Oct 142013
 

Manuel Rubio Andrada.

SITUACIÓN Y GENERALIDADES

El paso de Pablo se localiza en el mapa topográfico 1/50000 del Instituto Geográfico y Catastral, edición de 1963, hoja 681 denominada Castañar de Ibor; sus coordenadas son: longitud 10 48′ y de latitud 390 32′ 35″ del meridiano de Madrid.

 El diario Hoy del 8 de junio de 1992 notifica su descubrimiento e informa algo os­curamente sobre su situación en entrevista realizada a D. Antonio González Cordero por el corresponsal del citado periódico en Navalmoral de la Mata, Cáceres. En el escrito solamente se bautiza la apretura donde se encuentran las pinturas como «Paso de Pa­blo» dejando su localización en un impreciso lugar de la sierra de Roturas, quizás dando vista al valle de Santa Lucía. Sin duda D. Antonio, que gusta actuar de maestro oficiante en el bautismo de pasos, collados y cuevas, dejó sin localizar científicamente el hallazgo por temor a los estúpidos destrozos. Localizar estas pinturas parecía cosa fácil, hice va­rias tentativas y finalmente hube de ponerme en comunicación con su descubridor quien gustoso me facilitó los datos para su conocimiento y estudio.

 Aunque esta parte de la sierra de la Ortijuela pertenece al término municipal de Ca­bañas del Castillo es en la población de Roturas donde se debe tomar el camino para su visita. Parte frente al cementerio y desciende con rapidez hacia un puentecillo sobre el río Almonte; sin doblar hacia la izquierda, nos conduce al extremo N del valle de Sta. Lucía; remontad este valle por el camino, en sentido opuesto al que traíamos hasta fal­dear el pico del Ahorcado -un par de kilómetros desde que entramos en este valle-. Justo en la base de su cara W avistaréis una tupida masa de helechos, verde en alta primavera y marrón en otoño e invierno.

 Dejado el vehículo en su base, si es posible cerca de una maravillosa e inacabable fuentecita, os aguardan 25 o 30 minutos de una dura ascensión. Debéis acometerla más bien hacia la parte izquierda eludiendo si podéis la pedriza y el jaral; éste hace poco que se quemó, lo que permite subir con cierta facilidad, cuando crezca será imposible tomar esta vía de ascenso. Recomiendo tantear las tenues veredas de la saca del cor­cho que busca los grupos de alcornoques, ellas os ascenderán con evidente rapidez. Al llegar a la base izquierda de las primeras rocas subid y cruzadlas por arriba; tantear igualmente la pedriza para pasar ascendiendo hacia la derecha por encima del helechal; una vez allí hay que gatear aún unos metros y pronto se abre el paso que buscamos. Es el primero por encima de los helechos.

 

 Los dos paredones que lo forman son casi verticales en dirección próxima al N-S y ligeramente inclinados hacia el E, poseen curiosísimos restos fósiles de vida paleo­zoica. Sin mucha dificultad observaréis las pinturas en su base interior derecha. El opuesto paredón de la izquierda es mayor y vertical hasta lo alto, ofrece cobijo a una nutrida colonia de buitres leonados, cernícalos, cuervos, palomas, perdices … , algunos insectívoros completan el avifauna con poca pero selecta representatividad. La flora es la típica mediterránea extremeña.

 

El panel ocupa una superficie muy próxima a 1 m. de alto y 0,50 m. de ancho y está ocupado por unos once conjuntos en diversas tonalidades; su distribución en tan escaso espacio se debió a la comodidad que la naturaleza ofrece; allí, en su base, a la derecha, se puede observar los restos de pintura en un hoyuelo utilizado como recipiente; enfrente, muy cerca, las cuarcitas sirven de apoyo para pintar sen­tado con cierta aunque punzante comodidad. Estas buenas condiciones motivaron que, sin duda por no levantarse, las figuras en ocasiones se entremezclen dificul­tando el estudio de los conjuntos. La inclinación de la pared rocosa es motivo de cierta dificultad para fotografiar las partes inferiores, igualmente dificultan las natu­rales rugosidades fósiles, los colores de la roca, sus fragmentaciones, etc.; el sol alumbra únicamente unas horas antes y hasta mediodía. En general su estado de conservación es bueno y los diferentes cromatismos con los que fueron pintados intencionadamente facilitan su particular distinción (Fig 1).

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Figura 1.

Figura 2

Figura 2.- Conjunto 1

  CONJUNTO I (Fig 2)

Un primer conjunto se dispuso en la parte superior izquierda; está formado por dos series de gruesos puntos. La superficie que los contiene presenta en la derecha dos finísimas líneas en alto relieve formando cuartos de Luna; nueve puntuaciones estiliza­das los adornan externamente a modo de cortos rayos. La serie de la izquierda completa hacia el mismo lado con siete puntos; caprichoso abultamiento que además allí ofrece la cuarcita.

 

Las series de puntos que conozco por lo general se distribuyen en superficies de tendencia rectangular aunque hay algunos casos que siguen organizaciones aparen­temente más liberadas entorno a un caprichoso racheado u otro motivo, aquí no parecen tener otra finalidad que lo meramente ornamental completando los finos segmentos cir­culares de origen fósil. Su cronología parece tardía por todas estas cuestiones.

CONJUNTO II (Fig 3)

Figura 3

Figura 3.- Conjunto 2

El segundo conjunto comienza algo inferiormente, unos 10 cm. a la derecha; fue realizado en color rojo parecido al del conjunto 1 y trazos de grueso medio. En su parte superior, la figura número 1 ofrece una forma de palmera; consta de un grueso tronco en cuya parte superior surgen armoniosamente pequeños arquitos de circun­ferencia distribuidos algo elemental mente. Este arbolito presenta a ambos lados de su base líneas circulares con tendencia a formar semicircunferencias concéntricas; son visibles cuatro en el lado izquierdo y tres en el derecho, estas últimas conse­guidas con perfecta ejecución. Este dibujo está realizado en los dos tercios derechos de una línea recta y horizontal que, a la altura media de su tercio izquierdo, fue alzada con pequeña curva superior; es indicio de no pretender confundir los contenidos que ofrecen los aguzados tracitos realizados en otra colocada paralelamente bajo ella; constituyen la fig. núm. 2.

 

Próximos a esta zona comienzan los bien marcados cuernos de un bóvido; el animal, figura 3, mira hacia la izquierda y presenta una cabeza rectangular sin pormenorizar; continúa el cuello alargado y muy deteriorado en su parte inferior. El tronco tiene su­periormente dos marcados abultamientos -anterior y posterior- y un hundimiento muy acusado en la zona dorsal; acaba en larga cola. Las extremidades son pequeñas, tos­cas y algo desproporcionadas. Este animal tiene una atadura bastante recta en la parte superior de su hocico y termina unos 2 cm. más abajo en una pieza arqueada que fue perfilada con mucha meticulosidad, constituye la figura número 4.

 

La número 5 pertenece a otro animal de dimensiones más pequeñas. Su voluminosa cabeza presenta un redondeado hocico que tiene la arqueada pieza de la atadura; está rematada superiormente con tres pequeños tracitos apuntados con decisión, pueden indicar tres cuernecillos. Este hecho extraordinario debió ser motivo fundamental del re­lato ya que el cuerpo de este animal se trazó con perspectiva muy diferente resultando el tronco un tanto distorsionado por la necesidad de presentar en «primer plano» la ca­beza con sus tres nacientes pitones. Sus extremidades superiores comienzan en un so­lo trazo para separarse en dos al llegar a un pequeño hoyuelo de la roca; las traseras parecen estar representadas por una línea algo más gruesa y tosca. En este mismo es­pacio hay otra vertical y paralela, algo separada, a la derecha de la figura que puede corresponder a una representación elemental de lo que no se ve por estar tapado por la especial posición, esto es la otra extremidad o bien la cola.

 

Este conjunto nos muestra en la parte superior un pequeño paisaje. En el centro un árbol semejante a una palmera completa la decoración; los arcos concéntricos que de­coran su base -por esto debe tomarse como un dibujo realista con marcada tendencia figurista-; puede ser indicativo de una vegetación propia del clima más cálido -actual­mente conseguir una palmera en estas alturas es sin duda tarea muy difícil-. Todo este dibujo se limitó inferiormente con una recta que se presenta respetuosamente curvada en la parte izquierda aparentemente para no «dañar>’ los tracitos afilados inferiormente en otra paralela colocada inmediatamente debajo; estos tracitos debieron ser de gran valoración para el autor por la meticulosidad y pormenorización de su factura; con es­casas dudas parecen mencionar las piezas de un arado.

 

La forma de los dos bien marcados cuernos nos indican con claridad que se trata de un bóvido, el cual se trazó con dos exageradas gibas en la parte superior de sus ex­tremidades acompañadas de un peculiar hundimiento dorsal; pudo tratarse de un animal muy longevo y, en cualquier caso, debió ser utilizado en múltiples funciones entre éstas como animal de carga, e incluso de monta, de eso le podría venir la deformidad ver­tebral. La atadura ofrece muy pormenorizada en el hocico del ternero una pieza rígida cuya naturaleza se nos escapa aunque pudiera ser metálica -no hay que descartar la madera-, en cualquier caso su ejecución real es artificiosa pues ha de funcionar como pinza o, en el peor de los casos, como anilla, lo que conduce con facilidad al rasgado del tejido nasal y la consiguiente posibilidad de pérdida del ternero; llegar a su cons­trucción denota una necesidad y experiencia poco elemental.

 

El gusto por la combinación de líneas rectas y curvas, su organización y sobre todo el empleo de los semicírculos concéntricos como temas en su decoración recuerdan contenidos y estilo figuristas propios de algunas vasijas ibéricas en cuyo momento cul­tural lo encuentro más encajado y desde luego se aleja de las composiciones anteriores en las que la ambientación decorativa es prácticamente inexistente.

CONJUNTO III (Fig 4)

 Figura 4

Figura 4.- Conjunto 3

Muy próximo a la parte baja del conjunto anterior se dibujó este otro en color granate, trazo grueso -10 o 12 mm.- y sin aparente limitación.

 La fig. núm. 1 de este conjunto está formada por un ramiforme compuesto por un trazo de tendencia vertical acabado superiormente en pequeño óvalo. A la altura media de lo que llamaré tronco, ofrece por la izquierda un trazo elevado y, en la misma zona del lado opuesto, otro algo simétrico; el tramo inferior tiene otra ramificación de tamaño e inclinación parecidos. Hacia la derecha continúan las figuras 2, 3 Y 4, son tres gruesas y pequeñas líneas equidistantes e inclinadas hacia este lado; la núm. 4 se remató su­periormente en gancho.

    Este conjunto continúa debajo a la izquierda con la fig. núm. 5. Consta de dos tracitos cortos y gruesos co­locados en la parte superior. La figura 6 está formada por uno indicativo de la cabeza y dos inferiores para el tronco, el de la izquierda se interrumpió al llegar a un profundo racheado realizándose otro a su lado, éste acaba en un sexo simplemente apuntado. Las extremidades superiores tienen en su parte izquierda dos ra­mificaciones, de ellas la inferior está curvada a manera de pinza y posee un muñón pe­queño en su parte superior; la extremidad del lado opuesto dobla hacia abajo a la altura de lo que sería el codo y termina en un ángulo recto hacia arriba.

 Estas figuras son la tosca representación de dos individuos posiblemente masculinos enfrentados; uno portaba en su mano derecha un objeto y en la iz­quierda otro de tamaño inferior, se adornaba o protegía con un tocado o casco. El otro individuo trazado superiormente, parece caer.

 El conjunto tiende a la desproporción, a la tosquedad, al excesivo grosor de los tra­zos … y en esa línea corresponde relacionarle con el situado en Las Marías, Cabañas del Castillo 1; más distante sería el de Monfragüe, Torrejón (6) y otros de estilo menos tosco pero de parecido ambiente. Todos ellos se oponen a las realizaciones en grupo cuyo desenvolvimiento en el espacio rocoso no presenta los pro­blemas que aquí, por ello es de suponer que su trazado corresponda a épocas diferen­tes aunque imprecisas.

 CONJUNTO IV (Fig 5)

Figura 5

Fig 5.- Conjunto IV

Este conjunto está a la izquierda del anterior, pasado un fino racheado que divide diagonal mente la superficie de izquierda a derecha; su trazo es de grueso variable os­cilando entre 5 y 10 mm.; el color rojo es bastante más claro que el granate del conjunto 111 y parecido al empleado en el conjunto 11 de los bóvidos.

 

La figura 1 pertenece a la forma esquemática de un cáprido que mira hacia el lado izquierdo. Su cabeza posee bien marcada cuerna, algo inclinada hacia atrás; en su par­te inferior se dibujaron con meticulosidad dos finísimos penachos indicativos de la bar­ba. Tras la triangular cabeza continúa una línea estrecha indicativa del tronco. Sus ex­tremidades anteriores rectas y toscas. Las posteriores se sustituyeron por una mons­truosa forma bípeda y acéfala que posee apuntados en la parte superior tres pequeños trazos; esta forma se proyecta hacia la cuerna del animal con un grueso trazo.

 

Situados a la derecha de un fino racheado y a la altura de la parte superior de la fig. 1, hay tres trazos en igual tonalidad, de unos 7 mm. de grueso e inclinados, cons­tituyen la figura número 2. Bajo ellos, algo hacia la derecha se pintó la fig. 3 que per­tenece a un gancho en igual tonalidad y de diferente grueso -la parte izquierda tiene 7 mm. de grueso y la terminación derecha no sobrepasa los 10 mm-.

 

Esta última figura puede relacionarse con otras semejantes, no muy numerosas y casi siempre independientes, esparcidas por esta serranía; así se manifiesta en la cueva del Caballo, Berzocana. En otras latitudes más bajas, valle del río Guadiana, su ejecu­ción individual es escasa perteneciendo a figuras algo más complejas que muestran idéntico acabado superior en gancho, hay que destacar las numerosas figuras del gran panel del Zarza de Alange, Badajoz, indicativos de algún contenido parcial dentro del más general que tiene las figuras en sus respectivos conjuntos. Igualmente se observan muy parecida a la de Zarza de Alange en algunas figuras del Morrón del Pino, Quintana, Fuencaliente, Ciudad Real (1). Su estudio está por sistematizar, como en la mayoría de los signos, por lo que no se puede determinar con certeza los diferentes contenidos que pueda tener pero dados los contextos donde se encuentran y las formas que suelen completar, parecen apuntar contenidos semejantes.

 

La realización de la cabrita con formas esquemáticas, aunque con algún pequeño detalle naturalista, debe relacionarse con otras semejantes, la más cercana está repre­sentada en la cueva de la Rosa, valle del Ruecas, Cañamero (2). Su continuación pos­terior por formas bípedas coronadas con tres cuernecillos parece informar de la extraña paternidad bípeda de un tricornio. Lo probable es que con el hecho reflejado se intentara explicar mediante alguna narración tosca pero fantástica el extraño fenómeno evidente en el conjunto número 11. Tal vez se pretenda explicar de forma particular la causa ge­neral del nacimiento de animales con tres cuernos. Si nos fijamos el cardinal de los tra­citos coincide con el de los cuernecillos por lo que bien puede mencionar estos; el gan­cho final, como he dicho, parece subrayar fondos masculinos; unos y otro remarcan abs­tractamente, de forma casi gráfica, la misma cuestión.

 

El estilo esquemático naturalista con el que fue realizada la cabra y el estilo abstracto -gráfico- no tienen porque apuntar cronologías diferentes ya que ambos recursos fue­ron utilizados tanto en obras muy tempranas como en otras más tardías, los conjuntos de la Pedrera del Joyu, río Ruecas, Cañamero, son un ejemplo entre otros de lo aquí indicado. Hecha esta salvedad y dada su integración en el mismo conjunto IV puede interpretarse el tema como una cláusula causal de los que expone el conjunto 11 -del ternero tricorne-, por ello hay que admitir su realización en épocas p’róximas de la Edad del Hierro debido a los motivos decorativos que aquél muestra.

CONJUNTO V (Fig 6)

Figura 6

Figura 6.- Conjunto 5

La figura número I aparece bajo la forma caprina del conjunto IV; aparentemente só­lo es visible una mancha negra, muy tenue y algo discontinua que corresponde a la re­presentación naturalista de un magnífico venado trotando hacia la derecha. Sabido es que la pintura naturalista levantisca no tenía relaciones conocidas en nuestro entorno -hay que subir al valle del río 8atuecas, Salamanca, donde sí se realizaron- (3). Dado el grado de visibilidad debería dudarse de su existencia de no haber sacado González Cordero y Alvarado Gonzalo su extraordinaria colección de fotografías (4). De la cabeza apenas nos han llegado unas manchitas y se situó a la derecha inmediatamente pasado el fino racheado, da la impresión que se utilizó un pequeño hueco que la roca ofrece para lograr su factura en bajorrelieve; hacia la parte superior se dispuso una larga pero finísima cuerna siendo escasamente visibles sus puntas. Hacia la izquierda se extiende con nitidez el tronco. Se conserva una extremidad delantera y muy tenuemente un frag­mento de la otra; las inferiores son parcialmente detectadas entre el deslizamiento in­ferior de la pintura negra. Finamente lanzadas dotan de movimiento esta pequeña re­presentación naturalista de unos 8 cm. de alzado.

 

Cerca de ella, en la parte superior izquierda, está la figura número 2. Puede obser­varse, con la misma tonalidad y finura, la diminuta e incompleta forma de otro cuadrú­pedo de sólo unos 2 cm. de alzado; su ejecución es aparentemente de tendencia es­quemática aunque las cortas líneas se realizaron con estilización. Solamente son visi­bles el tronco, cuello y dos finísimas extremidades superiores.

 

En general, la inclusión de la figurita de apariencia esquemática no debe restar an­tigüedad general al naturalismo que informa la forma del venado y puede ayudar a re­lacionar con otros conjuntos en los que está presente esa misma forma de composición.

 

El especial deterioro de la roca en la parte baja de estas formas descomponiéndose lentamente en forma granulosa es un proceso erosivo que naturalmente había comen­zado cuando se pintaron nuestros ciervos, pues hay espacios saltados impregnados de

pintura, pero hay otros contiguos, minúsculos, en los que falta, añádase a esto cierta impregnación del tono rojizo que del conjunto inmediatamente superior ha ido super­poniéndose; todo esto hace que hoy las figuras sean casi imposibles de reconocer en condiciones normales de luz y humedad y puede considerarse que el conjunto debió com­pletarse con otras formas hoy desaparecidas.

 

   Sin duda, no es necesario mirar a Levante con demasiada meticulosidad para en­contrar algún paralelismo. Ejemplos semejantes se observan entre las realizaciones de la fase IV según Beltrán o fase C estilizada dinámica de Ripoll. Concretamente nuestro venado tiene parecido con alguno de los realizados en la cueva de Minateda, en cueva de La Vieja, Alpera y en el abrigo VI-A, cavidad derecha del Torcal de Bojadillas, Nerpio. Albacete. El pequeño e incompleto cuadrúpedo, aunque aparece bastante estático, no constituye problema a la hora de su datación pues figuras esquemáticas semejantes acompañan a las formas naturalistas en la fase apuntada y muy evidente en el citado abrigo del Torcal de Bojadillas.

   Este tipo de formas viene situándose en el área levantina desde el 3500 al 2000 años a.C . (5) y estimo que, a pesar de las limitaciones cuantitativas, debe incluirse por el mo­mento en ese amplio horizonte cronológico en espera que hallazgos futuros puedan completar lo aquí simplemente esbozado.

                       CONJUNTO VI (Fig 7)

Figura 7

Figura 7.- Conjunto VI

   A la derecha del conjunto anterior e inmediatamente a la izquierda del número 3, aparecen un grupo de formas realizadas en una tonalidad naranja; hay motivos que se distinguen con nitidez, otros no.

 

   Coincidiendo con el trazo izquierdo de la figura 1 del conjunto 111 se observan dos puntuaciones en mi opinión superpuestas a dicho trazo; una más, algo alargada, con­tinúa por la izquierda. Bajo esta fila horizontal existe otra de cuatro puntuaciones se­mejantes, fig. 2, Y se colocaron en la parte superior de un relieve fósil, lineal y arqueado superiormente: Hacia la parte derecha inferior descienden dos trazos lineales y para­lelos no muy gruesos, cortados en su zona media por uno horizontal que se prolonga hasta la base de la fig. I del conjunto 111, es la fig. 3. Todavía se ven inferiormente otras formas bastante borrosas de tendencia cuadrangular.

 

   Parcialmente el conjunto completa unas formas foliares que se extienden por la par­te superior de la ramita fosilizada; hacia la derecha el conjunto se pierde en una crea­ción bastante inconcreta por lo desvaído del color. Recordemos que fósiles parecidos fueron la causa de la ejecución del conjunto 1; las puntuaciones colocadas encima de cela ramita» presentan una estilización igualmente semejante por lo que su autor bien pudo ser el mismo. Su cronología resulta también imprecisa.

                                              CONJUNTO VII (Fig 8)

Figura 8

El color de este conjunto es rojo, semejante al del número 11. La primera figura por la izquierda es un ramiforme con forma de palmera parecida al del mencionado conjunto aunque más pequeña; su parte superior se encuentra claramente interrumpida por la pintura negra del vientre del ciervo naturalista del conjunto V; por esta razón sólo se dis­pusieron tres ramitas en el lado izquierdo y dos en el derecho; el tronco descansa en dos finos trazos paralelos de tendencia horizontal, fig 3. Superiormente una pequeña forma rectangular, gruesa, corta y en sentido vertical fig. 3, arriba remata en un triángulo equi­látero que posee otro concatenado en su parte derecha más achaparrado; ambos están muy borrosos, son la figura número 4. En mi opinión, fueron pintados parcialmente sobre la forma de hacha del conj. VI. Bajo las líneas paralelas se extiende la figura 5 que está compuesta por dos formas circulares ligeramente inclinadas hacia la izquierda y com­puestas cada una por tres círculos concéntricos y secantes; sus semicírculos inferiores traspasan un racheado extendiéndose muy tenuemente hacia la derecha.

 Estas formas, como el pequeño arboriforme, recuerdan la organización y tema del dibujo de la parte superior del conjunto II de este mismo panel, aunque más pequeño y de peor acabado.

 

La ejecución de este pequeño grupo debe encajarse en la misma época que el con­junto número II ya que presentan una temática parcialmente semejante siendo el color idéntico. En ese ambiente el contenido naturalista de los triángulos debe estar fuera de dudas y representarían sencillamente un fondo serrano.

 Dada la interrupción superior de arbolito al llegar al vientre del venado se puede su­poner que ya existía éste cuando se pintó.

 

Por todo lo ahora expuesto sabemos que los semicírculos concéntricos que decoran figurativamente el conjunto número II pueden tener contenidos semejantes a éstos y for­malmente parecidos a las decoraciones de algunos recipientes ibéricos. Su ejecución debe ser cronológicamente aproximada una fase avanzada del Hierro es el horizonte cronológico con más probabilidades.

 

CONJUNTO VIII (Fig 9)

Figura 9

Figura 9.- Conjunto VIII

Este conjunto se dibujó en la zona media de la superficie pintada; se encerró en una pequeña superficie rectangular perfectamente limitada por un racheado; su color rojo claro está casi perdido, a su derecha la roca está fracturada faltando algunas pinturas.

 

Lo componen pequeños puntos distribuidos en dos superiores. Por la derecha, en un espacio triangular contiguo, se observan otros dos distribuidos de forma parecida. Su color y forma de trazado recuerdan los conjuntos I y VI de este panel; no evidencia otros contenidos de los que puramente ornamentales y matemáticos; la carencia de otros datos impregna igualmente su cronología.

CONJUNTO IX (Fig 10)

Figura 10

Figura 10.- Conjunto IX

Un racheado corta casi horizontalmente la superficie. Las pinturas que contiene esta parte inferior son de tres colores, granate, negro y rojo claro. El conjunto que ahora pre­sento está compuesto por las figuras de color granate parecido al empleado en la rea­lización del conjunto III.

 

La figura número 1 y 2 se dibujaron en la parte superior derecha; el núm. 2 es un cuadrúpedo de pequeña cabeza que ofrece su boca abierta, de orejas cortas y gruesas; su tronco es voluminoso y termina en larga y gruesa cola, muy erguida; sus extremi­dades son cortas. Donde la cola termina comienza la figura número 1 que es parecida, de tendencia simétrica aunque su cola está algo más doblada; de este animal solamente se ve la mitad posterior del cuerpo y, tras un erosionado, algo de la casi perdida cabeza.

 

Bajo ellas hay un espacio con una forma de color negro que estudio más adelante y enseguida otras dos; la número 3 tiene la parte inferior del cuerpo «oculto» por un racheado y sólo deja ver la parte superior de un cuadrúpedo de formas muy parecidas a las anteriores; en la cabeza, orejas y hocico cortos trazados con mayor minucia, lo que permite ayudar a reconocer en ellos un mustérido -posiblemente nutrias-. Muy pronto a la derecha, comienza la parte posterior de un cáprido del que faltan sus ex­tremidades superiores, su tamaño es semejante. El estilo naturalista con el que fue realizado es algo tosco e inacabado pero permite observar que el mustérido con la boca cerrada, olfatea la parte sexual del cáprido.

 

Por tener el mismo color incluyo en este conjunto la figura número 5 situada en la parte media del panel y corresponde a una pequeña forma triangular de lados extremadamente gruesos; su color está diluido externamente.

 

En la parte inferior del panel hay otras formas con la misma tonalidad. La figura  número 6 corresponde a una herramienta u arma compuesta por un eje central, vertical, de unos 6,5 cm.; en su tercio superior izquierdo surge un trazo que presenta hacia arriba, con toda crudeza, doce largos y afilados «dientes»; en la parte más alta del vástago central se trazó hacia la derecha un arco en media circunferencia, superiormente cóncavo, y aparentemente sujeto al eje central por un refuerzo ensamblado en el eje vertical a la altura del temible brazo izquierdo.

 

Inferiormente a la derecha hay otras dos formas en color parecido aunque algo más tenue y de trazo bastante grueso. La número 7 es un cuadrúpedo compuesto por un eje central que presenta inferiormente cinco trazos pequeños, crecientes hacia la derecha; en la parte superior uno muy cerca del extremo izquierdo suavemente doblado hacia la derecha representa la cuerna. Bajo ella hay otra más pequeña, la número 8, que per  tenece a otro pectiforme de composición parecida pero sin el trazo superior y solamente con tres inferiores.

 

Si atendemos exclusivamente a los temas que encierran las primeras figuras veremos· que, en sí mismos, son escasamente cinegéticos. La primera pareja de mustéridos jugue­tean, muy próximos, con sus colas erguidas… realizan un ceremonial próximo al aparea­miento haciendo ostentación de su fuerza. Es ese hecho y no otro lo que plasmó el autor, quien sin gran interés por otras partes del cuerpo, retrató el animal de la izquierda visible­mente incompleto tras el oscuro manchón. Posiblemente otra faceta del mismo tema se menciona con la pareja de animales colocada debajo, uno olisquea -así parece expresar­lo la disposición de su achatada cabeza-la parte genital de un cáprido, macho o hembra (es cosa que poco parece importar), lo que aquí se pone de relieve es el comportamiento juguetón de unos mustéridos posiblemente durante sus apetencias sexuales.

 

Si pertenece al mismo conjunto el terrible arma de la parte inferior, nos puede añadir concreción sobre su utilidad en la captura, al final la narración cambia e introduce un importante giro hacia lo cinegético.

 

Lo que se pudo plasmar en el panel con las figuras 7 y 8, formas bastante abstractas, por el momento se escapa a mi conocimiento aunque parecen añadir contenidos cir­cunstanciales referidos al último predicado de naturaleza venatorio: a mi entender poco añaden a la esencia de los temas expuestos en las tres «oraciones».

 

En resumen, si a las formas naturalistas se le añade el arma inferior, estas formas pueden apuntar una economía preagrícola y ganadera y extrañaría mucho situarlas en épocas posteriores al uso habitual del arco y la flecha como arma revolucionaria de las técnicas cinegéticas.

CONJUNTO X (Fig 11)

Figura 11

Figura 11.- Conjunto X

Este conjunto está formado por una serie de figuras en color negro situadas en la parte central del conjunto anterior. La forma número 1 presenta la parte posterior de un tronco con cola erecta y de medio grosor; en su parte inferior se ven con claridad las extremidades posteriores. Estas formas parecen perte­necer a un cánido.

 La figura número 2 mira igualmente hacia la derecha y fue realizada más abajo que la anterior alternando con los mustéridos del conjunto granate -número IX-, pertenece, a juzgar por los cuernos, a la figura esquematizada de un cáprido. Tanto estos como la parte inferior de las extremidades del animal están sobre una mancha roja reseñada en el conjunto anterior.

 Continúan hacia la izquierda las figuras 3 y 4 que pertenecen a ramiformes coloca­dos horizontalmente; la núm. 3 tiene al menos tres brazos en la parte superior de un eje horizontal y cuatro en la parte inferior. Próximo está la núm. 4 que es del mismo tono pero algo más fino, de trazos más cortos y próximos se inclinaron inferiormente hacia la derecha; posee superiormente cinco tracitos bastante desiguales y solamente son vi­sibles tres inferiores en la disposición habitual -verticales y paralelos-; dada su proxi­midad, puede suponerse un intento de continuar la figura 3.

 Inferiormente bajo la figura del cáprido está la número 5, de ella solamente es visible un grueso trazo con dos pequeñísimos apéndices inferiores.

 Bajo el temible artilugio rojo está la figura 6 formada con un grueso trazo horizontal semejante al número 5; se apuntaron superiormente en él dos pequeños y finos tracitos en los extremos, otros dos en la parte central; inferiormente se dispusieron cuatro: uno en el extremo izquierdo, otro en la zona media y los otros dos en la parte inferior derecha.

Muy cerca por la derecha se pueden observar unas líneas muy borrosas entre las que destacan al menos cuatro de tendencia vertical; constituyen la figura número 7.

En este conjunto son visibles la asociación de formas naturalistas estáticas de animales con sig­nos abstractos, ramiformes. Parecida cuestión ya se ofrece en los conjuntos IV y X de este mismo panel y es igualmente conocida en algún conjunto de Monfragüe, Torrejón el Rubio; Berzocana; valle del río Ruecas y Cañamero entre los más cercanos. No es necesario resaltar mucho que la inclusión de los signos abstractos dificulta la compre­sión de los contenidos.

 

Frecuentemente los ramiformes semejantes a éstos, pero realizados en posición vertical, pueden encerrar contenidos religiosos emparentados con los ídolos-placa, pero cuando su expresión es en posición horizontal la significación parece ser di­ferente. Su realización es escasa dentro del repertorio de pinturas esquemáticas pero puede rastrearse su representación en la roca 7 de la Virgen del Castillo, Chillón, Ciudad Real (7); en la Cueva de los Arcos y Vacas de Retamoso, Aldeaquemada, Jaén (8), o en la Submeseta N aparece grabada en el dolmen de Cubillejos de Lara, Burgos (9). En todos estos casos predomina su asociación a cuadrúpedos siendo un tema interesante para realizar una monografía al respecto, cuestión que ahora no se aborda.

 

Así las cosas, cabe decir que su significado se escapa debido a la naturaleza abs­tracta de algunos signos siendo igualmente incierta su cronología.

BIBLlOGRAFIA

(1) BREUIL, H.: «Les pintures rupestres schemátiques de la Peninsule Iberique», vol. 111, Lám XXII. Lagny 1933.

(2) GARCIA ARRANZ, J.J.: «La pintura rupestre esquemática en la comarca de las Villuercas (Cáceres)>>. Salamanca, 1990.

(3) BREUIL,H.: Opus cit., vol. 1.

(4) GONZALO CORDERO, A. Y DE ALVARADO GONZALO, M.: «Nuevas pinturas rupestres en Extremadura». Revista de Arqueología n.º 143, Madrid, 1993.

(5) BELTRAN, A.: «El arte rupestre del Levante español». Encuentro Ediciones. Madrid,1982. pág 82.            .

(6) RUBIO ANDRADA, M.: «La pintura rupestre en el Parque Natural de Monfragüe, Cáceres». Cáceres, 1993.

(7) CABALLERO KLlNG, A,: «La Pintura Rupestre Esquemática de la vertiente sep­tentrional de Sierra Morena (provincia de Ciudad Real) y su contexto arqueológico». Es­tudios y Monografías n.º 9, Museo de Ciudad Real, 1983.

(8) LOPEZ PAYER, M. G. Y SORIA LERMA, M. (1988): «El Arte Rupestre en Sierra Morena Oriental, Jaén, España». La Carolina, Jaén, págs. 63 y 97.

(9) GOMEZ BARRERA, JA (1993): «Arte Rupestre en la Meseta Castellano Leo­nesa, Junta de Castilla y León, Consejería de Cultura y Turismo, Pág. 233.

 

 

 

Oct 122013
 

 Manuel Rubio Andrada.

         Dentro del numeroso repertorio que la pintura esquemática ofrece en la provincia de Cáceres, los temas cinegéticos cuentan con escasa pero significativas representaciones; al hacer esta relación no he tenido en cuenta un corto número de conjuntos en los que el tema venatorio aparece poco claro o confuso bien por la mala conservación de las pinturas o por que el autor no atinó a hacernos comprensible la escena. Las que os presento pueden considerarse del todo afortunadas por estar informadas de algunos aspectos naturalistas que permiten comprenderlas, al menos, parcialmente.

 

            He concretado el espacio provincial preferentemente por razones económicas y de tiempo pues un estudio minucioso y directo de las pinturas en una superficie mayor, al exigir sucesivas visitas, reclama una inversión de tiempo y dinero que, por ser bienes colectivos, reclaman acciones de las Instituciones de la Comunidad coherentes con su valoración. Quede claro que la abundancia de pinturas en la provincia de Badajoz exige un esfuerzo colectivo mayor.

 

            Las escenas cinegéticas plenas son poco numerosas en la pintura esquemática y si exceptuamos la fase naturalista dinámica, tal aseveración puede añadirse al resto de las realizaciones prehistóricas. Para que el tema sea tratado íntegramente es necesario que muestre protagonistas y antagonistas de la acción que, de hecho, es siempre variada; cazadores y reses son términos en oposición; entre ellos, hoy como ayer, se verifica un drama, éste tiene feliz final si el animal es capturado o abatido pero se convierte en poco menos que tragedia cuando a tantas sensaciones como lleva su acecho le sucede un mortal desenlace para el hombre. La función venatoria duraría buena parte del día e incluso serían varios, localización de los animales, selección de los más apropiados, y astuto traslado al lugar elegido con anterioridad por el hombre para su abatimiento. Los primitivos autores de estas pinturas, como sus vecinos del Levante, realizaron una instantánea estática de ese delicado y larguísimo proceso que, en los cacereños, ofrecía una mayor duración y especialización pues no bastaba con acechar los abrevaderos o en batida ya que, al desconocer el empleo del arco y la flecha – al menos no fueron representados -, la captura era mucho más compleja.

 

VALLE DEL RÍO RUECAS, CAÑAMERO

SIERRA DE LA MADRASTA, CONJUNTO DE LA PEDRERA DEL JOYU

lÁMINA I Ruecas MADRASTA II a Pedrera del Joyu

Lámina I.- Escena cinegética de la Pedrera del Joyu, valle del río Ruecas.

            El primer conjunto que os propongo (Láqm 1), está situado en el punto determinado por las coordenadas: latitud 39º 25´ 45´´ y longitud 1º 43´ 40´´ del meridiano de Madrid, hoja nº 707 denominada Logrosán, 1ª edición 1963.

             Se localiza en la margen izquierda del alto valle del río Ruecas, cerca de la curva hacia su nacimiento y ocupa un ligero saliente de cuarcitas en media ladera.

             La serranía de altura ofrece su interminable jaral, tupido y salpicado a veces por alguna encina; abajo, en el río las aguas purísimas y continuas dibujan una serpiente verde intenso: la alameda encerraba el río en su intimidad repartiendo una vida diferente, fresca e intensa, sobre todo en el estío, que se prolongaba en la penillanura hasta poco más allá de Logrosán. Con esta breve descripción he intentado mostraros su paisaje, como se desprende muy apto para la caza mayor; los venados encontrarían en estas rinconadas agua abundante, comida tierna y verde en la estrecha pero larguísima alameda, libertad y refugio en el jaral.

             El lugar se conoce como «Pedrera del Joyu» en la ladera W de la sierra de la Madrastra; fue descubierta por D. Juan Gil y D. Gracinao Bau en 1972; el grupo se situó en la parte S siendo necesario doblar un pequeño saliente rocoso para observarle; fue seleccionada una cuarcita, algo escondida, a unos 2 m de altura; su superficie  muy lisa presenta una tonalidad variable que va desde el blanco por la izquierda hasta el pardo rojizo; un racheado parece determinar la escena por esa parte. Su trazo es más bien fino y el colorido es rojo claro.

             En la derecha hay cuatro ancorados simples, bastante rígidos, y colocados de forma decreciente – nº 1,2,3 y 4-  que limitan la composición por este lado y parecen cerrar la cacería con relativa pasividad; el más superior parece inclinarse suavemente hacia otro más pequeño – nº. 5- al que coge de la mano prolongando su derecha.

             En la parte superior, hacia la izquierda, hay otro grupo de ancoriformes de ejecución y distribución algo más variada. La núm. 6 está muy deteriorado y se realizó con trazo algo más grueso, parece tener un corto tronco o tal vez su terminación inferior esté perdida. muy próxima hacia la izquierda se ve otra forma parecida, la. núm. 7, que fue realizada superiormente con bastante rectitud; en el extremo inferior del tronco se apuntaron tímidamente las extremidades inferiores y el sexo; destaca la extremidad superior derecha por estar visiblemente  alargada parece indicar con ello que nuestro cazador portaba un objeto, posiblemente una estaca. Descendiendo hacia el centro de la composición aparecen unas formas confusas por deterioradas, entre ellas hay dos líneas angulares en opuestos radicales que quizás estuvieron unidos superiormente, números 8 y 9. Continúa hacia la izquierda un nuevo ancorado simple de trazo mucho más grueso, con largo tronco y extremidades superiores, visiblemente inclinado hacia la izquierda – en general todas las figuras de este conjunto tienen esa tendencia – corresponde a la núm. 10.

             En la parte inferior del tronco de la núm.. 10 comienza la bella cornamenta de un venado logrado con bastante finura y algunos detalles naturalistas, núm. 11, es evidente su estatismo y una proporcionalidad disminuida con respecto a los hombres; las astas poseen al menos cuatro o cinco puntas – aunque ya maduro no es pues un animal de trofeo-; es la figura núm 12. Acompaña la parte posterior del animal, a la altura de sus cuartos traseros aunque se situó algo más bajo, la núm. 13, que corresponde  a la parte posterior de otro cuadrúpedo de menor tamaño que el ciervo, es perfectamente visible las extremidades posteriores el tronco y la cola, larga y erecta, típica de un cánido. La número 14 ocupa la parte central e inferior del panel y pertenece a otro cánido de tamaño algo mayor. Un personaje ancorado, de tronco muy alargado camina tras el venado e inmediatamente sobre los perros, es la número 15. Todavía pueden observarse a la derecha de esta figura unos emborronamientos que prefiero no describir por su contorno impreciso.

 

            Dada la disposición de los elementos que concurren en esta composición es fácil distinguir un grupo humano formado por largos ancoriformes, muy estáticos, que cierran la composición por el lado derecho. Continúa otra pequeña serie colocada con mayor libertad en la parte superior; en el personaje representado en la núm. 7 llama la atención la prolongación de su brazo derecho que posibilita suponer portaba un objeto de cierta contundencia y el trazado rectilíneo de su cintura escapular que muestra una conformación atlética; debajo de él, muy próximo a la cornamenta del ciervo un ancoriforme de mayor grosor u redondez que los demás indica también una mayor fortaleza; la 12 desvía la trayectoria del ciervo hacia la figura musculosa. Los perros contribuyen desde el otro lado a dirigir al animal por el camino previsto. Nada más se nos mostró en esta instantánea fiel reflejo de los instantes previos a la posible captura del venado. Se hace necesario, con estos mismos elementos y su disposición suponer el movimiento y su secuencia siguiente. La figura musculosa número 10 agarraría la cornamenta del venado; la núm. 15 intentaría derribar al animal agarrándole por la cola y ayudándose de los perros que, atacando los fuertes tendones de la parte baja inutilizarían para la marcha los cuartos traseros. La parte central de la cuadrilla llegaría pronto y entre ellos la atlética número 7 intentaría asestar los golpes finales en la nuca del animal. Finalmente aparecerían los batidores del fondo que habían empujado la res hacia su fatídico rincón. Sin duda el viento venía de esta parte y todos celebrarían la caza que, por esta vez debió tener feliz desenlace; ello motivó su pintura.

 

VALLE DEL RIO RUECAS, CAÑAMERO

CANCHO DE LA BURRA

Figura 2

Lámina II.- Cancho de la Burra, valle del río Ruecas, Cañamero (Cáceres).

            El segundo conjunto, Lám núm II, se encuentra situado unos 2 Km más hacia el S. en la margen derecha del mismo río y más o menos sobre la misma altura; se denomina popularmente como Cancho de la Burra. El crestón rocoso se alza a media ladera en una pradera desforestada de cómoda pendiente. La panorámica del valle es pura delicia.

             La textura de las cuarcitas es muy quebrada ocasionando pequeñas superficies marrones sobre las que se pintaron varios pequeños conjuntos de diferentes temáticas entre las que destacan en estilo naturalista estático dos pequeños cuadrúpedos – un venado y un alce – (Lám 3 y 4).

Figura 3      Figura 4

Láminas III y IV.- Venado y alce del Cancho de la Burra, valle del río Ruecas, Cañamero (Cáceres).

              El abrigo ofrece una cómoda visera hacia el E, distribuyéndose los paneles en dos zonas bien delimitadas por un saliente rocoso. El que ahora nos ocupa está a la izquierda del más central y como a metro y medio de altura; fue realizado en color rojo y trazo medio ocupando dos superficies contiguas.

             La número 1 es un doble ancorado de apuntada cabeza, largo y quebrado tronco, sexuado; las extremidades más bien pequeñas, arqueadas las superiores y más angulares las inferiores. La número 2 se situó algo más abajo a la derecha, es un ancorado simple realizado con rectitud la cintura escapular, acéfalo. Inmediatamente encima de la núm 2 se realizó la núm. 3; es otro ancorado de tipología simple de largos brazos y corto tronco, la figura es portadora en ambas manos de dos útiles cuyo contenido real se nos escapa aunque por la temática del grupo deben ser artilugios elementales. La número 4 fue dibujada inmediatamente encima de la 3 y corresponde a un cánido realizado con gran precisión y abundantes detalles naturalistas; se realizó el tronco con una línea de tendencia horizontal, algo elevada en la parte izquierda y estilizada en su terminación derecha; se indicó la cabeza con puntiagudas orejas, enveladas y ligeramente apuntadas hacia adelante, su cola corta y erecta; las extremidades lanzadas con suavidad expectante, la figura comunica una sensación naturalistas que ayuda a entender la composición. Delante del perro hay restos de pintura que denotan la existencia de otra figura, la número 5, entre los  pocos restos que quedan se aprecian algunos rasgos – cuerno derecho, terminación superior del izquierdo, rabo y algún fragmento de patas delanteras -, esto nos permite intuir la reconstrucción figurada de una cabra corriendo en sentido opuesto al de los personajes. una superficie contigua por la derecha muestra, con parecida factura, otros dos ancoradas simples, los números 6 y 7. Así, la representación de esta partida de caza queda perfectamente completada.

             Si hacemos una comparación con el anterior conjunto se evidencia en él la ausencia del grupo que situado en la parte superior izquierda fue denominado como batidores, por ello parece que la intención del autor, en este nuevo episodio, es concentrar la exposición en un plano más próximo a la captura que, en este caso parece tratarse de una formidable cabra acosada por un perro de notables dimensiones que se le acerca por la parte trasera izquierda. El grupo humano le corta la marcha, en especial el ancorado de larguísimas proporciones correspondiente a la figura 1; el racheado que limita esta composición por arriba e izquierda debe corresponderse con algún accidente geográfico que imposibilita la carrera por allí; de tal manera que el animal se nos ofrece arrinconado, sin otra salida que el lugar donde está el pequeño grupo humano; normalmente el perro comenzará mordiendo los tendones de las patas traseras para imposibilitar la marcha; tras esta operación el personaje núm. 1 iniciará la carrera con el animal ya herido facilitando nuevas agresiones del perro; el ancorado número 3, algo más grueso y semejante al número 10 del conjunto anterior, debe ser quien se acerque al animal con más contundencia y ayudado de los útiles que porta en sus manos seguirá la captura quizás procurando no inutilizarlo más; si se destinaba a la posible domesticación o acabaría inmediatamente si la finalidad era el consumo.

TÉRMINO DE BERZOCANA

RISQUILLO DE PAULINO

            Este conjunto (Lám V), está no excesivamente lejos de los anteriores aunque es necesario desplazarse hacia el NW y pasar la barrera montañosa de las Sábanas en dirección de Berzocana en cuyo término municipal se encuentra. Puede localizarse en la misma hoja del mapa 1/50000 y tiene de coordenadas latitud 39º 25´50´´, longitud 1º 45´, meridiano de Madrid.

 Figura 5

Lámina V.- Risquillo de Paulino, Berzocana (Cáceres).

           Para visitar este conjunto se puede partir de la población de Cañamero tomando la carretera que va a Berzocana. Poco antes de llegar al cruce de Solana – como un par de Km. – , hay a mano izquierda unas buena explanada; dejad aquí el vehículo y ascended por la parte opuesta hasta los primeros crestones que emergen a mitad de la ladera. Si queréis eludir las jaras debéis ascender más bien hacia la derecha; han de bastar 15 o 20 minutos.

 

            Llegados a la base del crestoncillo veréis con facilidad las pinturas en una superficie bastante lisa a la izquierda del abrigo. Esto se extiende hacia S. en plena solana de un pequeño valle deforestado y muy apto para la agricultura, en sus laderas el jaral lo invade casi todo, la masa arbórea está compuesta principalmente por robles, encinas, castaños y pinos, hacia poniente se extienden los recios robledales del viejo Alfoz trujillano; algún rabilargo nos gruñe desde los rebollos, más allá un milano caza entre los pinos… la fauna es pues más bien escasa.

 

            El extenso panel que aquí menciono, fue estudiado por A. González Cordero en le R.A. nº 143, insistiendo en la representación de manos con falanges mutiladas cuestión tan sorpresiva que domina otras pormenorizaciones. Para el tema que nos ocupa tiene especial interés la descripción de uno de los conjuntos claramente separado de los demás. Ocupa la parte central derecha del gran panel.

 

            Las figuras fueron pintadas en color rojo de variadas tonalidades y grosor. Al comenzar por la parte superior se observa una gruesa barra alargada y ligeramente inclinada hacia la derecha, núm 1, la línea parece terminar inferiormente con dos tracitos decreciendo su grosor hacia esa parte; fue pintada de rojo claro. Muy próximos a su derecha se ven dos pectiniformes, números. 2 y 3; ambos parecen querer confluir en su centro inclinando levemente hacia abajo el trazo superior correspondiente al tronco; el número 2 tiene cuatro apéndices rectos y decrecientes hacia la derecha y cinco el número 3 siendo ligeramente ondulados e igualmente decrecientes hacia el centro. Cerca de su extremo inferior hay seis puntuaciones, las núm.4, que se extienden horizontalmente bajo la anterior figura y prolongándose hacia la izquierda hasta el comienzo de la número 5. Esta se compone de un fino reticular sujeto en su parte izquierda por una especial raqueta formada por un trazo vertical acabado superiormente en horquilla; de aquí sale hacia la derecha un fino tracito; hacia la parte media del mismo vástago central hay otro más grueso visiblemente ondulado; el reticulado de este especialísimo artilugio termina inferiormente en forma de embudo; aun posee esta figura un tracito realizado en la parte derecha de la línea central. Inmediatamente está la número 6 que corresponde a un arquito con finísimo filamentos centrales. A la izquierda hay un manchón y puntuaciones aparentemente desordenadas y muy desvaídos, son la  7. Muy en el centro y bajo el eje sustentador del reticular aparece la núm. 8 que corresponde a la huella de una mano profundamente mutilada – la tercera del panel – , falta totalmente el dedo pulgar, las falanges terminales del anular y meñique. La extensión de la representación de manos visiblemente mutiladas – solo las dos falanges terminales de sus pulgares – a otro conjunto cercano de este mismo panel ayuda a su identificación como tal.

 

 Hay a su derecha tres tracitos verticales que hemos numerado con el 9. En la izquierda la  núm. 10 corresponde a la forma de un antropomorfo doblemente ancorado. Bajo él, a su izquierda otro semejante, el núm. 11, su ejecución es algo más esbelta. Completa el grupo de antropomorfos la número 12 que se situó unos 25 cm. más abajo, a la izquierda, es un ancorado simple acéfalo, realizado con un trazo grueso y de mayor tamaño de los anteriores. Bajo él una serie de puntuaciones bastante desordenadas constituyen la número 13. La 14 es un nuevo pectiforme, se dibujó en color algo más oscuro, bastante centrado, en la parte baja, en clara correspondencia con la vertical realizada desde el punto de unión de los troncos de los pectiformes 2 y 3, la punta baja del embudo reticular y el extremo izquierdo del tronco de este pectiniforme; su trazo horizontal correspondiente al tronco es bastante grueso y rectilíneo aunque visiblemente inclinado hacia la parte baja de la izquierda; de él se desprende cinco tracitos perpendiculares, paralelos y algo ondulados; el central es de mayor tamaño. Entre esta figura y el antropomorfo número 11 hay un manchón que numero con el 15,

 

            Entre las formas de este conjunto destaca tanto como la mano mutilada, el curioso objeto portador de una red; la herramienta parece destinada a capturar vivo algún tipo de animal. Interpreto el trazado de los pectiniformes superiores como una representación inconcreta de alguno de los grandes animales mamíferos que integran la caza mayor; por su disposición los  dos parecen dispuestos a luchar a testarazos, cosa natural entre algunos machos de esas especies. El otro pectiniforme se situó al otro lado de la red, de tal manera que marchando en línea recta de un grupo a otro los animales tropezarían con ella; lo probable es que se trate de un «reclamo» hembra en celo. El grupo humano, situado en la parte baja izquierda, parece colocado a cierta distancia, excepto el representado por la mutilación que aparece también como protagonista de primer orden observando y controlando la partida; la serie de puntuaciones número 4 debe indicar las huellas del camino hacia la red que llevaría el animal número 3 y la serie número 7 las que llevaría el grupo humano. De esta manera se realizaría la casa mediante red.

 

            Me pregunté si ello sería posible y explique el tema a conocedores de la materia, cazadores con experiencia de campo, y contestaron afirmativamente siempre y cuando se realizase en un lugar adecuado, previamente preparado al cual deben hacer mención las fig. número 6 y número 

 ABRIGO DEL CASTILLO DE MONFRAGÜE

TORREJÓN EL RUBIO

             Debemos trasladarnos al Parque de Monfragüe, en el término municipal de Torrejón el Rubio; localizándose en la hoja nº 651 del mismo mapa; tiene de latitud 39º 45´35´´ y de longitud 2º 21´47´´.

             Para visitar este lugar tomaremos la carretera Trujillo-Plasencia, pasada la población de Torrejón, a unos 10 Km., se separa a la derecha una estrecha carretera en dirección al picacho donde se encuentran los restos del castillo, al llegar a una pequeña explanada se deja el vehículo allí mismo en la base de las cuarcitas se abre la cueva que esta protegida con una verja de hierro.

             El abrigo tiene forma de pirámide triangular irregular, con el vértice superior en la parte interna. Las superficies utilizadas para pintar se encuentran en el lado izquierdo de ellas, el conjunto que ahora estudiaremos (Lám VI), se encuentra en la parte más externa, coincidiendo con el enrejado y como a metro y medio de altura.

Figura 6

Lámina VI.- Conjunto del abrigo del Santuario. P. N. de Monfragüe, Torrejón el Rubio (Cáceres).

             El conjunto que presentamos, fue realizado en color rojo y trazo de grosor alternante; se encuentra muy desvaído. La número 1 corresponde a un zoomorfo situado a la izquierda del grupo y nos muestra unas astas apaladas, ligeramente picudas en sus extremos superiores; la cabeza mira hacia la derecha con el hocico alzado y las prominencias orbitales bien marcadas; el tronco fue pintado largo y estrecho, lineal; de él salen inferiormente seis trazos alargados y paralelos; carece de apéndice anal por impedirlo un racheado de tal manera que el animal se pintó arrinconado. A la derecha de la terminación superior se dibujó un manchón en la misma tonalidad, número 2. Inmediatamente por la derecha hay una serie de finas líneas de tendencia vertical y paralelas, núm. 3. En la parte inferior derecha de esta serie de líneas se observa la número 4; corresponde a un antropomorfo invertido, la cabeza pequeña con picuda nariz dirige su mirada hacia la parte opuesta del animal, continua hacia arriba un tronco fusiforme; las extremidades inferiores cortas, angulares y de apariencia rudimentaria, en la derecha un par de ganchudos muñones parecen indicar algunos dedos; se trata de una figura masculina cayendo. a su lado derecho, tras un manchón, aparece el perfil de un nuevo antropomorfo, número 5; su cabeza solamente apuntada; las extremidades superiores en gruesa cruz; el tronco grueso presenta un voluminoso saliente a la altura del pecho; remata la figura dos extremidades inferiores, angulares, cortas y elementales. Muy cerca de la primera extremidad del animal y bajo su cabeza se dibujaron con gran fineza y cuidado dos figuras más, corresponde al número 6 a una forma de horca o rastrillo de ocho dientes con mango reforzado. La número 7 fue realizada con trazo mucho más cuidado y algo más oscuro, es la forma de un hacha enmangada.

 

            Por la forma de sus patas el zoomorfo número 1 parece corresponder a la representación de un gamo macho; la presencia de seis extremidades en vez de cuatro es cuestión que hace mención a la escasa valoración de este elemento y en general del factor cuantitativo en la mente del autor, al menos sobre este tipo de aspectos – la misma cuestión ocurría en un pectiniforme del risquillo de Paulino y se repite en algunas figuras realizadas por niños de 4 o 5 años en una etapa prelógica del desarrollo intelectual -, representan las extremidades de un animal, sin indicar mayor precisión. Como ya indiqué es evidente una posición de caída en el antropomorfo número 4; las líneas entre las que se pintó deben indicar la trayectoria, naturalmente de arriba abajo. La núm 5 corresponde por su marcado pecho a una mujer, que, por su disposición, parece huir. Las números 6 y 7 hacen mención a las armas del despeñado. La núm.. 6 debe corresponder a una gran horca o rastrillo semejante a las que hoy se utilizan colectivamente en algunas fiestas taurinas populares del área del NW de Extremadura y la zona limítrofe con Portugal; lo extraño es que fuera utilizado por un solo individuo; la núm. 7 corresponde a un hacha atada a un mango, su material debió de ser lítico pues en el caso que fuera metálica se habría utilizado con toda seguridad el arco y la flecha en la captura.

 

            El momento representado es posterior al encuentro entre el hombre y la res, el desenlace debió ser funesto para el cazador no así para su acompañante que tuvo tiempo para correr y contárnoslo de esta manera tan simple y precisa.

 CONCLUSIONES

             La escasez de conjuntos presentados constituye una expresión poco propicia para extraer conclusiones definitivas, aunque señalan  el sentido en el que otros trabajos de investigación puedan moverse. Por esto las conclusiones han de quedar supeditadas a los descubrimientos de otros trabajos venideros.

             No resulta difícil encontrar realizaciones con quien relacionar los conjuntos compuestos con antropomorfos ancorados pues a lo largo del tiempo y del espacio se utilizó con profusión; ello nos llevaría a realizar un estudio basado en estas formas cuestión que veo innecesaria en este estudio que, como vengo indicando, a de basarse preferentemente en la temática cinegética.

             Aparentemente no conozco paralelismos con quien relacionar estos temas. La pintura naturalista levantisca ofrece una clara ausencia de estos conjuntos representativos de formas elementales de caza, sin emplear el arco y la flecha. Están bien informadas en ellas los grandes animales propios del proceso venatorio pero, en mi opinión las pruebas de su captura son escasa por no decir nulas; en fases siguientes el arco y la flecha aparece ya como arma asociada a cuantas escenas de caza se representaron.. Igualmente está ausente el tema en el resto de la pintura esquemática, en ella las cuestiones idolátricas, cuantitativas, armamentístiscas… se suceden sin interrupción. En el N, el valle salmantino del río Batuecas tiene representaciones faunísticas que indican indirectamente alguna motivación cinegética pero muy alejadas del desarrollo de una cacería en toda regla como nos muestran los conjuntos cacereños.

 

            Estos nos ofrecen la visión de una actividad colectivista, propia de una sociedad cazadora compuesta posiblemente por pequeños grupos. En ellos cada individuo o conjunto de individuos tiene una especialización determinada por sus condiciones naturales; unos baten, otros detiene al animal, otro le corta el camino con una pirueta, otros lo acosan con perros. Es curioso observar como en los dos primeros conjuntos, los autores o autor plasmó en la figuras alguna particularidad individual, los corredores aparecen finos y alargados, los musculosos son figuras rechonchas… Cuando en esta actividad, necesariamente colectiva y especializada, hace su aparición la individualidad, posiblemente inflamada con la prepotencia infantil que da el poseer un arma o un artilugio, el resultado es nefasto para el cazador; esta cuestión hemos visto se plasmó en Monfragüe con bastante realismo.

 

            Entrar a fijar una cronología precisa de estos conjuntos es tarea por el momento precipitada; si es posible señalar la ausencia en ellos de los arqueros como cazadores individuales al rececho del animal o bien como partidas al ojeo; esta cuestión  sitúa nuestros conjuntos en fases inmediatamente postpaleolíticas, en un Epipaleolítico o en un temprano Neolítico (1). En el sentido de su evidente antigüedad habla la mutilación de la mano, más visible a la derecha del gran panel del abrigo de Paulino, Barzocana (Cáceres), y que está presente entre las realizaciones paleolíticas de Maltravieso, Cáceres; El Castillo, Santander; Gargas, Alto Pirineos, Francia. otro dato a tener en cuenta sobre su antigüedad es la pequeña representación naturalistas del alce, figura número 4, en un saliente superior de la parte central del cancho de la Burra, en Cañamero; el alce es animal del clima frío, difícil de explicar su existencia en las Villuercas sin una mayor aproximación a los tiempos de la última glaciación,. Intento cimentar con estos datos, de indudable interés, el carácter primitivo, aparentemente autóctono de estos conjuntos esquemáticos incluso acompañados de formas abstractas – ausencia de cuerna, múltiples patas – , propio del esquema mental de un individuo inserto en sociedades prelógicas.

 

            Todas estas cuestiones nos conducen inevitablemente por su temática a situar los comienzos del esquematismo antes de la fase 4 de la pintura naturalista levantina (2) y con ello creo que nos aleja cada vez más de pensar que las realizaciones con ese estilo fueron exclusivamente un fenómeno importado del próximo Oriente traído por colonos metalúrgicos del Calcolítico.

 

            Para finalizar hay que preguntarse que ocurrió artísticamente en el área peninsular dominada por el esquematismo cuando hizo su aparición el arco y la flecha pero ello parece tema propio para realizar otro estudio de mayor envergadura.

 

 

 

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

 

(1)  Arias González L. y Jiménez González C.; Puntas de flecha líticas en le Calcolítico Ibérico. R.A. nº 113 Madrid.

 

(2) Beltrán Martínez, A.: El Arte Rupestre del levante español. Encuentro Ediciones, Madrid 1982, pag 82

 

 

 

 

Oct 112013
 

Manuel Rubio Andrada.

 INTRODUCCION

      En realidad el título de este trabajo debe ser: «La Sirena de Monfragüe, ¿antítesis de las fuentes de un mito?.

 Actualmente las fuentes del mito transcrito por Homero en la Odisea son tenidas por relatos populares griegos que unificados por Homero, fueron transmitidos al resto del mundo conocido a través de las colonias griegas. Esta es la tesis. La antítesis que yo propongo es que ese mundo exterior es quien también facilitó, a través de las relaciones, los temas que Homero unificó en la Odisea para conocimiento del mundo griego.

 Comienzo recordando brevemente el mito de las Sirenas narrado por Homero en la Odisea, según todos los indicios, en la segunda mitad del S. VIII.

 Ulises, rey de Ítaca, en una de sus numerosas aventuras, al regreso de la guerra de Troya charla con la diosa Circe que le previene de los peligros que le acecharán si se acerca a la isla poblada por las Sirenas; le recomienda que, si desea oír sus cantos dulces, aunque pérfidos, debe ser atado en su embarcación y sus compañeros taponar sus oídos con cera para no caer en la inclinación terrible de acercarse a la isla donde moran. En efecto, al acercarse, Ulises oye de aquellos extraordinarios seres los temas familiares que deseaba oír y ordena dirigir el rumbo hacia ellas, sus compañeros no pue­den oírle; reman presurosos y consiguen alejarse de los temibles escollos que habían acabado con los navíos de imprudentes navegantes; sus huesos dijo la venerada Circe, pueblan la playa de la isla maldita.

 Desde entonces, cuando alguien nos cuenta dulcemente lo que deseamos oír puede que esté iniciando «un canto de sirenas» que nos puede arrastrar al nau­fragio personal si persistimos en ver lo que deseamos por encima de la realidad.

No obstante lo dicho debemos reseñar que en el medievo su morfología se trasformó y pasó de ser ave-mujer a pez-mujer. En nuestra cultura actual el contenido de las sirenas también ha variado, siendo benéfico; un ser tan bellamente imaginado fuese incapaz de realizar maldades y sí sufrirlas.

 El descubrimiento en un covacho del parque Natural de Monfragüe de una pequeña pintura bastante naturalista representando a una sirena pez-mujer, posibilita quizás la existencia de un mito en esta co­marca cacereña en tiempos próximos aunque quizás algo posteriores a su inclusión en la Odisea en el cual era protagonista esa forma reinventada en la Edad Media (Lám 1, fig 1 ).

 Tal fue la conclusión que hice tras su descubrimiento hace ya más de una década; lo comenté con algunos profesionales y aficionados serios, cuyo silencio me pareció que era bastante indicativo; decidí archivar el descubrimiento en espera de mejor ocasión en espera de nuevas aportaciones que clarificaran más este hecho, es decir, otros descubrimientos con los que poder establecer relaciones más allá de lo estilístico (1).

Lámina I

 Lámina I.- La Sirenita de Monfragüe.

Figura 1

Figura 1- Dibujo de la Sirenita de Monfragüe.

 OTROS MOTIVOS RELACIONABLES

Entre las cerámicas de influencia ibérica encontradas en el castro de La Coraja, AI­deacentenera – Torrecilla (Cáceres), apareció un fragmento que mostraba la pintura en rojo vinoso de un caballero guerrero y su cabalgadura; lleva en su cintura espada afalcatada; un pequeño escudo redondo porta en su mano izquierda. Su estilo naturalista aunque estático, bien pudiera pertenecer a una  pintura rupestre de finales del estilo levantino.  Aunque con temas tan distantes su estilo encaja con el de nuestra Sirenita, ya que ambos están realizados con un tosco naturalismo sin que atinen a trasmitir movimiento; también a ambos apuntan su distribución centrada. Por el arma que presenta el caballero y el entorno donde aparece el fragmento, señalan claramente un horizonte cercano al s. IV antes de C.

Lámina III

 Lámina II.- Los posibles motivos acuáticos de algunas cerámicas de del poblado de la Coraja.

 Un motivo acuático parecido al empleado en Monfragüe muestra la decoración de unos  fragmentos de cerámica del mismo poblado, pertenecientes a un gran recipiente hallado en el relleno de una gran rampa –hoy arrasada-, que descendía hacia el arroyo Moro, el del oeste, en dirección a la necrópolis. (Lám II).

 La sirena fue pintada centralmente ordenada y esta distribución tiende a alejarla de las obras muy primitivas, tratando un  tema (mujer-pez) que por ahora parece que único dentro del arte esquemático  y que nosotros situamos de manera provisional en la cultura inmediata prerromana.

 

 BIBLlOGRAFIA

 (1) Rubio Andrada, M.: (1992). «La pintura rupestre en el Parque Natural de Monfra­güe», Cáceres, Pág. 69 Y ss.

    

 

                                                                               

 

 

Oct 012012
 

Manuel Rubio Andrada.

1.  INTRODUCCIÓN

Tenga el lector en cuenta que en este trabajo no se narran cuatro cosas más o menos mejor contadas; los meses en los que se desarrollan los hechos se vieron invadidos por una serie de circunstancias, sobre todo militares y políticas que añadieron numerosos sucesos a los cotidianos y por ello hicieron los días mucho más densos en acontecimientos. Estimamos que había que profundizar en ellos a pesar de la dificultad de narrar tantos sucesos ocurridos en tan corto tiempo, lo hemos hecho a pesar de nuestras naturales limitaciones, esperamos que sean benévolos.

Además, los personajes y hechos que estudiamos en este trabajo no son muy conocidos por su importancia política, sencillamente porque no la tuvieron, ellos se movieron principalmente en la esfera local. Los dos han sido objeto de algún buen trabajo pero de contenido general; son los protagonistas de nuestro estudio.

Nos acercamos a ellos con la idea de intentar acercarnos al hecho real, a sus personajes etc. Lo hicimos a sabiendas de que, dentro del panorama de las Cortes de 1810, nuestros sujetos eran muy secundarios y además, aunque en su localidad pertenecieran a un grupo selecto, cuando intentaron proyectarse al exterior, fueron dos claros perdedores. Pensamos que la actividad histórica también debe ocuparse de este tipo personas porque contribuyen, en gran medida, a conocer la realidad, de su mano podemos acercarnos un poco más a lo sucedido. La Historia no solo debe hacerse para las élites.

2. LAS FUENTES

Nos hemos servido principalmente de los Libros de Actas y Protocolos de esos años, presentes en el Archivo del Ayuntamiento de Trujillo (AMT) y en menor medida de los correspondientes del Archivo Municipal de Mérida (AMM) y Archivo Histórico Provincial de Badajoz (AHPB); expresamos desde aquí las gracias por la amabilidad de sus responsables, especialmente a Marisa. El resto de noticias y documentos se incluyen en las notas a pie de página.

3. ESTADO DE LA CUESTIÓN

Las obras sobre la Historia de Trujillo de los sacerdotes Clodoaldo Naranjo: Trujillo y su tierra -1923- y posteriormente Trujillo sus hijos y monumentos -1929- o de Juan Tena: Trujillo histórico y monumental -1968-, pasan por este momento histórico con una notable ligereza y superficialidad, comprensible en parte, por el momento histórico en que fueron concebidas: la primera, durante la Dictadura del general Primo de Rivera y la segunda, durante la del general Franco.

En distinto sentido destacamos el trabajo titulado Trujillo y la Guerra de la Independencia” de Mª Ángeles Sánchez Rubio y otros que resulta indispensable para acercarse a estos u otros sucesos de la época o a los personajes de los que fueron protagonistas.1 No obstante, quizás por ser dentro del ámbito local, una obra de carácter general, los personajes que participan en las elecciones de 1810 nos resultan tratados con cierta superficialidad, especialmente Juan Capistrano de Chaves; nosotros hemos intentado dar mayor contenido a los personajes protagonistas de esa aventura.

En ese trabajo se ensalza también la figura de Lesmes Bravo hasta resultar ser un personaje casi épico; nosotros creemos devolverle a una dimensión más humana, sin quitar por ello ninguno de sus especiales virtudes y valores.

4. EL PANORAMA MILITAR

El 1 de febrero de 1810 Sevilla pactó su rendición. El grueso de las tropas del ejército francés marcharán a la conquista del sur de Andalucía. Gran parte del ejército de Extremadura, al mando del duque de Alburquerque, fue primero a Sevilla y continuó hasta llegar a Cádiz, siempre en socorro de la Junta Central. Cádiz acabó bloqueado por tierra pero era fácilmente comunicable por mar al no poseer flota el ejército de Napoleón tras la derrota hispano francesa de Trafalgar (21-10-1805).

También desde Sevilla, el 3 de febrero, envió Soult hacia el norte, al mariscal Mortier con otra parte del ejército; iniciaban la conquista de Extremadura por el sur. El 10 de febrero de 1810 Mortier avistó los muros de Badajoz, tanteaba los preparativos del bloqueo; no obstante ahora hubo retirada al sur, primero los franceses se establecieron en las proximidades de Llerena, en espera de refuerzos; algo después, en marzo de 1810, Mortier pasa a residir en Mérida.

Casi al mismo tiempo los franceses avanzaron nuevamente por la línea del río Tajo, entraron en Plasencia mandados por el general Lafoy el 11 de febrero; y el general Reyner se apoderó de Trujillo, también a mediados de febrero de 1810.

Aunque algo más alejados preparaban el bloqueo de Badajoz desde el norte y el este.

Tras la batalla de Alba de Tormes el 30 de noviembre de 1809, el Ejército de la Izquierda, mandado por el marqués de La Romana, permaneció acantonado en la zona montañosa del norte de la provincia de Cáceres. Ahora, a finales del invierno de 1810, ante el avance francés sobre Extremadura y Badajoz, la mayor defensa, desciende en su ayuda hasta establecerse en la capital con su no escaso ejército.

Recordemos que se enfrentaron en el fin de ese verano las tropas del marqués de La Romana con las francesas del general Girard; los españoles de La Romana fueron vencidos en Cantaelgallo (11-8-1810) y Fuente de Cantos (15- 9-1810); posteriormente La Romana marchó con parte de su ejército a Portugal, a contribuir con el duque de Wellington a defender la línea fortificada de Torres Vedras, poco después murió.

Debemos añadir el impacto que tuvo en Extremadura la formación de la Armée de Portugal por Napoleón, con idea de llegar a conquistar Lisboa. La consecuencia inmediata de ello fue la capitulación de la siempre cercana Ciudad Rodrigo el 10-7-1810, tras 76 días de asedio: defendió esta plaza el valiente mariscal de campo D. Andrés Pérez de Herrasti.

Para la formación de este nuevo ejército Napoleón hubo de trasladar parte de sus tropas en Extremadura, en particular las del norte que mandaba el general Reyner y que operaban en la zona de Plasencia y Trujillo, en general en la línea del Tajo.2

Esto traza el bosquejo de la invasión francesa en la primavera y verano de 1810 y explica la marcha de los franceses de nuestra ciudad a comienzos del verano de este año. Como vemos los hechos militares no son precisamente alagüeños. Es en ese ambiente de angustia, debido a la invasión discontinua aunque relativamente incruenta, cuando se realizaron las elecciones a diputados en Cortes.

5. DEL PANORAMA POLÍTICO GENERAL

Vamos a prescindir de los numerosos asuntos de todo tipo que manejaba la Junta Suprema Central para centrarnos en las actuaciones encaminadas a preparar las futuras Cortes.

La convocatoria a Cortes por parte de los monarcas era un hecho tradicional aunque la mayoría de las veces demasiado lejanas en el tiempo. Por esto fue normal el deseo apuntado por Fernando VII de convocarlas según decreto de cinco de mayo de 1808; su fin esencial era nombrar una Regencia que se encargara del gobierno del reino y a la vez fuera poseedora de la soberanía del rey durante su salida de España. Napoleón, obtenido el trono de España para su hermano José, siguió esta línea y convocó Cortes en Bayona para junio de 1808.

Creada la Junta Central el veinticinco de septiembre de 1808, poco había hecho en este sentido meses después, pero, más tarde, durante su estancia en Sevilla y a partir de la propuesta sobre la convocatoria a Cortes Constituyentes del diputado Lorenzo Calvo de Rozas, el quince de abril de 1809, el panorama comenzó a cambiar sucediéndose las consultas en este sentido.

Entre sus últimas realizaciones, la Central aprobó la convocatoria a elecciones para Diputados, el día uno de enero de 1810, ya a punto de marcharse de Sevilla. Sin pérdida de tiempo la convocatoria fue enviada a las Juntas Provinciales que las cursaron a las ciudades cabeza de partido.

A mediados de enero debió estar esa documentación en dichas ciudades pues el dieciseis de enero de 1810 estaba en la ciudad de Plasencia. 3

El veintiuno de enero de ese mismo año hacia pública otra resolución de Convocatoria a Cortes por estamentos (bicameral), según el dictamen de la Comisión de Cortes de ocho de enero de 1810. A finales de ese mismo mes seguía completando estas convocatorias.

Poco después, al concluir la Junta Central su mandato a finales enero de 1810 había solamente una propuesta de convocatoria a diputado en Cortes: la bicameral al modo británico, ¿qué ocurrió para qué más tarde, no se llevaran a cabo de esa manera?.

Las citaciones para la asistencia a Cortes de los componentes de los estamentos noble y eclesiástico no se podían enviar, según ordenaba el citado Real Decreto, debían ser personales. Por una parte la imposibilidad de localización de muchos de sus componentes, ya que estaban huidos de sus habituales lugares de residencia debido a la guerra; por otra la oposición liberal, contraria a este tipo de representación, hizo retrasar cada vez más la extensión de las citas y por inexplicable que ahora nos pueda parecer, el borrador del decreto realizado por la Central para reunirse por estamentos desapareció.

El Real Decreto emitido por la Central el uno de enero de 1810, se encargaba de organizar la sociedad equitativamente, con miras muy diferentes al Antiguo Régimen. Para ello dividía la sociedad en tres grupos para su completa representación en Cortes: las ciudades con derecho tradicional a voto -Cortes de 1789-, las Juntas Provinciales de Defensa y el pueblo presente a través del voto que tenían por parroquias en las ciudades cabeza de partido judicial. El documento contenía además la normativa para estas elecciones y fijaba el inicio de su celebración para el uno de marzo de 1810.

Posteriormente por Real Decreto de veintinueve de enero modificaba esta fecha sin concretar el día para su inicio; en otro de ese mismo día, cesa la Junta Central y se creó el Consejo de Regencia; uno de los objetivos prioritarios de éste fue completar la documentación relativa a las elecciones. Lo culminó el veinticuatro de septiembre de 1810, día en que se iniciaron las Cortes.

Es en el Real Decreto de 18 de junio de 1810, emitido por el Consejo de Regencia, cuando se empuja de lleno hacia el proceso electoral e intenta solucionar de una vez el problema del retraso que debió ser bastante general. Aproximando la fecha del comienzo nos dice:

“…Que las Cortes extraordinarias y generales mandadas convocarse realicen a la mayor brevedad, a cuyo intento quiere se ejecuten inmediatamente las elecciones de Diputados que no se hayan hecho hasta este día, pues deberán los que estén ya nombrados y que se nombren congregarse en todo el próximo mes de agosto en la Real isla de León, y hallándose en ella la mayor parte, se dará en aquel mismo instante principio a las sesiones,…”

Los electores parroquiales elegirían entre ellos al representante elector del partido judicial donde se ubicaban quien se trasladaría a la capital de provincia; en nuestro caso el elector salido del partido judicial de Trujillo se trasladaría a Badajoz. Allí, los representantes de los partidos judiciales de Extremadura elegirían entre ellos a los nueve diputados que les correspondía.

El Consejo de Regencia , después de escuchar durante la primavera y el verano al nuevo Consejo de Estado, promueve un Decreto determinando que las Cortes se reúnan en un solo cuerpo; lo hace en una fecha tan tardía como la del veinte de septiembre de 1810, cuatro días de comenzar las Cortes su andadura. Lo justificaban por estar representados en cámara única el pueblo, la nobleza y los eclesiásticos. Cuatro días después, el veinticuatro de este mismo mes se inauguraron las Cortes.

6. LA SOCIEDAD ESPAÑOLA

En general, durante estos años las opiniones eran contrapuestas; un sector de la población, generalmente la nobleza y alto clero, aspiraba a continuar con el absolutismo. Pretendían que se eligiera o nombrara un Regente como había sugerido Fernando VII; él gobernaría el reino con toda la soberanía es decir de manera absoluta.

La tendencia opuesta era la liberal con sus variados matices. Pretendía la reforma del Estado absoluto en otro más igualitario en cuanto a derechos y más constitucional con una sola Cámara de Diputados y amplia participación popular.

Las ciudades extremeñas en mayor o menor medida participaban de estas ideologías como en el resto de España. Recibieron la comunicación y orden de realizar las elecciones para Diputado en Cortes en ese ambiente angustiante del que antes hablamos, provocado por las entradas y salidas del ejército francés, variaciones militares del ejército propio, tensiones sociales locales y como consecuencia, continuas variaciones políticas; siempre muy complicado y difícil. Aún así, como la documentación nos muestra, hubo un grupo de personas que, en medio de estos continuos cambios y vaivenes, supo adaptarse socialmente; hablando en lenguaje coloquial en todo momento supieron “nadar y guardar la ropa”.

7. EL PANORAMA POLÍTICO LOCAL

Veamos ahora cual era el panorama político de la ciudad de Trujillo durante aquellos meses cruciales de mediado de 1810 en los cuales se desenvolvieron las elecciones.

Nos narra Ángeles Sánchez Rubio y otros en su libro que, desde octubre de 1809 al quince de junio 1810, José Salustiano de Cáceres y Godoy fue nombrado corregidor de Trujillo. En febrero de 1810 los franceses de Reyner toman la ciudad; en esos momentos Salustiano se angustió, indeciso entre ponerse a salvo y huir o permanecer en su cargo doblemente comprometido por la invasión francesa y por no ser deseado de los trujillanos.

Finalmente se decidió por huir en junio de 1810. Es durante el mandato de este corregido cuando se recibió la mayor parte de la documentación electoral.

Lesmes Bravo Romero es quién ocupa su puesto. Lesmes fue elegido corregidor el diecisiete de ese mismo mes de junio, en concejo abierto; con él tuvieron, en parte, los procesos electorales.

Pronto regresó Salustiano, el dos de agosto recibe la notificación para que se reincorporé a su puesto, lo que debió hacer días después. Será José Salustiano de Cáceres quien continué el cada vez más complicado proceso electoral. Estará nuevamente como corregidor hasta el mes de marzo de 1811.4

Pero veamos brevemente quién era el corregidor electo Don Lesmes Bravo Romero; justificamos su inclusión en este estudio por ser el personaje que mueve los hilos del poder municipal en el momento de celebrarse las elecciones. Profundicemos un poco en este personaje de conducta tan llamativa.

Lesmes nació en Burgos en 1778 y llegó a Trujillo cuando tenía dieciocho años, en donde reside en 1810 ya casado 5. La primera noticia que de él hemos encontrado es un acuerdo municipal del veinticuatro de febrero de 1802 por el que se desestima su solicitud, Junto con otros intentaban ocupar el puesto de aguacil mayor del Ayuntamiento de Trujillo, tenía veinticuatro años. El VII Marqués de la Conquista, D. Agustín de Orellana Pizarro y Orense, asistía a esa sesión en su calidad de regidor perpetuo 6. Con veintinueve años, está ya en la política local como procurador según consta en el Libro de Acuerdos del Ayuntamiento trujillano de 1807 7. Fue elegido por los representantes de las parroquias para ese cargo el treinta y uno de diciembre del año anterior.

No mucho después, en el acuerdo octavo del dieciocho de febrero de 1807, se atiende una solicitud de Lesmes Bravo para murar un terreno de 20 fanegas, sito en el lugar del Loreto, no le iba del todo mal 8.

Durante ese año falta a numerosas sesiones y su actividad es más bien floja y convencional; numerosas sesiones registran su nombre como asistente pero carecen de su firma al final. Podemos decir que cumplió con el cargo más bien de forma insuficiente debido a sus numerosas ausencias.

Repitió con treinta años, en 1808, según se manifiesta en el acta del cuatro de agosto de 1814; surgió su nombre, en compañía del de Juan Capistrano Chaves, al restablecer Fernando VII los Ayuntamientos preconstitucionales 9.

Quizás la llegada de la guerra o algún acontecimiento de tipo personal hizo evolucionar su carácter volviéndose mucho más participativo a medida que avanzaban los acontecimientos y las circunstancias traían más dificultades. Esto se observa entre otros documentos en el libro de actas, registro diario del año 1809, de la Junta de Defensa Local que se encuentra en el Archivo Municipal de Trujillo junto con los acuerdos municipales de 1805 y 180710. Destaca en él, la narración de su actitud positiva aunque un tanto convencional, ante un bebe abandonado en el zaguán de un particular.

Es poco después de esos momentos cuando es elegido corregidor por aclamación popular. Aparentemente continúa su evolución indudablemente positiva y ascendente a lo largo de los años que dura la guerra. Culmina esta etapa evolutiva al ser delatado en 1815, por afrancesado, ante el recién llegado Fernando VII.

Lesmes tenía unos treinta y dos años en 1810, año en el que el escribano D. José Cecilio Bernet García realizó las escrituras de varios arrendamiento rústicos de propiedades -al menos seis grandes fincas: Cañada Fría, Campillón, María Alonso, Infantas, Peroles y Valcaliente-, pertenecientes al Conde de Noblejas, en las que Lesmes actúa como apoderado notorio otorgando los arrendamientos en lugar del Conde a través de un apoderado principal, D. Josef Tamayo y Vélez, quién, había sido regidor de Trujillo en 1805 junto a uno de los dos diputados electos en 1810, Juan Capistrano Chaves. Esta actividad arrendataria del apoderado Lesmes se repite en algunos años anteriores y posteriores con otras fincas del mismo propietario 11.

Otros negocios que reconoce Lesmes en 1814 son: comisionado para la reconstrucción del puente de Almaraz y desalojo de la artillería francesa allí abandonada; comisionado de la Caja de Crédito Público y abastecedor de aceite12.

Tras la Real Cedula de Fernando VII de treinta de julio de 1814, se suprimieron los ayuntamientos constitucionales, Lesmes Bravo, con treinta y seis años, debió continuar en el Ayuntamiento preconstitucional como diputado que había sido en 1808.

Veamos brevemente como tuvieron lugar estos acontecimientos que, como se verá, debieron comprometerle. En la sesión del cinco de agosto de 1814 primero se supo de la victoria del Marqués de la Conquista como regidor en las elecciones por parroquias. Esta elección se llevó a cabo a fin de suplir las vacantes habidas desde 1808. Momentos después Lesmes con sus compañeros de Ayuntamiento juró el cargo y él protestó principalmente porque era incompati- ble su empleo actual de abastecedor de aceite con su cargo municipal. Se consultó la legalidad del caso a varios letrados y se determinó que dejara el empleo y se dedicara a su puesto de diputado en el Ayuntamiento.

Nosotros entendemos que dada la delicada situación a nivel nacional, con su “protector” el Conde de Noblejas en la cárcel, Lesmes, como muchos otros temió aquel momento y eludió legalmente colaborar con el nuevo Ayuntamiento preconstitucional, ahora además formado por un grupo muy afín al Marqués de la Conquista con el que había tenido recientes enfrentamientos en su etapa de primer corregidor electo.

Pocos meses después Alfonso Astudillo llegaba nombrado para su nuevo puesto de Corregidor con las atribuciones anteriores a la Constitución de 1812. Poco después, a finales de enero de 1815, Lesmes fue delatado por afrancesado ante Fernando VII.

El duque del Infantado, entonces presidente del Consejo Real y antiguo compañero del Conde de Noblejas en la Asamblea de Bayona, lo exonera y llama la atención al consistorio trujillano sobre su intocabilidad 13. Aparentemente Lesmes vuelve a ser un valor en alza.

No tenemos dudas que, D. Mariano del Amparo de Chaves y Villarroel, Conde de Noblejas, regidor perpétuo de Trujillo, y que durante la mayor parte de la guerra de la Independencia residió en Cádiz, intercambiaba algún tipo de influencia con nuestra ciudad en donde era heredero del mayorazgo fundado por D. Hernando Calderón de Chaves y concedido por Felipe II 14. Tanta riqueza se explotaba según costumbre, a través de una cadena de administradores y apoderados entre los que Lesmes era un eslabón que le unía directamente al pueblo.

Este grupo entre los que estaban sus dos apoderados no deja de estar siempre presente en el poder local.

Aparentemente en muy contadas ocasiones utilizaba a Lesmes, cabeza visible de la Junta de Gobierno trujillana y en casos extremos Corregidor del propio Ayuntamiento. También Lesmes se sirvió del Conde de Noblejas, aparentemente en pocos momentos, pero decisivos.

D. Mariano de Chaves nació en la primavera del año 1774; enviudó de su primer matrimonio en 1792 y en 1807 contrajo nuevas nupcias con Doña Mª de la Concepción Muñón y Guzmán, 5ª Marquesa de San Bartolomé de Almonte, de Sevilla, dónde pasaron a residir.

Tuvieron un hijo que como Dª Concepción murió pronto, en Cádiz, durante el asedio francés. Algunos años después, en 1821, contrae su tercer matrimonio ahora con una joven trujillana: Doña Joaquina de Loaisa y Topete hija de Don Joaquín Paz de Loaisa y Dª Manuela Topete15. El nombre de Joaquín Paz de Loaisa acompaña como regidor al Ayuntamiento trujillano en el ámbito del marqués de la Conquista la mayor parte de las veces que éste decide intervenir en la política local tal y como ocurrió de forma significativa en su elección como diputado a Cortes.

Desde mediados del siglo anterior, los Condes de Noblejas mantenían un litigio con los Marqueses de la Conquista, el conflicto se extendió al menos hasta finales del siglo XIX. Una vez más, quizás la última, se litigaba sobre la propiedad del mayorazgo de los Pizarro.

Este proceso sufrió numerosos parones y no fue obstáculo para que entre ambas familias realizaran transacciones económicas, siempre a través de apoderados. Sirva de ejemplo la permuta de la finca Ronjil, propiedad de los Noblejas por la de Cerro Verde, propiedad de Fernando de Orellana, hermano del marqués de la Conquista, según consta en escritura firmada ante el escribano D. Francisco Antonio Blanco el uno de abril de 1807 y con autorización firma y sello del rey Carlos IV 16.

Tras el matrimonio antes mencionado, entre el casi cincuentón D. Mariano y la joven Loaisa de veintisiete, se ordenó un nuevo parón a este pleito en 1828.

Pensamos que no es momento de detenernos en pormenorizar este pleito, les indicamos que para aproximarse a los orígenes del mismo se pueden consultar varios trabajos del conde de Canilleros 17. Sobre sus finales recomendamos un buen artículo de Luis Vicente Pelegrí Pedrosa,  publicado en el año 2005 en las actas de estos Coloquios. Sí vamos a aproximarnos con mucha brevedad al mismo.

Sobre el pleito dice así una sentencia de la Real Audiencia de Granada 18:

“…en los autos de competencia entre la Sala primera de la Audiencia territorial de Cáceres y la primera de la Audiencia de Granada acerca del con cimiento del pleito sobre propiedad de los mayorazgos titulados de los Pizarros, que pendientes en la segunda entonces Chancillería , entre los antecesores del duque de Noblejas y el marqués de la Conquista y otros y paralizado desde 1828…”

Más adelante continúa:

“…,que se había entablado en la segunda por caso de córte en 1757, y quedó paralizado, hallándose en grado de revista desde 1774:…”

De esto se puede deducir que las relaciones entre los Noblejas y los Orellana Pizarro, aunque externamente pudieran llegar a ser cordiales, en su interior debieron pasar, muchas veces, por serios enfrentamientos. Los rastros dejados en la documentación nos conducen a esta opinión aunque externamente no lo aparentan abiertamente.

Pensamos que Lesmes pertenecía al grupo de “clientes” del de Noblejas, en el sentido clásico de esa palabra, y en mayor o menor medida participaba de este enfrentamiento como una pieza cada vez más importante. Como veremos él estuvo casi siempre en el bando opositor al de los Marqueses de la Conquista, al menos desde la exclusión de su solicitud para aguacil mayor en 1802. La lógica intuye que es la mano de Noblejas, al fin de cuentas su señor, la que no dejó de apoyarle ante altas esferas del poder Real en momentos decisivos, muy difíciles para él, del que se intuye una procedencia ciertamente más humilde para ese tipo de influencias.

También como veremos D. Mariano se sirvió de Lesmes, debía lavar su honra política y a veces hacer méritos para su futuro en este sentido. Él fue uno de los nobles que había asistido a las Cortes de Bayona convocadas por Napoleón, en junio-julio de 1808 y en ellas participó activamente con determinadas enmiendas de cuestiones menores 19. Esta asistencia le debió marcar políticamente de por vida y en consecuencia debía ocuparse de restituir su imagen política ante los nuevos tiempos.

Su ideal no debió cambiar, de sus actuaciones se puede deducir que no era plenamente absolutista, se acercaba más al grupo constitucionalista ilustrado que le acompañó a Bayona. Posteriormente evolucionó, abandonó el bando afrancesado, dejó Sevilla donde entonces vivía y de donde era su mujer y marchó a Cádiz.

Al regresar Fernando VII lo encarceló junto con su hermano -quizás como afrancesado-; estuvo algo más de un año en la cárcel de la que salió en diciembre de 1815 y tras pagar una multa de veinte mil duros -el mismo año de la delación a Lesmes- 20. Finalmente, en 1834, cumplió su ansiado deseo de ser senador –Prócer- tras la promulgación del Estatuto Real por la Regente Mª Cristina. Unos años después, en 1842, falleció.

Este cargo nos aproxima a su ideario político que no rompe con su trayectoria vital, aunque ésta estuviese matizada según las circunstancias políticas de cada momento.

Como vimos antes, Lesmes Bravo, a pesar de la invasión francesa de la mayor parte del sur de Extremadura y Andalucía y del cerco de Cádiz, quizás de forma indirecta o a través de terceros, tenía importantes contactos económicos y como ahora veremos también políticos, con el Conde de Noblejas.

Destaca sobre todo esa ayuda en una actuación del Conde ante las Cortes, en su intento de rehabilitación política. Es él quien se encarga de leer ante las Cortes, como regidor perpetuo que fue de la ciudad de Trujillo y muy en vísperas de la aprobación de la Constitución, una carta de felicitación que esta ciudad les dirigió con fecha de veinticuatro de febrero de 1812: naturalmente el corregidor en esos momentos era su fiel Lesmes Bravo Romero.

”…El Conde de Noblejas, mariscal de Castilla, dirigió la siguiente exposi-ión que le remitió el ayuntamiento de Trujillo, de que fue regidor perpetuo…”21.

Este documento viene firmado por setenta y cuatro ciudadanos, ocho son religiosos seculares y ninguno de ellos pertenece significativamente al estamento nobiliario.

8. LAS ELECCIONES DE 1810 EN TRUJILLO

No tenemos fechas concretas de cuando llegó la notificación para las elecciones remitida por la Junta Provincial, sería en fechas próximas a las de Plasencia, es decir en la segunda quincena de enero de 1810 22. También se deduce esa fecha del documento número dos de nuestro apéndice documental.

Por lo que respecta a la ciudad de Trujillo existe en parte interesante documentación pero carecemos de otras esenciales.

No tenemos documentación que nos acerque a los pormenores de la elección de electores para Diputado representando al partido judicial de Trujillo; la primera fase comenzaba eligiendo por parroquias a un elector; estos electores designaban entre ellos al elector representante de la ciudad cabeza de partido judicial. Posteriormente, estos se trasladaban a la capital de provincia, en nuestro caso Badajoz; allí ellos seleccionaban por votación a los diputados representantes de la provincia; se les facilitaba un poder acreditativo y se trasladaban a la isla de León.

Poseemos la noticia de la elección como diputado por Extremadura de Juan Capistrano Chaves, natural de Trujillo, y las cartas entre éste y las Cortes. De cualquier modo todo este proceso electoral debió estar hecho el veintitrés de julio de 1810, día en que Juan Capistrano fue elegido Diputado por la provincia de Extremadura en Badajoz.

En cuanto a las elecciones de Diputado en representación de ciudades con derecho a voto -antiguas Cortes-, nos falta igualmente el acta de elección aunque poseemos la descripción de los pormenores de tan accidentado acto y el poder dado por la ciudad al diputado electo, Sr. Marqués de la Conquista. Esto nos aproxima a la fecha de la realización de las elecciones pues el poder se daba por lo general, muy poco después. También contamos con una descripción pormenorizada de estas elecciones en Mérida.

Las elecciones debieron retrasarse en Trujillo como en otras muchas poblaciones, desgraciadamente, como hemos apuntado, los documentos que hemos encontrado tienden a silenciar el factor temporal.

8.1. Las elecciones a diputado representando a la provincia de Extremadura

Como acabamos de mencionar Juan Capistrano Chaves de Vargas Carvajal y Godínez salió elegido diputado a Cortes en Badajoz, el veintitrés de julio de 1810. Representaba a Extremadura junto con otros ocho compañeros 23.

Tracemos brevemente el perfil biográfico de este personaje protagonista de primera fila de nuestra historia. Juan Capistrano tiene cincuenta y ocho años cuando se embarca en esta difícil aventura política. Se deben eliminar errores sobre el lugar de su nacimiento, es natural de Trujillo donde nació hacia 1752. Con frecuencia reside en Acebo, de donde era su madre, Dª Teresa Eugenia Rodríguez Godínez o en la cercana ciudad de Hoyos. Su padre fue D. Luis de Chaves y Vargas Carvajal, nacido en Jaraicejo, aunque avecindado en Trujillo de donde era regidor perpetuo. No tenemos noticias de que fuera casado.

En torno a 1776 solicita un certificado de Hidalguía en la Real Chancillería de Valladolid; en este tipo de documentos se hacía valer la condición de hijosdalgo, su fin era poner en valor su derecho a no pagar impuestos. Generalmente se hacía valer cuando una persona marchaba a residir a una ciudad diferente a la de su nacimiento, aunque, generalmente, se hacían valer cuando se acercaba la noticia sobre un nuevo impuesto, por lo tanto no estaba demás aplicarlo también en donde uno había nacido 24.

Capistrano tenía aficiones literarias y del poema que de él hemos encontrado se puede deducir que era regeneracionistas. Pertenecía a la Sociedad Económica de los Amigos del País de Trujillo.

En nuestra modesta opinión el poema es una composición muy digna. Comienza con una serie de alabanzas hacia la Sociedad a la que va dedicado confiando en su capacidad de regeneración social; pasa a recordar el grandioso pasado de Trujillo en diversos aspectos; hace una descripción bastante general de las deplorables condiciones sociales de la ciudad en los momentos de escribir el poema -corresponde a la mitad de la segunda parte del siglo XVIII-; finalmente insiste en la labor regeneracionista de la Sociedad Económica a la que él pertenece sin faltar una alusión a la protección y gloria del monarca Carlos III.

Con este poema Juan Capistrano nos muestra su sensibilidad artística y su ilustración. Por ello le afectaba la situación ciertamente decadente de su ciudad en el último cuarto del siglo dieciocho. Él se sitúa entre los patricios; en ellos confía para que transformen esa situación desde la Ilustración y anima para que se realice cuanto antes y utilizando la Sociedad de Amigos del País de Trujillo25.

Según consta en el Libro de Acuerdos del Ayuntamiento trujillano fue elegido regidor para 1805 26. El uno de enero toma posesión de su cargo con otros compañeros. Dado que debían conocer sus aficiones literarias es encargado Comisario de Correspondencia, este cometido del Ayuntamiento le comprometía a mantener la correspondencia que surgiera en asuntos de cierta trascendencia local: así es él a quién se encarga de redactar el documento del nombramiento de Manuel Malo de Molina como médico de la ciudad.

Pero Juan no solo se dedicó a este cometido su cultura le hacía poder acercarse a todo tipo de asuntos. Veamos tres ejemplos: a mediados de enero se le encarga buscar en el archivo el documento por el que se regía la obligatoriedad de los Mercedarios de predicar en cuaresma. Compromiso al que habían faltado en años anteriores.

Más adelante hacia el mes de marzo, destaca por su labor contra determinados comerciantes especuladores que compraban la mayor parte de determinados productos -garbanzos- para después ir de casa en casa vendiéndolos a precios mayores a los fijados por el Ayuntamiento.

Es él quien acude en numerosas ocasiones a comprobar la veracidad de determinadas lindes y si es adecuada su cesión o venta.

En ese año de 1805, el treinta de noviembre, acepta el cargo de Alcalde de la Santa Hermandad de “Hijos-Dalgos” elegido con “todos los bolos”.

A instancias superiores fue comisionado para organizar una asociación de carácter benéfico que se ocupara de los pobres de la ciudad, cuestión que solventó en un par de días.

Da la impresión de ser una persona muy activa y comprometida totalmente con el cargo que ostenta.

En otro orden de cosas nos llamó la atención que el dos de marzo, Juan Capistrano de Chaves presenta un memorial en el que, con todo género de detalles, hace valer su condición de Hijosdalgo reconocido en la Chancillería de Valladolid -el que antes mencionamos-. Estado que es aceptado por el Ayuntamiento.

Días después, el veinte de ese mismo mes, aparecen un elevado número de solicitudes de personajes con la misma pretensión de obtener el certificado municipal de “Hijosdalgos”; la finalidad era eludir un impuesto que posteriormente llegó desde la Administración de D. Manuel Godoy.

El Ayuntamiento confeccionó un censo con lo más florido de la sociedad trujillana de la época que de esta manera oficialmente reconocida no les correspondía pagar.

¿Quién informó a Capistrano veinte días antes?. Todo parece indicar que tenía contactos importantes en la Corte.

Repitió el cargo en 1808 según vimos al mencionar el Acta del cinco de agosto de 1814 en el intento de suplir las bajas de los cargos habidos en 1808.

En 1810 Juán Capistrano, con otros ocho elegidos, representaría a la provincia de Extremadura en las Cortes de Cádiz. A nuestro entender su elección fue justa y su puesto merecidísimo. Pero Juan no pudo llegar a la isla de León.

Dadas las circunstancias, no comenzó su viaje hasta octubre de 1810, ya inauguradas las Cortes el veinticinco de septiembre. No fue el único.

La situación política local de la ciudad de Trujillo y la bélica de aquel verano en el sur de Extremadura no aconsejaban realizar aquel largo viaje para su época. Recordemos que se enfrentaron en el fin de ese verano las tropas del marqués de La Romana con las francesas del general Girard.

Había sucumbido Ciudad Rodrigo el diez de julio de 1810; en septiembre el Marqués de La Romana ordenó el traslado de la Junta Provincial a Valencia de Alcántara desde Badajoz. Se veía muy próximo el cerco de Badajoz por los franceses.

No es disparatado pensar que ante tanta incertidumbre Juan Capistrano de Chaves esperara cuanto pudiera hasta ponerse en camino una vez recibida la noticia de la inauguración de las Cortes o quizá pudo ponerse en marcha “por imperativo legal”, según parece desprenderse en alguna de las cartas que envió a Cortes.

Sabemos que el veintisiete de noviembre de 1810 las Cortes acuerdan autorizarle por cuatro meses, para regresar desde Ayamonte a su casa, se encontraba enfermo según debía constar en una solicitud anterior 27.

El cinco de junio de 1811 le conceden una nueva prorroga por otros cuatro meses, en contestación a su solicitud enviada desde Hoyos el diez de mayo de 1811; esta carta contiene un certificado del facultativo que le asiste, describe su enfermedad y como esta se ha agravado; nos dice como está su estado de ánimo y también comunica su avanzada edad: cincuenta y nueve años 28.

Aun nos ofrece una tercera comunicación en carta enviada desde Acebo, población muy cercana de Hoyos; tiene fecha de 7 de diciembre de 1811; en ella menciona el requerimiento legal con carácter de orden que le habían hecho llegar para que se presentara en Cádiz a tomar posesión del acta de diputado en Cortes, sin más esperas. A esto acompaña después una descripción del estado avanzado de su enfermedad ahora complicada con unas “cuartanas malignas” que tuvo a finales del verano, ellas complicaron los problemas estomacales: Juan, ya en Ayamonte nos decía que tenía problemas de alimentación, tardaba mucho en comer, “comía con parsimonia”. Ahora cada vez tomaba menos alimentos y todo indica que en diciembre de 1811 dejó de alimentarse. El médico que lo atiende define la enfermedad como una “cardialgia inveterada”; su salud está cada vez más deteriorada y solicita una nueva prorroga, esta vez prácticamente de duración indefinida; le es concedida el treinta de diciembre de 181129.

Finalmente, Sr. Oliveros, diputado por Extremadura, comunica su fallecimiento en la sesión de las Cortes de 28 de enero de 1812.

En su viaje a Cádiz, Capistrano debió dar un gran rodeo, posiblemente se adentró en Portugal, o al menos marchar muy cerca de la frontera, no olvidemos que por su madre descendía de Acebo donde residía con frecuencia. Este viaje, en pleno invierno y en guerra, le debió perjudicar mucho su salud. Distaban mucho estas situaciones de sus esperanzas frustradas de juvenil acomodado ilustrado e influir en su ánimo de forma muy negativa.

Tampoco pudo asistir D. José de Chaves y Liaño, su suplente en las elec-iones provinciales, por cuestiones económicas derivadas de la guerra; finalmente fue sustituido por el abad de Cabañas D. Gabriel Pulido Carvajal.

8.2.1.  Las elecciones a Diputado representando a ciudades con derecho a voto

En este trabajo nos acercamos especialmente al conocimiento de este hecho y averiguar como sucedió.

Buscando el imperativo legal, nos remontarnos al 23 de enero de 1651; es la fecha en la cual el rey Felipe IV comisiona por Cédula Real, la venta del privilegio a Extremadura de tener derecho a voto en las Cortes de Castilla, tras su aprobación por las Cortes, el 23 de diciembre de 1650.

Este derecho, que poseían otras ciudades castellanas, se amplía ahora a dos más, uno correspondió a la ciudad de Palencia y el otro en común a toda Extremadura; acaban compartiéndolo seis ciudades extremeñas: Badajoz, Mérida, Plasencia, Trujillo, Cáceres y Alcántara; hasta esa fecha el territorio extremeño estaba representado por la ciudad de Salamanca. El privilegio menciona que las seis ciudades han de turnarse en grupos de dos acudiendo con un solo voto cada tres Cortes. El precio que pagaron a las arcas reales fue de 80.000 ducados.

Realizado el sorteo, Trujillo salió en primer lugar y su pareja fue siempre la ciudad de Mérida; así les correspondió asistir a las Cortes de 1658; Badajoz y Cáceres lo hicieron en 1664, Plasencia y Alcántara debieron ir a las de 1665 . Tras la muerte de Felipe IV el 15 de septiembre de 1665 se suspende esta convocatoria y no se vuelven a celebrar mientras la casa de Austria ostente el reino de España30.

Las Cortes se reanudan en el siglo XVIII con los Borbones (1701, 1709, 1712, 1724, 1760 y 1789), no existiendo en este siglo variación en el número de ciudades representantes de Castilla aunque se incorporaron las ciudades con derecho a voto del reino de Aragón31.

Por el testimonio de las Actas de las Cortes de 1789 sabemos que asistieron en representación de Extremadura D. Francisco García Pascual Ambrona y el Marqués de Sta Cruz de Aguirre como representantes de la ciudad de Plasencia y D. Miguel Sánchez de Badajoz y D. Gabriel María Blanco de Valdés por Alcántara32. Es lógico pensar que para ir a las Cortes siguientes, las de Cádiz, debía correr el turno según lo establecido y correspondería ir a las ciudades de Trujillo y Mérida. En parte como veremos no fue así y hubo notables discrepancias.

Es fácil conocer que D. Alonso María Vera y Pantoja, capitán en retiro, fue elegido diputado a las Cortes de Cádiz por la ciudad de Mérida y D. Gregorio Laguna y Calderón de la Barca, mariscal de campo de los Reales Ejércitos, regidor perpetuo de Badajoz, lo fue por la ciudad de Badajoz33. Se alteró pues el ordenamiento del pareado de ciudades. Se usurpó el derecho a un diputado a las Cortes de Cádiz de la ciudad de Trujillo suplantándolo por Badajoz.

8.2.2.    Las ciudades con derecho tradicional a voto en las Cortes de 1810: el caso extremeño

Nos vamos a detener primeramente en la problemática que produjo el derecho tradicional al voto en las ciudades extremeñas que poseían este privilegio y después la surgida en la ciudad de Trujillo con motivo de esta misma elección.

Ya el dictamen de la Comisión de Cortes, presidida por Jovellanos, elevado a la Junta Central en junio de 1809 incluía una lista de reinos y ciudades presentes en las antiguas Cortes. La falta de correspondencia entre éstas y las que verdaderamente asistieron a las Cortes de 1789 es notoria lo que nos hace pensar que, dadas las circunstancias del momento, no debían disponer de documentación adecuada -las actas de dichas Cortes-.

Dado que el Real Decreto de 1 de enero de 1810 no especificaba “el caso extremeño”, simplemente decía que tenían derecho las ciudades que hubieran asistido a las últimas Cortes, es decir las Cortes de 1789. Dejaba la cuestión aparentemente ambigua: ¿les correspondía asistir a Plasencia y Alcántara que habían sido las ciudades asistentes o debería correr el turno como legalmente siempre se había hecho y marchar a Cádiz los representantes de Trujillo y Mérida?. Lo que si estaba claro es que, en ningún caso, les podía correspondía ir a las ciudades de Badajoz y Cáceres.

Claramente lo recoge el acta de sesiones del Ayuntamiento de Mérida correspondiente al día tres de agosto de 181034. Dice así:

“”…a fin de efectuar la elección y nombrar al Diputado que ha de asistir a las Cortes que se van a celebrar en la Real Isla de León. Operación a la que debe asistir un individuo de este Ayuntamiento por hallarse en turno con la ciudad de Trujillo…”

Los Sres Diputados de las Cortes de Cádiz reconocen su ignorancia en este asunto en el escrito que la comisión de Poderes envía a las Cortes y se publica en el Diario de Sesiones de catorce de marzo de 1812; lo hace en contestación a los varios requerimientos hechos por la ciudad de Trujillo en relación a que se les reconociese el derecho al nombramiento de un diputado por Extremadura representando a ciudades según los privilegios de treinta y uno de diciembre de 1652 -incluso esta fecha que nos proponen los diputados que integran la Comisión de Poderes, es muy dudosa, ya que la venta de este privilegio se aprobó como antes dijimos el 23 de diciembre de 1650, en las Cortes de ese año 35.

“…ignoraba a cual de ellos correspondía el haber usado dicho privilegio; y dudando por otra parte si acaso dichas ciudades habían obtenido otro poste- rior…”

8.2.3.   La elección del Marqués de la Conquista como diputado a Cortes

La ciudad de Badajoz, se adelantó unos días, hizo las elecciones de forma adecuada, facilitó el poder al diputado electo: D. Gregorio Laguna. Ya en Cádiz fue aceptado sin problemas aunque, repetimos, bajo ningún concepto le correspondía 36.

Plasencia igualmente eligió a su representante y reiteradamente intento su admisión en Cortes, pero una y otra vez fue rechazado su diputado.

El VIII Marques de la Conquista, Don Jacinto de Orellana Pizarro y Contreras había nacido en Valencia de Alcántara, en fecha que desconocemos, de allí era su madre Dª Catalina Contreras.

Su padre fue D. Agustín de Orellana Pizarro Orense Moctezuma.

D. Agustín, asistía a las sesiones de acuerdos municipales con bastante asiduidad, su condición de Corregidor Perpetuo le facultaba a ello aunque no le obligaba. Muerto en 1806, le sucedió en el marquesado D. Jacinto quien comienza su andadura política con motivo de un hecho que conmocionó a la ciudad al igual que ocurriría en el resto del país.

En 1807 solo pisó la sala de plenos el día diez de noviembre. La reunión se convoca mediante aviso a los miembros integrantes  del Ayuntamiento, entre ellos a D. Jacinto. Se da lectura a un documento Real en el que consta el perdón otorgado por Carlos IV hacia su hijo el príncipe de Asturias, futuro Fernando VII, por el descubrimiento de su primer intento de golpe de Estado en el Escorial.

El acta aparece sin firmar y el libro de acuerdos incluye solamente un acta posterior, muy escueta e igualmente sin firmas; después el Libro de Acuerdos permanece en blanco, sin escribir. Mal comienzo tuvo nuestro marqués.

No fue D. Jacinto siempre en el bando nacional.

Fue citado por el Duque de Berg en la Gazeta de Madrid a mediados de mayo con el fin de formar la Junta de Notables que debían asistir a las Cortes de Bayona37 En principio hacia allí dispuso su marcha, según se desprende de su testamento de veintiocho de octubre de 1814 que nosotros transcribimos así (lám. 1)38:

“…Iten. Declaró que en igual forma soy deber a d. José Grivero de esta ciudad la cantidad de veinte mil reales que me prestó para hacer el viaje a Bayona, y en descuento de esta cantidad tengo varios recibos que se tendrán (que) poner para su liquidación y pago y lo mismo con los sujetos que tengan cuentas pendientes…”

image003

Lám. 1. Fragmento del testamento mandando pagar la deuda contraída para financiar el viaje a Bayona.

A pesar de esto no hay constancia de su presencia en las actas de las diez sesiones celebradas en la ciudad francesa, ni tampoco en las firmas finales del documento 39; en definitiva D. Jacinto acabó no asistiendo.

Desde luego el VIII Marqués de la Conquista no era liberal, era de sentir absolutista; los hechos parecen señalar que si fue algo constitucionalista. Aceptó, al menos en principio, marchar a la Asamblea de Bayona y después, tras ésta estuvo en disposición de ir a Cádiz como diputado electo en  1810.

Por lo poco que conocemos, se puede pensar que su elección para diputado debió realizarse con arbitrariedad pero las realizadas por parroquias, algo anteriores, presentaban cierta democracia, ya presente en el Antiguo Régimen, que él conocía y aceptó compartir. Además D. Jacinto debía saber que las asambleas de Bayona y Cádiz eran constituyentes.

Como veremos su elección para Cádiz fue anulada; esto sirvió para que él y su familia, tan ausente de la política local hasta estos momentos, procuraran estar más cerca del centro del poder político local sea cual éste fuere.

Su hermano, D. Fernando, fue elegido alcalde constitucional para 1813. Él, en 1814, ya con Fernando VII, aceptó ser corregidor interino; se turnó con los otros tres regidores hasta el tres de octubre de ese mismo año que llegó Alfonso Astudillo López, el nuevo corregidor por nombramiento Real. Un mes después falleció el marqués.40.

De los protocolos del Ayuntamiento de Trujillo se puede deducir que le ocupaban su tiempo la actividad privada derivada de obtener la necesaria rentabilidad de sus numerosas posesiones, tanto en España como en América. Se rumoreaban ya los conatos de independencia en América y debía suponer que sus posesiones en el Perú comenzaban a estar en el aire. Él, como la mayoría de los nobles, era rentista y actuaba mediante la concesiones de poder a segundas o terceras personas. Necesitaba seleccionar este tipo de administradores para ejercer debidamente sus planes económicos de futuro.

8.2.4.   Los documentos de la elección

Como señalamos, no contamos con la fecha de la elección a diputado por ciudades con derecho a voto realizada en Trujillo, pero si el Acta de Poder derivada de ella la que ya mencionan Mª Ángeles Sánchez Rubio y otros en su libro41.. Nosotros además presentamos una carta muy interesante de la Junta de Trujillo a las Cortes que describe estos azarosos sucesos;. otro documento es el acuse de recibo de la anterior y otro con la respuesta final a ella.

El Acta de Poder fue realizada por el escribano D. Cecilio Bernet. El Ayuntamiento de la ciudad, presidido por el corregidor D. Lesmes Bravo, otorga poder total al Marqués de la Conquista, ya elegido y nombrado diputado a Cortes por Trujillo. Tiene fecha de uno de agosto de 1810, -en los últimos días de Lesmes Bravo como corregidor-. Tenía como finalidad ser utilizado en su posterior traslado a Cádiz. Se hizo tal y como ordenaba el Real Edicto de 1-1- 181042.

“…,se ha procedido al nombramiento del Sr. Diputado que ha de asistir a las cortes Generales en representación de esta ciudad, y fue electo el Sr. Regidor D. Jacinto María de Orellana, Marqués de la Conquista, como resulta del acta extendida y testificada por mi el escribano….”

Hay algunas cuestiones que llaman la atención de este documento: una es la aparente ausencia del señor Marqués de la Conquista entre los nombres de las personas que comparecen, puede que no fuera preceptivo; la otra es la ausencia de su firma habitual.

“…y, firmaron el acta de Poder excepto el Sr. Diputado que lo señaló como acostumbra,…”

En efecto, en muy contadas ocasiones aparece una cruz en forma de aspa al final de determinados documentos, en realidad puede considerarse que es un esquema resumen de la t de Conquista. La hemos encontrado en la última firma del marqués como corregidor interino el cuatro de octubre de mil ochocientos catorce, al dar la posesión al nuevo corregidor Alfonso Astudillo. También aparece en su testamento de veintiocho de octubre de ese mismo año, cuando las condiciones físicas del marqués le impedían la suficiente coordinación para una escritura legible. Incluimos en la lámina 1 su firma habitual y la cruz simple derivada de la aquí señalada.

Con esto demuestra el sr marqués desconfianza o al menos prudente cautela ante las circunstancias del momento (lám. 2).

image005Lám. 2. Firma del VIII marqués de la Conquista.

Como apuntamos, hemos encontrado el documento original del relato por- menorizado de estas elecciones aunque no indica la fecha43. Se trata de la correspondencia mantenida entre la Junta de Gobierno de la ciudad de Trujillo -no el Ayuntamiento- presidida por Lesmes Bravo y las Cortes de Cádiz; tiene fecha de 11 de octubre de 181044 -muy próxima a la salida desde Trujillo del otro diputado: Juan Capistrano Chaves y Vargas-.

En la primera página, tras la presentación, manifiesta la aflicción que ha causado en toda la población de la ciudad la ausencia de representante de Trujillo en las nuevas Cortes recién inauguradas.

“…observa con la mayor aflicción que en el Congreso de Cortes, el más augusto de la nación, falta su representante, expone a V. M., en nombre de esta que el pueblo clama por que se nombre…”

A continuación expone la dificilísima situación política actual en Trujillo – mediados de octubre de 1810- en lo referente a la escasez de representantes políticos: un corregidor -José Salustiano de Cáceres- y dos diputados del común -uno francés- y el procurador síndico personero, carecían de regidores.

Continúa la Junta narrando como en el próximo pasado esto no era así y llegó a haber treinta y seis Regidores Perpetuos añadiendo brevemente su evolución temporal.

Ya en la página dos nos narra como se llegó a la situación actual: la Junta Superior Provincial, a instancias de la Junta Local había prorrogado para 1810 el mandato de los regidores de 1809 por escasez de personal de cierta competencia.

Después nos aproxima a la fecha de la elección. No lo hace directamente aunque parece que quiere quedar claro que era cercana a la notificación de la prorroga del mandato de los Regidores de finales de 1809; era  cuando  se elegían los regidores para el nuevo año.

“…En este tiempo llegó el feliz y deseado día de la elección de Diputado de Cortes…”

En “este tiempo” creemos que puede sustituirse por entonces, “cuando se eligieron los regidores”, para hacer más comprensible la frase. Este tiempo de la llegada de la documentación electoral no podía ser anterior al 1 de enero de 1810, fecha del decreto de convocatoria.

No podemos aceptar ese tiempo tan temprano para esta celebración electoral o al menos hay que dudar mucho del mismo.

En los trabajos consultados sobre la celebración de las elecciones de esta misma naturaleza hemos visto que en Plasencia se ignora igualmente la fecha. No ocurre lo mismo en Mérida y Badajoz que se hicieron el tres de agosto de 1810 en la primera y entre el veinte y el treinta de julio en la segunda; en ambas se les facilitó el poder el mismo día o muy próximo, fue lo general en nuestro entorno. Es muy dudoso que en Trujillo se hiciese el poder notarial a primeros de agosto de 1810 de unas elecciones celebradas cuatro o cinco meses antes cuando teníamos a los franceses en casa o a sus puertas.

Todo parece indicar que la Junta de Trujillo aleja este acto electoral de su fecha real a sabiendas, por eludir la responsabilidad que le correspondía a Lesmes como corregidor y como presidente de la elección.

Tras enumerar esos primeros asuntos, el documento pasa a describirnos, con total claridad, quiénes realizaron la elección.

“…lo ejecutaron los cuatro Regidores, un Diputado y el procurador Síndico entre si…”

En el poder facilitado por el Ayuntamiento al marqués de la Conquista el uno de agosto de 1810 ante el escribano D. Joé Cecilio Bernet se encuentran los nombres de los regidores votantes: Joaquín Paz de Loaisa, Manuel Rodríguez de Casa, Santiago Pérez Cordero y el propio marqués como Regidor Perpetuo que era; a él se refiere cuando el poder dice:

“…en consecuencias de las facultades que le son concedidas como elector nombrado para este acto…”

Los cuatro regidores, un diputado y el procurador síndico eligieron a uno entre ellos sin más ceremonia: unánimemente la elección recayó en el Sr Marqués de la Conquista.

Poco después esta elección fue declarada nula por la Junta Electoral de la provincia. Como hemos dicho esta carta ignora totalmente las fechas: de la votación, de la anulación de la misma y también las causas de la nulidad.

“…nombrando sin discrepancias; pero sin suerte al marqués de la Conquista; por cuyo defecto se declaró nulo, por la Junta electoral de la provincia mandando se hiciese de nuevo, con arreglo a las instrucciones…”

Como se ve, el documento es parco en enumerar otro tipo de circunstancias; intentemos ahora aclararlas.

Al final de la misma página dos, continúa el escrito diciendo que se repitan las elecciones con arreglo a las instrucciones recibidas; se puede deducir que estas instrucciones no se habían cumplido.

¿Cuáles eran estas instrucciones?

Es esclarecedor otro párrafo de la elección celebrada en Mérida y al que antes hicimos mención. Dice así el acta citada, ya cerca de su final y, tras describir minuciosamente como se había realizado, añade:

“…y a la ciudad de Trujillo para que haga igual operación…”

A nuestro juicio la más clara omisión al capítulo VI de las instrucciones del Decreto de uno de enero de 1810 es la vulneración del artículo dos. Dice así el decreto:

“…cuyos Regidores sean propietarios o nombrados por Su Majestad de por vida, nombrará el pueblo otros tantos electores, cuantos sean los Regidores propietarios o nombrados por Su Majestad…”.

Sin embargo debió de ser la forma de la elección del marqués lo que no aceptó la Junta Provincial.

Es evidente que se omitieron los representantes populares que, al menos en teoría, podían ser elegidos como diputado y que en nuestro caso no aparecen en la votación. Por lo tanto la falta de participación popular directa pudo determinar la nulidad de la votación, cuestión que hábilmente silencia la carta. Pero es que esta cuestión también se ignoró en Mérida45 que si cumplió el aspecto formal, la ceremonia. En Badajoz se cumplió todo minuciosamente. Estas normas eran así:

Cada elector debía votar tres nombres. De estos, los nombres de los tres más votados con mayoría absoluta, se escribirían en tres papeletas y se depositarían en un cántaro. Otras tres papeletas se depositarían en otro cántaro; de éstas una llevaría puesto el nombre de diputado.

Se extraería después de forma pareada una papeleta de cada cántaro y el nombre que coincidiera con la papeleta: diputado, ese sería denominado como tal y posteriormente se le facilitaría el  Acta de Poder.

Comentamos brevemente el error de Lesmes de no convocar a los representantes del pueblo.

Pensamos que no fue ignorancia ni olvido. Lesmes era una persona de inteligencia suficientemente dotada, como demuestran sus relaciones con el ejército invasor, con la nobleza y con el pueblo. Con bastantes probabilidad él dejó hacer y se dejó llevar por el ambiente general de la reunión; en realidad todos ellos debían temer las reacciones de aquella parte del pueblo que se denomina populacho. Los asesinatos Reales en Francia y el más cercano y reciente del Conde de Torrefresno en Badajoz, estaban en la memoria.

Los liberales, en general, intentaban ir más allá, se solicitaba claramente representación popular directa para este tipo de elecciones.

Sigamos viendo el documento:

Comienza la página tres describiendo la reacción de los regidores al conocerse la nulidad de su elección: dimiten de sus cargos ante la Junta Superior Provincial. Ésta lo acepta en virtud de la consulta que le hizo el propio presidente de la elección -el corregidor-, que debió ser aún Lesmes ya que: es él quien preside la Junta que escribe la carta y es el testigo necesario de la mencionada consulta, claramente dice:

“…los Regidores, recurrieron a la Superior Junta Provincial para que se eligiesen otros y en efecto lo estimó así en virtud de la consulta que la hizo este Corregidor…”

Toda esta parte del proceso electoral debió hacerse con gran velocidad, antes de la inmediata llegada del antiguo corregidor José Salustiano de Cáceres. Nos deja indicar que Lesmes, envió primero la documentación de la elección, recordemos que el acta de las elecciones de Mérida es del día tres de agosto y ya se insinúa en ella la negativa por el fallo en la forma de las elecciones trujillanas. Envió igualmente rápida, la dimisión de los regidores con su informe favorable a la aceptación de la misma. Todo ello repetimos, antes de que llegara Salustiano.

Lesmes Bravo, elegido corregidor por aclamación popular el diecisiete de junio de 1810, se vio a finales del verano de ese mismo año, sin respaldo de una parte mayoritaria de sus vecinos. La frustración del pueblo debió ser grande, sobre todo en las altas capas sociales, porque con ello se quedaba tambaleando su representación en Cortes. La anterior inclusión de Badajoz y la inmediata de Mérida limitaban las dos plazas.

En octubre de 1810 el Ayuntamiento de Trujillo está con José Salustiano como corregidor y sin regidores; Lesmes era el causante principal de esta situación por recomendar a la Junta Electoral Provincial que se aceptasen sus dimisiones.

También es evidente que los regidores del Ayuntamiento participantes en esta elección, al elegir unánimemente al Marqués de la Conquista nos indican con claridad su tendencia ideológica hacia un absolutismo tradicional. Esto, a ser posible, no era permitido por las élites liberales, tan activas en aquellos momentos tanto en Cádiz como en provincias; los liberales moderados de Trujillo siguieron ese pensamiento.

Así las cosas se puede pensar con buena lógica que Lesmes permitió el error formal a sabiendas, pero sin suponer mayor trascendencia. Tras la dimisión de los regidores, la cosa cambia y empieza a ser parte de un plan más ambicioso: preparó, por vía democrática, el asalto al poder municipal de su grupo, a través de unas nuevas elecciones de regidores.

La llegada de Salustiano de Cáceres, el anterior corregidor, a mediados o finales de agosto, solucionó en parte el problema; también supuso el apartamiento de Lesmes del Ayuntamiento, al menos por un tiempo.

A partir de aquí el proceso electoral continuó por parecidos derroteros pero con nuevo corregidor. Se debió continuar finalizando agosto en septiembre o incluso principios de octubre del mismo año de 1810.

Ante la dimisión de los regidores, la Junta Provincial resolvió que se eligieran otros nuevos ya que por ley ellos no podían repetir, debían ser los regidores que entrasen los encargados de participar en el nuevo proceso electoral ya correctamente realizado.

“…dudosos los Regidores salientes, si les correspondía el nombramiento de Diputados de Cortes, consultaron a la Junta Electoral y declaró debían ser los que sucedieran….”

Salustiano, para cumplir el mandato de la Junta Provincial, prepara las nuevas elecciones para regidores.

Se convoca al pueblo y se insiste de manera especial en que uno de los regidores elegidos debía ser diputado en Cortes es decir: con capacidad, sin tachadura, de la misma provincia y con notable solvencia económica. Como se ve se vuelve a ignorar la posibilidad popular de salir de diputado una persona que no fuera regidor.

No nos describe el documento como se verificó la votación. Narra que acudió el pueblo a votar. Pero ahora estaba confuso y no sabía a quién elegir.

Nos dice el documento que como consecuencias de esta indecisión se formaron tres grupos: uno de ellos, el mayoritario, se inclinó por elegir a los regidores salientes -que no podían repetir-; otro minoritario se inclinó por elegir a personas con conducta inapropiada, sospechamos que en plan jocoso y el tercero no votó y se marchó.

¿Por qué pasó del tema este tercer grupo?. Siguiendo los planes antes mencionados, ¿dónde votó el grupo burgués, más o menos “liberal”, representado por Lesmes Bravo, Manuel Malo de Molina etc.?.

Razonemos: lo probable es que la mayoría de ese grupo no estaba entre los que volvieron a votar a los regidores salientes: los adictos al Marqués de la Conquista. Tampoco parece probable que estuvieran entre los que votaron a personas sin capacidad, los liberales deseaban seriamente este tipo de actos. Todo esto nos induce a pensar que debieron estar en el grupo minoritario que se dispersó al darse cuenta que, además de estar en minoría, la votación era inútil. Habían fracasado unos y otros.

Como no podía ser de otra manera el corregidor Salustiano no vio con buen talante que repitieran los mismos candidatos, ya había dado notificación de que no podían repetir. Siempre irresoluto y duvitativo consultó a la Junta Provincial; cuando se escribe la carta, en octubre, no se sabe aún el resultado.

Sigamos viendo, al final de la página tres, Lesmes, que firma como representante de la Junta de Defensa trujillana, va dando un giro a las cuestiones para entrar en otras materias; primeramente justifica estas informaciones a las Cortes e intenta aclarar posibles sospechas sobre su conducta:

“…y por que no se crea que la inspira un interés particular, ansiando uno de estos destinos…”.

Luego, muy de pasada, apunta, de manera un tanto convencional, su ideal de gobierno municipal:

“…y que la ciudad de Trujillo sea gobernada por un ayuntamiento de buenos patricios, y logre el derecho que la pertenece de que uno de estos haga su representación en las Cortes,…”.

El gobierno de “buenos patricios” solía salir en numerosos escritos de personajes relevantes de la época como el Marqués de La Romana, el Conde de Montijo etc.

Ya en la última página Lesmes deja los formulismos y las ambigüedades y plantea con seriedad varias cuestiones concretas y reales: él y su grupo social tienen sus propios planes para conseguir ese ansiado diputado en Cortes.

Para ello primero Lesmes -la Junta-, se coloca frontalmente contra el nombramiento de regidor a cualquiera de los cinco miembros de la Junta. Cuestión práctica de buen gobierno, desea la separación total de la Junta de Defensa, del Ayuntamiento de Trujillo; no quiere infiltrados, no quiere interferencias peligrosas.

Después propone que se eleve el número de regidores, muy posiblemente esto sería conveniente para los planes “juntista” locales, desde luego de esta manera se ampliaría la participación ciudadana en la votación.

Finaliza esta página completando su ideario, que es el de la Junta que preside. Propone un cambio práctico en la normativa legal de la nación para las elecciones a Diputado: No es preciso que estos sean naturales de la provincia, bastaba con ser residentes, estar casado en ellas con una extremeña, desde hace mucho tiempo. Nada dice ahora de la condición de “patricio” antes mencionada.

Las Cortes quedaron perplejas ante un documento tan complejo y a la vez tan simple, que sale al final con estas proposiciones tan particulares y lo tuvo olvidado durante bastante tiempo.

La carta traza un perfil muy concreto de proposición para Diputado en Cortes: no tenía por que ser noble, bastaba residir y estar unido a Extremadura por casamiento y por supuesto, tener buena conducta y posibilidades económicas etc.

Como vemos, el perfil que nos traza la Junta -Lesmes- en el final de la carta no encaja con la precisión debida en el personaje de D. Mariano del Amparo, Conde de Noblejas: era patricio, no residía en Extremadura y no estaba casado con una extremeña en aquel momento 46.

Sin duda que ese perfil debía ser concretado con algunos nombres muy cercanos a la Junta trujillana. Supongamos el suyo, el de Lesmes Bravo. Como vimos en la documentación aportada de Lesmes en la nota nº cinco, de él no ignoramos su lugar de nacimiento: Burgos; ni su estado civil, casado, probablemente en Trujillo donde hemos visto que llegó a los dieciocho años. No resulta demasiado presuntuoso para un hombre que, en el plazo de seis años escaló desde ser rechazado aspirante a aguacil mayor a primer corregidor electo de la ciudad de Trujillo, en cuyo puesto derrotó, con suma astucia y políticamente hablando, al mismísimo marqués de la Conquista.

Tal vez resulte más propio Manuel Malo de Molina, acompañante de Lesmes en numerosos documentos; es granadino, médico de profesión, está viudo en 182447; fue posterior alcalde constitucional que inaugura una dinastía de políticos liberales durante gran parte del siglo XIX 48.

Creemos que en la carta se dirige a este grupo de españoles que habían salido de su lugar de nacimiento y perdían sus derechos con ello. La Junta de Trujillo tenía razón. La nueva Constitución acogió esta iniciativa en su artículo 91.

Sigamos para ver como terminó este asunto. Faltan los libros de Acuerdos Municipales correspondientes a los años 1810 y 1811 por lo que no sabemos nada procedente por estas fuentes. El Diario de Sesiones de las Cortes de veinticinco de octubre de 1810 da cuenta de la llegada de esta carta y de los numero- sos problemas que plantea; fue enviada a la comisión de Justicia de las Cortes49.

La contestación de las Cortes al documento no llegó hasta el 14 de marzo de 1812, un año, cuatro meses y diecisiete días después. Lo hizo con la inserción de un escrito de la comisión de Poderes, en el citado diario de ese día (ver doc 7). Ya hablamos de su contenido en el sentido del reconocimiento propio de la ignorancia de la legislación pasada en lo relativo al excepcional caso extre- meño de elección a Diputado representando a ciudades de las antiguas Cortes. No había tiempo de más ya que el diecinueve de marzo se aprobó la nueva Constitución que contenía nueva normativa y se suprimía este tipo de elección.

8.3. Conclusiones

Tras la documentación aportada y con el estudio realizado a partir de las mismas, queda esclarecido, ya sin lugar a duda, que lo legal para asistir a las Cortes de 1810 era que, tras unas elecciones adecuadas, Trujillo y Mérida hubieran representado a Extremadura, como provincia con derecho a voto en Cortes.

Igualmente hemos completado el contenido humano de los personajes más significativos, aunque parcialmente creemos que lo suficiente para tener una idea de su personalidad; al fin de cuentas no se trataba de hacer sus biografías.

De D. Juan Capistrano Chaves prácticamente se conocía el nombre y posteriormente tras leer el contenido de alguna de sus últimas cartas, se le tenía como una persona pusilánime que había llegado a ser diputado sin apenas mérito. Ahora vemos que no fue así, que su elección para diputado vino precedida de un largo y serio compromiso en los asuntos municipales, basta como ejemplo su asistencia a las cincuenta y tres sesiones de pleno municipal en el año 1806, un año de los que fue regidor.

Podemos afirmar que Capistrano se desenvuelve con soltura en el escenario local pero sucumbe cuando intenta expansionarse. Juan, ya muy indispuesto con sus problemas gástricos, abandona a las puertas de Cádiz, cuando ve el mar en Ayamonte.

D. Jacinto Mª Orellana Pizarro se presenta a partir de 1806 escasamente comprometido con la política municipal, en sus primeros años como Marqués de la Conquista; posteriormente intenta permanecer cerca del poder local. Su actividad está centrada en la administración de sus bienes y sus compromisos con determinadas obras pías. Tiende a ocultarse en otros aspectos de su vida, entre ellos el político. No debemos dudar que tenía un grupo mayoritario de incondicionales, entre estos, los regidores que le votaron para diputado en Cortes.

Ante los nuevos tiempos D. Jacinto quiere seguir imponiendo sus viejas formas y desde luego se “perdió” en su salida a Bayona.

En el aspecto social se observa un grupo minoritario de tendencia liberal moderada; su ideología no parece ir más allá de intentar establecer sus derechos participativos; van llenando el Ayuntamiento cuando la nobleza -regidores perpetuos- lo abandona.

Es el grupo compuesto por una pequeña burguesía, representada por dos nombres: Lesmes Bravo Romero, de posición ascendente y de profesiones varias, apunta ser ganadero, apoderado, tratante, administrador en 1824 etc. todas estas ocupaciones eran necesarias en aquellos tiempos tan críticos. Más en la sombra está Manuel Malo de Molina, de profesión médico.

Ellos, sin duda, vieron respaldadas sus decisiones por numerosos simpatizantes, incluso del clero secular; de los setenta y cuatro nombres que suscriben el texto leído por el Conde de Noblejas ante las Cortes, el día diecisiete de marzo de 1814, ocho son del clero secular. No hay constancia de que el clero regular interviniera, ni a favor ni en contra 50.

No hemos encontrado ningún conflicto popular de tipo reivindicativo, bien de tierras, presentes en otros puntos de Extremadura, o bien participativo más allá de la posibilidad que ofrecían las elecciones por parroquias.

A esta división de carácter político, como parte de los diferentes grupos que estaban surgiendo en la España de comienzos del s. XIX, nosotros hemos añadido otra más local, de carácter familiar, en el amplio sentido de la palabra. Nos estamos refiriendo al enfrentamiento entre Noblejas y Orellana-Pizarro por la herencia del mayorazgo de los Pizarro; debió ser importante y no dejó de existir aunque sufriera altibajos en un tiempo tan dilatado. A la altura del año 1810 esta escisión se fue polarizando identificándose a nuestro juicio, con las dos tendencias políticas dominantes.

Tendió a acentuarse en los momentos de grave inestabilidad social; ellos movilizaron una parte importante de la sociedad local hacia una de las dos familias. Pensemos en el elevado número de criados, arrendatarios, clientes en general y sus familias que cada grupo podía movilizar y que, al menos sugestivamente, juzgaban necesaria su protección.

Los Noblejas aparentemente no parecen intervenir en los asuntos locales pero hay indicios innegables que entre el grupo de Lesmes y ellos existía un mutuo entendimiento.

En este aspecto, al final, los Orellana Pizarro supieron defender su mayo- razgo contra este nuevo envite.

9. APÉNDICE DOCUMENTAL

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imagen 7-1APÉNDICE DOCUMENTAL

Documento nº 2-1· Carta dela Junta de G0bierno de Trujillo a las Cortes. 11-10-1810.

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 APÉNDICE DOCUMENTAL

Documento nº 2-3· Carta dela Junta de G0bierno de Trujillo a las Cortes. 11-10-1810.

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 APÉNDICE DOCUMENTAL

Documento nº 2-4· Carta dela Junta de G0bierno de Trujillo a las Cortes. 11-10-1810. image024

 APÉNDICE  DOCUMENTAL

 Documento nº 3. Poema de Juan Capistrano Chaves

 POESIA

 A la Sociedad Económica de la Ciudad de Truxillo por D. Juan Capistrano Chaves y Bargas, natural de dicha ciudad y vecino de la villa de Acebo, en Extremadura Baxa.

Noble sabio congreso

Que con afecto fino

Resucitas la gloria

De esta ilustre Ciudad la gran Truxillo.

Permite que a tus plantas

Un patriota rendido

Llegue las gracias a darte

Aunque con ruda vena y tosco estilo.

Permite que mi lira

Simple sin artificio

Acompafie a su modo

La alegría común y regocijo.

Permite que me goce

De ver restituido

El lustre de la Patria

Por tu gran caridad y zelo activo.

La gran torre de Julio

Que en los pasados siglos

Fue de nobleza centro

Madre feraz de espíritus activos.

Pródiga de blasones

Con que sus nobles hijos

A porfía ilustraron

Sus altos suntuosos edificios.

Aquella que fecunda

Aun desde sus principio

Produzco en tantos Héroes

De ciencias monstruos, de valor prodigios.

Aquella cuyas glorias

En ecos repetidos

La fama publicaba

En países remotos y vecinos.

Aquella que ostentado

Riqueza y poderío

Colmada de abundancias

Burlaba de los tiempos el dominio.

 El ocio y la desidia

Triunfan de su descuido

Perdioó todo su lustre

Su grandeza poder y señorío.

Mirase pobre y sola

Su comercio estinguido,

La industria sin fomento

Las Artes sin vigor y los oficios.

Los talleres cerrados,

Desiertos los caminos.

En inaccioón las gentes,

Y los fértiles campos sin cultivo.

En situacion tan triste

Y estado compasivo

Tú Sociedad Ilustre,

Tomas a cargo procurar su alivio

Unis nuestros afectos

Generosos patricios

Para dar a la Patria

Mas solido esplendor y honor mas fixo

Para estirpar el ocio

Raíz de tantos vicios

Y desterrar abusos

Por la torpe ignorancia introducidos

Para ser el remedio

De tantos desvaríos

Que vergonzosamente

Yacen en la miseria sumergidos

Para llenar de luces

A todo ese recinto

Con que vea logradas

Las ventajas que ofrece el Patriotismo

Gozate pues Ilustre

Congreso distinguido

Y logren tus proyectos

El concepto y aplauso merecidos

Quiera el cielo que veas

Tus deseos cumplidos

Satisfechas tus ansias

Por la causa común y beneficio

Consigan tus desvelos

Mirar restablecidos

El honor de la Patria

Y la abundancia en medio de sus hijos

Por ti la industria tenga

Fomento y Patrocinio

Y levante las artes

toda su perfeccion, su mayor brillo

Los campos mejorados

Por tus sabios arbitrios

De Ceres y Pomona

Los frutos te tributan mas opimos

Y tu vivas gozando

Aplausos tan debidos

Dilatados elogios

De tu atención y tu cuidado digno

La protección gloriosa

 De Carlos el benigno

Asegure el acierto

De todas las ideas y designios

Y vivas finalmente

Por  tiempos infinitos

Ocupando la fama

La Sociedad Ilustre de Trujillo

APÉNDICE DOCUMENTAL

Documento nº 4. Respuesta de la comisión de Poderes sobre la carta de la Junta de Gobierno de Trujillo de 14-3-1812.

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APENDICE DOCUMENTAL

Documento nº. 5 Poder facilitado a D. Jacinto de Orellana Pizarro de 1-8-1810.

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1   SÁNCHEZ RUBIO, Mª Ángeles; TESTÓN NÚÑEZ, Isabel; SÁNCHEZ RUBIO, Rocio y de ORELLANA-PIZARRO GONZÁLEZ, Juan Luis (2008): Trujillo y la Guerra de la Independencia. Badajoz.

2    RUBIO ANDRADA, Manuel y RUBIO MUÑOZ, Francisco Javier, 2008: El ejército de Extremadura en la Guerra de la Independencia (1808-1811): bosquejo histórico. XXXVIII Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo, pág 301 y ss.

3  REDERO SAN ROMÁN, Sebastián (1989): “Las elecciones de 1810 en Plasencia.” Alcántara º núm. 18, pp 111-132.

4  SÁNCHEZ RUBIO, Mª Ángeles y otros. Op. cit., pp 89 – 90.

5  AMT. Padrón de 1824. Legajo 1035 (5).

6  AMT. Legajo 410.

7  AMT. Legajo 409-413.

8  AMT. Ibídem.

9  AMT. Legajo 416.

10  AMT. Legajo 409-413.

11  AMT. Protocolos José Ceciilo Bernet García, 1810.

12  SÁNCHEZ RUBIO y otros. Op. cit., pág 110.

13  SÁNCHEZ RUBIO y otros. Op. cit., pág 266.

14  AMT. Protocolos Francisco Antonio Blanco, 1794-1830, folio 139.

15  http://www.geneall.net/H/per_page.php?id=1162595

16  AMT. Protocolos Francisco Antonio Blanco, 1794-1830, folio 139 ss.

17  MUÑOZ DE SAN PEDRO, Miguel (1970/1): La sombra de Dª Isabel de Mercado. Revista de Estudios Extremeños. Badajoz. (1950): Las últimas disposiciones del último Pizarro de la Conquista. Boletín de la Real Academia de la Historia. Madrid, t/127, pág 417 ss.

18  Biblioteca Jurídica de la Revista General de Legislación y Jurisprudencia. Recursos y competen- cias II. 1857 Madrid. Jurisprudencia Civil: Colección completa de sentencias, vol II, sentencia 49, pág 58-66.

19  DOMÍNGUEZ AGUDO, Mª Reyes (2004): El Estatuto de Bayona, pág 168, 175, 213. Madrid. Memoria de Doctorado. Universidad Complutense. Facultad de Derecho. http://eprints.ucm.es/tesis/der/vcm-t27694.pdf

20   VILLANUEVA,   Joaquín Lorenzo (1820): Apuntes sobre el arresto de los vocales de Cortes ejecutados en Mayo de 1814 escrito en la cárcel por el Diputado Villanueva uno de los presos. Madrid.    Pág     21.    Imprenta   de     D.     Diego    García    y     Compay    y     Compañía. (1825): Vida literaria de D. Joaquín Lorenzo Villanueva. Londres. Tomo II, pág 163. http://www.1808-1814.org/articulos/esosdias.html

21   Apéndice Documental. Documento nº 1. Exposición del Conde de Noblezas ante las Cortes. Diario de sesiones de 17 de marzo de 1812

22  REDERO SAN ROMÁN, Sebastián: Op. Cit., p. 116 y ss.

23   GÓMEZ VILLAFRANCA, Román (2008): Extremadura en la Guerra de la Independencia. Sevilla, pp 222 – 223.

24  DE CADENAS y Vicent, Vicente (1987): Pleitos de hidalguía que se conservan en el archivo de la Real Chancillería de Valladolid, t. VIII, Cuesta-Díaz de Zumento, pág 61. Madrid. Leg. 1.154, nº10, Exp. 4201.

25  CHAVES Vargas Carvajal y Godínez, Juan Capistrano (1776): Poesia. Memorial literario instructivo y curioso de la Corte de Madrid. Tomo XIII. Imprenta Real. Madrid. Abril, págs. 612 – 615. Doc 3.

26  AMT. Legajo 409-413.

27  www.congreso.es/docu/blog/0000101440001.pdf

28  www.congreso.es/docu/blog/0000101440002.pdf

29  www.congreso.es/docu/blog/docs/0000101440006.pdf

30  BALLESTERO DÍEZ, José Antonio (2003): La compra por Extremadura del privilegio de voto en las Cortes de Castilla. Espacio, Tiempo y Forma. Serie IV. Historia Moderna, t. 16, págs. 255- 293

31  LORENZANA DE LA PUENTE, Felipe (2010): La representación política en el Antiguo Régi- men. Las Cortes de Castilla, 1665-1834. Universidad de Extremadura. Tesis Doctoral. Cáceres, vol II, pág 199 ss

32  Testimonio de las Actas de Cortes de 1789 sobre la sucesión de la Corona de España, y de los dictámenes dados sobre esta materia, publicado por Real Decreto de S. M. La Reina Nuestra Señora. Año de 1833. Madrid, Imprenta Real.

33  SUÁREZ, Federico (2002): Las Cortes de Cádiz. Madrid, ed. Rialp, pp 40-41.

34  AMM. Libro 56.

35  Apéndice Documenal. Doc nº 4.

36  AHPB. Protocolos Miguel Gómez Membrillar. 1810.

37  Gazeta de Madrid nº 49, pp. 491-495.

38  Archivo Municipal de Trujillo. Protocolos de D. Francisco Antonio Blanco: 1814/28-10-1814.

39  http://academiajurisprudenciapr.org/cadiz/documentos-constitucionales.

40  Archivo parroquial de Sta María de Trujillo. Difuntos, Libro nº 4, folio 11 resto.

41  SÁNCHEZ RUBIO, Mª Ángeles y otros: Op. cit., p. 83.

42  Apéndice Documental, nº 5.

43   Agradecemos a nuestro amigo Vicente Pastor González el facilitarnos la copia del documento original, ella fue el inicio de este trabajo.

44  Apéndice Documental, nº 2. www.cadiz2012.es/diputados

45  AMM. Protocolos de D. Ramón Josef Cuadrado, 3 / 8 / 1810.

46  MAYORAZGO Y LODO, José Miguel, 1996: Genealogía, vol II, pág  38.   Anales de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía.

47  AMT. Legajo 1035 (5). Padrón 1824.

48  SÁNCHEZ RUBIO, Mª Ángeles y otros. Op. cit., p. 64. No hay que confundir este Manuel Malo de Molina con el arabista de igual nombre, también granadino y nacido en 1818.

49  Apéndice Documental nº 6.

50  Apéndice Documental nº 1.

Sep 012011
 

Manuel Rubio Andrada y Francisco Javier Rubio Muñoz.

 

1.  INTRODUCCIÓN

1.1.  Generalidades

Nos produce cierto desagrado oír o leer los trabajos que de nuestros tres paisanos se vienen realizando con motivo de la conmemoración del 500 aniversario del nacimiento de Francisco de Orellana. Da la impresión que, todo está hecho, que todo está aclarado y que no existen posibilidades de encontrar más versiones del famoso viaje que la mencionada por estos autores sin que existan controversias cuando son éstas lo natural y lógico; es lo que marca la lectura de las fuentes más directas.

Por lo general, en la mayoría de esos trabajos se valoran generosamente de igual manera las fuentes directas –los escritos de nuestros tres paisanos- que las indirectas realizadas por los demás cronistas; compuestas éstas, en el mejor de los casos, a partir de los testimonios orales de protagonistas, generalmente acompañantes, y otros que se harían pasar por ellos e incluso imprecisiones supuestas por los mismos cronistas secundarios.

La utilización en nuestro trabajo de las numerosas fuentes secundarias generaban una cantidad de datos tan elevada que, por lo contradictorio del tema, al final eran una maraña imposible de ordenar. Por esto decidimos usar como base de nuestro trabajo los testimonios facilitados por Gonzalo Pizarro en su carta al rey de 3 de septiembre de 1542; la relación que el padre Gaspar de Carvajal realizó durante la navegación o recién terminada ésta, existente pocos meses después de la carta de Gonzalo y los documentos que Francisco Orellana presentó al Consejo de Indias el 7 de junio de 1543.

Otros escritos menos directos, posteriores, pero que estimamos de interés para atestiguar o completar lo dicho son empleados para reforzar y clarificar lo simplemente apuntado por nuestros tres personajes entre ellos destacan los de Pedro de Cieza de León; el relato de Pedro Ordóñez de Cevallos, firmado como el Clérigo Agradecido, primer sacerdote que penetra en parte de la zona con un propósito político – militar, en el último cuarto del s, XVI las cartas del padre Rafael Ferrer S. J., que intenta evangelizar la zona a principios del s. XVII y muy brevemente al cronista oficial Gonzalo Fernández de Oviedo.

Debemos aclarar que la fuente facilitada en la relación del padre Carvajal, en las primeras páginas que son las que hemos utilizado, suele utilizar una construcción conceptista en las frases que, sin perder el sentido de los hechos, permite hacer una lectura más extensa y profunda de los mismos, sin perder el sentido del relato y sin alejarnos de la realidad. Otras veces, por determinados detalles, podemos saber lo sucedido a pesar de que se nos narraron unos hechos con apariencia de absurdos pero que nosotros hemos reinterpretados con buena lógica.

En lo tocante a Orellana, si se toma el relato de fray Gaspar superficialmente jamás se duda de los nobles fundamentos de su viaje: fue un héroe mitológico de conducta intachable. Lo contrario supondría sospechar la posibilidad de traición no ya en Orellana, sino en cualquier héroe. Esto choca de lleno con la épica, que al fin de cuentas es el género predominante al que la mayoría han dado lugar. Esta actitud, tan simplista tiene que ignorar por medio del silencio la relación basada en los datos que nos proporcionó Gonzalo Pizarro.

La Historia muchas veces es difícil de completar y contar. En nuestro caso lo es desde el principio, desde los orígenes, debido a la doble finalidad que encontramos en las mencionadas fuentes. Radicalmente para Gonzalo, Orellana es un traidor; para fray Gaspar es un héroe.

En nuestro trabajo hemos descubierto la posibilidad de que no fuera ni lo uno ni lo otro. Como se verá, tras la lectura y comentarios de estos párrafos se puede llegar a la conclusión de que los dos cronistas no conocían toda la verdad, ésta solamente era conocida por Francisco de Orellana y sus escritos fundamentales sobre el particular, si los hubo, no se encuentran.

En otro orden de cosas debemos abordar el problema de la determinación más o menos exacta de la ruta que siguieron. Inclinarnos por una u otra es fundamental para nuestro trabajo. Nosotros hemos tomado la opción por la que, tras abandonar el río Coca, asciende hacia las tierras de Pasto y Popayán y desciende por el río Putumayo, localizando entre éste y el río Caquetá, a los omaguas. Este trayecto es un destacado escenario que propicia la ambientación necesaria  a la narración de las acciones de nuestros personajes con una coincidencia bastante certera. Nos hemos inclinado por seguir la lógica de esta ruta porque casi todo en ella coincide. La opción no es nuestra, la encontramos propuesta por la artista colombiana Gilda Mora1.

Más adelante aclararemos también los desajustes en las distancias manejadas, por presentar las unidades empleadas, las leguas, aparentes imprecisiones.

Aunque encuentren buena correspondencia estos dos temas en nuestro trabajo, nos parecen propios de estudios particulares.

Nuestro trabajo tiene unos límites bien definidos. Comienza en Quito, con los preparativos y el inicio del viaje en fechas cercanas a febrero de 15402. Su término tiene lugar cuando surge la separación entre los personajes: Gonzalo queda en tierra con el real y Orellana con fray Gaspar y sus compañeros navegan “oficialmente” en busca de comida, a finales de ese mismo año3.

1.2.  Los personajes

No es frecuente que la narración histórica, no novelada, presente tres protagonistas de la misma ciudad y de edades cercanas. Gonzalo Pizarro nació hacia el año 1510, Francisco Orellana en 1511 y Toribio Medina sitúa el nacimiento de Gaspar de Carvajal sobre 15044. Nuestro Gaspar cuenta con unos 37 años al comenzar el viaje; Gonzalo y Orellana rondaban los 30.

Gonzalo Pizarro pasa a América en 1530 en compañía de sus hermanos Francisco, Hernando y Juan. Participó con su particular valentía, en todos los conflictos bélicos acaecidos a su familia en América. Francisco Pizarro lo nombra Gobernador de Quito como medio de acometer con diligencia la conquista del País de la Canela y el Dorado; cuestión que en ese momento se les escapaba de las manos por la marcha y posterior maniobra de Sebastián de Belalcázar ante Carlos I pidiendo una gobernación5..

Para tomar posesión de su nuevo cargo, Gonzalo marcha desde la recién conquistada Charcas a Quito, vía Lima. Desde aquí va agrupando soldados y enseres. En Lima convence a Fray Gaspar de Carvajal para que les acompañe. Juntos marchan a Quito donde Gonzalo Pizarro toma posesión de la gobernación que le había otorgado su hermano; a este acto asiste también Francisco Orellana que pasa a depender del nuevo gobernador como señor de Guayaquil y Puerto Viejo. Igualmente, al acto de posesión no debió faltar el paisano y capellán de la expedición Fray Gaspar de Carvajal por su muy probable estancia en esa ciudad por esas fechas y por ese motivo6.

Francisco Orellana llegó a América cuando tenía unos l6 años, es decir hacia 1527. Pronto se relaciona con el clan de los Pizarros, sus paisanos, y tras una estancia en Guatemala, marcha a Lima. En 1538, tras participar victorioso en la batalla de las Salinas, principio del fin de la guerra civil contra Almagro, es enviado por Francisco Pizarro como Teniente General a Puerto Viejo y Guayaquil, al norte del incario en el actual Ecuador. Como hemos dicho, en 1539 asiste y acata la toma de posesión de Gonzalo Pizarro como gobernador en Quito, era su gobernador7.

Gaspar de Carvajal, dominico, había partido hacia América en 1536 y en 1538 se halla en el convento de Lima como Vicario General. Gonzalo Pizarro, cuando marcha a Quito a tomar posesión de su gobernación en 1539, le habla del proyectado viaje al País de la Canela y el Dorado. La necesidad de capellanes que les asistan en sus necesidades espirituales, las posibilidades de evangelizar los nuevos territorios, la muy probable presencia de Orellana…animó a nuestro clérigo a acompañarle. Carvajal convencido, se traslada a Quito en ese mismo año8.

2. EL VIAJE

2.1.  Primera etapa: Quito – Valle de Zumaque (Zumaco, Çumaco)

2.1.1.  La entrevista

Nos dice el padre Carvajal:

“…venía a gobernar a Quito y a la dicha tierra quel dicho capitán tenía a cargo; y para ir al descubrimiento de la dicha tierra, fue a la villa de Quito, donde estaba el dicho Gonzalo Pizarro, a le ver y meter en la posesión de la dicha tierra. Hecho esto, el dicho Capitán dijo al dicho Gonzalo Pizarro como quería ir con él en servicio de Su Majestad y llevar sus amigos y gastar su hacienda para mejor servir; y esto concertado, el dicho capitán se volvió a reformar a la dicha tierra que a cargo tenía…” 9.

Aquí se nos menciona, con total nitidez, los dos objetivos de este viaje de Orellana a Quito: primero, asistir a la posesión de la Gobernación de Gonzalo y segundo entrevistarse con él para intentar “asociarse” en la próxima expedición.

Para acercarnos a las fechas de la entrevista y posesión que con Gonzalo celebró Orellana recurrimos al cronista Toribio de Ortiguera que, como ya mencionamos, determinar el tiempo de salida de la expedición de La Canela; fue un par de meses antes:

“…Por el mes era de Hebrero del año del nacimiento de Nuestro Redentor y Salvador Jesucristo de 1540…”10

Es lógico pensar que el padre Carvajal, paisano de ambos, debió tener algún conocimiento de la entrevista ya que como hemos mencionado, lo lógico es que estuviera al tanto en la toma de posesión de Gonzalo; allí vería también a Orellana, su compañero de próxima aventura, del que acabará siendo su parcial confidente.

La entrevista nos aproxima a un acuerdo entre los dos militares que en lo esencial consistía en un aporte a la expedición por parte de Orellana de veintitrés hombres. Orellana debía poder relacionarse con un mayor numero de caballeros ya que los había utilizado en la reciente reconquista de Guayaquil. Además contribuyó con una importante cantidad de dinero: 40.000 pesos de oro.

Nos lo dice Carvajal en la continuación:

“…que por no llevar más de veintitrés hombres…”11.

“…y para seguir la dicha jornada gastó sobre cuarenta mil pesos de oro…”12.

Por las crónicas solo sabemos que la contrapartida de Gonzalo consistía en aceptar en la expedición la compañía de Francisco y sus caballeros, la aporta- ción económica; y según Cieza de León a cambio Gonzalo le otorga el apetecible título de Teniente General del Real que solía llevar consigo elevados privilegios a la hora de repartos.

”… al cabo de algunos días llegaron a Zumaque, donde estaba Pizarro é toda su gente, é con ellos recibió mucho placer, é nombró por su Teniente general á este Francisco de Orellana.” 13.

La cuestión del título no solamente lo sabemos por el cronista, Orellana no deja de mencionarlo en sus escritos de descargo presentados en el Consejo de Indias el día 7 de junio de 1543:

“ …la tercera, que no había causa para que yo me alzase, pues era el principal del real,…”

“…y a todo lo suso dicho vino por nuestro Capitan y Tiniente General, como lo era del dicho Gobernador; y agora hemos visto haberse desistido de dicho cargo que del señor Gobernador tenía por se excusar del mucho trabajo que tenía…”14.

2.1.2.  El regreso de Orellana

Tras la entrevista, Orellana vuelve a Guayaquil para realizar los preparativos del viaje y ordenar sus asuntos privados, cotidianos y futuros; después regresa a Quito. Debía venir ilusionado con la expedición, pero quedó perplejo ante los hechos: Gonzalo marchó con el real sin que aparentemente deje recado que lo justifique. No sabemos los motivos de su marcha pero sin duda faltó al acuerdo alcanzado entre ambos.

La crónica de fray Gaspar narra con rapidez y sin entrar en detalles descriptivos, esa parte del viaje de Orellana.

y cuando llególe fallo que era ya partido, de cuya cabsa el Capitán es- tuvo en alguna confusión de lo que debía de hacer…”15.

¿Qué hacer? ¿Seguir los consejos de los que les presagiaban un oscuro porvenir si continuaba? Es decir, regresar a sus tierras en Guayaquil y  Puerto Viejo o ir tras la riqueza de la Canela y el Dorado. La decisión se produce por la introducción de un elemento idealista en el razonamiento muy propio del siglo y del momento: Se recurre al servicio de su Majestad el rey Carlos I. Después sin más dudas se parte.

La carta de Gonzalo Pizarro a Carlos I nada menciona de la entrevista, de los preparativos de su primo, de la ida y vuelta de éste a Guayaquil, de la aportación económica, ni de las personas que Orellana aportó a la expedición, ni por supuesto, del inapropiado comienzo de marcha. En circunstancias normales es excesivo este silencio pero la finalidad de la misma carta –acusar de traidor a Francisco- explica como su carga emocional pudo imponer un silencio que, de no haber existido, habría tendido a beneficiar a Orellana: es pues la carta de Gonzalo una narración que, desde sus comienzos, rezuma partidismo. Francisco aunque no escrito, era en realidad su socio y como se ha visto, en apariencia, en esta ocasión, fue claramente rechazado, expresión que, como se verá, no evidencia abiertamente su oposición aunque fuera también deseado por Gonzalo para marchar en la expedición. De momento Orellana aguanta el envite sin aparentes problemas. A nuestro entender, a lo largo del viaje aflorará esa ambivalencia producida por una falta de sintonía, muy generalizada, que repunta al final de forma inesperada.

No está demás recordar brevemente lo que, nos cuenta Cieza al hablar del personaje Pedro de Puelles, en los tomos I y II de sus Guerras Civiles del Perú.

Nos dice que días antes de partir Gonzalo con su expedición, Pedro había llegado a Quito desde la costa; Pedro Puelles era reconocido enemigo de Belalcazar y en ausencia de Gonzalo quedó en Quito de Teniente y Justicia Mayor.

¿Quién era y de dónde venía el recién llegado Puelles en un momento tan oportuno para él?

Puelles llegó al Perú con las tropas de Pedro Alvarado en 1534. Compradas éstas, fue asimilado a las de Belalcazar. Desde entonces no deja de ocupar cargos político y militares importantes en la naciente sociedad quiteña. Dónde ya tuvo enfrentamientos con Sebastián.

No hacía mucho, hacia 1538, había sido apresado por Belalcazar en la población de Villaviciosa de la Concepción de Pastos, donde era Primer Teniente de Gobernación. Preso, fue trasladado por la expedición de Belalcazar hacia el norte. Tras dejar la sabana de Bogotá, lo lleva hasta Cartagena de Indias. Antes de marchar a la Península Belalcazar lo devuelve con destino al Perú; lleva informes para Francisco Pizarro sobre sus movimientos. Las pretensiones de Belalcazar eran claras: marchaba a la Península a solicitar para si la gobernación de Quito. Finalmente se le entrega la de Popayán.

Belalcazar marchó a la península en el mes de julio de 1539; consiguió la Gobernación de Popayán con los títulos de Adelantado y Gobernadpor Vitalicio, en marzo de 1540 y regresó a América en  1541.

En febrero de 1541 sale la expedición de Gonzalo. Es muy probable que esos informes que traía Puelles influyeran poderosamente en el adelanto de la salida de la expedición sin esperar a Orellana.

Sigue el viaje lleno de dificultades y sin indicios de que Pizarro le aguardara, piensen que el territorio acababa de ser depredado por miles de bocas de las personas y a nimales de la expedición. Por su corto número, los indios los hostigaban continuamente… el resultado fue que padecieron mucha necesidad, penalidades, sufrimientos…. Perdieron todo lo que llevaban, según Carvajal.

La terminación de esta primera etapa ofrece escasa imprecisión; su situación está definida con mucha aproximación en el valle de Zumaque.

Zumaco (Zumaque, Çumaco en las crónicas), es el nombre actual de un volcán, pero en el s. XVI la extensión de su contenido era más amplia. Los cronistas la identifican con una ciudad, un valle, o un río.

Según Gonzalo Pizarro, nuestros expedicionarios están a 60 leguas de Quito.

“…y fuimos siguiendo el viaje hasta llegar a la provincia de Çumaco, que habrá bien sesenta leguas…”16.

Menos preciso resulta el relato de Carvajal por tener perdido el número de leguas en el manuscrito que manejamos y menciona una provincia que aun no hemos sido capaces de localizar: la provincia de Motín.

“…y de esta manera entró en la provincia de Motín, donde estaba el dicho Gonzalo Pizarro con su real17.

¡Ojo!. Según el cronista Pedro de Cieza de León están a 30 leguas de Quito.

”…Llegaron al valle de Zumaque, que es donde más poblado e bastimento hallaron y está treinta leguas de Quito18.

Hemos mencionado este párrafo de Cieza para aclarar la diferencia de las medidas de longitud, que, desde los primeros años tanto han confundido a los cronistas secundarios. Son exactamente el doble de las que emplean Gonzalo y Carvajal. Ello es debido a la utilización de unidades diferentes. Las que utilizan Gonzalo y fray Gaspar se basaban en la milla árabe o de Alfagrano que equivale a 1.973,5 km (2 km); en cambio en las crónicas de Ponce de León se utilizan las millas de postas implantadas en Indias a partir de 1.587 con un valor aproximadamente el doble, unos 4 km.

En el mismo sentido diremos que Cieza menciona la población de Hatunquijo (el gran Quijo) como la primera a la que llega D. Antonio Rivera, Maestre de campo de Gonzalo que encabeza la expedición. Es población hoy conocida.

“…D. Antonio se partió é anduvo hasta que llegó al pueblo de Hatunquijo…”19.

Hatunquijo en la actualidad se localiza junto a la población de Cuyuja en el valle de Papayacta, en el trayecto Quito – Baeza. Esta ciudad, Baeza, está actualmente a 106 Km de Quito y fue fundada en 1559 . En época colonial fue la ciudad principal del valle de los Quijos20.

Si unimos los topónimos Hatunquijos y Zumaco con las medidas aportadas en leguas (60 leguas =120 km) podremos afirmar que Gonzalo se dirigió al valle del río Quijo y asentó por primera vez el real en las proximidades de la actual ciudad de Baeza (Ecuador) que entonces no existía como tal.

2.2.    Segunda etapa: Zumaque -Quema

2.2.1.  La prospección de Gonzalo.

Gonzalo decide ir a encontrar la localización exacta de los afamados árboles canelos y que Orellana quede al mando del real, como hemos dicho en un lugar de la zona de Zumaco, próximo a la actual ciudad de Baeza (Ecuador). La situación de ese lugar de la especiería era medianamente conocida por una expedición reciente de Gonzalo Díaz de Pineda quien los acompañaba como guía, según nos cuenta Cieza de León. Obtenidos los datos objetivos, tantearía su aprovechamiento económico para su familia y para su rey.

Nos dice fray Gaspar de Carvajal:

“…Después quel dicho Capitán llegó, el dicho Gonzalo Pizarro, que era Gobernador, fue en persona a descubrir la canela,…” 21.

Gonzalo Pizarro nos narra así esta parte de la expedición:

“…procuré de me informar á que parte era la tierra de la Canela de algunos indios que yo había fecho tomar de los naturales, los cuales dijeron que sabían donde estaba la tierra de la Canela; y como fuese cosa de que tanta noticia se tenía y tan rica tierra era habida, porque V. M. mejor y más cierto fuese informado de la verdad, determiné de ir en persona á la ver con ochenta soldados a pie…”22.

Puestos en Zumaque, entre lo que sabía Diez de Pineda y lo que le dijeron los indios la localización de los árboles canelos no sería difícil. Pero en la narración de Gonzalo que acabamos de mencionar, les presuponía asentados en buena tierra:

“…y tan rica tierra habida…”23.

Pero desde Zumaque, ¿hacia donde se dirigió Gonzalo Pizarro por espacio de algo más de dos meses, con sus ochenta soldados entre los que se debía encontrar Pineda, el guía “oficioso”?. No lo sabemos bien. Pero algo más adelante del viaje, Fray Gaspar de Carvajal nos clarifica algo este aspecto:

“…no era cosa para seguir un río y dejar las çabanas que caen a las es- paldas de Pasto y Popayán,…” 24.

Pizarro exploraría el territorio sin un rumbo fijo, lo que no hay dudas es que la expedición marchó después bastante al norte; si dejaron las çabanas de Pasto y Popayán es por que habían llegado a ellas.

Estos detalles tan precisos para la orientación de la expedición es silenciado en el comentario que en la nota nº 88 dedica Toribio Medina a la enumeración de las ciudades de Pasto y Popayán25.

En sus comienzos debieron seguir la corriente del río Quijo. Pero llegados al punto en el que este dobla y pasa a otro valle tomando el nuevo nombre de Coca, según la ruta que nosotros seguimos, siguieron ascendiendo hacia el norte, como dice la crónica de fray Gaspar, hacia las çabanas cercanas a Pasto, ciudad situada en el sur de Colombia.

En la versión más difundida, los expedicionarios continúan el curso del río, ahora llamado Coca, hasta el Napo y después siguieron éste hasta el Amazonas. Es decir era una ruta que parece no fue diseñada para buscar los territorios con la Canela, ni las riquezas del Dorado, iba directamente a descubrir el Amazonas.

Sin detenernos mucho, diremos que para nosotros esta última ruta carece de sentido principalmente por varias cuestiones:

Una, todos nuestros protagonistas sabían que la canela y el Dorado estaban hacia el norte o nordeste, hacia allí había marchado Belalcázar no hacía mucho; de allí venían todas las noticias relativas al oro del afamado tercer imperio y hacia allí los manda la crónica de Carvajal con la reseña de las dos ciudades antes mencionadas: Pasto y Popayán.

La segunda es que el paisaje natural que ofrece la ruta hasta aquí tan historiada no se corresponde bien con el “escenario” natural que nos mencionaron las crónicas directas. Es verdad que ambas rutas poseen tres islas en su desembocadura con el Amazonas: la del gran río que llevaban, el Putumayo-Iza en Brasil- y el Napo, con otro mucho mayor que les venía por la derecha, el Ama- zonas y al que Orellana llamo por ello río de la Trinidad (Lám 1).

Gonzalo nos menciona, antes de la separación, la existencia de unos omaguas, no amazónicos, en el gran río que acaban de descubrir, y que se localizan según los testimonios que aportamos, cerca del curso superior del río Putumayo y que los historiadores suelen silenciar (Lám II y III).

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Lám. 1. Nos narra fray Gaspar de Carvajal:“…vimos entrar por el río otro río muy poderoso y más grande, a la diestra mano: tanto era de grande que a la entrada hacía tres islas, de cabsa de las cuales le pusimos el río de la Trinidad;…”

Nosotros ahora debemos continuar con nuestros expedicionarios. Andaron el valle del río Quijo hasta las proximidades del volcán Reventador, situado a 53 km de Baeza, hemos mencionado que en las proximidades de esta ciudad -en Zumaco- estaba el real detenido; pasado este valle, dejarían el valle del río Coca y ascenderían por el corto valle del Azuela hasta el río Aguarico; aquí comienza el territorio cofán. Posiblemente remontaron algo este río y debieron cruzar el curso alto de al menos otros tres, los San Miguel, Guamuez y el Orito que discurrían de izquierda a derecha, de los Andes al llano, ya que, como veremos, cuando cambien de sentido de ruta y bajen todos el gran río, han de pasar tres desembocaduras de ríos importantes.

Lo proponemos como acciones necesarias antes de llegar a las tierras próximas a Pasto apoyados en la crónica de fray Gaspar y en la carta de Gonzalo que menciona en el descenso posterior del gran río, dos grandes desemboca- duras antes de la célebre tercera junta.

No dudamos que el límite oficial por el norte de esta expedición, era el señalado a Francisco Pizarro en la Capitulación de Toledo de 1529. Precisamente para llegar a ese territorio de demarcación, situado al septentrión de los quijos, había que atravesar el ocupado por los cofanes, donde cronistas directos aunque algo posteriores nos dicen que estaban los árboles canelos buscados por Pizarro y como se ve en no corto número.

El primer sacerdote misionero entre los quijos, cofanes etc. fue el padre Pedro Ordoñez de Ceballos, conocido como “El Clérigo Agradecido” quien desempeño su labor a finales del s XVI .

“…la provincia de los cofanes está del valle de la Coca (a do hay cura y beneficiado) veinte leguas, que las doce son de montaña, que todas son de árboles de canela y las otras son de árboles de lúcumos…”

“…Supe del Ladino otro camino por la tierra de cofanes, que toda es (como queda dicho) mas de doce leguas de árboles de canela.”

“Es cosa de grande contento y camino de mucho placer, porque la cordillera todo es canela, y acá abajo todo son árboles de lúcumas,…” 26.

De la lectura de estas cortas descripciones de D. Pedro Ordóñez se desprende que lo que sin duda disgustó a Gonzalo no fue el número de plantas que como acabamos de ver era numeroso, doce leguas de posta, es decir de cuatro kilómetros, equivalentes a unos 48 Km. Era la aspereza del terreno y posiblemente junto a esto la climatología adversa para la agroganadería: él, como los demás esperaban estos árboles en una tierra agrícolamente productiva y rica.

Nos lo menciona fray Gaspar y sin duda por no faltar a la verdad no hace referencia a la especiería:

“…y no halló tierra ni disposición donde Su Majestad pudiese hacer servicio…”27.

Nos dice Gonzalo:

“…y fui prosiguiendo la vía que los guías decían donde era tierra buena…”28.

Al cabo de más de dos meses de exploración con una climatología adversa debida a la zona ecuatorial donde se mueven y del rechazo a la explotación de los canelos, Gonzalo Pizarro no da marcha atrás, ni da la sensación de que cambien los objetivos de la expedición: la Canela, el Dorado y la tierra fértil. Él decide que la expedición continúe de nuevo.

“…bien más de setenta días…”

“…por razón de las grandes aguas y hambres que pasamos…”29.

El padre Carvajal nos narra como continuó el viaje:

, y así determinó de pasar adelante y el dicho Capitán Orellana en su seguimiento con la demás gente, y alcanzó al dicho Gobernador en un pueblo que se llama Quema que estaba en unas çabanas ciento treinta leguas de Quito, y allí se tornaron a juntar;…” 30.

Gonzalo dice:

“…Desde allí salí a otra provincia que se dice Capua, y de allí mande a por el real y fui prosiguiendo la vía que los guías decían donde era buena tierra, y todo siempre por montañas y sierras y haciendo camino de nuevo, y llegué a otra provincia que se dice Guema…”31.

3. TERCERA ETAPA: QUEMA – GRAN RÍO (RÍO PUTUMAYO)

3.1.  Todos en Quema

Por fin todos de nuevo en Quema a 130 leguas de Quito (260 km). Luego Quema se encontraría pasado el volcán Reventador aproximadamente a 87 km (140 – 53 = 87).

No nos lo dicen las crónicas pero antes de llegar a Quema ellos comenzarían a observar como el paso de la sombra de los objetos pasaba de norte a sur, es decir, ellos saben que han pasado el ecuador. Un poco más abajo, en el curso del río Aguarico, se sitúa la línea equinoccial (ecuador terrestre).

Allí arriba, próximos al río Orito, sin duda les surge un problema que no mencionan nuestros informantes pero que comienza a alterar a determinados expedicionarios.

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Lám. 2. Las dos rutas propuestas

¿Qué hacer?. Nuestros paisanos bien sabían que tenían límite en su marcha hacia el norte-noreste, era la primera Capitulación de Toledo de 26 de julio de 1529 en la cual se fijaba el paralelo 1º 20´ los derechos de Francisco Pizarro en el Perú. Este paralelo correspondía a la boca del río Santiago, en el pueblo indígena de Teninpuya32.

Aproximadamente este paralelo pasa por la ciudad de Pasto y Pasto era la última ciudad de la Gobernación de Quito por el norte. Por eso, sin mencionar directamente estas cuestiones, es referencia sugerida para la orientación de este viaje en la crónica del padre Carvajal. Decir Pasto y Popayán era lo mismo que indicar el límite norte de la gobernación de Pizarro, es decir de Nueva Castilla.

Quizás es posible que aún tuvieran una corta extensión por explorar, o ya habían salido de ella, pero tras esto, legalmente, era necesario volver o cambiar de rumbo.

Puede que con esta cuestión, en la expedición se acentuó un conflicto inter- no que vendría larvándose desde el fracaso de los árboles canelos, la climatología hostil, la tierra desechable para el cultivo etc.

Gonzalo Pizarro en su carta al rey no da noticias de la llegada del real a Quema; pero sabemos que allí interrogaron al cacique y éste les indicó que había tierra buena hacia abajo, es decir hacia el este, ya que al norte, al oeste y al sur son territorios altos,  andinos.

Nos dice Gonzalo:

“…fui del informado que más abajo era la tierra buena…”33.

No sabemos si cuando fue este interrogatorio había llegado el real a Quema, es de suponer que si, Carvajal así lo da a entender.

3.2.  El descenso por el gran río

Para seguir buscando el Dorado y tierras fértiles Gonzalo envía de exploración a D. Antonio Rivera, su maestre de Campo, regresa con sus 50 soldados tras quince días de prospecciones. Trae importantes nuevas: ha visto un poblado disperso a la orilla de un gran río; los indios tenían buen aspecto e iban bien vestidos. Era lo que Gonzalo esperaba, sin pérdida de tiempo, todos dejan Quema y cambian el sentido de la marcha hacia el gran río.

Pero veamos como nos cuenta el padre Carvajal estos sucesos:

“…y el dicho Gobernador queriendo enviar por el río abajo a descubrir, hubo pareceres que no lo hiciese porque no era cosa para seguir un río y dejar las çabanas que caen a las espaldas de Pasto y Popayán, en las que había muchos caminos;…” 34.

Como se ve la cuestión de cambiar el sentido de la exploración de forma tan radical no fue tan simple como nos narra Gonzalo ya que, como nos dice fray Gaspar, hubo varios personajes que se oponían a cambiar de rumbo hacia el este-sureste, en general todos los ríos importantes de esta zona tienen esa orientación; buscan el Amazonas. Estas voces discrepantes le indicaban que el rumbo debido era el opuesto, hacia el noroeste, es decir hacia la ciudad de Pasto, donde había muchos caminos que unían poblados y por lo tanto terreno fácilmente reconocible. Esto en realidad significaba la aceptación del fracaso de la expedición; apuntaban el regreso a Quito.

Del escrito y los hechos inmediatos que surgieron, se puede deducir que en esa reunión, donde hubo distintos cambios de pareceres, se llegó a un acuerdo. En éste, prevaleció la tesis de Gonzalo Pizarro de imponer un nuevo sentido a la marcha siguiendo el curso del gran río. Pero el modo en que se llevó a cabo deja espacio para suponer que en esta exploración iba con el freno de la pruden- cia echado: como veremos se le puso un espacio determinado. Repetimos que esta distancia debió ser la contrapartida de Gonzalo para silenciar de momento las voces más prudentes entre las que, según la crónica de fray Gaspar de Carvajal debían estar Orellana y él.

Nos comunica Gonzalo Pizarro:

“.Y luego como vino con esta relación, me partí y llegue á esta provincia, que se llama Omagua, pasando grandes ciénagas y muchos esteros…”35.

Detengamos lo preciso para situar esta tribu, ello nos acercará certeramente a la ruta de la marcha.

Estos nativos, los omaguas, eran uno de los diversos omaguas localizados en la Amazonía o sus proximidades; para nosotros su situación es clave para confirmar la verdadera ruta de la expedición.

Hasta estos momentos se habían movido por territorio cofán, relativamente conocido siquiera como límite de las tierras habitadas por los quijos, cuyos caminos principales se había conseguido seguir. En estos momentos, con el cambio de sentido, todo cambia.

Breves pero seguras son las citas que hemos encontrado para localizar a los omaguas a las orillas de un gran río que no es el Amazonas y antes de separarse los expedicionarios, es decir en el lugar apropiado a la descripción de Gonzalo.

Diremos que nos resulta extraño que Toribio Medina no le dedique una mínima reflexión cuando en su libro, que venimos manejando habitualmente, enumera el texto anterior (nuestro número 35). Trata de los omaguas, más adelante del relato de Carvajal, cuando la separación entre Orellana y Pizarro ha sido efectiva, concretamente en la página LXXXVIII al hablar de los irimarais.

irimais ó irimareses; son ya omaguas del río Amazonas o muy próximos al mismo36.

Encontramos los siguientes datos en el ya citado título, del cápitulo XXIX del Libro Segundo del padre Pedro de Ordóñez Ceballos que dice:

“Donde se contiene la descripción de la provincia de los Quijos, Omaguas, Cofanes y demás naciones.”

Algo más adelante en el mismo libro y capítulo se lee:

“…La provincia de los omaguas distan de Ávila y Archidona ciento treinta leguas, y son muchas con este nombre de omaguas en general, y en particular cada provincia tiene su nombre. Lo que de esta gente y provincia más en general se puede decir, es que andan desnudos, sin cubrir sus carnes con cosa alguna…”

“….La provincia de los nujas está de otra parte de un río grande de los cofanes, hacia los omaguas;…”

“…La provincia de los coronados está junto a ésta…”37.

Con relación a esta misma cuestión de los omaguas no amazónicos, encontramos también una cita en la descripción del ministerio y muerte del jesuita padre Rafael Ferrer, en ella parece que se ignora la reciente evangelización del P. Ordóñez. Su estancia en territorios muy próximos acaeció una decenas de años después. Al referirse a un viaje apostólico que realizó Ferrer descendiendo Cofán – Aguarico para vía Napo llegar hasta el Marañón (Amazonas), dice así:

“…Entre las diversas naciones que descubrió y visitó, las principales eran los coronados, omaguas y los avishiras…”38.

Esta corta reseña, testimonio de la evangelización del padre Ferrer en las proximidades del territorio de los cofanes, aunque breve, atestigua lo reseñado. Observemos como los coronados ya son nombrados en nuestra nota 37.

Continuando con el comentario de la estancia del padre Ordoñez entre quijos y cofanes se deduce que su relación con los omeguas fue distante, quizás de oídas más que de hechos pues no narra experiencia alguna con los mismos. Hay además un punto de divergencia con el relato de Gonzalo Pizarro es su desnudez –D. Antonio, el maestre de campo de Pizarro insiste en su vestido-. Aparentemente no hay ningún punto más de discrepancia. ¡Hasta aquellos territorios, tan apartados por la naturaleza del medio físico, incluso hoy mismo, les llevó Gonzalo!.

Continuemos el comentario: Al hablar de la localización de los nujas nos dice que su territorio estaba situado en los límites de los cofanes más allá de su río grande, hacia territorio omagua. Esto les sitúa al norte de Ávila y Archidona de las que según nos dice dista ciento treinta leguas. Si las leguas empleadas son las de posta serían 4 X 130 leguas = 520 Km. Si la distancia Archidona – Baeza – Quema son 204 Km vemos que el padre Ordoñez les sitúa quizás de- masiado al norte. Lo que si se deduce es que eran vecinos de los cofanes, y que se situaban al este de estos, más allá del gran río que no puede ser otro que el actual río Putumayo tal como se representó en el mapa realizado en los comienzos del s. XVIII por Delisle Guillaume.

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Lám. 3. Situación de los omaguas en el curso alto, entre los ríos Putumayo y Caqueta. Mapa de Delisle Guillaume.

Anteriormente vimos como en Quema, fray Gaspar nos insinúa con cierta elegancia las dos tendencias que habían surgido: seguir buscando los objetivos el recién descubierto río grande abajo, en general hacia el este-sureste, o aceptar el fracaso de la exploración y regresar a casa (Quito) por Pasto, es decir , en general cambiar de ruta hacia el oeste.

Al fin decidieron seguir explorando. Dejan todos Quema y sabemos que acaban descendiendo el curso de un gran río recién descubierto, durante 20 penosas leguas (40 Km); allí dan con un pequeño poblado en el que se detienen. Ya insinuamos que la exploración del maestre de campo D. Antonio y este límite de veinte leguas fuera quizás una prudente condición acordada en la reunión tenida en Quema por las dos tendencias que habían surgido al llegar al límite norte de la Gobernación. Se explica así más fácilmente el cambio de actitud de la facción más conservadora y prudente. Su finalidad parece ser un nuevo tanteo económico de las posibilidades que ofrecía el viaje en esta nueva dirección.

Nos lo dice Carvajal:

“…y todavía el dicho Gobernador quiso seguir el dicho río, por el cual anduvimos otras XX leguas al cabo de las cuales hallamos unas poblaciones no muy grandes…”39.

Para imponer su criterio y hacer posible seguir su camino, Gonzalo recurre a una acción que debió sorprender a todos: observa las relaciones de los indios; ve como se trasladan ágilmente, de un sitio a otro, en cientos de canoas y decide imitarles. Gonzalo decide construir un barco que sirva de ayuda a la marcha río abajo  y  comunique ambas orillas.

Así lo cuenta fray Gaspar:

”…y aquí determinó el dicho Gonzalo Pizarro se hiciese un barco para navegar el río de un lado a otro por comida…”40.

Recordemos que los objetivos materiales de la expedición eran básicamente tres: evaluar la cantidad de canela, conquistar El Dorado y poblar buenas tierras. Ahora, solamente Gonzalo en su carta al emperador, añade un objetivo novedoso: salir a la mar del Norte. Aunque parezca extraño Gonzalo intuía por sus conocimientos esa salida y trató a toda costa seguir río abajo.

Así nos lo dice él:

“…si no topásemos con buena tierra donde poblar, de no parar hasta salir á la mar del Norte…”41.

Pero volvamos a Carvajal. Antes de dar comienzo a la construcción del bergantín, nos cuenta que hay una nueva recriminación de Orellana en el sentido de dejarse de navegaciones y volver a lo conocido. El río Putumayo les debía asombrar por su gran caudal y amplitud. No es un río cualquiera, en algunas partes de su curso alto llega a tener más de 1 km de ancho. La selva, los manclares y esteros ocupaban sus orillas cada vez con más frecuencia. Es lo que la expedición iba viviendo en el día a día.

Reflexionemos ante esta situación: Orellana era ya rico;.poseedor de tres señoríos y por esto, no estaba en disposición de acometer largas y temibles aventuras. Sus tierras, algunas cerca de Pasto, le reclamaban la necesaria aten- ción política, militar y administrativa. Sus aspiraciones, como máximo la gobernación, no se correspondían con los derroteros que venía marcando Gonzalo y es lógico pensar que él deseaba justificadamente el regreso, no debemos olvidar que le acompañaban algo más de una veintena de caballeros y al menos su estimado fray Gaspar. Pero no podían desertar por su honor y por los Pizarros dueños totalmente de la situación.

Bajo esta presión Carvajal añade:

“…y aunque el dicho Capitán era de parecer que no se hiciese el dicho barco, por algunos buenos respetos, sino que diesen vuelta a las dichas çabanas y siguiésemos los caminos que iban al dicho poblado…”42.

Como vemos el hecho de oír la iniciativa de construir el barco no solo no llama la atención de Francisco Orellana, más bien ocasiona su rechazo.

Sin embargo hay un momento en el que parece cambiar de actitud, la narración nos lo precisa: Carvajal nos menciona como abandona su actitud de prudente oposición y pasa a organizar la actividad de la construcción naval sin desagrado. ¿Había pasado alguna nueva idea por su cabeza que le hizo cambiar de actitud?. Creemos que es posible. De todas formas cuando dejado ya el Real, río abajo, construyeron el otro bergantín en Aparia, obró con la misma solicitud.

Nos dice Carvajal:

“…, visto esto, anduvo por el Real sacando hierro para clavos y echando a cada uno la madera que había de traer…”43.

Como se aprecia Gonzalo no da vuelta atrás; es partidario de continuar el descenso del gran río y decide que todos lo hagan.

Hecha la botadura del barco, debieron seguir descendiendo por la margen derecha del río Putumayo ya que en la izquierda Gonzalo nos ha contado que se encontraban los siempre temidos omaguas. Los enfermos y pertrechos más pesados irían navegando, ya era un buen alivio, y unos por tierra y otros por agua descienden otras 50 leguas (100 km).

Completa Carvajal:

“…y seguimos el río abajo otras L leguas, al cabo de las cuales se nos acabó el poblado y íbamos ya con mucha necesidad y falta de comida, de cuya causa todos los compañeros iban muy descontentos y platicaban de se volver y no pasar adelante, porque se tenía noticia que había gran despoblado;…” 44.

La obtención de comida se convirtió en necesidad urgente. Ante este hecho la gente vuelve a estar descontenta y quiere regresar antes que sea demasiado tarde. Nadie quería seguir río abajo y por ello aparecen motivos para una verdadera rebelión.

Una mirada superficial de estos momentos claves, en las dos fuentes, parecen indicar una clara disparidad pero, a nuestro entender, se complementan.

Veamos lo que nos dice Gonzalo de estos momentos con sabrosos pormenores que a nuestro entender, pueden servir para aclarar algo los acontecimientos posteriores.

“…vino a mí el capitán Francisco de Orellana y me dijo como las guías que yo en su poder tenía puestas por mejor guarda y porque los hablase y dellos se informase de la tierra adentro,…” 45.

En su marcha, Gonzalo seguía la costumbre de tomar rehenes; varios caciques les acompañan como presos desde el primer poblado que encuentra en este río, además lleva los guías indios quienes irían en parecidas condiciones. Nos menciona, con bastantes detalles, dos de los cometidos de Orellana en lo relativo a estos rehenes: era responsable de su vigilancia y de recabar información de los mismos. Era conocedor de sus lenguas como se nos mostrará más adelante, a lo largo del descenso por este río.

Por lo general la interrogación a los presos, es confidencial. Ello induce a Orellana a manifestar a Gonzalo, lógicamente en privado, que los serios problemas de subsistencia tienen solución río abajo:

“… y me dijo que las guías decían quel despoblado era grande y no había comida ninguna hasta donde se juntaba otro río grande con este por donde caminabamos, y allí una jornada río arriba había mucha comida…” 46

Orellana le propone dos cosas: la primera es donde encontrar comida y la segunda es como llevar a cabo este hecho y para ello se ofrece personalmente a tomar el mando del viaje de tan difícil prospección.

Ahora y aquí se nos muestra una nueva faceta de Orellana: toma la iniciativa y se constituye por unos días en protagonista visible de la expedición; a pesar de que resulte extraño Gonzalo lo acepta. Mal le deberían ir las cosas a Gonzalo en ese momento. Poco después, se nos dice, marchará al mando de los escogidos a encontrar nuevas tierras con alimentos.

Prosigue Gonzalo:

“…que él quería tomar trabajo de ir á buscar la comida donde los indios decían, porquel estaba cierto que allí la habría;…”

“..y que dándole el bergantín y las canoas armadas de sesenta hombres, quel iría a buscar comida y la traería para socorro del real…”47.

Hagamos un alto en el viaje y reflexionemos sobre estas dos cuestiones:

¿Por qué este cambio tan radical en Orellana?. Recordemos que hace unos días deseaba con reiteración, marchar en retirada en sentido contrario, hacia las tierras de Pasto.

Por otro lado, ¿qué cosas podía hacer Gonzalo con el real, a punto de levantarse, frente a su decidida voluntad de continuar hacia el sureste, río abajo?.

Orellana estaba en un grupo formado por al menos su veintena de caballeros, sus caballeros, y el clero; eran al menos, veinticinco voces dispuestas a susurrar a diestro y siniestro sobre la conveniencia de volver, de regresar. Entre las diversas opciones había pues una por la que Gonzalo se inclinó; era permitir el envío de Orellana y los dos religiosos, fuentes importante de las discrepancias según manifiesta el manuscrito del padre Carvajal. Por unos días todo volvería a la calma y de esta manera lograría solucionar los dos problemas que más le acechaban: la sublevación interior y la necesidad de alimentos.

Los no ocultos deseos de sus paisanos, fray Gaspar y Orellana, de marchar río arriba, a las cercanías de Pasto, es decir volver a casa, eran una garantía de su regreso. Según nos refieren las dos fuentes, su decisión vino facilitada por el ofrecimiento del propio Orellana. De esta manera los rumores de sublevación desaparecerían  y su gente volvería a ser aguerrida, como siempre lo había sido.

Además Gonzalo nos añade que hubo una condición concreta, muy precisa, para la autorización del protagonismo de su primo y que Carvajal no menciona quizás por ignorarlo, dadas las características confidenciales de las declaraciones de los presos.

nos dice Gonzalo:

“…y por ninguna manera no pasase de las juntas de los ríos…”48.

Esta junta de los ríos es clave en el relato de Pizarro, para acusar a su compañero de traición ante Carlos I.

Ahora variaremos de personaje e intentaremos acercarnos a las causas que debió tener Orellana para decidir un cambio de actitud aparentemente tan radical.

Orellana, como hemos visto, se ocupaba de “interrogar-conversar”, es decir obtener políticamente y aparentemente sin violencia información de los rehenes; por tanto podía manejarla prudentemente según sus fines. Esta información, como ya se ha dicho, no sería pública, por sus características, sería siempre confidencial.

Él sabía con certeza y exactitud, por esas declaraciones, no solo la localización de las juntas, también el territorio señalado por los indios como pleno de víveres recordemos su expresión ya escrita: porquel estaba cierto que allí la habría. Posiblemente también sabía que el lugar estaba abandonado tras una incursión de otros indígenas vecinos, ¿omaguas?. Es muy probable que algún prisionero en su poder hubiera participado en la invasión o relacionado con la misma pues eran tribus vecinas.

Por su función debía saber eso y algo más. Es lógico pensar que dado su puesto de “conversador” con los indios, Orellana les hablara también de sus deseos, de dejar la expedición y volver a Quito por rutas benévolas. Los presos se lo debieron indicar y Orellana lo guardó en lo más recóndito de su corazón y obró en consecuencia.

El relato arrancado a los rehenes indios debió ser algo parecido a esto: navegando Putumayo abajo y ascendiendo por el tercer río de notable caudal, pronto, en un día, encontrarían alimento y podía devolverles a territorio conocido en unas pocas jornadas más, pues ese río es uno de los principales del territorio de los cofanes; donde ya habían estado evaluando la rentabilidad económica de los árboles canelos.

La información, la de la tercera junta de los ríos por donde deberían ascender a buscar comida, era una información que Orellana comunicó posteriormente a Gonzalo a quien los presos le confirmaron lo dicho. La segunda cuestión, la del territorio conocido habitado por los cofanes no se la mencionaron ni el uno ni los otros. ¿Por qué?.

Ahora contestamos a este ¿por qué?. Llegar a territorio cofán era regresar a Quito por un camino conocido y fácil, pero si Gonzalo Pizarro conocía ese detalle, dada su obcecación por seguir explorando el río grande abajo, es muy probable que ni los frailes ni su primo hubieran embarcado.

Esta hipótesis justifica la decisión del embarque río abajo, Putumayo abajo, de Orellana, fray Gaspar, y según el cronista Fernández de Oviedo, el otro clérigo y dos trujillanos más –paisanos-. Sencillamente intentaban buscar una nueva ruta de regreso para todos o al menos para los que lo desearan.

Todavía podemos profundizar algo más. El cronista Pedro Cieza de León puede aproximarnos a un entendimiento o pacto entre Orellana y los rehenes por obtener toda la información lo más cierta y detalladamente posible.

Dice Cieza:

“…é, viendo un día que no había mucho cuidado en los mirar, se echaron con la cadena al río, é pasaron de la otra parte sin que los cristianos les pudiesen tomar,…” 49.

¿Cómo se explica la escapatoria de estos, en esos días, si hubieron de atravesar el gran Putumayo, que ya tenía más de media legua de ancho (1 km), nadando encadenados?. Ponce nos pone una vez más en una situación increíble. Lo probable es, que si existió tal escapatoria, sería acordada, porque alguien los liberó antes de las cadenas.

El río que tenían que ascender tras la junta sería probablemente el actual río San Miguel, les mandaba a territorio de los ya conocidos cofanes.

image011 Lám. 4. La unión del río S. Miguel con el Putumayo

Orellana estaba también en disposición de saber que lo dicho anteriormente por los indios tenía visos de ser verdad pues si habían cruzado varios ríos que discurrían hacia la derecha cuando la expedición ascendía hacia el N-NE; variaron la ruta hacia el hacia el S-SE, al descender con el barco por el gran río, forzosamente tendrían que atravesar otra vez alguno de los mismos ríos que habían cruzado antes, esta vez por su desembocadura en el Putumayo. Por tanto, repetimos estaba en disposición de juzgar si tenía posibilidades de ser o no verdadera una información que surgiera de los rehenes en este sentido (Lám IV).

Continuemos con lo que nos dice Gonzalo Pizarro:

pues los guías habían dicho que en el principio del despoblado había dos ríos muy grandes, que no se podían facer puentes,…” 50.

Esos tres afluentes del río Putumayo, que necesariamente pasó nuestra expedición en sus cursos altos al ascender hacia las tierras de Pasto y Popayán, son los ríos San Miguel, Guadanés y Orito,  no hay otros significativos, luego la expedición podría haber llegado hasta el Orito y antes de la desembocadura del río Conejo doblar Putumayo abajo.

El ascenso por el San Miguel, el tercer río, de Gonzalo y los restos del real, les llevó a divisar las cumbres de los Andes y pasarían, más arriba, a la vertiente del Aguarico y a partir de allí seguirían una ruta alternativa a la empleada en la ida, por el Azuela y el Quijo. Esta fue posiblemente la ruta que siguió Gonzalo andando, en su regreso a Quito como se puede comprobar por el relato de Cieza de León51, invirtieron en ello entre 7 y 8 meses.

Volvamos a días anteriores y observemos lo escrito por fray Gaspar; veremos como se ignora en su crónica el hecho de la junta de los ríos y otros pormenores:

“…,y el Capitán Orellana viendo lo que pasaba y la gran necesidad en que todos estaban, y que había perdido todo cuanto tenía, le pareció que no cumplía con su honra dar la vuelta sobre tanta pérdida, y así se fue al gobernador y le dijo cómo él determinaba dejar lo poco que allí tenía y seguir el río abajo, y si la ventura le favoreciese en que cerca hallase poblado y comida con que todos se pudiesen remediar, que él se lo haría saber,…” 52.

De este párrafo se puede deducir que dado lo estéril de la expedición y los problemas de supervivencia que iban surgiendo, por la cabeza de Orellana debió pasar la posibilidad de unirse a la sublevación en germen y volver a Quito. Debió ser esto lo que su honra no le permitía hacer y lo debió hablar confidencialmente con fray Gaspar por eso éste puede insinuarlo en su relación.

No dudamos que Carvajal y demás compañeros del real ignoran el detalle de las juntas de los ríos. Este silencio por ignorancia que a nosotros nos resulta de poca lógica, por las razones que fuera, no lo era para los jefes de la expedición. Se trataba de un dato manejado en conversaciones confidenciales entre los dos mayores dirigentes militares de la expedición. No olvidemos que Carvajal pertenecía al estamento religioso.

De haber sido público el dato de la junta de los ríos como límite de la expedición, algún cronista indirecto, de los de primera época lo hubiera mencionado. Nada de ello dice Fernández de Oviedo en su carta al cardenal Pedro Bembo, ni en su famosa Historia general y natural…Otros cronistas no lo ponen claro, en concreto Cieza coloca las dos versiones etc.

Según Carvajal, fue Orellana quien puso condiciones: no le debían esperar mucho tiempo, 3 o 4 días; si estos trascurrían que diesen la vuelta y buscasen poblado y comida.

Continúa fray Gaspar:

“… y que si viese que se tardaba, que no hiciese cuenta dél, y que, entre tanto, que se retragese atrás donde hubiese comida, y que allí le esperase tres o cuatro días, o el tiempo que le pareciese, y que si no viniese que no hiciese cuenta dél; y con esto el dicho Gobernador le dijo que hiciese lo que le pareciese….”53.

El tono final que fray Gaspar pone a su relato es que a pesar de lo dicho por los presos, cuestión que parece conocer de manera muy general e imprecisa, la expedición en busca de comida tenía un fin difícil, todo era dudoso e incierto y se contemplaba claramente la posibilidad de no regresar. A pesar de ello y por extraño que parezca, él y su compañero religioso se embarcan. No es lo que Francisco Orellana había “vendido” a Gonzalo recordemos que le dijo que la localización del poblado con alimentos situado tras la junta era una cuestión cierta.

¿Qué función hacían en este viaje de ida y vuelta, de conquista y requisa alimenticia los padres Carvajal y Vera?. Parece lo más lógico que hubieran quedado para atender las necesidades espirituales del real. Con buena lógica, la posibilidad de regresar a casa sería una causa que puede contribuir a explicar este hecho.

Gonzalo acepta y lo autoriza, nos da la impresión que, aparenta resignado ante los acontecimientos y el creciente protagonismo de su primo. Aunque ya hemos apuntado como las circunstancias sociales de la expedición contribuyeron de manera decisiva a explicar la autorización de ese protagonismo.

Hubieron de desembarcar los menesterosos y algún bagaje ya que se pretendía volver cargados con alimento. Después Orellana marcha libre de la tutela de su primo Gonzalo, y navega con sus compañeros Putumayo abajo; en el grupo vienen los dos religiosos y sus otros dos paisanos54.

A Orellana no le surgieron las cosas como esperaba, continuó río Putumayo abajo sin encontrar la junta de éste con el San Miguel. Tampoco como vimos le sucedió a Gonzalo lo deseado.

Allí los ríos, sus juntas etc. pueden llegar a ser de gran magnitud, mucho mayor de lo que ellos habitualmente conocían. Por una circunstancia geográfica precisa, no resulta fácil encontrar la desembocadura del río San Miguel en el Putumayo: las aguas de ambos, se funden en un “lago” en calma.

Transcribimos una descripción del jesuita padre Pablo Maroni del s. XVIII:

“…Desde el mismo pueblo de San Miguel, navegando río abajo, á los cuatro días, se hallan las juntas del mismo río con el Putumayo, que llaman La Laguna por lo ancho y apacible que tienen al juntarse ambos ríos…”55.

4. CONCLUSIONES

Por una jugada del destino nuestros paisanos siguieron las rutas que ni se propusieron ni desearon. Gonzalo, en canoa, vadeó lógicamente cerca de la orilla; llegó hasta la famosa junta; ascendió con muchísimas dificultades muy posiblemente por el río San Miguel; encontró la yuca en un despoblado y regresó al gran río, el Putumayo, con lo que quedaba del real.

A pesar de todo lo sucedido les propuso una vez más seguir el río grande abajo. Esta vez hubo negativa general. Vadearían difícilmente los dos primeros ríos y ascendieron nuevamente por el tercero, repetimos, quizás el San Miguel y, como hemos dicho, tras grandes penalidades regresaron a Quito por territorio conocido, el de los cofanes. Lo que nunca contempló.

Orellana, fray Gaspar y sus compañeros, a bordo del bergantín, barco más pesado que las canoas, tras romper un tablón del barco, huirían de las orillas por eludir los choques. Por el centro del río navegaron de largo por “La Laguna”, sin ver la junta. Descendieron posiblemente el Putumayo con sus innumerables meandros hasta el Amazonas, desde éste hasta salir al mar del Norte –el océano Atlántico-. Fueron donde nunca se propusieron.

Finalmente diremos que esta nueva ruta que se os propone es de mayor recorrido y multiplica los peligros del viaje; el río Putumayo es una continua serie de meandros llenos de islas, ciénagas, esteros y manglares.

Aunque es indudable a lo largo del relato una elegante pero cierta oposición de Carvajal-Orellana hacia Gonzalo, pensamos que su conducta general no traduce unos personajes para encabezar una conspiración indirectamente violenta, preparada y encabezada por ellos. Según se narra en la crónica de fray Gaspar Orellana, tras los primeros fracasos, nunca ambicionó otra cosa que regresar por Pasto; no cabe en él pensar que explorar el camino de regreso; tomar comida y volver con sus compañeros para voluntariamente regresar por la nueva ruta, es decir, sin remontar el gran río hacia las tierras de Pasto.

Nuestros paisanos merecían este esfuerzo por nuestra parte en un intento de contribuir a favorecer su humana honradez. Su astucia y la jugada de sus destinos, que a nuestro juicio les reservó la Historia, si les acerca y mucho, a los héroes literarios.

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1  Mora, Gilda (2007): http://www.eldoradocolombia.com/

2  Páez Flor, Roberto J. (2004): Cronistas Coloniales. (Segunda parte). Toribio de Ortiguera. Jornada del río Marañón con todo lo acaecido en ella y otras cosas notables dignas de ser sabidas acaecidas en las Indias occidentales.     Cap. XIV. http://www.luisvives.com/servlet/sirveObras/ecu/01383886477026622312802/index.htm

3  Toribio Medina, José (1894): Descubrimiento del río de las Amazonas. Introducción, p. XIX.

4  Toribio Medina, José (1894): Op. cit., p XIV.

5  Páez Flor, Roberto J. (2004): Op. cit. Pedro Ponce de León. Guerras Civiles del Perú, tom. II, cap XVIII.

6  Páez Flor, Roberto J. (2004): Ibiden.

7  Toribio Medina, José (1894): Op. cit. Nota número 1 a la Relación del padre Carvajal, p 4.

8  Toribio Medina, José (1894): Op..cit. p XIV y ss.

9   Toribio Medina, José (1894): Op. cit. Relación del descubrimiento del famoso río grande que, desde su nacimiento hasta el mar descubrió el Capitán Orellana en unión de 56 hombres. p 3 y 4.

10  Páez Roberto, J. (2004): Op. cit. Toribio de Ortiguera. Cap XIV.

11  Toribio Medina, José (1894): Op. cit. p 4.

12  Toribio Medina, José (1894): Ibiden, p 4.

13  Páez Flor, Roberto J. (2004): Op. Cit. Pedro Cieza de León. Guerras Civiles del Perú. Tomo II, Guerra de Chupas. 196-197.

14  Toribio Medina, José (1894): Op. cit.. Documentos, p 95.

15  Toribio Medina, José (1894): Ibiden, p 4.

16  Toribio Medina, José (1894): Ibiden. Documentos, p 85.

17  Toribio Medina, José (1894): Ibiden, p 5.

18  Páez Flor, Roberto J. (2004): Op. cit. Pedro Cieza de León. Guerras Civiles del Perú. Tomo II, Guerra de Chupas. 196-197.

19  Páez Flor, Roberto J. (2004): Ibiden.

20  Gutiérrez Marín, Wilson (2002): Baeza la ciudad de los Quijos, pág 48. Ed. Abya-Yala. Quito.

21  Toribio Medina, José (1894): Op. Cit. p 5.

22  Toribio Medina, José (1894): Ibiden, p 85.

23  Toribio Medina, José (1894): Ibiden, p 85.

24  Toribio Medina, José (1894): Ibiden, p 5.

25  Toribio Medina, José (1894): Op. Cit. Introducción, p LXXVI.

26   Páez Flor, Roberto J. (2004): Op. cit. Historia y Viaje del Mundo del Clérigo Agradecido don Pedro Ordóñez de Ceballos. Natural de la insigne ciudad de Jaén a las cinco partes de la Europa África América y Magalanica con el itinerario de todo él. Libro Segundo. Cap. XXIX, XXX, XXXI y XXXII.

27  Toribio Medina, José (1894): Op. Cit., p 5.

28  Toribio Medina, José (1894): Op. Cit., p 85.

29  Toribio Medina, José (1894): Op. Cit., p 87.

30  Toribio Medina, José (1894): Op. Cit., p 5.

31  Toribio Medina, José (1894): Op. Cit., p 85.

32   Porras Barrenechea, Raul (2006): Obras completas. Indagaciones peruanas: El legado Quechua. Coli y Chepi.

33  Toribio Medina, José (1894):Op. Cit., p 85.

34  Toribio Medina, José (1894):Ibiden, p 5.

35  Toribio Medina, José (1894):Ibiden, p 85.

36  Toribio Medina, José (1894):Op. cit., Introducción LXXIV y LXXXVIII.

37  Páez Flor, Roberto J. (2004): Op. Cit. Historia y Viaje del Mundo del Clérigo Agradecido don Pedro Ordóñez de Ceballos. Natural de la insigne ciudad de Jaén a las cinco partes de la Europa África América y Magalanica con el itinerario de todo él. Libro Segundo. Cap. XXIX.

38  Jouanen, José (2005): Historia de la Compañía de Jesús en la antigua provincia de Quito: 1570- 1774. Tomo I. Ministerio apostólico y martirio del padre Rafael Ferrer. htpp://www.lluisvives.com/servlet/sirveObras/ecu/90252847651270596932457/index.htm

39  Toribio Medina, José (1894): Op. cit., p 5 – 6.

40  Toribio Medina, José (1894): Ibiden, p 6.

41  Toribio Medina, José (1894): Ibiden, p 89.

42  Toribio Medina, José (1894): Ibiden, p 6.

43  Toribio Medina, José (1894): Ibiden, p 6.

44  Toribio Medina, José (1894): Ibiden, p 6.

45  Toribio Medina, José (1894): Ibiden, p. 89.

46  Toribio Medina, José (1894): Ibiden, p. 89.

47  Toribio Medina, José (1894): Ibiden, p. 89.

48  Toribio Medina, José (1894): Ibiden, p 90.

49   Páez Flor, Roberto J. (2004): Op. cit. Cronistas Coloniales: (Segunda parte). Pedro Ponce de León. Guerras Civiles del Perú. Tomo segundo. Guerra de Chupas. Cap XX.

50  Toribio Medina, José (1894): Op. cit., p 90.

51   Páez Flor, Roberto J. (2004): Op. cit. Cronistas Coloniales: (Segunda parte). Pedro Ponce de León. Guerras Civiles del Perú. Tomo segundo. Guerra de Chupas. Cap XX, XXI, XXII y LXXI.

52  Toribio Medina, José (1894): Op. cit., p 6 – 7.

53  Toribio Medina, José (1894): Ibiden, p 7.

54  Fernández de Oviedo y Valdez, Gonzalo ( 1851-1855): Historia general y natural de las Indias islas y Tierra Firme del mar Océano por el capitán Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdez. Tercera parte. Libro XLIX. Cap II. Academia de la Historia. Madrid.

55  Maroni, Pablo (1988): Noticias Auténticas del famoso río Marañón (1738). Monumenta Amazónica, B4, Iquitos.

Oct 012010
 

 Manuel Rubio Andrada y Francisco Javier Rubio Muñoz

 1.  INTRODUCCIÓN

Trujillo ofrece varios monumentos románicos bien definidos junto a otros que han sufrido una vigorosa transformación. En el primer grupo incluimos una de las torres de la iglesia parroquial de Santa María la Mayor; la correspondiente de la iglesia de Santiago y el exterior de su ábside; las ruinas de la iglesia de la Vera Cruz; la ermita de “La Coronada”; la planta y exterior de la iglesia de San Andrés y quizás la ermita de San Pablo, recientemente modificada, en el castillo. En el otro conjunto se han conservado elementos que corresponden a pequeñas partes de conjuntos arquitectónicos, de mayor entidad, bien definidos, principalmente son las iglesias de San Martín de Tours y en las ya citadas de Santiago y Sta María.

En nuestro trabajo nos hemos definido por la torre pequeña de la iglesia de Sta María la Mayor (Lám 1).

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 Lám. 1. La torre románica de Sta María.

 2. ANTECEDENTES

No hay ningún estudio dedicado exclusivamente a nuestra torre románica, a pesar de su grandiosidad y elegancia. Los nombres de Torre Julia, Torre Juliana, Torre Trajana y quizás algún otro, la han denominado de manera un tanto disparatada basados en datos a los que el/los “historiadores” del momento ha atribuido unos contenidos inapropiados.

Entre los eruditos que se han encargado de describir los diversos rincones de Trujillo destacamos primeramente a Clodoaldo Naranjo y a Juan Tena; ambos han pasado sin observar con detenimiento los detalles que en su tiempo ofrecía (estaba desmochada en los cuerpos 3º y 4º). Tampoco su inclinación natural hacia la Historia se detuvo en curiosear su pasado (Naranjo 1929, 569; Tena 1968, 495) .

Hemos de llegar a 1987 para encontrar un curioso estudio sobre el mismo en el apartado que Francisco Javier Pizarro Gómez la dedica (Pizarro 1987, 170

– 211). Nos describe con interés y profundidad la historia general de su ruina, sobre todo en el s. XIX. El citado autor emite en su final un juicio de valor negativo sobre su restauración, demasiado rotundo a nuestro juicio.

Consideramos muy semejante una parte del trabajo realizado por José Antonio Ramos sobre Sta María (Ramos 1990). En otra parte intenta desechar los falsos nombres con la que ha sido bautizada. Hace un ligerísimo esbozo sobre su parte artística que resulta demasiado corto (Ramos 1990).

Tanto Pizarro como Ramos dejan escapar su descripción artística, cuestión que con este trabajo intentamos completar.

3. DESCRIPCIÓN

3.1.  Planta y alzado

Esta torre se sitúa adosada exteriormente en el ángulo NE de la iglesia. Por ello no podemos afirmar que su planta sea cuadrada ni siquiera que sea rectangular. El lado norte mide 8,38 m, el este 7,23 m, los correspondientes al lado oeste y sur no permiten una medición exacta por estar adosada la esquina al templo por lo tanto su medida nos es desconocida aunque aparenta similitud con los lados opuestos. La altura ronda los 25 – 26 m1 y el volumen corresponde a un prisma. Estas irregularidades están presentes en numerosos monumentos románicos recordemos que el claustro de Santo Domingo de Silos mide el lado mayor 33,12 m y el menor 30 m ofreciendo 16 y 14 arcos respectivamente.

La disposición de los lados de nuestra torre coinciden con los puntos cardinales ya que el lado este, que hace de eje N-S, presenta una declinación de unos 10º – 15º con respecto al N magnético que marca la brújula.

Toda se realizó en granito y se distinguen en ella cuatro cuerpos, la base del inferior desciende paulatinamente de nivel por los lados norte, este y sur adaptándose externamente al declive del terreno  entre 3 y 4 m.

El cuerpo inferior es de mampostería escasamente empleada en el románico, empleándose también ripios y tierra arenosa fortalecida con granos de cal; presenta buenos sillares en las esquinas. En este cuerpo se abren tres pequeños vanos en lo lados sur, este y norte.

Cambió la factura de los materiales en los tres cuerpos superiores que fueron construidos con sillares bien escuadrados. Estos se encuentran separados por impostas formadas con una sencilla moldura rectangular en la parte superior y cóncava en la inferior –caveto o nacela-. Solamente la imposta que remata la parte superior del primer cuerpo –el primitivo- presenta en toda su longitud una ligera acanaladura, a veces perdida, de la que carecen las demás.

En los tres cuerpos superiores se abren vanos decorados con elegancia y ocupan centralmente la parte inferior excepto en el lado norte que se construyeron desviados al oeste; este hecho se repite en la torre románica de la catedral de Plasencia normalmente ocultaban la subida de escaleras ¿Fue éste un motivo importante del derrumbe por descompensación de las fuerzas precisamente en el lugar del derrumbe? A nuestro juicio sí.

Las esquinas de estos tres cuerpos se remataron con baquetones -esbeltas columnillas- embutidos; se alzan sobre los sillares correspondientes a modo de pequeñas basas y fueron rematados en la parte superior del segundo y cuarto cuerpo por sencillos capiteles todos ellos de escaso relieve y motivos vegetales o geométrico e incluso uno de contenido deportivo; son producto de la reconstrucción de 1972.

Cada uno de los vanos del segundo cuerpo se realizó con dos arcos de medio punto concéntricos, uno exterior y otro más pequeño, huidizo hacia el interior.

Para decorar estos vanos se elevaron sencillos fustes sobre dos basas pris- máticas, una en cada lateral, los fustes se remataron con capiteles románicos de aceptable factura.

Sobre estos van sencillas impostas rectangulares que, desde el interior se prolongan lateralmente en el exterior un par de decímetros más allá de los capiteles.

Sobre las impostas se elevaron los arcos; el interior más pequeño, carece de elementos decorativos y el del exterior lo acompaña una moldura formada principalmente por un llamativo baquetón cilíndrico en la parte inferior y superior a él transcurre un listel – forma rectangular- aunque de sección ligeramente menor, además muy cerca de su intersección presenta en todo su recorrido una tenue incisión longitudinal en V.

Los vanos de los dos cuerpos superiores fueron realizados de forma diferente. En el tercero se dispusieron en cada lado dos arcos pequeños de medio punto algo huidizos al interior; van sobre tres pares de columnillas de fustes cilíndricos con basas menos rústicas que las del segundo cuerpo y capiteles que a veces se repiten; su decoración es, menos llamativa y vistosa, pero por lo general repiten modelos vegetales o geométricos propios del románico otras se alejan demasiado del mismo; sobre ellos hay cortos cimacios y encima de estos se extiende la imposta. Cerca de los extremos de éstas se alzan en cada lado un arco externo, también de medio punto, está formado por una moldura parecida a la del segundo cuerpo: la forman un llamativo baquetón en la parte inferior y superiormente se acompañó de listel, la forma rectangular es de menor sección. El espacio entre éste y los arcos inferiores que le sirven de base se cegó con sillares; aprovechando estas superficies, en los lados norte y este se colocaron tres mascarones –rostros- de estilos diversos. Esta composición triangular formada a base de arcos de medio punto comunica una originalidad y elegancia singular sobre todo al cuarto cuerpo.

Los elementos decorativos que estamos tratando se repitieron en el cuerpo superior; aquí la moldura cilíndrica exterior del arco central se ve adosada en su parte superior por un bien marcado listel o forma rectangular con una potente incisión en V en su centro. Bajo ellos el mismo espacio cegado con sillares hasta alcanzar la parte superior de tres arquitos apoyados ahora en cuatro pares de columnillas semejantes (Lám 45).

4. LA DECORACIÓN DE LAS CUATRO ARISTAS EXTERIORES

La esquina NE presenta en la parte superior un capitel que ofrece centralmente un octógono e inscrito en él hay ocho hojas formando svástica. En ambos lados se completó con una ornamentación compuesta por formas de toscas ramas y hojas, de apariencia muy simples.

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Láms. 2 y 3. Capiteles superior e inferior de la esquina NE.

El del segundo cuerpo de este mismo esquinazo presenta un tema geométrico floral de ocho pétalos radiales inscritos en una circunferencia; se completó en ambos lados con tres formas circulares iguales (Lám 2 y 3).

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Láms. 4 y 5. Capiteles superior e inferior de la esquina NO.

En la esquina NO el capitel superior tiene mayor relieve en su grabado, corresponde a un club de fútbol muy querido por algunos aficionados locales, y sin duda el club de “los amores” de la mayoría de los canteros que acometieron la restauración: el Atlético de Bilbao. A ambos lados del escudo se dispusieron de forma triangular tres círculos, de estos el superior es de diámetro algo mayor.

El correspondiente al segundo cuerpo se decoró con nueve motivos foliares lanceolados y lobulados en sus bordes, se situaron verticalmente; de ellos hay siete que tienden a ocupar todo el espacio y dos, más pequeños, se situaron inferiormente a ambos lados de la primera hoja por la derecha (Lám 4 y 5).

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Láms. 6 y 7. Capiteles superior e inferior de la esquina SO.

El capitel superior de la columnilla SO tiene diversos temas: en el centro ofrece un motivo floral de cuatro pétalos. Entre sus espacios se dispusieron líneas curvas angulares de abertura exterior y se completo en ambos lados por otros dos temas semejantes aunque ahora de cinco pétalos.

El correspondiente al segundo cuerpo, debido a la disposición de la torre con respecto a la nave, solamente nos ha permitido observar su parte izquierda. Lo componen dos formas abastonadas, enfrentadas, con el puño hacia el exterior; en la parte superior del pequeño espacio que dejan entre ellas se trazaron unas líneas curvas palmeriformes con dos trazos curvos en la parte izquierda y tres en la derecha. Inferiormente se trazaron sendas horizontales a ambos lados de las formas de bastón. La parte derecha ofrece unos relieves triangulares con su contorno en zig-zag; entre ellos dejan un espacio en la parte superior que se ocupó con una forma circular (Lám 6 y 7).

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Láms. 8 y 9. Capiteles superior e inferior de la esquina SE.

La esquina del SE tiene en su cuerpo superior un capitel que ofrece todo él unos relieves de tendencia triangular limitados por líneas onduladas.

El correspondiente al segundo cuerpo tiene realizados tres sencillos arbolitos. Sus troncos son dos líneas simétricas cóncavas, muy próximas en la parte superior, las copas formadas por círculos. En la parte inferior, entre los árboles, se ocupó con una forma de concha o amplia hoja; situada con el pedúnculo en la parte inferior, sus correspondientes nervios la dividen en cinco partes; tiene el borde superior lobulado (Lám 8 y 9).

5. LA DECORACIÓN DE LA CORNISA

La cubierta, a cuatro aguas, va sobre cornisa rectangular con la arista inferior de la base fuertemente truncada; toda ella se apoya en canecillos muy sencillos, doce por cada lado, alternan los de forma rectangular con sencillos mascarones -rostro-, escudos etc en los 1, 4, 6, 7, 9 y 12 de cada lado; en ocasiones se incorporó una larga barbilla poco apropiada a este tipo de esculturas.

6. LA DECORACIÓN DE LOS VANOS6.1.  La decoración de los vanos de la parte este

Primer cuerpo

El lado este tiene una abertura cerca de la esquina NE, elevada unos metros sobre el nivel del vano correspondiente del lado sur. En esta ocasión es cuadrado, de unos 40 – 50 cm de lado; se decoró con un bello rosetón de granito que muestra una celosía formada por un cuadrado con una circunferencia inscritas; dentro de ésta se trazó una cruz griega con brazos circulares. Todo este bello ventanal fue logrado con un relieve profundo y es un buen ejemplo del estilo gótico (Lám 10).

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Lám. 10. Decoración del vano del 1º cuerpo de la parte este.

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Láms. 11 y 12. Capiteles de la izquierda y derecha del segundo cuerpo del este.

Segundo cuerpo

Los capiteles que decoran los vanos no se labraron de forma independiente al muro de sillería sino que se dispusieron sillares de mayor volumen por su longitud encajándose sobre las columnas; en el saliente de ellos se realizaron las formas y los diversos temas, es una técnica presente en numerosas iglesias románicas. La parte inferior del capitel está limitada por un collarino que da paso al fuste de la columnilla.

Aunque los capiteles tienden a presentar un volumen cilíndrico éste se organizó como si se tratara de un tronco de pirámide con la base pequeña hacia la parte inferior. De indicarnos este proyecto se encarga una pequeña moldura en ángulo recto que ocupa la esquina superior de la arista central (en algunos capiteles está invadida por el tema); pasados unos 10 cm esta moldura desaparece para reaparecer unos centímetros en ambos extremos. De esta manera el espacio a trabajar fue dispuesto en tres partes: generalmente hay dos temas en los laterales y uno, que les relaciona, ocupa la “arista” central.

Si comenzamos por el lado este, el segundo cuerpo presenta en el capitel de la izquierda (Lám 11) tres figuras adosadas distribuidas de la forma mencionada. Hacia la izquierda se prolonga una forma husiforme gruesa acabada en aleta caudal; inferiormente ya hacia su parte central hay dos fuertes extremidades inferiores de ave.

Hacia la derecha se observa otra forma husiforme , más doblada y esbelta, que puede corresponder a un gran ofidio o serpiente.

Un rostro humano, remata ambos animales en el centro. Destacan sus grandes ojos en órbitas exageradas; bajo ellos una gran incisión, arqueada infe- riormente de parte a parte, indica la boca y en su contorno inferior muestra un perfil dentado de 10 ó 12 agudas piezas; muestra también un tremendo “chinchón” en la parte superior derecha de su cabeza que parece rapada; no se observa mentón ni cuello.

Se trata de una sirena, según la concepción clásica, aunque muy evolucionada en el medievo.

El capitel de la derecha de este vano (Lám 12) muestra una distribución semejante aunque su ángulo central carece de moldura superior por estar ocupado por el rostro del personaje central. Éste presenta un cabello liso peinado a ambos lados de la cabeza; bien señalada la prominente nariz y los ojos; marcada está su boca y bien señalado el cuello. En la parte izquierda, su mano derecha está en parte flexionada y parece cobijar, quizás da de comer, a la cabeza de un ave de gran porte; sus alas en reposo, se extienden por la parte superior derecha, bajo ella hay una fuerte pata con un muslo bien marcado; este ave fue rematada, en forma de reptil, con larga y gruesa cola que se dobló hacia el interior de la parte inferior. Pertenece a un ave con cola de reptil. La ocultación de la cabeza por la mano no nos permite concluir el tipo de animal que es.

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 Lám. 13. Este. Capiteles del tercer cuerpo.

Tercer cuerpo

Entre los trabajos que acometieron el maestro Serván y su taller de canteros en la recuperación de esta torre, destacan la realización integra de los capiteles de los cuerpos 3º y 4º de los que no había copia.

La disposición general semeja la del segundo cuerpo: han de pasar de superficies cuadradas, ahora rectangulares, en la parte superior, a formas circulares en la inferior; deberán acabar en dos círculos que encajarían exactamente en la base superior de los tambores de las columnillas laterales. Además se economizó tiempo realizando también los dos capiteles de cada lado, exterior e interior, en un solo bloque.

Todos los capiteles llevan superiormente un volumen prismático rectangular de aproximadamente 1/5 de su altura donde se apoya la imposta que relaciona con los arcos, todo lo cual comunica una apariencia de cimacio. La zona media tiene aproximadamente 2/5 de la altura, es de transición entre el prisma rectangular del que parte y superiormente la zona inferior, otros 2/5, está generalmente ocupada por las dos formas cilíndricas que se van imponiendo a medida que se desciende hasta las columnas.

El capitel de la izquierda del tercer cuerpo presenta una decoración poco definida. Semeja larga y ancha hoja situando su ápice truncado cerca de la parte inferior de la esquina y asciende extendiéndose en ambos lados del capitel hasta llegar a la parte superior en cuyo esquinazo se remató con un corto cilindro ornado centralmente en su base con un trazo oblicuo dentro de una circunferencia inscrita. Los centrales presentan en sus cuatro esquinas la misma decoración simplista de tipo almendrada; en la parte inferior sus esquinas tienen una ligerísima moldura en baquetilla.

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 Láms. 14 y 15. Los capiteles del cuarto cuerpo de la parte este.

La esquina interior del lado derecho ofrece igualmente en la parte superior una forma de corto cilindro con circunferencia inscrita, todo muy semejante al tema exterior del capitel de la izquierda; ahora en el círculo central se trazó una pequeña cruz. En la exterior hay un bello ángulo cuyo pie parte cerca del collarino; asciende por la esquina marcando paulatinamente su relieve, superiormente se divide las dos partes que se insertan por ambos lados en forma de cortas espirales (Lám 13). Aunque sus temas se alejan de la didáctica medieval no desentonan, como veremos, del mundo románico.

 Cuarto cuerpo

El capitel de la izquierda del cuarto cuerpo (Lám 14) se realizó según el plan general ya mencionado y en sus dos esquinas aparecen relieves en forma de alargadas conchas sin estriar; por su forma y simpleza son parecidas a las formas almendradas empleadas en los capiteles del centro del tercer cuerpo de este mismo lado.

Dada su altura, no nos ha sido posible observar el interior de los dos capiteles centrales de este cuarto cuerpo, que desde luego merecieron una mayor dedicación y presupuesto.

Se alteró levemente la parte prismática superior ya que el lateral se hizo oblicuo con la finalidad de facilitar su observación desde la calle. En la zona intermedia inmediata se trazaron con bastante finura, unas formas foliáceas, yuxtapuestas y estrechas; éstas terminan inferiormente en un collarino por lo que la presencia de estos es doble en los cuatro capiteles centrales.

Hemos mencionado que la parte superior prismática presenta un lado obli- cuo para facilitar la lectura desde el suelo de una interesante inscripción. De los dos centrales, en el de la izquierda y desde el interior al exterior, se lee perfectamente: DE TAPIA.CASARES; en el frente AÑ.1.972 y en el lado derecho continúa hacia atrás: ARQ.D.HDEZ .GIL.

El exterior del derecho, de esta parte central, presenta en su frente una decoración semejante; solo la parte superior se dejó oblicua, los laterales en unos 10 – 15 centímetros se cubrieron con igual tema foliáceo. Más allá, en la supuesta unión con el capitel del interior se colocaron a ambos lados dos arbolitos; Aunque de copas con mayor volumen, son semejantes a los ya mencionados en la parte inferior de la columna exterior de la esquina SE. Atrás tiene en la esquina de la izquierda un adorno que no describimos por no percibir su conjunto y al frente se dejó como hemos mencionado, la parte oblicua para realizar en ella otra inscripción que no se observa bien por una alteración del granito pero que sin duda hace mención al maestro cantero: SERVÁN2 (Lám 15).

Llegamos a los capiteles del lado derecho de este cuarto cuerpo; ambos siguen el plan general. Su esquina exterior nos muestra como es habitual cubriendo toda la zona media, una forma en U, de lados abiertos, y en el centro superior un motivo circular. Nuestros medios no permiten apreciar los temas que decoran el capitel interior ni la zona central.

6.2.  La decoración de los vanos de la parte norte

Primer cuerpo

En el lado norte, cerca de la esquina NW, y elevado unos metros sobre el nivel del vano anterior del mismo cuerpo, hay otro rosetón de medidas parecidas y decoración semejante al del lado este; aunque su superficie es de apariencia menos envejecida y el relieve bastante menos marcado. Carece de las circunferencias y en su lugar se marcaron los lados ligeramente convexos de un cuadrado con vértice superior. Pertenece a la parte restaurada y apunta estilo gótico.

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Lám. 16. Decoración del vano del cuerpo 1º de la parte norte.

La distribución a diferente altura de los tres vanos del primer cuerpo nos indican la toma de luz de una escalera interior adosada al menos, a tres de los cuatro lados. Una de sus aberturas comenzaría en la esquina SW y la otra serviría de terminación en la parte NW  de la primera planta.

Segundo cuerpo

El capitel izquierdo de la parte norte presenta centralmente en su parte inferior una forma de concha.

En la parte superior del lóbulo central comienzan los vértices de dos cortas formas angulares -picos- que provienen de sendas cabezas, pequeñas y triangulares, de aspecto convencional. Estas figuras marcan sus diferencias hacia los laterales. La de la izquierda presenta el abultado cuerpo de un ave en reposo, bien señalada la parte trasera del cuerpo y enseguida aparecen dos patas con fuertes muslos.

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Láms. 17 y 18. Capiteles de izquierda y derecha del 2º cuerpo de la parte norte.

La escultura de la derecha tiene una forma husiforme adelgazándose bastante hacia la cola y doblándose hacia adelante hasta cruzar la propia figura. Podría tratarse de un ofidio con cabeza de ave (Lám 17).

La concha es símbolo del bautismo y a ambos lados se ofrecen formas fabulosas del bien y el mal.

El capitel de la derecha está en la parte reconstruida y ofrece un relieve más superficial. Ocupa la arista central un rostro con los ojos nariz y boca bien apuntados. De la parte inferior derecha parece desprenderse un largo penacho aunque no se concretó con éste figura conocida. Bajo esta forma en la misma arista hay el contorno de un corazón invertido. A ambos lados, en las caras laterales, se ve ocupado por dos formas husiformes, simétricas; parten de ambos lados de la cara y se doblan por abajo y adelante hacia adentro para salir, en ambos casos, hacia la parte superior de los laterales semejando  un par de cuernos ciertamente defectuosos por recogidos nada tienen que ver con los temas habituales del Románico.(Lám 18).

 Tercer cuerpo

Los capiteles de los cuerpos tercero y cuarto de la cara norte siguen la misma distribución general ya apuntada: una zona prismática rectangular en la parte superior que ocupa aproximadamente 1/5 de la altura; la zona media que consideramos de transición entre las formas rectas de la parte superior y las circulares de la inferior y la tercera parte ya circular hasta lograr los cilindros que se unen a las columnillas a través del collarino. Los motivos ornamentales se dispusieron a lo largo de las aristas exteriores no siéndonos posible observar si tienen alguna forma de ornato en la parte interior.

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Lám. 19. Los capiteles del cuerpo 3º de la parte norte.

Por la izquierda, el primer motivo es una forma de tendencia rectangular de base ligeramente convexa; comienza en la parte inferior de la zona media de la arista del capitel, aquí, en su interior, hay cuatro puntos marcando una cruz de brazos iguales; asciende la esquina y termina en forma de pequeño escudo en el extremo superior sin llegar a tocar la zona prismática superior.

El capitel central ofrece, en cada una de las partes superiores de sus dos esquinas exteriores, dos pequeños círculos adosados al exterior y decorados inte- riormente con un motivo cruciforme.

En la esquina correspondiente al capitel del lado derecho se labró un bien proporcionado rostro de corta y simétrica melena (Lám 19).

Cuarto cuerpo

El capitel del lado izquierdo fue decorado en su la parte inferior de su esquinazo con una aparente forma de mariposa cuyo cuerpo ocupa la arista central y sus alas se extienden levemente por el inicio de los laterales. La parte superior del cuerpo de esta forma se descompone en dos pedúnculos que dan lugar a unas formas que nos parecen sendas hojas de acanto.

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Lám. 20. Los capiteles del cuerpo 4º de la parte norte.

La parte superior de los capiteles centrales y el del lado derecho se aproxi- man bastante al tema realizado en los centrales del tercer cuerpo. Claramente se inician, en ambos lados de la parte inferior, con dos formas que recuerdan las alas de algunos insectos y rematan superiormente, como acabamos de decir con dos pequeños círculos adosados al exterior cuya decoración interna se escapa a nuestra observación. Semejan estas esquinas también a las del capitel izquierdo del cuerpo 3º del lado este (Lám 20).

 

6.3.  La decoración de los vanos de la parte oeste.

Primer cuerpo

El primer cuerpo de la parte oeste carece de vanos por estar próximo el lugar de acceso de la escalera interior al segundo cuerpo y no tener necesidad de luz.

Segundo cuerpo

Los elementos arquitectónicos correspondientes a la parte izquierda del vano oeste del segundo cuerpo fueron reconstruidos disponiendo las superficies con las mismas pautas. En el capitel correspondiente a la izquierda se dispusieron verticalmente varias formas foliáceas lanceoladas, muy onduladas, con nervio central completado por los laterales; todos de apariencia elemental que poco tienen que ver con nuestra torre (Lám 21).

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Lám. 21 y 22. Capitel de izquierda y derecha del cuerpo 2º de la parte oeste.

Una única forma ocupa el capitel de la derecha, no reconstruido; corresponde a un animal monstruoso formado por un ave de gran porte con ala plisada en la parte superior izquierda; bajo ésta continúa la parte trasera de un ofidio que comienza en la parte derecha del capitel; aquí presenta inferiormente dos cortas patas. Superiormente la figura fue doblada en la parte central para realizar una redondeada cabeza escamada y acompañada de corta cresta. Con pocas dudas debemos afirmar que se trata dela representación de un basilisco, animal fabuloso, malévolo, mitad gallo mitad serpiente que tenía relación con la vanagloria y la envidia (Lám 22).

 Tercer y cuarto cuerpos

Los capiteles del tercer y cuarto cuerpo del lado oeste fueron repuestos en la restauración y en general parecen repetir tema. En ellos se observa una forma cilíndrica que recorre la arista superior mostrando al exterior sus caras cilíndricas. Estos cilindros rematan sus bases circulares ornamentados, al menos los exteriores, con una flor tetrapétala u otro motivo parecido (Laminas 23 y 24).

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 Lám. 23. Los capiteles del cuerpo 3º de la parte oeste.

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Lám. 24. Los capiteles del cuerpo 4º del oeste.

6.4.  La decoración de los vanos de la parte sur.

Primer cuerpo

El primer cuerpo presenta un vano en su parte sur, calle de Sta María. Se abre a unos 5 – 6 m del suelo cerca de la esquina este; está realizado pobremente en ladrillo muy desgastado; es de forma rectangular, bastante angosto; los lados pequeños en la parte superior e inferior miden sobre 10 – 15 cm y los laterales entre 40 y 50 cm. La parte inferior del lado derecho tiene una abertura algo mayor y de forma redondeada (Lám 25).

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Lám. 25. El vano del cuerpo 1º de la parte sur.

Segundo cuerpo

No resulta fácil la observación de los cuerpos superiores dada la ubicación cercana de viviendas y del ábside de la iglesia, por ello el vano del segundo cuerpo, no restaurado y por lo tanto original, no presenta imágenes didácticas de bestiarios.

La superficie del capitel de la izquierda están divididas por dos incisiones no muy marcadas, en sentido vertical que determinan con simpleza formas de hojas; De esta manera la superficie del capitel se dividió en tres partes que representan tres formas de hojas: una central, que ocupa la esquina y dos laterales los rincones. La parte inferior como ocurre habitualmente, se ensambla median- te un collarino en este caso bastante descentrado con el fuste.

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Láms. 26 y 27. Parte sur capiteles de izquierda y derecha.

En la esquina superior del centro del capitel se observa un relieve formado por dos círculos unidos por delante en ángulo recto. Su decoración, muy erosionada, parece semejante: un círculo concéntrico e inciso con un pequeño casquete esférico en el centro. Centralmente bajo ellos parece rematada la esquina hasta su mitad con una forma foliácea muy trabajada.

Tanto en la parte derecha del capitel como en la izquierda se dispusieron unidas en la parte superior tres formas de tendencia oval y de distinta longitud; su contorno aparece lobulado e interiormente presentan un ligero vaciado en toda su extensión (Lám 26).

El capitel de la derecha de este segundo cuerpo se observa poco y mal pero dada su situación no parece presentar una decoración significativa, Solamente en la esquina más externa presenta un relieve de apariencia circular; es pues de traza semejante al del lado derecho incluso quizás más simple. Como hemos visto esta forma de decorar las esquinas de los capiteles se repite en numerosos vanos de la parte restaurada de la torre (Lám 27).

Tercer cuerpo

Pasados al vano del tercer cuerpo, nos encontramos con capiteles producidos totalmente en la restauración de 1972. El de la izquierda se realizó con una decoración algo más simplista situando en el esquinazo superior dos círculos en ángulo con su interior ocupado por un relieve de 6 u 8 trazos radiales semejando una flor (Lám 28).

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Láms. 28-30. Los tres capiteles del cuerpo 3º de la parte sur.

En el capitel del centro también se repitió el motivo pero en su interior se ocupó con un círculo concéntrico (Lám 29).

Más simple parece el capitel de la derecha aunque no atinamos a definir sus trazos (Lám 30).

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En este cuerpo, como en el del lado este, hay dos vanos laterales a ambos lados del ventanal central que se decoraron con dos bellos rosetones formados con un círculo central y ocho pétalos.
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 Láms. 32-35 .- Capiteles del cuerpo 4º de la parte sur.

El cuerpo superior tiene por decoración en el capitel de su izquierda al menos dos casquetes esféricos que se situaron en el lateral medio; sus superficies ofrecen formas muy simples de rostros. Las esquinas aparecen libres de ornamentación.(Lám 32).

El capitel siguiente, el izquierdo de los centrales, repite en sus esquinas e teriores el bello motivo descrito en la derecha del tercer cuerpo del lado este. En la parte central del lado medio hay un pequeño escudo dividido con tres líneas ligeramente onduladas y en posición horizontal (Lám 33).

Las esquinas superiores del capitel derecho de los dos centrales, se decor ron con dos formas de semialmendra repetidas en el capitel central del lado este del tercer cuerpo (Lám 34).

Finalmente el capitel de la derecha presenta escaso relieve y, dada nuestra posición, solamente observamos una forma cilíndrica en la esquina (Lám 35).

7. RELACIONES

Los temas de un grupo de elementos decorativos se escapan del románico; entre estos, uno rompe escandalosamente con él: sencillamente no son relacionables. No resulta difícil establecer relaciones con los demás.

Entre los no relacionables debemos situar todos los motivos decorativos que se nos muestran en los baquetones de las esquinas, a estos hemos de añadir los situados en la derecha del lado N y el de la izquierda del lado O del segundo cuerpo pertenecientes al esquinazo de mayor derrumbe y por tanto reconstruidos. Está comenzó justo por encima de la arquería del segundo cuerpo.

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Láms. 36 y 37. Motivos semialmendrados de las iglesias de Jaramillo de la Fuente y de Santa María de Trujillo.

Todos los que restan del segundo cuerpo son originales. Al tercer grupo pertenecerían el resto de los capiteles; en ellos el grabado se localiza generalmente en la esquina más exterior; en esto presentan una correspondencia real; en cuanto a los temas de este último grupo existe una relación unas veces algo lejana y otras, como seguidamente veremos, la relación llega al grado de coincidencia. En cualquier caso son capiteles de factura secundaria.

Los motivos de un grupo de capiteles de la iglesia de N. S. de la Asunción de Jaramillo de la Fuente, en concreto los motivos lisos cóncavos que hemos denominado semialmendrados, están presentes en Sta María la Mayor. También los motivos florales y vegetales que ofrecen los capiteles del segundo cuerpo de la parte sur de Santa María y que fueron reproducidos en la restauración están presentes en este mismo cuerpo de la iglesia burgalesa.

Estos se repiten igualmente en los dos cuerpos superiores de la iglesia de San Martín de Tours de Jaramillo Quemado. Es evidente que algún miembro del equipo restaurador de la iglesia de Trujillo conocía las citadas iglesias burgalesas y en un momento determinado hizo llegar a los canteros estas formas (Lám 36 y 37).

En otros aspectos, más bien arquitectónicos, nuestra localidad proporciona una clara semejanza con la torre que estudiamos. Se trata de la técnica constructiva del cuerpo inferior –mampostería- y superiores –sillería- de la torre de San Martín de Tours. También aparece el elemento decorativo de semicolumnillas adosadas a las esquinas en el segundo cuerpo de S. Martín.

En su segundo cuerpo es igual el remate mediante moldura cilíndrica en torno a los arcos de los vanos del campanario, cuestión que también se observa en el campanario de Santiago de Trujillo (Cáceres).

Más distante encontramos este mismo motivo en torres de diversos templos de la zona norte y centro de Castilla-León entre las que mencionamos algunas por su importancia.

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Láms. 38-40. Arcos ciegos encima de geminados en las iglesias de Vizcaínos de la Sierra, Jaramillo de la Fuente y Jaramillo Quemado (Burgos).

De Valladolid tomamos dos ejemplos; tenemos la torre de la iglesia de Sta María la Antigua; dividida en cuatro cuerpos de sillería y se remató con las citadas columnillas en las esquinas de los tres cuerpos superiores; también mantiene este elemento decorativo los tres cuerpos superiores de la torre de la iglesia de San Martín en la misma ciudad, y como ocurre en Santa María, claramente rematadas por pequeños capiteles en sus intersecciones perpendiculares con las molduras que la cortan.

La torre de la iglesia de San Esteban en Segovia, de 56 m de altura, es la mayor de las románicas peninsulares, se dividió en seis cuerpos, todos de sillería y sus esquinas están decoradas con una columnilla desde la base a la cubierta.

La ermita de Sta Cecilia, levantada en el castillo de Aguilar de Campóo, Palencia, ofrece igualmente este tipo de remate en las esquinas con basa elemental y capitel en las terminaciones de los dos cuerpos superiores.

Las composiciones ajimezadas decoradas superiormente mediante un arco de medio punto ciego es otro detalle decorativo que nos relaciona con una parte importante del románico peninsular. Lo encontramos en los cuerpos superiores de las torres de las iglesia burgalesas de S. Martín de Tours en Vizcaínos de la Sierra y en la de Jaramillo Quemado; en la iglesia de la Asunción de Jaramillo de la Fuente este acabado se extiende a los dos cuerpos superiores, Burgos. .

En las iglesias de Vizcaínos y Jaramillo Quemado, los arcos se apoyan sobre ménsulas soportadas por columnillas es decir, se adoptó la solución del arco del segundo cuerpo de Trujillo. El apoyo exclusivo sobre ménsulas, presente en los vanos de los cuerpos 3º y 4º de Sta María de Trujillo, tiene su correspondencia en los arcos que cierran los vanos de los dos cuerpos superiores de la iglesia de la Asunción en Jaramillo de la Fuente.

Las molduras cilíndricas que marcan el arco exterior de los vanos superiores de nuestra iglesia también tienen su paralelismo entre estas iglesias serranas de influencia silense. Debemos acercarnos a la iglesia de Jaramillo Quemado, también denominada San Martín de Tours y, como en los dos casos anteriores, observar los vanos ajimezados de su tercer cuerpo; sobre ellos el arco de medio punto está también cegado y terminado en cortas ménsulas sobre columna pero rematando esta arquería hay una moldura compuesta con doble baquetón cilíndrico muy semejantes a nuestra torre; esta ornamentación no está presente en las torres de Vizcaínos y Jaramillo de la Fuente.

Todas estas últimas conexiones nos indican con claridad hacia donde debemos dirigir nuestras relaciones. Se atribuye la construcción de estos tres templos al Taller de la Sierra (sierra de la Demanda), relacionada directamente con el monasterio de Silos (Lám 38, 39 y 40).

Es posible encontrar otros paralelismos decorativos semejantes en otras iglesias románicas situadas más al norte. Pasados los Pirineos encontramos características parecidas a las señaladas, en la basílica de Nuestra Señora del Puerto en Clermont, Francia (1100-1150), en los cuerpos superiores de su torre.

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Láms. 41 y 42. Decoración superior de los vanos en las iglesias de Notre Dame del Port, Clermont y Notre Dame d´Orcival.

Recordemos que Clemont es de gran importancia en el cristianismo medieval, ya que fue allí donde el papa Urbano II formó un Concilio e inicio la predicación de la Primera Cruzada en el año 1095. Este hecho decorativo se extiende por iglesias cercanas, como Notre Dame d´Orcival, Notre Dame de Mailhat etc. ( Lám 41 y 42) (Romanes.com).

Es evidente la existencia de relaciones constructivas de las torres hispanas, dedicadas como en Trujillo a la Asunción y a San Martín de Tours y con las francesas, al menos en los aspectos decorativos señalados.

En el templo trujillano se buscó mayor luminosidad y la evolución de las formas intenta proporcionar espacios más abiertos sin dejar el medio punto ni los gruesos muros; para ello se dispuso según los cuerpos de uno, dos y tres arcos de apoyo -esto último nos parece que es único-.

8. CRONOLOGÍA Y CONCLUSIONES

Los aspectos señalados parecen encaminarnos hacia un tiempo determinado. Hay otro detalle en nuestra torre al que debe prestar atención. Se trata del capitel situado en la izquierda de la parte este del segundo cuerpo que representa una sirena.La sirena es uno de los animales fabulosos que más ha cambiado en su forma y en su contenido a lo largo de los tiempos. En general, en cuanto a estos ha pasado de ser un elemento malévolo a tener en la actualidad significados de bondad, ternura etc.Su morfología pasa por ser, en época clásica, ave con cabeza de mujer, y como tal se nos presenta en la Odisea cuando la nave de Ulises (s. VIII a. C.) llega a la isla de Antemoesa, lugar donde habitaban las sirenas cuyos dulces cantos y voces atraían irremisiblemente a los navegantes hasta su destrucción contra las rocas. También la Biblia, en el mismo periodo de tiempo, nos habla de sirenas (ver Isaías cap. 22/ vers. 13). Su inclusión en este libro fue el salvoconducto para una abundante distribución en los bestiarios medievales.

En las edades tempranas del medievo el tema de las sirenas tiene unos contenidos y formas semejantes a los descritos en la época clásica. Pero según avanzan los años la evolución de las formas no se hizo esperar. Ya en la iglesia de Sta María de Villanueva de Teverga (Asturias) se puede observar una sirena con membranas interdigitales y otra con cola de pez. El mismo hecho ocurre en S. Esteban de Ciaño, Langreo (Asturias).

A la vez vamos a encontramos numerosas sirenas-aves que poseen cola de serpiente como ocurre en las iglesias de San Pedro de Plecín, Alles (Asturias), San Vicente de Serapio en Ayer, (Asturias) y San Martín de Vega de Poja (Asturias). Estas distintas formas, que coexisten en el tiempo, tienen en común el rostro de una mujer que va desde un trazado elemental, no deforme, hasta una bien parecida cara que es lo más general.

Estas transformaciones tienen su justificación en los numerosos tratados descriptivos (bestiarios) que, sobre los animales fabulosos y sus atribuciones, iban apareciendo a través de los años, como el libro Etimologías de San Isidoro (560-636) o el Liber Montruorum (anterior al s. IX) etc. Ellos dibujaban y hacían una descripción moralizante, después los escultores obedecían plasmando en los distintos relieves lo dibujado en los bestiarios.

Tales variaciones ocasionaban bastante confusión y debemos llegar al s. XIII para encontrar grandes figuras del pensamiento medieval que intentan fijar las doctrinas, entre ellas, por el tema que tratamos, destacamos la de los dominicos San Alberto Magno (1193-1280) y Tomas de Cantimpré (1201-1272). Alberto, en su libro De animálibus (1258) (Vallverdú 2003), comentario a la obra del mismo título de Aristóteles, da un cambio radical a la forma exterior femenina de las sirenas: pasan a ser madres envejecidas, con rostro horrible; monstruos marinos dotados de patas y alas aguileñas con cola carnosa de pez en la parte posterior. Son a la vez mujeres, pez y ave destacando su feo aspecto (Docampo, 1991). No parece que la nueva forma gozó de muchas representaciones entre otras cuestiones por que el estilo gótico se apartó de los bestiarios.

Tras la nueva descripción de San Alberto, realizada sobre mitad del siglo, los bestiarios han de cambiar la expresión de los rostros, antes siempre dulces, de las sirenas y aunque sus realizaciones debieron ser poco numerosas, la nueva descripción como ser horrible, es la que se ha plasmado en nuestra torre, ella encaja exactamente en el citado capitel cuya labra debió ser paralela a la del edificio (Lám 43 y 44), recordemos que nuestros capiteles no se realizaron independientes; se aprovechó un sillar del edificio para hacer en él las distintas figuras.

Con fundamento debemos afirmar que D. Adán Pérez de Cuenca, obispo de Plasencia (1234-1262) no debió ser ajeno a un amplio proyecto constructivo en el recién creado arcedianato de Trujillo, (por bula del papa Inocencio IV se da el Estatuto fundamental del Cabildo de la Catedral de Plasencia, en el año 1254).

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Láms. 43 y 44. Rostros de sirenas. Puerta del Perdón, Catedral de Santander primer tercio del s. XIII. y Santa María de Trujillo (Cáceres), 2ª mitad del XIII.

Así pues, con seguridad podemos afirmar que los tres cuerpos superiores de la torre con sus capiteles se debieron realizar hacia la mitad del siglo XIII.

Para concluir, ajustaremos más nuestro visor. Si además de las coincidencias señaladas, tenemos en cuenta que: D. Adán, cuando fue nombrado obispo de Plasencia estudiaba en Colonia (González 2002) y esta ciudad alemana fue una de las elegidas en esos años por San Alberto para impartir sus enseñanzas. Que la inscripción de la portada de la ermita románica de la Coronada en Trujillo indica con toda claridad la era de 1312 que corresponde al año 1274 (Rubio 2005). Debemos decir que la cronología que proponemos presenta una muy posible relación con estos hechos: coincidencia de lugares con personas, for- mas, contenidos y tiempo.

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Lám. 45. Vista general de los tres cuerpos superiores.

BIBLIOGRAFÍA

–  Docampo Álvarez, P.; Martínez Osende, J.; Villar Vidal J. A. (2001): Animales fabulosos del románico de Asturias. Editorial Trea.

–   González Cuesta, F. (2002): Los obispos de Plasencia I. Exm Ayuntamiento de Plasencia (Cáceres). Pág 39.

–  Naranjo Alonso, C. (1929): Solar de conquistadores. Trujillo, sus hijos y monumentos. Editorial Sánchez Rodrigo. Serradilla (Cáceres).

–   Pizarro Gómez, F. J. (1987): Arquitectura y urbanismo en Trujillo (Siglos XVIII y XIX). Servicio de publicaciones de la UEX. Cáceres.

– Ramos Rubio J. A. (1990): Estudio histórico artístico de la iglesia parroquial de Sta María la Mayor de Trujillo. Cáceres.

–  Rubio Andrada, M. y Rubio Muñoz F. J. (2005): Estudio de la ermita de Nuestra Señora de la Coronada. Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo.

–  Tena Fernández, J. (1967): Trujillo histórico y monumental.

–  Vallverdú i Segura J. (2003): www Vallverdú.cat/…/articles/racisme.

-www.Romanes.com.

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1 La altura es una apreciación aproximada ya que ha sido tomada según la escala que presenta el dibujo realizado por D.  Vicente Paredes, depositado en el Archivo Municipal de Trujillo.

2  El taller del maestro Serván lo integraban diversos canteros entre los que hemos localizado a Basilio Valeria, Francisco Cortijo Serván, sobrino del maestro. El resto se nos relató con apodos, apellidos poco seguros. Había un grupo familiar de canteros de Huertas de Ánima vinculados a una rama de la numerosa familia Hueso.

Oct 012008
 

Manuel Rubio Andrada, Manuel Ignacio Rubio Muñoz  y  Francisco Javier Rubio Muñoz.

  1. INTRODUCCIÓN

Al comienzo nos ofrecía dudas su denominación. Según el mapa manejado si la fin- ca donde se ubica recibe el nombre de La Caballería del Muerto, el del Castillejo corres- ponde al nombre del cortijo más próximo. Ya hace varias décadas este topónimo nos había servido de pista para localizar el posible asentamiento y por ello debería corres- ponderle pero resulta demasiado abundante y por ello confuso. Actualmente también es conocida la finca como la Caballería de los Sánchez, que es el apellido de la familia propietaria. Finalmente decidimos incluir los dos nombres toponímicos para evitar equí- vocos.

… debido a lo extenso de este artículo, se ha procedido a convertirlo en archivo para descargarIcono pdf

Oct 012007
 

Manuel Rubio Andrada,  Francisco Javier Rubio Muñoz y  Manuel Ignacio Rubio Muñoz.
1. INTRODUCCIÓN
La ausencia de precisión en los hallazgos es un problema importante con el que se debe contar al acercarse a los trabajos arqueológicos realizados sobre el pasado de la sierra de Sta Cruz; se sitúan generalmente en lugares poco concretos, otras incorrectos y distantes.
Son varios los estudios que sitúan determinados objetos en la extensa sierra como si fuera un lugar único de asentamiento que ha ido evolucionando a través de los tiempos con la consiguiente superposición de culturas. En este aspecto se puede concluir que, a veces, se ha deformado intencionadamente la ubicación como recurso elemental para eludir las visitas necesarias; indudablemente a esos autores les falta el conocimiento directo de la sierra y sus trabajos, por ello, resultan deformados.

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Oct 012006
 

Manuel Rubio Andrada,  Manuel Ignacio Rubio Muñoz y Francisco Javier Rubio Muñoz.

INTRODUCCIÓN

En Trujillo, como en la mayor parte de su comarca, existe una baja actividad relativa a la investigación prehistórica y los pocos aficionados o profesionales que nos hemos dedicado a ello, no vemos expresado el fruto de nuestras investigaciones en determinados trabajos que, dedicados a poblaciones cercanas, han proliferado en los últimos años.

Ante ese panorama algunos, desde luego más bien pocos, seguimos realizando en el ámbito comarcal, una serie de trabajos en los que intentamos quedar constancia impresa, lo más científicamente que nos es posible, medidas, descripciones, dibujos, fotografías…, de diversos bienes patrimoniales que presentan un alto riesgo de desaparecer y que, sin saber por qué no son inventariados por la Consejería correspondiente que, en este aspecto parece no existir. Esperamos que, a pesar de todo este “espléndido” panorama, no se deterioren nuestros bienes o se pierdan para que el prehistoriador de oficio o de afición no los ignore y los sepa aprovechar. En esta línea de trabajo traemos este año las pinturas rupestres de la cueva Larga del Pradillo publicada su reseña ya hace tiempo.

1. Localización

Este monumento se encuentra situado cerca del centro de la ciudad, al NE. El punto geográfico que ocupa está muy próximo al formado por una latitud de 39º 28´ 02´´ y longitud de 5º 52´ 45´´ del meridiano de Grenwich, hoja 702-II, denominada Trujillo, del Mapa Topográfico Nacional 1/25000, Instituto Geográfico Nacional, Madrid 1996.

Para visitar este abrigo y observar las pinturas, debéis partir de la Plaza Mayor de Trujillo y tomar la avenida de la Coronación en sentido de Huertas de Ánimas; antes de llegar al cruce con la carretera de Plasencia, hacia la mitad del trayecto, divisaremos a nuestra izquierda entre las edificaciones y tras de ellas, unas bellas formas de granito; grandes volúmenes curvos, de aspecto caótico y deslizados suavemente hacia el este donde se abre la boca del covacho.

Podemos aproximarnos a través de una calleja, algo cerrada por la vegetación, que se abre en la parte izquierda hacia la mitad de la citada Avenida.

Actualmente no está en terreno público por lo que son necesarios las correspondientes autorizaciones y permisos tanto de la Consejería de Cultura y Patrimonio como de la propiedad. No obstante, no existe puerta de acceso, ni cartel de prohibición alguna y si se continúa la alambrada que surge a la derecha nos conduce, sin posible pérdida, a las inmediaciones de la cueva.

2. Antecedentes

En el mes de marzo de 1973 un grupo de la Organización Juvenil Española, dirigido por D. Alfonso Naharro, descubrió estas pinturas. Poco después le fue comunicada la noticia al Dr. Jordá de la Universidad de Salamanca quien visitó el covacho. Dada la escasa espectacularidad del hallazgo pasó el tema a la Dra. Rivero de la Higuera quién incluyó una imprecisa y breve reseña en un artículo de contenido más amplio (Rivero de la Higuera, 1972-73).

Posteriormente, en el año 1978 acometí un estudio más pormenorizado y presentado en los IV Coloquios Históricos de Extremadura, su pérdida, ha motivado la realización de este nuevo estudio con el fin de quedar al menos una realidad impresa del mismo.

En 1991 se da una breve reseña de su localización en un artículo de carácter general en el que se alega el fenómeno de la meteorización para excluir enumerar sus contenidos (Alvarado y González, 1991).

En lo anecdótico, cabe reseñar que: en el año 2005, la construcción de viviendas adosadas a la parte sur del morro que contiene la cueva, fue objeto de denuncias por no cumplirse varias condiciones requeridas en la actual Ley de Patrimonio. Gustosamente acompañé a su visita a las partes en litigio. Ignoro el resultado de dicha denuncia aunque los resultados prácticos pueden observarse.

3. El paisaje

La mole de granito, sin apenas tierra fértil que la fecunde, presenta, sobre todo en umbría, notables variedades de flora mediterránea entre los que destacan numerosos arbustos plenamente autóctonos, generalmente encina joven. Sin excesivos antropismos, ofrecía milagrosamente hasta hace unos años, a unos pasos de la plaza, un singular conjunto. Salpicado de líquenes y musgos su cromatismo varía intensamente según la estación. La naturaleza abstracta de sus formas, generalmente curvas, presenta con difícil intermitencia un instante del movimiento natural del magma deslizándose, aquí y allá, siempre hacia el este…donde se formó la cueva(Lám I y II).

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Lam. II

Más hacia el sur y en parecidas condiciones, aunque menor y más olvidada, se ofrece su mole compañera, quizás más estática; también presenta abertura en semejante dirección. Entre ambas se realizó, en general, un tardío urbanismo -mediados del s. XX-, en él, tras años de indecisión constructiva, se acabó arrasando este extremo del Pradillo; no se atendió a solucionar con corrección los espacios comunes, naturaleza y ciudad, ello, a pesar de las diversas evidencias denunciadas, fundadas y competentes. Ahí están los aciertos y errores.

Hacia el oeste, en mayor altura, se presenta “Cabeza de Zorro”, ya muy alterado, sirvió para que los asentamientos humanos fueran numerosos, demostrables estos solamente desde época romana. Lo más característico de este cabezo granítico es su época musulmana con la maravillosa alcazaba emiral, pareja de la emeritense. A su solana se alza un paisaje plenamente urbanizado: la ciudad de Trujillo.

Todavía debemos mencionar otro “cabezo”, hacia el NW emerge el denominado “Pradillo II”. Su aspecto actual es más rotundo y cortante.

4. Descripción de la cueva

Ya hemos mencionado que esta pequeña cueva se abre al este. Sus formas son redondeadas aunque de tendencia prismática rectangular e irregular, desgastadas con más intensidad están las caras y aristas superiores. Aunque da la impresión de ocupar la base de la masa rocosa, en realidad se abre a unos 2 o 3 m de altura del terreno que, a partir de ella, decae con suavidad hacia naciente. Un lindero de unos 2m de altura impide la visión general desde la entrada, sin él, disfrutaría de gran capacidad de observación por su amplitud de mira hacia el vallecillo de esa parte.

Su entrada mide 2 m de ancho y 1,95 m de alto, la longitud total, ligeramente ascendente, está en torno a los 11 m. El volumen que guarda está claramente dividido en dos partes de igual longitud -5.50 m-

La entrada se formó con un gran volumen de granito de aproximadamente 1,50 m de alto, 4 m de ancho y 5 m de largo que hace de cubierta, más allá se formó con otros menores. Este gran bloque parece deslizado desde la parte superior y se apoya lateralmente en otros volúmenes también considerables, más quebrados los del lado derecho; las formas de estos tienden a ser alargadas en dirección este-oeste y se extienden más allá de la boca formando un pasillo de unos 3 m de largo (Lám III y IV).

img03Lam. III

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Lam. IV

Su base está formada por el mismo tipo de roca con una ligera capa de tierra negra acumulada en la superficie de la entrada. Aquí, una zarza se ha introducido entre los racheados de la derecha y dificulta el acceso. Pronto, en esta misma parte, se ofrece una considerable pared lateral vertical, muy lisa y escasamente alterada a pesar de la composición del granito; en ella se organizó bastante centrado en el espacio, un conjunto, que ocupa una pequeña superficie del espacio disponible. Continuemos por este mismo lado y enseguida se abre, hacia el norte y de forma caótica de indudable belleza, un vano alargado compuesto por formas caprichosas.

Más regular es el lateral sur formado por una pared hasta la mitad, continúan grandes bloques cuyas superficies internas son bastante verticales; no parecen poseer restos de pinturas.

El fondo es cada vez más angosto y llegados a unos 5,50 m, hacia su mitad, la cueva se estrecha cada vez más -1,65 m al comienzo y 0,70 al final-; su altura en cambio se eleva -comienza con 0,60 m y termina con una altura de 2,60 m.

En la cubierta de esta segunda parte de la cueva los volúmenes son menores, en los comienzos se han desprendido y han propiciado la fijación de una capa de tierra de mayor grosor -aproximadamente 0,40 a 0,60 m- su superficie presenta numerosos restos de cerámicas aparentemente actuales. En la articulación de esta última parte hay superiormente una roca central que presenta superficie hacia el sureste, lisa pero muy alterada, parduzca y oscura, en ella se aprecian numerosos restos de pigmentos que posibilitan la clara observación de una única figura.

5. Las pinturas

El escaso número de pinturas y su convencionalismo no deben restar importancia a su ejecución. Pese a no ser espectaculares son un testimonio inequívoco de que nuestros ancestros de pasados milenios utilizaron esta covacha con determinadas finalidades. No hay tantos testimonios de sus obras, sobre todo en esta penillanura dónde los batolitos de granito parecen ser una excepción aquí confirmada. Por esto, a pesar de su humildad, debemos conservarlas en lo posible como parte fundamental de nuestro Patrimonio en esta parte de nuestro pasado tan escasamente estudiado.

Estas obras, como el resto del arte rupestre, a pesar de su fosilización, sufre desde su ejecución un progresivo deterioro, unas más que otras; de manera cierta acabará con su desaparición si no hay alguna “bárbara” acción que las elimine antes. Como en cualquier estudio de estas características, nuestra relación con ellas ocupa un momento histórico preciso de ese deterioro físico, también del nuestro, y debe estar presidido por la atención, el cuidado, la delicadeza etc.

Conjunto I

El soporte.- Hemos señalado que en la primera parte de la cueva, en el lateral derecho, había una considerable superficie lisa con el conjunto I, así pues se orienta a solana. Este espacio mide 97 cm. de alto y 1,25 m de ancho en su zona media. Solamente se utilizó una pequeña parte de la zona media superior, además está bastante centrada en el espacio que ocupa. La parte inferior a las formas está invadida por un liquen verde que se hace ceniciento a medida que profundizamos; la parte superior del soporte donde se trazaron estas formas está limpio de formaciones. El granito presenta pequeños racheados que a través del tiempo van alterando las figuras originales.

Las pinturas

Su color actual es rojo vinoso -tinto claro- y su estado de conservación es aceptable. En su centro y parte derecha está bastante bien definida; en la izquierda por el contrario la continuidad de los trazos cambia constantemente de dirección sobre todo en el cuarto inferior. A veces da la impresión que el autor hubo de utilizar algún objeto para manipular las pinturas en algunos trazos ya que, por su finura, les hace imprescindible.

Este conjunto se trazó a unos 1,80 m de altura y lo debió realizar una persona bastante alta. Se ejecutó algo inclinado hacia la izquierda; esto puede ser debido a la dificultad que ofrece el lateral de la cueva en ese lugar ya que allí presenta una angulación considerable desde una buena altura y no permite acercarse a la superficie utilizada con facilidad. Para realizar la pintura no pudieron apoyar los pies en el mismo plano pues no se llega al muro; uno, generalmente el izquierdo, debe estar más elevado, flexionado y apoyado sobre la pared inclinada, esto motiva la elevación de la mano derecha, el posible apoyo del brazo izquierdo sobre la pierna flexionada y doblando la columna determinaríamos una posición de equilibrio bastante estable que permite acercarnos más a la pared, elevar la mano derecha y realizar de forma inclinada hacia la izquierda -sinistrógira- los trazos.

Suponemos que el autor realiza un retrato de alguien y algo que está frente a él, presente o representado en su cerebro; en la descripción, como ocurre en la reflexión, los lados se cambian, el derecho corresponde al izquierdo y viceversa (Lám V. Fig 1).

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Lám V. Conjunto Pradillo I, fig 1, 2, 3, 4
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Fig 1. Conjunto Pradillo I, fig 1, 2, 3 y 4

Fig 1.- Esta figura está formada por una forma humana, antropomorfo, tendente a la posición vertical, claramente esquemático, dibujado sin titubeos con trazos decididos y rectos. Lo componen una línea vertical de 25,5 cm. que dobla ligeramente hacia la derecha en su mitad y tiene en torno a 1 cm. de ancho. Representa la cabeza y el tronco. Dos trazos angulares, escasamente caídos, indican las extremidades, más abiertas las superiores y disminuida la extremidad derecha inferior.

Fig 2.- Ésta se situó a la derecha del antropomorfo 1, en la zona media de su lado izquierdo y a 3 cm. de ella; tiene forma lineal curva, de tendencia vertical y ligeramente arqueada, convexa al exterior; su trazado nos ha llegado bastante intermitente.

Fig 3.- A la izquierda de la representación esquemática humana, correspondiente al lado derecho del modelo y por ello el más importante a la hora de aprehender algo con la mano, hay un trazado, ciertamente complejo, que intentaremos describir.

Primeramente señalaremos su intermitencia en los trazados y los continuos cambios de dirección en los mismos.

Escasamente a 1 cm. bajo la terminación de su extremidad derecha hay realizados cinco tracitos ligeramente inclinados hacia la parte inferior izquierda; centralmente bajo ellos se realizó una línea que dobla hacia la izquierda a 1,6 cm. formando en un trazo algo más grueso una forma de corta U cuya parte izquierda es de menor altura; en su centro inferior hay un corto tracito que enseguida termina en una gruesa puntuación de apariencia irregular, continúa inferiormente paralelo a la extremidad inferior de este lado con al menos dos pequeñas líneas muy intermitentes quizás por estar invadidas por los líquenes verdes. Esta parte ocupa unos 15 cm. desde su comienzo en las proximidades de la parte inferior de la extremidad superior hasta terminar en el mismo plano que la extremidad correspondiente del antropomorfo; es decir, esta parte de lo representado ocuparía desde el fin de la mano hasta el suelo.

Fig 4.-El conjunto continúa hacia la parte superior a partir del trazo externo de la figura en U ya descrita. Asciende en grueso trazo de unos 12 cm. de longitud y algo más ancho que el antropomorfo al que ligeramente sobrepasa; intermitente en su zona media y con alguna coloración esparcida en las proximidades de la parte inferior del lado izquierdo. En su parte superior se realizó un trazo de tendencia horizontal, ligeramente arqueado, cóncavo en la parte inferior sobre todo en la derecha; es decir esta cuarta figura es un ancoriforme de cabeza ligeramente apuntada, cuya extremidad superior derecha acaba con bastante rectitud siendo más curvada la izquierda; las extremidades inferiores solamente se apuntaron con unos tracitos inconexos. Esta figura posee en torno a su cintura una serie de pequeñas puntuaciones indicadoras de que el personaje portaba algún objeto en esa parte del cuerpo.

Comentario

La reconstrucción de las formas a través del dibujo ofrece una posibilidad de interpretar y conocer lo que en este conjunto se nos muestra. Es indudable que se representó un personaje principal, Un tracito en la parte inferior del tronco puede mencionar un corto puñal. El personaje exhibe cerca de su parte izquierda un trazo arqueado intermitente que puede reconstruirse sin problemas: debe ser la representación de un arco. En su derecha, asido, hay un objeto desconocido, algo pesado ya que motiva que el tronco de nuestro protagonista flexione ligeramente hacia la parte contraria para mantener el equilibrio. Posiblemente otro personaje, sin duda de menor relieve, acompaña a nuestro protagonista y su objeto. Esto es ciertamente lo representado.

Ahora nos adentramos en el mundo de lo posible e intentaremos suponer qué es lo que se nos mostró en ese objeto del cuadrante inferior izquierdo.

Desde los primeros dibujos y detenidas observaciones que hicimos de este conjunto nos llamó la atención que todos los trazos de apariencia caótica ocuparan el cuarto izquierdo inferior de la composición. Los trazos reconocibles no presentan graves deterioros que impidan reconocer las figuras y no hay razones físicas, corrientes de agua, intemperie etc., para que los situados en este cuadrante lo estén. También dadas las extensiones de las figuras reconocibles lo probable es que debería pertenecer a una sola figura. Concluyendo: los trazos caóticos que se realizaron deben representar un objeto que, según la intención del autor, debería sernos reconocible aunque la ausencia del dominio por éste, del esquema de lo representado nos impide conocerlo.

Debemos tener en cuenta los posibles convencionalismos que a veces utilizan algunos artistas primitivos que, claramente se manifestaban en uno de los conjuntos de la cueva de La Panda en el término de Talarrubias, en Badajoz -mostrar las puntas de los venados de forma rectangular y doblar sus astas para representarlas en un espacio reducido-. (Rubio Andrada, 1997). Parece que nuestro autor utilizó levemente el primero de esos recursos y nos dejo dos tracitos rectangulares unidos en su parte superior por una fina línea, serían representativos de dos puntas del asta derecha de un venado. Están situados en la parte superior del cuadrante con trazos caóticos -inferior izquierdo-, muy cerca de la extremidad derecha del personaje central.

Reconstruyamos la figura con las posibilidades que ofrece de esa pequeña línea con sus trazos. Sus inicios estarían en las cercanías de la figura antropomorfa mayor, la terminación en el corto lateral izquierdo de la U. Nos mostraría el asta de una cuerna con sus pequeñas puntas representadas por pequeños rectángulos. La abultada parte central de la línea en U sería el testuz del animal; del lado derecho de la U parte la otra punta, corta y mal realizada por no encontrar espacio suficiente ya que enseguida encontró su par ya realizado. Bajo ésta se puede suponer, más bien adivinar, un pequeño cuello; entre los demás restos colocados inferiormente reconstruir un cuerpo disminuido y grotesco; linealmente inferior hay otros tracitos de tendencia vertical y poco definidos, pueden ser las representaciones de unas cortas extremidades, colgantes, intermitentes por la invasión de líquenes y mal realizadas.

De esta manera podemos suponer que el personaje, un cazador, portaría en su mano derecha un venado, exhibiendo su cabeza y sus puntas en posición horizontal y cuya mirada se perfiló desplazando algo el hocico hacia la derecha con el fin de que se observe bien el trofeo.

La escasa valoración del resto del cuerpo y las dificultades propias de su dibujo contribuyeron a realizar una pésima figura, mal trazado, por esto, más que por el deterioro, nos ha llegado irreconocible.

Con respecto al trazado de la figura número 4 diremos que posiblemente el autor llegó a su límite de extensión natural, es decir, la dificultosa posición para pintar, ya indicada, no le posibilitaba dominar superiormente más espacio para pintar. Posiblemente las extremidades inferiores le quedaron excesivamente cortas porque ya había realizado las demás figuras. El resultado está a la vista.

Conjunto II

El soporte

El segundo conjunto de pinturas se realizó en la zona media de una superficie situada en el bloque que, suspendido desde la cubierta, amenaza con estrangular la cueva en su parte media; de tendencia rectangular (trapecio), tiene unos 65 cm. de alta y 1,30 m de ancha y se orienta al SE. La superficie que nos ofrece aunque en general es lisa, está bastante alterada, presenta un color parduzco y sufre en épocas de lluvia una intensa correntía; esto motiva que los colores estén muy desvaídos y sus formas muy alteradas e imprecisas.

Las pinturas

Un fino racheado corta la superficie de arriba abajo; en general la mayoría de las pinturas se sitúan a la derecha. Su color es parecido a las anteriores aunque los trazos son bastante más gruesos, en torno a 1,7 cm. (Lám VI, VII, VIII y IX. Fig 2, 3 y 4).

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Lam. VI
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Lam. VII
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Lam. VIII
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Lam. IX

Fig 1.- Solamente distinguimos en la parte central un corto y grueso cruciforme cuyos brazos iguales miden 8 cm. En el resto la coloración, presente en sus proximidades, no nos ha permitido limitar los contornos de otras figuras por lo que renunciamos a cualquier tipo de descripción o representación de las mismas.

CONJUNTO III

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Fig 2. Conjunto Pradillo III, fig 1 (inferior) y 2 (superior).
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Fig 3. Conjunto Pradillo III, fig 3.
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Fig 4. Conjunto III, fig 4.

El soporte.-El tercer conjunto se situó en una superficie ofrecida por la gran roca de granito que forma la cubierta de la cueva; este espacio tiene tendencia horizontal aunque algo convexo en el tercio de la parte norte. Tiene unos 5 m de largo en dirección E-W y 2 m de ancho en el N-S. Está desprovisto de los habituales líquenes y se ofrece clara y limpia aunque con zonas verdes, rojizas o negras.

Las pinturas.- Son de pigmentos semejantes a los empleados en los conjuntos anteriores; las figuras se situaron en sentido N-S y solamente son reconocibles con cierta claridad dos figuras el resto tienen un contorno poco preciso.

Fig 1.- La primera figura que describimos se situó en la zona media del espacio cerca de la parte abombada. Es una línea vertical de 7 cm. de longitud y 1 cm. de ancho realizada en el sentido apuntado; su extremo norte termina algo afilado y el sur (la cabeza) lo hace algo engrosado de forma triangular (1,5 cm. de lado); en la parte derecha de esta figura hay un corto pero evidente trazo de 2 cm. que correspondería a una extremidad superior. Por ello debemos suponerla como la representación de un antropomorfo.

Fig 2.- Superiormente a 3 cm. de la fig 1, hacia el sur hay un doble ancoriforme de 15,6 cm. en disposición semejante. Se compone de un trazo vertical para la cabeza, tronco y largo falo prolongado intermitentemente hacia la fig 1 con cuyo eje corporal se corresponde. Dos trazos angulares, muy agudos hacia la parte inferior y ligeramente cóncavos, indican las extremidades superiores y otros dos en semejante disposición, indican las inferiores.

Fig 3.- A 16 cm. de la fig 2 y en el mismo sentido, el sur, hay otros trazos ya menos definidos. El número 3 es una línea oblicua de 4,5 cm., elevada hacia la izquierda unos 50º; a su derecha hay numerosos restos intermitentes y muy desvaídos; parecen apuntar una forma alargada semejante a los antropomorfos descritos. En ese caso el trazo más visible sería la represtación de un objeto alargado que portaría en su extremidad superior izquierda, tal vez una espada.

Fig 4.- En la misma superficie de la cubierta, unos 15 cm. hacia el sur, en el lateral derecho de una mancha triangular de color verdoso se observan restos de otra figura parecida, en tonalidad semejante y de unos 7,5 cm. de longitud.

Entre la zona estudiada y la entrada se puede observar una zona con un manchón de una pigmentación de color semejante; su contorno no es alargado y su parte media es intermitente.

Comentario

La proximidad y disposición de las figuras 3 y 1 parecen reclamar una relación de parentesco directo es decir la persona representada en la figura 1 procede, es hija de la número 2; nos apoyamos en el hecho de que se dirigen hacia ella los trazos surgidos del pene de esta figura. Entendida la escena como la representación particular de un hecho general, ésta nos deposita en unos momentos culturales, de época poco precisa, en los que, en general y de manera global, no está claro el hecho de la paternidad en su relación causa efecto o al menos ofrecía dudas. Parece que el autor de cabeza triangular o tal vez su padre, que no presenta esa forma, dominaba el tema y así lo expresó.

También puede ser la representación de un hecho particular, es decir, la aclaración de determinada paternidad entre un padre con respecto a su hijo debido quizás a su escaso parecido en alguna parte corporal tal vez la forma de la cara.

6. Relaciones

Formalmente y temáticamente poco tienen que ver con las pinturas realizadas en el canchal cercano al arrabal de Belén en Trujillo (Rubio Andrada, 2001). En el panorama provincial los batolitos granitos que nos son próximos, Plasenzuela y Malpartida de Cáceres, ofrecen también realizaciones artísticas de este tipo. En las de Plasenzuela resulta más dudoso o por ser mínimamente testimonial ya que no ha sido presentado a la comunidad científica trabajo alguno que ofrezca algo de las formas del único conjunto prospectado (Alvarado y González, 1991). En Malpartida se observa una mayor cantidad con notables semejanzas cromáticas y formales aunque sus temas aparentemente tienen poco que ver con los aquí tratados (Alvarado y González, 1979) (Sauceda Pizarro, 2001). Con esta breve enumeración quedan nuestras pinturas asociadas con cierta simpleza al resto de las representaciones sobre los granitos que nos son más próximos.

El tema previsto en el conjunto representado en el Pradillo I encajaría bien en el cinegético y ciñéndonos a la pintura esquemática, en el ámbito provincial, hemos de indicar su relativa abundancia comparada con la escasez que ofrecen otros espacios hispanos en este tema.

En los cacereños es evidente el predominio de fondos en los que el hecho cinegético se realiza con otras artes más primitivas en los que esta ausente el arco y la flecha. Bien mediante acoso individual como ocurre en Torrejón I del P. N. de Monfragüe; de una cuadrilla de cazadores y perros como ocurre en sendos conjuntos de La Burra y El Joyu en Cañamero o mediante reclamos y trampas como se evidencia en el Risquillo de Paulino en Berzocana (Rubio Andrada, 1994).

7. Cronología

Hemos visto que, en la mayoría de las ocasiones, en este tipo de pinturas -el esquematismo-, resulta difícil acercarnos al conocimiento verdadero de los temas, cuestión que surge también en los fondos pictóricos actuales dada su naturaleza abstracta. Cronológicamente este tipo de monumentos, por pequeño que sea, entraña numerosos problemas cuyas incógnitas son difíciles de resolver aunque si debemos acercarnos a su situación temporal.

Para ir buscando solución a todos estos problemas nos referiremos primeramente a los conjuntos I y III cuya situación temporal les suponemos muy próxima dadas las semejanzas de cromatismo, igualdad de trazado en los antropomorfos y el escaso número de estos representados en ambos conjuntos. En otro impreciso momento se debió de realizar el conjunto II de trazos más gruesos, inclusión de cruciformes etc., y que, dado su estado de conservación, poco más podemos decir de él.

Referente a los conjuntos mencionados en primer lugar, la primera duda que deberíamos aclarar en lo posible es si estas pinturas son de época histórica o si pertenecen a la Prehistoria. El hecho de la posible representación del arco en la izquierda del personaje del conjunto I limita el tiempo de su ejecución al postpaleolítico, concretamente su ejecución más antigua podría haber sido en el Neolítico Medio que es cuando se sitúa la introducción del arco y la flecha en nuestra cultura peninsular (Arias González, R. A. 113). El hecho de la marcada desnudez de algunos personajes y la utilización de los esquemas corporales propios del esquematismo prehistórico les aleja de cualquier periodo histórico y sobre todo del periodo islámico por su prohibición coránica.

Entre los temas de pintura esquemática o naturalista de época temprana -Neolítico Calcolítico-, cinegéticos o de otra índole, no suele haber representaciones individualizadas o son muy escasas comparadas con el número de temas en las que el grupo humano es lo predominante por otro lado conservan detalles naturalistas propios del periodo estilístico al que parecen pertenecer. Citemos como ejemplos de esas representaciones grupales entre otros muchos, los conjuntos de “Los Varones”, en el abrigo de Torrejón I-C-I, en el P. N. de Monfragüe (Rubio Andrada, 1991); Bonete del Cura en Ciudad Rodrigo (Bécares Pérez y Rivero de la Higuera).

Una de las excepciones individuales que presentamos de esa primera época es “el acoso individual” expresado en el conjunto cinegético del “Despeñado” Torrejón I-A-II también del P. N. de Monfragüe; los útiles de caza allí representados nos inducen a sospechar que el protagonista no debía conocer el arco y la flecha, por ello la situamos en un Neolítico temprano (Rubio Andrada, 1991).

También la pintura naturalista levantina ofrece algunos ejemplos de temas de caza individualizados, ya con arco, en medio de la multitud de escenas colectivas de cazadores y guerreros. Se viene situando en época neolítica ya plenamente desarrollada con toda la problemática que sugiere su realización, Mencionemos como ejemplo el arquero con arco y flechas de la Cueva de la Vieja en Alpera, Albacete (Beltrán Martínez, 1982).

A pesar de las posibilidades que proporciona lo expuesto nos inclinamos por suponer la realización de estos dos conjuntos del Pradillo, de temas bastante individualizados, en las cercanías del Calcolítico Final o en los comienzos del Bronce pues en ellos existen también una clara tendencia a la supresión y simplificación abstracta lineal eliminando paulatinamente parte del esquema corporal cuestión que parece acentuada hacia los finales del Bronce y que es evidente en las figuras 4 del conjunto Pradillo I y figura 1 de Pradillo III.

Repetimos, aunque no están en estas pinturas de manera general y evidente, las supresiones propias de finales del Bronce en las que barras y puntos son lo predominante, creemos que comienzan a indicarse. La tendencia a suprimir la cabeza en el segundo antropomorfo del conjunto I y la ausencia clara de cabeza y extremidades inferiores en la figura 1 del conjunto III constituyen indicios de que ya era conocido el proceso que llevaría desde el esquematismo a la abstracción lineal. Por lo tanto de encajar en esta evolución estilística y seguir el camino de las supresiones apuntado nos serviría para datar con cierta probabilidad estos dos conjuntos en la transición del Calcolítico al Bronce en torno a los comienzos del segundo milenio a. C.

8. Conclusiones

Según pasaba el tiempo, las funciones de nuestra cueva debieron ser diversas.

En el mencionado aspecto cinegético no cabe duda de que es un excelente sitio de observación del amplio valle que se extiende hacia el E. En él pastarían diversos animales salvajes. En el estío los puntos de agua serían muy escasos y por ello privilegiados lugares para el rececho. Es probable que, nuestro antepasado nos dejo el resultado singular de uno de esos lances en esta instantánea.

Tampoco debe descartarse la utilización de la cueva como habitación y refugio en un Neolítico temprano cual ocurre en otras zonas del berrocal trujillano (Rubio Andrada, 1998, 199 y 2000) e incluso su utilización temporal con carácter funerario aunque estas cuestiones deberá resolverlas una apropiada excavación.

BIBLIOGRAFÍA:

  • Arias González, L. y Jiménez González, C. ( ): “Puntas de flechas líticas del Calcolítico Ibérico”. Revista de Arqueología. nº 113. Madrid.
  • Becares Pérez, J., Rivero de la Higuera, M. C. y otros ( ): Las pinturas rupestres de Bonete del Cura, Ciudad Rodrigo (Salamanca). Zephyrus XXX y XXXI, pág 131 y ss.
  • Beltrán Martínez, A. (1982): “De cazadores a pastores. El Arte Rupestre del Levante Español”. Ediciones Encuentro. Madrid.
  • De Alvarado Gonzalo., M. y González Cordero, A. (1979): “Pinturas esquemáticas en Malpartida de Cáceres”. Alcántara, 195, 16-22. Cáceres.
    • (1991): “Pinturas y grabados rupestres de la provincia de Cáceres, estado de la investigación”. Extremadura Arqueológica II, pág 141. Mérida-Cáceres.
  • Rivero de la Higuera, M. C. (1972 – 1973): “Nuevas estaciones de pintura rupestre esquemática en Extremadura”. Zephyrus XXIII-XXIV, pág 297.
  • Rubio Andrada, M. (1991): “La pintura rupestre en el P. N. de Monfragüe” (Cáceres). Cáceres.
    • (1994): “Reflexiones en torno a cuatro escenas de contenido cinegético representadas en la pintura rupestre esquemática de la provincia de Cáceres”. XXIII Coloquios Históricos de Extremadura”, pág 425. Trujillo (Cáceres).
    • (1997): “Las pinturas rupestres en el término de Talarrubias, Badajoz”. XXVI Coloquios Históricos de Extremadura, pág 421. Trujillo (Cáceres).
    • (1998, 1999, 2000): “Tres poblamientos prehistóricos del berrocal trujillano”. XXVII – XXVIII – XIX Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo (Cáceres).
  • Rubio Andrada Manuel y Cáceres Herrera José María (2001): Una hoja de cobre endurecido en el berrocal trujillano. XXX Coloquios Históricos de Extremadura, pag 489. Trujillo (Cáceres).
  • Sauceda Pizarro, M. I. (2001): Pinturas y grabados rupestres esquemáticos del Monumento Natural de los Berruecos. Malpartida de Cáceres. Memorias, 2. Museo de Cáceres.
Oct 012005
 

Manuel Rubio Andrada y Francisco Javier Rubio Muñoz.

El fin de este estudio es facilitar al público la información actualizada en los aspectos descriptivos, planimétricos, bibliográficos y fotográficos de este monumento, tan singular para la historia de los trujillanos y tan abandonado; aparentemente no tiene otro sentido que su desaparición. En este estudio no están presentes los aspectos documentales, que esperamos acometer en breve, ni arqueológicos, ya que carece de intervenciones en este sentido.

1. LOCALIZACIÓN

Se encuentra situada en el término municipal de Trujillo, muy próxima al punto determinado por las coordenadas geográficas: latitud 39º 23´55´´ y longitud 2º 09´05´´; mapa 1/50000, hoja 706 denominada Madroñera; Madrid, 1ª edición 1963 del I.G.C.

Para llegar podemos trasladarnos por el cordel de ganados que desde Trujillo, vía ermita de Santa Ana, marcha hacia el sur pasando próximo a Santa Cruz de la Sierra. La ermita se encuentra a la izquierda hacia la mitad del camino en la finca del mismo nombre: La Coronada.

Más cómodamente se puede acceder al cordel desde la N-V -autovía de Extremadura-. Llegados a la primera gasolinera, en sentido de Badajoz, tomemos el camino de servicio de la izquierda. A la altura del poblamiento residencial de los Quintos, debemos abandonarle y machar nuevamente a la izquierda, pronto llegaremos al complejo de las fincas las Torrecillas; pasadas estas instalaciones, daremos con el cercano cordel y doblaremos a la derecha. Transcurridos por él unos 400 metros, a nuestra izquierda, hay un paso canadiense; atravesemos, puesto que sigue siendo camino público, y marchemos 1100 metros hasta llegar a una puerta situada en el frente izquierdo. Podemos dejar aquí el vehículo y marchar a pie por el camino. El monumento está a unos 300 m tras unos edificios actuales. Lo correcto es pedir permiso a los dueños de la finca donde está situado este monumento y los restos del yacimiento donde se construyó.

2. GENERALIDADES

Para levantar esta ermita se eligió la suave caída, hacia NE, de una ligera mesetilla de 8 o 10 ha, más ataludada al SW. Hacia este mismo lado continúa un valle algo amplio, completamente desforestado y de apariencia fértil, se utiliza para la agricultura -cereal- y pastoreo de ganado bovino y ovino. El vallecillo se ve flanqueado al S por una corta elevación algo extraña en este paisaje ya que, aunque a penas son perceptibles en el paisaje, está coronada por crestas de cuarcitas que se extienden próximas a la dirección E-W. Estas zonas de contacto determinan fáciles afloramientos de agua en sus laderas. Más allá surgen de nuevo terrenos graníticos.

El granito es también predominante en el resto de tierras situadas en el entorno inmediato de la ermita; presenta volúmenes de escasa entidad. Otras veces alternan con terrenos pizarrosos propios de nuestra penillanura. Todo este paisaje se ofrece desforestado, de monótona apariencia; se utiliza igualmente para pastoreo de ganado lanar y bovino.

En resumen es un paisaje propio de la penillanura trujillana aunque la intrusión de masas pequeñas de granito y la suave elevación hacia el S de la cadena de cuarcitas rompe algo su monótona horizontalidad.

Arqueológicamente diremos que, la pequeña meseta donde se construyó la ermita ofrece frecuentes fragmentos de cerámicas comunes entre las que se observan algunas tégulas romanas. La elevación y potencia de estos restos es mayor en el ángulo SW, donde se adivinan restos de edificaciones de cierta entidad y nobleza por algún sillar de buen volumen que, parcialmente presenta su superficie. Dijimos que la parte opuesta es algo más baja y fue el lugar escogido para construir la ermita; puede decirse, sin lugar a dudas, que está construida sobre restos más antiguos entre los cuales son evidentes los romanos.

En la cresta que determina la cadena de cuarcitas situada en el límite S del valle hay restos de muros circulares, completamente arrasados, esparcidos y a veces con tendencia circular; el pequeño diámetro, evidente en algunos -no más de 3 m-, su apariencia es pobrísima, sin que se observen entre ellos cerámicas u otros materiales. Entre las rocas utilizadas en la construcción de una de estas posibles chozas, que parecen corresponder más a animales que a hombres, hay al menos una de granito, tendente a la forma prismática, de no más de 0,50 m de lados salientes del suelo; en ella se grabó un conjunto interesante de cazoletas. Evidentemente este soporte ha sido acarreado de otro lugar. También en la ligera pendiente situada al SW se encuentran más restos romanos aparentemente de escasa potencia e identidad. Hay que señalar los numerosos y amplios majanos -depósitos de piedras debidamente apilados-, esparcido por toda la finca aunque predominantes cerca de la vivienda actual. No hemos observado ningún otro referente arqueológico en los mismos.

LA ERMITA

3. Descripción general

El edificio religioso fue construido en posición E-W y por lo general con materiales pobres: mampostería y cal en ábside y pilastras; barro y ripio como aparejo en el resto de los muros. Todo ello con excelente lucido. Consta de un ábside y una nave que se comunican por arco triunfal; hacia el exterior lo hacían por una puerta colocada en la nave hacia poniente, – posiblemente había otra menor al S, en el ábside- En el norte del ábside se dotó con una sacristía y en el este con un camarín; a éste se accede desde la sacristía por una dependencia adosada.

lam1Lám I – Ruinas de la ermita de Nuestra Señora de la Coronada

El ábside (interior)

Su planta mide 8,20 m de ancho y 6,5 m de largo desde el centro del arco triunfal; el ancho de sus muros es de 0,80 m. Tiene forma semicircular, con sus lados prolongados con rectitud, algo más de 2 m, hasta la nave. Se cubrió con bóveda de ladrillos en cuarto de esfera completada con otra de cañón hasta el arco triunfal.

La forma circular del lateral del ábside se transformó interiormente a unos 3 m de la base con un cubrimiento que le comunica a toda la parte superior un relieve de unos 5 cm.; este espacio se limitó inferiormente con cinco arcos ciegos cuyos arranques laterales se realizaron con irregularidades notorias; ellos intentan determinar una forma poligonal en la parte superior. Los dos laterales son apuntados y los tres centrales tienden a ser de medio punto; de estos el central es de diámetro mayor; únicamente éste muestra ser de granito ya que los demás están cubiertos por un grueso encalado, no obstante alguna grieta o desconchado deja creer en el posible empleo de ese mismo material en las demás arquerías.

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Lám II – Interior del ábside.

Los extremos de todos estos arcos se unen, a veces de forma irregular, cerca de la parte inferior de seis nervios de sencillas secciones doblemente cóncavas. Estos, en su extremo inferior, parten desde consolas o ménsulas redondeadas, achatadas y adornadas lateralmente con sencillas molduras decrecientes de motivos geométricos; cada ménsula pretendió ser igual que su par en el lado opuesto. Todos los extremos superiores de los nervios confluyen en una clave circular con biselado cóncavo en su circunferencia. Este soporte presenta grabada en el centro una M orientada al W y un pequeño perfil de sombrerete en su parte superior central.

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Lám III – Clave superior.

Estos nervios son, en teoría, los encargados de dominar la presión de la bóveda, pero su finalidad, en nuestro caso, parece ser esencialmente estética ya que la primitiva bóveda no está ensamblada a ellos. Únicamente marcan los paños en esa parte media superior del presbiterio y que, si se observan de cerca, comunican un aspecto abombado muy deficiente. Dada su posición adosada a la bóveda, llegado el caso, estos nervios pueden servir de soporte de la cubierta.

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Lám IV – Arquería y nervios añadidos.

En toda la parte baja lateral del ábside, ya cerca del suelo, se observa un escalón de unos 30 cm. que recorre todo su perímetro; más abajo estaría el pavimento, cuestión que no podemos describir por estar cubierto de materiales del próximo derrumbe de la nave.

En el centro y el lateral derecho de la superficie interior del ábside se observa una larga grieta cuyos recorridos siguen tendencia vertical e irregular.

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Lám V – Grietas del ábside.

En el frente tiene un camarín de planta rectangular adosado externamente en el este del edificio; ofrece una abertura al interior a 2,55 m de altura y presenta arco de medio punto en fino granito, con una luz de 1,62 m de ancho y 2,23 m de alto; se adornó en ambas impostas con una elegante moldura convexa y doblemente escalonada en su parte superior e inferior; también posee otra, semejante pero menos vistosa, en la parte superior del sillar inferior de las jambas. Este vano está descentrado con respecto a los nervios centrales del interior del ábside, claramente se observa su desvío hacia la derecha.

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Lám VI – El camarín.

La cubierta del interior del camarín se hizo en ladrillo con bóveda de arista; el suelo se realizó con material semejante sobre bóveda de cañón. Tiene al levante una ventana con un vano de 1,60 m de alto y 1,20 m de ancho; abocinada al interior, e completó superiormente con sencillo arco rebajado.

A ambos lados del comienzo de la cabecera del ábside se abren sendos vanos cuyas portadas han sido arrancadas. La que estuvo en el lado derecho presenta una acumulación externa de materiales que impide conocer su existencia con exactitud. La de la izquierda articula con tres pequeñas dependencias menores: la primera es relativamente pequeña y está cubierta con bóveda de arista; tiene tronera central en el centro del muro norte. Dada su posición y técnica debió ser construida antes que las otras dos dependencias y tendría función de sacristía.

La habitación contigua central es algo más amplia, y debió tener cubierta a teja vana ya que no se observan restos de otro tipo; una escalera, construida con atrevida bóveda de ladrillos, fue adosada al muro en su esquina SE para ascender al camarín.

La tercera habitación corresponde al volumen inferior a esa dependencia; se accede a ella por una excelente puerta de granito, muy bien conservada, situada bajo el tramo superior de la escalera, sus medidas son 0,87 m de ancha y 1,60 m de alta. Esta habitación tiene una ventana al E, también abocinada al interior y rematada superiormente con arco rebajado. Es semejante a la superior del camarín aunque de vano más pequeño; dada la solidez de sus muros podría servir de almacén, al menos temporal, de objetos litúrgicos.

La nave (interior)

Un arco triunfal de medio punto, en buena sillería, articula las dos dependencias: ábside y nave. El arco aun conserva por el lado S algunas dovelas “milagrosamente” adheridas al mampuesto lateral; su luz es de ancho menor que la arquería de la nave y le suponemos de su misma altura. El hecho de su menor amplitud y la elevación de las impostas hace que el ábside produzca un sentimiento de mayor elevación, recogimiento y majestad; en cambio, la forma rectangular de la nave y su amplitud, remarca un volumen de menor solemnidad.

lam7Lám VII – Los restos de las capillas laterales.

Dado que los materiales de derrumbe ocupan totalmente el suelo, no podemos asegurar que la nave estuviera más baja que el presbiterio, ni si llegó a estar enlosada. Tiene de largo 17,70 m, -el total del templo por el interior es de 24,20 m-; de ancho 12,45 – 12,50 m; la altura hasta la base de la espadaña es de 8,30 -8,50 m y en la esquina NW 6,10 m (medida exterior). Las pilastras que se conservan salen del muro 0,93 m y tienen un ancho de 0,52 m lo que nos permite calcular en 217,39 m2 su superficie máxima, una vez deducidas las que ocupan las pilastras.

Su superficie está dividida en cinco espacios transversales rectangulares; comenzando por el ábside solamente son iguales el primero, segundo y tercero que miden 3,23 m; el cuarto tiene 3,04 m y el quinto, inmediato al muro de poniente, solamente se realizó con 2,90 m. Solamente restan los inicios a buena altura de las dos primeras pilastras por ellos vemos que sus caras internas se recubrieron, al igual que el arco triunfal, con sillería de granito de esquinas biseladas en cuarto de círculo. Suponemos una continuidad superior en medio punto como parece marcar el arco triunfal en su pilastra por el lado norte; serían el soporte de una primitiva cubierta de madera hoy totalmente perdida.

lam8Lám VIII – Arranque del arco triunfal.

Sus impostas fueron decoradas con dos sencillas molduras de secciones semicirculares convexas y separadas unos 8 cm. Por lo general, la moldura superior es de unos 7 cm. de diámetro y está rematada en su parte inferior con un sencillo escalón en ángulo recto de apenas 2 cm. de lado; la inferior tiene unos 3 cm. de diámetro.lam9

Lám IX – Las molduras de las impostas.

fig1Fig. 1 – Perfil de las molduras

En la segunda pilastra del lado norte se observan tres importantes perforaciones en sus caras internas; posiblemente sirvieron de sujeción a un fuerte enrejado que, en un tiempo determinado, de parte a parte debió presentar la nave en este lugar. Deducimos de ello la necesidad de acotar un espacio más amplio que el absidal lo más próximo a él, generalmente este espacio estaba reservado al clero. Viene a señalar la presencia de un elevado número de personas de este estado religioso, al menos en determinadas ceremonias de importancia.lam10

Lám X. Las perforaciones de  la segunda pilastra.

Los dos primeros laterales de este lado presentan restos de capillas adosadas al muro y situadas entre las pilastras; aún mantienen los ladrillos de los inicios de sus bóvedas e indicios en los muros de su extensión a toda la cubierta (Lám VIII y X).

El espacio situado más a poniente de este mismo lado, ofrece los restos de otra capilla, en ella se observan al menos cuatro lucidos superpuestos. La capa más superficial muestra imitación a sillería. Las siguientes ofrecen restos de esgrafiados y la más interna ofrecía pinturas polícromas hoy perdidas. En éstas, a la izquierda y en sentido vertical, se observaba una cenefa muy colorista, formada por gruesas puntuaciones con predominio del color marrón oscuro. A la derecha se mantenía el dibujo con trazos seguros y bien proporcionados de un personaje barbado, ligeramente marrón y con su mano derecha extendida; se cubría con túnica de la cual distinguimos el contorno y los pliegues realizados con soltura y proporción. Este motivo estaba limitado por la derecha con una cenefa de tema vegetal en color verde medio sobre fondo amarillo. Sin duda hacia el centro continuaba el tema religioso hoy totalmente desaparecido. En el resto de las capillas no se observaban estos aspectos decorativos.

En esa esquina NW del interior del templo se realizaron obras de fortalecimiento; al abovedar la ancha nave, alteraron profundamente el ancho del muro original con el fin de soportar la presión; en la construcción de ese nuevo muro de la esquina NW se empleó una bella dovela decorada al menos por una moldura con forma convexa semicircular de unos 8 cm. de diámetro y dos escalones rectos de 90º hacia el interior; ella, con otras tres semejantes, debieron pertenecer a otra portada más acorde con los gustos góticos.

lam11Lám  XI – Dovela embutida de la esquina NW.

El muro sur, como el de la parte norte, tienen un ancho de 0,67-0,70 m, sin duda esbeltos para su altura; está prácticamente caído, sobre todo en su parte central, donde lo hacen hacia el exterior. Interiormente y adosado al mismo están los comienzos de otro, muy cerca del suelo actual, de unos 70 cm. de ancho, llega hasta la superficie externa de las pilastras; se extiende en sentido longitudinal continuando externamente unos metros a naciente, donde refuerza el dañado ábside y por poniente reforzando externamente el muro del oeste en su esquina sur.

lam12Lám XII – El ancho muro longitudinal del interior del lado sur.

Su ángulo SW mantiene la altura original. A 1,25 m de la esquina y a poco más de 3 m de la base real se abre una angosta tronera rectangular, adintelada con tosquedad y abocinada, tanto al interior como al exterior, desde su parte central.

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Lám XIII. La ventana del SW.

El muro de poniente presenta una altura de 13,84 m – 13,90 m y 7,70 – 7,80 m de ancho, su grosor es de 0,85 m, -es 0,15 cm. más ancho que los laterales-. En el centro se observa el vano de la puerta, con arco rebajado al interior, ligeramente abocinado y bien lucido; superiormente, en su parte izquierda, bajo un saltado del lucido, se observan parte de las superficies de tres dovelas de granito de otra arquería semejante, embutida en el muro, de ella solamente se observa desde el interior ese detalle. En la parte alta de este muro oeste puede verse el campanario, bien realizado en ladrillo, con su espadaña de una sola arquería de medio punto.

Tanto en la parte N como en la S se observan los restos circulares de las bóvedas de ladrillo que, en un tiempo determinado debió servir de cubierta al templo. Ya mencionamos las obras que muestra la esquina del lado NW. En la esquina SW puede verse el muro original picado y rebajado de forma irregular, entre 17 y 27 cm., sin duda para servir de ensamble al muro interno de refuerzo descrito en la parte inferior del lado sur que serviría de refuerzo y soporte de la bóveda. Aparentemente, este muro interno no se concluyó, ya que no presenta restos de adherencia en los primitivos muros, ni restos del mismo que justifiquen su elevación, ambas cuestiones son evidentes en la parte N. Desde luego puede afirmarse que, en general, el muro original es el que mejor resistió el paso del tiempo.

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Lám XIV – Vista general del interior del muro sur.

El ábside (exterior)

Debido a la mayor amplitud de la nave, su articulación con el ábside presenta un muro con doble ángulo recto. Ya dijimos que, en el lado sur, inmediato a la unión con la nave, hay restos de un vano; éste, en el exterior está casi cegado por los materiales del muro adosado al ábside que continúa por el interior del sur de la nave. Este muro aún mantiene su grueso hasta buena altura, justo en el exterior del rachón visible en el interior (Lám XV).

Externamente, el ábside es recto en sus comienzos, más adelante impone su forma circular; nos ofrece enseguida una estrecha tronera abocinada al interior y mejor rematada que las demás, con dintel acabado inferiormente en medio punto; quizás esta delicadeza sea debida a su posición, a solana, lo que permitiría iluminar directamente el altar con luz solar. Recordemos que no se observan en el interior ni este pequeño vano ni el del lado opuesto; pueden localizarse uno de los ángulos de sus bases a 2,80 m sobre el inicio del banco circular y a unos centímetros del inicio de la curvatura cilíndrica.lam15

Lám XV – Ábside desde el sur. Obsérvese la prolongación externa del muro sur hasta la tronera.

En la parte del ábside que da al este y al norte se construyeron las dependencias correspondientes al acceso del camarín, con frecuentes sillerías en sus esquinas y en la base. En sus muros se observan al menos tres con molduras que combinan los perfiles circulares y rectos; aunque difieren, encajan estilísticamente con otros amortizados en este monumento. Externamente, estas dependencias presentan una incompleta forma prismática rectangular cuya altura máxima corresponde al centro del camarín donde se observan los vanos, ya descritos, del camarín y su cámara inferior (Lám XVIII)La actual ausencia de cubierta, nos permite observar otro vano en el muro N del ábside, a una altura semejante al mencionado en el lado de la epístola, éste es de acabado algo más tosco. De la observación de estos tramos se deduce que la estancia situada más al noroeste, la sacristía, debió ser realizada en un momento diferente al primitivo alzado de la ermita y también al de las dependencias del camarín y sus accesos ya que esta adosado sin ninguna material de ensamble común; también ofrece un estrecho vano semejante a los descritos.

lam16Lám XVI – Ventana al sur, cegada al interior.

lam17Lám XVII – Las dependencias exteriores del este (camarín y accesos).

lam18Lám XVIII – Ventana al norte, cegada al interior.

La nave (exterior)

El muro N comienza con la unión en ángulo recto del lateral con la pilastra del arco triunfal. Externamente continúa unos decímetros la construcción adosada de la sacristía; más hacia el W, este lateral presenta restos de pequeños contrafuertes de distintos materiales y anchos; entre ellos destaca el penúltimo que es todo él de sillería de granito, con algunos sillares claramente reaprovechados; de estos el situado inferiormente presenta en su esquina una moldura cilíndrica vertical.

lam19Lám XIX – Vista del muro N.

lam20Lám XX – El contrafuerte de sillería de granito.

Continúa el muro hacia el W, hasta su final mantiene su primitiva altura pero con un mayor grueso en el espacio correspondiente a la capilla situada más al W hasta ensamblar con el muro de poniente en ángulos rectos de cortos lados. De esto deducimos que, en esta parte, el muro original se derribó construyéndose otro más ancho, por tanto de mayor solidez, con el fin de soportar la parte de cubierta de la bóveda de ladrillos que correspondía a esta capilla; esté nuevo muro no dejó rastro de la tronera que debió ir el original en coincidencia con su opuesta en el lado sur.

lam21Lám XXI – La construcción en la esquina NW.

En la esquina más occidental hay construida una dependencia más adosada al exterior, sin entrada a la nave; en otra que había centralmente, ya derruida, localicé, como pila de ganado, una dovela de granito, cóncava en su parte superior y vaciada en su interior; una de sus caras laterales ofrecía un tema decorativo singular. Éste dividía la superficie de 0.50 m de larga por 0,34 m de ancha, en tres espacios de tendencia cuadrada; un zigzag vertical separaba el de la derecha y dos paralelas muy próximas y también verticales completadas con seis tracitos oblicuos en su interior limitaban la central de la izquierda. En el espacio de la derecha se labró una flor formada por una semiesfera en su centro y ocho pétalos encuadrados en sus esquinas. Semejante motivo presentaba el espacio central pero con ausencia de semiesfera en el centro. Finalmente el de la derecha tenía una curiosísima figura esquemática que clasificamos como zoomorfa indeterminada. En la parte correspondiente a la cabeza se trazó un triángulo de base superior en cuyo centro había un puntito; de los vértices laterales salían dos cuernecillos cóncavos hacia el interior; el vértice inferior de este triángulo se adosó a una estrecha forma alargada aguzada hacia la parte inferior, naviforme, con sexo femenino bien marcado; en la parte superior de éste se realizaron dos tracitos ligeramente cóncavos hacia la parte superior y cuyos extremos se remataron con sendos puntitos, serían dos extremidades En concreto el simbolismo que nos ofrece parece ensalzar la virginidad femenina pues sugiere una relación entre la perdida del interior de una flor, órgano sexual, con la conversión, en un ínfimo insecto promiscuo y monstruo diabólico.

lam22Lám XXII – La dovela románica del establo.

fig2Fig. 3 – El grabado de la dovela reutilizada como pila de abrevadero.

El muro Sestá muy deteriorado, la mayor parte ha perdido su altura, pero todavía conserva ésta en su esquina de poniente su tosca tronera, ya mencionada. En la que da al naciente no se observa nada de mención.

lam23Lám XXIII- La ventana del lado S de la nave.

Dijimos que en el interior hay un ancho muro de refuerzo; éste tiene un ancho en el exterior de la pared W de 1,48 m y se extendía desde más allá de la tronera del ábside Tras unirse al de la portada, continúa más allá de su esquina; es en realidad un pesado y largo contrafuerte. Continúa pues, por ambos lados, más allá de edificio.

lam24Lám XXIV. El refuerzo exterior de la esquina SW.

Finalmente nos toca describir el muro oeste donde se ubicaba la famosa puerta románica. Las dimensiones del lienzo de este muro pueden deducirse de las mencionadas en la parte interior; ahora añadimos que su altura exterior es de 6,10 m en la esquina NW (ya mencionada).

La puerta fue arrancada al menos en dos fases, en la primera se extrajeron todas las piezas que componen la arquería y en un momento posterior se hizo otro tanto con el bestiarioYa mencionamos, que encima del vano actual, se observa, en su interior, un arco rebajado realizado en granito muy bien labrado y de un ancho de 0,25-0,30 m, cuya clave se prolongó ligeramente unos 0,05-0,10 m hacia el interior del muro; bajo él, a 0,30 m hay otro muy bien realizado a ladrillo y cal; dicta del anterior 0,30 m en los extremos y 0,45 m en el centro, es pues de radio bastante mayor que el superior y ligeramente abocinado al interior. Perfectamente lucido tiene la doble misión de ocultar el superior y comunicar una estética externa ciertamente novedosa en el primitivo estilo de este templo. La puerta ofrecía al exterior otro arco esta vez de medio punto, es el realizado por el maestro Gil de Cuellar; tenía de ancho 0,37-0,40 m. Es evidente la falta de ensamble entre los dos arcos de sillería ya que hubo una separación entre ellos de unos 40 m. Ello, a pesar de que la prolongación señalada en la clave del interior, parece preparada para acoplarse en la parte superior del arco externo[1].

lam25Lámina XXV – La portada arrancada sin el bestiario superior.

lam26Lámina XXVI – El vano actual sin portada ni bestiario.

Este arco partía de sencillas impostas ligeramente salientes unos 5 cm. y decoradas solamente en su parte inferior por una recta horizontal y una sencilla moldura de unos 3 cm. en forma de cuarto de círculo cóncava, con ella se unía a las jambas. Externamente se encuentra decorado su parte central con dos molduras limitadas en el centro de las dovelas; de éstas la más externa ofrece una línea central en zig-zag formando ángulos de 115º. Las formas triangulares que consigue fueron parcialmente vaciadas, forman vistosos tetraedros que determinan el acompañamiento de dos finos espacios paralelos a la línea labrada en zigzag, realzándola y dándola gran vistosidad. La cenefa de la parte inferior está compuesta por puntas de diamante y semiesferas distribuidas alternativamente. Ambas cenefas se encuentran rematadas en el extremo interior del arco por otra moldura parcialmente cilíndrica. En el interior las dovelas terminaban en ángulo recto precedido a unos 5 cm. de un ligero entrante cóncavo de ancho similar.

lam27Lám XXV – La portada original con el bestiario.

lam28Lám XXVI – Decoración de la puerta.

En el salmer de la derecha, en su intradós, se realizó la famosa inscripción que sitúa en el tiempo su construcción y aleja del anonimato a esta portada.

lam29Lám XXIX – La inscripción en el salmer.

Dice así:

insc

Aún debemos completar la decoración de este arco con la clave donde se realizó un relieve formado por dos cabezas humanas muy próximas; de ellas solamente nos ha llegado el rostro de la izquierda que presenta unas facciones bien marcadas y proporcionadas.

lam30Lám XXX – Los dos rostros de la clave

Conserva todavía la portada en el interior las piezas superiores de las hembras que articulaban el gozne de la puerta; son dos cilindros de 12 cm. de diámetro y 8 cm. de profundidad. También se mantienen un par de sillares a ambos lados de la parte inferior lo que permite conocer el ancho de la portada del maestre Gil.

El primer sillar de la jamba derecha tenía en su cara externa un extraño grabado de tipo laberíntico; fue trazado tendente a la horizontalidad y está compuesto esencialmente por dos formas circulares inscritas de tendencia elíptica-rectangular.

La línea más interior es completamente cerrada y la compone una circunferencia en su parte derecha y una forma angular circular a la izquierda; ambas figuras se unieron en el centro con un estrangulamiento doblemente cóncavo en la parte superior e inferior.

Las formas exteriores presentan una abertura de escasos centímetros cerca de la parte central inferior; está indicada en su parte izquierda por un trazo recto de tendencia perpendicular y en el lado derecho por otro semejante pero conseguido por doblez del extremo hacia la parte superior. El resto del trazo sigue tendencia paralela a la línea de la parte interna, excepto el ángulo inferior izquierdo que fue realizado de manera más convexa -saliente-.

En la parte superior estas formas presentan dos aberturas, una en la parte central y otra más saliente en la izquierda; ésta se encuentra cerrada por un tercer trazo en leve espiral y tapona la salida de esa parte. Tiene la espiral un tracito exterior situado a la derecha de su zona media y ordena la otra salida claramente hacia ese lado -derecha-. Este tracito parece remarcar cualquier comunicación al exterior de la parte izquierda de la figura. En resumen estas formas parece determinar dos caminos: el de la derecha tiene salida superior y el de la izquierda conduce a unas formas que no lo tiene.

lam31Lám XXXI – El laberinto.

fig3Fig. 2.- El grabado laberíntico de la derecha de la portada.

Encima del espacio que ocupa la portada, como a un metro, se alinean horizontalmente cinco pequeños relieves más; el central representa un rostro humano serio y de apariencia recogida y ascética; los laterales son cabezas de animales y a pesar de su deterioro puede afirmarse con pocas dudas que la del extremo derecho pertenece a un suido (cerdo); le sigue un bóvido; continua por la izquierda lo que parece un animal con cuernos hacia arriba y atrás, (podría ser un cáprido) y el último nos parece un cánido.

lam32Lám XXXII – El bestiario

El muro de la portada conserva lo restos de haber tenido una cubierta, tal vez un porche, situada a algo más de un metro sobre el bestiario.

En la parte superior de este muro está el campanario, ya descrito.

Externamente a la izquierda había una edificación que llegaba en altura hasta el bestiario, partía cerca de la esquina del muro hacia el W y se adosó al mismo unos decímetros buscando su fortaleza. En su extremo había la pieza de un tambor de granito octogonal, otros restos continuaban hacia el S; serían pertenecientes al porche cuya señal de cubierta hemos señalado encima del bestiario.

4. Proceso constructivo

Con las descripciones realizadas quedan suficientemente pormenorizadas las distintas partes de este monumento y estamos en condiciones de resumir, a grandes rasgos, los diferentes momentos de su construcción.

En su aspecto original, nuestra ermita constaría de un ábside semicircular con prolongaciones rectas a ambos lados hasta alcanzar la nave, toda esta parte se realizó a cal y canto; dos angostas ventanas se abrían en el norte y al sur, cerca del final de los laterales cilíndricos. Se cubrió en cuarto de esfera y medio punto, con ladrillo y cal. Un arco triunfal en sillería de granito remataba a poniente articulando con la nave.

La nave, rectangular, fue dividida en cinco espacios, iguales los tres primeros -partimos de la cabecera-, algo más reducidos según nos cercanos al muro de poniente. Estos espacios están marcados por cuatro pares de pilastras adosadas a calicanto a los laterales, hacían innecesarios los contrafuertes exteriores, la cubierta primitiva debió ser de madera y el resto de los muros se levanto con bien trabajado barro y piedra. Su arquería, basándonos en el arco triunfal, la suponemos acabada en medio punto; en el muro sur se conserva otra estrecha tronera, doblemente abocinada, que debió tener al menos su par en el lado norte.

La decoración interior de esta primera fase destaca por su austeridad y sencillez; se limita a redondear los ángulos anteriores de los arcos y a realizar una moldura lisa, aunque levemente compuesta por perfiles curvos y rectos, a la altura de los capiteles del inicio de la arquería.

Externamente lo más destacable de este primer momento es el muro oeste que hasta la década de 1980 mantuvo su sencilla portada románica, sin arquivoltas, aunque decorada al exterior e inscrita en el salmer de la derecha.

Por lo tanto debemos concluir que en este primer momento se realizó un templo rural, de planta románica, buenas dimensiones (265,5 m2), bien construido aunque sin pretensiones arquitectónicas. Una inscripción en el interior de la puerta sitúa, al menos la construcción de ésta, en la era de 1312 (año de 1274).

Tras este acabado inicial, posiblemente muy poco después, se añadió en el ábside la estética y simbología gótica. Se colocaron las ménsulas, arcos, nervios y clave consiguiendo en el interior, un desigual aspecto abombado poligonal en su parte superior; esta obra cegó al interior las primitivas troneras; ello prueba su posterior construcción con ello añadió al ábside una mayor oscuridad.

En siglos posteriores se incorpora el camarín, claramente renacentista, con las dependencias externas necesarias para su acceso por el NE y que completaban la sacristía adosada con anterioridad aunque en época imprecisa. Ahora se construye también en el camarín un ventanal, al este, que logra dotar de mayor luminosidad a estos volúmenes y al ábside.

Vamos a detenernos ahora en la construcción de bóvedas en los espacios superiores de la nave cuyas obras debemos situar a partir de estos siglos, posiblemente durante el Barroco. Se propuso con ello sustituir la cubierta original, posiblemente de madera, por otra abovedada de ladrillo, cuestión para la que los esbeltos muros de la ermita no estaban diseñados. Había que hacer modificaciones profundas en los mismos para dotarlos de la fortaleza necesaria para soportar con éxito la presión de la nueva techumbre. Las variaciones técnicas empleadas demuestran diversas economías que desde luego no solucionaron satisfactoriamente el problema.

Tal vez durante estos momentos vinieron las teóricas normativas eclesiásticas, que ponían fin a la supresión del culto en este tipo de templos; ello completaría su abandono cuando gran parte de la misma debía estar caída y con importantes reparaciones por realizar.

5. Relaciones

Se sitúan en esta misma época, la Sala Capitular de la Catedral Vieja de Plasencia (Benavides, 1907) y la portada de la epístola de la basílica de Sta. Eulalia en Mérida.

Otras relaciones algo más distantes en el espacio, aunque no en el tiempo, en la misma diócesis placentina, son las iglesias de Santiago y San Martín en Medellín (Badajoz), ambas datadas en estas mismas épocas; en ellos es posible observar, además de la planta de la nave y el ábside, restos decorativos y estructurales de su primer momento románico. En la de Santiago de Medellín se cubrió la nave con el mismo tipo de arquería, en medio punto, visible en algunas fotos del monumento antes de su restauración actual que consolidó la posterior bóveda de ladrillo (Andrés Ordax, 1985); suponemos que en el de San Martín ocurre lo mismo.

Entre los templos trujillanos, la iglesia de la Vera Cruz, situada intramuros del recinto amurallado de la ciudad de Trujillo, contiene elementos arquitectónicos, decorativos y una técnica constructiva semejantes. Los viejos paredones de su nave, localizables en el cementerio actual y próximos a la entrada de poniente -puerta del Triunfo- fueron levantados a piedra y barro; su arquería en bien labrada sillería al exterior ofrece igualmente sus ángulos anteriores convexos; las pilastras adosadas, también se fortalecieron a base de calicanto.

Resulta dificultoso realizar una medición certera en la Vera Cruz dado que se encuentra rodeada, tanto en su interior como en el exterior, por enterramientos adosados a sus muros en varios pisos. Casi escondida, en lugar inapropiado, está también una magnífica escultura orante de Gonzalo Pizarro.

Se puede decir que el plan técnico general de la construcción de esta iglesia es el mismo que en la Coronada. No son iguales sus portadas ni sus plantas ya que la nave de la Veracruz no es completamente rectangular y actualmente carece de ábside.

Acabamos de mencionar que en ambas construcciones encontramos dos detalles ornamentales que, por su similitud, reclaman una misma cronología y posiblemente un mismo taller. Primeramente es la igualdad en la sección de las molduras que decoran los inicios de la arquería; en segundo lugar, el acabado redondeado, convexo, de los ángulos anteriores de las sillerías empleadas en la construcción de los mismos (Fig 1).

También hemos mencionado que la Vera Cruz no presenta actualmente ábside, en su lugar hay dependencias adosadas al exterior; su planta tiende a ser rectangular, si bien el muro de poniente, que forma estrecha calle con la muralla y, sorprendentemente no sigue paralelo a ésta como lo hace el resto de la linde del cementerio. También al exterior este muro de poniente presenta la parte superior de un arco apuntado de una puerta, no centrada y se desviada al tercio norte; indican un enterramiento de la planta original del templo superior al metro, con ello la puerta actual resultaría materialmente colgada a unos 2 m de altura en el lateral norte.

lam33Lám XXXIII – La Veracruz (actual cementerio). Arco apuntado exterior del muro de poniente.

Este templo trujillano debió soportar también en sus comienzos una cubierta de madera; a poniente se observan los restos de su posterior sustitución por bóveda de ladrillo; en cambio, no son visibles las grandes obras estructurales en los laterales que se realizaron con ese fin en la Coronada y otros templos coetáneos.

Su sencilla portada, situada al norte, en el lateral correspondiente al lado del evangelio, no permite recambios y está en consonancia con el estilo sencillo y austero de su interior, por tanto algo alejada ya de los gustos románicos; se corresponde con el espíritu pobre y recogido aunque inteligente y equilibrado de los tiempos cistercienses.

Extramuros de la ciudad, en el lado norte, están los muros del convento de la Magdalena. También intramuros se construyeron al menos los templos de Sta. María, San Andrés, Sta. María Concepción (jerónimas) y Santiago que mantienen una planta primitiva semejante a la Coronada. La construcción de alguno de ellos -al menos Santiago y Sta. María- son próximos en el tiempo a la Coronada y Veracruz a juzgar por los importantes restos románicos que todavía nos muestran. Las modificaciones posteriores en cada una de estas iglesias tienden a marcar cada vez más las diferencias según la época de su realización. De cualquier modo podemos decir que no hemos encontrado en estos ningún elemento decorativo o estructural que directamente los relacione con la Coronada o la Veracruz.

Tanto los medellinenses como los trujillanos han soportado las transformaciones constructivas, propias del cambio modal: gótico, renacimiento, barroco… aunque con distinto resultado. En las dos de Medellín el abovedamiento de sus respectivas naves exigió en realidad la construcción unitaria de nuevos templos dentro de los otros ya existentes, con nuevos muros y pilastras adosadas a los primitivos quedando ocultos, por ello difíciles de observar y comparar, arcos y elementos decorativos.

6. Conclusiones

La corrección en la planta y alzado, la técnica constructiva empleada, a pesar de los pobres materiales empleados; su curiosa ordenación en espacios de ancho desigual -paulatinamente se acortan los espacios entre pilastras y arquerías con el fin de descargar levemente la presión sobre el muro oeste-; la sencillez decorativa y el trazado de sus arcos comunican solidez, confianza y seguridad. Al menos todo esto transcribe sabiduría y buena experiencia en su constructor y también, la pobre economía que lo sustenta que él hermosea a base de su inteligencia y buen hacer de su cuadrilla. Todo se ordena desde el punto de vista arquitectónico con rigor científico.

Por otra parte el interior de la nave y el ábside fueron realizados para crear una considerable falta de luminosidad, únicamente alterada por los ejes de luz procedentes de las angostas troneras que iluminarían especialmente la imagen de María con su hijo Jesús coronado; su fin era fomentar la devoción a base de concentración e inducir al recogimiento y la oración. En la imagen merced al detalle de la coronación de Jesús niño, se colocó a cada personaje en su lugar correspondiente: Jesús es Dios, el Hijo de Dios, por ello lleva corona, María es su madre por ello no la corresponde ser coronada como a una diosa ello a pesar de la denominación de la ermita: la Coronada. Todo ello es propio de la austeridad, interioridad y pensamiento del movimiento cisterciense.

Por otro lado es indudable la decoración románica, cargada de simbolismos, realizada en la portada, la cual, por su disposición interna, permitía una relativamente fácil sustitución. Su estilo, algo anterior al empleado en la construcción del resto del templo, era poco utilizado ya en los ambientes cristianos vigentes en los reinos cristianos del norte peninsular de esa época -1274-, aunque, como se ve, todavía eran adoptados en la evangelización campesina e incipiente repoblación de los territorios recién reconquistados al Islám e integrados desde 1190 en la novísima diócesis placentina (González, 2002).

Posteriormente, durante el gótico, se completó la visión de María con la inclusión de la letra M -inicial de su nombre- en la parte fundamental de la construcción del ábside: la clave; es acompañada por un perfil que, no es una corona, pero si puede corresponder a un sombrero. Ambas cosas: situación esencial en la construcción de la Redención Universal y tocado, como distinción de ese papel, pretenden remarcar más las excelencias de Nuestra Señora entre el género humano que en el momento anterior quedó quizás poco explicito en la construcción de la imagen.

lam34Lámina XXXIV – La imagen antes de ser restaurada.

lam35Lámina XXXV – La imagen restaurada.

Comienza el peregrinaje de nuestra querida imagen -María y Jesús niño- con su traslado al camarín renacentista, su elevación y mayor luminosidad les comunicaron majestad pero quizás también lejanía.

Tal vez una causa natural hizo que, en época por ahora imprecisa, el ábside sufriera graves daños en lugares puntuales de su parte sur, evidentes en el interior por varios rachones. Esto justifica la prolongación externa del muro interno hacia el este como anteriormente comentamos.

Parece que para su ejecución hubo un plan global en lo constructivo, aunque suponemos que su financiación económica debió realizarse en distintas divisiones. Lo probable es que económicamente la obra, abovedar la nave, se dividieran primeramente en dos partes: el lado norte, de mayor prestigio por corresponder al lado del evangelio; con menos distinción el lado sur, el de la epístola.

En los espacios existentes entre las pilastras del lado del evangelio, el norte, claramente se observan los restos de capillas laterales que, posiblemente los benefactores recibirían a cambio de costear las obras de fortalecimiento del muro y la techumbre correspondiente. Todos solieron aportar una solución semejante: reforzar el grueso del muro lateral pero cada espacio se hizo de manera diferente, incluso en el noroeste cayeron el muro primitivo y construyeron otro notoriamente más grueso; en otras partes se realizaron contrafuertes exteriores, aparentemente sin ensambles, y al menos en una ocasión de sillería; se reforzaron las esquinas etc. En resumen cada benefactor hace la obra según la economía disponible, a veces con buenos resultados por la correcta utilización de buenos materiales -generalmente sillería reutilizada- y otras de forma más humilde que tuvieron resultados menos duraderos.

. El otro lado, el de la epístola, no debió ser tan apetecido ya que no se observan en él restos de capillas y el muro primitivo aun mantiene su lucido limpio en la parte interior. Partimos de los restos hoy existentes; el lado sur se realizó con un plan más general que consistió en levantar el grueso muro interior de refuerzo, su ancho llegaba hasta la superficie anterior de las pilastras -como en el lado norte; pero su longitud traspasó varios metros los límites del templo -tanto en el exterior del ábside, como en el del porche. En el interior del templo este muro sobresale del suelo actual un par de decímetros; existe un picado interno solamente en la parte sur del muro oeste y señales superiores del ensamble de la bóveda que allí debía realizarse sin que se observen en ellos restos de tejas, ladrillos, cal etc. De estas cuestiones deducimos que el citado muro parece que no llegó a concluirse

Este tipo de soluciones en el cambio de cubierta, son comunes en los templos coetáneos de nuestro entorno -se cambia la madera por la bóveda de ladrillo-; casi siempre, en ellas, la personalidad de un mecenas, religioso o privado, unificó la economía y con ello se logro técnicamente la consecución de los proyectos con resultados bastante mejores que en la Coronada.

Otra cuestión que ahora tratamos de nuevo es la portada que, aunque románica parece algo tardía, pudo ser sustituta de otra anterior ya que la estructura interna es permisiva de cambio y faculta la posibilidad de sustituirse en un momento dado. Una dovela de esa primera portada -hoy ausente- sería la localizada en el interior de las dependencias adosadas al norte y vaciado parte de su volumen era utilizada como pila de ganado que muestra un románico anterior, más primitivo. Las dudas se pueden acrecentar al encontrar amortizadas entre muros posteriores o sueltas otras dovelas pertenecientes al menos a otro arco de estilo cercano al gótico. En cualquier caso se adivina una interesante discusión por este detalle ya desde el principio de la nave. Entre los arcos aspirantes el firmado por el Maestro Gil de Cuellar acabó imponiéndose estimamos desde la construcción de la iglesia basándonos en el análisis somero de los materiales que sirvieron de aparejo al arco y al resto del muro oeste: aparentan ser iguales.

Durante el periodo de construcción de la bóveda, que debió ser muy largo, surgieron las corrientes de opinión que determinaron la supresión del culto en este tipo de templos. Tras ello seguiría el peregrinaje de la imagen de nuestra Señora con su Hijo a la iglesia de Santiago, donde era especialmente protectora del hijo que marchaba a servir de soldado de España. Fue restaurada y dotada de velo con el fin de actualizarla en su ubicación posterior en la iglesia de San Martín; sin duda, pierde con ello parte de su sabor medieval.

Ya que el problema de su primitiva financiación parece por el momento de difícil solución debemos indagar sobre algunas finalidades de su construcción. Una de ellas es cristianizar a una población campesina bastante dispersa que poblaría sus inmediaciones. También se construyó en un lugar significativo, a semejanza con la mayoría de las ermitas paleocristianas o visigodas de nuestro entorno. Recordemos que la portada románica del templo emeritense lo hace sobre la antigua basílica de la mártir Eulalia; los medellinenses sobre la escena y aledaños del teatro romano en un marcado afán de cristianizar el lugar. Las ermitas de Portera, el Gatillo, Alconetar, Sta. María del Trampal… lo hacen sobre importantes restos romanos cristianizados. Esperemos que una excavación arqueológica en la Coronada comience a fundamentar este camino.

fig47. Bibliografía

De los autores consultados hemos encontrado una primera mención en el Chantre J. Benavides quien al hablar de los artistas residentes o naturales de Plasencia nos menciona al Maestre Remondo como artífice de parte de la catedral y sigue con el Maestre Gil de Cislar, como constructor de la capilla de S. Pablo, añadiendo que éste antes edificó la ermita de la Coronada, cerca de Trujillo, que terminó en 1274.

El inquieto Chantre no citó las fuentes documentales de las que tomó estos datos y, dada su afición a transcribir otras inscripciones, resulta probable que no conociera la de nuestra ermita ya que la omitió (Benavides, 1907).

Cronológicamente le sigue el padre Naranjo; sin duda fue conocedor del templo ya que al hablar de las ermitas trujillanas hace una breve descripción del mismo. Al acercarnos a su obra observamos principalmente que las finalidades esenciales de la misma es ofrecer unas características míticas, periodísticas y sitúa los contenidos históricos -científicos -en un plano secundario. Realiza en su trabajo aseveraciones basadas en datos muy superficiales sin que aparentemente le importe inducir al error histórico. Entre estos equivoca el año de la inscripción, confunde la naturaleza del soporte de la imagen, las figuras del bestiario… y desde luego resulta temerario atribuir su construcción a la Orden del Temple basándose únicamente en los restos de gruesos muros de escasa entidad y no concreta con exactitud las dimensiones ni el lugar de su existencia (Naranjo, 1923 y 1929).

No creemos necesario indicar la lejanía de la Coronada de las tres balías templarias situadas entonces en la actual Extremadura; ni los continuos conflictos entre éstas y Alfonso X, reinado durante el que se construyó la ermita, en sus concejos de Badajoz y Plasencia; con sus obispados respectivos y con la Orden de Alcántara…hay pocas probabilidades que adquiriesen o recibiesen en donación tierras del alfoz de Trujillo para montar al menos una granja que debería depender de alguna de las encomiendas o balías citadas. Creemos que de momento no hay pruebas para atribuir a los templarios su construcción y los indicios no parecen señalar esa dirección.

Breves y pasajeras son las referencias que padre Tena hace a esta ermita (Tena, 1967). Lo hace primeramente en el pórtico de su libro. En él relata un resumen de cronologías relacionando los diferentes monarcas con Trujillo. Al mencionar el reinado de Fernando IV (1295-1310) parece no contar con hechos locales de relevancia y menciona uno de carácter muy general: la extinción de la Orden del Temple y en consecuencia su desaparición de La Coronada.

En segundo lugar hace referencia, algo más amplia, al describir la iglesia de Santiago y mencionar la imagen de nuestra señora, procedente de la ermita que estudiamos; sigue al padre Naranjo y la atribuye, sin dudar, un origen templario.

Encontramos una tercera alusión en su libro cuando nos está mencionando el origen de la iglesia de Belén, sin duda encontró en el archivo un documento interesante en el que D. Antonio Eraso, obispo de Plasencia muy residente en Trujillo, hace una súplica al Ayuntamiento de esta ciudad, para que accedan a trasladar una de las dos campanas de la Coronada a la nueva ermita. Padre Tena nos asegura en un comentario más bien literario que: «dicha campana guarda y evoca en la sigla de sus símbolos y la leyenda en ella grabada diversas hazañas templarias por estas tierras». Después hace referencia a su constructor y cita su situación de manera poco precisa. Debemos aclarar que la actual espadaña solamente admite una campana, que ésta no pasaría de los 0,45 m de diámetro, era pues una campana pequeña que pocos relatos podía guardar.

Hicimos gestiones sobre esta campana y el párroco actual amablemente nos dijo que había sido fundida debido a su pésimo estado y no se habían anotado los contenidos referentes a textos o símbolos que hubiera podido tener.

Dada su afición a transcribir otras inscripciones significativas como las portadas de los molinos de la Albuhera, las de las dehesas de los Caballos y las Yeguas… resulta difícil admitir los contenidos que nos propone padre Tena para esta campana sin transcribir sus textos. Observemos que nos dice que “guardan y evocan” palabras que a nuestro juicio hacen referencia mas a un contenido sugestivo o simbólico que real.

En resumen diremos que la propuesta de este autor es seguir alimentando el mito templario propuesto hacía unos años por el padre Naranjo.

En un pequeño artículo de carácter divulgativo dedicado al maestro Gil de Cuellar, Salvador Andrés Ordax (Andrés Ordax, 1987) describe con brevedad la ermita. Dos cuestiones nos surgen tras la lectura de su artículo: la primera es que aunque menciona la posesión templaria apuntada por Naranjo, él se sitúa al margen de dicha propuesta. La segunda se refiere a la atribución a una misma fase constructiva del ábside semicilíndrico y recto, sus bóvedas en cuarto de esfera y medio cañón con los arcos, nervios y clave que sostienen una segunda bóveda interior “postiza”, simplemente decorativa. Nada tendríamos que objetar a estos planteamientos sino estuvieran tapiadas interiormente, como ya mencionamos, las dos troneras que al exterior presenta el presbiterio en ambos lados añadiendo evidencias de dos momentos constructivos.

Unos interesantes estudios de la imagen de la ermita de la Coronada se pueden observar en dos trabajos de José Antonio Ramos Rubio (Ramos Rubio, 1995 y 2005). En ellos también menciona este templo; lo acompaña de noticias de su constructor y las menciones de su posesión templaria basadas en las afirmaciones de los padres Naranjo y Tena. Añade datos generales sobre sus finales pero sin su contrapartida documental o arqueológica por lo que sus aseveraciones en este sentido quedan algo faltas de fundamento, sencillamente cuando las normativas eclesiales aparecen la ermita ya podría no tener culto por tener serios deterioros.

Debo confesar que también nosotros fuimos divulgadores de la posesión templaria mencionando a Naranjo y Tena, en el artículo, hoy perdido, presentado en los C.H.E de 1965, aseveración que posteriormente he desechado no solo por falta de pruebas sino porque trabajos posteriores sobre la Orden del Temple en Extremadura parecen no señalar ese camino.

El templo de la Vera Cruz ha sido descrito, aunque brevemente, por eruditos locales como C. Naranjo que lo sitúa acertadamente en el tiempo pero sin hacer tipo alguno de relación con la Coronada pese a las semejanzas apuntadas (Naranjo, 1923).

María Victoria Rodríguez Mateos se acerca con espíritu científico a la Vera Cruz aunque también lo hace con brevedad (Rodríguez, 1998 y 1999). Con decisión asegura la forma apuntada de los fajones, lo cual nosotros no lo tenemos tan claro. El empleo de este descubrimiento en la construcción de la arquería de la Vera Cruz y su posible empleo en las dos edificaciones, no altera su cronología ya que su escasez o ligereza de esa forma, tan poco marcada, mostraría un tanteo en esta novedosa forma de construir y indicaría los titubeos del constructor que no parece dominar plenamente el empleo de la forma apuntada en los arcos. Es propio del periodo de transición estilística entre románico y gótico época en la que se construyeron estos templos.

  • Andrés Ordax, Salvador y otros
    • (1985): Testimonios históricos de Medellín (Extremadura). Comité Regional de Extremadura para el V Centenario del Descubrimiento de América.
    • (1987): Un arquitecto del s. XIII en Extremadura: El maestro Gil de Cuellar. B.S.A.A., vol LIII, Valladolid
  • Benavides Checa, J. (1999): Prelados placentinos: notas para sus biografías y para la historia documental de la Santa Iglesia Catedral y ciudad de Plasencia.
  • González Cuesta, Francisco (2002): Los obispos de Plasencia. Ayuntamiento de Plasencia. Excelentísimo Ayuntamiento de Plasencia.
  • Naranjo Alonso, Clodoaldo
    • (1023): Trujillo y su tierra, t. I, pág 109 y ss.
    • (1929): Trujillo sus hijos y monumentos, pág 109
  • Ramos Rubio, José A.
    • (1995): Escultura medieval en Trujillo, XXIV Coloquios Históricos de Extremadura, pág 423. C.I.T. Trujillo, Cáceres.
    • (2005): Escultura medieval y tardomedieval en la diócesis de Plasencia, pág 131 y ss. Fundación Palacio de Alarcón. Trujillo.
  • Rodríguez Mateos, María Victoria (1998-99): La antigua iglesia trujillana de la Vera Cruz. Norba-Arte XVIII y XIX. U. Ex. Departamento de Historia del Arte. Cáceres.
  • Tena Fernández, Juan (1967): Trujillo histórico y monumental. Artes Gráficas Alicante 1ª Edición, págs 15, 423 y 547.

NOTAS:

[1] Desmontada la portada y su bestiario en torno a 1987 fue depositada, junto con numerosas dovelas de su arquería, en la casa de la finca a la cual pertenece la ermita. Se las dio otra función pero se preservó su hurto y pérdida. En gestiones inmediatas posteriores la Administración Local se negó a declararla Bien de Interés Cultural por lo que fue imposible gestionar la restauración del edificio.

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