El viaje de Alexandre Laborde por Extremadura en los relatos de viajes. Análisis Histórico-artístico
Miren Gardoqui Iturriarte.
Alexandre Laborde (1773-1842) nació en París en 1773 y muere en esta misma ciudad 69 años después. Procedente de una familia de comerciantes y viajeros y descendiente de españoles[1]. Concretamente fue el séptimo hijo del matrimonio entre el Primer Marqués de Laborde, Jean-Joseph de Laborde y Rosalie de Nettine[2], quiénes le proporcionaron una temprana educación viajera y militar.
Con su madurez, fue un hombre que desempeñó diferentes profesiones y, como referirá algunos años más tarde Guigniaut, su “vida va a ser improvisación constante”[3]. Además de artista fue arqueólogo, erudito e historiador, también fue militar, hombre diplomático, administrador civil, diputado, economista y alcalde[4]; aunque para las líneas que a continuación se ofrecen, focalizaremos la atención en su faceta como viajero y escritor.
Fue enviado por su padre a vivir a Austria cuando tenía 15 años, junto al resto de su familia, al estar amenazado su progenitor por la monarquía francesa. Las primeras noticias profesionales del joven Alexandre de Laborde le sitúan durante la década de los 90 del siglo XIX, concretamente en 1792, cuando tenía 19 años, durante la Guerra de Francia contra Austria, momento en el que está apoyando al bando austríaco, y poco después, en 1794, su padre será ejecutado en la guillotina francesa.
Durante este periodo de su juventud viajó por el Imperio Austríaco, Moldavia, Suiza, Holanda, Inglaterra, Italia y España[5], por motivos comerciales y familiares ya se apreciaba entonces en el joven su especial interés por la observación detenida de los monumentos y de los lugares que recorría. Admiraba el pasado clásico y las ruinas que denotaban la grandiosidad de Roma, pero cuando Laborde visitó España, se mostró cautivado por un país con una herencia inexplorada y sustancialmente desconocida que le caracterizaba, y caracteriza, por la presencia de la cultura clásica y andalusí. El descubrimiento de los monumentos mudéjares, produjo gran impacto en el joven viajero francés, como podemos comprobar en la descripción que hizo sobre el Monasterio de Guadalupe: “[…] qu´une sorte de charme se répand dans l´ame […] Le cloitre est remarquable par le genre d´architecture qui y regne, mélange de gothique et d´arabe, comme presque tous les édifices de cette espece en Espagne”[6].
Finalizando el siglo XVIII, en 1797, cuando tenía 24 años, y una vez que había finalizado el exilio, volvió a su Francia natal y fue en ese momento cuando comenzó su vinculación con las esferas de los poderes políticos. Destacaremos que durante esta época consiguió numerosos honores y reconocimientos gracias a su alineación con el poder napoleónico.
Laborde era un hombre polifacético, amante de las letras y el arte y, como afirma Guigniaut, los viajes que realizó por Europa agudizaron el espíritu de su curiosidad: “La experiencia precoz y variada de los hombres y de las cosas, adquiridas durante la larga estancia en el extranjero, que desde aquel momento marcó la doble vocación de viajero y erudito al mismo tiempo, y de artista, así como de observador, curioso y práctico de las instrucciones, de las costumbres, de todo el estado social de los pueblos”[7].
El primer viaje que realizó a España junto a su equipo, acompañado de una veintena de artistas y especialistas, tuvo lugar entre los años 1798 y 1806, con el patronazgo regio español y del Imperio francés. En este mismo año (1806), se publicó el primer volumen de su obra Voyage pittoresque et historique de l´Espagne en la Imprenta de Firmin Didot en París. Recorrió la península en condición de arqueólogo, recogiendo y produciendo material para crear su obra monumental Voyage pittoresque et historique de l´Espagne[8], publicándose la primera edición francesa en en París y al año siguiente (1807) la primera edición traducida al Castellano, de la que en primera instancia solo se publicó la primera parte del primer volumen[9] y por los sucesivos avatares históricos, la publicación completa de la obra se dilató hasta 1820, ya que hizo falta que llegase la caída de Napoleón en 1816 para que, cuatro años después, pudiera publicarse el cuarto y último tomo que formaba la primera obra completa de carácter enciclopédico de este autor sobre nuestro país, que fue fruto del viaje que Laborde realizó por las provincias españolas.
No obstante, tras su primer viaje a la Península (1789-1806), regresó en 1808 bajo el amparo de un Napoleón victorioso y durante esta época a nuestro protagonista se le encomendaron misiones diplomáticas e internacionales por los países estudiados en otros de sus libros, como fue el caso de su Viaje a Austria al año siguiente.
Laborde fue el guía de Napoleón en su inmersión en España, ya que dominaba la lengua castellana y además, también jugaba a su favor la amistad que le unía con Godoy. Precisamente fue durante el año de 1808 cuando comenzó a trabajar como auditor del Consejo de Estado Francés y salió a la luz la primera edición en París de su segunda gran obra sobre España, Itineraire descriptiff de l´Espagne, en el que se incluía un atlas de 28 mapas.
La primera edición de la obra traducida al castellano la localizamos en 1816 realizada por Mariano Cabrerizo y Bascuas, impresa en la Imprenta de Ildefonso Monpié en Valencia. Según la profesora Krauel Heredia[10], esta obra pudo servir de guía a los ejércitos franceses durante la Guerra de la Independencia para su incursión y toma del territorio español. No obstante, debemos comentar que las obras de Laborde han sido interpretadas de diversa manera; algunos como Krauel las han entendido como un manual de guerra, además de un libro de viajes o una obra de carácter enciclopédico. Pero otros autores como D´Ormesson y Thomas, defienden que no fue una herramienta de espionaje y de carácter bélico, afirmando que esta postura está impregnada de prejuicios por parte de la Corte española y el país, enmascarando así su verdadero contenido histórico, artístico y social[11] que debemos valorar.
Laborde fue siempre un hombre ligado al Régimen Napoleónico. Los acontecimientos políticos estarán muy relacionados con su obra; el gobernante francés se interesó por ella por ser una valiosa fuente de información para las campañas francesas contra España durante la Guerra de la Independencia, creándose la polémica con la publicación de la obra, ya que estuvo auspiciada por la Corona Española[12], dedicándole un grabado en el frontispicio de la obra a Godoy, el Primer Ministro de Carlos IV.
La obra de Laborde, publicada en 1806 en París, le fue muy útil a las potencias amigas pero sobre todo a los ejércitos invasores de las enemigas, conteniendo material fundamental para la invasión francesa en 1808[13]. En los albores del siglo XIX, Francia necesitaba una buena guía de España escrita en su propia lengua, porque hasta el momento, la mejor obra al respecto que existía era Viaje a España de Antonio Ponz[14] (1783), pero estaba escrita en castellano y sin traducción.
A su vez, hay que recalcar que Laborde tomó esta obra como fuente principal para la realización de su Viaje Pintoresco, al igual que el militar y espía inglés, amigo de Jovellanos, Alexander Jardine[15], trazando una imagen más neutral y realista de lo habitual de España, buscando posibles causas económicas y políticas para poder explicar el supuesto atraso de un país expresando a la vez su admiración por esta tierra que en cierto modo, había sido castigada por la historia[16].
El proyecto se inició en épocas de paz entre los países vecinos a comienzos del siglo, cuando el monarca español, hizo una concesión de un privilegio al Pintor de Cámara Antonie de Boudeville, para editar el Viaje pintoresco, a lo que Alexandre de Laborde se asoció a él y se inició el proyecto[17].
Hubo una asociación de hombres ilustrados en Madrid, que se unieron para contribuir con la obra. La asociación estaba formada por Juan Fernández de Roja, M. Cerat, como encargado de la redacción del texto original de Laborde traducido al castellano y encargado de recoger los documentos históricos y los artistas grabadores François Ligier y Jacques Moulinier.
A pesar de la publicación en París de la edición francesa al completo, el segundo y último tomo de la edición española se dilató hasta 1823 por la situación belicosa e inestable que atravesaba el país. La circunstancias provocaron un retraso en las publicaciones españolas, quedando incluso sin editarse, la última parte del libro. Por ello, la calidad gráfica del segundo volumen se reduce.
Además la obra de Laborde, jugó un papel fundamental para el conocimiento de la riqueza del patrimonio español en el resto de Europa, a comienzos del siglo XIX. España era un país periférico, separado del resto del continente europeo por la gran barrera natural de los Pirineos y por tanto, desconocido para el resto de los europeos, decayendo el interés por España a favor de otros destinos dentro del espacio europeo incluidos dentro del Grand Tour, un tipo de viaje para los jóvenes aristócratas que tuvo un gran impulso desde la segunda mitad del siglo XVIII convirtiéndose en una gran moda[18].
La obra de Laborde situó al país al mismo nivel que Grecia, entre Oriente y Occidente por su gran y diversa riqueza arqueológica señalada por el francés en su Viaje Pintoresco. La visión que aportó Laborde sobre nuestro país sería una visión arqueológica, que se interesaba fundamentalmente por la Antigüedad Clásica y sus restos.
La valía de estas obras surgidas del ambicioso proyecto humanista de carácter enciclopédico del viajero galo, suponen una fuente muy reconocida a niveles culturales y científicos, porque incluso en la actualidad es una de las fuentes principales a caballo entre los siglos XVIII y XIX y antecesora de diversos géneros literarios y disciplinas de estudio e investigación.
A pesar de ello, entendiendo la Historia desde su más amplia complejidad, es una afirmación que se sostiene por sí sola la de que la obra, y sobre todo el material cartográfico que incluía (planos, mapas, vías de comunicación, caminos, etc.), se emplearían como mecanismo estratégico de guerra, pero incuestionablemente es de agradecer que haya quedado recogido un material de esta calidad y valor cultural para el estudio.
Este hombre es su plena madurez y al final de su trayectoria tuvo la suerte de ser reconocido por sus coetáneos en vida ya que, el año 1809, se le otorgó el título de Conde del Imperio. El mismo año comenzó otro de sus grandes proyectos que contribuirían para lograr ese reconocimiento, al reunir cronológicamente todas las “riquezas monumentales” de Francia, con intención de recopilar la información y catalogar el patrimonio, obra que se publicó bajo el título de Monuments de la France clessés chronologiquemenr er considérés sous le rapport des faits historiques et de l´etude des arts (1809, París), publicado también en la imprenta de Didot y en la prensa nacional en 1816.
A comienzos de la década de los años 20 del siglo XIX publicó Voyage pittoresque en Austrichey, en estas fechas, fue elegido diputado y se mostró contrario a la Guerra Carlista de 1823.
Laborde fue pionero en varias disciplinas, como lo fue la archivística francesa, labor que será continuada por su único hijo varón, León Laborde, gran aficionado a los grabados, a los viajes y a lo pintoresco por influencia de su padre.
En la década de los 30, fue nombrado Informador de la Comisión de Antigüedades de Francia y fue entonces cuando publicó el segundo tomo de Monuments de la France (1836) y, por su amistad con Luis Felipe I de Francia , realizó la obra Versailles ancien et moderne (1839), elaborada a modo de una guía práctica recreando un itinerario por el palacio al lector y evocándole los diferentes momentos históricos.
También se le otorgó el título de académico de la Académie des inscriptions et belles-lettres, además del de la Académie des Sciences morales et politiques (en la sección de economía y política) y la Classe d´Historie et Literature Ancienne.
A pesar de todo este prestigio social, la situación económica de Alexandre de Laborde comenzó a truncarse en 1840, y se vio en la necesidad de abandonar y dimitir de sus cargos y funciones, viéndose obligado a abandonar Francia. Durante un corto periodo de tiempo se dedicó a viajar por Italia, Suiza, Alemania y Grecia, pero volvió a su Francia natal un par de años después, falleciendo en París en 1842.
Nos resulta muy atractiva e interesante la figura de este hombre de letras, ilustrado, viajero, artista, conocedor de la Historia y el arte. Realizó grandes aportaciones que hoy nos sirven de herramienta, en este caso, desde la óptica de la Historia del Arte y del patrimonio Histórico-artístico.
En los tiempos modernos, una serie de viajeros recorrieron el territorio español con diversos fines y nos sirven de fuente y guía fundamental del patrimonio español, ya que sus textos aportan una rica documentación de tradiciones, costumbres y obras de arte y patrimonio. Estas ediciones como las de otros viajeros como la de Antonio Ponz Viaje de España (1772-1794), se convirtieron en una de las obras clave en las que se basarían muchos otros después, entre ellos el autor galo cuyos pasos tratamos de seguir en este estudio. Habrá otros, como Joseph Ortiz, el viajero español que recorrió y documentó las provincias españolas apoyado económicamente por Carlos III y Carlos IV, al igual que lo hizo Laborde. Ortiz sostuvo varios pleitos con los extranjeros que acompañaron y asistían a Laborde, como con el arquitecto Ligier, y también con el arquitecto y grabador Jean Moulinier, el pintor de arquitecturas Jean-Lubin Vauzelle, así como con el propio Alexandre Laborde.
José Cornide también realizó un viaje por España y Portugal entre los años 1754 y 1801[19], y el espionaje implícito en sus viajes a Portugal se ha comparado con los “verdaderos” fines de la obra de Laborde.
Ya sea por unos fines o por otros el tema de los viajes y la figura del viajero está presente en nuestra cultura desde épocas tempranas y nos aportan una nueva visión del territorio, porque utilizando las palabras de Juan Goytisolo: “La iluminación súbita de la visión explica el hecho de que los extranjeros aprehendan y aprecien el valor de lo que los nativos no ven, sino que reconocen en cuento a decorados o paisajes integrantes de sus vidas. La rutina empaña o vela la nitidez de la mirada. No vemos el encuadre natural que nos enmarca: forma parte de nuestra existencia y el extraño lo capta mejor que nosotros”[20].
Realizando una revisión histórica por la literatura de viaje o relatos de viaje, género en el que se enmarca la obra de Laborde, se ha de hablar de un antecedente en la Antigüedad Clásica como es el Viaje de Pausanias, recogido en su obra “Periégesis de Grecia” (10 vols., Grecia, S. II a. C.).
El interés por los viajes, el conocimiento del territorio y del mundo ha caracterizado al hombre en los sucesivos siglos, arraigándose durante la Edad Moderna, como comentábamos previamente, el Grand Tour, un tipo de viaje que realizaban los jóvenes aristócratas por el viejo continente como un proceso de aprendizaje, pero no se debe perder de vista el doble sentido que albergaba la motivación a realizar estos viajes. Se convirtió en una manera de aumentar la distinción social gracias a los diferentes suvenires que adquirían por el camino, como piezas arqueológicas, obras de arte, piezas de ruinas clásicas, etc. que se convirtieron en un motivo de deseo entre algunos de estos viajeros[21].
Avanzando en el tiempo, y situándonos en el periodo que nos concierne entre el siglo XVIII y XIX localizamos figuras de las Letras como Chateaubriand, amigo de Laborde[22] y novelista galo moderno que escribió Itinéraire de París a Jerusalém (París, 1835), quién estableció los precedentes clásicos del Viaje Pintoresco.
Este autor coincidió en el tiempo con su compatriota Laborde, autor cuyas obras Voyage pittoresque et historique de l´Espagne (París, 1806) y Itineraire descriptiff de l´Espagne (París, 1808) trataremos por su valor para el análisis histórico-artístico que se realizará, y por la calidad gráfica de las láminas grabadas por el autor francés y sus ayudantes grabadores.
Precisamente Chateaubriand indicó así la importancia de los documentos gráficos o grabados del siglo XIX en este tipo de obras: “Si el grabado se hubiera conocido en los tiempos de Pausanias, tendríamos hoy un tesoro inestimable; Veríamos por entero y en pie esos templos cuyas ruinas podemos admirar ahora”[23].
Los turistas de finales del siglo XVIII conocidos como los Turistas Románticos y los de principios del siglo XIX conocidos como Turistas Neoclásicos, cambiarán la concepción de sus viajes.
El viajero comienza a preocuparse cada vez más por la observación de los lugares que visita. Desde este momento el principal objetivo de los viajeros del XIX y de los posteriores turistas como tales, sobre todo durante el siglo XX, será el conocer los lugares que visita mediante una percepción visual a partir de la observación de los principales monumentos, paisajes y lugares que visite de una determinada región o país (en inglés se conoce como sightseeing)[24], contribuyendo y caminando en paralelo con la aparición de la reproducción de imágenes seriadas, como los grabados o las posteriores artes industriales y obviamente la fotografía del siglo XX y las postales.
No obstante, también hemos de tener en cuenta que en los últimos años nos estamos sumergiendo en una cultura en la que nos regimos por el “tanto aparentas, tanto vales” frente al “tanto tienes, tanto vales” de antes, por lo que muchas veces cuenta más el hecho de sacarse una fotografía en un lugar determinado para que los demás lo vean más que por el propio gusto de la contemplación y el disfrute in situ.
El libro de viajes con ilustraciones será el precursor de las guías turísticas, nacidas en la segunda mitad del siglo XIX, con auge en el XX y manteniéndose hasta la actualidad. Este turismo burgués nació en el siglo XIX y es heredero de los sentimientos y la búsqueda romántica del paisaje y las genuinas culturas de los pueblos, que no tardarán en convertirse en “pintoresquismo” y folklore en los siglos inmediatamente posteriores.
El tipo de itinerarios que se realizaban en el Gran Tour ya citado, y con los viajes pintorescos, muestran un alto grado de similitud con el actual turismo cultural e incluso con las becas de estudio en el extranjero. Siglos después siguen realizándose anotaciones con rutas, recomendaciones o curiosidades variando los cuadernos por las guías o incluso los blog de la web sobre actividades turísticas.
En cierta medida podemos hablar de un gusto del viajero decimonónico por vivir, experimentar en primera persona, sentir, documentar, describir y plasmar todo dato, tanto objetivo como subjetivo sobre las experiencias vividas en el viaje, como hicieron autores anteriores como A. Ponz o el propio Laborde.
En el siglo XVIII el tercer Conde de Shaftesbury mencionaba la necesidad de vivir y sentir in situ para conocer, comprender y describir un lugar, germen que estallaría, como venimos comentando, en esta transición entre los siglos XVIII y XIX, marco cronológico en el que se inscribe la base de este estudio: “ Por conocimiento del mundo yo entiendo aquel que resulta de la observación de los hombres y las cosas desde un contacto con las costumbres y uso de otras naciones, con una visión interna de sus políticas, gobierno y religión […] esta es la madre de las ciencias que todo caballero debe comprender y de la que nunca han oído nuestras escuelas y colegios”[25].
No obstante no debemos perder de vista que las obras de Laborde, fruto de su viaje por España a comienzos del XIX, eran libros de viaje ilustrados que además de los motivos históricos, artísticos, científicos o sociales que los habían movido, jugaron un papel de un arma de doble filo en cuanto a aportación y destrucción, desde la óptica nacional española y de algunos autores.
El viajero francés, con su condición de turista romántico también desempeñaría, como comentábamos antes, la función de informante para el Gobierno y el ejército napoleónico. Sus obras a pesar de servir para conocer el propio patrimonio cultural de nuestro país y nuestra región, y resultar útil para el conocimiento de nuestro territorio para la potencias enemigas e invasoras.
Volviendo a nuestro cometido y avanzado en la línea cronológica respecto a esta literatura de viajes donde se enmarca la obra de Laborde, nos encontramos con las guías turísticas del siglo XX, guardando paralelismos con los mecanismos de difusión que constituían los libros de viajes, pero más de 100 años después.
El tren y las obras públicas de vías de comunicación, irán despegando en Europa con la revolución industrial y se irá diluyendo el carácter singular y subjetivo de estos relatos. El viajero pasa a ser turista y éste se vuelve habitual en las ciudades históricas. Lo que en la actualidad conocemos como turismo moderno lo reconoceos a partir de la invención de la máquina de vapor por James Watt al aumentar así, el desarrollo del ferrocarril y la navegación, produciéndose, un aumento de la velocidad de desplazamiento y crecimiento de las rutas y vías de comunicación.
Serán cruciales algunos personajes considerados los “padres del turismo moderno” entre ellos Karl Baedecker (1801-1859) quién se convirtió en editor de guías de viajes o turísticas de gran calidad desde finales de la década de los años 20 del siglo XIX hasta mediados de los 40 del mismo siglo[26].
Elías Tormo, gran humanista, fue otro personaje que dejó una fuerte huella en la Historia del Arte y el turismo moderno. Fue el primer Catedrático en Historia del Arte y tuvo un gran número de discípulos. En la docencia fue un gran y constante impulsor del contacto directo con la obra de arte, fomentando los desplazamientos y el excursionismo, dejando muestra de este incansable interés en varias de sus obras como los cuadernillos de “El arte en España”, “Cartillas excursionistas”, etc. :”Los viajes profesionales y las prácticas y docencia directa en los museos […] vocación educativa […]como rememora en sus memorias: repito los miércoles todos de octubre a junio de cada año con conferencias-visitas a las obras de arte de los Museos de Madrid, no a alumnos, sino al público que me sigue”[27].
Así hemos alcanzado en la actual era post-industrial una potentísima fuente económica que es la del turismo, con un amplio abanico de `posibilidades y modalidades.
Hoy en día el turismo cultural es un mecanismo poderoso por contribuir a reforzar la identidad comunitaria y permite restablecer las diferencias y similitudes entre los países (UE, 1993), regiones, provincias, localidades, etc.[28].
Entre estas nuevas modalidades destacan los itinerarios culturales que suponen un hilo conductor entre elementos patrimoniales de diferentes zonas y permiten una trascendencia de escala que supone “[…] una vinculación entre pueblos, ciudades, regiones e incluso continentes”[29]. Precisamente, las dos grandes obras de Alexandre Laborde sobre España, pueden y constituyen una posibilidad para este nuevo mercado.
La obra Voyage pittoresque et historique de l´Espagne de Laborde se divide en cuatro partes, a su vez, divididas en dos tomos cada una. Por tanto se fracciona la obra en cuatro secciones de carácter histórico-artístico para el desarrollo de la obra completa: la primera sección corresponde a “La España romana” y en ella se incluye Cataluña, con las ciudades de Tarragona, Valencia y Saagunto y Extremadura con la ciudad de Mérida. La 2ª sección denominada “La España árabe” incluye las ciudades de Córdoba y Granada. La 3ª sección está formada por “La España gótica” y está integrada por monumentos medievales del País Vasco, Galicia, Aragón, Asturias y León, destacando las ciudades de Santiago, Burgos, Valladolid y Toledo. Por último la 4ª sección “La España moderna” está dedicada a Madrid. También contiene a modo de anexo un breve texto sobre la evolución de las artes en España desde la época de los Reyes Católicos acompañado de 8 láminas grabadas.
Lo referente a Extremadura se recoge en las páginas de la mitad en adelante del segundo libro (Tomo I, 2ª parte). Entre las páginas 107 (374 en la digitalización de la Hemeroteca Digital de la BNE) a la página 130 (467 en la Hemeroteca digital) se intercalan junto al texto, 46 láminas con 53 grabados de 25 monumentos de Extremadura, 3 esculturas, 3 láminas dedicadas a fragmentos decorativos y arquitectónicos de los monumentos extremeños y algunas vistas generales y pintorescas. Incluye obras de Badajoz, Mérida, Alange, Alconetar, Alcántara, Cáceres, Coria, Talavera la Vieja, Cáparra, Yuste, Guadalupe y Zalamea de la Serena, dominando aquellos municipios en los que se conservan restos de la Antigüedad Romana. El dibujante y el grabador de cada lámina se indican en a izquierda y derecha bajo el grabado, 9 de estos grabados son de Laborde, mientras que los demás serán obra de Ligier y Moulinier como comentábamos antes.
En el volumen de la obra del francés Itineraire descriptiff de l´Espagne se incluye un anexo con 28 láminas grabadas de mapas de diferentes zonas de la Península Ibérica y las Islas Baleares.
Laborde nos habla de poblaciones extremeñas en dos capítulos de esta obra, uno dedicado a Extremadura y otro dedicado a la provincia de Andalucía pero donde sin embrago localizamos poblaciones de la Baja Extremadura. El primero establece 5 rutas que atraviesan la región y dos láminas con planos que las ilustran[30], y en el siguiente, dedicado a Andalucía, se añaden otras dos rutas que recorren parte de la Baja Extremadura e incluye otras 3 láminas, en dos de las cuales[31] se aprecia parte del territorio extremeño y, en la tercera, la prolongación de las vías de comunicación que vienen desde Mérida.
A pesar de que en su primera publicación Voyagge pittoresque, en Itineraire descriptiff incluye algunas poblaciones extremeñas, que a pesar de su valor histórico y patrimonial, que en lo que el autor llama “Ruta desde las fronteras de Castilla la Nueva, por Talavera de la Reyna, hasta la de Portugal, 38 leguas y media (V. En el Atlas, láminas 25 y 24)”[32], dentro del recorrido por la “Calzada de Oropesa”: Navalmoral de la Mata, la actualmente dehesa e inexistente villa del “Espadañal”, Almaraz, Casas del puerto de Miravete, Jaraicejo, Trujillo, Miajadas, la ya desaparecida aldea de San Pedro, Trujillanos, Mérida y Badajoz hacia Portugal.
Sin duda resulta indiscutible el protagonismo de la antigüedad romana en estas dos publicaciones de Laborde que analizamos, y consecuentemente la abundancia de descripciones, comentarios e imágenes grabadas de la ciudad emeritense, la actual capital provincial y regional. Sin embargo y para no solapar la información brindada en tantas publicaciones sobre esta cuestión, consideraremos la ciudad de Trujillo en la provincia cacereña, sobre la que el autor galo brinda una información lacónica únicamente en su Itinerario descriptivo para un estudio más detallado de la obra del francés sobre este enclave y su patrimonio.
Para ello tendremos en cuenta [33] el artículo del Dr. En Lengua y Literatura Francesa por la Universidad de Caen (Francia) Francisco Vicente Calle Calle “Trujillo visto por algunos viajeros de lengua francesa” presentado en 2006 a los XXVII Coloquios Históricos de Extremadura para tratar de aportar un análisis histórico artístico detallado de la visión de esta ciudad decimonónica y comparativa de este viajero y otros de los que bebió, contratando los datos extraídos con una realidad más reciente.
La carretera general de Madrid a Badajoz atravesaba el municipio de Trujillo como nos indica Madoz, siguiendo la trayectoria y pasando por el Puerto de Miravete, Jaraicejo “[…] para de postas del Carrascal, Trujillo, Puerto de Santa Cruz, Villa Mesías y Miajadas […]”[34], que formaban parte del mismo partido judicial.
El autor nos habla de tres partes diferenciadas en la ciudad: el castillo, la ciudad antigua y la ciudad nueva[35]. La descripción que hace el viajero francés presenta muchos puntos en común con la realizada por Ponz en 1784, aunque este hacía una división de la ciudad en dos partes: La villa (castillo y la villa medieval intramuros) y la ciudad (ciudad renacentista extramuros)[36].
El Casco Histórico de Trujillo fue declarado Bien de Interés Cultural bajo la categoría de Conjunto Histórico con la fecha del 5 de septiembre de 1962.
El francés continúa la descripción de la ciudad mencionando el abastecimiento de agua a través de cisternas: “[…] provisto de muchas cisternas, de las cuales existen algunas, con un depósito de agua manantial, adonde se baxa por una escalera espiral”[37]. Parece que el viajero siguió la descripción de Ponz pero difiere al situar “la cisterna con escalera espiral” en el castillo: “el castillo que está en la parte más elevada, era en otro tiempo muy fuerte, y provisto de muchas cisternas, de las cuales existen algunas […] adonde se baxa por una escalera espiral”[38], mientras que Ponz concretó más diciendo: “[…] Había en el castillo y otros parages muchas cisternas […] hay una alberca o pozancon con escaleras para baxar alrededor por agua manantial”[39].
Probablemente la referida cisterna sea la que en la actualidad se conoce como la alberca, como bien decía Ponz años antes que Laborde.
El castillo[40] fue un enclave importante durante el periodo de dominación árabe (califal) y tras la reconquista cristiana fue remodelado en varias ocasiones entre 1451 y 1584[41]. Antonio Ponz nos describe así la villa medieval en la que se incluye el castillo: “Aquella es un paraje elevado con cerca de murallas, castillo, altísimas torres y plaza de armas, donde hay una ermita dedicada a San Pablo, en cuyo día se conquistó de los moros”[42], haciendo alusión al periodo de la reconquista cristiana.
Tras la Guerra de la Independencia y el paso de las tropas francesas el castillo quedó en ruinas, reparándose y remodelándose nuevamente a finales de la década de los años 30 del siglo XIX (1838)[43], como nos informa Pascual Madoz en su Diccionario Histórico-Geográfico: “Y a su extenso NE. Se halla un fuerte castillo que estaba muy deteriorado cuando vivíamos en paz, pero que repararon los franceses y que fue mejorado en 1837, hallándose en buen estado” [44], indicando un buen estado de conservación a mediados del siglo XIX.
Laborde también nos habla de la muralla, de la plaza de armas intramuros y de la “Casa de la Nobleza” con torres y blasones[45], que así mismo describió Ponz en su Viaje de España[46]. El autor galo continúa describiendo la ciudad señalando la regularidad del urbanismo, en lo que denomina la Ciudad Nueva[47], es decir, la ciudad extramuros.
Laborde nos informa en su Itinerario descriptivo que la ciudad de Trujillo tenía 5 parroquias, 4 conventos de religiosos, 4 de religiosas, 4 hospitales y la plaza mayor, de la que señala que es: “[…] notable por su belleza y regularidad; es cuadrada, y esta circuida de pórticos […]”, denominada la Plaza del Pan[48], como añade Ponz.
Aunque Laborde no nos concreta qué parroquias, conventos u hospitales son los que conoció en su paso por Trujillo, hemos recurrido a la obra de A. Ponz para tratar de localizar las obras o bienes que existían en la ciudad por la proximidad existente entre ambas publicaciones. En la obra están citadas la parroquia de San Martín, la de San Andrés, la de la Vera Cruz y la de Santiago. 4 conventos masculinos y otros 4 femeninos como el de Santo Domingo, San Francisco La Real (de la Coria), la Merced y el de San Pedro de Alcántara para el primer caso, y el de Santa Clara, San Pedro, San Miguel y la Concepción de religiosas para el segundo caso[49]. También se mencionan 4 hospitales, el de la Caridad, el de la Concepción, el del Espíritu Santo y el Hospital de San Francisco.
Laborde nos proporciona algunas descripciones algo más amplias y detalladas de ciertos inmuebles como la Iglesia Parroquial de San Martín, donde destaca la calidad de las pinturas de “San Pedro” y “La Adoración de los Reyes” existentes en su interior[50], la Iglesia de Santa María con el sepulcro de D. Diego García Paredes y la Casa del Ayuntamiento (hoy Palacio de Justicia) con el salón en el que menciona que había unas pinturas[51], que también señala Antonio Ponz[52].
Cuando Laborde menciona los templos trujillanos incluye una que denomina como “Iglesia de San Jayme”: “La Iglesia de San Jayme tiene una bella estatua de un santo apóstol de Gregorio Hernández”[53], de la que no hemos localizado algún dato que indicase la existencia en Trujillo de una iglesia con esta advocación, por lo que probablemente se refiera a la Parroquia de Santiago, que si es citada por Ponz pero no por Laborde: “[…] Parroquia de Santiago es, a mi entender, el más estimable de esta ciudad […] bellísima es la estatua del santo á mi parecer, de Gregorio Hernández”[54].
Este conjunto de monumentos, entre otros, componen el gran conjunto urbano de la ciudad de Trujillo, que hoy cuenta con una declaración BIC[55].
Descripción / Análisis histórico-artístico del Conjunto Histórico de Trujillo:
Trujillo se compone de un importante complejo urbano conformado a partir de diferentes épocas históricas, musulmana, medieval cristiana, moderna y contemporánea, cuyos elementos arquitectónicas hacen de esta ciudad un hito en lo que al patrimonio arquitectónico se refiere. En el S. IX, periodo de dominación musulmana (época califal), se inician las obras del castillo y en el siglo XI están configuradas las murallas, cuyo aspecto, como el primero, se modificará tras la Reconquista, quedando muy pocos restos de la original como ya indicó Mélida a comienzos del siglo pasado. Se trata de un recinto rectangular de mampostería y sillería jalonado por 17 torres dispuestas a intervalos irregulares. De aquella primitiva muralla se conservan la puerta de la Coria (Arco del Triunfo), la de San Andrés y la de Santiago. Trujillo fue reconquistada por Fernando III en 1232 pero hasta mediados del siglo XIV el desarrollo arquitectónico de la ciudad se concentra en el interior del recinto murado, lo que después se conocerá como “Villa”. Por estas fechas surgen las primeras fases de la expansión de la ciudad extramuros con las primitivas fábricas eclesiásticas de San Martín y San Clemente. El elemento que definitivamente impulsó el desarrollo de Trujillo fue la concesión del título de Ciudad por Juan II en 1430, diferenciándola de la Villa y pasando a denominarla Ciudad. Entre finales del siglo XV y principios del XVI se fundan y construyen los primeros conventos trujillanos como los de San Miguel, La Encarnación y San Francisco y se edifican las nuevas Casas Consistoriales en la Plaza Mayor, las cuales hasta el último tercio del siglo XV habían permanecido en el interior de la Villa. Esta plaza en el siglo XVI se denominaba Plaza Pública, Plaza del Arrabal o Plaza de San Martín. La estructura fisionómica de la plaza termina de configurarse con otra serie de edificios concejiles. Los edificios de la plaza se articulan en dos o tres niveles con un cuerpo de soportales (portales del pan) con arcos de medio punto sobre pilares. Durante el siglo XVI la ciudad superará con creces sus antiguos límites, por lo que el incremento de los patrimonios solariegos impulsó el desarrollo urbanístico y arquitectónico. Dicha expansión remodelará las antiguas fábricas eclesiásticas y poblará la ciudad de nuevas construcciones nobiliarias y proporcionará a Trujillo es aspecto con el que llega al siglo XVIII.
Las dos zonas diferenciadas en la ciudad (Villa y Ciudad) mantendrán una evolución arquitectónica diferente. Los elementos góticos y militares que caracterizan la Villa desaparecerán en la ciudad donde, la arquitectura tendrá un carácter más palaciego y renacentista. Durante el siglo XVII las acciones constructivas se orientarán fundamentalmente a la conservación, aunque en la parte de la villa se comenzará a dar una situación arquitectónica regresiva y casi de abandono. En el siglo XVIII comienzan a manifestarse síntomas de un cambio en la mentalidad urbana, arquitectura y urbanismo, aunque habrá que esperar hasta el siglo XIX para que se produzca un movimiento expansivo arquitectónico-urbanístico. Se conserva una tipología de casa- fuerte en la zona de la Villa que protegían las puertas de ingreso a la ciudad amurallada, el Alcázar de Luis Chaves El Viejo, situado junto a la puerta de Santiago. En la Plaza Mayor se encuentra un importante conjunto de edificios nobles, como el Palacio de San Carlos (S. XVI –XVII) y el Palacio de los Pizarro o del Marques de la Conquista (S. XVI), del que también da cuenta Laborde en su obra Itinerario descriptivo de las provincias de España, “[…] también es patria de Francisco Pizarro, conquistador del Perú” (LABORDE, 1816, p. 388). En la fachada de ambos se abren sendos balcones de esquina, constituyendo el del Marqués de la Conquista el caso más interesante de esta solución constructiva que se trasladaría al otro lado del Atlántico, sobre todo a Perú. Del resto de los edificios civiles de la Plaza cabe destacar el Palacio de la Cadena, obra de los siglos XV-XVI, con una torre notable llamada del Alfiler que formaba originalmente parte del Alcázar de los Chaves- Orellana. También el Palacio de Juan Orellana Pizarro, antigua casa-fuerte que protegía el lienzo de muralla y la Cuesta de la Sangre, edificio que fue reconstruido por el contero en el siglo XVI y convertido en un inmueble exclusivamente palaciego en el que destaca su patio renacentista por el cantero Alonso Becerra, quién trabajó en muchas obras de la ciudad como nos indica Pardo Fernández en un reciente artículo. En cuanto a la arquitectura religiosa de Trujillo, contaba con más de diez conventos, entre los que se conservan las ruinas del Conventual de San Francisco el Real de la Coria, de los siglos XV-XVI, en la zona de la Villa y, en la parte de la Ciudad el de San Pedro (S. XV), que surge en el arrabal entorno a la Iglesia de San Clemente (S. XIV), sobre la cual se edificaría en el siglo XVI el Convento de Santa Clara, convertido hoy en Parador Nacional de Turismo, del que se conservan el claustro y el templo. Se conservan otras construcciones religiosas trujillanas, la iglesia de Santiago (S. XIII), la de Santa María la Mayor (S. XIII-XVI), los edificios parroquiales más importantes de la Villa y, extramuros la Iglesia de San Martín (XVI) sobre una primitiva fábrica del siglo XIV, dominando y cerrando actualmente uno de los frentes de la Plaza Mayor, junto a la escultura pública ecuestre de Pizarro.
Declaraciones:
El Conjunto Histórico de Trujillo fue declarado Bien de Interés Cultural bajo la categoría de Conjunto Histórico el 02/09/1962 y publicado en el B.O.E. Número 215 del 07/09/1962. En la Ley 2/1999, de 29 de marzo, del Patrimonio Histórico y Cultural, en el artículo 8, se especifica el contenido de un expediente para la declaración de un BIC, que es una figura de protección jurídica del patrimonio histórico español. Como se especifica en el B.O.E. (No 215) Decreto 2223/1962, del 5 de septiembre por el que se declara la ciudad monumental histórico-artística el conjunto urbano de la ciudad de Trujillo (Cáceres): “Se haría interminable la lista de edificios, calles y plazas que claman por la definición de Trujillo como ciudad Monumental, su castillo, sus parroquias de Santa María la Mayor y San Martín, la Plaza Mayor, el Rollo de jurisdicción, los aljibes árabes, el Alcázar de los Bejaranos, la Casa de los Escobar, la de los Alvarado, el solar de los Carvajal y Sande, el Palacio del Obispo o vicario foráneo, la Casa de las Cadenas… como interminable sería también el censo de los personajes cuya vida discurrió en estas mansiones […]”[56]
Las declaraciones BIC individualizadas respecto a algunos de los monumentos más significativos de Trujillo son las siguientes: La Alcazaba fue declarada BIC en 1925. La Iglesia de Santa María la Mayor fue declarada BIC en 1943. El Palacio de San Carlos fue declarado BIC en 1978. El Alcázar de Luis Chaves el Viejo fue declarado BIC en 1986. El Palacio de los Pizarro o del Marqués de la Conquista fue declarado BIC en 1987. El Palacio de Juan Orellana Pizarro fue declarado BIC en 1989. Las Casas Principales de los Chaves- Orellana, el Antiguo Palacio de la Cadena con la Torre del Alfiler, fue declarado BIC en 1992.La Plaza de Toros fue declarada BIC en 1998.
Restauraciones:
En el momento en el que se comienzan las obras de remodelación de la plaza, veinte años antes de haberse producido la declaración del Conjunto de 1962, cuando lo habitual era restaurar de forma inmediata una vez declarado el monumento o conjunto en cuestión. La restauración se hizo siguiendo los criterios que responden a la concepción legal que se tiene en ese momento del término Monumento y la ampliación del concepto que se recogerá en la Carta de Venecia desde la óptica teórica. Estas labores de restauración llaman la atención porque hasta el momento pocos conjuntos se habían declarado en España y en Extremadura solo se había declarado Guadalupe (1943), pero el Comisario General del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional emitió un informe y comunicado al Director General de Bellas Artes del Ministerio de Educación Nacional reclamando la inmediata actuación en Santa María, de la cual se había incoado expediente de declaración, así como de la Plaza, y la zona de la Villa ente otros para salvar el estado de “[…] de esta desgraciada ciudad, como nos indica la Dra. En Historia del Arte y Patrimonio por la Universidad de Extremadura, Pardo Fernández en su reciente artículo Una “Toledo Extremeña” en la revista De Arte de la ULE. En las labores de restauración de Santa María y la mayoría de monumentos llevadas a cabo durante la década de los 50 estuvo al frente D. José Manuel González Valcárcel siguiendo las pautas del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional. En la década de los 60, poco antes de la declaración del Conjunto, se aprobó el proyecto que había diseñado para la Plaza la Dirección General de Arquitectura.
Retomando la figura del viajero francés Alexandre Laborde y el acercamiento a su obra que hemos realizado, nos ha permitido tomar conciencia de la relevancia histórica, social, cultural y patrimonial del viaje que realizó por el territorio extremeño, pudiendo ampliar sus fronteras a los países vecinos luso y galo con los que cuenta un gran número de kilómetros fronterizos para poder entender estos viajes románticos y decimonónicos como un Itinerario Cultural, una línea que cada vez tiene más relevancia y estando en auge en la más inmediata actualidad, ofreciendo una alternativa a través de estos cuadernos de viaje como el de Alexandre Laborde, para poner en valor el patrimonio natural y cultural de Extremadura, así como la red viaria que conecta España con Portugal desde la Antigüedad hasta nuestros días.
En ocasiones, estas visones de nuestro territorio aportadas por extranjeros serán fundamentales para conocer la riqueza del patrimonio extremeño y su evolución. Partiendo desde una óptica que mira hacia la búsqueda romántica y el paisaje, así como la cultura natural de los pueblos, podemos construir el gran puzle histórico que constituye nuestro territorio. En el Viaje pintoresco de Laborde, habrá monumentos que se incluyan por su valor artístico, mientras que otros, interesan por su valor histórico como es el caso de Yuste o Guadalupe, donde el propio Laborde comenta la fama que adquirieron, el primero por ser el lugar de retiro de Carlos I, y el segundo por la gran devoción a la Virgen que se desarrollaba y desarrolla en España. Además, mediante proyectos de recuperación de las vías y caminos seguidos por este autor francés, se recuperan lugares que han ido quedando apartados de las grandes y rápidas rutas de circulación y consecuentemente a su patrimonio, aunando la visión romántica con la contemporánea, como hemos visto en el caso de Trujillo.
Resulta interesante apreciar la transformación que ha tenido durante el siglo XX el territorio del Itinerario descriptivo de Laborde. Los campos que pudo contemplar Laborde a su paso por Extremadura a comienzos del siglo XIX poco tienen que ver con el que hoy puede contemplar el viajero que lo recorra. Entre los bienes catalogados y documentados por Laborde predominan las edificaciones religiosas cristianas y de la Antigüedad Clásica, pero también se conservan importantes testimonios de la arquitectura civil o militar como en el caso que hemos analizado con el conjunto trujillano. Mérida destaca por el interés excepcional de su conjunto Arqueológico Romano y por los restos de su pasado visigodo, y Trujillo, como conjunto medieval y renacentista.
La mayoría de los bienes indicados por Laborde se conservan en la actualidad, muchos rehabilitados o restaurados, aunque otros han desaparecido por las contiendas y otras circunstancias de la Historia, especialmente cuando se refiere a los edificios pacenses descritos en las obras de Laborde.
El recorrido que realizó este viajero es especialmente rico por la variedad monumental existente, tanto cronológica como estilísticamente, al localizarse en el recorrido importantes testimonios de la Antigüedad, como en Talavera la Vieja o en Mérida; de la Edad Media, como los Castillos de Trujillo o Belvís de Monroy, y numerosas realizaciones renacentistas y barrocas en la mayoría del patrimonio religioso conservado.
También es interesante comprobar los resultados de los diversos proyectos de restauración, consolidación y rehabilitación efectuados sobre el patrimonio edificado durante el último siglo que ha recuperado algunos conjuntos, como es el caso de Trujillo o el de Mérida.
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[1] Elías TORMO, “Centenario de Alexander de Laborde, el hispanista magnánimo, 62 hojas impresas (20,5 x 14 cm) con correcciones manuscritas numeradas a mano 41-103 (falta 61, en un sobre con la anotación “Charlas Laborde”), Documentos de trabajo, Boletín de la Real Academia de Historia, Núm. 43, 2013/01, Biblioteca Histórica UCM, p. 261
[2] José CABALLERO RODRÍGUEZ, Alejandro Laborde y Mérida. Pequeñas historias de grandes granados, Artes Gráficas Rejas, Mérida, 2004, p. 31
[3] Joseph Daniel GUIGNIAUT, “Notice historique sur la vie et les trabaux de M. le conte A. de Laborde, París, Sesión Pública Anual del 7 de diciembre de 1860”, en Jordi CASANOVAS I MIRÓ y Francesc M. QUÍLEZ I CORELLA (coms.), El viatge a Espanya d´Alexandre de Laborde (1806-1820). Dibuixos preparatoris, MNAC, Barcelona, 2006, p.23
[4] Zenon MEZINSKI, “La figura d´Alexander de Laborde” en Jordi CASANOVAS I MIRÓ Op. Cit., p. 23
[5] Alexandre de Laborde viajó por España entre los años 1798 y 1806 (MEZINSKI, 2006, Op. Cit. )
[6] Alexandre LABORDE, Voyage pittoresque et historique de l´Espagne, Presse de Firmin Didot, París, 1806, p. 120
[7] Joseph Daniel GUIGNIAUT, Op. Cit., p. 7
[8] Biblioteca Nacional de España, www.bne.es
[9] Pilar PEDRAZA, “Alexandre de Laborde y su `Viaje Pintoresco’ por España”, Viaje por España. Tras los pasos de Laborde, segundo centenario de “Voyage pittoresque et historique de l´Espagne” [1806-1820], en Xabier MORET, et. al., Viaje por España, tras los pasos de Laborde, Barcelona, Fundación Bancaja, 2006, p. 19
[10] Blanca KRAUEL HEREDIA, Un viaje por el mundo a través del libro, [on line] en http://www.dpm-cultura.org/2002/aa2002viajelibro02.html [consultado 01/07/2017]
[11] José CABALLERO RODRÍGUEZ, Alejandro Laborde y Mérida… Op. Cit., p. 32
[12] Pilar PEDRAZA, “Alexandre de Laborde… Op. Cit., p. 17
[13] Íbidem, p. 13
[14] Antonio PONZ, Viaje de España, Madrid, Imprenta de Joachin Ibarra, 1783
[15] Elena LORENZO ÁLVAREZ, “El extracto de una carta de Jovellanos a Alexander Jardine (18 de octubre de 1794)”, Cuadernos de estudio del siglo XVIII, Núm. 18, p. 25
[16] Pilar PEDRAZA, Op. Cit., p. 11
[17] Íbidem, p. 19
[18] Jesús A. MARÍN CALVARRO, “Extremadura en los relatos de viajeros de habla inglesa (1760-1910)”, Badajoz, 2002, pp. 13-27 en Jennifer ROL y Ángela ALONSO, “Extremadura, la mirada de una tierra por el paso de los viajeros durante los S. XVII, XVIII, XIX y XX” en XXXIV Coloquios Históricos de Extremadura (pp. 617-632), Núm. 34, Trujillo, 2005, p. 618
[19] Juan Manuel ABASCAL y Rosario CEBRIAN, Los viajes de José Cornide por España y Portugal de 1754 a 1801, Real academia de la Historia, Madrid, 2009
[20] Juan GOYTISOLO, “El Misterio de Tánger”, El País, [on line] http://elpais.com/diario/2003/08/30/opinion/1062194407_850215.html 03/08/2003 [consultado 01/07/2017]
[21] Luis Alfonso GARAY TAMAJÓN, “Los orígenes del turismo. El Grand Tour y los viajeros ilustrados en Europa” en Revista de estudios turísticos, Núm. 5, 2005 [on line] en http://www.museodelturismo.org/index.php/exposiciones/historia-del-turismo/item/536-elgrand-tour-antecesor-del-turismo-moderno [consultado el 15/07/2019], pár. 6º
[22] “Estuvo a su lado cuando regresó a Francia tras su exilió (1797)” en Zenon MEZINSKI Op. Cit., p. 24
[23] José CABALLERO RODRÍGUEZ, Op. Cit,, p. 42
[24] Jesús RIVAS GARCÍA, “El viaje entre el XVII y el XIX” en Estructura y economía del mercado turístico, Septem Ediciones, Oviedo, 2003, p. 47
[25] Anthony ASHLER, The Characteristics of men, manners, opinions times, ed. De Douglas den Uyl, Liberty Found, Indianápolis, (I ed. 1732), ed. Adaptada 2001, 3 Vols., [on line] en http://hoy.libertyfound.org/titles/1851 [consultado 03/08/2018]
[26] Lourdes OLMOS JUÁREZ y Rafael GARCÍA CEBRIÁN , “Contextualización del sector turístico”, Estructura del mercado turístico (2ª ed.), Ediciones Paraninfo, Asturias, 2016, p. 8
[27] José Manuel LIZARRAGA ECHAIDE, Archivo personal de Elías Tormo y Monzó, Col. Documentos de trabajo, Biblioteca Histórica UCM, 2013/01, Madrid, 2013, p. 7
[28] Josep BALLART HERNÁNDEZ y Jordi Juan I TRESSERRAS, “Patrimonio como arma de identidad e imagen de marca” en Gestión del Patrimonio, Ariel, Barcelona, 2001, p. 206
[29] Mª Rosa SUAREZ INCLÁN, Comité Internacional de Itinerarios Culturales (CIIC). Reunión científica sobre “La independencia conceptual y sustantiva de los itinerarios culturales respecto a los paisajes culturales”, Madrid, 04/12/2002 [on line] en http://www.esicomos.org/nueva_carpeta/CII_esp.htm [consultado 10/07/2017]
[30] Lámina (en adelante Lam.) XXV y XXIV, Ruta de las fronteras de Extremadura, por Talavera de la Reyna, hasta Madrid. Lam. XXIV, Ruta desde Mérida a Badajoz, fronteras de Portugal, por la Puebla de la Calzada. Lam. XXIV, Otra ruta desde Mérida hasta Badajoz por Lobón, pp. 386-404
[31] Lam. XXIII, Ruta desde Llerena en Extremadura hasta Sevilla. Lam. XX, Ruta desde las fronteras de La Mancha, hasta Córdoba por Andujar, pp. 404-458
[32] Mariano CABRERIZO Y BASCUAS, Itinerario descriptivo de las provincias de España. Trad. Libre del que publicó el francés Alexandre Laborde. Acompaña un atlas con 29 mapas, Valencia, 1816, p. 387, Lam. 25
[33] Francisco Vicente CALLE CALLE, “Trujillo visto por algunos viajeros de lengua francesa” en XXVII Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2006, [on line] en https://chdetrujillo.com/trujillo-visto-por-algunos-viajeros-de-lengua-francesa/ [consultado 02/08/2019]
[34] Pascual MADOZ, Diccionario Histórico-Geográfico de Extremadura, Cáceres, Publicaciones del Departamento de seminarios de la Jefatura Provincial del Movimiento (Reed.), Cáceres, 1955, t. IV, p. 203
[35] Mariano CABRERIZO Y BASCUAS, Itinerario descriptivo…Op. Cit., p. 388
[36] Antonio PONZ, Viajar por Extremadura, Salamanca, Universitas Editorial, 1983, [reedición de Antonio PONZ Viaje de España en el que se da noticia de las cosas más apreciables y dignas de saberes, que hay en ella, Madrid, Imprenta de D. Joachin Ibarra (Impresor de Cámara de S. M.) (2ª ed.), 1784, t. I, carta 7ª (27 y 28), pp. 164-165
[37] Mariano CABRERIZO Y BASCUAS, Itinerario descriptivo…Op. Cit., p. 389
[38] Íbidem, p. 389
[39] Antonio PONZ, Viajar por Extremadura… Op. Cit., t. I, carta 7ª (28), pp. 164-165
[40] Declarado Monumento Nacional el 7 de abril de 1925 en la Gaceta de Madrid, Núm. 108, publicado el 18 de abril de 1925, p. 367
[41] Pilar MOGOLLÓN CANO-CORTÉS, Restauración Monumental durante la postguerra en Extremadura y la Dirección General de Bellas Artes 1940-1958, Cáceres, Universidad de Extremadura, 2011, p. 246
[42] Antonio PONZ, Viajar por Extremadura… Op. Cit., t. I, carta 7ª (27), p. 164
[43] Pilar MOGOLLÓN CANO-CORTÉS, Restauración Monumental… Op. Cit., p. 246
[44] Pascual MADOZ, Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar, Madrid, (1845-1850), 1849, t. XV, p. 169
[45] Mariano CABRERIZO Y BASCUAS, Itinerario descriptivo…Op. Cit., p. 389
[46] Antonio PONZ, Viajar por Extremadura… Op. Cit., t. I, carta 7ª (27), p. 164
[47] Mariano CABRERIZO Y BASCUAS, Itinerario descriptivo…Op. Cit., p. 389
[48] Antonio PONZ, Viajar por Extremadura… Op. Cit., t. I, carta 7ª (40), p. 171
[49]Antonio PONZ, Viajar por Extremadura… Op. Cit., t. I, carta 7ª (40), p. 171
[50] Mariano CABRERIZO Y BASCUAS, Itinerario descriptivo…Op. Cit., p. 389
[51] Íbidem., p. 389
[52] Antonio PONZ, Viajar por Extremadura… Op. Cit., t. I, carta 7ª (40), p. 171
[53] Mariano CABRERIZO Y BASCUAS, Itinerario descriptivo…Op. Cit., p. 389
[54] Antonio PONZ, Viajar por Extremadura… Op. Cit., t. I, carta 7ª (37), p. 169
[55] Declarado Bien de Interés Cultural el Conjunto Urbano de la Ciudad de Trujillo el 5 de septiembre de 1962 y publicado en el B.O.E. el 7 de septiembre de 1962
[56] B.O.E. (Núm. 215) Decreto 2223/1962, del 5 de septiembre de 1962
Apéndice fotográfico