Oct 011988
 

Miguel Pérez Reviriego.

Desde el siglo VII, se documentan en Fregenal diez ermitas, situadas fuera del núcleo urbano: San Antón, San Benito, San Juan Bautista, Nuestra Señora de la Concepción (después San Ginés), los Santos Mártires, San Lázaro, San Fructuoso, Nuestra Señora de Rociana, San Miguel y Nuestra Señora de los Remedios.

Este número tan elevado no implica necesariamente que todas estuvieran abiertas al culto en un determinado momento. Don Anselmo Morales las relaciona en 1754 para el Cabildo de Sevilla, pero sin indicar su estado de conservación ni si se encuentran o no abandonadas.

De estas diez ermitas, sólo la de Nuestra Señora de los Remedios ha llegado hasta nosotros, como centro mariano local y sede del patronazgo de la ciudad. De las de San Fructuoso y San Miguel se conservan algunos restos en avanzado estado de ruina. Todas las demás han desaparecido sin que queden vestigios materiales de su fábrica.

En la mayoría de los casos estas ermitas son abandonadas en la segunda mitad del siglo XVIII, por su excesiva distancia de la población o por su traslado al interior del recinto. Su construcción corresponde generalmente a la tipología popular de materiales pobres y reducidas dimensiones. Atienza señala al respecto la posible fundación templaria -o rehabilitación a partir de cultos anteriores- de las de San Fructuoso, San Miguel, San Juan Bautista y Nuestra Señora de la Concepción.

En la carretera de Jerez de los Caballeros, a un kilómetro de Fregenal, se encontraba la ermita de San Antón. Los investigadores locales la señalan como «cuarta parroquia de la villa», abierta al culto a principios del siglo XVI. De planta de tres naves, se veneraban en ella la imágenes del Cristo de la Caridad y Santa Lucía (conservadas en la actualidad en la iglesia parroquial de Santa María), San Antón (en la de Santa Ana), San Bartolomé y Nuestra Señora del Valle, desaparecidas.

Al norte de la población, a unos dos kilómetros, se situaba la de San Benito, de una sola nave, destruida en 1794, en la que se veneraban las imágenes del santo titular y Santa Escolástica.

La ermita de Nuestra Señora de la Concepción, al sur de la ciudad, acoge en 1502 la fundación del convento de Santa Clara, trasladado al interior de la población en 1640. A partir de esa fecha y hasta principios del siglo XIX permanece abierta al culto como ermita de San Ginés.

La de los Santos Mártires, próxima al arroyo de Valderrocines, será sede del convento de San Francisco entre 1563 y 1619, año de su traslado a la población. En esta ermita se encontraba la imagen de San Sebastián, desaparecida, patrón de Fregenal hasta 1506.

Entre las carreteras de Sevilla y Zafra, se situaba la de San Lázaro, cerca del arroyo de su nombre. La imagen del santo titular se encuentra en la parroquia de Santa María.

Las ruinas de la ermita de San Fructuoso, o San Frutos, se encuentran seis kilómetros al sureste de Fregenal, junto a las de Nertóbriga, en la Sierra del Coto. De planta rectangular de una nave, sólo quedan en pie dos muros laterales de mampostería en los que se abren grandes vanos rectangulares. En la iglesia de Santa Catalina se conserva de esta ermita la imagen de Nuestra Señora de la Salud -antigua Virgen de la Concepción-, de madera policromada. Según los investigadores locales, su traslado a la población dio o rigen a la tradición de los «lanzaores», o danzantes, cuya fiesta se celebra el 8 de septiembre. Fundada a mediados del siglo VII por San Fructuoso, se acoge a su regula monástica communis.

La ermita de Nuestra Señora de Rociana se levantaba en el camino de Burguillos del Cerro, a 8 kilómetros de la ciudad. De su existencia no queda constancia documental ni restos de su fábrica.

En el camino de Valencia del Ventoso, en su confluencia con la línea de ferrocarril Zafra-Huelva, se encuentran las ruinas de la ermita de San Miguel, construida sobre un antiguo monasterio benito, documentado a finales del siglo VI. En la casa natal de Arias Montano, núm. 43 de la calle de los Cielcos, hoy de su nombre, se encontraba una inscripción procedente de ese monasterio, cuyo texto, según la transcripción de Rodrigo Caro, era éste:

EXUPERANTIVS

FAMVLVS DEI

VIXIT ANNVS PLVS

MINVS LXXXVIII

REQVIEVIT IN PACE

SVB CAL

VI JVNIAS

ERA D. CXVI

Que en castellano viene a decir: “Exuperancio, siervo de Dios, murió a los ochenta y ocho años, más o menos, descansó en paz en el día sexto antes de las calendas de junio de la era 616 -26 de mayo del año 578 de nuestra era”.

Dibuja una nave de tres tramos cubiertos con bóveda de cañón apuntado, reforzada por fajones. En los laterales se disponen hornacinas entre pilastras. La portada, construida de sillería, se compone de un vano de ingreso con arco ojival. Los muros están construidos de mampostería. Los arcos fajones y los pilares de sillería.

La imagen del santo titular, obra de Mercadante de Bretaña, se encuentra en el Museo de Arte de Cataluña (Barcelona). De terracota policromada y dorada (120 x 36 cm.) ingresó en el museo el 18 de octubre de 1932 a través de la colección Plandiura. Al igual que la «Virgen con el Niño” de Santa Catalina, que se documenta en Sevilla entre 1454 y 1467.

A siete kilómetros de Fregenal, sobre una pequeña ermita mudéjar levantada hacia la segunda mitad del siglo XV, se encuentra la de Nuestra Señora de los Remedios, construida entre 1506 y 1642, con posteriores intervenciones arquitectónicas hasta el siglo XIX. El culto a Nuestra Señora de los Remedios, anterior a la invasión musulmana, se reinicia en la villa a principios del XVI, manifiesto en la construcción de la nueva ermita.

Tiene planta rectangular de una nave cubierta con bóveda de cañón reforzada con fajones. En los laterales se disponen capillas hornacinas entre pilastras decoradas con pinturas al óleo sobre tela de Pérez de Acoca fechadas en 1670, cuya temática gira en torno a la Sagrada Familia. Corona el conjunto un entablamento de metopas y triglifos. A los pies se sitúa el coro, sobre arco carpanel con balaustrada a la nave.

La portada de los pies se compone de un vano de ingreso adintelado construida de sillería bien escuadrada. La del lado de la epístola repite el mismo esquema y fábrica que la anterior.

El atrio que circunda la nave se cubre con techumbre de madera sobre arcos de medio punto de ladrillo: siete del lado de la epístola y tres a los pies, que descansan en columnas de granito de fuste liso con basamentos. La arquería del lado del evangelio se encuentra cegada.

De este lado se encuentra la Hospedería, de planta cuadrangular cubierta con bóveda de crucería de ladrillo en la que se conservan diecinueve retratos de otros tantos hijos ilustres de Fregenal.

Del lado de la epístola, se encuentra la escalera de acceso al camarín de la Virgen, de mármol blanco, fechada en 1785.

El camarín es una estancia de planta cuadrangular elevada tras el altar mayor. La cubierta es de cúpula manifiesta al exterior por un cimborrio poligonal con linterna. En cada ángulo del re cinto se encuentra un ángel candelero del siglo XVIII.

La imagen de la virgen es gótica, probablemente de la primitiva ermita, restaurada en 1956 y 1981. La imagen del niño fue donada hacia 1850 por el torero Juan Lucas Blanco, de lo que recibe popularmente el nombre de «Luquitas».

El retablo de la capilla mayor se compone de dos cuerpos y tres calles adaptado al medio punto de la bóveda. La capilla se cubre con cúpula, manifiesta al exterior por un cimborrio con linterna.

En el tercio superior de la fachada de los pies se abre un óculo que da luz al coro. Se remata por una espadaña con dos vanos de medio punto para las campanas.

Son diversos los materiales empleados en la construcción de la ermita. Los muros son de mampostería, el ladrillo aparece en la arquería del atrio, en las bóvedas y en los fajones. La piedra en las columnas, pilastras y portadas. El estucado interior está fechado en 1882.

Oct 011988
 

Ángel Paule Rubio.

Sobre unos asentamientos vetones, se alzó una villa romana, cuna de la cultura de los años cincuenta-ochenta, donde se registraron unos ciento diez entre universitarios y bachilleres y un nutrido número de estudiantes eclesiásticos, mientras en los pueblos limítrofes, estas cifras eran utópicas.

Villa olivarera en la que antaño movían sus ruedas, cuan gigantes quijotescos, unos quince molinos de aceite, que por la fuerza del agua del arroyo Los Lagaresextraían el oleico líquido, base de su economía.

Esta villa, poblada por poco más de mil habitantes, antaño dos mil, está eclipsada en su añejo esplendor por los lamentables efectos migratorios.

El olivar está sufriendo una depreciación que obligarán a sus habitantes a cambiar el monocultivo o a asociarlo a la ganadería, que en otras épocas tuvo raigambre.

La cabra y la oveja, serían el asociado idóneo que por naturaleza forman parte de la ancestral cultura de este pueblo.

No hay duda que la cultura del olivo o mediterránea, de color aceitunado, de elixir de atleta y de bálsamo espiritual, ha dado, como no, hombres ilustres, avanzados y avezados en ideas de libertad y de democracia. No quiero citar hombres estelares, hijos de aquí, por no restar nada a mi personaje: D. Antonio de Oliveros Sanz.

En esta villa de Villanueva de la Sierra, prologomenada anteriormente, nació el día 17 de enero de 1764 Antonio, hijo de Antonio y de Antonia. Seis días después, el cura de la parroquia de esta villa lo bautizó. Su fe de bautismo dice así: «Yo B. Don Juan Guerra, puse los Santos Oleos y bauticé solemnemente, hice los exorcismos a un niño, hijo legítimo de Francisco de Oliveros y de Antonia Sanz, naturales, él de esta villa y ella de la de villa del Campo, al que pude por nombre Antonio y que su padrino, Antonio Gasco, advertí el parentesco espiritual y demás obligaciones de padrino y que por ser la verdad lo firmo en esta el día, mes y año, fecha ut supra «.

Este hizo sus estudios eclesiales, y lo tenemos ordenado sacerdote.

En Salamanca, Sacramental de San Isidro de Madrid y Cádiz, transcurre su vida.

Mi trabajo lo voy a situar en Cádiz, donde plasmó con entusiasmo enardecido y esperanzador, sus ideas constitucionales, de libertad y de democracia.

Por el mundo occidental corren ríos revolucionarios protagonizados por la burguesía liberal y por el proletariado militante. El primer proceso arranca de la Revolución Francesa que cristaliza en las Cortes de Cádiz de 1810, como respuesta a la invasión napoleónica, Motín de Aranjuez y abdicación de Carlos IV. El vacío de poder facilita la iniciativa de las autoridades inferiores.

Es necesario convocar Cortes y promulgar una Constitución que resulte popular, formada por el clero, la nobleza y el estado general.

“En la Real Isla de León, el 24 de septiembre de mil ochocientos diez, reunidos el número de Srs. Diputados propietarios de las provincias que están libres del enemigo y de suplentes, de las ocupadas, y de los dominios de esta Monarquía, de las que por distancia no han podido venir para este día, que el Consejo de Regencia designó para la abertura e instalación de las Cortes Generales y Extraordinarias de la Nación, nombrado conforme a las instrucciones y órdenes publicadas y habiendo precedido al reconocimiento de los poderes respectivos hechos en Cádiz por una comisión de cinco Diputados, a saber: D. Benito Ramón de Hermida, Marqués de Villafranca, D. Ramón Power, Don Felipe Amat y D. Antonio de Oliveros, cuyos poderes habían sido reconocidos por el Consejo de Regencia.

La Provincia de Extremadura estuvo aquí representada por D. Antonio de Oliveros, pon Diego Muñoz Torrero y otros más,…” continua citando a todos los Diputados de España, Colonias y de las Américas.

En esta primera sesión de Cortes del 24 de Septiembre de 1810, aparece nuestro personaje, al que vamos a estudiar siguiendo sus huellas.

En la sesión 25 de noviembre de 1810, el Sr. Oliveros intervino, pidiendo que se especificase en la misma, quienes debían de prestar el juramento de fidelidad, respeto y acatamiento al Consejo de Regencia y a las Cortes Generales en los pueblos de su residencia y los que estando en Cádiz o la Isla, deberían ejecutarlo en la sala de sesiones ante las mismas Cortes. Hubo una pequeña excitación al plantear la cuestión de si las autoridades eclesiales, que no habiendo sido confirmadas, deberían prestar este juramento.

Se discutió y después de oídos a los señores Diputados convinieron las Cortes, qué, puesto que eran súbditos, debían jurar.

Se aprobó la proposición del Sr. Oliveros y quedó sancionada que todos los jefes, autoridades civiles militares y eclesiásticas, residentes en las provincias hiciesen allí el reconocimiento y juramento prescrito en el decreto y ellos lo recibieran de sus dependientes. El General en Jefe, Presidentes, Gobernadores, Decanos de los Consejos Supremos y Gobernadores Militares, pasasen a la sala de Cortes para hacerlo.

Sesión 5/10/1810

Se abrió la sesión con la cumplimentación de una diputación de la Santa Iglesia de Cádiz. El Sr. Oliveros antes de recibirla expuso: «Que en Cádiz corría una orden superior prohibiendo hablar mal de las Cortes, que estas no habían tomado semejante medida, lo cual teníanlo por opuesto al decoro de los Diputados y a la liberal franqueza con que debía permitirse a cada ciudadano a hacer sus reflexiones». Debatida esta proposición, la mayoría de los Diputados, convencidos, lo apoyaron. El Sr. Oliveros fijó para su aprobación la proposición así: «Que se pregunte al Consejo de Regencia si se ha dado orden para que se cele sobre los que hablen mal de las Cortes, sea cuál esa orden y cual el motivo que haya habido ara darla». Aprobada por unanimidad.

Deducimos, que ensalza la libertad de expresión con respeto y libre de coacción para todos los ciudadanos.

Seguidamente se recibió la a Diputación de la Catedral. Quedaron unos en la barandilla de la Sala, y el representante, se adelantó a los pies de la mesa, hizo un discurso de felicitación a las Cortes, y después de contestarle el Sr. Presidente se retiró.

Este acto señala el acatamiento de la soberanía de las Cortes, por la Iglesia.

Continúa la sesión el Sr. Oliveros sobre la necesidad de establecer un periódico destinado a publicar las sesiones del Congreso, de modo que constase de una serie histórica de estos trabajos con el nombre de “Periódico de las Cortes”. Debatido el tema, el Sr. Oliveros propuso: «Que haya un periódico destinado a publicar las sesiones de las Cortes con el nombre de «Periódico de las Cortes». Fue aprobada.

Sin duda, el pensamiento de información, para su posible crítica posterior por los ciudadanos, es otro hito histórico que marca el camino “de lo mas conocido es lo más amado”.

Sesión 16/12/1810

Se discutió el proyecto «Arreglo de Provincias». Cuatro proposiciones forman el cuerpo del proyecto: Primera: ¿Exige el interés de los pueblos, que se recauden los impuestos por personas de su confianza, las rentas y contribuciones? Segunda: ¿Deberá cuidar la Nación de que no se dilapiden estas rentas, haciendo que se administren por los que tienen mayor interés de conservarlas y en que solamente se aplique a su verdadero destino? Tercero: ¿Es preciso este espíritu de unidad y conformidad que intenta establecer para siempre la Nación, a efectos de conseguir el gran objeto que se ha propuesto en la convocatoria de sus Cortes Generales y Extraordinarias? Cuarto: ¿Se logra este justísimo deseo por los medios que propone el proyecto?

El Sr. Oliveros, después de las intervenciones de otros Diputados, se preguntó y dijo: ¿Deberá haber en cada pueblo un administrador? ¿Deberá hacerse en todos los pueblos lo que se hizo en la Provincia de Madrid? Se contesta estas interrogantes. ¡Infelices pueblos! Se penetró de dolor e interrumpió el discurso. Después de preguntarse y responderse extrajo dos principios fundamentales: La Nación debe dar al Gobierno las sumas que necesite para desempeñar las cargas del Estado. A continuación explica y fundamenta su tesis. Dice: «El Rey y todos los que componen el Gobierno son para el bien de la Nación. El brillo de la Magestad Real, la decencia de los oficiales, el respeto al orden, la tranquilidad y el decoro con que la Nación debe ser mirada por los extranjeros debe tener cuanto necesita para su manutención.

El Rey exponiendo sus necesidades. La Nación recaudar las rentas al Rey, o sea al Gobierno. Luego los recaudadores deben ser nombrados por la Nación. Solo el Gobierno puede disponer de dichas sumas, no la Nación».

Las claras ideas del Sr. Oliveros son respetadas como si se tratara del ideólogo que mueve el entramado de los hilos de las Cortes de Cádiz.

Sesión 28/1/1811

Entre otros temas, toca la libertad de imprenta. Trata una parte de la sesión de un escrito sobre un diputado ofendido y el castigo que hubiese merecido. Este diputado afirmó que el reglamento de la libertad de imprenta es defectuoso.

El Sr. Oliveros en su intervención afirma: “La ley dada por las Cortes sobre la Libertad de Imprenta, no es defectuosa como acaba de decirse. Fue redactada detenidamente por la Comisión y discutida prolijamente para que saliese a la luz con la perfección que corresponde a la Augusta Asamblea que la sancionó.

Cita qué debe hacer un ciudadano ofendido y el tribunal que entiende estas injurias, llamada Junta Censoria, que es la que dictaminará el procedimiento para aplicar el castigo, si se hubiese merecido, en la completa seguridad, que el juicio se llevará con exactitud, imparcialidad y justa precisión”.

Añade, convencido, “que todos los juicios pertenecientes a los demás objetos se pudieran formalizar con la misma sencillez que el indicado por la ley de Libertad de Imprenta”.

Inferimos la preocupación del Sr. Oliveros por la libertad de imprenta. Ley en cuya confección intervino activamente. Un privilegio más que es el Paladión de la libertad del ciudadano contra la tiranía.

Sesión 2/2/1811

Entre otras, se leyó una proposición del Sr. Oliveros relativa al nombramiento de una comisión que entienda el modo de vender de propios y baldíos.

“Son enormes los gastos de guerra y hay que arbitrar medios para cubrirlos. Tal es la venta de una parte de baldíos y propios del Reino. La Junta de Badajoz lo creyó así, pero hubo abusos que deberían excitar a V. M. Las dehesas boyales y carniceras no deben venderse o al menos serán las últimas, pero los enormes baldíos, cuyos frutos se desperdician, comida de monte y guarida de alimañas y ladrones, deberían venderse”.

Añade, que estos montes de todos, “crían y engordarían mil cabezas de ganado, mientras que si fueran de particulares criarían y engordarían cuatro mil. Como consecuencia habría mayor número de propietarios y aumentaría la población. Si la Corona necesita ahora granos, carnes, paños y otros géneros, ¿no sería conveniente dárselas en pago un terreno, que lo cultivarían, recibirían el premio de sus fatigas, aumentarían sus frutos y, sobre todo, habría un crédito público? Para Extremadura esto sería útil y productivo”.

Llega con razonamientos sencillos, profundos a paliar necesidades, aumentar la población y alegrar corazones con la tenencia licita de tierras.

Sesión 25/3/1811

Sobre pérdidas, y derrotas de nuestros ejércitos.

El ministro del Ejército señala las causas de nuestra derrota y las basa en la falta de medios, de disciplina y de mala inteligencia entre autoridades civiles y militares. A lo que el Sr. Oliveros responde: “La falta de medios, no es la causa, sólo la provincia de Extremadura ha dado todo lo necesario”. Por citar un asedio, nombra el sitio de Badajoz. Añade: “todos sus pueblos se apresuraron a dar víveres y a prestar auxilios. Falta de disciplina, tampoco. Todo el mundo sabe que nuestra Infantería es la mejor del mundo. Mala inteligencia –dice- tampoco. La Junta de Extremadura no estaba en Badajoz. Estaba en Valencia de Alcántara. Puede que de haber estado allí, Badajoz no se hubiera rendido, más aún. La Junta de Ciudad Rodrigo contribuyó mucho a su defensa.

Hay otras razones. ¿Por qué derrotan nuestros ejércitos? ¿Qué dirá Extremadura después de tantos sacrificios? ¿Estamos en tiempo en que los ministros pongan trabas por caprichos particulares a los que pueden contribuir al bien de la Nación?

Es necesario que el Consejo de Regencia, con energía, obre con libertad, arrollando a cuantos obstaculicen sus re soluciones.

Resumiendo, presento cuatro proposiciones: Que se diga al Consejo de Regencia que las Cortes esperan a la mayor brevedad la organización de los ministerios. Que por el ministro de la Guerra pase a las Cortes cada mes un estado general de los ejércitos en todas sus ramas. Que se autorice a las Juntas buscar arbitrios que sostengan los ejércitos. Que se publique el resultado de las investigaciones sobre todas las acciones de Guerra”.

El discurso del Sr. Oliveros, lleno de pasión, sin miedos, con soluciones inteligentes, fijaron los sólidos pilares por donde el ejército debía conducirse. Fue muy aplaudido.

Sesión 26/4/1811.

Sobre el Reglamento de la Comisión de Justicia.

Hace notar, que nuestras leyes son muy voluminosas. Pide se entresaque de aquellos inmensos volúmenes, leyes que deben dirigir el proceder de los jueces con sus conciudadanos. Las leyes que han tratado mejor a los hombres están en las Partidas y su lenguaje es anticuado e ininteligible al común de los españoles. Exige se redacten en estilo usual para que sean conocidas por todos.

“No es arreglar el Código Criminal, sino el modo de enjuiciarlas, dar reglas de cuándo y cómo se puede detener a un ciudadano. Hace un análisis diciendo que el legislador entrará en el corazón humano para entenderlo, descubrir los resortes de sus operaciones y con estos sólidos y profundos conocimientos señalará a cada crimen su pena, aquella pena cuyo temor influya en el hombre, detenga su mano, para que no lo vuelva a cometer y aún sofoque en su raíz sus estímulos y deseos que sienta repugnancia de su acto”.

Sobre las cárceles añade: “La Ley de Partida las llama lugares de seguridad, destinados a custodiar a los presos, no para afligirlos ni atormentarlos, no está aún evidenciado que sean reos y cuando se les convenza de tales, no deberán sufrir otra pena que la señalada por la ley. Las cárceles deben ser seguras y cómodas”.

Este punto sobre el estado de las cárceles lo trata exhaustivamente, vislumbrando las cárceles nuevas donde no se confunda al inocente con el culpado. Las llama escuelas de vicios donde no se han mejorado las costumbres y se puedan restituir a la Patria al ciudadano arrepentido.

“A los que por sus delitos merezcan la pena capital en lo cual debe entenderse el presidio, o aquellos que tengan interés de evadirse de la pena de la ley, también se entenderá el presidio”.

Hace por tanto diferenciación entre cárcel y presidio, clasificando las penas. Espera un sistema liberal de educación en el que se realicen estas lisonjeras esperanzas.

Sesión 24/6/1811

En esta sesión se nombra secretario al Sr. Oliveros en sustitución del Sr. Aparisi.

Después del nombramiento por el Sr. Presidente, el Sr. Oliveros pronunció un discurso: “Señor, dispensándome V. M. un honor que no merezco, ni jamás apetecí, me confía esta silla y pone en mis manos el Reglamento para que cele su observancia. En cuanto a lo primero doy a V. M. las mas rendidas gracias y en cuanto a la segunda, espero un disimulo por parte de V. M., no dudando que si alguna vez me veo en la precisión de hacerle observar y reclamar el orden, no será sino con el deseo de cumplir con mi deber».

Sesión27/8/1811

Examina y expone el mecanismo a seguir por el Juez contra la persona del autor, cuando se atente contra el Reglamento de la Libertad de Imprenta.

“Debe seguirse el mismo proceso que en los robos y asesinatos y demás crimines, con las diferencia -añade el Sr. Oliveros- que el cuerpo del delito en esta materia, es evidente, y se le da al Juez calificado, teniendo únicamente que atender a las circunstancias del la persona para calificar el delito y en los demás casos es mas difícil y sujeto a mil dudas”.

Sesión 5/11/1811

Sobre el manifiesto de Lardizabal que calumniaba la conducta del ex-Regente el General Escaño y la del General Castaños.

La defensa de ambos generales es llevada por el Sr. Oliveros que comienza diciendo: «Hoy es día de gozo y luto. Gozo por el nacimiento de un rey y de amargura y luto por el manifiesto del ex-Regente Lardizabal, contra el Consejo de Regencia en las personas de los genérales Escaño y Castaños”.

Defiende la conducta de ambos leyendo una carta fechada en Valencia de Alcántara día 24 de octubre del General Castaños. Concluida la lectura, añade: “Reciba V.M. el testimonio de sinceridad y respeto de un general que a los muchos días de alegría dados a la Patria hay que añadir la victoria mas señalada de la División de Girard”.

Prolija es la defensa, poniendo en juicio de los hombres de honor la conducta del ex-Regente Lardizabal.

Las Cortesdan su beneplácito. Defiende el honor contra la falsedad, la impostura y el engaño.

Sesión 9/12/1812

Sobre el Tribunal de la Inquisición.

Se propone un proyecto de decreto sobre los tribunales protectores de la religión y de la prohibición de los escritos contrarios a ella. Se compone de dos capítulos. El primero con diez artículos y el segundo con cinco. E1 texto trata sobre si la Inquisición está o no de acuerdo con la Constitución.

Estudiado por la Comisión pertinente y sometida a votación, no se aprueba porque un grupo de tres miembros de esta Comisión no estaban suficientemente enterados por falta de asistencia. El Sr. Muñoz Torrero, Presidente, aplazó su votación para un próximo estudio.

El Sr. Olivero, vicepresidente de la Comisión hace una extensa exposición. Leyó todos los documentos sobre el asunto para ilustrar a los Srs. Diputados. Hace constar que todos los documentos estaban en Secretaria, donde podían verlos y examinarlos los Srs. Diputados.

Sesión 26/8/1813

Sobre diezmos de los ministros del altar y gastos necesarios para celebrar el culto.

El Sr. Oliveros comienza la sesión sobre el objeto, ocupando en el diario de sesiones casi la totalidad del tiempo. Sintetizando dice: “Es obvio la vigilancia con que los Reyes de España dotan a los Rdos. Obispos y a los curas párrocos. Han tenido presente que los fieles contribuyen con diezmos. El Santo Concilio de Trento recomendó el asunto a los Soberanos de España y lo ha procurado sin cesar, pero sin que los párrocos estén debidamente dotados.

Las Cortes, que saben vencer obstáculos no se arredrarán por estas dificultades. Espero sepan atender esta mi petición en honor de la Religión y del Estado.

Es necesario que haya una división mas proporcionada de los obispados en armonía con la nueva división que se ha de hacer del territorio español en provincias.

Entretanto las Cortes decretarán la dotación necesaria de los curas párrocos, que de cerca cuidan y velan de la grey encomendada.

Es vergonzoso, Señor… ver como los fieles pagan puntualmente los diezmos, por muchos miles y se ven en la necesidad de pedir limosna para satisfacer sus necesidades. La casa excusada absorbe todo el valor de los diezmos, dejando indotados a los curas. Entiendo que la cantidad necesaria sea en primer lugar para el culto divino, después la parte para la casa excusada, el noveno real, el cabildo y demás personas que tengan títulos justos”.

Termina haciendo las siguientes proposiciones: “Los Rdos. Obispos señalarán la congrua suficiente a los curas y a las Iglesias Parroquiales. El expediente pasará a la Regencia por medio de la Secretaria de Gracia y Justicia. Las asignaciones a los Párrocos se deducirán de la masa total de los diezmos. Esta asignación se hará extensiva a las Órdenes Militares. Que de la tercera parte de la mitra, en que el Rey puede pensionarla, se doten los curatos y las fábricas de las iglesias. Del mismo modo se asignará una dotación a los Seminarios Conciliares. Los Prelados expondrán a la Regencial, si conviene sustituir o suprimir en un todo los derechos de estolao o arreglar los aranceles con equidad. Que pasen estas proposiciones a la Comisión Eclesiástica y de Hacienda para que exponga a las Cortes lo que mejor parezca”.

Firmado: Antonio Oliveros.

Deducido de todas las lecturas, exposiciones y discursos que en tan dilatado espacio de tiempo el Sr. Oliveros hizo, podríamos calificar por la profundidad de sus ideas, por la honradez de sus palabras, por el exquisito trato con que adornaba sus actuaciones, por la integridad de sus afirmaciones, por la autoridad convincente de sus momentos tensos, por basculizar las partes enfrentadas, por poseer el respeto de todos, afirmamos que el Sr. Oliveros, alma de la Constitución del 1812, extremeño, villanovense, supo levantar la antorcha, encender el crisol, exprimir el elixir de la libertad y de la paz, sacando semilla pura, renovada, germen de una España democrática a la que todos aspiramos.

Adenda:

En Salamanca en el Siglo XIX, en las aulas y pasillos deambulaban un grupo de intelectuales que querían cambiar el estilo, la forma, las ideas de aquel momento.

Este grupo, llamado sensista, no podía pronunciarse en reuniones, estaban prohibidas, lo hacían por los pasillos, por los pastos y plazas.

Entre sus ideas menciono las siguientes: Añado esto a mi trabajo, por pensar, sin haber obtenido resultados ni positivos, ni negativos, que el Sr. Oliveros se encontraba entre ellos. Será objeto de un nuevo estudio:

  1. En la Universidad de Salamanca se daban todos los estudios en latín y el grupo sensista planteó darlos en castellano.
  2. Armonizar Razón y Fe.
  3. Desbancar el Tomismo.
  4. Cambiar Astrología por Astronomía.
  5. Cambiar Astrología por Física.
  6. Desamortización.
  7. A nivel socil: Dignificación del Campesinado.
  8. Mito de la Inquisición
Oct 011988
 

Luis Núñez Secos.

En 1227, D. Arias Pérez Gallego; primer maestre de la Orden de Alcántara, desde su traslado de ésta (antes San Julián del Pereiro) quiso distinguirse en una empresa y eligió para ello la conquista de la entonces Villa de Trujillo.

Consultadas sus fuerzas, se lanzó a la conquista logrando en el primer envite tomar la plaza.

Buscaron los moros refuerzos en otras comarcas y en una fuerte acometida volvieron a tomar Trujillo, demostrando que las fuerzas del maestre de Alcántara eran poco, por si solas, para defenderla; pues sólo duró la ocupación tres meses.

No podía consentir el valeroso maestre de Alcántara ver a la morisma en esta Plaza tan cercana al asiento de sus aguerridas huestes y vio la ocasión de la conquista definitiva bajo el reinado de Fernando III el Santo, el cual escribió carta a los maestrazgos y villas próximas a Trujillo, con el fin de aunar todos los esfuerzos y conquistar la Plaza definitivamente.

En 1231 partió el maestre de Alcántara a su antigua residencia de San Julián del Pereiro y desde allí a Alcántara, desde donde remitió los despachos a sus aliados para caer sobre la Plaza a comienzos de 1232.

Eran estos aliados el maestre de la Orden de Santiago, el obispo de Plasencia D. Domingo (que murió a los pocos días de esa jornada), también tomaron parte en esta empresa los caballeros de la Orden del Temple.

La conquista definitiva de la Plaza fue el 25 de enero de 1232, festividad de San Pablo.

A partir de esta fecha, queda Trujillo en poder de la Orden de Alcántara, cuyos maestres se preocuparon más de la estructura militar de la Orden que de la administración civil de la villa. Desee Trujillo prosiguieron la conquista por esta parte de Extremadura de la que poco a poco fueron los moros desalojados, siendo los últimos límites de este primer esfuerzo la orilla derecha del Guadiana.

La Orden de Alcántara reconoció el territorio que se conquistó juntamente con la villa y escogió 36 dehesas, las cuales señaló a los 36 principales caballeros conquistadores; de ahí bien el nombre de “caballerías”, con cuyo nombre común han ido conociéndose muchas de ellas hasta hoy.

Como ya hemos dicho, el hecho de prestar poca atención a la administración de la villa, produjo en ésta el deseo de verse libre del dominio de la Orden, y un hecho inesperado vino a cambiar la situación cuando, a mediados del siglo XIII ocupando ya la corona Alfonso X el sabio, viose éste obligado al cambio de moneda de “ppiones” a “burgaleses”.

Sucedió esto en la época en que el rey tenía puesta guerra a los moros en los pueblos extremos del Guadiana, y como para proseguir la conquista se vio necesitado de recursos, Trujillo hizo una importante donación al rey que le fue de gran provecho. Y viendo este graso conde generosidad, no pudo por menos que recompensarles y manifestó al Concejo que estaría dispuesto a conceder la merced de Trujillo le pidiese; y estos lo que no deseaban otra cosa, le pidieron ser libres del dominio de la Orden de Alcántara y pasar a ser villa realenga.

Accedió hecho el rey, en 1256, y como la Orden de Alcántara reclamase por el perjuicio que se les hacía al perder la villa de Trujillo, otorgoles el rey a cambio todo el terreno, villas y lugares que estaban conquistando en la orilla izquierda del Guadiana. A este territorio de la Baja Extremadura se le conocía con el nombre de “La Serena” (que viene del árabe “Serna” que quiere decir, llanura o extensión). Estos territorios, de 243 y medio de millares, al incorporarse las órdenes militares a la corona durante el reinado de los Reyes Católicos, formaron la “Real Dehesa de La Serena”. En este territorio se hallaban comprendidos los pueblos de: Villanueva de la Serena (que era la cabecera), La Coronada, Campanario, Esparragosa de Lares, Cabeza del Buey, Benquerencia, Monterrubio, Castuela, Esparragosa de la Serena, Malpartida, Quintana de la Serena, y Magacela, en la cual radicaba el Priorato que, con jurisdicción propia (independiente de toda diócesis), gobernaba espiritualmente todo el territorio.

Cada pueblo poseía sus ejidos y al empezar la enajenación de la Real dehesa reinando Fernando VI, en 1748, hubo que hacer un reglamento que consta de 25 apartados (los cuales no transcribo aquí por su extensión). En dicho reglamento se expresa que “un tercio de las yerbas, o sea, ochenta y un millar y 166 cabezas de medida de cuarenta se deben aplicar a los pueblos para sus necesidades, quedando obligado el pueblo que no necesitarse la totalidad que le correspondía se agregase al pueblo limítrofe que tuviera necesidad de ello, y si aún un quedase terreno disponible sería disfrutado por los ganaderos de la mesta”.

Para el cumplimiento de este reglamento se constituyó una Junta, en la que había un representante de cada pueblo para efectuar su cumplimiento.

La renta que habían de pagar por cada cabeza de medía cuerda era de cuatro reales al año. Reactivo a la enajenación de la citada Dehesa, existe el siguiente documento: “copia de escribanía dada, signada y firmada por Antonio Martínez Salazar; escribano del Rey, escribano de cámara y de la comisión para la enajenación de la Real Dehesa de la Serena; su fecha, 22 de noviembre de 1754, comprensión de dos escribanías de venta que se habían otorgado en los días 25 de abril de 1750 y 6 de abril de 1753, por el Ilmo. Sr. Marqués de los Llanos D. Gabriel de Olmeda y Aguilar, juez peculiar y privativo para la enajenación de la referida Real Dehesa y redención de sus juros e infidencias en nombre del rey Fernando VI, vendió a favor del presbítero don Matías Molina, Comisario del Santo Oficio de la Inquisición y vecino de Mérida por una de dichas escribanías, 542 cabezas y media de cuerda y por otra 1256 en la dehesa de Las Puercas y El Quinto de Baldesordillo, incluidas en la Real Dehesa; cuya venta se verificó al presbítero en pública subasta como perteneciente a la Orden de Alcántara y que su majestad determinó vender dando su consentimiento las villas del partido de Villanueva de la Serena y obteniéndose del Pontífice Benedicto XIV la correspondiente Bula. El rey Fernando VI, en 17 de noviembre de 1751, concede el privilegio de la propiedad, posesión y usufructo de dicha finca al citado presbítero”.

Ayer documento en el que se especifica en 1826 el contrato de arrendamiento de 2602 cabezas de Yerba en la finca de La Pared, su perteneciente a la Real Dehesa de La Serena. Dicho contrato se hacía por ocho años a varios ganaderos de los cuales (por no alargar el trabajo) omito el nombre. El precio del arrendamiento era de seis reales y medio por cabeza de yerba.

Hay un documento de 28 de febrero de 1827 en el que se dan disposiciones para la extinción de la plaga de la langosta que asolaba la Real Dehesa, delimitando los terrenos que había que sanear para deshacer el desove de la plaga y la parte que correspondería a propietarios, labradores y ganaderos, pues era difícil ponerles de acuerdo dado los puntos de vista tan diferentes entre ellos, por intereses particulares.

La última venta de fincas de la Real Dehesa se llevó a cabo en 1837, por la desamortización, y comprendía seis posesión es de las Salesas Viejas de Madrid, de las cuales no reseña por la brevedad del tiempo. Dichas posesiones eran un total de 4.520 cabezas de cuerda y los nombres de las posesiones son las siguientes: Arzonilla, Rincón de Valdeargena, Arroyo de Lino, Barrionuevo, Miraflores y Hornillo.

Oct 011988
 

Ramón Núñez Martín.

Presentación

Con este trabajo literario pretendo contribuir de algún modo aunque sea modestamente a dar a conocer a un extremeño universal, uno de los hijos más ilustres de Trujillo y uno de los descubridores más grandes de la tierra, tal vez el más grande después de Cristóbal Colón. Un escritor actual especializado en esta figura histórica, Alberto Vázquez de Figueroa, arrebatado de entusiasmo, ha hecho de él este juicio de valor: «Orellana es el más indomable de los hombres y el más desconocido de los héroes».Con esas palabras quiso hacer mejor elogio y a la vez expresar su trágico destino.

Hace ya bastantes años, en un mes de mayo, andando por una de las calles de Trujillo, me encontré con el famoso antropólogo, escritor y explorador Dr. Reberte, que había pasado bastantes años pateando varios países de América del Sur. Acompañado de su esposa vino a visitar Trujillo para conocer sobre el terreno el pueblo natal de Orellana, con vistas a preparar un programa de televisión sobre él, en la sección que llevaba sobre el tema: “Las Rutas de los Conquistadores”. Le acompañé a visitar varios monumentos y entre ellos la casa donde nació el héroe del Amazonas situada en la Calle de las Palomas y que por entonces todavía no estaba restaurada. En las horas que pasé con él me hizo muchas preguntas sobre Orellana y sobro el famoso Dominico Trujillano Fray Gaspar de Carvajal que le acompañó en sus descubrimientos y que escribió el libro “Diario de una expedición». Algunas de esas preguntas pude contestarlas pero otras no. Esto me estimuló a adquirir cuantos datos pudiera sobre nuestro descubridor, por quien siempre he sentido una profunda admiración.

Ante la proximidad de la celebración del Centenario del Descubrimiento de América, se impone el que en Trujillo demos a conocer a los hombres insignes que intervinieron en aquella gesta en donde se derrochó audacia y heroísmo.

Este trabajo va ha tener tres partes que responden a tres aspectos de la personalidad de Orellana: primero, su interesante biografía; segundo, su gesta heroica; y, tercero, su mensaje trascendental y aleccionador.

PRIMERA PARTE

Una biografía interesante

Francisco de Orellana Bejarano Pizarro y Torres de Altamirano. Este es su nombre y apellidos completos. Como se puede advertir, sus apellidos descubren con toda claridad la grandeza de su espíritu trujillano y extremeño. Sus padres fueron: Francisco de Orellana y Francisca Torres y el hijo también Francisco.

Sólo tuvieron este hijo en el matrimonio. La madre, al enviudar muy joven, contrajo matrimonio en segundas nupcias con Cosme de Chaves, perteneciente a una de las más ilustres familias de esta ciudad. Parece que en la infancia y en la juventud conoció la contradicción; pero en la prueba precisamente es donde se forjan los grandes caracteres. Los rasgos principales que los historiadores han señalado de su carácter son estos: tenía una voluntad de roble, una imaginación de fuego, una gran agilidad mental y, ayudado por sus principios cristianos, era todo un caballero en su recto proceder. Como buen extremeño nunca supo retroceder ante las dificultades. Jamás se dio por vencido. Era, además, un hombre animoso, optimista, alegre cien por cien. Si no hubiera sido así, imposible que hubiera salido airoso en la gran aventura que llevó a cabo. Nació en Trujillo. De esto no hay duda alguna, nadie lo discute. Sobre la fecha de su nacimiento, aunque no se tienen datos precisos, todos los historiadores calculan que fue sobre 1511. Hay certeza histórica de que nació en una casa solariega perteneciente a sus padres situada en la calle de las Palomas, radicada en la Villa, una de las zonas más antigua de Trujillo. No hay todavía ninguna inscripción que indique que en referida casa nació un trujillano universal. Una familia peruana, Carton-Loaysa, que tiene sus raíces en Trujillo, ya que sus antepasados del siglo XVI eran de aquí, han comprado esta casa hace unos años, realizando en ella una acertada restauración, rescatando en el exterior su viejo estilo. Parece que tienen acordado poner en la portada una lápida conmemorativa en la que se indique que en esta casa nació el descubridor del Amazonas.

Documentalmente no consta donde fue bautizado porque las partidas de bautismo no comenzaron a inscribirse hasta el 1542. Lo más posible es que fuera bautizado en la Iglesia de Santa María la Mayor o en la de Santiago, de esta ciudad, que son las iglesias más cercanas a la casa de su nacimiento.

Aquí en Trujillo pasó su niñez y siendo todavía muy joven, allá por el año 1526, manifestó su deseo de marchar al Nuevo Mundo, cuando tenía unos dieciséis años. Había oído hablar de Obando, de Hernán Cortés y de Pizarro; y en vez de marchar a Flandes o a Italia, decidió partir para América. Como uno de tantos, en un día cualquiera, salió de Trujillo Francisco de Orellana, dejando atrás el cariño de una madre y delante el infinito. En esta ocasión, el que partía no era nada; cuando volviera años más tarde podría serlo todo.

Podríamos considerar su vida de soldado de España en América y de gran descubridor, como un drama en tres actos, teniendo al final un trágico y fatal desenlace.

Acto primero

Embarcado, hacía América llega a Nicaragua-Panamá. Algunos historiadores dicen que estuvo en México algún tiempo con Hernán Cortés, pero de su estancia en la Nueva España no se sabe nada digno de mención. Se va después al Perú, reclamado por su pariente Francisco Pizarro y toma parte activa en esta empresa heroica. Se cubre de honor en Lima, en el Cuzco y Puerto Viejo. En esta última Ciudad, que se fundó en 1535, se quedó de asiento. Disfruta de una saneada hacienda y adquiere prestigio entre los españoles por su recto juicio, desprendimiento y llaneza. Sostendrían por entonces veinticinco años. Llega el rumor a sus oídos de que el Marqués D. Francisco Pizarro está sitiado en el Cuzco y que Hernando Pizarro, en Lima, atraviesa momentos difíciles. Él no podría permanecer impasible. Improvisa una mesnada de ochenta hombres, compra una docena de caballos y vuela en su socorro. Los indios no pudieron resistir a su bravura y quedó dominada la sublevación, capitaneada por Manco Tapa Yupanki. En ayuda de Hernando participa después en batalla de las Salinas. El marqués lo recompensa nombrándole capitán general de Santiago de Guayaquil, que él fundó, y de Puerto Viejo.

Acto segundo

Comienza Orellana la gran aventura del descubrimiento del Amazonas donde se cubrió de gloria. Era el año 1541. Al año siguiente, a finales de 1542, realiza la hazaña que le ha hecho inmortal, se propone regresar a España con la finalidad de dar cuenta a Rey de su descubrimiento. Tenía treinta y dos años. Una furiosa embestida de la mar océano, puso en peligro su vida al naufragar la nave donde venia. Se salva milagrosamente, teniendo necesidad de desembarcar en uno de los puertos de la nación hermana. Al enterarse el Rey portugués de la categoría de este personaje le retiene quince días tratando con promesas y alagos de ganarle para su causa aprovechando sus valiosos descubrimientos y servicios. Pero no conoce la nobleza del español. Tal propuesta es dignamente rechazada como corresponde a un caballero español. Se presenta en Valladolid, donde estaba Carlos V, quien lo recibe con gran gozo, escuchando admirado la narración de su hazaña. Después viene a Trujillo, a su ciudad natal, para visitar a sus familiares y amigos.

Acto tercero

El trece de enero de 1544 el Príncipe Felipe -en nombre del Emperador- y Orellana, firman el concierto y las capitulaciones. El original se conserva en Archivo de Indias. Queda nombrado Gobernador y Capitán General de las partes Amazónicas que se han de llamar Nueva Andalucía. La expedición, como es natural, tarda algún tiempo prepararse. Mientras tanto se casa en Sevilla con Ana de Ayala, natural de Córdoba y que fue fiel esposa y compañera inseparable en su segunda expedición. Por sus propios medios y sin ayuda material alguna por parte del Rey consigue construir cuatro barcos y recluta a cuatrocientos hombres, cifra a todas luces, insuficiente para un proyecto tan ambicioso como era conquistar la selva amazónica, extensión tan grande como toda Europa.

A mediados de 1545 embarca para el Amazonas, en San Lúcar la Mayor; pero nunca segundas partes fueron buenas. Esta no fue tan afortunada como la primera. La suerte se volvió adversa. En aquellas bocas del río a que hace referencia fray Gaspar, se alza la ciudad de Belén del Pará, que es como la puerta del Amazonas. Después de luchar contra los indios salvajes y contra la furia de los elementos, no le queda más que un barco y cien hombres. Pero Orellana jamás se rinde y, al fin, no le queda más que una barca y diez hombres y su esposa. Unas fiebres malignas le causan la muerte. En un sitio desconocido de la inmensa amazonia hay una tumba perdida en la selva: la de Francisco de Orellana. Allí sus restos esperan la resurrección. El clásico latino decía: “los dioses mueren jóvenes”. Él murió a los 35 años, más de la edad de Cristo. De él podemos decir que murió joven pero hizo muchas cosas.

SEGUNDA PARTE

La gesta histórica

Según el juicio de algunos historiadores, con razón se ha considerado a esta empresa del descubrimiento del Amazonas, como una de las aventuras más bellas y más salvajes de América. Fue llevada a cabo por un grupo relativamente pequeño de españoles aguerridos y tenaces (cincuenta y siete en total), acaudillados por un inteligente y valeroso capitán Francisco de Orellana.

Tenemos que conocer que este suceso, esta gloria del descubrimiento del Amazonas, pertenece en buena parte a Trujillo. Y si digo esto no es para envanecernos sino para estimularnos y ser dignos de estos hombres que fueron nuestros antepasados. Fue un trujillano el que proyectó esta empresa: Gonzalo Pizarro. Otro trujillano fue el que convirtió este proyecto tan arriesgado en hermosa realidad: Francisco de Orellana. Trujillano fue también el historiador que habiendo tomado parte en la aventura, la refirió después con exactitud y amenidad en su libro “Diario de la Expedición». Su autor, el dominico fray Gaspar de Carvajal. Que sepamos, intervinieron también en aquella gesta dos trujillanos más, hombres de confianza de Orellana. Sus nombres: Antonio Muñoz y Juan de Arévalo.

Fue Gonzalo Pizarro el primero que planeó esta aventura soñando con el descubrimiento del país de la canela y tal vez con el tesoro del Dorado, mito o leyenda muy extendida entre los indios. Residía Gonzalo en Quito (Ecuador), mientras que Francisco de Orellana, pariente suyo, residía en Guayakil, ciudad fundada por él en 1537. Dicen los que la conocen, que es una de las ciudades más grandes del Ecuador y una de sus puertas más importantes. ¿Origen del nombre? Guaya era el cacique de estas tierras y Kil su esposa; y dice la historia que al ser vencidos por los españoles no pudieron soportar la derrota y, de común acuerdo, determinaron llenos de vergüenza, quitarse la vida. Orellana, en su honor, dio el nombre de los dos esposos a la ciudad por él fundada: Guayakil.

Francisco de Orellana era un joven héroe de poco más de 30 años, natural de Trujillo, como ya se ha dicho. Él llevaba cuatro años de gobernador en Guayakil, pero aquella vida tranquila y sosegada no se había hecho para él. Le hervía la sangre joven en sus venas y se sentía con vocación de aventurero, de descubridor. Le dio ocasión de realizar sus sueños la noticia que le llegó de que su primo Gonzalo Pizarro proyectaba una empresa nueva para descubrir y conquistar el país de la canela. Y Orellana le ofreció su colaboración personal, poniendo a su disposición su hacienda y espada. Quedó todo concertado. Pero cuando días más tarde Orellana fue a Quito para unirse con Pizarro, este ya había partido hacía la selva hacía días. ¿Qué hará Orellana? Debió producirle una profunda decepción. Debió suponer una prueba muy fuerte. Había renunciado a la gobernación de Guayakil. Había vendido sus propiedades para incorporarse a la empresa con cincuenta caballeros y ahora resulta que Gonzalo ha partido hacia la selva. Otro cualquiera se hubiera desazonado, pero él como buen extremeño, no tiene marcha atrás y por eso decide seguir adelante. Está en Quito. Dicen que Quito es hoy una ciudad colonial encantadora y una de las más hermosas del continente, teniendo la gloria de ser la ciudad descubridora del Amazonas. En esta ciudad hay un monumento que conmemora este hecho glorioso y en él un busto en bronce de Orellana en el que se puede leer esta inscripción: «De aquí partió Francisco de Orellana hacía el descubrimiento de nuestro gran río, el Amazonas». Orellana, lleno de ilusión y de espíritu emprendedor, intentó dar alcance a los hombres de Pizarro, encontrando en los indios salvajes una gran resistencia. Comenzó su etapa atravesando un hermoso valle. Se topará después de meterse en una selva impenetrable, con grandes alturas, de 4.000 metros, con grandes extensiones heladas o coronadas de nieves. Por aquí están situados los volcanes de Cotopaxí y Callambre.

Pizarro y los suyos, unos cinco mil hombres, iban bien equipados; llevaban rebaños de animales, ovejas, caballos, etc. La primera fase de su aventura resultó bien. Lograron avanzar y no fueron molestados por los indios de la selva pero después, al ir avanzando por la jungla, se encontraron ante las mismas puertas del infiero. Anduvieron por la selva casi un año perdidos pasando toda clase calamidades.

Fray Gaspar de Carvajal, fraile dominico, paisano de Orellana, como cronista de la expedición, nos ha dejado en un libro una narración muy documentada e interesantísima, de todo lo que se referente a esta aventura. Sufrieron tantas bajas que quedaron reducidos a la mínima expresión.

Orellana se encuentra ahora ante el paso de los Andes, la misma puerta de la amazonía que son unos 7.000 kilómetros de agua desde los Andes hasta el Atlántico. Orellana tuvo que pasar por la Altísima con sus 5.000 metros de altitud y el monte más gigante de la cordillera andina, el Sangay, el más temible y hermoso volcán que domina una gran extensión. A continuación viene el gran desnivel, una bajada desde los 4.000 metros a los 800 metros, encontrándose al fin en la laguna de Papayasca. Las gentes de Pizarro se encontraban en las cumbres del alto Coca, con toda razón llamado el río maldito. Fue aquí en donde tuvo lugar la separación entre los dos primos. Gonzalo Pizarro y Francisco de Orellana. Gonzalo Pizarro, el fracasado en esta ocasión, no por falta de valor, que lo demostró lo mismo que sus hermanos en el campo de batalla, sino a causa de su mala suerte, las circunstancias que se atravesaron en su camino, el hambre y demás sufrimientos que lo hicieron regresar a Quito con unos cuantos supervivientes. Iban medio desnudos; los quiteños, al saberlos, les ofrecieron ropas, pero ellos no las quisieron. Entraban llorando de vergüenza. Allí fue cuando se eclipsó la estrella de Gonzalo Pizarro.

Orellana, volvió victorioso a causa de su valor indomable, pero también con su buena estrella, siguió adelante hasta dar cima a su proyecto. Fray Gaspar de Carvajal lo refirió muy bien en su crónica. Pizarro dejó marchar a Orellana. Se hizo un barco para navegar por aquel río, que tenía media legua de ancho, para ir a buscar comida, ya que era muy grande la necesidad. Después de navegar cincuenta leguas, al no encontrar comida, decidieron volver y Orellana le dijo a Pizarro que deseaba seguir el curso del río, y que allí le esperasen tres o cuatro días y que si no venían no hiciesen cuenta de ellos. Y así, nuestro descubridor, con cincuenta y siete hombres, se fue río abajo y de momento se vieron en gran necesidad, teniendo que comer suelas de zapato. Por fin encontraron indios y comida, y a los nueves días de haber abandonado a sus compañeros, pudieron alimentarse. ¿Y porqué no volvieron a ayudar a sus compañeros? se preguntan algunos. La respuesta es muy fácil: porque no pudieron. Se encontraban en el bajo Coca o uno de sus afluentes, el Napo, y comenta fray Gaspar: «Aunque quisiéramos volver aguas arriba no era posible por la gran corriente y así acordamos que cogiésemos lo que al capitán y a todos nos parecía de dos males el menor; porque, una de dos, o seguir adelante río abajo o morir». Hablar de la traición de Orellana hacia sus compañeros, es tener un desconocimiento total del alto Amazonas, que con toda razón es llamado el infierno verde. Donde hoy está situado el pueblo de Rocafuerte, en la misma frontera de Perú y de Ecuador, es donde Orellana tomó la decisión: no volver al punto de partida por no poder hacerlo. Así se hizo costar en un documento redactado por el escribano de la expedición y firmado por todos. De haber regresado no hubiera vuelto vivo ninguno.

Orellana, sin embargo, para tranquilizar más su conciencia y agotar también los medios de acudir en ayuda de los que quedaban atrás, prometió dar cien ducados de oro a los seis soldados que salieran con comida a socorrer a Gonzalo Pizarro. Pero nadie se atrevió, a sabiendas de que iban a una muerte segura. Orellana no tenía otra posibilidad nada más que seguir adelante.

Los indios Aucas que se encontraron a los largo de 500 kilómetros a la orilla del río Napo, salieron en canoas a ofrecer comida a los españoles; perdices más grandes que las de España, tortugas y peces. El capitán Orellana se lo agradeció muy gentilmente, dándoles de lo que tenía y ellos quedaron muy contentos de su buen trato. Estos indios eran blancos, altos y fuertes y muy pacíficos, aunque después, por el abuso de los exploradores de caucho, se volvieron guerreros.

Estamos en enero de 1542, Orellana y sus huestes eran los primeros que iban a atravesar el Nuevo Mundo de Oeste a Este. Descansan, preparan la embarcación y siguen navegando río abajo. Orellana era un gran caudillo lleno de humanidad y de sentimientos cristianos y ordenó a los suyos que no hicieran la guerra a los indios, sino en caso necesario en extremo para defenderse. Y recomendaba que se les tratase con suavidad y amor.

Van pasando los días y el río Napo se va ensanchando más y más; y de pronto aparece ante sus ojos el cauce del gran río: el Amazonas. Allí, en la confluencia del Napo y del Marañón, es donde aparece ante sus ojos atónitos este espectáculo sublime.

Día histórico éste. El 11 de febrero, fiesta de Santa Olalla, cuando divisaron los orígenes del gran río, cuyo descubrimiento les iba a hacer famosos en la historia. Aquello, más que un río parece un brazo de mar. Baja furioso y con tan grandes avenidas que da espanto verlo. Su profundidad es de 130 metros y es navegable en la mayor parte del curso. Pero lo más impresionante no es su caudal y su anchura, sino su longitud, los 7.000 kilómetros cuadrados de la amazonia. El viaje de Orellana navegando por el Amazonas fue subyugante, heroico; comían patos salvajes, codornices, conejos amazónicos. En las márgenes del río se ocultaba el caimán negro, la gran serpiente acuática anaconda y la pequeña y ferocísima piraña abriendo su boca llena de dientes como sierras, es muy sanguinaria y parece odiar al mundo.

En las fuentes del río Trompetas se hallan las sesenta ciudades del Amazonas que dan nombre al río. En el diario de la expedición cuenta fray Gaspar, que llegando un seis de mayo a un poblado de las márgenes del Amazonas se detuvieron para buscar comida. En esos poblados no eran los jóvenes sino los viejos los que luchaban. Vieron a una gran multitud en canoas que se acercaban a ellos en plan de guerra. Ellos tuvieron que juntar los dos bergantines para defenderse mejor con los arcabuces y las ballestas. Atravesaron un momento difícil, pero lo superaron, adquiriendo reservas de comida para el viaje. Más adelante narra fray Gaspar la llegada de la expedición al río Negro y el extraño descubrimiento que hicieron de maquetas representando las ciudades de las amazonas, a las que los indios rendían un culto idolátrico.

Entran los de Orellana y se encuentran una tribu de indios pacíficos, donde a hallaron comida. Les manifestaron que eran tributarios de las amazonas; y a preguntas del capitán de quiénes eran estas mujeres guerreras, les contestaron que ellos eran súbditos suyos y les dieron toda clase de detalles. El jefe se llamaba Cocorí. Disponía de mucho oro y plata para el culto al Sol. No permitían vivir con ellas a ningún varón. Y como preguntase Orellana como podían ellas subsistir por mucho tiempo, les dijeron que cuando tenían necesidad de engendrar iban a la caza de hombres papa poder perpetuar la especie entre ellas, arrojando de su seno a los varones.

Las mujeres guerreras eran grandes y rubias, y peleaban armadas de arcos y flechas; y este fue el motivo de que dieran el nombre de Amazonas al gran río que con mucha más razón debió llamarse río Orellana. Y así fueron sucediendo muchos episodios, que por no hacer demasiado extenso este trabajo no se dicen, hasta llegar al Atlántico, en donde desemboca el río inmenso.

Algunos, en las tierras de América, llaman a Orellana el quijote de los Andes. Ciertamente él no fue el Quijote del mito creado por Miguel de Cervantes, pero si fue en realidad un Quijote que hizo cosas increíbles dadas las grandes dificultades que tuvo que vencer. Él fue un prodigio de audacia «Audaces fortuna juvat» («La fortuna ayuda a los audacia»). Él y todo lo suyo puesto al servicio de un gran ideal: la grandeza de España.

TERCERA PARTE

Un mensaje trascendente y aleccionador

Todas las vidas de los grandes hombres, dentro de sus limitaciones y defectos, contienen un mensaje, encierran una lección viva. También de la biografía de este trujillano excepcional, gran figura histórica, enmarcada en la primera mitad del siglo XVI, tenemos mucho que aprender.

Él, desde su vida ejemplar, limpia, alegre, abnegada, y heroica, nos habla, o mejor dicho, nos transmite sin hablar un mensaje a los españoles, a los hispanoamericanos, a los extremeños y a los trujillanos de hoy; a la juventud de ahora y de siempre.

Podemos preguntarnos: ¿Si Orellana volviera a la vida, que nos diría? Esto nos da pié para sumergirnos en una profunda reflexión. Estoy convencido de que sus palabras, llenas de ponderación y de sentido de trascendencia, resultarían muy interesantes y producirían unas sacudidas muy fuertes en aquellos que las escucharan.

Nos dirían que la humanidad actual no necesita en nuestro siglo tanto descubrir nuevas tierras, como atender al hombre. Y que no es tan importante dominar las cumbres casi inaccesibles de los Andes o explorar las selvas impenetrables de la amazonia, en la que consistió su gesta heroica, como descubrir y explorar los grandes valores que están todavía ocultos en la interioridad de la persona humana. Nos podría recordar que estamos en el siglo del humanismo y que éste es sin duda uno de los signos de los tiempos. Pero cuidado, que este humanismo tiene dos vertientes: la del materialismo y la del espiritualismo cristiano; Cristo y Marx se disputan el mundo.

En España, nos diría que es preciso descubrir nuevos horizontes y dominar metas ambiciosas en el orden de la ciencia, de la cultura y de la investigación, al servicio siempre de la comunidad humana. No son descubridores sino investigadores lo que necesita hoy nuestra patria para ponerse al nivel de otras naciones europeas. No enterremos el talento que Dios ha puesto en cada uno. Tratemos de negociar con él.

En los principios de siglo, nuestro premio Nóbel Ramón y Cajal, expresaba, no sin cierta amargura: «Cuantos ríos se pierden en el mar y cuantos talentos en la ignorancia». La primera parte, afortunadamente, ha dejado de constituir un problema; basta tender la vista por nuestra piel de toro para ver una red extensísima de pantanos que han multiplicado la riqueza nacional. No podemos decir lo mismo en cuanto a la segunda parte. ¡… cuántos talentos en la ignorancia! A pesar de lo conseguido, todavía queda una selva virgen en gran parte sin explorar. Por ese motivo ¡cuántas energías perdidas y cuántos progresos malogrados!

Estas riquezas del espíritu -el cultivo de las inteligencias y la formación de las voluntades- pueden ser una esperanza, nuestras futuras minas de oro o de uranio y nuestros mejores pozos de petróleo.

A Extremadura en concreto nos diría que no está necesitada ahora de tener hijos que sean grandes luchadores en el campo de batalla, conquistadores como ellos lo fueron en el siglo XVI, sino gentes resueltas, animosas, constates, que se lancen a la conquista de grandes singladuras para el progreso y desarrollo de nuestra región extremeña. Podría decirnos también que Extremadura necesita sentido de creatividad, imaginación y sobre todo saber conjuntar sus fuerzas para crearse grandes ideales y presentar realizaciones que merezcan la pena. Pero para esto hay que desterrar el maldito individualismo tan característico de esta región y que ha sido antes y ahora la raíz de nuestra decadencia. Ya en el siglo XVI había una décima que comenzaba con estos versos: «Espíritu desunido / domina en los extremeños». Tratemos de procurar este sentido de comunidad, de espíritu de equipo, que es de los que Extremadura está necesitada a todas luces para robustecer su personalidad y realizar la tarea histórica a que ha sido llamada.

Podemos pensar, con razón, que ha llegado la hora de Extremadura.

Orellana, en fin, diría a nuestra juventud de ahora que hay que poderse a trabajar en serio para descubrir los grandes tesoros de espiritualidad, sabiduría y amor ocultos en el libro de Dios que es la Biblia, en la doctrina segura del Concilio Vaticano II, en los principios y orientaciones del Magisterio de la Iglesia, y en la vida y escritos de los hombres ejemplares que nos precedieron para que con estos guías infalibles puedan liberarse de las seducciones del mal y aprender a tener un sentido de trascendencia y de belleza moral en la vida. Que se esforzaran en hacer un mundo nuevo, un mundo mejor que el actual.

Este es el mensaje que se desprende de la vida de uno de nuestros más grandes descubridores, de una de las figuras de más limpia y brillante ejecutoria que tiene méritos sobrados para arrebatar a nuestra juventud y que es todo un símbolo de heroísmo para ellos. Él fue un cristiano convencido y sin arredrarse ante las dificultades, supo proceder de una manera digna. Confiaba mucho en Dios y así se explica su fortaleza y valor que iba en cabezada ante los peligros y con su ejemplo arrastraba a los suyos. Tenía mucha caridad y eso le llevaba a preocuparse de que nada faltara a los que estaban a sus órdenes. Y para los enfermos, más que un capitán, era un padre.

Era un hombre generoso y desprendido. Sólo el hecho de haber renunciado a ser Capitán General de Guayakil para lanzarse a la desconocida hazaña del descubrimiento del Amazonas entre los mil peligros presentidos por él, nos habla de su excepcional talla humana. Por todo lo cual el podría pisar fuerte, teniendo autoridad moral para hacer suya la frase famosa del gran poeta francés Paul Claudel: «La juventud no se ha hecho para el placer», es decir para el vicio, la frivolidad, la venganza o el odio; «La juventud ha sido dada por Dios para el heroísmo», para emplearla íntegramente en causas nobles, en el cultivo de la belleza y de la libertad y el vivir en el amor, estando dispuestos a sacrificar la propia vida como hiciera con generosidad admirable nuestro ilustre paisano Francisco de Orellana,“el Quijote de los Andes”.

Oct 011988
 

Matilde Muro Castillo y María Teresa Pérez Zubizarreta.

La llegada a América desde Trujillo, había sido el sueño cumplido, pero no había satisfecho la ilusión de encontrar el tesoro deseado.

No obstante, la precaria situación en la que había quedado plácida con posterioridad a la Reconquista, había mejorado notablemente a la vuelta de los primeros viajeros de América.

A la sombra de la fortaleza árabe que presidía la ciudad, comenzaron a surgir edificaciones de notable importancia: casas solariegas y blasonadas, palacios, conventos, iglesias que cada vez se veían más adornadas por los títulos nobiliarios que sus dueños adquirían a golpe de acontecimientos heroicos de conquista en unos casos o de simple transacción mercantil con la Corona, entre otros.

Junto con este ofrecimiento arquitectónico, la vida de la ciudad se renueva y la hasta entonces pobre clase gremial, adquiere nuevo vigor, a lo que hay que sumar la buena marcha de las explotaciones agrícolas y ganaderas que en última instancia van a revertir sobre el patrimonio de la Iglesia, que disfruta ahora su época de mayor esplendor y tiene su máxima representación en la iglesia de Santa María la Mayor de la que se dice que hubiera podido ser construida sobre una mezquita árabe, aunque no queda resto alguno que lo puede atestiguar.

La población vive momentos de tranquilidad dedicada a las tareas cotidianas y espera ansiosa los días festivos en los que las manifestaciones religiosas son el eje sobre el que giran las celebraciones. La fiesta en honor del Santísimo Sacramento celebrada con procesiones que en orden religioso tienen delimitadas en el recorrido a través de un procesionario, es la más importante. La devoción a la Virgen María, aún cuando no se hubiera proclamado el dogma de la Asunción, la intervención milagrosa de “la Señora”, era constante.

Estamos en el 14 de junio de 1745. Antonio Ramos, hijo probablemente del campanero de la iglesia de Santa María, se cae de la torre cuando tiene tres años de edad y está presenciando la procesión del Santísimo Sacramento. La intervención milagrosa de la Virgen, salva su vida.

En acto de agradecimiento perpetuo, la familia encarga la realización de un cuadro que recuerde permanentemente el hecho y se le ofrece en acción de gracias a la iglesia. El exvoto en cuestión, de popular factura pero de indudable calidad, refleja la imagen de la Virgen, que recuerda a la de Guadalupe y presenta el fondo de la iglesia, la inscripción correspondiente y… algo más que no podemos describir, solamente imaginar, por qué malos tiempos llegaron y ese patrimonio popular de la iglesia, sufrió graves desperfectos.

El uno de noviembre de 1755 se produce el terremoto de Lisboa que afecta gravemente a la ciudad. Sus edificaciones importantes se tambalean y el templo de Santa María la Mayor ve caer parte de la Torre Julia, quedando casi enterrados la sacristía y el ábside.

El siglo XIX está marcado por la llegada y la partida de los franceses dejando tras de sí una estela de destrucción y saqueo que se ceba fundamentalmente en las propiedades religiosas. La reconstrucción de la parte alta de la ciudad, la Villa, se abandona y la vida cotidiana se traslada a la parte baja. El culto a las iglesias a las que hay que acceder rebasando la puerta de Santiago, prácticamente se termina y los bienes materiales de los templos sufren un constante trasiego incontrolado o su destrucción por abandono. La torre semiderruida de la iglesia Santa María amenaza ruina inminente y hay que tirarla del todo por el peligro que supone para la población en el año 1870.

La Villa permanece arrasada muchos años y hasta 1965 no se iniciará de nuevo la reconstrucción de las ciudad. La torre Julia se levanta de nuevo y la iglesia en su interior se descubre y restauran, eliminando de ella los blanqueos con cal y dejando vista sus piedras y, donde fue posible, respetando el colorido de las pinturas al fresco de los enterramientos y escudos de los laterales. Se abre al culto y más tarde, en nuestros días, se restaura el retablo. Se vuelven a celebrar cada vez con más vigor las festividades religiosas y resucitan los desfiles profesionales en honor a la Virgen María. En este resurgir del templo, se rescatará casualmente un cuadro casi olvidado que colgaba de una pared húmeda de la sacristía en este año de 1988.

En el taller de restauración de Trujillo se depositan dicho cuadro para hacer tareas, en principio, de limpieza, reentelado y consolidación. La inscripción de la parte inferior del lienzo dice: “SANCTA MARÍA DEI GENITRIS VIRGO INTERREDE PRO NOBIS AD DOMUN JESUM CRISTU, y parece a primera vista que la representación de la Virgen es la que tiene importancia, pero poco a poco irán surgiendo elementos que permanecían ocultos tras un repintado posterior que se había hecho en el lienzo posiblemente para utilizarlo en loor de la Virgen y olvidar la finalidad original. Tras la restauración se observan como la tela ha sido cortada perdiéndose gran parte de la inscripción superior que daba más datos sobre el motivo de la pintura. Se han recortado también los laterales, perdiéndose el paisaje y la representación del templo y, probablemente, la imagen del niño cayendo desde la torre y el campanario.

Aparece por fin la descripción original: “ANTONIO RAMOS, HIJO LEGÍTIMO DE JUAN RAMOS VECINO DE ESTA CIUDAD Y DEVOTO DE SANTA MARÍA POR ASOMARSE DE LA TORRE DE LAS CAMPANAS A VER LA GENTE QUE CONCURRÍA A LA SOLEMNE PROCESIÓN VESPERTINA QUE ESTA NOVÍLÍSIMA CIUDAD CELEBRA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO DEL ALTAR EN SU OCTAVA SE ARROJÓ AL AIRE DE 16 BARAS DE ALTO A LA CALLE Y SE ATRIBUYE EL NO HABERSE HECHO MAL A LA INTERCESIÓN DE NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCIÓN. SUCEDIÓ EL DÍA 14 DE JUNIO DE 1746”.

En los libros de bautismo de Santa María, así como en los de fábrica y cuentas de dicho templo encontramos datos del protagonista: hijo de Juan Ramos y de Juana de Trejo. Nació el 13 de septiembre de 1743, siendo bautizado por Diego Galeno Benítez en la iglesia Santa María. Fue su padrino don Antonio de Torres y Escobar y testigos del bautismo don Manuel Torre Muñoz, José de la Cruz y José Labrego, vecinos todos de Trujillo.

Apartir de aquí su historia se pierde. ¿Cambio de parroquial? ¿Salió de Trujillo y no volvió? En la misma documentación parroquial, en el libro de cuentas de la fábrica de los años 1731 a 1755 aparece la inscripción de la deuda de alquiler de Juana Ramos, viuda de Zenueno, que vivió en la calle encarnación, en la casa de la parroquia, y que murió en extrañas circunstancias, según se atestigua el la partida de defunción extendida en el año de 1743. ¿Era la abuela?

A pesar del reciente descubrimiento, la vida de Antonio Ramos permanecerá en el anonimato porque desapareció de los papeles, pero la intercesión milagrosa de la Virgen quedará siempre contaba en un bonito lienzo que aparece colgado en las paredes del templo de Santa María en Trujillo para observación de todos cuantos quieran saber un poco más de la historia de su ciudad y como resultado del intento de recuperación del patrimonio que se expolió con el paso del tiempo y la dejadez.

Oct 011988
 

Pilar Montero Curiel.

1. Introducción

La mayoría de los estudios publicados en España sobre la magia son de alta erudición, y apenas abordan el análisis de las manifestaciones que esta antigua actividad desarrolla en la vida popular. La bibliografía que se ocupa de interpretar las acciones brujeriles es abundante; nombres como el de Julio Caro Baroja o Luis García Bonilla, entre otros, son insoslayables a la hora de consultar cualquier trabajo sobre brujas y brujería[1]. La perspectiva que adoptan es, fundamentalmente, histórica: son relatos biográficos de brujas célebres, implicadas en famosos procesos inquisitoriales que condonaban perversas hazañas, como la producción de tempestades, antropofagia, vampirismo, y otras muchas acciones propias de una sabiduría diabólica.

El carácter de las actividades hechiceriles y mágicas recogidas en Madroñera es bien distinto, de forma que, en la actualidad, pueden verse como puras anécdotas del pasado, relatadas con la gracia y el ingenio de las personas mayores, que las recuerdan como diversiones de antaño.

E1 propósito que ha animado esta investigación ha sido, precisamente, el rescate de las últimas manifestaciones de la brujería en la vida popular de Madroñera, a principios del siglo XX, en una línea semejante a la que postula Adriano García Lomas en su “Mitología y supersticiones de Cantabria”:

“Aún quedan aldeanos de Psicología elemental e infantil que creen en los olvidados espíritus de las antiguas magias, especialmente en ciertas prácticas pseudos-religiosas de la brujería, en las que obraban empleando, como niños enajenados, el signo de la cruz y el agua bendita con alternancias inconscientes e irreflexivas» [2].

También Julio Caro Baroja, en su “Análisis de la cultura. Etnología. Historia. Folklore”, dice que el campesino de cualquier región española oree en la magia y en la existencia de espíritus y seres malignos y benignos[3].

Sólo con estos sentidos pueden interpretarse las prácticas mágicas recogidas en Madroñera en sucesivas encuestas orales llevadas a cabo con varios vecinos mayores de la localidad[4]. Las actividades que relatan son muy elementales, casi siempre de carácter lúdico, lejos del aspecto tópico que la hechicería ostenta en otras zonas peninsulares, como Galicia o el País Vasco, donde se encuentran «noticias muy concretas (y extraordinariamente antiguas), sobre aquelarres y conciliábulos»[5].

2. La magia y sus tipos.

Las prácticas brujeriles recogidas en Madroñera, como manifestaciones folklóricas, ofrecen diversidad de matices. La necesidad de clasificarlas con un criterio más o menos racional se impone desde el principio. Si aceptamos que son actividades de carácter mágico, es preciso recordar la definición académica del término magia como «arte de controlar lo sobrenatural, o de controlar la naturaleza por medios sobrenaturales»[6]. Pero esta definición no nos saca de dudas a la hora de agrupar el acopio de materiales que ha proporcionado la conversación con los informantes.

Las clasificaciones de los hechos mágicos han preocupado seriamente a los estudiosos; ya en 1890, Sir James Frazer publicó la primera edición de su monumental obra “La rama dorada”, donde establecía una división de la magia en función de los dos principios sobre los que ésta se asienta: el primer principio dice que lo semejante produce lo semejante, y que todo efecto se parece a su causa; el segundo principio defiende que las cosas que alguna vez han estado en contacto continúan influyéndose recíprocamente, aun después de separadas y de haber perdido el contacto físico. Al primer principio lo llama Frazer «ley de similaridad» y al segundo, «ley de contacto o contagio»[7]. De ambas leyes deriva la llamada «ley de afinidad», que indica que todas las cosas actúan unas sobre otras a través de una relación secreta cuyo impulso es transmitido «por intermedio de lo que podemos concebir como una clase de éter invisible”[8].

Hay que reconocer que las argumentaciones de Frazer están sólidamente fundadas; no obstante, es preciso tratarlas con suma prudencia: la primera ley lleva a pensar que las cosas que se parecen son lo mismo, y que se destruye a un enemigo destruyendo una fotografía suya, o que derramando agua sobre la tierra se produce lluvia. De la misma forma se puede mirar la segunda ley: si las cosas que han estado en contacto alguna vez continúan estándolo después de separadas, no es descabellado pensar que se puede actuar a distancia sobre una persona actuando sobre sus cabellos caídos, sobre una muela extraída de su dentadura o sobre sus uñas, una vez cortadas.

Estas limitaciones llevaron a Julio Caro Baroja a opinar que de las tesis de Frazer resulta una interpretación muy intelectualista de la magia[9].

Sentadas estas bases, hay que dilucidar ahora sobre el carácter de las prácticas brujeriles recogidas en Madroñera; la tarea es ardua, dada la gran variedad de manifestaciones diferentes que se ofrece. Sería arriesgado adscribirlas todas a un único tipo (por ejemplo, al segundo, a la «ley de contacto o contagio»), porque en muchas de ellas se detectan elementos propios de las dos leyes, difíciles de separar por completo. Para salvar esta dificultad se adoptará un criterio de clasificación puramente temático, can la exposición de diversos ejemplos de magia y sus correspondientes testimonios ilustrativos. Esta agrupación permite abordar el estudio del folklore mágico como una conjunción muy precisa de creencias y acciones derivadas de viejos ritos, que han llegado hasta nosotros a través de una dilatada tradición.

3. La brujería en Madroñera

Tal vez el elemento singularizador de las prácticas que se van a exponer es el hecho de que muchas de ellas son acciones femeninas. La tradición demuestra que los maleficios eran un patrimonio exclusivo de las brujas, y rara vez de hechiceros varones, cuyos dominios quedaban relegados, más bien, al campo de la magia medicinal. En 1902, Publio Hurtado escribía en su obra “Supersticiones Extremeñas”:

“… de las brujas y no de los brujos, porque esta cualidad parece que fue siempre oficio, profesión, ministerio ó lo que sea más propio de hembras que de varones”[10].

La genuina bruja tiene que ser una mujer vieja, cargada de experiencia, conocedora de plantas medicinales y de las virtudes extraordinarias de los animales. La palabra bruja se identifica con un arquetipo plástico legendario: vieja, legañosa, desdentada, con verrugas en la nariz, pelos en el bigote y en la barba, un poco jorobada, vestida con harapos oscuros, y capaz de seducir al más fuerte con palabras melosas y falsamente ingenuas. La vejez justifica la experiencia, en opinión de Publio Hurtado; lo raro es encontrar en una bruja popular todos estos rasgos físicos.

Cuando los informantes de Madroñera hablan de la existencia de brujas y hechiceras en el pueblo se refieren más a las actividades de estas mujeres que al aspecto físico. Las hechiceras reconocidas como tales en la localidad eran mujeres cercanas, perfectamente integradas en la sociedad, con un cierto aspecto misterioso para los vecinos, que sentían un extraño respeto por ellas. Así, el informante José Barquilla, cuando recuerda que la madrina de su abuelo era hechicera, no oculta este parentesco y lo dice con total naturalidad. Lo curioso es observar cómo el citado informante, en la actualidad, se plantea si aquellas acciones eran reales o se trataba de simples alucinaciones sin sentido:

«Aquí abía muchah bruhah, muchoh cuentoh de bruhas. Nih agüeloh tienen unoh cuantoh cuentoh, que eso loh a pasao y bien dicen que era berdá…. Y eh que antiguamente se creía en loh encantoh, que abia cosah encantás…»[11].

Un testimonio de este tipo nos permite ver cómo José Barquilla se debate entre la veracidad de los hechos que narra y el carácter anecdótico que los impulsa, como simples creencias o pasatiempos de la imaginación. La cita oral que se acaba de reproducir encabeza la narración de unos hechos extraños que el informante recuerda haber oído, o incluso presenciado, en su juventud. La veracidad de la información es mayor cuando se trata de contar las hazañas de las alcahuetas yarreglamorios que responden al arquetipo literario de Celestina. Marcelino Barrado habla así de estas mujeres:

«Eran unah muhareh que eran mu cucharonah, pa lah mortahah, pa loh nobiahoh, pa loh biudoh,… Eran como el diablo emplumao».

Las mismas consideraciones sociales recibían las mujeres -y también los varones- que practicaban conjuros con fines terapéuticos: nadie dudaba de su eficacia, porque los resultados eran fáciles de advertir. La ignorancia de unos, el fanatismo de otros, el temor, la fe pura, son las fuentes de las supersticiones, de estos ensalmos extravagantes[12].

Las distinciones que se acaban de esbozar no son exclusivas, pero atisban una división general de la hechicería popular de Madroñera en tres grandes bloques: los encantamientos, la magia medicinal y la magia amorosa.

3.1. Los encantamientos.

La cuentística popular de todos los países deja ver entre sus páginas que, desde tiempos remotos, hubo lugares en los que el vulgo situaba guaridas de monstruos o de seres humanos condenados a vivir eternamente recluidos, por haber sido víctimas de encantamientos y maleficios. En el siglo XVIII, el Padre Feijóo, el gran detractor de lo popular, calificaba de «extravagantes» a estas creencias:

«¿No es cosa para perderse de risa el oír en este, en aquel y en el otro país no sólo a rústicos y niños, pero aun a venerados sacerdotes, que en tal o tal parte hay una mora encantada, la cual se ha aparecido diferentes veces?»[13].

El pueblo comprende que estas acciones derivan de maleficios; así lo expresa José Barquilla, con palabras llenas de experiencia popular acumulada:

«Antiguamente, se creía que abía enoantoh, ¿no?, que abía cosah encantáh, que loh padreh a una iha que loh desobedecía o tenían dihguhtoh, loh padreh la echaban una maldición: permita Dioh tal y tal…, y se ponían encantáh, en pozoh, en sierrah, en barioh sitios».

La situación que plantea este testimonio literal nos acerca más a episodios propios de leyendas que a hechos reales. Publio Hurtado, por su parte, alude a estas historias como “hechos inverosímiles”[14]. Un episodio jocoso narrado por José Barquilla viene a confirmar este carácter de inverosimilitud. La situación que plantea es sencilla: en cierta ocasión, varios vecinos de Madroñera gastaron una broma a un humilde zagal que, criado en el ambiente popular de los primeros años de este siglo, creía en los encantamientos:

«Abía entooeh en el pueblo una panda de amigoh mu candongoh, muy amigoh de hadel bulrah y de hadel de rabial a loh muchachoh, de ma que le hidieron creel a tío Pintol cuando era muchacho que abía una moza encantá metía en un zarzal y ese zar zal ehtaba a la orilla de una fuente natural que tenía un agua mu limpia; de ma que allí abía una moza encantá y el que la sacara era millonario, aluego iba a sel rico y tal y cual… De ma que uno de loh amigoh pueh hido asín con una tihera, se metió en el zarzal con un cántaro roto, con muchoh buheroh asín, poh puso una bela, y, claro, por ca buhero del cántaro se bía una luh. Y se metió en el zarzal. Y le mandaron il a por agua a tío Pintol, ya a la pardilla, cuando vinieron de aral. De ma que fue, ¡cago en díeh!, y cuando ehtaba cohiendo el agua, él no se fihó, y dice el que ehtaba ehcondio, con boh de muhel: -¡Jovencito! Cuando ve to el zarzal lleno de luceh…: -«Mira, que soy una moza encantá mu guapa, y si me sacah de aquí tú bah a sel millonario. Ahora, que tieneh que aguanta!, porque bah a bel -pa sacalmi de aquí- un toro negro bramando, pero no tengah mieo que no te hadi na. Aluego ba a pasal por aquí una serpiente silbando, pero no tengah mieo que no te hadi na si te aguantah. Y aluego un perro rabioso. Y sib matah a la serpiente, tú me sacaráh de aquí y te casaráh conmigo…

El otro cohió loh trahteh y salid corriendo pal cortiho y decia: -¡Yo no buelbo a por agua a esa fuente, eh! Y loh otroh se tupieron de reil con él, que decía: -No, allí ay una moza encantá en un zarzal y ay muchisimah luceh y tal y cual…».

Esta narración que se acaba de apuntar es muy rica en elementos propios de los cuentos folclóricos. Para hablar de la verosimilitud o inverosimilitud de la situación que se plantea, habría que analizar algunos factores interesantes, por ejemplo la edad y el carácter del individuo burlado: como se ve, es un muchacho de corta edad, posiblemente muy habituado a oír narrar cuentos, por lo que no resulta extraña su capacidad para creer lo que está viendo; en cambio, los burladores son hombres maduros, con una innegable experiencia, que se limitan a parodiar una historia propia de leyendas, para comprobar sus efectos en la vida real, José Barquilla remata así su cuento:

«El muchacho creía, porque entoceh creíamoh que abía mozah encantáh y que esoh encantoh benían por unah maldicioneh que se echaban unah personah a otras».

En estas narraciones aparecen como protagonistas insustituibles animales a los que la sabiduría popular atribuye virtudes extraordinarias o convierte en portadores de grandes peligros para el ser humano. Muchas veces, estos animales son brujas metamorfoseadas, que adoptan la apariencia animal para ejecutar sus perversas acciones. En este sentido, hay un animal doméstico que se convierte en motivo recurrente de numerosos testimonios: se trata del gato negro, animal íntimamente unido al mundo de la hechicería y de la magia. El informante José Barquilla relata una fórmula para hacerse invisible, con el citado felino:

«Abia que echal en una caldera un gato negro, y echalle allí y que se friera allí, freil, freil, freil, hata que se dehpriende la carne de loh güesoh, y aluego se compra un ehpeho y no se pué miral hata que se dehpriende el gato de eso. Se dehcomponían toh loh güesoh del gato negro y la persona se ehtaba mirando al ehpeho, y se iba metiendo en la boca toh loh gtiesoh, y dicen que tiene un güeso el gato negro que aluego se miraba al ehpeho y no se bía. Y con ese güeso en la boca se hacían inbisibleh y no loh bía naide».

Otras veces, las brujas se metamorfoseaban en animales como el cerdo, el asno y algunas aves cercanas al hombre. Julio Caro Baroja recuerda en cierta ocasión el testimonio de Fray Martín de Castañega, que en el siglo XVI escribió un libro sobre la brujería, donde mencionaba al pájaro, al gato y al raposo como algunos de los animales en los que las brujas se podían convertir[15]. En apoyo a esta afirmación, se reproducen las siguientes palabras de Marcelino Barrado:

«A un ombre se le apareció un guarro en el camino y cuando le iba a pegal un palo, pegó en el suelo, porque el guarro abía desaparecío de pronto».

También el asno aparece en múltiples narraciones brujeriles. José Barquilla cuenta que una vez su abuelo tuvo la ilusión de ver un burro abandonado en un camino, y no duda sobre la posibilidad de que no fuera una bruja metamorfoseada en burro:

«Un agüelo mío, cuando era mozo, benía toah lah nocheh a bel a la nobia, y allí en esa encrucihá que ay en el mataero bio un burro. Mi agüelo llebaba unah alforhah de esah que se echa la hente de doh senos. Pueh aquella noche dice que llebaba doh pareh y una botella de aceite, y un cacho tocino en lah alforhah, de ma que bio al burro y, ¡cagu en dieh!, -¡poh aora monto en ehte burro y echó la alforha, y boy montao, y aluego mah que le doy larga y quelse baya! De ma que le echó lah alforhah en el burro, fue a montal y dice que se arrengó y se cayó en el suelo, y cuando miró poh lah alfor hah ehtaban baciah y no bolbió a bel al burro ni na. Y ya te digo, eso le pasó a un agüelo mío».

3.2. Magia medicinal

La medicina folclórica es un conglomerado de las teorías médicas antiguas y de los conocimientos empíricos de la naturaleza, apoyados en vestigios de la magia primitiva. Esta magia se basa en el dualismo que existe entre las fuerzas del bien y del mal, dicho con pocas palabras, y considera a la enfermedad como un don enviado por el demonio, que entra en el cuerpo de las personas por medio de una maldición. Hay que conjurar esta maldición con remedios en los que intervienen palabras mágicas, amuletos y rezos escritos.

El acervo popular de remedios contra las enfermedades, en una localidad como Madroñera, es abundantísimo. En esta ocasión, interesa ofrecer solamente un reducido corpus de prácticas terapéuticas de carácter mágico, en las que el valor sagrado de la palabra es fundamental.

A continuación, se describen varios remedios de carácter mágico, para curar las tercianas, para que la dentadura adulta sea fuerte y para curar las hernias infantiles.

3.2.1 Conjuro para curar las tercianas

El término tercianas nos suena hoy a enfermedad endémica de antaño. Es el nombre popular de unas fiebres que se producían en días alternos y que, por lo general, no solían ser graves. Una señora de Madroñera, que padeció estas fiebres en su juventud, cuenta cómo las combatió con un conjuro que le había recomendado una vecina suya en el campo. La práctica terapéutica recibe el nombre popular de «ahogal lah tercianah» y es conocida en todo el territorio español[16]:

«Na máh que pehcal un puñau de sal grande y tiral.li en una charca, y decil:

Teroianah tengo,
tercianah son,
aquí lah queu,
quéate con Dios.

Y aluegu te bah sin miral pa atráh y te se quitan lah tercianah».

El mismo remedio, con ligeros cambios en la fórmula central del conjuro, lo relataba otra informante: se coge un puñado de sal, se tira en una charca y sé dice:

«Tercianah tengo,
tercianah son,
aí te lah quedo,
San Simón».

Y se va la persona sin mirar hacia atrás.

3.2.2. Conjuro para que la dentadura adulta sea fuerte

En las primeras décadas de este siglo, se practicaba un sencillo conjuro en Madroñera -y en otros muchos lugares- para favorecer la fortaleza de la dentadura adulta. Cada vez que al niño se le caía un diente, lo titaba al tejado de su casa y pronunciaba las siguientes palabras mágicas:

«Dientecito, dientecito,
te tiro al tehadito
pa que salgah máh bonito»
[17].

En los años cincuenta se perdió esa costumbre, suplantada por la creencia en el Ratón Pérez, un roedor bondadoso que se lleva los dientes de leche de los niños y les deja a cambio un pequeño obsequio. Frazer interpreta así el sentido de esta creencia:

«… en muchas partes del mundo es costumbre colocar los dientes extraídos en algún lugar donde fácilmente puedan ser hallados por un ratón o rata, en la esperanza de que por medio de la simpatía que sigue existiendo entre el diente y su anterior propietario, sus otros dientes adquirirán la firmeza y la excelencia de dichos roedores”[18].

3.2.3. Conjuro para curar las hernias infantiles.

Hay un conjuro muy extendido en la tradición folclórica española y extranjera para curar a los niños quebrados. Se trata de una sencilla práctica conocida popularmente con la expresión «pasal al niño pol la mimbre», y así la relata Eladio Gil:

«En la mañana de San Juan, un Juan y una María se ponían en una mimbreta abierta en doh mitadeh, uno a ca lao; pasaban al niño por la endidura con cuidao, treh beceh, mientrah rezaban el Padre Nuehtro y decían:

Juan, pol la gracia que tú tienes,
y pol la que Dioh te da,
toma a ehte niño quebrado
y sano me lo darás»

Cuando lah doh parteh de la mimbre buelben a unilse, el niño ehtá curao”[19].

3.3. Magia amorosa

Para entender el sentido último de la hechicería amorosa, conviene recordar aquí unas palabras de Julio Caro Baraja, cuando dice que la hechicera castellana ejerce«su menester en relativo secreto, acompañada de unas pocas comadres, como la Canidia horaciana. Las cuestiones eróticas son las que más le preocupan paralelamente. Como las magas antiguas, su clientela mayor la constituyen enamorados no correspondidos, particularmente mujeres”[20].

Según se observa en las encuestas orales realidades en Madroñera, el principal campo de acción de las actividades brujeriles es el amoroso. En esta ocasión, la bruja genuina se tiñe de otras connotaciones y se acerca más al tipo de la alcahueta que al de la hechicera tradicional. Marcelino Barrado emplea el término bufonaspara referirse a estas mujeres, y las califica como cucharonas, adjetivo que en Madroñera alude a las personas cotillas. José Barquilla las llama alcahuetas.

Las alcahuetas o bufonas tienen como misión prioritaria la de concertar citas amorosas, arreglar noviazgos y resolver la situación civil de los viudos. No difieren en nada del tipo de mujer creado por Rojas -o por el anónimo autor del primer auto- para Celestina, en la “Tragicomedia de Calisto y Melibea”:

“¡Sí, santo Dios! Y remediaba por caridad muchas huérfanas y erradas que se encomendaban a ella. Y en otro apartado tenla para remediar amores y para se querer bien…”[21].

Las alcahuetas de Madroñera actuaban por grupos; se hacían llamar entre ellas comadres, y sus acciones eran semejantes a esta que describe Marcelino Barrado, sobre un grupo de mujeres que acudía a dar el pésame a un viudo, estando la esposa de cuerpo presente:

“Llegaban y decían al biudo: mira, Fulanito, tiéh que casalte.
-Sí, aora ehtoy yo pa eso -contestaba el viudo muerto de pena-.
-Ca, ca, tonto, no seah asín. Tiéh que casalte, y la que pega bien pa ti eh fulana.
-No, no, dexaimi aora.
Y llegaban a ella:
-Mira, Fulana ba a benil. A bel lo que bah a hadel so tonta…
Eran una cosa mala, como el diablo emplumao…».

A veces, las comadres actuaban como plañideras, y acudían a las casas de los difuntos a amortajarlos o a llorar, con su habitual desenfado. Marcelino Barrado cuenta la historia de una joven de Madroñera que murió hace años de una enfermedad venérea; su amante la compró un vestido verde de seda, bordado con vistosos colores, y aquella historia de amor quedó reflejada para siempre en un sendillo epitafio compuesto por una de las comadres:

«De berde bah behtidal
con aderezo colorado,
poco te llebah del mundo,
con tanto como ah ganado».

Hay que analizar un hecho interesante en este mundo de la hechicería, que es la «actuación a distancia» de las brujas, para influir sobre los corazones de los enamorados. En este sentido, José Barquilla cuenta la historia de dos mozos que se disputaban el favor de una moza, y cómo las brujas procuraban apartar de la doncella a uno de los dos pretendientes, con un conjuro que le impedía avanzar cuando caminaba hacia la casa de la moza:

«Abia mozoh que si tenían nobia y abía otro mozo que la quería, y otra familia que la quería a ella, y ehte mozo que era el nobio poh benía pol la calle alante y llegaba a un sitio y ya no poía andal más. Y na, apretal, apretal p’alante, y se tenia que bolbel p’atráh porque no poía andal ni pasal».

El poder de estas alcahuetas era tan grande, que conseguían todo lo que se proponían, por difícil que pudiera parecer:

«No, y si se empeñan esah echicerah, si se empeñan, te tienih que casal con Fulana. Y te teniah que casal porque, aúnque no la quisierah te entraba gana de querel.la y te guhtaba y ibah pol tu propia boluntá, pol lah cosah que te daban o pol lo que fuera».

A pesar de la «buena voluntad» de las alcahuetas, muchas personas se negaban a recibir sus favores, por una mezcla de temor y escepticismo, como le ocurrió al abuelo de José Barquilla, después de una discusión con su novia:

«La madrina de mi agüelo era echicera dé esas. Y yo no sé, una beh se dehó de con la nobia, porque riñeron pol lo que sea. Y le diho: -«No, no te apureh, prenda ¿Tú quierih que esa te pida perdón y benga en beh de il tú a ella, benga ella a berte a tí?». Y mi agüelo la diho: -«No, no, no. ¡Yo no quiero na! Yo quiero que sea natural, que sea de corazón y no de supertición ni de echizo…».

Acciones como estas que se acaban de describir son abundantísimas y brotan espontáneamente en la conversación de las personas mayores encuestadas. Hoy por hoy, no se conocen datos oficiales que justifiquen estas prácticas de una forma sistemática; algunos informantes confiesan que todavía quedan alcahuetas en el pueblo, que trabajan más o menos subrepticiamente junto a «la clientela eterna de los amantes»[22].

Bibliografía

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  • VIUDAS CAMARASA, Antonio: Diccionario Extremeño. Cáceres, 1988.

NOTAS:

[1] Véase: CARO BAROJA, Juli: Las brujas y su mundo. Madrid: Alianza Editorial, 1966; Ibídem: Brujería Vasca. San Sebastián, Txertoa, 1995; GARCÍA BONILLA, Luis: Historia de la hechicería y de las brujas. Madrid, Biblioteca Nueva, 1962.

[2] Vid: GARCIA-LOMAS, Adriano: Mitología Y supersticiones de Cantabria. Santander: Diputación Provincial, 1964, pág. 14

[3] CARO BAROJA, Julio: Análisis de la cultura. Etnología. Historia. Folklore. Barcelona: Centro de Estudios de Etnología Peninsular, 1949, pág. 238.

[4] E1 método de trabajo con encuesta, realizada bajo la modalidad da la conversación dirigida, ha permitido interrogar a varios informantes: José Barquilla, de 87 años; Marcelino Barrado, de 96; Concepción García, de 72; Eladio Gil, de 66; Antonia Sánchez, de 73, todos naturales y vecinos de Madroñera.

[5] Vid: CARO BAROJA, Julio: Los pueblos de España (2 vols.). Madrid, Itsmo, 1976, pág. 199.

[6] Diccionario de la Real Academia Española. Vigésima edición. Madrid: Espasa.-Calpe, 1984, s.v. “magia”.

[7] FRAZE, Sir J.: La rama dorada. México: Fondo de Cultura Económica, 1981, págs. 33 y 34.

[8] Ibid., pág. 35

[9] CARO BAROJA, Julio: Los fundamentos del pensamiento antropológico moderno. Madrid, CSIC, 1985, pág. 42.

[10] HURTADO, Publio: Supersticiones extremeñas. Cáceres, 1902, pág. 75.

[11] Para reproducir las palabras pronunciadas por los informantes se utiliza una transcripción fonética normalizada, basada en los criterios que usa Antonio Viudas Camarasa en su Diccionario Extremeño (25 edición). Cáceres, 1988, pág. XXXII: se elimina la grafía (v) para el fonema /b/; se representa con el mismo signo ‘h’ la aspiración de `-s’ y de otras consonantes o grupos de consonantes en posición implosiva; también con el grafema (h) se representa la aspiración del fonema castellano /x/ y de la h- aspirada procedente de f- latina; se prescinde de la grafía (h) para la ´h’ muda. La transcripción de los testimonios es textual: se respetan las «torpezas» de expresión, las muletillas y el léxico dialectal utilizado por los sujetos encuestados, para reflejar fielmente los rasgos característicos del habla popular en este rincón de la provincia de Cáceres.

[12] La fe popular es un factor imprescindible en la eficacia de la medicina folclórica. Vid. PINA, Luis de: «Medinina popular (segundo a tradiçáo de Guimaraes)», en: Revista Lusitana, XXV, 1923-1925, pág. 207; CASTILLO DE LUCAS, Antonio: «La medicina popular y su proyección en el folklore español», en El folklore español, de José Manuel Gómez Tabanera, Madrid, Itsmo, 11968, págs. 132-133; PUIGDENGOLAS, Monserrat: Medicina popular. Barcelona, Dopesa, 1978, págs. 15, 24 Y 33.

[13] Vid: FEIJÓO, Benito Jerónimo: Teatro Crítico Universal. Madrid: Cátedra, 1980, pág. 203.

[14] HURTADO, Publio, op. cit., pág. 47.

[15] Vid: CARO BAROJA, Julio: Las brujas y su mundo. Madrid, Alianza Editorial, 1966, pág. 195

[16] Vid: HURTADO, Publio, op. cit., págs. 168-170, en Alcuéscar (Cáceres) y Zalamea de la Serena (Badajoz); CORTÉS VÁZQUEZ, Luis: Medicina popular riberana y dos conjuros de San Martín de Castañeda, en: R.D.T.P., VIII, 1952, págs. 531-532

[17] Vid: OLAVARRÍA, Eugenio: Supersticiones españolas de medicina popular, apud. W. BLAOK, Georges: Medicina popular. Un capitulo en la historia de la cultura. Barcelona: Alta-Fulla, 1982, pág. 339; DOMÍNGUEZ MORENO, José M.: Cultos a la fertilidad en Extremadura. Cuadernos Populares de la Editora Regional de Extremadura, 1987, págs. 5-6.

[18] Sir J. Frazer, óp. Cit., pág. 64.

[19] Vid: HERNÁNDEZ DE SOTO, Sergio: “Práctica supersticiosa. Pasar al niño por la mimbre», en: El folklore frexnense y bético-extremeño, edición facsímil, Badajoz-Sevilla, 1987, págs. 136 y 137. CONSIGLIERI PEDROSA, Z.: «Elementos para una mitología popular portuguesa”, ibid., pág. 231.

[20] Vid: CARO BAROJA, Julio: Los pueblos de España (2 vols.). Madrid, Itsmo, 1976, p. 143.

[21] ROJAS, Fernando de: La Celestina. Madrid: Cátedra, 1976, pág. 76.

[22] Vid: CARO BAROJA, Julio: Los pueblos de España (2 vols.). Madrid, Itsmo, 1976, p. 143.

Oct 011988
 

Manuel Martín Lobo.

La obra del Emperador Carlos V en cuanto Carlos I de España y Señor de las Indias, se suele olvidar incluso por los especialistas, enfrascados en las colosales empresas europeas en las que tomaba parte incluso como soldado. Véanse por ejemplo las escasas páginas dedicadas a Carlos V y los temas americanos en la prestigiosa y clásica biografía del Emperador del alemán Karl Brandi.

Por ello parece oportuno que en estos Coloquios Históricos de Extremadura (1988) de Trujillo nos refiramos a esa gran, y poco destacada obra, a pocos años vista ya del V Centenario del Descubrimiento del Nuevo Mundo, del que también fue Emperador. A este tema precisamente dedicamos los Caballeros de Yuste -Asociación que me honro en presidir- nuestra ya inmediata Asamblea General, los días 1 y 2 de octubre, con la intervención magistral del Profesor Luciano Pereira, de la Universidad pontificia de Salamanca y máximo especialista en la figura del P. Vitoria y la Escuela de Salamanca.

Porque tal olvido no es razonable y es, además, injusto, y el propio Francisco López de Gomara, en su «Historia General de las Indias» (1552) cae en él en forma casi de reproche, en la misma dedicatoria del libro al Emperador.

En efecto, dice López de Gomara: «A Don Carlos, Emperador de Romanos, Rey de España, Señor de las Indias y Nuevo Mundo: Muy soberano señor: la mayor cosa después de la creación del mundo, sacando la encarnación y muerte del que lo creó, es el descubrimiento de Indias; y así las llaman Nuevo Mundo… El trabajo y peligro vuestros españoles lo tornan alegremente, así en predicar y convertir como en descubrir y conquistar. Nunca nación ninguna extendió tanto como la española sus costumbres, su lenguaje y armas, ni caminó tan lejos por mar y tierra con las armas a cuestas. Pues mucho más hubieran descubierto, subyugado y convertido, si vuestra majestad no hubiera estado tan ocupado en otras guerras; aunque para la conquista de Indias no es menester vuestra personal sino vuestra palabra. Quiso Dios descubrir las Indias en nuestro tiempo y a vuestros vasallos, para que las convirtieseis a su santa ley, como dicen muchos hombres sabios y cristianos. Comenzaron las conquistas de indios acabadas las de moros, porque siempre guerreasen españoles contra infieles; otorgó la conquista y conversión el Papa; tomasteis por letra Plus Ultra, dando a entender el señorío del Nuevo Mundo. Justo es, pues, que vuestra majestad favorezca la conquista y los conquistadores, mirando mucho por los conquistados. Y también es razón que todos ayuden y ennoblezcan las Indias, unos con santa predicación, otros…»

Nos parece que López de López de Gomara tenia razón desde luego al decir que bastaba la palabra del Emperador, sin que fuera necesaria su presencia física, que echaba sin embargo de menos quejosa y puede que hasta cariñosamente. Porque esta palabra sí que la dio el Emperador y sobradamente, como vamos ver.

Carlos V da su palabra cuando apoya al portugués Magallanes, desamparado por su Gobierno (1518), para su trascendental expedición, gracias a lo cual y a Sebastián El Cano, se da la primera vuelta al Mundo en nombre de Carlos V y de España.

Carlos V da su palabra cuando falla a favor de nuestro extremeño Hernán Cortés y le nombra Gobernador y Capitán General de la Nueva España (1522); y cuando da su primera Cédula relativa a las Indias (1518), o constituye el Consejo de Indias (1524), o las Ordenanzas de Granada (1526).

Carlos V da su palabra cuando después de oír al intransigente y exagerado Fray Bartolomé de las Casas ordena una amplia inspección en el citado Consejo de Indias que, con asombro general, inicia personalmente el propio Monarca y surgen las Leyes Nuevas de 1542, que sustituyen a las «Viejas» de Burgos.

Carlos V da su palabra cuando dona al Nuevo Mundo un idioma común: el de Castilla. Dice a este respecto el gran historiador y especialista en Carlos V y Caballero de Yuste Emérito, Vicente de Cadenas y Vicent, en su recentísimo libro (1988) «Carlos I de Castilla, Señor de las Indias»:

«Una de las mayores glorias que alcanza el Emperador como Rey de Castilla es su voluntad de hacer que por medio del castellano se puedan entender todos sus nuevos súbditos de las Indias, intentos ya efectuados anteriormente por sus antecesores y por él mismo, pero que no habían cuajado ninguna de las instancias reiteradas y continuas ;para hacerlo con él, constituyendo sin duda alguna una de las más importantes donaciones de Castilla al Nuevo Mundo: el idioma, por el cual pueden entenderse todos los naturales de aquellas tierras. Así, ya entonces se extendió la expansión de una lengua que desde Nueva Espada hasta el estrecho de Magallanes seria única para todos sus habitantes introducida sin imposición alguna y aceptada rápidamente en virtud del fácil entendimiento de los unos con los otros».

Ello Gracias a la ordenanza promulgada desde Valladolid el 7 de junio de 1550.

Carlos V da su palabra cuando da en 1556 la «Ystrucción sobre lo de las poblaciones y nuevos descubrimientos», documento elaborado por el Consejo de Indias y compuesto por 38 Capítulos en relación a la manera de descubrir y poblar por tierra, a lo que dedica 21 capítulos, reservando a los descubrimientos por mar los 17 últimos.

Pero sobre todo y además, Carlos V escucha a tirios y troyanos: al critico fray Bartolomé de las Casas, del que acepta lo razonable, y a su contradictor Ginés de Sepúlveda, uno de los hombres de Carlos V, al que sin embargo no deja imprimir el libro «Democrates Secvndus», en el que contrarresta las tesis lascasianas.

Y escucha sobre todo al docto Francisco de Vitoria, surgiendo la famosa «duda indiana». ¿Pensó en algún momento Carlos V abandonar las Indias, como se dice?

Dice a este respecto el ya mencionado Vicente de Cadenas:

“Como cuestión previa es preciso analizar el derecho que tenía Castilla a las Indias, territorios que, dadas las controversia teológicas, el Emperador estuvo dispuesto a abandonar o al menos lo simuló en la década de 1530,pero esta reacción imperial influida por los Memoriales de Bartolomé de las Casas, fue sucesiva y afortunadamente modificada en virtud de los Estudios y Dictámenes de varios teólogos que hicieron reflexionar al Emperador sobre una decisión a todas luces precipitada, modificando ese disparatado pensamiento que hubiera puesto en manos de otros los sacrificios que había realizado y soportado el Reino de Castilla durante todo el período desde el Descubrimiento”.

O como también dice el máximo experto en el P. Vitoria y la Escuela de Salamanca, el profesor Luciano Pereira de la Universidad Pontificia de dicha ciudad, ya mencionado también, en su lección inaugural del pasado curso académico 1987-1988:

“Francisco de Vitoria, en la Universidad de Salamanca, provocó la primera crisis de la conciencia nacional después de la conquista del Perú por Francisco Pizarro y durante la polémica sobre la invasión de México por Hernán Cortés. Vitoria sometió a juicio crítico la conquista de América por los españoles. Y no sólo cuestionó los títulos del «Requerimiento», aceptados hasta entonces como incontrovertibles y políticamente dogmáticos. De cara a Europa Vitoria formuló la hipótesis de la legitimidad de la permanencia de España en América».

Esta es la diferencia -añadimos nosotros- con Las Casas, que no llegó a comprender probablemente el daño que, inconscientemente, causó a España, no con sus denuncias, que el propio Emperador recogió y corrigió cuando eran razonables, sino con sus exageraciones, bases de la Leyenda Negra. Las Casas nunca llegó a entender que lo que él decía con sana fe, aunque muchas veces exageradamente en favor de los indios, se tornaba para los enemigos europeos del Emperador, Rey de Castilla, en una permanente discusión y puesta en duda de los derechos de Castilla a las Indias.

Para muchos preclaros españoles, con buena formación teológica, estaba claro -como llegaría a decir Fray Bartolomé de Carranza en un texto tan luminoso como con fallo de la previsión histórica y humana- lo siguiente:

«Puede España ocupar las Indias durante el tiempo que sea necesario para promover y defender los derechos humanos. Pero cuando estén ya seguros y la tierra esté llena y no haya peligro de que aquellos pueblos degeneren en su antigua barbarie, España tiene que retirarse y volver aquellos pueblos a su primera y propia libertad, porque ya no necesitan de tutor. Esto podrá suceder -aquí el fallo natural de previsión que aludíamos- dentro de diez o dieciocho años».

Pero como no es nuestro propósito adentrarnos en el amplísimo tema de la Leyenda Negra recordaremos al respecto tan sólo lo que José Haría García Escudero, escritor e historiador, escribía en «Ya» de 15 de octubre de 1986, bajo el título «¿Así celebramos el V Centenario?»:

«Ya es admirable y falto de paralelo en la historia universal que la causa de los vencidos fuese patrocinada por los vencedores por pura razón se conciencia”.

Volviendo a nuestro tema estricto -la obra del Emperador en América- y frente a las tesis de que Carlos V no prestó la debida atención a sus nuevos territorios y lo sitúan única y exclusivamente en relación con los beneficios que podía obtener de aquel lejano Imperio- la legislación que sólo básicamente hemos mencionado y los hechos cantan. Unos hechos que cabría resumir así:

– La «conquista” –penetración y poblamiento después del mero descubrimiento- fue inicial y básicamente realizada en menos de 20 años (1519, Cortés en México; 1536, Pizarro en Perú), durante el reinado de Carlos V (1517-1556 en que abdica).

– Mas aún, en los 26 años que van desde 1519 (Carlos Emperador) a 1545, América es conquistada y explorada desde el 45 grados de latitud norte (Nebraska) al 55 grados de latitud sur (Tierra de Fuego), o sea, 100 grados de meridiano (más de un cuadrante de la Tierra), diez veces más (15.000 kms.) que la distancia entre París y Oslo (1.500 kms.).

-A mediados del siglo XVI el continente americano es probable que estuviera poblado tan sólo por unos 122 millones de habitantes (menos que los «asesinados» sumando los que da como tales Las casas) y que los españoles del Emperador no pasarían de cien mil.

-Desde que en 1519 el alguacil Gaspar de Espinosa fundara Panamá hasta 1559 en que Nuño de Chaves funda Nueva Asunción, en Bolivia, son más de cien las ciudades fundadas. Entre ellas, las de nombre o fundación extremeñas de: Medellín, (1522, en México), Santiago de los Caballeros (1524, en Guatemala por Alvarado), Trujillo (1525, en Honduras por Francisco de las Casas), Trujillo (1533, en Perú por Francisco Pizarro ), Mérida (1542, en Yucatán por Montejo, hijo), La Serena (1544, en Chile por Pedro de Valdivia), Valdivia (1552, en Chile por Pedro de Valdivia), Mérida (1558, en Venezuela por Rodrigo Suárez), etc., etc.

-En ese período se fundan también las Audiencias de México (1527), Tierra Firme o Panamá (1535), Lima (1542), Guadalajara (1548), Santa Fe (1549),…

-Igualmente las Universidades de México (1533) y Lima (1555), anteriores a muchas Universidades europeas…

Esto y mucho más es el palmarés y el testimonio de Carlos V, «Emperador de Romanos, Rey de España, Señor de las Indias y Nuevo Mundo» y único Emperador de ambos Mundos, en América, defensor de la dignidad de España cono madre de pueblos que hablan y rezan en español.

Bibliografía utilizada:

  • BRANDI, Karl: Carlos V. Biografía. Madrid, 1943.
  • CADENAS Y VICENT, Vicente de: Carlos I de Castilla, Señor de las Indias. Madrid 1988.
  • FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, Manuel: Carlos V. Un hombre para Europa. Madrid, 1976.
    • La España de Carlos V, en: Ramón Menéndez Pidal: Historia de España. Madrid: Espasa-Calpe, tomo XX.
  • LAFAYE, Jacques: Les Conquistadores. París, Editions du Seuil, 1964.
  • LÓPEZ DE GÓMARA, Francisco: Historia General de las Indias I. Hispania Victrix. 1552.
  • MARTÍN RUBIO, María del Carmen: Carlos V, Emperador de las Islas y Tierra Firme del Mar Océano. Madrid, 1987.
  • MORALES PADRÓN, Francisco: Los conquistadores españoles. Madrid, 1970.
  • PEREÑA VICENTE, Luciano: Carta Magna de los Indios. Madrid, 1987.
    • Proceso a la conquista de América. Veredicto de la Escuela de Salamanca. Nuevas claves de interpretación histórica. Lección inaugural Curso 1987-1988. Madrid, 1987.
    • Revista Cuadernos Hispanoamericanos, nums. 107-108. Madrid, 1958.
  • ROLLÁN, María Cristina: El polémico Padre Las Casas. Revista Historia 16, num. 287, julio 1983.
Oct 011988
 

Pedro Guisado González.

Introducción

Durante la década de los 60, se produce en el espacio rural extremeño, uno de los procesos de transformación agrícola más significativos del anterior régimen, reflejándose en el mismo las concepciones “ideológicas” y económicas mantenidas respecto a los espacios rurales.

La presente comunicación pretende ser un breve análisis de un aspecto muy particular de la colonización de las Vegas Altas del Guadiana: la estructura de la población asentada en los “nuevos pueblos”, aspecto este, tal vez no tenido lo suficientemente encuentra en el proceso colonizador, pero que es origen de problemas sentidos por la población asentada en determinados momentos, tales como insuficiencia de tierra, sobrepoblación joven con escasas expectativas, exceso de mano de obra, etc.

Origen de la estructura de la población

Fijados los requisitos socioeconómicos de los nuevos colonos por la Ley de Colonización de 1940 y el Plan General de Colonización de la zona regable del Canal de Orellana, la selección de las solicitudes, se realiza por los siguientes conceptos:

  1. Saber leer y escribir.
  2. Tener entre 23 y 53 años.
  3. Ser casado o viudo con hijos (preferible varones).
  4. Acreditar suficiente práctica agrícola.
  5. No tener tasas hereditarias o defectos físicos.
  6. Tener dotes de moralidad y conducta aceptables.
  7. Reputar formalidad empacó sin compromisos.

Sin entrar en la discusión de las mismas, el hecho de primar la edad y el número de hijos, va a tener un efecto decisivo sobre la población resultante. Indirectamente, se seleccionan las personas de mayor edad, al haber tenido ocasión de cumplir su ciclo de reproducción, pero que son las menos aceptables para un cambio en sus formas de vida.

Las consecuencias de esta selección, reflejada en su estructura de edades, va a ser decisiva para comprender no sólo la evolución de la población asentada, sino también las actitudes personales y resultados sociales y económicos globales poco afortunados.

Estructura de la población

fig01 fig02 fig03

El rasgo más característico de la estructura inicial de población, considerando como talla correspondiente al año 1965, que aparece en la pirámide de la figura 1, es su artificiosidad extrema, resultante de los criterios de selección ya anotados. La pirámide ha sido confeccionada en base a los datos esenciales de los núcleos de colonización de Entrerríos, Valdivia y Zurbarán, que como cualquiera otros pueden tomarse de muestra, ofreciendo las características propias de los poblados de colonización, generales a todas las Vegas Altas.

En 1965, pueden señalarse las siguientes características:

1. Alta proporción de población joven, sobre todo masculina, ofreciendo una ancha base, que no desciende escalonadamente a medida que ascenderemos en la pirámide, y de población adulta con edades superiores a los 40 años. Ambos grupos mayoritarios se corresponden con la relación padre-hijo, que han sido favorecidos en la selección de la población.

2. Entre los grupos anteriores aparece un profundo hueco, correspondiente a la población adulta-joven (25-30 años). Su escasa representación no es lógica en cualquier población homogénea y madura, y es producto de ser primados el mayor número de hijos entre los asentados. Hecho ante lo cual este grupo de población se encuentra en inferioridad, por tener recién iniciado el ciclo reproductivo.

3. Rápido estrechamiento de la población con edades superiores a los 65 años, pues se sitúa fuera de la edad idónea para acceder al colonato.

En 1981, la estructura de población ha variado en las características señaladas, sobresaliendo el hecho de una homogénea distribución de porcentajes entre los grupos de edad. La pirámide no ha sufrido una elevación proporcional de la población correspondiente a la estructura inicial, sino que ofrecen rasgos muy diferentes:

1. Desvanecimiento de hueco de 40-50 años (25-40 años en 1965) y aparición de numerosas población con edad superior a los 65 años.

2. Los grupos más significativos de 1965 han disminuido su participación en los efectivos poblacionales.

No cabe la menor duda de la implicación de saldos migratorios negativos en el cambio de situación analizado, dado que no ha sucedido ningún acontecimiento drástico que rectifique la situación inicial y se reconoce un mantenimiento de la población absoluta. La pirámide de la figura 3, nos permite reconocer algunas de las características de la población emigrada en el periodo 1965 a 1981.

El proceso migratorio afecta a todos los grupos de edad, aunque destaca la numerosa población de 20 a 30 años en el momento de emigrar. En cuanto al sexo, la inmigración masculina predomina entre los 15 y 30 años, mientras la femenina se hace predominante a partir de los 50 años.

La evolución de la estructura de población ha sido así determinada por unos criterios aplicados de forma drástica, que los que predomina un fuerte potencial de crecimiento vegetativo a largo plazo. El resultado es una estructura de población, en 1981, reflejo de una realidad social y económica de los poblados de colonización, no prevista en el marco de la actividad colonizadora, en la que la emigración ha jugado un papel decisivo en el pasado reciente de los mismos.

Oct 011988
 

Luís José Garraín Villa.

No había hecho más que comenzar la Edad Moderna, y apenas transcurridos los primeros veinte años del siglo XVI, cuando en España se estaban desarrollando algunos sucesos que marcaron definitivamente las posteriores etapas de nuestra historia. Se vivían aires de renovación, las revueltas causadas por los Comuneros de Castilla, las expediciones al Nuevo Mundo estaban en auge, por lo que en España se estaba fraguando una profunda transformación económica y social.

Llerena estaba inmersa en toda esta evolución, y su desarrollo y crecimiento fue ostensible en los años siguientes, provocando el consiguiente aumento demográfico, que por añadidura traía consigo la elevación de su nivel de vida. Contaba por aquél entonces con 698 vecinos que pagaban impuestos, equivalentes a una población real de algo más de 3.100 habitantes, según resulta de la averiguación que el Emperador Carlos V ordenó en 1527[1].

Desde 1486 existía en Llerena el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, hasta que el 12 de Abril de 1516, el Cardenal Cisneros y Adriano de Utrech (el futuro Pontífice Adriano VI, uniéndole al Licenciado Don Luis Zapata una estrecha amistad), ordenaron su traslado a Plasencia[2]. Pocos años después, apenas ocho, se instauraba definitivamente en la entonces villa llerenense. Ocupaba este Tribunal el cuarto lugar en cuanto a su extensión territorial entre los existentes en España, detrás del de Valladolid, Toledo y Zaragoza, con 42.226 Km.2, y los funcionarios que ocupaban sus cargos, todos vitalicios y hereditarios, eran: tres inquisidores, un fiscal, cinco notarios del secreto, un alguacil, un notario de los secuestros, un alcaide, un nuncio, un portero y un receptor[3].

Hubo muchos llerenenses que durante aquélla época formaron parte de las Instituciones de la Corona, y el protectorado que sobre Llerena ejercieron fue importante, y entre ellos estaba Don Sancho de Paz, Tesorero y Contador de la Casa de Contratación de Indias en Sevilla[4], e1 Licenciado Don Luis Zapata, Consejero de los Reyes Católicos y de los monarcas que les sucedieron hasta su muerte en 1522; Don Francisco Zapata, Comendador de Hornachos y Contino del Emperador Carlos V; Don Sancho Bravo de Laguna, Caballero y Alcántara y Gentil hombre del Emperador, y uno de los primeros Conquistadores del Nuevo Mundo[5]; Don Luis Zapata de Chaves, Paje de la Emperatriz Doña Isabel y posteriormente, a la muerte de ésta, del Príncipe Felipe; Lope de León, Abogado de la Corte de Carlos V; y otros muchos personajes: a los que omito por evitar una extensa relación. Sobre este último, Lope de León, y su familia en Llerena, voy a centrarme, ya que uno de sus miembros resultó ser «E1 Príncipe de los Cronistas de Indias», Pedro Cieza de León.

A principios del Siglo XVI, Lope de León, contrajo matrimonio con Leonor de Cazalla en Llerena, y ya en 1511 aparece como Alcalde de la Corte en la Chancillería de Granada, coincidiendo en algunos Consejos con el Licenciado don Luis Zapata[6]. Debido a sus méritos y trabajos realizados para la Corona, le son concedidos varios privilegios, y algunos juros sobre la Casa de Contratación de Indias en 1540, pareciendo en la redacción de tales documentos su convecino Don Sancho de Paz[7], y al que anteriormente hicimos alusión. El 5 de noviembre de 1543, en Madrid, se dice que el Licenciado Lope de León fue a servir a sus Altezas, que lo hizo bien, demostrando ser, persona honrada, rogándole que sirviese en algunas haciendas reales, a lo que rehusó[8].

A pesar de sus quehaceres, residía no obstante en Llerena, y existen en nuestros archivos constancia documental de ello. E1 día 10 de Abril de 1525, apadrina a Pedro, hijo de (roto el original) Bermejo y de Isabel Sánchez, acompañándolo como padrino Lope Álvarez, Regidor del Cabildo, siendo las comadres sus mujeres, la partera la Gallega, y el Sacerdote que celebró la ceremonia Bartolomé Diez Navarro[9].

Encontramos por lo tanto a Lope de León en Llerena, casado con Leonor de Cazalla, y can cinco hijos, llamados Beatriz, Rodrigo, Pedro, María y Leonor, nacidos por este orden según los documentos consultados. Existió otra hija, cuyo nombre desconozco, y se deduce que vivió por la mención que el cronista Pedro Cieza le hace en su testamento, otorgado en Sevilla el día 23 de Junio de 1553, ante el escribano Alonso de Cazalla, al ordenar a sus Albaceas que por su alta se digan diez misas[10].

A excepción de Pedro, ninguno de los restantes hijos adoptó el apellido de León, si bien el cronista por poco tiempo se estuvo llamando Pedro de León, como luego veremos. Tal apellido, León, era muy común en la Llerena del siglo XVI, y en cambio, el materno de Cazalla, estaba reducido exclusivamente a la familia estrictamente de Leonor la madre, clan formado por una rica dinastía de mercaderes y escribanos que se extendieron por Sevilla y el Nuevo Mundo[11]. La aparición de este apellido, siempre perteneciente al mismo árbol, es bastante habitual al consultar cualquier archivo que guarde documentación referente al comercio de España con América en los siglos XVI y XVII.

Esta familia, León-Cazalla, estaba relacionada con las de mayor linaje de la Llerena de la época, según se desprende de los asientos realizados al bautizar a sus respectivos descendientes, y a los que a continuación voy a referirme.

La primera hija del matrimonio entre Lope de León y Leonor de Cazalla, fue; Beatriz, que adoptó el apellido de Cazalla. Estaba casada: con Pedro de Cazorla y tuvo de su matrimonio siete hijos llamados:

  • Diego, que fue bautizado el día 23 de diciembre de 1528, pocos años después del nacimiento de su tío Pedro Cieza. Fue padrino de este niño Pedro Núñez de Prado, Regidor del Cabildo de Llerena[12].
  • Juan, bautizado el 19 de septiembre de 1530, actuando como padrino Pedro de Miño, suegro del Contador de la Casa de Contratación Sancho de Paz[13].
  • Leonor, que recibió el bautismo el día 2 de marzo de 1533, siendo su Padrino Don Francisco de Cárdenas, hijo del Comendador de la Oliva Don Rodrigo de Cárdenas, y hermano de Fray Luis Zapata de Cárdenas, Arzobispo de Santafé de Bogotá, en el Nuevo Reino de Granada[14].
  • Francisco, que fue sacado de pila el día 6 de enero de 1.535 por el clérigo de la Iglesia de Santiago, Diego de Salvatierra[15].
  • Pedro, bautizado el 16 de Julio de 1537, siendo apa

[OJO FALTA LA PÁGINA 4 – NOTAS AL PIE PARA CUADRAR[16],[17],[18],[19],[20],[21],[22]]

nos y el padre, Lope de León, siendo todos vecinos de Llerena[23].

A continuación de Rodrigo, entre 1518 y 1521, nace nuestro cronista Pedro Cieza de León, quien durante los primeros años de su vida se denominó Pedro de León, para posteriormente adoptar los apellidos por el que todos lo conocemos. Algunos autores justifican este cambio «incongruente» al temor personal de Pedro tras la trágica muerte de su amigo el Mariscal Jorge de Robledo en 1546[24], si bien, aunque ésta pudiera ser la causa, sus hermanos en esta fecha ya tenían el apellido Cieza, como Rodrigo y Leonor, y lo llevaban con anterioridad al regreso de Pedro. Otros autores indican que el cambio se debió a la coincidencia de nombre y apellido hasta entonces utilizado con un Pedro de León, escribano de número del Cuzco peruano.

Seguía en edad a Pedro, su hermana María, que tomó el apellido de Álvarez, que estaba casada con Lorenzo Hernández Vizcaino, de cuyo matrimonio nacieron cinco hijos llamados:

  • Gonzalo, que fue bautizado por Jorge Cabrera el día 4 de Diciembre de 1541, y lo apadrinó el Capellán Juan Mexía[25].
  • María, que la sacó de pila Hernando de la Vera, hijo del escribano Juan de la vera, el 16 de Marzo de 1544[26].
  • Lorenzo, bautizado el 24 de noviembre de 1549, fue su padrino Luis Delgado, hijo del Regidor Gutierre Delgado[27].
  • Juan, que fue bautizado el día 6 de Enero de 1552, y sacado de pila por su tío carnal Rodrigo de Cieza[28]. En esta fecha ya se encontraba Pedro Cieza en España, y posiblemente en Llerena, como luego posteriormente veremos.
  • María, que al igual que su hermano Lorenzo, fue sacada de pila por Luis Delgado, el 15 de Octubre de 1553[29].

Y la última hermana de Pedro Cieza de León, llamada Leonor, como su madre, adoptó indistintamente el apellido de Cazalla y posteriormente el de Cieza, según la documentación consultada.

Contrajo matrimonio con Don Luis, Zapata del Bosque, Hijodalgo llerenense, hijo de Bartolomé del Bosque y de María Zapata, familia procedente de Lérida, a quien los Reyes Católicos, en 1510, le concedió la confirmación de Hidalguía por sus servicios, los de sus padres y abuelos[30]. Hermano de este Luis Zapata del Bosque fue Bartolomé del Bosque, que embarcó desde Sevilla hacia Santo Domingo en 1521, con su mujer, un hijo y dos hijas, y participó en la pacificación de Nueva Galicia en 1541, donde fue herido. Pocos años después, en 1547, era Corregidor de la Ciudad de Colima, en México[31].

Cuando Luis Zapata del Bosque contrajo matrimonio con Leonor de Cieza, se encontraba viudo de María Hernández, y con quien había tenido una hija llamada María[32]. Del segundo matrimonio nacieron dos hijos varones, Bartolomé y Francisco, siendo este último bautizado un miércoles 10 de septiembre de 1.550, actuando de padrino Don – Francisco de Cárdenas, hermano del Arzobispo de Santafé de Bogotá Fray Luis Zapata de Cárdenas[33]. Este hijo, Francisco Zapata, fue el padre de D. Luis Zapata del Bosque», poeta llerenense, autor de varios sonetos y al que D. Antonio Rodríguez Moñino, sacó a la luz en la Revista del Centro de Estudios Extremeños en 1931.

Fruto de tal matrimonio nació también una niña llamada Beatriz del Bosque, que junto con su prima hermana María Álvarez, fueron beneficiarias en el testamento de, su tío Pedro Cieza de León, en cuanto a un legado de 50.000 maravedíes destinados a contraer matrimonio, y que posteriormente cumplieron sus albaceas[34].

Hemos visto a la extensa familia de Pedro Cieza de León en Llerena, y de una lectura rápida se desprende que toda estaba muy bien relacionada con los principales personajes de la época. Estas amistades y contactos fueron decisivos en la vida de nuestro Cronista, y al tiempo de recibir los primeros conocimientos para su educación, muy completa en todos los campos según se deduce de su fecunda obra, y de donde se saca la conclusión de que el autor poseía una cultura muy amplia, adquirida a muy temprana edad.

En contraposición a lo que firma el Sacerdote Jesuita e Historiados Americanista Sr. Saenz de Santa María, Pedro Cieza de León, fue el tercero de los hermanos vivos y no el primero como según él apunta. Tuvo que nacer entre 1518 y 1521, y su juventud debió transcurrir en su Llerena natal entre libros y papeles. Uno de los que más impresión le causó fue, a buen seguro, «La Conquista del Perú», del cronista Francisco de Jerez, publicado en Sevilla en 1534, un año antes de la partida de Pedro hacia el Nuevo Continente. Pedro pudo encontrar en dicha relación el motivo fundamental de su partida y ver con claridad cuales eran sus ideales, tales como el servicio al Emperador, honra de cristiano y castellano y un trabajo mezclando la conquista con el quehacer literario.

Al comienzo de su obra «La Crónica del Perú», Pedro Cieza de León en el proemio del autor nos dice: «Habiendo yo salido de España, donde fui nacido y criado, de tan tierna edad que casi no había enteros trece años». El mismo reconocer su niñez cuando embarcó desde Sevilla, hecho que ocurrió el día 3 de Junio.de 1535. Fue Don Miguel Maticorena Estrada quien descubrió el asiento de embarque de Pedro Cieza en el Archivo de Indias, y dice literalmente: «Pedro de León; hijo de Lope de León y Leonor de Cazalla, vecinos de Llerena, pasó a Santo Domingo en la nao de Manuel de Maya; juraron por el Alonso López e Luis de Torres, que lo conoscieron e que no es de los prohybidos»[35]. Anteriormente, el día 2 de Abril de 1535, aparece también el cronista en otro asiento de embarque con la expedición de Juan del Junco. Por fortuna no debió iniciar el crucero con destino a Cartagena, ya que éste tuvo un final desastroso.

Sus años en las Indias estuvieron llenos de acontecimientos, anécdotas y experiencias, compartiendo su tiempo entre las campañas militares y la labor de cronista, reconociéndolo él mismo cuando escribe: «muchas veces cuando los otros soldados descansaban, cansaba yo escribiendo».

La mejor biografía de Pedro Cieza de León en su etapa americana la encontramos en su propia obra. Allí le seguimos por el Nuevo Mundo, desde Venezuela a Chile, describiendo paisajes, vegetaciones, ríos, montañas, tribus, formas de vida, costumbres de los indios, ritos, religiones, etc.

A finales de 1550, embarca en Lima con destino a Sevilla, con aproximadamente 30 años, trae un compromiso matrimonial y una elevada posición económica. Su vida en la capital hispalense estuvo dedicada a revisar y corregir su obra. Contrajo matrimonio en 1551 con Isabel López de Abreu, y previamente, estando Pedro Cieza aún en el Perú, en la Ciudad de los Reyes, el 19 de Agosto de 1550, se concertó el matrimonio de ambos. Ella era hija de Juan de Llerena, potente mercader, y de María de Abreu, naturales de Trigueros, en la provincia de Huelva, según se deduce de su testamento otorgado en Sevilla el 29 de Marzo de 1580, ante el escribano Luis de Porras[36].

Pedro Cieza de León, a su llegada del Perú, no había olvidado a su familia, y giró una visita a su villa natal con un doble motivo, el afectivo y el de interés personal por ver publicada su obra, fruto de un enorme trabajo durante su estancia en las Indias. Efectivamente, en 1552, el 6 de Enero, se bautiza Juan, hijo de su hermana María Álvarez, y actúa de padrino Rodrigo de Cieza, celebrándose una reunió familiar a la que nuestro Cronista no quiere faltar. Aprovecha su viaje a Llerena para ver a su paisano y amigo de infancia don Luis Zapata de Chaves, que acaba de llegar de Flandes acompañando al Príncipe Felipe, futuro Felipe II, residiendo éste por aquél entonces en Toledo. Ambos llerenenses, Pedro Cieza y Luis Zapata, se vieron, hablaron extensamente de sus experiencias y viajes, y el autor del «Carlo Famoso» debió quedar maravillado al leer la crónica de Cieza, animándole para que solicitara audiencia al Príncipe Felipe, le presentara la obra, y solicitara la oportuna licencia para su edición. Al poco tiempo dicha audiencia le fue concedida, seguro que por la intervención de Don Luis Zapata y sus influencias, por aquélla épocas muy buenas, e inmediatamente Pedro Cieza de León, encargó al impresor sevillano Martín Montes de Oca, la edición de su crónica del Perú, saliendo a la luz el día 15 de Marzo de 1553[37].

Poco tiempo pudo disfrutar Pedro Cieza de León del éxito de sus crónicas. Su matrimonio se disolvió al poco tiempo de nacer, y su esposa Isabel López fue la primera en fallecer., en el mes de Mayo de 1554, y el óbito del Príncipe de los cronistas de Indias, ocurrió también en Sevilla, una mañana del día 2 de julio del mismo año de 1554, en su casa morada de la calle Armas, hoy Alfonso XII, víctima de una «extraña enfermedad», que no le permitía coger la pluma para escribir, afición que cultivó, cuidó y ejerció desde su más tierna juventud, y gracias a la cual podemos hoy día conocer una etapa importantísima de la América del descubrimiento y precolombina.


NOTAS:

[1] ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS. (AGS). Contadurías Generales. Legajo 768.

[2] MESEGUER FERNANDEZ, J. Historia de la Inquisición en España y América. BAC-CEI. Tomo I. Pág. 365.

[3] MESEGUER FERNANDEZ, J. Ibd. Págs. 413 y 414.

[4] ARCHIVO GENERAL DE INDIAS. (AGI).Contratación. Legajo 5537. Folio 94 vto.

[5] NAVARRO DEL CASTILLO; VICENTE. La Epopeya de la Raza Extremeña en Indias. Pág. 266.

[6] AGS.- Cámara de Castilla. Legajo 14.

[7] AGS.- Consejo y Juntas de Hacienda. Legajo 14. núm. 108.

[8] AGS.- Estado. Legajo 63. Núm. 67.

[9] ARCHIVO PARROQUIAL DF LA IGLESIA DE LA GRANADA (APIG). Libro 1º Bautismo de Santiago. Pág. 150.

[10] MATICORENA ESTRADA, MIGUEL: “Cieza de León en Sevilla y su muerte en 1554. Documentos”, en: Anuario de Estudios Americanos. EEHA. Tomo XII, Sevilla, 1.955. Pág. 662.

[11] SAENZ DE SANTA MARÍA, CARMELO. Hacia un pleno conocimiento de la personalidad de Pedro de Cieza de León. Anuario de Estudios Americanos. Vol. XXXII. Año 1.971

[12] APIG. Libro 1º. Bautismo de Santiago. FQ. 151.

[13] APIG. Ibd. Fol. 6.

[14] APIG. Ibd. Fol. 11 vto.

[15] APIG. Ibd. Fol. 18.

[16] APIG. Ibd. Fol. 28 vto.

[17] APIG. Ibd. Fol. 56.

[18] APIG. Ibd. Fol. 76 vto.

[19] SAENZ DE SANTA MARÍA, CARMELO. Los manuscritos de Pedro Cieza de León. Revista de Indias. Año XXXVI, Julio-Diciembre-1976. Núms. 145-146. Pág. 181-215.

[20] APIG. Libro 2º Bautismo de la Granada. Folio 202 vto.

[21] AGI.- Contratación. Legajo 5538. Fol. 97 vto.

[22] APIG. Libro 10 Bautismo de la Granada. Fol. 226 vto.

[23] ARCHIVO DE PROTOCOLOS NOTARIALES DE SEVILLA. Oficio XV. Año 1.554. Tomo 2Q. Folios 234 y siguientes.

[24] SAENZ DE SANTA MARÍA, CARMELO. Introducción a «Descubrimiento y conquista del Perú» de Pedro Cieza de León. Historia 16. Madrid 1986. Pág. 9.

[25] APIG. Libro 1º Bautismo de Santiago. Fol. 55 vto.

[26] APIG. Ibd. Fol. 75.

[27] APIG. Ibd. Fol. 113.

[28] APIG. Ibd. Fol. 126.

[29] APIG. Ibd. Fol. 138 vto.

[30] AGS.- Privilegios y Mercedes de Hidalguía. Legajo 381, Folio 57.

[31] NAVARRO DEL CASTILLO, VICENTE. Ibd.

[32] APIG. Libro 1º. Bautismo de la Granada. Fol. 9.

[33] APIG. Ibd. Fol. 180.

[34] MATICORENA ESTRADA, MIGUEL. Ibd. Pág. 672.

[35] AGI.- Contratación. Legajo 5.536. Fol. 251.

[36] AGS.- Contaduría de Mercedes. Legajo 332. núm. 7.

[37] BALLESTEROS GAIBROIS, MANUEL. Introducción a la «Crónica del Perú» de Pedro Cieza de León. Historia 16. Madrid 1986.

Oct 011988
 

José Fernández Perdigón.

  1. ACERCAMIENTO AL PINTOR. BIOGRAFIA.
  2. EL ARTISTA Y SU OBRA.
  3. COMENTARIO DE ALGUNAS DE SUS OBRAS.
  4. INFLUENCIAS EN LA PINTURA POSTERIOR. LA ESCUELA DE «DON BENITO».
  5. ANECDOTARIO.
  6. CONCLUSIÓN.

1. ACERCAMIENTO AL PINTOR. BIOGRAFÍA.

Juan Aparicio Quintana, es uno de esas arrebatadoras figuras del arte dombenitense, que nadie se explica por qué razón permanece en la sombra, sin que la bibliografía le preste el reconocimiento que merece.

Nace, el futuro pintor, en el seno de una humilde familia de pastores, al primer día del mes de octubre de 1907.

Su infancia transcurre ligada al campe y al mundo del pastoreo. Pasará largas temporadas con sus abuelos, en lo más profundo de la campiña extremeña. Pronto empiezan a aparecer en él esas dotes con las que la naturaleza regala a unos pocos y los convierte en elegidos, en artistas. Ya a corta edad, usaba los carbones de la lumbre para pintar dibujos en las paredes del chozo que les servía de vivienda. Su arte madura poco a poco, y descubre el color, por medio de mezclas que él mismo realiza con tierras de distintos tonos.

Sigue un periodo en el que Juan Aparicio pasa por varios trabajos: Primero zapatero y posteriormente, ya con 16 años, encontramos a Aparicio trabajando en cines de Don Benito. Estos trabajos le reportan algún dinero, con e1 que comprar pinturas. Puede así cultivar sus inquietudes pictóricas sin ser gravoso a su familia, y por otro lado aportar algo de dinero en su casa.

Sus dotes no pasan desapercibidas y dos acaudalados de Don Benito, D. Vicente Ruiz de Medina y D. Francisco Valdés, se convertirán en protectores del pintor. Consigue una beca de la Diputación Provincial de Badajoz para realizar estudios en la Escuela de Bellas Artes de Madrid. Lo acompaña, también con carácter de becado, Juan de Ávalos, que con el tiempo se convertirá en una insigne figura del arte español. Todo esto ocurría allá por el año 1923.

Pronto sus dotes le hacen descollar, y llegan los primeros premios, así en el curso 1926-27 obtiene el «Premio Extraordinario» por oposición y «Diploma» en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid.

Regresa a Don Benito con los conocimientos técnicos que le ha aportado el paso por la Escuela de Bellas Artes de Madrid y entra a trabajar como Profesor de Dibujo en la Escuela de Maestría de esta localidad. Allí pasará por distintos cargos: En 1946, Maestro de Tallar de Dibujo Artístico, Talla y Modelado; En 1958, ingresa en la Plantilla Oficial de la Escuela tras conseguir el título de Maestro de Taller de Carpintería, en la Escuela de Maestría Industrial de Madrid, título que obtuvo por oposición, a la que se vio obligado a presentar como consecuencia de una reforma de las enseñanzas que hizo que desapareciera el dibujo, la talla y modelado como asignaturas y se concediera más importancia a la carpintería; Por último ya en 1960, es nombrado Maestro de Taller de la Rama de Madera, cargo que desempeñará hasta su muerte, acaecida el 24 de Noviembre de 1964, como consecuencia de un infarto de miocardio.

2. EL ARTISTA Y SU OBRA.

Algunos han dicho que la vida de Juan Aparicio, «era un chozo en el que se recluía y aislaba del mundo exterior».

Todos aquellos que le conocieron coinciden en esta afirmación y sobre todo en calificarle, como un hombre bueno con mayúsculas. Quizás fuera esta bondad, adornada de la gran timidez que le caracterizaba, las que hicieron que Aparicio no supiera mover los resortes necesarios para haber conseguido la fama y la proyección exterior, resortes que tan importantes son hoy en día, para cualquier artista que quiera conseguir encumbrarse.

Sin duda alguna, Aparicio era un artista vocacional. Un artista que se vio obligado a vivir realizando una prosaica labor en una Escuela de Maestría; que aunque le permitiría vivir sin abandonar el mundo del arte, le restaría tiempo para dedicarse a su labor creativa.

A pesar de esto, la obra de Aparicio es bastante considerable. Sobre todo si tenemos en cuenta que no pudo dedicar a la pintura todo el tiempo que él hubiera deseado.

Aparicio fue un hombre introvertido, con un carácter fluctuante, lo que tendrá reflejo en su arte. Así junto a épocas de ferviente actividad, pasa por otras en las que «la pintura se seca en los pinceles sin encontrar plasmación en el lienzo».

Aparicio cultiva sobre todo la pintura al óleo sobre lienzo. Utilizaba lienzos bastos, que eran preparados por el pintor hasta que lograba en ellos la textura que deseaba. El formato de los lienzos era generalmente pequeño, aunque no faltan en su producción obras de tamaño grande, sobre todo en algunos retratos de tamaño natural. Junto a las obras al óleo, podemos destacar algunas pequeñas acuarelas, con temas paisajísticos. Sin embargo, las acuarelas no pasan de ser puramente anecdóticas, en el contexto global de su obra.

Los temas preferidos por Aparicio son: el retrato (de busto y de cuerpo entero) y el bodegón, aunque también merecen atención sus magníficas copias y sus obras de tema religioso.

Otro aspecto de su arte, vendría marcado por sus realizaciones escultóricas, entre las que podemos destacar el «Busto de escayola de Donoso Cortes», que no llegó a ver la luz.

Más importantes son sus realizaciones en lo que la historiografía ha venido calificando como artes menores. Aquí podemos destacar sus magníficas obras en madera para realizar muebles de un exquisito gusto castellano, con magníficas tallas en medio relieve. E incluso ha llegado hasta nosotros, una pequeña talla en bulto redondo de pequeñas proporciones, donde aparece reproducido un busto masculino.

Observamos así un Aparicio versátil, conocedor y dominador de la pintura y la escultura, y con magníficas realizaciones que avalan su valía.

3. COMENTARIO DE ALGUNAS DE SUS OBRAS.

La obra de Juan Aparicio Quintana, puede estudiarse dividida en tres grandes bloques temáticos:

  • Bodegones
  • Retratos
  • Obras de tema religioso

Todas las obras de este gran pintor se encuentran diseminadas en distintas colecciones particulares de Don Benito y Mérida, aunque no podemos olvidar que el Museo de Bellas Artes de Badajoz, posee cinco lienzos actualmente expuestos en una de sus salas, junto a obras de Covarsi y Hermoso.

Entre las colecciones particulares cabe mencionar la de Doña Mª Dolores Aparicio, hija del pintor, la de Don Eduardo Gómez-Velarde y la de la familia Valverde en Mérida.

Entre sus características podemos destacar el uso del óleo, si bien no faltan algunas realizaciones al carboncillo. El formato de de sus obras suele ser mediano, aunque hay algunos retratos de cuerpo entero a tamaño natural y que por lo tanto son de grandes dimensiones, junto a éstos otras obras son de pequeño formato. El uso del lienzo suele ser genera1 en sus obras, aunque se conservan algunas obras que usan como soporte el cartón o el papel.

  • Bodegones:

Quizás sea éste el tema más cultivado por Aparicio. Sus bodegones siguen la línea tradicional hispánica, son bodegones sobrios y muy bien estructurados. En ellos el bronce o el cobre se convierten en elementos casi obligados. Junto a éstos, membrillos, uvas, calabazas, manzanas y sandías son las frutas más representadas.

Pocas veces aparece el vidrio, pero cuando lo hace, consigue una calidad y una textura magnífica.

Podemos destacar dentro de este tema, «El bodegón de la Casa Cerrato» (Don Benito).55×40 cm. Óleo sobre lienzo. Articulado sobre fondo gris, con los objetos colocados sobre azulejos lo que nos sitúa en un espacio concreto.

Toda la composición es una línea diagonal bastante marcada, que nos hace caminar por los elementos del lienzo trasladándonos de un lado a otro, subiendo por los distintas elementos de la obra hasta desembocar en el bronce del fondo.

La calidad compositiva y representativa de esta bodegón es magnífica, los objetos toman forma por medio de una perfecta combinación de colores.

Mucho más sobrio y con un formato más pequeño es otro bodegón de la colección particular de Doña Mª Dolores Aparicio, es el «Bodegón con granada y bronce» (Don Benito) 1959-60. Óleo sobre lienzo. Con una gran calidad en la representación de los elementos que lo componen. Perfectamente organizado, sometiéndose a una línea diagonal que estructura la obra, llama la atención del espectador por medio de un toque de color rojo (granadas abiertas) y por la línea que marca un calabacín nos manda al bronce, que parece captar todas las miradas para mostrarnos la gran calidad de las granadas que contiene en su interior. Algunas pequeñas hojas verdes, dan un toque cromático fuerte a la obra, transmitiéndonos así un gran contraste cromático.

Otro bodegón, también en la misma colección, donde la complejidad compositiva es mucho mayor es el «Bodegón con membrillos verdes y bronce» 1959-60. Óleo sobre lienzo. Se produce en el lienzo un interesante juego de líneas verticales y horizontales. Juego que se consigue a base de representar jarras verticales y platos que se desarrollan en horizontal. Otra vez repite su esquema compositivo en el que se somete a una diagonal.

El autor nos da la clave da la lectura del lienzo, al guiar nuestra atención hacia un elemento, lo que logra por un toque blanco que resalta sobre el tono verde general de la obra.

La diagonal se «proyecta fuera del lienzo», en la parte superior izquierda, por medio de una rama. La calidad en la representación de cobre y bronces nos hace pensar en otros grandes maestros extremeños.

La misma jarra de bronce se repite en otra composición, «Albaricoques con Jarra vertical de cobre y bronce». 1959. Óleo sobre lienzo. El colorido aquí es bastante distinto, la composición mucho más complicada. Aparecen ahora dos nuevos materiales: el vidrio, magníficamente ejecutado y el paño blanco que nos sitúa los elementos en un espacio concreto. Los tonos siguen siendo fríos, aunque aquí utiliza una gama más variada, y unos tonos un poco más cálidos.

El fondo en las obras de Aparicio, es neutro en casi todas las ocasiones. El fondo difuminado hace que el bodegón se saque del contexto material, y no se inserte en un espacio concreto, con lo que consigue que nada perturbe al espectador, y así éste se centrará en la composición.

La calidad representativa vuelve aquí a ser impresionante. Superponen el cuadro dos diagonales que se cruzan en el centro, con lo que las líneas de fuerza se sitúan aquí, precisamente donde Aparicio coloca la fuente de vidrio con los albaricoques.

Una jarra proporciona a la composición el toque de verticalidad, en ella el bronce y el cobre se mezclan de forma magnífica.

Otra posible lectura nos centraría en el plato blanco, y nos lanzaría en un proceso ascensional hasta la jarra, tras desplazarnos a la derecha y volver posteriormente a la izquierda pava escalar hasta la jarra.

«Bodegón con calabazas, tomates, pepinos, manzanas y pimientos sobre porcelana». 1959. Óleo sobre lienzo. Compositivamente peor estructurado que los anteriores, si bien la fruta se sigue representando con una gran calidad. Vemos en esta obra, un juego de masas que se articulan a un lado y otro, por medio de la calabaza a la que se contrapone la fuente con la fruta. Todo ello se suaviza con pequeñas frutas diseminadas por el espacio.

«Bodegón con cesto de castaño, manzanas, pimientos rojos, sandía y melón». 196l. Óleo sobre lienzo. Sometidos todos los elementos de la obra a una línea diagonal que estructura la composición, como casi siempre desde la parte superior izquierda a la parte inferior derecha. La fruta se sigue representando con gran calidad, el fondo neutro (azul) y la volumetría perfecta. La calidad representativa llega a una gran altura.

«Racimos de uvas y manzanas en cesto de caña». 1959-60. Óleo sobre lienzo. Quizás sea una de sus mejores obras. Perfectamente organizada, desde el paño blanco, que coloca para llamar la atención del espectador y comunicarle así por donde tiene que empezar la «lectura del cuadro». Fuera del cesto cuelgan uvas que conducen al espectador desde el paño al cesto, donde nos encontramos con una perfecta sinfonía de colores muy complicada, la obra culmina en una rama verde que marca un ángulo del cuadro. Otra vez se acentúa aquí la composición diagonal de izquierda a derecha, con el fondo neutro.

La luz llega desde el lateral, y los contrastes están perfectamente conseguidos. Se combinan tonos grises, con blancos y amarillos. El bodegón empieza ahora a ser articulado en un espacio, lo que se consigue sugiriendo la mesa en la que se sustenta.

«Bodegón con calabacín, membrillos, manzanas, cobre, porcelana y vidrio». 1959-60. Óleo sobre lienzo. El bodegón se completa con una manzana sobre un plato y un vaso de agua que constituyen la base de la composición, que ahora no se somete a estructuras diagonales sino piramidales. El espacio se concreta con un paño blanco y el fondo vuelve a ser neutro. La calidad de las frutas representadas es como casi siempre muy buena. Bodegón con gran cantidad de elementos donde vuelve a destacar la calidad del cobre, junto a la perfecta representación del vidrio. El cuchillo colocado casi horizontalmente nos sugiere la base de la composición.«Bodegón con bronce, cobre, calabacines, manzanas y ciruelas». Propiedad de un vecino de Doña Mª Dolores Aparicio. Con menor calidad que las anteriores, con una línea diagonal que articula la composición y otra vertical que rompe ésta.

Otro tema destacado, pero sin la importancia suficiente como para dedicarle un capítulo y que por lo tanto le estudiamos dentro del capítulo de bodegones, es el tema floral o de jarrones con flores.

  • Tema floral:

Dentro de este tema destacan obras como las que vamos a comentar seguidamente:

«Jarrón con tres reses». Óleo sobre lienzo. Composición sometida a una estructura vertical. En las flores se combinan los tonos rosas y rojos, de manera, perfecta. El espacio vuelve a ser sugerido por un paño blanco, el fondo es neutro y se representa la mesa que sirve de soporte a la composición.

Una obra bastante curiosa, por la vivacidad y soltura con la que se representa es el «Jarrón de bronce con margaritas amarillas». Óleo sobre lienzo. Obra muy bien conseguida, con una gran frescura en la realización y con gran calidad en los bronces. Aquí el paño vuelve a situarnos en el espacio, la luz llega otra vez desde el lateral. El juego de los tallos de las margaritas, dan a la obra una gran simplicidad y gracia. La organización no es tan cuidada como en otras obras, aquí se carga al lado izquierdo de la composición mientras el derecho queda libre.

Otra obra importante, es el «Jarrón con crisantemos blancos, rosas, amarillos y rojos». Óleo sobre lienzo. Es una obra importante por la perfecta factura de las hojas, realizadas con gran calidad técnica, en la que cada una de las hojas aparecen perfectamente separadas. Se aprecia aquí un gran dominio del color. La composición es menos complicado que en otras obras. Desaparecen ahora los bronces, que son sustituidos por vidrios. El fondo vuelve a ser neutro y se observa una cierta influencia con obras de Van Gog.

«Cesta con rosas». Óleo sobro lienzo. Composición horizontal en la que aparece un cesto de mimbre cuajado de rosas de muy distintos tonos. El verde de las hojas sirve de aglutinante y desde aquí parten toques de color a un lado y otro que se convierten en flores, y las flores en rosas que son auténticos prodigios técnicos. La calidad representativa vuelve a ser muy alta. El espacio tan solo sugerido y el fondo neutro.

«Jarrón de porcelana, con crisantemos y rosas». Composición perfectamente estudiada, desarrollada en vertical y centrada en el lienzo. El espacio ahora se concreta al aparecer una mesa que sirve de soporte al jarrón. Dos lienzos blancos concretan más el espacio. La composición está perfectamente estudiada, con un paño blanco que cuelga de la pared y que nos la sugiere y se sitúa a la derecha mientras otro en la izquierda nos recuerda la existencia de una mesa, al estar situado sobre ella.

Se da una gran calidad en la representación de la porcelana, y se produce un alegre juego en la representación de las flores. «Jarrón bajo con flores y paño». Óleo sobre lienzo. Buena calidad en la representación de la flores. El paño sirve para situarnos en un espacio concreto.

«Jarrón de vidrio con lirios». Óleo sobre lienzos. Un paño vuelve a concretar el espacio, nos sugiere una mesa en la que se coloca el jarrón. La composición ligeramente vertida hacia la izquierda.

El vidrio con gran calidad representativa. Juegos de verticales en los lirios y de horizontales, en paño y claveles. Magnífica calidad representativa.

  • Retratos:

Otro tema importante cultivado por Aparicio es el retrato, se observa aquí una calidad muy distinta de unas composiciones a otras. Así mientras unas son bastante dibujísticas y de no muy buena factura, otras tienen una gran calidad técnica y expresiva. Aparicio repite mucho el retrato de su padre y de su madre. Era esta última una figura que le apasionaba y por la que sentía un gran amor, como podemos ver por los dos sonetos que compuso dedicados a ella y que reproducimos en el capítulo dedicado a las anécdotas.

Aparicio retrata a personajes duros, marcados por la vida. Utiliza para sus retratos tanto el óleo, como el carboncillo y la cera. Por lo que dentro de este capítulo cabría establecer una distinción entre la pintura y el dibujo.

No aparecen entre sus retratados, los niños, ya que sus rostros no están marcados por las arrugas y por lo tanto no resultan tan expresivos como los de los ancianos.

De entre sus retratos podemos mencionar dos de escasa calidad, el «Fundador del Colegio Claret». Óleo sobre lienzo. Perteneciente a la colección del Colegio Claret. Don Benito. Y el «Retrato de Francisco Valdés». Óleo sobre lienzo. Perteneciente a la colección de la Biblioteca pública de Don Benito. Ambos son bustos de tamaño natural, muy dibujísticos, con los perfiles muy marcados y con una calidad pobre, en ambos predominan los tonos oscuros, con el fondo neutro. Se encuentran ambos en buen estado de conservación. Son retratos de encargo, y tienen la frialdad que suelen tener estas obras. El artista aquí no logra captar «el alma» del retratado, y esto las convierta en obras inexpresivas y huecas.

Mayor calidad que las obras anteriormente mencionadas, tienen las pinturas del Museo de Bellas Artes de Badajoz. Esta institución posee cinco obras del pintor, que pasamos a comentar. «Retrato de un varón con el torso desnudo». 1928. Museo de Bellas Artes de Badajoz. Óleo sobre lienzo. Posiblemente sea el retrato de su padre. Es una obra al óleo de pequeñas proporciones. Busto bien conseguido con colorido brillante, con trozos sueltos y seguros. En este retrato Aparicio capta perfectamente la psicología del individuo, lo que origina una obra de gran expresividad. Los ojos aparecen marcados con unos toques de melancolía como será normal en las obras de Aparicio.

«Retrato de varón». 1929. Museo de Bellas Artes de Badajoz. Óleo sobre lienzo. Reproduce aquí el mismo modelo que en el cuadro anterior. El retratado aparece ahora vestido. Sigue siendo muy expresivo y utiliza los mismos recursos para conseguir esta expresividad. El colorido es también brillante, lo que llama la atención en un «artista de tonos oscuros» como se puede calificar a Aparicio. Es como la anterior, un busto de un hombre maduro de rasgos duros, situado ligeramente de perfil. El fondo neutro contrasta con la camisa blanca, donde los paños aparecen perfectamente realizados.

«Autorretrato» 1933. Museo de Bellas Artes de Badajoz. Óleo sobre lienzo Este es el primero de los dos que realiza durante su vida. Es una obra al óleo de formato mayor que las anteriores. En ella aparece el pintor en su estudio ante su obra, acompañado de sus atributos pictóricos. El rostro es bastante expresivo, los ojos melancólicos y los labios bastante dibujísticos.

El lienzo se somete a una estructura diagonal que ahora se produce desde la parte superior derecha a la inferior izquierda. Predominan los tonos verdes, que le dan un aspecto de obra inacabada, pero a la vez bastante fresca.

La nota característica aparece en el cuadro por medio de los pinceles, que conservan restos de color con el que se nos transmite un sentido de actividad, lo que supone un intento de captar una instantánea en la labor del pintor. Aquí se sugiere un espacio concreto, el taller del pintor, por medio de la representación de las paredes, suelos, una serie de dibujos que ayudan a dar un carácter especial, concreto.

«Retrato de un anciano».1950. Museo de Bellas Artes de Badajoz. Óleo sobre lienzo. Se representa aquí a un anciano campesino. La paleta cromática se torna ahora más oscura. El azul y el gris se enseñorean del lienzo, junto a éstos ligeros toques blancos que desdramatizan la obra.

La obra se estructure con una línea diagonal que se rompe con el brazo del anciano. El cabello se consigue con pinceladas sueltas. La garrota acentúa el sentido de ancianidad muy palpable en el lienzo. Sirve a le vez para acentuar la diagonal.

Aparece en el lienzo un libro en el que se lee «experiencia», y que nos dice cual es la correcta lectura que debeles hacer de la obra. El anciano aparece así como símbolo de experiencia que debe guiar el mundo. La posición de perfil del retratado, liaste bastante la atención, ya que saca al espectador del cuadro proyectándole al exterior. Resulta así menos impactante que los dos retratos de varones, en los que aparecen arrogantes campesinos extremeños, orgullosos y casi enfrentados al espectador. El carácter simbólico que aparece en este obra es muy raro en la obra general de Aparicio.

«Retrato de una anciana». 1922. Museo de Bellas Artes de Badajoz. Óleo sobre lienzo. Probablemente represente a alguna tía suya. Repite aquí los tonos grises, azules y negros, bien articulados, lo que hace que transmita un sentido de sosiego y de tranquilidad. El cuadro se vuelve a estructurar en función de una línea diagonal, y la realización técnica es buena.

Pero una de sus mejores obras, por desgracia bastante deteriorada, es el «Retrato del bisabuelo». Colección particular de Dña. Dolores Aparicio. Óleo sobre lienzo. Aparece representado de perfil, fumando, con sombrero y con predominio de tonos oscuros. Estos tonos hacen que el lienzo se pueda encuadrar en la corriente tenebrista. La magnífica obra al óleo sobre lienzo de pequeño formato, que recuerda bastante las pinturas del mundo Flamenco. La carnación está perfectamente conseguida, al igual que el volumen, los ojos vuelven a ser melancólicos pero cargados de cariño. Los tonos blancos sirven otra vez para guiar la mirada del espectador y conducirla hacia donde el pintar quiere.

«Retrato del padre». Colección particular de Dña. Mª Dolores Aparicio. Óleo sobre lienzo. Este era uno de los temas más repetidos por Aparicio. Podemos ver en sus obras como aparece D. Joaquín (que así se llamaba el padre), repetido hasta la saciedad, siempre con esos ojos melancólicos que penetran en el alma del espectador hasta entablar comunicación con él. Es como el anterior un cuadro tenebrista, donde predomina el negro y donde la carnación de las manos y del rostro tienen que luchar para escapar de la oscuridad. La obra se somete a una diagonal, de izquierda a derecha y el rostro nos muestra el sufrimiento de un hombre del campo vencido por el tiempo y lleno de esas heridas, que son las arrugas, ocasionadas en la continua batalla de la vida. El fondo vuelve a ser neutro, pero el autor quiere ahora sugerir profundidad mediante una serie de tonos.

«Autorretrato» Colección de Dña. Mª Dolores Aparicio. Óleo sobre lienzo. En él aparece Aparicio más maduro. Es un Aparicio distinto al del Museo de Bellas Artes de Badajoz, es un Aparicio de época más avanzado. Ahora el fondo vuelve a ser neutro. La diagonal de derecha a izquierda nos conduce desde la cabeza, por el brazo y desemboca en el lienzo a donde llega por medio del pincel.

Su paleta cromática se ha oscurecido y la nota de color aparece en sus útiles de trabajo. Técnicamente es una obra mucha más perfecta que la anterior.

«Retrato de su padre, Don Joaquín». Colección particular de Dña. Mª Dolores Aparicio. Óleo sobre lienzo. Retrato de cuerpo entero, a tamaño natural. En esta obra aparece un Don Joaquín, en traje extremeño de labor. Es una obra de una gran perfección que se puede insertar en el costumbrismo extremeño.

El juego de tonos blancos y negros está perfectamente articulado. El fondo está inacabado. Técnicamente puede ser una de las mejores realizaciones de Aparicio.

«Retrato de su madre». Colección particular de Dña. Mª Dolores Aparicio. Óleos sobre lienzo. Doña Inocencia, que así se llamaba su madre, aparece aquí representada como una mujer de edad avanzada.

Los surcos del «arado del tiempo» marcan su cara y la hacen tremendamente expresiva. La volumetría está perfectamente conseguida, los ojos vuelven ahora perderse en la lejanía y la melancolía se enseñorea de ellos.

La obra se somete a un esquema piramidal y a pesar del uso de tonos negros, éstos se hallan enfrentados al fondo claro, donde como resultado aparece un paso intermedio que supone el rostro, un rostro que trata de salir de la oscuridad, que está todavía patente en sus ojos y sus cejas.

«Retrato de su madre». Colección particular de don Eduardo Gómez. Óleos sobre lienzo. En esta obra se nos presenta un Aparicio con una paleta cromática más clara y brillante. Es un cuadro de pequeñas proporciones en el que la composición se somete a una estructura piramidal. El negro, como siempre, ocupa un papel destacado. El fondo se hace azul con ciertas pretensiones de representar el cielo. El rostro lucha por escapar del negro que lo aprisiona. Es un rostro duro, marcado por los «surcos del tiempo», y con los ojos cansados del trabajo y tristes del dolor. A pesar de ser una obra realista tiene ciertos toques de idealismo que pueden comunicarnos el profundo amor que sentía por ella.

«Retrato de la señora Filomena».1935. Colección particular de Dña. Mª Dolores Aparicio. Óleos sobre lienzo. Su mujer aparece aquí retratada como una persona joven. Sometida a una curiosa curva ondulada, con cierto sentido de espiral.

Retrato sedente, con fondo neutro, y predominio de tonos pastel. Su paleta es ahora más clara, pero sin llegar al brillo de las obras del Museo de Bellas Artes de Badajoz.

Es una obra un tanto idealizada, ejecutada con un gran esmero técnico.

«Retrato de su mujer». 1964. Representada a edad avanzada. Es una obra inacabada, curiosa por mostrarnos una composición en pleno proceso de plasmación. Con fondo más neutro que nunca, y con ropajes negros de los que escapan (ahora menos que antes), el rostro y las manos. Es una obra en la que sólo aparece la primera capa de color.

«Retrato del Señor Alejandro con capa». Colección particular de Dña. Mª Dolores Aparicio. Óleos sobre lienzo. Es una obra sin terminar. Podemos ver cómo la mano que sujeta la garrota, aparece simplemente abocetada, al igual que el fondo de la composición.

La estructura compositiva vuelve a ser aquí piramidal. El negro predomina en la ropa, y de ella escapa la camisa blanca, emerge una cabeza curtida por el sol y marcada por unos tremendos surcos, los ojos profundos y perdidos en la lejanía descartan ahora la melancolía. El resultado es así tremendamente expresivo.

«Retrato del señor Alejandro en chaleco». Colección particular de Dña. Mª Dolores Aparicio. Óleos sobre lienzo. Esta obra sigue la misma estructura del anterior, el personaje se representa de la misma forma y sólo la falta de la capa y el hecho de que la mano que sujeta la garrota esté terminada marcan la diferencia. El resultado no es ahora tan expresivo, ya que la mayor presencia del tono blanco suaviza la presencia del negro.

La estructura es aquí también piramidal. El rostro ligeramente oblicuo, con la mirada dura, fija y perdida en el infinito.

Junto a las obras pictóricas podemos destacar otra serie de retratos que Aparicio realiza con la técnica del dibujo. Para las que usa unas veces el carboncillo y otras la cera. Dentro de éstas podemos destacar:

«Retrato de Dña. Mª Ramos». Colección particular de don Eduardo Gómez. Quizá hay carboncillo sobre papel de estraza. Es un bonito apunte para un posterior retrato que nunca llegó a realizar.

En él se representa el busto de una mujer joven, de rasgos depurados, lo que unido a esos ojos melancólicos dan como resultado una gran composición. El pintor aquí se vale de pocos tonos para perfilar una figura exquisita. El volumen, simplemente sugerido, nos muestra unas formas exquisitas. La oreja aparece sin terminar como ocurrirá también en otro de sus dibujos de la misma colección particular.

«Retrato de una anciana». Colección particular de don Eduardo Gómez. Carboncillo. Si en la obra anterior no se valía de la arruga como medio de expresión, ahora ésta se convierte en el elemento más importante de la obra. Junto a ellas, y remarcando su expresividad, el pintor coloca esos ojos melancólicos, que lanzan al espectador fuera del cuadro tratando de atrapar esta mirada lejana.

Si en el anterior apunte colocaba la cabeza oblicua a la vertical del cuadro, ahora nos presenta un rostro ligeramente de perfil. Inacabado como el anterior, pero sin esa belleza idealizada que se contempla en el primero. El contraste de las dos edades se torna en contraste de actitudes.

«Retrato de gitana». Colección particular de Dña. Mª Dolores Aparicio. Carboncillo. Desnudo femenino de cuerpo entero donde aparece una mujer joven sometida a una curva praxitélica. Perfecto dominio del dibujo. La anatomía es conseguida simplemente con ligeros toques de sombreado, cuando el pintor logra un volumen perfecto.

Se puede apreciar cómo es un ejercicio, de los que serían normales en las academias.

«Boceto de un pastor». Boceto sobre lienzo. Colección particular de don Eduardo Gómez. Representarías seguramente la figura de su padre, que aparece aquí protegiendo y guiando su rebaño.

Esta obra es importante por mostrarnos los pasos que sigue Aparicio en la realización de su obra. Nos permite conocer la textura del lienzo con el que trabaja y nos hace posible analizar la composición y estructuración de la obra, antes de la realización final.

«Apunte de las hilanderas en la cocina extremeña». Óleo sobre cartón. Colección particular de don Eduardo Gómez. Obra de pequeñas dimensiones que sería posteriormente realizada en gran tamaño y que se encuentra en la vivienda de una familia noble de Don Benito.

La paleta cromática se hace más rica aquí. Así es junto a los tonos pardos característicos en Aparicio, aparecen ahora azules y rojos, junto a blancos de bastante intensidad.

El autor nos sitúa en un espacio concreto al pintar una cocina, esa manera de gran arco enmarca composición en la que dos ancianas se dedican a labores de hilado. El cuadro se estructura perfectamente, cargando la atención sobre la figura de la izquierda cuyos tonos rojos la hacen pesada. Compensa este peso por medio de otra figura colocada en la parte derecha de la obra, pero para que no discute a la primera el predominio sobre el cuadro, la sitúa en segundo plano.

El juego de líneas y curvas hacen que la obra esté perfectamente estructurada.

  • Obras de tema religioso:

Otro tema cultivado por Aparicio es el tema religioso. Dentro de este capítulo cabría mencionar su actividad dedicada a las muchas copias de obras famosas que realiza en distintos museos de España y que si bien no nos hablan de un Aparicio creativo, nos informan del gran dominio técnico de este artista.

«San José y el Niño». Copia de la obra de Bartolomé Esteban Murillo, situada en el Museo Provincial de Sevilla. Óleos sobre lienzo. Colección particular del Colegio Claret de Don Benito. Perfectamente ejecutada, con un gran dominio técnico. Se nos presenta aquí a un San José más sereno que la obra de Esteban Murillo. Es una obra de grandes proporciones. El Niño sujeta los lirios de la pureza, que tantas veces hemos visto repetidos en la pintura española. Una serie de elementos no sitúan la obra en el espacio. El tratamiento de las tropas es perfecto.

«El Jardín de las delicias». Copia de la famosa obra de Rubens. Óleos sobre lienzo. Propiedad de la colección privada de Dña. Mª Dolores Aparicio. Técnicamente la realización es perfecta. El dominio del color y de las técnicas en la representación de rostros investidos llega a cotas insospechadas.

«El retablo de Santiago». Pinturas al óleo. El retablo de la iglesia de Santiago, fue destruido con motivo de la guerra civil española. Se encarga a Juan Aparicio Quintana su reconstrucción. Aparicio emprende esta labor realizando una serie de estudios y copias de obras de distintos autores.

El resultado son 17 tablas, divididas en tres calles, cuatro entre calles y dos pisos más el coronamiento por medio de un frontón. En las distintas tablas aparecen representadas desde los evangelistas, hasta los padres de la iglesia, pasando por la anunciación, la coronación de la virgen la Natividad y la extensión de la virgen.

La calle central se reserva a la advocación del templo, es decir a la figura de Santiago apóstol luchando contra los moros y el coronamiento se deja para el tema de la crucifixión.

Obra de tan inmensas proporciones realizó Aparicio con un gran dominio técnico imperfecto resultado final, por la ridícula suma de 75.000 pesetas.

«Apunte de Santiago Apóstol». Colección particular de don Eduardo Gómez. Óleos sobre tabla. Este óleo realizado en Madrid, sería un estudio para un lienzo del retablo de Santiago en la iglesia del mismo nombre de Don Benito.

La obra se somete a una estructura piramidal. En la que la base está formada por moros derrotados por Santiago. Que aparece victorioso cabalgando sobre ellos.

El fondo vuelve a ser neutro, ya que quiere centrarnos en el tema sin que concedamos importancia a la anécdota. Esta obra tendría plasmación en el retablo mayor de la iglesia de Santiago, donde el blanco del caballo junto con el de las túnicas formaría una base sobre la que se articularía el resto de la composición.

4. INFLUENCIAS EN LA PINTURA POSTERIOR. LA «ESCUELA DE DON BENITO».

Para que el término escuela pueda ser utilizado con el debido rigor científico, tienen que existir una serie de premisas:

  1. que contemos con una serie de artistas de calidad contrastada.
  2. que su lugar de origen con formación sea el mismo.
  3. que haya una serie de circunstancias que le sirva de alucinantes. Es decir que haya unos elementos que les una.

En respuesta a la primera premisa, podemos mencionar a tres figuras significativas dentro de la pintura actual: Antonio Martín Romo Sánchez, cañonero y Antonio Martín Romo Morales afincado en París y que paradójicamente nada tiene que ver con el primero.

En lo que se refiere a la segunda premisa, podemos constatar el origen dombenitense de estas tres figuras y por otro lado la formación en la Escuela de Maestría de esta localidad, junto al maestro Juan Aparicio Quintana, el que todos serían discípulos.

En lo que a la tercera premisa se refiere, es decir la existencia de elementos alucinantes, está bastante claro si pensamos en la figura de Juan Aparicio que se convierte en el maestro de todos ellos. Aparicio sería la figura de arranque y los Martín Romo y cañonero se convertirían en los más cualificados representantes de la misma.

La Escuela de Maestría de Don Benito, donde enseñaba Aparicio Quintana, tomó por unos años aspectos de taller de pintura, incluso nos atreveríamos a afirmar y a calificarle de «taller de arte en el más puro sentido renacentista».

Allí podíamos encontrar a Juan Aparicio, rodeado de una pléyade de jóvenes pintores, moderadores y talladores. Muchos aprendieron allí a «hacer hablar al barro o la escayola», mientras otros desbastaban la madera y extraían de sus entrañas las magníficas figuras que esperaban desde tiempo inmemorial salir a la luz. Las figuras talladas se convertían en magnífica sinfonía de formas que en otro tiempo habrían servido de sillería para alguna catedral, pero que las circunstancias históricas y el cambio de mentalidad les hizo quedarse en muebles domésticos.

Fueron muchos los torneros que salieron de esta escuela, tanto es así, que a mediados de siglo Don Benito era la segunda ciudad de España con mayor número de torneros en activo, 52 para ser exactos.

La influencia que Aparicio ejercen sus discípulos es muy importante, y que la palpable sobre todo en el dominio de la técnica y en la seguridad de trazos de estos.

5. ANECDOTARIO.

Creo que es acertado abrir este capítulo, por otra parte bastante insólito en un trabajo artístico, por la gran cantidad de anécdotas que caminan paralelas a la vida de este pintor. Y que por otra parte nos ayudan a lograr un conocimiento más amplio de su personalidad.

Una de las primeras anécdotas que me gustaría referir, sobre todo porque refleja perfectamente su timidez, es que cuando los alumnos necesitaban pinturas por haber acabado las de sus cajas, pintaban con las de Aparicio, ya que éste les daba las suyas con tal de no pedir material a la dirección del centro.

Bastante significativo es que muchos de sus alumnos trabajaban y usaban el domingo por la mañana para hacer trabajos con los que conseguían algo de dinero para sus gastos personales. Aparicio les daba el dinero que fueran a ganar trabajando, con tal de que fueran a pintar a la Escuela de Maestría el domingo.

Este detalle significativo si pensamos que en muchas ocasiones Aparicio mal vendió sus obras, y su familia pasó necesidad.

Otra anécdota bastante curiosa, es que se le podía ver todos los días en el cine. Siempre en la última sesión y sólo cuando hasta tal punto llegó esta afición que ya tenía una butaca reservada para él. Paradójicamente esta afición no tiene ninguna influencia en su arte.

Se construyó un pequeño chalet que usaba como «su torre de marfil» en él se aislaba para trabajar. Resulta curioso, sobre todo si pensamos que tenía en su casa un gran estudio donde estaba prohibido entrar al resto de su familia.

No cobraba sus cuadros como obras de arte, sino que los cobraba en función del material y el tiempo empleado en su realización. Como tarifa, se ponía la de un obrero normal. Todo esto nos habla de cuál era la idea que el mismo tenía de su pintura, de su arte. Carmen

Un pintor pacense, cuyo nombre no viene al caso, le compraba obras sin firmar para luego firmarlas él y venderlas como propias.

Durante su estancia en Madrid, compartía el alojamiento con Juan de Ávalos, ambos compraron lotería de Navidad, pero una vez que tenían el billete en sus manos pensaron en venderlo y emplear el dinero en venir a pasar Noche Buena con sus respectivas familias. Venden el billete y se marchan uno a Mérida y otro a Don Benito. Pero el infortunio fue tal que habían vendido el billete que luego sería el gordo de Navidad. Con ese dinero Juan Aparicio habría podido dedicarse plenamente al arte, sin necesidad de dar clases para ganarse la vida.

En 1958, se presenta unas oposiciones para poder seguir dando clases. Estas oposiciones son para conseguir el título de Maestro de Carpintería. Coincide en las mismas con un maestro detalla gran dominador de su oficio pero que no sabe realizar apuntes ni trayectos de muebles, Aparicio es precisamente esto lo que domina, pero por contra no sabe manejar las máquinas. Así que unidos en el infortunio se ponen de acuerdo y con la mutua colaboración aprueban la oposición.

Otra anécdota nos habla del escaso carácter mercantilista de Aparicio, así prefiere regalar los cuadros a venderlos. Ya que considera sus obras casi como hijos suyos, y por lo tanto no sujetas a actividad comercial.

Importante en su vida artística, es el contacto que se produce con la familia Valverde de Mérida. Estos buscan un pintor para que hiciera un retrato de su padre. Marchan a Madrid y se pone en contacto con Ávalos, éste les habla de Aparicio. Marchan a Don Benito, donde encargan a Aparicio la realización de un retrato de su padre. Tanto les gusta el resultado del retrato que éste les hace que luego compren todas las obras que pueden de Aparicio, muchas inacabadas por no darle opción a poder venderlas.

Uno de los temas más repetidos en su pintura es el retrato del padre. De uno de estos retratos se enfatizan los Valverde, y Juan Aparicio tiene que hacer una copia para esta familia, por lo que hay dos obras exactamente iguales salidas de las mismas manos.

El profundo amor que sentía por su madre, se aprecia no sólo en los lienzos en que aparece representada sino también en algunos sonetos que escribió dedicados a ella.

El primero de los cuales dice lo siguiente:

¿Recuerdas cuando me mecías?
Cuando tu me amamantabas,
cuando los primeros pasos,
cuando caía sin hacerme nada.
Reías como las aguas de un riachuelo
transparentes , el alma.

Niño que madres tenéis,
respetarlas y adorarlas,
es el tesoro más grande,
la joya más esmerada.

El segundo, y último de sus sonetos es el que sigue:

Era verano,
ya amanecía,
se marchó de este mundo,
lo que más quería.

Lágrimas sin sollozos,
por mis mejillas caían,
¡… por qué te marchaste madre,
sin decirme dónde ibas…!

Se que estás en el cielo.
Se que en la Virgen te ampara.
Sé qué te acuerdas de todos.
Te lo agradecemos con el alma.

6. CONCLUSIÓN.

Sería absurdo pretender comprender la pintura dombenitense sin estudiar la figura de Aparicio Quintana. Ya que Aparicio es la figura clave en el arte dombenitense contemporáneo.

El magisterio de Aparicio, dio sustento en figuras como Cañamero o los Martín Romo. En ellos vierte totalmente su influencia, dejando profunda huella en todos y cada uno de ellos.

Pero la importancia de Aparicio no consiste solamente en haber sido el arranque de «La Escuela de Don Benito», sino que su importancia ha quedado en la gran cantidad de magníficas obras que salieron de sus pinceles.

Creo que ya es hora de valorar a esta gran figura, a la que sólo su escaso interés por la posteridad han recluido a permanecer en la sombra tanto tiempo.


NOTA: No se adjunta bibliografía, al no existir hasta la fecha nada publicado sobre este pintor.

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