Oct 012005
 

Jennifer Rol Jiménez y Ángela Alonso Sánchez.

Área de Arqueología
Departamento de Historia
Universidad de Extremadura

Para comenzar, debemos tener presente que Extremadura cuenta con un gran número de viajeros que, movidos por razones diversas, han recorrido, a lo largo de los siglos y en todas direcciones, la heterogénea geografía de esta región. De este modo, nos encontramos ante la existencia de un gran conjunto de obras en las que sus autores han plasmado, con mayor o menor fortuna, sus impresiones personales sobre aquellos lugares y gentes que encontraron en su camino. Hay que destacar que los viajeros de habla inglesa ocupan uno de los lugares más relevantes, especialmente a partir de los siglos dieciocho y diecinueve, atravesando el territorio extremeño y plasmando en sus “diarios de viaje” el efecto que les causó esta experiencia. Esto no quiere decir que todos los relatos ofrezcan una misma impresión, ya que la opinión que cada uno de ellos extrae de lo que ve, se encuentra influida por diferentes factores, como pueden ser el clima, el estado de ánimo del viajero, su salud, la prisa con la que atraviesa la región, su condición social, el motivo de su viaje, el itinerario, etc.

En este sentido, se plantea un acercamiento, por un lado, a la visión de los viajeros que entran o salen de España por Portugal, y se les obliga a pasar por Extremadura, pero casi sin detenerse. Todos son viajeros instruidos y formados[1] y una de las características de sus relatos es que omiten toda referencia a esta región, o hacen breves comentarios sobre el despoblamiento, la desolación del paisaje o la falta de cultivos agrícolas[2]. Otro tipo de viajeros sería el de aquellos soldados franceses e ingleses que participaron en la Guerra de la Independencia y estuvieron en Extremadura, haciendo referencia a la tarea de espionaje que desempeñaron algunos como el teniente coronel Sir Benjamin Badcock, y, por otro lado, los viajeros que vienen ex profeso a Extremadura, que suelen ser viajeros ilustrados y románticos y son los que producen los mejores relatos, ofreciendo diferentes puntos de vista y diversos aspectos a tratar. Es en la mirada que estos últimos nos ofrecen, donde haremos mayor hincapié. Nos centraremos en la visión que los escritores plasman a través de sus experiencias personales o sobre la información que recogen de Extremadura, intentando ofrecer una visión diacrónica, donde se puedan apreciar los cambios producidos entre una época y otra, en lugar de ofrecer una visión sincrónica o de un momento determinado.

El período en el que este tipo de viajeros comienza a visitar nuestra región con una mayor asiduidad parece coincidir con la segunda mitad del siglo dieciocho y con lo que se conoce como la moda del Grand Tour[3]. Hay autores que creen ver en el llamado Grand Tour del siglo XVIII un precedente del turismo moderno. Era un viaje por motivos educativos que solían hacer los jóvenes aristócratas destinados por su familia a ejercer altas tareas de gobierno, sobre todo en el Reino Unido, aunque también en otras naciones, por países como Francia e Italia, para concluir el proceso formativo. Se trataba de viajes de largo recorrido y larga duración, que se hacían con séquito de sirvientes y a las órdenes de un tutor, que solía ser el encargado de programarlo con todo detalle, fijando la fecha de salida, las ciudades a visitar, los contactos a establecer, las actividades a realizar, los medios de transporte a contratar, si es que no se contaba con medios propios, las formas de alojamiento a emplear, en general, en casas de amigos, y la fecha de regreso. También se podía hacer sin tener nada programado, improvisando, según el tránsito de un lugar a otro.

La mayor parte de los viajeros que recorrieron tierras extremeñas, se adentraban en Extremadura siguiendo el itinerario más común que une Madrid con Lisboa. Esta ruta transcurría por algunos pueblos y ciudades extremeñas en los que, a veces, a ojos de estos trotamundos se detenían brevemente bien para admirar algunos de sus monumentos o para descansar del exhaustivo viaje. Así, por ejemplo, muchos de ellos cuentan sus impresiones de lugares tales como Trujillo, Cáceres, Badajoz, Mérida o Guadalupe, entre otros.

Con respecto a la opinión que presenta la región extremeña entre la segunda mitad del siglo dieciocho y principios del veinte, y centrándonos en dicha temática, no se puede decir que sea muy positiva. En este sentido, Extremadura aparece como una provincia “terriblemente árida no produciendo otra cosa para relajar la vista que alcornoques muy diseminados y aquí o allá unos cuantos olivos deformes”[4], según Cumberland[5]. Pero hay que señalar que esta visión no es compartida por todos y cada uno de los viajeros que visitan Extremadura. Es más, para algunos viajeros el mayor atractivo que podía ofrecer esta región a los visitantes extranjeros era el de ser un lugar que poseía todavía una riqueza natural, casi intacta.

De este modo, un tema presente en todos lo viajeros, que en algunas ocasiones puede considerarse un tópico, es su constante referencia a la despoblación que sufría esta región: “Desde este elevado punto (el puerto de Miravete) empezamos a formarnos una idea de los despoblados o dehesas de Extremadura, inmensa extensión de llanuras que se pierden de vista sin que aparezca, leguas y leguas, el más pequeño pueblo en el horizonte”[6]. Se puede señalar que eran varias sus causas, entre las cuales se puede hablar de la expulsión de los moros que se produjo en el siglo XIII dejando pueblos enteros desiertos y grandes extensiones de tierra sin cultivar. Otra de las causas, según Ponz[7], que afirma que hacia finales del siglo XVIII, la población extremeña rondaba los cien mil habitantes, podía ser la peste de 1348, que destruyó dos tercios de la población de España, y en consecuencia, hizo que vastas extensiones de tierra quedaran sin cultivos, y se introdujera el descuidado sistema trashumante de pastoreo, nómada, que impedía la emergencia de una población sedentaria y concentrada que fuera en aumento. Por otro lado, también se hace referencia a la fuerte emigración que hubo hacia América por parte de los extremeños en busca de fortuna, “por ser país pobre y de escasos recursos”, o, como expone Laborde[8] porque “los conquistadores del Nuevo Mundo que eran de esta provincia; enardecieron la ambición de sus ciudadanos; se fueron a combatir bajo sus banderas y conquistar las riquezas en los países que habían sometido. Esta emigración fue la más numerosa de todas las otras provincias de la monarquía española”[9]. Asimismo, encontramos opiniones contrarias a esta teoría, como la de Richard Ford que afirma, poniendo como ejemplo a Inglaterra, que “la colonización nunca despobló a un Estado vigoroso y bien condicionado. La causa real es un mal gobierno, civil y religioso, que puede observarse por todas partes”[10]. Sin embargo, a la hora de referirse a la despoblación hay que tener en cuenta la condición de estos viajeros, que eran todos ellos hombres de ciudad, que se movían en numerosos círculos sociales, por lo que no debe extrañarnos que se asombren de la soledad de las dehesas extremeñas y de la despoblación general que sufría la región, en contraste con su tan poblada e industrializada isla, debido a la numerosa concentración de población en los núcleos industriales durante la Revolución Industrial y posteriormente. Además, podemos señalar que tanto la región extremeña como el resto de España, sufría los mismos desequilibrios sociales y la misma mala administración que el resto de la Península, ya que España se encontraba treinta años por detrás del resto de Europa.

Por otro lado, lo mismo que mencionan el despoblamiento, no dejan de señalar, como contraste, la fertilidad de su suelo, las excelentes cosechas que se producen allí donde se cultivan los campos, y la magnífica producción agrícola que podría obtenerse si éstos se cultivaran más. “Su suelo es muy fértil (…). Si da algunas producciones, no se debe a la industria de los hombres; es ella sola quien actúa, y se puede asegurar que sería una de las provincias más fértiles de España, si no fuera la menos cultivada”, en palabras de Laborde. Asimismo, Ford también reafirma esta característica hablando de “vastos distritos de tierras fértiles, y con un clima beneficioso que están abandonados al paso de las ovejas”. Son constantes las referencias a que Extremadura era un vergel y un granero cuando estaba poblada por moros y romanos, y, como prueba de ello, aluden a la importancia que tuvo Mérida, como capital de la Hispania Ulterior en la época romana y los numerosos vestigios que quedan aún de su antiguo esplendor. Pero, sugieren también que los campos no se cultivaban por comodidad de los propietarios, que no querían arriesgarse a tener malas cosechas, ya que “su renta es siempre la misma y siempre igualmente segura teniendo sus tierras como pastos; los arriendan para servir a los numerosos rebaños que van todos los años hacia el otoño y pasan el invierno”[11]. En este sentido, la Mesta, es un tema a tratar por casi todos, por considerarla generalmente la causa principal del despoblamiento y de la falta de cultivos, y prueba de ello es que la consideraban como una institución abusiva, con una gran cantidad de privilegios, que estaba en contra de los extremeños, convirtiéndose en la causa principal por la que se entablaron innumerables disputas entre los agricultores extremeños y los ganaderos trashumantes.

Por otro lado, entre las muchas preocupaciones que rondan a los viajeros mientras recorren la región extremeña, ocupa un lugar predominante la cuestión del alojamiento y de la comida. Ambos temas se hallan estrechamente unidos, ya que resulta bastante común abastecerse de alimentos en el lugar en el que se pernocta. Sin embargo, en la Extremadura de aquella época, la escasez en general, era una de las características más prominentes: escasez de alojamiento, de carreteras, de alimentos y de medicinas. Así pues, no es de extrañar que fuese una práctica relativamente común, entre la mayoría de los visitantes que deambulan por nuestra región, proveerse de alimentos antes de iniciar el viaje y, cuando las provisiones disminuían, aprovechar cualquier oportunidad para reponerlas.

En este sentido, hay que señalar que las alusiones a la comida en los diarios de viajes no suelen ser ni muy numerosas ni excesivamente extensas, a pesar de su importancia. Sin embargo, en buena parte de las anotaciones que los escritores hacen sobre este particular se suplen esas deficiencias con comentarios muy jugosos en los que se destacan la calidad de los productos locales o se muestra el asombro con el que algunos viajeros reaccionan ante algún plato novedoso e incluso inusual. En Jaraicejo, Robert Southey[12] se sorprende ante la obtención de abundantes alimentos por un módico precio, “nos vendieron un conejo, una liebre y cuatro perdices por un dólar”, y cuando llegan a Miajadas añade “nuestra despensa para el viaje no ha estado nunca mejor provista: dos liebres, dos conejos, un par de perdices, un jamón, […] y el lomo adobado, una memorable lista de comida”. Sin embargo, en la mayoría de los viajeros predominará la imagen de la carencia de alimentos en la Extremadura del siglo diecinueve que perdurará en su literatura hasta finales de siglo y muchos viajeros temerán aventurarse por nuestra región, por miedo a esa falta de víveres, como le sucedió a Southey en su visita a Trujillo, donde no pudo hacerse con provisión alguna, “ni tan siquiera un huevo”.

A las puertas del siglo veinte, Main[13], uno de los viajeros que visita Mérida trata de calmar el desasosiego de sus conciudadanos con respecto al tema de la alimentación con la descripción del menú que le sirvieron en una posada y que según él consistía en lo siguiente: “una buena sopa seguida de riñones estofados, lo mejor que he comido jamás. Pescado frito muy caliente y sin aceite; estaba buenísimo. Deliciosas chuletillas y ensalada. Repostería de primera clase […], dulce de membrillo y pastelillos. Postre de melón, naranja, etc. El vino estaba especialmente bueno”. Además de los alimentos mencionados, los viajeros aluden también a los productos regionales que por una razón u otra les llaman la atención. En su viaje a Logrosán, Cook[14] reconoce que los productos agrícolas más importantes de esa zona son el aceite y los cereales; de la misma manera, señala la escasa producción de vino, si bien alaba sin reparos su calidad. Por otra parte, Roberts[15], a su paso por Cuacos se refiere a otro producto típico del lugar, en concreto a los pimientos rojos que se utilizan para fabricar el tradicional pimentón de esa región. Le llama la atención que en una de las habitaciones de la posada en la que se aloja en Plasencia, y también en la casa que los acoge en Torrejón, el método tradicional que se empleaba en Extremadura, y probablemente en otras partes de la Península, para conservar diversas frutas hasta el invierno: “el techo estaba adornado […] con una buena fila de melones”.

En lo relativo a los productos extremeños, también se destaca la calidad de algunos productos, tales como el chorizo, los jamones o el tocino, de los que se abastecía al resto del país, siendo indispensables para la olla o el puchero. Esta importancia se manifiesta en varios de los dichos populares que circulaban en la época: “No hay olla sin tocino, ni sermón sin Agustino”, o la versión parecida: “Ni boda sin tamborino. Ni olla sin tocino”. Por otro lado, se pone de manifiesto la importancia que tenía el cerdo en la economía extremeña, y, de igual modo, podemos referirnos a otro famoso refrán que pone de manifiesto la gran calidad de éste: “el extremeño jamones trae en vez de doblones”, pudiendo aludir, al mismo tiempo, a la importancia que tenía la matanza dentro de la vida doméstica extremeña, que se celebraba en el mes de noviembre. Asimismo, uno de los productos de gran fama en la región y, posiblemente, fuera de ella, siguiendo el comentario de Roberts, es el jamón de Montánchez; los jamones de Montánchez no son sólo, como dice Ford a sus lectores, “famosos en el mundo entero hoy en día”, sino que han disfrutado de esta fama al menos desde hace varios siglos. Esta explicación la basa este autor en su propia experiencia, cuando se hizo con dos jamones de siete kilos cada uno, y fue dando cuenta de ello en el viaje desde Mérida a Granada pasando por Sevilla.

Por otra parte, los viajeros que atraviesan Extremadura, entre finales del dieciocho y principios del veinte, se encuentran con dificultades a la hora de hallar un lugar mínimamente decente donde reponerse de las fatigas y pernoctar. Debemos tener en cuenta que los visitantes, por lo general, estaban acostumbrados a las comodidades que les ofrecían las diversas posadas y hoteles de su país. Sin embargo, y en contraposición, no todos los comentarios son negativos, pues de vez en cuando nos topamos con las observaciones de algunos viajeros que alaban sin reparos la calidad del establecimiento donde se alojan. De una de las posadas de Trujillo, Badcock, en 1835, dice que era muy buena y limpia. Años más tarde, en 1844, Cook se aloja también en Trujillo y, a pesar de asegurar que Extremadura es la región de España con las peores posadas, considera que el establecimiento en el que se hospeda en esta ciudad es de una gran calidad, aunque echa de menos la comodidad que supone tener cristales en todas las ventanas: “encontramos una amplia y excelente posada regentada por una respetable señora. Es una posada realmente española, limpia y cómoda, una de las mejores del reino”. Estas alabanzas que los viajeros dedican al alojamiento que encuentran en Trujillo[16] se repiten también en el diario de viajes de Roberts, que recorre Extremadura en el año 1860. En efecto, este autor dice que “Trujillo no sólo es una vieja ciudad típica, con estrechas y tortuosas calles, llena de casas pintorescas, sino que contiene la mejor posada con la que nos hemos encontrado entre Madrid y Sevilla”. Por su parte, Richard Ford, también se refiere a una posada de Trujillo muy decorosa y limpia que responde al nombre de “Posada de los Caballeros”, llevada por una viuda. “Está en la parte alta de la ciudad aunque el camino pasa por la parte de abajo. La ciudad antigua se eleva a la izquierda, y ofrece desde su situación un efecto imponente, que desaparece tan pronto se entra en ella”[17]. Probablemente, se refieran a la misma posada.

Por otra parte, Southey[18] vierte algunas críticas referentes a la posada de Venta Nueva[19], ya que los rústicos camastros descansaban en cuatro troncos a los que nunca se había despojado de la corteza y la Corte había usado toda la ropa de cama: “Mi catre está colocado sobre palos de los que no se ha retirado la corteza. Las camas son malas, y la Corte ha manchado toda la ropa blanca”[20]. Sin embargo, en Casas de Miravete se hospedan en una posada mejor, “encontramos una casa de postas con el honorable nombre de las casas del Puerto de Miravete[21], y donde gustosamente acordamos pasar la noche. Para nuestra gran comodidad encontramos unas camas limpias en las que descansar”. En los Santos de Maimona, Robert Semple, se siente encantado con la posada en la que se hospeda, “la casa de postas era muy buena, y el grado de limpieza que imperaba en el interior, habría sido tenido en cuenta hasta en Inglaterra”. Llama la atención a los viajeros en diferentes posadas, el hecho de que las ventanas tengan o no cristales. En el caso de Baretti[22], cuando decidió visitar a su familia, no dejó de subrayar, respecto a su alto en Badajoz, que las ventanas de la posada de Santa Lucía, igual que las de Portugal, carecían de “cristales y tenían solamente postigos que excluían la luz si se cerraban para protegerse de la lluvia, viento o frío. No había cajones, armarios ni espejos”, ofreciendo, además, una crítica a la escasez de mobiliario que presentaban las posadas.

En contraposición a la calidad de los alimentos y casas de posta, y en lo referente al tema de la salud en nuestra región, hay que señalar que es tratado por Dalrymple[23] y Cook de diferente modo. El primero tiene la impresión de que los habitantes de Badajoz sufren de ictericia[24] y con respecto a toda la región, opina que los extremeños “son propensos a las calenturas y a las fiebres palúdicas, lo que le da un aspecto enfermizo”. Cook cree que el problema de las fiebres, que él denomina tercianas, tiene su origen en una mala alimentación y, en especial, “en el uso desordenado de alimentos vegetales”. Por su parte, Richard Ford, advierte en su obra que “las cantidades de “Chorizo” y de “Pimentesco”[25] que se comen en Extremadura producen el carbunco[26]”, estando equivocado en las causas que producen dicha enfermedad, ya que esta enfermedad se transmite por el ganado ovino, vacuno y cabrío, incluso equino, pero no tiene nada que ver con chorizo ni con el pimentón. Otra patología destacable es la aparición de la viruela. Baretti, en su paso por Trujillo, hace referencia a dicha enfermedad y dicho lugar, que le parece un sitio desagradable; sus calles “mal pavimentadas con cantos de pedernal, las casas irregulares y muy bajas, y la pobre posadera había perdido aquella mañana a sus dos hijos, víctimas de la viruela”, haciendo referencia al atraso que sufría la región extremeña, ya que “se desconocía la vacunación” [27].

En lo referente a los aspectos climatológicos, Southey relaciona el mes de enero en la región extremeña, tan templado, con el mes de junio en Inglaterra, “las violetas estaban en flor, o la falta de mantas durante la noche no significaba grave quebranto. Hemos encontrado a un hombre cabalgando sin chaqueta ni chaleco, con la camisa abierta y las mangas subidas, un fresco desnudo para enero”[28]. También le llama la atención que la mayor parte de las mujeres y los niños anden descalzos.

En el caso de Badcock[29], cuyo objetivo principal en su viaje a España, era averiguar si habían entrado en Portugal algunas fuerzas españolas y enterarse de qué pensaban hacer los españoles, cuando tomó una diligencia hasta Trujillo, y una vez allí, señala que el calor fue demasiado intenso para andar recorriendo sus calles. Jaraicejo, que era la siguiente etapa, ofrecía tan desolador aspecto que le pareció “como si un ejército lo hubiese evacuado veinticuatro horas antes”[30]. Por su parte Beckford[31], que atraviesa Extremadura en invierno bajo unas condiciones climáticas difíciles y en un estado de salud bastante malo, ofrece una impresión sombría de las ciudades por las que pasa. De ahí que el adjetivo que aplica a Badajoz y sus habitantes sea el de “fúnebre” y que defina a Trujillo como una “lóbrega ciudad […], situada en un oscuro altozano”, añadiendo a continuación que fue esta ciudad “la que vio nacer al despiadado Pizarro, el azote de los peruanos y el asesino de Atabaliba[32]”, frases extraídas de esa leyenda negra que durante siglos alentaron algunas naciones de Europa.

En lo referente a los rasgos fisiológicos y al carácter de la población extremeña, la extrañeza que les produce a estos viajeros una cultura y tradiciones que, en principio, les son muy ajenas, les lleva a consignar en sus diarios, hechos ciertamente curiosos. Este es el caso, por ejemplo, de los campesinos extremeños de la zona de Fuente de Cantos, a los que Semple[33] describe como “increíblemente robustos, aunque no altos”. Posteriormente, su reflexión sobre el campesinado de nuestra región le lleva a emitir un juicio muy particular en el que llama la atención sobre las grandes semejanzas existentes entre los campesinos escoceses y los de algunas partes de España. En este sentido, en el diario de viaje de Luffmann, publicado a principios del siglo veinte, encontramos una breve alusión a los campesinos de la zona de Cáceres, capital en la que se les describe como “pequeños de estatura, pero muy bien formados, tranquilos y corteses”.

En este sentido, les resultan significativos los hábitos de ciertos individuos, como sucedía con el campesinado, además de llamarles notablemente su atención, el aspecto físico y el carácter de los habitantes de esta región, encuentran relevantes otros aspectos como los referentes a los monasterios de Yuste y Guadalupe y, sobre este último, la leyenda de la aparición de la Virgen y su devoción, los numerosos rebaños que tenía en propiedad, así como la inmensa riqueza de la orden. En este sentido, podemos aludir al famoso dicho popular de la época que corría de boca en boca hasta llegar a oídos de estos viajeros refiriéndose al monasterio guadalupense y que dice así: “Quien es conde y desea ser duque, meterse fraile en Guadalupe”.

Por otro lado, hay un aspecto, en la región extremeña, que puede resultar de gran interés y que sería el tema de las Hurdes, a las que Sir John Talbot Dillon[34] se refiere como tierras de salvajismo y paganismo entre sus habitantes, de desdicha y miseria. Todo ello va a formar parte de la leyenda, mantenida por diferentes autores hasta bien entrado el siglo diecinueve, acerca del atraso y barbarie de los hurdanos, como Javier Marcos[35] recoge en su trabajo sobre la historia de la antropología extremeña. Dillon anotará que “en alguna parte de este desgraciado país, si preguntan donde están las Hurdes, algunos le dirán, un poco más adelante, y cuando llegue, otro le informará que está a una pequeña distancia por detrás; nadie quiere reconocerse como habitante de este desgraciado país de las Hurdes”.

En otras ocasiones, los comentarios de estos trotamundos giran en torno a la hermosura de la mujer extremeña. Para algunos, el origen de la belleza de la mujer española se halla precisamente en ese atractivo que posee lo exótico, y en particular los países del sur de Europa, para los habitantes del norte y, en especial, para los de habla inglesa, por ser estos los que con más frecuencia nos visitan. Badcock, hace una comparación entre la mujer española y la portuguesa, encuentra la razón del atractivo de las primeras en su andar elegante, sus ojos oscuros y sus costumbres moras. En concreto, este autor afirma de las mujeres españolas que “su carácter en el amor está lleno de extrema pasión, celos y furia que las conduce a cometer cualquier exceso”. Mientras que para Badcock, las damas portuguesas, aunque por lo general no son tan hermosas, son más agradables. “Todas tienen los ojos muy brillantes, y son muy apegadas, fieles y hogareñas”.

Otro de los temas de gran interés, con numerosas descripciones al respecto, son las referencias a la cultura material. En lo referente a las opiniones que a todos ellos les merecen las ciudades extremeñas varían notablemente debido a numerosos factores. En el caso de Baretti[36], refiriéndose a Mérida, destaca que encontró que los habitantes se sentían orgullosos de sus restos antiguos, pero parecía, lamentablemente, que no les importaba demasiado. El puente era “noble, largo, espacioso y todo él de piedra”; Otro ejemplo lo representa el capellán Edward Clarke[37], que atraviesa Extremadura de forma rauda y apresurada, describiendo la ciudad de Trujillo como “situada en una colina en cuya cima hay un castillo”[38]. De Mérida dice que “…está construida a orillas del Guadiana sobre el que hay un majestuoso puente […]. Hay algunos restos de un anfiteatro, de un acueducto, de un circo, todo romano”. En este sentido, se trata de una visión meramente descriptiva, sin ofrecer ningún comentario crítico al respecto. Otro dicho popular utilizado por Davillier en su obra, es el referido a Trujillo y a la orografía del terreno con su conjunto de batolitos graníticos: “Por doquiera que a Trujillo entrares, andarás una legua de berrocales”[39]. Richard Ford[40], también hace referencia a este dicho y afirma en su obra que “Trujillo es un triste monumento de ciudad desgastada en la cual los armazones de una anterior grandeza se burlan de la presente pobreza; ahora el pueblo es agrícola y sin vida ni tiendas, ni comercio –meros cultivadores de la tierra-, o criadores de cerdos, principalmente de esto último, ya que la tierra está abandonada sin cultivar, puesto que en su mayor parte es pedregosa y pobre”, de aquí el dicho, “por do quiera que a Trujillo entrares, andarás una legua de berrocales”.

En este sentido, las descripciones de Cook [41] cuando toma una diligencia de Badajoz, camino de Trujillo, señala que a su paso, no pudo por menos de anotar que el puente destruido en Almaraz[42] continuaba aún quebrado, y Trujillo le pareció, a pesar de su ruinoso estado, “una vieja ciudad de gran belleza”, que pasa a describir con considerable detalle antes de proseguir hacia Logrosán, motivo primordial de su viaje. También era un pretexto para llegar a Guadalupe, que atesoraba todavía obras de Zurbarán “no dañadas ni tocadas”, y que, a su juicio, debieran llevarse al Prado antes de sufrir el funesto destino de la biblioteca, casi desaparecida.

De este modo, hay que referirse a la visita que hace el capitán de navío Cook[43], a la sierra de Guadalupe, a mediados del siglo diecinueve, en el año 1843, con el ánimo de comprobar la situación de la fosforita y la finalidad de visitar varias minas, especialmente en Logrosán, permitiéndole recorrer algunos pueblos de la zona. Antes de llegar a ellas, se detiene en Trujillo durante un período de tiempo, suficiente como para permitirle visitar con detenimiento los principales monumentos de la ciudad, afirmando que son “extremadamente interesantes” y prueba del interés que en él despierta, la dan las numerosas páginas que en su relato dedica a su descripción.

Otra de las ciudades extremeñas que llaman la atención, entre los relatos de los viajeros O´Shea, O´Really y Luffmann, es la ciudad de Cáceres. Narrando sus impresiones de la ciudad, el primero de ellos cuenta en su obra de 1865 que Cáceres, que tiene una población de 13.466 habitantes y un invierno muy suave, “por su situación apartada y por la falta de carreteras, se halla en un rincón ignorado de Extremadura, siendo aburrida, sin vida, sucia y lúgubre”. Esta opinión tan poco halagadora que O´Shea formula de la ciudad, no parece compartirla cincuenta años después O´Reilly[44], que hace referencia a varias cuestiones dialécticas; de este modo, el habla de los habitantes de Cáceres, al que califica de “castellano puro”, comparado con el de Andalucía, al que se refiere como “descuidado dialecto andaluz”, no suponen un mismo dialecto. Esta alusión a la pureza de la lengua que se habla en Cáceres tiene su eco en el relato de Cook, quien ya en 1844 ensalza la forma de hablar de las gentes de Trujillo calificándola de “dialecto extremadamente puro”. Por otro lado, Luffmann[45], que visita Cáceres en 1910, describe la ciudad en términos muy halagadores haciendo especial hincapié en la limpieza de sus calles y en los rasgos regulares de sus habitantes. Así, por ejemplo, en cuanto a su pulcritud, manifiesta que “está inmaculadamente limpia”. También añade que “Cáceres es hoy suficientemente limpia como para merecer escapar a cualquier forma de contagio, ya que no hay ninguna calle, casa, individuo o vestimenta sucios”. Llama notablemente la atención algunos de los contrastes que encontramos entre diferentes autores sobre un mismo tema, como puede ser el de la limpieza. En cuanto a sus habitantes comenta, como se ha señalado anteriormente, que “los campesinos son pequeños de estatura, pero muy bien formados, tranquilos y corteses” y que las mujeres de Cáceres “tienen rasgos sorprendentemente regulares y algunas son increíblemente hermosas”.

De este modo, Ford, aunque no había conocido, por desgracia, la ciudad de Cáceres, en su primera edición encontramos un pasaje en que se dice: “poca cosa hay que ver aquí, y la población es apagada y porcina”. En la tercera edición, el pasaje se modifica y amplía, llamando la atención la nueva visión descriptiva que ofrece: “Cáceres abunda en arquitectura feudal, macizas casas señoriales, con portalones de granito y escudos de armas. Incluso cabe citar que la heráldica y los jamones se han desmandado…; la parte más alta de la villa conserva sus viejas murallas y torres. Son de notar dos aljibes, el arco de Estrella y los pasajes que llevan a la plaza…; el amante de las casas antiguas se fijará en la de Veletas, el alcázar moruno, la de los Golfines, con sus mosaicos, la de los condes de la Torre, y especialmente la mansión del duque de Abrantes, en la que destacan las ventanas”.[46]

Es destacable que la mayoría de los viajeros que atraviesa nuestra región presta una atención especial a su riqueza arquitectónica así como a la belleza natural de algunos de sus parajes. En algunos casos, esas descripciones se ven enriquecidas con comentarios de diversa naturaleza y en los que tienen cabida un sinfín de temas que por una u otra razón despertaron el interés del viajero.

Por otro lado, en los escritos de los viajeros que visitan nuestra región nos topamos a veces con retazos de información sobre aspectos de poca importancia, en apariencia, pero que pueden resultar de gran interés hoy en día. Así, por ejemplo, a Southey, a principios del siglo diecinueve, le parece que los cántaros de barro de Trujillo están mejor hechos y se han utilizado mejores materiales en su fabricación que cualquiera de los que ha visto en Inglaterra, aunque también encontró platos fabricados en este país. Esta industria trujillana parece haberse mantenido al menos durante todo el siglo diecinueve, ya que en el diario de Chapman y Buck, a principios del siglo veinte, se testifica su existencia así como la de la fabricación de collares de hierro con púas para perros.

Sin embargo, por otro lado, se destaca la escasez de manufacturas que había en esta región y su poca importancia, enumerando las pocas industrias existentes: “Se reducen a una fábrica de sombreros en Badajoz […] Dos fábricas semejantes en Zafra. Un gran número de curtidurías también en Zafra y en Casar de Cáceres. Una manufactura de paños gruesos en Arroyo del Puerco[47]. Todavía quedan algunos telares de paños en Hervás…”[48]. También se hace referencia a la descripción de un martinete, que había en Guadalupe, donde se trabajaban utensilios de cobre bastante comunes y, en alguna ocasión, se considera como el único representante de toda la industria del distrito.

Esta escasez de manufacturas, unidas al abandono de la Corona y a las tareas devastadoras y ruinosas llevadas a cabo por la misma, a su paso por la región, se convierten en un excelente caldo de cultivo que conduce al atraso y al inmovilismo de los pueblos extremeños. Podemos señalar uno de los pasajes que destaca Southey, referente a los viajeros que marchaban a la zaga de la Corte, y que describe de la siguiente manera: “Nunca he presenciado un panorama de tan melancólica devastación. Su católica majestad se desplaza como el Rey de los Gitanos; su séquito despoja el campo sin pagar por nada, duerme en los bosques y quema los árboles. Encontramos muchos árboles ardiendo aún. El hueco de un hermoso alcornoque utilizado como fogón. Los de los alrededores destruidos para usarlos como combustible. Si el más leve viento se levantase ahora, el bosque entero sería pasto de las llamas. Mulas, caballos y burros tendidos, muertos a lo largo del camino”. En este sentido, comenta que cuando llegaron a Jaraicejo, la hospedera de este pueblo les dijo, entre lágrimas, que los gastos de la escolta del Rey en su casa ascendían a más de mil reales, de los cuales no había recibido ni tan siquiera uno. “Su Majestad y su escolta habían quemado los árboles, copado los caminos, ensuciado las ropas de cama, y devorado las provisiones”[49]. Del mismo modo, este otro caso, que también encontramos en los relatos de Southey, puede resultar anecdótico, ya que al entrar en la aldea del Puerto de Santa Cruz, donde cenaron, la gente les rodeó, preguntándoles si eran ellos los caballeros que venían a pagar las deudas del Rey.

Otro de los diferentes temas que encontramos, es el referente al tipo de transeúntes que deambulaban por aquellos caminos, que además, de estar compuesto por el séquito de la Corte del Rey, también estaba formado por los bandidos que vagaban por aquellas tierras, considerados como un problema que afectaba a la región extremeña. En el relato de Cumberland, se manifiesta que recibió aviso de mantenerse en guardia contra los ladrones en la zona entre Trujillo y Miajadas. Años más tarde, Southey informa al lector de que la región entre Plasencia y Trujillo se hallaba plagada de bandidos. Badcock, por citar un ejemplo, refiriéndose a la comarca que va desde Navalmoral a Plasencia afirma que esta zona “se encontraba infestada de bandidos y que los viajeros y la gente del lugar la atravesaban únicamente en grandes grupos armados”. Sin embargo, a pesar de los comentarios realizados sobre el tema de los bandidos en sus relatos, la mayoría de los viajeros, no parece haberse encontrado cara a cara con estos personajes, por lo que se puede hablar de un conocimiento teórico del asunto. También aparece reflejado, en algunos relatos, el tema del contrabando, señalando su importancia para la economía de algunos extremeños.

Otros de los aspectos que se tratan en los diferentes relatos están relacionados con diferentes temas. En este sentido, Cook y Chapman muestran su admiración ante la riqueza ornitológica de Extremadura, además, el primero se lamenta de la escasez de buenas mulas, cuando en el pasado, dice, “esta provincia tenía fama por criar las mejores mulas de España”. También son reseñables los comentarios de Badcock refiriéndose a la queja de los altos precios de la región, así como los aspectos comparativos que Whittinhton[50] realiza entre España y Portugal, diciendo que en España “las posadas son pequeñas, ni buenas ni malas durante todo el viaje, pero las de Portugal son peores que las de España”. Del mismo modo, al referirse al Camino Real dice que no está bien cuidado y que en algunos tramos es pedregoso y estrecho, y en otros, se convierte en un ancho sendero de arena, mientras que el camino portugués está pavimentado en casi su totalidad. De los caballos de postas españoles, afirma que, generalmente, dos de cada cuatro son muy buenos, son pequeños y galopan bien, mientras que en Portugal raramente se encuentra uno bueno de cada cinco, poniendo de manifiesto la gran calidad de los caballos españoles.

Para concluir, podemos señalar que la visión que estos viajeros nos ofrecen de Extremadura, relacionada con el tipo de visita que han llevado a cabo en la región, refiriéndose al despoblamiento, o a los malos caminos y hospedajes, puede relacionarse con los ensayos interpretativos acerca de la situación extremeña y su visión dominada por un tono más bien triste, que presenta una región abandonada por la Corona, con un nivel demográfico muy bajo, y con un escaso interés por parte de sus habitantes en superarse, abandonados a su destino, como recoge Davillier[51] en la famosa décima de Gregorio de Salas:

“Espíritu desunido
Domina a los extremeños;
Jamás entran en empeños
Ni quieren tomar partido:
Cada cual en sí metido
Y contento en su rincón
Huye de toda instrucción;
Y aunque es grande su viveza,
Vienen a ser, por pereza,
Los indios de la nación”.

Como contrapunto, a lo señalado anteriormente, todos están de acuerdo que podía ser una región rica, como lo fue en el pasado, con una importante producción agrícola, si hubiera un mayor esfuerzo por parte de todos. De todas formas, el enfoque que presentan es una visión general, casi esteriotipada, que tienen del país, tanto los viajeros ilustrados como los románticos. Sin embargo, conviene tener en cuenta el género de informantes locales que lograron, ya que a veces pueden estar reproduciendo una opinión meramente reflejo de arquetipos nacionales. Así pues, sería interesante conocer cuáles fueron sus fuentes de informantes y para ello, sería de gran interés, recurrir al trabajo de campo antropológico para contrastar su información con la que ofrecen los diferentes autores y viajeros españoles de la época, que conocen la zona.

Como conclusión final, podemos añadir que en el retrato de Extremadura que emerge de la pluma de estos viajeros no impera únicamente ese tono oscuro y sombrío que se pueda pensar. En esas pinceladas que dibujan nuestra región existen, asimismo, algunas zonas que destacan por su colorido, vistosidad o animación[52]. Así, es verdad que la impresión general de algunos de los viajeros sobre Extremadura está teñida de coloraciones ciertamente grisáceas o si para estos viajeros nuestra región no es sino un páramo desierto sin vida, para otros, sin embargo, nuestra tierra resplandece con ese brillo que le otorga una riqueza natural casi intacta. Si sus pueblos y ciudades merecen para la mayoría de los viajeros, los calificativos de míseros, pobre y en deterioro, para otros, son limpios y pintorescos. Lo mismo podemos afirmar de la comida o del alojamiento, pues si la escasez de productos alimenticios elaborados es un hecho para la mayoría de estos peregrinos, así como la escasez y poca calidad de las posadas, también es cierto que abunda en la región la caza y otros alimentos naturales, y que en algunos lugares, el alojamiento puede competir a nivel de igualdad con el de otros países más prósperos. Esta imagen ambivalente de Extremadura, que se asoma tanto en los relatos de viajeros extranjeros que visitan nuestra región en las últimas décadas del siglo dieciocho, como en los diarios de viaje de los que recorran tierras extremeñas a lo largo del diecinueve y principios del veinte, incorpora a nuestro rico acervo cultural un valioso punto de vista externo que nos permite comprender y apreciar, en mayor medida, los múltiples valores que conforman nuestra identidad como región. Ante todo, no debemos olvidar que nos movemos en el pasado para construir el presente y alcanzar el futuro; un futuro incierto, pero optimista, como es el que presenta nuestra identidad extremeña, perfilada a lo largo de los tiempos.

Agradecimientos:

A Manuel Prieto Matías y a Pedro Prieto Ramiro, por su inestimable ayuda.

Este trabajo ha sido financiado por la Fundación Valhondo Calaff a través de su programa de becas destinadas a postgraduados de la Universidad de Extremadura.

Bibliografía:

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  • Beckford, W., Italy, with Sketches of Spain and Portugal, 2 vols., Londres, 1834.
  • Clarke, E., Letters Concerning the Spanish Nation: Griten at Madrid during the Years 1760 and 1761, Londres, 1763.
  • Cumberland, R., Memoirs of Richard Cumberland griten by himself, Londres, 1806-7.
  • Dillon, J. T., Travels through Spain: with a view to illustrate the natural history, Londres.
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  • Laborde, Itinerario descriptivo de España, París, 1808, vol. I.
  • Luffmann, C. B., Quiet Days in Spain, New York, 1910.
  • Maestre, Mª. D., Doce Viajes por Extremadura. En los libros de viajeros ingleses. 1760-1843, Plasencia, 1995.
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  • Marcos Arévalo, J., “Etnografía y folklore en Extremadura”, en La Antropología cultural de España, Barcelona, 1989, pp. 321-379.
  • Marín Calvarro, J. A., Extremadura en los relatos de viajeros de habla inglesa (1760-1910), Colección Filología, “Rodríguez Moñino”, Badajoz, 2002.
  • O´Reilly, E. B., Heroic Spain, New York, 1910.
  • Richard Ford, A handbook for travellers in Spain and readers at home, Londres, 1845, vol. I.
  • Roberts, R., An Autumn Tour in Spain in the Year 1859, Londres: Saunders, Otley, and Co., 1860.
  • Robertson, I., Los viajeros impertinentes. Viajeros ingleses por España. 1760-1855, Editorial Nacional, Madrid, 1976.
  • Romero de Tejada, P., “La visión de Extremadura en los viajeros europeos”, Antropología Cultural de Extremadura (Primeras Jornadas de Cultura Popular), Editora Regional, Mérida, 1989.

NOTAS:

[1] Pilar Romero de Tejada, “La visión de Extremadura en los viajeros europeos”, Antropología Cultural de Extremadura (Primeras Jornadas de Cultura Popular), 1989.

[2] Hay que tener en cuenta, que las rutas que realizan son las de Badajoz a Madrid o a Sevilla, que se caracterizan por ser las zonas donde se encuentran las grandes dehesas, así como Sierra Morena.

[3] Jesús A. Marín Calvarro, Extremadura en los relatos de viajeros de habla inglesa (1760-1910), Badajoz, 2002, pp. 13-27.

[4] R. Cumberland, Memoirs of Richard Cumberland griten by himself, Londres, 1806-1807.

[5] Richard Cumberland nace en 1732. En Inglaterra era conocido sobre todo como dramaturgo, su verdadera vocación, aunque tuvo que alternar la literatura con otras actividades vinculadas a la política. Viajará a España entre 1780-1781 encargado de firmar un tratado. Habiendo fracasado en su cometido, Cumberland abandonó su carrera política y administrativa y se retiró al campo, dedicándose plenamente a su vocación de escritor. Sus obras más conocidas son las comedias sentimentales The Brothers (1769) y The West Indian (1711). Fue el creador de un periódico “de ensayo” titulado The Observer. Murió en 1811.

[6] Davillier, 1984, vol. II, pág. 86.

[7] María Dolores Maestre, Doce viajes por Extremadura. (En los libros de viajeros ingleses. 1760-1843), 1995, pág. 227.

[8] Alexandre Louis Joseph, conde de Laborde. Nace en París en el año 1773. Escritor y político francés. Diputado liberal en 1822, participó en la revolución en 1830. Más tarde fue colaborador de Luis Felipe. Autor de varias obras tales como Itinerario descriptivo de España (1808) y Viaje histórico y pintoresco por España (1806-1820). Muere en París en el año 1842.

[9] Laborde, Itinerario descriptivo de España, París, 1808, vol. I, pág. 373.

[10] Richard Ford, A handbook for travellers in Spain and readers at home, Londres, 1845, vol. I, pág. 516.

[11] Laborde, 1808, vol. I, pág. 374.

[12] Robert Southey nació en 1774 en Bristol y se educó en Westminster y Balliol, Oxford. Mantuvo una estrecha relación de amistad con Words-worth y Coleridge y jugó un papel importante en el movimiento romántico inglés. Escribió una gran cantidad de obras en verso y en prosa destacando especialmente en su faceta epistolar. En 1808 se convirtió en un colaborador asiduo de la revista The Quarterly Review. Entre sus obras destaca el libro que apareció en 1797, Letters Written during a Short Residence in Spain and Portugal. Toda su vida siguió interesado por España. Murió en 1843.

[13] E. Main, Cities and sights of Spain. A Handbook for Tourists, Londres: George Bell and Sons, 1899.

[14] Capitán Samuel Edward Widdrington, hijo de una rica heredera, adquirió el rango de capitán de navío. Visitó España a partir de 1829. Fue elegido miembro de la Royal Society. Vuelve a España acompañando al destacado científico, el Dr. Daubeny, profesor de Botánica y de Química de Oxford, interesados en las minas de fosforita de Logrosán. Una de sus obras más destacables es Sketches in Spain during the years 1829, 1830, 1831 y 1832.

[15] Richard Roberts, An Autumn Tour in Spain in the Year 1859, Londres: Saunders, Otley, and Co., 1860.

[16] La mayoría de los viajeros comenta que la posada de Trujillo, se supone que “La de Caballeros”, era buena y limpia. Según los indicios, esta posada se situaba en la calle de la Encarnación.

[17] María Dolores Maestre, Doce viajes por Extremadura. Pág. 361.

[18] Ian Robertson, Los curiosos impertinentes. Viajeros ingleses por España. 1760-1855, pág. 173.

[19] Lugar Nuevo.

[20] María Dolores Maestre, Doce viajes por Extremadura. Pág. 208.

[21] Actual municipio de Casas de Miravete.

[22] Giuseppe Baretti. A Journey from London to Genoa through England, Portugal, Spain and France. Nació en Torino en el año 1719. Muere en 1789, año de la Revolución Francesa. Muere en Inglaterra. Realizó un largo viaje por Lisboa, España, Francia, después retornó a Milán y a Venecia. Realizó una gran descripción de la gente y paisajes de la España del 1760. En el año 1765 debido a la polémica suscitada por alguno de sus escritos, se estableció definitivamente en Inglaterra, donde murió en el año 1789.

[23] John Dalrymple, nació en New Hailes, Escocia, en el año 1737. Hidrógrafo y navegante británico que surcó los mares del Sur y levantó un mapa de las islas visitadas, del cual se sirvió Cook en su primer viaje en 1768. Muere en Londres en 1808.

[24] Enfermedad que consiste en ciertos trastornos hepáticos que producen aumento de bilis en la sangre, y se manifiesta generalmente por la coloración amarilla de la piel y las conjuntivas.

[25] Debe querer decir pimentón.

[26] El carbunco o carbunclo es una enfermedad contagiosa, virulenta y mortífera que sufre el ganado lanar, vacuno y cabrío, y a veces en el caballar, que puede transmitirse al hombre, denominándose ántrax maligno. La origina el Bacillus anthracis. No tiene, por tanto, nada que ver con el chorizo y el pimentón.

[27] Baretti, pág. 59. Los curiosos impertinentes. Viajeros ingleses por España. 1760-1855. Ian Robertson.

[28] María Dolores Maestre, 12 viajes por Extremadura. En los libros de viajeros ingleses. 1760-1843. Pág. 211.

[29] El teniente coronel Sir Benjamín Badcock, el autor de Rouge Leaves from a Journal Kept in Spain and Portugal during the Years 1832, 1833 and 1834(1835) formó parte de una misión militar inglesa que debía estudiar la situación en Portugal, al comienzo de la lucha fratricida entre don Pedro y don Miguel. Llevaba Badcock la comisión específica de averiguar los movimientos e intenciones de los españoles en la frontera de Portugal, y a poco de llegar a Lisboa salió para Badajoz. Encontró a los españoles suspicaces en demasía: en realidad hicieron en cuanto estaba en su mano por ocultarle los hechos. Intentó, a pesar de todo, sacar el mayor provecho posible de la embarazosa y molesta situación en que se encontraba, y le animó pensar que tal vez tuviera ocasión de volver a alguno de los lugares conocidos durante su anterior visita a España: no por nada era un veterano de la guerra de la Independencia, y buen conocedor de la región fronteriza.

[30] Ian Robertson, Los curiosos impertinentes. Viajeros ingleses por España. 1760-1855, Editora Nacional, Madrid, 1976, pág. 269.

[31] W. Beckford, Italy, with Sketches of Spain and Portugal, 2 vols., Londres, 1834.

William Beckford nació en 1759 en el seno de una familia inmensamente rica con plantaciones y esclavos en Jamaica. Recibió una educación refinada de los mejores maestros de la época. Sin embargo, combinó su sed de conocimientos con una devoción casi enfermiza por los placeres ilícitos. Su riqueza le permitió viajar y escribir. Su primer tour por Europa lo realizó a los veinte años viajando por Holanda, Francia, Italia, Suiza… Su obra tiene influencia de los romances satíricos de Voltaire. Murió en 1844.

[32] Probablemente el autor se refiere al emperador inca Atahualpa. Este tipo de errores en la transcripción de nombres propios, sobre todo nombres de personas y topónimos, resulta muy común en los escritos de los viajeros de habla inglesa.

[33] Robert Semple, viajero inglés que nace en 1766. Visita la Península en dos ocasiones: la primera en 1805 y la segunda durante la guerra de la Independencia, en 1809. De esta segunda visita da cuenta en su diario publicado en Londres en ese mismo año y que tituló A Second Journey in Spain, in the Spring of 1809; from Lisbon through the Western Skirts of the Sierra Morena, to Sevilla, Córdoba, Granada, Málaga and Gibraltar; and thence to Tetuan and Tangiers.

[34] J. T. Dillon, Travels through Spain: with a view to illustrate the natural history, Londres.

[35] Javier Marcos Arévalo, “Etnografía y folklore en Extremadura”, en La Antropología cultural de España, Barcelona, 1986, pp. 321-379.

[36] Joseph o Giuseppe Baretti, nació en Turín en 1719, pasando sus últimos cuarenta años de vida en Inglaterra. El primer viaje a España lo efectuó en 1760, y lo publicó en italiano, su segundo viaje fue durante 1768-1769. Refleja lo que ve, impregnando sus descripciones de sus propios y buenos sentimientos.

[37] Edward Clarke nació en 1730. Se formó en la Universidad de Cambridge. Desempeñó funciones como clérigo en su país natal. Viene a España en 1760 como capellán del conde de Bristol, embajador a la sazón de su Majestad británica ante la Corona española. Durante su estancia en Madrid se dedicó a reunir información sobre el país para terminar con las erróneas visiones de España. En 1761 todos los miembros de la Embajada británica abandonaron precipitadamente la Península ante la inminencia de una guerra. En 1763 parte hacia Menoría como capellán y secretario del general Johns, puesto que continuó desempeñando con sucesivos gobernadores. Muere en 1786.

[38] E. Clarke, Letters Concerning the Spanish Nation: Griten at Madrid during the Years 1760 and 1761, Londres, 1763.

[39] Davillier, 1984, vol. II, pág. 88.

[40] María Dolores Maestre, 12 viajes por Extremadura, 1995, pp. 360-361.

[41] Ian Robertson, Los curiosos impertinentes. Viajeros ingleses por España. 1760-1855, Editora Nacional, Madrid, 1976, pág. 232.

[42] Puente de Albalat, denominado por la mayor parte del vulgo de Almaraz, por su cercanía con este municipio.

[43] S. E. Cook, Spain and the Spaniards, in 1843, Londres, 1844.

[44] E. B. O´Reilly, Heroic Spain, New York, 1910.

[45] C. B. Luffmann, Quiet Days in Spain, New York, 1910.

[46] C. B. Luffmann, Quiet Days in Spain, New York, 1910, pág. 316.

[47] Se refiere al actual municipio de Arroyo de la Luz.

[48] Laborde, 1808, vol. I, pág. 376.

[49] María Dolores Maestre, Doce viajeros por Extremadura, pág. 211.

[50] George Downing Whittington recorre la Península en el año 1803. Sus impresiones sobre España y Portugal verán la luz en 1808, en la obra que lleva por títuloTravels through Spain and Part of Portugal, publicada en Londres.

[51] Jean Charles Baron de Davillier y Gustavo Dore, Voyage en Espagne, Libraire Hachette, París, 1862, vol. II, pág. 85.

[52] Jesús A. Marín Calvarro, Extremadura en los relatos de los viajeros de habla inglesa. (1760-1910), Badajoz, 2002.

Oct 012002
 

Valentín Soria Sánchez.

Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid y licenciado en Derecho Canónico y Filosofía por la Universidad de Comillas. Cronista oficial de Jarandilla de la Vera. Cáceres.

HISTORIA DE LAS NUEVAS TECNOLOGIAS EN EXTREMADURA

Las Nuevas Tecnologías en Extremadura en el siglo XX tienen historia y futuro.

Para un congreso de nuevas tecnologías y cultura celebrado en Salamanca en febrero de 1999 Ramón Soria Breña, licenciado en Sociología por a Universidad Complutense de Madrid preparó un amplio informe sobre nuevas plataformas digitales tratando sobre el reto de una televisión a la carta en Extremadura y en resto del territorio nacional.

Conoce Ramón Soria Breña perfectamente la comarca de Campo Arañuelo.

Ha confeccionado numerosos trabajos de investigación sobre Extremadura y otras regiones. Ha participado en la Universidad de Verano del Atlántico en Las Palmas de Gran Canaria y en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander en Cantabria. Ha impartido cursos de especialización sociológica en diversas ciudades españolas.

Voy a entresacar algunas investigaciones que pueden aplicarse a la televisión actual y futura en Campo Arañuelo, en Extremadura y nos servirán para señalar parte de la historia de la Ciencia en Extremadura.

Las investigaciones de mercado realizadas antes, durante y después del lanzamiento de las dos plataformas digitales existentes en la actualidad, afirma Ramón Soria Breña, prometían que el mercado potencial si no excesivamente grande si era lo suficientemente jugoso como para apostar fuerte en televisión.

Sin entrar en mayores detalles de las conclusiones de estos estudios de mercado podía deducirse que había un número creciente de ciudadanos espectadores consumidores dispuestos a pagar determinada cantidad de dinero por ver una televisión diferente y eso era lo empresarialmente importante.

La tecnología estaba a punto desde hace años para poder ofrecer docenas de canales y los ejecutivos de compra. Ramón Soria Breña continúa su argumentación sobre televisión digital.

Los responsables de programación y los técnicos de investigación de mercados nos pusimos a trabajar en lo que parecía ser una tarea fácil, inventar los canales temáticos y llenarlos de contenido.

Pronto se demostró que la tarea era por el momento imposible.

El espectador de Campo Arañuelo y otras zonas de Extremadura en estos tiempos ha pasado por una serie de fases antes de llegar a un punto crítico.

Una primera fase de obnubilación, de fascinación por la cantidad y la posibilidad de elegir canales televisivos que justificaba por sí misma el abono.

Una segunda fase de abrumación, de agobio, a caballo entre el exceso y la saturación y la amenaza de descontrol o la adicción televisiva que en muchos casos ponía en duda la continuidad del abono. Una tercera fase de selección en la que un mayor control de la oferta televisiva y la propia experiencia del consumidor de televisión le permitía conocer cuales eran los canales favoritos y una cuarta fase de demanda muy crítica hacia una oferta de canales poco personalizada exigiendo canales más especializados y con la esperanza puesta en una nueva tecnología o una nueva plataforma que satisficiera de verdad dichas demandas.

Estas ideas de Ramón Soria Breña extractadas de su trabajo de febrero de 1999 para el congreso de cultura y tecnologías nuevas celebrado en Salamanca sirven para un examen de la realidad televisiva en Campo Arañuelo y en el resto de Extremadura.

Lastimosamente un incendio ha dejado fuera de servicio la televisión por cable en Trujillo y su comarca.

En octubre de 1999 en Plasencia se están realizando estudios sobre la viabilidad de una televisión comercial con ámbito hasta Campo Arañuelo, Jerte, Ibores y la Vera de Plasencia.

Las emisiones televisivas han ido mejorando con motivo de las emisiones por satélite.

Una emisora local morala ha logrado emitir continuadamente varios espacios televisivos diarios con noticias y reportajes del Campo Arañuelo.

Se ha adjudicado a Onda Digital determinados canales y se va a lanzar las emisoras digitales autonómicas en breve. Se han adjudicado nuevas emisoras de frecuencia modulada y a otras se les ha denegado la continuación de licencia en Extremadura a ejemplo de Cataluña.

La televisión y la radio del arzobispado toledano Santa María llegan hasta Navalmoral con regularidad. Las emisiones de Castilla-La Mancha desde Toledo se pueden contemplar desde Navalmoral. La emisora autonómica desde Mérida por mediación de la emisora nacional y con programas confeccionados por Televisión Española llega con sus emisiones de mañana y tarde hasta el Campo Arañuelo. Los gastos anuales de Televisión Española en Mérida cuestan doce mil millones de pesetas cantidad equivalente a los gastos en la Universidad de Extremadura en un año.

En Trujillo ha existido desde haced años televisión privada por cable. Desde Talavera de la Reina emiten por satélite ahora programas televisivos que llegan perfectamente en Campo Arañuelo y la Vera.

Se trata no de tener una única emisora como antes había única emisora nacional y sino variedad de emisión incluso de accesos a emisoras internacionales. Por Internet están saliendo emisoras de radio y de televisión en plan de ensayo y experimentación, algunas con una perfección técnica envidiable.

Para hablar por teléfono y para recoger noticias a escala mundial no hace falta haber acudido a las aulas universitarias habiendo además la exclusión sistemática al alumnado de periodismo por el número cerrado de alumnos. Del periodismo en ejercicio se ha pasado a la exclusividad del título sin ejercicio y sin práctica. Una empresa digital ha sacado a mercado un sistema moderno capaz de traducir las emisiones simultáneamente en siete idiomas diferentes. Este sistema eliminará las molestas traducciones escritas a pié de imagen.

En el Campo Arañuelo las empresas privadas televisivas de ámbito nacional no han llegado todavía para hacer programas locales como se hace en el campo de la radio.

La televisión privada talaverana por canal analógico recientemente ha ampliado su radio de acción y de gestión. Se ha trasladado esta emisora toledana desde las cercanías de Nuestra Señora del Prado hasta las inmediaciones de la fábrica harinera.

HISTORIA DE LA IMPRENTA EN EXTREMADURA EN EL SIGLO XX

Agradezco a Nicolás Rivero, de imprenta Rivero de Navalmoral de la Mata las noticias que me ha proporcionado sobre impresos en Navalmoral de la Mata.

Leandro Sánchez Bote, que conoce Campo Arañuelo desde 1954, me ha informado de los primeros ensayos que la parroquia de las Angustias hizo en la radio emisora local. Joaquín Jiménez, director de la Coral Jaraiceña, me ha dado pistas para investigar en la prensa regional.

Francisco Fernández Serrano ha publicado una catalogación de hojas parroquiales y rectorologios diocesanos placentinos dentro de la prensa escrita de Extremadura. Extracto datos y nombres investigados por este conocedor de la prensa de Extremadura y quien facilitó numerosas notas al extremeño Antonio Rodríguez Moñino.

Los periodistas de “Pueblo”, Alfonso Martínez Garrido, y de “Vida Nueva” y “Ya” José María Pérez Lozano, moralos ilustres, me informaron hace algún tiempo sobre literatura y biografías periodísticas.

Hace pocos años acompañé a Alfonso Martínez Garrido a hacer un reportaje periodístico al monasterio de Yuste donde entrevistó al prior Fray Ignacio de Madrid. Ganó el Premio Planeta de novela siendo periodista en Melilla. Fue corresponsal en Moscú y su novela “El miedo y la esperanza” se tradujo al checoslovaco. Conservo en mi biblioteca el libro que Alfonso Martínez Garrido me regaló de su novela.

En los comienzos de la publicación “Vida Nueva” José María Pérez Lozano fue Director. Colaboraba en las publicaciones de Propaganda Popular Católica donde también actuaba Antonio Montero Moreno, doctor en Historia Eclesiástica por la Universidad Pontificia de Salamanca, licenciado en Teología por la Universidad Gregoriana de Roma, director de “Ecclesia” de Madrid, luego obispo auxiliar de Sevilla, obispo de Badajoz y ahora arzobispo de Mérida-Badajoz. José Pérez Lozano dirigió la revista “Film Ideal”. Colaboró en la redacción del periódico “Ya” de la Editorial Católica de Madrid.

En el ambiente periodístico madrileño “Vida Nueva” significó una difusión de la campaña que el catedrático de Derecho Canónico de la Universidad Pontificia y de la Universidad Literaria de Salamanca, Lamberto de Echevarría propugnaba. Era director de la revista de Salamanca “Incunable” y de la “Revista Española de Derecho Canónico” donde admitió varios estudios míos jurídicos canónicos por los años 50.Dirigió la edición y redacción de la publicación “Año Cristiano” en cuatro tomos de la Biblioteca de Autores Cristianos de la Editorial Católica de Madrid. Tuve la satisfacción de colaborar con Lamberto de Echevarría en esta obra de la BAC.

En los primeros números de “Vida Nueva” publicaban José María Cabodevilla, José Luís Martín Descalzo. Publiqué algunas colaboraciones. Formaban el grupo de la revista literaria “Estría” de Roma donde también colaboraba Luís Alonso Schoekel, traductor de la Biblia del Peregrino de la Editorial Mensajero de Bilbao, compañero mío en la Universidad de Comillas en Cantabria, a quien yo enseñé el monasterio de Guadalupe, el castillo de Jarandilla y el Monasterio de Yuste meses antes de su fallecimiento en julio de 1998.

Se pretendía hacer una sección abierta periodística de la actuación de los católicos en España con cierto parecido en plan periodístico al diario francés “La Croix” de Paris. Por aquellos años fue nombrado obispo de Camagüey, hoy arzobispo, Adolfo Rodríguez y de la Habana Francisco Oves, compañeros comilleses. Este exiliado en Roma, canonista, fallecido en El Paso, Houston, USA, siendo el actual cardenal arzobispo de La Habana.

En el primer congreso de prensa católica algunos de los colaboradores de “Vida Nueva” asistimos en Santander y en Comillas a esta expansión de la prensa en España.

En “Vida Nueva” de Madrid, en “Ya”, en “Ecclesia” publicaba desde Roma en los años del Concilio Vaticano II cuando era jefe de prensa latinoamericana una crónica semanal Cipriano Calderón Polo, periodista, que realizó estudios en la Universidad de Comillas en Cantabria, en la Universidad Gregoriana de Roma y en la Universidad de Periodismo de Roma, actualmente obispo de Tagora, vicepresidente de la Comisión Pontificia de América Latina en Roma.

En Jaraíz Luís Merchán Torralvo colaborador de La Voz del Tajo hace unos años dirige la revista quincenal y ahora mensual denominada La Vera de Ediciones La Vera impresa en Jaraíz y en Madrid.

En Navalmoral de la Mata colabora en prensa regional y en el Mirador de Navalmoral el cronista oficial de esta población Domingo Quijada González, catedrático del Instituto moralo Augustóbriga. Tiene diversos libros publicados de la comarca del Arañuelo y organizó los Coloquios Históricos de Navalmoral y ha participado frecuentemente en los Coloquios Históricos de Extremadura de Trujillo. Es licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Extremadura.

En Talaveruela no lejos de Navalmoral se publico durante un año Mayores en acción una revista mensual interesante impresa en Gráficas Romero de Jaraíz de la Vera. En Losar se editó “Vera” impresa en Navalmoral de la Mata. En Jarandilla se editó un anuario en las fiestas de septiembre durante unos años y ahora continúa. Hontiveros y Fernández tuvieron en Jarandilla una imprenta. En Plasencia se editó El Regional dirigido por Eduardo Jiménez del Rey impreso en Plasencia.

En Cáceres, mi recordado amigo, Germán Sellers dirigió la Hoja del Lunes de Cáceres, llamada “Cáceres” y el diario católico “Extremadura”.Ha publicado un interesante libro sobre la Prensa en Cáceres y sobre la capital.

En 1899 en Cáceres se publicaban estos periódicos: El eco de la Montaña, El Heraldo de Cáceres, El partido liberal, La cartera mercantil y la Revista de Extremadura, mensual.

HISTORIA DE LA PRENSA LOCAL EXTREMEÑA EN EL SIGLO XX

En Navalmoral de la Mata explicó en las Escuelas Nacionales su enseñanza fecunda al alumnado el maestro nacional Hipólito Gómez Trujillo. Colaboró asiduamente en la publicación morala “Quince días”. Tiene un libro “Las Crónicas del Carnaval”, editado en la Editorial Publisher en 1998 en Navalmoral de la Mata. Lo ha preparado la familia de Hipólito Gómez Trujillo.

La Voz, Mensual. Imprenta Rivero de Navalmoral de la Mata.

El Rastrillo. Impreso en Navalmoral. Solamente publicidad.

A primeros del siglo XX en numerosas parroquias españolas se difundieron publicaciones de prensa católica. Las hojas semanales se multiplicaban.

Por los años 1940 comenzó el llamado depósito legal para todas las publicaciones. Se debían mandar seis ejemplares de cada publicación impresa.

Lástima que no se ha logrado archivar y catalogar una gran cantidad de impresos de Extremadura. Las imprentas cumplían mandando los ejemplares pero en las provincias en las delegaciones de información y turismo faltaba espacio para el almacenamiento.

Parecidos requisitos había para las emisiones radiofónicas. Se hacían guiones que eran revisados por la llamada censura previa. Con los periódicos antes de la ley de Prensa de Fraga Iribarne existía la revisión antes de la impresión. Muchas veces eran conversaciones telefónicas anteriores a la confección tipográfica de las publicaciones.

En los impresos religiosos han ido cayendo en olvido las reglamentaciones de las censuras y los permisos de impresión y edición. Tanto el Código de Derecho Canónico de 1917 como de 1983 detallen los requisitos de la censura de impresos. En la diócesis placentina a donde pertenece el Campo Arañuelo no ha urgido muchas veces estos requisitos previos a la de impresión de obras.

PUBLICACIONES IMPRESAS EN EXTREMADURA EN EL SIGLO XX

Mi agradecimiento a Francisco Fernández Serrano por las notas y noticias que me ha facilitado sobre prensa en Extremadura. Ha publicado diversos trabajos sobre la Imprenta en Extremadura.

Impresa en Plasencia salió la Hoja Parroquial de Jaraíz de la Vera el año 1914.Primera época bajo la dirección con Marcelo Giraldo Buhavén, párroco de San Miguel, natural de Garganta la Olla. En la segunda etapa dirige la publicación Marcelo Giraldo Buhavén ayudado por Adolfo Maya y Joaquín Jiménez, coadjutores de San Miguel. En la tercera etapa colabora Antonio Cano, párroco de Pasarón de la Vera y coadjutor de Jaraíz de la Vera. La hoja es interparroquial de San Miguel y de Santa María.

En Talarrubias el colegio privado de primaria y secundaria edita un anuario sobre historia del colegio y de historia de Extremadura con la crónica de escolares. La directora es Soledad López Lago, escritora natural de Mérida. Antonio Cano dirige ahora una publicación mensual de la Sagrada Familia desde Jarandilla y una hoja parroquial desde Pasarón de la Vera. Se llama Pasarón. Fe y Cultura. Tiene Antonio Cano una Fundación de ámbito internacional con actuaciones en Perú y en Colombia.

Ha editado en una colección una historia de la cofradía y del santuario pasaroniego de la Blanca, templo de los primeros años del siglo XVII con retablo barroco y buenos esculturas barrocas.

Impresos en Navalmoral de la Mata en las imprentas Rivero y Mohedano salieron diversos números de la Revista mensual “Refugio” dirigida por Ascensio Gorostidi Altuna. Algunos números se imprimieron en la imprenta de José y Valerio Romero de Jaraíz de la Vera.

Esta imprenta, Gráficas Romero, era la sucesora de la Imprenta Hontiveros de Béjar. La publicación “Refugio” de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres) historió la construcción de la capilla refugio más alta de toda Extremadura en 1964 con imagen del escultor madrileño Palomeque, copia de la imagen de Nuestra Señora de las Nieves de Navacerrada que está en la ermita cercana a la casa restaurante de los Fernández Ochoa de Navacerrada.

El último número salió en la primavera de 1967 dirigida por Valentín Soria Sánchez, encargado del Refugio de Guijo de Santa Bárbara. Se registraron los costos de las obras realizadas por el maestro de obras Justo Encinar Masa de Jarandilla de la Vera en la capilla refugio del arquitecto Manuel Sainz de Vicuña y García Prieto, marqués de Alhucemas y arquitecto que hizo los paradores de turismo de Fuenterrabia y Jarandilla de la Vera en 1966.

Cuacos de Yuste. “Yustre”. Mensaje e información. Primer número. Septiembre, 1979. Director. Francisco de Andrés. Prior de Yuste. Habla de la Asamblea de los Caballeros de Yuste en Pncostés, 3, junio, 1999. El once de julio se celebró el XXV aniversario de la ordenación sacerdotal de Fray Francisco de Andrés El dos de agosto se celebra el XXV aniversario de la profesión monástica del General de los Jerónimos Fray Gregorio de Madrid. Es el único enterrado en el claustro plateresco de Yuste.

Saucedilla. Hoja mensual dirigida por Vicente Hernández García de 1978 a 1980.

Almaraz. Publicación mensual. Sigue publicándose desde 1967. Director. Vicente Hernández García que dirige “Iglesia en Plasencia”, publicación quincenal placentina impresa en Navalmoral de la Mata desde 1998.Que se emite y registra por Internet del Ayuntamiento de Almaraz como Iglesia en camino de Badajoz se emite en Internet por California, USA.

Garciaz. Publicación mensual promovida por Pedro González Chorro de 1932 a 1933. Impresa en Trujillo.

Aldeacentenera. Publicación mensual dirigida por Manuel López Sánchez Mora, natural de Jaraíz de la Vera, posteriormente canónigo archivero de Plasencia y autor de varias obras de historia de Plasencia, desde 1931 a 1935.

Becedas. Director. Antonio Muñoz Muñoz, catedrático del Instituto de Enseñanza Media de Béjar publica semanalmente una publicación de 1956 a 1963.

Béjar. Publicación “La Campanilla” editada en Béjar por Ricardo Martín Portilla de 1963 a 1969.

Candelario. José Luís Buenadicha fallecido en 1998 edita mensualmente de 1963 a 1969 y lo imprime en Béjar.

Zorita. Hipólito Barroso Granado en Zorita edita una publicación semanal de 1917 a 1918.

Tejeda de Tiétar. Pedro Lobo Hernández imprime a multicopista una publicación desde 1964 a 1980.Colabora en “La Voz de Mayorga” de Plasencia. Estas mismas notas las pasaba a una crónica en las columnas de la sección cacereña del periódico “Hoy” de Badajoz

Medinilla. Patrocinio Martín Vivas edita en Béjar una publicación semanal desde 1957 a 1962.Empezó por aquel entonces la colaboración en “La Gaceta Regional” de Salamanca. Es cronista oficial de Puerto de Béjar y tiene publicados varios libros en prosa y verso. Estudió en la Universidad Lateranense de Roma.

Plasencia. Laureano García Pablos, familiar de Rodolfo García Pablos, arquitecto de los planos de restauración del templo parroquial de Nuestra Señora de la Torre de Jarandilla de la Vera y del templo de Robledillo de la Vera en tiempos de Pastor González Belloso, párroco actual de Valverde de la Vera, dirige e imprime en Plasencia una publicación quincenal desde 1940 a 1988.

Santa Amalia. Publio Arias Regodón en 1960 edita una publicación semanal llamada “Anales” en 1960.

Puerto de Santa Cruz. En 1928 se publicó una revista semanal en el arciprestazgo de Trujillo impresa en Trujillo.

Por aquellos años en Trujillo se imprimía un semanario llamado “La Opinión” vinculada a la familia Hernández Gil hasta los años setenta, donde yo colaboré. Escribían también Francisco Fernández Serrano, investigador de Garciaz afincado Zaragoza y correspondiente de la Real Academia de la Historia, Juan Tena, archivero municipal de Trujillo, gran promotor de la enseñanza en Extremadura y en Cantabria y Juan Moreno fundador del Centro de Iniciativas Turísticas de Trujillo.

Cañamero. Filomeno Tejeda Manzano edita mensualmente una publicación mensual de 1941 a 1951.

Romangordo. Rectorologio. Publicado en 1984 por Ángel Barquilla, Agustino.

Casatejada. Rectorologio. 1989. Juan José Gómez Matías.

Cabeza de Béjar. 1980. Rectorologio publicado por Francisco García Sánchez, natural de esta población residente en Medellín.

Don Benito. Rectorologio de Santiago. Francisco Galo Fernández Serrano. 1978. Rectorologio de Santiago. Tiburcio García de Paredes. Rectorologio de San Juan.1994.Claretianos.

Santa Marta de Magasca. Rectorologio.1994.Jesús Izquierdo Gil y Leopoldo Hueso.

Zorita. Rectorologio. 1972. Teodoro Fernández Sánchez.

Cañamero. Rectorologio. 1943. Filomeno Tejada Manzano.

Cabezuela del Valle. 1982. Rectorologio. Fernando Flores del Manzano.

Candelario. 1968. Rectorologio. José Luís Buenadicha Martín.

Puerto de Béjar. 1993. Rectorlogio. Patrocinio Martín Vivas. En la historia de la imprenta y de la prensa han de constar publicaciones extensas y de menos cantidad de páginas.

Medellín. Francisco García autor del libro “Medellín” edita una publicación mensual desde 1960.

Malpartida de Plasencia. Ede 1919 a 1928 editó Teodoro Sánchez Martín.

Madrigalejo. Fernando Marcos Fernández en 1915 edita una publicación mensual.

Jarandilla de la Vera. “El Templario”. Publicación editada e impresa en Navalmoral de la Mata por José Antonio Esteban Tovar. También salió otra publicación editada por los miembros sacerdotes de Lumen Dei en 1989 impresa en Jaraíz de la Vera semanalmente.

En Losar de la Vera Fernando Martín Buezas redactó e imprimió una hoja mensual titulada “La Vera” los años 1963 y 1964.

Estos rectorologios han sido impresos en Extremadura. Son datos para la imprenta extremeña.

ALGUNOS REDACTORES DE PRENSA Y RADIO DEL SIGLO XX

En el campo literario de prensa y radio en 1962 llenó un gran espacio el periodista Jesús Rubio Morales de Navalmoral de la Mata.

Jesús Rubio Morales desde 1962 ha colaborado en “Hoy” de Badajoz como corresponsal de Navalmoral de la Mata. En la actualidad dirige la radio Cope de Navalmoral de la Mata.

Miguel Ángel Marcos es actualmente el corresponsal de “Hoy” de Badajoz en Navalmoral de la Mata, Campo Arañuelo y los Ibores.

Julio Romero. Jaraiceño, secretario del juzgado de Plasencia, Malpartida de Plasencia y de Navalmoral de la Mata. Licenciado por la Uned de Mérida. Ha sido juez de Ibiza y de Navalmoral de la Mata hasta su jubilación. Escribió en la hoja parroquial de San Miguel “Pax” de Jaraíz de la Vera, en el semanario “El Regional” de Plasencia, en “Quince días” de Navalmoral, en la Revista anual de Fiestas de Jaraíz desde 1945.

En los años cincuenta las parroquias de Campo Arañuelo y la Vera de Plasencia iniciaron una campaña casi radiofónica. En las torres se instalaron unos potentes altavoces y se daban noticias parroquiales, anuncios y avisos. Era un periodismo radiofónico inicial que existía en varias provincias españolas. Camilo José Cela en la Costa Brava tuvo en tiempos una polémica por esos altavoces mañaneros. Recientemente en Cantabria unas monjas dejaron de emitir por los altavoces música religiosa porque causaban molestias al barrio cercano.

Es la época en que organiza en Colombia una red muy difundida de escuelas parroquiales radiofónicas con la colaboración del párroco de Sutatenza, cercano pueblo a Sopetrán, Joaquín Salcedo, hoy reside en Estados Unidos.

El actual cardenal López Castrillón, presidente de la Comisión Pontificia de Medios Audiovisuales en Roma y antes Obispo de Pereira en sus años de parroquia rural colombiana colaboró intensamente. En febrero asistió con el cardenal Pouppard presidente de la Comisión Pontificia de Cultura al Congreso de Medios de Comunicación y nuevas tecnologías organizado por la Facultad de Periodismo de la Universidad Pontificia de Salamanca en el que tuve ocasión de inscribirme. El cardenal Paul Poupard disertó con el discurso inaugural sobre Perspectivas de las nuevas tecnologías en el siglo XXI. Es presidente de la Comisión Pontificia de Cultura en Roma y rector de la Universidad de Lyon en Francia. Asistió el arzobispo de Mérida-Badajoz, Antonio Montero Moreno.

En Campo Arañuelo se ha reflejado la evolución verificada en la radio.

De la época de las lámparas y de las radios grandes se ha ido pasando a las radios de coches a las radios con transistores Las pilas han ido llevando la radio a los campos y los paseantes o caminantes que a la vez que contemplan el paisaje de las sierras o de los llanos siguen programas musicales, noticiarios o retransmisiones deportivas. Las cadenas de radio han llegado a unificar los espacios radiofónicos. Han permanecido las horas locales en Onda Cero, en Antena tres, en la Ser, en la Cope, en Radio Nacional.

El Campo Arañuelo con los repetidores y con las emisiones de cadenas cada vez más potentes ha tenido una cobertura informativa radiofónica cada mes mayor.

Los partidos desde el campo moralo han intensificado la audiencia en los sábados y días festivos. Los carnavales, las ferias, las actuaciones musicales de conjuntos nacionales han llevado la radio a muchos sitios antes insospechados.

IMPRENTAS DE EXTREMADURA EN EL SIGLO XX

La imprenta de Nicolás Rivero estuvo instalada cerca de la iglesia de San Andrés donde ahora está la Librería Rivero. Luego se trasladó a otro edificio lindante al domicilio de la familia Rivero Sánchez. Últimamente la ampliación de las instalaciones gráficas Rivero se encuentra en un amplio inmueble.

La familia Mohedano por los años cincuenta trabajaba como imprenta. Sucesivamente fue modernizando y ampliando su maquinaria gráfica.

La agrupación familiar López cerca de la Plaza de Méjico hace años instaló su imprenta.

Estas imprentas moralas han tenido un radio de acción en el Campo Arañuelo, en la Vera de Plasencia y en los Ibores hasta Guadalupe.

Publisher en la actualidad es editorial e imprenta. En estos años viene editando monografías de las poblaciones del Campo Arañuelo, la Vera y los Ibores y libros de otras provincias.

Lentamente la imprenta en Navalmoral de la Mata ha seguido el ritmo de modernización y mejora de las artes gráficas.

De las octavillas, pequeñas hojas volanderas, facturas y albaranes ha pasado a editar publicaciones periódicas, revistas publicitarias, libros a color y con considerable número de páginas.

A principios de siglo se leían en Navalmoral de la Mata las publicaciones semanales de la provincia y llegaban por el tren las ediciones de revistas y semanarios madrileños, toledanos, talaveranos y pacenses.

Por aquellos años había libros llamados “por entregas” que se imprimían y distribuían por cuadernillos impresos en Madrid y que luego se encuadernaban rústicamente en las casas.

Durante las campañas electorales se lanzaban hojas y mensajes y muchos d ellos estaban impresos en Navalmoral de la Mata.

En las escuelas Concha de Navalmoral en su biblioteca se conservan varias publicaciones de principios de siglo.

HISTORIA Y PERSPECTIVAS DE LAS TELEVISIONES EN EXTREMADURA EN EL SIGLO XX

En este trabajo voy a recoger algunas notas que sirven de historia de Ramón Soria Breña redactadas con motivo de un congreso celebrado en Salamanca en febrero de 1999.Este sociólogo extremeño recibió el premio de investigación de la Universidad Complutense en el área de Estudios Jurídico-sociales en 1992.Terminó la licenciatura ende Sociología en la Universidad Complutense de Madrid. Es postgraduado en Práctica de la Sociología del Consumo por la Universidad Complutense de Madrid y colaborador del Foro Internacional “Europa Fin de Siglo “Pensamiento y Cultura” de la Universidad Complutense de Madrid.

Resumiré las afirmaciones y conclusiones para los primeros pasos y el porvenir de las Nuevas Tecnologías desarrolladas por Ramón Soria Breña y las aplicaré a esta comarca de Campo Arañuelo.

Los espectadores y actuales a alguna de las dos plataformas de televisión de pago en la zona de Navalmoral de la Mata tienen muy claro como debería ser una verdadera televisión a la carta.

Es sencillamente la máxima expresión de una oferta de canales suficientes orientada hacia un consumidor soberano con canales verdaderamente temáticos muy definidos y matizados tanto hacia las pocas mayorías como a las inmensas minorías.

Una verdadera televisión a la carta permitiría al espectador en esta zona extremeña ver los programas que quiera en el momento que desee y no sujeto a horarios más o menos repetidos.

Permitiría poder propagar ver y conocer en realidad la oferta de canales antes de comprar, construir el propio paquete de pago seleccionando aquellos canales que realmente quiere ver y por los que merece la pena pagar.

La Televisión a la carta debería ser tener una flexibilidad máxima para poder abandonar o comprar uno u otro canal semana a semana, día a día y todos los canales o programas deberán tener un precio único para facilitar la claridad y la flexibilidad de la compra.

En el Campo Arañuelo y en cualquier sitio los operadores de televisión digital de pago en sus diversos formatos de transmisión, vía satélite, terrenal o por cable de fibra óptica, se están dando cuenta que ahora los auténticos y más peligrosos competidores no son las otras televisiones de pago sino las cadenas que emiten en abierto.

Frente a una atractiva televisión de pago con sus múltiples opciones de elección y valorada desde su potencial de entretenimiento, ocio y difusión cultural pero también definida desde una cantidad de televisión minoritaria, fragmentada, encerrada en sí misma, enlatada, está compitiendo la televisión en abierto que se define y valora por su inmediatez, es la fuente directa y en tiempo real del suceso o la noticia, que está conectada a un presente próximo y compartido por una mayoría de espectadores.

Dentro de estas televisiones en Extremadura tienen un valor especial para la mayoría de los espectadores al margen de las críticas a sus sistemas de financiación a su más o menos directa manipulación ideológica las televisiones autonómicas y locales en las que la relación entre los contenidos, programas, noticias y el espectadores es mucho más íntima y culturalmente afín que las de ámbito nacional o internacional.

INTERNET, RED DE REDES, YA TIENE HISTORIA EN EL ULTIMO TRAMO DEL SIGLO XX

Entre los Premios de la Fundación Príncipe de Asturias de 2002, primeros años del siglo XXI, Internet ha sido incluido. Esta Red de Redes ha escrito su breve historia científica. Las Universidades y los Ejércitos se unieron para entrelazar las ciencias y las tecnologías a finales del siglo XX. Las televisiones por Internet actualmente abren posibilidades de hojas y páginas abiertas a espectadores lejanos en espacio y en cultura.

Sin permisos sin trámites sin cortapisas unas hojas editadas y abiertas de Internet pueden llevar cultura universitaria, periodística sin necesidad de exámenes ni de matrículas, ni de comprarse papel impreso.

Se abre con Internet una panorámica que no esta reñida con las televisiones pero que cuando la pantalla del televisor comercial y la pantalla de ordenador se hagan más parecidas de tamaño y calidad surgirá una perspectiva nueva de difundir cultura.

Ramón Soria Breña, sociólogo extremeño en activo, afirma en su estudio de febrero de 1999 que la inmensa mayoría de la producción audiovisual emitida a través de las televisiones de pago y recibida en Campo Arañuelo y en otros sitios pertenece al ámbito cultural anglosajón que en sí no es negativo.

Lo negativo puede ser que en la actualidad no existe ni voluntad de programar canales utilizando material audiovisual de otros ámbitos culturales ni voluntad de invertir en una industria de la producción propia que sea capaz de generar productos atractivos y de calidad aunque los datos de audiencia y los estudios que se realizan señalan una y otra vez que los espectadores echan de menos productos audiovisuales culturalmente próximos añorando las series, documentales, películas, espacios dramáticos que antes producía el único canal existente de televisión española.

Continúa el sociólogo Ramón Soria Breña afirmando que todo parece indicar que los poderes públicos y las empresas del sector todavía no se han dado cuenta ni del valor del aprendizaje cultural ni de la rentabilidad que a medio y largo plazo tiene invertir en este tipo de producción televisiva.

Lo fácil y rentable a corto plazo, pero también lo peligroso, es comprar los paquetes en lo mercados audiovisuales internacionales y apostar todas las cartas al deporte o a las películas de estreno norteamericanas.

Tanto en la Universidad de Verano de Cantabria en Laredo como en la Universidad Menéndez Pelayo de Santander en el verano de 1999 se ha estudiado la influencia de Internet en el intercambio cultural entre continentes.

En Cáceres ha comenzado a radiar por Internet un grupo de estudiantes de la Universidad de Extremadura. No han necesitado tramitación alguna. Son ya extraterritoriales respecto a la emisión de información. Cada vez habrá más sitios o portales donde acudir para recibir y dar noticias y enseñanza. El gerente del grupo Prisa ha comentado recientemente que Internet con el tiempo será una difusión de noticiarios y comunicación a escala mundial.

Internet es como un kiosco donde se acude no para comprar prensa sino para recibir cultura más allá de las fronteras y de las diferencias de idioma y cultura.

Teniendo en cuenta que la televisión definida como un electrodoméstico que usamos de forma lúdica y pasiva a través del que nos llegan imágenes lejanas y sonidos con mejor calidad tiene los días contados.

La televisión del futuro inmediato en Extremadura y en todos sitios será una realidad, un terminal que usaremos de forma activa y práctica por el que recibiremos imagen, sonido, datos, voz, cultura universitaria, primaria, secundaria, utilizando un sencillo mando a distancia o nuestra propia voz.

Pronto en Campo Arañuelo, Extremadura y en otras regiones el espectador comenzará a aprender a utilizar la televisión de otra forma, será mas exigente en la gestión de su tiempo de ocio y no se conformará con una oferta de infinitos canales sino que demandará una serie finita según sus gustos o preferencias y solamente por ellos estará dispuesto a pagar.

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de VALENTIN SORIA SANCHEZ
Licenciado en Filosofía y Letras, en Derecho Canónico y en Filosofía

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Oct 241971
 

Eleuterio Sánchez Alegría.

Preámbulo

A una cita en Trujillo, hecha por una tan eminente personalidad extremeña cual es el Muy I.Sr.D. Francisco Fernández Serrano, y además para una tan noble misión como de la unos «Coloquios histórico-religiosos de Extremadura», naturalmente no podía faltar yo, por supuesto. Y en verdad que siento de todo corazón que mi presencia en tales actos no pueda ser física, por culpa de la pertinaz «artritis reumatoide» que me aqueja, además de enorme lejanía hasta nuestra querida Barcelona. En estos momentos y después de tanto tiempo qué satisfacción más profunda hubiera significado para mi volver a ver a ese Trujillo tan entrañable, que nunca se borra de mis pupilas y llevo tan metido en lo íntimo de mi alma, como algo que me es tan propio y constituye toda una parte de mi vida!

Con un saludo cordialísimo para todos mis antiguos amigos trujillanos, que ellos saben bien que los aprecio y no los olvido, y para cuantos nos honran con su presencia en tan importantes actos de esta gran cita histórica, quiero hacer patente mi participación con esta modesta reseña de experiencias personales en la ilustre Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, a quienes debo lo mas principal de mi educación en mis años de juventud y a quienes rindo desde aquí mi mas sincero homenaje de gratitud.

Dos eruditos señores parece que van a hablamos de idéntico tema: el P. Ángel Martín Sarmiento y D. Eufemiano Fort y Cogull, pero ello no ha sido óbice para que desistiera de mi idea primitiva, si bien mi plan fue más extenso y a última hora, por contingencias académicas, me debo ceñir a esbozar únicamente como fugaces estampas unas breves referencias de las dos Residencias más importantes para mi, Plasencia y Zafra.

CASA DE PLASENCIA (Fundada en 1886)

En las postrimerías del pasado siglo XIX, durante el reinado de Alfonso XII, cuando se alternaban en el gobierno nuestro mas grande estadista, Cánovas del Castillo, y Mateo Sagasta, parece que se fundó la casa de Plasencia, la segunda fundación de PP. Claretianos en Extremadura. Era entonces Prelado de la diócesis placentina el Excmo. Sr. D. Pedro Casas Souto y el Superior General de los PP. Misioneros Hijos del Ido. Corazón de María el Rdmo. P. José Xifré, recia personalidad y todo un hombre de gobierno, preclaro en santidad. El ofrecimiento le fue sumamente grato, pues se trataba de un grandioso edificio, aunque demasiado vetusto, con una iglesia extraordinaria y buenos patios. Al igual que la de Zafra había sido en otro tiempo convento de la esclarecida orden dominicana. Sobre unas bases algo parecidas a la anterior fundación se firmo el convenio el 18 de enero de, l886. El Sr. Obispo se comprometía a ceder a la Congregación «en uso y usufructo, por todo el tiempo que subsistan los Misioneros en la ciudad de Plasencia el edificio y la iglesia con sus alhajas y ornamentos para la celebración del santo sacrificio, etc.»

«El P. General por su parte se obligaba a tener en la casa 5 Padres con 4 o 5 Hermanos Coadjutores, reservándose el aumento de dicho personal para cuando las circunstancias se lo permitieran o reclamaran, y a dar, por medio de ellos, misiones y ejercicios espirituales a las corporaciones y a los pueblos que designara el Prelado, de acuerdo con el Superior local, en las épocas y estaciones oportunas…» ¡Dichosos tiempos pasados aquellos que, aunque más desafortunados posiblemente en política, disfrutaban de un ambiente de una más pura espiritualidad!

Por circunstancias especiales parece que no se hicieron cargo de esta fundación nuestros PP. Claretianos hasta el 25 de noviembre de 1886, coincidiendo su salida de Santo Domingo de la Calzada con una célebre expedición de 18 individuos de la Congregación que marchaban a las misiones de Fernando Poo el día anterior 24. En la Estación de Plasencia Empalme les esperaban altas autoridades eclesiásticas y civiles y con gran acompañamiento les llevaron al Palacio Episcopal, en donde se les tributo el más cariñoso recibimiento. Después de darles la bienvenida cordial el venerable Prelado, con la Comisión episcopal y en medio de un ingente gentío, encamináronse a la nueva Casa Misión, vulgarmente conocida por convento de Santo Domingo o de San Vicente. Estaban iluminados el pórtico y la fachada principal, para darles más esplendor y alegría. Penetraron en la casi catedralicia iglesia, cantándose seguidamente un solemne «Te Deum» en acción de gracias y una «Salve» a la Virgen por su feliz arribada a la ciudad del Jerte. Después el XX Superior de la nueva Comunidad, P. José Navarro, dirigió unas palabras de saludo y ofrecimiento a los placentinos, con lo cual, terminados los actos oficiales, tomaron posesión de su Residencia.

Además del mencionado P. Superior, digamos que la Comunidad estaba compuesta por los PP. José Moumereu, Ramón Muns, Eduardo Fernández y Ramón Caserra además de los Hermanos Gregorio Pradera, Eusebio Güell, Juan Martínez Casimiro Ferrarons y Felipe Gadea. De este último se dice lacónicamente, pero con bien merecido elogio en el Boletín extraordinario de la Provincia Bética, en su Bodas de Oro (1906-1956): Verdadera institución en Plasencia. Fervoroso, ejemplar, modelo de Hermanos. Vivió en Plasencia 53 años.»

Precisamente este ultimo Hermano Felipe Gadea fue el que me franqueó las puertas del Colegio Postulandtado de Plasencia, instalado «ex professo» allí desde el año 1923 para recoger mayor número de vocaciones del Norte de España, Castilla la Vieja y León. Recuerdo perfectamente aquel para mi por todos los conceptos gran día de la entrada en la bella ciudad de Alfonso VIII. Tenía 11 años y apenas se hizo de día, mi madre me llama y todo emocionado me visto de prisa, con mi traje nuevecito de colegial y bien poco debí de desayunar. De pronto se oye un ruido de auto. Es el coche de línea de Vitigudino-Aldeadávila de la Ribera, que nos ha de llevar a la cabeza de partido y allí mejor acomodados en el de la línea directa a Salamanca, marcharíamos a la capital. Hasta ese punto me acompañaba mi padre, pues además era precisamente el día 21 de septiembre, San Mateo, último de la feria septembrina tradicional y. como ganadero que era, tenía otra razón de interés desde el punto de vista profesional. Muchas veces le había acompañado yo con reses a Vitigudino, tan célebre por sus concurridos mercados. Hoy me hacía el honor mi padre, y la despedida se hacía de esa forma menos sensible. Mi alegría y entusiasmo por nuestra pulcra e histórica ciudad charra fue grande, a decir verdad. Como niño me ilusionó contemplarla en fiestas, con sus gigantes y cabezudos bailando por alguna de sus múltiples plazuelas y sus acompañamientos por las calles Zamora, Toro o de la Rúa, pero sobre todo quedé embelesado ante la esplendorosa Plaza Mayor, las grandiosas portadas platerescas de la Universidad y sus dos Catedrales, que por primera vez contemplaba. La Virgen de la Vega, patrona de Salamanca, y el Cristo de las Batallas, legado tal vez del obispo don Jerónimo de Perigord, fiel compañero del Cid, enterrado en la Catedral Nueva, me llamaron poderosamente la atención, en tan nobles y altísimos recintos de columnas sin fin que no me cansaba de admirar. Era mi tío, el P. Eleuterio Alegría Nicolás, quien era esta vez mi guía y como habríamos de ir a Plasencia, no omitió el mostrarme en el exterior la bizantina cúpula «torre del gallo», de la que es replica la llamada en Plasencia «torre del melón». Intencionadamente también o por azar venimos a caer ante la imponente y singular fachada del convento de San Esteban, en donde me hizo mención del ciego y su famoso «Lazarillo del Tormes».

Declinaba la tarde y se hacía de noche y cuando las extraordinarias luminarias feriales se encendían plenamente, he aquí que decidimos coger el auto que desde la Plaza Mayor nos conduciría a la Estación. Mi padre sentía en su alma perder a su hijo mayor, pero hizo lo que pudo para disimularlo en su despedida. Yo no tanto y no pude contener mi sollozo, mientras mi tío, en la plataforma ya del tren, me alargaba sus brazos y rápidamente me desprendía de los de mi bondadoso padre. El tren pitaba y echaba a andar, a correr cada vez más. La figura de mi padre y hasta la silueta de la catedral de Salamanca se perdió muy pronto en la lejanía. Para restar importancia a la despedida, mi tío sacó inmediatamente el Rosario y empezamos a rezar. Luego un poco de conversación, comentando los sitios por donde pasábamos: Alba de Tormes, sagrado lugar que guarda con veneración reliquias de Santa Teresa de Jesús; Arapiles, famosa batalla contra Napoleón… Y tal vez me dejo adormilarme un rato para rezar su Breviario. La noche se hacía fría, unas gotas en el suelo y una canción en el aire:

«Bejarana, no me llores/
porque me marcho a la guerra»..

Unas montañas muy altas, unos edificios encumbrados con unas luces esplendentes y en el fondo un riachuelo que mi admirado tío me dijo se llamaba «Cuerpo de hombre». Me hizo gracia. Estábamos ya en Bejar. Era muy tarde y me hizo cenar algo. Al cabo de un rato de maniobras de máquinas, entre humos y vapores arrancamos hacia Plasencia, que yo ¡infeliz de mi! creía estaría ya inmediata pero todavía habían de pasar unas horas. Mirando una vez y otra por la ventanilla, iba leyendo sucesivamente: Puerto de Bejar. Montemayor. Hervás, Aldeanueva del Camino, Oliva de Plasencia y por fin ¡Plasencia! Entre penumbra y contemplando con gran asombro los precipicios del río Jerte, antes de bajar del tren ya había divisado aquel formidable conjunto de colosales edificios, autenticas fortalezas, pues después de todo el Palacio del Marqués de Mirabel y el antiguo convento de Santo Domingo se hallan por aquel costado circuidos de altas murallas… ¡Parece mentira lo que son las impresiones fuertes en la edad de la infancia, pero conservo aún vivas en mi imaginación aquella mi primera tenebrosa estampa de aquella ciudad extremeña que tanto habría de entusiasmarme y en la que mi tío, el P. Alegría, se hizo tan popular Habíamos llegado a lo que se pudiera decir en alguna forma el feudo de mi tío.

En la Estación nos aguardaba el fidelísimo criado Pepe, hombre jovial, placentino de una edad parecida a la de mi tío y con quien hizo estudios en la Congregación y prácticamente, vuelto seglar, vivía como uno más de la Comunidad en su humilde menester de recadero. Con tanta familiaridad le trataba mi tío, que le saludo con un buen estirón de orejas. Subidos al coche de viajeros y habiendo penetrado por la Puerta de Talavera, descendimos en la Plaza Mayor en el momento que surgía un aguacero y el agua empezaba a destilar por aquellas tan bien encaladas paredes de simétricos arcos. Como iba tan animado, yo recuerdo que le dije a mi tío: ¡Anda! si esta plaza es como la Plaza Mayor de Salamanca. -El sonriendo, exclamo: «Si, pero no tan buena». Luego por la Calle Marqués de Mirabel llegamos, por fin, al vetusto convento y el precitado Hermano Felipe Gadea nos recibía. Todo estaba ya previsto: a mi se me conduce inmediatamente a un dormitorio común muy espacioso, tres veces más grande que nuestros acostumbrados pajares de Salamanca, pero que, de momento y muy tenuemente iluminado, no parecía diferenciarse gran cosa por lo grande y destartalado hasta cierto punto. Allí dormían en medio del más riguroso silencio no menos de 50 colegiales, aspirantes a misioneros. Allí se me deja, mientras mi tío y acompañantes se retiran a sus respectivas celdas. A pesar de las emociones de todo el día, supongo que descansé bien y me dormiría.

Ahora sí que se podía decir justamente que mi vida había cambiado del todo de la noche a la mañana. Serían las 7 de la mañana, cuando de pronto penetra en la estancia un sacerdote con una campanilla en la mano y en voz alta llamaba: «Deo gratias et Mariae». Nuestros compañeros colegiales se incorporaban repentinamente en sus lechos, replicando a coro: «Semper Deo gratias et Mariae». Era la jaculatoria obligada a cuyo conjuro todas aquellas personillas empezaban la trama de sus actos cotidianos, físicos, religiosos y culturales.

Los niños a esa edad obran de la manera más natural y supongo que yo actuaría al unísono ya desde aquel primer día y, sin saber cómo, me desplazaría como todos ellos hacia los lavabos adyacentes, a medio vestir y con la toalla en la mano. Seguramente que cualquiera de ellos al azar me formularía la primera pregunta de rigor: «Eres nuevo ¿verdad?- De dónde eres… ¿De Salamanca? Pues yo también lo soy y este y éste… Mira aquel es de León y aquel de Malpartida, y aquel otro de Jaraíz de la Vera, y ese otro del Jerte y ese de más allá es de Sevilla y esos son dos hermanos de Burgos…

Apenas había trascurrido un cuarto de hora y sonaba de nuevo la campanilla. Todos remataron rápidos su higiene y se lanzaron a toda prisa a vestirse del todo y descender a la iglesia. Yo corrí con ellos en un relativo silencio, pues al entrar en la iglesia alguien musitaba: !0tro nuevo! y allí se detiene uno para cortésmente darme agua bendita, a la vez que me observa mejor. Me coloco a su lado de rodillas y, en su sitio todos los colegiales, el P. Prefecto inicia fervorosamente las Preces matutinas, luego la meditación y la Misa, en la cual comulgan la mayoría de los niños. Acabados los actos piadosos, ordenadamente en doble fila salen hacia el Refectorio, un magnífico salón que tiene 21’70 metros de largo por 7’85 de ancho. Encima está el dormitorio, a que aludí antes; mas con la diferencia de que el Refectorio se hallaba estupendamente conservado, con unos azulejos talaveranos en sus paredes muy vistosos del siglo XVI, encuadrando en ellos el escudo de la Orden dominicana, algunos esgrafiados y un pulpito de piedra, por el que desfilábamos por turno los colegiales.

Generalmente se leían ante todo los «Anales de la Congregación», en que aparecían Circulares de los Superiores, Necrologías, Fundaciones nuevas y noticias varias en general. De ordinario vidas de santos o de fondo ascético, historias de la Congregación y de nuestro fundador y de otras Ordenes religiosas, etc. Allí se veía el desparpajo de cada uno y su habilidad, particularmente si surgía alguna palabra difícil, extranjera o a veces bastaba con que fuera esdrújula. En seguida, nuestro P. Prefecto hacía sonar la campanilla o con un cuchillito tocaba un vaso fuerte que resonaba de lo lindo. Los menos caritativos se sonreían maliciosamente. Aquella lectura resultaba un continuo adiestramiento para el lector y a la larga era una ocasión de aprender cosas muy interesantes.

Los días festivos se nos permitía hablar, y si era el santo del P. Prefecto o del superior, que se dignaba entonces comer con nosotros, se nos permitía hacer brindis más o menos ingeniosos o salerosos. Nuestras comidas eran lo suficientemente sustanciosas, aunque de manjares corrientes. Se nos enseñaba a comer de todo, si es que uno no se hallaba enfermo. Los días señalados como grandes festividades había platos extra y hasta pasteles.

No es tarea fácil el compendiar aquí el conjunto de actividades de todo tipo para una perfecta formación de la juventud en los colegios claretianos. Vamos a intentar el resumirlas. Advirtamos desde luego que había dos Padres consagrados expresamente a vigilarnos y en todo momento estaban con nosotros en el salón de estudio, en los recreos, en las comidas, en los rezos y en los paseos fuera de la ciudad o por ella. Incluso su habitación estaba anexa a nuestro dormitorio y por la noche a veces uno u otro hacían la ronda a distintas horas. Sus desvelos eran diez veces mayores que hubieran sido los de nuestros padres por naturaleza. A la fuerza había que quererlos y todos sin excepción teníamos puesta en ellos nuestra entera confianza. A cualquier hora podías ir a decirle la cosa más insignificante y t quitaban la menor preocupación. Aquellos dos Padres Santos Alonso y Policarpo Oca, respectivamente Prefecto y Auxiliar, parecían dos auténticos ángeles puestos por Dios a la vera de cada uno de los cincuenta o más jovencitos que constituíamos el colegio. Nos dedicaban sesiones educativas informativas en las que nos proporcionaban consejos de virtud y civismo. En nuestras manos tuvimos muchas veces libros tan hermosos como «Los tres modelos de la juventud: San Luis Gonzaga, San Juan Berchmas y san Estanislao Kostka» y hasta clásico manual de «Urbanidad y buenas formas» de Blanchereau. Enseñaban la manera práctica de utilizar los cubiertos con finura y mondar magistral y cortésmente cualquier fruta. En festividades nos entretenían con cine recreativo por medio de «Paté-Baby», en el que veíamos con fruición infantillas fechorías de Charlot; se representaban también obras de teatro moral o se nos leía cosas científicas e interesantes del Tesoro de la juventud…

En el aspecto intelectual recuerdo con cariño a aquellos mis profesores como el P. Pérez (Miguel), Ayala, Maillo, etc. que con el mayor empeño se esforzaban por enseñarnos Gramática, Caligrafía, Geografía e Historia, Música y Latín… Este último, hasta en forma de desafío, formando los dos grupos de cartagineses y romanos.

Más esto evoca a mi mente una temporada que duró todo un curso o más en que se tomó la cosa tan en serio que, bajo la jefatura de dos hermanos, cuyo nombre no recuerdo en estos momentos, pero ambos de Casar de Palomero, habiéndonos fabricado por propia industria grandes escudos y espadas realizábamos desfiles y escaramuzas, lo cual llegó a constituir un verdadero espectáculo para propios y extraños. Aún recuerdo a aquel hombre venerable, pintor placentino, de barbas blancas al estilo de la centuria pasada, D. Valentín, que nos contemplaba muy atento y sonriente en medio de la comunidad, que paseando por entre las murallas nos observaba divertidamente cuáles jueces imparciales.

Naturalmente, de ordinario en aquella espléndida plaza, que tal vez había sido en otro tiempo Huerta (pues había un paseo entero de emparrado con sus arcos de hierro, además de naranjos y limoneros), jugábamos al fútbol, a la pelota vasca en un trinquete, aros, etc. A veces al marro o guerrillas, no escaseando los bolindres, dominós, ajedrez y otras clases de juego.

En alguna ocasión para protegernos de la lluvia o del frío se optó por concentrarnos en un patio interior, que consta de dos claustros, alto y bajo, con un estilo no muy perfilado de tipo de arco carpanel. Y si el silencio por sí solo impone sobremanera en unos claustros frailunos, recuerdo todavía un tanto emocionado en aquellos años de infancia sentía una especie de escalofrío al pasar ante cierta capilla denominada «De profundis». Esta palabra me evoca muertos y mi exaltada imaginación infantil, calderada por los cuentos de Perrault, fingía al instante aquel misterioso recinto, que no se si vi alguna vez por dentro, debiera ser algo así como el osario de Barba Azul. Una circunstancia me inducía a este pensamiento y era ella una estatua de mármol mutilada en su cabeza y manos y que se decía ser del placentino Fray Martín Nieto, caballero de la Orden de Malta. Afirmaban que los franceses la habían destrozado bárbaramente y yo al verla en aquella actitud orante, sin saber mucho de pasadas épocas, debí de pensar en aquella misma posición de implorar piedad le habría matado Barba Azul, quien asesinaría hombres y mujeres y sería además soldado napoleónico… Allí permanece tan bella escultura cabe una grandiosa escalera al aire, construida por el aparejador de obra de la catedral nueva de Plasencia Juan Álvarez. Es muy semejante, por cierto, en su atrevida proyección arquitectónica a la que en tiempos posteriores hiciera en Trujillo Mera en el palacio de los Vargas-Carvajales, dicho también de los Duques de San Carlos, cuyo patio por otra parte es muy parecido al de los marqueses de Mirabel de nuestra ciudad del Jerte. Este palacio con su «logia» renacentista y su perenne pensil, además de su pequeño museo con bustos de emperadores romanos Antonino Pío y Claudio, junto al de Carlos V, atribuido a Leoni, son algo maravilloso y que todo visitante de Plasencia no debe dejar de admirar. De niño y de joven siempre me hechizaba esta estampa de los Zúñigas.

Recuerdo también aquellos momentos de fervor religioso individual y colectivo en aquella maravillosa iglesia de san Vicente Ferrer, con motivo de cultos en Semana Santa, novenas al Corazón de María o a la Inmaculada, a las que se traía afamados predicadores de la Congregación, que rendían al más empedernido pecador por sus argumentos y unción Sagrada. Cantores extraordinarios se agregaban a nuestros coros, que con órgano y violines daban el máximo esplendor al culto en una forma tan feliz y espiritual como acaso no lo experimentado ya en mi vida. Todo el altar mayor y sus laterales artísticos tal vez contribuían a ello, pues en efecto el viajero que visita aquel hermosísimo templo puede contemplar la tumba de Juan de Zúñiga, hijo de los condes de Plasencia y por cuya salud edificose el convento, llegando a ser con el tiempo arzobispo de Sevilla, cardenal y maestre de la Orden de Alcántara. Sobre su sepulcro pende de la alta bóveda el capelo cardenalicio. Junto a la sacristía puede verse igualmente la sepultura de don Luis de Zúñiga, comendador mayor de Alcántara, gentil hombre de la cámara del emperador Carlos V y general de la caballería española, de los consejos de guerra y de Estado del rey don Felipe II, y doña María de Zúñiga, su mujer, segundos marqueses de Mirabel, la cual mandó hacer este enterramiento. Año 1589.

Pero, para terminar vive como contraste a esta mi admiración por el grandioso templo de san Vicente Ferrer, que allá por el año 1931, cuando a causa de la quema de conventos y asaltos a las personas religiosas, después de una noche de dispersión alarmante por las huertas Acisclo, cercanas al cementerio, tendidos en la santa hierba y después de las diligencias del propio alcalde de Jerez de los Caballeros, abogado Barbosa, a pesar de ser un gran sectario fuimos conducidos a Zafra y al final como último refugio llegamos a Plasencia, he aquí que tuvimos el alto honor de ser visitados un buen día por el ministro republicano de Gracia y Justicia don Álvaro de Albornoz y muy pausadamente acompañado de un numeroso séquito recorrió todo el gran convento y al salir despidiéndose cortésmente del Superior y mirando por última vez al pórtico de la iglesia, que se ve le había gustado, afirmase que exclamó: «¡Que lástima!. Vaya garaje se podía hacer aquí». ¡Pobres de nosotros los hombres!. Como cambian las cosas de mirarlas con una u otra perspectiva, espiritual o utilitarista.

CASA DE ZAFRA (Fundada en 1881)

Resonaban aún vigorosas en el oído determinado obispo de Badajoz las comentadísimas palabras que allá por el diciembre de 1866 pronunciara en aquella catedral del santo Fundador de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, con motivo de acompañar a la Reina en calidad de Confesor, a su paso para Lisboa. Refiérese, en efecto, que el P. Claret, según su costumbre, eludiendo los actos protocolarios de la recepción de Isabel II, impulsado por su espíritu esencialmente apostólico se había anticipado y se hallaba predicando ya en la Catedral en el preciso momento que entre el griterío y entusiasmo general de la multitud penetraba en el sagrado recinto la Soberana, acompañada del Prelado pacense. El P. Claret, en señal de respeto, guardó silencio durante unos instantes hasta tanto que tomaran asiento en sus respectivos doseles de honor, cuando de pronto surge entre la multitud un fervoroso «Viva la Reina». El afamado santo de Sallent no pudo contenerse bien y en un arrebato apostólico, apostrofando al auditorio, exclama: «En la casa de Dios no se dan vivas a ningún mortal»…

El caso fue que en vida todavía del P. Claret este mismo Prelado, testigo de esta escena, o su inmediato sucesor, en vísperas casi de la funesta Revolución de septiembre que derrocaría a aquella infortunada Reina, con fecha 24 de junio de 1868 solicitaba en amable carta al Superior General de la Congregación, Revdmo. P. José Xifré, «seis de esos varones apostólicos» para su tan necesitada diócesis. Pero, al no poder ofrecerle algo más convincente que la sola confianza en la divina Providencia, parecía demasiado sacrificio para una Comunidad incipiente y no se pudo complacer al Prelado.

Sin embargo, bajo el mandato del antedicho Superior General, al cabo de 23 años las ansias de fundación de aquel fervoroso Obispo se verían satisfechas y sería Zafra, la bella y comercial ciudad, la primera de la serie. Conforme nos relata el P. Mariano Aguilar en la «Historia de la Congregación» Dios se valió de la persona del eximio Misionero y extraordinario orador P. Inocencio Heredero, anteriormente Superior de la Casa-Misión de Alfaro, como eficaz mediador entre el Excmo. Sr. Obispo de Badajoz, D. Fernando Ramírez y Vázquez, y el Rdmo. P. José Xifré. En virtud de estipulaciones de convenio firmado por ambas partes, la Mitra cedía en usufructo perpetuo a la Congregación casa de iglesia del Rosario. Se deduce que andando el tiempo los PP. Misioneros debieron de comprar la huerta adyacente, para erigir el «Colegio Máximo» o Teologado, que tradicionalmente se ha mantenido en dicha ciudad, y se complementará con otras edificaciones necesarias para la Comunidad. Debemos observar que en un terreno llano, cual es el de Zafra, da la impresión de que una fortaleza en pequeño, aunque rematado en su fachada principal por un simple campanario que, a manera de espadaña, deja en el edificio, espléndido en su conjunto una nota típica aldeana. Si no estoy mal informado, primitivamente fue convento de Dominicos, quienes debieron abandonarlo con motivo de la «desamortización».

El 14 de julio de 1861 se personaron allí en consecuencia los primeros cordimarianos procedentes de su residencia de La Selva: PP. Heredero, García y Coma, además del Hermano Parera. Era su propósito inaugurar dicha casa-misión con la predicación de una solemne novena, que por causas ajenas no pudo verificarse. De hecho, la inauguración pública de la casa se hizo el día 25 de dicho mes, en cuyo día al anochecer, realizado el Rosario y cantada la Letanía, nos refiere el cronista de la Congregación, subió al púlpito el P. Heredero y anunció con claridad y fervor a la numerosa concurrencia que casi llenaba el templo, quienes eran nuestros misioneros, a que venían y que medios iban a poner en práctica para obtener el doble fin de la gloria de Dios y la salvación de las almas. Oficialmente quedaba constituida desde que el día la Comunidad por el Rdo. P. Genover como Superior, PP. Montaner; Singla y Aguiló, con los Hnos. Puig, Massip, Ruano y Oms.

Desfilaron por la casa en sinceros ofrecimientos el clero en pleno y autoridades del municipio e incluso personalidades tales como Sers. Condes de la Corte y el Marqués de Encinares. Posiblemente mucho contribuyó a tan buena disposición del público la gran fama del apostólico Misionero P. Heredero, quien, apenas asentada la Comunidad en Zafra, desarrolló dos extraordinarias misiones en la provincia, consiguiendo numerosas conversiones, algunas calificadas de «milagrosas» por lo inesperadas, en las poblaciones de Cheles y Olivenza. Las mayores dificultades que se oponían en un principio tornáronse en asombrosos éxitos, en virtud de la divina gracia que Dios se complacía en derramar en aquellos toscos y bastante indiferentes extremeños, ahora tan fervorosos.

La Residencia de Zafra, sin perder su carácter primitivo de Casa-Misión, desde diciembre de 1885 tuvo también a su cargo una Escuela de Enseñanza Primaria, por la que según estadísticas pasaron hasta el año 1936, comienzo de nuestra Guerra Civil, unos 2120 niños. Constituida jurídicamente la Provincia Bética el 24 de octubre de 1906, se asienta en Zafra la Curia Provincial, la que trasladará por breve tiempo a Jerez de los Caballeros en 1908, vuelve a ser Curia Provincial en 1918 hasta 1930 y de nuevo de 1938 a 1950. Más a partir del verano de 1917 se transforma en un «Colegio Máximo», Teologado, que es como yo la conocí en septiembre de 1932, en que inicio allí mis estudios de Teología hasta el año 1936, en que cursaba ya 4º curso, pero sobreviene de pronto la ferocísima ola persecutoria que desde tanto tiempo el infierno entero planeaba y de manera tan furibunda, cual implacable tormenta de manera tan funesta caía sobre España. Era el día 28 de abril. Extremadura toda era un horrible hervidero. Los elementos más avanzados de la izquierda revolucionaria, como las sintéticas y desvergonzadas Nelken y «Pasionaria», alentaban a toda la villanía. No había la menor seguridad ya para los religiosos en esta provincia. Ya habían empezado los asaltos y que más de conventos… Los Superiores disponen la dispersión momentánea o distribución por casa de la provincia que ofrezcan alguna mayor seguridad, pero antes de la semana se cursaban órdenes de concentrarnos todos en la Casa de Ciudad Real y allí acudí yo y casi todo el Profesorado. Recordamos todos como se salvó de milagro por ejemplo el eminente Escriturista Máximo Peinador, luego P. Provincial de Bética, pero no se cómo fue que nuestro ilustre canonista y hoy Cardenal P. Arturo Tavera llegó a Madrid y varios compañeros y a mí nos proporcionó muchos recursos y prodigó favores, con gran exposición de su persona, después que salimos de la prisión, en donde habíamos permanecido durante nueve meses. ¡Queridos santos 14 compañeros martirizados en Fernán Cabellero, con algunos de los cuales cómo Vicente Robles Gómez horas antes dejábamos en una misma celda los dos solitos, pues nuestros perseguidores así nos habían distribuido y colocado por un par de veces en el patio en filas, dispuestos ya a fusilarnos y recuerdo todavía aquel espíritu tan sereno que tenía por qué Dios me daba una singular fortaleza! ¡Seguramente mucho más valentía debió darles a ellos en aquella hora horrorosa de su martirio! ¡Ellos nos protejan desde el cielo!.

Oct 241971
 

Antonio Veny Ballester, C.R.

En Coria, donde circunstancialmente se encontraba, por imperativo de santa obediencia, entregaba su alma a Dios el P.D. Jerónimo Abarrategui y Figueroa, de la orden de clérigos regulares, día 1º de mayo de 1719. Se cumplen, en el presente, doscientos cincuenta y dos años.

El epitafio del sepulcro que guarda sus restos mortales, en la catedral de Coria, reza así: Aquí espera la resurrección de los muertos el Reverendo Padre Don Jerónimo Abarrategui y Figueroa, de la orden de San Cayetano. Insigne por su piedad, dichoso en vida, feliz en muerte. Falleció el día de las calendas de mayo del año del Señor 1719.

Don Diego de Torres y Villarroel, biógrafo del P. Abarrategui. Personalidad del teatino. Su presencia en Extremadura. Su muerte y sepultura en Coria. Tal es, en síntesis, mi aportación a estos Coloquios histórico-religiosos.

Don Diego de Torres y Villarroel, biógrafo del P. Abarrategui.

«El mundo está ya de otro humor que el que tenía cuando se fundó la Universidad de Salamanca, y los hombres de esta época aspiran a otras máximas y otros estudios más conformes al genio del siglo». ¿Cabe mentalidad más actual que la que reflejan estas frases, proferidas en pleno claustro de la Universidad salmantina, hace ya la friolera de 250 años? ¿Dudaría en suscribirlas, en esta época de «aggiornamento» ninguno de los exponentes del movimiento de «puesta al día» del mundo intelectual, político y religioso que caracteriza nuestro tiempo?.

Quien así se producía ante el claustro de doctores de aquel Estudio General era don Diego de Torres y Villarroel, catedrático de Matemáticas y Astrología en la que el centro del saber, el escritor, sin disputa, más representativo de su época, «el Quevedo de su siglo», según con toda verdad, se le ha llamado.

Entre las obras que configuran su personalidad literaria, Anatomía de lo visible e invisible en ambas esferas, Los sueños morales. El Ermitaño y Torres. La vida natural y católica, los Pronósticos, que aparecían cada año en El gran Piscator de Salamanca, etc. descuella su autobiografía; Vida de don Diego de Torres y Villarroel. Libro que se le de un tirón y con provecho, en cuanto se toma en las manos; que con habérsele llamado, con acierto, «nuestra última gran novela picaresca», el hondo sentido religioso que late en todas sus páginas conmueve y edifica; una de las obras narrativas más amenas, que tiene, sobre las de pura ficción, la intensidad que le presta el hecho de haber sido vivida. Auténtica «novela picaresca, sin género alguno de maldad que mancille la honra del héroe», en frase de don Juan Valera. De ellas se hicieron cinco ediciones en 1743-44, el año de su publicación.

Don Diego de Torres y Villarroel nació en Salamanca en 1693. Ordenóse de subdiácono en 1715. Obtuvo por oposición la Cátedra de Matemáticas y Astrología de la Universidad de Salamanca en 1726. Ordenóse sacerdote en 1745. El 19 de junio de 1770 moría piadosamente, rodeado de los suyos, en el palacio de Monterrey, de la capital salmantina.

Torres y Villarroel cultivó la hagiografía. Fruto de su pluma fueron la «Vida de la venerable Madre Gregoria de Santa Teresa», carmelita descalza de Sevilla, uno de los mejores libros, en cuanto al estilo, y la «Vida ejemplar y virtudes heroicas del Venerable Padre don Jerónimo Abarrategui y Figueroa, Clérigo Regular Teatino y Fundador del Colegio de San Cayetano y San Andrés Avelino, de Salamanca», Salamanca 1749. Aparte esta primera edición de la vida del Padre Abarrategui, en 1752 el autor reunió sus obras y papeles, múltiples y varios, en magnífica edición de 14 tomos, que vio la luz por suscripción pública, asimismo, en Salamanca, a la que, del rey para abajo, contribuyeron todas las clases sociales de España. Desde 1794 a 1798, otra edición de sus Obras Completas publicose en Madrid, en 15 tomos, de los cuales el tomo 14 contiene la vida del Padre Abarrategui.

Don Diego de Torres y Villarroel había frecuentado desde joven el colegio de San Cayetano de la capital salmantina, donde había conocido y tratado al Padre Abarrategui, y mantenido contacto con otros virtuosos teatinos. El Padre Juan Carlos Miguel Pan y Agua, Rector de dicho Colegio en 1749, a raíz de la publicación de la «Vida» del ejemplar teatino, escribía, entre otras cosas, en su «Censura» de la obra: «Ansioso, el autor, de obsequiar al venerable Padre, a quien conoció cuando Mancebo, y a mi Religión sagrada, a quien profesó singular afecto, agradecido, al mismo tiempo, al tales cuales astrológicos retazos, que en este Colegio le sirvieron, a su facultad, de primeros elementos, según que confiesa en un trozo de su «Vida», que dio a la prensa». En efecto, en el «trozo» tercero de su «Vida»-el autor llama «trozos» a las distintas partes de su autobiografía-, Torres y Villarroel se expresa así: «A estos cartapacios (varios tratados de Astronomía y Astrología de Andrés Argolio impresos por David Origano), y a las conferencias y conversaciones que tuve con el Padre don Manuel Herrera, clérigo de San Cayetano, y sujeto docto y aficionado a estas artes, debí las escasas luces que aún arden en mi rudo talento, y los relucientes entorchones que me ilustran maestro, doctor y catedrático en Salamanca».

Del concepto en que tenía al Colegio de San Cayetano y a los Padres que componían aquella comunidad son bella expresión estas frases que estampa en el «trozos» segundo de su autobiografía, al narrar en párrafos inimitable es su encuentro providencial con el venerable ermitaño Juan del valle, con el que dio en Tras-os-montes de la vecina nación, en una de sus curiosísimas aventuras: «Llámase este humildísimo hombre don Juan del Valle. Vive hoy y asiste en la portería cuantos ven su afable y devoto rostro. Los Padres de este observantísimo Colegio le aman, conocen y tratan con respecto cariñoso. Vive contentísimo porque le dan comida y entierro. No ha querido recibir nunca dineros».

El Padre don Jerónimo Abarrategui y Figueroa nació en Madrid el 15 de junio de 1653, de nobilísima familia, oriunda de Vizcaya. Vistió sotana teatina en diciembre de 1673, a los 20 años de edad, en la casa de Nuestra Señora del Favor de la capital de España, donde profesó solemnemente el 3 de marzo de 1675. El 1 de diciembre de 1683 llegaba como Prefecto de Estudiantes al Colegio o Seminario Mayor abierto en Salamanca por el Padre Antonio Ventimiglia para los escolares teatinos de filosofía y teología. Destinado el Padre Ventimiglia a las misiones de la Orden en la isla de Borneo, de donde fue Vicario Apostólico, sucedióle el Padre Abarrategui en calidad de Rector, cargo que desempeñó en tres distintos mandatos. En la culta Salamanca, la primera beneficiada, a lo largo de 36 años, por la ejemplaridad de su vida y sus ministerios pastorales era aclamado por «santo» en todos los ambientes sociales. En Coria, donde circunstancialmente se encontraba, cumpliendo órdenes superiores, entregó su alma a Dios el día 1 de mayo de 1719.

Treinta años más tarde, en 1749, la mejor pluma de su tiempo documentaba para la historia la «vida ejemplar» y las «virtudes heroicas» de este hijo de San Cayetano, con un criterio de objetividad que impresiona hoy por fuerza al crítico más exigente, atento como estaba a «no decir al público -son sus palabras- más que las puras, inocentes y verdaderas relaciones de sus obras, despojadas de todo artificio que pueda perturbar la candidez de su sinceridad», ya que esta clase de héroes «cualquier vientecillo lisonjero les arrolla la fama, y los empeños que toma el escritor para persuadir sus heroicidades atrasan su culto, disminuyen la reputación y ponen de mala fe los elogios».

Sólo las propias vivencias y el testimonio directo de testigos presenciales, y éstos a base, todavía, de escrupulosa selección, tienen cabida en sus páginas. «De la compostura religiosa, de la modestia edificativa de la entrañable calidad con el prójimo, del agrado pacífico de sus persuasiones, de la reverencia respetuosa en los templos y de otras felices señales de la devoción y penitencia de este siervo de Dios soy yo testigos, porque logré la aventura de conocerle algunos años, de hablarle muchas veces, y de contemplar con admiración su aspecto venerable… Puedes seguramente afianzarte en la verdad de mis relaciones porque no van apoyadas en la debilidad de noticias vagas, sino en una inquisición ocular y desinteresada».

El libro de Villarroel es todo él un documento de valor crítico inestimable con vistas al proceso canónico de beatificación del Padre Abarrategui, prez de su Orden en España, proceso que el largo eclipse de la Congregación teatina, víctima de las revoluciones, obstaculizó el nuestra patria.

 

El P. Abarrategui en Extremadura

Los Gamarra, de Alba de Tormes, distinguidos bienhechores de la comunidad teatina, rogaban al P. Abarrategui, con machacona insistencia, que se dignase acompañarles al convento del Palancar, santificado por la presencia de San Pedro de Alcántara. Pero el Siervo de Dios les pasaba con evasivas. Un día les manifestó: «Se empeñan Vuesas Mercedes en que muera fuera de Salamanca después de vivir aquí 36 años». Pensaron que se trataba de una de tantas excusas.

A ruegos de los interesados, el P. Rector del Colegio tomó cartas en el asunto. Llamó al P. Abarrategui. Inquirió sobre su resistencia acompañar a una familia, ilustre, devota, y bienhechores generosa de la Congregación teatina, y en particular de aquella comunidad. Abarrategui escuchaba, sin decir esta boca es mía. Preguntóle si estaba malo. «No estoy malo -contestó-. Y aunque viejo, me hallo con alientos para morir. V.R. no se canse. Como no me lo imponga por obediencia, no debe salir de Salamanca».

El P. Rector, -escribe don Diego de Torres- considerando el desconsuelo de la devota familia, que estaba en la deliberación de no hacer el viaje sin la compañía del Padre don Jerónimo, a cuya prudencia querían confiar también la reconciliación de ciertas enemistades, se resolvió a mandárselo por obediencia. Lo mismo fue oír la voz de Dios en su ministro, que disponer gozoso su viaje a Coria, y a la eternidad… Despidióse de los devotos de Salamanca. Dejó ordenados y compuestos sobre la mesa de su cuarto unos papeles de los que tenía que dar cuenta, y metiendo en su pecho un crucifijo que le acompañaba continuamente, y una imagen de Santa Teresa, partió para Alba de Tormes a incorporarse con la familia. Era el 18 o 20 de abril de 1719. Visitó, con la acostumbrada alegría, el corazón de Santa Teresa (1), y, despedido hasta verse en la gloria juntos, como se puede presumir, partió, a pocos días de detención en mayúsculas iniciada alba, para Coria, lleno de extraordinaria alegría y comunicándola a todos los que seguían el viaje».

No cabe la menor duda de que el venerable religioso abrigaba el presentimiento, ya que no la seguridad, de que iba a morir en Coria. Con el fin de despedirse, fue a casa de unos devotos que acostumbraban surtirle de ropa interior.

-¿Tiene la necesaria para el viaje? -Le preguntaron-. En todo caso, a su regreso, encontrará la que le haga falta.

-No dispongan ustedes nada -contestó-. Es excusada toda ropa. A donde debo irme la pondrán, y muy buena.

Y así sucedió después de muerto, el afán de los devotos por hacerse con sus reliquias, despojóle de los propios vestidos, y fueron menester prendas nuevas con que arropar su cadáver.

«A este modo -comenta Villarroel- salían de su boca muchas expresiones, con las cuales, sin arbitrio de la voluntad humana, hace prorrumpir el Espíritu Santo a los varones apostólicos, cuyo interior gobierna y dirige su sabiduría inerrable».

El 27 de abril rendía viaje en Coria, acogido con gran fiesta por don Manuel Núñez de Gamarra, Arcipreste de Calzadilla y Dignidad de aquella catedral, «sujeto en quien ha brillado siempre la buena crianza… Que le dio su venerable Padre Don Jerónimo -se expresa Villarroel-, pues desde su tierna edad, siendo cursante en Salamanca, le tuvo a su lado del colegio, instruyéndole en ciencia y virtudes varios años».

Obligada fue, el día siguiente, su visita a la catedral. La fama de barón santo, de que venía acompañado, hizo que no se le perdieran ninguno de sus movimientos. Notóse que había pasado la mañana de rodillas en profunda oración ante el altar del Santísimo; que, acabada la oración, detúvose en determinado lugar, el cual beso de rodillas, manteniéndose en esta actitud y en profunda oración más de dos horas; que se levantó acto seguido, y clavando de nuevo los ojos donde había hincado la rodillas, como quien no acertaba a separarse del lugar, tras otro espacio no breve de suspensión misteriosa, le echó la bendición, hasta que abandonó la catedral para restituirse al domicilio de los señores Gamarra. Este preciso lugar escogerá, dos días después, el cabildo catedralicio para cavar su sepultura. ¿Tuvo de ello aviso del cielo el piadoso Siervo de Dios? «No lo afirmamos, pero con bastante cordura se presume», concluye Diego de Torres, tras detallar el suceso.

Pasó el resto del día, desbordando simpatía con todos los de la familia, a quienes acompañó en la comida, y con los cuales departió en animada sobremesa, sin acusar el síntoma alguno de la terrible enfermedad que, a la vuelta de pocos días, debía acabar con su vida.

Enfermedad y muerte del P. Abarrategui

Retirado a su habitación, como a las ocho de la tarde, un fulminante ataque apopléjico dejóle sin movimiento y privado de sus sentidos. Avisados los doctores, después de reanimarle, le advirtieron del peligro en que había estado y en el cual perseveraba, y que debía por consiguiente, prepararse para morir.

El padre les agradeció el aviso, y radiante de gozo, les dijo: «Amigos, no me coge de susto ni desprevenido la noticia de mi muerte. Hace ya muchos días que esperaba esta hora».

Pidió le dejasen sólo y que llamasen al guardián del convento de franciscanos, fray Juan de Jesús de Berzocana. Hizo con el religioso su última confesión general. Entreactos de amor a Dios, férvidas plegarias a la Virgen y a los santos de su devoción, pidió perdón a los presentes, no cesando de agradecer a la familia Gamarra su piadosa asistencia «con tanta humildad y dulzura-escribe Diego de Torres- que no hubo persona que lo oyese con los ojos enjutos».

«Dijo finalmente ?prosigue- que nada echaba de menos en aquella hora sino la compañía de sus religiosos teatinos, a quienes amaba como hermanos, y con quienes había vivido en paz muchos años, procesando dichosamente un mismo Instituto y unas mismas máximas de religión. Pero Dios le dio, en el último trance, el alivio de una compañía tan piadosa como la de la comunidad franciscana, que le asistió hasta morir con tan cariñoso cuidado como mas no pudieran hacer sus propios hermanos naturales ni sus hermanos de hábito. Dos religiosos día y noche manteníanse a su cabecera. El mismo Padre Guardián no se apartaba de su lado como no fuesen los ratos en que, debido su cargo, se hacía imprescindible su presencia del convento».

Muy dueño de sus potencias, volvió a reconciliarse con el Padre Guardián, y con grandes muestras de fervor recibió el santo viático. Precedió a su agonía un prolongado delirio. Se le oía rezar salmos, oraciones, partes del oficio de difuntos. Se santiguaba, se daba golpes de pecho, exhortaba al temor de Dios, a pedirle perdón por sus pecados, pronunciaba a ratos la fórmula de la absolución. Prueba del tipo de imágenes que bullían en su hermosa alma, hecha a las místicas efusiones y al trato íntimo con Dios, razona don Diego de Torres.

Superada aquella crisis, y recobrados las facultades, recibió, en plena lucidez, el sacramento de la Unción. Poco después entraba en agonía. La placidez de su semblante reflejaba su paz interior, en términos que en ocasiones no era fácil acertar si había muerto o aún vivía.

Divulgada la triste noticia, diríase que la ciudad en masa personóse en el domicilio donde agonizaba el religioso. «Su cama estuvo rodeada de las personas de la primera clase de la Santa Iglesia Catedral -escribe Diego de Torres-, canónigos, racioneros, y otros ministros. El aposento se ocupó por los ciudadanos nobles. Los cuartos exteriores y el portal por gentes de todas castas… tres escribanos asistentes dieron fe de lo innumerable del concurso, de la devota veneración y de las aclamaciones del pueblo». Y a su testimonio se atiene, según terminantemente asegura, en la narración de los hechos.

Desde que recibió la santa unción, fue objeto de las atenciones del cabildo catedralicio, una de cuyas dignidades ostentaba, como hemos dicho, don Manuel Núñez de Gamarra, en cuya casa se hospedaba. Relevándose de dos en dos, le asistieron los canónigos hasta el instante de su muerte, cual si se tratase de un miembro del gremio capitular, acompañados de los religiosos franciscanos y de otras distinguidas personas.

Las oportunas reflexiones, y los hermosos pensamientos con que don Diego de Torres, sacerdote ejemplar, no menos que escritor famoso, se complace en salpicar la exposición de los hechos, le revelan, a todas luces, discípulo aprovechado de la escuela del P. Abarrategui. «La tarea infatigable de los santos ?escribe- ha sido la memoria de la muerte… la memoria de la muerte excusa muchos arrepentimientos, muchas confusiones espantosas, muchas lágrimas inútiles, que sobresaltan en aquella hora a quienes no pensaron en ella. La consideración de la muerte es el remedio de los males, de los acontecimientos y acechanzas que turban nuestros espíritus; desbarata los encantos y los ardides de las pasiones; agobia las altanerías de la soberbia; revuelca las fantasías de la vanidad; apaga ardimientos de la lujuria, y arrolla finalmente las locuras y antojos del amor propio, que pierden toda su fuerza a la vista de tan fructuosa consideración… la ventura o desventura eterna estriban en el estado en que se halla el alma en los últimos desmayos del cuerpo. Piadosamente aseguro que tendría en dichosísima disposición la suya el venerable P. Don Jerónimo, pues los trabajos, las penitencias, las cruces de toda su vida, no fueron sino preparativos para asegurarse una buena muerte.

«Fue disposición singular… que parece dio Su Majestad a los moradores de aquel pueblo que en todos los acuerdos que en orden a honrar a este siervo de Dios tomaron el cabildo, la ciudad y otras comunidades, en todas se halló suma concordia, sin desviarse voto alguno, ni oírse expresión que no fuese dirigida al honor, cuidado y benevolencia hacia el venerable Padre».

Día 1 de mayo, notando los circunstantes la proximidad de su muerte, mandaron tocar a agonía en la Santa Iglesia Catedral. Acudieron, al triste llamamiento, el cabildo, el corregidor de la ciudad, don Pablo Moreno de Morales, los regidores, y gran número de personas de los más varios estamentos. No cabiendo en la casa, muchos o la mayoría hubieron de resignarse a esperar desde fuera el venturoso instante en que, desprendido del cuerpo caduco, aquel dichosísimo espíritu, subiría a gozar de la gloria de Dios concede a los justos.

Eran poco más de las nueve de la noche del día uno de mayo de 1719, cuando los presentes se apercibieron de que había entregado su alma a Dios. Fallecía en lejana tierra, fue la de la casa religiosa, privado de la compañía de sus hermanos, los teatinos, con quienes había vivido en paz por espacio de tantos años. Y ello, por imperativo de santa obediencia, en gesto heroico de gratitud a una familia devota y bienhechora de su orden, prevenido de ello por el cielo, como es forzado presumir, dados los antecedentes constatados por muchos testigos. Pero rodeado asimismo «de la devota veneración y de las aclamaciones del pueblo», observa Diego de Torres. Sigo copiando a este biógrafo, testigo de mayor solvencia:

«Dejó muchas señales (y la más segura, la inocencia y el candor de su prodigiosa penitencia, y de su extática vida) de que, desde el punto que partió de esta caduca patria, empezó a gozar de las venturas que Dios tiene prometidas a los que pasan por el fuego y el agua de las tribulaciones. Persuádenlo los prodigios experimentados por los presentes a su fallecimiento, avalados por el testimonio de los tres escribanos referidos, y que juraron varios testigos eclesiásticos y seculares, entre ellas el P. Fray Juan de San Rafael, religioso descalzo de la Santísima Trinidad… y otras personas que ocupaban el aposento donde murió el Padre Don Jerónimo… su cuerpo quedó a los ojos de todos… blanco, flexible, el semblante hermoso, teñido de una rubicundez más florida que la que mostraba en estado de sanidad, como quiera que a las veces sus ayunos continuados o el rigor de sus penitencias le ponían descolorido, magro y macilento.

Tomaron a su cargo unos clérigos la diligencia de amortajar su cuerpo. Entretanto que su celo ejercita esta obra de caridad, escribiré el caso que sucedió en Salamanca el día en que murió el venerable.

«Escuchábanse entre los moradores de Salamanca voces confusas, noticias dudosas y rumores inciertos de la vida, enfermedad y muerte del Padre Don Jerónimo. Llegaron éstos a oídos de una ejemplar religiosa, terciaria dominica, hija de confesión del apostólico teatino. Mientras pedía al Señor, en oración fervorosa, por la salud del confesor, a quien debía los documentos que habían guiado su espíritu, parecióle oír una vez que le llamaba por su nombre, desde el preciso lugar donde solía el religioso escuchar las confesiones. Volvió apresuradamente los ojos, y vió al venerable Padre, rodeado de resplandores. Hablándole en el idioma del país en que ya reinaba, la consoló en su ausencia, dejándole prácticos avisos con que gobernar su espíritu entre tanto se detuviese en esta caduca patria. Esta misteriosa visión, que no califico, sí sólo relato, fue referida a su confesor por la misma religiosa, en los mismos términos o palabras que se acaban de leer, sin añadiduras ni ponderaciones. El lector la examine, y habrá de ella el juicio que su prudencia le dicte.

«Volvamos a las diligencias de los devotos eclesiásticos para amortajar su cadáver. Lo primero, desalojaron la pieza de todos los concurrentes que no debían asistir aquel acto de piedad. Cuando intentaron desnudarle de la ropa con que había muerto, ya se habían adelantado a destrozarle sus vestidos las ansias de poseer alguna de sus reliquias, de forma que algunas hilachas, que reservó la decencia, fue todo lo que se encontró de su ropa interior».

«Notaron todo su cuerpo sembrado de cardenales, de llagas y cicatrices, vestigios por demás claros de sus asombrosas penitencias. Compuesto el cadáver, ornado con las vestiduras sagradas y depositado en el féretro, mandó el corregidor de la ciudad que se retirase la frente y puso cuatro guardas al cuerpo, pues se podía temer de la devoción del concurso que volviesen a dejarle sin vestidos.

Reacción de la ciudad

«Las campanas de la Catedral dieron público aviso de su muerte, y no quedó en Coria hombre ni mujer que no corriese desolado a venerar su cadáver. Fue tan numeroso el concurso que no fue posible a los guardas acallar la gritería ni contener el desorden de las oleadas de gente que acudía de todas partes a besar los pies del difunto.

«Estuvo expuesto al público todo el día 2 de mayo, y en las 24 horas no cesó el bullicio, ni las entradas y salidas de las gentes, alabando todos a Dios que con prodigiosa señales honra las bondades de sus siervos y muestra cuán de su agrado son las virtudes de los santos.

«Finalmente, se vieron todo aquel día repetidas casualidades que parecieron milagros, y quizá muchos milagros que pasarían por casualidades. No nos especifico. Creo piadosamente que el Señor se empeñaba en descubrir, con los prodigios, los méritos y las virtudes que atesoró el Padre Don Jerónimo, y que el cielo anduvo cuidadoso de revelarlas en su muerte con la misma disimulada modestia con que el difunto había procurado disimularlas en vida. Y espero de la piedad de Dios que la fama de sus virtudes resuene en nuevos horizontes, cuando el Supremo Pastor declare al mundo cristiano, con su infalible oráculo, lo que ahora se admite como piadosa creencia.

Funerales y sepultura del P. Abarrategui

«El Ilmo. Cabildo, el Ayuntamiento de Coria, las cofradías de la ciudad, cada una con su estandarte, sin haber mediado aviso, y la comunidad franciscana, formaban en el cortejo que desde la mansión señorial del arcipreste de Calzadilla Don Manuel Núñez de Gamarra, donde se hallaba expuesto el cadáver, y desde donde se trasladó a la Iglesia Catedral. Aquí, corpore praesenti, celebráronse los funerales, tan solemnes y concurridos como jamás pensaron ver los ciudadanos de Coria, ni el gran número de personas de las ciudades cercanas de Extremadura y Portugal que se encontraban en Coria por hacerse feria aquel día, en términos que siendo bastante dilatada la capacidad de la Santa Iglesia, no alcanzó a contener a la mitad de las personas que formaban el acompañamiento. Por su parte el Ayuntamiento asistió a los fúnebres oficios con el mismo orden y disposición con que concurre a las exequias de las personas reales.

«Celebrados los funerales con solemnidad y devoción, dieron sepultura al cadáver en la nave reservada al entierro de los capitulares, precisamente en el sitio sobre el que había orado largamente y aún había marcado para depósito de su cuerpo el día que visitó la catedral, que fue el inmediato a su llegada a Coria. Las circunstancias prodigiosas de su muerte y funerales son notorias al público de Coria, y para que quede constancia a presentes y venideros dieron fe y testimonio con toda individualidad Francisco Granado, Tomás Gómez de Solís y Pedro de Ribas, escribanos del Rey nuestro señor, y del número de aquella ciudad».

Exponente luminoso de la fama de varón santo con que llegara aureolado a tierras de Extremadura el P. Jerónimo Abarrategui lo constituyen los sucesos, considerados milagrosos, acontecidos aquellos días, atribuidos por el pueblo a la intercesión del Siervo de Dios. Diego de Torres lo confirma. «Viéronse todo aquel día -escribe- repetidas casualidades que parecieron milagrosas, y quizá muchos milagros que pasarían por casualidades». Por más que no las abona, cree piadosamente que el Señor se empeñaba en descubrir, con prodigios, los méritos del Siervo de Dios con la misma disimulada modestia con que el difunto había tratado de encubrirlos mientras vivió.

De estas «casualidades», lo propio quede otros sucesos estimados milagrosos, de los fenómenos carismáticos que jalonan la existencia del apostólico teatino, tomóse el informe oportuno sobre testigos directos, con vistas al proceso canónico para la glorificación, en su día, de este hijo de San Cayetano.

Cuando el proceso se inicie -previo el reconocimiento de sus mortales despojos, como es de desear- contará, como pieza clave, por su incomparable valor crítico, la obra de Diego de Torres, el sacerdote ejemplar, discípulo aprovechado de la escuela del P. Abarrategui, «la mejor plumada de su tiempo», como se le ha llamado, y catedrático famoso de la Universidad salmantina: Vida ejemplar y virtudes heroicas del venerable Padre Don Jerónimo Abarrategui y Figueroa, Clérigo Reglar Teatino de San Cayetano, y fundador del Colegio de Salamanca de San Cayetano y San Andrés Avelino, de la misma Religión. -Dedicada al Ilmo. Señor Dean y Cabildo de la Santa Iglesia Catedral de Coria. -Escrita por el Doctor Don Diego de Torres Villarreal, del Gremio y Claustro de la Universidad de Salamanca, y su Catedrático de Prima de Matemáticas. -En Salamanca: En la Imprenta de Antonio Villarroel y Torres. Año de 1749.

Renacerás de sus cenizas las familias religiosas, tras las dos exclaustraciones de 1820 y 1835, demolidas en Salamanca por obra de la revolución la iglesia y el colegio que aromó con sus virtudes del Padre Jerónimo Abarrategui, la Orden teatina está presente en esas tierras entrañables de la geografía patria, está presente de nuevo, guardiana del Santuario de la Patrona de Béjar y los pueblos de su comarca, la Virgen del Castañar.

Consoló hojear la biografía del P. Jerónimo Abarrategui, que negó a los españoles la pluma de Diego de Torres, se tiene el convencimiento de que su biografiado cuenta con méritos de sobra para qué los admiradores del biógrafo y del biografiado traten por todos los medios de llevar a los altares a este miembro ejemplar de la Orden de San Cayetano.

Los presentes Coloquios histórico-religiosos de Extremadura brindan la oportunidad de lanzar, esperanzados, la idea. La canonización de un santo no es tanto un premio a su virtud -ya que, estando en el cielo, no tendrá, porque se le canonice o no, un grado de gloria más ni menos- cuando un estímulo y una recompensa a la fe, al entusiasmo, y a la constancia de sus devotos. Si el caudillaje, en esta campaña, corresponde por derecho propio a los clérigos regulares, para el logro de su objetivo confiamos en nuestros amigos de la capital de España, cuna del Siervo de Dios, y en cuya iglesia teatina de Nuestra Señora de Favor, por la profesión religiosa, se enroló en los cuadros de la orden cayetanista. No dudamos de apoyo ferviente de la culta Salamanca, beneficiaria de sus ejemplos no menos que de su apostolado a lo largo de 36 años. Y sabemos no ha de faltarnos la aportación activa de Coria, la episcopal, a cuya Iglesia Madre confió la Providencia el tesoro de sus despojos.

La ayuda de Dios no ha de faltarnos, si aportamos a la causa nuestra cooperación decidida. Supuesta esta condición, no cabe duda que, a no tardar, celebraremos plasmado en dichosa realidad el anhelo de su biógrafo: «Espero de la piedad de Dios que la fama de sus virtudes resonará algún día más allá de estos horizontes, cuando el Supremo Pastor declare al mundo cristiano, con su oráculo infalible, lo que ahora se admite como piadosa creencia».

1) «Todos los años, el tiempo que vivió en Salamanca, hizo dos viajes a Alba, yendo y volviendo a pie, a visitar el corazón y el cuerpo de Santa Teresa. Gastaba tres días regularmente en esta devota romería. Celebraba, en los tres días, dos misas. La una en altar mayor, donde se guardan el cuerpo y el corazón de la Santa Madre, y la otra en la capilla de San José, lugar donde fue sepultado su cuerpo. Siendo Rector en el Colegio, mandó hacer en la iglesia retablo y altar a la Santa. Y decía que no era razón que, teniéndole San José, le faltase a tan fiel y devota suya. No sólo era su amante de voto, sino su fidelísimo discípulo, pues procuró imitar y practicar su soberana doctrina, para cuyo fin tenían siempre sobre su mesa los libros de la Santa, en los que estudiaba, con meditación y aprovechamiento, muchos ratos que le dejaban libres otras ocupaciones espirituales. Estos, y el Breviario, eran los únicos libros que tenían cabida en su cuarto… «DE TORRES VILLARROEL, Vida ejemplar,cit.cap.XI.

2) «En todos los conventos de religiosas de Salamanca sujetas al ordinario tenía hijas de confesión, tan conocidas por su virtud que la fama se divulgó a muchas leguas de sus claustros. Hoy viven algunas de ellas, y pocos meses ha murió en el convento de la Penitencia una portentosa mujer a quien puso en el camino de la perfección este venerable Padre, cuya vida fue tan prodigiosa que no hay suceso en ella, desde su nacimiento hasta su muerte, que no sean singular y milagroso. Fue ésta una hija del Rey de la mina Baja del Oro, llamada en su país Chivaca, y entre los católicos Teresa, más conocida por el nombre Negrita de la Penitencia, cuya fama de santidad admiraron los vecinos de Salamanca todo el tiempo que vivió y veneran después de su muerte. En la oración fúnebre que predicó en sus honras en el convento de la Penitencia el Padre don Juan Carlos Miguel Panyagua, de la misma Orden de Teatinos de San Cayetano, el cual es última enfermedad la asistió repetidas veces, leerán los devotos un compendio de la vida y virtudes de esta religiosa. Imprimióse en Salamanca en 1749.Ibid.,cap.IX.

Oct 011971
 

Tomás Moral, O.S.B.

En abril de 1958, en la X Semana de Estudios Monásticos, convocada por la Sociedad de estudios monásticos Española en el monasterio Jerónimo de Yuste (Cáceres), tuve ocasión de presentar a los semanistas los primeros frutos de mis estudios sobre el «premontré» español[1]. Aquella conferencia, recogida después en diversas publicaciones nacionales y extranjeras[2] informó a los participantes del estado actual de las fuentes y el valor crítico de cada uno de los estudios consagrados a la orden de San Norberto en España.

Esta ha sido la razón por la que los organizadores del Congreso Histórico Religioso de Trujillo hayan pensado en mí para una breve intervención, en la que ponga de relieve la vinculación de Extremadura a la preclara orden blanca premonstratense.

En España, la orden premonstratense, fundaba en 1120 en un valle selvático de las cercanías de León, que se decía Couey, por San Norberto ,obispo después de Magdeburgo, no penetró hasta 1143[3]. Contó, hasta los mismos días de la exclaustración de 1835, con dos circarias o provincias: la de Gascuña que agrupaba los monasterios sitos en Cataluña, Mallorca y Navarra, en número de nueve; y la de España, más rica, que comprendía los monasterios esparcidos por Castilla, León, Asturias y Bilbao, alrededor de una treintena[4].

La documentación que hasta ahora he podido examinar no hace para nada mención de fundaciones premonstratenses en tierra extremeña. Muy próxima estuvo la de Santa Sofía de Toro, en Zamora[5] y la de Ciudad Rodrigo[6], pero sin irradiación directa en Extremadura. No obstante, esto justifica el título que hemos dado a nuestro trabajo, las monografías, enciclopedias y diccionarios bibliográficos aluden a algunos personajes oriundos de Extremadura que llegaron a vestir el habito blanco de los Hijos de San Norberto. De ellos quiero dejar aquí constancia.

El más célebre de todos fue sin duda alguna el arzobispo Juan Pérez de Galavís , natural de Robledo de Gata, donde nació el 9 de marzo de 1683 , fue Alumno en su Universidad, pronto se sintió atraído por la vida religiosa, abrazando la regla de San Norberto en el célebre monasterio de Santa María de la Caridad, cerca de Ciudad Rodrigo. En el monasterio fundado en 1165 por el rey de León Fernando II y Arnoldo, obispo de Coria y antiguo canónico regular del monasterio premonstratense de La Vid (Burgos) terminó allí su formación religiosa hasta que por sus relevantes dotes Intelectuales fue llamado a ocupar la cátedra de Sagrada Escritura en la Universidad Salmanticense. Desde 1720 a 1723 fue abad en el monasterio del espíritu Santo, de Ávila, extramuros de la ciudad, coincidiendo su abadiato con el de mayor prosperidad de la casa en sus seis siglos de existencia. De aquí pasó a ocupar el generalato de la Congregación premonstratense española[7], independiente del «prémontré», que ya en el siglo XVI habían establecido el rey Felipe II y el cardenal Ormaneto[8].

Pero al nombre del celebrado extremeño era ya demasiado conocido, no solo en toda la orden, sino también en la Corte. En el curso del año 1729 pensaron en él para ocupar la sede arzobispal de Santo Domingo. Ocho años de incansable actividad pastoral gastados en la reorganización de la, diócesis y del bien espiritual de la feligresía a él confiada. Felipe V juzgó ya suficiente su labor en esta sede y excesivos sus méritos. Por bula del Papa Clemente XII era trasladado a la mitra arzobispal de Santa Fe de Bogotá el 17 de diciembre de 1737. De viaje para su sede, se hallaba en Mérida en Julio de 1739 y entraba en su capital el 29 del mismo mes. Forzosamente su actuación debió reducirse a entablar los primeros contactos con las autoridades locales, pues el mismo virrey, Don Sebastián Eslava, que llegó a Cartagena en abril del 1740, fijó su residencia y trono en la capital porteña, más movida y peligrosa que la mediterránea Santa Fe. Meses más tarde, el 14 de noviembre, expiraba el arzobispo, dejando el gobierno de la diócesis a su cabildo[9]. Así terminó sus días el Monje premonstratense de Robledo que nunca perdió la vinculación a la orden que le recibió en su seno y a la tierra que le vio nacer, según lo confirman algunas de sus cartas, Dignas de darse a luz, así como su biografía completa.

Otra figura extremeña que profesó en el «premontré» fue Bernardo Conde y Corral. Después de ocupar los más importantes cargos en la orden, al sobrevenir la exclaustración hubo forzosamente de secularizarse. Sus dotes de gobierno y cualidades intelectuales que dio a conocer ocupando Diversas cátedras en los seminarios, le merecieron el ser promovido a la sede de Plasencia (21 de diciembre de 1857), diócesis que rigió como celosísimo pastor desde 1858 hasta 1863 en que fue trasladado a Zamora. Al inaugurarse el 8 de diciembre de 1869 el Concilio Vaticano I acudió a Roma y permaneció en la Ciudad Eterna como Padre Conciliar durante todo el desarrollo del magno acontecimiento que se prolongó desde los primeros meses de 1870 y que una serie de condicionamientos históricos impidieron llevar a feliz término. Nuestro obispo tuvo su intervención el 14 de mayo en la 51 Congregación General en la que se comenzó a discutir el esquema de «Constitución primera sobre la Iglesia»[10]. Tras la misa del arzobispo de Granada, habló el obispo Bernardo. El obispo de Zamora alabó el esquema, de modo especial el orden en que se habían dispuesto las materias, aunque echaba en falta en el capítulo primero el testimonio de los Padres como testigos de la Tradición. Todavía examinó el asunto más despacio en la discusión especial que se tuvo después. Mans dice que el discurso del obispo Bernardo fue breve, pero muy directo y discreto[11]. Después de él será cuando las intervenciones de los Padres españoles se harán más frecuentes. Murió el obispo Corral en su sede zamorense algunos años después cargado de años y de méritos.

El examen detenido del breve ensayo que el canónigo premonstratense Norbert Backmund[12] consagra a la orden nos permite localizar algunos nombres más extremeños que profesan la vida premonstratense y giran en torno a los monasterios de Ciudad Rodrigo, Salamanca y Ávila. Pero solo nos da sus nombres y apellidos, de indudable origen extremeño. Tal vez exhumando Documentos podamos seguir su pista. Pero eso será objeto de otras disertaciones sobre temas premonstratenses. Por hoy baste dejar consignadas las figuras de varios eminentes obispos extremeños que honraron el instituto con sus dotes de gobierno y sus virtudes.

Extremadura no se mantuvo, pues, al margen de este movimiento religioso que tan rápidamente se propagó en España y, por desgracia, a causa de los decretos desamortizadores del siglo pasado, su espíritu solo pervive hoy en un monasterio femenino, lindando precisamente con tierra extremeña.

Abadía de San Salvador de Leyre (Navarra)

NOTAS

[1] Véanse crónicas en Revue d’Histoire Ecclesiastique (Universidad de Lovaina), vol. 102 1969, pp.500 y Yermo, 2, 1968, pp.70-74

[2] Cf.T. MORAL, Los premonstratenses en España, en Hispania sacra, 21.1968, pp.59-85; Hacia la Historia de la orden premonstratense en España y Portugal, en Boletín de la Real Academia de la Historia. 165. pp.219-253; bases para una historia del «premontré» en España en Analecta praemonstratensia, 44, 1968, pp.202-308.

[3] Según una tradición muy antigua, todavía no corroborada con documentos fehacientes, la establecieron dos nobles castellanos, Sancho de Ansúrez y Domingo Gómez de Candespina. Atraídos por la santidad de vida y doctrina de San Norberto, profesaron la observancia premonstratense en León, de donde pasaron a España en 1143 para erigir, el primero la abadía de Retuerta y el segundo la de La Vid, en la margen izquierda del Duero, al sur de la provincia de Burgos. Estas dos fundaciones dieron origen a toda esa hermosa constelación de monasterios diseminados por toda la geografía española.

[4] Véase N. BACKMUND, Monasticon praemonstratense, 3,Straubing, pp.209-326. Es el mejor resumen que hasta ahora poseemos, a falta de una historia crítica y documentada.

[5] Es de monjas. Por eso ha podido subsistir hasta nuestros días, al no afectarle tan directamente las leyes de exclaustración como a los monasterios de varones .

[6] En Ciudad Rodrigo existió el de Santa María de la Caridad, el más cercano a Extremadura, donde profesarán casi la mayor parte de los monjes extremeños que hemos podido localizar.

[7] Cf.N.BACKMUND, Los abates trienales de la Congregación premonstratense de España, en Hispania sacra, 11,1958, pp.130 y ss.

[8] J. GOÑI GAZTAMBIDE, La reforma de los premonstratenses españoles del siglo XVI, en Hispania sacra, l3 1960, pp.5-96 .

[9] J.M. GROOT. Historia eclesiástica y civil de Nueva Granada, 2, Bogotá, l890. pp.31-33; J. RESTREPO POSADA . Arquidiócesis de Bogotá, 1, 1564-1819. Bogotá, 1961, pp.l65-171;ANTONIO DE EGANA, Historia de la iglesia en la América Española, Madrid, 1966, pp.980-981.

[10] COLLANTES, La cara oculta del Vaticano I, Madrid,1970, p.39.

[11] MANSI, Summa conciliorum, 52, c.58-59.

[12] J.MARTIN TEJEDOR. España y el ConciliO Vaticano I, en Hispania sacra, v.20, 39, 1967, p.149. 13- N.BACKMUND, MonaSticon..3, pp.209 y ss.

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