Oct 012001
 

Teodoro Agustín López López.

INTRODUCCIÓN

Aunque son escasos los fondos documentales sobre la iglesia mozárabe de Badajoz, poseemos datos suficientes para afirmar su existencia. Una veintena de historiadores se han ocupado sobre el tema desde el siglo XVI hasta nuestros días.

La discrepancia entre los estudiosos locales radica que mientras que para unos la sitúan como una prolongación de la etapa romana y visigoda, a saber, Rodrigo Dosma (s. XVI), Solano de Figueroa (s. XVII), Ascensio de Morales, Diego Suárez (s. XVIII), José López Prudencio y Esteban Rodríguez Amaya(S. XX); para otros el origen del obispado de Badajoz está en el medioevo, como Nicolás Díaz Pérez (s. XIX), Ramón Matías Martínez y Martínez, Tirso Lozano Rubio, Alberto González Rodríguez, Pedro Rubio Merino, Aquilino Camacho Macias, Manuel Terrón Albarrán, Fernando Valdés Fernández, María Cruz Villalón y Fernando Díaz Esteban(s. XX).

No faltan historiadores foráneos que se decantan en una y otra postura: entre los primeros están Gil González Dávila, Juan Tamayo Salazar (s. XVII), Enrique Flores (s. XVIII); y entre los últimos figuran Lambert, Fidel Fita y Colomer, Fernández Guerra y Leopoldo Torres Balbás (s. XX).

Finalmente, afrontaremos el Santoral “propio” mozárabe, que difícilmente se puede mantener. No obstante, la trilogía de los santos pacenses Sisenando, Engrancia y Atón que forman parte del santoral “propio” pacense desde s. XVI hasta hoy, se debió a la tesis defendida por los historiadores del término “Pacensis”. Esto nos lleva a exponer la Aporia ¿Pax Julia o Pax Augusta?, hoy suficientemente esclarecida, pero que ha formado parte de nuestra historia eclesiástica.

FUENTES

  • Crónicas narrativo-literarias sobre la fundación de la ciudad de Batalios.
  • Documentos histórico-testimoniales sobre la existencia del obispado.
  • Hallazgos arqueológicos sobre la Alcazaba.

I. FUNDACIÓN Y DESARROLLO DE LA CIUDAD “BATALIOS”

La invasión sarracena del 713 tuvo como objetivo la conquista de Emerita Augusta, gran urbe y emporio de cultura durante la época romana y visigoda.

Para los príncipes árabes de la casa real, conspiradores contra el trono cordobés, siempre fue un sueño deseado: su gobierno. Así Abdalah, hijo de Abderramán I, se alza contra Halhaquem I y más tarde Esfah, hijo de aquel, se subleva en Mérida contra el Soberano de Córdoba.

También los cristianos emeritenses protagonizan contra Adherramán II dos levantamientos: uno, el 827 en connivencia con Ludovico Pío, rey de los Francos; y otro el 835, con cristianos de Toledo.

Finalmente, ante de morir Adhderramán II el 852, los cordobeses ante la imposibilidad de revelarse por las muchas tropas de la Corte, inician campañas contra el Mahometismo y se produce medidas tiránicas contra los cristianos, ocasionando el martirologio mozárabe.

Esta violenta situación contra los cristianos se incrementa, en tiempo de Muhamad I, a instancias de los fakís o teólogos musulmanes.

“Al Mossassa Batalways” Significa en árabe clásico “La fundación de Badajoz”. Comienza como ciudad libre e independiente, Badajoz, en el cerro de la Muela, en los años 855-875. Las crónicas árabes nos dan información cumplida, durante los casi cuatrocientos años, que vivió bajo los musulmanes.

Los últimos hallazgos arqueológicos llevados a cabo por Fernando Valdés afirma: “la inexistencia de cualquier continuidad urbanística entre el poblado indígena romanizado, extinguido en torno a la primera mitad del siglo II, y la ciudad islámica fundada, en el 875 por Abd al-Rahmán Aben Marwan al-Yilliqi, con permiso del emir Muhammad I, y consolidada como ciudad en los últimos años de la siguiente década”[1].

La historia del Badajoz árabe abarca varias etapas:

1. Reino independiente bajo los marwánidas. 875-930.

El muladí o renegado, Abderramán Aben Marwan,hijo de Aben Marwan, el Yilliqi (el Gallego, como son conocidos los cristianos del norte peninsular), walí o gobernador de Mérida, que murió durante la rebelión de Mérida del año 827, y nieto de Yunus, el Yilliqi.El emeritense Abderramán –al Maride– era joven y audaz. Se encontraba como rehén en Córdoba después de la capitulación de la ciudad de Mérida en el 835.

Un enfrentamiento con el Visir Xachim, hagib o primer ministro del sultán, ocasiona que este le diga: “vales menos que un perro” y le proporcionó unas bofetadas. Ofendido vuelve a Mérida. Se apropia del castillo de Alange el año 855. Ante el asedio tiene que capitular ante las tropas del emir omeya; y consigue que le dejase vivir en Badajoz.

Aben (Ibn) Marwan le indicó al Emir Mohummad I que “su deseo era construir una ciudad, poblarla y mantener en ella la oración a nombre del emir…..Se le autorizó a fortificar Badajoz de la parte de acá del río, para que de esta manera estuviese a la defensa de los musulmanes”.

“Comenzó por la construcción de la mezquita principal de ladrillo trabado con cal a excepción del minarete hecho de piedra… También edificó una mezquita particular en el interior de la ciudadela. El mismo construyó las termas que se encuentran cerca de las puertas de la ciudad. Al principio las murallas de Badajoz habían sido construidas en tapial”[2].

Pronto se unirá con Sadum, otro renegado e insurrecto. Juntamente se enfrentan contra los árabes y berberiscos, y procuran no molestar a los mozárabes.

La política maniobrera de Aben Marwan le caracterizará durante toda su vida. En efecto, se alía con el monarca asturiano-leonés, Alfonso III.

En 862 se subleva de nuevo Mérida al mando del berberisco Aben Takit aprovechando las circunstancias. Acudieron tropas de Córdoba y el caudillo Aben Marwan de Badajoz, que se encontraba en armonía con el sultán Mohammad I. Este desmantelamiento de Mérida vino a favorecer al reyezuelo de Badajoz; al permitir que mozárabes y muladíes emeritenses con su obispo Ariulfo se cobijen en Badajoz.

Los cronistas árabes escriben: “había edificado Aben Marwan en Batalyos una fortaleza, y había fijado en ella una residencia, dando entrada a gente de Mérida y otras allegadizas de mal vivir”[3]. Y “Cuenta Abenayán que Abderramán hijo de Marwan, conocido por el Gallego, fue quien hizo nacer esta ciudad y fue el primero que construyó en ella en la hégira 261, heredándola su hijo”[4]. Luego la ciudad de Badajoz se funda el 875 de la Era Cristiana.

Muerto Aben Marwan, quien, según Ibn Jaldun, fue muy cruel con los beréberes de los aledaños de Badajoz, le sucede su hijo Abd al-Rahmna. A los dos meses de gobierno, tuvo que dejar el poder. Entonces el emir Abd Allah encarga de la ciudad a los príncipes árabes, Marwan y Abd Allah, quienes más tarde abandonan la fortaleza y los descendientes herederos se refugian en la fortaleza de Suna[5].

En este periodo se halla el obispo Theudecutus (904-905), según Lambert.

Durante los años 930-1031 se reintegra al Califato independiente de Córdoba la España árabe, conociendo uno de los periodos de mayor esplendor. Le sigue la desintegración de la España musulmana (1002-1031).

2. Dinastía de los aftasíes en siglo XI. (1022-1094)

Reino de Taifas. Primer periodo 1031-1094. Badajoz fue la capital de un amplio reino que se extendía por Extremadura y Portugal, y lo circundaba los reinos cristianos y los de los taifas musulmanes.

Sapur, (1016-1022) (407-413 H.), esclavo de Alhaquem II, se declara independiente como los demás jefes provinciales, ante la disolución política de la Córdoba califal.

“En el nombre de Allah, el clemente, el misericordioso, este (es) el sepulcro de Sapur el hachib, compadézcase de él Allah; y murió en la noche del jueves a diez noches pasadas de xaába en el año tres diez y cuatro cientos; y testificaba que no hay Dios sino Allah”[6].

A su muerte le sucede su ministro Abadala Abenalaflas, (1022-1045) (413-437 H.), apoderándose del poder, con el titulo honorífico de Almansur. Funda en Badajoz la dinastía berberisca de los aftasíes.

Su hijo, Almodafar Mohámed Abenabdala, (1045-1067) (437-459 H.) llamado Abubequer, como príncipe prudente, instruido, estudioso y escritor le sucede. Su derrota contra Motadid de Sevilla repercutió en un Badajoz decadente hasta el 1051 que hacen las paces. En 1064 tiene que prestar vasallaje y rendirle tributo a Fernando I de Castilla y León ante las conquistas cristianas.

El tercer y último aftasí, Omar Almotauaquil (1067-1094), culto y mecenas de las letras, supo rodearse de sabios cortesanos en teología, jurisprudencia y gramática. Badajoz volvió a ser un floreciente centro cultural. No faltaron las fiestas palaciegas con los consabidos placeres de la bebida y la carne. Así cantaba Abu Umar al-Fallas, su ministro y poeta: “¡Badajoz la ausencia no hará que te olvide! ¡Qué bello son tus valles y las colinas de tus alrededores! Te rodea una arboleda que las aguas del río que la recorre convierten en un vestido verde de rayas (plateadas)”.

Ante los avances cristianos de la toma de Coria, en septiembre de 1079, y la conquista de Toledo en 1085, Almotauaquil pide ayuda para el Islam español a Yúsuf Ibn Tasufin. Con sus almorávides y algunos de los taifas Yusuf salió de Sevilla para Badajoz. Allí acamparon junto a la ciudad, siendo atendidos por el rey de Badajoz Almotauaquil, que preparó sus mesnadas para el encuentro.

Alfonso VI de Castilla envía una misiva al caudillo almorávide: “aquí me tienes que he venido a encontrarme contigo y tú en cambio te escondes en las cercanías de la ciudad”[7].

Entonces Yusuf pasa el Guadiana para apoderarse de los llanos de Sagrajas, a cuatro o cinco kilómetros del ejército cristiano.

Las huestes de Alfonso VI, al galope, el día de la batalla: “Se sintieron cansados por el peso de las armas y la larga distancia recorrida”[8]. Después del primer choque victorioso para los cristianos, la caballería africana de los almorávides destroza las huestes enemigas. Un joven negro logró alcanzar al rey cristiano, asestándole una puñalada en el muslo que se clavó en la silla del caballo. Fue derrotado, en Sagrajas el 1086, el rey cristiano.

Alfonso VI, después de la batalla, perdió lo anteriormente conquistado y los ricos tributos de los reyes taifas; pero los reyezuelos tuvieron que someterse a los almorávides o fueron borrados del mapa. Al-Andalus entraría a formar parte de un imperio norte africano con capital en Marrakés, según cronistas musulmanes y cristianos.

En el periodo aftasí de esplendor la tolerancia a los mozárabes fue aceptable. Rigen la iglesia mozárabe de Badajoz los obispos Julio (932) y Daniel (1000).

3. Dominio almorávide en la primera mitad en siglo XII. (1105-1148)

El pueblo musulmán sufrió más desengaño con los almorávides que con los taifas, donde el pillaje, hambre y la incultura se multiplicaron. Pronto abusan los almorávides y se sublevan en Córdoba los españoles en 1121, teniendo que venir de África el emperador Alí y les hace capitular[9].

La dominación de los rudos e incultos almorávides impuso una intolerancia desconocida para los judíos y cristianos. Se suprimen los cultos no islámicos y el auge cultural se languidece.

Una vez que Yusuf somete casi todas las taifas independientes, regresa a África. Queda como gobernador a su hermano Tamín en la España musulmana. En 1106 Raimundo de Borgoña, casado con la condesa de Portugal no dejó sus incursiones en el Algarve, Évora y Badajoz. Poco duró; ya que Badajoz es recuperada por las tropas musulmanes del príncipe Syr Abennazir en 1110.

De sus gobernantes poco se sabe. Los testimonios se reducen a los hallazgos funerarios:

Lápida 1: “En nombre de Dios piadoso, misericordioso. Este es el sepulcro del mártir, muerto inicuamente (apiádate Dios de él) Obeidala, hijo de Moámmed, hijo de Áhmed, hijo del asesinado, de Mérida. Matáronle los de litsan día de perfidia y tribulación y esto fue en domingo veintinueve de Ramadán el engrandecido, año 539”[10]. (Domingo 25 de marzo de 1145)

Obeidala el de Mérida, insurrecto contra los almorávides fue el que intentara entrar en Badajoz y promover el alzamiento de su partido. Al parecer triunfó en Badajoz, y al vencer pronto a

Sidray Abennazir, señor de ella. Este acuñó monedas que reseña cinco el eminente arabista Antonio Vives[11].

Lápida 2: “En el nombre de Dios clemente y misericordioso. Todo lo terrenal es perecedero; pero es permanente la faz de tu Señor, llena de gloria y majestad. Este es el sepulcro de Abu Abdallah Mohamed, hijo de Albaccar: murió, blanquee y santifique Dios su alma al resucitarla, el primer lunes de ramadán el engendrado, quinientos cuarenta y cinco Apiádase Dios de quien pida su clemencia para él y para la grey de Mahoma: la paz sea sobre ella”[12]. (25 de diciembre del año 1150)

Vivía por este tiempo en BadajozAbu Abdallah Mohamed que debió ser persona de alta clase según reza en este epitafio sepulcral, hallado en el Castillo[13].

En el segundo periodo de Taifas (1145-1170), Badajoz no alcanzó el esplendor los antepasados reyezuelos.

4. Dominación almohade en la segunda mitad del s. XII. (1170-1212).

En 1147 logró Abencasí que el emperador almohade llegase a España. Una expedición mandada por Berraz, hijo de Mohamed Almasufi, a la que siguieron otras dos, una a las órdenes de Abn Imrm[14] Muza Abensaid y otra a las de Omar Abensálih Assenhají. Fue el preludio de la dominación de los almohades en España. Al pasar por Badajoz Barraz le prestó obediencia Sidray Abennazir, incorporando todos los ejércitos para sitiar a Sevilla, logró tomarla el 17 o 18 de enero de 1147, huyendo los almorávides a Carmona.

Los invasores almohades respetaban a los gobernadores, excepto en Badajoz que nombra emir a Mohamed, hijo de Alí-Abenalhachán. Testimonio de él son las monedas de oro que se acuñaron, desde 22 de mayo de 1148 y 12 de mayo de 1149. En 1151 se someten al nuevo poder musulmán.

Los almohades se apoderan de Badajoz el 30 de marzo de 1161 según la inscripción sepulcral del jurista, Abulcasim Halaf, que “pereció mártir al Este de su mezquita mayor cuando el enemigo sorprendió esta ciudad[15].

“En nombre de Dios piadoso, misericordioso. La salvación de Dios sobre Mahoma. Todo lo que hay sobre la tierra pasará, pero la faz de tu señor permanecerá llena de gloria y majestad. Este es el sepulcro del venerable alfaquí Abulcásem Talaf, hijo de Hasam, hijo de Farhaun Albecri; ilumine Dios su pureza y santifique su alma. Padeció martirio en la parte oriental de la aljama de Badajoz, cuando le sorprendió el enemigo en tiempo de paz, el jueves primero de Rebí el segundo, año de quinientos cincuenta y seis”[16].

Badajoz sufre los ataques portugueses del capitán de bandoleros, Giraldo Sempavor el año 1168. Al año siguiente estaba de nuevo Badajoz en poder de los musulmanes.

Fue entonces, en 1169, cuando el rey de Portugal Alfonso Enríquez se apoderó de la ciudad y puso sitio a las fortalezas almohades de la Alcazaba. Su yerno Fernando II de León acudió para auxiliar a los musulmanes. Alfonso había traicionado a Fernando y tuvo que salir aprisa por la puerta -conocida de la traición- cuyo cerrojo le dañó gravemente.

En el 1177 Fernando II hace incursiones por Jerez y en la primavera de 1184 Abuyácub Yúsuf con un numeroso ejército, partiendo de Sevilla, entró por Extremadura, devastándola.

Entre los gobernadores o walíes de esta época se conocen los nombres de Aban-Abel, Mohammed-ben-Alí, Abu-Rabí.

A partir de 1200 guerrean contra los musulmanes los reyes de Castilla y León y van conquistando plazas. La definitiva reconquista cristiana de Badajoz fue en la primavera del año 1230.

En este periodo no se conoce obispo alguno; ya que algunos historiadores dan como extinguido el obispado mozárabe.

II. EXISTENCIA DEL OBISPADO MOZÁRABE.

Nos encontramos ante un hecho tal vez único en la historia de la España árabe: la aparición de un obispo mozárabe en una ciudad nueva musulmana como ésta. “La existencia del Obispado de Badajoz en esta fecha, negado por los historiadores durante mucho tiempo, es indudable. Se confirma por la colección canónica árabe (1049-1050), código árabe 593 de la Biblioteca Nacional de Madrid. En él se contiene que la provincia de Mérida, en lugar de comprender doce Iglesias sufragáneas, como en las listas de la diócesis visigodas, cuenta trece y la decimotercera (diferente de Beja) es Badajoz”[17].

Es cierto que no sabemos con precisión la fecha del origen y terminación del mismo.

Con la sublevación de Mérida, en el año 862 los cristianos emeritenses con su obispo Ariulfo formaran el germen del nuevo obispado. Es en 868 o 875, cuando se crea la ciudad de Badajoz por Aben Marwan, aliado de los cristianos, que debió de haber adquirido derecho de ciudad con los otros “pobladores” venidos de Mérida. Sobre la existencia de este último obispo emeritense sabemos que no asistió al concilio celebrado aquel año en Córdoba, y después por carta aprobaron su doctrina, en donde leemos “Fuera autem episcopi qui epistolis me censuerunt suis absolvi, hi: Ariulfus, videlicet, qui concilio no adfuerat, Emeritensis sedis metropolitanus episcopus, etc.”[18].

No nos equivocaríamos, siguiendo a Lambert, afirmar que el primer obispo mozárabe de Badajoz fuera el último obispo de Mérida, que había llegado allí, buscando la misma libertad que sus fieles, el sucesor inmediato del viejo Ariulfo.

Pero no faltan autores como Matías R. Martínez que fija su extinción del mismo con la persecución de los faquíes almorávides.

En cuanto al episcopologio mozárabe de Badajoz sólo conocemos los nombres Theodocutus, Julio y Daniel.

El obispo, aparecido por accidente a lo largo del siglo X, precisamente en dos épocas en las que el espíritu anticristiano recobra ventaja en Badajoz, es por tanto, inadmisible que fuera de fecha reciente.

Es justamente en 903-904, el día después de la expedición de Ordoño II a Badajoz, que se encuentra refugiado en los Estados de aquél, un “Theudecutus, Baiciense sedis episcopus” (o “archidiaconus”, que firmados cartas, una de ellas de Sahagún.

Pero será Julio según se entrevé en el documento del 13 de noviembre del año 932, tres años después de la eliminación definitiva en Badajoz de los Benimarwan, benevolentes con los cristianos, aparece en una carta de Compostela, el nombre del segundo obispo refugiado: Julius episcopus de Badalioaucu (Vadalcauacus). El parecido en este caso, es en favor de Badajoz.

Pero todas las dudas desaparecen con un tercer caso que data del año 1000, en que la economía política renace con la caída de la autoridad de los califas. El obispo había podido reaparecer sin preocuparse por la desconfianza del poder central, que debió de dudar de él como cómplice del rey de León. Es el título funerario, métrico y acróstico del Obispo Daniel (un nombre totalmente mozárabe): “inmunis populis” (¿alusión a la aprobación del gobierno musulmán?), encontrado en el año 1520, que después estudiaremos[19].

1.Fuentes históricas

1.1. Documentos reales de Ordoño II (Año 903-904)

Es cierto que en estos años el arcediano Theodocuto suscribe en la corte leonesa varios documentos reales: THEUDUCUTUS BAICIENSIS SEDIS EPISCOPUS[20].

Sus datos biográficos son verídicos. Fue un cristiano perteneciente a la mozarabía de Córdoba. A final del siglo IX es un monje mozárabe en el monasterio de San Cristóbal. Cuando fue asaltado por los musulmanes, huyó al norte, ocupando una parroquia asturiana entre los ríos de Cea y Valderaduey. Allí fundó con otros compañeros monjes el monasterio de San Facundo -que es el célebre de Sahagún-, apoyado por gentes asturianas.

Las discrepancias de los historiadores se centran en el gentilicio “Baiciensis”.

Para unos, como Prudencio de Sandoval afirma en sus “Historias de Idacio”, de 1615, que el Baiciensis es Badajoz. Sería el primer obispo de la iglesia del Badajoz mozárabe. Lambert lo secunda sin distinción alguna, apoyándose en la expedición del rey Ordoño II hacia el año 900 por su paso por Badajoz y lo poco congruente que este sea un obispo de Baeza en León[21]. Amén a las otras expediciones de los años 913 y 915 por el rey leonés, al ser éstas posteriores a los documentos firmados por el obispo Theuducutus; para otro, Terrón Albarrán lo niega al no encontrar motivo suficiente para que el Obispo saliera de Badajoz al no librarse batalla alguna en aquellos años.

1.2. Privilegio de Ramiro II, hijo de Ordoño. (año 932)

Aunque Badajoz fue sometida el 930 por el califa cordobés Adhderramán III, el obispado fue erigido en tiempos de Aben Marwan, y continúa después.

En un privilegio de Ramiro II a la iglesia de Santiago de Compostela, el 13 de noviembre de 932, afirma todos los privilegios y donaciones de sus antecesores. Entre los firmantes figura JULIUS EPISCOP. DE BADALIACU. El texto latino y culto no figura Pacense sino BADALIACU, en la forma corrupta de Badajoz.

No hay duda que el Julio fuese obispo de Badajoz. Su estancia en León tal se debería a la derrota del último Marwam por Adherramán III el año 930 y le obliga a refugiarse en el reino cristiano.

No sabemos su sucesor en la silla episcopal, pero uno de los más inmediato fue el obispo Daniel, que regiría a la diócesis en el año 1000, en la era 1038 (“aerae millesimo/ in et tricesimo/ bis quater addito”).

Daniel fue muy bueno, integro y venerable para el pueblo. Mártir, como el Buen Pastor supo derramar su sangre por sus ovejas y fue asociado ritualmente a las celestes familias. Murió el pescador herido por un dardo de ballesta. Fue asesinado en el mes de Enero, de la era mil treinta y ocho[22].

1.3. Código árabe 593 de la Biblioteca Nacional.

Durante mucho tiempo, es ignorada por los historiadores la existencia de un obispo de Badajoz, aunque esto es indudable. Pero el Obispado se confirma por el Código canónico árabe 593 de la Biblioteca Nacional de Madrid- afirma Lambert[23].

El Código canónico árabe (año 1049-1050) da noticia certera del obispado de Badajoz, aunque no tengamos noticia de ningún obispo, pero si deja ver sus huellas. Aparece una lista nominal con la división eclesiástica de España, en la que figuran las seis sedes metropolitanas con sus respectivas diócesis sufragáneas: Sevilla (4), Braga (9), Mérida (13), Toledo (18), Narbona (10) y Tarragona (14). Entre las que destacamos a la metrópoli emeritense: Beja, Lisboa, Ossonoba, Idaña, Coimbra, Veseo, Lamego, Caliabria, Salamanca, Ávila, Elbora, Coria, BADAJOZ[24].

De donde se deduce que en la mitad del s. XI figuran.: 1. el obispado de Beja aparece como “Pace”, siendo sufragánea de Mérida, como lo fuera el obispado de Badajoz. 2. Que Beja figura en el mismo puesto que Pace en la lista visigoda de la “Hitación de Wamba” y la silla episcopal de Badajoz no aparece al no existir en este periodo. 3. Que no pudo haber traslado de sede episcopal de Beja a Badajoz, por coexistir ambas en la misma época, y Badajoz aparece la última como creación nueva[25].

El autor que escribió este inapreciable documento fue Vicencio o Vicente, presbítero de Toledo quien en una nota al final del libro VIII, de los diez que componen la obra, dice así. “Yo, Vicente, presbítero, pecador, siervo de los siervos del Mesías, terminé y completé esta sección octava de los santos Cánones en Domingo a la hora octava del día, y en la primera Dominica de Cuaresma, en la cual se lee la historia de la mujer samaritana a quien pidió Nuestro Señor el Mesías agua para beber junto al pozo de Jacob”.

Y al final del libro VII se lee: “Acabóse el libro séptimo loando a Dios, y con su favor y auxilio, en la feria tercera, catorce noches antes de terminar el mes de octubre del año 1087 de la Era de Safar. Brille el libro octavo por la gracia de Dios Protector para quien El quiera”.

“Resulta de estos datos que el libro VII se acabó el martes 17 de Octubre de la Era 1087, año 1079 de la Era cristiana y que el VIII no se terminó hasta el 11 de marzo del siguiente año, en que cayó el Domingo primero de Cuaresma, hasta las dos de la tarde, hora octava según el antiguo modo de contar las horas, así en la iglesia como entre los musulmanes”

Francisco Javier Simonet dice y distingue sin lugar a duda las Sede de Beja y Badajoz, como sufragáneas de Mérida.

1.4. Privilegios rodados de la Santa Iglesia Catedral.

Un privilegio de Sancho IV el Bravo, fechado en Valladolid el 11 de mayo del año 1282 (H.1320) otorga y confirma para siempre todos los fueros, usos, costumbres, libertades, franquezas, privilegios y cartas, a la iglesia de Badajoz, que hubieron en tiempo del rey D. Alfonso IX rey de León, su bisabuelo, y del rey D. Fernando III el Santo, su abuelo y de su padre el Rey D. Alfonso X el Sabio[26].

Otro privilegio de Fernando IV el Emplazado, hijo de Sancho IV el Bravo, fechado en Valladolid el 11 de agosto del año 1295 (H.1333) y dado al obispo D. Gil, dice:

otorgovos e confirmovos todos vuestros privilegios e cartas que avedes del Emperador e de todos los otros reyes que fueron antes de mi e tengo por bien e mando que valan, según que en ellos se contienen[27].

Ambos privilegios hacen referencia a Alfonso VII de León, (1126-1157), que es coronado como Emperador el año del Señor 1135 (H.1173), como lo prueba la escritura de S. Martín en Compostela en estos términos: “Facta carta in sancto Jacobo XV kalen augusti, era MCLXXV Ego Adefonsus imperator hanc cartam jussi fieri anno tertio a quo coronam imperii primitus in Legione recepi”[28].

Por tanto, suponen la existencia de una iglesia mozárabe en el siglo XII. Dosma lo expresa así: “Este gran príncipe dio privilegios a la Iglesia de Badajoz; por do consta durar entonces en esta ciudad cristianos mozárabes y su iglesia, y aún quizá con sus prelados obispos, pues siendo los infieles súbditos de los reyes de León, habían de conservar a los cristianos entre sí con mejor tratamiento y exención que antes”[29].

1.5. Bulas papales de Gregorio IX

La Bula “Gaudeamus” de Gregorio IX, fechada el 29 de octubre de 1230[30] y dirigida al arzobispo de Compostela, metropolitano de la antigua provincia de Lusitania.

En ella se le faculta a proceder, por una sola vez, a construir los cabildos y consagrar los obispos de las ciudades de Mérida y Badajoz.

Se dice expresamente que se proceda a la restauración de las sedes episcopales de Emérita y Badajoz porque ya de antiguo ambas ciudades tuvieron esa dignidad “quae sedem episcopales antiquis habuerunt”; cuando se menciona a Emerita se le da el nombre antiguo de las “Hitaciones”; y a Badajoz no se le da el de “Pace”.

La Bula “Qui coelestia simul” de Gregorio IX fechada el 29 de octubre de 1230[31] fue dirigida conjuntamente al Arzobispo de Santiago y de Toledo, porque se desconocía quién de ellos era el competente por razón del territorio respecto a Badajoz, no así Emérita que siempre fue cabecera de la provincia Lusitana. Ambos arzobispos han de decidir la pertenencia de Badajoz a la metrópoli pertinente. Lógicamente, Badajoz era una sede episcopal mozárabe.

Aquellas tierras recién conquistadas y fronterizas, en que se podía encontrar dificultades, se les concede la facultad de dispensar de las irregularidades de “ex defectu natalium”, de suspensión y de cualquier inhabilitación para la canónica colación del ministerio episcopal.

2. Hallazgos arqueológicos

2.1. El Epitafio de Daniel, obispo del año 1000.

El año 1000 una lápida fue encontrada en unas casas de Dosma, que hacen esquina a las calles de S. Blas y Ramón Albarrán, hoy el Banco Hispano frente al atrio de la catedral. Según Solano se puso después una cruz de piedra de aliox, que en el segundo tercio del s. XX fue colocada en el tejado de la antigua bodega de la Catedral, sita en la calle Arco Agüero.

Dice Dosma: “En mi casa está una piedra blanca de sepultura, hallada cuando mi tío Alver Pérez Dosma, arcipreste de Cáceres, canónigo de esta Santa Iglesia Catedral, las labraba en los solares de alrededor. Tiene doce versos latinos dodecasílabos acrósticos, en letras entre romanas y góticas, hace memoria que en aquél yacían algunos prelados obispos, cuyos nombres y loores describe”[32].

El epitafio se descubre el 1520 cerca de la Catedral. Era una lápida de mármol que se halla con motivo de las obras de la casa del tío de Rodrigo Dosma Delgado hacia el extremo de la calle Moraleja. En su testamento dice: “y quiero que en la pared cerca de mi (sepultura) se ynxieran las tablas de mármol que yo tengo guardadas en la baxa cámara de la torrecilla, que son epitafio de antiguos obispos de esta ciudad”[33].

Sólo tenemos este testimonio del historiador Dosma; ya que Solano, Gil González y Tamayo nunca la vieron. ¿Cómo es que no conservaron la preciada piedra? Lo cierto que cuando la casa se anexiona al primer seminario conciliar ya está perdida. Anteriormente, los años 1607 fue dada a censo por el albacea Francisco González y en 1610 volvió la heredera Arias Dosma y 1613 la depositario de la Justicia y después se la ofrecieron a un carpintero, que ofreció gastarse en ella 1000 ducados para convertirla en almacenes de madera[34]. Pasan medio siglo hasta que es propiedad de nuevo de la iglesia, al convertirla en Seminario en 1664. La pura casualidad puede esclarecerlo hoy con un hallazgo fortuito. Tenemos que ceñirnos al análisis lingüístico de la transcripción conservada gracias a Dosma.

El texto es como sigue:

Deserit funera Daniel orrida
Atletis jvnjitur rite celestibus
Nexvs militibvs que fuit optimus
Inmunis popvlis ac venerabilis.

En jacent praesvlis membra pvrifici
Lisimathi ecce tectaque cespite
Exceptus spiritvs arce dominica
Piscator obiit prilvla feritvs.

Corvsco frvitvs caelitvs gavdio
Obtitv domini mense janvario
Preceps dvcitvr aere millessimo
In et tricesimo bis qvater addito[35].

Son tres estrofas de verso asclepíadeo menor, acorde con la poesía mozárabe, propio de la segunda mitad del s.X y principio del s. XI. Las iniales acrósticas dan a conocer al difunto Danielis episcopi. Las referencias a textos bíblicos oscurecen y favorecen la no correcta transcripción de Dosma y acomodaciones de rima asonantada, sacrificando el acento, era común. Por tanto, no podemos hablar de un falsificador del s. XVI o XVII.

Las interpretaciones fueron diversas:

a. Dosma habla de siete obispos, a saber, Daniel, Atletis, Inmunis, Purifico, Lysímatho, Pridula y Daniel lee 5 obispos y Solano de Figueroa sólo lee a tres: Daniel, Lysímatho y Daniel. Ambos historiadores fueron buenos latinistas, pero medianos humanistas. En opinión de Lozano Rubio tomaron los calificativos como nombres personales.

b. Enrique Flores, en el trienio 1755-1758, investigó sobre el texto, no llegando a la conclusión de que la lápida fuera sospechosa[36].

c. Vicente de la Fuente (1873) la cataloga como espúrea e inventada en el s. XVII[37], apoyando en la teoría errónea de Badajoz Pacense.

d. Fidel Fita y Colomer. SJ.(+1918)

Se preocupa de hallar la lápida junto con Tirso Lozano, pero todos los intentos fueron fallidos, reduciendo su estudio a profundizar sobre la lectura conocida.

Deseruit funera Daniel orrida
Atletis iunjitur rite celestibus
Nexus militibus que fuit optimus
In multis populis ac venerabilis.
En jacent praesvlis membra purifici
Lysimachi ecce tectaque cespite
Exceptus spiritus arce dominica
Piscator obiit praedula fervidus.
Corusco fritur caelitus gaudio
Obtutu Domini mense ianuario
Preceps inducitur aerae millessimo
In et tricesimo bis quater addito.

Traducción

Los fúnebres horrores de la muerte (Daniel)
Dejó detrás de sí; pues ya se junta
Juntamente a los héroes, que en el cielo
Blasonan de haber sido acá en la tierra,
Optimo y venerable
Lazo de santidad a muchas gentes.
Hélos aquí debajo de la gleba
los despojos mortales;
De aquel que pescador como San Pedro,
Las almas apresaba, y difundía
Doquier la paz y luz del Evangelio.
De Cristo en el alcázar soberano
Goza la clara vista del Eterno
Su espíritu inmortal, cuyo principio
En el remate aconteció de Enero
El año mil de la Era y treinta y ocho.

En las observaciones el P. Fidel Fita remite a nueve citas bíblicas que sirvieron de inspiración al autor. Entresacamos las alusiones más significativas, a saber, las bienaventuradas “Dichosos los que tienen un corazón limpio porque ellos verán a Dios” y “Dichosos los que construyen la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt. 5,8 y 9) por una parte; la llamada al apostolado a los hermanos Simón y Andrés, como pescadores de hombres (Mt 4,18 y par. Mc. 1,17) y el trabajo de la pesca milagrosa (Jn.21, 3-14), por otra.

e. Francisco Javier Simonet corrobora, según la aportación de Hubner, esta fuente histórica, apoyándose en dos hallazgos afines que confirman la veracidad de nuestra lápida marmórea.

  • nº 496 El epitafio de un noble Cipriano cuyas iniciales se leen en ocho versos hexámetros, rimados y acrósticos, grabados en mármol el año 1002 y hallado en Atarfe, cerca de Granada. Después dice: “Este epitafio, aunque incorrecto, porque no se trazó en una capital diócesis, sino de un paraje rústico de corta vecindad, ofrece muchísima semejanza con su contemporáneo de Badajoz, cuya autenticidad corrobora”[38].
  • nº 216 El epitafio de Álvaro, obispo mozárabe de Málaga, ocho años después, que murió el año 1010 (1048 de la Era).

f. Ramón Matías Martínez y Martínez.(1904) se apoya en el epitafio como fuente histórica para probar la existencia del obispado mozárabe, cuyo único obispo sepultado era Daniel, mártir, bueno, integro y venerado por el pueblo.

D eserit funera Daniel orrida
tletis jungitur rite celestibus
exus militibus que fuit optimus
nmunis populis ac venerabilis.
E n jacent praesulis membra purifici
L
I
imathi ecce,tectaque cespite
xceptus spititus arce dominica
P
I
cator obiit prilula feritus.
orusco fruitvs caelitus gaudio
btutu Domini. Mense Januario
receps ducitvr aere millessimo
n et tricesimo bis quater addito[39].

Es evidente el epitafio poético del Obispo Daniel como leemos en las iniciales del acróstico: DANIELis EPisCOPI.

“Daniel, qui fuit optimus, inmunis, ac venerabilis populis, deserit funea (h)orrida, at jungitur letis, nesus rite militibus celestibus. En iacent membra lisimathi, purifici praesulis, ecceque, tecta cespite, spiritus exceptus arce dominica. Piscator obiit feritus prilula. Fruitur coelitus gaudioi corusco, obtutu Domini. Ducitur preceps mense Januario, in erae millesimo et teicesimo bis quater addito”[40].

Traducción puntual es esta: ”Daniel, que fue muy bueno, integro y venerable para los pueblos, deja los tristes funerales y se une a los difuntos, asociados ritualmente a las celestes familias. Aquí yacen los restos del deshecho cadáver del purísimo prelado; y he aquí que, mientras son cubiertos por la tierra, su espíritu es acogido en la mansión divina. Murió el pescador herido por un dardo de ballesta. Disfrutas en el cielo de felicidad resplandeciente, en presencia del Señor. Fue asesinado en el meses de Enero, de la era mil treinta y ocho.”[41]

Martínez hace gala de la formación humanista del autor al señalar el alletis, como yuxtaposición de las palabras at y letis, que se fusionaron y la t se asimila a l (v.2); lysimathi es contracción de lisis (disolución) y soma (cuerpo),usado como cuerpo quebrantado; tecta cespite cubiertos con césped, que la concorda con membra sería cubiertos los restos con la tierra(v 7); Piscator o Pescador de hombres; prilula, pila, fecha en un barbarismo de la época (v9); preceps ducitur, conducido precipitado, es decir es asesinado (v 11) y bis quater addito, dos veces añadido cuatro, esto es ocho, que es una redundancia para completar el verso (v 12).

2.2. La Necrópolis de la Picuriña

¿Existió un Badajoz visigodo? Los trabajos de la necrópolis de la Picuriña, en la periferia de la ciudad, se componían de catorce enterramientos, trece individuales y uno colectivo, y un escaso ajuar, una fíbula y dos anillos, pertenecientes al siglo VII[42].

2.3 Colección visigoda de Badajoz.

El problema radica en la colección de escultura visigoda, que es la más notable de la Península, y es la más completa de la Lusitania, después de la que produjo el gran taller de Mérida y la que reúne la ciudad portuguesa de Beja[43].

Las piezas de mármol labradas sobrevivieron al derribo de los edificios originales y formaron parte del relleno de las murallas del s. XII y parte para la cristianización de la mezquita en el s. XIII.

Torres Balbás sostiene que estas piezas fueron traídas de Mérida en una etapa posterior, para enriquecer la arquitectura islámica de Badajoz[44]. El traslado fue previo al periodo almohade, en el que usan ya este material como relleno.

Más de 40 piezas forman el conjunto, en donde los especialistas distinguen dos grupos: uno, por similitud de técnica e iconografía, de mármol fino, muy tallado; que ya lo utilizaron en Mérida en el s. VI, comparables con las de Borba y Estremoz; otro, con trazos más rústicos, irregulares y esquemáticos, de mármol grueso, tallado; pero se semejan más a los talleres provincianos de Beja (Portugal) o de Almendral (Badajoz), por tanto, de menor calidad.

El estudio de Schlunk sobre la cultura visigoda explica la diversidad por una derivación provincial del primer grupo, con el paso del siglo VI al VII[45].Esta línea de investigación fue secundada por María Cruz Villalón, pero añade la puerta abierta de la posibilidad de ser una secuencia de las manifestaciones cristianas bajo el dominio islámico[46]. Tal vez la corte aftasí sería la que más proyección aportara en este sentido. L. Caballero llega a la misma conclusión.

Por tanto, es posible que estos materiales fueran una posterior creación de los mozárabes, continuadores de las antiguas tradiciones en un mundo cultural diferente, que aportaría novedades a un arrastre en deterioro de las creaciones del pasado, como hicieran en sus ideas religiosas.

III. SANTORAL MOZÁRABE

Resulta difícil hablar de santos “propios” en la iglesia mozárabe de Badajoz. Hasta finales del s. XIV no posee una liturgia propia.

Son por una incorrecta interpretación del termino “pacensis” San Sisenando, martirizado el 16 de julio 851, antes de que Badajoz se fundara; y de San Atón sólo podemos afirmar su naturaleza hispana. Finalmente, Santa Engracia de Braga, cuya cabeza aparece milagrosamente en la laguna del Guadiana, según una tradición y la ermita cuyo culto va asociado en sus inicios a los frailes agustinos.

3.1. S. Sisenando

La vida y martirio la escribió S. Eulogio de Córdoba, afirmando que nació en la ciudad pacense “ex Pacensi oppido ortus”. Pasó para aprender letras humanas y divinas en una cristiana escuela cordobesa. Allí siguió no sólo el camino de la virtud, sino el ministerio de diácono con Pedro y Walamboso en la iglesia de S. Ascisclo, en donde su cuerpo reposará. Fue encarcelado, degollado y arrojado al río Guadalquivir por los sarracenos en tiempos del rey Abderramán II de Córdoba, el 16 de julio de 851.

Ambrosio de Morales, en unos comentarios sobre el capítulo quinto de S. Eulogio, opina que la colonia pacense no fue Badajoz, sino Beja, en Portugal[47]. El 25 de octubre de 1652 la nobleza, clero y pueblo le nombra patrono de Pax Julia. Mientras otros mantienen que la colonia lusitana fue Pax Augusta o Badajoz.

¿Cuándo encontramos su culto en la ciudad de Badajoz? Solano de Figueroa, al encontrarse incluido en el Martirologio Romano, aboga por su culto. D. Diego López de la Vega, obispo de Badajoz, el 14 de abril de 1654 se dirige al Cabildo Catedral para recabar información sobre sus memorias y devoción de los fieles pacenses. La respuesta colegiada fue positiva, a favor del restablecimiento de su culto y veneración, como en tiempos antiguos. El Prelado, según los Breves Pontificios de Pío V y Gregorio XIII, obtiene de Roma en los dos meses siguientes el oficio del común de mártires. Finalmente decretó en el calendario litúrgico badajocense, la inclusión de S. Sisenando, por nacimiento natural y los santos Vicencio, Oroncio y Víctor, por nacimiento natural o espiritual[48].

Cuando una plaga de langosta asoló los campos de la ciudad, se invoca a la milagrosa reliquia de S. Atón, que en el 1746 se había traído. En dicha ocasión se aprovecha la amistad con el canónigo magistral de Córdoba, el Dr. D. Francisco Delgado, que anteriormente lo fue de Badajoz, al que se le expresa el deseo de tener una reliquia de S. Sisenando. En el 1606 el obispo de Córdoba D. Francisco Reinoso la había concedido a la iglesia local de Beja, pero el prebendado Delgado argumentaba que “es imposible dar una reliquia de S. Sisenando donde están los huesos de 18 mártires en menudos pedazos”[49].

La devoción al Santo durante en el s. XIX se incrementó especialmente en la casa de Ordenandos. El presbítero escritor D. Juan Antonio Muñoz Gallardo de testimonio de tal devoción en los años de su formación seminarística, en la primera década del s. XX. La imagen de talla madera policromada estuvo en el actual seminario hasta ser retirada del culto en los últimos años[50].

3.2. Santa Engracia

En el santoral hispano aparecen al menos tres santas mártires y vírgenes con el nombre de Engracia o Encratis[51].

La más conocida es, sin duda, la que fue martirizada en la ciudad de Zaragoza, con otros dieciocho compañeros en tiempos de Diocleciano, siendo prefecto Daciano. Así lo atestigua Aurelio Prudencio:

“Barbarus tortor latus omne carpit,
sanguis impensus, lacerata membra,
pecus abscisa patuit papilla corde suo ipso”
[52].

En el calendario mozárabe es festejada el 16 de abril por estimar en ese día el nacimiento para el cielo en el año de 304. Posteriormente se traslada al 4 de noviembre, tal vez por el traslado de su cuerpo en 592.

Otra Santa con el nombre de Engracia es la hermana de S. Valentín y S. Frustuoso, patronos de Segovia. Se retiraron al desierto para la contemplación y fueron degollados. Su festividad litúrgica se celebra el 26 de octubre.

Por último, tenemos a Santa Engracia virgen, nacida en Braga, decapitada en Carbajales de Alba (Zamora), siendo su cabeza encontrada milagrosamente en la laguna del Guadiana a su paso por Badajoz. Su celebración litúrgica es el 13 de febrero, con categoría litúrgica de “memoria” obligatoria[53].

Tuvo oficio propio y día de precepto para la ciudad hasta que Urbano VIII restringió esta facultad a los obispos diocesanos. Continuó solamente el oficio litúrgico, que ha experimentado diversas reformas hasta nuestros días según la normativa romana.

Esta triple especificación no fue observada por todos, originándose confusión en autores, como Flores, Ribadeneyra. Algunos escritores extremeños, llevados de fervor regionalista, sostuvieron que Engracia de Carbajales nació en Badajoz, y no en Braga. Por eso -dicen- su verdugo llevó la cabeza cortada de la Santa hasta las cercanías de la ciudad pacense. Así opinan Gil González en su “Teatro eclesiástico de las Iglesias Metropolitanas y catedrales de los reinos de las dos Castilla” y Bernabé Moreno de Vargas en la historia de Mérida. Mas categóricamente afirma el manuscrito de 1786 “Santoral de la Santa Igª Catedral de Badajoz y Catálogo de Santos y Festividades que en ellas se celebran”: Abril Santa Engracia Virgen y Mártir natural de Badajoz. Doble. Está es su santa Caveza…”.

No obstante, Juan Solano de Figueroa establece con claridad la distinción entre las tres Engracias: la de Zaragoza, la segoviana y la venerada en Badajoz. Antes que él, en 1604, Jerónimo Román de la Higuera sostiene que “ai dos Santas vírgenes y mártires lusitanas, ambas Engracias, de la una cuerpo y cabeza en çaragoça y de la otra solamente la cabeza en Badajoz y no el cuerpo, que estaça en Carvajales”.

La obra crítica “Bibliotheca Santorum” publicada por el Instituto Juan XXIII de la “Pontificia Universitá Lateranense” de Roma en 1964, hoy de reconocido prestigio en el terreno de la investigación hagiográfica llega a afirmar a través del articulista Justo Fernández Alonso las siguientes puntualizaciones:

  1. La Engracia zaragozana no tiene documentos fehacientes sobre su procedencia; ya que Aurelio Prudencio no lo proporciona: “No viene comunemente accettata la opinione di alcuni autori secondo cui Engrazia e compagni provenivano da Portogallo”. Por tanto, no se puede concluir que sea de Braga, sino de Zaragoza.
  2. Que la única Engracia bracarense es la martirizada en Carbajales de Albas (Zamora), cuya cabeza fue encontrada en Badajoz. Ambos lugares siempre estuvieron asociados a los frailes agustinos desde el medioevo.
  3. En cuanto a la especificación del homónimo se le añade distintos gentilicios: Engracia de Braga, de Carbajales o de Badajoz. Sin embargo, optamos por este último, por ser nuestra ciudad el sitio donde se apareció milagrosamente y manifestó su intercesión protectora sobre sus devotos.

Engracia nació en la región de Braga, ciudad de la antigua Gallaetia y que más tarde se integraría en Portugal. Son muchos los autores que opinan que murió en 1050 entorno a los veinte años. Consecuentemente, nacería en 1030, época que Fernando I conquistara el noroeste peninsular.

Sobre sus progenitores no sabemos con certeza nada; aunque no faltan autores que la inscriben en un linaje noble. Siguiendo las costumbres de la época, el padre de Engracia la prometió en matrimonio, sin su consentimiento, a un noble castellano de la región. Pero ella se había consagrado a Dios en perfecta virginidad. La reacción del prometido fue violenta. La persiguió y la alcanzó en los Montes de Carvajales.

El despechado prometido de Engracia tomó la cabeza seccionada y la transportó hasta las inmediaciones de Badajoz y la arrojó a la laguna del Guadiana. El P. Croisset reproduce el relato casi literalmente en el Novísimo Año Cristiano, traducido al español por el P. Isla: “Apacentaba su rebaño un pastor por las cercanías de la laguna; y llevándolo un día a beber, salió del agua un resplandor tan extraordinario, que se espantaron las ovejas: el pastor atónito fijando los ojos en aquella luz quedó deslumbrado, como si los clavara en él y no sabía que hacerse. Volviendo en sí, por inspiración del cielo dio parte a algunas gentes de lo que le había sucedido. Y habiendo agotado con artificios el agua de la laguna, hallaron la cabeza fresca y encarnada. A este hallazgo se siguieron algunas maravillas que obró nuestro Señor por intercesión de esta santa. La cabeza se mantuvo durante algún tiempo en una ermita que edificaron en aquel sitio; luego trasladada a la catedral. La ermita a finales del S. XIII vino a parar en convento de la Orden de S.

Agustín, del que pasaron al de Santa Marina después de la extinción de los Templarios, y finalmente entraron en la ciudad por los años 1432,por haberles dado la parroquia de San Lorenzo el Obispo D. Francisco Juan de Morales”[54].

En primer lugar, recibió culto en una ermita, cuya fábrica -afirma Solano de Figueroa- era “tan antigua que no hay escritura que encuentre su erección, o primera fábrica; muchas escrituras he leido, y todas la suponen ya hecha del mill quinientos y veintisiete”.

Posteriormente aparecen como ministros encargados de la misma los frailes de la Orden de S. Agustín tratando de precisar la fecha: “La … la avian tenido por convento los religiosos de S. Agustín muchos años antes de que pasasen al sitio de Santa marina, y costando que bivian en esta ciudad el año mil doçientos y noventa y dos en aquel sitio, es cierto que lo menos desde aquel tiempo estaba edificada la hermita”. Luego se deduce que el hallazgo de la cabeza de Santa Engracia debió producirse entre 1050 y 1200.

La venerada reliquia fue trasladada a la Santa Iglesia Catedral según las actas sinodales de D. Alonso Manrique (1501) que dice así: “E porque hallamos que en nuestra yglesia cathedral esta la cabeza de Santa Engracia, que se denuncie por los curas de la ciudad de Badajoz para que se guarde en dicha ciudad”[55]. En las actas de la visita, efectuada por D. Francisco de Navarra en agosto de 1552 se dice: ”…luego se visitó el Sagrario qu’esta en la Capilla colateral en el qual está una caxa de madera e dentro en el esta una caxa de plata con un rrostro e dentro una calavera que dizen que es de Santa Engracia que’es de la otra parte de Guadiana junto a la dehesa de los quaderjones e visitada se torno a poner en su lugar”[56]. El sínodo de 1671 alude a la Santa Mártir en estos términos: “E porque hallamos que en la nuestra yglesia cathedral esta la cabeça de Santa Engracia…”[57]. Visité a Monseñor D. Valentín Sánchez Merino, fabriquero de la catedral y comprobamos que no existían en la capilla este relicario catedralicio.

3.3 San Atón

Las últimas investigaciones esclarecen la tesis defendida en nuestra biografía publicada sobre el Santo[58]. Por una parte, la insostenible afirmación de que fuera “pacense” con el hallazgo de las cartas que publicamos ahora en español[59], desconocida para los lectores, en donde leemos el termino pecador en lugar de pacense; por otra el conjunto pictórico de Passignano en que se expone su nacionalidad hispana. Por tanto, solo podemos encontrar escasos indicios de que formara parte del santoral mozárabe.

3. 3.1. Cartas autógrafas

Ambas cartas presentan características tipológicas idénticas y son datadas en los años 1134-1135[60]. Los destinatarios son Martino Corbo a quien le oferta las santas reliquias de los mártires Gervasio, Protasio y Víctor trata el asunto del libro de S. Ambrosio, que alude a los bienes patrimoniales de su canónica (casa rectoral); y el Presbítero de la Iglesia de S. Bartolomé, a quien envía los hechos y la pasión del Apóstol Bernabé, encontrados en Lombardía y las oraciones de la Misa, atribuido a S. Ambrosio con el ruego de que los copie en un códice para uso de su iglesia y además lo envíe al abad de Gratosolio. Termina con los saludos de despida a los amigos comunes que se alegran por su promoción al Episcopado.

Carta a Martino

El hermano Atón monje, pecador y nombrado obispo de Pistoya salud, lealtad, oración y bendición en Cristo a su carísimo amigo Martino, por la gracia de Dios presbítero venerable y preferido. Me alegré con no pequeño gozo al recibir la carta que me enviaste. Pues oyendo que mandas enviarme las reliquias santas de los venerables mártires Gervasio, Protasio y Víctor; además el libro del gran doctor Ambrosio que has encontrado hace poco, como dije antes que me alegra mucho. Por lo que te exhorto como intimo y antiguo amigo a ceder las reliquias, pleno efecto. Pues espero con la ayuda de Dios con vida y salud colocar en los altares este año estas mismas reliquias de los santos y consagrar al Señor Iglesias en su honor. Pero espero encontrar no sin mucho empeño lo que se dice hubo en Tuscia de los terrenos del beato Ambrosio aún cuando largo tiempo no lo ha tenido con tal iglesia de Milán y desde hace mucho ha sido usado por otros pacíficamente. Estas propiedades se encuentran a medio camino. De nuevo saludo al Sr. Arzobispo, a los hermanos de Ulmo, las hermanas de Calumno, al Sr. Amitón y a otras que conoces se alegran de mi encumbramiento. Con todos ellos ruega por mí.

Carta al Presbítero P.

El hermano Atón, monje, pecador y nombrado obispo de Pistoya a su querido hermano P. venerable presbítero por la gracia de Dios, salud, lealtad, oración. En lo posible me esforzaré en obedecer tus ruegos escribiendo los hechos y la pasión de S. Bernabé Apóstol, a cuya iglesia sirves con la ayuda de Dios. Ciertamente una parte encontré en Lombardía, otra en Tuscía, por lo que no ha sido escrita sin interrupción como tu mismo podrás pensar. Cuando tu mismo las hayas escrito en tu libro, las entregarás a nuestro abad de Gratosolio. Pero darás la oración que compuso el mismo S. Ambrosio a Martino, propósito de S. Ambrosio, al que saludarás de mi parte. Cuídate de recordarme junto al altar de dicho apóstol; y no eches en olvido lo que te dije en otro momento de tu salud, sabiendo que el trabajo emprendido será durísimo en presencia del Señor. Está escrito: ”el juicio para los que presiden será durísimo”. Saludarás también a tu amigo Galiciano y patrono del mismo lugar y a nuestros restantes amigos que sabes se alegran de mi promoción. Ruega por mí y escucha al que te escribe.

3.3.2. Historia pictórica

Aunque S. Atón es recordado en Pistoya por la reliquia de Santiago y por la milagrosa conservación de su cuerpo, como obispo español se encuentra en la secuencia iconográfica de Passignano, en donde se recoge lo esencial, si no exhaustiva, de la figura e historia del Santo. Este conjunto excepcional de pinturas florentinas en la primera década del siglo XVII nos sirve para esclarecer la época que estudiamos[61].

En el valle de Peza los monjes de la abadía benedictina de Passignano, reformada según la regla de Valhumbrosa el 1055, deciden adecentar la capilla lateral de S. Sebastián, dedicándola juntamente a S. Atón en el 1608. Varias fueron las razones de tal decisión: la particular veneración del abad Tesauro Veli, que piensa obtener una reliquia del Santo, por las relaciones entre las abadías de Vallumbrosa y Passignano, la figura del gran pintor Benedetto Velli por su tabla de la Ascensión en la catedral de Pistoya, ser el santo más reciente de la orden y el biógrafo particularmente ligado al Fundador S. Juan Gualberto ”escribió su vida y la imitó”. No en vano el Papa Clemente VIII le había canonizado recientemente. En efecto, deciden dedicarle un altar con ornamentación etrusca (1609). Allí depositan “un hueso del brazo derecho del codo hasta la mano, en un verdadero FOCILE cubierto de carne” (1607)

Benedetto Velli era uno de los últimos pintores florentinos del 1600 con fresco en el coro de la iglesia de Santa Maria Novella (Florencia) y una coronación de la Señora en Piteglio entre otras, acomete su trabajo en dicha capilla.

El espacio sagrado esta dividida para los santos Sebastián y Atón, pero el autor se propasa al representar en los muros adyacentes la historia de S. Atón, encontrando el visitante los momentos más significativos. En efecto, el fin del mural del pasillo alzado con otros motivos e ilustra los papanes paralelos de su brillante carrera eclesiástica:

  • Atón, joven clérigo, que parte de su patria España, en donde nació según la tradición bastante discutida, y llega a la abadía de Vallhumbrosa.
  • Su monacato, cuando toma el hábito y la cogulla, su elección de Abad y el encuentro con Inocencio II.
  • La elección como obispo de Pistoya y la recepción de la reliquia del Apóstol Santiago.
  • La exposición de su cuerpo incorrupto en la catedral de Pistoya.

Son escenas ricas de colorido, de personajes y perspectiva, que con sus efectos, retórica y espectacularidad demuestra como el pintor no ha estado en vano en contacto con Matteo Rosselli, Santi de Tito, O.Vannini etc.. Pero además se presiente una mirada a lo lejos a los frescos de Passignano y de Alessandro Allón que basta para ver sus diferencias. .

A los colores menos vivos y atrayentes de los cuadros recientemente restaurados, pero de mayor variedad compositiva y específica de contenido, una luneta termina, representando a S. Atón según la inscripción latina: “ reliquias … in alterri.. cultu condidit” La escena es dividida en dos partes: sobre la derecha se encuentran 5 personajes, tres de los cuales un poco apartado y todavía atento el cuarto, que en primer plano muestra un diseño- del altar o la de la capilla de Santiago-al obispo dignamente vestido de oscuro; mientras que a la izquierda otros trabajos diferentes por la variedad de materiales e instrumentos.

Dejando estos detalles artísticos y podemos darnos cuenta de la importancia histórica que reviste, no tanto como ilustraciones de la vida de S. Atón y de los ambientes del setecientos en general, como algunos específicos aspectos pistoyenses, como la construcción del altar o la capilla de Santiago, del cual el fresco de la luneta representa el único testimonio iconográfico existente, además de encontrar una acción del s. XII en ambientes y costumbres del s. XVII.

A P O R I A

¿Pax Julia o Pax Augusta? ¿Ha habido dos ciudades Pace? o ¿una sola se ha llamado Pax? Si lo primero ¿se llamó Pax Julia a Beja y Pax Augusta a Badajoz? Si lo segundo: ¿cuál fue la Pax? ¿Beja o Badajoz? La colonia pacense de Plinio ¿cuál de ambas será?

La vieja duda de los historiadores nos lleva a seguir al Estagirita sobre la teoría y la practica de la Aporia. La duda tratada de modo científico en todas las implicaciones y posibles soluciones del problema, lleva a una triple consideración.

En primer lugar, si se han de conservar manteniendo no tan sólo el aspecto histórico de las soluciones anteriores, sino también la estructura interna de la misma, al concretizar las dificultades que a veces más que removerlas, se han de superar por una interna intelección.

Por un lado, los defensores de que hubo dos ciudades que llevan el nombre de “Pax” en la Lusitania: “Pax Julia” que era la actual Beja en Portugal y “Pax Augusta” que corresponde a Badajoz. Se apoya en el “Itinerario de Antonino”, mientras que la segunda en el geógrafo Estrabón. Gaspar Barreiros en su Corografía de algunos lugares (1542)[62] A. Elio Antonio de Nebrija (1441-1522) y Juan Ginés de Sepúlveda (1490-1573)[63] y los historiadores locales Rodrigo Dosma (1601), Solano de Figueroa (1664), Ascensio de Morales (1754), Ildefonso Gómez Delgado(1834) y José López Prudencio (1903).

Por otro, los impugnadores de esto por defender la existencia de una sola ciudad romana con el nombre de “Pax” a la que Antonino llama “Julia” y Estrabón “Augusta”. Esa ciudad correspondería a Beja portuguesa, según Andrés Redende (1593), Cristóbal Cellario (1731), P. Florez (1758), Aureliano Fernández Guerra (1880), Matías Ramón Martínez (1905) y Tirso Lozano Rubio (1930) y algunos historiadores portugueses.

En segundo lugar, la misma duda ya es el primer paso necesario hacia la definitiva solución, considerando las objeciones al problema.

  • Estrabón, geógrafo griego, no siempre utiliza bien la onomástica romana y tal vez pudo referirse a “Pax Julia” llamándola “Pax Augusta”-(Camacho Macías)[64]
  • Nebrija y Ginés de Sepúlveda no han exhibido las pruebas convincentes. (P. Enrique Florez)[65].
  • Dosma, Solano de Figueroa y Ascensio de Morales con un sentido de demostrar la continuidad apostólica de la iglesia local defiende que Pax Augusta es Badajoz. (Rubio Merino)[66].
  • López Prudencio se apoya en el termino “pacensis”, quien justifica la inclusión de S. Sisenando con oficio litúrgico propio con el testimonio de S. Eulogio. Pero la Sagrada Congregación de Rito no entra en el problema histórico. (Lozano Rubio)[67].
  • El antiguo obispado pacense fue muy debatido ya por los que de historia han tratado a partir del s. XVI. Los argumentos a favor de S. Atón como obispo “pacense”, basados en la errónea interpretación del mismo, aún siendo de la época mozárabe. Hoy es insostenible, ya que la lectura correcta de sus cartas es “peccator”. (López López)[68].

Finalmente, la misma Aporia como tal sirve de luz en el juicio final acerca de su resolución.

La teoría y la praxis de la duda no sólo es para Aristóteles una señal del método científico ni es más aún el fruto de la mentalidad “histórica” en cuanto claramente aparece. En la práctica se admite la necesidad de repensar y discutir el valor de las intuiciones antiguas y las soluciones al problema.

El que sea romana Badajoz está fuera de discusión y duda; aunque se han encontrado pruebas de la existencia de una población romana, como recoge Dosma cinco lápidas funerarias y Solano otros vestigios y el hallazgo de un sepulcro romano en 1863, que hoy se conserva en el Museo Provincial[69].

Matías R. Martínez, basado en el texto de Aben Adari -testimonio del s. XIII sobre el Badajoz de 855- dice: y le permitió el emir (habla de Aben Marwan) que fuese a Batalyos y se estableciese en él, el cual era entonces una aldea”[70]. Añade que “debió seguir adscrito a la municipalidad de Budua (Botoa), también pequeña aldea, apoyado en el testimonio de Ptolomeo de enumerar a Budua entre las ciudades”[71]. No podemos afirmar que la población existiera en la época visigoda, anterior a la invasión árabe.

Fernández Guerra añade: “Había quedado reducido estos lugares a sólo una alquería denominada Batalio, cuando el rey Mohammad I permitió al inquieto muladí Aben Marwan…”[72].

No obstante, el P. Fita en una carta dirigida a Tirso Lozano afirma no ser una aldea pequeña, sino “una crecida población romana”[73], basándose en que en Badajoz se han encontrado rastros de edificios romanos, una lápida dedicada a Júpiter y ocho sepulcros.

Hubo una población romana, pequeña o grande, sin que se pueda afirmar sin que se pueda afirmar que fue fundado por Octavio Augusto, a pesar de que no haya testimonio alguno prerromano.

Camacho Macías afirma que sólo hubo una “Pax”: la Colonia pacense de Plinio, “Pax Julia” del Itinerarium Antonini, “Pax Augusta” de Estrabón. Esa ciudad fue Beja, en Portugal. Aquí estuvo la sede episcopal visigoda de su nombre, del que no se tiene noticia hasta mediados del s. XI. En esta línea se reafirman Rubio Merino[74] y Terrón Albarrán[75].

 

01                       02

 

03                   04

 

05                   06

 

07

 

08

 

1   Salida de S. Atón de su patria

2  Llegada a Vallombrosa

3   Su consagración a la vida mística

4 Elección de Abadía en Vallombrosa

5   Elección de Obispo de Pistria

6. Atón recibe la reliquia de Santiago Apóstol

7  Exposición del cuerpo de S. Atón en la catedral Prisita

8 Detalle


NOTAS:

[1] Valdés Fernández, Fernando. En torno al Badajoz Islámico, Badajoz 2001. pág. 21.

[2] Badajoz Islámico. Junta de Extremadura. Conserjería de Cultura. Mérida 1999. fol. 1. Entresacado de varios cronistas musulmanes.

[3] Abenadari, tomo II pág. 105.

[4] Aben Zaid, libro III, cap. II.

[5] Ibn Jaldun, trad. Machado , XXXIII-XXXIV, 347-348.

[6] Martínez y Martínez Matías Ramón. Historia del Reino de Badajoz durante la dominación musulmana. Badajoz 1904, pág. 97.

[7] Badajoz Islámico o.c. fol. 7.

[8] Ibídem fol. 7.

[9] Martínez y Martínez. o.c. pag. 188.

[10] Ibídem pág. 206.

[11] Ibídem pág. 209.

[12] Ibídem pág. 210

[13] Hallado en el depósito del Gévora. Lectura y traducción de Eduardo Saavedra, que suplió lo que le falta al texto.

[14] Martínez y Martínez o.c. pág. 213.

[15] Losa de mármol de 0.51 por 0.32 mts , aparecida en 1877 en las obras de ampliación del cuartel de la Bomba, -hoy inicio de la avenida General Rodrigo, y que se conserva en el Museo Arqueológico de Madrid. Leopoldo Torres Balbás, La Alcazaba de Badajoz. Estudios Extremeños. Año 1938. pág. 251.

[16] Martínez y Martínez o.c. pág. 223-224.

[17] Baudrillart. Dictionnaire´ d´Histoire et de Geógraphie ecclésiastiques, tomo VI, Baader- Baviere , París 1932, art. Lambert pág. 100.

[18] Samsóm -abad-. Apologeticus, Lib.II, praefatio, núm.VIII ( Martínez o.c. pág. 57)

[19] Baudrillart. o.c. págs. 100-101.

[20] Cotarelo. Alfonso III pág. 464, 477 y 486. citada por Terrón en la España Musulmana pág. 246-248 .

[21] Baudrillart. o.c. pág. 101.

[22] Lapida sepulcral del año 1000. Traducción.

[23] Baudrillart. o.c. pág. 100.

[24] Simonet, Historia de los Mozárabes, 808-812.

[25] Lozano Rubio, Tirso, Historia de la fundación del convento de la Religiosas Carmelitas de Badajoz por Francisco Mateos Moreno con una aportación a la Historia de Badajoz. Badajoz 1930. pág 363-365. Lozano

[26] Archivo Capitular de Badajoz. nº 55 citado por Lozano Rubio o.c. pág. 366.

[27] Ibídem núm. 25 , citado por Lozano Rubio o.c. pág. 367.

[28] Dosma Delgado, Rodrigo, Discursos Patrios de la ciudad de Badajoz .Badajoz 1931, pág. 124

[29] Ibídem pág. 124

[30] Bula “Gaudeamus” en Regesta Vaticana, 15, fol. 41 v, anno IV, c.85.

[31] Ibídem, fol. 42 r, anno IV, c.85.

[32] Dosma, Discursos patrios, o.c. pág. .120 , Badajoz 1601

[33] Ibídem pág. LII.

[34] Lozano Rubio , o.c. pág. 356.

[35] Dosma o.c. pag. 123.

[36] Flores , Enrique. España Sagrada ,t. XIV, pág. 256. Madrid 1758.

[37] Historia Eclesiástica España ,t. IV (2º Edición) pág. 288, Madrid 1873.

[38] Simonet ,o.c. pág. 635.

[39] Martínez y Martínez, o.c. pág. 316.

[40] Ibídem, pág. 315.

[41] Ibídem, pág. 88-89.

[42] Rubio Muñoz, L. A. “La necrópolis hispano-visigoda de la Picuriña (Badajoz)”, Actas del VII Congreso de Estudios Extremeños, en prensa.

[43] Ibídem pág. 328-329.

[44] Torres Balbás, Leopoldo. Paseos arqueológicos por la España Musulmana. La Alcazaba de Badajoz. Revista de Estudios Extremeños, t. XII, 1938, p. 233.

[45] Schlunk, H. Arte visigodo en Ars Hispaniae, Madrid 1947, pág. 252 ss.

[46] Cruz Villalón, María. Mérida Visigoda, o c. 426-429 .

[47] De Morales Ascensio. Crisi histórica de la ciudad de Badajoz . Badajoz 1906. pág. 64.

[48] López y López, Teodoro Agustín. Los “ propios” de los Santos en la Archidiócesis de Mérida Badajoz. XXV Coloquios Históricos de Extremadura. pág. 223.

[49] Anónimo. Continuación de la Historia Eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz. tomo II pág. 179.

[50] López y López , Teodoro Agustín. San Sisenando y los Ordenandos. Rev. San Juan 93. pág. 50-55.

[51] Rodriguez Pascual, Francisco. Santa Engracia de Carbajales. Separata. Valladolid 1983.

[52] Aurelio Prudencio. Obras Completas. B.A.C. nº 58 .Madrid 1950, 546.

[53] Solano de Figueroa, Juan. Historia de la Ciudad y Obispado de Badajoz. C.E.E. 1929-1935. Vol. II pág. 248.

[54] Croisset, J. Novísimo Año Cristiano. Abril (Zaragoza 1887) 44

[55] Sinodicon Hispanum. Tomo V B.A.C. Madrid 1991.

[56] Archivo Capitular de Badajoz. “Inventario de los efectos dela Iglesia” 1553, fol. 1.

[57] Ibídem fol. 1

[58] López y López , Teodoro Agustín. San Atón monje, obispo y patrono secular. XXVI Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo 2000.

[59] Traducción de José Diez Medina.

[60] Rauty, Natale. Rapporti di S. Atto, vescovo di Pistoia, con il clero e le istituzioni ecclesiastiche lombarde. Estratto da Bullettino storico Pistoiese. Pistoia 1995. pág. 25-26.

[61] Valbonesi, María. S.Atto a Passignano. Il Tempio. Pistoia 1997. Láminas IV, V , VIII, IX, XII y XIII.

[62] García Mercadal, J. Viajes de extranjeros por España y Portugal. Junta de Castilla y León. Salamanca 1999. Vol II pág. 117-127.

[63] Lozano Rubio. o.c. pág. 219-229.

[64] Camacho Macías, Aquilino. Anotaciones críticas al Episcopologio Pacense. V Congreso de Estudios Extremeños. Año 1975.

[65] García Merdacal, J. Viajes de extranjeros por España y Portugal. Junta de Castilla y León. Salamanca 1999. Vol. I.

[66] Diccionario de Historia Eclesiástica de España dirigida por Quintín Aldea. Voz Badajoz. Tomo I.

[67] Lozano Rubio. o.c.

[68] López López , Teodoro A. Apuntes para la historia de la Archidiócesis de Mérida Badajoz. fas. IV. Badajoz año 2000.

[69] Lozano Rubio. o.c. pág. 211-212

[70] Martínez y Martínez o.c . pág. 105.

[71] Ibídem. pág. 51

[72] Lozano Rubio. o.c. pág. 215.

[73] Carta 2 de abril de 1901.

[74] Diccionario de Historia Eclesiástica o.c. pag. 176.

[75] España Musulmana. Badajoz 1991. paga. 241.

Oct 012001
 

Teodoro Agustín López y López.

La preocupación por las listas episcopales es antiquísima. Pero ha de ser extensiva a los priores que gozaban de dignidad casi episcopal. En efecto, presentamos los Priorologios leo-llerenense y magacelense. Aún más, estudiamos a los obispos titulares in partibus, que bajo la autoridad de aquellos existieron en algunos periodos.

Los Grandes Maestres medievales tenían a su cargo el gobierno espiritual y temporal de toda la orden, auxiliados por freiles, caballeros y clérigos, en una sociedad eminentemente religiosa. De aquí, nos ha llevado a estudiar las listas de maestres y gobernadores.

Estos elencos han sido iniciados por los estudiosos locales Horacio Mota Arévalo (1959) y Vicente Navarro del Castillo (1992) para la Orden de Santiago y Juan Antonio Muñoz Gallardo (1936) y Tomás Ramírez de Sandoval y Ramírez (1978) para la de Alcántara. Queremos continuar esta línea de investigación, consciente de que nunca podrán ser cerrados estos extensos elencos. Mientras que la nómina medieval fue recogida por Francisco de Rades y Andrada en la Chrónica de las tres Órdenes y Cavallerías de Santiago, Calatrava y Alcántara (1572), en el periodo moderno los fondos documentales utilizados han sido principalmente los numerosos expedientes de Ordenes Sagradas, que se conservan el Archivo diocesano de Badajoz. Tampoco pierden su interés estudios como la “Historia de la Ciudad de Mérida” de Bernabé Moreno de Varga (1633) y “Materiales para la Historia de Mérida” de José Álvarez Sáenz de Buruaga (1994) para los gobernadores y la Revistas de la Fiestas de Llerena con la aportación de Bonifacio López S.J. (1965).

En una primera y última parte estudiaremos el origen y extinción de la dilatada historia de más de cinco centurias, durante dos etapas diferenciadas; por una parte, la época medieval de los siglos XIII – XV y por otra, la moderna durante los siglos XVI-XIX.

Estos catálogos son muy útiles para los estudiosos y monótonos para el lector. No obstante, hemos intentado presentarlos en visión global y contexto histórico, que hagan más comprensible la relación nominal.

I. Origen y fundación

1.1. La Orden de Santiago

Ante las discordias de los reyes de León, Castilla, Navarra y Portugal algunos varones poderosos, guiados por un espíritu guerrero y religioso conciben agruparse y fundar una orden para defenderse contra los moros.

Pero ven la conveniencia de unirse a religiosos que llevasen la dirección de sus almas. Al ver sus pretensiones de vida algunos prelados les aconsejan al Prior y canónigos del monasterio de Lodio, diócesis de Astorga y reino de Galicia, que seguían la Regla de S. Agustín. En 1030 ya obtuvieron donaciones de Fernando I, rey de León.

Los canónigos de Lodio tenían cerca de León un hospital, llamado “San Marcos”, con el fin de atender a los peregrinos de Santiago. Después fueron expulsados por Fernando II de León (1157-1188), y el rey de Castilla, Alfonso VIII (1158-1214) les recibe y le asigna como cabeza de la asociación la villa de Uclés, donde edificaron su iglesia y casa matriz. No obstante, rescatan el antiguo hospital de S. Marcos, al recapacitar el rey de León sobre la finalidad de su fundación. Ambas sedes serán en el futuro las cabezas de los dos grandes prioratos de la Orden Santiaguista en la capital de León y en el pueblo conquense de Uclés. Aquella tendría una provincia en Extremadura, cuya capitalidad religiosa será Llerena con el Vicario General y dos Provisoratos en Llerena y Mérida a partir del s. XVII.

Al venir a España el Cardenal D. Jacinto, delegado de su S. Santidad, para el arreglo de las desavenencias de los reinos, el prior y sus canónigos aprovechan para gestionar la aprobación de la Orden. Cuando regresa a Roma le acompaña D. Pedro Fernández con otros caballeros y canónigos, quienes son presentados e informados favorablemente al Papa Alejandro III. Este confirma, da varios privilegios y aprueba sus establecimientos, con una Bula de confirmación, dada en Ferentine por mano de Graciano Subdiácono y Notario de la Santa Iglesia de Roma el 5 de julio de 1175. Hubo de transcurrir siglo y medio hasta su aprobación definitiva.

Las Reglas de Santiago de la Espada ordenan:

  • Vivir los Freiles casados (caballeros) y continentes (clérigos) bajo la obediencia del Maestre.
  • Poseer el reconocimiento de los bienes y los privilegios del Monasterio de Lodio o Loyo.
  • Los clérigos han de ser obedientes al Prior y enseñar las letras a los hijos de los Freiles.
  • Gozan de exención de autoridad para las penas canónicas, excepto el recurso a la Autoridad Apostólica.
  • Poseen facultades para erigir iglesias y oratorios.
  • Por el privilegio “canon” los freiles y freilas, según el Concilio General, ordenado por el Papa Inocencio, no pueden ser castigados por otra jurisdicción, que la eclesiástica.
  • Unos freiles viven en vida claustral y otros en los pueblos.

1.2. La Orden de Alcántara.

A principio del s XII el primer convento se ubica en la ribera de Coa, reino de León, a 50 Km. de Ciudad Rodrigo, conocido por S. Julián de Pereiro. El fundador de esta orden fue D. Gómez Fernández, según el Real privilegio concedido por el Rey Fernando II el 1174. La bula de aprobación y confirmación de la orden fue expedida el 4 de enero de 1177 por Alejandro III.

A la muerte del Rey, le sucede su hijo D. Alfonso IX (1158-1229), quien conquista la villa y el castillo de Alcántara, entregándoles al maestre de Calatrava D. Martín Fernández para que estableciera un convento de su orden. Como los santiaguistas, quienes tenían sus sedes priorales en los conventos de Uclés y León, pertenecientes a distintos reinos, los alcantarinos tendrían dos sedes, Calatrava y Alcántara. De este modo Castilla y León eran los asentamientos de ambas Órdenes de Caballería.

Con la aprobación del Rey, en Ciudad Rodrigo el 16 de julio de 1218, el Maestre de Calatrava da a Nuño Fernández privilegios y la concesión de pasar dicho convento a la Orden de Alcántara para mejor defender las fronteras, dejándose de llamarse del Pereiro.

Las Reglas de Alcántara eran:

  • Los caballeros hacían voto de perpetua castidad; pero la bula de Paulo III se les facultó para casarse y testar, no así a los clérigos.
  • La elección será hecha por freiles con común consentimiento.
  • La diócesis “nullius” es declarada exenta de los restantes obispos.
  • Recibían la profesión de Caballeros y religiosos
  • Preveían las encomiendas, prioratos y beneficios.
  • Daban la colación y canónica posesión de las prebendas.
  • Imponían castigo y reformación a las personas de hábito y a los vasallos.

Las Bulas funcionales de las Ordenes Militares tenían un objetivo común: el ejercer la guerra contra los moros y “vivir de acuerdo con el evangelio y combatir por Dios y contra los infieles”.

II. Primera época. Siglos XIII-XV

Finalizada la Reconquista, los reyes proceden a las actas de donación de los territorios conquistados, según la estrategia diseñada por Fernando III. Abarca el primer periodo los años 1230 -1493 para los santiaguistas y los años 1232-1495 para los alcantarinos.

En el segundo cuarto del s. XIII las Ordenes de caballería de Santiago y de Alcántara fueron las más beneficiadas en esta distribución, tras la definitiva conquista: Mérida (1229)[1], y Montáchez (1230), Alange (1234) con el maestre Pedro González (1226-36), Hornachos (1235), Reina (1243), Montemolín (1248) con Rodrigo Iñiguez (1236-42) y culminadas por Pelay Pérez Correa (1242-75); mientras que en la zona de la Serena se llevaron a cabo las donaciones de Magacela y Zalamea (1232) a los freiles alcantarinos, por Fernando III y reorganizadas por su hijo Alfonso X.

Los territorios se redistribuyeron: por un lado, en determinadas villas, que eran pueblos con jurisdicción y término propios, es decir, que sus alcaldes podían distribuir justicia ordinaria y, por otro, distintos “lugares” que eran pueblos con término, que carecían de jurisdicción, correspondía al cabildo de la villa cabecera. Al poblarse poco a poco los espacios geográficos en el s.XV surgen las aldeas, sin jurisdicción ni termino, terminando bajo administración de un concejo.

2.1 Los Grandes Maestres

Tenía el Gran Maestre el poder temporal de toda la Orden y se asesoraba de consejos particulares, que ejercieron su labor hasta la muerte del último maestre.

Sus prerrogativas se pueden resumir así:

  1. Tenían la máxima autoridad dentro de la Orden Santiaguista ejercida de forma monárquica, presidiendo el consejo de los Trece y el capítulo de caballeros; mientras que en la Orden de Alcántara existía un capítulo general, compuesto de comendadores y caballeros.
  2. Velaban por el culto, proporcionando los ornamentos, beneficios curados y el mantenimiento de la fábrica, tanto de las iglesias como de los conventos.
  3. Controlaban los territorios a través de los Visitadores Generales, quienes les rendían cuentas de los pueblos y encomiendas.
  4. Nombrar a los Priores, entre los más ancianos y doctos.
  5. Ejercían como Juez ordinario de las causas civiles y criminales, solo apelables sus sentencias a la Silla Apostólica.
  6. Resolvían en segunda instancia las apelaciones de los alcaldes y comendadores.
  7. Era elegido por el consejo de los Trece y la orden acataba la elección. Sin embargo, los Alcantarinos lo hacían a través del capítulo general compuesto de comendadores y caballeros.
  8. Poseían villas, hospitales y conventos con sus correspondientes tributos de los vecinos y rentas de las fundaciones.
  9. Daban a los Priores funciones delegadas para los servicios religiosos.
  10. Como patrón presenta los candidatos para los oficios y beneficios curados y el prior les da la colación[2].

Bajo al Gran Maestre estaban las dignidades mayores, a saber, los “comendadores” o lugartenientes, siendo uno de ellos “comendador mayor”; el “clavero” o guardián de los castillos; el “Sacristán Mayor” o fabriquero, responsable del patrimonio religioso, junto con los obreros o personal de servicio, formaban la organización temporal.

Maestres Santiaguistas[3]

Núm. Año de posesión Tiempo de duración Nombres
1 1170 14 años Frey D. Pedro Fernández
2 1184 2 Frey D. Fernando Díaz
3 1186 7 Frey D. Sancho Fernández, de Lemos
4 1193 9 Frey D. Gonzalo Rodríguez
5 1203 2 Frey D. Gonzalo Ordóñez
6 1205 meses Frey D. Suero Rodríguez
7 1205 1 Frey D. Sancho Rodríguez
8 1206 4 Frey D. Fernando González de Marañón
9 1210 3 Frey D. Pedro Arias
10 1213 4 meses Frey D. Pedro González de Aragón
11 1213 5 Frey D. García González de Candamio
12 1218 intruso 4 Frey D. Martín Peláez Barragán
13 1222 2 Frey D. García González de Candamio
14 1224 1 Frey D. Fernando Pérez
15 1225 1 Frey D. Pedro Alonso
16 1226 10 Frey D. Pedro González Mengo
17 1236 6 Frey D. Rodrigo o Ruy Iñiguez
18 1242 33 Frey D. Pelayo Pérez Correa
19 1275 5 Frey D. Gonzalo Ruiz Gerón
20 1280 4 Frey D. Pedro Núñez o Muñiz
21 1284 2 Frey D. Gonzalo Pérez Martel
22 1286 8 Frey D. Pedro Fernández Mata
23 1294 12 Frey D. Juan Osorez
24 1306 12 Frey D. Diego Muñiz
25 1318 6 Frey D. García Fernández
26 1324 14 Frey D. Vasco Rodríguez de Coronado
27 1338 1 Frey D. Vasco López
28 1338 4 Frey D. Alonso Méndez de Guzmán
29 1342 16 Frey El infante D. Fabrique
Intruso 2 Frey D. Juan García Villagera y Padilla
30 1354 10 Frey D. García Álvarez de Toledo
31 1359 5 Frey D. Gonzalo Mejías
32 1371 12 Frey D. Fernando Osorez
33 1383 1 Frey D. Pedro Fernández Cabeza de Vaca
Intruso 1 Frey D. Rodrigo o Ruy González Mejías
34 1384 1 Frey D. Pedro Muñiz de Godoy
35 1385 2 Frey D. Garci-Fernández de Villagarcía
36 1387 22 Frey D. Lorenzo Suárez de Figueroa
37 1409 36 Frey El infante D. Enrique de Aragón
38 1445 8 Frey D. Álvaro de Luna
Intruso Frey D. Rodrigo Manrique
Frey D. Alonso, Administrador de la Orden
39 1463 4 Frey D. Beltrán de la Cueva, conde de Ledesma
40 Frey D. Alfonso, otra vez.
41 1467 7 Frey D. Juan Pacheco, marqués de Villena
42 1474 3 Frey D. Rodrigo Manrique conde de Paredes
43 1477 16 D. Alonso de Cárdenas, el último maestre

En el 1493 muere Alonso de Cárdenas. Obtienen la bula los Reyes Católicos y el Papa concede que Dª Isabel la Católica fuera administradora en el Maestrazgo. Una vez muerto D. Fernando, reinando Carlos I, es anexionado por el Papa el Maestrazgo a la corona de Castilla y León.

Maestres Alcantarinos[4]

Núm Año de posesión Tiempo de duración Nombres
1 1177 25 años Frey D. Gómez Fernández
2 1202 6 Frey D. Benito Suárez
3 1208 11 Frey D. Nuño Fernández
4 1219 11 Frey D. Diego Sánchez
5 1230 4 Frey D. Arias Pérez Gallego
6 1234 20 Frey D. Pedro Yánez Perianez
7 1254 30 Frey D. Garci-Fernández Barrantes
8 1284 8 Frey D. Fernán Páez Pérez
9 1292 4 Frey D. Fernán Pérez Gallego
10 1296 16 Frey D. Gonzalo Pérez
11 1312 6 Frey D. Rui Vázquez
12 1318 16 Frey D. Suer Pérez
13 1334 1 Frey D. Rui Pérez Maldonado
14 1335 1 Frey D. Fernán López
15 1337 2 Frey D. Suero López
16 1337 días Frey D. Gonzalo Núñez de Oviedo
18 1338 1 Frey D. Nuño Chamizo
19 1343 6 Frey D. Pealonso Pantoga
20 1345 5 Frey D. Fernán Pérez Ponce de León
21 1345 58 días Frey D. Diego Gutiérrez de Ceballos
22 1361 3 Frey D. Gutierre Gómez de Toledo
23 1364 4 Frey D. Martín López de Córdoba
Intruso Frey D. Pedro Muñiz de Godoy
24 1369 3 Frey D. Melen Suárez
25 1371 3 Frey D. Ruiz Díaz Vega
26 1375 4 Frey D. Diego Martínez
27 1383 8 Frey D. Diego Gómez Barroso
28 1384 1 Frey D. Gonzalo Núñez
29 1385 1 Frey D. Martiañez de la Barbuda
24 1396 11 Frey D. Fernán Rodríguez de Villalobos
25 1408 12 Frey D. Sancho, infante y Rey de Aragón
26 1416 8 Frey D. Juan de Sotomayor
27 1432 16 Frey D. Gutierre Sotomayor
28 1433 1 Frey D. Gómez de Cáceres y Solís
29 1473 40 Frey D. Alonso de Monroy
Intruso Frey D. Francisco de Solís
30 1475 19 Frey D. Juan de Zúñiga, último maestro

El último Maestre renunció en 1495, pasando este Maestrazgo a D. Fernando y Dª Isabel la Católica, Administradora perpetua de esta orden.

Órganos colegiados

  • El Consejo de los Trece, que era el consejo asesor de los Freiles maestres, como mandaba la Bula funcional santiaguista en los casos de elección y destitución de los maestres y en la de Alcántara el Consejo particular o definidores.
  • El Capitulo General o Asamblea solemne se reunía anualmente para tratar los asuntos de la institución y nombrar a caballeros y altos cargos.

2.2. Comendadores Mayores

A principio se estructuró el territorio conquistado en torno a Mérida, Montantes, Alange, Hornachos, Reina y Montemolín, quedando estos pueblos como cabecera de las primitivas encomiendas y comunidades y lugares anejos, formando el amplio Señorío de la Orden de Santiago. Aprovechan las fortificaciones musulmanas y sus alcazabas como lugares propicios de ubicación organizativa. Por motivos geopolíticos y administrativos las encomiendas evolucionaron a su manera con distintos pueblos o circunscripciones ya en el siglo XIV. Siempre conservan la identidad de Provincia de León. Termina en dos cabeceras; una de Mérida con las tres primeras encomiendas:otra, de Llerena con las restantes[5]. También la capitalidad de Encomienda estaba en Magacela, y terminará en los partidos de Villanueva y de Zalamea, en la Serena.

Los caballeros y comendadores no podían casarse, mas por bula de Inocencio IV pueden a hacerlo con permiso del Maestre. Los comendadores se encargaban de fiscalizar la gestión de los oficiales del cabildo hasta que en Llerena el Maestre delega en el Alcalde Mayor y en el s. XV ya aparecen los gobernadores civiles. Los Concejos empiezan a ser independientes con sus alcaldes ordinarios y regidores.

2.1 Algunos Comendadores de la Orden santiaguista, que formaban parte de los treces, en cada mandato de los respectivos Maestres fueron Fernán Díaz (1170), Rodrigo Fernández (1184), Fernando Capilla (1186), García Pérez (1193), Ruy Sánchez (1203), Fernán González (1204), Pedro Arias (1206), Garci González (1210), Fernán Pérez (1213),Ruy González (1226),Marín López de Soria(1236), Garci Garces(1242), Pedro Núñez de Guzmán(1275), Diego Muñiz (1286),Garci Fernández (Mérida)(1294),Fernán Yánez de Fermosilla (1318),Sancho López de Ulloa(1324),Fernando Quirós (Montánchez) (1338),Juan Martínez de Huelgue (Alange)(1342), Garci Fernández (1354), Tel Fernández (Hornachos) (1359), Ruy González (Montáchez) (1371),Álvaro González (1383),Garci Fernández de Villagarcía (1383), Sancho González Chirino (Montemolín) (1387), Lope de Zúñiga (Guadalcanal) (1409), Gabriel Manrique(1445), Pero López de Porres(Mérida) (1463) Pedro Fernández de Ribadeneira (1467) Luys Coello (Montemolín) (1474) y Juan Zapata (Hornachos) (1477).

2.2 Algunos Comendadores de la Orden de Alcántara son: Men Páez de Sotomayor (1177), Nuño Fernández (1202), Gómez Gutiérrez Barroso (1208), Arias Pérez (1219) Periañez (1230) Fernán Pérez (1234) Fernán Páez (1254) Marín Fernández de la Riba de Uzela (1284) No se pone alguno por no encontrar escritura alguna otorgada en tiempo de este Maestre en que haya memoria de ellos (1292) Suer Gómez de Acevedo (1296) Gonzalo Rodríguez (1312) Fernán López (1318) gobierno corto (1334) gobierno corto (1335) renunció (1337) Gómez Gutiérrez (1337) Pedro Núñez de Vela (Magacela) (1338), Esteban López de Argüello (Magacela) (1343), Ruy González de Avellaneda (Magacela) (1345), (1361-69) no hay memoria de comendadores de este tiempo, Juan Díaz de Páramo (Cabeza del Buey) (1371), Gonzalo Núñez (de las Casas de Badajoz) (1375), Gonzalo de Deza (1383), Arias Fernández (1385), Sancho Pérez (Benquerencia) (1396), Juan Méndez (Magacela)(1408), Fernando Bazán (Peraleda) (1416), Ruy López de Mendoza (Magacela) (1432), Diego Carrillo (Almorchón) (1433), Juan de Ulloa (Benquerencia) (1473), un intruso en (1473) y Juan de Ribera (Magacela) (1475).

2.3 Otros Caballeros Comendadores en Zalamea fueron: Frey Ruy González (1316), Juan González (1335), Bernardo de Quirós (1337), Ruy Pérez (1340), Álvaro Fernández (1343), Fernando Alonso de Pantoja (1345), Alvar Fernández (1355), Fernando González de Neyra (1362), Fernando González (1365), Nuño Suárez (1370), Diego Martínez (1375), Gonzalo Pérez Pantoja (1383), Juan Méndez de Almeida (1384), Rodrigo Arias (1394), Pedro de Villafante (1396), Lope García de Avalos (1408-16),Juan Pérez de Ayala (1418), Francisco de Solís (1433), Gonzalo de Randona (1455), Gutiérrez de Randona. Gonzalo de Mostoso (1473) Gonzalo de Valdivia (1475) y Gonzalo de Mostoso (1494)[6].

3. Priores

En cuanto al poder espiritual tenían poder de jurisdicción y de orden. Pero al ser presbítero y no tener la plenitud del sacerdocio para ordenar a sus clérigos de Órdenes Mayores tenían que recurrir a los obispos vecinos, con las dimisorias, que el mismo Prior expedía.

Tenían los priores autoridad espiritual en su doble potestad de orden y jurisdicción. Son ayudados en los ministerios sacerdotales por vicarios, curas y clérigos. Su clero se formaba junto a la Iglesia de Santa María de Tudia, colegio-seminario creado por el Maestre Pérez Correa hasta su traslado el 1274 al colegio eclesiástico de Sancti Spiritu en Salamanca[7].

Sus atribuciones eran:

  1. Máxima autoridad espiritual con jurisdicción cuasi episcopal, exento de cualquier obispo diocesano.
  2. Tenía potestad para conferir órdenes menores y dar dimisorias para que sus súbditos pudieran recibir las Ordenes Mayores de subdiácono, diácono y presbítero en otras diócesis de manos de los obispos vecinos.
  3. Es el juez eclesiástico que pronuncia la excomunión y conoce las censuras, e impone preceptos a los súbditos de la Orden.
  4. Puede utilizar mitra, báculo, anillo pastoral y demás insignias pontificales con los hábitos prelaticios.
  5. Conceden 40 días de indulgencias y privilegios.
  6. Promuever y remuever los beneficios curados.
  7. Convocar sínodos y visitar sus iglesias personalmente o por los Visitadores generales.
  8. Con motivo de la muerte del Maestre convoca al capitulo general para la elección del sucesor.
  9. Recurren a los obispos vecinos y visitantes para la administración del Sacramento de la Confirmación a sus feligreses.
  10. Eran vitalicios en el cargo. De aquí, se le designase como Vicarios perpetuos.

3.1 Priores de San Marcos de León

-1100. D. Tello, el primero y más antiguo que hubo en S. Marcos, en San Loyo. -1169 D. Pedro Martínez según escrituras del dicho convento.-1171 D. Juan, en su tiempo de Alejandro III aprobó la Orden de Santiago. -1202 D. Miguel, según consta por escritura de ese año. -1216 D. Rodrigo Fernández, en cuyo tiempo vino a ser Mérida de la Orden de Santiago (1239).-1244-45 D. Pedro Estébanez-1253 D. Munio de Paz. -1255 D. Juan de Arias ?. -1257 D. Martín García, que es nominado en el Capitulo General, celebrado en Santa Eulalia de Mérida en 1274. -1276 D. Juan Martínez. -1284 D. Pedro Alfonso. -1393 D. D. Diego Alfonso es citado en el Capitulo General, celebrado en Santa Eulalia de Mérida en 1403. -1421 D. Alonso Fernández de Acevedo. -1431 D. Juan Alonso de Sevilla. -1464 D. Fernando de Miranda. -1464 D. Juan de Pareja. -1480 D. Luis de Castro y -1485-1502 D. Garci-Ramírez hasta ser promovido al Obispado de Oviedo.

Los priores residían en el lejano convento de S. Marcos de León. Sus visitas a Extremadura eran muy esporádicas. Lógicamente, tuvieron un vicario con el título de “vicario perpetuo” de Mérida, Montánchez, Fuente del Maestre y sus vicarias. Solía ser el Párroco de Santa Eulalia. Sus atribuciones eran en asuntos judiciales, matrimoniales y de competencia. Desaparecerá dicho cargo en la etapa posterior al crearse el provisorato[8].

3.2 Priores de San Benito de Magacela.

El poder espiritual del Prior incluía los límites jurisdiccionales de la Serena. Aún no se había creado como priorato independiente a Zalamea. La relación nominal de los priores de los siglos XIII y XIV en nuestra búsqueda no ha sido satisfactoria.

No obstante, conocemos los priores del s. XV, que cambiaron su residencia de Magacela a Villanueva[9]. Fueron en 1408-1455 Fernando de Trujillo, 1455-1473 Alonso de Clemente, Diego Morales y García Mesia, en opinión del Dr. Ramírez no fueron legítimos; 1475 García Mesia de Azuero, 1475-1490 ¿Gonzalo Gutiérrez de Aponte[10] y 1490 ¿Diego de Artiaga o Ateaga[11].

III. Segunda época. Siglos XVI-XIX

1. El Rey y el Consejo de las cuatro ordenes militares

1.1 El Rey, primer maestre.

El maestre Alonso de Cárdenas pone la Orden de Santiago en manos de los Reyes Católicos D. Fernando y Dª Isabel. Las Ordenes Militares en España habían acumulado muchas posesiones, por lo cual los Monarcas propiciaron para que la Sede Apostólica expidieran sedas bulas papales para que ellos fueran nombrados “Administradores perpetuos” de los distintos maestrazgos: Calatrava, en 1488; Santiago, en 1493 a la muerte de Cárdenas; y Alcántara, en 1494 por renuncia de Zúñiga.

Los Reyes Católicos se aprovecharon económicamente de estas instituciones, sin desmontar su organización. A la muerte de Dª Isabel (1504) le sucede en el maestrazgo de Santiago la reina Dª Juana, su hija, mujer de Dª Felipe I y por gobernador de estas coronas a su esposo Dª Fernando, que murió el 1506. Se incrementa el abuso con Carlos I, al conseguir de Clemente VII (1529) y Paulo III (1538) facultades para vender pueblos, tierras y jurisdicciones con el fin de remediar las necesidades hacendísticas, que ocasiona la expansión y mantenimiento del Nuevo Mundo. Cuando Felipe II en 1556 gobierna, a pesar de no querer la misma política, las penurias económicas le obligaron a continuar las enajenaciones de pueblos e imponer una fuerte presión fiscal (1598). Felipe III no continua esta línea de actuación, limitándose a arrendar tierras para coger los beneficios, aumentando así el fisco (1621). Los últimos austrias Felipe IV y Carlos II, retienen los abusos anteriores y se conforman con la venta de cargos públicos y hábitos[12].

Durante la dinastía borbónica los reyes Felipe V, Fernando VI, Carlos III, Carlos IV, Fernando VII reducen las Ordenes Militares a instituciones honoríficas. Finalmente, Isabel II en 1835 reestructura la circunscripción administrativa de las provincias y suprime la jurisdicción civil. También desaparece el Consejo de las Órdenes con la reforma administrativa de las provincias para toda España, el 30 de noviembre de 1833.

1.2 Consejo Real de las Ordenes Militares

En sus comienzos tuvo poderes limitados, mientras duraron los capítulos particulares de cada orden. Al cesar estos por Célula Real el 10 de noviembre de 1495 recae en éste toda la autoridad.

La Bula de unión de los Maestrazgos de Santiago, Calatrava y Alcántara fue concedida por Adriano VI, a instancia del Electo Emperador Carlos V, Rey de Castilla y de León, el 4 de mayo de 1523, como lo haría Sixto V el 15 de marzo de 1587 con la de Montesa. Su objetivo fue la defensa contra los enemigos de la Fe Católica (turcos y judíos) y la expurgación de los infieles, “juzgamos ser causa justa, y congruente, que las dichas milicias perpetuamente queden aplicadas a la corona del reino de Castilla y de León” y sean administrados los mismos por él. Tanto lo concerniente a las rentas y frutos como a lo espiritual han de preocupar a personas nombradas por ellos, sean gobernadores, alcaldes o priores, vicarios y curas. Finalmente, que los reyes como “Administradores perpetuos” no puedan enajenar los bienes de los maestrazgos, aunque sí a recibir los beneficios oportunos[13].

Carlos I da forma definitiva al Consejo Real de las órdenes militares, asignándole la potestad y autoridad que la Corona había recibido, en lo temporal y en lo espiritual. Era un órgano consultivo en el que los reyes delegaron las funciones que habían recibido.

Por Bula de 20 de Enero de 1567 San Pío V creó el Consejo de las Órdenes, como Tribunal Superior.

Su organización era cuatro Ministros Consejeros, caballeros profesos en representación de las cuatro Órdenes, un Fiscal, un Procurador General. Además otros cargos subalternos, a saber, un secretario, seis secretarías, una cancillería, una relatoria y una escribanía de cámara.

Concretamente el Consejo Real en el 1851 estaba constituido así [14]:

  • Decano: Excmo. Sr. D. José María Galdiano y Zalduendo, caballero de la O. de Santiago y Senador del Reino.
  • Ministros: D. Manuel Urra, caballero de la O. de Montesa. D. Manuel Guillamas y Galiano, de la O. de Calatrava. D. Julián Santisteban, de la O. de Alcántara.
  • Fiscal: Excmo. Sr. D. Juan Martín Carramolino, caballero de la Orden española de Carlos III
  • Caballero procurador general: Sr. D. José Díaz Ajero, caballero de la orden de Montesa.
  • Secretario: Sr. D. Alfonso Cuenca, Secretario de S.M. con ejercicio de decretos.
  • Canciller: Sr. D. Manuel María de Aguilar y Manrique de Lara, caballero de la O. de Calatrava y secretario de S.M. en comisión.
  • Ministro jubilado: Sr. D. Fernando Vélez, Caballero de la O. de Santiago.
  • Secretario cesante: Ilmo. Sr. D. Antonio Tariego, ministro honorario del Consejo Real de España e Indias, y secular de la Orden Española de Carlos III.
  • Ministros honorarios: Sr. D. José Navacerrada, caballero de la O. de Santiago. Sr. D. Manuel de Riega, caballero de la O de Carlos III. Excmo. Sr. D. Antonio Heredia, idem.

La exención judicial se produce al refundirse este con el Tribunal Supremo por Decreto de 9 de Marzo de 1873[15].

Desde el punto de vista de la jurisdicción de justicia en las causas civiles y criminales, la Cámara de Castilla y las Reales Cancillerías cuestionaban las competencias del Consejo de las Órdenes.

1.3 Juzgados eclesiásticos

La Orden de Santiago: Dos Priores, el de Uclés y el de San Marcos de León, con audiencia en Llerena a finales de s.XVIII. De modo excepcional estos dos priores eran obispos en dicha fecha. También el Prior de Santiago de la Espada y el de Montalván, que terminaron por ser suprimido y no cubrir su vacante, respectivamente. 3 Provisoratos en Llerena, Mérida y León, indistintamente. Entre las 16 Vicarías destacamos la de Jerez de los Caballeros y Santa María de Tudía, sufragáneas de S. Marcos.

La Orden de Alcántara: 1 Gran Prior, que en s. XIX era Gobernador espiritual con audiencia en Valencia de Alcántara. 3 Priores: el de Magacela con jurisdicción casi episcopal vere nullius, el de Zalamea vere nullius, su audiencia en Magacela y el de Rollán vere nullius con audiencia en Salamanca.

1.4 Juzgados seculares

La Orden de Santiago tenían 6 gobernadores seculares, caballeros de la orden para los suprimidos partidos de Ocaña, Llerena, Mérida, Jerez de los Caballeros, Villanueva de los Infantes y Ciezar. 46 alcaldes mayores y ordinarios para las villas de la orden y 1 corregidor para Guadalcanal

La Orden de Alcántara tenía 4 gobernadores para Alcántara, Valencia de Alcántara, Villanueva de la Serena y Gata y 7 alcaldes ordinarios para las demás villas de la orden.

1.5 Otros establecimientos dependientes del Consejo de las Ordenes fueron los monasterios de las religiosas comendadoras de Santiago (Santa Fe en Toledo, Santa Cruz en Valladolid, Santiago el Mayor en Madrid, Junqueras en Barcelona y Madre de Dios en Granada); los archivos de Santiago en Uclés y Toledo y de Alcántara en Madrid; y los hospitales de Santiago en Toledo y en Cuenca.

2 Autoridades civiles

2.1 Gobernadores provinciales y particulares

Los Reyes designan un gobernador para cada provincia, que a la vez se dividían en partidos, al frente de los cuales figuraban los “alcaldes mayores”, aunque no siempre y por mucho tiempo.

La provincia de Extremadura tuvo un gobernador provincial con residencia en Llerena; y comprendía los partidos de Mérida, Llerena, Montánchez, Jerez de los Caballeros, Segura y Hornachos, que eran presididos por su alcalde mayor. No obstante, algunos periodos coexistían en Mérida un gobernador autónomo o corregidor.

La relación de Gobernadores de la Provincia de Extremadura fueron estudiado por Horacio Mota Arévalo y publicados por Bonifacio López S.J.[16]

— 1496 Rodrigo Manrique de Yeste, 1499 Luis de Portocarreño, señor de Palma, 1503 Pedro de Ledeña y comendador de Usagre, 1506 Lorenzo (Alonso) Ossorio, 1509 Hernán, Duque de Estrada, 1512 Juan de Guzmán y por segunda vez Rodrigo Manrique, 1516 Gonzalo Hernández Manrique, conde de Osorno, 1521 Juan de Castilla, comendador de la Puebla de Sancho Pérez, 1522 Diego Hernández de Córdoba, comendador de Alcuéscar y Juan Rodríguez, 1529 Antonio de Mendoza, 1531 Juan de Ribadeneira, con Juan Carrero o Bernardo de Mendoza, 1534 García de Toledo, 1539 Cristóbal López de Aguilera, 1546 Alonso Silvestre, 1549 Diego López de Zúñiga, 1553 Francisco Luzón, 1555 Gastón Peralta, marqués de Falces, 1558 Gaspar de la Cerda, 1561 Francisco Hernández de Córdoba, señor de Guadalcanal.

Cesaron los gobernadores para toda la provincia y se da el suyo a cada cabeza de partido, en que no solo este sino todos los partidos de la provincia reciben su gobernador autónomo y de hecho funcionaban desde 1538. A veces se cambian en ambos partidos territoriales.

Gobernadores particulares de Llerena y su partido:

— 1563 Francisco del Salto, 1566 Juan Álvarez de Toledo, 1569 Antonio Portocarrero de la Vega, con Jerónimo de Rueda (segunda vez) , 1571 Juan de Montealegre, 1572 Fabrique de Portocarrero y Manrique, 1585 Alonso del Castillo Villasancio, 1589 Pedro Martínez de Barrio, abogado, 1590 Diego Álvarez Osorio, 1591 Juan Tello Falconi y 1595 Juan Bravo de Saravia.

— 1610 Francisco de Barahona, 1630 Pedro González de Villalobos, 1632 Juan Agustín de Godoy, 1636 Juan Morante de la Madrid, 1651 Juan Zapata y Mendoza, capitán, 1655 Lope de Tordoya y Figueroa, Maestre de Campo, 1659 Juan de Urbina y Eguiluz, Maestre de Campo, 1661 Gregorio de la Rúa, 1663 Pedro-Antonio de Aguilar Ponce de León, Maestre de Campo, 1664 Juan de Aguilar, Maestre de Campo, 1665 Lope de Tordoya, Maestre de Campo (segunda vez), 1668 Diego de la Rueda Maestre de Campo, 1671 José Carrillo de Toledo, 1673 Pedro Luis de Legaso y Porras, 1678 Pedro de Ariz y Yanguas, 1681 Melchor Francisco de Bardales y Bazán, 1692 Francisco Manuel López de Zárate, gentil hombre de S.M., 1696 Gaspar de Salvatierra y Moreta, Señor de Salvatiera de Francia y 1699 Diego Gaspar Daza Maldonado.

— 1702 Manuel de la Cruz Ahedo, 1707 Francisco Barra de Cervantes, coronel, 1709 Bartolomé de Espejo y Cisneros, Marqués de Olías, 1713 Francisco Barna de Cervantes, superintendente de rentas reales, 1717 José Donaire Coronado, 1719 Juan-Manuel de Aguilera y de los Ríos, capitán y comendador de los Santos de Maimona, 1720 El Conde de Canalejas, Adelantado Mayor de Florida y comendador de los Santos de Maimona, 1735 El Marqués de S. Antonio, 1749 Juan de Quevedo, 1752 El Marqués de Torremejía,1754 Juan Santiago y Chinchilla, 1763 Alonso Boza Cháves, Marqués de Valdeloro, 1772, Alonso Boza, Marqués de Valdeloro, 1775 Coronel Marqués de Prado, 1787 Isidro-Agustín Mariño de Lobera, coronel.

— 1800 Gregorio de Silva y Pantoja, coronel del Ejercito y 1832 Antonio Carlos, coronel.

Gobernadores particulares de Mérida y su partido:

— 1538 Juan Rodríguez de Cisneros, 1540 Hernando Álvarez de Meneses, 1543 Francisco de Luzón, 1545 Juan Rodríguez de Villafuerte, 1549 Diego Añaya de Cháves, 1515 Pedro Ruiz de Alarcón y 1553 Baltasar Núñez Vela[17].

— 1564 Gonzalo de Ledesma Herrera, 1567 Francisco de Mendoza, 1571 Juan Alonso de Medina, 1576 Gómez Velázquez, 1584 Pedro de Guzmán, 1585 Francisco de Mendoza, 1589 Juan Duque de Estrada, 1593 Melchor de Brizuela, 1595 Antonio de Figueroa, 1600 Alonso Bejel Interino, 1601 Tomás Pasquier, 1604 Tomás Fabaro, 1610 Luis Manrique de Lara, 1615 Felipe de Albornoz, 1618 Diego López de Mendoza, 1622 Antonio de Pazos Figueroa, 1626 Diego Hurtado de Mendoza , 1629 Andrés Criado del Castillo[18], 1680 Francisco de Velasco y Ceballos, 1683 Francisco de Mazo y Calderón, 1685 Juan Francisco de Ángulo, 1686 Antonio Juan de Benavidez Guerra y Aragón, 1688 Fernando Francisco de Guillamas y Narváez, 1693 Diego Gaspar de Daza y Maldonado, 1696 Francisco Manuel López de Zárate y 1699 Felipe de Zúñiga y Rada[19].

— 1703 Fernando Enríquez de Guzmán, 1706 García de Vargas y Monroy, 1709 Gregorio Guarro Calderón 1717 García de Vargas, interino, 1718 Manuel Rodríguez Carbonell, 1720 José Pariente, 1722 Francisco Enríquez Dávalos, 1727 Juan de Zúñiga, 1746 Pedro de Silva y Pantoja Lasso de la Vega, 1749 Juan de Quevedo, 1759-600 Antonio Ventura de la Riba Aguero, José Benardo de Quirós, 1768 Ambrosio Sáenz de Bustamante, 1769 Vicente Daoiz Parzero, 1777 Miguel Maldonado, 1787 Andrés Tienza y Granero (interino), continuando Maldonado 22 años, 1796-1804 Francisco de Busto [20].

— 1809 Presidía la Junta de Gobierno de Mérida el capitán General Cuesta. Guerra de la Independencia.1833 Gobernador de la Provincia.

El partido de la Serena tenía un gobernador militar y político, elegido por el Rey, con una espléndida dotación económica. Así era inexorable a los alcaldes ordinarios a veces influenciados por las circunstancias. Junto existía la figura del Alcalde Mayor, que ejercía como Juez, que al no ser abogado necesitaba asesor. Su oficio en Villanueva data desde 1563. De este modo se distribuían las funciones militares-administrativas y judiciales entre ambos, para los asuntos de la villa y las apelaciones de las demás del Partido[21].

Fueron en 1554 Lic. Baltasar de Navarrete, 1701 Pablo José de Mayoralgo Enríquez, 1740 Diego de Herrera Castañeda, 1744 Cristóbal de Aranda y Amezaga, 1747 Baltasar José de Prado, 1748 Juan Domingo de Acedo, 1762 Juan de Mendoza y Silva, 1775 Domingo Sánchez Mateos (Alcalde Mayor anteriormente), 1778 José de Salamanca y 1784 Francisco Javier de Santisteban Pacheco de Padilla.

El territorio por que se extendía la jurisdicción de la Orden de Alcántara, además del conventual de Alcántara (sede principal) esta dividida en dos provincias: la de Alcántara al norte en la orilla derecha y la de la Serena al sur en la izquierda del Guadiana.

Al partido de la Serena pertenecían los pueblos de Villanueva y Magacela, Castilnovo, La Coronada, Campanario, Esparragosa de Lares y Galizuela, Santispiritu, Cabeza del Buey, Monterrubio, Villanueva del Zaucejo, Benquerencia, Castuera, Malpartida, Esparragosa de la Serena, Zalamea, Higuera, Valle, Quintana, La Guarda y La Haba.

2.2 Alcaldes mayores y ordinarios

Alcaldes mayores:

Llerena: 1539 Dr. Ribera, 1549 Lic. Gómez de León, 1551 Rui Díaz del Castillo, 1558 Diego Rodríguez de Cabrera, 1563 Bachiller Hernando de Castro, 1566 Lic. Salvador Núñez, 1572 Juan de Salazar, 1585 Villalobos Vázquez, 1591 Ponte Maldonado, y 1678 Andrés Martel.

Mérida: 1680 Pedro Marín Muñoz, 1700 Juan Cordobés y Crespo, 1702 José de la Gándara y Cossio, 1706? Diego Antonio de Atienza, 1710? Diego de Pró y Aguilar, 1712? Bernardo José de Vargas, 1715 Juan Francisco Méndez Venegas, 1717 José Donaire Coronado, 1718 Cristóbal Flores de la Cerda, 1719 Lucas Florencio de Castro, 1720 Gabriel de la Buelga Arguelles, 1723 Nicolás Portillo y León, 1727 Cristóbal Ortiz de Cepeda, 1746 Vicente Payno y Hurtado, 1747 José Simón de Tena y Cuenca, 1749 Fernando Manuel de la Vera, 1757 Julián Montenegro Rivadeneyro, 1758 Carlos de Seseña, 1768 Triburcio de Vargas y Martínez, 1769 Antonio Reyllo Velarde, 1775 Juan Antonio Pando, 1778 José Carlos del Castillo, 1782 José Francisco Coll y Puig, 1790 Antonio Valero, 1796 Manuel Valdivieso. 1809 Ciro de Meneses y Camacho[22].

Alcaldes ordinarios:

Eran responsables de administrar justicia en primera instancia, quedando las apelaciones y causas mayores al Gobernador de la Ciudad, como en la etapa anterior se recurría al Comendador (s. XIII) y Alcalde Mayor (s.XIV).

Gobernaban con los regidores que componían el cabildo para lo que disponían de oficiales (alguacil mayor, mayordomo de bienes concejiles, alguacil ordinario, escribano…) y sirvientes (pregonero, porteros guardas de campo…)

Celebraban semanalmente los plenos donde se trata los más diversos asuntos: subastas, impuestos, “propios”….[23].

3 Autoridades eclesiásticas

3.1 Prior del obispado priorato de S. Marcos

Ahora los priores, sacerdotes de segundo orden o presbíteros gobiernan por periodos trienales, pudiendo repetir. Pío VI el 10 de febrero de 1794 determinan que sean vitalicios y obispos. Conservan todas las facultades del periodo anterior.

Bajo su mandato tenía a los “vicarios”, “párrocos” y “capellanes” y como personal auxiliar a los “sacristanes”, profesos laicos que termina siendo contratados como serviciarios extraños a la orden. A veces tienen “obispos titulares” que son ajenos su cometido.

Los priores, cuya función específica consistía en regir la comunidad de canónigos observantes de la Regla de S. Agustín, ejercían la cura pastoral de todo el territorio, siendo “prelados” sin ser obispos, a excepción del último y único prior, José Casquete de Prado y Bootello (1797-1838) que posee la doble potestad de jurisdicción y de orden total.

Otras novedades que se añaden son motivadas por el Concilio de Trento. Por una parte, se obliga a los pastores a ser residentes en sus obispados. El capitulo general iniciado en Toledo en 1560 manda que el convento de San Marcos de León pasa a la villa de Calera de León (Extremadura) y antes de ser concluido en Madrid el 14 de septiembre de 1562, ordena que este sea trasladado a Mérida. El capítulo General de 1600 acordó trasladar de nuevo la “Casa” a León.

Por otra, el ejercicio completo del ministerio apostólico no se podía llevar a cabo sin la potestad de orden. Los priores intentaron cumplir su ministerio, con el traslado del convento prioral, pero no fue posible. Entonces el 1571 Felipe II, Administrador perpetuo de la Orden, pide que fuera nombrado obispo al párroco de Santa María D. Bartolomé Pérez el 18 de mayo del mismo año, sin perder su cargo en Mérida; pero con la facultad de ejercer “pontificalia” en todo el territorio santiguista.

Relación nominal

–1496-1509 D. Pedro Alonso de Valdearata, 1509-1512 D. Antonio de Ordas, 1515-1515 D. Juan González, 1515-1519 D. Juan Sánchez de Salamanca, 1519-1522 D. Jorge de Pliego, 1522-1527 D. Juan González, (de nuevo), 1527-1530 D. Juan Alonso, 1530-1534 D. García de Herrera, 1534-1537 D. Martín de Zabala, 1537-1540 D. Diego Gallego, 1540-1544 D. Fernando de Villares, 1544-1546 D. García de Herrera (de nuevo), Ordenó la constitución priorales de la provincia de León, publicadas en el sínodo diocesano celebrado el 19 de octubre de 1544, en Puebla del Prior y en el 24 del mismo mes y año en Mérida, 1546-1547 D. Juan de Juara, 1547-1552 D. Bernardo de Aller, por dos trienios, 1552-1555 D. Juan Gallego, 1555-1559 D. Andrés Ruiz de la Vega, 1559-1561 D. Cristóbal de Villamizar, 1561-1565 D. Juan de Olivares, 1565-1569 D. Bernardo de Aller (por segunda vez). Durante su mandato se trasladó el convento de S. Marcos de León a Calera, 1568-1571 D. Gonzalo de la Fuente, natural de Llerena. 1571-1574 D. Pedro Hernández de Criales, fue cura de Santa Eulalia. 1574-1578 D. Sebastián de Viera, 1578-1582 D. Gonzalo de la Fuente. Murió siendo prior y en la sede vacante se trasladó el convento de Calera a Mérida. 1582-1583 D. Pedro Hernández de Criales (por segunda vez), 1583-1585 D. Juan de Lodeña, 1585-1587 D. Apolinario de Zuaga, 1587-1590 D. Rodrigo de Lorenzana, canónigo de Sigüenza, 1590-1598 D. Alonso de Cerecedo, fue cura de Santa María y 1598-1601 D. Nicolás de Valdés Carrasco, murió siendo obispo de Guadix.

–1601-1605 D. Diego de Pereda, que mudó el convento de Mérida a su antigua sede de León. Aparece el vicario general perpetuo de Mérida, título honorífico y que sólo podía actuar en las ausencias del Vicario, Provisor o teniente de provisor, 1605-1607 D. Alonso de Cerecedo (por segunda vez), 1607-1613 D. Juan Blanco, (dos trienios), 1613-1616 D. Diego de Pereda, 1618-1619 D. García Gutiérrez de Salamanca. Murió siendo Prior, 1619-1622 D. Francisco Freyre Gálvez, 1622 Francisco Sánchez de Tena, 1624 D. Álvaro Guerrero Gutiérrez, 1625-1628 D. Francisco Sánchez de Tena, 1628-1632 D. Francisco Freyre Gálves, (por segunda vez), 1632 D. Juan Dávalos Altamirano, por muerte del anterior, 1633-1636 D. Diego de Pereda, (obispo titular de Sidonia), 1636-1638 D. Sede vacante, 1638-1642 D. Alonso Rodríguez de Lorenzana, 1642-1644 D. Esteban Nieto y Ortiz, 1644 D. Manuel González de Aguilar, 1647 D. Alonso Rodríguez, 1647-1650 D. Toribio de Posadas y Valdés, 1651 García de Eslava Caya, 1653 D. Juan Flores de Guzman Ossorio, 1653-1656 D. Juan Montero de Villalobos y Espinosa, 1656-1659 D. Juan Rodríguez de Avecilla, 1659-1663 D. Simón de Ordas y Acevedo, 1663-1667 Prior desconocido, 1669 Carvajal, D. Gabriel de Escobedo, 1670-1673 Prior desconocido, 1673-1676 D. Toribio de Cienfuegos y Miranda, 1676-1679 D. Julio García de Sampelayo, 1679-1684 D. Claudio de Villagómez, 1685-1687 D. Manuel del Prado Sandoval, 1689 D. Álvaro y Vaca y Lira, 1690 D. Martín Araya de la Cruz, (Sede vacante) 1690-1696 D. Antonio Álvarez de Acevedo, 1699 D. Francisco Fernández Cordobés y 1697-1700 D. Antonio Prado Rojas y Sandoval.

–1702 D. Andrés Barrena y Gragera, 1705 D. Isidro Alfonso de Villagómez y Llanos, 1706 Sede vacante, 1707 D. Francisco Fernández Cordobés, 1710 D. Juan de Guzmán y Bolaños, 1713 D. Diego González Castañón, 1717 D. Diego de Guzmán y Guevara, 1720 D. Melchor Alegre Blanco, 1724 D. Francisco Pizarro de Valencia, 1727 D. Diego González Castañón, 1730 D. Francisco Bote Monroy y Figueroa, 1733 D. Manuel Gómez de Aguilar, 1739 D. Alonso Sebastián de la Barrena, 1741 D. Francisco Gutiérrez de Castro, 1746 D. Bernabé de Chaves y Porras, 1749 D. Pedro González Radanas, 1752 D. Diego Gómez de Tena, 1753 Carlos de Robles Villafañe, 1756 Sede vacante, 1759 D. Ignacio José de Guzmán, 1760 Sede vacante 1762 D. Juan Rodríguez de Avecilla, 1765 D. Ignacio José de Guzmán, 1768 D. Pedro Marcos Vélez y Guevara, 1771 D. Fernando Vicente Jaraquemada (de nuevo), 1774 D. Juan Rodríguez de Avecilla, 1777 D. Lorenzo Caro Guerrero y Zambrano (de nuevo), 1786 D. Andrés de Landaburu y Ojirada, 1788 D. Lorenzo Caro Guerrero y Zambrano (de nuevo), 1789 D. Domingo Rodríguez de Robles, 1795 D. José Fernández Salamanca, Sede vacante y 1797- 1838 D. José Casquete de Prado y Bootello, obispo- prior. 1838 Sede vacante.

Gobernadores eclesiásticos 1849 D. José María Castañón Díez de Castro, 1855 D. Jenaro de Alday, 1858 D. Isidro Bernardo Palomino, 1861 D. Antonio de Figuera, 1868 D. Francisco Maeso y Durán, teniente gobernador.

3.1.1 Vicario General

Al no efectuarse el traslado de la casa prioral de S. Marcos en León a la Provincia de Extremadura, el capitulo general de 1600 crea la dignidad de Vicario General de la Provincia, que es elegido por elección y nombrado por el Rey, para que gobernase por un trienio en nombre del que fuese Prior; puesto que éste atendería directamente al convento de León.

La tradición secular del conventual de S. Marcos con sus canónigos pesó más que los 80 pueblos con sus numerosos fieles, a pesar de las normas tridentinas. No sopesaron la conveniencia de un subprior en el claustro y el prior en el pastoreo directo con sus feligreses.

Tenían todas las facultades delegadas del Prior, excepto las reverendas para las órdenes sagradas, ni las dispensas de las causas matrimoniales, ni el gobierno de las monjas[24]. Para todo ello había que recurrir al Prior, en una distancia de 500 Km.

La capitalidad religiosa de la Provincia es Llerena, en donde reside el único vicario general con las veces y omnímoda potestad de los Priores de León.

— 1600 Pedro de Valladares y provisor, 1661 Ldo. Diego de Pereda, 1614 Antonio Rodríguez de Cuadra, 1615 Antonio Ramírez de Cuadra, 1620 Ldo. Cristóbal de Freire y Galvez, 1627 Andrés Pérez de Ibarra, y vicario perpetuo de Tudia, 1629 Francisco Caballero de Yegros, 1630 Juan de Avalos Altamirano, 1634 Diego de Alvear, 1635-36 Sede vacante. Ldo. Sebastián Becerra Nieto, y visitador general, 1638 Pedro de Eslava y Zayas, 1642 Francisco Montaño de la Fuente, 1644 Francisco Gutiérrez de Castro, 1645 Francisco de la Roca, 1646 Sebastián Becerra Nieto, 1651 Francisco Caballero de Yegros, 1654 Juan Esteban Nieto, 1655 Juan Guerrero Becerra de Luna, 1656 Francisco Carrascal Casquete, 1657 Juan Montero Villalobos, 1659 Juan Díaz de Chaves, 1666 Francisco de Carvajal y Luna, 1668 Ldo. Juan Macias de Castro, 1669 Juan Díaz de Chaves, 1672 Sede vacante, 1675 Pedro Macias de Barreda, 1676 Francisco de Carvajal y Luna, 1678 Pedro de Eslava y Zayas y provisor, 1679 Francisco de Carvajal y Luna, 1681 Miguel de Prado y Sandoval, 1682 Pedro Macias de la Barreda, 1685 Francisco Castro Cacharro, 1687 Antonio del Parado y Sandoval, 1689 Diego Alonso de Prado y Becerra, 1691- 1693 Ldo. Andrés Barrena y Gragera, y vicario perpetuo de Mérida, 1695 Pedro Díaz Canseco y vicario de Barruedopardo y 1698 Francisco de Zúñiga y Girón.

— 1701 Nicolás Fernández de Reguera, 1702 Diego de Guzmán y Guevara, prior en 1716, 1703 Nicolás Fernández de la Reguera, 1703 Juan Carrascal Caqueste, teniente del Vicario General, 1705 Melchor Alegre Blanco, prior en 1720, 1709 Bernardino Antonio

Franco Valdés, 1710 Gonzalo Barrera y Gragera, 1716 García Golfín Figueroa y Fernández, vicario de Tudia en 1732, 1718 Bernabé de Atienza, 1720 Pedro Flores Ossorio, 1723 Bernabé de Chaves y Porras, 1724 Fernando de Arce, 1725 Bernabé de Chaves y Porras, 1727 Juan Baltasar de Loaysa, 1730 Francisco Gutiérrez de Castro, 1734 García Golfín Figueroa y Fernández, 1736 Francisco Gutiérrez de Castro, 1739 Diego Gómez de Tena, 1740 Fernando Yánez Doncel, 1744 Fernando Quintano de Silva, 1747 Diego Gómez de Tena, 1750 Fernando Quintano de Silva, 1753-59 Fernando de Arce, 1759 Juan F. Navarro Rejón, 1760 Juan Ortega y Saavedra, 1762 Antonio Casquete de Prado, 1762 Juan Navarro, 1768 Francisco Navarro Rejón, 1770 Miguel de Venegas, 1772 Félix Francisco Jaraquemada, 1774 Antonio Casquete de Prado, 1774 Ldo. José Calixto Baca y Olloa, 1776 Manuel Francisco Medianaveitia, 1777 Antonio Bustamante Arce, 1778 Félix Francisco Jaraquemada, 1779 Manuel Francisco Medianaveitia, 1780 Antonio Bustamante Arce, 1783 Diego de Murillo, 1786 Pedro Ulloa y Prado, 1788-97 Lorenzo Caro Guerrero, y Prior, y 1798-1838[25] Ldo. Joaquín Casquete, y provisor[26]

3.1.2 Provisor

El provisor es teniente del vicario general para suplirlo sobre todo en sus ausencias por visitas pastorales. Es nombrado por él. También es Juez Ordinario que conoce las causas en el correspondiente provisorato, creado en 1603. En la provincia de Extremadura son dos: Llerena con los partidos de Segura y Hornachos, nombrado por los priores y Mérida con el de Montánchez, nombrado por el vicario general[27].

3.1.2.1 Provisores de Llerena:

— 1607 Ldo. Pedro de Villares, 1618 Ldo. Pedro Venegas de Liaño, 1628 Ldo. Pedro Macias de Barrera, 1629 Ldo. Álvaro Guerrero Gutiérrez, 1629 Ldo. Francisco Caballero de Yegros, 1632 Ldo. Francisco de la Fuente Moreno, 1638 Bartolomé Barquero, consultor del Santo Oficio, 1641 Francisco Caballero de Yegros, vicario perpetuo de Tudia, 1645 Ldo. Francisco de Toro y Gragera, cura propio de Montemolín, 1647 Ldo. Diego de Barros Salgado, 1653 José de Barros Salgado, 1657 Pedro de la Fuente Moreno, 1666 Cristóbal de Carvajal Chaparro, 1667 Pedro de Eslava y Zayas, 1669 , Francisco de Carvajal y Luna, 1672 Sede Vacante, Francisco de Carvajal y Luna, 1677 Pedro de Eslava y Zayas, 1679 Tomás de Maeda y Sepúlveda, 1682 Pedro Macias de la Barreda, 1683 Antonio de Prado Rojas y Sandoval, teniente de provisor, 1686-89 Ldo. Francisco Fernández Cordobés, 1694 Francisco de Parada, y 1699 Sede vacante Ldo. Francisco Fernández Cordobés.

— 1700 Nicolás Fernández de Reguera, 1702 Ldo. Juan Carrascal, 1704 Pedro Cárdenas y Barrado, 1706 Merchor Alegre Blanco, 1709 Antonio Álvarez de Acevedo, obispo-provisor, 1716 Francisco de Guzmán Bolaños, 1723 Diego de Ortega Ponce de León, 1725 Diego Antonio Camuy, teniente de provisor, 1732 Diego de Ortega Ponce de León, 1739 Juan Arroyo de Ledesma, teniente de provisor, 1746 Diego Sánchez Benavente y Durán, 1757, Miguel de la Vera y Oliveros, 1758 Francisco de Jaraquemada, 1759 Francisco Carvajal de Luna, 1761 Ldo. Antonio Bravo, 1766 Ldo. Juan Ortega y Saavedra, 1768 Ldo. Juan Manuel Navarrete, 1768 Ldo. Lorenzo Caro Guerrero, 1773-78 José Fernández Salamanca, 1781 Francisco López Espinosa, teniente de provisor, 1783 Lorenzo Caro Guerrero, que fue prior en 1780, 1790 Francisco López Espinosa, teniente de provisor, 1792 José Fernández Salamanca, 1793 Dr. José del Prado y Botello y 1798 Francisco Hidalgo.

–1803-06 Joaquín Casquete de Prado, 1810 Francisco Hidalgo, teniente de provisor, 1819-33 Joaquín Casquete de Prado, 1833 Pedro Cáceres de la Flor, provisor interino, 1836 Ldo. José Mª Castañón Díaz de Cartes, 1846 Ldo. José Mª Castañón Díaz de Cartes, juez eclesiástico y gobernador eclesiástico, sede vacante, 1852 Pedro Nogales y Granda, provisor interino, 1855 Manuel Lagos, provisor interino, 1856 Bachiller Fr. Agustín Cáceres y Corral, 1858 Ldo. Isidro Bernardo Palomino, 1862 Antonio de Figuera, y 1868 Francisco Maeso, provisor interino y teniente gobernador[28].

3.1.2.2 Provisores de Mérida:

— 1597 Pedro de Valladares y vicario, Diego de Alvear Cerecedo, durante muchos años, según afirma Moreno de Vargas, y 1678 Pedro de Eslava y Zayas y vicario.

-1700 Andrés Solís Becerra, 1703 Alonso Macías Ortiz, 1706 Alonso Macías Ortiz, 1709-1712 Diego Guzmán y Guevara, 1715 Fernando Guzmán y Guevara, 1718 Alonso Sebastián de la Barrera, 1722 Alonso Sebastián de la Barrera, 1724-1727 Diego Gómez de Tena, 1730 Lorenzo Suárez de Figueroa, cura párroco de Santa María, 1733 Fernando Guerrero, 1736 Diego Fernández Flores, 1739-1741 Fernando Quintano de Silva, 1744 Pedro Moscoso, 1747 Francisco Cuadrado de Bolaños, 1750 Diego Fernández Flores, 1753 Francisco Cuadrado de Bolaños, 1756 Pedro Vélez de Guevara, 1762 Juan Navarro Rejón, 1765 Antonio Casquete de Prado, 1768 Antonio Bustamante de Arce, después Francisco de la Hoya, 1771 ?, 1774 Nicolás Fernández, 1775 Pedro Vélez de Guevara, 1783 José de Aguilar y Valdés, 1786 Lorenzo Caro Guerrero y Zambrano, 1789 José de Aguilar y Valdés, 1795 José de Aguilar y Valdés y 1797 Francisco de Granda.

-1800 Francisco de Granda, 1808 José Mª Valenzuela, 1816 José Botello, religioso de Alcántara, 1820 Joaquín Casquete de Prado, 1831 Pedro Cáceres de la Torre. A la muerte del Obispo Prior en 1838 no se volvieron a nombrar ninguno. Los gobernadores eclesiásticos hacen su misión, recayendo en 1858 Isidoro Bernardo Palomino, después de la muerte de Pedro Nogales de Granda y 1859 José Sánchez Ladrón, interino, 1859 Fernando Delgado y Ayala, y 1873 Miguel Martínez [29] .

3.1.3 Otros ministerios

Obispos titulares “in partibus”: 1. Bartolomé Pérez, titular de Tunis (Túnez), OS, promovido el 18 de mayo de 1571 y consagrado por Cristóbal Rojas Sandoval, arzobispo de Sevilla; 2. Diego de Pereda titular de Sidón (Sidonia) elegido el 7 mayo de 1621 y consagrado por Pedro Carranza Salinas, obispo de Buenos Aires el 5 de septiembre del mismo año, + d.1634; 3. Francisco Ocampo, OS, titular de Amiclae, elegido el 21 enero de 1660 y consagrado por el domingo 3 octubre del mismo año en Alcalá de Henares, diócesis de Toledo por Miguel Pérez Cevallos, obispo titular de Arcadiopolis (Arcadiopoli) y auxiliar de Toledo +? 4. Claudio de Villagómez, OS, titular arzobispo de Trajanópilis (Tracia) preconizado el 24 de abril de 1684 y consagrado por en Madrid por el Cardenal Savo Mellini, arzobispo titular de Calcedonia, Nuncio Apostólico, + a. 4 noviembre 1685; 5. Francisco Carbajal Luna, OS, titular de Caffa, preconizado 13 de mayo 1686 y consagrado por Juan Marín de Rodezno, obispo de Badajoz el 30 de noviembre del mismo año en la Iglesia Catedral, asistido por Juan Porras Atienza, ob. de Coria y Valeriao de Sao Raimundo, ob. de Elvas (Portugal) + a. 14 junio de 1690; 6. Francisco Rodríguez Pizaño, OS, titular de Rauliensis, elegido el 13 de noviembre 1690 y consagrado el 14 de noviembre de 1691, domingo en el monasterio de los Jerónimos de Madrid por el Cardenal Luis Manuel Fernández Portocarrero, arzobispo de Toledo, asistido por Fernando Guzmán, OFM, obispo de Segovia y por Luis Lemos Usategui, OSA, ob. de Imperial-Concepción (Chile),+ a. 4 diciembre 1698 ;7. Antonio Alvarez de Azevedo, OS, titular de Fulsiviliense o Fussaliense preconizado el 18 mayo 1699 + enero de 1714; 8. Francisco Sánchez Márquez, OS, titular de Amyclana, preconizado 27 mayo 1720 y consagrado el domingo 8 de septiembre del mismo año en Madrid , San Martín, benedictinos, por Felipe Antonio Gil Taboada, arzobispo de Sevilla, asistido por Martín Zalyeta Lizarza, obispo de León y por Dionisio Mellado Eguíluz, obispo titular de Lares y auxiliar de Toledo + septiembre 1728; 9. Miguel Esteban Pérez de Estremera, OS, titular de Danaba y elegido el 3 agosto 1729 y consagrado el 12 de noviembre de 1730 ,domingo en Madrid colegio imperial de los jesuitas por Juan Camargo Angulo, antiguo obispo de Pamplona, Inquisidor General. + 1732; 10. José Plata, titular de Adramittium, auxiliar de Santiago de Compostela y Prior de las Ordenes Militares y elegido el 1 octubre 1732 y consagrado el 19 octubre del mismo año en Madrid, iglesia de San Ginés por Juan Camargo Angulo, antiguo obispo de Pamplona, Inquisidor General, asistido por Benito Madueño Ramos, Ob titular de Sión, auxiliar de Toledo y por Dionisio Mellado Eguíluz, obispo titular de Lares y auxiliar de Toledo + 2 nov. 1745; 11. Alonso de Solís OS, y Gragera titular de Geras (Gera) y elegido el 18 julio 1757 y consagrado el 24 de julio del mismo año en Roma por el Cardenal Joaquín Fernández Portocarrero, asistido por Pietro Stefani, arzobispo de Naxos (Grecia) y por Innocenzo Gorgoni, arzobispo de Emesa (Siria) + 8 febrero 1797, como obispo de Badajoz; y 12. José Casquete de Prado y Bootello, OS titular de Cisamo elegido el 18 diciembre 1797 y consagrado el 25 de marzo de 1798 en Madrid Iglesia de las Comendadoras por José Antonio Sáenz de Santamaría, obispo de Segovia, asistido por Francisco La Cuerda, antiguo obispo de Puerto Rico y por Atanasio Puyal Poveda, obispo titular de Carystus (Caristo) y auxiliar de Toledo. + 2 febrero de 1838 en Llerena.

Visitador general: Suelen ser los vicarios generales y en alguna ocasión excepcional el Prior, como fue el 24 de junio de 1643 en que D. Esteban Nieto y Ortiz como prior hace la visita personalmente a Fuente del Maestre entre las múltiples visitas canónicas realizadas a lo largo de siete siglos.[30].

Teniente de vicario general: 1674 Francisco Guerrero de Toro, 1699 Juan Montero de Villalobos, 1725 Alonso Nieto Canseco y 1801 Francisco Hidalgo.

Teniente de provisor: 1755 Francisco Nacarro, 1759 Ldo. Antonio Bravo, 1771 Juan López de Espinosa, 1800 Francisco Hidalgo, 1836 Tadeo Mª Moruno, 1852 Francisco Gorgonio Rodríguez Vinagre, 1853 Manuel Fernández Villanueva, 1857 Manuel Hernández, 1858 Manuel Lagos, 1845 Pedro Cáceres, 1866 Felipe Gálvez, 1867 Francisco Maeso Durán y 1868 Francisco Moreno Durán.

Notario Mayor: 1805 Celedonio Regales Villasantes, 1815 José Barrientos, 1826 Juan José Barrientos Ibarra, 1831 Vicente Romero, 1833 Alonso Tomás Gallardo y 1845 Felipe Muriel.

3. 2 Prior de Magacela

Los Priores son la cabeza jerárquica de la “diócesis nullius”, y mandan observar, atenuadas, las reglas de S. Benito, de la del Cister. Antes residían en Magacela pero desde 1504 lo harán en Villanueva en la sede prioral, cuyo edificio fue remodelado en 1788. Son formados en la Universidad de Salamanca, lógicamente gozaron de prestigio como juristas y teólogos, y muchos fueron Jueces conservadores del Monasterio de Guadalupe.

Juan Antonio Gallardo confecciona un elenco, sacado del libro de Becerra Valcarcel “Curia Eclesiástica”[31] y Tomás Ramírez de Sandoval y Ramírez lo completa con los legajos de expedientes en el Archivo Histórico Nacional.

— 1528 Cristóbal Bravo de Lagunas, 1528 Juan Grixalval o Grijalba, 1530 Rodrigo de Cabrera, 1568-1573 Pedro Cabrera Alonso, 1584 Francisco de Calderón (interino), 1552-1584 Francisco Rol de Acosta, 1585-1589 Juan de Grijota y muere 1590[32]. 1594-1596 Alonso (Gutiérrez Carriedo) Flores y 1596-1606 Fernando Villela y Aldana,

–1620-1623 Nicolás Barrantes Arias, 1623-1628 o 30 Juan Calderón, 1628-1629 Fernando de Aponte, 1640-1642 Francisco de Torres, 1646 1660 Agustín Velázquez y Tineo, obispo electo de Popoyan, 1658-1672 Luis Velázquez de Zúñiga, 1674- 1677 Juan de Sandoval y de la Plata, 1676-1694 Diego Becerra de Valcarcel y 1695-1714 Juan Antonio de Aponte Zúñiga,

–1718-1726 Andrés Hidalgo Armengol + prior, 1726 Francisco Espadero y Obando (interino), 1729-1739 Francisco Calderón de la

Barca y Ceballos, 1740-1749 Pedro Zambrano Villalobos, + prior y obispo electo de Mérida (América), 1760-1774 Juan Campos de Orellana + prior, 1774-1778 Francisco Mª del Carmen Campos y Salcedo + prior, 1782-1785 Antonio María Espadero y Tejeda + prior, y 1785-1802 Manuel Feliciano de Silva y Figueroa y Pantoja, Laso de la Vega y Guzmán + prior,

–1803-1819 Francisco María de Granda y Rivero (los tres primeros años de interino, después en propiedad) + prior, 1836, 1819 y 1824-25 Pedro Mendoza y Granda (interino), 1820 y 1822 José Carrasco Malfeito (interino), 1825-1834 Juan María Bolaños Zambrano y Guzmán y 1835-1847 Juan José Faxardo Vargas, 1848-1860 Pedro Alfonso Calderón, 1860-1863 José María de Mendoza y 1863-1875 Agustín de Cáceres y Corral [33].

También había vicario general y provisor, que a la sazón en 1791 era D. Juan Antonio Cortés y Mora.

3.3 Priores de Zalamea

Fue el año 1527, cuando el Emperador Carlos I hizo cabeza de Priorato a Zalamea con sus aldeas de Higuera y Valle[34].

Entre otros fueron en 1602 Francisco Barrantes y Maldonado, 1654 Luis Velázquez de Zúñiga, 1662 Fernando Aponte y Zúñiga, ? Marín de Aponte y Zúñiga[35], 1676 Diego Becerra de Trejo y Valcarcel, 1791 Pedro Morales Campos y S. Miguel y 1836 Juan José Faxardo Vargas. En ocasiones era el mismo de Magacela.

IV. Extinción y anexión a los obispados

1. Antecedentes socio-religiosos

El 16 de Marzo de 1851 después de laboriosas gestiones se firma entre la Santa Sede y España el Concordato con el que se intentaba poner fin a la incomoda situación de los gobiernos liberales de nuestra Patria.

Entre otros se afrontan dos problemas, que nos compete ahora:

  1. la demarcación y división de las diócesis y provincias eclesiásticas (art.5).
  2. el territorio de la Ordenes Militares. (art. 9)

En cuanto al primero, la diócesis de Badajoz se desgaja de la Provincia eclesiástica de Santiago de Compostela y forma parte como sufragánea de la Provincia de Sevilla.

En cuanto al segundo, se recoge: “Siendo por una parte necesario y urgente acudir con el oportuno remedio a los graves inconvenientes que produce en la Administración Eclesiástica el territorio diseminado de las cuatro Ordenes Militares de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa; y debiendo por otra parte conservarse cuidadosamente los gloriosos recuerdos de una institución que tantos servicios ha hecho a la Iglesia y al Estado y las prerrogativas de los Reyes de España como Grandes Maestres de las expresadas Ordenes por concesión apostólica, se designará en una nueva demarcación eclesiástica un determinado número de pueblos que formen coto cerrado para que ejerzan en él como hasta aquí el Gran Maestre la jurisdicción eclesiástica con entero arreglo a la expresada concesión y Bulas Pontificias”[36].

Se optó por esta vía intermedia: respetar la existencia de la jurisdicción exenta de las Órdenes Militares; circunscribiendo su territorio a un “coto cerrado”, evitando las complicaciones de la diseminación en que se encontraban.

El nuevo territorio se titulará “Priorato de las Ordenes Militares”, y el Prior tendrá carácter episcopal con el título Iglesia in “in partibus”. (1875). El Prior ha sido hasta nuestros días el Obispo de Ciudad Real.

Un acontecimiento histórico de gran influencia en la aplicación del Concordato fue la Revolución del 1868 en que se expulsa a la Reina Isabel II. El 16 de noviembre del mismo año es elegido D. Amadeo de Saboya y en su corto mando no hay avance alguno en la iniciada reforma. El rey abdicaba el 11 de febrero de 1873 y el mismo día empezaba la Primera República por 258 votos de las Cortes contra 32. De este modo la Ordenes Militares quedaban “acéfalas”; lógicamente se habrían de disolver junto con su Real Consejo, como decretaría el Poder ejecutivo el 9 de marzo de 1873.

La Santa Sede ante esta disposición unilateral de los pactos concordatarios, llevó a Pío IX a firmar la Letras Apostólicas: “Quo gravius” en que suprime de las cuatro Ordenes Militares y determinar el “coto redondo” del cual siguiera subsistiendo esa “jurisdicción exenta”. Ante el cumplimiento del Gobierno, lleva al Pontífice a agregar esos territorios a las diócesis circunvecinas, sometiéndolas a la jurisdicción de sus respectivos obispos; y con la Bula “Quae diversa” resuelve las restantes jurisdicciones exentas.

La Reina Isabel II vivía en París desde su salida de España, el 26 de septiembre de 1868. Abdicó en su hijo Alfonso XII el 25 de junio de 1870. El 29 de diciembre de 1874 tiene lugar el “pronunciamiento de Sagunto” por el General Martínez Campos y al día siguiente se forma el Ministerio-Regencia que preside Cánovas, el 14 de enero de 1875. Alfonso XII entra en Madrid y una de sus primeras medidas fue reanudar las relaciones con la Santa Sede.

La Ejecución de la Bula “Quo gravius” de Pío IX se centra en que los pueblos que limiten con más de una diócesis, se agregarán a aquella cuya catedral esté más cercana, y los documentos de los diversos archivos, se trasladaran a los archivos diocesanos a los que los territorios se agregan.

El delegado pontificio fue el Cardenal arzobispo de Valladolid D. Juan Ignacio Moreno Maisonave. En febrero de 1874 el Cardenal había ultimado los expedientes: Son agregadas a la diócesis de Badajoz las parroquias que son enclave del Priorato de San Marcos de León, y aquellas otras que son de los Prioratos de Magacela y Zalamea.

2. El Cisma de Llerena, Azuaga y Mérida

Ante el “Auto ejecutivo” del 14 de abril de 1874, como resulta del expediente ultimado por el Delegado Pontificio, en que se anexionaba el Provisorato de Llerena, se dieron reacciones diversas.

Unas parroquias se sometieron incondicionalmente, mientras que en otras adoptaron una postura rebelde.

La autoridad civil amparó al clero rebelde, dando órdenes a la autoridad civil para que los protegiesen, al mismo tiempo que encarcelaban a sacerdotes sumisos y obedientes a la autoridad pontificia.

LlerenaD. Francisco Maeso Durán, Teniente Gobernador Eclesiástico, se negó a aceptar el “Auto de incorporación de su territorio” que se le notificaba; siguió ejerciendo su autoridad y encarceló a los párrocos de La Granada y Santiago, D. Genaro de Alday y D. Juan de Dios García Quintana, respectivamente, y a los sacerdotes Juan Ruiz, Diego Sancho, Antonio Soriano, Joaquín Sabido, Antonio Muñoz, Julián Sabido, Daniel Calado, Juan Martín y Agustín Rodríguez; con la ayuda del Alcalde Popular impidió la notificación a los párrocos del territorio.

Mons. Ramírez y Vázquez, obispo de Badajoz ordenaba fijar en las puertas de las Iglesias enormes cartelones, de los que se conservaban ejemplares en el Archivo diocesano.

La nueva circular del Obispo al clero afectado, del 28 de marzo de 1874 en que se urgía la ejecución de la Bula “Quo gravius” y un escrito al Gobierno de la Nación, en que se pedía su ayuda ante los hechos acaecidos. Pronto respondió el Ministro de Gracia y Justicia, en que ordena al Juez de Llerena que proceda “con toda energía”; así era comunicado por oficio del Gobernador D. Fernando Fernández de Bobadilla al Obispo, el 18 de marzo de 1874, al que replicaba el Prelado denunciando la improcedencia del tal intromisión, el 19 de marzo de 1874; a la vez que en otro más extenso se protestaba ante el Ministro por la invasión de la esfera jurisdiccional eclesiástica, el 23 de marzo de 1874.

Azuaga: Su párroco D. Antonio Durán Hernández rechaza el “auto ejecutivo” el 12 de marzo de 1874. Le siguen el coadjutor D. Pablo Bravo y los sacerdotes José Durán, Manuel Grueso y Rafael Cabello. No obstante, prestan obediencia el coadjutor Manuel de la Tabla y los sacerdotes adscritos Manuel del Castillo; Antonio Serrano y Pedro Durán Ceballos.

MéridaEl provisor interino D. Miguel Martínez rechazó el auto de incorporación a Badajoz. Se apodera de la Iglesia de Santa María con el apoyo de las Autoridades locales, sustituye al párroco

D. Martín Guerrero Flores, que permanece fiel a Badajoz por D. Pablo Antonio Espada; le sigue el párroco de Santa Eulalia D. Antonio Tena; se apodera de las llaves del Monasterio de Las Monjas Concepcionistas y prohíbe la celebración de la Misa a los sacerdotes sumisos en la iglesia del manicomio del Carmen.

3. Protestas en La Serena

El 17 de marzo de 1874 se firma el “auto” para los prioratos de la Orden de Alcántara, comisionándose al Obispo de Badajoz, quien a su vez firma el auto de ejecución el 12 de abril del mismo año.

La única protesta personal fue la del ex-prior conjunto de Magacela y Zalamea, Lic. D. Lorenzo Morillo-Velarde y Santisteban, dirigida al Cardenal Delegado con fecha 22 de abril de 1874, a la que el Purpurado contestó una misiva epistolar el 26 del mismo mes. Aunque el Ex-prior se negó aceptar la ejecución del auto de incorporación, el territorio quedó definitivamente anexionado. Permaneció en su actitud rebelde hasta su muerte que ocurrió en el 1911, aunque parece ser que en la última hora se reconcilió, recibiendo sepultura eclesiástica[37].

Retractaciones de los cismáticos:

El 3 de marzo de 1874 se comunica los párrocos de los nuevos pueblos que hagan inventario de ropas y alhajas, libro de coro y libros parroquiales y cambiar el sello parroquial cambiando el título del territorio suprimido; después, en circular del 12 de abril siguiente, se ordena que envíen una lista nominal de los clérigos de cada parroquia con el fin de hacer una estadística fiable.

Al conocerse la carta personal del Pío IX al Obispo diocesano comienzan las retractaciones del clero cismático: Después de recluirse varios días para los Santos Ejercicios Espirituales de S. Ignacio en la Casa de Ordenados de Badajoz, sita en la Plaza Minayo y anexa al Seminario de San Atón, el Padre Superior José Riu, de la Congregación de la Misión, conocido popularmente por PP. Paúles, en calidad de subdelegado episcopal recibía formalmente su adhesión a lo establecido canónicamente.

8. Magacela: Ermita de Ntra. Sra. de los Remedios. Antigua sede prioral.

1. Convento de San Marcos de León


NOTAS:

[1] Con Alfonso IX e hijo y compartida con el Arzobispo de Compostela según pacto.

[2] Rodríguez Blanco, Daniel. La Orden de Santiago en la Baja Edad Media (siglos XIV y XV), 1995 pág. 330.

[3] Rades y Andrada, Francisco de, Chonica de las tres Órdenes y Cavallerias de Santiago, Calatrava y Alcántara. Toledo 1572. Chronica de Santiago, págs. 9-72.

[4] Ibídem. Chonica de Alcántara, págs. 1-56

[5] Maldonado Fernández, Manuel: ”La Comunidad de Siete Villas de la Encomienda de Reina” REE, T. LVI pág 920-921.

[6] De Aguibar y Muñiz, Juan José, El Cristo de Zalamea. R.E.E. 1971. pag 286

[7] Navarro del Castillo, Vicente. Historia de Mérida y pueblos de su comarca, Mérida 1990. Tomo II pág. 98.s

[8] Ibídem. pág 97.

[9] Agradecemos a D. Tomás Ramírez de Sandoval y Ramírez su gentileza la proporcionarnos la relación de Priores de Magacela desde el año 1408 al 1875, en folios mecanografiados de su tesis doctoral, fols. 429-475..

[10] Muñoz Gallardo, Juan Antonio, Apuntes para la Historia de Villanueva de la Serena y de sus Hijos ilustres. Año 1936. pág 183-184.

[11] Díaz y Pérez, Nicolás. Diccionario de de Extremeños ilustres. tomo I.1886.

[12] Varios Autores. Valencia de la Torres. Historia y Arte. Año 1999. págs 44-46.

[13] El texto del documento pontificio en De Guillamas, Manuel. Reseña Histórica de la Ordenes Militares. Madrid 1851. págs 22-31

[14] Ibidem. págs 32-33.

[15] Camacho Macias, Aquilino. La antigua Sede metropolitana de Mérida. Roma 1965, fol 320.

[16] Revistas de Fiestas de Llerena. Año 1965.

[17] Moreno de Vargas Bernabé, Historia de la Ciudad de Mérida. Año 1633. Remprensión 1981, pág 429.

[18] Ibídem. pág 430.

[19] Navarro del Castillo, o.c. tomo II págs 217-219.

[20] Álvarez Sáenz, José. Materiales para la Historia de Mérida.1994. págs, 126, 152-153, 62, 168, 175, 178,186, 191.

[21] Agundez Fernández, Antonio. Viaje a la Serena en 1791. Villanueva de la Serena 1955. pgs 80-81.

[22] Álvarez Sáenz, o. c. págs 82, 126, 127, 141,153.155, 162, 169, 175, 186,191 y 206.

[23] Maldonado Fernández, o.c. pág 937-938.

[24] Moreno de Vargas, o.c. pág 470.

[25] Navarro del Castillo, o.c. Tomo II pág 450. El cargo de Vicario General, con residencia en Mérida fue suprimido 1838, quedando solo el provisorato.

[26] Mota Arévalo, Horacio: La Orden de Santiago en tierras de Extremadura, Estudios extremeños, XVIII-2, Y, 1962, 5-76. Se añade un 60% a la lista en los s.XVII-XVIII e incorporamos el 10% a la de Navarro del Castillo en los s.XVIII-XIX o.c. Tomo II, págs 416-451.

[27] Moreno de Vargas, o. c. pag. 471.

[28] Mota Arévalo, o.c. Ha sido incrementada en un 53%.

[29] Navarro del Castillo, o.c. tomo II págs 447-451

[30] Archivo Parroquial de Fuente del Maestre. Libro de Bautismo nº III.

[31] Becerra y Valcarcel, D. Curia eclesiástica. Manuscrito. Archivo parroquial de Zalamea de la Serena.

[32] Naranjo Alonso, Clodoaldo. El Priorato de Magacela, pág 47. Rev. Estudios Extremeños. Badajoz 1948.

[33] Muñoz Gallardo, o.c. págs 184-193

[34] Angudez Fernández Antonio, Viaje a la Serena en 1751 pag. 121.

[35] Antonio de San Felipe, Origen y Milagros de la Sagrada Imagen del Santísimo Cristo de Zalamea. pag 64

[36] Boletín del Obispado de Badajoz, julio de 1873.

[37] Manzano Garías, Antonio. El Cisma del Priorato y sus repercusiones en Azuaga con Llerena y Mérida, Dipurtación Provincial de Badajoz 1960. pag 8.

Oct 012001
 

José María González-Haba y Guisado.

Para quienes piensan y viven en trujillano, es una delicia encontrar a la hora de la lectura, el nombre de nuestro pueblo, de sus hijos o de sus hazañas. Sentimiento que se potencia cuando se busca y encuentra el porqué de la cita.

Valgan algunas llamadas: en El Libro del Buen Amor, de Juan Ruiz[1], en las Crónicas de Fernando del Pulgar[2], en la Lozana Andaluza[3] de Francisco Delicado, en el Quijote[4] y en Los trabajos de Persiles y Segismunda[5] de Cervantes, por citar algunas, en nuestros clásicos.

Para raíz, o idea, de estas notas tomé la palabra de Alonso Solórzano Castillo, en su obra titulada “Aventura del Bachiller Trapazas”, escrita en 1635.[6]

Una de sus partes consiste en un viaje en carro, “bergantín terrestre”, desde Salamanca a Sevilla por el Camino de la Plata, entiendo con desviación por Plasencia; para dejar en Trujillo alguna ropa y tercios, porque la carga iba en fardos.

De nuestro Trujillo habla del Mesón de los Carros, capaz para muchos huéspedes; de la entrega de un arcón, destinado a SEBASTIÁN ANTONIO, juntamente con una carta, y que una vez abierto contiene un cadáver del hermano del destinatario, por lo que el carrero fue puesto a la sombra, encontrándose entre los presos un caballero, por no quererse casar con una dama que alegaba haberle quitado la honra con palabras de casamiento, etc, etc.

Dejó el contenido del texto, y decidió recordar el trayecto del viaje. Acomodada la gente con mucha ropa que cada uno acomodaba en el carro, y la que el carretero llevaba por su cuenta, comienzan sus jornadas. Y así como en la obra, para matar el tiempo uno de los pasajeros contaba inventos, seré yo, quien diga algo que conocí desde otros textos de la travesía. La misma que en sentido inverso, en el Siglo XV realizó desde Trujillo a Plasencia, Doña Juana la Beltraneja.

Ello porque la hora del caminar es la del vivir y la del ser. Un intento del deseo de identificarse con la divinidad de poder estar en todo tiempo y lugar. Hay una descripción de SALINAS[7], que no me resisto a silenciar. Dice así:

“Todos, gente de verdad y gente fingida, héroes de carne y de letras en la España del XVI y XVII, nacieron fadados en el caminar. Con su barajas marcadas en la faltriquera, aprendices aventajados de tafuretía, los mozos de la picaresca; recatadas en sus carros, a tumbos, bajo un sol de justicia, monjas fundadoras; gran fieltro de vieje a la cabeza, botas de baqueta, cabalgando arrogante el caballero que va con pretensión de hábito, a la corte; llevándose tras sí los ojos de las mozas por su buen ver, ese doncel que no lo es, sino ultrajada damisela, que corre disfrazada tras el ladrón de su honra, pastores con cargas de penas y desdenes, arrumbados a la cueva de la hechicería que los haga elixir de enamorar, traficantes castellanos que bajan a las moraledas de Murcia a traerse seda. Y hasta la más extraña de las parejas, el sabio y el inocente, los que persiguen la luz del conocimiento, Critilo y Andrenio, y se manchan, de polvo, no de libro sino de las rutas y de las tierras. Todos, andarines, jinetes van y vienen con sus mercancías y sus negocios terrenales o celestiales. Quienes a salvar almas con rosarios a la cintura; quienes a jugárselas o perderlas, salteado por dinero, o desgarrándose del hogar paterno por pasión de malos amores.”

Hasta aquí una descripción preciosa del viaje. Para más detalles las obras de CERVANTES o SANTA TERESA.

El caminar en el Quijote es a pie, como el de la mujer joven que acude a la justicia de Sancho, acusando al rico labrador de violación[8], en yegua, como el caballero del Verde Gabán[9], en carroza como la Señora Vizcaína, acompañada de cuatro o cinco a caballo y dos mozos de mula a pie[10], transportes de personas en carretas como la de los cómicos[11], o de cosas como el carro de los leones.[12]

Y en todo caso el camino, como elemento fundamental, venas con sangre de la tierra como las denominó GARCÍA LORCA y que como escribió ORTEGA Y GASSET[13], amarran los pedazos de cada provincia y que en su conjunto forman el tapiz de España. Y que por buenos que sean, dice ESPINEL[14], traen consigo soledad, ya que originariamente se camina por necesidad o por negocio forzosos que distaren el gusto y ocupan la memoria.

Si nos referimos a los de Trujillo, en el interrogatorio de la Real Audiencia se nos habla de ser peligrosos y sometidos a insultos de malhechores.[15]

Nos reducimos al trayecto que lleva, separándonos del Camino de la Plata, desde Plasencia a Trujillo, que no lo encontramos en los viejos mapas de la época, Haciendo referencia a la historia ya la leyenda creada en torno a su discurrir.

PONZ[16], va a ser nuestro consultado capital. Habla de catorce leguas, caminando hacia mediodía las tres primeras entre montes de encina y dehesas hasta el famoso puerto de la Serrana, ramal de la sierra de Guadalupe. A su lado se ven vestigios de una venta y de alguna otra casa. Lugar lleno de riesgo de los pasajeros de dinero y la vida a manos de los salteadores.

“Madriguera de ladrones”.

Se reconoce un lugar a trozos de la calzada antigua de losas empleadas para conducir piedra al Puente del Cardenal, a una legua distante.

En lo alto del puerto está el riesgo para el caminante, porque desde allí atalayan y descubren los malhechores a quienes han de pasar a más de dos leguas antes de su llegada ya así poder dar el golpe seguro.

Halló 28 cruces, señales de otras tantas muertes no muy añejas. Allá aparecen los palos donde se colgaban los cuartos de ajusticiados.

Hay quien afirma ser lugar de las fechorías de la Serrana de la Vera. Para el Conde de Canilleros[17], el sitio elegido por citada mujer, fue el abrupto terreno de Tormanto y el pueblecillo de Garganta de la Olla para sus andanzas, durante el Siglo XVI.

Parece ser una dama placentina de los Carvajales, hermosísima e indómita traicionada en amores por un pariente suyo, decidiéndose vengar en los hombres su afrenta convirtiéndose en salteadora de caminos, unas veces seduciendo, otras con la fuerza, llevándoles a una cueva donde les asesinaba, luego de haber gozado de ellos.

Pago sus crímenes en la horca en 1550. Tras su muerte aparece la leyenda y objeto de obras de Vélez de Guevara y Lope de Vega.

Pasado el terrible sitio, se llega al Puente de Cardenal. Obra grande con cinco ojos, los tres del medio muy grandes y los otros dos, más pequeños. Puente magnífico, digno del tiempo de los romanos.

Fue erigido a expensas del cardenal trujillano Don JUAN DE CARVAJAL. Un cronista del Siglo XVI, dice que costó tantas monedas como seillares tiene, dato que, cierto o erróneo, dice el Conde Canilleros, sirva para dar importancia del monumento.[18]

El Cardenal estudió en Salamanca y en roma Cardenal de Santángelo. Fue tan grande su humildad que le privó ella de la tiara pontificia.

Pasado el puente, río abajo, como a media legua., se descubre el célebre Castillo de Monfragüe, “cabeza de la orden llamada de Truxillo, de la Estrella o de la Vanda.”

Debió ser en sus tiempos “el sitio más fuerte de España.”

Trasladaos a Trujillo los miembros de la Orden se llamaron “Fríeles truxillenses.”

El Conde de Canilleros, dice que el castro romano de Montfragorum, una de las fortalezas más inexpugnables de Extremadura. En 1173 recibió la nueva denominación porque el Conde de Sarriá, refundó la Orden de Monte Gudio, trajo la Virgen. La orden se extingue y se incorpora a la de Calatrava.

PUBLIO HURTADO[19], como en unas fiestas famosas celebradas en Trujillo, el Caid del Castillo y su hija NOAIMA a las mismas asistieron, y a consecuencia de ellas el amor de la hija y un caballero cristiano, la hija fuel maldecida por sus padres, y desde entonces todas las noches tenebrosas de invierno, aparece la mora vestida de tisúes y coronada de una estrella negra con luz solamente para alumbrar sus pasos, y en uno de los canchos allá existentes se sienta para llorar sus malhadada suerte.

Más adelante las Cochuelas, a punto de despoblarse.

Torrejón el Rubio, lugar de señorío, que también se va acabando.

Encinas y dehesas hasta llegar al Almonte o Armonte, donde hay una venta y una barca de la dignidad Episcopal. Sobre el río, un puente palitroqueado sólo para paso de ganado, pues las gentes lo hacen en barca.

Así hasta llegar a los montes de Trujillo, donde la Ciudad gano desde antiguo todo el arbolado y sus frutos.

Para su custodia hay diez y ocho o veinte guardas, “también portados” y provistos de hermosos caballos, sin disfrutar de sueldo, se hacen grandes empeños para el logro de tal destino.

Guardas del verde, por hacerlo de marzo en adelante, aterran a los que el lugar atraviesan con las denuncias. Por el agosto se van a mendigar como frailes franciscanos, recorriendo las casas de los labradores y en tiempos de matanzas sacan de uno del jamón, de otros el chorizo.

Se extienden estos montes hasta el lugar denominado Aldea del Obispo, y antes, una legua, se pasa por un puente de siete arcos, para el arroyo Tozo.

Hay otros caminos que llevan a Trujillo mas derechamente, pero cerrados al paso por el riesgo de las multas para quienes lo utilizaran, tierras propiedad de las Señoras de las Huelgas de Burgos, o del Hospital del Rey, unido a citado convento.

A la entrada algunas cercas, para mantener el ganado vacuno que flaqueé, por lo que se las conoce como “Las enfermerías”.

Al final, “por doquiera a Trujillo entrares, andarás una legua de berrocales”.

Su visión, un par de siglos mas tarde, Larra[20] así lo describía: “Este último pueblo (Trujillo), conserva un carácter severo de antigüedad que llama la atención del viajero; los restos de sus murallas, y multitud de edificios particulares repartidos por toda la población, tienen un sello venerable de vejez para el artista que sabe la historia de los pueblos y descifrar en sus monumentos el carácter de la época.”

Como en el relato de CASTILLO SOLÓRZANO, es de noche. Hay que descansar y buscar acomodo, cada uno en su rancho. Ellos escogieron el “Mesón de los carros”, capaz de muchos huéspedes. Mas hay seis posadas, una titulada “de los caballeros”, de poca capacidad, sin poder acomodar más que un coche y no recibe arriería. En las demás, sí. Sus piezas son decentes y camas con limpieza, pero no dan comida al padajero, que ha de buscar lo necesario u ordenar que se lo busquen en la posada.

El concejo ha ordenado que los forasteros o caminantes, sean bien tratados. Que no se admitan vagabundos ni a hombres sin oficio. Están vedadas las armas, y ninguno puede andar de noche luego de tañir las campanas de rondas sin viertas penas. El mesonera ha de comunicar tales mandatos so pena de pagar él las consecuencias de tales olvidos.

Y ya llega el momento del fin de este trabajo. Ahora antes del descanso, la invitación al leer el texto de CASTILLO SOLÓRZANO.


NOTAS:

[1] Juan Ruiz, Arcipreste de Hita. “El libro del Buen Amor”. Su verso nº 1186, dice: “Prados de Medellín, de Cáceres, de Truxillo…”

[2] FERNANDO DEL PULGAR. En el Volumen II, Capi. 95, relata una historia reveladora de los disturbios habidos en Trujillo en 1486.

[3] FRANCISCO DELICADO. “La Lozana andaluza” puede leerse estas palabras: “Es trujillano. Por eso dicen: Perusino en Italia y trujillano en España, a todas naciones engaña”.

[4] MIGUEL DE CERVANTES. En El Quijote, cita a García de Paredes, natural de Trujillo.

[5] MIGUEL DE CERVANTES. Los trabajos de Persiles y Sigismunda. En el Capi. IV y II del Libro tercero, habla de la Ciudad de Trujillo y de los Caballeros bien conocidos D. Francisco Pizarro y D. Juan de Orellana.

[6] ALONSO CASTILLO SOLORZANOS. “Aventuras del Bachiller Trapazas”, en editorial cátedra.

[7] PEDRO SALINAS. “Don Quijote en presente”. En Ensayos de literatura hispánica.

[8] M. DE CERVANTES. El Quijote, Parte II, capi. 45.

[9] Idem: Parte II, Capi. 16.

[10] Idem. Parte I, capi. 8.

[11] Idem. Parte II, capi. 11.

[12] Idem. Parte II, capi. 17.

[13] J. ORTEGA Y GASSET. El Espectador V.

[14] V. ESPINEL. Vida de Marco de Obregón.

[15] Interrogatorio de la Real Audiencia. Extremadura, al final de los tiempos modernos.

[16] A. PONZ. “Viajar por Extremadura”. Carta VI.

[17] M. MUÑOZ DE SAN PEDRO, Conde de Canilleros. “Extremadura”. Pág. 70 y sts.

[18] M. MUÑOZ DE SAN PEDRO, Conde de Canilleros. “Extremadura”. Pág. 96 y sts.

[19] PUBLIO HURTADO. “Supersticiones extremeñas”. Pág.71 y sts.

[20] M. J. LARRA. “Artículos de costumbres”.

Oct 012001
 

José Ramón González Cortés.

A principios del siglo surgieron en Cáceres las primeras entidades que tomaron la forma de sociedades de resistencia y de socorros mutuos e iniciaron su andadura con una clara intencionalidad de lograr la autodefensa ante las adversidades de la vida y prestar atención a las necesidades básicas de los obreros en situaciones difíciles (enfermedad, vejez, muerte, etc.), pero también con una escasa preocupación ideológica por transformar la estructura clasista de la sociedad en que se hallaban inmersas.

Una muestra de este tipo de sociedades lo constituye la primera sociedad obrera cacereña, la “Sociedad de Ebanistas, Carpinteros y Similares del oficio” de la ciudad de Cáceres, que se constituyó oficialmente el 29 de noviembre de 1902 bajo la presidencia de Francisco Santillana[1].

No obstante, estas primeras sociedades dieron muestras de cierto grado de compromiso político y reivindicativo al celebrar en 1905, por primera vez en la capital alto extremeña, el primero de mayo. Unos años después, en marzo de 1910, se creaba bajo la presidencia de Francisco Rico, la “Sociedad de Albañiles de Cáceres”, cuya finalidad era, tal como se recogía en su Reglamento “mejorar moral y materialmente la condición de sus asociados para la mutua defensa de sus intereses, empleando para ello las medidas que estén a su alcance y las leyes que lo garanticen[2].

Durante la segunda década del siglo XX tendrá lugar en Cáceres una extensión del societarismo motivada tanto por las campañas propagandísticas que se desarrollaron en la región (es el caso de Pablo Iglesias, que recorrió Extremadura en 1910), como la toma de conciencia por parte de las clases trabajadoras de que el mejor medio a emplear para la defensa de sus intereses y la lucha frente al deterioro general de las condiciones de vida, motivado por las secuelas económicas de la I Guerra Mundial era el asociacionismo.

Se comprueba, por tanto, que a medida que las condiciones en que se desarrollaba la vida de las clases trabajadoras sufrían un evidente deterioro, la mayoría de sus integrantes terminaron adquiriendo un compromiso que iba a ir más allá del puramente societario, apuntando al político. Así, en 1912, tiene lugar en Cáceres la huelga que los ferroviarios cacereños convocaron en solidaridad con sus compañeros catalanes y cuya duración fue de dos días.

A través de diversas fuentes de información ha podido, pues, apreciarse como empezaba a cambiar la tradicional domesticidad de la clase obrera cacereña, observándose ya en esta fase un mayor grado de madurez de la movilización obrera cacereña. Un buen ejemplo de ello lo constituye la creación, en noviembre de 1912, de la Sociedad de Profesiones y Oficios Varios de Cáceres “Aurora”, cuyos promotores establecerán desde el mismo momento de su nacimiento una cierta relación con la UGT, puesto que en el artículo 45 de su Reglamento se indica que:

“En caso de disolución de esta Sociedad, los fondos y enseres que posee serán entregados á la Unión General de Trabajadores”. [3]

Aunque el ejemplo más significativo de este proceso de maduración lo conforma la creación el 13 de marzo de 1913, bajo los auspicios y el apoyo económico del doctor Salgado y tras varios intentos, del “Centro Obrero de Cáceres”, un espacio donde un grupo de sociedades de oficios resolvió superar la defensas de planteamientos aislados, más propios del societarismo de principios de siglo, decidiendo compartir una sede, así como sus objetivos y acciones.

De esta forma asistimos al paulatino desarrollo de un proceso de coordinación entre las diferentes sociedades de oficios y la conformación de unidades organizativas con más amplio calado y un mayor grado de eficacia gestora y reivindicativa, convirtiéndose, así, el Centro Obrero en el órgano canalizador de las protestas de la clase trabajadora, siendo sus primeros afiliados artesanos. De hecho, más significativa resulta la circunstancia de que “Aurora” fuera una de las primeras sociedades en integrarse al Centro Obrero, lo cual nos da una idea de la proximidad del Centro Obrero al compromiso político.

Esa idea se refuerza cuando aquel mismo año, concretamente el 29 de abril de 1913, se constituía la Sociedad de Obreros de la Cal “La Redentora”, bajo la presidencia de Luis Álvarez y con el objetivo de “mejorar las condiciones del trabajo a favor de los asociados y de poner constantemente en práctica el principio de solidaridad”. No en vano, también en sus estatutos se recogía el hecho de que, en caso de disolución, los fondos y enseres que poseyera, pasarían en calidad de depósito al Centro Obrero y, en su defecto, a la UGT[4]. Se constata, así, la existencia de una cierta relación entre el Centro Obrero y la central sindical de matiz socialista.

Poco tiempo después aparecía El Socialista Extremeño, primera muestra de la prensa obrera en Cáceres y antecedente de Unión y Trabajo, que saldría a la luz en 1915 para terminar consolidándose como el órgano de expresión de las organizaciones socialistas cacereñas. En el mismo se observa una gran preocupación por los temas culturales, junto a una importante actividad social y propagandística a través de conferencias, mítines, manifestaciones, etc.

Más tarde, a lo largo de la segunda década del siglo, a medida que del compromiso asociativo se pasa al político los originarios Centros Obreros acabaron transformándose en las denominadas “Casas del Pueblo”, pasando a ocupar su dirección aquellos individuos más comprometidos con el ideario socialista.

En Cáceres, este paso se produjo el 7 de diciembre de 1918[5], cuando se integraron en la misma la Federación Local Obrera, la Agrupación Socialista Cacereña y las diversas sociedades de oficios varios adheridas a la UGT. Y sus principales dirigentes a lo largo de aquellos años, anteriores a la II República fueron Antonio Canales[6], José Criado, Felipe González, Narciso Maderal, y Pablo Valiente Paredes.

Como señala V.M. Arbeola, la historia de la Casa del Pueblo sería “la propia historia de la Federación Local de Sociedades Obreras[7]. Constatándose ya desde sus inicios, un doble compromiso, sindical y político (aunque este último, en un primer momento se encontraría en un segundo plano de la actividad de la Federación), como muy bien se advierte en los artículos 1º y 4º del primer Reglamento del que tenemos constancia y que data del 25 de enero de 1923:

Artículo 1º. Esta Federación se constituye para agrupar en su seno a todos los obreros manuales e intelectuales de esta capital.

Artículo 4º. Esta Federación persigue el mejoramiento moral y material de sus afiliados, la desaparición de la explotación del hombre por el hombre y la abolición del salario[8].

En este Reglamento, se daba cuenta de que la Federación Local Obrera era una organización afecta a la Unión General de Trabajadores. Según este Reglamento, en 1923 componían la Federación doce sociedades, siendo el presidente y secretario de la misma, Antonio Canales y José Acero, respectivamente. Su domicilio social sería el de la Casa del Pueblo. Sin embargo, en opinión de Manuel Veiga las primeras organizaciones que se integraron en la Federación Local Obrera, fueron sólo cinco: Aurora, Ebanistas y Carpinteros, Oficiales Albañiles, Tipógrafos y Peones Albañiles[9].

En una primera época, estas organizaciones permanecieron ajenas a la lucha política, pero el deterioro de la vida política. Pero el progresivo deterioro de la vida política y el continuo empeoramiento de las condiciones de vida de la clase trabajadora motivaron la introducción de un cambio de táctica, y en particular, la decisión de participar en la actividad política para cambiar el sistema; llegando a presentar una candidatura obrera en las elecciones municipales de 1917 en la que se consiguieron cuatro concejales obreros: Antonio Canales, Vicente Floriano Santillana, Ángel Moreno Serrano y Antonio Martín Fernández.

A partir de entonces, gradualmente fue produciéndose una aproximación en el número de votos obtenidos por las candidaturas socialistas respecto a las candidaturas monárquicas, que eran las que tradicionalmente habían venido controlando todos los resortes del poder.

Por otro lado, todas las informaciones disponibles llevan a concluir que, hasta su intrusión en la lucha política, las reivindicaciones y actividades de los sumisos trabajadores y sus organizaciones obreras habían sido vistas con cierta indiferencia y paternalismo por las clases dirigentes, gozando en ocasiones de su simpatía. No obstante a medida que las organizaciones obreras subieron el nivel de sus reivindicaciones y optaron por la participación en la actividad política, serían miradas con un recelo y temor cada vez mayores e irían convirtiéndose en el objetivo primordial de los ataques lanzados por los conservadores[10].

Así 1918 fue un año de extraordinaria importancia para las organizaciones obreras cacereñas. Porque los buenos resultados electorales que se consiguieron en las elecciones municipales de 1917, unidos al empeoramiento de las condiciones de vida debido a los efectos negativos de la I Guerra Mundial, motivarían la continuidad del proceso asociativo, constituyéndose el 14 de febrero de 1918 la “Sociedad Unión de Obreros constructores de Carros de Cáceres”[11], adherida a la UGT, y el 30 de abril del mismo año, bajo la presidencia de Lorenzo Bravo, la “Agrupación Socialista de Cáceres”[12], con sede en la Casa del Pueblo.

Dicha agrupación tenía como ideario el marcado por el PSOE, recomendándose en el artículo 4º de sus Estatutos “la conveniencia de pertenecer a la sociedad de resistencia de su oficio si la hubiere, y si no, a la de oficios varios. Se constata, por tanto, la estrecha relación existente desde el primer momento entre la “Agrupación Socialista” y la “Federación Local Obrera”, siendo la organización política la encargada de defender en el ámbito político los intereses de los trabajadores socialistas afiliados a la Federación Local Obrera.

De este modo, la dirección del socialismo cacereño pasará a ser bicéfala, pues por un lado, tendrá una cabeza política, la Agrupación Socialista, y por otro, una sindical, la Federación Local, ambas organizaciones unidas por lazos de hermandad e integradas en la Casa del Pueblo. Y una buena muestra de esta simbiosis política y sindical del socialismo cacereño era la persona de Antonio Canales, quien llegó a ocupar en este período previo a la República la presidencia de la Casa del Pueblo, de la Federación Local (1923) y de la Agrupación Socialista (1926).

La Agrupación Socialista Cacereña, tendría como objetivo fundamental transformar la estructura clasista de la sociedad mediante el control del poder político. De este modo, los concejales socialistas, se convertirán en la voz de la clase obrera, haciendo oír en el ayuntamiento y en la calle sus reivindicaciones acerca de problemas como los relativos a la carestía y altos precios alcanzados por los alimentos básicos como el pan, el aceite o el carbón, las deficiencias en el suministro de agua y alumbrado, la falta de escuelas, la condena de la guerra o la crisis del trabajo, realidades que motivarán en noviembre de 1918 la convocatoria de una huelga masiva por parte de los trabajadores ocupados en las minas de Aldea Moret. Los mineros pidieron entonces un aumento de salarios y una reducción de la jornada laboral, contando en todo momento con el apoyo tanto de la Federación Local como de la Agrupación socialista.

En 1919, cuando se había manifestado ya un firme compromiso político y el deseo explícito de que el asociacionismo socialista cacereño superara el ámbito local, se formó la “Federación Provincial Obrera de Cáceres”, que también se integraría en la Casa del Pueblo[13]. Este órgano sería el referente provincial de la Federación Local y, si bien condicionará en múltiples ocasiones su actuación, no cabe duda de que el peso e influencia de la Federación Local cacereña sobre la Provincial también sería destacada.

En este proceso de consolidación y extensión de las ideas socialistas entre la sociedad cacereña, y conocedoras de los beneficios que proporcionaba la participación en la vida política municipal, las organizaciones socialistas no dudaron a la hora de participar en la lucha por las actas de diputados, destacando la disputa sostenida con motivo de las elecciones de 1919, cuando el obrero socialista Pablo Valiente Paredes perdió ante el candidato monárquico Juan Vitorica, sólo por un escaso margen de votos.

Al año siguiente venció otra vez Juan Vitorica, pero en esta ocasión frente a Antonio Canales y sólo por 219 votos de diferencia. Y es que, evidentemente, el temor ya existente a las masas trabajadoras provocó que los grupos dirigentes de la Restauración se emplearan a fondo para amañar los resultados, e impedir así el acceso a las cortes de los representantes obreros[14].

Si esto ocurría en el plano nacional, en el ámbito local, las manipulaciones no surtieron su efecto, como lo atestiguan los resultados de las elecciones municipales de 1920. Porque el reparto de los votos correspondientes a este proceso electoral, muestra un significativo ascenso de la influencia socialista en Extremadura, en general, y en la ciudad de Cáceres, en particular[15], habida cuenta de que se produjo un empate entre la candidatura obrera y la de la coalición monárquica (liberales y conservadores). No obstante, procediendo el gobierno al nombramiento de Alcalde por una Real Orden impediría el acceso por primera vez, de un obrero a la más alta magistratura municipal, pasando a ser los socialistas, la minoría mayoritaria en el Ayuntamiento.

Pero, lo que no podían resolver con sus manejos las élites de la Restauración era la calamitosa situación en que se encontraba la clase trabajadora, lo cual propiciaría que durante estos años la conflictividad social estuviera muy presente en Extremadura y en Cáceres. Porque fue sin duda, el fuerte deterioro de las condiciones de vida propias de las clases populares -carestía y escasez de alimentos, bajos salarios, etc.-, la circunstancia que terminó propiciando la aparición de varios episodios de protesta, siendo el más significativo de todos ellos el que se desarrolló en la provincia de Cáceres a mediados de 1920.

En efecto, a lo largo del mes de junio de 1920 se desató una oleada de motines que afectaron a varios pueblos cacereños -como Ceclavín- y que acabaron desembocando en la capital, donde la protesta llegó a tales extremos de intensidad, (con asaltos generalizados a los comercios, en protesta por el alza de los precios), que hizo necesaria la declaración del estado de guerra y la intervención del Ejercito, practicándose varias detenciones y dictándose varias penas de muerte con fines ejemplarizadores[16].

Desde 1909 a 1920 en el socialismo español predominó la rama política sobre la sindical. Pero a raíz de los fracasados sucesos de 1917, de los que resultó un Partido Socialista muy debilitado por la escisión comunista, la UGT que estaba en proceso de crecimiento, se convertiría en el motor de las acciones que marcaron la dirección socialista[17], obteniendo ahora y hasta los años treinta la primacía sobre el PSOE en el conjunto de un movimiento socialista muy influido por el reformismo tras la escisión de 1921[18], siendo su principal preocupación a partir de entonces, la salvaguarda de las organizaciones obreras. Sólo en este contexto se entiende la colaboración con el primorriverismo[19].

Por su parte, el proceso degenerativo que sufrió el sistema de la Restauración con una estructura social y constitucional obsoleta, provocaría una agudización de la crisis, y abriría paso al necesario cirujano de hierro. Así, con la llegada de la dictadura primoriverista, el movimiento obrero cacereño entró en una fase de letargo, aunque gracias al pacto tácito[20] de colaboración firmado entre el dictador y amplios sectores del Socialismo –dirigidos por Julián Besteiro, Saborit y Caballero-, las organizaciones socialistas cacereñas fueron toleradas y continuaron desarrollando ciertas actividades[21]; de hecho, si bien, sufrieron un visible descenso de afiliados[22], en el fondo acabaron viéndose reforzadas en comparación con los partidos burgueses en virtud de la pervivencia de (unos) cuadros sindicales organizados públicamente[23].

Las nuevas condiciones impuestas por la Dictadura –mucha administración y poca política-, favorecieron la hegemonía de la UGT en el movimiento socialista e hicieron que la central asumiera por sí sola algunas responsabilidades políticas, llegando incluso a proponer uno de sus más destacados dirigentes sindicales, el pragmático Francisco Largo Caballero, un proyecto de unidad orgánica de las organizaciones siamesas[24] (en realidad, la absorción del partido por el sindicato), un proyecto que no cuajó por la resistencia de los dirigentes más políticos del socialismo.

Con todo, F. Largo Caballero logró fundir en la práctica ambas organizaciones por la cúspide, toda vez que sus Ejecutivas resultaron fundamentalmente coincidentes tras la celebración de sus respectivos Congresos en 1928. Detrás de todo esto, se encontraba la clara tendencia caballerista de hacer de la UGT un instrumento político, circunstancia que se daría durante la Segunda República y que sería determinante en los momentos en que la separación entre partido y sindicato se consumaba[25].

Pero a partir de este año, con el empeoramiento de la situación económica, se produjo un paulatino alejamiento de la Dictadura por parte de aquellos que inicialmente le apoyaron, entre ellos los socialistas. Finalmente, el régimen de Primo de Rivera caería en enero de 1930, dejando a la institución monárquica en una difícil situación que desembocaría en las elecciones municipales de 1931, unos comicios de los que saldrían reforzadas las organizaciones socialistas cacereñas.

Y fue ésta una realidad que no debe resultarnos extraña, pues la interesada permisividad del Dictador frente a las organizaciones social-ugetistas permitió a éstas, afrontar el tránsito a la República con bastante ventaja sobre el resto de las organizaciones políticas y sindicales, afianzando de este modo su posición como fuerzas sociopolíticas hegemónicas en Cáceres y en gran parte del país.

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  • Veiga López, M., Fusilamiento en Navidad, Mérida, Editora Regional Extremeña, 1993.

NOTAS:

[1] “Reglamento de la Sociedad de ebanistas, carpinteros y similares del oficio”, Archivo Histórico Provincial de Cáceres (en adelante A.H.P. de Cáceres). Sección Asociaciones. Caja 7. 29-XI-1902.

[2] “Reglamento de la Sociedad de albañiles de Cáceres”, A.H.P. de Cáceres. Sección Asociaciones. Caja 7. 6-IV-1910. Así mismo, se tiene constancia de la existencia en enero de 1913 de la Sociedad de peones albañiles, bajo la presidencia de Juan Merino.

[3] “Reglamento de la Sociedad de profesiones y oficios varios de Cáceres “Aurora”, A.H.P. de Cáceres. Sección Asociaciones. Caja 7. 18-IX-1912.

[4] “Reglamento de La Redentora. Sociedad de obreros en cal de Cáceres”, A.H.P. de Cáceres. Sección Asociaciones. Caja 8. 29-IV-1913.

[5] V.M. Arbeola, Las Casas del Pueblo, Madrid, Mañana, 1977, pág. 62.; y F. de Luis Martín y L. Arias González, Las Casas del Pueblo socialistas en España (1900-1936). Estudio social y arquitectónico, Barcelona, pág. 160.

[6] Antonio Canales será uno de los más destacados dirigentes del socialismo cacereño durante el periodo que abarca nuestro estudio, un personaje cuya moderación condicionará el sindicalismo pragmático seguido por la Federación Local Obrera.

[7] V.M. Arbeola, Ibídem. Según este autor, la Federación Local “existe desde 1912”.

[8] “Reglamento de la Federación Local Obrera de Cáceres”, A.H.P. de Cáceres. Sección Asociaciones. Caja 9. 24-I-1923.

[9] M. Veiga, Fusilamiento en Navidad, Mérida, Editora Regional Extremeña, 1993, pág. 37.

[10] No por casualidad algunos autores defendían la idea de que el periodo comprendido entre 1915 y 1923 fue el de la “mayoría de edad” del socialismo español y concretamente del cacereño, al asentarse entonces las bases que “permitirán el paso hacia un estado superior de la lucha obrera, la lucha de clasesdel gremio al sindicato”. Véase B. Martín, Los problemas de la modernización. Movimiento Obrero e industrialización en España. Madrid, 1992, pp. 301 y ss.; y F. Sánchez Pérez, “Experiencias de los oficios y federaciones de industria en Madrid (1910-1923). El caso de la Federación Local de la edificación”, en S. Castillo, y J.M. Ortiz de Orruño (coord.), El trabajo a través de la historia, Madrid, UGT-Centro de Estudios Históricos, Asociación de Historia Social, 1996, pp. 477 y ss.

[11] “Reglamento de la Sociedad Unión de Obreros Constructores de Carros de Cáceres”. A.H.P. de Cáceres, Sección Asociaciones. Caja 8, 14-II-1918.

[12] “Reglamento de la Agrupación Socialista de Cáceres”. A.H.P. de Cáceres. Sección Asociaciones. Caja 8, 30-IV-1918.

[13] Tuñón de Lara se refiere a las fechas de 1918-1919 como el punto de partida para la implantación extraordinaria del socialismo en las zonas agrarias de Cáceres. Véase M. Tuñón de Lara, “Crisis económicas y movimientos sociales: el caso español (1898-1934), en Sistema (Madrid), núm. 52, 1983, pp. 13-15.

[14] Para un mejor conocimiento del comportamiento electoral en la provincia de Cáceres en este periodo, véase la obra ya citada de M. J. Merinero Martín,Comportamiento político de Cáceres, 1891-1931. Cáceres, El Brocense, 1980.

[15] M. Tuñón de Lara, El movimiento Obrero en la Historia de España, tomo II, Barcelona, Laia, 1977, pág. 280.

[16] J. García Pérez, M.J. Merinero Martín y F. Sánchez Marroyo, Historia de Extremadura. Los tiempos actuales. vol. IV. Badajoz, Universitas, 1985, pp. 586.

[17] M. Pérez Ledesma, “Partido y sindicato: unas relaciones no siempre fáciles”, en S. Juliá (coord.), El socialismo en España. Desde la fundación hasta 1975, Madrid, Fundación Pablo Iglesias, 1986, pág. 227 y ss.

[18] Algunos autores defienden que tras la ruptura con los comunistas, en el seno del socialismo español se produjo un triunfo de los planteamientos reformistas y de la socialdemocracia. Este es el caso de F. de Luis Martín y L. Arias González, Las Casas del Pueblo…, op. cit.., pág. 153. Así mismo, para una mejor comprensión del proceso que llevó a la escisión de 1921, véanse C. Forcadell, “Crisis de la II Internacional y la creación del PCE “, en VVAA., El Marxismo en España, Madrid, F.I.M., 1984.; y J. Serrallonga i Urquidi, “Motines y revolución. España 1917”, en F. Bonamusa(ed.), La huelga generalAYER (Madrid), núm. 4, 1991, pp. 169-191.

[19] Véase J.L. Madalena Calvo, “El socialismo durante la Dictadura de Primo de Rivera, 1923-1930”, en VVAA, Socialistas y ugetistas en España, 1879-1939, Salamanca, Agrupación Provincial de Salamanca, PSCL-PSOE, 1988, pp. 121-141.; y E. Moral Sandoval, “El socialismo y la dictadura de Primo de Rivera”, en S. Juliá (coord.), El socialismo en España. Desde la fundación hasta 1975. Vol. I, Madrid, Fundación Pablo Iglesias, 1986.

[20] M. Tuñón de Lara, op. cit., pág. 7. Para acercarnos al conocimiento de Extremadura en la época de Primo de Rivera hemos consultado la obra de Encarnación Lemus López, Extremadura, 1923-1928: La historia de las Diputaciones provinciales. Badajoz-Cáceres, Diputación Provincial de Badajoz, I.C. “El Brocense”, 1993.

[21] Bien significativo de esta libertad de actuación fue la celebración del 1º de mayo en 1927 con un mitin de propaganda obrero-socialista por parte de la Federación Local presidida por Antonio Canales. Véase “Antonio Canales al Excmo. Sr. Gobernador Civil”. A.H.P. de Cáceres, Documentación Gobierno Civil. Serie Asociaciones, Caja 9. 27-IV-1927.

[22] Descenso que quizás debiera interpretarse como relativo, toda vez que en durante esos años la población activa nacional se incremento en novecientas mil personas. Véase E. Moral Sandoval, op. cit., pág. 201. No obstante, Sánchez Marroyo señala que el número de afiliados de la Casa del Pueblo de Cáceres pasó de 1.306 en 1920 a 986 afiliados en 1924. Cf. F. Sánchez Marroyo, Sindicalismo Agrario…, op. cit., pp. 251.

[23] M. Contreras, “Líderes socialistas de la Dictadura a la República”, en Sistema (Madrid), núm. 26, 1978, pp. 59-72.

[24] Calificativo empleado en J.A. Piqueras Arenas, “Sindicatos y ámbito sindical. Interpretación del ugetismo valenciano”, en Historia Social, (Valencia), núm. 9, 1981, pág. 50.

[25] F. de Luis Martín, “Consideraciones sobre las relaciones socialismo-Estado en España (1879-1936)”, en Historia Contemporánea, (Leioa), U.P.V., 1998, pág. 324 y ss.

Oct 012001
 

Juan García Murga Alcántara.

La iglesia de Santa María de Guareña se encuentra, en el perfil urbano actual de esta localidad, situada aproximadamente en uno de los extremos de la población, en las proximidades del anterior lugar céntrico de la misma, llamado la “Plaza Vieja”, en la que se encuentra todavía la portada de un antiguo convento, hoy transformado en vivienda. Las dimensiones del templo de Santa María son desproporcionadas, incluso para la población actual, y ya debió plantearse esta situación en la época de construcción de este edificio, a partir de la segunda mitad del siglo XVI, pese a que Guareña y su iglesia constituirían el punto de atracción y reunión para los poblados cercanos y sus habitantes, papel que, en cierto modo, sigue conservando en la actualidad.

La construcción de la iglesia debió realizarse atendiendo a motivos de diversa índole: razones de prestigio de la localidad y de su comarca, por voluntad del obispado de Plasencia o del concejo de la ciudad (téngase en cuenta el fuerte valor simbólico y político de los grandes monumentos religiosos en este siglo XVI en la Península Ibérica), o como muestra expresiva del fuerte poder temporal de la Iglesia, como institución, en estos tiempos. En cualquier caso, la obra supuso un gran acontecimiento en toda la región, pregonándose su construcción en todos los pueblos de la zona.

La gran altura que alcanza este edificio (en función, según los tratadistas, de las proporciones del cuerpo humano se construían los templos en el gótico del siglo XVI) se debe a una clara voluntad de afirmación del poder espiritual de la Iglesia como Institución humana. Su torre constituye un lugar estratégico desde donde se domina una amplia zona de terreno circundante, simbolizando al mismo tiempo el poder auténtico y nada teórico de las instituciones eclesiásticas de la época.

En el casco urbano actual no se encuentran restos de un posible trazado musulmán (que presentaría con seguridad calles estrechas y muy retorcidas). Sí encontramos varias calles muy empinadas a los pies de la iglesia, las cuales constituyen el núcleo más antiguo del caserío actual. La iglesia de Santa María sería ubicada en una elevación del terreno cercana a la plaza vieja, dominando el espacio físico de este núcleo de población y una amplia perspectiva a su alrededor.

El origen del actual trazado urbano corresponde a la época medieval cristiana; y no se aprecia en el mismo un planteamiento urbano coherente y racional, lo cual hubiera constituido una excepción en las ciudades de esta época. Guareña se formaría por el crecimiento y fusión de aldeas aledañas, y sus pobladores eran núcleos de individuos de procedencias distintas, que vivirían, en principio, agrupados según su origen, pudiendo encontrarse aquí el núcleo primitivo de los actuales barrios. Entre estos pobladores o repobladores de la Baja Edad Media se encontrarían gentes de la zona del Duero y meseta Norte, donde el nombre de Guareña también se encuentra, incluso en los mapas actuales.

La parte más antigua del trazado urbano presenta una indudable adaptación al terreno y una disposición oval en sus calles, con la iglesia parroquial como centro originario de este desarrollo; el entorno inmediato de la iglesia va a transformarse en un nuevo lugar de reunión y eje de la vida de la comunidad de la nueva etapa histórica.

La población medieval de la comarca aparece diseminada por toda el área rural, con una iglesia de importancia, la de Santa María de Guareña, en la cabecera de comarca, Iglesia que será la verdadera rectora de la vida en todos los aspectos conocidos, de sus gentes y de sus costumbres.

Varias son las calles que parten de los alrededores de la iglesia hacia las carreteras de salida de la población. Chueca Goitia, en su “Breve Historia del urbanismo”, nos dice que las ciudades siempre tienen un sentido, sea por la adaptación al terreno que la soporta, o por los centros nucleares que forman sus estructuras fundamentales, por razón de sus sendas y caminos que acaban convirtiéndose en calles. De este modo se formarían el entorno urbano de la iglesia de Santa María de Guareña y el perfil propio del núcleo de población que ha llegado hasta nuestros días.

img1Plano casco urbano de Guareña
1
. Pl. Iglesia; 2. Pl. Vieja; 3. Pl. Ayuntamiento

Oct 012001
 

Luis M. García Domínguez.

1. INTRODUCCIÓN

En la presente comunicación, trataremos de realizar un acercamiento a la realidad intelectual en Extremadura en la época propuesta, sin duda, uno de los momentos de mayor florecimiento cultural de la historia contemporánea española, no en vano, autores de reconocido prestigio denominaron a este momento la edad de Plata de la Cultura española. Para ello, hemos creído necesaria una aproximación conceptual a términos tan ambiguos como los de cultura e intelectual, que sin duda, nos ayudará a comprender en su justa medida el presente trabajo. A continuación, la inclusión de una contextualización regional, nos permitirá conocer las difíciles circunstancias enlas que se encontraba la región y que provocaron, como tendremos ocasión de analizar, la adscripción de numerosos intelectuales extremeños a las corrientes de opinión imperantes en la época, a saber, el regeneracionismo y regionalismo. Seguidamente analizaremos las características principales de esta intelectualidad así como sus productos culturales más destacables, para finalizar con una serie de conclusiones que faciliten la compresión de este pequeño estudio.

2. APROXIMACIÓN CONCEPTUAL

A la hora de realizar este trabajo y desde un punto de vista eminentemente metodológico, hemos creído conveniente, para evitar equívocos, dejar lo más claro posible cuales son los límites de aquellos conceptos fundamentales que vamos a utilizar durante toda nuestra exposición. Unos conceptos que se convertirán en algo así como las herramientas necesarias e indispensables para la construcción del relato. Tales conceptos no son otros que los de culturaeintelectual, verdaderos ejes centrales sobre los que girará nuestra exposición.

Nos encontramos, de esta manera, ante unos conceptos realmente vastos, complejos y, en ocasiones un tanto difusos, por lo que dado su carácter polivalente y las distintas concepciones que sobre ellos se han desarrollado desde las diferentes ciencias sociales y humanas, coincidimos con el pensamiento del maestro ya fallecido M. Tuñón de Lara en su obra “Medio de siglo de Cultura española”, cuando afirma que “la más elemental honestidad intelectual le obliga a precisar en qué sentido emplea en su obra ciertos conceptos instrumentales de “filo múltiple” (…); en resumen, qué quiere decir cuando se sirve de uno de esos conceptos que son indispensables como útiles a manejaren su trabajo”[1] Así pues, también nosotros trataremos de explicar el sentido preciso que se da en nuestro trabajo a la hora de referirnos a los términos ya mencionados.

De esta manera, y de acuerdo con lo dicho por George. L. Mosse, en una primera aproximación definiremos cultura como un estado de la mente,[2]aludiendo a cómo percibimos la sociedad y el lugar que ocupamos en ella, referido a su vez, a la percepción que tenemos de la realidad y a las acciones que en ella desempeñamos. Así, los movimientos culturales, no sólo captan, sino que ayudan a conformar esos estados de la mente con respecto a la realidad, con lo que esos estados mentales o ideas acaban determinando la visión que del mundo tenemos y las acciones que en ella realizamos. Comoseñalaba Ortega y Gasset, cultura es el “sistema vital de las ideas de cada tiempo” [3]

Así pues, en la concepción de cultura confluyen todas las actividades humanas, prácticas y especulativas, por lo que no es posible entender la cultura sin el ser humano, pero tampoco es posible el entendimiento de éste sin la cultura por él generada. De este modo, la cultura es la realización, expresión y descubrimiento de la naturaleza humana, es decir, la cultura es el conjunto de las objetivaciones del espíritu.[4] En este sentido, es interesante la opinión del filósofo asturiano Gustavo Bueno, en su obra El mito de la Cultura, cuando afirma que la cultura moderna debemos entenderla como la Secularización del Reino de la Gracia, juzgándolacomo una cultura objetiva, en contraposición con la cultura subjetiva individual, la cual pertenece al individuo en tanto en cuanto es éste quien realiza un proceso activo para asimilara, mientras que en la cultura objetiva es el individuo quien pertenece a ella, apareciendo este último concepto en la Alemania del siglo XIX, con figuras como Herder o Fichte[5]

Pero no queremos identificar la cultura sólo con sus producciones, dejándola reducida a bienes culturales, ya que estas son sólo una parte de la misma. De esta manera, debemos contemplar también su ineludible carácter crítico, dinámico y hasta revolucionario ya que como destaca Tuñón de Lara, tanto la cultura como sus manifestaciones “se hallan condicionadas por una base histórico-concreta y por un contexto ideológico, sobre los cuales, puede a su vez, actuar –e incluso modificar y condicionar -. Supone no sólo un repertorio de conocimientos (en cuyo caso se quedaría en el plano del saber, sin llegar al de cultura), sino de juicios de valor”,[6] yes este aspecto, el de identificar la cultura con enjuiciamientos valorativos, un hecho que consideramos fundamental para nuestro análisis, ya que entendemos que una valoración pluriforme de la vida, o como también escribía Ortega, “una interpretación de la vida”, se convierte en el motor, en el pulso necesario para la dinamización cultural de una sociedad.

Quizás es conveniente recordar, ahondando en la idea de la necesidad de poseer una capacidad crítica, emitida a través de un juicio de valores para desarrollar plenamente el concepto de cultura, las palabras de Manuel Pecellín Lancharro, al afirmar: “(…) he conocido famosos doctores, capaces de explicar el constitutivo último de la materia, las raíces verbales de las lenguas semíticas o el raro manuscrito medieval… que carecían de cultura. En efecto, no resultaba raro que tales portentos de erudición naufragaran lamentablemente a la hora de emitir un juicio sobre cualquier aspecto de la vida diaria”[7].

En estos términos se expresa el propio A. Gramsci al apuntar “no puede concebirse la cultura como saber enciclopédico en el cual el hombre no es visto sino bajo la forma de un recipiente que hay que llenar de datos y hechos. Esta forma de cultura es verdaderamente dañina, en especial para el proletariado. Esta no es cultura, es pedantería.”[8]

Para concluir, podemos definir el concepto de cultura, de acuerdo con el esquema de trabajo que vamos a desarrollar, como un sistema de conocimientos y valoraciones que nos proporciona un modelo de realidad, por medio del cual encontramos sentido a nuestros comportamientos.

De esta manera, esta breve definición trata de contestar a la propuesta por Clifford Geertz, que si bien resulta estéticamente bella, no deja de tener un extraordinario punto de inquietud, al señalar: “El hombre es un animal suspendido en redes de significado que el mismo ha tejido. Considero que la cultura está constituida por estas redes y su análisis no ha de ser por tanto, de una ciencia experimental en busca de leyes, sino de una ciencia interpretativa en busca de sentido”[9]

En lo que se refiere al concepto intelectual y dada la relativa complejidad del término, señalaremos que en sentido estricto, el vocablo está relacionado con la capacidad reflexiva del hombre. Pero lo que realmente nos interesa, es describir la aparición del intelectual en el seno de la sociedad, su relación con la misma y la función que ocupa en ella, de esta forma, podemos señalar que si bien este concepto, en los términos que acabamos de expresar, es decir, desde su aspecto fundamentalmente sociológico, aparece a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, podemos encontrar sus antecedentes en épocas pasadas.

En este sentido, Santos Juliá, nos define al intelectual como “un sujeto colectivo que para identificarse generalizó el uso como sustantivo y en plural de un término que hasta entonces era utilizado como adjetivo y singular; los intelectuales” y añade, refiriéndose a los antecedentes “pero el hecho de que los intelectuales se hayan sustantivizado a finales del siglo XIX no significa que sólo desde entonces puede detectarse su presencia como categoría social diferenciada, con conciencia de sí y hasta seguro de un común propósito. Sin necesidad de remontar su presencia – continúa Juliá- a las alturas de la Edad Media, intelectuales existen antes de los “intelectuales”,como fue el caso de los political of letters de la que habló Burke, que sustituyeron en Francia los favores de la Corte por sus propias sociedades o agrupaciones, o el de los hombres de intelecto que hablaban con autoridad envidiable dentro de la elite patricia fundadores de Estados Unidos”[10]

Junto a estas opiniones, podemos señalar también como el mismo autor entiende que durante el siglo XIX existieron tres tipos de intelectuales que de alguna manera fundamentaron su identidad y caracterización en función de los acontecimientos que en relación con la sociedad y la política conformaron dicho siglo, de este modo, un primer tipo, sería susceptible de ser situado en la primera mitad del siglo XIX, formado por individuos que provenientes de clases medias o media alta (en mayor parte abogados y escritores), e inmersos en el movimiento romántico, tratarían de identificarse con el pueblo y con la búsqueda de su destino. Un segundo grupo lo encontramos en la segunda mitad del siglo, tras las Revoluciones de 1948,cuya frustración provocó la aparición de otro tipo de intelectual que aunque proveniente también de clases medias, se olvidó de los elementos mitificadores del Romanticismo para identificarse con una clase obrera en formación a la que nutrirá de conciencia de clase y en definitiva, de todos aquellos conocimientos que el proletariado desconocía por su escasa formación.

Por último, el tercer tipo de intelectual, al que se refiere Juliá, se enmarcaría a finales del siglo XIX, localizándose en Francia en torno al affaire Dreyfus,[11] que provocará la escisión de la opinión pública francesa, tras la que se esconden opciones políticas e ideológicas antagónicas, ya que aquellos que apuestan por la defensa de Dreyfus se caracterizan por un talante democrático y un sentimiento antimilitarista, antirracista y anticlerical, por el contrario, se enfrentan a estos últimos los defensores del honor del ejército, de la unidad nacional y de la patria, caracterizados también por un antiparlamentarismoy antisemitismo más o menos encubierto, polarizándose de esta forma la opinión pública, a través de los medios con los que contaban (la prensa en mayor medida), en opciones progresistas o reaccionarias.

En España, el affaire Dreyfus tuvo un eco inusitado, lo que contribuirá a precipitar la formación de una conciencia intelectual en nuestro país, que contará al igual que Francia o Inglaterra con la formación por parte de algunos ingleses de la Sociedad Fabiana[12], con elementos aglutinadores de la conciencia pública, como fueron los sucesos de Montjuich, en donde las figuras más relevantes del pensamiento hispano del momento, como Joaquín Costa, Unamuno, Leopoldo Alas Clarín van a protestar contra las salvajes torturas que en Montjuich están recibiendo los anarquistas detenidos a raíz de la explosión de una bombaen la barcelonesa calle de Cambios Nuevos al paso de la procesión del Corpus, en 1896, pidiendo no sólo la revisión del caso, sino el indulto para los detenidos, ya que consideran que son inocentes.

En este sentido, es indudable que Rafael Pérez de la Dehesa tenía razón cuando subrayaba la importancia del affaire Montjuich en la historia cultural de España: tal vez pueda fecharse en este momento el nacimiento de los intelectuales españoles[13].

Desde esta perspectiva, enseguida se asocia al intelectual con la idea de renovación crítica y hasta con la censura al orden social establecido, proyectándose el intelectual, como apunta J.C. Mainer, como una figura que presenta una respuesta ética a una estructura de poder exclusivamente pragmática y a una sociedad aparentemente impermeable al cambio.[14] En este sentido se manifiesta el profesor Romano García al apuntar que el intelectual busca la verdad, pero con vigilancia crítica: más que la posesión misma de la verdad la interesa remover los obstáculos que impiden encontrarla, oponerse a todos los dogmatismos, cuestionar lo que considera obvio y evidente.Su labor más característica será la del discurso crítico[15].

Mención especial merece la opinión del italiano Antonio Gramsci al señalar que el objetivo del intelectual, además de dotar a un grupo social de conciencia de su propia función, será la constitución de la hegemonía, es decir, la supremacía al mismo tiempo como dirección y consenso. Entiende de igual manera que no existe actividad humana ajena a la intervención intelectual, no pudiéndose separar al homo faber del homo sapiens[16]

El surgimiento de este colectivo de pensadores es indisociable de la aparición de una esfera pública de debate a la que se podía acceder a título individual, a través del artículo, el manifiesto, la liga, la conferencia, el banquete e incluso, en algunos momentos, el mitin.[17] Para todos estos escritores, periodistas, abogados, no es tan importante el conocimiento erudito o la mera acumulación de datos a modo del enciclopedismo ilustrado, como el mantenimiento y manifestación pública de un espíritu crítico e independiente que actuase como censor de los abusos que el poder político realizara y sobre las consecuencias que en plano social provocaraestas actitudes.

Así, este grupo de intelectuales, que más o menos estructurados alrededor de un órgano de expresión, siendo la tónica común un periódico o una revista aunque también puede ser la propia Universidad o un simple lugar de reunión improvisado, donde se realizarían largas tertulias, tendrían como objeto opinar sobre todos los acontecimientos que fueran relevantes y en ocasiones hasta pedirán cuentas al poder desde la legitimidad que le otorga el saberse los portavoces de un pueblo que se convierte en fuente de su reflexión y en el teórico objetivo de su acción.

3. CONTEXTUALIZACIÓN REGIONAL

Hechas estas consideraciones, necesarias para entender en sus justos términos el desarrollo de esta comunicación, vamos a realizar una breve aproximación a las realidades que en la época elegida caracterizaban a la región extremeña. Para ello, nos vamos a servir de la opinión del profesor Sánchez Marroyo, al apuntar la necesidad de hacerse eco de dos aspectos claves de esta etapa –la Restauración- por la importancia que para la región tienen. Así, por un lado, “en el aspecto económico se consolida la dualidad entre una España con importantes núcleos industriales y otra en la que el predominio de las actividades agrarias mantiene un mundo ruralizado, lastrado por graves deficienciasestructurales; en definitiva, será lo que permita caracterizar al país como desigualmente desarrollado. Por otro, en el aspecto político hay que insistir en la continuidad que se da entre esta época y la etapa moderada ya que encuentra sus más destacados reflejos tanto en los rasgos ideológicos sustentadores del sistema (doctrinarismo), como en las propias bases sociales y elites dirigentes. Extremadura, – concluye el autor -, ve consolidar unos rasgos que paulatinamente, a medida que se aleja de los indicadores medios nacionales, le harán adquirir el perfil característico de una región deprimida y subdesarrollada”[18]

Junto a todo lo dicho, debemos señalar que los rasgos definitorios de la política en Extremadura serán los descritos para el conjunto de la Restauración a escala nacional, es decir, caciquismo, clientelismo, encasillado, manipulación, desmovilización, corrupción, etc., pero con un factor a tener en cuenta y que ya señalábamos en la contextualización referida a la Restauración, y es que estas características se acentúan en sociedades rurales. Consecuentemente, Extremadura, al tratarse de una sociedad altamente ruralizada, con una enorme dispersión demográfica y donde los municipios apenas estaban comunicados entre sí, se convertía en el caldo de cultivo ideal para el desarrollo,sin ningún tipo de cortapisas, de la viciada, corrupta y falsamente democrática política de la Restauración, proliferando pues el caciquismo y el clientelismo.

Asistimos de esta manera a la práctica política denominada caciquismo, en la que el cacique, aprovechando su preeminencia social con respecto a la comunidad en la que vive, controla y canaliza a su favor, el derecho democrático y legítimo del sufragio. Pero se hace preciso reflexionar sobre el origen y conformación de esta preeminencia social en el medio rural, a lo que el profesor Sánchez Marroyo señala que “el elemento fundamentador de la preeminencia política será la base patrimonial, tanto más eficaz cuanto más notable fuese su cuantía. El control de una parte de la riqueza, en el marco de la sociedad rural, fundamentalmente rústica, era un factor de peso, en tanto ponía en manosde algunos individuos una enorme capacidad decisoria en el desarrollo de la actividad productiva. Se generaba una situación de dependencia propicia para el ejercicio de la relación clientelar que adquirirá una especial connotación en la práctica política de las comunidades rurales”.[19]

Con esto, la región extremeña en esta época bien podría caracterizarse por una serie de desequilibrios que condicionarán su desarrollo. Así, en el plano demográfico, la inexistencia de correspondencia entre la población y los recursos dado el poco desarrollo productivo, provocará miseria, pobreza y emigración. La inarticulación de la sociedad, con una burguesía muy poco emprendedora y terratenientes rentistas que hacían del absentismo su mayor y mejor ocupación profesional, provocaba una sociedad no industrializada, ruralizada, con tremendos desequilibrios en relación con la titularidad de las propiedades, existiendo una enorme concentración patrimonial en muy pocas manosque dará lugar a una gran masa de pequeños campesinos y jornaleros sin tierras que vivían en condiciones extremas. Junto a ello, el mantenimiento de una economía dependiente, ausencia de infraestructuras viarias y una política caciquil, harán de Extremadura una región con poca influencia en la política nacional de la que sólo recibirá marginación y aislamiento.

4. INTELECTUALIDAD EXTREMEÑA. RASGOS DEFINITORIOS

Es en este contexto y bajo estas coordenadas donde queremos situar nuestro análisis, en una sociedad caracterizada por los administradores e intermediarios del absentista, el mediano y pequeño propietario y la gran masa de agricultores, aparceros y jornaleros que conforman los polos opuestos de una sociedad desequilibrada. Y será entre estos dos polos donde se sitúe una serie de profesionales liberales (funcionarios, médicos, abogados, arquitectos, maestros etc.) que protagonizarán la renovación y el mantenimiento de la inquietud cultural en Extremadura.

Asistimos pues a la aparición de un grupo de hombres que caracterizados por un impulso regenerador, se irían sumando a las corrientes de pensamiento propias de la época en la que vivían y participarían en ellas en la medida de su madurez intelectual. Este grupo de pensadores, escritores, abogados maestros etc., se caracterizarán por varios rasgos claramente identificativos y que en alguna medida no serían más que las manifestaciones regionales de las características básicas del panorama cultural español.

En primer lugar, podemos señalar un factor puramente coyuntural, como fue el tiempo y época en la que crecieron y educaron, ya que recibirán unas sólidas ventajas formativas con relación a sus antecesores, al formarse durante las consecuencias del Sexenio Revolucionario, es decir, en un marco de consolidación de amplias libertades educativas que no tuvieron sus progenitores. Lograron zafarse de aquel catolicismo radical e intransigente heredero en muchos aspectos de la recién abolida inquisición, que dominó la España romántica, antirracionalista, antiliberal y rural de mitad del siglo XIX.[20].

Podemos señalar también la influencia que estos autores recibirían del Regeneracionismo, de los planteamientos formativos de la Institución Libre de Enseñanza o de la propia generación del 98, ya que todos los intelectuales extremeños de comienzos de siglo de manera explícita o a través de sus obras o publicaciones, traslucieron estas influencias, sin perjuicio de que algunos de ellos confesasen y expresasen su catolicismo militante como primer componente de su personalidad[21].

También podemos destacar el papel aglutinador y cohesionador que tuvieron las revistas culturales, de carácter literario o arqueológico, del mismo modo que sucedió en el ámbito nacional, en cuyas páginas convergieron , sin filtros ideológicos o políticos previos, trabajos e ideas que plasmaron su afán reformista o regenerador, su interés desbordado por la cultura, el folklore, la historia y las instituciones de la región, fraguándose un naciente regionalismo, muy inspirado en el “historicismo” reinante y en el deseo de recuperar los tesoros que ya se iban perdiendo.[22]

Sin lugar a dudas, esta idea, la referida a la progresiva conformación de un sentimiento regionalista será clave para entender el sentido de muchas de las producciones culturales que surgirán en estos momentos. Porque si bien es cierto que los primeros indicios de un débil y básico regionalismo lo encontramos en la I República, con su proyecto de constitución federal en 1873, que trataba de dotar al país de un nuevo marco de relaciones entre las distintas partes que lo componían y en el que Extremadura aparecía como un territorio dotado de identidad propia y con derecho a ser uno más de los diecisiete estados proyectados, no es menos cierto que esta experiencia terminó en u rotundo fracaso, tanto porla corta duración del período republicano como por la minoría de individuos que creían en esta idea y la indiferencia general del pueblo extremeño.

Pero será en el tiempo que nos ocupa, cuando este sentimiento regionalista aparezca de nuevo con mayor vitalidad y ánimos renovados, influido en gran medida por la llamada “cuestión regional” en la que aparece con enorme vigor el catalanismo político, siendo este incipiente regionalismo fruto más de reflejos miméticos que de una verdadera lógica histórica.

De este modo y siempre influido por el ambiente nacional, es en estas circunstancias donde se fragua la idea de Extremadura como una región con una problemática socioeconómica concreta, brotando un discurso de corte regeneracionista que tratará de denunciar y solucionar la crítica situación en la que se hallaba sumida Extremadura, víctima del centralismo. Porque al margen de las reivindicaciones mas o menos concretas, debemos entender el origen de este regionalismo, antes que nada, como una respuesta a un sistema político en crisis[23], caracterizado por no recoger la pluralidad y por ser totalmente inoperante, ineficaz y ficticio, así, tanto desde el interior comodesde la periferia, se criticará la discriminación de que son objeto por parte del poder central.

En suma, nacerá un discurso tópicamente regeneracionista, fundamentado en la crítica al sistema, al centralismo, al caciquismo, al absentismo, al cunerismo, al latifundismo, a las carencias de una red de comunicación viaria articulada etc. Sólo encontrando la propia identidad regional lograría zafarse Extremadura de la dependencia que el caciquismo contribuía a mantener, así, la búsqueda de esta identidad regional necesitaba también de la participación de la ciudadanía, tradicionalmente dormida y desmovilizada. En busca de este objetivo, se potencian los estudios históricos sobre Extremadura, en un cuádruple sentido: espacial, socioeconómico, biográfico y psicológico[24],nutriéndose de estos estudios las páginas de la las revistas culturales, produciéndose el germen de la brillante producción cultural.

Estos planteamientos fueron difundidos en Extremadura, como señala Sánchez Marroyo, “por un grupo reducidos de individuos, pertenecientes a las clases medias urbanas y a las que cabría considerar, con las reservas propias del caso, como la intelectualidad regional”[25]

Una intelectualidad que cumplirá básicamente con los rasgos que definen a la insertada en el marco nacional, ya que su comportamiento será el reflejo de la actitud regeneracionista de la pequeña burguesía, que centrará sus críticas en los aspectos ya señalados (caciquismo, oligarquía, necesidad de una reforma agraria etc.), pero siempre bajo el prisma de la mitología pequeño-burguesa[26] que provocará el recelo de estos hacia las clases populares y sus métodos e ideas revolucionarias como medio de acción para resolver los problemas. Quizás esta actitud sea consecuencia del aspecto puramente formal y retóricoque caracterizaba su postura de acercamiento al pueblo, fruto en buena medida del pretendido carácter interclasista e integrador del movimiento, que pretendía hacer abstracción de una realidad conflictiva sublimándola[27], quedando sólo en buenas intenciones sus teorías cuando se trataba de concretarlas en hechos.

Así, una de las principales características de este regeneracionismo será su discurso doliente referido a la decadencia extremeña, que se alimentaba a su vez de unsentimiento de frustración provocado por la percepción que una parte de los que debían protagonizar el cambio, la pequeña burguesía, tenían de los verdaderos alcances y límites de las transformaciones generadas por la Revolución Burguesa en Extremadura, con lo que desde esta perspectiva, las numerosas reflexiones sobre los problemas sociales y regionales, se convertirán en una justificación de su responsabilidad histórica por la no-consecución de unos objetivos que, aquel mismo colectivo,consideraba consubstanciales a la contemporaneidad[28].

De esta manera, asistimos a la definición e una doble justificación como germen de este regionalismo-regeneracionismo. Por un lado, la que alude a su parte de responsabilidad que en el fracaso de la Revolución Burguesa, y por otro, la referida a la a la creación de un corpus histórico que dote de fundamento los argumentos que tratan de definir una identidad regional como vehículo indispensable para reivindicar y denunciar, ante el poder central, la postración a la que están sometidos por éste, aunque también es cierto que existen individuos que entienden que el regionalismo no debe basarse sólo en una justificación histórica en tanto en cuanto supone, más que otra cosa, un proyectode futuro.

El medio de expresión principal para estas ideas sería la prensa, aunque sin duda, la creación de la Revista de Extremadura supuso la mejor tribuna pública para sus reflexiones. Esta revista será objeto de análisis más adelante, a continuación, vamos a mostrar un artículo en el que se hace perceptible la total implicación de la prensa en este sentimiento de regeneración y crítica que caracteriza las manifestaciones culturales de este momento, destacando el extraordinario valor del documento que resume la corrupta realidad política propia de este período, además de ser la “víctima” del sistema un miembro del partido republicano, postergadosprácticamente del juego político.

“(…) Al verse sorprendido por el glorioso triunfo alcanzado por nuestro correligionario de Arroyo, el reputado médico de aquella localidad D. Luis Chaves, el más temido del cacique por sus aptitudes y conocimiento minucioso de la incorrecta y escandalosa administración municipal, trató de evitar por cuantos medios tuviera a su alcance que el nuevo concejal llegará a tomar posesión de su honroso cargo.

No habiendo motivos legales en que fundamentar tamaño atropello, seguro el cacique de la debilidad y complacencia que siempre ha encontrado en la pléyade de lacayos que en el pueblo están a su devoción, llevándolos y trayéndolos del Municipio al Juzgado y de éste al municipio, buscó un empleado de consumo que le sirviera de Cicerone y éste acudiera al ayuntamiento con unas protestas en que se supone que el señor Chaves…cometiera alguna irregularidad. La Comisión Provincial creyó el motivo suficiente para incapacitarle y el digno elegido ha interpuesto recurso de alzada” [29]

Resulta verdaderamente clarificador y es por su interés por lo que hemos creído conveniente reproducirlo, dado su alto valor documental, político, social y cultural.

5. PRODUCCIÓN CULTURAL.

Siendo conscientes del elevado número de bienes culturales producidos por la intelectualidad existente en nuestra región, hemos optado, por razones espaciales fundamentalmente, por realizar un acercamiento a los productos culturales que consideramos más representativos de la región en la época elegida. De este modo, para el caso de Cáceres, fijaremos nuestra atención en la Revista de Extremadura, para continuar con el Ateneo Científico-Literario de Badajoz.

En lo que se refiere a la Revista de Extremadura, poco es lo que podemos aportar, pues son numerosas las páginas que sobre ella se han escrito, quizás sirva la opinión de Ortega y Gasset acerca de la misma para calibrar la importancia de la Revista, al definirla como el “más serio y valioso esfuerzo que en provincias se ha hecho de aportación a la cultura nacional”.[30] Junto a ello, debemos señalar que la revista de Extremadura estaría plenamente inmersa en el conjunto de Revistas Culturales que en esta época de entresiglos florecían por toda la geografía del territorio nacional, siendo su característicamás notoria, como señala J.C. Mainer la “politización de la expresión artística y aún de la investigación histórica”[31]

La Revista apareció en enero de 1899 fruto de la necesidad que un grupo de intelectuales (Marqués de Castrofuerte, Publio Hurtado, Sanguino Michel, Gabriel Llabrés, Daniel Berjano, Joaquín Castel, Manuel Castillo, José Luis Gómez Santana y Vicente Paredes) sintieron de crear un órgano de expresión que sirviera de instrumento para difundir los conocimientos científicos, literarios y humanísticos desde Extremadura hacia la región, la nación española y también el extranjero.

Junto a los fundadores, aparece una amplia gama de colaboradores que llegaron a alcanzar un lugar preeminente en el panorama cultural regional. Entre los más destacados podemos mencionar a Mario Rosso de Luna; Eduardo Hernández Pacheco; Diego María Crehuet; Luis Grande Baudesson; Rafael García Plata de Osma; León Leal Ramos y los reconocidos escritores Gabriel y Galán, Felipe Trigo y carolina Coronado. Es lógico pensar que con estos nombres, la Revista estuviera a la altura a la que estuvo.

Desde sus inicios la Revista nació vinculada a las Comisiones de Monumentos de las dos provincias, constituyéndose en su órgano de expresión, aunque es preciso mencionar que existe un importante desequilibrio entre ambas provincias, ya que si bien las dos Comisiones estaban en proceso de reorganización, la de Cáceres mostraría un mayor dinamismo, debido en gran medida a la calidad de sus integrantes (en su mayoría pertenecían al grupo fundador de la Revista) y al impulso dado por el Gobernador Civil José Muñoz del Castillo a fines del 98.[32] Por el contrario, la de Badajoz, a la altura de 1899 aún no estaba plenamente constituida y carecíade lo indispensable para poder actuar. Muestra de esta situación se recoge en el siguiente artículo firmado por Un Cacerense, seudónimo de Sanguino Michel, en su sección Crónica Regional de la Revista de Extremadura

“Sujeto muy respetable de Badajoz nos escribe, informándonos, de que en realidad no existe en aquella capital Comisión de Monumentos por no poderse constituir con sólo dos correspondientes de las Academias que tienen allí su residencia (…), nuestro comunicante, después de señalar la poca atención y cortesía que ha merecido la Comisión de Diputación y autoridades, se expresa: «En tales condiciones no es posible girar visita ni atender a la conservación de los monumentos existentes, registrar archivos; inquirir tradiciones; (…) ni cumplir en suma, ninguno de los importantes fines que las Comisiones de Monumentos realizarían seguramente si los órganos y corporaciones aludidas cumplieran por su parte los deberes que les impone las leyes».

Sin embargo la Comisión de Cáceres Ha dado señales de vida recientemente, reuniéndose varias veces bajo la presidencia del ilustrado catedrático de la Universidad Central D. José Muñoz del Castillo, Gobernador Civil de la provincia; tratando de ciertas obras que se intentan en el antiguo e histórico castillo de Trujillo por aquel municipio (…)[33]

No debemos olvidar, como señalábamos con anterioridad, que es innegable el impulso regeneracionista que sus fundadores trataron de dar a la revista que nació en un contexto histórico perfectamente definido por la crisis de la conciencia española tras el “desastre del 98” y por la necesaria y urgente regeneración nacional que el país necesitaba, propagado por las más influyentes intelectuales de la época. Consecuentemente, no nos puede sorprender la opinión de Manuel Pecellín Lancharro al afirmar que la Revista de Extremadura es la obra de toda una “generación del 98” en ambas provincias[34].

En este sentido, y ahondando en este aspecto, es significativo resaltar la caracterización que de la Revista de Extremadura realiza Esteban Cortijo, al calificarla como una gran experiencia cultural poseedora de un “hálito regeneracionista y regionalista”

Muestra de ello será las palabras de P.M. Plano, al escribir en el primer número de la Revista:

“La política de bajo vuelo, con su vil caciquismo, es la nota dominante de nuestra infortunada región desde hace muchos años, y así, cuando debiera ser un emporio de riqueza por sus naturales condiciones, ocupando un rango proporcional en el movimiento de la nación, marcha a la cola de las regiones de España.

¡Dios quiera que la iniciativa del Marqués de Castrofuerte y sus dignos compañeros, sea el principio de una época regeneradora para las provincias extremeñas!

(…) Pues esta inmensa riqueza, está completamente abandonada desde tiempo inmemorial y cuando no hace mucho tiempo me propuse demostrar a la corporación y al vecindario que era inicua tanta apatía, ofreciendo medios para volver a utilizar tan magníficos recursos; los malos caciques trabajaron de modo desaforado, poniendo trabas y creando dificultades hasta conseguir que mis planes quedaran relegados. Y así no hay regeneración posible”[35].

En la misma línea se expresaba Joaquín Castel, que tratando de enunciar el objetivo básico de la Revista escribió:

“Así, respondiendo a la frase «Regeneración nacional» que hoy predican todos los españoles de buena voluntad, ya de palabra, ya desde las columnas de la prensa de todos los matices políticos, la REVISTA DE EXTREMADURA se propone desde su humilde rincón alzar la voz en este concierto iniciado para la reconstrucción económica de nuestra nacionalidad, combatiendo las preocupaciones y rutinas que fueron culpa de nuestro atraso en la marcha progresiva de las naciones modernas, e indicando siquiera con la modestia que corresponde a una publicación regional, los medios de poder llegar al fin apetecido, sacando el mayor provecho posible a aquello con que la naturaleza dotó nuestro suelo nacional y especialmentelos relativos a Extremadura.” [36]

Un atraso que cómo ya vimos en su momento, se debía fundamentalmente al régimen de propiedad de la tierra, caracterizado por una enorme concentración en muy pocas manos, que provocaba una escasez del suelo laborable, debido también a las excesivas extensiones de tierras ocupadas por matorral y jarales en perjuicio de las superficies de labor dedicados a producciones cerealísticas.

Sobre estos aspectos serán varios los artículos que se escriban en la Revista de Extremadura, resultando especialmente interesante el firmado por Daniel Berjano con el título De Re Rústica, en el que echa las tintas sobre el fracaso del reformismo liberal del siglo XIX en materia agraria.

(…) los problemas — desequilibrios en el régimen de propiedad de la tierra–, inesperadamente provocados por los que, con mejor buena fe que acierto, creyeron encontrar la panacea maltraduciendo del francés los decretos de la Constituyente y la Convención que, en odio al feudalismo y viendo en todo lo viejo este fantasma, hicieron tabla rasa de la democrática y tradicional propiedad común.

No cuenta un siglo de vida la reforma, y sus fuertes resultados son ya insoportables; lejos de descentralizar la propiedad, hase acaparado en los menos, restableciéndose al cabo de los años mil los antigua latifundia, que el emperador Tiberio llamaba el gran mal de su tiempo (…) con el exceso del interés individual, sin el fuero de una virtud sólida, se ha dado vida al proletariado rural antes completamente desconocido, llevando a los tranquilos campos la pavorosa cuestión social y sustituídose el antiguo señor con el endiosado plutócrata cien veces peor para el labriego, en quien no se ve más que un instrumento de trabajo y utilidad.

Por eso, el labrador español y en mayor grado el extremeño, sin los pastos y leñas comunes, (…) sin la ayuda de los pudientes que cobardes o egoístas desertaron del terruño en busca de la viciosa holganza ciudadana, (…) víctima del cacique, que con su picardía mal distribuye los impuestos, (…) lucha en combate diario por la vida con los agricultores extranjeros, protegidos por primas de exportación y rebaja partes, dueños del crédito y poseedores de los innumerables progresos que se han realizado en el campo de las ciencias físicas, como pudiera luchar el hondero balear contra el aguerrido soldado adiestrado en el manejo del mausser.[37]

A todo lo dicho, se une el sentimiento regionalista que caracterizó a los fundadores de la publicación, como ya señalamos, y que se expresa nítidamente en las palabras de José Luis Gómez Santana.

“no es nuevo, ni en mismo, achacar nuestro desamparo y nuestra insignificancia a nuestro abandono y desunión y señalar como remedio único, la idea de una reacción regionalista, (…) vigorizando nuestra significación regional, fortaleciendo la individualidad que sin dudar tenemos y una labor que a la de todos puede sumarse”[38]

Después de esta aproximación, bien podemos señalar que la Revista de Extremadura puede considerarse como expresión del espíritu regeneracionista que caracterizaba al país en este momento, así, Joaquín Castel, Hernández Pacheco o Torcuato Josué, estarían perfectamente insertados en la línea del regeneracionismo cientifícista de Lucas Mallada o Macias Picabea.[39] Aunque no debemos olvidar que la aportación de estos intelectuales en relación con la regeneración regional debemos entenderla más como una bienintencionada reflexión retórica de carácter arbitrista que como unconjunto de propuestas prácticas y eficaces.

No obstante, podemos señalar que en el terreno de la práctica política, asistimos a algunos tímidos intentos de regeneración , tal es el caso de José Muñoz del Castillo, Gobernador Civil en Cáceres en 1899, año en que se crea la Revista de Extremadura , Catedrático de la Universidad Central, investigador preocupado por los efectos de la radiactividad en al naturaleza (autor de Radioactividad y radiobiología (1919) , y maestro de Roso de Luna,[40] que desde su posición, se insertó en la línea del Regeneracionismo político y trató de hacer lo posible para mejorar o más bien asegurarel cumplimiento de las actividades destinadas a la mejora del nivel cultural así como de los propios maestros de escuela, cuya situación económica no era en absoluto acorde con la importantísima labor que desempeñaban. Así se aprecia en el siguiente documento, una Circular recogida del Diario Oficial de la Provincia de Cáceres con fecha de 1902.

“Junta Provincial de Instrucción Pública. CIRCULAR.

En sesión del once del actual, acordó esta Junta de mi presidencia, que las Juntas Locales de Instrucción Pública, manifiesten sin pérdida de tiempo a esta provincial, si las Escuelas de Adultos vienen o no funcionando en sus respectivas localidades; y en caso negativo, las causas que motiven tan punible abandono, a fin de adoptar las resoluciones que sean conducentes al caso. Asimismo, se acordó que los maestros titulares, sin pérdida de tiempo, manifiesten de oficio a esta Junta y con el Visto Bueno del Sr. Alcalde, el tiempo que han servido en las Escuelas Nocturnas de Adultos en al año de 1901, a fin de acordar el pago correspondiente a este servicio.

Cáceres, 14 de enero de 1902. El gobernador Presidente; José Muñoz del Castillo; el Secretario; Añejo Leal y Jiménez”.[41]

Se trataba, de alguna manera, de intentar solucionar los problemas por Decreto, que si bien no era el mejor instrumento, si suponía un acicate par que los alcaldes no descuidaran sus funciones bajo la amenaza del incumplimiento de la Ley. Pero no debemos olvidar que en estos momentos, los propios ayuntamientos estaban conformados por concejales analfabetos, lo cual también se intentará controlar mediante Circulares estando Muñoz del Castillo de Gobernador.

“Circular a los Alcaldes de la Provincia para que en el plazo de veinticuatro horas remitan relación de los concejales que sepan leer y escribir y quienes no” [42]

Noticia de la que se hizo eco el periódico pacense La Coalición, señalando “sería vergonzoso que apareciese en las actas: por no saber leer ni escribir hace la señal de la cruz”[43]

Muñoz del Castillo, además de los aspectos mostrados, mantenía una fluida relación con los miembros de la Revista de Extremadura, como se recoge en un artículo de Sanguino Michel en el que narra sus experiencias de un viaje de índole artístico por la comarca de Alcántara, acompañado por varios miembros de la Revista de Extremadura que a su vez serán miembros de la Comisión de Monumentos.

De manera que la una de la tarde caminábamos con él hacia el Arroyo, por la vía férrea, en un coche en el que termómetro señalaba veintiocho grados, mi compañero Hurtado, nuestro amigo Julián Perate, provisto de cámara fotográfica y yo.

Don José (Muñoz del Castillo), se había cuidado de telegrafiar al Arroyo, a brozas y a Alcántara, para que pudiéramos llegar a dormir en esta última villa.[44]

En 1911 asistiremos al final de la Revista de Extremadura, que tras unos años de absoluta penuria, murió dejando el listón de la producción cultural extremeña extraordinariamente alto.

En lo referido a Badajoz, debemos comenzar señalando que esta ciudad se caracterizó durante la segunda mitad del siglo XIX, por ser no sólo un centro receptor de las corrientes de pensamiento del momento (krausismo y Evolucionismo), sino que también se convirtió en un foco de indudable difusión cultural a través de distintas instituciones, brillando con luz propia la Real Sociedad Económica de Amigos del País.

Al igual que señalábamos para el caso de Cáceres, en Badajoz también nos vamos a encontrar con unos centros cohesionadores en torno a los cuales se van a agrupar las figuras más destacas de la intelectualidad pacense. Estos centros no serán otros que el Ateneo Científico-Literario de Badajoz, y la Revista Archivo Extremeño, creada en 1908 y que se proyectará en el tiempo hasta 1911.

Mención especial merece la puesta en marcha del Ateneo de Badajoz en 1876, coincidiendo con la fecha en que el extremeño D. José Moreno Nieto, ocupara la presidencia del Ateneo de Madrid, lo que nos inclina a pensar en la posible influencia de éste en los orígenes del pacense[45]. Su objetivo consistía en aumentar y difundir sus conocimientos por medio de conferencias públicas, debates y lecturas. Asiduos ateneistas fueron, ya por entonces, los hermanos Díaz Macias, Regino de Miguel, Tomás romero de Castilla, Narciso Vázquez Lemus, Alberto Merino Torres, secretario de la Económica y director en 1902 del Nuevo Diario de Badajoz), LópezOrduña, Rafael Lapuente etc. Luis Ollero inició una suscripción para la compra de libros, lográndose formar una biblioteca de más de ochocientos volúmenes. El ateneo entraría en un período de decadencia por el cansancio de su Junta Directiva, cuyos miembros se renovaban con poca frecuencia, pasando su biblioteca a formar parte de la RSEAP,[46] entrando en un período de letargo que no finalizaría hasta el comienzo del nuevo siglo.

Los primeros llamamientos para la recuperación del Ateneo vendrán por parte de la prensa de la época, de esta manera, en 1900, se planteará la necesidad de una institución como ésta en Badajoz. Las primeras reuniones se celebraron en 1901 en la RSEAP, contando con la asistencia de los primeros socios y acordando redactar el Reglamento y el nombramiento del primer Presidente en la persona de Felipe Muriel. Después de estas primeras reuniones, vio la luz al año siguiente bajo el amparo de todas las demás sociedades y de las subvenciones económicas del Ayuntamiento y de la Diputación de Badajoz, aportando el primero 750 pesetas para las clases a obreros y 2000 pesetas la segunda para su mantenimiento[47]

Consiguientemente, renace el Ateneo que se denominó a sí mismo como Ateneo Científico-Literario, tal vez para distinguirse de otras asociaciones locales más politizadas y con una cierta tendencia anarcaizante como La Germinal Obrera.En un primer momento, su ubicación se localizó en las instalaciones de la RSEAPhasta que el primero de enero de 1903 se inauguró el nuevo local en la calle San Juan, números 7 y 9.

La primera Junta de esta segunda época quedará constituida como ya señalábamos anteriormente por Felipe Muriel como presidente, Regino de Miguel como vicepresidente; José del Solar, Eugenio López de Sá, José Díaz Macias y Sócrates Gómez Jara, vocales; Manuel Jiménez, bibliotecario; Miguel Durán, depositario; Victoriano Márquez, contador; Fernando Abarrátegui, secretario r Ignacio Santos Redondo, vicesecretario.

Junto a esta primera Junta, debemos destacar que también se estructuró el Ateneo en diversas secciones como la de Ciencias Morales y políticas con Jesús Rubio y Pérez Dávila como Presidentes; Julio Rincón, vicepresidente y Román Gómez Villafranca, José López Prudencio y Luis Lacoste, secretarios; la de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, con Mario González de Segovia como Presidente; Luciano Centeno vicepresidente y Manuel Ordoñez, Ricardo Gutiérrez y Leopoldo de Castro como secretarios y la de Literatura y Artes con Antonio Fernández de Molina como Presidente; Rafael Lapuente, vicepresidente y Felipe Cabañas, Mateo Alba y José Rebollo,secretarios.

Siguiendo con la nómina de personas que de alguna u otra manera formaron parte del ateneo, merece la pena señalar que a la muerte de Felipe Muriel le sucederá en la Presidencia Regino de Miguel, apareciendo en la nueva Junta hombres de la talla de Jesús Rincón, Ezequiel Navarro o Enrique Segura Otaño. En 1908, el Presidente será José Díaz Macias, contando con la inestimable ayuda, entre otros, de Antonio Arquero. Llegará también a la Presidencia Luis Bardají, labor que dejará en 1910. En este momento, el Ateneo entrará en crisis, como señala Enrique Segura Otaño en su artículo El Ateneo, publicado en Nuevo Diario de Badajoz, en el que se hace eco de ladecadencia en la que había incurrido el Ateneo, llegando a afirmar:

“Cuando el Ateneo comenzó a desarrollar un programa de cultura, de enseñanza, de extensión de conocimientos; cuando se celebraban, gracias al entusiasmo de algunos, exposiciones, veladas, clases, solemnidades artísticas, ya e público y los socios habían desertado. En las noches de invierno, en el Ateneo, bostezaba el conserje a solas con su calvicie.

Y así, con intermitencia de fiebre, como un enfermo crónico, sentenciado por la malicia de algunos y el abandono de todos, el Ateneo arrastraba una vida aparente que no puede ni debe tolerarse por más tiempo.

No es el ambiente de este pueblo propicio a las sociedades en general”[48]

En septiembre de 1912, López Prudencio resultó elegido para presidir el Ateneo de Badajoz, cargo que no abandonará hasta fines de 1924. Durante el período en que López Prudencio estuvo al frente del Ateneo, puede decirse que dicha institución alcanzó su madurez y consolidó su prestigio hasta convertirse en uno de los focos culturales más importantes de la capital pacense.[49]

Con esto, puede decirse que todas las personas relevantes del mundo cultural badajocense participaron en las actividades del Ateneo. Unas actividades que como sucede en todas renovaciones, se caracterizarían por su enorme vigor e intensidad en los primeros años, destacando sin lugar a dudas el debate de la Memoria presentada por López Prudencio sobre Los bienes comunales y el problema social e Extremadura, en la que criticó la forma en que se llevó a cabo la desamortización, prolongándose este debate durante más de dos cursos. De igual manera, se aprobaron conclusiones sobre escuelas, higiene, urbanización, bibliotecas etc., que fueron enviadas al ayuntamiento; se honró, de igual manera, en distintos actos alos extremeños ilustres y se organizaron numerosas exposiciones, conferencias, tertulias y concursos, entre los que destaca el concurso literario celebrado con motivo del tercer centenario de la publicación del Quijote o la propia organización de Juegos Florales. En definitiva, todo tipo de actividades que pudieran revertir en sus socios y en el pueblo de Badajoz.

Por su parte, las secciones antes mencionadas celebraban sus reuniones los lunes y los sábados. El resto de la jornada laboral, se dedicó a ciclos de conferencias para ilustrar a la clase obrera que fue en definitiva uno de los móviles para su creación, ya que primaba un espíritu ilustrado y paternalista de que estas clases populares pudieran acercarse a la cultura. Fueron impartidas cuatro asignaturas con una periodicidad de una vez por semana cada una. Se estableció, igualmente, que la matricula fuera gratuita, garantizando con ello el acceso de las clases obreras, comenzando éstas el 1 de febrero de 1903, pudiendo inscribirse todos aquellos que superaran los doce años deedad.[50]

Especial atención merece, dentro de estas actividades, la organización de la Exposiciones Artísticas, certámenes que contaron con una importante participación (Nicolás Megía, Felipe Checa y Eugenio Hermoso participaron fuera de concurso) y que se mantuvieron ininterrumpidamente cada dos años, coincidiendo siempre con las ferias y Fiestas de la ciudad.

Hemos podido observar, después de esta breve exposición, la importante actividad que el Ateneo llevó a cabo en la ciudad de Badajoz desde sus inicios, convirtiéndose en un importante foco dinamizador de inquietudes culturales. Las personas que de alguna u otra manera se involucraron en este proyecto, fueron los máximos exponentes del mundo cultural del momento, participando en todas las iniciativas que surgieran en la ciudad, como el brillante proyecto de la Revista Archivo Extremeño, que aparecerá en 1908 como reflejo de la importante publicación cacereña de la Revista de Extremadura, dejándose de publicar ambas en 1911, en el mes de diciembre la primera y en febrero la segunda.Ambas revistas pretenderán publicar toda obra referente a Extremadura, recopilar documentos históricos relacionados con la región, sacar a la luz las glorias pasadas y reflejar la realidad del momento.

Los fundadores de esta publicación serían dos figuras cuya ilustrada talla es innegable, tratándose de Jesús Rincón Giménez como mentor intelectual y Antonio Arqueros como aglutinador de inquietudes. El primero sería su director mientras el segundo ocuparía el cargo de editor. Entre sus colaboradores destacan perfiles de la altura de José López Prudencio, Antonio Reyes Huertas, Luis Bardají, Lino Duarte, Manuel Monterrey, el propio Roso de Luna, Juan Luis Cordero, Francisco Lozano y Lozano etc., todos ellos, referentes indiscutibles de la actividad cultural pacense del momento.

Verdaderamente interesante resulta el documento que acompañó al primer número de la Revista, del 29 de septiembre de 1908, en el que podemos leer el siguiente texto:

“Los redactores de Archivo de Extremeño al Sr. D. Juan Sanguino y le ruegan encarecidamente acepte la suscripción a indicada Revista, que se publica sin otra idea, que cooperar en la medida de nuestras fuerzas a la propagación de la cultura.

D. Antonio Arqueros y D. Jesús Rincón aprovechan gustoso esta ocasión para reiterarle el testimonio de su consideración más distinguida y de su amistad sincera.

Badajoz, 17 de Marzo de 1908 [51]

Luis Bardají, en su artículo Recordar es vivir, expone también los objetivos de la Revista en los siguientes términos, no exento de una retórica propia de la época:

“Un ansía de revivir nuestro pasado, en lo que tiene de noble y de viril, ha sacudido las amodorradas energías de los aficionados al estudio, generosos sembradores de verdades para el futuro, trabajadores de un mañana que aspiran a forjar en los robustos moldes de la raza, ni moribunda ni decadente, más adaptada a las condiciones del vivir moderno, tumultuoso y práctico, de férrea e implacable lucha de intereses.[52]

6. CONCLUSIONES

Llegados a este punto, nos vemos en la obligación de señalar que el objetivo de este pequeño estudio no ha sido el realizar un análisis concienzudo de las figuras más relevantes de la intelectualidad extremeña ni de sus productos culturales, únicamente hemos pretendido realizar algunas reflexiones generales en torno a la formación de un ambiente intelectual en la Extremadura de fines del siglo XIX y principios del XX, llegando a las siguientes conclusiones que a continuación exponemos:

1. Entendemos que en Extremadura, no sólo hubo una plasmación del dinamismo cultural característico de la nación tras el desastre del 98, pudiéndose incluso hablar de una verdadera “generación del 98” en Extremadura, como así lo expresa Pecellín Lancharro, sino que además, podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que este fenómeno, con la Revista de Extremadura como estandarte de su producción cultural, se convirtió en una de las versiones regionales más brillantes, notables e importantes del territorio español. A su vez, esta dinamización cultural se enmarcó plenamente en las corrientes de pensamiento e ideologías propiasdel momento, a saber, regeneracionismo y regionalismo, siendo muestra de ello los bienes culturales producidos, en los que pueden leerse, como señala Pérez González, verdaderos manifiestos propios del regeneracionismo cientifícista de Picavea y Maciá, mezclados con un discurso regionalista que denota un claro mimetismo con los regionalismos periféricos de la época.

2. De otra parte, resulta altamente significativa la extracción social de los máximos representantes de esta intelectualidad, ejerciendo la mayoría profesiones liberales y “procedentes de esa franja intermedia pequeño burguesa, minoritaria pero intelectualmente muy cualificada y activa”. Así, su discurso estuvo caracterizado por un hálito victimista y doliente, en el que subyacía un sentimiento caracterizado por la frustración provocada por el fracaso del Reformismo Liberal y la justificación de este mismo fracaso.

3. Destacable resulta también la aparición de ciertos elementos aglutinadores que sirvieron para vincular a los distintos grupos de intelectuales de ambas provincias. Así, destacamos las Revistas Culturales, Comisión de Monumentos o el propioAteneo de Badajoz.

4. En referencia a los medios donde desarrollaban su labor, bueno sería hacer una distinción entre la prensa periódica y las Revistas Culturales.

En lo concerniente al primer aspecto, es significativo el número de periódicos publicados, aunque también es preciso señalar que la brevísima duración de muchos de ellos fue la tónica general. Destacable es también la diversidad ideológica existente, consiguiéndose un cierto pluralismo ideológico que contribuiría a “sanear” la realidad mediática de esos años.

En lo que atañe a las Revistas Culturales, un factor que consideramos merecedor de ser reseñado, es la doble categoría que estas Revistas poseían como medios donde se desarrollaba la inquietud cultural y, a su vez, como producto de esa misma inquietud. En definitiva, el aspecto más importante de estos medios, fue su importante papel como elementos dinamizadores de la vida cultural del momento.

BIBLIOGRAFÍA

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OTRAS FUENTES DOCUMENTALES Y HEMEROGRÁFICAS

  • ARCHIVO EXTREMEÑO. Año 1908
  • BOLETÍN OFICIAL DE LA PROVINCIA DE CÁCERES. Año 1902
  • EL DARDO DE PLASENCIA Año 1902
  • LA ASAMBLEA. Año 1901
  • REVISTA DE EXTREMADURA Año 1899

NOTAS:

[1] Tuñón de Lara, M., Medio siglo de cultura española. (1885-1936). 3ª edición corregida y ampliada. Madrid, Editorial Tecnos, 1977.

[2] Mosse, G. La cultura europea del siglo XX. Barcelona, Ariel Historia, 1997

[3] Fusi, J., Un siglo de España. La cultura. Madrid, Marcial Pons Historia, 1999, p.11

[4] Bouché Peris., y otros. Antropología de la educación Madrid, Editorial Dykinson, 1998, p.126. p 157.

[5] Bueno, G., El Mito de la cultura, Barcelona, Península Ibérica, 1996.

[6] Tuñón de Lara, M., op.cit. p.p 11-12

[7] Pecellín Lancharro, M., “La cultura es humanización” en Cortijo, E. (coord). La casa del marqués Mérida, Editora Regional de Extremadura. Colección Ensayo. 1986, p. 61

[8] Martínez Lorca, A. El problema de los intelectuales y el concepto de cultura en Gramsci. Universidad de Málaga y Excma. Diputación de Málaga, 1981,p. 92

[9] Geertz, C., La interpretación de las culturas. Barcelona, Gedisa, 1991., p. 20

[10] Juliá, S. “La aparición de los intelectuales en España”. Claves de la razón práctica, nº 86. Madrid, Promotora General de Revistas. 1998. p. 2 –7.

[11] Recordemos que en 1894 se condena por espionaje a favor de los alemanes a un capitán de origen judío, Dreyfus. Inmediatamente, toda una parte de la opinión clama por la inocencia del capitán al que consideran víctima de maquinarias antisemitas y se pide la revisión de la causa. En poco tiempo Francia se divide en dos bandos, los dreyfusards y los antidreyfusaerds. En enero de 1898, Émile Zola publica en el periódico L´Aurere el famoso artículo Yo acuso (J´Acuse) en el que toma ardientemente la defensa de Dreyfus. Los ánimos se enconan cada vez más y se toma la decisión de revisar este caso que tardará, sin embargo, más de diez años en resolverse completamente. En 1899, cuando un consejo de guerra vuelve a condenar a Dreyfus (aunque con circunstancias atenuantes), se proclama una amnistía general, pero habrá que esperar hasta 1906 para que en nuevo juicio, se proclame la inocencia del capitán y se la permita reintegrarse en el ejército. En Del Prado, J. (coord), Historia de la literatura francesa, Madrid, Cátedra, 1994, pp 1075-1076.

[12] Mainer, J.C. “La Edad de Plata (1902-1939). Ensayo de interpretación de un proceso cultural” Madrid, Cátedra, 1981, pp 10-11.

[13] Serrano, C. y Salaün S., 1900 en España. Madrid, Espasa-Calpe, 1991, p.86.

[14] Mainer, J.C. op. cit. p.p 10-11

[15] García R., “El intelectual, ideólogo de la emancipación” en Revista Alcántara, nº 13-14, Excma. Diputación de Cáceres, enero-agosto, 1988, p.104

[16] Martínez Lorca, A., op.cit. p. 215.

[17] Varela, J. “Los intelectuales españoles ante la Gran Guerra” Claves de la razón práctica, nº 88. Madrid, Promotora General de Revistas. 1998. p.p 27-32

[18] Sánchez Marroyo, F. “La Restauración en Extremadura: predominio oligárquico y dependencia campesina” en Sánchez Marroyo, F., García Pérez, J, y Merinero Martín, M. J. Historia de Extremadura Tomo IV, Los Tiempos Actuales. Badajoz, Universitas Editorial, 1985, p. 913.

[19] Sánchez Marroyo, F., Política y Sociedad en la Extremadura de fin de siglo” en Revista de Estudios Extremeño” Año 1998. Tomo LIV. Nº I, enero-abril. Badajoz, Diputación Provincial, 1998.

[20] Cardalliaguet Quirant, M. “Figuras y perfiles extremeños en el tránsito del siglo XIX al XX, en Revista de Estudios Extremeños. Año 1998. Tomo LIV. Nº II, mayo – agosto. Badajoz, Diputación Provincial, 1998, p. 595

[21] Ibidem, p.596.

[22] ibidem, p. 596.

[23] Sánchez González, J. op. cit, p. 433 (1989)

[24] ibidem, p. 438.

[25] Sánchez Marroyo, F. “De al apatía al motín. (Algunas reflexiones sobre los movimientos sociales en la Extremadura contemporánea), en Cortijo E. (coord), La Casa del Marqués, Mérida, Editora Regional de Extremadura. Colección Ensayo. 1986, pp. 247-248.

[26] Ibidem, p.50. La cursiva es nuestra.

[27] Ibidem, p. 250.

[28] Sánchez Marroyo, F. “La Revolución Burguesa en Extremadura. Acotaciones a un tema polémico” Alcántara, 13-14, enero-agosto 1988. P.71.

[29] La Asamblea, 12 de diciembre 1903

[30] Gran Enciclopedia Extremeña. Vol. VIII., p. 298.

[31] Mainer, J., Regionalismo, burguesía y cultura: Revista de Aragón (1900 – 1905) y Hermes (1917 – 1922). Zaragoza, Guara Editorial, 1982., p. 12.

[32] Sánchez González, J., op.cit.,p. 60 (1990)

[33] Un Cacerense “Crónica Regional”. Revista de Extremadura. Tomo I. 1899. Vol. 1., p. 68 – 69

[34] Pecellín Lancharro, M., op.cit., p. 61

[35] Plano, P., “Fe de Vida” en Revista de Extremadura, Tomo I, Vol. 2, 1899., p. 172-175. El autor entendía que las ricas vegas del Guadiana, podían explotarse ganando al menos un ochocientos por ciento de beneficio, ya que serían susceptibles de producir tabaco o remolacha azucarera. Intentaría a su vez, siendo alcalde de Mérida en 1888, desarrollar una granja –modelo en la que instalaría un laboratorio agrícola para analizar los terrenos y establecer la fabricación de abonos, así como un Boletín semanal del movimiento y precios de los mercados consumidores. “Después, siendo Ministro de Fomento el Sr. NavarroRodrigo, se crearon los campos de experimentación e hice que el Ayuntamiento de Mérida ofreciese magníficos terrenos para el objeto en las vegas del Guadiana. Ni siquiera se le acusó recibo de la solicitud. Todo lo cual, descorazona el ánimo más esforzado por adquirirse el triste convencimiento de que estando inerte el cuerpo, o sea, el país regional, mal puede haber vida en la cabeza, léase los gobernantes”

[36] Castel J., “Apuntes sobre la repoblación de la Alta Extremadura”. Revista de Extremadura. Tomo I. V.1. 1899., p.50.

[37] Berjano, D., “De Re Rústica”. Revista de Extremadura. Tomo I. V.2. 1899., p.182. Significativa también es la opinión de este autor acerca de la desconfianza que le merecen los planes de reconstrucción nacional de corte arbitrista, escribiendo: “Va siendo moda en estos tristes tiempos (…) hablar a troche y moche de regeneración, e inventar sendos arbitrios y múltiples planes retóricos, que cómo los de sus congéneres los hidearbitristas de Dinamarca, de que nos habla el insigne señor de Torre de Juan Abad en La hora de todos y la fortuna con seso todos son de esta suerte: derribar toda una casa porque nose caiga su rincón” ibidem., p. 181

[38] Gómez Santana, J. “Pro Patria. Levántate y anda”. Tomo I. V.1. 1899., p. 35-36.

[39] Pérez González, F., op.cit., p. 198 (1998)

[40] Viudas Camarasa, A. “El Conde de Canilleros y la intelectualidad extremeña en el primer tercio del siglo XX” en Revista Alcántara, 1999.

[41]Boletín Oficial de la Provincia de Cáceres. Jueves, 16 de enero de 1902.

[42] Boletín Oficial de la Provincia de Cáceres, 5 de mayo de 1902. Aparece sólo en el índice, no se conserva la Circular.

[43] Recogido en El Dardo de Plasencia, 25 de mayo 1902

[44] Sanguino y Michel, J. “Por Alcántara y Brozas” Revista de Extremadura, nº XXV, abril de 1902 de citado en Barrientos Alfageme, G. “Transportes y comunicaciones en la Extremadura del novecientos”, en Revista de Estudios Extremeños. Año 1998. Tomo LIV. Nº I, enero – abril. Badajoz, Diputación Provincial, 1998, p.208.

[45] Guillén Cumplido, I y Riera Zarza, C. op. cit, p.160

[46] Carretero Melo, A. “Notas sobre el ambiente socio-cultural en Badajoz a principios de siglo a través de la prensa de la época. En Campo Abierto, nº 5, 1988, p. 58.

[47] Araya, C., “Exposiciones artísticas en Badajoz: Ateneo pacense 1904-1938” en las Actas del VIII Congreso Español de Historia del Arte. Cáceres, 1990, p. 399.

[48] Nuevo Diario de Badajoz, 10 de octubre 1910, en Carretero Melo, A., op.cit. p. 60

[49] Sánchez González, J., José López Prudencio. Ideal e identidad de Extremadura. Cuadernos Populares, nº 56. Badajoz, Editorial Regional de Extremadura. 1997, p. 30.

[50] Araya, C., op.cit.,p. 400 (1990)

[51] Archivo Extremeño. T. I., 1908 – 1909. Los nombres en cursiva están manuscritos.

[52] Bardají, L., “Recordar es vivir”. Archivo Extremeño. T. I. 1908 – 1909., p. 1.

Oct 012001
 

Yolanda Fernández Muñoz.

Los artistas que quisieron alcanzar el reconocimiento de las Exposiciones Nacionales con el sabor de algunas de sus medallas, practicaron géneros tipificados de agradable apariencia para sus contempladores o de elevado contenido histórico o ético, tal es el caso de José Bermudo Mateos.

El “Pintor Bermudo”, como así se le llama en muchos artículos de prensa, se inclinó muy pronto hacia el dibujo y la pintura, teniendo una buena formación académica en Madrid, que le hizo llegar a ser profesor de la Escuela Superior de pintura, escultura y grabado, optando sucesivamente a estas exposiciones, que le darían un nombre y un futuro en el camino del arte.

Participa activamente en el ambiente cultural de su época, que contribuyó en gran manera al florecimiento de la pintura extremeña de finales del XIX y principios del XX, no sólo en España, sino en Europa y América; que formó parte de las exposiciones de su época y que gozó de la simpatía de los artistas y de la crítica de su generación, ya que había sido injustamente condenado al ostracismo.

En cuanto a los géneros tratados en sus obras, el estilo paradigmático de su arte, será el costumbrismo así como los cuadros de género o los paisajes, muy importantes en sus obras, no sólo como género independiente, sino como parte integrante de su producción. A su vez, llevará a cabo obras de historia, alegorías y algunas de carácter religioso. Por tanto, Bermudo tratará todos los géneros, aunque su producción se inclinará más hacia los primeros, pues serían los que más fama y prestigio le darían a lo largo de su vida.

SU VIDA

D. JOSE BERMUDO MATEOS, nació en el Arrabal de Huertas de Ánimas, Trujillo (Cáceres), el día 9 de Noviembre de 1853, y fue bautizado en la parroquia de San José del citado Arrabal, el día 16 de dicho mes y año. Era hijo de D. Carlos Bermudo Galván y de Dña. Cándida Mateos y Fernández, siendo José el primero de un gran número de hijos. Dña. Cándida era de dicho Arrabal, hija de ricos labradores, mientras D. Carlos era de Azuaga (Badajoz) y pertenecía a la clase capitalista de aquella localidad. Estudió en Madrid en la categoría de internos en

Sobre la infancia de José Bermudo se tiene poca información. Se sabe que sus primeros años en Trujillo, comenzaría su formación escolar con el gran maestro D. Juan de Dios y pasados unos años, sus padres fijaron su residencia en Madrid, teniendo que continuar los estudios en esta ciudad, ingresando en el Instituto de San Isidro, donde se matriculó para Dibujo, cursando en un año los cuatro de geometría y dándole el pase con buenas calificaciones, para la Escuela Superior de Pintura, Escultura y Grabado. En dicha escuela, ingresaría en la clase de lo Antiguo y Ropajes, pasando al mes siguiente a la de Natural y Colorido.

Por aquella época realizó una obra, “Mefistófeles”, que mandó a la Diputación como demanda de apoyo, por encontrarse en este momento, separado de su familia, pero se le negó[1]. Algún tiempo después se le concedió a otro esta ayuda, a quien la Diputación de Badajoz le tenía pensionado por creerle hijo de aquella provincia. Pero estas premisas eran falsas, y una vez enterada de que no lo era, la Diputación de Badajoz le retiró la ayuda. En vista de esto, la Diputación de Cáceres no tuvo más remedio que otorgársela, dándole luego otra pensión para ir a Roma. Cuando Bermudo se enteró de esto, solicitó a la Diputación, que se sacara a oposición esta ayuda para llevársela el que lo mereciera, pero también esto se le negó. En vista de ello, tuvo que concurrir como alumno libre y gracias al afecto que le tenían los profesores, D. Federico Madrazo, D. Carlos Luis de Rivera, Exparter Ponzano Ponciano y Valdivieso,… encontró siempre sitio en la clase, dedicándose después a copiar en el Museo. Aquí realizó en esta época algunos cuadritos con los que se ayudaba económicamente.

En los años 1874‑75, se fundó la clase de Acuarela, en la que figuraban como maestros; Casado de Alisal, Sanz, Ferrand Domínguez, Pradilla, Mejía y otros, en la que admitieron para trabajar con ellos. Sin embargo este género tuvo que abandonarlo algunos años después por motivos de salud.

Hizo oposiciones a las plazas de pensionados a Roma por el Ministerio del Estado y ejecutaba el segundo ejercicio, cuando animado por sus compañeros que iban a París e Italia, Bermudo decide marcharse de la Academia, pero no lo consiguió y mandó extender a su petición la retirada y salió junto a sus compañeros para la Capital de Francia. Pudo hacer el viaje, pues acababa de cobrar la mitad del importe de unos cuadros hechos para el Ministerio de la Guerra, donde se retrataba a los generales D. Mariano Socias y Martínez Plover, además de una veintena de obras entre óleos y acuarelas, cuyo género cultivaba por aquel entonces, y que vendió a un negociante alemán, Sr. Bach, que se los llevó a su país.

Durante los años 1877 y 1878 estuvo en París y casi toda Italia, haciendo algunas obras y vendiendo gran parte de su arte en la capital francesa y a finales de 1878 regresa a España, concretamente a Leganés donde por aquel tiempo residían sus padres aunque viajaba continuamente a Madrid donde había vendido un retrato de Alfonso XII, de cuerpo entero y tamaño natural, al Ayuntamiento de esta ciudad. Poco después se marcha a Extremadura, pasando grandes temporadas en Plasencia y en Huertas de Animas, donde pintaría algunos cuadros sobre costumbres de la región.

Por aquella época vuelve a acordarse de la Diputación de Cáceres y remite un cuadrito pequeño, titulado “Una Manola”, dedicado a la Excma. Diputación con fecha de 1881,solicitando con este una pensión, pero se le negó por segunda vez, acordando sin embargo, concederle 125 pesetas[2].

En virtud del éxito obtenido con motivo del Segundo Centenario de gran poeta D. Pedro Calderón de la Barca celebrado en Madrid en 1881, donde quedó finalista con un boceto alegórico, decide mandar esta obra a Diputación, solicitando nuevamente una pensión. En esta ocasión tampoco tuvo suerte, acordando concederle en compensación 250 pesetas, como se puede leer en la carta fechada el 12 de Abril de 1882[3], volviendo a instalarse en Extremadura el año siguiente.

En esta época conocería en Aranjuez, a la que sería su esposa, D. Rosa Ardura Campayo, cuando iba a tomar apuntes en aquellos jardines, en compañía del pintor catalán, D. Santiago Rusiñol. De su matrimonio tuvieron tres hijos: Rafael, Aurea y Augusto, muriendo la hija cuando aún era muy pequeña.

Participaría en las Exposiciones Nacionales de 1881, 1884 y 1889, obteniendo diferentes premios y este último año, se marchará por primera vez a América central. Bermudo llegará al nuevo continente donde vendió algunas obras regresando a España poco tiempo después. El año siguiente, embarcó nuevamente hacia las Américas, pero esta vez rumbo a la República Argentina. Poco tiempo después de su llegada, estalló la revolución conocida de Juares Celma, y dada la imposibilidad por la poca estabilidad que se vivía para trabajar en aquella tierra, le obligaron a regresar nuevamente a España.

En el año 1891, Bermudo será nombrado Presidente de la Comisión de Artistas de una Exposición Internacional celebrada en Chicago, encargado de organizar los envíos de las obras a los Estados Unidos, y participando él mismo en la exposición con alguna obra, como “Las que esperan”, que aún e conserva en el Museo de Chicago. El año siguiente fue una época de triunfos para este artista por los premios recibidos en las exposiciones. Ya en el año 1893 José decide cambiar de aires y se dedicará a viajar y trabajar por toda Europa.

En 1894, Bermudo será nombrado Ayudante de la Escuela Central de Artes y Oficios en la clase de colorido y composición. El año siguiente, formaría parte del Tribunal como profesor. Por esta época sería nombrado Presidente de la clase libre en la Real Academia de San Fernando y presentaría su renuncia como Ayudante de la Escuela Central de Artes y Oficios.

El año siguiente realizará varios viajes por Francia e Inglaterra y a finales de año regresaría a España, concretamente a la Coruña, desde donde emprendería un nuevo viaje a la Argentina, en Diciembre de 1896. Durante los años 1897 y 1898 hizo varias exposiciones en Buenos Aires, en el Salón Witcomb[4], por las que sería muy elogiado en aquella capital.

Por aquella época, mientras se desarrollaba la guerra cubana, trabajó mucho para conseguir, de los españoles residentes en la Argentina hacer la suscripción para regalar el crucero “Río de la Plata” a España, como así se hizo.

Ya en el año 98 regresó a España para hacer varios encargos que D. Antonio Saralegui, gran capitalista en Buenos Aires, natural de Bilbao, le había mandado realizar algunas copias de los sitios mas celebres de la última guerra civil.

En este momento decide enviar una carta al Ayuntamiento de Trujillo (Cáceres), ofreciendo como obsequio un cuadro firmado por él de S.M. el Rey (q.D.g.) D. Alfonso XIII, pero la situación económica que atravesaba en estos momentos el municipio, le obligan a no aceptar esta obra por no poder corresponder dignamente al obsequio que Bermudo les ofrecía. El Presidente y la corporación, con fecha 31 de Diciembre de 1898, acordaron por unanimidad otorgarle una subvención de quinientas pesetas en concepto de Hijo Predilecto de Trujillo, para ayuda de sus trabajos y presentación en la Exposición Universal de Paris, motivo por el cual había solicitado la ayuda[5].

El año 1899 será uno de los más importantes de su vida, gracias a los reconocimientos recibidos por su labor artística. Este año también será nombrado restaurador del Museo Nacional de 1ª Clase, pero sin embargo no aceptó pues decide marcharse a París, traspasando su estudio de la calle Peninsular de Madrid, que años más tarde, principios del mes de julio de 1919, destruiría un incendio[6].

En el año 1901, será nuevamente condecorado en las Exposiciones Nacionales y de decide volver al nuevo continente, pero su marcha a la Argentina para decorar de forma exclusiva, el frente de la Capilla del Hospital Español de Buenos Aires, cuya tarea duraría varios años, y que se desarrollaría de forma intermitente. En 1903, se marcha a Uruguay haciendo algunas exposiciones en Montevideo, después regresa a Buenos Aires, el día 15 de Diciembre[7], donde fijaría provisionalmente su residencia y se marchará a Chile y diferentes puntos como Santiago y Valparaíso, Quillot y Villa del Mar, regresando a la Argentina por el estrecho, pues la cordillera estaba cerrada[8].

En 1906 regresa a España para realizar varias copias de los tapices de Toledo que le habían sido encargadas, alternando su estancia en Madrid con su pueblo natal y regresa a la Argentina en 1908.

Al conmemorar el primer centenario de la independencia de la República Argentina, en 1910, se reunió una representación de artistas españoles en aquel país, y formando parte del grupo, que se encargaría de recibir a S.A. la Infanta Dña. Isabel que venía para representar a España. Bermudo para esta ocasión pintaría una Alegoría de la República Argentina, que sería elogiada por la infanta, el Ministro Pérez Caballero y el Marqués de Valdeiglesias, que acompañaban a S.A. desde España. Además mantuvo una conversación con la Infanta, pues esta le recordaba gracias al afecto que su hermano tuvo hacia él y los momentos que pasó para poder terminar el cuadro de los coléricos, manifestando que la muerte de Alfonso XII, le privó de su real protección, sugiriéndole a su vez que regresara a España, pues ya se iba haciendo mayor, a lo que Bermudo contestó “en ella pienso morir”[9].

En 1913 participaría en la Exposición Nacional que se celebró en la República Argentina con un gran éxito, pasando después a Brasil, haciendo varias exposiciones en Río de Janerio, San Pablo, Santos y Porto Alegre, conquistando la gloria allí por donde pasaba.

Al estallar la guerra europea el año siguiente, se empezaron a notar sus consecuencias en todo el mundo, y en todos los órdenes. Bermudo se dedicaba fundamentalmente a los trabajos de caballete que recibía por encargo, pues era lo que más le facilitaba su vida, sin embargo ahora esta actividad se paralizó totalmente. Esta circunstancia, unida a la situación política y a su idea de poner en práctica un invento que hacía tiempo le rondaba por la cabeza, fueron la causa de regresar a España, recogiendo todas las obras que tenía depositadas en estudios de amigos pintores y dedicando los tres años siguientes casi de forma exclusiva, al estudio de lo que él denominó “palanquílice[10], por el cual obtendría finalmente un reconocimiento oficial, pues se le concedió un Diploma de Honor por su invento, en 1919 en la Exposición celebrada en la Coruña.

Por entonces el presidente de la Diputación, D. Emilio Herreros, amante del arte, comenzó a investigar la vida y obra del pintor Bermudo y poco tiempo después, el 8 de Noviembre de este mismo año, Bermudo recibe una carta del presidente de la Diputación[11] exponiendo que le habían propuesto para ser galardonado con la“Medalla de Oro al Mérito Provincial” por su destacado puesto en la pintura. Sin embargo, la “suerte” que había seguido en su tierra durante toda su vida a este pintor, una vez más le dio de lado, pues las rencillas políticas, le privaron de adquirir esa medalla, que por otra parte ya le había sido concedida. Será sin embargo a principios de Mayo de 1920 cuando la Comisión Provincial informa sobre el acuerdo de solicitar de la Diputación, se interese por adquirir alguna obra del pintor Bermudo[12]. El cese en el cargo de presidente del Sr. Herreros, sustituido por D. Fernando Muñoz Soria, enfrió el asunto que este había propuesto de pintar un cuadro alegórico sobre Extremadura como en un principio se había encargado a José Bermudo.

Este año a pesar de la edad del artista, formará parte por última vez, de las Exposiciones Nacionales. Finalmente, cuando los trámites para la adquisición de una obra del pintor para la provincia de Cáceres, parecían estar arreglados por los Diputados Srs. Álvarez, Bejarano, Grande Bandesson y otros, la muerte le sobrevino como él quería, con la paleta en la mano, igual que había realizado todos sus trabajos. A las 4 h. de la mañana del día 18 de Septiembre de 1920, José Bermudo Mateos moría en Madrid de una pleuresía, según certificado facultativo[13], no sin antes hablar con su hijo Augusto exponiéndole su deseo de ser envuelto en un sudario y enterrado de forma humilde, sin ningún tipo de representación oficial. Las noticias se comunicaron a todos sus amigos y familiares, así como a los organismos oficiales; la Academia de Bellas Artes, las diputaciones de Cáceres y Badajoz, Ayuntamiento de Trujillo,.. ofreciéndose en todo lo que fuera necesario, e incluso este último, donde gobernaba como alcalde el Sr. Durán, en aquel momento, convocaron una reunión urgente y votaron por unanimidad, sufragar todos los gastos que los funerales ocasionaran, siendo esta la categoría que correspondía a un hijo predilecto de Trujillo, sin embargo, Rafael Bermudo, concejal de esta ciudad por aquella época, agradeció el gesto que el Ayuntamiento le ofrecía, aunque no lo aceptó, pues quería que se cumpliese la última voluntad de su padre, ser enterrado de forma humilde.

Así pues, la mañana del 19 de Septiembre de 1920, José Bermudo saldría de su casa en la calle Ferraz nº 52 (Madrid), dándole sepultura en el cementerio de la Almudena, cumpliendo sus últimos deseos de que su funeral fuese algo sencillo y familiar. Estaría acompañado sólo por Juan Donaire Bermudo, un familiar, su hijo Augusto[14] y algunos amigos. Junto a su lecho se colocaron, como mudos testigos, los cuadros de San Jerónimo y San Antonio, apenas delimitados en el lienzo, como dos pedazos de ensueño a los que Bermudo dio tonalidades carnales, expresión y vida que entonces le trasmitían.

La prensa publicó también su fallecimiento, tanto los noticieros extremeños como los nacionales.[15]

Coincidió con los últimos días de la vida de este ilustre artista, el acuerdo por el cual la Excma. Comisión Provincial decidió encargarle un cuadro[16] para la Diputación, teniendo ese dispendio adecuada recompensa, pero esto llegó, una vez más, demasiado tarde. Así pues el Gobernador Civil de la provincia comunicó en sesión del 30 de Abril de 1921[17], adquirir un cuadro embocetado del pintor Sr. Bermudo en la cantidad de 2500 pesetas. El cuadro en cuestión era “Marusiña, marusiña”[18]. Con ella finalmente se quería reconocer la labor de este pintor en su tierra, cuya protección tantas veces le negó.

SU OBRA

Al estudiar el desarrollo de la carrera artística de Bermudo, veremos como ésta fue pródiga en exposiciones y premios obtenidos en las mismas, tanto en las Nacionales como en las Internacionales.

Bermudo estará presente por primera vez en 1876, con su obra “Una Bacante”,[19] que le valió una justa crítica, por el acierto que había tenido, tanto en sus líneas como en su colorido. A partir de entonces, su participación será habitual hasta finales de siglo, a pesar de que en las mismas obtuvo algunos premios, pero sobre todo muchos sin sabores. En el año 1881 vuelve a presentar una obra titulada “Antes del baile”[20]donde se plasmaban costumbres extremeñas de la provincia de Cáceres, conocida también como el baile de la manzana que se celebra la tarde del casamiento en la vía pública.

Este mismo año, con motivo del segundo centenario del gran poeta Calderón de la Barca, se celebró en Madrid un certamen de bocetos alegóricos con este tema, concurriendo al mismo sin firmar la tela, para que el jurado premiar libremente la obra, sin importar quien fuera el autor. La obra de Bermudo quedó finalista junto con la de otro artista, Pérez Rubio A., declinándose el jurado finalmente por este último, con un premio de 2.500 pesetas.

El año 1884, vuelve a probar suerte en las Exposiciones Nacionales[21] con dos obras muy distintas: “Presentes para una boda en la provincia de Cáceres”, que muestra costumbres ya perdidas, que tenían lugar en las bodas extremeñas de aquel momento y que Bermudo plasma en su cuadro mostrando además de su maestría como pintor, también una obra con valor documental sobre nuestras tradiciones. “Los mártires en el circo romano” ó “Eudoro y Cimodea” (Foto 1), obra premiada con una Mención Honorífica sería la obra presentada este mismo año, adquirida por el Estado dos años después para el Museo Nacional, recompensando la injusticia que habían hecho con anterioridad pues este cuadro tenía que haber sido galardonado con alguna medalla. Actualmente esta obra se encuentra expuesta en el Ayuntamiento de Mataró.

El año 1887, presentó una gran obra[22]“S.M. el Rey Alfonso XII visitando a los coléricos en Aranjuez”. El día que se inauguró la exposición, esta causó una gran sorpresa a Bermudo, pues su cuadro había sido tapado con una tela y le habían quitado el rótulo donde expresaba las palabras que dijo el rey, pues decían que había sido pedido por la Intendencia, para no disgustar a la reina. A los quince días de la exposición, Intendencia le mandó un oficio donde le preguntaban si tenía fotografías del cuadro, pues la reina quería verlas. Así lo hizo y volvió a recibir otro oficio para que se pasase por la Intendencia, donde en nombre de la reina le dieron las gracias y mil pesetas por las citadas fotografías. No obstante, dañados los deseos del artista extremeño de conseguir premio, su obra fue adquirida por el Excmo. Ayuntamiento de Madrid, pues se trataba de una obra pictórica e histórica. El Ayuntamiento en la actualidad la conserva en el Museo Municipal de la Ciudad y ha sido recientemente restaurada.

img1Foto 1.- “Los mártires en el anfiteatro romano” o “Eudoro y Cimodea”. Óleo sobre lienzo. (295 x 410 cm.). Exposición Nacional de Bellas Artes de 1884.
Premiada con una Mención Honorífica. Propiedad del Museo del Prado.
Actualmente se encuentra en el Ayuntamiento de Mataró.

En el año 1890 presenta en la Exposición Nacional de Bellas Artes, una obra de gran tamaño “Por la que pecamos”, que muestra un paisaje alegre de la sierra de Béjar, y un ambiente familiar, de amigos disfrutando del mismo. Esta obra obtuvo, aunque no era reglamentario, una Mención Honorífica.

A principios del año siguiente, el Círculo de Bellas Artes, organizó una exposición para fundar el periódico ilustrado, “BLANCO Y NEGRO”, que tanto progresó desde su fundación. A esta exposición solo podían concurrir obras pintadas con estos dos colores, blanco y negro. Bermudo presentó el cuadro titulado“Tentación”, que la crítica describió como uno de los mejores trabajos de la exposición. Esta obra también participaría en la primera Exposición de Bellas Artes celebrada en Barcelona el año 1891[23]. El cuadro sería uno de los más bellos de los 1240 del catálogo y estaba tasado en 6000 pesetas.

El Círculo de Bellas Artes de Madrid, también organizó 20 de Diciembre de 1890, una exposición de acuarelas y pasteles, a la que Bermudo concurrió a pesar de ser un género que hacía años no cultivaba por motivos de salud. La obra presentada se denominaba “Un ángel más”, elogiada grandemente por la crítica y la prensa que se referían a Bermudo como “un artista en quien se halla confundido en una sola personalidad la fantasía del artista y el sentimiento del poeta[24]”. Esta obra también sería presentada en la Exposición Nacional de 1892[25].

El año siguiente, se celebró una Exposición Internacional en Chicago, a orillas del lago Michigan y en el Parque Jackson, que ocuparía una superficie 4.800.000 de varas cuadradas. Bermudo acudirá a esta exposición, y será nombrado “Presidente de la Comisión de Artistas para los asuntos de Chicago”, donde presentaría algunas obras en la exposición, destacando entre otras “Las que esperan”, que sería adquirida por los Estados Unidos, y se conserva actualmente[26] en el Museo de Chicago.

Sin duda el año 1892 sería un momento de gloria para el pintor Bermudo pues participaría en la Exposición Internacional de Bellas Artes celebrada en Madrid[27]con siete obras, algunas de las cuales recibirían finalmente el reconocimiento de la Academia premiando su labor con alguna medalla. Las obras serían: “Los hijos de Antonio Pérez ante Rodrigo Vázquez”, “Bajo Toldilla”, “Un cigarro que no arde”, “Echadora de cartas”, “Lección de baile”, “El guiñol” (los palos del pierrot) y “Un ángel más”, cada una de las cuales encierran algún tema; costumbres, anécdotas, momentos históricos e incluso poéticos,.. y algunas incluso sufrieron su propia aventura causando un gran disgusto a nuestro artista. Pero una vez reunidos los jurados para la distribución de premios, llamó la atención de los extranjeros, que el cuadro de referencia, “Los hijos de Antonio Pérez ante Rodrigo Vázquez”, no fuese incluido. Entonces se les dio explicaciones y manifestaron su conformidad con la exclusión del cuadro, pero manifestaron que se le debía haber colocado antes un cartel que anunciase que estaba fuera de concurso. No obstante, León Bonat manifestó que había visto cuadros del mismo autor que merecían medalla, pero los borró, señalando este en cuanto lo vio. Los jurados españoles, por otra parte, le negaron derecho a todo, pero los extranjeros, no conformes con esto, salieron a ver otra vez sus obras. El jurado francés y el austriaco de conformidad con los demás, propusieron finalmente para 3ª Medalla “Bajo Toldilla”, haciendo constar que era muy inferior a la que le pertenecía por el otro cuadro. Se puso a votación y fue aprobada por todos los jurados extranjeros, y los españoles en contra; y así consta.

Con estos antecedentes, algún tiempo después, solicitó del estado, que previa información de la Academia, le fuera adquirida la obra. Este informó y el señor presidente tuvo que llamar a algunos de los miembros del jurado, para decirles que allí eran académicos. Así pues, tasaron la obra de “Los hijos de Antonio Pérez ante el magistrado Rodrigo Vázquez” (Foto 2) en precio de 2ª Medalla y aconsejaron que fuese adquirida para el Museo Nacional. Así fue manifestado por Real Orden del 19 de Junio de 1894, pues “Bajo Toldilla” (Foto3), había sido adquirida por Real Orden del 17 de Septiembre de 1893. Ambos cuadros fueron remitidos al Museo de la Coruña por el Ministro de Fomento señor Linares Rivas, donde se encuentran en la actualidad.

img2Foto 2.- Detalle de la obra “Los hijos de Antonio Pérez ante el Magistrado Rodrigo Vázquez”. Óleo sobre lienzo (302 x 425 cm.). Exposición Internacional de Bellas Artes de Madrid, 1892. Museo de la Coruña.

Este mismo año, 1892, se celebró en Madrid con motivo del 4º Centenario del descubrimiento de América, una Exposición Histórica Americana e Hispano Europea. A Bermudo el Estado le comisionó, por conocer el país, el gran honor de representar o formar parte de la sala de la República de Guatemala. El Estado español concedía premios a los artistas que se distinguiesen en representar con mayor gusto y costumbres a la nación que les había sido asignada. El Pabellón de Guatemala, representado por Bermudo, se distinguiría por su riqueza ornamental y curiosas colecciones de objetos, en su mayor parte pequeños, que permitían juzgar sobre todo las antiguas industrias del país. El Pabellón de la Republica de Guatemala, fue premiado y se le concedió a Bermudo la Medalla de Broncepropuesta por el jurado, junto con el diploma correspondiente, además de ser invitado por el Gobierno de aquel país para ser nombrado miembro principal de Bellas Artes, aunque en este momento no pudo ser pues tenía proyectado un viaje por Europa[28].Durante todo el año 1893 realizaría continuos viajes y trabajos por toda Europa participando a su regreso, el año siguiente, en la IV Exposición Bienal del Círculo de Bellas Artes[29], donde presentaría cuatro obras tituladas: “País Nevado”, “En el café”, “Quien más mira menos ve” y “Una cabeza”, mereciendo grandes y merecidos elogios por todas ellas.

Y de nuevo formaría parte de las Exposiciones Nacionales, en la Exposición General de Bellas Artes del año 1895[30], a pesar de todo lo que había pasado, participando con dos nuevas obras; “Escenas de café” y “Fuego a bordo”, y siendo nuevamente golpeado por las injusticias que en este tipo de certámenes se cometían de vez en cuando. En esta ocasión no ocurrió lo que hasta entonces se venía haciendo en las votaciones por mayoría, decidiendo que estas fuesen «por unanimidad«. Así pues, propuesta de 2ª Medalla a favor del cuadro “Fuego a Bordo”, sería aprobada por seis jurados pintores y votada en contra por el crítico Francisco Alcántara. El señor Ferranz, sin embargo, manifestó que no se le podía dejar sin nada, así pues, se le adjudicó 3ª Medalla al referido cuadro que sería vendido después en Argentina.

img3Foto 3.- “Bajo toldilla”. Óleo sobre lienzo (55 x 80 cm.). Firmado. Exposición Internacional de Bellas Artes de Madrid, 1892. Premiado con la Tercera Medalla. Museo de la Coruña.

Debido a los incidentes ocurridos en esta Exposición, los jurados[31]: D. Alejandro Ferranz, D. Manuel Domínguez, D. Agustín Querol, D. Eduardo Pelayo, D. Jerónimo Suñol, D. Salvador Dubel y D. Ricardo Madrazo en el Círculo de Bellas Artes, le dijeron a nuestro paisano: “Bermudo, cuando usted se vuelva a presentar, hágalo sin opción a premios; usted pinta para no ser juzgado y mucho mejor que otros que, para tener premios, recurren a medios que da vergüenza, a los que usted jamás recurrirá”. Por estas razones se expatrió en 1896, pasando por Francia, Inglaterra y América del Sur, regresando a España en el año 1898 para realizar algunos encargos en Bilbao.

Durante su estancia en América realizaría en el año 1897 y parte del 98 varias exposiciones en Buenos Aires. Destacan entre ellas la que tuvo lugar en el Salón Witcomb de la calle Florida nº 364, donde todos los artistas exponían sus obras en aquella capital y uno de los pocos salones que existían para celebrarlas. Esta exposición sería completa, constituyendo una gratísima sorpresa para los asistentes a la misma, y dando muestra del arte de este brillante artista. En ella figuraban las obras que le dieron al autor la recompensa de ser condecorado y muchos retratos, paisajes y bodegones, todos ellos de gran mérito. Bermudo sería muy elogiado por los concurrentes y sobre todo por la prensa, pues supo introducir su arte en aquel país, llegando a vender un gran número de obras, además de realizar algunos encargos.

También se ha podido averiguar por la prensa del momento[32], la presencia de Bermudo en las vidrieras de la Casa de Galli, en Buenos Aires, cuyos trabajos serían dignos de mención por el gran parecido, aparte de las condiciones artísticas de las obras que se reunían, los retratos presentados del señor D. Manuel G. Llamazares y de una niñita del señor D. A. R. Cartavio. También realizaría en Buenos Aires, con gran acierto, los retratos de la Señoras Dª Cesarea Valentí de Llamazares y Dª Petronila Gorgolas de Saralegui.

Su presencia en este continente y la gran maestría de sus obras realizadas tanto en España como en Latinoamérica, le valdrían su presencia en una de las obras más importantes del momento, el Diccionario Enciclopédico Hispano‑Americano, donde se narraba la biografía y algunas de las obras más importantes, de forma bastante acertada, el pintor Bermudo.

El año 1899, cuando faltaban veinte días para la presentación de las obras en la Exposición General de Bellas Artes[33], decide preparar una tela a pesar de las polémicas ocurridas en el Círculo de Bellas Artes, unos años antes. El último día del plazo trabajó en ella hasta las tres de la tarde y la condujo en un carro desde Moncloa hasta la Exposición. El paisaje que había pintado tenía como protagonistas a dos jóvenes muchachas de aquellos contornos, así que el día de la apertura, infinidad de personas de aquellos barrios fueron para verlas. La obra se llamaba “Vaya un par” y sería condecorada con la “Cruz de Caballero de Isabel la Católica” por Real Orden del 18 de Mayo de 1899 y vendida después en América, aunque poseemos una copia del original de menor tamaño. En Bilbao la prensa[34] publicó un artículo donde anunciaba la exhibición de esta obra, “Vaya un par”, en los escaparates del Sr. Velasco en la ciudad, que describe y critica con toda clase de elogios la obra del autor extremeño. Dos años después, en 1901, otra obra de este artista participaría en las Exposiciones Nacionales[35], por mediación de su amigo pintor, D. Luis Juliá, pues le remitió el cuadro “Un buen partido” (Foto 4) desde Bilbao para que lo entregase con un cartel donde se anotase «fuera de concurso», pero su amigo no lo hizo. Poco tiempo después Bermudo recogió esta obra en Buenos Aires con un cartel donde decía “propuesto para condecoración”, y por Real Orden del 5 de Mayo de 1901, obtendría la Cruz de Comendador de Isabel la Católica por esta obra, libre de gastos.

img4Figura 4.- Detalle del cuadro “Un buen partido”. Óleo sobre lienzo (3 x 2 m). Participa en la Exposición Internacional de Bellas Artes de Madrid, 1901. Premiado con la Cruz de Comendador de Isabel la Católica.

Ya en el continente americano, realizó una Exposición en Buenos Aires, en Septiembre del año 1903, en el Salón Witcomb de la calle Florida nº 364, lugar donde años antes ya había expuesto algunas obras. Este mismo año se desplazaría a Uruguay, realizando en Montevideo una gran exposición con algunos cuadros que se había llevado desde España y que todavía no había vendido[36], al mismo tiempo que realizaba unos trabajos que habían sido encargados en Argentina. Al poco tiempo estalló la guerra civil de Aparicio Saravia, y decompondría todos sus planos obligándole a regresar nuevamente a Argentina. Sin embargo a pesar de la corta estancia, la prensa[37] de Montevideo le dedicó grandes elogios por los trabajos presentados en la Exposición de la Casa Maveroff, salón de la renombrada casa de comercio, convirtiéndose en una de las pocas exhibiciones de cuadros que habían llamado la atención de forma casi unánime, al público de esta ciudad, y que incluso instaban a que su Gobierno adquiriese una sola, de los veintinueve cuadros que Bermudo exponía. Entre las críticas destacaban las obras “Vaya un par” y “Un buen partido”, que definían a Bermudo como discípulo palpitante de la escuela de Fortuny y de Rosales, por la riquísima paleta, así como la manera de exteriorizar su temperamento artístico, vigorosamente sano, y sobre todo, por la infinita poesía que exhalaba de su asunto, con un corazón lleno de los más nobles y hermosos sentimientos, rememorando hechos y tipos genuinamente españoles[38]. La Tribuna Popular de 3‑12‑1903, trae el retrato de Bermudo destacando su presencia durante quince días en la Casa Maveroff, donde tuvo lugar la exposición que le había dado fama en toda la ciudad, a pesar de que muchos de sus mejores lienzos se quedaron en Buenos Aires, y otros forman parte de las colecciones de los más importantes museos españoles.

Además de las ya nombradas, formaron parte de la exposición, entre otros, cuadros como “Viento”, “Campesina”, “Camino de Gallarta”, “Un ángel más”,..[39]. El Diario Nuevo del 16 de Diciembre1903, anuncia la marcha de Bermudo hacia Buenos Aires el día antes, donde tenía fijada provisionalmente su residencia, despidiéndole algunos de sus amigos, Eduardo Ferreira, Felipe Menini, N. Mentero Bustamante, Fernando Quijano, Clodomiro Macial, Osvaldo Bixió, Carlos B. Masini, Francisco C. Arrotta y otros, aunque volvería tan sólo quince días después para realizar por encargo, el retrato de una bellísima señorita de la alta sociedad de esta ciudad, vestida de blanco, cuadro que presentaría grandes dificultades técnicas, pero de un gran encanto, capaz de ser vencidas solamente por un maestro de los pinceles.

El cuadro “Un buen partido” pudo ser vendido en Montevideo pero el alto precio con que Bermudo había tasado su obra, hicieron desistir a sus compradores.

De vuelta en Buenos Aires, donde pasaría varios meses, de forma intermitente pues realizaría algunos viajes por Chile donde pintaría de nuevo, algunas obras por Santiago, Valparaíso, Quillote o Villa del Mar, para volver a Buenos Aires. Aquí realizaría una nueva exposición en el Salón Witcomb en el año 1905 junto a su amigo D. José Artal. Ambos formarían parte de la organización de una serie no interrumpida por algunos años, de exposiciones de Pinturas‑Arte Moderno de Escuela Española, donde por sus buenas amistades españolas darían a conocer el nombre de artistas contemporáneos de muy cimentada fama, y cuyos trabajos eran desconocidos en aquella República, no así sus nombres, promoviendo el arte español en cuantas exposiciones se celebraron. La prensa española[40] también habla de una de esas exposiciones en la que figuró Bermudo, con tres cuadros, comentando que fue una de las célebres por entonces, pero no ofrece más detalles sobre la misma.

Al conmemorar el primer centenario de la República Argentina, en el año 1910, nuestro paisano formaría parte de la representación de artistas españoles en aquel país, participando también en la exposición celebrada con tal motivo, con un cuadro alegórico que recibió la felicitación de los concurrentes, así como la de la Infanta, presente con tal motivo en este país, por el acierto y gusto en representar a todos los países que concurrieron al centenario de aquella nación. El cuadro tenía como nombre “Boceto alegórico al primer centenario de la Revolución Argentina, 1810‑1910” (Foto 5), que sería adquirida por D. Francisco Spinetto, aunque se hicieron algunas fotografías y litografías en gran tamaño y en colores, que se extendieron por todas partes, y que serían realizadas por los talleres de Jacobo Peuser de Buenos Aires, prohibiendo su reproducción según la ley número 7092.

img5Figura 5.- “Alegoría conmemorativa del 1er Centenario de la Independencia de la República Argentina 1810-1910”. Óleo sobre lienzo, 1910. Actualmente en paradero desconocido.

Tres años más tarde, tendría lugar la Exposición Nacional celebrada en la República Argentina, en la que Bermudo participaría con una obra maestra, que recibiría todos los elogios de la crítica, “Advertencia desdeñosa” o “Escena de cocina”, no pudiendo por otra parte, optar a premio con ella, ya que el reglamento en vigor por entonces, impedía al Jurado condecorarle por su condición de extranjero, sin embargo se llevaron acabo una serie de gestiones para poder adquirir la citada obra, pero no llegaron a ningún acuerdo en el precio de la misma.

Después de esta muestra pasó a Brasil haciendo varias exposiciones en Río de Janeiro, Sao Paulo, Santos y Porto Alegre. En esta última ciudad un periódico[41]publica la noticia de la exposición que en este momento se realiza en el Centro Artístico, bajo el titular “O éxito da exposiçao, os quadros de José Bermudo”. A las tres de la tarde llegarían las autoridades al edificio donde se realizaba la exposición de artes pláticas “Club Caixeiral”, para la apertura de la misma. La exposición de nuestro artista fue detenidamente observada por el Ministro de Estado, el intendente de Porto Alegre, Sr. Montaury y demás visitantes, felicitando a Bermudo por sus cuadros, destacando principalmente los de naturalezas muertas. El periódico a su vez, nos muestra una detallada catalogación de las obras presentes en la exposición, destacando algunas de ellas, como “Escena de cocina”, “vados” o “siega”… Sabemos también por la prensa del momento, la gran afluencia de público a la exposición, pues por la noche, de los dos mil catálogos publicados como guía para recorrer la galería de arte, sólo quedaba uno, teniendo que realizar una segunda edición del catálogo para el día siguiente.

También la prensa[42] nos informará de las exposiciones realizadas en Río y en S. Paulo. En Río de Janeiro, anunciará la muestra del pintor español iniciando las exposiciones del año con un gran certamen, que tendría lugar en la Galería Vieitas, de la calle Quitanda. De la colección de obras destacará dos “Escena de cocina” y “Un buen partido”, pues las demás eran “maravillosos paisajes, llenos de frescura y colorido”. Desde aquí se marchó hacia S. Pablo, donde nuevamente realizaría una exposición a la que concurrió con obras de diferentes géneros que despertarían el interés del público asistente, y que tendría lugar en la “Casa Verde”, de la Calle S. Bento. El “Estado de San Pablo”, periódico del momento, daría cuenta de la llegada del artista después de sus estancias en Río y en Santos por algún tiempo y destacará en algunas obras como “Al viento” o “Lavanderas gallegas”, la maestría del artista extremeño.

Es de suponer que realizaría algunas otras muestras de las cuales no nos ha llegado información, pues tenemos conocimiento de las mismas a través de los recortes que la segunda “compañera” de Bermudo conservó, pero sin duda su aventura por tierras americanas seguiría conquistando la gloria y dando a conocer el arte de la tierra que le vio nacer.

Al estallar la guerra de 1914, se empezó a notar en todo el mundo sus consecuencias, con problemas económicos en todos los niveles. Los trabajos de caballete, que eran los que facilitaban su vida se reducirán por lo que decide volver a España, dedicándose a trabajar en su invento, el “Palanquélice”, aparato de velocidad, cuyo funcionamiento sería sin electricidad ni combustible alguno, y que estaría destinado a lanchas de salvamento y embarcaciones menores de remo o vela. Se realizarían varias pruebas con el mismo, una de las cuales tendría lugar en Bilbao[43], con resultado satisfactorio, y formaría parte de la colección de la Exposición celebrada en la Coruña el año siguiente, donde se reconocería finalmente su invento, siendo condecorado con Diploma de Honor.

En el “Noticiero”[44], con motivo de la Exposición de pinturas en la feria y el Museo Provincial, publica un artículo por el olvidado en su provincia, el artista Bermudo Mateos, con una serie de datos biográficos e información sobre la presencia en el Museo, de la reproducción fotográfica de algunas obras del artista, pues era la única manera de poder admirar algunas de las mismas, adquiriendo mayor importancia en número y calidad, la colección de obras que allí se guardaban. De esta manera intentaban aumentar la colección con donativos de sus mejores reproducciones, y llegar con el tiempo a ser un Museo donde se atesorase las joyas de las producciones de los artistas extremeños. A su vez, la prensa[45] también nos informa sobre la presencia en un gran número de escaparates de los comercios cacereños, de fotografías, muy bien hechas, de los cuadros del artista.

El año siguiente, por el mes de Febrero, se entera de la Exposición Nacional que se va a celebrar en Madrid y decide presentarse a pesar de sus años con una obra, que se llamaba “Buenos amigos” y sería una de sus últimas galardonadas. En el mes de mayo, a pesar de su preocupación por los problemas de salud de una de sus hermanas, acudiría el día del barnizaje sólo una hora. La prensa en general se hizo eco de la maestría que el autor plasmaba en esta obra[46].

A pesar de que la muerte le llegaría el 18 de Septiembre de 1920, sus obras seguirían formando parte de certámenes de todo tipo, como la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929. El acontecimiento sería de una gran importancia y Bermudo formaría parte de las colecciones extremeñas con una de sus obras más conocidas, “Vaya un par”, por lo que me ha parecido interesante introducir unas notas informativas sobre el origen y desarrollo de dicha exposición.

Unos años más tarde, en 1992, la huella de Bermudo y de su arte, se dejaría sentir nuevamente en un certamen tan importante como el que tendría lugar en Sevilla en el primer tercio del siglo XX. La EXPO’92 sería un acontecimiento histórico‑cultural en la vida de nuestro país, y Bermudo volvería a participar con el mismo cuadro que tantos años atrás nos había representado, “Vaya un par”, y que formaría parte de la colección de obras expuestas del pabellón extremeño desde el 20 de abril al 19 de mayo. Además de la obra de nuestro paisano, serían otros artistas extremeños los que harían las delicias de los visitantes al pabellón de nuestra región, como: Luis de Morales, F. Zurbarán, Aurelio Cabrera, Eugenio Hermoso, Adelardo Covarsí, Pérez Rubio, Pérez Comendador, Ortega Muñoz o Torre Isunza entre otros.

Una de sus últimas exposiciones tendría lugar en su pueblo natal, Huertas de Ánimas, durantes la semana cultural de la festividad del Cristo de la vida, donde la asociación de vecinos de la localidad, quería dar a conocer a un artista del que pocos tenían conocimiento, con una exposición de obras Bermudo,

El Museo Municipal de Madrid en el año 1997, llevaría a cabo la restauración de una de las obras del pintor Bermudo que forma parte de su colección, “S.M. el rey D. Alfonso XII visitando a los coléricos en Aranjuez”, obra de gran tamaño, con motivo de su aparición en la exposición denominada “Cánovas y la Restauración”[47], celebrada en Madrid en el Centro Cultural del Conde Duque, desde Diciembre de 1997 hasta Febrero del año siguiente.

Finalmente la última exposición, hasta el momento, donde se muestra la obra del pintor extremeño y de las que tengo constancia hasta ahora, es la celebrada en Valladolid, en el Museo Nacional de Escultura, Palacio de Villena desde el 7 de Septiembre hasta el 22 de Noviembre del año 1999, en la muestra denominada “Carlos V y Felipe II en la pintura de historia”, celebrada con motivo de la conmemoración de los centenarios de ambos monarcas[48].

img6Foto 6.- “San Juan”. Óleo sobre lienzo. Propiedad de la familia Bermudo.

Se trataba de ofrecer un recorrido sobre los diversos asuntos históricos del siglo XVI que atrajeron la atención de los artistas decimonónicos, fundamentalmente a través de pinturas españolas, poco conocidas, cuya importancia estética e iconográfica resulta decisiva para establecer un discurso encadenado sobre la imagen mítica de aquel siglo, que ha formado parte del subconsciente colectivo hasta nuestros días. Una obra de Bermudo se encuadraría dentro de esta exposición y más concretamente en la sección, «Lepanto y la imagen triunfal de Felipe II», que plasmaría en imágenes parte del reinado de este monarca, con un carácter historicista,“Los hijos de Antonio Pérez ante el magistrado Rodrigo Vázquez”, inspirado en los pintores de la época. La obra forma parte de la colección del Museo de la Coruña, que en concepto de préstamo, donaría al Palacio de Villena de Valladolid con este propósito.

Datos muy extensos hemos podido leer entre estas líneas sobre los triunfos que nuestro artista cosechó durante toda su vida, demostrando que aunque el reconocimiento le llegó un poco tarde, sería en opinión de la prensa, pintor extremeño del siglo XIX, porque no había nadie que hubiese llegado a su altura en esa época, sabiendo dejar bien puesto en su arte el nombre de la tierra que le vio nacer.


NOTAS:

[1] A.D.C. Solicitud de beca como pensionado a Roma.

[2] A.D.C. Cantidad registrada en la carta que Bermudo presenta como solicitud de beca.

[3] A.D.C. Cantidad registrada en la documentación para la solicitud de la beca.

[4] Documentado por el tríptico editado para las Exposiciones.

[5] A.M.T. Libro de Acuerdos, 31 de Diciembre 1898.

[6] “El Diario de Cáceres”, 4 de Julio de 1919. “El Noticiero” de Cáceres, 7 de Julio de 1919. “La Montaña” de Cáceres, 8 de Julio de 1919. “El Bloque”de Cáceres, 11 de Julio de 1919.

[7] Según el “Diario Nuevo”, 16 de Diciembre de 1903.

[8] Según datos extraído de una pequeña memoria del pintor.

[9] Memorias de Augusto Bermudo sobre su padre.

[10] “El Pueblo Vasco” de Bilbao, 3 de Noviembre de 1918, nos habla de una de las últimas pruebas realizadas para comprobar el funcionamiento de su invento.

[11] Por entonces ocupaba este puesto, D. Emilio Herreros.

[12] A.D.P. Libro de Acuerdo. Comisión Provincial, sesión del 4 de Mayo de 1920. Publicado en el BOE. p.186‑189. “El correo de la mañana” de Badajoz, 5 de Mayo de 1920 informa también sobre el acuerdo tomado por la Comisión Provincial. A su vez otros periódicos como “La Montaña”, “El Adarve”, ò “El Noticiero” de Cáceres.

[13] Bermudo durante su vida, había sufrido ya dos pulmonías y estaba delicado del pecho.

[14] Rafael estaba en Trujillo, bastante enfermo y no pudo asistir a los funerales de su padre.

[15] “ABC”. «Noticias Necrológicas. En Madrid donde residía, ha fallecido el laureado pintor extremeño, D. José Bermudo Mateos, á los 68 años de edad…» “El correo de la Mañana” Badajoz, “La Montaña” ó “El Noticiero” de Cáceres, 20 de Septiembre de 1920, entre otros, publican la noticia de su fallecimiento.

[16] Ante la solicitud de la Diputación para adquirir un cuadro del Sr. Bermudo, este les comunica que tiene poco que ofrecer pues lo había vendido prácticamente todo. Será D. Emilio Herreros quien le encargaría una obra que engrandeciera Extremadura, donde se vieran reflejadas las dos provincias y parece que el artista ya tenía proyectada su idea, pero la muerte le sobrevino antes de poder llevarlo a cabo.

[17] A.D.P. Previa declaración de urgencia, visto el acuerdo de la Diputación del 3 de Agosto último.

[18] “El Noticiero” de Cáceres, 14 de Junio de 1921, publica la entrega de la obra adquirida por la Excma. Diputación Provincial de un lienzo que no está terminado, pero demuestra el genio del ilustre artista. El cuadro está inspirado en un cantar gallego, pues no se pudo cumplir la idea inicial de plasmar un reflejo de la región extremeña.

[19] Catálogo de la Exposición Nacional de Bellas Artes. Madrid, 1876.

[20] Catálogo de la Exposición General de Bellas Artes. Madrid, 1881.

[21] Catálogo de la Exposición Nacional de Bellas Artes. Madrid, 1884.

[22] Catálogo de la Exposición Nacional de Bellas Artes. Madrid, 1887.

[23] Catálogo de la 1ª Exposición de Bellas Artes celebrada en Barcelona, 1891, aparece el cuadro en el nº 41 (por orden alfabético) como obra de D. José Bermudo Mateos, discípulo de la Escuela de Pintura, Escultura y Grabados de Madrid

[24] “La Ilustración Artística de Barcelona”, 22 de Junio de 1891, opus. cit. pg. 394.

[25] Catálogo de la Exposición Internacional de Bellas Artes. Madrid, 1892.

[26] Según las últimas noticias.

[27] Catálogo de la Exposición Internacional de Bellas Artes. Madrid, 1892.

[28] “Ilustración Española y Americana”, 15 de Febrero de 1893. Op. cit. pag. 106. Describe detalladamente el Pabellón de Guatemala.

[29] Catálogo de la IV Exposición Bienal del Círculo de Bellas Artes. Madrid, 1894.

[30] Catálogo de la Exposición General de Bellas Artes. Madrid, 1895.

[31] GUTIÉRREZ BURON, J. “Exposiciones nacionales de pintura en España en el siglo XIX”. Ed. Universidad Complutense. Madrid, 1987.

[32] “El comercio español en el río de la plata”.

[33] Catálogo de la Exposición General de Bellas Artes. Madrid, 1899.

[34] “El Diario de Bilbao” del viernes, 8 de Junio de 1900.

[35] Catálogo de la Exposición Nacional de Bellas Artes. Madrid, 1901.

[36] Tríptico publicado con motivo de la Exposición en Casa Maveroff, C/ Sarandi nº 307. Montevideo, 22 de Noviembre de 1903.

[37] “El Nacional”, 25‑11‑1903 ó “El Diario Nuevo”, 26‑11‑1903, entre otros.

[38] “Tribuna popular”, “El progreso español”, “La propaganda” con fecha del 26 de Noviembre de1903 ó “El Tiempo” periódico fechado el 28 de Noviembre1903, hablan sobre este artista.

[39] Obras publicadas en los artículos de algunos periódicos locales americanos como: “El Diario Nuevo” del 4 de Diciembre1903; “El progreso español”del 5 de Diciembre 1903; “El Nacional” de los días 5 y 6 de Diciembre 1903.

[40] “La ilustración artística de Barcelona” del 7 Agosto de 1905.

[41] “El correio del Pueblo”, fechado el 7 de Diciembre de 1913.

[42] “El Estado de San Pablo”, Diciembre de 1913.

[43] “El pueblo Vasco”, del 3 de Noviembre de 1918.

[44] Periódico cacereño, con fecha del 13 de Septiembre de 1919, y “El Diario de Cáceres” del 15 del mismo mes.

[45] “El Correo de la Mañana” de Badajoz del 27 de Diciembre de este mismo año.

[46] “La Montaña”, “El Adarve”, “El Noticiero” de Cáceres e incluso “El Sol” de Madrid fechados en el mes de Mayo de 1920.

[47] Catálogo publicado por el Museo Municipal del Ayuntamiento de Madrid, con motivo de la exposición. La obra de Bermudo situada en pg. 140.

[48] Revista “Descubrir el arte”. Año 1, nº7. Septiembre de 1999. Op. cit. p. 22.

Oct 012001
 

Alonso J. Corrales Gaitán.

img1

 

En el nombre de la Santísima Trinidad
Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Un solo Dios verdadero, para honra y
Reverencia de Jesús Crucificado, muerto y resucitado.

Para general conocimiento, comprensión
Y salvación de todos los creyentes,
En necesaria observación silenciosa y respetuosa.
De su impresionante imagen retorcida,
Siendo una unidad con el madero,
Y un todo con quienes lo contemplan.

Ello por los tiempos pasados,
Los presentes y los futuros”.

Amén

Poco más de un siglo de reposo, ha servido para recuperar una devoción muy arraigada entre los cacereños desde remotos tiempos.

Lamentablemente en la actualidad, la mayoría de la gente únicamente ve el montaje externo, pero existen toda una variedad de elementos que son ajenos a quienes hasta él se acercan.

Por esto y por una profunda devoción que siento hacia tan impresionante imagen, me ha decidido a compartir con todos ustedes estos instantes y ojala que al finalizar mi modesta disertación, sientan por el Cristo Negro al menos algo de lo que yo siento desde el preciso momento en que lo descubrí.

Para un mejor entendimiento vamos a ir profundizando en el tema paso a paso.

En una materia como esta, es muy difícil separar lo religioso de lo cultural o lo social, incluso de lo tradicional o del aspecto propio de la leyenda. En todo fenómeno que tiene más de seis siglos de antigüedad, todos los elementos juegan un papel esencial.

El Cristo Negro ha superado la barrera meramente religiosa para convertirse en un fenómeno social y caritativo dentro de la ciudad de Cáceres, e incluso sus alrededores.

La imagen.-

Desde el punto de vista artístico, es decir desde la seria y cualificada opinión de los expertos en arte, estamos ante una talla considerada perfecta, es sencillamente un Cristo Crucificado equilibrado.

Son opiniones de varios imagineros y restauradores, que en los últimos años y por diferentes motivos han observado detalladamente esta obra.

Según criterios de todos estos expertos y estudiosos, tan magnífica imagen fue realizada en el siglo XIV, por autor hasta ahora desconocido, coinciden quienes han observado minuciosamente la obra referida, que su autor no pudo ser un principiante dado que todos los detalles del Crucificado son perfectos, es una obra con un notable conocimiento de anatomía, logrando que espectador aunque no sea creyente, conozca claramente este momento histórico de la Pasión. Tanta es la personalidad del autor que ni siquiera las restauraciones de siglos posteriores a la de su creación, a pesar de que algunas hallan sido hechas con muy poco acierto técnico, como decíamos ni siquiera esos trabajos, le han quitado a la obra original, belleza y equilibrio en todo este tiempo.

Estudiando las primeras familias que se relacionan con la imagen, los Ovando, que posteriormente y con el paso del tiempo se convertirían en Blázquez, se descubre que son los auténticos mecenas de dicha creación, no podemos olvidar a Juan Ovando que abonó 1.300 maravedíes por su elaboración.

En lo referente al lugar de origen de tan magnifica talla, se barajan distintas posibilidades, es posible que fuera traída de distintos lugares de Europa, tales como Castilla, Alemania o incluso Italia.

A la hora de nombrar al autor de tan magnífica talla, no podemos contar con documento alguno, únicamente introducirnos en el mundo de las especulaciones e incluso de las eliminaciones, y así y con muchas dudas indicar a Paulus o Pablo de Colonia como posible autor del Cristo Negro, magnífico artista que realizó interesantes trabajos en el Monasterio de Guadalupe, entre otros lugares.

Hoy muchos devotos se preguntan ¿Y quién fue el modelo que sirvió de inspiración para tan especial imagen? ¿Por qué de rasgos negroides?

Lo más probable es que la respuesta adecuada no la encontremos nunca, pero podemos intentar localizar otras lógicas, que no se encuentren muy alejadas de la misma. Dado que en otros lugares de la ciudad aparecen representaciones de personas de raza negra, esclavos traídos de otros continentes por la nobleza cacerense. Es muy posible, que el autor de esta talla observara un equilibrio anatómico en una de estas personas, y la utilizará para su inspiración en tan magnífica obra.

Incluso no podemos pasar por alto que alrededor del Crucificado referido se han encontrado varios símbolos y signos originarios de la religión hebraica, que durante décadas existió en Cáceres, lo que sin duda puede explicar todo esto.

Según parece, la realización del Cristo Negro fue para acomodarlo en una capilla propiedad de un reducido grupo de devotos, situada en un palacio de las proximidades de Santa María, pero la intervención del Prelado de la Diócesis hizo que al final se colocase en el primero beatario y posterior Convento de Santa María de Jesús, religiosas bajo las reglas de San Jerónimo, que estaba situado en el lugar que en la actualidad es el palacio de la Excma. Diputación Provincial.

Inmediatamente toda la zona próxima a dicho lugar experimenta una creciente devoción hacia tan peculiar Crucificado, realizándose innumerables actos y cultos en su honor, en los que por supuesto también participan los correspondientes Prelados. Algunos de los cuales pidieron ser enterrados a sus pies o cerca de él. Lo mismo ocurrió con distintos miembros de la nobleza cacerense.

Otra de las preguntas que sin duda se han hecho muchos devotos y se continúan haciendo, aún en la actualidad, es: ¿Qué color tenía originariamente este Cristo?

A la vista de las diferentes pruebas que se le han podido hacer a dicha imagen, se puede afirmar que el Cristo Negro fue creado con una tonalidad marrón oscura, color que con el paso del tiempo y con el humo de las miles de velas que han estado colocadas cerca de él, la ha convertido en una imagen casi negra.

Pero a tan peculiar devoción de Cristo crucificado, como es de suponer no se le pudo poner limitaciones, por lo cual las capas más humildes de aquella lejana sociedad cacerense, también comenzaron a sentir una especial atracción hacia imagen tan extraordinaria.

Y fueron toda una serie de circunstancias sociales y devocionales las que provocaron la creación de la Cofradía del Santo Crucifijo de Santa María.

La cofradía.-

Según consta en los correspondientes documentos tanto del Obispado como de la propia cofradía, esta se funda el 3 de mayo del año 1490, dos años antes del Descubrimiento de América.

Los promotores de tan magnífica idea fueron quince hijosdalgos cacerenses, pero inmediatamente se les incorporaron un número indeterminado de vecinos de muy diferentes orígenes, pero todos con un mismo fin: la devoción pública hacia el Cristo Negro.

Para evitar posibles errores tengo que decir que originariamente dicha cofradía no fue fundada con carácter penitencial, sino meramente de devoción y culto, realizando distintos actos públicos en honor de su imagen. Con la cual realizaban una procesión claustral por el interior del templo donde estaba expuesta, primero en el mencionado Convento de las religiosas, posteriormente en la Iglesia de Santa Maria la Mayor, hoy Concatedral. En muy contadas ocasiones procesionó visitando algún otro templo.

Y en lo referente a sus actividades, además de las propias religiosas, efectuaban sus miembros otras de carácter caritativo, tales como recoger a enfermos, darles comida y alojamiento y pagar el entierro o literalmente sepultar a personas que no contasen con medios económicos suficientes o ajusticiados.

Existe una nada despreciable teoría de motivación para la aparición de talla tan especial, por su color oscuro y sus características fundacionales.

Tiene una clara influencia de las órdenes de caballería que por aquel lejano siglo XIV actuaban por esta zona, y en especial los restos de la que fue Universal Orden del Temple, desaparecida oficialmente el 13 de marzo del año 1314.

No podemos olvidar que a pesar de su injusta destrucción, en determinados países de Europa continuó funcionando respaldada por determinados monarcas u órdenes creadas expresamente para ‘‘maquillar’’ a los caballeros templarios supervivientes.

Esto ocurre claramente en la cercana Portugal, donde se crea la Orden del Cristo en el año 1319 por el rey Donis (Dioni), encabezada por caballeros templarios, así como la Orden de Pereiros, que en Extremadura se transforma en la Orden de Alcántara.

Todos estos acontecimientos favorecieron notablemente la aparición en Cáceres de la Santa Hermandad del Cristo Negro, así como en otros lugares de la provincia e incluso de la región de otras cofradías por el estilo.

En estos argumentos, tampoco podemos pasar por alto, el hecho que por norma general se daba en las principales ciudades de España y de Europa, de que donde aparecía un fragmento del denominado Lignum Crucis, una Virgen Negra o incluso un Crucificado, también de color negro, allí de una manera u otra estaba presente la Orden del Temple como tal o con algunos de sus perseguidos miembros, y Cáceres no fue una excepción en este tema.

Si hacemos caso a la escasa documentación existente de aquella época, el aspecto económico fue el menos preocupante en esta cofradía ya que en poco tiempo y según nos demuestran sus inventarios, la cofradía se hizo con una elevada cantidad de casas y tierras, productos de numerosos donativos de cofrades y devotos de tan impresionante imagen. El verdadero problema fue el fenómeno humano. No es de extrañar en una sociedad con tantas carencias esenciales, elevada mortandad por enfermedades, epidemias y continuos conflictos bélicos, en lo que a los siglos XV, XVI y XVII se refiere, no fuesen multitudinarios los seguidores tal y como hoy pudiésemos pensar.

Este pudo ser uno de los principales motivos, para consentir que la mujer formase parte activa en mencionada cofradía, aunque para ello debieran pagar el doble que los hombres, especialmente en cera, moneda o especies.

Tal y como ya afirmamos en 1990, como consecuencia de presentar públicamente por primera vez la historia de esta imagen y su asociación, la documentación que ha llegado hasta nuestros días, mejor dicho que hoy se puede consultar, es muy limitada ya que por desgracia existe no poca documentación que está en poder de particulares sin posibilidad inminente de poder ser consultada públicamente, lo que dificulta localizar infinidad de datos al respecto.

El Cabildo rector se constituye con un Alcalde Mayordomo, dos Alcaldes y cuatro diputados o contadores, así como tres sustitutos de éstos, un clérigo y un escribano público que hacía las veces de secretario.

En el año 1547 contaba la cofradía con unas rentas anuales de 2.530 maravedíes.

El lugar habitual de las reuniones del Cabildo, era la denominada por entonces Puerta del Sol, hoy convertida en entrada a la Capilla del Santísimo de Santa María, la Concatedral. Por el contrario las reuniones del capítulo general, se celebraban en casa del Alcalde Mayordomo.

Juan Blázquez que vivió a finales del siglo XIV y principios del XV, a su fallecimiento dejó para la cofradía la finca denominada “Suertes de Santa María”, situada en la carretera de Cáceres a Trujillo a pocos kilómetros de la capital de provincia. Este magnifico terreno con sus numerosos rebaños de ovejas y vacas, fue propiedad de la mencionada cofradía, hasta la Desamortización de Mendizábal, en que fue dividida en seis fincas totalmente independientes, la mayor de las cuales pasó a propiedad de la Excma. Diputación Provincial.

Tal repercusión social alcanzó este colectivo religioso, en la ciudad de Cáceres, que se le concedieron las siguientes “gracias”, por mediación del Sr. Prelado de la Diócesis y el respaldo multitudinario de la población:

– En el año 1611, Bula Pontificia por el Papa Paulo V.

– El 27 de agosto de 1714, Indulgencias plenarias a las ánimas de los difuntos, por el Papa Clemente XI.

– El 22 de enero de 1727, Benedicto XIII otorgó Bula Pontificia a los cofrades y devotos de esta imagen.

Pudiendo lucrarse todos los cofrades de la gracia de siete años y siete cuarentenas de perdón, desde las vísperas precedentes a la fiesta principal, y durante todo el día festivo.

Facultaba además el Sumo Pontífice a los cofrades para que eligiesen cuatro días festivos, previa aprobación del Obispado de la Diócesis, para ganar los mismos privilegios espirituales.

Como consecuencia el Cabildo de esta cofradía propuso al Prelado los cuatro días siguientes, que fueron aprobados como era de esperar con fecha de noviembre de 1727:

– Fiesta de San José.

– Fiesta de San Jorge.

– Fiesta de San Juan Bautista.

– Fiesta de San Pedro de Alcántara.

El 24 de mayo de 1627, D. Gaspar de Saa, Visitador General de la Santa Iglesia Catedral de Coria, viendo la gran devoción que la villa de Cáceres procesaba a tan magnífica imagen de crucificado, dispone que sea hecho un rico confalón o pendón, con las insignias de la cofradía, para acompañar a la imagen en todos sus actos, importando la vara de madera 50 reales, el damasco empleado en el mismo fue un regalo de varias personas piadosas.

Durante mucho tiempo dicho pendón participó en infinidad de actos de todo tipo, relacionados con la cofradía que nos ocupa, conservándose el mismo hasta mediados del siglo XX, en que fue desechado por su lamentable estado.

En capítulo general, celebrado el 1 de agosto de 1651, siendo Mayordomo D. Francisco Martín Madmuelo, a propuesta suya, es aprobado por unanimidad que la mujer participe de manera activa en todos los acontecimientos de la cofradía. Dándose no obstante una cierta diferencia entre las esposas o hijas de cofrades, y las que no lo son.

En el siglo XVII es sacada la imagen en procesión al menos en cinco ocasiones, como consecuencia de distintas epidemias y calamidades que asolan a la ciudad de Cáceres, colocándose en otras tantas ocasiones en el altar mayor para que todos los devotos le puedan rendir honores.

En este mismo siglo es reparado el altar y retablo que el Santo Crucifijo tenía desde hacía algún tiempo. Es restaurada la propia imagen por personas desconocidas documentalmente.

Aún en la actualidad poca información podemos dar en lo referente al primer retablo que tuvo el Santo Crucifijo, únicamente conocemos que era también de tonalidad oscura, que fue pagado por Alonso Golfín en 1498, destruido por las propios monjas en el año 1742 para sustituirlo por uno churrigueresco, que fue brutalmente destruido en la Desamortización. Allí se había colocado en el año 1679, un bello cuadro que representaba a la Virgen María y a San Juan Evangelista, costando 347 reales.

Hasta nuestros días ha llegado un curioso Inventario que fechado en el año 1557, contiene lo siguiente:

– Un paño de terciopelo negro, muy antiguo, utilizado para los entierros.

– Un arca para guardar los hachones y velas, con su llave, ésta había sido regalada a la cofradía por uno de sus miembros en el año 1510.

– Una pala y un azadón para la sepultura de los difuntos, herramientas que han existido hasta bien entrado el siglo XX.

– Un crucifijo de madera, con su estuche, de un metro de largo.

Durante la segunda mitad del siglo XVII, el pintor Mateo Urones realizó varios trabajos en la imagen del Cristo negro, en especial sobre sus dedos de manos y pies.

En el año 1704, se realiza una nueva reforma de los reglamentos, referente a la cuota de entrada de los cofrades y por sufragio de muerte.

En 1723, el Mayordomo D. Tomás Guerra, hijo, pagó al maestro que hizo el retablo del Cristo y otros trabajos, la cantidad de varios cientos de reales. Y por una cruz arbórea que trajo de Salamanca, al estar la primera podrida, 60 reales, así como pagó 43 reales por el Sermón y el regalo del día en que se colocó al Señor en el retablo principal.

Por decreto de 5 de noviembre de 1727, se establece la fiesta principal de la cofradía por el Prelado D. Sancho Antonio de Velunza y Corcuera.

En la fiesta principal, colgaduras de damasco cubrían todas las paredes del templo, el altar y la capilla se llenaban de numerosos ramos de flores y toda la iglesia se adornaba con cientos de velas y candelas sobre lámparas de plata. Estaban presentes dos cuadros propiedad de la cofradía y el Cabildo de la misma presidía todos los actos sentado sobre los bancos que también eran propiedad de la cofradía.

El estandarte ondeaba frente a todos los presentes, que llenaban completamente la iglesia.

En el momento en que los cofrades movían al Santo crucifijo, todos los presentes se arrodillaban en señal de respeto y reverencia sin atreverse a levantar la mirada hacia él.

En el año 1798, el entonces Mayordomo pagó al pintor Tomás Hidalgo, 240 reales por haber renovado la efigie del Cristo, acondicionándola según el estilo de los tiempos actuales.

Al coincidir la fiesta principal de esta cofradía con la de la Vera Cruz, el Sr. Obispo de la Diócesis, dispone que la del Cristo Negro sea trasladada a otro día, quedando al final el 14 de septiembre tal y como en la actualidad se celebra.

Institucionalizando desde entonces, que una vez que se celebren los actos propios de la festividad, se cante una misa por el eterno descanso del alma del Presbítero y Licenciado D. Juan Domínguez Talavera, sacerdote que fue de Santa María y bienhechor de la cofradía, según quedó dispuesto en su testamento realizado ante el escribano público D. Benito Vega, con una cantidad anual de 500 reales.

Por acuerdo del Cabildo, de 14 de junio de 1818, siempre que se descubriese la imagen del Cristo, deberían encenderse dos velas, y una si se quitase de su lugar habitual de culto. Así como rezar un Padre Nuestro cada vez que se le bajase o subiese de su lugar habitual de culto.

Durante el siglo XIX fueron sus mayordomos: José Cortés, Juan Calbelo, Juan Jiménez, Benito Balhondo Digan, Francisco González, Rafael Vivas, Pedro González, Antonio Gracia, Vicente Alemán, Isidro Rico y Agustín Escallón, que desempeñó su cargo desde el 5 de mayo de 1870, hasta mayo de 1879. Presidiendo este Sr. la última reforma de los Estatutos.

Y es a partir de este momento, cuando la cofradía deja de realizar todo tipo de actividad pública, manteniéndose alguna reunión, según queda constancia en el libro de actas correspondiente.

Signo y símbolo. 

El 30 de agosto del hoy lejano año de 1985, cuando mis ojos se fijaron en tan impresionante imagen, colocada en una capilla lateral del templo de la Santa Iglesia Concatedral de Santa María la Mayor, no pude imaginarme lo que iba a suponer esta en mi vida y en la de otros muchos ciudadanos cacerenses y creyentes en general, tal y como ha ocurrido en todo este tiempo.

Inmediatamente comencé una decidida búsqueda de cualquier dato que me arrojase luz y conocimiento sobre la imagen y todo lo que ella representaba, la tarea fue agotadora pero muy enriquecedora, al menos esto es lo que para mi ha significado.

Dadas las características del lugar donde está expuesto el Cristo, una capilla poco alumbrada, y el tono oscuro de la imagen, habían logrado que durante años la gente se fijase poco en tan magnifica talla, y quién lo hacía o conocía al Crucificado se acercaban hasta él con no poco temor. Ello motivado por las innumerables leyendas y extrañas historias que la tradición popular había creado alrededor de dicha imagen.

Todo lo cual, contrariamente a despertarme algún temor, sirvió para animarme aún más y dedicar todo el tiempo posible a investigar todo lo relacionado al Santo Crucifijo de Santa María, conocido desde hace muy poco tiempo como Cristo Negro.

Apoyado por mi familia, amigos y un reducido grupo de compañeros de trabajo, así como cofrades, comenzamos a darle forma a la reaparición de tan espectacular talla con su cofradía.

La primera medida que tomo es formar la Junta Directiva, para lo cual realizamos la oportuna visita al Sr. Prelado, D. Jesús Domínguez Gómez, y le manifestamos nuestra intención de procesionar con el Cristo en la Semana Santa Cacereña pero al mas puro estilo medieval, tal y como se hacía en los siglos XIV, XV y XVI. Lo que es aceptado dada la austeridad de la propia imagen, para lo cual se realiza el correspondiente compromiso por escrito con el Obispado y el Cabildo.

Una vez recuperada toda la información posible, se redactan las normas por las que se regirá nuestra hermandad penitencial y se solicita ocupar el miércoles santo, con salida procesional a las 24 h. de Santa María.

Para lo cual creamos todo un amplio ritual, ajustándonos escrupulosamente a los orígenes de la cofradía y a sus antiguas normas y ordenanzas:

Participamos en la procesión penitencial cincuenta miembros de ambos sexos, mas los nueve que forman la junta directiva o cabildo todos portando un hachón o antorcha; nuestra túnica o hábito es de color negro y con capucha, evitando que se puede ver el rostro, con cíngulo de esparto a la cintura, guantes, zapatos y calcetines negros, evitando que se puedan ver los pantalones; al cuello medalla distintivo con cordón.

Antes de comenzar la procesión, todos los cofrades deberán hacer un juramento de obediencia y silencio delante de la imagen de rodillas y a puerta cerrada, acto que nadie más puede presenciar.

¡Que salga la hermandad del Cristo Negro, Dios lo quiere así!

Después de pronunciar esta frase, mero ritual de los caballeros medievales a la hora de enfrentarse con los enemigos de la religión, el Alcalde-Mayordomo dará tres golpes con el llamador de la puerta y abriéndose la misma, comenzará a salir el cortejo penitencial. Y miles de personas concentradas en la Plaza de Santa María, en completo silencio contemplan un espectacular desfile penitencial, como si de la Edad Media se tratase.

Además de la propia imagen puesta sobre unas andas metálicas y con una inclinación de 600, llevando como únicos adornos hiedra y un austero centro de varios cientos de lirios morados, con la única iluminación de dos hachones, uno a cada lado, la procesión está formada por una cruz de guía, una esquila, tres cofrades que llevan sobre tres cojines los símbolos de la Pasión (clavos, mazo y corona), también se procesiona un incensario que pesa mas de cien kilos, y delante de la imagen se porta el estandarte o pendón, detrás del Cristo se irá haciendo sonar un timbal destemplado como única música, imitando los latidos del corazón.

En lo referente al recorrido de esta procesión, será exclusivamente por el interior del barrio monumental de nuestra ciudad, es decir sin salir de las murallas bajo ningún concepto.

Esta cofradía reaparece nuevamente en Cáceres, en la Semana Santa del año 1986, la expectación es extraordinaria, el resultado no puede ser mejor, participamos en esa procesión un total de treinta y siete personas, por no querer apuntarse mas, cuando finaliza la misma se supera el centenar.

En pocos meses se despierta en toda la ciudad una devoción callada hacia el Cristo Negro, tal y como lo demuestran las numerosas altas, las limosnas recibidas y la gran cantidad de velas y flores que durante todo tiempo se van colocando a los pies de la imagen. Pero su reaparición transciende mas allá de nuestras propias fronteras municipales, provinciales e incluso regionales, poco a poco se va dilatando la devoción y la expectación hacia un Crucificado extraño, de facciones negroides y de tonalidad oscura que durante un siglo ha permanecido silencioso, casi oculto a miradas y rezos.

A pesar de la rápida recuperación de tan espectacular devoción, se procura mantener a la imagen y todo su significado, rodeada de una austeridad y seriedad más propia de los años de su creación, que no de finales del siglo XX. El resultado no puede ser mas positivo.

Para aquellos que tenemos el enorme honor de formar parte del séquito que acompaña a tan peculiar imagen, por unas empinadas, estrechas y tortuosas calles llenas de historia, es indescriptible el placer que esto nos produce.

El Juramento de Obediencia y Silencio antes de las 24 horas, la solemne salida observada por miles de curiosos y docenas de cámaras; la primera saeta que ya es tradicional que se le cante antes de pasar el Crucificado por debajo de la puerta de

Santa maría; la espectacular subida por los Adarves; la llegada a la una en punto a la Plazuela de San Mateo, guardando cuantos allí se encuentran, un sepulcral silencio; la penitente bajada por la Cuesta de la Compañía, donde los cientos de espectadores intentan tocar, rozar o sentir cerca al Cristo Negro, acariciar su sombra u oler su aroma de siglos; el escuchar el respirar cansino de los penitentes cofrades que descendiendo por dificultosos escalones portan a sus hombros imagen tan misericordiosa, llegando con esos cuerpos sudorosos pero firmes junto al Arco del Cristo, donde una voz anónima comparte con los allí concentrados una profunda reflexión; la estampa inenarrable de la imagen pasando por debajo del Arco del Socorro, o la llegada a la Plaza de Santa María y la entrada silenciosa de los cofrades en el templo, para el rezo ante el Cristo Negro, triste anuncio del final del desfile, son momentos inolvidables a pesar de su repetición de cada año.

Y es que en cualquier momento de su recorrido, observando el rostro retorcido del Crucificado, sus manos, sus pies y el profundo recogimiento de algún devoto espectador, o el oír alguna saeta, han precipitado en más e una ocasión las lágrimas en mis ojos, y ha aparecido en mi garganta un nudo que me ha impedido gritar con todas mis fuerzas:” JESÚS, TE SEGUIRE HASTA EL FINAL DE MIS DÍAS”.

Luego al finalizar el desfile, todos silenciosamente metidos en la Sacristía, despojándonos de nuestras respectivas túnicas, y algunos tratando de ocultar el rostro, por la vergüenza de que puedan ver que nos hemos emocionado, sentimos un poco de tristeza por haber concluido tan pronto lo que llevamos un año preparando.

Pero antes de salir del templo y compartir un desayuno de hermandad, uno a uno por breves instantes cada cofrade nos hemos ido despidiendo del Cristo Negro, cuidadosamente colocado a los pies del altar mayor, pidiéndole salud para nuestra familia.

De esta manera pasaron los años 1986, 1987, 1988 y 1989.

El 12 de septiembre de 1988, es nombrado y reconocido como hermano de honor D. Isidoro Gozalo Dacal, Sacristán de la Concatedral.

En el año 1989 como consecuencia de profundas investigaciones que realizo en lo referente a los Prelados que tuvo la diócesis de Coria-Cáceres, encuentro datos que apuntan que a los pies del Santo Crucifijo de Santa María se enterraron en su día:

– Obispo nº 50, Fray Juan V Ortega (1479-1485).

– Obispo nº 79, Diego VI López de la Vega (1658-1659).

– Obispo nº 89, Miguel Pérez de Lara (1704-1709).

Información que pone de relieve la importancia que en siglos pasados alcanzó la impresionante imagen de Crucificado que aquí estamos tratando, entre todos los habitantes de Cáceres, sin importar su nivel social.

Y es también en este año 1989 cuando realizamos nuestra primera petición al Obispado para la necesidad de una pronta y profunda tarea de limpieza a una talla que evidencia sus seis siglos de antigüedad. Sin obtener respuesta alguna al respecto.

No podemos olvidar que a lo largo del año, dos son los actos públicos que realiza esta Hermandad, el primero la propia procesión de Semana Santa, el otro y no menos importante la fiesta de la imagen el día 14 de Septiembre, y por consiguiente el de la Hermandad, donde después de realizar los miembros activos sus turnos de escolta de la imagen, cuantos creyentes así lo desean, asisten a la misa que se celebra en su honor en la Iglesia de Santa María y posterior besa imagen con procesión claustral, para finalmente y una vez colocado el Cristo en su capilla, rezar todos los presentes un Padrenuestro por el descanso eterno de los cofrades difuntos de todos los tiempos.

Con el inicio de una nueva década, toda una serie de variados acontecimientos van a servir para que la ciudadanía se sienta aún mas identificada con nuestra imagen.

En los primeros meses del lejano año 1990, volvemos a repetir nuestra petición de limpieza para el Crucificado, siendo en esta ocasión respondidos por el Obispado, motivo por el que se realiza la oportuna obra en Coria por la Licenciada en Bellas Artes Doña María Antonia González Luceño, ascendiendo dicho trabajo a la nada despreciable cantidad de 175.000 pts. Aportando 75.000 pts. la siempre generosa Excma. Diputación Provincial; 25.000 pts. el por entonces sacristán de Santa María D. Isidoro Gozalo Dacal, y el resto la propia cofradía.

La imagen es limpiada, se le realizan levantamientos de repintes, desinsección, ajuste de piezas, reintegración del soporte, consolidación de los pliegues del perizoma, reintegración de la película pictórica con técnicas acuosas reversibles y tratamiento protector en la totalidad de la talla, son los procesos a los que es sometido durante poco mas de un mes, allí en la ciudad de Cona.

Pero otros acontecimientos de carácter extraordinarios, ocurridos en dicho año, iban a dar a nuestra imagen una impensable popularidad que llegaría a traspasar todas nuestras fronteras y demostrar la devoción que miles de personas iban sintiendo por el Cristo Negro.

En este año de 1990 sale como cartel oficial anunciador de la Semana Santa de Cáceres, una fotografía del Cristo Negro realizada por D. Serafín Martín Nieto.

En el mes de mayo se conmemoró y celebramos el Quinientos Aniversario de fundación de la Hermandad del Cristo Negro de Cáceres, para lo cual se realizó el correspondiente programa de actos variados, al no poderse hacer a partir del día 3 por encontrarse en la Concatedral la Virgen de la Montaña, en su visita anual, se trasladaron los correspondientes actos a los días 9, 10, 11 y 12.

Todo Poderoso Señor, te damos gracias en este día tan especial, por permitirnos el encontrarnos aquí y ante ti, y de alguna manera ser los elegidos, para acompañarte en esta noche, para escoltarte en silencio una vez más, dando a cuantos nos contemplan un claro ejemplo de amor hacia ti, sintiéndonos así un poco más cerca de los que sufren y de los necesitados. Y es por todo esto, por lo que te pedimos, Que nunca nos abandones Y que nos des cada día mil razones para seguir luchando, Y que renovemos cada instante Nuestro amor hacia ti.
Amén Alonso J.R Corrales Gaitán.

Tal y como teníamos previsto en el programa oficial, en el que de portada en blanco y negro reproducimos una foto de los años cincuenta en la que aparece el Cristo Negro dentro de un pequeño altar y sobre un dosel que según la historia era de terciopelo rojo, conjunto que desapareció a principios de la década de los setenta, como decimos como primer acto de este programa el día 9 de mayo de aquel lejano año de 1990 a las 24 horas iniciamos nuestra penitencial procesión por la ciudad monumental, el número de espectadores es menor que en semana Santa, pero así todos disfrutamos más, los cofrades y el público por no existir tanto agobio.

Llegamos hasta la Calle del Olmo, al Convento de las religiosas Jerónimas y entramos en su capilla, donde las monjas interpretan cánticos de alegrías y gracias, permanecemos allí por unos instantes para salir y continuar con nuestro recorrido, hasta llegar al templo de Santa Maria y dar por finalizado este extraordinario desfile penitencial. El sábado día 12 finaliza el programa con la solemne subida de la imagen a su lugar de culto en la Capilla de los Blázquez. Son unos días realmente inolvidables para cuantos tuvimos la enorme suerte de vivirlos tan cerca de tan impresionante imagen.

Pero otros acontecimientos muy diferentes a los que estamos acostumbrados a vivir, iban a darle a este crucificado un mayor protagonismo.

Coincidiendo con el día de la Exaltación de la Cruz, el 14 de septiembre, era operado en Sevilla con carácter de urgencia, el que era nuestro Prelado, D. Jesús Domínguez Gómez. Traído a los pocos días a Cáceres, tuvo que ser ingresado en el Hospital Provincial, donde falleció el miércoles día 26.

Como impresionante muestra de su cariño y devoción hacía la imagen que nos ocupa, públicamente demostrado desde el momento que esta cofradía reaparecía en 1986, el Sr. Obispo dispuso ser enterrado en la cripta que se encuentra a los pies de tan fervorosa imagen, por todo ello el Cabildo de la Hermandad acordó realizar distintos actos públicos en sincero agradecimiento hacía quién fue tan profundo devoto del Cristo Negro.

¡Quién pudiera querido Obispo, dormir el sueño de la muerte, a la sombra de este Crucifijo!
(Antonio Polo Bejarano).

– Nombrarle Hermano de Honor y Perpetuo, en acto público en su capilla ardiente con presencia de la Junta Directiva, familiares y autoridades.

– Participar, por expresa decisión del finado, nuestra Junta Directiva en la procesión fúnebre que condujera su cadáver desde el Palacio Episcopal al templo de Santa María, portando el pendón de la Hermandad.

– Tal y como nuestra cofradía penitencial hizo durante siglos, dimos cristiana sepultura los restos mortales del fallecido Prelado, a los pies del Cristo Negro.

Por tan especial circunstancia, durante varios días el Nuncio Apostólico de Su Santidad, el Arzobispo de Toledo, distintos Arzobispos de España, Obispos y varios cientos de autoridades tanto religiosas, civiles como militares pudieron rezar a los pies del Cristo Negro y conocer los detalles más relevantes de tan impresionante imagen, todo gracias a la voluntad de quién fue nuestro Obispo.

De esta manera quedarían para siempre unidos el, inolvidable recuerdo de D. Jesús Domínguez Gómez y nuestro Crucificado, tal y como en otros tiempos ocurrió con otros Prelados que también se enterraron a sus pies.

Pero otro acontecimiento mas ocurrido en el año 1990, daría a esta imagen un nuevo respaldo popular. El 11 de diciembre, a las 12 horas, dos empleados de una empresa nacional de seguridad y transporte, traslada al Crucificado a la Sala de Exposiciones de la casa de los caballos, quedándose allí depositada formando parte de una interesante exposición de objetos sagrados, organizada por la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura, hasta mediados del mes de enero siguiente.

Lo que hizo posible que miles de personas llegadas de todos los rincones de nuestra Región, pudiesen contemplar más de cerca la sorprendente talla del Cristo Negro, además de quedar perpetuada en el correspondiente catálogo. Primera exposición en la que participa el Cristo Negro, con el desacuerdo unánime de la Junta Directiva, por considerarlo una obra demasiado seria para ello.

El 3 de enero de 1991 aparecería una interesante publicación, realizada por D. José Sendín Blázquez, titulada “Tradiciones extremeñas”, en la que hace un amplio e interesante reportaje de nuestro Cristo negro, así se iniciaba una tarea de amplia y generosa bibliografía en la que se hace detallada mención a esta talla y que aún continua en nuestros días, llegando a cerca del centenar de publicaciones.

Pero además de esto, comenzaron a aparecer mensajes anónimos, notas y poemas, colocados la mayoría de las veces por manos anónimas, a los pies del Cristo negro, muchas procedentes de otras tierras y localidades, otras simplemente pidiendo comprensión ante la perdida de un ser querido.

En distintas épocas han llegado hasta la capilla de los Blázquez expertos en imaginería y religiosidad, relacionados con ordenes religiosas europeas o descendientes de sefardíes pobladores de Cáceres, que han ratificado la evidente importancia alcanzada por los Cristos de tonalidad oscura, tal y como ocurre con las vírgenes, y la notable antigüedad del denominado popularmente como Cristo negro, al que aquí y ahora nos estamos refiriendo.

Por parte del Vicario General de la Diócesis se hace entrega a nuestra cofradía de una de las mitras usadas en vida por el difunto Obispo, para incorporarla al patrimonio de esta, lo que es gratamente agradecido y la cual sale en procesión el Miércoles Santo de ese año 1991.

Y así va pasando la década de los años noventa, cada vez son mas las personas que acuden a ver los actos públicos de este Crucificado, pero también son mas los fieles que se postran a sus pies y depositan flores o velas, o sencillamente una sentida oración. Incluso la lista de cofrades va superando los varios cientos de cientos, hombres, mujeres y niños son miembros de una hermandad humilde, caritativa y penitencial, conceptos tan necesarios en una sociedad puramente tecnológica y materialista.

ME PIDIO UNA VELA

Siempre que me acerco hasta allí, me olvido de todo. Dejo de escuchar para perderme en el silencio, en el sonido de aquel silencio tan descriptivo, tan íntimo, tan necesario la mayoría de las veces.

Por unos instantes siento que me encuentro completamente solo, estando frente a EL

Pero en esta ocasión fue distinto, desde mi discreta y precipitada llegada, sentí que alguien me observaba, alguien permanecía expectante. Yo realicé prácticamente los diarios movimientos, como si estuviesen estudiados y me perdí en el placer de aquel sonido del silencio, del olor a nada. Y poco a poco una pequeña y anónima sombra se me acercó y con una voz tremendamente sensible me pidió una vela, me suplicó un poco de luz, necesitaba ofrecer algo para también pedir algo.

Con ojos tristes y llorosos me hizo participe de su desesperación, de la pena que no le dejaba vivir.

En su casa, dentro de su familia había entrado el mal, disfrazado de vicio, enfermedad y por último muerte. Y él había escuchado en su barrio que el único que les podía ayudar era Aquel que estaba junto a nosotros, el silencioso amigo. Pero no tenía dinero para ofrecerle luz, y casi le faltaban las fuerzas para pedirle era tanto lo que necesitaba.

Inmediatamente me olvidé por completo de mí y de mis tontas peticiones, le di mi luz para que la hiciera suya y allí de rodillas los dos pedimos por su familia.

Y obtuve una enorme e inesperada compensación, en la puerta, al despedirnos me regaló una sonrisa. No he vuelto a verlo, pero he sabido que aquel chiquillo vive y que piensa seguir los pasos del silencioso amigo.

Estoy convencido que cualquier mañana coincidiremos poniendo luz en aquel rincón tan especial, tan lleno de silencio, de olor, de esperanza y de vida. Allí donde se encuentra el auténtico amigo: El Cristo Negro.

Alonso J. Corrales Gaitán.

Mientras, varios directores de cine solicitan utilizar a nuestra devota imagen para películas nacionales e internacionales, a lo que tanto el Obispado como la propia Junta Directiva no acceden, tal y como era de esperar. Además cadenas de la televisión extremeña, andaluza, catalana, americana y alemana, gravan en varias ocasiones fragmentos de nuestra procesión penitencial. Incluso varios pintores plasman detalles de la imagen y de algunas escenas más descriptivas de la propia procesión.

Desde el año 1989 se vienen haciendo cada año, unas estampas de la imagen para regalarlas a los asistentes en los distintos actos en los que participa la misma, realizándose la cantidad de dos o tres mil, quedando las mismas agotadas de un año para otro.

El 27 de marzo de 1990, miércoles santo, el Obispado pone a la venta dos modelos de postales del Cristo Negro, sobre fotografías realizadas por un fotógrafo profesional de la ciudad y la otra por el autor de este trabajo. En la actualidad se llevan vendidos más de diez mil ejemplares.

Cada año la popularidad de la imagen propiamente y de cualquier actividad que realiza la misma, va en aumento, tanto es así que en lo referente al desfile penitencial de Semana Santa desde 1990 es necesario utilizar medio centenar de vallas metálicas para facilitar la salida de los cofrades de la iglesia de Santa María, dado que para contemplarlo, desde cerca de dos horas antes se concentran varios miles de espectadores de todas edades y venidos de infinidad de lugares. Lo que también nos ha obligado a tomar una serie de medidas de carácter extraordinario en evitación de posibles incidentes, tales como reforzar el servicio de la policía local y nacional destinada a la procesión, o la estratégica colocación en lugares del recorrido, de dos ambulancias con su personal correspondiente.

Es sorprendente el cambio experimentado en general en nuestra cofradía desde el preciso momento en que el difunto Obispo decidió enterrarse a los pies del Santo Crucifijo, ya que no pocas personas han decidido escribir distintos trabajos refiriéndose al Cristo Negro o realizar tesis y tesinas sobre el mismo.

Dado que por motivos ajenos a nuestra voluntad, nos vimos obligados a prescindir en la procesión penitencial, del uso de la Cruz de Guía, con la que hasta ahora lo hacíamos, procedente de Granadilla. Acordamos encargar la elaboración de una al imaginero sevillano D. Francisco Berlanga de Ávila, que es fiel copia del Cristo Negro, y cuyo importe asciende a la cantidad de 375.000 pts.

Al presentarse el nuevo Administrador Apostólico en la diócesis, D. Santiago Martínez Acebes, Obispo de Plasencia, el 4 de noviembre es presentada por el Mayordomo de esta hermandad, quién suscribe el presente trabajo, la nueva Junta Directiva de la misma.

Ya metidos en el año 1992 llega a Cáceres el nuevo Prelado, D. Ciriaco Benavente Mateos, a quién de manera protocolaria se le presenta nuestra cofradía penitencial con la recepción de la Junta Directiva, invitándosele a participar en nuestra procesión penitencial a la que gustosamente asiste, mostrando su agradecimiento en unas palabras que nos dirige una vez concluida la misma, delante de la imagen del Cristo Negro.

Nuestra hermandad penitencial, de origen medieval quiere también participar en la conmemoración del descubrimiento de América, para ello realiza diferentes actos culturales y religiosos y publica un folleto tríptico con los datos más relevantes de esta cofradía, así como con fotografías curiosas, de la imagen, de la Virgen Santa Maria de Jesús titular del desaparecido convento de la religiosas jerónimas, y del Cristo Negro en la procesión. Se hacen tres mil ejemplares que se reparten entre creyentes y turistas que se acercan hasta la ciudad.

Debemos decir que desde el año de su reestructuración (1986), teníamos guardadas las andas del Cristo Negro en el palacio de la familia Mayoralgo, aquellos Ovandos y Blázquez que durante siglos protegieron hasta limites insospechados a tan impresionante imagen, pero ahora nos vemos obligados a sacar las andas pues el palacio ha sido vendido, desde entonces hasta la actualidad las andas y otros objetos de nuestra hermandad se guardan en el actual Convento de las religiosas jerónimas, situado en la calle del Olmo.

Un nuevo e interesante acontecimiento cultural y religioso vendría a dar a la ciudad de Cáceres y a esta cofradía tan peculiar unos días de extraordinaria publicidad, el V Encuentro Nacional de Cofradías Penitenciales, que se celebró los día 18, 19 y 20 de septiembre. Asistiendo al mismo un total de doscientos representantes de las cofradías de toda España, quienes compartieron con los cofrades cacereños unas interesantes jornadas donde se intercambiaron conocimientos, experiencias e infinidad de datos que nos han permitido mantener una serie de contactos en todos estos años.

Y fue en este Encuentro Nacional, en el que participaron las autoridades civiles y religiosas de Cáceres, cuando al realizar una visita obligada a la ciudad monumental pudieron los congresistas conocer y admirar a la extraordinaria talla del Santo Crucifijo de Santa Maria conocido popularmente como Cristo Negro, algo que en posteriores Encuentros y Congresos nacionales ha servido para estudiar las tallas negras de Crucificados existentes en la geografía española, así como la visita a nuestra ciudad de catedráticos y especialistas en arte para poder admirar in situ a nuestra imagen.

De esta manera tan sencilla el Cristo Negro ha salido en una veintena de publicaciones de tirada nacional, así como ha conseguido que cada año al llegar Semana Santa vengan muchos mas visitantes a ver y participar con su recogimiento en tan peculiar desfile procesional.

Curiosamente en todos estos años hemos ido recogiendo una lista interminable de anécdotas, curiosidades y de pretendidos milagros, todos actos extraordinarios realizados por la imagen que aquí tratamos y veneramos, siendo sus protagonistas personas de todas las escalas sociales y de los más distantes lugares. Las miles de estampas donde aparece esta piadosa imagen han llegado a todos los continentes gracias a cientos de laicos y religiosos que en muchas ocasiones las han pedido para que les acompañen en su vida cotidiana o en su enfermedad.

Del mismo modo tengo que decir que los donativos de los miembros de la hermandad, así como otros muchos anónimos van llegando a nuestra Hermandad y de esta manera vamos poco a poco creando un modesto pero necesario patrimonio, el resto es utilizado anualmente en obras de caridad. Pero a diferencia de lo que hacen otros colectivos de nuestra ciudad, estas obras de caridad son totalmente anónimas y bajo ningún concepto son dadas a conocer a los medios de comunicación para su difusión, Practicamos así el lema “Que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda” .

Viene ahora a nuestra memoria lo ocurrido en el año 1993 como consecuencia de una importante sequía que se dio en la ciudad y alrededores, lo que hizo que un importante número de personas solicitasen a la hermandad que el Cristo Negro procesionara en rogativa por la llegada de la necesitada lluvia.

La mentalidad de los cacereños va cambiando poco a poco con relación a la imagen del Crucificado, tanto es así que en bastantes bodas, los novios depositan su ramo de flores a los pies del Cristo, además de solicitar una fotografía del mismo, para que les acompañe el resto de sus vidas, esto a pesar de tratarse en muchas ocasiones de vecinos de otras localidades. A tales niveles esta llegando la devoción de la gente que muchos pretenden entrar en el apartado de titulares, cargando así con tan piadosa imagen, para lo que no dudan en ofrecer importantes sumas de dinero.

Los padres apuntan a sus hijos, se dan casos de hasta tres generaciones apuntados como cofrades del Cristo Negro. Algunos pretenden apuntar a sus hijos antes de ser bautizados, incluso unos días u horas antes de nacer

ESPIGAS DE VIDA

Ahora en aquel lugar, donde la piedra y la madera forman un único ser, donde el silencio y el aroma a incienso te hacen reflexionar de inmediato, un simple manojo de doradas espigas han asumido casi sin pretenderlo un papel fundamental en rincón tan entrañable, el acompañar a un Crucificado impresionante en el diario momento del consuelo.

Allí en la capilla del Cristo Negro desde hace unos años, esas anónimas espigas sirven para que cuantos hasta EL se acerquen, comprendan lo insignificante que puede resultar el ser humano frente a tan majestuosa imagen.

Se trata de un adorno sin pretensiones, pero de algo tan eterno como la propia vida, tan sensible como la caricia humana y tal especial como la existencia divina.

Y en aquel mágico lugar, todas las mañanas observo a emocionados visitantes que postrados ante El, sustraen una espiga y se la llevan en respetuoso e inolvidable recuerdo.

No pocos inspirados creyentes, se han permitido en titular a este austero adorno “espigas de vida”, y por eso aquí y hoy lo anoto.

Y tan delicado fruto de la tierra, se estira silenciosamente para poder tocar los pies de nuestro Cristo Negro, y la antigüedad de la talla manifiesta su alegría, dejando ver una discreta tonalidad dorada, la del rey de reyes, la del que ha sido, es y será eternamente EL MISMO.

Parece como si dentro de silencio tan profundo, se escucharan unas lejanas notas, unos ilocalizables pasos e imperceptibles susurros de tiempos que ya pasaron por este momento. Y mientras, imagen tan misericordiosa observa cuanto a su alrededor ocurre, padeciendo su Pasión y la nuestra.

Espigas presentes desde siempre en nuestras vidas, producto in tempore de la inteligente Naturaleza, hoy vinculadas al Padre Eterno. Símbolo de vida, de la terrenal y de la verdadera.

En aquel peculiar rincón, en aquella histórica capilla donde huele constantemente a incienso y se respira renovadora vida, acuden a diario fieles anónimos, que aprovechando la oscuridad del lugar, presentan sus respetos, sus carencias y penas, a talla tan singular. Recibiendo comprensión, paz y misericordia, a la vez que se renueva un vinculo sagrado de eterna amistad entre el Nuestro Señor y la visita, siendo testigos de ello las silenciosas espigas.

Agradezco a la mano humana que un día colocó en lugar tan preferente, ese magnífico manojo de doradas espigas, pues su situación las ha convertido en “símbolo de vida”.

A.J.R.C.G. abril del 2000.

En los primeros años de existencia de esta reestructurada hermandad, es decir entre los años 1986 a 1996 fue el Director Espiritual de la misma el Vicario de Laicos, pero a partir de este año es nombrado como Consiliario al Superior de los Religiosos Franciscanos de la Cruz Blanca, lo que nos agrada notablemente dada la especial dedicación que dicha orden presta a los mas necesitados, además de la relación que esta Hermandad ha mantenido desde su creación con los enfermos y mas humildes de la ciudad. De alguna manera es volver a nuestros remotos orígenes.

Desde el preciso instante en que esta cofradía medieval vuelve a salir a la luz, muchas son las personas que comienzan a desarrollar una especial devoción hacia el Cristo Negro, llegando cada año a desplazarse desde su distante lugar de residencia, para poder presenciar el cortejo penitencial, entre estos se encuentra el insigne fotógrafo e ilustre cacereño D. Valentín Javier García, casado con la extraordinaria actriz Doña Ana Mariscal, llegando dicho amigo a realizar un impresionante reportaje fotográfico de varios centenares de escenas, conseguidas durante todos estos años, regalando generosamente algunas de estas al autor del presente trabajo.

Durante la década de los años ochenta utilizamos en la procesión un total de tres incensarios de barro, con un peso de unos cincuenta kilos cada uno, pero dada la elevada temperatura que estos alcanzan, al quedar profundamente dañados nos vemos obligados a encargar el actual, en el año 1994, que es metálico extraordinariamente envejecido y que pesa algo mas de cien kilos, un elemento muy vistoso de nuestro desfile penitencial y que fue regalado por el Secretario de la hermandad.

El día 26 de febrero de 1994 viene a Cáceres el imaginero sevillano D. Francisco Berlanga de Ávila, para entregar a la hermandad la Cruz de Guía que nos ha hecho, fiel replica del Cristo Negro, utilizando únicamente para ello media docena de fotografías, el acto se realiza protocolariamente en la capilla de dicha imagen, en presencia de la Junta Directiva y varios cofrades

El 8 de marzo de 1994, en el salón social de Caja Extremadura, presentamos por primera vez la historia de esta cofradía medieval, en la titulada: “Historia y Curiosidades de la Santa Hermandad del Cristo Negro “, asistiendo al mismo medio centenar de invitados, entre los que cabe destacar al Sr. Obispo, representantes de las distintas cofradías penitenciales de la ciudad, así como un representante del Ayuntamiento, el autor de dicho libro es quién hoy está presentándoles este trabajo y se hicieron un total de mil ejemplares.

En este mismo año, participamos en la Primera Muestra de las Cofradías Penitenciales Cacereñas, que se celebra durante un mes en las dependencias del Palacio Carvajal, sede del Patronato de Turismo y Artesanía de la Diputación Provincial. Para ello aportamos: la recién estrenada Cruz de Guía, el incensario, una horquilla de las nuevas y la vara distintivo del Alcalde Mayordomo, una medalla y un libro de la historia de nuestra Hermandad.

Recordar que en las procesiones magnas, realizadas en los últimos años en la ciudad de Cáceres, es decir en el año 1989 y 1994, puesto que la del año 2000 se suspendió, como digo en estos dos desfiles magnos, nuestra Hermandad participó con el pendón y tres cofrades, dado que según nuestros estatutos la imagen no puede procesionar fuera del recinto amurallado.

En la década de los años noventa, se conocen a varias cofradías de reciente aparición en nuestra región, que adoptan como hábito el propio de la nuestra del Santo Crucifijo, además de portar a su Crucificado tal y como nosotros llevamos al Cristo Negro, lo que evidentemente no llega en absoluto a garantizar la multitudinaria popularidad alcanzada por la talla guardada en Cáceres.

Dado que el tríptico realizado por la propia hermandad en el año 1992, se ha agotado, se solicita a la Diputación Provincial la realización de uno nuevo, con datos actualizados, lo que es aprobado en el año 1996.

En todos estos años hemos hecho también en dos ocasiones llaveros con el distintivo de la cofradía, están agotados. Y a petición de los miembros de la misma, en su día se hicieron insignias, se han vendido varios cientos. Todo esto nos da una idea de la popularidad de esta imagen.

En esa lista interminable de personas de ambos sexos y de todas las edades que en estos años se están vinculando estrechamente con la hermandad y mas concretamente con la magnífica imagen del Cristo Negro, es justo que también mencionemos a D. Juan J. Ramos Silva, persona que en su momento se ofreció voluntario para participar en la procesión tocando el timbal destemplado y desde entonces ya han transcurrido catorce años, todo un ejemplo de devoción, teniendo en cuenta la hora de la procesión y que para ello debe de prescindir de acompañar a su familia.

Se da la curiosidad de que contrariamente a lo que ocurre en todas las localidades donde se realizan los desfiles penitenciales, en los que se considera la procesión oficial la del Santo Entierro, que es donde acuden las principales autoridades de la ciudad, aquí en Cáceres desde hace una docena de años en la procesión del Cristo Negro coinciden mas autoridades y representaciones que en la considerada como oficial, resultando este actuar como un serio respaldo a procesión tan peculiar tanto en su escenificación como fondo penitencial.

Queremos ahora hacer especial recuerdo a lo acontecido en el año 1998 con relación a nuestro colectivo, por la gran variedad de benéficas casualidades.

El día 7 de abril, el artista placentino D. Vicente Macias realizó una interesante exposición de una treintena de dibujos del Cristo Negro, hechos a plumilla tomando la referencia de los dos últimos años.

El Instituto del Benemérito Cuerpo de la Guardia Civil, en su revista oficial “Mando”, publicó a finales del mes de junio, un amplio artículo en tres páginas, con varias fotografías, referente a la imagen del Cristo Negro, gracias a la pluma del insigne escritor cacereño D. Luis Martínez Terrón.

En el mes de agosto, salía publicada la obra de D. Antonio Luceño Rubio, titulada: “Cáceres, el rumor de sus piedras”, donde se incluían siete páginas relativas al Cristo Negro y sus leyendas.

El 24 de octubre de 1998, éramos gratamente sorprendidos por la aparición en la Lotería Nacional del cupón que llevaba una fotografía en primer plano del rostro de nuestra sagrada imagen, algo que sirvió para difundir aún mas en toda España a tan majestuoso Crucificado.

Tanto en los años 1998, como 1999 y también en el 2000, la historia así como diferentes fotografías y el dibujo de cómo es el traje del cofrade de esta hermandad ha salido en varias ocasiones en la revista independiente de tirada nacional “Pasos”, además de la regional titulada “Senderos de Extremadura”.

Consciente el autor de este trabajo y Alcalde Mayordomo, de lo que esta hermandad está significando para la propia ciudad de Cáceres en lo que a atracción turística se refiere, crea el reconocimiento oficial de la misma, denominado «Muñidor del año».

Aquí en Cáceres, el titulo de muñidor se remonta al siglo XIV, se trata de un cofrade que iba anunciando a viva voz por calles y plazas el acto propio de su cofradía, ayudándose para ello con una esquila o carraca.

Durante los siglos XIV, XV y XVI principalmente, los cargos de muñidores eran desempeñados por la misma persona por un periodo no superior al año. Por tal tarea recibían una cantidad de dinero considerada suficiente para cubrir sus necesidades mas imperiosas.

En tiempos posteriores el cargo de muñidor fue desempeñado de manera voluntaria por los propios miembros de la cofradía, por lo que recibían una cantidad simbólica, generalmente satisfecha por el propio Mayordomo.

Por la hermandad que nos ocupa, en estos más de cinco siglos de existencia que lleva han pasado varios cientos de muñidores, la gran mayoría anónimos.

En el año 1986 fue rescatado en esta cofradía penitencial el cargo de muñidor, utilizando para dicha tarea una pesada esquila de algo más de 2 kilos, realizada en el siglo XIX en la localidad cacerense de Montehermoso. En la actualidad es la única cofradía extremeña que tiene dicho cargo.

El 7 de febrero del año 1998, a propuesta de quien les habla, la Junta de Gobierno o Cabildo crea el título de Muñidor de honor, reconocimiento que públicamente se entrega a cuantos particulares, instituciones, asociaciones u organismos destacan a lo largo del año por su especial devoción al Cristo Negro.

El nombramiento se efectúa anualmente en acto público, en fecha cercana a Semana Santa, delante de la capilla donde está expuesta dicha imagen, con la entrega al galardonado de una estatuilla de 24 cm. realizada en barro por el artista cacerense D. Joaquín Cordero Valle, y que representa a un cofrade de esta hermandad, que lleva en su mano derecha una pequeña esquila y en la izquierda una copia de los Reglamentos.

Hasta este momento han sido distinguidos con dicho reconocimiento:

  • En 1998.- Religiosas jerónimas del Convento de Sta. María de Jesús.
    D. Guillermo Morcillo Gómez.
  • En 1999.- Religiosos franciscanos de la Cruz Blanca.
  • En 2000.- Obispado de Coria-Cáceres, al Sr. Obispo.
  • En 2001.- Cofradía del Stmo. Cristo de las Batallas.

Ya existen varias propuestas, de quienes podrán recibir dicho título en los próximos años.

En marzo de 1999 eran repartidos de manera gratuita por establecimientos de la provincia, varios miles de ejemplares de la revista realizada por Eshalohu S. L., empresa dedicada a la publicidad, llevando en la portada a todo color un momento de nuestra procesión.

El día 20 de marzo del año 1999, a propuesta del Mayordomo de esta Hermandad, aprovechando el acto de entrega del Muñidor, se hermanan las dos cofradías penitenciales que están ubicadas en la 5. 1. Concatedral de Santa Maria la Mayor de Cáceres, es decir la del Cristo de las Batallas y Virgen de los Dolores y la del Cristo Negro, dándose la particularidad que el mayordomo de ambas es la misma persona, así como los directivos de las dos cofradías son los mismos en un cincuenta por ciento y que los cofrades titulares del Cristo Negro lo son también de las Batallas, además de otra infinidad de motivos imposibles de enumerar en este reducido espacio.

Este acuerdo de hermanamiento es respaldado por infinidad de actividades de todo tipo, que afortunadamente cada año va en aumento, así como objetos de diferente uso que ambos colectivos compartimos.

También en el mes de marzo del hoy lejano año 1999, a propuesta del Alcalde Mayordomo, se inician los trámites correspondientes para hacer en Cáceres un monumento a la Semana Santa. El primer paso que se da es reunirse con las principales autoridades de la ciudad, es decir: el Excmo. Sr. Obispo, Ilma. Presidenta de la Diputación Provincial, e Ilmo. Sr. Alcalde, los cuales manifiestan su completo interés y apoyo en la realización de tan justa tarea en esta ciudad donde la Semana Santa se viene celebrando desde hace mas de seis siglos y que en la actualidad es un colectivo formado por unas quince mil personas de todas las edades, además de ser la conmemoración que más turismo atrae a Cáceres, con el consiguiente beneficio económico para la ciudad.

El segundo paso es contactar con los directores de Caja Extremadura, Caja Duero, Caja Sur y Caja Badajoz, los dos primeros contestan satisfactoriamente prometiendo un respaldo adecuado, las otras dos entidades bancarias ni siquiera responden a nuestra petición.

Inmediatamente los medios de comunicación locales se hacen eco de tan inesperada noticia, consiguiendo un amplio respaldo popular la ubicación en nuestra ciudad de un monumento a la Semana Santa.

En los meses siguientes mantenemos varias reuniones con el Alcalde y Concejal de Cultura, además de los técnicos municipales, para estudiar detalladamente el lugar definitivo de su ubicación, así como el estilo de dicho monumento.

En honor a la verdad debo decir que los únicos inconvenientes que nos surgen sobre este tema, vienen de determinada persona relacionada con el propio Obispado, así como otra cofradía penitencial por cuestiones únicamente de celos.

No es menos verdad, que si hasta este preciso momento no se ha instalado el tan esperado monumento es sencillamente por que hace poco mas de un mes que se iniciaron las obras de transformación del lugar donde el Ayuntamiento quiere colocar el mismo, es decir en la Plaza de San Juan, junto a la zona amurallada y lugar por donde transcurren la mayoría de las procesiones penitenciales cacereñas.

Esperamos que a lo largo del año 2002 sea un hecho la inauguración del tan estudiado monumento a la Semana Santa cacereña.

Y ya metidos en este año 2000, cuando estábamos realizando los preparativos de nuestra procesión penitencial del pasado Miércoles Santo, observamos que el estado del Crucificado era bastante malo con relación a la última bajada del año anterior. Además de la excesiva suciedad acumulada en la totalidad de su superficie, los desconchones eran numerosos y bien visibles, igualmente se observaban nuevos ataques de xilófagos y carcoma, así como zonas inexplicablemente oscurecidas con la pérdida de la propia encarnadura de la talla.

Todo lo cual nos llevó a la rápida decisión de iniciar los trámites Oportunos para la restauración del Cristo Negro lo antes posible.

El primer paso fue contactar con un insigne imaginero y restaurador, el mencionado con anterioridad en esta obra, D. Francisco Berlanga de Ávila, quién muy amablemente y a pesar de sus muchos trabajos, no dudó en desplazarse en el mes de junio del año 2000 para poder valorar personalmente el trabajo a realizar en la talla del Crucificado mencionado.

Inmediatamente mantuvimos una reunión con el Excmo. Sr. Obispo de la Diócesis, informándole de todo el tema, D. Ciriaco manifestó su conformidad para la realización de la pronta restauración. La Hermandad se comprometió a pagar dicho trabajo, ello a pesar de que el propietario es el Obispado, pero entendíamos que era nuestra obligación moral y así de esta manera nos evitábamos muchos contratiempos con el Cabildo Catedralicio.

Puesta al corriente la Junta general de cofrades, se acordó dar una cuota mínima obligatoria de 1000 pts. cada uno. Además de iniciar los contactos con las principales entidades bancarias de la ciudad. Todo ello sin perjuicio de poder colocar un cepillo a los pies de la propia imagen, en su capilla, para que los devotos que lo deseasen pudiesen echar su donativo o limosna.

Tal y como se había previsto se fueron dando todos los pasos, comenzó a llegar el dinero, surgieron los principales inconvenientes presentados por parte del Cabildo, se hizo un seguro de transpone y de estancia, pagado también por la hermandad, se tomaron todas las medidas lógicas en un transporte de estas características, y se señalaron las fechas idóneas. Es el mes de mayo del año 2001.

Y en el momento de dar las explicaciones precisas de toda esta magnifica tarea, en los medios de comunicación, una simple llamada telefónica realizada en nombre de la Consejería de Patrimonio de la Junta de Extremadura paraliza tajantemente toda la operación.

Hoy cuando ya han transcurrido cuatro meses desde entonces, después de innumerables contactos de todo tipo entre las tres partes implicadas, es decir:

Propietario de la talla (Obispado); quienes pagaran la restauración (Cofradía) y la propia Administración Autonómica, no se ponen de acuerdo para restaurar una de las imágenes más emblemáticas de la provincia de Cáceres.

Mientras el Cristo Negro continúa con toda una serie de males, que pueden llegar a dañar peligrosamente su integridad, de más de seis siglos de antigüedad.

Contrariamente a su devoción, que cada día va más en aumento.

“Quiero descolgarte de la cruz, y compartir tu sufrimiento, deseo al morir, ser enterrado a los pies de mi Cristo Negro”.
Alonso J. Corrales Gaitán.

La Cruz del Crucificado:-

Muy a propósito, he decidido dejar para el final el estudio del soporte físico de tan histórica talla.

Evidentemente en la observación actual de mencionado Crucificado, es en lo que se basan la gran mayoría de los estudios existentes, pues nadie o casi nadie se ha puesto a analizar o incluso estudiar el estado en que se encontraba el Cristo Negro varios siglos atrás (XIV, XV o XVI), lo cual sin duda puede arrojar muchísima luz sobre el auténtico origen de tan impresionante imagen.

Tal y como ya hemos indicado en varias ocasiones, la cruz actual que posee la talla es la segunda (1723) y gracias a una mas que mermada documentación, así como a pruebas meramente técnicas realizadas en la espalda del propio Crucificado, nos han descubierto que la primera cruz era de las denominadas de forma de“tau”, o de t mayúscula y rústica.

Esto quiere decir, que si hacemos caso a las distintas clases de crucificados que se han dado en la historia, los de estas características fueron utilizados fundamentalmente en Centro Europa por los pueblos más remotos según se fueron convirtieron a nuestra religión.

Las distintas clases de Crucificados, son las siguientes:

– El Cristo Crucificado, denominado de cruz normal, es decir cruz latina, simboliza al iniciado que está en el camino de alcanzar su total elevación.

– Mientras que el Crucificado sobre “una pata de oca”, es decir que los brazos laterales de la cruz tienen la forma de Y griega, y el palo vertical se prolonga hasta la altura de dichos brazos. La cruz conocida popularmente como “de pata de oca”, representa al hombre que ha trascendido a su propia elevación, habiendo alcanzado el Reino de la Vida Eterna

– Así pues el Crucificado de una cruz “tau” representa al iniciado que ha alcanzado la plenitud de su evolución.

Curiosamente en esta segunda cruz donde está actualmente clavado el Cristo Negro, que tal y como ya hemos indicado con anterioridad fue traída en el siglo XVIII de Salamanca, como decimos esta segunda cruz es del tipo denominado iconográficamente como “cruz de gajos”, es decir de los maderos semejan troncos de árbol sin labrar, a los que simplemente el leñador ha despojado de sus ramas secundarías sin que pasaran luego por las manos del carpintero, apreciándose fácilmente los nudos y rugosidades de la corteza así como los tocones de las ramas cortadas.

¿Puede significar esto, todo un mensaje de sus realizadores o protectores?

La respuesta es rotundamente

Lástima que en un posterior trabajo de carpintería, utilizando evidentemente muy poca sensibilidad artística, allá por los años sesenta del pasado siglo XX se serraran los cuatro brazos de la citada cruz, para posteriormente, es decir en la década de los años setenta alargarse la parte inferior de la cruz en unos setenta centímetros, empleando para ello un simple palo redondo, de los utilizados habitualmente para la construcción, sin la realización de ningún tipo de tratamiento para así evitar posibles daños a la madera más antigua o por mera cuestión de estética.

A partir de estas breves anotaciones, se puede profundizar en un tema tan apasionante como es el simple significado del soporte físico del Cristo Negro, así como sus características anatómicas, además de las notables variaciones realizadas a la propia imagen, según la moda de las distintas épocas por las que ha pasado nuestra imagen, tales como la transformación del cabello, el paño de pureza o incluso la colocación de las piernas.

Pero todo esto si me lo permiten, lo dejaremos para otra ocasión.

Al mismo tiempo, mención a parte merecería el apartado de Leyendas y Curiosidades del Cristo Negro, historias que han ido surgiendo alrededor de tan impresionante imagen en todos estos años y las cuales hemos ido recopilando gracias a la memoria y colaboración de los devotos de esta talla.

En la actualidad, cuando ya han pasado 511 años desde la fundación de la Hermandad y 15 de su reaparición, amoldados perfectamente al siglo XXI, un esperanzador tiempo de devoción envuelve a las actividades públicas de esta cofradía penitencial y por consiguiente a la impresionante imagen del conocido popularmente como Cristo Negro.

La gente, el espectador en general ha entendido perfectamente la intención de este colectivo, es un mensaje religioso, cultural, pero también tradicional y por supuesto caritativo y social.

Pretendemos con nuestro hacer, recuperar un recuerdo histórico, de cómo eran estas asociaciones religiosas en la Edad Media, trasladando todo aquel espíritu al tiempo actual.

Este ha sido a grandes rasgos un sencillo repaso a una devoción que prácticamente se había perdido en la ciudad de Cáceres y que en la actualidad se encuentra en una progresiva recuperación.

Todo esto debido a la impresionante imagen de Crucificado, sobre la que está basada mencionada devoción.

“Non nobis domine, non nobis
sed, nomine tuo, da glorian “.

Nada para nosotros Señor, Nada para nosotros, Sino para dar gloria de tu nombre.

En la Muy Noble y Leal ciudad de Cáceres, patrimonio de la Humanidad a quince días del mes de agosto del año del Señor del dos mil uno. Año 2039 de la Era Hispánica.

Alonso 1. R. Corrales Gaitán.
Investigador.

“Un pequeño crucifijo inicia el cortejo, el silencio de la noche es su único compañero. Una esquila de destemplado acero, llama al creyente al recogimiento, Hermandad del Santo Crucifijo, conocida por el pueblo como Cristo Negro, que recorre históricas calles, que se mete en mil pensamientos, dejando en nuestros frágiles cuerpos, aroma a pureza, olor a incienso. Y es que ante la proximidad de su presencia, el corazón multiplica sus latidos, ayudado por un timbal de recio cuero. Pero por encima de todo sentimiento un silencio mas profundo que cualquier otro silencio, me pone carne de gallina, y la sangre fluye precipitadamente al cerebro. Se aproxima el Crucifijo, estoy ante el Cristo Negro, el oidor de miles de lamentos, el que concede al arrepentido perdón eterno. Y hoy a media noche saldré de nuevo a verlo, a escuchar su silencio, y renovaré mi compromiso con el viejo amigo: MI CRISTO NEGRO.

BIBLIOGRAFIA:

  • Libros fundacionales del Beatario y posterior Convento de las religiosas Jerónimas de Santa Maria de Jesús. (siglo XV-XVI).
  • Libro de Inventario del año 1833.
  • Libro de Ordenanzas, acuerdos y elecciones. (año 165 1-1874.
  • Libro de asientos de hermanos, acuerdos y cuentas (año 1639-1705).
  • Libro de Ordenanzas e Indulgencias.
  • Libro de Cuentas, acuerdos y asientos. (año 1547-1639).
  • Artículos periodísticos de la primera mitad del siglo XX.
  • Trabajo inédito de O Teodoro Fernández Sánchez.
  • Libro de Actas de la Hermandad del Cristo Negro (año 1985-2001).
Oct 012001
 

Francisco Cillán Cillán.

Cronista Oficial de Puerto de Santa Cruz

A la memoria de Juan Antonio de la Cruz.

En mi primer encuentro con Juan Antonio me confirmó que había participado varias veces en las bodas del Puerto como músico. Posteriormente nuestra amistad fue creciendo y conocí sus diversas inquietudes artísticas. Hoy quiero contar en su memoria como era ese evento de honda raigambre y profundas consecuencias para el pueblo.

El matrimonio suponía una forma de asegurar la continuidad en la sociedad patriarcal, de ahí que la boda tuviese tanta importancia.

La tendencia general era que el noviazgo se produjese dentro de la misma localidad. Los padres de los jóvenes los animaban a establecer relaciones entre los hijos de sus amistades, la misma clase social o se dejaban llevar por los intereses, principalmente, económicos; sin tener en cuenta que a veces, al ser la población pequeña, las posibilidades de elección eran mínimas y caían en los problemas de consanguinidad penados incluso por la iglesia. No obstante parece que no llegó a prodigarse la endogamia, pues los vecinos la rechazaban de forma natural, y eran fieles a los preceptos eclesiásticos que exigían permiso del obispado hasta el quinto grado de consanguinidad y del papado para el segundo grado de parentesco. Rodríguez Marín en el 1882 en los Cantos populares españoles, al tratar este tema, refiriéndose a los habitantes de España, escribe:

“Y ya que hablo de esta materia, no dejaré de consignar que el pueblo, pensando por su cuenta y no por la de la Curia Romana, profesa animadversión al matrimonio celebrado entre parientes, aunque intervenga la dispensa canónica. Hay casos de enlaces de este género; pero son muy pocos con relación a los que se cuentan entre las clases elevadas” (RMa, nota 1356: 725).

Para corroborar su aserto trae varias coplas populares. Veamos una de ellas donde el pueblo critica al propio rey Alfonso XII por su matrimonio con la tempranamente malograda infanta María de las Mercedes.

A beintitres (sic) de Mayo
Se casa el rey
Con su primita hermana
¡Mira que ley!

(RMa, nota 23: 818)

O esta otra más explícita que toma del cancionero gallego:

Con dispensa non me caso
Porque sei qu´á Dios ofendo;
A dispensa non me tira
A sangre de donde a teño.

(RMa, nota 1356: 726)

Sin embargo el refrán «quien va fuera a casar, va a que le engañen o a engañar» dominaba el ambiente. Desde los primeros matrimonios registrados en losLibros de Casados del Archivo Parroquial, que datan de comienzos del siglo XVII, hay testimonio del bajo porcentaje de gente foránea que contraía matrimonio en el Puerto. La mujer tenía presente el cantar popular que dice:

No te enamores, niña,
de forastero,
que cuando menos piense
tomará vuelo.

O ese otro que Rodríguez Marín incluye en su extenso refranero publicado en el año 1926:

El amor del forastero
Es como la golondrina;
Que cuando pasa el verano,
A su tierra se encamina.

(RMa, p. 32)

Esta tradición de profundas raíces estaba muy generalizada. El profesor de la Universidad de Salamanca, Gonzalo Correas, natural de Jaraíz de la Vera, en el 1627 recoge dos dichos populares que lo atestiguan: “El que se casa en tierra ajena, toma la mujer mala y hácensela buena” y “El que se casa fuera, o la trae o la lleva” (GC: 181). Y da la siguiente explicación para aclarar la ambigüedad y alegoría de esas sentencias:

“Suelen los que se casan fuera llevar y traer sus mujeres a ver a sus padres y deudos; debajo de esta color quiere decir que el que se casa fuera, o trae tacha o falta, en calidad y linaje, o la lleva, y más claro se dice así: “Quien se casa fuera, o trae mal o le lleva”; aunque no es regla tan cierta que no se ecete en muchos” (GC: 182).

Si el novio era de una localidad distinta, los mozos del pueblo en edad casadera le pedían la «media». Consiste esta costumbre, semejante a la que tienen los pueblos limítrofes, en pagar a los jóvenes la cantidad que se acuerde, principalmente en vino, que solían tomar todos juntos. Era un acto simbólico por el que el novio entraba a formar parte de la nueva comunidad y se le consideraba uno más del pueblo. También suponía el pago por el rescate de la novia, un miembro activo que se perdía. Rara vez se negaban a cumplir este rito, cuando se iba con «buenas intenciones» al noviazgo. Si alguno se oponía, era conducido al Pilar del Caño o se enzarzaban en duras peleas hasta romper las relaciones.

La proximidad de la boda hacía que la familia de los contrayentes entrase en un periodo festivo que duraba varios días. Comenzaba con las amonestaciones, el compromiso se publicaba durante el ofertorio de la misa mayor los domingos o días festivos; había que confirmar la falta de impedimentos por parte de la comunidad, para que el matrimonio se celebrase, según la norma impuesta por el Concilio de Trento. La tercera o última amonestación era festejada con un almuerzo común en la casa de los padres del novio; con la novia iban la «acompañá», padrinos y «cirieros». Se realizaban intercambios de regalos. Todo estaba sometido a un estricto reglamento no escrito, recogido en la tradición oral; cuando éste se rompía y alguna familia caía en el desliz tan insignificante, como podía ser el alterar el orden en el matrimonio de los hijos, surgía la crítica mediante la canción o el dicho: “Pícaropadre, que casas a los chicos y dejas a los grandes”.

Unos días antes de la boda se realizaban los inventarios. Primero los del novio y, para dar solemnidad al acto, en comitiva iban a por la novia que los presenciaba. Ante todos reunidos, el escribano tomaba nota de aquellos bienes que padres y parientes próximos donaban al novio «para ayuda de las cargas del matrimonio». En una sociedad de economía agrícola rudimentaria, las dotes van en esa línea: útiles de casa, de labranza, animales, semillas… Todo se tasaba y una vez relacionados se entregaban a la novia como bienes dotales, con la obligación de devolverlos, si son reclamados de forma «legítima o por el juez, en caso de que el matrimonio sea disuelto por muerte, divorcio o por otras causas permitidas por derecho», obligándose a ello con sus bienes y persona. Se apelaba a la justicia para que lo haga cumplir. En la forma más antigua, a los presentes que sirvan de testigos, según las formas protocolarias de los inventarios realizados en el Puerto durante los siglos XVII y XVIII, recogidos en los libros del Archivo Municipal. Con la misma solemnidad se realizaba el inventario de la novia. Esta costumbre perduró hasta mediados del siglo XX. El novio celebraba con los mozos la «despedida de soltero» en una velada donde la bebida e incluso la comida no estaban ausentes.

La víspera de la boda la «acompañá» o dama de confianza de la novia, enseñaba la casa de los novios; allí estaba expuesto con esmero el ajuar de ambos. Se resaltaban los laboriosos bordados que pacienzudamente habían realizado la novia, la madre, hermanas o incluso las abuelas. Los «cirieros», dos jóvenes parientes o amigos de los novios, solían estar presentes. Todo ello estaba presidido por un estado festivo donde las bromas entre los jóvenes no faltaban. Mientras, los mayores se afanaban en preparar las últimas calderas de “frites” o de dulces que habían de consumirse en los días próximos. Los gallos, el cabrito o el choto determinaban el estado social de los contrayentes.

La ceremonia religiosa era imprescindible en una España que se consideraba eminentemente católica, conllevaba el “consentimiento y consejo paterno” por parte de los progenitores o tutores de los contrayentes; varias actas de comienzo del siglo XX que se encuentran en el Archivo Parroquial así lo atestiguan. Los padres consentían ante el sacerdote en la celebración por ser de su “agrado y satisfacción”. El día de la boda en la casa paterna, de rodilla ante el progenitor, recibía nuevamente su consentimiento y bendición. Posteriormente los padrinos acompañaban al novio hasta el domicilio de la prometida y, con la frase “en buen día y en buena hora llegan los padrinos a por la novia” y el deseo de todos de que “así sea”, recibían a ésta que seguía al novio hasta la puerta del templo. El acto se realizaba en una misa solemne, al lado de los novios, junto al altar se colocaban padrinos, «cirieros», con dos velas encendidas y adornadas con cintas blancas, y la «acompañá». La ceremonia recogía otros simbolismos, como la velación, que el concilio Vaticano II ha derogado.

Después de la misa se iba a dar «el parabién» a casa de los contrayentes. Los invitados los felicitaban con la frase «para bien y para muchos años». A la vez que surgían con frecuencia los gritos de júbilo con vivas incluidos:

Viva la novia y el novio
y el cura que los casó,
la madrina y el padrino,
los dos “cirieros” y yo.

Pero, sobre todo, no cesaban los cantos, llenos de un fuerte carácter docente, que recordaban su nuevo estado y las obligaciones que habían contraído. La tonada, que presentamos a continuación, estaba impregnada de la consideración religiosa del acto y tenía presente el aspecto social de la época, en la que la esposa se sometía al marido y éste tenía la obligación de «vestirla y mantenerla, / aunque vivieras cien años», o lo que es lo mismo de por vida. También se alude al deber de educar a los hijos o a la ruptura que el matrimonio supone con el pasado. La música y la repetición de los versos facilitaban la memorización y posibilitaban el canto una y otra vez.

Gracias a Dios que ha llegado (bis)[1]
el día tan deseado
que te dieran por esposa
esa que tienes al lado,
y si al lado no la tienes
la tienes a tu mandato,
que esta mañana en la iglesia
por esposa te la han dado,
delante del Señor cura
padres, padrinos y hermanos
y también de los «cirieros»,
que allí os estaban velando.
Ella se ha llegado a ti
y a ti te dieron los cargos
de vestirla y mantenerla,
aunque vivieras cien años.
Y si tienes hijos de ella
los tendrás bien educados,
que no sean respondones,
ni tampoco mal hablados,
no los oigan en la calle,
ni el vecino más cercano.
Esta noche se despide
de toda la mocedad,
de sus padres y hermanos,
con su marido se va.
Con esto no digo más
porque no estoy confesado,
que me voy a examinar
con la Virgen del Rosario.

Para romper la monotonía, de vez en cuando, se introducían nuevas canciones, más alegres, con música de jota que hacían bailar a los más danzarines, sin que por ello perdiesen el sentido de alabanza y docencia.

Que bonita está la sierra
con los almendros floridos,
más bonita está la novia
al lado de su marido.
Crezca el amor
de la espiga y el trigo
crezca el honor
de novios y padrinos.
Crezca el amor
del clavel y la rosa,
crezca el honor
de los mozos y mozas.

Una y otra se intercalaban mientras las bandejas de dulces se perdían entre los asistentes. Las rocas y las flores, hechas con harina y huevos, fritas en la sartén, y posteriormente embadurnadas con azúcar o miel, eran los más típicos. Luego «el baile de por la mañana». El almuerzo común, cada cual a su lugar de invitación. Los novios, padrinos, «cirieros» y «acompañá» comían en casa del novio. Después «el baile de daga». Los “recién casados” y los padrinos se sentaban junto a una mesa, que colocaban en la plaza pública, en la calle de la casa de los novios o en el salón de baile, donde situaban una bandeja, cubierta con un paño, para depositar la «daga». Los invitados, a la vez que entregaban su dinero o hacían ofertas en especies, sacaban a los novios a bailar, o algún miembro de la mesa, y al son del pandero, la acordeón o el saxofón cantaban y bailaban sin cesar mientras duraba el acto. Ya lo dice el cantar popular:

A los señores novios
sacarlos a bailar,
para que se despidan
de la mocedad.

Otros, a los que la ocasión no les era favorable, cumplían con los acompañantes de la mesa o se animaban a hacerlo por separado. Y todos bailaban y cantaban al son de algún instrumento las jotas de la tierra.

Eres alta y delgada
como tu madre,
morena, salada,
como tu madre.
Bendita sea la rama
que al tronco sale,
morena, salada,
que al tronco sale.

La parodia, para conseguir la chanza, como en las canciones más usuales, también surgió en ésta, al agregar la siguiente estrofa:

Pero tienes bigote,
morena, salada,
como tu padre,
morena, salada,
como tu padre…

No faltaban los cantares dirigidos a la patrona de Extremadura, con exaltación del color moreno o la ponderación de sus pertenencias, comparadas con los de otros lugares que se consideran de mayor importancia:

La Virgen de Guadalupe
es un poquito morena,
y el niño que lleva en brazo
todo se parece a ella.

Vivan los aires moreno
que vienen de Guadalupe
y pasan por Castilblanco
y van a Herrera del Duque.

Tiene Guadalupe hermosa
lo que no tiene Madrid
las siete (o las cuatro) mujeres fuerte
allí arriba en el camarín.

Otros hacen referencia a localidades próximas o al propio baile:

Cuchillí, cuchillí
que esta jota no me agrada,
cuchillí, cuchillí,
que esta jota es de Miajadas
cuchillí, cuchillí,
que esta jota no es de aquí,
cuchillí, cuchillí,
que ha venido de Almoharín.

La jota me dan que baile,
la jota yo no la sé,
por dar gustito a mi amante
la jota yo bailaré.

Sin embargo la jota que en ocasiones más sonabas era la de Santa Cruz de la Sierra, localidad situada en la falda norte de la sierra que lleva su nombre a tan solo kilómetro y medio del Puerto. Se solía bailar principalmente cuando los contrayentes eran de las dos poblaciones; cosa que sucedía con mayor frecuencia que con el resto de los pueblos vecinos por su proximidad.

Ya se murió la culebra
la que habita en el castillo,
la que por su boca echaba
rosas, claveles y lirios.

Date la vuelta con aire
que se te vea
el refajo encarnado
que colorea,
que colorea, niña,
que colorea.
Date la vuelta con aire
que se te vea.

Santa Cruz no es Santa Cruz
que es una tacita de plata,
porque tiene por patrona
a Santa Rita de Casia.
Date la vuelta con aire… (estribillo)

Tienes el mandil cortito,
le has echado cinta negra (nueva)
para que diga la gente
que eres alta, sana y nueva.

(Estribillo)

A tus plantas me arrodillo
manojito de azucena,
si quieres que me levante
dame la mano morena.

(Estribillo)

Ya que la mano me distes
y me ayudaste a levantar
con permiso de tus padres
volveremos a bailar.

(Estribillo)

Así pasaban la tarde. Durante la noche, de nuevo los bailes. Había que despedirse de la vida de soltero, para ello se bailaba sin cesar con amigos y parientes. «Hay que cumplir con todos». Volvían a repetirse las canciones o surgían otras con intenciones menos honestas, dirigidas al novio:

Esta noche al novio
le toca decir
acuéstate primero
y apaga el candil.

O a la novia:

Que contenta está la novia
porque tiene cama nueva,
más contento está el novio
que se va acostar con ella.

El día siguiente, o de «la tornaboda», no era menos alegre y ajetreado. Los novios y padrinos, con los familiares más allegados, correteaban el pueblo. La música nuevamente dirigía el cortejo. Los vecinos los invitaban a entrar en sus casas y, a la vez que se las ofrecían, les entregaban un obsequio; generalmente en especie propia del lugar: garbanzos, trigo, patatas… Los «cirieros», con alforjas en los hombros, las trasladaban a la casa de los “recién casados”. De esta forma todo el pueblo ayudaba a la nueva pareja, cada uno en su medida. Mientras la juventud, que seguía a la comitiva, cantaba, bailaba, bebía o, dándose bromas, se arrojaban frutos de la tierra[2].

Urí, urí, urí
los de la boda, los de la boda,
urí, urí, urí
los de la boda están aquí.
Que tenemos un defecto,
que tenemos un defecto
en la punta de la nariz.
[que nos gustan las/os gachí (el anís. etc.)].

La alegría de los primeros días no duraba siempre. En ocasiones se rompía demasiado pronto y el desamor llegaba con facilidad. La sociedad difería bastante de la nuestra. La excesiva juventud de los recién casados frente a las pesadas cargas contraídas, o la carencia y dependencia económica, en ocasiones de los propios padres, en una sociedad de economía de subsistencia –“donde no hay harina todo se vuelve riñas”-, propiciaban el ambiente. El cantar popular recoge esa inquietud generalizada:

Dicen que casar, casar,
yo también me casaría,
si la vida de casado,
fuese como el primer día.

La sociedad patriarcal tenía por el matrimonio a los hijos como mano de obra barata. Se admitían segundas y terceras nupcias, siempre que se asegurase la continuidad familiar y se sometiesen a las leyes eclesiásticas. Los Libros de Casados del Archivo Parroquial así lo atestiguan. No se veían con tan buenos ojos, según comentan los más ancianos, las diferencias considerables de edad o los matrimonios entre las personas mayores, pues se consideraban de “apaño” o de “conveniencia”, máximo si caían en la deshonra casando torpe o ridículamente, sólo por el interés. Ya lo dice el dicho popular:

No te cases con viejo
por la moneda:
la moneda se acaba,
y el viejo queda.

Pero, sobre todo, no se consentían las desavenencias públicas entre los contrayentes; cuando esto sucedía, los mozos se encargaban de correrles «la mariquilla» o darles la “cencerrada”. Durante la noche, hacían sonar los cencerros junto a la vivienda del matrimonio mal avenido, a la vez que los increpaban con canciones y decires. Si los ánimos se exaltaban, eran conducidos en carros al caño o a la laguna. De la premura en atajar estos desmanes y en ejecutar sentencia habla la tonada del siglo XVII que Gonzalo Correas coloca en el Vocabulario de refranes y frases proverbiales:

Mañana se parte Olalla;
vase fuera del lugar;
démosle la cencerrada,
que mañana no hay lugar.

(GC: 191)

Para concluir sólo me queda que resaltar la esperanza y el deseo de que este breve relato sirva para perpetuar aún más la memoria de nuestro buen amigo Juan Antonio, que tal vez hoy, desde su eterno descanso y gozo perpetuo, se habrá alegrado con tan singular recuerdo.

BIBLIOGRAFÍA:

Archivo Parroquial de Puerto de Santa Cruz, Actas de matrimonios, siglos XVI al XX.

Archivo Municipal de Puerto de Santa Cruz, Idem.

CORREAS, Gonzalo: Vocabulario de refranes y frases proverbiales, (1627), Madrid, Rev. de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1924. (GC: Se cita la página).

RODRÍGUEZ MARÍN, Francisco:

  • 1882. Cantos Populares españoles, Buenos Aires, Editorial Bajel S. A., 1948. (RMa: Se cita el número).
  • 1926. Más de 21.000 refranes castellanos no contenidos en la copiosa colección del maestro Gonzalo Correas…, Madrid, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. (RMa: Se cita la página).

NOTAS:

[1]Se trata de una composición paralelítica, formada por dísticos. El segundo verso es una repetición exacta, del primero, con rima asonante en «a-o».

[2]Generalmente sandías.

Oct 012001
 

M. Gema Cava López.

El siglo XVIII, el siglo de la Ilustración, ha conseguido el acuerdo unánime de cuantos investigadores se han aproximado a su estudio desde cualquier adscripción historiográfica e instrumentos metodológicos, respecto a reconocer en él un tiempo de auténtica preocupación por la infancia. En opinión de A. Carreras Panchón, el Setecientos señala el instante en el cual «el infante empieza a ponerse de moda y la sociedad comienza a comprender que es necesario dedicarle los cuidados que merece la indefensión de su estado«[1]. Sin embargo, desde estas primeras líneas conviene ya advertir del riesgo de equívoco, del error de una interpretación ingenua del sentido y la finalidad que estimula cada una de las actuaciones del Setecientos que tienen al niño por destinatario y que han hecho de él el siglo del “descubrimiento de la infancia”, según la opinión de algunos investigadores.

Más acertadamente, quizás, convenga admitir que el sentimiento que despierta la infancia en los medios ilustrados es, ante todo, un sentimiento utilitario, el mismo que rige los presupuestos de la actividad política en materia de educación, defensa jurídica, asistencia médica, o protección social al niño. Por tanto, ante esta evidencia no han de resultar sorprendentes otras valoraciones generales a propósito del siglo, del tono de las de B. Delgado Criado, absolutamente rotundas y nada complacientes con la imagen de aparente entusiasmo y sensibilidad de los hombres de las Luces, a la que no pocos autores han cedido. Muy al contrario de las primeras impresiones, a juicio del mencionado «no puede decirse que la Ilustración haya supuesto un giro copernicano ante la infancia. El niño no fue centro de interés entonces, ni gozó de mayor estima que en épocas anteriores«[2].

La corriente de pensamiento que marca el talante del siglo y le confiere personalidad propia, lejos de quedar en una simple elaboración doctrinal, difundida y debatida en los medios intelectuales pero distanciada de los instrumentos de intervención en la realidad social, es asumida por el poder público para hacer de ella la base de su programa de gobierno y reforma social. El movimiento ilustrado se desarrolla así en dos esferas, la de la intelectualidad y la práctica política, que por esta vez marchan al unísono, produciendo provechosas interferencias e influencias recíprocas, que también se dan cita en la reflexión y actitudes frente a la infancia.

El ideario de las Luces se articula en torno a los principios elementales de racionalidad, filantropía, pragmatismo, optimismo, afán crítico, regeneracionismo, utilidad, perfectibilidad del hombre, sobre los que se ha de cimentar la pretendida construcción de un nuevo individuo y la transformación de la sociedad que ambiciona una vez más este siglo. Por encima de cualquier medio, el siglo XVIII rinde culto a la razón, a su poder transformador y de progreso que hace de ella la herramienta protagonista para el cambio y el avance en positivo hacia el logro de la aspiración individual y colectiva de felicidad, en su acepción ilustrada[3].

Ello es posible porque esta facultad de la razón, estimulada por medio de una formación global capaz de desarrollar la potencial perfectibilidad intelectual, pero también física y moral de la naturaleza humana, se suma al convencimiento en la capacidad de modelación del hombre por medio de una instrucción, que acaba por convertirse en el auténtico mito del ideario ilustrado y en toda una promesa para las aspiraciones políticas del siglo[4]. De manera que, reiterando deseos y fórmulas de renovación, que se han venido repitiendo en el pensamiento de los humanistas, en el afán de revitalización de los hombres del Barroco, la Ilustración comprende asimismo la necesidad prioritaria de mimar a la educación, ahora que conoce bien su virtud aplicada a un hombre que se sabe susceptible de mejora, por cuanto ella es el instrumento, casi prodigio, que habrá de producir al individuo capaz de dar satisfacción a los objetivos universales de progreso, mejora y bienestar[5]:

«¿No es la instrucción la que desenvuelve las facultades intelectuales y la que aumenta las fuerzas físicas del hombre? Su razón sin ella es una antorcha apagada; con ella alumbra todos los reinos de la naturaleza, y descubre sus más ocultos senos, y la somete á su albedrío. (…) La instrucción mejora el ser humano, el único que puede ser perfeccionado por ella, el único dotado de perfectibilidad (…). Ella le descubre, ella le facilita todos los medios de su bienestar, ella, en fin, es el primer origen de la felicidad individual.

Luego lo será también de la prosperidad pública«[6].

La educación es ante todo y fundamentalmente, de acuerdo con los postulados del más destacado representante de la pedagogía ilustrada, J. J. Rousseau, la vía de conocimiento de la naturaleza, de dominio de los condicionamientos del desarrollo humano y, a la postre, el recurso elemental para la liberación del propio hombre. No sólo eso, a juicio de E. Garin la concepción educativa que se encuentra implícita en El Emilio adquiere un talante netamente revolucionario, un sentido trascendente que va más allá de los meros propósitos formativos a los que debería aspirar cualquier propuesta pedagógica. J. J. Rousseau aboga, bien es cierto, por la creación de un hombre distinto, pero este hombre libre, igualitario y apenas alterado en su condición natural, sólo es posible tras la transformación radical de la sociedad y de la política. De modo que en el trasfondo de El Emilio se descubre «la imagen del hombre nuevo, dueño de sí mismo, ciudadano libre de una ciudad libre; la imagen del hombre que, desde hace más de tres siglos, Europa quería educar, pero que antes era necesario crear, proporcionándole, en el seno de una sociedad renovada, las condiciones de existencia que necesitaba«[7].

«De la educación sobre todo depende la felicidad de los hombres, y esta felicidad es el principal objetivo que persigue la naturaleza humana«[8], no sólo ella sino el conjunto de la sociedad. En esta premisa capital coinciden los más destacados hombres de la Ilustración europea, al igual que las personalidades que identifican el movimiento ideológico en el caso español. La felicidad material y espiritual, individual y colectiva, el progreso social aparecen en los escritos de B. Feijoo o en G. M. de Jovellanos identificados como el principal resultado y objeto que ha de pretender la educación, participando así nuestros intelectuales del clima de pensamiento que se desarrolla en el resto de Europa[9]:

«¿Es la instrucción pública el primer origen de la prosperidad social? Sin duda. Esta es una verdad no bien reconocida todavía, ó por lo menos no bien apreciada; pero es una verdad (…).

Las fuentes de la prosperidad social son muchas; pero todas nacen de un mismo origen, y este origen es la instrucción pública (…). Con la instrucción todo se mejora y florece; sin ella todo decae y se arruina en un estado»[10].

Ahora bien, con ser coincidentes filósofos y hombres de gobierno en las importantes atribuciones y esperanzas depositadas en la educación de los pueblos; aun conviniendo en interpretar la instrucción como la base de la felicidad de las naciones, la educación como el auténtico elemento de valoración del individuo, y la cultura como medio de regeneración y restablecimiento de la libertad y la dignidad del hombre, las pretensiones últimas de unos y otros distan de ser las mismas.

La instrucción universal es, sin duda, para el Estado causa de utilidad y felicidad pública, más precisada de un férreo ejercicio de control y restricciones sujetas al criterio dirigista del poder político. La educación, por tanto, ha de operar como instrumento de reforma, pero en absoluto como el arma revolucionaria que, en opinión de algunos, tácitamente propagan los escritos de J. J. Rousseau. Por ello, si bien la formación cultural se convierte en potestad del Estado, en bien público, en proyecto de interés nacional, no es menos importante resaltar, junto a estos rasgos, aquellos otros que subrayan su carácter utilitario, pragmático y clasista. «Por tanto, primacía de la educación, pero a la vez diversificación de la misma. Ya que se trata de la formación de ciudadanos útiles, ha de ser adecuada a las funciones y correspondientes niveles asignados a las diferentes capas estamentales de la población. “Consiguientemente, educación para todos, sí; pero no la misma educación”. Esto supone un ajuste entre clases y educación respectiva«[11].

Como quiera que sea, en este contexto de reformismo social, de potenciación y racionalización de los sectores productivos para el que se hace imprescindible la colaboración de un nuevo ciudadano instruido en valores de civismo, patriotismo, moralidad católica, religiosidad y utilidad común[12], difícil de lograr en adultos ya formados y viciados por la vida en sociedad, el Setecientos mira con confianza hacia la infancia, siendo ya sabedor de la adecuada predisposición de la naturaleza humana a ser educada y perfeccionada mediante una instrucción tanto más efectiva cuanto más temprana:

«Los gobiernos, por consiguiente, tienen el mayor interés en el progreso de las luces, pues nuestros pueblos, embrutecidos y contagiados por la opresión y el error, no son susceptibles de ninguna reforma pacífica mientras no se les cure, y como esta curación se puede tener por desesperada, es preciso dirigirse a la generación naciente, y tal es el objeto de la educación nacional»[13],

puesto que:

«Las impresiones del temor de Dios, del amor al trabajo, de economía, y equidad grabadas en el corazón de los niños en su tierna edad, se afirman, y causan efectos admirables en ellos. Si después se olvidan (…) una lección dada entonces a tiempo (…), los hará entrar luego en el orden, porque nunca se deshacen estas primeras impresiones»[14].

Si las aspiraciones de consolidación de Estados nacionales dotados de un gran potencial económico y demográfico, sustentados sobre una organización política homogénea y estable, encuentran en la doctrina y premisas de los ilustrados la respuesta afirmativa y los medios para hacer viable este deseo, los controladores del poder político hallan en el niño la materia prima desde la que promover tales conquistas. El crecimiento poblacional, el desarrollo de los diversos sectores económicos mediante la preparación y racionalización de la aplicación de los recursos humanos, la disponibilidad de súbditos operativos e integrados en el organigrama socioeconómico de la nación, pasan por la atención jurídica, educativa, asistencial y sanitaria de la infancia, que adquiere así un puesto y una razón de ser en la sociedad. De aquí el cariz utilitario que desprenden, en ocasiones sin pretender ningún disimulo en la declaración de intenciones, los textos legislativos, las disposiciones referidas a medidas de protección social, los debates políticos o eruditos acerca de la educación, o los fines a los que se dirige la investigación y la práctica pediátrica. En uno de los enunciados más taxativos que puedan localizarse en los escritos de la época, J. Bonells condensa sucinta y ejemplarmente estas ideas en el instante de ofrecer su definición particular de la infancia:

«Son los niños la esperanza y el nervio de la patria, y la infancia es el plantel de los que algún día han de llegar á ser hombres y mantener el Estado»[15].

Sean motivaciones de orden político o resultado de un nuevo clima mental de mayor sensibilidad, filantropía y sentimentalismo, que anuncia ya el movimiento Romántico del siglo próximo, la realidad es que el niño ocupa y preocupa en el siglo XVIII. Él será el argumento de una amplia producción literaria de diverso contenido en la que se exhibe claramente el interés, cuando no la inquietud, que provoca la infancia. La simple consulta a la Bibliografía de Autores españoles del siglo XVIII recopilada por F. Aguilar Piñal –Madrid, 1981-1995– permite constatar el enorme número de escritos publicados e inéditos aparecidos en fechas del Setecientos, adscritos a la pedagogía, pediatría, puericultura, literatura moral para niños, literatura de ensayo de contenido educativo para uso de los progenitores, sin obviar la considerable proliferación de tratados, discursos, memoriales de carácter político, reformista y organizativo en materia educativa o de beneficencia[16].

Aun siendo la infancia en su amplia acepción el motivo de examen y reflexión, asumiendo el sesgo clasista de una literatura para consumo de las capas sociales más acomodadas, especialmente por lo que se refiere a los tratados de educación familiar, se desgajan de ella dos colectivos singulares para requerir su particular tratamiento. Expósitos y menores de género femenino, aun cuando con anterioridad hubiesen merecido alguna dedicación[17], acaparan un puesto destacado en virtud de la utilidad social que se les asigna, y los hace dignos de asistencia y formación para el cumplimiento de sus deberes cívicos.

En consonancia con la obsesión educativa del siglo en la que participan, al menos en el caso español, un nutrido grupo de hombres de la Iglesia además de otra importante nómina de escritores, en los que se aprecia el calado de las propuestas renovadoras en esta materia, la literatura pedagógica o aquella otra caracterizada como pediátrico-educativa adquiere un enorme auge. Desde distintos medios y en presentaciones formales de muy diverso tipo, surgen publicaciones y escritos en los que se hace apreciable el considerable efecto entre los autores del país de las ideas pedagógicas que circulan por Europa. A España llega, especialmente por medio de la lectura de la obra de J. Locke, puesto que El Emilio aún tardará algunos años en ser traducido y divulgado en castellano, la corriente de pensamiento que contempla al niño como un proyecto susceptible de ser educado, perfeccionado y preservado en su bondad natural, empleando para ello métodos amables, comprensivos con la singularidad del niño, incluso de cada niño, y respetuosos con la peculiaridad de la edad infantil, ya plenamente discernida[18].

Los trabajos de J. M. Picornell i Gomila, M. Sarmiento, A. Arteta, L. Hervás y Panduro, V. del Seyxo o P. Vallejo dejan entrever la presencia del espíritu pedagógico francés, en lo que concierne a la concepción de la razón y la naturaleza infantil, a los métodos educativos y a las prescripciones sobre puericultura, aun cuando en algún caso los contenidos y objetivos de la educación se doten de un marcado carácter religioso y contradigan los fundamentos de los inspiradores de algunos de los consejos y observaciones recomendadas.

En todos ellos se descubren elementos de convergencia que sintonizan con la nueva pedagogía del momento y ayudan a difundir una imagen considerablemente más amable de la infancia pareja a una actitud de mayor cordialidad frente a ella. La percepción del niño en el país adquiere los mismos tintes favorecedores y sensibles, aunque ello no obste para reconocer las limitaciones de todas estas transformaciones y sus repercusiones a nivel general y tangible. B. Delgado Criado, en la tónica del escepticismo e incluso pesimismo que transmite su obra, restringe tajantemente cualquier atisbo de entusiasmo que pudiera provocar la aparición de esta literatura; limita el verdadero alcance de toda esta corriente de juicios e imágenes de la infancia, cuando afirma: «el impacto del Emilio fue importante, lo que no quiere decir que, de inmediato, provocase un cambio de actitudes ni una reforma de los métodos de enseñanza, ni un mejor conocimiento del niño. Desgraciadamente, después de 1762 el niño y el adolescente fueron tan maltratados y tan desconocidos como en los siglos anteriores«[19].

Sin duda alguna, así debió ser. En ningún momento se pretende confundir y ponderar en exceso y de forma irreal el alcance de estas manifestaciones, producto de la especulación y el debate en círculos intelectuales ajenos a la realidad del común de la sociedad y cuyas ambiciones escapan a los límites reformadores deseables por el Estado. Sin embargo, son indiscutibles los progresos en la toma de conciencia de la individualidad, de la entidad y de la valoración de la infancia como una etapa formativa y de desarrollo bien distinta a la del adulto, así como el avance en el respeto y mimo que despierta el niño.

En todos ellos están implícitas estas premisas fundamentales, que se concretan en una conducta y actitud del adulto en la que prima el respeto a la naturalidad del niño, las atenciones a su puericultura –donde se incluyen reiteradas recomendaciones sobre higiene, lactancia, dentición, sueño, patologías infantiles, práctica del fajamiento o alimentación–, la observación de su evolución sensorial y física, el cambio en pautas tradicionales de crianza, o la escrupulosa planificación de los tiempos y contenidos de la educación física, moral e intelectual que ha de recibir en todo momento de acuerdo con su desarrollo, y para la cual se proponen métodos que rechazan cualquier uso violento para mejor potenciar el aprendizaje progresivo, experimental y lúdico:

«El arte debe seguir religiosamente el camino de la naturaleza, y cultîvár convenientemente cada facultad à proporcion que ella se produce, cuidando igüalmente de no despreciarla ni excederla»[20].

Cosa bien distinta será el acuerdo en la finalidad, espiritual o laica, a la que debe conducirse primordialmente la educación; aunque, en cualquier caso, la instrucción católica es materia irrenunciable de un movimiento ideológico que, en el caso propio, se particulariza por la defensa de una religiosidad ilustrada, ortodoxa aunque exenta de supersticiones. Es decir, incluso en aquellas obras firmadas por hombres de la Iglesia en las que la educación aparece taxativamente definida como la adecuación de las facultades, del conocimiento y del régimen de vida al mensaje cristiano, aparecen recogidos como útiles todos los tópicos de inspiración roussoniana que se refieren a la preparación y atención corporal de los menores.

De esta última corriente, de alguna manera ecléctica, M. Rosell y Viciano constituye un claro ejemplo. Este presbítero y capellán real en su ya mencionada obra, La educación conforme a los principios de la religión cristiana, leyes y costumbres de la nación española, defiende con gran vehemencia una educación entendida como la tarea de instruir y dirigir la conducta infantil conforme a la doctrina católica para alcanzar la auténtica felicidad del hombre, que no es otra que la salvación eterna. Pese a seguir de cerca las directrices de J. Locke en materia de puericultura, convenir en la adecuación de la enseñanza a las capacidades y aptitudes de cada edad y defender la importancia de las primeras impresiones sensitivas durante la infancia, desde luego discrepa en la concepción de la naturaleza del niño. Porque, como cabría esperar de un distinguido miembro del clero, prolonga la tradición dogmática de los padres de la Iglesia al exponer su convencimiento en la predisposición espontánea del niño al mal, fruto del desorden innato de sus potencias y afectos, de la pérdida del recto conocimiento causada por el pecado original:

«Esta diligencia que ponen los hombres en criar los niños, instruirles, y enderezar los afectos de su voluntad, conforme á la doctrina de Jesuchristo, es lo que propiamente se llama Educación. Porque aunque sea cierto, que muchos Filósofos llamaron Educación al cuidado que se pone solamente en dar el debido nutrimento y fortaleza al cuerpo de los niños, y otros lo extendieron no mas que á la instrucción proporcionada á sacar de ellos ciudadanos conformes á las leyes y costumbres de la patria, se ve que faltaron en lo principal, no conduciéndoles a la perfección con el logro de su felicidad verdadera»[21].

La posición de éste aproxima al otro extremo de la pedagogía de la época. Contenidos, métodos y propósitos pedagógicos reflejados en otra vertiente de la literatura educativa o en tratados para la instrucción moral de la familia, sitúan ante las concepciones eclesiásticas en esta materia, apenas modificadas de un siglo a otro. Los textos del Padre M. Sánchez, Fr. A. Arbiol, J. E. Gómez de Terán ilustran convenientemente sobre esa otra forma de entender al niño, de juzgar su puesto en el organigrama de la comunidad cristiana y, en virtud de ello, de dotar de significado a la labor instructiva y marcar el talante de los instrumentos empleados para el propósito de estos defensores de la primacía de la dimensión y cometido espiritual del hombre. En cualquiera de ellos el tono severo, la actitud suspicaz hacia la infancia y el entusiasmo por formas educativas y afectivas hoscas e intransigentes no tardan en retrotraer al lector a páginas ya escritas, al menos, un siglo antes:

«Tienes hijos, dize el Espiritu Santo (…) doctrinalos, domalos para que sepan humillarse desde su puericia (…). Enseñalos interior, y exteriormente; no apartes del hijo la vara de la correccion, que aunque le castigues, no morirà (…). Vèd las riquezas que Dios quiere soliciteis à vuestros hijos; no los talegos de oro, ni los cargos de la Republica, enseñarlos temor à Dios, modestia, y toda santa Doctrina, con los Mandamientos de Dios, y de su Iglesia, Credo y Articulos, y lo demàs necessario»[22].

El Setecientos refleja de esta manera su talante confuso y divergente frente a las cuestiones que suscita su infancia. Progreso y conservadurismo en lo que atañe a la imagen y sentido de la formación y el papel del niño en la sociedad, conviven en este siglo con la misma naturalidad con la que los afanes reformistas se ven impedidos por la inercia de estructuras mentales y materiales profundamente arraigadas. En último extremo, paradójica y contradictoria son los dos adjetivos que mejor definen la actitud del siglo XVIII en este ámbito, como en otros muchos.

La dedicación a la especulación teórica en temas educativos, no se restringe a las formulaciones estrictamente pedagógicas. La vocación pragmática de los intelectuales ilustrados les compromete con el esfuerzo de elaborar propuestas de reforma, tangibles, efectivas y de marcado carácter utilitario. Es en este contexto de divulgación y oferta de ideas a los medios políticos en el que se inscribe todo un torrente de publicaciones, discursos presentados en los círculos elitistas de las Sociedades Económicas de Amigos del País, memoriales, traducciones de obras francesas[23], que son en algunos casos auténticos proyectos metódicamente diseñados, en los que se incluyen planes de estudios, organización docente, sugerencias sobre material didáctico y recursos pedagógicos. Pero en todos ellos los elementos comunes insisten en la defensa de la importancia social de la instrucción, la inspiración ilustrada del cometido que ha de cumplir la educación pública, la concepción clasista y utilitaria de la misma, su adecuación a las necesidades sociales y económicas del país tanto como a las aptitudes y vocación profesional del menor, la crítica al nivel de formación del profesorado, y la reprobación del funcionamiento y dotación de las escuelas públicas[24].

El amplio muestrario de temas que engloba el superior y más general de la educación, concede un puesto no despreciable a la peculiar atención que merece la instrucción de la mujer, sobre la que se completan volúmenes monográficos además de capítulos específicos en aquellas obras de planteamiento más genérico como las de L. Hervás y Panduro, A. Arteta, M. Rosell y Viciano, J. E. Gómez de Terán, Fr. A. Arbiol. Ni mucho menos, la niña iba a constituir una excepción al criterio pragmático e interesado que justifica todo este entusiasmo de la literatura ilustrada por la infancia. El género femenino de corta edad inquieta en tanto futura madre y esposa a la que le aboca irremediablemente su condición; preocupa por el trascendente cometido que le corresponde como primera educadora de sus hijos, de los prometedores súbditos católicos que espera y necesita el poder civil y eclesiástico. En virtud de esta función social al servicio una vez más del varón que ha de formarse o de la pequeña que, reproduciendo fiel e invariablemente el papel que se repite de una generación a otra, promete ser madre de otro hombre al que habrá de criar y colaborar a educar, la mujer ha de ser, que no merecer ser según algunos, instruida aunque en términos de estricta suficiencia:

«Gozan universalmente las mugeres de espíritu y cuerpo más débil que los hombres. En esto la naturaleza nos da á entender que no las ha destinado para las ciencias sublímes, ni para grandes fatigas y trabajos corporales; pero exceden á los hombres en la aplicacion, industria y atencion á sus empleos. Estas prendas, juntas con una mediana instrucción, las ponen en estado de poder cumplir con las obligaciones que ordinariamente están anexas á su condicion; esto es, cuidar de la economia de la casa, del gobierno de los criados, y de la instrucción de sus hijos»[25].

En medio de una prolongada controversia que centra su objeto de debate en la clarificación de la hipotética igualdad de hombres y mujeres prospera la idea de ofrecer una instrucción a la mujer proporcionada a sus aptitudes y cometido, por lo mismo, diferenciada de aquélla diseñada propiamente para el varón[26]. Por tanto, las diferencias no conciernen tan sólo a la duración, complejidad y profundidad de la educación recibida por la niña por comparación con el sexo masculino, sino que afectan a los propios contenidos educativos que le corresponden en virtud de su género pero también de su extracción social. La condición femenina determina la aplicación a los conocimientos esenciales para la buena gestión de las ocupaciones domésticas, en tanto su condición social decide a propósito de la mayor o menor atención a la formación letrada para adorno de su persona, y satisfacción y recreo de la compañía masculina en los círculos acomodados.

Como quiera que sea, la realidad confirma la proliferación de obras dedicadas por entero a este sujeto de reflexión[27], que se suman a un considerable número de iniciativas políticas, en las que la formación elemental y el adiestramiento en determinadas laborales artesanales despuntan como los ejes principales que justifican esta labor a favor de ellas y en beneficio de la racionalización de la fuerza de trabajo del conjunto del Estado.

Un repaso a la producción literaria del siglo XVIII centrada en el niño, impone el tratamiento de los escritos referidos al problema de la exposición no sólo por la incuestionable importancia de sus datos informativos, consideraciones y sugerencias reformadoras, sino por la significativa y apreciable cantidad de los títulos aparecidos en el último cuarto del Setecientos. A diferencia de épocas anteriores, en las que el problema del abandono se inscribe dentro de la reflexión moral y se trata en libros de origen eclesiástico –sumas morales o manuales de confesión– en los que prima la identificación de la falta cometida y de la sanción espiritual y religiosa que le corresponde, este siglo coloca en un lugar destacado de análisis y teorización un problema que ya alcanza cotas alarmantes, adoptando para ello perspectivas de análisis emparentadas con el espíritu racionalista, pragmático y utilitario del siglo, y encuadradas dentro de la economía política. No tanto hombres de la Iglesia, aun cuando también colaboran, sino médicos, intelectuales laicos y políticos son los responsables de obras en las que se detecta sin ningún pudor, incluso en sus propios encabezamientos, la intención de proporcionar los medios para la conservación física, en primer término, y la integración socio-laboral de un contingente de población en absoluto desdeñable para un Estado precisado de súbditos leales y productivos de acuerdo con los sectores económicos que tratan de potenciarse[28]:

«Con mayores razones la España, escasa de población para llenar este vacío y completar toda la gente que necesita en el vasto espacio de la monarquía, debe aprovechar estas inocentes criaturas, porque así lo dicta la caridad y religión cristiana, y aconseja también la utilidad general del Estado.

Como éste costea los alimentos y educación de los expósitos, es dueño de darles la dirección y destino más conveniente»[29].

Las materias contempladas reflejan bien la alarma que provoca la conciencia de un fenómeno en continuo incremento, incluso intensificado en las últimas décadas del siglo, y que es causa de la pérdida de un elevado número de vidas que bien podrían aplicarse al fortalecimiento demográfico y económico del país.

Interesa, por tanto, atender en primer término al grave problema de la mortalidad de los niños dependientes de los centros asistenciales, para lo que no dejan de reiterarse las indicaciones sobre el régimen de vida, alimentación, higiene o ámbito de crianza en el que ha de desenvolverse el menor en sus primeros años para asegurar su supervivencia. Superada esta cuestión de base, inquieta la supervivencia ahora social de estos individuos, en favor de la cual se ordena el talante y límites de la formación letrada y profesional con que deben ser provistos, y los medios de inserción en la comunidad, que no son otros que los proporcionados por su cualificación profesional y ocupación laboral, considerando que «la mentalidad ilustrada, optimista frente al crecimiento económico pero desconfiada de toda idea que no surgiera de sus propias élites, defendía la integración de los expósitos en el mundo productivo de la época, pero se mostraba reacia a cualquier intento de acceso por parte de esas clases inferiores al mundo de la cultura«[30]. Sorprende, sin embargo, que tras largas disertaciones sobre cuestiones pediátricas y de organización interna de los centros, se eluda el grave y principal problema del sostenimiento económico de los mismos, del que en verdad derivan todos los males de la deficiente asistencia y su traducción en cifras desproporcionadas de mortalidad.

En la misma línea de intereses y preocupaciones cabe catalogar los frecuentes títulos de este siglo cuyo propósito inmediato es el de contribuir a la divulgación de los nuevos métodos de crianza y cuidados pediátricos en el ámbito de la familia, en la intención última de acrecentar la calidad y esperanza de vida de los nacidos, lo que es igual a pretender el incremento de los recursos demográficos del Estado. La declaración del fundamento último que mueve todas estas motivaciones es taxativa en palabras del médico J. Bonells:

«Bien puede el Gobierno procurar todas las ventajas que favorecen la población; siempre tendrá, á pesar de sus providencias, escasez de pobladores, en tanto que las madres atropellen su fecundidad, y destruyan los frutos que produce. Bien puede el Soberano poseer los más vastos y opulentos dominios; no por eso dexarán de ser débiles sus fuerzas, si nacen y se crian débiles sus vasallos. Bien pueden las leyes, para hacer felíz el Estado, imponer las más severas penas á los delinqüentes; mientras que la educación sea viciosa, podrá el temor del castigo evitar algunos delitos; pero los vicios turbarán siempre la pública felicidad»[31].

Siendo preocupación común a todo intelectual ilustrado la mejora del potencial político y económico del Estado, a esta empresa se suman los profesionales médicos para aleccionar en tratados de puericultura, que complementan a la literatura pediátrico-educativa y a las monografías médicas[32], sobre las cuestiones que se consideran elementales para la mejor atención de los nacidos. Pese a encontrarse ya tratadas en obras de contenido eminentemente educativo, adquieren ahora entidad propia materias tales como la defensa de la lactancia materna, la especulación sobre los beneficios de la lactancia artificial, el destete, los problemas de dentición, las recomendaciones sobre higiene, sueño o indumentaria infantil, el desarrollo psicomotriz o la estimulación precoz del niño, en publicaciones destinadas especialmente para consumo e instrucción de la futura madre.

Muy en particular, ellas son las principales aludidas o acusadas, dependiendo del nivel al que se eleve el tono de la crítica, en todos aquellos tratados apologéticos que hacen de la defensa de la lactancia materna, del vehemente elogio a los beneficios tanto físicos como morales que de ella se desprenden para el nacido y la madre, el único objeto de reflexión. Los trabajos ya aludidos de S. García, J. Bonells o A. Arteta junto a los de P. Vidart o A. Ginesta[33] se sitúan en este punto de encuentro donde confluyen intereses médicos, demográficos, educativos, con inquietudes racionalistas y filantrópicas a favor de la atención del niño en general y, en ocasiones, del expósito en particular. Coincidiendo así en motivaciones y fines con los que, excediendo los límites del mero texto escrito, dan sentido a las actuaciones de orden práctico y político acometidas primordialmente en la segunda mitad de siglo.

A este repaso a la labor de reflexión, revisión crítica y propuesta de planes renovadores que afectan a la infancia, aún puede sumarse la aportación de aquellos hombres implicados tanto en el análisis, como en la toma de decisiones y ejecución de las concepciones generales que son motivo de conformidad por parte de la intelectualidad ilustrada. Este grupo de nombres propios, en los que figuran personalidades como el Conde de Floridablanca, el Conde de Cabarrús o P. Rodríguez Campomanes, ejemplifican con acierto el espíritu de un siglo en el tratan de ser conciliadas las formulaciones y proyectos teóricos con la intervención en el plano de la realidad, hasta el punto de que el espíritu de la doctrina de las Luces se convierte en ideario político de los monarcas en el poder.

El Estado indudablemente se convierte en el principal dinamizador de las transformaciones perceptibles en esta centuria con relación al niño. Este sector de población se descubre ante los gestores políticos como la base y materia prima a partir de la cual es posible originar el proceso de regeneración social que habrá de culminar en la reforma y consolidación de colectivos estatales de fuerte potencial. El desarrollo económico, la prosperidad material del Estado, la felicidad común precisa de la conservación física de todos sus súbditos, de su formación profesional, moral y cívica al servicio de objetivos comunes y de la incorporación de todos ellos, más aún de los excluidos del sistema, a un organigrama socioeconómico perfecta y férreamente estructurado, organizado racionalmente y operativo, en el que cada elemento se encuentra en disposición práctica y mental para asumir con absoluta satisfacción su cometido.

De manera que el niño es a los ojos del Estado ilustrado el súbdito que preservar, que formar y fortalecer físicamente, que educar, que implicar socialmente, que hacer competente desde el punto de vista de la ideología dominante. En definitiva, el individuo que hacer viable y útil a los intereses superiores del Estado[34]. El “queremos” con el que introduce el Conde de Cabarrús las interrogaciones retóricas que articulan un fragmento de sus conocidas Cartas testimonia bien este afán de hacer de la voluntad de los que integran ese plural indeterminado, ¿el colectivo social persuadido de las verdades y propósitos ilustrados?, el programa educativo, el presupuesto ideológico, las pautas predeterminadas que han de condicionar el desarrollo social e individual de los pequeños en pos de la consecución de aspiraciones ya no propias sino de todos:

«¿Queremos que no se degrade la razón de los hombres?, apartemos los errores y enseñémosles sólo cosas precisas, útiles y exactas. ¿Queremos que se fortalezca su cuerpo?, multipliquemos los ejercicios que los robustecen y que al mismo tiempo contribuyen no poco a hacer feliz aquella edad. ¿Queremos que amen la patria y sus leyes?, enseñémosles los principios de éstas y será posible que no vean en ellas otros tantos beneficios que exciten su gratitud. ¿Queremos que amen a sus conciudadanos?, vivan con ellos, nazcan en sus corazones la tierna amistad y la indulgencia recíproca, contraigan la costumbre de los beneficios mútuos y la necesidad de la opinión ajena, en una palabra, sea la infancia lo que ha querido la naturaleza que fuese, una preparación y un ensayo de la vida»[35].

Este contexto y estas convicciones son las que hacen comprensibles que la infancia merezca, por derecho propio, un capítulo relevante en las consideraciones y actuaciones estatales relacionadas con el ramo de la educación, la beneficencia y la asistencia médica. Estos tres sectores acaparan buena parte de las iniciativas que tienen en el niño su centro de atención prioritaria, aun cuando en no pocos casos queden tan sólo plasmadas en la legislación sin ser acompañadas de un auténtico esfuerzo económico y organizador para hacer realidad proposiciones tan ambiciosas.

En materia educativa el siglo XVIII conoce el surgimiento de la noción de educación nacional, de instrucción pública. Es decir, por vez primera, frente a la diversidad de métodos, instituciones de enseñanza y falta de analogía de los contenidos educativos e incluso cierta laxitud en el control de los enseñantes, el Estado hace suyo este ámbito para iniciar una intensa obra legislativa con la que asegurar la suficiencia y uniformidad educativa que exige el proyecto de homogeneidad nacional[36], de estatalización y secularización de la enseñanza, aun cuando algunos consideren excesiva la interpretación de los acontecimientos en estos términos[37]. Al margen queda la estimación de la enorme distancia que separa lo pretendido de lo logrado en términos efectivos.

Las distintas órdenes al respecto, recogidas en el Libro VIII, Título I de la Novísima Recopilación, al que por sí solas dan cuerpo señalando aún más la singular importancia de este momento en materia educativa, se ocupan sucesivamente de fijar los requisitos morales y académicos para la obtención del título de maestro, definir el procedimiento para el examen y aprobación del mismo, disponer la creación de instituciones como el Colegio Académico del noble Arte de Primeras Letras para el control y mejora de la calidad de la enseñanza, organizar la planificación del número y ubicación de las escuelas públicas y profesores autorizados para su establecimiento en la Corte, establecer las directrices educativas y el material pedagógico de uso, encomendar a las autoridades locales labores de vigilancia respecto al cumplimiento de la normativa vigente en esta actividad.

En definitiva, suponen las primeras muestras de intervención estatal, centralización y uniformidad de ciertos ámbitos del rudimentario sistema educativo de la época, tales como la evaluación del profesorado y los contenidos educativos básicos, en el firme propósito de alcanzar en los menores los provechosos fines que a la religión y al Estado promete deparar la educación:

«El fin y objeto principal (…) es fomentar con trascendencia á todo el Reyno la perfecta educacion de la juventud en los rudimentos de la Fe Católica, en las reglas del bien obrar, en el exercicio de las virtudes, y en el noble Arte de leer, escribir y contar; cultivando á los hombres desde su infancia y en los primeros pasos de su inteligencia, hasta que se proporcionen para hacer progresos en las virtudes, en las ciencias y en las artes, como que es la raiz fundamental de la conservacion y aumento de la Religion, y el ramo mas interesante de la Policía y Gobierno económico del Estado»[38].

Los caracteres que apuntan la legislación y el pensamiento político en nada se apartan de los principios que constituyen la concepción ilustrada de la educación en los escritos de aquellos ocupados en esta deliberación. Para el poder, siendo la instrucción no más que una herramienta a su servicio, no se concibe sino bajo los atributos de una enseñanza utilitaria, pragmática, economicista, dirigista, clasista y excluyente en determinados niveles, aunque se pretenda universal en cuanto al espectro social al que ha de extenderse, que desea la obtención de educandos «modelo de buenos y virtuosos ciudadanos«.

En virtud de ello, el niño se incorpora a este juego de intereses que representa la enseñanza para ser objeto de atención educativa cualquiera que sea su extracción social, inclusive la de condición más humilde, aunque a la postre aquélla sea determinante y limitadora de los contenidos docentes[39]; para ser atendido sin distinción de género, si bien estableciendo netas diferencias en los elementales programas de estudio y objetivos inmediatos de la formación de uno y otro sexo[40]; para recibir una sencilla instrucción letrada y religiosa pero asimismo el adiestramiento en actividades manuales con las que, la mujer también, participar del mercado laboral[41]; para procurar su más que medida inserción socio-laboral, siendo miembro del grueso grupo de excluidos que constituyen la población de hospicios y casas de expósitos, sin que en ningún caso se exceda el mero aprendizaje de los rudimentos de las letras, puesto que la educación superior se presenta como vetada a este colectivo[42].

Tras este derroche entusiasta de propuestas, proyectos y legislación educativa del que participan todos, decepciona descubrir un panorama que continuará padeciendo la incapacidad para transformar en profundidad la realidad educativa, la carencia de un efectivo plan de reforma aplicable a todo el país y la falta de soluciones para acometer y financiar convenientemente esta empresa de reforma.

La infancia también se incorpora a aquella otra parcela del ejercicio de gobierno que a partir de estas fechas trata de acaparar la monarquía para ser gestionada desde los mismos presupuestos racionalistas, utilitarios y serviles a la razón de Estado[43]. El ramo de la beneficencia experimenta de manera notable las transformaciones de carácter centralista y secularizador del siglo que la despojan de su significado eminentemente caritativo y evangélico para hacer de ella un aparato de control y homogeneización social y una fuente de mano de obra acomodada a los sectores productivos. Expósitos, huérfanos, pequeños mendigos, hijos de familias pobres como miembros destacados, por su número y potencialidad que promete su corta edad, del amplio colectivo de la marginación son traídos a un primer plano de la acción política en idéntica proporción al protagonismo que se las ha visto cobrar en la literatura de la época.

Interesa preservarlos, educarlos, formarlos y convertirlos en súbditos leales y útiles[44]. No mucho más, puesto que sería erróneo confundir los intereses pragmáticos que inspiran a los gestores del Estado con un afán filantrópico dejado en un lugar secundario o, si prefiere, bien conjugado con intereses más prosaicos:

«(…) con cuyos medios conseguirá la piedad, que los recogió al hospicio, el criar unos artesanos y vecinos bien instruidos, y útiles al Estado, saliendo á exercer las artes y oficios, y una semilla de buenos padres de familias bien educados; y se les inspirará á los pobres la debida confianza y amor á dichos hospicios»[45].

Estas palabras sintetizan con acierto los propósitos de toda la legislación que se elabora sobre la materia en este siglo. Por contraste con la escasez de disposiciones de épocas pasadas, el Setecientos dispone, prácticamente sólo hace tal cosa, la organización interior de los hospicios donde se acoge con especial celo a los más pequeños, elabora para ellos y ellas un plan educativo y formativo en artes y oficios que habrán de servir de pasaporte a su reinserción e independencia económica con respecto a la institución, ordena y reglamenta el establecimiento de casas de expósitos en la totalidad del país para su crianza y educación[46]. Pese a todo, las reservas sobre las motivaciones esenciales ponen en tela de juicio la bondad de tales iniciativas, al tiempo que la falta de compromiso económico y de gestión para materializar los planes diseñados sobre el texto legislativo aclaran los límites de la auténtica implicación y determinación del Estado, y subrayan las dificultades que impone la coyuntura social, económica y política del momento. A la vista de estos elementos de consideración, B. Delgado Criado no duda en afirmar que «esta legislación no hace sino recoger la mentalidad ilustrada respecto a la infancia. La filosofía jurídica que la inspira no es el respeto al niño, sino la conservación del mayor número posible de niños abandonados para incorporarlos cuanto antes al mundo del trabajo. Ésta es también la filosofía que inspira gran parte de la literatura aparecida en los últimos decenios del siglo XVIII«[47].

La conciencia de la magnitud que comienza a alcanzar en particular el conflictivo fenómeno del abandono de niños, de múltiples lecturas y repercusiones, la ineludible exigencia política de hacer suyo un problema que afecta al Estado en su dimensión demográfica y en su vertiente social, si se atiende a su posible capacidad desestabilizadora, se hace manifiesto a la par de las preocupaciones por las cuestiones educativas en los escritos salidos de las mismas personalidades políticas ya citadas.

La Instrucción reservada del Conde de Floridablanca, las Cartas del Conde de Cabarrús, las reflexiones que P. Rodríguez Campomanes dedica al tema de pobreza recogen capítulos específicos a propósito de los expósitos en los que coinciden en argumentar, bien con convicciones de orden ético o con aquellas de economía política a las que tan explícitamente recurre el último de los aludidos, la necesidad de atender a la conservación de esta población. Para ello, no dudan en apuntar al deficiente funcionamiento de los centros de asistencia, plantear la conveniencia de organizar un plan de gobierno interno de estas instituciones común a todas ellas, o señalar el especial celo que merecen las circunstancias del traslado y la lactancia a las que se hace principales responsables de las muertes ocurridas en las Inclusas. Floridablanca opina,

«En el recogimiento de expósitos se requiere más celo y vigilancia que hasta ahora, para que no se malogren tantas infelices criaturas como se pierden con el descuido de las justicias y mal método de las mismas casas de expósitos»[48].

En tanto P. Rodríguez Campomanes pocos años antes coincidía en denunciar:

«La policía que en esto debe haber carece actualmente en el Reino de reglas constantes, y estoy por decir que jamás las ha tenido a pesar de la multitud de leyes coercitivas contra ociosos y abandonados, gobernándose este importante objeto por casualidad y tradición»[49].

Quizás la más ambiciosa modificación procurada, por el ámbito en el que habrían de producirse las transformaciones, el de la mentalidad colectiva, sea la Real Cédula de 1794 por la que son declarados como legítimos todos los expósitos, rehabilitándolos de este modo a los derechos civiles comunes a todo individuo nacido en el seno de una unión legítimamente constituida[50]. Una decisión con la que se persigue la integración efectiva de este colectivo, excluido del acceso a determinados cargos y prebendas civiles y eclesiásticas, cuya incidencia en la sociedad, como otras tantas acciones de este siglo, muestra la contradicción entre la propuesta teórica y las trabas de los imperativos materiales y mentales del momento. Un contemporáneo y enérgico defensor de los derechos de los expósitos, J. A. de Trespalacios y Mier desvelará pocos años más tarde con toda franqueza, al tiempo que critica, la vigencia de actitudes y prejuicios tradicionales, irreductibles pese a la promulgación de la ley anterior y los esfuerzos del gobierno por atender a este colectivo:

«¿Cómo es posible, se me dirá, suceda esto después de una ley, que los declara legítimos para todos los efectos civiles (…)? (…). ¿No vemos, por otra parte, ocupado el Supremo Senado de la Nación en fomentar estos establecimientos, y aun erigirse casas, donde no las había, con órdenes superiores? ¿Y puede creerse, que no haya alcanzado esta ley, que no hayan sido suficientes estas benéficas intenciones del Gobierno, para desarraigar de nuestros ánimos las preocupaciones que hemos referido? Ello es cierto, que después de tres años vemos continuar los mismos perjuicios»[51].

Porque en efecto, el siglo XVIII experimenta una enorme proliferación de centros asistenciales –casas de misericordia, de expósitos u hospicios en los que se atiende a los menores huérfanos y abandonados–, algunos de los cuales fueron motivados por la observación de la orden real inserta en la Real Cédula de 1796 y apoyados en su establecimiento por la excepcional contribución material de la corona, aunque la mayoría seguirán dependiendo para su fundación y organización de los recursos aportados por la Iglesia, la caridad privada de algunas cofradías religiosas o el patronato municipal. No de forma distinta ocurre con la ininterrumpida creación de instituciones educativas, en su mayoría para niñas huérfanas, establecidas con los medios facilitados por particulares movidos por el espíritu de caridad cristiana de siempre, o por miembros del clero de relevante jerarquía como viene siendo costumbre desde el Quinientos.

En cualquier caso, la suma de motivaciones propias del siglo y herederas de convicciones religiosas que vienen de lejos, surgidas de la iniciativa del Estado o de la institución religiosa, ofrecen como resultado la implantación en todo el territorio nacional de una amplia red de centros benéficos que prolongan las características de los conocidos desde siglos antes, y se complementan con nuevos servicios asistenciales que demanda una distinta mentalidad.

Una concepción nueva de la sociedad y de las relaciones humanas que frente al problema de la ilegitimidad, permite hacer fluir y confluir actitudes de mayor comprensión hacia las circunstancias de miseria, no ya moral sino material, que son causantes de los nacimientos ilegítimos. Una mentalidad de mayor progreso que posibilita la aparición de manifestaciones que hablan de un avance en la sensibilidad hacia los individuos comprometidos en aquellas circunstancias, y de un más acusado aprecio hacia la supervivencia física de madre y nacido, y hacia la integridad del prestigio social y moral de la mujer. En una línea de pensamiento tan avanzada se sitúan los textos del Conde Cabarrús, de L. Hervás y Panduro o de J. A. de Trespalacios y Mier que demandan la puesta a disposición de ambos de las llamadas salas de maternidad vergonzosa, a imitación de las ya existentes en Europa. Un recurso de protección social que Constituciones u ordenanzas como las del Hospicio y Casa de Expósitos de Badajoz se apresuran a recoger al entenderlas competencias inexcusables y de la mayor utilidad al facilitar que «se oculten las mujeres frágiles el tiempo preciso, hasta que salgan del lance, guardando todo sigilo, para precaber de este modo no padezcan deshonor, ni hagan abortos ó infanticidios«[52].

Es la misma inquietud surgida de planteamientos humanistas, sensibilidad ilustrada, filantropía, acompañada de dosis no desdeñables de utilitarismo estatal, e idéntico objetivo de preservación de la vida que se encuentra en la última de las parcelas comunes a intelectuales, profesionales y gestores políticos en la que el niño encuentra un puesto de relieve. La puericultura, la obstetricia, la pediatría como especialidad claramente perfilada y con una entidad propia, la defensa de la lactancia materna, la preocupación por el despilfarro demográfico y la carga moral que supone la mortandad alarmante de los expósitos, la simple mortalidad infantil ordinaria que ahora se hace intolerable, son temas del siglo XVIII. Con respecto a ellos, ni la teoría ni la práctica política quedarán indiferentes[53], aunque sí impotentes ante el enorme potencial transformador que se requiere para hacer evolucionar realidades que no se restringen al ámbito de lo material o técnico sino que incumben en ocasiones al sustrato cultural y mental. De cualquier manera, el convencimiento de la importancia de la vida infantil, el celo por atender a la fragilidad del niño siquiera se vuelve unánime:

«Su salud nos importa mucho, si queremos tener hombres; y su medicina es capáz de un grado de perfección mayor que el que comúnmente se piensa. Mas este grado de perfección no se conseguirá, si el Gobierno público no da las providencias necesarias para que se logre, y después se haga universalmente práctica su utilidad»[54].


NOTAS:

[1] A. Carreras Panchón, El problema del niño expósito en la España ilustrada. Salamanca, 1977, p. 36.

[2] B. Delgado Criado, Historia de la infancia. Barcelona, 1998, p. 140.

[3] Vid. J. A. Maravall, «La idea de felicidad en el programa de la Ilustración» en Estudios de la historia del pensamiento español (Siglo XVIII). Introducción y compilación de M. C. Iglesias. Madrid, 1991, pp. 162-189 (Texto original publicado en Mélanges offerts à Charles Vincent Aubrun. París, 1975).

[4] «Esa doctrina de potencialidades del yo (…), unida a la convicción de que, en definitiva, ese yo, esa potencial personalidad enriquecida se desarrolla por y para la sociedad, pues no se concibe la felicidad individual si no es unida indisolublemente a la felicidad social, son las premisas en donde descansa la confianza ilustrada en la educación y, al tiempo, la importancia primordial que Estado y sociedad otorgan al control de esa educación, al control del nuevo moldeamiento del hombre«. M. C. Iglesias, «Educación y pensamiento ilustrado» en AA. VV., Actas del Congreso Internacional sobre “Carlos III y la Ilustración”. Vol. III. Madrid, 1993, p. 16.

[5] «La relevancia que en una sociedad puede alcanzar el tema de la educación y la preferente atención por los planteamientos de una política educativa es uno de los aspectos más repetidos en todos aquellos casos en que la mentalidad de una época reclama una transformación amplia y que cale hondamente (…). Eso supone unos cambios en la estructura de la sociedad, los cuales llevan a colocar en un puesto, que se considera de máxima eficiencia, la reforma del hombre como fundamento de la reforma general (…). Este programa de reforma de la educación, base de una esperada y gradual reforma general del hombre y de la sociedad, siempre se sitúa en el centro de todo plan político de cambios, cuando éste, en sus previsibles consecuencias, alcanza unas dimensiones globales –pensar de otra manera, vivir de otra manera–, aunque no hayan de ser necesariamente demasiado firmes«. J. A. Maravall, «Idea y función de la educación en el pensamiento ilustrado» en Estudios de la historia del pensamiento español (Siglo XVIII). Introducción y compilación de M. C. Iglesias. Madrid, 1991, p. 489 (Texto original, «The Idea and Function of Education in Enlightenment Thought» en The Institutionalization of Literature in Spain. Vol. I. Fall, 1987).

[6] G. M. de Jovellanos, «Memoria sobre educación publica, ó sea tratado teórico-práctico de enseñanza, con aplicación á las escuelas y colegios de niños» enObras publicadas e inéditas de Don —-, Tomo Primero. Biblioteca de Autores Españoles, 46. Madrid, 1963, p. 231.

[7] E. Garin, La educación en Europa, 1400-1600. Barcelona, 1987, pp. 254-257 (Primera edición italiana, 1957).

[8] M. C. Iglesias, «Educación y pensamiento ilustrado» en AA. VV., Actas del Congreso Internacional sobre “Carlos III y la Ilustración”. Vol. III. Madrid, 1993, pp. 5-10.

[9] A. Mayordomo Pérez y L. M. Lázaro Lorente, Escritos pedagógicos de la Ilustración. Madrid, 1989, pp. 19-21.

[10] G. M. de Jovellanos, «Memoria sobre educación pública…», op. cit., pp. 230 y 231.

[11] J. A. Maravall, «Los límites estamentales de la educación en el pensamiento ilustrado» en Estudios de la historia del pensamiento español (Siglo XVIII). Introducción y compilación de M. C. Iglesias. Madrid, 1991, p. 462 (Texto original publicado en Revista Histórica das Ideias, 8, 1986).

[12] «A los Padres y Maestros pertenece inspirar á la infancia el amor à la Patria, las máximas de la sana Moral, la sumisión al legitimo Soberano, el respeto à las leyes nacionales, y las sublimes verdades de la Religión«. J. Picornell y Gomila, Discurso teórico practico sobre la educación de la infancia dirigido a los padres de familia. Salamanca, 1786, p. V.

[13] Conde de Cabarrús, Cartas sobre los obstáculos que la naturaleza, la opinión y las leyes oponen a la felicidad pública. Estudio preliminar de J. A. Maravall. Madrid, 1973, p. 121.

[14] V. del Seyxo, instrucción moral christiana, política y civil, sobre la que se forma la felicidad de un Estado, y la particular de cada Vasallo: se afianza la educación de los hijos, y asegura la prosperidad de una familia, sin diferencia de clases ni de estados. Madrid, 1790, pp. 88 y 89.

[15] J. Bonells, Perjuicios que acarrean al género humano y al Estado las madres que rehúsan criar á sus hijos, y medios para contener el abuso de ponerlos en Ama. Madrid, 1786, p. 318.

[16] Vid. A. Mayordomo Pérez y L. M. Lázaro Lorente, op. cit.; A. Escolano Benito, Educación y Economía en la España Ilustrada. Madrid, 1988; P. Hernández, Catálogo bibliográfico de obras de pedagogía en la Ilustración. Madrid, 1988.

[17] Humanistas y reformadores católicos mostraron en su momento un particular esmero por asegurar a la mujer un mínimo grado de formación para cultivar su vida espiritual y cumplir debidamente con su función social de madre y esposa cristiana. No obstante, las páginas que se dedican a la instrucción de la niña son comparativamente minoritarias en tratados ocupados por completo de la del varón, privilegiada de manera contundente. En cualquier caso, los preceptos que rigen la forma peculiar que adquiere la educación de la mujer en su infancia son reiterativos en todos los textos, en los que se aboga por el aleccionamiento en los principios de respeto, temor, recato y honra, la preparación para las tareas consideradas propias del género y una amplia instrucción en materia religiosa, que se vuelve más parca cuando se trata del conocimiento de las letras. Vid. J. L. Vives, Formación de la mujer cristiana (1523); Fr. A. de Guevara, Relox de príncipes (1529); Fr. L. de León, La perfecta casada (1583).

[18] Al respecto, J. J. Rousseau declara: «La humanidad tiene su puesto en el orden de las cosas; la infancia posee también el suyo en el orden de la vida humana, es indispensable considerar al hombre en el hombre y al niño en el niño«, cit. en M. T. Nava Rodríguez, La educación en la Europa Moderna. Madrid, 1992, p. 120.

[19] B. Delgado Criado, Historia de la infancia, op. cit., p. 142.

[20] A. Arteta, Disertación sobre la muchedumbre de niños que mueren en la infancia, y modo de remediarla, y de procurar en sus cuerpos la conformidad de sus miembros, robustez, agilidad y fuerzas competentes. Vol. III. Zaragoza, 1802, p. 5.

[21] M. Rosell, La educación conforme a los principios de religión christiana, leyes y costumbres de la nación española. En tres libros, dirigidos a los padres de familia. Madrid, 1786, Vol. I, pp. 5 y 6.

[22] J. E. Gómez de Terán, Infancia ilustrada y niñez instruida en todo género de virtudes Christianas, Morales y Políticas, que conducen a la santa educación, y buena criança de los niños. Segunda impresión. Madrid, 1720.

[23] Vid. L. Esteban, «Las Obras “Ilustradas” sobre Educación y su recepción en España» en La educación en la Ilustración española. Número extraordinario de Revista de Educación, 1988, pp. 135-160.

[24] Vid. J. A. Porcel, Tratado de la educación pública, con la planta de un colegio, según los principios, que se establecen en esta obra, por Mr. Guiton de Morveau… Traducido del Francés por D. —-. Madrid, 1768; J. E. Colomer, Instrucción de la niñez. Madrid, 1780; J. Moles, Educación y estudios de los niños y niñas y jóvenes de ambos sexos, que escribió en francés el señor Carlos Rollin, profesor de Elocuencia y Rector que fue de la Universidad de París… Traducida en castellano por Don —-, presbytero. Madrid, 1781; J. Rubio, Prevenciones dirigidas a los maestros de primeras letras. Madrid, 1788; J. Anduaga y Garimberti, Prevenciones dirigidas a los maestros de primeras letras. Madrid, 1788; Discurso sobre la necesidad de la buena educación y medios de mejorar la enseñanza en las escuelas de primeras letras, leído en la tarde del día 16 de septiembre del año de 1789 al empezar los exámenes de los niños de la Real Escuela de S. Isidro de esta Corte. Madrid, 1790; J. I. Morales, Discurso sobre la educación, leído en la Real Sociedad Patriótica de Sevilla en la Junta General del día 3 de Septiembre de 1789, por el Dr. D. —-. Madrid, 1789; Fr. M. Sarmiento, «Discurso sobre el método que debía guardarse en la primera educación de la juventud» en Semanario erudito, XIX, 1789, pp. 167-256; «La educación de los niños. Folleto inédito del sabio benedictino —-«, publicado por J. del Álamo en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, XXXV, 1931, pp. 281-301; J. M. Sánchez, «Instrucción para los maestros de primeras letras», 1795 (A. H. N., Estado); S. Jiménez Coronado, «Pensamiento sobre la educación pública de la juventud». Madrid, 15 de junio de 1793 (A. H. N. Estado); J. Sempere y Guarinos, «Informe sobre educación (Granada, 15 de septiembre de 1797). Con la respuesta de Godoy», 1797 (Madrid, Academia de la Historia); M. Lameyro y García, Plan y método de educación que Don —-, preceptor de Nobles educandos en la ciudad de Santiago tiene entablado y observa en su casa con algunos niños de distinción del Reyno de Galicia, que tiene a su cuidado para instruirlos y educarlos por encargo particular de sus padres. Madrid, 1799; J. de Vargas Ponce, La Instrucción Pública, único y seguro medio de la prosperidad del Estado. Madrid, 1808; M. J. Narganes de Posada, Tres cartas sobre los vicios de la instrucción pública en España, y proyecto de un plan para su reforma. Madrid, 1809; J. B. Picornell y Gomila, «Reflexiones sobre la importancia de la buena educación de los niños», s. a. (B. N., Manuscritos).

[25] L. Hervás y Panduro, Historia de la vida del hombre. Tomo Primero. Madrid, 1789, p. 368.

[26] Vid. M. Ortega López, «La educación de la mujer en la Ilustración española» en La educación en la Ilustración española. Número extraordinario de Revista de Educación, 1988, pp. 305-325.

[27] Vid. J. F. Clavera, Educación christiana, caritativa, piadosa, y devota enseñanza, o consejos espirituales dados por un Religioso a una Alma deseosa de unirse con Dios. Ofrécelos a la piedad christiana para instrucción de las niñas y adultas la Señora: Josefa Clavera y Oncins. Madrid, 1762; R. Asensio, Tratado de la educación de las hijas: escrito en francés por el Ilustrísimo Señor Don Francisco de Salignac de la Motte Fénelon, Arzobispo de Cambrai. Traducido en español por Don —-, presbytero. Madrid, 1769; C. M. Palacio y Viana, Escuela de señoritas o Cartas de una madre cristiana a su hija pensionista… Recopiladas y publicadas en francés por El Amigo de los niños y traducidas por el Dr. D. —-, presbítero, maestro de los caballeros pajes de S. M. Madrid, 1784; F. F. de Flores, Conversaciones sobre diferentes asuntos de moral, muy a propósito para imbuir y educar en la piedad a las señoritas jóvenes. Obra sumamente útil a todas aquellas personas que tuvieren a su cargo la educación de niñas. Escrita por Mr. Pedro Collot. Traducida del francés al castellano… por el Doctor Don —-. Madrid, 1787; F. B. Herraiz, «Memorial al Conde Floridablanca sobre la educación de la mujer», 1788. (A. H. N., Estado); M. Guitet, Almacén y biblioteca completa de los niños, o conversaciones de una sabia directora con sus discípulas de la primera distinción. Escrito en francés por Madama de Beaumont, y traducido al castellano por Don —-. Madrid, 1790; B. M. de Calzada, Adela o Teodoro, o cartas sobre la educación, escritas en francés por la condesa de Genlís y en castellano por el teniente-coronel Don —- Socio de mérito de las reales sociedades Bascongada y Aragonesa. Segunda edición considerablemente aumentada y corregida. Madrid, 1792; J. Amar y Borbón,Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres. Edición de Mª V. López Cordón. Madrid, 1994.

[28] Vid. Fr. T. de Montalvo, Practica política y económica de expósitos, en que se describen su origen, y calidades, resolviéndose las dudas, que pueden ofrecerse en esta materia, y juntamente se declara el gobierno domestico, que en sus Hospitales se debe observar. Granada, 1701; P. Rodríguez Campomanes, Expósitos y pobres. Reglas generales para uniformar en el reino la mejor dirección de los albergues o casas de caridad, 1778 (Madrid, Fundación Universitaria Española); A, Bilvao, Destrucción y conservación de los expósitos. Idea de la perfección de este ramo de policía. Modo breve de poblar la España y Testamento de Antonio Bilvao. Antequera, 1789; P. Nieto, Público razonamiento y dolorosas demostraciones, que a nombre y a favor de los Niños Expósitos, hace D. —-, Presbytero y Administrador del Hospital de los de Málaga. Málaga, 1790; S. García, Breve instrucción sobre el método de conservar los niños expósitos. Madrid, 1794; Instituciones sobre la crianza física de los niños expósitos. Madrid, 1805; P. J. de Murcia, Discurso político sobre la importancia y necesidad de los Hospicios. Madrid, 1798; J. A. de Trespalacios y Mier, Discurso sobre que los niños expósitos consigan en las inclusas el fin de estos establecimientos, y si convendrá sustituir otros donde los hijos de padres desconocidos sean socorridos, haciéndoles útiles al Estado. Madrid, 1798; J. J. de Uriz, Causas prácticas de la muerte de los niños expósitos en sus primeros años: remedio en su origen de un tan grave mal: y modo de formarlos útiles a la religión y al Estado, con notable aumento de la población, fuerzas y riquezas de España. Pamplona, 1801; A. de Megino, La Demauxesia. Aumentación del pueblo por los medios de procurar que no mueran 50000 personas que según un Cálculo prudencial, y bien formado se pierden anualmente en las Casas de Expósitos, en los Ospicios y en las Cárceles de España. Es un tratado original de Economía política, útil a todo buen Patricio, escrito para el bien de la sociedad. Venecia, 1805; I. M. Ruiz de Luzuriaga,Estadística político-médica o estados comparativos de los Xenodochios, Derephotrofios y Horfanotrofios, o sea Casas de Amparo u Hospicio de Maternidades, Inclusas y Casas de Huérfanos y Desamparados de España. Madrid, 1819; L. Repiso Hurtado, Discurso que con motivo de las gracias concedidas por… Carlos IV a los expósitos de todos sus Reynos, y la dotación a los de esta… ciudad de Lucena, pronunció en la Inclusa de ella Don —-. Córdoba, s. a.

[29] P. Rodríguez Campomanes en M. Velázquez Martínez, Desigualdad, indigencia y marginación social en la España ilustrada: las cinco clases de pobres de Pedro Rodríguez Campomanes. Murcia, 1991, p. 167.

[30] A. Carreras Panchón, op. cit., p. 68.

[31] J. Bonells, op. cit., p. 316.

[32] Por lo que importa a la literatura especializada sobre esta materia, baste apuntar que el siglo no conoce ninguna obra dedicada por entero a la recopilación sistemática de las patologías infantiles. La exposición de las distintas afecciones se hará por medio de monografías presentadas en forma de comunicaciones a las Reales Sociedades Médicas, memorias o capítulos de tratados generales de medicina, en las que se exponen las enfermedades comunes de esta edad, los casos de especial curiosidad por su carácter excepcional y las preocupaciones sanitarias del momento; de modo que, entre estas últimas, las cuestiones referidas a la técnica de inoculación de la viruela ocupan no pocas páginas de estos escritos. L. Sánchez Granjel, Historia de la Pediatría española Salamanca, 1965, p. 45-50; Vid.La medicina española del siglo XVIII. Salamanca, 1979.

[33] Vid. P. de Silva, Del derecho que tienen los lactantes párvulos a que los críen sus madres a los pechos desde la primera lactancia. Sevilla, 1770; P. Vidart, Disertación sobre las utilidades que se siguen de criar las propias madres á sus hijos… Escrita por Mr. Landais, Doctor en Medicina &c. Traducida al castellano por Don —-. Madrid, 1784.; S. García, «Discurso de D. —-, Médico en esta Corte… en que se prueban las ventajas de criar las madres a sus propios hijos» en Memorial Literario, XV, 1788, 52-68 y 116-130; J. Iberti, Método artificial de criar a los niños recién nacidos, y darles una buena educación física. Seguida del tratado de enfermedades de la infancia. Madrid, 1795; A. Ginesta, El conservador de los niños. Madrid, 1797; A. M. González Crespo, «Guía de las madres para criar a sus hijos, o Medicina doméstica de la primera infancia», 1803 (A. H. N., Consejos).

[34] Vid. J. Varela, «La educación ilustrada o cómo fabricar sujetos dóciles y útiles» en La educación en la Ilustración española. Número extraordinario de Revista de Educación, 1988, pp. 247-274.

[35] Conde de Cabarrús, op. cit., pp. 127 y 128.

[36] «La educación de masas, como instrumento útil y poderoso para configurar la identidad moral y nacional de laboriosos, a la vez que buenos patriotas, en el marco de una sociedad “armónica” sin tensiones ni subversión de los principios y las jerarquías sociales establecidas, se convirtió, en consecuencia, en un ramo principal del gobierno y objeto de prioritaria atención política para la elite funcionarial del aparato del Estado, que tuvo también en cuenta las cada vez más crecientes ganancias demográficas, que experimentó España con respecto a la centuria anterior«. B. Delgado Criado (coord.), Historia de la educación en España y América. La educación en la España Moderna (Siglos XVI-XVIII). Vol. 2. Madrid, 1993, p. 795.

[37] M. Carmen Iglesias emplea los conceptos de «instrucción pública«, «educación nacional«, «estatalización y secularización de la enseñanza» para identificar algunas de las transformaciones que se operan en el sistema educativo en el transcurso del siglo XVIII. Menos condescendiente en su juicio, A. Capitán Díaz opina al respecto que «(…) el Estado asumió ciertas responsabilidades “públicas” –que no llegaron ni mucho menos a ser constitutivas de un proceso de “estatalización” ni de un sistema educativo nacional– fomentando directa o indirectamente (…) la instrucción primaria«. La discrepancia de ambas posturas no es más que fiel reflejo de la disparidad de criterios y conclusiones que vienen acompañando a la valoración del significado y trascendencia de las actuaciones emprendidas por el Estado en este campo. M. C. Iglesias, op. cit., pp. 10 y 21; A. Capitán Díaz, Historia de la Educación en España. De los orígenes al Reglamento General de Instrucción Pública (1821). Tomo I. Madrid, 1991, p. 818. Vid. J. Ruiz Berrio, «La educación del pueblo español en el proyecto de los ilustrados» en La educación en la Ilustración española. Número extraordinario de Revista de Educación, 1988, pp. 165-191.

[38] Libro VIII, Título I, Ley III, Novísima Recopilación de las Leyes de España. Madrid, 1804, p. 3.

[39] El epígrafe LXIII de la Instrucción reservada del Conde de Floridablanca dispone que «La autoridad se encargará de la educación de aquellos niños cuyos padres no cumplen con esta obligación«, para lo cual se procederá «(…) quitando los hijos a los padres que abandonan su educación, y haciéndolos instruir y educar, según su nacimiento y posibilidades, en los colegios o casas destinadas a este fin, a costa de los mismos padres, si tuvieren bienes, o del fondo caritativo erigido por mí, cuando fuesen pobres«. Conde de Floridablanca, Instrucción reservada que la Junta de estado, creada formalmente por mi decreto de este día, 8 de julio de 1787, deberá observar en todos los puntos y ramos encargados a su conocimiento y examen en Escritos políticos. La Instrucción y el Memorial. Edición y estudio de J. Ruiz Alemán. Murcia, 1982, p. 127.

[40] Establecimiento de casas para la educación de niños; y de las de enseñanza para niñas, Libro VIII, Título I, Ley IX, Novísima Recopilación…, op. cit., pp. 8 y 9.

[41] Establecimiento de escuelas gratuitas en Madrid para la educación de niñas; y su extensión á los demás pueblos, Libro VIII, Título I, Ley X, ibid., p. 9-12; instrucción y destino de las niñas en los hospicios desde la mas temprana edad, Libro VII, Título XXXVIII, Ley VI, ibid., p. 698.

[42] instrucción y aplicación de los hospicianos á los exercicios, oficios y artes útiles al Estado, Libro VII, Título XXXVIII, Ley V, ibid., pp. 696-698;Cuidado de los Rectores de las casas de expósitos en la educación de estos, para que sean vasallos útiles, Libro VII, Título XXXVII, Ley III, ibid., p. 688;Observancia de lo dispuesto por la ley precedente, con particular encargo al Consejo sobre las nuevas reglas que se crean necesarias, Libro VIII, Título I, Ley II, ibid., pp. 12 y 13. Ésta última alude a la Pragmática ordenada por Felipe IV en 1623, contenida en la ley I del mismo Libro y Título, que alude, entre otras, a la prohibición dirigida a los hospitales en los que hallan niños expósitos o desamparados de impartir estudios de Gramática a estos menores.

[43] «El siglo XVIII reviste especial interés desde el punto de vista de la asistencia social por fraguarse en él la crisis de la caridad religiosa. Una crisis inserta en otra mucho más general, que afecta a la mentalidad, fundamentos y estructuras propias del Antiguo Régimen. Desde motivaciones muy diferentes, regalistas –dispuestos a atribuir al monarca todas las parcelas del Estado– e ilustrados –precursores del liberalismo– se unen y cuestionan las funciones asistenciales de la Iglesia, acusada de servirse de la pobreza para justificar sus bienes patrimoniales«. E. Maza Zorrilla, Pobreza y asistencia social en España. Aproximación histórica. Siglos XVI-XIX. Valladolid, 1987, p. 100.

[44] Vid. P. Pernil Alarcón, «Caridad, educación y política ilustrada en el reinado de Carlos III» en La educación en la Ilustración española. Número extraordinario de Revista de Educación, 1988, pp. 329-344.

[45] Libro VII, Título XXXVIII, Ley V, Novísima Recopilación…, op. cit., p. 698.

[46] Vid. notas 121 y 122; Construcción y disposición material de los hospicios, Libro VII, Título XXXVIII, Ley IV, ibid., pp. 695 y 696; Reglamento para el establecimiento de las casas de expósitos, crianza y educación de estos, Libro VII, Título XXXVI, Ley V, ibid., pp. 689-693.

[47] B. Delgado Criado, Historia de la infancia, op. cit., p. 159.

[48] Conde de Floridablanca, Instrucción reservada…, op. cit., p. 127.

[49] P. Rodríguez Campomanes en M. Velázquez Martínez, op. cit., p. 171.

[50] Los expósitos sin padres conocidos se tengan por legítimos para todos los oficios civiles, sin que pueda servir de nota la qualidad de tales, Libro VII, Título XXXVII, Ley IV, Novísima Recopilación…, op. cit., pp. 688 y 689.

[51] J. A. de Trespalacios y Mier, op. cit., pp. 20 y 21.

[52] C. Marín, Constituciones, ordenanzas y reglamentos del Real Hospicio, Casa de Expósitos, huérfanos, acogidos y mugeres de mal vivir de la Ciudad de Badajoz, como también de los quatro hospitales agregados à él, nominados Concepción, Piedad, Cruz y Misericordia. Madrid, 1804, p. 32.

[53] Exámen de parteros y parteras para poder exercer su oficio, baxo la instrucción que estableciere el Protomedicato, Libro VIII, Título X, Ley X,Novísima Recopilación…, op. cit., pp. 83 y 84; Exámenes de reválida en Cirugía para los Cirujanos, sangradores y parteras, Libro VIII, Título XII, Ley XI, ibid., pp. 99-101; Penas de los que exerzan la Cirugía sin título; y prerogativas, facultades y exênciones de los Cirujanos aprobados, y de los sangradores y parteras, Libro VIII, Título XII, Ley XII, ibid., pp. 101-106.

[54] L. Hervás y Panduro, op. cit., p. 246.

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