Oct 011986
 

Juan Francisco Arroyo Mateos.

Sabido es que recientemente se ha empezado a conmemorar en grande, con distintos actos, el cincuenta aniversario de la muerte del poeta Federico García Lorca; pero, por lo que llevamos observado en nuestra provincia y región, parece ser que la casi totalidad de los cacereños y extremeños no hemos caído en la cuenta de que en el día 28 del ya pasado mes de agosto fue la no menos importante fecha para nosotros del trescientos cincuenta aniversario del fallecimiento de Francisco de Paniagua, fundador o iniciador de todo lo que representa tener Cáceres por Patrona celestial a Nuestra Señora de la Montaña.

Esta oportunísima noticia la entresacamos de lo que publicó en la prensa, el 1 de Mayo de 1983, el conocido columnista Fernando, quien aludió entonces, entre otras cosas, al testamento que hizo don Pedro de Ovando, mediante el que se donó a Francisco de Paniagua aquel trozo de terreno de la Montaña, en el que éste pudo construir la primitiva y sencilla ermita, que con el tiempo se convertiría en el Santuario que todos conocemos; especificándose que referido testamento fue otorgado en Cáceres el 24 de Mayo de 1636.

Ahora bien, a continuación se agregaba que Francisco de Paniagua, entregó pocos meses después su alma a Dios muriendo el 28 de Agosto de ese mismo año de 1636.

Luego desde igual fecha de Agosto de esté año 1986, si echamos bien las cuentas, nos daremos cuenta de que hemos entrado de lleno en el 350 aniversario de la muerte de tan esclarecido y santo extremeño.

¿No será, pues, justo que, desde ahora por todo un año conmemorativo de referido aniversario, se le recuerde y honre como semejantemente se viene haciendo ya en Andalucía y toda España con Federico García Lorca? ¿Optaremos por olvidar a uno de los hombres más ilustres y benefactores, sobre todo de Cáceres y su provincia? ¿No es digno de algún monumento y de que se inicie su proceso de beatificación, etc.?

Si la excelsa y fecunda personalidad de alguien podemos conocerla por su frutos u obras, ¿Qué otros paisanos y entidades de nuestra tierra han influido y siguen influyendo tanto en el bien espiritual de Cáceres y su comarca como Francisco de Paniagua lo consiguió hasta aquí de un modo constante mediante su Imagen de la Virgen, el santuario cada vez mejor y todo lo bueno que se viene derivando de estas dos magníficas realidades, a cuya vera y protección quiso también edificarse la muy santificadora Casa de Ejercicios espirituales diocesana?

Nos faltan palabras para ponderar justamente la poco meditada, oculta, pero ante Dios muy rica personalidad de Francisco de Paniagua, aunque en su sencilla vida se pareciera mucho al Patriarca San José, del que tampoco se cuentan grandes milagros. Bástenos saber que lo que él hizo se parece al evangélico o diminuto grano de mostaza (que es lo que, en cierto modo comparativo, fue su imagencita de María Santísima); grano o semilla que sembrada o plantada luego en la Montaña cacereña, conocida entonces como Sierra de la Mosca, se transformó con la bendición de Dios en todo el inmenso árbol, cuyas ramas o influencias y santos frutos llegan a todos los que quieran cogerlos y degustarlos.

Para hablar más en concreto, añadiremos que Francisco de Paniagua no era sacerdote. Fue un simple seglar, natural del pueblo de Casas de Millán (Cáceres); el cual adquirió o le regalaron una pequeñita Imagen de Nuestra Señora Montserrat, que se trajo a Cáceres el año 1621. No hemos leído que fuese pastor de algún rebaño, aunque no le faltasen algunas ovejas o ganado para su manutención. Es lógico pensar, por tanto, que su afán fuese el de ser anacoreta, es decir, un hombre piadoso que, tal vez, quiso imitar en algo la vida que llevó en el desierto San Antonio Abad, San Pablo de Tebas y otros eremitas antiguos, dedicándose especialmente a profesar una gran devoción a la Santísima Virgen María, y a procurar que todo el mundo amara y honrara a esta Gran Señora, motivo por el cual bajaba desde la montaña a la ciudad con alguna frecuencia, portando su imangecita, debido a que se propuso construirle una capillita allí en la montaña, y para ello necesitaba limosnas o donativos.

Presentóse, por fin, un momento en que ya consiguió la suficiente ayuda, como era también la ya mencionada de donársele el solar o terreno; y enseguida edificó él con sus propias manos la ermita o capillita primitiva, gracias también a la gran comprensión y desvelos del presbítero don Sancho de Figueroa, quien tanto en vida como después de haber muerto Francisco de Paniagua, fue el gran impulsos inicial de todo lo que más tarde ha llagado a ser el actual y acogedor Santuario de Nuestra Señora de la Montaña.

Oct 011986
 

María Avelina Rubio Garlito.

El aspecto que vamos a tratar se engloba en un amplio estudio sobre el núcleo trujillano en el periodo 1851-1900 que constituye nuestra “Memoria de Licenciatura”; periodo en el cual aparecen ya definidas las transformaciones jurídico-políticas características del paso del Antiguo Régimen a la sociedad burguesa.

Entre estas transformaciones cabe señalar y por lo que a nuestro tema se refiere, los cambios que se produjeron en el sistema de propiedad y en el tipo de parcelado de la tierra, mediante la desvinculación y desamortización llevada a cabo en España durante el siglo XIX.

La desvinculación acaba con los mayorazgos y piedad vinculada, dando poderes reales de propiedad al titular de la tierra y permitiendo la entrada de esta en los circuitos comerciales.

La desamortización va a permitir la movilidad de la tierra y el acceso a la propiedad de la misma de nuevos grupos sociales.

Sin embargo, dadas las características de la desamortización llevada a cabo en España durante los siglos XVIII y XIX, y la forma de ponerla en práctica, ésta benefició fundamentalmente a los grupos que ya eran propietarios o que disponían de fondos, en metálico o títulos de la deuda. La nobleza terrateniente y la burguesía surgida de la Revolución Industrial, son los principales beneficiarios del proceso desamortizador español decimonónico.

Al analizar el sistema de propiedad característico de la zona trujillana, es necesario considerar un doble aspecto, como señala Sánchez Marroyo[1].

  1. Por una parte el modelo de parcelado dominante (distribución de fincas en diferentes tamaños).
  2. Por otra la distribución de las distintas fincas entre los diversos propietarios.

Con ello so consiguen tipificar lea relaciones de propiedad existentes en el núcleo trujillano, lo que resulta de gran operatividad para el conocimiento de la realidad social, ya que el basarse su economía en las actividades agrarias, el grado de relación con la tierra es un rasgo indicador del papel de cada individuo en el seno de la sociedad.

Antes de comenzar el estudio del tipo de parcelado dominante en Trujillo y de la titularidad del mismo en el periodo que nos ocupa, es necesario señalar un hecho que va a influir decisivamente en los aspectos mencionados.

El municipio trujillano acapara un sinnúmero de tierras pertenecientes a otros pueblos de su comarca, e incluso de fuera de ella, que se amillaraban en la ciudad. Por eso fue hasta bien entrado el siglo XX “el más impresionante registro de riqueza rústica de la provincia y de España”[2]. Las fincas amillaradas en Trujillo dependían a todos los efectos de sus respectivos pueblos, excepto en el plano tributario. Esto ocasionaba graves consecuencias económicas para los pueblos que se velan desprovistos de una parte importante de su riqueza por lo que no podían gozar de los beneficios tributarios legales, que se acumulaban todos en Trujillo. Ante esta situación los pueblos afectados por el problema, ponen en marcha una serie de reclamaciones para lograr el reintegro de sus propiedades, que no tiene lugar definitivamente Plasta la segunda década del siglo XX.

Por lo tanto en el periodo de nuestro estudio, de 1850 a 1900, persiste aún esta anomalía del amillaramiento trujillano.

TIPO DE PARCELADO

La estructura de propiedad trujillana va a variar escasamente durante la segunda mitad del siglo XIX. Como señala García Sanz[3], la desamortización contribuye a consolidar y acentuar los caracteres preexistentes en cada zona, en cuanto a la estructura de propiedad. Como rasgo característico, en Trujillo, al igual que en la zona de dominio latifundista, siguió dominando la gran propiedad.

Un número reducido de grandes fincas acumulaban la mayoría de la superficie agrícola, mientras que un gran número de pequeñas propiedades apenas sumaban una exigua porción del total.

El cuadro I refleja como la pequeña propiedad (fincas con una extensión de 0 a 10 fanegas, y la mediana propiedad fincas con una extensión de 10 a 200 fanegas), presentan un predominio numérico, el 88,8% del total del número de fincas. Sin embargo, la superficie que controlan es poco significativa, tan sólo el 17,1% del total.

Pero es sin duda la gran propiedad el sistema de parcelado dominante en Trujillo. De ahí la afirmación de Carrión de que “el partido de Trujillo es uno de los más interesantes en cuanto al estudio de las grandes propiedades”[4].

El número de fincas de más de 200 fanegas suponen el 11,1% del total, ocupando el 82,8% de la superficie del término municipal.

Tamaño en fanegas Número de fincas % Superficie %
Menos de 1 249 9,7 132 0,07
1 – 10 1204 47,1 4.263 2,3
10 – 50 474 18,5 11.114 6,1
50 – 100 185 7,2 13.192 7,3
100 – 200 157 6,1 3.240 1,2
200 – 300 77 3,0 19.921 11,0
300 – 500 98 3,8 35.640 19,7
500 – 1000 79 3,0 48.342 26,7
Más de 1000 30 1,1 45.747 25,3

CUADRO I. Tipo de parcelado de la tierra en Trujillo.
Fuente: Amillaramiento de 1851.

Estas extensiones de terreno estaban constituidas fundamentalmente por grandes dehesas dedicadas a pasto y labor que llegaban a alcanzar las 3.200 fanegas de extensión.

Este tipo de parcelado y aprovechamiento de la tierra, la dehesa destinada a pasto y labor, es la fuente fundamental de la economía trujillana en el siglo XIX.

TITULARIDAD DE LA PROPIEDAD

Si importante es conocer el tipo de parcelado dominante en un núcleo determinado, no lo es menos el constatar la distribución de las distintas fincas entre los diversos propietarios.

El estudio de la titularidad de la tierra en el Trujillo de la segunda mitad del siglo XIX, nos muestra la existencia de tres tipos de propietarios:

  1. Pequeños propietarios (poseedores de menos de 10 fanegas de terreno): Son individuos que viven modestamente manteniendo la propiedad de padres a hijos. Estas pequeñas propiedades apenas producían lo necesario para vivir, por lo que sus propietarios deben dedicarse a otras actividades que completen unos ingresos mínimos (artesanía, servicios, etc.).
  2. Medianos propietarios (poseedores de 10 a 200 fanegas de tierra): Junto con los pequeños propietarios tienen una gran importancia social al ser los mantenedores de la pequeña y mediana propiedad en España, pero su peso económico tiene poca relevancia, debido a la escasa extensión y productividad de sus terrenos. No accedieron de manera apreciable a las nuevas tierras puestas en venta con la desamortización, pues no poseían dinero en efectivo ni títulos de la deuda con que pagarlas.
  3. Grandes propietarios (poseedores de más de 200 fanegas de terreno): Están constituidos fundamentalmente por la nobleza tradicional, que aumenta su número en la segunda mitad del siglo XIX con la incorporación de nuevas miembros y la burguesía, que accede a la propiedad de la tierra con la desamortización. Esta burguesía adquiere tierras en la mayoría de las ocasiones, por ser este un signo de prestigio social, una inversión aceptable y sin riesgos en la España ruralizada y atrasada del siglo XIX y una importante fuente de rentas.

En el término de Trujillo, a comienzos de la segunda mitad del siglo XIX, se encuentra la mayor nómina de nobles de la provincia. Estos títulos nobiliarios junto a las posesiones que controlaban, aparecen en el cuadro II.

Excepto el Marqués de la Conquista, el resto de los títulos nobiliarios que aparecen en el cuadro, residen fuera del término de Trujillo y son lo que las fuentes denominan “hacendados forasteros”. Dentro de estos hacendados forasteros, algunos de ellos, como el Marqués de Santa Marta y el Duque de San Carlos, pertenecen a la nobleza local, con arraigado patrimonio que se remonta a épocas medievales, aunque residan en la Corte.

Otros pertenecen a la nobleza provincial, como el Conde de Canilleros, el Marqués de Monroy, etc., que poseen amplias posesiones en la provincia. Pero la gran mayoría de los títulos propietarios en Trujillo constituyen los grandes de España, que viven en la Corte y poseen territorios en gran parte de la geografía española, a los que han accedido bien por herencias, bien por compra a particulares, bien adquiriéndolos gracias a la desamortización.

La burguesía es el otro grupo constituyente básica del Colectivo de los grandes propietarios. La burguesía local está constituida por naturales o residentes en Trujillo que viven de la explotación directa o indirecta de sus tierras.

Título nobiliario Tierras (en núm. de fanegas) Título nobiliario Tierras (en núm. de fanegas)
Duque de Noblejas 12.174 Conde de Torrejón 1.554
Marqués de Santa Marta 10.579 Marqués de Lozoya 1.298
Duque de San Carlos 7.976 Conde de Adanero 1.297
Marqués de la Conquista 6.709 Conde de Gabia 1.257
Conde de Canilleros 6.354 Condesa de Teba 1.197
Conde de Santa Coloma 5.360 Marqués de Vadillo 904
Marqués de Campo Real 5.016 Marqués de Monroy 714
Conde de la Oliva 4.496 Marqués de la Isla 702
Duque de la Roca 3.689 Marqués de Espinardo 672
Conde de Chinchón 3.142 Marqués de Vilueña 372
Conde de Cervellón 2.830 Conde de las Atalayas 368
Conde de Campo-Alange 2.715 Marqués de Rianzuela 351
Conde de Tres Palacios 2.470 Marqués de Buscayolo 261
Duque de Ferías 2.432 Marqués de San Juan 178
Duque de Villahermosa 1.878 Conde de Castrillo 101
Marqués de Belgida 1.809 Señorío de Valero 74
Marqués de Lorenana 1.556 Marqués de Alcuain 67
Superficie total: 92. 297 fanegas

CUADRO II: Nobleza terrateniente en Trujillo.
Fuente: Amillaramiento de 1851.

La burguesía foránea procede principalmente de Madrid, de la provincia o de otros puntos de España, siendo la madrileña la más numerosa. Han sido los más beneficiados con la desamortización, pues su poder económico les ha permitido acceder a la propiedad de la tierra que explotan indirectamente arrendándola a labradores y yunteros de la ciudad y arrabales, y que controlan desde Madrid a través del administrador (figura característica de la sociedad decimonónica), obteniendo un alto nivel de renta.

En resumen, y como ya hemos apuntado, en el Trujillo de la segunda mitad del siglo XIX el modelo de parcelado dominante es la gran propiedad, grandes dehesas pertenecientes a hacendados forasteros o locales, que explotan indirectamente sus tierras arrendándolas a terceros y comportándose como verdaderos absentistas rurales.

Estos hacendados integrados por la nobleza y burguesía, son los grandes terratenientes que junto al latifundio, característico de la mitad sur peninsular, son la nota dominante en gran parte del territorio nacional durante el periodo decimonónico.


NOTAS:

[1] SÁNCHEZ MARROYO, F.: “E1 campo y campesinado cacereño durante la Restauración (1870-1920)”. Resumen de tesis doctoral. Cáceres: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura, 1983, pp. 7 y ss.

[2] SÁNCHEZ MARROYO, F.: “E1 campo y campesinado cacereño durante la Restauración (1870-1920)”. Tesis doctoral. Cáceres, 1982, p. 1.202.

[3] GARCIA SANZ, A. y GARRABOU, R.: “Historia agraria de la España Contemporánea”. Barcelona: Ed. Critica, 1985, p. 33

[4] CARRIÓN, P.: “Los latifundios en España”. Barcelona: Ed. Ariel, 1975, p. 162.

Oct 011986
 

Montaña Pulido Cordero.

No debo ni puedo iniciar estos comentarios, sin aclarar y declarar que todos los datos que voy a mencionar son consecuencia de la labor investigadora que Tomás Pulido realizó en el Archivo Histórico Provincial de Cáceres. Mi aportación a estos Coloquios no es otra que la de haber estudiado estos datos, relacionarlos y comentarlos.

Ya se comprenderá que no pretendo ni siquiera tratar de bosquejar una biografía del doctor Sorapán, sino la de aportar unos datos documentales que pueden contribuir a reforzar en alguna medida la estructura de un trabajo biográfico con más pretensiones.

Estas pequeñas noticias, inéditas, aunque carentes de trascendencia, no pueden esclarecer la figura médica -que es la que en definitiva importa- sobre todo si se tiene en cuenta que son de carácter común y sin otro asomo de originalidad que la de descubrir, o al menos confirmar, ciertas aficiones o actividades de Sorapán al margen de su carrera científica, ya románticas, ya instintivamente comerciales, ya totalmente vulgares como procedentes de relaciones de familia o de intereses, en las que, generalmente, huelgan datos que, expuestos en escrituras públicas a su vez vulgares, puedan interesar suficientemente a ilustrar los aspectos de una vida profesional que fue la base de su personalidad.

Sobre Sorapán de Rieros han escrito, aunque siempre demasiado poco, ya que nuestro médico deberá estar en Granada, como en Llerena, en Logrosán como en Guadalupe, en Zorita como en Trujillo… y en Cáceres, escritores bien preparados por sus talentos o circunstancias, como el doctor Castillo de Lucas, o don Pedro José Pidal, que le hizo granadino en sus “Estudios Literarios”; Roso de de Luna, vinculadísimo a Logrosán; Nicolás Pérez Jiménez, médico y medio contemporáneo de Sorapán…

Don Teodoro Fernández, antiguo párroco de Zorita, pueblo muy cercano a Logrosán, publicó en la Revista de Guadalupe (núm. de marzo-abril de 1965) una amplia nota biográfica del doctor Sorapán, en la que proporciona noticias documentadas sobre su vida. Ellas nos enteran de su naturaleza, la fecha de su nacimiento e, incluso, de la de su testamento en Trujillo y, razonablemente, aunque no tan precisa, la de su fallecimiento. Y, desde luego, también hace mención a la residencia en Cáceres, del doctor Sorapán, por “algún tiempo”, medida temporal que quizá resulte bastante escasa, ya que ese “algún tiempo” se convierte en los documentos aportados a continuación en unos diez años aproximadamente, pues en 1623 ya se encontraba en la villa cacereña ligado a su Concejo por un concierto de servicios profesionales en calidad de médico asalariado.

Hay, por tanto, en la escasa biografía que hoy poseemos sobre Sorapán de Rieros, alguna que otra duda, fácilmente superable pues parece claro que solo obedecen, antes que a dificultades en su investigación, a una falta de preocupación, de curiosidad y de interés por desentrañar los problemas que la personalidad histórica en cualquiera de sus aspectos y puedan salir al paso.

Los documentos aportados a continuación no merecen un orden de clasificación por materias, como es natural, dado su escaso número y su naturaleza -como instrumentos públicos que no pasan de corrientes- y sólo he atendido a su cronología, que al fin y al cabo, algo se proyecta sobre la biografía del médico Sorapán. Esta cronología oscila entre los años 1623 y 1632 sin que se pueda asegurar que nos puede servir cronométricamente como tiempo real de residencia de Sorapán en Cáceres. No es posible trasladar aquí, completos y en su forma textual, estos documentos, pues es inútil pretender sorprender entre la prosa notarial que ni siquiera nos muestra valores personales en juego capaces de ilustrar en algún aspecto que nos ayude a un enjuiciamiento sobre la ciencia, la competencia profesional, o las intimidades del pensamiento de don Juan Sorapán.

Cáceres, 6 de diciembre de 1623.
Escribano Juan Maderuelo.

El escribano grafía el apellido del doctor extremeño con este término: “Solapán”. Sin duda, es todavía demasiado nuevo en la villa, y su verdadero apellido, dada su particularidad, aún no acierta a escribirlo correctamente. “El doctor Juan Solapán de Rieros, médico asalariado desta villa de Cáceres residente en ella…”otorga poder a Pedro Mexía, vecino del lugar de Logrosán, para cobrar; en la Puebla de Santa María de Guadalupe, los maravedíes que se le deben y para recoger de Pedro Tomás, escribano de la dicha Puebla, las escrituras que están ante él dadas en favor del otorgante.

Esta escritura nos entera de algunas cosas y nos sugiere otras. El detalle de su fecha hace afirmar que es la primera conocida en el tiempo que duró su estancia en Cáceres, por lo que hay que suponer que debió otorgarla recién llegado a esta villa, detalle que parece corroborar el mismo contenido del poder en el que da comisión a Pedro Mexía para hacerse cargo de las escrituras que Pedro Tomás, escribano de Guadalupe, tenga en su protocolo otorgadas en favor del otorgante, lo que no tendrá otro motivo que el abandono de sus negocios, intereses y derechos, en realidad obligaciones de pago por ventas aplazadas, referentes a granos y ganados y que dejó e gestionar antes de hacerlas efectivas a causa de no haber tenido tiempo de realizar su liquidación ante el traslado de él, su caga y su familia a Cáceres por exigencia del contrato con el Ayuntamiento cacereño.

Cáceres, 2 de noviembre de 1624.
Escribano Juan Maderuelo.

Es una carta de arrendamiento que otorga el Ldo. Francisco Ojalvo Pacheco, presbítero, capellán de la capellanía que fundó el doctor Don Bernardino de Carvajal, como heredero que es en la dehesa del Hierro de Juan de la Peña (linde con el río Tamuja y con el Hierro de los Frailes) y en nombre de los demás herederos, da en arrendamiento al Ldo. Gabriel Gutiérrez del Prado… (sigue un espacio en blanco bastante amplio que sin duda fue destinado para rellenarlo con las condiciones o cláusulas del contrato de arrendamiento), y a continuación, en anormal formulismo, tal vez por concurrir circunstancias que impidieron cierta unidad de acto y redacción más ajustada, se cierra el contrato de este modo:

“En la villa de Cáceres, a dos días del mes de noviembre de 1624 anos, testigos que fueron presentes Benito Michel y Diego de Estrada y el Ldo. Don Ujenio (sic) Sorapán, vecinos y estante en la dicha villa…”.

Todavía se puede observar otra anomalía, o más bien, una irregularidad de tipo mecánico: entre el encabezamiento y el pie se interponen dos folios que corresponden a otra u otras escrituras, sin duda por inadvertencia en orden al cosido, que lógicamente se haría más adelante, al término del año o del cuaderno.

En realidad esta escritura nada tiene que ver con la persona del doctor Sorapán de Rieros, pero sin embargo, no deja de tener alguna relación con él, y no sólo porque en el documento aparezca como testigo un hijo del doctor, sino porque no parece que su intervención sea absolutamente casual, sobre todo conjugándola con otras escrituras estudiadas.

Don Eugenio Sorapán era uno de los dos hijos del doctor. Pese a haber transcurrido un año, al menos, desde que su padre residía en Cáceres, este don Eugenio debía estar recién llegado, pues el documento no lo hace ni vecino ni residente, sino solamente le da la condición de estante. Desconozco porqué el escribano o el propio don Eugenio aparece en su mención como testigo con la titulación académica de Licenciado. En nuevas alusiones no aparece tal título, y es seguro que siendo licenciado en algún estudio o facultad, no perdonase tal denominación, y más aún en aquella época en que no abundaban estas graduaciones. Un detalle, insignificante, desde luego, que puede confirmar una tendencia hacia el mejoramiento social de ambos hermanos, es el uso del “don” como señal de distinción o de categoría social y jerárquica que a todas luces no les correspondía ni por tradición familiar ni por propios méritos personales. Don Eugenio era clérigo de menores órdenes, don Tomás, su hermano… no era nada, y aunque hubiese llegado a disfrutar, por su mujer, el mayorazgo de D. Sancho de Sande y la consideración personal inherente a su disfrute, tampoco hay razones en que apoyar ese uso, siempre, aún entre gente muy empingorotadas, muy difícil de conseguir en aquella época.

Cáceres. Varias fechas, 1624.
Escribano: Juan Maderuelo.

Se trata de cincuenta y cinco escrituras que son obligaciones de pago que otorgan a favor del doctor don Juan Sorapán de Rieros diferentes conventos y vecinos de la villa procedentes de la compra de puercos que por si o por sus administradores han hecho al mencionado doctor con pago aplazado. Las operaciones de venta alcanzan a unos cien cerdos y generalmente, los compradores son artesanos. Las compras se refieren a una sola cabeza, los conventos adquieren de la media docena en adelante.

Cáceres, 3 de abril de 1632
Escribano: Juan Vega.

Se refiere a un poder para testar que otorga el Ldo. Fernando Higuero a favor de los Licenciados Rodrigo Martín Berrocal, clérigo presbítero, y García de Pizarro, en cuya escritura son testigos llamados y rogados Thomas de Sanabria, García Sánchez de Velasco, clérigo, y los doctores Juan de Sorapán (sic) de Rieros y Gonzalo Conejero médicos y Thomé González. El otorgante no pudo firmar por la gravedad de su estado y lo hizo el médico Conejero.

Este poder no tiene otro interés, en este caso, que el servir de cómputo por su fecha para establecer la estancia mínima de residencia en la villa de Cáceres del doctor Sorapán, dato que es indudable tiene importancia dentro de la relatividad del valor histórico de la biografía del autor de “La Medicina en Proverbios…”.

Oct 011986
 

Miguel Pérez Revirigo.

La historiografía -escasa- de Fregenal, sitúa al sureste las ruinas de una antigua ciudad: Valeria.

Rodrigo Caro, en su obra “Antigüedades de Sevilla y chorographia de su convenio jurídico” (1634), confunde reiteradamente los topónimos Valera y Fregenal como si de una misma ciudad se trataran.

Martín Moreno, en su “Historia de Fregenal” (I844) escribe: “Como a media legua distante del pueblo y a Mediodía o Sur, se hallaba este santuario (San Fructos). Es posible que no estuviese muy separado de la población de Valera, sitio que se conoce desde la más remota antigüedad con el nombre de San Fructuoso”.

José Ramón Mélida, en su “Catálogo Monumental de España, provincia de Badajoz” (1925) recoge un texto de Arias Montano -del que desconocemos su referencia bibliográfica- en el que el eminente humanista cita “las ruinas existentes a unos dos kilómetros al sureste de esta villa…”.

Quintero Carrasco, por último, en su obra “Historia de Fregenal de la Sierra”, (1981), sitúa las ruinas de Valera (o Valeria) sobre la llamada “Lama del Mocho” a más de cuatro kilómetros al sureste de Fregenal, a la vista de los muy escasos restos allí encontrados.

Así, el enigma de Valeria, su posible entidad histórica quedan en entredicho sin que hasta hoy pueda afirmarse o negarse con exactitud su existencia.

Todos los textos y autores mencionados la nombran como ciudad, lo que supone “a priori” su descripción jurídica, lo que, a falta de pruebas, resulta excesivamente arriesgado en estricta metodología histórica. Por otra parte, si existió, resulta especialmente extraña su excesiva proximidad al municipio de Nertóbriga Concordia Iulia, cuyas ruinas se encuentran a poco más de media legua al Sur. Más aún si consideramos como cronológicamente contemporáneos los restos arqueológicos descubiertos en uno y otros yacimientos.

¿Existió Valeria?

Los restos encontrados en un área de un kilómetro al Oeste de la “Loma del Mocho” son, en su totalidad, fragmentos de “tegula” y “later” fácilmente datables entre los siglos II al III d.C. Asimismo, un minúsculo resto de “terra sigillata” descubierto a unos diez centímetros de profundidad, sitúa al inicio de nuestra Era el posible asentamiento.

Extraña, no obstante, la ausencia total de materiales suntuarios lo que nos lleva a pensar en un hábitat de carácter agrario (“villa”) subsidiario de Nertóbriga.

Al Sur de la provincia de Cuenca existió otra Valeria íbero-romana de la que todavía se conservan importantes restos. Llegó a ser sede episcopal en tiempo de los godos, lo que también ha dado lugar a frecuentes confusiones con ésta de Extremadura.

Por último, la memoria colectiva de Fregenal recuerda sólo aquella vieja ermita de Valera, de la que, según la tradición renovada cada 8 de septiembre, fuera traída al pueblo la venerada imagen de la Virgen de la Encarnación, hoy de la Salud. Ninguna ciudad ni restos de construcción civil.

Tampoco el nombre de San Fructuoso, mencionado al inicio por Martín Moreno como el del empinamiento de Valeria, se recuerda. Ni tampoco la gente campesina del lugar sabe de hallazgos por aquellas tierras.

No obstante los análisis de suelo efectuados (ver anexos) determinan índices “anormalmente altos de fósforo (P) y potasio (K)”, vestigios orgánicos de un hábitat hoy desaparecido.

Tampoco las fotografías aéreas realizadas, a una altura de seis metros sobre la zona, descubren indicios de muros u otras construcciones en su superficie, lo que confirma nuestra primitiva hipótesis de un asentamiento agrícola abandonado y definitivamente destruido por las labores del campo, la erosión geológica y la múltiple e irreversible actividad humana.

Quintero Carrasco, en su ya citada obra, contempla este aspecto, si bien sus conclusiones carecen de base científica:

“En la que digo Valera, los labriegos, a medida que en el transcurso de los años e incluso de siglos, fueron labrando la tierra, irían recogiendo las piedras en los citados montones y majadas que aún se ven; cerramientos de ganado y paredes separativas de sus fincas cosa que, como en otras muchas del término, no les eran precisas si no tuvieran la piedra a mano y en abundancia, conformándose sólo con simples lindes que separan unas de otras, como se ve por otros lugares”[1].

Los “pedrizos” situados sobre la “Loma del Mocho” a que alude Quintero en su obra, no determinan necesariamente a ese lugar las ruinas de Valera, o de cualquier otro asentamiento cercano si consideramos, lógicamente, que cuando los labriegos “fueran recogiendo las piedras en los citados montones” no lo harían en otro lugar sobre sus propias tierras, sino en un erial de forma que esos restos líticos abandonados no entorpecieran más su actividad. Si consideramos que la “Loma del Mocho” es el único área de la zona improductiva, nuestra hipótesis concuerda plenamente con los indicios historiográficos citados alusivos a un yacimiento “como a media legua del pueblo”, un kilómetro al Oeste de la “Loma del Mocho”, donde, a su vez, hemos encontrado la mayor parte de los restos que nos ocupan.

En definitiva, creemos en la entidad histórica de Valeria como una “villas subsidiaria de Nertóbriga cuyo nombre acaso proceda del de la ciudad de Cuenca, antes mencionada, producto de alguna de las muchas migraciones que durante el Bajo Imperio trajeran colonos de la Tarraconensis a la Baetica en busca de tierras más productivas y romanizadas.

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NOTAS:

[1] CARRASCO, Quintero: “Historia de Fregenal de la Sierra”. Los Santos de Maimona, 1981.

Oct 011986
 

Ramón Núñez Martín.

CAP. I.
EL ANTIGUO Y POBRE ASILO DE TRUJILLO TRANSFORMADO EN UNA ESPLÉNDIDA RESIDENCIA DE ANCIANOS.

Introducción a modo de resumen

Se trata, en esta comunicación, de hacer la historia, sin duda interesante, de esta residencia de ancianos que comenzó siendo asilo a finales del siglo pasado el primero de enero de 1894, cuando llegó la Congregación de Hermanas de los Ancianos Desamparados a hacer esta fundación en nuestra ciudad. Vino a hacerse cargo de la nueva casa abierta la superiora de Badajoz, sor Carmen del Corazón de Jesús, acompañada de seis religiosas más. Se instalaron en una casa señorial del siglo XIV, el antiguo Alcázar de Luis de Cháves, tal vez “el monumento más histórico de Trujillo”, porque aquí se acordó entre los Reyes Católicos la divisa de su escudo: “tanto monta”, para realizar la unidad entre Castilla y Aragón.

Pero un edificio envejecido como éste, no tenía condiciones para asilo y hubo necesidad de hacer bastantes trasformaciones. Aún así resultaba sumamente incómodo para poder vivir en él los pobres ancianos. Aquí funcionó como pudo el asilo durante 68 años.

Hasta que un día, allá por el año 1961, la superiora de la casa, la madre Antonia, una santa mujer llena de caridad y cargada de años y de experiencia, no pudo soportar por más tiempo una situación como esta y se lanzó resuelta y valiente a poner remedio: “esto no puede seguir así, hay que hacer un nuevo asilo”. Se puso confiadamente en manos de Dios y ese fue su gran acierto.

Aconsejada por el arquitecto de Bellas Artes, decidió buscar un solar al aire libre en las afueras de Trujillo. Al principio se encontraron dificultades, como suele ocurrir casi siempre con todas las obras de Dios. Pero por fin surgió una generosa donante, Isabel Mateos, trujillana, de Huertas de Ánimas, que habiendo llegado a su conocimiento que la madre Antonia buscaba un amplio solar para su proyecto, puso con alegría y desprendimiento total un grandioso campo de su propiedad a disposición de ella. Las dos han muerto ya, y juntas estarán en el cielo recibiendo la recompensa de su inmensa caridad.

El campo donado para este fin, está situado, a mi modo de ver, en un sitio ideal, a mitad de camino entre Trujillo-ciudad y su principal arrabal Huertas de Ánimas. El arquitecto trazó los planos en 1962 y en el mes de octubre comenzó a realizarse el proyecto. Al terminarse el primer pabellón se bajaron a la nueva casa la comunidad de hermanas con todos los ancianos. A la nueva casa se la designó con el nombre de hogar de Santa Isabel. Eran tiempos difíciles y se partía de cero, pero colaboraron muy bien tanto Trujillo como la comarca.

Cumplido su mandato, la madre Antonia fue sustituida por la madre Martina que levantó el segundo pabellón. A terminar los tres años, la Madre General envió a la madre Ignacia que es la que más ha contribuido a los aciertos de esta residencia, por su natural vocación de arquitecto y por su larga experiencia.

Fue ella quien, además de hacer el tercer pabellón, mandó construir la espaciosa y artística iglesia que arquitectónicamente es la obra más importante.

Vino posteriormente nombrada como superiora la madre Guadalupe. Era una mujer toda bondad, todo corazón cuya preocupación por los ancianos le costó la vida. Yendo una noche a recoger con otra religiosa unas peras que le habían ofrecido de un camión volcado, la arrolló un coche que venía lanzado a gran velocidad. Fue una noche tristísima ¡Cómo lloraban esa noche tanto las hermanas de la comunidad como los ancianos y ancianas de la casa! Fue una mártir de la caridad, ya que murió por hacer el bien a sus queridos ancianos.

Vino a ser superiora la madre Paula posteriormente, y continuó la construcción a ritmo más lento. Y por fin, por segunda vez, vino la madre Ignacia para poner el broche de oro en la construcción del Hogar. Todo ha quedado terminado en el año 1985 y al terminar la Madre General mandó a otra residencia de ancianos a la madre Ignacia, viniendo a reemplazarla la madre Raquel, que es la que está de superiora en la actualidad.

Con todo esto se ha dado fin a esta realización cristiana, necesaria y moderna que ha durado 23 años, ya que la obra del edificio se ha tenido que hacer poco a poco, según lo permitía la situación económica. ¡Cuántos sacrificios ha costado! ¡Cuántas dificultades se han tenido que vencer! Unos han ayudado con su trabajo, otros con su limosna en mayor o menor cuantía, otros entregando sus personas al servicio constante de los ancianos como han hecho estas hermanas que han sido las que más han dado. El que más da no es el que aporta su dinero o el que colabora con su inteligencia y su trabajo, sino el que da su persona y ellas, las hermanas, han consagrado sus vidas, han dado sus personas, lo han dado todo por amor a Dios y a los ancianos desamparados. Los que vivimos en Trujillo y su comarca debemos expresar nuestro más profundo agradecimiento por cuanto han hecho a favor de nuestros ancianos. Como dice una antigua expresión popular: “no es noble ni bien nacido el que no es agradecido”.

CAP. II.
EL ASILO, RESIDENCIA INCÓMODA Y PEQUEÑA

Comienzos heroicos

Las seis semanas que vinieron a hacerse cargo de esta residencia de ancianos, después de visitar el edificio por primera vez debieron pensar: “Para empezar no está mal del todo. Comencemos, aunque para vivir aquí los pobres viejos, este antiguo caserón no tiene condiciones. Ya trataremos de acondicionar la casa para que nuestros ancianos puedan estar lo menos mal posible”.

Para conseguirlo, tuvieron que realizar bastantes transformaciones, con lentitud, según lo permitían los escasos medios de que disponían. Obligadas por la necesidad tuvieron que construir algunas edificaciones modernas adosándolas a los muros exteriores con perjuicio de su carácter artístico y señorial. Por entonces Bellas Artes no demostraba tener mucha preocupación por estas cosas.

Era natural que la vivienda tan envejecida por los muchos siglos de existencia con que contaba, tuviera un notable desgaste y no ofreciera las mínimas condiciones de habitabilidad que necesitaban las personas mayores. No tenían calefacción en invierno. No había ascensores para subir tantas escaleras. El frío entraba por las rendijas de las ventanas como “Pedro por su casa”. Es decir, este asilo era trabajoso y además funcionaba en precario, a lo pobre, con escasos medios, y las religiosas de la comunidad, aunque se desvivían por remediar las deficiencias, no podían conseguirlo. Con mucha frecuencia tenían que salir por las calles de Trujillo y los pueblos de su comarca a recaudar limosnas para poder alimentar a tantos ancianos como llenaban la casa, así como para reparar el edificio. Por eso no es de extrañar que en invierno hubiera numerosas defunciones de los allí acogidos y que muchos ancianos se resistieran a venir al asilo, sabiendo lo que les esperaba.

Por ser de justicia, hay que poner de manifiesto el bien que hicieron estas hermanas, convertidas en ángeles de la caridad, con estos ancianos necesitados, tanto en el orden corporal como en el espiritual. ¡Cuántos estarán en el cielo gracias a ellas! En la actual comunidad de Trujillo sólo queda una hermana de las antiguas, vasco-navarra ella, de 80 años, fuerte como un roble y llena de paz y alegría: la hermana Leonor. Quedan también algunos ancianos, muy pocos, que les tocó vivir en la antigua casa.

La madre quiere construir un nuevo asilo

Recuerdo que por los años del 60 al 62, estaba de superiora en el asilo la madre Antonia, una santa mujer llena de caridad y cargada de experiencia que, sin duda, inspirada por Dios, no pudo soportar esta situación por más tiempo y se lanzó resuelta y valiente, como una nueva Judit, a poner remedio: “Esto tiene que terminar; de ninguna manera podemos seguir viviendo en esta casa; hay que hacer un nuevo asilo”. Para eso lo primero que hizo fue poner toda su confianza en el señor y éste fue su gran acierto.

Después pide consejo a los técnicos y ellos emiten su parecer diciendo: “No se debe gastar más dinero en este viejo edificio porque por muchos arreglos que se hagan no puede quedar bien por no reunir las condiciones necesarias para ser residencia de ancianos”.

En un principio la Madre pensó construir la nueva residencia en la Huerta y en parte del edificio de Chaves. Pero el arquitecto, con muy buen juicio, la convenció de que el proyecto en este lugar era inviable. Y, además, Bellas Artes, como es natural, se oponía a ello.

Su sugerencia fue que se hiciera el asilo nuevo en otra parte. Pero, ¿dónde? Fuera de la ciudad, en el campo, en un sitio sano. En principio se pensó hacerlo en el campo de San Juan, en la carretera de La Cumbre, donde recientemente se ha levantado un grupo de nuevas viviendas. Pero surgieron dificultades y no encontró otra solución que desistir en sus intentos de llevar a cabo el proyecto en ese lugar.

En esto, surgió providencialmente el ofrecimiento generoso de una familia cristiana. La donación de una puerta grande y hermosa a medio camino entre Trujillo y Huerta de Ánimas. Era el sitio ideal para levantar la nueva residencia.

La donante, una mujer excepcional

Isabel Mateos, trujillana, feligresa de la parroquia de San José de Huertas de Ánimas, fue esa mujer.

Al saber que la madre Antonia buscaba un amplio solar para realizar su proyecto, pensó en el medio de resolver el problema. ¿Cómo? Un sobrino suyo, José Mateos, tenía unas huertas en el lugar a propósito para ello. “Aquí, -pensó ella- estaría muy bien la nueva residencia de ancianos que la madre Antonia quiere construir; a medio camino entre Trujillo y Huertas de Ánimas”. Y habló a su sobrino proponiéndole un canjeo. Que ella se quedara con este campo para construir el nuevo siglo y le daban compensación una propiedad suya equivalente entre Trujillo y Huertas de la Magdalena. El sobrino aceptó gustoso. Cuando Isabel se presentó a la madre Antonia para hacer su ofrecimiento, ésta se llevó una de las mejores alegrías de su vida. “¡Gracias Señor, ya sí que tendremos una nueva residencia!”.

CAP. III
LA CONSTRUCCIÓN DEL NUEVO HOGAR

Manos a la obra

El arquitecto de la Congregación, con la autorización de la Madre General, trazó los planos del nuevo edificio en el lugar que ya hemos indicado, y la madre Antonia, con suma diligencia, sin pérdida de tiempo, comenzó la realización del plan proyectado en el mes de octubre de 1962.

Entonces todo estaba más barato que ahora, tanto los materiales como la mano de obra. Una vez construido el primer pabellón, se bendijo y se inauguró en la más estricta intimidad, estando ya presente la comunidad y los ancianos del antiguo asilo. A la nueva Casa había que ponerla un nombre y la madre Antonia determinó que se llamara Hogar de Santa Isabel, en agradecimiento a la donante del terreno: Isabel Mateos. Eran tiempos difíciles aquellos y se partía de cero. Hubo necesidad de hacer una campaña para recaudar recursos y pagar lo que se iba edificando. Entonces no existía la ayuda del Estado que llegaría más tarde. Tanto Trujillo como los pueblos de su comarca, dentro de sus posibilidades, colaboraron con entusiasmo y generosidad.

La Madre Provincial vio que la madre Antonia era ya muy anciana y necesitaba descansar. Ella había cumplido ya su misión de romper frentes y levantar el primer pabellón, en donde estaban los ancianos y ancianas que bajaron de la casa antigua. Y se envió una nueva superiora, la madre Martina, que comenzó enseguida a levantar un segundo pabellón, que es el que está mirando a la carretera de La Avenida. La parte superior de este pabellón, estaría destinado a servir de vivienda de las catorce hermanas que formaban la comunidad al servicio de los ancianos, y en la parte inferior se puso la portería así como las salas de visita y demás dependencias necesarias para acoger con sentido de hospitalidad a los familiares y amigos del Hogar de Santa Isabel. Lo construyó la empresa Barrera, de nuestra ciudad. Se puso en el lugar central de la fachada exterior la imagen de la madre fundadora de la congregación: Santa Teresa de Jesús Jornet, canonizada en Roma aquel mismo año: el 27 de enero de 1974.

Construir con visión de futuro

Pasaron los tres años de la madre Martina y había necesidad de construir una casa que mereciera la pena, pensando con visión de futuro que esto es una exigencia de tiempos modernos. Para llevar a cabo esa misión, la Madre General envió a la superiora de Badajoz para hacerse cargo de esta casa y comunidad: la madre Ignacia, que por su natural vocación de arquitecto y por su larga experiencia en obras, es sin duda la que más ha contribuido a los aciertos de esta gran construcción, gracias a los carismas con que Dios la ha adornado en beneficio de los ancianos. Ella fue la inteligencia, el buen gusto, la imaginación y la preocupación por el detalle en el desarrollo de la obra constructora.

En su tiempo, en la parte central de toda la edificación, se hizo la espaciosa y artística iglesia, moderna, en sentido arquitectónico es la obra más importante realizada en la casa hasta ahora. Hizo también el tercer pabellón, que está dedicado al servicio de la casa, enfermería, salas de recreo para los ancianos y terraza, y el pabellón para los ancianos.

Al ser nombrada de nuevo superior al del asilo de Badajoz, vino la madre Guadalupe a regir la casa. Era una mujer toda bondad, toda corazón, llena de preocupación constante y sacrificada por los ancianos. Todo lo que hacía para ellos le parecía poco. Continuaban las obras y, según me dijeron en sus tiempos, el hogar en construcción llegó a deber en la Caja de Ahorros hasta catorce millones de pesetas. Personas de su temperamento no han nacido para desenvolverse con agilidad en el mundo de la economía y de la administración. La preocupación por sus ancianos le costó la vida. La obra redentora exige sacrificios, porque “no hay redención sin derramamiento de sangre”.

Mártir de la caridad

Un día de verano, el dos de julio, a la una de la noche mientras ella ejercía la caridad, tratando de allegar recursos para sus queridos ancianos, murió víctima de un accidente de tráfico en la carretera de Badajoz la madre Guadalupe. El Hogar de Santa Isabel quedó, de momento, sin madre superiora.

El acontecimiento sucedió así: avisaron por teléfono aquella noche, pasadas las doce, estando acostada la Comunidad, que había volcado un camión grande de peras en la carretera de Badajoz y que se ofrecían al Hogar gratuitamente para los ancianos, si aquella misma noche pasaban a recogerlas. La madre, con otra religiosa, la hermana Ángeles, se levantaron de la cama y en el coche de la Casa se dirigen al sitio del suceso, para recoger la fruta ofrecida y traerla a Hogar.

A cruzar la carretera, la madre Guadalupe que no andaba muy bien de la vista, no pudo distinguir que venía un coche a gran velocidad, y se la llevó por delante, arrastrándola bastantes metros. ¡Fue aquella una noche tristísima! Su cadáver estaba destrozado y sólo se puede dar la Santa Unción bajo condición de estar viva.

Los guardias de la carretera, vigilantes de la misma, cogieron sus restos en una sábana de plástico y los trajeron al Hogar de Santa Isabel, quedando la carretera regada por su sangre generosa.

Lloraban las hermanas desgarradoramente, lloraban todos los ancianos y ancianas de un modo inconsolable al saber la inesperada y trágica noticia. Todos a una exclamaban: ¡Hemos quedado huérfanos!, ¡se nos ha muerto la Madre! Sin duda que fue mártir de la caridad ya que murió por hacer el bien a sus queridos ancianos. Ella desde el cielo pediría por ellos al Señor, para que el Hogar pudiera pagar pronto la crecida deuda que tenía.

Ella, que se supo vivir de un modo tan ejemplar el ideal de la vida religiosa en su querida congregación, terminó con el más hermoso servicio de caridad que había realizado en su vida. Ciertamente que hay muertes que no dan miedo y ésta es una de ellas, porque Dios se la ha llevado al cielo a descansar eternamente. Jamás podrá olvidarse el testimonio que ha dejado la madre Guadalupe en la historia de esta Casa.

A raíz de este acontecimiento, en cuanto pudo, vino la Madre General a hacerse presente en el Hogar de Santa Isabel, para celebrar un funeral por la difunta y consolar en su justo dolor a esta familia entristecida, prometiéndoles que pronto les enviaría una madre nueva que continuase la labor de la anterior.

Última fase de la construcción

Vino ocupar la vacante, como nueva superiora, la madre Paula. Procedía de una ciudad de Murcia: Hellín, donde también había construido de nueva planta, como superiora, una residencia de ancianos. Continuó la construcción a ritmo lento y sumisión fue obtener medios para pagar la deuda que se tenía con la Caja de Ahorros, principalmente, y, sin duda, por la intercesión de la madre Guadalupe, logró en un tiempo relativamente breve, saldar la deuda.

Por fin, al marcharse la madre Paula, llegó por segunda vez de superiora la madre Ignacia, para poner el broche de oro en la construcción del Hogar de Santa Isabel. Principalmente construyó el pabellón de los ancianos con su correspondiente bar, salón de cine, sala de estar, refectorio, etc. Sin duda que ha quedado perfecto y digno de ser visitado. Se ha reformado también el pabellón primero que se hizo para ancianas y otras muchas más reformas y ampliaciones que pueden verse y que, de hecho, muchos al visitar la casa pueden ya admirar.

Agradecimiento a Dios y a los bienhechores del hogar.

La madre y las hermanas de la comunidad manifiestan que tanto Dios, Nuestro Padre, como otras muchas personas buenas, han ayudado de un modo constante y generoso. Y no saben cómo agradecerlo. Los tienen siempre presentes en su recuerdo y en sus oraciones.

No citamos nombres porque sería una lista interminable. Dios sabe el nombre de todos y les sabrá recompensar como merecen.

El Señor y nuestros protectores: la Virgen de los Desamparados, San José, Santa Isabel, Santa Marta y Santa Teresa de Jesús Jornet, se han volcado en delicadezas y atenciones con esta obra del hogar-residencia de ancianos.

Entre otros muchos casos que podría contar, por su importancia y especial significación hay uno que voy a referir: el problema del agua. El consumo de la casa era muy grande. La huerta no se podía regar porque el agua que había que comprar resultaba muy cara.

Vino entonces la necesidad de hacer exploraciones en el terreno para ver si podían abrir algún pozo en la huerta. Así lo hicieron y después de trabajar lo indecible en varios sitios personas expertas, tuvieron que desistir porque el trabajo resultó infructuoso.

Fue entonces cuando el Señor debía recordarles lo que dijo a los Apóstoles: “¿Os convencéis ahora de que sin Mí nada podéis hacer? Llevad a la oración esta necesidad proponiendo en Mí vuestra confianza y encontraréis lo que buscáis”. Providencialmente, llegó por entonces a conocimiento de la madre Paula una pista. Llegó a sus oídos que la comunidad de Madrid tenía una amiga era zahorí, y por mediación de estas hermanas la invitaron a que viniera Trujillo para ver si por fin podían descubrir agua y, enseguida, junto a la casa, dio con una abundante corriente de agua que daba 8.000 litros por minuto, con lo cual, después de haber abierto un pozo profundo, se comenzó a sacar agua en abundancia para atender las necesidades del Hogar y para regar la huerta.

Estando ya la madre Ignacia en su segundo mandato, viendo que todavía escaseaba el agua para las atenciones necesarias de la Casa, de la huerta y del ganado que tienen, acudieron por segunda vez a su amiga la zahorí de Madrid, María del Carmen, rogándole por favor que volviera a descubrir un nuevo manantial de la huerta para poder abrir un nuevo pozo. Así lo hizo y el problema quedó resuelto a plena satisfacción.

Gracias a eso la hermosa huerta está siempre verde, y se ha convertido en un vergel, no habiendo faltado agua desde entonces, en contraste con los prados y las huertas de alrededor que durante una gran parte del año aparecen secos y agostados.

Las religiosas están sumamente agradecidas a esta bienhechora del Hogar de Santa Isabel.

COLOFÓN
UNA LLAMADA A LA COLABORACIÓN

Esta benéfica institución del antiguo Asilo de Trujillo, trasformado hoy en el Hogar de Santa Isabel, ha sido llevada durante 92 años por la Congregación de Hermanas de los Ancianos Desamparados, estando regida en la actualidad por la madre Raquel. Faltan sólo ocho años para que se cumpla el siglo de la permanencia de esta comunidad entre nosotros.

En las presentes circunstancias, por la escasez de vocaciones, son pocas las hermanas en número. Nada más que once, dos de ellas muy mayores.

Es evidente que necesitan nuestra ayuda, y esperan que en Trujillo se encuentren personas generosas que se ofrezcan, por caridad, a ayudarlas en la inmensa tarea que tienen entre manos.

Desde hace algún tiempo viene un grupo reducido de seis mujeres una vez a la semana durante dos horas por la tarde a trabajar en el ropero. Y un hombre de Trujillo viene casi todos los días a ayudar al traslado de los ancianos impedidos.

¿No podrían hacer algo parecido muchas personas buenas pertenecientes a diversas asociaciones y que desean hacer el bien a los prójimos sus hermanos?

Por Navidades y por Reyes vienen varias asociaciones como los Antiguos Cruzados, la Adoración Nocturna masculina y femenina y otros grupos que ahora no recuerdo; todos a felicitar las Pascuas a los ancianos y ancianas de este Hogar, a traerles un obsequio y a representarles en el teatro una velada para alegrarles la vida.

Trujillo ha estado siempre muy vinculado a esta querida institución.

Las personas que tengan tiempo harán muy bien en ofrecer su colaboración personal. Sembramos el bien en la tierra para recoger con alegría en el Cielo.

Oct 011986
 

Juan Moreno Lázaro.

FECHA EFEMÉRIDE NÚM. PÁG.
1468, marzo, 16 Nació en Trujillo si el cronista no hierra. 11
1499, septiembre, 5 Ojeda hacia La Española. Jáquimo. Allí queda F. Pizarro 26
1499, agosto, 24 (San Bartolomé). Lago Maracaibo. 26
S. XV, postrimerías Pizarro va con Ojeda. Lealtad de Colón. 24
1502 Ojeda adelantado de Coquibacoa. 27
1513 F. Pizarro participa con Núñez de Balboa en el descubrimiento de Pacífica.
1511 Santa María de Darién. F. Pizarro 43 a. Rodrigo embajador nicuesa 40
1514 Pedro Arias. “Pedrarias”, gobernador. 42
1513 El mar del Sur (Pacífico) el 25 de septiembre. 43
1522 Pascual de Andagoya, Pedrarias, Ojeda, Juan de Vasurto. 49
1522 Don Gonzalo, el padre de F. Pizarro, a su lado María Viedma. 49
1524 F. Pizarro, con 112 hombre y 4 caballos, embarca y navega 52
1526 Luque celebra misa en Panamá. Almagro, F. Pizarro y Luque 61
1528 Cortés en Palos como príncipe fastuoso
1528 (Pleno invierno) Indios, oro, plata, parte F. Pizarro N. de Dios 93
1529 (Avanzado) F. Pizarro consigue ser recibido por el Emperador 98
1529, junio, 26 Firma de las Capitulaciones 101
1529, julio, 26 En Toledo, Capitulaciones refrendadas por Juan Vázquez 108
1529, noviembre, 13 El Emperador y su madre dan armas propias a F. Pizarro
1529, mediado dic. Francisco Pizarro llega a Trujillo 111
s. XVI Indumentaria sobria. Golilla escarolada. Capa Cruz Santiago 115
1529 El último domingo, misa en San Andrés. Sus hermanos, primos 115
1530 F. Pizarro piensa salir con el resto (antes Gandía, 20 hombres y…) 116
1531 A fines de enero sale la flota con 185 hombres y F. Pizarro 122
1531, abril, 14 Firma Decreto nombrando oficiales reales 128
1531, abril, 22 Mediado mayo llega socorro, no cuantioso. Animoso 128
1532, prim. de mayo Bocanegra dice: “más oro que hierro en Vizcaya” 134
1532 Bocanegra emprende viaje grueso de las fuerzas 141
1532, septiembre, 29 Día de San Miguel. Villa de San Miguel de Piura 142
1532, noviembre, 15 Al amanecer, Pizarro contempla Cajamarca 154
1532, nov. y dic Meses de lluvia de oro. Hernando informes. 179
1533 Atahualpa discurre unir sangres. Inés y Angelina 181
1533, abril, 14 Almagro arriba con nueva gente al Perú 183
1533, abril, 28 Llegan de Jauja 127 cargas de Oro y 7 de plata 184
1533, agosto, 29 Muere el inca Atahualpa, y vicisitudes 195
1533, noviembre, 15 Cuzco es ocupado por Manco II 202
1534, mayo, 21 Hernando recibe el hábito de Caballero de Santiago 212
1534 A finales de aquel año, se recuperó hasta Quito (Norte Perú) 204
1535, enero, 1 F. Pizarro escribe pidiendo –una vez más- Cuzco al rey 208
1535, junio, 12 Capitulaciones Almagro-Pizarro, buscando armonía 220
1537, abril, 18 Hernando y Gonzalo prisioneros de Almagro 232
1537, junio, 5 Con 69 años F. Pizarro prepara su testamento 234
1537, julio, 12 Almagrista Ordóñez bate en Almancay a Almagro 238
1537, octubre, 25 Fray Bobadilla exi. Rehenes en Mala a dos partes 245
1537, noviembre, 10 Sale F. Pizarro de la Ciudad de los Reyes
1537, noviembre, 24 Depósito de fianza de doscientos mil pesos 250
1538 Crudo invierno. F. Pizarro en Lima. Hernando y otros contra Alm. 252
1538, abril, 26 Batalla de Salinas. Vencidos los almagristas. 255
1539 Hijo tercero de F. Pizarro ¿Angelina la madre? 265
1540, principios Vuelve a Lima F. Pizarro 269
1541 “Mocea aún el año 1541”. Caballeros de la Capa (12) 275
1541, junio, 26 Domingo Fatídico (Rada al frente almagrista) 280
1541, septiembre, 29 Picado decapitado por los almagristas 287
1542, septiembre Vaca de Castro promulga indulto excepcional al Caballero Capa 291
1544 Gómez Pérez apuñala a Manco. Almagro hijo, proc. cond. ejecutado 291
1551 Francisca. 17 años; Francisco bordea los 11 292
1560 Hernando de Pizarro y su esposa Francisca, en la Zarza estados. 293

Este es el trabajo ofrecido por Juan Moreno a los XV Coloquios de Extremadura en Trujillo, realizado con la colaboración de María del Carmen Solís Mayordomo, quien también “espigó” buscando las fechas clave.

Oct 011986
 

Cristina Chico de la Llave.

TRANSCRIPCIÓN

“Don Enrrique, por la gracia de Dios, rey de Castilla, de León, de Toledo, de Galizia, de Sevilla, de Córdoba, de Algezira, de Gibraltar y Señor de Vizcaya y de Molina. Por fazer bien e merced a vos y al Concejo, Justicia, regidores, caballeros, escuderos, oficiales e omes buenos de la dicha cibdad de Trujillo que son agora e sois e fuéredes de aquí adelante, e por los muchos e buenos e leales servicios que vosotros me avedes fecho e facedes de cada día y en alguna enmienda e remuneración dellos porque de aquí adelante esa dicha cibdad se ennoblesca e pueble más e sea mejor abastada e proveída de los mantenimientos e cosas necesarias, tengo por bien e es mi merced que de agora e de aquí adelante, para siempre jamás, aya en ella un Mercado Franco al día del jueves de cada semana y que todas las personas, vezinos desa cibdad en su tierra y de cualesquier otras partes así de mis reinos como de fuera dellos, cristianos e moros e judíos e omes e mugeres de cualesquier ley, estado e condición preheminencia e dignidad que sean que al dicho Mercado vinieren puedan venir e vengan libre e seguramente con todos sus bienes e mercadurías e cosas que llevaren e trayeren; y que en la venida a dicho Mercado el dicho día jueves ni en la estada ni en la tornada a sus cosas no sean presos, ni detenidos, ni embargados ellos ni alguno dellos ni sus bestias, ni bienes, ni mercadurías que así llevaren e trayeren ni cosa alguna dellos devan e ayan a dar a mi o a otra cualesquier persona o personas en cualquier manera. Y otro sí, que sean francos e libres e quitos e esentos así los vecinos de la dicha cibdad e su tierra e sus arravales como de fuera della que al dicho Mercado vinieren, de pagar. E que no paguen ni le sea demandado ni llevado alcavala ni otro portadgo ni otro derecho alguna de cosa alguna de las que en el dicho Mercado del dicho día jueves en la dicha cibdad e sus arravales vendieren e trocaren e compraren e cambiaren escebto de las carnes muertas e pescado remojado que vendieren por peso e ojo e del mal cozinado, e del vino atabernado y de las heredades, que es mi merced que se pague alcavala. Y por esta mi carta e traslado sicnado de escribano público sacado con autoridad de juez o de alcalde, mando a qualesquier mis tesoreros e recabdadores e arrendadores mayores e receptores y a los otros arrendadores e fieles e cogedores y otras qualesquier personas que por granado o por menudo o en otra qualesquier manera cojen e recabdan e van e quieren de cojer e recabdar las dichas mis alcavalas e portadgos e otros derechos de la dicha cibdad, que no demanden ni lleven a los vezinos de la dicha cibdad e su tierra e de qualquier otra parte, así de los dichos mis reynos como de fuera dellos que a ello el día jueves al dicho Mercado vinieren, alcavala ni otro derecho alguno de las cosas que así en la dicha cibdad e sus arravales en el dicho Mercado de dicho día jueves de cada semana desde que el sol saliere fasta ser puesto se compraren e vendiren e trocaren e cambiaren ni de cosa alguna dello escebto de las cosas susodichas que así es mi merced que paguen alcavala. Y que por la dicha razón les no prendan ni preden ni fagan cosa ni daño alguno porque esta merced que vos yo fago e franqueza que vos yo do del dicho mercado, en todo vos sea guardada. E mando a mis contadores mayores que pongan y asienten en los mis libros de lo salvado el traslado desta mi carta signada de escribano público; y vos sobrescrivan e de e tornen el original y que en los cuadernos e condiciones con que de aquí adelante arrendaren las dichas mis rentas de las dichas mis alcavalas e otros derechos desa dicha cibdad y en los recudimientos que dieren para lo coger e recabdar pongan por condición que no se pague, ni lleven, ni demanden la dicha alcavala ni otro derecho de cosa alguna que así en el dicho Mercado a vos así doy yo Franco del dicho día jueves de cada semana se compraren e vendieren e trocaren e vendieren escebto las cosas susodichas, y que sobre ello vos den mi carta de privilegio e las otras mis cartas e sobrecartas las firmes e bastantes que les pidiéredes e menester o viéredes porque esta merced que vos yo fago vos sea guardada, las cuales mando al mi chanciller e notarios e a los otros mis oficiales que están a la tabla de mis sellos que libre e pasen e sellen e por esta mi carta e por el dicho su traslado signado como dicho es. Mando a todas qualesquier mis justizias e otras qualesquier personas mis vasallos, súbditos e naturales de qualquier ley, estado e condición, preheminencia o dignidad que sean, e a cada uno dellos que agora son e serán de aquí adelante, que vos guarden e fagan guardan esta dicha merced que yo así del dicho Mercado Franco vos fago e vos defiendan e amparen en ella y que vos no vayan ni pasen ni consientan ir ni pasar contra ello agora e de aquí adelante en algún tiempo ni por alguna manera, y que deyen libremente ir e venir al dicho Mercado a toda las personas que a él fueren e vinieren con todos sus bienes e mercadurías que llevaren e truyeren que los no prenden ni prendan ni embarguen ni consientan prender ni prendar ni embargar a ellos e a los dichos sus bienes e mercadurías e cosas que llevaren e que trayeren cosa alguna dello por debda ni debdas algunas, que los tales que así al dicho Mercado vinieren deban e sean obligados a dar e pagar en cualesquier manera ni por prendas ni represalias que de unos Concejos a otros, e de unas personas singulares a otras se ayan fecho e fagan salvo si los tales o los dichos sus bienes e mercadurías estuvieren obligados e se obligasen de pagar las dichas debdas en el dicho Mercado del dicho día jueves ni de los facer ni fagan otro mal ni daño alguno. Y por esta mi carta tomo e reviso a las dichas personas e mi guarda y seguro e so mi amparo e defendimiento real e a todos sus bienes e mercadurías e cosas que llevaren e trayeren, el cual dicho su seguro e todo lo en esta mi carta contenido e cada cosa dello mando a vos las mis justicias e a cada uno de vos, que luego fagades pregonar públicamente por las plazas e mercados e otros lugares acostumbrados desas dichas villas e lugares por pregoneros e ante el escribano público porque todos lo sepan e guarden así, y dello no puedan pretender ignorancia; y fecho el dicho pregón si alguna o algunas personas contra este dicho mi seguro e contra lo en esta mi carta contenido o alguna cosa o parte dello fueren o pasaren o quisieren ir o pasar, a vos las dichas mis justicias que resistades e contra cada uno de ellos e contra sus bienes a las mayores penas civiles e criminales que por derecho fallardes como contra aquellos que pasan e quebrantan seguro puesto no por carta e mandado de su Rey e señor natural, lo cual todo susodicho quiero e mando que así sea complido e guardado no embarganten cualesquier leyes e ordenanzas premáticas sanciones de mis reynos o del mi cuaderno de las alcavalas que en contrario sea. E yo, de mi propio motu e licencia cierta y poderío real absoluto de que en esta parte quiero usar e uso dispenso con todo ello y quiero e es mi merced que sin embargo alguno todo lo en esta mi carta contenido agora e de aquí adelante, para siempre jamás, sea complido e guardado y los unos ni los otros no fagades enda al por alguna manera so pena de la dicha merced e deprivaciones de los oficios e de confiscación de los bienes a los que lo contrario fiziéredes para la mi cámara y demás para quien fincare de lo así facer e cumplir mando al ome que vos esta mi carta mostrare, que vos emplaze a quince días primeros siguientes so la dicha pena, so la cual mando a cualesquier escribano público que para esto fuere llamado que dende al que vos la mostrare testimonio signado con su signo porque yo sepa en como se comple mi mandado. Dada en la cibdad de Toro a catorce días de julio, año del nascimiento de Nuestro Señor Jesucristo de mil e quatrocientos sesenta e cinco años. Yo, el Rey.

Yo, Diego Arias de Ávila, contador mayor de nuestro señor el Rey e su secretario e escribano mayor de los sus privilegios e sus confirmaciones, la fize escribir por su mandado. Registrado, García Chanciller”.

DESCRIPCIÓN DE ALGUNAS PALABRAS O EXPRESIONES

– Alcavala.- Tributo que pagaba el forastero por los géneros que vendía. Tributo que pagaba al fisco el vendedor en el contrato de compraventa y ambos en la permuta.

– Fiel.- Sujeto habilitado para ejercer funciones de escribano público en los pueblos en que no hay. Persona que tiene por oficio recoger los diezmos y guardarlos.

– Fisco.- Tesoro público.

– Granado.- Espigado, alto, escogido.

– Ome bueno.- El mediador en los juicios de conciliación.

– Menudo.- En las compras y rentas por mínimas partes, de poca o ninguna importancia.

– Motu-propio.- Voluntariamente de propio, libre y espontánea voluntad.

– Prendar.- Exigir algo en prenda. Sacar una prenda o alhajas para la seguridad de una deuda o para la satisfacción de una daño recibido.

– Prender.- Asegurar a una persona privándola de libertad y principalmente ponerla en la cárcel por delito cometido u otras causas.

– Quitos.- Libres, exentos.

Oct 011986
 

Monserrat Avis González y  Juan Francisco Murillo Romero
Fotos: María Teresa Pérez Zubizarreta.

(Fot. 1) Aquel montón de piedras que divisáis a lo lejos es el islote berroqueño llamado Trujillo, donde a golpes de siglos y de cincel, escupieron tal vista, por eso dicen los viejos del lugar:

Si fueres a Trujillo

por dónde entrares,

hallarás una lengua

de berrocales.

Nos acercamos ¿no?… (Fot. 2) adentre monos en las entrañas del berrocal para ver las románicas piedras de la iglesia de Santa María… bueno, luego os la representamos. Tiremos ahora dar una vuelta por sus rincones, sus plazas y sus piedras cubiertas de musgos históricos y con sus diferentes cinceles en las mareas artísticas: desde celtas… hasta hoy.

(Fot. 3) Y tras silenciosos y bulliciosas calles empinadas, desembocamos en la Plaza Mayor: aquí sucedieron los más extraños hechos, y en donde con diferentes estaturas, se alzan torres, palacios… y, ¡como no!, las cigüeñas, dejando sus nidos como broches en las alturas…

En lo alto, el castillo pone sus inmensos y mágicos sillares irregulares y las torres mirando a todos los horizontes.

A la derecha, San Martín presidiendo la plaza con sus cuatro siglos de vejez, su reloj de cuyas anécdotas cuentan del retraso. Además de sus agujas, también vemos bajo la capa de bronce a Francisco Pizarro.

(Fot. 4) Más arriba se encuentra el palacio de Santa Marta, entre estos muros correteó como niño Francisco de las Casas, capitán que anduvo por tierras jamaicanas. Además vivieron aquí los padres de Hernán Cortés… Y a la izquierda, una pintoresca y exótica torre con una aguja al final llamada “Torre del alfiler”. Los datos históricos muestran que en 1432, el rey de la época, Juan II de Castilla, concede el título de ciudad a Trujillo, algo así como: “a la muy Noble y Leal Ciudad de Trujillo”.

(Fot. 5) Esta torre aunque fue un punto estratégico de defensa, fue Alcázar de la Casa de la Cadena (su fachada ligada a la Plaza Mayor), se cree que fue torre conmemorativa al título de ciudad. En sus piedras se pueden ver las arrugas del siglo XV, con esas ventanas góticas y el escudo de la familia Chaves, ya que era típico de esa época.

Bajo este cielo azul y mientras nuestras cigüeñas extremeñas descansan sobre sus torres berroqueñas… soñemos, soñemos con la mitología trujillana.

(Fot. 5.1) Dios García de Paredes: Hércules en los campos de Bolonia.

(Fot. 5.2) Dios Orellana: Neptuno en las aguas dulces del Amazonas.

(Fot. 6) Dios Pizarro: Júpiter sobre tierras incas. Su figura ¡ah…! contemplando el tiempo junto a su caballo (animal mítico también). Otra estatua gemela a esta descansa sobre Lima en tierras peruanas.

(Fot. 6.1) En el punto más alto del berrocal: el castillo, las huellas romanas y árabes se dejan ver en sus robustos muros o en sus almenadas torres. Llegaron los romanos creando un campamento, crucial en tales siglos, quedando los sillares primeros (Fot. 6.2).

Por el año 711, los árabes invaden la Península, y en Trujillo dejaron esta fortaleza con ese sinuoso arco de herradura por donde subían las caballerías moras a través de la singular rampa (Fot. 6.3).

Después, por el 1232, llegaron los cristianos y, tras sucesivos avances, un día, cuando la lluvia no cesaba de caer, consiguieron entrar por una de las puertas de la muralla, gracias tanto a los dioses, como a una imagen encontrada y llamada La Victoria (Fot. 7). Tres siglos más tarde, el Concejo mandó que se hiciera, entre las dos torres, una capilla donde La Victoria estuviera a la vista de todos… (Fot. 8). Fue concebida bajo el cincel de Diego Durán y policromada y dorada en 1531. Llegaron los franceses, como siempre incordiando, en el año 1808. Enterraron a la Virgen y tras 46 años la pusieron otra vez en el castillo.

(Fot. 9) He aquí; en esta torre se firmó el tratado “tanto monta”. Isabel mando desmochar todas las torres de la ciudad, en el Alcázar de Luis de Chaves el viejo. Las torres hacen de murallas. Esta primera es robusta (Fot. 10). La otra torre alta y esbelta está unida al arco de Santiago, guardan sus alturas un ventanal mudéjar más otra ventana con finos módulos.

Ese arco de Santiago hecho con manos árabes, así como las otras seis puertas que circundan la ciudad antigua… todas las noches se lanzaba a los vientos el toque de queda hasta el amanecer… los franceses desmoronaron la escultura de Santiago que estaba en la hornacina superior.

Vamos a entrar a la antigua ciudad (Fot. 11)… y éste es nuestro objetivo: la iglesia de Santa María. Nació con los árabes siendo una mezquita, los cristianos la derriban y la purificaran con agua y sal, nada menos, y la bautizaron como Santa María. Esta iglesia mantienen en sus piedras la huella de numerosos hechos históricos: voces de reyes y obispos, representaciones teatrales, así como todo un pueblo…

(Fot. 12) Sobre la piedra de este templo se yuxtaponen diferentes corrientes artísticas. De los árabes sólo quedan los cimientos. El edificio pertenece al románico de transición. Posee otra puerta, la principal, que se construyó en la edad de oro trujillana: el siglo XVI. Tiene un abovedado con archivoltas muy robustas y de forma peculiar en los laterales, dos leopardos vigilan y sonríen misteriosamente. La nave central se alza sobre sus dos compañeras laterales dando una imagen de espiritualidad elevada.

La torre que veis en primer plano es románica, con tres cuerpos para las campanas… y llegaron dos terremotos con epicentro en Lisboa quedando derruida. Más tarde un polvorín la quedó totalmente destrozada, fue entonces cuando se descubrió que habían restos romanos, por lo que se cree que fue una torre conmemorativa a julio César, de ahí su nombre Torre Julia. La vista de ahora es una reconstrucción de principios de siglo.

Sigamos… en 1550 esta torre agrava su poca solidez, el clero construye otra torre siendo el último cuerpo de principios del siglo XVIII. Tiene solidez y termina con una pequeña cúpula.

Escuchad…

El sonido discurre sobre el berrocal desde la altura, estallando en el aire. Estos acordes dejaron de expandir su eco, pues corroídas y maltratadas, cesaron sus campanadas hasta que en 1964 un párroco adquirió cinco campanas con nombres diferentes, pesando de 250 kilos a 500 kilos.

Se puede ver también una parte de este inmenso rosetón a base de geometrísmos circulares a modo de planetas o símbolos ancestrales.

Vamos a entrar en las profundidades, veamos lo que se encierra tras estos muros graníticos:

La luz penetra por estos apuntados arcos góticos para hacer un interior con proyecciones de figuras, colores…y alegra a través de sus vidrieras; unas vidrieras que marcan la decoración en esta ventana cuyo pequeño rosetón trilobulado, muestra los cinceles extremeños.

Tras el gótico de los ventanales, el más fiel románico se funde en los capiteles de la puerta sur y del crucero.

Los pilares poligonales con trazos rectos y curvos, separados en cuerpos por molduras; molduras con vida propia, creando figuras humanas, geometrismos variados y vegetales graníticos. El dintel se adorna con rosetas alternando con juegos geométricos. La columna se divide en líneas verticales, siendo recorridas transversalmente por los aliados del románico, dos molduras salientes.

Vemos ahora el rosetón que a modo de ojo tremendo, da luz al coro de esta iglesia. Por encima, sobre una pequeña ménsula, salen los nervios que recorren toda la bóveda.

Este coro con la clara mueca de una mente plateresca… nos muestra esa balaustrada acompañada de caprichosas tribunas laterales en donde los canteros aprovecharon los capiteles románicos.

El coro conoció una sillería de nogal con 17 asientos; la carcoma del tiempo lo invadió; ya no se conserva.

Las tribunas dieron cobijo a Isabel y Fernando. Al morir el padre de Fernando, los funerales se celebraron en esta iglesia de Santa María.

Aquí bajo frías y oscuras losas, tienen su vida los enterramientos, labrando en ellos los diferentes linajes trujillanos, unos bajo suelo, otros en la capilla incluida como en este caso.

El enterramiento más famoso por lo que tiene de extraño y de leyenda es el del “Sansón Extremeño”. Los restos de Diego García de Paredes fueron traídos desde los campos sangrientos de Bolonia, en donde fue capitán, y muerto su hijo, fundó la ciudad de Trujillo de Venezuela. Los franceses también subieron aquí para profanar con el único fin de llevarse hebillas, a nichos y todo tipo de pertenencias que guardarían todos los aquí enterrados.

Sancho Cabrera, maestro de canteros y trujillano, realizó la bóveda con una peculiar diferencia; la bóveda es de las llamadas trasdosadas y semiplanas, creando una difícil construcción en la nave central tan alta… y plana y por donde se cruzan y cruzan nervios, muriendo en las claves, las claves góticas.

La obra esencial de esta iglesia viene dada por las pinturas del retablo. Éste se abraza al poligonal ábside; que desde 1580 ilumina los sentidos artísticos del gótico.

¿Quién fue su autor?…

Fue Fernando Gallego, de estirpe flamenca. Puso sus pinceles en el retablo de la catedral vieja de Salamanca, pero su etapa de plenitud y su pulso sereno los encauzó aquí en estas tablas.

Y veinticinco… veinticinco son las tablas que lo forman. En los extremos se encuentran San Gregorio y San Agustín, y los cuatro evangelistas.

En el siglo XVIII desaparecen tres tablas para ampliar la hornacina central. Se cree que Fernando anduvo por tierras de los Países Bajos y que conoció los pinceles de Van der Weyder, Merling, etc.

El caso es que, ese amor a los pequeños detalles con entornos siempre intimistas y domésticos, se ve plasmado en las escenas religiosas de María y Jesús. El sentido humano del color, la imagen y los sentidos, se ven resurgidos en esta anunciación.

En toda la iglesia vaga la técnica de la luz ambiental suave…

Expresiones poéticas, plegados ángulos, sinuosos, sonrisas y perspectivas aéreas recorren por la pintura en forma de sorpresa.

Y por último el retablo de una de las capillas laterales, atribuido a otro pintor: Luis de Morales que contribuye a la misma sensación pictórica.

Bueno, amigos, no ha sido muy completo, démonos la vuelta y salgamos… ya empieza a anochecer.

La ciudad sumerge su rostro en sábanas oscuras, cubre sus ojos tristes con un melancólico suspiro y tras las siluetas de toda una ciudad, nos despedimos de Santa María que permanece ahí, entre las sombras de este mar de piedras cinceladas, en donde; musgos, piedras, vientos y silencios, se envolvieron sus ojos en historia y… en mágicas fragancias nocturnas.

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