserva de ella una amplia sala de unos 115 m², y podemos disfrutarla gracias a la restauración que se llevó a cabo en 1981, bajo la dirección del arquitecto D. Miguel de Oriol, y que fue sufragada por la empresa que poco antes había adquirido el inmueble: Hidroeléctrica Española entonces, actualmente Iberdrola. (Fig. 1)

Su importancia desde el punto de vista histórico y los pocos restos que se conservan de ella han estimulado la curiosidad por intentar conocer la enjundia de la Casa de Santa María. Esta curiosidad fue lo que llevó a D. Ubaldo Rubio Calzón a investigar sobre ella, dando como resultado la publicación del artículo “La Casa de Santa María de Guadalupe en Madrigalejo”, en la Revista Alcántara, en 1979[1]. También Lorenzo Rodríguez Amores, dedicó el capítulo 18 de su libro Crónicas Lugareñas. Madrigalejo a la Casa de Santa María[2]. Veamos a continuación las fuentes en las que se basaron para realizar sus estudios:

 

1.FUENTES PARA ESTUDIAR LA CASA DE SANTA MARÍA

Lo que sabemos de la Casa de Santa María y donde se centraron ambos estudiosos para sus pesquisas fueron, fundamentalmente, dos documentos: por una parte, El Libro de la Hacienda del Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe, de fray Pablo de ALHOBERA[3], y, por la otra, el “Acta Oficial de entrega de la Casa de Santa María al Estado”, tras la Desamortización, fechada el 4 de mayo de 1840.

El Libro de la Hacienda del Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe es un manuscrito que fue escrito por el padre Alhobera en 1641 y se conserva en el archivo del monasterio. Trata de todas las posesiones que tenía el convento y, por tanto, es un documento indispensable para conocer las propiedades y la vinculación de la Iglesia de Guadalupe con Madrigalejo. Concretamente, para el estudio de la Casa de Santa María, merece especial interés el apartado dedicado a las 22 “obligaciones que debía guardar su casero”.

Por otra parte, el 25 de julio de 1835 se aprobó la Real Orden de Exclaustración Eclesiástica, por la que se suprimían los conventos religiosos. Como bien perteneciente a la Iglesia, la Casa de Santa María fue afectada de lleno por la Orden de Exclaustración, y por ello fue expropiada. Durante cinco años estuvo abandonado el edificio, hasta que salió en pública subasta. Y es el “Acta Oficial de entrega de la Casa de Santa María al Estado” para su posterior almoneda el otro documento del que nos valemos para conocer algo más sobre la histórica casa. Sin embargo, este documento no refleja lo que era el edificio tal y como lo dejaron los jerónimos, pues, como se acaba de decir, entre la expropiación y la entrega al Estado, pasaron cinco años en los que la Casa de Santa María estuvo abandonada, a merced del expolio, del pillaje y, por supuesto, del deterioro por el paso del tiempo. Aunque lo peor llegó después, ya que, como consecuencia de la pública subasta, se produjo la destrucción de la casa, para ser parcelada en solares donde se construyeron numerosas viviendas.

Aparte de estos dos documentos, algunos viajeros y cronistas que, a lo largo de los siglos pasaron por esta localidad, también dejaron ciertas informaciones sobre la Casa de Santa María. Encontramos referencias en autores como Lorenzo Galíndez de Carvajal[4] o Joaquín Veríssimo Serrao[5], Antonio Ponz[6] y algunos más. Y, entre ellos, destacan especialmente dos autores, no solo por lo que dicen, sino también por las opiniones tan contradictorias que dejaron sobre el edificio. Nos estamos refiriendo al barón de Römisthal y del humanista italiano Pedro Mártir de Anglería.

Entre 1465 y 1467, el barón de Römisthal escribió en un diario las vivencias de su Viaje por España y Portugal. Al pasar por Madrigalejo, su percepción fue la siguiente:

“En este lugar, hay unos magníficos edificios que aventajan a los demás que lo forman y pertenecen a cierto monasterio del que después hablaremos; suelen posar en ellos caballeros que pagan su gasto y tienen unas caballerizas en que caben más de cien caballos, porque esta hospedería es casi regia”[7].

 

Sin embargo, unos cincuenta años después, el italiano Pedro Mártir de Anglería escribía una carta comunicando la muerte del rey Fernando el Católico al obispo de Tuy y su opinión era muy distinta. En la misiva, decía que lo “horrible” fue donde le llegó la muerte, “en la pequeña villa de Madrigalejo (…), en una casita desguarnecida e indecorosa”[8]. Como veremos más adelante, estas palabras debieron surgir más de los sentimientos que le produjo la pérdida del monarca que como reflejo de la misma realidad.

Además, tanto U. Rubio Calzón como L. Rodríguez Amores manejaron abundante bibliografía y documentos de distintos archivos y, así mismo, tuvieron también muy presente los restos que se conservan de la Casa de Santa María -como la estructura y materiales de la sala- para intentar hacer una aproximación de lo que fueron aquellas edificaciones.

Y, afortunadamente, el tiempo sigue sacando a la luz nuevos elementos que contribuyen a ir avanzando en la investigación y a ampliar el conocimiento de lo que fue la histórica casa. En este sentido, las nuevas fuentes con las que contamos para el estudio de la Casa de Santa María son, por un lado, la salida a la luz del aljibe del edificio[9] y los documentos aportados por la familia Esteban Rodríguez[10].

Se sabía de la existencia de una cisterna o aljibe y se intuía su localización, pero fueron las obras emprendidas para la construcción del Centro de Interpretación de los Reyes Católicos, tras la adquisición de una casa colindante por el Ayuntamiento de Madrigalejo, las que llevaron a su descubrimiento (Fig. 2). Y, como consecuencia de ello, los estudios arqueológicos de urgencia practicados por los técnicos de la Junta de Extremadura han aportado una información añadida muy interesante al estudio de la Casa de Santa María.

Por otro lado, están los documentos que han sido aportados por la familia Esteban Rodríguez y que pertenecían al Monasterio de Guadalupe. Son un conjunto de legajos que quedaron bajo la custodia del último prior del Monasterio tras la exclaustración de 1835. Los documentos quedaron olvidados en la vivienda seglar que tuvo el religioso en Guadalupe y fueron encontrados por D. Jesús Esteban Rodríguez hace algunas décadas. Con motivo del V centenario de la muerte del rey Fernando el Católico, la familia Esteban Rodríguez donó al Ayuntamiento de Madrigalejo uno de estos documentos, el que recoge la declaración jurada de quien fuera Prior del Monasterio de Guadalupe, Fr. Francisco de Granada, a D. Francisco Jerónimo Baena, comisionado real en el obispado de Plasencia, según lo dispuesto en la Real Cédula del 15 de abril de 1805[11]. Pero, sobre todo, el que más información aporta sobre la Casa de Santa María es otro manuscrito, que estuvo también bajo la custodia de la misma familia, y se encuentra actualmente recogido en el archivo del Monasterio de Guadalupe. Se trata del “Expediente y Respuesta del Fiscal General del Obispado de Plasencia, D. Blas García Cañas, a fray Juan de la Victoria, monje jerónimo y administrador de la Casa de Santa María de Madrigalejo, para que se abstuviese de celebrar el sacrificio de la Misa en el oratorio de dicha granja. 26 de febrero de 1789”[12].

 

  1. ORIGEN DE LA CASA DE SANTA MARÍA

Con el material documental, bibliográfico y arqueológico que ahora estamos en disposición de manejar, junto con la sala que se conserva de la antigua edificación, intentaremos llegar a una aproximación, lo más veraz posible, de lo que fue la Casa de Santa María.

En primer lugar, hay que tener presente que esta casa siempre estuvo vinculada a la historia de la Iglesia de Guadalupe y que el descubrimiento de la imagen de la Virgen en las Villuercas, con la difusión posterior de su fama, puede considerarse un antes y un después en el devenir histórico del lugar de Madrigalejo y cuya influencia se extenderá a lo largo de cinco siglos. La difusión de la fama de la Virgen de Guadalupe se debió especialmente a la protección de Alfonso XI de Castilla, en agradecimiento por la victoria cristiana conseguida frente a los benimerines en la batalla del Salado en 1340. A partir de entonces y en poco tiempo, Guadalupe se convirtió en uno de los lugares de peregrinación más importantes de la cristiandad[13] y, hacia su santuario mariano, comenzaron a acudir numerosos romeros durante siglos. Si tenemos en cuenta que el río Ruecas es una vía natural por donde acceder a las Villuercas, Madrigalejo, desde el primer momento, se constituyó en un lugar de paso habitual para aquellos peregrinos que procedían del suroeste. Hasta tal punto es así, que por dos caminos se podía llegar a Guadalupe desde Madrigalejo: el camino viejo que subía por la margen derecha del Ruecas, pasando por Logrosán y Cañamero, y el camino real que lo hacía por su margen izquierda, con parada en el Rincón de Valdepalacios.

También desde el principio, la Iglesia de Guadalupe se fijó en las fértiles tierras de Madrigalejo para poder abastecer, fundamentalmente de cereal, tanto a la población estante como transeúnte que llegaba a la puebla. Y, con la adquisición de propiedades, el Convento no tardó en convertirse en uno de los grandes hacendados de Madrigalejo, junto con la familia Vargas. Aquí está el origen de la casa de Santa María, pues, para administrar el importante patrimonio rústico que la Iglesia de Guadalupe llegó a tener en Madrigalejo -un patrimonio que le generaba una significativa riqueza-, construyó una casa de labranza acorde con el trasiego que producían sus tierras. Y desde el mismo momento que tuvo “casa abierta” en Madrigalejo, y como consecuencia de ello, gozó de la prerrogativa de vecindad en esta localidad, lo que le daba derecho a participar activamente en su vida concejil. Unos derechos que los frailes no dudaron en reivindicar y defender ante los tribunales siempre que consideraron que pudieran verse vulnerados.

La casa se encontraba dentro del recinto urbano, a la salida del pueblo en dirección a Guadalupe, junto al mismo camino real, y ocupaba aproximadamente hectárea y media de terreno, toda una manzana, rodeada por los cuatro costados por vías públicas[14], en el lugar que se conoce como los Barrios Altos.

Apenas nada se sabe del proceso de construcción de la Casa de Santa María ni del momento exacto en el que se llevó a cabo. A mediados del siglo XIV, se advierte cierta tendencia de la Iglesia de Guadalupe a reunir varias casas linderas unas con otras, tal como aparece en la escritura de donación –datada el 5 de febrero de 1360- que hace Inés Blázquez de dos casas en Madrigalejo que lindan con otras que ya poseía esta Iglesia en el lugar[15].

Hasta ahora, nos hemos estado refiriendo exclusivamente a la Iglesia de Guadalupe y no al monasterio. Es debido a que su presencia, en Madrigalejo, fue anterior a la constitución del monasterio tras la llegada de la Orden Jerónima a Guadalupe en 1389. Una cita del documento donado por la familia Esteban Rodríguez al Ayuntamiento de Madrigalejo lo deja bien claro, cuando dice que:

“Las casas de Madrigalexo que se dice de Santa María, porque eran del santuario antes que huviese monasterio y que se dieron a este por los clérigos, es dote de la Iglesia”[16].

 

  1. LO QUE SABEMOS DE LA CASA DE SANTA MARÍA

Sabemos por el barón de Römisthal -al que se ha hecho alusión anteriormente- que la Casa de Santa María era ya una gran edificación en el siglo XV, pues la califica de magníficos edificios. El viajero habla de ellos en plural, y es que, según parece, más que de una casa, se trataba de un conjunto de edificios. Conocemos algunos de sus elementos gracias a las “obligaciones del casero” -recogidas por el P. fray Pablo de Alhobera-[17] y al “acta oficial de entrega de la Casa de Santa María al Estado”, tras la Desamortización, en 1840[18].

Por una parte, había una serie de dependencias y espacios propios de un complejo agropecuario. Está constatada la existencia de varios graneros, con un patio delante de ellos; además existían varias cuadras con algunos cuartos adosados, un pajar, el cuarto de las colmenas, la bodega, un huerto con sus olivos y un pozo con su brocal de cantería, que podría ser la boca del aljibe.

También sabemos que, en la zona de la vivienda, había diversas estancias. Entre ellas, se encontraban aposentos reservados para uso exclusivo de los religiosos, del escribano, y para dos mozos. Un corredor distribuía el espacio para acceder a las distintas estancias, como la sala del río –que sería la más noble y que ha llegado hasta nuestros días-, la sala del mayordomo, una habitación con dos alcobillas, un cenador con cuarto adosado, tres cocinas -una de ellas para los mozos-, un cuarto para el horno, el masador – que era el lugar donde se amasaba la harina para el pan-, varias alacenas en las distintas dependencias, soterraño y azotea con sus correspondientes escaleras, y una capilla. La casa y las distintas dependencias estaban bien guardadas con puertas y sus correspondientes cerrojos. Concretamente la puerta principal tenía dos cerraduras con sus llaves correspondientes, un cerrojo y un pasador.

De todo ello, solo ha llegado hasta nosotros la sala que mira al río y el aljibe. Si la sala ha llegado hasta hoy fue gracias a que no iba destinada a ser vivienda, sino que se utilizaría de pajar o almacén. Y a este tipo de aprovechamiento se dedicó durante más de un siglo, estando a merced del deterioro por el paso del tiempo y a la desidia, hasta el punto de casi desaparecer debido al estado ruinoso en que se encontraba en los años 70 del siglo pasado. Afortunadamente, gracias a la declaración de Monumento Nacional en 1980 -siendo Delegado de Cultura D. Teófilo González Porras- y a su restauración en 1981, la sala hoy forma parte del patrimonio de Madrigalejo y la exhibimos con orgullo, especialmente por su gran valor simbólico para la Historia de España, como vestigio físico y palpable de los acontecimientos que se vivieron en esta localidad en 1516 con el fallecimiento del rey Fernando el Católico.

Pero, además, la sala también nos sirve para poder estudiar el tipo de edificación y de construcción que fue la Casa de Santa María a través de sus materiales. Como testimonio, revela que era un edificio fabricado a partir de sólidos cimientos de pizarra cogida con mortero de cal y construido en ladrillo y tapial (Figs. 3 y 4); cosa lógica si se tiene en cuenta que estamos pisando tierra arcillosa, donde la piedra brilla por su ausencia. Aunque también se emplearon algunos elementos de cantería y, como muestra, a la vista está la puerta ciega del patio del actual Centro de Interpretación (Fig. 5). Los muros eran de un grosor considerable. Y, para las cubiertas, se emplearon buenas vigas de madera, como las que han sobrevivido a varios siglos en la sala a pesar de la desidia (Fig. 6), aunque también algunas bóvedas debieron cubrir buena parte de sus estancias. Por todo lo dicho, puede decirse que la Casa de Santa María era una construcción de tipo popular, pero construida a conciencia, como lo tenían por norma los monjes en sus edificaciones[19].

El otro vestigio que queda de la Casa de Santa María es el aljibe o cisterna, que salió a la luz en las obras de derribo y limpieza de una casa colindante -adquirida hace unos años por el Ayuntamiento de Madrigalejo-, donde se ha construido un Centro de Interpretación. Sabemos bastante más después de haber consultado los datos de la actuación que practicaron los arqueólogos de la Junta de Extremadura[20]. Se describe como un depósito de agua de lluvia de 3,87 m de longitud, 2,86 m de anchura y 3,20 m de profundidad. En el extremo nororiental se disponía la entrada de agua, de forma circular, que se encontraba taponada con piedra y cemento. Para favorecer que fuese un espacio estanco y así poder conservar el agua almacenada, el interior está revestido con un enlucido de argamasa compuesta por cal y polvo de ladrillo, lo que le da un color rojizo.

Además, la actuación arqueológica arrojó otros resultados, como la localización del fuste de una columna y un trozo de basa de granito (Fig. 7), lo que hace pensar que, en la Casa de Santa María, debió haber algún espacio porticado. En el interior de la cisterna se encontraron también restos de cerámica vidriada moderna[21], de Talavera y de Puente del Arzobispo, que serían restos del menaje de la casa. Y causó curiosidad el hallazgo de un recipiente metálico que daba la impresión de ser de oro, aunque el resultado de la analítica practicada por técnicos de la Universidad de Extremadura reveló ser una pieza de latón de primera.

Sobre la capilla, también podemos añadir varios datos, algunos de ellos novedosos, y en este caso los conocemos gracias a los documentos. Por el padre Alhobera sabíamos que el oratorio disponía de todo el aderezo necesario para decir misa: altar, candelas, hostias, cáliz, vinajeras y cruz. Pero el documento más revelador es el ya citado “Expediente y Respuesta del Fiscal General del Obispado de Plasencia (…) al monje administrador de la Casa de Santa María para que se abstuviese de celebrar misa en su oratorio”[22], que estaba en posesión de la familia Esteban Rodríguez hasta hace poco tiempo. Por él sabemos que el altar era fijo de piedra u otra materia semejante asegurada con cal. -y no de quita y pon-, donde se celebraba misa desde tiempo inmemorial y que bien pudieron hacerlo obispos y visitadores. También se expresa que la capilla estaba en el interior del recinto de la casa y no se podía acceder a ella directamente desde ninguna calle, plazuela ni camino público. Y que carecía de campana dispuesta en espadaña o similar para convocar a los fieles con su repique.

 

  1. OTRAS CONSIDERACIONES ACERCA DE LA CASA DE SANTA MARÍA

Ya sabemos que la Casa de Santa María era un complejo agropecuario que pertenecía al Monasterio de Guadalupe y que se encontraba situado junto al camino real que llevaba hasta esa localidad. En torno a estos datos, convendría hacer algunas consideraciones sobre su gestión y también acerca de su relación con el Monasterio y de su vinculación al camino.

En cuanto a la gestión de la casa de Santa María, sabemos que, al frente de ella, había un “casero”, con unas competencias muy precisas de cómo debía ejercer su función. Por las órdenes tan claras que recibe el casero parece que fuera el responsable de todo el recinto[23]. Sin embargo, otros documentos dejan entrever que un administrador religioso habitaba en la Casa de Santa María y que existía una continua presencia de religiosos sacerdotes en ella[24]. Además, también sabemos por los documentos que los priores del Monasterio a veces visitaban la casa. Concretamente, Fray Juan de Guadalcanal, siendo prior, remitió desde Madrigalejo las trazas del retablo mayor de la iglesia de Guadalupe al padre vicario para que diese el visto bueno[25]. Cierto es que los casi quinientos años de vigencia de la casa de Santa María debieron dar para mucho; épocas en las que debió haber mayor presencia de los frailes y otras en las que no estuvieron tanto.

Pero sí está claro que, tanto a través del casero como del administrador, el convento siempre hizo valer su derecho de vecindad ante el Concejo de Madrigalejo, llegando a luchar por ello ante las más altas instancias, como, por ejemplo, ante la Real Chancillería de Granada, cuando vieron vulneradas sus prerrogativas[26].

También habría de preguntarse qué espacio ocupaba la Casa de Santa María en el conjunto de la organización del Monasterio. En este sentido, en el documento de la familia Esteban Rodríguez, se refieren a ella como “su Real Casa de Santa María del lugar de Madrigalejo”[27], la cual “no es una granja como quiera, sino una Casa Religiosa, un monasterio pequeño, o una parte, o un miembro del principal de Santa María de Guadalupe”[28]. Por supuesto hay que tomar este juicio con todas las reservas posibles por estar incluido en un acto de defensa. Pero sí hay que considerarlas de alguna forma, puesto que recordemos que, acerca del aposento de los religiosos, en el Libro de la Hacienda del Monasterio de Guadalupe, se dice que había reservadas cinco camas para los frailes de la orden jerónima y que no podían ser utilizadas por ninguna otra persona[29]. Todo ello hace pensar que la Casa de Santa María no era una posesión más del Monasterio, sino que ocupaba un lugar destacado en su gran hacienda.

Además, pocas veces hemos visto ligado el apelativo “real” a la Casa de Santa María, pero ahí está[30]. También aparece escrito en otro documento guardado en el Archivo Municipal de Madrigalejo, refiriéndose al casero de la “Real Casa de Nuestra Señora de Guadalupe que está en este lugar”[31]. El motivo de esta titulación sería extender las prorrogativas del “patronazgo real” a esta edificación por ser parte integrante del Monasterio; un “patronazgo real” que fue concedido por el rey Alfonso XI a la Iglesia de Guadalupe en 1340.

En cuanto a la circunstancia de estar situada la edificación a la vera de los caminos que, desde ciudades como Sevilla o Lisboa, llegaban hasta Guadalupe, hace que la Casa de Santa María sirviese también como alojamiento en casos especiales. Así lo dijo el barón de Römisthal, que “suelen posar en ellos caballeros que pagan su gasto y tienen unas caballerizas en que caben más de cien caballos, porque esta hospedería es casi regia”[32]. Por tanto, en la casa debieron hospedarse personajes que, ya fuera con limosnas o con estipendios, pagaban su estancia[33]; aunque, de la mayoría, carecemos de los registros que pudieran revelar quiénes pararon en esta casa, ni podemos saber con qué frecuencia eran acogidas estas personalidades.

 

  1. VIAJEROS ILUSTRES QUE SE ALOJARON EN LA CASA DE SANTA MARÍA

Bien conocida es la vinculación de los reyes de Castilla con el Santuario guadalupano y también que la monarquía portuguesa se postró ante la Virgen de Guadalupe en diversas ocasiones. Se puede asegurar que cualquier miembro de las casas reales de estos reinos que viajara por esta ruta en aquellos tiempos, no tenía mejor alojamiento por los contornos que la casa de Santa María de Madrigalejo, aunque, como ya se ha dicho, no siempre podamos contar con el documento que pudiera probar su presencia.

La vinculación de los Reyes Católicos con el Monasterio de Guadalupe fue muy especial y se han contabilizado hasta veinte visitas a Guadalupe de Isabel y Fernando, ya fuera juntos como por separado. Algunos de aquellos viajes discurrieron por rutas en las que Madrigalejo era paso obligado, aunque no podemos precisar cuántas veces pernoctaron en la Casa de Santa María. Sí está probada la estancia del rey Fernando en tres ocasiones, porque, en ellas, dejó su firma plasmada en diversos documentos: el 25 de noviembre de 1478, el 20 de enero de 1511 y entre el 14 y el 23 de enero de 1516, cuando, gravemente enfermo, pasó sus últimos días de vida hasta su fallecimiento[34].

También el monarca portugués don Sebastián, el 21 de diciembre de 1576 y el 2 de enero de 1577, pernoctó en la Casa de Santa María, en una cama cubierta de brocado verde y carmesí, con dosel, silla y sobremesa de la misma tonalidad[35]. Y tres años después, el rey Felipe II hizo lo propio cuando fue a hacerse cargo de la corona portuguesa[36]. También María de Habsburgo, la que fuera Emperatriz del Sacro Imperio y reina consorte de Hungría y Bohemia, hija de Carlos V y hermana de Felipe II, firmó una carta fechada en Madrigalejo el 19 de abril de 1582[37].

Y aparte de reyes y miembros de la familia real, debieron ser numerosos los viajeros ilustres que, desde el suroeste o desde allende los mares, se acercaron a Guadalupe, ya fuese en peregrinación, por negocios, o para entrevistarse con los reyes que allí se encontraban. Es fácil imaginar que los pasos de muchos de ellos discurrirían por el camino real y que, tanto a la ida como en la vuelta, recalaran en Madrigalejo, haciéndolo algunos de ellos en la Casa de Santa María.

 

CONCLUSIÓN

En definitiva, a pesar de que a Pedro Mártir de Anglería la Casa de Santa María le pareciera una “casita desguarnecida e indecorosa”, esta percepción debió atender más a su estado de ánimo que a la realidad, pues continúa diciendo: “Mira lo poco que se debe confiar en los aplausos de la fortuna y en los favores seculares. El señor de tantos reinos y adornado con tanto cúmulo de palmas, el Rey amplificador de la religión cristiana y domeñador de sus enemigos, ha muerto en una rústica casa y en la pobreza, contra la opinión de la gente”[38].

Hay que decir que el humanista italiano Mártir de Anglería profesaba gran veneración por los Reyes Católicos y estuvo vinculado a su Corte y a la de sus sucesores desde 1488 hasta el final de sus días, en 1526. Para este admirador del Rey Fernando, no habría ningún lugar idóneo donde terminar sus días el monarca, sino en un gran palacio.

A pesar de sus palabras, todas las fuentes que nos acercan a la Casa de Santa María, tanto documentales como bibliográficas o arqueológicas y por los restos que han llegado hasta nuestros días, hacen pensar en un complejo agropecuario de gran envergadura:

*Que fue construido por el Monasterio de Guadalupe.

*Que estuvo en pie durante el tiempo que el Convento formó parte del devenir cotidiano del lugar de Madrigalejo, por ser uno de los grandes hacendados de esta localidad, aproximadamente unos quinientos años.

*Que abarcaba una gran extensión de terreno, ocupado por diversos recintos y elementos propios de la actividad agropecuaria, además de una importante construcción destinada a vivienda.

*Que, en el entramado de propiedades del Monasterio, ocupaba un lugar destacado.

*Que estaba integrada en el camino a Guadalupe, siendo el mejor edificio del entorno. Por ello, en ocasiones, sirvió de hospedaje a ciertas personalidades y, entre las documentadas, hay varios monarcas.

*Y, por último, que entró en la puerta grande de la Historia por dar cobijo al Rey Fernando el Calólico en sus últimos días, donde, además, firmó importantes documentos, entre los que destaca su testamento, por el que se ratificó la unión de los reinos hispánicos en una misma monarquía, fundamento del Estado español.

 

Por ello, con toda justicia, la Casa de Santa María está catalogada como “Bien de Interés Cultural” desde 1980, lo que supone una garantía de protección por parte de las Instituciones. Pero no podemos olvidar que también es un deber de todo ciudadano velar para que así sea. Y, desde estos Coloquios Históricos de Extremadura, como en otras ocasiones se ha hecho, reivindicamos su importancia histórica.

 

BIBLIOGRAFÍA GENERAL

-ALHOBERA, Fr. P. Libro de la Hacienda del Monasterio de Guadalupe. Manuscrito del Archivo del Monasterio de Guadalupe.

-GALÍNDEZ DE CARVAJAL, L. Crónicas de los Reyes de Castilla. Biblioteca de Autores Españoles. M. Rivadeneyra editor. Madrid. 1978.

-GARCÍA MERCADAL. Viajes de Extranjeros por España y Portugal. Editorial Aguilar S.A. Madrid 1952.

-MÁRTIR DE ANGLERÍA, P. Epistolario. Estudio y traducción por José López de Toro. Libro vigésimo nono, Carta 566 (Madrid: Imprenta Góngora S.L., 1956)

-PONZ, A. Viajar por Extremadura. Tomo I. Univérsitas Editorial. Badajoz. 1983. (Extracto de la parte extremeña del libro del mismo autor Viaje de España. Tomo VII. 2ª edición. Madrid. 1784)

-RAMIRO CHICO, A. “La última visita de Fernando el Católico a Guadalupe, en el V Centenario de su muerte (1516-2016)”, Revista de Estudios Extremeños, Tomo LXXII, Número III (septiembre/diciembre 2016): 1740

-RODRÍGUEZ AMORES, L. Crónicas Lugareñas. Madrigalejo. Tecnigraf S.A. Badajoz. 2008.

-RUBIO CALZÓN, W. “La Casa de Santa María de Guadalupe en Madrigalejo”. Revista Alcántara. Nº194. Primer trimestre. 1979.

-RUBIO CALZÓN, W. “Estancias en Madrigalejo del rey Fernando V”. Revista de Estudios Extremeños. XXXVIII. Badajoz. 1982.

-VERISSIMO SERRAO, J. Itinerarios del Rei Don Sebastiao. Vol. II. Academia Portuguesa de la Historia. Lisboa. 1963

 

 

 

FUENTES

-Informe arqueológico de la actuación de urgencia en la cisterna de la Casa de Santa María por la Junta de Extremadura. Arqueólogo responsable de la actuación, Santiago GUERRA MILLÁN. Sig. INT/2015/024.

-Archivo del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe. Legajo FAMILIA RODRÍGUEZ-ESTEBAN, Expediente y Respuesta del Fiscal General del Obispado de Plasencia, D. Blas García Cañas, a fray Juan de la Victoria.

-Archivo Municipal de Madrigalejo. Declaración jurada del Prior del Monasterio de Guadalupe, Fr. Francisco de Granada, a D. Francisco Jerónimo Baena, comisionado real en el obispado de Plasencia, según lo dispuesto en la Real Cédula del 15 de abril de 1805.

 

APÉNDICE FOTOGRÁFICO

Fig 1. Exterior de la Casa de Santa María

Fig 2. Aljibe

Fig 3. Detalle de los materiales de construcción interiores

Fig 4. Detalle de los materiales de construcción exteriores

Fig 5. Portada de cantería

Fig 6. Techumbre original restaurada

Fig 7. Fuste encontrado en el aljibe

 

BIBLIOGRAFÍA PARTICULAR

 

[1] W. RUBIO CALZÓN. “La Casa de Santa María de Guadalupe en Madrigalejo”. Revista Alcántara. Nº194. Primer trimestre. 1979.

[2] L. RODRÍGUEZ AMORES. Crónicas Lugareñas. Madrigalejo. Tecnigraf S.A. Badajoz. 2008.

[3] Fr. P. ALHOBERA. Libro de la Hacienda del Monasterio de Guadalupe. Manuscrito del Archivo del Monasterio de Guadalupe.

[4] L. GALÍNDEZ DE CARVAJAL. Crónicas de los Reyes de Castilla. Biblioteca de Autores Españoles. M. Rivadeneyra editor. Madrid. 1978.

[5] J. VERISSIMO SERRAO. Itinerarios del Rei Don Sebastiao. Vol. II. Academia Portuguesa de la Historia. Lisboa. 1963

[6] A. PONZ. Viajar por Extremadura. Tomo I. Univérsitas Editorial. Badajoz. 1983. Pág. 72. (Extracto de la parte extremeña del libro del mismo autor Viaje de España. Tomo VII. 2ª edición. Madrid. 1784)

[7] GARCÍA MERCADAL. “Viaje del noble bohemio León de Römisthal de Blatna por España y Portugal, 1465-1467”, en Viajes de Extranjeros por España y Portugal (Madrid: Aguilar,1952)

[8] P. MÁRTIR DE ANGLERÍA. Epistolario. Estudio y traducción por José López de Toro. Libro vigésimo nono, Carta 566 (Madrid: Imprenta Góngora S.L., 1956) Pág. 217.

[9] Informe arqueológico de la actuación de urgencia en la cisterna de la Casa de Santa María por la Junta de Extremadura. Consejería de Cultura e Igualdad. Arqueólogo responsable de la actuación, Santiago GUERRA MILLÁN. Sig. INT/2015/024.

[10] Archivo del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, legajo FAMILIA RODRÍGUEZ-ESTEBAN, Expediente y Respuesta del Fiscal General del Obispado de Plasencia, D. Blas García Cañas, a fray Juan de la Victoria…,

[11] Archivo Municipal de Madrigalejo.

[12] Archivo del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, legajo FAMILIA RODRÍGUEZ-ESTEBAN.

[13] Antonio Ramiro Chico, “La última visita de Fernando el Católico a Guadalupe, en el V Centenario de su muerte (1516-2016)”, Revista de Estudios Extremeños, Tomo LXXII, Número III (septiembre/diciembre 2016): 1740.

[14] Rubio Calzón, “La Casa de Santa María…, págs.18-25. Rodríguez Amores, Crónicas Lugareñas…, págs.191-201.

[15] Este documento está en el A.H.N., sección clero 393/nº 18 y ha sido publicado por Cerro Herranz, Documentos del Monasterio de Guadalupe…, pág. 53, y a su vez recogido por Rodríguez Amores, Crónicas Lugareñas…, págs. 192, 355.

[16] Estas líneas corresponden a un documento que recoge la declaración jurada de quien fuera Prior del Monasterio de Guadalupe, Fr. Francisco de Granada, a D. Francisco Jerónimo Baena, comisionado real en el obispado de Plasencia, según lo dispuesto en la Real Cédula del 15 de abril de 1805. Archivo Municipal de Madrigalejo. Documento donado al Ayuntamiento de Madrigalejo en el V Centenario de la muerte de Fernando el Católico por Doña Pastora Jacoba Pilar Rodríguez Moreno, procedente del Monasterio de Guadalupe y que, tras la Desamortización, recaló en su familia, que lo ha custodiado hasta la actualidad.

[17] Alhobera, Libro de la Hacienda del Monasterio de Guadalupe… Rodríguez Amores, Crónicas Lugareñas…, págs.194-197.

[18] Archivo Municipal de Madrigalejo, referencia de Rubio Calzón, “La Casa de Santa María de Guadalupe en Madrigalejo…págs.18, 25. Rodríguez Amores, Crónicas Lugareñas…, págs.197-199.

[19] Rodríguez Amores, Crónicas Lugareñas…, pág.194.

[20] Informe arqueológico de la actuación de urgencia en la cisterna de la Casa de Santa Marí…Sig. INT/2015/024. Doc. citado.

[21] Restos cerámicos que se encuentran recogidos en el Museo de Cáceres.

[22] Archivo del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, legajo FAMILIA RODRÍGUEZ-ESTEBAN, Expediente y Respuesta del Fiscal General del Obispado de Plasencia, D. Blas García Cañas, a fray Juan de la Victoria…

[23] Alhobera, Libro de la hacienda del Monasterio…

[24] Archivo del Monasterio de Guadalupe. Legajo de la Familia Rodríguez Esteban. Expediente y Respuesta del Fiscal…, 15.

[25] Patricia Andrés González, “Los artífices del retablo mayor”, Revista del Monasterio de Guadalupe, 858 (marzo- abril, 2018) págs. 18, 19.

[26] Archivo Municipal de Madrigalejo, signatura 15. Actas de sesiones entre 1671 y 1798.

[27] Archivo del Monasterio de Guadalupe. Legajo de la Familia Rodríguez Esteban. Expediente y Respuesta del Fiscal…, 8.

[28] Archivo del Monasterio de Guadalupe. Legajo de la Familia Rodríguez Esteban. Expediente y Respuesta del Fiscal…, 16.

[29] ALHOBERA, f. P., Libro de la Hacienda del Monasterio de Guadalupe…

[30] Archivo del Monasterio de Guadalupe. Legajo de la Familia Rodríguez Esteban. Expediente y Respuesta del Fiscal…, 8.

[31] Archivo Municipal de Madrigalejo. Sig. 656-3

[32] García Mercadal, “Viaje del noble bohemio León de Römisthal de Blatna por España y Portugal, 1465-1467”, en Viajes de Extranjeros por España y Portugal, (Madrid: Aguilar,1952)

[33] Rodríguez Amores, L. Crónicas Lugareñas…, 194.

[34] W. RUBIO CALZÓN. “Estancias en Madrigalejo del rey Fernando V”. Revista de Estudios Extremeños. XXXVIII. Badajoz. 1982.

[35] Rodríguez Amores, L. Crónicas Lugareñas…, págs. 259-264.

[36] Ibidem, págs. 265-268.

[37] Ibidem, pág. 268.

[38] P. MÁRTIR DE ANGLERÍA. Epistolario. Estudio y traducción por José López de Toro. Libro vigésimo nono, Carta 566 (Madrid: Imprenta Góngora S.L., 1956)

Dic 092022
 

Juan Pedro RECIO CUESTA

Profesor de Historia

Doctorando en Historia Contemporánea

Universidad de Extremadura

 

  1. Introducción: el carlismo y la Primera Guerra carlista en el norte de Extremadura

El carlismo, un importante movimiento político y social presente y persistente a lo largo de la Edad Contemporánea en España, llegó a protagonizar hasta tres guerras civiles durante el siglo XIX.

Dichos conflictos, como erróneamente aún hoy día se sigue creyendo y transmitiendo en no pocos manuales académicos y didácticos, no se focalizaron exclusivamente en determinadas zonas de la geografía española, sino que tuvieron una repercusión generalizada, en mayor o menor medida, claro está, por toda la Península. Y también dichos conflictos, conviene recordar que no se trataron únicamente de una reclamación dinástica, sino que, en el fondo, lo que se estaba dirimiendo eran asuntos de mayor calado: dos cosmovisiones diferentes de entender el mundo (liberalismo y carlismo) y, por tanto, de organizar la política, la sociedad y la economía, entre otros tantos aspectos, de España.

En el caso de Extremadura, la Primera Guerra carlista (1833-1840) o Guerra de los Siete Años también se dejó notar. Particularmente, el norte extremeño fue un escenario geográfico destacado en esta contienda, en donde la guerrilla carlista, comandada –aunque no solo– por algunos experimentados militares, puso en jaque en no pocas ocasiones a las autoridades leales a Isabel II[1]. Y entre la nómina de esos curtidos militares que defendieron la causa carlista figura nuestro protagonista, quien vino al mundo en la última década del siglo XVIII.

 

 

  1. La trayectoria militar de don Santiago Sánchez de León antes de la Primera Guerra carlista

Don Santiago Sánchez de León nació en la villa de Cabezuela del Valle el 4 de octubre de 1790 fruto del matrimonio entre Diego Sánchez de León y Rosa Muñoz Medina. Si bien en este trabajo abordamos su vida durante la Primera Guerra carlista, debemos conocer que, de manera previa a 1833, ya contaba con experiencia militar. En este sentido, dos son los momentos históricos importantes que hay que mencionar: la Guerra de la Independencia (1808-1812) y la pugna habida entre realistas y liberales en la etapa conocida como el Trienio Liberal (1820-1823). En lo que respecta al primer momento histórico, cuando Sánchez de León contaba con apenas 18 años, estalló la guerra contra Napoleón. En el mismo año de 1808 se presentó voluntariamente para luchar contra la francesada y, de aquí en adelante, comenzaría su carrera como militar, participando en importantes hechos de armas en Extremadura. De mayor relevancia fue su papel durante el Trienio Liberal, pues fue en esta encrucijada histórica cuando comenzaría su andadura como jefe guerrillero en favor de la causa realista de Fernando VII. Cabe destacar, junto con otros destacados militares realistas del momento (y además paisanos como lo eran los hermanos don Francisco Ramón y don Gregorio Eugenio Morales), su participación en importantes planes conspirativos contra el régimen liberal y en enfrentamientos contra las fuerzas del mismo signo.

Fig. 1. Trayectoria militar de don Santiago Sánchez de León hasta 1823

Una vez repuesto en el Trono Fernando VII con plenos poderes, Sánchez de León obtuvo diferentes ascensos militares –no sin tener que lidiar con asuntos judiciales del pasado– y ya en los primeros años de la década de 1830 desempeñó diversos cargos oficiales[2].

  1. Sánchez de León y su militancia armada en el carlismo

 

  • La adhesión a la causa don Carlos: su fuga de la cárcel de Plasencia

A inicios del otoño de 1833, Sánchez de León iba a cumplir 43 años y se encontraba desempeñando el cargo de Subdelegado principal de Policía en su villa natal. El 29 de septiembre de este mismo año se produjo el fallecimiento del Rey Fernando VII y comenzó, oficialmente, una guerra civil protagonizada por carlistas e isabelinos que ya venía fraguándose desde meses atrás.

Durante los primeros meses del conflicto, en los cuales comenzaron a aflorar los apoyos a don Carlos y tuvieron lugar los primeros enfrentamientos armados por toda España, nuestro protagonista permaneció ocupando su cargo en la villa de Cabezuela hasta que en mayo de 1834 fue reclamada su presencia en Plasencia por parte del Subdelegado de Policía de dicha ciudad, don José Gordon[3]. Tras su presentación en Plasencia, allí fue retenido ante las sospechas de Gordon de estar ocultando noticias sobre los planes que los carlistas podrían estar urdiendo en la demarcación placentina y por ser conceptuado como un potencial soporte de don Carlos por su pasado político y militar, además de por sus más que conocidas y estrechas relaciones con personajes filocarlistas como lo eran, por poner un ejemplo, sus paisanos los hermanos Morales[4]. Por estos motivos, y por el recelo que provocaba a Gordon su persona, allí permaneció preso hasta que, unos nueve meses después, a primeros de febrero de 1835, logró escapar de la cárcel placentina[5].

A partir de este momento, el fugitivo Sánchez de León se alzaría como uno de los más notables guerrilleros que tuvieron en jaque a las autoridades isabelinas, tanto extremeñas (tierras de Plasencia, Valle del Jerte o la Vera) como castellanas (comarca del Barco de Ávila, Béjar o Piedrahita).

 

  • El inicio de la actividad guerrillera de Sánchez de León: sus acciones en el norte de Cáceres y en el sur de Ávila y Salamanca

 

En junio de 1835 comenzó su andadura como jefe de partida carlista al mando de unos 30 hombres que había logrado reunir durante los poco más de tres meses que habían transcurrido desde su fuga de Plasencia. El aviso de su aparición lo dio el Alcalde y Comandante de armas de Béjar, quien el 16 de junio daba cuenta de que el cabecilla, tremolando la bandera de Carlos V, su Rey legítimo, se había presentado en las serranías de la demarcación bajo su mando. No dudando ni un segundo en la conveniencia de exterminar hasta el último de sus hombres, integrantes del cuerpo de la Milicia Urbana de los pueblos de alrededor volaron a por el cabecilla: entre Béjar, Baños de Montemayor, Aldeanueva del Camino, Hervás, el Barco de Ávila o las Casas del Puerto de Tornavacas, llegaron a reunir unos 1.500 efectivos, una fuerza a todas luces desproporcionada para perseguir a una treintena de carlistas fieles a su jefe y a la que incluso se puso al frente el Gobernador Civil de Salamanca. Pero a Sánchez de León, curtido ya en la lucha de desgaste a tamaña fuerza militar y haciendo de las breñas inaccesibles su hogar, no se amilanó ante el grueso de la fuerza liberal y realizó incursiones a los pueblos del Aravalle abulense con el fin de proveerse de pertrechos; así, accedió al pueblo de Becedas, de donde sustrajo 15 fusiles que estaban depositados en la casa del escribano. Dicho lo cual, resulta casi inexplicable que con tantos efectivos, su búsqueda no diera apenas resultados, pero Sánchez de León y sus hombres tenían a su favor una serie de elementos vitales para esfumarse sin dejar rastro alguno: el perfecto conocimiento del terreno, siendo este su país natural, así como la connivencia del paisanaje que le facilitaba abrigo y provisiones, factores que hicieron infructuosa, de momento, la misión de los liberales, que tan solo lograron capturar a tres de sus hombres –entre ellos, un padre y un hijo de Tornavacas, fusilados al momento– en las inmediaciones de Jerte[6].

La persecución sobre la partida de Sánchez de León continuó durante los meses de julio y agosto y dio más frutos que la iniciada por los urbanos del sur de Ávila y Salamanca que ya hemos narrado en el anterior párrafo. Así, moviéndose Sánchez de León y sus hombres por el Valle del Jerte y alrededores (serranía de Béjar, comarca del Aravalle o la Vera), no estuvo exenta su partida de verse notablemente menguada a primeros de julio, ya que, según informaba la Subdelegación de Policía de Plasencia y su comarca en un parte enviado al Gobernador Civil, se apresó a algunos de sus hombres por la persecución combinada de los urbanos de Aldenueva del Camino y de Tornavacas, pasándose por las armas a uno de los lugartenientes de Sánchez de León el 6 de julio en Cabezuela[7], más concretamente a José Pascual, escribano fechuario que fue en el Ayuntamiento de Tornavacas[8]. Prosiguiendo las fuerzas cristinas esta contumaz persecución, a mediados del mes de julio la pequeña partida que dirigía Sánchez de León recibió un mayor golpe. La columna de urbanos destinada a su persecución dio con ella el 18 de julio en las asperezas de la serranía de Jerte, cogiendo por sorpresa a los carlistas, pues estos se hallaban descansando y así parecen indicarlo los objetos que quedaron en poder de los liberales (un caldero, algunas pieles, chaquetas, además de varios fusiles, escopetas y cananas)[9]. En la escaramuza fueron abatidos tres partidarios de Sánchez de León, logrando escapar el propio cabecilla y el resto de sus hombres, estando algunos de ellos heridos. De resultas de estas bajas, se informaba desde Béjar que la partida había quedado reducida a 11 hombres, dividiéndose estos en dos pequeños grupos, quedando 7 en las serranías de Jerte y habiendo partido otros 4 hacia el término de Navaconcejo, aunque los liberales atraparon a Cayetano Ruiz, quien fue sometido a un duro interrogatorio y sus declaraciones resultaron clave para dar con los fieles que aún acompañaban a su jefe[10].

Así, contando los liberales con esta información privilegiada, la situación se complicó aún más para la guerrilla carlista, pues se dio muerte al tornavaqueño don José Ávila Merino, segundo de Sánchez de León y hombre de su total confianza que ya había batallado con él durante la campaña realista y le había acompañado en su fuga de la cárcel placentina en febrero de este año[11]. Su cadáver quedó expuesto al público en Cabezuela, como escarmiento por su rebelión y como advertencia a los rebeldes de la comarca. Por su parte, Sánchez de León logró escapar del mismo destino aunque resultó herido de bala cuando su correligionario fue batido[12]. La muerte de Ávila Merino y ver al jefe carlista herido, debió afectar profundamente a sus hombres, por lo que cinco de ellos se entregaron voluntariamente a la Justicia de Jerte[13].

Casi inoperativa, debido a las mencionadas bajas y a la presentación de varios de sus componentes ante las autoridades isabelinas, a finales de agosto de 1835 se informaba desde la Subdelegación de Policía de Plasencia que la partida de Sánchez de León había dejado de existir y que no había rastro del cabecilla carlista, del cual señalaban que podía haber muerto a raíz de la herida que se le produjo[14]. Pero la realidad no era esa, ya que Sánchez de León no había muerto, sino que prefirió retirarse un tiempo, reorganizar su partida y hacerse con nuevos recursos humanos y materiales, pues quedaba mucha guerra y, como veremos, no cejaría en sus empeños y volvería con más fuerza aún si cabe.

A principios de 1836, cuando, en un contexto regional, se experimentaba una relativa tranquilidad y apenas las partidas carlistas hicieron acto de presencia, resurgió de sus cenizas el jefe guerrillero. Sánchez de León, para el que debió suponer un golpe moral bastante duro lo sucedido en el verano de 1835 –ver reducida su partida a unos pocos hombres–, a primeros de enero de 1836 se empezó a mover de nuevo con el fin de conseguir adeptos y recursos para poder volver a plantar cara a los liberales. Durante todo este mes recorrió de una manera itinerante las serranías que dividen los contiguos valles del Jerte y la Vera, y realizó esporádicas entradas a los pueblos en busca de víveres. Muestra de ello es su presentación, acompañado por seis o siete hombres, el 22 de enero en el pueblo verato de Aldeanueva, de donde extrajo caudales de “las casas más ricas de dicho pueblo”. El promotor fiscal del partido judicial de Jarandilla, don Dámaso Gómez Rubio, quien se encargaba de remitir noticia de lo sucedido a la Audiencia extremeña, se quejaba de la impunidad con la que el cabecilla se movía por un amplio territorio. Pero lo que le resultaba más escandaloso aún eran los apoyos que recibía, pues él y sus hombres se valían de “sus devotos que les sirven de espías enmascarados y les están clandestinamente sosteniendo”. Este aspecto era algo vital para este grupo de carlistas, que de no tenerlo “hubiesen sido todos presos o tenido que desampararse al Pais de donde no salen”[15]; y seguiría siendo clave, pues sin él es prácticamente imposible que Sánchez de León, como veremos, llegara a mantenerse tan prolongado tiempo retando a las diferentes y numerosas columnas liberales que salían en su persecución.

Ante estas usuales entradas en los pueblos tanto de la Vera como del Jerte, el citado promotor fiscal solicitaba fuerza armada, pues en el pueblo de Jarandilla de la Vera no había “tropa con que pueda contarse para la Seguridad pública”, ni para ejecutar batidas por la zona y, más importante aún, ni para vigilar la cárcel de dicho pueblo, en donde se encontraban presos varios comarcanos que, si la asaltase Sánchez de León, se unirían a su partida.

Durante los meses siguientes, Sánchez de León siguió moviéndose por estas comarcas del norte extremeño. Mientras esto sucedía, en Garganta la Olla, a mediados de abril, dos paisanos de este pueblo daban muerte a José Sánchez de León, vecino de Cabezuela que ya había estado preso[16], y a su compañero, conocido por “Junciano”[17]. Por la zona en donde fueron abatidos, muy probablemente pertenecían a la partida de hombres a las órdenes de don Santiago Sánchez de León que, como ya hemos visto, estaba continuamente recorriendo las sierras jerteñas y veratas desde enero de este año de 1836.

Avanzando en el recorrido por este año, por lo que respecta a la recta final del verano de 1836, a la vez que en un contexto nacional se producía el motín de los sargentos de la Granja, don Santiago Sánchez de León continuaba reorganizando su partida, ya que según las informaciones adquiridas por el consistorio placentino sobre “donde existían los enemigos de los que pueda temerse se altere la tranquilidad pública”, señalaban, el 5 de agosto, que era muy probable que el cabecilla valxeritense “se hallaba reclutando gente en las inmediaciones del Barco [de Ávila]”[18].

 

  • La etapa dorada de la guerrilla de Sánchez de León

 

Ya iniciado el otoño de 1836 se produjo el paso por Extremadura de la expedición del general don Miguel Gómez Damas (26 de octubre – 7 de noviembre de 1836), la cual marcó un antes y un después en el desarrollo de la guerra en la región[19]. Y es que, este acontecimiento sirvió de estímulo a la causa de don Carlos, pues desde finales de octubre de 1836 hasta los meses iniciales de 1838, las guerrillas carlistas conocieron un importante desarrollo, tanto por sus acciones como por su número de miembros. Y así sucedió también con la guerrilla de nuestro protagonista. Durante el paso de esta expedición, en el norte extremeño se produjeron diversos hechos de envergadura, siendo uno de los más importantes el levantamiento de varios pueblos del Valle del Jerte en favor de la causa carlista los días 4 y 5 de noviembre de este citado año de 1836. Los pueblos de Jerte y Cabezuela se rebelaron –si bien no faltó la adhesión de vecinos de otras villas comarcanas como Navaconcejo o Tornavacas– y al frente de ellos se erigió don Santiago Sánchez de León, quien el mismo 4 de noviembre se había presentado en Jerte con un número considerable de hombres[20], que, como veremos, aumentaría durante este mes de noviembre.

Este tipo de acontecimientos, junto al mal espíritu que había brotado en estos días y la permanencia de Gómez aún en territorio extremeño, llevaron a don José Ramón Rodil, entonces Ministro de la Guerra, a declarar en Estado de sitio a toda Extremadura el 5 de noviembre. En este edicto, emitido desde Trujillo, amenazaba con la pena de muerte a todo miliciano movilizado que no se presentase a su destino e instaba a todo funcionario público a que ofreciera a todo trance “conocimiento de las posiciones y movimiento de la faccion, y de cuanto fuese conveniente á su exterminio”[21].

Pero pese a estas medidas de las autoridades, ni se avivó el espíritu público ni tampoco la situación fue a mejor durante lo que restaba de año. Todo lo contrario, pues determinadas zonas trajeron de cabeza a las autoridades, siendo en este sentido quizá el más representativo el del Valle del Jerte, comarca en la que algunos de sus pueblos se habían rebelado contra las instituciones liberales como ya hemos narrado líneas atrás. Una rebelión que no quedó solo en eso, sino que la situación iba a empeorar, teniendo como principal responsable a nuestro protagonista, quien ya tenía más que reorganizadas sus fuerzas tras sufrir varios y severos reveses.

Como hemos señalado, el cabecilla carlista se había presentado en Jerte el 4 de noviembre al frente de unos cuantos de hombres. Éste, teniendo a su favor las simpatías de una buena parte de sus paisanos, vio cómo se aumentaron sus filas en pocos días hasta llegar a reunir unos 400 hombres. Con este elevado número de fieles –ninguna partida genuinamente extremeña llegó a reunir tantos efectivos a lo largo de la guerra–, Sánchez de León decidió que había llegado la hora de actuar y tomar el Valle del Jerte para la causa carlista. Para tal fin, descendió, junto con sus fieles, de las sierras de Jerte la tarde del 11 de noviembre y se encaminó hacia Cabezuela, núcleo estratégico por hallarse allí el mayor destacamento liberal de toda la comarca y primer punto que debía controlar para llevar a cabo su plan. Cuando se dirigía desde Jerte a Cabezuela, se produjo una pequeña refriega con algunos hombres del Batallón de Tiradores de Cáceres, que estaba a las órdenes de don Francisco Muñoz. Los carlistas, respondiendo con un vivísimo fuego, lograron poner en dispersión a la avanzadilla liberal que recorría el Valle y continuaron hacia Cabezuela[22]. A las proximidades de este punto llegaron ya de noche, y decidieron esperar al día siguiente para ejecutar nuevos movimientos. En el interior de Cabezuela, permanecía la tropa mandada por don Rufino Aloé, quien había acudido a auxiliar este punto desde Plasencia con Batallón y medio de infantería. Esta fuerza, junto a los pocos nacionales del pueblo, pasó toda la noche sobre las armas, vigilando, alerta por si el enemigo decidía atacar, pero nada sucedió, pues Sánchez de León tenía preparado el plan para el día siguiente y así lo llevó a cabo. El 12 de noviembre, aprovechando que las fuerzas liberales estaban recibiendo sus raciones a las dos del mediodía, Sánchez de León mandó una avanzadilla que penetró en el pueblo y, seguidamente, hizo lo mismo él con el grueso de su guerrilla[23]. El factor sorpresa fue clave, pues cogieron comiendo a la mayor parte de las fuerzas liberales. Los pocos milicianos movilizados que tuvieron tiempo para coger las armas se refugiaron en la Iglesia, pero de poco les sirvió ya que se vieron obligados a capitular al no poder hacer nada ante la sorpresiva y exitosa maniobra de los carlistas[24].

Con esta acción, Santiago Sánchez de León tomaba para la causa carlista el punto estratégico de mayor valor del Valle del Jerte. Las autoridades liberales muy pronto mostraron una enorme preocupación, pues con la toma de Cabezuela tenía vía libre para dirigirse a Plasencia y con ello dominar “la mayor parte de los pueblos más allá del Tajo”[25]. Y, en efecto, las propias autoridades placentinas se sentían amenazadas por la posibilidad de que Sánchez de León se dirigiese hasta allí y la tomase, como ya había hecho en 1823. Por ello, adoptaron una serie de medidas defensivas e incluso paralizaron las actividades de la quinta de los 50.000 hombres con el fin de que, si se producía la hipotética llegada del cabecilla cabezueleño, no se llevara consigo a los quintos de aquella ciudad[26] y aumentara así su guerrilla que ya alcanzaba casi el medio millar de componentes.

Estas preocupaciones de las autoridades nos hacen pensar que sin duda Sánchez de León tenía pergeñado un plan para proseguir con su campaña. Pero no se lo iban a permitir los liberales, conocedores del peligro que suponía para su causa que el cabecilla carlista pudiese llegar a otros núcleos de mayor envergadura como Plasencia. De esta manera, fuerzas liberales volaron desde la provincia de Ávila a plantar cara a su partida. Estas tomaron “todos los caminos y gargantas desde el pueblo de Tornavacas hasta el de Baños”[27], practicándola así una encerrona que cumplió su principal objetivo: no dejar salir a esta fuerza del Valle del Jerte. Ante esta nueva situación, no debió permanecer muchos días Sánchez de León en Cabezuela y de nuevo regresó a la sierra, dividiendo su gruesa fuerza en grupos más reducidos. Una división que a la larga no fue beneficiosa para el cabecilla ya que muchos de los que le acompañaban en esta ocasión eran simples jornaleros que bien poco debían saber de milicia y de ardides para evadirse de la persecución de los liberales. Así, a finales del mes de noviembre, según informaba el Comandante General de la provincia de Cáceres, don Diego de Tolosa, se habían presentado al indulto ofrecido desde el Gobierno un total de 153 hombres de su partida[28]. No obstante, pese a la persecución puesta en marcha por los liberales y al efecto del indulto al que se habían acogido más de un centenar de sus hombres, Sánchez de León y su partida seguirían siendo objeto de atención también en diciembre de 1836.

Durante este mes, su partida fue menguando poco a poco de resultas de la implacable persecución a la que era sometida y debido a la presentación a indulto de algunos –pocos– de sus hombres. No obstante, aun contando con casi 200 acólitos a principios de mes, el 10 ocupaba Jarandilla de la Vera[29], punto en el que permaneció hasta el 12, por aproximarse, entre otras fuerzas, nada más y nada menos que una División de Vanguardia del Ejército del Norte a las órdenes de don Ramón Olozabal que había salido desde Navalmoral de la Mata[30] para tratar de acabar con las andanzas de esta guerrilla. Conocedor de estas noticias, Sánchez de León abandonó Jarandilla y se dirigió hacia su tierra natal, el Valle del Jerte, encontrándose en el trayecto a un Batallón de Milicia Nacional con el que sostuvo un pequeño combate en las inmediaciones de la villa de Jerte y al que hizo retroceder hasta Cabezuela, pueblo en el que se firmó una capitulación que dio “una inmensa fuerza moral y física á los rebeldes” carlistas. Aquí, “punto en que había tomado tanto ascendiente el cabecilla”, permaneció hasta el 14 por la tarde, cuando de nuevo se vio obligado a retirarse a las sierras a consecuencia del ataque que sufrieron él y sus hombres por una avanzadilla de la citada División del Ejército del Norte y un Batallón de milicianos movilizados de Cáceres.

Dispersada la guerrilla, esta situación fue aprovechada por las autoridades liberales para, nuevamente, llamar a indulto a sus integrantes[31]. Pero esta vez, y no como sucedió en noviembre, poco eco tuvo este llamamiento entre los que seguían a las órdenes de Sánchez de León. Ante este gesto de rebeldía, instituciones como la Comisión de Armamento y Defensa de Cáceres y la propia Capitanía General de Extremadura, decidieron adoptar unas medidas más rigurosas. La primera, autorizó al Ayuntamiento de Casas del Castañar  –pues algunos de sus vecinos se habían integrado en la citada guerrilla– a que se hiciera con “los bienes de los Carlistas fugados á la faccion”[32]. La segunda, con el fin de acabar con los auxiliadores del cabecilla, llamó a Badajoz a dos alcaldes que fueron de Tornavacas –Esteban Martín Samaniego y Juan Zancudo Sevilla– a los que el Consejo de Guerra les estaba instruyendo causa por “cómplices y auxiliadores”[33].

Pero, obcecados en seguir al jefe carlista haciendo caso omiso al indulto, fue la persecución de las tropas la que consiguió menguar el número de guerrilleros de su partida, pues a finales de año, más concretamente el día 23 de diciembre, la compañía movilizada de Milicia Nacional acantonada en Jarandilla, daba cuenta que se había aprehendido a 30 de sus hombres, estando entre ellos don José Bona, Comandante que fue del cuerpo de Voluntarios Realistas y hombre también de confianza de Sánchez de León[34]. Si bien esto suponía un nuevo golpe, como veremos, una vez más, el cabecilla valxeritense supo cómo reponerse del mismo.

El año de 1837 fue el de mayor actividad de la guerrilla carlista en el conjunto del territorio extremeño y también nuestro protagonista realizó algunas acciones destacadas. Si bien Sánchez de León y sus hombres siguieron actuando, en coordinación con otros jefes de guerrilla, por diversos espacios del Valle del Jerte[35] y comarcas aledañas (La Vera y Ambroz), debemos detenernos cuando ya el año se encontraba en su recta final, más concretamente en la primera quincena de octubre de 1837, cuando una considerable fuerza mandada por el brigadier carlista don José Jara, ensayando una especie de expedición partiendo desde las serranías de Guadalupe, se presentó ante las murallas de Plasencia el 11 de octubre, comandando unos 300 caballos y 200 infantes. Teniendo la intención de tomar la ciudad, pues bien conocía su valor estratégico para dominar la zona a la derecha del Tajo, Jara instó varias veces al gobernador militar de la plaza a que se rindiera, pero éste resistió pese a la corta fuerza con la que disponía para su defensa[36]. Desistiendo el brigadier carlista de este objetivo, tomó la dirección del Puerto, y a la altura de la ermita, se trabó combate con la fuerza liberal que estaba en su persecución, compuesta por una compañía de la Diputación y por otra de la Reina Gobernadora. Tras un sostenido fuego de los carlistas, la caballería liberal se vio obligada a retirarse y la infantería se dispersó, cayendo prisioneros unos 40 hombres[37]. Jara, tras este triunfo, prosiguió su camino y se dirigió hacia núcleos como Villar de Plasencia, Granadilla –ocupándolo el 13 de octubre- o la villa de Hervás, en la que se “le presentaron mas de ciento y tantos que habian sido realistas”[38] y muy seguramente aquí o en sus proximidades también se puso bajo sus órdenes el jefe extremeño Sánchez de León[39]. Seguidamente, aumentada la fuerza carlista manchega con efectivos extremeños llegando a estar compuesta por más de 800 hombres, se internó en territorio salmantino, permaneciendo en Béjar desde el 15 hasta el 19 de octubre, día en el que fue acometida por, entre otros efectivos, granaderos de la Guardia Real que habían salido de Ávila en su persecución[40], los cuales lograron poner en dispersión a la tropa carlista que se dirigió hacia núcleos como Mombeltrán y que, en pequeñas partidas, invadiría el espacio más nororiental de la provincia cacereña ya durante el mes de noviembre.

Por su parte, en el Valle del Jerte, en este contexto general de clara dominación de los carlistas, el Comandante encargado de los cantones de Jarandilla y Navalmoral, don Marcos Lozano, se mostraba muy molesto por el comportamiento de sus habitantes y sus pueblos, a los que acusaba de estar “asomados siempre a la rebelión” y de no obedecer sus órdenes[41]. Pero lo cierto es que, antes de acabar el año, se logró propinar un nuevo revés a la guerrilla de Sánchez de León, que desde su separación de la expedición de don José Jara en octubre seguía operando por su tierra natal: el Valle del Jerte y las tierras del Aravalle abulense. Y fue a finales de noviembre de 1837 cuando un mando de la Guardia Real provincial informaba desde el Barco de Ávila que, debido a la persecución que habían practicado contra el cabecilla y sus hombres por puntos del partido de Béjar y por el propio valle de Tornavacas, habían conseguido dispersar su fuerza y se habían presentado a indulto varios mozos de Jerte, Cabezuela y Tornavacas que aún seguían a las órdenes de Sánchez de León[42].

No descansaron tampoco las fuerzas leales a Isabel II en los espacios linderos con Castilla la Vieja, pues en la comarca jerteña, don Santiago Sánchez de León, junto a los pocos partidarios de los que disponía tras las sucesivas dispersiones que había sufrido su partida, estaba siendo objeto de una feroz persecución. A la tropa cacereña que operaba en dicha comarca, se sumó otro contingente de infantería y caballería que vino desde Alaejos (Valladolid) y se apostó sobre la sierra de Béjar por si por allí aparecía el cabecilla[43]. De igual modo, atendiendo a las peticiones de los liberales extremeños, el Gobierno decidió enviar algunos contingentes del Ejército del Centro, destacando a este respecto un regimiento de la Guardia Real provincial de Segovia, participando algunos de sus hombres también en los intentos de captura de Sánchez de León. Y a punto estuvieron estos últimos de apresarle a principios de diciembre de 1837, si el infatigable jefe carlista no hubiera huido precipitadamente de una de las cuevas en las que se guarecía[44].

 

 

  • Persecución, captura y muerte de Sánchez de León

 

Los primeros meses del nuevo año de 1838 traerían consigo, de manera paulatina, una menor actividad de las guerrillas carlistas en la región. Ello fue debido, principalmente, al continuo hostigamiento al que eran sometidas por parte de los cuerpos militares isabelinos, los cuales contaban, además, con una mayor y más eficaz logística (armamentos, municiones, raciones…). Si bien la tónica dominante durante el primer semestre de 1838 fue la anteriormente descrita, hemos de mencionar que en mayo de 1838 un nuevo contingente carlista volvía a poner en seria amenaza a la demarcación del norte extremeño: la expedición capitaneada por don Basilio, la cual fue dispersada en Béjar el 3 de mayo del citado año. Tras este acontecimiento, un grupo de dispersos actuaron con don Santiago Sánchez de León los días posteriores a la sorpresa de Béjar. Estos se reunieron en el pueblo de Jerte, en donde el 7 de mayo recibieron un revés por parte de don José Vergel, Subteniente de la Compañía de Tiradores de la Diputación de Cáceres, quien, con 50 hombres de la misma, había sido destinado al Valle y entró con una guerrilla de esta fuerza la tarde del citado 7 a la villa jerteña, huyendo los carlistas del fuego que caía sobre ellos, ocasionándolos varios muertos y quedando en su poder trece hombres, entre ellos un Coronel, tres cargas de municiones y cuarenta caballos[45].

A partir de este momento, en el Valle del Jerte, donde seguía resistiendo don Santiago Sánchez de León con sus fieles, se redoblaron los esfuerzos para acabar con él y con su guerrilla.

Localizado y atrincherado este jefe carlista en las serranías jerteñas, la persecución sobre su persona y sus acólitos se intensificó a lo largo de la segunda quincena de mayo, siendo llamativo el bando que, desde Cabezuela, se circuló a todos los pueblos de la comarca para que sus ayuntamientos dieran aviso en el caso de que vieran “alguna tropa armada sea de Santiago León o de cualquier clase de enemigo”, y que estos, a su vez, notificaran a los cabreros, pastores, carboneros y demás paisanos para que diesen cuenta de cualquier noticia que tuvieran sobre los movimientos de los carlistas, pues en el caso de incumplir estas órdenes, se amenazaba con pasar por las armas a los desobedientes[46]. De esta manera, los liberales se mostraban dispuestos a actuar con dureza, una vez más, contra los compinches que tenía el cabecilla en el Valle, que no eran pocos. Y, tanto el bando como la persecución, no tardaron en dar los frutos tan esperados por los liberales, ya que el 19 de mayo se informaba que se habían presentado a indulto 15 hombres de la dispersa expedición de don Basilio que se habían unido a la partida de Sánchez de León y que éste, huyendo del riguroso acoso al que estaba siendo sometido, entre otras, por la columna del destacado liberal don Manuel Crespo, se había visto obligado a pasar el puerto de Tornavacas y a refugiarse en territorio castellano con unos 200 hombres[47], un número que progresivamente iría menguando, pues bastantes de ellos, conocedores de que tarde o temprano iban a ser capturados, se acogieron a un nuevo indulto despachado a primeros de junio, a raíz del cual se afirmaba que su partida había quedado prácticamente disuelta[48]. No obstante, el cabecilla aún seguía contando con un nutrido grupo de fieles, que, sin embargo, fue reduciéndose hasta que se produjo su captura y muerte, pues algunos de ellos se acogieron a nuevos indultos y el imparable y cada vez más eficaz hostigamiento al que estaban siendo sometidos, fue, poco a poco, surtiendo sus efectos.

Llegado el mes de junio, Sánchez de León, continuamente acosado por diferentes columnas liberales, permanecía oculto en las serranías de los términos de Jerte y Tornavacas. Y el 22 de dicho mes llegó el fatal desenlace cuando dos milicianos tornavaqueños, movidos por la elevada cantidad de dinero que se ofrecía por su captura[49] y conocedores de su escondrijo, le propinaron dos tiros que le dejaron malherido. El día 23 fue hallado por dos escopeteros de la villa de Jerte en el paraje de Llanomínguez cuando Sánchez de León se encontraba moribundo. Seguidamente, fue trasladado por los escopeteros a Jerte, lugar donde expiró al anochecer[50] y su cadáver permaneció expuesto al público el 24, antes de ser inhumado, para disuadir las tentativas de los rebeldes y mostrarles que ese iba a ser su final si seguían obcecados defendiendo la causa carlista[51]. Su partida de defunción[52] nos dice lo siguiente:

 

Yo Lucio Campos, religioso dominico, Cura teniente de la Parroquia de Sta. María de la Asunción de la villa de Jerte, concedí sepultura eclesiástica en el Campo Santo de esta villa el día veinte y cuatro de junio de 1838 al cadáver de Santiago Sánchez de León, natural de la villa de Cabezuela, de estado casado, de edad de 48 años, su empleo Comandante carlista. Hijo de Diego Sánchez de León, natural de Cabezuela de empleo labrador y de Rosa Medina, su mujer, que falleció el día 23 de dicho mes y año de un balazo que le habían dado según certificación del cirujano, y con el fue hallado y aprehendido en las sierras de Tornavacas el mismo día 23 por los tiradores de este pueblo y conduciéndolo a este mismo pueblo falleció en el dicho día 23. Fue reconocido su cadáver por dos personas de crédito que declararon la identidad de su cadáver. Murió ab intestato y fueron testigos de su entierro don Manuel Rodríguez, Sacristán de la Parroquia, y Pedro Merino, monacillo de ella. Y para que conste lo firmo. Lucio Campos.

Fig. 2. Señal que indica el refugio utilizado por el guerrillero Sánchez de León, sito en el término municipal de Tornavacas. A escasos metros de este lugar, fue herido de muerte el 22 de junio de 1838

 

Con la muerte de este tenaz jefe carlista, que tampoco pasó desapercibida en la prensa nacional[53], se logró pacificar la comarca y, el 27 de junio, las autoridades destacaban el buen espíritu que iba cundiendo “entre pueblos hasta el día tachados con fundamento sino de hostiles por lo menos de indiferentes”[54], como habían sido calificados los pueblos jerteños desde principios de la guerra civil. Las celebraciones por parte de los liberales a raíz de la muerte de Sánchez de León no tardarían en llegar, e incluso su pueblo natal, Cabezuela, a instancias de su Alcalde don Manuel Torres, solicitaba permiso al Gobierno Político cacereño para hacer un festejo taurino coincidiendo con la festividad de Santiago Apóstol, patrón de la Villa, “en regocijo del reposo y tranquilidad que se disfruta y por haber estinguido la faccion en su totalidad”[55].

Fig. 3. Firma autógrafa de Sánchez de León

Tras su muerte, su esposa Jerónima Muñoz de las Heras, junto con sus hijas, abandonaron su Cabezuela natal para establecerse en Valdefuentes[56], antigua villa cacereña en la que, aún a día de hoy, siguen residiendo algunos de sus descendientes directos.

  1. Conclusión

A lo largo de los tres años que discurrieron entre 1835 y 1838, en el contexto de la Primera Guerra carlista, don Santiago Sánchez de León se convirtió en uno de los jefes guerrilleros carlistas más destacados, activos y perseguidos de todo el norte de Extremadura. Al frente de su partida, a la cual el propio jefe bautizó con los nombres de Lealtad de Carlos V y Columna Real Volante de Carlos V[57], recorrió diferentes espacios del norte cacereño (comarcas del Jerte, La Vera o el Ambroz) y de las contiguas provincias de Salamanca y Ávila, poniendo en jaque a las autoridades civiles y militares isabelinas.

Su conocimiento de la guerra de guerrillas, pues recordemos que su experiencia militar venía ya de la Guerra de la Independencia y, en mayor medida, del Trienio Liberal, su conocimiento de la orografía, el apoyo –militar y logístico– y la complicidad de una parte representativa de la población del norte extremeño, fueron factores que explican su prolongada actividad durante esta guerra.

Sus acciones preocuparon, y mucho, a las autoridades ya desde su irrupción en 1835 y, por ello, estas no cejaron en el empeño de capturarlo vivo o muerto. Y así sucedió aquel 23 de junio de 1838, cuando, ya herido de muerte, fue capturado en las sierras de Tornavacas y trasladado a la vecina localidad de Jerte, en donde fallecería unas horas más tarde.

Con su muerte, se acabó no solo con un simple jefe de guerrilla que había proclamado lealtad de la persona de don Carlos, sino que se acabó con un militar que, por su recorrido y sus acciones, tiene ya un puesto de honor dentro de los personajes ilustres de la comarca del Valle del Jerte.

 

  1. Fuentes y bibliografía

Archivos consultados

Archivo General Militar de Segovia (AGMS)

Archivo Histórico de la Diputación Provincial de Cáceres (AHDPCC)

Archivo Histórico Municipal de Tornavacas (AHMT)

Archivo Histórico Nacional (AHN)

Archivo Histórico Parroquial de Jerte (AHPJ)

Archivo Histórico Provincial de Badajoz (AHPBA)

Archivo Histórico Provincial de Cáceres (AHPCC)

Archivo Municipal de Plasencia (AMP)

Publicaciones periódicas

Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz (BOPBA)

Boletín Oficial de la Provincia de Cáceres (BOPCC)

El Castellano

El Eco del comercio

El Español

Gaceta de Madrid

La Estafeta

La Revista española

 

 

Bibliografía

FLORES DEL MANZANO, Fernando, Hacia una historia de la Alta Extremadura: el Valle del Jerte (II), Plasencia, Sanguino-Offset, 1984.

FLORES DEL MANZANO, Fernando, La contrarrevolución realista en Extremadura, Badajoz, Universitas Editorial, 2002.

FLORES DEL MANZANO, Fernando, Plasencia y su entorno durante el reinado de Fernando VII y la regencia de María Cristina (1808-1840), Plasencia, Ayuntamiento de Plasencia, 2004.

 

FLORES DEL MANZANO, Fernando, Tornavacas: historia de una villa señorial y fronteriza, Plasencia, Ayuntamiento de Tornavacas, 2004.

 

RECIO CUESTA, Juan Pedro, Entre la anécdota y el olvido. La Primera Guerra carlista en Extremadura (1833-1840), Madrid, Actas, 2015.

RECIO CUESTA, Juan Pedro, “Las expediciones militares carlistas en Extremadura durante la guerra civil de 1833 a 1840”, en VV.AA., XLIV Coloquios Históricos de Extremadura. Dedicados a Hernán Cortés y su tiempo de descubrimiento, conquista y colonización, Trujillo, Asociación Cultural Coloquios Históricos de Extremadura, 2016.

[1] Para aquel lector que desee obtener un conocimiento más pormenorizado de este conflicto en nuestra región, nos remitimos a nuestra obra: RECIO CUESTA, Juan Pedro, Entre la anécdota y el olvido. La Primera Guerra carlista en Extremadura (1833-1840), Madrid, Actas, 2015.

[2] Toda su trayectoria militar (tanto en la Guerra de la Independencia como en la campaña realista) viene detallada en su hoja de servicios del Archivo General Militar de Segovia (en adelante AGMS), Sección 1ª, Legajo S-1287 y ya ha sido objeto de análisis en la obra de FLORES DEL MANZANO, Fernando, La contrarrevolución realista en Extremadura, Badajoz, Universitas Editorial, 2002, pp. 241-250.

[3] Archivo Municipal de Plasencia (en adelante AMP), Subdelegación de Policía, mayo de 1834. Efectivamente, pues el 7 de mayo de 1834 Sánchez de León, fue reclamado por don José Gordon “para declarar sobre la facción levantada en esa villa [de Cabezuela] por los fugitivos de esta ciudad D. Alonso Muñoz (a) La Tumba y D. Miguel Brieba”.

[4] Don Gregorio Eugenio Morales se encontraba en busca y captura desde octubre de 1833 y finalmente fue apresado y asesinado en febrero de 1835 (Vid. RECIO CUESTA, Juan Pedro, Entre la anécdota y el olvido…Op. cit., pp. 144-146). Este hecho bien pudo influir en la decisión de Sánchez de León de formar su propia partida, al haber perdido a un valedor tan importante como lo era Morales. El otro hermano, don Francisco Ramón, se encontraba desterrado en Ceuta desde los primeros meses del estallido de la guerra (Vid. RECIO CUESTA, Juan Pedro, Entre la anécdota y el olvido…Op. cit., p. 354).

[5] Su fuga de la cárcel placentina aparece recogida en Boletín Oficial de la Provincia de Cáceres (en adelante BOPCC), 02/03/1835.

[6] El Eco del comercio, 27/06/1835.

[7] Por otra parte, desde Cabezuela, donde estaba establecida la Comandancia de la Columna Móvil del Valle, este mismo 6 de julio se dictó un severísimo bando contra la población civil, que no era poca, que estaba auxiliando a los carlistas, tal y como ya se ha señalado en FLORES DEL MANZANO, Fernando, Hacia una historia de la Alta Extremadura: el Valle del Jerte (II), Plasencia, Sanguino-Offset, 1984, pp. 144-145.

[8] BOPCC, 17/07/1835.

[9] BOPCC, 27/07/1835. Parte enviado desde la Subdelegación de Policía de Plasencia al Gobierno Civil cacereño con fecha de 20 de julio de 1835.

[10] La Revista española, 28/07/1835.

[11] BOPCC, 31/07/1835.

[12] La Revista española, 03/08/1835. Aquí encontramos el parte del Capitán General de Extremadura, don José Carratalá, que narra los pormenores de este suceso.

[13] El Eco del comercio, 05/08/1835.

[14] BOPCC, 21/08/1835.

[15] Archivo Histórico Provincial de Cáceres (en adelante AHPCC), Real Audiencia, Leg. 359, carp. 14.

[16] Así figura en el listado disponible en AHPCC, Real Audiencia, Leg. 359, carp. 17, donde José Sánchez de León, vecino de Cabezuela y entonces menor de edad, aparece como preso en la Real Cárcel de Corte de la Audiencia Territorial desde mayo a agosto de 1835. El apellido nos puede llevar a indicar que se tratara de algún familiar del jefe guerrillero, pero, al menos por nuestra parte, no hemos hallado datos que así lo indiquen.

[17] BOPCC, 27/04/1836.

[18] AMP, Actas Capitulares. Sesión extraordinaria del 5 de agosto de 1836.

[19] Para conocer los pormenores de la estancia en tierras extremeñas de la expedición de Gómez, remitimos a nuestro trabajo: RECIO CUESTA, Juan Pedro, “Las expediciones militares carlistas en Extremadura durante la guerra civil de 1833 a 1840”, en VV.AA., XLIV Coloquios Históricos de Extremadura. Dedicados a Hernán Cortés y su tiempo de descubrimiento, conquista y colonización, Trujillo, Asociación Cultural Coloquios Históricos de Extremadura, 2016, pp. 557-580.

[20] El Eco del comercio, 12/11/1836. Así lo hacía saber el Comandante General de la provincia de Ávila, quien ordenó que diversas fuerzas a su mando (nacionales del Barco o Piedrahita, entre otros) saliesen en su persecución.

[21] BOPCC, Extraordinario, 07/11/1836.

[22] Archivo Histórico Provincial de Badajoz, HACIENDA, Caja 15, carp. 4. Hoja de servicios de don Francisco Muñoz. En esta acción se señala que incluso el citado Capitán perdió su ojo derecho “habiendo sido herido de un balazo”.

[23] El Español, 23/11/1836.

[24] En el cerco practicado por los carlistas a la Iglesia, murieron cuatro soldados liberales como ya ha señalado FLORES DEL MANZANO, Fernando, Hacia una historia de la Alta Extremadura…Op. cit., p. 145.

[25] El Español, 23/11/1836.

[26] AMP, Actas Capitulares. Sesión extraordinaria del 21 de noviembre de 1836. Según se informaba en esta sesión, se habían reanudado las labores para ejecutar dicha quinta, las cuales se paralizaron “con motivo de la facción del Valle y agitación de el pais”. De igual modo, en AMP, Actas Capitulares. Sesión extraordinaria del 12 de diciembre de 1836, se indicaba que la ciudad, tras la acción de Cabezuela, “estaba amenazada de ser imbadida [sic] por la Facción de Santiago León”.

[27] El Español, 30/11/1836.

[28] Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz (en adelante BOPBA), 01/12/1836.

[29] Sánchez de León, en una de las varias entradas que realizó al pueblo de Jarandilla de la Vera, producidas tanto en 1836 como en 1837, consiguió hacerse con 11.660 reales pertenecientes a la depositaría de su Ayuntamiento. Este hecho fue tratado meses después en Archivo Histórico de la Diputación Provincial de Cáceres (en adelante AHDPCC), Libro de actas de la Diputación. Sesión del 11 de mayo de 1837.

[30] El Eco del comercio, 25/12/1836. El citado Olozabal recibió órdenes directas del brigadier don Ramón Narváez, quien desempeñaba el cargo de Comandante General de la División de Vanguardia del Ejército del Norte.

[31] Al propio jefe carlista se le ofreció el indulto varias veces, pero hizo caso omiso de todas ellas. En Archivo Histórico Nacional, CONSEJOS, Leg. 12243, exp. 6. aparece un indulto dado en forma de Real Orden por la propia Reina Gobernadora con fecha 26 de diciembre de 1836.

[32] AHDPCC, Libro de actas de la Comisión de Armamento y Defensa de la provincia de Cáceres. Sesión del 20 de diciembre de 1836. En esta exposición elevada por el Ayuntamiento de Casas del Castañar, la Comisión también acordó enviar una remesa de armas y municiones a dicho pueblo para hacer frente a una posible aparición de Sánchez de León en su término.

[33] Archivo Histórico Municipal de Tornavacas (en adelante AHMT), Leg. 143, carp. 11. En Tornavacas, como en otros tantos pueblos de la comarca, había un ambiente favorable hacia don Santiago Sánchez de León y hacia la causa carlista, pues las autoridades no dejaban de denunciar “las voces alarmantes de viva Carlos quinto” que eran habituales entre los paisanos, como se lee en esta misma carpeta.

[34] El Español, 02/01/1837.

[35] En esta comarca, en el primer trimestre de 1837, pese a la menor actividad armada de las guerrillas –si la comparamos con la existente en otros espacios de la provincia–, las autoridades isabelinas tenían sospechas de que se estaban organizando planes por parte de los carlistas, tal y como se recoge en El Castellano, 27/03/1837. Ya en mayo, los isabelinos enviaron efectivos tanto de infantería como de  caballería para redoblar la vigilancia, pues se tenían noticias de que “estaban para sublevarse los pueblos de Cabezuela y Jerte, dirigidos por un tal Latorre”, según se puede comprobar en El Eco del comercio, 10/05/1837.

[36] FLORES DEL MANZANO, Fernando, Plasencia y su entorno durante el reinado de Fernando VII y la regencia de María Cristina (1808-1840), Plasencia, Ayuntamiento de Plasencia, 2004, pp. 352-353.

[37] Gaceta de Madrid, 27/10/1837.

[38] BOPCC, 30/12/1837.

[39] La Estafeta, 22/10/1837. Aquí se señala que, además de unirse don Santiago Sánchez de León, también en Béjar exigieron “50.000 reales, 3.000 varas de paño azul y 6.000 raciones, además de haber impuesto á los pueblos inmediatos diferentes contribuciones hasta la suma de 20.000 reales”. Del mismo modo, se indicaba que en la villa bejarana, a la expedición se había unido un brigadier “que trajo órden del pretendiente de reunirla en tierra virgen”.

[40] BOPCC, 21/10/1837.

[41] AHMT, Caja 143, carp. 11. Oficio dirigido por don Marcos Lozano y Moreno al Ayuntamiento de Tornavacas con fecha 22 de noviembre de 1837.

[42] El Eco del comercio, 04/12/1837.

[43] El Eco del comercio, 26/12/1837.

[44] El Español, 20/12/1837.

[45] BOPCC, 08/05/1838.

[46] AHMT, Caja 143, carp. 9. Oficio circulado por don Juan Lambea, Oficial de la Compañía de Cazadores de la Diputación de Cáceres,  con fecha 15 de mayo de 1838.

[47] BOPBA, 31/05/1838.

[48] AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 13 de junio de 1838. Oficio enviado desde Tornavacas, el 8 de junio de 1838, por el citado Oficial don Juan Lambea.

[49] Si bien se prometía una elevada suma de dinero, lo cierto es que la Diputación cacereña, casi un año después (AHDPCC, Libro de actas de la Diputación. Sesión del 7 de marzo de 1839) trataba la recompensa que podía darse “a los Nacionales de Jerte y Tornabacas [sic] que contribuyeron a la captura del cavecilla [sic] Santiago León y a los que le dieron muerte”, acordando elevar al Gobierno Político que “podía agraciarse a los dos que le quitaron la vida con seis fanegas a cada uno de terreno valdío [sic] en sus pueblos respectivos, y tres a los restantes”. Sin embargo, la recompensa produjo un largo y conflictivo affaire entre las villas de Tornavacas y Jerte por la concesión de estos baldíos tal y como acertadamente relató FLORES DEL MANZANO, Fernando, Tornavacas: historia de una villa señorial y fronteriza, Plasencia, Ayuntamiento de Tornavacas, 2004, pp. 135-136.

[50] FLORES DEL MANZANO, Fernando, Tornavacas: historia de una villa…Op. cit., pp. 134-135.

[51] Llegó moribundo a Jerte y acabó de morir allí, no sin antes, ya en la agonía, ser arrastrado por un caballo por las calles del pueblo como castigo y escarnio público a su rebeldía, tal y como siguen recordando los más mayores del lugar. Este testimonio oral fue proporcionado por Gregorio Cepeda, gracias a la intermediación de Luis Pérez Cepeda, ambos vecinos de Jerte y a los cuales agradecemos desde estas líneas.

[52] Archivo Histórico Parroquial de Jerte, libro de finados de 1838. Agradecemos al párroco de la localidad, D. Ovidio Delgado Alonso, las facilidades prestadas para la consulta de documentación de los archivos parroquiales a su cargo (los de Jerte y Tornavacas).

[53] El Eco del comercio, 01/07/1838.

[54] BOPBA, 28/06/1838.

[55] BOPCC, 07/07/1838.

[56] El destierro fue una práctica habitual en aquellos momentos para desarraigar a personas que pudieran suponer una amenaza o alteración del orden público. Quizá pudo ser este el motivo por el cual su esposa e hijas pasaran a vivir en un pueblo con el que, aparentemente, no tenían vinculación.

[57] FLORES DEL MANZANO, F., Hacia una historia de la Alta Extremadura…Op. cit., p. 150.

Dic 082022
 

Manuel Ruiz Durán

Párroco de Santa María la Real de Badajoz

Canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Badajoz

 

parroquiasr@yahoo.es

 

El primer atisbo de la llegada de los Agustinos a la ciudad de Badajoz fue sobre el 1311, en el reinado de Fernando IV, cuando el obispo D. Bernabé cede la ermita de Santa Engracia, extramuros, al poniente de la ciudad[1], tras la extinción de la orden templaria.

Años más tarde, pasaron a la ermita de Santa Marina, donde estuvieron por espacio de 131 años, en frente a la puerta de Santa Marina, llamada anteriormente Real Puerta de Jerez[2], la cual fue derribada en 1658, en una de las muchas batallas con los portugueses, por estar muy cerca de la muralla.

Los Agustinos fueron trasladados, definitivamente, a la iglesia de San Lorenzo, cedida por el obispo fray Juan de Morales[3], en el año de 1431[4], tomando posesión el 26 de junio de 1432, quedando suprimida la parroquia de San Lorenzo por la Bula de Eugenio IV, “fechada en las nonas de febrero de 1431”, según cita Tirso Lozano Rubio[5].

La Bula de traslación dice así[6]:

“Eugenio, obispo, siervo de los siervos de Dios, a mi querido hijo el archidiácono de la Iglesia pacense saludo y bendición apostólica. Es conveniente que demos nuestro grato asentimiento a las piadosas ofrendas de los fieles, con objeto de que todo aquello que hace referencia no sólo a la propagación de la religión sino también al incremento del culto divino, consigan el fruto deseado. Con gusto manifestamos las dimensiones de nuestra inquietud con prudencia en favor de los amados hijos del prior y de los hermanos de Santa Marina extramuros de la ciudad pacense, los cuales eran de la orden de los hermanos ermitaños de San Agustín.

Hace poco manifiestan petición incluía para nosotros en lo que en otro tiempo nuestro venerable hermano Juan, obispo pacense, considerando con prudencia a lo que estaba sometido el ante dicha casa, a saber, los hostiles ataques y extrema desolación y cuyas paredes quedaban solamente con cierta capilla contigua, de tal manera que los hasta ahora pocos hermanos que permanecían no podían habitar con mayor comodidad y ni siquiera carecía de rector. La esperanza resistiría las restauraciones de su propia casa y queriendo cuidar la situación y mantenimiento del prior y de los hermanos, la Iglesia parroquial de San Lorenzo pacense, la cual no llega a tener más allá de tres o cuatro parroquianos y por su sequedad de frutos, careció en muchos tiempos pasados.

El prior y a los susodichos hermanos, para que se vieran __ a volverse a ella, y allí mismo, al momento servir de () bajo la observancia de las reglas, con su ordinaria autoridad, la dono e igualmente lo signo, tal y como en las auténticas letras del mismo obispo más arriba expresadas y garantizadas con el sello con lo que se dice que más pleno es el contenido.

Por lo cual, por parte del prior y de los hermanos se nos suplicó humildemente, con objeto de que nos () con benignidad apostólica, velar oportunamente por ellos.

Por nuestra parte, inclinados ante tales súplicas, mandamos por medio de los escritos apostólicos a la discreción, llamados los que hayan de ser llamados en forme con nuestra autoridad a quienes te aman, informes acerca de todos y de cada una de las circunstancias ya pre anunciadas. Y si por tu información descubres que la cosa está así, esto es, que la Iglesia mencionada con las casas y sus añadidos está como apuntábamos, lo concedas igualmente al prior y susodichos hermanos para su uso y habitabilidad y asigne a los mismos todo aquello que haya que transferir a la misma Iglesia con las casas que hay alrededor y puedan y sean capaces de hacer edificar y construir en pro del uso y habilitadora de todo ello, y allí mismo se queden a perpetuidad libre ilícitamente, concediendo licencia con nuestra misma autoridad. Feliz a pesar de ser recordado.

Prohibiendo la constitución del Papa Bonifacio VIII, nuestro predecesor que los hermanos de las órdenes mendicantes en alguna ciudad, campamento o cualquier otro lugar, Castillo, para poder habitar cualesquiera casas o lugares que reciban de nuevo o puedan cambiar y modificar ya recibido si licencia especial de mencionada sede apostólica, sólo que se mencione plena y explícita palabra por palabra de la prohibición y de las dichas constituciones apostólicas y restantes dimensiones.

Queremos pues que la capilla antes mencionada de ninguna manera se destine a usos profanos, como sería la herencia. Y queremos que el cuidado de la mayor Iglesia pacense, que por entonces estuviere, desempeña el cuidado parroquial de las almas y que en el futuro deban tener en consideración todos los derechos y entre las parroquiales de la nuestra iglesia de San Lorenzo.

Dado en Roma, junto a San Pedro, año 1431, nonas de febrero, año primero de nuestro pontificado”.

Y comenta Solano de Figueroa:[7]Y la parroquia de San Lorenzo, siendo pobre y casi sin feligreses, poco podría dar al rector o cura que la gobernarse, y a la religión se le haría un notable beneficio en concederles la Iglesia. El obispo fue de parecer que se intentase, por la conveniencia pública y por la particular de los religiosos, y así se determinó que pidiesen breve a su santidad para que la traslación tuviese más firmeza…Y tomó posesión, requiriendo al prior, que se llamaba fray Diego, y su comunidad, y les mandó poner y puso en la posesión de dicha iglesia el 23 de junio de 1432 y segundo del pontificado del santísimo Eugenio cuarto y fueron testigos García y Álvarez, maestre sala del obispo, Gonzalo Alonso de Carvajal, su familiar, y Diego Fernández, escribano, y todo pasó ante Juan Alonso, clérigo del obispado de Burgos, notario apostólico”.

 

1.- Planos del templo: Descripciones de Solano, Ponz y Fernando Marcos

 

Solano de Figueroa[8] describe la hermosa fábrica de San Agustín “con dos claustros y varias capillas dedicadas a San Lorenzo, del Espíritu Santo, Nuestra Señora de Gracia, de Nuestra Señora del tránsito, del Santo Cristo, de San Nicolás, de Santa Mónica, de San Acacio, de la Magdalena. La capilla mayores patronato de los caballeros del apellido de Solís, porque la mandó labrar Gómez Fernández de Solís el año 1523 y para esto se le dio 500 ducados de oro, con la condición de que los religiosos trasladen los cuerpos de sus padres, Hernán Gómez de Solís y doña Beatriz de Figueroa, de la parroquia de San Blas de Salvatierra a la capilla mayor del convento. Y en el coro alto se colocaron las sillas del coro”[9] que habían sido sustituidas en la catedral en el año 1557.

Antonio Ponz[10] en sus viajes por Extremadura, describe el templo de San Agustín diciendo que “tiene una muy buena portada de mármol con dos columnas jónicas, y de la misma materia la estatua de San Agustín en el ático.  También es de buena la arquitectura del altar mayor, que principalmente consiste en cuatro columnas corintias, con las demás correspondiente al orden y entre ellas hay algunas pinturas, que apenas se pueden venir en conocimiento de lo que representa por lo oscurecidas que están.  en los altares colaterales haya apreciables pinturas de Cristóbal Pérez Morales, y al son:  al lado del Evangelio Nuestra Señora abrazada con Jesucristo difunto, y dos santos de rodillas que parece representan a San Lorenzo, y a otro santo de la orden de San Agustín: al lado de la epístola el señor atado a la columna, figura del natural de cuerpo entero, a un lado de la que está la Magdalena, y otro santo”.

Y en el artículo de Fernando Marcos Álvarez, se nos relata la compra de la capilla de nuestra Señora del Tránsito, por parte de D. Sebastián Montero de Espinosa, citando el lugar donde se encuentra dicha capilla[11]: “En 8 de octubre de 1623 compra por cuatro ciento ducados los frailes Agustinos la capilla que está en el cuerpo de la Iglesia de San Agustín desde convento y tiene la advocación de Nuestra Señora de la Asunción[12], que está junto a la capilla de Nuestra Señora de Gracia y frente de la de Ánimas”.

 

2.- Construyamos el templo agustino desde los documentos del Archivo Histórico Nacional [13]

 

2.1.- De callejuela[14] a capilla mayor

 

Este documento es el más antiguo que poseemos, firmada por el emperador Carlos V, y como nos dice su título es la “real confirmación de una escritura por donde la ciudad de Badajoz hizo donación al monasterio de S. Agustín de ella de una calleja para ensanchar la sacristía y capilla del año 1555”[15]. Sabemos por el legajo 3 que existía una pequeña capilla mayor, “hasta el pilar postreo de la capilla mayor del dicho monasterio”, y esta donación nos está dando el origen y la creación de la actual cabecera, capilla mayor y presbiterio. Si miramos el mapa, fue hecho en el año 1650, como se recoge en el citado documento, lo cual nos da a entender el tiempo máximo que tardó en construirse.

Este documento, que consta de 12 legajos, de los cuales cinco están en blanco, nos revela varias informaciones privilegiadas: la petición del prior del convento al rey y su donación, la situación penosa de la calleja, el lugar de descanso de los frailes y el autor del presbiterio.

D. Carlos por la divina clemencia emperador semper augusto rey de Alemania y el mismo don Carlos por la misma gracia Rey de Castilla de León de Aragón de las dos Sicilias de Jerusalén de Navarra de Granada de Toledo de Valencia de Galicia de Mallorca de Sevilla… por parte del prior del convento del monasterio de santo Agustín de la ciudad de Badajoz nos fue hecha relación que junto al dicho monasterio está una calleja angosta por donde se  solían servir al tiempo que se fundó el dicho monasterio los religiosos que entonces había y que después quedó sin habitación ni vecindad y solamente () al presente desechar inmundicias que causan mal olor en la  comarca y que allí por cierto como por las mucha necesidad que el dio monasterio tiene de la dicha calleja para ensanchar la sacristía y capilla… donación de ella como lo podíamos mandar ver por la escritura que de ello hicieron y otorgaron en la dicha ciudad a primeros del mes de abril de este presente año de mil y quinientos y cincuenta y cinco que firmada de su nombre y de Gaspar Becerra nuestro escribano”. Y sigue diciendo el documento: “dicho monasterio se fundó y que después quedó muy estrecho y sin habitación ni vecindad y solamente servía de echar cosas inmundas que causaban malos olores en toda la vecindad y comarca que en tiempo de invierno ninguno se podía servir y por el verano tampoco servía por causa de las dichas inmundicias y mal olor y que más de esto el dicho monasterio recibía muy gran perjuicio por razón de que como las celdas de los religiosos del dicho monasterio estaban sobre la dicha calleja y paso y se encierra en ellas el mal olor de la dicha calleja y otros inconvenientes que se siguen por razones de ser lugar donde siempre ocurren conversaciones de mal ejemplo”.

Y en el legajo cinco nos dice: “por la presente damos licencia al dicho monasterio prior Flabres y convento de él para que puedan incorporar para servicio del dicho monasterio la dicha callejuela y paso que va por junto al dicho monasterio desde la esquina de la casa de Gaspar Méndez Cantero[16] hasta el pilar postreo de la capilla mayor del dicho monasterio que da a la calle de Juan Méndez Pardo con que no se tome cosa alguna de la dicha calle y que a su costa echen una pared alta en medio para que lo divida y de Baltasar al canto de la huerta del dicho monasterio con que la  calle que atraviesa por detrás de la dicha huerta y va a juntarse con la dicha calleja le quede exenta y que el dicho monasterio haga a su costa la cerca de la redonda por donde se divide con los corrales de los vecinos que confinan con la dicha calleja y la alcen todo lo que se quiera con la dicha calleja … y dimo la presente firmada de nuestros nombres y refrendada del secretario del dicho nuestro ayuntamiento dada en la ciudad de Badajoz a principios del mes de abril año del Señor de mil y quinientos y cincuenta y cinco la cual dicha merced nos hacemos sin perjuicio común ni particular Diego de Zuñiga, don Pedro de Fonseca, don Jerónimo de Figueroa, Pedro Moscoso, el licenciado Becerra de Moscoso, Hernando de Ardila, Alonso Gutiérrez de Silva, Diego de la Rocha e Cáceres, Alonso Pérez, Fernán González de Alvarado, Gonzalo de la Rocha de Tovar, Alonso Téllez de Vega, por mandado del ilustre en la ciudad de Badajoz Gaspar Becerra Escribano de concejo público”.

Años más tardes, entre 1555 y 1650, nos encontramos el testamento de Gómez Fernández de Solís y Figueroa, en 1621, vecino de esta ciudad de la Parra, marqués de Priego conde de Feria[17] , donde dona 500 ducados de oro para la construcción de la capilla mayor del monasterio. “Mandó 500 ducados de oro para hacer la capilla mayor del monasterio de San Agustín de Badajoz haciéndose de las gradas del altar mayor que ahora tiene a fuerza[18]. Pero la donación del dinero para construcción de esta capilla tiene como fin el enterramiento de sus padres y de él mismo, como así lo atestigua su testamento: “Con tal condición que los frailes del monasterio o su provincia trasladen los cuerpos de mis señores padres que presente están enterrados en la iglesia del señor San Blas en la villa de Salvatierra a la dicha capilla en medio de ella y los huesos de la madre mi señor que están en San Francisco de Cáceres a la dicha capilla donde pareciere a mis albaceas y que los dicho mis albaceas procuren licencia del Papa para ello y los dichos frailes sean obligados en cada un año de hacer memoria con los dichos difunto para siempre. Y doy facultad a los dichos mis albaceas que puedan hacer y haga la limosna que a ellos bien ha visto fuere y les pareciere al monasterio y convento de San Agustín de Badajoz” [19].

Y en medio de su testamento, en un folio suelto nos encontramos con una carta que se titula: “Carta de la capilla mayor”, siendo su título: “Dotación de la capilla mayor de don Juan de Solís y su mujer doña Inés de Tovar de 250 ducados de oro y 2000 maravedíes de renta perpetua en cada un año[20].  Parece ser que la carta es la solución a un malentendido, entre el donante y los frailes, a la hora de colocar los escudos de esta familia en la capilla mayor. “En 12 días del mes de abril de () don Juan Solís dos escudos[21] en el arco floral de la capilla mayor cosa que se le dijo de nuevo al convento recuerdo algunos padres que decían no ser toda la capilla por suya fui de las gradas de arriba por no haber pagado 250 ducados … no hay que hablar más en este particular”.

En 1736,  en el testamento de Juan González Triguero,  en la página 11[22], aparece la cláusula 31, declarando voluntad suya que “el padre sacristán que fuese del convento del señor San Agustín tenga la obligación de encender todos los meses de cada un año dos velas de libra, los cuales todos los días, al abrir la puerta por la mañana las encienden el altar mayor donde está el santísimo Sacramento para que los fieles que entrasen en la Iglesia por la mañana que por abrirse la puerta muy temprano está a oscuras y viendo las luces adoren al Santísimo, y que éstas duren encendidas hasta que sea claro el día.

 

2.1.1.- Las capillas laterales de la capilla mayor

Tomando como punto de partida la descripción que Ponz hace del altar mayor, podemos afirmar que se accedía por unas gradas centrales; y a derecha e izquierda existían dos capillas laterales que estaban a ras de suelo. Con el tiempo, y como ha sucedido en otras iglesias, se igualaron los laterales, quedando la capilla mayor y el presbiterio como lo conocemos en la actualidad en Santa María la Real. Se puede pensar que el momento de este cambio es cuando el obispo fray Agustín Antolínez es enterrado en el lateral derecho del presbiterio.

En el testamento de Juan González Trigueros[23] manda por escritura el convento debe recibir y cobrar todos los años dos libras de cera para la Virgen de los Dolores, siendo su plazo de cobro el Jueves Santo.

 

2.1.2.- La sacristía nueva[24][25]

 

El 18 de agosto de 1779, el reverendo padre maestro fray Guillermo de Aguilar, rector interino de la provincia de Andalucía, estaba reunido con los demás religiosos del convento, al son de campana, el doctor fray José Gómez Avellaneda prior actual del convento casa grande del señor San Agustín de esta ciudad de Badajoz fray Juan de Mendoza, fray Antonio Claros maestro, fray Francisco León Presto, Fray José Villarreal, fray Antonio Prieto predicador general, fray Pedro Flores, fray Antonio Villar, fray Bernabé Gómez, fray Antonio Robles, fray García Lozano, fray Francisco Merchán, fray Ignacio Vázquez lector, en la sala prioral para conferir y tratar las cosas tocantes al convento. En estas reuniones del conventual era muy conocido don Francisco Suelo Lobato, vecino de esta ciudad, [26]pues continuamente estaba subviniendo a las necesidades que tenía sin esperar a que se las manifestase esta esta comunidad si no es que incesantemente preguntaba qué era lo que hacía falta”.

Una de esas necesidades eran la creación de una nueva sacristía, ya que la existente es muy pequeña, y actualmente sigue en pie, situándose en frente de la futura nueva construcción, en la nave de la epístola, primera habitación. El legajo dice así: “[27] Nº 162. En este número estaba el censo de ocho ducados réditos anuales el que se redimió.

Se hallará aquí la imposición de don Francisco Suero de seis ducados anuales en dos escrituras de censo que separaba a dicho don Francisco que los cedió a este convento de N.P.S. Agustín por dotación de la sacristía por el patronato y el entierro que en ella se le dio”.

Y en los legajos siguientes nos encontramos con su intención a la hora de construir la nueva sacristía: “[28] Deliberadamente en remuneración y compensa de ellos hacerlo a fin de que en ella pueda hacer su entierro y el de todos sus descendientes, y después de su fallecimiento tenerle a la vista para encomendar su ánima a Dios como tan gran señor bienhechor”.

Esta petición de obra fue dirigida al rector de la provincia interino por el prior del convento el doctor fray José Gómez Avellaneda el 18 de agosto de 1779, y el 31 de agosto del año referido se dio facultad y licencia para que el citado Francisco Suelo Lobato se admita y nombre por patrono de la mencionada sacristía.

La resolución dice así: “[29]Nuestro padre rector Provincial interino: presentado fray Pedro Domínguez secretario. En conformidad de lo cual según y en la forma que por año nos es permitido otorgamos que establecemos al dicho don Francisco Suero Lobato, y a sus hijos herederos y sucesores por patrono de la sacristía de este nuestro convento, y le damos y concedemos el derecho de patronato de ella con facultad de que se pueda abrir sepulcro para su entierro y el de los que tuvieren su permiso con los demás derechos y acciones pertenecientes y tocantes a semejantes patronatos, y dueños de sacristías, capillas, y sepulcros en la dicha iglesia en convento para que pueda usar, y usted de ella en la forma que va dicha como dueño absoluto, y sin dependencia alguna”.

Y termina diciendo el mismo legajo: “que desde luego dota y funda en dicha sacristía una misa cantada perpetuamente que ha de celebrar la comunidad al siguiente día de señor San Francisco de Asís rezaba de cada un año con su vigilia, y responso por su ánima, y la de los vivos y por eso se obligará, y a pagar perpetuamente 66 reales de vellón, y que ha de entregar en el mismo día los 20 reales a dicho convento por razón de la misa, vigilia y responso”.

 

3.- Capillas en la nave del evangelio

 

3.1.- Capilla de san Lorenzo[30]

 

La capilla de san Lorenzo da nombre a la ermita sobre la cual se edifica y construye el conventual de san Agustín, como hemos constatado en el comienzo del artículo. “La Iglesia catedral se construyó en tiempo del rey don Alfonso el sabio, en el sitio que hoy ocupa, llamado Campo de San Juan, dedicada a San Juan Bautista… En lo antiguo hubo siete parroquias en esta ciudad, que eran: Santa María del Castillo, Santa María de Calatrava, de la orden militar de Alcántara, San Pedro, Santiago (o de la Virgen de las Lágrimas[31]), San Lorenzo, San Salvador y San Andrés[32].

La primera noticia que tenemos de esta capilla nos viene dada por la fundación del mayorazgo que fundó Álvarez Suarez de Aldana. Y dice así.

 

San Agustín = Dotación de la capilla de San Lorenzo.

                                   Dª Catalina de Vargas = 1689.

 

            Cuaderno donde está la fundación del mayorazgo que fundó Álvaro Suárez[33] de Aldana de la Dehesa del Tesorero y de 30 escusas de tierra en el rincón de Caya todo ello en término de la ciudad de Badajoz como obligación de que los bienes por los poseedores de este mayorazgo se paguen perpetuamente a dicho convento de San Agustín de dicha ciudad 10.000 maravedíes en cada un año por San Juan y Navidad. Los 1.000 por la dotación de la capilla de San Lorenzo, que está en dicho convento de que son patronos los poseedores de este mayorazgo y los 9.000 maravedíes porque se dio a misa todos los días del año en dicha capilla y de este mayorazgo y sus bienes fue poseedor don Gómez de Vargas y __ Vargas y este año de 1659 es poseedora de doña Ana de Vargas Parra mujer de __ de Alonso que fue Moscoso __de esta ciudad y otorgó reconocimiento desde censo __ ante Nicolás Vázquez Ruano escribano que está al último de este cuaderno[34].

Y en una cuartilla “de la farmacia vieja” se constata el pago de la manera siguiente: “Dotación y concierto de la capilla de doña Isabel de Carvajal y de cómo dio 10.000 maravedíes a Álvaro Suárez Ledesma clérigo y él la dio al convento[35].

Pero tirando del hilo para atrás, nos encontramos una carta[36] de fray Nicolás de Llanos, Procurador mayor del convento de San Agustín dirigida al doctor don Diego Olmedo, canónigo provisor de este obispado en la fecha de 14 de mayo de 1633, que dice así: “Este dicho convento tiene una capilla que se titula de San Lorenzo la cual se dio a Álvaro Suárez de Aldana, Pérez vecino que fue de esta ciudad como obligación perpetua de pagar 9000 maravedíes en cada un año con carga de una misa en cada un día en dicha capilla y 1000 maravedíes de renta en cada un año por dotación y adorno de dicha capilla y habiéndose hecho este convento como consta de esta escritura que se otorgó en dicha razón a este Bartolomé Pérez de Cáceres escribano público o del número de esta ciudad no se ha cumplido ni cumple con dichas condiciones por lo cual han perdido el derecho y acción que a ella tienen por declaración y distensión de la sacra congregación de cardenales expedida el 16 de enero del año 1604 referida por Agustín Barbosa Summa Apostolicaru Decisionem en la colección 22=

por tanto pido y suplico a usted se sirva declarar haber perdido el dicho Álvaro Suárez de Aldana el dicho derecho y acción que ha tenido a la dicha capilla y dar licencia para que el dicho convento pueda disponer de ella o que se le notifique a don Alonso de Vargas regidor de esta ciudad que como en derecho y poseedor de dicha capilla pagan los corridos en los que diere lugar el derecho y que de aquí en adelante se obliga con hipoteca especial insuficiente a pagar en cada un año dichos 10.000 dentro de un breve término y de no hacerlo declarar como pido pues es justa. Nicolás de Llanos “.

Y la respuesta llega al día siguiente en estos términos[37].

En la ciudad de Badajoz a 15 días del mes de mayo de 1655 años, yo el notario leí en la petición.

Francisco Corado Romero en nombre de don Alonso de Vargas y Figueroa escribano y regidor de esta ciudad respondiendo a una demanda del Procurador del convento de San Agustín de esta ciudad en que pide que se declare haber perdido mi parte el derecho de la capilla que tiene en dicho convento de la de San Lorenzo por decir que no ha pagado alguna limosna por unas misas que se mandan decir por el fundador de dicha capilla su tenor permiso digo que la dicha demanda mi parte debe ser absuelto y donde por libre de el mando no haber lugar de lo contrario pedido por el general y por qué Álvaro Suárez de Aldana que fundó la dicha capilla desde los cimientos habiéndole dado al convento el suelo por 1000 maravedíes que se la ha dado en cada un año por su reparo estableció que sus bienes se dejasen de misas en dicha capilla 9000 maravedíes que dejo de renta sobre sus bienes y fundó un mayorazgo y de unas excusas en el término de Caya a cuanta agregado a dicha capilla y del todo ello en mi parte poseedor y de éste se saca que si la carga de 1.000 maravedíes la así de pagar los hacedores del dicho Álvaro Suárez de Aldana mi parte no lo es ni debe esta deuda= lo dicho si también de pagar el sucesor del mayorazgo que es mi parte por haberla cargado sobre las dichas de ___ fundador que constara por escritura que refiere tiene el dicho convento tampoco debe pagar la dicha entrega porque hace 13 años que con la guerra de Portugal no se gocen las dichas escusas y no habiendo hacienda de que pagarse y perdiendo como pierde mi parte 1000 ducados de renta que le van en dichas __ el convento de San Agustín también el daño que a él le toca en esta parte y más cuando las dichas capillas no necesitan de reparo alguno y la limosna de las misa si no se le pagan no las dicen con que no___ agravio alguno en esta parte y___ el fundador que las mandó decir y cargó sobre sus bienes pensaré del caso sucedido en esta largueza y que por el cesaba la renta y también ordinaria que cesa en las misas = lo dicho en cuanto piden que mi parte asegure dicha limosna cuando está tan segura no se necesitaba de más seguridad pero más abundancia mi parte se obligará engrosando de esta pagará dicha limosna mientras las poseyeren=

suplico a usted absuelva de por libre a mi parte de la dicha demanda pido justicia y costas para ello”.

Y estos legajos terminan[38] situándonos la capilla en el templo y los posibles años de su construcción.

En la ciudad de Badajoz a 23 días del mes de octubre de 1674 ante mí el escribano y testigos pareció don Antonio Francisco de Hoces Moscoso vecino y regidor de esta ciudad que dijo por cuanto el otorgante como marido y conjunta persona de doña Ana de Vargas Parra su legítima mujer tiene y posee la dehesa del tesorero término de esta ciudad y que linda con la dehesa de Botona y Cantillana y 30 casas de tierras en el río con la Dehesa de Caya asimismo término de esta ciudad, en el vínculo y mayorazgo que fundó Álvaro Suárez de Aldana encarga a su obligación de que en cada un año se diesen al convento de religiosos del señor San Agustín  de esta ciudad, 10.000 reales de renta los 1000 por la dotación de la capilla que en ella se tenía que es la de San Lorenzo que está en dicho convento,  la capilla mayor del lado del Evangelio que asimismo sostiene al dicho mayorazgo y patrono del otorgante por causa de la dicha su mujer y los 9000 maravedíes con calidad que en todos los días del año se diga misa en dicha capilla grabando los dichos bienes quiso en la dicha dehesa del tesorero y excusas del rincón de Caya y los poseedores del dicho mayorazgo consta carga como más largamente costas y parece de la fundación del dicho mayorazgo que hizo y otorgó el dicho Álvaro Suárez de Aldana en esta ciudad por el testamento y última voluntad y otorgó en 4 de febrero de 1552 por antes Bartolomé Pérez de Cáceres escribano que fue del número de esta ciudad y la propiedad de la dicha capilla por escritura que se entregó en este el dicho convento y el dicho Álvaro Suárez en 19 de marzo de 1528 por ante Alonso Pérez notario de la Santa Iglesia catedral de esta ciudad que de dicho mayorazgo y sus bienes fue poseedor don Gómez de Vargas y don Alonso de Vargas y Figueroa vecino y regidor de esta ciudad”.

Quisiera destacar la importancia de estas cartas porque nos están situando en la construcción del templo en general y de esta capilla en particular. También nos encontramos con las dificultades de pagar por motivos de las guerras con Portugal y como las capillas deben de ser costeadas por benefactores, mayorazgos y fundaciones que luego les darán el derecho y la propiedad de enterrarse en ellas y nombrar sucesores, como así sucede también en esta capilla.

Dice el testamento de Álvaro Suárez de Aldana[39]: “Mando mi cuerpo a la tierra de que fui formado y cuando Dios fuere servido que mi ánima sea del apartada sea sepultada en el monasterio del convento de San Agustín intramuros de esta ciudad en la capilla que yo hice …

Manda que la dicha capilla que yo hice hacer en dicho monasterio de San Agustín se pueda enterrar y entierren mi señora, mi madre Isabel de Carvajal y María Peralta y Francisco Juárez de Carvajal y Juana de Carvajal y Teresa Juárez mis hermanos y sus hijos nietos y descendientes para siempre. Jamás y los hijos y sucesores descendientes míos.

            Mando que la dicha capilla sea de mi hija doña Isabel Suárez de Aldana y sucesores que yo nombrar en este mi testamento y la sustenten preparen de mis bienes siempre que hubiera menester”.

 

3.2.- Capilla del Espíritu Santo

 

Sólo tenemos noticia de esta capilla a través de la descripción que hace Solano de Figueroa, anteriormente citado, y por el archivo histórico Provincial de Badajoz que, en el año 1664, en el testamento de Herrera Grajera[40] dice lo siguiente: “En una sepultura que tengo junto a la capilla del Espíritu Santo”.

 

3.3.- Capilla nuestra Señora de Gracia[41]

 

Una de las imágenes más populares de la Virgen Santísima en la ciudad de Badajoz y muy querida por su población fue la advocación de Nuestra Señora de Gracia, la cual se encontraba en el conventual de San Agustín, en la capilla tercera del Evangelio. Esta capilla a lo largo de su historia ha sido enriquecida con donaciones que sus devotos les han ido donando a los frailes para su mayor decoro, tanto en pinturas como en cera para la lámpara del santísimo.

En el año 1672, ante el escribano público de esta ciudad don Álvaro Marchena se otorgó una escritura de venta de un pedazo de tierra al sitio de Valdesevilla que linda daba con el camino real que van de esta ciudad de Badajoz a la dehesa de la Pineda, que eran tierras de Juan Domínguez trabajador y tierras de Bartolomé Doblado labrador a favor de Domingo García Santano, que a su muerte, su mujer Catalina Esteban por escritura de 15 de septiembre de 1673, siendo Tomás de Solís Ardila escribano del número de esta ciudad, que hizo donación al ayudante Pedro Jiménez y Catalina Bernard, su mujer, en fecha de 13 de noviembre de 1679 ante Pedro Ruiz Moreno escribano del número de Badajoz hicieron donación al convento de nuestro padre San Agustín de Badajoz para adorno y ornamentos de la capilla de Nuestra Señora de Gracia, como queda recogido por Nicolás Gómez Pedrero, en nombre del convento de religioso de nuestro señor San Agustín, en el año 1713.

El ayudante Pedro y su mujer Catalina siempre tuvieron mucha devoción a la imagen de Nuestra Señora de Gracia, como se recoge en su testamento[42], “hacen donación buena pura perfecta irrevocable que el derecho llama entre vivo para siempre jamás valedera a la dicha imagen de Nuestra Señora de Gracia que está en dicho convento de nuestro señor San Agustín de esta ciudad de dicho pedazo de tierra aquí declarado para que sea y sirva el fruto de él para adornos de la capilla y altar de dicha imagen cuya administración ha de correr y corra por el padre prior y religiosos de dicho convento de presente son y por tiempo”.

En el año 1736, a 28 días del mes de julio, nos encontramos con el testamento de Don Juan Gómez Triguero donde deja ciertas mandas relativas al culto divino en nuestro convento,[43] el cual debe recibir y cobrar todos los años dos libras de cera para la virgen de Gracia que debe cobrarse el Jueves Santo de cada año.

Un año más tarde, el 12 de julio de 1737[44], nos encontramos con el testamento de Esteban Francisco que vive en la calle de Morales número 1, de la que heredó el convento de San Agustín la mitad de una casa, que por la puerta falsa linda con casas de Manuel Mejías que caen a la calle de Domingo de Argüello las cuales dejó a este convento para su difunta sirva de alumbrar la lámpara de Nuestra Señora de Gracia, siendo el escribano Antonio de Nava.

En la fundación del mayorazgo de don Francisco Fraile de Andrade, que fue el 5 de septiembre de 1629[45], en su legajo 573 nos dice que el altar de Nuestra Señora de Gracia era uno de los dos altares privilegiados de la ciudad. “El día de mi fallecimiento o al siguiente se hagan decir misa… Por mi ánima en el altar del Santo Cristo que está en el claustro de la Santa catedral del señor San Juan y en la de Nuestra Señora de Gracia de dicho convento de San Agustín, que son altar privilegiados y de su santidad y se pague la limosna y de cada misa dos reales”.

Años más tarde, el 27 de julio de 1674, doña María Chávez Sotomayor, viuda de Francisco Freyle de Andrade, que era regidor perpetuo de esta ciudad, por escritura de donación dada al convento de San Agustín un olivar de 200 pies [46]para decir perpetuamente por las almas de mis difuntos, en la capilla de Nuestra Señora de Gracia que está en el convento, tres misas cantadas cada un año la una a la víspera del Corpus y otra de Navidad y Pascua de Resurrección, las cuales se han de poner y se ponga en la tabla de misas de dicho convento”.[47]

 

3.4.- Capilla del Tránsito

 

Son muchos los hombres y mujeres particulares que pide enterrarse en esta capilla a lo largo de los siglos. Aunque es cierto que el patrono de esta capilla fue don Sebastián Montero de Espinosa, no sabemos las razones por las que los frailes del convento determinan que otras personas, que no son descendientes directos ni indirectos, comiencen a enterrarse aquí.

Esta capilla es conocida también con el nombre de capilla de Sebastián Montero de Espinosa, como luce su escudo en la pared derecha y una imagen de San Sebastián mártir en la parte superior del retablo, donde él está enterrado a sus pies.

En el artículo de Fernando Marcos Álvarez nos relata la compra de dicha capilla[48]: “En 8 de octubre de 1623 compra por cuatro ciento ducados los freiles Agustinos la capilla que está en el cuerpo de la Iglesia de San Agustín desde convento y tiene la advocación de Nuestra Señora del Tránsito, que está junto a la capilla de Nuestra Señora de Gracia y frente de la de ánimas, con condición de que en ella se hayan de decir perpetuamente por la ánima de dicho señor y sus difuntos y sucesores 20 misas, seis cantadas y 14 rechazadas… En esta capilla, cuyo altar habría de presidir una imagen de Santa María del tránsito, tendría su entierro el blasón y serían patronos perpetuos del oratorio el fundador y sus descendientes”.

Don Sebastián Montero de Espinosa fallece en su casa de Badajoz el mediodía del viernes 14 de septiembre de 1639.

Don Fernando Marcos Álvarez en el citado artículo nos habla de dos detalles importantes que a fecha de hoy podemos decir que pueden ser vistos en la parroquia. El primer detalle es de obra “para ilustrar y embellecer la fábrica[49]”, es decir pinturas que pueden contemplarse por encima de su escudo. El otro detalle es que con el cambio de suelo que se realizó en noviembre del año 2020 fue encontrada la cripta que don Fernando relata en su artículo diciendo “[50]y aún faltaba por vaciar la bóveda de enterramiento, reparo que solventaron los frailes, concediéndole dos sepulturas ya labradas en la nave central de la Iglesia”, que pueden también contemplarse hoy día.

 

4.- Capillas nave de la epístola

 

4.1.- Sacristía antigua o primitiva del conventual

 

En el apartado 2.1.2. Una de las mayores necesidades del templo era la creación de una nueva sacristía como bien ha quedado recogido anteriormente.

Era muy conocido don Francisco Suelo Lobato, vecino de esta ciudad, [51]pues continuamente estaba subviniendo a las necesidades que tenía sin esperar a que se las manifestase esta esta comunidad si no es que incesantemente preguntaba qué era lo que hacía falta”. Una de esas necesidades eran la creación de una nueva sacristía, ya que la existente es muy pequeña, y actualmente sigue en pie, situándose en frente de la futura nueva construcción, en la nave de la epístola, primera habitación.

 

4.2.- Capilla de la Magdalena y de Santo Tomás de Villanueva

 

Sabemos por Solano de Figueroa esta capilla desde su comienzo estuvo dedicada a Santa María Magdalena, pero no encontramos ningún indicio en los documentos del archivo histórico nacional. Es a partir del S. XVII cuando esta capilla pasa a dar culto al nuevo Beato y Santo agustino.

El Agustino Tomás de Villanueva muere en 1555. En el año 1601, ya se le reconoce su fama de virtudes, siendo el 7 de octubre de 1618 cuando es proclamado Beato, y en 1 de noviembre de 1658 es canonizado.

Antonio del Solar y Taboada[52] comenta que “los padres de San Agustín recibieron por este tiempo la alegre y deseada noticia de haber su santidad canonizado al gran padre de los pobres, señor Santo Tomás de Villanueva, y determinaron festejarla lo mejor que pudiesen, y para ello pidieron al cabildo honrase esta función, acostumbra en caso semejante… Para ello se ordenó que la víspera del día en que había de hacerse esta fiesta hubiese repique si luminarias y a la noche se trajese al Santo a nuestra Iglesia (la Santa Iglesia catedral); así se hizo, acabadas las horas por la mañana, salió el cabildo en procesión llevando cuatro religiosos, el santo en ella; replicándose las campanas se llegó al convento donde estaba toda la comunidad formada en la puerta de la Iglesia para fuera, para recibir al cabildo; allí se dieron incienso, centro a la capilla mayor, se hizo fiesta”. Y este traslado quedó recogidos también años anteriores, en las actas capitulares del cabildo de Badajoz[53].

Quizás nos encontremos ante una de las últimas capillas que fueron construidas en el templo conventual de San Agustín. Pero esta capilla nos guarda un secreto muy interesante. Si la contemplamos por la parte de fuera (en su fachada), descubriremos que fue la primitiva puerta de entrada al templo, descubierta en las obras de limpieza y recuperación de la fachada actual en 2017.

En la actualidad, es la primera capilla de la nave de la epístola, en la que está el sagrario, con un retablo que fue traído de la Iglesia de Santa Catalina, tras la expulsión de los Jesuitas y realizarse la construcción de la puerta actual del templo.

El 10 de junio de 1737[54], nos encontramos el testamento de Juan Balsera, vecino labrador que fue de esta ciudad ante el escribano Antonio Nava y Tamayo, hijo de Juan Balsera y María vinagre, su mujer ya difunta era Isabel Méndez[55], de cuyo matrimonio no tenían hijos, estando enfermo de cuya enfermedad falleció el día 23 de dicho mes y año, otorgó a nuestro padre el maestro fray Juan Gutiérrez prior actual del convento de nuestro padre señor San Agustín, su última voluntad que dice así: “que mi cuerpo sea sepultado en el convento de nuestro padre señor San Agustín de esta ciudad en la capilla de Santo Tomás de Villanueva y bóveda de ella y que mi cuerpo vaya amortajado en auto de los religiosos de San Gabriel y nombro por mi albacea testamentario ha dicho reverendo padre maestro fray Juan Gutiérrez y al reverendo padre maestro fray Juan de Duque conventual en el referido convento de San Agustín ambos lados y cada uno insolidum para que cumplan y paguen este testamento”.

En su testamento también aparece como su mujer, Isabel Méndez, había tenido unas primeras nupcias con José García Pardo[56] y traía de su anterior un testamento una esclava que se llamaba Ángela Petronila, la cual estuvo sirviendo a este nuevo matrimonio hasta el día del fallecimiento de ambos[57].

Y en el testamento de José Balsera queda recogido la donación de una casa Ángela Petronila para que viva en ella hasta su fallecimiento, como agradecimiento de los cuidados a su mujer y al mismo.

Dicho Juan Balsera … me comunico sobre la de Ángela Petronila esclava y la de comprársele a la referida una casa correspondiente a la persona de la susodicha y en este caso y no en otro fue la voluntad del dicho Juan Balsera el hacerle gracia[58].

Y la sorpresa de este testamento la encontramos  páginas más adelante,  en una de sus cláusulas  que dice así: “ Me comunicó el dicho Juan Balsera fue su voluntad que por mí se comprase una casa correspondiente a la persona de la dicha Ángela Petronila y su valor será casi de su hacienda y parte que tenían los bienes gananciales con la dicha Isabel Méndez su mujer y por qué dicha casa fuese usufructuaria de ella la dicha Ángela Petronila por los días de su vida y nomás y luego que falleciere pasase dicha casa al convento de nuestro padre señor San Agustín con expresa obligación al fallecimiento en esta ciudad la dicha Petronila para dicho convento se hiciese su entierro a disposición del padre prior que a la sazón fuese de dicho Convento y desde el día de su entierro de la susodicha entre en el goce y posesión de dicha casa dicho convento con expresa obligación de que a de mandar decir todos los días perpetuamente y para siempre jamás una misa cantada por la misma del dicho Juan Balsera en el día de San Juan Bautista[59].

 

4.3.- Capilla de San Acacio y de Santa Mónica[60]

 

De esta capilla tampoco hemos encontrado nada en los documentos del A.H.N. que nos haga referencia al culto a San Acacio.

Lo que si nos ha llegado es que la devoción a Santa Mónica, madre de San Agustín en nuestro templo, cambió de lugar a lo largo de los siglos, posiblemente con la llegada de nuevos santos y nuevas advocaciones para el culto del pueblo de Dios. Es el caso de Santa Mónica, que como nos dice el testamento de don Agustín de Casasola quiso ser enterrado en su capilla, siendo el nuevo patrono de ella.

Gracias al juicio de reconciliación[61] y escritura de recibo[62], que tuvo lugar en Badajoz el año 1820 entre don José Casasola, capitán retirado del regimiento de caballería de España y escuadrón de Extremadura, y el prior del convento de San Agustín fray José Serrano[63], tenemos conocimiento de quienes fueron los bienhechores de la capilla de Santa Mónica. Sus padres fueron doña Petronila Salvador que por este tiempo era viuda de don Agustín de Casasola y el 21 de octubre de 1792 hicieron entrega a la comunidad religiosa del propio convento unas alhajas para el culto de nuestra señora Santa Mónica de cuya capilla son patronos dichos señores como consta por escritura de igual fecha quedó recogido por don Fernando Alonso de Paredes.

Dichos objetos sagrados fueron “un cáliz con patena, una cucharita, un platillo, dos viajeras, una campanita, todo de plata sobredoradas”.[64]

Y como nos dice el propio don José Casasola, su abuelo venía ya contribuyendo anualmente con una cuota fija para la adquisición y mantenimiento de esta capilla para sí y sus legítimos herederos como costa en “el instrumento que obra en mi poder[65]”. Y como costa en el legajo 755, don José de Casasola, capitán retirado de esta ciudad, es el actual patrono de la capilla titulada de Santa Mónica.

 

4.4.- De capilla de Santa Mónica a Santa Úrsula

 

Tan sólo conocemos de su existencia por la descripción que nos ha llegado de Solano de Figueroa, antes citado.

Por un testamento encontrado en el archivo histórico Provincial de Badajoz, de doña Antonia de Morales[66], que dice así: “quiero ser sepultada en la capilla de Santa Úrsula … y lo dejo a disposición de Juan Morales, mi primo”. Nos encontramos en el año 1663 y en esta capilla nos encontramos al fundador de la misma don Antonio Morales Contreras, en el año 1609.

 

4.5.- Capilla de San Nicolás de Tolentino o de ánimas

Nos encontramos[67] en una de las capillas con más devoción y solicitud al prior del convento para poder ser enterrados en ella.

La capilla de San Nicolás de Tolentino va unida a la advocación y creación de una cofradía a las benditas ánimas del purgatorio, cuyo mayordomo en 1615[68], es Baltazar de Sequera Pavón, y recibía la cofradía 27 reales y medio  de censo  perpetuo cada un año por  escritura de imposición de censo por Diego López Hidalgo Mercader de mercería  y María de Sepúlveda su mujer, a 8 de mayo  de 1615, de una casa de su morada  de esta ciudad de Badajoz, que linda con la esquina del rastro y con casa de los herederos de Francisco Díaz , que fueron de Diego de Tovar, una en la esquina  que baja a la Concepción  y la otra que sube a la cerrajería.

Años más tarde la casa fue comprada por el bachiller Juan Real Hidalgo médico para su hija Inés Arias, moza soltera. Y el 27 de enero de 1690, nos encontramos con un auto contra Inés[69], donde quedará reflejada, no sólo la historia de esta casa con la cofradía, sino también la falta de pago anual del citado censo y la necesidad de encontrar un capellán para la cofradía.

El señor licenciado don Simón Ricardo de Rivera, abogado de los reales consejos, alcalde mayor de esta ciudad y su tierra por su Majestad, visto los dichos presentado al concurso que se hace a las casas que fueron de Diego López Hidalgo Mercader de Mercería y María de Sepúlveda su mujer y consortes que están en esta ciudad a la esquina de enfrente del rastro que llaman las casas de Solís cuyos acreedores son don Alonso de Figueroa de la Rocha y don Francisco Guerrero alguacil mayor eclesiástico de este obispado, como administrador de la manda pía de la cofradía de los ánimas del purgatorio; de ella dice querrá presbítero como capellán de la capellanía que fundó Francisco Fraile de Andrade, ­­difunto regidor del que fue de esta ciudad [70]”.

Doña Inés Arias vendió el referido principal a la cofradía de las ánimas, que se sirve en la capilla titulada al señor San Nicolás de Tolentino, sito en la Iglesia de nuestro convento, habiéndose concursado dicha casa por vía judicial de esta ciudad, en 13 de febrero de 1705, reduciéndose el censo a 16 reales y medio, siendo don Miguel Altarines de Vega el actual mayordomo[71] de esta hermandad[72].

Y en el intermedio de esta compra-venta, en febrero de 1676 nos encontramos otra escritura de venta y nueva imposición de censo[73] de una casa en la calle que dicen de Melchor de Évora para la fábrica de la capilla de San Nicolás de Tolentino, situada en el convento del señor San Agustín de esta ciudad, propiedad del Señor licenciado Francisco González Valle[74], presbítero que primero fue Capellán del coro y después Racionero[75] de la Santa Iglesia catedral de esta ciudad de Badajoz, en su nombre y en el de sus herederos[76].

Esta casa ya venía con una carga para pagar en cada un año al prior de dicho convento de San Agustín los días 22 de febrero de cada año, siendo la primera que viene de 1673. Dicha casa era propiedad del Ilustrísimo señor don Bernardino de León de la Rocha, obispo[77], y es el dueño y patrono de la dicha capilla y herederos de la señora doña Leonor de la Rocha su tía, como lo atestigua su testamento y última voluntad que hizo en esta ciudad de Badajoz en 15 de noviembre de 1667.

La historia de esta casa, que va a unida al censo y renta para la construcción de la capilla de San Nicolás, tiene su fin el 18 de octubre de 1696 cuando por falta de pagos de sus inquilinos pasa a manos del convento de nuestro padre señor San Agustín.

Dice así el legajo[78]: “Fray Alonso Melena religioso de la orden de nuestro padre señor San Agustín de esta ciudad y en su nombre por ante mí escribano requirió con efecto mandato a don Antonio de Gamar, alguacil ordinario de ella, para que le dé porción de las casas que en él se expresa y en cumplimiento del dicho ministro tomo por la mano al dicho padre fray Alonso Melena y el nombre de su convento, en derecho en dicha casa y le dio la porción real actual corporal ,le paseó por dicha casa, abrió y surco sus puertas hizo dichos autos de posesión, la cual tomo de dicha casa quieta y pacíficamente sin embarazo ni contradicción alguna siendo testigos Francisco González y Gaspar __ vecinos de esta ciudad lo firmaron.

Don Antonio Guzmán.

Fray Alonso Melena.

Ante mi José Ruano Guerrero”.

 

4.6.-Capilla del Santo Cristo

 

Un Nos encontramos ante una capilla que recoge una devoción muy arraigada de los frailes Agustinos. No sabemos exactamente donde estuvo situada, pero por el recorrido de las capillas que llevamos, la capilla del Santo Cristo pudo estar en origen en la quinta capilla de la nave de la epístola, hasta que se hizo la nueva y actual puerta en el siglo XVII[79]. Posteriormente la imagen del Santo Cristo pasó a la capilla del Espíritu Santo

La primera noticia que tenemos de esta capilla es en el testamento de don Francisco Fraile de Andrade [80], que dice así.

Gaspar Gómez en nombre del convento y frailes de San Agustín de esta ciudad en la mejor vía y forma que lugar haya digo que Francisco Fraile de Andrade difunto vecino y regidor que fue de esta ciudad en el testamento que otorgó ante Melchor Suárez escribano del número del año pasado de 629 en 5 de septiembre fundó un vínculo y mayorazgo 2/3 y quinto de sus bienes y de la legítima de don Nicolás Fraile su hijo mayor y primero sucesor () haciendo diferentes llamamientos en dichos descendientes y parientes y porque otorgó ante dicho escribano en 28 de dicho mes y año cuyas disposiciones dispuso que a falta de dichos llamados sucediere en los bienes de dicha fundación el hijo segundo de don Francisco de Chaves Sotomayor su cuñado y dicho convento mi parte de conformidad lo que toca a la capilla del Santo Cristo que en este tiene con ciertos gravámenes como consta de dicho testamento”.

Y su testamento sigue diciendo: “[81]mi cuerpo sea sepultado en la Iglesia del monasterio de San Agustín de esta ciudad de Badajoz en la bóveda de la capilla del Santo Cristo de dicha iglesia que es mía y haberla comprado hecho y dotado mis padres.

Yten mando que mi cuerpo sea sepultado en un manto del glorioso San Francisco y acompañe mi entierro la cruz y los curas capellanes y clérigos, los frailes de los cinco conventos de esta ciudad con velas encendidas y por ello se le dé la limosna acostumbrada, y las hermandades y cofradías vayan alumbrando la cruz 12 hachas las cuales la lleven 12 pobres viejos naturales de esta ciudad”.

Y termina diciendo el testamento que se debe fundar un mayorazgo con la obligación de pagar [82]cada un año 24 reales a la fábrica de dicha capilla de su santo crucifijo del dicho convento de San Agustín que fundaron mis padres y esto tengo obligación de gastar en las cosas necesarias en la dicha capilla y con esta carga y a los bienes de dicho mayorazgo declaró cuando casé con doña María de Chávez y Sotomayor mi legítima mujer en el año de 1606”. Y fundada la dicha capellanía, nombro por primer capellán de ella a [83]Juan Barquero clérigo presbítero” vecino de esta ciudad.

Años más tarde, el 9 de febrero de 1632, nos encontramos una petición de Juan Pérez de Herrera en nombre del convento de San Agustín de esta ciudad a don Nicolás Freile, su hijo, que les de la parte del testamento que les corresponde a los frailes, y que sigan cuidando de la capilla. [84]Y la otra mitad de los dichos bienes del dicho mayorazgo manda a la capilla del Santo Cristo de San Agustín de esta ciudad que es suya y la hicieron sus padres y el dicho otorgante, hizo en el altar nuevo que ahora tiene donde está el santísimo Sacramento y otras cosas con cargas el dicho convento tenga obligación de sustentar perpetuamente el tener en la dicha capilla del santísimo Sacramento y no en otra y de tener la dicha capilla bien adornada reparada de todo lo necesario y por patrones de ella los descendientes del dicho otorgante y de sus hermanos como herederos de los dichos sus padres que la fundaron”.

Y el 27 de julio de 1674, ante el escribano público de esta ciudad de Badajoz, don Manuel Rabanales Lozano, la viuda de don Francisco Freyle de Andrade, doña María Chávez Sotomayor hace donación irrevocable, a los frailes de San Agustín, de nueve fanegas de trigo en grano perpetuo en cada un año, de la Dehesa de la Cardeñosa en la ribera de Hinojales, a la capilla en estos términos: [85]Y es declaración que por el dicho convento en ningún tiempo se han de quitar el santísimo Sacramento de la capilla que está en el dicho convento del Santo Cristo que es de los Freiles Andrade en la cual ha estado y esta de presentes y si en algún tiempo lo juntaré y mudar en de la dicha capilla a otra parte sea ninguna y de ningún valor está donación porque con esa carga y gravamen se le hizo y encargó que vayan contra ello en cualquier tiempo que sean mis herederos tomen la dicha renta de trigo y gocen de ella como si la dicha donación no la hubiera hecho”.

En 1732, doña Beatriz Fraile Gaudache en la cláusula de su testamento, ya enferma, junto a su marido Pedro de Mendoza Rivera, ordena lo siguiente: [86]mando al convento de San Agustín de esta ciudad desde el día  que yo muera, 9 ducados de renta en cada un año los cuales situó en 48 fanegas de harina molida sin maquila que tengo en el molino de Ballesteros que está en el río Guadiana de esta ciudad de renta cada un año y asimismo se le dé una arroba de aceite en cada un año a dicho convento para alumbrar la lámpara del santísimo Sacramento que está en mi capilla del Santo Cristo”. [87]

 

5.- Testamentos de enterramientos y capillas en el archivo histórico provincial de Badajoz[88] (1597-1803)

 

Este abanico de testamentos ha dado un resultado de 501 enterramientos, aunque es cierto que debieron ser más a lo largo de los siglos ya que no todos los habitantes de esta ciudad tenían posibilidades económicas de testar al final de sus vidas y otros muchos que entregaban sus bienes a los frailes Agustinos para que se enterrarse en el templo conventual, como aparece en los documentos del archivo histórico nacional y que será motivo de otro estudio. De este total encontrado, hay 57 militares, 28 maestros de oficio, 21 clérigos, 19 escribanos, 16 de otros oficios, 10 regidores, 9 familias venidas de Portugal y 341 familias de la ciudad de Badajoz. Sólo voy a utilizar aquellos hombres y mujeres que nos van a ayudar a reconstruir el templo agustino con cada una de sus capillas y las devociones a lo largo de estos siglos.

Con todo este abanico de las fechas de protocolos, de los citados testamentos, vamos ahora a construir cómo era el templo del conventual de San Agustín entre los siglos XVII y XIX.

Comenzamos la construcción visual con Antonia de Morales[89] que dice querer enterrarse en la capilla de Santa Úrsula o de las 100.000 vírgenes, tercera capilla de la nave de la epístola, y que lo deja a disposición de su primo Juan Morales[90]. Año 1663. Cuatro años más tarde es enterrado también el señor Morales y Guzmán.

Un año más tarde,[91] Herrera Grajera[92] dice tener una sepultura junto a la capilla del Espíritu Santo, lo cual nos indica no sólo el nombre anterior de la segunda capilla de la nave del Evangelio, sino que también, como luego veremos, la relación que tiene esta capilla con la creación de la puerta nueva.

Quesada García escribano, que dice tener una sepultura en la capilla de San Nicolás de Tolentino, que es la cuarta capilla de la nave de la epístola. Año 1665. En 1698 Juan Badillo[93], subteniente del ejército, pide ser enterrado también en esta capilla. En 1726, Juan Chumacero y Ulloa[94], caballero de la orden de Alcántara es sepultado en esta bóveda diciendo que es patrono con su mujer doña Inés de la Rocha y Figueroa.[95]

Como bien recoge el los testamentos, la mayoría de los escribanos de nuestra ciudad son sepultados en esta capilla o en la bóveda de las benditas ánimas del purgatorio como también se conoce[96].

En 1666, nos encontramos al militar Jerónimo Moncayo[97] que quiere enterrarse en la capilla de la Magdalena, primera capilla de la nave de la epístola. En esta capilla se encontraba la puerta de acceso a la Iglesia del conventual antes de la creación de la nueva, y que con este motivo también se cambiará el titular de ella. En 1678, don Juan Isidoro Chapín[98] es sepultado también en esta bóveda.

Este mismo año pide ser sepultada doña María Díaz[99], una moza soltera de Badajoz, junto a la pila de agua bendita, ya que dice su testamento que ha comprado una sepultura junto a ella. En principio este dato no dejaría de ser sorprendente si no se estuviera haciendo referencia a la pila que se coloca tras la construcción de la nueva puerta de entrada al templo[100].

Años más tarde el capitán don Antonio Marín[101], en 1684, pide ser sepultado en la bóveda de la capilla de Santo Tomás de Villanueva[102], antigua capilla de la Magdalena, ya que, con el cambio de puerta y la llegada de este nuevo Santo Agustino a los altares, comienza esta capilla a tener nuevo inquilino. Años más tarde, Antonio Marín y su mujer Catalina Guerrero[103] y [104] Manuel Suárez Chapín y su hermana María serán enterrados también en la bóveda de esta capilla.

Pero esta capilla pronto acogerá la devoción y culto de un nuevo Santo agustino, san Diego.

Don Francisco de Chávez Sotomayor[105], en el año 1677, pide ser enterrado en la bóveda que está en la capilla del Sagrario, de la cual es patrono. Es importante denotar que cuando hablamos del presbiterio, en estos momentos está dividido en dos partes: una, la capilla del Sagrario debajo del cual está el altar mayor y la otra, que se denomina capilla mayor, que abarca todo el conjunto y que los enterramientos están situados debajo de las escaleras antiguas[106]. En 1689, Andrés de Chávez Sotomayor y su mujer Teresa de Chávez son sepultados también aquí[107], y en 1763 Manuel Conde de la Roca[108] pide ser sepultado en esta bóveda que perteneció a los Duques de Badajoz.

Este mismo año, aunque el testamento se hizo un año antes, tenemos enterrado el único obispo en el conventual. Él es don fray Agustín Antolínez[109], obispo de Badajoz, que como dijimos antes, se encuentra enterrado en el lado derecho del presbiterio. La fecha de su enterramiento, en 1677, es importante porque nos sitúa en el posible cerramiento de las capillas laterales que nos describía Antonio Ponz y en la creación de la puerta actual un año más tarde, coincidiendo con la construcción de la pila de agua bendita.

Y en 1698, en el lado izquierdo del presbiterio, es enterrada la niña Paula Vivero[110], hija del General de Artillería don Alonso Pérez de Vivero que años más tarde será enterrado junto a su hija.

En 1678, el canónigo don Alonso de Alvarado[111], es enterrado en la tercera capilla de la nave del Evangelio dedicada a Nuestra Señora de Gracia, de la cual es el patrono.

Don Alonso López Meneses en su testamento nos hace referencia que tiene una sepultura junto al púlpito[112] existente, de obra, que está en la esquina que linda con la segunda capilla del Evangelio que es de Nuestra Señora de las Angustias, en el año 1691, que anteriormente se llamaba del Espíritu Santo.

Nos queda por citar una de las capillas más importantes: la capilla de Nuestra Señora del Tránsito. Fue comprada por don Sebastián Montero de Espinosa[113] el 8 de octubre de 1623 a los frailes Agustinos por 400 ducados, como recoge don Fernando Marcos Álvarez en su artículo.[114] Entre los datos más importantes que encontramos en su testamento[115] es la creación de una bóveda para su enterramiento, el cerramiento de la capilla y nos sitúa las capillas que están a su lado: junto a la capilla de Nuestra Señora de Gracia y frente a la de las Ánimas, siendo un dato importante para reafirmar lo que venimos construyendo. A partir de 1699, en dicha bóveda, comienza a ser compartida con hombres y mujeres de nuestra ciudad para enterrarse y que no pertenecen ya a la citada familia. En 1727, Isidro de Chávez Sotomayor y su mujer Nicolas Pagola[116] son sepultados en esta en esta bóveda.

La última capilla y bóveda[117] que se construye en el templo agustino es la de San Pedro, en 1701. Está situada al final del templo, en lo que hoy es la capilla bautismal, o baptisterio, de la parroquia, a mano izquierda de la nueva puerta de entrada recién construida y a la vez, dicha capilla, servía de entrada y salida al claustro pequeño del conventual. Esta capilla fue pagada íntegramente por Juan de Vargas Hurtado[118], caballero del hábito de Santiago, virrey y capitán que fue de la ciudad de Manila. A su regreso a España muere en el camino y sólo su mujer, la virreina doña Isabel María de Ardila es la que se enterró en la bóveda propia de la capilla de San Pedro.[119]

Al igual que sucedió con otras capillas, y aunque ésta nunca perdió su nombre original, se le conoce también como capilla de los Dolores de María Santísima, donde fue enterrado Juan de San Miguel[120] en 1741 o Leonardo Hernández Tolosa y Tovar[121] que fue sepultado a la entrada de dicha capilla, en sepultura propia. En 1803, Nicolasa Macías[122], viuda de Pedro Melgares, habla ya de esta capilla como la bóveda que está debajo del coro, donde quiere ser enterrada.

La capilla de Santa Mónica la encontramos citada en Solano de Figueroa en la nave de la epístola en la tercera capilla.  Con el paso del tiempo, decae la devoción a San Acacio y pasa a ser llamada capilla de Santa Mónica[123]. En 1776, Lorenzo de Alducin[124] pide ser enterrado en la bóveda de dicha capilla ya existente, y en 1791, Agustín de Casasola[125] es enterrado en la bóveda de dicha capilla.

Hemos citado en varios momentos la capilla del Santo Cristo y siempre lo hemos hecho unido a la construcción de la nueva puerta del templo agustino. Este dato lo conocemos por el archivo histórico nacional[126] donde nos dice que en 1606 su patrono fue don Francisco Freile de Andrade. Tras la muerte del obispo fray Antolínez se construye la puerta y se coloca la pila de agua bendita, en el año 1678. La capilla del Santo Cristo es trasladada a la segunda capilla de la nave del Evangelio, que fue del Espíritu Santo, y ahora comparte retablo con la virgen de las Angustias. Años más tarde al Santo Cristo también se le conocerá como el Santo Cristo de Burgos. Así lo encontramos en el testamento de Catalina Vázquez Ruiz[127] en 1705 o en el Ana de Burgos Hidalgo[128] en 1730.

A lo largo del templo existen otros muchos enterramientos que se situaban en la nave central, como el de Mateo Antonio de Prado[129], conde de Prado en 1726, que pide ser sepultado en la bóveda que fue de don Salvador Antonio de Prado, su hermano.  Domingo Sequera Salgado[130] en 1735 pide ser enterrado en una sepultura en frente de Santa Rita[131].

Manuela Ramos[132] viuda de Sebastián Núñez Ruano dice tener una sepultura propia a la capilla del señor San Pedro más abajo del sepulcro de los Rochas, en 1733. En 1744, Francisca Antonia Pacheco[133], mujer de Lorenzo Laso, tiene una sepultura junto a la pila del agua bendita.  En [134]1757, Jacinto Roque Bolaños y su mujer Isabel González[135] tienen una sepultura junto a la capilla de nuestra Señora de Regla.

Uno de los últimos testamentos encontrados, en 1787, perteneciente a Francisco María Enríquez Montalvo y Suero[136], nos dice que quiere ser enterrado junto a su abuelo Francisco Suero, que fue el que pagó la construcción de la nueva sacristía de nuestro templo agustino en el año 1779.

 

 

Conclusión

 

Este artículo quiere ser una primera aproximación al templo del conventual de San Agustín que siempre ha estado vivo tanto en su construcción como en la devoción de sus feligreses, por medio de los santos que la santa madre Iglesia nos ha ido dando. Con este trabajo, nos podemos hacer mejor una idea de cómo era la Iglesia del conventual, de los patronos de cada una de sus capillas y de todo lo que nos ha llegado hasta hoy día.

 

[1] Solano de Figueroa, Juan, historia eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz, edición anotada de Francisco Tejada Vizuete, Badajoz, 2013, página 279.

[2] Rodrigo Osma Delgado, discursos patrios de la real ciudad de Badajoz, Badajoz 1870, página 31.

[3] Confesor del rey don Juan II y de su madre la reina doña Catalina.

[4] Lozano Rubio, Tirso, en su historia de Badajoz, en el tomo segundo, año 1930, pag.449. Habla de la llegada de los Agustinos a San Lorenzo sobre el año 1430.

[5] Id. pág.292.

[6] El documento original no ha sido localizado en el archivo de la catedral.

[7] Solano de Figueroa, Juan, historia eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz, edición anotada de Francisco Tejada Vizuete, Badajoz, 2013, página 368-369.

[8] Solano de Figueroa…. Página 369.

[9] Archivo diocesano de Mérida Badajoz, actas capitulares, año 1549-1568, libro tres, folio 113.

[10] Ponz, Antonio, viajes por Extremadura II, biblioteca popular extremeña, Salamanca, 1983, página 164-165.

[11] Marcos Álvarez, Fernando, apuntes para la historia de la ciudad de Badajoz: el capitán don Sebastián Montero de Espinos, revista de estudios extremeños,  Vol. 59, N.º 2, 2003, págs. 725-755.

[12] O llamada también Virgen del Tránsito.

[13] Desde ahora lo citaremos como A.H.N.

[14] AHN-00001429-2, CLERO SECULAR – REGULAR, Car.45, Nº9.

[15] Id. pag.1.

[16] Es el autor de puerta Palma y otras obras de Badajoz.

[17] AHN, clero secular – regular, 00001429-677, pág.108-526.

[18] Id.pág.331.

[19] Id. pág.331-332.

[20] Id. pág,342.

[21] En San Agustín no sabemos dónde están esos escudos, si los pusieron, si los quitaron o los encalaron encima. Pero en Santo Domingo, que también fue obra suya, si aparecen estos dos escudos, aunque uno de ellos reconvertido a la orden dominica.

[22] Id.pág.11.

[23] AHN, clero secular – regular, 00001429-680, pág.3-7.

[24]  AHN- 00001429 – clero secular, 680, pag.1-1030

[25] En la ciudad de Badajoz existe otro escudo en la casa donde vivió, actual calle Duque de San Germán número 12.

[26] Id. pag.69-70.

[27] Id. pág. 67.

[28] Id.pág.71-73.

[29] Id.pág.78-79.

[30] Transcripción AHN- 00001429 – clero secular, 678, pág.45- 344.

[31] González Rodríguez, Alberto, historia de Badajoz, página 206, 4ª edición, año 2018

[32] Asociación amigos de Badajoz, opúsculo de historia de Badajoz, edición facsímil de la edición realizada en 1844, año 2016, página 33-34.

[33] Este apellido de Suárez aparece también como Juarez.

[34] Transcripción AHN- 00001429 – clero secular, 678, pág.46.

[35] Id. Pág.50.

[36] Id. pág.177-

[37] Id. pág.179-180.

[38] Id. pág. 183-184.

[39] Id. pág. 245-246.

[40] Archivo histórico Provincial de Badajoz, legajo 323, página 118.

[41] AHN, clero secular – regular, 00001429-677, pág., 1577-1615.

[42] Id.pág.1590.

[43] AHN, clero secular – regular, 00001429-680, pág.1-14.

[44] AHN, clero secular – regular, 00001429-676, pág.1277.

[45] AHN, clero secular – regular, 00001429-677, pág. 565

[46] AHN, clero secular – regular, 00001429-677, pág. 846.

[47] En los documentos trabajados del A.H.N., nada se dice del primer patrono de esta capilla. Doña Rocío Sardina Linde en la ficha del inventario artístico que hace de la parroquia de Santa María la Real, en junio del año 2017 dice así: “La capilla de Nuestra Señora de Gracia, fundada en San Agustín, con reja y cripta por don García de Alvarado, con esta lectura … Aquí yace el ilustre caballero García de Alvarado, comendador que fue de Montijo y su hijo que murió a 1 de agosto de 1520… Dicha capilla que eso doy de San Antonio, conserva los blasones del fundador entre ambos lados del retablo”.

[48] Marcos Álvarez, Fernando, apuntes para la historia de la ciudad de Badajoz: el capitán don Sebastián Montero de Espinosa, revista de estudios extremeños,2003, páginas 725-754.

[49] Id. pag.743.

[50] Id. pag.743.

[51] Id. pag.69-70.

[52] Del Solar y Taboada, Antonio, Historia eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz, tomo I, página 135.

[53] Archivos eclesiásticos de Mérida-Badajoz, actas capitulares, caja 8, año 1616-1618, página 279vto.

[54] AHN- 00001429 – clero secular, 676, pág. 1737-1368.

[55] Id. pág. 1400.

[56] Id. pág. 1401.

[57] Esclava o sirviente (no sabemos cómo llegan a esta casa), Petronila es la hermana menor con seis años de dos hermanos más, uno, llamado Bartolomé de 20 años y otro llamado Lorenzo de 18, que estaban también, en esta casa, sirviendo a Juan Balsera y su mujer.

[58] Id. pág. 1402.

[59] Id. pág. 1410-1411.

[60] AHN-00001429 – clero secular, 681, pág. 739-760.

[61] Id. Pág.739.

[62] Id. pag.751.

[63] El juicio de reconciliación y la escritura de recibo hace mención a los objetos sagrados que sus padres donaron al convento para el uso privado en la capilla de Santa Mónica. Don José de Casasola se los llevó a su casa y sólo los llevaba al convento el día de Santa Mónica. Por este juicio y recibo se acuerdan que permanezcan en la capilla de Santa Mónica para su uso.

[64] Id. pág. 752

[65] Id.pag.741. Este documento no lo tenemos a fecha de hoy.

[66] A.H.P.B. legajo 322, año 1663, 13 de febrero, página 34

[67] AHN- 00001429, clero secular-regular, 680, página 229-298.

[68] Id, pág.237.

[69] Id. pág. 262

[70] Id. Pág. 260.

[71] Id. pág.268.

[72] Id. pág. 280. En 1756, la cofradía sigue existiendo porque se cita a don Fernando de Herrera como mayordomo.

[73] 10 ducados de pensión y censo redimible en cada un año él y sus herederos.

[74] AHN, 00001429, clero secular regular, 679, página 513-514.

[75] Id. Pág. 547.

[76] Su madre de llamaba María Rodríguez.

[77] La casa fue vendida por 200 ducados de vellón a D. Francisco González Valle, presbítero.

[78] Id. Pág. 592.

[79] El escudo del obispo Agustín Antolínez (1675-1677) de Badajoz está colocado a la derecha de la puerta.

[80] AHN- 00001429, clero secular-regular, 677, página 565-868.

[81] Id. pág.572-572.

[82] Id. pág.577.

[83] Id. pág. 576.

[84] Id. Pág. 689-690.

[85] Id. pag. 832.

[86] AHN- 00001429, clero secular-regular, 680, página 141.

[87] Ver plano 4, del A.H.N.

[88] Desde ahora lo citaremos como A.H.P.B.

[89] AHPB, protocolo 322, página 34.

[90] Y su familia tiene un cenotafio en la pared izquierda desde el año 1609, siendo su fundador D. Antonio Morales.

[91] Año 1664.

[92] AHPB, protocolo 323, página 118.

[93] AHPN, protocolo 348, página 187.

[94] AHPB, protocolo 551, 21 de abril.

[95] AHPB, protocolo 353, página 12.

[96] Destacamos Antonio Gómez Montero de Espinosa, Miguel Essain, Nicolás Gómez Pedrero y su mujer Leonor, Alonso Pavón Guerrero, Nicolás Gallardo y su mujer María Bonilla, don José Álvarez Landero…

[97] AHPB, protocolo 325, página 185.

[98] AHPB, protocolo 338, página 389.

[99] AHPB, protocolo 1606.

[100] La pila de agua bendita ha estado situada hasta la fecha de hoy en el mismo sitio.

[101] AHPB, protocolo 373, página 285.

[102] Primera capilla de la nave de la epístola.

[103] AHPB, protocolo 389, página 342. En 1684.

[104] AHPB, protocolo 389, página 43. En 1696.

[105] AHPB, protocolo 337, página 237.

[106] Véase referencia y explicación en los viajes por Extremadura de Antonio Ponz.

[107] AHPB, protocolo 345, página 52.

[108] AHPB, protocolo 1371, página 1.

[109] AHPB, protocolo 336, página 617.

[110] AHPB, protocolo 348, página 204.

[111] AHPB, protocolo 422, página 422.

[112] AHPB, protocolo 378, página 53. En la actualidad el púlpito de obra no existe, pero si tenemos la columna sobre la que se sujetaba y también la reja del púlpito que actualmente es desde donde se proclama la palabra de Dios.

[113]  D. Fernando Marcos Álvarez cita en su artículo como Nuestra Señora de la Asunción.

[114] Marcos Álvarez, Fernando, apuntes para la historia de la ciudad de Badajoz: el capitán don Sebastián Montero de Espinosa, revista de estudios extremeños, 2003, páginas 725-754.

[115] Archivo histórico Provincial de Badajoz, protocolo 1365, folio 233. Es la creación de una bóveda para su enterramiento, el cerramiento de la capilla.

[116] AHPB, protocolo 508, página 152.

[117] La bóveda fue encontrada en el año 2019 cuando trasladamos la pila bautismal que estaba junto al presbiterio a su sitio actual.

[118] AHPB, protocolo 422, página 30.

[119] Como aportación de esta señora a nuestra ciudad, donó los dos marfiles que se encuentran en el museo de la Santa Iglesia catedral de Badajoz.

[120] AHPB, protocolo 440, página 22.

[121] AHPB, protocolo 623, página 15. Año 1782.

[122] AHPB, protocolo 757, página 479.

[123] Pasa a ser la segunda capilla de la nave de la epístola. La capilla que deja libre de Santa Mónica pasa a tener la advocación de Santa Úrsula o las 10.000 vírgenes, donde se encuentra el cenotafio de Juan de Morales.

[124] AHPB, protocolo 565, página 50.

[125] AHPB, protocolo 625, página 123.

[126] AHN-00001429, clero secular-regular, 677, página 565.

[127] AHPB, protocolo 442, página 99.

[128] AHPB, protocolo 554, página 62.

[129] AHPB, protocolo 456, página 8.

[130] AHPB, protocolo 511, página 274.

[131] Aunque no sabemos exactamente en qué capilla se encontraba, por el inventario parroquial de 1843, esta imagen estaba en la capilla de San Lorenzo. Y con la llegada de la cofradía del Santo entierro y virgen de las lágrimas a la parroquia, estarán fue llevada a su sitio actual, en la parte central del retablo de la capilla de la virgen del Tránsito.

[132] AHPB, protocolo 511, página 237.

[133] AHPB, protocolo 534, página 538.

[134] La virgen de gracia pasa a llamarse en estos años Nuestra Señora de Regla.

[135] AHPB, protocolo 645, página 6.

[136] AHPN, protocolo 1521, página 35 vto.

Dic 072022
 

José Antonio Ramos Rubio

Oscar de San Macario Sánchez

 

 Almoharín es una población de la provincia de Cáceres, situada a 39° 10′ 35» de latitud norte y a 6° 2′ 34» de longitud oeste. El término municipal está flanqueado al este por el curso del río  Búrdalo, en dirección noreste-suroeste  y los arroyos de Sopetrán, Saltillo o el regato de los Parrales; al sur por las vegas  del Guadiana, hay una pujante zona agrícola, atravesada por una red de canales y acequias que arrancan de los embalses de Orellana y del Zújar y, distribuyen la preciada agua por sus fértiles vegas, que ha experimentado un importante crecimiento económico con la puesta en marcha del Plan Badajoz; al oeste por la meseta  adehesada de Arroyomolinos de Montánchez, al noroeste por la Sierra de Montánchez (1000 m), al norte por la Sierra de la Zarza, Cancho Blanco (940 m) y San Cristóbal (845 m), con un terreno montañoso, y al suroeste nos encontramos con las sierras  de Don José y La Parrilla, dependientes de las estribaciones orientales de la Sierras de San Pedro.

 

En una llanura, a 7 km de la localidad de Almoharin,se encuentra la ermita dedicada a la advocacion de Nuestra Señora de Sopetrán. En dicho paraje se han localizado restos arqueológicos de época romana, paraje ocupado por los astures lacienses, como denotan  varios epígrafes[1], sillares y tégulas, cuando se ha llevado a cabo la restauración de la casa del santero entre los años 1859 y 1860; en 1992 se encontró un ánfora romana del siglo II d. Cristo, cuando se realizó la cimentación de los servicios públicos en el recinto del santuario, confirmándose que existió una villa romana. Nuestra Señora de Sopetránes la patrona de la cercana localidad de Almoharín. Un dato a tener en cuenta es que aquí se encuentra el punto cero del mapa de la región de Extremadura.

A pocos metros del núcleo de la población se documentó un bronce de la ceca de la ciudad ibera de Bolskan (actual ciudad de Huesca), la ceca que acuñó el mayor volumen de monedas de toda Hispania durante los siglos II y I a. C. con la representación de una cabeza masculina con jinete lancero, Pegaso y caballo galopando[2], así como el yacimiento arqueológico de La Malena, donde se han localizado contrapesos de una almazara romana[3].

Durante unas obras realizadas el mes de junio del año 1991, junto al cuartel, para ubicar una residencia de mayores, se destruyó parte de la cimentación de una «villae» romana posiblemente un asentamiento agrícola que abarcaba unos  250 , entre los restos localizados se documentó un molino redondo que se utilizaba para moler el cereal, así como diversos fragmentos de «doliae», recipientes de gran tamaño, para el almacenamiento de los cereales, así como restos de cerámica del tipo sigillata hispánica, de primeros del siglo I llegando hasta el siglo IV, así como sepulturas halladas en la zona de La Vega y campo de fútbol, destacando una tumba realizada con lajas de mármol, cubierta por un bloque de granito, en cuyo interior se encontraron los esqueletos de un hombre y una mujer, en posición fetal, y fragmentos de una botella y una copa de vidrio, del siglo II de nuestra Era[4].  ​

 

Son pocos los datos existentes sobre la ermita de Nuestra Señora de Sopetrán, ya lo decía don Juan José González, sacerdote de finales del siglo XIX: «Siento que las noticias acerca de nuestra Virgen de Sopetrán son escasas y deficientes, y por tanto me es imposible aportar los datos que desearía para formar con ellos brillante historia; he vuelto ha indagar de acá y allá; y lo poco encontrado procuro presentarlo cuidadoso orden«[5].

 

Aún quedan restos en la ermita actual de la segunda mitad del siglo XV, cuando fue construida la ermita, aunque domina en la obra el estilo barroco popular del siglo XVIII. Anexa a la  hospedería, ala que se accede mediante puerta adintelada que presenta en el dintel el símbolo grabado de las llaves del cristianismo o papales (San Pedro),  hubo una capilla, a modo de eremitorio que debió construirse en la primera mitad del siglo XV, aún se conservan las dependencias, de reducidas dimensiones, y la puerta de entrada a la misma, con arco de medio punto rodeado de pometeados. Según opinión fidedigna del Dr. Mayoral Cortés, el culto a Nuestra Señora de Sopetrán, patrona de Almoharín, surgió a finales del siglo XV y ya existía una ermita dedicada a su culto[6].

Según una venerable tradición, que no se corresponde en absoluto con las características estilísticas y psicológicas de la ermita, ni con el proceso de reconquista de este sector de la región extremeña, de acuerdo con las crónicas cristianas que hacen referencia a un hecho acontecido no en Almoharín sino en Hita (Guadalajara), en el siglo XI el Príncipe árabe Alí-Maimón, ya bautizado como Petrán tras la aparición de la Virgen en una higuera, acude a Roma siendo Pontífice León IX y recibe enseñanzas en la fe cristiana hasta la muerte del Papa en el año 1054. Después de regresar y establecerse en el lugar del milagro, en el Valle de Solanillos, cerca de la Villa de Hita (Guadalajara), recibe noticias de que su padre Al-Mamún, Rey moro de Toledo, le está buscando para castigarle por su osadía al haber permitido la liberación de los cautivos cristianos capturados en los Altos de Barahona y haber renegado de su fe islámica. Petrán reúne a una partida de hombres de armas de su antiguo grupo de guerreros y abandona el santo lugar, busca refugio en tierras más seguras y se dirige hacia Extremadura. Encuentra el lugar más idóneo para esperar a que se calme su padre, en las cercanías de Almoharín, a una legua, casi seis kilómetros de esta antigua población árabe, entre los restos ya despoblados de un antiguo asentamiento. Aprovecha las ruinas de una antigua mezquita y allí decide crear un lugar de devoción a la Virgen de Sopetrán. Los cristianos mozárabes de Almoharín acaban encontrando un lugar de oración y escuchan maravillados los relatos de Petrán. De ahí su respeto por Nuestra Señora y la tradición que perdura hasta el tiempo presente.

En una serie pictórica que se conserva en el presbiterio de la ermita de Almoharín se recoge que el Infante vivió en este Santuario 16 años y murió en el de 1070, siendo sepultado al pie de la higuera donde se le apareció la Virgen. El vocablo de Sopetrán vendría de la contracción del topónimo Solanillos y del Infante Petrán.

No obstante, en honor a la verdad, no existen datos documentales acerca de los orígenes de la primera capilla o eremitorio existente en paraje del término municipal de Almoharín (Cáceres) y que diera nombre a una advocación tan lignaria. Tampoco podemos conjeturar la posibilidad de que algún monje benedictino procedente del Monasterio de Santa María de Sopetrán de la localidad de Torre del Burgo, el término municipal de Hita (Guadalajara), llegase hasta este lugar y que estableciera el culto a Nuestra Señora. Hay que tener en cuenta que el monasterio benedictino tuvo sus orígenes en el siglo VII, aunque la estructura actual date del período románico. También es importante tener en cuenta la fecha 1372, cuando tuvo lugar la fundación por parte del arzobispo de Toledo Gómez Manrique, que decidió entregar aquel lugar a la Orden de San Benito, para que lo reédificara y cuidara. fue entonces cuando se lleva a cabo una propagación helenística de estos primeros monjes por algunos lugares de España, recibiendo los favores y regalos de reyes y magnates. Hemos de tener en cuenta que en los libros de visitas de la Orden de Santiago no se hace referencia alguna al nombre de «Sopetrán», cuando encargan al entallador emeritense Pedro de Requena una imagen de la Virgen, no se menciona la palabra «Sopetrán» (en 1556), sino “Nuestra Señora”. Consideramos, más bien, que existió una capilla en el siglo XIV. La orden santiaguista encargó la construcción de la ermita en la segunda mitad del siglo XV, anexa a la capilla primitiva, bajo la advocación de Santa María. En el primer decenio del siglo XIX algún devoto procedente de la Villa de Hita (Guadalajara) se estableció en Almoharín y trajo el culto a Nuestra Señora de Sopetrán, pintándose los cuadros que ornamentan el presbiterio en el año 1806, fecha -igualmente- en la que se lleva a cabo una serie de restauraciones en la ermita, como la construcción de la puerta del Evangelio. El monasterio benedictino de Hita tiene un origen mítico[7], si bien los primeros datos históricos hacen referencia a una fortaleza árabe Sopetrán, palabra cuyo origen etimológico está compuesta por el sufijo latino “sub” (bajo) y “petran” (piedra) y eso es lo que fue Sopetrán en sus orígenes: un lugar “bajo piedra”, cuartel general del caudillo beréber Al-Wahid sublevado en el 768 contra el califa Abd el-Rahman I[8].

 

Volviendo al estudio de la ermita de Almoharín. Se accede al interior de la ermita actual mediante dos puertas. La del lado oeste tiene arco carpanel, con decoración a base de rosetas y mascarones humanos, obra del primer decenio del siglo XVI. La del lado del Evangelio es sencilla, adintelada, presentando la inscripción sobre el vano de entrada: «SE PVSO ESTA PORTAL Y ADAS D ABLA. D 1806». Casi unida a la puerta del Poniente, hay una ventana, en cuya parte superior se lee: «FEBro. 14 DE 1731».

 

La casa del Santero dista de la mitad 14 m, y su fachada principal mira al norte. En el año 1859 se reedificó esta casa, concluyéndose la nueva en el año 1860, siendo mayordomo de la virgen el presbítero don domingo Martín Núñez. Con este motivo ya se empezaron a realizar excavaciones en el solar de la casa en el paraje cercano, encontrándose sepulcros y otras obras subterráneas así como inscripciones romanas, ánforas de barro, y otros objetos antiguos.

 

Tanto por el lado oeste como el del norte, se accede al interior mediante un porche corrido con arcos de medio punto sobre columnas toscanas. Este portal ya existía a principios del siglo XVI, según consta en la descripción que realizaron los visitadores de la orden santiaguista, según recoge Victorino Mayoral[9].

 

La ermita tiene una nave rectangular (17,50 m x 6,95 m) dividida en tres tramos separados por arcos de medio punto rebajados y cubiertos con bóveda de medio cañón con lunetos. Un arco triunfal separa la nave del presbiterio, que se cubre con cúpula semiesférica sobre pechinas. Y un airoso camarín cuadrado adosado al muro oriental cubierto con cúpulas semisférica sobre pechinas.

 

En el presbiterio, hay cuatro óleos sobre lienzo firmados por Tomás Hidalgo en 1806. Representan episodios –a los que aludimos anteriormente- del príncipe Ali Maimón, hijo del rey moro de Toledo y hermano de Santa Casilda, cada una de las ocho escenas representadas, de luchas, milagros y apariciones de la Virgen, están relatadas en unas cartelas laterales[10]. Este príncipe moro vivió en tiempos del rey Fernando I de León (1066-1072), «Dejó Fernando sus reinos divididos en tres hijos y dos hijas que tuvo: a don Sancho el mayor de los varones, Castilla; a don Alfonso, León; a don García, Galicia; y a doña Urraca y doña Elvira las ciudades de Zamora y Toro. Contradijo don Sancho esta división, origen de muchos daños; pues en muriendo la reina doña Sancha su madre, cuyo respeto le detenía, quitó el reino de Galicia a don García, a quien prendió año mil y setenta; y acometiendo a don Alfonso, vencido y preso, le forzó a entrar en religión, de donde huyó a Toledo, y quitando a doña Elvira su herencia, y ciudad de Toro, puso cerco sobre Zamora, donde fue muerto a traición por Bellido de Olfos en cuatro de octubre de mil y setenta y dos años, y llevado por los castellanos a sepultar en San Salvador de Oña. Luis del Mármol cuidadoso coronista de las cosas de los moros dice que por este tiempo Ali Maimon, rey de Toledo, rompiendo las treguas que tenía con el rey don Sancho de Castilla cercó la ciudad de Segovia, y dándosele a partido la destruyó y asoló toda»[11].

 

El orden cronológico está bien marcado en los cuadros por una inscripción que en línea horizontales divide en dos partes iguales, a excepción del último, en que una serie de estrellitas constituye la línea divisoria del mismo. Éstos cuadros, son exactamente iguales, así como los marcos, tienen de longitud 2 m y 15 cm x 258 cm de ancho; los marcos tienen 23 cm.

 

Cada uno de los lienzos tiene una leyenda dentro de un medallón alado, expresiva del hecho que representa la pintura. En la cartela superior de uno de los lienzos dice (literalmente): «EL EJERCITO MORO GOVERNADO POR EL INFANTE, HACE ALTO CERCA DE LA VILLA DE HITA EN EL VALLE DE SOLANILLOS DONDE SIENDO SIEMPRE  LOS TRISTES CAVTIVOS EL TEMPLERO DE LAS IMPIEDADES MAOMETANAS PIDEN EN SV CORACON EL ALIVIO POR MEDIO DE LA REYNA DE LOS ANGELES».

En el centro, donde separa una leyenda de otra: TOMAS HIDALGO ME FECIT; AÑO 1806; SIENDO CURA PÁRROCO EL DR. D.  (continua en el siguiente) MANUEL PACHECO Y COMAN, Y ALCALDES ORDINARIOS, LOS SRES. ALONSO CHAMORRO Y GONZALO BRONCANO, Y REGIDOR CELEDONIO JARA Y POR SÍNDICO GONZALO  GARCÍA GIL Y MAYORDOMO JUAN ALVAREZ ARAUJO.

 

En la cartela del lienzo inferior dice (literalmente): «ACORDANDOSE LOS CRISTIANOS QUE EN AQUEL SITIO VBO TEMPLO DEDICADO A MARIA SANTISSIMA IMPLORARON SV FAVOR I LA CELESTIAL PRINCESA VAJO DEL CIELO A VNA HIGUERA TAN LLENA DE RESPLANDOR QUE A SV VISITA QUEDARON LOS MOROS ADORMECIDOS I ALGVNOS CIEGOS I ENTRE ELLOS EL INFANTE LOS IZO CAVTIVOS».

 

En el segundo cuadro, se lee: «HABIENDO SALIDO EL REY D. FERNANDO EL MAGNO CONTRA EL REY DE SEVILLA POR TENER PACES CON ALMENON REY DE TOLEDO, ESTE MOVIO LA GUERRA, ENVIANDO HACIA SEVILLA UN EJERCITO A TALAR LOS CAMPOS DE PARAHONA, Y POR CAUDILLO SU HIJO DE EDAD DE TREINTA AÑOS, EN EL DE 1050».

 

«EL INFANTE ALI MAIMON TIENE DIFERENTES ENCUENTROS EN QUE SALE VENZEDOR. TALALES LOS CAMPOS I QUEMALES LAS MIESES I CON INFINITOS DESPOJOS I GRAN NUMERO DE CAVTIVOS MARCHA A TOLEDO TAN GVSTOSO COMO AFLIXIDOS LOS MISEROS CRISTIANOS DESPOSEIDOS DE TODO VIEN».

 

En el tercer cuadro, se lee: «AUNQUE CIEGO, ILUSTRADO EL INFANTE DE ESTA SOBERANA LUZ, DIJO: ¿MARÍA, QUÉ QUIERES DE MÍ?… QUE NO PERSIGAS A MIS HIJOS, RESPONDIÓ LA VIRGEN, Y QUE TE BAUTICES. ¿y QUIÉN LO HA DE HACER? RESPONDIÓ: YO, DIJO MARÍA; Y TOMANDO LA MANO LO LLEVÓ A UN POZO DONDE LE BAUTIZO POR SU MANO,Y PÚSELE PEDRO POR NOMBRE, Y AL PUNTO COBRÓ LA VISTA; MÁNDOLE IR A rOMA PARA QUE EL PAPA LE INSTRUYESE».

 

«LLEGA A ROMA EL INFANTE, Y EN ELLA LE ESPERABA EL PONTIFICE, QUE TUVO REVELACION DEL SUCESO; ENTEROLO EN LA FE Y SEÑALOLE UNA COMO HERMITA DONDE VIDIO CON SUS COMPAÑEROS HASTA QUE MUERTO LEON IX EL AÑO 1054 VINO A ESPAÑA Y FUNDO LOS SANTUARIOS DE SOPETRAN».

 

En el cuarto cuadro, el lienzo superior, se lee (literalmente): «DESPVES EL INFANTE VINO DE ROMA FVNDO EL SANTUARIO DE SOLANILLOS EN EL TERMINO DE ALMOHARIN POR MANDATO DONDE LA VIRGEN EN EL SITIO EN QUE FVE VISTA I TUVO EN EL VN PIE DE EXERCITO ATESTIGVALO ASEGVRAN VESTIGIOS Y SEÑALES».

 

En lacartela del lienzo inferior dice (literalmente): «VIVIO EL INFANTE EN ESTE SANTVARIO 16 AÑOS. MVRIO EN EL DE 1070. FVE SEPVLTADO AL PIE DE LA HIGVERA DONDE SE APARECIO LA VIRGEN VIENCeVIDO DE CASILDA SV HERMANA SACANDOLA DE LA ZETA PARA EL NUMERO DE SUS SANTAS».

 

Si seguimos fielmente la leyenda, de manera categórica, se afirma en estos cuadros que el año 1054 vino de Roma a España el infante y fundó los santuarios de Sopetrán. De modo más concreto se lee que después, fundó el dicho infante el santuario de Solanillos y éste, término de Almoharín, por mandato de la Virgen en el sitio de la Mezquita. Podemos concluir, si seguimos fiel al texto, que Alí Maymón vino a este sitio de la Mezquita (dehesa); que fundó Santuario de Sopetrán, de Almoharín, dividió este santuario 16 años, muriendo en el año 1070, y que fue trasladado su cuerpo desde aquí ante Sopetrán de Hita, donde fue sepultado el que leyera donde se apareció la Virgen[12]. Son lienzos que nos determinarían una tradición transmitida de generación en generación. Bien es cierto que la ermita se encuentra en el límite de la dehesa llamada «Mezquita», que fue propiedad del Duque de Frías.

 

No obstante, no ratificamos en las aclaraciones que hemos realizado con anterioridad: que existió una capilla en el siglo XIV. La orden santiaguista encargó la construcción de la ermita en la segunda mitad del siglo XV, anexa a la capilla primitiva, bajo la advocación de Santa María. En el primer decenio del siglo XIX algún devoto procedente de la Villa de Hita (Guadalajara) se estableció en Almoharín y trajo el culto a Nuestra Señora de Sopetrán, pintándose los cuadros que ornamentan el presbiterio en el año 1806, fecha -igualmente- en la que se lleva a cabo una serie de restauraciones en la ermita, como la construcción de la puerta del Evangelio.

 

Volviendo a la ermita, preside el presbiterio un retablo mayor dorado, obra del siglo XVIII. Consta de banco, cuerpo en cinco calles y remate, ornamentado con tallos y hojas carnosas; en la hornacina central se venera la imagen policromada de la Virgen de Sopetrán, patrona de Almorahín, obra en madera policromada y estofada, realizada en la segunda mitad del siglo XVI, la imagen sostiene al Niño con la mano izquierda mientras que con la derecha sostiene un canastillo de frutas[13]. Existió una imagen anterior -presumiblemente gótica- que recibió culto como Patrona de Almoharín y cuya efectividad se realizaría posiblemente el día de la Asuncion[14] y que recoge la descripción que hace el visitador de la Orden de Santiago en el año 1550. En la visita realizada en el año 1556 se encarga una nueva talla de la imagen de la Virgen de Sopetrán de bulto y un tabernáculo que se ponga con sus puertas. La imagen fue realizada por Pedro de Requena, que tenía taller establecido en Mérida[15], entallador que tuvo una importante actividad en Andalucía. La imagen actual fue restaurada en el Taller de Romero de  Torre en Córdoba entre los años 1920 y 1925, en el transcurso de la misma le enderezaron la cabeza y  le retocaron el rostro; la última restauración se efectuó en 1958. Las ordenanzas de la Cofradía de Nuestra Señora de Sopetrán fueron aprobadas por el señor provisor eclesiástico a Mérida en el año 1737[16].

 

Entre los documentos pertenecientes a la Cofradía de Nuestra Señora destaca una antigua estampa que se conserva en la que figuran la virgen sobre una higuera, con el niño en el brazo izquierdo y el distrito de frutas en el derecho; junto al tronco del higuera, al izquierdo del observador, dos hombres en actitud suplicante depositando a los pies de la Virgen, grillos y cadenas, por allí esparcidos; y a la derecha otros dos, tendidos en tierra, llenos de espanto, con alfanjes sacados de sus vainas y tirados en el suelo. Bajo la imagen hay una inscripción que dice literalmente: «Vº. Rº. de Nª. Sª. de Sopetran, que se venera en su ermita, término desta villa de Almoharin. Sácala a luz Dn. Bartolomé Caro de Zaea Rexor. perpetuo y Aguacil mayor del Campo de la Ciudad de Carmona, quien la dedica al Caballero D. Miguel Donayre y Solís, aº 1714«. Lo que indica claramente que por aquel tiempo, año 1714, se veneraba a la Virgen de Sopetrán, la imagen ejecutada en la segunda mitad del siglo XVI.

 

En las cuatro esquinas de la cúpula de la ermita hay pinturas al fresco con la representación de los cuatro evangelistas con sus atributos, obra popular del siglo XIX y que han sido restaurados recientemente. Detrás del retablo se encuentra el camarín. En este espacio se conserva un cuadro pintado por José Pérez Lázaro y la misma representación nos la ofrece en otro cuadro de formato menor en la hospedería del santuario, con firma del autor y que retrata a don Jacinto Jaraiz, magistrado, entregando un poema a la Virgen de Sopetrán, según una cartela en la que puede leerse: «EL EXCMO. SR. D. JACINTO JARAIZ FERNANDEZ MAGISTRADO DEL TRIBUNAL SUPREMO AUTOR DE EL POEMA DE LA VIRGEN DE SOPETRAN OFRECIENDOSELO A LA EXCELSA PATRONA DE ALMOHARIN, 1924»[17]. Fueron varias las canciones y poemas que recogió el magistrado del Tribunal Supremo, don Jacinto Jaraíz Fernández, a principios del siglo pasado, canciones de niños y niñas y romances de labradores y pastores dando las gracias a la Virgen por favores recibidos.

 

En la sacristía hay un artístico lavatorio de granito del siglo XVI. Destacamos dos esculturas en madera policromada de Jesús crucificado, ambas obra del siglo XVIII. Desde la sacristía, mediante un corredor o pasillo, y tras subir una escalera de piedra de ocho gradas llegamos al camarín de la Virgen. En el pasillo que conduce al camarín hay un imagen en madera policromada que representa a San Bartolomé, obra del siglo XVIII y la imagen artística de Santa Ana con la Virgen niña. el camarín está formado por un cuadrado perfecto que mide por todos sus lados 3 m y 57 cm. Este, así como la media naranja que constituye su parte superior, fueron pintados al óleo en el año 1886.

 

En el lado del Evangelio destaca un retablo barroco dorado, obra del siglo XVIII, de un solo cuerpo como hornacina en la que se encuentra una imagen moderna de San Antón, patrón de los animales, acompañado de un cerdito, su símbolo parlante. Y remata el retablo, una tabla pictórica con la representación de la Presentación de la Virgen en el templo y el epígrafe: «SE DORO ESTE RETABLO SIENDO MAYORDOMO FRANCISCO IGNACIO LOPEZ. AÑO DE 1799». Este retablo fue realizado para la imagen policromada de Santa Ana, obra del siglo XVIII, que se encuentra actualmente en el pasillo de acceso al camarín y que hemos mencionado anteriormente. Próximo a este retablo hay un púlpito de granito, que tiene en uno de sus paneles la cruz de Santiago y la fecha: 1819.

 

En el lado de la Epístola hay un retablo barroco dorado de un cuerpo y remate, obra del siglo XVIII. En la hornacina central se venera una imagen moderna de San Isidro labrador con ángel y bueyes. El retablo está rematado por una tabla pictórica con la representación de Jesús atado a la columna, obra del siglo XVIII.El coro se encuentra a los pies, con arco rebajado en el frente.

 

Aún se conservan algunos cuadros exvotosen la ermita. Hay tres que representan prodigios cobrados por mediación de Nuestra Señora en favor de sus protegidos. El primero es un cuadro en papel cañamazo, picado, en cuyo centro está colocada la imagen de la Virgen de Sopetrán y por debajo una leyenda que dice: «Habiendo caído gravemente enfermo la niña Dionisia Cámara y Gómez, su tía Dionisio Gómez la ofreció muy de veras a la Virgen Santísima de Sopetrán, y colocar su imagen en un cuadro, por haber recobrado su salud«.

 

Otro es una fotografía de Nuestra Señora de tamaño regular, forma grupo con la Virgen con niño, y junto a estas fotografías se lee: «Antonio Pedrero, de edad de seis años, estando enfermo gravemente desahuciado del médico de esta villa, su madre Tomasa del Prado se ofreció a la Virgen de Sopetrán en la noche del 15 de amanecer el 16 agosto 1863, y desde entonces principió el niño a ir recobrando su salud«.

 

Entre estos dos hay un cuadro de lienzo de 80 cm de largo por 72 de ancho. Representa un hombre de edad vestido del antiguo estilo del país, esto es con chaquete calzón corto, de rodillas ante la imagen de la Virgen bajo cuya peana serie de la siguiente inscripción: «Jph Jaraiz, vesº. de la Bª de Almoarin de edad de 60 años a estado gravemte enfermo, y en los 9 de marzo del pres.te se hinchó todo su cuerpo y bientre de suerte q. de modo q. se aogaba. De sav.do de medicos y ziru.nos ofreciose mui de beras a Nra. Sra. de Sopetran y de pintar su imagen en el dia 22 de Julio desde a.º de 1785 desde el sintio alibio y se halla totalmente sano«.

 

Han desaparecido algunas de las imágenes que se veneraban en esta ermita y que conocemos gracias a las investigaciones llevadas a cabo por Victorino Mayoral y que recoge la descripción que realizaron los visitadores entre 1498 y 1500, según la misma, la Iglesia eran una sola nave, de piedra compuesta, tejado de madera tosca y teja. El altar mayor había tres imágenes de madera de Nuestra Señora, Santa Lucía y Santo Domingo, y mencionan la existencia de cinco capillas. El altar mayor había un marco de cantería, atravesado por una viga en la que estaba un crucifijo y dos imágenes[18].

 

APÉNDICE FOTOGRÁFICO

Lám 1. Ermita de Sopetrán

Lám 2. Ánfora romana, siglo II d. C.

Lám 3. Epígrafe romano encontrado en el recinto del santuario

Lám 4. Entrada a la primitiva ermita

Lám 5. Óleo sobre lienzo, Tomás Hidalgo, 1806

Lám 6. Óleo sobre lienzo, Hidalgo, 1806

Lám 7. Óleo sobre lienzo, Tomás Hidalgo, 1806

Lám 8. Óleo sobre lienzo, Hidalgo, 1806

Lám 9. Retablo mayor, siglo XVIII

Lám 10. Nuestra Señora de Sopetrán, segunda mitad del siglo XVI

Lám 11 Devotos y sacerdotes ante la imagen de la Virgen, 1934

 

 

Bibliografía

 

Andrés Ordax, et allí: Inventario artístico de Cáceres y su provincia, tomo II, Madrid, 1990.

Carrasco Vázquez, J: «La fundación del monasterio de Nuestra Señora de Sopetrán a la vista de un documento conservado en el Archivo Histórico Nacional: una puesta al día». Revista de Estudios de GuadalajaraNº. 24, 1997, pp. 25-40.

González y Gómez, J. J: Estudio histórico descriptivo de la Santísima Virgen María que con el título de Sopetrán se venera en su ermita de la villa de Almoharín y monografía de dicha villa. Sevilla, 1898.

Jaraíz Fernández, J: El poema de la Virgen de Sopetrán y otras poesías religiosas. Tip. Sobrino de B. Peña, Trujillo, 1924.

Mayoral Cortés, V: Almoharín en la historia. Un pueblo de Extremadura. Muñoz Moya, Almoharín, 2010.

Río-Miranda, J, Iglesias Domínguez, M. G: ”Nuevas aportaciones a la epigrafía y arqueología de Cáceres”, Ahigal 21, 2005, 4-5.

Río-Miranda, J, Revista Cultural BIGC Valdeobispo, 2ª época, nº 14/1992.

 

[1] Estela de granito, con remate semicircular y rota por abajo. Como decoración tiene un creciente lunar con apéndices colgantes, como formando una especie de copa. Dabajo, por su reutilización, tiene un canal profundo que, partiendo del lateral izquierdo, en la que puede leerse: P(ublius) • Lupius / Bassus / an(norum) • XXX. Río-Miranda, 2005, 4.

[2]Río-Miranda, 1992.

[3] Mayoral, 2010, 25.

[4] Mayoral Cortés, 2010, 23 y 24.

[5] González y Gómez, 1898, 3. No existe un documento los archivos parroquiales ni en el municipal que los de luz para descubrir la fecha de su origen, ni el más pequeño indicio siquiera que pudiera servir de apoyo y guía en el descubrimiento de la época en que se comenzó a dar culto a la Virgen de Sopetrán, Ibidem, 21.

[6]Mayoral, 2010, 71. Según ha investigado en los Libros de Visitas de la Orden de Santiago. Libros de Visitas de la Orden de Santiago. Archivo Histórico Nacional. Sección de Ordenes Militares.

[7] Según las investigaciones de don Jesús Carrasco en el Archivo Histórico Nacional, sección Osuna, legajo 1671, se encuentra un libro bajo el título Relación breve de la fundación del monasterio de Nuestra Señora de Sopetrán y que ya había sido publicado por Criado del Val en su Historia de Hita y su arcipreste, Madrid, 1976, 196. Carrasco Vázquez, 1997, 24.

[8] Carrasco Vázquez, 1997, 27.

[9] Mayoral, op. cit., 73.

[10] Andrés Ordax, et allí, 1990, 101.

[11] Capítulo XIII de la Historia de la Insigne Ciudad de Segovia. Manuscrito. Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla.

[12] González y Gómez, 1898, 34. Tambien certifica este hecho Tirso Lozano, en su obra sobre Historia de Montáchez,  1894 (reed. 1996).

[13]Sitúa «en el altar una imagen de Nuestra Señora de bulto metida en una caja de madera pintada«. Vid. Mayoral Cortés, 2010, 73.

[14] Según recoge el capítulo III de los Estatutos aprobados el día 17 de enero de 1737: «Ordenamos y mandamos que el día de la Asunción de Nuestra Señora, en el cual hay jubileo para todos los hermanos».

[15] Mayoral Cortés, 2021, 74.

[16] Las antiguas constituciones fueron abolidas y aprobadas otras nuevas para su mejor observancia en el año 1737.

[17] El poema está publicado: El poema de la Virgen de Sopetrán y otras poesías religiosas, por Jacinto Jaraíz Fernández. Editorial: Tip. Sobrino de B. Peña, Trujillo, 1924.

 

[18] Mayoral, 2010, 72.

Dic 072022
 

Montaña Belén Pastor Valle y José Pastor Villegas

 

  1. INTRODUCCIÓN

El Descubrimiento de América por la Expedición colombina (1492-1493) fue el hecho geográfico más importante de la Historia de la Humanidad y el gran hito histórico de la España de los Reyes Católicos: Isabel I de Castilla. La Católica (Madrigal de las Altas Torres, Ávila, 1451 – Medina del Campo, Valladolid, 1504)[1] y Fernando II de Aragón y V de Castilla. El Católico (Sos del Rey Católico, Zaragoza, 1452 – Madrigalejo, Cáceres, 1516)[2], tras finalizar la Guerra de Granada el 2 de enero de 1492.

Resumidamente, una flota formada por las carabelas Santa María, Pinta y Niña, con tripulación de castellanos, andaluces y extremeños, zarpó del puerto de la villa de Palos (Palos de la Frontera, Huelva) el 3 de agosto de 1492, con el objetivo de llegar a la isla de las Especierías navegando con rumbo Oeste; la primera capitaneada por el experto navegante Cristóbal Colón (Génova, Italia, 1451-Valladolid, España, 1506)[3], al servicio de mencionados reyes como almirante, virrey y gobernador de las Indias; la segunda y la tercera capitaneadas por los expertos marinos y descubridores hermanos Martín Alonso Pinzón (Palos de la Frontera, Huelva, c. 1440 – Monasterio de la Rábida, Huelva, 1493)[4] y Vicente Yáñez Pinzón (Palos de la Frontera, Huelva, c. 1461-1462 – Sevilla, 1514)[5]. Al amanecer del viernes 12 de octubre de 1492, avistaron y después arribaron y exploraron una isla pequeña ignota del océano Atlántico, habitada, llamada Guanahaní por los aborígenes, a la que Colón llamó San Salvador, perteneciente al archipiélago de las Bahamas. Tras los descubrimientos de La Española o Santo Domingo, Juana o Cuba, y otras islas de las Antillas, la Pinta y la Niña zarparon el miércoles 16 de enero de 1493; la Pinta arribo a Bayona de Galicia al final de febrero de ese año y entró en el fondeadero de Palos el 15 de marzo, donde estaba anclada ya la Niña; ésta, capitaneada por Colón, arribó primero en Lisboa el 4 de marzo de 1493 y once días después en Palos. No habían llegado a la isla de las Especierías, que era el objetivo.

Como es conocido, otros tres viajes atlánticos de descubrimiento más fueron realizados por Colón sin conseguir; murió sin saber que había llegado a un Nuevo Mundo como compensación al objetivo de buscar una ruta más fácil para llegar por vía marítima a Asia.

Reinando Carlos I de España y V de Alemania (Gante, Bélgica, 1500 – Yuste, Cáceres, 1558)[6], se realizó la primera circunnavegación de la Tierra por Magallanes-Elcano (1519-1522), que se resume en los párrafos que siguen.

El navegante y descubridor portugués Fernão de Magalhães, conocido como Fernando de Magallanes (Sabrosa, Tras-os-Montes, Portugal, c. 1480 – Isla de Mactán, Islas Filipinas, 1521),[7] se puso al servicio de la Corona de España, y propuso al entonces joven rey la expedición a las islas de las Especias  con el propósito de descubrir una nueva ruta a tales islas (hoy islas Molucas, de Indonesia) navegando rumbo Oeste; zarpó de Sevilla la mañana del 10 de agosto de 1519 al mando de cinco naves (las naos, navíos o carabelas Trinidad, San Antonio, Concepción, Victoria y Santiago) y con tripulación total entre 200 y 300 hombres.

Tras múltiples vicisitudes (motines, naufragios, hambre, enfermedades y muertes), solo la nao Victoria, capitaneada por el marino español Juan Sebastián Elcano (Guetaria, Guipúzcoa, c. 1487 – Océano Pacífico, 1526) y diecisiete tripulantes famélicos más, regresó a Sanlúcar de Barrameda el 6 de septiembre de 1522, desde donde avisó con brevedad al emperador español:

“Dígnese saber V. M. que hemos regresado dieciocho hombres con uno solo de los barcos que V. M. envió bajo el mando del capitán general Hernando de Magallanes, de gloriosa memoria. Sepa V. M. que hemos encontrado alcanfor, canela y perlas.

Que ella se digne estimar en su valor el hecho de que hemos dado toda la vuelta al mundo, que partidos por el oeste, hemos vuelto por el este”.

La nao Victoria no pudo remontar el río Guadalquivir por sí sola; fue remolcada tuvo que ser remolcada hasta Sevilla, donde atracó dos días después en el mismo puerto del que había salido; había recorrido un total de 46 270 millas marinas (85 700 km) durante 1 084 días.[8]

Juan Sebastián Elcano no mencionó en su aviso que “había puesto los cimientos de una globalización donde Oriente y Occidente dejarían de ser mundos desconocidos”.[9]

Fue una expedición naval (64% españoles y el resto de nueve nacionalidades diferentes), teniendo a Sevilla, el río Guadalquivir y Sanlúcar de Barrameda como principio y final, yendo por occidente y volviendo por el oriente:[10] “Sanlúcar de Barrameda a Tenerife, costas de Sierra Leona… y las islas Cabo Verde para retornar al puerto de donde había zarpado”.

Así pues, la inicial expedición científica y comercial española, a través de los océanos Atlántico, Pacífico e Índico y los continentes de Europa, América, Oceanía, Asia y África, confirmó la redondez de la Tierra, y fue decisiva para la apertura mundial de conocimientos e intercambios, y para el desarrollo y proyección de Europa y, en especial, de los países ibéricos.

Se conocen datos de los regresados en la nao Victoria, nave que desapareció en un viaje posterior de regreso a España desde la isla Santo Domingo.[11]  Uno de ellos fue Hernando de Bustamante, de Alcántara (Cáceres), marinero y barbero (categoría inferior de los cirujanos de la época), único sanitario que regresó, siendo uno de los tres recibidos por el emperador Carlos V en Valladolid; ha sido biografiado también como Fernando de Bustamante y Cáceres.[12]

Añadimos también que el Buque Escuela “Juan Sebastián Elcano” recuerda desde hace más de noventa años en los países que visita que la I Vuelta al Mundo fue una aventura de la Corona de España y sus marinos.[13]

El V Centenario de la I Vuelta al Mundo, considerada la mayor gesta marina de todos los tiempos, se cumple el 8 de septiembre de 2022, Día de Extremadura, efeméride a la que está dedicada esta edición de los Coloquios Históricos de Extremadura, tras haber cumplir cincuenta años fomentando la investigación histórica y defendiendo el patrimonio de Extremadura.

Pues bien, dicho cuanto antecede, casi coincidente se realizó la también importante Expedición de Hernán Cortés (1519-1521). Hemos estudiado su itinerario,[14] y aspectos científicos y tecnológicos prehispánicos.[15] Aquí, como una continuación, tratamos del mundo mexica-cortesiano en la ciudad de Cáceres, Patrimonio de la Humanidad desde 1986, en particular de la gran escultura en bronce del rey azteca Acolmiztli Nezahualcóyotl (Texcoco, 1402-1472).[16] Pretendemos seguir contribuyendo con este nuevo trabajo a reducir la fractura entre Ciencias y Humanidades, iniciada tras la Revolución Científica de los siglos XVI y XVII.

 

  1. DESCUBRIMIENTO Y FIN DEL IMPERIO MEXICA, E INDEPENDENCIA DE MÉXICO

Lo que los españoles denominaron Imperio mexica fue una confederación de tribus. La confederación dominante en el Valle de México estaba formada por la triple alianza de Texcoco, Tenochtitlán y Tacoplan (actual Tacuba).

Los aztecas, tenochcas o mexicas tuvieron que cambiar frecuentemente de residencia, ya que en general eran mal recibidos en todas partes y prontamente expulsados por su fama de pendencieros, crueles, ladrones de mujeres, falsos, ambiciosos y valientes en el combate. En el año 1325 fundaron Tenochtitlán sobre un pequeño islote, con ventajas estratégicas y políticas, porque únicamente era accesible por agua y además se encontraba en los confines de tres dominios. Rigurosamente, salvo el pequeño islote original, el terreno de lo que fue dicha gran ciudad fue construida literalmente por ellos mediante obras de ingeniería hidráulica en el centro del México actual, en un valle cerrado rodeado de altas montañas, ubicada estratégicamente en el gran lago Texcoco. Pronto se estableció una triple alianza entre los texcocanos (acaudillados por el mencionado Nezahualcóyotlt), los tenochcas y los tlacoplanos; los tenohcas se colocaron a la cabeza de triple alianza que formaron Texcoco, Tenochtitlán y Tacoplan. La ciudad de Tenochtitlán, totalmente lacustre, tenía una superficie de 1 000 hectáreas aproximadamente, bien planeada, con una armoniosa red geométrica de canales y terraplenes, que se comunicaba con las riberas del lago por medio de cuatro calzadas elevadas, construidas sobre pilotes y servían a la vez de diques de contención: al norte Tlatelolco-Tepeyacac (donde estaba el santuario de Tonantzin, y ahora la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe), la de poniente terminaba en Tacoplan, la del sur se abría en una rama a que iba a Coyoacán y otra a Ixtapalapan; la cuarta calzada iba de Tlatelolco a Azcapotzalco. El acueducto de Chapultepec terminaba en la plaza mayor de la ciudad; estaba formado por dos conductos (a través de los cuales podía pasar un hombre) y tenía una longitud de cinco kilómetros. Otro acueducto traía el agua de Coyoacán, bordeando la calzada que unía a la ciudad con esa población. Había además un gran dique de 16 km, orientado de norte a sur; servía para evitar las inundaciones, yendo de Atzacoalco hasta Ixtapalapan. El principal centro comercial era Tlatelolco.[17]

Obviamente, Tenochtitlán, a más de 2 200 m de altitud, dependía del exterior en agua, alimentos y materias primas.[18]

En 1519 llegó a Tenochtitlán la gran noticia de la Expedición de Hernán Cortés (1519-1521). Por entonces, el Imperio mexica tenía una compleja y centralizada unidad política, con dos millones de personas de pueblos étnica, lingüística y políticamente diferenciados; la lengua náhuatl era dominante Los dos grandes estados enemigos de la confederación dominante descrita eran Tlaxcala al este del valle de México, y al oeste el tarasco de Michoacán.[19]

En vísperas del descubrimiento y conquista española, había un sistema lacustre de aproximadamente 2 000 kilómetros cuadrados, que incluía el enorme lago central de Texcoco, y cuatro lagos menores: Zumpango y Xalocan al norte y Xochimilco y Chalco al sur; muchos ríos corrían desde las montañas todo el año y llegaban a dulcificar algunas áreas del sistema lacustre; la vegetación y la fauna eran muy variadas; aproximadamente el 10% de la población estaba en la capital imperial, siendo otras poblaciones importantes Azcapotzalco, Texcoco, Xochimilco, Chalco-Atenco, Culhuacán y Coyoacán, con mayoría de población nahua. Los mexicas durante el tiempo de la expedición cortesiana: [20]

“Deslumbraron en su poder político, brillantes en su tecnología hidráulica, eficaces en su sistema económico, diversos en su cultura, terribles en la guerra y frente a la piedra de los sacrificios, los mexicas dieron forma a la última expresión de la civilización mexicana antigua y sucumbieron, al fin, frente al embate combinado de sus antiguas provincias y el ejército comandado por Hernán Cortés”.

La expedición cortesiana estaba formada por menos de seiscientos expedicionarios (574), en su mayor parte de Andalucía (31,70%) y de Extremadura (22,82%); partió de la isla de Cuba para explorar las costas de Yucatán, llegando a la América continental, sin instrucción de conquistar ni establecer colonia.[21] Dos expediciones anteriores partieron también de Cuba; fueron la de Francisco Hernández de Córdoba (1517) y la de Juan de Grijalva (1518), siendo en ésta cuando se tuvieron los primeros conocimientos del Imperio mexica.

El extremeño Hernán Cortés (Medellín, Badajoz, 1485 – Castilleja de la Cuesta, Sevilla, 1547),[22] hijo de Martín Cortés de Monroy y de Catalina Pizarro Altamirano fue un personaje poliédrico complejo (Figura 1). Como es bien conocido, fue el protagonista del inicial conocimiento del Imperio mexica y de su conquista en coalición con tlaxaltecas y otros indígenas sometidos a los aztecas, e inició la colonización.

Figura 1. Cartel del Congreso Internacional Hernán Cortés en el siglo XXI, Medellín y Trujillo, 2019; arriba Retrato de Hernán Cortés, óleo sobre lienzo (75×55 cm), de Juan Aparicio Quintana, 1957, ubicado en el Salón de Sesiones del Excmo. Ayuntamiento de Medellín; en el centro imágenes del Medellín extremeño; abajo el itinerario de Veracruz a Tenochtitlán. Fuente: Fototeca de los autores del presente trabajo, fotografía realizada el 19.01.2022.

 

El tlatoani o emperador cuando la expedición se adentró en territorio mexica era Moctezuma II Xocoyotzin (Tenochtitlán, México, 1468 – Tenochtitlán, 1520), es decir, Moctezuma, a quien Hernán Cortés conoció el 8 de noviembre de 1519, a orillas del lago Texcoco que cercaba la metrópoli.[23]

No nos extendemos más en el descubrimiento y conquista del Imperio mexica porque, como hemos mencionado en el epígrafe anterior, hemos estudiado en dos trabajos anteriores el itinerario continental de la expedición cortesiana (referencia 17) y los aspectos científicos y tecnológicos prehispánicos en general (referencia 18). Ambos trabajos fueron elaborados consultando las Cartas de Relación, de Hernán Cortés, es decir, sus cinco informes oficiales (políticos, jurídicos y militares) al emperador español entre 1519 y 1526,[24] que fueron la primera fuente de conocimiento de México en Europa y de certeza de un Nuevo Mundo.

Tras el virreinato de Nueva España (1535-1821), la independencia de México de España quedó consumada el 27 de septiembre de 1821.[25] México es el resultado de fusiones étnicas principalmente de indígenas prehispánicos y españoles y, en menor grado, con otras gentes de origen también europeo, africano y asiático. España, México y otros países hispanoamericanos hablamos español y tenemos otros enlaces del pasado.[26]

 

  1. V CENTENARIO DEL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA O DEL ENCUENTRO DE DOS MUNDOS

Años antes de 1992, se intentó que la efeméride del V Centenario del Descubrimiento de América en (segundo centenario conmemorado) fuese muy diferente a la anterior (el IV Centenario fue el primero conmemorado). El insigne americanista Miguel León-Portilla (Ciudad de México, México D. F., 1926 – Ciudad de México, México, D. F., 2019)[27]  argumentó que en 1492 hubo un Encuentro del Viejo Mundo (europeo) con el Nuevo Mundo (indígena), hecho de conmemoración conjunta[28]. Sus argumentos siguen siendo válidos hoy:

 

“Hoy, a casi cinco siglos de distancia, cuando los hombres de maíz, indígenas de América, contemplan fundidas su sangre y su cultura con las de los hombres de barro venidos de más allá de las aguas inmensas, atendiendo a los antiguos testimonios nativos acerca del encuentro y también a las realidades del mundo nuestro contemporáneo, nos percatamos de que no es ya posible seguir mirando los hechos desde una sola perspectiva. En el largo proceso histórico, sucesión de acontecimientos y génesis de ideas, ha llegado el momento de abrir el enfoque para abarcar por igual a unos y otros de los protagonistas, con sus respectivos puntos de vista sobre el encuentro original, sus consecuencias y las posibilidades que abre en el presente y el futuro.

Así es como queremos conmemorar lo que comenzó a desarrollarse a partir del 12 de octubre de 1492. Dar entrada a los puntos de vista de los hombres de Nuevo Mundo, no contemplarlos meramente como los descubiertos y conquistados, además de ser urgencia inescapable, completa y enriquecer a la otra perspectiva, la que, etnocéntricamente, se creía que era la única posible.

En la dialéctica del universo de las ideas reconocemos ahora que, por obra del encuentro entre el antiguo y el nuevo mundo, se abrió el camino para la más cabal toma de conciencia de lo que es la ecúmene, la tierra entera habitada por los hombres. Atendiendo al hecho insoslayable del encuentro, se comprenderá mejor lo que ha sido el mestizaje no solo biológico sino también cultural, como lo muestran el ser de México y de gran parte de América. Aquí el encuentro fue entre los pueblos creadores de las grandes culturas de Mesoamérica indígena y los hombres portadores de la civilización mediterránea en su espléndida versión hispánica. Por todo esto, desde la perspectiva de los hechos y del mundo de las ideas, optamos por hablar de un acercamiento, encuentro de pueblos y culturas. Y, por ello precisamente, queremos conmemorar con hechos la tantas veces aducida fecha, principio de nuestros vínculos con todas las gentes de Iberoamérica, España y Portugal.

Insistimos en que vamos a repensar y valorar ese contacto primordial con todas sus consecuencias, buenas y malas, pero todas insuprimibles. Atendiendo por igual a cuantos participaron en él, cabe invitar a los pueblos hermanos a hurgar en ese común pasado para encontrar lo que puede ser camino abierto a todos, en el presente incierto, pero en el que no ha muerto la esperanza. Seguiremos hablando así de acercamiento de pueblos y culturas:  V Centenario del Encuentro de Dos Mundos”.

 

Añadimos a los argumentos anteriores que el encuentro de los dos mundos ignorados recíprocamente hasta entonces,[29] el Viejo Mundo (europeo) y el Nuevo Mundo (indígena), impactó en Europa y tuvo consecuencias intelectuales, económicas y políticas[30].

 

 

  1. V CENTENARIO DEL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA EN CÁCERES, CAPITAL CULTURAL DE EXTREMADURA: ACUERDOS INSTITUCIONALES

Mucho se ha escrito sobre Extremadura y Ultramar, y en particular sobre Extremadura y América, por tener en su historia hitos comunes imborrables. Corriendo la década de 1980 el sentimiento llegó al Estatuto de Autonomía de Extremadura, cuyo artículo e, apartado h, recoge[31]: “Impulsar el estrechamiento de los vínculos humanos, culturales y económicos con la nación vecina de Portugal y con los pueblos de Hispanoamérica, sin perjuicio de las atribuciones que corresponden al Estado y del interés general de los españoles”.

Concerniente a Hispanoamérica, la huella monumental en Extremadura es frecuente. En Cáceres (Extremadura, España), es principalmente hispano-mexicana. A título de ejemplo, basta recordar la denominada Casa o Palacio de los Toledo-Moctezuma (Figura 2), que es muy anterior a la independencia de México.

Figura 2. Fachada de la Casa o Palacio de los Toledo-Moctezuma en Cáceres, hoy Archivo Histórico Provincial de Cáceres. Fuente: Fototeca de los autores del presente trabajo, fotografía realizada el 15 de noviembre de 2003 en el libro Páginas extremeñas sobre el caucho (2003), de José Pastor Villegas y Jesús Francisco Pastor Valle.

 

En la Ciudad de Cáceres, ya Patrimonio de la Humanidad, hubo sintonía total con lo argumentado por el mencionado León-Portilla, intelectual cercano a Extremadura por su cónyuge Ascensión Hernández Triviño, natural de Villanueva de la Serena (Badajoz), lingüista y académica de la Academia Mexicana de la Lengua. Corriendo el año 1990, las instituciones Junta de Extremadura, Diputación Provincial de Cáceres y Ayuntamiento de Cáceres, previas conversaciones, decidieron firmar un primer documento en Cáceres el 3 de julio de 1990 para encargar al escultor Humberto Peraza Ojeda la fundición de una colosal estatua del rey Nezahualcóyot, costeada a tres partes, por un importe total que superó los nueve millones de pesetas para ser instalada en la ciudad de Cáceres.[32]

En el documento firmado, con membrete de la Excma. Diputación Provincial de Cáceres, constan las firmas de Antonio Ventura Díaz, vicepresidente de la Junta de Extremadura, de Manuel Veiga López, presidente de la Excma. Diputación Provincial de Cáceres, y de Carlos Sánchez Polo, alcalde-presidente del Excmo. Ayuntamiento de Cáceres. Y el texto que se transcribe:

“Dos mundos se encontraron un 12 de octubre de 1492. Desde entonces Europa y América tendieron un puente de intercambio de valores que progresivamente se incorporaron a la cultura occidental y quedaron también anclados en el nuevo mundo.

Extremadura y Méjico; Méjico y Extremadura tienen, en su historia hitos imborrables que establecen, necesariamente, una relación de íntima comunidad fraternal entre ambas comunidades.

Cáceres quiere dar testimonio de su respeto a la sociedad precolombina homenajeando a Nezahualcoyotl (sic), Rey que hizo de la poesía un modo de expresar el amor por los hombres y por la naturaleza de humanismo y espiritualidad”.

Los medios de comunicación de Extremadura informaron que una delegación del Gobierno mexicano, presidida por el ingeniero Víctor Mahbub, subsecretario de Infraestructura del Ministerio de Obras Públicas de México, fue recibida el día de la firma del documento mencionado en el palacio de Carvajal de Cáceres y se firmó un protocolo para la colocación de una gran estatua del rey azteca Nezahualcóyotl en la barriada Moctezuma de la ciudad de Cáceres. En los días siguientes, la delegación mexicana visitó la barriada y varias poblaciones de Extremadura.

En Mérida, el 2 de mayo de 1991 se firmó el “Convenio de Colaboración entre la Junta de Extremadura (Programa “Extremadura Enclave-92”) y la Excma. Diputación Provincial de Cáceres para la instalación en la Ciudad de Cáceres de estatua conmemorativa”, representadas ambas instituciones por Antonio Ventura Díaz Díaz y Manuel Veiga López, respectivamente.[33] De lo manifestado en este documento, nos interesa destacar el siguiente párrafo:

“Que la Diputación Provincial de Cáceres, el Excmo. Ayuntamiento de Cáceres y el programa “Extremadura Enclave-92”, se proponen instalar en la ciudad de Cáceres una estatua del Rey Poeta Nezahualcoyotl, (sic) como símbolo del vínculo cultural y de la nueva filosofía que presiden el Encuentro entre dos Mundos y que a la vez es homenaje a las culturas precolombinas del Continente Americano, en la ciudad de Cáceres, símbolo cultural extremeño, capital cultural de 1992 de Extremadura y ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad. Con este motivo y con estos objetivos se pretende también tener un monumento permanente que conmemore el Quinto Centenario del Encuentro entre dos Mundos en la ciudad de Cáceres”.

 

  1. FUNDICIÓN DE LA ESCULTURA EN BRONCE EN MÉXICO

El 3 de enero de 1992 se firmó el Contrato para la ejecución de la escultura por la Diputación Provincial de Cáceres y el escultor Humberto Peraza Ávila, “cuya altura será de 4 metros de alto fundida en bronce al sistema de la cera perdida que represente al rey Nezahualcóyotl, según fotografía que ya conoce Diputación Provincial de Cáceres”, con un costo de “nueve millones trescientas noventa y tres mil ciento ochenta y nueve pesetas”.[34]

Según la documentación que hemos consultado, la gran escultura en bronce tiene una altura de 5 m y una masa de varios miles de kilogramos, fundida en bronce por piezas en Tepepan, Xochimilco, México, llevando por dentro viguetas de acero de refuerzo en brazos, tórax y piernas. En su elaboración se siguió el método de la cera perdida, aplicado por los escultores el mencionado Humberto Peraza Ojeda y sus hijos Humberto Peraza Ávila y Sergio Peraza Ávila, como resumimos:

  1. a) Modelar una maqueta en plastilina de un metro de altura y luego en yeso, que sirvió de boceto definitivo para resolver problemas plásticos y técnicos que fueron útiles al amplificar la escultura.
  2. b) El boceto se fijó a una base de madera, encerrándolo en un armazón del que caen de sus esquinas cuatro plomadas, usando también una regla que amplifica de una a cinco veces y un nivel de agua.
  3. c) Construcción de un armazón o esqueleto con varillas de acero y alambrón sobre una plataforma giratoria para el modelado de la figura amplificada.
  4. d) Cubrimiento de la estructura de varilla con barro amasado.
  5. e) Realizar un molde de yeso de 5 m de altura por integración de todas las partes.
  6. f) A la cabeza se le hizo un molde de cola (gelatina) flexible, negro, grueso; el molde se abrió y se le dieron baños de cera líquida caliente hasta un espesor de 2 cm, aproximadamente, y se rellenó con un líquido refractario frío que endureció a la media hora. Así quedó en cera igual que la original en yeso.
  7. g) Seguidamente, para el proceso de fundido en bronce, se colocó a la pieza una serie de tubos alimentadores que parten de un depósito colocado en la parte alta de la cabeza.
  8. h) En diferentes partes de la escultura se colocaron unos alambres de cobre llamados separadores y después se encerró la figura en un depósito de lámina cuidando que ésta quede separada aproximadamente 15 cm de la obra, y se rellena de refractario líquido todo lo que queda hueco, que fraguó en media hora.
  9. i) Se quitó el depósito de lámina una vez fraguado el refractario y se hizo alrededor un horno de tabique un poco separado, colocándose en la parte inferior quemadores de gas para sublimar la cera, saliendo la cera gaseosa al exterior, dejando vacío el volumen que ocupó. Los separadores de alambre impidieron que se uniera el interior de la figura con la parte exterior.
  10. j) Se quitó el horno, se colocó otro contenedor de lámina más grande dejando un espacio entre éste y la figura, espacio que se rellena de tierra.
  11. k) Un crisol con bronce líquido se levantó con una grúa y se vació en un depósito para que corriendo por los conductos rellenase el vacío. Al endurecerse el bronce se destruyó el refractario exterior convirtiéndose en cenizas; el refractario interior también se saca y se le cortan los tubos de alimentación, cincelando los defectos.
  12. l) El mismo método se siguió con las demás partes: brazos, tórax, piernas y pies.
  13. m) Todas las piezas se soldaron y pulieron, integrando el monumento de 5 m de altura.
  14. n) Mediante un soplete de gas se consiguió el color antiguo oscuro.

Añadimos que el método de colado a la cera perdida fue un método muy usado ya en México prehispánico en la elaboración de piezas metálicas, de gran calidad técnica y artística.[35]

Estando en elaboración la escultura hubo una interesante correspondencia mexicana y extremeña que demuestra la cristalización de lazos de amistad entre México, en particular del estado de Texcoco, con España y Extremadura. En nuestra opinión, la principal razón de ello es que la obra encargada era réplica de otra realizada por el primero de los escultores mencionados ubicada en Texcoco en 1981, reino que gobernó durante cuarenta y un años.

 

  1. DESPEDIDA DE LA ESCULTURA EN MÉXICO, TRANSPORTE E INAUGURACIÓN EN CÁCERES

La ceremonia de despedida de la escultura en Coyoacán fue espectacular el sábado 30 de 30 de agosto de 1992. Mas de 5 000 personas asistieron, entre ellas, autoridades de ambos países, una de ellas Manuel Veiga López, presidente de la Diputación Provincial de Cáceres.

Como ningún barco se comprometía a transportar la escultura a España para llegar con seguridad antes de la inauguración prevista en Cáceres, la gran estatua viajó bien acomodada a bordo de un avión de la compañía aérea Lufthansa, gracias a la ayuda de la Secretaría de Comunicaciones y Transporte, y especialmente la del subsecretario ingeniero Víctor Mahbud mencionado con anterioridad. La escultura fue despedida por los escultores Humberto Peraza Ojeda y por Humberto Peraza Ávila en el Aeropuerto Internacional Benito Juárez el 21 de septiembre de 1992; voló a Frankfurt, y después se transportó por carretera a Cáceres.

El monumento, de diez metros de altura, incluido el pedestal, ubicado en la Avda. de la Hispanidad de Cáceres, se inauguró en la tarde del 6 de octubre de 1992, siendo una fiesta que congregó a aproximadamente dos mil personas, con asistencia masiva de vecinos de las barriadas de Hispanoamérica y de Moctezuma, y una amplia representación oficial mexicana.

Como se puede observar (Figura 3), la escultura representa al poliédrico personaje con el brazo derecho extendido y portando en la mano izquierda un poema, en el que narra cómo a los dieciséis años vivió el derrocamiento y la muerte de su padre en 1418, siendo asilado en Tenochtitlán. La noticia del acto inaugural y del previo Hermanamiento entre las ciudades de Texcoco y Cáceres, por el presidente municipal de Texcoco Isidoro Burges Cuesta y el Alcalde-presidente de Cáceres Carlos Sánchez Polo, tuvo repercusión mundial.

Una placa se colocó después (Figura 3); tiene el escudo de la ciudad de Cáceres y el texto: “la Ciudad de Cáceres / Nezahualcóyotl, Rey Azteca, / 600 Aniversario de su nacimiento / 27 Mayo 2002”. Los diarios Hoy y Periódico Extremadura ofrecieron información similar el 28 de mayo; asistieron al acto el embajador de México en España, Enrique Gabriel Jiménez, el presidente de la Asamblea de Extremadura Manuel Veiga López Veiga, y el alcalde la ciudad José María Saponi Mendo.

Hasta mencionada fecha, la colosal estatua en bronce (5 m de altura y 3000 kg) se conocía popularmente como “El Indio”; Veiga López afirmó que “Nezahualcóyotl ha sido hasta hoy un ciudadano olvidado, porque la mayoría de los ciudadanos conocían su simbolismo, pero no su nombre. Este es su empadronamiento en la ciudad de Cáceres”; el embajador destacó que la fecha coincidía con el 25 aniversario del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre España y México y el alcalde habló del interés de Cáceres por la cultura azteca.

Figura 3. Escultura en bronce del rey azteca Nezahualcóyotl en Cáceres (España), realizada en México en 1992, sita en la Avda. de la Hispanidad. Fuente: Fototeca de los autores del presente trabajo, fotografía realizada el 07.02.2022.

 

  1. CONCLUSIONES
  2. Casi coincidiendo con la I Vuelta al Mundo (1519-1522) se realizó la Expedición de Hernán Cortés (1519-1521) cuyo resultado fue el descubrimiento y conquista del Imperio Mexica y la confirmación de que en los viajes de descubrimiento realizados hasta 1521 se había llegado a un Mundo Nuevo y no a la isla de las Especierías.
  3. Fue un acierto el acuerdo adoptado por las instituciones extremeñas Junta de Extremadura, Diputación Provincial de Cáceres y Ayuntamiento de construir la gran estatua en bronce del rey mexica Nezahualcóyotl (1402-1472), quien gobernó con sabiduría y justicia, apoyando las ciencias y las artes. Es un monumento permanente conmemorativo del Quinto Centenario del Encuentro entre dos Mundos en la ciudad de Cáceres (1992), Patrimonio de la Humanidad desde 1986, es decir, un homenaje a las culturas precolombinas de América. En particular, contribuyó al fortalecimiento de las relaciones España-México, y en particular Extremadura-México.
  4. El hecho, conjunción de la Historia Hispano-mexicana y de la Ciencia y la Tecnología de finales del siglo XX, es todavía muy poco conocido. En el futuro, el monumento se puede enseñar desde la Educación Primaria y a quienes visitan la Ciudad de Cáceres pues es un ejemplo de acontecimiento histórico que merece ser conocido, reductor de la fractura entre Ciencias y Humanidades, y de concordia.

 

AGRADECIMIENTOS Y RECUERDOS

Al personal del Archivo Biblioteca de la Excma. Diputación Provincial de Cáceres y al personal de la Biblioteca Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) en Madrid, por las atenciones recibidas. Asimismo, a la Asociación Histórica Metellinense y a la Fundación Academia Europea e Iberoamericana de Yuste.

A María José Rodríguez Agúndez, entusiasta colaboradora cultural de las Expediciones “Aventura 92”, in memoriam.

Al muy culto cacereño Joaquín García-Plata Quirós, in memoriam, conocedor de Trujillo, participante en los Coloquios Históricos de Extremadura en los últimos años de su vida, a cuyos organizadores admiró.

 

FUENTES DE CONOCIMIENTO

Archivos:

Archivo Biblioteca de la Diputación Provincial de Cáceres, 2194, 2228, 2249.

Archivo personal de los autores.

Publicaciones (artículos, libros y capítulos de libros):

Boletín Oficial del Estado:

Real Decreto 82/2017, de 12 de junio, por el que se crea y regula la Comisión Nacional para la conmemoración del V Centenario de la expedición de la primera vuelta al mundo de Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano, Boletín Oficial del Estado, 2017,160 (6/07/2017), 57241-57246.

Orden DEF/828/2017, de 30 de agosto, por la que se crea y regula la Comisión del Ministerio de Defensa para la conmemoración del V Centenario de la primera vuelta al mundo, Boletín Oficial del Estado, 2017, 212 ( 4/09/ 2017).

Ley Orgánica 1/1983, de 25 de febrero de 1983, de Estatuto de Autonomía de Extremadura, Boletín Oficial del Estado, 1983, 49 (26 /2/1983), 5580-5586.

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[1] FERNÁNDEZ SUÁREZ, Luis, Isabel I, Diccionario biográfico español, Real Academia de la Historia, Madrid.

[2] FERNÁNDEZ SUÁREZ, Luis, Fernando II de Aragón y V de Castilla, Diccionario biográfico español, Real Academia de la Historia, Madrid.

[3] PÉREZ DE TUDELA Y BUESO, Juan, Colón, Cristóbal, Diccionario biográfico español, Real Academia de la Historia, Madrid.

[4] VALERA MARCOS, Jesús, Alonso Pinzón, Martín, Diccionario biográfico español, Real Academia de la Historia, Madrid.

[5] VALERA MARCOS, Jesús, Yáñez Pinzón, Vicente, Diccionario biográfico español, Real Academia de la Historia, Madrid.

[6] FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, Manuel, Carlos I de España y V de Alemania, Diccionario biográfico español, Real Academia de la Historia, Madrid.

[7] MÁRQUEZ MONTERO, Carlos, Magallanes, Fernando de, Diccionario biográfico español, Real Academia de la Historia, Madrid.

[8] LUCENA SALMORAL, Manuel, Elcano, Juan Sebastián, Diccionario biográfico español, Real Academia de la Historia, Madrid.

[9] GARCÍA RAMÍREZ, Susana, Gente de mar en la primera vuelta al mundo, en Fuimos los primeros: Magallanes, Elcano y la vuelta al mundo (coords. Enrique Martínez Ruiz, Susana García Ramírez, José María Moreno Martín), Madrid, Ministerio de Defensa, Secretaría General Técnica, 2019, págs. 20-44.

[10] Real Decreto 82/2017, de 12 de junio, por el que se crea y regula la Comisión Nacional para la conmemoración del V Centenario de la expedición de la primera vuelta al mundo de Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano, Boletín Oficial del Estado, 2017,160 (6/07/2017), 57241-57246.

[11] MARTÍN, Jos y TF Editores, Grandes exploradores de la historia de la humanidad, Madrid, BBVA y TF Editores, 2011, págs. 84-101.

[12] BAÑAS LLANOS, María Belén, Bustamante y Cáceres, Fernando de, Diccionario biográfico español, Real Academia de la Historia, Madrid.

[13] Orden DEF/828/2017, de 30 de agosto, por la que se crea y regula la Comisión del Ministerio de Defensa para la conmemoración del V Centenario de la primera vuelta al mundo, Boletín Oficial del Estado, 2017, 212 ( 4/09/ 2017).

[14]PASTOR VILLEGAS, José, PASTOR VALLE, Jesús Francisco, PASTOR VALLE, Montaña Belén, Itinerario de Hernán Cortés en el descubrimiento y conquista de México, antecedente de la Primera Expedición Científica al virreinato de Nueva España, en XLIV Coloquios Históricos de Extremadura, Badajoz, Efezeta Artes Gráficas, 2015, págs. 73-121.

[15] PASTOR VILLEGAS, José, PASTOR VALLE, Jesús Francisco, Después del Imperio Mexica: Aspectos científicos y tecnológicos prehispánicos aportados por Hernán Cortés, novohispanos e hispano-mexicanos, en J. Á. Calero Carretero y T. García Muñoz (eds., coords.), Congreso internacional Hernán Cortés en el siglo XXI. V Centenario de la llegada de Cortés a México, Medellín-Trujillo, Fundación Académica Europea e Iberoamericana de Yuste, 2020, págs. 1169-1197.

[16] MARTÍNEZ, José Luis, Nezahualcóyotl. Vida y obra, México, Fondo de Cultura Económica, 1986, 11-21, 86-92.

 

[17] GORTARI, Eli de, La ciencia en la Historia de México (2ª ed.), México, Fondo de Cultura Económica, 2016, págs. 66-83.

[18]DE ROJAS, José Luis, Tenochtitlán, en M. Almagro-Gorbea y C. Esteras Martín (eds.), Itinerario de Hernán Cortés, Madrid, Canal de Isabel II Gestión, 2015, págs. 61-63.

[19] SANTAMARÍA NOVILLO, Carlos, El Imperio Mexica, en Martín Almagro-Gorbea y Carmen Esteras Martín (eds.), Itinerario de Hernán Cortés, Madrid, Canal de Isabel II Gestión, 2015, págs. 45-48.

[20] ESCALANTE GONZALBO, Pablo, Los mexicas en vísperas de la conquista española, en Martín Almagro-Gorbea y Carmen Esteras Martín (eds.), Itinerario de Hernán Cortés, Madrid, Canal de Isabel II Gestión, 2015, págs. 49-55.

[21] MIRAS CABALLO, Esteban., Hernán Cortés: el fin de una leyenda, Trujillo, Cáceres (España), Palacio de los Barrantes Cervantes, 2010, págs. 181-252.

[22] BENNASSAR, Bartolomé, Cortés, Hernán, Diccionario biográfico español, Madrid, Real Academia de la Historia, 2010, vol. 14, págs. 752-757.

[23]CARRILLO DE ALBORNOZ, José Miguel, Moctezuma, en M. Almagro-Gorbea y C. Esteras Martín (eds.), Itinerario de Hernán Cortés, Madrid, Canal de Isabel II Gestión, 2015, págs. 57-60.

[24] HERNÁNDEZ SÁNCHEZ-BARBA, Mario, Hernán Cortés: Cartas de Relación (Colección “Crónicas de América, núm. 8), Las Rozas (Madrid), Dastin, 2000.

[25] GORTARI, Eli de, La ciencia en la Historia de México (2ª ed.), México, Fondo de Cultura Económica, 2016, págs. 363-370.

[26]LÓPEZ MORALES, Francisco Javier, España y México: Lazos comunes, en J. Á. Calero Carretero y T. García Muñoz (eds., coords.), Congreso internacional Hernán Cortés en el siglo XXI. V Centenario de la llegada de Cortés a México, Medellín-Trujillo, Fundación Académica Europea e Iberoamericana de Yuste, 2020, págs. 1153-1168.

[27]JOHANSSON KERAUDREN, Patrick, Miguel León-Portilla, Estudios de Cultura Náhuatl, 2019, 58(julio-diciembre), 9-12.

[28] LEÓN-PORTILLA, Miguel, Encuentro de dos mundos, América 92, Madrid, 1985, 4, 16-17.

 

[29] GIRAL GONZÁLEZ, Francisco, Comentarios químico-farmacéuticos a la Historia española en América. Discurso pronunciado para la inauguración del Curso académico 1980 a 1981, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 1980, págs. 1-98.

[30] ELLIOT, John H., El Viejo Mundo y el Nuevo (1492-1650), Madrid, Alianza, 1970, págs. 13-40.

[31] Ley Orgánica 1/1983, de 25 de febrero de 1983, de Estatuto de Autonomía de Extremadura, Boletín Oficial del Estado, 1983, 49 (26 /2/1983), 5580-5586.

[32] Archivo Biblioteca de la Excma. Diputación Provincial de Cáceres, 2194.

 

[33] Archivo Biblioteca de la Excma. Diputación Provincial de Cáceres, 2249.

[34] Archivo Biblioteca de la Excma. Diputación Provincial de Cáceres, 2228.

[35]GORTARI, Eli de, La ciencia en la Historia de México (2ª ed.), México, Fondo de Cultura Económica, 2016, págs. 143-163.

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