Oct 011978
 

José Goñi Gaztambide.

El curriculum vitae de Gregorio Fernández Pérez es bastante complicado y si él no lo hubiera consignado en la Relación de sus méritos, no lo habríamos averiguado en todos sus meandros.

Nació en Nieva de Cameros, provincia de Logroño, el 9 de mayo de 1778. Fue a Pamplona como familiar del obispo don Lorenzo Igual de Soria y, mientras trabajaba en la curia diocesana, ganó dos cursos de filosofía y cinco de teología en el Seminario Conciliar de aquella ciudad (1795-1802), que entonces estaba incorporado a la universidad de Valladolid. Después hizo otro curso de teología en el Conciliar de Badajoz (1802-1803) y uno de Sagrada Escritura en la universidad de Alcalá de Henares (1803-1804). El 23 de junio de 1804 recibió el grado de bachiller en teología por la universidad de Irache (Navarra) y ganó en ella otro curso de Sagrada Escritura (1804-1805).Finalmente se graduó de licenciado y doctor en teología por la misma universidad (l8 nov.1806).

Entretanto, en virtud de oposición en concurso general a parroquias del obispado de Calahorra, se le confirió el curato de Briñas (agosto 1804), a tres kilómetros de Haro, con el que fue promovido a las sagradas órdenes hasta el presbiterado inclusive, los días 21, 25 y 27 de diciembre de 1804. Sirvió la parroquia con ejemplar celo por espacio de quince años. Durante la Guerra de la Independencia, «defendió constantemente la causa de la patria contra el tirano, sin abandonar jamás su parroquia, ayudando y animando a sus feligreses… Asimismo desempeñó a gusto de los vecinos las funciones de individuo de la Junta de suministros para la tropa española y aliada, exponiéndose y sufriendo los insultos y atropellamientos que eran comunes».

En marzo de 1819 renunció el curato de Briñas con no pequeño sentimiento del obispo de Calahorra, que aseguró haber perdido uno de los más beneméritos y dignos párrocos. Acababa de ser nombrado párroco de San Bartolomé de Jerez de los Caballeros (Badajoz) (3 marzo 1819),previa oposición en concurso general a curatos del territorio de las Ordenes Militares. En Jerez se manifestó opuesto al sistema constitucional y a las ideas liberales, rehusó suscribir el establecimiento de la sociedad patriótica «y por ser opuesto a la Constitución y notado de servil fue multado, como igualmente otros vecinos honrados, en la cantidad de mil reales por el comandante comisionado de una columna constitucional, que llegó a dicha ciudad el 2 de julio de 1823». A la noticia de la liberación de Fernando VII, el 14 octubre 1823 predicó el sermón de acción de gracias; pero, como la columna constitucional estaba estacionada a tres leguas de Jerez, tuvo que emigrar hasta las fronteras de Portugal para no ser detenido. Cuando la capital de la provincia se declaró por el régimen absolutista, se incorporó a su parroquia. Antes y después de su forzada ausencia, combatió desde el pulpito las doctrinas «impías que circulaban», sosteniendo al pueblo «en sus verdaderos deberes y respeto al rey y a la religión católica, exponiéndose no poco por razón de los liberales exaltados que concurrían a sus sermones».

Tras nuevo concurso parroquial celebrado en el real y supremo consejo de las Ordenes Militares, obtuvo real presentación para la vicaría de la iglesia parroquial de Santa Olalla de Mérida (Badajoz) (21 enero 1826), de la que tomó posesión en marzo de mismo año. Por último, mediante provisión en concurso, ganó por mayoría de votos, en competencia con otros dos opositores, la canonjía de oficio penitenciario de la iglesia catedral de Badajoz (l junio 1832), tomando posesión medio año más tarde. Entretanto, en atención a sus conocimientos históricos, «la Real Academia de la Historia Matritense le nombró individuo suyo y académico correspondiente».

Al llegar por vez primera a Pamplona, sintió un vivo deseo de conocer la historia de su iglesia y los obispos que la habían gobernado, y con este objeto empezó a formar listas y apuntes de los prelados que iba descubriendo en los papeles de la diócesis. Después de algún tiempo cayó en sus manos el Catálogo de los obispos de Pamplona de fray Prudencio de Sandoval (Pamplona 1614), que encontró pobre y quiso completarlo. «Para ello me proporcionaba la mejor ocasión el vivir en el palacio episcopal y al lado del juez eclesiástico, pues, siendo muchos los expedientes y papeles que se cruzaban de todas clases, y obligado yo a escribir en los más dellos, procuraba tomar razones..; y como… el trato y comunicación con los demás curiales me facilitase no pocas veces la entrada en las secretarías y en los archivos, me aprovechaba con ansia de esta proporción para leer y registrar cuantos documentos me era posible». Por otra parte, el provisor le encargó que cosiese los expedientes que le fuesen llevando para la firma. «De este modo yo tuve la proporción de ver muchos papeles y adquirir algunas noticias… En el archivo existen legajos voluminosos de papeles del cardenal Cesarino del señor Moscoso, del señor Ramírez, del señor Miranda y otros, todos cocidos y rubricados por mi mano». Con los materiales así reunidos, elaboró en Briñas, en el espacio de tres o cuatro años, su Historia de la iglesia y obispos de Pamplona, en tres volúmenes. Más tiempo le costó solucionar el problema de la edición. No encontraba ningún mecenas y, ya desconfiaba de sacarla a luz, cuando el duque del Infantado, con quien entró en relación con motivo de un concurso general a curatos, le brindó su protección. El prologo está firmado en Jerez de los Caballeros el 27 septiembre 1819. Los dos primeros volúmenes salieron en Madrid en 1820. El tercero, aunque lleva el mismo pie de imprenta no se editó hasta el año 1826. Aún cuando la obra supone un positivo avance sobre los episcopologios anteriores, completándolos y continuándolos hasta su tiempo, ha sido juzgada con una severidad excesiva. Sin embargo, la reacción más violenta partió del cabildo de Pamplona que, sintiéndose agraviado, le atacó en un doble frente: en el científico y en el forense.

Por encargo y con la aprobación del cabildo, el Dr. Rufino Fernández, riojano como él lanzó sus «Cartas críticas sobre la nueva Historia de la Iglesia y obispos de Pamplona» en que se demuestra con toda evidencia la ignorancia, la parcialidad, inexactitud e infidelidad del historiador sobre algunos hechos concernientes a la santa iglesia y su cabildo (Pamplona 1826)118 págs. El autor ocultó su nombre bajo el pseudónimo de «El Amigo de los Canónigos», como si quisiera dar a entender que Fernández Pérez era «El Enemigo de los Canónigos».

Simultáneamente el cabildo elevó una exposición al juez de imprentas de Madrid, solicitando, no sólo el secuestro de la nueva Historia como atrozmente injuriosa y calumniosa, sino también una justa reparación (l9 nov. l826). La querella fue entablada oficialmente el 20 febrero 1827. El Dr. Fernández Pérez se mostró fértil en recursos dilatorios, mientras preparaba una refutación de las Cartas críticas con el título de «Cartas Apologéticas» (Madrid 1827) 96 págs. El cabildo trató de impedir la publicación de este folleto; pero, al ser desestimada su pretensión, tuvo que contentarse con formular una nueva querella, que añadió a la primera. Por fin, el Dr. Fernández Pérez contesto a la demanda en 16 páginas, tratando de demostrar que no existía materia criminal, sino una disputa literaria. El había hecho sus afirmaciones basado en las fuentes. Es posible que se hubiese equivocado. En tal caso, el cabildo debía restablecer la verdad con iguales medios (8 marzo 1828).

El cabildo, desconcertado, no prosiguió el pleito. El canónigo Martín Antonio Oroquieta aceptó la batalla en el terreno en que la planteó Fernández Pérez: en el terreno histórico. Pero su farragosa réplica quedó inconclusa y nunca vio la luz pública. Así el cabildo, que con tanto ímpetu había saltado a la palestra, abandonó silenciosamente la lucha tanto en el campo científico como en el forense, dejando victorioso al «Enemigo de los Canónigos».

Siendo párroco de Jerez de los Caballeros, compuso a ratos perdidos una pequeña historia de esta ciudad, que quedó inédita. Según Barrantes, el manuscrito lleva la fecha de 1833 y se dice redactado por el Dr. Gregorio Fernández Pérez, cura párroco de San Bartolomé de dicha ciudad; pero debe de tratarse de una errata de imprenta de la obra de Barrantes. En 1833 ya no ejercía tal cargo. Quizá haya que leer 1823 en vez de 1833.

Añade Barrantes que «su estilo es liso y apreciable, su erudición florida y sus noticias copiosas. Deslustra, sin embargo, este bello trabajo una disertación pesadísima e indigesta sobre si San Bartolomé es el Natanael de los libros sagrados, a quién Jesucristo dijo: He aquí un verdadero israelita. Otros historiadores de Jerez hacen relación de la nobleza de sus fundadores; pero Fernández Pérez, con mejor criterio y espíritu de su época, da en cambio lugar amplísimo a las pocas noticias económicas y civiles que ha podido recoger… Tampoco descuida Fernández la epigrafía de Jerez».

Al morir en Badajoz el 21 octubre 1837 a la edad de 59 años, legó sus manuscritos -según cuenta Barrantes, que equivoca la fecha del fallecimiento-, a una persona ilustrada de dicha ciudad, la cual entresacó de ellos el volumen titulado «Historia de las antigüedades de Mérida» por creerlo el más interesante. Este libro se divide en dos partes: Mérida en la época romana ; Mérida en la época visigoda y en los primeros siglos de la dominación árabe, «circunstancia tan peregrina como apreciable, pues los historiadores de Extremadura, a imitación de casi todos los de España, hacen caso omiso de esos siete siglos». Ha tenido dos ediciones: Badajoz 1857 y Mérida 1893.

Para terminar, debo expresar mi más vivo agradecimiento al M. I. Sr. Don Carmelo Solís Rodríguez, canónigo archivero de Badajoz, quien me facilitó la mayor parte del materia utilizado en la redacción del presente trabajo.

José Goñi Gaztambide Canónigo archivero de Pamplona.

Oct 011978
 

Francisco Fernández Serrano.

Si de acuerdo con la formulación del insigne don Eugenio D’ors, lo que no es tradición, es plagio, yo confieso de entrada que he plagiado literalmente a un escritor de los siglos I-II, llamado Plutarco de Queronea, el primero que escribió en cuanto sabemos unas Vidas paralelas. Yo esta vez, reiteró la confesión, he plagiado el título, y he plagiado el método. Me consuelo de esta postura honorable para Plutarco de Queronea y humillante para mí, reconociendo que no he sido el primero que le ha plagiado en 19 siglos, y que esperó fundamentalmente no ser tampoco el último que le plagie.

Si he copiado literalmente el título, y seguido más o menos fielmente el método adoptado por Plutarco, pero que advertir que mis parangones no se ciñen como los del autor griego a sujetos claros de griegos y romanos, sino que mi primer capítulo está ceñido a dos cortas semblanzas biográficas de dos extremeñas recientemente fallecidos: el primero Alonso González Cancho, cuando preparaba sus maletas en Caussade, pueblecito francés del departamento de Tarn et Garonne, hace dos años en agosto de 1976, con la secreta esperanza de participar por vez primera en los Coloquios Históricos de Extremadura cuya trayectoria él seguía de lejos con reconocido interés, y el segundo en la clínica madrileña, sujeto a una operación que había demorado luengos años, porque parecía simple innecesaria y de mero trámite, pero que a la postre, la hora de la verdad le resulta fatal, el 18 de febrero de 1978.

Y al decir que este resulta mi primer capítulo de unas posibles Vidas Paralelas de extremeños, ya está abiertamente declarado que mis vidas paralelas son por ahora solamente dos, mientras las conocidas de Plutarco se cuentan hasta 46, abarcando los tiempos míticos y los históricos de Roma y de Grecia, pero sin llegar a incluir personas que fueran contemporáneas del autor. De aquí también otra diferencia entre mis Vidas Paralelas y las de Plutarco: el tuvo que acudir a fuentes numerosas, y escritas, algunas definitivamente perdidas para la posteridad, y apenas pudo contar con relatos orales sobre sus biografiados, aunque no le faltasen tradiciones verbales; yo en cambio he gozado de luengos años de la amistad y aún de la familiaridad con los dos sujetos de mis Vidas Paralelas. Alonso González Cancho nació en Garciaz, yo también -y aunque me adelantaba en nueve años, un parentesco no inmediato, nuestras madres eran primas hermanas- facilitó nuestras personales relaciones sobre todo en los años más duros de su exilio francés; y con Francisco Elías de Tejada y Spinola, a partir de la segunda asamblea de Estudios Extremeños celebrada en Cáceres, cuando uno y otro contábamos sólo 31 años, he mantenido unas relaciones orales y escritas, amplias que me permitieron conocer su personas seriamente y va, orar sobre todo sus pensamientos.

La primera coincidencia

La primera coincidencia de estas dos biografías la situó en la circunstancia lamentable de que la muerte y desaparición repentina del uno y del otro pasó completamente desapercibida de las informaciones de la prensa de Extremadura. Esos que pomposamente se auto titulan «órganos de información regional» y representantes del pensamiento extremeño, ni siquiera levemente aludieron a la muerte de Alonso González Cancho y de Francisco Elías de Tejada. Ante nuestros periódicos bien informados, ni el uno ni el otro contábamos ni pesaron absolutamente nada. Ni una mera noticia, ni una esquela, ni una evocación. Nada. Como si no hubieran existido, para Extremadura la tierra que uno y otro amaron apasionadamente y por lo que con eficacia, no siempre vista ni reconocida y mucho menos aireada los dos trabajaron.

Pero lo que no consiguieron en su propia tierra, es difícil ser profeta, aún muriéndose uno, en la propia tierra, lo merecieron en poblaciones ajenas.

La Depeche de Midi, en su edición 10, el día 25 de agosto de 1976, entre los epígrafes de Caussade escribía: Carnet de Duelo «Con emoción profunda y tristeza infinita hemos conocido la cruel y súbita desaparición, a la edad de 68 años de Mr. Ildefonso González. Este antiguo maestro de la república española refugiado en Caussade desde enero de 1939 se había ganado la estima y el afecto de nuestros conciudadanos, por su inteligencia clara, por su dignidad sonriente por su fidelidad inalterable a las ideas de progreso y de tolerancia. Después de haber trabajado durísimamente en los años sombríos, había logrado éxitos excepcionales en la delicada y difícil profesión de avicultor. Agradecido al país que le había acogido, terminó por adquirir la nacionalidad francesa aún conservando un amor profundo a la tierra de sus antepasados.

A su esposa esforzada y digna compañera, a todos los suyos, a sus amigos innumerables, presentamos nuestra condolencia sincera y nuestra simpatía fraternal. Murió el jueves 19 de agosto de 1976 hacia la 1:30 de la madrugada. Fue inhumado el viernes a las 17 horas».

En estas pocas líneas un escritor desconocido y amigo trazó levemente la semblanza de Alonso González Cancho en La Depeche de Midi: una biografía sintetizada en la que se pusieron de relieve las conexiones del desaparecido con la tierra y gentes del departamento de Tarn et Garonne, y los rasgos que más habían destacado en la relaciones sociales con sus convecinos franceses.

El Alcázar diario madrileño en su número del 15 de marzo de 1978, firmado por Pedro Rodrigo publicó el siguiente «Réquiem por un sabio: Elías de Tejada». Involuntariamente en parte y con preconcebido propósitos muchos, la muerte de un sabio español como Francisco Elías de Tejada y Spinola ha pasado inadvertida para el gran público, incluso para la llamada clase intelectual o que pretende serlo. Vivimos en un tiempo cruel y sectario que no reconoce el mérito, ni aún a la hora de la muerte.

Catedrático de Filosofía del Derecho y Derecho Natural de la Universidad Complutense de Madrid, historiador y ensayista, Elías de Tejada lleva su vastísima obra de 200 libros vinculada a unos principios inmutables, a los que había adscrito su acción de polemista político formidable. No tenía rival en este sentido, y si la vida parlamentaria le hubiera atraído, y otros fueran los tiempos, su verbo hubiera podido equipararse a Vázquez de Mella y a Menéndez Pelayo, a los que puede equipararse en cultura.

Con estas dos breves referencias periodísticas externas a Extremadura se justifica el lamento por los silencios en la prensa de Extremadura, y la oportunidad de traer sus biografías a los Coloquios Históricos de Extremadura.

Alonso González Cancho (Garciaz, 19 julio 1908 – Caussade 19 agosto 1976)

Entre esas dos fechas se encierra una vida múltiple, rica, variada que difícilmente se puede sintetizar, que ha de reflejar la biografía del más ilustre de nuestros -habló de mi pueblo natal- paisanos exiliados.

Una vida que es el fruto primero de un matrimonio contraído el 12 de octubre entre Pedro González Pérez, nacido en 1877 y fallecido en 1965, y Orencia Cancho Lozano nacida en 1887 y muerta en 1912.

En los cuatro años de matrimonio los esposos González Cancho sólo tuvieron dos hijos, Alonso, el mayor y Sotera, que aún vive viuda en Garciaz.

La falta de cariño materno, aún compensada parcialmente por la suavidad, la dulzura y la benevolencia paterna fue un detalle determinante de Alonso González Cancho, quien creció desde los tres años y pico en un ambiente de soledad afectiva, de aislamiento, que tal vez hubiera podido suplir su tía Eufemia, joven hermanas de su difunta madre, pero ésta vivió luengos años en Trujillo como religiosa concepcionista en el convento de Santa Clara y poco o nada pudo influir en el hijo de su hermana.

A la soledad afectiva entre un padre benévolo y una hermana menor, se unió en el ambiente familiar la bancarrota económica que Alonso vió, vivió y sufrió en su primera juventud. Los hermanos González Pérez que a principios de siglo contaban con un capital decoroso que mantenía unidos dos hermanos, por reveses de fortuna tuvieron que ir deshaciéndose poco a poco de los bienes que constituían su destacado patrimonio. Y vendieron la dehesa El Rincón, igual que numerosas fincas muradas que poseían en el término municipal de Garciaz.

En este ambiente de soledad afectiva y de ruina económica algo salvó de la completa bancarrota la persona de Alonso González Cancho. Su padre en combinación con los maestros Gallardo Palacios, primos hermanos de Orencia Cancho Lozano, madre difunta de Alonso, procuró que su hijo estudiarse en la entonces corta carrera de Maestro Nacional, cuyos estudios podía normalmente realizarse en el período de cuatro años, y así obtuvo su título de Maestro Nacional en la Escuela Normal del Magisterio de Cáceres antes de cumplir los 20 años. Realizado el servicio militar en Cáceres, en calidad de cuota, que no podía sufragar su propio padre y que le costeó el maestro y pariente don José Gallardo Rico, Alonso González Cancho inició sus tareas profesionales del Magisterio actuando como interino en el extremo occidental de la provincia, en Valencia de Alcántara. De su estancia corta en la frontera de Portugal le quedó un grato recuerdo: el hombre que había conocido la soledad afectiva, y la derrota económica en el propia ambiente de su pueblo y de su familia, quiso muy pronto constituir una familia y entabló serias relaciones con una compañera de profesión en la misma población que estuvieron a punto de fructificar en matrimonio. Pasados muchos años tanto Alonso en su lejanía francesa como doña Cecilia en Valencia de Alcántara recordaban emocionados unos proyectos que de haberse realizado hubieran dado un cariz muy diverso a la vida de Alonso González Cancho. El afán legítimo de estabilizar su situación dentro del magisterio superando la mera integridad le llevó a unas oposiciones que le convirtieron en el año 1931 en Maestro de la única escuela que había en el pueblo abulense de La Nava de San Juan, en el partido judicial de Cebreros a tres kilómetros de El Barraco.

1931-1936. El cambio de régimen secular español de monarquía en república le llegó a González Cancho en las peores condiciones anímicas, económicas y sociales, 24 años de edad. Una aparente robustez física, que escondía tras su talla más que regular una tuberculosis larvada; la bancarrota familiar económica superada por su ingreso en el escalafón del magisterio nacional, aún en su categoría más insignificante y modesta, y en un pueblo que resultaba prácticamente un anejo. El aislamiento de su familia natural que se quedaba a cientos de kilómetros, y sin fáciles comunicaciones directas o indirectas. Y la escasa cultura que podía lograrse sin previo bachillerato pasando de la escuela primaria con cuatro cursos de Escuela Normal Provincial. Todas estas circunstancias preparaban fácilmente a encandilarse con las ideas de la revolución social que estaba en el ambiente y en cuyo río revuelto se empeñaron en pescar y aún hacer su agosto muchos incautos y jóvenes pescadores. El 16 de junio de 1931, a dos meses de proclamada en España la República, y 12 días antes de celebrarse las elecciones generales para unas Cortes Constituyentes, llegaba Alonso González Cancho a la Nava de San Juan. No hace falta decir que se alistó en los partidos más audaces y revolucionarios, ni que en la preparación de aquellas elecciones actuó si no en Avila si en Garciaz y la provincia de Cáceres trabajando con el ardor propio de la juventud en favor de candidatos abiertamente revolucionarios. Se iniciaban las primeras discrepancias y choques con su ambiente familiar, de sentido claramente conservador, pero la distancia y las circunstancias de aquellos años en que no fue posible la paz, suavizaban en el seno de la familia las inevitables tensiones.

En sus ambientes abulenses, donde permaneció desde 1931 a 1936 Alonso González Cancho, que por su juventud, por su escasa formación cultural, y por su falta de arraigo provincial no podía lógicamente ambicionar protagonismo de primera línea en el marco político vivió ilusionado y deslumbrado por dos figuras políticas, a las que él ha mantenido una fidelidad meritoria durante largos años. Eran sus mentores a distancia, porque rara vez pudo alternar con el uno y con el otro, dos nombres destacados en el entonces llamado partido radical-socialista: don Claudio Sánchez Albornoz, profesor de la Universidad de Madrid, Académico de Número de la Real Academia de la Historia, medievalista bien conocido y acreditado en España y en el extranjero, que había obtenido acta de diputado rabiosamente republicano, por la provincia de Avila. Y la otra figura política se llamaba don Rodolfo LLopis, diputado por Alicante pero que había logrado escalar un puesto destacado en el Ministerio de Instrucción Pública como se llamaba el que nuestros días se titula de Educación y Ciencia, donde había sido nombrado Director General de Primera Enseñanza.

La figura deslumbrante del sabio diputado por Avila, y la figura política más interesada del Director General de Primera Enseñanza ejercieron una fascinación permanente en el ánimo de joven maestro garcieño enquistado en la lejanía de la Nava de San Juan partido judicial de Cebreros a 3 km. de El Barraco, le ligaron cada vez con más fuerza al carro de los políticos radical-socialistas, en cuyo fervor quemó horas, abundantes, fuera de las que profesionalmente dedicaba a su escuela, relaciones, viajes y charlas para las que estaba singularmente dotado por su especial simpatía. Tenía materia y condiciones del líder y empezó a destacarse en el ambiente de la Nava de San Juan el Barraco, y en algunos círculos de la capital de Avila.

La vida política, a más de consumir ilusiones políticas y sociales sin reservas, propias de la juventud, llenaba el aislamiento familiar en que vivía, parcialmente compensado por la que empezó muy pronto a ser su nueva familia, y a la que pertenecía su futura esposa Ascensión Sánchez. Esta joven de El Barraco terminaba de perder a su madre, fallecida el 6 de junio de 1931, días antes de que Alonso González Cancho se personase en las tierras abulenses, y el padre mantenía en el pueblo de El Barraco una fonda, en la que naturalmente recalaban todos los funcionarios de la zona. No fue una excepción el nuevo maestro de la Nava de San Juan, que diariamente acudía desde su pueblo al Barraco en paseo de tres kilómetros. El padre de Ascensión que había sido alcalde de su pueblo durante la dictadura benévola del general Primo de Rivera, era también el habilitado encargado de pagar sus nóminas estatales a los miembros del magisterio. Nada extraño que al poco tiempo Ascensión y Alonso se declarasen públicamente novios.

Novios y solamente novios fueron desde 1931 hasta 1936 pero novios que se trataban más frecuentemente por la soledad en que vivía el maestro, buen partido para una joven de pueblo, y por las fáciles y no evitarles connotaciones importaban contrato frecuente entre Alonso González Cancho y la familia Sánchez donde había cuatro hijos, tres mujeres y un varón, que humanamente le recibieron entre ellos, y que no frenaron, no podrían aunque hubieran querido, los desmesurados compromisos políticos que se tomaba el joven maestro. Un episodio de 1936 revela perfectamente la vinculación que aquellos cinco años de convivencia familiar habían producido. Un ataque de apendicitis en mayo de aquel año le puso a Alonso González Cancho a las puertas de la muerte. En los días álgidos, difíciles y peligrosos del ataque le cuidaron, no tenía otras personas cercanas únicamente el médico de la Nava San Juan y dos hermanas Sánchez. La situación fue tan grave que la familia Sánchez se sintió obligada a avisar a la familia natural de Garciaz que con el natural retraso de aquella época sólo pudo llegar a tierras abulenses el 27 de mayo de 1936. Como en la Nava de San Juan donde ejercía el magisterio no podría reponerse por vivir sólo, en la casa de Sánchez pasó un período no muy largo de su restablecimiento, esperando poder sufrir la operación correspondiente en el verano de 1936.

1936-1939. El estallido del 18 de julio de 1936 partió a España entera en dos zonas: la Nacional y la Roja o Republicana. También la provincia de Avila quedó escindida en dos: la capital fue desde el primer momento zona Nacional; pero el Barraco, la Nava de San Juan a 28 kilómetros de la capital con desierto en medio fue zona roja, y a la vez fronteriza con las enormes desventajas de esta categoría.

Lo que era verdad indefectiblemente en Avila eran solemnes mentiras en el Barraco; y lo que pasaba por verdad inconclusa en el Barraco, informes y actuaciones propias y ajenas, no pasaban de sartas de mentiras en la capital. Por ley natural de guerra aquello no era ni siquiera diálogo de sordos, sino una babel y confusión caótica de noticias, sucesos e informaciones.

Un libro publicado en Bilbao el año 1937 en plena contienda escribe así: don Hilario Yuste nos informa de lo que en su municipio San Juan de la Nava sufrieron. Al secretario del Ayuntamiento le pegaron siete tiros (al desenterrarle, faltaba una pierna a don Jesús Martínez. Los restantes fusilados fueron: don Ceferino Gil, terrateniente; don Leocadio Montero, lucero; doña Fausta Yuste y su esposo don Cesáreo Montón, de la Inclusa de Madrid; doña Paula Arroyo, mujer casada y buena; don Alvaro Díaz, casado sesentón; don Rufino García, soltero de 25 años, jornalero. Y el autor del libro añade «San Juan de la Nava estaba envenenado por arte de un maestro desaparecido, fundador de la casa del Pueblo. Emigró con los rojos».

No hace falta indicar que este maestro, no había otro, se llamaba aunque no lo consigne Teodoro Toni, Alonso González Cancho.

Reiteradas ocasiones él en persona me afirmó que no había tenido arte mi parte directa en aquellos actos de locura colectiva que ensangrentaron las poblaciones de San Juan de la Nava y de El Barraco, y justificó su ausencia de aquellos peligrosos escenarios, como explicó la persistencia machacona con que algún otro interesado volcaba sobre la persona del ausente, de el exiliado, responsabilidades que le resultaban completamente ajenas.

Por lo pronto Ascensión y una hermana suya junto con Alonso González Cancho, salieron del Barraco en agosto de 1936, camino de Madrid, donde para subsistir daba clases en escuelas del magisterio y donde también voluntariamente, pero subyugado por el ambiente que en Madrid se respiraba se alistó en un batallón de maestros, accediendo como es lógico, a los correspondientes ejercicios militares. Los tres se hospedaron en casa de unas primas de las Sánchez, en la calle de Fucar núm. 20. A poco estos familiares les proporcionaron a los tres refugiados en Madrid un piso en la calle de Atocha, frente al Hospital de San Carlos. Pasados quince días el padre de los Sánchez vino a Madrid para traer a los huidos ropa y dinero, de que estarían todos necesitados. El padre intentó volverse al Barraco, zona militar, pero no pudo llegar a su pueblo ya que desde El Tiemblo los militares rojos le impidieron continuar la ruta y le obligaron a volverse a Madrid. Y en Madrid frente al Hospital de San Carlos intentaron rehacer su vida, y hasta pensaron en que Alonso fuese operado tranquilamente de su apendicitis. Pero si de ordinario el hombre propone y Dios dispone en guerra los hombres proponen y los adversarios ordinarios disponen. Y así el mismo día de noviembre de 1936 que estaba señalado para la operación de Alonso las fuerzas Nacionales que habían llegado de los barrios de la capital de España en un bombardeo de trámite se encargaron de frustrar aquellos propósitos, y en diciembre los tres familiares Sánchez con Alonso salieron de Madrid camino de Valencia. El promotor del viaje, era la persona de más relieve y de mayores relaciones y cultura, fue Alonso, y ya estaba personalmente convencido de que no sus partidarios sino los nacionales ganarían la guerra, por lo que sólo le preocupaba el problema de acercarse a la frontera con Francia. Aunque Valencia era por entonces todavía la antítesis de Madrid, abundancia en vez de carestía, lograron a fines de diciembre de 1936 situarse en Gerona a donde llegaron el día 24. Fue a la Inspección del Magisterio pidió un servicio profesional, por su tuberculosis había sido declarado inútil total para la guerra, y le dieron una colonia de niños en Llansá. En Llansá a escasos kilómetros de la frontera convivieron los tres Sánchez con Alonso González Cancho y en Llansá celebraron su matrimonio Alonso y Ascensión, desde 1936 a 1939.

El exilio

El día 26 de enero de 1939 las fuerzas nacionales entraban triunfantes y desfilaban tranquilamente por las Ramblas barcelonesas. La guerra prácticamente había terminado. La desmoralización, la desorganización, el sálvese quien pueda saber general. También Alonso González y Ascensión a pie pasaron la frontera terrestre por Le Perthus el 27 de enero de 1939, sin más pasaportes que sus personas, sin más valijas ni repuestos que lo que llevaban encima, y Alonso tuvo que recorrer el trayecto Llansá-Le Perthus con unos zapatos nuevos. A la otra parte de la frontera les aguardaba a ellos y a todos los que desbandados huían de las tropas de Franco, no los educados gendarmes franceses sino los soldados negros del Senegal que defendían todavía por entonces la bandera francesa. En seis años Alonso González Cancho había quemado su juventud, sus ilusiones, su familia natural, su porvenir profesional, en aras de la política de una locura colectiva, y se encontraba completamente solo a los 30 años de vida: en tierra extraña, con una lengua que no conocía, sin conexiones familiares, con un destino misterioso, pero felizmente con un punto de apoyo en la existencia de Ascensión que con él había compartido las ilusiones de los años en el Barraco y San Juan de la Nava; las peripecias guerreras de Madrid, Valencia, Barcelona y Gerona, los años tranquilos de la colonia escolar en Llansá y el derrumbamiento de su vida en el camino del exilio.

El exilio de infantería

Las masas de exiliados de nuestra guerra última y de todas las guerras podrían clasificarse en tres secciones como los antiguos ejércitos y divisiones militares: la fuerte y atropelladora caballería, la más segura, y la más audaz, constituida por los profesionales de la política. Ellos son los que destacan y mantienen el fuego sacro de la guerra. Pasado el tiempo ellos son los que sacan más ventajas de la llamada resistencia, que han simbolizado frente al vencedor. También en los años que han corrido de 1939 hasta 1975 los políticos, caballos más bien qué caballeros han obtenido sus ganancias personales, han capitalizado para ellos más que para sus ideas o teorías, los beneficios del desgaste ajeno, y han salvado con auxilios externos hasta sus propias economías. La caballería la forman los que tanto en el triunfo como en el exilio se benefician, alientan las resistencias de los otros, y cobran las facturas. Políticos de ayer y de hoy esta nueva sección de la caballería. En el exilio la pesada artillería la forman los intelectuales, los escritores, los poetas, valores no militares, ni siquiera económicos, que fácilmente se sujetan a los propósitos de los políticos, la caballería, no los caballeros, y a veces en razón de los servicios prestados, no siempre reciben sus recompensas: honoríficas o económicas. Hombres de ideas, de sentimientos, de recursos, son fácilmente teledirigidos por los profesionales de la política, y cuando no sirven a estos profesionales, encuentran en su cultura, en sus escritos, libros y publicaciones medios para subsistir al menos, para rehacer sus vidas deshechas en la guerra por la derrota. Baste recordar que el llamado Colegio de México se organizó fundamentalmente con intelectuales españoles exiliados tras el año 1939, y que don Claudio Sánchez Albornoz organizó en Buenos Aires una Escuela de Estudios Medievales Españoles que le permitió continuar sus tareas de medievalista en tierras americanas, y salvó sus economías personales destrozadas por sus anteriores actuaciones políticas.

La masa inmensa de los exiliados se acoge como es natural al capítulo de la fiel infantería. Son los anónimos innúmeros que siguieron las consignas de los políticos, y las elucubraciones de los intelectuales o los poetas ilusos, los que a la hora de la verdad, la derrota, se encuentran abandonados y solos, los que carecen de recursos económicos propios, o de valores con que recuperarse de una economía, los que marchan al extranjero con un porvenir oscuro, negro casi desesperante.

Formando parte de este grupo inmenso aquel 27 de enero de 1939 entraron en Francia separados, pero logrando pronto reencontrarse Alonso González Cancho y Ascensión Sánchez de González. Desde Le Perthus fueron llevados a Cerbere, y embarcados masivamente en un tren desde Cerbere al día siguiente llegaron a un lugar desconocido de la geografía de Francia que se llamaba Caussade en el departamento de Tarn et Garonne. Suerte o providencia especial para ellos fue que no conocieron el ambiente malsano de los campos franceses de concentración vigilados por senegaleses a cielo abierto en pleno invierno; que no hubieron de cambiar sus destinos reiteradamente; que su viaje único y lento se redujo al trayecto Cerbere-Caussade a través de Perpignan, Narbonne Carcassone y Toulouse. Un trayecto que total o parcialmente en circunstancias muy diversas desde las dramáticas de 1939 hasta las turísticas de los años setenta, ellos recorrieron infinidad de veces a lo largo de 37 años.

Tarn et Garonne, uno de los más pequeños departamentos de Francia, menores que el son únicamente La Rhone, La Seine y La Vaucluse. Un departamento que hace un siglo contaba con 240.000 habitantes, que hacia 1900 bajó hasta los 200.000 y que en 1954 se reducía a 172.000 de los que unos 85.000 vivían estrictamente de la agricultura. Y Caussade es una ciudad que apenas si sobrepasa los 4000 habitantes, sin recursos de grandes industrias, sin notables y destacadas empresas de fáciles recursos económicos.

Fue aquí donde empezando de cero, el matrimonio González Sánchez, con una laboriosidad y tenacidad bien meritorios, en medio de dificultades, apuros, soledades, transformaron sus vidas, su economía, su hacienda y aunque no lo creyeran los interesados sus ideas, sus convicciones, sus entusiasmos.

Si al morir Alonso González Cancho en agosto de 1976 contaban con una economía saneada y fuerte, que les permitía vivir de sus propios ahorros espléndidamente y atender a familiares y amigos con generosidad hasta económica, no son para referir y menos para detallar los trabajos, las dificultades de todo orden que hubieron de superar en un mundo nuevo y en condiciones nada fáciles. La granja avícola de Pechberty, y los campos anejos que últimamente habían traspasado y arrendado, el chalet dentro de la población de Caussade al sitio de Le Pradet, los viajes frecuentes a España, donde a nadie fueron gravosos y derrocharon a manos llenas, pero sin fanfarronería, el cariño y los obsequios, la amistad y la ayuda económica, la simpatía y el buen uso del dinero, fueron más que nada el fruto maduro de una etapa dura de su vivir en Francia. Ascensión ganó los primeros francos con que atender a las más perentorias necesidades poniendo en juego sus habilidades de cosido y bordado. Alonso en la tolerante y progresiva Francia no pudo jamás utilizar sus títulos de Institutuer de la Republique Espagnole, pero sí pudo demostrar en todos los servicios más humildes de la sociedad su capacidad de adaptación: barrendero, zapatero, comerciante, jornalero de la agricultura, el hijo de su padre que jamás había servido sino a la patria militarmente en España, hasta que pudo parcialmente emancipar su economía y logró montar una granja.

Mientras centenares y centenares de exiliados españoles consumían días, semanas, meses y años sin dar golpe en tierra extraña, y se acostumbraban a vivir, por lo menos a subsistir miserablemente con las colectas de organizaciones políticas internacionales, a las que insensiblemente se sometían y esclavizaban, este matrimonio rehacía su vida y ampliaba su cultura. Aprendían aunque ni fuese a la perfección el francés una lengua que continuaban ignorando aún viviendo en Francia centenares y millares de españoles exiliados, en Montauban yo visité un café repleto de exiliados españoles que vivían del cuento de las internacionales y donde todo el mundo hablaba español, sin esforzarse siquiera en aprender y adquirir un pequeño vocabulario francés, trataba de alternar con los intelectuales franceses de su zona, en 1960 visitamos juntos al ilustre literato Pierre Bayrou en su casa de Saint Antonin de Rouergue, a la vez que transformaba y potenciaba su economía.

Qué restaba ya en 1960 del revolucionario primitivo del año 1931-1936. Sólo el recuerdo, la emoción, las amistades, las personas. Francia le había reeducado había encontrado desde lejos a su padre que acudió en busca del hijo perdido y hallado en 1954. Viajó el padre hasta Cerbere, y allí pudo abrazar de nuevo a su hijo tras 18 años de separación y ausencia. No llegaba Alonso con el precioso Mercedes de sus últimos tiempos, sino en un modesto Citröen de dos caballos viejo y desvencijado, eran todavía tiempos duros, con el que le llevó a Caussade y Pechberty. Había recuperado a su hermana, y su cuñado y sobrina de Garciaz. Habían conectado desde 1948 con José el hermano de Ascensión, y en 1957 folló el primer familiar lejano que le visitaba su propia casa y finca. A 25 años de distancia nos reconocimos en el stop de una carretera. No era ya el joven descreído y arreligioso de la juventud, sino el hombre que distanciado de las autoridades eclesiásticas, sabía orar a Dios en su corazón, y sabía retirarse a ermitas alejadas del bullicio para enfrentarse con Dios y con su conciencia. Era el hombre que respetaba las leyes de la Iglesia sin considerar las ridículas vanidades, se ofreció a darme comida de vigilia los viernes como guardaban rigurosamente los católicos franceses, y me llevó a la parroquia de Caussade.

La vuelta a España de los exiliados fue siempre relativamente fácil para los políticos destacados, notables, vividores. No fue difícil para los intelectuales, los escritores, los poetas, pero adquiría caracteres a veces dramáticos para los infortunados de la fiel infantería. Los primeros, si no se obstinaban en la permanencia extranjera donde se habían acomodado o se habían instalado decorosamente, hallaban el camino fácil, la persona accesible, el informe favorable, y otra vez en España continuaban o politiqueando o sencillamente viviendo. Los segundos podían tropezar con algunas dificultades verbales, con declaraciones y posturas improcedentes, con situaciones inconvenientes. El tiempo, las relaciones sociales y hasta el prestigio suavizaban los retornos, aunque algunos quisieran emperrarse en no volver (Sánchez Albornoz en 1963 en Spoleto).

Pero los exiliados de infantería vivían de ordinario aislados, dominados por un grupo de vivillos políticos empeñados en mantenerlos falsamente informados sobre la situación española, sobre las dificultades para su vuelta a la patria, sobre temores más veces supuestos que reales. Una propaganda sagazmente organizada por cerebros politizados utilizó luengos años esta reserva de exiliados en un estado de inutilidad de perfecta hibernación. Por una parte deseaban todos regresar a España, y por otra notaban pasos serios, seguros y eficaces, como el águila acostumbrada a las cadenas, cuando se habían roto no se acordaba de reanudar el vuelo. Y cuando tropezaban con algunas dificultades, a veces puramente administrativas, se desanimaban, se detenían, se desesperaban. Había que vivir en el ambiente enrarecido de tantos exiliados españoles sobre todo en Francia, los exiliados de América con idioma común apenas si podían sentir las amarguras de un exilio, para poder comprender su situación anímica, que les llevaba a negar verdades evidentes y a desconfiar hasta de los más amigos y familiares. Desde 1957 en que yo llegué por primera vez a Caussade, hasta que iniciamos los trámites largos, lentos, administrativos, a veces interesadamente boicoteados por intereses familiares, para el retorno de Alonso González Cancho hasta que en 1965 pudo venir por primera vez tranquilamente a España con motivo de la muerte de su padre, y sobre todo hasta 1968 en que desaparecieron todos los obstáculos reales y aparentes, se podrían seguir una trayectoria vital y psicológica de Alonso González Cancho que va desde la incredulidad real y política hasta el reconocimiento de muchas realidades admirables de la España contemporánea que él como tantos otros intelectualmente bien manipulados, se habían obstinado en negar a pesar de la evidencia.

Nadie le pidió una retractación política, nadie le demandó un cambio en su mentalidad, nadie le reclamó un rompimiento expreso con su pasado. Él pensaba y aún lo reiteraba, que era el mismo de hacía cuarenta años, pero descontaba la identidad fisiológica nadie hubiera reconocido en el Alonso González Cancho de 1968 al de 1939, y menos todavía al de 1931-1936.

Para salvar sus negocios realizados con trabajos tenaces y extraordinarios en Francia, donde había penetrado el 27 de enero de 1939 sólo con la ropa puesta y unos zapatos nuevos, en tiempos del general De Gaulle, tuvo que nacionalizarse francés, pero su espíritu continuó siendo netamente español y su amor a Garciaz, a Cáceres, a Extremadura, con la ausencia y lejanía había subido cotas altísimas, que no menguaron sino que fueron sin crescendo cuando en los últimos años, librado de sus tareas inmediatas de avicultor, pudo venirse una o dos veces al año a conocer, vivir y disfrutar de la propia tierra, que le atraía con fuerza cada vez mayor. Habiendo vivido en la mayor parte de su vida fuera de Extremadura, prácticamente desde los 23 a los 68 años, el afán del retorno completo le iba dominando. Tres meses antes de su muerte rápida y prematura, había pasado aquí una larga temporada. Tuve ocasión de coincidir con él algunos días en Garciaz y de escucharle complacido sus planes y propósitos a corto plazo. Conocer palmo a palmo toda la zona de Trujillo, ampliar los horizontes a toda la provincia y a Extremadura, de cuya problemática se consideraba plenamente solidario, y hasta comprarse en Trujillo una cosa que le permitiera no vivir en el encantador aislamiento de Garciaz, sino a media hora de su centro de gravedad y en el cruce de carreteras en todas las direcciones. A primeros de mayo el día siete concretamente en su CX moderno y potentísimo, desconocido entonces por España improvisados un viaje por las Villuercas, en el que por última vez fue descubriéndonos a dos primos suyos múltiples facetas de su apasionamiento por la tierra donde había nacido y de la que había estado tantísimos años alejado, ya que no espiritualmente ausente. Sus comentarios en Solana de Cabañas, en Cabañas del Castillo, en Retamosa, en Roturas, en Navezuelas y en Berzocana, cargados de evocaciones, recuerdos y sugerencias demostraban como había sintonizado plenamente con nuestras ideas, nuestros afectos, nuestras preocupaciones y afanes. Fue entonces cuando manifestó su propósito de acudir a los VI Coloquios Históricos de Extremadura, para empezar viendo y oyendo, sin afanes de protagonista, y continuar en años sucesivos con su cooperación activa, laboriosa y más eficaz. Un infarto de miocardio que nadie había previsto ni atisbado en el chequeo realizado pocas fechas antes, dio al traste con aquellos proyectos, planes y sueños, y dejó en eterno descanso al maestro y al exiliado Alonso González Cancho donde había consumido la mayor parte de su vida y de sus actividades, en Caussade departamento de Tarn et Garonne. Los familiares le lloraron, los amigos le recordarán con frecuencia y añoranza. Si dejó en pudo equivocarse, quien no se ha equivocado en su vida, en su edad madura hizo el bien a manos llenas. Los testimonios de un periódico francés y los funerales en Garciaz lo reconocían que testimoniaban sincera y dolorosamente.

Francisco Elías de Tejada y Spinola (1917-1978)

La segunda vida de este capítulo primero de mis Vidas Paralelas, dedicada a la memoria del profesor Francisco Elías de Tejada y Spinola, necesariamente habrá de ser mucho más corta y esto por varias razones: Primero porque ya el periódico El Alcázar al publicar su «Réquiem por un sabio» concretó algunas de las actuaciones de nuestro ilustre jurista desaparecido, y en sus páginas cualquier avispado lector puede hallar puntos de partida para ulteriores investigaciones. Segundo, porque mis conocimientos personales y mis contactos con el hijo ilustre de Granja de Torrehermosa, arrancan de una fecha tardía cuando los dos acudimos en 1949 a la segunda Asamblea de Estudios Extremeños celebrada en Cáceres durante el mes de octubre, y aunque en diversas ocasiones mantuvimos contactos unas veces hablados y otras escritos, mis fuentes de información son prácticamente escasas, mis conocimientos son esporádicos, mis testimonios reducidos, casi exclusivamente al campo de los estudios; estudios religiosos, estudios jurídicos, estudios políticos, estudios históricos. Y nuestro carteo fue todavía menos que esporádico, ya que se redujo a dos o tres cartas a lo largo de muchos años unas veces contestadas y otras veces en espera de la que ya no llegará deseada respuesta. Y tercero, porque sus 200 libros constituyen en sí una apretada biografía de la persona, de sus andanzas y de su pensamiento. Añádase a ello que la benevolencia del director de la revista Alcántara, nuestro admirado y siempre querido Carlos Callejo Serrano le recibió un artículo tecnológico titulado «Francisco Elías de Tejada y Spinola, extremeño universal» que fue publicado en el número 191 de la revista correspondiente a los meses de mayo, abril y junio de este presente año, páginas 23-26, ilustrado con una fotografía recuerdo de la primera estancia placentina de Elías de Tejada con el grupo de fundadores del seminario de Estudios Extremeños, Pedro de Trejo, y en ella aparecen junto al entonces profesor de la universidad de Salamanca nuestros colaboradores de los VIII Coloquios Históricos de Extremadura don Antonio Sánchez Paredes y D. José Martín Vizcaíno.

Apoyado pues en el viejo axioma de ne bis in idem, resumiré ahora la biografía que en día constituirá la segunda vida paralela.

Elías de Tejada nace ocasionalmente en Madrid, como Donoso Cortes naciera en el Valle de la Serena, y si el segundo se consideró siempre convecino de don Benito Elías de Tejada se confesó continuamente, natural de la Granja de Torrehermosa. Sus apellidos revelan sus antecedentes de familia acomodada rica en bienes de fortuna y con antecedentes itálicos en sus progenitores.

Los estudios universitarios de Elías de Tejada pasan por Madrid, Berlín y Oxford. Hay que convenirse que saltaba a la palestra pública de la cultura española en óptimas condiciones y con una preparación no frecuente en nuestro mundo de los años 30.

Se comprende que desde muy joven serían impresos trabajos suyos personalismos. El conocido Manual del Librero Hispanoamericano de la familia Palau sólo cita en el tomo V «Las doctrinas políticas de la Cataluña Medieval». Barcelona, Aymó editor, 1950. Pero aquel mismo año había editado en Cáceres y no lo recogió Palau dentro de la Colección de Estudios Extremeños otro libro que tituló «Tres escritores extremeños Micael de Carvajal, José Cascales Muñoz y José López Prudencio», subtitulándose ya Catedrático de la Universidad de Salamanca.

Pero mucho antes que ese libro referido a Cataluña, Elías desde los 20 años venía manifestando una abundancia y facilidad de producción librera que tenían que asombrar a muchos.

Lo primero de todo fueron unas «Notas para una teoría del Estado, según nuestros autores clásicos (siglo XVI y XVII)» editado en Sevilla el año 1937. No hay que olvidar que Elías de Tejada había nacido en 1917.

Al año siguiente imprimió en Cádiz «Sobre Derecho social» en las Notas al Fuero del Trabajo de Luis J. Pedregal.

Apenas terminada la guerra desde editoriales madrileñas sacar su «Jerónimo Castillo de Bovadilla» 1939.

En Berlín el año 1940 lanza «Para interpretar a Angel Ganivet» separata de Ensayos y Estudios.

En 1941 utilizar dos revistas madrileñas para publicar «Acerca de una posible historia del pensamiento político español», en la Revista general de Legislación y Jurisprudencia y en la Revista de la Facultad de Derecho «Monarquía y Caudillaje» en torno a dos textos olvidados.

El año 1941 le vincularía a Salamanca en donde permanecerá luengos años, y lanza el «Programa de un curso de Filosofía del Derecho», a la vez que en Madrid la «Introducción al estudio ante la ontología jurídica»; los «Puntos de vista para una filosofía de la historia del Derecho, y la idea de la cristiandad hispánica en Antonio Sardinha».

Será tarea de los bibliófilos extremeños singularmente seguir y recopilar detalladamente la voluminosa producción literaria de Elías de Tejada que acertadamente fue calificado por Pedro Rodrigo como un verdadero sabio.

Las tres universidades en las que profesó desde la primera juventud, antes de cumplir 30 años hasta su muerte, fueron el cauce principal, no el exclusivo de ininterrumpida producción literaria.

Como extremeño ya subrayado en Alcántara el descubrimiento de las raíces extremeñas de Donoso Cortes que son las mismas de tantos extremeños que sin airearlo pasan la mayor parte de su vida, como Elías, fuera de Extremadura.

De él se pudo decir como de Menéndez Pelayo que como otros leen solamente libros él se leía bibliotecas enteras, y muchos estudios que en otros hombres aún intelectuales incultos, en Elías apenas se pasaban de epidérmicos.

El político

Su vigor cultural le arrastró a intervenciones de altura en la vida pública. No bajó nunca a la arena pequeña de los partidos, de los grupos, ni aún de los organizadores menudos. Su política, como la de Aristóteles, se cifraba en el pensamiento y no en lo puramente administrativo. Y del pensamiento y la especulación procedían sus actuaciones. Tal vez por herencia familiar, pero ciertamente por convencimiento, originado en sus estudios, fue profundamente español y aún tradicional, y en algunos casos hasta tradicionalista. No porque se encuadrara en la llamada Comunión Tradicionalista que siempre rehuyó el nombre más o menos tendencioso de partido, sino porque coincidía con los motivos profundos religiosos y políticos que habían fundado y mantenido, aún lejos de las prebendas gubernamentales, al tradicionalismo español más de un siglo. En este sentido fue leal a sus ideas desde la juventud hasta la muerte, pero apenas supo descender a la disputa pequeña, a la competencia más o menos desleal, a los compromisos de cada día. Desplantes juveniles entre adversarios le proporcionaron disgustos ocasionales como cuando unos adversarios del SEU, le propinaron a la fuerza en el retiro de Madrid una fuerte dosis de aceite de ricino; o cuando él se permitió la audacia de suspender como profesor aún ministro de Agricultura que se examinaba, a puerta cerrada, en la Universidad de Salamanca; o mantenía una especie de guerrilla profesional con los miembros del Opus Dei, a los que calificaba en la Universidad de Oviedo públicamente como ardillas espirituales.

Esa necesidad de no vivir pura y exclusivamente el terreno de lo especulativo le llevó a formar parte de la junta que el frente a los Círculos de Estudio Jaime Balmes declaró sabor juanista, levantó la otra bandera de los Círculos Vázquez de Mella que patrocinaban los tradicionalistas, y con gran sorpresa de cuantos conocían su personal trayectoria, acudió un día a la visita del Jefe del Estado con una comisión que presidía don Esteban Bilbao. Los amigos supimos porque no se recatò Elías en airearlo, que Franco al saludar en su casa al que tantas veces se había manifestado enemigo personal de Franco, tal vez más por el amargo recuerdo del ricino que le habían propinado los del SEU que por convicciones filosófico-políticas, le advirtió cariñosamente: «espero que no sea la última vez que nos encontremos». Y Elías volvió más de una vez al Pardo, y conversó largamente exponiendo sus pensamientos, ideas y posibles soluciones a diversos problemas culturales, con aquella libertad y desgarro que le resultaban consubstanciales y fáciles de expresar. Elías de Tejada podría presidir y presidió congresos de Estudios Tradicionalistas, pero jamás se enzarzó en las redes que le tendían políticos amigos o enemigos, que deseaban llevarle al campo bajo de las disputas personales no ideológicas y administrativo.

Si en la ciudad terrena Elías era fundamentalmente un ideólogo, un estudioso, que iluminaba con el magisterio serio la trayectoria humana, aborreciendo del oportunismo y la moda pasajera de la política en religión, no ofrecía dicotomía alguna su pensamiento cultural y sus directrices cristianas, que mutuamente se completaban y se iluminaban. Su religiosidad no se fundamentaba ni en la piadosa tradición de una familia o de un ambiente, aunque de ellos procedieran los primeros pasos, ni se cifraba principal y menos exclusivamente en el trato respetuoso y obediencial de clérigos a mayor o menor altura ministerial. Amigo de sacerdotes, obispos, cardenales o papas. Apoyado en un profundo conocimiento de la teología, del derecho canónico y de la historia de la Iglesia, con hincapié en la vertiente española que le afectaba profundamente, jamás admitió en el campo de las ideas opiniones menos ortodoxas por muy adobadas que vinieran con recomendaciones externas de valores que suben y bajan con el tiempo como las cotizaciones de la bolsa. La religión, para él era demasiado seria, nos liga a todos con Dios, para dejarla fluctuante a la merced de los grupos, aunque fueran clericales, de los oportunismos de los tiempos, que se consideran siempre los mejores, de las directrices de ciertas modas que hoy son y mañana no parecen.

En más de una ocasión tuvo que enfrentarse con jerarquías eclesiásticas, que favorecían con excesiva parcialidad a grupitos políticos de matices político cristianos determinados, y se empeñaban en desconocer a otros grupos también políticos de distinto signo, pero de evidentes connotaciones cristianas. Las discriminaciones políticas fundamentadas aunque fuera sólo aparentemente en situaciones religiosas para Elías fueron siempre intolerables. El que no quiso etiquetarse nunca como liberal abominaba ferozmente de los liberales del siglo XIX y de los del XX que a grito pelado o con la sordina correspondiente practican la consigna de que «muera el que no piense igual que pienso yo». Y cuando por añadidura se argumentaba con apariencias religiosas, se le llevaban razonablemente los demonios. Los cardenales Siri de Italia y Bueno de Monreal de Sevilla, podían testimoniar la virulencia con que los descalificó públicamente el profesor Elías de Tejada. El almibarado ecumenismo que con sarampión malicioso aplicado en las cutis de no pocos católicos que antes pasaban por fervorosos, era otra de las hipocresías que no sufría este católico acostumbrado desde su juventud y los más altos niveles culturales, a tratar suavemente, respetuosamente con evangélicos escandinavos y tudescos, con anglicanos de Gran Bretaña, con ortodoxos de Grecia, o de los Balcanes, con mahometanos desde Marruecos a la India, y hasta con budistas, en uno de cuyos monasterios llegó a profesar simulando una conversión, por conocer de cerca y por dentro los misterios orientales de la religión. A un hombre tan audaz, tan abierto, tan profundo conocedor del pasado y del presente religioso de todo nuestro mundo le estomagaban sin poderlo evitar, los católicos que por esnobismo pretendían sentar plaza de semi-protestantes y si no expresa, tácitamente abdicaban de su propia religión, como si se avergonzasen de ella, como le estomagaban los españoles que renegaban de suceder y de su historia, unos y otros generalmente indoctos y muchas veces analfabetos y en todo caso meramente oportunistas, y hombres veletas que giraban por el lado quiso placer el viento de favor público, en busca de un reconocimiento extranjero que tarde o nunca llegaba.

Las anécdotas que en sus largos y abundantes viajes por todo el mundo se le multiplicaron a Elías de Tejada desde su juventud hasta su edad madura pudieran constituir un sabroso comentario que demostrarse su vitalidad humana desmesurada y su contextura religiosa, política y española, siempre admirables.

Discrepancias y coincidencias en estas dos vidas paralelas

Discrepancias. Nace en años diferentes, en 1908 Alonso González Cancho, en el 1917 Francisco Elías de Tejada. Aquel en el mes de julio, y éste en el de abril. El primero en Garciaz de Cáceres; el segundo accidentalmente en Madrid de familia vinculada totalmente a Granja de Torrehermosa.

Uno procede de familia humilde, sin antecedentes o medios o ambiente cultural destacado, con una hacienda modesta que acabaría por desintegrarse. El otro nace en ambiente noble con antecedentes italianos, extensas posesiones y bienes, siendo Catedrático de la Universidad de Salamanca Elías vivía un mes con el sueldo de la cátedra y once con sus rentas de Granja de Torrehermosa.

Como salida fácil, y resolución inmediata Alonso accede al cuerpo del Magisterio Nacional, como interino en Valencia de Alcántara, y como propietario en San Juan de la Nava en Avila. Elías en cambio recibe una formación universitaria distinguida en las universidades de Madrid, de Oxford y de Berlín, que le capacitan para acceder muy joven a las cátedras universitarias de Salamanca, de Sevilla y Complutense.

Alonso González Cancho vive obsesionado los primeros años por afanes revolucionarios que trastornen la sociedad y creen rápidamente otra mejor y aún más justa, como utopía renovada en las distintas generaciones. Elías en cambio opta por mantenerse en el campo de los altos estudios y renuncia a las tentaciones de la política baja, de los partidos oportunistas, de las ambiciones humanas aunque legítimas y brillantes.

Los dos coinciden en haber pasado la mayor parte de su vida fuera de Extremadura, pero los dos viven con la preocupación, cada uno a su propio nivel, por la problemática de Extremadura a la que se vuelven con frecuencia.

La política derrotista y derrotada tierra los horizontes de Alonso en España y en el exilio durísimo de la modesta infantería partiendo del cero casi absoluto rehace con tenacidad y ánimo extraordinario su vida y su hacienda, que acaba siendo notable y más que decorosa. La política pequeña y partidista de la que se evadió hábilmente Elías de Tejada pudo rozarle alguna que otra vez, pero no llegó a perturbar su trayectoria de intelectual abierto, universal, infatigable.

Los dos llegaron a matrimoniar fuera de Extremadura: Alonso en tierras abulenses, Elías en tierras napolitanas, el día de su boda, celebrada en la Almudena de Madrid -pude comentarle que Nápoles era reino hispánico- título de una obra histórica de Elías de Tejada; pero uno y otro fallecieron sin dejar en este mundo más que una viuda sin la trascendencia de los hijos.

Dos vidas paralelas de dos extremeños que pudieran ser el punto de partida para otras vidas paralelas que prosigan también en Extremadura la norma formulada hace 19 siglos por Plutarco de Queronea, al que podemos plagiar títulos y métodos, pero al que debemos completar con visiones posteriores de tantas vidas paralelas.

Alonso recuerda en Mes Bergeries Pierre Bayrou, del racionalismo, del agnosticismo más decididos, que nombres tan malévolos y ridículos, a medida que fue avanzando en edad sintió el desconcierto, la revuelta interior, la ruptura consigo mismo, la tristeza. Pero se fue haciendo más prudente, más reflexivo, más atento acaso más sabio.

Elías en cambio fue el hombre religioso de toda la vida que se afianzó en sus convicciones y conocimientos, que nunca derivó hacia oportunismos heterodoxos, que pudo tener una carne flaca, pero que mantuvo su espíritu siempre enhiesto y sujeto a la brújula de su catolicismo consciente, reflexivo e iluminado.

Zaragoza, 20 de septiembre de 1978

Oct 011978
 

Adelaido Cárcel Ramos

Examinando el reciente Diccionario de Historia Eclesiástica de España y las Memorias Históricas del Obispado de Cuenca, encontramos datos biográficos de gran interés acerca de varios ilustres sacerdotes y obispos de origen extremeño que ejercieron su ministerio en la diócesis de Cuenca, y, a la vez, distinguidas figuras del clero conquense que llegaron a vivir en Extremadura, bien como obispos de algunas de sus diócesis, como canónigos o beneficiados de sus catedrales, o bien como superiores de sus seminarios.

OBISPOS

D. FRANCISCO DE MENDOZA Y BOBADILLA. OBISPO DE CORIA[1]

Nació en Cuenca, el año 1508. Era hijo de D. Diego Hurtado de Mendoza, primer Marqués de Cañete y de Dña. Isabel de Cabrera y Bobadilla, hija de los primeros Marqueses de Moya. Estudió Letras de Alcalá de Henares y Derecho en Salamanca. Nombrado obispo de Coria en 1536, fue creado cardenal en 1544 y promovido al arzobispado de Burgos en 1550. También fue gobernador de Siena, en Italia, nombrado por el Emperador Carlos V, residiendo algún tiempo en Roma como cardenal de curia, donde gestionaba asuntos de su Emperador. De regreso a España en 1557, fue colaborador de Felipe II en asuntos diplomáticos. Erasmo buscó su amistad y tuvo mucha relación con Luis Vives, quien le dedicó su obra «De ration mundi». Reunió una riquísima colección de códices, que más tarde pasaron a la Biblioteca Nacional. Conoció en 1527 a S. Ignacio cuando éste fue encarcelado en Salamanca, con el que hizo gran amistad, promoviendo en Burgos una fundación de la naciente compañía de Jesús. No asistió al concilio de Trento, pues, cuando estaba en camino, fue elevado al cardenalato y por orden del Emperador era llamado a permanecer en la corte pontificia. Para la tercera sesión del concilio envió a su obispo auxiliar D. Alonso Merchante de Valeria. Realizó en Burgos una gran obra de reforma conforme al espíritu del concilio, empezando por el cabildo, con el que pleiteó hasta lograr hacer la visita canónica en la catedral el año 1566. Fundó y organizó el primer seminario tridentino, con sede en Burgos; fomentó por todos los medios la cultura y la austeridad del clero, demostrando en todos sus actos un espíritu realista y dinámico así como un gran entusiasmo por los ideales tridentinos. Nombrado arzobispo de Valencia en 1566, falleció en Arcos de la Llana (Burgos), cuando se disponía a tomar posesión. Dejó dispuesto que su cuerpo fuese trasladado a la capilla del Espíritu Santo de la catedral de Cuenca, que era el lugar de entierro de los Marqueses de Cañete. Fue uno de los varones más señalados de su tiempo, por sus grandes prendas, según reconocen los historiadores españoles y extranjeros.

D. MIGUEL MUÑOZ GUIJARRO. DOCTORAL DE CORIA. OBISPO DE TUY Y DE CUENCA[2]

Nació en Poyatos, pequeño pueblo situado en la serranía de Cuenca. Era hijo de dos humildes labradores: Alonso Sánchez Muñoz y Catalina Guijarro. Estudió Humanidades en el colegio de Monteolivete que había fundado en Salamanca el canónigo de la catedral de Cuenca D. Gonzalo Cañamares, y de allí pasó al colegio mayor de san Bartolomé en dicha ciudad, por cuya universidad se doctoró en ambos derechos. En 1521 fue nombrado oidor y juez metropolitano de Granada, y más tarde obtuvo la canongía Doctoral de Coria, siendo nombrado también capellán mayor de la capilla real de Granada y miembro del consejo supremo de la Inquisición. En 1541 Carlos V lo propuso para obispo de Tuy y en 1547 era trasladado a la seda episcopal de Cuenca. Estando en Granada conoció y confirmó a san Juan de Dios, al que por no tener apellidos le puso de Dios. Nombrado últimamente presidente de la Chancillería de Valladolid, murió en esta ciudad el año 1553, siendo enterrado primero en el convento de Santa Clara de la misma y más tarde trasladado a la capilla mayor de la catedral de Cuenca. Fundó y dotó en dicha catedral varias capellanías para sacerdotes de su linaje, reedificó la iglesia de Poyatos, su pueblo natal, y estableció un pósito de 1.000 fanegas de trigo para recursos de sus paisanos. El historiador de la diócesis de Cuenca, Muñoz y Soliva lo califica de «pius et rectus».

FRAY JOSÉ VALLE DE LA CERDA Y ALVARADO, OBISPO DE BADAJOZ[3]

Nació el año 1600, según unos autores en Cuenca y según otros en Madrid, donde residía su padre, Luis Valle de la Cerda, secretario de la Cifra de su majestad y colaborador del duque de Lerma. Sintiendo vocación religiosa empezó a estudiar en la universidad de Alcalá de Henares y el año 1618 tomó el hábito de benedictino en el convento de San Martín de Madrid. Más tarde fue enviado a la universidad de Salamanca, donde regentó las cátedras de Santo Tomas, Durando y Prima. En 1633 era abad del convento de San Vicente, que su orden tenía en Salamanca y muy joven, sin duda por su parentesco con algunos hombres clave de la política, fue presentado por Felipe IV para el obispado de Almería en 1635, si bien no tomó posesión hasta 1638. Estando en la capital de su diócesis entró en aquel puerto, derrotada, la flota del duque de Nájera, a la que socorrió generosamente ayudando a sus marinos. En 1641 era trasladado al obispado de Badajoz, pero su labor fue breve para poder reparar los males que la guerra había causado en tan extensa diócesis, pues falleció estando haciendo la visita pastoral en Zafra el día 22 de octubre de 1644. Gozó de fama como hombre intelectual y publicó algunas obras como «De Maria et Verbo Incarnato», Almería 1640; «In sacram ludith Historiam», 2 vols. Almería 1641.

D. FRANCISCO VALERO LOSA, OBISPO DE BADAJOZ Y ARZOBISPO DE TOLEDO[4]

Nació el año 1664 en Villanueva de la Jara, Cuenca. Era hijo de D. Felipe Valero Zapata y de Dña. Maria del Cañizo Losa, vecinos de esta histórica villa. Fue colegial de San Clemente en la universidad de Alcalá de Henares y una vez ordenado de presbítero en Cuenca, fue nombrado cura de la parroquia de La Jara y sus anejos, así como examinador general del obispado de Cuenca. Prestó un notable servicio a la causa de Felipe V en la guerra de Sucesión, lo que le valió el ascenso inmediato en la carrera eclesiástica, pues en 1706 hostilizó Villanueva de la Jara a los austriacos, allí acampados, por haber cometido saqueos y desmanes, aclamando como libertador al ejército borbónico de Felipe V, cuya tropa y caballería fueron suficientemente abastecidos gracias a la diligencia del párroco de La Jara. Como premio a sus sentimientos dinásticos fue promovido a la sede episcopal de Badajoz el 1707 y en 1715 era elevado al arzobispado de Toledo. Murió el 23 de abril de 1720 a los 56 años. Le dio gran renombre una famosa pastoral sobre la ignorancia religiosa, que fue muy difundida y leída en todo el siglo XVIII, haciéndose de ella varias ediciones, con este trabajo se revela el arzobispo Valero como un hombre lleno de inquietudes pastorales, siendo muy atinadas sus observaciones sobre la predicación, que él practicaba interviniendo en todas las fiestas celebradas en la catedral. Sucedió en la sede primada de Toledo al famoso cardenal Portocarrero, que gobernó el país durante los primeros años del reinado de Felipe V, después de estar la sede bacante seis años, y es el ultimo arzobispo de Toledo que no tuvo dignidad cardenalicia. Su vida fue escrita por Fr. Antonio de los Reyes, carmelita descalzo, procurador general de la Curia Romana, y fue impresa en Pamplona el año 1792.

D. SEBASTIAN FLORES-PAVÓN. OBISPO DE CUENCA[5]

Nació el año 1703 en la villa de las Casas de Don Antonio, provincia de Extremadura, partido de Montánchez, y priorato de San Marcos de León, de la orden de Santiago. Estudió y se graduó en Leyes por la universidad de Salamanca, de cuya catedral fue racionero, provisor y vicario general después de haber desempeñado estos cargos en Zaragoza. Nombrado inquisidor en Valladolid, obtuvo una canongía en la catedral de Salamanca, cargo que desempeñó hasta 1771, en que Carlos III lo propuso para obispo de Cuenca, siendo aceptado por el Papa Clemente XIV y consagrado en Valladolid por su obispo D. Manuel Rubín de Celis, asistido por los obispos de Zamora y Ávila. Tomó posesión el día 5 de septiembre de dicho año por su apoderado D. Antonio Palafox Croy de Abre, arcediano de Cuenca, quien años más tarde le sucedería en el gobierno de aquella diócesis de san Julián. Era muy justo y caritativo, llegando a ser tan escrupuloso en la visita pastoral que viendo la esplendidez con que lo trataban los párrocos, ante el temor de que contrajesen deudas por obsequiarle, dejaba una moneda de oro al levantarse de la mesa, y si el párroco se la devolvía, le rogaba que la distribuyese entre los pobres mas necesitados. Construyó a sus expensas la mayor parte de la casa de Recogidas, extramuros de la ciudad, cerca del Jucar y frente al hospital de la orden de Santiago, que en estos últimos años ha sido derribada y levantada de nuevo con otros horizontes, la que en principio sirvió para albergar mujeres extraviadas hasta el año 1843, en que ante el peligro de estar éstas cerca de las jóvenes huérfanas allí acogidas, cesó en aquel cometido, quedando convertida en casa de Beneficencia. Su pontificado fue breve, lo que le impidió llevar a cabo otros grandes proyectos, pues falleció el día 25 de julio de 1777,a los 74 años, y está sepultado en la iglesia catedral, entre los dos coros al lado de la epístola. El historiador Muñoz y Soliva lo califica con estas palabras «bonorum morum pervigil custos».

D. JUAN MARIA VALERO NACARINO. OBISPO DE TUY Y CUENCA[6]

Nació en Plasencia el año 1830. Estudió Latín en Trujillo, Filosofía en Plasencia, pasando al seminario central de Toledo, donde se doctoró en geología y se licenció en Derecho Canónico. Fue profesor del seminario de Plasencia y en 1862 se presentó como opositor a la Lectoral de Cuenca, vacante por haber obtenido la de Toledo D. Bonifacio Martín Lázaro. Con él opositaron D. Juan de Dios Becerril, cura de Belmonte y sobrino del deán de Cuenca, así como D. José Ramón Albert, párroco de Paterna, en Valencia. Desde el primer momento llamó la atención en Cuenca la figura sencilla y humilde de aquel joven extremeño que tan brillantemente actuaba en los diversos ejercicios realizados; presidía el tribunal el nuevo obispo de Cuenca, más tarde cardenal arzobispo de Santiago y de Toledo y anteriormente Lectoral de la metropolitana de Valencia, D. Miguel Paya y Rico, a quien podía apreciar con gran conocimiento de causa la solidez de la doctrina sobre las Sagradas Escrituras expuesta por el doctor Valero, que resulto elegido.

Las esperanzas puestas en el nuevo Lectoral no quedaron defraudadas, pues pronto empezó a dar pruebas de su ciencia y virtud, por lo que el citado prelado le nombró el año 1865 rector del seminario conciliar de san Julián, del que ya era profesor, donde siguió trabajando a satisfacción del mismo y de los sacerdotes de la diócesis. Al frente de este centro docente se encontraba cuando llegó la revolución de septiembre de 1868, que tanto afectó a la vida de la iglesia española y en especial a la de los seminarios, que atravesaron una terrible crisis hasta la restauración de la monarquía en 1876, año en que cesó en ambos cargos por haber sido nombrado obispo de Tuy. En este nombramiento había influido especialmente los inmejorables informes mandados a la Nunciatura por el doctor Payá, que en 1874 había sido nombrado arzobispo de Santiago, como premio a su destacada intervención en el concilio Vaticano I, quien quiso tenerlo como sufragáneo en la vecina diócesis de Tuy. Su estancia allí fue de seis años, porque habiendo vacado otra vez Cuenca, quiso volver a la misma tomando posesión en 1882, la que rigió hasta su muerte en 16 de noviembre de 1890. Durante este tiempo recorrió toda la diócesis (la tercera de España en extensión, con 21.000 Km.), siendo su última visita pastoral la dedicada al arciprestazgo de Requena, distante 150 Km., donde estuvo varios días dedicado no sólo a las tres parroquias de esta ciudad sino a las restantes del arciprestazgo, recorriendo sus numerosas aldeas, en las que pensó crear parroquias, lo que no pudo llevar a cabo por su próxima muerte, y cuya creación tuvo lugar con el arreglo parroquial efectuado en 1896 por su sucesor D. Pelayo González Conde. La ciudad de Cuenca lloró a su caritativo obispo Valero, dedicándole la calle que va desde la plaza Mayor al palacio episcopal. Sus más inmediatos colaboradores fueron los conquenses D. Pascual Carrascosa y Gabaldón, como secretario, después obispo de Orense, y D. Ramón Plaza Blanco, como fiscal, después obispo de Orihuela.

D. RAMÓN TORRIJOS GOMEZ, OBISPO DE TENERIFE Y BADAJOZ[7]

Nació en Cardenete (Cuenca) el 1 de septiembre da 1841. Estudió en el seminario diocesano donde fue ordenado de presbítero en 1865. Se doctoró en Teología y Derecho Canónico por el seminario central de Valencia, y muy joven obtuvo en concurso a curatos vacantes la parroquia de su pueblo natal.

En 1869 fue nombrado beneficiado de la catedral, así como profesor y director espiritual del seminario, en 1876 obtiene entre cuatro opositores la canongía Lectoral que había dejado vacante el doctor Valero Nacarino al ser nombrado obispo de Tuy, a quien sucede también como rector de aquel seminario.

Al venir en 1882, como obispo de Cuenca D. Juan Mª Valero, le nombra también su provisor y vicario general, cargos que desempeña hasta 1887 en que fue nombrado obispo de Tenerife, de donde pasó a regir la diócesis de Badajoz el 21 de mayo de 1894 y donde fallece el día 25 de noviembre de 1903.

En el salón de la rectoral del seminario de Cuenca se conservaban hasta 1936 los retratos del fundador Florez Osorio, y de sus rectores los obispos Valero y Torrijos, el primero aparece delgado con cara de asceta y el segundo fuerte y robusto acusando gran vitalidad. El doctor Torrijos se llevó como colaboradores al profesor del seminario de Cuenca D. Saturio Millano, que obtuvo la Magistral de Tenerife y más tarde las de Ávila y Salamanca, donde murió en 1901. Su familiar más allegado fue el virtuoso sacerdote conquense D. Mariano Zabala Martínez, antiguo infantillo de Coro, natural de Cuenca, al que nombró en 1896 beneficiado de la catedral de Badajoz, quien más tarde fue canónigo de Toledo. Otro familiar fue también el sacerdote conquense D. Santiago Elvira Espallardo, quien años después de la muerte del doctor Torrijos fue canónigo de las catedrales de Segorbe y Córdoba.

D. FÉLIX SOTO Y MANZERA. OBISPO DE BADAJOZ[8]

Nació en Zafra (Badajoz) el 25 de febrero de 1849. Estudió la carrera eclesiástica en el seminario conciliar de San Julián de Cuenca con la ayuda de uno tío, sacerdote en esta diócesis, donde fue ordenado de presbítero el año 1875. Fue durante algún tiempo profesor del citado seminario y más tarde se doctoró en Derecho Canónico, pasando a Gibraltar como profesor de un colegio católico de dicha ciudad. En 1879 fue nombrado fiscal eclesiástico del obispado de Cádiz, donde más tarde obtuvo la prebenda de canónigo Doctoral. Considerado como hombre de gran virtud y excelente canonista, fue nombrado auditor del Tribunal de la Rota en Madrid cuando su contemporáneo en el seminario de Cuenca, doctor Torrijos era trasladado a la sede episcopal de Badajoz.

Al morir éste en 1903 le sucedió el dominico P. Hevia Campomanes, quien falleció al poco tiempo y en 14 de noviembre de 1904 era nombrado obispo de Badajoz el doctor Soto y Manzera, quien también tuvo un pontificado corto, ya que falleció el 31 de enero de 1910.

Tenía un hermano llamado Francisco, quien estudió también en el seminario de Cuenca y después de haber sido alumno del citado colegio católico de Gibraltar, quien murió el año 1919 siendo canónigo de la catedral de Palencia.

SACERDOTES

D. TOMAS LUJAN MURCIANO

Nació en Enguídanos (Cuenca) y siendo párroco de San Juan, en la villa de Moya, fue nombrado en 1856 canónigo de la catedral de Ciudad Rodrigo, de donde pasó años más tarde a la de Badajoz. A su muerte en 1902 fundó varias becas en el seminario de Cuenca para hijos de Enguídanos, La Pesquera y de todo el arciprestazgo de Motilla del Palancar.

D. MARCOS FELIPE TORRES MARTINEZ

Párroco de Villaconejos del Trabaque, en Cuenca, fue nombrado en 1877 canónigo de la catedral de Coria.

D. FRANCISCO ROMERO.

Canónigo de Coria, fue nombrado en 1867 canónigo de la catedral de Cuenca, pasando en 1875 a canónigo de la metropolitana de Tarragona.

D. FELIPE RUBIO PIQUERAS[9]

Nació en Valera de Abajo (Cuenca) en 1882. Estudió en el seminario diocesano, donde fue ordenado de presbítero en 1906, obteniendo muy joven el beneficio de organista en la catedral de Badajoz. Hombre de estudio y talento cursó la carrera de Filosofía y Letras y en 1910 opositó a canónigo de la catedral de Cuenca teniendo una brillante actuación; más tarde obtuvo la plaza de maestro de capilla en la catedral primada de Toledo, donde murió asesinado en 27 de julio de 1936 en el Paseo del Tránsito, estando considerado como un gran compositor de música.

D. MILLÁN GARDE SERRANO[10]

Nació en Vara de Rey (Cuenca) en 1873. Estudió en su seminario donde fue presbítero en 1901 y al año siguiente ingresaba en la Hermandad de Operarios Diocesanos. Fue prefecto de colegiales en Toledo y Badajoz, durante siete años profesor en los seminarios de Méjico, pasando después en España a los de Valladolid, Salamanca y Plasencia, donde estuvo nueve años como director del colegio de San José y director espiritual del seminario, así como en el de León. La guerra de 1936 le sorprendió en Vara de Rey, donde pasó escondido hasta abril de 1938, en que fue detenido y llevado a la cárcel de Cuenca, donde fue maltratado, falleciendo el día 7 de julio de dicho año a consecuencia de los tormentos sufridos.

D. JUAN JOSÉ BAUTISTA MARTÍNEZ[11]

Nació en San Clemente (Cuenca) en 1684. Fue alumno de su seminario donde se ordenó de presbítero el año 1907. Destacó como poeta conocido con el seudónimo de «el solitario de Rus». Pronto ingresó en los Operarios Diocesanos y estuvo algunos años como superior en el seminario de Plasencia; habiéndose reintegrado más tarde a la diócesis de Cuenca, fue coadjutor de La Alberca, San Clemente y La Roda hasta 1922 en que fue nombrado profesor de Literatura y Perfección de Latín, así como director espiritual del seminario de la diócesis. Más tarde fue capellán de la cárcel y canónigo de la catedral de Cuenca, donde murió en 1952.

D. MANUEL NAVARRO MARTÍNEZ[12]

Nació en Puebla de Almenara (Cuenca) el año 1903. Estudio en el seminario conciliar de San Julián, destacando por sus conocimientos musicales, de cuya materia fue profesor auxiliar y organista en dicho centro. En 1925, antes de terminar la carrera, obtuvo la plaza de organista en la catedral de Tuy, donde fue ordenado de presbítero al año siguiente. Además de sus actividades musicales desempeñó otras de tipo cultural como preceptor de los hijos de la familia del marqués de Magaz. En 1930 fue nombrado canónigo de la catedral de Plasencia, sorprendiéndole el 18 de julio de 1936 en el balneario de Solares (Santander) donde fue asesinado.

D. AVELINO ZALDIVAR REQUENA.

Nació en Vara de Rey (Cuenca) en 1912. Fue alumno del seminario de Cuenca ingresando muy joven en los Operarios Diocesanos, donde ha desempeñado diversos cargos, entre los que destaca el de rector del seminario de Plasencia durante varios años.


NOTAS:

[1] N. LÓPEZ MARTÍNEZ, Diccionario de Historia Eclesiástica de España, t. III, pp. 1469 y A. GONZÁLEZ PALENCIA, Memorias Históricas de Cuenca. Biblioteca Conquense, t. VI, pp. 142.

[2] A. GONZÁLEZ PALENCIA, Ibid. pp. 238. t.V.

[3] P. GUERIN, Diccionario de Historia Eclesiástica de España, t. IV, pp. 2711 y A. GONZALEZ PALENCIA, Ibid. pp. 173.

[4] R. GONZALVEZ, Diccionario… t. IV, pp. 2705 y A. GONZALEZ PALENCIA, Ibid. pp. 158:

[5] Al GONZÁLEZ PALENCIA, Ibid. pp. 259 t.V. y MUÑOZ Y SOLIVA, Noticias de los obispos de Cuenca. pp.(Cuenca 1860) pp. 397.

[6] Boletín Oficial del Obispado de Cuenca, de diciembre de 1889.

[7] Anuario Pontificio, de 1902, pp. 227.

[8] Anuario Eclesiástico «Subirana». de 1918, pp. 302.

[9] J.F. RIBERA RECIO, La persecución religiosa en la diócesis de Toledo (Toledo 1945) pp. 223.

[10]) S. CIRAC ESTOPIÑAN, Martirologio de Cuenca, vol. II (Barcelona 1947) pp. 923-925 y A. TORRES SÁNCHEZ, Martirologio de la Hermandad de Sacerdotes Operarios (Salamanca 1946) pp. 241-279.

[11] Anuario Eclesiástico «Subirana». de 1931,pp, 159.

[12] Anuario Eclesiástico «Subirana», de 1931, pp. 287.

Oct 011978
 

Manuel Blanco Rey.

Solía escribirlas con ocasión del tiempo de Adviento y Cuaresma.

He aquí sus títulos:.

«La armonía entre la justicia y la misericordia en el advenimiento del Mesías». Con motivo de su entrada en la Diócesis.

«Necesidad e influencia bienhechora de la confesión sacramental».

«La necesidad de la fe».

«La Sagrada Eucaristía y la Comunión».

«La santificación del Domingo y días festivos».

«El primer pecado del Angel y del hombre fue la soberbia, que terriblemente castigada en la persona de ambos, lo continúa siendo en los descendientes de Adán».

«La Bula de la Santa Cruzada».

«La Blasfemia».

«La Avaricia y la Usura».

«Sermón predicado, en el Triduo precedente a la Coronación de la Santísima Virgen de los Dolores, el 17 de agosto de 1929, en la Iglesia Parroquial de San Nicolás de La Coruña, por el Ilmo. Sr. Dr. D. Justo Rivas Fernández, obispo de Plasencia».

Dejó escrita, desde mayo, una interesante Carta Pastoral acerca de su actuación en la Diócesis, que habría de ser publicada en el Adviento.

Oct 011978
 

Manuel Blanco Rey.

Nace en Medina de las Torres (Badajoz) en 1542. Se licenció en Leyes en Salamanca. Ocupó diversos cargos religiosos y políticos. Así fue Canónigo doctoral de Avila: oidor de la Real Academia; auditor de la Nunciatura; administrador del obispado de Patti (Italia); arzobispo de Salerno; visitador general del Reino de Nápoles; presidente del Consejo de Italia; obispo de Badajoz y finalmente arzobispo de Santiago.

Al ser nombrado para la sede compostelana renunció a las funciones de presidente del Real Consejo de Italia, que ejercía aún siendo obispo de Badajoz, para poder entregarse con mayor dedicación a su labor de Pastor. Tuvo obispo auxiliar en la personal de Fr. Fernando de Vera, O.S.A., titular de Bugia.

– Hace su entrada en Santiago el 22 de junio de 1618.
– Renovó el proceso histórico de los Votos de Santiago.
– Puso al día el Breviario compostelano según las normas del Concilio de Trento.
– Obtienen de Gregorio XV el Breve en el que se concede el oficio semi doble de Santiago para todos los lunes no impedidos.
– En dos Sínodos hizo voto, junto con el Cabildo y la aristocracia local, de defender el dogma de la Inmaculada Concepción.
– Favoreció las Letras y las Artes.
– Estableció una biblioteca pública en el Palacio Arzobispado.

En su pontificado se suscitó la famosa cuestión polémica al declarar, el Papa Pablo V por influjo ante los Carmelitas, a Santa Teresa copatrona de España. Sobre este tema el obispo de Córdoba fray Diego de Mardones (+ 1624) al pie de una imagen de Santiago que colocara en su Iglesia, puso esta inscripción: «B. Jacobo Hispaniarum, Dei dono, singulari, unico, certissimo antiquissimoque patrono». Y el célebre D. Francisco de Quevedo escribió un alegato intitulado: «Santiago por su espada».

Hombre docto en jurisprudencia y cánones nos dejó varias obras escritas: Pro iure Philippi Regis II Catholici ad successionem regni Portugalliae; De maledicis regum; De adventu D. Jacobi in Hispaniam; De conservando aerario regio; Propugnaculum ecclesiastice libertatis adversus leges Venteéis latas; Discursos sobre el origen y el uso de la Monarquía Siciliana; Discursos de los moriscos; Discursos matrimoniales.

Su biblioteca fue a parar al monasterio benedictino de Monserrat.

Falleció en Villalpando el 5 de mayo de 1622 y su cadáver fue trasladado a Santiago.

Merecería una tesis doctoral este ilustre extremeño que llegó a ocupar la sede metropolitana del apóstol Santiago.

Oct 011978
 

Santos Benítez Floriano.

Este estudio socio-económico, que presento, se circunscribe a un espacio y tiempo muy reducido. Su ámbito territorial es el municipio de Cáceres y su ámbito cronológico es el año 1.931, como se adelanta en el título de la comunicación.

En primer lugar voy a señalaros las fuentes utilizadas para la elaboración de esta ponencia.

Las fuentes con las que he trabajado, desde un punto de vista documental, han sido, como lógicamente puede suponerse, las del archivo Municipal de Cáceres, con las que hemos encontrado de esta época. Habiendo utilizado los Libros de Actas de cesiones del Pleno Municipal, que de forma, si se quiere sucinta, reflejan siempre la repercusión de los problemas locales, numerosos en esta época, en su vertiente política.

También han sido utilizadas las colecciones de Cuentas de Caudales de la Depositaria del Excmo. Ayuntamiento de Cáceres en el citado año, donde de manera, ya más concreta, se reflejan las soluciones, que en el orden concreto de los números, se han realizado o la hora de intentar solucionar los problemas habidos en nuestra Capital. Produciéndose a veces, verdaderos esfuerzos económicos por parte del Ayuntamiento de Cáceres en esta época. Otra fuente que no puede ser esquivada, cuando de abordar los problemas contemporáneos se trata, es la que nos brindan las hemerotecas. En el mismo Archivo Municipal se ha consultado, para la elaboración de este trabajo, la colección de Periódicos correspondientes al período estudiado del diario «Nuevo Día». Aportándonos datos muy valiosos sobre la vida Municipal. Desde el punto de vista bibliográfico una fuente interesante, de la que luego daremos noticia mas ampliamente, para enmarcar la problemática aquí tratada desde un punto de vista legal, ha sido la utilización del Reglamento Municipal contra el Paro Forzoso, aprobado por el Excmo. Ayuntamiento de Cáceres el 8 de Julio de 1.931.

Y otra fuente bibliográfica de gran valor porque en ella se recoge la problemática del agro cacereño en esta época es el Informe de la Agrupación Nacional de Propietarios de fincas rústicas, publicado en Madrid el 8 de Septiembre de 1.931, que fue un estudio que sirvió de base a la confección de la ley de reforma agraria del 15 de Septiembre de 1.932.

Antes de entrar a decir algo de las fuentes bibliográficas de carácter general manejadas, quiero manifestar unas palabras acerca de la Memoria de licenciatura presentada por Juan García Pérez en Septiembre de 1.976 en la Universidad de Extremadura, con el título de «Estructura agraria y conflictos campesinos en la provincia de Cáceres durante la II República». Trabajo que cayó en mis manos cuando ya me encontraba en un avanzado proceso de elaboración de mi ponencia. Este trabajo de García Pérez: aborda la problemática aquí tratada con mayor amplitud ya que se refiere a la provincia y a todo el período de la II República, sin embargo en ella, debido como es lógico a su extensión, no se trata en profundidad la repercusión a nivel local de las distintas aportaciones económicas que el municipio cacereño realizó, en sus deseos de paliar los grandes problemas socio-económicos de la época. Acerca de las obras de carácter bibliográfico de autores que han estudiado esta época, como los trabajos de Tuñón de Lara. Leandro Bonavides, Edward Malefakis etc… señalar que me han servido de gran orientación para el conocimiento de asta época; pero en el caso concreto de Cáceres ha de constatarse, en las mismas, la escasez de datos y de noticias que nos ofrecen.

Nuestro estudio se centra, en el año 1.931, año en el que, como todos sabemos, tocó a su fin la monarquía de Alfonso XIII y da comienzo, a partir del 14 de Abril, la segunda experiencia republicana en nuestro país.

La situación económica y social de España al proclamarse la República ya no era buena, pero además hay que señalar que iría empeorando a medida que la República se iba desarrollando en el país.

Durante la Dictadura de Primo de Rivera (1.923-1.930), los trabajadores estuvieron en calma, gracias (como señala Benavides) a tres hechos conjugados:

– La alta coyuntura de empleo, debida a las grandes obras públicas que llevó a cabo Primo de Rivera.

– La anulación da la C.M.T. como Organización Sindical revolucionaria por la acción represiva del Gobierno,

– y la colaboración, más o menos explícita, de la U.G.T. con la Dictadura. Pero como han dicho, con mucho acierto, Kinder e Hilgemann:

«El fin de la Dictadura arrastra la caída da la Monarquía al orientarse el deseo y la necesidad de reforma constitucional en sentido republicano.

Y tras las elecciones Municipales del 14 de Abril de 1.931, en que triunfaron republicanos y socialistas, es proclamada la República.

Mucho se esperaba de la recién nacida República, pero pasados los primeros momentos de entusiasmo, los conflictos sociales y huelgas aumentaron por todo el país, debido (como señala el Profesor Bonavides) a las difíciles condiciones de vida de los trabajadores y a la mayor libertad de movimiento de las organizaciones sindicales.

Benavides, en la página 67 de su libro «La Política Económica en la II República», nos muestra un cuadro que habla por sí solo, y nos da perfecta idea de como estaban las cosas en el país:

AÑO       NÚMERO DE HUELGAS

1.929 ………… 96
1.930 ……….. 402
1.931 ……….. 734
1.932 ……….. 805

Toda España vivió en el año 1.931 un clima de disturbios, huelgas y gran violencia.

Después de dar estas pequeñas pinceladas históricas, con el único fin de comprender mejor los problemas socio-económicos que se dieron en España en el 1.931, quiero señalar que Cáceres, no fue una excepción nacional, ya que en ella se dieron con toda virulencia los problemas que hubo en toda España: tanto el problema del paro, como numerosos conflictos y huelgas de todas las ramas de la producción. Hay que hacer constar que los conflictos socio-económicos que se produjeron en Cáceres, fundamentalmente fueron de los sectores artesanales, de la construcción o de los relacionados con los productos o bienes de consumo: como los de los sectores de la leche, pan, carnes etc., ya que el sector industrial apenas estaba desarrollándose en nuestra ciudad.

Nuestro estudio se centra en dos aspectos principales: la crisis de trabajo y los conflictos socio-económicos que se produjeron en Cáceres en al año 1.931.

A) CRISIS DE TRABAJO.

El año 1.931 fue en Cáceres un claro año de crisis. El 22 de Abril de 1.931 en la sesión del Pleno del Ayuntamiento, se habla de un dictamen sobre la crisis de trabajo preocupante que existía en Cáceres. Y se habla de que las cifras de parados habían ascendido desde Enero y que había que poner rápidos remedios para combatirla.

La crisis de trabajo y el problema del paro forzoso están íntimamente ligados, y son aspectos directamente proporcionales, si sube uno, sube también el otro y al revés. Se puede decir que el paro forzoso es la carencia de trabajo por causa independiente de la voluntad del obrero y de la del patrono o empresario. Es un problema clave de la economía y la sociedad españolas en esta época. Este ya era importante desde 1.930. No tenemos cifras exactas para Cáceres del número de parados. Sabemos que en Octubre de 1.932 un estudio del Consejo de Cámaras de Comercio, daba una cifra global de 400.000, de ellos el 25% en Andalucía y el l3% en Extremadura. Pero es difícil dar cifras precisas.

El desempleo es un problema de primer orden en la agricultura y en la construcción principalmente en esta época. «La crisis mundial (como señala Tuñon de Lara) con las contingentaciones, suprimieron la válvula tradicional de escape de la mano de obra española: la emigración». Y el desempleo grande en la agricultura lo explica Malafakis diciendo que «al revés de lo que ocurre en la industria, muchas labores agrícolas pueden dejarse sin efectuar si el empresario considera que los rendimientos que proporcionan no cubren los costes de mano de obra adicionales». Lo cierto es que no solo se suprimieron puestos fijos, sino también labores consideradas menos necesarias. Para paliar esto el Ayuntamiento de Cáceres creó unas comisiones Municipales de Política Rural para que fueran denunciadas tanto estas supresiones de las labores agrícolas como las irregularidades que los patronos hacían en sus campos.

El número de parados en Cáceres era preocupante y el Ayuntamiento comenzó en seguida a tratar de paliar el problema del paro y de la crisis tan importante que existía. Esta crisis que padecía Cáceres en este año era general en toda España y Tuñón de Lara, al hablar de ella, nos dice: «Esa crisis coincidía con una crisis de sistema y de régimen que, iniciada 13 años atrás no había sido sino contenida, al amparo de una coyuntura favorable, desde 1.923». El 22 de Abril de 1.931 en la sesión del Ayuntamiento el Sr. Herrero Hurtado dice que se debe interesar del Gobierno que así como se ha destinado a enjugar la crisis de trabajo en Andalucía las consignaciones de la Casa Real se destine a la de Cáceres, huérfana de todo auxilio, algunas cantidades puesto que desaparecen consignaciones para la escolta real y otras.

Poco tiempo más tarde, el 18 de Junio de 1.931, se publica en «Nuevo Día» un telegrama del alcalde al Ministro de Trabajo en el que se puede comprobar que la situación debía ser bastante alarmante, en el se dice: «Por acuerdo de este Ayuntamiento reiteramos a V.E. petición auxilio formulada ante Presidencia Gobierno Provisional República remitido conducto Gobierno Civil en 8 de mayo, crisis obrera acentuase, cada vez más obreros construcción y anejos. Recursos Municipales agotados totalmente, suscripción publica escasísimo resultado y agotada. Ante pavoroso problema repito petición, auxilio Gobierno enviando cantidades procedentes fondos Casa Real siquiera cuantía enviada a Badajoz Mayo para ayuda y alivio situación estos trabajadores». El 13 de Julio de 1.931 se reúnen en Madrid los diputados socialistas andaluces y extremeños; acordándose pedir al Gobierno que acometa un plan general de Obras Públicas, aumentándose la recaudación de toda clase de impuestos mediante un recargo en los tipos contributivos. El Gobernador Civil el 12 de Agosto llamó a la Comisión Gestora de los fondos de crisis obrera para entregarle la cantidad que le ha correspondido a Cáceres. Unos días después de la reunión de los diputados socialistas en Madrid, el 22 de Julio de 1.931 el Ayuntamiento acordó imponer el recargo del 10% sobre las contribuciones Territorial e Industrial para con su importe atender al paro forzoso. Pero a pesar de las cantidades entregadas por los diversos organismos para mitigar la crisis el paro fue alarmante y numerosos obreros acudieron al Gobierno Civil y a la Alcaldía para que les ayudasen. La situación fue caótica en los últimos meses del año.

Después de dar este repaso a la situación socio-económica durante todo el año 1.931, vamos a pasar revista a las principales medidas que el Excmo. Ayuntamiento de Cáceres determinó para encubrir la crisis obrera y el paro forzoso, que se desarrollaron en este periodo.

MEDIDAS PARA COMBATIR EL PARO FORZOSO.

1º) En primer lugar hay que hablar de la suscripción voluntaria que se abrió para conjurar la crisis obrera. Fue iniciada por los empleados con un día de haber. Desde el 4 de Mayo al 28 de Diciembre de 1.931 se recaudó un total de: 9.887,07 ptas. Los gastos por Jornales invertidos en obras para conjurar la crisis obrera, llevados a cabo gracias al dinero recogido en la suscripción voluntaria, ascienden desde el 4 de Junio al 25 de Noviembre a: 9.865,96 ptas.

2º) Hay que señalar que también se recaudaron cantidades de dinero con destino a conjurar las crisis de trabajo en varios pueblos de la provincia, como en Aldea del Cano etc.

3º) Se efectuaron numerosos trabajos por la administración del Excmo. Ayuntamiento de Cáceres: como obras de pavimentación de calles, de acerado, de alcantarillado etc. Y con estos trabajos se dio empleo a muchos obreros parados. Las cuentas de los gastos de estas obras, ascienden desde el 16 de Abril al 30 de Diciembre de 1.931 a: 90.470,40 pts. El 22 de Julio el Ministro concedió al Ayuntamiento de Cáceres 23.000 ptas. para atender al paro forzoso y emplearse en el arreglo del Paseo de las Delicias y Calle Nueva. El 29 de Agosto el diario «Nuevo Día» publicó una noticia en la que daba a conocer que al Ministro de Fomento se le autorizaba la realización de obras publicas de carácter urgente en Andalucía, Extremadura, Murcia, La Mancha, Ceuta y Melilla, con arreglo a la Ley votada en las Cortes. También se le concede autorización al Ministro de Economía, para someter a la aprobación de las Cortes la aplicación del decreto sobre laboreo de las tierras, de las disposiciones que contiene al dictado anteriormente sobre el laboreo forzoso y sobre utilización de los obreros agrícolas. Se exigirá el laboreo de las tierras que hayan sido roturadas con los cultivos propios del tiempo y típicos de cada localidad, previo informe de la Sección Provincial Agronómica.

En este apartado de obras públicas para dar trabajo a obreros parados, debido a la necesidad que había de ellas, se construyeron algunas escuelas durante el año 1.931. A este respecto el 9 1 de Septiembre ya había encontrado el Ayuntamiento ocho locales para la instalación de las 2 escuelas graduadas que el Gobierno de la República había concedido a esta capital. Ambas en el Cuartel Colegio Viejo y dos para las unitarias concedidas en Aldea Moret. Pero existía aun el problema del dinero para la construcción de las mismas; y el 20 de Octubre de 1.931 en el diario «Nuevo Día» se publicó un editorial con un decreto por el que se concedía al Ayuntamiento de Cáceres la subvención de 80.000 ptas. para construcción de un grupo escolar de dos graduadas, comenzándose las obras rápidamente, dándose trabajo a bastantes obreros en paro. Hay que señalar así mismo que se estipularon unas condiciones por el Ayuntamiento para la construcción de casas para obreros; construyéndose durante todo el año numerosas en los sitios de Aldea Moret y Aguas Vivas fundamentalmente.

4º) Se pidieron numerosas veces al Gobierno solicitudes de ayuda económica, respondiendo este con algunas cantidades como hemos ya señalado; promoviendo con éstas las obras públicas para dar trabajo a obreros parados, y poder así remediar la crisis de trabajo. Una de las últimas aportaciones que hizo el Gobierno al finalizar el año 1.931 fue la entrega de diez millones de pesetas para resolver la crisis de trabajo a nivel nacional. Viene recogida la noticia de este reparto en el número del día 8 de Diciembre del periódico «Nuevo Día» en que se señalan las cantidades que le correspondieron a Cáceres capital y a su provincia. Las cantidades otorgadas son las siguientes: A Cáceres (capital), 100.000 ptas. A Navalmoral de la Mata, 40.000 ptas. A Casatejada, 10.000. A Almaraz, 15.000. A Trujillo, 40.000. A Peraleda de la Mata, 15.000. A Aldeanueva del Camino, 10.000. A Hinojal, 10.000. A Valdefuentes, 10.000. A Arroyomolinos de Montánchez, Casas de Don Antonio, Torremocha, Valdemorales, Almoharín, y Alcuescar, 50.000. A Jaraíz de la Vera, 20.000. A Navas del Madroño, 8.000. A Arroyo del Puerco, 10.000. A Cañaveral, 10.000 y a Miravel, 5.000 ptas.

5º) El Ayuntamiento, para combatir la crisis obrera fomentando las obras públicas, solicitó préstamos para poder llevar a cabo las obras a la Caja Extremeña de Previsión Social y a la Asociación Cacereña de Socorros Mutuos, para poder con estos trabajos públicos dar colocación a obreros parados.

6º) Así mismo al Excmo. Ayuntamiento de Cáceres, en sesión de 8 de Julio de 1.931, aprobó una reglamentación municipal contra el paro forzoso, compuesta de 9 capítulos, disposiciones transitorias y artículos adicionales.

– En el capítulo primero, artículo primero, se habla de que: «Con el fin de atender mejor al estudio y ejecución de las soluciones que en Cáceres convenga poner en práctica para prevenir y remediar los efectos del paro forzoso en las clases trabajadoras se constituirá una Comisión especial, que se denominará «Comisión Municipal contra el paro forzoso» y que estará integrada por el Sr. Alcalde, que será su Presidente, tres concejales elegidos por la Corporación municipal, dos propietarios y dos obreros designados por sus Asociaciones existentes, uno nombrado por la Cámara de Comercio».

– Hay que señalar, como cosa bastante anecdótica, que en el proyecto inicial de la Reglamentación municipal contra el paro forzoso no figuraba que en la Comisión estuvieran dos obreros. Esta corrección del proyecto inicial se debió al Sr. Málaga García y al Sr. Acedo Alcántara, que presentaron esta enmienda y fue aprobada.

– En el capítulo primero, artículo segundo, se detalla que: «La Comisión Municipal contra el paro forzoso estará siempre atenta a las oscilaciones de la oferta y demanda de brazos para el trabajo, dentro del terminó municipal de Cáceres…». El capítulo segundo trata del censo obrero y en él se habla de la creación de un Censo obrero municipal y otro de las personas que mas fácilmente puedan proporcionar trabajo a los parados. Los obreros tuvieron que presentar solicitudes de ingreso en el padrón de obreros, y poco después, pudieron recoger en el Ayuntamiento la tarjeta de identidad para poder con ella gozar de todas las ventajas que el Reglamento y las disposiciones les otorgaban.

– Los siguientes capítulos de la Reglamentación tratan del censo de patronos y propietarios, de las crisis obreras, del reparto de obreros, de los socorros a los parados, de las sanciones y terminación de las crisis obreras, de la reforma de esta reglamentación etc.

Hay que constatar la rigidez de la Comisión municipal contra el paro forzoso, debido sin lugar a dudas a las grandes dificultades socio-económicas por las que atravesaba Cáceres en esta época. La Comisión impuso castigos a los obreros que infringían el Reglamento, bien por apuntarse en el Censo obrero de Cáceres siendo de algún pueblo de la provincia y habiéndose ya antes apuntado al de su pueblo y así gozar de las ventajas de los dos; bien por cambiar la edad en la tarjeta para entrar en el censo obrero diciendo que tenían mas años; bien multas a los que faltaban algunas horas al trabajo etc.

7º) El Ayuntamiento, en la sesión del 22 de Abril de 1.931, acuerda que como incluidos en la crisis de trabajo se considere a los carpinteros parados. Acordándose la constitución de una comisión municipal para que visite la ciudad y determine todas las casas que precisen arreglos de carpintería o de pintura en las fachadas, para que se pueda dar trabajo a los numerosos obreros carpinteros, blanqueadores y pintores que hay parados en nuestra ciudad.

8º) El Excmo. Ayuntamiento, en la sesión del 7 de Octubre de 1.931, quedó enterado y aprobó el acta levantada de la distribución entre los 67 labradores que han solicitado préstamos del Pósito de esta capital, cuyo total repartido asciende a la cantidad de 18.150 ptas., acordándose que a este reparto se le dé la tramitación legal.

Gracias a estas medidas la crisis de trabajo en Cáceres no llegó al extremo de tragedia.

B) CONFLICTIVIDAD SOCIO-ECONÓMICA EN CÁCERES

Vamos a abordar a continuación la conflictividad socio-económica en Cáceres en el año 1.931, muy relacionada con la crisis de trabajo y con las condiciones de vida de los trabajadores en esta época, que, en general, no eran demasiado buenas. Ya señalamos antes como, durante el año 1.931, estallaron huelgas por todo el país de todo tipo, y nuestra ciudad no fue ajena a ellas. Pero hay que señalar que no se produjeron conflictos sangrientos, como se desarrollaron este año 1.931 en Sevilla, Asturias, Barcelona, Badajoz etc.

1º) En primer lugar relacionada con la cuestión religiosa vamos a señalar algunas noticias al respecto:

– En el mes de Mayo en Cáceres, unos días después de las primeras piras anti-clericales en Madrid, corrió el rumor sobre el propósito de algunas personas de quemar conventos a determinada hora. Pero hay que reseñar que no pasó del cierto temor y miedo que sufrieron algunos vecinos de Cáceres, como se señaló en la sesión del 13 de Mayo del Ayuntamiento.

– Otro aspecto a destacar es la denuncia que llego al Ayuntamiento acerca de que algunos grupos de señoras de la Conferencia de San Vicente de Paúl, al visitar las casas, realizaban coacciones electorales recogiendo firmas de las mujeres, diciéndoles que sus maridos debían votar candidatura contraria a la República. Investigada la denuncia resultó que el propósito de esa recogida de firmas era para solicitar del Gobierno de la República la anulación de las disposiciones dictadas sobre la religión católica y expresó la Presidencia del Ayuntamiento que no se trataba de ninguna coacción electoral.

– Se produjeron también otras denuncias acerca de que algunos maestros enviaban a los padres de sus alumnos, unos impresos para la firma, expresando que se dé a sus hijos enseñanza religiosa.

– Hay que señalar también en este apartado que en la sesión del 30 de Diciembre de 1.931 el Ayuntamiento acordó que el día primero de Enero se debía proceder a secularizar los cementerios, y se propuso que reunidos los Señores concejales ese día vayan al cementerio a derribar la pared.

2º) En cuanto a si hubo huelgas en Cáceres (capital) en este referido año, señalar únicamente la huelga de Teléfonos del día 6 de Julio de 1.931, declarada a nivel nacional. Todo el personal en Cáceres, tanto de la Urbana como de la Interurbana, secundó unánimemente la huelga. Siendo sustituido el personal de plantilla en Cáceres por otros compañeros, que no les secundaron llegados de Madrid y Salamanca, realizando estos el servicio. Al día siguiente fueron recibidos en Madrid los periodistas por el Ministro de la Gobernación, señor Maura, quien les dijo que la huelga planteada por los obreros y empleados de la Compañía Telefónica Nacional, podía darse ya por terminada.

3º) Con respecto a los conflictos socio-económicos que se produjeron a lo largo del año en el término municipal de Cáceres; señalar que el 17 de Noviembre de 1.931 en una editorial el periódico «Nuevo Día» daba la información de que 7 vecinos de Malpartida de Cáceres fueron sorprendidos por la Guardia Civil hurtando bellotas en la dehesa denominada «Redondilla», perteneciente al terminó municipal de esta capital. Siendo denunciados al Juzgado municipal de Cáceres. Así mismo el 27 de Noviembre de 1.931 «Nuevo Día» publicaba la noticia de que habían sido puestos a disposición del juzgado municipal de Cáceres 3 hombres, domiciliados en nuestra capital, que fueron denunciados autores de un hurto de bellotas por el guarda de los olivares de don Jacinto Carvajal, vecino de esta capital. La Policía pudo intervenir alguna cantidad del fruto, que fue hurtado, en los domicilios de los denunciados.

4º)Con respecto a la conflictividad en los sectores de bienes de consumo, señalar lo siguiente:

a) En cuanto al pan.- Señalar que el Ayuntamiento en la sesión del 29 de Abril, denunció: que el pan se expendía en Cáceres en pésimas condiciones y que era necesario vigilar la venta, porque se sospechaba que se vendía en algunos lugares falto de peso o con mala cochura. Después de efectuadas las oportunas inspecciones se impusieron en Mayo varias multas a algunos panaderos, señalando el Ayuntamiento que si se seguían produciendo deficiencias; cerraría el establecimiento que las produjera.

b) En cuanto a la carne.- reseñar que los carniceros en Septiembre solicitaron se les suprimiera el impuesto de arrastre de carnes y pernoctación de ganados en el Matadero, paro fue desestimada la solicitud. También hubo algunas quejas acerca de las condiciones higiénicas en que se vendían las carnes en el Mercado de abastos, pero fueron desestimadas estas denuncias por el Ayuntamiento después de efectuadas las oportunas inspecciones.

c) En cuanto a la leche.- decir que en la sesión del 22 de Abril de 1.931, el Sr. González Cotallo se quejó de que se despachaba en algunos lugares leche aguada, con el perjuicio que esto significa para la salud y propone que se realicen visitas de inspección por los agentes de la autoridad, y se impusieran multas de 25 ptas. la primera vez, de 50 la segunda y se envíen a la cárcel a los que insistiesen. En la sesión del Ayuntamiento del 22 de Julio se presento una reglamentación de la venta de leche, presentada por un concejal y dos veterinarios, siendo estudiada por los concejales. Hay que constatar que aún en Octubre no estaba aprobada, ya que el concejal que la presentó, la retiró para su codificación.

5º) Hay que llamar la atención, en lo que respecta al sector hotelero, de nuestra ciudad, que en la sesión del 10 de Junio del Ayuntamiento, se habla de que en un determinado documento de turismo se aconsejaba a los viajeros que no hiciesen noche en Cáceres por el estado de sus hoteles; solicitando los concejales una visita de inspección a los mismos, obligando a los dueños a ponerlos en condiciones debidas.

En la sesión del 17 de Junio del Ayuntamiento, se señaló que la fiscalización de los Hoteles se está ya haciendo y que el Ayuntamiento hará cumplir con todo rigor las disposiciones sanitarias sobre los mismos, llegando al cierre si no observaban las disposiciones vigentes.

6º) Quiero, para finalizar este apartado, reseñar los problemas importantes que tuvo el Ayuntamiento de Cáceres en este año de 1.931 para resolver el abastecimiento de luz y de agua a la capital. Realizándose inspecciones en diversos pozos cercanos a la capital, para la traída de aguas desde los mismos; pero el principal problema del Ayuntamiento en este aspecto era el económico, ya que se carecía de dinero para comprar las costosas tuberías que se necesitaban para la traída del agua desde los pozos a Cáceres. Se pidieron ayudas económicas al Gobierno para solventar estas dificultades.

El 30 de Septiembre de 1.931 «Nuevo Día» publicó un editorial con el título de: «Los verdaderos problemas de Cáceres», entre los que se señalaba que el servicio de aguas en Cáceres era pésimo y carísimo, sin que al vecindario se viera amparado en lo más mínimo señalándose también las deficiencias existentes en el alumbrado de nuestra capital.

Por último, antes de concluir mi alocución, quiero expresaros mi gratitud por vuestra interesada escucha.

Fuentes utilizadas para la elaboración de este trabajo:

1).- Fuentes Documentales:

– Libros de Actas de sesiones del Pleno Municipal:
a) Del 20 de Mayo de 1.930 al 22 de Abril do 1.931.
b) Del 29 de Abril de 1.931 al 30 de Diciembre de 1.931.

– Depositaria del Excmo. Ayuntamiento de Cáceres. Cuenta de Caudales: Gastos e Ingresos de 1.931.

– «Nuevo Día» (Diario de la provincia de Cáceres). Trabajamos con los números del año 1.931.

– Proyecto de Ley sobre la Reforma Agraria. Informa de la Agrupación Nacional de propietarios de fincas rusticas. Madrid , 8 de Septiembre de 1.931.

– Folleto de la Reglamentación Municipal contra el paro Forzoso. Aprobada por el Excmo. Ayuntamiento de Cáceres en sesión del 8 de Julio de 1.931. Todas estas fuentes documentales han sido consultadas en el Archiuo Municipal del Excmo. Ayuntamiento de Cáceres.

2).- Fuentes Bibliográficas:

– Leandro Benavides: La Política Económica en la II República. Guadiana de Publicaciones, S.A.

– M. Tuñón de Lara: La España del siglo XX. Volumen II. Editorial Laia, S.A. Noviembre 1.974. 3ª Edición.

En estas fuentes bibliográficas manejadas queremos hacer constar la escasez de datos y noticias concretas sobre Cáceres en el año 1.931. En este pequeño trabajo hemos pasado revista a problemas, tan acuciantes de la época, como el paro obrero, otros relacionados con la venta de la leche, abastecimiento de agua, así como algunas cuestiones relacionadas con el agro cacereño, etc. Ya que sobre este tema concreto no hay ningún libro publicado, o al menos, no lo conocemos, hemos querido aportar este trabajo para abrir una puerta a futuros estudios que lleguen al total conocimiento de los distintos problemas socio-económicos habidos, en esta Ciudad, en el año 1.931.

Oct 011978
 

Antonio Álvarez Cadenas.

Ha llegado a mis manos un viejo librito titulado «MISCELÁNEA», y subtitulado «Silva de casos curiosos», por don Luis Zapata de Chaves, señor de Cehel, nacido en Llerena (Badajoz) en el primer cuarto del siglo XVI; desde bien pequeño acostumbrose a las andanzas y troterías indispensables en un cortesano de su limpieza genealógica. Fue hijo de Francisco Zapata, comendador de la Orden de Santiago, y de doña María Portocarrera, hija del segundo conde de Medellín. Ha incorporado al texto la Compañía Ibero- Americana de Publicaciones S.A. una selección con semblanza y notas de Antonio R. Rodríguez Moñino, ilustre polígrafo extremeño. El libro en cuestión es propiedad de nuestro amigo J. Toral Pascua, dramaturgo humorístico, quien lo adquirió por los años cuarenta en un baratillo madrileño. Es de resaltar que no se inserta ninguna fecha de publicación. Vamos a transcribir por parecernos de interés, para los estudiosos de la ciudad de las tres catedrales y, en especial para el canónigo-archivero don Manuel López Sánchez-Mora, ilustre historiador, el capítulo XXIII, que dice así:

DE UN GALÁN EPIGRAMA

Pedro Luis Farnesio, duque de Parma y de Plasencia, hijo del Papa Paulo Tercio, porque antes que fuese Papa fue primero casado, fue muerto por ciertos vasallos suyos violentamente; y como no se supo por cuyo mandado, porque ellos sin favor de algún príncipe no tuvieran ánimo para hacello, amaneció en Roma de autor incierto un pasquín este epigrama:

Coesarisinjussu Farnesius occidit heros,
Sed jussu sunt data proemia sicariis.
Tres sunt hoeredes Dux, Margarita, gemelli;
Hac pater, hunc socer, hos expoliavit avus.

El que tradujo así Bustamante de Herrera:

El gran Farnesio murió,
Sin ser por Cesar mandado;
Mas por Cesar le fue dado
Gran Premio al que le mató.
Tres herederos dejó
Duque, Madama y gemelos;
A éste el suegro despojó,
Y a ésta quien la engendró,
Y a los nietos el abuelo.

Y fue cosa muy notable la infidelidad que por nacer en la casa tuvo esta infanta en los casamientos que por divina permisión contrajo; que primero fue casada con el duque de Florencia, que mató a puñaladas a su primo Lusiñán de Médicis, y después con Pedro Ruiz Farnesio, que también murió a hierro, duque de Parma y de Plasencia.

SINGULARIDADES EXTREMEÑAS

(Del libro «Miscelánea» vol. 94 de la Colección «Las 100 mejores obras de la Literatura Española», de don Luis Zapata de Chaves. Capítulo XI, titulado «De cosas singulares de España»).

El más hermoso y llano campo el de Medellín.

El mejor coso para correr toros el de delante de la casa de los condes de Medellín.

La mayor puente, la de siete leguas de ancho por donde debajo, en la Mancha, pasa Guadiana. (Por eso dicen que «El puente de Guadiana, no lo hizo mano humana»).

El mejor molino el de Guadalupe, que muele cada hora un cahiz de trigo, lo que dio el Rey nuestro señor sentado en una silla hasta que pasó la hora. (De agora es el molino de Guadalupe que muele doce hanegas de trigo por hora, que, estando el Rey nuestro señor delante y allí, se puso a cerner trigo, echando a una parte del grano y a otra el salvado).

La mayor Dehesa la Serena, que rentará al Rey veinte e cuatro cuentos cada año.

La mejor frutar la de Toro; la más temprana la de Plasencia; la más barata en Granada. (Las frutas de Plasencia y de la Vera de Plasencia son indudablemente las mejores de España. Alabanzas de ellas las haya montones en nuestros viejos libros, y sobre todo en un rarísimo y precioso libro titulado «Amenidades, florestas y recreos de la Vera alta y baja en Extremadura», obra de don Gabriel Acedo de la Berrueza, impresas Madrid el año de 1667).

La más honda fuente la de lo alto de la sierra de Béjar, donde nace el río Cuerpo de hombre.

El de Llerena el mejor mercado franco.

La primer inquisición del reino la de Llerena, y la de mayor jurisdicción: que gobiernan dos maestrazgos y cuatro obispados, Badajoz y Coria, Plasencia y Ciudad Rodrigo. (Es natural que por amos a la patria chica dijera el autor, don Luis Zapata de Chaves, esto. Sabido es, sin embargo, que mayor importancia tuvo la de Toledo. La historia de la inquisición llerenense está por hacer. Sólo recuerdo una obrita de Francisco del Castillo «Descripción de la Inquisición de Llerena en los comienzos del siglo XVII y número de las de España»).

La más admirable puente sin mezcla y sin plomo, en el famoso río Tajo, la de Alcántara.

La mayor albuhera la de Valencia; el mejor vidrio el de Barcelona; el mejor barro el de Talavera; el mejor mármol el de Estremoz; el mejor paño el de Segovia; la mejor será la de Granada; el mejor vino blanco el de San Martín; el mejor quinto el de Illana; el mejor moscatel el de Alcalá de Henares; la mejor agua la de Tajo, con Jarama, de Aranjuez. (En esta delicada cuestión de los vinos, siempre España llevó la palma. El mejor servicio que podía presentarse en un banquete de los siglos pasados era el de los buenos jarros de Valdepeñas, Rioja y Jerez, como finos, y como corrientes de primera calidad, recuerdo que en un banquete ofrecido en 1659 por «la mayor dignidad de lego en España» don Juan Alfonso Enríquez de Cabrera, al Embajador Extraordinario de Francia, Excmo. Sr. Marqués de Agremont, figuraron los de Esquivias, Lucena, Cebreros y San Martín.

Un dicho popular extremeño, afirma que:

El tinto de Cuacos,
de Jarandilla el blanco,
de Pasarón el clarete
de Jaraíz de toda suerte.

Las notas entre paréntesis son de don Antonio R. Rodríguez Moñino.

Por la transcripción, Antonio Alvarez Cadenas
Collado Villalba (Madrid), 3 de agosto de 1978

Oct 011978
 

Valentín Alonso Montequín.

Lo conocí el 7 de marzo de 1930, festividad (entonces) de Santo Tomás de Aquino. Fue con motivo de la inauguración del curso escolar en el Seminario Metropolitano de Córdoba, República Argentina.

Yo debía terminar allí mis interrumpidos estudios, coronándolos con las disciplinas filosóficas y teológicas.

El P. Martínez llegaba para explicar Teología Dogmática y Sagrada Escritura, y como Prefecto de Estudios. En 1936 dejó la Prefectura de Estudios y fue nombrado Director Espiritual.

¿De dónde venía? Inmediatamente, de una parroquia de la Diócesis en el centro geográfico de Argentina. Mas allí había llegado de Chile, tras una breve estancia en Buenos Aires.

¿Qué había pasado? Un obispo chileno, de vuelta de la visita «ad Limina», se detuvo en España. Aquí conoció al joven presbítero -no sé si en Oviedo, Santoña o Madrid-, y prendados de sus dotes tanto espirituales como intelectuales, de subida ciudad de carácter y connatural aristocracia -se lo llevó de Canciller-secretario a su Diócesis sudamericana. Allí permaneció… hasta que dimitió su Obispo.

En Chile es tal vez donde más se dedicó a la gran oratoria sagrada; y más de una vez fue aplaudido en los templos. Subrayó la palabra sagrada porque en él siempre la predicación era genuinamente evangélica, cualquiera fuera su forma. Pero era un orador nato, de naturales aptitudes extraordinarias para la transmisión de la verdad; palpitante de celo, transido de vida interior. Era un predicador con mucha alma, de una fe ardiente que brotaba de las más profundas entrañas del espíritu y vivificaba todo su ser y su obrar: era esa fe que se ilumina en la cabeza, pero se calienta y se empapa en la propia sangre del corazón.

¡Cuántas anécdotas podría reproducir de las que con tanta gracia y oportunidad y enseñanza nos contaba!

Un día el pequeño (futuro gran) orador hacía sus primeros ensayos en el comedor del Palacio Altemps, ya en Roma; y al clamar con la ingenuidad de un niño contra la moderna sociedad que se despeñaba hacia el abismo por sus pecados, se desplomó él al fondo del púlpito al caerse del taburete que le habían puesto por su exigua estatura. En otra ocasión el Rector, ante la insistencia ante el fervoroso seminarista por llevar cilicio, le colocó uno en la cintura, sobre la sotana… con las púas hacia fuera.

Hablaba siempre con gran cariño de sus años romanos: cómo le impresionaba por ejemplo ver a los grandes maestros de la Gregoriana -los Werz, los Vidal, los Billot- practicando, como niños, el Mes de María.

Por los días de los sucesos extraordinarios de Limpias dirigía, según entiendo, un Colegio en Santoña. También don Raimundo creyó ver moverse los ojos de la Imagen de Jesucristo Crucificado, y sintió que se clavaban en él; y con un gesto instintivo se llevó las manos al pecho, frotándolo de arriba abajo como para raspar del corazón cualquier adherencia menos pura que pudiera herir los ojos infinitamente santos del Señor.

Mas vengamos a sus múltiples ocupaciones cordobesas.

Córdoba del Tucumán o Córdoba de la Nueva Andalucía, fundada en 1573 por el sevillano Jerónimo Luis de Cabrera, es la tercera ciudad argentina por el número de habitantes; la segunda en importancia cultural, militar y política; la primera por el glorioso pasado religioso que ha supuesto un protagonismo espiritual en el catolicismo argentino, no perdido aún. Baste saber que fue la capital de la antigua Provincia Jesuítica del Paraguay (Paraguay y Argentina, con algo de Uruguay y Brasil), la de las famosas Reducciones. En Córdoba tenía la Compañía el Noviciado y el Colegio Máximo, primera Universidad argentina.

El trabajo del P. Martínez, tanto en el Seminario como fuera de la ciudad, era sencillamente extraordinario. De una laboriosidad incansable, asombrosa, sin baches, sin altibajos, sin nerviosismo, continuada, serena… Podría haber un trabajo distinto para las vacaciones, mas apenas si había vacaciones para el trabajo.

En el Seminario del 30 al 36, fue Prefecto de Estudios; del 36 al 50, Director Espiritual. Al mismo tiempo, clases de Teología y Escritura. En el primer período dirigía también la Academia Literaria de Santa Teresa de Jesús para los teólogos; en el segundo no faltaba la plática semanal a todos los seminaristas.[1]

Piénsese lo que todo esto supone en un hombre como el P. Martínez, que preparaba siempre a concienciar todas sus actuaciones; y más todavía si se tiene en cuenta que, por su modo de ser muy personal, se tomaba la molestia de apuntes y resúmenes. En los creía convenientes para facilitar y potenciar el aprovechamiento de los alumnos; éstos, en cambio no siempre lo agradecían: porque, si los resúmenes eran una ayuda, los apuntes del profesor no mejoran necesariamente el texto del autor…

¿Y fuera del Seminario? Durante todo ese tiempo fue Capellán del Hospital Español, el que gozaba de más prestigio entonces en Córdoba. A él se encaminaban indefectiblemente todos los días hacia las cinco, para permanecer allí gran parte de la mañana en la visita y confesión de enfermos. Dios le había dotado de una gracia especial (¿carisma?) para esto: nadie se le resistía.

Esto ya era proverbial en la docta ciudad argentina. A él se acudía en los casos más difíciles o de mayor compromiso y significación: lo mismo hallaríais al P. Martínez a los pies del más pobre y abandonado de los enfermos que junto al lecho del más afamado profesor o político más distinguido y… discutido. Tenía un don de gentes singular unido a una bondad espontánea y caridad sobrenatural y exquisita finura, que le permitían introducirse en todos los medios y en las más diversas circunstancias con toda naturalidad.

Después de todo eso todavía le quedaba tiempo, o le obligaban sus admiradores a encontrarlo, para conferencias habituales en un centro cultural femenino y para algún que otro sermón de más altos vuelos. Pero él solía negarse a esto último entre otras razones por un instintivo pudor que le hacía rehuir cuanto pudiera proyectar brillo sobre su persona y sombra sobre los demás.

¡Cuánto podría recordar dehesas tan peculiares actuaciones suyas excitaban tan animados y admirados y prolongados comentarios! Aquella disertación de fin de curso, como profesor de Escritura, cree que enumeró hasta cuarenta (40) aspectos distintos en el milagro del ciego de nacimiento (sin notas y papeles, que no utilizaba nunca); o la presentación de otro conferenciante del año 34, con una felicísima digresión a los tempranos martirios de los seminaristas asturianos, que él consagró como los primeros claveles rojos que se deshojan a los pies del Señor; o la ingeniosa y atrevida definición de los jesuitas (de entonces) cual veras hipóstasis ignacianas…

Un último dato interesante y harto significativo. Don Raimundo fue el confesor y director espiritual de Manuel de Falla en su retiro de Alta Gracia (Villa serrana a 40 kilómetros de Córdoba) en los años postreros del genial compositor, mientras daba a los últimos toques a La Atlántida. Más aún, entiendo que se preocupó de asegurar la conservación de la gran epopeya musical procurando se depositara en el Banco Español.

Resumamos en una palabra estas desordenadas memorias.

La República Argentina tenía en aquellas fechas de nuestro relato un Clero por lo general excelente: culto, trabajador, piadoso, muy sacerdotal. Córdoba sobresalía por su Clero entre las otras diócesis. Pues bien, no es exageración afirmar, ni a nadie se hace injuria por ello, que EN CONJUNTO el sacerdote más apreciado, a quien todos recurrían con plena confianza, sobre todo en los trances más arduos, y en quien todos veían al sacerdote, era justamente, el sacerdote placentino, don Raimundo Martínez Módenes.

Después de mi vuelta a la patria me enteré que había partido a Estados Unidos, y no he sabido más. Pero estoy seguro que en cualquier parte habrá dejado muy altos: la dignidad del sacerdocio, el honor de la Iglesia y el nombre de España.

Valentín Alonso Montequín, Pbro.
Madrid, 19 de abril de 1978


NOTAS:

[1] Estas pláticas revestían siempre el mayor interés: mezcla indefinible de penetración aguda, fina y exacta observación, y más que nada, la gracia singular que produce siempre la palabra más fiel ajustada al más luminoso pensamiento. Poseía don Raimundo la rara virtud de desvulgarizar las cosas más triviales; de espiritualizar la materia y sensibilizar la vida; de transfigurar, universalizándolos, los más simples elementos, y de hallar eco amigo, para penetrar en el alma, en todos los oyentes…

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