Oct 011988
 

María del Carmen Rodríguez Pulgar.

I. INTRODUCCIÓN

Iulipa-Zalamea

La actual villa de Zalamea -nombre de raíz árabe traducido por «saludable»-, está situada en la comarca pacense de la Serena, a 65 kms al S.E. de Mérida y a 165 al N. de Sevilla. Está enclavada en el antiguo municipium lulipense.

El nombre romano de Iulipa se conservó hasta mediados del siglo XVL, momento en el que aparece por primera vez el de Zalamea, según consta en una inscripción romana de la, que se del prende que Zalamea era en antiguo Municipium Iulipense del siglo II de nuestra Era.

Sin duda el asentamiento de la población antigua tuvo mucho que ver con la riqueza de su suelo, (cereales, aceite, ganadería, plomo argentífero, hierro casi en la superficie,…), así como con la buena calidad del agua de sus pozos y manantiales.

A pesar de su proximidad con Augusta Emérita, administrativamente pudo depender de La Baeturia, extensa, zona de la Bética que lindaba con la Lusitania y cuya población era en su mayoría lusitana.

En estas dos provincias encontramos nombres con el sufijo «ipa» como en Laepia, Collipo,…en otros casos, en cambio, lo vemos como prefijo como en Iporca. Para completar el nombre, nos queda detenernos en el sufijo IUL, que según parece procedería de los Iulii. Por sus epítetos, no sólo Iulipa, sino buena parte de las ciudades del Suroeste Hispano, según Plinio, eran Julias como Constantia, Iulia Lacinurga (cerca de Orellan Pax Iulia (Beja), etc. Por lo anteriormente expuesto, se podría pensar que Iulipa fuese creada por César con status de colonia latina para pasar a Municipium en época flavia, quizá después de que Vespasiano concediese el derecho de ciudadanía de una forma general entre los años 73-74 d. de C.

De esta época romana tenemos dos restos más y menos significativos, que son el monumental Dístylo objeto de nuestro trabajo y la cisterna respectivamente.

La Villa fue posteriormente conquistada por el 62 Maestre de Alcántara, Pedro Yáñez y se repuebla en 1288. De este momento data la primera fábrica de su castillo cuya jurisdicción recae sobre la Orden que le confiere el aspecto de construcción militar de finales del siglo XIV. Otras construcciones de la Villa serán la Prioral o Iglesia Mayor también del siglo XIV y la Real Capilla del Santo Cristo del siglo XVII, levantada según trazas de Francisco de Mora junto con el Hospital adjunto. En arquitectura civil destacan palacios, mansiones señoriales, etc.

A pesar de estas muestras de gran interés artístico, Zalamea es conocida sobre todo porque en ella se encuadra el drama de Calderón «El Alcalde de Zalamea», situado temporalmente en época de Felipe II.

Enterramientos romanos en Hispania.

Consideramos necesario como enmarque del análisis del Dístylo iulipense, hacer un breve repaso por uno de los aspectos culturales más importantes en toda civilización. Nos estamos refiriendo a las formas y tipos de enterramiento y todas las manifestaciones artísticas relacionadas con ello, sin duda muy abundantes en el mundo romano.

La cultura romana asumió de una, forma pacífica el hecho de que en algunos aspectos las corrientes indígenas estaban por encima de la romanización. Esto ocurre con las ideas religiosas y con los ritos funerarios. De esta forma los tipos de enterramientos de la costa levantina presentaban influencias griega o fenicias aunque estaban muy romanizados, mientras que en el centro-norte de la Península o en las islas Baleares las formas e están enraizadas todavía en el arte indígena.

En la Bética, provincia con gran tradición turdetana, se inhumaba en sepulturas individuales donde se encuentran moneda de la República. Un ejemplo de sepultura individual es el dístylo de Zalamea. Posteriormente con Adriano y Marco Aurelio el enterramiento se efectuaba por cremación en un hito bajo grada. También en la Bética, como en el resto del Imperio, analizando las formas o los revestimientos y el estilo, se veía hasta qué punto la, romanización había llegado a las clases populares así como el nivel económico del municipio aun antes de haber entrado en él ya que las necrópolis, debido a su carácter funerario, se encontraban en las afueras de las ciudades.

Tampoco faltan en la Bética las tradiciones locales, acaso ibéricas u orientales como vemos en las tumbas en pirámides o incluso cartaginesas como las tumbas en pozo.

Son muy variados los tipos de enterramientos que vemos en la Hispania Romana, desde los columbaria de Mérida hasta las necrópolis como la de Carmona, pasando por los ejemplos más espectaculares como la torre de los Escipiones en Tarragona con influencia oriental, el Mausoleo de los Atilios en Zaragoza o el Mausoleo de Centcelles ya en el siglo IV. Encontramos otros ejemplos en forma de templos en la Tarraconense, Valencia o Alicante o los columbarios de tipo indígena de Mallorca como su pervivencia del arte céltico.

De Metellinum a Corduba

Como sabemos, las vías o calzadas romanas eran una de las construcciones más favorecidas por la ingeniería romana al estar claramente incluidas dentro de su filosofía de control militar, administrativo y económico, favoreciendo el comercio y salvaguardando siempre la economía romana.

Como hemos visto Iulipa era interesante por la riqueza de su suelo y de sus aguas, por esto tenía que conectar con una red viaria más o menos importante. Así partimos de la Vía núm. 24 del Itinerario Antonino que empalmaba Caesaraugusta con Augusta Emérita pasando por Salmantica y que ha sido siempre conocida como «Vía de La Plata» aunque para nada se relacionaba con tan preciado mineral. Su función era sobre todo militar y económica basada en la explotación del oro del Tajo y el estaño y el oro de La Beira portuguesa.

Metellinum era un punto estratégico que conectaba con Augusta Emérita y con Norba. A su vez de él partían ramificaciones hacia Almadén y Toledo, ramificaciones que han sido ampliamente estudiadas Por investigadores como Blanco Frejeiro, Roldán Hervás y otros. Sin embargo como ha estudiado D. Antonio Álvarez Rojas, es muy difícil pensar que estas importantes ciudades no tuviera una conexión con Córduba, capital de la Bética. Se ha comprobado la existencia de una vía construida por Trajano que unía Metellinum con Corduba y es muy probable, aunque no te gamos demasiados datos arqueológicos, que ésta pasara por Iulipa, sirviendo el pequeño municipio de puente entre la Lusitania y la Bética.

Relaciones e influencias con Siria en la Antigüedad

Como más tarde comentaremos, el Dístylo sepulcral romano de Iulipa está relacionado con los modelos siríacos. Ya hemos visto los medios de comunicación con la Bética y los enterramientos más frecuentes en la Hispania romana, lo que nos disponemos a analizar ahora es cómo curiosamente encontramos unos modelos semejantes y una estética similar. Este parentesco puede explicarse por varios testimonios que acreditan la relación de puntos estilísticos distantes en más de 3.000 kms. Algunos de estos testimonios son los que ahora expondremos:

En primer lugar tenemos la Epigrafía que registra en la Bética y la Lusitania un gran número de individuos procedente de Oriente, en su mayor parte siervos, comerciantes que entran en el siglo II o I por el Puerto de Gades, introduciendo con ellos la cultura helenística, o esclavos, muy abundantes a lo largo del curso del Guadiana. Testimonio indirecto puede ser e el apelativo «Syriacus», interpretado como un cognomen patriae.

Por otra parte, vemos también cómo la epigrafía cordobesa atestigua que en Córdoba, capital de la Bética, se ubicaba una colonia siríaca importante.

A través de los puertos del sureste de Hispania como Malaca o Cartago Nova, encontramos documentos explícitos importantes, al encontrar en estos puntos corporaciones de mercaderes sirios en contacto estético y comercial con otros comerciantes de las costas occidentales de Asia Menor.

Tenemos también algunos testimonios religiosos como la rápida propagación de los cultos orientales de origen asiático como la diosa Ma-Bellona o la deidad siria Salambó, cuyo culto se e extiende a finales del siglo III en Híspalis. Este culto penetra profundamente en los espíritus hispalenses, mezclados con los numerosos sirios que, como ya hemos dicho, entraron por el puerto de Cádiz con el comercio marítimo o por el Guadiana con el comercio fluvial, tan importante o más que el anterior.

Con el nacimiento del emperador Trajano en Itálica, ciudad relativamente cercana a Iulipa, la gama de posibilidades interrelacionables se abren considerablemente.

Como vemos son varios los motivos, tanto económicos como culturales, que ponen en contacto Siria con Hispania en la Antigüedad y es a través de estos contactos como se explican las afinidades estilísticas sobre las que luego nos detendremos. Las relaciones entre ambos extremos del Mediterráneo fueron siempre una constante histórica que se aprecia sobre todo en la Edad Media.

Otros restos romanos encontrados en Zalamea: la cisterna

La población romana iulipense dejó escasos restos arqueológicos además del monumental dístylo en notable estado de conservación. Como único resto de escasa consideración encontramos lo que por sus características constructivas y disposición parece sin duda una cisterna romana.

Encontramos estos restos en el corral de una vivienda sirviendo de pajar. Su planta es rectangular y alargada. Lo que queda de ella presenta varias estancias separadas por arquerías con huecos de paso de 65 cms. y 4’44 mts. de altura. Las arquerías eran dobles en altitud para aligerar el peso de forma similar al Acueducto de los Milagros de Mérida. Los arcos son de reducidas dimensiones con sillar a todo tizón de forma semicircular.

El sistema constructivo es claramente romano con paramentos de mampostería menuda en hiladas que tienden a la horizontalidad. Las bóvedas son de cañón longitudinales. El aparejo es mixto con sillería de granito e hiladas de ladrillos con espacios de mampostería. Al interior estucado a la cal en bóveda, paramentos verticales y suelo.

La funcionalidad de esta cisterna parece haberla inducido Madoz al referirse a una exportación de hielo «desde Iulipa a pueblos inmediatos». El hielo se conservaría desde el invierno en depósitos subterráneos del tipo de la cisterna. De esta hipótesis no tenemos otros datos, por tanto queda un poco en el aire si se trataba de un depósito normal de agua o de un lugar para la conservación del hielo como una actividad comercial más de la Iulipa romana.

II. EL DISTYLO FUNERARIO IULIPENSE

La Hispania favorecida por Vespasiano con la concesión -de la ciudadanía romana a todos los hispanos, se vio reflejada en una actividad notable a todos los niveles. En el arquitectónico encontramos varios monumentos extremeños muy considerados en la actualidad como son el arco cuadriforme de Cáparra o el Dístylo de Zalamea de influencia oriental.

Como todo monumento funerario estuvo ubicado fuera de los muros del la ciudad. Parece ser que la ciudad romana por sus escasos vestigios, estuvo enclavada al Sur, en el eje de la vertiente opuesta al castillo, a gran distancia del monumento .Su planta está orientada según los puntos cardinales, coincidiendo sus fachadas principales con la dirección Norte-Sur.

El monumento de Zalamea no tiene cimientos, se asienta sobre la roca que aflora al nivel del suelo actual. No aparece nada de la cámara funeraria de la que las dos columnas fueron su estela. Se supone que como en Siria, la cámara pudo ser hipogea.

Descripción

El Podium.- Apoyado directamente sobre la roca de la zona tiene 1,37 mts. de altura repartida en tres hiladas de unos 42 cms. (15 pies) para cada una y remata con una sencilla moldura remetida con respecto al plano general de la base de 42 cms. de altura formada por un talón invertido apoyado en dos listeles y coronado por otro mayor, moldura que como las restantes conforma el perímetro.

Sobre este Plinto se eleva el cuerpo del basamento con altura de 6,43 mts, compuesto de un orden apilastrado -cuatro pilastras en las fachadas principales y tres en las laterales con separación entre las principales de 1,38 mts y en las laterales de 95 cms.-. Son pilastras estriadas con cuatro acanaladuras, con base sobre plintos, fuste y capiteles, algunos de los cuales han desaparecido. Encima encontramos un entablamento rematado por la cornisa de coronación.

El cuerpo de las pilastras mide 3,32 mts. de altura, es estriado pero no en toda su altura, sólo en una longitud que corresponde a las dos terceras partes superiores, quedando la parte inferior sin estriar. Los cuerpos rematan en un listel con collarino.

Del arquitrabe, con 73 cms. de altura, han desaparecido las impostas inferiores, quedando pobres vestigios. El friso con 60 cms. de altura no nos dejó restos de su decoración, si acaso la tuvo. Lo mismo ocurre con la cornisa, con una altura de 45 cms.

El basamento total alcanza una altura de 7,80 mts.; l,37 mts., corresponden al podium y la base y 6,43 mts. al cuerpo apilastrado.

Sobre el basamento y sobre un ático liso de 65 cm. de altura se levantan dos grandes columnas que formaron el monumento con memorativo. Están apoyadas en una basa de 77 cms. de altura y de perfil ático sin plintos. Sobre ellas se levanta lo que queda de los fustes, al parecer truncados en la misma altura. Su altura es de 8 mts. desde sus basas al remate de lo conservado. Cuentan con l,45 mts. de diámetro en su base. Fue preciso construirlas despiezadas en tambores, con un total de 17 conservados con una segmentación a trabas.

Sobre el entablamento que las coronaba, lo mismo que otros monumentos con columnas pareadas, no han existido otros elementos.

El orden total mediría, aproximadamente unos 14,78 mts. Que, unidos a los 7,80 mts. del basamento y a los 0’65 mts. del ático de coronación, sumarían un total de 23,23 metros.

El examen del monumento y su similitud con otros de la provincia lusitána como el templo dé Évora o la post-escena de Mérida, inducen a pensar que sus parámetros de sillería de granito estuvieran revestidos de un estuco fino de cal, quizás policromado definitivamente, porque las molduraciones aparecen labradas muy toscamente.

Se combinan también materiales de distinta naturaleza y aspecto que sólo al quedar uniformados con una capa de estuco, darían una visión uniforme

Sillares labrados en piedra arenisca de la localidad, de labra fácil y mejor perfilado por lo que se prefería al granito. Su color, similar al del estuco de cal, daría una visión uniforme y mayor resistencia en los perfiles, pero en cambio, la utilización de arenisca trae consigo una enorme erosión en las molduraciones del basamento que ha perdido su forma y perfil. Por otra parte el poco cuidado del aparejo de sillería no pudo plantearse probablemente para quedar al descubierto, sino oculto por la capa uniforme de estuco.

La existencia de otros momentos conocidos con un destino similar, como criptas de enterramientos destinados a los sarcófagos o urnas cinerarias, podrían explicar la existencia en Zalamea de una disposición similar, destinada a contener las cenizas de la persona o personas a cuya memoria se dedicó el monumento. Sobre el podium del basamento y en la fachada principal que mira al Sur, se aprecia una hilada incompleta de sillares, con su parámetro vertical curvo como arranque de la bóveda de cañón.

Testimonios epigráficos

Según las inscripciones funerarias, la mitad de los hombres de Iulipa eran libres, con predominio de la clase adinerada, situados en la administración de la ciudad.

La familia más numerosa es la de los Cornelii, que configuran un tercio de los ciudadanos libres. Después están los Herenii, con tres casos, dos de los cuales son de origen servil. Individuos con nomen y cognomen indígena sólo constan tres, del resto, tres tienen cognomen griego y dieciocho latinos.

Se conserva un fragmento de un cipo marmóreo de 30 cms. de radio aproximadamente. Hoy mide en lo conservado 90 cms. de – alto. (Lám. X). Servía de soporte a la pila de agua bendita que se situaba en la puerta llamada de los Priores en la Parroquia. Su contenido fue el siguiente:

IINIP. CAESARI
DIVI. NERVAE. F.
NERVAE. TRAIIANO (sic)
AUG. GERM. PONT.
MAX. TRIB. POT. IIII COS
IIII
MUNIC. IULIPENSE.
D. D.

Transcripción.

IMP(eratori ) CAESARI
DIVI. NERVAE. F(ilii)
NERVAE. TRIIAN0 ( sic )
AUG(uSto) GERM(anico) PONT(ifici)
MAX(imo) TRIB(unicia) POT(estate) IV COnS(ule
IIII
MUNIC(ipium) IULIPENSE.
D(edit) D(edicavit)

La traducción podría ser como se sigue: “Al emperador César, Nerva, Trajano, Augusto Germánico, hijo del divino Nerva. Dotado cuatro veces de la Tribunicia Potestad y cuatro veces con el consulado. El Municipio Iulipense lo dio y lo dedicó”.

La fecha en la que se sitúa la inscripción por los datos que en ella aparecen es el año 101 de nuestra era. Junto con la inscripción siguiente, nos sitúa en la ciudad citada por Plinio con el nombre de Iuliba.

Otro ejemplo fundamental es una gran lápida encontrada en la finca «Las Cañadas», a dos o tres kilómetros al noroeste del pueblo. Fue trasladada a Badajoz en cuyo trayecto se rompió en dos partes. Su longitud total es de 184 cms. y de ancho posee 45cms., el grueso tiene un promedio de 10 cms. Labrada en mármol blanco y fino quizá de las canteras hispanas. El texto en cuatro líneas, hubo de titular un mausoleo arquitectónico de gran lujo.

TONGILIA. T. F. MAXUMA. SCAEVINI.
EMERITENSIS. ANNORUM. LX. SIBI ET
L. GRANIO L. F. PAP. SCAEVINO. VIRO.
ANN. LXXXV D. S. P. F. C
H. S. S. S. V. T. LEVIS.

Transcripción.

TONGILIA T(iti) F(ilia) MAXUMA. SCAEVINI
EMIERITFINTSIS ANNORUM LX SIBI ET
L(ucio) GRANIO L(uci) F(ilio) PAP(iria) SCAEVINO VIRO
ANN(orum) LXXXV D(e) S(ua) P(ecunia) F(aciendum) C(uravit) H(ic) S(iti) S(unt ) S(It) V(obis) T(erra) LEVIS.

Su traducción podría ser: “Tongilia Maxuma de Emerita, hija de Titus (Tongilius) y esposa de Lucius Granius Scaevinus, murió a los 70 años de su edad. Se preocupó de hacer este monumento con su propio pecunio para sí misma y para su marido Lucius Granius Scaevinus, hijo de Lucius de la tribu Papiria que falleció contando 85 años. Aquí yacen. Que la tierra, os sea leve”.

Los Tongilii quizá sean los gentilicios lusitanos más característicos, aunque no los únicos. La terminación “ius” en gentilicios derivados de adjetivos empleados comocognomina, está atestiguada sobre todo en Hispania, La Gallia y Germania.

Parece situarse esta lápida hacia fines del s. I d. C., según los rasgos literarios, procurando estar al día en las modas de su arte. De ella podemos deducir que Iulina fue una de las comunidades dotadas con el status de Municipium Flavium.

III. ANTECEDENTESY PARALELOS

Antecedentes.

La columna aislada fue usada por primera vez en el primer arcaísmo griego como monumento conmemorativo o votivo. Su origen no se conoce, aunque se sabe que los primeros ejemplos tenían un sentido conmemorativo u honorífico, nunca funerario.

Ya se dan los testimonios pétreos en el S. IV a. de C. como la Columna de los Naxios en Delfos o la de Los Acantos. También en Delfos se levantan los primeros monóstilos, hasta que en el siglo III, se empieza a difundir el exvoto con doble columna, aunque este gusto fue pasajero. Cabe citar el monumento dedicado a Apollon por Aristeíneta con 10 mts. de altura.

Tenemos otro testimonio de Dístylos en Delos, que posiblemente sea el más reciente de todos al corresponder al año 100 a. C. Sobre basamento se levantan dos columnas jónicas.

En el siglo III en Olimpia se coronaban estos monumentos con estatuas de Ptolemaíos II y Arsínoe. Aquí el pilar único se concibe como memoria de algo.

Del Helenismo griego, la tradición pasa al mundo romano donde el sentido difiere del original griego.

Paralelos.

Los parientes más cercanos al monumento de Zalamea hay que buscarlos en Siria, sobre todo en su zona Norte. Allí encontramos ejemplos de monóstilos, como la Columna de Yaat, las de Hatra o el pilar de Bechindelaya. Estos monóstilos influyen en la génesis de los dístylos hispanos, pero vamos a acercarnos un poce más a los numerosos ejemplos de éstos, que encontramos en Siria. Los más importantes son los siguientes:

Sermada: Se encuentra al Norte de Siria y posee una altura total de 16 mts. Se compone de un alto podim, columnas gemelas y entablamento. Destaca por la riqueza de sus capiteles corintios y una extraordinaria similitud con el de Zalamea, aunque el sirio es de menores proporciones y ornamentación.

Benabil: Situado al 0este de Sermeda. Podría, tener una altura total de 13 mts., aunque hoy sólo se conservan 10 y una sola columna. Estaba compuesto de basamento doble, dos columnas y entablamento.

La tumba de Reginus en Qatura: Está situada al noreste de Sermeda. Presenta un arco de entrada que da paso a una cámara hypogea en cruz. A ambos lados del arco, se levantan sobre pódium las dos columnas de 7,5 mts. de altura. Igual que en los demás ejemplos, las columnas no serán más que el hito del enterramiento, en este caso Regínus, oficial romano más o menos destacado. El monumento se data en el año 195 d. C. Hoy le falta el friso y la cornisa.

La llamada Tumba de Sitt-er-rum en Qatura: Situada a poca distancia del monumento anterior. En este caso estamos ante pilares que se alzan directamente sobre el suelo. También presenta cámara hypogea que contuvo 15 sarcófagos. Conserva un entablamento que no contuvo ninguna escultura. Por la epigrafía data del 152 y se hizo para Eisidotus.

En Bashmishli y Kefr Ruma hay más restos de estos monumentos, lo mismo que en Maguncia donde se encontraron medio centenar de columnas votivas. Pero estos casos son esporádicos y no encontramos en ellos el reflejo del típico modelo siriaco. De ahí que el Dístylo de Zalamea cobre un valor excepcional al ser el más lejano y auténtico eco de los de Siria, en el extremo opuesto del Mediterráneo.

Aparte de lo dicho, el modelo de Zalamea es el más monumental y el de mayor antigüedad, pero al quedar aislado en Occidete no se puede decir que este tipo de monumentos naciera aquí, sino que en Siria y en otros lugares del Imperio hubiese estelas dístilas anteriores a las fechas más tempranas conocidas.

En la costa Levantina pudo haber ejemplos de este tipo de monumentos de los que tenemos escasos restos. Contarían con planta, cuadrada, cámara y varios cuerpos escalonados como es frecuente en el Mediterráneo. Algunos muestran en sus cuatro lados una organización de pilastras como la de Iulipa. Estos ejemplos serían los de Sagunto, el de Dayemus o el de Villajoyosa, sobre pódium escalonado como los ejemplos de Siria. Los demás, como la Torre de los Escipiones de Tarragona, parece que fueron de tipo edículo, capilla o de torre de varios cuernos escalonados.

IV. PRINCIPALES DOCUMENTALISTAS

El monumento fue conocido por los humanistas del Renacimiento y descrito a partir de Ambrosio de Morales a finales del siglo XVI. Otros investigadores han definido a través de cuatro siglos el monumento con muy poca objetividad. Entre ellos citarernos entre los más importantes a:

  • Fray Francisco Barrantes Maldonado, de la Orden de Alcán tara que fue juez eclesiástico ordinario de Zalamea, coadjutor de su Priorato.
  • Juan Tamayo de Salazar. Nació en Zalamea. Para su análisis falsifica los epígrafes.
  • Antonio Ponz, que lo denomina «trofeo erigido a Trajano».
  • Alejandro de Laborde. Sus colaboradores estuvieron en Zalamea. Su interpretación era una fantasía neoclásica, prescindiendo de las dos columnas.
  • Pascual Madoz, que lo define como un “grandioso monumento erigido al Emperador Trajano”.
  • Emilio Hübner lo considera monumento «al parecer sepulcral”. Lo asimila a la Torre de Los Escipiones de Tarragona.
  • Adolf Schulten recoge sólo una inscripción.
  • José Ramón Mélida lo analiza en el Catálogo Monumental de la Provincia de Badajoz.
  • Luis Pericot García lo considera resto de un templo.
  • El Catálogo de Monumentos declarados con interés Histórico-artístico, en el número 91 dice: «Lo conservado corresponde a ángulo de un gran edificio, posiblemente un templo. Un alto basamento con pilastras estriadas y tres columnas dóricas que sostuvieron un entablamento desaparecido, así como un cuerpo superior con columnas que existían en el siglo XVI. Hoy forman parte de la torre de la Iglesia. Todo de sillería granítica”.
  • Antonio García Bellido y José Ramón Menéndez Pidal escriben un detallado artículo dedicado al Dístylo en exclusiva en los Anejos del «Archivo Español de Arqueología».

V. ¿CÓMO HA LLEGADO EL DISTYLO HASTA NOSOTROS?

De la Historia del monumento en tiempos medievales se conoce poco, pero puede deducirse que se conservó en perfecto e estado hasta la Reconquista, incorporándose más tarde a la torre de la Iglesia Mayor hasta 1962 aproximadamente, sirviendo de base al campanario.

Fue en este año, cuando estando al frente de la Dirección General de Bellas Artes D. Gratiniano Nieto Gallo, se iniciaron las obras de restauración. Las obras fueron dirigidas por J. R. Menéndez Pidal. A partir de entonces se puede admirar el monumento aislado en la Plaza de la Constitución de Zalamea pasando a ser el símbolo del pueblo a nivel de Ayuntamiento e instituciones culturales y deportivas de ámbito local.

VI. ÍNDICE DE LÁMINAS Y FOTOFRAFÍAS

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Lám. V: Mapa de vías romanas en Extremadura (E. Cerrillo y Martín de Cáceres).

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Lám. VI: Basamento del Dístylo en su estado actual según Menéndez Pidal.

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Lám. VII: Reconstrucción ideal del basamento según Menéndez Pidal.

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Lám IX: Reconstrucción ideal de las dos fachadas del monumento según Menéndez Pidal.

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Lám. X: Basamento y arranque de las columnas e inscripción. Archivo de la Diputación Provincial de Cáceres.

img06
Lám. XII: Cuadro comparativo de los monumentos emparentados con el dístylo de Zalamea (Menéndez Pidal).

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Lám. XVI. Monumento de Zalamea antes de 1962 (Menéndez Pidal).

VII. BIBLIOGRAFÍA

  • ANDRÉS ORDAX, S. y Otros: Monumentos artísticos de Extremadura. Salamanca, 1986.
  • GARCIA BELLIDO, A. y MENÉNDEZ PIDAL, J. R.: «El Dístylo sepulcral romano de Iulina» en: Anejos del Archivo Español de Arqueología.
  • GARCIA LELLIDO, A.: “El monumento funerario romano de Zalamea de la Serena, antigua Iulipa». En: Noticiario Arqueológico Hispano, núm. 5 (19506-1061).
  • MÉLIDA, J. R.: Catálogo monumental de la Provincia de Badajoz. Madrid, 1924.
  • MENÉNDEZ PIDAL, J. R.: Historia de España. Tomo II, vol. I. Madrid, 1955.
  • ROLDÁN HERVÁS: «Itineraria Hispana», en: Anejo de Hispania Antigua. Madrid, 1975.
  • TARACENA: “Arte Romano”, en Ars hispaniae (t. II).
Oct 011988
 

Francisco Rivero Domínguez.

Brozas es, sin duda alguna, uno de los pueblos extremeños con más carácter, debido a su importancia histórica, agrícola y ganadera. Su riqueza a lo largo de los tiempos ha hecho que sus calles y plazas se vean engalanadas con importantes y artísticas edificaciones, las cuales se encuentran hoy, salvo excepciones, en un montón de ruinas.

Lo que se quiere con esta exposición es dar a conocer la triste situación del patrimonio histórico-artístico de la localidad como algo que es digno de tener en cuenta, cuidarlo y, sobre todo, restaurarlo para nosotros, nuestros visitantes y las generaciones futuras de las que sólo somos depositarios. Hemos de concienciarnos todos, jóvenes y mayores, que cuidando nuestro patrimonio histórico artístico cultivamos nuestro amor por los mayores, los que nos precedieron en la vida y por el sentido estético que ellos tuvieron. Es una grave responsabilidad de las autoridades y del pueblo en general dejar destruir esos palacios, esos conventos, esas casonas.

Pero no hemos de ceñirnos, única y exclusivamente, a los grandes edificios, sino que aquellos otros diseminados por los campos, en los barrios más extremos y que conforman la arquitectura popular, han de ser tenidos también muy en cuenta, al igual que han de estar la charca municipal o los baños de San Gregorio para complementar el carácter ecológico de la defensa completa de todo un pueblo. Inmediatamente se entrará a estudiar detenidamente cada uno de estos componentes.

Hay un punto que hay que resaltar y que en Extremadura hay que tener muy en cuenta. Me estoy refiriendo a la importancia que tiene la restauración de los edificios histórico-artísticos, pues toda inversión estatal o de la comunidad autónoma siempre será muy bienvenida en una zona que necesita dinero para dar la mayor cantidad de trabajo a sus gentes. Por supuesto que esta inversión es ampliable en otros conceptos similares como acondicionar la charca municipal o los baños de aguas sulfurosas de San Gregorio.

En la antigüedad

Brozas ha sido un pueblo que siempre ha tenido luz propia en la historia, incluso en la Prehistoria. Don Carlos de la Torre, un capitán de la Guardia Civil, ya fallecido, fue un estudioso de la comarca, especialmente de la Prehistoria, celtiberos y romanos, en cuya materia era una autoridad. Sus trabajos, no publicados, son seguidos fielmente por historiadores y arqueólogos de renombre. Este señor fue el descubridor de hachas y utensilios del Paleolítico y Neolítico, de cabezas de piedra de la Edad del Bronce, o de inscripciones romanas en los lugares más insólitos del pueblo, sin que nadie le haya hecho caso en sus observaciones y sugerencias para formar un museo municipal, pese a que él poseía uno en su propia casa.

A instancia suya, yo denuncié en la prensa regional esta situación, sin que nadie respondiese por ello, ni se diera por aludido. El 19 de enero de 1978 yo daba la noticia en el diario “Extremadura» -bajo el titulo «Expolio permanente de Brozas”- que don Carlos de la Torre había descubierto una cabeza humana esculpida en granito. El busto, perteneciente a la Edad del Bronce, se encuentra incrustado en la pared posterior de un tinado de propiedad particular, concretamente del ganadero Julián Blanco. El tinado está en la calleja de la Mimbre o del Conejal, con riesgo de pérdida total de la pieza por el roce continuo de tractores y camiones. Sería conveniente que se retirase del lugar y se depositase en el Ayuntamiento para formar el museo municipal o en el Museo Arqueológico de Cáceres. Como dato curioso diré que los albañiles que la encontraron estuvieron bromeando por ver si la colocaban al revés; es decir, la cara hacia dentro. Menos mal que imperó la razón.

Otra escultura similar se encuentra en el interior de la casa de Dimas Moreno Rodríguez, vecino de Brozas, quien la encontró haciendo reforma en ella.

Previamente a esta nota, en el periódico local el 21 de septiembre de 1972 decía que «en Las Brozas hay más de 40 poblados prehistóricos. En muchos de ellos los restos son abundantes. Objetos variados del Neolítico, tales como tumbas vistas, excavaciones en la roca, sílex, hachas, objetos contundentes, probables piedras de sacrificios y lugares sagrados; mucha cerámica y pesas romanas, capiteles, columnas y bases de mármol, estatuillas de plomo, piedras labradas con inscripciones, torreones de probables castros, restos de fundiciones, explotaciones mineras en largas zanjas abiertas, con restos de cerámica celta y un largísimo etcétera, aparecen en dichos yacimientos arqueológicos al aire libre, que son descubiertos en su mayoría por los campesinos que aran la tierra».

La época romana

El Corpus Provincial de Inscripciones Latinas, de Ricardo Hurtado de San Antonio cataloga en Brozas más de cuarenta piedras romanas. Muchas de ellas han desaparecido, pero algunas aún las podemos encontrar en los sitios más dispares. Una estaba, hace años, en un tinado de Hernáiz (padre). Se la encontraron en el brocal de un pozo al hacer obras, Era un redescubrimiento importante, pues en ella se habla del pueblo togobrigense, que se cree que era uno de los que los romanos se sirvieron para construir el puente de Alcántara.

Hay otras inscripciones en piedras en casas particulares y en la puerta de la Virgen de la Hoja (la de poniente) de la iglesia de Santa María. Insisto: Seria muy interesante que todos estos restos se aúnen, se estudien y se levante un museo municipal, antes de que se den por perdidos definitivamente.

El puente romano

Cuenta Brozas con un puente romano, de singular factura, sobre la rivera del Jumadiel, en la finca de «Tapia Cedrón». El puente ha sido diagnosticado como de construcción romana por el catedrático de Salamanca don Francisco Jordá Cerdá, al que yo visité en esta ciudad siendo un estudiante de preuniversitario y le comenté la situación arqueológica del término de Brozas. Este puente, también denominado «Puente Viejo», se encuentra situado a unos 3 kilómetros de la carretera de Brozas a Aliseda, en su margen derecho y a unos 6 kilómetros de la primera villa.

Tiene el pueblo que estamos estudiando, a su paso por el término municipal, una calzada romana, cuyo recorrido iba desde Norba Caesarina (la actual Cáceres) por Brozas y Villa del Rey hasta Alcántara, pudiéndose creer que su trazado es el de la actual carretera comarcal CC-523, calzada que aún no ha sido estudiada.

Hay algunos aficionados a la arqueología, más aventurados, que me llegaron a decir que en la finca de Fuentemadero existe, junto a la charca del agua potable, una ciudad roma. Otros como el periodista Germán Sellers de Paz han escrito que «Norba Caesarina» no estaba en el punto geográfico que ocupa Cáceres, sino en las cercanías de Alcántara hacia Brozas, donde existen unas minas que así pudieran justificarlo y, por otra parte, dicha ubicación no se comprendería si no hubiera una importante población alrededor para construir el puente de Alcántara.

Idéntica teoría que Sellers de Paz mantenía de la Torre, pero esta fue desmentida por don Carlos Callejo Serrano, experto arqueólogo cacereño, quien en su libro «El nombre de Cáceres» dice que «en ningún modo Brozas podía ser Norba Caesarina» porque en ella no hay resto arqueológico alguno que lo fundamente.

Hoy está admitido ya que Norba es Cáceres, pero decir públicamente que en el término municipal de Brozas no hay restos arqueológicos es una afirmación muy grave, ya que todo él está repleto. Lo que hay que tener es ganas de estudiarlos y de dar dinero para ello, cosas ambas que les corresponde a la Universidad y a las autoridades extremeñas, respectivamente.

El castillo

El castillo de Brozas, popularmente conocido como el Palacio, es hoy propiedad de la señora Teresa Domínguez Bicho y de unos familiares, vecinos todos e los del pueblo.

El palacio, dedicado actualmente a vivienda y a labores agrícolas, poco tiene que ver con la función que ha tenido a lo largo de la Historia.

Hay salones solemnes, adornados con antiguos arcones, objetos de cobre, alacenas con altarcitos santeros, bibliotecas con libros antañones y las modernas comodidades de la televisión y el frigorífico.

La primera noticia que se tiene de un episodio bélico fue en 1397 cuando los maestres de las órdenes de Alcántara y de Santiago penetraron en Portugal y el rey de este país, Juan I, mandó vengar las muertes de sus súbditos enviando a España al condestable Nuño Álvarez, quien saqueó las cercanías de Herreruela y Navas. No pudo hacerlo con Brozas porque sus habitantes se hicieron fuertes en el castillo. Dos años más tarde, el mismo Nuño cercó el castillo mientras su rey sitiaba Alcántara.

En 1413 los infantes de Aragón luchaban contra el rey Juan II de Castilla. Don Pedro de Aragón puso a saco Brozas y derribó su castillo, cosa que no logró por entero, pues aún se conserva la torre del Homenaje, aunque la construcción actual fue remozada a finales del siglo XVI.

Doce años más tarde de estos incidentes guerreros, hubo una división en la Orden de Alcántara. Los brocenses se pusieron al lado del maestre Gómez de Cáceres y Solís, el cual luchó contra el rey Enrique IV. El clavero Alonso de Monroy sitió Brozas y todo aquel que se atrevía a salir al campo era apresado y muerto en el acto, consiguiendo por fin ganar la guerra.

En el siglo XVII, con motivo de la guerra con Portugal, se fabrican unos muros en forma de talud donde se colocaba la artillería. En 1706 residió en él el marqués portugués de las Minas, que apoyaba la causa del Archiduque de Austria, quien tomó Brozas en poder del duque de Burwick y defensor de la Casa de Borbón.

En esta época, el castillo se encontraba poco más o menos como ahora, según el informe del visitador real don frey Felipe de Trejo en 1608.

Una vez vista la historia de este monumento y dada su penosa situación, quiero proponer desde aquí que en él se construya un parador de turismo, pues la administración central está intentando potenciar el turismo del interior de España y más concretamente el turismo rural, cinegético o de la naturaleza en la ruta de los conquistadores y siempre con vistas al V Centenario del Descubrimiento de América. No hay que descartar una ayuda de la Asociación Española de Amigos de los Castillos, que tanto ha hecho por las grandes casonas de Trujillo o los castillos catalanes. Una tercera opción es la de restaurarlo como albergue juvenil, similar al del castillo de Alburquerque.

La casa de la encomienda

El profesor de la Universidad de Extrema, don Francisco Manuel Sánchez Lomba, realiza un amplio estudio del Archivo Histórico Nacional sobre «Condiciones y tasas de la obra de la Casa del Palacio”, fechado en Brozas el 30 de noviembre de 1593 y firmado por Juan Bravo, maestro cantero de la villa.

Sánchez Lomba dice al final de su opúsculo lo siguiente: «La Casa de la Encomienda Mayor de Brozas en la actualidad no es más que una sombra del pasado. De su núcleo inicial, obra de comienzos del siglo XVI, atribuible a Bartolomé de Pelayo o a su sucesor en el cargo de maestre mayor de la Orden de Alcántara, Pedro de Larrear, se conservan alteradas una puerta y una ventana. De la ampliación que en 1578 contrataran los canteros cacereños Manuel Francisco, Juan Mateos y Pedro García en 926.000 maravedíes, nada podemos discernir con seguridad. Obras rematadas en 1983 han eliminado por completo los posibles restos de los trabajos de Juan Bravo. Sirva este modesto estudio como evocación de un palacio que, como tantos otros, ha desaparecido ante nuestros ojos».

Triste, muy triste es lo que acabo de narrar. Todo un profesor de nuestra Universidad se lamenta de la muerte, por dejadez y por falta de aprecio a la belleza y a la historia de nuestro pueblo, de una casa con solera dentro de la villa de Brozas.

Creo que todavía se puede remediar tal situación si las autoridades locales, provinciales y autonómicas deciden abrir un expediente para incoar esta vivienda como edificio de interés histórico-artístico dentro del inventario de bienes inmuebles a conservar.

Hoy no se conservan las trazas originales, pero muy bien se podría haber restaurado la casa siguiendo las pautas marcadas por Juan Bravo, el que fuera seguidor del arquitecto Pedro Ybarra, padre del Renacimiento en la provincia de Cáceres y que trabajó en la iglesia de Santa Maria de la capital.

Juan Bravo exigía en el siglo XVI buenos materiales: Piedra berroqueña de las dehesas de Tapia, piedras finas de la de Jartín, cantería de Villa del Rey, cal de las caleras de Cáceres, tejas y ladrillos bien cocidos. Las chimeneas, tan característica de esta zona extremeña, que ha dado lugar a una ruta turística, eran cuatro, con buena boca para facilitar la salida de los humos.

Muy poco se ha hecho en Brozas por respetar una gran obra artística de uno de sus hijos más preclaros, al que se le ha dedicado una calle, pero del que se abandona su obra al convertirla en una casa de pésimo gusto.

Los tres conventos

La Desamortización trajo el abandono de los tres conventos: el de los franciscanos de Nuestra Señora de La Luz, fundado por San Pedro de Alcántara; el de las Comendadoras o de las Caballeras, pues para entrar en él, las monjas tenían que probar la nobleza de sus apellidos, y el de Ntra. Sra. de Los Remedios.

Del primero de ellos dice un informe del Ministerio e Cultura que destaca no sólo por sus proporciones, sino por su interés que se centra en sus amplias estancias y sobre todo por su sencillo patio claustral, de inconfundible sobriedad franciscana, pero de armonioso trazado, con cuatro columnas de fustes más gruesos en los ángulos y otras cuatro más delgadas en el centro, formando un arco de medio punto. Lo más interesante del edificio es la hermosa nave que fue capilla conventual y que destaca por sus generosas proporciones dentro del conjunto -ella sola ocupa casi la mitad de la superficie del edificio-. A la entrada de la iglesia, por el convento, hay un mural de piedra con un anagrama de la orden franciscana. Sobresale su crucero, coronado por una interesante linterna de estilo barroco, como barrocos son ciertos ornamentales del interior del templo. Hay un arco ojival en el altar mayor. Su coro está destrozado y existe un boquete abierto en el techo para dar luz, lo que ha dejado el edificio en una ruina casi completa. La causa es la degradación continúa después de ser desamortizado y dedicarlo a una amplia casa de labor. Pese a todo, aún se conservan algunos escudos esquinados.

El convento de las Comendadoras, del siglo XVI y estilo renacentista, tiene unas magnificas bóvedas de ladrillo. Lo más destacado de todo es su portada. En su día -no hace muchos años- tuvo sendos pares de columnas de fuste entero y capiteles corintios. Estas cuatro columnas fueron vendidas en 5.400 pesetas por el dueño del local y trasladadas a Barcelona, hecho que yo denuncié públicamente en 1978. Como testigo presencial de este expolio se encontraba el profesor de la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, don Juan Pérez de Tudela, quien estaba aquel día de visita en Brozas. El informe del Ministerio de Cultura indica que el estado de sus bóvedas es lamentable, amenazando su total ruina.

El convento de Nuestra Señora de los Remedios, del siglo XVI y estilo barroco, no tiene especial significación en el exterior por haber sido concebido con una sencilla arquitectura y haber sido desvirtuado a usos muy distintos del religioso, tales como secadero de tabaco, establos, etcétera. En su interior destaca el sencillo claustro, ordenado en galerías alta y baja.

La ermita de San Juan

Residiendo en Palma de Mallorca, un día me acerqué al Punto de Información Cultural (P.I.C.) del Ministerio de Cultura y solicité la lista completa de todos los monumentos brocenses catalogados. De entrada, en la lista no figuraba la Casa de la Encomienda, casa histórica en la Orden de Alcántara, y ya estudiada en esta exposición.

Sobre la ermita de San Juan, anexa al cementerio municipal, y en la que existen muchas tumbas dice lo siguiente: «De estilo gótico y construida en el siglo XV, actualmente mantiene en pie sus paredes en las que destacan las dos arcadas, compuestas de tres arcos que marcan el paso de la nave principal a las laterales y dividen aquel en tres. El templo, de ábside plano y anchurosa sacristía, conserva el arco triunfal y sus portadas son de medio punto. Una de ellas está macizada en el lado del Evangelio, mientras la abierta en el hastial es la actualmente practicable. Este conserva toda su belleza, con un ventanal que más parece una saetera, a causa de lo exiguo de sus dimensiones. Cronológicamente, parece una obra del siglo XV, donde se mezclan elementos artísticos de muy diversa ascendencia.

El área de este templo es hoy una parte del cementerio municipal. Podría realizarse el traslado de los restos existentes a otros nichos construidos en otra parte del cementerio, para, posteriormente, cubrir estas arcadas con cubiertas de chilla, devolviendo este monumento, muy interesante, a Brozas, con no gran coste, pues los muros y arcadas se conservan en buen estado y ello antes de que la fábrica se deteriore de forma definitiva».

Esta nota del Ministerio de Cultura casi no exige comentario alguno. Pero hay que añadir algo muy importante por mi parte. Aquí el Ayuntamiento y el Obispado de Coria-Cáceres tienen un gran reto. Si se consigue que el Ministerio de Cultura restaure esta bella ermita de San Juan, ambos se habrán apuntado un gran tanto, no en balde es dinero del listado que ingresa en el pueblo; habrá unas jornadas para los peones y albañiles del lugar, al mismo tiempo que se gana en riqueza monumental y artística. Esta misma sugerencia la viene haciendo los estudiosos de la historia cacereña ¡Vamos a ver si lo conseguimos!

La ermita de Santa Bárbara

Hacia el final de la calle Aldehuela, muy cerca de la que se dice casa del Brocense, está la ermita de Santa Bárbara. Es un edificio de planta cuadrada, como otros muchos religiosos de Brozas. En su día, yo lo conocía como fragua y siempre me daba pena que, aunque de traza sencilla, esta construcción estuviera destinada a esos menesteres.

Su portada es de medio punto y destaca su bóveda semisférica, similar a otros edificios campestres del pueblo y con cierto aire musulmán. Una espadaña sin campana y una leyenda, que apenas se distingue, es todo lo que resta de la ermita.

Yo he propuesto, en alguna ocasión, incluso al que fuera director general de Bellas Artes de la Administración Central, el cacereño Dionisio Hernández Gil, que restaurase la construcción para hacer allí una pequeña sala de exposiciones o devolverla al culto. Nada se ha hecho y puede, que con el tiempo, se pierda para siempre al llevar muchos años cerrada como fragua.

Casa del linaje de los Flores o Escuelas Nuevas

Esta casa, que en su día fueron escuelas nacionales a las que yo asistí de niño y hoy está dedicada, una vez restaurada una parte de ella, a ambulatorio de la Seguridad Social y de la biblioteca municipal, es originaria de una de las familias más genuinamente brocense: la de los Flores.

La familia se formó y desarrolló igual en Brozas que en Alcántara y ha dado numerosos hijos ilustres, pues reside en la comarca desde 1252 y más concretamente en Brozas desde los primeros años del siglo XV.

La portada de la casa, de gusto renacentista, está enmarcada por dos columnas de alto fuste y con capitel jónico. La parte superior la recorre un frontón de puntas de diamantes. Encima de las columnas hay dos flameros. La puerta se abre en medio de unas sencillas molduras que cierra con una feísima cancela de color verde, habiéndose perdido la que había –una de madera- por el total descuido y abandono del tesoro artístico brocense.

Si hay en la parte posterior unas excelentes rejas, testigo de la maravillosa artesanía local, así como varios escudos.

En lo que fuera patio de recreo de las escuelas se levantó hace unos años una pista polideportiva y ahora se construyen viviendas sociales.

Sería recomendable que el Ayuntamiento, su propietario, hiciera restaurar el edificio para no dejarlo perder.

Y no quiero dejar de citar aquí los casos ecológicos que más me llaman la atención en Las Brozas: me estoy refiriendo a la continua pérdida de la arquitectura rural, tanto en el interior de la población como en sus campos.

Otro apartado es el del mal estado de los baños sulfurosos de San Gregorio, que durante años ha curado a cientos de enfermos y hoy están prácticamente abandonados a la espera que la Consejería de Turismo de la Junta de Extremadura se decida levantarlos de su mala situación.

Por último, he de mencionar la charca municipal, un lago artificial más grande que el de Proserpina de Mérida y hoy prácticamente muerto por culpa de las aguas sucias del cuartel de la Guardia Civil, el asilo de ancianos y las lascas que durante años fue soltando la extinta fábrica de muebles. Hoy ese lago ha dejado de producir las famosas y ricas tencas que conformaban el típico plato brocease y por lo que el municipio ha dejado de ingresar varios millones de pesetas al año.

Hasta aquí un remedo de la pésima situación del patrimonio histórico-artístico de Las Brozas, con ciertos tintes ecológicos. Nuestra intención es concienciar a todos de que aún es posible salvar mucho de lo que está en ruina. Esa es nuestra meta. Muchas gracias.

Oct 011988
 

María del Henar del Río Sánchez.

Estoy entre vosotros, en este emotivo acto de homenaje a don Juan Tena Fernández, en la apertura de los décimo séptimos Coloquios Históricos de Extremadura, con el grato cometido de prestar mi voz a su pluma, y esto, con el cariño de Hija de la Congregación por él fundada.

Quiero honrar su memoria, sencillamente transmitiendo su mensaje, desde la intimidad de este artístico Patio tan querido por él.

Su mensaje, que… es antiguo como antiguos son los legajos y pergaminos que, en la soledad y silencio del Archivo Municipal de esta Noble Ciudad fueron descubriéndole, día a día, los secretos que celosamente habían guardado durante siglos.

Su mensaje, que… es nuevo, por la excepcional circunstancia del momento presente, en este año de gracia, 1988.

Mensaje de Sacerdote-Historiador: dos vocaciones enfocadas hacia lo eterno (en frase del Conde de Canilleros).

Dos vocaciones que, en Don Juan Tena, se han complementado de tal modo que uno de los cauces por los que ha discurrido su misión apostólica como Sacerdote, ha sido su pluma de Historiador.

Sacerdote-Historiador … Apóstol en múltiples facetas, de las que yo elijo hoy una muy concretas la faceta mariana de su apostolado, en su buen hacer como Historiador de Trujillo; porque tengo para mí que ser trujillano encierra, entre otras muchas cosas, ser amante de la Virgen, Nuestra Señora.

Este es el quicio en que se asienta mi modesto trabajo:

– Veo al Historiador cómo sigue documentalmente y cómo plasma en sus obras, con entusiasmo patente, el rico acerbo mariano de Trujillo.

– Lo veo y… permitidme que juzgue providencial que el 1988, primer centenario del nacimiento de este hijo de Trujillo, enamorado de la Virgen, coincida precisamente en Año Mariano.

Por eso, para honrar su memoria en este acto de homenaje, quiero prestar mi voz a su pluma cuando cuenta y cuando canta el amor de Trujillo a la Virgen Nuestra Señora.

Nada diré de mi cosecha; pondré mi pobre argamasa entre los sillares de sus palabras textuales; transcribiré, en lo posible, sus frases, y lo haré desde la cercanía de quien ha visto el correr de su pluma a impulsos de un ideal mariano, al dictado de la fe, que encuentra en los fondos documentales, en expresión paulina, obsequio razonable a esa misma fe.

Mi punto de partida no podía ser otro que su obra Historia de Santa María de la Victoria -Patrona de Trujillo-, maravilloso sartal de datos documentados, formando la trama de ameno relato y que descubre la entraña mariana de nuestro Pueblo. Nuestro, digo, porque lo es de vosotros, trujillanos por derecho de cuna, y lo es de quienes nos sentimos trujillanos, por ese derecho de ciudadanía que adquiere el corazón cuando paga su tributo de amor a un Pueblo, y este es mi caso.

A este modesto trabajo de síntesis, por imperativo de las circunstancias, he tenido que dar un título, y es: “la pluma de un historiador en la ruta mariana de su pueblo”.

¡TRUJILLO!

Embrujo especial tiene esta Ciudad para cada Historiador: «Poema Épico, tallado en piedra», es para Rosa Arciniega; «Antología del Arte», para el Conde de Canilleros; «Museo de Heráldica», para Juan Carlos Rubio Masa; «CIUDAD EMINENTEMENTE MARIANA» -para Juan Tena Fernández.

Transcribo sus palabras: «Fue Trujillo Ciudad eminentemente mariana. Su encendido amor a María Santísima tiene, desde lejanos centenios, pregoneros fieles, en sus maravillosos templos y en la ingente mole de su Castillo, y en las siete puertas de sus viejas murallas, y en los dinteles de sus casonas, y en las solemnidades de los ciclos litúrgicos, y en la hogareña vida de sus habitantes, y en las legendarias empresas de sus santos y guerreros, y en las luminosidades de sus teólogos y de sus hombres de ciencia…

En las calles y en las ermitas de sus campos, de día y de noche, el alma trujillana vivió presa de ideales trascendentales por María Santísima, glorificada y alabada siempre bajo diversas advocaciones, de las que es apoteosis y gloriosa cumbre la Asunción de la Madre de Dios, en cuerpo y alma, a los Cielos…

Y en ese triunfo cifró Trujillo… su amor a María, por quien gavilló laureles en la tierra y por quien conquistaron sus hijos, al cerrar los ojos a este mundo, el Reino de los Cielos…

Y por esto la llamó a boca llena, con los labios rebosantes de gratitud, Santa María de la Victoria…

Quien intente biografiar a cuantos fueron esplendor y ornamento de Trujillo no podrá escribir estas vidas sin traer a dulce relato el acendrado amor de los trujillanos a la Virgen Nuestra Madre…

Ni la vida de Trujillo, política, económica, cultural, o cualquiera sea su proyección, puede escribirse sin traer a colación cuanto esta legendaria Ciudad honró siempre a María Santísima…» (Hasta aquí Don Juan).

Espigo ahora en su obra «Historia de Santa María de la Victoria», que es la historia del nacimiento de Trujillo. Pasó por alto sus orígenes pueblo celtíbero, villa matriz del Imperio Romano, tierra donde echa raíces la Nobleza Goda, y trofeo, al fin, de las conquistas del agareno Muza.

Dando, en el tiempo, un salto de cinco siglos, sigo al Historiador, que nos sitúa en 1231, ante el Santo Rey Fernando III y, en la Imperial Toledo asistimos a la histórica entrevista del Monarca con el Maestre de Alcántara, Don Arias Pérez,

Un año más tarde, lucirá en Trujillo la aurora de su definitiva liberación.

Transcribiendo al insigne Historiador Don Clodoaldo Naranjo Alonso, describe Don Juan el amanecer del memorable día 25 de enero de 1232, después de habernos pintado la dramática situación de las tropas cristianas que rodean la muralla, defendida tenazmente por los musulmanes. Según la transcripción, vemos en oración, no lejos del fragor de la lucha, al Obispo Don Domingo, y asistimos al hecho portentoso: “… Invocando a la Divina Madre como auxilio de los cristianos, cerraron estos de nuevo contra los muros, al tiempo que un vivo resplandor sobre la muralla los alentó con visión sobrenatural, en la que todos reconocieron a la Celestial Señora que confortaba a sus hijos…».

Y junto al hecho milagroso, el hecho humano: la ayuda sobrenatural haciendo posible la audacia, más propiamente, el heroísmo del hombre.

Testigos mudos son esas puertas abiertas por la intrepidez de un cristiano que, desde dentro, hace posible la irrupción de los que saben que la villa es ya suya, porque tienen buena valedora en el Cielo.

Desde aquel día, la memoria de Fernán Ruiz Altamirano irá ya unida a la victoria de los Conquistadores. Y, si a la puerta de entrada se la llamará Arco del Triunfo, también será llamada Puerta de Fernán Ruiz; y allí «… una Imagen de la Santísima Virgen en artística hornacina cobijada por un tejaroz y practicada en el paño mural que se alza sobre esta puerta…» mantendrá viva la llama del amor de los trujillanos a Nuestra Señora, como viva manteníase la llama de la lámpara que, durante siglos, ante su Imagen lució.

El Escudo de Armas de la Ciudad se nos presenta, como obsequio a esta Divina Señora: «… En campo de plata, una Imagen de Nuestra Señora de la Victoria con el Niño Jesús en los brazos, puesta encima de muralla almenada y acostada de dos torres, todo de gules y mazonado de plata, el cual fue confirmado por el Santo Rey Don Fernando III de Castilla…

Es el hecho portentoso de la liberación hito señero que inicia la Historia de Oro de este glorioso Pueblo…».

El símbolo de la Cruz deja de ser suplantado por la Media Luna; la mezquita árabe, purificada con agua y sal por el obispo Don Domingo antes de retornar a Plasencia, es consagrada a María Santísima en el Misterio de su Asunción a los Cielos, «… testimoniando de este modo la gratitud del Ejército Cristiano a la Soberana Reina de Cielos y Tierra por su milagrosa intervención en la Conquista de Trujillo…

Santa María la Mayor es el testimonio secular de la epopeya más grande de la Ciudad, y evocación perenne, a través de las vicisitudes de los tiempos, del amor agradecido de los trujillanos a la Virgen Bendita, su siempre bienhechora y excelsa Madre.

En la dorada pátina de los viejos sillares de este templo magnífico, y en la traza románica de sus bóvedas y pilastras, entrelazados gallardamente los elementos latinos y orientales, y en el renacentismo de su coro, y en los primores de luz y colores de sus pinturas cuatrocentistas enmarcadas en trilobadas filigranas góticas, está escrita la gesta titánica y gloriosa de quinientos diecinueve años en que Trujillo luchó por su verdadera libertad, consiguiéndola en 1232 por la protección visible de María Santísima…

Santa María la Mayor compendia y abarca los blasones de gloria de esta vieja Ciudad de Trujillo: es este templo su historia, y ante la pila de su baptisterio, ejemplar rico de estilo gótico, más de una vez hemos sentido el escalofrío misterioso, que corre por todo el cuerpo al recordar las figuras-ingentes de aquella pléyade de santos y héroes que en ella recibieron, mediante las aguas lustrales del primer Sacramento, el hábito de la fe de Cristo que llevaron a países ignotos…

Trujillo, bajo las bóvedas de Santa María la Mayor, rememorará las páginas de su Historia, escritas con la luz de fe católica, con sangre de mártires y de héroes y cobijadas bajo el manto de la Virgen de la Victoria”.

La vida cristiana de Trujillo, profundamente sellada por la devoción mariana desde el siglo XIII, tiene un centro material de convergencia: el templo de Santa María; y un testimonio secular de agradecida veneración la Imagen de Nuestra Señora, colocada por el Concejo de la Ciudad en el Arco o Puerta del Triunfo.

«… A la Puerta del Triunfo acudían el 15 de agosto, Festividad de la Asunción de María Santísima, todos los años, el Concejo, los Cabildos eclesiásticos, los Religiosos de todos los Conventos y el Pueblo, en piadosa Procesión que salía de Santa María, antes de Misa, y a donde regresaba, después de haber cantado ante estos vetustos muros, con entrañable fervor, el «Ave, Maris Stella…”.

Y, este «Puente de devoción» Santa María -Puerta del Triunfo-, continuó sin interrupción durante doscientos noventa y nueve años, es decir, desde 1232 hasta 1531.

«… A partir de 1531 en que se esculpió la Imagen de la Virgen y se le dio el nombre de Virgen de la Victoria, colocándola en la Capilla de la Torre del Homenaje en el Castillo, la Procesión se dirigió a la Fortaleza…

La Ermita de San Pablo, levantada en una de las plazas del Castillo, es otro monumento del amor de los trujillanos a Santa María de la Victoria; construida en el siglo XIV… fue puesta bajo la advocación del Santo Apóstol, según documento que data de 1618, «… por cuanto en veinticinco días del mes de enero, día de la conversión del Apóstol San Pablo, con particular milagro, la Virgen Nuestra Se ñora se apareció con su Hijo en los brazos y dio la victoria a los cristianos…».

Pétreas reliquias de piedad mariana y rezumando historia de siglos, son los templos trujillanos custodiados por la solidez de la muralla:

Iglesia de Santiago, con la Imagen de la Señora en el Escudo de Armas (posiblemente el más antiguo de la Ciudad) por cimera de tu fachada principal; con la Imagen de la Virgen Coronada, peregrina desde su histórica ermita.

Iglesia de Santiago, la primera en recibir a quien, camino de Santa María, franquea la muralla por el Arco que lleva tu nombre y en cuyo frontón, muralla adentro, se encuentra la imagen más antigua de la Patrona de Trujillo.

Iglesia de la Vera Cruz, templo donde corazones de héroes invocaron a Santa María de la Antigua a quien, en tierras del Nuevo Mundo, ofrendaron la primicia de sus poblados en las costas del Urabá.

Iglesias veteranas de Trujillo: Santa María, Santiago, Vera Cruz, San Andrés; huellas patentes de la vida cristiana de un Pueblo cobijado en el amor de la Madre de Dios.

Y cuando este pueblo crece, la vieja fe de sus gentes levanta templos nuevos, y el acorde mariano se hace más sonoro:

Pionera de estos templos extramuros, la Iglesia Parroquial de San Martín pregona el patronazgo del Concejo, ya en su primera fábrica del siglo XV, con las Armas de la Ciudad Nuestra Señora de la Victoria entre dos torres.

Y en ferviente letanía plástica, los siglos van dejando su ofrenda de amor a la Virgen, en la talla de sus maderas y en la pintura de sus lienzos.

Bella Parroquia de San Martín, que cada año recibes bajo tus bóvedas a la Augusta Patrona de la Ciudad, en su salida triunfal de la Fortaleza, para ser apoteósicamente aclamada «honra y prez del blasón de Trujillo». Aclamación que, cada año, es eco del magnífico pregón mariano que fue la oración del Pueblo en masa, en la Coronación Canónica de esta Augusta Patrona, la Virgen Santísima de la Victoria.

En la gloriosa jornada de la Coronación, y en la no menos gloriosa de la Proclamación del Dogma de la Asunción de María a los Cielos, ¡Parroquia de San Martín! el amor mariano de los Hijos de Trujillo, en aclamación de multitud incontenible entre tus muros, hizo de la grandiosa Plaza Mayor la continuación de tu templo y de tu altar.

¡Benditos templos extramuros, testigos todos de la oración ferviente de los Trujillanos a la Madre de Dios!

Valor de eternidad en la caducidad de lo que fueron, pregonan la Parroquia de Santo Domingo, la Iglesia de Jesús a la Iglesia de la Sangre de Cristo.

Y… majestuoso y desafiando tempestades en el devenir de los siglos, el maravilloso Templo de San Francisco. En él depositó Santa María la Mayor la Sagrada encomienda de su diario culto parroquial, cuando creció la Ciudad aledaña a La Villa, y cuando el tiempo agrietó los muros de la Parroquia Madre.

Iglesia de San Francisco, reliquia de la fe, en el arte. Su fábrica, presidida por el majestuoso Escudo de la Ciudad, que es tanto como decir: presidida por la Virgen Santísima de la Victoria.

De puertas adentro y como espejo del alma trujillana…, la maravillosa talla de la Piedad o del Descendimiento, como se la llama en Trujillo, obra (dice Don Juan citando al Marqués de Lozoya) del cincel de Gregorio Hernández; con un mundo de recuerdos de la Semana Santa de Trujillo a través de los siglos.

Iglesia de San Francisco, el amor a la Virgen, plasmado con reiteración filial en la madera y en el lienzo, y gozoso cobijo de dos imágenes de Nuestra Se ñora, peregrinas desde sus ermitas ya inexistentes.

¡Bellas ermitas de los campos de Trujillo… levantadas por la fe y el amor mariano!

Ermita de la Coronada, que los Caballeros Templarios levantaron cerca del Magasca, en honor a la Virgen de la Coronada, cuya escultura bizantina, “sentada, de tipo mayestático, con el Niño Jesús sobre las rodillas, correspondiente al período del siglo XII al XIII” se encuentra hoy en la Iglesia de Santiago.

Ermita de la Coronada, a donde el Concejo, el Clero y el Pueblo acudían en Procesión, cada año, desde Santa María la Mayor, en la Fiesta de las Candelas.

Una de sus campanas “… que alea en sus labios y garganta más plata que bronce, y que guarda y evoca en la sigla de sus símbolos y en la leyenda en ella grabada, proezas de los Caballeros Templarios, por tierras truxillenses…” fue obsequiada en 1728 a la Ermita de Nuestra Señora de Belén (en el hasta esa fecha llamado Valle de Papalbas).

En el paraje del berrocal, hoy llamado Cerca de la Luz, más allá de Papanaranjas, existió una pequeña ermita con su imagen románica. Virgen de la Luz o de la Candelaria, hoy en San Francisco. Ermita de Nuestra Señora de la Luz, que dio nombre al primer Convento que los Franciscanos fundaron en Trujillo.

De otra ermita nos habla Don Juan con especial cariño: la Ermita de la Virgen de la Piedad: “… Las páginas de la historia de esta Virgen y esta Ermita son muchas en los fondos documentales del rico Archivo Municipal…”. La levantó Trujillo por los días de 1500, en el ángulo que forman las carreteras de Madrid y Logrosán, y fue demolida en los aciagos de principios del siglo XIX.

“… Blanca Ermita que la religiosidad de los trujillanos edificó a la vera del camino por donde iban de Extremadura a Castilla, Capitanes de los Tercios Españoles… y Hombres de Letras…

La Virgen y la Ermita de Nuestra Señora de la Piedad son un canto del gran poema de la fe cristiana y del amor mariano, y de los valores raciales del pueblo de Trujillo…”.

Desapareció la Ermita; “… pero no desapareció ni su Virgen guapa de la Piedad (hoy en San Francisco), ni el amor de los corazones trujillanos a esta Bendita Madre…».

Fondos documentales del Archivo Municipal hablan, en el siglo XVIII, de la «Ermita que en Trujillo está edificada a gloria de Santa Maria de Guadalupe, Madre y Señora de la Hispanidad y de Extremadura… Estaba en el Campillo y era aneja y propiedad del Convento de San Antonio…

… En otros días, plegarias encendidas de amores a la Virgen de Guadalupe, allí salieron de numerosos pechos trujillanos…».

En las proximidades del atrio de la que fue Parroquia de Santo Domingo, «… por la banda del poniente, están hoy las ruinas de la que fue Ermita de Nuestra Señora de Loreto…», levantada a finales del XVI o principios del XVII.

Con lujo de datos documentados habla nuestro Historiador de la Ermita de Santa Ana: «….Sobre el dintel de su típica portada bajo las insignias episcopales está el Escudo de Armas de los Lasso de la Vega…, linaje del piadoso Obispo de Plasencia, por voluntad del cual y a cuyas expensas se levantó en 1731».

Monumento de piedad mariana en la relación de Madre a Hija Santísima. El tributo de la Madre fue la campana trasladada a Santa María la Mayor. «… El pueblo la llamaba la Santa Ana…

Bella Ermita de Santa Ana, en los linderos de los Prados de San Juan y de la fraga del áspero berrocal, levanta sus muros señera y grácil, junto al emotivo Humilladero…».

Humilladero que «en el siglo XVI edificó el amor de los trujillanos a su Virgen de la Victoria,» y de cuyos cimientos quedan restos, cerca de la Ermita. «… Fue levantado en el Cerro de Santa Ana, por donde se abría el camino de Sevilla, ruta de los peregrinos del honor, que a Bugía y a Argel y a Granada y a América marchaban, apoyados en el bordón de su fe y su amor a España. Al salir de Trujillo, hincaban sus rodillas, descubrían sus cabezas y rezaban oración de despedida a la Virgen de la Victoria, suplicando la bendición protectora de la Madre Santísima, a quien aprendieron a amar acunados en el halda de aquella otra mujer, también su madre, que los trajo al mundo…».

En uno de los arrabales de la Ciudad, la Ermita de la Virgen del Rosario es fruto de esta devoción mariana, que los frailes blancos del Convento de Santa Catalina fomentaron entre los piadosos campesinos de las Huertas de Valfermoso.

Los huertanos de Valfermoso levantaron una ermita «como exvoto a la Virgen del Rosario por las almas de los difuntos… Prevaleció la piedad del sufragio y dio al arrabal el nombre de Huertas de Animas…».

También la Ermita de San Lázaro con el Santísimo Cristo de la Salud, a quien profesa Trujillo predilecta veneración, lleva impreso el sello de la pie dad mariana de los trujillanos.

No solo es la Imagen de la Virgen del Buen Fin, en una de las hornacinas de su ábside, sino ese testimonio vivo de amor a Jesús y a su Madre Santísima, que es la Cofradía canónicamente erigida en 1924, con el título del Santísimo Cristo de la Salud y de la Virgen de la Victoria.

La vida trujillana, marcada por el amor a la Virgen, a través de los siglos, la resume Don Juan en estos bellos párrafos: «… No solamente en su Templo de Santa María la Mayor, y en la presidencia de sus Concejos (cuando estos se celebraban a campana tañida, según lo habían de uso y costumbre en el atrio de la Iglesia), y en el Escudo de Armas, y en el pendón azul y blanca; de la Ciudad, y en sus ricas libreas, y en las orlas de sus privilegios, y en el sello de sus documentos, y en las fábricas de su patronato, y en los edificios de su propiedad ostentaba Trujillo su amor a la Virgen Santa, su Patrona. En las puertas principales de la Ciudad la imagen bendita de la Señora velaba por sus hijos, y ante Ella ardía de noche una lámpara, y recibía de día las plegarias amorosas de los que salían y entraban. Unos pequeños retablos incrustados en huecos perpendiculares a la clave del arco de la puerta, eran asiento de la Imagen querida de María Santísima…».

Y crece la admiración de Don Juan cuando habla del retablo de las Casas Consistoriales. A este respecto hace notar que «… la imagen de la Asunción era para los trujillanos, igual a la de su Patrona la Virgen de la Victoria, y en el día 15 de agosto de cada año celebraba su gran fiesta …» (lo que avala con la transcripción de numerosos acuerdos del Concejo, que datan del siglo XVI).

Al hablar del citado retablo dice: «… Tabla bellísima de la Asunción de Nuestra Señora, y de riquísimo valor artístico…» Transcribe el documento original que data de 1593: «… la pintó Pedro de Mata en gran perfección, y es retrato sacado de la Imagen de Nuestra Señora la Mayor de Roma, que retrató el Bienaventurado San Lucas a la Madre de Dios …».

Y abundando en testimonios de piedad mariana del pueblo trujillano, dice: «… Satisfago la piedad de quien esto lea, citando muy deprisa la Misa celebra da todos los días de Ayuntamiento, en el Altar de Santa María en la Sala de Sesiones de las Casas Consistoriales, hoy Ayuntamiento Viejo… y… Véanse aquellos libros capitulares en cuyo primer folio campea la laude Ave María Purísima, y léanse aquellos juramentos de los Corregidores y Regidores antes de posesionarse de su cargo, de profesar y defender hasta la muerte la Concepción sin pecado original de la Virgen María…».

Esponja el corazón ver cómo las mismas calles de la Ciudad se hacen Altar. Cita acuerdos del Concejo, de 1580, sobre la lámpara que, ante Santa María de la Victoria, todas las noches ardía en los pasadizos del Ayuntamiento, o Cañón de la Cárcel.

De 1585 datan los acuerdos que hablan del alumbrado de la Virgen del Reposo, en el exterior del ábside de la Iglesia Parroquial de San Martín, en la Plazuela que lleva el nombre de esta advocación de Nuestra Señora.

A otro retablo callejero, como a testimonio de piedad mariana, dedica nuestro Historiador bellísimos párrafos: al Retablo o Capilla de Nuestra Señora de la Guía, adosado al ábside de la Iglesia de San Francisco: «… Más de cincuenta imágenes de la Virgen de la Guía se cuentan hoy desde Galicia a Cádiz y desde Barcelona a Murcia… Veneradas estas imágenes en pleno camino, militares, trajinantes y viajeros a lejanas tierras, se encomendaron a la que es camino y guía en los ásperos senderos de la vida…

En los tiempos medievales nace esta piadosa práctica en España y desde tan lejanos días, Trujillo, peregrino por todos los paralelos, en afanes de gloriosas empresas, busca en la Virgen María seguro amparo y protección maternal… Cuando los trujillanos salían por cualquiera de las siete puertas de su Villa para jornadas cortas o largas; pero especialmente para las de muchos meses y aun años, en que se ocuparían en arduos trabajos para coronar de laureles, a golpe de heroísmos, a su Pueblo y a España, imploraban la bendición de Nuestra Señora de la Guía…

Históricamente este es el origen, rico en sentimientos ancestrales, de esta Imagen tan querida por el alma trujillana…

Es tradición que cuenta con más de cuatrocientos años, que Francisco Pizarro, firmadas en Toledo, el 26 de julio de 1529, las Capitulaciones sobre el descubrimiento del Perú, no teniendo cosa de valor material con que testimoniar su gratitud a la Reina, le hizo donación de la imagen de Nuestra Señora de la Guía, que él siempre llevó consigo por tierras y mares del Nuevo Mundo. Para Pizarro, aquella imagen valía más que todas las perlas y que el oro peruviano… Aquella imagen había sido para Pizarro confidente en sus penas, y su consuelo y aliento en sus magnas empresas. Para él, aquella bendita imagen era parte entrañable de su vida…».

¡SANTA MARIA, MADRE DE DIOS!

El eco de esta invocación tiene resonancias seculares en los templos, en las ermitas, en las calles…

¡Santa María, Madre de Dios repite esa gloriosa pléyade de Familias Religiosas que, en el decurso de los siglos, encuentra en Trujillo solar para sus Monasterios, viveros de piedad y joyeles de arte:

Hijos de Santo Domingo, en el Convento de la Encarnación (y antes en el de Santa Catalina).

Hijos de San Pedro Nolasco, en el Convento de la Merced.

Hijos del Poverello de Asís, en los Conventos de Nuestra Señora de la Luz, San Francisco y de la Magdalena.

Y… ¡Santa María, Madre de Dios! han repetido en su Vida Apostólica, ya en nuestro siglo, los Hijos de San Agustín, los Hijos de San Juan Bautista de La Salle, los Hijos de San Antonio María Claret.

Coro de alabanzas a la Madre de Dios son los Monasterios de Monjas, en Trujillo, «bendición de la Virgen a la Ciudad…».

Convento de la Concepción Jerónima, conocido por «Santa María Monja», foco de devoción mariana, irradiada en Trujillo y su comarca con el culto a la Patrona de Extremadura.

Hijas de Santa Beatriz de Silva, en el Convento de la Concepción (más conocido por «Santa Clara») de las que dice el Historiador: «… ha cuatrocientos años son heraldos y angelicales anuncios de lo que María Inmaculada ama a Trujillo y Trujillo a Ella…».

Descalzas del que fue Convento de San Antonio, de la primera Regla de Santa Clara, fundación que nace con la especial protección de la Madre de Dios.

Hijas de Santo Domingo, que custodian en su Convento de San Miguel el tesoro de arte, obra de Gregorio Hernández, la Virgen Dolorosa, legado del Convento de la Encarnación, que la llamó «Virgen del Mayor Dolor».

¡Santa María, Madre de Dios! es aclamación que resonaba ya en los Claustros Monacales del Trujillo del Siglo XV.

Y… a la Madre de Dios aclaman a partir del siglo XVII, los Institutos de Vida Apostólica en Trujillo:

A la Inmaculada Concepción invocó durante dos siglos, hasta su extinción en el XIX, la Institución benéfico-docente fundada en esta Ciudad por Sor María de Jesús Serrano, en su Colegio de Huérfanas.

A María Inmaculada aclamaron las Religiosas Josefinas Trinitarias en el Hospital de la Concepción Inmaculada.

A la Reina del Monte Carmelo invocan las Hijas de Santa Joaquina Vedruna.

A Nuestra Señora de los Desamparados, las Hijas de Santa Teresa de Jesús Jornet.

A María, Madre de la Iglesia, las Hijas de la Madre Matilde del Sagrado Corazón.

Y… a la Madre de Dios, Madre de los Dolores, aclamaron desde principios de siglo, dos almas gemelas, dos trujillanos, dos apóstoles de la devoción a María:

Antonia María Hernández Moreno y Juan Tena Fernández. Piedad mariana florecida en un nuevo Instituto Religioso, «Hijas de la Virgen de los Dolores», que hoy repite la aclamación de sus Padres Fundadores.

Ya… al hilo de la última mención y retomando el comienzo de este modesto trabajo, termino con una reflexión en voz alta:

Con su obra de Sacerdote Fundador de una Congregación trujillana, que tiene a la Virgen por Titular; con su pluma de Historiador de un Pueblo, que de la protección de la Virgen nace; con su obra y con su Pluma, Don Juan Tena Fernández nos repite hoy a todos: «TRUJILLO ES CIUDAD EMINENTEMENTE MARIANA».

BIBLIOGRAFÍA:

  • TENA FERNÁNDEZ, Juan: Francisco Pizarro. Trujillo: Tip. Sobrino de B. Peña. Trujillo, 1925.
  • TENA FERNÁNDEZ, Juan: Historia de Santa María de la Victoria. Serradilla: Patrona de Trujillo. Editorial Sánchez Rodrigo, 1930.
  • TENA FERNÁNDEZ, Juan: Trujillo Histórico y Monumental. Alicante: Artes Gráficas. 1967.
Oct 011988
 

José Antonio Ramos Rubio y  Juan Manuel Miguel Sánchez.

Trujillo. La cuna de los Pizarro, la patria de los conquistadores.

En los celajes de los amaneceres su silueta se recorta inconfundiblemente saludando a la luz de cada día… luego torres y murallas cobijan con su sombra el amplio caserío.

Esa ciudad eminentemente mariana.

Maravillosos templos y la ingente mole de su castillo, las siete puertas de su muralla, y los dinteles de sus nobles casonas, son eco sonoro de legendarios sucesos en los que brilla maternal la presencia de María.

“A 25 de enero del año de Nuestro Señor de 1232. Aún no era el día venido y los clarines llamaron a la pelea, y por las fragosidades de la derecha del espolón del castillo, y por los riscos ingentes que se escalonaban sinuosos y quebrados a la izquierda del viejo matadero, suben los infantes del ejército cristiano.

La suerte está echada, vencer o morir es el grito de los soldados.

No muy lejos, en el fragor de la lucha, el obispo se puso en oración, y pidiendo todos a Nuestro Señor se sirviera por la gloria de su nombre darles la victoria, e invocando a la Divina Madre como auxilio de los cristianos, cerraron de nuevo contra los muros de la villa al tiempo que un resplandor sobre la muralla les alentaba con visión sobrenatural en la que todos reconocieron a la Celestial Señora que confortaba a sus hijos”.

Desea entonces hasta hoy el patronato de Santa María sobre la ciudad se perpetúa en el escudo de armas disperso por toda ella en todos los estilos y en los más diversos materiales…

Y en la imagen granítica de Nuestra Señora de la Victoria que desde 1531, preside desde el castillo la vida de la ciudad y recoge los favores trujillanos.

En 21 de abril de 1531 el concejo y regidores acordaban “que entre las torres de la fortaleza se haga una bóveda bien lucida y se ponga allí una imagen de Nuestra Señora”.

La obra, hasta la reforma de 1912, debió presentar el aspecto que muestra en el lienzo popular, del siglo XVII, que se encuentra en la sacristía de la parroquia de San Martín.

En 1583, Juanes de la Fuente, escultor del consejo, perfeccionó la escultura labrada por Diego Durán… dando suavidad exquisita a las nobles formas y hermoso rostro de Madre e Hijo.

Tanto dentro de los templos como fuera de ellos, primitivas imágenes de María testificaban que la devoción de los trujillanos a la Virgen viene de tiempos remotos:

  • Santa María de la Luz en el antiguo convento de San Francisco, de serenas y naturalistas reminiscencias románicas. Con suma delicadeza sostiene al niño que sujeta en su mano el libro, símbolo de la sabiduría.
  • Nuestra Señora de la Coronada, del siglo XIII, hoy en la parroquia de San Martín. La manzana en la mano refleja todo el rico simbolismo de la imaginería románica, influenciará por la tradición patrística, que ve en María a la nueva Eva, punto de arranque del linaje cristiano.
  • Santa María la Mayor, ánfora sagrada de añejas y exquisitas tradiciones, en el corazón de la vieja “Villa”… en su fondo, desfondado el maravilloso políptico de Fernando Gallego, inigualable “Biblia Mariana” ejecutara hacia 1480. A sus tablas, llenas de arcanos misterios, volveremos una y otra vez tratando de encontrar la imagen de María siguiendo el hilo de su historia.

Era Joaquín de sangre real, descendiente directo del rey David. Hombre rico, había casado con una doncella de Belén de noble ascendencia.

Los esposos se abrazan ante la puerta dorada en esta tabla del retablo de Santa María, simbolizando así los artistas primitivos, de forma indirecta, el tema de la Concepción de la Virgen.

Más tarde, los modelos de Fernández y Murillo darán forma definitiva al dogma… como esta preciosa Inmaculada del salmantino Andrés de Paz, tachada hacia 1625 para el convento de San Francisco.

El mismo misterio de este lienzo dieciochesco, lleno de ingenua gracia, según los modelos de Murillo, en el convento de las Jerónimas.

Sigue el hilo de la historia con el nacimiento de la Virgen. El esposo asiste a la escena, minuciosa y detallista como todas las del retablo gótico.

María ha crecido y está desposada con un hombre justo, llamado José, de la estirpe de David.

Hemos llegado a una de las más hermosas fuentes de expiración para los artistas… “al sexto mes el Ángel Gabriel fue enviado a una ciudad de Galilea llamada Nazaret a una virgen de nombre María”. Gallego ha sorprendido a la Virgen en el momento mismo en que el arcángel le anuncia la embajada. Tiene abierta la Biblia por las páginas de Isaías que predicen su destino: “he aquí que la virgen está en cinta iba a dar a luz un hijo y depondrá por nombre Emmanuel”. Llena de gracia, juvenil e inocente se turba ante las palabras del ángel. Con su luz empapa toda la escena que sorprende por su realismo. El perrito, emblema de la fidelidad, sirve de punto de fuga en la perspectiva lineal en la obra.

Dejaciones más duras se nos muestra María en esta tabla de influencias florentinas en la misma iglesia de Santa María. El canónigo Gonzalo Blázquez, a cuya capilla funeraria perteneció la obra, asiste expectante a la escena desde el ángulo derecho de la composición.

De nuevo el misterio en este lienzo barroco en el testero de la iglesia de San Miguel. Esta vez es el cincel maestro quien nos ha dejado perpetuada la escena en las dovelas de la portada del antiguo Monasterio de la Encarnación. En magnífico altorrelieve Gabriel saluda la virgen recogida y reverente. En la clave las frescas azucenas recuerdan la perpetua virginidad. Gabriel ha comunicado a María que su prima Isabel ha concebido en su ancianidad. Presurosa se ponen camino. En el encuentro el Bautista salta de gozo en el seno de Isabel. Zacarías, mudo, asiste a la escena.

Y llega el momento histórico del nacimiento de Jesús. “Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando ese empadronarse todo el mundo, cada uno en su ciudad. Subió José desde Galilea a la ciudad de David, llamada Belén, con María su mujer”; y sucedió que estando allí nació Jesús, y no encontrando posada fue puesto en un pesebre, y acudieron los pastores y los magos guiados por la estrella.

Todos estos acontecimientos dan lugar a deliciosas ejecuciones, como este nacimiento del retablo de Santa María enmarcado en triboladas filigranas góticas doradas en 1558 y de nuevo en 1775.

La noche se ha tornado día y los misteriosos personajes de Oriente adoran al Niño, envueltos en ropajes que se corresponden con la moda española de las postrimerías del siglo XV. San José recoge los presentes encerrados en recipientes de platería gótica.

Con el siglo XVIII llega la popularización del Nacimiento. El Santo Pesebre se instala en iglesias y hogares; ejemplo de ello es el belén de sabor napolitano que en los días de la Navidad luce en el Convento de Santa Clara.

Un tema menos frecuente en los artistas es el de la circuncisión, ceremonia de origen egipcio por la cual se entraba permanecer al pueblo judío y se equiparaba entre ellos a nuestro bautismo. Se verificaba a los ocho días del nacimiento.

Anacrónicamente la Virgen asiste la escena, reservada sólo a varones, en esta tabla de Gallego, debían expresar las situaciones y estados de ánimo.

Avisado José de las crueles intenciones de Herodes, tomó de noche al Niño y a su Madre y se retiró a Egipto. Contrariamente al relato apócrifo que hace inclinarse a la palmera por sí sola para ofrecer dátiles al Niño, es aquí José quien, con su cayado y en atuendos de peregrino, alcanza el fruto del árbol para ofrecer alimento al infante.

Las más numerosas representaciones de María se corresponden con el período de la vida como madre feliz.

El santo de Asís, a quién debemos el inicio de la piadosa tradición de la construcción de belenes en la Navidad, adorna a esta Sagrada Familia de formas manieristas en una tabla del convento de San Francisco.

Nuestra Señora de Belén, abraza con encantadora ternura al Niño en otro lienzo, del mismo convento, enmarcado en excelentes volutas barrocas.

La gracia de la tradición hispalense se deja sentir en otra composición de José de Mena, fechada en 1724, en la parroquia de San Martín. María sostiene al Niño ante el que su abuela Santa Ana, conocedora de sus altos destinos, se arrodilla reverente. Graciosos querubines dan ambiente de cielo a la escena.

Han pasado los años. Ha llegado para Nuestra Señora la gran prueba de la pasión y muerte del Salvador. Su sereno dolor, símbolo de resignación y aceptación para el mundo católico, ha sido captado también por los artistas. “Estaban de pie, junto a la cruz de Jesús, su madre y el discípulo a quien amaba”. Con onda unción ha interpretado el artista la escena en este Calvario lleno de la mística española del Siglo de Oro, en el convento de la Concepción Jerónima. L a escena de dolor profetizada por Simeón años atrás, traspasa las entrañas de María en esta Virgen del Mayor Dolor, de exquisito realismo, según los cánones de la escuela castellana del primer tercio del siglo XVIII, hoy el Convento de San Miguel.

Todo ha terminado. José de Arimatea y Nicodemo han tenido el valor suficiente para pedir a Pilatos el cuerpo sin vida de Jesús para rendirle los últimos honores. Jesús es puesto en brazos de su madre en esta Quinta Angustia que tanto recuerda a los modelos de Alejandro Carnicero. El sufrimiento se percibe en el impresionante rostro de la Madre, pero el dolor es sereno en espera de la resurrección.

Tras la Pascua del Señor, el acontecimiento de la Ascensión y los sucesos de Pentecostés, la Iglesia ha ido creciendo. María ha sido durante los años que han seguido al inicio de las primeras comunidades, Madre de todos.

Y llega el momento del tránsito de la Madre de Dios al cielo. Fernando Gallego sigue en lo iconográfico la versión de la “Leyenda dorada” difundidas desde oriente del siglo V, y conocida en España en Edad Media. Los apóstoles, desperdigados por el mundo, han acudido por una inspiración misteriosa al lugar donde la Virgen espera el tránsito. Los artistas occidentales tienen preferencia por representar el momento en que María, transportada por ángeles, es llevada al Cielo. Con sencillez naturalista y brillantez de colores, Gallego sorprende una vez más a la Virgen, en esta ocasión en el momento cumbre de su vida. Santo Tomás que ha llegado tarde a la muerte, recibe como consuelo el ceñidor de Nuestra Señora, tal y como recoge el apócrifo asuncionista de José de Arimatea.

Este mismo misterio se presenta en una variante renacentista en la parroquia de San Martín. Pedro de Mata nos ha dejado esta decisiva tabla de la Asunción, ejecutada hacia 1539, para el altar de las casas consistoriales. El Padre Eterno, en el frontón del retablo, espera el momento de la coronación.

Y el tema vuelve a representarse, esta vez ante todos los apóstoles, en un espectacular lienzo de Joaquín López, ejecutado por encargo de los Marqueses de Santa Marta y pintado en 1814 para el templo de Santa María la Mayor y que hoy se encuentra en el crucero de San Francisco.

Una vez más, son las maravillosas tablas de Santa María las que nos muestran la última escena de la vida de María, su coronación en el Cielo. Personajes del Antiguo y Nuevo Testamento, junto a los ángeles, se dan cita para aclamar a María como Reina. Mientras el hijo corona a la Madre, orlas desplegadas a los cuatro vientos desgranan versículos del Cantar de los Cantares que la mariología ha aplicado a la Virgen. “Toda hermosa eres amada mía. Ven del Líbano, ven y serás coronada”.

A una variante del tema corresponde un lienzo barroco hoy conservado en la parroquia de San Martín.

María nos precede ya en el Cielo. Pero dentro de las iglesias y en los rincones de las encrucijadas, hermosas imágenes siguen haciéndonos cercana y materna su presencia. Son toda una hermosa letanía de advocaciones nacidas del pueblo y unidas inseparablemente a su historia:

  • Nuestra Señora de la Guía, de formas populares góticas, cuenta entre sus más insignes devotos al más ilustre hijo de Trujillo, Francisco Pizarro.
  • Nuestra Señora de la Paz, de tradicional devoción en la comunidad de San Pedro.
  • Virgen de la Piedad, de la antigua ermita del camino de Toledo, a quien Trujillo acudió en rogativas pidiendo auxilio en las calamidades.
  • Nuestra Señora del Reposo, ubicada a espaldas de San Martín, antes de disponerse el viajero a enfilar las tortuosas calles de la villa.
  • Virgen del Buen Fin, junto al Señor de la Salud en la ermita de San Lázaro.
  • Nuestra Señora de la Soledad, de la antigua y evocadora Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno.

Hemos llegado al final de lo que sólo ha pretendido ser una muestra pues hay mucho más. Ayer como hoy, las imágenes de María siguen hablándonos con su lenguaje de arte y visualidad e invitándonos a metas más altas.

1232-1988, casi ocho siglos nos separan. A través del tiempo sigue sonando la intención de anónimos artistas en los versos de Alfonso X:

“Mucho debemos loar
varones a Santa Mar ía
pues garcías y dones da
a quien en Ella fía”.

Oct 011988
 

José Antonio Ramos Rubio.

1. Emplazamiento

Trujillo, ciudad de la Alta Extremadura, se sitúa sobre y en la falda de un granítico cerro de 517 m de altitud.

El cerro llamado “Cabezo del zorro” domina la situación topográfica dominado por el castillo, del que parte de las murallas. La zona medieval se extiende por las laderas del poniente y del mediodía. La ciudad moderna, o extramuros, desciende por la falda meridional y rebasando las murallas se extiende hasta el llano.

Rodeando la ciudad está el berrocal, la cantera más importante para los arquitectos trujillanos de todos los tiempos. En el mismo berrocal, el río Magasca, tributario del Almonte (afluente del Tajo), rodeará Trujillo de oriente a poniente.

2. Vicisitudes históricas: etapas constructivas.

En cuanto a la historia de Trujillo, hemos de remontarnos a los restos más antiguos que se conocen. El hombre prehistórico habito el berrocal trujillano, el poblado calcolítico de Aguas Viejas y varias cuevas con pinturas del Bronce en los aledaños de la ciudad son testimonios más que suficientes de su existencia por estas tierras.

De la época que comenzamos a tener testimonios más abundantes, tanto epigráficos como funerarios, es de la Turgalium romana.

El comienzo de la conquista de España por los romanos, fue consecuencia de las guerras mantenidas entre cartagineses y romanos por la hegemonía del Mediterráneo Occidental. Roma se lanzó a la conquista de toda la Península, forzada por una necesidad de expansión económica, y como medida para obtener metales, que escaseaban en Italia, cereales y vino, e incluso, esclavos para el trabajo en la agricultura y en la industria. El proceso de romanización comenzó al mismo tiempo que la conquista de la Península y se extendió por todas las regiones, aunque no con la misma intensidad.

Mucho se ha discutido sobre el origen verdadero de Trujillo y sobre todo, del primer nombre con que se le conoció.

El nombre más antiguo con el cual se designo a nuestra ciudad fue Turaca, que significa “hinchazón”, ya que Trujillo es un batolito granítico con apariencia abultada. Tras la caída de la vocal pretónica terminó siendo Turgalium.

En principio, se pensó que Trujillo era la Castra Julia mencionada por Plinio: “toda la provincia de Lusitania se divide en tres cancillerías: Emeritense, Pacense y Escalabitana, y toda ella tiene treinta y cinco pueblos, y en los cuales hay cinco colonias, un municipio, tres del lacio antiguo, y treinta y dos estipendiarios. Las colonias son Mérida, Medellín, Beja, Puente de Alcántara, a la cual están anexas Castra Julia y Castra Cecilia; la quinta Santarem, a la que llaman presidio Julio; el municipio de los romanos es Lisboa…”.

Castra Julia sería una población dependiente tributariamente de Norba Caesarina.

Recientes estudios nos llevan a considerar que a Trujillo en época romana se la denominó Turgalium, por dos razones:

  1. Higinio, al primer sor del siglo II de nuestra era, al referirse a la prefectura en la que está nuestra ciudad, la denominó regio turgalensis, forma adjetival que lleva al sustantivo Turgalium.
  2. se han encontrado varias lápidas funerarias en el partido judicial de Trujillo, en una de ellas se lee: “LIBA… TURGALENSE, HIJA DE CAENICO. AQUÍ YACE”.

Pero, hasta nuestros días, el hombre de Trujillo ha sufrido múltiples cambios.

El Imperio Romano se vendría abajo. Se produjo un movimiento general de los pueblos bárbaros durante el Bajo Imperio Romano, hubo una serie de pueblos, de origen germánico, que en sucesivas oleadas penetraron en España.

Hace escasamente dos años se llevaron a cabo en Trujillo dos campañas de excavaciones arqueológicas en una basílica visigoda sita extramuros de la Puerta de la Coria. Este edificio religioso y dos columnas de mármol, encontrarás en la torre tardorománica de Santa María la mayor, son los dos únicos restos que nos han quedado del paso de los visigodos por nuestra ciudad.

La tribu beréber de Nafza, acaudillada por los Beni-Ferancio, tomará Trujillo en el siglo IX.

Comenzaría la construcción de las murallas, de las que subsisten pocos restos, con siete puertas de las cuales sólo quedan en pie, muy modificadas en tiempos cristianos, cinco de ellas.

El primer intento de reconquista por parte de las tropas cristianas se llevó a cabo en el año 881 por Alfonso III, pero no tuvo éxito. Los árabes consolidaron y ampliaron las defensas de la fortaleza en previsión de un nuevo ataque, construyendo torres albarranas y corachas. También tuvieron muy en cuenta la subsistencia en caso de un posible asedio, para ello contaban con dos alfiles para el abastecimiento de agua potable en el castillo; un pozo en el alberca, en este recinto cultivaban verduras y legumbres y guardaban el ganado; en la zona de poniente, cerca del mercado, existía una alberca para múltiples usos que iban de este el abastecimiento de agua a los caños de San Lázaro y campo de San Juan por medio de una extensa conducción subterránea, hasta servir como abrevadero o baño público. Por esta razón estaba el tercero de los aljibes árabes.

El castillo de Trujillo (plaza de armas, albercas y aljibes), morada del alcaide, este época califal, de fines del siglo IX. Su fisonomía primitiva fue modificada en varias ocasiones.

El cronista árabe Al Edrisi, que vivió en la segunda mitad del siglo XII, nos facilitó noticias de Trujillo: “de Madellín a Taryala dos jornadas cortas, esta última dicha es grande y parece una fortaleza. Sus muros están sólidamente construidos y hay bazares bien provistos; cantó jinetes como infantes hacen continuas incursiones en el país de los cristianos”.

Los árabes llamaron a Trujillo Taryala.

Con Alfonso VII, el ejército cristiano toma la plaza fuerte de Trujillo, en 1143. Cae de nuevo en poder sarraceno. En 1165 toma la plaza Fernando II de León. Trujillo permaneció en poder de cristianos hasta el año 1184, fecha en la que Abu Jacob inicia una gran campaña devastando toda Extremadura, pasando a su poder las villas de Trujillo, Cáceres, Montánchez, Alburquerque, etc.

En 1186 Alfonso VIII tomará Trujillo. Éste hizo donación a la Villa y castillo de Trujillo, de Albalat, Santa Cruz, Cabañas y Zufarola, a la Orden del Pereiro. En los textos medievales aparecen formas como Turgello, hasta el siglo XVIII, que se escribía Truxillo, en el 1815 la Real Academia de la Lengua preceptuó la forma escrita con “J”, Trujillo.

La Villa de Trujillo se perdió en 1196. La definitiva reconquista se produjo el 25 de enero de 1232, reinando en Castilla y León Fernando III el Santo.

Cuenta una leyenda que la Virgen vino a auxiliar a las tropas cristianas, ese entonces la patrona de Trujillo sería la Virgen de la Victoria.

Los cristianos toman la fortaleza, comenzará la reconstrucción de las puertas de acceso la Villa, colocando en ellas las armas de las familias nobles que habían intervenido la lucha por, la de las órdenes militares a las que pertenecieron olas de sus reyes.

Los cristianos reforzarán los muros, construirán barba canas con torres semicilíndricas en las cercanías del castillo. Purificarán las mezquitas árabes y las habilitarán para el culto cristiano. Construirán nuevos templos en la Villa: la iglesia de Santiago, la de la Vera Cruz y la de Santa María la Mayor.

Extramuros de la Villa se levantaron tres ermitas: la de La Coronada, de curso culto se hicieron cargo los templarios; la ermita de Nuestra Señora de la Cañada; y Nuestra Señora de Belén, hoy parroquia del arrabal del mismo nombre, antiguamente se la conocía como Papalbás, por aquel lugar se asentó una parte del ejército del obispo don Domingo.

Los cristianos para defender mejor las puertas de la Villa construyeron alcazaba so casas-fuertes en sus proximidades: el Alcázar de Luis de Chaves; la casa-fuerte de los Tapias; el Alcasarejo; el Alcázar de los Escobares; el de los Bejaranos y la casa-fuerte de los Paredes.

Con Alfonso X, 1256, se otorga Trujillo su fuero, con las lógicas repercusiones que tendría para la vida de una ciudad cristiana[1].

En el reinado de Sancho IV, tres de los principales linajes trujillanos: Añascos, bejaranos y Altamirano, ejercen los cargos rectores del Concejo.

En 1430 recibe Trujillo el título de ciudad, por Juan II.

Los Reyes Católicos visitaron varias veces Trujillo, hay constancia de siete visitas realizadas por los monarcas a esta ciudad.

Las defensas exteriores del Alcázar de Trujillo fueron añadidas por la Corona a partir de 1490.

Con la conquista de América muchos trujillanos parten hacía las nuevas tierras, rebasando el número al resto de los pueblos que se pugnan la conquista de colonización del Nuevo Mundo.

Durante el siglo XVI la ciudad de Trujillo se extiende fuera de la muralla. El incremento demográfico y el enriquecimiento de los patrimonios solariegos son algunas de las circunstancias que impulsar su desarrollo arquitectónico-urbanístico. La nueva ciudad se organiza en torno a las iglesias medievales de San Martín y San clemente (hoy desaparecida).

En el siglo XVII las empresas constructivas de Trujillo se orientan hacia la reparación de monumentos artísticos. En la Villa habrá un cierto abandono de antiguas construcciones. En el siglo XIX encontraremos un movimiento expansivo arquitectónico-urbanístico del mismo valor del producido en el siglo XVI.

Durante la invasión francesa Trujillo sufre saqueos. Nuestra ciudad estuvo presente en las vicisitudes históricas por las que pasaron el resto de los pueblos de España: la Guerra Carlista, La república y la Guerra Civil. El conjunto monumental de Trujillo no sufrió desperfectos durante los tres años que duró la guerra.

3. La arquitectura medieval en Trujillo: características morfológicas, piezas defensivas y residenciales.

3.1. El castillo y la muralla.

Ubicado en el borde de la escarpada pendiente, en el extremo Este del cerro “Cabezo del Zorro”, es de grandes proporciones perimétricas. El cuerpo principal del castillo, el llamado Patio de Armas, obedece a una planta cuadrada, de estructura claramente musulmana, de fines del siglo IX, etapa del Califato Omella de Damasco. Construcción muy similar al modo de actuar de los romanos, con un trazado regular, perfectamente cuadrangular, con torres reforzando los muros, ángulos y puertas, tanto las de la fortaleza como las del acceso a la Villa.

En la utilización del aparejo hay una clara diferencia: el empleo de sí sería en la Península en lugar del ladrillo. Muchas de las piedras graníticas pertenecientes a la Turgalium romana, fueron utilizadas para la construcción de la muralla y del castillo, de aquí, que de esta época sólo se conserven inscripciones funerarias y una acrópolis tras la Puerta de Coria.

La fortaleza de Trujillo tiene grandes semejanzas con la Alcazaba de Mérida, obra también del siglo IX: cuadrangular, simétrica, flanqueada por torres macizas adosadas al muro y material reaprovecharlo de los romanos.

También es muy parecida nuestra fortificación a la de Gormaz (Soria); y fuera de España, se parece al tipo de aparejo utilizado en Palestina, en el castillo de Qasr Harani: grandes bloques de piedra mal cuadradas y colocadas en hileras entre otras filas de piedras más pequeñas.

Tenemos dos partes diferenciadas, aunque corresponden a la misma época: el Patio de Armas, de planta cuadrangular; y el Albacar, de planta irregular, en forma de hexágono. El castillo tiene ocho torres que lo circundan y definen.

En principio se construirían el Patio de Armas, y unos 15 años después, el Albacar, imprescindible en caso de asedio, como ya he comentado.

Al primer recinto se accede por una puerta de arcos de herradura, del tipo califal, en el lado del Mediodía, defendida por dos torres albarranas, una defendiendo la puerta principal y otra la puerta del Albacar, al oeste.

Es un fuerte completamente hermético, no posee vanos, salvo las troneras del baluarte, es una construcción militar, sin ninguna otra aplicación.

Tiene una longitud el castillo de 146 metros, sin contar con las torres albarranas. Todas las torres son de planta cuadrada, rectangulares, macizas y de origen árabe. El acceso a las albarranas era facilitado por un pasadizo de madera.

Los árabes podían sorprender al enemigo por varios puntos a la vez, además, en la puerta principal, existen unos recodos con el fin de atacar a los cristianos por varios sitios minando así la iniciativa del ataque.

En el ángulo Noreste existe una coracha cortada por dos arcos para permitir el paso de un lado a otro. El castillo es una construcción militar, sin ninguna intención estética, aunque el artista que diseñó los arcos peraltados de esta zona tuvo otras intenciones que las puramente militares, pues el paso sería facilitado simplemente con abrir una oquedad.

En la Plaza de Armas hay dos aljibes. Construcción en mampostería y ladrillo. Uno de estos aljibes recuerda al existente en la alcazaba de la Alhambra de Granada.

El aljibe A, es de planta regular, geminado y con claraboyas superiores. Cubierto con bóveda de cañón, se comunica de un lado a otro por dos arcos de medio punto apoyados en columnas. Mide 9 metros.

El aljibe B: posee planta irregular. Dividido en ocho cámaras distribuidas en forma de “L”, las dos últimas de planta cuadrangular irregulares. Se comunican los compartimentos con arcos de medio punto y tienen estribos para reforzar las paredes contra el empuje del agua. Mide 12 metros y medio de longitud.

Este castillo constituye el núcleo y centro de la historia trujillana de la Edad Media y principios de la Moderna.

Fue declarado monumento histórico-artístico el 7 de abril de 1925.

Sufrió varias modificaciones a lo largo de los siglos.

Una vez que los cristianos toman la Villa trujillana: “Los freyles de las órdenes y el obispo de Plasencia prisieron a Truxiello, día de la Conversión de festo Pauli en enero, hera de mil y doscientos y setenta (1232)”[2]. Fortalecen las defensas de la Villa y del castillo. Construcción barba canas con sus torres semicilíndricas y tornearlas y casas-fuertes con sus troneras en las cercanías de las puertas de acceso a la villa.

La Puerta del Albacar se secó para hacer en ella una tronera, que permitía disparar cañones con seguridad, se perdió con motivo de las guerras con Portugal. En el Alcázar de Luis de Chaves, se firmó la paz con Portugal.

El castillo recibirá en el siglo XVI dos amplias construcciones. Una de ellas, es la construcción de un baluarte poligonal situado en el lienzo occidental del castillo. Se accede al mismo por un arco rebajado, próximo a la entrada principal del Albacar. En este baluarte, se conservan las anchas troneras para apostar en ellas los cañones.

La otra construcción es de gran importancia para los trujillanos, la capilla que hacia 1546 se construye en el muros de la fortaleza para colocar en ella un imagen de piedra de la patronal de la ciudad. La imagen es obra de Diego Durán, fue donada y pintada por Antón Torino y Juan Notario[3]. La obra de construcción de la capilla corrió a cargo de Sancho de Cabrera[4].

En 1583, Juanes de la Fuente, entallador, perfeccionó la escultura y en 1484 Juan Sánchez ya la tenía dorada y pintada[5].

En 1951 se construye otra nueva capilla, sustituyendo a la primitiva del siglo XVI en la torre del homenaje. La nueva capilla se construirá entre las dos torres que franquean la entrada principal del castillo. La Virgen de la Victoria, en 1912 quedó tal y como está ahora, en piedra, sin pintura.

La construcción de la muralla trujillana fue hecha de mampostería y sillería en las puertas y parte inferior de los lienzos y las torres, figurando algunos sillares aprovechados de época romana.

La muralla data de la misma época que el castillo, esta fortaleza la Sierra en la zona Norte. La muralla se refuerza con diecisiete torres dispuestas irregularmente, cuadradas o rectangulares y construidas con los mismos elementos que los lienzos. En la parte mejor conservada, la de poniente, aparece una coracha muy amplia que domina la situación por esta zona.

La villa contó con siete puertas de acceso al recinto murado. Se conservan cinco en la actualidad, modificadas en tiempos cristianos, así tenemos: la Puerta del Triunfo; la Puerta de la Vera Cruz; la de San Andrés; la de Santiago o del Sol; y la de la Coria. Han desaparecido, las puertas de “Herradura”, que no sufrirían modificaciones con posterioridad a 1232 hila de San Juan, destruida en su mayor parte durante la toma de Trujillo el 25 de enero de 1232 y reconstruida totalmente en tiempos cristianos, como reza en la decoración de una dovela que aún se conserva. Esta puerta fue destruida hace pocos años, alegando que se encontraba en estado ruinoso.

Posiblemente, por la Puerta del Triunfo entraron los cristianos en la definitiva conquista de la villa, en la festividad de San Pablo, allí están los escudos de las familias más importantes que intervinieron en la lucha: Añasco, Bejarano y Orellana. En su parte externa está el escudo de los Reyes Católicos. Es una puerta en arco apuntado con dovelas bien talladas. Se han perdido las dos torres musulmanas que flanqueaban la puerta.

La puerta de la Vera Cruz, llamada así por su cercanía a la iglesia románica del mismo nombre, oís cementerio de Trujillo, fue restaurada en el siglo XIII, coincidiendo con la construcción de la iglesia. De aquí partía la vía que conducía a Mérida y Badajoz. Por aquí iría la calzada romana que comunicaba Emérita Augusta con Turgalium en su trayecto hacia Cesar-Augusta (Zaragoza).

La Puerta de Coria, como su nombre indica, era la salida de Trujillo hacía Coria y su comarca. Es un sencillo arco apuntado, aún se conservan las quisieras de las puertas de madera que tuvo- han desaparecido las torres flanqueantes y las almenas que coronaban la puerta.

Las dos puertas mejor conservadas son las del Sol o de Santiago y la de San Andrés, recibiendo ambas el nombre de las iglesias que se construirían en sus proximidades.

La del Sol es una puerta flanqueada por dos torres, en tiempos cristianos de aprovechadas una como campanario de una iglesia románica y la otra, como torre principal del Alcázar de Luis de Chaves. Fue el acceso más importante a la villa. Es una puerta de medio punto modificada en tiempos cristianos. Están en ella las armas de los Altamirano y el escudo de los Reyes Católicos.

La puerta de San Andrés, en arco apuntado, descansa en impostas pometeadas y presentar remate almenado con coronamiento piramidal. Las torres cuadradas que la franqueaban y defendían han desaparecido.

3.2. Las mezquitas

Mucho se ha dialogado sobre la existencia de tres posibles mezquitas ubicadas en la villa, dos de ellas, y una extramuros.

En la Crónica de la Provincia de San Miguel de la orden franciscana, escrita por fray José de Santa Cruz, existe un relato de los orígenes del convento de San Francisco: “Por hacer merced y limosna a la Orden de San Francisco de la observancia, por la presente hacemos merced y limosna a la Provincia y Provincial de Santiago de la dicha Orden, de la mezquita que los moros tenían en Trujillo, para que en ella se haga el monasterio de la dicha Orden que la ciudad ha de hacer,…. Yo el Rey. Yo la Reina. Miguel Pérez Almansa.

Existía, por tanto, en tiempos árabes un arrabal extramuros. Tenemos constancia de su existencia por la situación de la mezquita y por el mercado que tenía lugar en la plaza del Azovejo, derivación del término islámico “Azoguejo” (lugar de mercado permanente).

Estamos ante la primera cédula de la ciudad extramuros que después se desarrollaría en torno a la Plaza Mayor, en la confluencia de los caminos que iban hacia la Villa: Madrid, Belén, Ánimas, Plasencia y Cáceres.

El otro centro comercial se ubicaba en la Villa, cerca de la Alberca.

La mezquita principal estaría en el interior del recinto amurallado. Las tropas cristianas entraron en Trujillo en 1232, purificaron la mezquita y la consagraron a María en el misterio de la Asunción, como ocurriría en 1236 en la Mezquita de Córdoba.

En el castillo, se plantea la hipótesis de la existencia de una posible mezquita, que permitiera a los árabes realizar los actos religiosos sin necesidad de salir de la fortificación. Tenemos constancia de su posible existencia por las crónicas trujillanas del XVI: “… En tiempo de la conquista de Trujillo, vino un caballero del solar de Pancorbo y de las gentes de los Tapias. Y en tomándose la Villa, una mezquita, que es la iglesia de San Pablo, la consagraron y pusiéronla el nombre de San Pablo y esta fue la primera parroquia que tuvo Trujillo…”.

En realidad la estructura de la fábrica de la ermita de San Pablo, corresponde al siglo XVII. La escrita fue construida en el siglo XIII a raíz de la Reconquista y restaurada en 1608 ampliamente: “Que don Jerónimo de Loaisa; faga reparar la iglesia de San Pablo en la fortaleza”[6]. La reparación corrió a cargo de Pedro de Alcántara por ausencia de Jerónimo de Loaisa. Finalizaron las obras el 12 de enero de 1618.

3.3. El aljibe de la Plazuela de Altamirano.

Cerca del mercado de abastos, en la Plazuela de Altamirano, estaba ubicado otro aljibe árabe. Se podría dar la circunstancia de que existiese una caza árabe en este lugar, como ocurre en Cáceres, en el palacio de las Veletas. Pero no tenemos restos fehacientes para apoyar esta afirmación. Además, al estar la Villa en su conjunto amurallada, los árabes podían coger el agua sin peligro. Además, era el castillo la morada del alcaide y la fortaleza.

En el Archivo Municipal de Trujillo hay noticias acerca de este aljibe, sobre cómo hay que sacar agua de él, y que se tapie en tiempos de guerra para que el enemigo que pase por allí no envenenase el agua en su direccional castillo, que era el punto estratégico más importante a tomar.

Es un aljibe de tracería árabe. Formado por tres naves sobre muros y seis arcos sostenidos por pilastras y terminados en tres bóvedas de cañón. Su altura es de 10 metros; su longitud de 13,15 metros; y su anchura de 12,10 metros.

Se podría fechar este aljibe en el siglo XII. Los aljibes del castillo son anteriores. El aljibe A, de finales del siglo IX; el aljibe B, es posterior.

3.4. La alberca

Del léxico árabe “Al-Birka”, significa depósito de agua. Servía para abrevar en pilas próximas a su acceso, a caballería y reses vacunas. Para el abastecimiento del agua a los Caños de San Lázaro y Campo de San Juan por medio de una extensa conducción subterránea y para surtir de agua a las puertas de los Descalzos y la alameda de la Plaza de la Encarnación. También ha sido utilizada como baño público.

Se ha limpiado varias veces. Con motivo de una de estas limpiezas se pudo medir: altura, 6,57 metros; anchura del vaso, 11 metros; longitud, 11,32 metros.

3.5. Edificios religiosos y casas-fuertes

En el escudo de Trujillo aparece la Virgen con el Niño en sus brazos, colocados encima de una muralla admirada y acostada de dos torres, como cuenta la leyenda que la Virgen vino a auxiliar al ejército cristiano en 1232.

Las construcciones que se llevan a cabo a raíz de la reconquista son de gran prestigio y están localizadas tanto en el interior del recinto amurallado como en el exterior.

En el siglo XIII se construirá un gran número de iglesias: la ermita de san Pablo; la iglesia de Santa María la Mayor, donde había estado sita la mezquita principal; la iglesia de la Vera Cruz y le iglesia de Santiago, dentro de la Villa; cerca del castillo, la ermita del Oreto; y en los arrabales o berrocal de Trujillo, la ermita de La Coronada, la de Nuestra Señora de la Cañada, para algunos autores, y para otros Nuestra Señora de la Luz; y la ermita de Papalbás (Belén).

Sobre la iglesia de Santa María la Mayor, sabemos que la construcción de su torre y ábside se había iniciado en 1186. Se observan claramente dos tipos de materiales empleados, la mampostería cree correspondería a una primera fase de edificación (ábside), y la posterior utilización de la sillería (torre y resto del edificio). Las obras quedarían paralizadas en 1196 y serían continuadas en 1232. De aquí se puede sacar otra conclusión gracias, además, al descubrimiento de una imagen de talla en la torre perteneciente a la época en que los cristianos reconquistaron Trujillo. La imagen estuvo en Santa María y en tiempos de la invasión francesa (1809) desapareció. Podemos conservar su fisonomía por un cuadro que hay en la sacristía de dicha iglesia. Por sus caracteres, es una imagen más antigua que la de La Coronada (primera mitad del siglo XIII).

La iglesia de la Vera Cruz esta destruida en gran parte aunque se conserva el ábside poligonal, la puerta de acceso y los arcos formeros de la única nave que tenía. La iglesia de Santiago es una bella muestra del arte románico en Trujillo que, aunque muy transformada en los siglos XV y XVII, conserva aún muy bien el ábside semicilíndrico y la torre-campanario, que antes había servido como torre maciza árabe para la defensa de la Puerta del Sol.

La ermita de Nuestra Señora de Belén dio origen a un poblado que se fue organizando en torno a ésta hacia el siglo XIV. La iglesia actual, costeada por el obispo Lasso de la Vega, sigue el prototipo de ermitas del XVIII: una nave de cinco tramos, cubiertos con bóveda de cañón y presbiterio cuadrangular.

A 10 kilómetros de Trujillo se construyó la ermita de La Coronada, templo de los templarios, construido en el año 1274, tal y como reza en una inscripción: MAESTRE GIL DE CUELLAR ME FECIT ERA MILE CCC ANNO DOCE (“El maestre Gil de Cuellar me hizo, era de mil trescientos doce. 1274”). El mismo maestro que construyó la capilla de San Pablo de la catedral vieja de Salamanca.

La primera noticia sobre construcciones realizadas en la primitiva plaza del mercado, hoy día Plaza Mayor, data del 18 de mayo de 1353. Aquel día se reúne el Concejo cerca de la iglesia de San Martín (ya estaba construida) para tratar del amojonamiento del Berrocal. No queda nada de la iglesia románica de San Martín, y menos aún de la ermita de San Clemente, construida hacia el 1350 en donde actual mente está el Parador Nacional.

La iglesia de San Martín de hoy vemos es una fábrica del tercer cuarto del siglo XVI, obra desistiría y mampostería. En la portada principal están las armas del prelado don Pedro Ponce, durante cuyo pontificado se hizo (1560-1573). También está el escudo del Concejo de Trujillo que contribuyo económicamente a la construcción de la iglesia. En las obras trabajo Sancho de Cabrera. Es una iglesia de una nave, cubierta de bóveda de crucería y terceletes con tracería de combados y el presbiterio ochavado.

Al tratar sobre las casas-fuertes, podemos decir que las mismas se organizan en el interior del recinto amurallado y en torno a la Plaza Mayor. Es aquí donde se levantan airosamente los grandes palacios trujillanos.

A raíz de la reconquista, los cristianos construirán una serie de casas-fuertes para albergar en ellas a las guarniciones que defendían el acceso a la Villa. Se localizan en las cercanías de las puertas de acceso, empotradas en el mismo lienzo de la muralla. Así tenemos: el Alcázar de Luis de Chaves; el Alcaraceño; el Alcázar de los Escobares; la casa-fuerte de los Bejaranos, etc.

Son recias construcciones, muy sencillas, de tipo militar, con sus torreones, algunos de ellos muy altos, como ocurre con el Alcázar de los Bejaranos, que defendían el Arco del Triunfo.

4. Conclusión

En 1430 tiene lugar la concesión del título de ciudad por Juan II. A partir de entonces, se van a llevar a cabo pocas construcciones en la Villa, eso sí las mínimas que se realicen serán muy importantes como, por ejemplo, el coro plateresco de la iglesia de Santa María, obra de Sancho de Cabrera; las reconstrucciones de algunas de las puertas de acceso la Villa o la construcción a finales del siglo XV de los conventos de la Coria y de las Jerónimas.

Durante el siglo XVI la ciudad de Trujillo traspasará sus antiguos límites y se extenderá fuera de la muralla. Se construirán numerosos conventos, templos y palacios. En el siglo XVII se orientan las obras más a la reparación y conservación de las fábricas que a la construcción de nuevos edificios.

No será hasta el siglo XIX cuando encontremos un movimiento expansivo urbanístico parecido al ocurrido en el siglo XVI.

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Archivos:

  • Archivo Parroquial de santa María la Mayor de Trujillo.
  • Archivo Municipal de Trujillo.
  • Archivo General de Castilla, Simancas.

Documentos particulares:

  • Documentos de don Juan Tena Fernández (Palacio de Orellana Pizarro).
  • Depósito de Antonio Rodríguez Moñino (Biblioteca Pública de Cáceres).

NOTAS:

[1] Archivo Municipal de Trujillo: 5-1-123.

[2] Anales Toledanos.

[3] A .M. T.: 1-1-11, 1531.

[4] A .M. T.: 1-2-4.

[5] A .M. T.: 1-2-10.

[6] A .M. T.: 1-4-2-26 de enero de 1608.

Oct 011988
 

José Antonio Ramos Rubio.

El propósito más importante al realizar este trabajo no ha sido otro que el de valorar a un personaje que fue juzgado severamente por sus contemporáneos y elevado en la actualidad como bien se merece, ya que fue el primero en iniciar la gran aventura americana.

Fue un hombre de profunda fe cristiana, como claramente lo demostró a lo largo de su vida tanto en sus cartas, relaciones de viajes, como en su testamento. Fue un experto marino y cartógrafo, Almirante del Océano y Virrey de las Indias.

Cristóbal Colombo, como era su verdadero nombre, que él latinizó en sus primeras cartas, según costumbre de la época, se presentaría en España con el apellido Colón; según su hijo, porque no quiso que sus descendientes fueran confundidos con los de otras ramas de la misma familia, por eso utilizó el origen romano de su nombre abreviándolo en Colón.

Se han barajado muchas hipótesis acerca del lugar de nacimiento de Colón cuando claramente nos dice él mismo en su testamento que había nacido en Génova[1]:«que, siendo yo nacido en Génova, les vine a servir (a los Reyes) aquí en Castilla y les descubrí al Poniente de tierra firme las Indias y las dichas islas sobredichas».

Además, en el mismo testamento, otorga algunos bienes a una serie de personas, todas ellas relacionadas con Génova o Portugal[2]:

“Primeramente, a los herederos de Jerónimo del Puerto, padre de Benito del Puerto chanceller de Génova, veinte ducados o su valor.
A Antonio Vazo, mercader genovés, dos mil quinientos reales de Portugal, que son siete ducados poco más.
A los herederos de Luis Centurión Escoto, mercader genovés, treinta mil reales de Portugal”.

Por tanto, Cristóbal Colón, nació hacia 1450 en Génova, en una casa de esta capital italiana se puede leer en la fachada: NUZLA DOMUS TITULO DIGNIOR/ HEIC/ PATERNIS IN AEDIBUS/ CHRISTOPHORUS COLUMBUS/ PUERITIAM PRINQUE JUVENTAM TRANSEGIT (“Ninguna casa es más digna de honor que ésta, en el hogar paterno, Cristóbal Colón pasó su niñez y su primera juventud»).

En el año 1461, a la edad de once años hizo su primer viaje por mar como grumete. Entre los años 1466 y 1476 se familiarizó con la navegación por el Mediterráneo adquiriendo una serie de conocimientos interesantes que le serían muy útiles para su gran empresa[3]. Cristóbal Colón fue un hombre inteligente, estudió geografía y astrología, siempre apasionado por las aventuras y las historias, algunas de ellas fantásticas, relacionadas con los grandes viajes, en una época en la que se inventa la tipografía (Gutemberg); se vuelve a dar importancia a la cultura clásica y a los escritores antiguos (Plinio, Estrabón), y se llevarán a cabo descubrimientos geográficos[4].

Los europeos interesados por la geografía utilizaban libros que trataban de Asia o de África. Es de destacar, ya desde el siglo XII, la escuela de cartógrafos de Mallorca, donde destacó Abraham Cresques, autor de un Mapamundi (1375). Así como los estudios de geógrafos árabes: Masudi, El Bekri y el mismo Edrisi, influyeron en la concepción cosmográfica del siglo XV.

De todas las descripciones de Asia, la más completa es la de Marco Polo, Colón poseía un ejemplar impreso del Libro de Marco Polo.

Colón en su juventud no se apartó mucho de Italia: Pavía, Génova. Sostenía la teoría de que África era circunnavegable, se podía llegar a la India costeándola. La ruta de las Indias había sido descubierta por los portugueses pero era larga y peligrosa. Colón pensó que el viaje por el oeste, atravesando directamente el Atlántico sería más corto.

Colón, antes de ir a España, pasó una parte de su vida en Portugal, llegaría a Lisboa por los años 1470 a 1472, por entonces acudían a Lisboa muchos extranjeros para rescatar noticias o hacer fortuna como miembros de las expediciones.

Aquí se casó con Felipa Moñis de Palestrello, de origen italiano, su padre fue gobernador de la isla de Puerto Santo, en otoño de 1479, fue el rasgo esencial del ascenso social de Colón. Colón, a raíz de este acontecimiento, tenía acceso a los numerosos secretos de Estado relacionados con la navegación por las costas de África y el Atlántico.

Recogía, asimismo, confidencias e informes de los marinos que hacían el descenso de la costa de África, por ejemplo, Martín Vicente, explicó a Colón que encontró un madero en el agua cuando navegaba a 450 leguas al oeste del Cabo de San Vicente.

Colón tenía los suficientes datos como para apoyar la teoría de la existencia de una ruta más corta hacia las Indias. Además de tener conocimientos suficientemente fehacientes sobre la Tierra como esfera que podía recorrerse de Oriente a Occidente, siguiendo a Ptolomeo; otras ideas de Plinio o Séneca de que era posible ir de Cádiz a las Indias, o las ideas de Estrabón de que el Océano rodea la tierra batiendo en el Oriente las costas de la India y en el Occidente las de Espala y Mauritania y muchas noticias procedentes de tierras occidentales y llegadas a las costas del mundo antiguo.

Cristóbal Colón propuso su teoría a los Reyes Católicos de España y, aunque en principio no le hicieron mucho caso, después de varias negociaciones, primero con la reina Isabel y después don Fernando, accedieron a financiar la empresa.

Guadalupe es acrópolis de la Hispanidad. Su Virgen, la Reina de las Españas por derecho indiscutible de Historia y por la influencia que ha tenido en la vida de España, especialmente en las relaciones con América: descubrimiento, conquista, culturización y evangelización[5].Tradicionalmente se ha mencionado una visita de Colón a Guadalupe en 1492, antes de partir en la gran expedición, con la finalidad de solicitar a los Reyes carabelas y tripulación[6]. Desde luego, los Reyes estaban por este año en Guadalupe, donde llegaron desde Granada, pero no creemos en tal visita pues es dudoso que Colón se ausentara de Palos cuando lo decisivo era su presencia allí. Los Reyes expidieron dos sobrecartas para que Juan de Peñalosa hiciera cumplir en Palos y Moguer lo que Colón solicitaba. Según el Padre Ortega, cuando Juan de Peñalosa llegó a estas villas, Colón abría pacífica y oficialmente la tabla de enrolamiento, alistándose voluntariamente un buen número de marineros[7]. Los documentos, por tanto, solo mencionan a Peñalosa, pero no hacen referencia a que Colón fuese a Guadalupe, Juan de Peñalosa fue como comisionado para que “vayades a la dicha villa e veades la dicha nuestra carta suso encorporada e la guardedes e complades y ejecutedes e fagades complir…”[8].

Una vez que los Reyes Católicos acceden a financiar la empresa, partió Colón el 3 de agosto de 1492 con tres carabelas de la barra de Saltes, poniendo rumbo al sudoeste, hacia las Islas Canarias, así comenzó la azarosa aventura, casi trágica, según nos cuenta Colón en su diario, hasta que por fin, el 12 de octubre de 1492 vio por primera vez las costas del Nuevo Mundo, era la isla de Guanahaní, Colón la bautizó con el nombre de San Salvador, una vez que tuvo conocimiento de que había descubierto un Nuevo Continente. Cristóbal Colón siempre tuvo el convencimiento de que había arribado a las Indias Orientales, pues tal fue el propósito de su viaje. Una vez hubo conciencia de que se había llegado a una nueva tierra, se exploró el Continente hasta dar con el paso que permitiera llegar a Oriente.

Esto es una prueba de la enorme importancia que el comercio con las Indias Orientales tenía para los europeos, importancia que no decreció por el hecho de haberse descubierto América. Es más, América sirvió de punto de partida y de base para numerosos viajes por el Pacífico y el Índico. Resulta también sintomático que dos de los países más dinámicos en la carrera de las Indias, Inglaterra y Holanda, creasen sendas Compañías comerciales con el sobrenombre de Compañías de las Indias Orientales.

Desde luego, es evidente la enorme trascendencia que tuvo para Europa el descubrimiento de América. No hace falta exponer la dimensión económica que supuso para España. Si el comercio de las especias con Oriente, en la mente del europeo estaba rodeado de una cierta aureola legendaria, América, aunque con un componente mítico y legendario importante, estaba más asociada psicológicamente con la rentabilidad inmediata, entre otras cosas, porque la explotación de los recursos americanos era una actividad dirigida por europeos (plantaciones, minería, ganadería). Por otra parte, América entra a formar parte de un sistema de circulación planetario.

Las dos primeras visitas que hizo Cristóbal Colón a Guadalupe, tuvieron lugar en 1486, la primera; y, en 1489, la segunda. La primera tuvo lugar después de haber sido constituida la Junta presidida por fray Fernando de Talavera que había de dictaminar sobre el proyecto presentado por el genovés.

Colón estuvo en Salamanca, donde la Junta celebró unas sesiones. De vuelta a Andalucía, hicieron estancia en Guadalupe. No es extraño que Fray Hernando de Talavera, prior de Valladolid, muy devoto de la Virgen de Guadalupe, hubiese contagiado su amor a la Virgen a Colón[9]. No olvidemos que Colón bautizó a una isla con el título de Guadalupe en 1493, en el segundo viaje.

Otra visita probable fue en 1489. Como ya he explicado, los Reyes Católicos en un principio no aceptaron financiar ni aprobar la empresa de Colón. Éste, volvió a Lisboa pues fue requerido por el rey portugués. No olvidemos que Colón había propuesto su teoría al rey de Portugal antes que a los españoles, pero las ideas de Colón no cuajaron tampoco en Portugal. Cristóbal Colón pensó marcharse a Francia y regresó a España a recoger a su hijo. Fue entonces cuando una serie de personas influyeron sobre la reina Isabel para ayudar a Colón en su empresa: fray Diego de Deza, el contador Quintanilla y el cardenal Mendoza. Así mandó despachar la reina sus letras «para Cristóbal Colón, mandándole sin dilación que para su corte se partiese”[10]. Los Reyes que estaban en Valladolid marcharon hacia Andalucía, en el canino pararon en Guadalupe donde se entrevistaron con Colón.

Posiblemente Colón, en la espera de los Reyes en Guadalupe, impetrara el auxilio de la Virgen, por haberle encomendado la suerte de la empresa, de aquí su devoción a la Santísima Virgen de Guadalupe[11].

América está también relacionada con Europa políticamente. Casi todos los acontecimientos políticos europeos de los siglos XVI, VII y XVIII, tuvieron su repercusión americana, e incluso esta proyección llegó a funcionar en sentido inverso. La revolución e independencia de los EE.UU., no fue sólo un conflicto entre Inglaterra y sus colonias: fue también un conflicto entre potencias europeas. Desde luego, no se puede pensar en la con formación del mundo actual sin América. Otro dato interesante es la nueva demanda generada por América al impulsar el comercio que hizo que la producción aumentase en volumen y en complejidad y, con la producción, los movimientos de capital, inversión y crédito.

En conclusión, América supuso, ante todo para Europa, un nuevo campo que ofrecía toda una serie de oportunidades inimaginables antes de 1492. Oportunidades tanto para los que cruzaban el Atlántico como para los que se quedaban. Ha que considerar que el Descubrimiento fue impulsado por la intención de encontrar una ruta nueva para alcanzar las Indias Orientales en el contexto de la carrera del comercio de las especias.

Cristóbal Colón regresaría a España a contar lo sucedido a los Reyes Católicos; llevaría a cabo otros tres viajes más, en el segundo (1493-1496), descubrió las Antillas y Jamaica. Para el tema que nos ocupa es muy interesante este segundo viaje. Colón de regreso a España, al verse en trance de muerte por el ímpetu de la tormenta que los acosó cerca de Santa María de las Azores ordenó, según se anota en el Diario con fecha 14 de febrero de 1493, “que se echase un romero que fuese a Santa María de Guadalupe y llevase un cirio de cinco libras de cera, y que hiciesen voto todos los que al que cayese la suerte cumpliese la romería”. Le tocó al Almirante, según él hace constar, «se tuvo por romero y deudor de yr a complir el voto», lo que nos pone en el punto de partida del tercer viaje de Colón a Guadalupe. Según don Juan Tena, camino de Guadalupe a Burgos, Colón pasó por Trujillo. Colón desde Sevilla se dirigió a Burgos para entrevistarse con los reyes, pero antes, pasó por Guadalupe a cumplir su voto. En el Libro I de Bautismos, códice 15, folio 1, se dice:

“Viernes XXIX desde dicho mes, se baptizaron xristoual e pedro, crisdos del sennor almirante don Xristomal Colon, fueron sus padrinos: de Xristobal Antonio de Torres e Andres Blasques, de pedro fueron padrinos el sennor coronel e sennor comendador Varela e baptizolos Lorengo Fernandes capellán”.

Por tanto, cuando Colón vino a Guadalupe en 1496 se bautizaron dos criados suyos. Colón ofreció a Nuestra Señora una lámpara de plata y varias joyas de oro (como aparece en el Libro de bienhechores de Guadalupe, manuscrito 90 del Archivo Real Monasterio de Guadalupe).

Cristóbal Colón, tenía una gran devoción a la Virgen de Guadalupe, no olvidemos que en su segundo viaje, impuso el nombre de Guadalupe a la isla Turuqueira, en las Antillas, el 4 de noviembre de 1493.

Así pues, Colón visitó Guadalupe tres veces, dos anteriores a la partida de 1492 y la tercera en 1493, de regreso del segundo viaje.

Cristóbal Colón llevó a cabo otros dos viajes más al Nuevo Mundo, el tercero (1498-1500), descubriendo la Trinidad y la desembocadura del Orinoco. Algunos historiadores no mencionan el cuarto viaje, en el cual recorrió la América Central creyendo que se trababa del Quersonero de Oro (sureste de Asía), de 1502 a 1504.

Después de este cuarto viaje, ya no realizaría ninguno más el Almirante. Muchas fueron las razones que llevaron a Colón hacia la muerte. Dice W. Irving: “Lo que se negó a su mérito, se concedió a sus infortunios; y hasta los envidiosos, apaciguados a la vista de tantos reveses, parecían perdonarle el que una vez hubiese gozado de tan altos triunfos”[12].

Tuvo problemas con Ovando, ya que éste realizaba de vez en cuando algunas carnicerías contra los indios. Colón se quejó varias veces a los soberanos por carta, pero fueron enviadas en vano. Cristóbal Colón fue criticado y abandonado por sus contemporáneos. Estas razones y la enfermedad que padecía (dolores de gota), le llevaron a la muerte.

Una carta que manda Colón desde Sevilla a su hijo Diego, es muy explícita: «Vivo de prestado. Poco me han servido veinte años de trabajo y peligros, pues al presente no tengo techo que me cubra. Si deseo comer, tengo que recurrir a una posada, y las más veces me falta con qué pagar mi escote».

Colón, en medio de tantas desventuras no se olvidó de sus marineros, y velando por aquellos escribió varias cartas a los soberanos; en una de ellas decía: “Son pobres, y hace ya cerca de tres años que salieron de sus casas. Han arrastrado infinitos trabajos y peligros, y traen nuevas invaluables, por las que sus majestades debían dar gracias a Dios y regocijarse”. Muchos de estos hombres habían sido sus enemigos, e incluso, cuando Colón y Ovando no se llevaban bien, el Almirante regresó a España y sólo le acompañaron, su hijo Diego y algunos marineros fieles.

Un terrible suceso vino a ensombrecer las esperanzas que tenía Colón por aquellos días de abandono, fatiga y dolores de gota, fue la muerte de la reina Isabel en Medina del Campo el 26 de noviembre de 1504, una de las pocas personas en las cuales tenía Colón puestas todas sus ilusiones. El día 19 de mayo de 1506 hace testamento nuestro almirante, en la entonces villa de Valladolid. Murió el día 20 de mayo de 1506 acompañado por sus más fieles amigos, sus hijos Diego y Fernando y su hermano Bartolomé. Fue abandonado en los últimos años de su vida el hombre que tanta gloria diera a España, al final de tan penosa jornada sólo se preocupó de salvar su dignidad y su nombre. Sus ultimas palabras fueron: «En tus manos Seño encomiendo mi espíritu».


NOTAS:

[1] “Cristóbal Colón, los cuatro viajes y su testamento”. Bilbao: Ed. Cultura y Progreso S.A., 1977, p. 159.

[2] Ibídem, p. 173.

[3] PAULETE, José: «Cristóbal Colón: El Descubrimiento de América (I)», en: Diario de Extremadura, 16-6-1988, p. 32.

[4] RAMOS RUBIO, José Antonio: “Cristóbal Colón, el gran iniciador de la aventura americana”, en: Diario Extremadura, 20-5-1988, p. 5.

[5] GARCÍA, Sebastián: “Guadalupe, cita de fe y de arte”. Barcelona, 1985, p. 32.

[6] FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, M.: “Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV”. Madrid, 1955, t. II, p. 282.

[7] ORTEGA, P. Ángel: “La Rábida, historia documental y crítica”. Sevilla, 1925, t. II, p. 159.

[8] RAMOS, D.: “Visitas de Colón a Guadalupe”, en: Rev. Guadalupe, núms. 674-675, p. 19.

[9] FERUMEZ, Fidel: “Fray Hernando de Talavera, confesor de los Reyes Católicos y primer arzobispo de Granada”. Madrid, 1942.

[10] DE LAS CASAS, Bartolomé: “Historia de las Indias”. México, 1951. Libro I, cap. XXX, p.1del tomo I de la edición de Agustín Millares.

[11] RAMOS, D.: “Visitas de Colón a Guadalupe”, en: Rev. Guadalupe, núms. 674-675, p. 25.

[12] IRVING, Washington: Vida y viajes de Colón. Madrid, 1983. Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 401, p. 171.

Oct 011988
 

Ángeles Quesada Durán.

La ciudad es el reflejo de las personas que viven en ella, expresa su sentir, su personalidad y modo de vida de dichos habitantes.

La ciudad, con el aspecto que adopta en las diferentes épocas o etapas por las que va pasando, por encima de las variaciones que va sufriendo, les iguala un denominador común: su historia y la del hombre se identifican. Para que sean comprendidas no se pueden separar.

El plano de una ciudad se ha ido configurando poco a poco a través de fases de expansión urbana. En el presente estudio se ha creído oportuno dividir en siete fases: romana, musulmana, siglos XIII-XIV, siglos XV-XVI, siglos XVII-XVIII, siglos XIX y XX.

A la hora de realizar un estudio de tipo urbano es imprescindible analizar la situación y emplazamiento del núcleo y los factores que lo condicionan. Posteriormente pasaremos a estudiar la morfología y la trama urbana (en cada fase de expansión) que darán como resultado el plano urbano.

Cada etapa refleja unas determinadas funciones urbanas que son las impulsoras y las que condicionan la forma que van adquiriendo plano.

INTRODUCCIÓN

Situación y emplazamiento: factores determinantes

Existen una serie de factores que determinan la situación y el emplazamiento de un núcleo de población y condicionan su posterior evolución y desarrollo.

Un grupo de personas que se establecen en un lugar concreto por un motivo o una serie de motivos que les impulsan a tomar esta determinación (presencia de agua, carácter defensivo, etc.), y una serie de factores que inciden en el desarrollo del asentamiento primitivo (relieve, vías de comunicación, movimiento de la población, etc.).

Estudiamos la situación, porque es el espacio concreto y material sobre el que la ciudad se asienta. Es la topografía, el soporte físico, que desde su fundación y a lo largo de su historia va a condicionar, en buena medida, su paisaje urbano y su desarrollo espacial.

El emplazamiento es el entorno geográfico más amplio en el que la ciudad se enmarca y en relación al cual se organiza. Hace referencia a las condiciones generales que rodean la ciudad (ríos, naturaleza del suelo, vías de circulación, etc.).

Localización de la zona o área de estudio

La ciudad de Trujillo se localiza en el oeste peninsular, en la submeseta sur, en la región de Extremadura Central, y está situada en el centro-sur de la provincia de Cáceres.

Tomando como punto de referencia la plaza mayor de dicha ciudad, sus coordenadas geográficas son: Latitud, 39º 27´ 40” N / Longitud, 2º 31´ 30” W.

img01Síntesis geológica

La ciudad se levanta sobre un batolito granítico que tiene una extensión de 35-40 km.2 y una forma superficial aproximadamente elíptica, estando su eje mayor en dirección N-S, y localizándose su centro en la ciudad de Trujillo.

El batolito emerge y queda encajado en una llanura antigua (2.000 km.2 aprox.), constituida por materiales precámbricos, lo que da lugar a que en la zona de contacto entre el granito y los materiales precámbricos se origine una aureola de metamorfismo acusado.

img02En el centro del batolito (donde se levanta la ciudad) encontramos un granito aplítico, es de grano medio-fino, a veces microgranoto, con componente de mica, que resulta ser una roca compacta y dura. Rodeando este granito aplítico esta otro de tipo porfídico que constituye el borde externo del batolito. Rodeando el plutón granítico se desarrolla una aureola con un metamorfismo de contacto progresivo que da lugar a la aparición de pizarras mosqueadas.

El contraste entre el granito y el precámbrico y el granito, es mar carísimo del paisaje: el primero está formado por moles quedan al paisaje un falso carácter montuoso, y el segundo, da origen a terrenos totalmente llanos.

img03El hecho de que Trujillo se sitúe sobre una masa granítica inducirse claramente sobre su paisaje urbano de varias formas. Las edificaciones han tenido que adaptarse a las floraciones rocosas en una especie de forcejeo, resultando en ocasiones vencedor el material subyacente, así, por diversas calles encontramos este material aflorando a la superficie (Lanchuelas, Arco de Santiago, etc.). El granito es material predominante en las edificaciones trujillanas desde tiempos prehistóricos (monumentos megalíticos), pasando por las civilizaciones romana y musulmana (castillo y murallas), renacentista (palacios), hasta hoy. Pero no solamente en edificaciones se gusta esta roca, sino también en monumentos y elementos de ornato público (fuentes, cruces, royo, e incluso la misma Virgen de la Victoria).

Hidrología

No se puede decir que las rocas intrusitas sean del todo impermeables ya que generalmente forman cuerpos separados. Los granitos tienen un alto grado de consolidación y de aquí su escasa permeabilidad. Pero a veces presentan una permeabilidad relativa debido a la frecuente existencia de fracturas, que puede llegar a formar redes suficientemente densas como para constituir acuíferos, si bien estos serán generalmente mediocres y superficiales.

Como rasgo particular de este granito que encontramos en Trujillo, al incluir en su composición lítica granos de cuarzo, hay que destacar la formación de suelos sobre estos cuerpos intrusitos y en sus bordes que, dada su buena permeabilidad intergranular constituyen, a pesar de su poco espesor, acuíferos a tener en cuenta.

Dadas estas características, entró y yo encontramos escasos pozos y manantiales, estos generalmente situados en zonas donde la roca granítica está más degradada. De esto se deduce la presencia y proliferación de aljibes para recoger el agua de lluvia que debido a la impermeabilidad de la roca puede ser perfectamente conservada.

Trujillo se encuentra a 43 km. del río Tajo por el norte y a 90 km. del río Guadiana por el sur. La presencia de cursos de agua cercanos a la ciudad es prácticamente inexistente. Los más cercanos se encuentran a cierta distancia rodeando el batolito sin penetrar en él, por el noreste circula el río Merlinejo, y hacia el sureste luche el río Almonte. A pesar de estos, una serie de arroyos y regatos penetran en el batolito, con la característica de ser intermitentes, es decir, permanecen secos durante el estiaje.

Una vez visto esto, es fácil deducir que la ciudad de Trujillo no es precisamente rica por la presencia de agua, factor fundamental para la subsistencia de la población.

Organización topográfica

Una amplia zona aplanada constituye la penillanura cacereña que destaca por su monotonía topográfica. Mantiene una altitud oscilante entre los 400 y 500 metros de altura que es interrumpida por el resalte granítico a modo de monte-isla, donde se emplaza la ciudad de Trujillo con una cota máxima de 584 metros de altura.

img04Observando las curvas de nivel (gráfico), vemos que la ciudad se sitúa en el punto más elevado de la zona, a partir de éste las alturas descienden y no van a ser superadas.

Realizando una serie de cortes topográficos en diferentes direcciones (norte-sur y oeste-este) se puede observar cómo el relieve difiere seriamente entre una zona y otra. Al superponer los cortes se ve perfectamente como en la dirección norte-su se mantienen prácticamente las mismas alturas excepto en el resalte en que se encuentra la ciudad. Pero de oeste-este se observa como el terreno desciende hacia el oeste y asciende hacia el este. Centrando la tensión en el monte-isla ocupado por la ciudad, se ve de forma clara como las pendientes son más suaves en el norte y sur, moderadas en este y fuertes hacía el oeste. Esto determinará el desarrollo de la ciudad.

Vías de comunicación

Trujillo se encuentra en una encrucijada de caminos. Aquí confluyen los caminos de Plasencia, Madrid, Logrosán, Badajoz, La Cubre y Cáceres. Esto proporciona a la ciudad una función comercial y de tránsito.

img05Movimiento de la población

 

La población o número de habitantes que posea un núcleo y su movimiento (defunciones, nacimientos, emigración, inmigración) es un factor importante y a tener en cuenta para comprender el desarrollo espacial de dicho núcleo.

Resulta prácticamente imposible cuantificar la población existente en cada época (anterior a la aparición de los censos de población).

El primer censo se realizó en 1717, se denominó “vecindario”, y consistió en un recuento de vecinos. De parecidas características son los censos de 1768 y 1787. En el siglo XIX se llevan a cabo censos en los años 1822, 1826, 1846 y 1850. Estos fueron realizados con fines fiscales y militares. El primer censo moderno este 1857, a partir de este año se realizan censos cada diez años.

De épocas anteriores a los censos tan sólo podemos intuir cuando se producen descensos de población (motivados por epidemias, entierras, emigraciones, etc.) y cuando la población experimenta una expansión (motivada por oleadas de inmigrantes, desarrollo económico, etc.).

El hecho de traer a colación la cuantificación numérica de la población, es para localizar cuando se producen expansiones y regresiones de la misma que irán íntimamente ligadas al desarrollo espacial de la ciudad.

img06

La evolución de la población trujillana, a grandes rasgos sería la siguiente: el número de habitantes va ascendiendo numéricamente desde que se instalaron las tribus aborígenes hasta la época musulmana en la que se alcanzó un primer punto culminante. En tiempos de la Reconquista debió haber un estancamiento en el crecimiento producido por las continuas guerras. A finales del siglo XV y principios del XVI la población volvió a descender por la emigración hacia el Nuevo Mundo. Entre mediados del siglo XVI y XVII aumentó de nuevo la población por causa del regreso de los emigrantes y llegada de inmigrantes atraídos por el florecimiento de la ciudad. La población recae hasta entrado el siglo XVIII a partir de donde comienza a ascender, esto continúa así hasta mediados del siglo XIX que se produce un estancamiento que dura hasta finales del siglo. A principios del XX hay un gran crecimiento de población hasta mediados del siglo (población máxima alcanzada por Trujillo), desde entonces la población se estanca con un ligero bache en 1970, punto a partir del cual la población comienza a descender.

Una vez analizados los factores que inciden sobre la situación y el emplazamiento de la ciudad, veamos cómo inciden en su desarrollo:

Trujillo se encuentra emplazado sobre una colina dominando una amplia zona que se extiende a sus pies. Este determinado emplazamiento responde a una función militar y de control del territorio, así como defensiva que tuvo en sus orígenes.

La falta de adecuación del emplazamiento primitivo para las necesidades de vida moderna y el cambio de función que experimentó la ciudad en época renacentista, y más concretamente en el siglo XIX, unido a que el núcleo primitivo es incapaz de hacer frente a las necesidades de espacio urbano y albergar un número creciente de habitantes, por todo ello hubo que buscar un nuevo asentamiento extramuros y dar un giro a las funciones del primitivo emplazamiento.

img07La ciudad se va extendiendo hacia las zonas de menor pendiente, en las que se hace más fácil el desarrollo de las actividades urbanas, sobre todo en lo que se refiere a los accesos.

Trujillo tuvo en el pasado y lo ha transmitido hasta nuestros días una situación de encrucijada, de lugar de confluencia de vías de comunicación. Dichas vías se encuentran y confluyen en las zonas más bajas y llanas de la ciudad, donde se hace más factible el acceso.

Como ya se ha mencionado, Trujillo en sus orígenes fue ciudad defensiva, cualidad que le viene dada por el relieve, así que dicho emplazamiento fue elegido por este motivo. Uno de los motivos claves que condicionan el establecimiento de una ciudad es la presencia de agua, al escasear en Trujillo este elemento, se puede deducir que esta ciudad no se estableció teniendo en cuenta ese punto de partida. Pero se tuvo en cuenta un elemento que es origen de muchas ciudades, como es ser punto de encrucijada de caminos.

ETAPAS DE EVOLUCIÓN DEL PLANO DE LA CIUDAD

Asentamiento prehistórico

Existen noticias, y determinados restos las confirman, de que el roquedal trujillano, en época del Cuaternario estuvo habitado por un activo aborigen.

La vida de estos pobladores giraba en torno a la caza y la pesca, por este motivo habitaban en las márgenes de los arroyos y en abrigos del berrocal. Esto sucedía durante el Neolítico. A esta época pertenecen construcciones megalíticas que se localizan en las cercas de los Toros, de los Calderones, de la Tercera Orden, de Castrejos y del Avión. Son restos de poblados que fueron habitados por los clanes o tribus indígenas, éstas se instalaban en las partes más bajas del resalte granítico.

Poblamiento romano

Trujillo fue Villa importante del Imperio Romano desde el año 206 a.C. hasta el año 414 de la era cristiana. Los restos epigráficos nos hablan de la importancia de esta población.

img08La civilización romana desarrolló y consolidó tres modelos de morfología y estructura del plano urbano: modelo irregular de calles tortuosas y estrechas; modelo radiocéntrico; y modelo en damero. No nos queda ningún indicio del tipo de plano emplearon los romanos en Trujillo.

Los romanos tomaron la ciudad de Trujillo como punto estratégico con un fin militar y defensivo, por ello construcción en el solar donde hoy se encuentra castillo una fortificación que les servía de guarnición. Se trataría de una ciudad-campamento.

De la presencia romana nos queda una necrópolis situada en la banda de poniente casi unida a la muralla en dirección a la puerta de la Coria. Esta necrópolis estaría separada del núcleo de doblamiento, ya que los romanos realizaban los enterramientos en un lugar alejado de su residencia.

Estos son los únicos restos importantes que dejó la presencia de la civilización romana en la ciudad de Trujillo. De ello se deduce que se instalaron en la zona donde actualmente está el castillo, y la zona de la necrópolis serían las afueras de la ciudad.

Ciudad musulmana

Trujillo estuvo dominado por los musulmanes desde el año 714 hasta 1232, año en el que la ciudad fue reconquistada por las órdenes militares y el obispo de Plasencia.

Los árabes aprovecharon la construcción defensiva levantada por los romanos, la remodelaron y quedó como actualmente se puede ver aunque con algunas modificaciones de etapas posteriores.

img09Los musulmanes se establecieron en Trujillo con una finalidad defensiva y militar, por ello levantaron, como ya se ha dicho, la fortaleza y construyeron un muro o muralla alrededor de su ciudad para hacer frente a los ataques enemigos. Estas murallas fueron construidas en los siglos X y XI. Para poder acceder a la ciudad amurallada se abrieron una serie de puertas que eran custodiadas por torres defensivas.

El plano de la ciudad musulmana es caótico, anárquico y completamente desordenado, no sé si que un diseño concreto.

Este desorden místico lo impone el “adarve”, que consiste en una serie de edificaciones formando estrechas calles que se abren a un callejón común es derecho y angosto, éste solamente tiene una apertura. Presenta una gran dificultad para la circulación interna debido a lo compacto que resultan.

La casa musulmana es de mala calidad (de ahí que no se conserven en nuestros días). No tiene apenas vanos ni aperturas. Los musulmanes sólo salen de sus casas para asistir a las funciones comerciales y religiosas. Las casas tienen terrados con una doble función: sirven de aljibe y para contemplar los espectáculos.

La ciudad árabe se forma a partir de un núcleo central o “medina” en torno al cual se desarrollan los elementos claves de esta.

Los “zocos” son los centros comerciales, se denominan “azoguejo” o “mercadillo”. Eran pequeñas plazoletas que se formaban por el cruce de varias calles, y aquí se desarrollaba la actividad comercial. En esta época había un gran progreso de la ganadería y el comercio, por ello la existencia de dos centros comerciales: uno se localizaba donde actualmente está la parroquia de San Andrés, era el mercado de abasto; el segundo mercado se situaba en la zona que hoy ocupa la plaza mayor, era una feria de ganado y por ello se encontraba afuera de los muros de la ciudad en la confluencia de los caminos de Madrid, Plasencia y Cáceres.

Otro aspecto importante de la ciudad lo constituyen los lugares destinados al baño público (herencia romana). La “alberca” era lugar destinado para este fin. Esta palabra que proviene del léxico Al-birka, hace referencia a la piscina que es depósito de agua y sirve para bañarse.

Los “aljibes” eran obras ideadas por los árabes para recoger el agua de la lluvia y utilizarla en tiempos de sequía, dada la escasez de agua en la zona. Encontramos varios aljibes entre los que cabe destacar los del castillo y los de la Plaza de Altamiranos.

La “mezquita” era el centro de poder religioso, se situaban en lugar donde actualmente está la iglesia de Santa María.

Muy característico de las ciudades musulmanas era la creación de “arrabales” fuera de los recintos amurallados. Arrabal, quien un sentido jerárquico superior a barrio. Cada barrio se organiza en función de sus creencias y se define por una dedicación específica.

La ciudad musulmana de Trujillo tuvo un arrabal de extramuros, éste comienza a formarse desde de dos puntos diferentes: uno, saliendo del Arco de Santiago donde se encontraba el lugar destinado al mercado de ganado; y el segundo, debido a la creación de un zoco extramuros que sustituyó al de la plaza de San Andrés y se situó en la Plazuela del Azoguejo (arteria importante de tránsito).

Así se crea un arrabal que tendrá los elementos propios de la ciudad musulmana. Como ya se ha mencionado, el zoco se sitúa en la Plazuela del Azoguejo. La mezquita estaría en el lugar donde posteriormente se levantó la iglesia de San Francisco.

Todo ello hace suponer que el arrabal se localizaría de este el Arco de Santiago bajando a la Plaza Mayor, Calle Tiendas, Cuatro Esquinas y Carnicerías, donde tendría su inicio y se prolongaría hacia las calles Nueva, Herreros y San Francisco.

Fuerza de lo que sería el arrabal, existen indicios de lo que pudieron ser elementos árabes. Tenemos noticias de la “atalaya” (torre defensiva), se situaría en lo que hoy son las traseras del Parador Nacional. Podría haber sido una torre de vigilancia desprendida del recinto amurallado a modo de avanzadilla. Al final de la calle Garciaz y cerca del camino de Plasencia se encuentra la fuente Almohada.

La ciudad de los siglos XIII-XIV. Cristiana-Medieval.

La ciudad de Trujillo fue reconquistada en el año 1232, y desde aquel momento pasó a ser cristiana. En 1234 se le concedió la categoría de Villa Realenga.

img10En la Reconquista participaron familias nobles (Añascos, Bejaranos, Altamiranos, etc.) que una vez tomada la ciudad se asentaron en ella ocupando los cargos más relevantes y comenzaron a construir sus casas palaciegas.

Ante esta época son el Alcázar de los Bejaranos, y empiezan a levantarse el Alcázar de los Altamiranos y el Alcázar de Luis de Chaves el viejo. Como su mismo nombre indica, son construcciones de carácter militar y defensivo, realizadas apoyadas sobre la muralla a la que se refuerza.

Trujillo durante esta etapa continuó teniendo un carácter defensivo, como queda atestiguado por los datos anteriores. Se consolido la fábrica y organización de la fortaleza-castillo, y en el siglo XIV las murallas que rodean la Villa fueron construidas y reforzadas mediante la construcción de edificios palaciegos.

La ciudad de Trujillo comienza a tomar una función religiosa. Ya en el siglo XII se había comenzado a construir el convento de San Miguel con el fin de servir de oposición a la influencia morisca. Sobre la mezquita de intramuros comienza a construirse la iglesia de Santa María. Al lado de una de las puertas de la ciudad se edifica la iglesia de la Vera Cruz. Como colofón de símbolo de cristiandad, en el patio del castillo se construye la iglesia de San Pablo.

Las calles medievales son estrechas y tortuosas al tener que ir adaptándose a las irregularidades del terreno. Uno de los ejemplos más claros de cómo eran estas calles lo encontramos en la calle de la Garguela.

Hasta mediados del siglo XIV el desarrollo urbanístico se desenvuelve dentro de las murallas, donde se construyen casas solariegas pertenecientes a las personas relevantes de la época. Pero a partir de entonces las murallas dejan de ser obstáculo para el desarrollo urbano y comienzan a levantarse las primeras edificaciones fuera del recinto.

En el último cuarto del siglo XIV las casas consistoriales se trasladarán desde el interior de la Villa a la zona que fue mercado en época árabe y que actual mente es la plaza Mayor.

Las construcciones religiosas son puntos determinantes hacia los cuales se dirige el crecimiento de la ciudad. Comienza levantarse la parroquia de San Martín en el área del mercado. Al lado de lo que fue la mezquita de extramuros se construye la capilla de Nuestra Señora de la Gía, en el lugar donde se cruzaban los caminos de Castilla y Sevilla, era parada de oración obligatoria para los caminantes que pasaban por la ciudad.

Una vez conquistada la ciudad, comienza a llegar población judía. No se sabe si vinieron con los caballeros a la conquista, o si lo hicieron a saber que había sido conquistada la ciudad. Estos judíos se instalaron al lado de lo que fue el arrabal árabe e incluso ocuparon parte de este. El arrabal judío ocuparía, aproximadamente, las calles del Gurria, Chupete o Pozuelo (hoy desaparecida), Zurradores y Sillerías.

El área arrabalera se fue ampliando.

Ciudad renacentista: siglos XV y XVI.

Trujillo pasó de ser Villa Realenga a la categoría de Ciudad. Este título se lo concedió Don Juan II por Real Cédula en Astudillo el 12 de abril de 1430 y confirmado en Zamora en 1432.

img11Durante el Renacimiento se producen cambios en algunos componentes del paisaje urbano, para adaptar la ciudad a las nuevas exigencias económicas y políticas.

Se concede gran interés al mundo clásico, la ciudad renacentista es la síntesis de la ciudad hispano-musulmana. Se acentúa el gusto por el señorío y la sobriedad.

En la ciudad de intramuros se forman los tejidos medievales y aparecen nuevas tipologías de edificaciones con grandes repercusiones urbanísticas.

Se terminan de construir algunos edificios iniciados en épocas anteriores como el Alcázar de Luis Chaves el viejo y el Alcázar de los Altamiranos.

La marcha de familias al Nuevo Mundo y el posterior regreso de éstas enriquecidas repercute directamente sobre el urbanismo. Se comienzan a construir dentro de los muros palacios y casas solariegas sobre los antiguos tejidos medievales. A modo de ejemplo se pueden citar el palacio del Marqués de Lorenzana, la casa de Hinojosa Vargas, la casa-fuerte de los Escobar, etc.

Dentro de las murallas se instalan conventos de religiosas como el convento de las Jerónimas y el convento de la Coria. Se construirán más iglesias que darán fe del impulso que la religión cristiana está adquiriendo y del poder eclesiástico, se trata de la parroquia de San Andrés (sobre el lugar que ocupó el mercado árabe) y la iglesia de Santiago, ambas situadas al lado de las respectivas puertas de la ciudad.

Prolifera el gusto por las plazas y los espacios abiertos que en la Villa se manifiestan con la creación de diversas plazas y plazuelas (Plazuela de Santa María, Plazuela de los Moriscos, etc.). Las calles continúan esta misma línea de espaciosidad y amplitud (Calle de los Naranjos, Calle de Palmas, etc.).

Las primeras transformaciones urbanas se realizan a finales del siglo XV con los Reyes Católicos. Se organiza un nuevo tejido urbano extramuros en torno a la Plaza Mayor. El proceso de salida de intramuros se hace intentando buscar urbanizar el espacio exterior. El espacio vinculado a la puerta atrae al agente y se convertirá en Plaza Mayor. En las ordenanzas de los Reyes Católicos se dice que una plaza debe ser rectangular, cerrada, soportalada, etc. Las plazas mayores tienen elementos definitorios: son lugares de comercio, reunión y diversión.

En la plaza se instalaron las Casas Consistoriales ya en el siglo XIV, y en el XVI se costó entre el Palacio Municipal (Ayuntamiento Viejo). A su lado se instala el Archivo de Escribanos, la Cárcel Real (Cañón de la Cárcel) y una serie de edificios públicos. Se levantan casas solas griegas y palacios, entre otros son la Casa de la Cadena, el palacio del Marqués de Piedras Alvas, el palacio del Marqués de la Conquista, etc.

Elemento imprescindible en la Plaza Mayor es el representante de la función religiosa expresado en la parroquia de San Martín.

Las construcciones religiosas se multiplican fuera de las murallas, la instalación de estas iglesias darán origen a la creación de un arrabal a su alrededor. Como ejemplos podemos citar los siguientes:

  • Parroquia de San Martín: arrabales San Martín.
  • Parroquia de San Clemente: arrabal de San Clemente.
  • Parroquia de Santo Domingo: arrabal de Santo Domingo.
  • Convento e iglesia de San Francisco: arrabal de San Francisco.
  • Ermita de la Virgen de la Piedad: Arrabal de la Piedad.

Aparte de estas, encontramos construcciones religiosas aisladas: convento de la Merced, ermita de San Lázaro, convento de la Encarnación, etc. La instalación de estos centros religiosos es lo que marca el desarrollo del plano de la ciudad y los que determinan las áreas de expansión urbana.

Existió un Calvario que iba desde lo que hoy es la calle de las Cruces hasta la ermita de San Lázaro.

Un capítulo muy importante de la vida de la ciudad renacentista lo constituyen los gremios artesanales. Eran grupos de artesanos que se instalaban en calles de tal forma que cada oficio o gremio ocupaba una calle en las que realizaban sus tareas artesanales. Los determinados oficios de estos dieron nombre a estas vías. Pasaron a llamarse calles de cambrones, Herreros, Romanos, Olleros, Carnicerías, Tiendas, Sillerías, Ballesteros, Zurradores, etc.

Como algunos de estos oficios eran impropios para ser realizados dentro de la ciudad, sobre todo en lo que se refiere a la preparación de los materiales, se tenían que desarrollar fuera de los límites urbanos. Aparecerá la Charca de los Barreros, donde se preparaba el barro para después el laborar los útiles de este material; ésta se localizaba donde está el barrio del Milinillo. Las Tenerías eran edificaciones donde se preparaban y cordial las pieles, estaban situadas en el campo de San Juan. El grano era convertido en harina en molinos que se localizaban en pequeños promontorios muy alejados de la ciudad (molineta y molino de viento).

A mediados del siglo XVI, Enrique IV premió la lealtad de Trujillo otorgando a esta ciudad el privilegio de Mercado Franco en los jueves de cada semana. El mercado en un primer momento tuvo como lugar de celebración la Plaza Mayor, pero al resultar pequeña para este fin, se trasladó a la Plaza de la Encarnación en 1581, el Royo o Picota (símbolo de jurisdicción civil y criminal) que se encontraba en este lugar tuvo que ser trasladado al Campillo (1585). Debido al establecimiento del mercado en esta área, la calle encarnación se pobló de posadas y mesones para dar aposento a los transeúntes.

Para hacer frente a las exigencias sociales hubieron de crearse diversas instituciones: hospitales (Espíritu Santo, de la Caridad, etc.), casa de comedias, alhóndiga (depósitos de grano), matadero, casa de expósitos, casa de la preceptoría de estudios, lavadero público (estanque de San Lázaro), etc.

Como ya se mencionó para la ciudad de intramuros, un aspecto que caracteriza la ciudad renacentista, es la apertura de plazas y espacios amplios. En la ciudad de extramuros también se desarrollan estas plazas y plazuelas, entre otras podemos destacar las plazuelas de Guadalupe, Altozano, San Judas, Quiroga, etc.

En torno a la Plaza Mayor y cerca de la ciudad amurallada se verifican casas palaciegas entre las que destacan la casa de Orozco, el palacio de Santa Marta, la casa de los Orellana, el palacio de Juan Pizarro de Orellana, etc.

Alejado del núcleo urbano encontramos el barrio del Campillo de la Añora, que era propiedad del ayuntamiento. En él se encuentra ya a finales del siglo XVI el Royo o Picota, una plaza de toros y el Arco del Campillo. Este era el área de expansión urbana.

A las afueras de la ciudad existían arcos como éste del Campillo y otro que estuvo en la calle Garciaz, que servía de puertas a la ciudad cuando a causa de las epidemias se levantaba muros alrededor de la población que eran destruidos cuando éstas pasaban, y lo único que se quedaba en pie eran las puertas.

En los caminos de salida de la ciudad y para delimitar el término de ésta se colocaban una serie de cruces de piedra denominadas “cruces del término” (Cruz Dorada, Cruz de los Ángeles, etc.).

Ciudad de los siglos XVII y XVIII

Nos encontramos en una etapa de estancamiento en lo que se refiere al desarrollo del urbanismo. El plano de la ciudad no crece y permanece prácticamente estático desde finales del siglo XVI hasta los vicios del XIX.

Estamos en una fase de crisis urbana. Ello se debe a los acontecimientos bélicos producidos en esta etapa, que traen como consecuencia una disminución de la población y por lo tanto el municipio no tiene necesidades de expansión.

img12La importancia adquirida por la Villa antigua o ciudad amurallada comienza a decaer, la clase alta que quedaba en su interior quiere salir de la muralla y establecerse en la zona que en este momento se ha convertido en centro urbano.

Ya no se edifica en el interior de la Villa a excepción del Hospital de la Concepción. Las viviendas al ser deshabitadas comienzan a deteriorarse. Este área pasa a ser ocupada por una clase social obrera baja. Lo que había sido un barrio de gentes de relevancia social se convierte en un barrio obrero. El suelo de intramuros se encuentra depreciado y su valor disminuye notablemente.

En esta fase encontramos dos tendencias urbanísticas: por un lado, se restauran los edificios religiosos y civiles, dirigiéndose la otra tendencia a la construcción de nueva planta, pero sin salirse fuera de los límites de la ciudad.

Se produce una avalancha de edificios religiosos que se sitúan en los bordes de la ciudad marcando el límite urbano y marcando el antecedente del posterior desarrollo del plano. Se trata del convento de San Antonio, la ermita de Nuestra Señora de Guadalupe, el convento de la Encarnación, la iglesia de Jesús, el convento de la Merced, la iglesia de la Sangre y la ermita de San Judas.

La Plaza Mayor y sus calles aledañas se convierten en el “centro urbano”. Alrededor de esta se edificarán palacios como el del Marqués de Sufraga y el palacio de Juan Pizarro de Aragón.

La zona situada alrededor de las calles Tiendas, Nueva, Encarnación y Sillerías se convertirá en un espacio dedicado a fines industriales y comerciales.

El mercado de la Plaza de la Encarnación sigue funcionando, y esta calle se va poblando de posadas y mesones.

De lo dicho se deduce que los límites establecidos por la ciudad renacentista no han sido superados, definiéndose así esta etapa por un estancamiento del plan urbano.

La ciudad del siglo XIX

A principios del siglo XIX (1809) pasó el ejército francés por la ciudad de Trujillo. A su marcha, tanto la Villa amurallada como la ciudad de extramuros, quedaron muy dañadas.

img13Dentro del recinto amurallado la francesada se ensañó destruyendo principalmente los edificios religiosos (iglesia de la Vera Cruz, iglesia de Santa María, etc.), aunque también esta destrucción alcanzó a las edificaciones civiles.

Fuera del recinto amurallado cedió lo mismo, y gran parte de las edificaciones, tanto religiosas como civiles quedaron en ruinas o muy afectadas.

Después de esta primera etapa de destrucción urbana, la difusión espacial y las trasformaciones son principalmente morfológicas: desarrollo en altura, retoque del viario, el viejo caserío se sustituye por otro tipo de vivienda, etc.

Se produce un proceso de edificación que afectan fundamentalmente al casco urbano antiguo (las murallas son barreras fiscales). Dentro de éste se construirán las viviendas debido a que el precio del suelo es más barato y al gran espacio sin edificar que existía dentro de las murallas. Las tendencias que se seguirán son: ampliar edificios, construir sobre las ruinas y edificaré solares vírgenes. El negocio no está en hacer una nueva ciudad, sino en consolidar el suelo urbano ya existente.

Durante la primera mitad del siglo se sigue la misma dinámica en la ciudad de extramuros. El interés está en el centro, por el que la burguesía siente una cierta predilección e intenta desagregarlo del resto de la ciudad.

Se realizan edificaciones de nueva planta hacia lo que es en este momento la zona de expansión urbana que se localiza en la Calle de las Cruces y en los barrios del Mercadillo y del Campillo.

Durante la desamortización, las religiosas fueron expulsadas de sus conventos. Una vez pasada ésta, algunos de ellos pierden función y desaparecen como tales (convento de la Encarnación, Convento de la Coria, Convento de San Francisco, etc.). esto sería vicioso son empleados para otros fines y cambiadas sus funciones: el convento de la Encarnación pasa a ser un colegio preparatorio militar; el convento de San Francisco pasa a ser un depósito de caballos del ejército y, posteriormente, casa de vecindad.

En esta primera mitad del siglo XIX el ayuntamiento no planea las zonas de expansión urbana, solamente se limita a indicar cómo deben ser las edificaciones.

Se crean nuevos centros de servicios públicos como son un edificio para correos y telégrafos, hospital municipal, teatro, casino, cuartel de regimiento provincial, plaza de toros, etc.

A partir de la segunda mitad del siglo XIX las ciudad comienza a desarrollarse fuera de sus antiguos límites (impuestos en el siglo XVI) hacia zonas periféricas. Entramos en una etapa de urbanismo planificado y dirigido por el ayuntamiento que es quien determina las áreas de expansión urbana y quien parcela y distribuye los solares. Las nuevas arias de expansión serán la Calle de las Cruces, el Campo de San Juan, la Ronda de San Lázaro, Cruz de los Ángeles y Ronda de la Piedad.

En esta época se cierran una serie de calles que al parecer no resultan útiles como, por ejemplo, las calles Vizonche, Chupete o del Pozuelo, Alférez, etc.

El mercado se traslada desde la Plaza de la Encarnación a la Plaza Mayor, lo que indica la pérdida de importancia de la función comercial.

El urbanismo de esta época está encaminado a la adaptación de las calles a las nuevas necesidades. Había que ajustarse al crecimiento de la población y al creciente tráfico rodado. Aparece en el principio de la regularidad y la línea recta. El ayuntamiento lleva cabo el ensanche y alineación de una serie de calles que no se ajustaban a las necesidades urbanas, este proyecto afecta a las siguientes calles: San Miguel (1861); Carnicerías (1866); Lanchuela (1869); Zurradoresun, Parra y Tintoreros (1879); Cuatro Esquinas (1880); San Pedro, Duraznos y Garciaz (1882).

img14En todas las ciudades importantes comienzan a realizarse ensanches, ya que el casco antiguo se hizo insuficiente para contener el fuerte crecimiento demográfico. El derribo de murallas o cercas era el paso previo para la realización de esta expansión. El espacio anteriormente ocupado por la muralla se convirtió en calle de circunvalación y enlace con los barrios del ensanche.

Esto no sucederá en Trujillo, ya que la población no era tan numerosa como para que hubiera un déficit tan elevado de suelo urbano y porque la topografía no lo permite. Lo que se hizo fue proyectar zonas de expansión urbana hacia las cuales se dirigirá el crecimiento de la ciudad.

A finales del siglo XIX se realizan grandes obras de ingeniería. Se lleva a cabo la toma de aguas desde las Villanuevas al depositó situado en la Plaza de Santa María. Se construye el paseo Ruiz de Mendoza, se le faltan los muros del cementerio y se instala la primera fábrica de luz eléctrica.

La ciudad del siglo XX

La actividad constructiva cesa en el interior de la ciudad amurallada, tan sólo se restauran algunos edificios. Esta pasa de tener una función residencial a ser una zona turística y cultural.

Nos encontramos en una etapa de un urbanismo planificado. Comienzan aparecer textos legales que regulan el desarrollo urbano, estudios urbanismo y planes de ordenación urbana.

El desarrollo de las edificaciones toma dos caminos diferentes: se realizan edificaciones en altura que se localizan principalmente en el interior del casco urbano o en los bordes, y se construyen viviendas unifamiliares en barriadas que se localizan separadas del casco urbano.

A principios del siglo comienzan a crearse barriadas obreras. Están constituidas por tiendas unifamiliares de una o dos plantas, unidas entre sí y formando calles. Éstas se localizan alejadas de la zona urbanizará.

La primera de ellas se situó sobre lo que en épocas anteriores fue la Charca de los Barreros. Se trata del Barrio del Molinillo. En 1929 se crea la barriada construida por Margarita de Iturralde en la carretera de Plasencia.

En 1916 se abre la calle del Marqués de Abadía y en torno a ella comienzan a edificarse. El barrio resultante sería lo que más se puede asimilar, en Trujillo, a la idea de ensanche del siglo XIX. Esta zona es ocupada por una clase social media.

En 1939 se hacen las Escuelas Nacionales de la carretera de Plasencia y de la carretera de Cáceres.

A partir de la década de los cuarenta comienza edificarse en torno a la carretera de Cáceres y se establecen la barriada de Nuestra Señora de la Victoria y la barriada del Generalísimo Franco.

Hacia mediados del siglo comienza a construir la clase elevada hotelitos o chalés en la carretera de Cáceres.

Durante la primera mitad del siglo la ciudad se extiende preferentemente en el ángulo formado por las carreteras de Cáceres y Badajoz, y en menor grado hacia la carretera de Plasencia.

En 1946 salen a la luz la Ley del Suelo y la Ley de Ordenación Urbana. Se exige un planeamiento que consiste en un control del uso del suelo público y privado en beneficio del interés general mediante la subdivisión de la ciudad en zonas de uso que determinan los emplazamientos y en zonas de volumen que se define según la superficie edificable y la altura de los edificios. Este planeamiento se hace vigente desde 1956.

En 1953 se proyecta un ensanche vario entre Trujillo y Huertas de Ánimas, es lo que conocemos como La Avenida, y se comenzó a construir en 1954.

Durante la segunda mitad del siglo se sigue una dinámica parecida a la que se llevó a cabo en la primera mitad. Se crean barriadas fuera del casco urbano como es la Barriada de Juan Fernández Paredes, en la carretera de Plasencia. Son viviendas unifamiliares de Protección Oficial.

A lo largo de la Avenida comienzan a instalarse chalés adosados (años 70-80).

Existen barriadas de localización periférica con problemas de integración a la trama urbana, con deficientes equipamientos y baja calidad de construcción.

La expansión del plano del siglo XX se produce hacia las vías de comunicación.

La ciudad tiene más exigencias que nunca, y por ello necesita un buen y abundante equipamiento urbano: matadero municipal, mercado regional de ganados, silo para grano, mercado de abastos, ambulatorio, cuartel de la Guardia Civil, colegios, institutos, centros deportivos, Parador Nacional de Turismo, hoteles, restaurantes, etc.

Se crea un área especial para la industria ganadera y un polígono industrial, localizándose el primero en la carretera de Badajoz y el segundo en la carretera de Madrid.

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img17SÍNTESIS

Nos encontramos ante una ciudad sin un diseño concreto, se limita a ir parándose a la topografía.

La población de plano y sus límites fueron marcándose por las fundaciones que la ciudad fue adquiriendo a lo largo de su historia.

En las etapas romana y musulmana, nos encontramos un plano totalmente influenciado por la actividad militar. A partir de la instalación de los cristianos en la ciudad y hasta el siglo XIX, se puede observar como el plano va creciendo hacia las zonas en las que se van instalando edificaciones religiosas. De este siglo XIX hasta hoy, la ciudad crece en torno a las vías de comunicación destacando la defunción comercial sobre la militar y la religiosa.

BIBLIORAFÍA:

  • ANDRÉS ORDAX, S. y PIZARRO GÓMEZ, F. J.: “Trujillo histórico y monumental”.
  • CAPEL, H.: “La definición de lo urbano”.
  • GARCÍA Y BELLIDO, A.: “Resumen histórico del urbanismo en España”.
  • TENA FERNÁNDEZ, J.: “Trujillo histórico y monumental”.
  • ZÁRATE, A.: “El mosaico urbano. Organización interna y vida de las ciudades”.
Oct 011988
 

Mercedes Pulido Cordero y  Montaña Pulido Codero.

Tomás Pulido transcribió la parte correspondiente del Archivo Histórico de Cáceres referente a los protocolos de esta villa. Precisamente, de esta labor de investigación, hemos entresacado el documento, una carta de poder, que reflejamos a continuación, dada en Cáceres, ante el escribano Juan Romero, el 24 de mayo de 1599, que proporciona la noticia de dos libros, “Recreación y Alivio de Trabajadores”, en verso, y “Orden y Manera de Beneficiar las Viñas”, en prosa, que escritos por Cristóbal de Soto Holguín, en los finales del siglo XVI, tal vez quedaran inéditos, a pesar de los afanes y deseos de su autor.

El documento dice así:

Sepan quantos esta carta de poder vieren, como yo Xpoval de Soto Golfín, vº de la muy noble y leal villa de Cáceres dogo: que yo tengo compuestos dos libros, el uno yntitulado Recreación y alivio de trabajadores, en verso, y el otro, en prosa, yntitulado Orden y manera de beneficiar las viñas, los cuales, con el favor de ntro. Sr. Dios y con trabaxo myo, tengo de tal forma compuestos que creo serán provechosos a la rrepública y por ympedimentos que tengo no puedo por mi persona lo que por éste pretendo. Por tanto, en la vía que más lugar haya, otorgo y conozco que doy e otorgo poder cumplido y bastante como yo los e y tengo y de derecho se rrequiere a vos, Juan de Luxán, estante en la villa de Madrid, corte del rrey ntro. Señor, y a… (aquí el nombre de varios procuradores de Madrid) para que en mi nombre pueda pareçer ante su magt en el su Consejo de Castilla y onde convenga y presentar los dichos dos libros escriptos de my mano y le pedir e suplicar se sirva de hacerme medio y limosna de conçederme liçençia para que se puedan imprimir y vender por la quantidad que su magt fuere servido y por tiempo y espaçio de veinte años, más o menos, lo que fuere su magt servido, y por mi muerte puedan venderlo mys herederos, y yo y ellos aver y cobrar lo que resulte de la venta de los dichos libros. Y que ninguno los pueda vender ni aprovecharse dellos y en razón dello hacer presentar las súplicas y peticiones y lo demás que convenga y sea neçesario… etc. Testigos que fueron presentes Tomé García Cabeçalvo, escribano y Pedro Hernández, criado de Martín de Paredes, vecinos de la dicha villa y Francisco Romero, vº del lugar del Casar. En Cáceres, ante Juan Romero, 24 de mayo de 1599”.

La personalidad del autor no deja de tener algún interés por más de un concepto. En los protocolos cacereños dejó numerosas huellas de sus frustraciones, entre las que debió ocupar un primer lugar la de sus ilusiones literarias.

Los Soto Holguín (sabido es la simultaneidad del empleo de los apellidos Holguín y Golfín, dejando su uso, las más de las veces, a la opción o criterio del escribano o notario), vivían en el barrio de la Zapatería, junto a los mesones de la Molera y Ojalvo, con mucha aproximación a lo que llaman las Cuatro Calles, en la línea del jardín del palacio de Roco-Godoy, más a la esquina de la Zapatería Baja o calle de la Audiencia, barrio de menestrales en el que apenas se diferenciarla la familia Soto como no fuese en la naturaleza de la materia que trabajaban, el esparto, pues eran esparteros, quizá denunciante, esta circunstancia, de su procedencia, no ya sólo geográfica, sino también racial. En dos palabras: ¿moriscos murcianos? El trabajo del esparto y en las tierras de este producto, era ocupación de moriscos y aún no siendo exclusiva de estos, es bastante probable que ya por emigración voluntaria, ya por exilio forzoso se desplazasen de su tierra de origen hacía otros lugares. Por otra parte, no hemos encontrado en Cáceres, entre las notas consultadas en el archivo de Tomás Pulido, más Soto que una hermana de Cristóbal y un número bastante elevado de moriscos apellidados de este modo, en su mayoría procedentes del reino de Granada y sus proximidades murcianas.

El mismo tipo psicológico con que se nos ofrece Cristóbal Soto Holguín, se despega mucha del medio ambiente que rodeaba a los cacereños de su tiempo. Soto Holguín debió resultar un inadaptado ante la elemental sociedad de su tiempo y aún más en relación con el trabajo colectivo, meramente mecánico, lo que hace de él una verdadera excepción ya que la inadaptación procede de motivos y preocupaciones que no caben en mentes humanas, incapaces de acomplejarse más o menas. Ello fue posible en la vida de Soto Holguín, arruinada entre ráfagas de esperanzas, y tormentos hogareños, pues su mujer se peleó constantemente con él en defensa de su dote, y hubo de abandonar Cáceres para refugiarse en Sevilla, al amparo de la Casa de la Contratación de Yndias y del movimiento demográfico que, como correa sin fin, transcurría entre aquel El Dorado y la villa de Cáceres, a través de la ciudad hispalense.

No hay tampoco que dejar de tener en cuenta que estas inclinaciones de Soto Holguín partiesen en él de devociones interiores que hubiesen surgido momentánea o esporádicamente, porque los propios títulos de sus obras nos hablan de las raíces de sus aficiones y esperanzas, y que, en definitiva, afluyeron con sus jugos a marcarle su vida temperamental y con ello el abandono de su honrado oficio, su ruina familiar y su fracaso intelectual.

Puede parecer exageración tomar en serio a un hombre como Soto Holguín, pero sólo el descubrimiento de estos manuscritos -en el caso, como creemos, de que no pasaran de tales- o de otros desconocidos, pueden darnos o quitarnos la razón. Carecemos de muestras de su quehacer literario y con sólo los títulos que dio a sus obras no se puede sacar gran cosa, ni ninguna, solo una realidad, el contacto, más lejano o más cercano, de este presunto literato con las letras de su tiempo al utilizar un titulo tan castizo y tan «Siglo de Oro» como el de “Recreación y Alivio de Trabajadores”, en verso; ya que el otro, “Orden y Manera de Potenciar las Viñas”, nos descubre otra faceta de su ingenio, tal vez influido y marcado por un interés mas personal que intelectual o científico, puesto que, tanto su padre, como él y como su mujer, eran propietarios de viñas.

Oct 011988
 

Josianne Polart Plisnier.

Desde el principio del descubrimiento del Perú encontramos religiosos de Nuestra Señora de las Mercedes Redención de Cautivos unidos a las hazañas de los Pizarros. Según declaraciones de testigos de la época esos frailes mercedarios vivían pobremente y sin ambiciones, eran queridos por su trabajo, humildad, desinterés y espíritu de caridad (uno de ellos, el Padre Provincial Fray Francisco de Bobadilla actuó en 1537 como juez árbitro en las diferencias entre el Gobernador don Francisco Pizarro y el Adelantado Diego de Almagro).

En 1870 la Orden de la Merced tenía 25 casas pobladas en el Perú.

En Trujillo de Extremadura los primeros mercedarios que intentan fundar convento (en 1590) fueron Diego de Sotomayor y Juan Pizarro, esos frailes de nobles linajes tuvieron bastantes problemas, los primeros, con el Consejo quien consideraba que para una ciudad pequeña y de poca vecindad muchos eran ya los monasterios existentes.

Efectivamente la ciudad de Trujillo contaba en el siglo XVI con dos de frailes y seis de monjas y más de seis iglesias parroquiales sustentadas por limosnas de lospropios de la ciudad y de particulares.

Cuatro años después tendrán dificultades con las monjas Descalzas Franciscanas las cuales se opondrán a la fundación de un monasterio de frailes junto y contiguo al suyo. Para entender el propósito de los mercedarios en instalarse en una casa lindando con las monjas de San Antonio, tenemos que recordar a doña Catalina de la Cueva, mujer unida a doña Francisca Pizarro Yupanqui desde la infancia (en unos documentos aparece como su criada y en otro como su aya). Lo poco que sabemos de ella es que llega del Perú en 1551 con la hija de don Francisco Pizarro a quien acompaña durante los diez años de encierro en el castillo de la Mota, para después marchar con la familia de su pupila a la casona campestre de los Pizarro en la Zarza donde recibe sepultura.

En su testamento abierto en 1576, doña Catalina de la Cueva, natural de Segovia, vecina de Trujillo, deja unas casas en el Campillo y una obra pía instituyendo como patronos de dicha fundación a don Hernando Pizarro de Vargas y a su esposa doña Francisco Pizarro Yupanqui y después a los hijos de estos sucesores en su casa y mayorazgo.

Pretendía doña Catalina de la Cueva, en sus casas y con la renta de su obra pía, fundar un colegio para que en él se sustentasen e criasen niños huérfanos. Pero nada más construido ese colegio y su capilla en el Campillo, empezaron las dificultades económicas; dificultadas que intentó superar cediendo los edificios a la Cofradía de la Santa Caridad, quien no quiso hacerse cargo de las cargas y obligaciones[1].

En 1576, el obispo de Plasencia el Sr. D. Martín de Córdoba y Mendoza, mandó terminar las obras según la voluntad de doña Catalina, pero fundando un hospital«para recibir, criar y sustentar a pobres y a enfermos». Pero tampoco se llevo a efecto la fundación de dicho hospital «por tener la ciudad varios»[2].

En 1594, viendo el fracaso de la obra pía de su difunta aya, doña Francisca Pizarro Yupanqui, viuda de Hernando Pizarro, patrona de la obra pía, en memoria a la devoción que tuvo su padre el Marques don Francisco Pizarro González a los Frailes Mercedarios, decide poner a la disposición de esos religiosos la renta y casas para la fundación de un monasterio que ha de ser de Nuestra Señora de la Piedad y a cuya capilla, antes de que se cumpliesen seis meses, según reza la escritura, los frailes debían de llevar el cuerpo de doña Catalina de la Cueva enterrada, como ya se dijo, en la Zarza. Y esto debía de ser hacerse «con la decencia que se requiere y que deben de cumplir en todo y por todo lo que está por cumplir del testamento y codicilo, respetando la voluntad de la difunta”.

Como anécdota curiosa les diré que la escritura otorgada en la villa de Madrid con la renta y censos de la obra pía a favor de los frailes mercedarios Juan Pizarro y Juan del Campo, esta firmada por daña Francisca Pizarro y su segundo esposo Pedro Arias Portocarrero, Conde de Puñoenrostro.

Las primeras gestiones sin resultados positivos de los religiosos mercedarios con el Concejo de Trujillo datan de 1590. Cuatro años después, teniendo la renta de la obra pía, encuentran serios problemas para instalarse en la casa de doña Catalina de la Cueva. La Abadesa de San Antonio, considerando de gran agravio la vecindad de los frailes, pide al Corregidor amparo y remedio manifestando que estaría dispuesta a mandar noticia a Su Majestad e incluso, si fuese necesario, a Su Santidad.

Durante el mes de julio de 1594 se multiplican los pleitos y se llega al punto de que la ciudad paga un alguaeci1 para guardar las casas de doña Catalina a fin de que los mercedarios «no se entrasen y no se posesionasen de ella».

En 1595 todo se complica más todavía por culpa de una Provisión de S.M., dada para toda España, en la que se prohíbe «que sin licencia real no se fundasen nuevos monasterios de monjas y frailes, so pena de 59.000 maravedíes para la Cámara Real, que habían de pagar los regidores que lo contrario consintieran».

El concejo está de parte de las Descalzas y en 1597 aporta ayuda económica a las monjas para las obras de aislamiento de su convento con la casa adosada, donde pretendían asentar su convento los mercedarios.

En 1602 todo cambia… el nuevo patrono de la obra pía de doña Catalina de la Cueva, Francisco Pizarro Pizarro, hijo de los difuntos doña Francisca y don Hernando, estando en la villa de Madrid y Corte de S.M. otorga poder al padre presentado Fray Juan de Bustos de la Orden de la Merced y le nombra administrador perpetuo de dicha obra pía. Dicho fraile se presenta al concejo de Trujillo con una Provisión Real por la que su majestad Felipe III accede a la fundación de un convento de mercedarios en nuestra ciudad si los Regidores por mayoría aprueban ese proyecto.

Y así es como en la sesión del 8 de julio de 1602, bajo la presidencia del Corregidor don Felipe de Trejo Carvajal, después de leer dicha Provisión Real y discutir la conveniencia, se pasa a votación nominal sacando 16 votos a favor de la fundación del convento contra 9 contrarios. Los resultados de esa votación se deben al Regidor don Francisco Pizarro Pizarro, patrono de la obra pía desde la muerte de su hermano Juan (magnifico diplomático) y defensor de los frailes. Él fue el primero en votar y en exponer en esa sesión las ventajas del asentamiento de un convento de mercedarios en Trujillo, ciudad que según su criterio «tenia más de 1.500 vecinos de los cuales la mayoría eran caballeros muy principales y ricos». Apoyó su intervención diciendo «que los religiosos tenían más de 600 ducados de renta en cada año en esta ciudad y una casa muy buena que les había costado más de 2.000 ducados, de la cual tenían posesión quieta y pacífica y que además para edificar tenían 2.400 ducados”.

Por fin los frailes de La Merced tomaron posesión de las casas de doña Catalina de la Cueva, casa lindando con las de las monjas franciscanas de la calle de San Antonio y rápidamente la adaptaron en modesto convento. En septiembre de 1603 la capilla estaba preparada para recibir la imagen muy devota de Nuestra Señora de la Merced, imagen que bajaron en procesión desde Santa María la Mayor alumbrada de doce hachas y acompañada de todos los Caballeros Regidores con música y ministriles. A los dos años, los ocho religiosos mercedarios pasan de la casa convento situado donde hoy están las casas de las familias Higuera-Vidarte y las demolidas al abrir la carretera de Plasencia, a otra casona de la calle Vivancos, donde tampoco quedaron muchos años. Con el apoyo y la simpatía de la familia Pizarro, unido a la generosidad de los Trujillanos, no tardaron los frailes en tener medios suficientes para construir un edificio de nueva planta, teniendo capacidad para más de doce frailes. De ese convento de mercedarios, en 1626, es comendador fray Gabriel Téllez, cumpliendo así una de las condiciones impuesta por doña Francisca Pizarro Yupanqui, «que aquel monasterio tenga un religioso predicador de los más eminentes».

En los documentos de protocolo de los años 1607 y 1611 se encuentran varias escrituras de donación para el convento de Nuestra Señora de la Merced. Redención de cautivos; entre ellas una de doña María de Orellana, la hija de Gonzalo de las Casas, heredera de Catalina Suárez, esposa de Hernán Cortes; otra de Gonzalo Pizarro Orellana hijo de Francisco Pizarro Pizarro a quien se concede el derecho de enterramiento en la capilla mayor para él y sus sucesores.

Años más tarde, un nieto de Hernando Pizarro por parte de Isabel Mercado, hijo de Fernando de Orellana y Francisca Pizarro Mercado, autor de la obra «Varones ilustres de Indias» y profesor de derecho en Salamanca llamado Fernando Pizarro Orellana, deja 3.000 dudados pare acabar la capilla mayor del convento y funda capellanía de una misa cantada cada día.

Un dato que no podemos olvidar (que se merece otra ponencia) son las relaciones que tuvieron los nietos y bisnietos de Francisco Pizarro con Gabriel Tellez, Comendador del Convento de la Merced. El dramaturgo Tirso de Molina honra en su trilogía a los Pizarros Conquistadores, en la época en que don Juan Fernando Pizarro, nieto de doña Francisca y Hernando, solicita el titulo del Marquesado (concedido en 1631).

Los documentos y datos poco conocido sobre la Princesita doña Francisca Pizarro Yupanqui, su segundo esposo Pedro Arias Portocarrero, su testamento y muerte, me fueron facilitados por el padre Luis Vázquez de la Orden de la Merced a quien agradezco.

Mi propósito al presentar esa ponencia es hacer conocer la obra de los de los descendientes de don Francisco Pizarro quien en su testamento de 1537 deja renta para construir un hospital y una colegiata y es también hacer ver que su hija doña Francisca Pizarro, viuda y con cinco hijos, no olvida el deseo de su padre el Gran Marques.


NOTAS:

[1] La Cofradía de la Caridad funda en 1578 un hospital en la Plazuela de la Encarnación “Niño Jesús” hoy carbonería.

[2] Santa Lucia; Espíritu Santo; Hospitalillo o Santa María de la Concepción: Lazareto y San Cristóbal.

Oct 011988
 

Luisa Pina Llera y  Pilar Garrido Díaz.

Presentación

La revista «Zafra y su Feria» es una publicación anual local conmemorando la Feria de San Miguel a principios del mes de Octubre.

A pesar de que nuestra Feria es el broche final de todas las ferias que durante el verano amenizan y enriquecen la cultura popular de la Baja Extremadura, también es la Feria de San Miguel de Zafra la confluencia del mercado ganadero de la región, ya que desde 1966 se viene celebrando la Feria Regional del Campo Extremeño, y punto de encuentro de concursos (merinos, hípicos, Charolais…) nacionales e internacionales.

Pero nuestro interés no radica en los aspectos económicos que la feria conlleva, sino en la antigüedad de la publicación de la revista, aparecida consolidada en 1924, siendo su antecedente publicatorio unos folletos informativos con motivo de la feria, feria que remonta su existencia al siglo XV, dato que motivaba más nuestra investigación.

Introducción

La revista tiene un carácter literario y publicitario. Estos dos aspectos, junto al carácter local de ambos, son las directrices de nuestro estudio.

El bloque publicitario de la revista atiende, desde 1924 a nuestros días, a distintos establecimientos comerciales, entidades, etc., no sólo de nuestra ciudad, por lo que se nos ofrece un amplio campo de estudio sobre la economía de Zafra, ciudad eminentemente mercantil.

En cuanto a los artículos literarios gozan, para nosotras de mayor consideración, puesto que son diversos los temas tratados, al igual que variados son sus autores, que aportan cultura a la revista y con ella a la ciudad.

Realización

El primer paso en la realización del trabajo fue la localización de las revistas, tarea dificultosa dada la antigüedad de su publicación, circunstancia facilitada al contar en nuestra ciudad con el Sr. D. Leopoldo Malpica, que ha venido coleccionando las mismas desde el ano 1924 y, aunque conserva gran numero de ellas, otras personalidades de nuestra ciudad han cubierto los vacíos existentes en la colección de nuestro anciano amigo.

Desgraciadamente no hemos podido trabajar con las 53 revistas debido a múltiples causas:

  • De 1930 a 1934 no hubo publicación por ser los años correspondientes a la II Republica Española.
  • De 1936 a 1938 tampoco se publico como consecuencia de la Guerra Civil Española.
  • Del año 1941 no es cierta su publicación.
  • Las revistas de 1970 y 1971 no fueron editadas.
  • Del mismo modo que las correspondientes a los años 1976 a 1980.

Al ser éste nuestro primer trabajo histórico se nos han presentado diversas trabas por nuestra inexperiencia que hemos intentado subsanar con nuestra constancia. A la misma se debe la no asimilación a priori de la magnitud del estudio, referente no sólo a la diversidad de temas, tanto en artículos como anuncios, sino a sus mismas posibilidades. Nos ha supuesto también esta afluencia temática desavenencias en cuanto a su clasificación y estructuración.

Otro problema a señalar es la escasez de tiempo para su realización al no haber sido ésta nuestra exclusiva actividad, por lo que hemos restado dedicación a este trabajo.

Estructuración y comentario del estudio

Una vez que conocemos la configuración externa de la revista insertémonos en el estudio propiamente dicho.

Nuestra intención ha sido ordenar el contenido de la revista de manera que se ofrezca una visión clara y estructurada, para lo cual procedimos a la elaboración de determinados índices en los que se engloba a las revistas en si.

De esta manera es lógico comenzar por el índice que hemos denominado índice de Revistas, en el que se detallan aspectos formales de las mismas, tales como: año de publicación, casa editora, imprenta, número de páginas, fotografías, formato (que a partir de 1949 es de 31,5 x 21 cms), etc., añadiendo además a partir de la revista de 1984 la dirección de la misma a cargo de D. Francisco Croche de Acuña (cronista actual de la ciudad). Un dato importante, aun cuando la imprenta de la revista ha variado mucho, es el hecho de que la Imprenta Segedana de Zafra haya desempeñado esta labor durante el mayor número de años. Podemos señalar que el Excmo. Ayuntamiento de Zafra ha sido el encargado de su publicación a partir de 1974. «Hoy» y «Velasco» son los autores de la mayoría de los fotograbados de las revistas, y la autoría de los dibujos y fotografías es más variada, predominando Calderón y Cubero.

Para señalar los artículos de las revistas hemos prescindido del sumario impreso en las mismas, optando por efectuar nuestro propio sumario debido a la circunstancia de no aparecer, mayormente en los primeros años, una presentación inicial completa e incluso no figurar el mismo hasta la revista de 1944. Por todo lo anteriormente expuesto hemos determinado un índice de Sumarios, en el que incluimos una descripción de las portadas de las revistas, que suelen ser dibujos realizados por Moreno Márquez y Manuel Fernández, cambiando esta característica por escudos de la ciudad y más recientemente con la puesta en concurso del cartel de Feria. Además de especificar el titulo del articulo, se señala su autor y el numero de páginas que ocupa, siendo excepcionales los casos de artículos de más de cinco paginas.

Dada la pluralidad de autores de los que constan las revistas, no hemos prescindido de un índice de Autores, ordenado alfabéticamente, además de añadir su status social en el año/s que escriben, peculiaridad esta última que también plasmamos. Como antes apuntamos, el numero de autores es bastante considerable acaeciendo su colaboración progresiva durante varios años, por ello hemos confeccionado un histograma (lámina n° 1) en la que figuran los autores que han escrito más de cinco años, según baremo nuestro. De esta manera observamos fácilmente la intervención en la revista de D. Francisco Croche de Acuña, siendo el autor de artículos literarios e históricos durante el mayor número de años (27).

De algunos de los autores desconocemos su identidad por firmar con seudónimos, como «Churretinus», «Un flecha», etc., o bien por hacerlo con iniciales de sus respectivos nombres, lo cual no significa que sea imposible su identificación.

Una de las dudas que se nos planteo fue la de determinar el autor de ciertos artículos, por no explicitarse en la propia revista y que posiblemente fueran elaborados por la Comisión, Redacción o Editorial, es por lo que no se especifican en dicho índice de autores.

Los artículos no podrían tener un tratamiento distinto, así pues realizamos un índice de Artículos, semejante a un fichero bibliotecario, pudiendo destacar los artículos más predominantes, como son: la Composición del Ayuntamiento y Autoridades de Zafra o el programa ferial.

El siguiente apartado del estudio lo hemos denominado Contenido de Artículos, el cual consiste en su estructuración en distintos bloques y sub-bloques, que pensamos se ajustan a la temática tratada, a lo largo de todas las revistas. En la lámina núm. 2 plasmamos dicha clasificación estadísticamente, es decir, precisando el número de veces que aparecen cada uno de los distintos bloques y sub-bloques en cada revista. Este apartado de contenidos ha sido desarrollado en un conciso resumen de los artículos expuestos, en las revistas, además de otros datos, como la aparición de fotografías, dibujos, fotograbados, etc.

La manera de abarcar el aspecto publicitario de la revista ha sido mediante el denominado Contenido de Anuncios. Para ello los hemos estructurado en la siguiente clasificación:

  1. Agricultura y ganadería.
  2. Taller mecánico e industrial.
  3. Comercial.
    1. Alimentación y hostelería.
    2. Confecciones, calzados, muebles y electrodomésticos (mantenimiento del hogar).
    3. Varios.

Somos conscientes de que quizá la anterior división resulte algo insólita, circunstancia debida a la evolución de los anuncios a lo largo de estas décadas.

Hemos ofrecido un especial tratamiento a los anuncios de mayor extensión por gozar éstos de cierto prestigio en la ciudad (como el caso del anuncio de la Empresa Diter), al igual que a los no autóctonos («El Portazgo» de Los Santos de Maimona en un principio, y «Agrijunco» de Sevilla más recientemente) que ven en la revista un gran aprovechamiento publicitario, que sin duda, influirá en el aspecto económico.

Conclusiones

Para finalizar, nuestra opinión es que este trabajo da pié a otros posibles estudios, como el de la vida y obra de algunos de los autores que colaboran en la revista (por citar alguno: Manuel Romero de Tejada o Felipe Álvarez Medina), la evolución de alcaldes de la ciudad, un trabajo económico, etc. También podríamos aprovechar estos datos para tratar la evolución histórica, literaria y de otros múltiples aspectos de Zafra. Además, creemos que pueden ser utilizables algunos artículos para otros estudios como fuente bibliográfica. Y un sin fin de posibilidades prospectivas que explícita o implícitamente desarrollamos en el trabajo.

Recopilando todo lo aludido podemos concluir presentando el estudio como un resumen-guía de la revista “Zafra y su Feria” desde 1924 a 1987.

En consideración a la efeméride del V Centenario del Descubrimiento de América, en los XVII Coloquios Históricos de Extremadura hacemos mención especial al articulo «Juan Coles, un zafrense historiador de Indias» escrito por D. Francisco Croche de Acuña en la revista de Zafra y su Feria de 1986, en el que se relata cómo el soldado zafrense Juan Coles marcha en la expedición a la Florida con Hernando de Soto y cómo por encargo del Padre Aguado redacta unos apuntes sobre sus experiencias que después Garcilaso de la Vega, el Inca, recoge en «La Florida del inca. Historia del Adelantado Hernando de Soto».

Apéndice 1. Clasificación de los artículos:

  1. Zafra y su Feria.
  2. Historia.
    1. Historia de Zafra.
    2. Historia de Extremadura.
    3. Historia del Arte.
    4. Historia Biográfica.
    5. Historia de España.
  3. Literatura.
    1. Verso.
    2. Prosa.
      1. Cuentos y leyendas,
      2. Dramatización.
      3. Anécdotas.
  4. Cultura.
  5. Economía.
    1. Ganadería y Agricultura.
    2. Urbanismo.
    3. Industria.
    4. Comercio.
    5. Economía mixta.
  6. 6. Turismo.
  7. Deportes.
  8. Toros.
  9. Filosofía y moral.
  10. Educación.
  11. Entrevistas.
  12. Burocracia.
  13. Humor.
  14. Fotografías.
    1. Reina y Damas.
    2. Personalidades y agrupaciones.
    3. Aspectos de la feria.
    4. Ganado.
  15. Vistas y monumentos de la ciudad.

DOCUMENTACIÓN GRÁFICA:

img01;
Lámina 1A

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Lámina 1B

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Lámina 2A

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Lámina 2B

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Lámina 2C

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Lámina 2D

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