Oct 012005
 

Rocío Periáñez Gómez y Felicísimo García Barriga.

1. El Mediterráneo, una zona conflictiva en tiempos de Cervantes.

La vida de Miguel de Cervantes Saavedra (Alcalá de Henares, 1547-Madrid, 1616) se inscribe dentro de una época crucial para los territorios de la Monarquía Hispánica, al contemplar la posición hegemónica conseguida con Carlos V y Felipe II y el lento declive iniciado tras la derrota de la Armada Invencible (1588), que se confirmará más allá de la vida de Cervantes, durante el reinado de Felipe IV (1621-1665). Este dominio político tuvo profundas repercusiones en la vida de los españoles de la época, tanto positivas como negativas. La apertura de España al mundo posibilitó, por un lado, la penetración en nuestro país de las corrientes culturales más importantes de la Europa del momento, tanto por la llegada de personas procedentes de todos los continentes como por la salida al extranjero de muchos españoles, dispuestos a aprender en los principales centros culturales europeos.

Sin embargo, la enorme amplitud territorial de la Monarquía Hispánica provocó que ésta tuviera que defenderse de muchos enemigos ansiosos o de derribar su hegemonía o de liberarse de su dominio; por ello, la actividad bélica fue una constante durante prácticamente todo este período, sobre todo durante los reinados de Carlos V (1516-1556) y Felipe II (1556-1598), y miles de españoles salieron de sus casas, de grado o a la fuerza, para defender los intereses dinásticos de sus reyes[1].

Dentro de este amplio panorama de guerras en las que los reinos hispánicos se vieron envueltos durante los siglos XVI y XVII, el enfrentamiento contra el imperio otomano fue quizás el que mayor apoyo popular tuvo, dado que reproducía el viejo esquema heredado de la Reconquista en el que chocaban las religiones católica e islámica, y que estaba en realidad en la base ideológica de todo el sistema político y cultural de la época. Puesto que el rey de España (que, no olvidemos, llevaba el título de “Católico”) era el defensor de la fe, la lucha contra el Islam y su máximo representante en estos momentos, el sultán turco, era un deber sagrado de la monarquía.

El escenario fundamental de este enfrentamiento será el Mediterráneo occidental; tras la conquista de Granada, los Reyes Católicos entienden que la lucha contra el Islam debe extenderse al propio territorio musulmán, es decir, al norte de África, aunque no será hasta la regencia de Fernando el Católico (desde 1506), y con la participación fundamental del Cardenal Cisneros, cuando se inicia una decidida expansión por la zona; así, las campañas de Cisneros y del marino Pedro Navarro consiguen la conquista de las ciudades de Mazalquivir (1505), Orán, Bugía, Trípoli y el Peñón de Argel (1509-1510), además de someter a vasallaje a los reyes de Argel, Tremecén y Túnez.

La dinámica favorable a los intereses españoles cambia, sin embargo, con la llegada a Berbería de los hermanos Barbarroja, dos renegados de origen griego que se apoderan de Argel en 1515; desde esa posición privilegiada irán extendiendo poco a poco su dominio por la Berbería central, consiguiendo consolidar un auténtico estado berberisco desde 1529, con la conquista del Peñón de Argel y, posteriormente, con la vinculación de Argel a los otomanos dirigidos por Solimán I el Magnífico (1533).

El problema berberisco se convierte entonces en un objetivo primordial para Carlos V, que ve cómo las comunicaciones entre España e Italia, vitales para el mantenimiento de su política en el centro y norte de Europa, estaban en peligro por los continuos asaltos piratas, apoyados ahora por la poderosa flota otomana. La conquista de Túnez (1535) constituye en este contexto el gran triunfo de Carlos V en el Norte de África, y en realidad el único éxito de cierta importancia en esta larga pugna que obtuvieron los españoles hasta la victoria de Lepanto en 1571.

Desde entonces, el auge de la piratería, con asaltos en alta mar y cada vez más audaces incursiones en las costas peninsulares del Mediterráneo, en las islas y en el Sur de Italia, se intentó contrarrestar con grandes expediciones dirigidas contra los centros corsarios más importantes, como la de don Martín de Córdoba, conde de Alcaudete, ante la ciudad de Mostaganem (1558) o la dirigida contra los Gelbes (1560), y que, sin excepción, fracasaron lastimosamente, provocando al tiempo el cautiverio de miles de soldados españoles. El momento culminante de la gran ofensiva turco-berberisca contra la Monarquía Hispánica y sus aliados fue el gran asalto de la isla de Malta en 1565, que fue heroicamente defendida por los caballeros de San Juan.

Este fracaso no significó, empero, el fin de las intenciones expansivas de los berberiscos, ya que en 1570 Túnez caía en manos del virrey de Argel. Justo en ese momento, y después de acabada la sangrienta guerra de las Alpujarras para reprimir la sublevación de los moriscos granadinos, Felipe II firmaba con la Santa Sede y con Venecia la llamada Liga Santa, con el propósito de conseguir una victoria decisiva contra los turcos. La armada cristiana, al mando de don Juan de Austria, consiguió derrotar a la turco-berberisca en la batalla de Lepanto (7 de octubre de 1571), triunfo cuyos efectos fueron más morales que reales; el halo de invencibilidad que desde hacía muchos años envolvía a los turcos se disolvió, pero no por ello disminuyó su capacidad militar ni los deseos de imponer su hegemonía. Así, el control de Túnez, recuperado por Juan de Austria en 1573, sólo duró un año, cayendo definitivamente en manos turcas junto con la fortaleza de La Goleta en 1574.

Desde este momento, y sobre todo tras la agudización del conflicto en los Países Bajos, Felipe II decide que es imposible acabar militarmente con el problema berberisco y ordena el comienzo de las negociaciones para conseguir una tregua entre la Monarquía Hispánica y la Sublime Puerta. Esta tregua, firmada en 1578 y renovada en 1581, supone de facto el fin del enfrentamiento abierto entre ambas potencias pero, paradójicamente, representa al mismo tiempo el comienzo de la etapa de mayor impacto de las actividades corsarias, puestas en práctica por uno y otro bando[2]. Desde este momento, por tanto, los mayores perjudicados por este conflicto soterrado entre cristianos y musulmanes serán los soldados de los presidios norteafricanos, los marinos que viajan entre España e Italia y también por el Atlántico desde las islas Canarias y hacia América, y las localidades costeras de todo el Mediterráneo occidental y de la fachada atlántica, que se convertirán en víctimas más que probables de los asaltos, incursiones y razzias de los berberiscos[3].

2. El cautivo Cervantes.

Durante los siglos XVI y XVII, miles de españoles fueron víctimas de un fenómeno de tanta repercusión como el corso berberisco, del que no escaparon personajes tan conocidos como los autores del Siglo de Oro Jerónimo Gracián, Luis de Mármol Carvajal o, el más famoso, Miguel de Cervantes Saavedra. A través de su testimonio poseemos información de primera mano acerca de las circunstancias que rodeaban al cautiverio, desde la captura hasta la puesta en libertad, pasando por la vida en los baños.

No cabe duda de que esta experiencia que tanto pesaría sobre la trayectoria vital de las personas que la padecieron fue esencial en el caso de Cervantes, como se reflejará tanto en sus escritos como en su carácter y forma de ver la vida. Así lo muestran algunos pasajes contenidos en su obra por antonomasia, El Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, tales como estas palabras que pone en boca de su protagonista:

“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida; y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”[4].

Desde luego, podemos explicar esta reflexión sobre la libertad si tenemos en cuenta la dura experiencia que para Cervantes supusieron sus cinco años de cautiverio en Argel; seguro que él no podía imaginarse lo que le reservaba el destino cuando, con 22 años, allá por 1569, huía de Madrid para escapar de la casi segura condena que iba a recibir por las heridas que había infligido a un tal Antonio de Sigura en la capital del reino; de esta forma llegó a Italia, donde tras pasar algún tiempo frecuentando los círculos políticos y literarios de Roma, se alistó como soldado en los tercios. Así, cuando se preparaba la flota de la Santa Liga contra los turcos en el verano de 1571, Cervantes pertenecía a la compañía del capitán don Diego de Urbina, del tercio de don Miguel de Moncada, que participará en la gran victoria naval de Lepanto, “la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros…”, en palabras del propio Cervantes[5].

Tras Lepanto, Cervantes continuó formando parte de la flota de don Juan de Austria, participando en otras acciones en el Mediterráneo central, hasta que en 1575 se dispuso a regresar desde Nápoles a España con su tercio y acompañado de su hermano Rodrigo, embarcados ambos en la galera “Sol”; cerca ya de las costas españolas, la galera fue atacada por el renegado argelino Arnauti Mamí, llevándose a gran parte de los tripulantes de la nave como cautivos a Argel.

Así empezaron los cinco años de cautiverio que Cervantes pasó en Argel hasta que fue rescatado en 1580. Durante ese tiempo, los familiares de Cervantes quisieron rescatarlo; sin embargo, el destino había querido que, cuando fue capturado, Cervantes llevase consigo cartas de recomendación del propio Juan de Austria y del duque de Sesa, lo que a ojos de los musulmanes significaba que se encontraban ante un personaje importante, y por ello elevaron el precio de su rescate. No obstante, Cervantes no se resignó a su suerte e intentó hasta en cuatro ocasiones escapar de su prisión, aunque infructuosamente; la primera tentativa, a principios de 1576, consistió en convencer a un renegado para que huyera con él por tierra a Orán, pero fueron sorprendidos cuando ya llevaban cinco días de camino. En el segundo intento, más elaborado, Cervantes concertó con un cristiano mallorquín recién rescatado la llegada de un barco; en él embarcarían unos quince cautivos, todos hombres principales, que permanecieron escondidos mucho tiempo en una cueva situada a unas tres millas de Argel, donde Cervantes les llevaba alimentos y ropas. Sin embargo, la fuga fracasó por la delación de un renegado de Melilla, el Dorador, que entregó a los cautivos al rey de Argel, el temible Hassán Bajá[6], que puso a Cervantes en el baño del rey “…cargado de cadenas y hierros, con intención todavía de castigarle…[7].

Ya en 1577, llegó ayuda familiar para su rescate, pero el dinero recibido no fue suficiente para la liberación de los dos hermanos cautivos, y Cervantes prefirió que fuera rescatado su hermano Rodrigo, quedándose él otros tres años más en cautiverio. Pese a todo, no le invadió el desánimo, y ese mismo año, estando todavía en la prisión del rey, intenta de nuevo la huída cuando

“…envió un moro a Orán secretamente con carta al señor marqués don Martín de Córdoba, general de Orán… para que le enviasen alguna espía o espías y personas de fiar que con el dicho moro viniesen a Argel y le llevasen a él y a otros tres caballeros principales que el rey en su baño tenía…[8].

El moro fue descubierto y mandado empalar por el rey, que también ordenó dar dos mil palos a Cervantes, sentencia que hubiera supuesto su muerte y que no se llegó a aplicar gracias a la mediación de varios personajes berberiscos con los que Cervantes parece haber mantenido buenas relaciones.

Por último, en septiembre de 1579 Cervantes convenció a un renegado español, llamado licenciado Girón, para que diese al mercader valenciano Onofre Ejarque 1300 doblas para comprar una fragata armada y llevarla a Argel, donde embarcaría a unos sesenta cautivos; no obstante, este intento se saldó con un nuevo fracaso, debido en esta ocasión a la delación de otro cautivo español, el licenciado Juan Blanco de Paz, natural de Montemolín. Ante los repetidos intentos de fuga y ya que no parecía que fuese a ser rescatado, el rey Hassán Bajá había decidido llevarse a Cervantes consigo a Constantinopla, con lo que el futuro del escritor habría cambiado y sus posibilidades de regresar a España hubieran prácticamente desaparecido. Sin embargo, y cuando ya estaba embarcado en las galeras que partían a Turquía, el padre redentor de cautivos fray Juan Gil, de la orden de la Trinidad, pagó su rescate con los 280 escudos proporcionados por la familia de Cervantes[9], más los 220 que el fraile tuvo que pedir prestados a mercaderes de Argel[10] para poder reunir la cantidad de 500 escudos de oro que se exigía por su libertad.

La historia del cautiverio de Cervantes es, sin duda, fascinante, novelesca. De eso debía ser consciente el propio autor cuando, inspirándose en su propia aventura, escribió el relato que tiene como protagonista a Ruy Pérez de Viedma, el cautivo que aparece en el capítulo XL de la primera parte del Quijote[11]. No hay que olvidar, sin embargo, que Cervantes fue un cautivo más entre los miles de españoles, franceses, italianos o portugueses que pasaron por el mismo trance, cuyas historias, algunas tan impresionantes o más que la del mismo Cervantes, han quedado eclipsadas por las de cautivos que alcanzaron la fama por otras circunstancias. Es a la historia colectiva de estos cautivos anónimos a la que nos queremos aproximar, abordando diferentes aspectos como las formas a través de las cuales una persona se podía convertir en cautivo, la vida en cautiverio y las vías de las que disponían estos individuos para recuperar su libertad. Para ello, utilizaremos diversas fuentes que nos permiten acercarnos a este fenómeno, desde las memorias de cautivos, listas de rescatados, procesos inquisitoriales, protocolos notariales, documentos oficiales (Consejos, órdenes religiosas, municipios) hasta la literatura de la época, en la que hay que destacar las obras del propio Cervantes.

3. Los cautivos

La palabra cautivo y las relacionadas con ella, cautiverio y cautividad, llevan implícita en su significado y definición la idea de que la guerra es el medio fundamental para caer en esa condición: “la mayor mal andanza, que los omes pueden aver en este mundo[12]. Sin embargo, desde la Edad Media el término se restringe a las capturas hechas entre enemigos de distinta religión; así, las Partidas de Alfonso X distinguían entre presos y cautivos:

Captivos e presos, como quer que una cosa sean quanto en manera, de prendimiento con todo esso, grand departimiento ay entre ellos… ca presos, son llamados aquellos, que non resciben otro mal en sus cuerpos, si no es quanto en manera de aquella prisión en que los tienen…, ca de otra guisa, , non tovieron por derecho los antiguos que después que el ome toviesen preso, que lo matasen, nin le diesen grand tormento: por que oviesse de morir, ni lo pudiesen vender ni servirse dél como de siervo ni de sornarle la muger delante nin apartasen a ella dél, nin a los fijos, para vender los, partiendo los unos de otros. Pero esto se entiende de los presos, de una ley, assí como quando fuesse guerra entre Cristianos. Más captivos son llamados, por derecho, aquellos que caen en prisión de omes de otra creencia…[13].

Los españoles estaban, por tanto, habituados a esta circunstancia desde la Reconquista, porque vivieron el enfrentamiento contra el Islam en su propio país, pero una vez acabado el dominio musulmán de la Península, el problema se desvió hacia el Mediterráneo. De esta forma, durante el siglo XVI la principal causa por la que una persona podía ser capturada fueron las acciones militares de gran envergadura contra los turcos y berberiscos; entre ellas, destacan la fallida expedición de Carlos V contra Argel (1541), el desastre de los Gelves (1560) o la caída de Túnez (1574), así como la famosa batalla de Alcázarquivir (1578), en la que el rey Sebastián de Portugal desapareció y miles de soldados, entre ellos varios cientos de españoles, cayeron en manos de los marroquíes del sultanato de Fez. En el siglo XVII disminuye notablemente la frecuencia de estos enfrentamientos, por la firma de las treguas ya citadas; no obstante, también se producen presas de este tipo, sobre todo en los primeros años del siglo en torno a la isla de Malta[14].

Sin embargo, desde las últimas décadas del siglo XVI, y durante el siglo XVII, estas circunstancias cambiarán, convirtiendo a las acciones de los piratas berberiscos en las principales fuentes para la obtención de cautivos. Ello no quiere decir, sin embargo, que las acciones bélicas no sigan aportando nuevas capturas; por ejemplo, de un total de 4590 cautivos españoles en el norte de África durante el siglo XVII de los que conocemos la profesión, el 41% eran militares[15], el grupo mayoritario; por su parte, también podemos decir que, de los 1411 cautivos rescatados entre finales del siglo XVI y principios del XVII que procedían del interior peninsular, el 60% eran soldados castellanos, andaluces o extremeños destinados a las defensas costeras existentes en el sur de Italia, Andalucía, el Levante español y el norte de África; muchos de ellos habían sido capturados en los presidios norteafricanos, como Orán, Bugía o el Peñón de Vélez de Gomera.

También fueron muy numerosos los capturados en los asaltos a barcos que transportaban tropas hacia Italia, como sucedió con los 349 soldados españoles que, dirigiéndose hacia el ducado de Milán por mar, fueron apresados en 1673 por el renegado canario Alí Arráez[16], los 456 soldados que fueron capturados cuando iban a reforzar el tercio de Nápoles en 1617[17] o, en menor proporción, en las razzias llevadas a cabo en la costa española mientras guarnecían las posiciones defensivas construidas precisamente para evitar las acciones de los piratas.

Sin embargo, la guerra se convirtió a partir de finales del siglo XVI en un “medio” bastante secundario por lo que a las capturas de españoles se refiere, mientras que adquirieron una importancia creciente las acciones piráticas de los berberiscos de Argel, Túnez o Salé, realizadas en teoría en momentos de paz entre España y los territorios musulmanes norteafricanos. En este sentido, los investigadores han considerado la existencia de tres grandes etapas en la evolución del corso berberisco desde el siglo XVI hasta el XVIII[18]:

  • 1571-1609, período enmarcado entre la batalla de Lepanto y la expulsión de los moriscos de la península Ibérica. Durante esta etapa, las treguas firmadas entre la Monarquía Hispánica y los otomanos en la década de 1580 supusieron una considerable revitalización del tráfico marítimo en todo el Mediterráneo Occidental, convertido ahora en salida natural desde los puertos italianos y franceses hacia el Atlántico español, desde donde llegaba precisamente la plata americana en cantidades nunca vistas hasta entonces. Ello provocó un espectacular aumento de las actividades piráticas en el Mediterráneo Occidental desde las ciudades de Túnez, Argel o Trípoli.
  • 1610-1670, es el momento de mayor peligro para los pueblos y aldeas de la costa española, así como para el conjunto de los territorios que componen la Monarquía Hispánica, porque entre los corsarios se encuentran numerosos moriscos que conocen perfectamente tanto la lengua como la geografía peninsulares. Un caso paradigmático es el de la ciudad marroquí de Salé, donde un numerosos grupo de moriscos se había asentado tras su expulsión de Castilla; entre ellos destacaron los que procedían de la villa extremeña de Hornachos, quienes desplegaron una intensa actividad corsaria en el Atlántico que ponía en peligro las comunicaciones con América[19].
  • 1670-1769, es la etapa de decadencia del corso berberisco. En esta fase las dificultades que atraviesan los reinos norteafricanos, con pestes, hambrunas y guerras civiles, a las que hay que añadir la contraofensiva lanzada por las potencias europeas contra el corsarismo, supondrán el declive de las acciones piráticas de los norteafricanos.

Como señalábamos, serán más abundantes los cautivos capturados como consecuencia de la piratería que de enfrentamientos armados entre cristianos y musulmanes. En este sentido, hay que decir que para las ciudades berberiscas la captura de cristianos se convirtió en la actividad económica fundamental, basando su prosperidad tanto en el trabajo forzado de miles de esclavos europeos como, y sobre todo, en el cobro de rescates por sus cautivos. La piratería tiene en este caso dos vertientes:

a) Asaltos en alta mar, hechos de difícil cuantificación, pero que debieron de tener una gran importancia a medida que se estableció en el Mediterráneo occidental una “paz oficial”. Por ejemplo, en sólo cuatro años, entre 1674 y 1677, fueron capturados por los piratas berberiscos 191 barcos españoles, franceses y holandeses, con una elevadísima media de 47 naves al año.

Los barcos capturados eran, como no podía ser de otra forma, mercantes y de pesca; como veremos más adelante, las profesiones relacionadas con las actividades mercantiles y pesqueras agrupaban a una buena parte de los cautivos cristianos rescatados en Berbería. Por su parte, no podemos olvidar la importancia creciente de las capturas de barcos que iban o volvían de América, tanto de mercancías como de pasajeros; sirvan como ejemplo los datos suministrados por Bartolomé y Lucile Bennasar, que aunque sean referidos exclusivamente a los cautivos que renegaron del cristianismo, nos aproximan a esta realidad: contabilizan un total de 41 españoles que luego se convirtieron en renegados y que habían sido capturados en las aguas del Atlántico y del estrecho de Gibraltar; de ellos, casi el 100% fueron capturados durante el siglo XVII, debido fundamentalmente a la aparición de Salé como centro corsario. Así sucedió, por ejemplo, con una fragata que en 1631 volvía de las Indias y que fue apresada, con 107 hombres a bordo, en las islas Azores, o con la fragata armada por el portugués Baltasar Luis que fue sorprendida junto al cabo de San Vicente y toda su tripulación fue llevada como esclava[20].

b) Las expediciones corsarias a tierra firme, que experimentarán un notable incremento durante el siglo XVII afectando no sólo a las costas mediterráneas sino también a la fachada atlántica peninsular, a los archipiélagos atlánticos de las Canarias, las Azores y Madeira, a las costas francesas e inglesas o al Atlántico norte. El objetivo fundamental de estas acciones, aparte del pillaje y el robo, era el secuestro de los habitantes de las zonas invadidas para su venta como esclavos en los mercados norteafricanos; por ejemplo, Amaro Díaz, un renegado portugués ajusticiado en Málaga el 18 de abril de 1655, declaraba que había apresado 2500 personas en las playas españolas entre 1645 y 1655[21].

Profundizando en el caso español, las áreas más afectadas fueron, sin duda, los archipiélagos canario y balear y las costas de Valencia y el antiguo reino de Granada. Por citar algunos ejemplos, en 1586 una incursión argelina contra la isla de Lanzarote tuvo como resultado la captura de unos 200 habitantes de la isla; un resultado más siniestro tuvo la gran expedición de 1618, en la que 36 barcos con 3000 hombres al mando del arráez Mustafá desembarcaron en Lanzarote y apresaron a 900 habitantes, casi un 25% de los vecinos de la isla en ese momento[22].

Las islas Baleares fueron también continuamente golpeadas por el corso berberisco, como demuestran los ataques dirigidos contra Ibiza en 1579 o contra la isla de Mallorca en 1643; por último, las costas valencianas sufrieron varios ataques: Chilches y Moraira en 1583, Altea, Polop y Moraira en 1584[23], o Polop de nuevo en 1588. La situación de inseguridad y de incapacidad para contrarrestar estos ataques era patente, como lo muestran los términos con los que el concejo de Gibraltar se expresaba ante Felipe III señalando que la gente de Gibraltar nunca se sentía segura “…ni de noche ni de día, ni en la cama ni a la hora de comer, ni en los campos ni en nuestras casas…[24]. Estos cautivos, sin duda la mayoría de los apresados por los berberiscos durante los siglos XVI y XVII, fueron además los menos afortunados, porque en la inmensa mayoría de los casos no fueron considerados “cautivos de rescate” y, por tanto, pasaron el resto de su vida como esclavos, a no ser que se convirtieran al Islam, y la única esperanza que les quedaba tras su captura era que los corsarios decidieran izar la llamada “bandera de rescate”, y fueran liberados inmediatamente, sin llegar nunca a Berbería.

4. La vida en cautiverio.

Una vez apresados, los cautivos eran inmediatamente trasladados al puerto de origen del corsario que les había atacado; allí, su destino estaría marcado por el modo en el que habían sido capturados. Si habían caído prisioneros en una acción de guerra, el cautivo pasaba a manos del Estado o, más propiamente, al rey, al que también pertenecía la quinta parte de los apresados en actividades corsarias y razzias; de las otras cuatro quintas partes de estos cautivos, aquellos de más calidad (o considerados por sus captores como más valiosos y susceptibles de ser rescatados por una cantidad mayor) eran los llamados “aguatis”, e iban a parar mediante venta a manos de la nobleza local, de los grandes arraeces corsarios, muchos de ellos cristianos renegados, o de pequeños propietarios locales. Por último, los hombres, mujeres y niños capturados en las razzias tierra adentro, en su mayor parte campesinos que fueron secuestrados mientras trabajaban en el campo, eran los llamados “cautivos del almacén” o “cautivos del concejo”, y pasaban a ser propiedad comunal de toda la ciudad. Finalmente, hay que tener en consideración a los cautivos “cortados”, que acordaban con sus amos comprar su libertad mediante su trabajo y que cuando obtenían la liberación completa eran llamados “francos” o “de puertas”.

Una vez asignados a sus correspondientes dueños, las distintas categorías mencionadas anteriormente también se reflejaban en los trabajos y en la situación personal de cada uno de los cautivos cristianos; las dos primeras clases, los cautivos del rey y de propietarios particulares, no realizaban trabajos pesados, salvo acarrear agua, piedras o leña, y la mayor parte de su vida transcurría en los “baños” esperando la llegada de los frailes mercedarios y trinitarios con la esperanza de que llevaran la cantidad fijada como su rescate; como decía Cervantes en el capítulo XL de la primera parte del Quijote, “…los cautivos del rey que son de rescate no salen al trabajo con la demás chusma, si no es cuando se tarda su rescate, que entonces, por hacerles que escriban por él con más ahínco, les hacen trabajar e ir por leña con los demás, que es un no pequeño trabajo[25].

Por su parte, los cautivos del almacén llevaban una vida ciertamente penosa, ya que eran empleados en las obras públicas, sobre todo en las tareas de fortificación de las ciudades contra sus correligionarios españoles y, como destino más aciago, como galeotes en las galeras militares o para extraer sal, mineral o corales en la costa. Los cautivos más afortunados eran los que servían a sus patrones cocinando, lavando la ropa, cuidando de la educación de sus hijos o comprando en el mercado semanal, dependiendo su suerte del carácter o linaje del propietario que lo hubiera comprado.

Quizás el aspecto mejor conocido, al menos sobre el papel, acerca del cautiverio de los cristianos en tierras norteafricanas, sobre todo en Argel, es el de los famosos “baños”, los locales donde se alojaban los cautivos susceptibles de ser rescatados[26], inmortalizados por su más ilustre inquilino, Miguel de Cervantes, en su obras “El trato de Argel” y “Los baños de Argel”, y mencionados constantemente en el resto de su obra.

Estos baños eran en realidad recintos subterráneos que podían tener entre una y tres plantas, repartidas en habitaciones donde podían alojarse unas veinte personas, y que también incluían hospitales, capillas y tabernas donde se podían comprar ropa y alimentos. Hasta mediados del siglo XVI sólo permanecían en los baños los cautivos del rey, aunque a medida que aumentó el número de cautivos cristianos, los propietarios particulares podían introducirlos allí por una pequeña suma[27]. Durante la segunda mitad del siglo XVII había en Argel seis baños donde se amontonaban unos 8000 cautivos, en su inmensa mayoría españoles; cada baño, aunque tenía un nombre árabe, era más conocido por sus inquilinos por el nombre de la virgen o el santo a quien estaba dedicada la capilla del baño. Por su parte, en las ciudades más orientales de Túnez y Trípoli existían doce baños, que en las mismas fechas que las citadas para Argel tenían a unos 7500 cautivos procedentes en su mayor parte de Italia y Grecia.

En cuanto a la organización interna de cada baño, cada uno de ellos tenía un guardián jenízaro (soldado turco de elite) o un renegado, quien se encargaba de mantener el orden en el recinto y supervisaba las labores de limpieza de las habitaciones, el suministro de ropa de cama y alimentos a los cautivos, además de encargarse de repartir a los cautivos según sus labores diarias. A la vuelta de los trabajos, un cautivo veterano se encargaba de pasar lista y comprobaba si faltaba alguno, ya que siempre los berberiscos temieron las rebeliones y las fugas; por ello, a la caída del sol los baños se cerraban a cal y canto.

Como decíamos antes, en los baños se van fundando poco a poco instituciones de carácter religioso y asistencial para prestar sus servicios a los cautivos cristianos alojados en ellos; el incremento de la población cautiva desde la primera década del siglo XVII hizo necesario este tipo de establecimientos, con los que al tiempo se liberaba a los amos berberiscos de los considerables gastos que suponía la atención médica de sus esclavos. Serán precisamente los frailes redentores de la Trinidad y de la Merced los que se encarguen de la fundación y gestión de estos hospitales, como el que se fundó en el baño principal de Argel en 1612, con ocho camas y una pequeña capilla; en 1664 ya había cinco hospitales con 26 camas, dirigidos por un administrador nombrado por el Consejo de Castilla y el padre provincial de los Trinitarios.

Puede resultar paradójico que un estado musulmán permitiera que en sus propias ciudades otro estado, extranjero y encima cristiano, tuviera control sobre una institución destinada a atender a los cautivos de esa nación. Sin embargo, este hecho nos ilustra acerca de la situación real de estos cautivos en Berbería, concebidos por sus amos como objetos de cambio y rescate más que como esclavos destinados al trabajo físico, por lo que el trato que recibieran no debía de ser muy malo. En el mismo sentido se pueden explicar que los cautivos tuvieran libertad en el interior de los baños para construir capillas, tabernas, boticas o enfermerías, e incluso para realizar procesiones en las festividades de los santos que daban nombre a los recintos donde estaban presos.

La percepción tradicional de la situación de los cautivos cristianos en Berbería se forjó a través de los testimonios de los frailes redentores trinitarios y mercedarios, quienes intentaban poner de manifiesto en sus relaciones la crueldad de los infieles musulmanes para con los cristianos, a los que no sólo torturaban por cualquier razón y mantenían desnudos, aherrojados de cadenas y muertos de hambre, sino que además intentaban corromperlos, tanto sugiriéndoles que renegaran de su religión y abrazaran el Islam (sobre todo a las mujeres), como ofreciéndoles la libertad a cambio de favores sexuales ya que, según una idea muy extendida, la sodomía o “pecado nefando” era muy frecuente entre los moros y turcos.

Sin embargo, la realidad que transmiten fuentes más fidedignas, como los testimonios de algunos de los propios cautivos que pudieron regresar a su patria, parece ser más positiva; ya hemos comentado que los cautivos gozaban de cierta libertad en el interior de los baños, libertad para moverse, para ejercer libremente su religión, para adquirir bienes de consumo, etc. Volviendo de nuevo a Cervantes, su cautivo de los capítulos XXXVIII-XLI de la primera parte del Quijote decía, hablando de su prisión, que

pusiéronme una cadena, más por señal de rescate que por guardarme con ella, y así pasaba la vida en aquel baño, con otros muchos caballeros y gente principal, señalados y tenidos por de rescate, y aunque el hambre y desnudez pudiera fatigarnos a veces, y aún casi siempre…[28].

Ello no quiere decir, sin embargo, que los maltratos físicos y psíquicos no fueran habituales, pero dependían en muchas ocasiones del carácter del rey que gobernara en esa época; para ilustrarnos esta interesante circunstancia, pueden servir como ejemplos los casos de dos reyes consecutivos de Argel en la época en la que Cervantes estuvo allí cautivo, Ramadán Bajá y Hassán Bajá, ambos renegados de origen italiano. Así, mientras Ramadán Bajá era, en palabras del doctor Antonio de Sosa

…tenido por todos por hombre justo, recto, manso y benigno, como realmente lo era, y de juicio y prudencia notable entre los turcos…[29]

Cervantes decía en el Quijote de Hassán Bajá (o Veneciano) que

“…cada día ahorcaba al suyo, empalaba a éste, desorejaba a aquél, y esto, por tan poca ocasión y tan sin que los turcos conocían que lo hacía no más de por hacerlo, y por ser natural condición suya ser homicida de todo el género humano…” [30].

Por otro lado, no debemos olvidar que las circunstancias políticas podían influir igualmente en el trato dado a los cautivos; así, la tradicional enemistad de los corsarios de Argel con la Monarquía Hispánica hacía que los cautivos en esta ciudad fueran vigilados con mayor rigor y tratados más severamente que, por ejemplo, los prisioneros en Túnez o en las ciudades marroquíes. Por tanto, las condiciones de vida del cautivo dependían de factores como el sexo, la edad, el estatus socioeconómico, el carácter del propietario y el lugar de retención.

En este sentido, puede resultar interesante realizar aquí un breve análisis de la composición interna del colectivo de cautivos por edad, sexo, origen y profesión. Desgraciadamente contamos con muy pocos datos de primera mano para poder realizar este estudio; tan sólo las listas de rescatados por los frailes mercedarios y trinitarios, así como las informaciones que se desprenden de los procesos inquisitoriales contra antiguos cautivos que optaron por renegar y convertirse al Islam, nos pueden servir para aproximarnos a una realidad que debía de ser mucho más compleja, teniendo sobre todo en cuenta que el rescate benefició a una parte muy minoritaria de los cautivos cristianos en tierras del norte de África, tanto numéricamente como, y más importante, desde el punto de vista de su origen y posición social; como ya comentábamos, los “cautivos de rescate” eran fundamentalmente los militares, funcionarios y personas juzgadas por sus captores como “de calidad”, mientras que los “cautivos del almacén”, propiedad de las ciudades, tenían escasas posibilidades de ser libertados de su cautiverio mediante el pago de un rescate por la falta de recursos económicos de sus familias, y sólo una pequeña parte pudo ser rescatado mediante las mandas testamentarias para la redención de cautivos.

Teniendo en cuenta todos estos factores, hemos de decir en primer lugar que, al menos aparentemente, la cautividad fue algo que afectó mayoritariamente a los varones; así, el 92% de los cautivos rescatados entre 1570 y 1700 eran hombres[31], y ello a pesar de que mujeres y niños fueron objeto preferente de rescate por orden regia desde principios del siglo XVII, por el grandísimo peligro que corren de caer en la apostasía y el vicio[32].

A pesar de ello, parece fuera de toda duda que la mujer tuvo una presencia minoritaria en el cómputo global de cautivos y más pequeña aún en el de cautivos rescatados. La importancia de las capturas en alta mar hizo que gran parte de los cautivos fueran precisamente los tripulantes de esas embarcaciones asaltadas, en su inmensa mayoría hombres, aunque es más probable que las mujeres fueran capturadas en las razzias llevadas a cabo en las tierras costeras. Por lo tanto, su escasa presencia tanto en el número de rescates como en el de renegados que retornan a sus países de origen se puede deber con bastante probabilidad a que sus amos berberiscos tenían gran preferencia por las mujeres cristianas, a las que consideraban más sumisas y mejores “amas de casa” que las musulmanas, por lo que mostraron siempre gran resistencia a que fueran rescatadas; sólo permitían el rescate de sus esclavas cuando los redentores ofrecían altas sumas por ellas, cuando tenían algún defecto que las hacía desechables, cuando se negaban a abandonar la religión cristiana o cuando contribuían con dinero propio a su rescate. Por otra parte, muchas de ellas se convirtieron al Islam, voluntariamente u obligadas, con lo que obtuvieron la libertad y en muchos casos contrajeron matrimonio con sus propios amos, comenzando así una nueva vida totalmente distinta de la que hubieran llevado en su tierra natal.

Con respecto a las edades, las situaciones en las que se desarrollaban las capturas (asaltos en alta mar y razzias tierra adentro) contribuían a que una gran mayoría de los cautivos tuvieran edades comprendidas, aproximadamente, entre los 18 y los 40 años, es decir, las edades que tenían casi la totalidad de los soldados y marinos españoles de la época, y también de los trabajadores del campo que pudieran ser capturados en las costas. La escasa presencia de niños se explica porque muchos de ellos eran obligados a renegar por sus propietarios, y a que también eran con mucha frecuencia enviados a Turquía para ser entrenados como jenízaros, la temible elite militar otomana; se dieron incluso muchos casos en los que sus amos se negaron a rescatar a esos niños capturados, a pesar de los ofrecimientos de sus familias, porque querían convertirlos al Islam (algunos fueron circuncidados en el propio barco corsario)[33].

En cuanto a los adultos de edad más avanzada, su apresamiento debía ser menos habitual, aunque suponen un 20% del total de cautivos rescatados[34], y su rescate debía de ser menos atractivo tanto para sus familiares como para la Corona, que prefería que fueran redimidos los soldados y gente de armas en edades útiles. Por último, debemos tener en cuenta que las condiciones de vida del cautiverio no eran las más propicias para vivir muchos años, y posiblemente muy pocos cautivos llegaban a una edad avanzada.

Un aspecto directamente relacionado con las edades de los cautivos es el del tiempo que se permanecía en cautiverio; los documentos conservados que nos proporcionan información al respecto indican que la inmensa mayoría de los cautivos, más del 90%, permaneció retenida en el Norte de África entre 1 y 10 años; en torno al 5% prolongaron su cautiverio entre 11 y 20 años, mientras que apenas un 2% de los casos llegaron a la increíble cifra de más de 20 años de confinamiento[35]. Las circunstancias que explican esta distribución no son fáciles de aclarar, teniendo en cuenta sobre todo que estos datos se refieren casi en su integridad a cautivos que fueron rescatados; desconocemos, por tanto, cuánto tiempo permanecieron prisioneros aquellos individuos que, o bien murieron antes de que pudieran ser rescatados o bien renunciaron al cristianismo y abrazaron, de corazón o fingidamente, el Islam para obtener la libertad. En referencia a las personas que murieron antes de ser rescatadas, hay que tener en cuenta las circunstancias violentas en las que se producían las capturas y las malas condiciones de vida en los baños, por lo que la muerte tuvo que arrebatar la vida a un buen número de cautivos. En cuanto a los segundos, y como veremos más adelante, la larga cautividad y pocas expectativas de ser rescatados les conducían a apostar por otras vías para recuperar su libertad.

La procedencia geográfica de estos cautivos también está mediatizada por estas circunstancias, que explican que más del 80% de los rescatados por los frailes redentores fueran españoles, seguidos por menos de un 7% de italianos, casi un 5% procedentes del centro y norte de Europa y menos de un 3% de portugueses. La hegemonía española en Europa y, sobre todo, su dominio sobre gran parte de Italia, contribuyeron a un espectacular aumento del ya tradicional tráfico marítimo entre la Península ibérica y la italiana, tráfico que, consecuentemente, se convirtió en objetivo para los corsarios berberiscos. Así, muchos mercaderes, marinos y soldados españoles de viaje de ida o vuelta a Italia fueron capturados, convirtiéndose además en cautivos de rescate. Del mismo modo, las flotas que viajaban de Sevilla a las Indias fueron objetivo prioritario, como ya hemos comentado, de los corsarios de Salé, que capturaron a muchos emigrantes, comerciantes y funcionarios de la Corona.

Precisando más sobre este origen geográfico de los cautivos, debemos decir que la gran mayoría (en concreto, el 75%) procedía de las costas mediterráneas de España, Francia e Italia, apresados en las incursiones corsarias en las tierras costeras que sembraban el terror entre los habitantes de estas zonas. Ello explica también la presencia de cautivos procedentes de las costas portuguesas, gallegas, canarias, francesas e incluso de Inglaterra, que fueron objetivo de las razzias corsarias que procedían de la ciudad de Salé[36]. Por su parte, el 25% de cautivos procedentes de tierras del interior, sobre todo españolas, eran en su inmensa mayoría soldados destinados a los presidios norteafricanos o a las posesiones de Italia. Así, de los 1411 cautivos que eran nativos de tierra adentro, el 60% eran militares castellanos y andaluces; por ejemplo, el primer gran contingente de cautivos españoles en Argel (miles de soldados) procedió del fracaso de la armada que, al mando de Diego de Vera, fue enviada por el cardenal Cisneros en 1515 contra Aruch Barbarroja[37].

Para finalizar, los oficios de los cautivos también estaban en estrecha relación con el mar; así, sobre un total de 4590 cautivos de los que conocemos la profesión, el 41% eran militares, el 33% pescadores, marineros y pilotos, el 17% armadores y mercaderes, el 3% profesionales relacionados con la construcción y reparación de buques de guerra y el 1% trabajadores del campo. El 5% restante agrupa a una variadísima gama de profesiones, entre las que podemos destacar a los letrados y funcionarios de la Corona española que fueron apresados tanto en sus viajes a Italia como hacia América.

5. El fin del cautiverio: rescate, huida o conversión.

El cautiverio no era en absoluto, y a pesar de que hemos visto las pequeñas parcelas de libertad que los cautivos fueron consiguiendo con el paso de los siglos, una situación agradable para quienes tenían que padecerlo, y su objetivo fue siempre conseguir su liberación. Tradicionalmente, se ha considerado que la forma más usual para recuperar la libertad era el rescate a través de las grandes órdenes redentoras de la Trinidad y la Merced, ambas, y no por casualidad, creadas en la Corona de Aragón durante la Edad Media para liberar a los cautivos en las algaradas almohades. Sin embargo, las cifras totales así como múltiples historias individuales muestran que, aparte del rescate, existían otras formas de recuperar la libertad; así, muchos cautivos, como hemos visto precisamente en el caso del más famoso, Miguel de Cervantes, intentaron fugarse de las ciudades berberiscas en las que vivían prisioneros, pretendiendo llegar a los establecimientos españoles norteafricanos.

Además, otros muchos prisioneros optaron por la conversión al Islam, en algunos casos fingida para conseguir embarcarse en una nave corsaria y regresar a su patria en una razzia en la costa, pero en otras muchas ocasiones verdadera (aunque la inmensa mayoría de los renegados que fueron juzgados por la Inquisición lo negasen) ya que el Islam, al igual que el catolicismo en teoría, no permitía que un musulmán poseyera como esclavo a otro musulmán. Intentaremos, por tanto, acercarnos a esta realidad tan compleja y tan difícil de analizar por la escasez de documentos y testimonios.

a) El rescate de cautivos: como ya hemos comentado a lo largo de las páginas precedentes, el fin de los enfrentamientos directos entre la Monarquía de los Habsburgo y el imperio otomano favoreció a su vez el increíble crecimiento de la actividad corsaria en el Mediterráneo occidental y, consecuentemente, un aumento extraordinario del número de cautivos. En este momento, la Corona estaba más preocupada por los asuntos atlánticos (los enfrentamientos con Inglaterra y la sublevación de los Países Bajos) y empezó a considerar el frente mediterráneo como una zona secundaria de su política exterior; sin capacidad de acabar militarmente con los piratas, y con una flota escasa que impedía la protección eficaz de las costas mediterráneas, la única solución que le quedaba a los soberanos españoles era incrementar su apoyo a la redención de cautivos, de origen medieval, integrándola en el sistema polisinodal de gobierno.

Las cifras sobre los cautivos rescatados no están demasiado claras, aunque recientes investigaciones parecen haber profundizado en el tema; así, José Antonio Martínez Torres calcula en una reciente publicación, y utilizando las listas de cautivos redimidos elaboradas por los propios frailes trinitarios y mercedarios, que se rescató a un total de 6369 cautivos en las 43 redenciones efectuadas en Marruecos y Argel entre 1575 y 1692[38]. Sin embargo, el rescate tenía otra cara, el de aquellos cautivos que fueron liberados inmediatamente después de haber sido apresados en sus lugares de origen.

El procedimiento seguido por los corsarios norteafricanos consistía en, tras haber efectuado el ataque y capturado a un determinado número de personas, aproximarse de nuevo a la costa e izar la “bandera de rescate”, mostrando su intención de negociar el rescate de las personas capturadas. Ya que estas acciones no pueden ser cuantificadas, y dado que no poseemos documentación al respecto, resulta arriesgado aventurar la importancia numérica de este tipo de rescate. Contamos no obstante con algunos ejemplos de gran valor que consiguen aproximarnos en cierta medida a una realidad que debió de tener gran importancia; la incursión argelina contra Lanzarote de 1586 tuvo como resultado la captura de unos 200 cautivos, y sabemos que algunos fueron rescatados inmediatamente, aunque no conocemos el número exacto. Más datos poseemos de la razzia llevada a cabo, también en Lanzarote, en 1618: de un total de 900 personas capturadas, unas 200 fueron liberadas después de que los corsarios izaran la bandera de rescate en las mismas costas lanzaroteñas[39].

Si el cautivo no era rescatado en su lugar de origen, era llevado a la ciudad norteafricana de donde procedía la nave corsaria que le había capturado y, dependiendo de su estatus social (o del que quisieran atribuirle sus captores), podía ser considerado “cautivo de rescate”. El impacto de los ataques corsarios y de las capturas de cristianos por parte de infieles fue muy grande en España, donde a pesar de las dimensiones que alcanzó en esta etapa, no era ni mucho menos un fenómeno nuevo; las vicisitudes históricas por las que atravesó la Península Ibérica durante la Edad Media, con los enfrentamientos entre cristianos y musulmanes, provocaron que la existencia de cautivos por parte de ambos bandos fuera muy habitual, existiendo además una figura, la de los llamados “alfaqueques” en Castilla y “exeas” en Aragón, que se dedicaban a negociar el intercambio de cautivos entre las partes en conflicto o bien el rescate de los cristianos[40].

Esta realidad se encuentra en el origen de las órdenes redentoras de mercedarios y trinitarios, creadas en la Corona de Aragón a principios del XIII y que realizarán las redenciones más importantes durante los siglos XVI y XVII. No obstante, al margen de las órdenes también había particulares, mercaderes o cofradías que se dedicaban al rescate de cautivos, aunque fueron perdiendo importancia a medida que la actividad de las órdenes religiosas fue perfeccionándose.

Dada la creciente magnitud del problema, la Corona decidió implicarse directamente apoyando la actividad de los agentes más eficientes en el rescate de cautivos como eran las órdenes de mercedarios y trinitarios; por ello, durante el reinado de Felipe II, y sobre todo tras la batalla de Lepanto, la Corona interviene directamente integrando en su régimen polisinodal a las redenciones de cautivos efectuadas por estas órdenes; de esta forma, eran los Consejos de Castilla y Hacienda los encargados de dar las instrucciones pertinentes a los frailes, tanto señalando las prioridades en las personas que se debían rescatar como fiscalizando el correcto uso de los fondos obtenidos para los rescates. En este sentido, es de interés saber cómo se obtenían estos fondos, en especial porque ello nos pone en contacto con el impacto que en la sociedad española causaba el fenómeno de la piratería berberisca y la existencia de cautivos cristianos en tierra de infieles.

Junto con el miedo real que los habitantes de las zonas costeras sufrían ante la posibilidad de ser atacados y capturados, las historias de personas que habían sufrido el cautiverio en lugares como Argel, Túnez o Marruecos circulaban por toda España, contando a sus habitantes las torturas, malos tratos y padecimientos a que eran sometidos por los musulmanes, y creando con ello una especial sensibilidad ante el problema, que encontraba entre sus respuestas la extensión de las donaciones de particulares y el éxito que tenían los redentores en las campañas para obtener limosnas para la liberación de cautivos.

Por supuesto, los familiares y amigos de los cautivos en el norte de África eran los más directamente afectados y, por tanto, los primeros que donaban dinero para la redención de sus seres queridos; así sucedía, por poner un ejemplo aunque corresponda al siglo XVIII, con María Flores la Colmenera, vecina de la villa de Brozas, quien en su testamento otorgado en 1701 mandaba

“…que de mis vienes se den para ayuda al rescate del dicho Juan Flores Colmenero mi hermano que está cautibo en Argel quinyentos reales de vellón…[41].

No obstante, los elevados rescates que se pedían por algunos cautivos eran difíciles de satisfacer para algunas familias que no disponían de recursos para ellos, como fue precisamente el caso de Cervantes, cuyos padres, teniendo dos hijos en Argel, no podían costear el rescate de ambos por lo que sólo pudo ser rescatado Rodrigo; por otra parte, las familias tenían que pedir préstamos o solicitar ayudas de parientes con mejor situación económica, como era el caso de Catalina de Ávila, vecina de Almodóvar del Campo (Ciudad Real), que entre 1560 y 1562 escribe reiteradamente a su hijo Gonzalo de Ávila, estante en Nueva España, pidiendo que le ayude económicamente, en especial porque necesita dinero para rescatar a otro de sus hijos que está cautivo en Argel, expresándose en los siguientes términos:

“…visto que no lo podía sustentar, Francisco de Ávila se fue a la guerra, en la cual le cautivaron y habrá (…) años que está cautivo en Argel; sabe Dios lo que siente mi corazón por no poderlo remediar. Encomiéndoslo por amor de Dios que deis algún remedio para ello…[42].

“…Vuestro hermano Francisco de Ávila está cautivo en Argel, tierra de moros; no he podido ni he hallado remedio para lo rescatar, que me piden por su rescate doscientos ducados y yo no puedo dar un real que lo cautivaron en una guerra que hizo don Martín, un caballero de Andalucía. Encomiéndoslo por caridad, porque no lo deje yo en poder de moros…[43].

“…Y sobre todas mis penas tengo cautivo en Argel a vuestro hermano Francisco Ávila, y me piden por su rescate doscientos castellanos, y yo no sé de dónde remediar un real, ni lo tengo. Por amor de Dios, que no permitáis que yo lo deje en tierra de moros, pues Dios os ha dado con qué si no que en todo me remedie, y es largo porque cada día como digo lo estoy esperando, que si dádome fuera y yo pudiera, por mi persona os lo fuera a rogar. Confío en Nuestro Señor que lo haréis mejor que yo lo pido, y a él lo encomiendo…[44].

A través de las palabras de esta mujer podemos ver, en primer lugar, cómo la pobreza está presente en el trasfondo de muchas de las historias personales de los cautivos, quienes se vieron empujados a una actividad de “riesgo” como la milicia por falta de recursos económicos, y a quienes esa misma pobreza podía privar de un rescate más o menos rápido debido a las dificultades por las que atravesaban muchas familias para reunir las cantidades necesarias para el rescate; asimismo, se percibe la angustia y desesperanza por las que pasaban aquellas personas próximas a los cautivos, que se veían imposibilitadas para librar a sus parientes de ese trance tan amargo. Algo parecido debían de sentir la madre y la hermana de Cervantes, Leonor de Cortinas y Andrea de Cervantes cuando, para poder reunir los 500 escudos que pedían por el rescate de Miguel, tuvieron que pedir licencia para llevar a Argel 2000 ducados en mercancías cuyo beneficio sirviese para dicho rescate[45].

Junto con los adjutorios, que eran las limosnas que entregaban los familiares de una persona en particular para su rescate, los frailes redentoristas recibían donaciones a través de otras vías; así, en cualquier testamento una de las llamadas “mandas forzosas”, de obligatorio cumplimiento para todo aquel que testaba, era la dirigida a la redención de cautivos, a cuya cantidad fija se podía agregar más dinero en función de la voluntad del testador; así lo hicieron por ejemplo los reyes y miembros de su familia, como Felipe II y Felipe III, que donaron cada uno 30000 ducados, o Felipe IV y Carlos II que donaron 2000 ducados[46]. Pero también gente más humilde, como la liberta Catalina Rodríguez, vecina de Llerena, que en 1590 dedicaba en su testamento a las mandas forzosas cinco maravedís, pero añadía expresamente para la redención de cautivos dos reales de su escaso patrimonio[47].

Por último, las órdenes tenían otros medios de financiación como el dinero aportado por el Consejo de Cruzada, las órdenes militares[48], el Consejo de Castilla, por algunos concejos especialmente afectados por el problema, como el de las ciudades costeras andaluzas o canarias, además de las rentas obtenidas de los bienes pertenecientes a las fundaciones y obras pías de particulares destinadas para tal fin. A estos fondos podían acceder también personas particulares, como los casos del licenciado Alonso López Caballero, que en 1631 pedía a los patronos del patronato de García de Cárdenas un dinero para el rescate de Sebastián de Lima, vecino de Tarifa, siéndole concedidos 500 ducados[49], o el de Juan Fernández, vecino de Granada, cuyo hijo Luis Hernández

“…fue cautibo por los moros en la jornada que el conde de Alcaudete hizo en África el año pasado de myll e quinientos e çinquenta y ocho, y al presente lo está en Arjel, y porque no tiene con que le rescatar nos suplicó y pidió por merced que de la renta de los habiçes de las Alpuxarras deste reyno que están dedicadas para rescate de catibos y otras obras pías le hiziésemos alguna merced y limosna…

dándosele, en 1561, 50 ducados[50].

Tras haberse conseguido los fondos necesarios, se iniciaba el proceso que culminaría con el rescate de los cautivos. A partir de ese momento los contactos entre los frailes y la Corona eran continuos, porque a través de ellos se debían obtener los permisos que permitieran a los frailes actuar en tierras norteafricanas con seguridad; con el salvoconducto en poder de los redentoristas, y antes de dirigirse hacia los puertos de donde partirían hacia tierras africanas, se realizaba una gran procesión en Madrid, donde se ubicaban los conventos principales tanto de mercedarios como de trinitarios, y a la que asistían los personajes más importantes tanto del gobierno de la Monarquía como del concejo de la villa. Tras esto se encaminaban hacia los puertos, preferentemente los de Cartagena, Alicante y Valencia para ir a Berbería, o Cádiz y Gibraltar para llegar a Marruecos.

Una vez que llegaban los redentores a África, comenzaba el proceso de redención como tal; después de dejar el dinero de los rescates en un lugar seguro, comenzaban los contactos entre los frailes y las autoridades musulmanas para determinar quiénes iban a ser rescatados y por qué cantidad; las negociaciones eran complicadas porque las prioridades dispuestas por la Corona, al principio para rescatar los soldados y más adelante a mujeres y niños, chocaban con los intereses de los amos de este tipo de cautivos, que ponían grandes trabas para desprenderse de ellos.

Llegados a este punto debemos hablar del precio de los cautivos; teniendo en cuenta que las cantidades medias pagadas por los rescates oscilaron siempre entre los 1000 y los 2000 reales, hemos de considerar grandes diferencias dependiendo del sexo, la edad o el estatus social del prisionero. Así, la preferencia mostrada por los berberiscos hacia las mujeres y los niños, por las razones expuestas anteriormente, provocó que cuando individuos de estos grupos fueran rescatados los precios pagados por dicho rescate se elevaran considerablemente, llegando a multiplicar por dos, tres y hasta por seis veces las cantidades abonadas por un cautivo “normal”.

Algo parecido sucedía en el caso de los militares, por quienes sus amos solían pedir cantidades desorbitadas, mayores cuanto más importante fuera el grado alcanzado por el individuo en la milicia; fue éste el caso de Cervantes, que confundido por su amo con un personaje importante, fue redimido por la suma de 500 escudos (casi 6000 reales). Por último, los precios más altos solían ser pagados por el rescate de los funcionarios de la Monarquía, apresados en muchas ocasiones junto con sus familias cuando se dirigían a sus destinos en Italia o América, y por cuyos rescates se reclamaban sumas considerables. Como ejemplo podemos referir el caso acontecido en el verano de 1663, cuando los corsarios argelinos capturaron uno de los barcos de la flota de Indias, que estaba bajo el mando del capitán Juan de Villalobos. En él iban un gran número de personajes importantes, miembros de los Consejos Reales y de acaudaladas familias castellanas y andaluzas que se dirigían a Indias, entre los que se encontraba don Pedro de Carvajal y Vargas, vecino de Trujillo, del Consejo de Castilla y oidor de la Audiencia de Santo Domingo, quien viajaba con su esposa. Un año después la propia Corona se implicó directamente en el rescate de estas personas, disponiendo del dinero de las limosnas enviadas desde Indias como parte de las elevadas cantidades exigidas: por el capitán Juan de Villalobos 24000 reales y por Pedro de Carvajal y su esposa 28000 por cada una[51].

Una vez terminadas las negociaciones, los frailes embarcaban, no siempre con facilidades, con los rescatados de regreso a España; de camino hacia Madrid, donde se daba por concluida la redención, se celebraban procesiones en acción de gracias en las principales ciudades por donde pasaba la comitiva, la más importante de las cuales era la que se celebraba en la capital del reino. A partir de entonces los cautivos podían volver a sus lugares de origen y recuperar, si podían, su antigua vida, aunque muchos de ellos, al haber perdido todos los lazos que les unían con su pasado, optaban por comenzar una nueva etapa en su existencia.

A pesar de que los rescates se convirtieron en la forma más habitual y eficaz de conseguir la liberación de los cautivos, hubo voces críticas frente a este sistema, ya que consideraban que fomentaba las agresiones corsarias para la obtención de cautivos, más que acabar con ellas[52], puesto que, como ya hemos mencionado, el rescate de cautivos era una de los recursos económicos fundamentales de las ciudades norteafricanas.

Como ya hemos explicado antes, existían distintos tipos de cautivos, y los beneficiados por las redenciones solían ser, mayoritariamente, los llamados “cautivos del rey”, con la excepción de algunos casos específicos cuyos rescates eran encomendados directamente por sus familiares. Pero quedaban otros muchos cautivos, en realidad la gran mayoría, que tenían menos posibilidades de conseguir la libertad y, por tanto, debían recurrir a otras vías; este es el caso de los cautivos “cortados”, quienes acordaban con sus propietarios el precio de su propia libertad, que iban pagando gradualmente con el dinero que obtenían trabajando por su cuenta, para lo cual sus amos les concedían cierta libertad de movimientos[53]. Una vez liberados, pasaban a denominarse cautivos “francos” o “de puertas”, ya que habitualmente no disponían de medios para regresar a su lugar de nacimiento y tenían que esperar a la llegada de un navío mercante o de la redención de cautivos para poder embarcarse y volver a España.

b) La huída: otra alternativa que podían emplear estos cautivos para recuperar la libertad era la huída, empresa muy arriesgada y con muy pocas posibilidades de éxito, como sucedió por ejemplo en el caso de los intentos de fuga de Cervantes. Más fortuna tuvo el cautivo que nos describe en el capítulo XL de la primera parte del Quijote, que consiguió llegar a España con la ayuda de otros cautivos y de una mora. Aunque la historia de este cautivo sea ficticia, no cabe duda de que este episodio esconde un importante trasfondo de verdad, y que algunos cristianos lograron escapar de su cautiverio, llegando tras varios días de marcha a las posesiones españolas de Orán o Larache. Es el caso de Miguel Valenciano o del Castillo, vecino de la ciudad de Málaga, que habiendo salido al mar como corsario tuvo la mala fortuna de ser capturado por un “colega” argelino, convirtiéndose en Argel en esclavo de un renegado que no consentía en rescatarle, entre otros motivos porque conociendo su condición de corsario y el daño que les había hecho no estaba dispuesto a dejarle libre para permitirle que volviera a ejercer su actividad. Vistas las circunstancias, y sin otra alternativa, emprendió la huída y consiguió llegar a Orán, desde donde regresó a Málaga en 1556[54]. Otros, como el cautivo cervantino Ruy Pérez de Viedma, consiguieron escapar de su cautiverio por mar, y el propio Cervantes utilizó ese método aunque sin éxito. La huída por tierra solía ser una empresa acometida individualmente, mientras que las intentonas por vía marítima requerían la participación de varios cautivos y la colaboración de personas libres, cristianos o no.

c) El caso de los renegados: para finalizar, la apostasía fue un medio adoptado por muchos otros cautivos en la esperanza de mejorar su situación o, si creemos los testimonios de algunos de estos renegados que volvieron a su país, simplemente una estratagema con la que engañar a sus antiguos amos y tener mayores posibilidades de volver a sus hogares. Normalmente, los musulmanes respetaban la religión de sus cautivos, aunque sólo fuera por un interés económico, puesto que si renegaban se convertían automáticamente en personas libres y ya no podían ser rescatados. Esta situación contrastaba con la de los esclavos musulmanes en España, donde los amos, al margen de las prestaciones que pudieran obtener de sus cautivos mahometanos, justificaban la esclavización de los “enemigos de la fe” bajo consideraciones religiosas, ya que el fin último de someterlos a esta condición era conseguir que se convirtieran al cristianismo. Sin embargo, existía una diferencia radical con el modo de proceder de sus homólogos musulmanes, pues la conversión de los esclavos no llevaba pareja la libertad[55].

Como ya indicábamos anteriormente, los norteafricanos permitían la existencia de capillas y la práctica religiosa en el interior de los baños; pero esta tolerancia no se ejercía en todos los casos, puesto que, bien movidos por razones afectivas como las que podían sentir algunos propietarios hacia sus cautivos, sobre todo en el caso de niños y mujeres, bien por razones utilitarias, como sucedía ante la necesidad de reclutar soldados o disponer de personas conocedoras de oficios o habilidades que les eran provechosas, tales como constructores de barcos, artilleros, médicos, etc., intentaban atraerlos a su fe de grado o a la fuerza.

Lo cierto es que el cautivo que renegaba de su fe con el simple acto de pronunciar la “bismillah” o confesión de fe musulmana se convertía automáticamente en una persona libre, lo cual hizo que muchas de esas conversiones fueran fingidas; en los archivos inquisitoriales hay miles de expedientes de personas que aseguran que el acto de renegar del cristianismo sólo tuvo como propósito conseguir la libertad de movimientos que les permitiera planificar su huída y regreso a tierras cristianas. Otros afirman que lo hicieron atraídos por las mejores condiciones de vida de los musulmanes pero que, en el fondo de sus corazones, siguieron siendo fieles a la fe de sus padres; entre estos figuraban los llamados por los musulmanes “bienvenidos”, que solían ser soldados destinados en los presidios españoles en el norte de África que desertaban y se pasaban espontáneamente al Islam. Para estas personas que soportaban en el ejercicio de sus funciones unas condiciones de vida durísimas, abandonados por sus superiores, sin recibir sus pagas y carentes muchas veces de ropa y comida, la conversión se les presentaba como la única posibilidad de alcanzar una vida más digna y salir de la miseria en la que se hallaban. También es cierto que muchos de ellos se arrepentían pronto y decidían regresar a España a la primera ocasión que se les presentara, incluso enrolados en acciones corsarias.

Sin embargo, parece fuera de toda duda que muchas de estas conversiones al Islam se producían cuando el cautivo perdía la esperanza de ser rescatado y, por tanto, veía como único futuro posible la esclavitud hasta el fin de sus días. De hecho, los datos obtenidos por Bartolomé y Lucile Bennasar[56] muestran que la posición social influyó de manera decisiva en que el cautivo se convirtiera en renegado; mientras nobles, clérigos y militares de alta graduación eran habitualmente bien tratados porque se esperaba recaudar un gran rescate por ellos, marineros, campesinos, mujeres y niños (estos obligados a renegar) se enfrentaban a la disyuntiva de permanecer esclavos el resto de su vida o convertirse al Islam y recuperar así la libertad, además de tener la posibilidad de prosperar como corsarios ejerciendo la piratería contra sus antiguos correligionarios. Si tenemos en cuenta que un posible regreso (casi siempre forzoso) a tierras cristianas daba paso ineludiblemente a caer en manos de la maquinaria inquisitorial y a enfrentarse a penas como la de muerte o la condena perpetua a galeras, entendemos aún mejor el grado de desesperación al que tuvieron que llegar estos individuos para abandonar la religión de sus padres con tal de conservar la libertad.

5. Conclusiones.

El amplio dominio territorial y político que consiguió la llamada Monarquía Hispánica durante los siglos XVI y XVII tuvo profundas consecuencias para sus habitantes, siendo una de las más graves la masiva presencia de cautivos cristianos en las ciudades corsarias de la Berbería; una vez superado el momento álgido del enfrentamiento entre españoles y turcos, justo después de la batalla de Lepanto, se inicia la edad de oro de los piratas berberiscos, que llevan a cabo sus acciones no sólo por el Mediterráneo occidental sino que se extienden por toda la fachada atlántica europea, desde las Canarias hasta las islas Británicas.

Como consecuencia de estas acciones piráticas, muchos españoles fueron capturados, en el mar o en su propia tierra, y llevados como cautivos a Argel, Túnez o Salé; en ese momento, su posición social y económica determinaban su destino: los miembros de la nobleza, del clero o del ejército obtenían un trato bastante considerado, ya que el propósito de su cautiverio era obtener un alto precio por su rescate. Si el cautivo era un trabajador del campo, un marinero o un pescador, las esperanzas de regresar a su patria disminuían considerablemente, y debían fiarlas a la escasa capacidad económica de sus familias o a las limosnas y donaciones dadas por personas piadosas. Por último, mujeres y niños apenas tenían posibilidades de rescate, en el primer caso por la manifiesta preferencia de los musulmanes por las mujeres cristianas, y en el segundo porque eran obligados a renegar nada más ser capturados y eran habitualmente destinados a las compañías de jenízaros.

La Corona, sin embargo, no abandonó a su suerte a estos cautivos; incapaz de acabar con los piratas por la fuerza, decidió dar todo su apoyo a la labor de las órdenes redentoristas, mercedarios y trinitarios, para conseguir la liberación del mayor número posible de españoles capturados. Desde luego, los rescatados mediante esta vía fueron un escaso porcentaje del total de cautivos, y muchos de éstos optaron por la huída o, incluso, por su conversión al Islam para recuperar así la libertad. Es irónico, por tanto, que la Monarquía que se proclamaba Católica y defensora de la fe, permitiera con tanta frecuencia la incorporación de nuevos fieles a su gran enemigo, la religión islámica.

Al margen de la actuación de la monarquía, es indudable que el problema del cautiverio tenía un gran impacto en la sociedad española; por un lado, las zonas costeras, más susceptibles de ser atacadas por los piratas, vivían en el temor de convertirse en esclavos de los temidos corsarios berberiscos, miedo que no conseguían atenuar las medidas defensivas adoptadas por las autoridades (construcción de torres vigía, acantonamiento de tropas, proyectos para crear una flota poderosa en el Mediterráneo…). En el interior, se sabía que nadie estaba exento de poder convertirse en un cautivo, y eran muchas las familias que tenían parientes dedicados a la milicia o que buscaban su vida en Indias que podían ser capturados; por tanto, este problema despertaba las conciencias y activaba la caridad cristiana para poder remediar la situación de aquellos que padecían el cautiverio en poder de los infieles a través de donaciones y limosnas.

6. Fuentes y bibliografía.

  1. Fuentes inéditas:
    • Archivo de la Real Chancillería de Granada:
    • Legajo 721, pieza 1; legajo 1857, pieza 10; legajo 2236, pieza 5.
    • Archivo Histórico Provincial de Cáceres:
    • Protocolos notariales, legajos 2630 y 4427.
    • Archivo Histórico Municipal de Llerena:
    • Protocolos notariales, legajo 13.
    • Archivo Parroquial de Llerena:
    • Parroquia de Santiago, libro de bautizados I (1530-1553).
  2. Fuentes impresas y bibliografía:
    • ANAYA HERNÁNDEZ, L. A.: “Repercusiones del corso berberisco en Canarias durante el siglo XVII: cautivos y renegados canarios” en MORALES PADRÓN, F. (coord…): V Coloquio de Historia canario-americana, Las Palmas de Gran Canaria, 1985, pp. 125-177.
    • BENNASSAR, B. y L.: Los cristianos de Alá. La fascinante aventura de los renegados, Madrid, 1989.
    • BONAFFINI, G.: Sicilia e Tunisia nel secolo XVII, Ila-palma, 1984.
    • BONO, S.: Corsari nel Mediterráneo. Cristiani e musulmani fra guerra, schiavitú e commercio, Milán, 1993.
    • BRAVO CARO, J. J.: “El municipio de Málaga y la toma de Túnez (1535). Los esclavos como botín de guerra”, en El Mediterráneo: hechos de relevancia histórico-militar ay sus repercusiones en España. V Jornadas de Historia Militar, Sevilla, 1997, pp. 431-448.
    • Captius i esclaus a l´antiguitat i al Món modern, Actes del XIX Colloqui internacional del GIREA, Nápoles, 1996.
    • CERVANTES SAAVEDRA, M. de: El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, Madrid, 2004.
    • CERVANTES SAAVEDRA, M. (ed. de P. Torres Lanzas): Información de Miguel de Cervantes de lo que ha servido a S. M. y de lo que ha hecho estando captivo en Argel, y por la certificación que aquí presenta del duque de Sesa se verá cómo cuando le captivaron se le perdieron otras muchas informaciones, fees y recados que tenía de lo que había servido a S. M., Madrid, 1981.
    • CONTRERAS, A. de: Discurso de mi vida, Madrid, 2004.
    • CORTÉS ALONSO, V.: La esclavitud en Valencia durante el reinado de los Reyes Católicos, Valencia, 1964.
    • DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: El Antiguo Régimen: los Reyes Católicos y los Austrias. Historia de España Alfaguara, III, Madrid, 1983.
    • DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: La esclavitud en Castilla en la Edad Moderna y otros estudios de marginados, Granada, 2003.
    • FERÓS, A. Y GELABERT, J. (dirs.): España en tiempos del Quijote. Madrid, 2004.
    • FRIEDMAN, E. G.: Spanish captives in North Africa in the Early Modern Age, Madison, 1983.
    • GRAULLERA SANZ, V.: La esclavitud en valencia en los siglos XVI y XVII, Valencia, 1978.
    • KAMEN, H.: “Mediterranean slavery in its last phase: the case of Valencia, 1660-1700”, Anuario de Historia Económica y Social, tomo III, Madrid, 1970, pp. 211-234.
    • LADERO QUESADA, M. A.: “La esclavitud por guerra a finales del siglo XV: el caso de Málaga”, Hispania, 105, Madrid, 1967, pp. 63-88.
    • Las Siete Partidas del sabio Rey don Alonso el Nono, nuevamente glosadas por el licenciado Gregorio López, del Consejo Real de Indias, impreso en Salamanca por Andrea de Portonaris, impresor de Su Majestad, años de MDLV, Madrid, 1974.
    • LOBO CABRERA, M.: La esclavitud en las Canarias Orientales en el siglo XVI (negros, moros y moriscos), Santa Cruz de Tenerife, 1982.
    • LOBO CABRERA, M.: “Rescates canarios en la costa de Berbería”, en Relaciones de la Península Ibérica con el Magreb (siglos XIII-XVI), Madrid, 1988, pp. 591-620.
    • MARTÍNEZ TORRES, J. A.: Prisioneros de los infieles. Vida y rescate de los cautivos cristianos en el Mediterráneo musulmán (siglos XVI-XVII), Madrid, 2004.
    • MENDES DRUMOND BRAGA, I. M. R.: Entre a Cristiandade e o Islao (seculos XV-XVII). Cativos e Renegados nas Franjas de duas Sociedades em Confronto, Ceuta, 1998.
    • SÁNCHEZ PÉREZ, A.: “Los moriscos de Hornachos, corsarios de Salé”, Revista de Estudios Extremeños, XX, I, 1964, pp. 93-150.
    • SÁNCHEZ RUBIO, R. Y TESTÓN NÚÑEZ, I.: El hilo que une: las relaciones epistolares entre el Viejo y el Nuevo Mundo (siglos XVI-XVII), Badajoz, 1999.
    • SOLA, E. y DE LA PEÑA, J. F.: Cervantes y la Berbería. Cervantes, mundo turco-berberisco y servicios secretos en la época de Felipe II, Madrid, 1995.
    • SOSA, A. de: Diálogo de los mártires de Argel (edición de E. Sola y J. F. Parreño), Madrid, 1990.
    • SOSA, A. de (editado por Diego de Haedo): Topographia e historia general de Argel, Madrid, 1927.

NOTAS:

[1] DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: El Antiguo Régimen: los Reyes Católicos y los Austrias. Historia de España Alfaguara, III, Madrid, 1983, pp. 240-317.

[2] Aunque sean más conocidas las actividades piráticas de los corsarios, también es cierto que los españoles realizaban acciones similares en el norte de África. Así son recurrentes a principios del siglo XVI las cabalgadas que los habitantes de las islas Canarias realizaban a las cercanas costas africanas: LOBO CABRERA, M.:La esclavitud en las Canarias orientales en el siglo XVI (negros, moros y moriscos), Santa Cruz de Tenerife, 1982. Asimismo, los esclavos musulmanes obtenidos en ataques piratas o en las propias costas africanas eran los más habituales en los territorios de la corona de Aragón: Captius i esclaus a l´antiguitat i al Món modern, Actes del XIX Colloqui internacional del GIREA, Nápoles, 1996; CORTÉS ALONSO, V.: La esclavitud en Valencia durante el reinado de los Reyes Católicos, Valencia, 1964; GRAULLERA SANZ, V.: La esclavitud en valencia en los siglos XVI y XVII, Valencia, 1978; KAMEN, H.: “Mediterranean slavery in its last phase: the case of Valencia, 1660-1700”, Anuario de Historia Económica y Social, tomo III, Madrid, 1970, pp. 211-234.

[3] Para conocer el impacto de las acciones corsarias berberiscas en otros países europeos, se pueden consultar, para Italia, las obras de Bonaffini y Bono (BONAFFINI, G.: Sicilia E Tunisia nel secolo XVII, Ila-palma, 1984; BONO, S.: Corsari nel Mediterráneo. Cristiani e musulmani fra guerra, schiavitú e commercio, Milán, 1993) o, en el caso portugués, el trabajo de Isabel Mendes Drumond Braga (MENDES DRUMOND BRAGA, I. M. R.: Entre a Cristiandade e o Islao (seculos XV-XVII). Cativos e Renegados nas Franjas de duas Sociedades em Confronto, Ceuta, 1998).

[4] CERVANTES SAAVEDRA, M.: El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, Parte II, capítulo LVIII, p. 636.

[5] CERVANTES SAAVEDRA, M., El Ingenioso…, op. cit., parte II, prólogo, p. 369.

[6] SOSA, A. De: Diálogo de los mártires de Argel (edición de E. Sola y J. F. Parreño), Madrid, 1990, p. 285 y ss.

[7] CERVANTES SAAVEDRA, M. (ed. de P. Torres Lanzas): Información de Miguel de Cervantes de lo que ha servido a S. M. y de lo que ha hecho estando captivo en Argel, y por la certificación que aquí presenta del duque de Sesa se verá cómo cuando le captivaron se le perdieron otras muchas informaciones, fees y recados que tenía de lo que había servido a S. M., Madrid, 1981, p. 53.

[8] Ibídem, p. 54.

[9] Archivo Histórico Nacional, Códices, lib. 120 B, fol. 32 (cit. en FRIEDMAN, E. G.: Spanish Captives in North Africa in the Early Modern Age, Madison, 1983, pp. 119-120).

[10] Archivo Histórico Nacional, Códices, lib. 118 B, fol. 157-158. (cit en FRIEDMAN, E. G, op. cit., pp. 149-150).

[11] Aparte del relato del cautivo en el Quijote, Cervantes recuerda sus vivencias en otras dos obras, en este caso teatrales: “El trato de Argel” (1587) y “Los baños de Argel” (1615).

[12] Las Siete Partidas del sabio Rey don Alonso el Nono, nuevamente glosadas por el licenciado Gregorio López, del Consejo Real de Indias, impreso en Salamanca por Andrea de Portonaris, impresor de Su Majestad, año de MDLV, Madrid, 1974, Partida Segunda, Título XXIX. De los captivos e de las sus cosas, e de los lugares que caen captivos, en poder de los enemigos, ley 1.

[13] Ibídem.

[14] La contrapartida de estas acciones fueron las que finalizaron con victorias favorables para los cristianos, que se traducían en la captura de esclavos musulmanes que eran llevados a España; así sucedió, por ejemplo, tras la conquista de Túnez por Carlos V en 1535, como se aprecia en Málaga (BRAVO CARO, J. J.: “El municipio de Málaga y la toma de Túnez (1535). Los esclavos como botín de guerra”, en El Mediterráneo, hechos de relevancia histórico-militar y sus repercusiones en España. V Jornadas Nacionales de Historia Militar, Sevilla, 1997, pp. 431-448). Pero no sólo las zonas costeras se beneficiaron de la llegada de estos esclavos, sino que algunos pueden localizarse en el interior; así, en 1537 encontramos entre las inscripciones bautismales de la parroquia de Santiago en Llerena la siguiente: “miércoles, veinte y çinco días del mes de julio, día de Santiago, bautizó el cura un esclavo del conde don Alonso de Cárdenas de los de Túnez, el cual se llamó Cristóbal…”. Archivo Parroquial de Llerena, parroquia de Santiago, libro de bautizados I (1530-1553), folio 29.

[15] MARTÍNEZ TORRES, J. A.: Prisioneros de los infieles. Vida y rescate de los cautivos cristianos en el Mediterráneo musulmán (siglos XVI-XVII), Madrid, 2004, p. 142.

[16] MARTÍNEZ TORRES, J. A., op. cit., pp. 61-62.

[17] BENNASSAR, B. y L.: Los cristianos de Alá. La fascinante aventura de los renegados, Madrid, 1989, p. 231.

[18] FRIEDMAN, E. G., op. cit., pp. 3-32.

[19] Un contemporáneo de estos hechos, el capitán Alonso de Contreras, cuyo oficio le llevó a todos aquellos lugares donde la Monarquía tenía intereses, nos refiere en sus memorias la importancia que tenía Salé: “Tres leguas en la misma costa hay un lugar que llaman Zalé, con una fortaleza muy buena, que son de ella dueños los moriscos andaluces, y hay un riachuelo, que no caben sino bajelillos chicos, como tartanas y pataches, y con ellos nos destruyen la costa de España, y no hay año que no entren en este Zalé más de quinientos esclavos, tomados en bajeles de la costa nuestra, que vienen de las Indias, y de las Terceras y Canarias, y del Brasil y Fernambuco, y, en acabando de hacer la presa, en una noche están en casa; y la hacen en la costa de Portugal, en día y noche.” CONTRERAS, A. de: Discurso de mi vida, Madrid, 2004, capítulo XIV, “Cómo socorrí la fuerza de la Mámora y otros sucesos”, pp. 102-103.

[20] BENNASSAR, B. y L., op. cit., pp. 231-232.

[21] MARTÍNEZ TORRES, J. A., op. cit., p. 61.

[22] ANAYA HERNÁNDEZ, L. A.: “repercusiones del corso berberisco en Canarias durante el siglo XVII: cautivos y renegados canarios” en MORALES PADRÓN, F. (coord…): V Coloquio de Historia Canario-americana, Las Palmas de Gran Canaria, 1985, pp. 125-177; LOBO CABRERA, M.: “Rescates canarios en la costa de Berbería”, en Relaciones de la Península Ibérica con el Magreb (siglos XIII-XVI), Madrid, 1988, pp. 591-620.

[23] FRIEDMAN, E. G., op. cit., p. 7.

[24] Archivo General de Simancas, Estado, legajo 495, 25 de julio de 1614 (cit. en FRIEDMAN, E. G., op. cit., p. XVII).

[25] CERVANTES SAAVEDRA, M. de, El Ingenioso…, op. cit., parte I, capítulo XL, p. 283.

[26] En Marruecos estos mismos lugares donde se “alojaban” los cautivos eran llamados sagenas; aunque diferían en su planta con respecto a los baños, contaban con servicios similares: FRIEDMAN, E. G., op. cit., p. 62; MARTÍNEZ TORRES, J. A., op. cit., p. 65.

[27] Cervantes describe perfectamente esta situación cuando narra que “…en los baños… encierran los cautivos cristianos, así los que son del rey como de algunos particulares, y no los que llaman “del almacén”, que es como decir “cautivos del Concejo”, que sirven a la ciudad en las obras públicas que hace y en otros oficios, y estos tales cautivos tienen muy dificultosa su libertad; que, como son del común y no tienen amo particular, no hay con quien tratar su rescate, aunque le tengan…”: CERVANTES SAAVEDRA, M., El ingenioso… op. cit., parte I, capítulo XL, p. 283.

[28] CERVANTES SAAVEDRA, M., El ingenioso… op. cit., parte I, capítulo XL, p. 284.

[29] SOSA, A. DE (editado por Diego de Haedo): Topographia e historia general de Argel, Madrid, 1927, tomo 1, p. 374.

[30] CERVANTES SAAVEDRA, M., El ingenioso… op. cit., parte I, capítulo XL, p. 284.

[31] MARTÍNEZ TORRES, J. A., op. cit., p. 129.

[32] Este comportamiento, sin embargo, no se aplicó en los momentos inmediatamente posteriores a la batalla de Lepanto, justo antes de las treguas entre Felipe II y el sultán otomano, cuando se prefería el rescate de varones jóvenes porque se pensaba que “…así se les quitan las personas para el remo y para los trabaxos de obras y murallas y los demás oficios, y no se saque ningún muchacho de ocho años arriba hasta diez y ocho porque todos sin faltar ninguno van de mala gana…, y tampoco se debe sacar ninguna muger sino fuere muy conocida porque todas van como los muchachos y les hacen sin faltar ninguna cometer pecado nefando y lo demás en gran soltura”: MARTÍNEZ TORRES, J. A., op. cit., pp. 129-130.

[33] BENNASSAR, B. y L., op. cit., pp. 309-311.

[34] MARTÍNEZ TORRES, J. A., op. cit., p. 135.

[35] MARTÍNEZ TORRES, J. A., op. cit., pp. 145-147.

[36] Según las fuentes de la época, las incursiones de los corsarios de Salé en todo el Atlántico Norte fueron temidas, desde las Islas Canarias hasta el Norte de Europa, llegando incluso a atacar en 1627 Reykiavik, capital de Islandia, y apresando a varios cientos de sus habitantes: SÁNCHEZ PÉREZ, A.: “Los moriscos de Hornachos. Corsarios de Salé”, Revista de Estudios Extremeños, XX, nº I, 1984, pp. 129-143.

[37] SOLA, E. y DE LA PEÑA, J. F.: Cervantes y la Berbería. Cervantes, mundo turco-berberisco y servicios secretos en la época de Felipe II, Madrid, 1995, p. 17.

[38] MARTÍNEZ TORRES, J. A.: Prisioneros de los infieles. Vida y rescate de los cautivos cristianos en el Mediterráneo musulmán (siglos XVI-XVII), Madrid, 2004.

[39] ANAYA HERNÁNDEZ, L. A.: “La invasión de 1618 en Lanzarote y sus repercusiones socio-económicas”, en VI Coloquio de Historia canario-americana, Las Palmas de Gran Canaria, 1984.

[40] Señala Miguel Ángel Ladero Quesada la importancia en concreto la importancia de los alfaqueques o alhaqueques durante la Reconquista, cuyas funciones estaban reguladas por las Partidas: LADERO QUESADA, M. A.: “La esclavitud por guerra a finales del siglo XV: el caso de Málaga”, Hispania, 105, Madrid, 1967, pp. 65-66.

[41] Archivo Histórico Provincial de Cáceres, sec. Protocolos, legajo 2630 (Alonso de Vargas), año 1701, s/f.

[42] SÁNCHEZ RUBIO, R. Y TESTÓN NÚÑEZ, I.: El hilo que une: las relaciones epistolares entre el Viejo y el Nuevo Mundo (siglos XVI-XVII), Badajoz, 1999, carta 6, pp. 47-48.

[43] Ibídem, carta 8, pp. 51-52.

[44] Ibídem, carta 9, pp. 53-54.

[45] CERVANTES SAAVEDRA, M., Información…, op. cit., p. 43.

[46] MARTÍNEZ TORRES, J. A., op. cit., p. 96.

[47] Archivo Histórico Municipal de Llerena, Protocolos notariales, legajo 13, folios 474-477.

[48] En este caso, las donaciones sólo podían ser empleadas en el rescate de personas originarias de lugares bajo la jurisdicción de dichas órdenes militares.

[49] Archivo de la Real Chancillería de Granada, legajo 721, pieza 1.

[50] Archivo de la Real Chancillería de Granada, legajo 2236, pieza 5. En el mismo legajo se pueden ver peticiones similares en las piezas, 4, 6, 7, 8, 9 y 27.

[51] FRIEDMAN, E. G., op. cit., p. 148.

[52] FRIEDMAN, E. G., op. cit., pp. 31-32.

[53] En las ciudades españolas, sobre todo en Sevilla, existía un gran número de esclavos en una situación similar, algunos de origen musulmán pero también procedentes del África subsahariana; DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: “La esclavitud en Castilla durante la Edad Moderna” en La esclavitud en Castilla durante la Edad Moderna y otros estudios de marginados, Granada, 2003.

[54] Archivo de la Real Chancillería de Granada, legajo 1857, pieza 10.

[55] Podemos poner el caso de Manuel, esclavo “de nazión turco”, natural de Argel, del que su dueño, don Diego José de Carvajal Figueroa, caballero de Alcántara y vecino de Cáceres, señala que “…después que está en mi casa se ha vuelto cristiano y bautizado…”. Sin embargo, el hecho de que se haya convertido no es suficiente para obtener la libertad, ya que Manuel ha de pagar por ello 1500 reales “…que ha juntado de limosnas…”. Archivo Histórico Provincial de Cáceres, Protocolos Notariales, legajo 4427, folios 600-601, 12 de septiembre de 1630.

[56] BENNASSAR, B. y L., op. cit., pp. 405-410.

Oct 012005
 

Luis Vicente Pelegri Pedrosa.

En el estío trujillano de 1578, Hernando Pizarro, último superviviente de los hermanos Pizarro, conquistadores del Perú, y el único que acabó sus días pacíficamente en su terruño natal, donde invirtió gran parte de su fortuna americana, se aprestaba a dejar bien atada su última voluntad, para garantizar así la pervivencia de su cuantiosa herencia y de su fama. Con una considerable parte de aquellos bienes fundó un mayorazgo, junto a su mujer y sobrina, Francisca Pizarro Yupanqui, con quién estableció un nuevo linaje de la aristocracia indiana en España, resultado del mestizaje de dos culturas. En una de las cláusulas del mayorazgo, ambos designaron como herederos a una Iglesia Colegial y a un Hospital, que debían instituirse en caso de que desapareciera su línea sucesoria. Estos son los antecedentes de La Fundación Obra Pía de los Pizarro, una de las instituciones benéficas de carácter privado más antiguas de España. En esta comunicación pretendemos contrastar las explicaciones tradicionales que han achacado siempre a la Fundación la obligación de establecer un Hospital, para dar estricto cumplimiento a la voluntad de Hernando y Francisca Pizarro, contenida en su mayorazgo.

Orígenes y evolución de la Fundación Obra Pía de los Pizarro[1].

En 1863 se cumplió la voluntad de los fundadores, pero no porque hubieran desaparecido sus herederos, sino por otras razones. Ya se habían extinguido legalmente los mayorazgos, y los descendientes de los fundadores: la familia Orellana-Pizarro, ennoblecida con el marquesado de la Conquista, había ganado un pleito mediante el cual, durante más de doscientos años, diversas ramas familiares de los Pizarro, que pretendían descender de los conquistadores del Perú, se disputaron el disfrute de la vinculación creada por Hernando y Francisca Pizarro.

En aplicación de las leyes desamortizadoras, las propiedades de este mayorazgo se dividieron en dos mitades por su último titular, don Jacinto de Orellana Pizarro y Díaz, X marqués de la Conquista. Una mitad, como bienes de libre propiedad, para su hijo primogénito y heredero, don Jacinto de Orellana-Pizarro y Avecia, marqués de Albayda, y la otra mitad para una Obra Pía, que debía crearse como interpretación de la voluntad de los fundadores. Así nacía la Obra Pía de los Pizarro, por sentencia de la Audiencia de Granada, de 17 de octubre de 1863, confirmada por otra de 13 de febrero de 1880 del Tribunal Supremo. La Obra Pía fue reconocida como fundación benéfica de carácter particular por Real Orden de 14 de agosto de 1900, de acuerdo de la Instrucción General de Beneficencia de 14 de marzo de 1899, que ha regulado su organización y funcionamiento hasta las recientes leyes de Fundaciones de 1994 y 2002. Así, una parte del mayorazgo se convirtió en una Fundación, que aplica su dote patrimonial al cumplimiento de unos fines benéficos y asistenciales, que responden, varios siglos después, a una voluntad manifiesta por Hernando y Francisca Pizarro.

Su primer patrono fue el X marqués de la Conquista, de 1863 a 1899. Éste se encargó de la administración, bajo la supervisión del Alto Protectorado, ejercido por el ministerio de la Gobernación. Inició la organización de la institución en cumplimiento de la ley y de la voluntad de los fundadores. Estableció el inventario del patrimonio, compuesto por 14 fincas que sumaban más de mil hectáreas. Saneó la situación financiera del mismo, mediante la explotación de las fincas en arrendamiento y la rendición regular de cuentas. Designó sucesor en el patronato por derecho de primogenitura de varón, tal y como se reguló en el mayorazgo, a su hijo, don Jacinto Orellana-Pizarro y Avecia. Y comenzó, por último, a aplicar las rentas al fin benéfico previsto: el sostenimiento de un Hospital. Desde entonces la Fundación ha estado administrada por la familia Orellana-Pizarro, sucesores de los fundadores y del primer patrono, y el patronato se ha trasmitido de padres a hijos

La Fundación comenzó desde sus primeros años a colaborar con el Hospital Municipal del Ayuntamiento de Trujillo, para después encargarse casi por completo de él a través de un convenio firmado en 1904, ya por el segundo patrono, don Jacinto Orellana-Pizarro y Avecia. Desde entonces el Hospital Municipal, situado en el edificio del exconvento de los franciscanos descalzos y antiguo palacio de los Chaves Mendoza, cedido por el obispado de Plasencia para ese fin al Ayuntamiento, pasó a denominarse Hospital de la Inmaculada Concepción, para atender a vecinos necesitados. Hasta 1972 la Fundación Obra Pía de los Pizarro aplicó sus rentas a mantener la asistencia hospitalaria en la ciudad de Trujillo, ampliando progresivamente el plantel de sus beneficiarios, a pesar de los avatares históricos: Guerra Civil y cambios políticos; crisis agraria y merma de sus rentas; problemas administrativos; en un largo período durante el cual se produjo la transformación de la Beneficencia como concesión hacia la Asistencia como derecho.

La Fundación ha evolucionado para conseguir una explotación eficaz de su patrimonio, y atender las nuevas necesidades de su entorno. En este sentido, los dos últimos patronatos han sido decisivos. El VI patronato, ejercido por don Antonio de Orellana-Pizarro y Dalmau, de 1949 a 1972, significó la modernización de la explotación agraria de la Fundación, orientando su dedicación hacia el desarrollo del regadío, más rentable, de las fincas situadas en la Vega del Guadiana, y dedicando a uso ganadero las propiedades de secano de Trujillo. El VI patrono consiguió aumentar considerablemente la capacidad económica de la Fundación. Todo ello a pesar de que sus principales fincas se vieron afectadas por las expropiaciones llevadas a cabo por las leyes de colonización, y por los problemas habituales en toda explotación agraria: condominios, pleitos con los arrendatarios, o retrasos en el cobro de las rentas. Con la solución de estos problemas consiguió el patrono concentrar las propiedades, aclarar la situación jurídica de éstas, y, en definitiva, mayores ingresos. Gracias a ello el VI patrono pudo ampliar los servicios asistenciales del Hospital.

Tras un paréntesis de patronato interino, ejercido por la Junta Provincial de Asistencia Social de Cáceres, de 1972 a 1984, en una situación de crisis económica y administrativa de la Fundación, que condujo al cierre del Hospital de la Inmaculada Concepción, se reanudó el patronato familiar gracias a la labor don Hernando de Orellana-Pizarro y González. El VII patrono, desde 1984, ha continuado la renovación en tres órdenes. En primer lugar, en relación al patrimonio, ha continuado la modernización de la explotación agraria, emprendida por el anterior patrono, mediante la implicación de la Fundación en una gestión empresarial, a través de cuantiosas inversiones, y, en este mismo sentido, ha iniciado una diversificación del patrimonio hacia nuevos activos. En segundo lugar, el VII patrono ha actualizado el marco jurídico de la institución mediante los estatutos de 1992 y 2004, en cumplimiento de las últimas leyes sobre Fundaciones, y, en función de las cuales, ejerce la presidencia del patronato, compuesto por un vocal, un secretario, y un consejo asesor que sirve de vínculo entre la institución y la sociedad. Este consejo asesor está formado por cinco miembros, todos ellos destacados profesionales, procedentes de distintos ámbitos, relacionados con el funcionamiento o el cumplimiento de fines de la Fundación. En tercer lugar, en los últimos años, la Fundación Obra Pía de los Pizarro, tras el cierre del Hospital, y por la necesidad de aplicar sus rentas a nuevos fines fundacionales, se ha orientado a atender diversas carencias sociales y culturales, tanto de su entorno inmediato, la ciudad de Trujillo, como de Perú, donde se encuentra su origen remoto.

Actualmente la Fundación Obra Pía de los Pizarro, en aplicación de su doble vocación extremeña y americana, recogida en sus estatutos, se ocupa de fines asistenciales, como dotación de equipamientos a otras instituciones benéficas privadas en Trujillo y en Perú, y de fines socio-culturales, como el apoyo a la investigación, financiando premios, ediciones de libros, o congresos, entre otras actividades. De acuerdo con ello, el artículo 5º de los vigentes estatutos establece que la Fundación tiene por objeto la realización de actividades dirigidas, entre otros, a la consecución de los siguientes fines:

  1. protección y asistencia a todos aquellos colectivos en situación de desamparo o necesidad, mediante la concesión de ayudas a personas físicas e instituciones dedicadas a la acción social.
  2. cooperación al desarrollo y fomento de la solidaridad a favor de los pueblos hispanoamericanos
  3. investigación y divulgación de la Historia de los Pizarro, del descubrimiento, conquista y colonización de América.
  4. Recuperación y conservación del patrimonio histórico y cultural de Trujillo, y de todo lo relacionado con la Historia del descubrimiento, conquista y colonización de América.

En definitiva, el objetivo fundamental que persigue la Fundación es convertirse en punto de referencia tanto de las relaciones culturales y de promoción de desarrollo entre España y América, como de las actuaciones de tipo asistencial y cultural en Extremadura. Para conseguirlo la Fundación realiza actividades en los campos de la cultura y las obras y servicios sociales, a las cuales aplica los recursos procedentes de la gestión empresarial de su patrimonio. En este sentido, la Fundación se encuentra actualmente inmersa en un ambicioso proyecto de modernización, entre cuyos principales objetivos se encuentra la apertura a la sociedad y su plena adecuación operativa para alcanzar sus fines.

Para cumplir mejor todos estos fines, la Fundación ha establecido su sede en el Palacio Barrantes-Cervantes, -linaje vinculado a los Orellana-Pizarro-, también conocido como palacio del marqués de Sofraga, por uno de sus propietarios, miembro de ese linaje. Esta casa-palacio, probable albergue del escritor Cervantes a su paso por Trujillo, fue remozada a principios de siglo XVII, por el cantero trujillano García Carrasco, por encargo de su propietario, García Barrantes-Cervantes, a quien debe su aspecto actual, de estilo manierista. Entre sus elementos mas característicos destaca en su exterior la fina labra de su balcón de esquina, la imponente puerta de caballerizas con su dintel labrado y timbrado por el escudo familiar, y puerta de madera original con herrajes; y en su interior, la escalera de aguja en factura de sillería. La Obra Pía de los Pizarro, depositaria de un rico legado histórico y cultural, recupera con esta sede su vinculación con Trujillo, sus raíces americanas, y un marco incomparable para desarrollar su actividad, que le permite dar cumplimiento a una voluntad benéfica que ha perdurado más de cuatro siglos

Hospital y Colegiata: la voluntad de los fundadores

Los fundadores expresaron su voluntad de fundar una Iglesia Colegial y un Hospital en varios documentos, ya mencionados, redactados en los días postreros de Hernando Pizarro, en julio y agosto de 1578[2] . A pesar de las teorías que se han sostenido tradicionalmente[3], es cuestionable que los herederos en el mayorazgo tuvieran obligación de crear y mantener un Hospital[4]. Las escrituras fundacionales originales constituyen la principal fuente para verificarlo. La Iglesia Colegial fue nombrada heredara del mayorazgo, creado el 11 de junio de 1578, por Hernando y doña Francisca Pizarro:

“Faltando los dichos herederos que por la orden que está dicha de nos, el dicho Fernando Pizarro y de doña Francisca Pizarro, mi mujer, se haga de todos juntos una Iglesia Colegial y Hospital, por la orden y de manera que por una escritura en forma, ante escribano público ordenaremos, o por testamento, o de la manera y condiciones que por la dicha escritura y testamento será contenido. Y que la dicha escritura o testamento esté y se ponga con este dicho nuestro mayorazgo en un arca de dos llaves, como en este dicho mayorazgo se contiene, y que de la dicha escritura se saquen dos traslados y se ponga con el dicho mayorazgo como está dicho”.

El 8 de julio del mismo año fundaron de hecho la Iglesia Colegial estipulando con todo lujo de detalles su edificación, administración y dotación económica, sin embargo entonces no dejaron nada establecido sobre el Hospital[5]. Según el testamento de Hernando Pizarro, de 20 del mismo mes, el patrono debía ser siempre el sucesor en el mayorazgo, y en caso de extinguirse la línea sucesoria para éste, el descendiente de Fernando Pizarro, hijo de doña Francisca Pizarro Mercado y de Hernando de Orellana, y, por tanto, nieto de Hernando Pizarro[6]. Hasta el codicilo de ese testamento, de 8 de agosto de 1578, no se estableció en realidad el Hospital, y sólo en caso supletorio del mayorazgo:

“Cuando fuere caso que faltaren los herederos y subcesores de nuestro mayorazgo, conforme al llamamiento que en él tenemos hecho, que toda la hacienda del dicho nuestro mayorazgo del dicho Juan Pizarro se junte y haga un cuerpo y venga y subceda en la Iglesia Colegial que tenemos mandada hacer, y así mismo se haga junto de ella un Hospital para que se reciban e curen los pobres y conforme a la cantidad de la renta así se haga el dicho Hospital y se distribuyan en él y en la dicha Iglesia Colegial”[7].

Finalmente, por otro codicilo de 8 de agosto se estableció la pensión de 100.000 maravedíes anuales para el patrono de la Colegial y del Hospital, además de la obligación de tener que rendir cuentas antes el corregidor de la ciudad y el guardián del Monasterio de San Francisco de Trujillo[8].

En realidad, Hernando Pizarro intento cumplir la voluntad de sus hermanos Francisco y Juan de fundar una iglesia colegial en Trujillo que ambos habían expuesto en sus respectivos testamentos. Así lo reflejó Juan Pizarro en su testamento, realizado en Cuzco, en 1536, como es sabido:

“Porque al presente los dichos Don Gonzalo Pizarro, y Doña Francisca Pizarro, mis hijos, son niños e de poca edad, y el dicho Comendador Hernando Pizarro, mi hermano, al presente no es casado y está en estas partes para seguir en España, e por tanto podría serlo, que Dios no quisiera, muriere sin dejar hijos ni herederos ni subcesores legítimos, quiero y es mi voluntad, e sostituyoles a cualquier de ellos en quien posteramente viniere a subceder y heredar los dichos mis bienes, a Gonzalo Pizarro, mi hermano, con tanto que a la erección que yo dejo y mando hacer de la Iglesia de la Concepción, según y en la forma asi va dicha, cesare en defecto de yo haber gastado los dineros y rentas que para ello tengo señalados, el dicho Gonzalo Pizarro venga y subceda en el dicho mayorazgo por virtud de la sucesión que le hago, con cargo que haga e cumpla todo lo contenido en la dicha erección, bien y tan cumplidamente como lo dejo dicho, puesto de mandado e después de él a su hijo mayor varón legítimo”[9].

Francisco Pizarro, por su parte, así lo indicó su intención de crear el establecimiento religioso en su primer testamento de 1537, cuatro años antes de ser asesinado por los almagristas:

“Item mando que, por cuanto, el gobernador don Francisco Pizarro, mi hermano, mandó hacer una iglesia en la dicha ciudad de Trujillo, la cual dota de capellanes, para nuestro enterramiento, quiero y es mi voluntad que de mis bienes se compre renta para dos capellanes más, a los cuales se les de el mismo salario que a los demás que el dicho gobernador tuviere en la dicha Iglesia. Los cuales quiero estén debajo de los vínculos e patrón e sucesiones y firmezas, e debajo del patronazgo que el dicho don Francisco Pizarro, mi hermano, nombrare. Los cuales digan cada uno de ellos cuatro misas cada semana por mi ánima y de las personas de quien yo soy en cargo, perpetuamente, los cuales dichos capellanes quiero estén y sean obligados a estar a las horas cantadas conforme a los que los otros capellanes fueren obligados”[10].

Por tanto, de los testimonios anteriores podemos deducir que los sucesores del mayorazgo de Hernando y Francisca Pizarro deberían haber cumplido la voluntad de aquellos fundar una Iglesia Colegial, que fue efectivamente dotada con medios económicos. Sin embargo, no queda claro que tuvieran la misma obligación respecto al Hospital, ya que éste no fue explícitamente instituido por los fundadores ni, menos aún, lo dotaron de renta propia. Su fundación sería tan sólo eventual y supletoria, es decir, se convertiría en realidad en caso de que se extinguiera la sucesión del mayorazgo y el mayorazgo mismo, como así ocurrió trescientos años después, pero adaptando la interpretación de las cláusulas fundacionales a las posibilidades y necesidades del momento, es decir, aplicando las rentas de las fincas que pasaron a formar parte de la dotación de la Fundación Obra Pía de los Pizarro, sólo una parte del patrimonio inicial del mayorazgo, al sostenimiento del Hospital Municipal. La Fundación cumplió este fin durante casi setenta años, desde su creación hasta que fue cerrado este centro asistencial.


NOTAS:

[1] Presentamos un avance de los resultados obtenidos en el proyecto de investigación que, durante más de tres años, hemos realizado para la Fundación Obra Pía de los Pizarro, pronto a publicarse bajo el título: “Fortuna y Beneficencia Indiana. La Fundación Obra Pía de los Pizarro. 1578-2005”. El presente resumen procede del estudio de documentos que conforman el propio fondo documental histórico de la Fundación.

[2] Estos documentos son lo siguientes: Mayorazgo fundado por Hernando Pizarro y su mujer doña Francisca Pizarro, 11 de junio de 1578, -del cual existe una copia original en el Archivo de la Fundación, como se viene indicando; Escritura de Fundación de una Iglesia Colegial, 8 de julio de 1578; Escritura de agregación al mayorazgo, 19 de julio de 1578; Testamento de Hernando Pizarro, 20 de julio de 1578; Codicilo, 8 de agosto de 1578; Última escritura de agregación al mayorazgo, 29 de agosto de 1578. Se puede consultar una transcripción íntegra en: MUÑOZ DE SAN PEDRO, M: “Las últimas disposiciones”, cit.

[3] GARCÍA DE GUADIANA, J.: Mis recuerdos al azar. Trujillo, 1994

[4] CANILLEROS Ya apuntó esta intepretación que aquí defendemos. CANILLEROS, “Las últimas disposiciones”, pp.408-409. VARÓN GABAI, en la misma línea, sostiene que Hernando no demostró especial interés en regular con cuidado la fundación y dotación del hospital. VARÓN GABAI, “Los dueños del Perú”, p.220.

[5] En concreto dotaron a la Iglesia Colegial con 627.000 maravedíes de rentas anuales de varios juros. El 20 de julio del mismo año, Hernando Pizarro, en su testamente, estableció que la renta comenzase a correr a favor de dicha iglesia desde el día mismo en que se había fundado. En el mismo testamento se validaron las cláusulas de sucesión en el patronato, al cual adjudicaron, los cargos de teniente de la fortaleza, con 200.000 maravedíes de renta y alférez mayor del Concejo, sacando ambos cargos del mayorazgo. Estas rentas supondrían dedicar en torno al diez por ciento del capital del mayorazgo a este fin. CANILLEROS, “Las últimas disposiciones”, p.528-537, 543.

[6] Este sería el autor de “Varones Ilustres del Nuevo Mundo” y alto funcionario de los Reales Consejos.

[7] Muñoz de San Pedro, “Las últimas disposiciones”, p.555.

[8] Por último, en la definitiva agregación al mayorazgo, estipulada el 29 de agosto de 1578, concedieron de salario, cada vez que se rindieran cuentas, doce mil maravedíes al patrono y seis mil al corregidor y al guardián del monasterio respectivamente. En esta misma escritura de agregación al mayorazgo vuelven a supeditar la fundación del Hospital a la extinción de la descendencia del mayorazgo. Ibídem.p.556 y 560.

[9] Francisco Pizarro deseaba que la Iglesia Colegial se construyera en la plaza mayor o en las proximidades de las casas que en ella poseía su padre y que había heredado su hermano Hernando. Así lo indica en su primer testamento limeño de 1537. PORRAS BARRENECHEA, R.: El testamento de Pizarro. 1936.

[10] AFP. Pleito y Ejecutoria. “Testamento de Juan Pizarro”, fols.27v-73v.

Oct 012005
 

Ángel Paule Rubio.

img1

Plano de situación

img2

Villanueva de laSierra, pionera de la fiesta del árbol

Si supiera que el mundo se ha de
acabar mañana.
Yo, hoy aún, plantaría un árbol.

(Mensaje de Martín Luther King)

No hace mucho tiempo tuvimos ocasión de visitar Egipto. Si grandiosos eran sus monumentos, más grandioso, aún, era su desierto. Al contemplar su inmensidad me hice muchas preguntas. Recordé a François Mauriac, Premio Nobel de Literatura, cuando vio el desierto exclamó: “Cada uno de nosotros somos un desierto”. Si mi fascinación se produce por la extensión desolada, es porque algo común hay entre él y la naturaleza humana. ¿Quién no queda tembloroso al percibir el espacio vacío, el silencio sobrecogedor y la limpieza del suelo?

Su paisaje es de calma idílica, parece que el tiempo no cuenta, que la vida se para, que el hombre dormita.

Cuando pienso en el desierto, aparece el agua y el árbol. Contemplo a Nefertem, la divinidad infantil naciendo de un árbol, la rama de loto surgiendo de las aguas primigenias, simbolizando la regeneración, el renacimiento mítico del loto dentro de la creación

Dije que me hice muchas preguntas. ¿Cómo vive el nómada, adaptándose a las condiciones extremas? Seguro que su ilusión es controlarlo y dominarlo. ¿Cómo será una noche sobre ese suelo alfombrado de un sólo color y por techo el inmenso cielo tachonado de estrellas y al fondo la música del silencio? Su caminar por las movedizas dunas buscando el oasis, el agua, el descanso del largo caminar. Interrogantes, las que queramos. Muchas, fáciles o difíciles, según sea nuestro optimismo o pesimismo.

Sin embargo en el último medio siglo se ha avanzado mucho para convertir los yermos en oasis habitables y útiles.

Un ejemplo lo tenemos en el aprovechamiento agrícola del desierto de Neguev, en Israel. Zona que antaño era yerma es hoy un vergel, donde se contemplan árboles, hortalizas y legumbres. Para esto, se han realizado obras de ingeniería conectando todas las fuentes de agua del país, y hoy, son 186.000 ha. de regadío, donde, no ha mucho, era arena.

Otro ejemplo nos lo ofrecen los Emiratos Árabes, a partir del año 1946. Los gobiernos de estos opulentos territorios han conseguido plantar sobre arenas una población arbórea de 190 millones de especies resistentes, para, en principio, crear una cubierta vegetal que posteriormente se cubra de hierba. Allí podemos disfrutar del mango, la guayaba y el plátano y por añadidura se cosechan al año 5 Tm. de café.

No nos alarmemos al pensar, para razonar y actuar. No estamos hablando de hipótesis, sino de hechos. Sumemos otro ejemplo: No hace mucho un programa soviético fue capaz de desecar el Mar de Aral, con un resultado de 40.300 Km2, transformando, enriqueciendo e introduciendo plantaciones resistentes a las altas concentraciones de sal. Así consiguen la primera cubierta vegetal para facilitar la colonización de otras especies que, poco a poco, van a transformar el suelo en alfombra verde.

Está muy extendida la idea de que el desierto es insaciable cubriendo de arenas a pueblos y terrenos fértiles. El planeta está en un proceso de desertificación. El suelo se degrada, aumenta la sequía y se pierde con lentitud, si no ponemos remedios, la vida de las plantas.

Pensemos en los ejemplos que anteceden. De ellos podríamos sacar que la desertificación no es la causa, es la consecuencia de la mala intervención del hombre.

El hombre desforesta regiones enteras, el pastoreo explota en exceso las tierras, las perforaciones en vez de sacar agua, salinizan el suelo, las quemas empobrecen el oxígeno de la atmósfera, provocando muerte y destrucción; chimeneas arrojan al aire toneladas de dióxido de carbono produciendo agujeros de ozono y lluvias ácidas. Insecticidas, plaguicidas, fungicidas y plásticos no degradables, se suman a los factores de desertificación. ¿Quién, o quienes tienen la culpa? Entonemos nuestro “mea culpa”. No quiero alarmar, pero tampoco deseo que nos crucemos de brazos. Actuar es inminente

No olvidamos que para que haya vida debe haber agua y que en las zonas cálidas, si no hay agua, son menos generosas, para un nicho ecológico forestal, que las regiones húmedas. Qué el mundo está diferenciado por el clima y el suelo, es verdad, pero también, no es menos verdad, que hay muchos tipos de especies arbóreas que se adaptan al nicho donde viven.

Qué el agua es vital, nadie lo duda, pero que hagamos reflexiones es necesario. Veamos: Se me ocurre pensar en el Imperio Romano, tal vez, porque su impronta la tenemos a nuestro alcance, a nuestro lado. El agua para los romanos, era su objetivo básico. El acceso al agua, su distribución, consumo y disfrute era el primero en su escala de valores y prioridades. Su máxima sería que el agua es un bien esencial para cualquier ser vivo y preocupación constante para la subsistencia. Con este pensamiento construyeron fuentes, acueductos, conducciones subterráneas, usaron el plomo para salvar alturas, termas para su deleite, casas ajardinadas con fuente central, paseos y arboledas, debajo de ellas, y a su sombra, los filósofos enseñaban a sus discípulos.

Egipcios, árabes, mesopotámicos y un elevado número de civilizaciones ha hecho del agua una simbología, un mito. Villas ajardinadas, con fuentes adornadas por ninfas, o diosas. Arboledas al borde de los ríos, montañas sembradas de árboles para proteger el suelo, mitos arbóreos, pinturas y grabados simbólicos que hacían del árbol un tótem. Literatura, poesía, hasta música sensibilizando, motivando el ruido de las hojas, olores campestres y otros que nos haría la lista interminable. Todo ello ennoblece al árbol, haciendo de él una necesidad para que la vida siga y se regenere lo mismo que él hace día a día, año tras año.

Pero este mundo está amenazado y regiones enteras sufren este proceso. Miles de ha. de encinares son destruidos; unos, por el hacha, otros, para convertirlos en especies no autóctonas, que esquilman el terreno. Aparecen coníferas que son extrañas y son rechazadas por la Naturaleza. Talas masivas convierten el suelo en regadíos. Centrales nucleares que calientan las aguas de los ríos con la pérdida de peces y degradación del ambiente. Azucareras y papeleras mal ubicadas y poco protegidas, que con sus aguas residuales destruyen flora y fauna, rompen el equilibrio de la vida y cuando una especie muera, con ella muere su ecosistema.

Déjenme pensar en mi Sierra, la de Dios Padre, a su falda el pueblo de Villanueva de la Sierra, en la Sierra de Gata. Sirva de modelo de todos los pueblos que la forman. Ya no hay águilas calzada, ni imperial, ni culebrera. Disminuyen las grullas, las palomas torcaces, los zorzales. El matorral y monte bajo, jarales, tomillos, brezos han dejado paso al eucalipto, que ocasiona erosión en las laderas, lavando el suelo, perdiendo el humus y haciendo descender la capa freática, lo que conlleva la desertización. El olivar, ya no es ecológico, abonos, pesticidas, fungicidas, ponen en peligro nuestros misteriosos riachuelos, llenos de encanto.

Las basuras no se reciclan. La contaminación química ha aumentado la infertilidad de los huevos, los cascarones son más blandos debido a los bifémidos policlorados, con la disminución de las especies.

Chalets incontrolados. Todo vale. Esos bellos paisajes de esta Sierra pierden encanto.

Se habla mucho de agricultura ecológica. ¿Dónde está? ¡Qué le vamos a dejar a nuestros descendientes! ¿Acaso somos dueños de la tierra? ¿Cuál es nuestro título de propiedad?

No hace más de cincuenta años, ibas por el campo para disfrutarlo, aspirabas el aire, olías las flores y de vez en cuando saltaba un conejo, tal vez una libre y con mucha frecuencia levantaba el vuelo alguna perdiz. El cielo estaba poblado de aves, cernícalos, águilas milanos. Te bañabas en los ríos, y los pececillos atrevidos te picaban tus pies. La sed del cansancio te invitaba a beber en cualquier arroyo, fuente o fuentecilla. Saboreabas el campo en todas sus dimensiones.

¿Qué está pasando? ¿Hasta cuando nuestros sentidos percibirán lo que estamos deteriorando, empobreciendo y peor desertizando? ¿No es esto un terrorismo ecológico? Hospitales llenos de enfermedades cardio-vasculares, depresiones, alergias. ¿Por qué no pensamos en tanta miseria?

Se habla mucho y hasta hace ilusión: “Día Forestal Mundial” “Día del Medio Ambiente”, “Fiesta del Árbol”, “Fiesta de la Agricultura, “Fiesta del Árbol Frutal”, etc. etc.

Conferencias, vinos de honor, cursillos, muchos libros, hasta los poetas cantan a la naturaleza, ensalzándola, como bien lo saben hacer. La vida sigue igual. La Naturaleza se arruina, el hombre se deprime y la vida languidece.

Si no somos capaces de actuar, dejemos libertad a la Naturaleza, ella con sus eternas e inmutables leyes establecerá el equilibrio ecológico que tanto necesitamos.

Ciñéndome un poco más al entorno que deseo, nos concentramos en los pueblos de la Sierra de Gata: Acebo, Cilleros, Cadalso, Eljas, Gata, Hernán Pérez, Hoyos, Perales del Puerto, Santibáñez el Alto, San Martín de Trebejo, Torre de D. Miguel, Torrecilla de los Ángeles, Trebejo, Valverde del Fresno, Villanueva de la Sierra, Villamiel, Villasbuenas, Descargamaría y Robledillo.

Pueblos esbeltos, arrogantes, singulares, donde vas a encontrar en ellos algo distinto, de historia apasionante, pueblos como puente tendido por donde han pasado los avatares de los tiempos de la Reconquista, de razzias portuguesas y árabes, de franceses que arrasaron con todo, llevándose hasta el recuerdo, vidas que con gritos de independencia defendían los valores de nuestro pueblo. Recordemos al Ilustre Obispo de Coria D. Juan Álvarez de Castro, que fue asesinado vilmente en su casa de Hoyos, enfermo, octogenario, por defender a España y a sus Instituciones.

Pueblos agrícolas y ganaderos, donde la vegetación es el tópico dominante, la encina luce su porte de exquisita gravidez, donde los caminos serpentean entre matorrales de hojas juguetonas, cuando las acaricia el viento, donde los olivos forman filas y sombras, recorridas por la luna en una noche de luna llena. Es como un juguete de misterios. Olivos de la paz, olivos regados por el sudor de tantas generaciones, olivos que iluminaban nuestros hogares cuando su aceite lentamente ardía en el pábulo de un candil, o servían de misteriosa luz en las lámparas del interior de nuestros templos, o servía de medicina en nuestra ancestral terapia.

Valles caprichosos, campos multicolores de alfombrados paisajes, jaras de flores blancas y otras blancas con aureola central de un puro amarillo, de donde algún farmacéutico atrevido y soñador lavaba las barbas de su majada de cabras, para hacer esencias de jaras, diríamos colonias de jaras, pero lo importante no es que lo hizo, sino cuando lo hizo. Algún riachuelo canta eternas canciones, que no dudamos que cura y curaba eso que llamamos depresiones, diríamos espíritu vacío. Miradores, que la Naturaleza hizo para contemplar el entorno, ensanchando nuestros herrajes que nos hacen prisionero, sin apenas darnos cuenta, visitad la Sierra de Jálama o Xálama, subid a la Peña de Dios Padre, que es posible, diríamos muy posible, que un día de asueto, desabrochando el corsé de la opresión de la civilización, aspirando su aire, descalzando sus pies, para que la energía negativa que tanto necesitamos inunde, se enseñoree de nuestro cuerpo liberando el espíritu, con la vista amplia, puedas contemplar tantos pueblos, tanta vegetación, tanta vida, pensamos que llegará a casa cambiado, alegre, si quieres hasta cansado, pero de un cansancio que es el principio del sosiego de la paz de la regeneración y exclamarás, te lo aseguramos, ¡qué felicidad!.

Entre encinas y alcornocales, vive el cochino, la cabra, la oveja y la vaca. Se complementa con la fauna de conejos, liebres, zorras y jabalíes. Peces y nutrias en nuestros ríos y embalses y en el aire cigüeñas, alimoches, zorzales, bencejos, golondrinas, aviones. Algunas rapaces que, no ha mucho, eran legión.

Erizadas fortalezas, que pregonan los tiempos de la Reconquista, unidas por caminos tortuosos y llenos de un mítico sabor, que dicho entre paréntesis, debían de estar más expeditos para que toda nuestra Sierra de Gata, pudiera ser paseada y saboreada por aquellos con exquisitez de viandantes que buscan los misterios de la Naturaleza.

img3

El Sr. gobernador civil de la provincia durante la rememoración de la Fiesta del Árbol: 6-3-1984

EL ÁRBOL

El árbol ha sido siempre es y será un hito, un mojón, un referente en nuestra vida. ¿Quién o quienes no se han sentado bajo su sombra, quien no ha hollado sus ramas? ¿Quién no ha recibido, de su sabiduría, profundas enseñanzas? ¿Quién no ha escuchado, sentado en las piernas del abuelo, historias, leyendas, cuentos, con profunda atención? ¿Quién no ha leído o recitado alguna poesía alusiva al árbol, de tantos y tantos poetas que ensalzaron su porte, elocuencia y gratitud? Parece que la Madre Naturaleza le ha dado, unas fuerzas y unas metas de unión del cielo con la tierra y de la tierra con el abismo. Yo quiero leer en ti, tus pensamientos, tu delicada misión, tu generoso tributo, del que todos nos beneficiamos. Estás hecho para ser feliz y hacernos feliz. Tus semillas llevan tu esencia a tierras extrañas, sin que sepas donde están tus hijos. Así aseguras tu perpetuidad. Estás contento con lo que eres, no deseas más que cumplir con lo que la Naturaleza te ha encomendado, y lo haces muy bien.

Sintamos su compañía, su lento caminar en la quietud, su abrir de ramas, su copa sosteniendo y balanceando a múltiples pajarillos que con sus trinos cantan una canción de agradecimiento. Tú eres el límite de la unión del cielo y de la tierra. Eres el que lleva la savia de la tierra, desde tus raíces, al último átomo de tu entorno. Meditemos sobre tus raíces que buscan el misterio insondable de la tierra para nutrirse con el palpitar del centro de la vida.

Debemos sentirnos orgullosos y admiradores ilusionados, pero también seamos con él generosos y sensibles. Todos nuestros ancestros estuvieron también ilusionados, fueron sus amigos, vivieron de sus enseñanzas, de su protección y de la belleza de su paisaje.

Quisiéramos que el hombre buscase la raíz de tantos valores y virtudes como encierra. Por ello el árbol ha ocupado el centro de la vida, desde que el hombre, como hombre, pobló la tierra. De él hizo tradición, religiosidad, creencias y fe. Nuestra amistad dio al hombre bienestar físico y espiritual.

Echemos una mirada a nuestras religiones ancestrales. Allí está el árbol. Ojeemos la mitología, allí está el árbol.

Él sirvió para curar nuestras enfermedades, ha sido eje de nuestra economía. Es nuestro compañero. Paseemos por parques y jardines con nuestros niños o ancianos, bajo la mirada del árbol, como nuestro confidente. Claustros con árboles añosos, mirando hacia arriba, invitándonos a imitarlos. Plazas públicas presididas por el árbol, bajo de cuyas ramas, ¿cuántas cosas se dirían, cuántos pactos se clausurarían, cuántos consejos se celebrarían? El árbol fue juez y testigo. Hechiceros y chamanes elegían al árbol para ejercer su ministerio. Hoy hemos leído en un periódico que el Camino de Santiago podría estar cubierto por ciento quince mil árboles antes del 2009, a una distancia entre ellos de siete metros, proyecto que llenaría de energía, de verticalidad, de miradas altas, de pensar en lo sublime. Parece como si su intencionalidad fuera prepararse para dar el abrazo al apóstol.

Hay dos cosas que deberían crecer juntas: los niños y los árboles. Unos y otros debemos enraizar una amistad, una comunicación, un juego entre ellos. Reinando la armonía, escuchando las lecciones del misterio de la Naturaleza, nos hacemos cooperadores en la obra vivificante de la Creación.

Para amar más y mejor a las cosas, hay que conocerlas. Ello nos lleva a estudiar el árbol desde diferentes aspectos.

EL ÁRBOL EN LAS RELIGIONES

Remontándonos en la génesis de la vida vegetal, aparecen los líquenes, plantas de organización muy sencilla, sobre suelo humilde, enraizando en las piedras, carente de humus vegetal, disgregadora de la roca. A lo largo del tiempo y del espacio, esta planta va acomodándose, evolucionando, hasta convertirse en árbol, un símbolo de ese mismo espacio y de ese mismo tiempo.

El árbol vive en armonía con el entorno, dialoga con él y con todos los seres que lo forman y, todos al unísono, constituyen nuestro mundo.

El hombre lo acompaña, lo admira y respeta. El árbol lo ayuda, lo protege y lo alimenta, hasta convertirse en el centro poético, místico, mítico, mágico y religioso

Después de un largo caminar, el hombre cansado, se cobija debajo de su sombra, lo observa y contempla, viendo como el tiempo hace que broten sus hojas, que aparezcan sus frutos, para volver a languidecer, a formase una nebulosa de hojas amarillas, rojizas, marrones, que el viento desplaza con suma delicadeza, como acariciándolo, hasta caer en la tierra, jugueteando con ella. El árbol no ha muerto, sólo ha hecho que completar su ciclo, su eterno destino, vida y muerte, vigilia y sueño, las fuerzas antagónicas del yin y del yang.

Comprendemos y entendemos sus enseñanzas y sacamos sus consecuencias. Todo termina para volver a empezar. El tiempo viejo hay que destruirlo purificarlo y cargarlo de espiritualidad y de sentido. Quemar y apagar el fuego, destruir lo que no sirve, instaurarse en las tinieblas que envuelven a la luz, ver como las formas en la noche se tornan en siluetas anulando su contenido. Pero no tardará en llegar el carro de la Aurora cediendo sus caballos a los alados de Júpiter que, corriendo veloces de este a oeste, van a cambiar, transformar, esas tinieblas, en el hermoso día, cargado de luz. Los reptiles desentumecen sus miembros, los pájaros lanzan melodiosos cantos y la vida vibra.

El árbol es un microcosmos, ocupando el centro del mundo. Es símbolo de unidad, espíritu de la tribu. A sus pies el hombre primitivo va a cargarse de energía, para alimentarse de sus frutos y semillas, para que le infunda fuerza a su espíritu, para regenerarse y perpetuar su especie. El árbol es sagrado. Crece en las plazas públicas, en las entradas de los templos, en los claustros de los conventos, en el sendero del camino. Él nos va a sugerir grandes cosas. Su verticalidad, nos hace pensar en la ascensión de nuestros pensamientos. Sus raíces, sujetas al suelo nos hace pensar que al igual que el árbol, se nutre de ella, también nosotros debemos a la tierra la savia de nuestra vida. Si el árbol se eleva sobre sus raíces buscando la unión con el cielo, nosotros también debemos elevarnos sobre esta vida terrenal para alcanzar la misma meta. Si el árbol es zarandeado por el ímpetu de los vientos, venciendo adversidades, nosotros también hemos de luchar contra el aire de las adversidades para salir, de estos huracanados vientos, más fuerte y más seguro. Si el árbol es el cobijo de los pájaros, nosotros también seremos el refugio de aquellos que necesitan un lugar para reposar en los avatares de la vida. Si el árbol con prodigalidad infinita nos da frutos, sombra, equilibrio y armonía a la vida, nosotros, como criaturas de la Naturaleza, debemos ofrecer esos mismos dones. En fin, nos sirve de modelo.

Parece que, cuando las tierras emergen, cubriéndose de plantas microscópicas, de elementos nutrientes, va apareciendo ese suelo pobre, cenagoso y frío, pero suficiente, para que dentro de esa debilidad surjan algunas plantas. Se hipotetiza que el primer árbol fuese el abedul, del que sabemos es expansivo y colonizador. Sus semillas voladoras, pequeñísimas llegan muy lejos, arraigando para formar elementos nutrientes que la vida necesita.

Otro árbol que, contiene dentro de sí todas las fuerzas del Universo y sus raíces penetran hasta lo más profundo de la tierra y que Odín acude a él para consultar la fuente de la sabiduría, se llama el fresno de Iggdrassil. El poema dedicado a este árbol forma parte de la colección islandesa del S. XIII que recoge leyendas históricas y mitológicas de la tradición oral nórdica.

Iggdrassil significa el Corcel de Odín.

Despertado por Odín de su sueño profundo, para que revele a los dioses el comienzo y el fin del mundo, la profetisa Völva declara:

Recuerdo los gigantes nacidos en la aurora de los tiempos,
Los que antaño me hicieron nacer.
Conozco nueve mundos, nueve dominios cubiertos por el árbol el mundo,
Ese árbol de sabia estructura que se hunde en las entrañas de la tierra.
Yo sé que existe un fresno al que llaman Iggdrassil,
La copa del árbol está bañada por blancos vapores de agua,
De donde caen gotas de rocío al valle.
Se alza eternamente verde sobre la fuente de Urd.
-Les pèmes mythlogiques de l’Edda- Historia de las Religiones Mircea Eliade.-

¿Cuál ha sido la función religiosa del árbol, de la vegetación? ¿Qué revela y qué significa? En principio podemos interpretar al árbol dentro de los cultos de la vegetación. Para ello haremos una sinopsis del conjunto:

  • Piedra-altar-árbol. Este conjunto ha tenido un sentido de microcosmo en la vida religiosa y se ha extendido por Australia, China, India y Fenicia.
  • Árbol como imagen del cosmos. Tema de gran relieve en la India y en Mesopotamia.
  • Árbol como teofanía cósmica. Extendido por Mesopotamia e India.
  • Árbol como símbolo de la vida.
  • Árbol como centro del mundo y soporte del Universo.
  • Árbol como vínculo místico con el hombre.
  • Árbol como símbolo de la resurrección de la vegetación, de la primavera y de la regeneración.

Esta clasificación somera, pero suficiente, nos sirve para meditar el poder del árbol con conciencia religiosa por su sustancia y forma, pero sin llegar a rendirle culto. Nunca se ha adorado al árbol por sí mismo sino por lo que revela. Los mesopotámicos veían en él un símbolo, no un objeto de culto.

El árbol está cargado de fuerzas sagradas por su verticalidad, porque crece, pierde sus hojas y las vuelve a recobrar. Muere y resucita. Todo esto es contemplado, mistificado, mostrándonos una realidad extrahumana. Su poder es interpretado como sagrado.

En la India un lugar sagrado la constituía un árbol rodeado de piedras. Piedras-altar-árbol.

En Grecia, en la época minoica, el árbol cultual aparece siempre al lado de una roca.

En Babilonia el árbol sagrado Kiskanu, se representa esquematizado y rodeado de rombos.

La tradición hindú ve el cosmos como un árbol invertido. Dice así: Hacia abajo se dirigen las ramas, arriba está la raíz. Los rayos descienden sobre nosotros. Platón afirmaba que el hombre es una planta invertida, cuyas raíces se extienden hasta el cielo y cuyas ramas se esparcen sobre la tierra.

El árbol celeste del Corán, es la tuba. De su pie parten cuatro ríos: de agua, de miel, de leche y de vino.

El árbol de Antiguo Testamento, que salía del ombligo de Jesé, llevando en sus ramas a los reyes de Judá y a los profetas y arriba, en la cúspide, se abría una flor. Esta bella flor representaba la Iglesia Universal.

El árbol sagrado de Buda, era el Bo, donde Buda alcanza la iluminación.

Para los mesopotámicos, es la higuera, el árbol de la vida.

En Grecia, para Zeus, es el roble y para Atenea, el olivo.

El islamismo ve en él, el “árbol de la felicidad” y así lo invoca, representándolo con sus raíces hundidas en el último cielo y cuyas ramas se extienden sobre la tierra.

Junto al ya nombrado árbol de Iggdrassil está la fuente milagrosa Mîmir, fuente de la meditación y el recuerdo, en la que Odín dejó uno de sus ojos y a la que vuelve sin cesar para refrescar y aumentar su sabiduría. En sus ramas habita la cabra de Heidiun, un águila, un ciervo y una ardilla. En sus raíces está la víbora Nidhögg, que intenta derribarlo. (M- Eliade)

En Azur, un bajorrelieve representa un dios con la parte superior en forma de árbol. A su lado las aguas se desbordan, que entendemos como símbolo de fertilidad.

Agua y árbol aparecen en la tradición judaica y cristiana. (Ezequiel ,47) describe una fuente maravillosa que brotaba al pie del templo rodeada de árboles frutales.

EL ÁRBOL EN LA BIBLIA

El Pentateuco es una colección de cinco libros, que los judíos designaban con el nombre de Torâh o Ley. El primero es el Génesis, dividido en dos partes: a) prehistoria del pueblo de Israel. b) Historia de las Patriarcas. Aquellos hombres profetizaron y legislaron con una aspiración y una esperanza. Aspiración consistente en participar de la vida divina y la esperanza de alcanzar esa aspiración.

El hebreo, el arameo y el griego fueron las lenguas que nos tienen informado sobre su prehistoria e historia. Un relato sobre el Génesis, nos informa de la creación del mundo y del hombre. De este relato vamos a elegir a aquel que nos lleva a desarrollar el tema de nuestro trabajo. El Dios del Génesis es el creador de todas las cosas. La fuerza generativa de las plantas y de los animales proviene de una bendición especial divina y, por tanto, no constituye en sí una divinidad como declaraban los mitos de Astarté y Tammuz, conocidos de los cananeos.

Siguiendo el relato dijo Dios. “Haga brotar la tierra hierba verde, hierba con semillas y árboles frutales cada uno con su fruto, según su especie y con su simiente sobre la tierra”. Y así fue. (Gen I)

Desde este día, el tercero, Dios modeló de arcilla a un hombre y a una mujer de la costilla del hombre- veamos la metáfora- le inspiró el alimento de vida. Adornó la tierra con hermosos árboles de agradable silueta y colores, de sabrosos frutos, de fresca sombra que daban placer y felicidad. No olvidó de plantar el árbol del conocimiento, de la inmortalidad Pero tampoco olvidó arraigar un árbol de la ciencia del bien y del mal, también de fruto hermoso a la vista, pero le puso la tarjetita de árbol prohibido. Era una manera de probar su libertad.

Al alargar Eva la mano se olvidó del precepto divino, y haciendo uso de su libertad comió y dio de comer a Adán. Así comenzó la tragedia. Se vieron desnudos y con hojas de higuera quisieron cubrirse. Aparece el primer pecado. (Gen 3)

Llegó Jacob a Betel. Bajo una encina y con todo su pueblo reunido, le dijo: Voy a hablar con Yavé. Mirad, todos vuestros adornos, pendientes, alhajas ídolos me los vais a entregar. Así lo hicieron. Bajo una frondosa encina enterró todos sus adornos. Alzó un altar y hablo con Yavé. Murió Débora y fue enterrada allí mismo, bajo la encina y la lloró, por lo que se llamó “La encina del llanto”. Igualmente la de Jabes que cubrió con sus ramas el cuerpo de Saúl

“Abran llegó a Canaán, hasta el lugar de Siquem donde estaba el encinar de Moreh” (Gén 12) Allí alzó un altar a Yavé.

No olvidemos el árbol de Jesé (padre de David), que salió de su ombligo, llevando en sus ramas a los reyes de Judá y a sus profetas y, arriba, se abría una flor representando a la Iglesia Universal.

La tierra era un compendio de simbolismo, una fuente de riqueza, sobre ella y bajo los árboles se cometieron horrendos pecados, idolatrías. Pero los árboles, elevaron al cielo oraciones y plegarias y el favor divino llegó al pueblo de Israel a través de sus ramas y tronco. Los altares aderezados con el fuego de los árboles mezclaban su calor con el calor de sus súplicas y ascendía como llama que poco a poco se concentra buscando el punto de contacto con la divinidad. Noé fue agricultor y plantó una viña y se embriagó con su vino. Con este vino, mezclado con flor de harina y aceite, se ofrecían a Yavé un culto propiciatorio, impetratorio o de acción de gracias.

La madera de cedro sirvió para hacer el agua lustral, agua de purificación. (Números 15, 19)

David quiso hacer un templo a Yavé, pero la gloria sería de su hijo Salomón. Para ello necesitaba las más ricas maderas, que vendrían de sus mejores amigos. También necesitaba brillantes que se incrustarían en las bondades de las maderas.

Salomón comenzó su obra, la casa de Yavé. “La cubrió con artesonado de cedro. Revistió el interior de sus muros con planchas de cedro y el suelo con planchas de ciprés, sin que se viera nada de piedra. Hizo un altar de madera de cedro. En el santuario dos querubines de madera de olivo. A la entrada del santuario hizo una puerta de dos hojas de madera de olivo adornada con querubines, palmas y botones de flores.”

Cortarás del Líbano cedros y cipreses, que el rey Irma facilitó a Salomón, para hacer la casa de Yavé. (Reyes 5,6.)

“No sólo los árboles servían para cantar la gloria de Yavé. El pueblo israelita también fabricó con la madera de estos, ídolos y, también con sus maderas hacían altares para cantar su idolatría. Yavé viendo esta iniquidad devastó la tierra: “Desfogaré mi ira y reconocerás que yo soy Yavé, cuando yazcan muertos junto a sus ídolos en derredor de sus altares en todo alto collado y en la cima de todos los montes, bajo todo árbol frondoso y bajo toda encina copuda.” (EZ. 6)

Los israelitas, aunque de idolatría se tratara construían sus altares debajo de los más opulentos árboles y en las más agudas montañas. Tenían muy claro el concepto de verticalidad, fortaleza de unión de los elementos de la tierra y los del cielo. Además estos hitos o mojones eran indicativos delas coordenadas del lugar y por ello podían volver al lugar siguiendo el camino de los árboles y las cúspides de las montañas. Por ello mismo, hemos podido deducir y situar geográficamente la historia del pueblo de Israel.

Contra la ciudad de Tiro. En principio hace un elogio de la grandeza de Tiro. Elogia su riqueza y opulencia. Su mercado, sus naves cargadas de tapices de varios colores y de retorcidas cuerdas. Sus mercaderes, marinos hábiles constructores de naves, pilotos que arribaban a todos los mares.

Dice Yavé: “Tiro, tu te decías: Yo soy un navío de perfecta hermosura. Los que te edificaron te hicieron perfectamente hermosa; de cipreses de Sanir hicieron tus quillas; de cedros de Líbano tus mástiles; tus remos de encinas de Basán; tus bancos de madera de boj, con incrustados de marfil. Habitantes de Sidón y Arvad eran tus remeros y los más expertos, ¡Oh Tiro!, Tus pilotos, Ancianos de Guebal con sus más hábiles obreros, calafatearon tus junturas…” (Ez, 27)

Vemos en el texto un elogio a Tiro, para después reprocharle su soberbia al querer igualarse a l corazón de Dios. Por ello morirás con los que mueren en el medio de los mares. (Tiro ciudad de Fenicia, fundada en el S. XV a. de C. floreciente emporio marítimo, conquistada por Alejandro Magno.)

Hace un reproche por los pecados de Israel. La fornicación, el vino y el mosto quitan el juicio, se alejan de Dios y cometen pecados bajo encinas, álamos y teberintos, ofreciendo incienso y perfumes en idolátricos altares tanto encima de los montes y en los collados (Oseas, 4)

El “Bosque del Líbano, palacio de Salomón fue construido con gran dispendio de maderas preciosas, oro, plata y marfil. Las naves de Tarsis en tierra de Iberia, llegaban cargadas de los ricos materiales. La reina de Saba llevaba en su flota de Hiran oro de Ofir, maderas de Ofir de sándalo y con ella Salomón hizo la balaustrada de la casa de Yavé y la de la casa del rey. Además de arpas y salterios para los cantores. (Reyes, 10).

El árbol estaba presente en todo. Purificaba con su llama el altar día y noche. De él los israelitas hicieron a sus ídolos. Con él se purificaba a los leprosos, él servia altar al dios de Israel. Él, adornaba el palacio de Salomón adonde iban reyes de toda la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón.

El buen pastor abandona a sus ovejas: ¡Abre Líbano tus puertas, que el fuego devora tus cedros! Gime ciprés, porque ha caído el cedro, porque han sido abatidos los poderosos. ¡Gemid encinas de Basán, porque es destruido el bosque impenetrable! ¡Óyense lamentos de pastores por la ruina de sus riquezas! ¡Óyense rugidos de leones por la ruina de la gloria del Jordán! (Zac 11)

Bellas enseñanzas nos proporciona la Biblia, de las que nosotros no vamos a sacar consecuencias. La agudeza del lector completará el texto.

Con las lluvias de abril,
Y el sol de mayo
Algunas hojas verdes le han salido

(Machado)

img4

APÉNDICE DOCUMENTAL DEL BICENTENARIO DE LA FIESTA DEL ÁRBOL EN VILLANUEVA DE LA SIERRA (1805 – 2005)

EXTREMEÑOS: “LA FIESTA DEL ÁRBOL” OS LLAMA

En el año 1805, un martes de Carnaval, un párroco de Villanueva de la Sierra (Cáceres), don Ramón Vacas Roxo, se vio iluminado por una idea llena de candidez, de magnanimidad de profecía, de toque de atención. “Hacer fiesta al árbol”. En la mentalidad histórica del entonces debió sonar a vacío, pero el Rvdo. Vacas nos dio una brillante lección de futuro.

Ello ocurrió así:

“Por oficio convocó a los clérigos, a los maestros, a las autoridades, al pueblo, vista la importancia que tenía el árbol para la salubridad del clima, y quiso darle aire de fiesta. Para ello convocó al pueblo en el Egido y en la Arroyada de la Fuente de la Mora y procedió a la plantación de álamos en ambos sitios dándole carácter de fiesta. Seguía a la plantación un acto religioso. Las fiestas duraron tres días. Se comió carne y se bebió vino tinto”.

Por primera vez en el mundo se había hecho fiesta en honor al árbol. Don Ramón Vacas Roxo pionero y Villanueva su cuna. Aquí nació lo que años más tarde se le daría carácter oficial.

Mucho tiempo pasó con la idea perdida. Algunos aldabonazos, pero sin fuerzas.

Hasta que un día la Excmo. Diputación Provincial de Barcelona, invitó a este Ayuntamiento a participar en la Fiesta al árbol frutal que se celebraría el 30 de junio de 1971. El Ayuntamiento en pleno, el párroco y el director de este colegio público asistieron al emotivo acto.

La presidencia estuvo representada por lo señores Torres Serrataco, Llovet, Sarrí, Rvdo. Doctor Gros y don Gonzalo Simón Sánchez, alcalde de Villanueva de la Sierra (Cáceres).El salón dorado de la Diputación estaba abarrotado de público y de emoción. Tres hitos históricos se conmemoraron:

  • 1805 Instituidor de la Primera Fiesta del Árbol: don Ramón Vaca Roxo (sacerdote) Villanueva de la Sierra (Cáceres).
  • 1904 Instituidor de la Primera Fiesta del Árbol Frutal; don Francisco Viñas Dordal (Tenor) Moyá (Barcelona).
  • 1929 Instituidor de la Fiesta de la Agricultura: don Juan Salvatella Parelleda, secretario regional de la Fiesta del Árbol (Barcelona).

El conferenciante señor Salvatella se mostró generoso en honores y alabanzas a nuestro pueblo de Villanueva. Extremadura y Cataluña unidas en el mismo sentir “La Fiesta del Árbol”.

Cataluña sabe muy bien qué significa este hecho histórico. Lo prueba su agasajo, su divulgación, su concentración de gentes que saben sentir su hermandad, su ilusión y todo en derredor del “Árbol”.

No sólo Cataluña estaba atenta a este acontecer. También los Estados Unidos de América en la persona de mister Morton, gobernador del Estado de Nebraska, se proclamó pionero de esta fiesta. Pero se demostró que fue posterior en el tiempo. Aceptó nuestra paternidad.

Ahora que ya conocéis esta llamada, pregunto, ¿merece la pena que España, a través de Extremadura en uno de sus pueblos, Villanueva de la Sierra, tenga un monumento dedicado al árbol? ¿No se honrarían muchos pueblos de ser los pioneros de esta fiesta? ¿Valoramos nuestra historia? Entonces, extremeños, ahí tenéis algo que debemos sumar a nuestras conquistas. Vamos a materializarla con un monumento. Vamos a espiritualizarla con el amor a la Naturaleza a través del árbol de nuestro Martes de Carnaval de nuestro 1805.

Hoy 200 años después el Alcalde Presidente del Ayuntamiento de Villanueva de la Sierra y su Corporación tienen el honor de invitarle a los actos que se celebrarán en Villanueva de la Sierra (Cáceres), con motivo del 200 Aniversario (1805 – 2005) de la Fiesta del Árbol. Día 8 de Febrero Martes de Carnaval.

El Bicentenario de la Fiesta del Árbol se celebró con toda esplendidez y entusiasmo. Además del pueblo masivamente fue cumplimentado por las Autoridades Extremeñas: entre ellas Alcalde de Hoyos, Alcaldes de Las Hurdes; Presidente de ADISGATA, Alcalde de Caldalso; Alcalde de Villanueva de la Sierra; Vicepresidenta de la Diputación y el Director General de Medio Ambiente de la Junta de Extremadura. Presentado el acto por la Teniente Alcalde de Villanueva de la Sierra.

Después de los discursos relativos a la fiesta se efectuó la plantación de árboles en el paraje Las Eras. Televisión Española y Servicios de Radio dieron fe a este evento.

A continuación en la plaza Mayor, preparada para este momento, todos los asistentes tuvieron la oportunidad de degustar nuestros vinos, jamones y otros aperitivos que dieron lugar a una animada charla, que como siempre es buena para la salud, la amistad y el entendimiento.

Oct 012005
 

Juan de Orellana-Pizarro, Francisco Sanz Fernández y Miguel Sanz Salazar.

Un año más, queremos hablarles de Trujillo y de su patrimonio, si bien en esta ocasión no les proponemos una investigación arquitectónica, urbanística o pictórica de sus monumentos desde el análisis de una obra o período histórico concretos, sino, muy al contrario, una reflexión sobre el valor intrínseco, como legado patrimonial que tienen en su conjunto los bienes muebles, inmuebles, urbanos y paisajísticos conservados en la ciudad, y que los años pasados y venideros han sido y serán reformados con criterios muy dispares; algunos de los cuales han contribuido ya a la destrucción de un conjunto de matices -colores, texturas, esgrafiados, revocos de cal, carpinterías de lo blanco, etc.- y cualidades intangibles que diferenciaban nuestra ciudad de otros entornos monumentales. Estos matices -los esgrafiados de numerosas fachadas; el color a la cal de muros y revestimientos; los pavimentos y enlosados de granito, rollo y pizarra de calles y zaguanes; el arbolado, etc.- y elementos, imperceptibles para la mayoría -pensemos en las pátinas o deslustres, entre otros, de espacios tan característico de nuestro entorno como la fachada de San Martín o las sublimes ruinas de la extinta parroquia de Santo Domingo-, pero cuya defensa enarbolamos, aun a riesgo de ser desairados por aquellos insensibles e ignorantes que los destruyen a diario o por quienes puedan considerarlos pura evocación ruskiniana y decimonónica, constituyen una de las razones principales por las que Trujillo ha sido y aún es, aunque ya en mucho menor grado, admirado y recordado en las evocaciones y nostálgicas tribulaciones, escritas o dialogadas, de eruditos, viajeros y nativos. John Ruskin, uno de los padres de la teoría de la restauración o de la no restauración, según consideremos su legado, escribía en su obraLas Siete Lámparas de la Arquitectura, allá por la segunda mitad del siglo XIX, que “sólo hay dos fuertes conquistadores de la desmemoria: la Poesía y la Arquitectura…podemos vivir sin ellas y adorar sin ellas pero no podemos recordar sin ellas”[1]. ¿Qué sería del espíritu humano -señores- si le desposeyéramos del poder evocador de la memoria y el recuerdo, del testimonio de lo que fueron y lograron nuestros ancestros, cualidades tan significativas para un pueblo como el trujillano, del que -en la lectura menos romántica posible- podemos afirmar: vive del turismo que generan las obras de arte y el legado construido por aquéllos? Si resultan tan importantes para la ciudad, y hoy nadie lo duda desde perspectivas tan dispares como la histórica o la meramente pecuniaria sus museos, sus alcázares, su plaza Mayor, su castillo y sus hoteles con encanto histórico, por qué, en cambio, nadie se interroga sobre la salud de estos monumentos, por la idoneidad de las reformas antigua o recientemente realizadas ó, y este es el aspecto más preocupante, por la durabilidad de esta fuente de riqueza que explotamos a diario. ¿Por qué callamos y consentimos todo tipo de reformas sin informarnos sobre la experiencia y capacidad de las empresas que las realizan, sobre la preparación de los técnicos y políticos que las promueven o sobre la verdadera necesidad de intervenir ciertos monumentos y espacios cuyos estados de conservación resultan aparentemente óptimos? ¿Acaso no buscamos siempre el asesoramiento necesario cuando debemos acudir a un médico, comprar una casa o solicitar un viaje de placer? ¿Qué ocurre, entonces? ¿Quizás que no valoramos en su justa medida la importancia del entorno en que vivimos o, tal vez ,que la vorágine que nos asfixia alimenta nuestra desidia por todo aquello que no resulta prioritario en nuestra consumista escala de valores? Cada día estamos más seguros de que Trujillo tiene hoy lo que se merece, como defendía en una visión cargada de amargura nuestro amigo Alfonso Naharro, tan odiado como admirado y uno de los pocos, junto a Matilde Muro, que han sido capaces los últimos años de manifestarse contra las injusticias promovidas y ejecutadas durante la autarquía y la democracia en esta ciudad, granjeándose así la enemistad de no pocos trujillanos.

Con todo, Trujillo tiene un patrimonio arquitectónico y paisajístico extenso que ha impedido o, cuando menos, maquillado el terrible resultado de muchas de las malditas y poco respetuosas intervenciones que ha sufrido en el siglo XX, pero, como cualquier otra ciudad, tiene un límite de saturación que cada día se encuentra más cercano y amenaza, cual espada de Damocles, con el inicio de un punto de inflexión, a partir del cual, en nuestra particular psicostasia, el peso de la memoria y el recuerdo nostálgico de lo ya perdido sean superiores al de su patrimonio conservado.

La sola mención de edificios tan emblemáticos de nuestra historia como el Humilladero, la Sinagoga, la capilla de la Virgen de la Victoria, la Plaza de Abastos, los soleadores de los conventos de San Francisco y de la Encarnación, las fachadas de las casas de Fieles y Veedores y de los Chaves-Orellana o las recientemente derribadas casas de Gabriel Pentiero y de la Avenida de Monfragüe, por citar tan solo algunos destruidos en un abanico de años que abarca los siglos XIX, XX y XXI, resulta suficiente para: constatar lo numerosa e importante que ha resultado la desmemoria, la despreocupación y la desidia exhibida , desde entonces y hasta hoy -al margen de los años sesenta y setenta- , por políticos y particulares; así como para aclarar que el patrimonio perdido desde el siglo XIX no se debe exclusivamente a la ya tópica y utópica intervención de los franceses y de los desamortizadores Madoz y Mendizábal.

I. De la autarquía a la democracia: criterios y sensibilidades.

Pero no todos estos años se han resuelto con intervenciones desacertadas, ni durante todo este tiempo el patrimonio trujillano ha sido menoscabado o destruido, muy al contrario, han sido muchas las recuperaciones promovidas desde las administraciones -Dirección General de Bellas Artes, Ministerio de la Vivienda, etc.- y la acción particular -Cristina de Arteaga y Falguera o la Asociación de Amigos de Trujillo- que han contribuido a aderezar y maquillar el legado recibido, facilitando así la recuperación del uso de numerosos inmuebles, algunos de los cuales, como la Capilla de la Virgen de la Victoria, los palacios Carvajal Vargas y Orellana-Pizarro o el convento de franciscanas reales de La Coria son hoy el testimonio de las distintas tendencias restauradoras empleadas en España durante la Autarquía. Tendencias que con el tiempo generaron corrientes estéticas y estilísticas, a la par que falsos históricos en muchos casos, basadas en la exaltación de ciertos valores patrios, hoy difícilmente aceptables, y en la calidad de los materiales tradicionales del entorno. Fue entonces también, es decir durante la dictadura, cuando Trujillo contó con una nómina de importantísimos arquitectos y eruditos, desde Valcárcel y Feduchi al profesor Xavier de Salas y la Madre Cristina de Arteaga, que dedicaron muchos esfuerzos a la recuperación de la ciudad desde una visión de conjunto, que atendía no sólo a la mirada parcial de un edificio emblemático, sino a la importancia del entorno en su totalidad, del que participaban también pequeñas viviendas con encanto, espacios ajardinados e históricas perspectivas[2]. Una labor encomiable, que quedó inconclusa y cuyo testigo no supieron recoger las administraciones de la democracia, muy a pesar de que, hoy, los medios técnicos y económicos superen en mucho los de aquella etapa de nuestra historia, tan razonablemente denostada en otros aspectos de la vida social. Pensemos, por ejemplo, en los numerosos documentos conservados en el Archivo Municipal de Trujillo que demuestran los esfuerzos realizados por el cabildo y la administración central por proteger las panorámicas y vistas de la ciudad desde el Pradillo y la hoy avenida de la Coronación :“Visto el proyecto elevado por el Ayuntamiento de Trujillo (Cáceres), para construir en un terreno correspondiente al espacio nº 5 del Plan de Ordenación de la vía de enlace entre Trujillo y Huertas de Ánimas. Esta dirección General, de conformidad con el informe emitido por los Servicios Técnicos de la misma, ha resuelto denegar la autorización… a fin de conservar las perspectivas actuales de la zona de enlace…reservada para Parque Público”[3]; en las labores de consolidación ejecutadas en la plaza Mayor; en las numerosas manifestaciones populares en defensa de la prohibición de instalar antenas en el conjunto histórico: “En contestación al escrito del Excmo. Ayuntamiento de Trujillo, referente a la posibilidad de suprimir las antenas de televisión que afectan a la silueta de la ciudad, existe la solución de colocar….”[4]; en el ajardinamiento del convento de la Coria; en los arrestos de don Julián García de Guadiana y Artaloytia por conseguir la primera restauración del Altar Mayor de Santa María, obra de Fernando Gallego y su taller; en la necesidad de estudiar el yacimiento arqueológico del Azuquén de la Villeta; o, en fin, en las recuperaciones de los palacios de Orellana, Chaves-Cárdenas, San Carlos, Luis de Chaves “el Viejo” o de las iglesias de San Francisco, Santa María, etc.

img1a img1b

Convento de La Coria antes y después de su restauración

No pretendemos, desde luego, defender las prácticas restauradoras de la autarquía, pues resulta evidente que el nuestro fue el único país europeo en el que la “Carta de Venecia” de 1964[5] fue ignorada, provocando resultados irreversibles en numerosos monumentos y el nacimiento de un patrimonio reinventado e historicista -pensemos nuevamente en la capilla de la Virgen del Victoria inspirada en la arquitectura de las puertas mozárabes de la muralla toledana, en la fachada del Ayuntamiento Viejo o en la plaza de Armas que Hernández Gil construyó en el Alcázar de los Altamirano[6]-, tampoco amparar esa arquitectura de los Paradores con suelos de barro, puertas de cuarterones y paredes blancas de gotelé, pero sí constatar que, a pesar de los avances científicos y esfuerzos alcanzados durante los años de la democracia, algunos conjuntos históricos como Trujillo han perdido, al compás y bajo el amparo constitucional de las descentralizaciones de las administraciones central y regionalla efectividad de muchos de los métodos de control que fiscalizaban y velaban por la conservación de su patrimonio, y ello a pesar de las calidad de los textos jurídicos de protección del patrimonio español, nacional y regional, con que contamos (pongamos como ejemplos las muchas dificultades que la familia Pablos Mateos encontró en los años sesenta para construir, mientras presidía la alcaldía don Manuel Pablos Mateos, una nueva vivienda en la calle de Sofraga, que tras cuatro años de luchas administrativas terminó por edificarse según los dictámenes de la Dirección General de Bellas Artes y no como los promotores pretendían[7]; o la paralización de las obras de rehabilitación del Alcázar de Luis de Chaves los años setenta a instancias de la Real Academia de San Fernando. Y pensemos ahora, quién ha velado por impedir los últimos años la escalofriante intervención en el palacio de Santa Marta, en la plaza Mayor o la destrucción del conjunto cerámico de la torre del Alfiler). Hoy resulta incuestionable, por más que la ignorancia popular -fácilmente impresionable con la cantidad y no con la calidad de las reformas promovidas-, tan proclive al remozado de las calles y plazas de su entorno, a la reestructuración incontrolada de sus casas que consideran por encima de su valor artístico e histórico un patrimonio propio y del que pueden sacar beneficio demoliendo, segregando o transformando una parte o su totalidad -pensemos en las casas del afamado arquitecto trujillano del siglo XVII Gabriel Pentiero, recientemente derribadas-, sancione y ratifique como extraordinarias cualesquiera intervenciones urbanas, que ciudades como la nuestra han perdido gran parte de las señas de identidad y carácter que hicieron de ellas espacios paisajísticos y arquitectónicos reiteradamente admirados -. Los caprichos de hosteleros y promotores de obras, “las necesidades del turismo” y las políticas propagandísticas han modificado paulatinamente la fisonomía y la impronta de muchas ciudades que tardaron siglos en ser modeladas y diseñadas.

Esta realidad que hoy les transmitimos no es una visión diseñada al azar, ni busca castigar políticamente lo que durante décadas han hecho e hicieron políticos y gobernantes; tampoco pretende enjuiciar a quienes por desconocimiento o desidia ignoraron el valor de los monumentos y espacios que intervenían, pero sí es una reflexión con la que pretendemos remover la conciencia de los trujillanos y alertarlos humildemente sobre las obligaciones que tienen para con su ciudad, aquella que disfrutan y explotan a diario, como si de una fuente inagotable de agua y recursos se tratase. – ¡Señores! -, el patrimonio no es un recurso inagotable, ni su valor histórico, artístico y paisajístico, son los mismos tras una mala intervención. Muy al contrario, es éste, como bien sugieren las nuevas acepciones planteadas en la “Carta de Cracovia de 2000”[8]un símbolo de la autenticidad, identidad y memoria de los pueblos, del que somos meros garantes y gestores y cuya conservación estamos obligados a promover[9]. Es pues una obligación de todos los particulares, como señala el artículo 3º de la ley 2/1999 de 29 de marzo del Patrimonio Histórico y Cultural de Extremadura, que observen peligro de destrucción o deterioro en nuestros monumentos, promover con los mecanismos legales a su alcance -desde auditar las partidas dedicadas a la gestión y conservación de nuestros monumentos hasta incoar expedientes administrativos o manifestarse públicamente- la transmisión de este patrimonio en condiciones de reversibilidad óptima, como mínimo, a las generaciones futuras. No obstante, exigir unas condiciones de reversibilidad óptima, puede resultar una ambición conformista y negativa que asume ex antes cualquier intervención, que ésta no será lo correcta que sería de esperar, pero tal es la práctica restauradora exhibida los últimos años en Trujillo, que no podemos sino conformarnos con tan exigua aspiración.

Con todo, no está de más recordar otros mínimos exigibles que pocas veces, a fuer de ser sinceros, se han tenido en cuenta los últimos tiempos en las intervenciones promovidas en la ciudad por políticos y particulares, excepción hecha de la reciente restauración del Altar Mayor de Santa María, dirigida por el I.P.H.E.; algunas de las recuperaciones promovidas por don José Mª Pérez de Herrasti en el palacio de la Conquista -puerta principal, forjados y esgrafiados-; o de las obras de acondicionamiento recién terminadas en las casas de los Barrantes-Cervantes, marqueses de Sofraga. Nos referimos a aspectos tan extendidos en la práctica restauradora y en la intervención sobre el patrimonio, que su sola mención para cualquier experto en la materia no sería sino mera obviedad. Les hablamos de la organización y estructuración del trabajo científico que exigen toda restauración y rehabilitación antes, durante y después de la intervención, es decir, de los conocimientos históricos, documentales, artísticos, físicos, químicos y arqueológicos, entre otros, que nos sirven de aproximación al diagnóstico del problema real que esconde el espacio a recuperar. Sin esta fase previa, no siempre necesaria, desde luego, en todos los aspectos referidos, resulta incomprensible toda ejecución de la obra; como imprudente será también su realización sin una dirección facultativa, aunque paradójicamente no todas las direcciones facultativas están preparadas, y pluridisciplinar que la dirija y conozca de modo responsable en sus siempre complejas y múltiples variantes. Y por supuesto, debemos exigir también que los espacios y monumentos intervenidos lo sean por empresas especializadas y con una amplia experiencia en el campo de la recuperación de monumentos y no por cuadrillas de inexpertos constructores. Qué decirles también de la necesidad de que antes y durante las intervenciones estén claros los criterios restauradores que se van a seguir y que estos sean acordes a los principios que marcan las leyes y las cartas de restauración[10]. Finalmente, parece exigible a todos, una cualidad que no es fácil hallar ni en políticos, ni en particulares: sentido común, ese que Miguel de Cervantes calificó como el menos común de los sentidos y que combinado con ciertas dosis de buen gusto garantiza, en la mayor parte de las obras, resultados razonables.

II. La problemática entre el contenido fragmentario de la normativa actual y su compleja aplicación. Las intervenciones de los últimos años.

El Trujillo de los últimos treinta años ha visto colmatado su casco histórico de viviendas de nueva planta que han modificado los volúmenes originales de sus calles y transformado con ello la perspectiva y fisonomía de la ciudad, cuales son los casos, entre otros varios, de la casa de los Mayans, junto al castillo; o de las nuevas estructuras levantadas junto a la muralla en las traseras del palacio de las Casas Bejarano, hoy hotel NH Palacio de Santa Marta. Intervenciones que no han contado a pesar de su cercanía con el alcázar califal, zona arqueológica prioritaria del conjunto trujillano, con estudios arqueológico sistemáticos que alumbraran algo de luz siquiera sobre uno de los períodos más ignotos de la historia trujillana.

Al margen de los espacios reseñados, fundamentales para la visión de conjunto del recinto amurallado, cabe señalar también la pérdida de carácter de numerosas calles y casas particulares que han perdido todo principio regulador en sus fachadas con la desaparición de las líneas de imposta y cornisa o los zócalos esgrafiados, ahora sustituidos por revestimientos continuos de cemento Pórtland y placados de moderno granito, cuando no por descortezados de mampostería retomada con cemento, que paradójicamente pretenden evitar humedades por capilaridad[11]. Las normas subsidiarias restringen la gama cromática de acabados para fachadas a una mínima cantidad de colores que ni siquiera forman parte de aquellos empleados históricamente en la ciudad, ignorando también toda referencia a la importancia de aplicar capas de sacrificio o lechadas de cal.

La normativa aplicable en el casco histórico, a la espera de la aprobación del Plan Especial de Protección del Casco Histórico Artístico de Trujillo (P.E.P.C.H.A), sin duda mejor que las sucintas normas subsidiarias, permite e invita a la realización de cornisas de ladrillo visto, que imitan las del viejo edificio de la avenida de Monfragüe, paradójicamente destruido el año pasado, cuando jamás, salvo en el citado edificio y en el cimborrio de la iglesia de La Sangre, carecieron de su preceptivo enlucido de cal. Los colores de fachadas se establecen, sin el estudio estratigráfico previo aplicable para cada caso, según una insólita definición cronológica que considera como blancos a todos aquellos anteriores al último cuarto del siglo XIX, ignorando así la policromía original de numerosas fachadas del siglo XVI o anteriores, como las de Santa María o el palacio de la Conquista. La composición de los huecos de fachada, según la citada normativa, han de tener un predominio de la vertical sobre la horizontal, ignorando nuevamente que son muchos los huecos de edificios de los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX, entre otros períodos, en los que las ventanas se hacían también cuadrangulares (un único paseo por los barrios de San Clemente y de la Morería -calle Nueva- resultan esclarecedores). En cuanto a las chimeneas sólo se permiten las troncopiramidales y paralelepípedas, pero en cambio, se consiente, en tanto en cuanto la normativa se aplica a gusto del consumidor, la destrucción de las antiguas y se prohíben las circulares, tan características de Trujillo. Y qué decir de las fachadas de piedra vista, permitidas y promovidas a pesar de que constituyen una moda nueva, acientífica, patológica y que obliga a la destrucción de los paramentos de cal impuestos en otro apartado de la norma.

Todo esto nos lleva a dudar sobre la idoneidad de tener una nueva normativa, tan paradójica y contradictoria, por otro lado. Es evidente que la necesitamos, pero también lo es que ésta debe ser flexible y efectiva y que no puede servir de amparo para defender posturas razonablemente acientíficas y que carecen de fundamento.

Tampoco podemos olvidar que son muchos los activos con valor histórico, artístico y arqueológico que no se hallan protegidos ni inventariados en las normas subsidiarias, cuales son los casos del Hospital de Espíritu Santo, el Matadero Viejo, la Ermita de Santa Ana o la iglesia de Santo Domingo, por citar tan solo algunos. Es evidente que la categoría de estos edificios impediría en la mayor parte de los casos su total destrucción, pero no es menos evidente que al hallarse sin inventariar resultan más vulnerables y carecen de la atención conservadora necesaria.

Los dos últimos años hemos contemplado impasibles como se destruían, a diario, antiguos acerados de granitos de grano ancho y tez patinada, algunos como los de la calle Gurría y la plaza del Azoguejo de muy antigua factura, por modernos e incómodos adoquines que han alterado la gama de colores del entorno. También se han producido varias unificaciones de fachadas en edificios como el Hotel Isla del Gallo y el Hostal la Emilia, en los que se han introducido modificaciones de volumen por encima de la cornisa original, nuevos huecos y falsas molduras barrocas en los guardapolvos de las ventanas, dando lugar a lecturas erróneas y falsos históricos. Qué decir de esa moda a caballo entre un neorenacimiento y un western-style que descubrimos en algunas viviendas de la Avenida de Monfragüe y la calle Pardos, donde modernas logias con balaustres de escayola compiten con elegantes e históricas construcciones como las casas de los Higuero o el convento de San Antonio, hoy hotel Meliá.

Este es el panorama constructivo y renovador que, poco a poco, contribuye a robar y menoscabar nuestra memoria histórica, al tiempo que introduce en la localidad esa estética del terrace house más propia de una ciudad dormitorio que de un conjunto declarado Monumental e Histórico Artístico[12]. Paralelamente comprobamos, como la distribución original de muchos interiores se altera sin criterio alguno con modificaciones o derribos de antiguas ventanas, escaleras, bóvedas tabicadas, pavimentos de barro o armaduras y forjados inclinados de madera, ahora sustituidos por huecos sin recercados, escaleras de ladrillo hueco, suelos de ferro-gres y recias cubiertas con vigas de hormigón pretensado. No menos desalentador resulta comprobar cómo los esgrafiados de fachadas e interiores se demuelen y arruinan y los contenedores de obra se engalanan con restos de solados hidráulicos (que tanto recuerdan a los pavimentos de trama geométrica de nuestros pintores castellano flamencos) y azulejería decimonónica de Pickman, cuando no de piezas sevillanas del cuatrocientos de recorte y cuenca y arista, como las de la torre del Alfiler. No quiero olvidarme tampoco de las recientes destrucciones de otros elementos patrimoniales que forman parte del encanto de nuestras calles y plazas, cuya percepción desgraciadamente está al alcance de unas pocas sensibilidades, como los colores, texturas y olores de los jardines. La destrucción de los suelos pardo-anaranjados de la plaza mayor, exponentes de la mejor herencia legada por los arquitectos-restauradores del movimiento moderno, como Valcárcel, que lograron así equilibrar la arquitectura y el urbanismo de espacios históricos como la plaza Mayor de Cáceres o la explanada cercana al acueducto de Segovia, ha supuesto una perdida irreparable. El espíritu cromático de un recinto antaño exornado con escudos policromados en lapislázuli y azul de azurita, conjuntos cerámicos sevillanos o fachadas y chimeneas esgrafiadas tuvo en este proyecto su mejor adalid; un proyecto que supuso también la ordenación definitiva del recinto placero a partir de un conjunto de pavimentos simbólicos que establecían un diálogo con los documentos cromáticos históricos y adquiridos como pátinas biológicas; con las diagonales de los huecos esquinados de los palacios de San Carlos y de la Conquista y con el palacio de los Orellana-Toledo, que estaba precedido de un espacio placero secundario, regular y acotado, que hallaba sus orígenes en recursos propios del urbanismo renacentista[13].

La última reforma de la plaza Mayor, si bien necesaria en lo relativo a la modernización de ciertas infraestructuras como alcantarillado, iluminación o cableado, ha supuesto, en cambio, la destrucción de un proyecto urbanizador que había resuelto con cierta brillantez las dificultades que imponía un espacio condicionado por constantes desniveles y tensiones perspectívicas. El resultado final ha supuesto una pérdida de comunicación y diálogo entre el pavimento y los edificios adyacentes, la destrucción de la paleta de colores existente, además de la introducción de un repertorio de materiales y acabados inadecuados e incorrectamente diseñados.

La situación actual que atraviesa la ciudad de Trujillo en relación con la conservación de su patrimonio presenta pues muchos interrogantes, algunos de las cuales nos obligan a reflexionar sobre la verdadera necesidad de intervenir en edificios y espacios que se encuentran en un estado razonable de conservación, tanto más si atendemos a los mecanismos legales locales de que disponemos para garantizar una buena recuperación, como hemos planteado, insuficientes y científicamente mal redactados; o si consideramos la labor realizada por la administración local los últimos años, en muchos aspectos más deficiente que la realizada durante la Autarquía.

ESPACIOS Y PATRIMONIOS PERDIDOS.

  1. Fachada principal del palacio de los Chaves-Orellana, casas de la Cadena (Construida en la ½ del s. XVI – Destruida en 1828)
  2. Fachada principal de la casa de Fieles y Veedores (Construida en la 2ª mitad del s. XVI – Destruida en la ½ mitad del s XX)
  3. Galería Sur o soleador del convento de dominicos de la Encarnación (Construida en la 2ª mitad del s. XVI – Destruida a finales del s. XIX)
  4. Galería Sur o soleador del convento de San Francisco (Construida en la 2ª mitad del s. XVI – Destruida a finales del s. XIX).
  5. Corral de comedias (Construido en la ½ s. XVII- Destruido en ¿…?)
  6. Humilladero (Construido en el s. ¿? – Destruido en ¿?)
  7. Cruces de la calle Cruces (Construidas en el siglo XVI – Destruidas en el s. XX).
  8. Sinagoga (Construida a finales del s. XV – Destruida en ¿…?).
  9. Capilla de la Virgen de la Victoria (Construida por Sancho de Cabrera en 1548 – Destruida entre 1912 y 1951
  10. Plaza de Abastos (Construida por Eduardo Herbás en 1896 – Destruida en 1962). Magnífico conjunto neoárabe, cuyos elementos estructurales de hierro se encuentran repartidos entre la finca de un antiguo alcalde trujillano y en una plaza cercana a la Albuera.
  11. Fachadas principales del Ayuntamiento Viejo (Construidas: 1ª en la ½ mitad del siglo XVI; 2ª por Sebastián Rebollar a finales del s XIX – Destruidas: 1ª a finales del s. XIX; 2ª en 1957)
  12. Ermita de Guadalupe (Construida en el s. XVIII?- Destruida en 2004)

PATRIMONIOS OLVIDADOS Y ESPACIOS DE TITULARIDAD PRIVADA O MUNICIPAL DESCUIDADOS O CUYA POSESIÓN NO DETENTA EN LA ACTUALIDAD EL AYUNTAMIENTO

  1. Casa nº 4 de la Calle Sillerías (Construidas la primera década del s. XVI)
  2. Barrio de San Clemente, donde al menos se conservan una decena de casas de la primera mitad del siglo XVI.
  3. Plazuela de Guadalupe, uno de los centros vitales de la ciudad durante la modernidad en los que se han realizado intervenciones muy dudosas.
  4. Corralada de la calle Sillerías, cuyo pavimento ha sido recientemente intervenido.
  5. Casa nº 13 de la calle Nueva (Construidas en la 2ª mitad del s. XVI).
  6. Casas del Obispo de Plasencia (s. XV) y de los Martínez en la calle Parra.
  7. Matadero Viejo (finales del siglo XV), edificio fabril en peligro de ruina y catalogado fuera de la zona de protección del casco histórico.
  8. Casa de los condes de Valdelagrana
  9. Casas de los Orozco-Saldaña en el camino de Garciaz
  10. Casa de los Sanabria, segregada y en lamentable estado de conservación.
  11. Iglesia de San Andrés en el cementerio, en la que se conserva todavía un magnífico repertorio iconográfico esgrafiado.
  12. Ermita de Santa Ana, situada entre la Cañada Real Leonesa-Occidental y el Camino Real a Sevilla, zona de especial relevancia dentro del paisaje urbano trujillano, hoy colmatada con cobertizos para ganado vacuno e inmuebles fabriles.
  13. Convento de franciscanos alcantarinos de la Magdalena, segregado y empleado en la actualidad como cobertizo
  14. Ermita de Loreto y basílica mozárabe, situadas junto a la Puerta de Coria.
  15. Callejas y cañadas que rodean la cerca amurallada, algunas de las cuales cercan espacios de gran valor arqueológico que pueden ser destruidos con el trazado urbano de la nueva autovía Trujillo-Cáceres.
  16. Pinturas rupestres de tipo esquemático (época protohistórica) del Pradillo.
  17. Entorno de las plazuelas de Burgos y del Azoguejo, donde aún son visibles importantes edificios civiles de los siglos XVI y XVII, muchos de ellos parcialmente reformados o destruidos en los últimos diez años.
  18. Ermita del Reposo en el ábside de la parroquia de San Martín. Tiene un magnífico conjunto de motivos ornamentales esgrafiados de finales del siglo XVI, además de una hornacina e imagen de Nuestra Señora también de ese siglo.
  19. Antigua calle de Olleros, situada en las traseras del palacio de la Conquista
  20. Palacio de los Orellana en la plaza Mayor: interesante conjunto civil con repertorios esgrafiados; elementos ingenieriles y excelentes muestrarios de cortes de piedra en escaleras de caracol en usillo, troneras, etc.
  21. Casa nº 1 de la calle Tintoreros en cuyo interior se hallan los restos de la Ceca Trujillana. Destacan sus bóvedas de medio cañón y sus puertas en rincón y esquina y en viaje.
  22. Conjunto cerámico de Nuestra Señora realizado en Talavera a mediados del s. XVI, emplazado en lo que actualmente es el restaurante Chíviri en la calle Sillerías. Edificio en el que destacan también sus forjados de cintas y saetinos, su portada principal y la panda de un claustro no concluido.
  23. Numerosos escudos de la ciudad, que debieron pertenecer a edificios municipales como los hallados en la zapatería Trenado o en la casa de la calle del Pavo.
  24. Conjunto de pinturas y motivos ornamentales barrocos de la iglesia de San Francisco y de la Sangre, estos últimos ejecutados por los maestros Pentiero y Sebastián Prieto autores de la decoración de la Sacristía de del Monasterio de Guadalupe.

LA MEMORIA ROBADA: BIENES PARCIALMENTE DESTRUIDOS O QUE HAN DESAPARECIDO DE LA CIUDAD.

  1. Iglesia de la Sangre, segregada, transformada y parcialmente destruida a mediados del s. XX.
  2. Busto romano de mármol hallado y perdido en el convento de las Jerónimas.
  3. Laudas sepulcrales, estatua orante del s. XVI (vendida a un anticuario de Mallorca) y puerta principal del templo conventual de San Pedro.
  4. Libros de Fábrica de Santo Domingo y Protocolos notariales referidos a la estancia de Fray Gabriel Téllez en el Convento de la Merced, desaparecidos o robados hace menos de una década.
  5. Tabla hispano-flamenca y ajuar argénteo de la parroquia de San Martín.
  6. Tres tablas del Altar Mayor de Santa María pertenecientes a la mano de Fernando Gallego y a la de artista de su taller.
  7. Puerta principal de madera del convento de La Merced (destruida durante las obras recientes de acondicionamiento del edificio como Museo del Queso y el Vino).
  8. Pavimentos y solados simbólicos de la plaza Mayor realizados por Valcárcel.
  9. Conjuntos cerámicos de la torre del Alfiler, de los tipos llamados de recorte y de cuenca y arista (ss. XV-XVI)
  10. Revestimientos de cal esgrafiada del palacio de Santa Marta
  11. Suelos y pavimentos de granito del Azoguejo y la calle Gurría.img2

Plaza Mayor tras la intervención de 1960

img3a img3b

Paseo Ruiz de Mendoza a comienzos del s. XX y en la actualidad

img4a img4b

Torre de Alfiler antes de su parcial destrucción y con el escudo nuevo de azulejería


NOTAS:

[1] RUSKIN, John, Las siete Lámparas de la Arquitectura, Cuadernos de Restauración V, cuadernos del Instituto Juan de Herrera de la Escuela de Arquitectura de Madrid, Madrid, 1998, p., 13.

[2] En este sentido, aquellos intelectuales promovieron la defensa del paisaje y del conjunto histórico de Trujillo de un modo global como un todo coherente, adelantándose así a los principios defendidos años después en el artículo 3º de la Carta de Nairobi de 1976.

[3] A.M.T. 6 de febrero de 1964. Carta firmada por el director general de Bellas Artes, don Gratiniano Nieto

[4] A.M.T. 3 de febrero de 1969.

[5] Carta de Venecia de 1964. Hemos utilizado el texto publicado por el Instituto Juan de Herrera de la Escuela Técnica superior de Arquitectura de Madrid.

[6] Sobre las intervenciones ejecutadas en estos dos edificios véase nuestro trabajo: SANZ FERNÁNDEZ, Francisco, “El paisaje urbano trujillano en el siglo XX (1940-1980). Intervenciones en el patrimonio histórico-artístico”, Mérida, Ciudad y Patrimonio, Revista de Arqueología, arte y urbanismo, nº. 6, Mérida, 2002, pp., 367-383. Cfrs. etiam, FERNÁNDEZ MUÑOZ, Yolanda, “Evolución y restauraciones sufridas en el castillo de Trujillo durante el siglo XX, Norba-Arte, XX-XXI, Cáceres, 2000, pp., 155-157.

[7] A.M.T. 26 de marzo de 1963.

[8] RIVERA BLANCO, Javier (2001), De Varia Restauratione. Teoría e historia de la restauración arquitectónica, R&R, Restauración & Rehabilitación, Valladolid, 2001, pp., 188-190.

[9] La convención para la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural de la UNESCO, celebrada en París el año 1972, sugiere acerca de los deberes de políticos, civiles y gestores sobre la conservación del patrimonio que estamos “obligados a identificarlo, protegerlo, conservarlo, rehabilitarlo y transmitirlo a las generaciones futuras”Cfrs. CASTILLO, M. Ángel et alter (2000), Ciudades Históricas: conservación y desarrollo, Visor, Madrid, 2000, p., 168.

[10] No obstante, entendemos que no todos los principios emanados de las cartas de restauración – Cartas de Atenas, Venecia, del Restauro, Parías, Ámsterdam, Nairobi, Toledo, Ravello o Cracovia – se han mostrado eficaces, si bien los textos más recientes solventan algunos de los errores planteados en los primeros postulados.

[11] Esta execrable moda que poco o casi nada tiene de tradición histórica entre las técnicas constructivas de tipo civil llevadas a cabo en el alfoz trujillano, al margen de estructuras militares y arquitecturas populares, es hoy el paradigma de los falsos rústicos. Día a día comprobamos como en muchas construcciones trujillanas del siglo XIX, los muros interiores y de fachada son picados y descortezados -pensemos, por ejemplo, en el interior de Pillete, en la plaza Mayor-, desprovistos de sus morteros originales de cal que los protegían de humedades, arenizaciones y exfoliaciones. En otras ocasiones, el picado de la fachada se reduce exclusivamente al zócalo, manteniendo los revocos en las restantes plantas, cuales son los casos de las casas de los Pérez Aloe en la calle San Antonio o en la Casa de los Barbado en la plaza de la Encarnación, lo que genera estampas inauditas con dobles lecturas que intentan combinar la elegancia y sencillez de nuestra arquitectura decimonónica con ciertos resabios neorústicos y populares, que imitan modelos y maquetas decorativas de una mala revista de interiorismo.

[12] La declaración de la ciudad como Conjunto Monumental e Histórico Artístico tuvo lugar el año 1962. Véase el documento guardado en el A.M.T. leg., 1918/5.

[13] Acerca del cromatismo de la plaza mayor véase nuestro trabajo: SANZ FERNÁNDEZ, F., “Las casas principales de Hernando y Francisca Pizarro. Del documento escrito a las miradas intangibles”, Actas de los XXXIII Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2003.

Oct 012005
 

Ismael Montero Fernández.

1. Presentación y un recuerdo a El Quijote.

Doy las gracias al centro de iniciativas turísticas de Trujillo, en especial a Mª Teresa Pérez Zubizarreta, por haberme animado a participar en esta edición de los Coloquios Históricos Extremeños celebrados en Trujillo. Una ciudad que perteneció a Castilla, protagonista sin duda alguna, de grandes acontecimientos históricos, señalando por su importancia crucial para su historia, el papel de los linajes de los Añascos, Altamiranos y Bejaranos, que van a servir de antesala al paso de una villa medieval a ciudad renacentista. Una ciudad que quería pertenecer a la corona pero que no quería estar con los nobles, reflejándose este hecho en los reinados de Enrique IV y los Reyes Católicos con la Guerra de Sucesión. En esta época es de hacer notar la figura de Luis de Chavés, gran aliado de Isabel y de Fernando, el cual, convertiría su casa en Corte Real.

Eran amplios, los territorios que pertenecían a Trujillo para la explotación del concejo, llegando por el norte a villas como Torrejón El Rubio o Jaraicejo, principal escenario de esta ponencia y por el sur hasta el río Búrdalo. Debido a su gran extensión, hizo convertirse esta ciudad en cabeza de partido y como afirma la dra. Fernández Daza, fue la primera capital extremeña, siendo capital de la Santa Hermandad, reuniendo bajo su jurisdicción más pueblos que ninguna otra ciudad de la región.

Esta ciudad forma parte de una de las diócesis más importantes y ricas de España. La diócesis placentina, abarcando amplios territorios de Norte a Sur a lo largo de casi 300 km de diócesis., lugares que políticamente se ubican en regiones geográficas distintas como Béjar que pertenece a Salamanca, la que fue villa episcopal de Jaraicejo, o Trujillo, donde el cardenal don Juan de Carvajal vería la luz por primera vez, por poner algunos ejemplos cacereños, y por último, llega hasta pueblos de Badajoz como Mengabril, Medellín y Guareña.

Este año, es también un año en el que continuamente se están celebrando actos que conmemoran el cuarto Centenario de El Quijote. Yo antes de centrar mi atención en un personaje y en unos acontecimientos no tan conocidos como El Quijote, quiero detenerme muy brevemente, no en la alusión a Persiles y Seguismunda al Palacio de Juan Pizarro Orellana de Trujillo, tampoco en ninguna de sus aventuras, sino en esa parte de un libro que todos al abrirlo, es la que pasamos desapercibidos, pero para el autor es la que escribe con más cariño. En el caso del Quijote, nada más abrirlo, nos encontramos con la dedicatoria que Cervantes hace al VI Duque de Béjar, D. Alfonso Diego de Zúñiga, tal vez buscando un mescenas para su obra.

Al Duque de Béjar, Marqués de Gibraleón. Conde de Benalcazar y Bañares, Vizconde de la Puebla de Alcocer, Señor de las villas de Capilla, Curiel y Burguillos.

En fe del buen acogimiento y honra que hace Vuestra Excelencia a toda suerte de libros, como príncipe tan inclinado a favorecer las buenas artes, mayormente las que por su nobleza no se abaten al servicio y granjerías del vulgo, he determinado de sacar a luz al Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, al abrigo del larísimo nombre de Vuestra Excelencia, a quien, con el acatamiento que debo a tanta grandeza, suplico le reciba agradablemente en su protección, para que a su sombra, aunque desnudo de aquel precioso ornamento de elegancia y erudición de que suelen andar vestidas las obras que se componen en las casas de los hombres que saben, o se parecen seguramente en el juicio de algunos que, conteniéndose en los límites de su ignorancia, suelen condenar con más rigor y menos justicia los trabajos ajenos; que, poniendo los ojos la prudencia de Vuestra Excelencia en mi buen deseo, fío que no desdeñará la cortedad de tan humilde servicio.

Parece ser, que este señor, que fue duque de Béjar desde 1601 al 1619, cuando en 1605, Cervantes le dedica su gran obra, no le dio la menor importancia, en tan gentil delicadeza, hecho que le hizo a Cervantes sentirse molesto y no volverle a mencionar en sus obras.

Se ha dicho, que tal indiferencia ducal, se debió a la mala información dada por el sacerdote de la casa, a quién Cervantes, representa en la segunda parte de la obra, en los capítulos XXI y XXII como la “Bella Cazadora”.

Es de gran importancia para Extremadura el hecho de que Cervantes dedicara su atención al duque de Béjar, ya que Béjar, perteneciente actualmente a Salamanca, marcó un buen papel en los Concejos de Extremadura, lo que le llevaría igual que a Trujillo, su mantenimiento de realengo hasta el siglo XIV. El origen de la Casa de Zúñiga en Béjar y su tierra, fue el cambio que hizo Enrique III por Frías en 1396, a Diego López de Zúñiga. Es su nieto don Álvaro de Zúñiga quien obtuvo el título de Duque de Béjar en 1485.

Grande de España, II Conde de Plasencia y señor de las villas de Ayamonte, Burguillos y Gibraleón. Estos dos últimos títulos son mencionados en la citada dedicatoria de El Quijote. Gibraleón, en la provincia de Huelva, perteneció desde 1401 a los Pérez de Guzman que enlazándose con los Zúñiga, pasaría al ducado de Béjar. La familia Zúñiga, va a lograr que el emperador Carlos I les elevase sobre Gibraleón de señorío a marquesado. Este municipio, pertenecería a la jurisdicción de los duques de Béjar, hasta el 1835, fecha en la que el real decreto firmado y promulgado por la reina regente Mª Cristina, aboliera el régimen señorial.

Burguillos del Cerro, en la provincia de Badajoz, si era uno de los lugares que ese ducado ocupó en Extremadura. Esa villa, es perteneciente desde 1229, a la Orden del Temple quedándola incluida dentro del bailiato templario de Jerez de los Caballeros. Extinguiéndose en el 1312 esta Orden, pasaría a Señorío, por el que discurrirían diversas titularidades, hasta que llegó a don Diego López de Zúñiga, señor de la casa de Béjar, en cuya demarcación estaría hasta el siglo XIX.

Sobre otro de los señoríos del Duque de Béjar es Puebla de Alcocer, en Badajoz. Se tiene constancia de que el Duque, tendría allí su Casa de Misericordia, construida para curar a los criados de su casa.

Otra localidad extremeña que se hace mención en El Quijote, es la localidad de Capilla, perteneciendo ésta también a la orden del Temple, pasando en 1309 a la Orden de Alcántara. Es a finales del siglo XIV cuando pasa a la Casa de Béjar, comprada por don Diego López de Zúñiga al camarero del rey por 280 000 maravedíes.

Tras este breve recuerdo en el que Cervantes alude a un ducado cuya extensión fue muy amplia y de gran importancia para Extremadura, centraré mi atención en una villa, que tuvo la particularidad de ser villa episcopal, especialmente en la figura de un personaje que llegó incluso a comprar a la Hacienda Real, las rentas que tenían en aquel señorío, un obispo cuyo prelado, favorecería tanto a aquella como él diría “mi querida villa de Jaraicejo”y quedaría marcado para siempre en aquel lugar. Un hombre de gran iniciativa artística construyendo bajo su episcopado gran cantidad de iglesias, edificios de gran interés que hoy, tras casi 450 años que terminase tan notable prelado podemos seguir viendo en sus construcciones, las armas de ese gran obispo constructor, constructor de tierra y de mar, ya que hay que resaltar, la importancia que tuvo este obispo en la construcción de barcos en el Norte de España para llevar a cabo una serie de expediciones cuyos objetivos no quedan bien definidos. Ese personaje al que me refiero es la figura de don Gutierre Vargas Carvajal, quien gobernó la diócesis placentina durante 35 años, siendo obispo con tan sólo 18 años.

Para poder llevar a cabo esta ponencia he intentado distinguir tres partes en la misma. Una primera parte en la que brevemente se explica y argumenta con algunos documentos existentes, el paso de esa villa de manos de Pedro Sánchez de la Cámara, último señor seglar de la villa de Jaraicejo al obispado de Plasencia, siendo este hecho de suma importancia para la historia de esa villa, una segunda parte en la que se habla del obispo Vargas Carvajal y el legado que deja en su villa y por último, si no me escasea el tiempo, quiero hablarles de una serie de expediciones promovidas por don Gutierre que van ligadas a un conjunto de pleitos. Mi último paréntesis antes de arrancar, es para dedicar esta ponencia a un buen AMIGO, quien siguió conmigo de cerca parte de estas investigaciones, a Ignacio Colomer Utrera.

2. De Pedro Sánchez al Obispado de Plasencia.

La ciudad de Plasencia, fundada por Alfonso VIII para el placer de Dios y de los hombres, (placeat Deo e hominibus) ,fue una de las poblaciones más distinguidas en el período de la reconquista. Era una ciudad que su fundador, le había concedido fuero particular, señalando, extensos límites y la hizo señora de considerable número de villas y de lugares. Durante la reconquista, van a cobrar especial protagonismo por tierras de Plasencia, los golfines cuyas fechorías serían inquietantes ya que aprovechaban las disenciones en la familia real a la sucesión de la corona y la ocupación de los Reyes en la reconquista para actuar por cuenta propia sobre estos territorios.

Existían en esa época caballeros que no estaban sujetos a un señorío en particular, ni a comendador ni orden. Se encargaban del sostén y del amparo de la tierra, defendiéndola con uñas y dientes, con haciendas y con vidas como algo propio, gobernando la tierra placentina, con plena autonomía y sin trabas.

Ya en 1280, existía en Jaraicejo una fortaleza importantísima y muy codiciada debido a su importancia estratégica y defensiva. En ella, van a fijar su residencia más de una vez los golfines y como afirmó Domingo Sánchez Loro, el poder de los reyes y magnates era impotente ante aquellas pequeñas hordas, devastadoras del país y terror de los caminantes.

En 1285, el rey Sancho IV apodado como “el bravo”, estando en Segovia, donó el lugar de Jaraicejo a Gonzalo Godínez, su escribano en Plasencia y a su mujer doña Mayor con motivo de premiar así su fiel y esforzado esfuerzo en los servicios prestados a él y a su padre. Los deseos del rey en ese privilegio de concesión de este lugar a Gonzalo Godínez eran sobre todo combatir contra los golfines y que no abandonasen dicho sitio por temor a estos. Deja también este lugar con las normas establecidas para que lo posean sus hijos “por juro heredad” para siempre jamás. También, en este privilegio se ven por primera vez los límites originales de esa villa. Ese privilegio, está fechado en Segovia el viernes 28 de diciembre de 1294 y dice así:

Sepan cuantos esta carta vieren y oyeren, como nos, don Sancho, por la gracia de Dios rey de Castilla, de Toledo, de León, de Galicia, de Sevilla, de Córdoba, de Murcia, de Jaén y del Algarbe, por hacer bien y merced a Gonzalo Godínez, nuestro escribano, y a doña Sol su mujer, y por servicio que nos hizo él y hace, dámosle Xafarizejo con todo su término que se conoce y se determina por estos mojones, que aquí están dichos: El primer mojón es los Hitos, como vierten las aguas a Alpont.
Y el otro mojón es el Rostro de la Xara de los hitos.
Y en su derecho, el arroyo ayuso, como da en Alpont, en la pesquera de don Sebastián.
Y el Alpont arriba, como da en los casares de Paulos y en la Mesa.
Y en su derecho de la mesa, como da en el arroyo de la vid.
Y en el arroyo ayuso, como da en los casares de Fellechoso
Y en su derecho de los casares, como da do nasce el arroyo de las Celadiellas.
Y en su derecho, como da a las Cabezuelas.
Y de las cabezuelas, como da en el carrascal de la dehesa como la de los Hitos.
Y démoselo con sus términos, con sus montes y con sus fuentes, con ríos con pastos, con dehesas y con entradas y salidas y con todos sus derechos y todas sus pertenencias, cuantas ha este lugar y debe haber.
Y mandamos que los que son allí agora poblados y vinieren allí a repoblar de aquí en adelante, que sean sus vasallos y los pueblen a cual fuero ellos quisieren.
Y otorgamosles que lo hayan libre y quito, por juro de heredad para siempre jamás, ellos y sus hijos y sus nietos y cuantos dello vinieren, que lo suyo hubieren de heredar, para dar y vender y empeñar y vender y enagenar y para hacer dello y en ello todo lo que quisieren, como de lo suyo mesmo; y en tal manera que no lo puedan vender, ni dar, ni enagenar a iglesia ni a orden, ni a hombre de religión, sin nuestro mandato.
Y defendemos que ninguno no sea osado de ir en contra esta carta, para quebrantarla, ni para menguarla en ninguna cosa.
Y cualquier que lo hiciere, habrá nuestra ira y pecharnos ha en coto mil maravedíes de la moneda nueva; y a Gonzalo Godínez y a doña Sol, los sobredichos o quien lo suyo heredase, el daño doblado.
Y porque esto sea firme y estable, mandamos sellar esta carta con nuestro sello de plomo.
Hecha en Segovia, viernes, 28 días andados del mes de diciembre, era de 1284 años,
Yo, Roy Martínez, la hice escribir por mandato del rey, en el año primero que el rey sobredicho reinó.

El manuscrito original se conserva en el palacio episcopal de Plasencia, tiene 20 renglones y el estado de conservación es bueno. Mide 28 cm de alto y otros 28 cm de ancho. El sello de plomo ha desaparecido.

Gonzalo Godínez y Doña Mayor tuvieron dos hijos, Gonzalo y Alonso. El primogénito y su padre, mueren en menos de cuatro años, convirtiéndose en señora de Jaraicejo doña Mayor. Muy triste por la pérdida en un periodo de tiempo muy breve a su hijo y a su marido, se marcha a Zamora donde vivían sus familiares y desde allí otorga poder ante Ferrand Ibáñez a Alfonso Godínez, su hijo para vender lo que tenía en Plasencia y particularmente en Jaraicejo. El presente documento está fechado en Zamora el 12 de Julio de 1298 y dice lo siguiente:

Sepan cuantos esta carta vieren, que yo doña Mayor, mujer de don Rodino,que fue, doy poder a vos Alfonso Godínez, mío hijo que vos podados vender todos cuantos heredamientos yo he en Plasencia y en su término.
Y señaladamente vos doy poder, que podades vender todo cuanto yo he en Zaferezejo, que yo heredé de mío hijo Gonzalo Godínez y que me dio este rey don Sancho.
Y todo aquello que vos hiciéredes, o aquel que vos enviáredes a vender estos heredamientos sobredichos o empeñarlos o arrendarlos, si fuere menester, yo lo cato y lo otorgo y lo he por firme. Y estaré por ello a todo tiempo, así como si yo mesma lo faciese y lo dijese, estando presente. Y prometo en no venir contra ello en ningún tiempo.
Y, si contra ello quisiere venir, que no me lo valga.
Y para que esto sea firme y no venga en duda, yo, la sobredicha doña Mayor, rogué a Ferrand Ibáñez, escribano del rey y su notario publico en Zamora, que mandase hacer esta carta y pusiese en ella su signo.

Gonzalo Godínez, su hijo, vende la villa de Jaraicejo por 10.000 maravedíes a Pedro Sánchez de la Cámara, con previo permiso de su madre y del rey don Sancho.

Pedro Sánchez, de la cámara del rey don Sancho y su escribano, de brillante historia política y militar en los reinados de Sancho el Bravo y Fernando el Emplazado, se va a encargar de repoblar Jaraicejo y de poner a los temibles golfines en una precipitada fuga.. El 6 de diciembre de 1288, el rey Sancho IV, le otorga numerosos beneficios “por hacer bien y merced a los de Jaraicejo”como era la exención de pago de portazgo, peaje y ronda que a hasta ahora no disfrutaban.

La misión de todos estos privilegios eran debidos a premiar la generosidad de esa gente por vivir en lugares peligrosos y también debido a que éste IV y último señor seglar de la villa de Jaraicejo, consiguió erradicar el bandolerismo y hacer de Jaraicejo un lugar apacible. El monarca, progresivamente, le va a ir dando a Jaraicejo diversos privilegios llegando a ser un lugar libre de impuestos. Pedro Sánchez conseguiría la amistad y el reconocimiento por parte del Rey Sancho IV y del Consejo de Plasencia.

La escritura de venta se otorga en Villanueva de Haro el 31 de Julio de 1288 ante Ferrand Ibáñez y dice así:

Sepan cuantos esta carta vieren, como yo, Alfonso Godínez, hombre del rey, por poder de mi madre doña mayor me dio según dice una preocupación que es de yuso escrita en esta carta, otorgo que vendo a vos, Pedro Sánchez de la Cámaras, escribano desde mesmo señor, Xaharicejo, aldea que es en el término de Plasencia, que el rey hubo dado a Gonzalo Godínez, mío hermano y después de su fin que heredó dél doña Mayor, con otorgamiento del rey.
Y véndovoslo con prados, con pastos, con dehesas, con fuentes y con todos su términos y sus pertenencias, y con todos los otros sus derechos, y con entradas y salidas, así como le pertenece en todas partes, según que doña Mayor lo tenía hasta aquí.

Pedro Sánchez se había casado con Doña Sol, no tenían descendientes y tras ser señores de muchas heredades, pero la repentina muerte de doña Sol causó en su esposo tan profunda amargura y tan extraña resolución que sin abandonar por entonces el servicio del rey, hizo donación de todos sus bienes que poseían al obispo de Plasencia con ciertos cargos de misas contenidos en la donación que fue en tiempo del obispo DomingoII, el 11 de Julio de 1296. La villa de Jaraicejo la posee el obispo, por composición hecha entre el cabildo y el obispo . El cabildo posee las dehesas, tierras y heredades.

Dícenle todos los días ocho misas: cuatro por cuenta del obispo y las otras cuatro por cuenta del cabildo.

También, la víspera de la Asunción, vigilia y misa solemne por don Pedro Sánchez de la Cámara, la que es por cuenta del obispo.

Y se da a todo el clero y dependientes de la iglesia velas amarillas.

Y se ofrenda pan cocido y vino

El cabildo celebra, la víspera de la Asunción, igual sufragio con velas y ofrendas por doña Sol, mujer de don Pedro.

De la escritura de la donación de Plasencia al Obispado Placentino, sólo mencionaré aunque me gustaría leerla entera, aquellas partes que resalto en negrita porque son las de más importancia en esta ponencia.

En el nombre de Dios, Padre e Hijo y Espíritu Santo, que son tres personas y un Dios, ante quien habemos de venir en cuerpos y almas el día del juicio, y recibir galardón y pena, cada uno según sus merecimientos; y en el nombre de la Virgen Santa María, su madre que es abogada ante él por nos, los pecadores; y de toda su corte celestial, ángeles, arcángeles, patriarcas, profetas, mártires, confesores, vírgenes y de todos los santos.

Catando yo, Pedro Sánchez, de la cámara de nuestro señor el muy alto y muy alto noble rey don Sancho, y a su merced, los muchos bienes y las muchas mercedes que el nuestro señor Jesucristo me hizo hasta el día de hoy y me hace agora, siendo muy pecador y muy errado en el su servicio y en no seguir los sus mandamientos tan cumplidamente como era menester, lo uno entendiéndolo y lo otro no lo entiendo como debía; y por ende, por le dar gracias dello, según la flaqueza de mi poco entendimiento; ca, por darle aquellas gracias y loores que debía por ello, ni lo podría en el mi corazón amar, ni por la mi lengua resonar.

Y entendiendo que la vida de los hombres en este mundo es poca y que nos hemos llegado cada día a jornadas contadas, al consumimiento del cuerpo, que es llamada muerte; y que no habemos al de llevar deste mundo, sino el bien que hiciéramos y lo que diéremos por amor de Dios, ca, según dice una palabra, que lo que es dado por amor de Dios, no es pues emprestado, para recibir ende gaardón.

Y, otrosí, catando cuánto bien y cuántas crianzas y cuantas limosnas y cuánta hechura hicieron en mí nuestros señores el rey don Sancho y la reina doña María, su mujer,

Y, otrosí, parando mientes en cómo me vino mucho bien y mucha honra de doña Sol, mi mujer, con quien yo fui casado, que fue hija de Gonzalo Pérez de Plasencia,y en cómo me dio todo en cuanto ella había, de que finqué yo muy bien heredado.

Y por todas estas cosas que dihas son y por cada una de las y porque yo soy muy pecador.

Y, otrosí, catando muy bien cuantos bienes y cuántas honras yo recibí de la muy santa iglesia de Santa María, de Plasencia, que es la iglesia catedral de sta ciudad sobredicha, y del obispo y del deán y del cabildo desta mema iglesia; y porque esta iglesia sea mejor heredada.

Por ello,a servicio de Dios, quiero yo, Pedro Sánchez, el dicho, que sepan todos cuantos esta carta vieren, así los que agora son como los que serán decaí en adelante, que doy al mucho honrado obispo don Domingo, que es allí agora, y a los otros que serán allí obispos de aquí en adelante, y al deán y al cabildo desta misma iglesia los que agora son y para los que serán de aquí en adelante, para siempre jamás, el mío lugar de Zaharisejo, que es en término de Plasencia, con las casas y la torre que yo allí he, y con su cortijo y con sus vasallos que son allí agora poblados, y con los que poblaren de aquí en adelante, para siempre jamás el mío lugar de Zaharisejo, que es en término de Plasencia, con las casas y la torre que yo allí he, y con sus cortijos y sus vasallos que son allí agora poblados,y con los que poblaren de aquí en adelante, y con sus términos, y con todas sus heredades labradas y por labrar, y con sus dehesas, y con fuentes y ríos de agua corrientes y no corrientes, y con viñas, y con huertos, y con el molino que he en el Almonte, y con la barca que tengo en este mismo río, con todas sus pertenencias, y con todas sus entradas y sus salidas, cuantas ha este lugar y debe haber, según que lo compré a Alonso Godínez, que me lo vendió por su madre doña Mayor, y según que lo yo tengo privilegiado.(…)

Que el lugar de Zaharisejo, que se lo entreguen luego con la heredad que yo allí labro, y con todo lo dicho que yo he en el lugar, y con la barca, y con el molino, salvo ende las casas y la torre de allí del lugar, que yo hice, y la viña y el majuelo y la huerta y la heredad de las Celadiellas, así la que labraba Gonzalo Pérez, mío suegro, como lo que era de Ibáñez Lasaro, de la cual yo di a él buen cambio. Y salvo ende, otrosí, la mi dehesa, en que anda el mío ganado, que tiene arrendada de mí Gomes Ibáñez, de Plasencia, que es en este mismo término, que retengo todo para mí, que lo tenga en mi vida, y que lo labre y que me aproveche dello,y que no lo pueda vender ni enajenar. Y después de la mi vida, de que yo finare, que finque todo el obispo y al deán y al cabildo libre quito, con cuantos bueyes yo labrare allí a la sazón que yo finare.(…)

Y todo esto que dicho es, les doy en tal manera que el lugar y la cerca del cortijo de Zaharisejo, que lo mantengan siempre muy bien, y que lo labren, y que lo enderecen en guisa, porque seno yerme; y las casa y la torre, eso mismo, de que fueran tenedores dello.

Y que, agora ni de aquí adelante, no tomen allí por vecino ni por morador a ningún pechero de Plasencia ni de Trujiello ni de sus términos.

Y otrosí, a los que son allí poblados y a los que poblaren de aquí en adelante, que los mantengan siempre en el Fuero de las Leyes, y que los nunca muden a otro fuero; y que hayan alcaldes y juez, cada añeros, aquellos que ellos escogieren entre sí; y que los mantengan siempre en aquellas posturas que han conmigo, de lo que me habían a dar y pechar según dice la mi carta, que tienen en esta razón, sellada con mío sello pendiente de cera; y el obispo y el deán y el cabildo, que se la otorgasen y se la confirmen luego con su carta, y que los nunca pasen contra ella, ni les echen otro pecho.

Y si, por ventura, los de Zaharisejo quisieren que les partan el término en algún tiempo, que les den partidores que los partan, cuales escogieren los del lugar, y aquellos que selos partan todo bien y cumplidamente; salvo ende aquello que yo labro allí agora y lo que tengo, que es dehesa de hacer libre y quita del obispo y del deán y del cabildo, en que los del lugar no han de partir ninguna cosa, salvo ende que les dejen labrar y pacer allí, así como se lo agora yo dejo. (…)

En tal manera que yo y doña Sol que es ya finada, que hayamos para remisión de nuestros pecados, de nos y de nuestros padres y de nuestras madres, parte en todas las oraciones y en los bienes que se hicieren y se dijeren en la iglesia de Santa María, que dicha es, así en los matines, como en las misas, como en todo lo al, que se dijere y se rezare a prima y a tercia y a las vísperas y a las completas y a todas las otras horas, y quesean tenidos el obispo y el deán y el cabildo de nos encomendar cada día.

Y otrosí, que por esta donación que les yo hago, que tenga en esta iglesia de Santa María ocho capellanes perpetuales, que digan para siempre jamás, en esta guisa.(…).

Y que diga el uno misa por vida y por salud de los muy nobles y muy honrados el rey don Sancho y la reina doña María, su mujer, y del infante don Fernando, su hijo, que son nuestros señores; y después de la su vida, que diga aquel capellán otrosí misa de Réquiem cada día por las sus almas, en remisión de los pecados, para siempre jamás: y esto y por conocimiento del bien y de la gracia que en mí hicieron.

Y los otros tres capellanes, que digan cada día misas por el alma de mi padre y de mi madre, y por el alma de doña Sol, de su padre y de su madre; ypor mi vida y por mi salud, y porque me guarde nuestro señor Dios de mala tribulación en este mundo, en tanto como en él viviere. Y la una misa de estas tres que sea de Sancta María; y la otra de Sancti Spiritus, y la última de Réquiem.

Y de que yo finare, que los otros cuatro capellanes y estos tres dicho son, que comiencen luego a decir las misas de todas, parte de Réquiem por las almas de mi padre y de mi madre, y pore la mi alma, y por el alma de doña Sol y de su padre y de su madre, para siempre jamás.

Y que los cuatro capellanes, que han luego decir las misas, del día de Santa María de agosto en adelante, así como dicho es.

Y después que yo finare, todos ocho que en cada día, que hagan oración pública, a las misas que dijeren por el rey don Sancho y por la reina doña María, su mujer, y por el infante don Fernando, su hijo, y por mi padre y por mi madre y por mí y doña Sol y por su padre y por su madre, porque el nuestro señor Dios nos haga merced a las almas.

Y que en saliendo de decir cada uno su misa, que vayan a hacer oración con la cruz y con el agua bendita sobre la fuesa de doña Sol, para siempre jamás, por las almas que de stos dichos son y por la suya della .(…)

Y que si alguna de las ocho misas no se dijere algunos días o algún tiempo, por ser entredicha la iglesia de Santa María o por dolencia de los capellanes, que el obispo, el deán y el cabildo, los que agora son y todos los que serán de aquí en adelante, que sean tenidos de las hacer decir, antes que salga el año, sobre el cargo de sus almas.(…)

Y, otrosí, que el obispo y el deán y el cabildo, todos en uno y cada uno dellos por sí, que sean tenido de hacer al clérigo y a los clérigos que cantaren y dijeren misas en las iglesias de Zaharisejo, que todos los días del mundo, que en cada misa que dijeren que hagan oración pública por mí y por mi alma, y por el alma de doña Sol, y por las almas de nuestros padres y de nuestras madres; y , de que salieren de decir la misa cada uno de ellos, que salga con la cruz y con el agua bendita a hacer oración sobre un lugar de allí, que hagan señal de la nuestra fosa, porque Dios nos haga merced a las almas.(…)

Y desto que dicho es, que les doy yo de ellos, que nunca sean poderosos de lo vender, ni de lo cambiar, ni de lo enagenar, ni de lo malmeter, en ningún tiempo por ninguna manera, mas que siempre sean tenidos de lo mantener y de lo labrar y de lo enderezar y d elo defender, de todo aquel o aquellos que lo quisieren embargar o contrallar por cualquier razón, así como defendieren lo al ,que ellos y la iglesia han; y aquello que harían por defender lo al, que eso mismo hagan por defender esto.

Y desto todo que dicho es, que hagan ordenamiento y establecimiento el obispo y el deán y el cabildo en la iglesia de Plasencia y en la de Zaharicejo, que agora allí es hecha, o en otras algunas si se hicieren allí de aquí en adelante, porque este ordenamiento y este establecimiento sea hecho y sabido y firme y durable, para siempre jamás, y que nunca se pueda deshacer, ni mudar, en tanto como el mundo durare. (…).

Yo, Pedro Sánchez de la Cámara, otorgo todo cuanto en esta carta dice.

El documento original se conserva en el Palacio Episcopal, mide 61 cm de alto por 54 cm de ancho.

En esta carta se puede ver que la primitiva iglesia de Jaraicejo, ya estaba construida en 1294 y además se tenía proyectada la construcción de más de una iglesia en dicho lugar, “cantaren y dejeren misas en las iglesias de Xaharicejo”, cosa que no se ha encontrado en ningún otro documento que lo apruebe.

Comenzaba así una nueva época para esta villa, cuyos pobladores debían obedecer a su nuevo señor, el obispo de Plasencia. El rey Sancho IV, el 10 de Octubre de 1294, confirma la donación de Jaraicejo en Quintadueñas, dotándole aun de nuevos privilegios y diciendo a los de Jaraicejo, que reconozcan al obispo, deán y cabildo de Plasencia como a sus nuevos dueños.

Esta donación de Pedro Sánchez tuvo importantes efectos en Plasencia, ya que se van a intensificar el número de servidores en la catedral de Plasencia, al dotarla de ocho nuevo capellanes, más los cultos solemnes impuestos por el obispo y cabildo en sufragio de su alma y de la de sus familiares, pero por otro lado, en Jaraicejo, van a surgir gran cantidad de pleitos y diferencias entre el obispo, deán, cabildo de Plasencia, los concejos, los otros señoríos particulares, los freyres comendadores y otros potentados. El otro punto a resaltar en esta donación, fue que la diócesis de Plasencia, al ser una de las más extensas y de las que tenían rentas más cuantiosas de España ya sea por el señorío que donó Pedro Sánchez de la Cámara.

El hecho de que se instaurara en Jaraicejo como señor al obispo placentino, daba ocasión a vanidades y ostentaciones frente a los señores de horca y cuchillo. Por otro lado señalar que el rey don Sancho IV no quería tener problemas con la iglesia ya que siempre había prohibido, una y otra vez, que Jaraicejo pudiera darse, cambiarse o venderse a gente de la Iglesia o a las órdenes militares o de religión y sin embargo Pedro Sánchez cae dentro de esa prohibición real. El rey, autoriza esa donación y se desdice de lo dicho tal vez para evitar el peligro de que la donación fuera contradicha.

Todos esos sufragios, y misas por Pedro Sánchez de la Cámara, su esposa y familiares se celebrarían hasta la llegada de la desamortización, y a partir de entonces ya no se celebrarían más sufragios y misas por su alma.

De todos los obispos placentinos que son señores de Jaraicejo hasta la abolición de los señoríos destaca la figura de don Gutierre Vargas Carvajal, quien va a invertir grandes cantidades de dinero de su hacienda en remodelar y dotar la villa de edificios notable y de una iglesia muy principal como diría, por eso, en esta segunda parte de la ponencia, me voy a dedicar a hablar del obispo Vargas Carvajal y de su legado en esta villa.

3. El obispo Vargas Carvajal y su villa de Jaraicejo.

Nacía en Madrid en 1506, don Gutierre Vargas Carvajal, quien con tan sólo dieciocho años, estaría al frente de una de las diócesis más importantes de España, la diócesis placentina, cuyo prelado duraría durante treinta y cinco años (1524-1559).

Hijo de un gran cortesano de los Reyes Católicos. Tesorero y consejero de Carlos I y Felipe I (el hermoso), don Francisco de Vargas, quien también había sido corregidor de Guipúzcoa y alcayde de Trujillo y Marbella. Su madre, doña Inés de Carvajal y Camargo, hija del II Conde de Torrejón el Rubio, don Francisco López de Carvajal y hermana de don Bernardino López de Carvajal y Sande, cardenal de la Santa Cruz de Jerusalén, de Ostia y obispo de varias diócesis españolas como Astorga, Badajoz y Plasencia, la que sería su diócesis desde 1521 al 1523.

A los trece años, por ciertos favores que le hizo a su padre el rey Carlos I, fue canónigo de la catedral de Toledo en la Abadía de San Vicente en 1519. A los dieciséis, fue abad en Santa Leocadia, también en Toledo y posteriormente abad comendatorio del Monasterio Benedictino de San Juan de Corias en Asturias, renunciando a este cargo en 1553 a cambio de una pensión vitalicia de ochocientos ducados.

Al parecer, su llegada a la diócesis no va a ser bien recibida para algunos, llegándose incluso a decir, que su padre, el licenciado Vargas, lo que buscaba era acaparar honores y beneficios a favor de su hijo, ya que al tener gran amistad con el emperador don Carlos, quería despojar al cardenal D. Bernardino de la mitra placentina para dársela a su hijo, pero pensando que podría ser un fracaso, esperaría a que muriera el cardenal en 1523 para llevar a cabo este proyecto.

Por otro lado, algunos historiadores, sin documentos que lo acrediten, se atrevieron a decir que don Bernardino, renunció al Obispado de Plasencia a favor de su sobrino, don Gutierre, otros que se lo dejó como herencia y testamento, llegando a sostener que don Gutierre Vargas Carvajal, fue nombrado Obispo Coadjustor por su tío para asegurar este su sucesión.

Era don Gutierre de semblante agraciado, ojos grandes, de buen entendimiento y juicio y más valiente que docto. No fue un hombre letrado, pero sí entendía bien el latín y oía cánones. En 1526 por mandato del Emperador, el cuerpo de Felipe I hasta darle sepultura en Granada. Fue una persona carente de escrúpulos, llegando a la silla placentina como ya comenté anteriormente por las influencias que tenía su padre. Se consagró en un principio a la vida de cortesano y caballero.

Su personalidad fue muy debatida ya que llevó ese tipo de vida durante treinta años, considerándolo como un achaque de los grandes de la Tierra cuando se introducen motivos humanos en motivos sacerdotales, malgastando las rentas de la Iglesia y avasallando la dignidad de la religión a los desordenados excesos de vanidad. Tuvo un hijo un año antes de ser elegido obispo de Plasencia en un tropiezo con una dama noble toledana llamada María o Magdalena de Mendoza. Aparece en unos pleitos de la Real Chancillería de Valladolid y dice que en 1559 era alférez en Madrid. Su nombre era don Francisco de Carvajal y Vargas y este fue el padre de la mística poetisa y misionera doña Luisa de Carvajal y Mendoza. No se sabe quien criaría a ese hijo, pero lo que si sabemos es que había sido legitimado en 1546 por Bula del Papa Paulo III, aunque su padre no le reconoció hasta el 6 de febrero de 1559, dejando en su poder muchos bienes, rentas y otras cosas de oro, plata aderezos. También le dejó un juro de almojarifazgo en la ciudad de Sevilla y en Jaraicejo, le dejó las alcabalas de la villa y una casa que es la que probablemente fuera la primitiva casa episcopal de Jaraicejo, construida durante el prelado de don Juan de Carvajal y don Bernardino seguramente la reformase en su episcopado, por lo que puede verse en su fachada el escudo de ese águila con las alas exployadas, igual que el que se conserva en la Casa del Águila de Cáceres y representa al linaje de los Sande, al que pertenecía don Bernardino por la parte materna.

Con esto, daba don Gutierre por cumplidas sus obligaciones con su hijo, ya que en su testamento dejó por heredera universal a su hermana Leonor Vargas Carvajal, por Patrono del Colegio de Plasencia del que me ocupo más adelante, a su primo don Francisco de Carvajal y por patrono de la capilla de San Andrés, a su primo don Francisco de Carvajal. El último dato que se puede aportar acerca de este hijo de don Gutierre, es que en 1566 vivía en Jaraicejo, probablemente viviría de las rentas de las alcabalas de la villa y que posteriormente se trasladaría como corregidor a León.

La obra que nos dejó don Gutierre fue ingente, ya que en esta etapa se introducen las nuevas formas renacentistas en Extremadura, mezclándose con el gótico anterior, donde se forma un amalgama en el que predominan las sólidas y prácticas estructuras del viejo estilo medieval pero cubiertas con la fina película del ornamento clasicista, que enjaeza portadas, molduras, hornacinas, etc, etc. A él entre otros ejemplos se deben las reformas en la Iglesia de San Martín de Trujillo, la construcción del coro en Santa María la Mayor de esta misma ciudad, los templos de Berzocana, Guareña, Miajadas, Oliva de Plasencia, Tejada de Tietar, Villanueva y Robledillo de la Vera, Gargüera, Zorita, Escorial, San Andrés en Navalmoral de la Mata, Higuera, Malpartida de Plasencia, Saucedilla, el retablo plateresco de la iglesia de Madrigalejo hacia 1550, La Piñuela, (en ruinas junto a las Casas de Miravete), Garciaz, la Iglesia de Santa Cecilia de Medellín que quedó inconclusa, los trabajos realizados en la fábrica catedralicia de Plasencia, los cuales fueron muy notables ya que en su mandato se levantó la fachada norte y meridional, encontrándose en ambas fachadas sus escudos en la septentrional, se puede ver además un busto de don Gutierre. En las crucerías de los pies también se pudo ver su heráldica, volteada durante su prelatura tal vez por las malas relaciones que tenía este obispo con su cabildo de Plasencia. Fundó en Plasencia en 1555, el colegio de la Compañía de Jesús, lo que más tarde pasó a ser Hospicio, en la Iglesia de Santa Ana y San Vicente Mártir, labrando y edificando la casa y todo el edificio con la huerta, colocando en dicho edificio y en varios sitios el escudo de los Carvajales.

En ese Colegio de la Compañía de Jesús, estuvo y fue visitado por San Francisco de Borja, quien haría reformar un tanto las costumbres del obispo con sus exhortaciones, ya que no fue al principio tan timorato como después, y todo ello le llevó a poseer conductas que estuvieran con más enarmonía dentro de su calidad episcopal. Ese Colegio de la Compañía de Jesús, llegó a tener cuatro cátedras de gramática y cuatro de retórica.

Sobre ese Colegio de los Jesuitas, el médico placentino Luis de Toro en el siglo XVI, afirmaba que ese Colegio levantado por don Gutierre, aparte de hacerlo elegante y muy hermoso, procuró decorarle y enriquecerle con gran cantidad de dinero y rentas anuales. Este palacio sustenta a varones sumos, no solo de integridad de costumbres sino también de ingenio y necesario para todos asuntos y ministerios de esta ciudad ya que no sólo forman, ayudan, y preparan admirablemente a los niños desde la más temprana edad con la mejor educación de costumbres y vida, sino también en la enseñanza de las primeras letras.

La preocupación por ese colegio, le acompañó a don Gutierre hasta el día antes de la muerte, fecha en la que nombró patrono de ese colegio, como ya mencioné anteriormente, a su primo hermano don Francisco de Carvajal, cuarto señor de Torrejón el Rubio y de la Oliva.

De don Gutierre, debemos destacar también su participación en el Concilio de Trento (1545-1563), y presidió también el cismático Concilio de Pisa.

El Concilio de Trento le marcaría profundamente a don Gutierre, ya que el obispo tuvo una conversión espectacular tras participar en dicho Concilio.

El padre Bartolomé de Alcázar lo dice así:

“Asistió por los años 1546 y 1551 en el Concilio de Trento, donde vio y admiró a los Padres Lainez y Salmerón, y supo de otros Prelados los frutos insignes que hacía la nueva religión de la Compañía de Jesús en la Iglesia. Cobrola grande afición y porque su cabildo le había movido pleito para obligarle a llevar misioneros a su obispado, donde había gran falta de doctrina, y estaba a riesgo de ser vencido por su propio desaire; vuelto ya del Concilio, determinó satisfacer esta obligación, descargándose de ella en el celo y cuidado de los Padres de la Compañía. Pipiolos a San Ignacio y a San Francisco de Borja, y ofreció dotar un Colegio en Plasencia con una Renta muy competente”.

La tarea de transformación espiritual del Obispo, se vio apoyada por el esfuerzo solidario en la caridad y en la fe de todos los del Colegio jesuita de Plasencia. San Francisco de Borja les ordenó que durante un mes aplicasen sus oraciones, ayunos y penitencias por don Gutierre. Pasado este tiempo, este hizo confesión general “con resolución de mudar enteramente la vida”, y mandó publicar por toda la diócesis que cuantos se consideren agraviados de su persona o familia, acudiesen a él para repararles. Luego reformó la constitución de su casa, que integrada por seglares, pasaría a serlo por eclesiásticos.

También pacificó las relaciones con el cabildo, deterioradas por infinitos pleitos desde su toma de posesión, enviando misioneros por toda la diócesis para remediar el abandono espiritual que existía.

Pero sin duda alguna, uno de los proyectos más importantes de don Gutierre, sería el que llevase a cabo en su señorío de Jaraicejo, donde residiría largas temporadas. Allí haría de la iglesia un templo muy principal, construirá su Palacio Episcopal y también llevaría a cabo la construcción de otros edificios de interés, así como el adecentamiento de las calles más principales.

Como comenté en la primera parte de esta ponencia, se sabe, que la primera iglesia ya existía en 1284, se sabe que esa iglesia era de una sola nave y que sobre ella se construyó la actual.

Tras la llegada de don Gutierre a la sede placentina, y al ir favoreciendo tanto a esta villa, se construyó el magnífico templo de La Asunción de Nuestra Señora de la Junciana, según la tradición de que la virgen se apareciera sobre unos juncos sobre la portada del mediodía de dicha iglesia.

Su construcción entra dentro del segundo cuarto del XVI, está construida de mampostería, pizarra que era muy abundante en esa zona y los sillares, portadas, contafuertes y ventanas son de granito, traído del cercano berrocal trujillano. Se encargaría de las obras el maestro trujillano Sancho de Cabrera. Es gótica, con notable influencia renacentista.

Sus muros son lisos y ellos marcan su estructura interna a través de contrafuertes. En el interior se encuentran encalados y pintados imitando sillares y se encuentran algunas inscripciones en su interior.

En el lado del evangelio, sobre la puerta de entrada, hay una inscripción que dice así:

SE LUCIO ESTA I/GLESIA AÑO 1795/ SIENDO CURA Y VICARIO/EL SEÑOR DON ANTONIO MARTÍNEZ OLIVA.

Existe otra sobre las capillas del lado del evangelio, esta es una cruz de nudos latina rodeada por la siguiente inscripción:

ESTA SEÑAL DE LA CRUZ SERA VISTA EN EL CIELO QUANDO EL SEÑOR DE LA LUZ VINIERE A JUZGARNOS.

En cuanto a las ventanas, hay tres en cada lateral, son góticas, formadas por arcos de medio punto abocinados, formados por dovelas de triple moldura. Las ventanas en primer lugar poseerían vidrieras multicolores con motivos religiosos, luego estuvieron tapiadas y en 1975, se instalaron las actuales ventanas.

Las portadas, son tres las que posee el templo, una a cada lado y la tercera a los pies, de estilo renacentista. Siguen las líneas trazadas por Sancho de Cabrera. Están formadas por un arco de medio punto, rosca labrada y limitadas por columnas de fuste liso y capitel clásico que descansan sobre pilastras cajeadas a modo de podios. En las enjutas aparecen las armas del obispo Vargas Carvajal, quien como ya mencioné antes fue el promotor de dicha obra y quien corrió con todos los gastos de esta construcción. Culminan las portadas con un frontón triangular plano, que alberga una hornacina con venera, en la que se repite la estructura compositiva de la portada. A los lados del frontón, sobre esas columnas adosadas se elevan candeleros.

Lo que sí cambia en cada portada es la advocación de la Virgen que está en cada hornacina. La de la portada Norte, lleva la imagen de los Desamparados o de la Merced, redentora de cautivos. Precedió esta portada un pórtico de un solo arco sobre el que discurría un corredor que comunicaba el convento con el coro Mayor, hecho no muy usual, el de comunicar un convento con la Iglesia parroquial, ya que el convento poseía su propia capilla oratorio. No se sabe el porqué desapareció ese pórtico, pero lo que si se puede asegurar, es que fue posterior al 1868, ya que en esa fecha según el libro de cuentas de la parroquia, se realizaron obras en ese soportal, además de tapiar la puerta que comunicaba el convento con la iglesia a través del coro. El único vestigio que queda es el arranque en la pared del convento.

La portada de los pies posee una imagen de la Inmaculada Concepción en su hornacina. Esta portada fue tapiada en señal de luto perpetuo en 1580, cuando se detuvo aquí, el cortejo fúnebre de la Reina doña Ana de Austria, que falleció en el convento de Santa Ana de Badajoz y se dirigía al Monasterio del Escorial de Madrid, pasando una noche en la villa de Jaraicejo como fin de jornada, donde se celebraron las respectivas honras fúnebres y tras la salida del cortejo hacia Madrid, se tapió dicha puerta, permaneciendo en la actualidad en tal estado.

La portada meridional, alberga una imagen de la Virgen con el Niño, y está precedida de un pórtico formado por dos arcos de medio punto finamente labrados, apoyados los laterales en ménsulas y su parte central sobre una columna de orden compuesto en cuyo capitel se puede observar el escudo del obispo Vargas Carvajal. En la enjuta central, una pequeña hornacina vacía y no se sabe que imagen correspondería, tal vez fuese la de la Asunción, cuya advocación es la titular de la parroquia. En las ejustas laterales, se encuentran rodeados de guirnaldas, los escudos Vargas y Carvajal, uno en cada lado.

Sobre este pórtico, discurre la galería renacentista que unía el Palacio Episcopal con la tribuna del Obispo mediante el arco que existe en los pies de la Iglesia. Esa galería posee cuatro ventanas adinteladas con pretil y balaustrada de granito.

En cuanto a la nave, es de amplias dimensiones. Según Madoz, mide 42 metros de largo, 17 de ancho y 25 de altura. Está formada por tres tramos, separados por arcos apuntados que arrancan de pequeñas ménsulas con acantos, ovas y puntas que a su vez, se apoyan en la cornisa que recorre todos los muros.

Se cubre con bóveda de crucería, con terceletes y combados. Los nervios son de granito. En la clave central, el símbolo mariano del jarrón con las azucenas, y en la de los pies, el gorro de los jesuitas, como recuerdo a la traída Compañía de Jesús a Plasencia por don Gutierre.

En la parte superior de la nave se halla el presbiterio, de forma ochavada y cubierto por bóveda de crucería, repitiéndose en los paños del ochavo, los escudos del promotor de la obra, esgrafiados en blanco y negro.

El tramo de la nave que limita con la cabecera, tiene a cada lado dos capillas, con arcos de medio punto cubiertos con bóveda de crucería con terceletes, que viendo la planta de la iglesia, adopta la forma de crucero.

Sobre las capillas del lado de la epístola, se halla la tribuna del Obispo o Coro menor, abierto a la nave mediante arcos de granito sostenidos por una gruesa pilastra. Cubierto por bóveda de crucería con terceletes y en las claves se ven las armas de don Gutierre. Por un lado comunica con la antigua sacristía y por otro lado comunica con la galería renacentista y a través del primer arco exterior con el Palacio Episcopal. Recibe la luz a través de un óculo formado por dovelas bien labradas, por marcado abocinamiento, marcando círculos concéntricos.

La impresionante pila bautismal, de la primera mitad del siglo XVI, es otro de los elementos arquitectónicos más importantes del templo. Está formada por una gruesa peana cilíndrica y por una copa semiesférica y gallonada, en la que se encuentra esculpido el escudo de Carvajal bajo capelo episcopal, todo el conjunto policromado.

El púlpito, es de la misma obra que el templo y se accede a él desde la capilla de los Carvajales, en la que se pueden ver todavía la transición de estilos, en la que mueren los nervios que conducían al cierre de la capilla por arcos ojivales, dando lugar a arcos de medio punto puramente renacentistas. Tiene forma octogonal recto y caras cajeadas, casi piramidal. Todo ello de granito y de nuevo se puede ver en él las armas episcopales de don Gutierre.

El Coro Mayor, se halla a los pies del templo y es la última parte que se construiría. Es de gran altura y está formado por tres arcos de medio punto sostenidos por pilares. En la parte superior, se conserva una inscripción que dice:

ESTA OBRA SE ACA/BO AÑO 1588. SY/ENDO BYCARIO / EL BLLe. IVAN DE/LAZERCA Y MA/YORDOMO XPO / VAL GARZYA / EL BYEIO. LAUS DEO.

Este bachiller, Juan de la Cerca, natural de Berzocana, fue cura rector y vicario de Jaraicejo, desde finales del siglo XVI hasta 1610. Por lo tanto, esa fecha corresponde con la conclusión del coro. El coro estuvo incomunicado con la Iglesia. Cuando se construyó, las que accedían a él eran las monjas del convento y tras su cierre, en 1726, el segundo arco exterior que fue remodelado y haciendo en él una especie de mirador para las monjas de dicho convento, pasó nuevamente a comunicarse con el palacio episcopal. La escalera para acceder a él por el interior del templo, no se construyó hasta 1912.

En la tribuna del órgano, pueden verse las grapas con las que estuvo sujeto el monumental órgano barroco que poseyó esta iglesia y que las contiendas francesas quemaron junto a las sagradas imágenes. Por eso, y por ser las imágenes que se conservan en el templo, posterior a la época en que se construyó, no mencionaré nada de ellas. Del siglo XVI, se conservan solamente una custodia procesional y un cáliz rico en cuya base pueden verses los escudos de don Gutierre.

El actual retablo Mayor, carece de valor artístico, ya que está formado por piezas de acarreo de los años 40. Recientemente el actual párroco, don Sabino Díaz García, ha mandado restaurarlo y pintarlo.

Sobre las imágenes que poseyó esta parroquia y sobre el recuerdo del retablo, reproduzco lo que escribía en 1910 el párroco de dicha Iglesia:

Su ornamentación y sus riquezas fueron muy notables: el Retablo Mayor de tres grandes cuerpos, obra de mérito, teniendo en el centro el grupo escultórico de la Asunción de la Sra. Virgen y en derredor los Apóstoles, todos de tamaño natural; ricas colgaduras pendientes de sus muros; el órgano monumental, altares, ropas ,alhajas, todo fue robado e incendiado.

La invasión francesa y las revueltas civiles y faciosas convirtieron el templo, muchas veces en cuartel, haciéndole objeto de inmundas profanaciones.

Y estas causas primero, y las leyes desamortizadoras después, coronaron su devastación y destruyeron sus bienes. Aún hoy día, refieren los ancianos, por haberlo oído de boca de sus abuelos, el triste cuanto sacrílego espectáculo de ver quemar las sagradas imágenes por la soldadesca francesa en medio de la plaza pública.

Para concluir con el templo parroquial, me queda comentar el mausoleo que se encuentra en el muro del lado del evangelio. El sepulcro es de construcción de granito bien labrada. Consta de arcosolio y cama. En el primero un arco de medio punto, formado por once dovelas adornadas con cabeza de querubín, sostenido por pilastras cajeadas de capitel compuesto, también con cabeza de ángel y ovas. Está rematado con un entablamiento de doble moldura y bolas herrerianas. En la cama, lápida de granito, labrada con doble cruz y epitafio. Contiene los restos del presbítero de Jaraicejo, don Antonio Cabañas, fallecido en 1576.

La traza del sepulcro es similar a la hallada en el sepulcro de la capilla de los Vargas Pizarro en el convento de la Concepción Jerónima de Trujillo, por lo que su auditoria se le podría atribuir a Cabrera. Ahora bien, existe una parte que no cuadra en este mausoleo. Sobre el sepulcro, se ve un esgrafiado de dos dragones que sostienen un escudo que resulta un tanto peculiar en ese lugar. El escudo está partido: en la parte izquierda, se hallan las armas pontificias; tiara papal, que representa la autoridad del pontífice como papa, obispo y rey sobre dos llaves en sotuer que representan el poder de Cristo dado a San Pedro y a sus sucesores. En la parte derecha se encuentra la banda de sable, que es Carvajal. Si nos fijamos y hacemos caso a la fecha que aparece como terminación de ese mausoleo, el prelado de los obispos Carvajales ya había acabado, entonces podría pensarse que la persona que mandase construir ese suntuoso sepulcro, debía ser alguien que quería recordar a algún prelado placentino que estuviera muy vinculado a Roma y otra pista que nos da el esgrafiado, es que sobre el escudo existe un águila con las alas exployadas, como ya comenté era ese el linaje de los Sande, tratándose sin duda alguna del Cardenal don Bernardino López de Carvajal y Sande quien estuvo a punto de ocupar la silla de San Pedro. Por otro lado, según López en 1798, afirmaba que en dicha iglesia existía un escudo de don Bernardino y se debería tratar de este. La última conclusión que saco de este mausoleo, es que en ella está enterrado un sacerdote que tuvo cierta importancia social, porque un sacerdote normal no tenía una capilla funeraria de esta envergadura, y de hecho, se tiene constancia que este señor allí enterrado fue consiliario en Roma, quien mandaría construir esa capilla y colocaría las armas papales por dos motivos: uno en recuerdo de don Bernardino y el otro podría ser para recordar que él también estuvo vinculado con Roma. Cosa muy inusual como ya dije antes porque las armas pontificias, la única persona que las lleva en su escudo es el Papa.

Hasta ahora, me he limitado a comentar el majestuoso templo que construyó don Gutierre en Jaraicejo. Cabe destacar de esta Iglesia que allí también se vivieron acontecimientos importantes para la historia de Plasencia, como es el importante Sínodo diocesano que organizó y presidió don Gutierre en 1534, usando como aula de sesiones durante los quince días que duró, “la yglesia de Santa María, casi terminada”. Organizar este Sínodo su Iglesia de Jaraicejo no fue tarea fácil ya que dos días después de que principara la Asamblea, los representantes clericales impugnan la pretensión de que el Sínodo se trasladara a Plasencia, como deseaban algunos de los convocados que no habían acudido a Jaraicejo, pero se calificó esta villa como lugar oportuno y convenible al estar sitiado en el centro de la diócesis, diciendo los que estaban allí presentes que estaban en el lugar acordado y determinado.

Evidentemente, no hubo traslado de la Sede a pesar del deseo de la clerecía y cabildo de Plasencia, quedándose ubicada el aula de sesiones en “la yglesia de Santa María, de la dicha villa de Jaraicejo”.

En este Sínodo, se imponen una serie de normas tomadas del Concilio XI toledano en torno de los sinodales de quienes el obispo demanda “mucho estudio y atención en guardarlo”. Se prohíben las palabras indiscretas y las tumultuosas disensiones y se repudian las risas y las vanas habladurías. La inobservancia entrañaba la expulsión y excomunión del culpable. Con lo que respecta a la indumentaria, se exige a los sinodales que acudan vestidos con sobrepelliz. (Vestidura blanca de lienzo fino que llevan sobre la sotana los clérigos).

Probablemente, el sermón del Sínodo debería ser un momento litúrgico estelar, pero es cierto, que las referencias trasmitidas en los textos sinodales, por otros lados concisas, evidencian la abundancia de lugares comunes, nula especificidad del discurso y escasa dimensión pastoral.

De Jaraicejo, lo que si se sabe es que participaron vecinos de Plasencia, Béjar, Medellín y Miajadas. La voz del laicado de esta villa hizo oír inmediatamente concluida la asamblea impugnando una serie de constituciones que extendían perjuicios a sus derechos.

De este Sínodo, escribe don Gutierre en 1541 unas constituciones sinodales guardadas en la Biblioteca Nacional, porque otra preocupación de este Obispo fue la de crear archivos en todas las parroquias según Fray Alonso Fernández, ya que don Gutierre quería tener un exquisito cuidado en conservar los antiguos documentos.

Allí, en 1545, el mismo don Gutierre y el maestro cantero Sancho de Cabrera, “concertados e avenidos”, firman aquí el contrato sobre la construcción de una nueva iglesia en Garciaz, siguiendo el modelo de la de Jaraicejo.

“En la villa de Xaharaicejo a treynta días del mes de enero, año del Señor de mill e quinientos e cuarenta e cinco años, (…)

Nos, don Gutierre de Carvajal, Obispo de Plasencia, (…) Dezimos que damos a hazer a vos, Sancho de Cabrera, maestro de cantería, vezino de Trugillo, la yglesia del señor Santiago del lugar de Garciaz, (…)

Esta a de tener tres puertas: la una alospies, (…). An de ser muy bien hechas todas tres, e de ancho y alto de las puertas de la yglesia de Xaharizejo”.

Por último, señalar de esta parroquia que en la segunda mitad del siglo XVI, fue ascendida a la categoría de Vicaría, como queda reflejado en la “Memoria de Pilas y vecinos de la ciudad de Plasencia”, el 24 de abril de 1559. Ese privilegio de ser vicaría lo poseyó hasta el 1993, que es la fecha en que la diócesis se distribuyó en catorce arciprestazgos, pasando a pertenecer a un nuevo arciprestazgo, que sería el de Casatejada.

No sólo la iglesia nos dejo don Gutierre en ese bello paraje, también construyó otros edificios que resaltaré muy brevemente y serían los siguientes:

El Palacio Episcopal: Ya comente, que dicho Palacio, fue construido a los pies del templo por don Gutierre Vargas Carvajal para su residencia en esta villa donde pasaba largas temporadas. Se comunicaba con la Iglesia Parroquial a través de la galería Renacentista que comunicaba la iglesia y dicho Palacio por el arco exterior. En este lugar se van a desarrollar importantes acontecimientos de la vida de ese obispo, como son los ejercicios espirituales que le recomendaron que hiciese los Padres de la Compañía de Jesús, aquí recibiría también a San Francisco de Borja. Según Luis de Toro, ese Palacio Episcopal que fue uno de los edificios de feliz recuerdo que nos dejó don Gutierre, lo aumentó su sucesor, el inquisidor Ponce de León, quien moriría aquí también el 17 de Enero de 1573.

Tras su muerte, los criados del obispo ocuparían dicho palacio durante algún tiempo, como así lo atestigua un documento hallado en el archivo histórico provincial de Cáceres del fondo de Vicente Paredes Guillén. Su fecha es del 18 de Enero de ese mismo año, un día después de la muerte del Obispo Ponce de León y está escrito por Baltasar García, escribano de dicho Obispo quien el 17 de Enero le otorga testamento cerrado ante él.

Este palacio episcopal queda arruinado durante la guerra de Sucesión así como otros de los edificios notables de la villa.

Según la respuesta de este ayuntamiento a la V.R.A.E.: “ai un palacio correspondiente a la dignidad episcopal queestá arruinado y sereconoce habersido de buena arquitectura.

Campomanes, en su viaje a Extremadura escribió: Que el Palacio Episcopal se halla arruinado y sus fagmentos son de la propia arquitectura de las Casas Consistoriales.

La última referencia que se conoce de ese palacio, es que en 1798, estuvo en manos de los Condes de Santiesteban, según López y dice así: los Condes de Santiesteban conservan oi las ruinas de un sumptuoso palacio de los Obispos de Plasencia.

Del suntuoso palacio se conservan restos de los gruesos muros, arcos, bóvedas, la portada que fue de granito, adornándose la entrada con dos piedras de granito a modo de flameros, sobre pilastras cajeadas, de idéntica factura a los del templo.

Hospital de San Lázaro: Fue construido a mediados del XVI por don Gutierre Vargas Carvajal bajo el patrocinio de San Lázaro cuya finalidad era atender a los mendigos y transeúntes que pasaban por dicha villa.

Convento de la Magdalena: Según el médico placentino Luis de Toro, cerca del Monasterio de Yuste, existía un convento de monjas de la tercera orden de San Francisco, llamado de Santa Magdalena y don Gutierre para que no permanecieran en soledad, las trasladó aunque ellas no querían a Jaraicejo en el año de 1530. la obra de construcción del convento fue una Obra Pía de don Francisco Villalobos, perteneciente a una destacada familia local.

Existe un hecho extraño aquí y es que estas monjas profesaban como franciscanas, pero tras la muerte de don Gutierre, cuando son trasladadas al monasterio de las jerónimas de Trujillo, pasan a profesar en la Orden de San Jerónimo. La conclusión que se puede sacar de esto es que primeramente fueron jerónimas, y al trasladarlas don Gutierre a Jaraicejo pasarían como franciscanas, ya que en la carta repetición del traslado que se conserva en el archivo del convento de las jerónimas de Trujillo, estas monjas reivindican la pertenencia a su primera orden que sería la de las jerónima, y también para que no se perdiese el título y nombre de esa casa. Por eso, desde ese momento el convento de la concepción Jerónima de Trujillo, pasaría a denominarse de Santa María de la Concepción y de la Magdalena.

Años más tarde, el bachiller don Juan Jiménez Moreno, fundo tras su regreso de Indias un monasterio de religiosas a sus expensas conocido como Nuestra Señora de la Natividad, de orden de Santa Clara de Asís. Las fundadoras vinieron de Belvís y no se sabe cuantas vinieron. Se fundaron capellanías a expensas de este convento, llegando a ser uno de los más ricos de la diócesis, pero sin saber el motivo, en torno a 1828, el obispo Lasso de la Vega clausuró dicho convento y repartió a las monjas en los conventos de la misma orden de Trujillo, Plasencia y Serradilla, según Madoz.

El edificio está adosado al templo parroquial. La portada principal es de granito formada por un arco carpanel con marcado abocinamiento y arquivoltas que se apoyan en finas columnas sobre bases apilastradas, rematadas por artísticos capiteles muy bien labrados y en el frontal una hornacina vacía que probablemente poseería una imagen de Santa Magdalena, bajo su advocación se hallaba este convento. En su fachada se pueden ver las ventanas que ocupaban las habitaciones, dispuestas en varias plantas. En la reciente restauración del edificio para otros fines, apareció de nuevo el escudo de don Gutierre, pero esta vez en el claustro del convento.

Para finalizar este apartado, quiero recordar un edificio que hoy es desconocido para la mayoría y que en su día fue un órgano importante en esta villa. Me estoy refiriendo a la Casa del Santo Oficio de Jaraicejo, este órgano judicial creado en la Edad Media cuya misión era localizar, procesar y sentenciar a los herejes. El cargo de inquisidor era dado, principalmente a las órdenes mendicantes, franciscanas y dominicas, aunque esta última era la más abundante. El Papa, encargaba a los dominicos que predicaran el evangelio y limpiar las regiones llenas de herejes.

En España, aunque las tácticas empleadas para acabar con los herejes eran similares a la del resto de los países, el Papa, renuncia a su supervisión, dejando ésta a favor de la nobleza, siendo por tanto un instrumento en manos del Estado, más que en manos de la Iglesia, aunque los dominicos, debido a que poseían una mayor preparación teológica, rechazaban las ambiciones mundanas y, según Ignacio Colomer, era una sociedad muy hostil y cerrada a las demás órdenes, especialmente a las militares, siendo por ello, siempre funcionarios del Santo Oficio.

Los tribunales estaban formados por dos jueces letrados y un teólogo, tenían el trato de Señoría y debían vestir traje eclesiástico. Había un fiscal acusador y un juez de bienes que tasaba las posesiones confiscadas a los acusados. Los asistía un número de personal auxiliar que cumplía diversas funciones; entre ellos, los más importantes para la historia fueron los notarios, que escribían todas las preguntas y respuestas hechas a los presuntos herejes y que hoy son muy valiosos documentos, inclusive anotaban las declaraciones hechas cuando el acusado era sometido a tortura.

La jurisdicción del tribunal abarcaba todas las posesiones españolas, las sedes que se fueron creando a lo largo de su actuación fueron: Sevilla, Córdoba, Ciudad Real, Toledo, Cuenca, Murcia, Valladolid, Santiago, Logroño, Granada, Llerena, Zaragoza, Barcelona, Valencia, Baleares, Jaén, Canarias, y en América: Méjico, Lima y Cartagena de Indias; en Italia en Cerdeña y en Sicilia. El tribunal de Ciudad Real fue trasladado con el tiempo a Madrid.

Los castigos y sentencias para los que confesaban o eran declarados culpables se pronunciaban en una ceremonia pública. Los castigos podían ser desde una peregrinación, cargar con una cruz, o confiscarles una propiedad o encarcelamiento.

No hace mucho tiempo, en una casa de la calle Talavera, de dicha villa, se quitó el encalado que cubría el dintel de la puerta de un salón, apareciendo un bello escudo de las armas del Santo Oficio, que es la cruz latina que simboliza la autoridad eclesiástica. En el granito no se pueden ver los colores, pero se dice que esta cruz está pintada de verde y simboliza la esperanza de la salvación eterna sobre los herejes reconocidos por la iglesia católica. A la derecha de la cruz se encuentra una palma o ramo de olivo cuyo significado es la paz y a la izquierda un cuchillo o puñal que representa la justicia sobre los herejes condenados. Debajo de ese escudo se encuentra la cruz de los predicadores que era a la orden a la que quedaba sujeto dicho tribunal.

Dentro de ese salón, se descubrió también un frontal de azulejos donde volvemos a ver de nuevo las armas del Santo Oficio donde si se aprecia el color de la cruz verde al que me refería anteriormente.

En la parte inferior se pueden observar la cruz de los predicadores, rodeada del rosario ya que fue esta orden la que lo fundase, y debajo de esto, los nombres de dos personas que estuvieron vinculadas en esta villa al Santo Oficio.

PAVLO SUAREZ SEREJON
ANA DE SALAS

Toda la región dependía del tribunal establecido en Llerena, de cuyos funcionarios, los más abundantes van a ser el grupo de los “familiares del Santo Oficio”, especie de policía religiosa.

Un ejemplo, donde se pueden ver a personas de esta villa relacionadas con el Santo Oficio, aunque existen varios, es en las declaraciones que tuvieron que hacer varios vecinos en 1652 y 1653 para completar el expediente de “limpieza de Sangre” como así se llamaba del arcipreste de Medellín, don Juan Solano de Figueroa, natural de esta villa. Los nombres de las familias que estuvieron vinculadas al Santo Oficio en esta villa, quedan vedadas en esta ponencia, porque lo que importa de aquí es que en dicho lugar existió esta institución.

En esta villa, existieron moriscos. Según un censo de 1594 de la Inquisición de Llerena, están censadas cuatro personas que tendrían una aljama en Jaraicejo. No se sabe si serían expulsados de esta villa o reconvirtieron al cristianismo.

Como instrumento de tortura, estaba la garrucha que estaba encima del ayuntamiento de esta villa.

El Santo Oficio se suprime definitivamente tras las Cortes de Cádiz en 1812, aunque según la respuesta nº 30 del V.R.A.E. se dice que “en esta villa no hay dependientes de la Inquisición que sean de numero ni gozen fuero”. Con esto, se puede concluir que en el 1791, ya no existía allí dicha institución, quedando como recuerdo del Santo Oficio en dicha villa, una curiosa ventana de esquina y los dos escudos en el interior de la casa.

4. La construcción de barcos en el norte de España y las expediciones organizadas por don Gutierre.

Vizcaya tenía fama de tener uno de los mejores entornos para la construcción de buques, debido a que poseía los medios para dichas construcciones. Tanto Esteban Gómez (1523) como García Jofré de Loaísa (1525) buscaron el Maluco o Zipango, la Mar del Sur, con naos construidas en Vizcaya, y el buen resultado que dieron convenció a don Gutierre para repetir astilleros, métodos y materiales.

Esta parte de la vida de don Gutierre se va a desarrollar entre 1536 y 1539. El objetivo por el cual se llega a proponer una expedición a Las Indias y obtener una gobernación para su hermano Francisco Camargo, no están muy definidos. Lo que si hay que tener en cuenta, es que el Obispo centró todas sus ambiciones en este objetivo. La inversión seguramente sería ingente, ya que contrataron ocho naos de buen porte y se almacenaron pertrechos, armas y provisiones para una numerosa expedición colonizadora que se dirigiría a las Indias, al sur de la gobernación del río de la Plata, aunque parece que había otros objetivos tapados, más ambiciosos.

Los límites de la gobernación del Estrecho fueron más o menos lo que hoy consideramos la Patagonia; tanto la chilena como la argentina.

El objetivo primario era la expedición a Las Indias pero el historiador Gonzalo Fernandez de Oviedo, se atrevió a decir que a donde se dirigían era a Maluco:

En aquel tiempo de mil quinientos treinta y nueve se aparejaba otra armada que llevaba por capitán al capitán Camargo, hermano de don Gutierre de Vargas, obispo de Plasencia, muy bien preveída, de hermosa gente y artillería y municiones y de todo lo necesario para ir a la Epiceria por el Estrecho de Magallanes y otros dicen que para ir a China.

Gómara, que parece ser que está casado con Catalina hermana de don Gutierre, añadió que “otros españoles que han buscado la Epiceria que otro año envió allá ciertas naos Don Gutierre Vargas Carvajal, obispo de Plasencia, por amor y consejo de don Antonio, su cuñado y pensando en enriquecer más que a otros; pero también se perdieron sin llegar a ellos, aunque una nao de aquella pasó el estrecho de Magallanes y aportó a Arequipa y fue la primera que dio certidumbre de la costa que hay en aquel estrecho hasta Arequipa de Perú.

Existen pleitos en la Chancillería de Valladolid, que demuestran que los buques se copiaron de los de García Jofré de Loaísa y que sus características, marineros, de pequeño puntal y escasa bodega buscaban la buena navegación, adecuada para el descubrimiento, más que la capacidad de transporte idónea para el comercio o la colonización.

En El libro Viejo de la Fundación de Guatemala(1934) de Torres Mendoza, parece ser que en una carta escrita desde Santiago de Guatemala al Rey, el 12 de Mayo de 1536, parece predecir el intento de don Gutierre a esas exploraciones por inducción de su cuñado.Dice así:

Haciéndose en estos reinos seis o siete naos gruesas bien artilladas, en que viniesen hasta setecientos hombres en ellas y que estas con su capitán viniesen por el estrecho de Magallanes, hasta pasar en alguna isla o tierra firme de la costa de la otra costa de la Epicería, que mejor disposición tuviese en esta mar desta parte del estrecho acá y que allí quedasen e inbiesen a esta Casa desta Nueva España e provincias algunas de ellas que llevasen cantidad de caballos, pues para aquel tiempo los habrá en corta abundancia y otros dos mil hombres que para este afecto, fuesen venidos a esta tierra, de donde también se llevarían algunos bastimentos de refresco y algunos navíos y con todo esto fuese adonde viesen las otras naos y de allí se concertasen de enviar y descubrir por diversos rumbos y vientos las islas de La Epiceria y del Maluco, a buscar todo lo que en esta Mar está por descubrir y con la nueva de lo que hallasen, podrían volver a esta tierra según es larga la costa della siempre querrán volver, lo podrán hacer, especialmente que por esta mar dentro della reinan los vientos sures y de esta manera se podrá tomar muy de hecho esta sorpresa y sacar della tan buen fruto como la calidad lo requiere.

Desde el Estrecho hay muy buena navegación a Poniente, por lo que es la vía adecuada para descubrir los mares australes y sus prometedoras islas, aprovechando los vientos y corrientes dominantes y favorables. Pedro de Alvarado, el otro cuñado de don Gutierre, moriría antes de que comenzase dicha expedición hacia la Epiceria. Don Gutierre, se va a dar cuenta de que poco a poco, su flota va a ir menguando de ocho, a seis, cinco y finalmente un navío, que sí llegó a explorar las costas del mar del Sur.

Por otro lado, en 1535, llega a la Corte la noticia de la muerte del capitán Simón Alcazaba, quien consiguiendo la llegada de dos buques a la Costa Patagónica donde desembarcó, fue víctima de un motín y tras su muerte en 1535, sus buques se dirigieron a Santo Domingo, llegando sólo uno, capitaneado por un tesorero, Juan de Mori, que denunció los crímenes en un memorial.

Como dije antes, tras llegar estas noticias a la Corte en otoño de 1535, se empezarían a proponer nuevos candidatos para la sucesión de Alcazaba y serían Hernando de Soto, Rodrigo de Ordoñez y Pizarro. Fue la candidatura, apradinada por don Gutierre Vargas Carvajal para su hermano Francisco de Camargo la que siguió hacia delante.

Antes de firmarse las capitulaciones ya estaba don Gutierre contratando los buques; firmó cuatro naos con un portugalujo, el coronel Ochoa de Salazar. Otros cuatro fueron contratados con un armador llamado Lope de Luzarra. Salazar subcontrató uno en Castro Urdiales y Luzarra sólo le entregó dos.

Aunque con retraso, en verano de 1538, seis hermosas, bien pertrechadas y artilladas naos estaban dispuestas para realizar la travesía a Sevilla, donde se completaría el armamento, se cargarían, se recogerían a sus tripulantes y partirían hacia el Estrecho.

La flota de don Gutierre estaba muy bien artillada y por ello debía ser muy arriesgado atacarla, sin embargo existe constancia sin saber el motivo de que una de las naos se perdió en la travesía a Sevilla, quedándose don Francisco de Camargo con cinco naos desde finales de 1538 listas en el puerto de las Muelas de Sevilla.. Existe una escritura Sevillana que corrobora este dato y que también incluyo en esta ponencia aunque por problemas de tiempo no puedo leerla. Se conserva en el archivo de Protocolos de Sevilla, Oficio Primero y es del 1539 S/N. La trascripción ha sido llevada a cabo por Doña Concepción Hidalgo de Cisneros:

Sepan cuantos esta carta de poder vieren como yo, el comendador francisco de Ribera, capitán general de la Armada del Ylustrísimo sennor el obispo de Plazencia, estante al presente en la en en esta ciudad de Sevilla, por el mismo, en su nombre del dicho sennor obispo, e por virtud del (poder) que de su sennoria tengo, otorgo e conozco por mi e en el nombre que do e otorgo todo mi poder complido, libre e llanero e bastante, segund que lo he e tengo derecho mas debe valer, a Sebastián del Hoyo Billota, estante en esta dicha ciudad specialmente para que pueda tener en su poder e guarda e cargo administración (tachado: 5 naos)tres naos grandes e dos galeones quel sennor obispo tiene en el río Guadalquivir desa dicha ciudad segund que le estan entregadas por fe de pedro Morales escribano de sus magnestades e del armada del dicho señor obispo, para que dellas haga lo que por el dicho sennor obispo ostra por su sennoria le fuese mandado; otrosí,para que pueda por mí y por dicho nombre vender e ben/da ciertos masteles e fustilla e botas que yo por mi e en el dicho nombre tengo en las ataracanas desta dicha ciudad a las personas e por los precios de maravedis que mas por ello pudiera haber e fallar…… concerniente como en razón de cualquier pleytos e negocios moidos e por mover, tocantes e epertenecientes a la dicha armadadel dicho sennor obispo que agora va al Mar/del Sur, al estrecho de Magallanes, lo ottorgo e do al dicho Sebastián del Hoyo e a dichos sostitutos, que para enjuiciar fiziere con todas sus yncidencias e dependencias anexidades e conexidades fago e otorgo avidos e por aver segund (roto) su sennoria reverendisima los tiene obligados por el dicho (borrado). Fecha la carta en Sevilla en las casas de la merced de la morada del dicho comendador Francisco de Ribera, domingo, veinte dias del mes de Julio anno del nacimiento de nuestro Salvador Jesu Christo de mill quinientos treinta y nueve annos, e lo firmo de su nombre.

Don Gutierre, negoció con los funcionarios de La Corte, con los astilleros, los diferentes suministradores, los comerciantes y financieros, los carpinteros, cosmógrafos, marinos, arqueadores de naos, con muy escasa ayuda: un omnipresente comendador de Calatrava llamado Francisco de Ribera, un vecino de Illescas (Toledo) llamado Hernando de Rivadeneira y una pléyade de criados de Jaraicejo, que al ser estas tierras de secano, van a estar poco relacionadas con los temas navales.

Al final aparece Francisco Falero, hermano del socio de Magallanes, Ruy, y un juez de los Grados de Sevilla, llamado Iñigo de Argüello, que había sido corregidor de Vizcaya en los años referidos.

Existen gran cantidad de pleitos de la Chacillería de Valladolid que atañen a don Gutierre o a su familia, a las posesiones del obispado de Plasencia o al ejercicio de sus poderes jurisdiccionales. Los dos contratistas fundamentales van a ser el coronel Ochoa de Salazar y Lope Ibáñez de Luzarra comprometiéndose a realizar cada uno de ellos una serie de naos y botarlas a la ría de Bilbao. Ambos contrratos darían lugar a una serie de pleitos, los de Salazar no son directos con el obispo, sino que responden a asuntos marginales y tampoco quedaron como amigos. Existe otro pleito que acredita que una de las naos fue realizada en Castro Urdiales por Manuel de Otañez, llevaba el nombre de Santa Lucia y el precio de su remolque hasta Portugalete no convenció al obispo. Era consecuencia del incumplimiento de otra sentenia del corregidor de Las Cuatro Villas de la Costa, don Antonio de Sylva, de 14 de enero de 1538, que dirimía las diferencias entre los tres interesados, don Gutierre, Otañez y Salazar. Por último, un juicio con Diego López Gallo y consortes burgaleses trató de limitar los precios de unos mástiles y otros suministros traídos de Flandes para esta flota.

Como ya mencioné anteriormente, don Gutierre sufre un gran perjuicio con el fracaso de la expedición y la pérdida de prácticamente todas las naves. Este hecho, se sumaba al reciente cierre de las cuentas de la Tesorería de su padre con La Corona, que tardaron en liquidarse más de quince años.

La familia Vargas Carvajal perdió en estas liquidaciones la propiedad de una inmensa finca madrileña: La Casa de Campo, que fue cedida en donación de pago al rey en 1540.

En el archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Sala de Vizcaya, legajo 829/7 se encuentra la escritura otorgada por el coronel Ochoa de Salazar donde se describe todo el procedimiento referente a la construcción de esas naos que don Gutierre le encarga. Esa escritura es presentada en el pleito en 22 de septiembre de 1539. En Jaraicejo, a 15 de marzo de 1539, en presencia de García de Madrid, escribano público de dicha villa, por Gutierre de Carvajal, señor de de esta villa, se presentó una Provisión Real de 5 de octubre de 1538 por la que se daba licencia para sacar traslado de obligación.

Las naos, del obispo don Gutierre, se sabe que abandonaron el Guadalquivir a principios de septiembre de 1539 y que navegaron hasta la costa Patagónica, a donde arribaron en enero de 1540. Tres o cuatro naves, se perdieron en el Atlántico antes de ingresar al Estrecho de Magallanes y una regresó a la isla de Santo Tomé, en Guinea al mando del capitán Alvarado.

Se sabe también que el 17 de julio de 1541 llegó a Lisboa una nao portuguesa que se la había encontrado un corresponsal, Cristóbal Rayzen. Una de las naos si llega ala desembocadura del Estrecho y bajo una cruz dejó un mensaje. A partir de ese momento existen varias opiniones según los distintos historiadores, yo me quedaría con las conclusiones de Pedro José Dermis en una revista de los derroteros del Mar del Sur donde dice que debe reconocerse el esfuerzo descubridor del buque del obispo don Gutierre que consiguió traspasar el estrecho de Magallanes llegando a Perú y a Panamá. Es indiscutible que navegaron al albur de las tormentas, pero que también fueron capaces de restablecer su propio rumbo, que sondearon al sur y norte del estrecho, que bautizaron aquellos accidentes geográficos que representaban un interés para la navegación, que arrumbaron la nao a su objetivo primario, el límite de la gobernación a Pedro Mendoza, hacia el 37º sur, exploraron la región y después escaparon a tierra de cristianos, a la gobernación de Pizarro, habiendo constancia de que la nao estuvo primero en Quilea y Arequipa, y que después fue a Lima e incluso a Panamá. Geográficamente, hubo una exploración de hasta entonces desconocida: Arauco, los canales y las costas adyacentes al estrecho de Magallanes.

Una vez comentadas estas expediciones cuyo promotor era don Gutierre, nos trasladamos de nuevo al Palacio Episcopal de Jaraicejo, donde vamos a concluir con la vida de este gran mecenas y príncipe constructor. Allí va a pasar los últimos días de su vida el obispo Vargas Carvajal, donde aquejado por el mal de gota que padecía, es asistido espiritualmente durante muchos días en su postrera enfermedad por el Padre Martín Gutiérrez, quien fue el primer cura rector de ese colegio de los jesuitas de Plasencia fundado por el propio don Gutierre. Se dice que tuvo todo su juicio hasta el punto de expirar, pidiendo a los Padres de la Compañía que con él estaban que le ayudasen a morir, no queriendo oír otras cosas que las de su alma y el nombre de Jesús y de María. Otorgaría testamento en Jaraicejo el 23 de Abril de 1559, entregando su alma a Dios, cuatro días más tarde de otorgar testamento. Sus restos fueron trasladados primeramente a Torrejón el Rubio, señoría de su primo don Francisco de Carvajal, al que había encomendado el patronazgo del Colegio de la Compañía de Plasencia, estando allí su cuerpo durante un año, hasta que fue trasladado a la famosa Capilla del Obispo en la iglesia de San Andrés de Madrid, que fue construida entre 1520 y 1535, por su padre Francisco de Carvajal y por el propio don Gutierre para contener en un principio el cuerpo incorrupto de San Isidro y que por desavenencias allí surgidas, pasaría después a ser capilla funeraria de los Vargas.

La explicación de no ser llevado a Plasencia puede ser explicada por las difíciles relaciones que tuvo siempre con su Cabildo, pero sus restos podrían haber descansado para siempre bajo las bóvedas de su verdadera nao terrenal, su nao eclesial de Jaraicejo, y si esto no se llevó a cabo, probablemente fuese por el deseo de su primo, al que le unían lazos afectivos muy fuertes, de honrarle personalmente hasta que fuera colocado en su destino final.

Terminaba así el periplo de máximo esplendor para aquella villa, que cuyo obispo tanto había hecho por ella, a pesar de los enfrentamientos y pleitos que tenía a veces con los vecinos. Me despido con una cláusula del testamento de don Gutierre en la que hace referencia a su querida villa..

Item digo que por cuanto yo he tenido particular cuidado de acrecentar la villa de Jaraicejo, y de hacer de ella una villa muy princpal, y una plaza, y unas calles, y empedrarlas, y de hecho otros edificios públicos; y todo esto he gastado de mi hacienda, y no he habido conocimiento de parte de los vecinos desta villa, antes me han puesto muchos pleitos sobre una huerta y ciertas casa que hice; quiero y es mi voluntad que si se siguieran dichos pleitos, se está a las resultas, y no siguiéndolos y consintiendo a lo que está hecho, pues es en su provecho, es mi voluntad que no se cobre cosa alguna, porque yo les hago de todo ello gracia e donaçion.

ANEXO

5. Apéndice fotográfico.

img1Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Fachada Meridional.

img2Detalle del Escudo del Obispo Vargas Carvajal en el capitel de la columna.

img3Portada de los pies y arco pasadizo.

img4Interior del templo.

img5Planta de la Iglesia de la Asunción de Nuestra Señora.

img6Detalle de la Bóveda.

img7Pila Bautismal Siglo XVI.

img8Púlpito en el que se aprecia el escudo de d. Gutierre.

img9Puerta principal del Convento de la Magdalena. S. XVI

img10Puerta de la Merced. Iglesia Parroquial. S. XVI

img11Mausoleo en el interior de la Iglesia. Siglo XVI.

img12Detalle del escudo que corona el mausoleo.

img13Ventana de Esquina de la Antigua Casa del Santo Oficio.

img14

Escudo de la Inquisición de Jaraicejo.

img15

Frontal de azulejos con las armas del Santo Oficio.
(Casa del Santo Oficio).

Bibliografía:

  • Historias Placentinas inéditas. Domingo Sánchez Loro. Cáceres, 1993.
  • El discutido Extremeño Cardenal Carvajal. Teodoro Fernández Sánchez. Diputación Provincial de Cáceres, 1986.
  • El Obispo Don Gutierre de Vargas, un madrileño del Renacimiento. Caja de Madrid, Madrid 1994.
  • Historia General Naval de las Indias, Gonzalo Fernández de Oviedo, Madrid, Ediciones atlas, 1992.
  • Las siete centurias de la ciudad de Alfonso VIII. Alejandro Matías Gil. Asociación cultural de Plasencia Pedro de Trejo. Biblioteca placentina.
  • Extremadura en los relatos de viajeros de habla inglesa (1760-1910) Jesús A. Marín Calvario. Diputación de Badajoz, departamento de publicaciones, 2002
  • Viajes a Extremadura. Antonio Ponz.
  • Estado de Capilla. José Muñoz Rubio. Grafisur, 1985
  • Viaje de Campomanes a Extremadura, Rodríguez Amaya E. Badajoz, 1984
  • Garciaz y su término parroquial. Francisco García Serrano, Zaragoza, 1971
  • El fuero de Plasencia. José Benavides Checa. Roma 1986.
  • Introducción a las guerras del Emperador Carlos V. Sociedad estatal para la conmemoración del Centenario, Madrid 2000.
  • Libro Viejo de la Fundación de Guatemala, Biblioteca de Goathemala, 1934.
  • Descripción de la ciudad y obispado de Plasencia. Luis de Toro, Madrid 1967.
  • Del Suceso de las tres naos del obispo de Plasencia, que envió al Perú por el Estrecho de Magallanes. Antonio de Herrera, Editorial Complutense, Madrid 1991.
  • Estudio Histórico sobre la Patagonia y Tierra del Fuego, Leigpig, F.A. Brockhaus, 1993
  • Diccionario autobiográfico de conquistadores y pobladores de Nueva España, Imprenta El Adelantado de Segovia, Madrid, 1923
  • Tres hijos de Madrid, tesoreros del emperador Carlos V. Madrid, Instituto de estudios madrileños, 1960.
  • Los pleitos sobre los buques y pertrechos están archivados en : Sala de Vizcaya Legajo 829-7, legajo 1257-18 (caja 2836) y los pleitos familiares están en la Escribanía de Fernando Alonso, cajas 627-4 y 1413-6
  • Archivo General de Indias, Chile 165, folio 37 vuelto.
  • Archivo Histórico Municipal de Trujillo. Anales de la Santa Iglesia Catedral. No se ve la fecha, pero sí la persona que lo escribió, Francisco Rodríguez Escobar, contable del Obispo de Plasencia, correspondiente al prelado de Pedro González Acebedo, por lo tanto estaría escrito entre 1595 y 1609.
  • Archivo de la Catedral de Plasencia. Legajo 10-751.
  • Diccionario geográfico estadístico de la Historia de España y sus posesiones de ultramar. Madoz, 1830
  • Archivo Histórico provincial de Cáceres. Interrogatorio de la Real Audiencia
  • Archivo General de Simancas, 1494, folios 56-63.
  • Archivo Parroquial de Jaraicejo (A.P.J.) Libro de finados año 1801.
  • A.P.J. Libro de Cuenta. Año 1868.
  • A.P.J. Luis González Nuevo, Anales de la Parroquia. 1910
  • A.H.P.C. Catastro del Marques de la Ensenada.
  • A.H.P.C. Sección clero. Caja 131/56 Año 1556.
Oct 012005
 

Esteban Mira Caballos.

Universidad de Sevilla

1.-INTRODUCCIÓN

Todavía hoy es posible encontrar entre los vetustos legajos del Archivo General de Indias algún documento totalmente novedoso e inédito. El presente artículo se fundamenta precisamente en uno de esos hallazgos, a saber: el inventario de los bienes confiscados al capitán Gonzalo Pizarro en Extremadura. Un manuscrito que se conserva en dicho repositorio sevillano, en una sección todavía poco explorada como es la de Contaduría, concretamente en el legajo 1.050.

El documento tiene tanto más valor cuanto que se pensaba que Gonzalo Pizarro, ajusticiado en 1548, no había tenido tiempo material de remitir sus caudales a la Península. Su vida, tan corta como intensa, estuvo muy ocupada, primero, en la conquista del estado Inca, y después, en la disputa con los almagristas y en las Guerras Civiles. Es más, se sospechaba que el grueso de los capitales de los Pizarro fue repatriado por Hernando mucho más tarde. Efectivamente, se pensaba que fue éste quién recuperó el control sobre los capitales del Perú en los 38 años que transcurrieron desde 1540, en que fue confinado en el Castillo de la Mota, pero con cierta libertad de acción, hasta su fallecimiento en Trujillo hacia 1578. Y aunque es cierto que gracias a su longevidad -murió centenario-, pudo recuperar una parte de la fortuna de los Pizarro, no es menos cierto que una parte de ella había sido remitida por Gonzalo y por él mismo con anterioridad a su apresamiento en España.

El objetivo fundamental de este artículo es, pues, demostrar con la solidez que nos proporciona la base documental, que los Pizarro comenzaron a invertir sus caudales en su Trujillo natal desde muy poco después de su llegada al área Andina. De hecho, al menos desde 1534 encontramos el envío a Trujillo de ingentes partidas de numerario, las primeras de ellas invertidas personalmente por Hernando durante su estancia en España. Efectivamente, el 21 de noviembre de 1534 escrituró en Trujillo, ante el escribano Florencio de Santa Cruz, la compra de la suerte de Valverde, propiedad de Francisco de Solís y de Elvira de Mendoza, vecinos de Cáceres, por un precio de 190.000 maravedís. Otras muchas escrituras fueron formalizadas en años sucesivos, y en especial, en 1538, por Juan Cortés, regidor de Trujillo. A este último se le denomina en la documentación como “hacedor de Gonzalo Pizarro”, palabras elocuentes que dicen mucho sobre su cometido. Sabemos que, en Perú, los Pizarro le entregaron unos 16.000 castellanos de oro para que los invirtiera en Trujillo o en los alrededores. Pero no era el único delegado o “hacedor” de los Pizarro, pues Alonso Álvarez, Juan de la Jara, Luis de Camargo y Juan de Herrera también participaron en la gestión de su fortuna. No en vano, este último declaró haber recibido, en la posada cuzqueña de Gonzalo y Juan Pizarro, ¡nada menos que 40.000 ducados! y que, a su llegada a Sevilla, los entregó, cumpliendo órdenes expresas, a Juan Cortés. Pero, es más, incluso Juan Pizarro, muerto prematuramente en Cuzco hacia 1536, tuvo tiempo de mandar diversas partidas a Trujillo. Así, además de los 40.000 ducados que remitió a medias con su hermano Gonzalo, se menciona otra partida de “25.000 o 26.000 castellanos”, así como otras cantidades de oro en diversas remesas que el declarante Juan Cortés no acierta a concretar de memoria.

Insisto que llama poderosamente la atención como, inmediatamente después de obtener los primeros botines de guerra, sin esperar ni un suspiro, los Pizarro lo remitieron a su tierra para transformarlos en rentas con las que disfrutar de una vida holgada en el futuro. Ello no denota otra cosa que el verdadero deseo de estos conquistadores de primera generación que no era otro que regresar ricos a su tierra natal. Aunque Gonzalo Pizarro, al igual que sus hermanos Juan y Francisco, murió en tierras del Perú, parece evidente que su deseo siempre fue el de regresar a su añorada patria chica, un sueño que por desgracia para ellos solo pudo ver cumplido, después de no pocas vicisitudes, Hernando.

En lo referente a las inversiones de capitales indianos en España en general y en Extremadura en particular están apareciendo en los últimos años decenas de trabajos monográficos. Tradicionalmente se había pensado que el dinero indiano, bien, salió al extranjero para pagar las guerras españolas en Europa, o bien, se invirtió en objetos suntuarios y en fundaciones de memorias, sin una trascendencia significativa en la economía del común de la ciudadanía. Ya en 1978 el profesor Vázquez de Prada, advirtió la posibilidad de que una parte de los caudales indianos, los de los pequeños comerciantes y propietarios, hubiesen entrado “en el circuito de una economía productiva”[1]. Pues, bien, en un reciente estudio sobre la inversión de caudales en Extremadura se ha demostrado definitivamente la importancia que estos caudales indianos tuvieron en la precaria economía de la Extremadura rural[2].

Y en el caso particular de la ciudad de Trujillo también contamos con un excelente estudio monográfico que analiza los documentos de Bienes de Difuntos del Archivo de Indias[3]. En cualquier caso, en dicha sección no había documentación de los Pizarro, por lo que no están contabilizadas estas inversiones. La importancia de este dinero indiano fue tal que su huella ha quedado inmortalizada en piedra a través de edificios, como el imponente Palacio de la Conquista.

2.-GONZALO PIZARRO: DE HÉROE A VILLANO

No vamos a trazar aquí una biografía completa del capitán Gonzalo Pizarro, primero, porque desbordaría con creces la extensión de esta ponencia y, segundo, porque no es nuestro objetivo en estos momentos. Además, existen cientos de obras, tanto históricas -Cieza de León, Inca Garcilaso, Poma de Ayala, López de Gómara, Fernández de Oviedo, etc.- como recientes, en las que se trata extensamente la biografía de los Pizarro[4]. Por tanto, nos limitaremos en estas líneas a hacer una breve síntesis de lo más importante de su biografía para a continuación analizar sus inversiones.

Gonzalo Pizarro nació en Trujillo en una fecha indeterminada, en 1511 para unos o en 1513 para otros, localidad en la que permaneció hasta que, en 1529, su hermano Francisco, ya nombrado “gobernador, capitán general, adelantado y alguacil mayor del Perú”, se personó en ella[5]. Allí, consiguió arrastrar con él a sus hermanos, Hernando, Juan y Gonzalo, estos dos últimos siendo tan solo unos adolescentes de entre 15 y 18 años. Al parecer, la situación económica de estos en Trujillo era poco holgada, pues, no en vano, se decía que eran entonces “tan orgullosos como pobres”[6].

Una vez en los reinos del Perú, Gonzalo trabajó activamente con sus hermanos en la conquista y pacificación del incario. Tras la conquista de la capital, Cuzco, quedó como lugarteniente de su hermano Hernando. Unos años después, tuvo un papel muy destacado en la derrota de los indios de Manco Inca Yupanqui quienes, en 1537, intentaron recuperar su ciudad imperial. Al parecer uno de los motivos que impulsaron al Inca a atacar a los españoles fue el desprecio con el que era tratado por el menor de los hermanastros del Adelantado, Juan Pizarro, quien incluso se atrevió a quitarle a su mujer principal, la princesa Inquil Coya[7]. Este momento de confusión fue aprovechado por Diego de Almagro y su hueste para hacerse con el control de la ciudad. Y ello, porque siempre sostuvo que Cuzco caía dentro de la gobernación de Nueva Toledo que él tenía asignada. Por ello, marchó rápidamente “con los de Chile” sobre ella, atravesando el duro desierto de Atacama. En la capital incaica cogió por sorpresa a Hernando Pizarro, prendiéndolo tras una breve refriega. Desde este momento dio comienzo en Perú un período, sangriento y oscuro, de más de una década que se conoce con el nombre de las “Guerras Civiles”[8]. Tradicionalmente, se ha culpado a los Pizarro de ser los causantes de este caos. Sin embargo, Morales Padrón, ha llamado la atención sobre la responsabilidad de Diego de Almagro, antiguo socio de Francisco Pizarro, a quien los cronistas califican de hombre codicioso, mentiroso, burdo, fanfarrón, y deslenguado[9].

Tras largas negociaciones entre Francisco Pizarro y Diego de Almagro, Hernando fue liberado. Pero, en vez de marchar a España como había prometido, proyectó su venganza sobre el Adelantado de Nuevo Toledo. Para ello, emprendió una campaña bélica contra él a quien derrotó cerca de Cuzco, en el paraje conocido como el campo de las Salinas, allá por abril de 1538. Poco menos de tres meses después, Hernando -al parecer, sin el conocimiento, ni la aprobación de sus hermanos- tomó una decisión que a la postre resultaría fatal para él mismo y los suyos, el ajusticiamiento del Adelantado. Y ello muy a pesar de que, poco tiempo atrás, su vida fue respetada por el que en ese momento era su víctima. En esta ocasión es el historiador Manuel Ballesteros quien disculpa su actitud, afirmando que se vio obligado a ello, al pensar que hasta que no muriese no habría paz. De hecho, cuando fue ajusticiado en prisión ya tenía noticias Hernando que se estaban concentrando en Cuzco una gran cantidad de amigos del reo, temiendo una revuelta de consecuencias insospechadas[10].

Cierto o no, la verdad es que desde este momento comenzaron toda una serie de venganzas en cadena que a la larga terminarían con la caída en desgracia de la familia Pizarro: Francisco, el Adelantado y Marqués de la Conquista, murió asesinado, Hernando fue confinado durante más de veintidós años en el Castillo de la Mota y, finalmente, Gonzalo acabó siendo ejecutado en la plaza pública.

Francisco Pizarro adoptó al hijo de Almagro, llamado del mismo modo, quien al final, como es bien sabido, se convirtió en su propio verdugo. Efectivamente, Diego de Almagro “El Mozo” terminó asesinando al trujillano, convirtiéndose en el nuevo gobernador. Al grito de ¡viva el Rey y mueran los tiranos!, los almagristas entraron en las dependencias del Adelantado, defendido tan solo por unos pocos leales que murieron con su señor, y lo asesinaron de un espadazo en el cuello, saqueando, acto seguido, su palacio. Para investigar estos hechos el Rey envió a Vaca de Castro, quien tras un proceso acabó condenando a muerte a Almagro. Curiosamente, padre e hijo terminaron corriendo la misma suerte, uno ajusticiado por Hernando Pizarro y el otro por el representante Real.

Pero, a estas alturas Gonzalo Pizarro no se iba a conformar con otra justicia que no fuese la suya. Ni quería a Diego de Almagro “El Mozo” ni tampoco a un gobernador como Vaca de Castro, impuesto por la Corona. Por ello, como heredero de su hermano, empezó una guerra sistemática y total para proclamarse único gobernador del Perú. A partir de 1544 se enfrentó al primer virrey del Perú, Blasco Núñez de Vela, que había llegado en enero de ese año a las costas de Nombre de Dios y pretendía aplicar el texto de las Leyes Nuevas. Si no aceptó al gobernador Vaca de Castro muchísimo menos iba a consentir a un virrey, que además pretendía aplicar una nuevo corpus legal era absolutamente impopular entre los viejos conquistadores. Por ello, el alzamiento de Gonzalo Pizarro gozó inicialmente de muchas simpatías entre los españoles del Perú y eso le llevó a vencer fácilmente al virrey en la batalla de Quito, concretamente en el llano de Añaquito, el 18 de enero de 1546. No hay acuerdo entre los cronistas sobre si el virrey fue muerto en la propia contienda -decapitado por un esclavo-, o si fue efectivamente ajusticiado después. Lo cierto, es que Gonzalo Pizarro se vio en enero de 1546 como dueño de todo el virreinato, incluido Panamá que ofreció su adhesión.

Pero, las cosas no podían quedar así y Gonzalo lo sabía, no solo por haber matado a un representante Real sino por haber desafiado al Emperador. López de Gómara llega a decir, incluso, que pensó en proclamarse rey del Perú y que los encomenderos reivindicaban la tierra como suya, por haber derramado su sangre en su conquista:

“Unos decían que no darían al Rey la tierra si no les daba repartimientos perpetuos; otros, harían rey a quienes les pareciese, que así habían hecho en España a Pelayo y Garci Jiménez; otros, que llamarían a los turcos si no daban a Pizarro la gobernación del Perú y soltaban a su hermano Fernando Pizarro; y otros, en fin, decían que aquella tierra era suya, y la podían repartir entre sí, pues la habían ganado a su costa, derramando en la conquista su propia sangre”[11].

Y tan claro lo tenía el extremeño que en principio permaneció en Cuzco a la espera de una gran batalla que finalmente nunca llegaría porque sus propios compañeros, viendo lo que se venía encima, comenzaron a desertar. Entre 1546 y 1547 se libró la Guerra de Huarina en la que el trujillano se debió enfrentar a un antiguo compañero, Diego Centeno y a algunos otros capitanes desertores. La guerra fue dura y costosa en vidas humanas. Por aquel entonces, unos y otros libraban ya una guerra a muerte, venciendo finalmente las tropas de Gonzalo Pizarro que prendieron a Centeno y dejaron a “muchos de sus capitanes y gente muertos y presos”[12].

Pese a la victoria, el enviado Real, Pedro de La Gasca, no tuvo muchas dificultades para ir sumando adeptos hasta el punto de dejar a Gonzalo Pizarro prácticamente aislado. En realidad, la llamada guerra de Jaquijahuana, no consistió más que en una serie de escaramuzas en las que el trujillano prácticamente se entregó. Cuentan los cronistas que Gonzalo le pregunto a uno de los pocos capitanes que permanecieron fieles, el barcarroteño Juan de Acosta, “Juan ¿qué haremos?”, a lo que éste respondió: “irnos a Gasca”, a lo que añadió Gonzalo: “vamos, pues; moriremos como cristianos”[13]. López de Gómara nos dejó una descripción muy realista de su ejecución, donde se palpa la crudeza y el dramatismo del momento:

“Sacaron a Gonzalo Pizarro a degollar en una mula ensillada, atadas las manos y cubierto con una capa. Murió como cristiano, sin hablar, con gran autoridad y semblante. Fue llevada su cabeza, y puesta en la plaza de los Reyes, sobre un pilar de mármol, rodeado de una red de hierro, y escrito así: Ésta es la cabeza del traidor Gonzalo Pizarro, que dio batalla campal en el valle de Xaquixaguana contra el estandarte real del Emperador, el lunes 9 de abril de 1548”[14].

El alzamiento de Gonzalo Pizarro ha sido interpretado desde muy distintos puntos de vista. Se ha dicho que su movimiento fue la versión americana del alzamiento de las Comunidades de Castilla. Y probablemente hay mucho de cierto en ello, pues, parece claro que la derrota del extremeño, como la de los Comuneros en Villalar, supuso el afianzamiento del poder y de los intereses Reales. Con posterioridad, ningún español, salvo el loco Lope de Aguirre, se atreverá a desafiar los designios del Rey.

3.-LA EXPROPIACIÓN DE SUS BIENES

Como es bien sabido, el desafío de Gonzalo Pizarro acabó con su ejecución pública y con la confiscación de todos los bienes. Por ello, la Corona emprendió una larga serie de gestiones encaminadas a averiguar qué propiedades y qué caudales había dejado el trujillano en España. De la información y el inventario que se hizo se demuestran varias cosas:

Para empezar, queda muy claro que los hermanos Pizarro -Juan, Hernando y Gonzalo- remitieron fabulosas sumas de dinero a Extremadura en un corto período de tiempo. Estas remesas llegaron muy mermadas a Trujillo y una parte ni tan siquiera llego a ser invertida. Y ello, por varios motivos, a saber:

Primero, por los costes del traslado aunque no se especifican en la documentación que hemos manejado. En este documento solo se menciona el dinero que llegó a Trujillo y el que se invirtió. Pero está claro que entre los impuestos, el flete, los registros y el pago de escribanos y factores debió consumirse un porcentaje de ese caudal.

Segundo, hay indicios para pensar que entre tanto intermediario y sin la presencia directa de los hermanos Pizarro, no poco dinero se quedó en el camino. De hecho, los mismos factores se muestran imprecisos en algunas afirmaciones, aunque declaran tener por escrito “la cuenta y razón”. Vagamente dicen que, tanto en el monasterio de Guadalupe como en la casa de la Zarza, había “mucho dinero y oro”.

Y tercero, una parte del capital quedó sin invertir, e incluso, lo que se iba cobrando de las rentas no se reinvirtió. Y en este sentido diremos que, tanto Juan de Herrera como Juan Cortés, tenían en su poder importantes sumas de numerario de los hermanos Pizarro, unas procedentes del Perú y destinadas a la inversión y otras cobradas ya de las rentas de las inversiones realizadas en los años anteriores. Además, Juan de Herrera declaró que recibió orden de Hernando para dar a su hermana Francisca Rodríguez, 900.000 maravedís de los que, cuando la Corona le requirió, solo pudo devolver 187.000.

Asimismo, llama poderosamente la atención el hecho de que no se mencione ninguna partida remitida por el Adelantado Francisco Pizarro. En la década de los treinta los Pizarro hicieron numerosos envíos de capital a Trujillo, pero, en ninguno de ellos aparece el conquistador del incario como propietario. De todas formas, en su testamento, fechado en la Ciudad de los Reyes, el 5 de junio de 1537, declara tener en España 37.000 pesos de oro que había tomado prestados el Rey[15]

Por lo demás, queda claro en el expediente que los únicos bienes confiscados fueron los de Gonzalo Pizarro, aunque también se inventariaron los de su hermano Hernando, incluida su casa de la Zarza con todas sus pertenencias. Dicha relación de las pertenencias de Hernando se realizó el 18 de mayo de 1549. Pero si solo se confiscaron los bienes de Gonzalo, ¿por qué se inventariaron los de su hermano Hernando? Pues, bien, la Corona tenía sobradas razones: en primer lugar, porque no pocas partidas fueron remitidas al alimón por ambos, sin que los mismos receptores en Trujillo tuvieran la certeza de qué cantidad pertenecía a uno y a otro. Y en segundo lugar, porque Hernando fue acusado de cobrar las rentas de su hermano que, desde su alzamiento, pertenecían a la Corona.

Por todo ello, la Corona lo condenó a pagar de su erario nada menos que 2.190.877 maravedís, cantidad que se estimó se había embolsado cobrando las rentas de su difunto hermano. Y realmente, no le faltaba razón a la Corona, pues, de hecho, nos consta que estando ya Gonzalo Pizarro proscrito y en guerra con la Corona, Hernando seguía recaudando las rentas de su hermano. Así, por ejemplo, Juan de la Jara declaró haber cobrado más de 636.000 maravedís del juro que Gonzalo Pizarro tenía sobre las alcabalas de Mérida, dando cuenta de ellos a Juan Cortés, que actuaba en nombre de Hernando Pizarro. Pero el problema fue que en un primer inventario la Corona solo consiguió recuperar 1.710.348 maravedís, por lo que debieron esperar las rentas de otros años para saldar la deuda pendiente.

Ya veremos en páginas posteriores como, Hernando, consciente del control que se ejercía sobre sus cuentas, desvió parte de las rentas a favor de su fiador, Juan Cortés. Pero, la Corona no se dejó engañar y condenó a éste a abonar 1.193.698 maravedís que se había quedado de las rentas de los Pizarro. Por ello, el 13 de junio de 1549 firmó, ante el escribano de Trujillo Francisco de Ovalle, una escritura de obligación por la que tres paisanos suyos, Juan Pizarro de Orellana -Regidor del concejo al igual que él-, Martín Alonso y Juan Vicioso se comprometieron a satisfacer la cantidad, quedando libre de toda culpa.

CUADRO I
BIENES Y RENTAS INCAUTADAS A GONZALO PIZARRO

TIPO DE RENTA O PROPIEDAD UBICACIÓN CAPITAL INVERTIDO
(LUGAR Y FECHA DE LA COMPRA)
RENTA ANUAL TOTAL COBRADO
(AÑOS)
Juro sobre la ciudad de Trujillo Trujillo 21.000 21.000 (1549)
Lo pagó Martín Alonso, vecino de Trujillo Trujillo 48.952 (1549)
100 vacas y un sexmo en las dehesas de la Jarilla y Çafrilla Medellín 634.200 (Trujillo, 11-IV-1538) 18.550 18.550 (1549)
8 vacas de renta de hierba en Torre de Caños y Frexneda Medellín 219.300 6.000 6.000 (1549)
27 vacas de hierba en la heredad de la Caballería Medellín 337.000 (Trujillo, 20-V-1537) 10.100 10.100(1549)
17 vacas de hierba en la dehesa de la Caballería Medellín 200.000 (Trujillo, 20-V-1538) 6.360 6.360 (1549)
Juro sobre las alcabalas de Mérida Mérida y su partido 4.776.187 (Trujillo, 3-V-1542) 159.206 636.824 (1543-1546)
Juro por 1.500 pesos de oro de los que se sirvió el Rey Málaga 675.000 (Valladolid, 15-IX-1537) 22.500
Alcance de Juan Cortés por rentas de Gonzalo Pizarro 274.385 (1549)
82 vacas y un doceavo (sic) y medio de hierba en la dehesa del Cuadrado Medellín Entre 26.447 y 41.000 dependiendo del año 364.943 (1550-1560)

Las cifras presentadas en este cuadro son muy reveladoras. La suma de las inversiones conocidas de Gonzalo Pizarro, entre 1534 y 1542, asciende a 6.862.687 maravedís. Pero, a dicha cantidad habría que añadir dos partidas más de las que conocemos la renta pero no el capital invertido. La primera de ellas, la que en 1549 pagó Martín Alonso no tenemos más referencias, pero suponiendo que sencillamente fuera un préstamo habría que sumar al menos esos 48.952 cobrados. Y la segunda, 82 vacas y un doceavo de renta de hierba en la dehesa del Cuadro de Medellín. El cálculo es fácil, comparando con lo que costaron las 17 vacas de la dehesa la Caballería también de Medellín, cuyas vacas de hierba se alquilaban a un precio similar a la del Cuadrado, daría un precio de compra de 964.705 maravedís. En definitiva, en nombre de Gonzalo Pizarro se invirtieron entre 1534 y 1542 un total de 7.876.344 maravedís. Es decir, ¡en tan sólo ocho años!, una inversión superior a los 17.500 pesos de oro, poco menos de cinco millones de euros de hoy.

El grueso de las inversiones se hicieron en juros, pues, el total invertido ascendió a 5.472.187, lo que supone el 69,47 por ciento del total. El juro más cuantioso fue el formalizado, el tres de mayo de 1542, sobre las alcabalas de la ciudad de Mérida que ascendió a 4.776.187 maravedís. Su renta anual se elevaba nada menos que a 159.206 maravedís. El juro de Málaga, de mucha menor cuantía, pues, rendía 22.500 maravedís anuales, no fue una elección de los factores de los Pizarro sino sencillamente una apropiación de la Corona de 1.500 pesos de oro.

El resto de la renta se invirtió en vacas de hierba, que era una forma de participación en la propiedad de una dehesa que se tasaba en una cantidad de maravedís al millar, cuya oscilación dependía de la productividad de la dehesa[16]. Casi todas estas inversiones en fincas rústicas se hicieron en tierras de Medellín, donde las dehesas eran más productivas que las del término de Trujillo. Las rentas de Gonzalo Pizarro en Extremadura superaban ampliamente los 250.000 maravedís anuales.

Pero, aunque fue Gonzalo quien más capitales remitió en esos años iniciales, tampoco Hernando se quedó corto, como podemos observar en el cuadro II que ofrecemos a continuación:

CUADRO II
BIENES Y RENTAS INCAUTADAS A HERNANDO PIZARRO

TIPO DE RENTA O PROPIEDAD UBICACIÓN CAPITALINVERTIDO RENTA ANUAL TOTALCOBRADO
Una casa La Zarza
Tres quincenos de un cuarto de la heredad de Toledillo
18 vacas y 3 cuartos de renta de hierba en la heredad de Torre Virote Medellín De 2.835 a 11.340 dependiendo del año 58.239 (1550-1560)
34 vacas y tres cuartos de renta de hierba en las heredades de Torre de Caños y Frexneda Medellín 15.150 167.150 (1549-1560)
La mitad de medio quinto de la heredad de Aguas Viejas Trujillo 1.360 14.960 (1550-1560)
La parte de la heredad de Malpartida que fue de Ana Ramira Trujillo 3.536 (1549), 4.000 (1550-1560) 43.536 (1549-1560)
Un tercio y quinto de la suerte de Valverde y de Ana Elvira de Mendoza, su mujer, vecinos de Cáceres. 190.000 (Trujillo, 21-XI-1534) No se carga nada
30 vacas de renta de hierba en la heredad de La Sierra de Hortiga (sic) Medellín De 5.984 a 8.824 según año 44.120 (1549-1560)
15 vacas de hierba en la heredad La Cabeza del Caballo Medellín De 3.007 a 5.150 según año 49.646 (1549-1560)
12 vacas y media en la dehesa de la Jarilla Medellín 3.125 34.375 (1549-1560)
19 vacas y un quinto de hierba en la dehesa del Novillero Medellín De 3.952 a 14.250 según año 132.682 (1549-1560)
Un quinceno y un cuarto de la dehesa de Guadalperal[17], que es en los Aguijones Trujillo 3.750 41.250 (1549-1560)

Calcular las inversiones y las rentas que obtenía Hernando Pizarro es mucho más difícil, sencillamente porque la documentación se muestra mucho más parca a la hora de aportar cifras concretas. En cualquier caso, sí parece claro que las inversiones de Hernando fueron notablemente inferiores a las de su hermano. Asimismo, los beneficios anuales ascendían a tan solo 53.931 maravedís, lo que más o menos es la quinta parte de las rentas de que gozaba Gonzalo. Ahora bien, habría que preguntarse ¿por qué las inversiones que aparecen de Hernando Pizarro son muy inferiores? En principio, parece extraño, pues, fue precisamente él quien estuvo en España, gestionando los capitales y contactando con los representantes en la Península. Hay que tener en cuenta que desde 1540 estuvo en España y que, aunque confinado en el castillo de la Mota, tuvo total libertad para actuar, como se desprende de las declaraciones de sus factores. A nuestro juicio es muy probable que interviniera a través de sus agentes para desviar u ocultar una parte de sus inversiones.

Sea como fuere, lo cierto es que como el dinero que se le confiscó no fue suficiente para saldar su deuda, el secuestro de sus rentas continuó unos años más. Por ello, se volvió a hacer una completa relación de los réditos proporcionados por las fincas rústicas suyas y de su difunto hermano Gonzalo, entre 1560 y 1565. El objetivo no era otro que saldar definitivamente la deuda con la Corona.

CUADRO III
RENTAS DE LAS PROPIEDADES DE HERNANDO Y GONZALO PIZARRO (1560-1565)

PROPIEDAD LOCALIDAD ARRENDADOR AÑOS CANTIDAD
Casas principales Trujillo
Casas de la Zarza La Zarza, término de Trujillo Se pide que se cobre de Hernando “o de otra cualquier persona que hubiera vivido allí” 1560-1565
82 vacas y un doceavo y medio de vacas de renta de hierba en la dehesa del Cuadrado Medellín Juan de Godoy, vecino de Medellín 1560-1565 213.497
18 vacas y tres cuartos de renta de hierba en la heredad de Torre Virote Medellín Alonso Hernández Moral 1560-1565 36.720
34 vacas y tres cuartos de renta de hierba en Torre de Caños y Frexneda Medellín 1560-1565 80.000
La mitad de medio quinto en la heredad de Aguas Viejas Trujillo 1561-1565 2.720
Parte de la heredad de Malpartida Trujillo 1560-1565 20.000
30 vacas de renta de hierba en la heredad de Sierra de Hortiga Medellín 1560-1565 52.560
15 vacas de renta de hierba en la Cabeza del Caballo Medellín 1554-1563 15.660
5 vacas de renta de hierba en una heredad 1563-1565 8.160
12 vacas y media de renta de hierba en la dehesa de la Jarilla Medellín 1560-1565 20.625
19 vacas y un quinto de renta de hierba en la dehesa el Novillero[18] Medellín 1557-1565 68.602
Un quinceno y un cuarto de la dehesa de Guadalperal en los Aguijones Trujillo 1560-1565 16.904
TOTAL DEL CARGO 535.448[19]

Contabilizadas tan solo las rentas de las dehesas en las que tenían participación los dos hermanos, obtenemos la nada despreciable cifra de 535.448 maravedís, es decir, 107.089 maravedís anuales. Una cifra equivalente aproximadamente a unos 60.000 euros de hoy anuales pero en una época donde circulaba muchísimo menos dinero.

De todas formas, pagados los escribanos y los sueldos de Gonzalo de Sanabria y de algunas rentas que no se pudieron finalmente cobrar el total quedó reducido a 461.044 maravedís que la Corona se apropió para dar por saldada su deuda.

Sumando el total de inversiones de Gonzalo Pizarro -7.876.344- con las de su hermano Hernando -1.699.116- tenemos un total de 9.575.460 maravedís, tan solo en el período comprendido entre 1534 y 1549, es decir, en quince años[20]. Si a esa cifra sumamos los 37.000 pesos de oro que dijo Francisco Pizarro en su testamento que tenía en España, tenemos 27.924.576. De ahí resulta que la inversión anual en esos años súpero ampliamente el millón y medio de maravedís. Pero, ponderemos los datos; según Luis Vicente Pelegrí, a Cáceres llegaron entre 1541 y 1689 -en 148 años- 1.374.616 reales, es decir, unos 46.736.944 maravedís[21]. Por tanto, podemos decir que los Pizarro en tan solo quince años invirtieron más de la mitad de todo lo invertido en Cáceres en siglo y medio. Los datos son muy elocuentes. Pero, veamos más, entre 1574 y 1688 llegaron a Trujillo unos 9 millones y medio de maravedís[22], cifra muy inferior a la invertida por los hermanos Pizarro en tan solo quince años.

Podemos concluir que los hermanos Pizarro invirtieron en Trujillo y sus alrededores bastante más que el resto de los indianos de Trujillo en todo un siglo. Una inversión considerable para una ciudad pequeña y poco capitalizada como era Trujillo antes de que los Pizarro comenzaran su azarosa gesta indiana.

APÉNDICE I

Cuenta de las partidas que han sido “secuestradas” a Gonzalo Pizarro.

Cuenta de los maravedís y otras cosas que fueron depositadas en el dicho Gonzalo de Sanabria por el licenciado Luis Gutiérrez, siendo juez de comisión por su majestad para secuestrar los bienes que fueron de Gonzalo Pizarro que fue condenado por las alteraciones que cometió en el Perú contra el servicio de Su Majestad y sus bienes aplicados a su cámara y fisco y lo que el dicho juez secuestro y depositó en el dicho Gonzalo de Sanabria, según consta y parece en el proceso de la causa que pende en el consejo de las Indias de Su Majestad de que se hace cargo al dicho Gonzalo de Sanabria es como se sigue:

CARGO: Primeramente se le hace cargo al dicho Gonzalo de Sanabria de veintiún mil maravedís que por el dicho proceso parece que declaró. El mismo que, por febrero del año pasado de 549, los debía la ciudad de Trujillo a Gonzalo Pizarro y él los había de pagar por la dicha ciudad por otros 21.000 maravedís de juro que el dicho Gonzalo Pizarro y Juan Cortés, vecino y regidor de la dicha ciudad, tenía en su nombre sobre la dicha ciudad que se habían habido de un Juan de Herrera, vecino de Trujillo, los cuales dichos 21.000 maravedís mandó el juez al dicho Gonzalo de Sanabria que los retuviese en sí y él cometió de lo cumplir y lo firmó de su nombre y así se le hace cargo de ellos.

En 11 de marzo del dicho año de 1549 entregó el dicho Juez y recibió el dicho Gonzalo de Sanabria de Martín Alonso, vecino de Trujillo, y en su nombre de Alonso Sanz, 48.952 maravedís.

Ítem, se le hace cargo al dicho Gonzalo de Sanabria para el dicho año de 549 de 18.550 maravedís. Que pertenecían al dicho Gonzalo Pizarro en cada un año por una escritura de compra que le fue entregada que vendió Alonso Sánchez Moreno, vecino de Medellín, en nombre de Rodrigo Portocarrero, vecino de la dicha villa, a Juan Cortés en nombre del dicho Gonzalo Pizarro para él y sus herederos de cien vacas y un sexmo de vaca en las dehesas de la Jarrilla y Çafrilla, término de Medellín por precio de 634.200 maravedís, horros de alcabala, que pasó el contrato ante Francisco de Amarilla, escribano, vecino de Trujillo a once de abril de 1538 años. Rentan las sesenta y siete vacas y un sexmo de vaca en la Jarrilla, 14.585 maravedís y las veintitrés vacas y media restantes 3.965 maravedís, horros de alcabala, que los primeros paga Nuño de Saavedra, vecino de Villanueva, a fin de mayo de cada año y, los otros, Diego López o Juan de Tovar, vecinos de Badajoz a primero de mayo de cada año, horro de alcabala. Así, que se le cargan por mayo del dicho año de 549 los dichos 18.550 maravedís.

Ítem, se le hace cargo al dicho Gonzalo de Sanabria de seis mil maravedís, que pertenecían al dicho Gonzalo Pizarro en cada un año por otra escritura de venta (que) se la entregó, que vendió Álvaro de Alburquerque y doña Ana de Vargas, su mujer, vecinos de Medellín, a Luis de Camargo, vecino de Trujillo, de seis mil maravedís de hierba. Y el dicho Luis de Camargo los traspasó en el dicho Gonzalo Pizarro y en Juan Cortés, en su nombre, los cuales son en Torre de Caños y Frexneda, por precio de 219.300 maravedís. Págalos Diego López de Ribera, vecino de Villacastín, los cuales cobró por mayo del dicho año de 549.

Ítem, se le hace cargo al dicho Gonzalo de Sanabria de diez mil cien maravedís que pertenecieron al dicho Gonzalo Pizarro por otra escritura de venta que otorgó Francisco Malaver, vecino de Mérida, por sí y en nombre de doña María de Sandoval, su mujer, de 27 vacas de hierba en la heredad de la Caballería, término de Medellín, por precio de trescientos treinta y siete mil maravedís, horros de alcabala, al dicho Gonzalo Pizarro que rentan los dichos diez mil cien maravedís, cada año, horros de alcabala. Págalos Alonso Álvarez, a primero de mayo que paso el contrato de venta ante Francisco de Amarilla, escribano, vecino de Trujillo, a 20 de mayo de 1538 años, los cuales cobró por mayo de dicho año de 549.

Ítem, se le hace cargo al dicho Gonzalo de Sanabria de seis mil trescientos sesenta maravedís que pertenecían al dicho Gonzalo Pizarro, por otra escritura de venta que vendió en dicho Francisco Malaver, vecino de Mérida, por sí y con poder de Inés de Chávez, vecino de Mérida, a Luis de Camargo, en nombre de Gonzalo Pizarro y para él ,de diecisiete vacas de renta de hierba en la dehesa de la Caballería con cargo de cuatrocientos mil maravedís de censo que en ellas tenían Cristóbal de Mendoza y Juan Carrillo, vecinos de la Puebla de Alcocer. Costaron doscientos mil maravedís horros de alcabala, rentan los dichos seis mil trescientos sesenta maravedís, horros de alcabala. Págalos el dicho Alonso Álvarez a primero de mayo de cada año, paso el contrato ante Francisco de Amarilla, escribano de Trujillo, a veinte de mayo de 1538, los cuales cobró por mayo del dicho año de 1549.

Ítem, entregó el dicho juez al dicho Gonzalo de Sanabria un traslado de un privilegio perteneciente a Gonzalo Pizarro, por Juan Pizarro, su hermano, de 159.306 maravedís y medio, situados en Mérida y su partido, por 4.776.187 maravedís, de que su mujer se mandó servir, contados a razón de treinta mil el millar y que hubo de gozar de ellos Gonzalo Pizarro desde primero de enero de 1542 en adelante. Hizo escritura a tres de mayo de 1542. Fue degollado Gonzalo Pizarro el 10 de abril de 1548. No lo cobró.

Ítem, entregó el dicho juez al dicho Gonzalo de Sanabria otro traslado de un privilegio perteneciente al dicho Gonzalo Pizarro por sí mismo de 22.500 maravedís de juro, situados en la ciudad de Málaga por 1.500 pesos de que Su Majestad se mandó servir de la hacienda del dicho Gonzalo Pizarro, a razón de treinta mil maravedís el millar, y hubo de gozar de ellos desde el uno de enero de 1538 en adelante. Hecho en Valladolid, a quince de septiembre de 1537.

Ítem, se le hace cargo al dicho Gonzalo de Sanabria de 274.385 maravedís que en nueve de mayo de 1549 depositó el dicho juez en él por la cuales fue ejecutado Juan Cortés y él los recibió en su poder y se dio por contento de ellas, por ante Francisco de Ovalle, escribano.

Ítem, se le hace cargo al dicho Gonzalo de Sanabria de unas casas principales que el dicho Hernando Pizarro tiene en el lugar de la Cerca que en él fueron depositadas por bienes del dicho Hernando Pizarro para efecto que Su Majestad fuese pagado de lo que el dicho Hernando Pizarro debe que había cobrado de los bienes del dicho Gonzalo Pizarro, su hermano.

Ítem, se le hace cargo de veintitrés vacas de hierba de renta que el dicho juez depositó en él, pertenecientes al dicho Hernando Pizarro, en la dehesa que dicen del Cuadrado, término de Medellín. Y en la misma dehesa, otras cuarenta y seis vacas y un doceavo de vaca, y en la misma dehesa, otras trece vacas y medio doceavo de vaca que son todas ochenta y dos vacas y un doceavo y medio. De estas vacas cobró Gonzalo de Sanabria, por mayo de 1550 que se cumplió un año y fue la primera paga que él cobro, 26.447 maravedís, porque así estaban arrendadas antes. Esta misma dehesa estuvo arrendada desde mayo de 1550 hasta mayo del año siguiente de 1551 en 29.274 maravedís. Que estuvieron realmente tres años hasta 1553 arrendadas a Antonio Núñez y a Pedro Enríquez, vecinos de Medellín, hacen un total de 87.822. Esta misma dehesa de Cuadrado estuvo arrendada en 1554 por 29.274 maravedís. Esta misma dehesa se arrendó hasta el año 1555 por 16.400 maravedís. Se arrendó por tan poco porque nadie la quería arrendar y se arrendó muy tarde y, por no perder el arriendo, con la condición que, en los años sucesivos, sería por 41.000 maravedís. Estuvo arrendada cinco años más, por 41.000 maravedís el año, total 205.000 maravedís.

Ítem, se le hace cargo al dicho Gonzalo de Sanabria de tres quincenos de un cuarto de toda la heredad de Toledillo que fue de Diego de Orellana, hijo de Hernando de Orellana, que el dicho juez depositó en él, perteneciente al dicho Hernando Pizarro.

Ítem, se le hace cargo al dicho Gonzalo de Sanabria de dieciocho vacas y tres cuartos de renta de hierba que el dicho juez depositó en el dicho Gonzalo de Sanabria, perteneciente al dicho Hernando Pizarro que son en la heredad de Torre Virote, término de Medellín. De estas vacas cobró el dicho Gonzalo de Sanabria, por mayo del año siguiente de 1550, 2.835 maravedís, conforme al arrendamiento. Esta misma dehesa estuvo arrendada cuatro años más, al mismo precio, total 11.340 maravedís. Desde 1554 se arrendó de nuevo por 7.344 maravedís por seis años; total cobrado: 44.064 maravedís.

Ítem, se le hace cargo al dicho Gonzalo de Sanabria, por vacas de hierba que tenían en las heredades de Torre de Caños y Frexneda, en término de Medellín, que pertenecieron a Hernando Pizarro, se arrendó por once años en 1550, total cobrado 167.150 maravedís.

Ítem, se le hace cargo al dicho Gonzalo de Sanabria de la mitad de medio quinto en un quinto de la heredad de Rui Gil que dicen de Aguas Viejas, en término de Trujillo, que el dicho juez depositó en él por bienes pertenecientes al dicho Hernando Pizarro. Esta parte de dehesa ha valido en cada uno de los once años que se cuentan hasta mayo de 1560, 1.360 maravedís que todos los once años hacen 14.960 maravedís.

Ítem, se le hace cargo a Gonzalo de Sanabria de la parte de la heredad de Malpartida, en término de Trujillo, perteneciente al dicho Hernando Pizarro que fue de una Ramira, mujer que fue de Cristóbal de Arévalo, que el dicho juez deposito en Gonzalo de Sanabria. Esta parte de dehesa valió el primer año, que se contó desde mayo de 1549 hasta mayo de 1550, 3.536 maravedís. Después, la arrendó el dicho Gonzalo de Sanabria a razón de cuatro mil maravedís por año que se cumplieron todos once años por mayo de 1560. Valió todo 43.536 maravedís.

Ítem, se le hace cargo al dicho Gonzalo de Sanabria de un tercio y quinto de la suerte de Valverde que fue de de Francisco de Solís y de doña Elvira de Mendoza, su mujer, vecinos de Cáceres, que el dicho juez depositó en él por bienes pertenecientes al dicho Hernando Pizarro, por 190.000 maravedís, horros de alcabalas, por venta el veintiuno de noviembre de 1534 ante Florencio de Santa Cruz, escribano de Trujillo, por ello no se carga nada.

Ítem, se le hace cargo al dicho Gonzalo de Sanabria de treinta vacas de renta de hierba en la heredad de La Sierra de Ortiga, en el término de Medellín, que el dicho juez deposito en Gonzalo de Sanabria por bienes de Hernando Pizarro cada año cobró, desde mayo de 1549 hasta mayo de 1550, 5.984 maravedís. Hasta 1551 otros 5.984. Otros cuatro años más a 7.449 maravedís por año 29.796 maravedís. Y otros cinco años más a 8.824 maravedís por año, resultan un total de 44.120 maravedís.

Ítem, se le hace cargo al dicho Gonzalo de Sanabria de quince vacas de renta de hierba en la heredad que dicen la Cabeza del Caballo, en término de Medellín, que el juez depositó por bienes de Hernando Pizarro. Cobro por renta de un año, de mayo de 1549 hasta mayo de 1550, 3.007 maravedís.

Ítem, se le hace cargo al dicho Gonzalo de Sanabria de 3.726 maravedís. Que valieron las 15 vacas de Cabeza del Caballo en 1550 hasta mayo de 1551. Y el año siguiente valieron 3.720 maravedís, y el siguiente 3.113 maravedís. Se arrendó siete años más, a razón de 5.150 maravedís, lo que hacen un total de 36.050 maravedís.

Ítem, se le hace cargo a Gonzalo de Sanabria de doce vacas y media de renta de hierba en la dehesa de la Jarilla, término de Medellín, que el juez deposito por bienes de Hernando Pizarro y cobró por renta de un año desde mayo de 1549 a mayo de 1550, 3.125 maravedís. Y hasta 1560 otros diez años cada uno a 3.125. Total de los once años 34.375 maravedís.

Ítem, se le hace cargo de diecinueve vacas y un quinto de vaca de renta de hierba en la dehesa del Novillero, término de Medellín, que depositó en Gonzalo de Sanabria por bienes de Hernando Pizarro, de Mayo de 1559 hasta 1560, 16.220 maravedís. Dos años siguientes ídem. Los tres años en total 48.660 maravedís. Otro año más solo valió 9.690 maravedís. Y dos años más hacen los tres 29.070 maravedís. Ítem, valió la dehesa del Novillero desde mayo de 1555 a mayo de 1556 3.952 maravedís porque se alquiló tarde. Y la misma, el año siguiente, 8.250 maravedís. Tres años más, a 14.250 maravedís cada año, hacen un total de los tres años de 42.750 maravedís.

Se le hizo cargo a Gonzalo de Sanabria de un quinceno y un cuarto de la dehesa de Guadalperal, término de Trujillo, que era de Hernando Pizarro. Se arrendó por diez ducados durante diez años montando los dichos diez años 41.250 maravedís.

En Trujillo a veinte de mayo de 1549 depositó el dicho licenciado Luis Gutiérrez, juez, en Gonzalo de Sanabria 5.500 reales que valen 187.000 maravedís. Que recibió de Francisca Rodríguez, hermana de Hernando Pizarro, que los pagó por el dicho Hernando Pizarro en cuenta de los 2.190.877 maravedís que pareció ha recibido de la hacienda de Gonzalo Pizarro, su hermano. Total de esta partida 187.000 maravedís.

Por manera que suma y monta en el dicho cargo que esta hecho al dicho Gonzalo de Sanabria, como se contiene en estos tres pliegos de papel en que va escrito, 1.558.598 maravedís. El cual dicho cargo el dicho Gonzalo de Sanabria juró a Dios nuestro señor que todo es cierto. Ítem se le hace cargo a Sanabria de 151.750 maravedís, que eran de Gonzalo Pizarro, total 1.710.348 maravedís.

DATA: en 11 de mayo de 549 dio por descargo el dicho Gonzalo de Sanabria 4.245 maravedís que, por libramiento firmado de el licenciado Luis Gutiérrez y refrendado de Francisco de Ovalle, escribano, fecho en Trujillo a 11 de mayo de 1549, pagó a Diego de la Canal, escribano, los cuales le mando pagar por los días que él dice que se ocupó como escribano en el negocio del dicho secuestro para que llevo comisión. Hay carta de pago del dicho escribano.

En 15 de mayo de 1549 da por descargo el dicho Gonzalo de Sanabria 3.200 maravedís que, por libramiento del dicho juez, refrendado del dicho escribano, fecho a 15 del dicho mes de mayo, pagó al dicho Francisco de Ovalle, escribano, por ciertas escrituras que le mandó pagar para poner en los procesos. Hay carta de pago.

APÉNDICE II

Los bienes que por el proceso se averiguan que son de Gonzalo Pizarro y que pertenecen a Su majestad, son los siguientes:

Declara Luis de Camargo por su dicho que Gonzalo Pizarro tenía sobre las alcabalas de Mérida y su partido 159.206 maravedís. De juro por carta de privilegio de Sus Majestades y éste dice que lo cobro Juan de la Jara, vecino de Trujillo y que él lo cobro uno o dos años.

Declara Juan de Herrera, vecino y regidor de Trujillo, en su dicho, que Juan Cortés, vecino y regidor de la dicha ciudad, trajo del Perú a estos reinos 16.000 castellanos de buen oro que eran de Gonzalo Pizarro y de Juan Pizarro y que el oro era tan subido y venía de allá en tan bajos quilates que se ganaba el cuarto en ello y que esto había recibido y tenía el dicho Juan Cortés, hacedor de Gonzalo Pizarro.

Asimismo, declara el dicho Juan de Herrera que él mismo recibió en el Perú, en la posada de los dichos Gonzalo Pizarro y Juan Pizarro, otras partidas que por ellos cobró al pie de 40.000 ducados poco más o menos y que luego como llegó a Sevilla se lo entregó al dicho Juan Cortés porque esta orden traía de los dichos Gonzalo y Juan Pizarro.

Ítem, que por la vía de Portugal había sabido que se había traído mucho oro del dicho Gonzalo Pizarro.

Ítem, que se decía que en el monasterio de Guadalupe había mucho dinero y oro; y lo mismo en la casa que Hernando Pizarro hizo en la Zarza.

Ítem, declara que tenía en la dicha ciudad unas casas y 21.000 maravedís de juro a razón de 21.000 maravedís el millar por 1.300 castellanos que el mismo Juan de Herrera debía al dicho Gonzalo Pizarro.

Juan Cortés, vecino y regidor de Trujillo, declara que trajo cierta cantidad de oro en barras y otras piezas. Declara que Juan Pizarro envió en veces cierta cantidad de oro de lo cual él tenía la cuenta y razón.

Ítem, que están en poder de Juan de Herrera cuatrocientas y tantos mil maravedís que eran de Juan Pizarro y que éste pedía que se le pagasen las costas que hizo en traer hasta Sevilla 25 o 26.000 castellanos que eran de Juan Pizarro.

Halla el juez, entre las escrituras de Juan Cortés, dos privilegios originales de Gonzalo Pizarro, uno de 159.206 maravedís de juro, situado en Mérida, y otro de 22.500 maravedís de juro, a 30.000 maravedís el millar, situado en Málaga.

Declara Juan Cortés que recibió de Juan de Herrera 30.000 ducados poco más o menos y que de estos recibió el licenciado Suárez de Carvajal, del consejo de las Indias, hasta 29.000 ducados para Su Majestad y que Francisco de Zavala recibió el dicho dinero.

Ítem, que el dicho Juan de Herrera le dio otros 900.000 maravedís. Y que él las dio y pagó a Francisca Rodríguez, hermana de Gonzalo y Hernando Pizarro, porque lo mandó así Hernando Pizarro y que en poder de Juan de Herrera quedaron otros cuatrocientos y tantos mil maravedís, conforme a una carta ejecutoria firmada del contador.

Declara Juan de la Jara que, desde el año de 43 hasta el año de 46, que son cuatro años, cobró 149.000 y tantos maravedís de juro del partido de Mérida, que el privilegio está hecho a Gonzalo Pizarro y que lo mismo cobró los años siguientes de 44 y 45 y 46 y que todos cuatro años montó 636.000 y tantos maravedís, de que dice él que dio cuenta a Hernando Pizarro y a Juan Cortés en su nombre.

Declara Juan Pizarro de Orellana, vecino y regidor de Trujillo, que vio que Juan Pizarro y Gonzalo Pizarro enviaron con Juan Cortés 20.000 castellanos poco más o menos, no se acuerda cuánto era de Gonzalo y cuánto de Juan.

Año pasado de 45 manda que se notifique a Juan Cortés y Alonso Álvarez, procuradores del dicho Hernando Pizarro, para que dentro de tres días trajesen ante el juez los dichos maravedís donde no que mandaría hacer ejecución en los bienes del dicho Hernando Pizarro. Constituyese por depositario Juan Cortés de los bienes muebles que se hallaron en una casa que el dicho Hernando Pizarro tiene en el lugar de la Zarza, a 18 de mayo de 1549 años, conforme al inventario que de ellas hay en el proceso y así dice que los recibe inventariados.

Manda el juez que, conforme al auto de ejecución que tiene mandado hacer en los bienes de Hernando Pizarro por lo que debe y es a su cargo de los bienes del dicho Gonzalo Pizarro, se pregonen por primer pregón en Trujillo, a 19 de mayo de 1549 años, los bienes muebles que están inventariados y depositados en Juan cortes que se hallaron en la casa de la Zarza.

Ítem, la dicha casa de la zarza.

Ítem, 23 vacas de hierba de renta en la dehesa del Cuadrado, término de Medellín. Ítem, en la misma dehesa otras 46 vacas y una doceava. Ítem, en la misma dehesa, otras 13 vacas y medio doceavo de vaca.

Asimismo, en la dehesa de Toledillo, tres quincenos de cuarto de toda la dicha heredad de Toledillo que fue de Diego de Orellana, hijo de Hernando de Orellana.

Ítem, 18 vacas y tres cuartos de renta de hierba en la heredad de Torre Virote, término de Medellín.

Ítem, 34 vacas y tres cuartos de vaca de renta de hierba en las heredades de Torre de Caños y Fresneda, término de Medellín.

Ítem, la mitad de medio quinto en un quinto de la heredad de Ruy Gil que dicen de Aguas Viejas.

Ítem, la parte de la heredad de Malpartida que fue de Ana Ramira, mujer de Cristóbal de Arévalo.

Ítem, un tercio y quinto de la suerte de Valverde y de Ana Elvira de Mendoza, su mujer, vecinos de Cáceres.

Ítem, 30 vacas de renta de hierba en la heredad que dicen la Sierra de Hortiga, término de Medellín.

Ítem, en la heredad que dicen la Cabeza de Caballo, término de Medellín, quince vacas de renta de hierba.

Ítem, doce vacas y media de renta de hierba en la dehesa y heredad de la Jarilla, término de Medellín.

Ítem, en la dehesa del Novillero 19 vacas y un quinto de vaca de renta de hierba, en término de Medellín.

Ítem, un quinceno y un cuarto en la dehesa del Agua da Peral, que es en los Aguijones.

Ítem, 8 vacas de renta de hierba en la heredad de Torre de Caños, término de Medellín.

Los cuales dichos bienes mandé pregonar para que, del valor de ello, fuese pagado Su Majestad de lo que se le debía por el dicho Hernando Pizarro, y estos, después, quedaron depositados en el dicho Gonzalo de Sanabria.

El juez depositó en Gonzalo de Sanabria, depositario, 5.500 reales que recibió de Francisca Rodríguez, hermana de Hernando Pizarro, por bienes propios del dicho Hernando Pizarro en cuenta de los 2.190.977 maravedís que pareció haber recibido de la hacienda de Gonzalo Pizarro. Y Gonzalo de Sanabria se constituye por tal depositario en Trujillo, a 20 de mayo de 1549[23].

Da Juan Cortés por fiadores de depositarios de los 1.193.698 maravedís en que fue condenado por la sentencia del juez en sus cargos a Juan Pizarro de Orellana, vecino y regidor de la ciudad de Trujillo, y a Martín Alonso y a Juan Vicioso, vecinos de la dicha ciudad, y a cada uno de ellos, insolidum, para que pagaran llanamente la dicha condenación a quien por Su Majestad o por los señores de su Consejo de Indias o por otro juez fuere mandado. Otorgose la obligación en forma ante Francisco de Ovalle, escribano, en Trujillo, a 13 de junio de 1549.

El juez condenó a Hernando Pizarro y el Consejo lo confirmó por su sentencia en 1.862.570 maravedís, que cobró en la ciudad de Sevilla de los frutos del juro perteneciente a Juan Pizarro como va ya declarado en la glosa de los cargos de Juan Cortés.

Ítem, el Consejo condenó al dicho Hernando Pizarro por su sentencia en 400.000 maravedís que pareció por un conocimiento que Juan Cortés recibió en nombre de Hernando Pizarro de Juan de la Jara que en él le libró el dicho Hernando Pizarro, los cuales había cobrado el dicho Juan de la Jara del juro que el dicho Gonzalo Pizarro tenía en la ciudad de Mérida y su partido.

La resolución que hace el juez en el proceso de las condenaciones que hizo durante su comisión dice que fue condenado y mandado ejecutar el dicho Juan Cortés.

APÉNDICE III

Cuenta de las rentas de los bienes de Gonzalo y Hernando Pizarro que cobró Gonzalo de Sanabria entre 1560 y 1565.

Cuenta con el dicho Gonzalo de Sanabria, vecino y regidor de Trujillo, de los maravedís que ha recibido del depósito que en él está hecho, por mandado de los del Consejo de Indias de los bienes pertenecientes a Gonzalo Pizarro que fue condenado por las alteraciones que cometió en el Perú desde el día 20 de noviembre de 1560 que con él se feneció la otra cuenta hasta el 22 de septiembre de 1565 en que se fenece ésta, con Alonso Martín, su criado, en su nombre y por virtud de su poder que para la fenecer tuvo, ante diego de Morales, escribano de Trujillo, a 15 de septiembre de 1565 de lo que el dicho Gonzalo de Sanabria recibió de los bienes de Gonzalo Pizarro.

CARGO: primeramente, se le hace cargo al dicho Gonzalo de Sanabria que tiene en su poder depositadas unas casas principales que eran de Hernando Pizarro que están en Trujillo que el licenciado Luis Gutiérrez depositó en el dicho Gonzalo de Sanabria para efecto que Su Majestad fuese pagado del dicho Gonzalo Pizarro, su hermano.

Ítem, se le hace cargo de 82 vacas y un doceavo y medio de vaca que en él están depositados de los bienes que son en la dehesa que dicen del Cuadrado, término de Medellín, que estuvieron arrendadas un año, desde mayo de 1560 hasta mayo de 1561, a razón de 500 maravedís la vaca cada año, a Juan de Godoy, vecino de Medellín, por arrendamiento ante Diego de Morales, escribano de Trujillo, el 12 de enero de 1555. Suman un total de 41.041 maravedís.

Otrosí, se le hace cargo al dicho Gonzalo de Sanabria de 43.114 maravedís de arrendar lo anterior a 525 maravedís la vaca por un año que comenzó en mayo de 1561 hasta mayo de 1562 . Otros tres años más, hacen un total de 129.342.

Otrosí, se le hace cargo al dicho Gonzalo de Sanabria de 7.344 maravedís por 18 vacas y tres cuartos de renta de hierba que estaban depositas en Gonzalo de Sanabria que son de la heredad de Torre Virote, término de Medellín, y estuvo arrendado a Alonso Hernández Moral por un año que comenzó en 1560 hasta 1561. Otros cuatro años más a razón de 7.344 anuales hacen 29.376 maravedís.

Otrosí, se hace cargo al dicho Gonzalo de Sanabria de 42 vacas y tres cuartos de vaca de renta de hierba a 16.000 maravedís anuales por cinco años que hacen un total de 80.000 maravedís.

Otrosí, se le hace cargo al dicho Gonzalo de Sanabria de la mitad de medio quinto en un quinto de heredad en la dehesa de Aguas Viejas, término de Trujillo, desde mayo de 1561 hasta mayo de 1565, montan veinte reales que valen 6.800 maravedís.

Se le hace cargo al dicho Gonzalo Sanabria de la parte de la heredad de Malpartida, en término de Trujillo, que fue de Ana Ramira, arrendada durante cinco años, desde mayo de 1560 hasta el mismo mes de 1565, hacen un total de 20.000 maravedís.

Se le hace cargo por la renta de 30 vacas de renta de hierba en la heredad que dicen la Sierra de Ortiga, término de Medellín, por un año desde el día de San Miguel de 1560 a 1561. Total 9.000 maravedís. Ítem, se le hace cargo de 10.890 maravedís por el arriendo de 30 vacas en la misma heredad, de 1561 a 1562. Otrosí de 32.670 maravedís por la renta de las dichas 30 vacas por otros tres años desde 1562 a 1565.

Otrosí, de 15 vacas de renta de hierba en la Cabeza del Caballo, término de Medellín, lo cual se depositó; total 15.660 por nueve años de alquiler de 1554 hasta 1563.

Otrosí, se le hace cargo al dicho Gonzalo de Sanabria de 8.160 maravedís de cinco vacas por dos años desde San Miguel de 1563 hasta 1565.

Otrosí, 7.500 maravedís de 10 vacas y media en la dehesa de la Jarilla, término de Medellín, por dos años.

Otrosí, 13.125 maravedís por 12 vacas y media en la heredad de la Jarilla, por tres años desde San Miguel, de 1562 hasta 1565.

Otrosí, se cargan al dicho Gonzalo de Sanabria 19 vacas y un quinto de vaca de renta en la dehesa del Novillero, término de Medellín, por seis años, desde San Miguel de 1557. Total 14.437 maravedís.

Otrosí, 14.437 maravedís por la dicha heredad, desde 1561 a 1562.

Otrosí, otros 13.243 maravedís de 19 vacas y un quinto arrendadas en la dehesa del Novillero por otro año de 1563 a 1564. Otrosí, 13.242 maravedís por otro año más de 1564 a 1565.

Otrosí, se le hace cargo de un quinceno y un cuarto de dehesa de Guadalperal que es en los Aguijones, término de Trujillo, arrendada por un año desde mayo de 1560 al mismo mes de 1561 por 3.750 maravedís. Otros 3.750 maravedís por otro año. Y otro año 1.572 maravedís. Otro año 3.832 maravedís. Y otro año 4.000 maravedís.

Suma el total del cargo que se le hace a Gonzalo de Sanabria 540.723 maravedís.

DATA: recíbense en cuenta al dicho Gonzalo de Sanabria los maravedís que ha dado y pagado que ha gastado en la cobranza de la hacienda de su cargo en la manera siguiente:

Primeramente se le reciben y pasan en cuenta al dicho Gonzalo de Sanabria 1.020 maravedís por obrar las rentas en Trujillo que pagó a Pedro de Toledo. Otrosí, 3.060 al mismo por tres años más. Otros 1.190 por otro año.

Otrosí, 780 maravedís a los escribanos que han escriturado los arrendamientos de las dehesas.

Otrosí, 14.437 maravedís que dejó de cobrar de las 19 vacas y media del Novillero porque el año fue estéril.

Otrosí, 3.750 maravedís que se dejó de cobrar de Guadalperal.

Otrosí, 50.000 maravedís del salario de Gonzalo de Sanabria, desde 1561 a 1565. Otrosí, 5.440 maravedís que se pagaron a Alonso Martín, su criado, por los viajes desde Trujillo a la corte.

Monta la data 79.679 maravedís. Monta el total 461.044 maravedís.

En la villa de Madrid, a uno de octubre de 1565 los señores del Consejo Real de las Indias, habiendo visto las cuentas que Alonso Martín ha dado en el dicho Consejo en nombre de Gonzalo de Sanabria, vecino de la ciudad de Trujillo, de lo que han rentado los bienes que en el dicho Gonzalo de Sanabria están depositados por mandado del dicho Consejo que se secuestraron para ser Su Majestad pagado de lo que se le debe de los bienes que le fueron adjudicados de Gonzalo Pizarro, que fue castigado en las provincias del Perú por las alteraciones que cometió contra el servicio de Su Majestad, dijeron que por cuanto en la partida de las casas que están secuestradas de los dichos bienes en el lugar de la Zarza, término de la dicha ciudad de Trujillo, de que no pone apercibimiento ni alquiler alguno en cinco años y que los cobre de Hernando Pizarro, o de otra cualquier persona que hubiera vivido allí. Y, en lo del Novillero, hay pleito en la ciudad de Granada, en la Chancillería.

(AGI, Contaduría 1050).


NOTAS:

[1] VÁZQUEZ DE PRADA, Valentín: Historia económica y social de España, T. III. Madrid, 1978, pág. 709.

[2] De hecho, se estima que, entre 1541 y 1689, llegaron a Cáceres y a Castuera más de dos millones y medio de reales. Eso supone una media de más de diecisiete mil reales anuales para ambas localidades. Pero no olvidemos que, a finales del siglo XVI, Cáceres no llegaba a los siete mil habitantes, mientras que Castuera estaba en torno a los mil quinientos. Se trata, pues, de unas cantidades de dinero que a lo largo de casi siglo y medio supusieron una inyección considerable de numerario. PELEGRÍ PEDROSA, Luis Vicente: El botín del Nuevo Mundo. Capitales indianos en Extremadura. Sevilla, Muñoz Moya, 2004, pág. 217.

[3] PELEGRÍ PEDROSA, Luis Vicente: “Caudales y legados indianos en los bienes de difuntos de Trujillo”, XXVII Coloquios de Históricos de Extremadura. Trujillo, 1998, págs. 449-468.

[4] Pese a que los materiales tanto documentales como impresos son abundantísimos, lo cierto es que sobre Gonzalo Pizarro no se ha realizado una biografía definitiva. Aún así existen algunas monografías como las de CARDENAL IRACHETA, Manuel: Vida de Gonzalo Pizarro. Madrid, 1953 y CUNEO VIDAL, Rómulo: Vida del conquistador del Perú don Francisco Pizarro y de sus hermanos Hernando, Juan y Gonzalo Pizarro Martín Alcántara. Barcelona, s/a. Imprescindible es también la colección documental publicada por PÉREZ DE TUDELA BUESO, Juan: Documentos relativos a Pedro de La Gasca y a Gonzalo Pizarro. Madrid, Real Academia de la Historia, 1964.

[5] GONZÁLEZ OCHOA, José María: Quién es quién en la América del Descubrimiento. Madrid, Acento, 2003, pág. 315.

[6] KIRKPATRICK, F. A.: Los conquistadores españoles. Madrid, Austral, 1986, pág. 107.

[7] GONZÁLEZ OCHOA: Ob. Cit., pág. 319.

[8] MORALES PADRÓN, Francisco: Historia del Descubrimiento y conquista de América. Madrid, Gredos, 1990, pág.503.

[9] Ibídem, pág. 507.

[10] BALLESTEROS GAIBROIS, Manuel: Francisco Pizarro. Madrid, Biblioteca Nueva, 1940, págs. 283-284.

[11] LÓPEZ DE GÓMARA, Francisco: Historia General de las Indias, T. I. Barcelona, Orbis, 1985, pág. 252.

[12] CIEZA DE LEÓN, Pedro: Crónica del Perú. Madrid, Sarpe, 1985, pág. 38.

[13] HURTADO, Publio: Los extremeños en América. Sevilla, Gráficas Mirte, 1992, pág. 142.

[14] LÓPEZ DE GÓMARA: Ob. Cit., T. I, pág. 268.

[15] VÁZQUEZ FERNÁNDEZ, Luis: Tirso y los Pizarro. Aspectos histórico-documentales. Kassel, 1993, págs. 151-152.

[16] Véase la obra de PELEGRÍ PEDROSA: El botín del Nuevo Mundo…, págs. 154-155.

[17] En otro lugar del documento se denomina como dehesa del Agua da Peral.

[18] En lo referente a esta dehesa se menciona que hay pleito apelado a la Chancillería de Granada.

[19] Este total es el que hemos calculado nosotros sumando todos los ingresos reflejados en el cuadro. Sin embargo, en el documento aparece como cifra total del cargo 540.723, es decir, 5.275 maravedís más. Por más que revisamos el documento fue imposible cuadrar las cuentas, probablemente porque el escribano omitió algún ingreso.

[20] Hemos calculado la inversión de Hernando Pizarro ponderando sus rentas con las de que obtenía su hermano y la cantidad que éste invirtió.

[21] PELEGRÍ PEDROSA: El botín del Nuevo Mundo…, pág. 217.

[22] PELEGRÍ PEDROSA: Caudales y legados indianos…, pág. 463.

[23] El documento apostilla al margen lo siguiente: “al final, Francisca fue absuelta y se le devolvieron los dichos 5.500 reales”.

Oct 012005
 

Pedro José Masa Redondo.

Miajadas durante los años 30 era un municipio con 7.554 habitantes, que se dedicaban, en su mayoría, a la agricultura. La población tenía una densidad mayor a la media nacional (62’3 habitantes por kilómetro cuadrado de Miajadas, frente al 46’7 del Estado). El aumento de la población, su progreso y el incremento de las tensiones entre los diversos grupos sociales fue anexo al desarrollo de la II República, pero con los mismos problemas que el resto de la zona extremeña: la Reforma Agraria y las tensiones entre campesinos y terratenientes, la pobreza de la población, el enfrentamiento Iglesia-Estado o la gran división política del vecindario, produciendo estas condiciones numerosos enfrentamientos y situaciones críticas durante estos años. Esos problemas se mantuvieron durante el mandato del Frente Popular, e incluso se acentuaron en un gran número de casos (por ejemplo, la reforma agraria o las tensiones con la Iglesia católica).

1. Las elecciones de febrero de 1936.

A mediados del mes de diciembre de 1935 (exactamente el día 14), Portela Valladares formó un nuevo Gobierno tras la caída de la CEDA, convocándose posteriormente elecciones a Cortes, al no hallarse acuerdo que sostuviera este Gobierno interino de orientación centrista, en el que no había participación de los grandes partidos políticos nacionales.

Las amenazas de la extrema derecha, las presiones de Gil Robles con la intención de hacerse con el poder y la oposición de las izquierdas forzaron al propio Portela a tomar la decisión de acelerar el decreto de disolución de las Cortes en los últimos días del año, convocando las elecciones legislativas para el día 16 de febrero de 1936[1].

Durante esta época, la politización de la sociedad española y, por ende, la miajadeña, era extrema; llegando a diferenciarse claramente dos ideologías preponderantes:

  1. La izquierda socialista, ya que el número de afiliados a la Casa del Pueblo socialista y al propio PSOE era muy amplio.
  2. La derecha, tanto radical como moderada, pues la formación de Falange Española restó bastantes afiliados a los partidos de tendencias moderadas, llevando a sus seguidores a demostrar una disposición más combativa contra las entidades políticas republicanas.

Durante el año 1935 la situación en la provincia de Cáceres había sido más tranquila en el sentido del orden público, pues se redujeron el número de huelgas[2]. Pero, al comenzar la campaña electoral salieron a flote las divergencias entre los distintos grupos político-sociales, provocadas por la situación agónica que vivían los agricultores, en especial los yunteros, y el descontento con las políticas ejercidas por el gobierno cedista. Por ello, en el Gobierno Civil de Cáceres se reciben diversas circulares desde el Ministerio de la Gobernación para evitar altercados durante la celebración de los actos políticos preelectorales[3]. El ejemplo más claro de estas ordenanzas es la Circular nº 169, con fecha 26 de diciembre de 1935, donde se aclaraba que los actos públicos de significado político podían dar lugar a enfrentamientos entre individuos de ideologías distintas, siendo primordial tomar medidas para evitarlos. Las medidas de la circular anterior atendían a las siguientes consideraciones:

“Se dispondrá que a partir de esta fecha y por la fuerza a sus órdenes se practiquen en todas las poblaciones que comprenden el territorio de su mando intensos cacheos y muy especial en las primeras horas de la noche y en sitios de aglomeración, cuando las circunstancias lo aconsejen que deben comprender tanto a las personas que ofrezcan sospechas como a los grupos de individuos que por su aspecto o conocida actuación puedan provocar desórdenes.”

“Si le encontrasen armas en poder de individuos que tuviese licencia para llevarla y V. E. por razón, lugar o persona que no era conveniente siguiera en su uso, bastará me lo comunique para que quede aquella en suspenso o anulada con arreglo a las atribuciones que me confiere el vigente Reglamento de armas.”[4]

Atendiendo a estas observaciones, se puede esgrimir que los pagos que realizó la Corporación Municipal de Miajadas en las sesiones plenarias de los días 13 y 27 de enero y 3 de febrero de 1936 respondieron al cumplimiento de estas ordenanzas. En fecha 13 de enero se abonó a la empresa Fernández un viaje a Trujillo, lugar al que conducían a un detenido ante el Juzgado de Instrucción, desplazamiento con un coste total de 37 pesetas. El 27 de enero quien recibió una remesa de dinero por una cuestión parecida fue el vecino Adolfo Vázquez, que percibió 35 pesetas por conducir a un detenido a Trujillo. El último desembolso que citamos fue el que de forma más clara se ajusta a las consideraciones de la Circular nº 169, ya que se vuelve a pagar a la Empresa Fernández una peseta por el transporte de armas al Juzgado de Instrucción[5].

2. La campaña electoral.

El día 17 de enero el Gobierno Civil de Cáceres envía a todos los Alcalde y Ayuntamientos de la provincia un documento sellado como “reservado y personal”, donde se remiten algunas de las advertencias para el buen desarrollo de la campaña y las elecciones en la provincia, documento cuyo título es “Instrucciones dictadas por el Gobierno Civil de Cáceres y que han de observar los señores Alcaldes de esta Provincia durante el período electoral”[6]. Entre las disposiciones que el Gobernador Civil eleva a todos los consistorios municipales hemos de destacar las siguientes[7]:

  1. Mantener sin eludir esfuerzo alguno el orden público, para que la libertad de propaganda y “el libre y pacífico ejercicio de los derechos políticos, no sean perturbados, ni las coacciones materiales ni transgresiones de la Ley, ni la desobediencia de Decretos, o Disposiciones vigentes, puedan ser permitidos”.
  2. Adoptar las precauciones precisas para impedir cualquier actividad o maquinación tendente a dificultar las operaciones preelectorales, e informar a la mayor brevedad de cuantos hechos referidos con este juicio ocurran con la mayor diligencia posible.
  3. Mantener los derechos de reunión y propaganda, siempre que los actos se celebren en lugares cerrados, entendiendo éstos como los que están techados. A todas las reuniones y actos públicos se enviará un Delegado de la Autoridad municipal, quien será el encargado de evitar enfrentamientos “y si se cometiese alguna trasgresión de la Ley Penal, en cualquier orden o aspecto, deberá llamar la atención de los oradores y si insistieren en la culpabilidad, deberá proceder a suspender la reunión o el acto empleando la fuerza pública para ello”.
  4. Impedir todo acto o manifestación pública o política que no esté autorizada, levantando un atestado de aquellos que hayan sido suspendidos, enviando el citado documento al Juzgado pertinente y al Gobierno Civil.
  5. Para evitar choques entre fuerzas contrarias, el Alcalde debe prohibir o evitar que coincidan actos que puedan derivar en hechos violentos.
  6. Tener en cuenta que ni el uso de banderas, emblemas o uniformes está permitido, ni tampoco la manifestación sin licencia de la autoridad gubernativa.
  7. Aunque se respete la libertad de prensa, los Alcaldes deben proceder a comunicar al Fiscal la denuncia de periódicos o “impresos de toda clase” que aconsejen la violencia y solicitar la orden para recoger esos legajos.
  8. No se permitirá la emisión por radio de propaganda o manifiestos políticos sin estar autorizados por el Ministerio de la Gobernación.
  9. Se prohíbe la colocación de altavoces en la vía pública para actos relacionados con las elecciones o algún tipo de propaganda electoral. Tampoco se permite el vuelo de aquellos aviones que tengan por finalidad hacer publicidad relacionada con alguna tendencia política.
  10. Para solucionar todas las dudas que surjan respecto a la constitución de las Juntas Municipales del Censo Electoral se tendrá presente la Circular del 16 de octubre de 1933 del Presidente de la Junta Central del Censo Electoral.
  11. Si se diera el caso de duplicación de nombres en las listas electorales, la Autoridad tiene el deber de aplicar lo dispuesto en la Orden de la Presidencia del Consejo de Ministros de 20 de octubre de 1933.
  12. En las mesas y las diversas operaciones electorales, no podrá encontrarse presente persona ajena a las que dictamina la Ley Electoral. Además, los interventores actuantes en las elecciones del 16 de febrero podrán desempeñar el mismo cargo en las elecciones complementarias del 1º de marzo, previa justificación de los documentos electorales oportunos.
  13. A los efectos de facilitar, en los casos de duda, la identificación de los electores a que se refiere el artículo 43 de la Ley Electoral, podrán utilizarse y exhibirse por los Electores de uno y otro sexo, además de los medios y documentos, que dicho artículo expresa, actas o informaciones notariales de conocimiento, pasaportes expedidos por los Gobiernos civiles, documentos militares y cualesquiera otros en general autorizados por los funcionarios depositarios de la fe pública, judicial, extrajudicial, municipal y universitaria. (Orden de 8 de Noviembre de 1933, Gaceta del 9)”.
  14. La intervención de la fuerza pública el día de la elección se limitará, cuanto sea posible, a las puertas de los Colegios para cuidar el ordenado acceso de los votantes a la mesa electoral, y en auxilio de la autoridad del Presidente de la mesa electoral, sin perjuicio de que en las proximidades se halle situada discretamente la fuerza necesaria para prevenir cualquier disturbio”.
  15. Los domingos 16 de Febrero y 1º de Marzo, en que se celebrará la elección, prohibirá toda clase de fiestas y espectáculos que puedan distraer la fuerza pública, que debe estar íntegramente destinada a garantizar la normalidad electoral”.
  16. Al tener noticias de que se trata de actuar subversivamente en el período electoral o en las elecciones, lo comunicará inmediatamente a este Gobierno para adoptar las providencias más convenientes”.
  17. Los Alcaldes, autoridades gubernativas y todos los agentes oportunos deberán mantenerse en sus puestos desde las seis de la mañana hasta que se dé por finalizada la elección y recuento (tanto el día 16 de febrero como el 1 de mazo, si fuese necesario).
  18. Cuantas informaciones tenga que comunicar a este Gobierno en relación con la presente circular lo participará inmediatamente por telégrafo desde el sitio más próximo, y si lo hiciera por conferencia telefónica vendrá obligado a ratificarlo por medio de telegrama para que conste en el expediente respectivo”.

Este documento demostraba que el Gobernador Civil deseaba una campaña electoral sosegada y pacífica, pretensiones que no fueron correspondidas totalmente, pues los enfrentamientos entre las fuerzas políticas contrarias se fueron sucediendo en diferentes lugares de la provincia. En Miajadas, con la vuelta de algunos de los elementos más significados políticamente, se dio lugar a pugnas y tensiones entre los encargados de dar publicidad a las ideas políticas de los partidos concurrentes a las elecciones.

Durante toda la campaña electoral el alcalde de Miajadas fue Juan Caro Chamorro, que no se encontraba en plenas facultades físicas durante estas fechas, ya que, en el pleno del día 13 de enero, solicitó quince días de permiso para que “pueda restablecer su salud”[8]. Esta petición fue atendida, y en la sesión posterior (27 de enero) ya no aparecía como Alcalde Presidente el citado señor, sino su compañero Martín Masa Pintado, volviendo Juan Caro a ocupar su cargo el 3 de febrero.

Durante los meses de diciembre y enero la situación del pueblo miajadeño era de tranquilidad, pero todo se fue caldeando a medida que se acercaban las votaciones, y, derivado de ello, hubieron de producirse un mayor número de enfrentamientos entre políticos y personas de a pie.

Cuadro 1: ACTOS POLÍTICOS EN MIAJADAS, ESCURIAL, ALMOHARÍN Y VILLAMESÍAS DURANTE EL MES DE FEBRERO DE 1936

FECHA DE CELEBRACIÓN PARTIDO POLÍTICO POBLACIÓN
2 – febrero – 1936 CEDA Miajadas
7 – febrero – 1936 Frente Popular Miajadas y Almoharín
8 – febrero – 1936 Unión Republicana Miajadas
9 – febrero – 1936 Falange Española Almoharín
11 – febrero – 1936 Frente Popular Miajadas
12 – febrero – 1936 Frente Popular Escurial
13 – febrero – 1936 Frente Popular Villamesías

Fuente: Archivo de la Diputación Provincial de Cáceres (ADPCC), Elecciones 1936.

En la tabla anterior, referida a los actos políticos celebrados en Miajadas y otros pueblos de la comarca, se aprecia que la opción política que más discursos pronunció en Miajadas fue el Frente Popular, y si se compendian todos los actos electorales celebrados en los restantes municipios, también encontraremos la misma variable. Esta cuestión da cuenta del peso que tenía sobre la población de esta zona el PSOE, ya que este partido llegó a tener cerca de 500 afiliados en Miajadas, por lo que el número de seguidores del Frente Popular sería bastante elevado al sumarse el resto de partidos políticos republicanos de izquierda que formaban esta agrupación.

Pero no por realizar un menor número de mítines, los partidos adscritos a la tendencia ideológica contraria estaban ausentes de afiliación, ya que Falange Española también tenía una significativa implantación en el municipio, alcanzando el número de 82 afiliados antes de diciembre de 1935, elevándose hasta 102 a fecha 10 de febrero de 1936[9]. Aunque el temor por el enfrentamiento entre falangistas y socialistas estaba latente en los seguidores del Frente Popular, llegando a requerir continuamente a la Guardia Civil para evitar las amenazas y provocaciones que les lanzaban desde el bando contrario, éstos no se produjeron de forma más clara hasta los primeros días de febrero[10].

Mientras discurría la campaña, en Miajadas se seguían celebrando sesiones plenarias del Ayuntamiento, siendo la más destacada el Pleno Extraordinario del día 9 de febrero, donde se discutió el acuerdo de la aportación que debía hacer el consistorio municipal para la construcción de unos nuevos Grupos Escolares por parte del Estado. Se alcanzó el siguiente acuerdo:

  1. Aportar por parte del municipio 22.689`78 pesetas a la construcción de los cuatro Grupos Escolares en dos plazos y pedir a la Caja Extremeña de Previsión Social y al Instituto Nacional de Previsión la entrega de ese dinero, con cargo al préstamo concertado con ambas entidades en fecha 17 de enero de 1928, cuando se concretó la adquisición de los derechos de construcción de las escuelas.
  2. Las escuelas se construirán por parte del Estado, con la aportación del municipio, ya que era más favorable para el consistorio y la población. Pero el dinero sobrante del anterior préstamo, que eran 22.681`20 pesetas, no se destinará a la construcción de ningún otro edificio o compra de otro local para otras funciones, sino que en su momento será utilizado para el material pedagógico necesario en las escuelas[11].

Aunque ya se han apuntado algunas cuestiones referentes al orden público, no se debe desdeñar el enfrentamiento sufrido entre algunos acólitos del Frente Popular y Falange durante los días 6 y 7 de febrero. En esas fechas se produjo una reyerta por motivos políticos, cuando un grupo de socios del grupo falangista atemorizó a varios socialistas, obligándoles a pasar la noche en el campo por miedo a que los derechistas volvieran a enfrentarse a ellos. Ambos grupos mostraron armas y palos, produciéndose varios heridos como resultado del enfrentamiento, alcanzando el ruido de estas noticias a la máxima autoridad al efecto: el Ministro de la Gobernación, Portela Valladares, que recibe la información por medio del Gobernador Civil de Cáceres[12].

El Alcalde respondió al Gobernador Civil de la Provincia de Cáceres, cuando éste le consultó sobre estos datos y la situación planteada, que si bien el número de seguidores del PSOE era muy superior al de los partidarios de Falange, los primeros temían a los segundos. Los falangistas estaban dirigidos por Francisco González Díaz, fundador de esa organización en Miajadas y concejal del propio Ayuntamiento, que ya había participado y liderado actos parecidos con anterioridad, destacando la huelga del 23 de agosto de 1933 en la que se produjeron diversos enfrentamientos entre personas de diferente ideología en la puerta de la Iglesia de Santiago, lugar donde se resguardaron los derechistas bajo la tutela del sacerdote Juan Cifuentes. Además, este político era una de las figuras más destacadas a nivel provincial de Falange Española, pues participó en un gran número de discursos y mítines durante la campaña electoral, aunque sería encarcelado después de las elecciones y liberado unos días antes de la sublevación del 17 de julio, la cual dirigió él mismo en Miajadas[13].

Según se desprende de los diversos envíos de la Benemérita al Gobernador Civil, en Miajadas y su pueblo más cercano (Escurial) los días 11, 12 y 13 de febrero no hubo ningún altercado de relevancia, celebrándose los actos de forma tranquila y sosegada[14]. Pero como se acercaba el día de las votaciones, la preocupación en el máximo mandatario provincial se incrementaba debido a la inquietud porque volvieran a reproducirse hechos violentos y altercados de cierta importancia.

Todos estos enfrentamientos que se produjeron en estas fechas, se encuadran en lo que Eduardo González Calleja ha definido como violencia política: “ (…) el uso consciente -aunque no siempre deliberado o premeditado-, o la amenaza de uso, de la fuerza física por parte de individuos, entidades, grupos o partidos que buscan el control de los espacios de poder político, la manipulación de las decisiones en todas o partes de las instancias de gobierno, y, en última instancia, la conquista, la conservación o la reforma del Estado (…)”, violencia que se reproduce con posterioridad a las elecciones, y tendrá su punto culminante en la sublevación militar del 17 de julio[15]. En referencia a la violencia en la política durante la II República, el propio González Calleja determina que “la violencia en política engloba, por tanto, las actitudes de ofensa al sistema como de defensa del mismo a través de la coerción legal o ilegal y el Estado de excepción.(…) un estudio sobre la conflictividad sociopolítica y la crisis de la democracia en la España de los años treinta debe detenerse de forma obligada en el estudio del proceso ideológico-político de la violencia, ejemplificado en la actitud de clases, partidos, organizaciones, dirigentes o intelectuales orgánicos. Es decir, todo el complejo conglomerado de circunstancias que generaron una verdadera actitud social de rebeldía, un talante insurreccional y una “cultura de la violencia” que perjudicó la legitimidad de la República tanto o más que las propias acciones armadas”[16]. Estas afirmaciones de González Calleja denotan cómo la sociedad española, y por ende la miajadeña, en los años treinta (y más en 1936) se estaba desmoronando por problemas internos, muchos de ellos relacionados con la oposición por la fuerza a las políticas ejercidas por los diversos gobiernos existentes, notándose más estas acciones violentas en momentos de desconcierto o cierto descontrol, como fue la campaña electoral de 1936.

Para conseguir la deseada paz, el día 14 de febrero partió del propio Gobierno Civil otro oficio donde se ordenaba al Jefe de la Guardia de Asalto de la provincia dar apoyo a la Guardia Civil en diversos municipios para salvaguardar el buen desarrollo de la campaña electoral y las propias votaciones, dictando el mismo Gobernador las fuerzas que habían de destacarse en cada municipio[17].

Causa de la anterior disposición fue que este día 14 de febrero el Gobernador eleva al Ministro de la Gobernación una nueva petición para que le envíen la cantidad necesaria de dinero que habría de pagarse como “extra” debido al destacamento de la fuerzas de seguridad con motivo de las elecciones. Al igual que con la Guardia de Asalto, el día 13 se le había comunicado a la Guardia Civil la obligación que tenía este cuerpo de mantener el orden público durante el día de los comicios, asegurando que todos los ciudadanos pudieran emitir su voto con total libertad, a la vez que se les prescribía las directrices oportunas para que patrullaran los colegios electorales con intención de evitar aglomeraciones a sus puertas durante las votaciones. Estas órdenes se cumplieron fielmente hasta llegar el día de los comicios[18].

3. El 16 de febrero: resultados electorales.

El día 16 de febrero fue el marcado para que la población pudiera acercarse a los colegios electorales para depositar su voto. En Miajadas, la votación se desarrolló con bastante tranquilidad y sin ningún sobresalto, como indicaron algunos concejales posteriormente en las reuniones plenarias del consistorio municipal.

Los resultados electorales fueron bastante controvertidos; ya que surgió el problema de que las cifras ofrecidas por una institución, como es el Gobierno Civil de Cáceres, no concordaron con la otra institución que también se encargó de hacer el recuento. Ambas fuentes utilizadas para el análisis de los comicios nos dan resultados muy divergentes, pues las resultas que se recogieron en la Diputación Provincial de Cáceres tienen variables totalmente diferentes a las ofrecidas por el gobernador civil cacereño. Los resultados relativos a Miajadas fueron los que se apuntan en los siguientes cuadros, indicando los resultados de ambas fuentes.

Cuadro 2: RESULTADOS ELECTORALES (16 febrero 1936)

CANDIDATO RESULTADO – VOTOS
Teodoro Pascual Cordero 1.200
F. Javier Morata Pedreño 1.664
Luis Narváez Ulloa 1.202
Víctor Borjano Gómez 1.286
Adolfo Rodríguez Jurado 1.779
Eduardo Silva Gregorio 1.745
Honoria Maura y Gamazo 1.777
José Giral Pereira 1.801
Luis Martínez Carvajal 1.794
Fulgencio Díez Pastor 1.799
Faustino Valentín Torrejón 1.797
Luis Romero Solano 1.798
Felipe Granado Valdivia 1.797
Rafael Bermuda Ardura 1.797
José Antonio Primo de Rivera 228
Manuel Mateo 207
José Luna Meléndez 221

Fuente: AHPCC, GCC, Serie Elecciones Generales, Resultados 1936.

Cuadro 3: PORCENTAJES SEGÚN FORMACIONES POLÍTICAS

FORMACIONES POLÍTICAS GOBIERNO CIVIL DIPUTACIÓN PROVINCIAL
Frente Popular 52’66 % 48’81 %
CEDA 44’58 % 47’10 %
Falange Española 2’74 % 5’89 %

Fuente: AHPCC, GCC, Serie Elecciones Generales, Resultados 1936 y ADPCC, Elecciones 1936.

Acudiendo a cualquiera de las dos fuentes se comprueba cómo la fuerza vencedora en Miajadas fue el Frente Popular, al igual que en los pueblos colindantes (Escurial y Almoharín; exceptuando Villamesías donde venció la CEDA). En lo concerniente a los datos facilitados por el Gobierno Civil, se aprecia una mayor diferencia entra las dos fuerzas más votadas (8’08 puntos), mientras que en las cifras de la Diputación Provincial, la diferencia se reduce a menos de dos puntos porcentuales. La victoria del Frente Popular en estas poblaciones respondió a las expectativas que tenían depositadas los trabajadores del campo en esta formación política, pues creían que la victoria les acarrearía mayor número de puestos de trabajo a los desempleados y, sobre todo, la aceleración de la reforma agraria, cuestión muy necesaria en unos municipios con gran imbricación de la agricultura, como eran Miajadas y sus pueblos aledaños.

Tras las elecciones, la vida política siguió su curso, siendo aceptados los resultados sin que se produjera en los primeros días altercado alguno de importancia. En las sesiones plenarias del Ayuntamiento posteriores al 16 de febrero se procedió a pagar los diversos gastos producidos por las elecciones. En la sesión supletoria del 17 de febrero, además de dar cuenta del tranquilo desarrollo del día anterior, se produjo la inclusión (por iniciativa del propio Alcalde) de los gastos electorales“para comida de la fuerza pública y empleados que han estado de servicio permanente”, como una partida especial en el presupuesto anual[19].

Junto al acuerdo anterior, también se abonaron las siguientes remesas de dinero a diversos vecinos del municipio por cuestiones parecidas, aunque mediante acuerdos en sesiones diferentes y distantes en el tiempo:

  1. La primera partida que se hubo de pagar ascendía a 10 pesetas para Andrés Pañero Pintado por el alquiler del colegio electoral del distrito 2º, en vez de las 30 que el vecino había pedido por la utilización de su local. (Sesión ordinaria del 15 de abril)
  2. En la sesión del 2 de mayo se decidió pagar la mayoría de las deudas contraídas en relación al día 16 de febrero: 43’80 pesetas a Pedro Cañamero Masa por artículos para las mesas electorales, 14’10 pesetas a Carlos Domínguez por el mismo motivo y otras 14’10 pesetas a José González Babiano por el mismo concepto. A los últimos dos vecinos también se les paga la remesa dedicada a la comida del día de los comicios: Carlos Domínguez cobró 27’70 por la suministrada a los Guardias de Asalto y José González Babiano recibió 198’80 por la suministrada en los colegios electorales a las personas allí destinadas.
  3. Con fecha 25 de mayo, se acordó pagar a la empresa de P. Peñalver 24 pesetas por la compra de un sello con el grabado “Voto”, que se utilizó en una de las mesas.
  4. Como último pago, el día 13 de julio se pagaron 146’27 pesetas a la Imprenta Trejo por los impresos electorales.

Si nos atenemos a las cifras facilitadas anteriormente, el coste mínimo del día 16 que se puede extraer es de 478’87 pesetas, dinero que puede elevarse si sumáramos el dedicado por los diversos partidos a la publicidad y el dedicado a la limpieza de los lugares públicos por parte del Ayuntamiento. Esta cantidad era bastante superior a la consignada en el presupuesto de 1936 para otras partidas mucho más necesarias, como era el caso del caudal dedicado a las instituciones benéficas municipales (420 pesetas), al socorro de pobres (400 pts.) o a la extinción de plagas del campo (25 pts.), e incluso de una tasación muy cercana a la otorgada a conceptos como los retiros obreros (500 pts.) o los seguros sociales (750 pts.).

Aunque el día de las votaciones se desarrolló tranquilamente, la violencia política seguía produciéndose, ya que tres fascistas miajadeños, liderados por Francisco González Díaz, agredieron a un vecino de Santa Cruz de la Sierra el día 17 de febrero. Estos tres hombres iban en un automóvil a Trujillo y al pasar por este pueblo cercano, los obreros que arreglaban la carretera les saludaron con los puños en alto y les tiraron algunas piedras, a lo que ellos respondieron bajándose del camión y dándoles una paliza. Esta acción supuso una de las acusaciones por las que Francisco González y otros falangistas miajadeños fueron detenidos en el mes de abril de 1936, cuando fueron trasladados a la cárcel provincial de Cáceres y no salieron de allí hasta el mes de julio[20].

4. Desarrollo político durante la etapa del Frente Popular.

La situación política y socio-económica de Miajadas se fue agravando según corría el tiempo de gestión del nuevo gobierno del Frente Popular, pues volvieron a aparecer cuestiones que forzaban al límite la convivencia pacífica entre los vecinos: las invasiones de linderos, las tensiones con la Iglesia o la mala gestión en algunos temas sociales. Todo lo anterior, sumado al descontento general por la nueva puesta en marcha de la reforma agraria, acentuaba la disposición beligerante de algunos grupos sociales (grandes propietarios, sacerdotes, algunos empresarios, etc.) contra el sistema político reinante; todo lo cual se vio reflejado en el apoyo de estos grupos de poder a la sublevación del mes de julio.

Una de las primeras decisiones del recién nombrado gobierno de Manuel Azaña fue restituir los Alcaldes y Ayuntamientos suspendidos o revocados en el sur de España durante el llamado “bienio negro”[21]. Por ello, el 20 de febrero se citó a todos los concejales en sesión extraordinaria con la única finalidad de reponer en sus cargos a los destituidos el 13 de marzo de 1934, que según la convocatoria debían de ser las siguientes personas:

  • Carlos Cuadrado Correyero, Juan Pedro Valares y Valares, José Sánchez Cortés, Máximo Acero Caro, Juan Díaz y Díaz, Pedro Santos Rodas, Casto Babiano Martínez, Agustín Muñoz López, Francisco Tornero Caro, José Valares Dávila y Francisco González Díaz[22].

En esta sesión, después de darles posesión de sus cargos, se acordó volver a reunirse cuarenta y ocho horas después para realizar “examen de la contabilidad municipal y de la gestión de las comisiones gestoras que se han sucedido a partir del 13 de marzo de 1934”[23].

En la sesión del 22 de febrero, celebrada igual que la anterior bajo la presidencia del socialista Antonio Tostado Loro, el primer asunto en tratarse fue dar posesión de sus cargos a dos concejales que no habían asistido el día 20 (Juan Díaz Díaz y Pedro Santos Rodas). Posteriormente, por iniciativa de Carlos Cuadrado Correyero, se propuso declarar nulos todos aquellos acuerdos adoptados por las comisiones gestoras interinas, pero tal nulidad sólo se entendería sin perjuicio de que fuese revisada toda su actuación. El Ayuntamiento en pleno decidió dejar vigentes los acuerdos oportunos para el mejor desarrollo del municipio, una vez que fuese nombrada una Comisión que estaría formada por Agustín Muñoz López y Casto Babiano Martínez, con la ayuda de Juan Aurelio Vicente Reyes como letrado, para el estudio de tales acuerdos. Otro asunto que se trató fue la dimisión del Alcalde, que fue aceptada, nombrándose al Primer Teniente de Alcalde como poseedor de ese cargo, el cual recayó en Juan Díaz Díaz.

Debido a la anterior situación, el día 3 de marzo tuvo lugar un nuevo pleno extraordinario; esta vez con la intención de elegir al nuevo Alcalde-Presidente. La votación se realizó por voto secreto y personal a través de papeletas, siendo el sufragio definitivo de ocho votos a favor de Máximo Acero Caro, contra dos en blanco, por lo cual el señor Acero fue nombrado Alcalde[24].

El 16 de marzo, además de otros acuerdos sobre temas de mayor relevancia social, se restituyó el nombre de diversas calles. El nombre de estas vías hacía referencia a distintos personajes relevantes en la política nacional (como era el caso de la calle a Manuel Azaña o a Indalecio Prieto), que habían sido retirados durante el gobierno de la Comisión Gestora nombrada a finales de 1934. Esta actuación partió de una consideración del concejal Juan Aurelio Vicente Reyes, quien se hizo “voz pública de los anhelos republicanos de este vecindario”, respondiéndose de forma afirmativa por parte del consistorio y recibiendo con posterioridad cartas de agradecimiento por parte de las personas a las que se les había restituido su nombre en los rótulos de las calles. También se acordó cambiar los nombres a las Calles Puente y del Matadero, por los nuevos de Calle 16 de Febrero y de Jiménez de Asúa respectivamente[25].

El 16 de marzo se volvió a discutir la creación de las escuelas, proyecto pactado desde 1928 con el Estado, pero se dejó en el aire como había ocurrido anteriormente, ya que el gobierno no había remitido todavía el dinero y era un gasto demasiado elevado para que fuera sufragado por el Ayuntamiento en ese momento.

El mes de mayo estuvo marcado por la huelga del día 1, día del trabajador. Como resultado de ese acto, los huelguistas y la UGT elevaron una serie de peticiones al Consistorio, de las que se asumieron algunas. Este fue el caso de la construcción de la carretera a Villar de Rena por parte del Estado o la construcción de las Escuelas Públicas. Otras, sin embargo, ni se llegaron a tomar en consideración (por ejemplo, abrir las casas cerradas para ponerlas a disposición de los trabajadores por una baja renta, el alojamiento por parte de los obreros por parte del ayuntamiento hasta que encuentren trabajo o la creación de una casa de socorros), todas ellas tildadas de ser demasiado exigentes para llevarlas a la realidad[26].

Durante el mes de mayo, también señalar que a los acuerdos alcanzados el día 25 de ese mes no se suman 8 concejales (la mayoría de ellos de filiación socialista) por considerar esa sesión como ilegal, pues no se ajustaba al horario reseñado en citaciones anteriores ni a los acuerdos alcanzados sobre la hora de celebración de las sesiones, ya que todas debían celebrarse a las diez de la noche y esta reunión se celebró a las diez de la mañana, produciéndose un enfrentamiento entre las fuerzas componentes del Frente Popular[27].

En la sesión del 2 de junio, mientras se comenzaba a discutir el presupuesto municipal, se produjo una interrupción en el desarrollo habitual de la sesión cuando la Guardia Civil entró en la sala para entregar al Alcalde accidental (Juan Díaz Díaz) un comunicado del Gobernador Civil de la provincia. En este documento, el mandatario provincial manifestaba la admisión de la renuncia a cargos de Máximo Acero Caro, al alegar falta de salud y enfermedad grave. El Gobernador aceptó la renuncia a la Alcaldía, pero no al puesto de concejal que también el señor Acero solicitaba. A la vez, también se nombró en ese documento a Juan Aurelio Vicente Reyes para cubrir la vacante de Máximo Acero y a Senén Ruiz Santos para cubrir dimisión del Bartolomé Avís Sánchez, dimisión que fue presentada junto a la del mentado Máximo Acero.

5. El problema laboral.

El Frente Popular llevaba en su programa electoral una reforma de la legislación social básica y la institución de un salario mínimo para todos los trabajadores, sobre todo para los yunteros sin tierra, ya que se pretendía elevar los sueldos hasta conseguir un nivel aceptable de vida[28]. Debido a estas reclamaciones, la organización UGT propuso el día 29 de febrero las siguientes consideraciones para afrontar las difíciles condiciones en que vivían los trabajadores miajadeños:

  1. “Que el Ayuntamiento resuelva lo antes posible la angustiosa situación de los trabajadores, bien por medio de alojamientos u otros procedimientos análogos.
  2. Que del Depósito del trigo que obra en poder del Ayuntamiento se reparta a renuevo entre los trabajadores hasta el verano, haciéndose de esta manera una obra de verdadera justicia que contribuiría en parte a resolver el problema de la crisis de trabajo” [29].

A la primera petición, el Alcalde respondió que haría lo posible para resolver el acuciante problema del paro, y por ello convocaría a todos los propietarios para que voluntariamente ofrecieran tierras y trabajo a los parados, a la vez que elevaría al IRA una petición para disponer del trigo almacenado, pues éste pertenecía al citado organismo.

El 16 de marzo, como respuestas a las anteriores peticiones y otras relacionadas formuladas por algunos concejales, se discutió la formación del cuerpo de guardas rurales para atender correctamente lo concerniente a la colocación obrera, con la intención de que no se registrasen incidentes por esta cuestión. Este grupo quedó formado por las siguientes personas:

  • Como Guarda Mayor, Agustín de Arenas Soto; y como meros Guardas, Francisco Tadeo Pintado, Antonio Martínez Corrales, Aurelio Hortet Sánchez, Vicente Cruz Loro, Antonio Vicente Pizarro, Juan Pintado Loro, Ceferino Gallego Franco, Pedro Fernández Cuadrado y Esteban Bravo Pino[30].

Otra forma de combatir el paro obrero fue la puesta en marcha de diversas obras municipales, todas ellas pagadas por el consistorio municipal, cuestión recogida en el programa electoral del Frente Popular. Cada quince días se procedía al pago de los jornales devengados por esta cuestión, alcanzando la máxima cuantía de ellos al día 30 de abril (3.612 pesetas), poniendo de manifiesto el esfuerzo por eliminar el mayor número de parados y, también, la posibilidad de altercados. Una nueva obra municipal que se comenzó a realizar con la intención de eliminar el paro fue la construcción de la carretera Miajadas-Villar de Rena; la cual había sido incluida en el plan nacional de carreteras y había sido comunicado al alcalde a través de un escrito firmado por el ministro José Giral.

Para solucionar otro problema laboral surgido con la detención del empresario local Nemesio Dávila, que dejó a sus trabajadores sin oficio, se decidió incluirlos en el censo obrero para ayudarles a pasar la difícil situación, percibiendo dinero del erario público. Esta actuación no fue la única de este tipo que se produjo, ya que algunas asociaciones vecinales propusieron que se acordara una subvención de doscientas pesetas para salvar del descalabro económico a los maestros nacionales; acuerdo que no se tomó en consideración y dejó a los profesores con un sueldo insuficiente para vivir con dignidad[31].

El día 1 de mayo tuvo lugar la manifestación por el Día del Trabajador. Se presentaron al Consistorio municipal una serie de conclusiones y peticiones, algunas de las cuales se venían repitiendo desde varios meses atrás. Entre las más destacadas estaban las siguientes:

  1. Traída de aguas a diversas calles del municipio.
  2. Creación de una Casa de Socorro.
  3. Creación de una Biblioteca Municipal.
  4. Construcción de las Escuelas y otros edificios públicos para librar el presupuesto del dinero pagado por el arrendamiento de tales lugares.
  5. Republicanizar las dependencias municipales.
  6. Turno riguroso de colocación obrera.
  7. Alojamiento de yunteros y trabajadores del campo el tiempo que sea necesario.
  8. Abrir las casas cerradas y ponerlas a disposición de los trabajadores con menor renta por un precio razonable.

Aunque algunas cuestiones se tomaron en consideración, como es el caso de las dependencias municipales o el turno de colocación obrera, el concejal socialista Alfonso Galán Oliva propuso que los acuerdos tomados se ejecutasen con la mayor rapidez posible, siendo (a su entender) de crucial necesidad la mayoría de ellos.

Por otro lado, muchos trabajadores acudieron a los representantes políticos con la intención de mejorar su situación laboral y personal. Este el caso de Gregorio Pacheco Fuentes, trabajador en las obras municipales, quien tras un accidente exigió se le diera medio jornal, pero los concejales respondieron con la petición de una investigación sobre el accidente y la inclusión del obrero en la Décima del Paro Obrero para que pudiera acceder a las obras municipales en realización[32].

6. Tensiones sociales: Reforma Agraria, Iglesia y sociedad.

Con la victoria del Frente Popular se volvió a poner en marcha la Reforma Agraria, detenida súbitamente durante el bienio de 1933 – 1935, con la intención de solucionar la situación de los yunteros extremeños y andaluces[33].

Consecuencia de ello, el 3 de marzo se divulgó un decreto por el que los yunteros pudieron volver a trabajar las tierras que les habían sido otorgadas en 1933. A partir de este momento, los propietarios vuelven a sentirse atemorizados por la posible pérdida de sus tierras y se pusieron a la defensiva. La UGT, que en Miajadas estaba dirigida por Antonio Tostado Loro, elevó la petición antes comentada del día 29 de febrero, con el propósito de resolver la problemática de los trabajadores del campo[34]. Debido a la situación que se había planteado sobre estos obreros, el 3 de marzo el Gobierno adoptó la determinación de que los yunteros que habían sido expulsados de las tierras que habían estado trabajando, podían volver a cultivarlas[35].

En Miajadas, en 1933 al menos habían sido decomisadas unas 85 hectáreas por el Instituto de Reforma Agraria durante el mes de marzo, siendo entregadas a un número indeterminado de yunteros en los días posteriores a ser tomadas en posesión por el delegado del propio ministerio. Estas intervenciones se distribuyeron de la forma siguiente:

  • 22 hectáreas al propietario Antonio Chamorro Sánchez en la finca “Canchales”.
  • Otras 11 a Sofía Ruiz Román en el mismo paraje.
  • 3 hectáreas a Gaspar Sánchez Ruiz en la finca “Cardizosa”.
  • 15 hectáreas a Félix Amarillas Celestino en la zona de “Chinoso”.
  • 20 hectáreas a Alfonso Castuera Corral en la finca “Esparragal”.
  • Otras 15 a la viuda de Damián Sanz en la misma finca[36].

En 1936, los yunteros se mostraron intranquilos con la tardanza de este reparto, finalmente, el 20 de marzo, el IRA aprobaba un Decreto por el que se instaba al reparto de las tierras entre los yunteros, provocando con ello varios altercados. La mayoría de estas pequeñas disputas estuvieron en relación con la usurpación de linderos, como bien lo demuestran las quejas de algunos propietarios ante el Ayuntamiento, como fue el caso de Juan de Arcos González. Para llevar a buen puerto el asentamiento de los obreros agrícolas era necesario nombrar un concejal que se encargara de ello, función para la que fue designado Agustín Muñoz López[37].

Los obreros del campo se encontraban en una citación penosa, pues su sueldo no sobrepasaba las 3’5 pesetas, dinero que no les llegaba a la mayoría de ellos para vivir dignamente. Aunque se tomaron algunos acuerdos para intentar solucionarlo (como el comentado abaratamiento de los alquileres o la intensificación de la reforma agraria), éstos no fueron suficientes para conseguir una mejor supervivencia. Por esto, muchos trabajadores tenían que trabajar diariamente un número de horas excesivo si querían conseguir llevar algo de comida a sus casas.

En fecha 2 de junio se puso en conocimiento de la Administración Municipal diversas comunicaciones del propio IRA donde se dictaban las normas para los anticipos de los yunteros asentados como intento de solución del paro forzoso, dinero que se pagó con cargo al Censo de Paro Obrero.

Relacionado con estas actuaciones del IRA fue el nombramiento de Adolfo Vázquez Humasqué, director de la mentada institución, como hijo predilecto del municipio por “la labor realizada a favor de los yunteros de Extremadura”[38].

Otro tipo de tensiones sociales surgidas durante estos meses, aunque ya venían de tiempo atrás, fueron las disputas con la Iglesia Católica y su representante en Miajadas. Las discrepancias se fueron incrementando según fue discurriendo la Administración del Frente Popular, llegando a su mayor tirantez el día 25 de abril cuando se concertaron dos decisiones en su contra, sumadas ambas a la prohibición de exhibir elementos religiosos en público. Estas dos decisiones fueron las siguientes:

  1. A través de una proposición del Alcalde, se crea un “arbitrio sobre los enterramientos religiosos”, que será incluido y concretado por la Comisión de Hacienda en el presupuesto ordinario de 1936.
  2. A proposición de Alfonso Galán Oliva, y según sus palabras, “por la minoría socialista”, se insta a realizar una inspección en las escuelas particulares (en este caso los colegios de religiosas), ya que se conocía que se estaban dando clases de religión en todas ellas, cuando estaba totalmente prohibido. El Alcalde manifiesta no tener jurisdicción en este tema, por lo que delega en la Inspección de Primera Enseñanza.

Esta actitud contraria a la Iglesia Católica explica las razones que llevaron a su representante en Miajadas a sumarse a los sublevados el 18 de julio de 1936, demostrando además la oposición beligerante que mantuvo desde tiempo atrás contra la República; pues había formado parte de algunas huelgas en su contra durante los primeros tres años del régimen republicano, como fue el caso de la producida el 18 de agosto de 1933, donde el sacerdote acogió en la Iglesia de Santiago a varios huelguistas y les dio ánimos para seguir con su protesta en contra de la Reforma Agraria de la Segunda República y de dar mayor cantidad de tierras a los yunteros y pequeños agricultores[39].

La llegada de la Segunda República había supuesto un empuje en el desarrollo intelectual de la sociedad española, que se quería mostrar en Miajadas a través de la creación de nuevas Escuelas Públicas para lograr una mayor formación cultural. La construcción de los edificios se había concertado en 1928, pero todavía en 1935 no se había puesto en marcha, por lo que en estos últimos meses de gobierno republicano se intentó acelerar su construcción, la cual se retrasará hasta 1938 que se dio por terminada su construcción.

Los profesores y maestros nacionales se encontraban en una situación penosa, tanto económica como personalmente. Estos funcionarios no sólo cobraban poco dinero, sino que además tenían unas viviendas en alquiler que se encontraban casi en ruinas, instándoles esta situación a elevar sus quejas al Ayuntamiento[40]. El 2 de junio propusieron que se les otorgara una subvención de 200 pesetas para poder sobrellevar su angustiosa situación, proposición que fue rechazada por el Consistorio, lo que les situaba en un contexto bastante penoso, pues no podían llegar a final de mes con el sueldo tan bajo que percibían y debían pedir comida a algunos vecinos.

Relacionado con la educación se situó la prohibición de la enseñanza religiosa, emanada del Gobierno Central y aplicada por el Consistorio Municipal, decisión que volvía a encender los ánimos de los profesores de centros privados dedicados a esta cuestión y la oposición del sacerdote municipal. Mientras se discutían estas cuestiones, el Ayuntamiento sólo intentaba acelerar la construcción de las escuelas para tener contentos a los propios maestros y no evitar sus quejas constantes.

Durante los meses de febrero a julio, las condiciones sociales de la mayoría de la población se encontraban cada vez en una peor situación, llegando varios vecinos a pedir ayuda al propio alcalde. Este es el caso de Luís Fábregas Bravo, que solicitó un socorro económico por encontrarse enfermo por un accidente, pero todos los concejales se negaron a dárselo esgrimiendo que legalmente no podían dar socorros domiciliarios. Se intentó autorizar la apertura de una suscripción pública para conseguir los pertinentes recursos, aunque finalmente no se produjo[41].

Con esta situación social, económica y política se llegó a la sublevación de julio de 1936, donde se verían reflejadas las diferencias entre la población, sobre todo, entre los diversos cuerpos sociales.

7. Fuentes: archivos y bibliografía.

  1. Archivos
    • Archivo Histórico Provincial de Cáceres (AHPCC)
    • Archivo de la Diputación Provincial de Cáceres (ADPCC)
    • Archivo Municipal de Miajadas (AMM)
  2. Bibliografía
    • Ayala Vicente, Fernando; La violencia política en la provincia de Cáceres durante la Segunda República (1931 – 1936), Mérida, Muñoz Moya Editores Extremeños, 2003.
    • Ayala Vicente, F.; Las elecciones en la provincia de Cáceres durante la II República, Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2001,p. 153.
    • Chaves Palacios; Julián; Violencia política y conflictividad social en Extremadura. Cáceres en 1936, Cáceres, Coedición Diputación Provincial de Cáceres – Diputación Provincial de Badajoz, 2000.
    • García Pérez, Juan; “Los yunteros: sus vicisitudes y protagonismo revolucionario en el campo cacereño durante la II República” en Estudios dedicados a Carlos Callejo Serrano, Cáceres, Excelentísima Diputación Provincial de Cáceres, 1979, pp. 335 – 347.
    • González Calleja, Eduardo; “Algunas reflexiones sobre el papel de la violencia en la vida política”, en VV. AA., El Siglo XX: balance y perspectivas, Valencia, Ed. Alfons el Magnanim, 2000, pp. 349 – 358.
    • González Calleja, E.; “La violencia política y la crisis de la Democracia republicana (1931 – 1936)”, en Hispania Nova, Número 1, Años 1998 – 2000
    • Rivas, David M. y Ruesga Benito, M., “Las condiciones sociales y las actitudes políticas de los españoles en los años treinta”, en Tamames, Ramón; La Guerra Civil Española 50 años después, Barcelona, Planeta, 1986, pp. 29-44.
    • Tuñón de Lara, Manuel; La España del Siglo XX: De la República a la Guerra Civil, Barcelona, Laia, 1979, 5ª edición.
    • Tuñón de Lara, M.; Tres claves de la Segunda República, Madrid, Alianza, 1985.

NOTAS:

[1] Tuñón de Lara, Manuel; La España del Siglo XX: De la República a la Guerra Civil, Barcelona, Laia, 1979, 5ª edición, pp. 475 – 479.

[2] Si lo comparamos con los años anteriores, podemos ver que el número de huelgas y manifestaciones, al menos en la provincia de Cáceres, registraron un descenso. Ayala Vicente, Fernando; La violencia política en la provincia de Cáceres durante la Segunda República (1931 – 1936), Mérida, Muñoz Moya Editores Extremeños, 2003, p. 118.

[3] García Pérez, Juan; “Los yunteros: sus vicisitudes y protagonismo revolucionario en el campo cacereño durante la II República” en Estudios dedicados a Carlos Callejo Serrano, Cáceres, Excelentísima Diputación Provincial de Cáceres, 1979, pp. 335 – 347.

[4] Archivo Histórico Provincial de Cáceres (en adelante AHPCC), Sección Gobierno Civil de Cáceres (en adelante GCC), Serie Elecciones Generales, Caja 1602.

[5] Archivo Municipal de Miajadas (en adelante AMM), Libros de Acuerdos (en adelante LA), Libro Años 1934 – 1936, Sesiones citadas.

[6] AHPCC, GCC, Serie Elecciones Generales, Caja 1602.

[7] Citaremos en cursiva las frases textuales de todo aquel documento que utilicemos.

[8] AMM, LA, Libro Años 1934 – 1936, Sesión del 13 de enero de 1936.

[9] AMM, Libro Registro de Socios de Falange.

[10] Ayala Vicente, F.; Las elecciones en la provincia de Cáceres durante la II República, Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2001,p. 153.

[11] AMM, LA, Años 1934 – 1936, Sesión extraordinaria del 19 de febrero de 1936.

[12] AHPCC, GCC, Serie Orden Público y Derechos Ciudadanos (en adelante OP), Policía de Orden Público y fuerzas de seguridad (en adelante Policía), “Partes diarios de ocurrencias de la Guardia Civil” (en adelante “Partes”), caja 455.

[13] Ayala Vicente, F.; La violencia política en la provincia de Cáceres durante la II República, pp. 131 – 132 y Las elecciones en la provincia de Cáceres durante la II República, Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2001,pp. 157 y 160.

[14] AHPCC, GCC, Serie Elecciones Generales, Caja 1602.

[15] González Calleja, Eduardo; “Algunas reflexiones sobre el papel de la violencia en la vida política”, en VV. AA., El Siglo XX: balance y perspectivas, Valencia, Ed. Alfons el Magnanim, 2000, pp. 349 – 358; (p. 353 para esta cita).

[16] González Calleja, E.; “La violencia política y la crisis de la Democracia republicana (1931 – 1936)”, en Hispania Nova, Número 1, Años 1998 – 2000.

[17] AHPCC, GCC, Serie Elecciones Generales, Caja 1602, “Oficio enviado al Jefe Provincial de la Guardia de Asalto”.

[18] AHPCC, GCC, Serie Elecciones Generales, Caja 1602, “Oficio enviado al Teniente Coronel Primer Jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Cáceres”.

[19] AMM, LA, Años 1934 – 1936, Sesión supletoria del 17 de febrero de 1936.

[20] AHPCC, GCC, OP, Policía, “Partes “, Caja 455, y Chaves Palacios; Julián; Violencia política y conflictividad social en Extremadura. Cáceres en 1936, Cáceres, Coedición Diputación Provincial de Cáceres – Diputación Provincial de Badajoz, 2000, pp. 103 – 107.

[21] Tuñón de Lara, M.; Tres claves de la Segunda República, Madrid, Alianza, 1985, pp. 171-172.

[22] AMM, Legajos sin clasificar, “Convocatoria del 20 de febrero”.

[23] AMM, Legajos sin clasificar, “Convocatoria extraordinaria del 22 de febrero”.

[24] AMM, LA, Años 1934 – 1936, Sesión ordinaria del 3 de marzo de 1936.

[25] AMM, LA, Años 1934 – 1936, Sesión ordinaria del 16 de marzo de 1936.

[26] AMM, LA, Años 1936 – 1938, Sesión del 1 de mayo de 1936.

[27] AMM, LA, Años 1936 – 1938, Sesión ordinaria del 2 de junio de 1936 y AMM, Legajos sin clasificar, “Convocatoria extraordinaria del 25 de mayo”.

[28] Tuñón de Lara, M.; Tres claves (…) pp. 167-168 y Rivas. David M. y Ruesga Benito, M., “Las condiciones sociales y las actitudes políticas de los españoles en los años treinta”, en Tamames, Ramón; La Guerra Civil Española 50 años después, Barcelona, Planeta, 1986, pp. 29-44, (p. 40 para esta nota).

[29] AMM, LA, Años 1936 – 1938, Sesión ordinaria del 29 de febrero de 1936.

[30] AMM, LA, Años 1936 – 1938, Sesión ordinaria del 25 de mayo de 1936.

[31] AMM, LA, Años 1936 – 1938, Sesión del 25 de mayo de 1936.

[32] AMM, LA, Años 1936 – 1938, Sesión ordinaria del 29 de febrero de 1936.

[33] García Pérez, J., “Los yunteros: vicisitudes”, op cit.p. 343 y Tuñón de Lara, M, Tres claves, op. cit., p. 173.

[34] AMM, Legajos sin clasificar, Convocatorias para diversas reuniones.

[35] Tuñón de Lara, Tres claves, op. cit., p. 170.

[36] AMM, Legajos sin clasificar, Actas del Junta Municipal de Reforma Agraria.

[37] AMM, LA, Sesión ordinaria del 30 de marzo de 1936.

[38] AMM, LA, Sesión ordinaria del 30 de marzo de 1936.

[39] Véase Ayala Vicente, Fernando; La violencia política en la provincia de Cáceres durante la Segunda República, pp. 54 – 57 y 167 – 171.

[40] AMM, LA, Sesión ordinaria del 2 de junio de 1936.

[41] AMM. LA, Sesión ordinaria del 29 de febrero de 1936.

Oct 012005
 

Teodoro Martín Martín.

img1Introducción

La pintura de historia en el siglo XIX es producto de los concursos académicos organizados por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, por encargo público, de la Corona o a solicitud de particulares. Así lo explica Carlos Reyero en su estudio sobre el tema, cuando habla del cuadro antes del cuadro[1]. Esta pintura, prosigue el mismo autor, trata de crear en el lienzo un espacio ilusorio de tres dimensiones a través de la enfatización de los elementos que contribuyen a resaltar la profundidad, y que son los siguientes:

  1. Las líneas del pavimento.
  2. La distribución de los personajes en planos distanciados.
  3. Los elementos variados que completan la idea de tercera dimensión.

El afán verista les lleva a la reconstrucción arqueológica de los lugares concretos en los que se desarrolla la acción. Usan composiciones que implican movimientos y representan acontecimientos relevantes, protagonizados por personajes de la Historia, que generalmente tienen lugar en interiores. Los cuadros son de regular tamaño y están entonados en un color uniforme.

«El retiro del Emperador Carlos V a Yuste, argumento que tiene especial relevancia entre los pintores de historia de fines del siglo XIX, plantea la decrepitud del poderoso y enlaza con el interés hacia los aspectos emotivos de la Historia, a la vez que constituye una reflexión más sobre el final de la vida. En ese convento extremeño, señala Carlos Reyero, tuvo lugar una escena a la que se recurre varias veces en virtud de su carácter pintoresco, la presentación de Don Juan de Austria a Carlos V, siendo el cuadro de E. Rosales la creación más afortunada desde un punto de vista plástico, aunque ya había precedentes de este tema[2]«.

Que yo conozca existen los siguientes cuadros sobre Carlos V en el Monasterio de Yuste:

  1. Entrada de Carlos V en el Monasterio de Yuste del valenciano Joaquín Agrasot (1837-1919).1887.Perteneció al Museo del Prado y estando en depósito en la Escuela Provincial de Bellas Artes de Oviedo fue destruido en ocasión de los sucesos de 1934.Hay también otro cuadro con igual temática de J. Alarcón, pintor murciano que se dio a conocer en la Exposición Nacional de 1871.El cuadro de Carlos V es de 1887.
  2. Carlos V en Yuste de Miguel Jadraque (1840-1919). Pertenece al Museo del Prado, pero hoy se halla depositado en la casa de la Tierra de Salamanca.
  3. Don Juan de Austria presentado a Carlos V del pintor gerundense Benito Mercadé Fábregas (1821-1897). 1862. Fue comprado por Isabel II y hoy se halla depositado en el Salón de Recuerdos del palacio segoviano de Riofrío. Presentación de Don Juan de Austria al Emperador Carlos V en Yuste por Eduardo Rosales Gallina (1836-1873).1869. Se trata de un lienzo de 76×23 cms. firmado en su ángulo inferior derecho. Lo adquirió el marqués de Portugalete cuyos herederos lo legaron en 1919 al Museo del Prado donde se halla depositado.
  4. De 1881 es el cuadro titulado: El Emperador Carlos V recibiendo el Viático en el Monasterio de Yuste, del pintor madrileño Joaquín Mª Herrer Rodríguez, que ya obtuvo una mención especial en 1862 con una obra titulada Entrevista de Carlos V y San Francisco de Borja. Este cuadro lo adquirió el Estado y lo tiene depositado desde 1880 en el Museo Provincial de Bellas Artes de Albacete. El primero también adquirido para el Museo Nacional se halla en la Universidad de Zaragoza.

Carlos Mª Esquivel y Rivas

Hijo del también pintor Antonio Mª Esquivel nació en Sevilla y estudió en Paris bajo la dirección de Mr. León Gogniet. El 20 de Noviembre de 1857 es nombrado profesor de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid cargo que mantuvo hasta su muerte[3]. Presentó diferentes obras desde 1849 a las Exposiciones de Bellas Artes. De 1858 es «Los últimos momentos de Felipe II en el Real Monasterio de San Lorenzo». Fue en la de 1862 cuando presentó «La visita de San Francisco de Borja al Emperador Carlos V». Este lienzo se halla hoy día en una de las paredes del crucero de la catedral de Segovia. Está firmado en su ángulo inferior izquierdo. Las medidas aproximadas son 3×3 metros es pues de gran formato.

Descripción: Carlos I, su confesor y San Francisco de Borja se hallan en el centro del lienzo, a la izquierda hay otro monje jerónimo que trata de sujetar una silla, que va a ceder a San Francisco para que se siente y converse con el Emperador. A la derecha y erguido encontramos a un noble caballero con espada. Los cinco personajes se hallan en una habitación, en cuyo lado izquierdo se insinúa una ventana. En el ala opuesta una puerta nos expresa la existencia de un claustro o patio con arquerías. En las blancas paredes de la sala hay una cruz y sobre ella un cuadro representando a Cristo crucificado. Detrás del Emperador se vislumbra una estantería y una mesa con libros.

De esta obra decía un periódico de la época: «El cuadro del Sr. Esquivel, aunque débil en sus actitudes, está bien dispuesto y no mal caracterizado. La fisonomía del Emperador es propia y adecuada; solo echamos de menos el rostro de San Francisco siendo en el lienzo la figura principal, aparece de espaldas con el objeto de que resalte más la de Carlos de Gante. El dibujo es en la obra del Sr. Esquivel un tanto imperfecto, y si se exceptúa la cabeza del Emperador, todo lo demás del cuadro carece de verdad en los detalles. Del colorido ya hemos dicho que es triste y tan fría en su entonación, tan poco manejados los realces y los oscuros, que ni una forma se destaca de la plana superficie de la tela. Las ropas están plegadas y sombreadas, con más arte y simetría que verosimilitud, viéndose en ellas el cuidadoso artificio de la escuela que sigue el laureado autor de la familia de un oficial muerto en África»[4]. Maria Elena Gómez Moreno, en su artículo Pintura y Escultura Españolas del Siglo XIX, señala que «Carlos Mª hijo de Antonio Mª Esquivel, es continuador de la obra de su padre, pero sin la personalidad de aquel».[5]

Interpretación de la obra

Son muchas las lecturas e interpretaciones que se han hecho de este cuadro. Unas en cuanto al lugar representado: Jarandilla o Yuste. Otras sobre el tiempo histórico que intenta representarse: 1556, Julio de 1557 o Diciembre de 1557.Hay discusión también sobre los personajes representados. De ellos, salvo el Emperador y San Francisco de Borja, hay dudas a cerca de los otros tres. Estas cuestiones y otras de tipo iconográfico nos ocuparán en este apartado.

La historiografía nos aporta algunos datos que aclaran postulados y problemas antes apuntados. Julián Lozano en su reciente estudio sobre los jesuitas señala que Carlos V y el Duque de Gandía tuvieron varias entrevistas. En Diciembre de 1556 «encomendó al padre Borja una delicada misión diplomática. Le encarga que vaya junto a la reina Catalina de Portugal para asegurar para su nieto, el príncipe Carlos, la Corona Portuguesa en caso de que faltase el rey Don Sebastián, que contaba entonces tres años»[6]. Borja vuelve a Yuste a dar cuenta al Cesar Carlos de los resultados obtenidos en Portugal, quedando Carlos muy satisfecho en Julio de 1557.El 23 de Diciembre del mismo año es de nuevo requerido, alojándose Borja junto al Emperador «merced y regalo no ha hecho a nadie», según cuenta en carta a Lainez el propio San Francisco. Esta es la última vez que se vieron ambos personajes. Carlos V murió en Septiembre de 1558 y dejó como testamentarios a Felipe II y Francisco de Borja.[7]

El gran erudito extremeño Domingo Sánchez Loro en su Inquietud Postrimera de Carlos V señala lo siguiente: [8]«Hoy ha estado el P. Francisco de Borja con Su Majestad bien dos horas y media. Dice S. M. que está bien trocado de cuando era marqués de Lombay.19 de Diciembre de 1556… El 21 el P. Francisco de Borja estuvo otra vez en larga y privada audiencia con S.M..Y el 22 se despidió y volvió a Plasencia…» Según este autor San Francisco de Borja no vino a hablar para que el Emperador protegiese a los jesuitas, sino a recordar viejos tiempos de juventud. Estas visitas se realizaron en Jarandilla y no en Yuste. De aquí el sacerdote valenciano marchó a Plasencia para tratar del asiento de su orden en dicha ciudad. Según Sandoval y el P. Sigüenza el de Borja trató de que Carlos V apoyara a los jesuitas. «El 26 de diciembre de 1557, señala Sánchez Loro, vuelve a tratar con S.M. el P. Francisco Pescador -así se denominaba vulgarmente por humildad el padre Francisco de Borja- pero que nadie sabía lo que hablaron, aunque después se supo que trataron del asunto de la venida de la infanta Maria de Portugal, cuyo negocio fue a procurar a Lisboa».[9]

El profesor M. Fernández Álvarez también alude a las razones del encuentro entre los dos personajes. A este respecto apunta: «En la cuestión del pleito por la Regencia de Portugal a la muerte de Juan III (11 de Junio de 1557), pretendían gobernar en la minoría del rey Don Sebastián de tres años Catalina viuda del rey difunto y hermana del Emperador Carlos V y su hija Doña Juana madre del rey Don Sebastián. Ante el posible fallecimiento de éste Carlos V pretendía que los derechos dinásticos a la Corona Portuguesa recayeran en el príncipe Don Carlos hijo de Felipe II y Maria Manuela de Portugal. Para esta misión recibió a San Francisco de Borja… El P. Borja logró un éxito completo en sus gestiones. Se anticipaba así la unidad peninsular realizada en 1582 por Felipe II.».[10]

De los tres apuntamientos historiográficos precedentes se desprende que la entrevista del cuadro debió celebrarse en el Monasterio de Yuste y en fecha posterior a la muerte del Rey Juan III. La primera entrevista en el castillo de Jarandilla es de tipo protocolario y en recuerdo de tiempos pasados en común. La fecha de Julio de 1557 es problemática dado que no hacía un mes que había fallecido el rey lusitano y por tanto el tema de la regencia y de la sucesión posible de Don Sebastián no podría haberse tratado. A este respecto no olvidemos las distancias y tiempos entre Yuste y Lisboa así como los caminos y veredas que les aproximaban.

La presencia de dos frailes jerónimos en la entrevista aleja la posibilidad del castillo de Jarandilla. ¿Qué sentido tiene que un fraile ofrezca en la sede de los Álvarez de Toledo un asiento a San Francisco? Además las arquitecturas que se insinúan en el cuadro aluden más a un claustro monástico que a un patio de castillo. Es pues en Diciembre de 1557, estando ya el Emperador en el Monasterio cuando recibe al P. Borja, alojándole en su residencia, hecho que alude a la confianza que se tenían y la confidencia de que trataban.

En cuanto a los personajes retratados por Esquivel, si es que lo que pintó existió en la realidad histórica, me inclino por lo siguiente. El eje Carlos-Francisco modula la relación y articula el esqueleto estructural básico y central, es donde se ubica la acción, es la parte activa, lo demás es complementario pasivo. El fraile que está detrás de los dos personajes principales estimo que sea el confesor de Carlos V, Fray Juan de Regla. Fue uno de los miembros más destacados de la orden jerónima en aquellas fechas tanto por su profunda piedad como por sus estudios, extremos que le habían merecido ser llamado para asistir al Concilio de Trento. Imbuido de santa humildad no fue fácil convencerle para que aceptase el delicado puesto de confesor imperial[11]. Julián Lozano dice del confesor que informaba continuamente al Emperador de las acusaciones de herejía de que era objeto continuamente la Compañía de Jesús. Por otra parte fue manifiesta la enemistad de este monje y el dominico Bartolomé de Carranza, como lo demuestran fehacientemente los estudios del P. Tellechea Idígoras. Su actitud de escucha, preocupación y seriedad contenida nos habla de un hombre de confianza del Emperador, vigilante y preocupado por los asuntos que embargan al Cesar, al que protege espiritualmente. El otro fraile jerónimo no creo que tenga más significación que la de ser auxiliar de fray Juan de Regla.[12]

Queda por dilucidar quien es el noble que aparece a la derecha de la escena principal vestido elegantemente al estilo español del siglo XVI. Descarto por lo apuntado antes que sea el Conde de Oropesa, Don Fernando Álvarez de Toledo. Pienso en dos posibles candidatos: Don Luís de Ávila y Zúñiga, comendador de Alcántara y veterano compañero de campañas militares en Alemania, vivía en Plasencia y fue el que más le habló de las bondades de la comarca de la Vera como posible retiro imperial. No es descartable la figura del mayordomo Don Luis Méndez de Quijada, señor de Villagarcía, tutor y protector de Don Juan de Austria. Descarto al secretario Gaztelu y a la ayuda de cámara Van Male, que no concibo vestidos de forma tan señorial y con espada al cinto. El porte del caballero es mas bien de señor de vasallos, condición que cumplen Zúñiga y Quijada. Me inclino por el comendador de Alcántara, Ávila y Zúñiga, Marqués de Mirabel, el cual acompañaría a Francisco de Borja desde Plasencia al Monasterio para informar al Emperador de su gestión en Portugal.


NOTAS:

[1] Carlos Reyero: La pintura de Historia en España. Cátedra. Madrid 1989.Pág.96 y siguientes.

[2] Carlos Reyero: La pintura de Historia del siglo XIX en España. Catálogo de la Exposición celebrada en Madrid en 1992, Pág.57.

[3] M.Ossorio y Bernard: Galería biográfica de artistas españoles del siglo XIX. Librería Gaudí Madrid 1975.Pág.207.

[4] M.Ossorio y Bernard: ob. cit. Pág.208.Sobre las Exposiciones Nacionales de Pintura en la España del siglo XIX véase la tesis doctoral de J. Gutiérrez Burón. Madrid 1987. 2 vols.

[5] Maria Elena Gómez Moreno: Pintura y escultura españolas del siglo XIX. Summa Artis. Vol .XXXV. Madrid 1993.Pág.271.

[6] Julián Lozano Navarro: La Compañía de Jesús y el poder en la España de los Austrias. Cátedra Madrid 2005.Pág.94.

[7] Julián Lozano: Ob. cit. Pág.98. El marqués de Valparaíso en su obra El Perfecto Desengaño, 1638, alude también a estas entrevistas. Págs.59 a 66.

[8] Domingo Sánchez Loro: La Inquietud postrimera de Carlos V. Cáceres.1958. Vol. III Yuste. Pág.274 y sig.

[9] D.Sánchez Loro: Ob. Cit. Pág.475.»En carta del 28 de Diciembre, apunta Gaztelu, que el padre Francisco de Borja pudo allanar los tratos entre la expresada infanta y su madre».Pág.477.

[10] M. Fernández Álvarez: La España del Emperador Carlos V. Tomo XX de la Historia de España de Don Ramón Menéndez Pidal. Madrid 1982.Pág. 934 y 935.

[11] M. Fernández Álvarez: Ob. cit. Pág.920.

[12] El Libro de Yuste de Fray Luís de Santa María, de 1629, alude a que el confesor de Carlos V, monje Jerónimo, tenía entrada franca a las dependencias del palacio imperial desde el claustro nuevo. (Pág.680).

Oct 012005
 

José Maldonado Escribano.

Becario de postgrado FPU en la Universidad de Extremadura

La arquitectura de las grandes explotaciones trujillanas: aspectos residenciales y de ocio junto a labores agropecuarias

En las dehesas de Trujillo encontramos grandes explotaciones rurales con enorme calidad histórica, artística y antropológica. A pesar de su importancia no ha sido realizado hasta el momento un estudio de conjunto con el que se potencie su valor y se dé a conocer este relevante patrimonio[1].

Nos referiremos en esta investigación a cortijos, palacios y casas de campo donde se mezclan los aspectos residenciales, el ocio y el disfrute del entorno rural con los propios del trabajo en la dehesa relacionados con la agricultura o la ganadería. En ciertas ocasiones todo ello se une extraordinariamente a otras ideas propias de la representación nobiliaria, por lo que encontramos verdaderos palacetes rústicos, o desarrollan numerosas dependencias (escuelas, hornos, palomares, plazas de tientas, lagares…) que nos llevan a considerar a estos complejos semejantes a una ciudad en pequeño.

De manera general, en Extremadura encontramos importantes ejemplos en este sentido, como la excepcionalidad ocurrida en el término municipal de Cáceres[2], en torno a la ciudad de Mérida donde algunos se mezclan con destacadas villas romanas, los edificados en Jerez de los Caballeros, Fregenal de Sierra, la comarca de La Serena[3] o distintas fincas de Plasencia, Don Benito o Badajoz[4].

Refiriéndonos especialmente al término municipal trujillano, tendremos ocasión de acercarnos en este trabajo a ejemplos construidos desde el siglo XV al XIX. Los más antiguos que señalaremos son, entre otros, el Palacio Viejo, la Torre de la Coraja o una parte de Casillas. Ya de una etapa más avanzada se recordará Magasquilla de los Álamos, la Casa de la Matilla de los Almendros, El Carrascal, la de la Matilla del Rollar o la Casa de Casco. Terminaremos analizando ejemplos de la etapa decimonónica como el Palacio de Doña Catalina, las Alberguerías o el Caserío de Pascualete.

goo1PALACIO VIEJO goo2CASILLAS
goo3MAGASQUILLA DE LOS ÁLAMOS goo4MATILLA DE LOS ALMENDROS
goo5EL CARRASCAL goo6

DOÑA CATALINA

Fig. 1. Fotografías aéreas de las principales construcciones estudiadas

Edad Media y Renacimiento. Casas fuertes y palacetes para el descanso

En la provincia de Cáceres encontramos importantes ejemplos de castillos residenciales de tradición medieval y mansiones en las que se aglutinan las funciones defensiva, residencial y agropecuaria. En este sentido parece destacar el término jurisdiccional de Cáceres[5] donde podemos ver casas de campo fortificadas como Mayorazguillo de Vargas, Martina Gómez, Las Cerveras, Santiago de Bencáliz, la llamada Casa del Aire o Corchuelas; junto a ellas también se conservan torres como las de la Higuera, la Segura, Juan de la Peña o del Espadero; así como castillos entre los que destacan las Arguijuelas de Arriba, Arguijuelas de Abajo, Lagartera, Carretona del Salor o Mayoralgo.

Todas estas construcciones, además de ser el centro de la explotación agroganadera respectiva y lugar de residencia temporal de dueños y operarios, delatan la inestabilidad vecinal, la rivalidad entre las familias nobles y, asimismo, la inseguridad general.

Tales características son las se aprecian en el Palacio Viejo que estudiaremos a continuación en las cercanías de Trujillo[6]. Una edificación cuyos orígenes datan de finales de la Edad Media. La necesidad de su relativa fortificación y defensa se nota en su cerramiento perimetral o en la existencia de elementos que refuerzan la seguridad como alguna aspillera o matacán.

Ya en la etapa del Renacimiento generalmente las casas señoriales ubicadas en el campo adquieren un carácter auténticamente residencial. Así ocurre, por ejemplo, en la Enjarada, los Arenales, las Seguras o Hijada de Vaca, ubicadas en el término de Cáceres[7]. En todas ellas se mejoran las condiciones de habitabilidad y representación, así como se pueden ver en sus fachadas elementos propios de la arquitectura señorial urbana de la época como portadas de sillería, escudos heráldicos o alfices.

Como ya hemos señalado, refiriéndonos a Trujillo destaca, en este sentido, el Palacio Viejo, un caserío ubicado en la dehesa conocida con el mismo nombre cuya explotación remontan algunos a la etapa de la dominación romana[8].

Concretamente se localiza a la derecha de la carretera que conduce desde el arrabal de Belén a la localidad de Aldeacentenera. Su nombre coexistió con el de “Palacio de la Cadena”, debido a la cadena de hierro que estuvo situada encima de la puerta de entrada al patio, que no se conserva actualmente.

Este ejemplo se inscribe perfectamente en el tipo de mansión con finalidad residencial, para disfrute y descanso de sus dueños y, al mismo tiempo, como centro de la explotación agropecuaria y de administración de sus tierras. Cuenta además con un cierto carácter defensivo, como ya vimos anteriormente. A lo largo del siglo XVI se acondicionará una espaciosa capilla decorándose toda la bóveda con un interesante programa pictórico de estética manierista que tendremos ocasión de analizar.

Formalmente el Palacio Viejo presenta una planta en forma de ángulo recto, siendo éste aprovechado para la ubicación del patio, cuyos muros están coronados por almenas y al que se accede mediante una puerta de arco de medio punto. Sobre ésta se sitúa un escudo cuartelado donde se pueden ver las armas de los Hinojosa, Pizarro, Calderón-Rol y Solís.

img2

img3

Figs. 2 y 3: Palacio Viejo. Fachada principal y planta

Sus paramentos están reforzados con contrafuertes y en ellos se abren ventanas a media altura, siendo originales sólo las de la planta principal. Las puertas de acceso al patio son adinteladas y sobre una de ellas existen dos mensulones que pudieran haber sido utilizados en un antiguo matacán situado en dicha zona.

Pero quizás, como ya hemos apuntado, lo más interesante de este complejo sea la estupenda capilla decorada con pinturas y que se adosa al extremo meridional del ala oeste del edificio residencial. Para su construcción se ha barajado la hipótesis de la reutilización de una antigua torre circular que habría pertenecido al edificio de la etapa medieval, aunque no parece demasiado apropiada esta afirmación.

Como decimos, su interior se decoró a finales del siglo XVI con un programa pictórico muy interesante siguiendo una estética de estilo manierista y que se conservan en buen estado tras la restauración llevada a cabo por su actual propietario. El programa completo ocupa la cubierta de la capilla, tanto la bóveda de horno de la cabecera, como los dos tramos de arista que constituyen su nave. Su calidad nos lleva a compararlas a otras intervenciones como la decoración del salón de sesiones del Ayuntamiento Viejo de Trujillo[9]; u otros ejemplos situados en Cáceres, como las pinturas de las salas romana y mejicana del Palacio Toledo-Moctezuma de Cáceres[10], la pequeña capilla situada en la parte baja de la torre redonda anexa al Palacio de Carvajal o los frescos conservados en algunas casas de campo cacereñas como en los Arenales o las Seguras[11].

El programa iconográfico de la capilla del Palacio Viejo es bastante amplio e interesante, mezclándose en él temas principalmente religiosos con otros realizados para la exaltación de la familia que lo mandó realizar. Así, la cabecera se pinta con casetones con figuras geométricas, angelotes y otros motivos, rematándose con el busto del Padre Eterno. En la parte inferior de aquélla aparecen las dos escenas más destacadas del conjunto, a la izquierda del espectador la representación de Jesús orando en el huerto de los olivos y, a la derecha, el Bautismo de Cristo.

En los dos tramos de bóveda de arista pueden apreciarse distintos temas geométricos muy estilizados, entre los que se disponen algunas figuras, como las personificaciones de ciertas virtudes.

img4

img5Figs. 4 y 5: Palacio Viejo. Pinturas interiores de la capilla

Otros temas iconográficos que podemos destacar se refieren a la aparición del Ave Fénix o del Pelícano Eucarístico que se sitúan en la cabecera o una representación de la traición de Judas localizada a la entrada de la capilla[12].

En el paño de unión de las bóvedas de arista de dicha capilla se sitúa una escena que representa el Juicio Final, con la salvación de los justos y el tormento de los pecadores. Estas pinturas fueron vistas por Clodoaldo Naranjo a principios del siglo XX, quien relaciona precisamente este último cuadro con los que fueron propietarios del Palacio Viejo en el siglo XVI, esto es, la familia Paredes de Trujillo. Así, dice que la escena principal representa “la apoteosis de dos personajes de la familia, un guerrero y un franciscano; el primero, acaso Diego García, figura vestido con sus armas y el segundo en hábito penitente (…); en cada cuadro uno de los ángeles tiene un libro y en ellos se leen estas dos sentencias de la sagrada Escritura: Justorum animae in manu Dei sunt et non tanget illos tormentum mortis.- Justi autem in perpetuum vivent et apud Dominum est merces eorum. (Las almas de los justos están en la mano de Dios y no los tocará el tormento de la muerte. Los justos vivirán por siempre y junto al Señor está su recompensa).” [13]

Como decimos, el Palacio Viejo perteneció a la familia Paredes, quienes probablemente lo heredaron a principios del siglo XVI. Sabemos que Sancho de Paredes, que era padre del legendario Diego García de Paredes apodado “el Sansón de España”, pasaba ciertas temporadas en el Palacio Viejo en la segunda mitad del siglo XV. Una vez que murió, su tercera esposa Juana de Torres se refugió en el mismo edificio con sus hijos. Junto con ellos también estaba María Ximénez de Paredes, que era hijastra de aquélla, y el hijo de ésta Hernando Corajo.[14]

El propietario en esa época del Palacio Viejo era Hernando Corajo, quien además poseía la Torre de la Coraja en la que él mismo educó a Diego García de Paredes, quien nació en 1506 y era hijo del legendario Diego García y su primera esposa, doña Mencía de Vargas. Hernando Corajo, que era sobrino del “Sansón de España”, fue propietario de “el hoy llamado Palacio Viejo y el castillo o casa-fuertecon su torre redonda (se refiere a la llamada Torre de la Coraja), en la que sobre granítica piedra, campeaban las siete estrellas heráldicas de los Paredes, las armas maternas, puestas allí.” [15]

Posteriormente, conocemos por el testamento de Hernando Corajo, otorgado en Trujillo a 4 de octubre de 1513[16], que a su muerte es su tío Diego García de Paredes quien recibe su herencia. Así éste posee, a comienzos del siglo XVI, las “casas de la campiña” de su sobrino[17].

Por su parte, el “Sansón de España” entrega dicha fortuna a Sancho de Paredes, que era su hijo legítimo y había nacido de María de Sotomayor, su segunda esposa[18].

Gracias a las Crónicas trujillanas del siglo XVI y, en particular, el Manuscrito de Hinojosa, sabemos que Sancho de Paredes heredó de su padre la llamada Torre de la Coraja y que después ésta pasó a don Luis de Paredes, quien la tenía en 1563[19]. Este hecho nos ha llevado a pensar que probablemente también estuviera dentro de esa herencia trasmitida de padres a hijos el Palacio Viejo. De este modo, el caserío que estudiamos pudo pertenecer a Luis de Paredes a finales del siglo XVI.

En cuanto al escudo que aparece en la puerta de entrada al patio del Palacio Viejo, no conocemos la fecha en que es colocado en tal lugar. Como hemos dicho anteriormente, es un escudo cuartelado donde se pueden apreciar las armas de los Hinojosa, Calderón-Rol, Solís y Pizarro. Por su forma y estilo, con punta conopial en línea del jefe y barba, y su superficie cóncava, consideramos que se trata de un elemento del primer tercio del siglo XVI. Pero pensamos que no fue en estas fechas cuando se ubicó allí, debido a que, como se ha analizado, en tal época el Palacio estaba en manos de la familia Paredes. De esta manera, sobre el momento de colocación se pueden barajar muchas hipótesis, desde su implantación a comienzos del siglo XVII, hasta la de su ubicación allí en algún proceso de restauración arquitectónica del mismo en época mucho más tardía.

Creemos, por tanto, que este escudo se trata de un elemento reutilizado por alguno de los propietarios del Palacio Viejo posterior a don Luis de Paredes.

En este sentido, rastreando en las obras de los cronistas antiguos trujillanos hemos conocido la existencia de un matrimonio que nos resulta interesante debido a que gracias a él se relacionan las familias Paredes e Hinojosa, la que, a su vez, había entroncado anteriormente con las de Solís, Calderón, Rol y Pizarro, entre otras. Así conseguimos dar cierta explicación genealógica de un personaje que pudo ser el heredero del Palacio tras casarse con una de las hijas de Luis de Paredes. Este es Álvaro de Hinojosa, en el que encontramos la relación buscada entre los Paredes y las familias señaladas en el escudo. Para entender la relación de todos estos linajes nos tenemos que remontar a la figura de Francisco de Hinojosa quien, al casarse con Juana de Solis, relaciona ambas familias. Posteriormente, uno de sus nietos, Juan de Hinojosa, hijo de Álvaro de Hinojosa y Juana de Orellana, casó con Teresa Calderón, que era hija de Pedro Calderón y Leonor Rol. Y, por último, un hijo de aquel Juan de Hinojosa, llamado Álvaro de Hinojosa, establece matrimonio con Graciana Pizarro, que era hermana de padre de Hernando Pizarro. De esta manera, encontramos las uniones familiares cuyas armas se localizan en el escudo que estudiamos. Como hemos dicho anteriormente, la relación con los Paredes se lleva a cabo gracias a que un nieto de este último Álvaro de Hinojosa, llamado igual que su abuelo, casó con una hija de don Luis de Paredes[20].

Por otra parte, el manuscrito del siglo XVI perteneciente a Hinojosa nos ofrece igualmente una aproximación de los Paredes con las familias cuyos atributos aparecen en dicho escudo. La genealogía que éste nos presenta es similar a la analizada anteriormente salvo que, en su caso, se cita el matrimonio de una nieta del último Álvaro de Hinojosa señalado con el mismo Luis de Paredes Corajo, nieto de Diego García de Paredes[21].

Como conclusión y para terminar esta primera parte dedicada a lo más antiguo de las dehesas de Trujillo nos referiremos a la Torre de la Coraja y una parte conservada actualmente dentro de Casillas.

La primera de ellas, como ya se ha visto, estuvo relacionada de alguna manera, al menos en cuanto a la propiedad de los inmuebles, con el Palacio Viejo ya que hemos visto que perteneció a Hernando Corajo y fue donde se educó a Diego García de Paredes. Aún en el siglo XIX se conservaba la alta torre así como parte de su casa fuerte, a pesar de que como nos señalan las fuentes de este momento se encontraba ya en ruinas.

En cuanto a la zona más antigua conservada dentro del complejo de Casillas, que estudiaremos más adelante, diremos ahora que se trata de elementos de gran calidad histórico-artística. Destaca especialmente el patio interior donde pueden verse portadas con arcos conopiales y galerías con arcos rebajados y de medio punto. Aún perduran excelentes columnas decoradas con las típicas bolas de finales del siglo XV, así como un friso con idénticos elementos y escudos fechados en la misma etapa propios de sus originales dueños.

img6Fig. 6: Casillas. Patio interior

Por último, recordamos la presencia en el mismo patio de algunas piezas reaprovechadas así como capiteles con figuras antropomorfas. La planta alta ha sido anulada y los arcos de su crujía principal quedan actualmente embutidos en los muros.

La época barroca. Principales ejemplos de un patrimonio significativo

Para adentrarnos en el panorama de las casas de campo existentes en Trujillo en la etapa del Barroco, especialmente durante el siglo XVIII, utilizaremos distintas fuentes que nos irán dando noticias de sus nombres, propiedad y localización.

En primer lugar centramos nuestra atención en las respuestas que los vecinos trujillanos dieron a las preguntas generales del Catastro del Marqués de la Ensenada, fechado en 1753. Así, en cuanto a sus casas de campo sabemos que vivían en ellas cuarenta y dos personas, aunque se detalla que algunos de ellos pertenecían a otras villas cercanas por lo que su número era incierto[22].

Algunos de estos complejos situados en las dehesas servían para vivienda temporal de sus ricos dueños además de ser centro de explotación de la tierra en que se sitúan. De esta manera, algunas casas de campo tenían pequeñas dependencias dedicadas a sacar la lana del ganado, a pesar de que en dichas fechas existía sólo un esquileo como tal en Trujillo que era propio del Monasterio de Guadalupe[23]. Igualmente asociados a las construcciones rurales se encontraban gran número de molinos harineros, como los emplazados sobre el Magasca, entre los que señalaremos el llamado del Cubo, propio del Hospital de la Caridad; el de la Puente de Cáceres, que producía sesenta fanegas de trigo al año y cuyo dueño era el Marqués de Sofraga; el de Solanilla y Andaromero, del Marqués de Santa Marta con una producción de treinta y dos fanegas anuales; o el Molino Blanco, que producía veintidós fanegas de trigo al año para el Convento de Nuestra Señora de las Mercedes. Entre otros muchos, recordamos también el que tenía el Marqués de San Juan sobre el arroyo de la Cantera o el perteneciente a Doña Juana Pizarro en el río Ruecas, donde también poseía otro el Monasterio de Guadalupe con dos muelas y una producción de treinta fanegas[24].

Por último sólo decir que en 1753 también existían dos ventas importantes en su término: la llamada de la Matilla en el camino de Trujillo a Cáceres, propia de Don Álvaro de Ulloa Carvajal y que era ocupada por Don Agustín Fernández; y la venta de Ruecas, situada en el camino de Villanueva de la Serena a Guadalupe y que pertenecía a Don Tomás Riero, vecino de Logrosán[25].

img7img8

Figs. 7 y 8: Venta de la Matilla. Exterior y escudo sobre la portada principal

Por otro lado, a finales del siglo XVIII otra fuente documental que nos aporta información sobre estos temas es el Interrogatorio realizado por la Real Audiencia de Extremadura. De esta manera, en la visita realizada a Trujillo para tales fines en 1791 podemos encontrar información referida a sus dehesas, número de casas de campo o caminos, entre otras muchas cosas[26]. Los vecinos se quejan del lamentable estado en que se hallaba la ciudad refiriéndose a la agricultura ya que la mayoría de las tierras eran aprovechadas por los grandes títulos nobiliarios, quienes las tenían arrendadas a otros por precios desorbitados[27]. Tales arriendos solían ser por nueve años ya fueran para labrarlas o destinadas a ganados trashumantes o riberiegos, variando su precio según su cabida. En cambio, las tierras de pasto solían ser arrendadas a seis reales por cabeza de ganado[28].

img9Fig. 9: Detalle del Mapa del Partido de Trujillo en 1791 (ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE CÁCERES. Sección Mapas, nº 6)

En cuanto a las casas de campo, sabemos que existían veinticuatro “en dehesas de dominio particular que estan corrientes y dichas dehesas reducidas a puro pasto, a excepcion de quatro que estan de lavor, y veinte y seis casas arruinadas en otras tantas dehesas de dominio particular, de puro pasto[29]. Como vemos, a pesar de que se presenta el número total de ellas no se nombra ninguna. En cambio, conocemos las más importantes existentes a finales del siglo XVIII gracias a un mapa del Partido de Trujillo conservado en el Archivo Histórico Provincial de Cáceres y realizado a raíz de la visita anteriormente dicha[30]. En este mapa aparecen reflejadas la Casa de Casco, La Matilla, El Carrascal y la Casa de Magasquilla. Centraremos la atención ahora solamente en las dos primeras debido a que las otras serán objeto de desarrollo más adelante ya que dedicaremos un amplio espacio al estudio del patrimonio de una relevante figura en Trujillo durante el siglo XVIII, este es, Don Juan de Orellana Pizarro, siendo a él a quien le pertenecieron.

La llamada Casa de Casco se sitúa muy cerca de Trujillo, a la salida de éste en dirección a Cáceres. Es un complejo donde se mezclan construcciones de diferentes épocas y estilos, hecho que demuestra la larga ocupación que ha tenido este lugar a lo largo de la historia desde su origen hasta el día de hoy.

Con el nombre de La Matilla, por otro lado, conocemos varios edificios: la venta de la Matilla, que ya señalamos en su momento refiriéndonos a las posadas que cita el Catastro de Ensenada, y las casas de campo de la Matilla de los Almendros y la Matilla del Rollar. Todas ellas existían a finales del siglo XVIII y cualquiera puede ser la situada en el mapa que ahora analizamos. Ya que la del Rollar será estudiada con detalle posteriormente centraremos ahora la atención en los otros dos inmuebles.

img10Fig. 10: Casa de la Matilla de los Almendros. Aspecto exterior principal

La casa de la Matilla de los Almendros se sitúa cerca de la carretera que une Plasenzuela con la general que va desde Trujillo a Cáceres. Su estado de conservación es muy bueno debido a que ha sido acondicionada hace poco tiempo por sus actuales dueños. El complejo se compone de una amplia casa de planta rectangular y tejado a cuatro aguas a la que se accede desde el patio, distintas dependencias agropecuarias distribuidas igualmente en torno a aquél y una capilla exenta cuya fachada principal queda rematada por una espadaña y pináculos en sendas esquinas. Al patio se accede atravesando una portada de arco escarzano realizada en cantería.

En cuanto a la venta de la Matilla, la documentación de la Real Audiencia nos aporta nuevos datos. Así, en el Informe de las observaciones generales resultantes de la visita de la ciudad, partido y sargentía de Trujillo realizado también en 1791 se dice que era muy incómoda para los caminantes, por lo que se pedía a su dueño que la reformase y pusiese en un estado decente[31].

Por último, nos resultan bastante interesantes los testimonios del geógrafo Tomás López como son sus escritos así como los mapas publicados en la segunda mitad del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX. En este sentido, recordamos su Mapa de la provincia de Extremadura fechado en 1766[32]. En él quedan reflejadas las mismas casas de campo que ya mencionamos refiriéndonos al Mapa del Partido de Trujillo realizado por la Real Audiencia de Extremadura unos años después, estas son La Matilla, Magasquilla, Casa de Casco y El Carrascal, a las que tenemos que añadir la casa fuerte de Casillas.

img11Fig. 11: Detalle del Mapa de la Provincia de Extremadura, Tomás López 1766 (SERVICIO GEOGRÁFICO DEL EJÉRCITO. Cartoteca Histórica. Mapas de Extremadura, nº 151)

En cambio, a pesar de que el mapa de 1766 sólo recoge cinco casas de campo, en los escritos de Tomás López publicados en 1798 sobre Extremadura podemos leer lo siguiente refiriéndose a Trujillo:

Su jurisdición, con dezmatorio, se esttiende en todo un circuito en unas parttes a dos leguas y en otras a tres y quattro, dentro de la que se hallan diferenttes casas de campo que son la de la Luz, Gaette, Ynfantas, Torreherroza, Tozuelo, Carrascal, Burdallo, Torre de la Coraja, Casa de Doña Catthalina, Casillas, Galocha, Pascual Ybáñez, Casa del Rollar, de la Mattilla, Rongil, Martín Rubio, Casa de Casco, Magasquilla y Solamilla, todas las quales anttiguamente eran casas de lavor, donde vivían en tiempo las principales casas de estta ciudad para promoberla y para la esquila de sus ganados lanares y oy esttán las más desierttas y reducidas a panaderías de serranos, de lo que probiene la decadencia y ruina de esta ciudad.”[33]

Como vemos, se amplía considerablemente el número de las construcciones residenciales situadas en las dehesas trujillanas. Todas ellas se reflejan asimismo en otro mapa del mismo Tomás López publicado en 1819[34], en el que además se señalan la ya conocida Torre de la Coraja, así como el Cortijo de Gaete y la Casa de Martín Rubio, que estudiaremos siguiendo fuentes del siglo XIX.

Por otro lado, para completar la visión de la arquitectura de las dehesas trujillanas en el XVIII vamos a analizar el interesante conjunto patrimonial que, en este sentido, poseyó Don Juan de Orellana Pizarro en la segunda mitad de dicha centuria[35].

Fue este personaje uno de los vecinos de Trujillo con mayor patrimonio a mediados del siglo XVIII, exactamente el segundo mayor hacendado después de Doña Juana Pizarro y antes del Marqués de Santa Marta[36]. Basándonos en las respuestas particulares del Catastro de Ensenada estudiaremos, como hemos dicho, las casas de recreo y destinadas, igualmente, para la labor, de las que fe propietario en 1753.

Según Clodoaldo Naranjo[37], la genealogía Pizarro-Orellana tiene su origen en Don Juan Pizarro, que casó con una señora Orellana y fue padre de Don Alonso Pizarro de Orellana. Este último tuvo un hijo de Doña María Gil de Carvajal llamado Don Juan Pizarro Carvajal quien, a su vez, se casó con Doña Juana García de Hinojosa en 1506, de cuyo matrimonio nació Doña Estefanía Pizarro de Tapia. Nos importa enormemente este personaje femenino debido a que se unió a Don Juan Pizarro de Orellana en el siglo XVI. Es éste abuelo del que nos interesa ahora a pesar de se llama igual que su nieto y debemos recordarlo ya que fundó el Señorío de Magasquilla[38], nombre determinado por la posesión de Magasquilla de los Álamos que estudiaremos a continuación.

Posteriormente, Don Fernando de Orellana, hijo de Don Juan Pizarro de Orellana, casó con Doña Francisca Pizarro de Mercado y de ellos nació el personaje cuyo patrimonio estamos analizando en el siglo XVIII: Don Juan de Orellana Pizarro, igualmente Señor de Magasquilla. Fue hermano de Don Fernando Pizarro de Orellana, Comendador de Bétera que vino a seguir la línea del Marquesado de la Conquista. Asimismo Don Juan contrajo matrimonio con Doña María Altamirano, siendo su hijo Don Fernando de Orellana Pizarro, siguiente sucesor de esta rama y llamado en un principio como su tío.

img12Fig. 12: Magasquilla de los Álamos. Escudo con las armas Orellana-Pizarro

Es sumamente interesante el extenso patrimonio que Don Juan de Orellana Pizarro poseyó a mediados del siglo XVIII tanto urbano como rústico. El primero de estos conjuntos ha sido ya estudiado con amplitud[39], destacándose en él precisamente el palacio conocido como Pizarro de Orellana, realizado por el maestro de cantería Alonso Becerra en el tercer cuarto del siglo XVI, utilizándose para ello parte de una casa fuerte anterior.

En cuanto a las casas de campo que poseyó señalaremos en primer lugar la que debió ser la más importante, esta es, la Casa de Magasquilla de Álamos. Ya vimos cómo Don Juan Pizarro de Orellana, el mismo que mandó realizar el palacio urbano que hemos señalado, fundó el Señorío de Magasquilla, por lo que este linaje va a ser denominado en muchas ocasiones como Pizarro Orellana de Magasquilla. Este fue hijo de Doña Aldonza de Hinojosa, casada con un mayorazgo llamado Don Hernando Alonso de Orellana, hermano de Don Baltasar de Orellana. Las primeras noticias sobre la finca que ahora estudiamos las encontramos asociadas precisamente a Don Hernando Alonso siendo dueño de la tierra de Magasquilla[40], de quien la heredaría Don Juan Pizarro en el XVI. A pesar de ello la posesión que le pertenecería debió ser una parte de la dehesa completa ya que conocemos que a comienzos del siglo XVII la ciudad de Trujillo vendió la heredad de Magasquilla, junto a otras, con el objetivo de aumentar la hacienda pública[41]. El comprador de ésta va a ser el mismo Don Juan Pizarro de Orellana, adquiriéndola por 750.000 maravedíes y fundando con ello dicho señorío.

Debió ser en esta primera etapa que acabamos de señalar cuando se construyera la parte principal de la casa de campo que analizamos. Testimonio de ello son algunos elementos como el escudo partido situado en la parte alta del acceso al patio principal, donde campean las armas de Orellana y Pizarro y que fechamos en el siglo XVI por su forma y estilo de superficie cóncava, con punta conopial en línea del jefe y barba. También consideramos de la misma época una de las portadas de la vivienda, con arco de medio punto de grandes dovelas planas.

Sin embargo, nuestro objetivo ahora es destacar al que fue su propietario a mediados del XVIII, este es Don Juan de Orellana Pizarro. Magasquilla de los Álamos debió ser una de las fincas principales que poseyó, con una cabida de 1.050 fanegas. De éstas, 650 eran consideradas de primera calidad, 300 de segunda y 100 de tercera. Las aprovechaba con sus ganados y su renta anual era de 6.275 reales. Es descrita exactamente en el Catastro de Ensenada en los campos de Magasca, a legua y media de Trujillo y lindando a levante con la Dehesa de las Magasconas, a poniente con la de Casa Solar, al Norte con la de Serrezuela y por el Sur con el Carneril[42].

img13Fig. 13: Magasquilla de los Álamos. Fachada principal

Como se dice en el mismo documento de 1753, “en la dicha Dehesa y a la misma distancia tiene una casa de campo con tres pisos, cuarenta y seis varas de frente y quince de fondo. Tiene corral, Cavalleriza, Pajar y pensadero para bueyes y regula la utilidad que le produze para la recolección de frutos cada año ochocientos y ochenta reales de vellón[43]. Frente a la casa se sitúa una tierra murada disfrutada a pasto, de trece fanegas en sembradura de segunda calidad donde había plantados ocho olivos y una higuera[44]. La parte agrícola de la explotación se completaba con una huerta cercana “que hace en sembradura tres fanegas, una y seis celemines de segunda y una y seis celemines de primera, tiene plantados en su estincion diferentes árboles frutales”[45].

Magasquilla de los Álamos es un conjunto extraordinariamente interesante donde se unen las funciones de residencia y recreo con las agropecuarias, junto a otras como la religiosa. Su configuración general viene determinada por la existencia de una gran vivienda principal a la que se accede desde el patio que la precede. Es una casa de dos pisos en cuya fachada se pueden ver una portada adintelada y otra con arco de medio punto, señalada anteriormente, junto a un conjunto de ventanas alargadas en la parte baja y balcones con excelente rejería en el piso alto.

A uno de los lados de dicha residencia se adosa la capilla, con portada adintelada de cantería, espadaña en la parte alta rematada con pináculos y pequeño vano en la fachada cerrado con buena reja de forja decorada con una cruz en el centro.

Delante de la vivienda se abre, como hemos dicho, un amplio patio en torno al cual se sitúan algunas de las dependencias agrícolas y ganaderas, así como otras casas menores, propias de guardas y personal de servicio. En dicho patio encontramos también un antiguo pozo con brocal realizado en granito de forma hexagonal.

Por su parte, las caballerizas tienen planta alargada de sección rectangular, con contrafuertes en la fachada lateral y bóveda de medio cañón con lunetos. Todo esto se completa con otros patios laterales que organizan igualmente otras partes de la explotación a los que se accede mediante grandes portadas adinteladas.

Pero, sin duda, la mejor de todas ellas es la que se sitúa en la entrada del conjunto, realizada en cantería, con arco escarzano apoyado sobre capiteles decorados con pequeñas bolas y sobre el que destaca el escudo que ya conocemos.

Cerca se encuentra la huerta que señala el Catastro de Ensenada, rodeada con una cerca donde se localiza otra portada con arco de medio punto y pequeños edificios destinados a sus labores propias.

img14 img15

Figs. 14 y 15: Magasquilla de los Álamos. Portada de entrada y espadaña de la capilla

Como sabemos, esta construcción queda recogida por Tomás López, tanto en sus escritos, donde señala que pertenece al Mayorazgo de los Orellanas[46], como en sus mapas de 1766[47] y 1819[48]. Igualmente aparece en el realizado por la Real Audiencia de Extremadura en 1791 del Partido de Trujillo con el nombre de Magasquilla, cerca de la localidad de La Cumbre[49].

Próxima a la anterior se encuentra la Casa de la Matilla del Rollar, otra de las que pertenecieron a Don Juan de Orellana Pizarro. Se localiza exactamente a la derecha de la carretera de Trujillo a Cáceres, hallándose en estos momentos en un estado bastante lamentable debido a su abandono, amenazando ruina.

Su configuración es muy similar a la de Magasquilla, determinada por una vivienda principal de planta rectangular, precedida por un amplio patio delantero que organiza los demás espacios y al que se accedería desde una portada que ya ha desaparecido.

De esta casa de campo queremos destacar la puerta de entrada situada en su fachada principal ya que es semejante a una de las descritas en Magasquilla, con arco de medio punto realizado con grandes dovelas planas que no sobresalen del muro. Es igualmente interesante una chimenea localizada en lo alto de una de las dependencias adosadas a la casa con remates realizados con ladrillo.

En el Catastro de Ensenada se dice de la Dehesa de la Matilla del Rollar que se sitúa en los Montes de las Alberguerías y que tenía una cabida de 1.116 fanegas, de las que 280 eran de primera calidad, 360 de segunda y otras tantas de tercera. Las 116 restantes estaban consideradas incultas y su renta total al año era de 5.800 reales de vellón. Linda a levante y al Sur con la Suerte de la Cabeza de la Sal, a poniente con el río Tamuja y al Norte con el de Gibranzos[50]. En ella se cita la referida casa de campo, del mismo nombre que la dehesa, “con un piso, veinte varas de frente y doze de fondo, tiene Corral, Cavalleriza y pajar y regula de utilidad cada año para la recoleccion de frutos cinquenta y cinco reales de vellón[51]. Inmediata a la casa también poseía otra tierra murada de labor de secano, cuya cabida era de doce fanegas en sembradura de segunda calidad que producía todos los años[52].

img16Fig. 16: Casa de la Matilla del Rollar. Fachada principal

Con el nombre de Casa del Rollar es señalada en 1798 por Tomás López en sus textos[53]. En cuanto a los mapas que este geógrafo elaboró, consideramos que cuando cita La Matilla se está refiriendo a la venta de pasajeros que perteneció, como sabemos, a Don Álvaro de Ulloa Carvajal a mediados del XVIII[54], que se encuentra en la misma dehesa y en alguna ocasión ha sido denominada Venta de la Matilla del Rollar.

Para terminar este apartado analizamos otro de los edificios residenciales que poseyó Don Juan de Orellana Pizarro, esto es, la casona conocida como El Carrascal.

Por el Catastro de Ensenada sabemos que el dicho Don Juan fue en su época el mayor interesado de la, como dice el documento, Dehesa del Carrascal y Carneril de Malpartida, distante de Trujillo unas dos leguas. Además de él, eran también interesados el Estado de Conquista, Don Álvaro de Hinojosa, el Marqués de Santa Marta, el Hospital de Guadalupe y la Memoria del inquisidor Don Gabriel Pizarro[55]. Es en ella donde el personaje cuyo patrimonio ahora estudiamos era propietario de “una casa de campo llamada del Carrascal situada en la Dehesa de este nombre distante de la ciudad dos leguas con dos pisos, tiene de frente veinte y nueve varas y diez y siete y media de fondo, tiene Cavalleriza y Pajar y regulada su renta vale en cada un año setecientos y setenta reales de vellon[56]. La importancia del inmueble se deja clara en este Catastro ya que de ella se dice a continuación que “Es casa fuerte por Pribilejio de Su Majestad[57].

Al lado de la vivienda se describen a mediados del siglo XVIII dos tierras de pasto muradas cuyas cabidas eran de diez fanegas en sembradura y de una fanega, respectivamente, ambas de primera calidad y producción anual[58]. También inmediata a la construcción principal se situaba una huerta donde había varios árboles frutales sembrados, así como hortalizas, y una “pequeña casa que sirve para el hortelano, y para enzerrar los trastes que sirven para la cultivación de dicha Huerta[59].

img17Fig. 17: El Carrascal. Aspecto exterior

Además de la función residencial, El Carrascal ocupó una de las paradas de postas más importantes del llamado Camino Real, coincidente en parte con la actual autovía de Madrid a Lisboa.

Como vemos, la ocupación de este lugar ha sido a lo largo de la historia bastante compleja. Durante tiempo se le conoció como pueblo de Malpartida, siendo el llamado “Santuario de Santa María del Carrascal” su propia parroquia. A finales del XVIII todo esto debió abandonarse en parte desapareciendo algunos de sus edificios y continuó utilizándose solamente para casa de postas, considerándose como despoblado[60]. Posteriormente, como se verifica en la actualidad, ha recuperado su función de vivienda de recreo y conjunto agropecuario dedicado a las labores del campo.

El siglo XIX. Gran profusión constructiva de cortijos en las fincas de Trujillo

Ya señalábamos el mapa de Tomás López publicado en su segunda edición en 1819[61] donde aparecen ubicadas, entre otras, las construcciones de Gaete, Casco, La Luz, Infantas, Casas de Doña Catalina, Torre de la Coraja, Casillas, Martín Rubio, Magasquilla, Carrascal, Matilla o Torreherrera.

Por otro lado, una de las fuentes documentales que mayor información nos aporta a cerca de las casas de campo trujillanas a mediados del siglo XIX es Pascual Madoz en su Diccionario Geográfico – histórico – estadístico de España y sus posesiones de Ultramar[62]. En este sentido, refiriéndose a la ciudad de Trujillo nos habla de las siguientes:

“(…) las casas de campo de las Infantas, los Llanos, Mohedilla, Palacio Viejo, Torreherrera, Torremuriel, Gironda, Bañis Pedro, Carmonilla, Casarones de Tozo, en la que hay indicios de antigua población, Merlinejo, Carrascal del Marqués de Campo Real, en donde se halla establecida la primera parada de postas de Trujillo a Madrid, Torreaguda, construida recientemente, Bonilleja, Burdallo, Casa de doña Catalina, Casillas, Pozuelo, Cantera, Galocha, Provisoras, Casa de Cascos, Rongil, Magasquilla, Martín-Rubio, Venta de la Matilla, Matilla, Matilla del Rollar, Matilla de los Almendros, Solanilla y Coronada, contigua a un antiguo convento de templarios (…)” [63].

Y, además de ellas, citando igualmente otros ejemplos de arquitectura residencial localizada en los campos de dicha localidad, habla también de casas fuertes y torres. Así, añade:

“(…) Los castillos y fortalezas antiguas, denominados Castillejos, en las alturas del río Almonte y camino que va desde Aldea Centenera a Solana; sólo existen pequeños restos del Castillejo de la Coraja, en la dehesa del mismo nombre, en lo interior de los montes de Tozo, a la izquierda del camino de Trujillo a Jaraicejo y derecha del río Tozo; hay restos de una casa fuerte, y se conserva una torre de bastante solidez, y alguna bóveda de cantería en las habitaciones bajas. La Villeta, en la dehesa denominada Azuquén de Villavieja, en la confluencia de los ríos Tozo y Almonte; se conserva casi toda la muralla antigua; forma un cuadrilongo de este a oeste; y dentro de él, se advierten restos de casas y otros edificios; el cerco podría contener una población de 400 vecinos. Y Torre de Gonzalo Díaz en la dehesa de Torrecilla, en el camino de Trujillo a los puentes de Don Francisco sobre el río Almonte; se advierten restos de una muralla formando cuadro, y sus esquinas fortificadas con cubos o torres redondas; y a su alrededor, indicios de población. (…)”[64].

Pero quizás lo más interesante de esta obra sea su aportación a nivel específico de algunas de las construcciones. Algunas ya han sido señaladas en este trabajo y son a las que nos referiremos en primer lugar.

En este sentido, por ejemplo, dice de la Matilla de los Almendros[65] que tenía una buena casa de recreo con excelentes proporciones tanto para residir en ella como destinadas para guardar los aperos de la labranza. Calcula que renta anual ascendía a 5.000 reales, siendo su contribución de 350. Le correspondían asimismo 600 fanegas de tierra, donde se cultivaban cuatro huertas, siendo lo demás destinado a pasto.

De Casillas[66] se recuerda que está situada a una legua al Norte de Trujillo y que posee una casa, al igual que la anterior, con buenas proporciones para la labor y habitaciones cómodas. Quizás el apunte más relevante se ofrece al señalar que “hay en esta casa una torre bastante elevada que denota su antigüedad”, refiriéndose por tanto en este caso a su parte más antigua que hemos señalado nosotros en su momento.

Otra de las torres de tradición medieval se recuerda en la Coraja. Así, tratando lo que aún se conservaba en tales fechas dentro de dicha dehesa, dice que todavía podía verse “una torre bastante elevada, resto de un fuerte y basto edificio, cuyas ruinas aún subsisten”. Según Madoz, prometía duración por su solidez y ya hemos citado anteriormente que también recuerda de ella algunas bóvedas de cantería en las habitaciones bajas.

La Casa de Magasquilla[67] la recuerda como una excelente edificación en la que se desarrollan oficinas para la labor, una parte residencial muy cómoda, una buena huerta así como otras dependencias y lugares para el recreo.

En cambio, el sitio del Carrascal[68], al que ya nos hemos referido también con anterioridad, lo señala como un despoblado situado a dos leguas de Trujillo, en la inmediación del camino de Madrid, diciendo que habían desaparecido la mayor parte de sus edificios, utilizándose a mediados del XIX solamente para como casa de postas la llamada Casa del Carrascal. Además, apunta que dicho pueblo fue llamado en la antigüedad como Malpartida, cuya parroquia, con la advocación de Santa María, tenía como anejos a Torrecillas, Aldea del Obispo y los moradores del despoblado de Torre Aguda[69]. Gracias a esta fuente conocemos que se dejó de celebrar en dicha parroquia en torno a 1780.

Por otra parte, de la Venta de la Matilla del Rollar[70] nos informa de que era el único albergue para los pasajeros en el camino de Trujillo a Cáceres, que califica como “largo y solitario”. Apunta además dos hechos ocurridos en las fechas señaladas: en 1835 fue incendiada la venta por los carlistas, restaurándose diez años después cuando se amplió y se mejoraron sus instalaciones haciéndola más cómoda.

Ya nos informó Tomás López en 1798 sobre los ejemplos de Galocha y Casa de Casco, la que ya habíamos encontrado citada en el Informe de la Real Audiencia de Extremadura en 1791. El Cortijo de la Galocha[71] queda recogido por Madoz como una casa de labor situada a tres leguas al Noroeste de Trujillo, comprendiendo “todas las oficinas necesarias a la agricultura”. La descripción de la Casa de Casco[72] es semejante y de ella se señala principalmente su buena casa para la labor y su parte residencial de buenas proporciones.

Igualmente el mismo geógrafo, como ya vimos, ubica en su mapa de 1819 Gaete y Martín Rubio. Este último[73] se presenta en el Diccionario que ahora estudiamos como una casa de labor casi arruinada situada a dos leguas al Oeste de la ciudad, a la izquierda y tocando con el camino que va a Cáceres. El mismo estado de conservación tenía el Cortijo de Gaete[74] a pesar de mostrar “gran extensión y fortaleza”, situado inmediato al arrabal de Casas de Belén.

Hasta aquí hemos recordado los que ya conocíamos y a continuación nos disponemos a analizar siguiendo la misma fuente aquellos cortijos y casas de campo que aún no han sido recogidos en esta investigación. El hecho de que sea Madoz el primero que nos hable de ellos deriva en que los mismos fueron levantados previsiblemente a lo largo de la primera mitad del siglo XIX. A pesar de ello no ocurre esto con todos los que presentaremos a continuación ya que en dicha obra a veces se señalará el estado de ruina en el que se encuentra alguno de tales edificios antiguos.

img18Fig. 18: Detalle del Croquis geográfico, realizado por Don José Aguado en 1812 (SERVICIO GEOGRÁFICO DEL EJÉRCITO. Cartoteca Histórica. Planos de Extremadura. Nº 9)

Eso es lo que sucede, por ejemplo con la Casa-despoblado de Arcabuces[75], situada muy cerca de Trujillo y que, según Madoz, “sólo ofrece en el día las ruinas de sus antiguos y malos edificios”. De la misma manera, en la Dehesa de Cerralbos[76], a tres leguas de dicha ciudad, se apreciaban los restos de una buena casa de campo. Así como en la dehesa conocida con el nombre de la Dehesilla[77], situada entre Aldeacentenera y Berzocana, se señala un punto elevado donde existieron partes de un castillo “que al parecer debió ser bastante importante”. Por último, un caso significativo lo constituye el conocido Cerro de Castrejón[78], dentro de la Dehesa del Pardal[79]. Se localiza en los montes de Tozo a la margen izquierda del río Almonte y a media legua del puente de Jaraicejo sobre este río. Allí se encontraban las ruinas de pequeñas fortalezas y un castillo “que parece haber sido bastante fuerte”.

En cambio, en la Dehesa de Merlinejo[80] sitúa una “moderna casa de labor, a la derecha de la carretera general de Madrid, con todas las comodidades para la agricultura”, a una legua al Nordeste de Trujillo. Buenos edificios fueron levantados también en la Labranza de Carmonilla[81], con una “muy cómoda habitación”, así como en la Dehesa de Mohadillas[82].

Por otra parte, del Caserío de Pascualete[83] dice que “tiene un buen esquileo, habitación cómoda y espaciosa, encerradero de ganado y demás oficinas necesarias para la labor”. Se ubica en los montes de Tozo, a la margen izquierda del río Magasca y una legua de Santa Marta. También lo encontramos señalado en el Croquis geográfico de parte del espacio comprendido entre las inmediaciones de Trujillo y Puente de Aliseda y los paralelos de Cáceres y Medellín, realizado en 1812 por Don José Aguado[84].

Otra explotación interesante es Bonillejas[85] con construcciones propias para la residencia y el ocio, otras destinadas a labores agropecuarias como herraderos o capaderos, así como una plaza para capeas o corridas de novillos.

img19Fig. 19: Las Alberguerías. Aspecto exterior

Por último, también recoge la Venta de la Barquilla[86] “que sirve para descanso de los viajeros y nada ofrece de notable”, a cuatro leguas de la ciudad, inmediata al puente sobre el río Almonte en el camino de Trujillo a Plasencia. Así como también una “casa vaqueril de poca importancia” en la Dehesa de las Alberguerías[87]. Esta construcción, sin duda, no tenía nada que ver con el complejo que actualmente lleva este nombre, probablemente levantado a finales del siglo XIX.

Para terminar vamos a analizar una edificación que ya Tomás López señala en su obra de 1798[88], pero que debido a que sufre una importante transformación en la centuria decimonónica la desarrollamos en este apartado. Nos estamos refiriendo al Palacio de Doña Catalina, orientado al Norte de Trujillo y ubicado dentro de una serie de fincas que se conocen como las “tierras del Conde”. Es propiedad de Don Miguel Grande Losada, con título de Conde de Campos de Espina.

Ya decimos que las primeras referencias que tenemos del edificio nos las aporta Tomás López. También Pascual Madoz lo incluye en su Diccionario, aunque no lo describe de manera específica[89].

En la actualidad el conjunto presenta una planta rectangular con dos patios interiores, ubicándose el palacio en la zona central del recinto. En torno a dichos patios se localizan las distintas dependencias agroganaderas destinadas para almacenes o graneros. La entrada principal se practica a través de una portada con arco rebajado apoyado sobre jambas de granito. Posteriormente se atraviesa un zaguán con bóveda de medio cañón, pasando al patio al que se abre al fondo la fachada principal del palacio, con portada adintelada igualmente de granito, varias ventanas en la planta baja y piso alto, así como el escudo de los propietarios en la parte superior de la fachada ligeramente desviado hacia la derecha. Pero, sin duda alguna, lo más llamativo de la construcción son los torreones que se levantan a sendos lados de la parte residencial con el objetivo de realzar el inmueble otorgándole un carácter más señorial y de ostentación. Dichos torreones, que se rematan con un sistema de tejadillos, pináculos y elementos semejantes a las garitas también se decoran con escudos quedando patente el establecimiento noble de la explotación.

img20Fig. 20: Detalle del Mapa de la Provincia de Extremadura por Tomás López (SERVICIO GEOGRÁFICO DEL EJÉRCITO. Cartoteca Histórica. Mapas de Extremadura, nº 12)

El nombre le viene de su primera propietaria, esta es, Doña Catalina Chamuscero, hija del Conde de la Oliva[90]. Éste, por su parte, conservó una importante cabaña ganadera conocida por su nombre. Pasó de sus manos a Diego Golfín Villalobos y, a la muerte de éste en 1902, es heredada por Enrique Granda y Calderón Robles, quien a su vez pasa la hacienda en 1948 a su sobrino carnal Miguel Granda Torres, Conde de Campos de Orellana. Finalmente, en 1986, fincas y ganadería son heredadas por un hijo del anterior, Miguel Granda Losada, Conde de Campos de Espina, que ya señalamos anteriormente. La ganadería conocida como “Cabaña del Conde de la Oliva” ha utilizado históricamente esta Dehesa de Doña Catalina, así como la de Mengalozana para practicar la trashumancia a Extremadura desde los fríos puertos leoneses de Babia[91].

img21 img22

Fig. 21 y 22: Palacio de Doña Catalina. Aspecto exterior y torreones

Sólo queda decir que la construcción más importante de Doña Catalina fue llevada a cabo en torno a 1845, a pesar de que se han practicado numerosas reformas y ampliaciones. En cuanto al origen del título de Conde de Campos de Espina sabemos que fue concedido por Fernando VII el 21 de junio de 1816 a Don Luis Antonio Gómez y Galeano, diputado de la Junta Superior de Extremadura. El 28 de septiembre de 1966 se expidió carta de sucesión a su portador actual.

A modo de conclusión

Como hemos ido analizando, todo un verdadero conjunto de palacios, cortijos y casas de campo diseminados por distintas fincas de Trujillo. Tal y como se ha podido apreciar, constituye un patrimonio realmente interesante y de enorme calidad histórico-artística, por lo que este término municipal se pone a la cabeza junto con otros, como Cáceres, Mérida, Badajoz, Jerez de los Caballeros o Fregenal de la Sierra, en cuanto al tema de la arquitectura residencial de las dehesas de Extremadura.

El estado de conservación de los distintos inmuebles es bastante bueno de forma general, a pesar de que algunos se encuentran algo abandonados debido principalmente a las transformaciones sufridas en las labores del campo durante las últimas décadas. No obstante, la riqueza de estas construcciones, como apreciamos, se conserva con bastante cuidado y la mayoría siguen utilizándose según los usos para los que fueron levantados, estos son residencia temporal y explotación agropecuaria.

Era necesario, como dijimos al comienzo de este trabajo, llevar a cabo esta investigación donde se recogiera el conjunto rural trujillano, un tema inédito hasta el momento y que esperamos sirva para su acercamiento y valoración.


NOTAS:

[1] Actualmente estamos desarrollando la tesis doctoral que lleva por título Arquitectura residencial en las dehesas de Extremadura, dirigida por el profesor Dr. D. Antonio Navareño Mateos.

[2] Vid. NAVAREÑO MATEOS, A.: Arquitectura residencial en las dehesas de la tierra de Cáceres (Castillos, palacios y casas de campo). Institución Cultural “El Brocense”, Cáceres, 1999.

[3] Vid. MALDONADO ESCRIBANO, J.: Arquitectura residencial en las dehesas de La Serena (Badajoz). Diputación Provincial de Badajoz, Badajoz, 2005; MALDONADO ESCRIBANO, J.: “Un ejemplo de arquitectura señorial en dehesa extremeña: el cortijo del Marqués de Perales”. Actas del I Congreso Ibérico de Casas Solariegas, (Vigo-Ponte de Lima, 13-16 de noviembre de 2002). Asociación Amigos de los Pazos, Vigo, 2004, pp. 157-168; MALDONADO ESCRIBANO, J.: “Cortijos y casas de campo en la Real Dehesa del Bercial (Monterrubio de la Serena, Badajoz)”. Actas de los XXXII Coloquios Históricos de Extremadura, (Trujillo (Cáceres), 22 al 28 de septiembre de 2003). C.I.T. de Trujillo, Trujillo, 2004, pp. 351-364; MALDONADO ESCRIBANO, J.: “Vivir en el campo extremeño. La casona de Los Valverdes”. Actas de los XXXIII Coloquios Históricos de Extremadura (en prensa).

[4] MALDONADO ESCRIBANO, J.: “Rehabilitación de la arquitectura rural en la Baja Extremadura. Una apuesta por el turismo de calidad”. Piedras con raíces. Asociación por la Arquitectura Rural Tradicional de Extremadura, nº 9, Cáceres, primavera 2005, pp. 37-41.

[5] Vid. NAVAREÑO MATEOS, A.: Arquitectura residencial en las dehesas de la tierra de Cáceres. Opus cit. pp. 83-191.

[6] Vid. NAVAREÑO MATEOS, A. y MALDONADO ESCRIBANO, J.: “El Palacio Viejo de Trujillo: mentalidad renacentista en una casa de campo”. Actas del Congreso Trujillo: Renacimiento y Alto Barroco 1500-1600. Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, Trujillo, 2003. pp. 79-92.

[7] Vid. NAVAREÑO MATEOS, A.: Arquitectura residencial en las dehesas de la tierra de Cáceres. Opus cit. pp. 192-218.

[8] Vid. ANDRÉS ORDAX, S. y PIZARRO GÓMEZ, F. J.: El patrimonio artístico de Trujillo (Extremadura). Editora Regional de Extremadura, 1987, pp. 139-140.

[9] Estas pinturas se deben al llamado “Pintor de Cáceres”, así citado en la documentación del Archivo Histórico Municipal de Trujillo, quien las realiza entre 1585 y 1591, en este caso desarrollando un programa de contenido humanístico. Otros atribuyen su autoría a Pedro de Matas, autor de la tabla de la Asunción de la Virgen, colocada en el mismo salón, citados también en los mismos libros y acuerdos municipales en 1593. Vid. TENA FERNÁNDEZ, J.: Trujillo histórico y monumental, Alicante, 1967,pp. 360- 370.

[10] Vid. ANDRÉS ORDAX, S.: “Los frescos de las salas romana y mejicana del palacio de Moctezuma de Cáceres”, Norba-Arte, nº V (1984), pp. 97-115.

[11] Vid. NAVAREÑO MATEOS, A.: Arquitectura residencial en las dehesas…, Opus cit. pp. 214-218 y 225-230.

[12] Vid. PIZARRO GÓMEZ. F. J. y otros: Trujillo. Crisol de culturas. Patronato de Turismo de la Diputación de Cáceres y Lunwerg Editores, S. A., Barcelona, 1995, pp. 59-60.

[13] NARANJO ALONSO, C.: Trujillo y su tierra. Historia, monumentos e hijos ilustres. Tip. “Sobrino de B. Peña”, Trujillo, 1922. Tomo II, pp. 156-157.

[14] MUÑOZ DE SAN PEDRO, M.: Diego García de Paredes. Hércules y Sansón de España. Espasa Calpe, S.A., Madrid, 1946. p. 70:
La nobleza extremeña, muy ligada a la agricultura, sintió siempre especial predilección por el campo. Don Sancho de Paredes, con su familia, pasaba frecuentes temporadas a una legua de Trujillo por el camino de Aldea Centenera, en una vieja casona que aún se conserva hoy, conocida por el nombre de Palacio Viejo. En ella se refugió, ya viuda, doña Juana de Torres, para disfrutar de la tranquila vida campesina, con sus tres hijos, su hijastra María Ximénez de Paredes, viuda también, y el hijo único de ésta, Hernando Corajo.”

[15] CONDE DE CANILLEROS y NECTARIO MARÍA, H.: El gobernador y maestre de campo Diego García de Paredes, fundador de Trujillo de Venezuela. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Fernández de Oviedo, Madrid, 1957, pp. 111 y ss.

[16] Testamento de Hernando Corajo, otorgado en Trujillo, a 4 de octubre de 1513. Archivo de los Condes de Canilleros, asuntos de Trujillo, leg. 9, núm. 25. (Citado en: CONDE DE CANILLEROS Y NECTARIO MARÍA, H.: El gobernador y maestre de campo… Opus cit.)

[17] MUÑOZ DE SAN PEDRO, M.: Diego García de Paredes. Hércules… Opus cit. p. 392.

[18] Ibidem. p. 432.

[19] MUÑOZ DE SAN PEDRO, M.: Crónicas trujillanas del siglo XVI. Manuscritos de Diego y Alonso de Hinojosa, Juan de Chaves y Esteban de Tapia. Publicaciones de la Biblioteca Pública y Archivo Histórico de Cáceres. Cáceres, 1952. Manuscrito de Hinojosa. Capítulo XX, pp. 72-73:
Casó este Fernando Alonso de Hinojosa, la primera vez – porque hubo tres mujeres – con una noble señora, llamada Mencía Alonso, hija de Pedro Martínez de Trujillo e de Sancha Alonso. (…)
Baste que esta primera mujer de este Hernando Alonso fue hija de ricos padres; llevó a su poder grande e rico dote; (…) y a la Torre de Sancha Alonso, que dicen de Corajo – que fue de Diego García de Paredes después, la cual, con poco deudo, le mandó Hernán Corajo, y no tenía tampoco deudo con el hijo; era de una hermana suya, Hernán Corajo, llamada Marina de Paredes. Y después fue de don Sancho de Paredes Corajo, hijo de Diego García de Paredes, el Valiente, el Invencible, y ahora de su nieto, don Luis de Paredes, año de 1563 – y a Mira al Río – que es de don Luis, susodicho – y otras muchas y buenas heredades.”

[20] MUÑOZ DE SAN PEDRO, M.: Crónicas trujillanas del siglo XVI… Opus cit. Vid. Manuscrito de Tapia, pp. 276-277.

[21] IbidemVid. Manuscrito de Hinojosa, pp. 145-147.

[22] ARCHIVO MUNICIPAL DE TRUJILLO. Legajo 332. Catastro de Ensenada. Respuestas Generales, nº 21:
A la vigessima prima digeron que el número de vezinos desta ciudad y sus arrabales esta reduzido a mill Doscientos y ochenta y cinco, y quarenta y dos Abitantes en las cassas de campo y Lagares de las viñas, y de estos muchos de ellos son vezinos de las villas de Madroñera y Calzada por estar contiguas à los tales Lugares, y los de las casas de campo no son èfectibos èn ellas porque con fazilidad y poco motibo las desamparan y se retiran à otros Pueblos, razones por que no se puede dar en esta parte regla cierta y responden.”

[23] Ibidem, nº 18:
A la dezima octava digeron que en el término de esta ciudad solo ay un esquileo propio del Monasterio de nuestra Señora de Guadalupe donde se corta la Lana a sus propios ganados cuyo número de cavezas han oido dezir eran de treinta y quatro mill y con respecto a la grande esterilidad del año no saven a las que abran quedado reduzidas y por no cortarse otras Lanas en dicho esquileo regulan que a prudente Juizio de ressulta de utilidad esta alaja mill quinientos Reales de vellon y los vezinos desta ciudad y sus arrabales cortan las Lanas de sus ganados en las cassas de campo, ó las de su abitazión, y no han podido llegar a comprehender el total de ganados que tienen. (…)”

[24] Sobre el tema de los molinos harineros en Trujillo a mediados del siglo XVIII existe amplia información en: Ibidem, nº 17, referida a “Si hay algunas minas, salinas, molinos harineros o de papel, batanes u otros artefactos en el término, distinguiendo de qué metal es y de qué uso, explicando sus dueños y lo que se regula produce cada uno de utilidad al año.

[25] Ibidem, nº 29:
“(…) Una venta que llaman de la Matilla situada en el Camino que viene de la villa de Cazeres a esta ciudad distante de ella tres leguas, propia de Don Albaro de Ulloa Carbajal, vezino de la zitada villa a quien le produze cada año ciento y cinquenta y quatro Reales de vellón, y a Agustín Fernández que la ocupa le consideran de utilidad trescientos Reales de vellón al año por el poco comerzio que ay por dicho camino. Otra que se dize la venta de Ruecas distante ocho leguas de esta ciudad situada en el camino que se lleva de Villanueva de la Serena a la Puebla de Nuestra Señora de Guadalupe, que es propia de Don Thomas Riero Sorapan vezino del Lugar de Logrossan a quien le produze cada año trescientos Reales de vellón y a Francisco Martín Bernardo trescientos Los que consideran con respecto a ser Camino poco seguido (…)”

[26] ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE CÁCERES. Archivos Judiciales. Real Audiencia. Caja 13, expediente 17. Visita a la ciudad de Trujillo.

[27] Ibidem, Respuesta 49:
“(…) en la mencionada ciudad como en sus Arrabales se hallan pocos labradores que han quedado Ymposibilitados de emplear sus yuntas, faltándoles para ello proporcionalmente mas de dos mil fanegas del terreno, y solo algunos titulos, o Poderosos que tienen tierras propias, y algun otro que por precios exorbitantes arriendan algunas de lo que ha dimanado la grande decadencia de la Agricultura, y por consiguiente la despoblación, y miserable estado en que se halla dicha ciudad.”

[28] ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE CÁCERES. Archivos Judiciales. Real Audiencia. Legajo 648, expediente 3: Cincuenta y ocho operaciones remitidas por el Corregidor de la ciudad de Trujillo en 13 de septiembre de 1794.

[29] ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE CÁCERES. Archivos Judiciales. Real Audiencia. Caja 13, expediente 17. Visita a la ciudad de Trujillo. Respuesta nº 51 a “Si hay castillos, Casas de campo con terreno propio, su cabida, destino, y a quién pertenecen”.

[30] ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE CÁCERES. Sección Mapas, nº 6 (sacado de: Real Audiencia, Legajo 13, expediente 17). Mapa del Partido de Trujillo.

[31] ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE CÁCERES. Archivos Judiciales. Real Audiencia. Caja 13, expediente 16. Ymforme de las observaciones Generales resultantes de la visita de la ciudad, Partido y Sargentía de Trujillo que ha estado a mi cargo, según lo prevenido en la real Ynstrucción de dicha visita y su capítulo diez y ocho. Ff. 6vº-7r:
“(…) La Venta de la Matilla, que está en Jurisdicion de Truxillo en el Camino de Caceres, es sumamente yncomoda, y de ninguna proporcion para los caminantes, y siendo bastante frequentado, y prometiendo serlo mucho mas de aquí adelante por el establecimiento de la Real Audiencia, parecia comforme se diesen las devidas Providencias para que se pusiese por su Dueño en estado decente, y surtido para los Pasajeros, y mucho más hallándose en despoblado, sin otro recurso que el de la misma benta (…)”

[32] SERVICIO GEOGRÁFICO DEL EJÉRCITO. Cartoteca Histórica. Mapas de Extremadura, nº 151. Mapa de la provincia de Extremadura dedicado al Excmo. S. D. Pedro de Alcántara, Pimentel, Henrriquez, Luna, Osorio, Guzman, Toledo y Silva, Hurtado de Mendoza, Marques de Tavara, Conde de Saldaña, de Villada, y Duque de Lerma & c. Grande de España de primera clase, y Gentil-hombre de Camara de S. M. con exercicio. Para la formacion de este se ha tenido presente el Mapa manuscrito de D. Luis Joseph Velazquez; el de Maestre de Campo, D. Luis Venegas; y nuevamente sujeto a las memorias remitidas por los naturales, y a las Observaciones Astronomicas. Dividido en sus Obispados, y Partidos. Por D. Thomas Lopez. 1766.

[33] LÓPEZ, T.: Estremadura. Por López, año de 1798. Edición preparada por Gonzalo Barrientos Alfageme. Asamblea de Extremadura, Mérida (Badajoz), 1991, pp. 441-442.

[34] SERVICIO GEOGRÁFICO DEL EJÉRCITO. Cartoteca Histórica. Mapas de Extremadura, nº 12. Mapa de la provincia de Extremadura, que contiene los partidos de Badajoz, Alcántara, Cáceres, Llerena, Mérida, Plasencia, Truxillo y Villanueva de la Serena.

[35] Vid. MALDONADO ESCRIBANO, J.: “Arquitectura en las dehesas de Trujillo durante el siglo XVIII. Casas de recreo y labor pertenecientes a don Juan de Orellana Pizarro”. Actas del Congreso Trujillo. Desde el Barroco al Neoclasicismo (siglos XVII y XVIII). Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, Trujillo, 2003. pp. 57-79.

[36] PIZARRO GÓMEZ, F. J.: Arquitectura y urbanismo en Trujillo (siglos XVIII y XIX). Editora Regional, Junta de Extremadura, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura, Cáceres, 1987, p. 42.

[37] NARANJO ALONSO, C.: Trujillo. Sus hijos y monumentos. Espasa Calpe, S. A., Madrid, 1983 (3ª edición), pp. 276-278.

[38] Ibidem, p. 330.

[39] Vid., entre otros: ANDRÉS ORDAX, S. y PIZARRO GÓMEZ, F. J.: El patrimonio artístico de Trujillo (Extremadura). Editora Regional de Extremadura, 1987; NAVAREÑO MATEOS, A.: Trujillo. Villa medieval y ciudad renacentista. Col. Cuadernos Populares, nº 30, Salamanca, 1990; PIZARRO GÓMEZ, F. J.: Arquitectura y urbanismo en Trujillo (siglos XVIII y XIX). Editora Regional, Junta de Extremadura, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura, Cáceres, 1987; SANZ FERNÁNDEZ, F.: “Arquitectura y mecenazgo de la familia Pizarro en Trujillo”. Actas de los XXXI Coloquios Históricos de Extremadura. Badajoz, 2003, pp. 483-519.

[40] NARANJO ALONSO, C.: Trujillo. Sus hijos y monumentos. Opus cit. p. 279.

[41] Ibidem, pp. 194-195.

[42] ARCHIVO MUNICIPAL DE TRUJILLO. Legajo 333, Catastro de Ensenada (1753). Tomo II, ff. 461vº-462r.

[43] Ibidem, ff. 462r. y vº.

[44] Ibidem, f. 462vº.

[45] Ibidem, f. 463r.

[46] LÓPEZ, T.: Estremadura… Opus cit. Nota al pie nº 353.

[47] SERVICIO GEOGRÁFICO DEL EJÉRCITO. Cartoteca histórica. Mapas de Extremadura, nº 151.

[48] Ibidem, nº 12.

[49] ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE CÁCERES. Sección Mapas, nº 6 (sacado de: Real Audiencia, Legajo 13, nº 17).

[50] ARCHIVO MUNICIPAL DE TRUJILLO. Legajo 333, Catastro de Ensenada (1753). Tomo II, ff. 463r-464r.

[51] Ibidem, f. 464r.

[52] Ibidem, ff. 464r. y vº.

[53] LÓPEZ, T.: Estremadura… Opus cit., pp. 441-442.

[54] ARCHIVO MUNICIPAL DE TRUJILLO. Legajo 332, Catastro de Ensenada (1753). Respuestas generales, nº 29.

[55] ARCHIVO MUNICIPAL DE TRUJILLO. Legajo 333, Catastro de Ensenada (1753). Tomo II, ff. 497vº-498vº.

[56] Ibidem, ff. 502r. y vº.

[57] Ibidem, f. 502 vº.

[58] Ibidem, ff. 502vº-503r.

[59] Ibidem, ff. 503r. y vº.

[60] ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE CÁCERES. Archivos Judiciales. Real Audiencia. Caja 13, expediente 17. Visita a la ciudad de Trujillo. Respuesta nº 52, referida a los despoblados:
“(…) y el lugar del Carrascal, que se halla entre Jaraicejo y esta ciudad, es quasi preciso para ebitar los ynsultos de malhechores, a que es ocasionada la situación montuosa que media entre ambos pueblos en el paso del camino real de Madrid a Lisboa”.

[61] SERVICIO GEOGRÁFICO DEL EJÉRCITO. Cartoteca Histórica. Mapas de Extremadura, nº 12. Mapa de la provincia de Extremadura, que contiene los partidos de Badajoz, Alcántara, Cáceres, Llerena, Mérida, Plasencia, Truxillo y Villanueva de la Serena. (1819)

[62] MADOZ, P.: Diccionario Geográfico – histórico – estadístico de España y sus posesiones de Ultramar. Madrid, 1945. Puede verse la edición para Extremadura: Diccionario histórico – geográfico de Extremadura. Cáceres, 195 (4 tomos). En adelante citaremos esta última edición.

[63] Ibidem. Tomo IV, p. 207. Voz “Trujillo (Ciudad de)”.

[64] Idem.

[65] Ibidem. Tomo I, p. 149. Voz “Almendros (Matilla de los)”.

[66] Ibidem. Tomo II, p. 226. Voz “Casillas (Labranza de las)”.

[67] Ibidem. Tomo III, p. 279. Voz “Magasquilla (Casa de campo de)”.

[68] Ibidem. Tomo II, p. 189. Voz “Carrascal (Santuario de Santa María del)”. Igualmente Madoz recoje en la voz “Casa de Don Lucas (Despoblado de la)” lo siguiente: “Despoblado, en la provincia de Cáceres, partido judicial y término de Trujillo. Situado en los montes de Tozo, inmediato a Malpartida, y es hoy la parada de postas del Carrascal.”

[69] Ibidem. Tomo IV, p. 183. Voz “Torre Aguda (Despoblado de)”: “Despoblado, en la provincia de Cáceres, partido judicial y término de Trujillo. Hoy es casa de labor con buenas habitaciones y oficinas.”

[70] Ibidem. Tomo III, p. 309. Voz “Matilla del Rollar (Venta de la)”.

[71] Ibidem. Tomo III, p. 6. Voz “Galocha (Cortijo de)”.

[72] Ibidem. Tomo II, p. 195. Voz “Casa de Casco (Granja de la)”.

[73] Ibidem. Tomo III, p. 304. Voz “Martín Rubio (Casa de)”.

[74] Ibidem. Tomo III, p. 1. Voz “Gaete (Cortijo de)”.

[75] Ibidem. Tomo I, p. 167. Voz “Arcabuces (Despoblado de)”.

[76] Ibidem. Tomo II, p. 255. Voz Cerralbos (Dehesa de)”.

[77] Ibidem. Tomo II, p. 332. Voz “Dehesilla (Dehesa de la)”.

[78] Ibidem. Tomo II, p. 237. Voz “Castrejón (Cerro de)”.

[79] Ibidem. Tomo IV, p. 23. Voz “Pardal (Dehesa del)”.

[80] Ibidem. Tomo III, p. 341. Voz “Merlinejo (Dehesa de)”.

[81] Ibidem. Tomo II, p. 186. Voz “Carmonilla (Labranza de)”.

[82] Ibidem. Tomo III, p. 353. Voz “Mohadillas (Dehesa de)”.

[83] Ibidem. Tomo IV, p. 28. Voz “Pascualete (Caserío de)”.

[84] SERVICIO GEOGRÁFICO DEL EJÉRCITO. Cartoteca Histórica. Planos de Extremadura. Nº 9.

[85] MADOZ, P.: Opus cit., Tomo I, p. 359. Voz “Bonillejas (Casas de las)”.

[86] Ibidem. Tomo I, pp. 329-330. Voz “Barquilla (Venta de la)”.

[87] Ibidem. Tomo I, pp. 37-38. Voz “Alberguerías (Dehesa de las)”.

[88] LÓPEZ, T.: Opus cit. pp. 441-442.

[89] MADOZ, P.: Opus cit., Tomo IV, p. 207. Voz “Trujillo (Ciudad de)”.

[90] Sobre las propiedades del Conde de la Oliva en Extremadura puede verse: ARCHIVO DE LA NOBLEZA (ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL). Archivo del Conde de la Oliva. Legajos 21 y 22.

[91] Para ampliar sobre este tema, vid. RODRÍGUEZ PASCUAL, M.: La trashumancia. Cultura, cañadas y viajes. Edilesa, León, 2001. pp. 60-63.

Oct 012005
 

Eloy Hernández Paz.

Me dispongo a comenzar el que es el segundo de los trabajos que presento a estos Coloquios Históricos de Extremadura, en este caso para la XXXIV Edición de los mismos en el que la Organización de este importante encuentro histórico de nuestra región nos ofrece la posibilidad de reunirnos a investigadores (unos con más trabajos a sus espaldas que otros) venidos desde todos los puntos de nuestro país, todos unidos por un nexo común: nuestro amor a Extremadura y a sus orígenes históricos y que este año, como no podría ser de otra manera van dedicados al IV Centenario del Qujote, gran obra de nuestra épica, escrita por el genial D. Miguel de Cervantes y Saavedra, al que los siglos le seguirán recordando por este ingenioso hidalgo fervoroso lector de libros de caballería al que la locura le llegó a invadir su cabeza.

Pasando a la justificación del trabajo que me dispongo a iniciar, hay quien dijo que una imagen vale mil palabras y desde luego le asiste la razón en tal afirmación porque hay veces que las imágenes por sus formas, colores, juegos de luces y sombras hacen, que alrededor de ellas se cree un halo de misterio, que sea o bien por alguna de estas características únicamente o por todas a la vez conjugadas. Ello propicia que en torno a ellas se cree un halo de misterio que, me atrevería a calificarlo hasta de místico.

Este halo de misterio hace surgir hacia ellas una clara devoción muy específica que, en ocasiones son devociones calladas, silentes y que parece que esa imagen se encuentra sola en su capilla y que la visitan muy pocos fieles, cuando es algo que no es así: que despiertan la devoción de un más que apreciable número de fieles.

Con todo ello, es más que suficiente para deducir que este trabajo va a tratar acerca de datos históricos acerca de una imagen que, ciertamente, es muy conocida por su estación penitencial anual el Miércoles Santo, durante la Semana Santa Cacereña pero no llega a más, salvo mentes inquietas que desean conocer más acerca de la misma. Además, esta imagen, es sin duda alguna un claro ejemplo de este tipo de imágenes en el cual el color (negro), las formas (ese retorcimiento raro, únicamente visto algo similar en el Cristo de la Expiración de la Hermandad del Museo de Sevilla) y los juegos de luces y sombras (el entrecejo, un claro ejemplo de lo que digo) la hacen tener una devoción muy especial y muy específica.

Sin más preámbulos, comienzo con el presente trabajo.

I. DATOS GENERALES DE LA IMAGEN

1º. Historia de la Imagen

Según dicen varios autores en notas localizadas en la Santa Iglesia Concatedral de Santa María de Cáceres, la imagen fue realizada en madera de África, muy ligera, posiblemente traída del Norte de África pero desconociéndose por quien y cuando. La autoría del mismo es desconocida.[1]

Acerca del lugar de ejecución, antes de 1993, nadie se atrevió a concretar dónde se realizó y tampoco se puede aportar datos acerca de la personalidad del imaginero que lo talló, por mínimos que fueren. Pasada esta fecha, en investigaciones posteriores realizadas por Alonso Corrales, ha venido a concretar que muy posiblemente su autoría deba atribuirse a Paulus o Paulo de Colonia[2], un judío converso que realizó esta talla, muy posiblemente en Guadalupe. Desde luego, este nombre se introduce, como dice el propio Alonso, “… introduciéndonos en el mundo de las especulaciones…con muchas dudas…”. Dicha teoría la lanzó Alonso Corrales en el año 2001, en su comunicación presentada a estos mismos coloquios.

La imagen podría contener en su interior con mucha probabilidad, objetos introducidos en la misma por su autor. Serían estos documentos pilares muy importantes sobre los que apoyar futuros trabajos de investigación acerca de la imagen.

Sobre la denominación de “Cristo Negro”, ha sido la devoción popular quien, tras refundarse la Hermandad que le rinde culto, La Muy Solemne, Venerable y Pontificia Cofradía Hermandad Penitencial del Santo Crucifijo de Santa María de Jesús (Cristo Negro), en los artículos remitidos a los medios de comunicación locales por quien ha sido su refundador y actual Alcalde-Mayordomo de la Hermandad, Alonso Corrales Gaitán le ha atribuido tal nombre. Acerca de esto, el color negro, han sido muchas las teorías esgrimidas por la colectividad diciendo que se debe a la demacración producida por el constante humo de velas a las que se ve o veía sometido en su capilla de culto. Ciertamente esta teoría se cae al ver el efecto real que produce este hecho sobre las imágenes que se ven sometidas a ello y, evidentemente no es ni mucho menos la misma intensidad: en el caso de imágenes que se ven afectas al humo de las velas, como por ejemplo las imágenes de vírgenes dolorosas que procesionan bajo palio en toda la geografía andaluza durante la Semana Santa, se le ven claramente un oscurecimiento en los dedos de las manos, no llegando tal oscurecimiento al rostro de la imagen, mientras que en el caso que nos ocupa, el color negro es en la totalidad de la imagen y de un gran nivel de oscuridad, así como con gran uniformidad como el que presenta la imagen del Cristo Negro.

El hecho de haberlo realizado en este color, muy posiblemente se debe a querer despertar entre los fieles la mayor devoción, quizás debido a influencias artísticas de aquella época o, quien sabe a otro tipo de influencias, de las órdenes templarias por ejemplo, aunque este último extremo sería temática para otro trabajo.

Realmente, nos encontramos ante una imagen que impresiona al espectador: ante ella nos encontramos ante una representación de la iconografía evangélica de Cristo muerto en la cruz, con su cabeza, delicadamente inclinada hacia su lado derecho (el izquierdo de quien lo contemplamos).[3] Este hecho le hace reflejar un gesto sereno y majestuoso del momento de la muerte de Cristo, el momento de la expiración de Cristo.

Al pueblo, desde siempre le habían llegado datos acerca de los milagros y gracias que esta venerada imagen ha dispensado y por ello, según se cuenta, D. Juan de Ovando y Mayoralgo, lo donó a la Iglesia, aunque, antes de ello, existía la tradición de que acompañase a los nobles en sus exequias, y no por ello, se dejó de realizar esta práctica y, debido a los milagros dispensados, como anteriormente se ha comentado, D. Juan de Ovando y Mayoralgo pidió que por lo menos se le dejase el privilegio de verlo, una vez hecha la donación a la Iglesia.

Estos hechos propiciaron que en corto período de tiempo, se convirtiera la venerada imagen en la milagrosa imagen de la villa cacereña, solicitando su intercesión para la curación de plagas, sequías y guerras que en aquellos momentos asolaban a la ciudad. Con ello, se convirtió en el talismán interesado de la Divina Providencia.

Fue con ello, frecuente que la imagen también, saliera en procesiones de rogativas, en las que los fieles que lo presenciaban, se arrodilllaban, bajando los ojos al suelo y entre sollozos, esperaban que las andas, por lo menos, tocasen la fibra de sus almas sensibles.

Todo este halo místico que se creó en torno a sus procesiones, propició la creación de cierto temor (casi terrorífico) entorno a la imagen, significando fervores espirituales, creándose desde aquellos momentos la leyenda, aún hoy con cierto vigor (menor que en aquellos momentos) que aquel lo tocase, o incluso mirase, fallecería al instante.

Esta situación haría nacer ciertas dudas acerca de cómo se limpiaría a la imagen, cómo se realizaría la ubicación sobre las andas. Con ello, se creó la treta de que la imagen sólo podría recibir cultos internos, también se ha llegado a decir que aquel que lo tocare, si no quería fallecer, debería realizar un amplio ritual de oraciones, así como también se vino a decir que habría que tocarla con las manos provistas de guantes negros, revistiendo el acercamiento a la imagen un gesto de devoción, no pudiendo acudir a los actos de traslación de la imagen ningún grupo de curiosos; así mismo, los actos de limpieza, constituirían otros actos de gran culto, tales como “limpieza de la imagen con cebolla, regarla con perfúmenes así como posterior envolvimiento de la imagen con sábanas limpias”.

Evidentemente, todos estos datos de que quien lo mirase o quien lo tocase, fallecería, sólo quedó en leyenda en aquellos años, leyenda, que en esos momentos era fácil que tomara fuerza y arraigo por las condiciones sociales de las personas: analfabetismo, sociedad lacerada con plagas de peste y otras enfermedades que elevaban en demasía el nivel de mortandad, etc.

Visto lo dicho y a pesar de todas las precauciones citadas anteriormente, habían fieles que no se sentían muy seguros de ellas, teniendo el temor de que no habían interpretado perfectamente el respeto que el Cristo Negro les imploraba y de este modo, existía el temor de que el Cristo Negro les castigase, llegándose a alquilar en más de una ocasión a pobres de la villa, bajo elevadas cantidades de dinero, para que realizasen los trabajos de limpieza y otros relacionados con anterioridad. Estos trabajos los llevaban a cabo bajo rezos y significativos ritos, provistos de guantes como anteriormente se ha indicado.

Debido a las constantes muestras de devoción que ha presentado siempre la imagen, el Papa Clemente XI otorgó en 1714 (por breve de 27 de agosto), indulgencias plenarias a los difuntos por cuyas almas se celebrasen misas en su altar. De la misma manera, el Papa Benedicto XIII concedió indulgencias de siete años y siete cuarentenas, por bula de 22 de enero tanto para los cofrades como para los fieles que practicasen actos de devoción en las festividades de San José, San Jorge, San Juan Bautista y San Pedro de Alcántara, visitando la capilla, confesos y comulgados.[4]

2º. Testigo de hechos históricos.

Esta imagen ha sido testigo privilegiado de los más importantes hechos que han sucedido en la, primero villa, y después ciudad. Cabe destacar las ejecuciones que se llevaban a cabo en la Plaza de Santa María, en las que se instalaba el patíbulo con doble acceso al mismo, subiendo por uno de los lados el reo y al otro el Cristo, asomaba a las puertas góticas de la Iglesia. De este modo, ambos elevados, necesariamente deberían de cruzar sus miradas y de ese modo, lo último que contemplaba el reo antes de ser ejecutado es la imagen retorcida del crucificado.

En aquella época cabía la posibilidad de que en la ejecución, el reo pudiera ser ejecutado con la cabeza y ojos cubiertos para de ese modo hacer más “llevadera” la ejecución, pero algunos de los reos se negaron a ello, pues querían fallecer con los ojos puestos en el Cristo.

Otro de los hechos que José Sendín Blazquez cifra es el momento en que Isabel La Católica firmó en nuestra ciudad los “Fueros de Cáceres”; según cuenta este autor, la Reina quedó tan entusiasmada por la imagen del crucificado que quiso, en repetidas ocasiones, comprarlo y llevarselo a la Corte, pero finalmente, ni el pueblo ni el Consistorio permitieron tal hecho; con ello Isabel la Católica declinó y según cifra este autor, en el año 1490, firmó el Decreto de creación de la hermandad, no habiendo querido aprobarlo con anterioridad como medida de “coacción” para poder comprar la imagen.

3º. Lugares en que se ha encontrado ubicada.

Esta imagen a lo largo de su historia se ha encontrado ubicada y venerada al culto en diferentes lugares: en primer lugar hay que destacar el Beatario de Santa María[5], construido a finales del siglo XIV en un espacio libre, próximo a la muralla, en terreno existente entre el Palacio de los Golfines de Abajo y el Templo de Santa María La Mayor de Cáceres, ocupando gran parte del claustro del templo.

La iglesia era de reducidas medidas, ocupando tan sólo tres metros de anchura.

Posteriormente, pasó al Convento de Religiosas de Santa María de Jesús, construyéndose sobre los restos del Beatario anteriormente referenciado, pero ampliándose y de este modo, llegó a ocuparse la denominada Calle del Rey.

En el año de fundación de la Hermandad es fundada la primera priora, Doña María Moraga, contando con cuatro altares, construidos todos ellos por familiares de rancio abolengo y nobleza[6] de nuestra ciudad, despertando gran devoción entre la nobleza de la ciudad esta imagen.

En el año 1576 se ven obligadas las religiosas del Convento a ampliar las dependencias del recinto debido al aumento de la Comunidad de Religiosas y la estrechez del Convento. Por ello, creen necesario incorporarse más familias nobiliarias al Convento, tales como la de Lorenzo Ulloa Solís, en la calle Santa María; Diego Carbajal, en Puerta del Río y García Sánchez Carrillo.

Ya en el siglo XVII, se incorporará como bienhechor, D. Pablo José Mayoralgo Enríquez, siendo este uno de los más importantes bienhechores del siglo XVII. Y además, hay que cifrar a otros nobles cacereños que se enterraron en este convento.

En 1870 desaparece definitivamente el Convento, instalándose en el edificio del Convento, la Excelentísima Diputación Provincial de Cáceres, compartiendo, curiosamente con la Guardia Civil, Cruz Roja, Gobierno Militar y Colegio de Niñas de la Milagrosa.

En este siglo es cuando las religiosas jerónimas que quedaban en el Convento, pasaron a instalarse con todos sus bienes en el Convento de San Pablo[7] de Cáceres, llevando entre otros, una imagen de Santa María de Jesús.

Las monjas religiosas jerónimas, se trasladaron y fallecieron en el Convento de San Pablo, quedándose las religiosas de este convento con todos los bienes que hasta allí llevaron. No obstante algunos bienes han llegado hasta nuestros días, tales como el crucificado objeto de nuestro trabajo. En este momento es cuando se expone el Cristo Negro en la Capilla de los Blázquez de la Santa Iglesia Concatedral de Santa María La Mayor de Cáceres.

Capilla de los Blázquez:

Finalmente, creo necesario hacer alusión a datos acerca de su ubicación actual en la Capilla de los Blázquez de la S.I.C. de Santa María La Mayor de Cáceres. En este caso, comenzaré por el templo que acoge a esta capilla:

La entonces, Iglesia de Santa María, fue, desde el momento de su constitución, el templo donde los cacereños aglutinaron sus devociones fundamentalmente. Siguiendo a Publio Hurtado, no es capaz de dar una explicación de ello, aunque hoy día, me atrevería, bajo riesgo de equivocarme, a esgrimir una teoría: nos encontramos en los momentos de la Reconquista de la Ciudad, con lo que Cáceres por aquellos momentos (s. XIII) no sería más que el Recinto Amurallado que conocemos actualmente, con lo que la ubicación de este monumental templo (en el lugar más céntrico del recinto amurallado), puede explicar esa importante afluencia de cacereños a orar a sus naves.

Se comienza a construir tras la Reconquista[8] de la ciudad en el siglo XIII, por las huestes de Alfonso IX (1229), alcanzando la dignidad de Concatedral, bastante tiempo después de su construcción. Dicho nombramiento se produce por Bula de 9 de abril de 1957.

En cuanto a datos artísticos, el templo es de estilo románico[9] de transición al gótico (interior y exterior) con tres puertas de entrada, tres naves y capillas laterales. En el interior de sus naves fueron muchos lo nobles que quisieron ser enterrados, de ese modo proporciona su interior un gran conocimiento de la heráldica cacereña.

En su interior podemos encontrar el Retablo del Altar Mayor, obra de Guillermo Ferrant y Roque Balduque en el año 1550. Es de estilo plateresco. El importe de la obra fue de 635.650 maravedíes, empleándose para la ejecución de la misma maderas de Flandes, pinos de avenos y cedros. Dicho retablo fue ejecutado en el mismo en la misma ciudad de Cáceres, y junto al mismo también le fue encargada la sillería la cual se encuentra presidida por las efigies del apostolado.

La iglesia tiene el suelo recubierto de bandas sepulcrales lo que constituye un auténtico acercamiento a la historia heráldica de la ciudad.

Cabe destacar, como dato anecdótico que el Calvario que remató el Retablo Mayor del Templo Concatedralicio de Santa María La Mayor de Cáceres, tiene su réplica en el Hospital Provincial, en la capilla de este; ello fue así a causa de que se pretendió que las imágenes originarias no corrieran un riesgo innecesario.

Finalmente, la imagen no ha permanecido en esta capilla de culto desde que fue ubicada y así, cabe destacar la salida extraordinaria de la imagen de su lugar habitual de culto a la Sala de Exposiciones de la Casa de los Caballos en diciembre del año 1990, -meses después de haber sido partícipe y protagonista de los actos conmemorativos del V Centenario Fundacional de la Hermandad que le rinde culto, así como haber sido también protagonista de una de las últimas voluntades de nuestro anterior Prelado en la Diócesis de Coria-Cáceres, Monseñor Domínguez Gómez que fue la de enterrarse a los pies de la imagen.

La salida referida fue para participar en una exposición de arte religioso a nivel regional. Dicha participación no fue pacífica, pues fue una decisión unilaterial del Cabildo Catedralicio de la Diócesis sin previo aviso a la Junta Directiva de la Hermandad que le rinde culto.

II. ESTUDIO ARTÍSTICO DE LA IMAGEN

“Localización: Iglesia Concatedral de Santa María (Cáceres)
Cronología: Siglo XIV
Material: Madera Policromada

Crucificado con tres clavos sobre cruz de nudos. Se representa con la cabeza inclinada hacia el lado derecho casi paralela al mismo. Tiene barba corta y pelo pegado a la cabeza echado hacia atrás. El rostro es muy expresivo, con el entrecejo fruncido, boca entreabierta, ojos con los párpados bajos, pómulos marcados y delgada nariz. El cuerpo, aunque con algunas desproporciones (pies enormes), se ha realizado con pulcritud en el tratamiento anatómico. Las costillas, músculos y venas son reproducidas con gran minuciosidad. Tiene llaga en el costado.

En cuanto a la estructura corpórea, está dentro del grupo de los cristos góticos dolorosos difundidos a principios del siglo XIV desde Centroeuropa. Aunque el artista no se ha recreado en la reproducción de elementos trágicos.

Algunas de sus características, como la distorsión del cuerpo producida por el quiebro existente en el mismo, la disposición de los pies con rotación externa, o las manos abiertas, lo encuadran en el siglo XIV. Sin embargo, el perizoma, muy corto con delgados y numerosos pliegues, nos habla de una etapa posterior. Unas imperceptibles curvas en la anatomía de la pierna nos hace suponer que esta pieza fue modificada a finales del siglo XV o comienzos de la centuria siguiente, sustituyéndose el paño por el actual, y probablemente también se modificó el cabello. El cuerpo está policromado en un marrón oscuro, señalándose la sangre en la llaga del costado y en las rodillas.”

El texto que se acaba de reproducir figuraba en el catálogo del patrimonio expuesto en la Exposición que se celebró en el año 1990 en la Casa de los Caballos. Dicho texto fue elaborado por la Dirección General de Patrimonio de la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura, y en dicho catálogo también se aportó una fotografía del Santo Crucifijo de Santa María de Jesús.

Este texto va a ser el esquema que se vaya a seguir en mayor o menor medida para abordar el estudio artístico de la imagen del cual como se puede apreciar ya se han dado mínimos datos históricos de la imagen, así como su localización.

Así, tercia ya, comenzar con un dato que se aporta y es el hecho de ser una imagen policromada[10]. Por ello creo óptimo y necesario introducir brevemente el concepto.

Hay que decir inicialmente, que la policromía nace de la necesidad de unir colores y formas –elementos que por otra parte han ido siempre irremediablemente unidos a lo largo de la Historia-, pudiéndose en este sentido hablar de un nacimiento en paralelo junto con la escultura. Con la policromía, se dota a las imágenes de mayor expresividad, o veracidad, naturalismo, etc, todo ello dependiendo de la función concreta que la imagen vaya a desempeñar.

El color adquiere nuevos valores cuando aparece acompañado de la forma, apareciendo por añadiduría el simbolismo, la función y significado de los mismos, variantes de una cultura a otra.

El tema del color en la escultura ha sido siempre secundario en los estudios de la Historia del Arte, llegando incluso a considerarse hasta desprestigiado; ahí tenemos el caso de Europa en el siglo pasado, donde se pintaba con colores lisos o bien se rascó la policromía de las imágenes de muchas iglesias.

Hoy día, una práctica muy habitual es la del repinte de la policromía de una imagen sobre otra; esta práctica por usual no deja de ser peligrosa pues para esa labor, personas que carecen de los mínimos conocimientos sobre el tratamiento que hay que darle a la policromía y a la madera, se aventuran a desarrollar el trabajo que sólo personas cualificadas para ello (imagineros, restauradores, etc) pueden llevarlo a cabo, y con ello, en vez de mejorar lo que provocan sobre las obras escultóricas es un notable daño, que a la hora de abordar una restauración con garantías eleva sustancialmente los costes de estos trabajos. Pero a la par, estos repintes facilitan la labor de conocer los verdaderos colores y policromías, por ello, a estos neófitos hay que estarles plenamente agradecidos a este respecto, aunque no sea un agradecimiento de lo más correcto.

El enmascaramiento superficial de la escultura mediante la policromía depende normalmente del tipo del material o soporte de la obra (Constantino Gañán Medina). Esta circunstancia se puede ubicar en un momento histórico y geográfico concreto y a este respecto ello es difícil de analizar, puesto que en un lugar puede ser empleado de forma notable un material que en otro lugar distinto escasea dicho material, con lo que la labor no es del todo fiel. Además, hay que añadir el pensamiento de cada época al respecto de lo mismo.

Otra causa determinante para el empleo de la policromía es la falta de recursos económicos, ya que la policromía reducía considerablemente el coste de elaboración de la imagen: la obra se realiza con materiales más baratos e interesa esconder estos materiales dado el reducido coste. En estos casos el acabado final o policromías aplicados sobre soportes no propios demuestran una concepción jerárquica en la escultura. Así, a este respecto cabe afirmar que hay soportes sobre los que no cabe de ninguna de las maneras la policromía, ello por la propia naturaleza del mismo: hablamos del mármol o la piedra fundamentalmente.

Para finalizar este excursus, se puede afirmar que existen dos razones fundamentales por las cuales los soportes anteriormente citados no se han podido policromar: cuando se consideran de materiales nobles, ricos, etc, y cuando el continuado uso del mismo no lo aconseja.

Cronología: Siglo XIV. En cuanto a la estructura corpórea, está dentro del grupo de los cristos góticos dolorosos difundidos a principios del siglo XIV desde Centroeuropa. Aunque el artista no se ha recreado en la reproducción de elementos trágicos

Desde luego hablar de un crucificado gótico resulta algo poco usual, cuando el estilo escultórico gótico tuvo, en general, su mayor esplendor en la arquitectura y en la escultura funeraria dejándose poco ver en la escultura procesional.

De cualquiera de las maneras, de este estilo cabe reseñar que se extiende hasta el siglo XVI, desde el siglo XIV.

En el gótico vemos una humanización de la imagen que se adapta al arquetipo natural del cuerpo humano físicamente considerado, lográndose un naturalismo técnico. Las imágenes en este estilo, son de menor tamaño al natural.

En una primera fase, la escultura gótica se expande por territorios hispánicos. Dicha primera fase, los estudiosos de la Historia del Arte la ubican en torno al siglo XIII y principios del siglo XIV, con lo que a buen seguro, la imagen que nos ocupa, muy posiblemente se encuentre en estos momentos, aún a pesar de que con posterioridad ha sufrido la misma algunas modificaciones, pero que ello no hace decaer la afirmación que actualmente esgrimimos.

En el estilo gótico se pueden advertir tres corrientes muy marcadas: en primer lugar encontramos una corriente tendente a la sutileza griega, cuyo máximo exponente en España es Bartomeu (s. XIII, La Virgen y el niño); una segunda corriente destacable es la proveniente de la severidad romana, acusándose en la monumentalidad del volumen o el naturalismo de los pliegues y formas; finalmente, la tercera modalidad, más tendente a Francia, se acusa por lo afilado de las formas; bajo mi punto, me atrevo a afirmar que la imagen que nos ocupa, pertenece a esta tercera corriente: ello lo sustento en lo afilado de su nariz y su rostro.

Una de las iconografías góticas de mayor predicamento es la de la Crucifixión, destacando también otras relacionadas con la vida de la Virgen (la asunción y la Coronación de la Virgen). En esta época hay que destacar que los trabajos de creación de las esculturas eran dirigidos por doctos eclesiásticos, e incluso preveían la creación de los mismos estos señores.

En el estilo gótico comienza a destacar la individualidad del artista gótico considerado en algunas ocasiones como un simple artesano.

A continuación, tercia referirse concretamente a la imaginería gótica, de la cual, en primer lugar convendría tener en cuenta una serie de consideraciones acerca de lo que es un imaginero y un concepto de imaginería: el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define la imaginería como “el arte de pintar tallas o esculturas sagradas”, con lo que el imaginero sería la persona encargada de abordar tales trabajos.

Este término conlleva a un notable número de confusiones con lo que es complejo determinar con meridiana exactitud el momento histórico en que se unen ambos oficios, y ello debido a la concepción gremial que se le dio a estos oficios en el transcurso de la Edad Media.

Por ello, en la actualidad, se puede partir de la definición dada por BERNALES BALLESTEROS, para poder hablar de imaginero: “artista que necesariamente tiene que ser escultor, pero además saber los gustos y necesidades tanto devocionales como estéticas de la población y realizar tareas de la forma más realista y bella que le sea posible, en difícil equilibrio que le aparte de lo estridente, desagradable y tremendista, así como de lo feo o dulzón.

Por ello, en definitiva, cabe decir que un imaginero es el escultor que se dedica de modo profesional, a la escultura devocional.

Aclarado este concepto, hay que hacer referencia a que en Extremadura la imaginería gótica carece de especial mención en lo que a la creación de esta sobre la arquitectura se refiere, aunque en ella destaca el uso del ladrillo. Esta falta de mención puede ser debida a que en Extremadura encontramos una gran cantidad de arquitectura mudéjar. Por ello, en el interior de las iglesias se encuentran imágenes talladas en madera, correspondientes a este estilo artístico, de gran predicamento, tales como el grupo escultórico presente en la Catedral de Plasencia (Cáceres), donde el influjo del gótico leonés es muy fuerte. Con ello se refuerza la teoría de que la imagen del Cristo Negro fue tallado en Cáceres, pero con influencias del gótico leonés.

Algunas de sus características, como la distorsión del cuerpo producida por el quiebro existente en el mismo, la disposición de los pies con rotación externa, o las manos abiertas, lo encuadran en el siglo XIV.

Una rotación de los pies similar a la del Cristo Negro la podemos encontrar en el Cristo que remata la reja del Altar Mayor de la Catedral de Toledo, en el cual se encuentra una gran relación de proporción que altera hasta un grado permisible la corrección de la anatomía. En cuanto al rostro, es de suma belleza, característico de un gran número de cristos toledanos.

Unas imperceptibles curvas en la anatomía de la pierna nos hace suponer que esta pieza fue modificada a finales del siglo XV o comienzos de la centuria siguiente, sustituyéndose el paño por el actual, y probablemente también se modificó el cabello

Las imperceptibles curvas a las que hace referencia en este documento publicado por la Dirección General de Patrimonio Histórico de la Junta de Extremadura (dependiente de la Consejería de Cultura), dicen que pueden ser de modificaciones realizadas en la imagen a principios del siglo XVI. Estableciendo necesarias comparaciones con otras tallas, que ya se citaron al principio del presente trabajo, vemos en una de ellas, el Cristo de la Expiración de la conocida popularmente como Hermandad del Museo de Sevilla, presenta unas curvas en sus piernas, bastante más acusadas con respecto a las que el caso que nos ocupa.

Ello hace que cobre mayor fuerza esta hipótesis planteada por la Dirección General de Patrimonio, ya que esta talla sevillana es realizada en el año 1575 por Marcos Cabrera (muy avanzado el siglo XVI) con lo que el imaginero que lo restauró se vio influenciado de las corrientes artísticas de la época. A este respecto, posiblemente la imagen sufriera tales modificaciones de manos de Roque Balduque, pues son varios los elementos de juicio para determinar tal teoría:

  • las fechas que se debaten como probables para las modificaciones, fueron las fechas en las que el artista flamenco permaneció en Cáceres, dado que a Roque Balduque se le atribuye la factura de la Santa Iglesia Concatedral de Santa María La Mayor de Cáceres, así como el Templo Parroquial de San Mateo.
  • En segundo lugar, viendo la obra imaginera de Roque Balduque, también lo hace pensar, pues encontramos en varios de los cristos crucificados realizados por Roque Balduque, similitudes con el Cristo que ocupa el presente trabajo. Tales similitudes van encaminadas hacia la ubicación de la cadera de las respectivas imágenes. De este modo, son así las imágenes del Cristo de la Vera Cruz de Sevilla, así como otros cristos realizados en Andalucía. En este apartado nos referimos a Andalucía ya que Roque Balduque después de estar en varios lugares de España, se trasladó a Andalucía.

En cuanto a la modificación del cabello es algo muy habitual en estas imágenes y que por aquellos años fue una práctica muy constante en diversas imágenes, el tallarlas con cabello natural.

RESTAURACIÓN DEL SANTO CRUCIFIJO DE SANTA MARÍA DE JESÚS[11].

En el verano del año 2002, la Sagrada Imagen del Santo Crucufijo de Santa María de Jesús fue sometida a una profunda restauración en la que se extrajeron nuevos e importantes datos. Parte de ellos verán la luz en el presente trabajo.

Para abordar esta parte del trabajo querría traerles al recuerdo los datos apuntados al inicio del bloque relativo a los datos artísticos de esta Sagrada Imagen en tanto en cuanto en ellos se hace referencia a términos como policromía o bien soporte de trabajo, que ahora son muy necesarios tener presente para poder entender la terminología que aquí se va a emplear.

En primer lugar, informar que los trabajos de restauración se llevaron a cabo por la Empresa TEKNE. Conservación y Restauraciones, empresa con solvencia a nivel nacional y cuyos resultados en la imagen del Cristo Negro son impresionantes; ha abordado Tekne trabajos para el Ministerio de Educación y Cultura, colaborando en la restauración de las imágenes procesionales del Museo Nacional de Escultura de Valladolid en el año 2000. Además, ha acometido esta empresa la restauración de la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Cáceres en el año 2004, con excelentes resultados igualmente.

Dicha restauración vino precedida de otros trabajos de limpieza en profundidad realizados con anterioridad, en el año 1990, por Doña María Antonia González Luceño, Licenciada en Bellas Artes y tras los cuales fue conveniente realizar una restauración más en profundidad a la imagen, para curarla de ciertas reacciones químicas que se habían producido en su interior.

Entrando en materia, de los datos obrantes en el informe remitido a la Hermandad del Cristo Negro con motivo de la restauración, en primer lugar hay que destacar que la imagen es de una madera ligera y blanda, de color anaranjado, con lo que hay que desmentir con esto en primer lugar el dato de que la imagen sea negra, incluido al inicio de este trabajo.

Cuando la imagen llegó a manos de los restauradores de la Empresa Tekne, presentaba un estado de conservación aceptable, aunque se encontraba atacada por insectos, xilófagos y carcoma, habiendo concretas partes del cuerpo de la talla muy afectadas tales como la cabeza, en la que en el interior de los orificios que tenía la imagen en esta parte del cuerpo, habían restos de serrín.

Según informa la empresa Tekne, debido al inexorable paso del tiempo, en la cabeza, en concreto, en los cabellos se encontraron empastes que ocultaban el tallado original del cuero cabelludo de la imagen.

Así mismo, para dotarla de seguridad, en determinadas partes del cuerpo (manos y pies), debidos a los daños que el tiempo le ha ocasionado se hizo necesario colocarle paños lienzados para así conseguir un refuerzo en estos puntos. Estas piezas, al inicio de los trabajos aparecieron desencoladas. Estos lienzos ocasionaron una gran grieta en la policromía, a la altura del pecho de la imagen, que era perceptible a simple vista por el ojo humano.

Sobre la capa pictórica de la imagen, hay que destacar los numerosos repintes totales o parciales que ha sufrido a lo largo de la historia, contribuyendo por una parte a la conservación de la policromía original, pero por otra parte han provocado alteraciones en el soporte y en la capa de preparación y superficie pictórica, ya que al tratarse de materiales duros y de diversa naturaleza, su comportamiento es diferente a los materiales originales.

La empresa en el informe establece una secuencia: primero repinte total de tonos pardos oscuros, otro con un matiz más rojizo y uno final más oscuro pardo oscuro (nunca negro) y más fino.

Indica Tekne que se observan masillas de reintegración, destacando sobre todo una de tono verdoso extendida por toda la superficie, muy dura y resistente, dificil de eliminar. Hay otro tono, pardo rojizo, también muy resistente y una tercera parecida a la anterior, mal aglutinada y de consistencia deleznable. Por último se encuentra otro tipo de masilla, incluida en la imagen en los trabajos de restauración de la misma abordados en el año 1990.

La película pictórica presenta en superficie craquelados y levantamientos generalizados, que unidos a las diferentes masillas y añadidos aplicados con anterioridad dan a la imagen un aspecto irregular.

Existen así mismo estos craquelados en otras zonas de la imagen, así como masillas, casi todas materializadas en color verdosos, con barnices.

Existen zonas de levantamiento general en la que quedan a simple vista parte de la policromía original de la imagen, en la que destaca la tonalidad clara de esta, caso por ejemplo de la oreja izquierda en la que sobre la policromía original se coloca tela refuerzo, que a su vez se encuentra estucada y policromada posteriormente.

Hay que destacar la zona de la cabeza y cuello de la imagen como la zona de mayor sufrimiento y deterioro a consecuencia de la humedad a la que se encuentra sometida en el muro de su capilla de culto.

Vistos los datos acerca del estado de conservación de la imagen, procede examinar el tratamiento realizado para su restauración.

Los trabajos de restauración de esta imagen se acometieron fundamentalmente con idea de realizar una limpieza integral de la imagen, comenzando por una limpieza superficial de la misma. Esta limpieza consistió en la eliminación del polvo y suciedad depositada sobre la superficie a través de brochas de pelo suave.

Para evitarle daños innecesarios, se llevaron a cabo numerosas pruebas de solubilidad encaminadas a determinar las mezclas disolventes más adecuadas. Con ello, se determinó que la más adecuada fuera la denominada como “gel de Richard Wolbers número 4”[12]. Este gel fue empleado para la limpieza de la capa pictórica de la imagen.

Tras esta limpieza se procedió a la desinsectación de la imagen por medio de la inyección anticarcoma comercial Per- Xil 10, por los agujeros y galerías descubiertos tras la eliminación de las masillas , y por las grietas descubiertas en el soporte.

Posteriormente se procedió a la consolidación del soporte lígneo a través de la inyección de resinas acrílicas en las zonas más frágiles de la imagen. Tras ello se procedió a la reintegración volumétrica de los agujeros que quedaron tras la desinsectación con ceras de color nogal, para lo cual previamente se había tomado una cata de color para determinar el color exacto.

Posteriormente se procedió al estucado con el estuco tradicional[13] en las faltas más grandes o de cierta envergadura y las que estaban a diferente nivel. Tras esto, se le aplicó acuarela W & N, para conseguir una reintegración cromática casi en el mismo tono para conseguir unidad estética de la obra.

Posteriormente se le aplicaron otros productos de naturaleza química para conseguir una capa de protección en la imagen ante posibles humedades, etc.

A continuación voy a describir brevemente el proceso llevado a cabo por Tekne Restauración y Conservación encaminado a conocer cúal es el color verdadero de la policromía de la imagen del Cristo Negro.

En la fase previa de la restauración de la obra se percibe la necesidad de conocer los materiales con los que está realizada esta imagen, así como conocer el color de la policromía original de la misma.

Para ello, se emplean diversas técnicas de análisis:

  • Microscopía óptica por reflexión y por transmisión polarizada. Es una técnica básica que permite el estudio de la superposición de capas pictóricas así como el análisis preliminar de pigmentos aglutinantes y barnices, empleando ensayos microquímicos y de coloración selectiva de capas de temple y óleo. Posteriormente se llevaron a cabo una serie de microfotografías realizadas con luz reflejada a 300 X y con nícoles cruzados.
  • Espectropía IR por transformada de Fourier. Para este estudio se ha empleado principalmente varias muestras de preparación. Los análisis se realizan entre 4400 cm-1 y 370-1 en pastillas de bromuro potásico (KBr)
  • Cromatografía en fase gaseosa/espectrometría de masas, para la determinación de sustancias lipófilas, como aceites secantes, resinas y ceras; así mismo, también se emplean sustancias hidrófilas, como goma arábiga y productos afines. Las muestras son tratadas con el reactivo de metilación Meth-prep II en el caso de sustancias de tipo de ceras u oleo-resinosas. Para los hidratos de carbono, se lleva a cabo una hidrólisis y una derivatización de los monosacáridos a acetatos de aditol.

Finalmente decir que las muestras se llevan a cabo en diversas partes de la imagen:

Sobre las piernas, en el paño de pureza y en costado, haciéndose sobre este doble muestra.

Los resultados de las muestras creemos que es demasiado técnico ya incluirlo, pero algo que no se va a obviar son los resultados obtenidos de las mismas sobre cada una de las partes del cuerpo citadas:

  • Piernas: tono marrón rosado claro. Lleva tierras y mermellón.
  • Costados: muestra muy pálida, casi blanca. Capas al óleo, ricas en albayalde. Llevan una adición de laca amarilla
  • Paño de pureza: sólo una capa de pintura que es yeso pigmentado al temple de cola animal.

OTROS DATOS DE INTERÉS DE LA SAGRADA IMAGEN

Las manos del crucificado

Me parece procedente comenzar por aquí, ya que es una de las zonas más visibles del crucificado y punto al que se acostumbra a mirar a la hora de su veneración en su lugar de culto o bien, objetivo de múltiples fotografías.

Las manos que actualmente vemos, conservan únicamente de la originaria talla, las palmas de las mismas, mientras que los dedos han sido sustituidos a lo largo de la historia.

Así, en el año 1700, queda cifrado que el artesano cacereño Mateo Hurones, realizó dos de los dedos de la mano derecha.

Del mismo modo, en el año 1987, una vez refundada la Hermandad del Santo Crucifijo, los miembros del Cabildo se ven en la obligación de tener que acometer una rápida restauración de parte de los dedos de la mano izquierda de la imagen, dado que presentaban un estado que realmente hacían peligrar su estabilidad en el desfile procesional del Miércoles Santo de aquel año.

A parte de estas dos intervenciones, los dedos son una de las partes que más sufre esta imagen, dado que sobresalen por ambos extremos de la cruz de forma considerable a lo que viene siendo habitual (que es que no sobresalgan), con lo que debido a las labores de bajada y subida de su lugar de culto para ubicarlo en su paso procesional, los dedos del Cristo en no pocas ocasiones han sido quebrados, e incluso en alguna ocasión, durante la propia procesión del Miércoles Santo, o salidas extraordinarias, como por ejemplo en el año 1990 como consecuencia del V Centenario de la Fundación de la Hermandad, que extraordinariamente la venerada imagen salió a las calles de Cáceres desde la Concatedral de Santa María hasta el Convento de Religiosas Jerónimas, y a la salida de este, ya que como recuerdo de retorno con las monjas que inicialmente lo custodiaron (no el lugar) entró la venerada talla en la capilla del Convento, la imagen sufrió la fractura de algunos de sus dedos. Esto llevó, de modo anecdótico, al director espiritual de la Cofradía por aquellos años a decir tras aquella salida (cito textualmente): “Es tan grande el amor de la Santa Imagen hacia las religiosas jerónimas (sus primitivas dueñas) que ha querido quedar con ellas parte de Él”.

Acerca de estos, en el informe de la reciente restauración acometida sobre la imagen los responsables del trabajo reiteran que los dedos no son los originales del siglo XIV, sino que se han realizado con posterioridad. Tal afirmación la justifican en que están tallados en una madera más dura que el soporte original del Cristo, y además, son demasiado pequeños en función al tamaño de la palma de la imagen. Otro dato que lo atestigua son las vetas de la madera: diferentes de los dedos a las de las palmas. Además, la madera originaria del Cristo es más fibrosa y ligera que la madera con la que se tallaron los dedos.

Por nuestra parte nada más que se han referenciado de los que se tiene constancia real, pues tales asientos figuran en los inventarios de la Hermandad hechos públicos en el libro que Alonso Corrales Gaitán publicara en 1994, pero, a tenor de lo que se puede extraer del extracto del informe de la restauración, al cual hemos tenido acceso, todos los dedos de las manos pudieran ser distintos de los originales.

El Titulus Crucis:

El titulus crucis es una tablilla en el que se escribía la causa de la condena y que el reo llevaba colgado del cuello o de la espalda durante su camino al Gólgota. En el caso de Jesucristo, lo debió haber llevado sobre la espalda, ya que de haberlo llevado sobre el pecho, en las caídas se le habría marcado en el torso, cosa que las iconografías de Cristo crucificado no contempla y menos aún en el lienzo santo que se conserva en Turín no se aprecia ningún estigma de estas características.

Según dicen, el titulus crucis figura escrito en tres lenguas: latín, hebreo y griego, ello debido a la diversidad de lenguas que por entonces existía en Jerusalén, así de este modo quedaba configurado como sigue:

  • hebreo: concesión a la lengua nacional de los judios
  • griego: lengua franca y posiblemente la más extendida
  • latín: por ser la lengua oficial del imperio

Además, desde un punto de vista jurídico, en el sentido de política criminal, la condena de la crucifixión tenía un carácter de prevención general negativa: finalidad preventiva y disuasoria para intimidar con ello a los posibles repetidores.

Al igual que otras reliquias de la Pasión, también existe una reliquia del titulus crucis, encontrada, según la tradición, por la emperatriz Santa Elena, junto con la cruz y otras reliquias, partiendo de ella la idea de dividir el titulus crucis en dos partes y dejar una Jerusalén y la otra trasladarla a Roma.

Debido a ello, y a la existencia de la inscripción de la causa en tres lenguas diferentes, los artesanos vinculados a esta materia, esta iconografía la han tratado de muy diversas maneras, pudiéndose establecer tres tipos de titulus crucis:

  1. aquellos en los que figura la inscripción latina de la condena de Jesucristo, y que en algunos casos, se colocaba este rematando el stipes (el madero vertical de la cruz; el horizontal recibe el nombre de patibulum), ello con el fin de acentuar el significado teológico del término
  2. aquellos en los que se representa la inscripción con las iniciales INRI y que es ello lo que ha hecho que se extienda, en general la denominación popular de esta parte de la cruz de esta manera, “inri”. Esta inscripción se ha empleado para pequeñas imágenes de Cristo crucificado o bien en los, denominados dentro del círculo cofrade, pasos de misterio (pasos en los que se representa un pasaje de la Pasión, Muerte y Resurección, con gran afluencia de imágenes), destacando en este caso los pasos de la Piedad, caso de la Virgen de las Angustias de Cáceres que procesiona en la Madrugada del Viernes Santo –aunque el titulus crucis de este paso no guarde las características reseñadas- . Esta forma obedece a una concepción preciosista del titulus para llamar la atención al respecto.
  3. hay que referenciar el titulus en el que aparece la inscripción en las tres lenguas citadas anteriormente. Ello obedece a un criterio historicista de los hechos.

En el caso que nos ocupa, el titulus está incardinado dentro de los del segundo grupo, donde lo que vemos es la inscripción en su versión abreviada, donde aparece la tablilla, la cual ha sido dorada. Este trabajo del dorado va encaminado a lo dicho anteriormente, a la concepción preciosista que tiene el titulus crucis en esta modalidad.

En cuanto a su ubicación en el madero de la imagen, se encuentra en el extremo superior del stipes, nunca rematándolo. Con ello el artista que elaboró la actual cruz del crucificado posiblemente quiso poner de manifiesto el carácter glorioso del Árbol de la Cruz, una vez consumado el sacrificio cruento de Jesús en la cruz.

El títulus crucis de esta Sagrada Imagen está datado en el siglo XVIII, ya que este formato de titulus crucis se generaliza entre los artesanos imagineros y doradores alrededor de esta fecha, ya que viendo el titulus crucis del Santísimo Cristo del Refugio -datado en tal fecha tras la reciente restauración acometida por Francisco Berlanga de Ávila-, se ve que los titulus crucis de ambas imágenes son exactamente iguales. Acerca de la moda de colocar a las imágenes este elemento, es una tendencia propia del siglo XX, aunque se comienza a desarrollar por el siglo XVII.

El paño de pureza

El paño de pureza se ha empleado en la crucifixión para tapar los genitales del reo, ya que según la Ley Procesal Romana, el reo condenado a morir en la cruz, lo haría desprovisto de ropa.

Este hecho, motivó que se promovieran entre los artesanos vinculados con todo este movimiento imaginero diferentes formas de presentar el sudario o paño de pureza. Así, encontramos los que siguen:

  • Cordolífero: en el sudario cordolífero encontramos cómo el sudario se encuentra ceñido al cuerpo del crucificado a través de cordeles u sogas, que dejan al descubierto ciertas partes de la imagen, tales como la cadera o una pierna completa.
  • Anudado: el sudario se ciñe a la cadera a través de un nudo. Este sistema proporciona una sensación mayor de movimiento y vivicidad. Cubre más partes de la imagen.
  • Crucificados desprovistos de este: existe un tercer grupo de imágenes crucificadas las cuales aparecen talladas desprovistas de sudario, a las cuales se les realizan artísticas enagüillas o sudarios reales para cubrir los genitales. Encontramos en la ciudad de Cáceres un caso de este tipo de crucificados con Nuestro Padre Jesús de la Expiración, imagen que se encuentra desprovista de sudario, pero con artísticas enagüillas.

El actual sudario de la imagen es del tipo anudado, siendo el actual el sustituto de uno anterior. El actual se encuentra realizado con tela enyesada, el cual está datado, según el informe de la Dirección General de Patrimonio de la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura, alrededor del siglo XV o primeros del XVI.

La Cruz del Crucificado

El instrumento del patíbulo de Cristo es claro que fue una cruz. A este respecto cabe destacar varios tipos de cruces, así podemos destacar, la “crux commissa”, que es una cruz de tres brazos (+), mientras que también podemos encontrar la “crux immisa o capitata”, con forma de X, en la que según dicen, fue crucificado San Pedro, porque San Pedro no quiso morir crucificado en la posición que murió Cristo.

La cruz que conocemos en la actualidad no es la cruz en la que se encontraba ubicada la imagen en el momento en el que fue tallada, ya que no contiene las características propias de las cruces de los crucificados del siglo XIV, sino más bien de una fecha posterior, concretamente es del año 1723, traída a Cáceres por el maestro en coetáneas fechas realizó el retablo de la imagen, llamada como “cruz de gajos”, donde se nos presenta la cruz sin desvastar, es decir, donde los maderos representan troncos de árbol sin labrar a los que se les ha despojado de las ramas secundarias del mismo.

Vino desde Salamanca, costando 60 reales, ya que la primera se encontraba en mal estado de conservación (podrida).

Así mismo, la cruz en su extremo inferior presenta un añadido, que posiblemente se le pusiera con posterioridad a la hechura del actual madero, de los años sesenta del siglo XX empleando para ello una viga de madera de las que habitualmente se emplean en la construcción o para los postes de electricidad o teléfono que acostumbramos a ver en las carreteras.

Acerca de la cruz originaria, de nuevo acudimos a los datos aportados por Alonso Corrales en la comunicación remitida a estos Coloquios en su XXX Edición, en la cual hace referencia a que la imagen pudo haber estado ubicada en la cruz denominada como “tau”, donde se presenta la cruz en forma de “T” mayúscula y rústica, siendo utilizada esta cruz en los crucificados realizados en Centroeuropa.

OTRAS CURIOSIDADES DE INTERÉS DE LA IMAGEN

Según las normas del Código de Derecho Canónico de la Iglesia Católica, cuando una asociación religiosa, cofradía en este caso, permanece durante más de 100 años sin realizar ni culto exterior ni culto público, todos sus bienes patrimoniales y derechos pasan a formar parte del inventario de esta. En el caso que nos ocupa, alrededor del año 1878-1880 vino a ocurrir esto:

La Cofradía del Cristo por aquellos años atravesó una de las mayores crisis de su historia. Tamaña fue la crisis, que finalmente llegó a desorganizarse, pasando todos sus bienes y derechos a la Iglesia, en este caso, al Obispado de la Diócesis de Coria Cáceres, incluída la imagen

Pasados los años, en el año 1985 es cuando un grupo de cofrades de Cáceres se predispone a reorganizarla, deben pedir autorización al Prelado de la Diócesis para poder reorganizarla. El Prelado de la Diócesis por aquellos años era D. Jesús Domínguez Gómez, Obispo muy vinculado al mundillo de las cofradías, pues no en vano era natural de Pilas, Obispo que el año anterior había vivido la refundación de otra cofradía. Al presentarles este grupo de cofrades la idea de la refundación de la cofradía, además de otros condicionamientos, exigió una serie de condicionamientos a la hora de procesionar la imagen por las calles de la ciudad:

  • Que la Santa imagen se sitúe en plano inclinado, no en sentido vertical
  • Que los elementos que sustenten al Santo Cristo tengan total seguridad, sin clavar nada en el paso
  • Que si la situación metereológica amenaza lluvia, no salga a la calle la Santa Imagen.

Por todo ello, se pone en la confianza de un herrero de la ciudad la elaboración de las andas procesionales en las cuales se cumplieran estos condicionamientos.

Por otra parte, hay que reseñar que, manteniendo lo dispuesto en los estatutos originarios, la imagen no puede salir del recinto extramuros de la Ciudad Monumental.

Del mismo modo, una vez planteada la refundación de la Hermandad, se procedió a bendecir la imagen de nuevo; previo a ello, se descendió de su lugar habitual de culto, en presencia del Prelado debido a las leyendas que han pesado a lo largo de los años sobre la imagen.

Con todo ello, después de más de cinco siglos, esta imagen sigue despertando en los cacereños y foráneos curiosidad y a la vez, sigue estremeciendo a todos aquellos que la contemplan.

OTROS CRISTOS NEGROS

La veneración hacia las imágenes negras u oscuras, como hemos podido comprobar viene desde muy antiguo, siendo un fenómemo este no exclusivo de nuestra ciudad, sino más bien repartido por la región e incluso por otros países.

Así, en nuestra región encontramos otros cuatro cristos negros más:

  • Cristo Negro de Villamiel (Cáceres), procedente del siglo XV
  • Cristo de los Doctores (este no es negro, es oscuro), que se encuentra en la Catedral de Plasencia
  • Cristo de Santiago, en Trujillo
  • Cristo de la O (Mérida), también como el de Cáceres, datado en el siglo XIV. Este cristo, preside cada Miércoles Santo, el Vía Crucis que la Junta de Cofradías de Semana Santa de Mérida, realiza desde su sede hasta el Teatro y Anfiteatro de Mérida.

En nuestro país también vemos este tipo de imágenes, por ejemplo en el Cristo de San Gil de Burgos.

A parte de estos, hay que indicar otras imágenes de estas características en Europa:

  • Santo Cristo Negro de Colonia (Alemania), con el que dicen que el Cristo que ha sido objeto de este trabajo guarda importantes similitudes que se encuentra en la Iglesia de Santa María Inkapitol de la citada localidad alemana.
  • Dévot Christ de Perpignan (Francia)
  • Cristo de Santa María Novella de Florencia (Italia)
  • Cristo del Veneno (México DF), del siglo XV
  • Cristo de los Temblores (Cuzco, Perú), también del siglo XV.

Pero a parte de estos, citados por Alonso Corrales en su libro de Historia y Curiosidades de la Santa Hermandad del Cristo Negro de Cáceres, querría citar otros Cristos Negros de los cuales he tenido conocimiento a través de las nuevas tecnologías, mediante internet:

  • Cristo Negro de Tila (Chiapas – México): Este cristo es catalogable dentro de los considerados como oscuros, pues no es de un color negro total como el cristo que ha sido objeto de este trabajo. Sobre su fecha de tallado, sólo puedo indicar que la veneración a esta imagen la datan los investigadores en 1539. Está realizado con el mismo tipo de madera comprada según dicen, en Guatemala. En cuanto a la autoría de esta imagen se la atribuyen al mismo autor que el Cristo de Esquipulas, del cual hablaré a continuación.
    Su fiesta principal se sitúa en las celebraciones del Corpus Christi y además, durante la Semana Santa, el Viernes Santo.
  • Cristo Negro de Esquipulas (Guatemala): Esta imagen data del año 1595, en la Basílica de las Esquipula, aunque es posible que su tallado sea anterior. Es objeto del más importante peregrinaje en Centroamérica, y el segundo movimiento religioso más importante en América Latina, tras la Virgen de Guadalupe, en México.

Hay otros cristos negros más que referenciar, uno de ellos en la localidad mexicana de Vera Cruz, también crucificado, y luego hay otro en otra población hispano americana en el que se representa una imagen de un nazareno.

Además, he podido descubrir que las imágenes negras tienen mucho predicamento y devoción en Hispanoamérica, pues también he podido descubrir un lienzo pintado con un crucificado negro, el cual tiene pelo natural, crucificado en una cruz con bastantes recargamientos; parece ideada la cruz en oro.

No en vano, el fenómeno de los cristos negros en Hispanoamérica tiene especial predicamento, ubicado el fenómeno de estos en las rutas establecidas por los comerciantes prehispánicos, todos ellos ubicados junto a los ríos, ya que en el pasado eran los mejores medios de transporte.

Con estos datos, vemos que la iconografía del Cristo Negro es una iconografía muy extendida por todo el mundo, y cada uno de los cuales contiene peculiaridades especiales, y cada uno de ellos despierta entre sus devotos, temores, etc, que hace que alrededor de ellos se forjen leyendas y misterios.

UN CURIOSO FINAL

Como colofón a este trabajo me gustaría traer a esta publicación, un curioso relato, realizado por un devoto del Santo Crucifijo de Santa María de Jesús, llamado David Remedios, que al igual que yo, es gran amante de la ciudad de Cáceres:

HISTORIA DE UNA SAGRADA IMAGEN

Arreciaba el frío en el invierno del venturoso año de mil y trescientos y cuarenta y dos de la gloriosa era de Nuestro Señor Jesucristo. Cáceres, fijas sus gentes en la voluntad de Dios Todopoderoso, se angostaba por las callejuelas de la ciudadela cual historia que busca su escondrijo, para luego allí quedarse por los siglos sin fin.

El hombre de luengas barbas pardas, de cuyas manos cuentan que salían encantamientos, era ciertamente diestro con aquel extraño utensilio que los artesanos llamaban gubia. Y de esto hízole Dios Nuestro Señor partícipe a toda la historia de la villa por los tiempos.

Contaban las chismosas, pérfidas y remilgadas, que aquel extranjero hacía conjuros al maligno en noches de plenilunio, y que con aquello lograba que espíritus le asistieran en sus oscuras cavilaciones, escondido él en su madriguera de la cual, sólo como extrañeza y sin volver la mirada atrás, no salía nunca.

Mas atrevidas y venenosas eran las lenguas de las correveidiles, brujas sin oficio que mataban el honroso tiempo profanando la certera verdad de quienes tenían por antojo. Y así ocurrió con aquel forastero que a la villa llegó, y del cual, por su precaución, jamás se supo el nombre. De esta manera, fue llamado “el bárbaro”.

Era aquella noche de luna muy llena, de brujas y brillos de espadas, de conjuros, encantamientos y aullidos. Mas era también noche de rezos, de plegarias de quienes con sus ojos en el cielo clavados, al Altísimo daban gloria y ganaban así un cuarterón de eternidad. El bárbaro, a sabiendas de que las viejas lenguaraces husmeaban cerca de sus puertas, contrario a lo que de él se decía, oraba al Señor con cuantiosa piedad y fe profunda, pues con ello estaba harto convencido de remediar los daños que los pecadores hacían a Dios con sus ofensas. Grande era, pues, la devoción de aquel hombre.

Y en orando, aquella noche sintió deseos de refugiarse en su taller, en los bajos de la casa en que moraba, por un presuroso hechizo del que creyó estar encantado. Llegóse a la parte honda, donde sus manos tallaban con diestra habilidad hermosas y pequeñas composiciones e imágenes de Nuestro Señor Jesucristo. Al pisar el último escalón, el farol que en la mano sostenía con el fin de alumbrarse, se vino en apagar de repente, y ante sus ojos, henchidos de una sorpresa casi infinita, se presentó iluminado algo que pareciera un espíritu, un ser que llevó el sosiego a su corazón asustado. Sabiendo el espectro del temor del bárbaro ante tan extraordinaria visión, convino en decirle que era un súbdito enviado desde el cielo, que venía de parte del Altísimo a encomendarle una difícil tarea:

  • Pues Dios tu Señor y Rey así lo desea, deberás tallar con tus manos una figura suya, que salida de tu gran fe y tu alma generosa, será para culto y oración de los hombres por los siglos. Mas también, por voluntad de Él, será imagen que infunda temor a quienes no osan mirar a Dios con dignidad, pues muchos son sus pecados y gravosos sus males.
  • A comprender no acierto la voluntad de mi Señor en que sea yo, este humilde siervo, el elegido para componer una Sagrada Imagen de Él, mas hágase así su querencia, pues para gloria suya es.
  • Dices sabiamente, pues nada hace el Todopoderoso que no tenga sentido, nada permite que no sea su voluntad, nada se obra en la tierra que no vea Él en el cielo. Y como has querido hacer lo que es su deseo, te digo que bajo las alforjas con que pertrechas a tus bestias, encontrarás los utensilios con que deberás trabajar la figura, la cual será de color muy oscuro, para mayor extrañeza y admiración de los pueblos. Tallarás con tus manos durante doce meses, como doce fueron los apóstoles, como doce las tribus de Israel; y lo harás con el árbol seco que hallarás en tus corrales, y que la luna baña ahora con poderosa luz.

Y así, con el alma llena de paz y sosiego, dejó aquel espíritu –que bien parecía un ángel- al bárbaro.

Presuroso y trémulo, se avino a ver si había verdad en que bajo las alforjas se escondía una caja con herramientas, y comprobó con admiración que así era. Y con temor de Dios la abrió, y encontró en ella cinceles, gubias, escofinas y navajas de gran perfección, y en cuyos asideros, de noblísima y hermosa madera, hallábase grabada como a fuego la Santa Cruz de Cristo.

Con ansias y temblores besó aquellos utensilios, pues no en vano éranle dados desde las alturas. Y visto esto, subió con premura al corral, esperando ver allí el árbol que el ángel le había dicho. Y así fue, pues nada anuncia el Señor que no sea lo cierto.

Hubo de bajar con gran fuerza la madera hasta el taller, mas la Gracia de Dios lo acompañaba en la tarea, y aquella misma noche empezó, con maestría y grandiosa fe, a tallar la figura que el espíritu le había dicho.

Harto tortuoso era el trabajo, pues de un gran madero, sintió él que debía fabricar una gran imagen, que tuviese en el cuerpo toda marca de muerte, toda muestra de padecimiento.

Talló durante doce meses la Santa Figura de Cristo, que de oscuro material estaba siendo, y de oscuro color habría también de ser terminada. Sus manos sufrían clavaduras y grandes dolores, pues la madera era fuerte, y buenas veces hubo hasta de sangrar para hendirla.

Mas en terminándola del todo, le miró a los ojos y, al ver con admiración que el deseo del Creador se había cumplido en él, supo que la muerte no era ya temor, sino gloria; que no era ya tiniebla, sino luz; que no era ya abismo, sino eternidad. Y así, fue voluntad del Señor Nuestro Dios, que “el bárbaro” de luengas y pardas barbas entregase en paz su alma, muriendo santamente después de haber compuesto el que por los siglos llamarían Cristo Negro.

AGRADECIMIENTOS

Como todo buen trabajo que se precie, requiere de una breve referencia a un capítulo de agradecimientos. En este caso es necesaria, por cuanto he tenido acceso a documentación muy específica, a la cual sólo tiene acceso un restringido número de personas.

Por todo ello quisiera presentar en primer lugar mi agradecimiento a la Cofradía del Cristo Negro de Cáceres (La Muy Solemne Venerable y Pontificia Cofradía Hermandad Penitencial del Santo Crucifijo de Santa María de Jesús (Cristo Negro) y, especialmente, a la persona de su mayordomo, Alonso Corrales, por haberme prestado toda la ayuda necesaria para poder acometer esta obra.

Así mismo, a mi familia, pues son uno de mis pilares de apoyo en los momentos más difíciles en cualquier empresa que abordo, y esta, no podía ser menos.

No puedo olvidar al Comité de Dirección de los Coloquios Históricos de Extremadura, por haberme permitido por segundo año consecutivo participar en los mismos.

Y finalmente, a Él, por haberme dado las fuerzas necesarias para poder haber abordado esta obra.

BIBLIOGRAFÍA

  • Historia y Curiosidades de la Santa Hermandad del Cristo Negro. Alonso Corrales Gaitán. Cáceres. 1994.
  • Cristo Negro. Una devoción recuperada. Alonso Corrales Gaitán. XXX Edición de los Coloquios Históricos de Extremadura. Año 2001
  • Ayuntamiento y Familias Cacerenses. Publio Hurtado Pérez. Cáceres. 1915
  • Cáceres visto por un periodista. Germán Sellers de Paz. Cáceres. 3ª Edición. 1995
  • Tradiciones Extremeñas. José Gundín Blazquez. Editorial Everest. 1996
  • Enciclopedia de Historia del Arte “Ars Hispaniae”. Volumen 8º. Escultura Gótica. Agustín Durán Sanpere y Juan Ainaud de Lasarte. Editorial Plus Ultra. Madrid. 1956
  • Extracto del Informe de la restauración del Santo Crucifijo de Santa María de Jesús (Cristo Negro). Proporcionado a este investigador por La Muy Solemne, Venerable y Pontifica Cofradía Hermandad Penitencial del Santo Crucifijo de Santa María de Jesús (Cristo Negro) de Cáceres. Elaborado por TEKNE. Conservación y Restauraciones. 2002.
  • Ténicas y evolución de la imaginería polícroma en Sevilla. Constantino Gañán Medina. Sevilla. 2000
  • El Títulus Crucis: entre la arqueología y la iconografía sevillana de la crucifixión. Francisco Amores Martínez. Boletín de las Cofradías de Sevilla. Número 541, marzo de 2004. Año XLV.
  • De Jerusalén a Sevilla. La Pasión de Jesús. Tomo I: El proceso de Cristo. Juan Antonio Martos Núñez, Profesor Titular de Derecho Penal en la Universidad de Sevilla. Ediciones Tartessos. Sevilla. 2004.
  • De Jerusalén a Sevilla. La Pasión de Jesús. Tomo II. Personajes, símbolos y enigmas. Juan Antonio Martos Núñez, Profesor Titular de Derecho Penal en la Universidad de Sevilla. Ediciones Tartesos. Sevilla. 2004.
  • Cáceres, ciudad histórico-artística. 2ª Edición. Cáceres. 1979. Antonio Rubio Rojas

DOCUMENTACIÓN FOTOGRÁFICA

img1Rostro del Santo Crucifijo de Santa María de Jesús

img2Pies del Santo Crucifijo de Santa María de Jesús

img3Mano derecha del Santo Crucifijo de Santa María de Jesús

img4Mano izquierda del Santo Crucifijo de Santa María de Jesús

img5Cristo Negro en su lugar de culto

img6El Santo Crucifijo de Santa María de Jesús en su paso procesional

NOTA A LA DOCUMENTACIÓN FOTOGRÁFICA: Todas las fotografías del presente trabajo, son propiedad del autor del mismo, así como le corresponde la autoría de las mismas.


NOTAS:

[1] CORRALES GAITÁN, A. J.: “Historia y Curiosidades de la Santa Hermandad del Cristo Negro (de Cáceres)”. (1ª Edición, 1994. Cáceres)

[2] CORRALES GAITÁN, A. J.: “Cristo Negro. Una devoción recuperada”. XXX Coloquios Históricos de Extremadura. 2000.

[3] SENDÍN BLÁZQUEZ, J. “Tradiciones Extremeñas”. (3ª Edición, 1996. Editorial EVEREST)

[4] HURTADO PÉREZ, P. “Ayuntamiento y Familias Cacerenses”. (Cáceres. 1915. Imprenta Tomás Martín Gil)

[5] Vid. “Nota al pie nº 1”

[6] Siguiendo a CORRALES GAITÁN, A.J., se cifra que el Altar Mayor del Convento fue construido a costa de D.Alfonso Golfín, Señor de Torres Arias y Corchuela, bendiciéndolo el 14 de julio de 1498 el Obispo de Fez, D. Francisco de León, comisionado al efecto por el Obispo de la Diócesis de Coria-Cáceres.
Para esta ocasión, por parte de Alfonso de Golfín, se puebla todo el Beatario con símbolos y blasones de otras familias nobiliarias de la ciudad, tales como Golfines, Tapias, Paredes y Bejaranos.
Desde aquel momento, este señor, así como sus descendientes fueron conocidos como “Patronos de la Capilla Mayor”; junto al altar (en el lado de la Epístola), D. Alfonso de Golfín mandó labrar una cartela con la siguiente inscripción:
“AQUÍ ESPERAN LOS GOLFINES EL DÍA DEL JUICIO” (otra cartela como esta se encuentra en la fachada del Palacio de los Golfines de Abajo).

[7] Este traslado fue autorizado por la Superiora del Convento. Así mismo, fue parte interesada en ello.

[8] SELLERS DE PAZ, G. “Cáceres visto por un periodista (20.000 años de vida)”. 3ª Edición. Cáceres. 1995

[9] RUBIO ROJAS, A. “Cáceres, ciudad histórico-artística”. 2ª Edición. Cáceres. 1979.

[10] GAÑÁN MEDINA, C. Técnicas y evolución de la imaginería polícroma en Sevilla. (Sevilla. 1999. 2ª Edición: 2001.) Universidad de Sevilla, Secretariado de Publicaciones.

[11] Extracto del informe de la restauración del Santo Crucifijo de Santa María de Jesús (Cristo Negro) elaborado por la Empresa TEKNE en el año 2002 y facilitado para este trabajo a quien suscribe el presente por la Hermandad del Cristo Negro de Cáceres.

[12] El gel de Richard Wolbers número 4 está compuesto de acetona, agua, alcohol bencílico trietanolamina y carbopol que le sirve como espesante. Esto permite su aplicación en papetas o en capa gruesa, que permite alargar el tiempo de actuación de la mezcla retardando la evaporación.

[13] Creado a base de sulfato cálcico y cola de conejo

El contenido de las páginas de esta web está protegido.