Ene 272017
 

José Julio García Arranz. PROVISIONAL

En los muy numerosos yacimientos de pintura rupestre esquemática que salpican buena parte de la geografía española y portuguesa es habitual, entre los restos pictóricos que conservan, la presencia de diversos tipos de reproducciones de la figura humana, existiendo muy escasas excepciones a esta norma general. Los artistas rupestres de la Edad del Cobre y del Bronce, presuntamente grupos de carácter pastoril que elaboraron estas pinturas en las paredes rocosas de los abrigos montañosos que emplearían también como refugio o lugar de reunión, mostraron una especial inclina- ción por plasmar al hombre, muchas veces entre diversos tipos de anima- les y otras categorías de figuras características del ciclo pictórico esquemático.

Estas representaciones humanas, junto a las animalísticas, fueron muy fre- cuentes en la tradición rupestre peninsular anterior, sobre todo en el arte lavantino, de donde parecen derivar las esquemáticas. Sin embargo éstas se verán afectadas por un cambio de mentalidad producido a causa de una aculturación o auténtica colonización de gentes que, procedentes del Me- diterráneo Oriental y Central, acuden a la Península en busca de metales. Esta irrupción repercutirá profundamente en las estructuras sociales, eco- nómicas y religiosas autóctonas, produciendo además una profunda reno- vación cultural, cuya expresión más llamativa es la búsqueda de un esquematismo o abstracción más o menos geometrizante tendente al sim- bolismo que se aprecia en todas las vertientes de la creación plástica (15).

15  JORDA CERDA, F. BLAZQUEZ, J.M.: Historia del Arte Hispánico. T. 1-1 (La Anti-

güedad), Madrid, Alhambra, 1978, p. 103.

 

En consecuencia las representaciones antropomorfas y, en menor grado,i las zoomorfas, se verán reducidas a auténticos esquemas que pierden casi todo su contenido descriptivo o anecdótico (recordemos las expresivas escenas de los conjuntos pictóricos levantinos) para convertirse en símbo- los intelectual izados que plantean, por lo general, conceptos e ideas, y no episodios de la vida cotidiana. Naturalmente esta esquematización no afecta sólo a su contenido, sino también a su morfología, constituyendose una serie de motivos humanos-tipo cuya simplicidad, a veces extrema, llega a dificultar en gran medida su identificación como tales antropomor- foso Por otra parte, el resto de las representaciones esquemáticos, objetos y símbolos, también muy sumarios y simplificados, se yuxtaponen a los pri- meros o entre sí sin aportar apenas datos significativos que nos permitan lanzar hipótesis sobre el verdadero sentido de estas pictografías. Animales y hombres se convierten, prácticamente, en los únicos elementos reconocibles que podemos utilizar como punto de partida para las lecturas interpretativas de los yacimientos esquemáticos.

En esta ocasión nos centraremos en el estudio de la figura humana esque- matizada mediante una serie de ejemplos extraídos de las estaciones de la provincia de Cáceres organizados en cuadros tipológicos que a continua- ción comentamos. su nomenclatura y clasificación parte de la conocida recopilación de Pilar Acosta Martfnez (16). Hemos intentado, sin embargo, establecer una cierta evolución morfológica en cada uno de los motivos- tipo, que no tiene por qué coincidir con su evolución cronológica (17) con el fin de sistematizar más claramente su análisis, y poder obtener una serie de conclusiones.

Se han omitido intencionadamente las estructuras ramiformes por parecer- nos muy cuestionable su interpretación como antropomorfo en los casos cacereños conservados. Igualmente no incluimos las barras y puntuacio- nes, consecuencia para algunos estudios de la simplificación extrema de la figura humana. Cada mito reproducido en las láminas va acompañado de una escala gráfica con su valor en centímetros exceptuando los ejemplares extraídos de trabajos en los que ésta no fue indicada.

16 ACOSTA MARTINEZ, P.: La pintura rupestre esquemática en España Memorias de licenciatura.

Salamanca N° 1, Salamanca, 1968

17 El mayor o menor grado de esquematizaci6n que estas figuras rupestres presentan no son en absoluto indicativos de su cronología. Figuras naturalistas y esquemáticas fueron realizadas coetáneamente, y el estudio de superposiciones de figuras aporta resultados tan diferentes, que no garantizan la anterioridad de unas respecto a las otras (ACOSTA MARTI- NEZ, P.:.Q):LQ1″ p. 18; estos datos pueden confirmarse con un examen directo de las pinturas de diversos yacimientos)

CRUClFORMES

Lámina I: 1.- Cueva de El Escobar (Cabañas del Castillo; 2.- Cancho Reloj (Cabañas del Castillo); 3 y 4.- Los Vencejos (Cañarnero): 5.- Los Barruecos 11 (Malpartida de Cáceres): 6, 8 Y 9.- Cueva Chiquita (Cañamero) 7.- Cueva del Castillo (Torrejón el Rubio); 10.- Alberquillas 11 (Cañamero).

Constituyen, con bastante probabilidad, formas humanas de gran sencillez elaboradas mediante el cruce de dos trazos: el vertical expresaría tronco y cabeza, y el horizontal los dos brazos extendidos. Se trata de un motivo frecuente en las estaciones pictóricas de nuestra provincia (lámina 1).

Respecto a su tipología, existe una tendencia generalizada a las formas de cruz griega, con sus cuatro brazos de similar longitud (figs. 1 a 3). En algu- nos casos (figs. 4 a 6, los trazos laterales se curvan hacia arriba proporcio- nándoles un dinamismo que contrasta con la rigidez de los tres primeros ejemplos, quizás por tratar de expresar figuras humanas en movimiento. También en estos últimos la interpretación humana parece menos proble- mática a causa de la morfología que adquieren.

Más semejantes aún a la figura del hombre son los cruciformes en los que el trazo superior reduce sensiblemente su longitud (figs. 7 y 8), proporcio- nando a la figura 9 el aspecto de una cruz latina perfecta.

Hemos dejado para el final el motivo 10 por su especial conformación: cruciforme de contornos bien conservados, parece completarse con unos aparentes restos de piernas, muy deteriorados, y dos puntuaciones coloca- das simétricamente a ambos lados del tronco, probables elementos distinti- vos o atributos, más simbólicos que físicos, con los que se trata de singularizar esta representación humana.

CRUCIFORMES DOBLES

Lámina II: El Buraco (Santiago de Alcántara); 2.- Los Vencejos (Cañamer

3.- Cueva de los murciélagos (Torrejón el Rubio).

Se trata de una categoría de motivos no contemplada fuera de nuestra pro- vincia, y de la que contamos con muy escasas muestras (lámina 11). La más clara es la figura 1, tratándose de una forma humana con expresión del tronco, brazos cortos, pequeña cabeza y piernas mediante un breve trazo horizontal que interrumpe el cuerpo en su extremo inferior. el segundo casa (fig. 2) resulta muy similar, aunque presenta zonas con un ligero dete- rioro. Hemos incluido en esta serie una tercera figura en la que el trazo vertical se acorta considerablemente frente a una prolongación de los dos horizontales, curvándose hacia abajo el inferior. Podría considerarse una forma de transición de los primeros hacia esquemas humanos más natura- listas o viceversa.

FIGURAS EN «T»

Lámina III: 1, 2 Y 3.- Cueva Chiquita (Cañarnero): 4 y 5.- Cueva del C cho de la Sábana (Berzocana); Cancho del Reloj (Cabañas del Castillo).

Consisten en antropomorfos de tipología cruciforme en los que el trazo superior ha desaparecido completamente: son esquemas acéfalos. En el primer grupo del cuadro que presentamos (lámina 111) hemos incluido dos ejemplos (figs. 1 y 2) en los que se aprecia cómo la expresión de la cabeza va desapareciendo paulatinamente hasta llegar a la forma de «T» perfecta (fig. 3) que presenta, además, una resolución técnica muy original consis- tente en su representación en negativo (18).

El resto de las figuras que analizamos (4 a 6) presentan, por su parte, unas características comunes: consisten en motivos en «T» superpuestos a ani- ¡ males cuadrúpedos (confuso es el caso de la figura 4 por su deterioro) que· probablemente sean representaciones de jinetes. La pertenencia a dos ya-·· cimientos de estas figuras hace pensar en la «T» como modelo humano ha- bitual aplicado a las escenas de equitación, no demasiado frecuentes en el panorama esquemático hispano.

18 Los casos de figuras en negativo son contadísimos entre las estaciones pictóricas esquemáticas estudiadas en la Península (Acosta Martínez, Pilar: Op. cit., pág 17).

ANCORIFORMES

Lámina IV: 1, 6 Y 14.- Cancho del Reloj (Cabañas del Castillo); 2, 3, 4, 1 Y 15.- La Madrastrall (Cañarnero): 5, 9, 11, 16, 17 Y 18.- Cancho de la ~ rra (Cañamero): 7 y 8.- El Buraco (Santiago de Alcántara): 12.- Cueva de Chiquita (Cañarnero): 13.- Cueva de los murciélagos (Torrejón el Rubio); 19 y 20.-

Lámina V: 1.- Cancho del Reloj (Cabañas del Castillo); 2.- Cueva del Casti- llo (Torrejón el Rubio); 3.- Cueva de Rosa (Cañamero): 4.- Cueva de Los Cabritos (Berzocana).

La figura humana de esta tipología responde básicamente a un trazo verti- cal (tronco) a cuya parte superior se adosa otro horizontal con sus extre- mos curvados hacia abajo (brazos).

Esta categoría de antropomorfos no es sólo la más común y extendida por nuestra provincia, sino que es la que presenta igualmente la mayor diversi- dad de formas y variantes, que hemos sintetizado en la lámina IV.

En el primer grupo (figs. 1 a 3) recogemos los ejemplos más simplificados dentro de este motivo-tipo, en los que la representación humana queda reducida a un mero trazo curvo, posiblemente ambos brazos, que en los ancoriformes adquieren una especial importancia tal vez por la expresivi- dad y trascendencia que esta parte del cuerpo tenía para sus creadores. en la segunda alineación (figs. 4 a 5) se observa del añadido del ejemplo ver- tical (cuerpo), en estos casos de una longitud semejante a la de los brazos. En dos de ellas se incluyen, además, otros detalles anatómicos: dos aparen- tes manos en forma de pinzas en la figura 5, y la cabeza en forma de trazo alargado en la número 6 (19). 

Sin embargo, el tipo ancoriforme más frecuente aparece confirmado me- diante un eje o tronco de longitud claramente superior a la de los brazos. En el tercer grupo (figs. 7 a 11) se reúnen varios ejemplares de diversa pro- cedencia en los que se aprecia una paulatina prolongación del cuerpo y reducción de la expresión de los brazos. Es observable el empleo de un trazo de grosor más fino conforme el eje gana en longitud respecto a los trazos laterales, tratando de buscarse una cierta proporción en la construc- ción de estos esquemas.

A tales figuras ancoriformes depuradas suelen añadirse ciertos elementos anatómicos que los aproximan aún más a la figura humana real: se trata de la cabeza en las figuras 12 a 14, las piernas en el caso de la figura 15, y de estas extremidades y falo en la 16 y 17.

Finalizamos la lámina con una serie de esquemas cuyo trazo curvo super- ior adquiere una forma ondulada, proporcionando al ancoriforme una morfología próxima a la «M» (figs. 18 a 20) a los cuales pueden igualmente añadirse otros rasgos corporales (fig. 20). en el caso de la 17 se ha perdido y relleno rojo, persistiendo únicamente el contorneado grafitado negro que se aplicó a su silueta.

19  A esta clase de figuras, en la que se incluirían también los números 12, 13 Y 14 de la misma lámina, y que ha sido catalogada tradicionalmente como antropomorfo tipo «golon- drina», la hemos considerado como forma ancoriforme con sencilla expresión de cabeza.

En tanto en la lámina IV acabamos de revisar las distintas posibilidades de variaciones anatómicas detectadas en los esquemas ancoriformes de nues- tra provincia, existen también ciertos añadidos y complementos no corpo- rales que pueden altera su morfología. Es el caso de las figuras de la lámina V, en las cuales podemos apreciar sucesivamente la yuxtaposición de un báculo o bastón alargado sujeto con la mano derecha (fig.l ), de un arma u objeto adosado a la cintura (fig. 2), de unos probables adornos del atuendo (trazos a ambos lados de una de las piernas en la fig. 3) o de un trazo si- nuoso que une los extremos inferiores de dos aparentes ancoriformes, que tal vez trate de expresar algún tipo de vínculo o relación simbólica entre ellos (fig. 4).

FIGURAS DE BRAZOS EN ASA

Lámina VI: 1,2 Y 5.- Cueva de El Escobar (Cabañas del Castillo); 3.- Cueva Chiquita (Cañamero): 4.- Cueva de los murciélagos (Torrejón el Rubio).

Se denominan así o bien antropomorfo en «phi» griega, a aquellas re¡:Ire··,.» sentaciones humanas construidas mediante una forma circular, o triangular atravesada diametral y verticalmente por un trazo recto, y que puede presentar en ocasiones otros complementos anatómicos (piernas, cabeza … ). Su presencia se reduce prácticamente, hasta la fecha, a uno de los conjuntos pictóricos de la Cueva de El Escobar (Cabañas del castillo).

En el primer grupo de la lámina correspondiente (VI) aparecen las tres va- riantes típicas, bastante depuradas, que pueden producirse en este tipo de esquemas: forma circular (con expresión de cabeza) en la figura 1, triangu- lar en la segunda, y a largada, con morfología entre rectangular y impide catalogarla entre las de brazos en asa con total seguridad.

Las dos figuras del segundo grupo son formas híbridas muy originales que se alejan de la concepción típica de antropomorfo en «phi», pero que guar- dan una evidente relación con ella. El primer ejemplo (fig. 4) es una clara representación humana ancoriforme, cuyas piernas se curvan forzadamen- te en asa con dos aberturas laterales. Constituye un magnífico ejemplo del proceso de esquematización de la representación humana hacia la «phi» griega más simplificada. En el segundo (fig. 5) se ha producido fusión entre un esquema en «phi» (parte superior) y dos trazos de tipo ancoriforme que se prolongan hacia abajo albergando un confuso conjunto de trazos. Se trata de una unión compleja que posiblemente tratará de dignificar o lla- mar la atención de esta figura respecto a su entorno pictórico.

FIGURAS HUMANAS SEMIESQUEMÁTICAS

Lámina VII: 1.- Cueva del Castillo (Torrejón el Rubio); 2.- Cueva larga de El Pradillo (Trujillo); 3 y 4.- Los Barruecos I (Malpartida de Cáceres): 5.- Pin- turas de Belén (Trujillo); 6.- Cueva del Cancho de la Sábana (Berzocana): 7 y 8.- Cueva Chiquita (Cañarnero).

Lámina VIII: 1 a 13.- Cueva del Castillo (Torrejón el Rubio); 14.- Cueva de los murciélagos (Torrejón el Rubio); 15, 19 Y 20.- Cancho de la burra (Cañamero); 16.- Cueva Chiquita (Cañarnero): 17.- El Buraco (Santiago de Alcántara): 18.- Cueva de la Era de El Gato (Cabañas del Castillo).

Son representaciones que pese a haber experimentado también un proceso de esquematización más o menos acentuado conservan ciertos detalles anatómicos o de atuendo que hacen posible su inmediata identificación como reproducciones de la figura del hombre. Dentro de esta categoría general de representación hemos distinguido tres tipos principales:

A) Formas semiesquemáticas cuya estructura básica es cruciforme (lámina VII). Este tipo sorprende por su homogeneidad, pese a la muy diversa pro- ‘ cedencia de los ejemplos seleccionados. .

Los tres primeros (figs. 1 a 3) responden al tipo más simple, con los brazos extendidos, expresión de cabeza y ambas piernas abiertas en «V» invertida. La rigidez de las figuras 1 y 2 contrasta con el aparente dinamismo de la tercera, cuya prominencia en la zona del tronco y ausencia de falo lleva- ) ron a los investigadores que la estudiaron a considerarla representación femenina (20).

La segunda alineación (figs. 4 a 6) presenta tres ejemplares con una confor- mación semejante a los anteriores pero con añadido explícito del sexo masculino. su aspecto rígido e hierático, especialmente en la figura 6, los convierten en verdaderos ídolos fálicos, exentos de cualquier vestigio de actitud vital.

Esta lámina se cierra con dos antropomorfos de similares características, pero ahora con añadido de bordones, tal vez armas, que sujetan con uno de sus brazos, y que les proporciona aspecto de vigilantes. Uno de ellos (fig. 8) lleva también adornos en el atuendo, expresados mediante trazos sobre los hombros.

B) Formas semiesquemáticas cuya estructura básica es ancoriforme (lámina VIII). En este tipo se incluyen aquellos antropomorfos cuyos brazos se cur- van decididamente hacia abajo evocando la morfología de los ancorifor- mes que revisamos en las láminas IV y V.

Comenzamos su análisis con un papel completo extraído de la Cueva del Castillo de Monfragüe (Torrejón el Rubio), cuyos motivos (figs. 1 a 13) res- ponden en su totalidad a esta tipología. Observamos en ellos dos técnicas distintas de realización: una a base de trazos muy finos, empleadas en el pequeño grupo de la izquierda (figs. de 1 a 3), y que en el derecho se com- bina con el segundo procedimiento, de dibujo bastante más grueso,

20  GONZÁLEZ CORDERO, A. Y DE ALVARADO GONZALO, M._»Pinturas esquemá- ticas y grabados rupestres de los Barruecos (Malpartida de Cáceres)», Actas de las 11 lornadas de metodología y didáctica de la Historia. Prehistoria y Arqueología, Cáceres, 1985, p. 156.

ejecutado probablemente con el dedo. Pero el interés principal de estos conjuntos, singulares en la panorámica esquemática peninsular, reside en su especial composición. Se trata de dos agrupaciones de hombres organi- zados en torno a personajes tocados con haces de plumas, que ocupan posiciones centrales. La más espectacular es la de mayor tamaño, con for- ma de rombo, que parece expresar no sólo la subordinación a unos líderes políticos y religiosos, que se distinguen mediante el penacho, sino también la existencia de una aparente jerarquización social expresada gráficamente de esta manera.

El modelo de motivo se repite en la figura 14, pero experimenta notables variaciones en la 15. en esta los trazos curvos que proporcionan el aspecto ancoriforme dejan de representar los brazos para reproducir, aparentemen- te, un llamativo tocado en la cabeza de extremos curvados. También la mitad inferior consigue una gran originalidad gracias a la expresión de las dos piernas con sus pies perfectamente delimitados, y otros dos trazos en- volventes, que pueden significar un faldellín o prenda similar. Por parale- lismo con esta figura añadimos la siguiente (fig.16) en la que, bastante mas sumariamente, aparecen también ambas piernas enmarcadas con un atuendo de apariencia idéntica.

Las figuras 17 Y 18 suponen otras dos soluciones elaboradas a partir de un esquema ancoriforme, al que se añaden una serie de trazos que complican su morfología, un tanto confusa por el deterioro de parcial de ambos: se- miadosados al lado izquierdo del primero, y añadidos a diversas partes del segundo. Este último, singular por estar elaborado con pintura negra, pare- ce un personaje en movimiento tocado con una pluma en la cabeza, que porta un objeto curvo en brazo izquierdo y una serie de elementos col- gantes, tal vez adornos o detalles distintivos del atuendo, tanto del brazo y pierna izquierdo como de la cintura. Su aspecto contrasta con el estatismo general de los motivos esquemáticos y recuerda lejanamente a las figuras levantinas, algunos milenios anteriores.

La lámina se completa con otros originales diseños antropomorfos en los que el esquema ancoriforme (que, como en la figura 15, vuelve a reprodu- cir el tocado de la cabeza y no los brazos) se combina con el de «phi» grie- ga para representar las extremidades superiores.

C) Formas semiesquemáticas cuya originalidad no admite su adscripción a ninguno de los tipos anteriores. En cada uno de ellos puede observarse una solución distinta para la realización de la figura humana:

1 º) Trazo vertical (cuerpo) a cuyo lado izquierdo se adosan oblicuamente dos trazos parale- los (brazo y pierna izquierda) siendo la otra pierna la mitad del eje princi- pal, y la cabeza el extremo superior sobresaliente. La ausencia del brazo derecho hace pensar en una representación humana de perfil (fig. 1) (21).

2º) Forma circular de gran tamaño (cabeza) de la que surgen directamente ambas piernas, con unos pequeños salientes a media altura y ligera indica- ción de los pies. Persisten igualmente restos de los brazos (fig. 2).

3º) Agru- pación de tres figuras paralelas (figs. 3, 4 Y 5), con un estilizadísimo eje corporal que remata arriba con cabeza triangular y se bifurca abajo en piernas igualmente sinuosas. En uno de los casos (fig. 5) éstas acaban en formas circulares, tal vez representación de los pies. A esta inusual morfo- logía se une el hecho de que los motivos se encuentran elaborados con pigmentos de color blancos.

4º) Lo más interesante de este motivo (fig. 6), bastante deteriorado, es el peculiar tocado o peinado en su cabeza, con las dos prolongaciones laterales, y la superior, posible arranque de una pluma.

5º) El último motivo (fig. 7) es una nueva escena de equitación en la que el jinete abandona la habitual morfología en «T», adquiriendo unos rasgos más naturalistas: puede apreciarse con claridad la cabeza y uno de los bra- zos.

DISTRIBUCiÓN GEOGRÁFICA Y CONCLUSIONES

Del análisis de los cuadros tipológicos anteriores y de la distribución de las distintas categorías de figuras por las estaciones pictóricas conocidas en la provincia cacereña (lámina X) podemos obtener las siguientes conclusiones:

A) La presencia de antropomorfos de uno u otro tipo se detecta en la prác- tica totalidad de los yacimientos de pintura esquemática de nuestra provin- cia, con la única excepción de algunos pequeños abrigos de la Sierra de las Corchuelas, en Monfragüe, y de la comarca de Las Villuercas.

B) Los esquemas ancoriformes, o los antropomorfos con esa estructura, son, como constamos, los más frecuentes (encontramos ejemplares en casi todas las estaciones esquemáticas estudiadas) y las que ofrecen una mayor abundancia de variantes morfológicas entre los conservados. Hay lugares (La Madrastra 11, Cancho de la Burra) en los que encontramos auténticos repertorios.

Los de tipología cruciforme gozan también de una elevada frecuencia de aparición, aunque siempre inferior a la de los anteriores, presentando una casi total homogeneidad formal.

Las formas en «T» y las de brazos en asa, los otros dos motivos-tipo puro que aparecen en la provincia, se ven restringidos a unos pocos ejemplares en determinados yacimientos.

C) Pese a la aparición repetitiva de cada categoría de motivos esquemáti- cos en los distintos yacimientos cacereños (reiteración estereotipada habi- tual a nivel peninsular), puede observarse, no obstante, determinadas preferencias locales en cuanto a su morfología o técnica de elaboración en algunos lugares. Así encontramos una especial concentración de motivos en asa en La Cueva de El Escobar, abundancia de esquemas cruciformes en la Cueva Chiquita o de antropomorfos en «M» en el abrigo 11 de Los Ba- rruecos, un empleo insistente del trazo fino para los ancoriformes de cier- tos enclaves del entorno de Cañamero (La Madrastra 11 o Cancho de la Burra) o la seriación de la figura humana de brazos y piernas curvadas que se da en la Cueva del Castillo, en Monfragüe, y se extiende a estaciones próximas (Cueva de los Murciélagos). Esto permite deducir la existencia de diferentes criterios entre los creadores de estas pinturas, que parecen tener la posibilidad de seleccionar a partir de distintos tipos el más adecuado para lo que pretenden reflejaren sus composiciones, aplicándose, incluso, una impronta personal.

D) Puede deducirse además, a la vista de la existencia de una serie de a tropomorfos singulares, no sometidos a esquemas previos conocid ( (lámina IX), que, frente a artistas que repiten modelos extendidos por a plias parcelas geográficas, hay otros que trataron de ensayar nuevas tipol gías más o menos originales que carecían del éxito y difusión de q gozaron otros esquemas.

 

Lámina IX: 1.- Cancho del Reloj (Cabañas del Castillo; 2.- Alberquillas 11 (Cañamero): 3 a 6.- Cancho de la burra (Cañamero): 7.- Los Barruecos I (Malpartida de Cáceres).

BIBLIOGRAFíA

El material gráfico reproducido en este trabajo procede de Beltrán LLori M.: «Las pinturas rupestres esquemáticas del Castillo de Monfragüe en T rrejón el Rubio (Cáceres)», Estudios de Arqueología cacereña, Monografí arqueológicas, XV, Zaragoza, 1973, pp. 59-85; García Mogollón, F. l.: «L pinturas esquemáticas del Monfragüe, en la provincia de Cáceres», R.E T. XXX, nº 3, 1974, pp. 551-580; González Cordero, A. y de Alvara Gonzalo, M.: «Pinturas esquemáticas y grabados rupestres de los Barruec (Mal partida de Cáceres)», Actas de las 11 ornadas de metodolo ía didá ca de la Historia, Prehistoria y Arqueología, Cáceres, 1985, pp. 155-16 Amador Carretero, P., Fernández Gómez, L. y Linares Tirado, l. M.: «Pint, ras esquemáticas inéditas de «El Buraco» (Santiago de Alcántara)», Actas’ VI Congreso de Estudios Extremeños, Arqueología, Mérida, 1979, p 15-32; García Arranz, l. l.: la intura Ru estre es uemática en la com r de las Villuercas (Cáceres), memoria de la licenciatura en prensa, y de cos directos efectuados por el autor.

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