Oct 011976
 

Resúmenes 1976

ABAD PÉREZ, Antolín
«APORTACIÓN EXTREMEÑO-FRANCISCANA A LA LINGÜISTICA EXTREMO ORIENTAL»

Si toda la panorámica educacional de Filipinas arranca de tas iniciativas del P. Juan de Plasencia con sus reducciones, gramática, vocabulario y Catecismo, otros extremeños continuaron dignamente esa línea por todo aquel ámbito extremo oriental. Empalma directamente con él, todavía en la centuria decimosexta, el P. Juan de Garrovillas, quien envió los religiosos a Japón, dirigió la Provincia franciscana de San Gregorio en los años finales de siglo, le toca y alcanza la gloria del martirio de San Pedro Bautista y compañeros (1597), procuró su glorificación, abriendo el proceso informativo de su muerte y virtudes. Es también quien hace la primera estadística de religiosos franciscanos y, en la línea del P. Plasencia, fundó el Colegio de música de Lumbang, donde se formaron artísticamente los cantores para toda la administración franciscana, sosteniendo allí hasta 400 niños nuestras parroquias bajo la dirección del Beato Juan de Santa Marta.

Todos esos logros y realizaciones en el campo de la educación de los PP. Plasencia y Garrovillas quedaron recogidos en las Constituciones de 1655 y principalmente de 1696, bajo el gobierno del P. Alonso de Zafra.

Como escritores de gramática y vocabularios, mejorando y enriqueciendo, los del padre Plasencia, contamos al P. Domingo de los Santos, natural de Torrejoncillo, y al P. Manuel de Olivenza, quien tras un recorrido épico por los montes del Caraballo Sur, describió todas esas rancherías en la relación de sus viajes. Y también al P. Francisco de la Zarza, quien imitando al anterior y trabajando por la elevación de estas gentes, escribió el Arte del Idioma Egongot, Catecismo y Ritual de administración de Sacramentos. Pero en la línea del tagalog, todavía en el siglo pasado, hallamos al P. Joaquín de Coria, que publicó la Gramática tagala, que fue adoptada como texto en la Universidad de Madrid para su enseñanza.

En otro de los grandes campos misionales de Extremo Oriente, como la Indochina, trabajaron los franciscanos y allí destaca el P. Francisco Hermosa, natural de Plasencia, quien escribió Vocabularios, Doctrina cristiana y confesonarios en la lengua cochinchina con otros tratados diferentes en servicio de las Misiones.

Y como resumen y colofón de esa actuación franciscano-extremeña en aquellas tierras lejanas valga un nombre, el del P. Fernando de Moraga, natural de Puebla de Alcocer, quien remitido como Embajador de Filipinas a España, hizo su camino o andadura por tierra desde la India, en casi dos años de marcha, que puede calificarse de histórico y transcendental para Filipinas, ya que a sus ruegos, instancias y Memoriales se evitó el abandono de Filipinas por la España de Felipe III.

Reembarcado con una Misión para allá, naufragó en aguas de Cádiz con toda la escuadra.

BIBLIOGRAFÍA:
Lorenzo Pérez, OFM. «Los Franciscanos en Extremo Oriente». Madrid, 1916.
– «Labor patriótica de los Franciscanos en el Extremo Oriente».Madrid, 1929.
– «los Aetas e llongotes de Filipinas.» Madrid, 1927.
– «Naufragio de una armada». 1922.

ALVAREZ RUIZ, Fernando
«LA ORDEN JERONIMA Y SU PROYECCIÓN SOCIAL EN LA ALTA EXTREMADURA»

La vida monástica, en su forma cristiana, ha existido desde principios del cristianismo. Ya en el siglo IV había monjes eremitas como San Jerónimo o San Juan Crisóstomo.

La Orden Jerónima, que fue fundada en el siglo XIV, no es, paradójicamente, una fundación de San Jerónimo. Los fundadores fueron Fray Pedro Fernández Pecha y Fray Fernando Yáñez de Figueroa. San Jerónimo, nacido en los alrededores de Emona, cerca de Venecia, viajó por oriente y se hizo monje en el desierto Sirio. Aprendió hebreo, griego y arameo y fue un pozo de ciencia de su época. También aprendió austeridades y la esencialidad monacal, proclamando su amor a la humanidad y su espíritu evangélico con sus disciplinas y sus investigaciones bíblicas, que le hicieron fuera el encargado por el Papa de la traducción bíblica latina llamada Vulgata.

La Orden Jerónima, como casi todas las Ordenes religiosas, dieron un gran impulso a las artes y oficios, de manera especial contribuyeron a la solidificación de las hermandades, cofradías y gremios, que tanto bien produjeron en la España del siglo XV. Fueron unos adelantados de la reforma social, dando al hombre un auténtico valor y una dignidad que hasta entonces no se les había reconocido. Basta citar la labor de los monjes en el Real Monasterio de Guadalupe, a cuya sombra se forjaron los guadalupanos, que fueron orfebres, bordadores, pendolistas y miniaturistas. Una auténtica concepción gremial y corporativa.

En Trujillo, las monjas Jerónimas rezan y trabajan desde el siglo XV, junto a las casas de los Altamiranos, los Vargas, los Carvajales y los Pizarros.

Así lo entendía y así lo realizaba esa gloria de la Orden Jerónima que fue Sor Cristina de Arteaga. Es decir, una ascética social y un ideal de vida comunitaria para el trabajo, el desprendimiento y la pobreza. Un mensaje evangélico con el germen de una proyección puramente social y de perfección que han dado a la Alta Extremadura, formas esenciales de verdaderos artífices de la fe, del trabajo y de las artes. Una manera ideal y fecundante de forjar hombres sobre un espíritu religioso.

ARROYO MATEOS, Juan Francisco
«SAN LORENZO DE HUESCA DISFRUTO DE PRIVILEGIADA CONCEPCIÓN INMACULADA»

Cada región española tiene su idiosincrasia. A Extremadura se la conoce como «tierra de los conquistadores» y «lugar donde nacían los dioses». Pues bien, el trabajo que presentamos hace honor a ambas ideas. Porque, escrito en una provincia extremeña, se refiere a conquistar tres grandes mundos irredentos, que son:

  1. El uterino, en el que cada año moran cien o más millones de seres humanos privados de gracia antes de su nacimiento.
  2. El Limbo de los niños, al que van por lo menos, cada doce meses, más de treinta millones de pequeñuelos, que son víctimas de abortos y drogas, muriendo sin Bautismo en el seno materno.
  3. Y los Orbes siderales, donde existen, según lo probamos hasta mediante la Santa Biblia, muchísimos seres semejantes a nosotros, necesitados bastantes de ellos de oportunos beneficios de la Redención (Col., 1, 19-20, Efe., 1, 9-12; Heb., 12, 26-28).

Concluimos que las cosas no deben seguir así, si arde todavía en nuestro corazón un auténtico amor a Dios y al prójimo como a nosotros mismos. Consiguientemente, con gran osadía teológica y sin temores ni respetos humanos, nos atrevemos a deducir el modo de conquistar todas esas personas para el Señor, su gracia y la vida eterna. El gran fundamento son las palabras del Concilio Tridentino: «Dios no preceptúa cosas imposibles, sino que, al mandar, amonesta a que hagas lo que puedas, y pidas lo que no puedas, y ayuda para que puedas» (Denz. 804). Casi sólo nos ceñimos a glosar profundamente esta frase, ayudados de la Sagrada Escritura y de muchos datos serios no exentos, casi nunca, de refrendo bíblico. El resultado ha sido haber dado con cuatro o más modos de adelantar la gracia a los niños antes de su Bautismo. Destacamos entre ellos el Método Laurentino u obras que pusieron los padres de San Lorenzo de Huesca para conseguir que este Santo disfrutase de privilegiada concepción inmaculada. Ello nos movió a resaltar en el título tan inaudita conclusión. Después agregamos argumentos no menos fundados y sólidos que demuestran la posibilidad y enseñan la manera de salvar a los seres existentes en el Limbo de los niños, pues no llegaron en vida a cometer imperdonables pecados de alevosía diabólica o contra el Espíritu Santo, que son de los que Cristo dijo que no se perdonaban ni en este mundo ni en el otro. Por último, a la par que lo va exigiendo el texto, desciframos enigmas increíbles, trayendo sobre todo deducciones de gran apoyadura bíblica, que inducen a sostener que existen seres angélicos o del espacio, capaces, en su día, de recibir los beneficios salvíficos del Sacrificio de la Cruz (Col. 1, 19-20) en sentido en que todavía no sean beneficiarios, y reuniéndose con los hombres, en mutua comunión de bienes, por cuando la Iglesia o Reino fundado por Cristo, llegue a ser cual árbol en el que las aves del cielo o seres inteligentes y viadores de otros mundos (Efe., 1, 9-12; Mat., 13, 32) moren o aniden en sus ramas, arribándose a la Era Interplanetaria del Reino Universal de los Sagrados Corazones. Ayudarlos Extremadura, a todos, a los beneficios de la gracia es hacer de la región extremeña cuna de quienes, participando de la naturaleza divina (2 Pe., 1, 4), vengan de este modo, o por participación, a ser «dioses» (Efe., 4, 13; 3, 19; Jn., 17, 20-26; Apoc., 3, 21).

BUENO ROCHA, José
«LOS CRISTIANOS EXTREMEÑOS DE LAS ÉPOCAS ROMANA Y VISIGODA»

Estas reflexiones son un avance del estado de nuestra investigación sobre los datos suministrados por las inscripciones cristianas de la época.

Aunque parezca paradójico, hoy podemos conocer mejor a los cristianos que vivían en Extremadura hace más de 1.200 años que a los que vivieron hace 600. Sólo los epígrafes nos han suministrado un rico elenco de 87 nombres propios de cristianos entre los siglos III-VIII, mientras los medievales apenas llegan a la docena. Conocemos de la Edad Media nombres de ilustres personajes, pero el pueblo nos es desconocido. Por el contrario, los epígrafes paleocristianos nos suministran nombres de los cristianos que componían aquellas comunidades, con un pequeño puñado de nombres más ilustres. Se diría que el cristianismo extremeño medieval es aristocrático mientras el primitivo es democrático.

Las inscripciones cristianas de la época romana y visigoda forman un Corpus de 116 epígrafes; la casi totalidad hallazgos casuales, no sistemáticos. De ahí que este número pueda ser incrementado ampliamente por las excavaciones arqueológicas. De este Corpus, el grupo más numerosa es el sepulcral, que totaliza 74. Es realmente interesante, pues casi todas las inscripciones están fechadas y nos ofrecen un pequeño curriculum vitae.

En cuanto a la onomástica (85 nombres propios), el 72 por 100 son nombres latinos, el 22 por 100 griego y sólo el 6 por 100 godo. Lo que quiere decir que el conjunto de las comunidades cristianas estaba formado en sus 3/4 partes por hispano-romanos y por un grupo no despreciable de griegos.

En cuanto a la longevidad, es mayor en varones (48 años de vida media) que en hembras (sólo 23,5 años), tal vez debido a muertes por parto. Algunos hombres adquieren gran longevidad: un 33 por 100 murió entre los 66-80 años.

En cuanto a los estamentos sociológicos, la Iglesia aparece jerárquicamente organizada y representada: obispos, presbíteros, diáconos, abades, abadesas, monjes, vírgenes, matrimonios, penitentes. Es de destacar la presencia de diáconos y presbíteros griegos. Muy interesantes los datos matrimoniales, referentes a los años de matrimonio. Y sobre todo, especialmente interesante el grupo de penitentes públicos, reconciliados a la hora de la muerte.

El elenco de profesiones es brevísima: sólo se indica el de un médico y de un auriga del circo de Mérida, Tampoco aparecen representados los grandes señores tanto godos como romanos, lo que hace presumir la poca penetración cristiana en estas clases sociales.

CALLEJO SERRANO, Carlos
«EL PARTIDO DE TRUJ1LLO ANTES DE LA DIVISIÓN PROVINCIAL DE 1833»

La actualidad del presente trabajo se basa en las polémicas y diferencias de opinión habidas en los últimos años entre algunos estamentos de las dos provincias de Badajoz y de Cáceres. Los irreductibles localistas de ambas provincias han defendido en realidad una entelequia sin fundamentos históricos ni siquiera étnicos, puesto que la división provincial de 1833, que aún continúa vigente, se trazó atendiendo sin duda a razones de peso, pero sin tener en cuenta para Rada las circunstancias históricas. Esta línea divisoria que partió en dos la que hasta entonces se llamaba simplemente provincia de Extremadura, no puede en forma alguna considerarse más que como un límite administrativo sin fundamentos geográficos ni humanos.

La mejor prueba de lo que venimos diciendo es que el partido de Trujillo constituyó durante toda la Edad Moderna una vastísima agrupación de términos que cogía tanto a la actual provincia de Cáceres como a la de Badajoz, tomando de esta última toda su parte oriental, con la Siberia extremeña y alcanzando por el Sur nada menos que hasta Hinojosa del Duque y Belalcázar, hoy en la provincia de Córdoba. Por este motivo se considera como capitán extremeño de la conquista americana al famoso Sebastián de Belalcázar, a veces mal escrito Belalcázar, fundador de la actual nación ecuatoriana.

En el texto del trabajo que aquí resumimos, se expresan las fuentes de las que hemos podido reseguir el vastísimo término trujillano, el más grande y el más poblado (puesto que al finalizar el siglo XVIII era e] único que sobrepasaba los 100.000 habitantes) de los ocho partidos en que estaba dividida la provincia de Extremadura y que eran, además de Trujillo, los de Alcántara, Badajoz, Cáceres, Llerena, Mérida, Plasencia y Villanueva de la Serena. Al sobrevenir la reforma de 1833, el partido de Trujillo sufrió más amputaciones que los demás, puesto que perdió todo lo que hoy pertenece a la provincia de Badajoz en ambas vegas del Guadiana, amén del Señorío de Belalcázar, que pasó a Córdoba. En cambio toda la cuenca derecha del río Ibor y la zona de Guadalupe, que pertenecían a la provincia de Toledo, se incorporaron a la de Cáceres, incluyéndose en los partidos de Navalmoral de la Mata y Logrosán, y recientemente al perder esta última villa su cabecera judicial, se ha incorporado su territorio al de Trujillo.

En toda la Edad ‘Moderna, pues, si alguna división hubo en la provincia extremeña, fue, según un meridiano y no según un paralelo; las denominaciones de Alta y Baja Extremadura que ahora se dan a las tierras cacereñas y badajocenses, son falsas, tanto orográfica como históricamente; pues la Alta Extremadura estuvo siempre constituida por la parte alta de las cuencas de los grandes ríos, es decir, por los grandes partidos de Plasencia al norte y de Trujillo al centro y sur, siempre en la parte oriental de Extremadura, que también se llamó Extremadura castellana cuya capitalidad eclesiástica estuvo, como está ahora, en ‘Plasencia.

CANDEL CRESPO, Francisco
«DON SANCHO DAVILA Y TOLEDO, OBISPO DE PLASENCIA»

Es Don Sancho Dávila y Toledo (1546-1625) una interesante figura episcopal de la España del Siglo de Oro en sus postrimerías.

No debemos considerarlo como una figura estelar del Episcopado español de aquella época (como un Siliceo, un Quiroga o un Juan de Ribera), pero desde su discreto segundo término, como una de aquellas místicas figuras enlutadas que contemplan el «Entierro» del Conde de Orgaz, contribuyó eficazmente con su acción pastoral y su vida ejemplarísima y devota a la reforma de costumbres del Clero y al pueblo que tuvo encomendado en sus cuatro diócesis (Cartagena, Jaén, Sigüenza y Plasencia), con una serie de constantes que se repiten en estos Obispados por él regidos. Visitas Pastorales minuciosas; sínodos diocesanos, reconocimiento y veneración de reliquias de Santos (una de las grandes aficiones de su vida), fundación en Murcia del Seminario de San Fulgencio y en las otras diócesis de austeros Conventos de la «descalcez» (Franciscana, Carmelita o Trinitaria).

Otros interesantes aspectos de la vida de este Obispo son su clara ascendencia, su parentesco muy cercano con la Casa de Alba y Oropesa. Sus amistosas relaciones con Santa Teresa de Jesús, a la que llegó a ver beatificada, predicando uno de los primeros Sermones en honor de ella.

Renombrado escritor para su tiempo, reseñado por el sabio Nicolás Antonio con elogio, su obra monumental «De la veneración que se debe a los cuerpos de los Santos» mereció los honores de la imprenta en 1611 con alabanzas del Claustro de la Universidad de Salamanca, donde él había cursado sus estudios.

Forma parte Don Sancho Dávila de la larga lista de Obispos placentinos en el siglo XVII; la riqueza de este Obispado, «sólo comparable a las Sedes Metropolitanas», al decir del Duque de Maura («Vida de Carlos II»), lo hacía retiro apto y apetecible para Obispos llenos de años y méritos. Tal es el caso de nuestro Don Sancho, que por esta razón ocupa la sede placentina sólo tres años, a pesar de lo cual, tanto como en sus anteriores diócesis, dejó fama de prudente, discreto y santo varón.

Se ocuparon de él, con elogio, el Maestro Gil González Dávila, Carramolino y Martín, Tello y Martínez y Fray Luis Ariz en Ávila; el Licenciado Cáscales, Díaz Cassou, Pío Tejera y García Soriano en Murcia; Jimena Jurado en Jaén y Fr. Alonso de Malpartida en Plasencia, amén de la biografía que en sus «Obispos de Sigüenza» le dedicara el Padre Minguella. Todas estas y otras muchas noticias, a veces, como suele ocurrir, contradictorias, así como diversos archivos, sobre todo murcianos, me sirvieron para componer la vida de este Obispo Postridentino, que gracias al mecenazgo de la Excma. Diputación Provincial de Ávila a través del Instituto de Estudios Abulenses «Gran Duque de Alba» vio la luz en diciembre de 1968.

CÁRCEL ORTI, Vicente.
«ÍNDICE COMPLETO DE LOS INFORMES SOBRE EL ESTADO DE LAS DIÓCESIS EXTREMEÑAS, QUE LOS OBISPOS DE BADAJOZ, CORIA Y PLASENCIA ENVIARON A LA SANTA SEDE DESDE FINALES DEL SIGLO XVI HASTA PRINCIPIOS DEL XX»

Parece innecesario hacer notar el extraordinario interés de estos documentos de Archivo Secreto Vaticano, muy poco conocidos y que nadie hasta ahora ha estudiado. Se limita esta comunicación a los VI Coloquios Históricos de Extremadura a dar índice de los mismos, indicando el nombre del obispo que lo redactó y el del procurador que se encargó de entregarlo personalmente en Roma. En dichos informes los obispos hablaban del estado material y espiritual de sus diócesis, dando noticias y datos de tipo geográfico, histórico, demográfico, etc.

Sería lo más interesante que algún investigador local tomara a su cargo la divulgación de estos documentos desconocidos para la historia de las tres diócesis extremeñas.

CÁRCEL ORTI, Vicente
«BIOGRAFÍA VALENCIANA DE UN TRUJILLANO ILUSTRE»

Se publicó, hace años, en el periódico valenciano «Levante», y recogió no solamente las noticias de la estancia valenciana del Dr. D. Manuel Rubio Cercas, sino muchas noticias antecedentes y subsiguientes a los años en que este ilustre trujillano fue, en la ciudad del Turia, la mano derecha de su arzobispo Salvador y Barrera.

Período extremeño.-Rubio Cercas nace en Trujillo el año 1884 y estudia en Plasencia los cursos de Latín y Humanidades y Filosofía.

Primer período madrileño.-Al cambiar el siglo, su madre, viuda, se traslada a la capital de España, y con ella sus hijos numerosos. Manuel continúa su carrera sacerdotal en el seminario de Madrid, donde cursa los cinco años de Teología. Después viene la ordenación sacerdotal: 21 de diciembre de 1907; la licenciatura en Teología por Toledo, 1911; y el doctorado en 1917.

La enseñanza en el seminario de Madrid es su tarea fundamental, aunque no exclusiva. Allí enseña latín y castellano, geografía e historia de España y universal, retórica y poética castellana, preceptiva literaria, metafísica, oratoria sagrada, y pedagogía catequística, y aun teología dogmática, hasta el año 1917.

Estancia valenciana.-Trasladado a Valencia el entonces obispo de Madrid, D. José María Salvador y Barrera, llevó consigo, en calidad de su mejor auxiliar, al Dr. Rubio Cercas, y le nombró Rector del Seminario Conciliar y vicecanciller de la Universidad Pontificia y en seguida Canónigo tras brillantes oposiciones. Al frente de rectorado y de la Universidad Pontificia operó una serie de reformas e innovaciones, que fueron casi verdaderas revoluciones en el ambiente de los seminarios de la época. Pero la muerte prematura del arzobispo Salvador y Barrera dejó en mantillas todo aquel plan de renovación de estudios y de la misma institución.

Muerto el arzobispo Salvador y Barrera, aun siendo Canónigo de la Catedral valentina, Rubio Cercas no se hallaba ya en situación cómoda, y en cuanto le fue posible volvió a su diócesis de Madrid.

Segundo período madrileño.-Corre desde 1922 a 1970. En Madrid de nuevo fue primero párroco de Nuestra Señora de los Ángeles, en Cuatro Caminos, y después de la guerra, de San José, donde, al final de la vida, acabo por jubilarse.

Para nadie es secreto que en más de una ocasión estuvo propuesto para la dignidad episcopal, y que otras tantas hubo de declinarlas; pero eso no le impidió colaborar, muy de cerca, con el obispo-patriarca de las Indias, D. Leopoldo Eijo y Garay, que reconocía la valía singular de Rubio Cercas.

CARVAJAL GALLEGO, José
«EN TORNO AL BICENTENARIO DE LA REAL CAPILLA DE SAN PEDRO DE ALCÁNTARA DE ARENAS»

San Pedro de Alcántara fue como un profeta grande que emerge en medio de un bosque de otros profetas que llenaron su siglo. De hecho todos los que le conocieron le admiraron extraordinariamente, muy impresionados por su encuentro.

«Era hombre corpulento e de buena estatura, buen rostro, color baxo e la cabeza grande e muy calva, e unas arrugas grandes en la frente», dijo de él algún testigo de vista en el proceso de su beatificación.

Y Santa Teresa hizo de él este retrato célebre; «…Mas era muy viejo cuando le vino a conocer, y tan extrema su flaqueza, que no parecía sino hecho de raices de arboles. Con toda esta santidad era muy afable, aunque de pocas palabras si no era con preguntarle. En estas era muy sabroso, porque tenia muy lindo entendimiento». Allí cuenta aturdida sus penitencias extraordinarias. Había nacido en Alcántara, en la raya de la Extremadura española y la Extremadura portuguesa, en 1499.

Extremadura… tierra seca y sin suavidades, que forja a sus hombres en barro cocido, más recio que el bronce… Así era Pedro… Pero dejemos su figura y ocupémonos de su Real Capilla.

Es lamentable que haya desaparecido la memoria escrita por el infatigable fray Vicente Extremera sobre este grandioso monumento, fue testigo ocular y principal propulsor de la obra. ¡Muchas e importantes noticias nos aportaría!.

10 de julio, dominica sexta post Pentecostés, año del Señor de 1757 se puso la primera piedra, reinando Fernando VI y siendo Papa Benedicto XIV.

Pero, como sabemos, fue Carlos III el mayor contribuyente y por tal nombrado patrono de la misma, ostenta en ella sus armas reales. Unos diez años duró la obra.

Nace aquí la restauración del estilo del Renacimiento, decaído entonces y en ninguna parte, mejor que en ella, acentúa Don Ventura Rodríguez de la Vega, a quien le fue encomendada, su oposición a las extravagancias del barroquismo churrigueresco.

De figura octogonal y toda ella revestida de mármoles variados. Soberbias pilastras, ricos capiteles, cornisas elevadas, etc., realzan su belleza y suntuosidad. Cúpula con franjas de rostones, seis riquísimas puertas y cuatro tribunas que la dan grandiosidad.

Solo tiene tres altares. El mayor ocupa todo el frente, realizando por el arevalense, autor de la Cibeles, don Francisco Gutiérrez y costeado por el Duque del Infantado en 1773 En él se halla la urna que guarda las reliquias de] Santo, regalo del Duque de Medinaceli en 1777. Los dos altares laterales, uno a San Pedro Bautista, protomártir del Japón y novicio de este convento y a San Pascual Bailón, ambos pintados por Maella, pintor de cámara de Carlos 111. Hay una preciosa araña donada por don Luis, suegro de Godoy, cuyo cuerpo estuvo enterrado ahí hasta que su sobrino lo trasladó a El Escorial.

Está consagrada la Capilla y lo fue por el obispo de Salamanca, don José Zorrilla en 1776 asistido por el auxiliar de Toledo.

CARVAJAL GALLEGO, José
«LA CALZADA DE OROPESA (TOLEDO) PUERTA DE EXTREMADURA»

Nueve son los pueblos que forman la llamada «Campana de Oropesa». Y el hermano mayor es La Calzada, de calles amplias y una iglesia de sillería, reforzada con contrafuertes; una buena Cruz de los Caídos, y un patio árabe en el convento de las Agustinas Recoletas. Toda ésta, dicen las historias, no ha sido plenamente toledana hasta hace unos años, pues en el orden civil fue antaño de Cáceres y en el eclesiástico de Ávila, hasta la reforma de Javier de Burgos en 1833 y la de 1 de octubre de 1955, respectivamente.

Y decimos La Calzada «puerta de Extremadura» por su proximidad a ella, es el pueblo extremo de la Provincia de Toledo. Su origen muy antiguo. Su nombre proviene de la época romana. Por aquí pasaba la Calzada que unía a Emérita Augusta con Toletum. Era ruta obligada en el paso de Castilla a Portugal y Extremadura.

Pero más. La decimos «puerta de Extremadura» porque durante siglos -1676 a 1976-, tres siglos, ha albergado a las Monjas Agustinas Recoletas, que poseen su mejor tesoro, el Santo Cristo de las Misericordias; ellas, procedentes de Serradilla, según la visión de Madre Isabel de la Madre de Dios, fundadora del Monasterio de la Calzada, y émulas, también, del Santo Cristo de la Victoria. Origen y casa ‘Madre de dicho Monasterio, será el tema central.

Don Carlos II dio su licencia, previsto todo, para la fundación a 25 de febrero de 1676. Y el obispo de Avila don fray Juan Asensio (1673-1683), por hallarse impedido, comisionó al cura de La Calzada, don Juan Muñoz Ballesteros, a 22 de abril de 1676, para que en su nombre asistiera a la entrada en clausura de las fundadoras, conforme a lo que prescriben las Constituciones de las Agustinas Recoletas.

Y la Madre Priora de Serradilla, Sor Luisa Margarita de Jesús María, obtuvo asimismo la licencia conveniente del señor Provisor y Vicario Genera] de la diócesis de Plasencia, don Juan Parrón y Arjona, obispo después, a 25 de abril de dicho año. Fue comisionado el Padre Francisco Ignacio del Castillo para elegir a las cinco fundadoras. Y el 10 de mayo llegaron a Serradilla los enviados del Conde de Oropesa que habían de acompañar a las expedicionarias. El 11 emprendieron la marcha en una comitiva de eclesiásticos y seglares que pasaron por Miravel, Malpartida de Plasencia, Toril, Casatejada, Valparaiso y por la tarde llegaron a La Calzada «al ponerse el sol» del día 13. El 17 se cerró la clausura con gran regocijo y danza y mucha clerecía y fieles.

En la capilla del Rosario de la Iglesia de La Calzada está enterrado don Lorenzo Igual de Soria y Martín de Hijas, natural de El Gordo y obispo que fue de Plasencia, muerto aquí el 15 de septiembre de 1814. Su madre era calzadereña.

De don Pedro de Ayala, formado en el convento de San Vicente de PP. Dominicos de Plasencia, obispo de ésta y de Ávila.

De los Condes de Belvís, Deleitosa y Jarandilla. Y de otros personajes más y lugares y acontecimientos.

CROCHÉ DE ACUÑA, Francisco
«ZAFRA, AYER Y HOY»

Un problema que debe preocuparnos a todos debe ser la divulgación de la Historia y del Arte. El pueblo llano no tiene tiempo ni capacidad para investigar e incluso ocasión para leer con detenimiento los trabajos que eruditos y entendidos han escrito sobre lo histórico y lo artístico de nuestra región. La cultura no debe ser patrimonio, de unos pocos y el extremeño no debe permanecer al margen de ésta.

Todos estamos convencidos de que debe darse a conocer de un modo sencillo, pero eficaz, los tesoros de nuestro patrimonio artístico e histórico. Todo lo que huele a antiguo tiene ya, de por sí, un poco de tendencia repelente por parte de una sociedad que busca el confort de hoy, incomprendiendo el pasado. Pero, por otro lado, hay también en la actualidad una cierta inquietud entre las gentes de descifrar los secretos de los tiempos anteriores a nuestra época, por valorar las reliquias artísticas de su entorno, sintiéndose orgullosas de ellas. Es necesaria una divulgación que ponga a su alcance la comprensión y la valoración de lo artístico y de lo histórico.

Avivado por esta inquietud de «repartir el pan a los pequeñuelos», he trabajado mucho en estos últimos años en charlas y conferencias de divulgación de los valores culturales más importantes de nuestra tierra extremeña.

Sobre temas de nuestro pintor Zurbarán y su huella humana y artística en la región, sobre los castillos de la provincia y la historia que flota en torno a sus ruinas y sobre las manifestaciones artísticas que en Extremadura se dan en todos los aspectos, he elaborado unos sencillos trabajos de atractiva presentación, con la ayuda de fondos musicales apropiados y la proyección simultánea de infinidad de diapositivas. Estos han tenido una aceptación extraordinaria, incluso en ambientes lejanos a nuestra región, como Madrid y Lisboa.

Una muestra de lo que puede ser un trabajo tal de divulgación de los valores culturales de una ciudad es este que presento con el nombre de «Zafra, Ayer y hoy».Es una conferencia de tipo audio-visual en plan de divulgación, con unos fondos musicales y la voz grabada con una gran dignidad artística por un locutor con un montaje técnico apropiado y con la proyección simultánea de unas doscientas diapositivas.

Este trabajo ha tenido una aceptación extraordinaria entre los habitantes de Zafra y ha servido como embajada artística de la ciudad en otros ambientes y poblaciones.

En el concurso que la Delegación Nacional de la Juventud convoca anualmente sobre el tema «Ciudades de España», «Zafra, ayer y hoy», consiguió el primer premio provincial en el año 1974, y en su convocatoria a nivel nacional, entre seiscientos presentados, consiguió el segundo puesto, después del que presentara la imperial Toledo.

«Zafra, ayer y hoy» es un intento de aprovechar los recursos sugestivos que ofrecen hoy los elementos audiovisuales y las técnicas de los medios de comunicación social, para poner al alcance del público medio el testimonio de nuestros pasado y de sus hombres. No es un trabajo de erudición ni un resumen exhaustivo de todo lo interesante que ofrece la ciudad de Zafra, sino un ejemplo o, más bien, una invitación a frecuentar y elaborar este tipo de trabajo, medio eficacísimo para fomentar el interés de las gentes por la cultura de nuestra región extremeña.

DIEGUEZ LUENGO, Elías
«DOCUMENTOS CONSERVADOS EN DOMICILIOS PARTICULARES. ARCHIVOS PRIVADOS. ESTUDIO DE DOS ARCHIVOS PARTICULARES DE VALENCIA DE ALCÁNTARA»

Aún permanecen ocultos y sin publicar multitud de documentos que pueden esclarecer la historia de nuestra Extremadura. Tal es el caso de dos colecciones importantísimas de documentos conservados casi desconocidos en los domicilios particulares de la señorita Paulita Peñaranda y en el de los herederos del Marqués de Labrador, nuestro Embajador en el Congreso de Viena en 1815. La colección de la señorita Peñaranda perteneció al historiador don José de Viu, autor de la primera obra arqueológica sobre a región extremeña. Numerosos manuscritos de los Reyes Católicos, de Carlos I, de Felipe II, Felipe III y Felipe IV, de Doña Juana la Loca, forman esta valiosa colección que hemos fotocopiado y estudiado. En nuestro trabajo para estos Coloquios presentamos varias fotocopias con comentarios.

El otro archivo particular consta de numerosos documentos relativos a la actividad como Embajador en el Congreso de Viena del extremeño don Pedro Gómez Labrador, Marqués de Labrador. Documentos que reivindican al Marqués de Labrador, quién ha tenido siempre juicios adversos. Con estos documentos se ponen de manifiesto el patriotismo y la honradez de nuestro Embajador, quien se negó a firmar las actas del Congreso por considerar que España no resultó bien tratada allí en 1815.

Con este trabajo queremos llamar la atención a los estudiosos e investigadores para que indaguen en sus lugares de residencia, donde aún pueden encontrarse valiosos documentos, como los que son objeto de esta aportación.

Queda aún mucho por hacer en la Historia de Extremadura. Busquemos por nuestros pueblos posibles datos.

DIEGUEZ LUENGO, Elías
«ESTUDIO Y COMENTARIO DE LOS ÚLTIMOS FOLLETOS TURÍSTICOS SOBRE EXTREMADURA.
APARECIDOS: CONVIVENCIA DE UNA REVISIÓN TOTAL PARA LA CORRECCIÓN DE ERRORES QUE SIGUEN FIGURANDO EN DICHOS FOLLETOS. COMENTARIOS»

En Hoteles, Paradores y Oficinas de Turismo hemos ido recogiendo los diversos folletos turísticos que sobre Extremadura han ido apareciendo.

En varias ocasiones nos hemos hecho eco de los errores que contenían, sin que en posteriores ediciones se corrigiesen.

Presentamos y comentamos tres de estos folletos recientemente aparecidos y deseamos que el Centro de Iniciativas Turísticas de Trujillo se haga portavoz de este trabajo para que en posteriores folletos desaparezcan tales errores y sean realmente exponente de lo que es Extremadura.

FERNANDEZ SÁNCHEZ, Teodoro
«UN INSIGNE MARINO NACIDO EN LAS SECAS TIERRAS EXTREMEÑAS»

Menguado perfil de una personalidad gigante, poco conocida y menos valorada por sus mismos coterráneos. Desde simple voluntario de guardiamarina, alcanzó honradamente el supremo escalón de la Armada, capitán general.

Y tengo un compromiso de honor, hecho a dos académicos de la Historia, de completar los menguados estudios que hay sobre la colosal figura del primer marqués del Socorro, don José Solano Bote, honra de la Marina y de la tierra que pisamos los cacereños.

Nació el 6 de marzo de 1726 en Zorita (Cáceres), siendo bautizado por el obispo de Plasencia, doctor fray Francisco Laso de la Vega, invitado por el abuelo materno, don Juan Bote de Escobar, gran amigo del prelado. Honor que no todos los cristianos pueden ostentar.

Hizo algunos estudios en Salamanca. El año 1742 sentó plaza de guardiamarina en Cádiz, siendo destinado al navío «El León». Pasó a la escuadra de Liano y tomó parte en el combate de Sicié, el 2 de febrero de 1742.

A los 18 años era alférez de fragata. Por designación real acompañó a Jorge Juan en su viaje científico por los mares de Europa.

Inusitadamente ascendió a alférez de navío, luego a teniente de fragata y en seguida de navío, para conseguir el año 1754 el título de capitán de fragata. Fue nombrado 4° comisario para el tratado de límites con Portugal, en 1757, por cuyos méritos ascendió a capitán de navío.

Durante la guerra contra Inglaterra y Portugal, en 1762, se le encomendó el mando del navío «El Rayo».

El mismo año, el 21 de junio, contrajo matrimonio, por poder, con doña Rafaela I. J. Ortiz de Rozas, siendo ratificado con contrato sacramental en Cádiz, el 14 de octubre siguiente.

Por sus excelentes cualidades fue nombrado, el 12 de junio de 1763, gobernador y capitán general de Venezuela. Para ostentar este cargo necesitó que se invistiesen el hábito de Caballero de la Orden de Santiago. Su gestión estuvo llena de prudencia y eficacia. Con gran intuición fomentó el comercio y la producción agrícola en ultramar.

El 20 de septiembre de 1770 fue designado gobernador, capitán general y presidente de la Real Audiencia de Santo Domingo.

Cesó a los cinco años y ascendió a brigadier. El 24 de abril de 1779 fue nombrado jefe de escuadra de la Real Armada, para recibir el siguiente año el mando de doce navíos de línea con 12.000 hombres. Su. actuación causó pánico y mereció ser llamado «El terror del Atlántico». Sus triunfos y heroísmos se vieron compensados con el ascenso a teniente general de la Real Armada.

El rey le honró en 1784 con el título de primer marqués del Socorro, para sí y sus descendientes.

La Real Sociedad Vascongada de Amigos del País le eligió Socio Emérito. Y en 1791 fue condecorado con el título de Caballero Gran Cruz de la Orden de Carlos III.

Al comenzar el año 1795 era ya capitán general de tierra y mar, con mando político y militar, y sin acabar el año fue nombrado gentil-hombre de Cámara con ejercicio. Igualmente recibió la condecoración de Caballero Gran Cruz de la Sagrada Religión de San Juan.

Por directo nombramiento del rey fue consejero de Estado. Y en 1802, siendo capitán genera] de Marina, fue comisionado para ir a Nápoles a buscar a la princesa de Asturias, futura esposa de Fernando VII

Esta figura eminente de la raza extremeña, que recibió tantos cargos y honores merecidos con justicia, debe ser más conocido y estimado por sus paisanos y todos los extremeños.

Para inmortalizarle es suficiente este hecho: Siendo jefe de la Escuadra Española en América atacó los establecimientos enemigos de las escuadras de Bull y Chateaux, arrasando y echando a pique más de 100 buques ingleses, para entrar finalmente en Vigo como insuperable triunfador.

El 24 de abril de 1806, a los 80 años de edad y 64 de honrosos servicios a los reyes y a España, falleció en Madrid el primer marqués del Socorro, don José Solano Bote.

El sentimiento causado por la muerte de este héroe empujó al monarca a saltar la prohibición protocolaria y asistir en persona a los funerales.

Don José Solano Bote era un dechado de honor, de hidalguía y de caballerosidad, ejemplo de firmeza y probidad, cortés, afable y bondadoso. Su nombre y sus hechos merecen recuerdo y admiración.

FERNANDEZ SERRANO, Francisco
«LOS PERIÓDICOS DE TRUJILLO. 90 AÑOS DE PERIODISMO LOCAL»

En el año 1974 se apagaron dos vidas trujillanas: la física de Federico Acedo Tovar, hijo de Federico Acedo Trigo, y la cultura] de «La Opinión».

A dos años de distancia resulta inútil entonar lamentaciones tardías por el uno y por la otra. Pero es buena ocasión para examinar cómo empezó y cómo terminó el ciclo periodístico trujillano:

1) Mi Lagarero y Yo (1884).
2) El Liberal (1884-1885).
3) El Liberal (1890-1892).
4) El Mercantil (1892-1893).
5) La razón (1893).
6) La Defensa (1893).
7) La Región (1896-1900).
8) El Cornetín (1897-1898).
9) El Binomio (1899).
10) El Eco extremeño (1899).
11) El Liberal (1899-1900).
12) La voz de Trujillo (1901-1902).
13) El Eco de Trujillo (1902-1913).
14) El Campeón (1905-1907).
15) El Obrero (1905).
16) La Voz Regional.
17) La Opinión (1908-1974).
18) Ensayo (1925).
19) La Muralla (1932-1937).

En mis informes de la prensa periodística de Trujillo creo que puedo decir que fueron los que están en mi lista, pero que tal vez no estén todos los que algún día fueron periódicos de Trujillo. Y los coloquios VI tales omisiones pudieran subsanarlas.

FERNANDEZ SERRANO, Francisco
«SEDES VACANTES DE PLASENCIA EN EL ULTIMO SIGLO (1876-1976). GOBERNANTES»

1906-1907.
Doctor D. Inocencio Portabales Nogueira. Arcipreste. Vicario Capitular Interino.
Licenciado D. Eugenio Escobar Prieto. Deán. Vicario Capitular.
Doctor D. José Benavides Checa. Chantre. Ecónomo de la Mitra.
Don León García Revuelto. Secretario del Gobierno.

1912-1913.
Doctor D. Jesús María Echevarría y Mayora. Doctoral. Vicario Capitular Interino.
Doctor D. Jesús María Ecrevarría y Mayora. Doctoral. Vicario Capitular.
Licenciado D. Bernardo Domínguez Martín. Magistral. Ecónomo de la Mitra.
Doctor D. José Polo Benito. Maestrescuela. Secretario del Gobierno.

1914-1915.
Doctor D. Teodoro Sánchez Marcos. Canónigo. Vicario Capitular Interino.
Doctor D. Jesús María Echevarría y Mayora. Doctoral. Vicario Capitular.
Licenciado D. Manuel Lumeras Campos. Canónigo. Ecónomo de la Mitra.
Doctor O. José Polo Benito. Maestrescuela. Secretario del Gobierno.

1924-1925.
Doctor D. Francisco Javier FIórez Gómez. Canónigo. Vicario Capitular Interino.
Doctor D. Francisco Javier FIórez Gómez. Canónigo. Vicario Capitular.
Doctor D. Miguel Juliá Vilaplana. Deán. Ecónomo de la Mitra.
Doctor D. Manuel Fernández Méndez. Canónigo. Secretario del Gobierno.

1930-1935.
Doctor D. Francisco Javier FIórez Gómez. Canónigo. Vicario Capitular Interino.
Doctor O. Francisco Javier FIórez Gómez. Vicario Capitular y Ecónomo de la Mitra.
Licenciado D. José María Rivas y Rivas. Canónigo. Secretario de] Gobierno.
Doctor D. Augusto Quiroga Móndelo. Magistral. Secretario del Gobierno.

1946-1948.
Doctor O. Francisco Javier FIórez Gómez. Maestrescuela. Vicario Capitular Interino.
Doctor D. Francisco Javier FIórez Gómez. Maestrescuela. Vicario Capitular.
Licenciado D. Pedro Cancho Bernardo. Canónigo. Vicario Capitular.
Licenciado D. Pedro Cancho Bernardo. Ecónomo de la Mitra.
Don Florián Miranda Alcón. Canónigo. Secretario del Gobierno.

1973-1978.
Licenciado D. Rafael García López. Deán. Vicario Capitular Interino.
Doctor D. Pelayo Mártil Barbero. Magistral. Vicario Capitular.
Don Marcos Mesonero Nieto. Ecónomo de la Mitra.
Licenciado D. Román Gómez Guillen. Canónigo. Secretario del Gobierno.

GARCÍA ARROYO, Marta María
«LA INDEPENDENCIA DE LA CUMBRE, EN 1599. SU VENTA A DON PEDRO BARRANTES Y RAZONES DE LOS REYES PARA VENDERLA»

GARCÍA SÁNCHEZ, Francisco
«EDUARDO RODRÍGUEZ GORDILLO, PÁRROCO DE SAN MARTÍN, HISTORIADOR DE MEDELLIN»

En un lugar abandonado del Castillo de Medellín yace enterrado el último historiador de esta villa de Medellín. Con este trabajo se pretende dar a conocer la personalidad y la obra de este gran sacerdote, fiel guardador de los tesoros históricos de sus antepasados y lazo-puente para el estudio de la historia moderna de Medellín.

Su personalidad:
Nace en Herrera del Duque. Estuvo de sacerdote dos meses en Abertura. Fue párroco de San Martín de Medellín 41 años. Carácter fuerte. Generosidad. Trabajador. Gran orador sagrado. Mal perdedor en los juegos con sus vecinos y amigos. Vida sencilla de un «cura rural». Delicadeza de alma. Pierde la vista ya anciano. Hombre con vocación innata a los estudios de historia.

Su obra:
Doble faceta: Obra literaria: «Apuntes Históricos de Medellín». Interesantes datos que completan la obra del famoso arcipreste escritor don Juan Solano de Figueroa y Altamirano, alma del Monumento a Hernán Cortés en 1890. Todos los periódicos y revistas de su tiempo se ocupan de su labor; en la fecha memorable del 2 de diciembre del 1890, inauguración del Monumento.

Obra efectiva:
A él se debe el guardar la Pila Bautismal donde se bautizó Hernán Cortes. La toza de la puerta de la casa donde naciera. El escudo en piedra de Hernán Cortés remataba el mausoleo de su difunto padre don Martín. Localización de lápidas romanas e interpretación.

Epílogo: La obra de don Eduardo Rodríguez Gordillo debe salir de anonimato. Medellín está en deuda con este gran sacerdote y debe honrar su memoria.

GARCÍA SUÁREZ, Ismael
LOZANO GALÁN, José Carlos
«LA DESAMORTIZACIÓN EN LA COMARCA DE MONTÁNCHEZ»

GÓMEZ GÓMEZ, José.
«DOS LAPIDAS DE LOS PIZARROS: UNA EN ALCOLLARIN Y OTRA EN LA CONQUISTA»

La de Alcollarín es una laude sepulcral que ha estado en diversos lugares de la iglesia parroquial, y ahora está formando parte del umbral interior en la portada de la pared N.O. El texto, en letras góticas, dice escuetamente: «SEPULTURA DEL SEÑOR DIEGO PIZARRO, QUE TOMO POR ABOGADA A LA MADRE DE DIOS».

La de La Conquista, colocada también en la iglesia parroquial, y también trasladada en diversos tiempos y ocasiones, se halla hoy convenientemente adosada al muro de acceso al coro del templo. Su texto, de letras renacentistas, suena así: «AQUÍ LLASE MARÍA DE AGU1LAR, HIJA DE GONCALO PICARRO».

Las dos lápidas llevan, grabado en el centro de las mismas, el viejo escudo familiar de los Pizarro.

GUERIN BETTS, Patricio
«EL PADRE MUÑIZ, HISTORIADOR DE ALCANTARA»

De gran importancia para los Coloquios Históricos Religiosos de Extremadura ha de ser cuanto se refiera a Alcántara. Trátase de un punto estratégico en la Reconquista y que dio nombre definitivo a una de las más importantes Ordenes militares.

Sobre Alcántara han escrito varios extensamente. Nosotros queremos dar a conocer al presente una obra de más de cuatrocientas páginas, acaso ignorada por muchos. Lo cierto es que no se cita en la bibliografía del artículo del Diccionario de Historia Eclesiástica de España de D. W. Lomax, tan reciente.

Sin embargo, ahí está la obra escrita con la competencia y seriedad propias del padre Roberto Mufiiz, autor de la Médula Cisterciense, que consta de nueve tomos y el séptimo va dedicado entero a la historia de Alcántara.

Tan desconocido como será para muchos, tan conocido y apreciado es de los que nos ocupamos de la historia de la Orden cisterciense en España. Antonio Dionisio Muñiz: Rodríguez nació en Sabugo (Avilés) el 9 de octubre de 1739 y fue bautizado el mismo día por D. Antonio Muñiz. Hijo de José y Ana. En 3 de mayo 1755 tomó el hábito en el monasterio cisterciense de Matallana, y cambió el nombre por el de Roberto. De sus estudios no tenemos datos, aunque por aquella época es casi seguro que cursaría filosofía en el colegio del monasterio de Meirá y luego pasaría a Salamanca o Alcalá. Lo que sí consta es que se apreciaban sus dotes, ya que fue designado sucesivamente abad de Rioseco, Sacramenia y San Martín de Castañeda. Fue, además, Examinador Sinodal del arzobispo de Sevilla y confesor en las Huelgas de Valladolid y de Burgos. Todos estos cargos suponen cierto grado de cultura, si bien no tienen relación directa con la historia. De su afición y estima de la misma son prueba manifiesta esos nueve tomos de la Médula, especialmente el último, que es, nada menos, que la Biblioteca Cisterciense Española. El padre Muñiz hubo de morir alrededor de 1803, algo prematuramente.

MEDULA HISTÓRICA CISTERC1ENTE -TOMO VII- ORIGEN, PROCESOS, MÉRITOS Y PRERROGATIVAS DE LA ÍNCLITA MILICIA DE ALCÁNTARA DE LA ORDEN DE CISTER. Valladolid, 1789.

HURTADO DE SAN ANTONIO, Ricardo
«IDENTIFICACIÓN Y LOCALIZACION DE LOS MUNICIPIOS ESTIPENDIARIOS QUE SUFRAGARON EL PUENTE ROMANO DE ALCÁNTARA»

Un testimonio importantísimo -por desgracia incompleto- sobre la romanización de la amplia zona portuguesa y extremeña que comprendía la Provincia Lusitana en la época de los Antoninos, nos lo aporta la inscripción sobre el pilar izquierdo del arco triunfal del puente romano de Alcántara, catalogada por Hüber con el número 760.

Es la única inscripción durante largo tiempo conservada de las dos que existirían y en las que se debieron grabar veintisiete municipios estipendiarios lusitanos que sufragaron la construcción del puente. La pieza epigráfica que nos ocupa aporta once de dichos municipios, colocados por orden geográfico; casi todos al norte del puente. A la par que un documento de romanización, se nos presenta como la pervivencia de raíces y formas indígenas que se resisten a perder su individualidad.

La localización de tales topónimos ha sido objeto de estudios y controversias. Tras un estudio de los diversos criterios y una exhaustiva comprobación de la única ciencia -la epigrafía- que nos puede ofrecer las más seguras pistas en esta clase de investigaciones, he llegado a las siguientes conclusiones, cuya demostración ahorro aquí, pues tengo presente que se me ha pedido un resumen de la comunicación.

IGAEDITANI: Civitas Igaeditanorvm. perfectamente localizada en Idanha a Velha (Portugal), a 45 kilómetros de Castello Branco; a la altura de Zarza la Mayor.

LANCIENSES-OPPIDAN1: No lejos de Aldea de San Salvador (Portugal), a mitad de camino entre Guarda y Castello Branco; a la altura de San Martín de Trevejo. José Viu, tras un razonamiento peregrino basado en dos inscripciones interpoladas, sitúa Lancia en el término de Alcántara, en la Casa del Castillejo, sobre el Tajo y el Jartín.

TALCRI: En San Vicente de Alcántara, posiblemente. Mientras no se me den razones válidas, descarto que se trate de Talabrica, cerca de Aveiro (Portugal). Hipótesis de trabajo sugestiva y con visos de realidad.

INTERANNIENSES: En el término municipal de Zarza la Mayor. Tras el estudio de una inscripción inédita, difícilmente puede ubicarse ya en Villanueva de la Serena, Salvaleón o Valverde del Fresno.

COLARNI: Si se pudieran identificar con los Coelerni, su habitáculo se hallaría en Chaves, al norte de Vila Real (Portugal). La principal dificultad estriba en que los coelerni pertenecían al Conventus Bracarensis. Tampoco vale identificarlos con Coa (río Cuda) por una analogía de voces. Los colarni y coelerni son, pues, distintos.

LANCIENSES-TRANSCUDANI: De la familia de los anteriores lancienses. Aunque su ubicación exacta no se conoce, he llegado a la conclusión de que se esta blecieron al N. de los Lancienses-Oppidani, en la margen derecha del río Cuda, afluente portugués del Duero, y seguramente en el término de Sabugal (Portugal), a la altura de Villasrrubias.

ARAVI: Civitas Aravorvm. Sin ninguna duda en la localidad de Deveza, junto al Mansialva y Meda (todas en Portugal), al sur del Duero; a la altura de La Fregeneda (Salamanca).

MELDUBRIGENSES: Mencionados por Plinio (4, 35, 118). El topónimo más parecido es Merobriga, pero su identificación es improbable, ya que Merobriga es el actual Santiago de Cacen, junto a Sines, en el distrito portugués de Setúbal, y en la fecha de la construcción del puente pertenecía al Conventus jurídico de Pax Ivlia, lo cual tampoco es dificultad insalvable, pues estaba dentro de la Provincia Lusitana. Josa Viu, arbitrariamente, los identifica con los habitantes de la portuguesa Arameña.

ARABRIGENSES: Deben ser los mismos que Plinio denomina Axabrigenses (4, 35, 118). Desecho la posibilidad de que se ubicaran en Sesimbra o un lugar cerca de Sanrarem (Portugal). Tampoco tienen que ver con los ciudadanos de Arabrica o Arubrica («El Gallego», en Aroche, Huelva), pues, éstos tributaban a la Botica. Afirmo que su localización está en Araya, término de Arroyo de la Luz, cerca del río Salor, en el camino hacia Brozas. Su misma raíz celta Ara (cerca, alta) tendría vinculaciones con el posterior Arrugia o arroyo germano, generalizado por los visigodos en Arroyo.

BANIENSES: El vocablo responde al municipio de Baños, perteneciente al convento jurídico emeritense; pero, ¿puede identificarse con Baños de Montemayor (la Mansio Caecilio Vico del Itinerario de Antonino Pío)?

PAESURES: Hoy por hoy, sólo conocemos su existencia y su contribución al puente de Alcántara. No podemos identificarlos con los astures Praesamarci y Paesici. situarlos en la comarca portuguesa de Cubillana, no deja de ser una mera posibilidad sin fundamento histórico.

Esperemos que los futuros hallazgos arqueológicos aclaren definitivamente este sugestivo capítulo de nuestra pasada historia. Mientras esto no llegue, nuestra aportación puede aceptarse como válida.

LOZANO RAMOS, José
«HERÁLDICA TRUJILLANA» (II)

Presentábamos en los Coloquios del pasado año un inventario de escudos de armas existentes en exteriores de edificios trujillanos. En total sumaban 150 ejemplares distintos y muchos repetidos.

Completamos en la presente edición, dentro de lo posible y con las lógicas ausencias, aquel inventario, con una catalogación de los que aparecen en sepulturas, chimeneas, etc., en interiores de la población. Hemos podido recoger hasta 158 de distintas armas y, otra vez, muy numerosos en que éstas se repiten.

Reunidos tanto los de interiores como de exteriores, repetidos y no repetidos, suman en total 618 ejemplares, que dejan fuera la iglesia de San Miguel -desde hace tiempo en obras-, las de Belén y el Pago de San Clemente y el Alcazarejo. Terminamos con un apéndice que recoge 19 escudos, de los que no hemos podido encontrar el apellido correspondiente, por más que hemos investigado, así como una relación de familias que tuvieron en Trujillo su residencia y de cuyos blasones, al parecer, ninguno ha subsistido.

Dejamos a disposición de los estudiosos este modesto trabajo, incompleto, por supuesto, pero al que, al menos temporalmente, ponemos fin.

MARTÍN VIZCAÍNO, José
«JOSÉ MONTERO NERIA, HIJO ILUSTRE DE PLASENCIA»

El próximo día 15 de noviembre se cumple el VI aniversario de su muerte.

Dios se lo llevó con una rapidez impresionante, abriendo larga herida en el afecto de muchos. La muerte le acechaba para cortar con violencia el curso caudaloso de su vida. José Montero Neria debía morir así: como un árbol tronchado, mientras desplegaba al viento la fronda joven de su ramaje.

Murió al filo de los 55 años -nació en Plasencia el 27 de agosto de 1915-, cuando su vida, aunque colmada de frutos copiosísimos, estaba henchida aún de promesas. Murió en una bellísima tarde otoñal, cuando todo sonreía, como sonreíamos las amistades al verle en sus proyectos, tan lleno de generoso optimismo, símbolo reverbero de una vida lograda y fecunda.

Primer hermano mayor de la Cofradía madrileña de la Santísima Virgen del Puerto y autor de sus Estatutos -en colaboración con otro placentino ¡lustre de gratísima memoria y primer director espiritual de la Cofradía, monseñor doctor don Ildefonso Prieto López-, Jamás supo de desalientos y vacilaciones en su labor apostólica e instructiva. Sentía la seguridad de su propia fortaleza -que era poca en el cuerpo y mucha en el espíritu-, y del amor sé sus cimeros ideales. Y por encima de todo, la seguridad y el fervor del amor y de la confianza en Dios y en la Virgen del Puerto, como correspondía a un buen cristiano y placentino.

Falangista de la etapa fundacional de José Antonio -de la Cruzada y de la paz-, abogado por la Universidad de Salamanca, con carnet núm. 1 del SED, delegado provincial de Sindicatos en Albacete y Barcelona, secretario nacional de Sindicatos, procurador en Cortes en tres Legislaturas consecutivas, asesor nacional de Sindicatos, directivo del Hogar Extremeño y fundador de su revista mensual, consejero del Banco Rural y Mediterráneo, director gerente de Cifesa, consejero del Instituto Nacional de Previsión, director general de la Mutualidad de Banca y Bolsa, director delegado de Mutua Rural de Previsión Social… fueron los índices señeros de su vida, formada en tan numerosos y elevados troqueles. De los mismos ha dejado recuerdos fecundos -que serán perdurables- en muchas poblaciones de España, y sobre todo entre sus subordinados y amigos.

Madrid se lo pagó con esa gentileza hidalga que la hace tan simpática, en un tributo póstumo de cariño. Desde «el puesto que tiene allí» se lo habrá agradecido cumplidamente.

Al fin fue esta cosmopolita y acogedora capital, a quien él amaba ya casi con ilusión, la que dio cobijo a sus despojos. Desde entonces su cielo radiante, su paisaje agreste y bravío, pero amoroso y tierno como el regazo de una madre, cantará siempre para los que le hemos conocido y amado, la dolora de sus días, relativamente breves.

Que la Santísima Virgen del Puerto, nuestra Excelsa Patrona, a la que tanto quería le tenga en su seno.

NAHARRO RIERA, Alfonso.
«LAS ESTELAS DECORADAS DE EXTREMADURA» Estela de Zarza de Montánchez

Zarza de Montánchez es una bella población cacereña, rica en agua y con buenos pastos, poblada de olivos e higueras; en su huerta, los habitantes encuentran todos los productos necesarios para el propio consumo; con terrenos para sembrar cereales, no resulta extraña la era en el egido con sus hombres aventando el grano, las habas, el garbanzo o el altramuz.

Sus habitantes son abiertos y acogedores, el forastero encuentra entre ellos un poco de ese paraíso perdido tan extraño en la ciudad. Cuando en la hora baja, el calor estival ha cedido un poco, el pueblo resucita del silencio de la siesta y llena sus bares y tabernas en el continuo diálogo comunicativo que caracteriza 3 está gentilidad del viejo terreno, que en el devenir de los tiempos ha visto pasar a tantas civilizaciones que han formado nuestra historia.

Coincidimos en Zarza allá por el mes de mayo, en la anual romería de la Virgen de Fátima; esta romería, aunque no de vieja tradición, reúne a sus gentes en el encinar extremeño bajo el suave sol de primavera; pues bien, por estas fechas tuvimos la primera noticia de una piedra que asomaba en medio del Camino de la Sierra, y, según nos contaban, tenía unos grabados curiosos que merecían contemplar por si de algún interés arqueológico se tratara. Pero por aquello de las fiestas y la galvana que la resaca de la juerga proporciona, lo dejamos para mejor ocasión, ya que prometimos a unos amigos volver en el verano y recorrer la agreste sierra de granito, con su ermita y su cueva de Atambores, con su Peña Cuadrada y su Nava Redonda.

La ocasión llegó y también la dicha de poder aportar a nuestro patrimonio artístico este interesante ejemplar arqueológico, que se viene a sumar en la casi única serie de estelas decoradas que alcanza su mayor concentración en esta olvidada tierra de Extremadura. La estela de la Zarza de Montánchez, podemos decir sin equivocarnos que es una de las mejores que se conocen en el mundo, junto con la de Solana de Cabañas, descubierta por Roso de Luna a finales del siglo pasado, encabezan la serie por su belleza y complejidad, siendo las que mayor número de elementos de ajuar guerrero contienen y mejor definidos.

La estela contiene siete elementos típicos y está en la línea de las estelas del suroeste, tipo II (según Almagro). Contiene un carro, una figura esquemática antropomorfa, una espada, un casco, un espejo, un escudo con escotadura en «V» y una lanza. Tiene una longitud o altura de 1,65 metros por 0,95 metros de ancho y 0,26 metros de grueso; está grabada en granito claro y duro, y es de forma irregular. La estela asomaba una parte de su anchura en todo su largo, su posición era inclinada, formando un ángulo aproximado de 45 grados con el suelo.

Ampliamos este resumen con un extracto de las estelas decoradas que hasta hoy se conocen en el mundo y que M. Almagro denomina como tipo II, exceptuando la de Bensafrín (Algarve) y las tres de San Martinho (Castelo Branco), por diferir en esto con el señor Almagro.

En la provincia de Cáceres: Santa Ana de Trujillo, Robledillo de Trujillo, Ibahernando, Solana de Cabañas, Torrejón el Rubio (tres), Brozas, Valencia de Alcántara (tres), Trujillo (aunque aparecieron dos, una de ellas no la incluimos en este tipo), Madroñera y Zarza de Montánchez.

En la provincia de Badajoz: Fuente de Cantos, Almendralejo, Cabeza del Buey, Magacela, Granja de Céspedes y Alburquerque.

Fuera de Extremadura: Carmona y Córdoba; en Portugal, Figueira (Algarve) y Meimao (Castelo Branco); en Francia, una en Montpellier.

Con este resumen general nos podemos hacer una buena idea de la dispersión de estas estelas bronce-hierro, que alcanzan su mayor concentración en la comarca de Trujillo (Cáceres), disminuyendo hacia Badajoz y casi desaparecidas en el suroeste peninsular, por lo que me atrevería a denominarlas como estelas decoradas del oeste peninsular.

NUÑEZ MARTÍN, Ramón
«MADRE ÁNGEL DE LA CRUZ (LA TRUJILLANA)»

Hasta hace poco, esta mujer era totalmente desconocida en Trujillo. Sólo se la conocía en el convento de San José, de Ávila -primera fundación religiosa de Santa Teresa-. Era una mujer insigne, fuera de serie, que nació en esta ciudad extremeña de Trujillo en el año 1667. Por eso en su Comunidad se la llamaba así, «La Trujillana».

Su nombre, Juana María Ángel Chaves, y era hija de padres nobles, mas que por su sangre por sus grandes virtudes. Eran sus progenitores don Álvaro de Chaves y Hinojosa y Paredes y doña Violante de Chaves y Orellana. Les hizo Dios el regalo de siete hijos, a quienes supieron conducir por el recto camino. Cada uno de ellos tiene una historia interesante. Era una familia de santos.

A todos los hermanos sobrevivió nuestra carmelita. Era de niña muy viva y, aunque piadosa, enemiga de ser monja. Perdió a su madre a los nueve años. En su primera juventud, como Santa Teresa, se aficionó a las comedias y leía con avidez libros de la biblioteca de su padre, uno de los hombres más doctos de su tiempo. Después de morir su padre, Juana, a los dieciocho años, con una hermana más pequeña y una tía, entró de señora de piso en el convento de la Coria, de San Francisco el Real, de Trujillo. Escogió como guía de su alma a un padre dominico muy de Dios y lleno de sabiduría, fray Pedro Claro. Y entró en deseos de una mayor perfección en relación con la vida contemplativa.

En la fiesta de la Anunciación, el 25 de marzo, refiere ella que se le apareció la Virgen, diciéndole: «Mi voluntad y la de mi Hijo es que seas carmelita descalza en San José de Ávila».

Tenía una tía hermana de su padre en este convento de San José que llegó a ser priora, llamada Antonia de Cristo, mujer también de grandes virtudes y a quien don Álvaro había regalado el códice del cántico espiritual de San Juan de la Cruz y que todavía conserva esta Comunidad teresiana como un preciado tesoro.

Cuando Juana pidió ingresar en San José no había plaza vacante, y cuando ya se encaminaba para entrar provisionalmente en el convento de Carmelitas de Segovia, falleció inesperadamente una religiosa en el convento de Ávila, y con gran contento de todas fue admitida. Su ingreso obedecía ciertamente a un designio providencial. La madre Teresa, que era priora, le refirió que unos años antes, cuando ella no tenía la más pequeña noticia de su existencia, otra aspirante llamada Juana pidió ingresar, y oyó una voz del Señor que le decía: «Otra Juana, no ésta, ha de venir, que me es y me será siempre muy agradable».

En el noviciado brilló por su carácter apacible y bondadoso, siendo un verdadero ángel por su pureza, caridad y obediencia. Padeció muchas pruebas interiores. sobre todo sequedad y desolaciones de espíritu. La Cruz iba a ser compañera inseparable de su vida. Ángel de la Cruz en el nombre y Ángel de la Cruz en la vida espiritual. Las enfermedades hicieron de ella una mártir por los grandes sufrimientos que la proporcionaron. Llena de compasión para con una hermana religiosa que padecía terribles dolores de estómago, pidió a Dios que la curase y que si era esa su voluntad la traspasase a ella el mal. Dios le concedió lo que pedía. Tanta era su generosidad y sus deseos ardientes de padecer por Cristo, a imitación de San Juan de la Cruz. Una de las pruebas más grandes de su vida fue el quedar totalmente ciega durante unos años. Le pidió al Señor que le devolviese la vista y el Señor escuchó sus súplicas, para al poco tiempo quedar ciega de nuevo.

En los cargos que desempeñó después de profesa, y que fueron: tornera, maestra de novicias y priora en dos ocasiones, demostró grandes dotes de gobierno, sabiendo unir la caridad a la fortaleza.

El Señor la concedió gracias místicas extraordinarias. Una fue un éxtasis en la fiesta de la Asunción de la Virgen que la duró todo el día, y otra fue la que el Señor la comunicó en el último Viernes Santo de su vida, haciéndola sentir algo de los dolores de su pasión.

Murió el viernes 10 de julio, a las tres de la tarde del año 1739, quedando muy hermosa, pues no se le había desfigurado el rostro.

Cuando las gentes de Ávila se enteraron de su muerte, hubo un comentario general: «en las Madres ha muerto una santa». Y en las actas del convento se refiere que una sierva de Dios que vivía lejos tuvo una revelación particular de que al morir se había ido derecha al cielo, sin detenerse nada en el purgatorio.

En los cuatro siglos de existencia que lleva el convento de San José, junto con la beata Ana de San Bartolomé y la bendita madre Isabel de Santo Domingo, la tenemos por gran santa.

Estas son las referencias que ha proporcionado la actual Comunidad y que son nada más que un breve resumen de una publicación existente en el convento sobre la vida de la madre Juana Ángel de la Cruz.

PARRÓN FERNANDEZ, Felipe
«LA SERRANA DE LA VERA, UNA LEYENDA MEDIEVAL CON VARIAS VERSIONES»

Son varios los escritores extremeños que hablan acerca de esta famosa leyenda de «La Serrana de la Vera»; pero de esos varios son distintas las versiones que se hacen; los romances que se hacen sobre la excepcional mujer, como lo fue ésta, o mejor dicho, la protagonista de este trabajo, en el que van insertadas tres versiones que sí se parecen un poquito las dos últimas; de éstas a la primera son completamente distintos los versos.

La primera versión, y al parecer la más antigua, fue publicada por Gabriel Azedo de Berrueza, en sus «AMENIDADES Y FLORESTAS DE LA VERA ALTA Y BAJA», allá por el año de 1672; este Gabriel Azedo nace en Jarandilla en la primera mitad del siglo XVII, y en la fecha que ya hemos comentado publica su obra, en la que va incluido el famoso romance; este romance cuenta con sesenta versos, en los que este escritor se introduce como protagonista, es decir, se hace pasar por el pastor o peregrino que consigue burlar a esta mujer, pues él mismo lo confiesa en e; verso tercero, «salteóme una Serrana»; lo que me parece curioso es que en el verso número trece llegue él mismo a tratarse incluso de niño; el verso dice, «Tomárame por la mano». Pongamos que en realidad fuera él el protagonista del romance, al decir «tomárame por la mano» podría haber dicho también «Obligóme a ir con ella», creemos que esto hubiera sido más correcto, puesto que lo demás contradice en cierto punto al verso número treinta y seis, «Y me hace acostar con ella»; en este verso no se ven las mismas reacciones del poeta, cuando deberían verse.

Ramón Menéndez Pidal, en su «Flor nueva de Romances Viejos», y que aparece recogida en Villanueva de la Vera por García Matos. Esta es fácil de encontrar, por lo que se da a conocer una tercera versión, recogida por Julio Ateneo y publicada en el «Cancionero Popular de Extremadura» por Bonifacio Gil.

En esta tercera versión se le da al romance un aire completamente distinto! a la primera, son ya distintas formas de actuar de la Serrana y es ya, también, otro personaje el que protagoniza el romance; es un vulgar pastor el que entra en acción, un vulgar pastor que hace del romance algo más perfecto, pues consigue burlar a esta mujer con mayor facilidad; así lo confiesa el final del romance, a pesar de que sea ella la que acaba de hablar. «Anda, villano!, le dice, que me dejas descubierta, que mi padre era pastor y mi madre fue una yegua, que mi padre comía pan y mi madre comía hierba»; esta versión, aparte de ser distinta, cuenta con setenta y ocho versos.

En la primera mitad del actual siglo nace, en Cuacos de Yuste, Felipe Jiménez Vasco; es en la actualidad miembro de la Real Academia de la Historia de Copenhague; en el año 1974 ve la luz pública su opúsculo de ochenta y seis páginas «Yuste y la Serrana de la Vera», en el que hace una cuarta versión; él mismo confiesa que escritores como Lope de Vega, Vélez de Guevara, Valdivieso y otros va ríos escribieron comedias con el título de «La Serrana de la Vera». En cuanto a Vicente Barrantes y Paredes Guillen, como dice Felipe, escriben temas relacionados con esta mujer, que echada al monte tras sufrir el dardo envenenado de unos amores infelices, de vástago de un joven conde (este conde debe ser el que dice Valeriano Gutiérrez Macías, en su trabajo «De Garganta la Olla y la Serrana de la Vera», que según Valeriano se llamaba don Luis de Carvajal, y que era sobrino del prelado de la diócesis).

Esta versión de Felipe Jiménez cuenta con noventa y dos versos, y como habrán podido apreciar la diferencia por orden de romances señalados en el presente trabajo es de dieciocho y catorce.

PAULE RUBIO, Ángel
«HURDES DE AYER Y DE HOY»

Si te encuentras en una comarca donde el río juega con las rocas, donde las aguas parecen espejos, donde los picos se alzan como góticas agujas, donde se estrecha el cielo y donde se elevan las almas, estás en Hurdes.

Cuando el autor por primera vez fue a Hurdes, se prometió no volver, por no quitar el fascinante sabor de la primera impresión. Ha traicionado su promesa y ha vuelto. Unas veces por acompañar al amigo, al pariente; otras, por precisar el detalle que no caló en sus anteriores visitas.

Son muchas las cuartillas manchadas con el pincel del escritor contándonos sabores y sinsabores, realidad y fantasía, hiriente unas veces, con nobles ideales otras, con exquisitas metas.

Hombres, ríos, cultura, flora y fauna pasarán por su mente para quedar plasmados en el libro de la Historia, en el lienzo del presente como testigo del pasado.

Illas safurdads, Jurdes o Hurdes, morada de hurdanos, ingratas en productividad, mosaico de arroyos y picachos, leyenda y poesía, arte e historia, será el estudio, no exhaustivo, de este aprendiz de aprendices que siente el aroma embriagador de la Historia,

RODRÍGUEZ AMORES, Lorenzo
COBBA-DARSA: UNA GESTA EXTREMEÑA EN ÁFRICA. «TOPONIMIAS RURALES»

SÁNCHEZ ALEGRÍA, Eleuterio
«RAZAS Y PAISAJES DE LAS EXTREMADURAS HACE 2.000 AÑOS»

Con motivo de una conferencia que el autor de esta comunicación pronunció en el «Hogar Extremeño» de Barcelona para conmemorar el bimilenario de Mérida, el 20 de diciembre de 1975, esbozó algunos datos sobre las primitivas razas que habitaron las tierras hoy extremeñas y que en sus correrías empezaban en las riberas del Duero y pasando el Tajo rebasaban incluso el río Guadiana. Es decir, en amplias comarcas denominadas Vetonia, Lusitania y Veteria se extendieron y actuaron juntas en su pillaje por tierras del Sur, hoy Andalucía, desde sus territorios de origen hasta la llegada de los romanos, que fundando la colonia «Emérita Augusta» y constituyéndola en «Caput Lusitaniae» inició la romanización en forma rápida y progresiva de todas aquellas tribus célticas…

Analizando su «modus vivendi» e interpretando a través de afirmaciones de geógrafos antiguos, como Estrabón, e historiadores notables, como Polibio y Tito Livio, el paisaje de aquellos tiempos, llegamos a conclusiones más o menos positivas de la agricultura, ganadería… aficiones y gustos de los antecesores remotos de nuestros actuales extremeños. Lo curioso del caso es que, al cabo de siglos, el paisaje es casi similar en arbolado y producciones, aunque hayamos de suponer sus montañas más pobladas de vegetación y caza mayor sobre todo.

SÁNCHEZ MAURANDI, Antonio
«RELIGIOSAS DE TRUJILLO EN MULA»

1.º Acuerdo de fundar convento de Clarisas en Mula.
2.° Designación de religiosos del convento de San Antonio de Trujillo para fundadoras del Real Monasterio de la Encarnación.
3.° Salida de Trujillo.
4.° Llegada y estancia en Madrid.
5.° Nombramiento de patronos.
6.° Admisión en Madrid de varias solicitantes.
7.° Salida para Muía.
8.º Llegada y alojamiento provisional.
9.º Alojamiento definitivo.
10° Fallecimiento de la fundadora y primera abadesa.
11° Destrucción de una urna funeraria y de los restos.
12° Veneración del pueblo.

SOLIS RODRÍGUEZ, Carmelo
«SANTA MARÍA DE LA CONCEPCIÓN JERONIMA» la (Datos para Historia de este Monasterio en el siglo XVI)

Comunicamos en este trabajo algunos datos inéditos sobre el monasterio de Santa María de la Concepción Jerónima, partiendo de las noticias de eruditos locales, que han prestado especial atención a este cenobio trujillano, uno de los más interesantes en la historia monacal de la ciudad.

Se desconoce la fecha exacta de la erección del monasterio, situado intramuros de la ciudad y a la sombra de la torre románica de Santa María. Sabemos de la existencia de un beaterío en el siglo XV («beatas cabe Santa María», dicen las actas del Ayuntamiento), agraciado en 1477 por la reina Isabel con un privilegio de 3.000 maravedíes sobre las alcabalas cristianiegas e judiegas de la ciudad».

El 18 de agosto de 1570 el licenciado Avalos, provisor y vicario del obispo don Pedro Ponce de León, procede a la anexión del monasterio de Jaraicejo (Clodoaldo Naranjo y Tena Fernández leyeron equivocadamente Jaraiz de la Vera), que había quedado reducido a nueve religiosas, al de Santa María de Trujillo. Desde entonces la nueva comunidad llevaría el apelativo de Santa María y la Magdalena. Esta circunstancia exigió la ampliación de la casa, comenzando en 1571 una serie de obras hasta configurar el espacio habitado por unas cuarenta religiosas.

La iglesia, construida en el primer cuarto del siglo XVI, presenta cabecera ochavada y una sola nave de doble tramo abovedado con cubiertas de crucería. Al lado del Evangelio están situadas dos capillas con bóvedas de arista y la inmediata al presbiterio comunica con éste mediante un arco en esviaje. Aquí se encuentra el sepulcro de doña Beatriz Pacheco, benefactora de la comunidad, labrado en 1608 por el cantero trujillano Diego González, autor asimismo de dicha capilla. Otros sepulcros dignos de mención son el del noble caballero Gómez Sedeño de Solís y el de Francisco Pizarro de Vargas. De los retablos, ninguno se ha conservado, y también desapareció el órgano que en 1595 construyera el napolitano Horacio Fabri.

La fábrica del monasterio -completamente desfigurado en la actualidad- data de 1571 y en ella intervino el famoso Francisco Becerra, autor de las catedrales de Puebla de los Ángeles y de Lima y «el mejor arquitecto que pasó a América en el buen tiempo de la arquitectura española», en opinión de Llaguno. En 1585, con motivo de la información llevada a cabo en la ciudad de los Reyes para optar al cargo de maestro mayor de las provincias del Perú, el trujillano Juan Ramiro declaró que Becerra «hizo en Santa María, monasterio de monjas, cuatro capillas de ladrillos por arista estribadas en tres pies de grueso de pared y una puerta en rincón viaje muy bien labrada». El estudio documental y el análisis directo de los restos, que aún sobreviven, nos dan base suficiente para asegurar que la obra ejecutada por el maestro Becerra fue un lienzo de claustro, del que restan unos estribos de mampuesto y una pequeña galería tapiada. En una hornacina estarían situadas las imágenes de Nuestra Señora y la Magdalena, titulares del monasterio. Una Virgen sedente, con el Niño, en piedra, se hallaba en la puerta principal de la iglesia, y hoy preside la escalera noble del palacio de los duques de San Carlos, residencia actual de las Jerónimas; por su estilo puede ser la que refiere el documento, y es, sin duda, la más hermosa escultura del siglo XVI en Trujillo. La Magdalena «emigró» hace pocos años.

A este núcleo inicial se anexionaron más tarde diversas mansiones contiguas -hoy en ruinas-, conformando definitivamente el espacio conventual: en 1599, mediante contrato de compraventa, quedan incorporadas al monasterio las casas del mayorazgo de don Diego de Vargas Carvajal. La portada principal, decorada con los escudos nobiliarios de la familia, y la hermosa torre llamada «el mirador de las Jerónimas», son los únicos restos de este palacio, que aún permanece en pie. En 1617 don Gómez de Solís y Vargas y don Francisco de Vargas Carvajal donan «las partes que tienen en unas casas que son en esta ciudad en los muros de arriba» colindantes con las ya incorporadas en el dicho monasterio.

Completamos nuestro estudio -reducido al siglo XVI- breve catálogo de documentos que obran en poder de las religiosas Jerónimas y una sucinta relación de los bienes y rentas que poseía el monasterio en aquella época.

SORIA SÁNCHEZ, Valentín
«PANORAMA DE ARQUEOLOGÍA EXTREMEÑA»

El Departamento de Paleontología de la Universidad Complutense de Madrid ha señalado a los trilobites de Valencia de Alcántara quinientos mil años. Hemos visto en Alcuéscar un fósil equino, un caracol y un galápago. Ha aparecido un fósil almeja de la era terciaria en Valencia de Alcántara. Registramos un hacha del paleolítico inferior en Jaraiz de la Vera, un hacha tallada y pulimentada en Alcuéscar, y varias hachas neolíticas en Jaraiz de la Vera, Trujillo, Garlitos y en Alcuéscar. En el museo claretiano de Don Benito (Badajoz) hemos visto una hoja de sílex, dos puntas de sílex, cuatro raspadores tallados, y raedor roto en dos trozos, cortante por ambos lados, un cuchillo pizarroso bifaz, una punta de flecha con pedúnculo, un raspador con talladura por dos aristas y un percutor tallado y pulimentado. En Santiago de Alcántara han sido descubiertas pinturas neolíticas con figuras humanas. Cerca de Cáceres, en el arroyo Villoluengo, han aparecido pinturas y relieves con formas humanas. En el museo dombenitense claretiano hay también un hacha de granito, tres hachas con hendiduras profundas para encajarlas y adaptarlas con cuerdas a mangos de madera, y nueve hachas pulimentadas, y tres hachas pulimentadas pequeñas. Un hacha pulimentada ha sido encontrada en Mengabril por don Antonio Sánchez Nieto. En el mencionado museo claretiano hay dos balas pulimentadas de piedra, una bala de plomo para ser rellenado de piedra, arena o metal, una punta de lanza de hierro. Según ha indicado el alcalde de Segura de Toro, don Matías Simón, existe una inscripción primitiva con letras de carácter ibérico en uno de los toros de piedra colocados en la plaza del pueblo. En el mencionado museo claretiano hay una cabeza de tierra cocida, un exvoto, un recuerdo idolátrico de la diosa púnica Tanit. De confirmarse este parecido a las numerosas cabezas de cerámica de Tanit encontradas en Baleares, estudiadas en el décimo Congreso Nacional de Arqueología y fotografiadas en sus actas publicadas, daría una prueba de la influencia púnica en Extremadura. También en dicho museo hay una pieza de hilar, una mesa de alfarero y dos «pondus» romanos. Un equipo dirigido por don Alfonso Naharro ha encontrado en Pinofranqueado una inscripción, que a nuestro juicio es ibérica, y se está analizando y estudiando una inscripción prelatina hallada en Aldehuela. En Cáceres se ha encontrado un aljibe romano y en Miajadas ha salido una piedra de molino y cerámica romana en el sitio conocido por el Ladrillar. En Mérida ha surgido el foro romano. En Valdecalzada (Badajoz) se ha encontrado una tumba romana con restos humanos y una vasija romana. A las afueras de Cáceres han sido hallados restos humanos en una villa romana. Se han divulgado dos inscripciones romanas en Zorita por don Ricardo Hurtado. Una inscripción árabe ha sido estudiada por don Alfonso Naharro. Me han sido presentadas una moneda constantiniana por don Ángel Sánchez, de Jaraíz de la Vera, y una moneda hebrea por don José Valero. Ahora reseñamos unos grabados en piedra en Jarandilla, una piedra suelta grabada situada en el jardín del Ayuntamiento de Trujillo, una inscripción zoomorfa y otro grabado en piedra en Trujillo, cerca del convento de la Magdalena. Destacamos un ídolo de Robledillo de Gata, un hacha hallstática de Plasencia, unas fosas prehistóricas y unas ruinas romanas de Santibález el Alto y en Olivenza. Anotamos unas monedas ibéricas y romanas en Alcuéscar, una inscripción hebrea de Alcuéscar, un verraco fragmentado de Jaraiz de la Vera y unas monedas constantinianas de Fuente de Cantos (Badajoz).

URDICIAIN MORÓN, Joaquín
«EL CONVENTO EREMÍTICO DE SAN JUAN BAUTISTA DE LA PENITENCIA EN EL DESIERTO DE LA VICIOSA»

Introducción: Forma de vida: Pobreza y comida: Gobierno del convento: Modo y manera de habitar las ermitas: Días y colaciones en que se han de juntar los ermitaños en el convento: Silencio y obras de mano: Epílogo.

VALVERDE LUENGO, Francisco de Jesús
«LA CENTENARIA COFRADÍA DEL «NIÑO DIOS» DE GALISTEO»

La villa de Galisteo conserva en una de las noches más señaladas del año, la Nochebuena, una tradición con más de cuatro siglos de antigüedad, siendo sus artífices los cofrades o hermanos de la «Cofradía del Niño Dios». Esta Cofradía data del primer tercio del siglo XVI, con estatutos dictados en 1663 y con modificaciones en 1812 y 1817. El número de cofrades está fijado en treinta y tres, existiendo los siguientes cargos: decano, el hermano más antiguo de la Cofradía; muñidor, cuya misión es tocar «la caja» o tambor para convocar a los distintos actos; mayordomo, en cuyo domicilio tienen lugar las reuniones o cabildos, y es el que conserva en su poder durante el año de su mayordomía los textos de los Autos Sacramentales que se representarán en la tarde del día de Navidad; regla, es el encargado de dirigir los ensayos del Auto Sacramental y desempeña el papel de escribano para levantar acta de los cabildos.

El ingreso en la Cofradía cuando se produce alguna vacante se somete a votación en el cabildo que se celebra antes de la cena de Nochebuena, siguiendo un mé todo de votación secreta, en la que cada hermano echa en una bolsa un garbanzo, el SI, o un altramuz, el NO. Para poder pertenecer es necesario ser hijo de Galisteo o estar casado con una galisteña, no siendo admitidos los menores de veintidós años.

Los actos comienzan el domingo siguiente a la festividad de Todos los Santos, con la primera reunión, en la que el mayordomo da a conocer la obra que ha elegido para representarla. Desde este día dan comienzo los ensayos, participando en la obra los propios cofrades o sus familiares. En la Nochebuena, al caer la tarde, sale el muñidor tocando la caja y convocando a cabildo en casa del mayordomo, donde en lugar principal se ha colocado una cuna con una imagen del Niño Dios y al que todos los cofrades, según entran, hacen reverencia. Celebrado el cabildo, todos los hermanos, ataviados con sus antiguas capas de grueso paño, y acompañados de la caja, recorren las calles de la villa cantando villancicos. A esta ronda por el pueblo se le da el nombre de hacer las «rajas», y los villancicos que interpretan tienen un rancio sabor popular, como:

Cantemos, bailemos
y hagamos las rajas
que ha nacido el Niño Dios
esta noche entre las pajas.

Al día siguiente, temprano, asisten a misa en procesión, llevando a la cabeza la «mayordoma» la cuna del Niño. Terminada la misa, a las doce, tiene lugar una comida de hermandad que ofrece el mayordomo, para a continuación, en la plaza de la villa, al aire libre, en un tablado levantado al efecto, representar el Auto Sacramental. Momentos antes, un nuevo personaje entra en escena, es «la carantoña», o máscara burlesca, que recorre las calles del pueblo asustando a los niños, tal vez en recuerdo de la martirización de los Santos Inocentes. Terminada la representación, de nuevo en procesión con el Niño, vuelven a casa del mayordomo a celebrar el último cabildo y elegir a nuevos cofrades si hubiera lugar.

Es digno de mencionar la rica colección de Autos Sacramentales que posee la Cofradía, tanto por su antigüedad, habiendo manuscritos e impresos del siglo XVIII, como por su número. En algunos de estos libros, bastante bien conservados, se lee en las primeras páginas, escrito a lápiz, el haberse representado también en la localidad salmantina de Peñacaballera, datando el día y el año, lo que demuestra una relación entre ambas localidades y estas celebraciones. Relación mucho mayor tiene con la Cofradía también limada del Niño Dios, de la localidad verata de Pasarón, que también representa un Auto Sacramental el día de Navidad. Pero esta similitud es explicable al ser Pasarón localidad que estuvo bajo el señorío de los duques de Galisteo y donde también los Manrique de Lara dejaron huella de su amor a las artes, quedando en pie aún el palacio que levantara don Garcí Fernández Manrique de Lara III, duque de Galisteo.

VERA CAMACHO, Juan Pedro
«UN FABULISTA EXTREMEÑO»

Extremadura ha tenido y tiene grandes novelistas, poetas y artistas. Que nosotros sepamos, jamás había tenido un FABULISTA, hasta que apareció en escena el cace reño Juan José Velo Nieto, que bajo el seudónimo de «Veliso» -se lo brindo a mi amigo Fernández Serrano para su trabajo investigatorio sobre el tema- se atrevió a escribir dos libros de fábulas tan estupendos, que uno de ellos fue prologado por José María Cossío y otro por Evaristo Acevedo, ambos con dibujos de Galindo, y con un «laudo» acertado de Jardiel Poncela. Si Poncela, Acevedo y Galindo, tres de nuestros mejores humoristas modernos, colaboraron en los libros de Velo Nieto, es que éstos, sin duda, lo merecían y eran humorísticos también.

«FABULARIO BOREAL» y «FÁBULAS EDIFICANTES» son los títulos del fabulista extremeño, y veamos algo de lo que en los prólogos respectivos escriben los prologuistas: «Con este libro considero que Juan José Velo Nieto presta un gran servicio patriótico. Si las leen los ministros de la Vivienda y las altas jerarquías a sus órdenes, quizás se incremente el ritmo de la construcción en el país. Si meditan sobre ellas los representantes de algunas inmobiliarias, tal vez bajen algo el precio de los pisos. Y los descendientes de don Pelayo, que empezó a edificar la independencia hispana arrojando piedrecitas a la cabeza de los sarracenos, le quedarán agradecidísimos. Como he quedado ya tras la lectura de este fabulario. Evaristo Acevedo. Madrid, abril de 1970. Año del Sr. Urtain».

Y José María de Cossío dice en el otro prólogo: «Este halago he sentido leyendo las graciosas fábulas de Velo, tan llenas de vida e ingenio, y tan ingenuamente aleccionadoras… perfila sus relatos desinteresado de alojarlos en provincia alguna poética, y al dotar de vida a máquinas y herramientas y objetos mecánicos les encamina sin pensarlo al mundo de la poesía. Frente al ideal moderno de mecanizar la vida, Velo quiere dar expresión vital a la mecánica».

Efectivamente, en las fábulas de Velo Nieto, primorosamente rimadas, no hablan los animales, como es común en La Fontaine, Fedro, Esopo o Samaniego, sino máquinas y artefactos, cosa más difícil todavía, que Velo salva con su humorismo magistral, del que tenemos buena prueba los asistentes a la tertulia literaria de Madrid, en la que nos leyó un sainete que escribió sobre las Hurdes pleno de humor, en un viaje que hizo por allá con Dámaso Alonso. Jardiel Poncela escribió esto de las fábulas de Velo: «Ya que el autor solicita / en su volumen escrita / una glosa, como honrosa / resumen que glose el numen / de sus fábulas, lo gloso / diciendo que es FABULOSO /. Y no existe otro resumen / que honre más por elogioso / las fábulas de un volumen, / tan instructivo y jocoso».

La falta de espacio no nos permite insertar algunas de las fábulas maravillosas de Velo. Dedicados tengo sus dos libros, y con ello me honro.

Oct 011976
 

Ángel Paule Rubio.

Difícil cuestión representa encontrar el origen del actual nombre de Hurdes. Puede derivar de Illas Zafurdas, nombre que aparece en un deslinde hecho por Alfonso XI. Otros opinan que deriva del latín urces, que significa brezo, por ser esta región pródiga en este arbusto. No menos son los que buscan su origen en el río Jordano, Jurdano o Jurdán. Puede ser válida esta denominación pensando que los serranos aspiran la h y pronuncian Jurdes aunque escribieran Hurdes.

Esta Comarca perteneció al señorío de Granadilla. Poblada de pastores y ganaderos, muy ligada al yugo albercano, a pesar de que la Alberca perteneció también al mismo señorío. El 22 de julio de 1531 se sacudía de la opresión albercana con el pago de 7.500 maravedises y 75 pares de perdices. No por ello cesaron los litigios que se sometieron a la justicia de la Chancillería de Valladolid, de Granadilla con su Alcaide Mayor y el Obispo de Coria juntamente con el duque de Alba. El paso de los tiempos terminó con la separación de estas tierras a favor de las dos provincias limítrofes. Las Batuecas a Salamanca y Hurdes a Cáceres: 30 de noviembre 1833.

Las Hurdes comprenden una extensión de 47.000 Has. en cinco municipios. Con una población de 7.000 hurdanos.

Su topografía es como nudo caprichosos de pliegues y valles hundidos. Ríos silenciosos, viejos, que para moverse se tuercen y retuercen buscando con codicia la salida, que algunas veces se reduce a un tajo de labios con sonrisa de madonna. Puertos ásperos, caminos serpenteantes casi invisibles, por donde apenas cabe un borriquillo hurdano o la mula de poca alzada.

Allí y allá se escucha el tintinear de las esquilas de cabras, que, comiendo jaras, brezos y tomillos, van de roca en roca como extraordinarios saltimbanquis. Un poco a la abrigada y mirando al sol, se escucha el zunzunear de las abejas, que liban el néctar de las flores de rica y variada flora. Miel negra, de riquísimo paladear.

Una de las cinco arterias fluviales es el río de los Ángeles. A un Km. de este río, se forma una magnífica cascada, que se llama del Chorro de la Mancera, de 100 metros de altitud. Difícil acceso. Pizarras verticales ferruginosas. Belleza indescriptible. Un poco más allá, un torrente más alto, serpentea, cae y vuelve a caer, hasta cinco veces sobre gigantescos aludes pizarrosos, llegando al fin con espumosa frescura a una profunda fosa que el caer ha excavado cual pico de minero.

No lejos de aquí, se encuentra el Gasco. Alquería con sabor arcaico, viejo en su más rancia solera. A un tiro de piedra: el volcán. Así dicen los naturales. Un hombre enjuto, hablador, me cuenta muchas cosas. Me lleva a su casa y me enseña piedras labradas toscamente en forma de cruz. Cójalas, me dice, pesan muy poco. Son del volcán. Miro hacia arriba y contemplo el picacho y las piedras de las laderas. Pertenecen a los periodos cámbricos, silúrico, devónico. Son pizarras azules, grises y rojizas, que junto a la cresta se hacen silíceas ferruginosas, parece, más bien, se trate de piedra pómez.

Muchas hipótesis hay al respecto. ¿Volcanes, fundiciones, emanaciones gaseosas?. Los expertos no afirman, dudan. Queda la incógnita.

A dos Km. el Cottolengo. Enfermos incurables. Parturientas prolíferas. Hablo con una y me dice: 0nce veces he venido hasta aquí. Se está muy bien. Monjas y lego, jóvenes muchachas de toda clase social son las que desinteresadamente atienden a estas criaturas desvalidas. Asomado a la terraza del conjunto, se divisan elevadas montañas. Río de transparentes aguas donde peces y bañistas juegan en armonioso vaivén. Cielo apretujado, poco cielo.

Fragosa y Martilandrán. Uno y otro al lado de mi mirador. Chozas con tejados de helechos y jaras, o bien lanchas superpuestas. Paredes de piedra y barro, sin ventanas ni tragaluz. Estacionamiento, pobreza, incultura. Pero también alborea la luz de la civilización. Una casa moderna, confortable. Pregunto y me dicen: Es de uno que ha venido del extranjero. Sí el hurdano es amante de su terruño y allí van a parar los sudados ahorros de los que vienen de Alemania, Suiza, Francia. Allí levantan junto a la choza vieja, su vivienda nueva.

No siempre en la alquería había cementerio. Este se encontraba en la Parroquia. Sus difuntos iban, si eran pequeños en canastas y si mayores en escalera de mano sobre lomos de borriquillo. Dije, iban. Mejor, los llevaban. Y en el camposanto de la Parroquia recibían cristiana sepultura. Hoy ha cambiado. Se ven minúsculos dormitorios eternos en todas las alquerías, como el de Riomalo de Abajo, de forma triangular, donde creo solo hay un enterramiento.

Hablé con los hurdanos. Sus costumbres ancestrales las oí de sus labios. Supersticiosos. Con formas mágicas para curar enfermedades. Remedios caseros. La torbisca atada al rabo del animal cura la diarrea. Orégano, higos pasos y uvas, todo mezclado, curan la gripe. La piedra blanca colgada del pecho a las mujeres que no podían amamantar a sus hijos.

Su alimentación era muy sencilla. Castañas, que llaman pilongas, verduras propias, no importadas, algún cabritillo, miel, carne de cerdo. No lo compran, lo producen. Esto aliñado con un buen vaso de vino, da al hurdano el calor de la vida.

Esta alimentación uniforme, las aguas limpias y carentes de minerales. Lejos la influencia del mar. No hay yodo. Producen enfermedades: El bocio, cretinismo, fiebres palúdicas, son las enfermedades más corrientes. Sabios doctores de la medicina, vinieron a estudiar estas enfermedades, aquí al corazón hurdano. Todo va quedando en el olvido. La mujer trabaja como el hombre. Cría hospicianos (antigua industria). Se casa pronto, 15 a 16 años. Tienen muchos hijos. Suplen el bienestar material con el producido por el amor sexual. De la barba rala, sin energía para salir, que nunca lo hacía por todo el rostro, hasta el muchacho de hoy con su tupida perilla y luengo bigote. De esa mujer enclenque, de vejez prematura, hasta la muchacha fuerte, bien parecida, que abandona su tierra para ir a servir de asistenta, o en algunos casos, los menos, empleada de fábrica.

También las Hurdes es cambiante. Misiones pedagógicas la recorren llevando cultura. Se lo merecen. Hombres hospitalarios, que comparten su pan con el viajero, con el desconocido. No importa quien. Lo suyo es de todos. Me contaban y lo digo: la mujer hurdana bebe más alcohol que el hombre. ¿Puede ser el alcohol juntamente con la falta de yodo la causa del cretinismo? Su recatada vida, su paz entre montañas, el sedante correr de las aguas ha hecho del hurdano un hombre satisfecho, carente de agresividad. Nunca se oyó la palabra criminalidad.

No ha mucho, asistía a una reunión presidida por un Padre Franciscano, que por primera vez llegaba a Las Hurdes. Dirigiéndose a mí, me dice: «Esto es la antesala del Cielo» Aquella historia o leyenda, verdad o falsedad, o de todo un poco, que estos mensajeros de Dios habían leído, se había disipado en parte o en mucho por aquellos egregios pastores de la Iglesia: Porras y Atienza de la Diócesis de Coria, o el Obispo Jarrín de la de Plasencia, fundador de la sociedad benéfica «La Esperanza de las Hurdes».

El Obispo Porras con su entusiasmo desbordante acometió la restauración religiosa y social, limpiando amarguras seculares. Siglos después, otro prelado, el Obispo Jarrín, de la Diócesis de Plasencia dio un nuevo impulso que llegó a la máxima restauración con el Obispo Segura, quien asentó en dos puntos básicos su labor pastoral: La Eucaristía y la Virgen. Con este carácter sobrenaturalizador, las Hurdes se levantan y andan. «Dilexit» diría el Cardenal Segura. Amor necesitaban los hurdanos y amor les dio.

Pastor cariñoso y bueno, que en aquellas memorables asambleas eucarísticas de Mestas, Nuñomoral y Pinofranqueado llegó a aromatizar el ambiente de un fervor religioso que todavía se respira en el habitat hurdano.

Todo va en marcha preparando el camino al Rey Alfonso XII que el día 20 de junio de 1922 se dirigía en un emocionante viaje hacia Las Hurdes. Le acompañaban el Duque de Miranda, los doctores Marañón y Varela y el fotógrafo Campua. Los doctores que le acompañaban tuvieron que visitar a numerosos enfermos, repartir quinina, y hasta una cesárea, que hizo nacer un niño que fue bautizado con el nombre de Alfonso y quien más tarde daría la bienvenida al Príncipe Juan Carlos en su visita a Las Hurdes, hoy Rey. El rey estudió esta comarca, ojo avizor, creando el Patronato de Las Hurdes, que con eficacia y acierto está convirtiendo aquella mancha de la Geografía Española en una zona llena de vida y esperanza.

Se cuenta entre los hurdanos, que bajo el sol abrasador el Rey sintiera necesidad de refrescar su cuerpo. Campua hizo la foto. El rey con el brazo sobre el hombro de Marañón, desnudo, se bañó en el agua del río. Marañón lo hizo en calzoncillos por respeto al Rey.

Hoy el Plan Hurdes, va levantando el telón de la ignorancia, creando escuelas, misiones culturales, repoblando los estériles campos, abriendo carreteras, comunicando a los pueblos con teléfonos luz eléctrica en todas las alquerías y un apretado programa de realizaciones que en fecha próxima hará que el hurdano se sienta feliz, a gusto y contento en la tierra que le vio nacer.

Termino con una copla hurdana que me ha enseñado mi madre, anciana de 85 años y que su vida, mejor su infancia, la pasó entre hurdanos con un sacerdote, tío suyo, que le enseñó muchas y que las recuerda con cariño: No conozco, ni ella, su autor. Me dice que fue un hurdano.

Lo sé jurdanilla,
si no lo supiera, no vendría
toítas las noches, gateando
por riscos y sierras.
Na mas que pa verte y hablarte siquiera
pero tengo en el alma una pena
que me la envenena.

Hices que te casas, que por otro me ejas,
porque él es rico y yo soy un probete.
Yo lo quiero saber de ti mesma.
Imelo, no me tengas empachao, que por
duro y amargo que sea, mas amargo es la via
viviendo con este rescoldo que el alma me quema.

Primero te mato y me mato, que vel que otro
sea, el que se mire en la luz de tus ojos
negros como teas, y se pinte con el carmín
de tus labios, que paecen cerezas
y te estreche ese cuerpo de corza bravía,
jecho solo pa andar en la sierra.

Antes que el sol pinte del risco a la cresta,
ya estoy yo en el huerto, Jurdana de la Jondonera,
cava que te cava, riega que te riega,
ensartando cantares y coplas al tintín del caer
el agua en las peñas, haciendo una espuma que se
colorea con to los colores, cuando el sol acaricia
la cresta. Lo mismito que tu que te pones
cuando te jablo, encarná de vergüenza.

Pa ti será el huerto, Jurdana de Jondonera,
pa ti sera el huerto Jurdana, na mas que tu quieras.

Villanueva de la Sierra, Septiembre 1976

Ángel Paule Rubio

Difícil cuestión representa encontrar el origen del actual nombre de Hurdes. Puede derivar de Illas Zafurdas, nombre que aparece en un deslinde hecho por Alfonso XI. Otros opinan que deriva del latín urces, que significa brezo, por ser esta región pródiga en este arbusto. No menos son los que buscan su origen en el río Jordano, Jurdano o Jurdán. Puede ser válida esta denominación pensando que los serranos aspiran la h y pronuncian Jurdes aunque escribieran Hurdes.

Esta Comarca perteneció al señorío de Granadilla. Poblada de pastores y ganaderos, muy ligada al yugo albercano, a pesar de que la Alberca perteneció también al mismo señorío. El 22 de julio de 1531 se sacudía de la opresión albercana con el pago de 7.500 maravedises y 75 pares de perdices. No por ello cesaron los litigios que se sometieron a la justicia de la Chancillería de Valladolid, de Granadilla con su Alcaide Mayor y el Obispo de Coria juntamente con el duque de Alba. El paso de los tiempos terminó con la separación de estas tierras a favor de las dos provincias limítrofes. Las Batuecas a Salamanca y Hurdes a Cáceres: 30 de noviembre 1833.

Las Hurdes comprenden una extensión de 47.000 Has. en cinco municipios. Con una población de 7.000 hurdanos.

Su topografía es como nudo caprichosos de pliegues y valles hundidos. Ríos silenciosos, viejos, que para moverse se tuercen y retuercen buscando con codicia la salida, que algunas veces se reduce a un tajo de labios con sonrisa de madonna. Puertos ásperos, caminos serpenteantes casi invisibles, por donde apenas cabe un borriquillo hurdano o la mula de poca alzada.

Allí y allá se escucha el tintinear de las esquilas de cabras, que, comiendo jaras, brezos y tomillos, van de roca en roca como extraordinarios saltimbanquis. Un poco a la abrigada y mirando al sol, se escucha el zunzunear de las abejas, que liban el néctar de las flores de rica y variada flora. Miel negra, de riquísimo paladear.

Una de las cinco arterias fluviales es el río de los Ángeles. A un Km. de este río, se forma una magnífica cascada, que se llama del Chorro de la Mancera, de 100 metros de altitud. Difícil acceso. Pizarras verticales ferruginosas. Belleza indescriptible. Un poco más allá, un torrente más alto, serpentea, cae y vuelve a caer, hasta cinco veces sobre gigantescos aludes pizarrosos, llegando al fin con espumosa frescura a una profunda fosa que el caer ha excavado cual pico de minero.

No lejos de aquí, se encuentra el Gasco. Alquería con sabor arcaico, viejo en su más rancia solera. A un tiro de piedra: el volcán. Así dicen los naturales. Un hombre enjuto, hablador, me cuenta muchas cosas. Me lleva a su casa y me enseña piedras labradas toscamente en forma de cruz. Cójalas, me dice, pesan muy poco. Son del volcán. Miro hacia arriba y contemplo el picacho y las piedras de las laderas. Pertenecen a los periodos cámbricos, silúrico, devónico. Son pizarras azules, grises y rojizas, que junto a la cresta se hacen silíceas ferruginosas, parece, más bien, se trate de piedra pómez.

Muchas hipótesis hay al respecto. ¿Volcanes, fundiciones, emanaciones gaseosas?. Los expertos no afirman, dudan. Queda la incógnita.

A dos Km. el Cottolengo. Enfermos incurables. Parturientas prolíferas. Hablo con una y me dice: 0nce veces he venido hasta aquí. Se está muy bien. Monjas y lego, jóvenes muchachas de toda clase social son las que desinteresadamente atienden a estas criaturas desvalidas. Asomado a la terraza del conjunto, se divisan elevadas montañas. Río de transparentes aguas donde peces y bañistas juegan en armonioso vaivén. Cielo apretujado, poco cielo.

Fragosa y Martilandrán. Uno y otro al lado de mi mirador. Chozas con tejados de helechos y jaras, o bien lanchas superpuestas. Paredes de piedra y barro, sin ventanas ni tragaluz. Estacionamiento, pobreza, incultura. Pero también alborea la luz de la civilización. Una casa moderna, confortable. Pregunto y me dicen: Es de uno que ha venido del extranjero. Sí el hurdano es amante de su terruño y allí van a parar los sudados ahorros de los que vienen de Alemania, Suiza, Francia. Allí levantan junto a la choza vieja, su vivienda nueva.

No siempre en la alquería había cementerio. Este se encontraba en la Parroquia. Sus difuntos iban, si eran pequeños en canastas y si mayores en escalera de mano sobre lomos de borriquillo. Dije, iban. Mejor, los llevaban. Y en el camposanto de la Parroquia recibían cristiana sepultura. Hoy ha cambiado. Se ven minúsculos dormitorios eternos en todas las alquerías, como el de Riomalo de Abajo, de forma triangular, donde creo solo hay un enterramiento.

Hablé con los hurdanos. Sus costumbres ancestrales las oí de sus labios. Supersticiosos. Con formas mágicas para curar enfermedades. Remedios caseros. La torbisca atada al rabo del animal cura la diarrea. Orégano, higos pasos y uvas, todo mezclado, curan la gripe. La piedra blanca colgada del pecho a las mujeres que no podían amamantar a sus hijos.

Su alimentación era muy sencilla. Castañas, que llaman pilongas, verduras propias, no importadas, algún cabritillo, miel, carne de cerdo. No lo compran, lo producen. Esto aliñado con un buen vaso de vino, da al hurdano el calor de la vida.

Esta alimentación uniforme, las aguas limpias y carentes de minerales. Lejos la influencia del mar. No hay yodo. Producen enfermedades: El bocio, cretinismo, fiebres palúdicas, son las enfermedades más corrientes. Sabios doctores de la medicina, vinieron a estudiar estas enfermedades, aquí al corazón hurdano. Todo va quedando en el olvido. La mujer trabaja como el hombre. Cría hospicianos (antigua industria). Se casa pronto, 15 a 16 años. Tienen muchos hijos. Suplen el bienestar material con el producido por el amor sexual. De la barba rala, sin energía para salir, que nunca lo hacía por todo el rostro, hasta el muchacho de hoy con su tupida perilla y luengo bigote. De esa mujer enclenque, de vejez prematura, hasta la muchacha fuerte, bien parecida, que abandona su tierra para ir a servir de asistenta, o en algunos casos, los menos, empleada de fábrica.

También las Hurdes es cambiante. Misiones pedagógicas la recorren llevando cultura. Se lo merecen. Hombres hospitalarios, que comparten su pan con el viajero, con el desconocido. No importa quien. Lo suyo es de todos. Me contaban y lo digo: la mujer hurdana bebe más alcohol que el hombre. ¿Puede ser el alcohol juntamente con la falta de yodo la causa del cretinismo? Su recatada vida, su paz entre montañas, el sedante correr de las aguas ha hecho del hurdano un hombre satisfecho, carente de agresividad. Nunca se oyó la palabra criminalidad.

No ha mucho, asistía a una reunión presidida por un Padre Franciscano, que por primera vez llegaba a Las Hurdes. Dirigiéndose a mí, me dice: «Esto es la antesala del Cielo» Aquella historia o leyenda, verdad o falsedad, o de todo un poco, que estos mensajeros de Dios habían leído, se había disipado en parte o en mucho por aquellos egregios pastores de la Iglesia: Porras y Atienza de la Diócesis de Coria, o el Obispo Jarrín de la de Plasencia, fundador de la sociedad benéfica «La Esperanza de las Hurdes».

El Obispo Porras con su entusiasmo desbordante acometió la restauración religiosa y social, limpiando amarguras seculares. Siglos después, otro prelado, el Obispo Jarrín, de la Diócesis de Plasencia dio un nuevo impulso que llegó a la máxima restauración con el Obispo Segura, quien asentó en dos puntos básicos su labor pastoral: La Eucaristía y la Virgen. Con este carácter sobrenaturalizador, las Hurdes se levantan y andan. «Dilexit» diría el Cardenal Segura. Amor necesitaban los hurdanos y amor les dio.

Pastor cariñoso y bueno, que en aquellas memorables asambleas eucarísticas de Mestas, Nuñomoral y Pinofranqueado llegó a aromatizar el ambiente de un fervor religioso que todavía se respira en el habitat hurdano.

Todo va en marcha preparando el camino al Rey Alfonso XII que el día 20 de junio de 1922 se dirigía en un emocionante viaje hacia Las Hurdes. Le acompañaban el Duque de Miranda, los doctores Marañón y Varela y el fotógrafo Campua. Los doctores que le acompañaban tuvieron que visitar a numerosos enfermos, repartir quinina, y hasta una cesárea, que hizo nacer un niño que fue bautizado con el nombre de Alfonso y quien más tarde daría la bienvenida al Príncipe Juan Carlos en su visita a Las Hurdes, hoy Rey. El rey estudió esta comarca, ojo avizor, creando el Patronato de Las Hurdes, que con eficacia y acierto está convirtiendo aquella mancha de la Geografía Española en una zona llena de vida y esperanza.

Se cuenta entre los hurdanos, que bajo el sol abrasador el Rey sintiera necesidad de refrescar su cuerpo. Campua hizo la foto. El rey con el brazo sobre el hombro de Marañón, desnudo, se bañó en el agua del río. Marañón lo hizo en calzoncillos por respeto al Rey.

Hoy el Plan Hurdes, va levantando el telón de la ignorancia, creando escuelas, misiones culturales, repoblando los estériles campos, abriendo carreteras, comunicando a los pueblos con teléfonos luz eléctrica en todas las alquerías y un apretado programa de realizaciones que en fecha próxima hará que el hurdano se sienta feliz, a gusto y contento en la tierra que le vio nacer.

Termino con una copla hurdana que me ha enseñado mi madre, anciana de 85 años y que su vida, mejor su infancia, la pasó entre hurdanos con un sacerdote, tío suyo, que le enseñó muchas y que las recuerda con cariño: No conozco, ni ella, su autor. Me dice que fue un hurdano.

Lo sé jurdanilla,
si no lo supiera, no vendría
toítas las noches, gateando
por riscos y sierras.
Na mas que pa verte y hablarte siquiera
pero tengo en el alma una pena
que me la envenena.

Hices que te casas, que por otro me ejas,
porque él es rico y yo soy un probete.
Yo lo quiero saber de ti mesma.
Imelo, no me tengas empachao, que por
duro y amargo que sea, mas amargo es la via
viviendo con este rescoldo que el alma me quema.

Primero te mato y me mato, que vel que otro
sea, el que se mire en la luz de tus ojos
negros como teas, y se pinte con el carmín
de tus labios, que paecen cerezas
y te estreche ese cuerpo de corza bravía,
jecho solo pa andar en la sierra.

Antes que el sol pinte del risco a la cresta,
ya estoy yo en el huerto, Jurdana de la Jondonera,
cava que te cava, riega que te riega,
ensartando cantares y coplas al tintín del caer
el agua en las peñas, haciendo una espuma que se
colorea con to los colores, cuando el sol acaricia
la cresta. Lo mismito que tu que te pones
cuando te jablo, encarná de vergüenza.

Pa ti será el huerto, Jurdana de Jondonera,
pa ti sera el huerto Jurdana, na mas que tu quieras.

Villanueva de la Sierra, Septiembre 1976

Oct 011976
 

Patricio Guerin Betts.

De gran importancia para los Coloquios Históricos Religiosos de Extremadura ha de ser cuanto se refiera a Alcántara. Tratase de un punto estratégico en la Reconquista y que dio nombre definitivo a una de las más importantes Ordenes militares.

Sobre Alcántara han escrito varios extensamente. Nosotros queremos dar a conocer al presente una obra de más de cuatrocientas páginas, acaso ignorada por muchos. Lo cierto es que no se cita en la bibliografía del artículo del Diccionario de Historia Eclesiástica de España de D. W. Lomax, tan reciente.

Sin embargo, ahí está la obra escrita con la competencia y seriedad propias del padre Roberto Mufiiz, autor de la Médula Cisterciense, que consta de nueve tomos y el séptimo va dedicado entero a la historia de Alcántara.

Tan desconocido como será para muchos, tan conocido y apreciado es de los que nos ocupamos de la historia de la Orden cisterciense en España. Antonio Dionisio Muñiz: Rodríguez nació en Sabugo (Avilés) el 9 de octubre de 1739 y fue bautizado el mismo día por D. Antonio Muñiz. Hijo de José y Ana. En 3 de mayo 1755 tomó el hábito en el monasterio cisterciense de Matallana, y cambió el nombre por el de Roberto. De sus estudios no tenemos datos, aunque por aquella época es casi seguro que cursaría filosofía en el colegio del monasterio de Meirá y luego pasaría a Salamanca o Alcalá. Lo que sí consta es que se apreciaban sus dotes, ya que fue designado sucesivamente abad de Rioseco, Sacramenia y San Martín de Castañeda. Fue, además, Examinador Sinodal del arzobispo de Sevilla y confesor en las Huelgas de Valladolid y de Burgos. Todos estos cargos suponen cierto grado de cultura, si bien no tienen relación directa con la historia. De su afición y estima de la misma son prueba manifiesta esos nueve tomos de la Médula, especialmente el último, que es, nada menos, que la Biblioteca Cisterciense Española. El padre Muñiz hubo de morir alrededor de 1803, algo prematuramente.

MEDULA HISTÓRICA CISTERCIENSE -TOMO VII- ORIGEN, PROCESOS, MÉRITOS Y PRERROGATIVAS DE LA INCLITA MILICIA DE ALCÁNTARA DE LA ORDEN DE CISTER. Valladolid, 1789.

Lo dedica a su paisano Jovellanos. Muñiz era muy asturiano y en Asturias había mucho amor a la cultura y a la investigación científica. Además Jovellanos era alcantarino. La dedicatoria está firmada en el colegio de San Martín de Castañeda en 10 de marzo, 1789.

En la Introducción Muñiz indica que en el tomo anterior de la Médula había prometido tratar de Alcántara. Mientras en 1763 y no mientras sino algunos años antes habíase publicado la obra de Torres y Tapia, pero bien advierte Muñiz que fue con ciento treinta y dos años de retraso y que en aquella época ni estaba tan adelantada la crítica, ni tan fáciles de adquirir las noticias y que desde luego que no era plagiario, como advertirá el lector. Se queja de que no le han franqueado noticias quienes fácilmente lo hubiesen podido hacer, las cuales hubiesen concurrido al mayor lustre de la Orden de Alcántara.

Divide la obra en títulos y estos en capítulos. Bajo el primer título trata de la fundación, confirmación, unión con la Orden cisterciense, toma de posesión de Alcántara, descripción del Convento entre otras cosas. En el segundo habla de los castillos, lugares y Villas que fue adquiriendo, de los monasterios y hospitales en cuya fundación influyo. De las monjas. De las cartas de hermandad.

El tercero está dedicado a los méritos de la Orden. Aquí procede por orden de los diversos reinados hasta la incorporación a la corona. El cuarto es sobre las gracias y prerrogativas de la Orden. Unas son de origen pontificio: otras provienen de los reyes. Finalmente hay un tratado genealógico de los Maestres. A partir de la página 361 a la 402 hay un apéndice de escrituras de indiscutible valor histórico. Termina la obra con un índice alfabético.

Muñiz sin duda leyó y aprovechó todo lo anterior a él. Escribe en un momento en que se va depurando el sentido crítico. Sobre su obra no sabemos que se haya trabajado, por eso conviene darla más a conocer, a fin de que los estudiosos no se pierdan esta fuente importante. Aparte el rigor histórico con que escribe, tiene un estilo ameno. Donde empieza a hablar directamente de Alcántara es en la página 55. El mismo dice que va a dar una sucinta noticia de la situación de la Villa y fábrica de su puente. Cita entre otros a Ponz. La descripción del Convento es de gran interés, por revelar cuál era su estado en esta época.

La enumeración y aclaración de las dignidades y Encomiendas y prioratos es otra buena aportación. Ante todo había el Maestre, luego el Prior del Sacro Convento, seguido por el Comendador mayor. En cuarto lugar el clavero, después el sacristán y por fin el Prior de Magacela, que usaba mitra y báculo. Casi parecía una jurisdicción como la de la abadesa de Las Huelgas de Burgos. Páginas 114 y 115, catálogo alfabético de las Encomiendas. En la 121 empieza otra lista alfabética de los castillos, lugares y Vullas adquiridos. Termina en la 129.

En la pagina 132 estudia la relación de la Orden de Alcántara con Trujillo y se adhiere a la tesis de que la ciudad, al ser tomada a los moros en 1185, ciudad o castillo o lo que fuese, fue donada al Maestre de Alcántara por el rey Alfonso VIII. Pocos años más tarde se volvió a perder.

Menciona el colegio Imperial fundado por Carlos V en Salamanca para los de Alcántara con ocho plazas. Dice que él mismo es testigo de la inalterabilidad de las constituciones de este colegio. Informa que a solicitud de la Orden se habían fundado otros colegios en Jurisdicción suya, nada menos que tres en la Villa de Alcántara, que enumera y varios más y asimismo hospitales.

Pasa después a referir el origen de las monjas alcantarinas, a partir de 1520. Parece que hubo solo dos monasterios, el de S. Pedro de la Villa de Brozas, fundado en 1570 y anteriormente el de Sancti-Spiritus en la misma Alcántara.

En la página l51 trata de las hermandades de la Orden de Alcántara. Y cita a su paisano Campomanes: «Dos fines tenían estas alianzas: uno para guardar entre sí la recíproca correspondencia que les era precisa… y otro fin consistía para defender sus bienes de las injustas ocupaciones…» Y es un gran ejemplo que Dios quiera imiten hoy quienes tienen algún influjo sobre el pueblo, para que se busque al bien común y no la mutua destrucción.

Sobre los méritos de la Orden en orden a promover la reconquista, ya muy adelantada, no cabe duda que ésta y las otras Ordenes Militares contribuyeron notablemente. El P. Muñiz, como era su deber en una obra histórica alega méritos con datos.

Explica, por ejemplo, cómo no intervino Alcántara en la batalla tan importante de Las Navas de Tolosa. Alcántara estaba más bien bajo la égida del rey de León y defendían la misma causa, pero en otro terreno. Refiere Muñiz cómo los de Alcántara tomaron en 1229 Cáceres, Montánchez y Mérida.

En el reinado de San Fernando, Alcántara intervino en la reconquista de Trujillo en 25 de enero de 1232. El Maestre de Alcántara, animado con este éxito siguió adelante y conquistaron Magacela y Zalamea. También tomaron parte en la conquista de Jerez. Y sería largo de contar todo lo que refiere Muñiz sobre la acción bélica de estos alcantarinos, todo lo cual referirá con la documentación que tuvo al tiempo de escribir y que examinaría con el espíritu crítico que entonces cabía y al cual se refiere expresamente más de una vez.

No es mucha la bibliografía que cita, tampoco habría mucha más. En cuestiones cistercienses es un experto y aún en plan de Historia no es del todo un principiante.

Lo triste fue que llegaron tiempos de división civil, un rey y otro posible rey. Había que decidirse por uno o por otro. Muñiz cuenta todas estas vicisitudes.

Y de todos los privilegios de esta Orden de Alcántara, tal como los refiere Muñiz no quiere hablar. Mi intención ha sido llamar la atención hacia esta obra, probablemente desconocida para la mayor parte de los participantes en estos Coloquios y cualquiera de ellos sabe lo que supone componer con seriedad dentro de lo que permita la época, en este momento fines del siglo XVIII, una obra de cuatrocientas cuarenta y tres páginas y que tengo una grandísima satisfacción en dar a conocer, parte como historiador a historiador y parte como cisterciense a cisterciense.

Abadía de Viaceli, Cóbreces, 17 de junio 1976

Oct 011976
 

Ismael García Suárez y José Carlos Lozano Galán.

El tema que intentamos desarrollar tiene, a nuestro humilde entender una enorme importancia en la estructuración económica y social de esta entrañable comarca de Montánchez. Vamos a tratar un poco someramente algún aspecto de la llamada desamortización.

Está bien demostrado que la desamortización se llevó a cabo con muy poca fortuna en toda España y lo que, en medio de todo, hubiera podido ser el mejor intento para organizar la economía y arreglar un poco las enormes desigualdades, que años más tarde, produjeron resultados lamentabilísimos, no quedó reducido a otra cosa que una frustrada experiencia.

Pero como toda regla general tiene sus excepciones, en Montánchez y en alguna parte, al menos, de su término, debió hacerse con cierta fortuna y acierto, hasta el punto de que es puesta como ejemplo por algunos distinguidos políticos y legisladores del siglo pasado entre los que debemos mencionar al progresista D. Álvaro Flores Estrada y al moderado D. Claudio Moyano.

El programa desamortizador que comienza Mendizábal en el año 1830 deja todo intento de reformismo agrario, pretendiendo solamente liquidar la enorme deuda pública de «muchos miles de millones de reales» y atraer hacia el partido liberal a todas aquellas personas que se vieran favorecidas por la desamortización que dicho partido defendía. Incluía no solo los bienes de las Ordenes Militares y del Clero Regular, sino también los bienes del clero secular y los Comunes y de Propios de los Municipios.

El mencionado Programa fue muy duramente atacado y de formas muy diversas, siendo de destacar y subrayar la oposición de D. Álvaro Flores Estrada, quien hizo la defensa más inteligente del programa desamortizador reformista entonces aun posible. En él la preocupación principal es eminentemente social, presentando la desamortización como la ocasión única de mejorar la condición de las clases rurales y necesitadas.

Su programa consistía en entregar las tierras en ARRENDAMIENTOS ENFITEUTICOS POR 50 AÑOS A LOS MISMOS COLONOS QUE LAS ESTABAN TRABAJANDO, CON POSIBILIDAD DE RENOVAR EL CONTRATO PASADO DICHO PLAZO. El programa sería además ventajoso por que el Estado no perdería la propiedad de los bienes, al contrario que con el plan Mendizábal, en que los bienes se enajenaban, siendo posible adquirirlos con títulos de la deuda y por su valor nominal que era mucho más bajo que el valor real. Preveía además D. Álvaro Flores Estrada algunos otros inconvenientes al programa de Mendizábal y era: que con la gran extensión de tierras que se habrían de vender los fraudes serían casi inevitables y con el plan de ventas solo ganarían los especuladores, quedando muy perjudicadas todas las clases del País. Ofrece además ejemplos reales de que su sistema es viable y posible, mencionando la legislación desamortizadora que en 1769 lleva a cabo el duque Leopoldo el Grande de Toscana y los beneficios que dicho sistema enfiteútico ha producido en algunos pueblos españoles y entre ellos cita a MONTÁNCHEZ, ALCUESCAR, RIBARROJA Y LA ISLA DE SAN FERNANDO. (Flores Estrada. Obras B.A.E. Tomos 112 y 113. Madrid 1958. Pág. 375).

Todo este es su programa lo defiende en una sesión de las Cortés en 1836 y en un artículo publicado en El Español el 28 de febrero de 1836.

En realidad la llamada desamortización de los bienes en régimen de «manos muertas» y en especial de Propios y baldíos de los pueblos fue hasta esa fecha casi nula. Pero en 1856 apareció un proyecto de D. Pascual Madoz, Ministro de Hacienda y progresista que termina con todos los bienes municipales de Propios y Baldíos.

El moderado D. Claudio Moyano tiene una buena intervención en las Cortés criticando el proyecto en su totalidad, en cuanto que él se oponía a la desamortización en sí por considerarla como un paso para una futura abolición de la propiedad privada y además criticando la técnica propuesta, que era sí muchas variantes la de Mendizábal. Cita de nuevo como ejemplos de técnica contraria, que resultó muy favorable, los de Toscana, Montánchez, Alcuescar, Ribarroja y La Isla de San Fernando.

Este diputado conservador y moderado es partidario de entregar las tierras a las clases humildes y necesitadas como medio de evitar la agitación social que tuvo lugar años más tarde. (Diario de Sesiones de las Cortés Españolas, 27 de marzo de 1855, pág. 3.259).

Ignoramos en qué momento y al amparo de que legislación se efectuaron los Censos Enfiteúticos sobre los bienes del Ayuntamiento de Montánchez y quizás también sobre los de la Orden de Santiago que poseía sin duda cuantiosos bienes en la Comarca. (La obra de F. Tomás y Valiente, «El Marco político de la desamortización en España». Salamanca 1927. Edit. Ariel, no explica nada sobre este particular y es bien extraño por ser una de las más completas y eruditas en la materia).

Es una lástima que para su esclarecimiento no podamos acudir a ninguna fuente informativa local, puesto que la única y más completa de ellas existente en el Ayuntamiento de Montánchez desapareció no hace muchos años. Desaparición que algunos piensan que tuvo mucho que ver con el presente asunto, pues parece ser que se temía que cierto personaje ¿el marqués de Valdefuentes?, quería reivindicar la propiedad del Castillo de Montánchez, el que sin duda alguna, era propiedad de la Orden de Santiago y sólo pudo pasar a manos de dicho señor, en las ventas que de los bienes de las Ordenes se hicieron en el siglo pasado según las disposiciones que regularon las enajenaciones de bienes en régimen de «manos muertas».

Parece, pues, que antes de 1836 parte de los bienes de ese tipo, situados en la Comarca de Montánchez fueron cedidos en arrendamientos enfiteúticos de época extensión y bajo canon a vecinos de la localidad.

La suerte y el acierto de estas operaciones debieron ser grandes cuando dos de los políticos más capaces y brillantes de la época las citaron y adujeron como ejemplos en distintas Sesiones y Debates de las Cortes Españolas.

Decimos parte de los bienes porque algunos fueron desamortizados de muy distinta manera puesto que se vendieron a particulares grandes extensiones al modo usual en el resto de España.

Lamentablemente esas enajenaciones y ventas solo favorecieron a las familias y personas pudientes, ella tenían tierras y dineros, (por eso podían adquirirlas) y no favorecieron a los más necesitados y humildes, que hubiera sido lo ideal.

En Montánchez ha existido una clase media rural propietaria de unos terrenos muy repartidos en distintos sitios del término y no es esto lo corriente en la mayor parte de nuestra región.

Parece que «antiguamente» constituían fincas únicas ciertos lugares del término, como «El Campo», «La Sierra», «La Dehesa» etc., lo cual confirma la división de esas fincas en favor de numerosos y pequeños propietarios.

Existe incluso constancia documental de que el sitio de este término que ahora es un hermoso pago de viñedos y que se conoce con el nombre de «La Recuera» era en su totalidad propiedad de La Orden de Santiago y allí pastaban sus Recuas o sea los tiros de mulas y demás caballerías que poseían.

Oct 011976
 

Francisco García Sánchez.

Párroco de Santa Cecilia de Medellín

Junto a la puerta, que da acaso al segundo compartimiento del Castillo y que durante muchos años fue cementerio de la villa, a mano izquierda, un pequeño montículo de tierra, sobre el que durante la primavera nacen y crecen jamagos silvestres, nos indica al visitante de la hercúlea fortaleza de Medellín, el lugar donde descansan los restos mortales de un gran sacerdote, que amó y defendió, hasta el ultimo momento de su vida, un día 17 de enero del 1924,las gloriosas gestas de un pueblo histórico, que como Medellín, está catalogado entre los primeros de la zona extremeña, por méritos propios, en virtud del papel transcendental, que le asignara la Providencia, en el decurso de los siglos: Don EDUARDO RODRÍGUEZ GORDILLO.

Para muchos, incluso especializados en temas históricos, el enunciado de este nombre, no le dice nada. Inicialmente y en líneas generales, su obra es anónima. Y sin embargo la figura de Rodríguez Gordillo, es absolutamente necesaria, para el historiador que intente escribir una biografía metelinense. Su paso por la villa, oficialmente al menos desde las seis de la tarde del día uno de julio del año 1883 -dato éste que tomamos de sus mismos apuntes históricos- hasta la citada fecha del 17 de enero de 1924, en que falleciera, constituyen un periodo de cuarenta y un año, todo un record de permanencia en la famosa parroquia de San Martín, donde recibiera las aguas bautismales el Conquistador de Méjico, una mañana del mes de noviembre del 1485.

EDUARDO RODRÍGUEZ GORDILLO, historiador de Medellín, necesita levantarse de ese montón de escombros, que la incuria y el olvido han ido acumulando sobre su cadáver y aparecer de nuevo sobre las almenas de nuestro castillo, para recibir el justo homenaje, que se le debe, como defensor nato de este trozo de terreno extremeño, que es Medellín, encelado en las aguas del Guadiana, sobre las que como nítido espejo, se dibujan las siluetas de sus cuatro parroquias y la impresionante mole amurallada de su castillo.

A levantar esa figura de sus escombros, tiende este trabajo histórico que presento a los VI Coloquios de Trujillo. Me sentiría satisfecho si al estudiar la PERSONA y la OBRA de este sacerdote benemérito de nuestra diócesis, mi aportación sirviera para darle a conocer y para que su nombre, figurara en las listas de honor de esta gran Extremadura.

Estudiemos en primor lugar su PERSONA:

He estado varias veces en Herrera del Duque, la tierra austera de la Siberia Extremeña, por cuyos encinares y elevados riscos, parece vislumbrarse la figura del gran maestre de Alcántara, Don Gutierre de Sotomayor, de quien alguien ha dejado escrito: «que teniendo voto de Castidad, reconoce en su testamento a quince hijos y deja pensiones a cuarenta amantes, al mismo tiempo que, con voto de pobreza, dispone de sus fabulosos bienes, entre los que figuraban unos estados territoriales, de más de medio millón de hectáreas, o sea en números redondos, la equivalente a la cuarta parte de la provincia de Badajoz…»(Extremadura-Conde de Canilleros-Espasa Calpe-S.A.Madrid 1961-páginas 373-4) pero allí, nadie sabe nada de Don Eduardo Rodríguez Gordillo.

Tal vez he pasado junto a la puerta de la casa que le viera nacer, tal vez he recorrido las calles que el recorriera y haya pisado los mismos rollos que él pisara, pero la huella de su inicial personalidad, no la he encontrado en Herrera del Duque, donde, a juzgar por los datos que de él tengo, tuvo que nacer sobre los años de 1840. Y si sabemos el dato de su nacimiento en Herrera del Duque, es porque el mismo lo deja consignado en su «Apuntes Históricos de Medellín», cuando se hace relación del presbiterológio de la parroquia de San Martín, antes aludida.

¿Porque siendo sacerdote de nuestra diócesis de Plasencia, con cargo espiritual, de almas en la parroquia de Abertura y Medellín, nació en un territorio fuera de la jurisdicción del Obispado…?

¿Fueron sus progenitores funcionarios públicos, que después del nacimiento de su hijo pasaran a vivir a territorio placentino, donde después recibiera la vocación sacerdotal…?

¿Fue tal vez sacerdote incardinado después en la diócesis de Plasencia…?

Son preguntas que de momento no tienen respuesta.

Salvadas estas lagunas iniciales y colocados ya en Medellín, la personalidad de Don Eduardo, queda ya mas concentrada y reducida, propicia por lo mismo, a un estudio psicológico que le hicieron sus antiguos feligreses, ya mayores, que le conocieron:

La fallecida anciana Dña. Lucrecia Ulloa González de Ocampo, cuya familia se gloriaba de la amistad de Don Eduardo, me contaba hace dos años antes de morir:

Era hombre de carácter duro, que imponía su voluntad en los actos públicos y a quien el pueblo obedecía incondicionalmente, como movidos y vencidos por lo poderoso de su mandato.

Era muy generoso y amigo de hacer el bien, siempre que podía:

En cierta ocasión fue a Sevilla, buscando como en la parábola del hijo pródigo a un estudiante, que victima de sus pasiones, había empeñado su propio traje y se encontraba enfermo en un hospital. El Estudiante Julio Gómez, que así se llamaba el infortunado, recibió de Don Eduardo la cantidad suficiente para desempeñar su traje, pagar los gastos de la clínica y traerlo de nuevo a Medellín, para entregárselo a sus padres.

Era un gran orador. Todavía recuerdan algunos ancianos los famosos sermones del Descendimiento de la Semana Santa, en los que al hacer de una manera práctica, el descendimiento de la Cruz, con el famoso Cristo de las misericordias, destruido posteriormente el año 1936, en el antiguo convento de las Madres Agustinas de esta villa, la gente lloraba incluso en voz alta. Que era un gran orador, lo recuerdan igualmente los que le conocieron en las fechas memorables para Medellín, de la Inauguración del monumento a Hernán Cortes el año 1890, figura destacada, sobre todos los oradores de turno a quienes anuló, según los datos de la prensa de aquel tiempo, y que él tuvo la delicadeza de copiar para sus apuntes históricos.

Era un hombre sencillo. Como todos los curas de su tiempo se rodeaba de círculo de amigos, para la partida de la tarde, que frecuentemente se tenia en casa de Perico Molina o de su vecino Juan Tena, siendo el café, ritual riguroso del final de estas partidas, en las cuales Don Eduardo Rodríguez era un consumado maestro, aunque mal perdedor, cuando la suerte le era adversa.

Cura de su tiempo y de sus costumbres, tenía su olivar en el lugar llamado de San Blas, junto a la ermita del Santo y una media fanega de terreno en el lugar denominado «Camino del pozo de los gatos» y otras dos fanegas junto a la estación, que comprara a Don Silverio de Don Benito.

Todavía recuerdan nuestros ancianos feligreses, el famoso «albarillo» de Dan Eduardo, en estas posesiones de la Estación, la burra blanca del párroco de San Martín, con la cual se desplazaba de vez en cuando al caserío de Cazalet, para en su oratorio privado decirles la Santa Misa a sus dueños y propietarios, así como a los encargados del servicio material de la finca. Estos desplazamientos campestres, los hacía de paisano, con su ya clásica chaquetilla negra, diseño en rustica de los variadísimos modelos actuales de nuestros clérigos vaticanistas.

Con razón, el historiador azteca Don Carlos Pereyra, que para escribir su obra, «Hernán Cortés», hubo de visitar personalmente la patria chica del Conquistador de Méjico y pudo hablar con don Eduardo Rodríguez Gordillo, nos dejara esta impresión del cura metelinense:

«Alternaba la sotana de Clérigo, con la chaqueta de labrador. Pronto pude advertir, que lo mismo sabe sembrar un campo y construir una casa, que decir un sermón o componer un libro» (M.Aguilar-Editor-Marqués de Urquijo 39-Madrid 1931,página 11).

Estas son pinceladas humanas, de un clérigo de su tiempo. Uno mas de los de su época. Un cura sabio e historiador revestido de lo rural, enmarcado en unos limites de tiempo y lugar, con una familia sencilla, compuesta de una madre, a quien él cerrará piadosamente los ojos de la muerte, de una sobrina casada, cuyo marido se preocupaba de las tierras del tío cura, en la lógica esperanza de ser un día los herederos forzosos de los bienes clericales, cuando la muerte le desprendiera de estas posesiones, compradas con el diario ahorro de unas bodas, unos bautizos, unos funerales o unos responsos.

Al final de su vida, ya cecuciente, anciano y sin fuerzas, se vale de sus piadosos fieles, para qua como lazarillos angélicos le ayuden a subir la cuesta de San Martín, para decir de memoria, la diaria misa de la Virgen, Salve Sancta Parens.

Las manías seniles, no respetaron al cura Rodríguez Gordillo, que como secuela de los años, le instaba a romper en pedacitos muy pequeños cualquier papel que caía en sus temblorosas manos, que antes habían manejado la pluma con tanta soltura y fecundidad de conceptos.

Pero hay una pincelada, fina, delicada, espiritualmente de un gran significado teológico. Me lo contó una anciana, que le conoció personalmente y fue testigo ocular: A la muerte de su hermana, sembró sobre la sepultura, un rosal. Cuando este rosal abrió a la luz del sol la primera flor, Don Eduardo la cortó para depositarla a los pies del sagrario de su parroquia de San Martín. Corto igualmente una ramita y la sembró en su huerto. Diariamente le regaba con cuidado y esmero y de este rosal ya trasplantado, se cortaron las mejores rosas, que adornaron siempre la puertecita del sagrario. Yo diría que de las propias cenizas de la muerte, don Eduardo saca la vida, que despojada de nuevo por la muerte, a los pies de la Vida, con mayúscula, es la gran lección de la esperanza que un día cantara Zorrilla, a la flor, que vio nacer de una calavera.

Por una de esas paradojas caprichosas con matiz de horóscopo periodístico, sobre su sepultura del Castillo, revolotean a diario miles del «cernícalos», el pájaro que, según manifestación de los que le conocieron, era para él una autentica pesadilla, superior a sus fuerzas, es hoy pregonero de su silencio y de su anonimato.

Por el Boletín Oficial del Obispado de Plasencia, año LXXII, Enero 20 de 1924, NS 2, pagina 28, sabemos que Don Eduardo, desempeñó los cargos de Ecónomo de Higuera de Albalat, Navalvillar de Pela. Abertura y Romangordo y párroco de San Martín. Igualmente por medio del libro de personal del Obispado, año 1902, folio 154, gentileza que debemos a don Román Gómez Guillén sabemos también otros datos:

Que la parroquia de San Martín, en este año era filial de la de Santa Cecilia, que tenía quinientas almas, que Don Eduardo Rodríguez Gordillo cobraba de dotación 1.125 pesetas y que murió, recibidos los santos sacramentos, el día 17 de enero 1924.

Por carta de fecha 27 de agosto, del año en curso, firmada en Roturas por el Ilmo. Sr. canónigo de Zaragoza, académico correspondiente de la Real Academia de la Historia, D. Francisco Fernández Serrano, auténtico maestro en la paciente labor de investigación de legajos antiguos, sabemos que nuestro biografiado D. Eduardo Rodríguez Gordillo, hizo de Secretario de la Visita Pastoral, que por delegación del Exmo. Sr. Obispo de la Diócesis Placentina D. Pedro Casas y Souto, en la persona del entonces párroco «Arcipreste de Logrosán Lic. D. Julián Muñoz Hernández, con fecha 20 de enero 1893 (libro V, folio 420-423 de Roturas) hiciera el citado arcipreste.

Por carta del entonces ecónomo de Abertura, lugar desde donde vino a Medellín Don Eduardo, firmada en la dicha localidad cacereña, con fecha 15 de mayo del 1972, D. Manuel Pérez Cáceres, sabemos que estuvo en aquella parroquia, desde noviembre del 1882 a enero del 1883, que escribió la primera partida el cinco del citado noviembre y la última el tres de enero. Total 16 partidas. Que sustituyó en el cargo al párroco Don Máximo Fernández y a él le vino a reemplazar el Rvd. D. José María Robles.

He ahí unas pinceladas humano-sacerdotales, de una biografía, que comienza en Herrera del Duque, en un año desconocido y termina al amparo de los muros de un castillo, un 17 de enero de 1924, sobre cuya tumba, crecen hoy, con vitalidad salvaje, unos jaramagos. Todo un símbolo.

Junto a la personalidad de este sencillo cura metelinense, ha quedado su Obra. Una obra pastoral, humana, ministerial, pero una desde el punto de vista que a nosotros nos interesa HISTÓRICA.

Sus «APUNTES DE MEDELLÍN», es una obra única en su clase. Obra detallista, observadora, experimental, auténtica. Viene a enlazar, según el ritmo de los tiempos con la obra del famoso arcipreste de nuestra villa, Don Juan Solano de Figueroa y Altamirano, en su estudio biográfico de «HISTORIA Y SANTOS DE MEDELLÍN» impresa en Madrid, por el Impresor del Reyno, Francisco García y Arroyo, el año 1560. Los APUNTES de Don Eduardo Rodríguez, pueden ser la segunda parte de la citada obra histórica.

Gracias a estos APUNTES del párroco Rodríguez Gordillo, Medellín tiene hoy el magnifico tesoro de unos datos históricos fundamentales de lo ocurrido en Medellín en la primera mitad del siglo veinte:

A través de estos apuntes, Rodríguez Gordillo es primeramente un hombre SINCERO. Nos dice que escribe por l) Su deseo natural de Saber y de saciar su curiosidad. 2) Para poder orientar a los habitantes de Medellín y a los muchos forasteros que visitan la villa y por último, 3) Para dejar a la posteridad el fruto de sus trabajos.

SINCERO en cuanto a sus fuentes informativas: l) Coordinar algo de lo que acerca de Medellín han escrito: Solano Figueroa y Altamirana, modesto de la Fuente, Pascual Madoz, Don Vicente Barrantes y otros que escribieron de heráldica, cuyas obras ha consultado. 2) Usar el Archivo Municipal y parroquial principalmente el de San Martín, cuya parroquia dirigió durante cuarenta años. 3) La contemplación de visu de lápidas y piedras históricas que hacen referencia a Medellín y por último 4) Su propia experiencia, que en frase del escritor Carlos Pereyra, es un hombre que «conoce la historia de cada piedra», «tiene fervor de anticuario, pero lo cultiva con la elegante distinción de la duda metódica». Es, sigue diciendo el historiador azteca,»un anticuario, a quien domina el sentido estético de la vida».

Si la sinceridad es el primer paso del historiador, la obra literaria del cura Rodríguez Gordillo, es ante todo una obra de autentica credibilidad: «No intento mentir» «si alguna vez sugiero o digo algo, que luego no está en conformidad con la realidad, acháquese a mi ignorancia, pero no a mi deseo de sensacionalismo o de sentar cátedra», son palabras que lo dicen todo.

Para mí, la obra de Don Eduardo, no es solo meritoria por ser el enlace directo con lo publicado anteriormente, el sino porque el se sienten protagonista de ese enlace y tiene conciencia clara de su papel de historiador, que deja tesoros a una posteridad, que los va a necesitar en todo momento. Es decir su vocación transcendental, que llena un vacío y a cuyas fuentes se ha de acudir para las futuras investigaciones metelinenses.

Gracias a sus APUNTES, sabemos detalles curiosísimos de nuestros monumentos representativos, de las costumbres de su época, de los hallazgos arqueológicos, de la situación topográfica de edificios desaparecidos.

No creo exagerar, si afirmo, que el remate glorioso de su obra, que le caracteriza, que le personifica y le distingue, es su providencial momento en las fechas de inauguración y preparativos del monumento a Hernán Cortés, en la plaza que hoy lleva su nombre.

El párroco de San Martín, sobrenombre con el que se le distinguió siempre en aquella efeméride gloriosa, era un hombre, que estaba en todas partes, que lo llenaba todo, que removía todos los resortes, que anotaba todas las circunstancias, de pesos, medidas y horarios.

El, forma parte de la Junta pro Monumento, con el alcalde Eladio Gómez Sánchez, Don Juan Damián de Tena y con el médico y cirujano de la villa Don Manuel Pedraza, el 24 de junio 1888.

El, es el autor de todas las circulares, enviadas a todos los ayuntamientos de Extremadura, solicitando ayuda económica. El, habla directamente con el escultor don Eduardo Barrón. El, organiza la bendición solemne de la primera piedra, la tarde del domingo 13 de abril de 1890, dirigiendo al final a la multitud elocuente discurso. El, es el hombre que con una balanza en la mano y un reloj en la otra, pesa las piedras monumentales y toma nota de la hora en que la mano del albañil, Francisco Martín de Madrid, alias «el pucherito», las deja colocadas en su sitio:

«El pedestal, está compuesto de cuatro grandes pilares, de unas 300 arrobas de peso cada uno…..el escudo de Medellín, está fundido en una placa de bronce, que pesa una arroba y tres libras……la efigie del Conquistador tiene tres metros…..el plumero de la borgoñota tiene 30 centímetros…..etc.», son datos muestrario de la minuciosidad histórica de sus apuntes.

A una distancia de 86 años, la fecha 2 de diciembre de 1890, tiene hoy día la novedad y la frescura periodística actual, como si se acabara de escribir. El número de invitados, su categoría diplomática, el orden de sus intervenciones, el propio menú de la comida oficial, los actos y discursos, el ambiente que reinaba, han quedado plasmados como en una cinta de sonoridad histórica, y a donde vamos a beber los que sentimos la sed de los acontecimientos históricos.

Eduardo Rodríguez Gordillo, sólo por estos capítulos, fielmente narra dos en sus apuntes, milagrosamente salvados por la maestra Dña. Cecilia González, en los años de la guerra, bien merecía hoy un justo homenaje de gratitud. Dejemos a la prensa de aquellos días, que el tuvo la paciencia de copiar a la letra, que nos trace la semblanza histórica de Rodríguez

Gordillo, protagonista número uno, que con el sobrenombre de Párroco de San Martín, fue el alma del acontecimiento.

Entre la prensa de aquellas fechas, Rodríguez Gordillo, con esa vocación histórica, a quien Carlos Pereyra califica de verdadero arte, nos ha dejado a la posteridad, material auténtico, con el que se ha de contar siempre que alguien tome sobre sí la tarea de escribir la Historia de Medellín.

De una manera esquemática, he aquí un resumen periodístico:

El periódico de Badajoz, LA CRÓNICA, en su numero 3 de diciembre del 1890 pasando lista a todos los oradores de la fiesta, dice de Don Eduardo: «mereció el aplauso de todos…»

El AVISADOR, también de Badajoz, en fecha 11 de diciembre, felicita en general a los organizadores por: «haber sabido interpretar fielmente el pensamiento religioso», se del Conquistador.

EL EXTREMEÑO, publicación pacense, hace un parangón entre los diversos oradores y destaca sobre ellos al párroco de San Martín: «Fue el discurso más sinceramente aplaudido, de los que se pronunciaron y así nos complacemos en decirlo, a fuer de imparciales».

Un redactor del periódico republicano, EL DIARIO DE BADAJOZ, hablando de la inauguración del Monumento a Hernán Cortes, en el numero del día 12 de diciembre, después de explicar todo el discurso del párroco de San Martín, recopilación histórica del Medellín pasado, con sus santos, sus mártires, sus personajes famosos, termina diciendo del orador Rodríguez Gordillo: «Fue un discurso correcto, relacionado con el acto, y no puede dudarse, que fue el más apropiado y aceptable en esa ocasión».

EL EMERITENSE, periódico publicado en Mérida, en el 6 de diciembre, relatando lo ocurrido en Medellín, el pactado día 2, dice: «El Señor Cura, como miembro de la comisión, hizo una excursión por el campo de la historia, para demostrar la antigüedad de Medellín, mayor aún que la Emérita Augusta y que en todos los tiempos y en todos los ramos del saber, había producido aquella villa, santos y héroes, sabios e ilustres varones, que honraron a Extremadura, demostró los muchos estudios que había hecho para precisar la fecha del nacimiento de Hernán Cortes …etc. y al final fue muy aplaudido».

LA PRENSA, periódico de Don Benito, en el 7 de diciembre, publicaba un amplio reportaje de los hechos, con detalles curiosísimos y a la hora de felicitar a sus organizadores, dice de Don Eduardo: «Tuvo periodos brillantes, que fueron recibidos con vítores y repetidos aplausos». En espacios más adelante le cita diciendo de él: «Digno párroco de San Martín e incansable en todo, a fin de que no faltara nada en la grandeza de la fiesta».

De LA ILUSTRACIÓN CATÓLICA, Rodríguez Gordillo tuvo la paciencia de copiar íntegro lo relativo a esta fiesta, que publicó posteriormente en el numero 5 con fecha del 15 de marzo 1891, y de esta revista de Madrid, se conserva una amplia biografía del escultor Don Eduardo Barrón, su nacimiento, sus estudios pensionados en las diversas academias españolas y de Roma, sus obras como «El Viriato», «Adán después del pecado Santa Eulalia ante Daciano» -el grupo monumental «Ronceavalles», etc., materiales todos interesantísimos, que se hubieran perdido, de no estar aquí en Medellín un hombre vocacional a quien Pereyra llama: «benemerito historiador», en su libro citado de Hernán Cortés, página 11.

Si Rodríguez Gordillo, salvó este cúmulo de datos culturales, copiando con paciencia de monje medieval, todo lo concerniente a Medellín y sirvió de enlace, con Solano Figueroa y Altamirano, a Don Eduardo debe Medellín y Extremadura entera, el que hoy los turistas puedan contemplar la famosa Pila Bautismal, donde se bautizara Hernán Cortés, sacándola de entre los escombros, donde habla sido arrojada por otras manos clericales más inexpertas, en unas obras que se hicieron en la parroquia de San Martín colocando una nueva pila, más moderna, pero menos histórica.

Al historiador Rodríguez Gordillo, debe Medellín además de la recuperación para los recuerdos históricos de la villa, de la preciosa joya de la Pila Bautismal de San Martín, la piedra -escudo, del Conquistador de Méjico, que hoy, colocada en el lugar donde estuvo la casa de su nacimiento, junto a la estatua, sirvió en un principio para rematar el mausoleo que mandara edificar en el convento de los Padres Franciscanos de Medellín, para dar cristiana sepultura a sus padres, Don Martín y Dña. Catalina.

La recuperación de esta piedra-escudo, obra personalísima del párroco de San Martín, que con ese espíritu de anticuario, que le atribuyera Carlos Pereyra, mando bajarla de unos carros de Don Benito, que se la llevaban junto con otras de valor, una vez destruido por los Falcones el recinto franciscano junto al río Ortigas. Como dato anecdótico hubo quien ofreció a Don Eduardo para esta piedra histórica el mismo peso que tuviera, pero pagándolo en cobre. Hoy día la famosa piedra colocada sobro la toza, de la misma casa donde naciera Hernán Cortés también recuperada de los escombros por el propio Don Eduardo, recibe los malos tratos de las pisadas de los niños que juegan en la plaza, o sirve, como testigo mudo de los idílicos amores de los tórtolos humanos de nuestros tiempos, que sentados junto a ella, se juran el ya romántico amor eterno, cuando el sol desaparece entre la torre de Santa Cecilia y la Sierra de Yelves.

Gracias a Don Eduardo, hoy, un arquitecto cualquiera podría recomponer la histórica casa donde naciera Hernán Cortés, pues en sus APUNTES nos ha dejado tan detalladas las medidas y las formas del edificio, que su edificación, podría ser relativamente fácil.

Al historiador Rodríguez Gordillo, debemos constancia de la visita que un 6 de febrero de 1897, hiciera a nuestra villa el Rey Don Alfonso XII, acompañado del entonces Presidente del Consejo, Don Antonio Cánovas del Castillo, en cuya visita recibió el titulo de capellán de honor de la Casa Real el todavía párroco de Santa María del Castillo Don Francisco María de Jesús y Caballero, que siendo natural de Cuacos desempeñó los cargos de Coadjutor del Torno, Ecónomo de Piornal, Párroco de Almaraz, desde donde vino a Santa María del Castillo de Medellín un 16 de abril del año 1886, hasta su retirada al 15 de marzo 1894.

A la valiosa pluma de Don Eduardo debemos los datos de la construcción de la Capilla del S.Cristo de las Misericordias, su importe, su maestro de obras, así como las del coro de San Martín, los datos referentes a las fundaciones de los conventos de las religiosas concepcionistas y Madres Agustinas, las fechas cumbres de las grandes crecidas del Guadiana, las grandiosas obras realizadas en el templo de Santa Cecilia en la bóveda del último compartimiento del templo, su importe, su duración, la figura del párroco Don súbitamente Lozano y Malfeito, que siendo natural de Guareña, ex religioso jerónimo de Yuste a sus 80 años de edad acometió la gran empresa de restaurarla, con la limosna inicial de dos mil pesetas que le entregara el Obispo Placentino Don Pedro Casas y Souto.

La lista sería interminable. Al tomar yo posesión de Santa Cecilia de Medellín, quise enlazar los años históricos de la Guerra Civil, donde Medellín es protagonista cien por cien y publiqué estos datos en la «Evocación de la Vida de un Sacristán», y desde entonces, en nuestros archivos parroquiales, imitando a Rodríguez Gordillo, abrí un libro de nuevos APUNTES, que contienen al día las efemérides de la Villa.

La figura de Don Eduardo, sepultada debajo de unos escombros junto a una de nuestras puertas del Castillo, sin una lápida, ni una señal que nos recuerde a este gran párroco, es para mi una eterna pesadilla.

Quisiera terminar como comencé. Sobre este montón de olvido y de abandono, quisiera arrancar hasta en sus raíces la figura del jaramago silvestre y en su lugar sembrar un rosal, como él lo hiciera sobre el cadáver de su hermana, para que luego, cuando, un periodista, un historiador, un hombre que sienta en su ser inquietudes extremeñas, recibiera uno de sus pétalos, como recuerdo de su visita y recordara a quien durante cuarenta y un años, fue el cantor, el protector, el enamorado de estas tierras y que hoy, no tiene en Medellín, ni una calle, ni un signo externo que nos recuerde su benemérita obra.

Como el poeta de las Rimas, al contemplar la empolvada lira colgada del techo, yo le diría hoy a este hombre olvidado, no solo en nombre propio, sino en nombre de toda Extremadura, aquí presente: !Don Eduardo. Ha llegado la hora. Levántese y ande…!

Francisco García Sánchez
Párroco de Santa Cecilia Medellín
25 de julio 1976

Oct 011976
 

Elías Diéguez Luengo.

Todavía queda mucho por aclarar en la Historia de Extremadura. Los archivos locales oficiales han sido en general revisados y estudiados. Pero olvidados en muchos de nuestros pueblos, pueden quedar aun documentos valiosos, que servirían de mucho a los historiadores.

Tal ha ocurrido en Valencia de Alcántara, donde se encuentran dos archivos particulares con inestimables documentos, que estamos estudiando.

Uno de ellos está en poder de los herederos del Marqués de Labrador: Don Pedro Gómez Labrador, nacido en Valencia de Alcántara, fue embajador de España en el Congreso de Viena de 1815.

Don Pedro no ha tenido eso que suele llamarse «buena prensa». Su actitud como embajador en dicho Congreso, fue duramente criticada. Pero aquí en Valencia de Alcántara, están las Ordenes del Rey que le mandaban lo que debía hacer y que el Marqués de Labrador obedeció ciegamente, por lo que tal vez su fidelidad al Rey, fue la causa de que no obrase «en diplomático» plegándose a las circunstancias que la propia marcha del Congreso imponía.

Hemos escogido, entre los numerosos documentos de su archivo, una carta que pone de manifiesto la importancia de los escritos, para deshacer falsas opiniones.

Del análisis de la carta, cuya fotocopia insertamos en la página siguiente, sacamos la consecuencia de que Don Carlos (el único pretendiente legitimo al trono tras la muerte de Fernando VII, según Labrador), se confía totalmente en el Marqués, le pide consejo, le ruega entregue una carta a L.F. (Luis Felipe de Orleans). Dice también que el Marqués de Villafranca tomará instrucciones de Labrador para visitar las Cortes conservadoras. Desea que Labrador defienda los derechos carlistas en Viena y le dice textualmente: «No quisiera que fuese ningún otro sino tu» «Conozco las ventajas y felices resultados que alcanzarías».

Es decir que, en opinión de Don Carlos, el Marqués de Labrador, es insustituible. Le indica que, si la carta que escribe a L.F. no está bien, que se lo diga para escribir otra, que haga Labrador el borrador etc. etc.

Confianza total pues de Don Carlos en Labrador. Preocupación por los refugiados. «No tengas reparo en decirme claro todo cuanto creas conveniente que debo hacer». Como prueba del aprecio y estimación, en esta misma carta, Don Carlos concede la Grandeza a nuestro paisano diciéndole: «Esta es una cosa que hace ya mucho tiempo que te lo quería conceder».

«Me enviarás el borrador de lo que debo decir y si he de publicar para la misma satisfacción de los españoles esta carta y la anterior que escribo a L.F. quiero que vaya bien, tú me la corregirás».

EL ARCHIVO DE LA FAMILIA PEÑARANDA.

303 folios manuscritos cosidos y con tapas de pergamino, forman el 2º tomo de este valioso, archivo en el que destacan documentos de Dña. Juana la Loca, los Reyes Católicos, Carlos I, Felipe II, Felipe III, etc., etc. He aquí el índice:

Folio 1.- Licencia a Valencia de Alcántara para vender hierbas y pagar obras. 1611

Folio 2.- Salario de un sillero. Año 1585.

Folio 3.- Pago a la villa de Alcántara. Año 1674.

Folio 4.- Pago para obras del Convento. 1608.

Folio 5.- Prórroga por la Reina, del cobro de impuestos. 1673

Folio 6.- Consultas sobre asta prorroga, sigue folio 7. año 1676

Folio 8.- Prórroga por la tempestad de aire de 1672 y daños guerra

Folio 10 y sgtes.- Pleito con la villa de San Vicente sobre ganados. 1669

Folio 15 y sgtes.- Como fueron las elecciones en la iglesia. 1669

Folio 20 y sgtes.- Sigue el pleito con San Vicente de Alcántara. 1671

Folio 27 y sgtes.- Orden de CARLOS III sobre recaudación de impuestos. 1676

Folio 31 y sgtes.- Reclamación de San Vicente de Alcántara 1676

Folio 34.- Relativo al pago de determinadas cantidades. Año 1591

Folio 45 y sgtes.- Ejecutoria sobre fincas y términos. Año 1664

Folio 56.- Orden de Felipe IV con su firma, para arrendar fincas. 1638.

Folio 58 y sgtes.- Diligencias sobre pagos de impuestos.

Polio 62.- Ordenando paguen a un maestro 12,000 maravedíes. Año 1593

Folio 64 y 65.- Pago a boticario. Año 1611

Folio 66.- Licencia para pagar 10 soldados.1631

Folio 67 y sgts.- Reclamando la alcabala de la bellota vendida en 1592-1553

Folio 76 y sgts.- Pleito sobre rentas. 1564

Folio 82.- Autorizando a Valencia para tomar 1,000 ducados. año 1557

Folio 84.- Cobro de repartimientos. 1687.

Folio 87.- Instancia sobre rentas. 1687

Folio 101.- Caballos entregados por los pueblos de la zona. 1668

Folio 102.- Determinación término de San Vicente de Alcántara. 1671

Folio 122 y sgts.- Sobre abusos en nombramiento de cargos.1679

Folio 142 y sgts.- Provisión real sobre cobro de impuestos. 1679

Folio 152 y sgts.- Incidencias sobre recluta de soldados. Censo. 1681

Folio 194 y sgts.- Arrendamiento de baldíos y propios. 1680.

Folio 198 y sgts.- Incidencias sobre separación de San Vicente. 1671

Folio 212 y sgts.- Daños causados por rayo en castillo. 1681

Folio 245 y sgts.- Sobre pastos.

Folio 257.- Sobre abusos de pastos. 1683

Folio 264.- Provisión real para pago fianza alcalde mayor. 1685

Folio 265.- Moratoria de impuestos. 1688

Folio 266.- De Don CARLOS I Sobre fiscales. Año 1599

Folio 268 y sgts.- Pago de moneda forera. 1784

Folio 273. PROVISIÓN DE DON FERNANDO (Católico) SOBRE MERCADO. 1513

Folio 274 y sgts.- DE DON CARLOS SOBRE CAZA Y PESCA. 1549

Folio 276.- Prohibición a molineros. 1539

Polio 277.- Pago de daños a campos. 1579

Folio 278.- Edad y condiciones para ejercer cargos públicos. Año 1593

Folio 279 y sgts.- Pleito sobre abusos en baldíos. 1637

Folio 281 y sgts.- Nombramientos de alférez. 1558

Folio 285 y sgts.- Sanciones a los que dañen viñas. 1581

Folio 287.- Autorización para pagar una fuente. 1579

Folio 289 y sgts.- Penas a los que dañen campos. 1570

Folio 292 y 293.- Orden de Doña Juana (la Loca) sobre venta de lanas. 1512

Folio 294.- Señalando rentas de la villa en 690,000 maravedises.

Folio 297.- CARTA DE FELIPE II firmada (ver fotocopia)

Folio 298.- Carta de Felipe IV para estar preparados contra Portugal. 1630

Folio 299.- CARTA DE FELIPE II INSISTIENDO EN PREPARARSE. 1580.

Folio 301.- Para no demandar siendo familiares del escribano. 1590

Folio 303.- DE DON CARLOS I SOBRE TALA DE ÁRBOLES.

También está en este archivo la Encuesta hecha el 18 de junio de 1753 con vistas a la contribución.

OTROS DOCUMENTOS DEL ARCHIVO DE LA FAMILIA PEÑARANDA, PROCEDENTE DEL HISTORIADOR VIU

Nº1.- Libreta de 187 páginas titulada: LIBRETA DE FAMILIA Y DE ASIENTOS DOMÉSTICOS DE DON JOSÉ DE VIU AÑO 1833 y SIGUIENTES. En 22 páginas escritas de puño y letra de D. José de Viu, figura su autobiografía. En 60 páginas mas, relación de libros de su biblioteca, de los libros que el escribió y cuentas de fincas y detalles de adquisición de propiedades por herencia o compra.

Carpeta 2E. Escritura de venta casa calle Acebedo. 1837

Carpeta 2. Instancia de D. Rodrigo Barrantes para dividir mayorazgo. 1842

Carpeta 3. Dando gobierno espiritual de esta zona a D. Rodrigo Barrantes. 1838

Carpeta 4. Documentos sobre arrendamientos de fincas de D. Antonio Raduan. 1850

Carpeta 5. Título de propiedad de cercado al puente de abajo. 1839

Carpeta 6. Escritura Huerta de la Coja propiedad del Cabildo. 1743

Carpeta 7. Título de propiedad de los Manatíos de Valuengo. 1854

Carpeta 8. Revocación orden destierro contra Rodrigo Barrantes. 1832

Carpeta 9. Autorización a Juliana Rocha para que litigue contra su marido

Carpeta 10. Oposición a curatos. 1827

Carpeta 11. Solicitud para cercar una finca. 1871

Carpeta 12. Autorización a Barrantes para que vaya a Alanje a baños. 1828

Carpeta 13. Solicitud admisión vecino Piedras Albas a Barrantes. 1846

Carpeta 14. Cartas y recibos varios.

Carpeta 15. Autorización para asistir a conferencia de Teología. 1826

Carpeta 16. Escrito sobre testamento Francisco Martínez. 1820

Carpeta 17. Copias de bulas latinas contra Duque de Frias. 1580 y 1724

Carpeta 18. Títulos de Barrantes.

Carpeta 19. Título de Arcipreste de Rocamador a Rodrigo Barrantes, firmado por el rey Fernando VII. 26 enero 1831

Carpeta 20. Cartas y anuncio destierro Barrantes.

Carpeta 21. Nombramiento Síndico Covento a Barrantes. 1832

Carpeta 22. Título firmado por Fernando VII de religioso de S. Benito

Carpeta 23. Solicitud de instalar escuela párvulos. 1841

Carpeta 24. Genealogía de la familia de Leandro Ceinos. 1790

Carpeta 25. Nombramiento Visitador del Convento de Alcántara. 1835

Carpeta 26. Escritura de venta de Majadahonda. 1749.

Carpeta 27. CUENTA ORIGINAL DE LA OBRA DEL CORO DE ROCAMADOR CON COPIA DEL TESTAMENTO DEL MARQUES DE LABRADOR Y CURIOSAS CARTAS Y DATOS DE LA OBRA.

Carpeta 28. Rendición de cuentas de los hermanos Valle 1847 a 1851.

Oct 011976
 

Antolín Abad Pérez.

Fue el P. Juan de Plasencia, a quien dedicamos la conferencia en el Congreso de ESTUDIOS EXTREMEÑOS DE PLASENCIA, el que con toda razón podremos llamar el iniciador de toda la cultura filipina; él promovió la reducción de los nativos a poblado fundando pueblos, a los que organizó y cristianizó utilizando la vieja ordenación de los barangais, codificó sus antiguas costumbres de tagalos y pampagos, fomentó la creación de escuelas en todos los pueblos, con el fin de que se capacitaran los filipinos para gobernarse a si mismos y entraran por las vías de la civilización, sentando de esta macera las bases de buen gobierno y administración de justicia, que fueron observadas por los españoles hasta el cambio de administración por la nueva Potencia ocupante, Estados Unidos en 1898.

Para fijar sus ideas y pensamiento en pocas normas a su propuesta en el Capítulo de 1580, se acordó que los misioneros no se limitarán a la conversión de los indígenas, sino que fijando su residencia en lugar determinado y céntrico, obligaran a aquellos por la persuasión y convencimiento a establecerse en el lugar por ellos fijado, los prepararan para el mejor cultivo de los campos, les ensañaran artes y oficios, además de leer, escribir, contar y rezar y para ello construir en todos ellos escuelas, a cuya asistencia debían concurrir todos.

Con tales normas algunos misioneros se dedicaron a abrir caminos para facilitar las comunicaciones y accesos a través de los bosques – tender puentes, que unieran los barrios y zonas – Fr. Francisco de Gata y Lorenzo de Santa María; otros cultivaron la música y la enseñaron a los indios – San Pedro Bautista, Pr. Keroniao de Aguilar y Beato Juan de Santa Marta; y otros, como los PP. Juan de Plasencia, Jerónimo Montes, Pedro de San Buenaventura, Francisco Orejita, José de Santa María, Miguel de Talavera y Alonso de Santa Ana, escribieron gramáticas, diccionarios libros de devoción y de catequesis para instrucción de los misioneros y de sus neófitos. Todo ello fue la idea y plan educador que trazó y consiguió llevar a la práctica nuestro P. Plasencia. El, como adelantado en toda su empresa, escribió el Primer Catecismo hispano-tagalo, el Primer Vocabulario y el primer Arte (1) – AIA.III,1915, 388-400-14,1920,52 – 75).

Este plan fue continuado por San Pedro Bautista y de modo especial por el P. Juan de Garrovillas, elegido Provincial en 1594, cuando ya se había abierto la misión de Japón pero que luego hubo de sostenerla con toda su autoridad y después del martirio de aquellos fundadores defender su memoria y abrir el proceso informativo para iniciar los de beatificación y canonización. En su segunda etapa, como Provincial -l6o6 – es cuando hizo la fundación del Colegio de Música y canto de Lumbang, donde él había sido Guardián y cuya iglesia y convento había engrandecido enormemente. Para ello destinó al Beato Juan de Santa María a dicho convento y que allí, adonde le enviarían 3 niños de cada uno de los pueblos de nuestra administración, enseñara la música a todos ellos. De este modo el Beato Juan de Santa Marta se encontró con 400 niños, a los que, no tan sólo enseñó música, sino hasta a fabricar instrumentos músicos y tocarlos. Una vez instruidos estos niños, volvieron a sus respectivos pueblos, donde organizaron las capillas y coros, que mantuvieron el culto con dignidad y hasta con suntuosidad ,en frase de algunos escritores, igual o superior al de nuestras Colegiatas y Catedrales.

Esta escuela y su peso se dejó sentir hasta bien entrado el siglo XVIII, en que el Arzobispo de Manila, Fr. Pedro Martínez de Arilaza, también franciscano, creo en dicha ciudad la Escuela de canto catedralicia, pero siempre bajo la dirección franciscana. Murió el Arzobispo Arilaza en 1755. El Beato Juan de Santa Marta, no solo enseñó el arte de canto, sino que además montó allí uno de los mejores órganos del Archipiélago y luego en las cárceles de Japón aun se recordó de sus discípulos y para ellos compuso en las horas de aquellos meses de cárcel una misa a 9 voces, que pudo remitirles como obsequio y despedida antes de ser martirizado (AIA. 3,1915,395).

Puedes bien, todos esos logros y realizaciones hallaron acogida y sanción legal en las diversas redacciones de nuestras Constituciones, de modo especial en las de los años 1697, 1705, más ampliamente en las de 1726 y 1732; pero donde vemos desarrollado todo el plan educativo y forjador de los filipinos es en las de 1696, año en que fue electo Provincial otro extremeño, el P. Alonso de Zafra (Peres, Const.360-3).

Este llegó a Filipinas en l688 y rigió la Provincia desde 6 de junio de 1696 al 6 de junio de 1699, muriendo en Bocaue el 7 de julio de 1706 (Huerta, Estado, 464 n.50).

1-. Como escritores de léxico y gramáticas por hijos de Extremadura aduciremos los nombres de tres franciscanos, que siguen la huella del P. Plasencia, le mejoran y enriquecen; será el primero el P. DOMINGO DE LOS SANTOS. Fue natural éste de Torrejoncillo y profesó en la Provincia de San Gabriel, de la que salió para Filipinas, a donde llego en l665; dedicado al estudio del tagalo pronto destacó por su profundización en él, aunque su ocupación fue varia, pues administró en las parroquias de Santa Cruz, Morong, Pakil, Siniloan, Lucban, Bocaue, Mabitac, Paete, Santa Ana de Sapa y Tayabas, donde imprimió su Diccionario de la lengua tagala, que fue impreso en 1700, bien cuando ya había muerto. También Arte de la lengua tagala, en 1703, aprobada en 1693, pero que hubo de esperar varios años para su impresión. Después ha conocido otras ediciones como las de 1774 y 1835. El P. Andrés Serráno, S.I., censor de la misma decía así: «Bien puede su Autor levantar bandera entre los muchos y grandes maestros que ha dado al tagalismo su sagrada Familia, pues a ninguno es inferior en la erudición, y ninguno le es superior en el magisterio.

En esta obra hay una quintaesencia de los primeros que hallaron en esta gran lengua sus antecesores y sobre esta eminencia ha tenido su Autor reales que añadir a aquellos primores. Muchos escribieron de esta materia, que a esta santa Provincia de San Gregorio fueron corona y singular ornamento de su celo; más en este Arte el P. Fr. Domingo es la flor de los escritores en que se recopila una flor de sus fragancias y una cifra de sus más relevantes observaciones; la elocuente abundancia de Fr. Pedro de San Buenaventura, la claridad de Fr. Juan de Oliver, lo nervioso de Fr. Jerónimo del Monte, lo alto del estilo de Fr. Diego de la Asunción, lo elevado de Fr. Alonso de Santa Ana, lo profundo de Fr. Miguel de Talavera, lo grave de Fr. Juan de Plasencia, lo suave de Fr. Antonio de San Gregorio, lo dulce de Fr. José de Santa María y lo lacónico de Fr. Agustín de la Magdalena. Esto es haber juntado tantas flores en una flor, no para que se marchiten con el tiempo, sino para que se eternice con la fama (» Huerta, Estado, p. 5l8 n.76). Murió en 1695.

2.- Podemos aducir también aquí el nombre de otro extremeño, el P. Blas de Plasencia, nacido allí en 1710, profeso en la Provincia de San Gabriel en 1730 y que aún estudiante vino a Filipinas en 1732. Sin embargo su dedicación al estudio fue intensa y su preparación nada común, pues en 1738 era predicador conventual de Manila, de donde pasó a Baras, Morong y Nagcarlang, después volvió a Manila y Sampaloc y finalmente a Dilao, de donde volvió a España en 1757 (AIA.35,1932,293). De él solo se conocen impresos algunos sermones y la Vida y Novena a San Antonio de Padua, pero su penetración del tagalo queda claro con el párrafo siguiente de valoración y aprobación de la obra del P. Sanlucar, que dice así: «Es el R. P. Maestro Pedro de Sanlúcar en el idioma tagalog el Ave fénix de la

Arabia, por único; y un San Jer6nimo de Stridón, por singular; a este limitó en traficar provincias, penetrar montes, navegar mares, y limarse los dientes para aprender lengua, que había de servir para mejor explicar y con sólido fundamento persuadir las verdades de nuestra católica Religión. Al primero imitó en ser único en el tagalog, elegante, claro, abundante, inteligible para todos y para los doctos enigmático, metafórico, sin olvidarse del aliciente de poesía, que es bocado de buen gusto para los peritos en la lengua, cuya ignorancia de algunos en los acentos nace de la que se tiene del verso o «tula», que así llaman, y casi todo tagalo tiene núnem poético (Serrano Laktaw, VII-IX).

Curiosamente destaca nuestro P. Blas de Plasencia la importancia del acento en la lengua tagala, junto en que los especialistas y el propio P. Sanlúcar, conceden la máxima autoridad al P. domingo de los Santos, de quien el anterior escribió lo siguiente:

«La cosa más ardua en esta lengua es dar reglas fijas acerca de los acentos, y siendo tan difícil, la dificultan más muchos autores con sus explicaciones y con la variedad de numerarlos y notarlos…».

Y más adelante añade: «Los PP. Domingo de los Santos y Pedro Lope, que son los que han hablado más sucintamente esta materia y con más claridad, ponen cuatro, a quienes sigo y he estudiado en este Vocabulario, acerca de los acentos, y les seguiré en su explicación, y muchas veces en sus mismos términos (Diccionario Serrano Laktaw, XXVII nota l8).

3.- El siglo pasado también Extremadura otro benemérito del tagalog en el ilustre P. Joaquín Gil y Montes, más conocido por el P. Coria, pueblo donde vio la luz en l8l5, profesó en la Provincia de San Gabriel en 830 y pasaba a Filipinas al año siguiente. Nombrado Procurador de Manila ante las Cortes de Madrid y Roma en 1866, salió poco después para la Península y quedó de Presidente del Hospicio de San Antonio del Puerto de Santa María, que hubo de abandonar ante mandato de la Junta de gobierno revolucionaria del mismo pueblo en 1868. A él se debe la apertura del Colegio de Consuegra en el mismo año y la publicación de un Catecismo en tagalog y una Relación muy interesante sobre la actuación franciscana en Filipinas. Pero lo que le dio fama y renombre es la publicación de la Gramática teórico-práctica del Tagalog, Madrid 1872, que él preparó para la recién creada Cátedra del mismo idioma en la Universidad de Madrid, que recayó en él en 5 de enero de l871. Ejemplares de la misma se hallan en las Bibliotecas de Pastrana y Guadalupe, también existe el original manuscritos en el citado Archivo (AIA.27,1967,20 nota 60).

Pero en Filipinas, mediado el siglo XVIII trazó la Provincia de San Gregorio un vasto plan para la conquista espiritual de los montes del Norte de Luzón y en esa gran aventura destacó, entre otros, aunque especialísimamente, el extremeño P. Manuel de Jesús María, natural de Olivenza, quien recorrió todos aquellos montes en un viaje, que los cronistas dominicos cantan en tonos elevados. Dice así el P. Fonseca: «El P. Olivenza, acompañado de tres cristianos atrevidos de la antigua Misión de Baler, emprendió por la montaña aquel viaje peligroso, caminando siempre al borde de precipicios espantosos y abriéndose pasó en todas partes por breñas inaccesibles. Desde la contracosta del Pacifico vino el gran Ministro atravesando una cadena de collados, rocas, picos, y gargantas y bramadores torrentes, que ningún oto mortal había registrado en sus quebradas; y después de salvar grandes distancias, erizadas de trabajos y peligros, apareció, finalmente como una visión fantástica en los pueblos isinayes, que echaron a vuelo las campanas, por disposición de los misioneros dominicos para celebrar su advenimiento y la empresa colosal de aquel viaje fabuloso (Ferrado-Fonseca. Historia de los PP. Dominicos, Lib. IX, cap. VIII,591).

Para explicación de los que me escuchan, ya que no creo la conozcan con precisión, intentaré aquí fijar los límites de tal expedición, que aclaren su importancia. Arrancando desde Binangonan de Lamón, contracosta del Pacífico, allí donde también se halla la pequeña Baler, que dió lugar a la épica defensa de su iglesia y a escribir sus defensores los nombres en la historia patria con letras de oro, se llegaron hasta el Cabo de Enhaño y desde la Pampanga alta, antigua Provincia de Ituy, subiendo por la ribera del río Inabag, que es llamado por les ilongotes Casignan, tocaron en la Provincia de Cagayán (L. Péres, Misiones Franciscanas, 17-l8).

Lograda la formación de pueblos con el aglutinamiento y reunión de las familias dispersas y tribus montareces, quedaba por crear los instrumentos aptos para su instrucción cristiana; para ello era indispensable, no solo hablarles en su lenguaje, sino escribir las gramáticas y Vocabularios y Catecismos, por los que, sobre todo los que debían continuar la empresa, debían enseñar a sus neófitos y catecumentos, tarea que emprendió y llevo a feliz término el P. Francisco de la Zarza, natural de Zurita, Obispado de Coria entonces; este, con mucha dedicación y una voluntad e inteligencia nada comunes, preparó los siguientes libros:

– Arte del idioma Egongot;
– Catecismo de la Doctrina cristiana en egongot, y
– Ritual de Sacramentes en egongot (Lorenzo Pérez, Aetas e ilongotes en Filipinas).

De estos puedo decir el comentario recogido por el investigador americano Cruishen, cuando hace dos años me lo encontré en Pastrana en los días 9 al 11 de diciembre.

4.- En otro de los campos de aquella inmensa área misional, la Indochina actual, entonces el Imperio de Annan -que abarcaba los estados de Cambodja, Cochinchina y Champa)- contamos con el P. Francisco Hermosa de San Buenacentura, natural de Plasencia, donde nació en 1711, pasó a Filipinas en 1744 y en 1749 fue destinado a Cochinchina, de donde fue desterrado al año siguiente en la celebrada persecución, provocada por las trapisondas de un mercader francés Poivre, pero se detuvo en Macao en espera de hallar ocasión de volver al teatro de sus afanes, como lo logró en 1751. Por su ascendiente con Reyes y Mandarines, fue comisionado para entablar relaciones con Manila y allá volvió haciendo de timonel, pues embarcado en un bajel, para el que no había timonel, nuestro P. Hermosa lo solucionó actuando como tal. Despachaba felizmente su embajada, tornó a Cambogja y en 30 de agosto de 1752 hizo tránsito a Kankio, pero los temporales desviaron el barco a Siám, en la Provincia de Chumpon, donde fue preso desde enero a abril, en que logró escapar, volviendo a Siám, para ser allí también detenido. Fugado nuevamente, se refugió en Kankao.

En 1761 es nombrado Comisario de la Misión, cargo que desempeñó hasta septiembre de 1768, en que renunció por querer necesario pasar a Manila para informar de las extorsiones que les hacían los misioneros franceses; pero allí no fue atendido ni escuchado, por lo que hubo de tener paciencia y espera, a que terminara el mandato del Provincial. Efectivamente, entrado nuevo Ministro en el cargo, aceptó las razones del P. Hermosa y le dejó pasar a España, pero en la travesía fue víctima del escorbuto y falleció en alta mar en 1780. Este religioso, que dejó largas Relaciones de su actuación misional e informes varios sobre su gestión, escribió otros muchos trabajos; pero creo será más convincente dejarle hablar a él. Decía así al final de su gran Diario misional:

«No obstante estos trabajos, enfermedades y viajes, he estado continuamente con la pluma en la mano, escribiendo más de siete años, y tal vez, puede ser, que dicha tarea de escribir fuese la causa de dichas enfermedades.

Primeramente enmendé y acrecenté muchos vocablos al Vocabulario antiguo de la lengua cochinchina. Tengo compuesto otro nuevo en cinco años y medio, a cuya empresa no se atrevió ningún Padre hasta ahora, aunque ha habido muchos Padres mejores lenguas que yo, por razón del inmenso trabajo que cuesta. Mandé sacar también un traslado de éste, por si acaso se perdía el original, y para corregir dicho traslado, gasté cuasi cuatro meses.

Tengo interpretado por escrito en lengua española la Doctrina cristiana y varios Confesonarios de la lengua cochinchina para los nuevos misioneros. También tengo escrito lo suficiente, para que los nuevos misioneros evangélicos se puedan imponer en la lengua de Cambodja, de la cual tengo aprendido también mucha parte de ella.

De la lengua malaya también tengo escrito mucho, pues aunque no sirve para hacer misión, por ser mahometanos los malayos, quienes no admiten la predicación del santo Evangelio, puede servir mucho a los misioneros, porque en todos los reinos de este archipiélago filipino se habla, y aun en Cochinchina hallará muchos chinos, que no le entenderán en otra lengua, y lo mismo en Batavia y en otros lugares.

También tengo escrito en Siám mucho del idioma de aquel reino, lo cual puede servir para hacer misión en el reino de Laos, porque allí se habla el mismo idioma que en Siám ….».

(Cf. Lorenzo-Pérez, AFH. vv. XXVI-XXVII, años 1933-34, en Diario del P. Hermosa, mis. de Cochinchina (1744-68).

Y con esta figura relevante acabo mis notas y estas palabras.

Creo les he ofrecido una panorámica de lo que algunos de los franciscanos extremeños significaron en la bibliografía hispano oriental.

Nada más. Madrid, 11-IX-1976.

Fr. Antolín Abad Pérez, ofm.

Oct 011976
 

Juan Pedro Vera Camacho.

Extremadura ha dado a la Literatura excelentes poetas y novelistas, y algún que otro dramaturgo. Lo que nos sabíamos era que tuviera un fabulista de primera categoría, como lo fue Juan José Velo Nieto, «Veliso», nacido en tierras cacereñas y fallecido en Zaragoza pocos años ha, cuando volvía de pasar unas vacaciones en Suiza.

Velo Nieto, era un humorista estupendo. A mí me leyó cierto día un sainete que le inspiró un viaje que hizo por cierta comarca española, donde la gracia saltaba a raudales. Velo Nieto, que hasta su muerte perteneció a la Tertulia de Literatos extremeños del Hogar Regional de Madrid, nos amenizaba las veladas con sus chistes, sus versos improvisados, su buen decir y su amistad.

Yo tengo dedicado los suyos dos libros de fábulas con unos versos o curiosísimos, que no suscribo porque no quiero hacer propaganda de mi nombre ni de mis cualidades, si las tengo. Pero son un dechado de humor fino y amistad sincera.

Juan José Velo Nieto, que firmaba también «Veliso», -le brindó el seudónimo a mí también amigo Fernando Serrano para su trabajo de investigación sobre el tema-, escribió dos volúmenes titulados «Fabulario Boreal» y «Fábulas Edificantes», respectivamente, ilustrados los dos por Galindo y prologados respectivamente por don José María de Cossío y por Evaristo Acevedo, con una glosa de Enrique Jardiel Poncela. Que humorista tan cualificados hayan colaborado en los libros de Velo Nieto, ya dice por sí solo que sus fábulas eran merecedoras de mucho. Esta aportación, es el mejor laudo para su fabulario, interesantísimo bajo todos los puntos de vista: como primicia extremeña y única al género y como modificación de los cánones tradicionales desde Fedro, Esopo, Lafontaine, Iriarte o Samaniego, en cuyas fábulas hablaban animales, mientras en estas de Velo, los que parlan y dialogan son instrumentos y máquinas, cosa mucho más difícil aún, al ser capaz de «animar» a seres totalmente «inanimados». Porque los animales y aún las plantas tienen en sí reacciones a veces semejantes a las humanas, pero un martillo o una plancha eléctrica, son imponderables para crear interés, cosa que, sin embargo, logra Velo Nieto para el lector.

En el prólogo del primer libro, por ejemplo, Cossío escribe: «Ha sido un empeño mío más que de su autor, el escribir unas líneas al frente de este fabulario. No querían desperdiciar la ocasión que se me ofrecía para hacer una profesión de fe literaria, y nótese que digo literaria (y podría decir retórica) y no poética… La empresa que el señor Velo se ha propuesto tiene todavía mayores dificultades (se refiere a las fábulas clásicas). Un ser vivo por elemental que sea, tiene una vida y unas reacciones que pudiéramos llamar voluntarias. Poseemos, pues, documentos sobre los que fundamentar una psicología, aunque primaria. El escoger como actores seres inanimados, o con la falsa y fatal vida de la mecánica, supone un esfuerzo de caracterización de mucho más difícil logro. Únicamente el llorado Ramón Basterra dio principio a una serie de fábulas que, como las de Velo, sucedían entre máquinas y artefactos industriales. Pero la intención de las fábulas de Basterra era fundamentalmente poética, en tanto Velo las da un carácter estrictamente moralizador… Este halago he sentido leyendo las graciosas fábulas de Velo, tan llenas de vida e ingenio, y tan ingenuamente aleccionadoras… frente al ideal de nuestros días de mecanizar la vida, Velo quiere evitar expresión vital a la mecánica».

Para que el lector se dé una idea de lo que son las fábulas de nuestro paisano, vamos a reproducir la primera de su primer libro, que sirve de introducción a las restantes. Dice así:

FILOSOFÍA DEL «BOREAL»

«Esopo, Lafontaine y Samaniego
compusieron apólogos morales,
en que hablaban la víbora, el borrego
y demás compañeros animales;
más la gente leyó sus fabulillas
como el fakir se traga las bombillas;
y a pesar de su espíritu docente,
el mundo prosiguió tan insolente.
¿Por qué estos moralistas del Parnaso
sufrieron tal fracaso?…
Si quisiera pecar, yo juraría
(y que Dios atempere mí osadía)
que si estos fabulistas fracasaron
fue… porque no triunfaron;
más la causa de tal ineficacia
radica en que olvidaron, por desgracia,
que el hombre benemérito y prolífero
no tolera consejos de un mamífero.
Más yo, que soy moderno fabulista,
abandoné la selva animalista,
y, abrazado a turbinas y motores,
inhalé el arcaduz de sus vapores
extrayendo la etérea consecuencia
de su mucho poder y mucha ciencia,
e hice hablar al tornillo, al cojinete,
al motor de explosión y al torniquete,
pensando que, al hablar un topolino,
en vez de hacerlo un ganso o un pollino,
mis fábulas dirán «topolinadas»,
pero no pollinadas ni gansadas.
Brindo pues al lector las moralejas
de mis motorizadas fabulejas»…

Al final de este su primer libro, Velo Nieto recibe la siguiente glosa de Enrique Jardiel Poncela:

«Ya que el autor solicita
en su volumen escrita
una glosa, como honroso
resumen que glose el númen
de sus fábulas, lo gloso
diciendo que es FABULOSO.
¡Y no existe otro resumen
qué honre más, por lo elogioso,
las fábulas de un volumen,
tan instructivo y jocoso!».

El segundo volumen, «Fábulas Edificantes» está ilustrado asimismo por Galindo y prologado por Evaristo Acevedo, el gran humorista, que escribe entre otras cosas en el prólogo del mismo: «Aristóteles expuso la tesis de que únicamente los animales deberían protagonizar las fábulas. Siglos más tarde el fabulista francés Arnault se revelaría contra esta opinión… don José Velo Nieto hace suya está protestada de Arnault. Y va más allá todavía rompiendo toda clase de moldes, como buen celtíbero. Sus fábulas no las protagoniza el león, el buey, el cordero. Tampoco la montaña, el árbol, el río. En un «más difícil todavía», antiguo lema del circo que podría ser «eslogan» de los aperrados ciudadanos de la sociedad de consumo, el autor de este fabulario modernizar su musa haciendo hablar a la excavadora, el adoquín -sin alusiones jerárquicas-, a la chabola, a la apisonadora… Los elementos de la construcción son sus personajes preferidos, hasta el punto de que esta obra debería considerarse «libro de texto» para los novios celtíberos, eternos buscadores de pisos para casarse… Con sus Fábulas Edificantes consideró que Juan José Velo Nieto presta un gran servicio patriótico. Si meditan sobre ellas los responsables de algunas inmobiliarias, tal vez bajen un poquito el precio de los pisos. Y los descendientes de don Pelayo, que empezó a edificar la independencia hispana arrojando piedrecitas a la cabeza de los sarracenos, le quedarán agradecidísimos. Como he quedado yo, tras la lectura de este fabulario».

Juan José Velo Nieto, además de un fino humorista era un compañero humanísimo y amigo cordial. Era funcionario de Correos -de cuya carrera tantos humoristas han salido, como K-Hito, como Evaristo Acevedo, como José María Marcos Leffler, como el mismo Velo-, y en sus ratos libres, escribía. Hubiera llegado muy arriba si su única dedicación hubiera sido la literatura de humor, estamos seguros. Quede aquí constancia de ese quehacer como prueba de que en Extremadura la fábula también tuvo asiento. Y terminemos dando a conocer una titulada «La Cafetera Express y el Infiernillo Eléctrico»:

«La cafetera Express vaporizaba
y al infiernillo eléctrico exhalaba
sus planes venideros
de cambiarse en veloz locomotora
y pilotar los trenes de viajeros
a noventa kilómetros por hora,
para así convertir su inercia estática
en máquina energética y dinámica.
-¡Modérate el frenillo!,
respiró incandescente el infiernillo;
pues juzgó con franqueza
que el café se te ha subido a la cabeza.
¿Es que el llamarte «Express» que da derecho
a desdeñar las portas de tu pecho?…
¿Qué te parecería que yo,
por ser eléctrico artilugio,
quisiera transformarme en un tranvía
para buscar a mi tensión refugio?…

El buen nombre se hereda,
pero no las virtudes que amoneda;
por eso yerra el hombre
te imagina triunfar con sólo un nombre»

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