May 092014
 

Serafín Martín Nieto.

I.- LA JUDERÍA NUEVA

 a) El asentamiento en la Plaza de la Feria

Es tradición que fueron los judíos los que, rebasando el ámbito de la antigua judería, se asentaron en la entonces denominada Plaza de la Feria y sus aledaños, primeramente, sin duda, con puestos ambulantes. El Ayuntamiento, deseoso de auspiciar esta función mercantil, promovió la edificación de seis casas-tiendas, en los Portales de Arriba, es decir en los inmediatos al recinto murado, las cuales, a mediados del siglo XV, dio a censo enfitéutico perpetuo a diversos vecinos, tanto hebreos como cristianos.

El 7 de febrero de 1449, la villa de Cáceres acensuó a favor del judío Haim Alvolia unas casas con sus tiendas en la Plaza. El 12 de mayo de dicho año, otras a Abrahán Leví Daraguero y a su mujer Orvillida. Señala Antonio Floriano que donde están las escaleras de subida a la Puerta Nueva se emplazaban las tiendas del referido Daraguero y las del también judío Simuel, hijo de don Sento, casado con Amada[2]. Alvolia, para la seguridad del contrato, hipotecó su casa de la Judería[3], que por entonces se emplazaba dentro de los muros.

El 16 de julio de 1453, ante Rodrigo Alfón, el clérigo Benito Gómez dio a censo a Isaac Amalec, judío, por 420 maravedís de renta anual perpetua, unas casas en la Plaza, en los portales de abajo, a la colación de Santiago[4].

El 20 de agosto de 1459, ante Diego Fernández, el judío David Alvilia, jubetero, posiblemente hijo de Haim Alvolia, vendió en 380 maravedís a Pedro Dávila el derecho que tenía a unas casas acensuadas del Concejo en la Plaza, las cuales lindaban con las de Gonzalo Delgado, también del Concejo, y con la calle que iba por la escalera de la Puerta Nueva[5].

Pero los Alvilia no abandonaron la Plaza, sino que siguieron viviendo en ella en la confluencia de las llamadas Piñuelas Bajas, como se demuestra en la cesión, a cambio de la celebración de un aniversario en la iglesia de Santiago, que en 24 de marzo de 1492, ante Fernando de Sepúlvega, formularan Fernando de Castro y su hermana Isabel de Castro, monja, hijos de Fernando de Castro, a favor del cabildo eclesiástico de 100 maravedís de renta perpetua sobre la casa en la Plaza, a la colación de San Juan, que gozara el judío Alvilia, linde las de los nietos del bachiller Alonso Cano y las de Mosé de Medina[6].

Un miembro de esta familia, Abrahán Alvalia, estaba avecindado en Medellín. Allí, el 16 de mayo de 1468, se obligó a pagar a doña Cecilia Vázquez, mujer del cacereño Cristóbal de Figueroa, 133 maravedís y 4 cornados sobre unas casas y un horno de cocer pan[7].

Vecinos de David Alvelia eran Çaq Nahu y sus hermanos, quienes gozaban la casa por censo perpetuo de 900 maravedís y dos fajas de paño pardo a favor de García González de León y de su mujer Mayor Álvarez. El 27 de septiembre de 1473, ante Fernán Alfón, León y su mujer trocaron 200 de estos 900 maravedís por 130 y un par de gallinas que el cabildo eclesiástico tenía sobre sus casas en la colación de Santiago[8].

El 27 de  julio de 1475, ante Luis González, Naçán Amarillo, judío morador en Cáceres, se obligó a pagar al cabildo eclesiástico y a su abad, Juan Alonso de Guzmán, 160 maravedís y un par de gallinas por sus casas de  morada, sitas a la colación de San Juan, linde las del tundidor García Hernández y las de Tristán del Amarilla y su mujer Leonor de Solís y por delante la calle y Plaza del Rey. Dicha vivienda debía de pertenecer a Álvar Gutiérrez Manivardo, pues Naçán se comprometió a cambio del censo que Manivardo estaba obligado a pagar sobre unas casas pequeñas al sitio del alcázar que se habían incluido en las del capitán Diego de Cáceres[9]. Con anterioridad, Nacán Amarillo había vivido en otras casas, también en la colación de San Juan, propiedad de Juan de Saavedra, hijo de Álvar López de Saavedra, cuyos vecinos eran el recuero Juan Pascual y el carnicero Fernando, por las que pagaba 200 maravedís y una gallina[10].

En esta misma colación, en la confluencia de las Piñuelas con la Plaza, se emplazaba el hogar de Haçan Adaroque y de su mujer Masaltón, que lindaba con los de los también judíos Isabel Navarro y Abrahán Gago. El 2 de mayo de 1479, ante Luis González de Cáceres, el matrimonio vendió sus casas a Diego López de Medellín por el precio de 1.000 maravedís. Acto seguido, Medellín dio a censo a Haçán la séptima parte de dichas casas en 70 maravedís y 2 gallinas[11].

En los portales, a la colación de Santiago, tuvo su morada Mosé Vehe, quien estando avecindado en la villa de Segura, encomienda mayor de Léon, el 4 de diciembre de 1489, ante el escribano Joaquín Rodríguez, la vendió a Juana González de Escobar, mujer que fue de Pedro Alonso Golfín.Lindaba con la de Rodrigo de la Barreda y la de Joaquín Blanco[12].

A algunos judíos debió de costarle mucho trabajo abandonar la Plaza, donde parece que resistieron varios años a pesar de las medidas de aislamiento de 1480.

En 1487, aún vivía en los Portales de Arriba, a la colación de Santiago, Manuel Brudo, a tenor de la escritura de donación a favor del cabildo eclesiástico que el 26 de septiembre de dicho año, otorgara Juan Gutiérrez, por sí y por su hermano el bachiller Diego de Ovando, para cumplir el testamento de su padre Álvar Gutiérrez Manivardo, de 400 maravedís de renta sobre la casa-mesón de Isabel Delgado, que lindaba con casas del herrador Ruy López y la del referido judío Brudo[13]. A dicho Manuel Brudo, en 1472, estando en Ciudad Rodrigo, el cacereño Diego de Sanabria le arrebató un caballo, 6.000 maravedís en dinero y los efectos que llevaba consigo, valorado todo en la cuantiosa suma de 10.000 maravedís. Habiéndole reclamado muchas veces inútilmente la devolución, por último recurrió a los Reyes, quienes, en Medina del Campo, el 18 de octubre de 1480, dictaron provisión para que Sanabria, hombre rico y con parientes muy poderosos en aquella ciudad, le devolviera sus bienes[14].

Otro miembro de esta familia fue Jacob Brudo, al que el mercader toledano Pedro de Toledo reclamaba 80.000 maravedís en virtud de contrato público. Cumplido el plazo, el mercader no había podido cobrar, pues Brudo alegaba que todos los bienes que poseía eran dotales de su mujer. Para poder cobrar, Toledo acudió ante los Reyes, quienes desde Medina del Campo, el 22 de marzo de 1489, comisionaron al corregidor cacereño para que determinara qué bienes pertenecían a Jacob y cuáles a su mujer[15].

El3 de marzo de 1490, ante Juan Holguín, el mercader Abrahán Cohen, hijo de don David Cohen, vendió al tejedor Bartolomé Blázquez Longanizo, por el principal de 1.000 maravedís, unas casas en la Plaza a la colación de Santiago, donde vivía el zapatero Juan del Barco, linde las de Martín espadero y las de Alfón Guzmán barbero y por la espalda la barbacana.  Fue testigo de dicha escritura Fernán Alfón de Molina el mozo, cantero[16]. Abrahán Cohen había pasado a residir a la Judería, según se constata en  la escritura otorgada el 17 de enero de 1493 ante Pedro del Amarilla, por Domingo de Olivas, mayordomo de las freilas de San Pablo, por la que daba a censo al cabrero Fernando Alonso y su mujer Isabel Rodríguez unas casas en la colación de San Juan, linde casas de dicho monasterio, las de Gonzalo Laínez y por las espaldas casas que fueron del judío don Abrahán Cohen[17].

 

b) Casas de los judíos en los aledaños de la Plaza:

Por otra parte, a lo largo del siglo XV, la mayoría de los hebreos se habían ido trasladando a las calles adyacentes a la Plaza, lo que, en la práctica, supuso el abandono paulatino del viejo barrio judío, situado al amparo del alcázar real. La destrucción de este viejo símbolo de poder durante las guerras civiles de los siglos XIV y XV, había hecho perder importancia urbanística a esta zona, convirtiendo el primitivo barrio judío en una zona marginal, aislada del núcleo comercial y político que emergía en la Plaza.

En nuestra habitual consulta de los archivos locales y nacionales, hemos hallado las siguientes referencias al asentamiento de los judíos en el arrabal, en los aledaños de la Plaza.

El 9 de septiembre de 1451, ante Pedro Golfín escribano, Macías Muñoz compró de Alfón García del Rey, a censo perpetuo, en 30 maravedís de renta anual, un solar en la calle de la Ollería (actual Margallo), que lindaba con el camino de la alberca y con solares de Çag Rofos, judío, de Luis García de Villarreal y de Juan Barbero, y la calle que venía del horno de la feria[18].

El 2 de agosto de 1453, ante el escribano Luis Gómez de Cáceres, Lorenzo de Ulloa, hijo de Fernán Pérez de Ulloa, dio a censo enfitéutico a Yuzén Javen padre y a Jae, su mujer, unas casas en la calle del Sahúgo (actual Río Verde), en la colación de Santiago, en 450 maravedís, 2 gallinas y 2 perdices. Dicha casa colindaba con la que, el 6 de enero de 1467, ante Luis González, Teresa Alfón, mujer de Juan Martín Vaquero, vendiera a censo a Luna, judía, mujer de Abrahán, a Caganchas (actual Río Verde)[19].

Con anterioridad al establecimiento de la Judería, en la entonces denominada calle de la Mancebía, pues la actual calle de la Cruz era así denominada por el comercio carnal allí establecido[20], ya vivían en ella diferentes familias judías.

El 25 de abril de 1455, ante Luis González de Cáceres, Inés González, viuda de Álvaro de Sande, curadora de sus hijos Álvaro, Juan y Aldonza de Sande, dio a censo a Diego Rodríguez de Sanabria y a su mujer Juana González unas casas con corral, linde el horno de la Mancebía y casas de Ferrand Álvarez, las del judío Mosé Brinde, las de García de León y las de Andrés Pérez por la renta de 500 maravedís y 4 pares de gallinas. Un siglo después, dicho corral sería agregado al verjel de las casas de Pedro Alonso Holguín, hoy conocidas como Palacio de Camarena[21].

Pero algunos judíos todavía conservaban sus casas en la vieja judería. El 21 de diciembre de 1468, ante Diego Fernández, Sayas Nahu otorgó poder a su hijo Ça Nahu, ambos mercaderes, para vender “la parte e derecho que yo he e tengo e poseo en dos pares de casas, que son dentro de la dicha villa en la Juderja (la Judería Vieja) e de otras que yo tengo en el arraval desta villa a la collaçión de San Johan, çerca del forno de la Mançebía (la que sería Judería Nueva)”. Éstas se alzaban a las espaldas de la Plaza, vecinas a las del herrero judío Hayn y a las de Pedro de Carvajal. Dicho día, ante Alfón Delgado, Ça Nahu las vendió a Pedro Carrillo en 7.800 maravedís horros de  alcabalas[22].

Los Nahu era una familia de posibles. Uno de sus miembros, Abrahán Nahu, el 29 de julio de 1467, compró a Marina Ferrera 400 maravedís de renta de hierba en la heredad de Álvaro de Ulloa y Juana de Ulloa en la dehesa de la Pulgarina[23].

El judío Aben Rico tenía un solar, linde al que Alonso Sánchez, hijo del caballero Sancho Sánchez de Paredes diera a censo en 90 maravedís a Sancho Martín, el 4 de abril de 1456 ante Luis González, para hacer casa de 60 pies de ancho, colindante con alcácer de Alonso Mateos. Paredes donó esta renta a las beatas de San Pablo y a la madre Juana de Dios para que tuvieran cargo de mandarle decir dos misas anuales[24].

El 26 de enero de 1475, ante Diego Fernández, Pedro Carrillo dio a censo al judío Ysaq Colchero, quien llegaría a ser mayordomo de la aljama, unas casas en la calle de Pintores por 360 maravedís y 2 gallinas, las cuales lindaban con las de Pedro Carrillo, las Juan Jiménez, la calleja entre las calles de Pintores y la de la Corte, y por las espaldas las de Jerónimo Sánchez Carrillo, con la obligación levantar el primer año una cámara en el sobrado. El 27 de noviembre de 1476, ante Pedro González, Carrillo trocaría dicho censo con Juan de Sandoval, abad del cabildo eclesiástico, por un día con su noche que el cabildo tenía en el molino de la Dehesilla y 80 maravedís y 1 gallina sobre casas en la colación de Santa María, linde las de Pedro Carrillo y la de la viuda de Alfón Donate. El 13 de febrero de 1490, ante Fernando de Sepúlvega, tras haberlas tenido que abandonar Colchero para reducirse a la Judería Nueva, el abad Fernán Martín se las dio por juro de heredad al zapatero Juan Martín, criado de Juan de Perero, por 400 maravedís[25].

Las casas de Ça Rofos y su mujer Rahel, sitas en la colación de Santiago, salieron a pública subasta por deudas que tenían contraídas con Luis Delgado y Miguel González del Dado. Éste las compró en pública almoneda, pero se las traspasó a aquél  junto con otros 275 maravedís más que tenían de carga. Sin embargo, el 3 de octubre de 1475 ante Luis González, a ruego de algunas personas, se las dio a censo perpetuo a Ça Rofos y a su mujer por 100 maravedís. Las casas lindaban con las de doña Ladina, también judía, y las de la mujer de Luis de Mesa. Un día después, Delgado donaría esta renta perpetua al cabildo eclesiástico por un aniversario de misas anual[26].

Pero ya corrían vientos de segregación. Las cortes de Madrigal de 1476 recordarían las medidas de aislamento adoptadas en anteriores convocatorias. Domínguez Nafría[27], siguiendo a Suárez Fernández, señala los confinamientos ordenados en Sevilla y Soria en 1476 y 1477 respectivamente. Inmediata fue la orden dada al corregidor de Cáceres, Jerónimo de Valdivieso, de impedir la convivencia de judíos y moros con los cristianos y de animarlos a vender las casas que tenían para retirarse a barrios propios.

El 4 de mayo de 1478, ante Luis González de Cáceres, María González, mujer de Fernando Llorente, vendió a Pedro de Carvajal y a su hermana María de Mayoralgo unas casas en la calle de la Judería en 7.000 maravedís. Unos días después, concretamente el 29 de dicho mes y año, ante Nuño González, doña Ruima, mujer de Rabí Raime, traspasó al mencionado Pedro de Carvajal 750 maravedís y 2 gallinas de renta de censo que tenía sobre la repetida propiedad[28].

A causa de la Guerra de Sucesión Castellana, don Fernando y doña Isabel, bajo graves penas, habían mandado “que persona nj personas algunas, nuestros súbditos e naturales de qualquier estado, condiçión, premjnençia e dignidad que fueren, no fuesen osados de se juntar nj se juntasen a la conpañía del adversario de Portugal nj con los otros sus secaçes ni parçiales que en su conpañja en nuestro deserviçio estavan ni de les dar nj diesen consejo, esfuerço, ayuda nj favor”. Empero, doña Rahel, judía residente en Cáceres, “pospuesto todo temor de Dios e nuestro, e con gran pryvaçía e rebellión e menos preçio de las dichas nuestras cartas e mandamientos”, se mudó a Portugal. Por ende, había incurrido entre otras penas, en la de confiscación de sus bienes; y en el caso de que los hubiera vendido antes de ausentarse, “que tal venta nj donaçión no vala”, por cuanto sus Altezas, desde Sevilla, el 10 de junio de 1478, habían hecho merced de ellos al cacereño García de Herrera, “my guarda, por algunos buenos e leales servyçios que nos abedes fecho e fasedes de cada día y en enmjenda de los muchos dapnos e robos que abéys reçebido en vuestra fasyenda del dicho reyno de Portugal”[29]. Informado el rey don Fernando, que se hallaba aún en dicha ciudad andaluza, de que los bienes de doña Rahel los poseían su hijo don Mosé Cohen junto con su padre don Abrahán Cohen y abuelo don Mosé Cohen, el 15 de julio de dicho año de 1478, reiteró su real merced a favor de Herrera[30].

 

c) el establecimiento de la Judería Nueva:

Como hemos expuesto, muchos judíos vivían en las calles aledañas a la Plaza de la Feria, mezclados con los cristianos. Hecho del que tuvieron noticias los Reyes, por lo que, estando en Sevilla, el 26 de agosto de 1478 ordenaron al corregidor Valdivieso que “fasades apartar a todos los judjos e moros que en esa dicha villa bjven e moran dentre los christianos. Que moren e agan sus juderías e morerías apartadas en los lugares donde antiguamente la solían e acostunbravan a thener e, sy no solían thener juderías apartada ni lugar reservado, o en los lugares donde las avja no ay donde estar, que luego buscades lugar convinjente e apartado dentre los christianos donde estén e moren, fasyéndoles dar casas e solares púvlicos”[31].

Pero, verdaderamente, la creación de la nueva judería cacereña se debió a la voluntad real plasmada en el Ordenamiento de Toledo de 1480: “Porque de la continua conversación e byvienda mesclada con los christianos resultan grandes daños e inconvenientes (…) ordenamos e mandamos que todos los judíos e moros de todos e quales quier çibaddes, villas e lugares destos nuestros reynos, quales quier sean, de lo realengo o señoríos o behetrías e órdenes e abadengos, tengan sus juderías e morerías distintas e apartadas sobre sy. E no moren a vueltas con los chtistianos ni ayan barrios con ello”. Al tiempo que  “encomendamos a las aljamas de los dichos judíos e moros que cada uno dellos que pongan en el dicho apartamiento tal diligençia e de tal orden que, dentro del dicho término de los dichos dos años, tengan fechas las dichas casas de su apartamiento e byvan e moren en ellas. E dende en adelante, no tengan sus moradas entre los christianos ni en otra parte fuera de los çircuytos e lugares que les fueren deputados para las dichas judería e morerías”, so pena de perder todos sus bienes.

Y para evitar abusos, “mandamos por la presente a las personas que para la execuçión de lo suso dicho fueren deputadas por nuestras cartas, que conpelan e apremien a los dueños de las tales casas e suelos que asy fueren señalados por ellos para fazer e edificar las dichas synagogas e mesquitas e casas de morada, que las vendan a los dichos judíos e moros por presçios razonables, tasados por dos personas”, una, nombrada por los cristianos; la otra por los judíos. En caso de discordia, se contemplaba el nombramiento de un tercero.

Pero estas garantías no bastaron para frenar la especulación. Los judíos cacereños expusieron a los Reyes que en la Judería habían entrado muchas casas de cristianos, los cuales “vyendo la neçesidad que ellos tenían, disque les alquilaron e arrendaron por grandes quantyas de maravedís de más de lo que valían e solían e acostunbravan alquilar antes que la dicha juderja fuese señalada, de manera que ellos, dis, que no lo pueden sofrir e rreçiben enllo mucho agravjo”, por lo que solicitaban de la gracia real que fuesen nombradas “dos buenas personas puestas por las dichas partes” para que “tasasen e moderasen lo que rasonablemente valiesen e se devían de dar de alquiler por las dichas casas”. El 28 de febrero de 1491, desde Sevilla, don Fernando y doña Isabel comisionaron al corregidor para que resolviera el asunto sin dilación[32].

La nueva Judería se extendió entre las calles de Vando (hoy de Panera), parte de la de la Corte[33], parte de la de las Parras, la actual plazuela de la Isla, y la calle del horno de la Mancebía, que a partir de entonces y durante todo el siglo XVI se denominaría por antonomasia de la Judería. Existe constancia documental, que tendremos ocasión de citar, de que el nuevo barrio judío cacereño se cerró con puertas.

Por entonces, se llamaba también calle de la Corte al tramo, hoy titulado de Paneras, que va desde la propia calle de la Corte a la de la Cruz, incluido asimismo en la Mancebía, según se deduce de una escritura de 25 de junio de 1472, ante Rodrigo Alfón, por la que Juan de Acosta dio a censo a Juan Sánchez, hijo del sastre Antón Sánchez, un pedazo de tierra con corral en la colación de San Juan, linde casa de dicho Acosta, corral del clérigo Galín Gómez Mogollón que tenía acensuadas “onde están las figuras” y por las espaldas casa de la viuda de Ferrand González de Ulloa. Este censo sobre dichas casas, “que son en la calle de la Judería Nueva”, por donación de María de Mayoralgo, viuda de Pedro de Carvajal, el 1 de julio 1482, pasarían a poder del cabildo eclesiástico[34]. Enigmática resulta la alusión a las “figuras”, que, acaso, tendrían algo que ver con el viejo oficio que allí se ejercía.

No parece que el proceso de reasentamiento fuera tan rápido como se preveía en la real orden. En este sentido, hay que entender los arrendamientos y ventas tardíos registrados en la Plaza. Con ello, se confirma la tendencia señalada por Domínguez Nafría de que “tras el acuerdo de las Cortes de 1480, hubo algunas ciudades en las que el aislamiento se retrasó año tras año[35].

En la nueva Judería, se confinó también el judío Vidales, quien, con anterioridad había vivido en la Plaza, en una casa que tenía acensuada de maestre Ferrando, boticario, cuyo contrato no había podido rescindir, no obstante las leyes a su favor, y había tenido que seguir pagando el alquiler sin poderlas habitar porque Ferrando se hallaba ausente de Cáceres. Habiendo retornado el boticario, Vidales acudió a los reyes, quienes, desde Úbeda, el 17 de noviembre de 1489, comisionaron al corregidor para la resolución del asunto[36].

En torno a estas fechas, Isabel García, viuda de García Fernández, dio a censo al judío Abrahán Pache y a su mujer Çepti unas casas en la colación de San Juan. Con posterioridad, Pache vendió a Juan Martín de Mercado una cámara, que incorporó a las de su morada. Por ello, Isabel García le puso pleito ante Lope de la Higuera, teniente de corregidor. Tanto Mercado como Pache negaron que la casa hubiera pertenecido a la viuda, sino a la cofradía de San Mateo, y afirmaron que lo que Abrahán le había vendido era un corral independiente de la casa, en el que Mercado había edificado una habitación baja y otra alta. Como el alcalde Antón Galindo fallara a favor de Isabel García, Mercado apeló ante la Chancillería de Valladolid, que ratificaría la sentencia el 27 de noviembre de 1493.[37]

El 30 de septiembre de 1487, ante Tomás Fernández de Morales, Domingo de Olivas, mayordomo de las freilas de San Pablo, dio por 650 maravedís “a çenso ynfitiosin, e por nonbre de çenso çensal e perpetuamente, para syenpre jamás a vos Mosé Cohen, judío, sastre, fijo de Salomón Cohen, vezino de la dicha villa, que estades presente rresçibiente el dicho çenso por vos e por vuestros herederos e suçesores, unas casas quel dicho monesterio e freylas dél han e tyenen, que son en el arraval de la dicha villa, a la collaçión de Sant Juan, en la Judería, que alindan de la una parte con casas de Fernando tyntorero, e de la otra parte con casas de los fijos de Gonçalo Rodrigues, carpjntero, e delante las puertas de la calle del Rey, e por do mejor parten”[38].

Con el establecimiento de la judería, las casas se revalorizaron, hasta el punto de que se incrementaron sus adquisiciones por parte de la nobleza local. El 8 de abril de 1485, ante Bartolomé Manuel, Juan Martín Portocarrero, carpintero, vendió a censo a Hernando García de Osma unas casas en el arrabal, linde las que fueron de Sancho Holguín y las de Santo Abenjado y don Samuel Cohen, judíos, por 80 maravedís. Posteriormente, Osma daría al judío Moçe Nilgo, sastre, la referida casa, “que dixo estar en la dicha collaçión de Sant Juan, en la Judería Nueva”, por 100 maravedís de renta[39]. Dicho Samuel Cohen, en 28 de marzo de 1480, ante Fernando de Sepúlvega, compraría al clérigo Juan de Mata, como apoderado de su tío Juan González, cura de Aliseda y Malpartida, una viña con su lagar a la Fuente del Rey[40].

El 31 de diciembre año de 1486, ante Pedro de Moreda, Pedro de Sandoval vendió a Teresa de la Rocha, hermana de Gómez de la Rocha, en 6.000 maravedís, “quinjentos maravedís de ynçenso, desta moneda usual que agora corre en Castilla, que seys cornados valen un maravedí, e más un par de gallinas que yo he e tengo en la propriedat e suelo de unas casas que tiene Symuel Arrof (entre líneas ferrero), vezino desta dicha villa, ynçensuadas de mj el dicho Pedro de Sandoval por mjl maravedís e dos pares de gallinas, las quales dichas casas son en la Judería desta dicha villa, que han por linderos, por ambas partes otras casas de mj el dicho Pedro de Sandoval, que tengo ynçensuadas a otros dos judíos, e por delante la cal de la Corte e por las espaldas la cal de Pjntores”[41].

Dicho Pedro de Sandoval, el 8 de abril de 1489, ante Alfón Delgado, vendería al mencionado Gómez de la Rocha, en 4.600 maravedís horros de alcabala, 375 maravedís y 2 gallinas de renta de censo, que “tengo e poseo en una casa en que agora bjve e mora el rrabj, que es en la Judería desta dicha villa, que aljnda con otras casas mjas de una parte e de otra e delante las puertas la calle del rrey e por do mejor parte”[42].

El zapatero judío Ça Barchilón habitaba en la calle que dicen de la Corte, dentro de la Judería, en vecindad con su pariente Jarón Barchilón y la Garrovillana, asimismo judía. El 15 de enero de 1487, ante Bartolomé Manuel, vendió estas casas a censo perpetuo al cabildo y a su abad, Domingo Fernández, capellán de San Mateo, por  800 maravedís[43]. Tres años antes, concretamente el 5 de enero de 1484, acaso por haberse mudado a la judería, ante Alfón Delgado, Ça Barchilón requirió a Per Alfón Holguín por si quería ejercer el derecho de tanteo sobre la casa que él y Jarón Barchilón le tenían acensuadas por cuanto las iba a vender por 100 maravedís de renta y  920 de principal[44].

El3 de agosto de 1488, ante Juan González de Arenas, Diego de Cáceres dio a censo enfitéutico, en 225 maravedís, a Abrahán Abenpadre, zapatero judío, hijo de Donoro, la propiedad de unas casas que tenía a censo Juan Durán, hijo de Gonzalo Durán, “que son el la juderya desta villa”, linde la de los sobrinos de Gonzalo de Cáceres, las de Fernán de Cáceres, su hermano, y las de Alba judía. El 24 de marzo de 1491, ante Fernando de Sepúlvega, Fernán López de Aguirre, con poder de su mujer María Alonso vendió al cabildo eclesiástico esta renta que ella había recibido en dote y casamiento. Por escrituras posteriores, sabemos que las casas en cuestión estaban ubicadas en la calle de la Corte[45].

Abrahán Abenpadre había vivido antes en la misma calle, en una casa de Francisco de Ovando, quien la permutó junto con otra que tenía dada en arriendo al judío Alfandar, hijo del platero Baru, con Diego de Figueroa por mil maravedíes de renta de yerba en el Campillo del Corcobado el 14 de octubre de 1487 ante Tomás de Morales[46].

El escribano Nuño González vivía en unas casas “que son dentroen la judería de la dicha villa, en el arraval e collaçión de Santiago de la dicha villa, en la calle que disen de las Parras”, propiedad de Catalina González, hija de Francisco Bardal y viuda de Juan de Ulloa, la cual el  28 de julio de 1490, ante Juan Holguín, donó al cabildo eclesiástico y a su abad, el clérigo Domingo Fernández, 100 maravedís sobre estas casas por un aniversario de misas en dicha parroquia[47].

El6 de abril  de 1491, ante Fernando de Sepúlvega, Francisco de Ovando, a fin de ser recibido por cofrade, donó al cabildo y a su abad, Domingo Fernández, 133 maravedís y 2 cornados y un par de gallinas de renta de censo sobre unas casas en la Plaza en las que moraba Alonso pellitero, linde las de Bartolomé buchitero y otro par de gallinas sobre las casas que tenía acensuadas Jarón Barchilón, sitas en la Judería, en la calle que “disen de Vando” (al margen concreta “que va esta calle de la calle de Pintores hazia Santa Elena”, es decir, en la actual de Paneras)[48].

Como hemos visto, los judíos que allí vivían desempeñaban diversas profesiones: sastre, curtidores, zapateros, herreros, plateros, etc.

 

Profesiones Nombres
Cereros David Navarro y su hijo Ysta
Sastres Mosé Cohen, Moçe Nilgo
Herreros Samuel Caña, Symuel Arrof, Plavui
Zapateros Ça y Leví Barchilón, Abrahán Abenpadre
Mercaderes Abrahán Cohen, Sayas Nahu y hijo Ça Nahu, Haim Alvolia, Daraguero, Simuel
Físico Rabí Uçé
Abogado Rabí Abrahán Amigo
Platero Baru
Pelaire Yuda Alba, Symuel Cardiel
Jubetero David Alvilia

 

Sabemos que el judío Samuel Cañas ejercía el oficio de herrero gracias a una escritura de fecha 13 de septiembre de 1456, ante Manuel García, por la que María de Burgos, beata de la casa de cerca de la iglesia de Santa María, con licencia de Juana de Santa María, madre de las beatas, le dió a censo, en 80 maravedís, una viña en el ejido cerca de Aguas Vivas[49].

Herrero también fue Plavui, citado en  la carta de donación que, el 5 octubre 1468, ante Fernán Alfón, Álvaro de Ulloa y su mujer Isabel Álvarez hicieron al cabildo eclesiástico de 120 maravedís de renta sobre huerta al Vadillo, linde la de la madre del Maestre (don Gómez de Solís) y huerta de Plavui “ferrador”[50].

Los miembros de la familia de los Barchilón eran zapateros y curtidores. En 10 de junio de 1468, ante Luis González, Leví Barchilón y su mujer Cenha habían comprado a censo perpetuo, por 900 maravedís, del comendador Fernando de la Rocha y de su mujer María Téllez, una tenería colindante por dos partes con la de Pedro Vara y por las espaldas con las peñas del lagar de los Caños[51]. El 23 de enero de 1473, el comendador Fernando de la Rocha traspasó a Alfonso Golfín, hijo de Alfonso Golfín difunto, 45 de los 150 maravedís que le pagaba Barchilón[52].

En 1478, ante Nuño González, Barchilón tomó a censo de Andrés Hernández Cintero una tenería[53].

Pelaires eran Yuda Alba y Symuel Cardiel. Junto con Fernando Picapiedra, acogiéndose al privilegio que favorecía a los habitantes de Cáceres frente a los forasteros, lograron que el alcalde mayor bachiller Gonzalo de Fonseca, siendo corregidor Diego López de Ayala, les diera, por el mismo precio, la lana que Juan de Carmona y sus pastores que invernaban en la dehesa de la Coraja habían vendido a unos vecinos de Trujillo. Abrahán Barchilón, morador en dicha ciudad, apeló el auto ante la Real Chancillería de Valladolid, por cuanto él les había comprado 750 vellones en Abadía, tierra de la villa de Arenas. El 7 de diciembre de 1491, la Chancillería falló a favor del judío trujillano[54].

David Navarro y su hijo Ysta Navarro desempeñaron el oficio de cereros, a quienes, en 26 de marzo de 1479, ante Fernando de Sepúlvega, el bachiller Alfonso Cano, mayordomo de la iglesia de Santa María, dio a censo perpetuo un lagar de labrar cera que la fábrica de dicha iglesia tenía al sitio de las Tenerías. La renta anual que debían satisfacer era de 450 maravedís, pagaderos por mitades el día de la Virgen de agosto y el primero de marzo. Dicho lagar, como tantas otras propiedades de los judíos, lo compraría el regidor Alonso Holguín[55]. Entre las escrituras reseñadas en el inventario de bienes de don Pedro Golfín de Carvajal, figura la venta realizada por Juan Jiménez, en nombre de la iglesia de Santa María, al referido Alonso Holguín, padre del Camarero Sancho de Paredes, de 450 maravedís de censo sobre el lagar de cera de Navarro[56].

Yuçe Rachen, morador en Arroyomolinos, en virtud de poder de doña Catalina de Donaire, y en el de doña Juana, viuda de Juan Fernández Caballero y curadora de su hija doña Isabel, freila, vendió al cacereño Pedro de Carvajal las partes que dichas señoras tenían en la dehesa de Mayoralguillo el 13 de febrero de 1467[57].

Y, evidentemente, también los hubo ocupados en actividades financieras, que tantos agravios les valdrían. Yuçe Çarefay fue arrendador de la renta de la zapatería de Cáceres. Se la subarrendó a Martín Moñino en 99.500 maravedís anuales. Tras la expulsión, le sucedió en el cargo Diego de Ávila, quien quiso cobrar a Moñino 4.000 maravedís más de lo que estaba obligado a pagar conforme al contrato con el judío[58].

Por la época, las rentas de las alcabalas de la ciudad de Trujillo y de la villa de Cáceres estaban bajo la administración de la rica familia judía trujillana de los Abenaex, en concreto de Abrahán Abenaex, quien tenía por “fasedores” a don Çulema Abenaex, don Yuda Abenatabe, don Frayme Barchilón, Abrahán Barchilón, Abrahán Abenaex, Mosé Alfandari y Çagüe Follequenos, quienes informaron a los Reyes de que “tyenen algunos debates con los conçejos e aljamas de la dicha çibdad e villa en algunos repartimientos que se han fecho e fasen”, pues se quejaban de “que les echan e reparten mucha contja de maravedís más de lo que de justa rasón deven pechar” y además les ejecutaban sus bienes por las deudas de los demás. Sus Altezas, para corregir este abuso, ordenaron, el 2 de agosto de 1490 desde Córdoba, a los corregidores de Trujillo y Cáceres que no les cobrara más que a otros judíos de similar riqueza[59]. Este Abrahan Abenaex era hijo de Yuçef Abenaex, recaudor de las rentas reales de la ciudad de Córdoba.

Rabí Abrahán Amigo ejercía de abogado y procurador. En 1478, actuó en defensa de doña Hadobuena en el pleito que mantenía con García de Herrera, por cuanto éste había alcanzado cierta gracia real sobre unas casas en perjuicio de la judía. Rabí Abrahán consiguió una provisión de los reyes, datada en Sevilla el 15 de julio de dicho año, para que Herrera no usara de la merced mientras el Consejo no determinara en el asunto[60].

Sin embargo, Alonso Golfín, procurador general síndico del concejo cacereño, lo denunció porque “ynjusta e no devjdamente, no lo podjendo ni deviendo faser de derecho e contra las leyes e hordenanças de estos nuestros rreynos e señoríos, aboga e procura públicamente en la dicha villa de Cáçeres e en otras partes asy en los pleitos civjles como crimjnales”. Por ello, el 20 de septiembre de 1487, desde Salamanca, los Reyes se lo prohibieron bajo pena de 100.000 maravedís para la guerra de Granada[61].  Pero Abrahán no obedeció. En 1490, volvió a ser delatado, esta vez por Pedro González de Guadalupe, que lo acusaba de que “usa el ofiçio de abogaçía ayudando en muchos pleytos a muchos judíos”. Por ello, don Fernando y doña Isabel, se lo prohibieron desde Sevilla, el 31 de marzo de 1490[62]. El 5 de enero de 1491, desde dicha ciudad, los Reyes reiteraron la interdicción, por cuanto no sólo se había limitado a los pleitos entre los hebreos, sino que “en muchos casos que eran de judjo a christiano y de christiano a judjo”[63]. No obstante, rabí Abrahán, según determinó el bachiller Pedro Díaz de la Torre, procurador fiscal de la Corte, “con poco temor de Djos e en menos preçio de nuestra justjçia e no curando de las penas en la dicha nuestra carta contenidas”, no sólo siguió ejerciendo, sino que trató “de procurar con la justjçia e regidores de la dicha villa de Cáçeres que vos diesen mandamjento para que pudiésedes usar dicho ofiçio de abogaçía, el qual diz que vos os los dichos regidores le distes, no lo podjendo ni deviendo faser”, por lo que les imputaba haber incurrido en las penas establecidas. Por ello, desde Córdoba, el 24 de septiembre de este año de 1491, los Reyes ordenaron que los regidores cacereños fueran requeridos en su cabildo y ayuntamiento ante la presencia de escribano público, Holguín y Abrahán en persona, para que, en el plazo máximo de 20 días, comparecieran ante el Real Consejo, por sí o por procuradores, a excepción de rabí Abrahán, que debía comparecer personalmente, para la determinanación del asunto. Asimismo, mandaba al corregidor que tomara fianzas abonadas al judío para el pago de la pena de 100.000 maravedís y mientras no las diese, “vos prenda el cuerpo”, es decir, lo apresara[64]

Hay un caso documentado de antisemitismo. El cacereño Fernando de Palazuelo, asistido de dos de a caballo, a comienzos de 1476, secuestró a Mosé en el lugar de las Brozas y se lo llevó a la fortaleza de San Pedro, donde lo tuvo preso dos días hasta que le pagó 3.000 maravedís. El judío acudió ante los Reyes para suplicar ser resarcido con los bienes que Palazuelo poseía en Cáceres. Estando sus Altezas en esta villa, el 4 de julio de 1477, mandaron que se hiciera justicia[65].

No siempre la convivencia entre los propios judíos fue buena. Para solucionar sus desavenencias, aunque contaban con sus propios jueces, en última instancias recurrían a los Reyes.  El 29 de septiembre de 1469, estando en Trujillo, Enrique IV, nombró a don Gutierre de Solís alcalde de los moros y judíos de Cáceres. Merced que le ratificarían don Fernando y doña Isabel en 4 de abril de 1475[66].

Yucef Samariego, como marido de Çenha, apeló la sentencia del juez por la que condenaba al destierro a Iza y a Salomón, hijos de Leví, y a Iza y su hemano Abrahán, hijos del Cojo, por cuanto se sentía agraviada por no haberse fijado el tiempo de la condena, tanto más cuanto ya habían sido castigados al destierro por otros delitos anteriores. Desde Jerez de la Frontera,  el 27 de octubre de 1477, los Reyes  emplazaron a los condenados[67].

Don Vidal casó a una hermana suya con Salamón Deça y la dotó con la ingente suma de 150.000 maravedís. Pero una vez casados, Deça pretendió vender toda la hacienda en contra “del pacto e yguala fecho entre marido e muger sobre la bivjenda en el lugar de domiçilio de la muger e de sus parijentes”. Desde Murcia, el 22 de mayo de 1488, los Reyes le prohibieron que sacara a su mujer de Castilla y que se llevara los bienes[68].

Ça Mollio denunció a Abrahán Frenero y a Yuçe Frenero porque habían entrado en su casa y robado varias joyas y preseas. Aunque Mollio había alcanzado carta de los Reyes para que el corregidor de Cáceres le hiciera cumplimiento de justicia, éste no quiso, a pesar de haber sido requeridos varias veces. Por ello, los Reyes, el 11 de mayo de 1491, libraron una nueva carta para que le fuera administrada justicia sin mayor dilación[69].

Pero el asunto no quedó ahí. Los ya citados hermanos Abrahán y Yuçe Frenero y su primo Jayn Frenero, quienes se habían mudado a Arroyo del Puerco, fueron acusados de defraudadores, pues “avyan çerçenado moneda de oro e plata”. Don Fernando y doña Isabel comisionaron al corregidor cacereño para que hiciera pesquisas “por que semejante deljto no quedase syn castygo”. Desde Sevilla, el 29 de abril de 1491, los Reyes ordenaron al corregidor Diego Ruiz de Montalvo que oyera a las partes para determinar[70]. El 11 de mayo de dicho año, sus Altezas mandaron que fuesen interrogados la mujer del judío Osua, por cuanto les había sostenido las candelas para alumbrarlos mientras recortaban los metales preciosos, el hijo de Vara y el tendero Mosé; y que en caso de que resultaran culpables los Frenero, fueran apresados y sus bienes secuestrados. Éstos se defendieron señalando al judio Çamolo (Ça Mollio), morador en Cáceres, de que “con odjo e mal querençia que entre ellos dis que tiene, por les faser daño” los había delatado falsamente[71].

 

d) El momento de la expulsión

A la luz de los datos económicos que ofrece Viñuales Ferreiro sobre los repartimientos, la aljama de Cáceres era una de las más pobladas de Castilla, superior en número a las de Palencia, Burgos, Salamanca, León, Vitoria, Madrid, Talavera de la Reina, etc. Y tras la de Trujillo, la segunda más importante de Extremadura[72].

 

Aljamas 1484 1485 1490 1491
CÁCERES 5.700 5.700 5.500 7.000
Trujillo 7.500 7.500 7.500 7.500
Badajoz 3.000 3.000 2.115 2.710
Plasencia 5.000 5.000 5.000 5.000
Mérida 500 1.000 2.000 2.000
Coria 2.000 2.000 5.000
Jerez de Badajoz 4.000 4.000 5.000 5.000
Béjar y Hervás 6.000 6.000 6.500 6.500
Alcántara 1.000 1.000 2.250 2.250

 

En 1479, la aljama se componía de 130 “judíos casados”, según manifestaron personalmente en  audiencia el 15 de mayo a los Reyes, presentes en Cáceres, en cuyo transcurso se quejaron de que se les repartía una cantidad similar a la de los 2.000 vecinos que componían la villa[73].

Estos datos vienen corroborados por los datos contenidos en los repartos que cupieron a los judíos de los obispados de Plasencia y Coria en 1482, 1485 de los dieciocho mil castellanos de oro, que, “para ayuda a los gastos de la guerra de los moros”, se impusieron a las aljamas del reino; y en 1488, de diez mil castellanos. En 1485, se encargó del cobro a Juan de Quesada; en1488, a Álvaro de Sepúlveda, ambos continos de los reyes, quienes debían recibir “las dichas quontías de castellanos, que asy cabe pagar a cada una de las dichas aljamas, de los judíos más ricos e abonados que ovjere en cada una de las dichas aljamas, los quales ellos cobren después de las dichas aljamas repartiéndolos por todos los judíos de cada una de las dichas aljamas segund que lo han de uso e de costunbre en semejantes repartimientos”[74]. Como las cantidades de 1485 figuran en castellanos, las hemos convertido en maravedís, a razón cada castellano de 495 maravedís.

 

Aljamas 1482, 1485 1488
Plasencia y sus ayudas (Galisteo y Aldeanueva del Camino) 81.722, 5 53.970
Cabezuela y sus ayudas (Jerte) 22.795 10.641
Jaraíz y Cuacos 30.070 21.052
Belvís y sus ayudas (Almaraz, Valdehúncar y Saucedilla) 8.972,5 23.850
Valverde de la Vera 32.495 22.950
Jarandilla y Tornavacas 54.562,5 43.249
Béjar y Hervás 99.910 55.207
Garganta la Olla y Pasarón 12.610
Medellín 72.750 55.768
Trujillo y sus ayudas (Jaraicejo y campo de Montánchez) 181.875 131.532
Aldeanueva y Santa Cruz 12.610                    —
Montemayor 30.070            11.720
Granadilla y su ayuda (Abadía) 30.070            17.320
Coria 19.400            28.951
Gata 10.912,5 4.112
CÁCERES 90.937,5 41.228
Arroyo del Puerco 13.822,5 10.116
Garrovillas 3.788
Alcántara 9.215 11.970
Valencia de Alcántara 9.215 19.362
Alburquerque 28.130 34.268
Villanueva de la Srena 6.518

 

Sin embargo, a pesar de estas aportaciones, con ocasión de las levas de soldados para la última fase de la  conquista de Granada, el concejo cacereño repartió peones, ballesteros y espingarderos entre los judíos. Éstos, amparándose en el privilegio que tenían de los reyes castellanos de suplir las personas por contribuciones en dinero en los encabezamientos de las lanzas, recurrieron a sus Altezas alegando ser “francos y esentos” y “no se le levaban honbres para la guerra”, quienes, desde Córdoba, el 4 de agosto de 1490, ordenaron al corregidor cacereño que cesara en su pretensiones por cuanto los judíos habían pagado 10.000 castellanos cada uno de los años pasados y el doble en el de 1490[75].

Una nueva polémica surgiría con motivo de la asignación a los judíos de 43 de los 300 peones que se repartieron a la villa de Cáceres para la guerra de los moros. Por haberse negado, varios judíos fueron apresados y sus bienes secuestrados. Por lo que apelaron. La villa comisionó a los regidores Juan de Sande Carvajal y Francisco de Aldana para entender en el asunto. Éstos dictaminaron que debían contribuir como todos los pecheros y alegaban que incluso habían contribuido a la Hermandad después de la conquista de Granada. David Cohen, procurador de la aljama, se quejó ante los Reyes, quienes el 18 de enero de 1492, desde Córdoba, proveyeron que de inmediato el corregidor Diego Ruiz de Montalvo los soltara y devolviera sus bienes[76].

Ya en las vísperas de la expulsión, muchos judíos habían abandonado Cáceres debido al aumento de las cargas fiscales. En 1491, los judíos volvieron a quejarse por el hecho de haberles repartido una de las cinco lanzas de la Hermandad asignadas a Cáceres, por cuanto “se les fase grand fatyga, de la qual cabsa, de dos años a esta parte, se han absentado e se absentan de cada dja los judíos e diz que se van a algunos logares de señorjos, diziendo que ellos no pagan nj contribuyen en tanta suma de maravedís como en esta dicha vjlla e diz que desta cabsa ay pocos judíos en esta dicha villa” y los que quedaban “no pueden contribuyr ni pagar segund el poco número de judíos que diz que han quedado de los cabdalosos e ricos, e se han ydo e absentado desta dicha villa e su Tierra”, por lo que solicitan a los Reyes que mandaran “que los dichos judíos que asy se han ydo e absentado, segund dicho es, que sean conpelidos a pagar por los bjenes que dexaron en esta dicha villa e su Tierra en lo que asy les fuere repartido por el dicho repartimiento”[77]. Desde Sevilla, los Reyes mandaron el 15 de marzo de 1491, que los ausentes también contribuyeran al pago de la lanza[78].

A la luz de este documento, no parece muy fiable cifrar, como tradicionalmente se afirma a tenor del documento de 1479, en 130 las familias judías que abandonaron Cáceres.

El 31 de marzo de 1492, los Reyes promulgaron el conocido como edicto de Granada, por el que se les daba de plazo hasta finales de julio para abandonar el Reino. Durante estos cuatro meses, los judíos, bajo la protección real, debían vender sus bienes inmuebles y llevarse su importe, pero sin poder sacar oro ni plata ni las demás cosas prohibidas por ley.

Ya con anterioridad, los hebreos habían comenzado a deshacer de sus propiedades, como lo demuestra una escritura“cuyo título dezía carta de venta para Gonçalo de Cáçeres e Marina Alonso, su muger, vezinos de Cáçeres, contra Jaco Pollo, judío, vezino de Cáçeres, fecha a veynte y quatro días del mes de mayo de mill e quatroçientos y noventa y un años, signado de Pedro de Moreda, escrivano”[79].

Dada la cercanía con la frontera de Portugal, muchos judíos cacereños, arroyanos y de otros lugares de la comarca, aconsejados y favorecidos por algunos caballeros, habían sacado de Castilla oro, plata y monedas. Informado de ello los reyes, desde Santa Fe, el 13 de mayo de 1492, ordenaron a Sancho de Paredes, alcalde de las sacas de Cáceres, que hiciera pesquisas para prender a los culpables y que pusiera cuantos guardas fueran necesarios para impedirlo[80]. A instancias de Diego de Vera, alcalde de las sacas del obispado de Badajoz, los reyes, estantes en Burgos, el 25 de mayo de dicho año de 1492, limitaron la comisión dada a Paredes “entretanto que los dichos judjos salen de nuestros Rejnos e fasta que sean saljdos fuera e no más ni allende”[81].

Pero, a pesar de los guardas, bastantes hebreos, con ayuda de terceras personas, lograron evadir parte de sus riquezas. Por este motivo, en 1496, fue requerido Pedro Maldonado, pesquisidor de los bienes de los judíos en los obispados de Plasencia y Coria, para que informara si Juan de Porras, vecino de Mérida, lugarteniente de las sacas del puerto de Valencia de Alcántara en 1492, por el comendador Diego de Vera, había dejado pasar a Portugal a los judíos expulsos con dinero, joyas de oro y plata y otras cosas vedadas[82].

Para la liquidación “de las haziendas e debdas que quedaron de los judjos al tienpo que fueron desterrados” en los obispados de Plasencia, Coria y el maestrazgo de Alcántara, se comisionó como receptor a Martín Pérez, vecino de Ávila para cobrar las partidas de dinero contenidas en las sentencias pronunciadas por el pesquisidor Pedro Maldonado. Éstas fueron las cuentas que rindió de “los maravedís que tengo rresçibidos en la villa de Cáçeres e su tierra son los syguientes:

Resçebj de su muger de Alonso de Ribera dies rreales en que fue condenada.

Resçebj de Juan de Cáçeres çinco mjll maravedís en que fue condenado, e destos pagué a Djego Lopes de Alvjto el quarto, porque lo ganó de su quinto, cárgase al rreçebtor. Todos çinco mjll.

Resçebj de  Álvaro ocho rreales en que fue condenado.

Resçebj de Juan de Olloa, yerno de Juan Delgadillo, quynientos maravedís en que fue condenado.

Resçebj de Gonçalo de Olloa trezientos e veynte e syete maravedís en que fue condenado.

Resçebj de Gonçalo Gomes de Sayavedra dos mjll e cient maravedís que devja a Benatabe judjo.

Resçebj de Françisco de Sayavedra quynientos e ochenta e tres maravedís que devja a Ronqus judjo.

Resçebj de Djego de Mjngolla mjll maravedís de çiertas cosas que llevó de la synagoga de Cáçeres.

Resçebj de Juan de Paredes seteçientos maravedís que devja a Benatabe.

Resçebj de Juan de Olloa el moço, fijo de Arjas de Olloa quatroçientos e setenta maravedís.

Resçebj de Pedro de Collaços dos mjll maravedís que me djo por Andrés Martjn, ollero, por una portada de pyedra que llevó.

Resçebj que me pagó Pyamont mjll e trezientos maravedís en nonbre de Juan Martjn de Alburquerque para en pago de dos mjll que sa de dar por otra portada.

Resçebj de Pedro armero quatroçientos maravedís para en pago de quynientos maravedís en que fue condenado. Resçebj más los otros çient con que acabé de pagar.

Resçebj de Pyamont CLX que dio por Alonso Tejado.

Resçebj de dicho Piamonte dosjentos maravedís que me djo por Alonso Tejado. Ha de aver el quarto desto el dicho Gerónjmo, quedan para sus Altezas CLXXVI.

Resçebj de Ruy Lopes Pycón veynt rreales por la propjedad de una casa que le vendjó un judjo, do el dicho Ruy Lopes tenja DCC de çenso.

Resçebj que me djo el dicho Angulo por Djego de la Recha tresjentos e veynt e tres maravedís e medjo. Cárgase más al rreçebtor otros seysçientos  e sesenta e seys maravedís e medio.

Resçebj que me djo el dicho Angulo seysçientos maravedís por Lorenço de León”.

 

Algunos judíos, tras haber soportado muchas penalidades, decidieron regresar a Cáceres. Tal fue el caso de Ruy López de Medina, quien, habiéndose expatriado a Túnez, “no sacó ni pasó oro ni plata ni cosa vedada” y estando en Berbería, “alumbrado por graçia del Espíritu Santo, se convirtió a nuestra santa fe católica con su mujer e dos hijos e dejó otros quatro hijos cabtivos que le catyvaron los moros” y se vino a Cáceres tan “desnudo y muy pobre” que los que lo conocía, lo socorrieron con mil maravedís para que pudiera comprar vestidos y una cama de ropa. Sin embargo, Pedro Maldonado, juez de los bienes de los judíos expulsos, había iniciado pesquisas contra él para hacerle pagar. Medina recurrió a los Reyes, quienes, desde Burgos, el 10 de octubre de 1495, mandaron al pesquisidor Pedro Maldonado que se reuniera con el corregidor cacereño, si fuera letrado, y si no con el alcalde mayor, para que determinaran de manera que el converso no recibiera agravio[83].

Otras familias, procedentes de localidades rayanas de Portugal, al amparo del comercio de las lanas, regresarían un siglo más tarde en Cáceres. Tal es el caso de los Núñez Belmonte, uno de cuyos miembros, que serviría de factor en Sevilla, huyó a Holanda para no ser penitenciado por el Santo Oficio.

Hay constancia de otros judíos cacereños establecidos en Londres en la época de Cromwell. Como señala Moïse Bloch, “grâce aux démarches de Carvajal et de Simón de Cacérès, ils purent même acquérir un cimetière spécial pour le membres de leur communauté” en febrero de 1657[84].

El cementerio judío cacereño se ubicaría hacia el final de Fuente Nueva, entre dicha calle y el Camino Llano, a la vera de la Vía de la Plata, no lejos del postigo del viejo barrio judío. A principios del siglo XVII, aún se conservaba su memoria. El 18 de octubre de 1604, el trapero Gonzalo Jiménez vendió a Pedro Gómez Mirueña un alcácer de 4 ó 5 celemines “en el exido desta villa, a do dizen el onsario, por zima de la hermita de sancto Domingo del Camjno Llano”[85]. Dicha ermita se edificó en fechas cercanas a la expulsión de los judíos, gracias a la donación de María Fernández y su hija Inés Fernández, mujer de Juan Cervigón, el 20 de octubre de 1486, de un alcácer para “faser una yglesia en el exido desta dicha villa para la abocaçión” “de señor Santo Domjngo de los predicadores” que “dicha vjlla tjene nuevamente estableçida”[86]. Tal vez, en su construcción se utilizarían las laudes del cercano cementerio.

En Cáceres, hubo otro osario, a Aguas Vivas, igualmente a la vera de la Vía de la Plata, pero éste, seguramente, sería de los musulmanes, por la proximidad a la morería, situada en la calle de los Moros[87].

Varias casas nobles, como los Corbacho, Pizarro, Saavedra, Delgado, Rocha, Cáceres Andrada, Blázquez de Cáceres; e instituciones religiosas, cual el convento de San Pablo y el Cabildo Eclesiástico compraron las casas de la Judería.

Muchas de estas familias continuaron a lo largo del siglo XVI adquiriendo nuevos bienes en la Judería. En 1551, Juan de Saavedra vendió a Pedro de la Rocha y a su mujer Ana de San Román, a censo perpetuo enfitéutico, una casa en la calle de la Cruz, “que alinda de una parte con casa de la muger de Alonso de Triana defunto e de otra parte con la hermjta de la Cruz e por las espaldas con los corrales de Luis de Cáçeres e con casa de Gonçalo Téllez”[88].

En el Inventario de bienes de Juan Pizarro el viejo, figuran una “casa pequeña en la calle de la Judiría” a las espaldas de la Plaza y“un horno en la dicha calle de la Judiría de cozer pan[89]. Se trataba del antiguamente conocido como horno de la Mancebía y que, durante el confinamiento, acaso los judíos se sirvieran de él para elaborar el pan ácimo.

Sin embargo, la calle de la Judería o de la Vera Cruz[90] como se la denominaba indistintamente a lo largo del siglo XVI, siguió teniendo un  cierto carácter marginal[91].

 

II.- LOS HERMANOS LUIS Y JUAN BLÁZQUEZ DE CÁCERES

 

Son los hermanos Luis y Juan de Cáceres, eclesiásticos nobles, quienes construyeron la casa conocida hoy día como Palacio de la Isla, en la que está incluido el solar de la sinagoga nueva.

Hijos de un segundón de la familia de los Mayoralgo, el destino quiso preservarlos de la dura suerte que esperaba a quienes no heredaban los mayorazgos y vinculaciones familiares, gracias a la protección de uno de los personajes más influyente en la Curia Romana, el cardenal don Bernardino de Carvajal,  de cuya familiaridad disfrutaron, sin duda desde la niñez en Cáceres, villa natal de don Luis y seguramente también de don Bernardino. Éste se llevó a ambos hermanos a Roma y los acogió entre su séquito. Tal fue el grado de amistad entre don Luis de Cáceres y don Bernardino, que el cardenal le confiaría un cometido tan importante como personal, cual fue la dotación de una capilla en la catedral de Plasencia para el traslado de los restos mortales de su madre, la cacereña doña Aldonza de Sande[92].

En 1508, la designación del cardenal Carvajal como legado pontificio ante la corte del Maximiliano de Austria, la elevación a la mitra placentina de don Gómez de Toledo Solís, su pariente, los hizo regresar a la tierra.

Apenas transcurridos unos meses desde su toma de posesión como obispo, aprovechando las primeras vacantes, don Gómez benefició a sus deudos nombrando racionero a Juan de Cáceres (el cual figura por primera vez como tal en la sesión del Cabildo celebrada el viernes 27 de abril de 1509) [93] y a don Luis  para el arcedianato de Trujillo, que durante todo el siglo XVI y comienzos del XVII, por sucesivas resignaciones, ostentaría un miembro de los Blázquez de Cáceres Mayoralgo. Don Luis sucedió en dicha dignidad a otro don Bernardino de Carvajal, cuya última asistencia documentada al Cabildo data de 13 de julio de 1509. Don Luis de Cáceres es citado por primera vez en las actas en la sesión del 2 de mayo de 1510, en que, junto con su hermano Juan, participó en la elección de don Francisco de Carvajal, arcediano de Medellín, como mayordomo y visitador de la Iglesia para el año de 1511[94].

Pero, desde que Publio Hurtado en su obra Ayuntamiento y Familias cacerenses, aparecida en el año de 1915 sentenciara acerca de la falta de hidalguía de esta rama de los Blázquez de Cáceres, de la que nos vamos a ocupar someramente, todos los autores que han tratado, directa o indirectamente, de esta familia, han seguido los dicterios de Hurtado sin cuestionárselos, ni contrastar los asertos recibidos, limitándose a repetirlos o, incluso, como en el caso de Antonio Floriano Cumbreño, a difundir nuevas teorías sobre bases en exceso erróneas, acaso por haber bebido de las mismas fuentes oníricas que el propio Hurtado señalara para Nicolás Pérez y Pérez.

El mencionado Floriano, en su Repertorio heráldico de Cáceres[95], mezclando varias generaciones, con total confusión de filiaciones, relata lo siguiente:

Con el final del siglo (XVI) nos acercamos también al final de la trayectoria del blasón de los Blázquez Mayoralgo. Pero antes ocurre un curioso caso de ingerencia genealógica en esta familia, y es la aparición inopinada de una rama denominada de Blázquez de Cáceres Solís, que heráldicamente se inserta en la de Mogollón Blázquez, como aseverando ser descendientes de Nuño Blázquez, hermano del fundador del Mayorazgo de los Mayoralgos”. Hasta aquí ha seguido fielmente a Publio Hurtado, pero en adelante empieza a aportar su propia cosecha de errores: “Esta rama emigró, al parecer, al Mediodía en los comienzos del siglo XV y hace su reaparición en la villa hacia la mitad del XVI. Eran tres hermanos, Juan, Miguel y Luis, dueños de cuantiosísimas riquezas y los dos primeros clérigos. Se sabe muy poco de sus antecedentes familiares; ellos aseguraban provenir de los primitivos Blázquez y se llegó a saber que su padre se llamó Gonzalo Blázquez y nada más. En la villa comenzaron a especular en gran escala. Juan llegó a conseguir, sin reparar en medios por lo que se cuenta, el deanato de la Catedral de Plasencia; acrecentaron el caudal y los dos eclesiásticos, con lo que les correspondía, fundan un mayorazgo que vinculan en el hermano laico, Luis. Extramuros de la villa elevan una casa suntuosa, cuya fachada y corrales timbran con el escudo Mogollón Blázquez, hacen ostentación de nobleza y alegan hidalguía para gozar de las exenciones tributarias de los de tal condición. Al mismo tiempo y en contrapolo de esta exhibición ostentosa, alardean  de despreciar las preocupaciones nobiliarias, colocando en el friso que corre a lo largo de la fachada de su palacio este intencionado lema:

MODERATA DURANS

NOBILITAT ANIMUS NON ACTA PARENTUM

Además en el patio hacen esgrafiar un escudo (el más bello trabajo de esta clase que Cáceres posee) lo encuadran en finísimo ornato renaciente y en el friso, sobre el que figura asentarse entre grutescos y calaveras, trazan la inscripción:

VANITAS VANITATUM ET OMNIA VANITAS

Naturalmente, se comenzó a murmurar enseguida de esta gente que hacía cosas tan extrañas en aquellos tiempos. La nobleza los aisla y el Concejo les niega la pretendida consideración de hidalgos; pero ellos, con tenacidad y con perseverancia, consiguieron triunfar jurídicamente, haciendo que ésta se les reconociera, y acabaron por imponerse en el terreno social, a pesar de todas las tachas que se pusieron a su linaje”.

El cúmulo de errores, confusiones, anacronismos es tal que para aclarar tan embrollado panorama expuesto por Floriano, vamos a comenzar con el establecimiento correcto del linaje de esta rama de los Blázquez de Cáceres.

La Catedral de Plasencia guarda, entre sus legajos, una genealogía de los Mayoralgo de Cáceres, establecida a partir de documentos correspondientes al señorío de Mestajas, en la que “todo lo escrito en este quaderno es sacado por escritos del conde viexo de la Oliva”, la cual “parte de Juan Blázquez de Cázeres, el que se halló en la reconquista de Cázeres”:

Juan Blázquez de Cázeres el Conquistador. Llamávanle ansí por aver sido uno de los que se señalaron en la conquista de Cázeres.”, y coincide con la que tradicionalmente se acepta para esta familia. Pero, al llegar a Luis García de Mayoralgo -hijo de “Diego Blázquez de Cázeres, que se llamó de Maioralgo” y de Ana Pérez- incluye entre los hijos habidos de su matrimonio con Marta Martínez, además de al primogénito Diego de Mayoralgo, al que todos los autores reconocen, a su hijo segundogénito, que nadie incluye, Juan Blázquez de Cáceres, origen de esta hasta ahora discutida rama de los Blázquez:

Luis de Maioralgo casó con Marta Martínez, hixa de Martín Martínez, el leal servidor del Rei don Pedro y tubo por hixos a

Diego de Maioralgo

Juan Blázquez de Cázeres”[96].

Así también lo afirma el presbítero Sancho Blázquez Mayoralgo Altamirano, cuando el 8 de octubre de 1599[97], agregó quince misas más a la obra pía que fundara su tía Isabel González de Mayoralgo, vinculada al mayorazgo de esta rama de los Blázquez, en la capilla del Santo Crucifijo de Santa María la Mayor de Cáceres:

«y porque, como dicho es, la dicha Ysabel Gonçalez de Mayoralgo fue su voluntad de mandar dezir las dichas mysas por su ánjma y de nuestros difuntos; e yo, prosiguiendo tan santa e buena obra y para salvaçión de mj ánjma, otorgo y conozco que junto y anejo a la dicha obra pía e misas de la dicha Ysabel Gonçalez de Mayoralgo e yncorporo otras quynze mjsas rrezadas perpetuamente en cada un año por mj ánjma y de mys padres y cargos que los tres tengamos e por todos los demás difunctos de nuestra casa e linaje, dende Luys Garçía de Mayoralgo, quarto poseedor del dicho mayorazgo, del qual nosotros desçendimos; y Juan Blázquez de Cáçeres, su hijo segundo, marido de Teresa Garçía de Figueroa, ermano segundo de Diego Garçía de Mayorazgo de Torrevelasco, el segundo deste nonbre y eredero del mayoralgo; y Sancho Blázquez, su hijo legítimo, y por Luis Blázquez de Cáçeres su hijo legítimo y don Luys Blázquez de Mayoralgo su hijo y sus mujeres y difuntos y por todos los suçesores dellos para sienpre jamás”.

Ambos documentos arriba citados son suficientemente elocuentes y recogen de modo fidedigno la genealogía de esta discutida rama de los Blázquez, que se separa en fecha relativamente tardía del tronco común de los Mayoralgo al fundar mayorazgo propio, en el primer cuarto del siglo XVI, el muy reverendo don Luis de Cáceres, arcediano de Trujillo, y su hermano el racionero Juan de Cáceres, dignidades de la iglesia placentina, en favor de su hermano menor Sancho Blázquez y sus descendientes.

Por especial privilegio papal, las dignidades del cabildo catedralicio de Plasencia estaban exentos de hacer probanza de sangre. Sin embargo, las personas que las ostentaban pertenecían a las familias más linajudas de Cáceres y Plasencia. Coetáneos de don Luis de Cáceres fueron, entre otros, don Gómez de Jerez, don García López de Carvajal, don Francisco de Carvajal y Sande, don Nufrio de Sande.  Y desde luego, don Luis  y Juan de Cáceres no fueron la excepción ante tanta nobleza de sangre.

Y en Cáceres como en Plasencia fueron siempre reputados por hidalgos notorios de solar conocido, cuya naturaleza estaba en Cáceres. Y como tales, gozaban de los privilegios de los de su clase: exención de impuestos, blasones en sus casas y derecho de asilo, “donde antiguamente solía tener por privilegio que si uno se hiba a retraer a ella, no le sacaban por ser casa noble de caballeros y hijosdalgo notorios, con cadena a la puerta”.

En Cáceres, conservaron el apellido Blázquez; pero en Plasencia, lo cambiaron por el gentilicio de Cáceres,  con que fueron conocidos, aunque a finales del XVI, la rama placentina empezó a recuperar los apellidos familiares de Blázquez, Mayoralgo y hasta el de Ovando.

 

  1. – Luis García de Mayoralgo marido de Marta Martínez. Tuvieron por hijo segundogénito a:

II.- Juan Blázquez: Murió en la gran peste de 1507 y de su existencia existen numerosas citas documentales. Casó con la cacereña Teresa García de Figueroa.

Tuvo, al menos, los siguientes hijos:

  1. don Luis de Cáceres, arcediano de Trujillo en la Santa Iglesia Catedral de Plasencia; a quien consideramos el mayor, por llevar el mismo patronínico que su abuelo, como era usanza en la época[98].
  2. Juan de Cáceres, racionero en la misma sede episcopal.
  3. Sancho Blázquez, en quien recaería el mayorazgo de sus dos hermanos mayores. Casó con la trujillana Isabel Álvarez Altamirano, con sucesión.
  1. Gonzalo Blázquez casado con Isabel González. Con sucesión.
  1. Diego Blázquez de Cáceres, casado con doña Isabel de Ovando, tronco de los Blázquez placentinos. Con sucesión.

Consecuentemente,  las afirmaciones de Hurtado, Cumbreño y las de los demás autores que se han basado en ellos, resultan a todas luces erróneas y deben ser enmendadas.

 

III.- DE SINAGOGA NUEVA A ERMITA DE LA SANTA CRUZ DE JERUSALÉN Y SANTA ELENA

  • La Sinagoga nueva

El ordenamiento de Toledo de 1480, disponía que “e sy en los lugares donde ansy les señalaren no tuvieren los judíos synagogas, e los moros mesquitas, mandamos a las personas que ansy deputáremos para ello, que esso mismo, dentro de los tales çircuytos, les señalen otros tantos e tamaños suelos e casas para que fagan los judíos synagogas, e los moros mesquitas, quanto tovieren en los lugares que dexaren; e que de las synagogas e mesquitas que avían primero, no se aprovechen dende en adelante para aquellos usos. A los quales dichos judíos e moros, por la presente, damos liçençia e facultad para que puedan vender e vendan a quien quisieren las synagogas e mesquitas que dexaren, e derrocarlas e fazer dellas lo que quisieren; e para fazer e edificar otras de nuevo tamañas como de primero tenían”.

Parece que la ejecución de esta medida provocó un altercado entre los judíos cacereños que aún seguían residiendo en la Judería Vieja, en torno a la sinagoga, y aquellos que deseaban el establecimiento de la nueva aljama cerca de la Plaza Mayor. Juan de Carvajal sacó prendas a Symuel, judío por “aver caydo e yncurrido en çiertas penas por rasón de çierta questión que avja pasado entre algunos judíos del aljama de la dicha villa en el synagoga della”. Samuel acudió ante los reyes para que Carvajal le devolviera lo embargado alegando que no tenía jurisdicción por tratarse de un pleito entre judíos que, conforme a los privilegios de los judíos españoles, debía juzgarse conforme a sus leyes. Desde Toledo,  el 10 de junio de 1480, proveyeron que el corregidor cacereño, oídas las partes, resolviera[99].

Establecido, finalmente, el nuevo ghetto en los aledaños de la Plaza Mayor, el solar de la sinagoga vieja fue vendido al noble Alonso Holguín, quien compró diversas casas y alcáceres en la Judería Vieja. Los judíos se llevaron las tejas y maderas para reutilizarla en la que estaban construyendo, que tardaría varios años en ser acabada.

La sinagoga nueva se levantó en unas casas que  Diego de Migolla, según él mismo referiría a los reyes, “tenja en la dicha vjlla çiertas partes de casas que, al tienpo que Nos mandamos faser el apartamiento de los judíos, le açensó el aljama de los judjos desta villa las dichas casas, ansy la parte que tenja como çierta parte que tenja el cabjldo de la yglesia desta dicha villa e otras personas, las quales dis que le davan en cada un año VII O maravedís e çiertos pares de galljnas, poco más o menos, en las dichas casas que ansy dis que la açensuaron fueron para labrar en ellas una synagoga que en ella fisieron”[100].

Pronto se quedó pequeña la sinagoga y tuvieron necesidad de ensancharla con la incorporación de un solar contiguo. El 1 de diciembre de 1483, ante Fernando de Sepúlvega, reunido el cabildo eclesiástico en la iglesia de Santa María, con asistencia de Galín Gómez Mogollón, vicario perpetuo; Álvar Pérez de Osma, arcipreste; Gonzalo Roco, cura de Santa María; Galín Gómez, cura de Santiago; Alfonso de Torres, beneficiado de San Mateo; Pedro González, beneficiado de Santa María; Juan García de Jema, abad; y los clérigos capellanes Juan Alonso Guzmán, Ferrán Holguín, Benito Sánchez, Juan Díaz y Juan Martín confirieron poder a su citado abad para vender “al aljama e judíos de la dicha villa e a su mayordomo en su nonbre un solar que nos el dicho cabildo e clérigos hemos, tenemos e posseemos, ques en la Juderja que agora nuevamente se fiso en el arraval de la dicha villa, en la calle que disen del forno de la Mançebía, que alinda de la una parte con solar en que agora los judíos de la dicha villa se llegan a faser oraçión, e de la otra parte con casas de Álvaro de Saavedra e a las espaldas con casas de la dicha aljama e judíos e delante la puerta la calle pública”, por 220 maravedís de censo perpetuo, pagaderos en las dos consabidas pagas anuales, por San Juan de junio y Navidad.  En virtud de dicho poder, este mismo día, el abad dio a censo el solar a Ysaq Colchero, mayordomo de la aljama y de los judíos[101].

Por lo tanto, la sinagoga ocupó ambas casas. Así lo evidencia la carta de donación suscrita el 12 de septiembre de 1485, ante el escribano Fernando de Sepúlvega, por la cual Pedro Dávila entregó al cabildo eclesiástico y a su abad, Juan Fernández, cura de Aldea del Cano, 50 maravedís y 2 gallinas que tenía de renta de censo “en unas casas que fueron de Diego de Mjgolla, que agora están en la judería de los judíos de la dicha villa, donde tiene fecha parte de la Synagoga”, linde casas de la Quelosa y la  propia sinagoga, a fin de que el cabildo celebrase un aniversario por sus intenciones el día San Juan[102].

Cerca de la sinagoga se hallaba la puerta de la judería. El 18 de diciembre de 1487, ante Juan González de Arenas, María Sánchez la Quelosa, mujer del ovejero Diego Martín, donó al cabildo eclesiástico 50 maravedís y 2 gallinas de los 550 y 2 gallinas que “el aljama de los judíos desta dicha villa me son devjdos et obligados de dar e pagar de çenso en cada un año para syenpre jamás, por un corral de mis casas que es en la Judería Nueva que de mí tiene a çenso por los dichos quinjentos e çinquenta maravedís e un par de galljnas, que aljnda el dicho corral con la puerta de la dicha aljama et con casas de Raby Uçe físyco et con casas de doña Mjra e casas de mj la dicha María Sánchez” por que el cabildo la recibiese a ella y a su difunto hijo Francisco de Quirós por cofrades legos y celebrase por ellos un aniversario en San Juan[103].

Poco tiempo disfrutaron los hebreos de esta sinagoga. Estando liquidando sus bienes antes de partir,  Diego de Migolla les reclamó la renta, como expondría ante los reyes: “al tienpo que los judjos se tovjeron de yr destos Reynos le devjan dosçientos maravedís a vos del dicho çenso, los quales dis que al tienpo que les demandó los dichos maravedís que le devjan dis que le respondjeron que no le podjan satjsfaser, syno que tomase en cuenta de las debdas que le devjan del dicho año lo que avjan labrado e mejorado en ellas segund por nuestras cartas le enbjamos a mandar e le fisjeron graçia e donaçión de lo que oviese labrado e fecho e hedeficado en la dicha synagoga”. Parece que Migolla tomó posesión del edificio. Pero, pronto San Pedro, contador real nombrado para inventariar los bienes que habían dejado los judíos, se la quitó, como se lamentaría el propio afectado, en beneficio de la real hacienda por cuanto “por endusymiento de algunas personas que lo qujeren mal procuraron que le qujtasen la dicha synagoga, el qual dis que le secrestó la dicha sinagoga disjendo pertenesçer a Nos, de manera que él no se pudiese aprovechar della nj de la dicha renta, de que le requirieron muchas veses después le alçase el secresto”. No obstante San Pedro no lo quiso hacer de tal manera que aún retenía la sinagoga y seguía sin pagarle la renta. Por ello, recurrió a los Reyes, quienes, desde Sevilla, el 6 de octubre 1494, dispusieron que si lo expuesto por Migolla era cierto “le dexe ya las dichas sus casas que asy tenja dadas a çenso a los dichos judíos e dedes orden como le sea pagado el dicho çenso que ansy en las dichas casas e synagoga los dichos judíos le devían e heran obligados a dar e lo que se le deve de los años pasados e sy valjere más desto que así él ha de aver, sea puesto en almoneda e lo que más valjiere sea para Nos e lo resçibiere nuestro recabdador de los bienes de los judíos”[104].

Parece que Migolla, para resercirse de la deuda, desmanteló algunos de los elementos del edificio, por lo que fue condenado, pues sabemos que Martín Pérez de Ávila cobró 1.000 maravedís de Diego de Migolla “por çiertas cosas que llevó de la synagoga de Cáçeres”[105].

 

  • La ermita de la Santa Cruz o de la Vera Cruz y de Santa Elena:

 

  1.  

El edificio de la sinagoga,  tras haber sido adquirido por don Luis Blázquez, se convirtió “en la capilla de la Santa Cruz de Jerusalem de esta dicha villa, que hizo e fundó el reberendo señor don Luis de Cáceres, arcediano de Truxillo”.

Tradicionalmente, se afirma que muchas de las sinagogas, al ser convertidas en iglesias, se las consagraba a la Santa Cruz. En este caso concreto, el título de Santa Cruz supuso también un homenaje al cardenal, amigo y protector de los hermanos Luis y Juan de Cáceres y en recuerdo de la basílica romana que tanto frecuentaran.

El 19 de septiembre de 1518, ante el escribano Francisco de Figueroa, siguiendo la costumbre de los demás dueños de tierras en el término de Cáceres, los herederos de las viñas de la Mata, para su defensa y conservación, decidieron fundar una cofradía y redactar las “ordenanzas de los cofrades y herederos de las viñas de la Mata, que dicen de Alonso Holguín. La abocación de la qual, a honra de Dios e servicio suio, instituimos nuebamente una cofradía e la intitulamos, e damos por abocación, y sea su abocación de la Cruz; e donde sea servida, elegimos la capilla e yglesia de la Cruz que está establecida e ordenada e fecha por don Luis de Cáceres, arcediano de Truxillo”[106].  Sobre estas ordenanzas, se siguió pleito ante el escribano Alonso de Trujillo, cuyo motivo no explicita este expediente.

Esta fue, por lo tanto, la primera cofradía dedicada a la Santa Cruz en Cáceres, que precedió, en casi tres años, a la actual de la Vera Cruz, fundada el 3 de mayo de 1521 por el franciscano fray Juan de Illescas. El enorme auge que ésta adquirió, llegó a eclipsar a la establecida por don Luis de Cáceres, la cual en 1548 se encontraba ya agregada a la sacramental de la parroquia de San Juan.

El edificio de la sinagoga se mantuvo en pie durante poco más de un siglo. A comienzos del siglo XVI, sus muros, edificados, sin duda, con pobreza de material para cumplir el perentorio mandato de los Reyes Católicos, se resentían, de tal manera que la reedifición resultaba inevitable.

Gracias a la ayuda económica de su tío, don Diego de Tapia Aldana, clérigo de la orden de Caballería de Santiago, prior del monesterio de San Salvador de la villa de Donas en el Reino de Galicia, don Luis Blázquez de Cáceres Mayoralgo concertó la reforma con Francisco Martín Paniagua, uno de los principales maestros de obras de Cáceres. El indiano Juan Durán de Figueroa, fundador del desaparecido convento de la Concepción, y miembro de esta familia como hijo de Teresa García de Mayoralgo, colaboró en los gastos. También el clérigo Sancho Blázquez Mayoralgo Altamirano, a cuyo cargo correría el cuidado de la obra hasta su fallecimiento el 5 de agosto de 1601.

El 26 de julio de 1598, se protocolizaron las condiciones de la obra, que por su importancia, transcribimos en los apéndices. Al día siguiente, don Diego de Tapia Aldana, en cumplimiento de la carta de obligación por la que se comprometía a “que como se fuere dando dineros al dicho Francisco de Panjagua vaya haziendo la dicha obra, la qual está començada e se va prosiguiendo”, hizo entrega al clérigo Sancho Blázquez Mayoralgo de “seysçientos y doze escudos de oro de valor de a quatroçientos maravedis cada uno en presençia del presente escrivano e testigos desta carta”[107] para concluir esta obra en la que, según declararía, había puesto tanto empeño: “E porque el dicho prior, como prinçipal obligado y dotador para hazer la dicha obra de la dicha yglesia y capilla, pretende y es su voluntad que se haga, porque su prinçipal yntento de venjr a la dicha villa de Cáçeres fue a ello”[108]. Seguidamente, don Diego de Tapia otorgó testamento cerrado, que se abrió pocos días después, el 1 de septiembre, con ocasión de su fallecimiento. En él, rogaba “al señor don Gerónimo Romero, nuestro prior, y los demás señores hermanos nuestros me encomyenden en sus oraçiones y que por quanto yo en la Corte asistiendo más de çinco meses gasté muy gran suma de dineros vinyendo con disinyo de hazer la capilla de la bienaventurada Santa Elena, que es en las casas del mayorazgo de don Luys Blázquez de Mayoralgo, mj sobrino, de la villa de Cáçeres, porque yo tengo dotado y pagado muj gran parte de la obra nueva que se va haziendo, que es muj endereçada para gloria de Dios y su syerba Santa Elena, nuestra abogada, sea su Señoría servido no permjtir se me ponga ynpedimento y ostáculo alguno, antes le suplico que para esta tan buena obra, si algo faltare, me hagan graçia e limosna dello y que miren que la causa de mi muerte, si acaso de la dicha enfermedad presente muriere, a sido causa ynpulsiva al gran amor y grande zelo con que e venjdo a hazer esta obra de mjsiricordia”[109].

En este documento aparece la segunda advocación de la capilla: Santa Elena. Con toda lógica, pues la memoria de la madre del emperador Constatino va unida a la Invención de la Santa Cruz, que ella misma ordenara desenterrar de las ruinas del monte Calvario.

El 25 de agosto de 1598, ya se habían levantado los nuevos cimientos, que medían tres varas y una cuarta de hondo y vara y media de ancho, conforme a la certificación dada ante Martín de Cabrera, a petición de Francisco de Paniagua:

Testimonios de los çimientos de la obra de la yglesia y capilla de la Cruz.

En la villa de Cáçeres, a veynte e çinco días del mes de agosto de myll e quinientos e noventa e ocho años, estando dentro en la yglesia e capilla de la Cruz, questá en las casas prinçipales de don Luis Blázquez de Cáçeres Mayoralgo, en presençia e por ante my Martín de Cabrera, escrivano público del número de la dicha villa, e testigos ynffraescritos, Françisco de Paniagua, maestro de obras, questava presente, vezino  de la dicha villa, dixo que él tiene encargo de hazer la obra de la dicha yglesia y capilla, confforme a la escritura y condiçiones de ella, que se otorgó ante el dicho escrivano, la qual tiene començada y tiene començado a sacar los çimientos de las paredes de la dicha obra, como dellos constava e pareçía. Y porque a  su derecho conviene confforme a las condiçiones de la dicha escritura que se le dé por ffee e testimonio el largo y ancho y hondo y manera que los dichos çimientos, que ansí van començados, tienen; pidió e rrequirió a mj el dicho escrivano se lo diese por ffee e testimonio. Testigos que fueron presentes Estevan Garçía vezino del lugar de Santiago del Canpo, Juan Gonçález, criado que fue de Sancho Blázquez clérigo, trabaxadores; y Alonso Martín, cantero, vezinos y estantes en la dicha villa. E luego yncontinente con una vara ordinaria de medir, se mydió el alto questava sacado para los dichos çimientos hasta lo ffirme y tenían de hondo tres varas y dos terçias de la dicha vara; y el ancho de los dichos çimientos tenía vara e medio, poco más de la dicha vara, y al ffin de los dichos çimientos estava e se vía estar arçilla para más firmeza de los dichos çimientos. De lo qual, yo el dicho escrivano doy fee e testimonio verdadero porque en mj presençia lo vi de mydir, estando presentes los dichos testigos que ansí mysmos lo vieron. E lo ffirmó de su nonbre el dicho Françisco de Paniagua. Testigos los dichos. Pasó ante mi Martín de Cabrera. Françisco de Paniagua (firmado y rubricado). 25 agosto[110].

En este documento figuran los nombres del cantero, Alonso Martín, y el de los obreros, Esteban García y Juan González, que trabajaron en la obra.

El  8 de octubre de 1599, el clérigo Sancho Blázquez de Mayoralgo Altamirano, en cumplimiento de las últimas voluntades de su tía Isabel González de Mayoralgo, fundó una memoria de misas de la que él sería primer patrono y, después, el poseedor del vínculo del arcediano Luis Blázquez de Cáceres, a las que anejó otras 15 más, entre las cuales destacó las en reverencia de San Juan y San Luis Rey de Francia, “porque son nuestros abogados y de nuestros antepasados”, “en cada un año perpetuamente y en la parte y lugar de yglesia o ermjta que señalare el dicho poseedor del dicho mayorazgo de nuestra casa, por tener como tiene dos capillas, una en su entierro en la dicha yglesia de Nuestra Señora y la otra en  sus casas prinçipales de su mayorazgo[111].

El 5 de agosto de 1601, el clérigo Juan Criado solicitó la apertura del testamento que Sancho Blázquez de Mayoralgo, que acaba de fallecer, había otorgado cerrado el 21 de julio de dicho año. En él mandaba “se pague lo que paresçiere yo dever de la obra de la capilla de Señora Santa Elena, questá en las casas prinçipales del mayorazgo de don Juan Blázquez Mayoralgo, mj sobrino, en esta villa de Cáçeres y el alcance que yo deviere, no se entregue a mj eredero, syno que mys testamentarios lo paguen y cunplan en la dicha obra hasta que se acabe y gaste lo que yo deviere y estuviere a mj cargo, conforme a mys papeles y quenta que dello tengo, ques çierto y verdadero; o se entregue al señor Juan Durán de Figueroa para que por su orden y paresçer se gaste en la dicha obra de la dicha capilla, porque lo que se me entregó para hazer la dicha capilla por mj tío don Diego de Tapia Aldana, prior de la villa de San Salvador de Villar de Donas, lo e ydo gastando conforme a mi quenta que en Dios y en mi conçiençia es verdad y çierta. Y lo que paresçiere yo deviere, se gaste y haga de la forma que tengo dicho”[112].

La ermita se construyó conforme a la traza de Francisco Martín Paniagua, autor del desaparecido seminario conciliar de San Pedro edificado a instancias del obispo don Pedro García de Galarza.

Consta de dos naves, separadas por un arco toral de cantería labrada, sostenidas por pilastras adiamantadas. En las claves, figuran los blasones de Mayoralgo y Figueroa.

Se la dotó de tres altares. El central, enmarcado con dovelas y los dos laterales, timbrado con el escudo familiar. En uno de ellos, se rindió culto al apóstol San Juan. Los otros dos, aunque no hemos hallado mención, lógicamente se consagrarían a la Santa Cruz y a Santa Elena, sus titulares.

Tiene dos puertas de acceso, una desde el patio de la casa, consistente en una sencilla portada de cantería; y la puerta principal que da a la calle de la Cruz, enriquecida con dos hileras de cantería, con jambas y dintel labrados en punta de diamante, sobre la que se alza un escudo con una sencilla cruz y sobre ella una cartela con la inscripción siguiente: “Calle de la Cruz”, rematada con el escudo familiar con las armas de  Mayoralgo, Mogollón y Figueroa.

Después, debido a las ausencias de Cáceres de esta familia, vino el abandono, sobre todo, a partir del asentamiento en Arroyo del Puerco de doña María Justa Blázquez de Cáceres, la última en ostentar como primero este apellido, tras su matrimonio con don Matías Jacinto Marín, I marqués de la Isla.

En 1794, el presbítero Simón Benito Boxoyo la clasificó entre las ermitas extinguidas[113].

El 8 de junio de 1805, su hija, Dª María Teresa Marín y Blázquez Mayoralgo, III marquesa de la Isla, solicitó del obispo don Juan Álvarez de Castro la vuelta al culto público de la capilla. El día 12, el prelado comisionó a don Gonzalo María Rincón, su vicario en Cáceres, quien aceptó el encargo el 18, pasando ese mismo día a reconocer el edificio con asistencia del presbítero don Vicente Chaparro, por hallarse la marquesa ausente en su casa de campo. Dicha señora, para la información, presentó por testigos a don Luis Guerra Borregón, de 80 años, quien declaró que, siendo muchacho, oyó misa en la capilla, (lo queconfirma que dejó de tener culto tras la boda de doña María Justa con don Matías Jacinto Marín y su traslado a la villa de Arroyo del Puerco); don Juan Bruno Grande, presbítero, de 68 años, que no alcanzó a conocerla con uso, pero sí oyó a sus mayores que la causa del abandono se debió a la ausencia de la familia. Don Manuel Monmán de Sobrarroca, escribano del ayuntamiento de 76 años, depuso que había oído a muchos vecinos que estuvo en uso y lo mismo certificó don Manuel de Diego Grande, de 50 años.

A tenor de dichas declaraciones y de las noticias que previamente ya tenía, don Gonzalo María Rincón concluyó, el 21 de junio de 1805, que “ninguna duda me queda de que ha sido pública”.

El 26 de dicho mes, desde Coria, el obispo autorizó la bendición, una vez “abilitada y surtida dicha capilla con la debida decencia de todo lo necesario al dibino culto”.

El 25 de noviembre, don Gonzalo María Rincón “en atención de constar a su merced que la señora marquesa de la Ysla, de esta vezindad, tiene ya avilitada, con mucha decencia, la capilla pública, hace saber a la marquesa que otorgue la obligación” de mantenerla en buen estado y bien dotada. Así, lo efectuaría al día siguiente ante el escribano Juan García Borrega. Para la mayor seguridad, hipotecó, de entre “las muchas fincas libres que posee, una casa y cochera que tiene en la calle de Barrio Nuebo de esta villa, señalada con el número treinta y dos”, que valía más de 18.000 reales, y en renta más de 500. Fueron testigos de este acto los presbíteros don Vicente Chaparro, que era el capellán de la casa, don Juan Bruno Grande y don Simón Benito Boxoyo, ya muy anciano y próximo a la muerte. El 27, fue, finalmente, bendecida.

Desde Hoyos, el 14 de diciembre de 1805, el obispo concedió licencia para el uso público de la ermita.

Mas pocos años permanecería abierta al culto. Ante la amenaza de la invasión francesa, la marquesa huyó a Cádiz, donde pasó gran parte de la Guerra de la Independencia en compañía de su hija doña María Justa Ussel y Marín, separada legalmente de su marido don Alonso Montalvo de Ovando. A su hijo don Antonio Montalvo y Ussel, la invasión napoleónica lo sorprendió en Madrid, en el Colegio de Nobles, y no parece que volviera a establecerse en Cáceres, pues murió antes que su madre. Su nieto y heredero, don Ildefonso Montalvo, nunca residiría en Cáceres, antes bien, acogiéndose al real decreto de supresión de los mayorazgos, vendió gran parte de los bienes que a lo largo de los siglos habían reunido sus antepasados los Marín y los Blázquez.

Doña Justa mejoró en tercio y quinto a su hija doña María de los Dolores Quintanilla y a su nieto don Antonio Quintanilla, entre cuyos bienes les cupo la Casa de la Isla. Por muerte de don Antonio, recaería la nuda propiedad en su madre doña María de los Dolores.

Dicha casa solariega, junto con la capilla, bodegas y corrales, fue vendida el 22 de septiembre de 1846, por don Matías Álvarez, procurador del juzgado de 1ª Instancia de Cáceres, con poder habente de don Francisco Javier Quintanilla y de su esposa, la citada doña María de los Dolores, vecinos de Lora del Río, a don Antonio Concha y a don Anacleto Gallardo en 60.000 reales, pagaderos en seis plazos iguales de 10.000, el primero en el acto y los restantes en nueve años consecutivos[114].

Un decenio más tarde, el 5 de enero de 1856, para atender a las obligaciones que gravitaban sobre la disuelta sociedad Concha & CIA, don Antonio Concha, don Anacleto Gallardo y su hijo don Bernardino vendieron la casa, que habitaban, en 82.000 reales, a don Miguel Calaff y a su mujer doña Mariana Segura, con todas sus entradas y salidas, capilla, jardín, pozo, bodegas y demás dependencias, incluida la puerta falsa y la habitación ocupada con la librería de la imprenta[115].

El matrimonio Calaff Segura arrendó las distintas dependencias a diferentes personas, y desde el 1 de septiembre de 1862 hasta el 15 de agosto de 1865, la planta baja al Círculo de Artesanos, según consta en sus libros de contabilidad[116].

Don Fernando Valhondo Calaff, a quien sobrevino la muerte en Madrid durante la Guerra Civil, por su testamento redactado en el Hotel Inglés, legó, entre otros, el usufructo de la casa a su empleado Ramón Criado, contra quien pleiteó el Ayuntamiento de Cáceres, que ganaría la posesión de la casa.

El 10 de abril de 1950 el Ayuntamiento autorizó las obras para la instalación en ella de la Biblioteca Pública de Cáceres. Las obras se ejecutaron conforme al proyecto diseñado por el prestigioso arquitecto municipal don Ángel Pérez Rodríguez, quien, en junio de 1952, certificaba que “queda pendiente la reforma de la parte posterior del conjunto del solar, es decir, lo que era capilla, así como la ampliación necesaria para cubrir todas las necesidades, de manera que el edificio principal se presenta ya adaptado a los fines a que se le ha destinado, quedando a falta de Salón de Actos y Capilla, que se han emplazado en la parte posterior, dando fachada a la calle de Río Verde, proyecto que puede formularse si las posibilidades económicas lo permiten”[117]. Y la ocasión se presentó pronto. Al año siguiente, salía a pública subasta el pliego de condiciones, según el diseño del citado arquitecto don Ángel Pérez:

Art. 2. Distribución general del edificio.

El edificio constará de dos plantas y una entreplanta.

La dictribucion de dichas plantas es la siguiente:

Planta Baja: A la derecha y aprovechando lo que fue antigua capilla se instalará el Salón de Actos, con entrada completamente independiente. A la izquierda se sitúa la habitación para el conserje portero y al fondo se sitúa el acceso a la galería abovedada que unirá este edificio con el recientemente obrado donde está el Archivo y la Biblioteca.

Entreplanta: Se sitúa un despacho para el señor Director y el acceso a la terraza situada encima del porche.

Planta primera: es donde se sitúa la vivienda del Archivero-Director”[118].

 

La capilla sufrió algunas modificaciones, siendo las principales la elevación de una planta para la que fuera vivienda del director de la Biblioteca Pública, con la supresión del campanil, que se ha embutido en la fachada, y el desplazamiento a los pies de la puerta de entrada que da a la calle. En su interior, pemanece el hueco capialzado del antiguo acceso.

Trasladada en 1983 la Biblioteca a su nuevo emplazamiento, la capilla se llenó de estanterías para depósito de los fondos del Archivo Histórico Provincial. Tras la mudanza, a partir de 1992, al Palacio de Moctezuma, estuvo algunos años sin uso.

En la actualidad, tras haber sido restaurado hace pocos años todo el conjunto por la empresa Abreu, según proyecto del arquitecto municipal don José Luis Hernández Álvarez, la capilla se ha convertido en salón de actos y en sala municipal para las celebraciones de los matrimonios civiles y actos culturales.

 

 

                                     APÉNDICES

1.- A. H. P. CC.  Protocolos de Martín de Cabrera, escribano de Cáceres. Caja 3.650. Año 1598.

Escritura de la obra de la yglesia y capilla de la Cruz de don Luys Blázquez de Cáçeres.

Sepan quantos esta escritura de conçierto vieren como yo don Diego de Tapia Aldana, clérigo, prior de Señor San Salvador de Villar de Donas, del Ábito de Señor Santiago, rresidente en la villa de Cáçeres; e yo Sancho Blázquez Mayoralgo, clérigo, vezino de la dicha villa, como su fiador, y ambos a dos juntamente, de mancomund  e a boz de uno y cada uno de nos por sí e por el todo rrenunçiando como espresamente rrenunçiamos las leyes de duobus rreys de bendi estipulandi et conprometendi y el auténtica presente hoc yta de fidejusoribus y el benefiçio de la división y escursión e la epístola del divo Adriano y las leyes dadas y conçedidas a los conrreos e fiadores, y todas las demás a ellas anexas y que hablan en rrazón de la mancomunydad y división, como en ellas se contiene, de una parte. E yo, Françisco de Panyagua, maestro de cantería, vezino de la dicha villa, de la otra, otorgamos y conoçemos e dezimos que por quanto la yglesia e capilla de Señora Santa Elena, que está ynclusa en las casas prinçipales de don Luys Blázquez de Cáçeres Mayoralgo, sobrino de mj el dicho don Diego de Tapia Aldana, e primo de mj el dicho Sancho Blázquez, en la dicha villa de Cáçeres, tiene nesçesidad de rreedificar y rreparar, para lo qual y hazer la dicha obra, estamos conçertados y convenjdos con vos el dicho Françisco Paniagua que la avéys de hazer. Y para ello, ambas partes tenemos fecho la traça e condiçiones de la forma e manera que se a de hazer y cunplir e pagar la dicha obra, firmadas de nuestros nonbres e firmas, de las quales dichas condiçiones hezimos presentaçión ante el presente escrivano e testigos desta carta al tienpo del otorgamiento della, que son del tenor siguiente:

aquí las condiciones

Por tanto, nos, ambas a dos las dichas partes, dezimos e otorgamos que açetamos las dichas condiçiones y cada una dellas, las quales, por lo que a cada uno de nos toca y tocar puede, obligamos nuestras personas y bienes avidos e por aver de las guardar y cunplir y pagar e aver por firmes y valederas, según y como en ella se contienen syn eçetar ny rreservar cosa alguna, las quales vos fueron leydas por el presente escrivano al tienpo del dicho otorgamiento syn faltar cosa alguna, de lo qual yo, el dicho escribano, doy fee (entre renglones: e yo el dicho Françisco de Panjagua rreçibí de los susodichos dozientos ducados en rreales en presençia del presente escrivano y testigos, de lo qual yo el dicho escrivano doy fee). E nos, los dichos don Diego de Tapia Aldana y Sancho Blázquez, clérigos, debaxo de la dicha mancomunydad y rrenunçiaçión de leyes y haziendo como hazemos en este caso de deuda ajena nuestra propia, nos obligamos de cunplir e pagar e mantener las dichas condiçiones según dicho es y cada una dellas. E para ello e para questa escritura e lo en ella contenjdo sea çierto, firme y valederos, nos, anbas a dos las dichas partes por lo que les va y toca, obligamos nuestras personas y bienes avidos e por aver e damos e otorgamos entero poder cunplido a todos e qualesqujera juezes e justiçias que dello puedan y devan conoçer, ansí de la dicha villa de Cáçeres e obispado de Coria, como de las demás partes y lugares destos rreynos y señoríos del Rey, nuestro señor, a la jurisdiçión de los quales y de cada uno dellos espresamente nos sometemos e rrenunçiamos nuestro propio fuero e jurisdiçión, domiçilio; e previlegio y la ley si convenerid de jurisdicione onium judicum ante quyen estas cartas paresçiere y della y de cada una cosa e parte della fuere pedido cunplimiento de justiçia y de derecho y execuçión de lo en ella contenido para que por vía executiva e por las demás fuerças e rrigores de los derechos nos conpelan e apremjen a lo ansí cumplir, según dicho es, con más todas las costas y gastos, daños, yntereses y menoscabos que sobrello se rrecreçieren, como sy fuese sentençia definytiva de juez conpetente pasada en cosa juzgada. E rrenunçiamos todas e quales quyera leyes, fueros e derechos, estatutos e partidas e previlegios e ordenamientos rreales y conçesiones que contra lo dicho en esta escritura nos puedan y devan provechar; e todas ferias y mercados francos quales quyer; e la ley que dize que jeneral rrenunçiaçión de leyes ffecha non vala. En testimonio de lo qual otorgamos esta escritura en la manera que dicho es, por ante Martín de Cabrera, escrivano del Rey, nuestro señor, en todos sus rreynos y señoríos e público del número en la dicha villa de Cáçeres e testigos ynfraescritos. Que fue fecha e otorgada en la dicha villa de Cáçeres, a veynte e sejs días del mes de jullio de mjll e quinientos y noventa y ocho años. Testigos que fueron presentes Françisco de Palaçios y Juan Gonçález, çapatero, y Alonso Martín, cantero, vezinos de la dicha villa. E firmáronlo de su nonbre los dichos otorgantes en el rregistro, a los quales yo el dicho escrivano doy fee que conozco. Está entrerrenglones clérigo, e yo el dicho Françisco de Panjagua rreçibí de los susodichos dozientos ducados en rreales en presençia del presente escrivano y testigos, de lo qual yo el dicho escrivano doy fee  vala y do diz como su fiador vala.

Don Diego de Tapia Aldana, prior de San Salvador de Villar de Donaz, Françisco de Paniagua, Sancho Blázquez Mayoralgo. Ante mj, Martín de Cabrera. (firmado y rubricado).

condiçiones con  que se a de hacer la capilla i cuerpo de iglesia de Señora Santa Elena desta villa de Cáçeres.

-Son las siguientes – la qual a de hazer Françisco de Panjagua maestro de cantería.

1.- Primeramente se proçederá i fabricará la dicha capilla i cuerpo de iglesia conforme a la traça que para ella está dada, sin exceder de ella nada – firmada del señor don Diego de Tapia Aldana, prior de Señor San Salvador de Villar de Donas -que se queda en poder del dicho Françisco de Panjagua y ansimysmo firmada del dicho Françisco de Paniagua.

2.- Iten. Es condiçión que se a de derribar todo lo viejo de la dicha capilla i se an de sacar de nuevo çimientos para la tornar a rredificar. I estos çimientos se ahondarán hasta hallar cosa firme, que se entiende peña o arçilla. I después que estén abiertos los dichos çimientos, se sacarán hasta el suelo de la iglesia de quatro pies i medio de ancho; i dende el suelo de la iglesia, se rrecojerán las paredes en tres pies i medio de grueso. Y por esta orden, subirán hasta en cantidad de treinta i dos pies, que es el duplo que a de tener la capilla de ancho, conforme a la traça que para ello está dada.

3.- Item. Se a de haçer tres huecos con sus altares en esta dicha capilla, conforme está demostrado en la dicha traça, con sus arcos i pies derechos de cantería. El hueco destos será de dos varas de medir cada uno i con su moldurita por los lados i anse de montera, que vengan los trasdoses de ellos en el alto de las formas. Ansimismo a de venir el trasdós del arco torar monteado de condiçión que su trasdós haga forma para la dicha capilla.

4.- Ytem. Se çerrará el casco de la capilla por la ordem i traça que está demostrada en ella, çerrándola por sus hiladas con una çercha y un naybel, como el arte lo demanda, porque haçiéndose así es de mucha fortaleça. Ansimismo, se proseguirá, por la orden dicha, con las paredes de la iglesia, haçiendo sus arcos torazes i sus capillas de un cruçero de rrincón a rrincón de cantería, conforme están en la dicha traça del cuerpo de la iglesia. I los cascos de las dos capillas an de ser de ladrillo encaladas i cortadas de cantería falsa.

5.- Ytem. Se a de haçer la puerta prinçipal de la iglesia de buen  talle i pareçer, que tenga çinco pies de hueco. I ansí mismo, se hará otra puerta para entrar de la iglesia a la casa principal. I las esquinas de la capilla, por la parte de afuera, an de ser de cantería, porque ansí conviene para la dicha obra. Los escudos que se an de poner en esta obra, serán adonde mejor pareçe que convegan. I haçiéndose esta obra con esta traça i condiçiones, quedará fuerte i vistosa i en proporçión acabada.

6.- Házesse esta iglesia conforme a la traça y condiçiones dichas y con estas condiçiones que sienpre se an de yr dando dineros para la obra. Y luego de presente, se dan a Françisco Martin Paniagua dozientos ducados. Y como parezca tenerlos gastados, daré lo demás, de tal manera que siempre tenga dineros para gastar en ella.

7.- Házesse a tassaçión, de tal manera que, después de hecha la dicha iglesia, como dicho es, los señores don Diego de Tapia Aldana, prior de Villar de Donas, del Ábito de Señor Sanctiago, o Juan Durán de Figueroa o Sancho Blázquez de Mayoralgo, clérigo, qualquiera dellos ynsolidum o todos juntos, an de traher de fuera de la villa de Cáçeres dos maestros del arte, de çiençia y conçiençia, los quales, con juramento, tassem la dicha iglesia. Y por lo que ellos tassarem y jurarem, estem los unos y los otros a tenerlo por bueno, firme y valedero, sin contradiçión alguna. Y que, quando estos dos maestros del arte no se concertarem y estuvierem conformes, que por ambas las partes, se nombre un terçero y lo que los dos de los tres hizierem en la tassaçiom y se conformarem, estem los unos y los otros obligados a cumplillo, sim contradiçión ni otra cosa que lo impidam.

8.- Áse de obligar Françisco Martín Paniagua con las firmezas neçesarias a que gastará los dozientos ducados en la obra. Y que, quando por algún acontesçimiento, no los gastare todos o parte dellos, que los bolverá y pagará luego que se tasse lo que tuviere gastado en la obra, por los tassadores susodichos, conforme a lo que dicho es.

9.- Por el contrario, no ay que dezir sino que Françisco Martín Paniagua, por ser maestro del arte,  que haze la dicha iglesia y sabe lo que se gasta y meresçe, que quando no se le dem dineros adelantados, que pare con la obra hasta que se le dem.

10.- Y es condiçión que teniendo dineros adelantados, que se entiende en cantidad de veynte ducados, que no pare con la obra so pena de perder y estar luego obligado a pagar quatro ducados para los pobres de la cárçel. Y esto sin contradiçión ni réplica que lo ympida, a que luego dexede, no incurra en la dicha pena y no çese la obra.

11.-  Ánsele de dar las luzes que convenga, todas altas, de tal manera que, çerradas las puertas, quede la iglesia muy clara y muy alegre.

12.- Ánse de poner tres escudos en la puerta prinçipal, uno con una cruz por çima y unas letras por baxo que digan calle de la Vera Cruz. Y otro ençima del arco toral de la capilla, y el otro en la clave della con las armas de la casa del mayorazgo donde está dicha capilla.

13.-  El campanillero onde suele, a destar alto y bueno de canteria, porque se a de tañer a pino la campana que tiene.

14.- Yten. Es condiçión que todos los materiales y lo demás nesçesario para hazer la dicha obra, lo a de poner y hazer el dicho Françisco de Paniagua a su costa, porque tan solamente se le a de pagar en dinero la dicha obra conforme a las demás condiçiones susodichas.

15.- Yten. Es condiçión que se a de obligar a cunplir las dichas condiçiones con el dicho Françisco de Paniagua y de mancomún e a boz de uno, los dichos don Diego de Tapia Aldana y Sancho Blázquez Mayoralgo, porque el dicho Françisco de Paniagua de una parte y los susodichos de la otra, se an de obligar a lo cunplir y lo firmaron de sus nonbres.

Fecho a veynte y seys de jullio de mill y quinientos y noventa y ocho años.

Don diego de Tapia Aldana, prior de Villar de Donas; Sancho Blázquez Mayoralgo, Françisco de Paniagua  (firmado y rubricado).

 

2.- ARCHIVO DIOCESANO DE CORIA-CÁCERES.  Oratorios.

Expediente formado para volver a poner en uso la capilla pública de la casa de la Marquesa de la Ysla. 1805.

Yllmo Señor.

Dª Antonia Teresa Marín Blázquez y Mayoralgo, marquesa de la Ysla, vezina de la villa de Cáceres, de estado viuda, con el devido respeto hace presente a V.S.Y., que sus ascendientes, como de yllustre y distinguida familia, gozaron, entre otras prerrogativas y Privilegios, el Pontificio de tener una capilla pública, que no sólo servía para su asistencia a los Divinos oficios, sino también para el concurso público, en mayor honrra y gloria de Dios, sino que también hubo y se estableció en la misma una cofradía con la adbocación de la Cruz, qual se acredita del testminio que se acompaña; y cuia capilla, fundada por el Arcediano titular de Truxillo, Dn Luis de Cáceres, subsiste con su campana para combocar a los fieles a los Divinos oficios, en la casa solariega, donde avita la exponente en dicha villa de Cáceres, aunque a la actualidad y ya hace bastante tiempos sin uso, a causa de haverse cesado en él, por ausencia, sin duda, de sus causantes de dicha Población o por motibos que no constan, ni son posibles averiguar. Y como la exponente, para el mejor servicio de Dios y consuelo Espiritual en su estado de viudedad, y para el de sus descendientes, desea poner en uso de nuebo referida capilla.

Suplica reberente a V.S.Y. se sirva librar la correspondiente comisión a su vicario eclesiástico en referida villa, a fin de que, con asistencia de notario que de feé, pase a reconocer referida capilla, poniendo por testimonio su existencia y reciviendo la competente justificación de testigos sobre el relato de esta solicitud. Y que, ebacuada dicha comisión, y remitida con su vista y del testimonio que va mencionado, conceder a la exponente (que protesta adornar y surtir insinuada capilla cumplidamente de todo lo necesario a su servicio y decencia del culto) buelba a darle de nuebo a su Divina Magestad en ella, con la celebrazión de Santo sacrificio de la Misa, en los propios términos que lo executan otros cavalleros de su clase en la misma Población. Y según sea del agrado de V.S.Y., cuya vida pedirá a Dios, por esta gracia, guarde y conserbe muchos años. Cáceres, 8 de junio de 1805

Beso las manos de V.S.Y. , su más afecta servidora

La marquesa de la Ysla

Yllmo. Sr. D. Juan Álbarez (roto)

 

Diligencia

En la villa de Cáceres, en dicho día diez y ocho de junio de mil ochozientos y cinco, el referido Sor vicario, acompañado de mí, el notario, se constituió en la casa de avitazión de la señora Marquesa de la Ysla, de esta vecindad, principal de sus mayorazgos, sita en la calle de Cadena, cuias azesorias corresponden a la de la Cruz, donde se halla la capilla que se cita en el memorial y decretto antezzedente, propia de dicha señora y sus mayorazgos, teniendo entrada por la misma casa, y haviendo pasado a ella se halló que su  puerta principal la tiene por la calle de la Cruz, siendo su portado de piedra de cantería con escudo del mismo por cima de su toza, estampadas en él las armas de los ascendientes de dicha señora Marquesa, iguales a las que están puestas en la referida su casa principal: que en cima de dicho portado tiene su campana colocada un campanario, con su cadena aún pendiente por la parte de adentro de la capilla; que ésta es toda de bóbeda con arcos de cantería de buena fábrica, componiéndose de trece varas de largo y cerca de seis de ancho, con pila para agua bendita a su entrada; con tres huecos para altares, el uno enfrente, y los otros dos, cada uno en las paredes de los costados, existiendo una ymagen de bulto de San Juan, que manifiestan haber tenido uso por tener los sitios de las aras, de forma que aseándola y blanqueándola quedará, poniéndole los demás adornos conduzentes como lo estaríua en lo antiguo. Todo lo qual mandó dicho Sr. Vicario se pusiese por diligencia, que firmó. A que doy fe.

Dr. Rincón       Juan García Borrega (firmado y rubricado)

 

Diligencia de bendición de la capilla.

En la villa de Cáceres, el referido Sr. Dr. Dn Gonzalo María Rincón, vicario, juez eclesiástico de ella y su arciprestazgo, en atenzión de estar otorgada la obligazión prevenida por el decreto de S. S. Y., acompañado de mí, el notario, pasó a la casa de avitazión de la Sra. Dª Antonia Marín, Marquesa de la Ysla, de esta vecindad, y constituido en la capilla que tiene en ella, con puertas a la calle de la Cruz, hallándola bien adornada y con todo los necesario para su uso, practicó y executó su vendición con todas las ceremonias correspondientes según el ritual Romano, dejándola (roto)cientos y en uso para el consuelo espiritual de dicha señora Marquesa de la Ysla, sus sucesores y familia. A cuia diligencia se hallaron presentes Dn Vicente Chaparro, Dn Juan Bruno Grande, presbíteros, y otras personas de distinción, y varios criados de la referida señora. Y para que conste de ello, mandó su merced se pusiese por diligencia, que firmó. De que doy fe. En Cáceres, a veinte y siete de dicho mes de noviembre y año referido.

Dr. Rincón       Ante mí, Juan García Borrega (firmado y rubricado)”.

Nota: Por diversas razones ofrecemos el material fotográfico solamente en el libro.

 

[1] Este trabajo forma parte de un proyecto de investigación propio y ha sido íntegramente costeado por el autor. La legislación civil y penal protegen al autor y castigan el plagio o fraude cometido por aquéllos que de forma sibilina no citan fuentes de donde extraen la información o a los autores que hayan publicado sobre el tema o asunto en cuestión

[2] FLORIANO CUMBREÑO, Antonio C.: Documentación histórica del Archivo Municipal de Cáceres. Tomo I (1217-1504).Cáceres, 1934. Págs. 70-72.

[3] Ibid. Págs. 186-189.

[4] ARCHIVO DIOCESANO DE CORIA-CÁCERES (A. D. C.-Cc.). Parroquia de Santa María de Cáceres. Libro 106 «Libro de órdenes y decretos de la iglesia parroquial de Santa María  de Cáceres. Da principio en el año de 1685 y finaliza en el de 1705».

[5] A. D. C.-Cc.. Parroquia de San Mateo de Cáceres (S. M.). Leg. 18. Cabildo Eclesiástico. Doc. 12.

[6] Ibid. Doc. 121.

[7] ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE CÁCERES (A. H. P. Cc.). Escrituras de Pedro Ramos, escribano de Cáceres. Caja 4.220. Año 1712. Inventario de bienes de don Pedro Golfín de Carvajal.

[8]A. D. C.-Cc. S. M. Leg. 18.  Doc. 41.

[9] Ibid. Doc. 47.

[10] Ibid. Doc. 37. El 9 de abril de 1472, ante Fernán Alfón de Cáceres, Juan de Saavedra trocó con el cabildo eclesiástico   su abad, Juan Fernández, este censo por otro de 180 mrs y una gallina que pagaba a dicha congregación por una casa que le tenía acensuada, linde sus casas de morada y las de los hijos de Costanzo González y delante las puertas el cementerio San Juan.

[11] Ibid. Doc. 57. El 2 de julio de 1479, Medellín donó este censo al cabildo eclesiástico para un aniversario en Santa María por su mujer Mayor González.

[12] A. H. P. Cc. Protocolos de Benito Magdaleno, escribano de Cáceres. Caja  4.024. AÑO 1633, julio-septiembre. 8 de agosto. Inventario de bienes de don Diego de Galarza. El 8 de julio de 1610, ante Juan Romero, don Antonio de Toledo Golfín vecino de Cazalla de la Sierra, vendió estas casas a don Diego de Galarza.

[13] A. H. P. Cc. Clero. Caja 21. Expte. 7.

[14] ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS. Registro General Del Sello (RGS). Leg. 148010, 245.

[15] Ibid. 148903, 200.

[16]A. D. C.-Cc. S. M. Leg. 18. Doc. 104.

[17] A. H. P. Cc. Clero. Caja 21. Expte. 15.

[18]A. D. C.-Cc. S. M. Leg. 18. Doc. 4.

[19] A. H.P. Cc. Protocolos de Juan Sánchez del Pozo, escribano de Cáceres.  Caja 4.347. Año 1703.  11 de enero. Fols.1-16v. Inventario de bienes y escrituras del licenciado Diego Mendo Romero, presbítero, muerto repentinamente y abintestato. El 28 de enero de 1468, ante Antonio Martínez, Teresa Alfón vendió estas casas a Pedro de Carvajal en 5.000 maravedís. El 28 de diciembre de 1492, ante Juan González de Arenas, Juan de Carvajal, en nombre de sus sobrinos Diego de Carvajal y María de Mayoralgo, las dio a censo a Pedro Martín Gazapo y su mujer María González por 200 maravedís y 2 gallinas. Dichos hermanos, se las acensuarían al zapatero Martín Francés y a su mujer Catalina Rodríguez en 450 maravedís, 2 gallinas y 2 perdices, con carga de 400 maravedís a favor del cabildo eclesiástico el 17 de noviembre de 1496, ante Alfón Manuel. El 2 de abril de 1501, ante Pedro de Moreda, por su parte, el clérigo Juan Díaz daría al zapatero Francisco López y a su mujer Leonor Pérez la casa que fue de Martín Francés por dicho precio.

[20]Como tantas invenciones que han tomado carta de naturaleza histórica, generalmente se admite la calle de las Damas como la de los burdeles. En aquella época, como hoy, era una calle muy apartada. Es más lógico que la mancebía se emplazara, en lugar discreto, pero céntrico, como era la actual calle de la Cruz, próxima a la Plaza de la Feria. Hasta hace muy poco, ha funcionado un prostíbulo, la Cueva, en sus inmediaciones, al inicio de la calle Río Verde. Además, la actual calle de la Cruz era conocida en el siglo XV como la calle de la Mancebía, como tendremos ocasión de comprobar a través de varios de los documentos consultados.

[21] El 20 de marzo de 1491, ante Fernando de Sepúlvega,  Juan de Sande el mozo donaría al cabildo 800 maravedís de renta que gozaba, 500 de ellos sobre dicha casa, sita en la Judería, que entonces lindaba con los vergeles de Vasco Porcallo y Luis Delgado, casas que fueron de Luis Delgado, el horno de la Judería y la sinagoga (A. D. C.-Cc. S. M. Leg. 19. Doc. 2).

[22] Ibid. Leg. 18. Doc. 31.

[23] A. H.P. Cc. Protocolos de Pedro Ramos, escribano de Cáceres.  Caja 4.220. Año 1713.  Inventario de bienes de don Álvaro Baltasar de Ulloa Cravajal y Paredes.

[24] Ibid. Doc. 10.

[25] Ibid.  Leg. 19. Doc. 9.

[26] Ibid.  Leg. 18. Doc. 48.

[27] DOMÍNGUEZ NAFRÍA, Juan Carlos: “Inquisición y cierre de las aljamas en 1480: el caso de Murcia” in Isabel la Católica : homenaje en el V centenario de su muerte. Dykinson, 2005.

[28] A. H.P. Cc. Protocolos de Juan Sánchez del Pozo, escribano de Cáceres.  Caja 4.347. Año 1703.  11 de enero. Fols.11v-12. Inventario del licenciado Diego Mendo Romero, presbítero, ya citado. El el 21 de septiembre de 1537, ante Gutierre de Valverde, Diego de Carvajal, patrono de la capellanía de María de Mayoralgo, y su capellán Jerónimo González dieron a censo enfitéutico dicha casa a Francisco Martín Rico en 515 maravedís y 2 gallinas.

[29] A.G.S. RGS. Leg. 147806, 94.

[30] Ibid. Leg. 147807, 79.

[31] Ibid. Leg. 147808,30

[32] Ibid. Leg. 149102,108

[33]A. D. C.-Cc. S. M. Leg. 18. Doc. 113. El 5 de agosto de 1490, ante Juan González de Arenas,  Juan de los Nidos fundó un aniversario en San Juan por su difunta mujer Leonor González, de quien era heredero vitalicio.  Para este fin, donó  al cabildo clesiástico una casa en la Judería, linde el mesón de los hijos y herederos de Juan de Saavedra el Navarro y de los hijos y herederos  de Santos de Figueroa y casa del dicho Juan de los Nidos y la calle de Pintores.

[34] Ibid. Leg. 19. Doc. 7. La donación se otorgó ante Fernando de Sepúlvega. Por escrituras posteriores, sabemos que dicha casa quedó incluida en la principal del mayorazgo del doctor Bernáldez.

[35]Domínguez Nafría… op. cit. Pág. 51.

[36] RGS. Leg. 148911,71

[37] ARCHIVO REAL CHANCILLERÍA DE VALLADOLID, Registro de ejecutorias. Caja 0062.0029.

[38] A. H. P. Cc. Clero. Caja  21. Expte. 8.

[39]ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL (A. H. N.). Clero. Legajo 1.402. Inventario de escrituras de la cofradía de San Luis de Cáceres. Año 1610. Aunque figura entre los papeles del convento de San Bartolomé de Alcántara.

[40] A.D. C.-Cc. S. M. Leg. 18.

[41] A. H. P. Cc. Clero. Caja  21. Expte. 8.

[42] Ibid.

[43]A. D. C.-Cc. S. M. Leg. 18. Doc. 81.

[44] Ibid. Doc. 70.

[45] Ibid. Leg. 19. Doc. 14.

[46] Ibid. Leg. 18.

[47] Ibid.  Leg. 18. Doc. 112.

[48] Ibid. Leg. 19. Doc. 19.

[49] Ibid.  Leg. 18.  Doc. 11. La viña lindaba con la de Alfón Rodríguez, carpintero, la de Hanco Frontino, la de Antón Sánchez, sastre, la calleja que iba entre las viñas y el camino real. Asistió como testigo Juan Gutiérrez de Pamanes, maestro de enseñar mozos.

El 10 de octubre de 1488, ante Fernando de Sepúlvega, Catalina Ruiz, mujer de Pedro de Yepres, donó al cabildo y a su abad Domingo Fernández estos 80 maravedís perpetuos sobre esta viña que, por entonces,  tenía acensuada Andrés de la Barra para que recibieran por cofrades a María de Burgos y a Catalina de Madrid y rogaran por ellas en la iglesia del monasterio de Santa María de Jesús.

[50] Ibid. Doc. 42.

[51] Ibid. Doc. 27.

[52] Doc. 39.

[53] A. H. N.. Clero. Legajo 1.402. Op. cit.

[54] ARCHIVO DE LA REAL CHANCILLERÍA DE VALLADOLID. Registro de Ejecutorias. Caja 42,2.

[55] A. D. C.-Cc. S. M. Leg. 19. Doc. 11. Lindaba con tenería de Alfonso hijo de  Juan Martín, y la de Pedro, yerno de Luis Alfonso, todos zapateros.

El 27 de febrero de 1489, ante Alfón Téllez, el cabildo, reunido en la capilla de Santa María, trocó 7 noches de molienda en el molino del Moralejo por los  450 maravedís, que el regidor Alonso Holguín tenía en el molino de labrar cera de las tenerías , que entonces lindaba con la del zapatero Alfonso Martín y , por las espaldas, la de Pedro Serrano y la calleja que discurría entre las tenerías.

[56] A. H. P. Cc. Escrituras de Pedro Ramos, escribano de Cáceres. Caja 4.220. Año 1712.

[57] Ibid.

[58] RGS. Leg. 149412, 375. Madrid, 23 de diciembre de 1494.

[59] Ibid. 149008, 372.

[60] Ibid. 147806,44

[61]Ibid. 148709,239

[62] Ibid. 149003,249

[63] Ibid. 149101,253

[64]Ibid. 149111,239

[65]Ibid. 147707,84.

[66] A.G.S. RGS. LEG. 147504,388

[67] A.G.S. RGS. LEG. 147710,196

[68] A.G.S. RGS. LEG. 148805,163.

[69] A.G.S. RGS. LEG. 149105, 89.

[70] A.G.S. RGS. LEG. 149104,185.

[71] A.G.S. RGS. LEG. 149105,119.

[72] VINUALES FERREIRO, Gonzalo: “Los repartimientos del “servicio y medio servicio” de los judíos de Castilla en 1484, 1485, 1490 y 1491”. In SefaradN. 62 (2002). C. S. I. C. Págs. 185-206.

[73] FLORIANO CUMBREÑO, Antonio: La villa de Cáceres. Institución Cultural El Brocense. Cáceres, 1987. Pág. 171.

[74] A.G.S. RGS. Legs. 148504,286 y 148801,271.

[75] Ibid. 149008,38.

[76] Ibid. 149201,117.

[77] Ibid. 149103, 550.

[78] Ibid. 149103, 90.

[79] ARCHIVO MUNICIPAL DE CÁCERES. Expedientes varios del Siglo XVI. En fase de catalogación. Inventario de bienes por muerte del lcdo. Jerónimo de Andrada marido de Dª Ana Muñoz, de fecha 2 septiembre 1562 ante Sancho Jiménez”.

[80] A.G.S. RGS. Leg. 149205,289

[81] Ibid. Leg. 149205,544.

[82] Ibid. Leg. 149608,97.

[83] A.G.S. R.G.S. Leg. 149510,128.

[84] BLOCH, Moïse. Histoire des Juifs. Tome Cinquième. Paris. Librairie Durlacher, 1897. Pág. 173. Trad. “gracias a las gestiones de Carvajal y Simón de Cáceres, pudieron hasta adquirir un cementerio especial para los miembros de su comunidad”.

[85] A. H. P. Cc. Protocolos de Juan Sigler, escribano de Cáceres. Caja 4.368.

[86] A. D. C.-Cc. S. M. Leg. 5. Expte. 3.

[87] A. H. P. Cc. Protocolos de Diego Pacheco, escribano de Cáceres. Caja 4.100. El 21 de noviembre de 1552, el escribano Pedro de Grajos vendió a Juan Sánchez Mediodía una acera en el ejido “a do dizen los onsarios, la qual hazera se llama la hazera del Tesoro”.

[88] Ibid. Protocolos de Diego González, escribano de Cáceres. Caja 3.836. Año 1551  Cuad. I. Fol. 11. 31 de diciembre.

[89] Ibid. Protocolos de Antonio Gutiérrez, escribano de Cáceres. Caja 3.911. Año 1568, 6 junio.

[90] Ibid. Caja 3.912. Año 1569, s/f. María Delgado, viuda de Diego de Torres y madre de Diego de Torres, entregó a censo a Diego Pérez de Herrera “casas en la collaçión de Santa María en la calle que dizen de la Vera Cruz, que alinda de una parte con casas de los hijos y herederos de Juan Piçarro difunto e de la otra parte  con casas de Juan Carrasco procurador de esta dicha villa e por las espaldas con casas de vos el dicho Diego Pérez de Herrera”.

[91] A. D. C.-Cc. S. M. Leg. 4. Doc. 18. Como sitio poco apetecible para vivir, cuyos vecinos eran tan sumamente pobre que la mayoría no pagaban los censos, lo define el mayordomo de  la cofradía de San Jorge en una carta de reconocimiento de censo, otorgada el 28 de diciembre de 1734 ante Francisco Martín del Pozo Andrade, a favor del cura de San Mateo, poseedor por trueque que hizo en 1572 con las monjas del convento de San Pablo de 200 maravedís sobre las casas del espadero Sebastián González, linde el horno de Juan Pizarro.

[92] ARCHIVO DE LA SANTA IGLESIA CATEDRAL DE PLASENCIA (A. S. I. C. P.). Actas Capitulares. Libro nº 5 (1499-1513). Fol. 54v.

[93] Ibid. Fol. 40v.

[94] Ibid. Fols. 53 y v.

[95]  “Repertorio heráldico de Cáceres. Escudos nacionales y locales y de las familias primates”. In Revista de Estudios Extremeños. Año 1950. T. I-II.  Págs. 64-65.

[96]  A. S. I. C. P. Legajo 101. Expte. 19.

[97] A. H. P. CC. Protocolos de Martín de Cabrera. Caja 3.650. Año 1599.

[98]  SALAZAR Y ACHA, Jaime : Génesis y evolución histórica del apellido e.n España. RAMHG, 1991,

[99] A.G.S. RGS. Leg. 148006,143

[100] A.G.S. R.G.S. Leg. 149410, 310.

[101]A. D. C.-Cc. S. M. Leg. 19. Doc. 12.

[102] Ibid.  Leg. 18. Docs. 74 y 5.

103 Ibid. Doc. 85.

[104] A.G.S. R.G.S. Leg. 149410, 310.

[105] Ibid. C.M.C. 1º. Legajo 962.

[106] A. D. C-Cc. Oratorios. “Expediente formado para volver a poner en uso la capilla pública de la casa de la Marquesa de la Ysla. 1805”.

[107] Que lo fueron Cristóbal de Cabrera, el zapatero Juan González y Pedro García, criado de don Diego de Tapia Aldana.

[108] A. H. P. Cc. Protocolos de Martín de Cabrera, escribano de Cáceres.  Caja  3.650. Año 1598. Carta de pago y recibo.

[109] Ibid. Caja  3.648. Testamentos.

[110] Ibid. Caja  3.650. Año 1598.

[111] Ibid. Caja  3.650. Año 1599.

[112] Ibid. Caja  3.650. Testamentos.

[113] BOXOYO, Simón Benito: Historia de Cáceres y su Patrona. Publicaciones del Departamento Provincial de Seminarios de FET y de las JONS. Cáceres, 1952. Pág. 113.

[114] A. H. P. Cc. Protocolos De Pedro Asensio, escribano de Cáceres. Caja 2. 786. Año 1846. El matrimonio, otorgó el poder el 29 de junio de 1846 ante el escribano licenciado Pedro Lopera.

[115] Ibid. Protocolos de Lorenzo Mendoza, escribano de Cáceres. Caja  3.179. Año 1856.

[116]  Ibid. Archivos Privados. Sección Calaff-Valhondo. Libro Nº 24. Fincas propiedad de D. Miguel Calaff y de su esposa Dª Mariana Segura y Puyol. Año 1859.

 

[117] ARCHIVO MUNICIPAL DE CÁCERES. Obras y Servicios. 130. / 1952. Proyecto de adaptación del Palacio de la Isla de Cáceres para Archivo, Biblioteca y Museo.

[118] Ibid. 227 / 1953. Adaptación del Palacio de la Isla de Cáceres para Archivo y Biblioteca (Salón de Actos y vivienda del Bibliotecario).

 

Oct 012012
 

Serafín Martín Nieto

Siguiendo una costumbre generalizada en España a partir del siglo XV, al igual que en la cercana Garrovillas, Acebo y en muchas otras localidades del norte de nuestra Provincia donde aún permanecen en pie, en un lugar retirado de la población y escarpado, se erigieron en Cáceres, desde tiempo inmemorial, las tres cruces del Calvario. Y no se pudo elegir mejor ubicación: el coronamiento de un retablo roqueño, destrozado en 1970 a consecuencia de las obras del depósito del agua.

Los franciscanos, impulsores de tantas prácticas piadosas, pues no en balde han sido y son los guardianes de los Santos Lugares, no fueron ajenos a la radicación de ésta en nuestra ciudad. En el cabildo celebrado el 1 de marzo de 1571 por la cofradía de la Cruz de los Disciplinantes, hoy de la Vera Cruz (fundada en 1521 en el convento de San Francisco por fray Juan de Liescas), a propuesta de Francisco de Paredes Golfín, se acordó subir procesionalmente, todos los domingos de Lázaro después de mediodía, al Monte Calvario, acompañados de los frailes y de los hermanos que se congregaran, muñendo las campanillas y enarbolando un Cristo y dos estandartes, para una vez allí asistir a la predicación, pues entre otras razones, argumentaba que “es anexa y toca e le conviene a la dicha cofradía el dicho ofiçio, pues en el Monte Calvario están las cruzes quella tiene por ynsignia y cofradía. Por su parte, Francisco de Paredes se comprometía a mandar decir una misa allí, a emplear el dinero del petitorio para sufragar los gastos de llevar el púlpito y demás cosas necesarias; y a costear la asistencia a la procesión de disciplina del Jueves Santo de los cantores de la parroquia de Santa María para que, acompañados de un realejo, cantaran el salmo del miserere2.

image002Lám. 1. Vista de las ruinas de la ermita.

Hasta su extinción forzosa en 1836, a los frailes franciscanos les cupo el privilegio de predicar allí los sermones de Soledad y del Descendimiento, el Domingo de Lázaro y el Viernes Santo respectivamente, y toda la comunidad acompañaba a Nuestra Señora de la Soledad en ambas procesiones.

La parquedad habitual de las actas, la escasez de la documentación conservada nos impiden conocer las incógnitas que se nos plantean respecto a los orígenes de las cofradías y ermitas cacereñas. Ciertos autores -muchos de cuyos errores, no sabemos por qué, no se cuestionan y se siguen repitiendo aún a pesar de la claridad de las fuentes originales- han apuntado la existencia de una antiquísima cofradía de Nuestra Señora de la Soledad del Monte Calvario. Nada más alejado de la realidad histórica. La voluntad decidida del obispo don Pedro García de Galarza de aplicar en esta Diócesis la reforma tridentina a las antiguas cofradías medievales a punto de extinción, le aconsejó sabiamente aglutinarlas en especies de archicofradías3. De la fusión de varias, surgiría, el 28 de noviembre de 1582, la actual cofradía de la Soledad. Pues bien, entre las enumeradas, no figura ninguna denominada del Calvario4.

image005Lám. 2. Ruinas de la ermita Fot. Serafín Martín.

A la intervención decisiva del obispo Galarza hay que atribuir, pues, la incorporación de dicho lugar a la naciente cofradía de la Soledad para que pudiera celebrar allí la ceremonia del Descendimiento.

Pero, ¿en qué había consistido hasta entonces el Calvario? En principio, sencillamente, en tres cruces de madera5 emplazadas en lo alto de las rocas, en la plataforma conocida como mirador, en cuyas muescas, tras la reciente restauración, se han encajado tres cruces de hierro. Pronto, se erigiría un pequeño humilladero, pues, en las ordenanzas fundacionales de la cofradía llamada de la Soledad y Angustias de Nuestra Señora, de 8 de noviembre de 1582, su sede se radicaba tanto en la ermita de Nuestra Señora de los Caballeros como en “el lugar donde está la insignia del Santo Calvario en una ermita »6.

Prueba irrefutable de la existencia de esta pequeña ermita previa a la fundación de la cofradía de la Soledad, es la ordenanza por la que se establece el traslado procesional de la imagen de Nuestra Señora en la tarde del Domingo de Pasión y su estancia en el Calvario hasta la del Viernes Santo. Pues, de no haber contado con un recinto cerrado, la efigie no hubiera podido permanecer tantos días a la intemperie.

Pronto, la cofradía se vio en la necesidad de agrandar este pequeño oratorio, que le resultaría insuficiente para celebrar los actos estatutarios. Así pues, con el fin de allegar nuevos fondos, el 18 de marzo de 1583, el obispo Galarza daría licencia al mayordomo Hernando Cambero Valverde para vender la ermita anexa de San Antón el Viejo, que ya había sido desafectada por sus predecesores en la mitra7.

Parece que a comienzos de 1586, ya se había tratado acerca de la conveniencia de edificar una nueva capilla, cuando el 16 de enero de dicho año, los oficiales de la cofradía, reunidos en cabildo, dieron poder al cacereño Gonzalo de Paredes Ulloa, corregidor de la ciudad de Guamanga y Minas de Guacavelza en el Reino del Perú, para cobrar los cincuenta ducados que el zafrense don García González de Falla había mandado de limosna a “la dicha cofradía e obra del Santo Calvario que tiene a su cargo8.

Pero como la cofradía seguía sin liquidez suficiente, según quedó patente el 22 de marzo de 1588, para “hazer y acavar la obra y capilla que la dicha confradía está haziendo en el Calvario”, el mayordomo Diego Durán pidió autorización al obispo Galarza para vender en pública almoneda algunas propiedades, concretamente las heredadas de la cofradía de Santa María la Vieja9.

Como era de esperar, el prelado no tardó en atender esta justa demanda, tanto más cuanto que “para el serviçio del culto divino y para causa de mayor devoçión avía e ay neçesydad de hazerse en el lugar y sitio donde está el dicho Calvario una iglesia10.

image008Lám. 3. Vista de la ermita. Fot. Conde de Lipa. Fototeca de la Universidad de Navarra.

Por consiguiente, “con liçençia del obispo deste obispado de Coria, a pretendido (la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad del Monte Calvario) hazer y haze en el sytio e lugar donde está el calvario una yglesia para el serviçio del culto divino y parte della está de presente fecho y lo que a de ser capilla de la dicha yglesia lo sacaron al pregón y almoneda para lo rrematar en la persona que en menos presçio lo quisiese hazer”. Por ello, el 12 de junio de 1588, el mayordomo Diego Durán concertaba con dos conocidos maestros alarifes cacereños, Blas Martín Nacarino y Juan Mateos (constructor de la ermita de San Francisco en el Pago de la Mata), la conclusión de la obra para el día San Juan de dicho año, según la traza dada por Francisco Martín Paniagua. Por su trabajo, además de los prometidos ganados, percibirían 56.000 maravedís, de los que 25.000 cobrarían al día siguiente, miércoles 13, y el resto en dos mitades iguales: cuando estuviese a medias y una vez acabada, respectivamente. Ambos albañiles otorgaron las obligadas fianzas11.

Mientras tanto, otra parte de la obra salió en almoneda. Desde el 19 de febrero de 1589, Juan de Santiago la pregonó públicamente. El 8 de marzo, Lorenzo Martín Paniagua la pujó en 36.000 maravedís con 2.000 de prometidos. El domingo 20, en la Plaza, en presencia del licenciado Gabriel Gutiérrez de Prado, vicario episcopal y juez de comisión, del mayordomo Diego Durán y de los diputados Cristóbal de Ovando Paredes y don Lorenzo de Ulloa Torres, se remató en José Paniagua, como el menor postor, en 31.000 maravedís con 1.000 de prometido. El 3 de abril, el citado cantero otorgó carta de obligación conforme a las siguientes condiciones que transcribimos en el apéndice12.

Pero la ermita se vino abajo a causa de una escasa cimentación que no pudo resistir el peso de la obra. Así lo reconocerían los propios maestros. Blas Martín Nacarino declaró que la parte tomada por él a destajo, “por efecto de los malos çimientos, la dicha obra se arruinó y cayó con la demás obra que hizieron Jusepe Paniagua e consortes”. Lo mismo testimoniaría el mencionado José Paniagua: “y por defeto de los malos çimientos la dicha obra se arruinó y cayó con la demás obra que hizieron y fabricaron Blas Marrtín Nacarino, Juan Mateos e consortes”. El cantero Diego González fue mucho más explícito: “tomé a hazer a destaxo  e hize los çimientos y çiertas paredes de la yglesia que se hizo y fabricó en el Calvario por la dicha confradía, la qual dicha obra se arruinó y salieron malos los çimientos y paredes, porque sobrellos Blas Martín y Jusepe Paniagua y otros sus consortes, que fueron los que acabaron la dicha obra, cargaron sobre los dichos çimientos y paredes más paredes y pesos que estavan obligados, de suerte que la dicha obra ansí la que hizieron los dichos Jusepe Paniagua y Blas Martín e consortes, como la que yo hize, se arruinó y cayó”.

image009Lám. 4. Estado de la capilla durante los años de abandono. Foto: Serafín Martín

La cofradía les puso pleito para que la reedificasen o devolviese cada uno lo cobrado con las costas e intereses13.

El 4 de junio de 1589, por su testamento, Isabel Rodríguez, mujer del hortelano Gonzalo Hernández legó “a la ermita del Santo Calvario ocho maravedís para aceyte14.

La justicia de Cáceres falló a favor de la cofradía, pero los maestros de obras recurrieron a la Chancillería de Granada15.

El 2 de mayo de 1593, el mayordomo Pedro Gómez Mirueña, el diputado don Micael de Paredes de la Rocha y los alcaldes Marcos Pérez, Francisco Gutiérrez, Francisco Martín y Juan Vega dieron poder al ermitaño Sancho Sánchez de Soto y a procuradores de Cáceres, de los Reales Consejos y Corte, de Granada, Valladolid, Salamanca, Coria para proseguir el pleito que la cofradía trata con Blas Martín Nacarino, Juan Mateos, José Paniagua, Diego González albañiles y maestros de cantería “sobre la obra que hizieron en la iglesia del Santo Calvario”.

El 23 de noviembre de dicho año, José Paniagua, Blas Martín Nacarino y Diego González albañiles dieron poder a procuradores de Granada para apelar la sentencia pronunciada en su contra por la justicia de Cáceres16.

La Audiencia de Granada ratificó el fallo a favor de la cofradía de la Sol dad, que mandó cumplir dentro de ciertos plazos. Para evitarse más molestias, los maestros condenados solicitaron un concierto. La cofradía, en cabildo, comisionó para el efecto al diputado don Micael de Paredes de la Rocha. El 31 de agosto de 1594, José Paniagua, avalado por Francisco Martín Paniagua, se obligó a pagar a la cofradía y a su mayordomo Juan Gómez 20.500 maravedís. Un día  después, 1  de  septiembre,  Diego González  y su mujer  María  Sánchez, 28.500 maravedís. El 7 de octubre, Blas Martín Nacarino, avalado por el rico comerciante Juan Martín Bustamante, 17.000 maravedís. Todos se comprometieron a satisfacer 300 reales al contado y el resto, el 1 de septiembre del año siguiente. Tanto Paniagua como González, previamente, ya habían desembolsado 200 reales cada uno.

El 25 de septiembre de 1595, por carecer de liquidez, el cantero Diego González compareció ante el obispo Galarza para que autorizase el traspaso que pretendía hacer a favor de la cofradía de un censo de 1.848 maravedís contra los bienes de Francisco de Alarcón e Inés Hernández, sobre casa en la calle de Gallegos, debiendo la cofradía resarcirle de la demasía. Para seguridad, hipotecó su casa en la calle de Grajas17.

A pesar de que el plazo de finalización de la obra se hubo concertado para mediados de mayo de 1589, los pleitos dilataron su conclusión, pues hasta 1602, no estuvo lista para ser bendecida. A tal efecto, manifestaban que “la dicha cofradía, de muchos años a esta parte, a fundado un oratorio y devoçión y onor y reverençia del Santo Calvario y de Nuestra Señora de la Soledad” y “tiene fecho una capilla en la dicha parte junto a las peñas de la dicha sierra, por baxo de la cruz prinçipal de las tres que están en lo alto de las dichas peñas, donde cada año se predica y van procesiones”. El 14 de enero, desde Coria, el obispo don Pedro García de Galarza comisionaba al vicario Hernando Gil o al cura de Santa María, licenciado Francisco Pacheco, para que “vean la capilla questá en el Calvario, estramuros de la dicha villa; y estando deçente y bien rreparada, la bendiga; y bendezida, damos liçençia para que en ella se pueda dezir e çelebrar mjsa, con tanto que los cofrades y ofiçiales se obliguen de la tener en pie y bien rreparada e con toda linpieza y proveyda de los ornamentos y recado nesçesario”, al tiempo que los amonestaba: “a los quales ofiçiales no relevamos de la culpa e cargo que se les pueda ynputar por la aver fecho syn nuestra liçençia”. El 24 de dicho mes y año, el cabildo se obligó a cumplir con los requisitos impuestos por el prelado, para lo que hipotecó las rentas de la cofradía. Ya entonces era muy frecuentada “la dicha buena obra y devoçión, ansí por los veçinos desta villa como los comarcanos della18. De hecho, el Calvario cacereño ha servido de modelo para las ermitas de la Soledad de Arroyo de la Luz y de la más moderna de Malpartida de Cáceres.

Dadas las reducidas dimensiones de la capilla y la afluencia de devotos, el púlpito de las predicaciones se levantó frente a la ermita, donde aún se conserva19. Pero,  para proteger  a  los  predicadores,  el  mayordomo Andrés Guerra (1692-1693) mandó levantar un muro: “Ytten. Es data dos mil doçientos diez maravedís que costó un paredón que se hiço en el Calbario detrás del púlpito y otros reparos de la capilla, de que mostró rezivo de Françisco Sevillano en que se yncluie una barandilla que se pusso en el portal de la ermita20.

El mayordomo Gonzalo Martín Pulido (1693-1694) encargó al conocido albañil Francisco Sevillano la fabricación de unos poyos, tan frecuentes en las ermitas cacereñas21.

El mayordomo Diego Gil Becerra (1696-1698) recibió gratis como cofrades a Benito José Gómez y su mujer Isabel Rodríguez “por obligaçión que hiço dicho Benito Joseph de componer la ermita de Nuestra Señora y la del Calbario y cassilla durante su vida con la calidad de que si no pudiesse componer los rreparos de manifatura que se ofreciese, se an de mandar hazer a su costa22.

Al cuidado de la ermita había un santero, que vivía en la casilla anexa23. Sancho Sánchez de Soto, fundador de una capellanía24, fue el “primero hermitano de la dicha cofradía de la Soledad e Santo Calvario25. El ermitaño Andrés Sánchez tuvo un trato de confianza con el venerable eremita Francisco de Paniagua, fundador de la vecina ermita de Nuestra Señora de Monserrat (actual la Montaña), como lo manifiesta la siguiente cláusula de su testamento: “declaro que en la dicha arca está un zurrón con dinero ques de Françisco Paniagua26.

En su codicilo de 14 de agosto de 1661, Francisca Hernández mandó dar una de las camisas que tenía a la Cancha “en la ermita del Calvario27.

image012Lám. 5. Otra imagen de la ermita. Foto: Domingo Muriel Espadero.

Tanto a la ermita como a la terraza se accedía por unas escaleras exteriores28. Los días de concurrencia, se colocaba en el portal una protección29. En el interior, había una pila de agua bendita30 y unos bancos31. Del techo, colgaba una lámpara de latón32. El suelo, de mortero, se cubría con esteras, como era habitual en las iglesias cacereñas33.

Al estar a la merced de los temporales provenientes del Atlántico, las reparaciones eran continuas. Ya el mayordomo Diego Martín Durán (1666-1667) abonó 122 reales al albañil Juan González por arreglos de la ermita y de la casa colindante34.

El 17 de octubre de 1618, el mercader Francisco Jiménez Hurtado, que sería mayordomo de varias cofradías, concertó con el cantero Alonso García Dueñas “una cruz en el Calvario, en la plaçuela dél, junto a las gradas por donde se sube a la capilla del dicho santo Calbario, en la parte, sitio y lugar donde el dicho Francisco Ximénez tiene otra de madera. La qual a de ser coluna, capitel y cruz de piedra fina; y la coluna a de ser rredonda, muy bien labrada. Y en la cruz a de ir una figura de un cruzifijo esculpida”. “las gradas que an de ser tres, an de ser de piedra de buen grano, con su bozel y filete, como está demostrada en la traza. Y las dichas gradas an de asentar sobre sus çimientos debajo de tierra para que la cruz cargue sobre firme. Y el pedestal desta coluna a de tener, en el plinto del basamento, un peçón de medio pie que entre dentro del paso último en el qual a de aver hecha su caxa muy justa para que quede con más firmeça. Yten a de aver dos pernos, hecho uno para que entre de la vasa en la coluna todo lo que se pudiere entrar dentro, y el otro en el capitel adonde a de entrar la cruz para que quede con más firmeza y siguros”. Antes de ser ensamblada y montada, Hurtado debía inspeccionarla y también dar la inscripción que había de llevar en el pedestal. Para mantener la proporción, la cruz tendría tres cuartas más que el Cristo. Dueñas se obligó a acabarla antes del domingo de la septuagésima de 1619. El precio se fijó en 500 reales, de los que percibiría 100 al contado para sacar la piedra, otros 100 cuando comenzara a labrarla, 100 más a la mitad de la obra, y los 200 al concluirla35.

Parece que se trataba de un regalo de Hurtado, pues no se cita en ningún momento a la cofradía.

A lo largo de la historia, las ermitas del ejido sirvieron de hospitales de guerra, acuartelamientos de soldados y como lugares de reclusión cuando se decretaba la cuarentena. Así en la sesión capitular del concejo celebrada el 30 de abril de 1650, tras haber tenido noticia de que el cacereño Luis Bernáldez había llegado hacía dos días con los carreteros que trajeron la sal desde Alcalá del Río, declarada apestada, “se mandó que el susodicho sea hechado desta villa y llevado a la hermita del Calvario, donde está la quarentena y se le notifique no salga de la dicha hermita, el dicho tiempo, pena de la vida y perdimiento de bienes. Y no trate ni comunique con persona alguna, so la dicha pena. Y la persona que le llevare batimentos se lo ponga çinquenta pasos antes de llegar a la dicha hermita contra el ayre, sin llegar a el susodicho. Y que las personas que lo comunicaren en la dicha hermita, todas las que lo hiçieren serán echados desta villa a que guarden la quarentena36.

Por su enclave privilegiado, desde donde se domina los llanos de Cáceres y la Sierra de San Pedro, ha servido en diferentes ocasiones como puesto de observación. E incluso, durante la Guerra de Restauración portuguesa, se atrincheró. Así se deduce de las cuentas rendidas por Alonso Pérez Tapia de la mayordomía transcurrida entre julio de 1667 y el de 1669, que comprende el periodo de la firma del Tratado de Lisboa por el que se ponía fin a la contienda peninsular: “Yten. Quarenta reales y medio que pagó a Alonso Rodríguez albañil de aderezos de la escalera arriba, cal y manifatura y un peón y derribar la trinchera37.

El mayordomo Francisco de Colmenares Nacarino (1675-1679) acometió el embellecimiento de la ermita con la concertación del retablo y de unas pinturas, tal vez, las aparecidas en las últimas obras que volvieron a ocultarse: “Yten da en data treinta y seis mill trezientos y ochenta maravedís que pagó a don Fausto Granados y Mateo Hurones, pintores, por la hechura del retablo y unas pinturas para la capilla del calvario”. También abordó muchas otras mejoras, como la construcción de un portal y de los paredones del mirador para proteger los actos del viento: “Yten. Da en data çinquenta y siete mill sesenta y nuebe maravedís que pagó a diferentes albañiles de diferentes obras que hizieron, como fueron el portal del Calvario, paredones detrás de la cruz y púlpito y empedrar el camino del Calvario” y otras obras en la Soledad38.

Entre el 2 de julio de 1702 y el de 1704, el mayordomo Cristóbal Paniagua encargó al maestro José Encinales la construcción del actual portal del Calvario, como se refleja en las cuentas: “Portal que se hizo en la ermita. Ytten. Da en data treinta y ocho mill ochozientos y sesenta y dos maravedís que por carta de pago de Joseph Enzinales, maestro de obras, pareze tuvo de costo el portal que se fabricó en la ermita del Calvario39.

Durante la Guerra de Sucesión, el citado mayordomo Paniagua (1706- 1708), temeroso de los desmanes de la soldadesca acantonada en Cáceres, gratificó al portero con 8 reales “por que se quedase en el Calvario por la concurrenzia de soldados que yvan y no faltase alguna cosa40.

El mayordomo Juan Bohoyo (1737-1738), padre del sacerdote don Simón Benito Boxoyo, decoró la ermita: “es datta quinze reales vellón que costaron veinte estampas de pintura fina que se compraron para el adorno de la capilla del Calvario41.

A lo largo de su historia, en varias ocasiones se ha visto reducida a la ruina esta ermita.

La primera, después de haber sido utilizada por el ejército francés como puesto de vigilancia. Apenas alejado definitivamente el peligro de los enemigos, el mayordomo Lesmes Acedo acometió su recuperación. El 12 de diciembre de 1813, Pedro Grande de Vegas, maestro carpintero, otorgó recibo de haber cobrado 535 reales por la madera y el trabajo de hacer unas puertas y barandilla; Francisco García, 144 por asentar las puertas; el propio Lesmes Acedo, como maestro cerrajero, 209 por los herrajes42. El 30, se llevaron las tejas: “Digo yo, Martín Hernández, que errezibido del señor Lesmes Azedo zincuenta reales por llevar mil tegas al Calvario y quinientas al Señor del Anparo, de porte43.

En 1815, el mayordomo Domingo Palacios concluyó la restauración tanto de la capilla como de las cruces del camino. En ello, gastó parte de su propio caudal. Por hallarse pobre, en febrero de 1829, su viuda, María Valhondo reclamó, ante el obispo, el pago del alcance a su favor. Atendiendo al mandato del prelado, el cura de San Mateo don Pedro Chaves Flores y el mayordomo Francisco Cortés, el 14 de abril, reconocieron una deuda de 981 reales con 25 maravedís, que no habían podido satisfacer por hallarse la cofradía muy alcanzada y no bastar las limosnas y rentas para cubrir los gastos ordinarios y de culto44.

No sólo la Desamortización despojó a la cofradía de sus bienes, sino también algunos particulares. El 11 de septiembre de 1859, “noticiosa esta cofradía de que el señor don Alonso Montoya a hecho pretensión ante el yllustre Ayuntamiento de esta capital para que se le conceda el pedazo de terreno que está entre el Calbario y olibar de José Pilaro para unirlo a la viña que espresado señor compró a los herederos de don Alonso Gómez; por tanto cree esta cofradía que el Ayuntamiento debe negar dicha pretensión por creerlo patinadero de esta ermita del Calbario y que sirbe de desaogo para las jentes en los trece días que está en dicha ermita la efijie de Nuestra Señora de la Soledad y para la concurrencia de Domingo de Lázaro y Viernes Santo”. Así lo determinó el Ayuntamiento45. El 16 de noviembre de dicho año, se acordó, si se contara con fondos, reparar las dos ermitas y “el portillo de la escalera que sube a donde se enclaba el Señor” 46.

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Lám. 6. Imagen de la Virgen del Calvario cuando estaba recogida en el convento de Santa Clara. Foto Serafín Martín.

Una vez suprimida de modo definitivo la ceremonia del descendimiento y, subsecuente pérdida de la finalidad para la que fue construida, la ermita cayó en abandono.

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Lám. 7. Voladura de las rocas para la acometida de agua.

El 6 de septiembre de 1908, el sacerdote Evaristo Hernández se dirigió al Provisor del obispado, el activo sacerdote don José Fogués, para exponerle que “desde hacía muchísimo tiempo, según los informes que he recibido, no se ejercían funciones del culto” en “dicha ermita (que) fue hace pocos años algún tanto reparada; creo le pusieron tejado nuevo. Lo interior de la ermita dejaba mucho que desear: las paredes algo descaladas, sin cuadros ni cruces ni imágenes, nada en fin que indicara que aquello era un templo. El altar completamente desnudo y sin ara. La puerta de entrada al santuario en condiciones de que pudiera entrar aquel que quisiera; y hasta ha llegado a mis oídos que en días de romería han entrado allí jóvenes a pasar el rato, como también que han vendido vino en esos días a las puertas del santuario, y creen haber visto las odres del vino dentro del templo». En prevención de estos   abusos, la había restaurado. Por ello, solicitaba licencia para bendecirla y celebrar, el día 20, la primera misa47.

Apenas recuperada, en 1909, se retiró “a hacer vida ascética y penitente”doña Carmen Villalobos y Patrón48. Como no había imagen en el altar49, solicitó una a don Francisco Polo, párroco de San Mateo, quien le entregó la de Santa Isabel, de la que se servía en lo antiguo la cofradía para festejar su fiesta principal: la Visitación. Pero pronto, como apunta Hurtado, fue “reemplazada por otra de la Soledad50. El 24 de marzo de 1914, tras la misa de bendición de las obras del Amparo, el cura de San Mateo “bendijo además en el Calvario la nueva imagen de la Soledad” que había adquirido el mayordomo don Santos Floriano51.

image017Lám. 8. Procesión de la Virgen de la Soledad.

Foto Archivo de Juan Ramón Marchena.

La tercera desolación, mucho más reciente, data de comienzos de los años 70 del siglo XX, cuando, para las obras de acometida del nuevo depósito de agua, se destrozó su entorno natural y, por efecto de los barrenos, la ermita quedó seriamente afectada, sin que la administración reparara los daños causados.

Veintiséis años después, gracias al esfuerzo, tesón y desvelos de la directiva de la Soledad, encabezada por su mayordomo don Juan José Bernáldez Solano, renació del abandono y de la ruina a que estaba abocada. En 1994, se acordó emprender las obras de restauración, que ascendieron a siete millones de pesetas. El 24 de marzo de 1996, domingo de Lázaro, fue bendecida por el obispo don Ciricaco Benavente, tras haber sido trasladada procesionalmente la Virgen del Calvario a su ermita, con lo que se recreó el espíritu de aquella ordenanza fundacional, la quinta, que diera origen a esta capilla52.

Hasta el siglo XIX, la cofradía de la Soledad se sirvió de esta ermita para el culto y procesiones de Semana Santa, pues por su vía sacra discurrían dos de las tres procesiones que, en virtud de la mencionada ordenanza fundacional 5ª, acordara celebrar con la imagen de Santa María de la Soledad, efigie denominada antes de Santa María de los Caballeros: “yten ordenamos que en cada un año para sienpre se hagan tres proçesiones somlenes los días y en la forma que aquí yrá declarado: que el día de la dominica de Pasión, que por otro nombre se dize el Domingo de Lázaro, a la ora de las doçe de mediodía, el mayordomo, alcaldes y diputados y todos los conffrades de esta conffradía seamos obligados y sean a nos juntar en la dicha yglesia de Santa María de los Cavalleros e, juntamente el cabildo e clerezía desta villa de Cáçeres, con las cruzes de las yglesias parrochiales della, y se saque la ymagen de Nuestra Señora questá en la dicha yglesia, la qual en unas andas se lleve e todos vamos e vayan en proçesión al sitio e lugar que dizen el Calbario, que está en el exido desta dicha villa, onde está la ynsinia del santo Calvario en una hermita, yendo por las yglesias parrochiales de San Joan e Santa María desta villa; e se ponga la ymagen de Nuestra Señora en la dicha hermita del Calvario e se quede allí hasta que se buelva por ella. Y el dicho día, se predique por un frayle de San Franzisco e aya sermón en el dicho Calbario y se torne la proçesión por la horden que fuere hasta la yglesia parrochial de Sancta María y de allí se buelvan las cruzes a sus yglesias. Y el viernes de Pasión siguiente, luego después de mediodía se haga la segunda proçesión, juntándose el dicho cabildo y clerezía y cofrades en la dicha yglesia parrochial de Santa María e vayan al dicho Calvario; y allí aya otro sermón y se predique al pueblo por el dicho frayle de San Françisco y se traiga la dicha ymagen de Nuestra Señora cubierta de luto en proçesión e se ponga en la dicha yglesia parrochial de Santa María, onde esté con el dicho luto hasta la mañana de Pasqua de Resurreçión; y la dicha mañana de Pasqua, a la ora que más cómodo parezca, se haga otra proçesión e se lleve la dicha ymagen de Nuestra Señora sin luto, descubierta e adereçada, después que aya predicado en la yglesia de Nuestra Señora Santa María un frayle dominico, a la dicha yglesia de Sancta María de los Cavalleros, donde la pongan e dexen en su lugar e altar de la dicha yglesia; e la dicha ymagen la tienen de llevar en onbros en las andas que arriba está dicho confrades desta confradía, los que para ello señalare e nonbrare el mayordommo della, al qual encargamos señale personas de abtoridad e del buen zelo e devoçión, e los que el tal mayordomo señalare, sean obligados a la llevar e hazer lo que se les ordenare so pena de quatro libras de çera a cada uno, los quales sean para nuestra conffradía”.

Y en la 6ª, se dispuso la celebración de una misa todos los viernes de Cuaresma: “Yten. Ordenamos que todos los viernes de Quaresma de cada año para syenpre se diga una misa rrezada en la hermita questá en el Calvario; y el mayordomo e offiçiales desta nuestra confradía tengan gran quenta e cuidado que así se haga. E si por caso el tal día e días e algunos dellos hiziere tiempo áspero de aguas e ayres, de tal manera que buenamente no se pueda yr ni dezir dicha misa, en tal caso se diga en la dicha yglesia de Santa María de los Cavalleros”53.

Pero sólo dos meses más tarde, concretamente el 30 de enero de 1583, con rango de ordenanza, acordarían celebrar el acto del descendimiento: “Que la nuestra ymagen de nuestra yglesia y el Cristo que está en ella, lo llevemos a nuestras proçesiones como ya queda ordenado de la ymagen; y quel Cristo se quite de la Cruz a la venida de la Pasión del Viernes Santo y la cruz venga con un sudario blanco54.

Por lo tanto, en la Semana Santa de 1583, tuvo lugar la primera ceremonia de la desenclavación.

Muy pronto, surgieron desavenencias entre quiénes debían portar la imagen de la Virgen y quiénes alumbrar con hachas. Para solventarlo, el 1 de abril de 1591, dispusieron en cabildo “quel domingo de Pasión, que es la primera proçesión, saquen de nuestra yglesia la ymagen quatro caballeros en sus honbros, e otros quatro lleven las hachas hasta el primer poso, ques hasta la Fuente de Conçejo, e de allí el mayordomo pueda nonbrar y señale personas çiudadanos que lleven la ymagen e hachas, mudándolos por sus posos, que el uno sea desde la dicha fuente hasta la primera cruz que está a la esquina del çercado de la viña de Melchior de Ulloa; y otro desde allí hasta ponella en el Calvario, con que se encarga al mayordomo que los que nonbrare sean personas de buen ábito.

image020Lám. 10. Detalle de la imagen de Cristo Yacente articulado. Foto Serafín Martín.

Y la proçesión del Biernes Santo, se haga desta manera: que desde el Calvario saquen e traygan la ymagen e hachas caballeros, personas de la calidad como está dicho que se haga el domingo de la proçesión, los quales la traygan hasta la misma cruz questá a la esquina de la viña, e desde allí nonbre el mayordomo personas çiudadanos que traygan la ymagen e hachas hasta la Fuente de Conçejo; e desde allí buelvan a tomar los dichos cavalleros u otros que paresçiere al mayordomo, si no oviere copia”55.

El 6 de junio de 1606, ante el escribano de la cofradía Bartolomé Delgado, los diputados don Fernando Golfín, don Alonso de Perero y don Diego de Ovando, el abad del cabildo eclesiástico Pedro Durán, el mayordomo Benito Parrón, los alcaldes Gonzalo Jiménez, Juan Romero, Juan Pérez y Juan Moreno concertaron con el guardián de San Francisco, fray Pedro de Paredes, “que el frayle que fuere predicador de la cassa de señor San Françisco para pedricar la quaresma, predique los dos sermones en el lugar del Calvario, que son el domingo de Lázaro y el Viernes Sancto56.

En la Cuaresma de 1635, siguiendo la costumbre, el mayordomo Pedro García Laso se personó en el convento de San Francisco para apalabrar ambos sermones. El guardián, fray Diego de Ulloa, lo remitió al predicador fray Alonso Flores, y éste, a su vez, para el segundo, al padre lector de vísperas, el cual se excusó alegando no tener salud para predicar en el Calvario y aunque la tuviera, tampoco lo haría. Ante ello, el padre Flores exclamó que él gozaba de menos salud. Asimismo, el guardián lo había destemplado por cuanto pretendía elegirlos él o, en caso contrario, que los buscaran ellos. Desazonado, acudió al monasterio de Santo Domingo.

A resultas de lo sucedido, el 22 de marzo, los diputados don Diego Becerra Vaca de Castro, don Gonzalo Espadero de Saavedra, el citado mayordomo, los alcaldes Bartolomé Piñedo, Felipe González y Diego Delgado, resolvieron mantener la libertad de elegir predicador sin injerencia del guardián, y, en virtud de la libertad que les concediera el obispo Galarza para añadir, quitar o modificar ordenanzas, encargar los serrmones a los dominicos.

Este hecho sirvió revulsivo, pues dicho día, fray Alonso Bernárdez, procurador del convento de San Francisco, expuso ante el vicario licenciado Martín Fernández de Collazos que, contra la costumbre de que el predicador de tabla de este convento predicase el sermón de Pasión y el del Viernes Santo, y a pesar de que al inicio de la cuaresma el mayordomo se había comprometido con fray Alonso Flores, quien no sólo había aceptado, sino que se hallaba preparándolo, había tenido noticias de que la cofradía se había comprometido con la orden de predicadores.

Al día siguiente, 23 de marzo, se reunió en pleno el cabildo de la Soledad con la asistencia del licenciado García Sánchez de Velasco, abad del cabildo; don Micael de Solís Ovando, gran canciller de la Orden de San Juan; don Diego Becerra Vaca de Castro, don Gonzalo Espadero de Saavedra, diputados nobles; el mayordomo Laso, los alcaldes Bartolomé Piñedo, Felipe González y Diego Delgado; don Diego de Ovando Saavedra, don Martín de Carvajal, don Pedro Topete; el doctor Antonio Román Vivas, Rodrigo de Chaves, Juan Vara, Francisco Muñoz, Francisco Pérez Cabezón clérigos presbíteros; los cofrades Juan Sánchez Mariño, Andrés Martín Machado, Juan de Aguilar Santacruz, Francis- co Pérez, Pedro Sánchez Amigo, Diego Alonso Guzmán, Antonio Rodríguez Costantino, quienes ratificaron las decisiones adoptadas el día anterior.

La respuesta de los franciscanos no se hizo esperar. El 24, su procurador se opuso a dichos acuerdos. Por su parte, el fiscal eclesiástico, Antonio Román Vivas hermano de la cofradía, pidió que se levantara testimonio de que el encargo de los sermones competía exclusivamente al mayordomo, sin intromisión de la cofradía; de cómo éste se los había encargado al padre Flores. Por ello, solicitaba que los gastos del pleito se repercutieran en las personas que quisieran mover el pleito. Testificaron los exmayordomos Francisco Jiménez Hurtado, Antonio González Jorge, Francisco Hernández Marcelo.

El 25 de marzo, el vicario Collazos por la brevedad del plazo, pues el día de la fecha era Domingo de Lázaro, para evitar “que resultara grande nota y escándalo y desconsuelo espiritual de los vecinos de esta villa y forasteros que concurren a la grande deboción que ay en el dicho monte Calbario”, determinó que platicara fray Alonso Flores, conforme al encargo recibido, fulminando excomunión para quien lo impidiera o no asistiera a los actos según la costumbre57.

Por concordia entre la cofradía y la comunidad de San Francisco en 1664 y 1665, ante Miguel Jiménez de Valverde, entre otras cosas, los frailes se obligaron a asistir a las procesiones del domingo de Pasión y Viernes Santo. Concordia que sería ratificada por las partes el 24 de septiembre de 175858.

En 1674, siendo mayordomo Francisco Sánchez Valiente, se adquirieron las figuras de los dos ladrones: “primeramente da en data y se le pasan en quenta doçientos y quarenta y ocho reales de aver echo los dos ladrones que se ponen en el Calvario” y dos ducados por sendas cruces59. Muy pronto, tuvieron que ser restaurados. Al mayordomo Sebastián Rojo (1683-1684) “se le haze cargo de veinte reales que se juntaron de limosna quando se pidió para aderezar el buen ladrón”, trabajo que encargó al interesante pintor local Francisco Mendo Montejo: “Más. Da en data çiento y noventa y tres reales que pagó a Françisco Montejo por haçer el buen ladrón del Calvario60. Diego Gil Becerra (1696-1698) abonó a Mateo Hurones 1.496 maravedís por “el adereço de la figura del mal ladrón61; Cristóbal Paniagua, en su primer mandato (1701-1702), 2.892 a Francisco Vázquez por componerlos y barnizarlos; y a Juan Nevado, 850, por sendas cruces para ellos62. El mayordomo Alonso Bueso (1727-1728) encargó al pintor Prudencio Granado “la hechura de San Dimas, el buen ladrón” en 350 reales y un florero para el Calvario en 16 reales63.

El 22 de octubre de 1681, Benita Álvarez de Palazuelos, hija de Antonio Blázquez de Palazuelos y de María Gutiérrez, sucesora en el vínculo de María Álvarez de Palazuelos, última descendiente del linaje de los Palazuelos, fundó una capellanía y memoria de misas laicales, cuyo poseedor había de tener la obligación de mandar decir treinta misas: “las treçe de ellas en la ermitta de Nuestra Señora de la Soledad, que está en esta villa, en los treçe días desde que llevan a Nuestra Señora a el Santo Calvario hasta el Miércoles Santo, y que éstas se paguen al saçerdote que las dijere a dos reales y medio64.

Conforme al acuerdo adoptado el 30 de enero de 1583, el Viernes Santo de madrugada, se llevaba al Calvario la imagen articulada del Yacente. Si el tiempo lo permitía, los sacerdotes, a quienes estaba reservado el privilegio, enclavaban la imagen del Señor en la Cruz. Desde su adquisición en 1674, los oficiales hacían lo mismo con los dos ladrones. Por la tarde, se formaba la cofradía en Santa María. El muñidor-trompetero abría el cortejo, seguido de las dos banderas, de las 17 cofradías con sus estandartes negros, de los mayordomos con sus varas, de los oficiales con hachones, de la cruz de la toalla alumbrada por dos oficiales, de las cuatro cruces parroquiales, del cabildo eclesiástico, clero de la villa y comunidad franciscana, cerrando la procesión el Ayuntamiento. Llegados al Calvario, predicaba un franciscano el sermón del Descendimiento. Los sacerdotes, una vez desenclavado el Señor, lo depositaban en la urna65, bajándose ambas imágenes hasta Santa María. Durante este trayecto, un sacerdote portaba un azafate de plata donde se colocaban la corona, los clavos y el martillo. Como en las otras procesiones de Semana Santa, encabezaba el cortejo, el trompetero66. A veces, tampoco faltó el acompañamiento de ministriles67.

En 1717, a causa de las inclemencias, no se celebraron los actos en esta er- mita, como se refleja en el cargo del mayordomo Francisco Ojalvo de 408 maravedís “que se junttaron de limosna68 en la hermitta de Nuestra Señora el Domingo de Lázaro por no aver subido en este dicho año a Nuestra Señora a el Calvario por el temporal”69.

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Lám. 11. Imagen de Cristo Yacente articulado en la urna de 1913. Foto Serafín Martín.

Estándoles reservado a los sacerdotes el privilegio de desenclavar al Señor, el obispo don Sancho Antonio de Velunza y Corcuera sancionó esta práctica:

“Don Sancho Anttonio de Velunza y Corcuera, por la gracia de Dios y de la Santa Sede obispo de Coria, del Consejo de su Magestad, etc.

Por quanto, según los estatutos de la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad desta villa, son hermanos y cofrades todos los eclesiásticos ordenados in sacris, residentes en ella, y que graciosamente se admiten con la carga y obligazión de asistir a las procesiones y funciones eclesiásticas de dicha cofradía.

Y siéndolo entre las principales el haber de poner Viernes Santo por la mañana la sagrada ymagen de Nuestro Señor Jesuchristo en la cruz del calvario, como también descenderla de dicha cruz el mismo Viernes Santo por la tarde en la solemne función que se zelebra del descendimiento en dicho calbario. Y debiendo egecutarse assí la colocazión como la descensión de su divina magestad con la maior decencia y religiosa venerazión; por tanto, mandamos que una y otra de las dos referidas funciones se hagan y egecuten siempre por eclesiásticos de dicha cofradía, los que nombrare y eligiere el abad que por tiempo fuere del Cabildo Eclesiástico de esta villa y diputado que juntamente es de dicha cofradía, al qual mandamos obedezcan los eclesiásticos que nombrare assí de dentro del cabildo como los de fuera de él por ser todos cofrades. Y le damos comisión en bastante forma a dicho abad para que compela a los que así nom- brare a que acepten con pena de dos ducados, procediendo para ello con zensuras.

Otrosí. Mandamos, so pena de excomunión mayor y de quatro ducados, que dicha santa ymagen de Nuestro Señor Jesuchristo para dicha colocazión en el Calbario se llebe por los alcaldes y mayordomo en andas hasta dicho Calbario, acompañando a lo menos dos luces, y con la devozión correspondiente a tan sagrado acto, ayudando después a los eclesiástico nombrados en lo que sea necesario para que se haga la fixación en la cruz con toda la decencia posible. Lo qual mandamos que se egecute ya de día, pero que sea temprano, antes del concurso de los fieles. Y que todo lo referido se guarde, cumpla y egecute como estatuto, ordenazión y decreto que para ello mandamos poner a continuazión de las ordenanzas de dicha cofradía.

Dado en nuestro Palacio Episcopal de la villa de Cázeres a veinte y uno de marzo de mil setezientos y veinte años. Sancho obispo de Coria (firmado y rubricado), Por mandado de su ilustrísima el obispo, mi señor, don Franzisco de la Vega, secretario (firmado y rubricado)”70.

En 1758, debido al temporal de lluvias, no pudo hacerse el descendimiento en el Calvario, por lo que la cofradía decidió llevar la Virgen y el Señor del Sepulcro a Santa María. Los párrocos de Santa María y San Mateo disputaron cuál de los dos debía llevar la capa en la procesión. El de San Mateo argumentaba que la ermita radicaba en su colación; el de Santa María fundamentaba que, cuando en 1748 ocurrió algo similar, le tocó presidir. El 24 de marzo, el vicario don Pedro José Royo Mediavilla mandó que se observara el precedente de 1748.

Las reformas borbónicas se cernían sobre las tradiciones. Los obispos serían los encargados de implantar las innovaciones. “Ynformado su Ylustrísima de los ruidos y escándalos que ha avido en el tiempo que la ymagen de Nuestra

Señora de la Soledad se mantiene en la hermita de el Calvario, sin que aian bastado para evitar las providencias que se han dado, por hallarse en el campo, distante de esta villa, y concurrir las gentes de noche, unas con motivo de devoción y otras con fines no correspondientes a la edificazión de los fieles”, el 23 de marzo de 1765, el obispo don Juan José García Álvaro mandó que el Domingo de Pasión saliese la procesión a la hora acostumbrada “saliendo de la parroquia de Santa María a la hermita de la Soledad y desde allí con la ymagen de Nuestra Señora se continuase por San Juan y Santa María a la de San Mateo, en donde se predicará el sermón, si lo huviere, permaneziendo en esta yglesia la Virgen hasta que en el día señalado se llevase con su Santísimo Hijo para la función del Descendimiento y se concluirá la procesión en Santa María de donde principió”. “Y para que los fieles tributen cultos a Nuestra Señora según su devoción, perseverará dicha santa ymagen en expresada parrochia de San Matheo todo el tiempo que avía de estar en la hermita de el Calvario, poniendo mesa para las limosnas y procurando la maior aistencia y cuidado hasta las ocho de la noche que se cerrarán las puertas de la yglesia”. Desde dicha parroquia, el Viernes Santo se llevaría al Calvario ambas imágenes para los actos del descendimiento, concluyendo, como de costumbre, el cortejo en Santa María.

image023Lám. 12. Procesión del Santo Entierro en los altos de San Mateo.

El cura de San Mateo, en junta general, informó a los cofrades del decreto del obispo, los cuales comisionaron a dos caballeros diputados para visitarlo con la intención de que les permitiese seguir con la costumbre o, en caso contrario, que la imagen permaneciese en su ermita, pues así se solucinaba el problema de la “mucha gente que de noche ocurría rezando las cruzes y el rosario a visitar a su Magestad en su hermita”. El prelado no accedió el ruego de la cofradía.

La cofradía respondió con firmeza. Adujo que no se trataba de una procesión, sino de un traslado con acompañamiento de los cofrades de los tres estamentos y de los franciscanos, que también lo eran, con las insignias, conforme a la costumbre observada desde hacía más de dos siglos: que dicha decisión episcopal se cargaba el fin para el que fue fundada la cofradía y que los cofrades no estaban obligados a hacer la proceisón ordenada por el obispo por no ser de su instituto y además “se les haze violencia, y más faltando como falta al presente necesidad pública que lo motive”. Por todo ello insistían en que se les permitiera seguir la tradición o bien dejar la imagen en su capilla.

El 24 de marzo de 1765, el prelado, en vista de la promesa de la cofradía de moderar los inconvenientes, consintió, siempre y cuando “no se permita a muger alguna, salga fuera de las murallas de esta villa con pretexto de ir a visitar a Nuestra Señora después de el anochecer, ni hombre con máscaras ni disfraces71.

El obispo ilustrado fray Diego Martín y Rodríguez, de corto pontificado, por edicto de 12 de enero de 1788, prohibiría la ceremonia del descendimiento en toda la diócesis:

“Nos, don fray Diego Martín y Rodríguez, por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica, obispo de Coria, del Consejo de Su Magestad, etc.

A todos los curas rectores o sus tenientes, o vicarios y demás fieles de este nuestro obispado, salud y paz en Nuestro Señor Jesu Christo.

La corrupción del linaje humano y la astuzia de nuestro enemigo común, que por todos caminos pone lazos para nuestra perdición, an introducido en varios tiempos abusos y corruptelas hasta en lo más sagrado de nuestra Religión. Uno de los pasos más tiernos y devotos que venera el Cristianisimo es el Descendimiento del cadáver de nuestro Redentor del sacro santo árbol de la Cruz. Quando tubo su principio a la representación de este acto, concurrían los fieles a el templo a ungir, como otro Josef y Nicodemus con la mirra y áloe, el sacro santo cuerpo difunto del Señor, esto es, con lágrimas de un corazón contrito y humillado, con el olor y fruto de buenas obras y con los sentimientos interiores de una devoción y piedad sólida. Pero haviendo degenerado de aquel espíritu y ferbor, los más de los cristianos de estos tiempos en aquella sagrada y dolorosa representación (especialmente quando se ejecuta en los campos): unos se ocupan en miradas licenciosas, otros en combersaciones mundanas, y otros en vozes destempladas y otros (quando más) en unos suspiros y lágrimas materiales que, como agua de tormenta, pasan luego sin humedecer y fecundar la tierra del corazón, sacadas maquinalmente de los ojos a fuerza de artificios, y exterioridades, como son dar recios golpes con el martillo para desenclavar el cadáver del Señor, ver la tramoya (así se deve llamar) que se usa en algunos pueblos de subir y vaxar con un cordel las manos de la ymagen de Nuestra Señora de la Soledad para limpiar los oxos y recivir la corona y clavos que le van a ofrecer los ministros, y otras imbenziones ajenas de la seriedad con que se deve celebrar este tierno paso, que si las viese un ynfiel, ciertamente se burlaría de nuestro culto y religión. Luego que llegamos a este obispado, pensamos el suprimir la función del descendimiento, como se havía ejecutado en otros. Pero por ciertos respectos que no devíamos atender (lo confesamos con injenuidad) suspendimos esta providencia hasta ora. Mas haciéndonos cargo del peso formidable de nuestro ministerio pastoral y sus extrechas obligaciones, principalmente en correjir y desterrar abusos y desórdenes en las cosas sagradas, no podemos por más tiempo mirar con indiferencia este punto, ya por las repetidas insinuaciones de personas verdaderamente piadosas que consideran a fondo las cosas de la religión, y ya movidos de los estímulos de nuestra propia conciencia. Y así prohivimos para siempre la representación y sermones de descendimiento, no sólo en campos, sino también en las yglesias, subrrogando en su lugar el sermón de Pasión en los pueblos donde éste no se predicaba, y en el de Soledad en los que se predica sermón de Pasión. Y en el caso de estar dotado en algún pueblo el sermón de descendimiento, comutamos y aplicamos esta dotación para uno de dichos sermones, pues oiendo esto los fieles (sin aquellas inbenciones exteriores y artificios que nada conducen para el espíritu de una verdadera compunzión) podrán sacar maiores utilidades espirituales en probecho de sus almas. Y mandamos a los curas, tenientes o vicarios obserben en todo y por todo esta nuestra providencia, so pena de veinte ducados de multa a los que permitiesen predicar el sermón de descendimiento; y a los que le predicasen, les privaremos de la licencia de predicar en todo nuestro obispado y procederemos contra ellos a lo que hubiese lugar en derecho. Y este nuestro edicto se leerá en un día festivo inter misarum solemnia; y copiado en el Libro de Visita, se despachará de un lugar a otro por el orden de la margen, y desde el último se remitirá a nuestra Secretaría de Cámara para que nos conste de su intimación. Dado en nuestro Palacio Episcopal de Coria, a doze de Enero de mil setezientos ochenta y ocho.

Fray Diego obispo de Coria. Por mandado de su Ylustrísima, el obispo mi señor. Licenciado don Joaquín Joseph de Cáceres Villalobos, vizesecretario”.

Un mes más tarde, el referido obispo haría extensiva la interdicción a cualquier acto de similar índole que se celebrare en el Calvario cacereño:

“Nos, don fray Diego Martín y Rodríguez, por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica, obispo de Coria, del Consejo de Su Magestad, etc.

Por quanto por nuestro edicto de doce de enero de este año prohibimos el sermón de Descendimiento en todo nuestro obispado por los justos motivos que en él se expresan, conmutándole en el de Passión en los pueblos donde éste no se predicaba; y en el de Soledad, en los que se predica sermón de Passión; y haber llegado a nuestra noticia que en la villa de Cáceres, en el domingo quinto de Quaresma, se predica sermón de Soledad en el mismo sitio público en que se predicaba el de Descendimiento, concurriendo los mismos inconvenientes o causas a que dio motivo citada prohibición. Declaramos y mandamos que dicho sermón de Soledad no se predique en citado lugar como hasta aquí, ni en dicho día, sino que haya de ser el Viernes Santo en la parroquia a que corresponda la dotación, si la tubiese, y si no la tubiese, se hará en la parroquia que señalasen los bienhechores. Y mandamos a nuestro vicario de dicha villa, mande observar y observe esta providencia, por la que suspendemos desde aora para entonces las licencias de predicar a qualesquiera predicador que intentase hir contra ella, y procederemos contra él a lo que hubiese lugar en derecho. Y este nuestro mandato se publicará en las quatro parroquias de dicha villa inter missarum solemnia y copiará en sus Libros de Visita, debolviéndole a nuestra Secretaría de Cámara con las correspondientes diligencias. Dado en Coria a quince de febrero de mil setecientos ochenta y ocho. Fray Diego obispo de Coria, Por mandado de su Señoría Ylustrísima el obispo mi señor. Don Juan Antonio López secretario”72.

Dicha medida, como cualquiera otra novedad impuesta a una tradición inmemorial, no desencadenó más que un cúmulo de desatinos.

Desarrollando el impedimento episcopal de celebrar el Descendimiento, don Francisco Pérez Calvache, cura de San Mateo, dispuso que el Viernes Santo se llevaran ambas imágenes a San Mateo, a lo que se opondría el doctor don Gonzalo María Rincón, párroco de Santa María.

En la mañana del Viernes Santo, entre las 11 y las 12 de la mañana, reunidos los cofrades con el cura Calvache decidieron que a las 5 de la tarde, se hiciera procesión hasta San Mateo con el Señor en la urna y la Virgen de la Soledad, a la que concurrirían, las cuatro parroquias, de la manerfa en que se solía ir al Calvario. A este fin, pasaron recado al vicario, don Diego José Ramos Aparicio, que era además párroco de Santiago, para que avisara a los demás. El de Santa María patentizó su desacuerdo reclamando que, como de usanza, las otras tres parroquias con sus cruces se congregaran en Santa María, que el cura de San Mateo se limitase a predicar el sermón en su iglesia conforme al decreto del obispo y que se suspendiera la procesión.

Pero no sucedió así. El cortejo lo encabezó la cruz de San Mateo y lo presidió el vicario, acompañado de la clerecía, a excepción del párroco de San Juan, el bachiller don Antonio Sánchez Lozano, que no asistió.

En el litigio se inmiscuyó el Corregidor, que dictaría varias providencias parar tratar de impedirla, “lo qual no consiguió porque, convocado el pueblo, no hubo arvitrio para que se dejare aquella, pero sin haver tenido efecto las multas que impuso si se verificava por alzado la mano a instanzia de algunos sugetos”.

La venganza del párroco Calvache no se hizo esperar. Argumentando que la ermita radicaba en su jurisdicción, se opuso a que se llevase la imagen de Cristo resucitado a Santa María. Habiendo tenido noticias de esta decisión, don Gonzalo María Rincón recurrió al visitador general, licenciado don Francisco Sánchez Nieto, que se hallaba a la sazón en Cáceres. Una vez oídos los cuatro párracos, a los que había reunido, ordenó que se observara la costumbre y se llevara a Santa María, al tiempo que deslizó que de haber tenido noticias, no hubiera tolerado la procesión del Entierro73.

A pesar de la suspensión del acto del descendimiento, el Calvario volvería a ser el escenario de las procesiones. Así lo recoge Simón Benito Boxoyo: “Sólo se conduce la imagen de nuestra señora al Calvario el mismo domingo de Lázaro, el Viernes Santo, de madrugada, el Señor en el Sepulcro, que bajando la procesión a Santa María, se predica en ella Soledad74.

Las medidas represivas de los ilustrados tendentes a reformar las prácticas populares abarcarían también a las procesiones y actos piadosos nocturnos. Por ende, el visitador licenciado don Francisco Sánchez Nieto, el 19 de septiembre de 1788, decretó que “las procesiones, así de Semana Santa, como qualquiera otra se finalicen antes de anocher; y prohibimos se hagan las veladas de noche en las yglesias y hermitas las vísperas de festividades e, igualmente, las rifas de qualquier género para imagen alguna75.

A este efecto, y amparándose en los supuestos de promiscuidad, la autoridad, en este caso la Real Audiencia, mediante el siguiente auto de 26 de febrero de 1792, intentaría erradicar una práctica secular76:

“Noticioso el Acuerdo de los señores Alcaldes del Crimen de esta Real Audiencia de que desde el día de aier, Domingo de Lázaro, hasta el Viernes Santo, con el motibo de la traslación que se hace de Nuestra Señora de la Soledad a la hermita del Calbario concurren toda clase de personas de ambos sexos por las noches, y a pretexto de andar el vía cruzis, adorar y velar en su capilla a dicha sagrada ymagen, se cometen por los concurrentes, validos de la obscuridad de la noche, torpezas y otros posibles desórdenes de que se orijinan fatales consequencias; y por consiguiente, en tan sagrado tiempo las grabes ofensas que resultan a ambas Magestades. Y para que todo se ebite, en lo posible, como está prevenido por superiores Reales Órdenes: Acordaron dichos señores se publique vando y fijen edictos compreensibles de esta Providencia a la puerta del Tribunal y en la Plaza Mayor, prohibiendo el que toda persona de qualquier estado, calidad o condizión que fuese, después de puesto el sol, se abstenga de concurrir sola o acompañada a dicho sitio de la hermita del Calvario, aunque sea con el pretexto de cumplir promesa, andar la vía sacra u otro motibo, pena de quatro ducados de multa y de las demás que haya lugar según su clase. Y los padres, amos y superiores de las casas, cuiden de que sus hijos, criados y demás familiares, guarden y obserben esta Providencia, so pena de que se les hará responsables de los excesos que éstos cometan, y de las pecunarias en que yncurran por su contrabención. Y assí lo acordaron y rubricó el señor más moderno de que certtifico. Cázeres y marzo veinte y seis de mil setezientos y noventa y dos. Sebastián de Arxona y Sánchez (firmado y rubricado)”.

image025Lám. 13. Formación de la procesión del Santo Entierro en la plazuela de la Soledad.

Foto Serafín Martín.

Al día siguiente, se fijaron edictos en los sitios señalados. Pero en cuanto pudieron, los vecinos volvieron a sus fueros. Por este motivo, el 12 de marzo de 1819, la Real Audiencia reiteraba la prohibición:

“Repítase los bandos y edictos acordados en Providencia de veinte y seis de marzo del año pasado de mil setezientos noventa y dos, y hágase saber al Mayordomo de Nuestra Señora de la Soledad que, durante la permanencia de la santa imagen en su capilla del Calvario, cuide de que se cierre ésta al poner el sol, y no se habra con ningún pretesto de noche, bajo la multa de cinquenta ducados. Probeído en acuerdo de este día, lo rubrica el señor decano de que certifico. Heras (firmado y rubricado)”77.

No obstante, no pudieron acabar con la costumbre. Don Publio Hurtado alcanzó a conocer, de niño, esta práctica piadosa, guiado de la mano de su tía doña Marcelina de Sandoval y de una amiga de ésta: “al salir de casa, ya anochecido, entregáronme un farolillo que encendieron al llegar a la cuesta que arranca de la Fuente del Concejo.

Favorecidos por su luz, llegamos a la primera cruz de granito, emplazada no lejos de la ermita de San Marcos, se colocó el farol sobre el ancho y circular pedestal, y los tres nos arrodillamos. Mi tía abrió su devocionario, y en voz alta, pero con sordina, leyó, y nosotros repetimos, el acto de contricción; en seguida la primera estación dedicada a Jesús condenado a muerte, y rezado un Pater Noster, Ave y Gloria, pedimos a Dios misericordia, terminando así la primera etapa de nuestro recorrido. Nos levantamos … yo recabé el farolillo, y seguimos nuestra ascensión hasta llegar a otra cruz, y de aquella a otra y a otra …

Y era de ver el sinnúmero de lucelillas semejantes, que como hilada de luciérnagas rumorosas y titilantes, iban y venían por el camino, alumbrando a otros tantos grupos de fieles nocharniegos poseídos de las mismas devociones”78.

Las Reales Ordenanzas de 1808, en especial las 15ª, 16ª y 17ª, revelan que las prohibiciones arriba mencionadas ya habían caído en el olvido y las prácti-cas tradicionales habían vuelto a imponerse:

15ª “en el Domingo de Lázaro por la tarde, se hechará la campana en Santa María la Mayor. Concurrirán a ella las quatro parroquias con cruzes altas y juntas pasarán a Santa María de la Soledad adonde se hallará la cofradía y comunidad de San Francisco. Se llevará a la Virgen en hombros de quatro hermanos caballeros que estarán nombrados, alumbrando otros quatro hasta el puente. En dicho sitio serán reemplazados por otros ocho hermanos también, nombrados de el estado general que llegarán hasta el Calvario. Se predicará el sermón de Soledad y haviendo cantado la salve la comunidad de San Francisco, volverá la procesión a la parroquia de Santa María la Mayor. En los días que estuviere la Virgen en el Calvario, se dirá misa si lo permitiere el tiempo; y quando no, en la yglesia de la Soledad. Por el vicario eclesiástico y cofradía, se acordará el díaen que haya de hazerse kla procesión quando por la intemperie no pueda executarse en dicho Domingo”.

16ª “en la hora de oraciones, se cerrará la puerta del Calvario”.

17ª “en la madrugada de Viernes Santo, precedida la asistencia del vicario eclesiástico se llevará al Calvario la Ymagen del Santo Sepulcro con hachas y velas encendidas. Los eclesiásticos nombrados por el abad pondrán la santa ymagen en la Cruz y la cofradía a los lados los dos ladrones. En la tarde de este día, saldrá la procesión de Santa María la Mayor, cerrándola el caballero corregidor, secretario y alguaciles, como ha sido costumbre, etc. se predica y haze el descendimiento; y quando no permite el tiempo que se baxen las ymágenes procesionalmente, lo hará la cofradía con anuencia del vicario a la hermita de la Paz, de donde saldrá la procesión a la yglesia de Santa María la Mayor, en donde se predicará el sermón de Pasión”.

A ella, asistían las diecisiete cofradías con sus estandartes negros y los mayordomos con varas.

A lo largo del siglo XIX, algunos aspectos cambiarían. A causa de la Desamortización, desaparecerían los franciscanos en la Semana Santa de 1836, Con lirán desapareciendo los franciscanos, tras la desamortización; la figura del corregidor daría paso a la del Alcalde-Presidente.

El Viernes Santo de 1863, apenas concluido el sermón de Soledad, que se predicó en Santa María tras el regreso del Calvario, salió por primera vez la imagen de la Virgen acompañada sólo de mujeres. Fue tal el entusiasmo causado que, a instancias del mayordomo Antonio León Jiménez, el 30 de noviembre se ganó licencia del obispo don Juan Nepomuceno García Gómez para organizarla todos los años79.

Las Ordenanzas de 1878, reformadas por mandato del obispo fray Pedro Núñez Pernía el 25 de abril, recogen la obligación de los oficiales de, en el cuarto domingo de cuaresma, poner las cruces en el Calvario, limpiar y arreglar la ermita. El sábado de Lázaro, por la mañana fijaban la Virgen en las andas, ponían los frontales y arreglaban las dos ermitas. El Miércoles Santo formaban el altar para poner el sepulcro80.

Finalizada la procesión de traslado de la Virgen de la Soledad al Calvario, se celebraba la romería, en la que era tradicional comer las bollas conocidas como tortas del calvario, cuya tradición se ha perdido en Cáceres desde el fallecimiento de la dulcera Trinidad Solana, que tenía el obrador en la calle Obra Pía de Roco nº 9; pues las que actualmente se degustan son las arroyanas tortas de la Luz.

La cofradía agasajaba a los predicadores81 y a los oficiales que se encargaban de arreglar la capilla82. También, disponía de una caseta83 donde se protegían las cántaras con agua para solaz de los romeros: “Yten. Tres reales y catorce maravedís que costaron cantarillas y tres baños y dos jarros para el Calvario. Yten, diez y nuebe reales y veinte y dos maravedís que se gastó de agua en el Calvario84.

El 24 de marzo de 1996, Domingo de Lázaro, día de la bendición de la ermita, tras la restauración emprendida por el mayordomo don Juan José Bernáldez, se recuperó la tradición de la romería del Calvario.

Como hemos comprobado por las propias ordenanzas, a pesar de la prohibición de celebrar el descendimiento decretada por el obispo fray Diego Martín Rodríguez, muy pronto se restableció la ceremonia, que no desapareció definitivamente hasta 188985, según testimonio de don Publio, por culpa de la irreverencia de los que, desde lo alto de las peñas, deslumbraban con espejos al predicador, o asustaban a los fieles congregados bien tocando cencerros para simular la llegada de vacas bien arrojándoles ratas, sapos y culebras. Pero no paraban ahí sus desmanes, sino que apenas la procesión había abandonado el recinto “la barbarie popular no tenía límites. Zanguangos y ganapanes trepaban a la plataforma, garrotes y navajas en mano, y aporreaban y cosían a puñaladas a los dos ladrones, que concluían por despeñar desde la cumbre con peligro de lastimar a los que se hallaban abajo86.

image027Lám. 14. Romería en las cercanías de la ermita.

Debido a estos excesos, proliferaron los gastos en reparaciones de estas efigies87.

Roswag en su itinerario artístico por España y Portugal describe así esta ceremonia:

“Ajoutons enfin que, tout près de la ville, s’élève le sanctuaire de Nuestra Señora de la Montaña et, qu’en face, se dresse la montagne du Calvaire, où, il n’y a pas bien logntemps encore, ainsi que cela se pratiquait d’ailleurs dans diverses villes du Portugal, on représentait au naturel, durant la Semaine sainte, la scène du Golgotha.Une confrérie de pénitents se partageait les différents rôles et l’on exécutait alors, toutes les scènes de la Passion du Christ, depuis l’Arrestation de Jésus jusqu’à son Crucifiement et la Mise au tombeau. Celui qui jouait le rôle du Seigneur était attaché à la croix, que l’on dressait au sommet du Calvaire, entre le bon et le mauvais larron. Au moment solennel et quand le Sacrifice était censément consommé, l’on voyait s’avancer, au milieu des huées et des sifflets de la multitude, un individu costumé en cavalier romain, monté sur un cheval blanc et armé d’une lance: il venait faire le simulacre de percer d’un coup de lance le flanc du Sauveur pour s’assurer qu’il était bien mort. Le rôle de ce cavalier était regardé comme tellement ignominieux que celui qui le remplissait, n’osait pas se présenter sans avoir la figure masquée, et souvent il a fallu payer, à prix d’argent, l’acteur qui consentait à le jouer. Il est à remarquer que presque toutes les villes et les villages d’Espagne possèdent, hors des murs, et sur la colline la plus rapprochée, ce que l’on nomme le Calvaire, ou chemin de la Croix: c’est là que, pendant la Semaine sainte, se font les stations de la Croix, et qu’on célébrait, anciennement, sans doutes des scènes semblables, proscrites aujourd’hui, en raison des épisodes peu édifiants auxquels ces mascarades donnaient lieu” 88.

Relato pintoresco que no correspondía en absoluto con la realidad, pues en ninguna fuente escrita ni testimonial, tales las de Publio Hurtado, describe esta celebración cacereña similar a lo que hoy conocemos como pasión viviente, sino, como ya hemos señalado, la ceremonia se desarrollaba con imágenes.

La actual directiva, que preside la mayordoma doña Almudena Holguera Palacios, ha rehabilitado la función del descendimiento en la Semana Santa de 2012, si bien el escenario no ha sido el Calvario, sino la fachada de la iglesia conventual de San Pablo.

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Láms. 15 y 16. Recuperación de la ceremonia del Descendimiento el Viernes Santo de 2012 delante de la iglesia conventual de San Pablo. Fotos Serafín Martín.

APÉNDICE DOCUMENTAL

Archivo Histórico Provincial de Cáceres. Protocolos de Pedro López, escribano de Cáceres. Caja 3.974. Año 1589. Fols. 189-194v.

“Sepan quantos esta pública escriptura vieren, como yo, Josepe Paniagua, cantero, vezino que soi de la villa de Cáceres, digo que, por quanto andando en pregón e almoneda la obra de la ermjta del Santo Calvario para se rematar en la persona que más baxa hiciese conforme a las condiciones que para ello, por parte de la dicha cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, de cuya adbocaçión es el dicho Calvario, se pusieron e pregonaron, se remató en mí, como persona que más baxa hize en presçio de treinta y un mill, con mill maravedís de prometido, como todo más largamente consta e pareçe por la licencia de Gabriel Gutiérrez de Prado, vicario, condiciones, pregones y remate que para ello prescedió, que originalmente presentó ante el escrivano desta carta para que en ella las ponga e yncorpore. E yo el escrivano ynfraescrito, de su pedimiento, aquí las puse e yncorporé, que su tenor de los quales es el syguiente:

Aquí

Por tanto, aprovando como apruevo e ratifico e tengo por bueno el remate de la dicha obra como en él se contiene, conozco e otorgo por esta presente carta que tomo a mi cargo e riesgo toda la obra contenida e declarada en las condiçiones e remate de suso contenido, la qual me obligo de haçer e dar acabada en el térmyno e por el presçio contenido en las dichas condiçiones, so las penas en ellas dichas e declaradas en las que, desde luego, me doy por condenado en ellas, contraviniendo que las e aquí por repetidas, porque me an sydo leídas por el presente escrivano desta carta todas de berbo ad berbun como en ellas se contiene e para cunplir e pasar todo lo en las dichas condiçiones y en esta carta contenido, obligo my persona e bienes avidos e por aver.

E yo, Diego Durán, vecino de la dicha villa de Cáceres, y mayordomo de la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, que a lo que dicho es, aquí presente, e aviendo oydo y entendido, digo que me obligo e a los bienes de la dicha cofradía para que, estando acabada la dicha obra de la forma e manera// que en las dichas condiciones declaradas, pagaré al dicho Josepe de Paniagua los dichos treinta e un mill maravedís a los plazos contenidos en las dichas condiciones que ansy mesmo se an leído por el presente escrivano en my presencia e las penas en ellas contenidas. E para cunplimiento dello, obligo mi persona e bienes, los bienes de la dicha cofradía avidos e por aver. E anbas partes damos e otorgamos entero poder cunplido a los juezes e justicias eclesiásticos y seglares que a ello nos puedan conpeler para que, por todo rigor de derecho, vía executiva, nos conpelan e apremien a el cunplimiento de lo contenido en esta carta como sy lo que dicho es fuese sentencia difinytiva de juez conpetente, pasada en cosa juzgada e por nos consentida. E renunciamos todas e qualesquier leyes, fueros e derechos de nuestro favor e la ley y regla del derecho en que dize que general renunciación de leyes fecha non vala. En testimonio de lo qual, otorgamos esta escriptura en la manera que dicho es ante el presente escrivano público y que fue otorgada en la dicha villa de Cáçeres a tres días del mes de abril mjll y quinientos y ochenta y nueve años, siendo testigos Fran- cisco Martín Paniagua y Pedro Vara e Pedro González sastre, vecinos de la dicha villa e los otorgantes, a quien yo el escrivano doy fee conozco, lo firmaron de sus nonbres en el registro. Diego Durán. Jusepe Paniagua. Ante my Pedro López scrivano. No recibí derechos (firmado y rubricado). //

Juan de Luxán, en nonbre de la confradía e confrades de Nuestra Señora de la Soledad, y Diego Durán mayordomo, digo que la dicha confradía pretende acabar la obra que tiene començada en el Calvario y para la sacar al almoneda y hazer los demás autos que convengan hasta la rematar a destaxo en el menor postor, pido a vuesa Señoría lo cometa al licenciado Gabriel Gutiérrez, su vicario, y pido justicia, es merced. Juan Luxán(firmado y rubricado). //

Visto esta petición por su Señoría don García de Galarça, por la gracia de Dios obispo de Coria, del Consejo del Rey nuestro señor, en la villa de Cáceres a diez e ocho de hebrero de mill e quinientos ochenta e nueve años, dixo que aunque el negocio se devía seguir ante su provisor que rreside en la ciudad de Coria, conforme a los executoriales ganados contra esta villa, por los quales los vicarios della no tienen más jurisdición que la rrural, nj su señoría es obligado a poner juez. Pero por esta vez, por causas que le mueven, dexando los dichos executoriales en su fuerza e vigor, cometía e cometió este negocio al licenciado Gabriel Gutiérrez de Prado, clérigo, para que haga justicia y para ello le dio poder cumplido y comisión bastante. Y lo firmó G. eps. Por mandado de su señoría Diego Cigalés notario (firmado y rubricado).

En la villa de Cáçeres. Dióçesis de Coria, a diez y nueve días del mes de febrero de mill y quinientos y ochenta y nueve años, visto por el licenciado Gabriel Gutiérrez de Prado, vicario en esta villa, la comisión de su Señoría de suso contenida, dixo la açeptava y açeptó y está presto de la cunplir y, en su cunplimiento, mandó traer en pregones la dicha obra, se reçiban las posturas que se hizeren y, fechas, se le trayan los autos para que, visto, señale día de remate. Y ansí lo proveyó y mandó y firmó de su nonbre. Gabriel Gutiérrez de Prado. Pasó ante mí, Juan Cordero (firmado y rubricado). //

Pregones

En la villa de Cáçeres, el dicho día domingo que se contaron diez y nueve días del mes de febrero del dicho año de mill y quinientos y ochenta y nueve años, estando en la Plaça pública desta villa, en presençia de mj, el dicho notario público, pareçió presente Juan de Santiago, pregonero público, y dixo y pregonó en altas bozes quien quisiere hazer la obra de la yglesia del Calvario, reçebírsele a la postura en lo que justo fuere. E no ovo quien la pusiese en preçio. De que yo el notario doy fee. Juan Cordero notario (firmado y rubricado).

En la dicha villa de Cáçeres, estando en la Plaça pública desta villa domjngo que se contaron veinte y seis días del dicho mes de febrero del dicho, en presençia de mj, el dicho notario público y otras muchas personas, pareçió presente el dicho Juan de Santiago, pregonero público y dixo y publicó en altas bozes la dicha obra de en la manera que dicha es. Y no ovo quien la pusiese en preçio. De que yo el notario doy fee. Juan Cordero notario (firmado y rubricado).

En la dicha villa de Cáçeres, domjngo que se contaron çinco días del dicho mes de março del dicho, estando en la Plaça pública desta villa, en presençia de mj, el notario público y otras personas, pareçió presente el dicho Juan de Santiago, pregonero público y dixo y pregonó en altas bozes la dicha obra de en la manera que dicha es. Y no ovo quien la pusiese en preçio. De que yo el notario doy fee. Juan Cordero notario (firmado y rubricado).//

 Condiçiones

La orden que se a de tener para prosiguir el cuerpo de la yglesia del Santo Calvario, que se a de obligar el ofiçial o ofiçiales de hazer un arco toral conforme a la traça y forma que está aora hecho el primero arco de la capilla y a de sacar los pies derechos y prosigir con los estribos que aora está començados a fabricar por la parte de afuera, de suerte que suban de quadro tres quartas más altos que los del arco toral de la capilla que acabó Blas Martín Nacarino. Y a de hazer y prosigir las paredes del ancho y grueso questán començadas y subirlas en el peso y alto questán hechas las de la capilla de la media naranja aperpiñando y rrafando toda la obra que hizieren con piedras grandes y con buenas mezclas de cal y tierra la manpostería, mezclando tres espuertas de tierra y una espuerta de cal y a de hazer una media naranja de la forma questá la que hizo Blas Martín y el ancho ques desde lo estribos que aora están començados, de suerte que la media naranja vaya monteada por çima de los trasdoses conforme a la capilla questá acabada y a de ser de ladrillo con su tirantez y hecho en el mencal que tiene Bras Martín Nacarino y ase de dar esta capilla encalada y cortada de cantería falsa por de drento de dos manos y por de fuera rrebocada con cal y arena y las mezclas de cal y arena an de llevar dos espuertas de arena y una espuerta de cal; y trastexado toda la yglesia, ensopado todo el texado con cal y tierra. Y a de echar a toda la yglesia, así a lo que está hecho como a lo que aora se a de hazer un suelo de cal y arena y terraplenarllo a nyvel confome piden las gradas del altar del altar mayor; y a de maçiçar una puerta questá elexida a la parte del rrisco, quedando en ella un arco hecho a la parte de arriba de ladrillo para poder hazer la puerta cuando la confradía quisiere. Y a de hazer el ofiçial questa obra tomare a hazer una pared ençima de la puerta que llegue en el altor de la clara de todo el arco, que a de ser otro tanto como el arco que está hecho a la entrada de la capilla mayor de la media naranja questá hecha oy. Y esta pared a de ser de tapias de cal y tierra y adobes por la parte de la clave del arco, y de encalar esta pared por la parte de dentro y fuera blanca de una mano brunjda y del ancho y grueso la tapia de dos terçias toda la pared del arco toral y no a de cavar tierra njnguna de drento de la obra questá elexida para hazer la yglesia del Calvario ny por de fuera arrimado a las paredes, sino quatro varas apartado de todas las paredes questá començadas para hazer esta yglesia. Y ase de asentar todo el ladrillo con arena gruesa de los Arenales y encalar de grueso y delgado con arena del los dichos Arenales. Y a de comen//çar esta obra el ofiçial o ofiçiales que la tomaren desdel viernes diez y siete del mes de março deste año de ochenta y nueve y darla acabada todo para mediado del mes de mayo deste dicho año. Y a de dar la confradía la piedra que fuer menester para esta obra, quebrada al pie del rrisco, y a onde aora está, y todos los demás materiales y agua, cal y ladrillo y texa y arena an de poner los ofiçiales. Y la confradía les dará luego que se les rremate la dicha obra la mjtad del preçio en que se rrematare y la mjtad del lo que se le rrestare deviendo en estando hecha la mjtad de la obra y el otro cuarto rrestante luego questé hecha y acabada del todo toda esta obra que se le rrematare, de manera que la confradía no a de dar más que piedra quebrada como dicho es y el dinero en las pagas rreferidas y liçençia para quen las sierras del Colmenarejo y Sierra de Mosca corten çinquenta pies de alcornoques para mechinales. Y a de hazer demás de la obra ya rreferida el ofiçial un canpanil onde se a de poner una canpanilla a la manera questá puesta la canpanilla de la ermjta de San Marcos; y queste canpanil se haga ençima del arco toral y que se taña por de drento con una cadena, que la cadena dará la confradía. Y ase de rrematar esta obra jueves a diez y seis deste março a las seis de la tarde y se an de obligar de la dar hecha y acaba(da) toda la dicha obra al plazo y día arriba declarado. Y si no lo cunplieren, quel mayordomo que al presente es o fuer, a costa de los maestros en que se rrematare, pueda cojer dos ofiçiales con seis rreales de jornal cada ofiçial por cada día de trabaxo y quatro peones con jornal de dos rreales y medio cada peón y conprar todos los materiales en el preçio quel hallare cada cosa y acabar la obra y que pasarán y pagarán todo lo quel dicho mayordomo mostrare por su cuenta aver gastado conque sólo para averyguaçión del gasto, baste su juramento del dicho mayordomo, sin otra prueva nj satisfaçión alguna. Va entre rrenglones mediado mayo.  D. Lorenço de Ulloa Torres. Diego Durán (firmado y rubricado).

Pareçió Lorenço Martín Paniagua y dixo quel tomava y tomó a hazer la dicha obra conque la cofradía le dé trejnta y seis myll maravedís y que si otra persona se la baxar la confradía le dé dos myll maravedís de prometido y don Lorenço de Ulloa y Diego Durán le rrecibieron la postura y lo firmaron a 8 de março de 1580 y nueve años. D. Lorenço de Ulloa Torres. Lorenço Martín Paniagua (firmado y rubricado).//

En la dicha villa de Cáçeres, domjngo que se contaron doze días del mes de março de mill y quinientos y ochenta y nueve años, visto por el liçençiado Gabriel Gutiérrez de Prado, vicario en la dicha villa y juez de comisión en esta causa por su Señoría obispo de Coria, la postura de la dicha obra del Calvario y condiçiones con que se a de hazer, dixo aprovava y aprovó la dicha postura y la mandó publicar y señaló por día y ora de remate para la dicha obra este dicho día, a las çinco oras de la tarde, al primero to(que) del relox, reservando en sí el prorrogar el dicho remate, si le pareçiere conviene. Y ansí lo proveyó y mandó y firmó de su nombre, Gabriel Gutiérrez de Prado. Pasó ante mí, Juan Cordero notario (firmado y rubricado).

En la dicha villa de Cáçeres, el dicho día, mes y año susodicho, estando en la Plaça pública della asistiendo a rematar la dicha obra, el dicho liçençiado Gabriel Gutiérrez de Prado, vicario en la dicha villa y juez de comisión, y Christóbal de Ovando Paredes y don Lorenço de Ulloa Torres, comisarios e diputados de la dicha cofradía, y Diego Durán mayordomo della; y por ante mí, el presente, pareçió presente el dicho Juan de Santiago, pregonero público en la dicha villa y dixo y pregonó en altas bozes quien quisiere hazer la obra de la yglesia del Calvario, que está puesta en treynta y seis mill maravedís con dos mill maravedís de prometido, reçebírsele a la baxa que hiziere, sepan que se a de rematar a las çinco oras de la tarde, al primero toque del relox, con las condiçiones de la primera postura.

E andando en pregones la dicha obra, en la manera que dicha es, pareçió presente Jusepe Paniagua, veçino desta dicha villa e dixo que ponja e puso la dicha obra en treynta y un mill maravedís con mill de prometidos// y que, siéndole rematada la dicha obra conforme a la traza y condiçiones de la primera postura, hará escritura en forma y con fianças, a contento. Siendo testigos Blas Martín Nacarino y Juan Mateos, veçinos de la dicha villa de Cáçeres.

E por los dichos vicario y juez de comjsión, diputados y mayordomo fue reçebida la dicha postura y açetaron de dar el dicho prometido y mandaron publicar la dicha baxa y postura. Testigos los dichos.

E luego, pareçió presente el dicho Juan de Santiago, pregonero, e dixo y pregonó en altas bozes la baxa y postura de la dicha la obra. Y, andando en pregones, como dicho es, el relox dio e tocó las çinco oras de la tarde; y el dicho Juan de Santiago, pregonero, dixo buena pro le haga, con la qual se remató y quedó rematada la dicha obra con las dichas condiçiones en el dicho Josepe Paniagua, en preçio de los dichos treynta y un mill maravedís con mill de prometido, conforme a la postura e baxa que se hizo de suso contenida, por no aver quien hiziese más baxa. Siendo testigos Juan Olguín y Juan Gutiérrez y Françisco Ximénez Rubio y otras personas veçinos de la dicha villa de Cáçeres.

E luego, los dichos vicario y juez, y diputados y mayordomo dieron por rematada la dicha obra en el dicho José Paniagua, en el dicho preçio. Y lo firmaron de sus nombres. Tesigos los dichos. Gabriel Gutiérrez de Prado. Don Lorenço de Ulloa Torres, Christóval de Ovando. Diego Durán. Pasó ante mí, Juan Cordero notario (firmado y rubricado).

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1 Este trabajo forma parte de un proyecto de investigación propio y ha sido íntegramente costeado por el autor. La legislación civil y penal protegen al autor y castigan el plagio o fraude cometido por aquéllos que de forma sibilina no citan fuentes de donde extraen la información o a los autores que hayan publicado sobre el tema o asunto en cuestión.

2  A. D. C-Cc. S. M. Libro nº 119 (52): Cofradía de la Vera Cruz. Ordenanzas de 1521. Asiento de hermanos, cuentas e inventarios. 1546-1595. fol. 140v. Era mayordomo Toribio Sánchez Melón.

3  Véase MARTÍN NIETO, Serafín: “Esbozo para el estudio de las ordenanzas fundacionales de tres cofradías cacereñas” en XXVI Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo, 1997, págs. 295-312.

4 A. D. C-Cc. S. M. Libro 102. Op. Cit. Fols. 21 r y v. Las citadas son: Santa María de los Caballeros, San Miguel, Santa María del Prado, San Antonio de la calle Peña, Santa María la Vieja y Santa Marina.

5 Ibid. Libro 101. Op. Cit. Fol. 214. Cuentas de Sebastián Bravo Cantero (1709-1710): “Ytem. Es data sesenta y seis reales que valen dos mill quinientos ochenta y quatro maravedís, los mesmos que se gastaron y tubieron de costo las tres cruzes que se hizieron para el Calbario, de madera de alcornoque, por más durable, para que estén todo año puestas”. Ibid. Libro 100. Op. Cit. Fol. 49. Cuentas de Francisco Sánchez Valiente (1671-1672): “Yten. Da en data y se le pasan en quanta çiento y siete reales que costó la cruz questá en el Calvario, donde se haçe el descendimiento con hechura y madera”.

6  Ibid. Libro nº 102. Op. Cit.

7  Ibid. Legajo 5. Doc. 7.

8  A. H. P. Cc. Protocolos de Juan Romero. Caja 4.238. Año 1586. 24 de enero.

9  Ibid. Protocolos de Juan Romero. Caja 4.240. Año 1588. Consistían en una renta de yerbas en la dehesa de Palazuelo de Hernando Álvarez, que se remató en Pedro Alonso Golfín, y una casa al Cementerio de Santiago, que adquirió don Rodrigo de Godoy, con lo que volvió a su mayorazgo, pues su padre, el indiano Francisco de Godoy, había canjeado, en 1551, ambas propiedades a la cofradía de Santa María la Vieja por la ermita y hospital que ésta poseía, para incluirlos en el Palacio de Godoy que entonces se edificaba (A. D. C-Cc. S. M. Cofradía de Santa María la Vieja. Asiento de hermanos, acuerdos, cuentas y otros. Libro nº 94 (27). fol. 50v.).

10  A. H. P. Cc. Protocolos de Juan Romero. Caja 4.240. Año 1588. 11 de abril.

11  Ibid. 12 de junio.

12  Ibid. Protocolos de Pedro López. Caja 3.974. Año 1589.

13  Ibid. Protocolos de Francisco de Medrano. Caja 4.038. Año 1594.

14  Ibid.. Protocolos de Pedro López. Caja 3.974. Año 1589. Fol. 315v.

15  Ibid. Protocolos de Francisco de Medrano. Caja 4.038. Año 1594.

16  Ibid. Año 1593.

17  Ibid. Año 1594.

18  Ibid. Protocolos de Martín de Cabrera. Caja 3.967. Año 1602. Era mayordomo Francisco Hernández Marcelo; diputados nobles, don Francisco de Sotomayor y don Pedro Ovando de Saavedra; alcaldes, Francisco Tello, Jerónimo González, Cristóbal Hernández y Domingo Hernández; escriba- no, Bartolomé Delgado.

19  A. D. C-Cc. S. M. Libro 100. Op. Cit. Cuentas del Mayordomo Bartolomé Sánchez Rodríguez de 1663-1665: “Yten. Treinta y tres reales que pagó a Francisco Pérez Salamanca, carpintero, por hacer un guardavoz para el púlpito del Calvario”.

20  Ibid. Libro 101. Op. Cit. Fol. 51v.

21   Ibid. Fol. 59v. Cobró por su trabajo 1.448 maravedís. Para ayuda del coste, dieron limosna el sacerdote don Benito Ojalvo, el conde de la Enjarada, don Diego Durán de la Rocha y el escribano Martín de Colmenares.

22   Ibid. Fol. 63v. El arreglo de la ermita consistía en su limpieza y adornarla con colgaduras.  El mayordomo Alonso Pérez Tapia se gastó 48 reales en telas de bocací para embellecer la capilla (Ibid. Libro 100. Op. Cit. Fol. 30).

23   Ibid. Libro 101. Op. Cit. Fol. 196. Cuentas del mayordomo Cristóbal Paniagua  (1706-1708): “Yten. Es data mill dosçientos ocho maravedís que por diferentes cartas de pago pareze se an gastado de rreparos de teja, cal, madera, çerradura, clavos y una aldava y maestros en la casilla del Calvario”.

24   A. H. P. Cc. Protocolos de Gabriel Antonio Briceño de Muesas.Caja 3.609. Año 1623. Fols. 182- 183v. Sancho Sánchez figura como ermitaño del Calvario en una lista de hermanos de la cofradía del Espíritu Santo de 1579 (A. D. C-Cc. S. M. Libro nº 89: “Libro de la hermita y confradía del Espíritu Santo y sus hordenanças” Fol. 26).

25  A. H. P. Cc. Protocolos de Francisco de Medrano. Caja 4.038. Año 1593.

26  Ibid. Protocolos de Juan Vega el Viejo. Caja 4.424. Año 1627. 7 de julio. Andrés Sánchez falleció el 10 de julio de 1627, siendo enterrado en San Mateo (A. D. C-Cc. S. M. Libro nº 48. Difuntos. 1591-1668. Fol. 94v.).

27  A. H. P. Cc. Protocolos de Juan Vega. Caja 4.436.

28  A. D. C-Cc. S. M. Libro 101. Op. Cit. Fol. 73. El mayordomo Diego Gil Becerra (1696-1698) se descargó de 4.777 maravedís de arreglos en ambas ermitas y “compostura de las gradas” del Calva- rio.

29  Ibid. Fol. 181v. Cuentas del mayordomo Diego Conejero (1705-1706): “Yten. Çiento y treinta y seis maravedís de unos hierros que se izieron para las varandillas que se ponen en el Calvario”.

30   Ibid. Fol. 182. Cuentas del mayordomo Diego Conejero (1705-1706): “yten. Ocho reales, que valen doscientos setenta y dos maravedís, del costo de una pilita para el agua bendita que se tiene en el Calvario”.

31  Ibid. Libro 100. Op. Cit. Cuentas del mayordomo Alonso Pérez Tapia (1667-1669): “Yten. Cinquenta y siete reales de la hechura de unas vancas que se hiçieron para el Calvario”. Durante su segundo año: “Más beinte y cinco reales que pagé a Françisco Pérez Barquero, carpintero, por aderezar las vancas y puerta de la capilla de el Calvario”. Ibid. Libro 101. Op. Cit. “Yten. Da en dacta trezientos y seis maravedís por carta de pago de Juan Nevado por reparar los vancos y escaleras del Calvario, de todo recado”. Cuentas del mayordomo Pedro Hernández Duro (1720-1721). “Yttem. Es datta tres reales, que valen zientto y dos maravedís que en el dicho año destta quentta se gasttaron en madera y composttura de los bancos del Calvario”.

32  Ibid. Fol. 145. Cuentas del mayordomo Cristóbal Paniagua (1701-1702): pagode 170 maravedís “a el alatonero por conponer la lámpara de la hermita de arriva”.

33   Ibid. Fol. 327. Cuentas del mayordomo Alonso Rodíguez Bueso (1725-1727): “Ytten. Es datta quattro reales y medio de la compostura de las esteras que esttán en la capilla del Calvario”.

34  Ibid. Libro 100. Op. Cit. Fol. 23v.

35  A.H. P. Cc. Protocolos de Juan Guerra. Caja 3.882. Fols. 562-563v

36  A. M. Cc. Actas Capitulares. 1650-1653. Fols. 24-24v.

37  A. D. C-Cc. S. M. Libro 100. Op. Cit. Fol. 30v.

38  Ibid. Fol. 81v. y 84.

39 Ibid. Libro 101. Op. Cit. 1687-1744. Fol. 157v.

40  Ibid. Fols. 157v. y 198.

41  Ibid. Fol. 392.

42  A. D. C-Cc. S. M. Legajo 5. Doc. 15.

43  Ibid.

44  A. D. C-Cc. Solicitudes. 1820-1830.

45  Ibid. Solicitudes. 1860-1870.

46  Ibid. Libro 99 (32). Cofradía de la Soledad. Acuerdos. 1858-1880. Fol. 17v.

47  Ibid. Papeles por catalogar de San Mateo de Cáceres.

48  HURTADO, P. Op. Cit. Págs. 130-131.

49  A. D. C-Cc. S. M. Libro 100. Op. Cit. Desde antiguo hubo una imagen pequeña en la ermita. Así se deduce del siguiente asiento de las cuentas del mayordomo Bartolomé Sánchez Rodríguez del año 1664: “Yte. Ocho reales que se gastaron en clavos, alfileres para conponer la capilla del Calvario y vestir a Nuestra Señora, la grande y la pequeña”.

50  HURTADO, P. Op. Cit. Págs. 130-131.

51  A. D. C-Cc. Diario de Cáceres. Nº 1.262.

52  Con motivo de la bendición publicamos, dicho día, un artículo en el Periódico Extremadura, bajo el título de “Los inicios de la ermita cacereña del Calvario”.

53  A. D. C-Cc. S. M. Libro 102. Op. Cit. Fols. 4v-6. Los días que permanecía la Virgen en el Calvario, si el tiempo lo permitía, se oficiaba misa. Los franciscanos eran los encargados de celebrarlas, a razón de 6 reales en el Calvario, donde se disponía de los ornamentos necesarios. Cuentas del mayordomo Francisco Ojalvo (1716-1717): pago de 23.307 maravedís de “nueve onzas de galón de plata falso y otros recados que compró en la tienda de Pedro Julián Botel para hazer la casulla y frontal para la capilla del Calvario” (Ibid. Libro 101. Op. Cit. Fol. 248).

54  Ibid. Libro nº 102. Op. Cit.

55  Ibid. Fols. 17v-18.

56  Ibid. Fol. 21.

57  Ibi. Legajo 5. Doc. 10.

58  Ibid. Doc. 21.

59  Ibid. Libro 100. Op. Cit. Fol. 68v. y 70.

60  Ibid. Fol. 125.

61  Ibid. Libro 101. Op. Cit. Fol. 91.

62  Ibid. Fols. 144v. y 146.

63  Ibid. Fol. 335v.

64  A. H. P. Cc. Protocolos de Pedro Maderuelo Ojalvo. Caja 4.010.

65  A. D. C-Cc. S. M. Libro 100. Op. Cit. Fol. 29v. Cuentas del mayordomo Alonso Pérez Tapia de 1667 a 1669. En estos años, la cofradía entregó doscientos reales al licenciado Cotrina y a Pedro de Figueroa Carrillo para el arreglo de la urna.

66  Ibid. Fol. 121. Fol. 38. Cuentas del mayordomo Alonso Pérez Tapia, de 1669 a 1670: “da en data seis reales que pagó al tronpetero por que acuda a la proçesión del Viernes Santo”.

67  Ibid. Fol. 46v. Cuentas del mayordomo Francisco Sánchez Valiente (1671-1672): “Yten. Da en data y se la pasan en quenta çiento y treinta y dos reales que pagó a Benito de Herrera, ministril, por las proçesiones que asistió de Calvario y Resurrezión”.

68  La Cofradía tenía por costumbre pedir limosnas durante los días que la Virgen permanecía en el Calvario. Así lo reflejan las cuentas existentes. Por poner sólo un ejemplo, citamos las de Alonso Pérez Tapia (1669-1670): “Yten. Se le haçe cargo de ciento y veinte y un reales que se juntaron en los treçe días que Nuestra Señora está en el Calvario, así en la Fuente como en las demás partes”. (Ibid. Libro 100. Op. Cit).

69  Ibid. Libro 101. Op. Cit. Fol. 245v.

70  Ibid. Libro nº 102. Op. Cit. Fols. 22 y v.

71  Ibid. Legajo 5. Doc. 19.

72  Ibid. Stgo. Libro nº 79: Visita de la Yglesia de Santiago. 1726-1791.

73  Ibid. S. M. Legajo 5. Doc. 20.

74  BOXOYO, S. Op. Cit.. Pág. 103.

75  A. D. C-Cc. Stgo. Libro nº 79. Op. Cit.

76   La costumbre de que las mujeres visitasen a Virgen de la Soledad en el Calvario data de los tiempos del mayordomo Francisco Colmenares Nacarino (1675-1679), quien solicitó la pertinente licencia del obispo fray Francisco Sarmiento: “Yten. Da en data quatrozientos y ocho maravedís que gastó en sacar un despacho del señor provisor de Coria para que las mugeres fuesen a el Calvario” (Ibid. S. M. Libro 100. Op. Cit. Fol. 85v.).

77  A. H. P. Cc. Real Audiencia, Caja 226, expte. 54.

78  HURTADO, P. Op. Cit. Págs. 126-127.

79  A. D. C-Cc. Solicitudes. 1860-1870.

80  Ibid. S. M. Libro 100. Op. Cit. Fol. 39. Cuentas de Alonso Pérez Tapia (1669-1670). “yten. Da en data çinquenta y un reales que pagó a Françisco Pérez, carpintero, por adereçar el sitial donde se pone el sepulcro y la cruz que se hiço para el Calvario”.

81  Ibid. Libro 101. Op. Cit. Fol. 182. Cuentas del mayordomo Diego Conejero (1705-1706): “Yten. Quatrozientos y ocho maravedís de el gasto que hizo en el Calvario de vino y viscotelas para los desayunos del capellán y agasajo a los predicadores los días que predicaron”.

82  Ibid. Fol. 312. Cuentas del mayordomo José Aragonés (1724-1725): “Ytten. Es datta seiscienttos y ochentta maravedís que pagué en el dicho año de lo que unporttó la comida que se dio a los oficiales de dicha cofradía en los dos días que colgaron y descolgaron la capilla del Calbario”.

83   Ibid. Fol. 353v. El mayordomo Juan Sánchez (1730-1731) pagó 267 reales por “componer la casa del agua del Calvario” y otros 20 por “quarentta y seis cargas de agua para el Calvario”.

84  Ibid. Libro 100. Op. Cit. Cuentas del Mayordomo Bartolomé Sánchez Rodríguez de 1663-1665. Francisco Sánchez Valiente (1671-1672) pagó 41 reales y 20 maravedís “Domingo, aguador, del agua que llevó a el Calvario Domingo de Lázaro y Viernes Santo”. Ibid. Libro 101. Op. Cit. Fol. 425v. Cuentas del mayordomo Vicente Acebes, de 1742 a 1744: “Ytten. Es datta quatro reales vellón que se gasttaron en dichos dos años en las ollas y cantarillas que se gastaron en el Calvario”. Alonso Montero (1734-1736) pagó 7 reales en comprar dos tinajas (fol. 373v.).

85 Ibid. Legajo 5. Doc. 25. Las Ordenanzas de 22 de noviembre de 1878 aún preceptúan la celebración del Descendimiento

86  HURTADO, P. Op. Cit. Págs. 129-130.

87  A. D. C-Cc. S. M. Libro 101. Op. Cit. Miguel Digán (1736-1737), pagó 5 reales por el arreglo del mal ladrón. Vicente Acebes (1742-1744): “sesentta reales vellón que se pagaron por la composttura del mal ladrón” y “cinquentta y cinco reales vellón que se pagaron los dichos dos años de esta quentta por conponer las cruzes de los dos ladrones” (fols. 424 y v.).

88   BIBLIOTHÈQUE NATIONALE DE FRANCE. ROSWAG, A. : Nouveau guide du touriste en Espagne et Portugal. Itinéraire artistique. J. Laurent et Cia. Madrid et Paris, 1879. Pág. 276. “Añadamos, finalmente, que, muy cerca de la villa, se eleva el santuario de Nuestra Señora de la Montaña y, en frente, se alza la montaña del Calvario, donde, hasta hace muy poco tiempo,del mismo modo que se practicaba en diversas ciudades de Portugal, se representaba al natural, durante la Semana Santa, la escena del Gólgota. Una cofradía penitencial se repartía los diferentes papeles y se llevaban a cabo, entonces, todas las escenas de la Pasión de Cristo, desde el Prendimiento hasta su Crucifixión y Entierro. El que actuaba de Señor era fijado a la cruz que se erguía en la cima del Calvario, entre el buen y el mal ladrón. En el momento solemne, y cuando el Sacrificio supuesta- mente se había consumado, se veía avanzar, en medio de los abucheos y de los silbidos de la multitud, un individuo vestido de caballero romano, montado en un caballo blanco y armado de una lanza: venía a hacer el simulacro de atravesar de una lanzada el costado del Salvador, para asegurarse de que estaba realmente muerto. El papel de este caballero era visto tan ignominioso que el que lo realizaba, no se atrevía a presentarse sin el rostro tapado, y, a menudo, era necesario pagar, con dinero, al actor que accedía a representarlo. Hay que tener en cuenta que casi todas las ciudades y pueblos de España poseen, extramuros y sobre la colina más cercana, lo que se llama el Calvario o Via Crucis: es allí donde, durante la Semana Santa, se hacen las estaciones de la Cruz y donde se celebraban antiguamente, sin duda, escenas semejantes, proscritas hoy, por motivo de los episodios poco edificantes a que daban lugar estas mascaradas”.

Oct 012011
 

Serafín Martín Nieto

La actual carretera de la Montaña fue durante varios siglos denominada como camino del Calvario, por cuanto era allí donde fenecía antes de la erección de la primera capilla de la patrona de Cáceres.

En medio de un paisaje agreste, poblado de alcornoques, pinos2, castaños3 y olivos, se levantaron una serie de ermitas: San Marquino, el Amparo, el Calvario y, más arriba, la Montaña. Jalonaban el sendero las catorce pétreas estaciones del vía crucis, que servían de fervoroso reposo a los fieles que se encaminaban por esta empedrada ruta, muy frecuentada, antaño, en los trece días que la imagen de Nuestra Señora de la Soledad permanecía en el Calvario; y en la actualidad, por devoción a Nuestra Señora de la Montaña.

Para facilitar la carrera de las procesiones y la afluencia de los fieles, era imprescindible que el camino estuviese transitable. El trayecto entre la Fuente del Concejo y San Marquino discurría por el denominado empedrado “viejo”. El 1 de noviembre de 1604, habiendo concluido en 1602 la reedificación del Calvario, Benito Pavón Bravo, mayordomo de la cofradía de la Soledad, concertó con Pedro Prieto, natural de Hoyos, y el cacereño Pedro García Gata, la continuación del mismo “hasta la çerca de Gonçalo Hernández, que de presente es de don Pedro Rol de la Çerda, depositario, hasta el cabo della, a rraíz del camino hasta una peña gorda”, conforme a las siguientes condiciones: “que cada diez varas a de echar una cadena de piedra gorda y a los lados a de llevar cadenas de piedra gorda y fuerte”; “que an de quebrar e allanar todas las piedras que estuvieren en el dicho camino que se a de enpedrar, de manera que quede llano y a contento del dicho Blas Martín”. La piedra, cal y demás materiales corrían por cuenta del empedrador. El mayordomo se obligaba a abonar, cada sábado el trabajo semanal realizado a razón de 18 maravedís “por cada vara de media en quadra”. Una vez concluida la obra y tasada por Blas Martín Nacarino, se les satisfaría el total del valor más tres ducados de prometido4.

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Lám. 1. El camino de la Montaña, poblado de viñas antes de la plaga de filoxera. Foto Domingo Muriel

La cofradía de la Soledad siempre tuvo buen cuidado de que el camino estuviese en perfectas condiciones5. El mayordomo Alonso Rodríguez Bueso (1725-27) mandó repararlo: “Yttem. Es datta dozienttos y veintte reales que valen siette mill quatrozienttos y ochentta maravedís, los mismos en que se ajusttó el empedrado camino del Calvario, como constta de la conttratta y pago que se hizo a el maesttro”6.

Así quedó configurado el camino del Calvario hasta que 1896, el entonces mayordomo de la cofradía de la Montaña, don Santos Floriano acometió el, por muchos motivos, controvertido proyecto de la carretera. El 23 de octubre de dicho año, don Publio Hurtado se acercó a ver las obras iniciadas dos meses antes “para apreciar su importancia y trascendencia, enterándome entonces de que la antigua calzada había desaparecido por completo hasta más allá de la ermita del Amparo, ya profundizándola muchos metros, ya construyendo sobre ella elevados terraplenes” cortando todas las servidumbres de paso. Acto seguido, se personó en el Ayuntamiento, “con el que presumía se había contado”, para informarse del terraplén que se había iniciado entre el Amparo y el Calvario. Por ello, el 31, instó a la corporación a que se respetasen los derechos de los propietarios, muy anteriores a la existencia de la ermita de la Patrona, al tiempo que lamentaba la destrucción del “camino de penitencia”. En sesión de 5 de noviembre, el Ayuntamiento ordenaba al señor Floriano que se respetasen las servidumbres, que las vertientes de las aguas no perjudicasen, y sobre todo que se informase al arquitecto municipal, a quien la cofradía había encargado el anteproyecto, para que hiciese observar el acuerdo. El 12, el Ayuntamiento requería con urgencia al mayordomo el nombre del facultativo que dirigía las obras7.

A comienzos del siglo XXI, se la dotó de la actual configuración.

Inherentes a esta vía sacra, son las cruces. Documentadas ya en 15918, el 8 de abril de 1615, el obispo don Pedro de Carvajal y Girón concedió “a todas las personas que visittaren las cruzes de la esttazión de el Calvario en cada una quarentta días de verdadera yndulgenzia”9.

Muchas de ellas fueron donadas por devotos. Por ejemplo, en 1619, Francisco Jiménez y su mujer Juana Pérez mandaron levantar una junto al Amparo, de la que trataremos después. Pedro González Pantoja, en su codicilo de 20 de abril de 1671, dispuso: “que, en el camino del Calvario de esta villa, en el sitio que la dicha villa le diese liçençia, se ponga a su costa una cruz de cantería”10.

La cofradía se encargaba de su mantenimiento, como reflejan las cuentas del mayordomo Diego Alonso Merino (1698-1699): “Yten. Da en dacta ciento dos maravedís que se gastó en conponer una cruz que se estava caiendo camino del Calvario”11.

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Lám. 2. (Fot. Serafín Martín)

En principio, no había uniformidad en las mismas, sino que cada una era de una materia diferente. Al mayordomo Francisco Sánchez Valiente (1671-1672) pagó 17 reales “a Alonso Gonçález de Meneses, carpintero, de hazer una cruz camino del Calvario”12. Entre 1675 y 1679, el mayordomo Francisco de Colmenares encargó al herrero Sebastián del Moral una cruz de hierro13.

Por diversas causas, han sido renovadas en distintas ocasiones. Unas veces, por fenómenos naturales, como el huracán que desoló gran parte de Cáceres el 30 de septiembre de 167214. Competió al mayordomo Francisco Sánchez Valiente (1673-1674) volver a levantarlas, para lo que primeramente recogió dinero: “Yten. Se le haçe cargo de veinte reales que dio de limosna la mujer de Juan Paramás para ayuda adereçar la cruz de camino del Calvario quando se cayeron con el ayre”. La restauración la llevó a cabo el albañil Juan González, quien cobró 100 reales por su trabajo más otros 50 “por el adereço de las cruçes de çapateros y curtidores”15. De lo que se colige que, al menos algunas, fueron sufragadas por los gremios.

En otras ocasiones, lamentablemente, han sido los gamberros quienes las han derribado.

1. NOTICIAS HISTÓRICAS ACERCA DE LA ERMITA DEL AMPARO

El conocimiento cabal de la historia de las cofradías y ermitas cacereñas se ve limitado a consecuencia de la escasa diligencia de algunos de sus escribanos (secretarios en la terminología actual) que, con demasiada frecuencia, o bien omitieron reseñar los acontecimientos, decisiones, fastos y demás hechos relevantes, o bien, los despacharon con escuetas referencias que, si entonces eran de clara inteligencia para todos, hoy resultan, cuando menos, de dudosa interpretación. A una negligente custodia de los archivos documentales de nuestras hermandades hay que achacar el extravío, deterioro, destrucción y, en resumidas cuentas, la pérdida de una documentación rica y, sobre todo, esclarecedora del origen de estas congregaciones católicas que han contribuido, de manera decisiva, al incremento del patrimonio religioso, cultural, artístico y tradicional de nuestra ciudad.

Recogidas en los autos de algunos de los pleitos, a veces bastante ruidosos, que, en perjuicio de sus precarias economías, se veían obligadas a entablar para solventar los entonces frecuentes conflictos de intereses, subsisten noticias concernientes tanto a los hechos encausados como a otros coetáneos y/o anteriores. El azar ha querido que, gracias a una de estas desavenencias, podamos conocer parcialmente las etapas constructivas de la ermita del Señor del Amparo16.

La primera interrogante que se nos plantea es la relativa al momento de su erección y al porqué de su edificación en dicho lugar. Resulta imposible ofrecer una fecha concreta, pero se puede conjeturar que sus comienzos dependerían de la existencia del Calvario, al borde de cuyo camino -actual carretera de la Montaña- se alza. Inevitablemente, como en un círculo vicioso, surge la misma pregunta, ¿de cuándo data la del Calvario? Como veremos, la contratación y finalización de las obras del actual edificio están documentadas, sin embargo, con anterioridad se ubicaban allí tres cruces.

En 1619, Francisco Jiménez y su mujer Juana Pérez, mandaron labrar una cruz de cantería, cuyo pedestal, conservado hoy en la primera capilla del santuario de la Montaña, estuvo empotrado en una esquina de la ermita del Amparo. La inscripción reza así:

CRISTO TENDIDO, DESCOYUNTADO Y ENCLAVADO EN LA † ESTA † MANDO HACER FRAN(cis)CO JI(méne)Z Y SU MUJER JU(an)A PEREZ. AÑO DE 161917.

Su emplazamiento y el hecho de faltarle la cruz, indujo al padre fray Ángel Ortega al error de considerar dicha fecha como la de la erección de la ermita del Amparo18, cuya actual estructura es el resultado de la agregación de dos nuevas capillas a un humilladero que, en fecha indeterminada -con anterioridad a 1664 no se conservan las cuentas de la cofradía de la Soledad19-, construyó esta hermandad en un rellano que sirve de descanso a los peregrinos que, habiendo recorrido ya la empinada cuesta que comienza en Fuente Concejo, emprenden el último y más pronunciado repecho antes de su destino.

De dimensiones muy reducidas, en él se veneraría presumiblemente la santa cruz. Gracias al hecho de que en el transcurso de las sucesivas obras de ampliación, no se derribó ninguna de las construcciones anteriores, se ha conservado este primitivo humilladero.

Las tres fases están constatadas documentalmente e, incluso, son apreciables a simple vista. A este respecto, el plano que se acompaña, es claramente ilustrativo.

De arquitectura popular, sin estilo artístico definido, presenta en su interior una pequeña bóveda de aristas; en el exterior, dos estribos semicirculares soportan el empuje de la cabecera, plana. De mampostería, la pobreza de los materiales, visible antes de las últimas obras, ha quedado oculta bajo el moderno encalado, con lo que ha ganado en uniformidad el conjunto. Recrecido, sirvió de altar mayor a la segunda capilla. Una vez erigida la tercera y actual, las dos primeras se habilitaron como sacristía y, posteriormente, como almacén de trastos viejos, hasta que la restauración 1992 la devolvió a su uso primigenio.

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La prolongación del primitivo humilladero no se debió a la iniciativa de la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, su propietaria, sino a la piedad del cacereño Diego Durán de Figueroa, quien, habiendo adquirido la imagen de un Nazareno, quiso rendirle culto público.

Pertenecía a una familia hidalga, los Durán de Berrocal, feligreses de San Juan, donde tenían sus enterramientos, fundaron capellanías y obras pías. Entre sus miembros abundaron los abogados y los sacerdotes, de cuya genealogía trataremos en otra oportunidad.

Diego Durán de Figueroa no fue licenciado, como erróneamente se afirma en los autos del pleito. Debe de tratarse de una confusión con alguno de sus muchos primos, que sí lo fueron, y al hecho de que cuando se suscitó el problema de la posesión de la ermita, habían transcurrido cerca de veinte años desde la fecha de su muerte. En realidad, en ninguno de los documentos de su tiempo, tampoco en la partida de su entierro, se le atribuye tal condición. Además, los datos conocidos nos confirman todo lo contrario.

Francisco de la Cadena Samuscado, abogado del licenciado Francisco Durán de Berrocal, aseveró en el pleito, de un modo manifiestamente interesado, como ya analizaremos, que Diego Durán no sabía escribir. Sin embargo, tanto el testamento como una cédula testamentaria llevan estampada su firma, que reproducimos. Los trazos rudimentarios de la misma evidencian una escasa destreza para la escritura. Similares dificultades presentaba para él la lectura, a tenor de la afirmación del referido letrado: “sólo sabía leer aunque muy mal”20. En cambio, tenía conocimientos de música. Sustituyó a Pedro de Mohenas como organista de la iglesia de San Mateo, empleo que ejerció desde 1674 hasta su muerte, sobrevenida en 168221.

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En 1671, reunida la cofradía de la Soledad el 2 de julio, festividad de Santa Isabel, como preceptuaban sus ordenanzas, para, después de celebrada la fiesta principal, proceder a la elección del mayordomo, cargo que recaería en Francisco Sánchez Valiente, y siendo diputados caballeros por el estado noble don José de Ovando y don Gutierre Espadero de Saavedra; diputado mayordomo Alonso Pérez Tapia; alcaldes viejos Juan Martín Barreras y Luis Hernández; y nuevos, Diego Nevado y Diego Sánchez Picapiedra, “acordaron y mandaron que por cuanto el licenciado Diego Durán, vecino de esta villa, el susodicho ha traído a esta villa una echura de un Santo Cristo Nazareno y pretende que el Santo Cristo de ponerlo en el humilladero que esta cofradía tiene en el camino del Calvario, alargando la dicha ermita de forma que el Santo Cristo esté con toda decencia, y que, por todos los días de la vida del dicho Diego Durán, ha de correr el cuidado de la dicha ermita y la limosna que juntare ha de ser para él en su tiempo y después de su fallecimiento, ha de quedar la imagen del Santo Cristo y ermita para la dicha cofradía; y que el susodicho ha de tener obligación de alumbrar el Santo Cristo y, por si acaso se ofreciere el sacar la dicha imagen de su casa por alguna necesidad, ha de dar cuenta de ello a la dicha cofradía y en esta conformidad lo acordaron y firmaron”22.

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Erróneamente se viene afirmando que Diego Durán de Figueroa sólo trajo la cabeza y las manos. Incluso, en la página web de la Cofradía23, trufada de errorres, se muestra una hornacina como el lugar donde se colocó el supuesto busto. Todo es debido a una errónea lectura de la palabra “echura”24, es decir imagen.

Se desconoce el autor de este Nazareno. Las fuentes, tan escuetas casi siempre, señalan que Diego Durán lo trajo de fuera, pero no indican el lugar de procedencia. Estilísticamente, presenta grandes similitudes con el denominado antiguamente Cristo del Pardo de la parroquia de San Juan Bautista y, hoy, de la Buena Muerte. Este crucificado, como anotó Bartolomé Sánchez, gracias a las limosnas recaudadas por doña Inés de Vargas, se adquirió en 1661 en Salamanca25. Tal vez, el Nazareno del Amparo se deba al mismo escultor o a alguno de los talleres entonces existentes en dicha ciudad castellano-leonesa con anterioridad al establecimiento de los Churriguera. Se trata de una imagen de tamaño natural, de vestir, de candelero. Sólo tiene encarnadas las partes talladas: la cabeza, los brazos hasta la altura de los codos, y las piernas desde las rodillas a los pies; el tronco aparece tan sólo desbastado. La unión entre el cuerpo y las piernas se resolvía, traumáticamente, por medio de un bastidor hasta su remodelación por Antonio Fernández Domínguez, escultor afincado en Cáceres. La cabellera y las manos presentan gran sencillez en su ejecución, con cierto hieratismo en el movimiento conferido a ambas partes. Ciñe corona de espinas. De expresión serena, sin excesos de patetismo, la imagen, en su conjunto, resulta harmoniosa y bella.

Bartolomé Sánchez Rodríguez, testigo de excepción de muchos acontecimientos relacionados con la vida de nuestras cofradías a lo largo del siglo XVII, pues, no en vano, fue mayordomo de varias, entre ellas de la Soledad en 1664, refiere, en sus especies de anales, la entronización de la imagen en el primitivo humilladero26. El 3 de abril de 1672, Domingo de Pasión, la tradicional procesión de traslado de Nuestra Señora de la Soledad al Calvario se vio alterada con la incorporación a la misma del Cristo del Amparo, que iba a ser colocado en dicho humilladero. El cortejo no debió de ser muy distinto del que tuvo lugar en la tarde del domingo 28 de febrero de 1993, con ocasión del regreso del Señor a su ermita, tras las obras de restauración, depués de haber permanecido durante tres años en el altar del Cristo de la Encina de San Mateo.

Volviendo al relato de su entronización, una vez llegados al humilladero, la cofradía de la Soledad dio por cumplido, sin más, su cometido, prosiguiendo el cortejo hasta el Calvario, como se afirmaría años después: “y luego que se volvió la dicha ymajen a la dicha ermita concluida la prozesión, se volvió y sus ofiziales sin entrar en la dicha ermita a disponer lo que havía que disponer ni poner a la ymajen en su sitio, a que se quedó mi parte como se vio públicamente”27.

Y en él permanecería durante las obras de ampliación, que a sus expensas acometió Diego Durán. Tres años más tarde, el 9 de abril de 1675, se celebró su bendición. Francisco Mayorga, vicario de la villa, ofició la primera misa.

Esta segunda ermita, como hemos apuntado anteriormente, dejó intacto el primitivo humilladero, que se habilitó como altar del Santo Cristo. Las obras acometidas por Diego Durán de Figueroa consistieron en el adosamiento de un nuevo edificio, de planta cuadrada, con tejado a cuatro aguas, sobre el que se yergue una sencilla espadaña, terminada en vano de medio punto, que alberga el esquilón. En su interior, ofrece cúpula de media naranja.

La luz penetraba por un vano abocinado, que se conserva, debajo del cual se emplazaba la adintelada puerta de acceso, que, desde la mayordomía de Juan Lancho (1708-1709), se halla cegada. En las cuentas de la cofradía de la Soledad referentes a dicho ejercicio, figura el siguiente asiento: “Yten es data docientos zinquenta y cinco maravedís que costó el tapar una portada de la ermita del Santo Christo del Amparo”28. Su existencia ha quedado patente en el transcurso de las obras de restauración, si bien se ha vuelto a tapiar.

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Lám. 7. Primitivo humilladero y ampliación de Diego Durán. Foto: Serafín Martín

Pero Diego Durán de Figueroa, no se conformó con esta amplición, sino que emprendió la edificación de la tercera y actual capilla, que no llegaría a ver concluida.

El 19 de julio de 1682, estando ya enfermo, otorgó testamento ante el escribano Gabriel Antonio Briceño de Muesas. Nombró como testamentarios a sus primos los licenciados don Benito Durán de Berrocal, cura rector de San Juan, y al abogado don Francisco Durán de Berrocal (de quien trataremos más adelante por haberse arrogado el patronato sobre la ermita hasta que lo recuperó la cofradía de la Soledad), así como a su pariente Andrés Hernández de Tejada.

Con el remanente de sus bienes mandó fundar una memoria de misas laicales, cuyo primer capellán habría de ser su primo el citado abogado Francisco Durán de Berrocal, al que sucedería en el patronato la hermana de éste, Francisca Durán de Berrocal y sus descendientes; y a falta de estos, su sobrina Inés Flores de Vargas, hija de don Juan Flores de Vargas y de doña María de Berrocal, y a falta de todos ellos la iglesia de San Juan, con la obligación de mandar decir por su alma trece misas rezadas en la ermita. Mientras no estuviese concluida la obra de la ermita, se habrían de decir en San Juan. A esta memoria vinculó las tres casas que poseía y una huerta con olivos cerca de la desaparecida ermita de San Lázaro. Cumplidas las mandas testamentarias, el remanente de sus bienes muebles, se emplearía “en acabar de hacer la ermita del Santo Cristo del Amparo hasta donde alcanzare y si no se pudiere acabar con ellos, se quede en aquel estado”.

El 24 de dicho mes y año, redactó un codicilo por el que legaba varios bienes y derechos a la ermita: “Yten declaro me deve dicho señor don Diego de Aponte quinientos ladrillos que le presté. Mando se cobren para la obra del Santo Christo, que en mi testamento tengo mandado se acabe”. Para la celebración de la santa misa, dejó un cáliz de plata: “Yten declaro que yo tengo un cáliz de plata empeñado en cincuenta y cinco reales en casa de doña Clara de Ribera, mando se desempeñe y que se dé al Santo Cristo del Amparo para que esté en su ermita perpetuamente, sin que se pueda servir con él en otra parte, porque quiero esté en dicha ermita guardado debajo de llave. Y esto se haga estando dicha ermita perfecta y acabada”.

Aunque en un primer momento dejó para adorno de la ermita dos cuadros, uno de la Magdalena y otro de San Jerónimo, posteriormente se arrepintió de la donación y la revocó29.

El 30 de julio, Diego Durán de Figueroa fue enterrado en la iglesia de San Juan. Su partida de defunción reza así: “En treinta días de el mes de julio de mil y seiscientos y ochenta y dos años se enterró en esta yglesia parochial de Señor San Juan Baptista de esta villa Diego Durán de Figueroa, mozo soltero. Recibió los santos sacramentos y otorgó su testamento en diez y nueve de julio de 1682 por ante Gabriel Antonio de Muesas escrivano de esta villa. Testamentarios el lizenziado Benito Durán y el lizenziado Francisco Durán y Andrés Hernández de Texada”30.

El 13 de agosto de 1682, ante el citado escribano, se levantó el inventario de los bienes de Diego Durán de Figueroa. No poseía un gran ajuar en su casa. Los muebles eran escasos: un cofre, un ropero, una cama de madera pequeña, dos lámparas, una mesa grande, un banco y otro que tenía en la ermita. Más abundantes eran las imágenes y cuadros: una Virgen del Carmen grande, una Santa Verónica grande, una Santa Verónica pequeña de marco muy maltratado, un cuadro pequeño de San Juan de Dios viejo, una estampa de papel de un Crucifijado y otra cuyo motivo no se especifica, un retablo de una Verónica pintada en tabla viejo, un Niño Jesús pequeñito metido en su caja, un retablo de un Santo Cristo viejo, dos fruteros pintados. Guardaba también unos manteles de lienzo con puntillas y dos mangas de lienzo con puntillas del Santo Cristo. Como curiosidad, poseía quince cajas de cuerno para tabaco y un monocordio que había prestado al organista de Santa María31. No hay que olvidar que durante algunos años Diego Durán fue organista de San Mateo, cuya Fábrica parroquial aún le adeudaba dinero de su salario.

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Lám. 8. (Fot. Serafín Martín)

En el transcurso de la visita girada el 30 de julio de 1686 a la parroquia de San Juan, el licenciado don Juan López Higuero anotó que se habían cumplido ya las misas dispuestas en el testamento de Diego Durán de Figueroa, pero faltaba acabar la ermita con los bienes muebles y fundar la memoria de misas con los raíces32.

La imagen pronto contó con sus devotos. El 4 de octubre de 1679, doña Isabel de Perero Carvajal y Torres Holguín, madre de don Juan de Sande Carvajal, entre sus últimas voluntades dispuso que “se dé al Santo Christo del Anparo un velo de tafettán de la color que pareçiere a mis testamentarios”33. El 19 de enero de 1683, el malpartideño Miguel Sánchez Holguín dejó mandado en su testamento lo siguiente: “Yten es mi voluntad se digan al Santo Cristo del Amparo dos misas reçadas y se dé a dos reales de limosna”34. El 24 de marzo de 1691, doña Jimena de Mayoralgo, viuda de don Antonio José Becerra Monroy, ordenó que, entre muchas otras, se le dijeran nueve misas en el Cristo del Amparo35. El 7 de octubre de 1695, Isabel la Gabriela, mujer de Pedro Lunar encargó por su alma una misa al Cristo del Amparo por la limosna que se suele dar por decirla en su ermita36.

Francisco Durán de Figueroa, abogado, fue el encargado de acabar la tercera y última capilla. Hijo de Pedro Jiménez Vicioso y de Ana Durán de Figueroa, había nacido el 8 de diciembre de 1648, siendo bautizado en la parroquia de Santiago el 20 de dicho mes y año37. Casó en San Juan, el 14 de diciembre de 1696 con Isabel Juárez de Paniagua, hija de Juan Sánchez Moreno y de María Sánchez la Paniagua difuntos38.

Asistiendo a todo lo necesario de reparos que se han ofrecido a dicha ermita, (habiendo) perfeccionado y acabado la obra como hoy se halla”, gozó en pacifica posesión del patronato desde 1682 hasta que en 1700 el franciscano fray José de Aguilar solicitara licencia para hacer una procesión general de penitencia, “ por quanto mañana domingo que se contarán veinte y quatro del corriente, se a de hazer procesión de penitenzia por las calles públicas desta villa en remate de la misión que en la yglesia de Santa María la Maior de la dicha villa”, “se a determinado salga la ymagen de Nro Sr. Con la Cruz a cuestas, que se diçe del Lamparo y está en su hermita en el camino del Santo calvario, para loq ue se a de traer a la dicha yglesia de Santa María de donde a de salir la dicha proçessión”. La cofradía de la Soledad pretendió que se le solicitase a ella la licencia para sacar la imagen en procesión, conforme a la obligación suscrita por Diego Durán de Figueroa en 1672. Francisco Durán alegó tanto sus derechos de patronato, como que la cofradía en esos veinte años no se había ocupado para nada de la ermita “y sienpre a estado a mi quenta teniado (sic) una muger que le asista a su aseo y linpieza”.

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Lám. 9. (Fot. Serafín Martín).

Además, el cura de San Mateo, licenciado don Benito Tostado, suscitó una nueva disputa so pretexto de que él debía presidir la procesión por estar radicada en su parroquia la cofradía. Por su parte, don Alonso Domínguez Ribero, párroco de Santa María, aducía que la ermita se circunscribía a su colación “por estenderse asta Nuestra Señora de la Montaña”. El Provisor, don Miguel Gavaldón, salvando los derechos de las partes, ordenó llevar el Cristo a la procesión, con la asistencia de la cofradía con sus estandartes e insignias, so pena de excomunión y de 50 ducados para la guerra contra los infieles a quien impidira o perturbase este decisión. Y dado que saldría de Santa María, presidiría su párroco.

El 9 de febrero de 1700, Francisco de Córdova Samuscado, abogado de Francisco Durán, desmintió la certeza del traslado del acuerdo entre la cofradía y Diego Duran, alegando que no lo firmó puesto que “sólo sabía leer, aunque muy mal” y “que la dicha cofradía no pudo disponer expezialmente en lo que tocó a alargar el humilladero antiguo porque quien havía de dar lizenzia para ello havía de ser esta villa y su Ayuntamiento por ser el sitio suio y la cofradía no pudo disponer ni hazer grazia para sí de tierras agenas y públicas y a lo que más se pudo alargar fue a lo que estava edificado, y que era humilladero, que era una cosa muy corta y estrecha a que añadió el fundador una capilla bastante capaz, y oy mi parte le a trasladado a una yglesia maior que no es acesoria ni dependiente de el primer humilladero, y oy es prinzipal y no açesoria” No obstante, el licenciado Durán de Berrocal “se hallana a dejar a dicha cofradía sólo el humilladero que fue suio para que en él pueda poner la ymajen que le corresponde y también a que en dicha ermita no se pedirá limosna, ni se pondrá messa para ello en los treze días que Nuestra Señora de la Soledad asiste en el Calvario ni en el demás tiempo y que el que ubiere de dar la limosna sea voluntaria y sin pedirla en dicho sitio, con lo qual no se le haze perjuizio a la dicha cofradía y en sustanzia por este medio viene a conseguir lo que pretende, que es la causa final”.

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Lám. 10. (Foto: Manuel Hurtado Muro. Gentileza de la familia.

El 13 de septiembre de 1701, el visitador del obispado, licenciado Hermenegildo Prieto Giraldo accedió a la petición del procurador Francisco de Colmenares. en nombre de la cofradía de la Soledad y de su mayordomo Cristóbal Paniagua de que se le entregara la llave de la ermita que estaba en poder de Isabel Jiménez la Cotrina, hija de la difunta ermitaña Catalina Jiménez la Cotrina39, y de que se levantara inventario, por temor a que desapareceran las alhajas y ornamentos existentes.

Al día siguiente, “estando en la hermitta del Santtísimo Christo del Amparo, estramuros desta villa, en cattorze días del mes de septtiembre de mill setteçienttos y un años, Diego Pérez Anttúnez, ministtro de la Corona y antte mí el presentte nottario, hiço ymbenttario de las alaxas que en dicha hermitta se allaron, con asisttençia de Christtóval Paniagua, mayordomo de la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, que son las siguientes:

Lo primero la ymagen de Jesús Nazareno. Dos túnicas y dos camisas de su magestad, un fronttal de garanbainas, unos mantteles con encaxes, un tafettán blanco, ottros mantteles con unos encaxes pequeños, dos candeleros de azófar. Una cruz pequeña de madera. Un quadro de la Magdalena pequeño. Yna ymajen de Nuestra Señora del Carmen. Ottro fronttal de garanbaina, ottros mantteles, ottro tafettán blanco, una cruz pequeña de madera, un çielo de raso azul; dos tafettanes listtados y quattro tafettanes de quartterones de red, que es la colgadura que está en dicha hermitta, todos biejos. Una corttina de velillo negro, ottra de tafettán encarnado de la ymagen de Nuestro Señor. Seis laminittas de diferenttes pintturas. Una lámpara pequeña de azófar, dos corttinas del alttar de Nuestra Señora del Carmen. Un ara, un attril, dies marilleteros con sus pies. Y en dicha hermitta no se hallaron más bienes, la qual se zerró y ttraje la llave para enttregarla a su merçed. Y dicho ministro lo firmó. Doy fe. Enmendado garambaina. Diego Pérez Antúnez, Antte mí, Pedro Fernández de Solís,  firmado y rubricado.

En la villa de Cázeres en el dicho día mes y año, su merçed dicho visittador y vicario hizo parezer antte sí a Ysabel Cottrina, bezina desta villa, muger lexíttima de Juan Anttonio, de la qual reçivió juramento y lo hizo por Dios Nuestro Señor y una cruz en forma de derecho y promettió dezir verdad. Y siendo pregunttada qué bienes y alajas paran en su poder del Santíssimo Christo del Amparo, dijo: que en poder de la declarantte paran por de la hermitta del dicho Santtísisimo Christo: ttres fronttales, el uno de damasco encarnado y blanco y los ottros dos de ttela de garanbaina; una camisa de su magestad, quattro ramilletteros nuevos; una casulla, alva, amitto y zíngulo; un misal, un cáliz con su pattena de platta, que estte tiene entendido le dio a dicha hermitta don Françisco Durán. Que las demás alajas que estta declarante tiene en su poder, las adquirió de limosna para dicha hermitta Cathalina Ximénez la Cotrina, su madre, y algunas de ellas costteó de su caudal. Y en estta attençión y en la de aver estado la dicha su madre sirviendo en dicha hermitta a dicho Santtíssimo Christto más de veintte años, como es nottorio, pidió a dicho visittador que por conttinuar con la deboçión que a ttenmido y ttiene de cuidar de la assisttençia de dicha hermitta, le mandase entregar la llave de ella. Y en attençión a lo referido, se le mandó enttregar dicha llave a la dicha Ysabel Ximénez la Cottrina con la obligazión de dar fee a su merçed así de los bienes que la susodicha declara están en su poder como de los que están en dicha hermitta ymbenttariados y que dicha llave no la enttergará a persona alguna sin mandatto de su merçed o juez compettentte, pena de excomunión maior y que prozederá a lo demás que aia lugar. Y lo firmó su merçed. Testado al thenor. Ldo. Hermenegildo Prietto Giraldo. Antte mí, Pedro Fernández de Solís. firmado y rubricado”.

El 22 de dicho mes de septiembre, el procurador Fernando de Solís solicitó la nulidad del inventario en nombre del licenciado Francisco Durán de Berrocal, “quien del todo ha perfeccionado y concluido la obra y puesto la dicha ermita en la perfección que está, porque cuando murió dicho fundador sólo había unos paredones y el Santo Cristo estaba en una estrechez de una bóveda muy corta, que ahora no tiene por haberse trasladado con más decencia adonde está”. Añadió que cuando se trajo la imagen a la villa con ocasión de la misión, fue con el consentimiento de Berrocal, que se ocupó de buscar cruz y andas, pues la cofradía se limitó a su sola asistencia.

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Lám. 11. (Fot. Serafín Martín).

El 2 de noviembre, la Soledad volvió a negar a Berrocal la consideración de patrono del humilladero, so pretexto de que el licenciado Francisco Durán no había hecho más que concluir la obra iniciada por Diego Durán, conforme a sus disposiciones testamentarias, el cual se había obligado a dejar a beneficio de la cofradía la imagen y las mejoras de la capilla, cuyo cuidado había corrido a cargo de Catalina Jiménez la Cotrina, que se había servido de los ornamentos dejados por Durán de Figueroa y los comprados por ella gracias a las limosnas de los fieles.

El 19 de diciembre, el visitador licenciado Hermenegildo Prieto Giraldo, sin quitar derechos a las partes, mandó remitir todos los autos del inventario al tribunal de Coria.

El 9 de julio de 1702, el mayordomo Cristóbal Paniagua40 dio poderes a los procuradores Luis de Collazos, Pedro Díaz de Castro y Martín de Aedo para que comparecieran ante el tribunal eclesiástico de Coria.

En las cuentas de su mayordomía del 2 de julio de 1702 al de 1704, se descargó de “dos mill ziento y diez maravedís que por carta de pago pareze tuvo de costo el empedrado que se hizo junto al Santo Christo del Amparo”41, seguramente para evitar que las humedades penetraran en la ermita.

El 28 de febrero de 1707, se enterró en la parroquia de San Juan el licenciado Francisco Durán de Berrocal abogado42. Ni en su testamento ni en su codicilo otorgados ante Gabriel Briceño el 25 y 26 dicho mes y año, hace la menor alusión a la ermita y al perdido patronato, pero sí a la memoria de misas fundada por su primo Diego Durán de Figueroa43.

En adelante, los sucesivos mayordomos de la Soledad se encargarían de mantener la ermita en perfecto estado, si bien no realizaba ninguna función religiosa en el Amparo, ni tenía archivo para limosnas. Durante la mayordomía de Sebastián Bravo cantero (1709-10) se pagaron 1.275 maravedís por la compostura de las ermitas del Calvario y Amparo; en las de Francisco Ojalvo (1714-16) se recoge el pago de 10 reales y medio de diferentes reparos realizados en el Amparo; en las de Juan Gómez Chamizo (1717-19), 1.656 maravedís; en las de Pedro Hernández Duro (1721-22), 884 maravedís de arreglos en el Calvario y en el Amparo; en las de Alonso Rodríguez Bueso (1725-27), 1.071 maravedís de obras en ambas ermitas. Juan Bohoyo (1739-40), empleó 52 reales en trastejar estas ermitas44. El hijo de éste, el sabio presbítero don Simón Benito Boxoyo afirmaba, en 1794, que seguía a cargo de la Soledad45.

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Lám. 12. (Fot. Serafín Martín).

Tenemos constancia documental de que, durante la Guerra de la independencia, el Nazareno del Amparo fue llevado desde su ermita en el camino de la Montaña a la de la Soledad, sita en el interior de la población. Así lo corrobora el testamento otorgado por  doña Joaquina Rubio y Molina, en su testamento de 13 de noviembre de 1811, en en el que   mandó celebrar una misa rezada al Señor del Amparo que en el día existe en la hermita de la Soledad46.

Como tantas ermitas cacereñas, sufrió desperfectos durante esta contienda. El 30 de diciembre de 1813, una vez alejado definitivamente el enemigo francés, el mayordomo Lesmes Acedo pagó a Martín Hernández el porte de llevar quinientas tejas al Amparo47.

Pocas noticias se conservan del siglo XIX. Tan sólo sabemos que, en 1853, la imagen del Cristo poseía tres túnicas y dos camisas48.

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Lám. 13. (Fot. Serafín Martín).

A principios del siglo XX, no debía de hallarse en buen estado, pues el 24 de marzo de 1914 “se ha bendecido la capilla del Cristo del Amparo, después de la notable transformación que en ella ha hecho el piadoso mayordomo de la Soledad D. Santos Floriano. Se le ha colocado un nuevo altar, revocado las paredes, y puesto nuevo pavimento de baldosines y hecho desaparecer los poyos que la interceptaban, además de otras obras de saneamiento de no escasa importancia”. Dicho día, se colocó la nueva imagen de la Soledad en el Calvario49.En 1915, para embellecer el altar, se decoró con piezas del que se desmontó de la capilla de San Benito de la iglesia de San Mateo50 que por entonces reformaba el párroco don Santiago Gaspar Gil, gran enamorado de la Semana Santa.

La vida de la ermita fue discurriendo sencillamente gracias a las limosnas que los fieles, que entonces como hoy, en su peregrinar a la Montaña depositaban y depositan cuando se detienen a rezar ante esta devota imagen. Durante muchos años, don Pablo Floriano Cumbreño, hijo del arriba citado mayordomo, se encargó de su cuidado.

El 7 de julio del año 1989, se reunieron don Juan Andrés Dorado Pavón, don Jesús Bravo Díaz, don Santos Nicolás Martín, don Gabriel Rodriguez Alvarez, don José Ignacio Acha Mendigutia y los hermanos don Elpídeo y don Juan José Bernáldez Solano con el fin de fundar la cofradía. En una segunda reunión en noviembre, se designó a don José García Jerez como presidente de la Junta Gestora. El 4 de diciembre de 1989, monseñor don Jesús Domínguez, obispo de Coria Cáceres, aprobó los estatutos51.

Con vistas a la primera salida procesional, el Martes Santo de 1990, a mediados de enero de dicho año, en los talleres Gótico de Cáceres, se restauró la imagen del Santo Cristo, que permanecería cerca de dos años en la parroquia de San Mateo mientras concluían las obras de la ermita. Con sabio criterio, se ha decidido abrir al culto las tres capillas, por lo que se pueden contemplar las diferentes etapas constructivas de esta popular ermita.

En la tarde del domingo 28 de febrero de 1993, habiendo ya finalizada la reforma, se subió procesionalmente la imagen a su capilla, que fue bendecida por el obispo don Ciriaco Benavente Mateos.

Hasta el momento, han sido mayordomos: don José García Jerez 1989- 1994; don Jesús Bravo Díaz. 1994-2002; don Juan Narciso García-Plata. 2002- 2010; y desde 2010 don Juan Andrés Dorado Pavón.

3. APÉNDICES DOCUMENTALES

I.- Archivo Histórico Provincial de Cáceres. Protocolos de Gabriel Antonio Briceño de Muesas y Anaya. Caja 3.583. Año 1682. Doblado.

Testamento de Diego Durán de Figueroa

“En el nombre de Dios, nuestro Señor, y con su gracia, amén. Sépase por esra pública escriptura de testamento y última y final voluntad vieren como yo, Diego Durán de Figeroa(sic), vezino que soy de esta villa de Cáçeres, estando enfermo de el cuerpo y sano de la voluntad y en todo mi juiçio, memoria y entendimiento y voluntad, qual Dios, nuestro Señor, fue servido de me dar y creiendo como firmemente creo en el misterio de la Santísima Trinidad, Padre E hijo y Sprictu Santo, tres personas distintas y un solo Dios verdadero, y en todo lo demás que tiene, cree y confiesa la santa madre Yglesia romana, debajo de cuia fee y creençia protesto vivir y morir y tomando como tomo por mi ynterçesora y abogada a la gloriosísima virgen María, madre de nuestro señor Jesuchristo para que interçeda con su divina Magestad quando fuese servido de me llevar desta presente vida, encamine mi alma por el de la salvaçión, ago y ordeno mi testamento en la forma y manera siguiente:

Primeramente, encomiendo mi ánima a Dios, nuestro Señor, que la crio y la redimió con su preciosísima sangre, pasión y muerte y el cuerpo a la tierra de que fue formado.

Yten quiero y es mi voluntad que quando Dios nuesro Señor fuere servido de me llevar desta presente vida, mi cuerpo sea sepultado en la parrochial del señor san Juan Baptista en la sepultura que mis testamentarios elijieren.

Yten es mi voluntad que el día de mi entierro, si fuere ora de çelebrar, si no el siguiente, se diga por mi ánima una misa cantada ofrendada por el cura y benefiçiados de dicha yglesia.

Yten mando se digan por mi ánima çinquenta misas reçadas y se pagen a dos reales de limosna por cada una.

Yten mando se digan por las ánimas benditas dos misas reçadas. Yten mando se digan a San Diego, santo de mi nombre, otras dos. Yten mando se digan por el ánima de mis difuntos quatro misas.

Yten mando se digan a Nuestra Señora de la Asumpçión dos misas para que interceda por mi ánima.

Yten mando por penitencias mias mal cumplidas y, para si alguna cosa soy en cargo a alguna persona, de que no me acuerdo, seis misas reçadas.

Yten, quiero y es mi voluntad que si pareciere una çédula firmada mía o de qualquiera de mis testamentarios, se esté y pase por ella como parte de este mi testamento.

Yten mando se den a Ynés Flores de Vargas, hija de don Juan Flores de Vargas y de María de Berrocal quatro varas de lanparilla para un vestido que tengo en mi poder.

Yten mando otras quatro varas de lanparilla a Ynés, hija de Andrés Hernández, para un vestido.

Y para cumplir y pagar este mi testamento, mandas y legados en él contenidos, dexo y nombro por mis albaçeas y testamentarios a el licenciado Benito Durán de Berrocal, cura propio de la yglesia parrochial de señor San Juan Baptista desta villa y a Andrés Hernández, vezino della, a los quales y a cada uno ynsolidum les doy poder y facultad cumplida para que entren en mis bienes y de lo mexor y más bien parado de ellos cumplan y pagen este mi testamento y lo en él contenido, vendiéndolos en pública almoneda y fuera de ella, como les pareciere, y les dure este poder aunque sea pasado el año del albaçealgo.

Y cumplido y pagado este mi testamento y lo en él contenido, en el remanente que quedare de todos mis bienes, derechos y acciones que tengo y me pertenecen, queden y deven pertenecer en qualquiera manera, dexo y nombro y instituio de todo el remanente que de ello quedare una memoria de misas laycal y no sujeta a subsidio ni escusado ni por juez eclesiástico alguno se pueda entrometer en ella, para la qual dexo y nombro por primero capellán a el licenciado Franzisco Durán de Berrocal, abogado, vecino de esta villa, mi primo, y después de el susodicho suçeda en la dicha memoria de misas Francisca Durán de Berrocal, su hermana y mi prima, sus hijos y descendientes, prefieriendo el mayor a el menor, y el varón a la hembra. Y a falta de los susodichos, a Ynés de Flores de Vargas, hija de don Juan Flores de Vargas y doña María de Berrocal, su muger, en la misma conformidad, sus hijos y descendientes.

Y a falta de los susodichos suçeda en la dicha memoria de misas el cura y benefiçiados que fueran de Señor San Juan de la parrochial desta villa, los quales y cada uno en su tienpo an de tener obligación de decir o mandar deçir por mi ánima treçe misas reçadas en la hermita del Humilladero del Santo Cristo del Amparo y en el interim que no se acabare y se trajere licençia para poderse en ella deçir misa, se digan en la yglesia parrochial de Señor San Juan desta villaa, para lo qual y que se aya de cumplir lo aquí contenido, le dexo y nombro todo lo que valiere los bienes que yo dexare de bienes raíces, que son tres casas en esta villa, después de redimidos los censos que sobre ellas estuvieren ynpuestos.

Yten quiero y es mi voluntad que después de cumplido mi entierro y mandas que llevo hechas, lo que quedare de mis bienes muebles se gaste en acabar de açer la hermita del Santo Christo de el Amparo hasta donde alcançare y si no se pudiere acabar con ellos, se quede en aquel estado.

Y por este mi testamento revoco y anulo y doy por ninguno y de ningún valor ni efecto otro qualquiera testamento o testamentos, codiçilo o codiçilos que antes deste aya fecho y otorgado por escriptp o de palabra, que no quiero que valgan ni agan fee en juicio ni fuera de él, salvo este que al presente ago y otorgo, que quiero que valga por mi testamento, última y final voluntad o en aquella vía y forma que más y mexor aya lugar de derecho.

Y asimesmo, agrego para aumento y renta de dicha memoria de misas un huerto con olivos que está çerca de San Láçaro desta villa, con los mesmos gravámenes y condiciones referidas. Y asimismo quiero que si de los bienes muebles después de vendidos y acabada la obra del Santo Christo, sobrare alguna cosa, todo lo que quedare lo agrego a dicha memoria de misas en la misma conformidad.

Y además de las treçe misas referidas en que va cargada dicha memoria de misas, quiero se me digan por mi ánima, una misa las tres pasquas, Resurrecpción, Pentecostés y navidad, el primero día de ellas.

Y así lo otorgué por firme en la villa de Cáçeres, en diez y nueve días del mes de julio de mill y seiscientos y ochenta y dos años, siendo testigos los licenciados Thomas Flores presvítero y Benito Ojalvo y Fernando de Castro Figeroa, vezinos todos desta villa y el otorgante a quien doy fee y conosco y lo firmó. Diego Durán de Figueroa. Ante mí, Gabriel Antonio Briçeño de Muesas (firmado y rubricado)

Inventario de los bienes de Diego Durán de Figueroa

En la villa de Cáçeres a treçe días del mes de agosto de mill y seiscientos y ochenta y dos años, ante mí el presente escrivano paresçió el licenciadodon Francisco Durán de Berrocal, vezino desta dicha villa, a quien doy fee conosco y testamentario nombrado por el testamento debaxo de cuia disposición murió Diego Durán de Figeroa, vezino que fue desta dicha villa, que otorgó abierto ante mí el infra escripto escrivano, y dixo que en aquella vía y forma que más y mexor aya lugar de derecho haçía y hiço ynventario de los bienes y haçienda que quedaron por fin y muerte de dicho Diego Durán de Figeroa en la forma siguiente:

–  Primeramente un cofre pequeño viejo.

–  Un  ropero viejo de dos guardas.

–  Un caxón grande.

–  Una cama de madera pequeña.

–  Más veinte y çinco varas y media de lienço basto.

–  Quatro varas de telilla para carpeta.

–  Tres varas y media de olandilla.

–  Un tafetán colorado de cosa de media vara.

–  Quinçe caxas para tavaco de querno.

–  Un cepillo negro.

–  Una custodia de corporales bordados.

–  Más un tafetán pequeño viejo de conclusiones.

–  Dos peines nuevos.

–  Unos manteles de lienço del Santo Christo con puntas.

–  Dos mangas de lienço con puntas del Santo Christo.

–  Una tovalla de lienço vieja.

–  Cinquenta varas de puntas bastas muy pequeñas.

–  Unos caçillos de vidrio.

–  Una onça de seda negra.

–  Un ábito largo de vaieta fina el manteo quasi nuevo y la loba muy vieja.

–  Una Nuestra Señora del Carmen grande.

–  Una Santa verónica grande.

–  Dos fruteros de pintura.

–   Dos campanas, una maior que otra, que la una pesará quarenta libras y la otra veinte y çinco.

–  Un sigurón viejo y mellado.

–  Un rastro pequeño viejo.

–  Una Verónica pequeño su marco muy maltratada.

–  Un quadro pequeño de San Juan de Dios viejo.

–  Una estanpa de un Santo Christo Criucificado de papel.

–  Otra de lo mismo.

–  Otro retablo de una Verónica pintada en tabla viejo.

–  Más unas medias de paño pardo nuevas.

–  Una montera de lo mismo.

–  Veinte y çinco varas de paño pardo.

–  Un Niño Jessús pequeñito metido en su caxa.

–  Una vanca vieja.

–  Otra que está en el Santo Christo.

–  Un açadón pequeño.

–  Un sacho viejo.

–  Un almires pequeño que pesó tres libras.

–  Quatro arrovas de lana negra lavada.

–  Treçe libras de toçino y chorisos.

–  Media libra de lana sucia.

–  Media libra de añil.

–  Dos vigas grandes de pino.

–  Quatro tablas acepilladas.

–  Un burro pequeño.

–  Una messa grande que a tenido cajón.

–  Dos pares de medias de lana nuevas.

–  Un retablo de un Santo Christo viejo.

–  Diez y seis doblones de a dos escudos de oro.

–  Treçe reales de a ocho de plata.

–  Más quarenta y çinco reales en tarjas.

Con lo qual se feneció ell dicho ynbentario por el dicho lzdo. D. Francisco Durán de Berrocal abogado en esta villa como testamentario del dicho Diego Durán de Figueroa y juró en forma de derecho no aver quedado el susodicho más bienes de los expresados y lo firmó, de que doi fee. Franzisco Durán de Berrocal. Ante mí, Gabriel Antonio Briçeño de Muessas firmado y rubricado»

***

Francisco Durán de Berrocal, vezino y abogado desta villa, y testamentario ynsolidun fr Diego Durán de Figeroa digo: que en el testamento con que murió dicho Diego Durán en una cláusula de él que otorgó ante el presente escrivano, dispuso que si pareciese una cédula firmada de su nombre o de sus testamentarios, se estuviese a ella como a parte de su testamenteo y tuviese la misma fuerça, la qual hiço y firmó que es esta que presento con la solenidad neesaria. Por tanto,

A vuesa merced pido y suplico mande que dicha cédula se ponga en el protocolo con dicho testamento para que ande todo junto y sea una misma disposi- cIón, que es justicia que pido. Y que de uno y otro se me den los traslados necesarios, interponiendo a ello v. merced su autoridad y decreto judicial. Francisco Durán de Berrocal (firmado y rubricado).

Aquí la zédula

En la villa de Cázeres en cinco días del mes de agosto de mil y seiscientos y ochenta y dos años, el señor lzdo. don Franzisco Ramírez de Lezcano, abogado de los Reales Consexos, alcalde Maior en la dicha villa y su tierra por su Magestad, aviendo visto el pedimento y zédula presentada por esta parte, mandó se ponga en el protocolo juntamente con el testamento contenido en el pedimento y que ande todo junto a lo qual su merced dixo que ynterponía y ynterpuso si authoridad y decreto judicial quanto puede y a lugar de derecho y mandó se le dé a las partes ynteresadas los traslados que pidieren y así lo proveió, mandó y firmó. Licenciado F. Franzisco Ramírez de Lezcano. Ante mí gabriel Ant. Briçeño de Muesas (firmado y rubricado).

cédula

Por quanto yo, Diego Durán de Figeroa, en mi testamento que otorgué ante Gavriel Briceño en diez y nuebe días del mes de jullio de seisçientos y ochenta y dos deste presente año, en una cláusula dispuse si pareçiese una çédula firmada de mí o de mis testamentarios, se estuviese a ella como parte de mi testamento. Por tanto, la ordeno en la forma siguiente:

Yten declaro me deve el Señor Andrés Hernández de Texada diez y ocho ducados que le presté.

Yten me deve Juan Alvarado, que vive conmigo, del arrendamiento de la casa, çinco ducados y seis reales.

Yten me deve el ldo. Juan Pulido Huerta de un quarto, digo de dos quartos de toro que le vendí, treinta reales.

Yten me deve Mingo Galán veinte y un reales. Yten me deve Andrés el calero seis cargas de cal.

Yten declaro tengo en poder de el organista de Santa María un manicordio. Mando se le pida y se venda.

Yten declaro me deve don Diego de Aponte y Zúñiga treinta reales de resto del tienpo que fue mayordomo de San Matheo de el salario de organista que e sido en dicha yglesia de San Matheo.

Yten declaro me deve dicho señor don Diego de Aponte quinientos ladrillos que le presté. Mando se cobren para la obra del Santo Christo, que en mi testamento tengo mandado se acabe.

Yten declaro me deve el señor don Gonçalo de Ulloa mayordomo de la yglesia de San Matheo cinco meses que an pasado de un año diez ducados del salario de el órgano.

Yten mando que a Francisca Parrón se le entregue un guardapiés que tengo en mi poder enpeñado, con que se cunple el preçio de el olivar que le conpré en quinientos reales, que le tengo pagados con dicho guardapiés, de que está otorgada escriptura a mi favor ante Graviel Briçeño de Muesas escrivano.

Yten mando que a Juan Alvarado se le entregue una sortixa de oro pequeñita, pagando los çinco ducados y seis reales arriba referidos.

Yten me deve María Flores dos cargas de cal.

Yten me deve Juan de Paredes calero quatro cargas.

Yten declaro tengo en mi poder unos paramentos de Santana el carpintero enpeñados en quarenta reales. Pagándolos se le entreguen.

Yten declaro tengo en mi poder un plato de plata de doña Catalina de Herrera enpeñado en setenta reales. Pagando mando se le entregue.

Yten quiero y es mi voluntad que el día de mi entierro asistan y aconpañe el cabildo eclesiástico desta villa y se le dé por la salida la limosna acostunbrada. Y asimismo es mi voluntad me asistan los religiosos de Nuestro Padre San Francisco y por la salida se les dé la limosna acostunbrada.

Yten declaro que yo tengo un cáliz de plata enpeñado en cinquenta y çinco reales en casa de doña Clara de Ribera. Mando se desenpeñe y que se dé a el Santo Christo del Amparo para que esté en su ermita perpetuamente, sin que se pueda servir con él en otra parte, porque quiero esté en dicha hermita guardado debaxo de llave. Y esto se aga estando dicha hermita perfecta y acabada.

Yten mando a dicha hermita de el santo Christo dos quadros, uno de la Madalena y otro de San Gerónimo.

Yten mando los dos quadros referidos no se den a dicha hermita.

Yten quiero que del remanente de mis bienes muebles después de pagado mi entierro en la forma que tengo dispuesto, todo se gaste en la fábrica de la hermita del Santo Christo, porque los raíçes son para la memoria de misas que tengo fundada. Y si sobrare alguna cosa, después de acabada, se aplique a dicha memoria de misas, para redimir algún çenso, si alcançare.

Yten declaro que dixe que dándosele a Francisca la Parrona un guardapiés que tiene en mi poder enpeñado en cien reales, se acabava de pagar un olivar que le conpré. Digo que además de el guardapiés se le den çiento y treçe reales que le estoy deviendo del preçio de dicho olivar.

Yten declaro que en poder de María Vara está una capa mía de paño pardo. Mando se le pida y si lo a vendido, el dinero, por quanto se lo dí para que me lo vendiese.

Yten mando si algunas personas pidiesen algunas deudas, con tal que no pasen de quatro reales, jurando que se les deve, lo pagen (sic) mis testamentarios sin más diligencias y así es mi voluntad.

Yten nombro por mi testamentario y albaçea, además de los nonbrados, a el licenciado Francisco Durán, mi primo, y le doy amplia facultad para que él solo y como los demás, pueda disponer de mis bienes para los efectos referidos en mi testamento y en esta memoria y çédula se contiene.

Fecha en la villa de Cáceres, a veinte y quatro días del mes de julio de mill y seiscientos y ochenta y dos años. Diego Durán de Figeroa(firmado y rubricado).

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1  Este trabajo forma parte de un proyecto de investigación propio y ha sido íntegramente costeado por el autor. La legislación civil y penal protegen al autor y castigan el plagio o fraude cometido por aquéllos que de forma sibilina no citan fuentes de donde extraen la información o a los autores que hayan publicado sobre el tema o asunto en cuestión.

2  ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE CÁCERES (A. H. P. Cc.). Protocolos de Juan Guerra. Caja 3.893. Año 1630. fols. 598-601v. El 12 de agosto, el licenciado Antonio Fernández cirujano y su mujer Juana Pérez como aval para el censo que iban a tomar de la cofradía de Santo Vito, ofrecieron “un pinal que tenemos detrás del hermita del Santo Calvario y haçia la fuente Balhondo”, linde el de doña Melchora de los Reyes, viñas de Diego Sánchez Solana y el monte baldío.

3   Ibid. Protocolos de Pedro de Pérex. Caja 4.142. Años 1619-1620.  El 13 de mayo de 1593 ante Juan Romero, el cabrero Pedro García cedió a su hijo Benito García “una eredad de castañar y viña que tenía en la Sierra del Calvario, exido desta dicha villa a la parte de Valdeaçores”.

4  Ibid. Protocolos de Juan Maderuelo.  Caja 4.001. Año 1604. fols. 299-300. Pedro García Gata, como vecino de Cáceres y poseedor de bienes en la villa, se otorgó también en fiador.

5   ARCHIVO DIOCESANO DE CORIA-CÁCERES (A. D. C-Cc.).Parroquia de San Mateo de Cáceres (S. M.). Libro 101 (34). Cofradía de la Soledad. Cuentas. Inventarios y otros. 1687-1744. Fol. 157v. El Mayordomo Cristóbal Paniagua (1706-1708) pagó 220 maravedís por “conponer el enpedrado del camino del Calvario” y 107 por su limpieza (fols. 195 y 197v.).

6  Ibid.. Fol. 327.

7  ARCHIVO MUNICIPAL DE CÁCERES (A. M. Cc.). Caja 19/158. Clero 1644-1896. Para más detalles acerca de las obras, consúltese ORTI BELMONTE, Miguel Ángel: Historia del Culto y del Santuario de Nuestra Señora de la Montaña.

8  A. D. C-Cc. S. M. Cofradía de la Soledad. Libro. nº 102 (35):  Nuevas ordenanzas y acuerdos hasta 1628. Y auto del obispo de Coria de 1720. Fol. 18.

9  Ibid. Libro 101 (34). Op. cit. Fol. 134.

10  A. H. P. Cc. Protocolos de Diego del Pozo. Caja 4.157. fol. 213v.

11  Ibid. Libro 101. Op. Cit. Fol. 84v.

12  Ibid. Libro 100 (33). Cofradía de la Soledad. Cuentas. Inventarios y otros. 1663-1687. Fol. 49v.

13  Ibid. Fol. 86v. “Yten. Data en data ochozientos y diez y seis maravedís que pagó a Sevastián de el Moral por hazer unan cruz de hierro para la vía sacra camino del Calbario” y otros trabajos menudos.

14  BOXOYO, Simón Benito: Historia de Cáceres y su Patrona. Publicaciones del Departamento Provincial de Seminarios de FET y de las JONS. Cáceres, 1952. Pág. 102: “le destrozó el recio viento del día de San Gerónimo en 1672”.

15  A. D. C-Cc. S. M. Libro 100 (33). Op. cit. Fol. 59v-60.

16   En esta ponencia, ampliamos las noticias históricas parcialmente divulgadas en el Boletín de la Cofradía del Amparo durante el año 1994, cuando accedimos a la petición de su entonces mayordomo, Sr. Bravo, de ir paulatinamente publicando la historia de la ermita. Por haberse suspendido la edición del boletín, quedaron inéditos gran parte del trabajo como las fotografías de mi propiedad que le entregué. Tanto uno como otras, deben de constar en el Archivo de la Cofradía, con reserva de los derechos de autor que marca la ley.

17  ORTÍ BELMONTE: Op. Cit . Pág. 101.

18  ORTEGA, Ángel P. Fr.: Historia documentada del santuario e imagen de Nuestra Señora de la Montaña, Patrona de Cáceres. Cáceres, 1924. pág. 40.

19  A. D. C-Cc. S. M.. Libro nº 100. Op. Cit.

20  A. D. C-Cc. S. M. Legajo 5. Expte. 13: Cofradía de la Soledad. Autos sobre el Patronato de la ermita del Amparo. En la catalogación anterior realizada por don Pedro Rubio Merino figura como Leg. 4. Expte. 11. Así lo recoge en su obra Inventario de Archivos Extremeños. Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. Badajoz, 1993.

21  A. D. C-Cc. S. M. Cuentas de Fábrica. 1610-1685. En 1674-1675, siendo mayordomo don Diego de Galarza Ovando, cobró 396 reales de salario (fol. 245v); en 1678-1679, el mayordomo don Diego de Ovando y Torres le satisfizo 528 reales de dos años (fol. 254); en las cuentas de 1681- 1682, don Diego de Aponte y Zúñiga asentó el pago de 264 reales al organista Diego Durán (fol. 261v).

22  A. D. C-Cc. S. M.. Legajo 5. Expte. 13. Op. Cit. Fol. 7v.

23  En la historiografía cacereña, abundan los estudiosos y estudiantes que, sirviéndose de los traba- jos ajenos para consultar una documentación a la que de otra manera no habrían podido acceder, se olvidan de citar la fuente en que han bebido. Lo que hago extensivo también a la página web de esta y de otras cofradías de la ciudad.

24  El diccionario de la Real Academia, define la palabra hechura en su acepción 8ª como “Imagen o figura de bulto hecha de madera, barro, pasta u otra materia”.

25   SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, Bartolomé: “Algunos casos dignos de notar que han acaecido en la villa de Cáceres”. Revista de Extremadura. Tomo IV. 1902. pág. 507.

26  Ibid. Pág. 531.

27  A. D. C-Cc. S. M. Legajo 5. Expte. 13. Op. Cit. Fol. 12v.

28  A. D. C-Cc. S. M. Libro nº 101. Fol. 205.

29  A. H. P. Cc. Protocolos de Gabriel Antonio Briceño de Muesas. Caja 3.583. Año 1682. Actuaron de testigos los licenciados Tomás Flores presbítero y Benito Ojalvo, además de Fernando de Castro Figueroa. Lo reproducimos íntegro en el apéndice.

30   A. D. C-Cc. Parroquia de San Juan de Cáceres A. D. C-Cc. S. J.): Libro nº 30. Difuntos- Colecturía. 1661-1733. Fol. 77.

31  A. H. P. Cc. Protocolos de Gabriel Antonio Briceño de Muesas. Caja 3.583. Año 1682.

32  A. D. C-Cc. S. J. Libro de Difuntos-Colecturías. 1661-1773. Fol. 89v.

33  A. H. P. Cc. Protocolos de Pedro Caballero. Caja 3.625.

34  Ibid. Protocolos de Martín de Colmenares. Caja 3.704.

35  Ibid. Protocolos de Gabriel Antonio Briceño de Muesas y Anaya. Caja 3.587.

36  Ibid. Protocolos de Juan Vega Muriel. Caja 4.439.

37   A. D. C-Cc.. Parroquia de Santiago de Cáceres. (Stgo.) Libro de Bautizados. 1618-1662. fol. 331v. Fue su padrino el licenciado Francisco Durán presbítero, su tío.

38  A. D. C-Cc. S. J. Libro de Matrimonios. 1678-1763. fol. 70. Fueron testigos el presbítero licenciado Fernando de Castro, el escribano Juan del Pozo y Antonio Melo.

39   A. D. C-Cc. S. J. Libro de Difuntos-Colecturías 1661-1733. Fol. 144v. Se enterró 1 de julio de 1701.

40  A. D. C-Cc. S. M. Legajo 5. Doc. 13. Op. Cit. Había sido elegido el 2 de julio de 1701, en sustitución de Juan Gregorio Becerra, su antecesor

41  A. D. C-Cc. S. M. Libro 101. Op. Cit. Fol. 157v.

42  A. D. C-Cc. S. J. Libro nº 30. Difuntos-Colecturías. 1661-1730. Fol. 169v.

43  A. H. P. Cc. Caja 3.601.

44 A. D. C-Cc. S. M. Libro 101. O. Cit. Fols. 213, 242, 257, 303, 327, 336, 403v.

45  BOXOYO, Simón Benito: Historia de Cáceres y su Patrona. Publicaciones del Departamento Provincial de Seminarios de FET y de las JONS. Cáceres, 1952. Pág. 102: “Corre al cuidado de la cofradía de nuestra Señora de la Soledad”.

46  A. H. P. Cc. Protocolos de Francisco Donís García, escribano de Cáceres. Caja 3.764.

47  A. D. C-Cc. S. M. Legajo 5. Doc. 15.

48   A. D. C-Cc. Inventarios 1800 y siguientes: “Ymventario que doy yo   Pedro Polo, vecino de Cáceres, como mallordomo (sic) de la cofradía de la Soledad de esta capital de los efectos que tengo en mi poder por mandado de la Santa Visita echa en el año de 1853”.

49  A. D. C-Cc. Diario de Cáceres. Nº 1.262.

50  HURTADO, Publio: La Parroquia de San Mateo de Cáceres y sus agregados. Cáceres, Imprenta la Minerva, 1918. Pág. 147.

51  http://www.cristodelamparo.org/

 

Oct 012010
 

Serafín Martín Nieto.

(Continuación)

2.1. Altares e imágenes

En 1584, contaba con tres altares. El inventario de 1595 del mayordomo Francisco Sánchez Mostazo mayordomo recoge “las imágines que están en la iglesia de bulto: una Nuestra Señora grande, otra imagen de Nuestra Señora del Portal, un santo crucifixo grande, la imagen del Spíritu Santo, la imagen de San Martín” con sus coronas, y ornamentos96.

Como es natural, el principal estaba dedicado al Espíritu Santo, cuya imagen debía de formar parte del conjunto de la Santísima Trinidad, pues hay constancia documental de la confección de una capa para el Padre Eterno97. En 1584, esta imagen atesoraba una serie de exvotos en plata: un corazón grande, tres corazones pequeños, un candadito pequeño y unos ojos; además, 29 cuentas de ámbar gruesas98.

Además de esta imagen antropomorfa, de vestir99, la cofradía contaba con otra, bajo el símbolo de la Paloma, restaurada en 1612 durante la mayordomía de Diego Jiménez Pozo100, que fue reemplazada, entre 1649 y 1652, por una nueva101.

En uno de los altares laterales se veneraba a Nuestra Señora del Buen Suceso, de vestir y adornada, conforme al gusto de entonces, con un rostrillo de plata102. Los cacereños le tuvieron gran devoción. Prueba de ello, son las mandas testamentarias que recibió. En 1552, Francisca de Vita: “Yten mando que den para la ymajen de Nuestra Señora, la que está en la hermjta del Espíritu Santo una camisa delgada que yo tengo de Ruán y a la otra ymajen questá en el Humilladero del Espíritu Santo unas mangas de camisa que yo tengo103.

Entre 1629-1630, el valor del toro que se regaló a la cofradía se empleó, junto con otras limosnas, en ropa para la Virgen104. En 1656, Andrés González Andrada le regaló una corona de plomo sobredorada; los soldados un manto azul con puntas blancas; Margarita la Portuguesa otro manto azul105. El 22 de noviembre de 1685, Juana Macotela, viuda de Domingo Álvarez Rubio, mandó dar su mejor toca a “Nuestra Señora del Buen Suçeso que está en el Espíritu Santo106.

El 28 de marzo de 1695, Juana de Trejo, criada de don Juan Roco dispuso que “una joia de filigrana de plata columnada en oxas esmaltadas de algófar (sic) fino a Nuestra Señora de el Buen Suceso que está en la ermita de el Buen, digo del Espíritu Santo, estramuros de esta villa, la qual está enpeñada en poder de Pedro Gómez, vecino de esta villa por doce rreales. Quiero y es mi voluntad que mis testamentarios la entreguen a su maiordomo107.

El 24 de agosto de 1699, Jerónima Gutiérrez de Silva la Cotrina declaró que había dejado en casa de Francisca Pérez, mujer de Alonso del Pozo, una cruz de ébano para que le hiciesen una peana y luego la pusieran en el altar de dicha imagen. Como no la habían hecho, a pesar de habersela reclamado varias veces, encargó al mayordomo que la recuperase108.

Una vez alejado de Cáceres el escenario bélico de la Guerra de Sucesión, las imágenes de las ermitas extramuros, que habían sido trasladadas a las parroquias, retornaron a sus altares. En 1712, el mayordomo Juan González Tomé dio un refresco a los sacerdotes “la ttarde que se llevó a Nuestra Señora desde esta villa a la hermitta”.

Entre 1712-1715, recibióse por bienhechora a Teresa de Andrada, soltera, hija del licenciado don Andrés de Andrada, abogado por haber donado sendos vestidos de raso para las dos imágenes marianas y una capa para San Martín, exceptuando las becas y capilla de la capa, cuyas hechuras también pagó.

Entre 1771-1774, el mayordomo Manuel de Diego Grande acometió la restauración de la cara y manos de esta imagen109.

En el otro, un Crucifijo. Se trata de un crucificado renacentista, de escuela castellana, muy cercano a la plástica de Juan de Juní. Tenía dos velos con los que se le cubría el rostro, uno negro y otro blanco en el inventario de 1595110; que en 1648 eran toca con anaranjadosy de tafetán azul con flecos amarillos111.

El 2 de junio de 1694, en el cabildo celebrado para la renovación de los oficiales, en el que salió elegido mayordomo Diego Conejero, por muerte de Pedro Bastonel, acordaron que “por quanto una hechura de Nuestro Señor Cruçificado que está en un altar de los de dicha hermita con el tiempo dicha efigie se a maltratado pasando cassi a yndeçenzia, se aderaçase y conpusiese quedándole colocado en dicho altar con culto y reverenzia, dispusieron con un pintor lo adereçase dándole por su travajo noventa y nueve reales de vellón por sus manos y otras cosas que de yngredientes se gastaron, como constará en quentas de cartas de pago, todo lo qual se hiço mandando el cabildo se pusiese por acuerdo por ser cosa dirijida a buen fin y santo zelo”. Su restauración, junto con la peana, importó 102 reales. Al mismo tiempo, se encargó un bastidor para el cielo de este altar112.

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Lám. 15. Santísimo Cristo de la Buena Muerte.

En 1752, nuevamente. El Mayordomo Alonso Díaz de la Lastra (1751- 1753) anotó en las cuentas lo siguiente: “Ytem es data ziento y noventa reales vellón los mismos que costó el renovar el Señor Crucificado de embarnizarlo y retocarlo, en cuia cantidad se yncluien unas cortinas que se compraron de chita para cubrir el Señor. Ay recibo113.

Entre 1767 y 1771, el mayordomo Diego Manuel de Grande encargó para él unas enaguas de tela de plata114.

En la desbandada de 1798, fue a parar al domicilio de don Faustino Gómez. En 1833, al restaurarse la cofradía, la reclamaron a su viuda doña Isabel, en cuya casa aún se encontraba, para colocarla en San Mateo en el lugar designado por el párroco: un altar de piedra en la sacristía. Pero como el capital de la cofradía consistía en las rentas depositadas en la Real Caja de Amortización y en algunos cortos censos que no se cobraban, se apeló a la devoción de los cofrades para sufragar los gastos que iban a ocasionar la recuperación de esta imagen115.

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Lám. 16. En la capilla de los Saavedra de San Mateo. Foto Julián Perate.

Tras haber estado varios años en la capilla de los Saavedra, donde compartió altar con el entonces recién llegado paso de la Oración del Huerto, a comienzos del siglo XX se trasladó al ático del retablo mayor, que aún corona, donde no se puede apreciar debidamente esta estimable obra de arte.

En el portal se hallaba la de Nuestra Señora de la Encarnación, también de vestir, citada como la Virgen del Portal. Debía de contar con el arcángel San Gabriel, pues en 12 de febrero de 1606, el mayordomo Juan Delgado, por estar muy deterioradas, ordenó que se pintaran las imágenes del portal: “ordenaron y mandaron que las ymágines que están maltratadas en el portal de la ermita, se adereçen y pinten de nuevo y para ello se adereçen las paredes de todo lo neçesario que convenga atento que se están cayendo y los encalados caydos y rrobados y para ello el mayordomo procure de aver maestros pintor que lo haga y de albañilería con la mejor comodidad que pudiere; porque la dicha cofradía está pobre procure con diligencia mandando a los ofiçiales y otros cofrades pidan limosna por el pueblo para ayuda la dicha obra y pintura116.

En 1656, la piadosa doña Inés de Vargas, mujer de don Sancho Flores Me- lón, le regaló un vestido de Francia, encarnado y blanco, con rostro, toca y man- to117.

Todos los vestidos de ambas imágenes paraban en poder de Francisca Holguín de Valverde, quien ejercía las funciones de camarera.

El 24 de noviembre de 1667, don Bernardino de Córdova y Guzmán, que había dispuesto ser enterrado en la capilla de la Encarnación del monasterio de San Francisco, mandó “se dé a Nuestra Señora questá en la ermita del Espíritu Santo de la avocaçión de la Encarnaçión un vestido para su adorno118. Entre 1767 y 1771, se le encargó un rostrillo y una corona de latón119.

En 1595, con motivo del fallecimiento de la ermitaña Mari Gómez, se hizo inventario de los bienes muebles de la cofradía. En él figuran, además de las imágenes arriba referidas, la de un San Martín de vestir120, al que la cofradía festejaba especialmente121. La restauración que sufrió entre 1757 y 1763 importó 62 reales122. En 1774, se le retocó la pintura de las manos, báculo y peana123.

También recibió culto una imagen del Señor a la columna, como demuestra el inventario de bienes que en 1648 recibió el mayordomo Juan Jiménez Mesurado: “Más un velo de tafetán colorado del Santo Christo de la Coluna” y el mandato del visitador Bentilac de retocar su altar124. No se trata ni de la efigie que se venera actualmente en esta iglesia ni de la que en el último tercio del siglo XIX fue vendida a la Vera Cruz del Casar de Cáceres, de las que nos ocupamos en anteriores coloquios125.

En 1692, se asentó un retablo, del que no conocemos ni el autor ni la traza. No debía tratarse de obra de importancia126.

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 Lám. 17. Cuadro de las Ánimas que se conserva en San Mateo.

En las cuentas que, por fallecimiento del mayordomo Alonso Díaz de la Lastra (1757-1763), rindió el alcalde Miguel Alonso Huerta figuran los siguientes descargos, sin que se especifiquen más detalles: 300 reales por un retablo; 30, por colocarlo; 50, pagados a un pintor127.

El 20 de abril de 1893, el cura don Lorenzo Díaz Hernández propuso la conveniencia de erigir a costa de la cofradía en la parroquia un altar a las Ánimas para celebrar en él los sufragios por los cofrades de la sacramental. El 23 de julio, habiendo recibido ya la aprobación del obispo, acordaron encargarlo128. El pintor elegido fue Andrés Valiente. Actualmente se conserva en la capilla del Amarrado de la parroquial de San Mateo.

La ermita contó con cuadros. El más antiguo era el de Santa Águeda, restaurado a mediados del XVII por Juan Carrasco, pintor que en 1639 fue elegido alcalde de la cofradía129. En 1894, Andrés Valiente pintó dos cuadros, uno de San Pedro y otro de San Francisco, por cuyo trabajo percibió 500 reales130.

Preside hoy el presbiterio el Santo Cristo del Humilladero, trasladado aquí desde su antigua ermita cuando entró en ruinas. Imagen gótico-tardía, de comienzos del siglo XVI, de buena factura, que durante muchos años ocupó el colateral del evangelio. Resulta emocionante el relato en que Publio Hurtado narra el descubrimiento por su parte de esta imagen: “Ninguna de aquellas efigies dice nada a los ojos profanos. Yo mismo, al hacerme cargo de ellas para hilvanar este incompleto trabajo, las miré con cierta indiferencia … Mas -¡lo que puede la imaginación!- cuando a los pocos días escuché de labios de personas ancianas, que a su vez lo habían oído a sus mayores, que aquel Crucifi-ado era el devotísimo Cristo del Humilladero, volvía a la ermita, lo contemplé con religiosa curiosidad y creyendo verlo rodeado de aquellos prestigios sobrehumanos con que las pasadas generaciones le tejieron aureola inmarcesi- ble, me abismé en un piélago de piadosas reflexiones131. Muy extendida está la errónea creencia de que era la imagen que presidía las procesiones de los disci- plinantes de la Vera Cruz.

Con anterioridad, había ocupado el altar mayor la imagen de San Isidro en un retablo neogótico procedente de la capilla del Amarrado de San Mateo, que sustituyó al cuadro de la venida del Espíritu Santo sobre el Colegio Apostólico el día de Pentecostés que pintara don Andrés Valiente en sustitución de otro anterior y más artístico que, al decir de Publio Hurtado, acabó en el convento de Santo Domingo. En la fotografía de Gabriel Llabrés, se adivina esta obra y se divisa en el colateral del lado de la epístola la imagen de vestir de Santa Rosa de Lima. Pocos años más tarde, Hurtado contempló en su lugar, por haber pasado al altar mayor, otra de Santa Ana.

En el último tramo de la nave, se halla un altar dedicado a un moderno crucifijo de serie que, durante dos décadas ha sustituido en las procesiones al original. Allí, también recibió culto durante varios años una dolorosa de vestir, de la que trataremos después, bajo la advocación de María Corredentora, que hoy se venera en el colateral del evangelio.

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 Foto 18. Imagen del Amarrado donada por el alférez Francisco Martìn Carrasco a la Vera Cruz

Muchos artistas locales además de los ya citados a lo largo del texto realizaron trabajos para esta cofradía: En 1577-1578 el cantero Paniagua y su hijo realizaron varias obras, por las que cobraban 5 reales diarios; el pintor Francisco Ribero retocó en 1581 la imagen del Cristo de la Buena Muerte132; en 1586, el platero Pedraza arregló la corona de plata de la Virgen del Portal133; Hernán Martín Nacarino en 1581-1582 reparó la casa de la ermitaña, al igual que una década después cuando también puso una viga de pino en el portal; en 1585- 1586, el entallador Benito Pérez realizó una cajonera de madera134; en 1590- 1591, los albañiles Luis Martín y Juan Mateos corrieron los tejados de la ermita; en 1604, el carpintero Juan Solana renovó las alfajías; en 1605, el maestro alarife Álvaro García fabricó una peana de obra para la imagen de San Martín135; al año siguiente, el albañil Francisco Martín Nacarino, otra de cantería para el Crucifijo136; en 1606, el carpintero Francisco Martín hizo unas escaleras; entre 1623 y 1625, el pintor Juan Carrasco policromó la paloma del Espíritu Santo y pintó su altar 137; entre 1653 y 1657, el carpintero Juan Sánchez Pozo hizo una alfajía para la ermita y un marco para el altar de San Martín138; en 1672, el albañil Blas Martín Nacarino cobró 373 reales “en materiales, palos, alfaxías y madera, maestro y peones, cal y arena y ofiçial de carpintería en encañar el lado de la yglesia y nave que ace açia el altar de Nuestra Señora del Buen Suçeso139; Tomás Sevillano cobró 16 reales “por abrir la puerta que se abrió en el portal de la iglesia y de quitar unas goteras140; en 1701, Mateo Hurones compuso la vara del mayordomo141. Entre 1784-1786, el alarife Féliz Carrasco cobró 639,16 reales por las obras que realizó en la ermita142. Otros, a causa de la brevedad de las anotaciones de los libros, permanecerán para siempre en el olvido.

***

En 1950, al amparo del auge que por entonces habían adquirido los desfiles pasionistas en Cáceres, surgió una nueva cofradía, la del Santo Cristo del Humi- lladero, que, desde un principio quiso recoger la herencia de esta vieja herman- dad cacereña cuya historia, sucintamente, acabamos de relatar. La auspició el párroco de San Mateo don Santiago Gaspar Gil, gran entusiasta de la Semana Santa, al que se debe el reflotamiento de las viejas cofradías de Jesús Nazareno y la Vera Cruz, así como la incorporación de nuevos pasos a los desfiles procesionales.

Durante los primeros años, desfiló junto con la Vera Cruz. En 1958 y 1959, procesionó la imagen de Nuestra Señora del Buen Fin, dolorosa propiedad de la Vera Cruz.

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 Foto 19. Santísimo Cristo del Humilladero, titular de su desaparecida ermita

El 8 de febrero de 1960, el mayordomo don Narciso Sánchez Morales, militar, solicitó la autorización del obispo don Manuel Llopis Iborra para incorporar a la procesión la nueva imagen de la Virgen, de tamaño natural y revestida, realizada por el artista local Venancio Rubio Criado, quien se inspiró en la Dolorosa de Salcillo de la Cofradía murciana de Jesús.

El 8 de marzo, fue examinada por varios sacerdotes diocesanos, que no pusieron tacha; el 14, por don José Luis Turina, profesor de Dibujo del Instituto, y por don Víctor Gerardo García del Camino, director de la Casa de la Cultura, quienes no sólo no objetaron nada, sino que señalaron que movía a devoción.

En consecuencia, el 24 el obispo autorizó su adquisición, la bendición por el sacerdote director espiritual, su colocación en un lugar visible de la iglesia y su salida procesional.

Sin embargo, el párroco don Antonio Suárez Madruga se opuso. El 22 de abril de 1960, elevaba un informe al obispo a fin de que revocara el decreto de aprobación de la imagen, habida cuenta de que, como párroco, se le había obviado. A mayor abundancia, apuntaba que, si existían, eran desconocidos tanto el decreto de erección como los estatutos de la Cofradía del Espíritu Santo “que desde hace pocos años comenzó a llamarse así”, conocida también como del Cristo del Humilladero. Asimismo, señalaba que la participación de los cofrades en la vida parroquial se reducía a la procesión; que antes de crearse la parroquia, que llevaba sólo un año, “la tal llamada cofradía, dirigida por una minoría, pretendía ser como una rectora con fines poco definidos en esta numerosa y pobre barriada” y pretendía reducir a los párrocos a meros capellanes a su servicio.

Añadía que había tratado de disuadirlos de este encargo, tanto más cuanto que la cofradía no había colaborado a las obras de renovación ni a la adquisición de ornamentos y objetos litúrgicos para la recién erigida parroquia, argumentando que era pobre. Por ello, le sorprendía que acometieran esta adquisición, para la que no tenía sitio en la iglesia. Pero los cofrades no sólo no desistieron, sino que, directamente solicitaron permiso al obispo. Una vez conseguido, informaron al párroco. Aprovechando su ausencia, colocaron la imagen en la iglesia, de manera transitoria mientras la trasladaban a otro templo.

La víspera de la procesión, el cura tuvo conocimiento del decreto del obispo través de un seglar, el mayordomo, quien le “dirigió en el acto esta frase: “ahora resulta que tendrá Vd, que colocar la imagen en la Parroquia. Es decreto de S. E. Rvdma.; y las órdenes del Superior hay que acatarlas. Con anterioridad, se había informado a la prensa y radio del nombre de la nueva imagen, María Corredenterora, y de que el párroco la bendiciría. “Ni yo he bendecido la imagen ni he asistido a la procesión”, concluiría el sacerdote.

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Foto 20. Traslado a San Francisco de la imagen de María Corredentora en la mañana del Viernes Santo presidido por el párroco D. Antonio Suárez Madruga. Año 1964.

So pretexto de escasez de espacio en la parroquia para colocar las andas y de altar donde rendir culto a la nueva imagen,  los cofrades se vieron obligados a gestionar con los padres salesianos la entronización de María Corredentota en uno de los altares de la iglesia de San Francisco y la organización en ella de la procesión. El 15 de marzo de 1961, el secretario Francisco Sánchez Pizarro, dando trámite al acuerdo de la “Cofradía del Santísimo Cristo del Humilladero en la Barriada del Espíritu Santo”, solicitó la preceptiva licencia episcopal, que fue concedida el 21143.El 11 de abril de 1962, el entonces mayordomo, don Antonio López- Montenegro y García-Pelayo transmitió al ordinario el deseo de los hermanos, expresado en la última reunión, de que la procesión que el año anterior había salido el Domingo de Ramos por la tarde desde San Francisco, lo hiciera nuevamente por las calles de la feligresía desde el templo parroquial del Espíritu Santo el Viernes Santo en la mañana, una vez terminada la de la madrugada con la devotísima imagen de Jesús Nazareno.

El cambio no debió de convencer, pues en otra solicitud de fecha 1 de marzo de 1963, Montenegro solicitaba que la procesión realizada en la mañana del Viernes Santo del año anterior, se trasladara a la madruga con la finalidad de que los obreros, que era la mayoría de los hermanos de carga, pudieran descansar todo el Viernes Santo. Estudiada la propuesta por la Comisión de Cultos al exterior de la Comisión Pro Semana Santa, se resolvió que recorriera las calles de la feligresía, fijando su horario entre las 23:30 horas del Jueves Santo y la 1:30 de la madrugada del Viernes Santo.

El 11, Monseñor Llopis Iborra aprobó la inclusión de esta procesión en los desfiles penitenciales de la ciudad de Cáceres144.

Desde 1960 a 1979, la imagen de María Corredentora se guardó en el convento de San Francisco. Las obras de acondicionamiento para la Institución Cultural “El Brocense” desalojaron de los altares a las efigies allí existentes. La de María Corredentora, tapada, permaneció largo tiempo en la sacristía del Espíritu Santo, donde tuve ocasión de fotografiarla.

3. APÉNDICES

3.1.  Oficiales de la Cofradía.

En Cáceres era, y sigue siendo, habitual la pertenencia a varias cofradías. Por ello, no es extraño que los oficiales de esta cofradía ocuparan cargos tam- bién en otras.

Tabla 4-6

3.1.1.  Diputados

Tabla 4-7

3.1.2.  Escribanos y ermitaños

Tabla 4-8

Tabla 4-9

Tabla 4-10

3.2. Cuentas de la Cofradía

En maravedís:

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En reales:

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En pesetas:

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Nota: Todas aquellas fotos que no llevan reseñado el nombre del fotógrafo, son propiedad del autor de esta ponencia.

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1BOXOYO, Simón Benito: Historia de Cáceres y su Patrona. Publicaciones del Departamento Provincial de Seminarios de FET y de las JONs. Cáceres, 1952. Págs. 106-107.

2 FLORIANO  CUMBREÑO,  Antonio  C.:  Documentación  histórica  del  Archivo  Municipal  de Cáceres (1229-1471). Institución Cultural “El Brocense”. Cáceres, 1987. Págs. 12-13.

3 HURTADO, Publio: La Parroquia de San Mateo de Cáceres y sus agregados. Imprenta la Miner- va. Cáceres, 1918. Págs. 148-149.

4 FLORIANO CUMBREÑO, Antonio C.: Guía histórico-artística de Cáceres. 2ª edición. Diputa- ción de Cáceres, 1952. Págs. 212-213.

5 FLORIANO.: Documentación … op.cit. Págs. 89-95.

6 Ibid. Págs. 66-67.

7 ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE CÁCERES (A.H.P.Cc.). Protocolos de Pedro Delgado. Caja 3.758. El 14 de noviembre de 1600, el presbítero Baltasar Jiménez Sanguino traspasó a Juan Tejado y Elvira Rosado 5.000 maravedís de renta que disfrutaba de varios censos, entre ellos contra Pedro Gemio y su mujer Catalina González sobre unas viñas en el ejido del Garabato junto a la ermita.

8 Ibid. Protocolos de Juan González Holguín. Caja 3.832. 12 de diciembre de 1562. Testamento de María González de Carvajal, hija de Alonso de Carvajal y Catalina Espadera, nieta de Juan Espade- ro.

9 ARCHIVO DIOCESANO DE CORIA-CÁCERES. PARROQUIA DE SAN MATEO DE CÁCERES (A.D.C.-Cc.S.M.). Libro nº 89: Ermita y Cofradía del Espíritu Santo. Listas de hermanos, inventarios, cuentas, elecciones y otros. 1562-1645.

10 A.H.P.Cc. Protocolos de Martín de Colmenares. Caja 3.701. El 4 de julio de 1675, el maestro albañil Juan Sánchez declaró que el procurador Juan Pérez Escallón había mandado reparar las paredes de una cerca con olivos, que estaba arrimada a la ermita,  que gozaba en prenda pretoria del también procurador Juan Durán y de su mujer Agueda Martín Nacarino. El 15, Escallón pagó a Juan Marín por haber abierto 84 hoyos para plantar olivos en la mencionada cerca.

11 Ibid. Protocolos de Juan Romero. Caja 4.257.

12 Ibid. Protocolos de Francisco Tiburcio Maderuelo. Caja 3.990. 4 de febrero de 1719. Entre los bienes que don Pedro Rol de Ovando hipotecó en una escritura de censo figura un “olivar çercado que tenemos en el exido de esta villa linde con el dicho camyno real de la Plata y con huerto de la hermita del Espíritu Santo” (Ibid. Protocolos de Juan Romero. Caja 4.248. Año 1600, Fol. 360). En 1582, el mayordomo Antón Alonso dispuso levantar unas tapias para cercarlo (A.D.C-Cc.S.M. Librio 89).

13 LODO DE MAYORALGO, José Miguel: Los Blázquez de Cáceres, los Mayoralgos y los Ovan- dos. Estudio crítico sobre su origen y genealogía (siglos XIII al XV). In Asociación Española de Estudios Genealógicos. Madrid, 1985. Pág. 145. En él se confirma también la existencia del hospital de Sancti Spíritus.

14 MAYORALGO Y LODO, José Miguel: La familia de doña Mencía de los Nidos, heroína cacereña en la conquista de Chile. Instituto de Estudios Heráldicos y Genealógicos de Extremadura. Cáceres, 1994. Pág. 113.

15 A.D.C.-Cc.S.M. Libro nº 89.

16 Por este trabajo, la cofradía le convidaba con un real.

17 A.D.C.-Cc.S.M. Libro nº 89. Era mayordomo Pedro de Vergara, quien ordenó la reparación también de todo el tejado de la iglesia.

18 Como las demás cofradías de la villa, pedía limosnas por las calles cada domingo, el Jueves y Viernes Santo; en la ermita los días de la fiesta de Pentescostés y el de San Martín. En 1579, el mayordomo abonó un real por el mandamiento que sacó del obispo para la demanda. Para ser identificado, el demandador portaba una tablilla con la imagen pintada del titular. El mayordomo Pedro de Vergara encargó su realización en 1577-1578. A comienzos del último tercio del siglo XVII, fue sustituida por una nueva bajo la mayordomía de Francisco Pérez Barquero.

19 A.D.C.-Cc.S.M. Libro nº 90. Fols. 44-45. Los beneficiados y curas percibían por las vísperas 4 reales, nada más acabar de decirlas; por la misa cantada con diáconos del día de Pascua de Pentecostés, 8. El mayordomo tenía que buscar sacerdote para el segundo y tercer día de Pascua de Pentecostés, a 2 reales, con preferencia del cura y beneficiados de San Mateo si quisieren. El último día de Pascua de Pentecostés se oficiaba misa por los cofrades difuntos, por la limosna de 6 reales. Por las 10 misas de los meses por los hermanos, abonaba 2 reales por cada una. En 1685, por falta de rentas y agobiados por las continuas reparaciones de la ermita, acordaron suspender las 12 misas de entre año. Sin embargo, al año siguiente, el visitador licenciado Juan López Higuero ordenó su celebración.

20 Ibid. Libro nº 89.

21 Ibid. Libro nº 90. Conforme a dichas ordenanzas, las cuotas, más la limosna de una libra de cera común a todos, eran las siguientes: 22 reales para los que no habían de servir; 10, para los clérigos y los que habían de servir; 12, las señoras; 10, las mujeres cuyos maridos no eran cofrades y las monjas; las mujeres de cofrades que ingresaren en vida de los maridos, 8 si fueren señores y 4 las restantes; el hijo mayor de cofrade que entrare por su difunto padre, si caballero pagaría 8 reales, si para servir, 4; el hijo segundo, durante la vida del padre, siendo para no servir 12, y para servir 8.

22 PULIDO, Tomás: Notas para la Historia de Cáceres. Institución Cultural El Brocense. Cáceres, 1991. Pág. 18. Pulido confunde ambas cofradías, haciéndolas una sola.

23 GARCÍA Y GARCÍA, Antonio y Otros: Synodicon hispanun. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid, 1990. Pág. 292.

24 A.H.P.Cc. Protocolos de Diego Pacheco. Caja 4.110.

25 GARCÍA: Synodicon … op.cit.. Págs. 292-293.

26 A.D.C.-Cc.S.M. Libro nº 89. Op. cit. En las cuentas de 1563 del mayordomo Juan de Coria ya se asienta el cargo de enterrar a los pobres que morían en el hospital de la Puerta de Mérida.

27 A.H.P.Cc. Protocolos de Antonio Gutiérrez. Caja 3.910. El 28 de marzo, tras haberlo denunciado ante los alcaldes de la Santa Hermandad, lo perdonó.

28 Ibid. Protocolos Pedro González. Caja 3.827. El 6 de octubre de 1570, Francisco Moreno revocó dicho poder por cuanto él había sido sustituido en la mayordomía por Juan de Coria (Ibid. Protocolos de Pedro de Pérez. Caja 4.120).

29 A.D.C-Cc.S.M. Libro nº 89.

30 Ibid. La pena consistía en el pago de un cuarterón de cera.

31 Ibid. Las cuentas del mayordomo Antón Alonso correspondientes a 1581-1582, reflejan el costo de la comida: 32 reales y medio de cinco arrobas de vino para la colación; 33 y medio de un carnero y cuatro borregos; 40, de dos fanegas y media de pan cocido.

32 Ibid. Para la fiesta, el mayordomo Micael Alonso Guerra, 1765-1767, compró en 30 reales unas colgaduras viejas al mayordomo de la Montaña (Ibid. libro nº 90. Fol. 266v.).

33 A.H.P.Cc. Protocolos de Tomé García Cabezalbo. Caja 3.807.

34 A.D.C-Cc.S.M. Legajo 3, doc. 10. Fol. 2v. Se trata de restos de un libro de eleción de oficiales.

35 Ibid. Libro nº 89.

36 Ibid. y en Legajo 3, doc. 10.

37 Véase nuestra ponencia presentada a los XXXVI Coloquios Históricos de Extremadura del año 2007, “El indiano cacereño Juan Vivas y la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno”.

38 A.D.C.-Cc.S.M. Libro nº 89.

39 Ibid.

40 Ibid. Libro nº 90.

41 Ibid. Libro nº 89.

42 Ibid.

43 Ibid. Libro nº 90.

44 Ibid. Libro nº 89. Fol. 200v.

45 Ibid. Fol. 225. “Y por quanto en el segundo de los mandattos de la visitta anttezedentte, se previ- no que respectto de no tener estta cofradía ordenanzas aprobadas para su régimen, se formasen e instituisen, lo que no ha ttenido efectto, mandó su Yllma que el mayordomo acttual haga junttar la cofradía y formen las ordenanzas y constittuziones que parecisen combenienttes, que pondrán en poder de el vicario de estta villa, quien las remittirá a la Secrettaría de Cámara de su Illma para su aprobazión y así lo cumplan denttro de dos meses pena de quattro ducados”.

46 Ibid. Fols. 247 y 254.  En el transcurso de las visitas giradas el 3 de diciembre de 1751 y el 1 de diciembre de 1757.

47 Ibid. Libro nº 90. Fol. 201. El 26 de junio de 1889, la cofradía acordó adquirir un terno encarnado para la fiesta que se celebraba en la ermita (Ibid. Libro nº 91. Cofradía del Espíritu Santo. Actas. 1887-1903. Fols. 3 y v.).

48 Ibid. Libro nº 90. Fol. 207. Cuentas del mayordomo Ventura Durán Nacarino.

49 Ibid.

50 Ibid. Fol. 246v.

51 De las comedias, quedaron líquidos 1.292 reales.

52 A.D.C.-Cc. Parroquia de Santiago de Cáceres (Stgo.). Libro nº 96: Escrituras de la parroquia y otros.

53 A.D.C.-Cc.S.M. Libro nº 90. op. cit. Fol. 253v.

54 Ibid. Fol. 189. En las cuentas del mayordomo Diego Espada, de 1717-1719, se descargó de 12 reales “se gastaron quando se fue a pedir el trigo a los molinos para las roscas en los dos años de esta quenta” y de otros 4 “que se gastaron de anís para las roscas”.

55 Ibid. Fol. 264v. Visita de 16 de octubre de 1765.

56 Ibid. Fol. 282v.

57 Ibid. Fols. 284-299v.

58 Ibid. Fols. 302-303.

59 Ibid. Libro nº 88. Cofradía del Espíritu Santo y Sacramental. Acuerdos, asientos de hermanos y otros. 1842-1865.

60 A.D.C-Cc.Stgo. Libro nº 96.

61 A.D.C.-Cc.S.M. Libro nº 88.

62 Ibid.

63 A.D.C.-C.Stgo. Libro nº 71. : Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuetra Señora de la Misericordia. Pleito sobre el vínculo de Andrés de Andrada. 1836-1838.

64 A.D.C-Cc.Stgo. Libro nº 71.

65 A.D.C-Cc.S.M. Libro 88.

66 ARCHIVO MUNICIPAL DE CACERES. Libro de Acuerdos de 1 de enero de 1844 a 30 de diciembre de 1845. 202 / 267. Fols. 22 y 26.

67 A.D.C-Cc.S.M. Libro 88.

68 Ibid. Cofradía del Espíritu Santo. Legajo 3. doc. 17.

69 Ibid. Libro nº 90. Era mayordomo Francisco Pérez Barquero, bajo cuyo mandato se encaló la iglesia, se hizo un enrejado para que no entraran en ella las golondrinas y se encargó una nueva tablilla de la demanda.

70 Ibid. Por este concepto, el mayordomo Juan Martín Durán pagó 28 reales.

71 Ibid.  Libro nº 89.

72 Ibid. Fol. 167v.

73 En las cuentas del mayordomo Genaro del Puente, de los años 1784-1786, se asienta la compra de platos de Talavera y de tinajas de Arroyo del Puerco (Ibid. Libro 90. Fols. 300-301). Las cuentas de la cofradía de la Soledad también registran numerosas compras de tinajas de agua para el servicio de los devotos que acudían al Calvario.

74 Ibid. Libro nº 89. Cuentas del mayordomo Juan Gutiérrez Michel.

75 Ibid. Libro nº 90. En 1660, Blas Martín Nacarino, albañil, percibió 41 reales y medio por el arreglo de dicho portal.

76 Asi lo narró un testigo ocular, Bartolomé Sánchez Rodríguez: “á las 10 del día, se levantó un aire tan sumamente grande que los vivientes no han conocido otro semejante, y fue Dios servido no durase más de hasta las doce y media, -que van dos horas y media-, y en este breve tiempo no quedó árbol en la Rivera que no arrancase o quebrase; y olivos muchos; y de la Zafrilla las tres partes de encinas; iglesia ni convento que no lastimase (…). Dícese que habrá de pérdida más de 30 mil reales en esta villa”. (Noticiero de Cáceres en el siglo XVII in Revista de Extremadura tomo IV. Año 1902. Pág. 532).

77 A.D.C-Cc.S.M. Libro nº 90. Ya en 1652, el mayordomo Andrada pagó 18 reales a un hombre que se ocupó tres días en plantar unos acebuches para injertar en olivos del cercado de la ermita

78 Ibid. Fols. 184v.-189 y v. Era mayordomo Diego Espada.

79 A.H.P.Cc. Protocolos de Francisco Tiburcio Maderuelo. Caja 3.990. 4 de febrero de 1719.

80 A.D.C-Cc.S.M. Libro nº 90. op. cit. Al inicio de la obra, el obispo Corcuera había colaborado con otros 125 reales con 32 maravedís.

81 Ibid. Fol. 230v. Era mayordomo Pedro de Paredes Polo. Se obtuvieron 90 reales y la obra importó 116 reales y 8 maravedís.

82 Ibid. Fol. 247. Visita del 3 de diciembre de dicho año.

83 Ibid. Fol. 251v. Era mayordomo Alonso Díaz de la Lastra. En 1752 quedaron líquidos 1.292 reales que se emplearon en lo reseñado.

84 Ibid. Fols. 261 y v.

85 Ibid. Fol. 264v. En el transcurso de la visita de 16 de octubre de 1765.

86 Ibid. Stgo. Libro nº 71.

87 Ibid. Cofradías. Cáceres. “Cuestión sobre el recogido de las rentas de la Cofradía del Espíritu Santo o Sacramental de Cáceres”.

88 Ibid. “Ynbentario de las cofradías esistentes en esta Capital formado a la yncautación de los bienes y rentas del Clero secular. 1842”.

89 Ibid. Solicitudes. 1860-1870.

90 Ibid. S. M. Cofradía del Espíritu Santo. Legajo 3. doc. 14. Cuentas de 1887-89.

91 Ibid. Solicitudes. 1860-1870.

92 A.H.P.Cc. Clero. Caja 219, expte 540. El 25 de junio de 1927, la Dirección General de Propiedades y Contribución Territoral desestimó dicha demanda, replanteada por el aludido don Faustino Criado el 4 de septiembre de 1909 porque, conforme al convenio de 1860, las reclamaciones las debía efectuar el obispo o en quien delegase.

93 A.D.C-Cc. Solicitudes.

94 SELLERS DE PAZ, Germán: Cáceres visto por un Periodista. Caja de Ahorros de Cáceres, 1981. Pág. 382.

95 A.D.C-Cc.S.M. Libro nº 90. Fol. 230v.

96 Ibid. Libro nº 90.

97 Ibid. Fol. 216v. El mayordomo Gaspar Rodríguez Conejero (1730-1734) pagó 92 reales y 20 maravedís por la tela.

98 Ibid. Libro nº 89.

99 En referido inventario de 1585, figuran como suyas ropas de damasco blanco y encarnado con sus ribetes. Todos estos enseres se guardaban en un arca. En 1583-1584, el mayordomo Pedro Hernán- dez, armero, pagó 12 maravedís a un morisco por llevar a la ermita el arca de la cofradía.

100 Ibid. “Más. Se le descargan dos reales que dio a un pintor porque adereçó la paloma del Espíri- tu Santo”.

101 Ibid. Libro nº 90. Era mayordomo Andrés de Andrada. Existe constancia de que el pintor Carrasco restauró el cuadro de Santa Águeda, por lo que es muy probable que encarnara también la nueva Paloma del Espíritu Santo.

102 Ibid. Fol. 272v. En las cuentas de 1767-1771 dadas por el mayordomo Diego Grande se incluye el importe del arreglo del rostrillo de plata de dicha imagen.

103 A.H.P.Cc. Protocolos del escribano Diego González. Caja 3.793..

104 A.D.C-Cc.S.M. Libro nº 89. op. cit.

105 Ibid. Libro nº 90.

106 A.H.P.Cc. Protocolos del escribano Gabriel Briceño de Muesas. Caja 3.584.

107 Ibid. Protocolos del escribano Juan Vega Muriel. Caja 4.439.

108 Ibid. Protocolos del Escribano Gabriel Briceño de Muesas. Caja 3.494.

109 A.D.C.-Cc.S.M. Ibid. Libro nº 90. Fol. 277.

110 Ibid. Libro nº 89. Fol. 104v.

111 Ibid. Libro nº 90.

112 Ibid. Fol. 139.

113 Ibid. Fol. 252v.

114 Ibid. Fol. 272v.

115 Ibid. Libro nº 88.

116 Ibid. Libro nº 89. op. cit.

117 Ibid. Libro nº 90. Gracias a las limosnas que pidió por las casas, encargó en Salamanca la imagen de Señor del Pardo que preside hoy el altar mayor de la parroquia de San Juan y que desfila los Miércoles Santo bajo la advocación de la Buena Muerte.

118 A.H.P.Cc. Protocolos del escribano Miguel Jiménez de Valverde. Caja 3.966.

119 A.D.C.-Cc.S.M. Libro nº 90. op. cit. Fol. 272v.

120 Ibid. Libro nº 89. op. cit. Era mayordomo Francisco Sánchez Mostazo. En el inventario de 1648, se especifica que era de gorgorán blanco con flores negras y pasamanos de plata falsa, forrada de bocací azul.

121 Ibid. Libro nº 90. Fol. 272v. El mayordomo Diego Grande, en las cuentas de 1767-1771, dio en descargo el importe de un vestido para esta imagen. Entre 1763 y 1765, el mayordomo Micael Alonso Guerra adquirió en 6 reales una cruz o pectoral para la imagen (Ibid. Fol. 261v.).

122 Ibid. Fol. 259v. Cuentas que rindió el alcalde Miguel Alonso Huerta por fallecimiento del mayordo Alonso Díaz de la Lastra.

123 Ibid. Fol. 279. El mayordomo José Llanos pagó 5 reales a un pintor por este concepto. Fol. 259v. Entre 1757 y 1763, se había restaurado. En las cuentas que dio el alcalde Miguel Alonso Huerta por fallecimiento del mayordomo Alonso Díaz de la Lastra, figura el pago de 62 reales.

124 Ibid. Fol. 201.

125 Véase nuestra ponencia presentada a los XXIV Coloquios Históricos de Extremadura del año 1995, “Tres imágenes cacereñas del Señor Amarrado a la Columna”, en el que dimos a conocer la historia de estas imágenes, a la que remitimos al lector. Recientemente, se ha visto corroborada nuestra atribución a José de Arce de la imagen sufragada por el alférez indiano Francisco Martín Carrasco, mediante el hallazgo por parte de José Luis Romero Torres del contrato, de 22 de junio de 1655, en los protocolos sevillanos.

126 A.D.C.-Cc.S.M. Libro nº 90. En las cuentas de Pedro Bastonel, relativas a 1692, aparece el pago de 40 reales por los clavos, maderas y maestros que asentaron el retablo que se puso en la ermita.

127 Ibid. Fol. 270.

128 Ibid. Libro nº 91. Cofradía del Espíritu Santo. Actas. 1887-1903. Fols. 5 y 6.

129 Ibid. Libro nº 90. Cuentas de 1649-52. Importó 68 reales.

130 Ibid. Legajo 3, doc. 17. Siendo mayordomo don Pedro García Becerra.

131 HURTADO: op.cit. Págs. 154-155.

132 A.D.C.-Cc.S.M. Libro nº 89. op. cit. Cuentas del mayordomo Francisco Martín, carpintero, quien le pagó 24 reales por este cometido.

133 Ibid. El mayordomo Juan Martín Durán le abonó 3 reales.

134 Ibid. El mayordomo Juan Martín Durán le abonó 28 reales.

135 Ibid. Cuentas del mayordomo Pedro Delgado. Cobró por su trabajo 4 reales.

136 Ibid. Fol. 146. Siendo mayordomo Juan Delgado. Importó 4 reales.

137 Ibid. A la sazón era mayordomo Francisco Pérez, quien se descargó 8 reales por este concepto.

138 Ibid. Libro nº 90. Cuentas del mayordomo Andrés de Andrada.

139 Ibid. Cuentas del mayordomo Andrés de Andrada (1659-1674).

140 Ibid. Cuentas del mayordomo Francisco Pérez Barquero (1674-1681).

141  Ibid. Fol. 153. El mayordomo Juan Sánchez Ojalvo le pagó 9 reales.

142  Ibid. Fols. 300-301.

143  Ibid Cofradías. “Adquisición y bendición de una imagen de la Virgen Dolorosa. Marzo y abril de 1960”.

144  A.D.C-Cc. Cofradías.

Oct 012010
 

Serafín Martín Nieto.

 Mucho se ha teorizado acerca de los orígenes de esta ermita. Don Simón Benito Boxoyo, basándose en una serie de elementos que aún perduraban en la segunda mitad del siglo XVIII, como “un enlosado antiquísimo de ladrillos, que denota fue patio” en la casa del ermitaño y “una lápida sepulcral de cantería y de relieve, un báculo pastoral y jara de flores; igualmente en una cantería labrada está una cruz, que parece la que usaban” a la entrada de la iglesia, daba carta de naturaleza a la tradición que afirmaba que había sido convento de templarios.A mayor abundamiento, sacaba a colación la concordia suscrita en Cáceres entre el Concejo de la Villa y los freiles del Temple el 5 de marzo de 1252 para el cese de hostilidades1. La redacción de este documento en Cáceres no presupone, en modo alguno, la presencia en esta villa de un conventual templario, cuya existencia no se afirma en dicha carta2. Por otra parte, la donación del fuero alfonsino y su confirmación por el Rey Santo estaban muy recientes, y en él se prohibía expresamente la presencia de “ordinibus et cucullatis et saeculo ab renunciantibus”.Don Publio Hurtado, secundando la hipótesis de Boxoyo, al que cita textualmente, va más allá y señala “que en su origen perteneció a la Orden Militar del Temple, y, aunque esta afirmación no tiene una base documental inconcusa, tiénela en la tradición y en indicios cuyo conjunto y significación me la sugieren3.

Floriano se inclina por considerarla una mezquita, sin desechar la posibilidad de que hubiese sido una sinagoga: “El Sr. Mélida lo calificó de iglesia Mudéjar, mientras que el que esto escribe apuntó la probabilidad de que se tratase de una mezquita, fundándose en la dirección de las naves, en la orientación y en otros detalles; esto fue rebatido con sutil argumentación por parte de Sanguino y más tarde se apuntó la no improbable hipótesis de que se trate de una sinagoga4.

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Lám. 1. La ermita del Espíritu Santo con su crucero

Muy alejada estaba de la población para ser sinagoga o mezquita. Leyendas y tradiciones aparte, lo cierto es que se trata de una más de las numerosas ermitas con que contó Cáceres desde los primeros años de su reconquista.

Y prueba de ello, es que, en el antiguo término de Cáceres, se alza la ermita de Santa María del Salor, que gozó de importante feria el 8 de septiembre adonde concurrían vecinos de toda la comarca, que, al igual que la del Espíritu Santo, también perteneció a la jurisdicción de San Mateo. El lunes 20 de agosto era de 1383 (año del Señor de 1345), los caballeros y escuderos de la colación de dicha parroquia cacereña acordaron fundar una cofradía “a servicio de Dios Padre, e a loor e a servicio de la Virgen Santa María de Salor, su Madre, a quien tenemos por Abogada e por Señora en todos nuestros fechos5.

Estilísticamente, son muy similares: de tres naves y tres tramos mudéjares. La forma de los arcos y de los pilares son idénticas. Ello revela que ambas se construyeron casi simultáneamente y con anterioridad al 26 de julio de 1320, en que “la hermita que disen Santa María de Salor” aparece mencionada en el deslinde y amojonamiento efectuado entre el maestre de Santiago frey don García Fernández y el Concejo de Cáceres6.

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Láms. 2 y 3. Naves de la ermita del Espíritu Santo y de Nuestra Señora del Salor

La del Espíritu Santo se emplazaba extramuros de Cáceres, en el Calerizo, al pie de la Vía de la Plata, cuyos restos han aparecido hace un año con motivo de las obras de un colector: “junto a la hermjta de el Espíritu Santo, que alinda con el camjno real de la Plata e con viñas de Gonçalo de Caçeres y de los herederos de Alonso de la Peña7. Frente a la Fuente del Rey, llamada también el Marco: “yten mando para azeite a la lánpara del Spíritu Santo, que está su hermita a la Fuente del Rey quatro maravedís8. En el acta de la visita del licenciado Lorenzo González, de 27 de mayo de 1595, se la denomina “hermita y confradía del Spíritu Sancto de la Fuente del Rey9.

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 Láms. 4 y 5. La Fuente del Rey o el Marco y desaparecido escudo de la cerca de Don Jorge.

Cerca estaban la dehesilla de Arriba, los olivares de Valtravieso (hoy Maltravieso) y viñas10. El 29 de abril de 1611, don Francisco de Andrada y Quiñones, regidor, concertó con el portugués Mingo Pérez de Viana de Camiña el cercado de una heredad “que es viña y huerta enfrente de la hermita del Espíritu Santo” que había comprado a Pedro Gemio de Ávila y a su mujer y otra a Baltasar Jimenez Sanguino clérigo, para hacerlas una11. Viña que sería conocida como cerca de don Jorge (vulgo San Jorge), por su descendiente don Jorge de Cáceres y Quiñones, cuyo escudo lució la puerta de acceso hasta hace unos treinta años, en que desapareció una noche.

Todos estos son los mismo límites que se especifican en la escritura de la venta del huerto adosado a la ermita que lindaba por abajo con olivar cercado de la memoria de misas de Juan González Huerta de Alba “y asimismo linda con el camino real que sale de estta villa arrimado a la pared de dicho guertto; y haçe frentte a la fuentte del Rey y çerca que oi goza y posee don Gorje Françisco Cázeres y Aldana12.

El testamento de Garci Bláquez, otorgado el 19 de abril de 1342, constituye la primera referencia documental que hemos encontrado. En él manda “a ssanti espiritus e a sant pedro hermitas que estan çerca de aquí de la villa quatro maravedis a cada una dellas para açeyte13.

Marina Alonso, viuda de Fernán Alonso de los Nidos, en su testamento de 7 de octubre de 1405, legó “a todas las ermitas del termino de Caçeres que estubieren pobladas sendos maravedíes a cada una dellas para azeyte e mando a San Salvador e a San Pedro e a Santi Spíritus e a Sancta Maria Madalena sendos maravedíes a cada una de ellas para azeyte14.

1. LA COFRADÍA DEL ESPÍRITU SANTO DEL EJIDO

A partir de finales del XV y comienzos del XVI, se observa en Cáceres el florecimiento de cofradías nacidas, a veces en sustitución de otras anteriores, para atender, entre otros fines, las necesidades de las ermitas y fomentar la devoción a sus titulares. Este parece ser el caso de la cofradía del Espíritu Santo, cuya fundación se remonta a 1493, según  anotación en la portada del libro más antiguo de los conservados:

Fundóse esta cofradía día lunes, día de Ntra Sra veinte y çínco días del mes de março año del Señor de mill e cuatrocientos y noventa y tres años a loor y honra del Espíritu Santo15.

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Su fiesta principal se celebraba el día de Pentecostés. Para la ocasión, el sacristán de San Mateo trasladaba desde la parroquia el terno y el incensario16.

Su organización era similar a la de las demás. A la cabeza se situaba el mayordomo, que era elegido para el plazo de un año el día de Pascua de Pentecostés en cabildo abierto que se celebraba, después de la fiesta, en el portal de la ermita -para este fin, tal vez, se construyeran en 1578 los poyos-17; dos alcaldes, dos diputados, escribano, muñidor y demandante de limosna18; además de la ermitaña, que vivía en una casa anexa. Los cofrades pertenecían a todos los estamentos sociales, incluidas las monjas de los conventos de San Pablo, Jesús, Santa Clara; y hasta una liberta, la morena (negra) Juana de Espadero, criada del licenciado Espadero. Durante el año, se celebraban diez misas en la ermita, más las vísperas y fiesta de Pentescostés19. Unas veces los franciscanos y otras los capellanes nombrados por la cofradía eran los encargados de decir las misas de los meses.

Para el altar, en 1612-1613, se trajo un ara desde Coria, que importó 18 reales más otros dos del traslado20.

Como tantas otras hermandades devocionales, carecía de ordenanzas escritas, debidamente aprobadas por la jerarquía eclesiástica. Tan sólo disponía de algunas normas relativas a la entrada de hermanos, rigiéndose en lo demás por los usos y costumbres21.

A lo largo de los siglos, coexistieron dos cofradías bajo esta misma advocación: la nobiliaria de Sancti Spíritus que atendía el hospital de mujeres de su nombre y la que nos ocupa22. Y no era el único caso de duplicidad en Cáceres.

Tal auge de las cofradías preocupó no sólo al poder político, en especial al César Carlos tras el levantamiento de las Comunidades, sino también al eclesiástico. Los obispos de Coria tendieron a limitarlas, como se deduce de las constituciones sinodales del año 1537 del cardenal obispo de Coria, don Francisco de Mendoza y Bobadilla: “han crescido y crescen en tanto numero que podrian traer daño23.

El 3 de mayo de 1545, a la puerta del hospital de Nuestra Señora donde tenía por costumbre reunirse la cofradía de Sancti Spíritus, con asistencia del mayordomo Martín Romero y de los cofrades Francisco de Solís, Hernán Pérez de Toro, Gómez de la Rocha, Francisco de Ulloa, Jerónimo Holguín, el licenciado Bocarro, Francisco Gómez, Rodrigo Picón, Pedro de Osma, Alonso Pacheco, Juan Vara, Juan del Herena deliberaron acerca de que habían tenido noticias de que el referido cardenal obispo de Coria, en el sínodo que había convocado en Cáceres a partir del 16 de mayo, pretendía “deshazer las cofradí-as de la dicha villa y hazer de la rrenta e dineros della çiertos ospitales, a los quales procura de anexar e dar la rrenta dellas. E porque tememos que una dellas sea la dicha cofradía de Santi Espíritus”, dieron poder a procuradores de Cáceres para que alegasen ante el sínodo, “ansí por escrito como por palabra que la rrenta e bienes que la dicha cofradía tiene, la avemos los cofrades della ganado, avido e adquirido con nuestra yndustria e trabajo e contribuyéndola de nuestras propias haziendas e enterrando las personas que se an encomendado a ella e siendo de los dichos cofrades y ermanos della como lo es, no se nos puede qujtar ni tomar sin nuestro consentimiento e voluntad; que por la presente por nos y en nonbre de los otros cofrades de la dicha cofradía, no consentimos en ello nj que de tal cosa se trate en el dicho signado nj en él aya novedad alguna çerca dello, porque haziéndose o tratándose de hazer, desde agora para entonçes protestamos de hazer e que hazemos de los dichos bienes e hazienda como de cosa nuestra propia ques e no de la dicha cofradía, avida e adquirida con nuestro trabajo e hazienda, porque demás de no se enterrar los que fallesçieren e se murieren, si en el dicho signado se tratase de lo que dicho es e sobre ello oviese alguna novedad, se perderían e desharían todas las otras cofradías que ay en la dicha villa e las hermjtas e advocaçiones que ay en ella e en su término, a cuya devoçión y advocaçión se an hecho, funda- do e ynstituydo, de que viene tanto provecho e utilidad de vocaçión en honrra a la dicha villa, veçinos e pobres della, siendo como todas son tan nesçesarias e proviechosas, ansí para dezir las mjsas que en ellas se dizen com para el hornato de la dicha villa ”.

Este mismo día, la cofradía de San Simón, con asistencia del mayordomo Pedro de Grajos, los alcaldes Macías de Figueroa y Miguel de Figueroa, los cofrades licenciado Bocarro, Rodrigo Picón, Juan García Cabezalbo otorgaron un poder similar24.

Parece que el mencionado cardenal obispo de Coria no se contentaba con la sinodal que obligaba a las hermandades a dispensar la cuarta parte de sus bienes en el sostenimiento de un hospital, antes bien intentaba anexionar todas sus rentas en provecho de los institutos benéficos25.

La oposición de las cofradías parece que dio sus resultados. Hay constancia de que a mediados del siglo XVI, y durante el primer tercio del XVII, la cofradía del Espíritu Santo se encargó de enterrar a los pobres que fallecían en el Hospital de la Puerta de Mérida26.

El 21 de enero de 1566, cuando Francisco Mariño regresaba de trabajar en su viña, le salió al acecho en el camino del Espíritu Santo Juan Escallón y lo golpeó en la cabeza con un palo27.

El 21 de mayo de 1570, los oficiales dieron poder a Sebastián Pérez, mayordomo saliente, y a procuradores de Coria y de Cáceres para que ante el obispo o cualquier juez eclesiástico de Cáceres o Coria, a fin de responder a cualquier mandamiento que hubiera ganado Benito García Gallego, ermitaño que había sido despedido, “por quanto ansí convenja al servicio de Dios y de la dicha hermjta28.

Este hecho se repetiría en otras ocasiones. En las cuentas del mayordomo Francisco Martín, carpintero, relativas a 1580-1581, figura el pago de 2 reales al notario apostólico por una probanza para traer nuevo ermitaño por haber sido despedido el anterior, más medio real al licenciado Pacheco por firmarla y 5 reales al mensajero que la llevó a Coria. Al mayordomo Juan Martín Figueroa (1587-1588) “se le descargan seis reales que gastó en las diligencias que hizo para que no sse lavase nj colase en la casa de la hermjtana y quitar la hermjta- na pasada que no quería dexar la hermita”. Por culpa de estas actividades, la casa debió de quedar malparada, pues el albañil Antonio Martín tuvo que aderezarla y trastejarla29.

A finales de esta centuria, como sucedía en otras viejas cofradías cacereñas, se observa un proceso de relajación y de decadencia. En 1580, la del Espíritu Santo acordó imponer sanciones a los cofrades que, estando a una legua de Cáceres, no asistiesen a la fiesta ni a las vísperas30.

El 12 de julio de 1583, acordaron dar de comer31 a los oficiales cuando estuviesen componiendo (preparando) la ermita para la fiesta, porque se lo quitaban de su trabajo. Mas, “porque la dicha ordenança fue fecha fuera del cabildo general como convenja y por personas que por sí solos no tenían facultad para la hazer”, el 20 de mayo del año siguiente, después de la salida de misa se hizo cabildo general para ratificarla32.

Ésta era la renta de la que gozaba en 1584:

Tabla 4-1

El 29 de noviembre de 1584, el mayordomo Francisco Hernández dio poder a procuradores de la Chancillería de Granada para querellarse contra Juan Asturiano “por quel susodicho, siendo como es alguazil mayor de la dicha villa, sin causa que legítima fuese, con poco temor de Dios y de la justizia de su Magestad, favoresçiéndose en la vara, y llevando consigo Alonso Gonçález, su criado, fue donde yo estava salvo y seguro, en el portal de la yglesia del Espíritu Santo, estramuros de la dicha villa; y diziendo que yo le deviese una déçima, me sacó arrastrando de sagrado y me dio muchos golpes, y no contento con esto, dixo Alonso Gonçález su criado que me tuviese y me dio una cuchillada en la cabeça, de que me hirió muy mal y luego me asió y me traxo muy mal herido a la cárçel pública de la dicha villa, y de la dicha herida estado a punto de muerte33.

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Lám. 6. La ermita con sus olmos centenarios y las desaparecidas dependencias adosadas.

El 10 de junio de 1590, siendo mayordomo Francisco Lorenzo, acordaron solicitar al Papa Sixto V una bula de indulgencias para la cofradía y cofrades34.

Con el fin de allegar los fondos indispensables para tramitar la concesión papal, la cofradía decidió recurrir a las cáñamas (comidas de hermandad). Así lo reflejan las cuentas del mayordomo Francisco Lorenzo, relativas a 1589-1590:

más se le cargan çien reales que se mandaron de limosna para la bula los vecinos desta villa como constó por los memoriales quando se dio la comida”. “Primeramente se descargó de veynte ducados en reales que pagó a Hernando de Çigalés secretario del obispo de Coria por la bula de los perdones que por su santidad se concedió a la dicha cofradía35.

El mayordomo abonó, pues, 20 ducados a Hernando Cigalés, secretario del obispo, por la bula de los perdones concedida por el papa Gregorio XIV a la Cofradía.

El 16 de agosto de 1603, en cabildo cerrado celebrado en casa del mayordomo Diego Sánchez Cintado, se acordó recurrir también a las cáñamas para obtener los fondos necesarios para prolongar hasta el arco siguiente las alfajías que servían de adorno a los altares del Crucifijo y de Nuestra Señora del Buen Suceso. Por la carestía de la vida aumentaron los salarios: los oficiales y el escribano recibirían 6 reales y, además, por la asistencia a cada toma de cuentas, 4 reales; el demandador, tres ducados y unos zapatos nuevos36.

A pesar de la distancia y de los años transcurridos desde que abandonaron su villa natal, ciertos indianos cacereños no se olvidaron de esta cofradía. Así, en 1610, se aplicaron sendas misas cantadas por las almas de Juan Vivas, benefactor también de la cofradía de Nuestra Señora de la Misericordia37, y de Juan Martín Nacarino, quienes habían enviado 100 reales cada uno. Dichas mandas se emplearon en acrecentar las rentas. Como la cofradía disponía de 300 reales, los dio a censo al zapatero Diego Jiménez Pozo y a su mujer Francisca Sánchez sobre casa dotal de ésta en la calle de Sande y sobre otros bienes el 3 de septiembre de 1609 ante Pedro de Pérex.

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 Lám. 7. El portal de la ermita, donde se celebraba la elección del mayordomo y de los oficiales

El 12 de julio de 1613, el visitador doctor Pedro Barrientos mandó que los mayordomos se limitaran a cobrar las rentas de sus años y no se entrometieran a cobrar la del año siguiente38.

El 4 de junio de 1623, tras las fiesta de Pascua de Pentecostés y la elección del mayordomo, estando en el portal, Francisco Pérez mayordomo, Diego Sánchez Bermejo y Tomé Hernández alcaldes, Francisco Cervigón Andrés González Pantoja, Diego Sánchez Guzmán, Diego Sánchez y Alonso Serrano, únicos cofrades asistentes, deliberaron acerca del pleito que les había interpuesto el hospital de los Caballeros y su mayordomo Juan García presbítero, por cuanto alegaban que la cofradía estaba obligada a proporcionar las hachas de los entierros de todos los pobres que muriesen allí. El visitador licenciado Mollinedo Gargoles, por mor de conciliación, había decretado que el hospital abonase a la cofradía tres reales por cada persona que allí falleciese; y que en el caso de que contase con bienes, sería preferida la cofradía a cualquier otro, incluso al propio hospital, por lo que había facultado al mayordomo del Espíritu Santo para ir en vida o después de la muerte del pobre a pedir razón al mayordomo o al hospitalero de los bienes que aquél tuviere; y si así no se hiciere, la cofradía se queda- ría con la ropa y bienes del difunto para venderlos39.

Cuando se redimía un censo, para evitar la disminución de los recursos, era obligatorio reinvertir el principal en la adquisición de nueva renta. Así, en 1625, de los 1.000 reales procedentes de dos censos, 220 los tomó Diego Sánchez Solana y 660 el mayordomo Francisco Pérez según escrituras ante Juan Vega de fecha 29 de junio y 30 de octubre de dicho año.

El 3 de junio de 1629, día de Pascua de Pentecostés, “por no aver hermanos con quien se pudiese hazer cabildo para elegir mayordomo y alcaldes que sirviesen a la dicha cofradía y por no estar en la dicha hermyta Domjngo López mayordomo della, se dexó la elección para el húltimo día de Pasqua”, que era el 5. Son momentos de fuerte crisis de hermanos, como reconocerían el 19 de mayo de 1630, en que para remediar la falta de cofrades para servir, se fijó la cuota de entrada para servir en 10 reales y libra de cera; que en 1649 sería rebajada a 8 reales más la cera40.

Gracias a las donaciones, la cofradía aumentaba sus recursos. En 1620 el mayordomo Francisco Sánchez Guzmán recibió de Juan Altamirano, vecino de Trujillo, los 700 reales que desde Indias había mandado de limosna el difunto Gonzalo Michel, hermano de Juan Gutiérrez Michel, quien había sido mayordomo un lustro antes. El 12 de abril de 1621, se dio dicha cantidad a censo a Pedro de la Peña y su mujer41.

En la Pascua de 1635, un devoto ofreció un roscón que se vendería en 2 re- ales a doña Francisca de Córdova, mujer del corregidor don Mendo de Contreras.

En 1644, la cofradía disfrutaba de las siguientes rentas anuales42:

Tabla 4-2

El 11 de junio de 1685, moderaron las cantidades que se pagaban por las entradas, a fin de poder contar con más cofrades; además, acordaron que cuando muriese algún hermano, el mayodomo mandase a casa del difunto dos hachas para que lucieran durante los funerales.43. La villa de Cáceres estaba ya en plena recesión a consecuencia de la guerra con Portugal por el elevado número de hombres quintados, alojamientos soportados y cosechas suministradas al ejército.

Sin embargo, durante los cinco años de la mayordomía de Juan Sánchez Ojalvo (1696-1701), se observa un aumento considerable de ingresos, 63, entre ellos el licenciado don Francisco Durán y su mujer Isabel Juárez, por bienhechores, como abogado de la cofradía. Se había convertido en práctica generalizada en las cofradías cacereñas recibir gratis a algunas personas a cambio de sus servicios.

En 1725, el visitador don Francisco de Bentilac les concedió un plazo de un mes para redactar las ordenanzas, de que carecía, pues tan sólo disponía de algunas normas que regulaban la entrada de hermanos44; mandato que no obedecieron, ni tampoco el del propio obispo don Miguel Cebrián y Agustín de 173745, pues en 3 de diciembre de 1751 y 1 de diciembre de 1757 el obispo don Juan José García Álvaro lo reiteró, sin que conste la observancia del mismo: “y mediantte no estar en orden ni completas las ordenanzas que se hallan al folio 53, por faltar los sufragios que se deben hazer por los hermanos y el modo de zelebrarse la fiesta al santo con lo demás que perteneze al buen réximen de la cofradía, mandó su Yllma se formalizen dichas ordenanzas y se presenten para su aprobación, lo que cumplan el actual mayordomo y secretario que fuere de esta cofradía dentro de quatro meses, pena de dos ducados y apercivimiento de su exacción46.

El licenciado Bentilac, en la mencionada visita de 1725, ordenó que, por su mal estado, la casulla, estola y manípulo que estaban en la ermita, se llevasen a San Mateo para que con ellos se enterrase algún sacerdote47. Sin embargo, parece que se vendió en 66 reales para la mortaja del presbítero licenciado Isidro de Ávila entre 1730 y 1734.

Como curiosidad, en 1727, la cofradía percibió 184 reales que importaron la cera, oro y plata que pesó un hijo del cirujano Pedro Sanabria y que pagó su abuelo Francisco Rodríguez en acción de gracias por la sanación del niño48.

En 1748, la renta había disminuido notablemente, e incluso parte de ella no se cobraba. Las secuelas de las guerras de Portugal y de Sucesión aún pesaban.

Tabla 4-3

Durante el sexenio de Juan Digán (1742 a 1748) ingresaron 63 personas, muchos de ellos a cambio de sus servicios profesionales: Vicente Gómez de Solís, procurador y notario de la vicaría, y su mujer Ana Flores la Picapiedra, para servir gratis a la cofradía en las dependencias ante la vicaría; don José García de Paredes Vinteño y su mujer doña María Luceño Hurtado por haber donado diferentes vigas y otros materiales para la última obra; Tomasa Coello del Pozo, mujer segunda de Cristóbal García Maderuelo escribano y procurador de la cofradía49. Tal prodigalidad sería censurada por el obispo García Álvaro en su visita de 3 de diciembre de 1751, en la que prohibió que, bajo ningún pretexto, se volviera a admitir a nadie gratis50.Como el mayordomo Alonso Díaz de la Lastra “tenía en su poder algún caudal que se juntó en unas comedias que se hizieron para el culto y obra de la hermita de dicha cofradía, lo que uno y otro se avía executado y obraba dicho caudal51, acordó comprar a Andrés Pacheco una casa en la calle de Torremocha, arrimada al muro, que lindaba entre otras con las del alarife Francisco Encinales, sobre la que pesaban varias cargas. La escritura se otorgó el 4 de julio de 1753 ante Benito Sánchez del Pozo52.

El 3 de septiembre de 1757, el mayordomo de la Lastra recibió de manos del párroco, don Pedro Pérez Ordiales, 100 reales que un devoto había mandado para el culto de la ermita53.

Desde comienzos del XVIII, conforme a la práctica generalizada entre las co- fradías cacereñas, la del Espíritu Santo pedía también trigo por los molinos harineros de la ribera para hacer las habituales roscas de las mesas de ofrendas54.

En la víspera de la fiesta, era tradicional hacer una hoguera, pero dadas la lejanía de la ermita y la concurrencia de gente a deshora, se producían exceso. Ante ellos, el obispo don Juan José García Álvaro ordenó, en 16 de octubre de 1765, que el mayordomo cerrara las puertas al toque del Ave María: “Mediante se ha informa a S.I, de que con motivo de la velada que se hace el día de la fiesta en la hermita y concurrencia de gentes a deshoras, se originan graves perjuicios y ruinas espirtuales, deseando evitarlos, S. I., mandó que el maiordomo actual y los que le sucedan procuren cerrar la hermita luego que se toque a las avemarías, lo que cumplirán bajo la multa de dos ducados, que se exigirán al que contraviniere a esta providencia, sobre cuyo cumplimiento celará su vicario juez eclesiástico de esta villa55.

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 Lám. 8. Vista general de la ermita

Corrían tiempos no sólo de represión de las tradiciones populares alentada por el monarca Carlos III y los ilustrados, sino también de fiscalización de las economías de las cofradías para gravarlas con cargas impositivas. En 1775, por orden del Corregidor marqués de Pejas, la cofradía tuvo que registrar las cuentas. Por ello, el mayordomo José Llanos tuvo que satisfacer 35 reales y 12 maravedís a la Hacienda Pública56.

El 16 de diciembre de 1777, el visitador don Martín Bravo Fernández de Velasco prohibió a la cofradía comprar trigo y anís para las roscas, corchas y romero para las luminarias. “Sin embargo de lo prevenido en esta santa visita para que se quite el gasto de comprar trigo y anís para las roscas y el de corcha y romero la noche de la fiesta a la puerta de la hermita; se permite que, por seguir la costumbre, se observe la dicha hoguera con tal que sea solo hasta una hora regular de la noche y que no se siga escándalo u otro inconveniente con motivo del concurso de gentes a espresada hermita en tales horas”, encomendado al párroco la observancia de este mandato. Con respecto a las roscas, toleró que se hicieran con el trigo recogido por los molinos “y esto hasta donde parezca preciso para cumplir con los hermanos y devotos; y no para comprar trigo y hacer tan excesivo gasto en que no queda utilidad alguna a la cofradía y santuario”.

En su año de mayordomía (1777-1778), Manuel González, no sólo lo acató sino que además obtuvo 62 reales de su venta. Sin embargo, su sucesor Francisco Pascual Angulo hizo caso omiso del mandato. Según revelan sus cuentas de 1781 a 1783, gastó 196,16 reales en la compra de ocho fanegas de trigo y, 11, en el anís57.

El 27 de mayo de 1787 surgió cierta disensión, pues el diputado y los alcaldes designaron como mayordomo a Antonio Marín, a lo que se opuso el saliente, por cuanto el elegido no era cofrade y “no se hallava exemplar de haverse elejido alguno no siendo hermano en esta ni en otra cofradía” y mucho menos cuando los tres propuestos por el mayordomo saliente querían aceptar el cargo. Viendo la discordia, el cura mandó aplazar la reunión y que el escribano “hiziere exacta dilijencia de lo que en esto era práctica”. Al día siguiente, éste, habiendo consultado a más de doce mayordomos de otras cofradías cacereñas, informó de que nunca se había nombrado a nadie que no fuese cofrade. En consecuencia, el cura acordó prorrogar a Juan Muriel un año más su mandato y nombró nuevos alcaldes. Los alcaldes viejos no se resignaron y acudieron al vicario don Diego José Ramos Aparicio, quien, tras haber citado a la junta directiva y haber sido informado de lo sucedido, ratificó la decisión del cura58.

Tras la firma del segundo tratado de San Ildefonso con la Francia revolucionaria, nuestra región volvió a convertirse en vanguardia bélica, por su cercanía a Portugal, tradicional aliado de Gran Bretaña. Cáceres, una vez más en su historia, sería elegida como hospital de sangre, siendo uno de ellos la ermita del Espíritu Santo, que tardaría cerca de un siglo en recuperar el culto: “hallándose ocupada la dicha hermita en mil setecientos noventa y ocho, con motivo de haberse establecido en esta villa el Hospital general de las tropas de Su Magestad acantonadas en la raya de Portugal, se trasladaron las ymágenes de la veneración de la Cofradía a esta yglesia de San Mateo, donde se continuaron sus funciones religiosas59.

La cofradía se vio también afectada por la desamortización de Godoy. El 31 de agosto 1803, ante Juan García Borrega, en virtud de las Reales Ordenes expresadas en el Reglamento de 24 de octubre de1800, el mayordomo Antonio Merino vendió a don Rodrigo Espadero García de Cáceres la casa en Torremochada nº 6 en 2.030 reales,  que representaban los dos tercios de los 3.042 en que fuera tasada60.

La utilización como garita por las tropas durante la guerra peninsular agravó los daños causados una década antes cuando se habilitó como hospital de sangre.

Por consecuencia de la guerra de la Independencia se había quemado la puerta y demás maderas de la hermita donde se servía dicha cofradía, destruido los hornamentos e imágenes, arruinado su fábrica y extraviado muchos papeles, por cuya razón se había suspendido desde entonces la fiesta de su institución61.

En 1833, las ruinas de la ermita servían de zahurda para cerdos y la cofradía estaba a punto de extinguirse, cuando el cura de San Mateo, don Pedro Chaves Flórez, viendo la oportunidad de restaurarla gracias a la posibilidad de heredar el vínculo de don Andrés Andrada y del licenciado don Francisco Antonio Andrada, vacante por fallecimiento de doña Josefa Tostado, convocó el 24 febrero en la sacristía de San Mateo, a los cofrades Antonio Merino, Manuel Cirilo, Antonio Claver, Francisco Carrasco, Miguel Gómez, Pedro Guerra y Juan Espada por cuanto “correspondiendo a su so campamna y siendo dependiente de su parroquia la mencionada hermita, no podía consentir que, mientras existiesen hermanos que la sirviesen, se considerase extinguida, sino que debía promover su religiosidad en favor de su reparación y aumento”, acordando transformarla en sacramental con el fin de alumbrar “de cera en esta parroquia el Santísimo Sacramento cuando se lleba a los enfermos o se espusiere en el altar a la pública adoración de los fieles, asistiendo también con el alumbrado a los hermanos que fueren de esta parroquia”.

Como ya habían fallecido muchos de los hermanos que componían el cabildo y otros estaban imposibilitados, procedieron a la renovación de los cargos. Apenas recibidos don Eleuterio Álvarez, lo eligieron por mayordomo; don Benito Mogollón, por diputado secretario y Manuel Cirilo por diputado. Los apoderaron para las gestiones necesarias que debían emprender para recuperar el crucifijo, administrar y regir la cofradía, modificar las ordenanzas y someterlas a la aprobación del obispo-arzobispo de la diócesis, etc.

El 20 de marzo de 1833, se redactaron las ordenanzas nuevas, agrupadas en once capítulos:

1.- Mantenimiento de la advocación del Espíritu Santo y mientras tanto no se rehabilitase su ermita a la Fuente del Rey, nominada vulgarmente el Marco, se serviría en San Mateo.

2.- Celebración de la fiesta solemne con vigilia y sermón el segundo día de Pascua de Pentescotés. Y en un día de esa semana, misa cantada con oficio de tres lecciones y responso por los cofrades vivos y difuntos.

3.- Alumbrado con cera del Santísimo cuando se llevase a los cofrades enfermos o se expusiese en San Mateo. Si los fondos lo permitieran, se alumbraría el viático cuando se llevase a todos los enfermos de la parroquia.

4.- Cabildo de oficiales compuesto por mayordomo y dos diputados.

5.- Elección anual en cabildo el día de la misa por los hermanos, del mayordomo por los tres cofrades más antiguos que hubiesen servido. El mayordo- mo cesante pasaría a segundo diputado y éste a primero. El mayordomo saliente propondría una terna, no descartándose la posibilidad de reelección.

6.- Funciones del mayordomo: ejecutar los acuerdos, administrar los fondos, etc. La documentación se guardaría en el arca de dos llaves existente en la parroquia.

7.- El diputado más antiguo serviría las ausencias y enfermedades del mayordomo. Si falleciese alguno de los tres oficiales, sería reemplazado en un plazo de 8 días.

8.- Secretario para el desempeño de las funciones inherentes, sin voto. También contaría con un portero.

9.- Cuota de entrada 12 reales, estando todos obligados a servir los cargos. En caso de negarse a realizar las tareas que le encomendase el mayordomo, una vez oídas y en caso de ser desestimadas sus excusas por los electores, pagarían una multa de dos o tres libras de cera; que, en caso de no liquidar, serían borrados.

10.- los acuerdos de 24 de febrero tendrían consideración de regla.

11.- El mayordomo extendería dicho acuerdo y reglas en papel sellado para presentarlas a la consideración del obispo-arzobispo de Coria.

El 27 de marzo de 1833, el obispo-arzobispo don Ramón Montero, deseoso de promover la devoción de los fieles, aprobó en Coria las reglas “y en atención a haber pasado bastante tiempo que ha estado oscurecida esta cofradía, se haga saber por medio de anuncio que se fijará a la puerta principal de la Parroquia de San Mateo para que, llegando a noticia de todos los fieles, pueda acrecentarse el número de los cofrades o hermano. Y, mereciendo a

S.S.Y. muy particularmente la atención los deseos manifestados por el Cura Párroco de San Mateo, Mayordomo y demás hermanos, los deseos de promover el culto y beneración pública al Santísimo Sacramento, y no habiendo en la Villa de Cáceres Cofradía Sacramental, cual es devido en una población tan numerosa, y de lo que resulta que muchísimas veces sale el Señor Sacramentado sin el decoro devido; y que no se hacen las minervas mensuales, por lo que carecen de muchísimas gracias espirituales concedidas a los cofrades del San- tísimo Sacramento”, les ofreció su protección y los animó a reclamar los bienes perdidos de la cofradía, incluido el Cristo, rescatar la ermita y a levantar inventario62.

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 Lám. 9. Interior visto desde el presbiterio. Foto Javier.

Su reorganización desencadenó un largo litigio entre esta cofradía y la de Jesús Nazareno63. El licenciado don Andrés Andrada, abogado y procurador, por testamento otorgado el 15 de agosto de 1726, había fundado un vínculo con el tercio y quinto de sus bienes, a cuya sucesión había llamado a su hijo el presbítero don Francisco Antonio de Andrada, quien agregó su legítima a esta vínculación. Su voluntad fue que, a falta de todos sus descendientes legítimos, “el vinculo y mayorazgo y sus agregados pasen a la hermita de la abocacion del Espiritu Santo y Nuestra Señora del Buen Suceso que esta en el ejido de esta villa cerca de la Fuente del Rey y nacimiento del agua de la rivera y subceda a él su cofradía, y para ayuda a la fabrica y reedificacion de dicha hermita y su conservacion. Y si dicha hermita (lo que Dios no permita) faltare y se estinguiere o agregase la cofradia y su renta a otra cofradia, yglesia, monasterio y a otra qualquiera buena memoria; en este caso y no en otro, quiero pase dicho vínculo mayorazgo y sus agregados a la cofradía de Nuestra Señora de la Misericordia y Jesús de Nazareno que está sita y se sirve en la Parroquial de Señor Santiago de esta villa” con la obligación de cumplir con ciertas cargas.El el 8 de junio de 1836, Tomás Bartolozi, en nombre de Benito Mogollón, diputado mayordomo de la Hermandad del Espíritu Santo, solicitó ante el juzgado la posesión de dicho vínculo vacante por fallecimiento, sin sucesores, tres días antes de doña Josefa Mostazo.

Francisco Fernández, mayordomo de Jesús Nazareno, estimando extinguida la ermita del Espíritu Santo, consideraba como única heredera a la cofradía que él presidía. Por ello, el 2 de agosto de 1836, Pedro de la Riva, en su nombre, solicitó pleitear por pobre “para pedir y tomar la posesion de los bínculos fundados por don Andrés Andrada y el licenciado don Francisco Antonio Andrada, por fallecimiento de doña Josefa Mostazo, su última poseedora, con arreglo a sus fundaciones, a que es llamada espresada cofradía”.

El 1 de septiembre, el juez de 1ª Instancia, don José Mª Jiménez Muñoz, sin perjuicio de tercera persona, ordenó dar a la cofradía de Jesús la posesión real “con obligación de cumplir sus cargas”. Por su parte, la del Espíritu Santo alegando que el 17 de julio de dicho año, previa citación del juez, había tomado posesión de la casa de la calle Oscura perteneciente al vínculo, solicitó quedase sin efecto la conferida a la cofradía de Jesús, como así lo determinó, en 13 de octubre de 1837, el juez de 1ª Instancia don Pedro García Cambero.

La cofradía de Jesús no se conformaría y continuaría pleitando. El 26 de junio de 1838, Tomás Bartolozi, procurador de la sacramental, solicitó la sus- pensión del juicio para intentar una conciliación entre las partes64.

Pocos días antes, el 7 de dicho mes y año, habían modificado las ordenanzas, acordando:

1.- considerar cofrades a todos los feligreses de San Mateo.

2.- Invitarlos a concurrir a los cultos y a ofrecer limosnas. La cofradía a cambio les franquearía 6 hachas de cera para alumbrar al Santísimo cuando les administraren el viático.

3.- Derogar la cuota de entrada de 12 reales. Los feligreses que contribuye- ran con sus ofrendas, siendo cabezas de familia y acudieran cuando se les avisare, tendrían la consideración de Hermanos Propios y se les franquerían 24 hachas para el viático.

4.- Admitir también a los feligreses de otras parroquias.

5.- Leer las reglas por parte del secretario al nuevo hermano Propio, para conocimiento de sus obligaciones.

6.- Avisar por parte del mayordomo y su diputado a un número suficiente de hermanos para llevar el palio, guión, faroles y hachas en las procesiones mensuales de la Minerva.

7.- Alumbrar con 6 hachas y dar hasta 24 a los clérigos, hermanos y otras personas que acudieran a San Mateo a las funciones de la octava del Corpus, Jueves y Viernes Santo. Acompañar con el estandarte y los faroles de asta todas las procesiones del Santísimo. Alumbrar permanentemente con 6 hachas las funciones de las Cuarenta Horas y adoración pública en San Mateo.

8.- Colocar en un sitio apropiado de la parroquia un cepo, cuyas llaves custodiaría el mayordomo, y que se abriría en presencia del cura.

9.- Asentar las ordenanzas con las modificaciones que se produjeren en el libro de entradas de hermanos.

10.- No gastar superfluamente lo que debe emplearse en el culto en convites ni refrescos.

11.- Mandar hacer una mesa con dos cajones para guardar los enseres de la cofradía, que se colocaría en San Mateo entre las capillas de Santiago y el Santo Ángel de la Guarda.

12.- Encargar un farol con asta y manga que acostumbra a llevarse en las procesiones del Santísimo y 6 más sin asta para cuando se llevare el viático en las horas de las noches de temporal en que no se podía llevar las hachas. Comprar ornamentos y enseres para las funciones.

Este mismo día, se comunicaron las modificaciones a los cofrades. Treinta firmaron su aprobación65.

Apenas restablecida, una vez más las leyes desamortizadoras amenazaron su continuidad. Por la ley de 2 de septiembre de 1841, el general Espartero desamortizó todo los bienes del clero secular, incluidos los de las cofradías. Secuestrados sus bienes, el Estado pronto decretaría la supresión de aquellas que no tuvieran un fin social. La del Espíritu Santo aduciría su carácter de sacramental para no ser extinguida.

El 30 de enero de 1846, el Síndico del Ayuntamiento recibió las solicitudes dirigidas al Intendente por los mayordomos de las cofradías de la Montaña y del Sacramento para que continuasen sus existencias. El 13 de febrero, se aprobó el dictamen a la solicitud del mayordomo don José Mendieta por la que solicitaba la exención de la enajenación de los bienes, acogiéndose al art. 6º de la ley de 2 de septiembre de 184566.

El 5 de julio de 1846, la reina Isabel II autorizó la pervivencia de la misma67. El principal objetivo de los mayordomos sería cobrar los atrasos para recuperar la ermita.

En 1891, la cofradía contaba con 125 cofrades, repartidos entre las distintas calles de la población68.

Tras la mayordomía de don Pedro García-Borrega y García-Carrasco, los curas de San Mateo se hicieron cargo de la administración de los bienes de la ermita y cofradía, siendo el primero el presbítero don Faustino Criado Valcárcel, en 1899.

2. LA ERMITA DEL ESPÍRITU SANTO

El presbiterio, de comienzos del siglo XVI (1513), presenta ábside ocha- vado, cubierto con bóveda de crucería en cuya clave figura el símbolo del Espíritu Santo, la paloma. Ha desaparecido la inscripción, por cima de la puerta de la actual sacristía, que trataba de perpetuar esta reforma: SE IZO ESTA CAPILLA AÑO DE MILDLIII SIENDO MALLORDOMO FERNANDO PONCE RACERO.

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Lám. 10. La capilla mayor presidida por San Isidro.

Foto Javier.

El cuerpo de la iglesia, de tres naves, siendo la central más elevada que las laterales, dividido en tres tramos, pertenece al siglo XIV. Conserva el portal, tan característico de las ermitas cacereñas, por donde se accede al interior desde que, entre 1674-79, se decidió abrir la actual puerta69. Anteriormente, tuvo la entrada por el pie de la iglesia, como en Santa María del Salor. Así se deduce del hecho de que en 1586 se empedrase el tramo comprendido entre la iglesia y el portal70.

Por su exposición a la intemperie, las vigas y la chilla eran renovadas frecuentemente. En 1574, estando en visita general, el obispo don Diego de Deza mandó que se cambiase una viga de madera que estaba quebrada. Entre 1606 y 1607, siendo mayordomo Juan Delgado, se reparó el tejado del portal y se sustituyó parte del maderamen, al tiempo que se arreglaron las paredes del muro del portal, que estaban desconchadas. Como la cofradía estaba pobre, se pidió limosna por  la población71. En 1613, el mayordomo Diego Jiménez Pozo pagó “doze reales de un palo que conpró de Diego Garçía Maderuelo para el portal72.

Contó con hospedería, lo que no implica la preexistencia de un convento, pues no es extraño que en los santuarios apartados de las poblaciones se construyesen recintos destinados a albergar a los devotos. De hecho, todos solían disponer de tinajas con agua para saciar la sed de los romeros. En 1580 se adquirieron dos tinajas para este servicio. El inventario de 1584, recoge una tinaja para el agua, una banasta con dieciséis platos y tres escudillas de barro blanco73.

Pasamos por alto las continuas e imprescindibles obras de mantenimiento, citaremos sólo algunas de las más importantes restauraciones que ha sufrido a lo largo de los siglos. Pero no nos resistimos a ofrecer la lista de los maestros de obras y albañiles cuyos nombres recogen las cuentas: Álvaro García corrió el tejado en 1604-1605; Melchor Hernández aderezó la ermita y los tejados en 1625-1626; Miguel Álvarez, los tejados y el portal entre 1641-1642.

Como las cofradías no gozaban normalmente de crecidas rentas, el Ayuntamiento, en casos de necesidad, les donaba un toro para que, después de torea- do, el importe de la venta de la carne y del cuero se destinase a paliar la urgencia. Así lo hizo en 1634, para ayudar a sufragar la reparación del portal que realizaba el alarife Blas Martín Nacarino. Para este fin, Navarro juntó 36 reales de limosna en la villa con la imagen de Nuestra Señora74. Al año siguiente, Blas Martín Nacarino puso una viga y trastejó el tejado.

En 1652, el mayordomo Andrés Andrada hizo aderezar la casa del ermitaño. Pagó 64 reales y medio de 550 adobes y más 157 reales a los maestros por “la obra del aposento que se hiço dentro en la yglesia”; al albañil Juan Sánchez 837 y medio “de la obra que se hiço en el portal que está junto a la cassa del hermitaño75. Los vecinos aportaron 224 reales de limosna.

El 30 de septiembre de 1672, día de San Jerónimo, Cáceres soportó los efectos de un tremendo huracán que causó numerosos daños en toda la población76. La del Espíritu Santo también padeció sus efectos. El mayordomo An- drés Andrada pagó 190 reales “por conçierto a unos portugeses por que adereçasen los texados de la yglesia de la hermita por el estrago que en ella hiço el uracán del día de San Hyéronimo del año de setenta y dos. Mostró la çédula del conçierto y condiçiones con los susodichos, con asistençia de dos maestros desta villa”.

Entre 1702 y 1709, el mayordomo Manuel Rodríguez pagó 1.530 maravedís a Juan Domínguez “por haver puesto unas estacas para olivos en la zerca que está lindando con dicha hermitta y de componer la pared de dicha zerca que tenía algunos porttillos77.

Pero, como la ermita amenazase ruina, en el cabildo celebrado el 21 de enero de 1719, se acordó, contando con la oportuna licencia episcopal, enajenarlo “para con su prozedido levanttar una pared de siette varas de altto, siette de largo y tres quarttas de grueso, y en medio una portada de cantería; en dicha hermitta separado de la yglesia, poner zinco vigas, encañar el ttexado, correr los texados de dicha yglesia, capilla, sacristía, casa del hermittaño y el porttal de dicha hermitta78. El 1 de febrero, se remató en el mejor postor, don Gonzalo Tomás de Ulloa, en 560 reales, que superó a la oferta de don Francisco de Ovando y Torres, clérigo de menores79. Las obras continuaban aún en 1725, año en que el obispo don Sancho Antonio de Velunza y Corcuera contribuyó con 50 reales80.

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Lám. 11. La capilla mayor levantada en 1513 destaca sobre el resto de la ermita.

Teniendo en cuenta la tradicional escasez de recursos de la cofradía, que sólo podía remediar parcialmente las urgencias, y su dependencia la mayor parte de las veces de la generosidad de los particulares –cada vez más empobre- cidos, no es extraño que el edificio amenazase ruina cada pocos años. Entre 1739-42, se solucionó gracias a la rifa de un relicario donado por un devoto81. En 1751, el cuerpo de la nave estaba apuntalado y el peligro de hundimiento era tan inminente que el obispo García Álvaro exigió a los fieles costear las obras y otras cosas necesarias: “y haviendo reconocido su Ylmma personalmente esta hermita y ornamentos que sirven a el culto divino, mandó se ponga a el missal un canon nuevo por estar muy derrotado el que tiene; que se haga un cajón de madera grande para guarda de dichos ornamentos y que se componga el cuerpo de la hermita que se halla apuntado y amanazando ruina, exigiendo de los devotos de este pueblo, respecto de no haver caudal, lo necesario para dichas obras; y también se harán puertas nuevas a la sachristía, pues las que oy tiene están derrotadas y con suma indecencia82. La respuesta de los cacereños fue tal que, reparada la iglesia y la sacristía, sobró lo suficiente para adquirir una casa en la calle Torremochada83, que, por cierto, le fue expoliada a la cofradía a comienzos del XIX en virtud de las primeras medidas desamortizadoras.

Entre 1763 y 1765, el mayordomo Micael Alonso Guerra pagó 1.092 reales y medio de encañar media iglesia, rehacer el portal y otros reparos; y 12 reales al carpintero por componer el friso del altar84.

Como el caudal no dio para el arreglo de toda la ermita, el 16 de octubre de 1765, el mencionado obispo ordenó “assimismo, el que haviendo caudales, se recorra y repare de lo necesario la última nave de la hermita85.

Años después, en 1798, se habilitó como hospital general para los soldados acantonados en la raya de Portugal, por lo que se trasladaron las imágenes a la parroquia, salvo el Santísimo Cristo del Espíritu Santo que fue a un domicilio particular86. Durante la invasión francesa fue incendiada por las tropas ocupantes. Sólo quedó en pie la bóveda de la capilla mayor, pues el encañado de las naves desapareció. Desde entonces hasta 1820, en que se construyó el actual cementerio, se utilizó como Camposanto. Hubo varios intentos de devolverla al culto, pero se vieron truncados por la desamortización que la desposeyó de sus bienes y rentas.

Por Real Orden de 25 de julio de 1846, los bienes de esta cofradía fueron considerados exceptuados de la enajenación conforme al art. 6º de la Ley de 2 de septiembre de 1841, en base a su carácter de sacramental y de socorro de los pobres mediante el alumbrado del Santísimo cuando salía para uncir a los moribundos. Muchas habían sido las gestiones emprendidas por el mayordomo don José María Mendieta, quien, ya el 21 de abril de 1846, había conseguido que el Jefe Polìtico de Cáceres, don Juan Muñoz Guerra, le adelantara que la resolución iba a ser favorable.

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Lám. 12. En esta foto se aprecia la falsa bóveda de la restauración de 1886. Foto José Ramón Mélida

La centralización del cobro de las rentas a través de la Junta Diocesana suscitaría cierta controversia entre Mendieta y el administrador Ignacio Hurtado. Habiéndole solicitado éste, mediante carta de 12 de enero de 1849, las cuentas, escrituras y papeles de la cofradía para poder cumplir con la tarea que le había encomendado la Junta Diocesana, Mendieta, en vez de entregarlos o responder, se personó ante el Intendente para exigirle el estado de las rentas, lo que Hurtado calificaría de “estemporánea y maliciosa”, dando lugar a una diatriba entre el encargado y el mayordomo sobre la agregación o no de la cofradía a la parroquia y sobre quién debía hacer la reclamación. Hurtado sostenía que, en 1841, el cura de San Mateo incluyó a la Sacramental entre las agregadas y como tal había figurado en todos los documentos oficiales que obraban en su poder. Por su parte, el mayordomo defendía que dichas rentas jamás estuvieron agregadas a las parroquiales y que fueron devueltas a la propia cofradía en virtud de la excepción del artículo 6º de la ley de 2 de noviembre de 1841. No obstante, oficialmente aparecían entre las devueltas a la Junta Diocesana de Coria pertenecientes a la parroquia y sus agregados87.

Estas eran, por entonces, las rentas y cargas anuales de la cofradía en reales88:

Tabla 4-4

Tabla 4-5

Gracias al tesón y empeño de los cofrades que, a pesar de las vicisitudes del turbulento siglo XIX, no se resignaron a aceptar su pérdida, podemos contemplar hoy este interesante monumento.

Cuando el Estado devolvió los bienes de la cofradía, los mayordomos acometieron el arreglo de la ermita, pero “fue tan corto el tiempo que los poseyó, por incautarse segunda vez de ellos el Estado en el año 1855, que no se pudo completar la obra de reparación de dicha hermita, sino que antes bien se fue deteriorando lo hecho hasta entonces, por carecer de fondos con que remediar los deterioros que sufría el edificio, especialmente en la techumbre, que la mayor parte de ella amenaza ruina, por haberse podrido algunas vigas e inutilizado casi todo el enrripiado, en términos que, en las temporadas de grandes lluvias, se llena de agua todo el interior de la hermita, y padece cada día más la fábrica, impidiendo tan deplorable estado la celebración de las funciones religiosas que, según los estatutos de la cofradía, deben de verificarse en la referida hermita”.

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Lám. 13. La ermita a comienzos del siglo XX. En el altar mayor se divisa el cuadro de Pentecostés y en el lateral la imagen de Santa Rosa de Lima. Achivo de Gabriel Llabrés.

El 1 de julio de 1885, el mayordomo don Anselmo Sánchez de León, aprovechando que la cofradía había recuperado la renta por haber sido considerada exceptuada de la última incautación y, en consecuencia, debía percibir los productos de dichos bienes desde 1855 a 1864, planeó el arreglo del tejado y la mejora de la casa del ermitaño “por ser muy reducida y no poder habitarla en algunas épocas del año sin quebranto de su salud atendiendo a lo mal prepara- da que se encuentra”. La cantidad que debía recibir era más que suficiente para abordar dichas obras que importarían entre 6.000 y 7.000 reales89.

El 15 de julio de 1886, contando ya con 8.498 reales procedentes del pago realizado por la Intervención de Hacienda, solicitó la preceptiva licencia episcopal para restaurarla. En el informe elevado se afirma que antaño contó con cuatro naves. Debía de referirse a cuatro tramos. El 2 de noviembre de ese año, el maestro alarife Silvestre Marcelo llevaba avanzadas las obras. La cofradía habría deseado cubrir las naves con bóvedas, pero dado que el presupuesto se dispararía al tener que reforzar los muros exteriores, concebidos para soportar una techumbre de cañizo, se había acordado, el 30 de junio de 1886, techarla con tablas que imitaran el artesonado: “cubrir con cielos rasos de figura artesonada, e imitando en lo posibe a bóveda, dos de las tres naves que tiene la ermita del Espíritu Santo con techumbre de cañas hace muchos años, toda vez que la cofradía carece de recursos bastantes para construir una bóveda en cada nave por la mucha estesión de esta consistente en 18 metros de largo con 7 de ancho; y además porque para resistir el empuje de estas bóvedas de tan grandes dimensiones, era necesario destruir y levantar de nueva planta de una manera más sólida los muros de la ermita que comprenden las tres indicadas naves, para cuya operación habían de gastarse más de treinta mil reales, cantidad que no es posible reúnan la cofradía en el porvenir, viéndose en la precisión de sustituir las bóvedas con cielos rasos, que costarán cada uno cuatro mil reales, según el presupuesto formado por persona perita, sin necesidad de tocar a los actuales muros de la ermita ni a dos altares que con las bóvedas habían de desaparecer90. La abundancia es enemiga del patrimonio arquitectónico. Por suerte no contaron con el dinero suficiente para destruir esta reliquia.

La obra concluyó el 16 de marzo de 1888. En la foto de Llabrés que damos a conocer, se aprecia el resultado de esta reforma.

El 3 de julio de 1886, el mayordomo había obtenido autorización para comprar ornamentos, lámpara y otros por un valor de 2.000 reales91.

El 30 de enero de 1896, el mayordomo don Pedro García Becerra y García Carrasco, ex senador del Reino, quien había sido elegido mayordomo el 7 de enero de 1893, solicitó la devolución de los bienes e intereses desde 30 de junio de 1889, en que había cesado el pago. Su sucesor, el presbítero don Faustino Criado Valcárcel reclamaría la deuda el 4 de septiembre de 189992.

Con Valcárcel, se inicia el periodo en que los curas de San Mateo se hicie- ron cargo de la ermita y sus bienes. Son momentos de fuertes crisis en las co- fradías cacereñas, exhaustas por culpa de un Estado voraz que para financiar sus políticas y las luchas dinásticas no encontró otro recurso que la incautación del patrimonio de las instituciones religiosas.

El paso del tiempo, nuevamente hizo mella. El 2 de febrero de 1921, el al- bañil Francisco González presupuestó en 810 pesetas los 136 metros cuadrados de techo que había que rehacer en la ermita, a razón de 6 pesetas el metro.

El 14 de abril de 1921, el párroco don Santiago Gaspar Gil refirió al prelado cauriense que el último temporal de aguas había arruinado un lienzo del tejado, que se hallaba en tan mal estado que, para evitar la ruina que amenazaban otros dos, se vio obligado a repararlos de urgencia, conforme al presupuesto del maestro. “Como la ermita carece en absoluto de fondos, por haber desaparecido una lámina que poseía hace ya unos quince años, y la Fábrica no cuenta con fondos para sufragar esta obra”, solicitó de la venia del obispo que se pagase de los fondos de reserva en concepto de adelanto. Tras haber acreditado el arcipreste la urgencia, el 26, el obispo don Pedro Segura Sáenz dispuso que se anticiparan 650 pesetas y que el resto lo pusiera la parroquia93.

En los años cincuenta del siglo XX, la Dirección General de Bellas Artes acometió la total restauración de este edificio catalogado como monumento histórico-artístico.

El 10 de noviembre de 1958, en virtud del decreto del obispo Llopis Iborra, fue elevada a la categoría de parroquia. Su primer párroco fue don Antonio Suárez Madruga, hasta entonces coadjutor de San Juan. Le sucedió el 29 de junio de 1969 don Florencio Serrano Corchero, párroco que fue de Aldea del Cano94. Actualmente, rige la parroquia don Francisco Delgado Pulido.

Con la construcción de la urbanización circundante en los años 80 del siglo XX, la antigua ermita quedó totalmente exenta.

La ermita contó con escasas alhajas de plata: un cáliz, que ya figuraba en el primer inventario conservado, datado en 1584; y que, bajo la mayordomía de Pedro de Paredes Polo (1739-1742), para restaurarlo y dorarlo,  se juntaron de limosna por el lugar 67 reales más otros 90 “de todas las personas que entraron sus zédulas para rifar un relicario que dio de limosna un devoto para este fin de rifarlo y su producto para la obra de la hermita95; y la tarjeta de plata con la insignia del Espíritu Santo de la vara del mayordomo, constatada en el inventario de 1648, de la que se sirve hoy día la cofradía del Humilladero.

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Lám. 14. La ermita rodeada de cercas y de edificios en 1980

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Oct 012009
 

Serafín Martín Nieto.

2.3.  Año 1810

Este año, como no podría ser de otra forma, comenzó con la cotidiana pre- ocupación de atender a los suministros de las tropas. Unas de las primeras me- didas, fue la petición a los párrocos de la relación de capellanías y beneficios existentes en sus parroquias cuyos propietarios se hallasen ausentes. El 2 de enero, Don Gonzalo María Rincón, párroco de Santa María y vicario eclesiásti- co de Cáceres, declaró que como la última visita databa de 1792, me he acaba- do de desengañar de que nada se puede saber por ella, porque son muchos los posehedores que han fallecido y consecuentemente habían variado los adminis- tradores. No obstante, remitía una lista de los que había averiguado por medio del cobrador del subsidio1.

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Oct 012008
 

Serafín Martín Nieto.

  1. LA IGLESIA CACEREÑA EN LOS PRELUDIOS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA

A finales del siglo XVIII, las arcas del Estado estaban completamente ex- haustas Las guerras que se sucedieron a lo largo del siglo, salpicaron también a nuestra región, por su proximidad a Portugal, sempiterno aliado de Inglaterra. Las poblaciones extremeñas quedaron extenuadas por las enormes cargas económicas y continuos alojamientos de soldados que soportaron. Apenas recuperada de la Guerra de Sucesión, se vio de nuevo involucrada en las guerras dinásticas a que nos abocaron los pactos de familia entre los Borbones españoles, franceses e italianos.

 

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Oct 012007
 

Serafín Martín Nieto.

En marzo de 1609, se cumplirá el cuarto centenario de la presencia en Cáceres de la veneranda imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Con ocasión de esta efemérides, abordamos la figura del cacereño Juan Vivas, perteneciente al linaje de los Rodríguez de Sanabria.

A pesar de su origen hidalgo, la pobreza abocó a Juan Vivas, como a gran parte de sus parientes, a desempeñar el oficio de zapatero y tener que emigrar a Indias para remediarla. En pocos años, gracias a su industria, logró importantes beneficios. Y como tantos otros indianos cacereños, en su testamento se acordó de las devociones de su villa natal, a las que legó ciertas cantidades.

Gracias a una de estas mandas, la cofradía de Nuestra Señora de la Misericordia, de la parroquial de Santiago encargó al escultor Tomás de la Huerta la devota imagen de Jesús Nazareno, que desde la Semana Santa de 1609 figura en las procesiones de Cáceres.

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Oct 012006
 

Serafín Martín Nieto.

I.- EL AYUNTAMIENTO PLACENTINO AL ADVENIMIENTO DEL OBISPO DON GUTIERRE DE VARGAS CARVAJAL

Cuando don Gutierre de Vargas Carvajal tomó posesión de la mitra placentina, la ciudad, aún profundamente desunida por los recientes desórdenes de las Comunidades, no ocultaba su animadversión al poder real y en especial a la figura del Emperador, desafecto que se prolongaría a lo largo de toda la vida de Carlos V.

Joseph Pérez afirma que, desde la noche del 27 de agosto de 1520, ante la noticia del incendio de Medina del Campo por las tropas imperiales, convocados a campana tañida por Pedro Fernández Paniagua en la nobiliaria parroquia de San Esteban, los placentinos se sumaron, con gran ímpetu, al movimiento comunero. Unas semanas más tarde, concretamente el 23 de septiembre, con ocasión de la elección, conforme a la provisión de la Junta General, del alcaide de la importante fortaleza placentina, se volvieron a suscitar los viejos bandos locales de los reinados de los últimos Trastamaras: el deán don Gómez de Jerez, contino de los Zúñigas, apoyó al referido Paniagua, a la sazón procurador general de la comunidad; mientras que don Bernardino de Carvajal, arcediano de Plasencia, propuso a Luis de Trejo. La disparidad desencadenó en alborotos y peleas callejos, que se calmaron tras una procesión con el Santísimo organizada por la clerecía por mediación de doña María de Carvajal[1].

Sin embargo, las actas del Cabildo Catedral evidencian que desde el mes de abril de 1520, las banderías venían afectando a todas las actividades cotidianas de los placentinos, incluidos los cabildos catedralicios y los cultos, tanto en la propia catedral como en las diferentes parroquias, de cuyas torres se habían apoderado las facciones:

En Plasenzia, viernes veynte días del mes de abril de mjll e quinientos e veynte años. Estando los reverendos señores presidente de Deán e Cabildo de la Yglesia de Plasenzia ayuntados a su cabildo, en la capilla de Sant Pablo, sita en el claostro de la dicha Yglesia, estando presentes en el dicho cabildo don Luys de Cáçeres, arçediano de Trogillo; e don Françisco de Carvajal, arçediano de Medellín; e el maestro Andrés de Carmona; e Joan de Carvajal, canónigo; e Hernando de Villalva e Joan Ruys de Tripiani, raçioneros, dixeron que por quant al presente esta çibdad está muy escandalosa sobre grandes diferençias y divisiones que ay entre unas parçialidades e opinjiones de la dicha çibdad, sobre lo que están tomadas las yglesias e torres, e encastilladas con gente armada; y desta manera todas las casas de cavalleros; e la çibdad está encastillada e se vela e guarda e de la justiçia; no ay rremedio alguno, ni se espera, ansí por estar su Alteza de partida para enbarcar como por la persona del Corregidor desta çibdad ser desacatado de algunos del pueblo, espeçialmente de los prinçipales, lo qual no puede rremediar, de tal manera que los dichos señores presentes y absentes del dicho cabildo no pueden venjr seguramente a esta yglesia a las oras e ofiçios divjnos agora nj pueden andar por la çibdad syn mucho peligro de sus personas. Como quier que tengan buen zelo e sean amjgos de paz; por end, para segurjdad de sus personas e por se escusar del peligro sobredicho, dixeron que se davan e djeron liçençia de ausençia los unos a los otros e los otros a los otros, ansy a los presentes como a los ausentes, a los quales que ansí estovieren absentes les sea contada la prima de rresidençia, la qual liçençia de ausençia se estienda i entiende que gozen della ansy estando en la dicha çibdad como fuera della, la qual liçençia dure por todo el tienpo que la dicha çibdad estoviere en las dichas diferençias e alborotos e hasta en tanto que por los dichos señores sea mandado e ordenada otra cosa en contrario de lo susodicho e dello se dé notiçia por letras mjsivas a los ausentes por vertud de dicha liçençia[2].

Dicha inseguridad, se prolongaría hasta las vísperas de la derrota de Villalar. Y, como veremos en el siguiente capítulo, las perturbaciones se extendieron al seno del propio Cabildo Catedral.

Aunque a comienzos de julio de 1522, el Ayuntamiento ya tenía conocimiento del perdón real[3], lo que debería haber sosegado los ánimos de los regidores, sin embargo el bando comunero no dudaba en manifestar, cada vez que le surgía la oportunidad, su aversión a Carlos V.

No obstante haber dispuesto, el 28 de junio de 1522, el cabildo municipal, tras la lectura de unas cartas del Rey en las que anunciaba su regreso a estos reinos, el regocijo de la lidia de toros y encender luminarias por toda la ciudad y la celebración por parte del Cabildo Catedral de una procesión general por todas las iglesias para rogar a Nuestro Señor traya con mucho bjen e salud a su magestad a estos rreynos e con vencimiento de sus enemjgos, como su Magestad lo desea y que los monasterios de la ciudad impetraran el favor divino para que le acresçiente e prospere su muy rreal estado por muchos e largos tienpos como por su Magestad es deseado[4]; pronto aflorarían los verdaderos sentimientos.

Con bastantes malas intenciones, el 27 de julio, Francisco de Trejo propuso que se mandase a un regidor a besar los pies y las manos de su majestad en nombre de la ciudad y que el designado fuese Alonso de Carvajal. Éste le replicó que hacía diez o doce días que había vuelto de la Corte, muy cansado y cojo de una pierna, por lo que declinaba el honor en Francisco de Trejo. Tras amplio debate, finalmente, acordaron que fuera sólo el doctor Carvajal. El 1 de agosto, en el momento de ratificar dicho acuerdo, renacieron las diferencias entre los capitulares. Francisco Núñez, quien días antes había sido partidario de enviar dos caballeros, ahora manifestaba que la ciudad no tenía dinero para mandar a nadie, y, para evitar gastos, proponía que los representaran Hernán Álvarez Barahona y Francisco de Collazos, estantes en la Corte. Sancho de Figueroa se inclinó por el doctor Carvajal y por Francisco de Carvajal, ambos también en la Corte.

Bartolomé Rodríguez de Soria, teniente de Corregidor, en ausencia del titular García de Montalvo, trató de zanjar el asunto: el señor Teniente dixo que su paresçer que aya un cavallo destos señores que se junte con el doctor Carvajal a besar los pìes e las manos de su Magestad, pero su participación le originó un fuerte enfrentamiento con Hernando de la Cerda, que se zanjó ante la solicitud por parte del Teniente de Corregidor de un testimonio de su intervención y de cómo estos señores habían tratado de impedir indirectamente el nombramiento. Ante la amenaza, todos los presentes se mostraron favorables a enviar a alguien. De la Cerda, al tiempo que lo acusaba de conformarse con una parcialidad, añadió que sy fuere menester descalço y con un bordón yría a besar los pies y manos de su magestad como un leal vasallo, como lo a sydo en sus Reynos.

Pero para tal honor no se nombraría a ningún regidor ni noble placentino, sino a Diego González, procurador de la ciudad, para cuyo cometido le asignaron doce ducados, a pesar de la queja del mayordomo de que no contaba con dinero[5].

El 29 de agosto, no habiéndose cumplimentado aún a Carlos V y estando ya de regreso en las inmediaciones de Plasencia Francisco de Collazos y Hernán Álvarez de Barahona, Hernando de la Cerda propuso que fueran a la Corte Hernando de Trejo y Sancho de Figueroa. Éste se excusó alegando su mala salud y, conocedor del pasado comunero de Trejo, trató de convencerlo con elogios, tildándolo de persona prinçipal y lo sabrá muy bien hazer.

Las discusiones se repitieron en multitud de ocasiones a lo largo del mes de septiembre. El 12, Francisco de Collazos expuso que el procurador de Plasencia, Diego González, no quiso juntarse con el doctor Carvajal para cumplimentar al Emperador, pero cuando se designó a otros, maliçiosamente, se fue a la Corte sin consentimiento de la ciudad. Alonso de Carvajal se opuso al nombramiento de Trejo, por dos razones la una porque le paresçe que njnguno de los que están desterrados, pues están por deljto, no serán bien rresçibidos, y porque hay otros regidores que nunca han ido a la Corte.

Sin embargo, de la Cerda, Collazos y Almendras argumentando que Trejo fizo aquello que fizieron otros y están perdonados y puede ser muy bien elexido, porque otros entraron estando huydos e fueron elexidos, consiguieron que finalmente se designe a Trejo, al que dieron un plazo de ocho días para ir a cumplimentar al emperador, so pena de 50.000 maravedís[6].

Este asunto deja entrever claramente las disensiones entre los pocos regidores que había y la escasa simpatía que sentían por el Emperador, pues aunque oficialmente trataban de aparentar su adhesión, nadie quería ir personalmente a cumplimentarlo.

Cualquier ocasión, ya fuese el nombramiento de alcalde, la designación de médico, etc, era propicia para que surgiesen nuevos enfrentamientos entre los bandos encabezados respectivamente por Hernando de Trejo y Hernando de la Cerda. A aquél, lo seguían los regidores Santos de Medina, Alonso de Carvajal y Sancho de Figueroa; a de la Cerda, Francisco Núñez de Almendras y Francisco de Collazos.

Las posturas seguían tan enconadas que García de Montalvo, no atreviéndose a comparecer en Plasencia para hacer la residencia del tiempo que había sido corregidor, había ganado provisión real para ser representado por un procurador. Gutierre de Carvajal y Alonso de Carvajal, en el cabildo de 6 de febrero de 1523, exigieron que la hiciera en persona.

Inmediatamente, el otro bando se opuso. Hernando de la Cerda, aceptando la provisión, manifestó sy alguna persona fue aquí agravjada del señor Garçía de Montalvo, que fue a los menos el más agravjado, e que porque algunos cavalleros e otras gentes paresçía que no quieren bien al dicho Garçía de Montalvo e no le myrarían bien. De la misma opinión era Collazos, quien afirmó que la presencia de Montalvo no acarrearía syno ser afrontado de hecho de muchas personas e cavalleros contra quien él proçedió como pesquysjdor de su Magestad sobre los llevantamientos e alteraçiones pasadas en esta çibdat.

Figueroa y ambos Carvajal ya mencionados exigieron que el corregidor se atuviera la mayoría. En él recayó la decisión, pues habiendo empate en los votos, se sirvió del voto de calidad[7].

Los odios contra el corregidor Montalvo volvieron a aflorar el 13 de febrero de 1523, cuando por cédula real se ordenó que le pagasen 20.000 maravedís de ayuda a su corregimiento. Figueroa, Gutierre de Carvajal, Alonso de Carvajal, Martín Alonso de Malpartida, Santos de Medina pidieron sencillamente que no se le pagase; Hernando de Trejo, Cerda y Collazos que sí. El corregidor nuevamente decidió a favor de su antecesor[8].

Por aquel entonces, las arcas municipales se encontraban exhaustas, pues además del pago de los dos mil ducados de empréstito que su Majestad les había mandado pedir para la guerra de Fuenterrabía, los tesoreros reales les reclamaban los impuestos derivados a la Junta. El 18 de julio de 1522, se presentó en el Consistorio otra çédula sobre lo de las quarenta mill maravedís que se enbiaron a los de la Junta[9].

Como no querían pagar a las arcas reales el dinero procedente de los impuestos que habían remitido a la Junta de la Comunidad, el corregidor había mandado apresar[10] y desterrar a la mayoría de los regidores[11]. Por esta causa, en el verano de 1523, varios cabildos tuvieron que celebrarse en la iglesia extramuros de San Miguel[12].

En dicha iglesia, el 31 de julio de 1523, se reunieron el bachiller Martín de Remondo, teniente de corregidor, y Francisco Núñez de Almendras con Francisco Méndez, receptor de su majestad, quien los requirió con una real provisión dada en Valladolid[13]. El 19 de diciembre de1523, estando ya pagados todos los maravedís de las tercias reales, conforme a la condenación de los contadores mayores, que se habían gastado en el tiempo de las alteraciones, solicitaron al rey que se heche por sysas, pues los que pagaron no tienen más culpa que los otros[14].

Poco a poco, la ciudad y su tierra se recuperaban de las pasadas perturbaciones y restauraban los daños causados: así, el 6 de junio de 1522, mandaron que el procurador pidiese el gasto de adobar el puente a las personas que lo quebraron y también del portillo.

O bien, emprendiendo nuevas obras, algunas tan importantes como la de los Caños, que se acordó el 26 de septiembre de 1622, o la de las Casas Consistoriales, cuya decisión se adoptó en la iglesia extramuros de San Miguel, ante la imposibilidad de que pudieran entrar en la ciudad la mayoría de los regidores que estaban desterrados. El 10 de julio de 1523, trataron de la compra de casas para las obras del Ayuntamiento, para cuya fachada, el 17 de julio, el corregidor Ordoño de Villacorta consultó con Francisco González y los demás maestros de la Catedral[15]. El 6 de noviembre, Juan de Álava y Francisco González informaron sobre la conveniencia de que la fachada principal de las Casas del Concejo llevase portales[16]. El 8 de enero de 1524, dispusieron el inicio de las obras del Puente de Trujillo conforme a las trazas de Juan de Álava[17].

Simultáneamente, se reclamaban judicialmente algunas tierras de las que ciertos señores se habían apoderado en tienpo de las alteraçiones pasadas[18].

Sin embargo las votaciones seguían siendo tan apasionadas que, el 15 de abril de 1524, el teniente de corregidor, para evitar los frecuentes desórdenes a cabsa de se fablar al oreja los unos a los otros, dispuso que los que se levantasen de sus asientos para hablar, perderían el regimiento del día bajo ciertas penas[19].

II.- EL CABILDO CATEDRAL PLACENTINO EN EL MOMENTO DEL NOMBRAMIENTO DEL OBISPO DON GUTIERRE DE VARGAS CARVAJAL

El Estatuto Fundacional, a pesar de la riqueza de la diócesis, determinaba un número bastante reducido de capitulares: seis dignidades (déan, chantre, arcediano de Plasencia, arcediano de Trujillo, arcediano de Medellín, Tesorero), cinco canónigos, ocho racioneros y 6 compañeros[20]. El cardenal don Juan de Carvajal, aprovechando la vacante en el arcedianato de Trujillo, consiguió en 1505 de la Santa Sede que se desmembrara en dos dignidades iguales, el de Trujillo y el de Medellín[21]. Su sobrino, el también cardenal don Bernardino de Carvajal, en 1522, alcanzó el consentimiento de Roma, para la creación de dos nuevas dignidades: el arcedianato de Béjar, por desmembración del de Plasencia; la maestrescolía, por división de la chantría; nueve canongías, dos raciones y dos compañías.

Pero, como señala González Cuestas, las plenas facultades otorgadas por el papa Adriano VI al obispo para la elección de los capitulares, en contra del Estatuto Fundacional, que concedía mayores prerrogativas al Cabildo, sería objeto de reclamación ante la Corte Romana y origen de muchas de las desavenencias entre don Gutierre de Vargas y el Cabildo[22].

Cuando don Gutierre tomó posesión de la mitra placentina, el cabildo catedral se hallaba muy reducido como consecuencia de las Comunidades.

Tradicionalmente, se afirma que la expectativa a suceder en el obispado a su tío carnal el cardenal de Santa Cruz, don Bernardino de Carvajal, había provocado, unos años antes, justo en el momento de máximo vigor del movimiento comunero en la ciudad de Plasencia, la oposición de una facción del cabildo, concretamente la más implicada en las comunidades, la de los Carvajales, su familia materna, que entonces dominaba la política local, tanto civil como eclesiástica, y que, al decir de ciertos autores, como Fernández Hoyos[23], consiguió falsear una cédula real, para impedir el acceso a la mitra de don Gutierre, pues tanto el futuro obispo como su padre, el licenciado Francisco de Vargas, corregidor que había sido de Plasencia, se habían mantenido leales al Emperador y, como señala Fernández Hoyos, el propio don Gutierre había capitaneado uno de los bandos[24].

Sin embargo, don Teodoro Fernández, siguiendo a Escobar, afirma todo lo contrario, que fue el licenciado Vargas el que trató de despojar la sede placentina a su cuñado el cardenal de Santa Cruz en beneficio de su hijo don Gutierre[25].

Sea como fuere, el levantamiento de los comuneros había hecho revivir en los placentinos las rivalidades entre los dos bandos, Zúñigas y Carvajales, que desde hacía más de un siglo trataban de dominar la res publica.

Por su parte, el cabildo catedral se hallaba dividido en tres facciones: la de los Zúñigas, leales al emperador, representada por el deán don Gómez de Jerez; la de los Carvajales, partidarios de las Comunidades, por el arcediano de Plasencia don Bernardino de Carvajal; y una tercera, la del obispo, el cacereño don Gómez de Solís, cuya cabeza visible será su pariente don Luis Blázquez de Cáceres, arcediano de Trujillo, quien, bajo su presidencia en los momentos más críticos, supo preservar al cabildo catedral de todos los acontecimientos; e incluso a la sede vacante, de la que fue provisor tras el fallecimiento del obispo Solís, sobrevenido a comienzos del año 1521 en Coria a donde se había trasladado para pacificarla[26], sin duda siguiendo el mandato del Emperador[27].

Como las propias actas capitulares señalan, tanto el deán como el arcediano fueron partes muy activa en todos los alborotos, por lo que en los primeros tiempos, el cabildo trató de mantener, en la medida de lo posible, un equilibrio entre ambos bandos, sin significarse por ninguno de ellos. Así sucedió en la mañana siguiente a la aclamación de Pedro Fernández Paniagua como procurador general de la Comunidad:

En Plasenzia, XXVIII días del mes de agosto de MDXX años. Estando los reverendos señores deán e cabildo de la yglesia de Plasenzia, ayuntados capitularmente en la capilla de San Pablo, sita en el claostro de la dicha yglesia, estando presentes en el dicho cabildo don Gomes de Xeres, deán; e don Bernardino de Carvajal, arçediano de Plasenzia e Béjar; e don Luys de Cáçeres, arçediano de Trogillo; e Françisco de Carvajal e el liçençiado Luys de Carvajal e Joan de Carvajal, canónigos; e Françisco de Lugones e Pedro Vasques, raçioneros, dixeron que atento que la comunjdad desta çibdad de Plasenzia ha nonbrado diputado para se juntar con la justiçia e procurador de la çibdad para entender en todas las cosas tocantes al serviçio de Dios y de sus cesáreas e católicas Magestades e Altezas de la Reyna doña Juana e (entre renglones y parece que añadido después “el Rey”) don Carlos su hijo, nuestros señores, e en las cosas que cunplen a esta çibdad, etc, que los dichos señores deán e cabildo nonbravan e nonbraron de su parte e deputavan e deputaron del dicho su cabildo a los dichos señores don Gomes de Xeres, deán, e don Bernardino de Carvajal, a anbos juntamente, para que se junten con la justiçia desta çibdad e con los otros deputados de las feljgresías de la dicha çibdad e entyendan e provean en todas las cosas para quel procurador e diputados están eligidos e nonbrados[28].

Pero muy pronto, ambas dignidades acabaron acaudillando cada una de las dos facciones enfrentadas, hasta el punto de que el propio cabildo reconoció que la mayor parte de los disturbios se debía a ellos. Joseph Pérez refiere que el arcediano de Plasencia recibió las felicitaciones de la Junta que lo nombró capitán de la ciudad y toda la tierra de Plazencia y aun de toda Extremadura[29].

Para evitar males mayores, el 15 de febrero de 1521, acaso animados por los demás prebendados, don Gómez de Jerez y don Bernardino de Carvajal solicitaron licencia para ausentarse de la ciudad, que no sólo les concedieron sino que además los liberaron de la obligación de residir el tiempo que todavía les faltaba del incipiente año de 1521 para cobrar sus primas:

Este dicho día mes e año susodichos en el dicho cabildo, los dichos señores deán, arçediano de Plasenzia dixeron e pidieron liçençia a los dichos señores por las cabsas e motivos siguientes: lo primero cabsa solatis o recreaçión, otro por la paçificaçión de la çibdad e por negoçios particolares. E porque estando en esta çibdad, segund la gente tiene, es mal sosegada e cada día hazen escándalos e alborotos e rrobos e desasosiegos e muertes de onbres en ella, sin ser en mano de onbres rremediarlos; por tanto los dichos señores del dicho cabildo dixeron que vistos los dichos motivos e cómo a cabsa de los dichos señores deán e arçediano de Plasença está esta çibdad tan rrebuelta e en tantas diferençias e discordias que los dichos motivos les paresçían bien. E que tanto les conçedían e conçedieron la dicha liçençia todo el tienpo que les faltava para hazer sus rresjdencias de presençia este presente año de mjll e quinientos e veynte e un años e que en cada día le sea contada la prima por rresidençia[30].

Sin embargo, no parece que tuvieran mucho empeño en desaparecer de la escena política, pues pocos días después, concretamente el 21 de febrero, serían requeridos por el Cabildo para que, so pretexto de obedecer órdenes reales, ninguno de los dos tomara decisiones sin la intervención de los capitulares:

Tempore Comunitate. En Plasencia, jueves XXI días del mes de hebrero año del nasçimiento de Nuestro Salvador Jesuchristo de mjll y quinientos y veynte e un años. Estando los reverendos señores deán e cabildo de la yglesia cathedral de la dicha çibdad de Plasenzia, ayuntados capitularmente en la capilla de San Pablo, sita en la claostra de la dicha yglesia, canpana tañjda segund que lo han de uso et costunbre, estando presentes en el dicho cabildo don Gomes de Xeres, deán; e don Luys de Cáçeres, arçediano de Trogillo; e don Françisco de Carvajal, arçediano de Medelljn; e Françisco de Carvajal e Juan Ruys de Tripiana e Lujs Gonçales Carvajal e Françisco de Lugones, e Pedro Vasques raçioneros dixeron que por quanto ha venjdo a su notiçia que por algunas personas se han traydo e traen algunas provisiones de la Yunta de los procuradores de algunas çibdades del Reyno questán juntas en Valladolid, que suenan de la Reyna e Rey, nuestro señores, no siendo las dichas provisiones suyas nj de personas que tengan espreso poder de sus Alteças; que requerjan e requirieron al reverendo señor deán don Gomes de Xeres, deán questava presente, e al reverendo señor don Bernardino de Carvajal, arçediano de Plasenzia, questava ausente, e mandaron le fuese notificado, e como mejor podían gelo mandavan e mandaron que no consientan ny den logar a que los tales mandamientos se obedescan nj pongan en execuçión lo contenjdo enllos. Antes en todo e por todo hagan e cunplan todo aquello que cunpla al serviçio de Dios e de sus cesáreas e católijcas Magestades e al bien e pro común desta çibdad; e que asj mismo les requjrjeron que no den logar a que njngund caso de ynportançia pase nj se concluja en la Junta syn que primero se dé parte al cabildo, pues que asy se haze en todas las otras çibdades e se deve hazer para que, por sus merçedes vistas, se haga lo que convjnjere al serviçio de Dios e de sus reyes naturales e bien e pro común. Testigos que fueron presentes Juan de Cuenca, clérigo cura de la Madalena, e Blas Ruys, notario, vezinos de la dicha çibdad de Plasenzia.

E después desto, este dicho día, mes e año susodichos, estando en el dicho cabildo el dicho reverendo señor deán don Gomes de Xeres dixo questava presto de hazer e conplir todo lo en el dicho requerimjento contenjdo. Testigos que fueron presentes Blas Ruys, notario de la dicha çibdad de Plasenzia[31].

La cuaresma de 1521 resultó tan virulenta como la de 1520, de tal modo que, para preservar sus vidas, al igual que el año anterior, decidieron darse licencia, con prima de residencia, mientras durasen las alteraciones:

Este dicho día Jueves, día señalado de cabildo para en el tienpo de la quaresma, veyntte e un días de dicho mes de hebrero de dicho año de mjll e quinientos e veynte e un año, estando los dichos reverendos señores deán e cabildo de suso nonbrados en el auto antes deste, ayuntados en su cabildo e el reverendo señor don Françisco de Carvajal, arçediano de Medelljn, por sí e con votos de los reverendos señores don Bernardino de Carvajal, arçediano de Plasençia, e el maestro Andrés de Carmona canónigos, de los quales votos yo el dicho notario doy fe, dixeron los dichos señores ayuntados capitularmente que por quanto se ha visto todas las vezes que en esta çibdad ha avido escándalos son de caljdad, que los benefiçiados de la dicha yglesia no pueden venjr a ella syn grand peljgro nj juntarse para proveer en el serviçio de la dicha yglesia e rremedio de sus personas e segurjdad dellas. Por tanto que se davan e dieron liçençia los unos a los otros e los otros a los otros para que de oy por todo el tienpo que falta para acabar sus rresidençias de presençia este año de mjll e quinientos e vejnte e un años, les sea contada la prima de rresidençia lo más que podiere, de la qual liçençia gozen los benefiçiados presentes e ausentes, asy estando en esta çibdad como fuera della [32].

No obstante, el 28 de febrero se volvió a reunir el cabildo para dar en arriendo el ochavo del molino de Tajabor.

A pocos días de la derrota de Villalar, la ciudad de Plasencia, aún bajo la bandera de los Comuneros, se hallaba aislada y rodeada: la ciudad de Trujillo que siempre se había mantenido leal al rey; la villa de Cáceres, cuya sublevación duró poco tiempo; El Partido de Alcántara, apaciguado por frey don Antonio Bravo de Jerez, la ciudad de Coria, sosegada por el difunto obispo de Plasencia don Gómez de Solís; Ciudad Rodrigo y el ducado de Béjar[33]. En esta situación se recibió en marzo de 1521 la solicitud de la Junta de que se les remitieran los maravedís de las rentas reales y de las bulas de la Cruzada. Pero el Cabildo Catedral, sin la asistencia del deán, ya que al socaire de los acontecimientos políticos, unas veces él y otras el arcediano de Plasencia se ausentaban necesariamente de la ciudad, interpuso su autoridad para impedir que ninguno de los dos pudiese decidir al respecto. La suerte de los comuneros estaba ya echada:

En Plasenzia, sábado, víspera de Pascua de Resurreçión, que se cuentan treynta días del mes de março de mjll e quinientos e veynte e un años. Estando los reverendos señores presidente de deán e cabjlldo de la yglesia de Plasenzia ayuntados capitularmente en la capilla de San pablo, sita en el claostro de la dicha yglesia, a canpana tañjda, segund lo han de uso e costunbre, estando presentes en el dicho cabilldo don Bernardino de Carvajal arçediano de Plasençia e Béjar; e don Lujs de Cáçeres, arçediano de Trogillo; e don Nufrio de Sande, thesorero; e don Françisco de Carvajal arçediano de Medelljn e Françisco de Carvajal e el maestro Andrés de Carmona e Juan de Carvajal e Pedro de Quirós canónigos; e Hernando de Villava e Juan Ruis de Tripiana e el maestro Alonso Rodrígues de Camarena e Juan de Cáçeres e Pedro Gómez, raçioneros, dixeron que por quanto a su notiçia a venjdo que por parte de los señores que rresiden en la Yunta de las Comunjdades se ha traydo algunas provisiones en que mandan cobrar las rrentas rreales e los maravedís que se a avido de las cruzadas e conposiçiones e otras cosas que pertenesçe a sus Alteças. E aquello no toca a proveer nj hablar enllo a los señores deán e cabildo nj a las personas que por ellos han sido deputadas e al que por ellos fueron deputadas las dichas personas, fue la yntençión de los dichos señores deán e cabildo que los dichos señores diputados hablasen nj se entremetiesen a hablar enllas nj en parte dellas. Por ende, que yntimavan e notificavan e, sy nesçesario es, mandavan e mandaron al rreverendo señor arçediano de Plasençia e al señor deán, ausente, quellos nj alguno dellos en nonbre del dicho cabilldo no se entremetan a proveer nj hablar en cosa alguna que toque a las rrentas rreales nj cruzadas ni conposiçiones nj otras cosas pertenesçientes a su Alteças, porque esta es su yntynçión e voluntad e fue al tienpo que les nonbraron por deputados[34].

Tras la derrota de Villalar, llegó la hora del destierro para los que más se habían significado, tanto civiles como eclesiásticos. El nuevo corregidor, García de Montalvo deportaría a la mayoría de los regidores del concejo, quienes, como ya hemos visto, siempre le guardarían rencor; y a tres de las principales dignidades catedralicias: al deán don Gómez de Jerez, al arcediano de Plasencia don Bernardino de Carvajal y al Tesorero don Nufrio de Sande, los cuales reclamaron al cabildo los frutos de sus prebendas:

En Plasenzia, XXV días del mes de enero de mjll e quinientos e vejnte e dos años. Estando los reverendos señores presidente de deán e cabildo de la yglesia de Plasenzia ayuntados capitularmente en la capilla de San Pablo, estando presentes en el dicho cabildo don Lujs de Cáçeres, arçediano de Trogillo; e don Françisco de Carvajal, arçediano de Medelljn; e Juan de Carvajal e Pedro de Quirós e Luys Gonçález Carvajal e Juan de Cáçeres e Françisco de Lugones e Pedro Vasques, raçioneros, dixeron que por quanto el señor Correxidor desta çibdad, Garçía de Montalvo, tiene desterrados desta çibdad e su tierra a los rreverendos señores don Gomes de Xeres, deán; e don Bernardino de Carvajal, arçediano de Plasenzia e Béjar; e don Nufrio de Sande, thesorero. E sus merzedes de los dichos señores questán desterrados, no sabiendo quando se les alzará el dicho destierro e sy podrán hazer sus rresydençias deste año presente, han enbiado cada uno por sy con los scrivanos de los dichos destierros a pedir al cabildo que les cuenten en el coro las oras al thenor e forma del estatuto de la dicha yglesia que habla de los desterrados. E los dichos señores presidente de deán e cabildo las han mandado contar conforme al dicho statuto; e dudan si el dicho estatuto les sufraga o no, e sy por él pueden hazer sus rresidençias e los frutos suyos o no. E porque nj querrían ofender a Dios ny yr contra el juramento que tienen hecho de guardar los estatutos desta Sancta Yglesia, nj menos dexar de hazer todo lo que ellos podieren mediante justiçia. E los dichos señores e cada uno dellos como por verdaderos hermanos, como lo son, e como por sy mismos querrán que ellos estando presentes hizyesen, acordaron que no obstante su propio paresçer e jujzio que para con otros por ventura fuera bastante, se dé a ver el dicho estatuto a uno, dos, tres o quatro letrados de letras e conçiençia para que visto su paresçer, sus merçedes hagan lo que son obljgados syn ofender a njnguna de las dichas partes. E para efectuar ajuste, lo encomendaron e pidieron por merçed a los señores don Françisco de Carvajal arçediano de Medelljn e al maestro Alonso Rodriguez de Camarena rraçionero para que anbos o cada uno por sy lo dé a ver fuera desta çibdad al letrado o letrados que a los dichos señores o a qualqujer dellos les paresçiere, con tanto que sus determinaçiones e nonbres traygan al cabildo para que conste de sus personas e determinaçiones e sus merçedes provean e hagan aquello que devan conforme conçiençia e justiçia. E para las espensas desto, mandaron librar lo que a sus merçedes de los dichos señores arçediano e maestro paresçiere[35].

El 21 de junio de 1522, bajo la presidencia de don Luis de Cáceres, arcediano de Trujillo, el cabildo comisionó al maestro Alonso Rodríguez de Camarena para quevaya a besar los pies al Papa, nuestro señor, que está en Çaragoça o en Barçelona[36]. Con este gesto, los capitulares querían simbolizar no sólo su adhesión a Adriano VI, sino también su sumisión a su persona, pues el nuevo pontífice no era otro que Adriano de Utrecht, cuyo nombramiento como obispo de Tortosa y Regente, suscitó parte del malestar que se halla en la base del levantamiento comunero.

El perdón general del día de Todos los Santos de 1522, supuso la reaparición de los desterrados. Así el 28 de enero de 1523, el Asiste ya al cabildo el deán don Gómez de Jerez volvió a presidir el cabildo[37].

Mas la paz no logró vencer todas las reticencias. El 11 de marzo de1524, habiendo tenido conocimiento los regidores de la toma de Fuenterrabía, acordaron hacer luminarias y dos hogueras grandes en la Plaza., procesiones y fiestas. Sin embargo, el cabildo catedral, alegando la penitencial cuaresmal, se opuso a los festejos con luminarias y toros. Ante ello, el Concejo decidió aplazar dichas alegrías[38].

A lo largo de los años, permaneció latente en las dignidades de la iglesia placentina el resentimiento a la figura de Carlos V, hasta el punto de no salir a cumplimentarlo con ocasión de su paso por la ciudad en noviembre de 1556 ni haber ido a visitarlo a su retiro de Yuste. Sólo el escándalo general que estos hechos habían provocado, les hizo reaccionar y tratar el asunto en cabildo el 18 de septiembre de 1558, ya en las vísperas del óbito del Emperador:

el señor arcediano de Medellín dixo que entendida la mucha murmuración que açerca de hombres graves, assí de no aver salido a rreçibir a su Alteza el estado seglar quando pasó por esta çibdad conforme a la usança que se suele tener en estos Rejnos, y ansí mjsmo, aviendo visto no aver este cabildo ymbiado a visitar a su Magestad, estando seis legua de aquí, de lo qual a causado la mesma murmuraçión açerca de hombres muy graves, que agora, ofresçida esta yndispusiçión de su Magestad, que segund se entiende es peligrosa, mi paresçer era que no tan solamente se vaya en proçesión para rrogar a Nuestro Señor por su salud a Sant Salvador, más a otra parte que fuese más lexos, para que fuese causa a provocar más devoçión al pueblo, porque los príncipes cosas semejantes no las an de mandar ni significar, pues de suyo lo están espeçialmente el estado eclesiástico, que es su ofiçio y esto dixo y dava por su paresçer”.

Pero ni las noticias del inminente fallecimiento de Carlos V logró ablandar el ánimo de algunos capitulares:

Gonçalo Guiral dixo que quando algund príncipe está enfermo, suelen escrivir al cabildo de su parte para que se haga plegaria. Y que pues agora no se escrive al cabildo, que le paresçe que basta aver hecho plegaria en la Yglesia y rrogar a Nuestro Señor en sus sacrifiçios todos los eclesiásticos por su Magestad como se haze y que así se haga[39]

En la madrugada del 21 de septiembre de 1558, festividad de San Mateo, Carlos V entregaba su alma a Dios. Cuatro días después, se reunió en el enlosado el cabildo catedral para deliberar acerca de las honras fúnebres. Con tal consideración, pretendieron inaugurar la inacabada catedral nueva. Así lo decidieron y comisionaron al deán, don Juan Blázquez de Cáceres, y al arcediano de Medellín, don Gabriel Pizarro, para que estuviese expedita[40]. El 30 de septiembre, los dichos señores dixeron que para las obsequjas quel domingo primero que verná que está acordado que se haga por el emperador nuestro señor en la yglesia nueva; y porque en ella no está el Santísimo Sacramento, que mandavan e mandaron que se ponga el Santísimo Sacramento en su custodia en el altar fasta la mjsa de las dichas obsequias e lo cometieron al señor racionero Sánchez para que probea que así se haga[41]. Sin embargo, en la misma mañana del domingo 2 de octubre, cambiando de parecer, dixeron que les paresçía que no se devía de traer el Santísimo Sacramento desde el yglesia adonde está a esta iglesia nueva a las obsequias que oi se hazen por el emperador nuestro señor y así lo mandaron que no se traxese[42].

Sin duda, tal hecho restaría mucha majestuosidad a los funerales.

III.- CONFLICTOS ENTRE EL OBISPO DON GUTIERRE DE VARGAS CARVAJAL Y EL CABILDO CATEDRAL

Durante su breve pontificado, don Bernardino de Carvajal, en 1522, alcanzó del papa Adriano VI no sólo la gracia de aumentar el número de beneficiados de la catedral placentina, sino también la de libre designación de los mismos en contra del Estatuto, que aunque desde siempre había reservado al prelado la elección de los arcedianos, con la restricción de que previamente fuesen canónigos, los restantes nombramientos competían al obispo y al cabildo. Sin duda, el reciente pasado comunero de gran parte del cabildo placentino, que tantos problemas ocasionó a Adriano de Utrecht durante su Regencia, debió de influir notablemente en la decisión de incrementar el poder del prelado en detrimento del cabildo.

Su sucesor, Clemente VII, sobre el que no pesaban los condicionantes arriba señalados, atendiendo la reclamación de los capitulares, restableció lo dispuesto en el estatuto fundacional[43].

Tras el óbito, a finales de 1523 en Roma, del cardenal de Santa Cruz, accedió a la mitra placentina su sobrino don Gutierre de Vargas Carvajal, ante el recelo de numerosos placentinos, los perdedores, que no habían olvidado la participación del ahora obispo como capitán de la facción leal al Emperador[44]. Con su elevación a la mitra placentina, se acrecentarían las desavenencias entre las dignidades.

Por ello, no es de extrañar que la primera noticia del nuevo obispo asentada en las actas capitulares, datada el 8 de noviembre de 1524, corresponda a cierta prevención que contra él hizo el Cabildo[45].

Esta animadversión debió de influir hasta tal grado en su ánimo que le animaría a abandonar la sede para establecerse de modo definitivo en su señorío episcopal de Jaraicejo, donde fallecería en 1559, lejos de los órganos de decisión de su diócesis.

Fue allí, en la villa de Jaraicejo, donde convocó el sínodo diocesano que se desarrolló entre el 15 de enero y el 1 de febrero de 1534. Obispo y Cabildo estaban tan encontrados que éstos no sólo exigieron que se celebrara en Plasencia, sino también se negaron a asistir. Es significativo que se desarrollara sin la presencia de ninguna dignidad y beneficiados capitulares y sin la participación de cualquier otro estamento de la ciudad de Plasencia, eclesiástico o seglar, a excepción del sexmero Ruy Sánchez de Cepeda.

Antes de iniciarse el Sínodo, resolvieron la apelación del Cabildo: y aviendo venido al dicho signodo que en ella se haçe por mandado del muy illustre señor don Gutierre de Carvajal, obispo deste obispado de Plasençia, a venido a su notiçia que por parte del cabildo de la çiudad de Plasencíay capellanes del está ynterpuesta apelaçión para que el dicho signodo no se haga aquí, sino en la çiudad de Plasencia, los asistentes acordaron proseguirlo donde lo habían comenzado[46].

El obispo don Gutierre debió de sentirse muy agraviado por la ausencia del clero placentino al sínodo. Hecho que, sin duda, ensombreció las relaciones entre ambas partes, ya de por sí muy distantes. El 10 de enero de 1535, el cabildo dio poder al deán, al arcediano de Medellín, y al canónigo maestro Gómez de Carvajal para que fuesen ante su Majestad a quejarse del obispo, al tiempo que mandó al deán don Gómez de Jerez que se quedase en la Corte hasta la obtención del despacho real[47].

Los mayores y más constantes enfrentamientos surgieron todas las veces que quedaba vacante algún beneficio. El obispo, en cada oportunidad, trataba de designar alguno de sus parientes o criados; a lo que sistemáticamente se oponía el cabildo, llegando incluso a pleitear en la Chancillería de Valladolid:

Yten los dichos señores dixeron que por quanto en el pleito que se trató en Valladolid con el señor obispo sobre lo del rraçionero Françisco de Vargas, y en la sentencia que en Valladolid se dio, se herró en el nonbre de Françisco de Vargas y pusieron Juan de Vargas. Por tanto que mandaron a Pedro de Aller que enbiase la dicha sentençia con el primero que va, que es el portugués questá de camino para allá, y escriba al letrado que lo haga enmendar al secretario. Y este día se enbió y escribió cómo los dichos señores mandaron con el dicho portugués[48].

Los enfrentamientos en el seno del Cabildo eran continuados. El 1 de abril de 1541, como Baltasar Martínez, sucesor en la compañía que había servido Francisco Parra, “con gran yra” se hubiese negado al mandato del deán de “dezir una leçión”, lo habían suspendido por quince días. El arcediano de Trujillo, don Juan Blázquez de Cáceres, quien años después ocuparía el deanato, y uno de los principales opositores al obispo don Gutierre, se negaba a aceptar dicho nombramiento:el señor arçediano de Trugillo dixo que notava como si la dicha compañja de Baltasar Martín fuese vaqua[49].

La situación llegó a ser tan tensa que, previniendo posibles derramamientos de sangre, el 22 de dicho mes y año, se prohibió portar armas:

Yten luego yncontinente los dichos señores dixeron que mandavan y mandaron que de oj en adelante ninguno ofiçial ni criado del cabildo ni otra persona entre con espada en cabildo y tenga cargo el perteguero de hazerlas dexar al que qujsiere entrar con ellas[50].

El entorpecimiento a la toma de posesión de los nuevos beneficiados era constante. Generalmente, sólo accedían por sentencias. Así le sucedió a Juan den Vargas, el cual, el de enero de 1542, Juan de Vargas, a través de Salvador de Soria notario apostólico, notificó al Cabildo el mandamiento del Provisor de Coria, juez apostólico, por el que mandaba que en el plazo de tres días se le devolviese la ración que fue de Juan de Vega[51].

Al año siguiente, se seguía, igualmente, pleito por la canonjía de Alonso Rodríguez de Camarena:

Yten los dichos señores encomendaron al señor doctor Porras que fuese a la corte sobre lo tocante al pleito de la canongía del señor Alonso Rodríguez de Camarena, canónigo, a informar a los señores del Consejo del negocio e desir lo que convenga en nonbre del cabildo. E le señalaron a los señores arcediano de Truxillo e Medellín e a él quinientos maravedís cada día de salario a cada uno de los días que se ocuparen en ir, estar e bolver. E digeron que los señores arcedianos fuesen a conplir el mandamiento de la provisión real en el término, y el señor doctor Porras fuese en tiempo e de manera que llegase dos o tres días después que los señores arcedianos[52].

Cualquier excusa era válida para resucitar los enfrentamientos. En marzo de 1543, el obispo llegó incluso a excomulgar a parte de los capitulares, al haberse negado éstos a obedecer cierto mandato de repartimiento:

En la muy noble çibdad de Plasenzia, miércoles siete días del mes de marzo año del nasçimiento de Nuestro Salvador Jesuchristo de mil e quinientos e quarenta e tres años. Los muy magníficos e muy reverendos señores presidente de deán e cabildo de la dicha yglesia se juntaron e congregaron a cabildo extraordinario en la dicha yglesia, en la sala de la casa de la obra, estando presentes conviene a saber: don Juan de Cáceres, arcediano de Truxillo; e don Sancho de Sande, tesorero; don Grabiel Pizarro, arcediano de Medellín; el doctor don Bernardino de Carvajal e Andrés de la Cadena, Gregorio de Cepeda, el doctor Porras canónigos; Pedro de León, Juan de Almaraz racioneros beneficiados en la dicha yglesia. En este cabildo se fizo e proveyó lo siguiente:

Luego los dichos señores don Juan de Cáceres, arcediano de Truxillo, y el doctor don Bernardino de Carvajal e Andrés de la Cadena, canónigos, e Juan de Almaraz racionero digeron que por quanto es venido a su noticia que su señoría el obispo de Plasenzia los ha declarado por públicos excomulgados sobre cierto repartimiento que ha mandado dar a Varela; e los declaró sin embargo cierta apelación que tienen interpuesta. Por tanto que protestavan e protestaron que si dejasen de venir a las horas no era por se tener por excomulgados ni lo están ni dejarán de venir a las horas por ello, sino por escusar algún escándalo que podría subceder e protestaron de que aunque no viniesen a las horas ser visto residir e mandaron a mí el notario lo asiente en este libro.

E luego los dichos señores don Grabiel Pizarro, arcediano de Medellín, e el señor don Sancho de Sande, tesorero, e Gregorio de Cepeda e el doctor Porras, canónigos; e Pedro de León racionero salieron del dicho cabildo e se fueron dél. E los señores arcediano de Truxillo e doctor don Bernardino de Carvajal e Andrés de la Cadena canónigos e Juan de Almaraz racionero se quedaron en el dicho cabildo y mandaron a Juan de Hinojosa, su mayordomo, que hiciese mensagero a Salamanca con sus cartas, las quales escribieron en el dicho cabildo para el doctor Puebla, letrado del cabildo, y para el bachiller Sevillano, su procurador, con el testimonio de apelación sobre la excomunión que ha puesto el señor obispo para que se traya inivitoria e citatoria e ausulución del señor juez del arzobispo. E ansimismo, los dichos señores mandaron intimar a Juan Alonso, contador del coro, que les cuente las horas de oy dicho día e de los otros aquellos. Y el señor Francisco de Villalobos, racionero, se astuvieron de venir a la yglesia con razón de la dicha declaratoria[53].

No sabemos cuanto tiempo duró la excomunión, pero el caso es que el 26 de septiembre de 1544, don Juan Blázquez de Cáceres pedía a sus mercedes le mandasen dar e diesen una copia del estatuto que habla sobre los excomulgados o de la sustancia dél[54].

Pero el obispo no se arredraba y en su deseo de controlar el cabildo, en septiembre de 1543, deseó presidirlo y, además, contar con voto. Dicha pretensión, como no podía ser de otra forma, contó con la pronta oposición de todos los capitulares:

E luego in continente los dichos señores digeron que mandavan e mandaron que sus procuradores, en nonbre del cabildo, apelen y se alleguen a la apellación del señor deán del agravio que su señoría el obispo de Plasencia a hecho y haçe en mandar e pretender que su señoría ha de pretender e pretende presidir en la yglesia e tener voto en cabildo, que ansí lo mandaron Antonio de Godojos procurador del cabildo[55].

Diez años después, presidiría el cabildo de 17 de febrero de 1554[56].

En 1545, se hallaba profundamente dividido. Entre los partidarios del obispo, figuraban el arcediano de Medellín don Gabriel Pizarro, el tesorero don Sancho de Sande, los canónigos doctor Antonio de Porras, Hernando Galíndez, Gregorio de Cepeda. En el otro bando se agrupaban el deán don Alonso de Jerez, el arcediano de Trujillo don Juan Blázquez de Cáceres, quien tras la muerte de don Alonso alcanzaría el deanato, el canónigo don Bernardino de Carvajal, los racioneros Pedro de León, Francisco de Villalobos, Juan de Almaraz. Sin embargo muchos de los mencionados capitulares leales al obispo fluctuaban al socaire de los acontecimientos.

La provisión, por parte del obispo de cinco canonjías, que suponían una mayoría leal a don Gutierre, generó numerosas protestas a lo largos de varias sesiones:

Los señores Pedro de León e Francisco de Villalobos, razioneros en la santa yglesia de Plasenzia, dixeron qur por quanto el muy illustre señor obispo de la dicha yglesia proveió agora nuevamente de cinco canongías titulares que no tienen prebendas de las nuevamente acrecentadas a los señores Rodrigo de Carvajal, Baltasar Martín, bachiller Gamarra, Maldonado y diego García; y los muy reverendo señores don Grabiel Pizarro, arcediano de Medellín, y Andrés de la Cadena y el dotor Antonio de Porras y Hernando Galíndez canónigos les dieron la posessión dándoles y señalándoles silla en el coro y lugar y voto en cabildo, de las quales provissiones y posessiones la mayor parte de los capitulares. e ellos ansymismo, se an agraviado e las tienen contradichas e sobre ello tiene hechos ciertas protestaciones, requerimientos e apelaciones a que se refieren los dichos señores arcediano e canónigos. No obstante lo sobredicho de hecho los sustenta en la dicha posessión y residencia y los dichos señores canónigos titulares se entran en el coro e cabildo e se asientan en las sillas e lugares de canónigos e procuran e yntentan de residir y votar como los otros canónigos prebendados…”. “El muy reverendo señor don Juan de Cáceres, arcediano de Trugillo, que presente estava dixo que se llegaba e llegó a la dicha protestación[57].

En años sucesivos, seguirían las disputas por los nombramientos y por rencillas personales derivadas de la insalvable división existente.

El 26 de febrero de 1554, sin oposición alguna, Juan de Vargas, pariente del obispo, tomó posesión de la canonjía que había renunciado don Francisco de Carvajal. Este mismo día, el arcediano de Trujillo, don Juan Blázquez de Cáceres, respaldó a su sobrino Juan Blázquez de Cáceres en la posesión de la ración vacante por renuncia de Cristóbal de Menchaca[58]. Este nombramiento además de originar un pleito, fue causa de la enemistad y enfrentamiento personal entre el arcediano de Trujillo y el canónigo maestro Sancho Muñón, familiar del obispo:

E luego yncontinente, los dichos señores dixeron que por quanto en este cabildo entre el señor arçediano de Trugillo y el maestre Muñón canónigo an pasado çiertas palabras. E para que se trate si son de las contenidas en el estatuto questá en el libro bezerro, por donde se acostunbra penar los benefiçiados desta yglesia, e para tratar e platicar sobrello o echar la dicha pena si alguno dellos en ella yncurrió; el señor deán manda que los dichos señores arçediano de Trujillo e maestre Muñón se saliesen e salieron fuera del dicho cabildo, e mandó se leyese e fue leydo el dicho estatuto y que se asentase en este ljbro las palabras formales que entre ellos passaron. E por mandado de los dichos señores y conformes todos en las palabras que pasaron y mandaron asentar son las de yuso scriptas:

Queriendo responder el señor arçediano de Trugillo a çierto requerimjento fecho por parte del señor Juan de Cáceres, le dixo el señor maestre Muñón canónigo al arçediano de Trugillo, vuestra merçed en este negoçio es parte. El señor arçediano de Trugillo le rrespondió más parte es vuestra merçed sin serlo. Y el dicho señor maestre Muñón le rreplicó yo soy parte y lo seré aunque vuestra merçed no quiera.

El Cabildo, en votación secreta, condenó al maestre Muñón[59]. 19 mayo 1554. El 19 de mayo, acordaron no contarle por residencia los días que llevaba fuera y los que estuviere ocupado al servicio del obispo porque quiere yr y ba con su Señoría de su voluntad[60]. El día anterior, a requerimiento del arcediano de Trujillosobre la rresidençia e vacaçión de la magistral e doctoral, el cabildo lo comisionó para que capitularmente escribiera a Alonso de Aller para ir a Salamanca a hacer información de cómo el maestre Muñón rreside e a rresidido la raçión que tiene en Salamanca.[61].

Tanto con esta decisión, como con la precedente de la condena a Muñón, tomaba parte contra Muñón, deudo del obispo.

El 8 de junio de 1554, El chantre, los arcedianos de Trujillo y Medellín,;García de Carvajal canónigo por sí y por D. Francisco de Carvajal arcediano de Plasencia, Alonso Rodríguez de Carmona canónigo, Juan de Almaraz, Gonzalo Guiral, Salvador Sánchez de Tamayo, Hernando de Trejo, es decir los capitulares enfrentados al obispo, expusieron que no obstante las respuestas dadas a las provisiones reales de lo tocante a la ración de Juan de Cáceres agora de nuevo dixeron que mandavan e mandaron a mí el secretario notifique al contador del coro que cuente al dicho señor Juan de Cáçeres rraçionero e dé rresidencia de todos los días questubo enpedido, que no rresidió desde el día que lo despojaron hasta el día que por mandado de su Magestad repusyeron, protestando agora de nuevo que no les pare perjuizio si alguno tiene contra las personas que le despojaron[62].

El 26 de junio, reunido el cabildo en el Enlosado, decidió seguir sendos pleitos contra dos mandamientos del obispo, el uno al racionero Sánchez obrero y el otro al sacristán, celador de la llave del vestuario, para que lo tuviera abierto para la visita[63]. Poco tiempo después, sería el Cabildo el que tuviera que ir a la Corte a responder en cierta petición del fiscal o el obispo sobre la administración de la Fábrica, el estatuto de los excomulgados y la decencia de los hábitos[64].

No debió de acoger con mucha alegría el obispo don Gutierre el nombramiento como deán de don Juan Blázquez de Cáceres, hasta entonces arcediano de Trujillo, y uno de los capitulares menos dóciles a la autoridad episcopal. La reacción fue tratar de desmembrar las rentas del deanazgo. Aunque en 1554 resignó el arcedianato de Trujillo en la persona de su sobrino el racionero Juan de Cáceres, hijo de su hermano Luis Blázquez de Cáceres, sin embargo, en virtud de bulas y letras apostólicas, se le habían reservado todas la preeminencias inherentes al arcedianato[65].

Don Francisco de Vargas y Juan de Vargas, familiares muy cercanos del obispo, le pusieron pleito por la canonjía que pretendían que se desmembrase del deanazgo.

Llevado el asunto al Cabildo, éste, el 23 de agosto de 1555, se tomó de plazo seis días para contestar. Pero el canónigo Viniegra, que había visto la bula de regreso que el arcediano de Trujillo había, declaró obedecerlas en la forma que mandaba darle posesión del deanazgo[66]. El 3 de septiembre, Don Juan Blázquez los requirió con una fe firmada de Juan Paniagua[67]. Al día siguiente, el Cabildosometió a votación qué mandamientos y censuras de los jueces apostólicos debían obedecer, si las del obispo don Gutierre, nombrado por sus parientes don Francisco y don Juan Vargas, o las del chantre de Coria, designado por don Juan Blázquez. Por cinco votos a favor y tres en contra se acordó remitir a la causa al metropolitano de Salamanca, por estar recusados los oficiales de la audiencia episcopal de Plasencia[68].

El 11, don Juan Blázquez, amparado por el auditor de la Rota, comisionado por su Santidad, tomó posesión, sin desmembración alguna, como lo había poseído si antecesor don Alonso de Jerez, por aver surtido efecto el regresso que yo tenía al dicho mi deanazgo[69]. Dos días después, reclamó la devolución de las bulas originales del regreso y el proceso fulminado, por que no se le pierdan[70].

Y como si de un péndulo se tratase, el siguiente conflicto afectó a uno de los parientes del obispo.

El 10 de enero de 1556, a pesar de estar en entredicho, la parte del cabildo contraria al obispo había mandado tañer las campanas y al contador Pedro Hernández de Oliva, clérigo capellán, que les contase la prima de residencia a pesar de la excomunión fulminada por el obispo. Con estas medidas trataban de burlar las censuras interpuestas. El día 15, requirieron a don Juan de Vargas para que abandonase la sesión, ya que iban a deliberar sobre él. Ante su rotunda negativa, don Gabriel Pizarro, arcediano de Medellín, que presidía en ausencia del deán, le conminó a salir so pena de ciento cincuenta ducados. Don Juan de Vargas acusó al arcediano de ser parte y solicitó que también abandonara el cabildo, pues, por otra parte, junto con los canónigos Andrés de la Cadena y Sancho de Viniegra, estaba excomulgado[71].

Don Juan de Vargas no se arredró y solicitó el auxilio del brazo secular. El 27, los capitulares acordaron proseguir el pleito contra Vargas: sobre la pena que se le echó y negoçio e pleito sobre lo del brazo seglar que se pide o ha dado contre el cabildo y esto se haga e siga a costa del cabildo y en ello se prosiga e haga como el señor arçediano de Truxillo lo dijere, con consejo del letrado del Cabildo. Al mismo tiempo, comisionaron al licenciado Ramos para que alzara el secuestro decretado por el obispo de ciertos panes del cabildo en Medellín[72].

El 7 de febrero, no habiendo querido Vargas devolver los frutos de su ración que, por letras apostólicas tenía secuestrada, le impusieron una pena de veinte ducados[73].

Al día siguiente, le tocó a don Juan Blázquez de Cáceres elegir entre el deanazgo o el arcedianato de Trujillo, pues sólo le contarían una residencia.

El 15 de febrero, surgió otro altercado entre ambas facciones. El maestro Muñón había pedido licencia para ausentarse entretanto que en esta Santa Yglesia no se diçen los ofiçios divinos, quería ir fuera desta ciudad a predicar. Inmediatamente, don Juan de Vargas y don Francisco de Vargas se la dieron. Sin embargo el deán, el chantre, el arcediano de Medellín e sus consortes, tanto en este asunto como en otros, contradijeron e no admitían los votos de los señores don Françisco e Juan de Vargas, pues no los tienen[74].

El 23, dixeron que se juntaban e juntaron a cabildo en el dicho monasterio (de San Vicente) por causas que a ellos le movían. Éstas eran que el tesorero Alonso Rodríguez de Camarena y Sancho de Hinojosa canónigos estaban presos en las cárceles episcopales por mandamiento del obispo y que estaban informados de que existían otros mandatos para aprender y castigar a más beneficiados. Por ello, comisionaron al arcediano de Medellín, a don Juan de Tamayo y a Alonso de Aller para que lo más rápido posible fueran a la Corte de Valladolid. Asimismo dispusieron que todo el tiempo que estuviesen presos los capitulares les contase la prima por residencia[75].

El 19 marzo, el deán protestó y apeló la toma de posesión don Francisco de Vargas como canónigo[76].

Nuevos polémicas suscitó la provisión a Juan Ruiz Cabeza de Vaca de la compañía que poseyó don Juan de Vargas. El deán, por mandato del cabildo, había puesto pleito a Juan Ruiz y éste a su vez a don Juan Blázquez por haberle desposeído de ella.

El Cabildo mandó al dicho deán D. Juan Blázquez que despojase a Juan Ruiz Cabeza de Vaca de la compañía que poseía y dicho Cabeza de Vaca puso pleito a D. Juan Blázquez. Por esta causa, muchos prebendados fueron apresado y la iglesia catedral estuvo más de dos meses en entredicho hasta que el 27 de marzo los capitulares aceptaron los autos emanados de Valladolid:

Por quanto hoy día de la fecha a venido a esta Santa Yglesia Catedral a residir (Juan Ruiz Cabeza de Vaca) y ve que en ella no se dicen misas ni las horas e oficios divinos e todo ello está suspenso en grande escándalo de el pueblo, diciendo haberse notificado cierto entredicho a pedimiento del dicho Cabeza de Baca contras las personas capitulares, y obedescieron el secresto puesto por el señor Auditor de Rota sobre la raçión que pretende en esta Yglesia el dicho Cabeza de Baca, esto ansimismo que por otra símile pocos días ha que estubo esta Santa Yglesia dos meses, poco más o menos, suspenso sin decirse los oficios divinos en ella, e sobre ello fueron presos muchos beneficiados e otros andaban ausentes fasta el día de hoy, con mucha pérdida de su hacienda, trabajo de sus personas, como es público y notorio. E atento el santo tienpo que es y biene, que es la Semana Santa, por evitar dicho escándalo e trabajos e molestia de su persona. E porque los dichos oficios divinos se digan e no cesen, dixo el señor canónigo García de Carvajal que conforme al dicho auto e decreto de la Real Audiencia de Valladolid e no más ni aliende, le mandaba e mandó dar e poner en la posesión de la dicha ración sin perjuicio del dicho secresto e de lo en él contenido, porque no es su intinción ni venir contra el dicho secreto apostólico e pidió a mí el notario lo notifique a dicho Juan Ruiz Cabeza de Baca y el señor Hernández Galíndez vicario para que si algunas censuras ha dado e fulminado contra él, las alze e relaje e se dé absolución saltim ad cautelam, la qual le pidió e pedió a mí el notario la ponga con el dicho requerimiento.

Don Juan de Cáceres, arcediano de Trujillo, y otros más eran de este mismo parecer[77].

Pocos días, concretamente el 30, se congregaron los capitulares para tratar acerca de si admitían a las horas y divinos oficios al chantre Juan de Almaraz y al racionero Gonzalo Guiral a causa de las censuras que el obispo hubo dado contra ellos por la desmembración del deanato. Atendiendo a las apelaciones que tenían, los admitieron y ordenaron a los compañeros y capellanes que no los eviten de las horas, pro quanto ello no los tienen por escomulgados. Naturalmente don Juan de Vargas y don Francisco de Vargas se opusieron alegando que las censuras estaban en vigor, por cuanto los dos jueces del caso, el metropolitano y el chantre de Coria, habían remitido la causa a su señoría el obispo[78].

A comienzos de noviembre, el cabildo presentaba un triste panorama: muchos capitulares estaban huidos para evitar la prisión decretada por el obispo; el deán y el arcediano de Medellín excomulgados por haberse resistido al Provisor que había ido a prenderlos. Ambos habían solicitado se les contase la prima de residencia. Como era de prever, el licenciado Ramos y el maestro Muñón se opusieron:

a causa de estar rretraídos y que los gastos que se hizieran en ser dados por libres los señores deán y arcediano de Medellín de la rresistençia que cometieron contra el señor Provisor en no se dexar prender ayer lunes, nuebe deste mes, porque los dichos señores deán e arcediano están escomulgados tan abomine quam ni a jure, y anssí no están ábiles para poder rresidir; los contradizen el dicho contar e qualquier licencia que pidiere y ansimismo contradizen todos los gastos que se hizieren de la mesa capitular en defensa de los dichos señores deán e arcediano de Medellín y por su ljbertad. Y desde agora apellan tam quam abillato canonicato e futuro gravamine ad proximum superiorem, e para quien de derecho lugar oviere e piden los Appos desta su appelación, e protestan el abxilio de la fuerça e anssimismo contradizen todos los gastos que en ello y en lo dependiente e anexo e conexo dello se hizieren, pues los dichos señores deán e arcediano eran obligados a obedescer a su perlado y no resistirle de hecho e assí de todo apellan según apellado tienen e lo pidieron por testimonjo .

Sin embargo, el resto del cabildo, mayoritariamente opuesto al obispo, dispusieron que se contara la residencia todos los capitulares presos o ausentes y además asumir su defensa:

e luego yncontinente, los dichos señores arcediano de Plasencia y Gavriel de Carvajal, canónigo, Pedro de León, don Juan de Tamayo, Salvador Sánchez de Tamayo, Alonso de Carvajal racioneros dixeron que nostante la contradición de los dichos señores licenciados Ramos y maestro Muñón, por quanto paresçen ser partes en este negoçi, e ser la menor parte del cabilldo de oy, y por otras causas justas y rrazonables tocante a todo el cabildo en general y a el estado y serviçio y preheminençia desta Yglesia, dixeron que mandavan e mandaron questa causa de los dichos canónigos y todo lo dependiente della ansí ssobre los questán pressos beneficiados e otros fujdos e ausentes, mandaron e mandavan e mandaron que se aga e gaste a costa del Cabildo de su Mesa Capitular segund e como se siguen las otras cosas e causas e pleitos capitulares, ansí se faga esta.

El racionero Pedro de León, habiendo recibido notificación del notario de que el deán y el arcediano de Medellín estaban excomulgados a jure, solicitó que se tuviera cuenta aparte de ellos[79].

El metropolitano de Salamanca los absolvería. El 15 noviembre, Andrés de Salzedo en nombre de los señores deán e arcediano de Medellín demostró a los dichos señores una absuluçión que les fue dada por el señor juez que reside en la audiencia metropolitana para efeto que sus mercedes viesen e supiesen cómo estavan absueltos. ”[80].

El 27 de abril de 1559, moría en su villa de Jaraicejo el don Gutierre de Vargas Carvajal . Paradojas de la vida, a dos de sus mayores opositores, el deán don Juan Blázquez de Cáceres y el arcediano de Medellín don Gabriel Pizarro, les cupo la administración de la sede vacante[81].

Concluían casi cuarenta años de pontificado, de continua ausencia de la capital de su diócesis, de constante enfrentamiento y hostilidad con el cabildo catedral, salvo anecdóticos momentos[82]. Detrás de él, dejaba un cabildo profundamente enemistado[83].

El 13 de abril de 1560, tomó de posesión el obispo don Pedro Ponce de León, representado por el doctor Antonio Nieto[84]. Bajo su pontificado, cesarían estos conflictos.

El jueves 21 de noviembre de 1560 falleció el señor don Juan Blázquez de Cáceres, deán, Nuestro Señor lo tenga en su gloria. Al día siguiente, en virtud de la bula de división y desmembración del deanato, sacaron de él una compañía de las antiguas, cuyos frutos aplicaron al licenciado Miguel Díaz de Gamarra y a don Francisco de Vargas[85].


NOTAS:

[1] PEREZ, Joseph: La Révolution des “Comunidades” de Castille. (1520-1521). Féret & Fils, Éditeurs. Bordeaux, 1970. Págs. 388-394.

[2] ARCHIVO DE LA CATEDRAL DE PLASENCIA (A. C. P.). ACTAS CAPITULARES. Libro nº 7. 1514-1535. fols. 74 y v.

[3] ARCHIVO MUNICIPAL DE PLASENCIA (A. M. P. ). Actas Capitulares. 1522-1526. fol. 16.

[4] Ibid. fols. 14 y v.

[5] Ibid. fols. 23v-28.

[6] Ibid.. fols. 39-44v.

[7] Ibid. fols 78-80.

[8] Ibid. fols 80v-81v.

[9] Ibid.. fols 4 y 18. Sesiones de 24 de mayo y 18 de julio de 1522.

[10] Ibid. fol. 107. Sesiones de 19 y 26 de junio de 1523: porque los regidores estavan presos y no pudieron venyr a regimiento.

[11] Ibid. fol. 108. El 26 de junio de 1523, el procurador Diego González declaró no puede yr en seguimiento de las condenaçiones quel señor corregidor fizo a los regidores e deputados de las cosas malgastadas.

[12] Ibid. fol. 109. El 10 de julio de 1523. Ante el escribano público, por estar desterrados y no poder entrar en la ciudad, se reunieron en la iglesia de San Miguel los regidores Francisco de Almendras, Martín Alonso de Malpartida con el corregidor Villacorta, para tratar, entre otras cosas, acerca de la compra de casas para las obras del Ayuntamiento.

[13] Ibid. fols. 113-114v.

[14] Ibid. fol. 148.

[15] Ibid. fols 109v-111.

[16] Ibid. fols 135 y v.

[17] Ibid. fol. 152v.

[18] Ibid. fol. 167-170v.

[19] Ibid. fol. 181.

[20] GONZÁLEZ CUESTA, Francisco: Los Obispos de Plasencia. Aproximación al Episcopologio Placentino I. Ayuntamiento de Plasencia, 2002. pág. 146.

[21] Ibid. pág. 131.

[22] Ibid. págs. 146-147.

[23] FERNÁNDEZ HOYOS, Asunción: El obispo don Gutierre de Vargas, un madrileño del Renacimiento. Caja de Madrid, 1994. pág. 56.

[24] Ibid. pág. 93.

[25] FERNÁNDEZ Y SÁNCHEZ, Teodoro: El discutido extremeño cardenal Carvajal. Institución Cultural “El Brocense”. Cáceres, 1981. págs. 108-111.

[26] FERNÁNDEZ, fray Alonso: Historia y Anales de la Ciudad y Obispado de Plasencia. Asociación Cultural Placentina “Pedro de Trejo”. Plasencia, 1983. Pág. 278.

[27] Por otras noticias, sabemos que, para la pacificación de Extremadura, el Emperador se sirvió de leales servidores a los que nombró para puestos de capital importancia. Tal fue el caso de frey Antonio Bravo de Jerez, Comendador de Piedrabuena, quien, desde el cargo de gobernador del Partido de Alcántara, mantuvo leal a Carlos V a la Orden de Alcántara, servicio que le agradeció por Real Cédula dada el Valladolid el 16 de enero de 1523 (FLORES DE LIZAUR Y ORTIZ, Manuel: Los Flores de Lizaur y sus enlaces. Imprenta Juan Bravo, Madrid, 1962. pág. 250).

El obispo don Gómez de Solís, debido a su ascendencia, en su calidad de hijo de los conde de Coria, sobre dicha ciudad episcopal, levantada a favor de las Comunidades, debía de estar realizando un encargo similar del Rey.

[28] A. C. P. ACTAS CAPITULARES. Libro nº 7. Fol. 78.

[29] PEREZ, Joseph: op. cit. Pág. 393.

[30] A. C. P. ACTAS CAPITULARES. Libro nº 7. fols. 84v-85.

[31] Ibid. fol. 85v.

[32] Ibid. fol. 86. Sesión de 21 de febrero de 1521.

[33] PEREZ, Joseph: op. cit. Pág. 393.

[34] Ibid. Libro nº 7. Fol. 86v.

[35] Ibid. Fols. 92 y v.

[36] Ibid. Fols. 99 y v.

[37] Ibid. fol. 100.

[38] A. M. P. Actas Capitulares. 1522-1526. fol 172v-173.

[39] A. C. P. ACTAS CAPITULARES. Libro nº 12 (1556-1662). Fol. 106v.

[40] Ibid. Fol. 107v.

[41] Ibid. Fol. 108.

[42] Ibid. Fol. 108v.

[43] GONZÁLEZ CUESTA, op. cit. págs. 146-147.

[44] FERNÁNDEZ HOYOS, op. cit. pág. 93.

[45] FERNÁNDEZ, fray Alonso: op. cit. Pág. 315.

[46] GARCÍA Y GARCÍA, Antonio: Synodicon hispanum V. Extremadura: Badajoz, Coria-Cáceres y Plasencia. B. A. C. Madrid, 1990. pág. 386.

[47] A. C. P. ACTAS CAPITULARES. Libro nº 7 (1514-1535).

[48] Ibid. Libro nº 8 (1535-1541) fol. 261. Sesión de 30 de julio de 1541.

[49] Ibid. fols. 317v-318.

[50] Ibid. fol. 327.

[51] Ibid. Libro nº 9 (1542-1545)

[52] Ibid. Sesión de 20 de abril de 1543.

[53] Ibid. Cabildo extraordinario de 7 de marzo de 1543.

[54] Ibid.

[55] Ibid. Cabildo de 7 de septiembre de 1543.

[56]Ibid. Libro nº 10 (1554-1556). fols. 4. y v.

[57] Ibid. Libro nº 11 (1545-1554). Folss. 22v.-23v. Sesión de 14 de agosto de 1545.

[58] Ibid. Libro nº 10 (1554-1556). Fol. 7-8. Sesión de 26 de febrero de 1554.

[59] Ibid. Fols. 11v-12. Sesión de 7 de abril de 1554.

[60] Ibid. Fols. 19v-20.

[61] Ibid. Fol. 21. Sesión de 18 de mayo de 1554.

[62] Ibid. Fol. 25.

[63] Ibid. Fol. 29v.

[64] Ibid. Fol. 35. Sesión de 3 de agosto de 1554.

[65] Ibid. Fols. 32v-33.. Sesión de 20 de julio de 1554.

e luego yntimó e notificó Pedro de Carvajal, clérigo, en nonbre del señor Juan de Cáçeres, hijo de Luis de Cáçeres, unas bullas, e pidió e rrequirió a los señores dignidades y canónigos le diesen la posessión del arçedianazgo de Trugillo. Y en este cabildo se le dio la posessión según en los abtos se contiene, a que me refiero.

E luego entró el señor arçediano de Trugillo.

E luego yncontinente, el señor don Juan de Cáçeres yntimó e notificó a los dichos señores del dicho cabildo unas bullas y letras apostólicas por las quales dixo serle rreserbado los frutos, rrentas, silla, boz, voto, antigüedad, preheminençias del dicho arçedianazgo de Trugillo, de que está dada posesión a su sobrino. Pidió e rrequirió a los dichos señores las obedeçiesen en cunpliesen e fueren obedesçidas, según e como en los autos que sobre lo suso dicho pasaron se contiene, a que me refiero.

[66] Ibid. Fol. 95v.

[67] Ibid. Fol. 96v.

[68] Ibid. Fols. 97 y v.

[69] A. C. P. LEGAJO 23 . Expediente 20

[70] Ibid. Libro nº 10 (1554-1556). Fol. 98v.

[71] Ibid. Fols. 244v.-251.

[72] Ibid. Fols. 253v-254v

[73] Ibid. Fols. 259-262.

[74] Ibid. Fols. 266-270.

[75] Ibid. Fols. 271v-273v

[76] Ibid. Fols. 283-284v.

[77] Ibid. Fols. 291v-293.

[78] Ibid. Fol. 293v.

[79] A. C. P. ACTAS CAPITULARES. Libro nº 12 (1556-1662). Fols. 4-4v- Sesión de 10 de noviembre de 1556.

[80] Ibid. Fols. 5.

[81] Ibid. Fol. 147v.

[82] Ibid. Libro nº 10. fol. 9v. El 15 de marzo de 1554, acordaron que el Jueves Santo oficiara el obispo.

[83] Ibid. Libro nº 12. fol. 171. El 6 de diciembre de 1559, riñeron públicamente el arcediano de Medellín y el canónigo Muñón, porque el arcediano dixo al dicho señor canónigo que venía con niñerías y le dixo dos vezes vos y se levantaron de sus asientos entrambos a manera de querer asirse el uno con el otro y el dicho señor canónigo Muñón dixo al dicho señor arcediano que también él era hombre de toda broça, para con ábito y sin él, y enojados y si no se metieran en medio los dichos señores deán e cabildo se asieran e vinjeran a las manos, lo qual avía acontecido e pasado en este cabildo en presencia de todos los dichos señores.

[84] Ibid. Fols. 191-192.

[85] Ibid. Fols. 220 y v.

Oct 012004
 

Serafín Martín Nieto.

La nobleza cacereña desempeñó un papel primordial en el desarrollo de las artes, ya fuere mediante la edificación de sus moradas en la villa, cuyo conjunto monumental ha alcanzado la distinción de Patrimonio de la Humanidad, o de las casas de labor en su término; o bien mediante el patronato de edificios religiosos. Dicho mecenazgo alcanzó su apogeo durante el siglo XVI y comienzos del XVII.

La Guerra de Restauración portuguesa incidió de manera muy negativa en Extremadura, pues las localidades próximas a la frontera se convirtieron durante muchos años en escenarios de combate y objeto de múltiples razzias del ejército lusitano organizadas con el fin de saquear las poblaciones, robar el pagado que pastaba en las dehesas y quemar las cosechas. Por otra parte las sangrías de hombres y riquezas para abastecer el Real Ejército fueron incesantes, pues la autoridad real, insensible ante la general miseria, no se vio saciada en sus interminables exigencias de levas de soldados y de repartimientos de dinero, ganado y alimentos.

Dichas urgencias repercutieron negativamente en el desarrollo de las artes y en la permanencia de los talleres locales cacereños, de fecunda actividad en décadas anteriores. Tras la desaparición del brocense Juan Bravo, afincado en Cáceres, y del pintor Francisco Mendo Montejo, se nota un vacío en el panorama artístico, suplido parcialmente por Francisco Pérez Salamanca y su hermano Juan Marcos.

Asimismo, se siente la falta de magnos encargos civiles o religiosos por parte de las Órdenes Militares, Cabildos Catedrales, Concejos y mecenas particulares a artistas foráneos de reconocido prestigio que en épocas anteriores supieron encauzar las inquietudes de los artistas locales que se formaron bajo su inspiración y amparo.

Sin embargo, a finales del siglo XVII y principios del XVIII se advierte ya un incremento de encargos, pero el predominio del estilo corresponde a los Churriguera, cuya actividad en Salamanca conocieron personalmente los cacereños estudiantes o profesores en dicha Universidad, los cuales contribuyeron a extender este nuevo gusto artístico que reemplazaría en nuestra ciudad tantos retablos tardo-góticos y renacentistas.

Entre los linajes cacereños, la familia Ovando ocupó un lugar preponderante. La genealogía de esta familia ha sido ampliamente estudiada por el conde los Acevedos[1]. Una de sus miembros, doña Magdalena Juana de Solís Ovando donó el retablo de la capilla de San Vicente Ferrer del convento de Nuestra Señora del Rosario de la orden de predicadores de la capital cacereña y puso en ejecución el mayor de la cercana ermita de Nuestra Señora de Gracia en el heredamiento de las Arguijuelas.

Dª Magdalena Juana se casó, en San Juan de Cáceres, cuando apenas contaba dieciséis años, con don Pedro Francisco de Ovando Rol Cerda y Castejón, III marqués de Camarena, viudo a la sazón de doña María Jacinto de Carvajal y Sande. De este matrimonio fue unigénito don Vicente Francisco de Ovando Rol y Cerda, nacido cuatro meses antes del óbito del marqués ocurrido el 21 de enero de 1701.

I. – EL RETABLO DE LA CAPILLA DE SAN VICENTE FERRER DEL CONVENTO DE SANTO DOMINGO

img1A pesar de la oposición de una parte de los regidores cacereños, se logró cumplir la voluntad de Catalina de Saavedra expresada mediante carta de donación, otorgada ante el escribano Gregorio de Grajos el 4 de abril de 1524, de su parte de hierbas en la dehesa del Alcoce para la fundación del convento de Santo Domingo de Cáceres.

Al contrario de lo que sucedió con el convento de San Francisco, en cuya construcción se volcó la población cacereña, especialmente la nobleza, con la edificación de numerosísimas capillas tanto en la iglesia como en sus claustros, en el de Santo Domingo apenas existieron capillas particulares y las que hubo fueron adquiridas con posterioridad a su edificación por la orden dominica.

La primera fue la funeraria de la propia Catalina de Saavedra, bajo la advocación de la Concepción, sita en la colateral del transepto, al lado del evangelio, cuyo sepulcro se halla actualmente oculto tras el retablo donde se venera a Nuestra Señora del Rosario, patrona del convento, escoltado por el escudo de armas de dicha fundadora.

img2La segunda, y última, capilla particular de la que tengamos noticias es la de Santo Tomás. El 14 de julio de 1593 [2], doña Catalina de Argüéllez Ramírez, estando su marido Alonso Holguín de Ovando al borde de la muerte, concertó con el prior la compra, para sus enterramientos, de la mencionada capilla en quinientos ducados, y la facultad de poder poner sus armas en lo alto y bajo, cerrarla con una reja de madera, que sus testamentarios encargarían al entallador cacereño Juan Hernández Mostazo, conforme a las existentes en las laterales del monasterio de San Francisco. La laude la labraría el cantero Francisco Paniagua; el escudo de la pared, que aún se conserva, pero desplazado, con las armas del matrimonio, lo tallaría el cantero Diego González y lo doraría el pintor Gaspar Gallego [3].

Dª Magdalena Juana, ni por su matrimonio con el marqués de Camarena, ni por herencia propia de los Solís ostentó derecho alguno de patronato sobre la capilla de San Vicente Ferrer del convento dominico, pero sí profesó por esta figura señera de la orden dominica española una especial devoción, la cual sabría inculcar a su hijo unigénito, al que impondría el nombre de este santo.

El 14 de julio de 1704, ante el escribano madrileño Juan Mirabel de los Cobos, la marquesa viuda de Camerana, entonces residente en la Corte, partidaria como toda Extremadura de Felipe V, concertó con el maestro ensamblador de retablos Domingo Francisco de Valdearenas y con el maestro dorador Juan de Borja y Córdova, ambos vecinos de Madrid, la ejecución y dorado de un retablo para el mencionado altar de San Vicente Ferrer. El plazo se fijó en cinco meses, los dos primeros reservados para la conclusión de los trabajos de talla. Tal plazo estipulado para la conclusión de la labra de su arquitectura resulta bastante perentorio, pero la premura se debería, no sólo al interés de la marquesa por lograr ver realizado su deseo, sino sobre todo a la inseguridad de las circunstancias imperantes debidas a la guerra desencadenada con motivo de la sucesión a la corona de España – de tan funestas consecuencias en nuestra región como la de Restauración-, pues dos meses antes había desembarcado en Lisboa el pretendiente austriaco, el archiduque Carlos.

img3El precio, se estipuló en cinco mil ochocientos reales de vellón, pagaderos en diferentes plazos. De ellos, dos mil setecientos cincuenta correspondían a Valdearenas, quien recibió al contado mil reales con el fin de adquirir, como era habitual en estos tipos de transacciones, el material necesario para iniciar la obra; transcurrido un mes, otros seiscientos, para poderlo rematar; quinientos en el momento de la salida del taller para trasladarlo a Cáceres, después de haber sido apreciado por los veedores designados por la noble cacereña; los restantes seiscientos cincuenta, cuando estuviese asentado en Cáceres. Por cuenta de la marquesa, correrían las carretas, mozos y sogas precisos para el transporte. Valdearenas vendría a su costa a Cáceres a asentarlo, así como los oficiales que trajere. Doña Magdalena Juana tan sólo se obligaba a darles casa y dos camas.

Juan de Borja se obligó a desplazarse a Cáceres una vez acabado, Por su trabajo percibiría tres mil cuatrocientos reales: mil cuatrocientos el día que saliera de la Corte; seiscientos cincuenta al mes y el resto a la conclusión. Como en el caso del entallador, la marquesa se comprometía a darle casa y cama; pues el resto de los gastos, así como los de los oficiales que lo acompañasen, los afrontaría el dorador.

Entre los testigos figuran dos cacereños vinculados a la marquesa: el noble don Alonso de Solís y Aldana, su hermano, y Juan Rodríguez Machado, residentes en la Villa y Corte.

Valdearenas fue el ejecutor, pero la traza, como se especifica en el contrato, fue encargada en Salamanca, sin duda, dentro del círculo de los Churriguera, como reflejan algunos detalles del retablo cacereño, pero cuyo estilo enmascara la torpeza del entallador Valdearenas.

Se trata de un retablo hornacina, con cuatro columnas salomónicas, situadas en el mismo plano, adornadas con racimos de uvas, de capiteles compuestos, siguiendo el prototipo de las que José Benito de Churriguera ideara para el retablo mayor de San Esteban de Salamanca, de la misma orden dominica.

Los intercolumnios, conforme a la traza, van decorados con motivos vegetales de talla. La hornacina, enmarcada por sendos cortinones que penden desde un mascarón con la figura de un querubín, culmina en una venera. Se remata el retablo con un ático, formado por dos estípites que albergan el cuadro de Nuestra Señora de Belén, imagen de la Virgen con el Niño que halló amplia devoción entre los cacereños.

img4Dicho cuadro, -sin duda colocado allí, a tenor de la fecha, por disposición don Vicente Francisco de Ovando, hijo y heredero de la marquesa-, es muy posterior al retablo, según consta en la siguiente inscripción que enmarca las sagradas efigies: BERDADERO RETRATO DE Nª SRA DE BELEN DE MADRID. IGNACIO F(ecit). AÑO MDCCLXV.

img5Conforme a la modificación que se hace constar en la escritura de obligación, uno de los serafines fue sustituido por un blasón, configurado por las armas de los Ovando y Rol [4], propias de su difunto marido, y las de Solís y Aldana de la donante, doña Magdalena Juana de Solís y Aldana [5], apellidos con los que también figura en diferentes escrituras. Culmina con la corona de marqués.

En el tomo primero del Inventario Artístico de Cáceres y su Provincia, siguiendo los estereotipados criterios en que se basaron los colaboradores para datar las piezas inventariadas, y que les ha hecho caer en tantos errores como en él hemos detectado, se fecha este retablo en 1760; es decir, medio siglo más tarde de lo que realmente corresponde [6].

La capilla dedicada a San Vicente Ferrer se ubicaba por debajo del sepulcro de Catalina de Saavedra. Su retablo, a lo largo de los siglos, ha albergado a su imagen titular, de madera policromada y de excelente factura, hasta que en 1915, tras la llegada de la comunidad franciscana, fuera reemplazada por la de San Francisco [7], para, con posterioridad a la reforma concluida en 1974 , tras la mudanza del retablo a la secular capilla consagrada a Santa Catalina de Siena, donde se encuentra en la actualidad, es decir en la segunda del lado de la epístola, ser sustituida por la de San Pedro de Alcántara, que recibió también culto en la antigua capilla de San Vicente, como se acredita por el inventario que la presidenta de la Hermanas de la Caridad, sor Margarita Fabregás, redactara el 14 de septiembre de 1835, de los bienes, bajo su custodia, de la iglesia del suprimido convento en el cual se estableció el Hospital [8].

La imagen de San Vicente se expone actualmente al culto en la capilla del lado del evangelio tradicionalmente dedicada a Santo Tomás de Aquino, en un retablo barroco presidido por el relieve de Santiago Matamoros.

Actualmente, lo preside una imagen moderna de Santa María de Guadalupe, Reina de la Hispanidad y Patrona de Extremadura, cuyo Real Monasterio así como el convento que nos ocupa son regidos hoy por la comunidad francisca de la Provincia de la Bética.

Muy satisfecha debió de quedar la marquesa con la obra, pues pocos meses después, gracias a su intervención, se finalizaría otro, largos años aplazado.

II.- LA ERMITA DE NUESTRA SEÑORA DE GRACIA Y SU RETABLO MAYOR.

Dicha ermita se halla emplazada a unos trece kilómetros de Cáceres, próxima al Camino de la Plata, frente al castillo denominado de las Arguijuelas de Abajo.

En 1278, según Floriano Cumbreño [9], se estableció allí la primera dehesa boyal de Cáceres. Poco a poco, se levantó un núcleo de población que dio lugar a un heredamiento.

img6El origen de la ermita de Santa María de Gracia hay que buscarlo, como el de tantas ermitas y capillas levantadas en el término de Cáceres, en el deseo de los particioneros de cumplir con sus obligaciones religiosas. Éstos, para una mejor defensa de sus intereses y conservación de las heredades, solían agruparse en cofradías, regidas por ordenanzas escritas. Tal fue el caso, entre otras, de las de San Francisco del Pago de la Mata, San Jerónimo de la Mata de Ribera, ambas en el siglo XVI; la de San Andrés de Miraflores en 1619.

Para la conservación del edificio, los comuneros, como tenemos constatado en el caso de la de Santa Olalla, cedían algunas fanegas de tierras para que con los frutos de su arrendamiento se pudiesen afrontar los precisos gastos de conservación.

Los orígenes de esta ermita hay relacionarlos también con la devoción a su imagen titular, del siglo XV, la cual custodia en su palacio cacereño el Vizconde de Rodas.

img7La cofradía de Santa María de Gracia poseía una tierra de pan llevar de cuatro fanegadas, la cual lindaba con tierras de Francisco de Ovando, de Diego de Cáceres Ovando y el Camino Real de la Plata, que se labraba cada cuatro años, cuyo arrendamiento apenas bastaba para atender los gastos, hasta el punto de que los cofrades, a prorrata, tenían que sufragar las misas de los meses y las de difuntos que se celebraban, conforme a ordenanza, en la parroquia de San Mateo, de la que dependía. Además le pertenecía un casar muy pequeño y desbaratado. El mayordomo Domingo Gómez, cuyo mandato se desarrollaría de 1545 a 1546, solicitó del cardenal don Francisco de Bobadilla y Mendoza, obispo de Coria, licencia para enajenar ambas propiedades, por las que ofrecía Francisco de Ovando Mayoralgo, además de ciertas reparaciones del edificio, cuatrocientos cincuenta maravedís de renta de censo anual: cuatrocientos sobre la hacienda de Hernando Álvarez de Toledo y cincuenta sobre una casa en la calle de Corte propiedad de Román. El mayordomo expresaba que con dicha cantidad «tendrá la dicha cofradía con que dezir las dichas missas y comprar alguna çera y otras cosas neçesarias«. El vicario general del obispado, el reverendo Toribio Jiménez de Villafranca, beneficiado de la Catedral de Coria, comisionó al vicario de Cáceres, el presbítero Juan de Figueroa, para la pertinente información y publicación en los lugares habituales de la oferta de Ovando, por si hubiera quien mejorara la oferta [10].

El 3 de julio de 1547, se congregaron Alonso Hernández, mayordomo; Antonio Díaz, escribano; los cofrades Francisco Gómez, Pedro de Grajos, Juan García, Juan Gentil, Alonso Gómez Nacarino y Jerónimo Martín para dar dichas propiedades a censo a Francisco de Ovando Mayoralgo, quien, «e demás desto (los cuatrocientos maravedís anuales de renta), a dicho que hará un portal en la dicha yglesia e una canpana, el qual e sus desçendjentes ternán cargo de rreparar la dicha yglesia en lo que puedan«, una vez considerado que «convenya mucho a la dicha cofradía e cofrades para se sustentar e sostener e que no se pjerda nj la yglesia e hermjta se caja porque, por ser tan pobre como es, an pagado e pagan los cofrades las mjsas que se dizen por los defunctos e cofrades» [11].

El 23 de agosto, habiendo dado ya licencia el vicario el día 16, el mayordomo Juan Gentil, asistido por los alcaldes el herrero Hernán Martín y Juan García; los cofrades Antonio Díaz, Alonso Hernández, Francisco de Toledo, Alonso Ceballos, Francisco Silvestre, Francisco Gómez otorgaron la correspondiente escritura ante el escribano Sancho Jiménez [12].

No tardó mucho Ovando en cumplir con el compromiso adquirido de la edificación de un portal, que aún hoy se conserva, si bien modificado, de «tres arcos y de largo quinze pies, poco más o menos, con dos postes de cantería e maderarla e tejarlo«; la sustitución de una viga grande de pino que se había quebrado por otra y la fundición de la campana. El 16 de junio de 1549, el campanero Juan de la Bárcena, vecino de Güemes, otorgó carta de pago a favor de Francisco de Ovando, a la sazón mayordomo de dicha cofradía, de una campana que había fundido aprovechando el metal de las dos campanas que tenía la ermita, que pesó tres arrobas y trece libras, más otras ciento veinte arrobas que le entregó el citado mayordomo.

img8La nueva campana pesó siete arrobas y veinte libras. Por la hechura percibió el campanero cuatro mil maravedís más otros mil por la merma en la fundición [13]– El 27 de septiembre de 1604, en cumplimiento de citado concierto, su hijo don Pedro Rol de la Cerda encargaría al campanero Juan de Alviano de Ayala, vecino de Arroyomolinos, la hechura de una nueva campana, similar a la fundida por encargo de su padre, que se había quebrado, a cuyo peso habría de añadir dos arrobas de metal campanil, media de cobre, media de latón y ocho libras de liga de Inglaterra [14].

Francisco de Ovando Mayoralgo, gracias a la posesión del mayorazgo de su abuelo Francisco de Ovando el Viejo, quien había vinculado las diferentes tierras que había ido adquiriendo en las Arguijuelas, era el mayor particionero en mencionado heredamiento, pero no por ello poseía la propiedad de la ermita, que la mantuvo su cofradía titular. No obstante la constitución del censo y contraprestaciones arriba mencionadas, Ovando no se convirtió en patrono de la ernita, pues como se afirma en la escritura de censo de 20 de agosto de 1611, que mencionaremos más abajo, la cofradía «se sirve en la parrochial de Señor San Mateos desta dicha billa y tiene su hermita en el assiento del Argijuela«.

img9Por otra parte, la ermita era objeto de las mandas testamentarias de los vecinos de Aldea del Cano, siguiendo una práctica inmemorial en la Tierra de Cáceres, de favorecer las ermitas pobladas. Así, el 24 de junio de 1550, Juana Holgado, mujer de Juan Blázquez, incluía la siguiente en el suyo: «Yten mando a la yglesia de Sant Martín medio rreal y mando a Santiago de Bencaliz e a Sant Yuste y a Santa María de Graçia e a San Juan Hevanjeljsta questá en el Alguijuela a cada una dos mrs. para azeyte «[15].

A pesar de que siempre llevó una existencia languideciente, la cofradía sobrevivió. Sus mayordomos, elegidos anualmente como era norma generalizada en las cofradías, gestionaban los asuntos, daban a censo las escasas rentas logradas reunir. He aquí las referencias que hemos hallado:

  • El 9 de agosto de 1581, el mayordomo García Mogollón dio poder general a procuradores de Cáceres para los pleitos que esperaban tener [16].
  • El 23 de agosto de 1581, siendo mayordomo Domingo Hernández, María García la cerera, viuda, se obligó a pagar a finales de marzo de 1582, los siete mil maravedís en que fue alcanzado Francisco Martín Maderuelo de su año de mayordomía [17].
  • El 19 de septiembre de 1582, el mayordomo Domingo Hernández dio a censo quinientos maravedís de renta anual, por el principal de siete mil, al presbítero Hernando Gil, quien hipotecó su casa de morada en la calle del Horno y una viña en Villoluengo [18].
  • El 28 de agosto de 1585, el mayordomo Gonzalo García entregó siete mil maravedís, cuya renta anual ascendía a quinientos, a Francisco Díaz Caldera y su mujer Isabel Rodríguez [19].
  • El 16 de octubre de 1586, el mayordomo Juan Sánchez Mirueña dio a censo idéntica cantidad a Juan de Tovar y a su mujer Isabel Sánchez, que cargaron sobre sus casas en Pintores, colindantes con el horno de cocer pan [20].
  • El 30 de enero de 1588, el mayordomo Francisco Jiménez Rubio dio poder general a procuradores de Cáceres [21].
  • El 1 de agosto de 1590, a petición del mayordomo Juan Sánchez Mediodía, Juan de Carvajal, hijo de Hernando Álvarez de Toledo, reconoció los cuatrocientos maravedís perpetuos sobre sus casas principales intramuros, que daban a tres calles públicas, y cuya almojava salía a la Plaza pública sobre la muralla; censo que Francisco de Ovando hubo dado en trueque por la hacera que la cofradía tenía en las Arguijuelas [22].
  • El 12 de mayo de 1591, a requerimiento del mayordomo Juan Sánchez Mediodía, Benita García, viuda de Juan González, reconoció el censo de cincuenta maravedís perpetuos que sobre la casa en la calle de Corte heredada de su padre, que también había sido objeto del trueque de Francisco de Ovando el Viejo [23].
  • El 12 de noviembre de 1591, a instancias del mayordomo Juan Coronado, el pellitero Alonso López reconoció el censo que otorgaran Juan de Tovar e Isabel Sánchez [24].
  • El 16 de julio de 1609, el mayordomo Martín de Palacios vendió al presbítero Baltasar Jiménez Sanguino trescientos cincuenta maravedís de renta, por el principal de siete mil, que tenía depositados de la redención efectuada por Pedro Gómez Mirueña. El mencionado presbítero hipotecó su casa al Portal del Reloj y otros bienes [25].,
  • El 20 de agosto de 1611, el mayordomo Baltasar Hernández de Mercado dio doscientos veinte reales de principal, que generaban once de réditos anuales, al presbítero Hernán Martín Pozo quien hipotecó sus casas en la calle de Damas, con puerta falsa al camino de la ermita de la Consolación, y sobre otros bienes[26].
  • El 22 de octubre de 1646, Diego Jiménez Pozo y su mujer Francisca Sánchez Pozo, al otorgar un censo a favor de la cofradía y ermita del Espíritu Santo, declararon que sobre su casa en la calle de Damas, objeto de la hipoteca, ya pesaba el censo arriba referido de once reales de renta perpetuos a favor de la Cofradía de Nuestra Señora de Gracia «que se sirve en su hermita de las cassas de campo de la Arguixuela«[27].
  • El 20 de julio de 1729, el presbítero don Esteban García Corbacho, testamentario de Inés Holguín, difunta, vendió al también presbítero don Cristóbal Rama la casa con corral que ella había dejado en la calle de Corte sobre la que pesaban real y medio perpetuos a favor de la ermita de Gracia [28].

Al no haberse conservado los libros de acuerdos, hermanos, cuentas, tenemos un conocimiento muy fragmentado de la historia de la ermita y de la cofradía que la sustentaba, la cual debió de extinguirse por falta de hermanos, como tantas otras de la villa de Cáceres, en el primer cuarto del siglo XVIII, tras los desastres de la Guerra de Sucesión a la Corona de España. Si la ermita se ha mantenido inhiesta y ha evitado la ruina, como les ocurrió en dicho periodo a las de San Lázaro, Santo Domingo Soriano y otros, fue gracias al especial cuidado que le dispensaron los señores de las Arguijuelas de Abajo y sus sucesores hasta nuestros días [29].

Desde el compromiso adquirido por Francisco de Ovando Mayoralgo, se observa el especial cuidado que sus descendientes dispensaron a la ermita, predilección que manifestaban también sus criados. Así el 26 de febrero de 1543, Pedro Hernández, vecino de Rehoyo, tierra de Hita, al servicio de Ovando, en su testamento dispuso «que sy Nuestro Señor Dios fuere servido de me llevar que mj cuerpo sea sepultado en la hermjta de Nuestra señora Santa María de Graçia que está en el heredamiento del Alguijuela, sy falleçiere en él «[30].

img10Cristóbal de Ovando Mayoralgo, hijo segundogénito de Francisco de Ovando el Rico, por lo tanto hermano de Francisco de Ovando Mayoralgo, la tuvo presente, en 1579, en sus mandas testamentarias: «por cuanto yo e tenido y tengo devoçión a la ermjta de Nuestra Señora de Graçia, questá en el eredamjento del Algijuela, término desta villa, mando que se le dé a la dicha ermjta en cada un año un arrova de azeyte para que se gaste en alunbrar la ymajen de la dicha ermjta. E rruego y pido a los cofrades de la cofradía de la dicha ermjta quel día que çelebraren la fiesta de Nuestra Señora de Graçia, rrueguen y pidan al clérigo que diere la mjsa me encomjende a Dios; y a los questuvieren presentes, que, por caridad un pater noster por mj ánima, suplicando a Dios Nuestro Señor me perdone. La cual dicha arrova de azeyte quiero la cobre para sienpre jamás el mayordomo de la dicha ermjta de la persona que tuviere el mj olivar, porque sobre él ynpongo esta carga; y del azeyte que dél se cojere (roto) y el que llevare el dicho olivar sea con esta carga y tributo»[31].

El cura de Aldea del Cano, en razón del cobro de los medios diezmos de los frutos de pan y menudos de las Arguijuelas , estaba obligado a oficiar la santa misa todos los domingos desde el primero de Cuaresma hasta el de Pentecostés; y cada quince días, desde Pascua del Espíritu Santo hasta Cuaresma. En 1604, los regidores cacereños don Pedro Rol de la Cerda, nieto de Francisco de Ovando Mayoralgo y sucesor en el mayorazgo de su tatarabuelo Francisco de Ovando el Viejo, y don Diego de Ovando y Torres pretendieron que se celebrase todos los domingos y fiestas de guardar, a lo que se opuso el rector de la parroquia de San Martín, el licenciado Martínez. Para evitar costosos pleitos, el 22 de junio de dicho año, ambos nobles, por sí y los sucesores de sus casas y mayorazgos, se obligaron a dar doce ducados anuales cada uno a cambio de que el cura u otro sacerdote dijese misa todos los domingos y fiestas de guardar [32].

Algunas décadas después, ante el incumplimiento por parte del párroco de este acuerdo, se suscitó un pleito que, el 16 de enero de 1642, el Vicario general, licenciado Asensio Fernández de Pazos sustanció a favor del actor, don Francisco Antonio de Ovando, señor de la Arguijuela, condenando al cura de Aldea del Cano a cumplir con la obligación contraída [33]. No obstante, a finales del siglo XVIII, número se había reducido notablemente a tenor de las respuestas del capellán Domingo Márquez Peñaranda al Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura de 1791: «tiene esta Parroquia dos anejos, llamados, uno de Nuestra Señora de Gracia (…). La obligación del párroco es que se diga una misa en la primera todos los días festivos desde San Pedro hasta San Andrés…» [34].

Por su testamento de 12 de diciembre de 1669, doña María Jacinto de Carvajal, primera mujer de don Pedro Francisco de Ovando, marqués de Camarena y señor de la Arguijuela de Abajo, mandó «se haga un rretablo de madera, que se entiende un hueco, adonde se ponga Nuestra Señora de Grazia, y que en la peana se ponga un rrótulo que diga: este rretablo dio María indigna esclava de la Virgen» [35]. Pero ni sus testamentarios, ni su marido, fallecido en 1701, al que dejó por heredero universal de todos su bienes puso en ejecución esta última voluntad.

img11Sería su segunda esposa, doña Magdalena Juana de Solís y Ovando, la que, sin duda, animada por la donación que había efectuado al convento de predicadores del retablo de la capilla de San Vicente, la que culminó el deseo de la primera mujer de su difunto esposo, como evidencia la inscripción existente en el banco del mismo:

EN 12 DE DICIEMBRE DE 1669 AÑOS MANDO EN SU TESTAMENTO ACER ESTE RETABLO D. MARIA JAZINTO DE CARVAGAL PRIMERA MUGER DEL MARQUES DE CAMARENA CON EL ROTULO QUE ESTA EN LA PEANA.

IZOSE EN VIDA DE D. MAGDALENA JUANA DE SOLIS I OVANDO SEGUNDA MUGER DE DICHO SEÑOR A LOS 5 AÑOS DE VIUDEZ I SE FINALIZÓ DE DORAR AÑO DE 1705 A 19 DE SETIEMBRE.

Dadas las similitudes que ofrece con el del convento dominico, objeto de esta ponencia, y la escasa diferencia temporal, menos de un año, entre ambos retablos, se puede atribuir su ejecución y dorado al entallador Francisco de Valdearenas y al dorador Juan de Borja y Córdova, artistas a quienes doña Magdalena había encargado el primero.

img12Se trata de un retablo hornacina que durante siglos albergó la imagen titular de Santa María de Gracia, de estilo gótico. Hoy recibe culto en ella la efigie de Nuestra Señora del Rocío, de cerámica sevillana, por tener en esta ermita su sede la Hermandad de Cáceres de esta advocación.

Como el de santo Domingo, presenta cuatro columnas salomónicas adornadas con racimos de uvas, que albergan sendas calles con pinturas, sobre tablas, de sabor popular de santos de la devoción de doña Magdalena: en la del lado del evangelio, a San Nicolás de Bari [36] y por encima a Santa Bárbara; en la de la epístola, a San Antonio de Padua y en la parte alta a María Magdalena, santa bajo cuyo patronato fue bautizada la mecenas [37].

img13Sobre un sencillo entablamento, se alza el ático, de inspiración más clasicista que el del mencionado convento cacereños, con un cuadro, también sobre tablas, sin duda de San Vicente Ferrer, habida cuenta de la especial devoción que le profesó doña Magdalena Juana hasta el punto de que su hijo unigénito recibió como primer nombre el de Vicente, patronímico hasta entonces inusual en su familia y que en adelante llevarían sus sucesores.

Don Vicente Francisco de Ovando Rol de la Cerda Castejón Díez Aux de Armendáriz Mendoza Lodeña Bazán y Solís, caballero de Calatrava, comendador de Vállaga y Algarga, señor del castillo de las Arguijuelas, Alférez Mayor perpetuo de Ágreda y Cáceres, Teniente General de los Reales Ejércitos, Gobernador y Comandante General de Ejército y Provincia de Extremadura como se denomina a sí mismo en su testamento, heredó las citadas devociones maternas, en especial a San Vicente, hasta el punto de que a seis de sus ocho hijos legítimos y a su hija natural les impuso el nombre de pila de Vicente.

En su testamento de 31 de octubre de 1773 otorgado junto con su mujer doña Cayetana de Ovando [38], don Vicente Francisco dispuso ser sepultado, en caso de que le sobreviniese la muerte en su villa natal, Cáceres, en la ermita de Nuestra Señora de Gracia, en el altar de la Virgen del Loreto.

Dicho testamento resulta interesantísimo por las disposiciones, imbuidas del espíritu ilustrado de la época, que se desarrollarían en el momento de que se extinguiese su descendencia. En dicho supuesto, la renta de los tres primeros se reservaría para la fundación de tres capellanías.

img14La primera servidera en el referido altar de Nuestra Señora del Loreto, donde el capellán estaría obligado a aplicar diariamente la misa por el alma de los otorgantes y sus antepasados, así como la de los días de precepto, en hora acomodada, para que pudieran acudir los criados, pastores y labradores del contorno. Además, todas las noches, previo toque de campana, se rezaría el rosario en dicho altar. La segunda capellanía, en el altar de San Vicente Ferrer de Santo Domingo, donde diariamente el capellán celebraría misa de once; si los frailes no se opusiesen a esta manda, se les daría cinco arrobas anuales de aceite para la lámpara de la capilla. La tercera en la ermita del Santo Cristo de la Encina, que acababa de construir en el lavadero de los Barruecos, o en su defecto en la capilla de esta advocación en la parroquia de San Mateo.

img15La ermita de Nuestra Señora de Gracia presenta cabecera rectangular datable a finales del siglo XV, en cuyo exterior blasona las armas de los Ovando. Conserva el pórtico que Francisco de Ovando Mayoralgo mandara edificar, aunque modificado, pues las columnas primitivas de cantería fueron sustituidas en el siglo XVIII por los machones existentes para soportar el empuje de la bóveda de arista que sustituyó al anterior maderamen.

img16El interior es de una sola nave, con tres tramos. La capilla mayor mantiene la primitiva bóveda de crucería, con clave granítica encalada tallada con el escudo de los Ovando. La chilla o cañizo, tan tradicional en la arquitectura cacereña, como evidencia la obligación contraída por Francisco de Ovando de reemplazar la viga grande maestra por otra nueva, dio paso, en la décimo octava centuria, a las actuales bóvedas de cañón, para lo que fue necesario reforzar los muros de las naves con arcos que reposan sobre pilastras. Junto a la única puerta de acceso, está empotrada la pila del agua bendita, de estilo renacentista, decorada con guirnaldas de flores, cabeza de angelito y un cordón que la rodea.

A ambos lados del retablo mayor cuelgan sendas cartelas, escritas de puño y letra del insigne presbítero don Simón Benito Boxoyo, relativas a los cuarenta días de indulgencias concedidas por el obispo cauriense don Juan José García Álvarez a los devotos de Nuestra Señora de Gracia que rezaren un salve delante de su imagen y a los del Santo Cristo de la Expiración que ante su devota efigie rezaren un credo por la exaltación de la fe.

En la nave, se alzan sendos retablos laterales, barrocos, en blanco, atribuibles a un mismo autor, dentro del estilo artístico de Vicente Barbadillo. El del lado del evangelio, hoy exento de imágenes, albergó durante siglos la de bulto redondo, sin policromar, de Nuestra Señora del Loreto, que se custodia actualmente en el palacio del vizconde de Roda. La devoción a esta advocación mariana tiene su origen en el compatronato secular de los señores de las Arguijuelas de Abajo sobre el convento cacereño de Nuestra Señora del Loreto de la Limpia Concepción como dejó dispuesto su fundador el indiano Juan Durán de Figueroa a comienzos del siglo XVII.

El del lado de la epístola, con atributos de la pasión, de mayor sencillez decorativa que el mariano, aloja la imagen del Santo Cristo de la Expiración, del siglo XVI, de tamaño mayor que el natural, cuya devoción se ha renovado con la fundación en 1992 de la cofradía penitencial que lo tiene por titular y que lo ha incorporado a los desfiles procesionales de la Semana Santa de Cáceres.

APÉNDICES

Mayordomos de la Cofradía
Año
Nombre
1545-46 Domingo Gómez
1546-47 Alonso Hernández
1547-48 Juan Gentil
1548-49 Francisco de Ovando
1579-80 Francisco Martín Maderuelo
1580-81 García Mogollón
1581-83 Domingo Hernández
1585 Gonzalo García
1586 Juan Sánchez Mirueña
1588 Francisco Jiménez Rubio
1590-91 Juan Sánchez Mediodía
1591-92 Juan Coronado
1609 Martín de Palacios
1611 Baltasar Hernández de Mercado

 

Alcaldes de la Cofradía
Año Nombre
1547-48 Hernán Martín, herrero, y Juan García

 

Escribanos de la Cofradía
Año Nombre
1545-46 Antonio Díaz

A. H. P. CC. Protocolos notariales. Caja 4.194. Escritura inserta al comienzo de los protocolos del escribano Francisco Martín Pozo Andrade del año 1737.

Obligazión hecha entre partes, de la una la Señora Marquessa de Camarena y de la otra Domingo Francisco de Valdearenas, maestro emsamblador, y Juan de Borja y Córdova, maestro de dorador; sobre un retablo que se ha de poner en el combento de predicadores de la villa de Cázeres a San Bizente Ferrer.

En la villa de Madrid, a cattorce días del mes de jullio año de mill setecientos y quatro, antte mí el escrivano y ttestigos parecieron de la una parte la señora marquessa de Camarena, residente al pressente en esta dicha villa, y de la otra Domingo Francisco de Valde Arenas, maestro ensamblador de rettablos, y Juan de Borja y Córdova, maestro dorador de ellos, ambos vecinos de esta dicha villa. Y dijeron que ,por quanto tienen tratado y ajustado el haçer un rretablo de ensamblaje y dorado para el altar de el gloriosísimo san Vicente Ferrer en el combento de el horden de predicadores de la villa de Cáceres, en el término de çinco messes con dicha señora marquesa por precio de cinco mill y ochocientos reales de vellón, pagados en diferenttes plaços y con diferenttes calidades y condiçiones, que abajo yrán mençionadas, para lo qual les a pedido dicha señora marquessa hagan obligazión mancomunándose con sus personas y bienes muebles y raíces avidos y por haver. Y viendo ser justo y de su conbeniençia el haçer dicha obligazión según las calidades y condiziones que se referirán, lo ponen en execuçión. Y así, en la mejor bía y forma que más aya lugar en derecho, los dichos Domingo Françisco de Valdearenas, maestro de ensamblador, y Juan de Borja y Córdova, maestro dorador, ambos juntos de mancomún y a boz de uno como principales y fiadores uno de ottro y ottro de otro y cada uno de por sí y por el todo ynsolidun, renunçiando como rrenunçiaron las leyes de duobus rex de vendi y la autentica pressente oc yta de fide yusoribus y todas las demás leyes, fueros y derechos que son y ablan en fabor de la mancomunidad y fianza, según y como en ellas y en cada una de ellas se contiene, que quieren no les valgan, sino es que se entienda que lo que faltase de cumplir en dicho retablo por qualquiera de los dos lo aya de cumplir asta estar fijado y en toda forma el otro que quedase. Y en esta manera, se obligaron hacer dicho retablo de emsamblaje y dorado y precio, y esto a de ser con las calidades y condiçiones siguientes:

Primeramente que el dicho Domingo Françisco de Valdearenas a de dar acavado el dicho rretablo, por lo que toca a ttalla y ensamblaje, en el término de dos messes que empiezan a correr y contarsse desde el día de la fecha de esta escriptura y cumplirán otro tal día de septiembre próximo que biene de este presente año, en precio de dos mill setecientos y cinquenta rreales, para lo qual se le an entregado en presençia de mí, el escrivano, y de los testigos mill rreales de vellón en doblones y plata que lo sumaban y montavan; los quales el dicho Domingo Francisco de Valdearenas los passó a su parte y poder a toda su satisfaçión, que doy fee ,y como pagado de ellos, da y otorga carta de pago de dicha cantidad a fabor de dicha señora marquessa. Y con dichos mill rreales a de travajar en dicho rretablo hasta cumplir el primer mes y, cumplido que sea, se le an de entregar seisçientos rreales de vellón para que con ellos acave de dar rrematado y en toda forma dicho rretablo. El qual a de yr según una traça y dicho dibujo que se le a entregado, que bino de Salamanca, sin descrepar en poco ni en mucho de dicha traça, como lo menziona una memoria que así mismo vino junta con dicha traza, que, para que siempre conste, se pone a la letra y es de el thenor siguientte:

Memoria

Primeramente a de tener el rretablo veinte pies de alto desde el cozalo de el pedestal asta la última lignia de el cerramiento o coronamiento, correspondiendo el ancho a su altura y conforme artte. Es condiçión que pedestal y sotta vassa a de ser ensamblado y apiñacados los témpanos y vastidores de la rrepissa y alabita; y lo propio, el enpilastrado y caja del niño, que es caja principal. Y el fondo de dicha caja a de yr de frissos de talla. Y las pilastras an de llebar capiteles tallados. Y todo lo demás se a de executar conforme la traza; y serafines y niños, conforme están demostrados. Y en quanto a el dorado a de ser capiteles de colunas y vástagos y ojas y rraçimos de oro limpio y los campos negros abruñidos. Y tocante al rretablo todo lo que fueren moldaduras, tallas y niños a de ser dorado de oro bruñido y los campos negros.

Prosigue

La qual memoria orijinal queda en mi poder, a que me rremito, y según ella y la traza referida a de acabar el dicho rretablo dentro de el término de los dichos dos messes en esta dicha villa, a donde lo a de hacer la dicha señora marquesa ver por maestros de su satisfazión para que rrejistren si está arreglado a la dicha traza y memoria y executado según artte y a toda costa. Y de no estar de la manera rreferida, lo a de bolber a executar el dicho maestro de ensamblador a su costa y rriesgo. Y a ello se le a de apremiar sin más recado que la presentazión de esta escriptura y estando a ssatisfazión de dicha señora marquessa dicha obra a de estar obligada su señoría, como lo es, desde luego se obliga a dar a el dicho Domingo Françisco de Valdearenas quinientos rreales de vellón y las carretas que fueren necessarias para llebar dicho rretablo asta el dicho conbento donde se a de fijar y sentar, no siendo de la obligazión de su señoría más que le dar dicha carreta y un mozo con cada una y las sogas que hubieren menester para atar el dicho rretablo asta llegar a dicho combento. Y el dicho maestro a de ir a su costa y los ofiçiales que llebare consigo. Y si, por algún accidente en el camino o en el sitio donde se hubiere de sentar se quebrare o desconpusiere alguna o algunas piezas de dicho rretablo a de tener obligazión el dicho maestro de volberlas acer a su costa y rriesgo y dejarlo sentado y fijado a satisfazión de las personas que nombrare la dicha señora marquessa en la dicha villa de Cázeres. Y sentado y fijado en toda forma se le an de entregar a el dicho maestro los seisçientos y çinquenta rreales restantes a cunplimiento de los dos mill setecientos y cinquenta en que ba ajustado. Y es de la obligazión de su señoría de darles a los maestros, todo el tienpo que estubieren en la dicha villa de Cáceres enpleados en acavar el dicho rretablo, cassa en que biban y dos camas y no ottra cossa alguna sino lo que ttocarre a albañilería para sentar y fijar dicho rretablo, que esta a de ser por quenta de dicha señora marquesa el pagar su ymportte. Y se adbiertte que sólo a de tener el dicho rretablo de diferencia de la traza referida el que en lugar de la caveza del serafín último an de yr las armas de su señoría y los maestros an de yr y bolber a su costa y se an de mantener todo el tienpo que estubieren en la dicha villa de Cáçeres y la jente que llebaren consigo Dorador.

Y acavado que sea dicho rretablo en toda forma, a de ser de la obligazión de el dicho Juan de Vorja y Córdova, dorador, el salir luego yncontinente a dorar el dicho rretablo a la dicha villa de Cáçeres a su costa así mesmo, dándole por ttodo el dorado en toda forma según la memoria que ba menzionada tres mill quatrozientos rreales de vellón en la forma siguiente: los mill y quattroçientos rreales el día que salieren de esta Cortte; y desde dicho día en tres messes, a de dar acavado y dorado el dicho rretablo, haciéndole buenos los días que gastare en la yda. Y desde el día que empezare dicho dorado en un mes se le an de dar seisçientos y cinquenta rreales y la rrestante cantidad luego que esté acavado de dorar y en toda forma sin faltar en cossa alguna a lo que ba prebenido en dicha memoria y no de otra suertte, siendo de la obligazión de dicho maestro el sustentarse a sí todo el tienpo que gastase en yda y buelta, como en estar allá, dando su señoría cassa y cama mientras estubieren empleado en el dorado de dicho rretablo y no de otra manera. Y la jente que llebare consigo los a de llebar y mantener asímesmo a su costa. Y a de quedar en toda forma el dicho rretablo a satisfazión de la persona que nombrase su señoría en la dicha villa de Cáçeres.

Con las quales calidades y condiziones, según y como en ellas se contienen, los dichos Domingo Francisco de Valdearenas y Juan de Vorja y Córdova se obligaron con su persona y vienes muebles y rraíces havido y por haver a acavar y fijar y dorar el dicho rretablo a satisfazión y vista de maestros y de estar hecho según dicha traça y memoria y de que bale los dichos cinco mill y ochoçientos rreales en que se a ajustado, exçetuando de ellos trecientos rreales que se le an dado a el maestro de dorador para ayuda de el costo de el camino. Y no baliéndolo, nos obligamos a bolber lo que declarasen tiene de menos precio o bolber a acer lo que faltare luego de contado y que de ello conste y a ello se nos a de poder apremiar a entrambos como mancomunados o cada uno de por sí y no hemos de pedir demasías ni otros gastos aunque por los maestros que lo bieren se tasse en más, porque solamente hemos de llebar dichos cinco mill y ochocientos rreales en la forma referida. Y si faltáremos a lo contenido en esta escriptura, pueda la dicha señora marquessa, o quien su poder y derecho tubiere, buscar otros maestros que lo agan y executen y por lo que más le costare y las costas que en ello obiere se nos a de poder executar solo en virtud de esta escriptura y su declarazión de que le relebamos en forma. Y la dicha señora marquesa de Camarena, por lo que a sí toca, se obliga con las calidades y condiziones mencionadas a que dará y pagará a los dichos maestros o a quien su poder tubiere los dichos cinco mill y ochocientos rreales de vellón en que se a ajustado dicha obra según y como ba capitulado en las condiciones. Y por lo que toca al último plaço, se obliga su señoría a que luego que esté a su satisfazión a dar y pagar a cada uno de dichos maestros lo que a cada uno le tocare en el tienpo que le corresponde, según dieren acavado lo que a cada uno es de artte y obligazión.

Y al cumplimiento de lo en esta escriptura contenido unos y ottros obligaron sus personas y bienes muebles y rraíçes abido y por haver y dieron poder cumplido a las justicias y jueces que de sus causas devan conocer de qualesquier partte que sean para que les apremien por todo rigor de derecho y vía executiba y lo rrecibieron por sentencia passada en cosa juzgada, renunciando como rrenunciaron su propio fuero, jurisdizión y domizilio y la ley sic cumbenerit de yrisdicione omnium yudicum con todas las demás leyes, fueros y derechos de su fabor y todas las que ablan en fabor de las mujeres y las de Veleyano senatus consultus y emperador Yustiniano de que dicha señora marquesa fue abissada por mí, el escrivano, y como savedora de sus efectos la apartó y rrenunció de que doy fee. Y así lo otorgaron todos siendo testigos don Alfonsso Premech, don Alonso Solís Aldana y don Juan Rodríguez Machado residentes en esta dicha villa y los otorgantes a quien yo el escrivano doy fee conozco. Lo firmaron doña Magdalena Juana de Solís y Obando, Domingo Francisco de Valde Arenas, Juan de Vorja y Córdova. Ante mí Juan Miravel de los Covos.

Yo el dicho Juan Mirabel de los Cobos, escrivano público del Rey, nuestro señor rressidente en su Corte y Villa de Madrid, pressente fuy a lo que dicho es y en fee de ello lo signé y firmé en diez y nuebe días del mes de jullio año de mill setezientos y quatro.

En testimonio de verdad
Juan Mirabel de los Cobos


NOTAS:

[1] MAYORALGO Y LODO, José Miguel de: «La Casa de Ovando (Estudio histórico-genealógico)«. Real Academia de Extremadura. Cáceres, 1991.

[2] ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE CÁCERES (A.H.P.CC). Protocolos de Juan Romero. Caja 4.245. Año 1593.

[3] Ibid. Protocolos de Pedro de Pérex. Caja 4.130. Años 1593-1596.

[4] Las de Ovando: En campo de plata, una cruz floreteada de gules con cuatro veneras de gules en torno a ella; bordura del mismo color con ocho aspas de oro. (LODO DE MAYORALGO, José Miguel: Viejos Linajes de Cáceres. Caja de Ahorros de Cáceres, 1971. pág. 177).
Las de Rol: cinco palomas azules con pintas de plata en campo de oro. (A. H. P. CC. LEGADO PAREDES. Legajo 126, expte. 31). Sin embargo, los colores aparecen cambiados en el escudo del retablo: cinco palomas de oro en campo de azur.

[5] La de Solís: En campo de oro, un sol de gules con dieciséis rayos y ocho dragantes que reciben en sus bocas otros tantos rayos de sol. (LODO DE MAYORALGO, … op. cit. pág. 271).
Las de Aldana: «cinco lirios de oro sobre campo rojo» (A. H. P. CC. LEGADO PAREDES. Legajo 126, expte. 31).

[6] Inventario Artístico de Cáceres y su Provincia. Tomo I. Partidos Judiciales de Alcántara y Cáceres, bajo la dirección de don Salvador Andrés Ordax. Ministerio de Cultura. Madrid, 1989. pág. 211.

[7] HURTADO, Publio. A.yutamiento y familias cacerenses.. Cáceres, 1918. pág. 748.

[8] ARCHIVO DE LA DIÓCESIS DE CORIA-CÁCERES. (A. D.). Inventarios. 1800 y siguientes.

[9] FLORIANO CUMBREÑO, Antonio: La villa de Cáceres. Institución Cultural El Brocense. Cáceres, 1987. pág. 101.

[10] A. D. Parroquia de San Mateo de Cáceres. Legajo 4, documento 17.

[11] A.H.P. CC. Protocolos de Pedro de Grajos. Caja 3.923.

[12] A. D. Parroquia de San Mateo de Cáceres. Legajo 4, documento 17.

[13] A.H.P. CC. Protocolos de Pedro de Grajos. Caja 3.924. fol. 136.

[14] Ibid. Protocolos de Juan Romero. Caja 4.250. fols. 587-588v.
El 3 de noviembre de 1599, el doctor Escobar, cura de Torrequemada y prior de Santa María del Salor, concertó con Juan de Alviano de Ayala , la campana y el esquilón para la iglesia parroquial de San Esteban (Ibid. Protocolos de Pedro de Pérex. Caja 4.131).

[15] Ibid. Protocolos de Diego González. Caja 3.826. fol. 368-370.

[16] Ibid. Protocolos de Alonso de Figueroa. Caja 3.789.

[17] Ibid. Protocolos de Martín de Cabrera. Caja 3.644. Año 1581, cuaderno II.

[18] Ibid. Protocolos de Pedro de Pérex. Caja 4.125.

[19] Ibid. Caja 4.237.

[20] Ibid. Caja 4.238.

[21] Ibid. Caja 4.240.

[22] Ibid. Caja 4.242.

[23] Ibid. Caja 4.243.

[24] Ibid. Caja 4.243.

[25] Ibid. Caja 4.255. fols. 346 y v.

[26] Ibid. Protocolos de Juan Maderuelo. Caja 4.002.

[27] Ibid. Protocolos de Miguel Jiménez de Valverde. Caja 3.949. fols. 513-516v.

[28] Ibid. Protocolos de Francisco Tiburcio Maderuelo. Caja 3.993.

[29] Agradezco a don Ramón Jordán de Urríes, vizconde de Rodas, las facilidades que me ha dispensado para realizar el reportaje gráfico que ilustra esta ponencia.

[30] A. H. P. CC. Protocolos de Diego González. Caja 3.823. Año 1543, cuaderno III, fols. 47 y v.

[31] Ibid. Protocolos de Pedro González. Caja 3.830. El 30 de julio de 1579 se abrió, con las formalidades de rigor, el testamento que hubiera otorgado cerrado el 13 de junio de dicho año.

[32] Ibid. Protocolos de Juan Romero. Caja 4.250. fols. 323-324.

[33] Ibid. Protocolos de don Gabriel Antonio Briceño de Muesas. Caja 3.596. Año 1701. Escritura número 168 del inventario de escrituras de don Francisco de Ovando y Castejón, marqués de Camarena.

[34] Ibid. REAL AUDIENCIA DE EXTREMADURA. Caja 643. Expte. 3. Visita a Aldea del Cano.

[35] Ibid. Protocolos de Juan Fernández Zayas. Caja 3.784. Años 1669-1679. fols. 208-211v.

[36] Sobre la devoción a San Nicolás entre los cacereños del siglo XVIII, puede consultarse la nota 67 de nuestra ponencia «La Iglesia de San Juan Bautista de Cáceres. Algunas circunstancias constructivas», presenta a los XXIII Coloquios Históricos de Extremadura.

[37] La reseña que dedica a este retablo el referido Inventario Artístico de Cáceres y su Provincia está plagada de despropósitos.

[38] Ibid. Protocolos de Andrés Ignacio Chamizo. Caja 3.746. Año 1703. fols. 404-423v

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