Oct 011988
 

Francisco Encinas Cerrillo.

Nos encontramos solamente a cuatro años del V Centenario del hecho colosal en que Cristóbal Colón, protegido por la Reina Católica, acompañado de un grupo de entusiastas seguidores, se encerraron en tres frágiles barcas y se hicieron a la mar por ignorados caminos de agua salada en la más increíble y peligrosa aventura conocida. Leguas y leguas marinas hubieron de navegar antes de llegar a tierra firme. El 12 de octubre de 1492 suponía el hito mas glorioso para a la historia de España y para la humanidad, con la llegada de aquel reducido grupo de intrépidos a nuevas y desconocidas tierras. Hoy nadie duda de que fue la mayor aventura conocida, por los riesgos y peligros que la empresa encerraba. Muchos serían los que posteriormente, iniciarían ese mismo viaje con distinto resultado. ¿Cuántos embarcarían plenos de ilusión sin lograr tan feliz destino, devorados por la inmensidad de las profundas aguas?, ¿Cuántos permanecen ignorados tras su inmolación? A todos, nuestro emocionado recuerdo ante este nuevo Centenario, tanto a los que triunfaron a costa de sufrimientos y penalidades, como a los que sucumbieron en el empeño.

Antes de seguir adelante, queremos repasar cómo celebró nuestra ciudad e1 IV Centenario á fin de mejorar y ampliar nuestras peticiones con vistas al próximo. Nuestras autoridades acudieron a la Rábida, en que se celebraron los actos, portando los cuatro magníficos estandartes ricamente bordados y confeccionados como recuerdo. Como contrapartida, se trajeron el tratamiento de Excelencia concedido a nuestro ayuntamiento, por la Reina Regente dona María Cristina, por «la partetan relevante y única que la ciudad había tenido en el descubrimiento y evangelización de veinte naciones americanas». Ahora se nos invita a aportar trabajos con que conmemorar el V Centenario, que consideramos deben ser peticiones de derechos a reclamar, como herencia que nos legaron aquellos antepasados y que ganaron con su esfuerzo, el sufrimiento y, en muchos casos, con la ofrenda de sus propias vidas.

Previas, consideramos conveniente unas pinceladas breves sobre la historia de Trujillo. De sus orígenes, se ha escrito que fue pueblo celtíbero. Vi1la del Imperio Romano desde el año 206 antes de Jesucristo hasta el 414 de la Era Cristiana en que pasó a ser visigoda. Ocupada por los árabes, permaneció en su poder hasta el 25 de enero de 1232 en que fuera reconquistada definitivamente por las tropas del rey de Castilla, Fernando III el Santo. El 27 de julio de 1256 y en Segovia, Alfonso X el Sabio otorga Fuero a Trujillo. Los tesoros de don Pedro I, para su seguridad, se guardaron en el Castillo de la entonces villa trujillana, a cuyo frente figura el tesorero real Samuel Leví. Don Juan II de Castilla, le concede el título de Ciudad por Real Cédula de 12 de abril de 1430, en Astudillo. Enrique IV, en 1465, premió su lealtad, otorgando a la ciudad el privilegio de Mercado Franco los jueves de cada semana. Hechos, pero más recientes, nos hacen recordar que el Decreto 2223/ 1962, de 5 de septiembre, declaraba ciudad monumental histórico-artístico el conjunto urbano de Trujillo.

Otro hecho muy importante, por el reconocimiento que suponía de nuestros valores, se producía el 31 de diciembre de 1985, víspera y con motivo de la entrada de España en el Mercado Común Europeo cuando, Televisión Española, nos ofrecía, a través de sus antenas, un extraordinario programa en el que se destacaban como dos de las más universales ciudades españolas a Santiago de Compostela y a Trujillo, cuyos interesantísimos conjuntos monumentales se encargaron de difundir ampliamente sus cámaras, recreándose en sus bellísimos monumentos. Se le destacaba a Santiago de Compostela, por su proyección como centro del orbe europeo, por el camino que habían hecho los peregrinos durante siglos, hacia el sepulcro del Apóstol Santiago. A Trujillo, se le resaltaba como eje, centro y cuna del Mundo Hispánico, cuyos innumerables hijos abrieron, a través de tierras y océanos, caminos y cauces de hermandad, unidad de sangre, cultura y religión y porque, sobre sus aguas, construyeron puentes que hoy acercan y unen a España con aquellas fraternas y queridas naciones. Por su universalidad, Santiago de Compostela había sido reconocido y declarado «Patrimonio de la Humanidad». Este hecho ¿No era una invitación para que Trujillo, con tan bien probados méritos históricos y monumentales, mereciera de la UNESCO semejante distinción? Precisamente, en 1975, había merecido ser la aportación de España al Año Europeo del Patrimonio Arquitectónico de Europa, motivo por el que el Club Urbis, de Madrid, celebró una interesante exposición que tituló: «Trujillo en el Año Internacional Arquitectónico»y en su inauguración se pronunciaron conferencias que se titularon: «La vitalización del patrimonio arquitectónico hispánico» y «Trujillo, ciudad histórica». Se exhibió un panel con los nombres de Trujillo en la geografía mundial, que hasta 16 veces se repite, y los blasones de los linajes trujillanos. Y es que, se decía: “Trujillo universaliza Extremadura».

Seguidamente queremos analizar y relacionar el concepto de lo hispano con lo hispánico o hispanoamericano y con Trujillo y las razones y fundamentos que han dado lugar a que nuestra ciudad haya sido denominada «Cuna de la Hispanidad.», «Plaza Mayor de la Hispanidad» y «Capita1 del Mundo Hispánico» porque, según veremos, fue eje y base para las mismas. Se ha escrito: «Trujillo es la cuna de la Hispanidad», porque a la muerte del rey don Juan II de Aragón, la reina Isabel se encontraba en Trujillo, a donde vino su esposo don Fernando procedente de tierras catalanas donde se encontraba. Con ese motivo se convocó a la Corte, a la Nobleza y al Clero y se celebraron solemnes funerales en nuestra iglesia de Santa María la Mayor. Terminado el luto oficial, los Reyes convocaron un Consejo de gran trascendencia, en el Alcázar de Luis Chaves el Viejo donde siempre moraron en nuestra ciudad, en el que se reconoce por disposición testamentaria a don Fernando como rey de Aragón y de Sicilia. Mas como doña Isabel lo era de Castilla, León, Toledo, Valencia, Mallorca, Cerdeña, Córdoba, Córcega, Murcia, Jaén, Los Algarbes, Algeciras y de Gibraltar y de ducados, condados y marquesados, aconsejaban la unión de todos estos territorios, lo que así se acuerda, bajo el cetro de Isabel y Fernando como Reyes de España, pues dijeron y escribieron que «Tanto Monta, Monta Tanto, Isabel como Fernando». Entendemos que así nació la unidad de las tierras españolas y convertía a Trujillo en la «cuna de la hispanidad».

Porque Trujillo jugó un papel de excepcional importancia en la historia nacional, pues aquí se fraguó el triunfo de los derechos de doña Isabel a la corona de Castilla sobre los de la Beltraneja. Aquí iban a celebrarse los desposorios de don Alfonso V de Portugal con doña Juana, pero conocido por los partidarios de doña Isabel, ésta acudió con la máxima urgencia, desbaratando los actos y propiciando su huida a Plasencia, donde pudieron celebrarse. Aquí tuvo su cuartel General la Reina en esta guerra y fue donde recibió la noticia del triunfo de sus tropas en la celebrada batalla de la Albuera, y porque aquí se firmaba la Paz con Portugal (y con Francia su aliada), el 30 de septiembre de 1479, conocida como la Paz de Trujillo, que ponía término al proceso de sucesión a la Corona de Castilla, acto que también se celebró en el citado Alcázar de Luis Chaves el Viejo, fabuloso personaje histórico trujillano, quien perdió tres de sus hijos en esta campaña en favor de los Reyes Católicos.

Y porque fue en Trujillo, el 29 de diciembre de 1479, donde firmaron los Reyes el primer documento de Cancillería, donde aparecen por primera vez unidos Castilla y Aragón. Así lo reconoce la Junta Gestora y Preparatoria de la Real Academia de Extremadura, que se constituye en Trujillo el 20 de diciembre de 1979, recordando que dicho día se conmemora el V Centenario de tan memorable hecho, según consta en el Acta de fundación de citada comisión.

También lo reconoce así don Antonio Vargas-Zúñiga, Marqués de Sieteiglesias, Académico de la Real Española de la Historia y primer presidente de la Real Academia de Extremadura de las letras y de las Artes quien, refiriéndose a la unión de los reinos españoles, dice: «Trujillo fue la primera capital de España», pues es allí donde se encuentran los Reyes cuando nace el reino de España.

La historia de Trujillo está tan vinculada a la vida de los Reyes Católicos que podíamos llenar muchas páginas con hechos relacionados con ellos. En nuestra ciudad se encontraba el rey don Enrique IV cuando recibió una carta de su hermana, la infanta doña Isabel, en la que le comunicaba su matrimonio, en Segovia, con el infante de Aragón don Fernando. Desde 1477 a 1479 los Reyes cruzaron sin cesar las tierras extremeñas, especialmente las de Trujillo «como si la Reina Católica presintiera los servicios que la había de prestar la ciudad y los altos destinos reservados por la providencia a sus hijos». Y esta vinculación fue tan importante, que el Conde de Canilleros la define con esta frase: «Principio y fin de un periodo histórico», tras la que dice: «En Trujillo comenzó el reinado completo de los Reyes Católicos, al morir el rey don Juan de Aragón; en Madrigalejo, aldea de Trujillo, terminaba definitivamente la prolongación de aquel reinado, con la muerte de don Fernando el 23 de enero de 1516. En aquellas tierras se marcó e1rumbo futuro de la Patria dos veces: con la unificación bajo el mando de los soberanos, primero; ahora con el testamento regio». La última carta escrita por el rey Católico, fechada el 13 de enero de 1516, fue encontrada en el Archivo de Trujillo, donde se conserva el original, por el historiador don Juan Tena Fernández, hace algunos años. A este insigne trujillano debemos este interesante contenido: «Los Reyes Católicos, Colón y Trujillo, son pilares firmísimos sobre los que se levanta la historia del Nuevo Mundo».

La relación de los Reyes Católicos con Trujillo fue tan decisiva para la historia de España que nos permitimos estas preguntas: ¿Qué curso hubiera seguido la historia patria de no haber sido ganada por ellos la corona de Castilla? En otro caso, ¿Hubiera sido posible el descubrimiento de América?, ¿En qué fecha y con qué resultados? ¿Hubiera sido obra de España? Y, finalmente, ¿Aquellos más de 300 millones de seres, llevarían nuestra sangre, idioma y religión?

Como puede verse, o así lo entendemos, el concepto de “Cuna de la Hispanidad”, puede concretarse y darse por concluido con el Consejo celebrado por los Reyes Católicos en el que se tomaba el acuerdo del «Tanto Monta»; con la firma de la Paz con Portugal, que les otorgaba el reinado de España, y con la firma del primer documento de Cancillería, en los que aparecen por primera vez unidos Castilla y Aragón, que les convertía en los primeros Reyes de España. La posterior incorporación de los reinos de Navarra y de Granada, no sería sino su integración en la Corona Española.

Trujillo, plaza mayor de la Hispanidad y Capital del Mundo Hispánico

El concepto de Hispanidad, en términos más amplios, como acabamos de titular, entendemos no se produciría sino años más tarde, después de 1479 y por hechos «distintos» y «distantes», ocurridos tras el descubrimiento de América, el 12 de octubre de 1492, y a los que la historia también tenía reservado un protagonismo especial y único para con nuestra ciudad, como más adelante iremos viendo.

Mas antes de continuar, queremos dejar sentado el concepto que de aquel memorable hecho tenía uno de los más importantes historiadores hispanoamericanos más recientes, don Raúl Porras Barrenechea, que fuera catedrático en la Universidad de Lima y Embajador del Perú en España y al que debemos el descubrimiento, en el Archivo de Indias, del testamento de nuestro Francisco Pizarro, otorgado en la Ciudad de los Reyes el 5 de junio de 1537. Por sus investigaciones sobre la historia de Trujillo, mereció su nombramiento de Hijo Adoptivo de la Ciudad. Refiriéndose al Descubrimiento, el profesor Porras Barrenechea decía: «Descubrir, para el genio creador y misionero de España, era civilizar y poblar«.

Basamos nuestros argumentos, en los que nos proporciona el historiador don Clodoaldo Naranjo, que confirma el también historiador don Juan Tena, cuando dicen:»Trujillo ha puesto en América los dos mayores genios conquistadores. Los exploradores más audaces y valerosos. Los obispos y religiosos de más celo. Las mujeres más patriotas y virtuosas. Ciento veinte capitanes de capacidad y valor a toda prueba gobernantes y magistrados los más dignos. Los artistas más notables. Y los colonos en número todavía no calculados».

A don Pedro de Lorenzo, de su escrito «Trujillo, Plaza Mayor” le recogemos: «Una hora de Extremadura se llamaría de este modo: Mérida, Romanidad; su otra hora universal, Trujillo: Hispanidad… Plaza Mayor de las mas acabadas de la patria, Plaza de la Hispanidad». Para continuar diciendo: «Trujillense era el maestro -¿digo arquitecto?- de la catedral de Méjico. En tres cuartos, trujillana, la sangre de Hernán Cortés; Francisco de las Casas, yerno de Cortés y capitán de la desventura, sostiene con otros veinte trujillanos la retirada de la Noche Triste. Trujillana la primera mujer casada europea, que pisa el Nuevo Mundo; trujillano el primer cereal. El ejército de Cajamarca fue una pequeña cruzada de capitanes de Trujillo… Trujillo, hora cero de la Hispanidad».

De otro destacado historiador extremeño, el Conde de Canilleros, de su escrito «Solar de Conquistadores», hemos tomado lo que sigue: «No hay en toda Extremadura -que en este caso es decir que no hay en el mundo, porque la conquista de América fue monopolio extremeño- localidad alguna que pueda adjudicarse con más derecho el título de Solar de Conquistadores… Además se da el caso de que algunos importantísimos paladines, como Hernán Cortés, por ejemplo, aunque no era de Trujillo, tenían sangre trujillana. Es verdaderamente curioso, porque parece como si la providencia hubiera reservado de manera específica a esta ciudad la primacía conquistadora, formando una raza seleccionada para este fin… Sesenta y seis de los conquistadores trujillanos tenían la misma sangre, procedente de un tronco común, la de Fernán Ruiz de Altamirano, personaje casi fabuloso… Junto a los que hay que poner los que faltan hasta superar los ciento, que fueron los que destacaron en muchos campos diferentes. … No hubo rincón de América al que no llegase lo trujillano, y nacieron Trujillo sobre tierras vírgenes, 1as orillas de los mares y bajo cielos de trópicos. El nombre de la ciudad se impuso a puntos de islas, en Cuba y Santo Domingo; a una bahía, en Chile; a pueblos y ciudades, en Canarias, en Honduras, El Salvador, Venezuela, Colombia, Puerto Rico (dos), México (cuatro)… Rematando con los paladines la formación del Imperio Español, estuvieron los frailes de Trujillo y las mujeres trujillanas, tres de ellas con auténtico rango histórico. Se llamaban doña Inés Muñoz, María Escobar e Isabel Rodríguez. La primera llevó el olivo al Perú; la segunda el trigo… Cuando Trujillo se preparaba para todas esas Glorias que le dieron el título de Solar de Conquistadores, nació aquí, el 30 de marzo de 1468, Diego García de Paredes, Hércules y Sansón de España, cuyas aventuras asombrosas culminó esa tónica de lo extraordinario, símbolo de lo trujillano. Fue el representante magnífico de la ciudad en el Viejo Continente, mientras en el Huevo sus paisanos, ganadores del título indiscutible, echaban los firmes cimientos del Mundo Hispánico, de ese mundo que, en frase de Rubén Darío, “aún reza a Jesucristo y aún habla en español».

La Real Academia de Extremadura de las Letras y de las Artes, gestada en nuestra ciudad el 29 de diciembre de 1979, y también nacida en Trujillo, el 3 de diciembre de 1980, en el artículo cuarto de sus Estatutos dice: «La sede de la Academia estará en Trujillo, Ciudad Monumental, que resume el acerbo de cuantos valores históricos y artísticos encierra la ciudad extremeña y aglutina su vocación hacia los pueblos de América, a los que la Academia pulsando el hondo sentir de Extremadura, dedicaremos singular atención». Tras su inauguración, la prensa titulaba tan importante hecho con esta frase: «La Academia extremeña desea ser una nueva ruta hacia América». Creada la Real Academia, a su sede, Trujillo, se la convertía en la “Capital Cultural de Extremadura”.

Por su enorme interés en el tema que nos ocupa, hemos tomado de don Vicente González Hernández, Académico de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis, cuanto sigue, de su trabajo «La Hispanidad do Trujillo en las Américas», recuerdo que dedica a Francisco Pizarro en el Centenario del nacimiento de Hernán Cortés, cuanto dice en su párrafo final: «En Trujillo y en aquellos lugares del Nuevo Mundo llamados Trujillo; en el paisaje americano abierto al entendimiento entre Culturas milenarias, los nombres de Francisco Pizarro y Hernán Cortés simbolizan ideales de universalidad; representan todas aquellas virtudes y defectos, triunfos y derrotas, proximidades y alejamientos que abrieron los caminos de la Hispanidad, título éste que doy por merecido y ha de otorgarse con justicia a la ciudad extremeña e hispana en la memoria de América: Trujillo».

Destacando algunos de los hechos más salientes de nuestros mas significados representantes en América, comenzaremos con el gran Marqués, Francisco Pizarro, descubridor, fundador y Gobernador de aquellas tierras, cuyos hechos heroicos son conocidos y están en 1a mente de todos, recordando la frase del profesor Porras Barrenechea: «Descubrir, para el genio creador y misionero de España, era civilizar y poblar». Como es sabido, Pizarro casó con la princesa Inés Yupanqui Huaylas, nieta, hija y hermana de emperadores Incas, con la que tuvo hijos, contribuyendo a crear la familia y la raza que se llamó hispana. A su muerte, a manos de los almagristas que actúan por sorpresa, en su ayuda acuden su hermano Francisco Martín de Alcántara y su fiel paisano Francisco de Chaves, que le preceden con la ofrenda de sus vidas. Tres mujeres, también trujillanas, Inés Muñoz, María Escobar e Inés Rodríguez, dan sepultura a los cadáveres. Sus cenizas reposan en la catedral de Lima (que dedicó a Santa María de la Asunción, Virgen a la que rezara en su juventud en la iglesia Santa María la Mayor, de Trujillo), construida (con las de Méjico, Puebla y Cuzco) por el arquitecto trujillano Francisco Becerra, y de la que seria su primer Arzobispo el también trujillano Fray Jerónimo de Loaisa.

Su hija, Francisca Pizarro Yupanqui, nacida en Jauja, hija de princesa y nieta de emperadores Incas, ya con sangre mestiza, viene a Trujillo acompañando a su tío Hernando Pizarro Vargas, con el que contrajo matrimonio y del que nacieron otros hijos, contribuyendo a un nuevo mestizaje. Y se haría trujillana por hija, esposa y madre de trujillanos y, a perpetuidad, porque sus cenizas reposan con las de su esposo y tío Hernando, en la iglesia de San Francisco de Trujillo.

Otro trujillano, Gonzalo Pizarro, hermano de Francisco y Hernando, mezcla también su sangre, con los amores que tuvo con otra princesa incaica, de la familia del Inca Manco Capac, llamada Inquill o Flor Olorosa, con la que tuvo dos hijos, uno llamado Francisquito, nacido en 1,535 y una hija llamada Inés, ambas nacidos en Cuzco, que fueron legitimados por el rey Carlos V. Según se ha escrito, vinieron a Trujillo en 1549, enviados por La Gasca. Francisco murió a poco de llegar y su hermana Inés regresó a lima.

Remataremos esta lista de la unión entre las dos razas, con la llevada a cabo entre la trujillana doña María Esquibel, de mucha nobleza, quien casó en el Cuzco con Carlos Inca, padre de Melchor Carlos Inca, descendiente del Inca Manco II. Doña María Esquibel fundó un hospital en la ciudad de Lima, en 1571.

Por su curiosidad, incluimos un caso que tenemos recogido de un autor de Pasajeros a Indias. El 19 de enero de 1579, se embarcó para Perú Martín Inga, indio, soltero, nacido en Trujillo, hijo de Juan Inga y de Catalina.

Seguimos destacando la participación de trujillanos en la gran Gesta americana, con el descubridor y explorador del río Amazonas (también conocido con el nombre de Orellana). Algunos historiadores nos dan su descubrimiento como producto de un mal entendido entre dos paisanos, los trujillanos Gonzalo Pizarro y Francisco de Orellana. Pero entre los pocos componentes de aquella empresa, llena de peligros, hambre y privaciones, figuró otro insigne trujillano, fray Gaspar de Carvajal, que tuvo las tareas de cura de almas y de cronista de aquella extraordinaria aventura. Pero hubo algo más, una de las frágiles naves sufrió tan graves averías que hubo que construir una nueva, a la que se bautizó con el nombre de Victoria, no sabemos si como recuerdo al título con que se venera a la Virgen patrona de Trujillo. Los descubrimientos hechos por Orellana en el Amazonas, abría el camino a la exploración y colonización una zona cuya extensión es de cinco millones de kilómetros cuadrados que, dicen, equivalen a la mitad de los territorios de Europa.

La importancia para la humanidad del Descubrimiento de América, la recogemos de la célebre frase de López de Gómara, cuando dice: «La mayor cosa después de la creación del mundo, sacando la encarnación y muerte del que lo creó, es el descubrimiento de las Indias». Y a quines hicieron posible aquella ingente tarea, se les ha dado la calificación de «dioses». Hasta en esto se le reconoce de modo especial a Trujillo y a lo trujillano, cuando aun puede verse en una de nuestras carreteras, en un gran panel, un dibujo en el que aparece la estatua de Francisco Pizarro, con el fondo de la iglesia de San Martín, en la Plaza Mayor de Trujillo, debajo de lo que puede leerse en grandes caracteres: «Trujillo, donde nacieron los dioses”. Pero entendemos que si se les definió como «dioses», fue por la grandiosa obra realizada y por su enorme capacidad para él sufrimiento, para las privaciones y para el sacrificio, que en muchos de los casos supuso la ofrenda de la propia vida. Y ahí si que fueron «sobrehumanos», «sobrenaturales»… «dioses». Muchas veces nos hemos planteado si el hombre actual sería capaz de repetir aquellas heroicas hazañas con los mismos medios de que ellos se valieron.

Alejandro Casona, en un resumen sobre la vida de Pizarro, escrito para la juventud, afirma: «El gesto en la Isla del Gallo, al trazar una raya con 1a punta de su espada sobre la tierra, marcando que más allá de de ella estaban los abismos, los desiertos, las fieras, el hambre, las penalidades, las privaciones, las moscas de la fiebre y las flechas envenenadas; una raya que dividía lo conocido con su vida cómoda y sus prebendas seguras, de lo desconocido con sus lóbregas opciones, realizó el gesto más sublime de toda la historia del mundo».

Interminable sería mencionar a cuantos trujillanos, de los que se tienen referencias, pasaron a Indias en los tiempos de su descubrimiento, colonización y evangelización, muchos de ellos a ejercer las mis nobles profesiones. Si, como se ha escrito, la conquista de América fue monopolio extremeño, Trujillo figura muy a la cabeza de cuantas poblaciones hicieron su aportación humana. Hasta 586 (cantidad ni siquiera igualada) son los que figuran catalogados en la obra “La Epopeya de la Raza Extremeña en Indias», de don Vicente Navarro del Castillo, durante los siglos XV y XVI. Consultados otros autores, nos encontramos en condiciones de poder ofrecer un número que se aproximan al millar, el de los trujillanos que pasaron a Indias desde el 12 de octubre de 1492 hasta finales del siglo XVI. Mas a pesar de ese gran número, fue su gran categoría la que los hace sobresalir: “los mayores genios conquistadores, exploradores más valerosos, obispos más celosos, mujeres más patriotas, ciento veinte capitanes a toda prueba, gobernantes más dignos, artistas más notables…», algunos con categoría «sobrenatural», porque así podía calificarse su obra. Comenzaremos con Francisco Pizarro, que incorporó un nuevo imperio a la corona de España y ha motivado tanto el interés de los historiadores, que tenemos entendido que supera las 135 el número de sus biografías. Pizarro, también, fundó el Trujillo peruano, en recuerdo de su ciudad natal. Seguiremos con sus hermanos Hernando, Juan y Gonzalo Pizarro y Francisco Martín de Alcántara, todos con categoría y 1úz propia y destacadísimos en gloriosas hazañas. Francisco de Orellana, descubridor y explorador del Amazonas y fray Gaspar de Carvajal, su compañero y cronista de esa epopeya. Fray Jerónimo de Loaisa, primer Arzobispo de Lima; fray Vicente Valverde, primer obispo de Cuzco y primer mártir; fray Diego Torres Altamirano, franciscano, obispo de Cartagena de Indias, consagrado en el Convento de la Concepción de Lima, donde era Abadesa una hermana suya; fray Juan de Trujillo, jerónimo, a quien Felipe II le presentó para obispo de Guadalajara, en Méjico; el famosísimo dominico fray Felipe de Meneses, autor de obras que aun se estudian en la Universidad española, entre ellas «Luz del alma», «De los Santos Sacramentos»…, que regresó del Perú en 1575, si bien no hemos conseguido la fecha de su ida a aquellas tierras. Otros más fueron, Diego García de Paredes, hijo del Sansón y Hércules de España, al que Felipe II nombró Gobernador y Capitán General de la provincia de Popayán, fundador del Trujillo de Venezuela. Francisco de las Casas, según unos yerno de Hernán Cortés, que sostiene con otros veinte trujillanos la retirada de la «Noche Triste» y fundador del primer Trujillo americano, en 1526, en Honduras. Francisco Becerra, arquitecto, al que se le atribuyen las catedrales de Méjico, Puebla, Cuzco y Lima. Francisco de Camargo, capitán de Cortés en Méjico, al que encargó quemar las naves tras el desembarco. Juan de Chaves, fundador de Gracias a Dios, en Honduras, en 1536. Ñuflo de Chaves, fundador de Nueva Asunción, en 1559 y de Santa Cruz de la Sierra en 1561, en Bolivia. Álvaro de Quiñones, Gobernador y Capitán General de Panamá y Guatemala. Hernando de Alarcón, que descubre y explora la desembocadura del río Colorado, al que bautizó con el nombre de la Buena Gracia, describió la primera carta hidrográfica de la costa Californiana m1s exacta y que aún se conserva en un museo americano. Alonso de Hinojosa, nombrado general de la escuadra de Gonzalo Pizarro, compuesta de 22 buques. Alonso de Sotomayor, Gobernador y Capitán General de Chile, y su hermano Carlos de Sotomayor, que estuvo a sus órdenes con el grado de Coronel y también su hermano Luis Sotomayor, Maestre de Campo de Alonso, en Chile. Alonso de Toro, que desempeñó cargos de máxima confianza con sus paisanos los Pizarro, que fue Maestre de Campo de Gonzalo Pizarro y Gobernador de Cuzco. Alonso Briceño, uno de los «Trece de la Fama», que dio el paso adelante en la Isla del Gallo. Francisco de Chaves, fundador y regidor de Villa Real de Chiapa en 1528, pasando después al Perú y fundando la ciudad de Guatemala. Francisco de Carvajal, valeroso general en las Guerras de Italia, fue enviado por Carlos V a América, siendo nombrado Maestre de Campo de su paisano Gonzalo Pizarro. Juan de Sanabria, que acompañó a su hermano Diego de Sanabria, nombrado en 1547 adelantado del Río de la Plata. El Licenciado Diego González Altamirano, nombrado Oidor de Lima, en 1551 y más tarde Alcalde de1 Crimen de su Audiencia. Francisco Altamirano Torres, que fue corregidor de la Paz, en Bolivia. Fray Diego de Altamirano, primo de Hernán Cortés, con quien partió a la conquista del país del Anahuac. Blas Altamirano Torres, fue Oidor de Quito y Fiscal Oidor de Lima. Juan de Olmos, que fue Gobernador de Puerto Viejo, ciudad del Perú. García Torres Carvajal, capitán y encomendero de Osorno. Fray Alonso de Trueno, dominico, que partió a Amóxica con el obispo de Chiapas, Bartolomé de las Casas, desarrollando gran labor espiritual en la isla de Santo Domingo, donde hubo de quedarse a ruego de los naturales. El Licenciado Juan Alonso de Tapia, que pasó al Perú como canónigo de la catedral de Cuzco. Fray Juan de la Cruz, del hábito de Santo Domingo, vicario, guardián y definidor varias veces de la provincia de Méjico, fundador del Convento de la Piedad en Ahuehuetián, donde vivió y murió con fama de santidad. Nuño de Chaves Figueroa, Alcalde Mayor de la villa de Santa Maria de la Victoria de Tabasco, en Méjico. Juan Prieto de Orellana, abogado, pasó como visitador de la Audiencia de Santa Fe de Bogotá, en 1582. Hernando Alonso Villarejo, sacerdote, nombrado Arcediano de la Catedral de Cartagena de Indias. Terminamos esta breve relación -obtenida de las biografías de ese casi millar de trujillanos que tenemos archivados- con cuatro extraordinarias mujeres: Sor María de Jesús Paredes, fundadora de las Carmelitas Delcalzas, a la que se conoció por la «Azucena de Quito» y murió en loor de santidad; Inés Muñoz, esposa de Francisco Martín de Alcántara y por tanto cuñada de Francisco Pizarro, de la que se dice llevó el olivo al Perú; María Escobar, casada con el capitán Diego de Chaves, primera mujer europea casada que pasó al Perú y llevó el trigo a América, e Isabel Rodríguez, acaso parienta de Francisco Pizarro, pues ese nombre y apellido llevó la abuela paterna de Pizarro, repitiéndose varias veces en esa descendencia, ella, con las dos anteriores, corno las Tres Marías en el entierro de Cristo, protagonizaron en Lima el triste y solemne traslado del cadáver de Pizarro para darle sepultura, e hicieron lo que los hombres no realizaron por temor a los asesinos almagristas.

El enorme eco que la participación trujillana tuvo en el Nuevo Mundo, ha sido motivo para que historiadores y escritores le hayan dedicado sus mejores titulares e inspiradas frases, de las que hemos seleccionado las que incluimos a continuación:

«Trujillo, Casa solariega, de la Hispanidad».

«Trujillo, Hogar Universal de la Hispanidad, Ciudad Madre de las Américas y soberana Cuna de Conquistadores».

«Vientre egregio donde se gestó el Nuevo Mundo».

«Plaza Mayor más que de Castilla, de la Hispanidad la de Trujillo».

Trujillo ha sido señalado como:«Hogar, vientre, alma, corazón, casa propia… de la Hispanidad».

«Trujillo tiene el orgullo de ser cuna de múltiples conquistadores, colonizadores y evangelizadores, forjadores de nuestro Imperio y alma de la Hispanidad».

«Trujillo, Madre fecunda de la conquista, entrañas puras y gloriosas de la Hispanidad».

“Madre y cuna, lección y ejemplo, grito y estandarte, reloj y altar para nacientes tierras».

Podíamos ampliar nuestras citas en favor de nuestra ciudad, que la consagran única, tanto en el proceso de nacimiento de nuestra patria como nación, con la denominación de España, que se remata el 29 de diciembre de 1479, como posteriormente al 12 de octubre de 1492, tras el descubrimiento de América, en el que el término “España” se pluraliza con el concepto más amplio de… “Hispanidad”.

El interés de nuestras autoridades regionales en el próximo Centenario no es proporcionado al protagonismo que tuvieron los extremeños en aquella gloriosa e irrepetible gesta. Barcelona, con los Juegos Olímpicos, y Sevilla, con la Exposición Universal, han acaparado los presupuestos nacionales para su conmemoración, en los que, a los extremeños, se nos ha asignado la ingrata tarea de contribuir a sus costosísimos gastos. Pero aún queda tiempo suficiente para rectificar – y rectificar es…- y arbitrar, medios con que dejar perenne e imborrable recuerdo a posteriores generaciones y vean supimos y fuimos capaces de celebrar dignamente «el acontecimiento más importante ocurrido en la historia de la humanidad». Para ello, lo que proponemos es que sea levantado un monumento -grupo escultórico de tamaño natural- en honor de la familia hispánica, en el que figure un extremeño, su esposa india y dos o tres niños, mestizos, producto de ese amor matrimonial materializado, y un fraile bendiciendo esa familia creada. Lugar, el espacio ajardinado comprendido entre la Casa de la Cadena (otrora alojamiento del rey Felipe II) y el Palacio de la Conquista (el mayor recuerdo de América en Extremadura), recientemente declarado Bien de Interés Cultural, y como testigos de excepción los bustos de los matrimonios compuestos por Francisco Pizarro y su esposa Inés Yupanqui Huailas y el de Hernando Pizarro con la suya Francisca Pizarro Yupanqui, que desde el balcón esquinado proclaman al mundo ser creadores de esa nueva raza. Un monumento más con que contribuir a superar la belleza que ya posee la Plaza Mayor de Trujillo, símbolo de lo Hispano y del Mundo Hispánico.

Por cuanto se ha expuesto, nos vemos obligados a una serie de peticiones, de carácter honorífico, que no han de gravar de modo importante las arcas regionales (teniendo en cuenta los altísimos presupuestos que se manejan) y, por el contrario, han de producir grandes bienes culturales y materiales, y no son sino un justo reconocimiento de unos hechos históricos protagonizados por 1a ciudad o por sus numerosos hijos, y que a nadie como a Trujillo le corresponden. Además de la frase Trujillo universaliza Extremadura, entendemos debe reconocérsele otras titulaciones, como las de:

  1. Como Primera Capital de España, merece el reconocimiento oficial de «Cuna de la Hispanidad”, con que universalizó a España.
  2. Reconocimiento oficial de «Plaza Mayor de la Hispanidad» y «Capital del Mundo Hispánico», porque es en Trujillo donde se universalizan.
  3. Reconocimiento oficial de «Patrimonio de la Humanidad”, pues entendemos que si universalizó Extremadura, a España y al Mundo Hispánico, ha reunido méritos más que suficientes para dicha titulación. Esta petición compromete tanto a la Junta Regional, al Gobierno de la nación y a la UNESCO, para ejercer una acción conjunta para la restauración de su deteriorado y abandonado Conjunto Monumental, pues si bien hasta ahora sólo ha servido para dar gloria y prestigio a esas Instituciones, ya va siendo hora de que reciba una justa compensación, como reconocimiento a su glorioso pasado.
  4. Potenciar el Museo de América, ubicado en el antiguo Convento de la Coria por la Fundación Salas, tan necesario en Extremadura con el que conocer en profundad la historia de las Españas.
  5. Crear el Archivo de Indias, tantas veces anunciado, en el que recoger cuanta documentación sea posible de los extremeños que participaron en el Descubrimiento, y pueda ser consultado por estudiosos e investigadores, evitando tener que visitar el de Sevilla para encontrar y estudiar el testamento de un Pizarro… Y como entendemos es el Palacio de la Conquista el más representativo de Extremadura para su ubicación, llevaría la exigencia de una gestión firme para su cesión. En él Podría ir incorporado, también, un Archivo Regional, en el que puedan ser consultados cuantos documentos hayan sido generados durante la historia de Extremadura.
  6. No podemos omitir nuestra petición para que se le preste la mayor atención a la Real Academia de Extremadura de las Letras y de las Artes, para que, se aporten los medios económicos necesarios que aceleren las obras de restauración total de su sede -el Palacio de Lorenzana- y para su equipamiento. Su actual dotación es tan exigua, por ambas Diputaciones provinciales, que desdice del nivel cultural de esos organismos que las conceden y se contradice con las concesiones que se hacen a dudosas agrupaciones culturales. ¿Cómo podemos hablar de cultura en Extremadura cuando se tiene tan marginado al auténtico órgano que la genera?

Aquí ponemos punto final a estos apuntes históricos sobre Trujillo que nos habíamos propuesto, quizás cortos para sus muchos méritos, aunque entendemos suficientes para dar a conocer la especial intervención trujillana en la formación de España como nación y en la del Mundo Hispánico, que gustosos hemos aceptado como colaboración a la preparación del V Centenario del Descubrimiento, con el que nos sentimos plenamente identificados y al que deseamos el mayor esplendor y resultados.

Oct 011988
 

Francisco Encinas Cerrillo.

A la memoria del Iltmo. Sr. D. Juan de Tena Fernández, sacerdote, archivero, cronista, investigador, historiador e hijo predilecto de Trujillo y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia, en el centenario de su nacimiento (1-12-1888 / 4-1-1967).

“Don Juan de Tena, el último cronista de Trujillo”; así reza el título de un escrito publicado por el diario «Extremadura», de Cáceres, del 7 de enero de 1967 con la firma del Conde de Canilleros, en el que mostraba su sentimiento por el fallecimiento el 4 de dicho mes y año de nuestro querido paisano el Iltmo. Sr. D. Juan Tena Fernández al que traemos a estas páginas con motivo del homenaje que se le está dedicando en el primer centenario de su nacimientos el 1 de diciembre de 1988. En el escrito de referencia, se hace historia de los cronistas trujillanos, a los que se relaciona como sigue: «La encabezó en el siglo XV Lorenzo Galíndez de Carvajal continuándola, en el siglo XVI Diego y Alonso de Hinojosa Esteban de Tapia y Juan de Chaves; en el siglo XVII Fernando Pizarro de Orellana; en el XVIII Juan Solano Figueroa; en el XIX y XX, Federico Acedo y Clodoaldo Naranjo. La ilustre lista acaba de cerrarse con el nombre del erudito cronista don Juan Tena». Y sigue diciendo: «No es tópico, no, el decir que Trujillo está de luto, porque una ciudad de tan alto rango y de tanta significación universal necesita tener siempre un enamorado investigador que se consagre al estudio de sus viejas cosas». Estas ideas nos sugieren una serie de preguntas que nos gustaría las contestara quien tenga asumida tan importante responsabilidad. Son estas: ¿A partir de aquella triste fecha existe cronista en nuestra ciudad?; si es así, ¿Se lleva a cabo con decoro tan necesaria tarea?, ¿Sigue Trujillo con el protagonismo histórico con la misma intensidad que en aquellas fechas en que lo realizaba don Juan? De todos es sabido que él ha sido, además de cronista, el último historiador mas completo de los últimos años. Su obra «Trujillo Histórico y Monumental» con la titulada «Trujillo, sus hijos y monumentos», del también sacerdote fallecido don Clodoaldo Naranjo Alonso trujillano de sentimientos y por adopción, conforman el soporte del conocimiento de nuestra riquísima historia y a las que hemos de recurrir casi cuantos sentimos algún interés por conocerla.

De todos es conocido que don Juan tuvo la ingente tarea de organizar e investigar nuestro archivo municipal, al que se consagró con cuerpo y alma, dedicándole gran parte de su vida, pues se hizo cargo de él en 1929. Los resultados no se hicieron esperar y el producto de sus investigaciones se vieron en los libros que publicó y en las crónicas aparecidas en las paginas de “La Opinión” y otros medios de comunicación regionales y nacionales, en las que iban condensándose cuantos datos encontraba en el manejo de los legajos que ordenaba y catalogaba. Aprovechamos esta ocasión para solicitar de nuestros responsables las mayores atenciones y cuidados para nuestro Archivo -en su opinión, uno de los mejores de España dentro de los de su categoría-, pues rumores y comentarios denuncian en é1 deterioros lamentables, teniendo en cuenta que cada día es más visitado por estudiosos, a los que debemos ofrecer una buena imagen. También, animar a nuestra juventud con inquietudes para que aprovechen tan valiosa fuente de conocimientos y un día, no lejano, puedan ofrecernos el positivo resultado de sus investigaciones pues, intuimos e imaginamos, aún deben permanece en esos legajos por consultar interesantes documentos históricos sobre nuestra ciudad.

Hacemos un inciso, aprovechando el tema, para recordar con el afecto que merece, a otro trujillano, si no de nacimiento si de corazón, porque gran parte de su vida y de su obra estuvo al ser de Trujillo, en las múltiples facetas en las que ejerció. Estamos recordando a don Marcelino González-Haba Barrantes, gran entusiasta de nuestra ciudad, que jamás regateó esfuerzo ni sacrificio, llenando muchas páginas de “La Opinión” con un noticiario abundante que hoy nos sirve para seguir el rastro de hechos ocurridos en pasados años, por las que sabemos muchas noticias que en otro caso se hubieran perdido, alcanzando con ellas categoría de verdadero cronista.

Por considerarlo de interés y por entender que es poco conocido de su vida, recordaremos el siguiente hecho. El que fuera gran periodista don Antonio Diaz-Cañabate, visitante de honor de nuestra ciudad en la Feria de junio de 1962, en su diaria crónica enviada al diario ABC, de Madrid, que titulaba «Andanzas de un corresponsal”, en la del día 13 decía así: «El archivero municipal de Trujillo, es un sacerdote, don Juan Tena Fernández tan enamoriscado de sus papeles que los llevaba siempre consigo. ¿Tan parco es en legajos el archivo de una ciudad tan cargada de historia? No. Copiosos y abultados son. Lo que ocurre es que don Juan Tena posee una memoria comparable en poderío a las fuerzas físicas de su paisano don Diego García de Paredes, aquel Hércules de increíbles hazañas y se sabe: al dedillo todos los documentos confiados a su custodia. ¡Buena compañía un archivero con su archivo a cuestas para recorrer Trujillo!”. En la crónica de otro día le definía «archivo viviente”, tal era su concepto de los conocimientos de don Juan sobre Trujillo. En la crónica enviada a ABC, publicada el 17 de junio, decía don Antonio Díaz-Cañabate: «Don José Ortega y Gasset me dijo un día que ¡Nada hay tan bello como unas cigüeñas volando sobre Trujillo¡”. Aquella serie de escritos publicados por el diario madrileño, fueron un bellísimo canto a la historia de Trujillo.

Abundando en esta serie de comentarios en torno a la vida de don Juan, no queremos omitir una curiosa anécdota de la que fuimos protagonistas. Corría el mes de abril de 1961, en cuyos primeros días se celebraba la Semana Santa, lo que nos permitía unas pequeñas vacaciones en nuestra ciudad. Como en otras ocasiones, aprovechamos para visitarle en su domicilio en solicitud de alguna de las obras con que mejorar nuestros conocimientos sobre la historia de Trujillo, por la que nos sentíamos atraído. Pocas fechas después, el día 6, salía publicado en La Opinión nuestro escrito titulado «Trujillo, Ciudad Monumental», que tanto interés despertó y que serviría para mover los resortes para tan ansiado logro, y en el que tendría don Juan un especial protagonismo, aportando sus extensos conocimientos históricos en el texto del nuevo expediente confeccionado y enviado a la Dirección General de Bellas Artes. Las prisas de don Juan por atender unos compromisos previos y las habituales ocupaciones que le aguardaban, impidió un comentario con él sobre tan interesante asunto. Consecuencia de ello fue que, en nuestro siguiente primer encuentro, hubimos de recibir una cariñosa regañina por aquella involuntaria omisión informativa y que aceptamos por la cordialidad y afecto con que nos fue hecha. Comprendimos que con nuestro olvido, tal vez habría retrasado una gestión muy necesaria a la hora de agilizar los trámites de la documentación exigida. Afortunadamente todo quedó resuelto con la publicación del Decreto 2223/1962, de 5 de septiembre, por el que Trujillo recibía su declaración oficial de «Conjunto histórico-artístico y monumental».

Al final incluiremos el soneto y el poema que le dedicara el Padre Claretiano Máximo González del Valle, que tenemos recogido en la obra «Trujillo en Sonetos”. Ignoramos si hubo previo conocimiento y amistad personal entre ambos, dada la fecha del fallecimiento de don Juan (4-1-1967) y la llegada del Padre Máximo a Trujillo, en octubre de dicho año, a predicar a nuestra Patrona en su novenario. Soneto y poema reflejan plenamente la personalidad del poéticamente biografiado.

Cerraremos estos renglones en memoria de don Juan, incluyendo sus más salientes datos personales, con las actividades y ocupaciones que tuvo en nuestra ciudad. En 1929 se hizo cargo del Archivo municipal. El 13 de mayo de 1947 es nombrado Subapoderado del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico de nuestra ciudad. El 19 de febrero de 1948 es nombrado Cronista oficial de Trujillo. En junio de 1949 recibió, como premio a su labor investigadora, el nombramiento de Académico Correspondiente de la Real Academia de la Historia. Finalmente, la Dirección General de Bellas Artes, le nombró Vocal de la Comisión para la conservación, reparación y reforma de los templos declarados Monumentos Nacionales Históricas y Artísticos de la Diócesis de Plasencia.

Tal fue el sentimiento por su fallecimiento, que Trujillo le dedicó popular homenaje, para el que se creó una «Comisión homenaje», que revistió gran importancia. La ciudad le nombró Hijo Predilecto, le levantó una estatua en uno de sus más bellos jardines y le dio su nombre a la Plaza en que se encuentra la Casa Matriz de la Congregación de Religiosas de Hijas de la Virgen de los Dolores, de la que fue Fundador y en cuya Capilla reposan sus restos mortales.

Don Juan de Tena

Padre Juan, en espíritu un gigante,
paso corto, y alado el pensamiento;
verbo parco, y en é1 el sentimiento
del ayer, del mañana, del presente.

Buzo de pergaminos. Concha y fuente
de la historia dormida. Bieldo y viento
de sombras. Luz más luz. Humano aliento
de Trujillo en la piedra perviviente.

Alma de niño, y ojos de alcotán
perforas tiempo y cosas. Es tu afán
una vida más honda, pura y bella.

Pluma, oración y estudio son tu espada.
Y mueres sin morir… ¡Que tu mirada
retorna cada aurora y Dios en ella!.

Máximo González del Valle.

Juan de Tena
Exhumador y cantor de Trujillo

Corazón de Trujillo
lates, y en él despiertas
sombras, figuras muertas,
y aquí y allá un caudillo.
Tu corazón-martillo
golpea suavemente.
Y en tu latido ardiente
que a tradición resuena,
la urbe imperial estrena
nueva luz, nuevo ambiente.
Todo siente y se siente
por ti, Juan Tena.

Mente de la ciudad
perforas lo Pasado
y es, en ti remozado,
rosa de claridad.
Devuelves majestad
a torre, olivo, almena.
En tu prosa serena
lo resucita todo,
y muro, sombra, o lodo,
de eternidad se llena.
Oh, todo es de otro modo
por ti, Juan Tena.

Pupilas de la Historia
ves lo que nadie vio
y en ti recomenzó
la ciudad y su gloria.
En ti es flor la victoria
del Credo o de la Espada.
Penetra tu mirada
los siglos. Y es cadena
de luz, tu prosa plena
de grandeza olvidada.
Oh, qué nueva alborada
por ti, Juan Tena.

Memoria de Trujillo
por ti son letra viva,
vida en flor, siempreviva,
muros, torres, castillo.
hoz, carreta, áureo trillo
tu memoria parece.
Por ella reamanece
la alegría en la pena,
y en cada rota almena
Dios sonríe y florece.
Trujillo es otro y crece
por ti, Juan Tena.

Verbo de la ciudad
hablan en tus renglones
campanas y blasones,
tiempo y eternidad.
Trujillo y su verdad
tienen en ti colmena.
Tu estudio es alacena
del Ayer y el Mañana,
con fragancia temprana
de hogaza y de azucena.
La ciudad es sultana
por ti, Juan Tena.

El alma de Trujillo
vuelve al tiempo por ti,
y es inmenso rubí
de legendario brillo.
Tú -tan bueno y sencillo-
resucitas la Historia.
Hurgas gloria y escoria
con lentitud serena
y el cielo azul se llena
con flores de victoria.
Trujillo hallo su gloria
por ti, Juan Tena.

Máximo González de Valle

Oct 011988
 

Carolina Corbacho Cortés.

Introducción

El pueblo conserva, transforma y comunica la cultura que surge de sus propias raíces. Es un legado vivo, permanente, pero también muy variable, sujeto a múltiples modificaciones. Palabras, versos e incluso poemas enteros modifican y pierden su forma inicial al ir rodando por personas, lugares y épocas.

No obstante, los temas suelen ser siempre los mismos: canciones de faenas, de amor, de fiestas, de rondas, etc. Cantos que expresan las preocupaciones sentimentales y materiales del ser humano.

Tales caracteres del folklore popular producen distintas posibilidades en cuanto a su transmisión. Hay poemas que describen costumbres y modas típicas de un determinado periodo histórico. Al desaparecer el valor funcional se pierde también su riqueza oral, irrecuperable incluso si no se ha recogido por escrito. Es lo que ha sucedido con labores y fiestas rurales que el progreso ha desplazado.

La supervivencia, pues, va unida a la rentabilidad que posea el motivo cantado. Así, las canciones de bailes, de rondas; de quintos y sobre todo las rituales -como los epitalamios- a manudo son las que mejor garantizan su conservación, dado que responden a tradiciones que perduran a lo largo de la historia; esta persistencia de unos hábitos concretos asegura la recurrencia del canto.

Varios rasgos definen los cantos de boda. Exponen las distintas fases del acontecimiento («pedío», despedida, cortejo, boda, banquete, baile, etc.), alternando la descripción con el lirismo según el carácter expositivo o poético que tenga cada etapa. Mantienen una estructura abierta y flexible que acoge un número no definido de canciones; esta fluidez constructiva favorece la nemotecnia y la creación. Los motivos se reiteran en muchas zonas extremeñas e incluso fuera de la región:

Arrodíllate la rifa
en ese suelo barrido
que te eche la bendición
ese tu padre querido.

(León)

Irás donde esté tu padre
corridita de vergüenza;
t’echará la bendición
con la su mano derecha.

(Extremadura)

La fuente de estos textos se encuentra en la tradición lírica. Interesa estudiar si los cantos extremeños aportan nuevos rasgos al folklore.

Los libros que recogen los poemas nupciales de Cáceres y Badajoz son varios. El “Cancionero popular de Extremadura”, de Bonifacio Gil García[1]; el “Cancionero popular de la provincia de Cáceres”, de Manuel García Matos[2]; el “Cancionero de Cáceres y su provincia”, de Ángela Capdevielle[3]; el “Cancionero Arroyano”, de F. García Redondo[4]; y el “Cancionero de la Garganta”, elaborado por Pedro Majada Neila[5], son las obras de donde se han seleccionado los textos literarios. Introducen a veces algunas descripciones sobre los ritos de ciertas zonas. Asimismo, la “Revista de Dialectología y Tradiciones Populares” recoge estudios sobre las bodas extremeñas. M. Marcos de Sande[6] expone ciertas costumbres del «avisijo», la cena del «tripicallo», la fiesta del Tálamo…, comidas y bailes típicos de Oliva y Villar; también alude al día de los “machos” en Pozuelo de Zarzón, a la “jarrera” de la novia, etc.

El objetivo de nuestra comunicación no es describir de nuevo las celebraciones típicas de los pueblos. Corresponde esa labor a los tratadistas de la antropología y la etnología. La finalidad que nos guía es analizar el material recogido y su calidad poética. Para ello, se sigue la sucesión temporal de la fiesta y las canciones que integran cada apartado. Interesa especificar que tipo de enlaces mantienen las imágenes literarias con la cultura popular hispánica y cuál es el grado de persistencia o transformación formal de los cantos.

Caracteres metafóricos de las canciones

Gran número de textos se refieren a la “despedida”. Suelen recitarlos las amigas de la novia en casa de ésta el día anterior a las nupcias. Se caracterizan por las expresiones laudatorias que dedican a los prometidos, consejos y enhorabuenas.

Los apelativos que se dirigen a la mujer son más numerosos que los ofrecidos al hombre. Se continúa la tradición lírica donde el sujeto cantado suele ser la figura femenina como símbolo de amar y belleza. Nace de ahí la riqueza metafórica para designar a la novia.

Una imagen muy recurrente es la semejanza con la flor, dados los semas que aporta de frescura, juventud y hermosura:

Una flor con mucho esmera,
que se ha criado en su casa,
hoy te la entregan a ti,
mira a ver cómo la tratas.

Con amor y con cariño
tratarás aquesta flor,
pa que sus padres no tengan
sentimiento ni dolor.

(Pozuelo del Zarzón)

E1 calificativo puede desarrollar una red más amplia y variada:

Una rosa te entregamos,
hermosísimo clavel,
no la deshojes tan pronto,
déjala que esté en su ser.

Ábrenos la puerta, novia,
la puerta de tu jardín,
que vienen las tus amigas
a despedirse de ti.

(Pozuelo de Zarzón)

Ella es la «rosa», imagen reiterada dentro de la literatura española para expresar la belleza femenina, así como su carácter fugaz y breve; y él «clavel»[7], término floral paralelo que incide en la juventud y galanura del amante. Las relaciones sexuales también se metaforiza: el desfloramiento puede ajar la naturaleza frágil de tan delicada flor. La poetización alcanza hasta la misma residencia de la novia -«Jardín»-, transformando su cuerpo, (según una imagen de orígenes bíblicos) en morada que condensa todas las virtudes naturales.

En la misma línea léxica están los versos siguientes:

El día de la Ascensión
vas a Misa con tu madre,
pareces la flor de lila
cuando la menea el aire.

Se dibuja una figura estilizada, olorosa y ágil, valores apoyados por el sentido metafórico que adquiere el resto de la estrofa («Ascensión», “cuando la menea el aire»).

La función de estas caracterizaciones es sublimar una imagen idílica e incluso divinizada de la mujer (“Tienes unos ojitos / de flor de andrina,/ qu’ ellos soloh declaran / qu’ ereh divina», Peraleda de la Mata).

Hay que destacar la abundancia de expresiones relacionadas con la naturaleza: «colorada clavellina», «ramito de toronjil», «cogollo de hierba buena», «ramito de auré», “manojito de corales», «limonero de mi vida»…, sintagmas embellecedores que transmiten al mismo tiempo deseos de alejar el «mal de amor» (el toronjil, el laurel y la hierbabuena tienen aplicaciones medicinales) y propagar augurios de fertilidad:

“En ocasiones, el mayo es representado en España por parejas de hombres y mujeres adornados o cubiertos de vegetales. Tales matrimonios encarnan la fuerza regenerativa de la Naturaleza. En este sentido conviene recordar ciertas canciones cacereñas de bodas en las que novio y novia son «considerados» auténticas plantas, es decir, representaciones humanas de mayos:

No venimu pol comel,
ni tampocu pol bebel,
que venimu pol el noviu
qu’e un ramito laurel.
No venimu pol el oru,
ni venimu po-la plata,
que venimu po-la novia,
qu’e un ramitu albaca
[8].

En la Garganta se dice:

En la calle de la Cuesta
se ha criado una paloma
que se la lleva su amante
y a su madre deja sola.

El nuevo elemento de comparación aporta otros semas a las virtudes de la mujer: la pureza y la fidelidad, cualidades muy importantes del rito según el pensamiento tradicional español.

Los calificativos que se dirigen al novio son más escasos. En una ocasión aparece:

El padrino es un confite,
la madrina es una almendra,
el novio cadena de oro
que a la novia lleva presa.

(Pozuelo del Zarzón)

El sintagma destaca la prisión a que somete el prometida a la novia, cautiverio, por otro lado, rico y hermoso (contenidos que aporta el material precioso). Esta imagen del amor como cárcel es muy recurrente dentro de la literatura, recordemos el código del «amor- cortés» o las «caenas de amor» de procedencia popular.

Suelen abundar en las canciones las llamadas de atención al cónyuge para que cuide con esmero la frágil y delicada figura femenina, trasunto eufemístico de las relaciones sexuales.

Ten cuidado con la novia
cuando se vay’a’acostá,
no se caiga de la cama
qu’es un vaso de cristá.

(B. Gil, pág.74)

Nosotros te la entregamos
vestida de palo fino;
ahora lo que t’encargamos
que tú seah buen marido.

(B. Gil, pág. 78)

Tales locuciones connotan ciertas costumbres más licenciosas. En el caso de la novia se habla de retiro:

Levanta, novia, levanta,
de esa, tu pulida cama,
y ponte a considerar
lo que vas a hacer mañana.

Ponte novia la mantilla
y métete pa la sala
y ponte a considerar
lo que vas a hacer mañana.

Las acciones (cubrirse con la mantilla, desplazarse) comportan una interiorización de la persona, invitación a que considere el cambio que el rito opera en ella: el paso de moza a mujer, abandono, asimismo, de las locuras juveniles y reforzamiento de la madurez que exige la vida de casada y el deber conyugal.

Subyace la consideración religiosa y social del acto como unión armónica., pero no se obvian sucesos más discordantes; de ahí los cantos de buenos augurios:

Dios quiera que tengas, niña,
suerte con tu casamiento.
Suerte con tu casamiento
del estado que has tomado
que has cogido por esposo
a ese que tienes al lado.

(Arroyo de la Luz)

Otros rasgos aluden a la bendición del padre, a la dote, etc., en ocasiones con un tono humorístico y paródico.

La despedida te doy / con una cinta en el aire,
que te vayas despidiendo / de tu padre y de tu madre.
La despedida te doy / con una cinta encarnada,
que te vayas despidiendo / de tus hermanos y hermanas.
La despedida te doy / con una cinta amarilla,
que te vayas despidiendo / de tu familia y amigas.

(Descargamaría)

La posición de la cinta y su cambio cromático se corresponden con el grado de parentesco que mantiene la novia, con cada grupo. La «cinta en el aire» sugiere la separación de la tutela paterna; la «cinta encarnada» evoca la relación sanguínea con sus hermanos y la transformación en «amarilla», un nexo más arbitrario con el resto de las personas.

A estas canciones suceden otras que describen el trayecto de la casa a la iglesia. Se alude a un camino real pero también simbólico: la nueva vida que inician juntos los esposos[9].

Al salir de la cuestita,
de este enrrollado,
levanta, morenita,
y dame la mano
¡Mi vida!

(Carcaboso)

La ascensión representa las dificultades que ha requerido el enlace (problemas amorosos, sociales, familiares, etc.). «Darse la mano», la unión matrimonial.

El embellecimiento («Esta calle está enrollada de piedras de chocolate») está en relación con la importancia del acto y con la costumbre popular de adornar las calles por donde pasa el cortejo.

Prosiguen las canciones entonadas a la entrada y salida de la iglesia. Tienen como motivo principal la delimitación de la soltería y el casamiento y siempre se dirigen a la novia. Adquieren un valor metafórico las gradas del templo: la subida y el descenso como separación de estados. Funciona también el valor de la escalera como elemento que conduce a otro lugar.

Cuando subiste las gradas,
subiste moza soltera,
ahora las bajas casada,
para muchos años sea.

(Serrejón)

A la entrada vuelve a recibir laúdes la prometida («Al subir la iglesia arriba,/ y ponerte en el altar,/ pareciste las palomas / de esas que volando van», Cabezuela del. Valle). Se destaca la blancura del traje como símbolo de virginidad y las velas como imagen de un enlace fértil[10].

Cuando voh ponen delante
lah velas y el candelero,
voh dan a entender entonce(s)
que son dos almas y un cuerpo.

(Fuenlabrada de los Montes)

Otro elemento recurrente es el espejo. Recordemos el valor de soltería, casamiento o viudez que posee en los gorros de Montehermoso. Hay una canción recogida en Ahigal donde interviene tal objeto pero con otro significado; en este caso alude a connotaciones sexuales. También expresa una antigua tradición del lugar en donde antes de entrar la novia en la iglesia se miraba en un espejo por última vez. Lo tiraba y los trozos rotos equivalían al número de hijos que tendría. Se aúnan, pues, fertilidad y sexualidad:

El ehpeju se rumpió
morena, en diez peazuh;
preparati, morenita,
p’ahpichal con dieh
cornazuh.

El ehpeju te rornpimuh
a la salía del casoriu;
el otro ehpeju que tieh
te lo va a rumpel el noviu.

A la salida se considera la boda de dos formas aparentemente antagónicas. Puede significar la libertad para la desposada o bien su esclavitud:

Hoy es el dichoso día
para algunos allegados,
hoy te han dado licencia
que hasta hoy no te han dado.

(Gata)

Por el sí que dio la niña
a la puerta de la Iglesia…
Por el sí que dio la niña
entró libre y salió presa.

(Casar de Palomero)

Ambas estrofas se refieren a un mismo tema; la novia se libra de unas obligaciones de joven soltera y adquiere otras de casada. La consideración del amor como libertad y como prisión aceptada es un tópico más de la tradición literaria. Sólo un caso he encontrado en que se refiere la tristeza de la cónyuge y su oposición silenciosa:

Cuando saliste de casa,
muy triste, para casarte,
llevabas el corazón
vertiendo gotas de sangre.

(Cabezuela del Valle)

El corazón herido y sangrante es una imagen del alma enamorada, en este caso, de otro que no es su desposado.

Tras la celebración religiosa, el banquete nupcial. Sentados a la mesa se entonan nuevos cantos alusivos al acto conmemorado. Aparecen los símbolos materiales del amor y de la unión sacramental.

Las arras y los anillos / que te han puesto en la mano,
son cadenitas de oro / que te están aprisionando.

El novio le dio a la novia / un anillo de oro fino,
y ella le dio su palabra, / que vale más que el anillo.

(Gata)

La corona que llevaste
con el ramito de azahar
quiera Dios que no te sirva
para volverte a casar.

(La Garganta)

Nuevos vítores y alabanzas se prodigan a los asistentes. Las canciones se caracterizan por la recurrencia del esquema formal; sólo varía el término que señala al receptor. Se crea un ritmo que intensifica el objetivo musical de los cantos. Se observa, además, una degradación metafórica en las sucesivas loas según el nivel de parentesco:

Mira novio pa la mesa, / allí verás una rosa,
que a la puerta de la Iglesia / te la dieron por esposa.

Mira novia, pa la mesa / y allí verás un lirio
que a la puerta de la Iglesia / te lo dieron por marido.

Aquel pajarito, madre, / que cantaba en el madroño,
canta y dice en su lenguaje: /¡Vivan los padres del novio!

Aquel pajarito, madre, / que cantaba en el Oriente,
canta y dice en su lenguaje: / que vivan los asistentes.

Aquel pajarito, madre, / que cantaba en el olivo,
canta y dice en su lenguaje: / que vivan los padrinos.

Aquel pajarito, madre, / que cantaba en la escobera,
canta y dice en su lenguaje: / que vivan las cocineras

(Robledillo de Gata)

La progresión lírica («rosa», «lirio»,»madroño», «Oriente», «olivo», «escobera») resulta evidente. El recurso propicia el tono humorístico; no olvidemos que los banquetes nupciales sor muy dados a las chanzas de los invitados.

Estos encomios recogen el tema sexual mediante la expresión metafórica:

El padrino es un manzano / cargadito de manzanas,
la novia las arrecoge / y el novio baja la rama.

La manzana, imagen bíblica tradicional, representa tanto la virginidad de la novia como su capacidad creadora.

Suelen cerrarse estas composiciones con vivas y formas conminatorias:

A los novias les decimos, / les decimos la verdad,
no porque os hayáis casado / ya nos vayáis a olvidar.
Ya la tienes en tu casa, / la que tú tanto querías,
y ahora todos te pedimos / que no la des mala vida.

(Robledillo de Gata)

La celebración termina con el baile, la despedida de los asistentes y la recogida del banquete. Es costumbre en muchas zonas de Extremadura que las vecinas y amigas de la novia vayan a darle la enhorabuena; son ellas mismas entonces quienes abren y cierran los cantos de boda. Este rasgo confiere a los textos una cierta unidad estructural. Las figuras ensalzan la belleza y la frescura juvenil de la desposada:

Qué bonita está la sierra.
cargadita de rocío.
Más bonita está la novia
al lado de su marido

(Casillas de Coria)

Los versos sugieren el erotismo del cuerpo femenino. La proximidad de la noche conduce a la consumación del rito. El motivo erótico varía desde la forma más velada y poética, con imágenes elusivas,

La casa donde tú duermes
merecía ser de plata,
y las sábanas de oro
¡Bendita sea la manta
que tapa tan buen tesoro!

(Peraleda de la Mata)

hasta la directa pero nunca procaz:

Qué triste está la novia, / qué alegre la madrina,
¡el novio la contenta: /-¿qué te pasa, mi vida?
-A mí nada me pasa, / a mí nada me duele;
lo que siento en el alma / eh la noche que viene.
-Pueh la noche que viene / no la debes senti(r),
que yo te quiero tanto / y miraré por ti.

(Fuenlabrada de los Montes)

Como conclusión del trabajo expuesto podríamos decir que los epitalamios extremeños no difieren mucho de otros españoles. Responden a costumbres y formas compositivas que se reiteran en otros pueblos. La calidad poética de los mismos varía según el lirismo que ofrece cada parte de la celebración. Así junto a los recitados en los cantos que refieren la despedida de la novia los banquetes suelen ser los más ricos en expresiones metafóricas; son estructuras, por otro lado, enraizadas en un código poético más amplio que afecta tanto a la poesía culta como a los textos populares. La base fundamental del folklore se encuentra en la lírica tradicional y en el código cultural hispánico.


NOTAS:

[1] Bonifacio Gil García: Cancionero popular de Extremadura. Tomo I. Imp. Excma. Diputación Prov. de Badajoz, 1961. Tomo II, 1958.

[2] Manuel García Natos: Cancionero popular de la provincia de Cáceres. Barcelona, 1982.

[3] Ángela Capdevielle, Cancionero de Cáceres y su provincia. Excma. Dip. Prov, de Cáceres. Madrid, 1969.

[4] F. García Redondo: Cancionero Arroyano. Cáceres, 1955.

[5] Pedro Majada Neila: Cancionero de la Garganta. Inst. Cultural «El Brocense». Salamanca, 1984.

[6] Narcos de Sande, «Costumbres de Boda en Alberca (Salamanca), en Extremadura, Oliva y Villa-Pozuelo de Zarzón de Cáceres». Revista de Dialectología y Tradiciones Populares. T. XIV, 1958, pp. 169-177.

[7] En una «Alborada de bodas» de Ahigal se llama a la novia «hermoso clavel dorado». El segundo calificativo es el que introduce la marca distintiva. El color amarillo señala a los cabellos rubios y a la claridad de la figura, topoi literarios de herencia petrarquista.

[8] José maría Domínguez Moreno. «Las Bodas Populares cacereñas. Una aproximación interpretativa de sus rituales». Revista de Folklore, VII, 1 (1987), pág. 99.

[9] Subyace la vieja metáfora vida=camino, senda.

[10] «Los cereruh o jacheruh eran los encargados, de llevar y de proveer de las velas necesarias en la ceremonia nupcial. Entregaban varias a la novia para que ésta las colocara encendidas en el candeleru familiar, que por tradición ocupaba un sitio sobre la tumba de sus antepasados. Mal augurio, siempre relacionado con la propia fecundidad, significaba el que alguno de esos cirios se apagase durante los desposorios». Tose Mil Domínguez Moreno, ob. cit. pág. 99.

Oct 011988
 

Gregorio Carrasco Montero.

La Sierra de Gata no suficiente, menos sistemáticamente, estudiada tiene dos especiales características que la hicieron escenario de hechos y anécdotas durante el periodo de la Guerra de la Independencia:

  1. Por su parte más occidental tiene muchos kilómetros de frontera con Portugal y esta cercana al eje formado por las sitiadas y martirizadas ciudades, salmantina y portuguesa, de Ciudad Rodrigo y Almeida.
  2. Por su elevada e intrincada orografía en la que encontramos picos de respetabilísimas alturas como La Nave con 1279 metros; El espinazo con 1332; La Jañona con 1367. Sobre todos destaca Jálama con 1.492 metros.

Pero mientras en la ciudad charra se han realizado simposios y están saliendo al público documentadísimos estudios sobre asedios, guerrilleros, etc., en esta comarca cacereña apenas se ha hecho, no digo una serie investigación, si no la más elemental.

Queremos recoger en esta aportación algunas anécdotas, hechos o datos que hemos encontrado en archivos, visto casi diluidas en estudios de envergadura y oído en referencias fidedignas, además de recalcar que por sus cercanías con Portugal es visitada frecuentemente por jefes y patrullas de uno y otro bando, francés e inglés.

Digamos primeramente que como prematuro aviso de incursiones, incendios, latrocinios y asesinatos, el general francés Lapisse bajó por el puerto de Santa Clara rozando Jálama, y llegó a San Martín de Trevejo y avasalló el convento de los padres capuchinos de San Miguel supra Tagum entre el 20 y 21 junio 1801.

Este mismo general, que regresó de las primeras sierras cacereñas para acuartelarse de nuevo en tierras mirobriguenses, desciende por el Puerto de Perales y atraviesa Perales del Puerto para dirigirse al puente de Alcántara a partir del 27 de marzo de 1809.

Perales del Puerto: pueblo que estuvo situado desde su fundación a orillas de la Calzada de la ¿Dalmacia? –carreteras a nivel del puente de Guadancil a Ciudad Rodrigo-. La iglesia parroquial fue incendiada dos veces por los franceses ¿sería la primera por el mismo Lapisse?, salvándose sólo dos libros de su archivo parroquial. Uno, que quedó muy deteriorado, empezó en 1559, y otro de finales del siglo XVIII.

Hoyos: de todos, creo, es conocido el fusilamiento del obispo cauriense el Excmo. Sr. D. Juan Álvarez de Castro. Desde distintos ángulos ha sido ya trataba aquí la figura de este mártir de la independencia por el P. Abad y por mí mismo. Escribíamos entonces: “temiendo cualquier brutalidad de los ilustrados soldados, al menor aviso, al obispo se le oculta en la Sierra, llevado hombros de mocetones serranos”. Este verano he podido contemplar con emoción el sillón de recia madera, no muy pulida, con sus canillas de hierro para meter los barales y llevarlo como a pontífice en rústica silla gestatoria. Vimos también el salón que hacía de capilla y sus dependencias particulares. También algunos objetos. Todo amablemente enseñado por la señora de Moreno de Acevedo que ha rescatado del desván el citado sillón y que tiene colocado, casi con sentido religioso, en su asiento un cuaderno manuscrito sobre Álvarez de Castro copiado a mano por uno de sus mayores. Termina dicho cuaderno así: “datos históricos del Ilmo. Obispo de Coria don Juan Álvarez de Castro, martín de la independencia española, asesinado en el palacio de la calle Derecha Alta núm. 4 de la villa de Hoyos (Cáceres)”.

La calle se llama hoy obispo Álvarez de Castro. La casa se llamó palacio desde que empezó a morar en ella el obispo. Éste vivía allí preferentemente en otoño. Empezó a fijar su residencia en esta villa ya muy enfermo y agobiado por la muerte de su sobrino M. I. D. Antonio Martín Montero, tesorero de la catedral de Coria, que ocurrió el 28 de marzo de 1804. Se trasladará temporalmente en junio de 1805 y se hospeda en esa casa-palacio de su sobrina doña María Montero Álvarez casada con don Tomás Valencia y Godoy. Enfermo y casi ciego dictaba desde aquí circulares y normas a la diócesis. Estoy buscando las dos que dictó exhortando a la lucha contra los franceses.

Gata: el abad de la abadía premostratense de la ciudad de Ciudad Rodrigo, burla a los franceses acuartelados en los mismos espacios abaciales y traslada a la villa de Gata el tesoro sacro litúrgico de la abadía. Al notar su ausencia, un destacamento se pone en marcha para averiguar su paradero. Con extorsiones encuentran pistas del camino del abad. Al llegar al pueblo salmantino de El Bodón se topan con el pobre abad que viene de regreso de la Villa que da nombre a toda la serranía. Le propinan tal paliza que el monje tiene que desandar el camino y a empujones es llevado al escondite donde se apropian de los objetos litúrgicos.

Aquí mismo matan a una o dos personas que se oponen con escopetas a los gabachos.

En la misma Villa, en casa de doña Teresa Guillén, por la cadena de sucesiones y herencias, se encuentra ahora era anillo episcopal de Álvarez de Castro.

Villanueva de la Sierra: después de pasar por el Puerto y por Perales el general Lapisse, a Álvarez de Castro se le alejan de la inmediata zona de influencia de esa vía tan usada por los franceses y consta que en Villanueva de la Sierra se hallaba el 29 de abril de 1809, pero regresaría algún tiempo después a Hoyos porque se siente mucho más enfermo y agotado.

Villamiel: se robó bastante cantidad de plata entre lámparas, cálices, alguna custodia, relicarios, etc. El obispo fray Benito Uría y Valdés, con la diócesis prácticamente invadida, hace la visita pastoral entre 1809 y 1810. Por ello se encuentra en Villamiel y comienza las confirmaciones de varones el día 4 de mayo de 1809 y el día 5 confirma hembras y a todos los de Trevejo, anejo de Villamiel, a donde se les convocó.

El secretario de la visita dejó con su redacción constancia de la situación cuando escribe el acta de la visita pastoral y entre los mandatos se encuentra el tenor del siguiente párrafo: “Item, no permitiendo las inquietas circunstancias del tiempo examinar de espacio, ni tener en disposición el libro de Colectoria (sic) de misas, cumplimiento de vínculos, aniversarios y capellanías, dejo facultad en debida forma al beneficiado rector para que si Dios nuestro señor se sirve cambiar tiempo más tranquilo vea, examine y advierta en sus respectivos lugares los que estén cumplidos y las advertencias conducentes a lo que se halle cumplido. Así lo mandó y proveyó su S. I.”. Firma fray Benito, obispo de Ciudad Rodrigo, el secretario don José Medrano levanta acta ya en San Martín de Trevejo, donde se fechaba el 12 de mayo de 1809.

De Villamiel era el canónigo que sería elegido V. capitular en el mismo San Martín por haber muerto el obispo durante el asedio y estar la sede vacante. Y en Villamiel, finalmente se acantonó la segunda división de llamado Ejército de la Izquierda.

San Martín de Trevejo: aparte de lo dicho con relación a su convento de San Miguel supra Tagum, nunca tenemos que añadir que en esta villa establece el Duque del Parque su cuartel general. Y que fue el último que visitó de los seis que en Sierra de Gata tenía el citado obispo mirobriguense.

En este mismo pueblo, en otra rama de los señores Moreno de Acevedo, de donde son originarios y por las mismas razones de herencias se conserva el báculo pastoral de Álvarez de Castro.

En él se reunió por dos veces el cabildo de Ciudad Rodrigo dominada ya por los franceses la pequeña ciudad episcopal y en la primera de esas reuniones se elegiría como Vicario capitular al canónigo villamelano don Andrés Xerez.

Elijas: se sabe que también estuvo acontanada en esta villa otra división del Ejército de la Izquierda. También fue visitada en estos días de mayo de 1809, cargado de zozobras, por el mismo obispo mirobriguense.

Julián Sánchez, alias el charro: este célebre guerrillero, luego Brigadier, de las mismas raza y entrega que don Jerónimo Merino, estimadísimo de Wellington, tuvo las bendiciones de Álvarez de Castro, pues, a su disposición estaba el palacio episcopal de Lagunilla (Salamanca), entonces posesión de la diócesis cauriense.

En tierras extremeñas sabemos, primero, que atravesó muchas veces los caminos de Sierra de Gata; segundo, que estuvo las puertas de Coria para dar un golpe que no pudo ejecutar por las circunstancias adversas; tercero, pretendió una emboscada a un destacamento francés que había robado la platería de la catedral placentina recuperándola toda y devolviéndola al cabildo; y, cuarto, que fue nombrado jefe de las guerrillas que operaban entre el Tajo y el Durero. Y casi seguro que se entrevistó en Hoyos con don Juan Álvarez de Castro.

Oct 011988
 

Milagros Caracol Sabaniego.

A) Los objetivos y las fuentes

La cantidad de aspectos que serán tomados en cuenta para establecer las categorías y el detalle de las divisiones y subdivisiones en nuestra clasificación socio-profesional, depende básicamente de dos factores[1]:

  • La riqueza de la documentación.
  • Las finalidades de la investigación.

1) Las fuentes parroquiales informan de las profesiones de sus anotados. Esta información no es completa, pues el párroco suele descuidar este aspecto[2]. La parroquia de Acebo no será una excepción y los libros de bautizados, depositados en el Archivo Diocesano de Cáceres, fuente de trabajo de este análisis, sólo permiten una aproximación a la estructura socio-profesional del lugar.

De las 4.487 partidas de bautizados que hay en el periodo 1650-1750, sólo 378 nos informan de profesión en los padres, lo cual supone un 8% de partidas utilizables para esta variable. Las partidas de bautizados en las que aparecen profesiones de padrinos son 1.187, lo cual nos da una cifra utilizable del 27% sobre el total. En esta primera cuantificación no están contabilizadas las partidas con profesiones que yo anotaba, porque suponía ser una persona anteriormente citada con determinada actividad y que luego si he incluido en individuos y sectores.

El mayor número de partidas anotadas con profesiones de padrinos es explicable, porque en casi todo el periodo, la mayoría de los padrinos corresponden al estamento eclesiástico, por el que el párroco se mostrará sin duda más interesado.

Se podría explicar también a partir de las órdenes que da el Concilio de Trento de anotar nominalmente a los parroquianos. Si bien las actas se publican en 1564, hasta 1630 no se conocen los resultados en toda la cristiandad. A partir de entonces el interés en cumplir la orden explicaría el mayor número de actas en las que se constata la profesión del padrino. Este interés iría decayendo con el paso del tiempo ya que, desde un 45% de total de partidas con profesiones de padrinos entre 1650-1675, se pasa a un 17% entre 1726-1750. En esta reducción iría implícito el proceso de secularización que detallaré en otra parte de este trabajo. Esta interpretación no obstante, dejaría sin explicar el bajo número de actas en las que es anotan las profesiones de padres, que sólo aumenta en un 1% durante el periodo estudiado.

2) Partiendo de las anteriores limitaciones he fijado mi objetivo de trabajo en un intento de aclarar el grado socio-profesional que reflejan los Libros de Bautizados y ponerlo en relación con la estructura económica y social del lugar.

B) Marco espacial y cronológico

El interrogatorio que se hizo con motivo de la creación de la Real Audiencia de Extremadura en 1791[3], me sirve para situar en el espacio a Acebo. Declara que es una aldea situada a cinco leguas de Coria y distante de Cáceres, quince leguas. Señorío del Duque de Alba y Marqués de Coria, el cual recibe dos partes de los diezmos que se recogen de las cosechas del lugar: aceite, vino, castaña, fruta de espino y frutales de verano.

Está compuesto de un total de 380 vecinos. Es uno de los tipos de señorío, el jurisdiccional, en donde el señor además de ser poseedor de tierras y cobrar sus rentas, tiene derecho sobre las personas.

La elección de alcaldes y regidores la hace el pueblo. Sus abastos son carnes, aceite, pescado, jabón, garbanzos y queso.

Cuenta con una parroquia, dos beneficiados, veinte capellanías, cinco cofradías, que se componen en setenta y dos hermandades, cinco ermitas y un convento de religiosos observantes calzados. Tiene escuela donde van niños y niñas, oficina de correos que distribuye las cartas al pueblo y a toda la Sierra de Gata, en donde se encuentra situado, hospital de pobres y obras pías.

El tiempo marca la transición del siglo XVII al XVIII, en los años que van entre 1650 y 1750. Dentro de este periodo cronológico intentaré demostrar la secularización que se va produciendo y que se refleja a partir de un cambio cualitativo en las profesiones anotadas (principalmente en la de padrinos). Secularización que se produce con la descomposición de la sociedad estamental, así como con el advenimiento del pensamiento ilustrado, para conseguir una sociedad racionalizada y progresiva que conservara los principios básicos de estratificación social y las relaciones anteriores de producción[4].

C) Método de análisis

Las profesiones que nos dan los libros de Bautizados corresponden o bien a los padres o bien a los padrinos. Esto me llevó a elaborar unas fichas simples de trabajo, semejantes para los dos, en cuya parte superior hacía constar “Padres” en azul, y “Padrinos” en rojo, para no confundirlas y en las que anotaba: año; nombre, profesión y procedencia geográfica. En la columna del año, también fui anotando el total de partidas correspondientes al mismo.

A la derecha del nombre contabilizaba el número de veces que aparecía el mismo individuo en el caso de los padrinos, puesto que éstos en un mismo año se repetían. A la izquierda de los nombres, tanto de padres como de padrinos, dibujé signos arbitrarios: ◊, ♦, ○, ·, □, … que relacionaban al padre con el padrino, y que fue de gran utilidad en un análisis posterior.

Esta primera etapa de recolección de datos no supuso ningún problema. Esto no se hace extensible a una segunda fase en la que me fue necesario elaborar fichas particulares, sujetas a las actividades profesionales de cada individuo, en las que anotaba nombre y número de veces que aparecía el mismo, en periodos de veinticinco años que facilitaban la labor.

Individuos que supongo poseen una determinada profesión, porque anteriormente o posteriormente al nombre aparecen como tales; nombres y apellidos que creo responden a un mismo individuo, anotado con profesiones distintas como es el caso de cirujanos y barberos; apellidos que tomo como profesión, nombres o apellidos que resultan ilegibles; número de veces que aparecen determinados individuos,… han sido algunos de los problemas con los que me he encontrado.

No obstante, si bien esta fase ha sido lenta y complicada por la diversidad de datos, a partir de ella he podido llegar a un análisis cuantitativo y cualitativo de la fuente, bien analizando aisladamente cada variable, bien interrelacionándolas (en este caso, elaboré varios cuadros nominales y profesionales, de acuerdo con los aspectos que deseaba conocer y que desarrollo en otra parte del trabajo).

Las líneas que siguen a continuación detallarán este análisis, en una tercera etapa de interpretación de los datos obtenidos.

D) Los padres

Ya he señalado anteriormente que son poco numerosas las partidas en las que consta la profesión de los padres. Ahora debo des glosar cada partida para conocer el número total de individuos padres que vamos a tener en cuenta en nuestro estudio, ya que en muchas partidas el individuo se encuentra repetido.

De esta forma he cuantificado 173 individuos, entre los padres que nos aparecen con profesión. Con respecto al total de actas en las que aparecen profesiones de padres representan un 46%, lo cual hace suponer que el tanto por ciento restante son los individuos repetidos. En relación al total de partidas de bautizados suponen un 4%, lo cual nos sigue evidenciando la poca representatividad de los mismos en la anotación nominal del párroco.

He abordado el estudio socio-profesional de los padres adoptando la distinción en tres sectores de actividad: primarias (agricultura y ganadería), secundarias (sector artesanal) y terciarias (servicios). Este último sector incluye al estamento eclesiástico.

Las fichas particulares me han proporcionado las profesiones específicas así, como el número exacto de individuos que se dedican a cada una de ellas, pero no considero necesario anotarlas aquí, puesto que mi estudio va orientado a una situación sectorial y no personal.

Habiendo contabilizado un total de 23 individuos para el sector primario, 82 individuos para el sector secundario, y 68 individuos para el sector terciario, tenemos que el porcentaje mayor con respecto al total de individuos padres nos da una primacía del sector artesanal (48%) sobre el agrícola-ganadero (13%) y sobre el sector servicios (39%). Primacía que encuentro errónea al situarla en su contexto espacial real y sólo justificable ante una anotación por parte del párroco de un mayor número de individuos pertenecientes al sector secundario, bien porque conocía personalmente al padre, bien por casualidad, bien porque al ser la mayoría de los individuos agricultores y ganaderos, no se molestase en anotarlos y sí nombrase a las profesiones dentro del conjunto. Esta última razón es la que apoyo.

Acebo se encuentra situado en la Sierra de Gata, la cual posee una economía mixta que se basa principalmente en ganadería y aprovechamiento forestal a los que se supedita la agricultura. De ahí mis reticencias a tomar como prioritario el sector artesanal.

Por último, he de apuntar la coincidencia de apellidos de individuos que se dedican a una determinada profesión. Esto me lleva a suponer la especialización de algunas familias. El que algunos de estos apellidos se sitúen en los primeros años de análisis y vuelvan a aparecer en los últimos con cambio de nombre, permite intuir una continuidad en la dedicación familiar, de padres a hijos[5].

E) Los padrinos

Siguiendo parecido análisis, expongo a continuación la variable padrinos en donde he cuantificado un total de individuos de 232, que con respecto al total de partidas suponen un 5% por lo cual lo que dije de la representatividad para los padres se hace extensible a la variable que ahora analizamos.

Respecto al total de partidas en las que se constatan profesiones de padrinos suponen el 19%, por lo que el nivel de repetición es mayor en estos individuos que en los padres, sobrando la explicación de la causa ya que si bien es limitado el número de hijos que cada padre puede tener, no sucede lo mismo con los padrinos que pueden tener ilimitados ahijados.

De nuevo hemos dividido el estudio socio-profesional en sectores de actividad. Sin embargo, en el último sector, el de servicios, no se ha incluido a los alcaldes, lo que no sucedió en la variable padres.

Esto es debido a que en los padres no había confusión alguna en cuanto a profesiones pues cuando aparecían lo hacían como tales alcaldes única y exclusivamente. El problema ha sido mayor con los padrinos, pues individuos que aparecían con profesiones o status fijo, de vez en cuando eran anotados como alcaldes. Esto es debido a que el cargo de alcalde era anual y con baja remuneración, por lo que a pesar de ser alcaldes, los individuos seguían manteniendo su verdadera profesión; ante la ingente cantidad de nombres y temiendo la posibilidad de contabilizar algún individuo más de una vez, decidí no introducirlos, ya que a mi entender la mayoría los había contado en el resto de las profesiones.

Si bien los regidores también poseen un cargo anual con ellos no tuve ningún problema, pues los individuos nominalizados como tales aparecen única y exclusivamente con la profesión de regidor.

Contabilicé para el sector primario, un total de 4 individuos; para el sector secundario, 58 individuos; y para el sector terciario , 170 individuos, lo que suponía un 2%, 25%, y 73% respectivamente en cuanto al total de individuos padrinos.

El porcentaje mayor de padrinos pertenecientes al sector terciario resulta abrumador (73%). Esto es debido a que en este sector se encuentran los individuos que cuentan con un mayor prestigio social. Escogerlos como padrinos supone una garantía para el futuro a nivel económico y social. Las preferencias de cada sector en este sentido serán analizadas en otra parte del trabajo.

Ahora intentaré explicar el cambio cuantitativo que se produce en la elección del padrino. Realicé para ello un cuadro en el que figuraba el número de veces que aparecían individuos eclesiásticos en periodos de veinticinco años para facilitar la labor, entre las partidas que constataban la profesión de los padrinos.

Fijando mi atención en la disminución progresiva del número de veces en que aparecen padrinos relacionados con el estamento eclesiástico (licenciados, clérigos, presbíteros, familiares del Santo Oficio, deán, mayordomo, sacristán, cura) comprobé que entre 1650-1700, el 70% de las anotaciones eran padrinos relacionados con dicho estamento; entre 1701-1725, eran un 51% las anotaciones de padrinos eclesiásticos y los años que van entre 1726-1750, reducen su tanto por ciento al 22.

Esta paulatina reducción es explicable a través de la secularización que se produce en todos los órdenes de la vida. A mediados del siglo XVIII ya no pesa la Iglesia de la misma forma que a mediados del XVII. Se preferirán ahora padrinos más relacionados con el Estado, con profesiones liberales,… Es el indicio del cambio de mentalidad que se produce en este siglo. Así tenemos que de un 15% del número de veces que aparecen padrinos no eclesiásticos y pertenecientes al sector terciario (alcaldes, regidores, escribanos, procuradores, barberos, médicos, cirujanos, militares) entre 1650-1675, se pasa a un 48% entre 1726-1750.

F) Interrelación padres/padrinos

El estudio en este campo lo he realizado en dos vertientes y partiendo de las anotaciones correspondientes a los padres. De esta manera tenemos:

  1. Padres sin profesión que se relacionan con padrinos
  2. Padres con profesión que se relacionan con padrinos.

a. El número de padres cuantificados resultan 42 que con respecto al total de partidas, arrojan un porcentaje del 1%; este porcentaje resulta mínimo, pero al estudio de esta variable me ha movido un dato generalizable a la mayoría de los casos que se señalarán, como es, la naturaleza o vecindad de estos individuos, lo que indica que en la nominalización que hace el párroco se pretende una identificación.

De esta forma elaboré una lista en la que me ayudé del apartado «procedencia geográficas” que habla ido anotando en la ficha de trabajo, en la primera fase de recogida de datos.

Esta lista me señaló, que la mayoría de los individuos eran naturales o vecinos en un radio que denomino comarcal.

Cilleros, Coria, Hoyos, Moraleja, Perales del Puerto, Pozuelo de Zarzón, Robledillo de Gata, San Martín de Trebejo, Torre de Don Miguel, Villamiel, y Villasbuenas de Gata, son lugares que se nombran y explicables a través de una lógica movilidad de los individuos dentro del área geográfica próxima y que producirla la exogamia entre lugares cercanos, por afinidad de costumbres, de economía, etc.

Las referencias a lugares pertenecientes no ya a Extremadura, sino a la provincia de Salamanca o a Portugal, encontrarían una explicación en el comercio que se establece entre estos puntos y el lugar de Acebo, consecuencia del famoso aceite de la Sierra de Gata[6], que se exporta tanto a Castilla como a Portugal, por arrieros en su mayor parte de ambos puntos.

Los casos referidos a condición gitana, es de suponer el nacimiento en Acebo debido a causas fortuitas explicables por la movilidad inherente al pueblo gitano.

b. Esta segunda interrelación busca encontrar las preferencias de cada sector a la hora de buscar padrinos.

El porcentaje de padres con profesión relacionados con padrinos, con respecto al total de individuos padres con profesión, que son 173, es de 57% repartidos en 13 individuos del sector primario, 36 del sector secundario, y 49 del terciario, lo que suman un total de individuos padres con profesión que se relacionan con padrinos, de 98.

De los 13 individuos del sector primario sólo uno elige al padrino de su hijo entre su propio sector. Podemos decir, con carácter general, que este sector prefiere padrinos que pertenecen al estamento eclesiástico. Este hecho probablemente resida en la influencia de la Iglesia sobre el mismo, más inculto y tradicional que los otros dos sectores. Tendría en este sentido un carácter proteccionista. Se veía a la Iglesia como poder y se contaba conque sus hijos disfrutaran de tal poder. La elección del padrino eclesiástico no debía presentar muchos problemas teniendo en cuenta la ubicación en el lugar de un convento.

De los 36 individuos del sector secundario, son 18 los que prefieren una relación intersectorial. Los padres y padrinos de este sector que ostentan una misma profesión son 8, lo que representa un 44% respecto del total de individuos del sector secundario que prefieren relación intersectorial y dentro de la misma, prefieren relación interprofesional. Esto puede ser bien por razones de parentesco (ya hemos visto antes que muchas profesiones responden a los mismos apellidos entre sus individuos) o bien por amistad personal lógica entre personas que se dedican a una misma actividad.

En cuanto al sector terciario sólo cinco de sus componentes prefieren padrinos de otro sector. El porcentaje con respecto al total de individuos del sector terciario es de un 6%, porcentaje, por tanto poco elevado y que nos permite señalar que los individuos del sector terciario encuentran la relación intersectorial la más favorable, sin duda alguna, porque es en este sector donde se encuentran las profesiones más privilegiadas o de mayor prestigio social.

G) Conclusión

Es evidente que estudiar la estructura profesional de un lugar a través de los Libros de Bautizados resulta poco fiable, y bastante complicado. No obstante, el estudio de las tres variables (padres, padrinos, padres/padrinos) ha permitido un acercamiento a la actitud de los diversos sectores desde su perspectiva social, más que desde un punto de vista económico.

BIBLIOGRAFIA:

  • ALVARADO CORRALES (et al): «Los usos del espacio agrario en Extremadura» en Norba Arte, Cáceres, 1980.
  • BARREIRO MALLON, B.: «Cáceres en el antiguo Régimen: análisis demográfico-social» en Norba I, Cáceres, 1980,
  • CARDOSO Y BRIGNOLI: Los métodos de la historia. Barcelona, 1984.
  • AA.VV.: Diccionario Geográfico de España. Prensa Gráfica, S,A, Madrid,1956.
  • MADOZ, P.: Diccionario Geográfico-Estadístico-histórico de España y sus posesiones en ultramar. Madrid, 1845.
  • MELON JIMENEZ, M.: El clero y los fieles. Moralidad popular y represión eclesiástica en siete núcleos rurales cacereños. Cáceres, 1982.
  • RODRIGUEZ CANCHO, M.: La villa de Cáceres en el siglo XVIII. Cáceres, 1981.
  • RODRIGUEZ SANCHA, A.: Cáceres población y comportamientos demográficos del siglo XVI. Cáceres, 1977.
  • TOPOLSKY, J.: Metodología de la historia. Madrid, 1982.

NOTAS:

[1] CARDOSO Y BRIGNOLI: Los métodos de la historia. Barcelona, 1984.

[2] RODRIGUEZ SANCHEZ, A.: Cáceres, población y comportamientos demográficos del siglo XVI. Cáceres, 1977.

[3] A.H.P. CACERES: Sección Audiencia. Leg. 9.

[4] MELON JIMÉNEZ, M.: El clero y los fieles. Moralidad popular y represión eclesiástica en siete núcleos rurales cacereños. Cáceres, 1982.

[5] Pastores (Francisco Gómez, Pedro Gómez, Juan Gómez, Silvestre Gómez); Carpinteros (Esteban Domínguez, Francisco Domínguez, Andrés Domínguez); Tejedores (Alonso Valiente, Pedro Valiente, Juan Valiente, Agustín Valiente); Tundidores (Joan González, Francisco González, Andrés González, Joseph González, Nicolás González); Familiares del Santo Oficio (Andrés Hernández de Elena, Esteban Hernández de Elena); Santeros (Andrés Martín, Luis Martín); Escuderos (Antonio Herrero, Mateo Herrero, Juan Herrero)

[6] Sobre este punto ver: Diccionario Geográfico de España. Prensa Gráfica, S.A. Madrid, 1956; y MADOZ, P.: Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España… Madrid, 1845.

Oct 011988
 

José María Cancho Sánchez.

La presente comunicación es una síntesis de un trabajo más amplio del autor. Con ello se pretende divulgar algunas de las muchas composiciones populares que el ilustre folklorista publicó dedicadas expresamente a la infancia.

El escritor Rafael García-Plata de Osma (1870-1918) mostró siempre un especial interés hacia todo aquello que estuviera relacionado con el mundo de los niños. Su biografía ha sido publicada recientemente por el autor de este trabajo en la colección ¿Quién es? Biografías Extremeñas, de la Diputación Provincial de Badajoz. Nacido Rafael en Guadalcanal, provincia de Sevilla, desde su instalación en Alcuéscar se dedicó intensamente al estudio del folklore, sobre todo, pero también a cualquier otra manifestación que mostrase el alma sencilla del pueblo que le acogió, así como de las localidades cercanas a su residencia.

Respecto al entorno infantil mostró públicamente su preocupación por sus problemas como quedó demostrado en la polémica mantenida con la Diputación Provincial cacereña a raíz del artículo “¡¡¡Piedad para los niños!!!”[1], publicado en el periódico“El Noticiero”en noviembre de 1908. En aquella ocasión denunciaba los abusos que se cometían por ciertas nodrizas que empleaban el dinero que recibían de la institución provincial en alimentar su propia familia dejándose morir, incluso, a los pequeños que les eran entregados para su alimentación y cuidado.

En otras muchas ocasiones puso de manifiesto, tanto de manera pública como privada, que su atención estaba dirigida hacia el mundo de la infancia. Y, por supuesto, su afición mas querida, recoger las manifestaciones populares, también quedó patente en una serie de trabajos que vieron la luz por primera vez, en la prestigiosa “Revista de Extremadura», en los albores del presente siglo, la mayoría de ellos bajo el título genérico de Rimas infantiles.

Queremos advertir previamente que al ofrecer al lector las composiciones recogidas por Rafael, nos hemos atenido exclusivamente al sistema de transcripción que él adoptó para intentar reflejar el fonetismo extremeño. Son recursos quizás rudimentarios, contemplados desde nuestro tiempo, pero así fueron dadas a la luz por su autor y pretendemos respetar de esta manera su trabajo.

Las Rimas.- Aparecieron entre marzo de 1902 y noviembre del año siguiente. Otras muchas composiciones están diseminadas en los numerosos artículos que escribió y que fueron publicados en la prensa de la época o alguna revista de las que García-Plata de Osma era colaborador. En ellas se mostraban una amplia variedad de apuntes folklóricos recogidos en Alcuéscar, el pueblo en el que Rafael vivió desde que se casó hasta que en el último tramo de su más bien corta vida (murió a los 48 años como consecuencia de la gripe de 1918), se trasladó a la capital.

García-Plata de Osma, era un fino observador de cuánto le rodeaba. Iba siempre provisto de útiles de escritura y aprovechaba cualquier momento para copiar una coplilla que oía o una costumbre que le llamaba la atención. Es de suponer que, dada la espontaneidad natural de los niños, no tendría mucha dificultad en recoger de los propios labios de sus jóvenes convecinos todo aquello que le interesara.

Rafael había nacido en Guadalcanal, de padre andaluz y madre extremeña. Se trasladaba a Alcuéscar en ocasiones, desde Madrid, donde estuvo cursando la carrera de Leyes. El clima de este pueblo cacereño, en la falda de la Sierra de Montánchez, era muy beneficioso para sus débiles pulmones. Con un interés especial hacia los temas populares que ya venía demostrando anteriormente en su pueblo natal, estudió las costumbres de los niños y de los adultos. Desde Alcuéscar colaboró con eminentes investigadores de talla nacional (Menéndez Pidal y Rodríguez Marín, entre otros), escribió infinidad de artículos diseminados en periódicos y revistas de su tiempo y publicó tres libros a sus expensas en los que agrupaba, según indicaba el propio título de cada volumen, lo más representativo referente a unos grandes temas.

Pero volvamos nuestra atención a los niños de Alcuéscar y a su complacido oyente, para ofrecer una muestra de su trabajo.

En Otoño Popular[2] transcribía Rafael una cantinela que los muchachos repetían por las puertas de las casas del pueblo mientras pedían la «chaquetía», especie de aguinaldo que se solicitaba el día de Todos los Santos:

¡Tía, la chaquetía!
Log polloh de mí tía
unoh le cantan
y otroh le pían,
y otroh le dicen:
¡¡castañah cocíah!!

En invierno los niños cantaban canciones como ésta que salió publicada en el artículo Invierno Popular[3]que serviría para ayudarse a contar:

-Pajarito que bas a tu nío,
qué tarde hag benío,
qué pronto te bág.
-Señora, señora,
me boy a desgora,
que no puedo mág.
La cintita que cinco te cuesta,
que seíh te prometen,
que siete te dan,
anda, niña, dala tú por ocho,
que bien vale nuebe,
que diég te darán.

En primavera, los chicos entonaban una canción relacionada con la lluvia que suele caer el día de San Marcos (el 25 de abril). Así nos la transmitió en Primavera Popular[4]:

San Márcoh bendito,
amado de Crigto,
mándanos el agua
para log triguitoh
qu’ están pequeñítoh,
para lag cebag
que no balen ná,
para log centénog
que ya balen ménoh.

Y ¡cómo no iba a facilitarnos coplillas infantiles de la estación! que, en nuestra calurosa geografía invita a pasar las horas en que afloja el calor jugando o, simplemente charlando, en espera del vientecillo fresco que se levanta para alivio de los cuerpos torturados. En la composición que transcribimos adjuntamos también la nota aclaratoria que el propio Rafael García-Plata de Osma ofrecía a sus lectores: Entre los niños existe la creencia de que los polluelos de las cigüeñas no empiezan a volar hasta el mismo día de San Juan. De ahí la siguiente tonadilla:

Cigüeña,
patitueña,
tus hijítoh
te se bán,
a la raya
Portugá;
mándeles una cartita
qu’élloh sóloh
bolberán
[5].

Una fruta extremeña de verano que todos los niños de la región han comido, muchas veces en más cantidad de lo que aconseja la prudencia, son los higos; en la mayoría de los casos, cogidos de la propia higuera. Una consecuencia de este abuso se manifiesta en que se hinchan los labios sí se han ingerido más higos de la cuenta. Este síntoma era denominado bajarera.

Unoh se mueren con bajarera,
y otros con gánah de tenerla.

Durante todo el año, pues, los chicos que caían dentro del radio de acción de su ojo o su oído eran objeto de especial atención. Y especialmente en las fiestas, en las que se solían repetir cantinelas consagradas por la costumbre.

En las Rimas Infantiles III[6], la atención de García-Plata se dirige fundamentalmente hacia el mundo cotidiano de los propios niños y se ofrecen una serie de versos, aforismos, proverbios relativos a su entorno más cercano, que, naturalmente tiene que hacer referencia al ambiente escolar.

Con la “Relación de los diez perritos”, enseñan a los niños a contar de una forma descendente desde el diez hasta el cero. Enseñar divirtiendo era ya una tendencia popular en estos principios del siglo XX, en los que aún estaba en todo vigor el aforismo de la letra con sangre entra:

Yo tenía dieg perrítoh,
uno ni come ni bebe…
¡Hegmanita de mi bida,
ya no tengo mág que nuebe!

De log nuebe que me quéan,
uno se trag’ un bigcocho…
¡Hegmanita de mi bida,
ya no me quban mág qu’ ocho!

De log ocho que me quéan,
uno se trag’ un bollete…
¡Hegamanita de mi bida,
ya no tengo mág que siete!

De log siete que me quéan,
uno se llebó ´l rey…
¡Hegamanita de mi bida,
ya no tengo mág que séih!

De log séih que me quéan,
uno se lo lleb’ un quinto…
¡Hegmanita de mi bida,
no me quéan mág que cinco!

De log cinco que me quéan,
uno se trag’ un zapato…
¡Hegmanita de mi bida,
no me quéan mag que cuatro!

De log cuatro que me quéan,
uno me lo mató ‘l tren…
¡Negmanita de mi bida,
no me quan mag que treg!

De log treg que m’ han quedao,
uno se fu’ a Badajoh…
¡Negmanita de mi bida,
ya no tengo mág que dog!

De log dog que m’ han quedáo,
uno me lo pis’ un mulo…
¡Hegmanita de mi bida,
ya no me que mág qu’ uno!

Y’l uno que m’ ha queáo,
me s’ha ido pa log cérroh…
¡Hegmanita de mi bida,
me quéé sin log diég pérroh!

Esta canción iba dedicada a los maestros que en la escuela todo lo enseñaban cantando:

El maestro se casa,
güin, güin, güin,
con la Caligta.
Tiqui, tiqui-tí.

El maestro le dice,
güin, güin, güin,
blanca paloma.
Tiqui, tiqui-tí.

Seguimos presentando al lector, siguiendo con la tercera entrega de las Rimas Infantiles, algunos pequeños versos relativos a la escuela, que nos trasladan al ambiente rural infantil de primeros de siglo. Los primeros están dedicados a los alumnos que no se distinguen por su aplicación:

Mág bale que te callárah,
cabeza de morrión,
que cuando baj a la ‘scuela
no te sábéh la leción.

En esta otra adivinamos la inquietud de los zagales cuando se retrasa la hora de salir de la clase:

A medio día tocan
y no comémoh;
si lo saben lag trípah
función tenémoh.

En la siguiente cancioncilla, dedicada a los perezosos y a los que se entretienen con cualquier cosa, se incluye una explicación de García-Plata, que indica al lector que: «que riñe la brasa quiere decir que el cocío espera y se gasta la lumbre en balde”:

A ‘scuela
que riñe mi agüela.
A casa
que riñe la brasa.

En esta otra rimilla, Rafael apunta que se dice “cuando han castigado a un niño dejándolo sin comer”:

Un ratón Péreg
cayó’ n la olla,
laj hormiguítah
cantan y llóran.

Cuando García-Plata ofrece estos dos versos da una explicación intelectualizada: “con esto se parecen a los Abecedarios o sectarios Anabaptistas, cuya doctrina consistía en creer que no podían salvarse los que no supieran leer ni escribir”:

Perico bámonoh pa la’scuela,
qu’ el que no sabe leé se condena.

En las siguientes composiciones en las que se pretendía desarrollar las posibilidades del niño, en estos casos era la familia, generalmente la madre, la encargada de esta tarea.

En estas «Rimillas usadas para entretener a los niños que aún no saben andar», nos explica Rafael los gestos con que se acompañan, que son los mismos que los actuales. De esta primera nos aclara que “lo dicen jugando con sus deditos”:

Cínco lobítoh
parió la loba,
chicos y grándeh
traj una ‘scoba;
cinco parió,
cinco crió,
y a tooh cinco
teta leg dio.

Esta otra se recita «mientras dan golpecitos en las palmas de sus manitas”:

Tortítah,
tortóneh,
para la niña
log cortezóneh:
tortóneh,
tortítah,
para la niña
lag cortecítah.

Esta otra “la emplean contándole sus dedos y comenzando por el meñique”:

Periquito
su hegmanito,
piden pan.
Este dice que no lo dá,
y el gordo dice: ¡Acostá!.

Esta canción se cantaba a los niños, cuando eran mecidos en los brazos:

-Qu’ hag comío?
-Sopítah con bino.
-¿Quién te laj ha dáo?
-Mi padrino.
-¿Qué padrino?
-El del molino,
-¿Con que laj arropaste?
-Con el rabo del gato.
– ¡¡Zípe, zapato!!

En las siguientes canciones explica Rafael García-Plata de Osma, que es necesaria “la figura de la madrina, que es la que lleva la voz”. Suelen ser cantinelas para motivar a niños muy pequeños:

De codín,
de codón,
que me dijo
Calderón
que te diera
cogcorrón.
-¿Cuántoh dëoh
tienes en tu
corazón?

Pín, pín
zaramacatín
bino la pollita
con su sabanita,
sábana réonda,
el que la deba
que la ‘sconda.
-Saca la manita,
-No quiero queme la
come la ratita.
-Dale pan y queso
y que bay’ a mísa.
-Saca ‘sa manita
-No quiero que me la
comerál ratón.
-Dále pan y queso
y s’ irá ‘l cajón.

-¿Ande bas a labá?
-A la pilita de San Juan.
-¿Qué llébah de merienda?
-Un poco de queso y pan.
-Dam’ un cachito.
-No que tengo poquito.
-Lábame’l camisón,
-No, que tengo poco jabón.
– ¡Pog no te digo quien ha benío!
-¿Quien ha benío?
-Tu padrino.
-¿Que m’ ha traío?
-Un jubón…
De cogquillítah,
de cogquillón.

En este último juego se termina haciendo cosquillas al niño al que la madrina ha recitado la canción. Según Rafael, de la segunda parte, es decir, de la que simula un diálogo, existe la siguiente variante:

-¿D’ aonde bíno’l ganso?
-De ‘la tierra de garbánzoh.
-¿Qué trujo’n el pico?
-Un pollo mal pelao.
-¿Quien lo peló?
-El agua que cayó.
-¿Aónde ‘stá ‘l agua?
-La galliníta se la bebió.
-¿Aónde ‘stá la gallíníta?
-Poniendo güebos en su tacita:
pone uno
pone dog
pone trég
pone cuatro
pone cinco
pone séih
pone siete
pone ocho…
¡Chúpate’se bígcocho!

Rafael García-Plata de Osma reunió una valiosa colección de setecientos refranes publicados bajo el título genérico de “Los Sanchicos de Alcuéscar” que fue dado a la luz en una serie de dos artículos aparecidos en la Revista de Extremadura. El primero de ellos en 1905, y el otro en 1907. Para facilitar su lectura Rafael los clasificó según su temática en: Refranes que se recitan en épocas determinadas del año; de meteorología popular; usados entre labradores y hortelanos; relativos a las caballerías; de los leñadores, de pastores, cabreros y porqueros; de las hilanderas; de las lavanderas; de la caza y referentes al matrimonio, a los hijos, a los suegros y a los vecinos. Su lectura es un refrescante paseo por la cultura popular del pueblo extremeño. Aún muchos de estos refranes están vigentes y los podemos escuchar en cualquier conversación en nuestras calles. Vamos a transcribir aquí sólo los que de alguna manera nos transmiten el mundo infantil relacionado con la enseñanza o con el desarrollo intelectual del niño:

Aquí se huye claramente de las complicaciones. Los niños a la escuela:

«Los hijos y los pótroh, que log domen ótroh.»

No sabemos si éste se refiere a los estragos de la mortalidad infantil que asolaba todavía en estos primeros años del siglo XX en nuestra sociedad rural, o a que hasta que a los niños no les nacen los dientes no empiezan a mostrar sus gracias:

«Hasta que no echa ‘l colmillo no tiéneh niño.»

En el siguiente refrán se nos muestra, en cambio, una de las etapas del desarrollo infantil. Los recién nacidos empiezan a reírse a partir del primer mes de vida:

«Boba madre tubíste cuando al meg no te reíste.»

Y en este otro se indica, también con claridad, lo que se consideraba normal en el desarrollo psicomotor de un niño de la época:

«Al niño de medio año el c… le sirbe d’ escaño; y el de cinco méseh se sienta béceh»

A partir de los seis meses se puede empezar a educar al bebé, ya que «El niño de medio año conoce lo bueno y lo malo.»


NOTAS:

[1] Este artículo, así como la mayoría de los trabajos que aquí se citan han sido recogidos en un solo volumen que se ha publicado recientemente conjuntamente con la de otros poetas actuales extremeños: Ruta de la Plata. 10 años de poesía en Extremadura. Rafael García-Plata de Osma. Su obra. Ed. García-Plata. Madrid, 1986.

[2] Otoño Popular, artículo publicado en Rev. de Extremadura, nov. 1899.

[3] Invierno Popular, artículo publicado en Rev. de Extremadura, marzo, 1900.

[4] Primavera Popular, artículo publicado en Rev. de Extremadura, junio, 1900.

[5] Verano Popular, artículo publicado en Rev. de Extremadura, agosto, 1900 (para esta composición y para la siguiente).

[6] Rimas Infantiles III. En Rev. de Extremadura, febrero 1903

Oct 011988
 

Manuel José Bazaga Ibáñez.

Hace algún tiempo que quería dedicarme a repasar con algún detenimiento algunos datos que en un día el azar puso en mis manos. Siempre me ha gustado hojear revistas y periódicos de otros tiempos, pues raro es que en ellos no encontremos personajes, curiosidades o noticias, que merecen nuestra atención, y tampoco es raro que algunos de ellos pudieran extrapolarse en estos tiempos, ya que parece no perdieron actualidad.

Hoy, y con motivo de los Coloquios, quisiera traer y poner en ellos alguno de los personajes, artículos o comentarios de la Prensa Trujillana de finales del siglo XIX y principios de XX. Siempre parece ser que fuimos inclinados a desahogar en la letra impresa periódica nuestras inquietudes, comentarios o críticas con mejor o peor intención. En este periodo del que vamos a ocuparnos, aparecen y desaparecen de la vida pública, personajes o publicaciones con rapidez y algunas veces sin otra trascendencia que la anecdótica de sus efímeras vidas.

Una de estas publicaciones y por orden de antigüedad, es el panfleto, ya que de otra manera seria demasiado atrevimiento denominarla, titulado “Mi Lagarrero y yo”. Ya en principios de 1886 se distribuía, por los datos conocidos, entre un reducido número de lectores que frecuentaban 1as tertulias de casino o rebotica, y que prestaban atención a los editoriales o columnas rebosantes de críticas más o menos encubiertas a quienes en aquél entonces regían nuestro pueblo, solicitándoles noticias sobre las promesas que hicieron para obtener el poder, pero que no cumplieron a pesar de estar en sus programas: Carretera de Plasencia, la dejó como la encontró; ¿Traídas de aguas? Ha sido obstáculo; cual un juego de prendas, ni sí, ni no; en ferrocarril le hemos escuchado en las sesiones de la Gestora y no parecía propicio a ello.

El lema de “Mi Lagarrero y yo, justicia, pan y trabajo”, subtitulándose como Revista Republicana de Necesidades Sociales. Su director fue D. José Villarreal y editado en la Imprenta de E. López, donde se admitían suscripciones y anuncios. Esta imprenta estaba instalada en Horno de los Corrales, número 2 (Actual Plazuela de Alvarado).

Se publicaba dos veces al mes al precio de una peseta por trimestre, repartida a domicilio. Número suelto 0,40 de pesetas.

De vez en cuando aparecían colaboradores con tan sugestivos nombres como: un Cavador, un Podador de viñas, el Temporero, -todos seudónimos conocidos sin duda por los lectores de la pequeña hoja que podían convivir en los lugares de moda de aquellos tiempos: Lagares del Pago de San Clemente.

En Marzo de 1986 aparece otra publicación, con mas hojas y contenido en ellas que la reseñada anteriormente, también con más larga vida y alguna más seriedad en sus colaboraciones. Se publicaba semanalmente y estaba consagrada a la defensa de los intereses de la Comarca, según rezaba en su cabecera. Su director, D. Francisco Jiménez Luengo y su administrador D. Manuel Corrales Lozano, que también lo fuera de “La Opinión”. La redacción ocupaba el número 1 de la Plazuela de San Miguel. Su precio de suscripción 1,50 al trimestre, número suelto 10 céntimos. Sin duda su mayor difusión le permitían estos lujos, ya que la otra que hemos comentado se vendía a 0,40 el número suelto. Estaba editado en la Tipografía «La Perfección Trujillaua”.

Sin duda ente periódico ya mereció este nombre y, si bien también en sus páginas aparecieron columnas con bastante mala uva, su redacción merecía tenerse en cuenta como más ecuánime o aunque tampoco eludía sus ataques, más o menos frontales, tanto a sus enemigos políticos u otros porque estas publicaciones, con mayor o menor descaro, estaban protegidas por personajes con influencias políticas y por partidos que vertían en ellos sus doctrinas, programas o también sus diatribas contra los que ejercían un mandato público, con la aceptación de más o menos lectores.

Por aquel entonces regía los destinos municipales trujillanos D. Modesto Crespo Michel. Tan mal les parecía su gestión a los redactores de “La Región” que llegaron a publicar una columna con una Silueta del Alcalde, que obligó a éste, quizás excediéndose en sus atribuciones, a secuestrar la publicación y llevar a los Tribunales a su Director D. Francisco Jiménez. Larga fue la porfía y largo el pleito, pero al fin la justicia estimó que la citada silueta no constituía delito y por ello fue absuelto de toda culpa. Ya la democracia de aquellos tiempos permitía decir lo que se quisiera de cualquier personaje que se pusiera a tiro, con alguna razón y a veces sin ella.

Otra noticia que apreció en sus páginas, de las que ocupó bastantes, fue con motivo de la instalación del alumbrado público en nuestra ciudad y de las posteriores aplicaciones de la energía eléctrica, entonces en pañales. Si bien el alumbrado de nuestras calles mereció en general beneplácito, no ocurrió así con la fábrica de harinas que quiso montarse para aprovechar la energía sobrante en sus instalaciones.

Corría más que mediado el año 1898, agosto, septiembre, cuando la Sociedad Durán y Compañía, que ya disfrutaba de la distribución de la electricidad que producían sus motores, instalados en la calle García de Paredes núm. 2, deciden aprovechar la fuerza sobrante de ellos, para la fabricación de harinas, instalando los oportunos mecanismos (hasta entonces estas faenas se realizaban en los molinos del Tajo o de La Albuera). En su solicitud al ayuntamiento, para su autorización, se hacen las oportunas consideraciones sobre la utilidad y economía que supondría para la población trujillana esta instalación, llegando incluso a ofrecer un precio para su trabajo de molienda: se cobraría por esta operación medio celemín por fanega, en toda clase de grano. Celebrada la sesión en el ayuntamiento, fue aprobada por la mayoría de sus miembros, pues hechas las cuentas, sólo se pagarían cinco fanegas diarias. Si se seguía haciendo como antes, entre molienda y transportes habrían de pagarse 30 fanegas, por lo tanto entre una forma u otra había una diferencia de 25 fanegas al día. Considerando que el precio en aquel entonces de la fanega de trigo era de 52 reales (unas 13 pesetas), la ciudad y sus arrabales habrían de soportar un coste adicional de 1.300 reales diarios, alrededor de 325 pesetas diarias, en areciéndose por tanto en esta cantidad el precio del pan. Este acuerdo mayoritario de la corporación, fue suspendido al poco tiempo, pues a petición de parte del señor alcalde, tuvo a bien dejarlo en suspenso, ya que en la demanda se argumentaba la peligrosidad de la industria y que el acuerdo de aprobación fue votado favorablemente por un concejal que no tenía capacidad para hacerlo por ser deudor de las arcas municipales. Nuestro periódico, razonablemente. se puso del lado de la fábrica y se dijo en él todo lo que se podía decir y más del alcalde y de sus seguidores, enconándose la disputa a deshacerse que el reclamante estaría dispuesto a cesar en su demanda, si se accedía a permutar una casa de su propiedad, lindante con la fábrica, y propiedad de su esposa, por otra en la plaza mayor, que ya tenía ojeada. Por fin en marzo de 1899, se dio por zanjado el pleito y la fábrica funcionó sin impedimento.

Si seguimos repasando las hojas del periódico podríamos encontrar anuncios tales como el de una academia docente que ofrecía a los que acudieran a sus clases, que no cobraría nada por ellas si no aprobaban las asignaturas que preparasen. Otro de un señor, de nacionalidad francesa, que se ofrecía en matrimonio a señorita de buena presencia y que pudiera aportar alguna cantidad al matrimonio. También es digno de leerse un suelto por el que se hacían consideraciones sobre lo que costaba el mantener la Escuadra de aquel entonces, estábamos en la guerra de Cuba: un crucero, con una dotación de 150 hombres, costaba mensualmente el mantenimiento de este personal 5.000 pesetas; un acorazado con 600 hombres, costaba 21.000 pesetas; un disparo de cañón, 510 pesetas; y el carbón consumido en el acorazado 1.400 pesetas diarias. Naturalmente se hacía la consideración de que estos gastos no podían ser soportados por España, lo mismo que ahora pero con ínfimas cantidades comparativamente.

También de vez en cuando aparecían en sus artículos, personajes que en aquella época gozaron de cierto prestigio y popularidad. Entre otros podemos destacar a: “Tovarito”, Inmaculado Vate de Plasenzuela”, Manuel Tovar de Vega. Si bien su lugar de residencia era la cita la población de Plasenzuela, – su fama trascendió hasta merecer el que periódicamente aparecieran hojas impresas difundiendo sus hazañas o peripecias: “Tovar en la corte”, “Un viaje a Roma”, “La chica”,“El vate de Plasenzuela”, “Adiós Figueira”, etc. Sin tratar de asuntos serios, sus prosas o versos aparecieron en los periódicos, sobre todo en éste ,y su humor fresco, con ligeros escarceos políticos, podían leerse a pesar de todo. Se decía que este personaje podía hacer y deshacer diputados, por sus buenas relaciones en la Corte.

Oct 011988
 

Juan Francisco Arroyo Mateos.

Después del Diluvio universal los descendientes de Noé se expandieron por toda Europa y Asia. Mas, ¿cuál de ellos vino a España? Los grandes escritores como San Jerónimo y otros historiadores, dicen que se acercó a nuestra Península el Patriarca Túbal, hijo de Jafet y nieto de Noé, afirmándose que de él procedemos los españoles, que entonces se nos denominaba Iberos.

No sabemos a qué puerto de mar arribó Túbal con todo su séquito. Pero es cierto que quiso residir en una ciudad costera, porque los datos que hemos podido encontrar indican que viajó hacia el interior de nuestra Nación y que, por fin, halló el lugar deseado a orillas del río Ana o Guadiana, en donde, por consiguiente, fue fundada la primera ciudad española que, a la vez entonces, fue no sabemos por cuantos siglos, la Capital de toda la Península Ibérica pues aquellos primeros Patriarcas descendientes de Noé solían vivir todavía de 400 a 500 años. Aludida ciudad primera y por mucho tiempo la principal de todas las de España, fue la que hoy conocemos con el nombre de Mérida.

Hay muy serios testimonios a favor de cuanto venimos diciendo, porque el escritor y alcalde Abulcazin, del siglo VIII, trae lo mismo que San Jerónimo, añadiendo que la antiquísima Mérida (Morar o Morat que significa Pueblo de Cabeza mayor) llegó a estar amurallada. El contorno de esta muralla -dice- era de ocho millas bien grandes. Su anchura media diecisiete codos y su altura se elevaba a cuarenta y cinco; y, de trecho en trecho, era coronada por un total de mil quinientas torres siendo cuarenta y cuatro las puertas por las que se podía entrar y salir en esta ciudad, sin contar la gran puerta principal.

Podrá preguntar alguien que cuántos habitantes alcanzó a tener la Mérida antigua, y le respondemos que recuerde cómo los familiares y allegados de Jacob que se fueron a residir a Egipto y allí permanecieron el consabido número de años, teniendo a gala no cometer abortos, sino engendrar muchos hijos por si les tocara en suerte ser padres del mesías prometido, llegaron a sumar unos seiscientos mil israelitas en tiempos de Moisés.

Pues bien, Túbal, con su larga vida patriarcal, que, aunque llegase a España con unos cien años de edad, todavía pudo vivir en Mérida unos 300 o más años, es lógico pensar , junto con sus familiares, llegasen a ser también centenares de miles de personas en sólo esos 300 0 400 años primeros de la fundación de Mérida.

A la luz de este razonamiento, es como resulta explicable lo que sigue diciendo el referido Abulcazí, afirmando que la antigua y amurallada Mérida tuvo, por lo menos a los tres o cuatro siglos de sus existencia -pensamos nosotros-, más de diez mil hombres dedicados a la caballería y ochenta mil infantes que, por no haber entonces guerras, entregábanse a juegos o trabajos de recreación. Son cifras evidentemente significativas, porque si además añadimos las mujeres, los niños y niñas, los ancianos y los otros varones que se dedicaban a los muy distintos trabajos de agricultura, artesanía construcción, ganadería, pesca, caza, etc., etc.; de seguro que Mérida pudo haber alcanzado en sus tres ó cuatro primeros siglos, siquiera unos trescientos mil habitantes.

Es un enigma que no se sepa casi nada las antiguas murallas de Mérida. ¿Qué se hizo con ellas? En este punto es justo pensar que, desde la época de Túbal hasta la de la venida de los invasores romanos, casi hay una distancia próxima a los dos mil años; y en tan largo tiempo suelen ocurrir muchas cosas de parte de los hombres, como de la climatología, terremotos y mil otras eventualidades, pues antes de venir a España los romanos hubo otros colonizadores procedentes de Grecia y otras naciones, que empezaron ya a motivar guerras.

Además cada futuro invasor o colonizador iba a tener sus propios gustos o idiosincrasia. A los romanos, por ejemplo, pudieron no agradarles unas murallas tan altas y no construidas según el estilo que les era característico. Bien, pues, pudieron haberlas hecho desaparecer por preferir, en esa ocasión, una ciudad abierta, o modificarlas procurando hacerlas mucho menores en todo, a fin de que les sobrasen pilares de cantería para construir sus acostumbradas calzadas romanas, sólidos y largos puentes, acueductos, palacios señoriales, etc. Quizás se utilizó mucha piedra de las antiguas murallas para pavimento de la Ruta de la Plata y para sillares del puente romano de Mérida.

Y como más tarde en el siglo VIII, por cuando la invasión de los árabes, se dice que todavía contaba Mérida con murallas, la opinión más fundada puede ser ésta de que los romanos resolvieron sólo hacerlas un poco menores y a su estilo.

Sea lo que fuese, lo cierto es que los romanos supieron hacer de Mérida una ciudad feliz y acogedora, aunque debido a sucesivos y distintos avatares históricos, climáticos y epidémicos, sus habitantes fueran ya muchos menos que en su remota, y de mucha paz y salubridad, época primera esplendorosa. Y por ese bienestar. No del todo pérdida todavía durante la dominación romana, cuéntase que los valientes soldados eméritos, que lucharon contra los cantabros y asturianos, eran premiados trayéndoselos a descansar o cual jubilarse a Mérida en tiempos del emperador César Augusto; suceso éste que dio origen al Emérita Augusta. Emérita por lo de soldados eméritos, y Augusta, en honor del entonces reinante emperador Augusto.

Transcurrieron después bastantes siglos hasta que ocurrió la ulterior invasión de España por parte de los árabes, quienes muy pronto cercaron entonces Mérida y la conquistaron. Era ya otra época en la que la Ciudad estaba -dice Abulcazin- muy arruinada y con sólo ya ocho mil vecinos, debido esto a anteriores y repetidas incursiones guerreras motivadas por los Bárbaros, siendo los suevos los que parece castigaron más a Mérida.

Sin embargo, las ruinas de esta Ciudad -todavía en el siglo VIII, cuando esto se escribió- representan muy bien su grandeza y su pasada prosperidad. Y yo la ví -dice- a ruego del Gobernador. Muza tras conquistarla a los Cristianos, encareciéndome que fueron grandes sus maravillas. Vi, en efecto, -agrega- una piedra que tenia once codos de largo y seis de ancho que me parece debió estar «sobre la puerta principal de aquella Ciudad, en memoria de su primer fundador (Túbal). Y para leerla, y entender aquella lectura hice llamar a tres intérpretes, muy doctos en aquella lengua (caldea), y en ella ya encontré escritos estos datos que ofrecí (sobre qué Mérida estuvo amurallada y la pobló un gran número de personas).

Pasemos ahora a tratar sobre varios de los pormenores ocurridos en Mérida desde que Cristo envió a los apóstoles a predicar el evangelio hasta el fin de la tierra, que entonces lo venía a ser España o parte más occidental de Europa. ¿Quién evangelizó a Mérida? ¿Se acercó a ellas Santiago Apóstol? ¿Tuvo otros evangelizadores? Véase lo que sucedió:

Es dudoso que el propio Santiago Apóstol viniera a predicar a Mérida, aunque un historiador dice que evangelizador por casi todas las ciudades, no debiéndose en este caso excluido a una tan importante como era la ciudad emeritense. Ahora bien, San Diego tenía muchos discípulos bien preparados, uno de los cuales fue San Pedro Bracharense al que envió para que evangelizara por toda la Lusitania; y de éste es de quien se asegura que vino a predicar a Mérida. Hace mención de esto Calidonio, Arzobispo Bracherense, en la vida de dicho santo, traída por Ugo, obispo de Oporto, en la carta que escribió al arzobispo de Braga Mauricio, cuyos fragmentos expone el padre Vivar en uno de sus escritos.

Comenzó el referido San pedro Bracherense su labor en Mérida hacia el año 37 al 40 de la era cristiana.

Mérida, no obstante, continuó todavía varios años sin obispo residencial. Este privilegio se lo iba a atraer nada menos que san Pablo, quien, junto con algunos discípulos suyos, como lo era un alemán que él convirtió en Roma y se llama Aricio, se desplazó a España, en la que oportunamente visitó la ciudad emeritense, donde luego, tras necesarias labores apostólicas, constituyó a Mérida en sede metropolitana, dándole el primer arzobispo al citado Aricio, cuya catedral o iglesia fue dedicada a gloria hubo honor de la santísima Virgen María. Opina el padre Argáiz que esto ocurrió por el año 64 de Cristo.

Mas, ¿que significaba entonces ser arzobispo en Mérida? Equivalía a ser metropolitano de una religión eclesiástica tan extensa como lo fue Lusitania. El padre Argáiz, expone que tenía jurisdicción hasta sobre Ávila, Salamanca, Zamora y en todo Portugal desde el río Duero hacia abajo, comprendiendo Coimbra, Lisboa, Évora, y demás diócesis de la zona, a las que hay que añadir las de nuestra Extremadura, como son las de Plasencia, Coria y Badajoz. Cita del algunos nombres antiguos de referirás diócesis sufraganeas de la remedida, especificando las de: 1ª Pace (Badajoz); 2ª Olixibona; 3ª Exonova; 4ª Egitania; 5ª Coimbra; 6ª Viseo; 7ª Lamego; 8ª Cauria (Coria); 10ª Elora; 11ª Abela (Ávila); Salmántica (Salamanca); y 13ª Numancia (Zamora). Total: 13 diócesis sufragáneas.

Episcopologio emeritense

Siglo I.- Como hemos indicado, el primer prelado que tuvo Mérida fue el arzobispo Aricio, quien enseguida formó el cabildo catedralicio con 12 presbíteros, que se comprometían a observar una regla basada en la de los antiquísimos Carmelitas que tenían por timbre de gloria tener por fundador al profeta Elías (y que enseguida se adhirieron a la fe cristiana); ya que cosa semejante se hizo por otros cabildos, como los de Toledo, Tarragona y Braga (Portugal). Se desconoce cuando murió este prelado Aricio. Lo que sí costa es que por entonces descolló como abogado y gran orador o predicador él emeritense Deciano. A Aricio le sucedió el arzobispo san Vicente, que murió mártir en el año 100, deduciéndose que esto ocurrió durante la persecución de Trajano.

Siglo II.- A San Vicente siguióle el prelado Atanasio, que era de procedencia griega y vivió hasta el año 119; siguiéndole más tarde en la se emeritense otro mártir, san severo, que falleció el año 203. Eran tiempos de persecución, y por esto, es de suponer que la sede metropolitana estuviera vacante bastantes años.

Siglo III.- Al mártir San Severo lo sucedió el prelado Marcial, quien, aunque en un principio cobró muy en cristiano, después se dejó influenciar mucho por los gentiles, asistiendo a sus banquetes, favoreciendo de alguna manera sus y idolatrías, dando a los fieles sepultura en lugares profanos y perpetrando otras acciones escandalosas, por las que, tras haberse convocado un concilio en Toledo, fue despojado de su dignidad por el entonces arzobispo toledano Paulato; ya que su mal ejemplo lo habían copiado algunos otros obispos, como el de Astorga, llamado Basílides, y el de León, Sverio o Severino. Todo esto ocurría por el año 254. Y fue elegido poco después para la sede arzobispal emeritense el prelado denominado Alterno, cuya vida sólo se prolongó un año, pues murió en el 255; sucediéndole poco después, hasta el año 259, el conocido por Félix. Conviene añadir que, en el litigio motivado por esos prelados privados de su dignidad, se hizo de alguna manera intervenir a san Cipriano, obispo entonces de Cartago, y al Sumo Pontífice Esteban. Finalmente, en este siglo III, ocupó la sede metropolitana de Mérida el arzobispo Murila hasta el año 293; siguiéndole Liberio I hasta principios de la siguiente década.

Siglo IV.- Dícese con gran fundamento que este prelado Liberio fue el padre de Santa Eulalia de Mérida, la que murió mártir junto con Santa Julia, que quizás era hermana, o por lo menos, amiga o sirvienta en su casa; a las que siguieron también por entonces en el martirio el sacerdote San Donato, natural de Trujillo; quien, junto con san Félix, convivía de algún modo y fueron educadores para con la familia de Santa Eulalia. El martirio de ésta fue en el año 304. Y poco más tarde, en el 308, todavía hubo en Mérida otra santa virgen y mártir. Era Santa Lucrecia, según consta en el catálogo de Gregorio Eliberitano y en los escritos de otros autores, como en los de Hauberto. Es una lástima que esta santa sea casi del todo desconocida en la región extremeña. ¡Que no siga ocurriendo esto! Añadamos que a Liberio I reemplazó en el arzobispado un prelado originario de Grecia, llamado Marcos, que falleció en el 313, y le sucedió Liberio II, durante cuyo pontificado se construyeron muchos templos, uno de los cuales fue el de Santa Eulalia de Mérida. Le siguió como arzobispo puntal Florencio, que antes había sido diácono suyo. Era hacia el año 330, cuando, a solicitud de Constantino, se celebró aquel importante Concilio de Toledo, que motivó nuevas divisiones y límites de diócesis y archidiócesis, llegándose a conceder a la metropolitana de Mérida las siguientes diócesis: Badajoz, Lisboa, Ébora, Exonova, Caliabri, Ávila, Salamanca y Coria. No se menciona a Ambracia o Plasencia, porque hubo por entonces persecuciones y muy serias dificultades que aconsejaron que la diócesis placentina estuviera inmersa en la de Coria. La vida de este prelado Florencio (o Florentino, como lo llama algún Autor), se prolongó hasta por el 358; y siguióle Idacio, que se distinguió por lo mucho que combatió contra el hereje Prisceliano, convocando un concilio en Mérida, etc. Pero que “vióse en peligro de ser degollado por el procónsul de España llamado Volvencio, a instancia de Prisciliano, que sabía defenderse con elocuencia y ofender con eficacia” –dice el padre Argáiz-. Idacio, sin embargo, no se quedó con los brazos cruzados, sino que solicitó contra Prisciliano un concilio en Burdeos en el año 385; y desde allí marchó detrás de él a Tréveris, adonde había apelado ante el emperador Máximo, sucesor de Graciano, y en esta ciudad alemana, Idacio, quizás con intención de mirar por su vida en justa y legítima defensa, “le hizo degollar por sentencia del juez secular”. Era por entonces Priciliano obispo de Ávila. Murió, pues, así este hereje. Pero preferido proceder de Idacio no agradó a muchos santos varones, que tuviéronle por sanguinolento, imprudente, hablador, atrevido, poco modesto, grande gastador y amigo del buen bocado; y que terminó por ser excomulgado, apartándose de él muchos prelados, uno de los cuales fue san Martín de Tours. Mas luego, posteriormente, en un concilio de Tréveris, se le levantó la excomunión, aunque a tenor de lo que dice san Isidoro, parece que murió desterrado, tirándolo, no obstante, declaro o preclaro, con lo que quizás lo calificó, a pesar de todo, como muy inteligente. Ignoramos el año en que falleció.

Siglo V.- Después, por lo menos en el año 403, ya había otro arzobispo en Mérida. Fue Potamio, que tuvo venturas y desventuras. Estuvo lo bueno en que al convento de Carmelitas de la antigua observancia que ya había en Mérida se le sumó otro perteneciente a los Agustinos o hermanos ermitaños de san Agustín, que se acercó a fundar lo san Paulino de Nola, discípulo del referido santo. Y lo malo consistió en que tres años más tarde se produjo la invasión de los bárbaros en España, apoderándose los suevos de la ciudad emeritense, causando graves daños en todo. Oportunamente a Potamio les sucedió como arzobispo el monje carmelita, de la antigua observancia, llamado Exuperancio, que tuvo tiempos también muy difíciles, por qué, hacia el año 411, se produjo otra nueva invasión de Mérida ahora por parte de los alanos, quienes a su vez fueron vencidos por los vándalos en el 418, sufriendo mucho los católicos por parte de la herejía arriana. A Exuperancio siguió el prelado Antonio, que tuvo el mérito de haber convocado el segundo concilio de Mérida para la formación del clero, restauración de la disciplina eclesiástica y para devolver a los templos el floreciente culto de tiempos pasados. Además, por esta época, vivió en Mérida el santo abad Victoriano, predicador apostólico en la provincia lusitana y varón doctísimo, que murió en la ciudad emeritense el año 448. Como sería puesto en el catálogo de los santos, mediante los requisitos eclesiásticos de entonces, su fiesta se celebraba el 23 de agosto. Ignórase a qué orden religiosa perteneció. Agregamos que al referido arzobispo Antonio le sucedió Sempronio, el cual, por deseos del Papa San león Magno, celebró, como se hizo en otras archidiócesis, un concilio en pro y reafirmación de la fe y decretos promulgados en el concilio de Calcedonia. También añadiremos lo que refiere san Isidoro, es a saber, que, como en una de las incursiones guerreras de entonces, quisieran los godos, etcétera apoderarse de Mérida de una manera devastadora, se apareció Santa Eulalia por lo menos al líder principal Teodorico, causándole tanto terror y espanto, si se atrevía a ejecutar sus intentos, que desistió de éstos y pasó adelante no haciendo daño alguno a la ciudad ni en su comarca. Fue, por tanto, la santa, en esta ocasión, la salvadora de Mérida, en el año 456. Que es por cuando ya parece que falleció el arzobispo Sempronio, al que sucedió el prelado Arando, que pasó a mejor vida en el 463. Y le siguió Renato en la misma dignidad, uno de cuyos aciertos fue admitir para la catedral, según ya venía haciéndose en otras catedrales, a los canónigos regulares de san Agustín.

Siglo VI.- Sucedió a Renato (+494) el arzobispo Hilario (+536), quien, según el padre Argáiz, perteneció al monasterio de hermanos ermitaños de san Agustínme, que fundó en Mérida, según dirigimos san Paulino de Nola el año 403. Y después, hacia el año 540, la sede arzobispal emeritense estuvo ocupada por el prelado Emilia; cuyo sucesor fue Tremunaldo (+549), que vio un gran florecimiento de la orden benedictina en la archidiócesis. Muerto Tremunaldo ascendió a la sede arzobispal el monje san Pablo, de nacionalidad griega. Parece que fue benedictino. Tenía un sobrino y Dios le reveló que éste le sucedería como arzobispo; cosa que se cumplió, tras haber sido también monje este sobrino, que se llamaba Fiel, y que el padre Argáiz lo califica de santo, como a su tío Pablo (568). Fue san Fiel muy limosnero y dos lo bendijo tanto, que entonces la iglesia de Mérida llegó a ser la marica y poderosa de Lusitania. También Dios manifestó a dos distintos monjes cómo este arzobispo estaba predestinado para el cielo. Y cuando derecho Patricio y pasó a poseer la vida eterna, le sucedió en su cargo pastoral Paulo II, que sólo estuvo de arzobispo dos años, teniendo muy pronto por sucesor a san Mausona. Este ha sido uno de los más preclaros prelados emeritenses, verdadero padre de los pobres, que cooperó algo a la conversión de Recaredo y sufrió persecución, destierro y hambre por parte de Leovigildo que quería hacerle arriano; pero que no lo consiguió, si no lo contrario; pues fue uno de los arzobispos que asistió al famoso tercer concilio de Toledo, prolongando dio su vida hasta el año 603, tras 33 años de pontificado, en los que llegó a mantener correspondencia con san Isidoro de Sevilla. Restamos añadir que, en su tiempo, hubo en Mérida un santo varón llamado Saturnino, que falleció por el año 580, y de quien constaban circunstancias que demostraban su santidad.

Siglo VII.- A San Mausona le sigue la sede arzobispal Paulo III, que procedía de la nación helénica. No se sabe en qué año falleció. Pero si se indica que le sucedió el prelado Inocencio, quien gobernó la archidiócesis por el año 610 y al que sucedió un poco más tarde en la misma dignidad el monje san Renovato, del que se afirma que ha sido uno de los prelados más ilustres que jamás tuvo Mérida. Murió en el 622 y fue sepultado en el monasterio de Santa Eulalia, en cuya capilla obraba Dios –dice el padre Argáiz- diferentes milagros a favor de sus siervos. Tuvo como sucesor al prelado Esteban, que vivió por el año 633. Y éste le siguió oro lució (+656), en cuyo tiempo se destacó en Roma un diácono de Mérida llamado Thoda, que parece habíase distinguido en letras o al menos en virtudes. También el prelado Oroncio murió bien y quedó opinión de santo. Un poco más tarde presentó la archidiócesis emeritense Proficio, quien llegó a convocar lo que fue el cuarto concilio de Mérida, dirigiéndose que la Lusitania adquirió mayor territorialidad eclesial en su tiempo, porque se le juntaron cuatro obispados que, por los motivos que fuera, no siempre le hubieran pertenecido, y que eran los de Idania, Coimbra, Lamego y Viseo, acerca de lo cual hubo después grandes debates con el arzobispado de Braga. No serán fechas; pero se sabe que a Proficio le sucedió un tal Pedro, que vivió por lo menos hasta el año 669, y que después a este Pedro se le nombró como sucesor el monje benedictino Esteban, que vino a ser Esteban II; cuyo empeño muy principal fue procurar que los canónigos de las catedrales observase en la regla de san Benito, pero según la había reformado más suavemente san Isidoro. Discurrió la vida de este arzobispo Esteban por el año 684 hasta que fue elegido para sucederle el monje Máximo, quien participó en varios concilios de Toledo, como es aquel que se celebró el año 688, y otro (el XVIII Concilio Toledano) el 704, cuando ya reinaba en España Witiza. El padre Argáiz destaca como hombre muy sobresaliente de la iglesia de Mérida en este tiempo al arcediano Juan, al que Hauberto lo califica de muy sabio o filósofo y que, según el referido padre Argáiz, debió ser un varón santo.

Últimos tiempos de la archidiócesis emeritense

El propio padre Argáiz dice que aquello que, en adelante, se cuenta de Mérida es triste por todo lo que empezó a ocurrir por cuando la invasión árabe. Alude a que el rey Witiza había mandado derribar las murallas de muchas otras ciudades excepto las de la ciudad emeritense. Sus palabras honestas: “Solamente no me persuado, a que el rey Witiza le mandó derribar los muros, las demás ciudades, el año 709, porque los ciudadanos se defendieron cuando les puso el cerco Muza el año 715”; y dicen los autores de la General que fue: “porque el muro era fuerte y muy bien labrado”.

Ante aseveraciones como éstas, se nos presenta el aludido enigma, que nos hizo pensar que aquellas murallas emeritenses, que construyeron sus primeros pobladores, pudieron haber existido hasta este ya siglo VIII, a no ser que se tratara de otras murallas distintas y quizás menores construidas después por los romanos, etc., con el estilo particular de estos colonizadores. De todos modos habría aún murallas en Mérida por cuando los sarracenos se decidieron a apoderarse de ella.

Rodeada la ciudad por Muza y sus tropas, refiérese que los cristianos residentes en Mérida trataron de entrevistarse con el aludido líder árabe y vieron que se trataba de un hombre viejo, canoso y cansado; pero que, en una segunda entrevista, tras haber Muza ordenado por andar las murallas por sus cuatro costados, le dieron con los cabellos negros, lo cual les sobrecogió hilo tuvieron por milagro; llegando al acuerdo de entregarle la ciudad con tal de que respetase a sus habitantes y bienes que les pertenecían. Así pues, fue como se rindió Mérida, siguiendo residiendo en la misma el arzobispado, aunque la catedral debiera ser cedida para mezquita, por las exigencias quien esto tuviera los moros.

Siglo VIII.- Lo último que acabamos de narrar pertenece hecha a este siglo octavo; pero de desea aquí añadir y esclarecer que el primer arzobispo que tuvo Mérida después de ser ocupada por los moros se llamaba Amaro, a qué es lo mismo que decir Mauro. Parece evidente que entonces hubiera algunos mártires y se cuenta que, en efecto, parecieron el martirio de la ciudad emeritense, en el año 735, dos de sus vecinos que fueron don Ramiro y su esposa Sancha. Siguió luego a Amaro es su cargo pastoral el prelado Esteban III de este por el año 761. Eran tiempos muy difíciles, pero no obstante este arzobispo desempeñó como pudo su misión hasta el 793.

Siglo IX.- debido al clima hostil y de persecución contra los cristianos de esta época, de seguro que la sede metropolitana de Mérida estaría vacante por varios años hasta que, por el 850, se designó para arzobispo al monje Ariulfo, quien por causa de las graves circunstancias de entonces, se vio obligado a emigrar a refugiarse en Asturias, aunque regresó más tarde Mérida, al serenarse la situación. Por lo menos vivió hasta el año 862, que sucediéndole oportunamente en la misma dignidad el monje y escritor llamado Bento, una de cuyas realizaciones características fue la de haber hecho las diligencias necesarias, mediante las que consiguió que el papa Adriano II, que en aquel entonces regía a la Iglesia, canonizará opusiera en el catálogo de los santos a San Juan Magno que era un monje benedictino y habas del monasterio que había en las cercanías del pueblo de Garganta la Olla (Cáceres), es a saber, por el lugar conocido con el nombre de Carnaceda, que se encuentra entre cuatro uso y Garganta la Olla. Dicho monasterio estaba dedicado a san Martín, y parece que se le llamaba monasterio de san Martín de la Vera. Debemos agregar que el propio arzobispo Bento ha sido considerado como santo: “fue este monje benedictino (Bento) un varón docto y muy santo” –escribió el padre Jerónimo de la Higuera-. Su actuación pastoral la desarrolló al menos por el año 870; teniendo como sucesor, oportunamente después, al monje Gabino, que gobernó la archidiócesis por el año 896, siendo también de la orden de sambenito

Siglo X.- al arzobispo Gabino lo sucedió luego en la archidiócesis emeritense el prelado Andrés que también fue monje. Ejerció su cargo pastoral desde el año 900 al 910 ó 912, según ciertos indicios que dan a entender esto. No hemos podido saber ya el nombre de ningún otro arzobispo de Mérida, aunque tal vez todavía hubiera algunos, pues dice el padre Argáiz que: “por los años de novecientos sesenta perseverará la iglesia de Mérida con arzobispo, aunque ignoramos el nombre”. Se produce, pues, aquí cierta laguna histórica. De todas maneras, por estar la ciudad en poder de los moros, sería aquí muy difícil, durante cierta época, la vida cristiana.

Siglo XI.- en las fuentes consultadas no vemos que se diga nada acerca de ningún arzobispo emeritense durante todo este siglo decimoprimero. Lo que se narra es que, en el año 1063, entró en Mérida el rey Fernando el Grande, tomó la ciudad y redujo los moros a servidumbre.

Siglo XII.- daría pena ver el estado de postración aquí había llegado el cristianismo de Mérida. Los moros motivarían muchas dificultades e impedirían que la jerarquía eclesiástica se reorganizará y así volviera la ciudad a ser lo que antes fue en la iglesia de España. No se vería remedio inmediato a esta triste situación. Y por eso al obispo de Santiago de Compostela don Diego Gelmírez se le ocurrió solicitar al romano Pontífice que traspasará a su diócesis de Santiago la prerrogativa de ser archidiócesis, cesando lo fuera Mérida, porque Mérida francamente no lo podía ser en aquel entonces por la dominación sarracena. El Papa estudiaría el asunto y, haciéndose cargo de las circunstancias, concedió lo que se había solicitado, alegando lo de estar metida en poder de los moros y no haber en ella una floreciente vida cristiana. Era el Papa Calixto II, quien además ordenó que todas las diócesis sufragáneas de Mérida pasaran a depender de Santiago de Compostela, aunque, en este aspecto, hubo después distintos arreglos hasta llegarse a la situación de nuestros días.

Sin embargo, en estos últimos años del siglo XX, se ha producido una gran maduración de circunstancias para qué Mérida logre pronto de nuevo la sede arzobispal, aun cuando su provincia eclesiástica no sea tan grande como en el pasado, sino que se concrete a toda y sola Extremadura, en la que podrá haber cuatro demarcaciones eclesiásticas: Mérida, Badajoz, Coria-Cáceres y Plasencia. Es muy urgente conseguir que Guadalupe pase a pertenecer a la correspondiente diócesis de Extremadura, porque esto parece ser el asunto “clave” para que después venga todo lo demás, quedando la región extremeña convertida en provincia eclesiástica con sede arzobispal en Mérida.

Santoral de la archidiócesis de Mérida

Como primer santo acusadamente emparentado con la archidiócesis temeridad podría figurar el discípulo de san Pablo Aricio, que fue su primer obispo; pero se desconoce si fue mártir y cómo a cabo sus días. “No sabemos -dice el padre Argáiz- los años que gobernó y cuando murió”. Y ante esta circunstancia se carece de seguridad para considerarlo santo. Mas, he aquí otras personas tenidas como verdaderamente santas:

1º. San Vicente, obispo y mártir emeritense, en que vivió por el año 100, según quedó dicho más otras. Hay en toda la cristiandad muchos santos con el nombre de Vicente. Es necesario, pues, añadir lo de obispo y mártir emeritense para distinguirlo de los demás.

2º. San Juan, obispo y mártir de Mérida, que pasó a mejor vida por el año 169. Lo mismo da decir emeritense que de Mérida. Lo justamente necesario es calificar lo de una manera que evite confundirlo con los muchos santos que por doquier han existido con ese mismo nombre.

3º. San severo, también obispo y mártir emeritense, que murió el año 203.

4º. Santa Eulalia, virgen y mártir de Mérida, que siendo una niña de 12 años, se salió por la noche de una alejada casa de campo, propiedad de sus padres, para presentarse al pretor romano Calpurniano. Éste trató de vencerla con halagos; pero ella intrépida mente les copió la cara. Se decretaron contra la misma horribles tormentos. Y mientras les agarraban sus miembros, exclamó: “Gózome de leer tu nombre, Señor, esculpido en los desgarrones de mis carnes”. Después aplicaron a su cuerpo llagado teas encendidas; mas ella, dándose por vencida, habría la boca para aspirar la llama; haciendo dios que, en su muerte, saliera de su boca una paloma blanca, símbolo de su alma virginal y purísima que ya volaba cielo, queriendo dios además que, por esos momentos, se produjera una inesperada ligera nevada. Ocurrió este martirio en el año 304, comerciantes que lo dicho.

5º. Santa Julia, virgen y mártir emeritense, era compañera y hasta quizás parienta de Santa Eulalia, con la que convivió en la aludida casa denominada “Ponciano”, que estaba a unas dos leguas de Cáceres, ofreciendo Joan Solano argumentos para demostrar que en ella nació Santa Eulalia y probablemente Santa Julia; por lo que eran naturales de la provincia cacereña, aunque ambas fueran martirizadas en Mérida, con la diferencia de que el martirio de Santa Julia, ocurrido por las mismas fechas, parece que sólo consistió en la degollación sin que se le aplicasen tormentos mayores. Según lo dicho, Cáceres y Mérida comparten las glorias de estas dos santas.

6º. San Donato, san Hermógenes y otros 22 compañeros mártires emeritenses, respecto a los que recuérdese que es san Donato fue sacerdote y director espiritual de Santa Eulalia y de Santa Julia, sufriendo el martirio dos días después que estas. Todos eran de Trujillo, que a su modo participa también de contar entre sus hijos a estos 24 mártires de Mérida.

7º. San Félix emeritense. Fue maestro, educador o catequista de Santa Eulalia y de Santa Julia, con las que parece convivía por encargo de los padres de Santa Eulalia. Hay autores que lo consideran mártir y otros no, aunque estuviera a punto de serlo. Seguramente que su nombre figura en santorales antiguos, aunque no en el Martirologio Romano, según dice Joan Solano, quien sin embargo especifica que en el referido martirologio se encuentra el nombre de san Donato, anteriormente mencionado.

8º. San Víctor, San Sterencio y San Antonógenes, hermanos y mártires de Mérida, memoria es recordada por escritores como el obispo Equilino; Morales; Gariba; y Viseo; aunque sin dar fechas ni clases de tormentos. Puede ser ese los ahogase en una laguna que hay en la ribera del Guadiana, a la que se le denominó de los Mártires.

9º. Santo mártir emeritense de nombre desconocido. Se trata de un ciudadanos de Mérida que, cuando vio que desnudaron a Santa Eulalia durante su martirio, tuvo la valentía de ofrecerle una túnica o vestimenta para que se cubriera; pero que, por este gesto heroico, fue condenado también a ser martirizado.

10º. Santa Lucrecia, dirigente y mártir asimismo emeritense, nombre figura en el catálogo de Gregorio Eliberitano. Se dice que este martirio lugar en el 308, ofreciendo Hauberto la fecha del 8 de septiembre. No hemos encontrado datos pormenorizados sobre el martirio de esta santa, que bien pudo haberse parecido mucho vale Santa Eulalia.

11º. Los numerosos mártires emeritenses de la época de los bárbaros. Con la paz constantiniana la es de los romanos, un pero un siglo más tarde se la invasión de España por los Bárbaros, quienes arrianos, etc., motivaron muchas muertes relacionadas con la fe católica, afirmando Hauberto entonces muchos mártires en Mérida, como en otras partes de España, sobre todo en el año 424. Casi podría hablarse aquí de los innumerables mártires de Mérida, como cuando se hace alusión a los innumerables mártires de Zaragoza.

12º. San Victoriano, abad emeritense. No se dice que fuera mártir, sino santo abad, predicador apostólico y varón doctísimo, que falleció en el año 448 y se le canonizó opuso en el catálogo de los santos; cuya fiesta se celebraba el 23 de agosto.

13º. San Munimo, ermitaño emeritense. Tampoco fue mártir. Se sabe que falleció en el año 536 en Mérida y su santidad sería muy notoria, lo que se le escribiría en algún santoral apropiado; de modo que Hauberto pudo escribir: en “Augusta Emérita S. Munimus, Heremita moritur”.

14º. San Pablo, obispo emeritense. Aunque era un médico procedente de Grecia, fue en Mérida en donde practicó una gran labor pastoral como arzobispo, al que el padre Argáiz lo califica de “varón santísimo”, que previamente había sido monje pudiéndose conocer mucho del, si se lee la biografía que sobre el mismo llegó escribir luego el diácono Paulo.

15º. San Fiel, también obispo emeritense. Era sobrino del referido san Pablo, aquí ellos le reveló que le sucedería en la sede arzobispal. Fue muy caritativo; conseguía grandes bendiciones del Cielo; y Dios así lo canonizó en vida, al mostrar a otras armas buenas la santa muerte que tendría, viendo ya estás entre los bienaventurados del Cielo.

16º. San Mausona, asimismo obispo emeritense. Vivió por el año 571 y gobernó la archidiócesis de Mérida unos 33 años. Fue una vida muy rica en acontecimientos de muy distinta índole. Resplandeció por su liberalidad con los pobres. Edificó Iglesias y monasterios. Ayudó a la conversión de san Hermenegildo y Recaredo. Sufrió destierro por parte del rey Leovigildo, etc. de modo que de él se escribieron estas palabras: “Ann. 603 Sanctus Massona, Metropolitanus Emeritensis, moritur I die nobembr. Ut Sanctus hebetur. In Aede Sanctae Eulalia Sepelitur”.

17º. San Saturnino, penitente emeritense. Por estos mismos años del siglo VI descolló por sus virtudes este otro santón de Mérida, teniendo fama la “conservación olorosa de sus huesos”. Su sepulcro estuvo en el cementerio que la iglesia de Santa Eulalia tenía dentro de la ciudad. Y al andar con el, por motivo de nuevas obras o del traslado de restos humanos, sería cuando, si los más tarde, se notase ese fenómeno desacostumbrado. Ignoramos si personas como éstas llegaron a ser inscritas en algún santoral, en aquellos tiempos en que no se necesitaban tantos requisitos como hoy para canonizar a los santos.

18º. San Renovato, obispo emeritense. Regido la archidiócesis de Mérida por los años del siglo VII, en su primera mitad; y no se cuentan del grandes cosas; pero que resplandecería por su santo tenor de vida. Y parece que Dios hizo milagros en su honor después de su muerte. Porque se dice que “fue sepultado en el monasterio de Santa Eulalia, en una capilla de su vocación, y cerca de su sepultura, donde todos los antecesores estaban enterrados, en cuya capilla –como ya se dijo- obraba Dios diferentes milagros por sus siervos”.

19º. San Ramiro emeritense y su esposa Santa Sancha, que sufrieron el martirio en Mérida en el año 735; a quienes hay que sumar la desconocida cantidad de mártires que, debido quizás a quiera muchos y de condición humilde, no fueron anotados sus nombres, durante las persecuciones de los sarracenos habidas por entonces.

20º. El venerable Thoda emeritense. Se trata de un diácono de Mérida, que según el padre Argáiz, descollar en virtud o en letras, pero que murió en Roma de lo cual da cuenta el hispalense Hauberto. En los inclinamos a pesar que al menos sobresalió en notoria santidad por su condición de diácono pues, ¿qué obras se conocen como escritas por él?… Hay, por tanto, lamentó para considerar lo venerable, no en sentido oficial, sino sólo popular.

21º. El venerable Oroncio, obispo emeritense. Por estos años del 638 al 655, en que vivió el susodicho diácono Thoda, regentó la archidiócesis de Mérida el prelado Oroncio, del que se dice que “dejó opinión de santo y que los padres del Concilio IV de Mérida llaman santa su memoria”. Bien, consiguiente, se le puede considerar venerable en ese mismo aspecto popular que hemos indicado.

22º. El venerable Bento, obispo emeritense. Como muchísimo de los obispos de por aquellos siglos, fue antes monje benedictino, que vivió por el año 870. Sus dotes de buen escritor las empleó, entre otras cosas, contra los iconoclastas que no veneraban santas imágenes del Señor, de la Virgen y de los santos. Además, recordémoslo también ahora, alcanzó del Papa de entonces la canonización o inscripción en el catálogo de los santos de San Juan magno, Abad de un monasterio que hubo en Carnacena, cerca de Garganta la Olla (Cáceres), llamándosele al parecer, monasterio de San martín de la Vera, que ignoramos si todavía de alguna manera sigue existiendo. Sabido es que San Juan Magno pertenece a la diócesis de Plasencia; y que el propio obispo Bento es calificado por el padre Jerónimo de la Higuera como “varón docto y muy santo”; motivo por el que al menos se lo puede considerar también siquiera venerable al estilo de los dos últimos personajes, a que hemos hecho referencia.

Resumiendo diremos que, si a los santos que explícitamente hemos nombrado, se agregan los ciertamente 24 santos emeritenses aludidos en el apartado número 6, suman por lo menos más de 40 santos estrechamente vinculados a Mérida durante el tiempo en que fue archidiócesis. ¡Y esto es una grande y desconocida gloria para la ciudad y para toda la región extremeña!

Última deducción y conclusiones

¡Que pena que tantos santos sean casi todos desconocidos incluso para la mayoría del clero! Esto se debe al descuido que se ha venido teniendo en no buscar y consultar muy serios y respetables libros antiguos, ya que todo este escrito nuestro no es otra cosa que lo de haber logrado sintetizar, ordenar y esclarecer algunos de los numerosísimos datos que ofrece el maestro fray Gregorio de Argáiz O.S.B., en su obra de varios tomos titulada “La soledad Laureada por San Benito y sus hijos en las iglesias de España”, publicada en el año 1675. Otros investigadores podrán hacer trabajos parecidos y mejores respecto a las restantes diócesis españolas y hasta de Portugal, que también son tratadas en estos susodichos volúmenes. Después todos debemos procurar que los frutos de estas investigaciones no sirvan para sólo arrinconar los inútilmente, sino para propagar unos sucesos históricos también nos de saberse y para resarcir injusticias cometidas contra nuestros antepasados, puesto que, tras ya no ignorarse, por ejemplo, los nombres de muchos de los santos regionales hasta aquí olvidados, lo justo es que, sin tardar, se los empiece prácticamente recordar con perseverancia mediante las mil maneras que esto se ha venido haciendo con otras personas célebres: Santa Eulalia, San Pedro de Alcántara, Pizarro, Hernán Cortés, y urgente es dedicar en su honor parroquias y santuarios de nueva creación, calles, monumentos conmemorativos, lapidas, altares, imágenes y estatuas, días festivos, misas y oficios litúrgicos, concursos literarios, congresos o semanas de estudios, libros, folletos, hojas divulgado horas, cuadros, medallas, capillitas domiciliarias, profusión de estampas que den a conocer su presumible fisonomía, puesto que: “ojos que no ven, corazón que no siente”; y toda otra realización que se estime oportuna si nunca deberse olvidar que todos estos a precios y honras que tributemos a tan dignos y honorables paisanos ante la faz de todo el mundo, repercuten en muy fundadas y merecidas glorias históricas de la Patria y región, en que practicaron sus virtudes y desde la que subieron al Cielo.

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Oct 011988
 

Monserrat Avis González.

Anécdotas y leyendas. Con este epígrafe, damos un paseo por la imaginación de Trujillo, que a lo largo de su historia, ha ido designando a sus hijos, casas y monumentos; mérito para que puedan ser reconocidos bajo la advocación que el cantar popular los designa.

Ambas, existieron mucho antes que el cristianismo, pues la tendencia de los pueblos primitivos a todo lo sobrenatural, hizo surgir los relatos fantásticos y fabulosos, que constituyen los comienzos de toda la historia.

La historia en sus comienzos, no es más que una sucesión de leyendas trasmitidas y aumentadas de generación en generación. En cuanto a la llamada anécdota decía Merimée que de la historia sólo le gustaban esas, porque en ellas encontraba una pintura real de las costumbres y los caracteres.

Puede ser una opinión personal, pero opinión que tiene muchos seguidores, ya que entre el relato histórico que no se aparte de la verdad, o una anécdota que pretende relatar el mismo hecho, éste tiene la particularidad de popularizarse y de correr de boca en boca.

Tiene además, tanto la anécdota como la leyenda, la ventaja de convertirse en recurso, para amenizar el relato histórico. Por tanto, vuele la imaginación de ustedes con éstas que ahora comienzan.

Comencemos por el principio, el inicio de la historia de Trujillo.

Hércules me edificó,
Julio César me rehizo,
sobre cabeza del zorro,
en este cerro Virgilio.

¡Verdad que parece ser, un anagrama que hay que descifrar para conocer nuestro origen! Y que por tanto sólo conduce a interrogantes… ¿Por qué algunos como Pons hablan de Scábilis?, ¿Verdaderamente, Trujillo tuvo siempre ese nombre en tiempos remotos?, ¿Fue Trujillo la Castra Julia que citaba Plinio?

Ciñéndonos a está ultima, hay que decir que muchos historiadores se inclinan a pesar de que el actual Trujillo fue la romana ciudad.

Cuenta la tradición uno en Trujillo hubo una fortaleza con un monumento dedicado a Julio César. Esta fortaleza, debió ser una torre fortificada para defensa, Turris Julia, que el pueblo identifica con la antigua torre de la parroquia de Santa María, no teniendo ésta, sin embargo apariencia romana sino románica, de ahí la equivocación.

Pero la voz popular no se equivoca del todo, después parece ser que en el mismo monumento conmemorativo fue que, donde siglos después levantaron la torre medieval. Ésta se construyó el siglo XIII cuando se construyó el primer templo. Es el tiempo de la inestabilidad, de reconquista y no de constancia pues se ve claramente que la torre fue hecha por manos cristianas en distintas fechas y de dos formas claramente diferenciadas.

No hay más que fijarse en el lugar de su emplazamiento para deducir, que se intentó aprovechar una construcción anterior, ya que está fuera de lo acostumbrado encontrándose junto al ábside de iglesia debiendo ser a los pies de ella.

Con el paso del tiempo, Trujillo sufrió diversas invasiones como la de los árabes en el 711. La cual finalizará el año de gracia de 1232, en el que dos civilizaciones se enfrentarán, una para conservarse su hegemonía y otra para reconquistar la villa por Castilla y León y el cristianismo, empresa que conseguirán gracias a la intervención de la Virgen de la Victoria, a los gritos de: ¡Santiago y cierra España!

La bella Alicia

La bella Alicia -la cristiana pura-
florece en tus almenas. Con furor
la persigue Alhamar loco de amor,
y ella loca de fe y en Dios segura.

Antes que el beso del Villano limpio,
los besos del vacío. Y al vacío
se arroja Alicia con valor cristiano.

Con estos versos de Máximo González del Valle, dedicados a la torre de los Bejaranos, damos paso a una de las más hermosas leyendas que se conservan aún en Trujillo “La bella Alicia”. El hecho ocurrió en los tiempos del rey Alfonso XI, el lugar de la escena: la torre más alta de los Bejaranos.

La historia es ésta, un moro principal, llamado Alhamar, que vivía en la calle que hoy lleva su nombre, quiso atropellar la honestidad de una joven cristiana, admirada por su belleza.

Era Alicia que, encontrándose sola en la casa, se vio sorprendida por la presencia del moro que, sabedor de esta circunstancia y con siniestras intenciones, hizo un inesperado allanamiento de morada.

Alicia al verle, huye asustada, en dirección a las almenas, y como ve que Alhamar la persigue, no encuentra otro modo de salvar su honor, que arrojándose desde lo alto de la torre. Su cuerpo caer al suelo, quedando regada la tierra con su sangre, y dando nombre a la torre que la vio caer, y que desde entonces se llama “Torre Alicia”.

Diego García de Paredes

Una de las características de las leyendas, es que con el paso del tiempo, las virtudes caballerescas son ensalzadas y alabadas en sumo grado. Así pues, el personaje del cual sea dicho que es mito y leyenda, y del que más escritos fantásticos se conocen es del “Sansón de Extremadura”: “Y este Diego García, fue un principal Caballero, natural de la ciudad de Trujillo, en Extremadura, valentísimo soldado, y de tantas fuerzas naturales que detenía con un dedo la rueda de molino en la mitad de su furia”.

Y seguiremos diciendo; que también fue tocado con la pluma de un genio de la literatura universal; don Miguel de Cervantes Saavedra, que en su viaje de paso por Extremadura recorrió las calles trujillanas, llenándose del cantar popular y de relatos que por entonces contaban los viejos a sus nietos, en los que aparece nuestro personaje arrancando rejas o transportando enormes bloques de piedras graníticas.

La niñez de Diego García, se desenvolvió de una forma tranquila. Vivía con su familia, en una casa que se encontraba frente al convento de San Francisco el Real. Diego tuvo varios hermanos, su hermana mayor María, fue la iniciadora del pequeño en los juegos viriles, ya que se dice que junto con sus vecinas las Alvarados“cogidas las faltas, jugando, saltaban de una parte a otra sobre una mula y sobre un caballo”.

Y a la temprana edad de nueve años, Diego realizó una de sus más contadas hazañas.

Doña Juana, su madre, iba diariamente a misa con sus hijos a la parroquia de Santa María. Una mañana por tener urgentes quehaceres en el hogar, la madre salió ligera de iglesia. Ya, fuera en la puerta, dándose cuenta del olvido, quiso retroceder para mojarse los dedos de agua bendita, según era su costumbre al santiguarse. Diego, ofreciéndose inmediatamente para ir a buscarla, fue hacia la enorme y granítica pila, la cogió en sus brazos, y arrancándola fue a ofrecerla a su madre, dejándola después al lado de la puerta, en el sitio donde hoy se encuentra.

Todas estas increíbles pruebas de enormes energías dio Paredes durante su infancia y juventud ¿Pero que base real tuvieron?

Sí solo observamos, la famosa pila, nos hace rechazar el relato por absurdo, pero ¿Por qué esta entonces la pila en el suelo y detrás de la puerta como un estorbo?

Alguien dice que fue dejada en aquel lugar, debido a la imposibilidad de ser transportada, argumento del todo inadmisible pues todos sabemos que el hombre ha transportado en todos los tiempos moles aún más grande. Por tanto hay que pensar que la pila está en el lugar que ocupa porque se ha querido allí dejar. Por otra parte, la nobleza que se ocupaba de atender la iglesia dejó la pila en el lugar en que se encuentra, a pesar de dar sensación de desorden.

Por lo cual no encontrando ningún fundamento lógico, tenemos que reconocer que acaso podría tener algún razonamiento que justifique la leyenda.

Por aquella época, en Trujillo, se desarrollaban acontecimientos y agitaciones constantes. En el castillo se refugiaba doña Juana la Beltraneja, lo que junto con las numerosas luchas de banderías, que sufría la ciudad y toda Extremadura, atrajo la atención de los Reyes, decidiendo la reina Isabel “acudir rápidamente a atajar las turbulencias de Trujillo -consigna Alfonso de Palencia- donde a diario corría la sangre por las calles, y caían por tierra los edificios”.

Dispuso la marcha y, como dice Pulgar: “partió de Guadalupe y fue a la ciudad de Trogillo, donde fue alegremente recibida por todos los caballeros e pueblo”.

Entre los muros trujillanos vivieron días de lucha y de paz resolviendo asuntos relativos a la guerra con el rey de Portugal, firma el tratado “Tanto monta”, e incluso asisten al funeral que celebraron al fallecer el padre del rey don Fernando, en la parroquia de Santa María, era de 1478.

La camisa de la reina

Se dice que asistieron los reyes, de riguroso luto, los cuales se aposentaron en las tribunas que se encuentran en el coro. Sobre esto no existen datos históricos, es la tradición popular quien lo cuenta. A tal ceremonia acudieron los principales representantes de la nobleza trujillana.

Los trujillanos, deslumbrados, veían aquellos brillantes cortejos de nobles caballeros cruzando sobre majestuosos corceles las calles empinadas de la ciudad y a los heraldos que mantenían con manos firmes los pendones de Castilla y León.

Los reyes iban conquistando el patrimonio real, pero aún en las vegas andaluzas quedaba un pedazo de tierra, el objeto era ahora Granada.

Joaquín Ramos Sanguino en su obra “Historia cómica de Trujillo”, nos cuenta cierto sarcasmo, algo referente a una camisa, dice así: “Pero la reina Isabel, antes de marcharse y cual no sería su favor religioso y su confianza en la empresa que iba a acometer, que ante la Virgen del Triunfo, ofreció no despojarse de la camisa que entonces llevaba puesta hasta ver el pendón de Castilla ondear en las torres de la Alambra. Y que cumplió este ofrecimiento me consta de manera positiva. Cerca de dos años estuvo la reina sin mudarse de camisa, hasta el 2 de enero de 1492, en que Boabdil entregó las llaves de Granada a los Reyes Católicos. Hay quien afirma que la tal camisa fue ofrecida como exvoto después a la Virgen de Covadonga, y que un trozo de ella fue enviado a Trujillo como ofrenda a la Virgen del Triunfo y en su capilla estuvo hasta hace pocos años en que una santera despreocupada la empleó cierto día para limpiar las lamparillas de aceite con que los fieles alumbraban la imagen ¡Triste destino el de una camisa tan histórica”.

Anécdotas semitas

También por entonces vivían en Trujillo mudéjares y judíos. Estos fueron comunidades urbanas, por lo general, problemáticas y divididas.

Los mudéjares se agrupaban en morerías, en barrios o plazas destinados a ellos. En estos lugares ejercían humildes oficios como de alfayates o sastres, zapateros, peleteros, carpinteros, tejeros y olleros, profesiones todas ellas imprescindibles para el buen funcionamiento de los pueblos.

En cuanto a los judíos, aparecen generalmente como recaudadores de impuestos, a los que también ellos, estaban sujetos y que como todos mostraban cierta resistencia. Un ejemplo de ello nos lo da Beinart, que dice: “Un recaudador de Trujillo, que no había olvidado la rentabilidad del trabajo, aseguraba que tenía que acechar a los morosos durante los rezos en la sinagoga para poder cobrar”.

A partir de Enrique II se multiplican las medidas de desprestigio social del grupo y durante el reinado de los Reyes Católicos se va imponiendo la costumbre de separar algunas calles para que fueran habitadas sólo por los judíos. Así tenemos en Trujillo, la zona comprendida entre las calles Tiendas y Carnicerías.

Cada vez más, parece saltar la chispa antisemita que tanto preocupa a los reyes. Son los días en que los judíos de Trujillo acuden a la reina Isabel, aquella mujer rubia, sencilla y enérgica que con dignidad y señorío llevaba sobre su frente la corona de Castilla, para que les asegurase que no iban a ser víctimas de Diego Pizarro, alcalde de judíos y moros, a quien parecen temer aunque no concreten la razón. Es en 1477, parece ser para que los libre de los oficios humillantes que como dirían eran: “mondar sus establos e echar fuera el estiércol e lavar sus tinajas”, a que los tenían sujetos sus convecinos, quienes les obligaban además a hospedar en sus casas a malhechores y prostitutas, prácticas todas ellas que fueron inmediatamente suprimidas por la reina.

María Barca

En el siglo XVI, hallamos en las crónicas de la ciudad un hecho que destaca por su admirable protagonista, una mujer viuda llamada María Barca.

El suceso comienza un día de los muchos en que Trujillo se celebraba el mercado en la plaza mayor. En los soportales donde se sitúa la fruta, un niño roba ésta a un verato. Éste que lo ve, le tira una pesa con tan mala fortuna que le da en la cabeza causándole la muerte. El frutero culpable, al ver que la gente le señala, huye y lo hace precisamente por la calle por donde ha entrado, la calle Garciaz. Se introduce en una casa cuya puerta se encontraba abierta y pide a su moradora, concretamente a María Barca, que le esconda pues le persiguen. Cosa que hizo la mujer, que era la madre de la víctima.

Una gran multitud lleva al niño muerto a casa de su madre y es cuando ésta, María Barca, se da cuenta de que la persona que momentos antes había escondido con buena fe, era el asesino de su hijo. Aún así, María Barca, con gran dolor de su corazón, espera a que se marche la gente y, una vez que se queda sola con el difunto, abre al culpable la puerta y le dice: “-¡Márchese!, pero ¡Márchese rápidamente. Porque yo misma le mataría con mis manos si no le hubiera dado mi palabra!

El cura y su santo engaño

En este siglo XVI hay una anécdota, también de carácter popular, que don Juan Tena recoge en su póstumo libro y que yo he titulado “el cura y su santo engaño”.

Transcurría el año 1573 cuando vivía en Trujillo un sacerdote cuyo nombre desconocemos, famoso por su vida austera y caritativa, así como por un engaño. Decimos esto, pues tal personaje no tuvo por menos la magnífica idea “de pensar en los innumerables bienes que de los conventos de monjas fluyen” en los pueblos y ciudades que, como Trujillo, tenían espíritu eminentemente cristiano.

Y este sacerdote, apoyado por su inmensa fe, peregrina hasta Madrid, llega al convento de las Descalzas Reales y suplica a la abadesa que autoricen a tres monjitas para que vengan a su pueblo de Trujillo a fundar un monasterio de su orden. Pidióle la abadesa informes sobre si contaba con edificio patronato y renta para el pobre mantenimiento de las religiosas, contestándole el ingenioso sacerdote que “contaba con una señora muy rica y principal, así como con su hijo único que invertiría en obras piadosas su mayorazgo”.

Plació tanto la abadesa tal informe que concertaron que al año siguiente volvería el piadoso sacerdote con las licencias y con un coche para que se pusieran en camino las tres monjitas y en Trujillo inaugurasen el nuevo convento de su orden.

Ya en Trujillo, vemos a nuestro sacerdote ejerciendo de albañil, ayudado por dos buenas mujeres que, conociendo los planes de éste, le cedieron dos míseras casas antiguas en el campillo, donde hoy se asienta en convento de San Antonio. Los tres, como buenamente pudieron, acomodaron tan angostas casitas.

Al año, el sacerdote cumplió su palabra y partieron hacia Trujillo las tres monjitas y su protector para abrir una casa de la Orden de San Francisco, bajo la advocación de San Antonio.

Por la ciudad corrió la noticia del día en que llegaban los viajeros. Los que conocían la trama se llevaban las manos a la cabeza juzgando locura quererlas encerrar en aquellas míseras habitaciones. Y hasta tal punto se indignaron, que salieron al encuentro de ellos para disuadir a las monjas de que se instalasen en Trujillo. Sorprendidas las monjas, pidieron una explicación al también asombrado sacerdote que no tuvo más remedio que decir: “la señora que os ha de dar buena casa es Nuestra Madre María Santísima y su hijo que os servirá de patrono es Jesucristo, fiad en ellos”.

Y en ellos finalmente fiaron, y lo que fueron en un principio dos casitas se convirtieron en un gran convento, el convento de San Antonio.

La perra trujillana

A lo largo de la historia, se ha elogiado la vida de muchos animales que, por sus cualidades, han llamado la atención de los lugareños. Dentro de las leyendas populares, y concretamente pastoriles, estas virtudes incluso se recogen en sonetos y romances como el conocido de “La loba parda” o “La perra trujillana”.

En estos parajes extremeños, el papel del perro es muy importante, ya que por ser un animal fiel y leal se convierte en el compañero inseparable del pastor. El animal defendía el ganado y por tanto la vida de su amo, de las garras de siempre temido lobo. Y éste es el caso de nuestra protagonista, la Perra Trujillana, que se hizo famosa cuando llevó a su amo la loba que momentos antes, había robado una cordera del rebaño.

Romance de la Loba Parda o la Perra Trujillana

Estando yo en mi choza,
pintando la mi cayada,
las cabritas altas iban
y la luna rebajada.

Vi de venir una loba,
Derechita a mi majada,
¡Detente loba! ¡Detente!
No seas desvergonzada.
que tengo siete cachorros,
y una perra trujillana
y el perrito de los hierros
que por los tiempos volaba.

Siete vueltas dio a la red,
y no pudo sacar nada,
al dar otra media vuelta,
sacó una cordera blanca.

Aúpa mis siete cachorros
y mi perra trujillana,
que si me la agarráis bien,
la cena tenéis doblada.

La corrieron siete leguas,
por una vega muy llama,
la corrieron otras siete,
entre cerros y vaguadas.

Al bajar un arroyuelo
la agarró la trujillana.
¡Tómela usted su cordera,
buena y sana como estaba!

¡Yo no quiero la cordera
que la tienes maltratada,
lo que quiero es tu pelleja,
que la tengo ganada.

Estando yo en mi choza,
pintando la mi cayada,
las cabrillas altas, iban
y la luna rebajada.

La espada de Pizarro

Y, por último, vamos a hablar de la célebre espada del conquistador del Perú, Francisco Pizarro; ya que se hizo famosa en plena invasión napoleónica.

Estamos pues en 1809, en plena irrupción de las tropas invasoras. La espada por entonces se guardaba en el palacio de los Marqueses de la Conquista, como un trofeo histórico, donde era admirada por propios y extraños. Todos sabemos que nuestra causa fue apoyada por los ingleses. Un ejemplo claro fue el escocés Downie, quien formó una guerrilla de extremeños; en vista de su abnegado proceder la entonces marquesa de la Conquista le regaló la célebre espada.

En los olivares de Castilleja de la Cuesta (Sevilla) se batió la guerrilla de Downie contra los franceses y, en lo más reñido de la acción, tratando el escocés de saltar por un hueco a la entrada del puente de Triana, fue abatido del caballo y herido en la mejilla y en un ojo. Downie que se vio perdido, aún tuvo ánimos para arrojar la espada a los extremeños para evitar así que los enemigos se apoderaran de ella.

Los guerrilleros recogieron el arma y enardecidos por ese acto se arrojaron como las fieras contra los franceses, a quienes vencieron.

Posteriormente, la histórica espada fue llevada a la Armería Real de Madrid, donde en la actualidad se encuentra.

Antes de finalizar el trabajo, tengo que decir que la moderna crítica histórica ha tenido que trabajar fatigosamente para destruir leyendas y presentar los hechos y los personajes históricos libres de las fábulas maravillosas con que la imaginación popular las había revestido. Por tanto, esa es la labor de ustedes, estudiosos e investigadores; la de analizar, indagar y registrar estos hechos para que también puedan engrosar, más si cabe, los anales de nuestra historia. Y si no es así, entonces que perduren y vaguen todas éstas, como hasta ahora, por las brumas de la historia y de la voz popular, con el nombre, eso si, de leyendas.

BIBLIOGRAFÍA:

  • Enciclopedia Universal Ilustrada. Madrid: Espasa-Calpe.
  • RAMOS SANGUINO, Joaquín: “Historia cómica de Trujillo”. Ed. Minerva, 1913.
  • CHAMORRO, Víctor: “Historia de Extremadura”. Ed. Univérsitas.
  • NÚÑEZ, Ramón: “La Bella Alicia”, en La Opinión.
  • Los mudéjares y judíos en Extremadura.
  • MUÑOZ DE SAN PEDRO, Miguel: “Diego García de Paredes”. Madrid: Espasa-Calpe, 1946.
  • TENA FERNÁNDEZ, Juan: “Trujillo histórico y monumental”.
  • NARANJO, Cloaldo: “Trujillo, sus hijos y sus monumentos”. Madrid: Espasa-Calpe, 1983.

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