Mercedes Martín Beltrán. Provisional.
Hablar de Hernán Cortés es tarea difícil y a la vez interesante, siendo co- mo es uno de los personajes polémicas, y relevantes, de toda la historia universal.
La conquista de México, su estudio y cambio de un pueblo, ha sido y será causa de análisis de socióloga, historiadores, pensadores y religiosos.
Todo ello en su conjunto hicieron de su persona, punto central de todo lo acaecido, hace quinientos años.
Nadie puede dudar del influjo, que sus padres ejercieran en él en su infan- cia. Eran padres Cristianos, honrados, sobrios, austeros.
Como diría Gabriel y Galán, Nació en el hogar donde se funda la dicha más perfecta.
Al paso de los años, a pesar de tantos avatares, luchas, desengaños, algo de los primeros años le acompañó siempre.
Incluso sus enemigos, no han dejado de reconocer su nivel cultural, su amor a la patria, la corrección de sus modales, y el recato en las palabras y ante todo tenía H.C. Gran respeto a Dios.
Cortés nació en el año que Martín Lutero, del que decían «era un monstruo contra la iglesia terrible y fiero».
Lo que Lutero destruyó. Cortés lo levantó y acrecentó en mil por cien. Su alcance en el plano de la fe, dio más cristianos que nadie los igualó.
Lo que no cabe dudar, es que Hernán Cortés, fuera elegido por voluntad divina, de entre todos los hombres de su época, para llevar a cabo algo tan trascendental, con la unión y conocimiento de dos pueblos.
El descubrimiento de un nuevo continente, fue empresa de tal magnitud, que nada es comparable.
Fuera mucha la envidia (madre de todos los males) que sintieran otras na- ciones. No han cesado las leyendas negras sobre España, han manchado su prestigio y su historia. La difamación sin límite ha empequeñecido tal
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gesta, que aunque no hay que ensalzarlo todo, tampoco haya vituperarlo y
apostrofarlo todo en general.
Si fuera malo. España, ya dio su masacre por terminada, pero lo terrible e imperdonable es que aún otros continúan destruyendo al indio, sin dejarles nada a cambio, sin unirse a ellos, ni enseñarles nada.
Mirando atrás en el tiempo tiene una justificación, pero hoy ya no. Repasemos la historia y veremos quiénes eran los interesados en hundirnos.
Cortés era como uno más de su época, inquieto, soñador, aventurero, Va- liente, inteligente, disciplinado con grandes dotes de observación, y con clara visión de futuro, con una mirada de altos ideales.
Si no hubiera sido así, Cortés hubiera fracasado, como otras dos expedicio- nes anteriores fracasaron.
Según cuentan, Hernán Cortés, tenía una singular atracción para hacer amigos. Sabiendo mantener el equilibrio de su mando, con la amistad.
No sería por acaso ese don de hacer amigos, por lo que fuera elegido en Santiago de Baracoa, para tomar el mando de una expedición.
El no se significo por ir a la cabeza de la aventura. fue elegido democráti- camente. Debieron de ver en él algo especial, y muy fuerte y seguro debi- do ser el influjo que ejerciera entre los soldados. Eran muchos de ellos, de los que habían tomado parte en las anteriores expediciones con Fernández de Córdoba, y con Grijalva, que se unieron a él.
Su valor y su carisma eran indiscutible.
El no conocía el arte de las guerras. Cortés llevaba en aquellas lejanas tie- rras desde el 1.504 al 1.519, si tomar parte, en ningún asunto relacionado con el descubrimiento, luchas ni conquistas.
Llegó muy joven y ejerció de escribiente de Azúa, donde su buen ojo vi- sor, viera que aquellas tierras eran ricas y prósperas.
Las trabajó con ganas, pues el gobernador D. Nicolás de Ovando, le diera tierras y casa para sus comienzos.
No hay que olvidar que en sus comienzos los pasó francamente mal, si no pasara hambre poco le faltó.
Las necesidades y la lejanía de sus padres le hizo agudizar el ingenio. Tra- bajó la tierra, crió ganado, y fuera luego famosos sus crías de ovejas, ca- bras y más tarde vacas y caballos.
Quiero resaltar que en aquellos tiempos el joven extremeño, se ganó la amistad y el respeto de los indios, que con su ayuda mucho hizo.
No se puede imaginar un joven de poco más de veinte años, cruel con los débiles, ni avaro de riqueza.
De lo que si era gustoso, era de vivir la vida plenamente.
Cuando marchó a la isla de Cuba, la Fernandina, ya era rico. Pasó a ser escribiente, junto con Amador de Lares y Miguel de Pasamontes de Diego Velázquez gobernador de la isla.
Cortés en su vida privada, continuó con la cría de ganado, bien reconoci- do eran sus yeguas, vacas, ovejas y el cultivo de la tierra.
Por aquel entonces, tomó parte de la construcción de un hospital.
Uno de los asuntos que más se han manejado de Cortés, han sido sus amo- res. Es paradójico, que un hombre que tenía la capacidad de dominar a los hombres, frente al sexo opuesto, era débil y daba rienda suelta a su instinto de hombre libre.
Si hubiera sido capaz de dominar sus impulsos, y controlado su debilidad por las mujeres, hubiera sido un hombre terriblemente invencible.
Tenía físicamente dos puntos débiles, las mujeres y las fiebres de cuartana que desde su infancia padecía.
En el aspecto sentimental, su punto débil era su madre, la adoraba con todo el alma.
Era su hijo único de D. Martín Cortés y [)i Catalina Pizarro de Altamirano, prima hermana del que fuera padre de Francisco Pizarro. Descendía de familias muy valientes y orzados.
El famoso Clavero, D. Alonso de Monroy, era tío abuelo suyo. D. Martín, su padre, era su juventud, destacó en asuntos de guerra. Por parte de su madre los Pizarra, Altamiranos y Orellanas.
Francisco Pizarro, era primo de Hernán Cortés en segundo grado.
Vivió su juventud con toda plenitud. Disfrutaba de todo cuanto había a su alcance. El amor, los dados, los naipes, eran válvula de escape par esa ho- guera de vida que en el había.
Excepto en el amor, en el comer y en el beber lo hacía con moderación, sabiendo muy bien donde tenía que llegarse.
Era alegre, y dado a las fiestas.
¿Porqué si bien conocida era su liberación de prejuicios, fuera elegido par tal empresa? ¡Ya habían fracasado dos hombres bien enterados en asunto de mando y guerras.!.
Aceptó, más no fuer como un subordinado al mando del gobernador. Cor- tés era a la sazón, alcalde de Santiago de Baracoa, con apenas 30 años.
Con el nombramiento de capitán, al mando de 700 hombres, y 11 barcos se lanzó a la mayor aventura, hacia un mundo totalmente desconocido. ‘
Hacía falta un hombre con dotes excepcionales, para cristalizar un tipo único de comportamientos, dotes que antes fueran dispares.
Cortés a diferencia de sus antecesores, fuer el único que tuvo conciencia de la magnitud histórica y política.
En Cozumel, alguien le sugiere mandar hombres armados al interior de la isla. Contestó riendo, que no se llegaba él para tan poca cosa, sino para servir a Dios y al rey.
Con esta decisión, siembra el desconcierto, ante la perspectiva de no ir tras el oro, motivo y móvil de tal aventura.
Cortés cambia de pensamientos, al comprobar que aquel pueblo, era más adelantado, más culto que todo cuanto se conocía.
Necesitaba un intérprete, lo necesitaba urgentemente.
Es aquí cuando la mano de Dios, hace un milagro.
Por los nativos deduce que dicen algunas palabras en castellano, y de un hombre blanco entre ellos.
Lo busca y al fin lo encuentra, Gerónimo de Aguilar, prisionero de la expe- dición de Fernández de Córdoba; hacía 10 años que convivía con los in- dios, Cortés lo abraza, y llora con él. El uno al ver a sus compatriotas que ya había perdido toda esperanza de encontrar y el otro al ver que aquel hombre harapiento y flaco iba a ser su salvación.
No quiero al hablar de Cortés dar una imagen de santo no tierno. Pero si hacer constar que no era un sápatra, dispuesto de matar a su propia madre, no amigos por el triunfo personal.
Tenía un carácter firme y seguro, veía que sus cambios de tácticas no eran acogidos en su mayoría.
Con sus argumentos, impidió el amotinamiento, lo llevó a razones.
Al poco tiempo, según se adentraban en el territorio comprobó que solo con Aguilar no podía entenderse con los nativos. Aguilar no entendía aquellas lenguas. El solo hablaba el Maya.
También aquí surge la providencia, en Cempoal, el cacique Gordo en un conjunto de veinte esclavas, que regalan a los españoles, va una que sería por ella misma la guía y fuerza esencial de la entrada en México, Maline- lIi, Malinche o D. Marina, amante de Hernán Cortés que le dio su primer hijo varón al cabo de los años.
¿A caso se buscaron mutuamente Cortés y Malinche?; no sería obra de un designio divino que se uniesen. Ella sabía el Maya y el Azteca, con otras varias lenguas de otros pueblos.
Cortés hablaba a Aguilar, este a Malinche y ella se entendía con los gran- des señores por donde pasaban.
Al llegar Cortés, vieron en él al Dios, que prometió volver. Había marcha- do hacía muchos años por donde sale el sol, y por allí volvía, por el gran río sin orilla (el mar). Era un hombre barbudo con traje de luna, y era se- gún las profecías a quien Moctezuma entregaría su reino.
El emperador Azteca estaba triste, los libros del Chilan Balan así lo decían. Moctezuma llora, siente que se acerca su fin.
A toda consta quiere impedir que ese hombre que le cuentan está en sus territorios pise su tierra. No quiere mirarlo cara a cara.
Todas las artes y poderes de sus hechiceros las pone en marcha, par que aquellos hombres que montan fieras terribles se vuelvan.
Cortés ante tal negativo, solo tiene un afán, conocerlo.
Quiere a toda costa entrevistarse con él.
Cada vez que intenta pasar por un pueblo, este le recibe en son de guerra. Los españoles en tan poco, en cuanto numero de hombres, frente a miles de indios, se defienden. No era la victoria de blancos, era el impacto de miedo a lo desconocido, lo que les hace fracasar.
Siempre que los españoles se enfrentan a tal numero de guerreros siente miedo, y en más de una ocasión ven la muerte muy cerca, el total final.
Después de cada batalla, los vencidos se unen a los vencedores. Van com- probando que en sus hábitos no hay sacrificios de sangre, comprueban que conviviendo con ellos no les hacen mal.
Es más, Cortés tiene ordenes muy severas como la pena de muerte, aquel que robase o comiese carne humana.
En una Ocasión por el robo de unas gallinas, que un soldado hizo, al ver el disgusto que esto causó al cacique y comprobar que mentía y era perjuro, lo castigó a la horca.
No castigó el robo, sino el tomar en juramento una cosa tan baladí. La intervención de Pedro Alvaro invitó.
Los españoles no eran en numero más de 600, ellos por si solo nada hubie- ran podido hacer, sino hubiera sido por el seguimiento.
Eran guerras entre los pueblos que entre si eran enemigos.
El no aseguró nunca ser un dios, no ser el dios de la Serpiente Emplumada. Aquel grupo de hombres quedaba sobrecogidos, al ver los ritos de una reli, gión que se sacrificaban seres humanos por cientos. Cortés destruyó las jaulas que encerraban criaturas preparadas para tal fin de los sacrificios. Fue tajante y duro en su cometido «prohibió los sacrificios y el comer car- ne humana».
Se hizo un compromiso consigo mismo, desterrar las cumbres de canibalis_ mo, y sodomistas, luchó con todas sus fuerzas, por implantar una nueva religión que todo aquel río de sangre acabaría.
Fue terrible que fuera a costa también de tanta sangre.
Hernán Cortés, viéndose un terreno difícil, enigmático, tuvo una visión de la que pocos hombres pueden tener.
Tenía poco soldados y entre ellos los había rebeldes, se fraguaba una des- erción, un amotinamiento. De nuevo toma una de las decisiones más polé- micas de la historia. Quema barcos, corta toda comunicación con el resto del mundo, va a vencer o a morir.
No sabía lo que más adelante le esperaba, y no podía prescindir de ningún hombre. Los necesitaba a todos sin excepción. [Nunca nadie se arriesgó a tanto!.
Tras pasar un sinfín de penalidades y luchas, les falta comida y la pólvora escasea y en su mayoría está mojada.
Cuando más agudo era el problema, estando en Tlaxcala, el Popocatepeo entra en erupción.
Diego de Ordaz, pide a Cortés le deje subir al cráter del volcán. ¿cabe ma- yor valor? .. Regresa tras infinitas penalidades, y lleva azufre … y esto les salva.
Tras conseguir la alianza del pueblo de Tlaxcala, que tan terrible batalla tuvieran, prosiguen con grandes riesgos camino a México. Eligen el cami- no de Cholula. Dentro de la ciudad, averiguan que les aguardan escondi- dos en las casas y azoteas, para matarlos a todos.
Son advertidos, que los 500 hombres que quedan morirán. Aquella fue una de las batallas más duras y crueles que libraron.
Cortés prescindió de la ayuda de los indios que tenían recelo ante tal peli- gro, solo acepta 1.000 para el transporte de enseres.
También después de vender, el cacique de Cholula, se llega a Cortés para hacerse su aliado. Cortes da gracias a Dios y consigue la ayuda de Tlaxca- la y Cholula.
por fin un 18 de noviembre de l.519, diez meses desde que saliera de la isla de Cuba, consigue, en son de paz, entrar en México.
Aquel sería el día más brillante para la historia.
El Emperador y Señor de México, se veía frente a frente con un hombre que representaba otro mundo; dos mundo que existían desde el principio de los tiempos.
Cortés bien conocía el alcance histórico de aquel momento. Nadie en ninguna otra parte del mundo, tuvo tal ventura.
Desde le día que Colón, de forma casual, sin pretender encontrar un nuevo continente, aquel momento era Hernán Cortés quien formaba el personaje más importante. Ofrecer en nombre del Rey Carlos la mano a Moctezuma. Fueron transcurriendo los días, y aunque Cortés no bajaba la atención y la guardia; ya que desde que pisara territorio de Yucatán Moctezuma se ne- gara a recibirles, y el llegar hasta allí, le costó librar muchas y terribles ba- tallas, en las que había perdido parte de sus hombres.
Moctezuma les mostró a los españoles la grandeza de su pueblos, sus pala- cios, sus riquezas.
Los españoles que ya iban sobre aviso de los ritos de sacrificios, aún no podían acostumbrarse. Era aquello tan contradictorio, para un pueblo que llenaba a sus dioses de sangre humana.
Todo iba sucediendo en paz. Mas de pronto surgió algo que cambió toda la armonía y alegría.
Cortés recibe una carta que en el puerto de Vera Cruz, habían muerto cua- tro soldados, entre ellos Juan Escalante, por orden de Moctezuma.
Le pide al Emperador respuesta a tal hecho. Moctezuma quiere equivocar- los, echando las culpas a Cuauhpopoca.
Pide responsabilidades. Hace prisionero a Moctezuma. Es aquí cuando cambia todo.
Mientras tanto Cortés es avisado que han llegado soldados españoles, para impedir que continúe el acercamiento al emperador por parte de Cortés. Era el que llegaba Panfil o de Narváez, en nombre del gobernador de Cu- ba, para aniquilar a Cortés y él seguir en su puesto.
Tiene que partir a su encuentro, con parte de sus soldados. deja México a Pedro de Alvarado, con un pequeño número de reserva. Lo que allí pasó, difícilmente nadie lo aclara, hay varias versiones. No se sabe con seguri- dad si fueron los españoles los primeros que atacaron el Templo Mayor, o
fueran los Mexicas que allí hicieran una encerrona al pequeño grupo de españoles. La gran matanza del templo Mayor.
Pero lo que si es cierto, que aquí es cuando comienza la ambición de la envidia, por parte de los mismo españoles.
Lo que Cortés hubiera solucionado, con su especial sentido de leyes, Pánfi_ lo de Narvaes, hizo con su aparición una hoguera de males en la que todo el buen noble de Cortés se iba a poner en duda.
A la llegada precipitada de Cortés a México, el pueblo se levanta, y en las calles grita y ataca, como pueden, queriendo arrojar a los huéspedes de su territorio.
Pide Cortés a Moctezuma que salga a calmar a su pueblo, desde una terra- za. el emperador les dirige la palabra.
El pueblo sublevado, al mando de su sobrino. Guatelmoc, le insulta diciéndole mujer de los españoles. es protegido con las redondel as de las pedradas que con golpes certeros arrojan sobre todos.
Moctezuma es alcanzado por tres golpes. es retirado por los soldados y al cabo de tres días muere; más que por las heridas de sentir, al ver que en él se han cumplido los vaticinios que sobre él había.
Desde la muerte de Moctezuma, no cesan los ataques. Las luchas son en- carnizadas, mueren por ambos lados. Los españoles ven como cogen algu- nos de los suyos y son conducidos a lo alto de los templos y arrancada sus cabelleras, y puesto en las piedras de los sacrificios. Sobre esto hay un re- lato sobrecogedor de bernal Díaz del castillo, que es uno de los cronistas más veraces y honrado de la conquista.
Bernal Díaz, hace sus escritos, como un regalo a su familia, va en su vejez a Medina del Campo. Ya escribe sin pasiones, sin ira, sin amores. Creo que es el más verídico de todos los cronistas, pues nadie puede dudar que fue- ra de los más honestos y sencillos de cuantos escribieron.
No pretendió hacer escritos para la posteridad, lo hizo como memoria para sus hijos.
Bernal Dfaz describe aquellas batallas terribles. Hubieron de retirarse en la noche un 20 de junio de 1520.
Una voz de alegría de una mujer le aviva a los Mexicanos y comienzan de nuevo a luchar en el agua, en el barro y entre los muertos.
Se retiraron de Tlaxcala; pueblo siempre amigos, donde repusieran fuerzas durante unos meses, y construyeran 13 bergantines.
En diciembre de 1520 vuelven sobre México, ya ayudados por los solda- dos que Narváez llevara; vencidos se habían pasado a las filas de Cortés y otros más que llegado de Cuba se habían unido a ellos.
Ahora es el joven Guatelmoc, undécimo emperador de México, sobrino de Moctezuma, quien toma el mando. tiene 22 años, y es valiente como nadie.
Cortés le pide parlamentar, llegar a un acuerdo. Él no acepta, luchan hasta las más terribles consecuencias. Vencido Guatelmoc, es cogido prisionero y en un gesto de valor, pide a Cortés que le mate con su cuchillo.
Cortés lo admira, por su arrojo valentía y juventud. Yo no mato a valientes. ¿Porqué Cortés perdonas a vencidos? también perdonó a Narváez que con el tiempo fuera uno de sus mayores enemigos.
Se propone después de tantas luchas, ir levantando la ciudad. Es aquf cuando comienzan los mayores problemas de Cortés, no por parte de los vencidos, sino por los mismos españoles, que se llegan en nombre del rey Carlos a poner gobierno y contadores oidores y toda clase de leyes para en una lucha feroz de envidias ir minando el equilibrio de Cortés.
En las cartas; pide al emperador le envíe unos frailes buenos y sencillos para enseñar la religión a aquellos hombres y mujeres que se debatían en- tre su pasado y aquel presente lleno de confusión.
Es entonces cuando le envían de España los 12 apóstoles de Belvís de Monroy.
¿Conocía Cortés el alcance que el recibimiento dado a los pobres frailes, iba a hacer en aquel pueblo? él era el dios, el vencedor, el más fuerte de entre todos, sin embargo se arrodilla y besa humildemente sus hábitos. Ya fueron para siempre, respetados y seguidos.
Nunca un vencedor aprende la lengua de un vencido, para enseñarle, aquello que creen lo mejor. Lo van a enseñar ellos.
Va levantando México. Mas tiene que atender a los contadores y veedores. En el ansia de oro, buscan el tesoro de Moctezuma.
Julián de Alderete acusa a Cortés públicamente de ser cómplice con Gua- telmoc, y esconder el tesoro. Pues a pesar de ser prisionero, disfruta de relativa libertad. Cortés no lo humilla ni le maltrata, sino al contrario respe- ta su rango de señor.
Alderete y Narváez, acusan a Coete de complicidad. Deciden quemar los pies a Guatelmoc y al rey de tacuba. Hacían presión, pare debilitarle y acusarle. cortés era un ídolo con pies de arcilla, si se ponía en defensa de vencido; era su cómplice, y si callaba le ajusticiaban. Cuando vio tal ofensa al joven, que con valor resistió, no pudo por menos dolido de tal barbarie decir «no conviene irritar a Dios que nos dio tantas victorias». Va- liéndose de autoridad ordenó cesasen tales tormentos.
Aquel joven alegre que un día llegase hacía unos años, se iba convirtiendo en un hombre duro, desconfiado. como soldado tenía que cumplir una misión, como hombre sentía muy distinto.
Por aquel entonces es la época de su vida más llenas de amarguras y pro- blemas, es cuando sus enemigos tejen sobre él miles de infamias.
es acusado de dar muerte a Aguilar, ya a su propia mujer, con quien se casara en cuba, Catalina Xuárez.
Esta era celosa, e irritable, muy dada a contradecirle y ponerle pública- mente en mal ver.
En un arrebato de celos, discuten. Cortés no abandona a la india que tanto le ayudara, con la que tenía un hijo, La Malinche.
Su mujer padecía de soponcios o más bien del corazón, y en arrebato tras una discusión quedó muerta.
Nadie lo vio. Las criadas creen, que fuera Cortés quien la matase. ¿Cabe tal desatino en un hombre que bien conocía su responsabilidad que ni un solo acto suyo iba a ser pasado por alto. eso sería el acto de un necio, y por bien seguro era que él no lo era.
También le nace otro enemigo. Cristóbal de Olid, que fuera de su parte se levante en las Higueras contra él. decido ir personalmente.
Este fuera su mayor error histórico. Abandonar la ciudad de México en manos de Albornoz chirino, Sal azar. Aquella jauría de ambiciosos, que poco tardaron en adueñarse del gobierno.
En aquella expedición, tal fue su fracaso que sintiera temor de perder la vida. Calló enfermo y sus hombres, muchos de ellos habían ya desaparecido.
Le acompañan Malinche con el hijo. Cortés decido casarla, para que en caso del morir, su hijo quede reconocido con un padre que mirase por él. La une en matrimonio, con Juan Jaramillos, casados por el clérigo Juan Dfaz.
También en ese viaje se entera que Guatelmoc con Guanacoh, rey de Te- cuzco y Telepanquezalt rey de Tacuba, preparan su muerte, para volver a México y apoderarse de la ciudad, ya muerto Cortés los demás ellos no temen, además ya han aprendido las tácticas de los españoles.
Cortés siente pena al mirar a los ojos de Guatelmoc, siendo uno de los per- sonajes que más aprecio sintiera de tierras mexicanas.
Ordena los maten. Este fue el mayor error de Hernán Cortés.
Había comenzado ya hacía tiempo su estrella de la fortuna a declinar. Es dado por muerto. Se refugian en un convento de frailes, y allí hace reposo y oraciones. Se dice que Cortés lloró con amargura.
Habían saqueado su casa y destrozado sus aposentos, para buscar el tesoro que creían guardaba en alguna parte. Habían matado a su mayordomo y primo de Paz, y la ciudad era un caos absoluto.
No todos eran sus enemigos, les seguían mucho y muy fieles, y quizás lo que más le emocionara fue el recibimiento de los Indios que le aclamaban y arrojaban flores a su paso.
A grandes rasgos he trazado lo que fuera la conquista de México. No es posible hacerlo minuciosamente, ya que sería demasiado largo. Cortés era un hombre de su época con un fin.
Cumplió su obra, quedará por los siglos de los siglos, como hombre. Su estrella no brilló siempre. Dios quiso así su destino.
En 1526 comienzan las acusaciones, encabezadas por Gonzalo de Salazar, un enemigo feroz, que antes fuera amigo de él.
Son 38 preguntas de cargo, sobre sus bienes, 15 personales, 15 sobre asun- tos reales, 10 de inmoralidad y falta de escrúpulos, con 53 preguntas por apropiaciones de bienes.
Entre las más relevantes son la muerte de su mujer Catalina Xuárez, muerte de Guatelmoc, de Aguilar, de Moctezuma, insurrección, apropiación del quinto del real, amoríos con mujeres casadas, así un conjunto que han pasado los tiempos y aún no se sabe el veredicto.
Cortés amaba a México, que siendo su madre ya anciana la llevó a aquel mundo nuevo, y allí murió. Y por cosas del destino él murió en Castilleja de la Cuesta. Pidió que sus restos fueran enviados a México y allí están.
en este juicio nunca aclarado de Hernán Cortés, sólo le daba a Dios su veredicto. Nosotros poco podemos hacer si ya nada se ha hecho.
Dios era su Juez.