Nov 022013
 

Mª Ángeles Sánchez Rubio y Rocío Sánchez Rubio.

                                                                                                  

El presente trabajo pretende desvelar un aspecto poco conocido de la trayectoria vital del que fuera obispo de Plasencia durante buena parte del siglo XVI, don Gutierre de Vargas Carvajal. Cuando el obispo se encontraba en el ocaso de su vida, pocos meses antes de morir, protagonizó un singular episodio que terminaría por afectar muy directamente a la ciudad de Trujillo y a algunos de los lugares que por entonces conformaban su tierra. Entre el verano y el otoño de 1558, Don Gutierre concertó con la Corona la compra de un lote considerable de lugares pertenecientes a la jurisdicción de Trujillo que incluía a Madroñera, Madrigalejo, Avililla, El Guijo, El Puerto, Abertura, Marta, Torrecillas, Piedrahitilla y Alcaria, además de  los lugares de Vallecas y Velilla, en la tierra de Madrid. Se trataba de una gran operación desamortizadora que arrebataba a Trujillo, la ciudad cabecera, algunas de las aldeas más importantes de su jurisdicción originando tensiones y conflictos entre las partes implicadas. La muerte de don Gutierre, en plena tramitación de la venta, modificó en parte la compra original, que finalmente se llevó a efecto con algunos cambios y nuevos protagonistas, entre los que se encontraban el propio hermano del obispo y algunos vecinos de Trujillo de los que dos disfrutaban de regidurías en el concejo de la ciudad. Estos dos regidores convertidos en titulares de los nuevos señoríos habían participado muy estrechamente con los Pizarro en la conquista del Perú, perteneciendo al selecto grupo de “los de Cajamarca” que habían retornado a la ciudad enriquecidos tras su experiencia americana. Aunque los hechos que vamos a relatar tuvieron lugar en un periodo relativamente corto, lo que aconteció a lo largo de aquellos meses resultó de enorme trascendencia para el futuro de numerosos pueblos de la tierra trujillana, al afectar a su estatus jurisdiccional alterando significativamente sus relaciones políticas, sociales y económicas. Durante aquellos días se vivieron jornadas muy intensas en Trujillo y grandes tensiones en el seno de su gobierno local. Entre los regidores que debían velar por los intereses de la ciudad se encontraban algunos de los señores que terminarían por adquirir las nuevas villas. Este comportamiento desleal de algunos miembros del cabildo no pasaría de ser un episodio aislado en el anecdotario del ayuntamiento si no fuera por el hecho de que casi todos los regidores habían pretendido, a espaldas del concejo, convertirse en señores de vasallos a la muerte del obispo don Gutierre. Estas maniobras moralmente incompatibles con la pertenecia a la institución concejil  terminarían por salir a la luz ante el desconcierto y la perplejidad de la máxima autoridad de la ciudad, el corregidor.

Son muchos los autores que se han acercado a la figura y a la obra de este complejo y polifacético personaje que tanta huella dejó en la diócesis de Plasencia. Su actividad pastoral y benéfica, su importante mecenazgo artístico, su asistencia al concilio de Trento que tanta impronta dejó en él, el patrocinio de un viaje exploratorio a la Patagonia que se saldó con el descubrimiento del Arauco, o la capilla funeraria que fundó junto a la parroquia de San Andrés en Madrid para el descanso de su familia, han sido temas de interés para una historiografía muy extensa sobre el prelado placentino que se remonta muy atrás en el tiempo. Sin embargo, apenas hemos encontrado referencias en la bibliografía antigua y moderna a esta transacción que el obispo protagonizó en un momento crítico de su existencia, cuando se encontraba ya muy enfermo y le quedaban pocos meses de vida. Ello a pesar de la abundante documentación que sobre este tema se conserva en el Archivo Municipal de Trujillo y en el Archivo General de Simancas donde se custodian los documentos que originaron las ventas efectuadas al obispo. En un reciente trabajo donde abordábamos la política de enajenaciones que afectó a la demarcación trujillana durante el siglo XVI[1], ya tuvimos ocasión de aludir tangencialmente a la figura de don Gutierre y a las compras de lugares que el obispo efectuó en 1558. Quedaron, sin embargo, en ese trabajo numerosos cabos sueltos, hipótesis que por razones de tiempo y espacio no pudimos confirmar y documentación sin consultar que debíamos buscar e incorporar. La oportunidad de estos Coloquios dedicados a don Gutierre en el V centenario de su nacimiento ha sido, qué duda cabe, un aliciente para nosotras a la hora de abordar una nueva investigación centrada, ahora sí, en aquellos episodios que tanta trascendencia tuvieron en la historia de Trujillo y en las poblaciones que se vieron afectadas. 

El territorio y los lugares que configuraron jurisdiccionalmente la tierra trujillana desde la Baja Edad Media la convirtieron en la segunda Comunidad de Villa y Tierra más grande de Extremadura: incorporaba una extensa superficie de más de 300.000 has. y un total de 31 aldeas y lugares vasallos que se encontraban supeditados política, fiscal y económicamente a la ciudad de Trujillo[2]. La mayoría constituían núcleos de población de cierta entidad que terminaron por constituirse en concejos, incluyendo también otros asentamientos de menor tamaño que, con un grado de desarrollo escaso, fueron agrupados desde el punto de vista fiscal bajo el epígrafe de “Aguijones y Colgadizos[3]. Trujillo, la ciudad cabecera, ejercía sobre su tierra un señorío que se encontraba amparado por ley. El dominio jurisdiccional sobre su amplio término fue ejercido por la ciudad mediante diversas estrategias de poder que no siempre transcurrieron por cauces pacíficos ni estuvieron exentas de problemas. Sin embargo, las relaciones intercomunitarias en la tierra trujillana comenzaron seriamente a deteriorarse en el siglo XVI cuando las necesidades dinerarias de la Corona precipitaron la política de enajenaciones que sobre su real patrimonio se llevaron a efecto. A lo largo de esta centuria, los reyes procedieron a vender todo lo vendible, vasallos, pueblos, baldíos, oficios, hidalguías y rentas, con el objeto de remediar los graves problemas de la hacienda regia ocasionados por la costosa política imperialista de los Austrias. Ello a pesar de los privilegios otorgados por los monarcas a diversas ciudades castellanas, entre las que se encontraba Trujillo, de no vender lugares de su jurisdicción y de las promesas que sus antecesores y ellos mismos habían realizado al Reino de no alienar el patrimonio real[4].

Cuando el obispo don Gutierre de Vargas inició los trámites para comprar a la Corona alguno de los lugares de la Tierra de Trujillo, no era la primera vez que la ciudad se enfrentaba al dilema de perder parte de su jurisdicción. En 1538, Carlos I había concedido a Cañamero y a Berzocana sendos privilegios de villazgos mediante el desembolso de 6.000 ducados[5], pese a la oposición de Trujillo que puso todo su esfuerzo económico y diplomático para impedir la pérdida de dos de sus lugares más importantes y de mayor valor. De esta manera comenzaba a reducirse el poder jurisdiccional de Trujillo sobre su amplio distrito a la par que se incoaban larguísimos pleitos entre las nuevas villas y la ciudad tanto por límites territoriales como por cuestiones de competencia. Consumadas las ventas, Trujillo sólo pudo arrancar de la Corona la promesa de que no volverían a venderse lugares de su tierra, aunque con la contrapartida de entregar, a modo de donativo, la suma de 6.000 ducados. Esta carta de privilegio a la ciudad trujillana sería otorgada en Barcelona por el rey Carlos el 16 de abril de 1539 siendo ratificada años después por su hijo Felipe[6].

Sin embargo, los acontecimientos internacionales se encargarían de convertir dicha promesa en papel mojado a pesar de los esfuerzos de los representantes de la ciudad por recordarla en cuantas ocasiones se fueron presentando. Aquel contrato que tanto dinero había costado a Trujillo parecía de nuevo incumplirse cuando el obispo don Gutierre inició los trámites para adquirir varios de los lugares de la tierra trujillana, ante la impotencia de una ciudad que intentó frenar sin éxito aquel proceso disgregador. Coincidía el momento con la reciente proclamación como rey de Felipe II quien además de heredar los numerosos dominios de su padre[7] se hacía cargo de una situación financiera verdaderamente lamentable. La coyuntura internacional era también muy convulsa complicando aún más la situación. En septiembre de 1556 el pontífice y el rey de España se declaraban la guerra y a finales de enero de 1557 se volvían a enfrentar el Rey Prudente y Enrique II de Francia tras una precaria tregua; estos conflictos se sumaban a los ya existentes en otras partes de Europa y en el Mediterráneo.

Desde 1556 hasta el verano de 1559 el rey Felipe gobernó desde los Paises Bajos teniendo a su hermana doña Juana como regente en España. Como sucediera en el pasado con el Emperador, también ahora la mayor parte del esfuerzo financiero para solventar las crecientes necesidades dinerarias de la Corona recayeron sobre la hacienda castellana. Los numerosos frentes de guerra exigían proveer de dinero y tropas arbitrándose diferentes medidas. Entre los recursos extraordinario que se ponen en marcha hay que mencionar la venta de privilegios de varios géneros entre los que se incluyeron las ventas de vasallos y lugares a particulares a costa de la reducción del realengo[8], ello a pesar de las quejas del Reino que demandaban que dichas medidas se revocaran ante la ruina del patrimonio real.

En 1558 desde Bruselas Felipe II autorizará a su hermana Juana a iniciar las ventas de vasallos, villas, lugares y fortalezas sin posibilidad de rescate, a diferencia de las efectuados por el emperador. Estas ventas irreversibles autorizadas –cuya renuncia a la facultad de rescatar se expresa claramente en los documentos- serían aprovechadas por quienes disponían de rentas suficientes para acceder a su propiedad y establecer su dominio. Entre los principales compradores se encontraban prelados, prestamistas, arrendatarios de rentas reales, grandes funcionarios, predominando sobre todo los miembros de la nobleza[9]. Personaje fundamental en las compras efectuadas en la tierra de Trujillo será don Gutierre de Vargas Carvajal, protagonista, como ya hemos adelantado, de una importante operación cuya intencionalidad real no podemos conocer con seguridad. Existen algunos interrogantes que la documentación no ayuda a despejar del todo sobre las verdaderas intenciones del prelado a la hora de comprar los lugares que solicitó a la Corona. Ni la edad ni las circunstancias vitales del obispo, que por entonces se encontraba ya cercano al final de su vida, parecen corresponderse con este negocio aparentemente tan mundano que fue tramitado por su hermano Juan de Vargas, oidor en la Chancillería de Valladolid. Los autores que se han acercado a la biografía de don Gutierre coinciden en señalar que en su vida hubo un antes y un después de su asistencia al Concilio de Trento entre 1551 y 1552. Su contacto con la Compañía de Jesús y el poso espiritual que dejó en él el Concilio tridentino fue un gran revulsivo para el obispo que tuvo su lógico reflejo en la intensa actividad pastoral y benéfica que despliega a partir de entonces[10].

A medida que hemos ido conociendo los detalles de la transacción protagonizada por don Gutierre nos hemos ido reafirmando en la idea de que otros personajes secundarios tenían más importancia en esta historia de lo que las fuentes en principio daban a entender. Entre ellos, hemos de mencionar a don Juan de Vargas, el hermano oidor que llevó personalmente las ventas y que terminaría por posesionarse de algunos de los lugares. Otro tanto cabría decir del regidor y perulero de Trujillo, Alonso Ruiz -de quien nos ocuparemos más adelante- a quien el obispo revendió personalmente el lugar de la Madroñera antes de morir. Aunque con diferente protagonismo, también tenemos que aludir a la figura de don Francisco de Carvajal, el hijo que el obispo tuvo en su juventud y que fue legitimado por su padre días antes de fallecer[11]. No cabe duda de que don Gutierre pensaba también en este hijo cuando se dispuso a hacer las primeras compras.

El 1 de junio de 1558, don Juan de Vargas Carvajal, oidor de la Real Chancillería de Valladolid, procede a realizar en esta ciudad un acuerdo de compra con la Corona en nombre de su hermano, el prelado placentino[12]. Don Gutierre adquiría un primer lote de tierras, vasallos y rentas constituido por el lugar de Velilla, en tierra de Madrid, el lugar de Madroñera, en la jurisdicción trujillana, y las alcabalas de ambos lugares, así como las de la villa de la cual era ya señor en su condición de obispo de Plasencia, Jaraicejo. Dicha compra será confirmada pocos días después, el 7 de junio, por la Princesa Gobernadora, doña Juana, en ausencia de su hermano el rey Felipe II. El valor de lo adquirido sería concretado tras llevarse a cabo las averiguaciones que habrían de llevarse a efecto y que deberían fijar el número de vecinos de ambos lugares (por los que se pagaría a razón de 16.000 mrs. por vecino) y el valor de las alcabalas de los tres núcleos en los 6 años anteriores, para poder realizar una media que fijaría la cantidad por la que el obispo se comprometía a pagar 42.500 mrs. por cada millar. Se pone así en marcha un proceso que no difiere de otros que se están llevando a cabo en la Corona de Castilla según  el poder que para ello Felipe II había dado a su hermana desde Bruselas en abril.

¿Por qué esta compra en un momento en el que iniciar el proceso de creación de un señorío particular, desligado de los intereses de la sede placentina, no parece encajar en la situación vital del obispo don Gutierre?. Tendemos a creer que no era esa creación la intención del obispo y que la compra debe relacionarse precisamente con los cambios ya mencionados que sufre en su vida tras la asistencia a Trento y los contactos con los jesuitas, así como con el estado de su salud, ya muy precaria incluso antes de iniciar ese viaje[13]. Estos dos hechos es posible que movieran al prelado a poner en marcha un proceso de “puesta en orden” de sus asuntos tanto espirituales como terrenales y en este apartado solucionar las “cuentas pendientes” que su no muy ejemplar vida le había deparado. Y decimos esto porque una parte importante de esta primera adquisición del obispo formaría el legado que don Gutierre deseaba dejar a su hijo, don Francisco de Carvajal, y del cual le hará donación pocas fechas antes de partir desde Madrid a Jaraicejo en el que será su último viaje. Pero no adelantemos acontecimientos.

Realizada la compra, se satisface el pago del primer plazo, 10.000 ducados de oro por los que se redacta carta de pago el 20 de junio, a cuenta de lo que sin duda será una importante suma una vez realizadas las averiguaciones que determinen el montante total. Como nuevo señor de las villas de Velilla y Madroñera, el obispo adquiere toda la jurisdicción que hasta entonces competía a los concejos de Madrid y Trujillo, aunque se mantiene con ellos la comunidad en cuanto a aprovechamientos de montes y pastos indicándose que en estos aspectos “no se ynova cosa alguna sino que gozen como hasta aquí han gozado dellos los unos y los otros”. Al obispo corresponderán a partir de entonces los nombramientos de los distintos oficiales del concejo y las nuevas villas contarán con los emblemas que les acredita su exención de la justicia madrileña y trujillana: horca, picota y cepo.

La pregunta que nos planteamos es ¿por qué estos lugares?. Pese a su larga estancia en tierras placentinas como obispo de esta diócesis, don Gutierre se siente unido a Madrid y es ahí donde desea que descanse su cuerpo y donde realiza el monumento funerario que acogerá sus restos y los de sus familiares más cercanos. Por ello no es de extrañar la elección de un núcleo de la tierra madrileña –que no será el último- sobre todo si suponemos que en su mente puede estar que dicho lugar recaiga en las manos de su hijo don Francisco, regidor en ese momento de la villa de Madrid. No necesita explicación el interés del obispo por la villa de Jaraicejo. Es señor de la misma como prelado placentino, conoce el valor de sus alcabalas y han sido continuas sus disputas con el Cabildo de la Catedral por la posesión de la villa.

En cuanto a la tierra de Trujillo, espacio que conoce bien a través de las visitas a los núcleos de la diócesis, el lugar que primero despierta el interés de don Gutierre es el entonces pequeño núcleo de Madroñera. Este lugar cercano a Trujillo, que no contaba con la entidad jurídica que le hubiera supuesto ser uno de los concejos de la tierra y por tanto tener una estructura de tal, había iniciado un lento crecimiento de población desde finales del siglo XV y a efectos impositivos estaba englobado, junto a Torrecillas, Centenera y Aldeanueva, en la agrupación que Trujillo denominaba como “Colgadizos”[14]. Ese interés del obispo por Madroñera nos resultó extraño desde el inicio de nuestro estudio, máxime cuando meses más tarde procederá a realizar un traspaso mediante carta de venta de dicho lugar a Alonso Ruiz, regidor de Trujillo y, como veremos, viejo conocido suyo. La lectura de la documentación del archivo trujillano nos ha permitido entender mejor esta compra ya que las palabras del obispo en la carta de trasmisión del lugar al nuevo propietario –“nuestra yntinçión e voluntad fue que el dicho lugar fuese para el dicho Alonso Ruiz (…) e para él lo compramos”– que nos habían parececido antes tan sólo una fórmula que justificara este traspaso, sin embargo hemos podido comprobar que respondían a la realidad.

 

Las averiguaciones de Madroñera.

Con la compra de los lugares ya citados, se iniciaba  un proceso que conocemos bien para el caso de Madroñera y que no debió ser muy diferente en Velilla. Desde la Corte se envía a Madroñera un juez comisionado tanto para dar la posesión al nuevo señor como para llevar a cabo las averiguaciones que permitirían posteriormente calcular el valor total que el obispo debería satisfacer por la compra. En este caso, Francisco de Santa Cruz, juez comisionado para todo lo anterior, se dirige a Madroñera donde sabemos que está el 9 de agosto de 1558 dispuesto a dar la posesión de la nueva villa a su señor, en este caso al doctor Juan de Ayora, provisor del obispado y a quien don Gutierre apoderaba el día anterior, 8 de agosto, en Jaraicejo.

A lo largo de los siguientes días de este mes y hasta mediados del siguiente, Francisco de Santa Cruz llevará a cabo una exhaustiva investigación para conocer fielmente cuántos son en realidad los vecinos de Madroñera, intentar aclarar dudas que pesan sobre algunos de ellos en cuanto a su condición de vecinos de la nueva villa o de la ciudad, evaluar todas las transacciones que en los últimos seis años han generado el pago de las alcabalas del lugar y en todo momento enfrentarse a las trabas que el regimiento trujillano, con el corregidor don Juan de Salazar a la cabeza, intentarán poner a todo este proceso, oponiéndose a lo que supone una pérdida más de la jurisdicción trujillana iniciada con la exención de las villas de Cañamero y Berzocana veinte años antes.

También a lo largo de este proceso, son numerosas las referencias que encontramos en los libros de actas del concejo trujillano sobre la actitud que tomará la ciudad y los mecanismos que se ponen en marcha para lograr retener en su jurisdicción el lugar. Nos resultaba extraña la ausencia a los distintos ayuntamientos de estas fechas del regidor Alonso Ruiz, no sólo porque nos parecía que debía ser interesante verle actuar en un asunto en el que él se involucraría meses después sino porque su presencia en los ayuntamientos de los meses anteriores era bastante constante y destacaba aún más su ausencia. Y ésta quedó explicada -y las palabras del obispo confirmadas- en la sesión que tiene lugar el 21 de octubre de 1558[15], ya finalizada la estancia del juez en Madroñera y puestos en marcha los mecanismos judiciales que la ciudad ha emprendido para tratar de no perder este lugar de su tierra. En ese ayuntamiento, el concejo trujillano decide tratar lo que s e ha de hacer y pedir en la Corte sobre el asunto y el teniente de corregidor, bajo el que discurre la reunión, solicita que el regidor Alonso Ruiz salga de la sala[16] donde se celebra la sesión “porque le tyenen por parte en el negoçio aunque va por mano del señor obispo de Plasençia” y por tanto ser contrario a las leyes su presencia. Las propias palabras de Alonso Ruiz demostrarán en su contestación que lo dicho por el teniente no es una mera sospecha, pues reconoce que ya ha salido de otras sesiones (quizás aquéllas en las que no nos explicábamos su ausencia) por mandato del corregidor sin llegar a tocar el tema de Madroñera (“por respeto a la justiçia y porque le dezían que se trataba negoçio de la Madroñera”), a lo que ahora se niega. Confirma la venta al obispo, que ésta es firme, y que al tratarse en aquella sesión el tema de los términos, excesivos o no, que el juez de comisión ha determinado para la nueva villa, tiene interés en dar su opinión[17]. Tan sólo una pena de 50.000 mrs. con que le amenaza el teniente de corregidor harán a Alonso Ruiz cumplir el requerimiento de su salida. Vemos así cómo la compra de este lugar por parte del obispo responde a un interés ajeno, el de Alonso Ruiz, y el prelado no es sino un mero intermediario que abre las puertas de la maquinaria burocrática a una persona que quizás no hubiera tenido las mismas facilidades para alcanzar sus objetivos. Es posible también que con este servicio, don Gutierre pretendiera con ello saldar antiguas deudas de gratitud pendientes con Ruiz.

Volvamos atrás. Aunque la documentación que se remite a la Corte desde el antiguo “Colgadizo” y ahora villa de Madroñera aparece diferenciada en cuanto al proceso de averiguación del padrón de vecinos y el de las alcabalas, generando cada uno de estos apartados una documentación diferente[18], lo cierto es que son procesos que el juez Francisco de Santa Cruz lleva a cabo al mismo tiempo y en las mismas fechas y que culminarán con el envío de sendos expedientes al Consejo de Hacienda para continuar el procedimiento.

Realizaremos un seguimiento de las averiguaciones que se realizan en Madroñera por el valor documental que tiene y porque nos permite conocer detalladamente el proceso administrativo de enajenación que tendrá lugar. Por otra parte, este análisis pretende destacar también la importancia de esta fuente desde el punto de vista de los estudios de historia local. En este sentido, las averiguaciones resultan especialmente valiosas por los datos demográficos y económicos que aportan y que caracterizan las estructuras y unidades familiares de estos pequeños núcleos emergentes de una ciudad realenga, permitiéndonos conocer el número de casas habitadas y la importancia económica de sus habitantes..

El 9 de agosto de 1558, Francisco de Santa Cruz está presente en Madroñera con un traslado realizado en Valladolid el 27 de julio del asiento de compra concertado entre la Corona y don Gutierre para iniciar el proceso[19], siendo el obispo representado por su hombre de confianza en el obispado, su provisor el doctor Juan de Ayora, que tantas veces ha actuado en su nombre a lo largo de sus años en la sede placentina[20], y por el vecino de Trujillo Martín Becerra a quienes manda que se dé la posesión del lugar y sus términos en su nombre.

No parecen estar muy calmados los ánimos en el pequeño núcleo y no son sus vecinos los que protagonizan los alborotos. El escribano encargado de dar fe de todo el proceso, Juan Díaz de Pedrosa, hace constar cómo desde la ciudad de Trujillo, ante el conocimiento del procedimiento que se iniciaba, acude el corregidor, don Juan de Salazar, su teniente, cuatro regidores[21]e otra mucha gente armada e con  alguaziles an venido a este dicho lugar a ynpedir y estorvar la dicha posesión y a no la dexar tomar”, situación que obliga al doctor Ayora a pedir al juez que mande a tales personas que se vayan del lugar y abandonen las varas de justicia con las que han acudido. A partir de ese momento actuarán como representantes de la ciudad los regidores Luis de Chaves y García de Tapia junto al procurador Rodrigo López quienes pretenden que el juez comisionado no proceda a dar la posesión del lugar aduciendo, como una y otra vez hará la ciudad a partir de ahora, el privilegio concedido por Carlos V de no volver a enajenar lugares de la tierra de Trujillo y que tan costoso había sido para las arcas trujillanas. El juez se limitará a hacer leer dicho documento y remitirlo a Su Majestad y al Consejo de Hacienda, a la vez que prohibe que a partir de ese momento las autoridades de la ciudad actúen en Madroñera debiendo abandonar las varas que simbolizan dicha autoridad. Al no recibir la respuesta deseada, los representantes de Trujillo proceden a recusar al juez y al propio escribano requiriéndoles que se ajusten a la ley y por tanto se inhiban en este proceso.

Los requerimientos de la parte trujillana serán ignorados por Francisco de Santa Cruz,  que procede en los días siguientes a cumplir su cometido ante la atenta e inspectora mirada de las tres partes interesadas: la ciudad, con sus representantes delegados -que se consideran así mismo representantes de los vecinos-, el obispo don Gutierre, presente a través de sus dos apoderados, y la Corona, cuyos intereses defiende Pedro de Alviz, escribano de Su Majestad. Y el primer paso ha de ser el más significativo puesto que debe efectuar el acto de entrega de posesión de la nueva villa al nuevo señor, para lo que intenta contar con la presencia de los vecinos, cosa algo difícil ante las presiones que éstos reciben de los regidores trujillanos que les conminan a no acudir a dicha convocatoria, pretendiendo obstaculizar de este modo dicha posesión. Ello puede ser constatado por el propio juez que ve cómo algunos de los vecinos, ante su presencia, huyen del pueblo y ha de imponer a los cuatro regidores de Trujillo un alejamiento de al menos una legua del lugar, bajo pena de 500 ducados en caso de no cumplirlo y de trasladar a Su Majestad esta actuación para que proceda contra ellos.

Finalmente, el 11 de agosto, casi de noche, el juez consigue congregar a un reducido número de vecinos (Andrés Martín, Pedro Alonso de Malpartida, Diego de Ávila, Juan Carrasco, Pedro Sánchez y Bartolomé Sánchez) que declaran no estar allí por su voluntad y que sólo el temor a las penas les ha movido a presentarse. Y aun con tan poco auditorio, se procede a dar lectura de la provisión real que comisionaba a Francisco de Santa Cruz para dar esta posesión, que será obedecida por los vecinos pero de la que protestan por considerarse vasallos de Su Majestad. Francisco de Santa Cruz ha de aprovechar esta escasa presencia y “después de anocheçido y con candela” manifiesta que “dava e dio y entregava y entregó la posesión de la dicha villa de la Madroñera y sus terminos con todos sus vasallos e juridiçión çebil e criminal” al doctor Ayora a la vez que le entrega las tres varas de justicia que representan la nueva autoridad y que como prerrogativa del nuevo señor él ha de entregar a los nuevos oficiales.

Los vecinos convocados besarán las manos del doctor Ayora en nombre de don Gutierre, prestándole la obediencia debida como señor de la nueva villa. Juan de Carvajal, sillero, vecino de Trujillo será el nuevo alcalde mayor que entenderá en las causas civiles y criminales; Francisco Díaz, vecino de Madroñera, será el nuevo alguacil mayor mientras que otro vecino, Pedro Alonso de Malpartida, será el nuevo alcalde de la Hermandad, jurando los tres sus cargos ante el representante del ya señor de la villa. Juan de Toro será el nombre del nuevo escribano y conocemos igualmente el nombre de los dos regidores que serán nombrados con posterioridad, Diego de Ávila y Andrés Martín[22]. Y todo ello bajo la mirada de quienes recibieron la orden de alejarse del lugar y para quienes Ayora solicita prisión por no haber permitido que la posesión se realizara pacíficamente.

Falta el último trámite que cierra administrativamente el relevo de autoridad y la separación de la justicia trujillana. El día 13 de agosto se permite al representante del obispo y a las justicias por él nombradas erigir los símbolos e insignias de su jurisdicción, la horca y la picota, colocando un madero alto por picota junto a unos peñascos en unos cercados.

A lo largo de ese mes, los trámites que seguirá el juez comisionado tienen que ver con la otra parte de lo a él encomendado. Ha de proceder por un lado a realizar las averiguaciones que le permitan conocer con exactitud el número real de vecinos con que cuenta la nueva villa, solicitando el 17 de dicho mes a las nuevas autoridades que le entreguen el padrón del vecindario donde han de quedan incluidos todos los vecinos y moradores de Madroñera, “quier sea clérigo o lego o hidalgo o pechero, rico o pobre o biuda o menores o huérfanos” indicando en el caso de viudas o mujeres solteras los hijos que cada una tuviera, si son todos de un matrimonio o no, bajo qué tutela se encuentran y en el caso de los menores huerfanos, quiénes son sus tutores. Toda esta minuciosidad responde a la redacción del contrato que la Corona establecía con el comprador de vasallos, ya que clérigos, hidalgos y viudas contaban como medio vecino mientras que los menores de un matrimonio bajo su tutela serían contabilizados como un vecino, y de acuerdo a este cómputo se valoraría finalmente la compra por un precio de 16.000 mrs. por cada uno de ellos.

El padrón que realiza el alcalde mayor y los dos regidores está compuesto por 15 vecinos pecheros (de los que uno se indica su condición de viudo), una viuda pechera (la de Juan García), 6 vecinos hidalgos (contabilizados cada uno de ellos como medio vecino), dos viudas hidalgas (Mencía de Sosa y Juana González, esta última señalada como vecina de Trujillo), una doncella (Catalina González) y como menores huérfanos aparecen los hijos de Pedro Méndez, Francisco y Juan, de quienes se menciona su curador, un vecino del lugar también pechero. En total, 28 vecinos cuya valoración diferenciada (medio vecino para hidalgos, clérigos y viudas) determinarán una cantidad de 21 vecinos y medio, recuento que sufrió algunas modificaciones posteriores pues en un añadido junto al padrón se indica que son 24 y medio los vecinos resultantes de las averiguaciones. Igualmente señalan al juez la presencia con casa y granjería en el lugar de Alonso Ruiz, luego señor de la villa, aunque se le considera vecino de la ciudad de Trujillo.  Como vemos, una composición variada en la que son mayoría los pecheros, con escasa presencia de mujeres solas, solteras o viudas, y un único caso de huérfanos bajo la tutela de otra persona por ser sus padres difuntos.  De este padrón, tan sólo expresan sus dudas los propios redactores de la condición de vecinos de la villa en el caso de Juana González y Alonso Ruiz, a los que incluyen para que se averigüe la verdad. Y es a este tema al que dedicará gran parte de las siguientes jornadas el juez, iniciando un recuento que pretende ser exhaustivo del modo más expeditivo posible: recorrer la villa, entrar en cada una de las casas y obtener una información pormenorizada de todos y cada uno de los moradores de las mismas. Desgraciadamente el informe no recoge la totalidad de tales visitas que hubieran permitido obtener una precisa radiografía de las estructuras familiares de este núcleo de unas 28 casas.

En este recorrido se hará acompañar por el escribano del rey, Pedro de Alviz, y por el representante del obispo, Juan de Ayora, que darán fe de la corrección del recuento, así como de un vecino de la villa, Diego Jiménez. Cada uno de los vecinos cuya casa se visita juran ante el juez y describen a todos los componentes de la familia, criados o allegados que conviven en la casa así como las pertenencias y bienes raíces que poseen en la villa o en otro cualquiera de los lugares de la tierra:

-Diego de Ávila tiene en su casa a su cuñado, de unos 22 años[23], mozo soltero y que posee en la villa un pequeño trozo de tierra, viviendo a soldada y no gozando de los derechos de vecino.

-Juan Sánchez, vive con su mujer, casada anteriormente con un vecino de Trujillo y de su primer marido tiene una hija de 8 años bajo su custodia y sin bienes en Madroñera pero sí en las Huertas de Gil Delvas (casa y huerta) que dejó el padre a la menor.

-Salvador Sánchez vive igualmente con su mujer, también viuda de un primer matrimonio del que quedaron 4 hijas todas menores bajo su custodia y con escasas posesiones en Madroñera.

-Juana García es viuda con dos hijos varones y una hija, todos bajo el amparo de la madre.

-Diego de Valencia, de 65 años, sin más familia que los hijos de su difunto hermano Cristóbal, uno en Indias y otro bajo la custodia de su madre, aquí en Madroñera.

Ninguno supo firmar. Hasta aquí las comprobaciones que se conservan ya que el resto de la averiguación se centrará en establecer mediante testigos la calidad de vecino que podrían tener Juana González, viuda de Cristóbal de Valencia, y Alonso Ruiz, regidor de la ciudad. Comparecen primero las nuevas autoridades de la villa y, tras jurar, el interés del juez se dirije a comprobar si gozan de los aprovechamientos del ejido y dehesa boyal que les otorga su condición de vecino, dónde satisfacen sus diezmos y pagan sus alcabalas.

Juana González, como hemos indicado viuda de Cristóbal de Valencia, tiene en Madroñera, a decir de los testigos, unas “casas muy buenas” y en el ejido una viña, una huerta, tres cercas de pan llevar, un molino harinero y un huerto con pozo; reside la mayor parte del año en Madroñera donde tiene casa poblada desde hace unos 30 años y todos la tienen por vecina de Madroñera, recibiendo como tal las suertes del ejido y dehesa cuando se labra y pasta por los vecinos. Tiene bajo su tutela a dos hijas y un hijo menores y otro que marchó a Indias (Pedro Alonso de Valencia) del que no sabe si es vivo o muerto pero que de vivir tendría unos 20 años[24].

Alonso Ruiz, del que ya hemos hablado, tiene su casa, mujer y familia en Trujillo y en el ejido de Madroñera posee una casa principal con casas accesorias para el servicio, dos cercas de pan llevar junto a ellas y otras dos en esta villa, además de viña junto al alijar de Trujillo y goza de los mismos aprovechamientos que otros vecinos de Madroñera desde hace unos 12 ó 14 años, teniéndole igualmente por vecino de la villa.

Esta postura, la de considerarles vecinos, será la defendida por el representante real quejándose de las presiones que algún otro habitante de Madroñera recibe del nuevo alcalde para marcharse de la villa (se dice que a Herguijuela[25]) y bajar así el precio que debe satisfacer el obispo. Como vemos, intereses encontrados que tienen de fondo la economía y que no dejan de producir la paradoja de que se esté dilucidando si Alonso Ruiz, como destinatario final de la compra, habrá de pagar o no por sí mismo como vasallo suyo. En la parte contraria, el nuevo alcalde ha de defender los intereses de su nuevo señor y presenta a Alonso Ruiz como vecino de Trujillo, cuya casa en Madroñera no es sino un lagar y casa de granjería y que sólo reside en la villa en el tiempo de la siega y la vendimia, acudiendo él o su mujer para atender a sus tierras, siendo parroquiano de San Martín en Trujillo donde satisface sus diezmos y también en la ciudad paga sus alcabalas. Esta misma situación la indican para el caso de Juana González, parroquiana de la iglesia de la Vera Cruz de la ciudad y por lo tanto ninguno de ellos debe ser incluido en el padrón. Aducen además los testigos presentados por el obispo que es costumbre que los vecinos de Trujillo, cuando tienen casas y granjerías en las aldeas y lugares de Trujillo, gocen de los aprovechamientos de tal lugar y siembren en los alijares y baldíos de los mismos, por ser tierra común, pero contribuyendo con el diezmo en la parroquia de la cual son vecinos y lo mismo ocurre con las alcabalas, satisfechas en el lugar en el que están avecindados pese a que la transacción se haya realizado en cualquiera de las aldeas del término. También presentan dudas sobre la condición de vecino de Blas García, lagarero en la viña de Juan de Camargo y sin bienes en Madroñera. Vemos desfilar  como testigos a vecinos de Madroñera (Hernán García Raposo) y vecinos de Trujillo (los clérigos Juan Tierno y Hernando Alcocer, con licencia del vicario de Trujillo, Duarte López, Juan Báez,  Álvaro Solana y Juan de Camargo) quienes confirman de forma reiterada las alegaciones que su parte pretende demostrar, insistiendo en la condición de feligreses de las parroquias de Trujillo y la vecindad trujillana de Juana González y Alonso Ruiz quienes, aun teniendo posesiones en Madroñera, por ser ésta uno de los “Aguijones y Colgadizos”, no dejan de ser vecinos de la ciudad tal y como señala Juan Báez, arrendador que ha sido de las alcabalas de Madroñera. El propio Juan de Camargo será el encargado de presentar las razones que permiten descartar a su lagarero como vecino de la villa ya que su estancia en ella lo es como asalariado suyo y acude a la ciudad cuando los trabajos en sus tierras precisan de su ayuda habiéndole, requerido para que le conceda una casa en la ciudad y poder volver a residir en ella.

Todas estas alegaciones son recogidas por el escribano que finalmente remitirá al Consejo de Hacienda las averiguaciones realizadas y con las que definitivamente se valoró el precio de la villa. Como ya dijimos, de los 21 vecinos y medio que recogía el padrón inicialmente presentado, el Consejo pasa a considerar que el número de vecinos por los que el obispo ha de satisfacer la cantidad de 16.000 mrs. son 24 y medio, lo que nos hace suponer que no tomaron en consideración los testimonios presentados y que todos aquellos de quienes existían dudas[26] fueron finalmente declarados como vecinos. Se comprueba por tanto la curiosa situación de que unos meses más tarde Alonso Ruiz, al pagar al obispo don Gutierre la cantidad estipulada por la compra, satisface por sí mismo esos 16.000 mrs.

El segundo de los aspectos que debe resolver el juez Francisco de Santa Cruz es obtener la información precisa para remitir al Consejo de Hacienda una estimación de lo que han supuesto las alcabalas cobradas en Madroñera a lo largo de los años 1552 a 1557, con objeto de calcular el promedio que de nuevo sirva de base para establecer el precio que deberá abonar don Gutierre. En este asunto el doctor Ayora es sustituido por otro clérigo, Hernán López, que actuará como representante de los intereses del nuevo señor[27].

La información debe en este caso partir de otra fuente, quienes han  sido los arrendadores de dichas alcabalas en esos años (Martín Díaz, Cristóbal Solana, Juan Báez y Pedro Hernández de Gurría) que habrán de presentar memoriales de todos los capítulos que tales impuestos englobaban, en este caso dentro de lo que en Trujillo se denominaban “Aguijones y Colgadizos”. El impuesto de alcabala, que gravaba las transacciones comerciales e intercambios realizados a lo largo del año suponía una cantidad del 10% del valor de la transacción y en este caso aparece desglosada en dos importantes apartados: por un lado la de ganados y heredades (que gravaba los intercambios de tierras y ganados vacunos, ovino, caprino y porcino) y la llamada alcabala “de vecino a vecino” cuyo objeto son las pequeñas o grandes ventas que se realizan, tanto en la villa como en el mercado[28] franco de cada jueves y en la feria de mayo en la ciudad, de queso, lana, pollos, gallinas, huevos, bestias, trigo, cebada y centeno entre los vecinos del lugar. En este caso, en la villa de Madroñera, se nos dice que, dado su pequeño tamaño, no hay taberna, carnicería, pescadería ni tienda de aceite o candela que pudiera generar alcabala. Los diezmos eclesiásticos, por su parte, corresponden a la iglesia de la villa de Madroñera.

Los datos que se nos proporcionan  nos hablan del escaso valor de lo recaudado acorde a la entidad de la población. Igualmente cabe señalar el reducido número de vecinos que generan las alcabalas de ganados y heredades, mientras que la casi totalidad de los habitantes de Madroñera realizan transacciones –suponemos que de escasa entidad- que son gravadas por las alcabalas de vecino a vecino y por las que suelen igualarse con los arrendadores de las mismas, pagando una cantidad fija en especie que cubriría las ventas efectuadas[29].

 

Valor de las alcabalas de Madroñera de ganados y heredades

Año

Valor Vecinos Valor mínimo Valor máximo
1552 3.093 mrs. 11 72 mrs. 900 mrs.
1553 4.341 mrs. 13 27 mrs. 1.379 mrs.
1554 7.379 mrs. 17 34 mrs. 1.142 mrs.
1555 3.934 mrs. 12 163 mrs. 975 mrs. [30].
1556 3.250 mrs. 14 61 mrs. 688 mrs.
1557 4.925 mrs. 14 68 mrs. 850 mrs.

                   Fuente: A.G.S.  Expedientes de Hacienda. Leg. 423. Fol. 5 (elaboración propia)

 

Todo esto se alargará hasta el 5 de septiembre en que el representante del obispo reclame conocer las averiguaciones de alcabalas que se han hecho en secreto y que deben ser dadas a conocer a las partes para saber si son ciertas y perjudican o no a los intereses de su representando. Se insiste en que ya es tiempo de ello al llevar el juez 28 ó 29 días realizando tales averiguaciones. El día 18 se leerán ante el representante de don Gutierre, de nuevo el doctor Ayora.

El último apunte temporal que cierra la información que esta averiguación nos proporciona tiene lugar el 22 de septiembre de 1558 en Madroñera. Ese día se notifica la provisión real y el auto de respuesta que desde la corte se envía a don Juan de Salazar, corregidor de Trujillo, a su teniente de corregidor y a los cuatro regidores que iniciaron los alborotos al comenzar la actuación del juez. En el documento se da por buena la actuación del juez comisionado, decisión que acatan pero que no les hace desistir de sus argumentos en contra de este desmenbramiento de su tierra a favor del obispo. De nuevo es el privilegio otorgado en 1538 a la ciudad lo que les sirve de argumentación para seguir declarando que Madroñera no puede ser enajenado ni sacado de su jurisdicción, considerándola tierra de Trujillo.

 El propio Emperador se convertía en un referente para esta ciudad y su cercanía en Yuste movió al concejo a decidir que el regidor Pedro Suárez de Toledo se desplazara hasta el monasterio para solicitar que Carlos V, de quien la ciudad había obtenido el mencionado privilegio, mandara que el asunto de Madroñera, que lo contravenía, fuera tratado en el Consejo Real[31]. Tal decisión, que fue adoptada el 12 de septiembre, llegó muy tarde porque cuando el regidor pudiera llegar a Yuste el emperador se encontraba agonizando, muriendo el 21 de ese mismo mes[32].

Sin embargo, la batalla no sólo se libraba en tierras extremeñas sino también en la corte; por esos días se encontraba en Valladolid el regidor Juan de Chaves gestionando el mismo asunto en el Consejo de Hacienda. Trujillo estaba dispuesto a pagar por Madroñera la misma cantidad que se pedía al obispo pero exigía seguridades y compromisos del poder central[33].

 

Las nuevas adquisiciones de don Gutierre.

Durante el otoño de 1558, Trujillo emprenderá todas las acciones legales a su alcance para conseguir no sólo el retorno de Madroñera a su jurisdicción sino también la paralización de nuevas ventas al obispo don Gutierre, que todo apuntaba iban de nuevo a producirse a juzgar por las noticias llegadas a Trujillo a mediados de octubre. Resulta fácil imaginar las tensiones que se debieron vivir en el concejo de la ciudad durante aquellos días tan cruciales; no sólo estaba en juego Madroñera sino también otros muchos lugares de la tierra que estaban a punto de perderse. Las actas municipales reflejan la gran preocupación de la institución concejil por un proceso que se gestaba lejos de Trujillo y a espaldas de sus vecinos. El 24 de octubre un nuevo representante era enviado a la corte con mucha urgencia, se trataba del regidor Bernardino de Tapia quien marchaba para proseguir en el asunto de Madroñera y, sobre todo, para impedir las nuevas segregaciones[34]. Los días que pasó el regidor Tapia en Valladolid, aparte de suponer un gran gasto para las arcas de la ciudad, no sirvieron de nada, pues el 16 de noviembre de 1558[35] la Princesa Gobernadora otorgaba al obispo don Gutierre el asiento de una nueva venta. Pero esta vez se trataba de un lote considerable de lugares de la tierra trujillana: Madrigalejo, Avililla, El Guijo, El Puerto, Abertura, Marta, Torrecillas, Piedrahitilla y Alcaria, a los que se sumaba Vallecas en la demarcación de Madrid.

Este segundo acto contractual del obispo de Plasencia parece más difícil de entender que la primera compra efectuada por el prelado meses atrás. Resulta descabellado pensar que don Gutierre optara por convertirse en el titular de un gran señorío dentro de la tierra de Trujillo cuando sus preocupaciones vitales y espirituales en aquel momento eran otras y se encontraba ya muy enfermo. Cada vez estamos más convencidas de que el obispo no fue el único protagonista de esta historia y que otros personajes se valieron de su nombre, de su prestigio y de sus relaciones con las altas instancias para abrir puertas y conseguir objetivos inconfesables.  Es decir, creemos que el obispo fue un mero intermediario de una importante operación que terminó por beneficiar a otras personas tanto de su entorno familiar como de fuera. Esta hipótesis sale reforzada al conocerse  todos los detalles de lo que aconteció al morir el obispo y las soluciones que se arbitraron para reconducir las ventas que se le habían adjudicado[36].

En primer lugar hemos de mencionar al hermano del obispo, don Juan de Vargas, que fue quien se encargó de tramitar desde el principio todas las ventas ante el Consejo de Hacienda. En su calidad de oidor de la Chancillería de Valladolid manejaba como pocos la maquinaria administrativa y los resortes del poder y, al igual que el obispo, estaba bien relacionado y gozaba de una gran reputación que años después le serviría para acompañar al duque de Alba a los Paises Bajos y asistirle en el asunto de las confiscaciones a los rebeldes[37]. Es muy probable que el lugar de Vallecas, que se había incluido en el segundo lote, tuviera en realidad como destinatario final al oidor de Valladolid, quien sin embargo tuvo que conformarse con otros lugares de la tierra trujillana al retirar la Corona la posibilidad de comprar Vallecas ante las alegaciones presentadas por Madrid.

Otro protagonista indiscutible es el ya aludido regidor de Trujillo, Alonso Ruiz, quien se convertiría en señor de Madroñera todavía en vida del obispo al traspasarle éste la compra del dicho lugar. Antes de confirmarse este traspaso, el concejo trujillano ya conocía con seguridad que Madroñera terminaría en manos de este regidor y que en realidad el obispo había comprado el lugar para él. Ya hemos aludido a las obligadas ausencias de Alonso Ruiz a las sesiones del ayuntamiento en las que se trató el tema de la venta. Aunque no sabemos con exactitud las razones que movieron a don Gutierre a convertir a Alonso Ruiz en señor de Madroñera, sospechamos que el obispo pretendía con esa acción beneficiar a quien le había prestado un gran servicio en el pasado.

Alonso Ruiz[38] fue uno de los indianos que retornó del Perú con una fortuna nada desdeñable que le permitiría acceder al gobierno de la ciudad y ascender en la escala social. No era originario de esta ciudad pero sus relaciones con los Pizarro y su íntima amistad con Lucas Martínez Vegaso, un conocido comerciante y encomendero trujillano a quien conoció en Perú, le vincularon para siempre a Trujillo donde se avecindó y casó con Isabel Martínez, la hermana de su gran amigo. Ambos habían llegado muy jóvenes al Perú y se encontraron juntos en los episodios más importantes de la Conquista, siendo beneficiados en sucesivos repartos y receptores de ricas encomiendas en la jurisdicción de Arequipa. Entablaron desde el principio una relación basada en la amistad y la solidaridad que sellaron con una compañía que sólo fue disuelta en 1540, cuando Alonso decide regresar a España para casarse con Isabel. Su viaje coincidió también con su elección como representante de la justicia y regimiento de la Villa Hermosa de Arequipa para obtener mercedes ante la corte. Pudo ser entonces cuando las vidas de don Gutierre y de Alonso Ruiz se cruzaron y cuando el perulero prestara un gran servicio al obispo placentino.

En 1536, don Gutierre había obtenido una capitulación para que su hermano Francisco de Camargo dirigiera una expedición a Ultramar que fue financiada y patrocinada por el obispo, aunque fallida en sus resultados; sólo una nave conseguiría llegar a Arequipa después de atravesar el Estrecho de Magallanes. Los detalles de lo acontecido en el Perú, donde fueron vendidos el barco y la carga, fueron conocidos por el obispo en 1541, año en el que por real cédula se ordenó que se repusieran los bienes y los derechos incautados al prelado. A juicio de Pedro José Dermit, buen conocedor de esta expedición a la que ha dedicado varios trabajos[39] el obispo sólo pudo enterarse de lo que había acontecido en Arequipa por la información transmitida por Alonso Ruiz en el viaje que le trajo a España. De ser así, parece clara la intencionalidad del obispo al traspasarle la propiedad de Madroñera, un pueblo al que se encontraban muy vinculados el gran amigo de Alonso y su esposa Isabel por línea materna[40]. Desde su llegada a Trujillo Alonso Ruiz mostró mucho interés por este lugar, edificó casa y compró tierras como se demostró en las ya citadas averiguaciones que se hicieron para hacer el padrón cuando la nueva villa fue adquirida por el obispo. Alonso Ruiz, que pronto incorporó a su nombre el apellido Albornoz, recibió la ayuda inestimable de don Gutierre para convertirse en señor de vasallos de un lugar al que se sentía unido por lazos afectivos.

Creemos además que Alonso Ruiz jugó un papel determinante a la hora de señalarse algunos de los lugares que la Corona vendió al obispo en el segundo asiento. Estamos convencidas de que el objetivo de las ventas estuvo bien planificado y de que los lugares que se incluyeron en el concierto no se eligieron al azar. Las personas que terminaron por quedarse con sus jurisdicciones tenían intereses y propiedades en ellos o en sus inmediaciones. Es muy probable que el regidor que se apropió de Madroñera resultara de gran ayuda a la hora de allanar el camino a otros señores que se hicieron con la propiedad de los lugares pertenecientes a la jurisdicción de Trujillo. Conocer la identidad de estas personas resulta esclarecedor como tendremos ocasión de comprobar. Aunque también lo es conocer los detalles de lo que aconteció en Trujillo, dentro de su gobierno local, cuando llegaron las noticias de las nuevas ventas.

Como cabría esperar, tanto esta ciudad como Madrid se opusieron a la compras presentando alegaciones que consiguieron detener el proceso de toma de posesión sobre los lugares mencionados. Recordemos que en el caso de Trujillo se encontraba en la corte su representante Bernardino de Tapia quien había sido comisionado el 24 de octubre para permanecer 30 días con el objeto de impedir nuevas ventas. El regidor se hallaba todavía en Valladolid cuando doña Juana firmó el nuevo asiento de venta con el obispo don Gutierre (16 de noviembre). Por tanto Trujillo fue muy rápida en presentar sus alegaciones ante el Consejo de Hacienda, encargándose de ello Bernardino de Tapia que por tal motivo retrasa su regreso a Extremadura[41].

Las alegaciones resultan interesantes de conocer porque permiten obtener una panorámica de todos los lugares afectados y las razones argumentadas por Trujillo para impedir que las ventas tuvieran lugar.  El regidor solicitó “que la venta no hoviese efecto” señalando que de ella resultaría a la Corona “poco provecho” porque a excepción de dos de los lugares, el resto “no tienen forma de pueblos ni lo son, sino caseríos y otras dehesas çerradas que tienen grandes términos y son de personas particulares[42]. Tapia realizó un recorrido exhaustivo describiendo uno a uno todos los lugares señalados en el asiento de venta al obispo don Gutierre, advirtiendo de los inconvenientes que resultarían no sólo para Trujillo sino también para los numerosos propietarios y vecinos de aquellos lugares.

(…) porque el lugar que llaman Alcaria tiene un vezino tan solamente que se llama Juan Núñez de Prado y sus hermanos y es dehesa çerrada de particulares y en medio del tiene un exido pequeño con el qual alindan todas las dehesas de la dicha Alcarria y es para poder hazer casas en él los vezinos herederos de las heredades que con él alindan, que son el dicho Juan Nuñez de Prado e su hermano y los herederos de Françisco de Gaete e de otros muchos. Y el lugar del Guijo, asi mismo, es dehesa çerrada de particulares herederos y monasterio, en la qual cada un heredero tiene su parte conoçida para pastalla, labralla o arendalla, sin que ninguno goze de lo del otro, que son los herederos doña Françisca de Chaves, Pedro de Orellana, cuya diz que es Orellana de la Sierra, Estevan Rengel de Tapia, Estevanía de Paredes, la de Pedro Alonso de Gironda, Sancho de Carvajal, regidor, Sancho de Contreras, el monasterio de Santa Maria de la çibdad de Trujillo, un monasterio de monjas de la çibdad de Mérida e otros muchos herederos, cuyas diz que son las dichas dehesas que se llaman todas ellas el Guijo. Que el lugar de Piedrahitilla es dehesa ansí mismo çerrada que no tiene vezino alguno y ay en ella un exido pequeño para en él hazer casas los herederos que alindan con él (…)  y es de muchos particulares que son Martín de Orellana, Estevan Rengel de Tapia y la muger de Alonso Piçarro de Torres, Álvaro de Contreras e de otros muchos herederos que son de la dicha dehesa que se llama el lugar de Piedrahitilla.  Que el lugar de Avililla tiene siete vezinos que todos son cavalleros hijosdalgo de la dicha çiudad de Trujillo y tienen gran término que lo gozan los que allí moran para poder labrar cada uno su parte conosçida y que algunos veçinos de la dicha çiudad de Trujillo que son allí herederos y no otros pueden pastar en el dicho término. Y que el dicho lugar de Avililla no tiene iglesia ni alcaldes, por lo qual el pan que en él se coje se diezma en la yglesia del lugar de Plasençuela que con él alinda y está junto y que son los herederos Pedro Durán, Martín de Orellana, Rengel de Tapia e Françisco Piçarro. El lugar de Torrezillas, que tendrá hasta treynta casas y gran término de más de una legua en que ay heredades de particulares que se pasta en comunión por los que alli biven(…). Los herederos de las quales son Pedro Calderón Altamirano, Pedro Calderón de la çiudad regidor, Alonso de Mendoça, Françisco de Monroy e otros muchos. Que el lugar del Puerto tendrá hasta ochenta vezinos y tiene gran término de más de una legua, del qual son herederos Nufrio Ramiro e otros que labran cada uno su parte conosçida (…). El lugar de Madrigalejo tendrá más de çiento e setenta casas y cada vezino tiene su parte conosçida y para labrar heredada de su patrimonio o comprada y el término del dicho lugar es pasto común de los que alli biven, de que son herederos la casa de Nuestra Señora de Guadalupe y Diego de Vargas Carvajal e otros. Que el lugar de Marta tiene hasta veynte e çinco casas y un exido e no ay alcaldes por ser pequeño y es dehesa çerrada y lugar de herederos (…)”[43]

 

Sorprende la rapidez con que la maquinaria administrativa se puso en marcha, pues en diciembre, a los pocos días de firmarse el asiento de venta y de presentar Trujillo sus alegaciones, se comisionaba a Diego de Torres y Francisco de Zamudio para emprender las averiguaciones pertinentes y oir las alegaciones presentadas por la ciudad extremeña para que las ventas no tuvieran efecto. Con la capitulación y asiento otorgados al obispo en la mano debían emplazar a los representantes del prelado, a la ciudad de Trujillo y a cualquier persona que le pudiera atañer el asunto a estar presentes y defender sus causas. Así mismo se les instaba a obtener información precisa de por dónde iban los términos y dezmerías y a proceder a su medida, deslinde y amojonamiento.

Los comisionados debían solicitar a los concejos de los lugares vendidos que entregaran sus padrones de vecinos y moradores para el recuento y obtener información sobre los usos y aprovechamientos de los términos para comprobar si las ventas  supondrían un grave perjuicio para la ciudad así como para los vecinos particulares y herederos. En estas averiguaciones se invitaba también al Monasterio de Guadalupe a que presentara probanzas y se ordenaba que se le recibiera información. 

Sabemos por las Actas Municipales que en los meses de febrero, marzo y abril de 1559 los representantes del Consejo de Hacienda se encontraban en Extremadura haciendo las pertinentes averiguaciones[44]. Aunque no conocemos la totalidad de las argumentaciones que el concejo presentó a los comisionados reales, sí sabemos que a Trujillo le preocupaba sobre manera que en los términos de los lugares vendidos existieran montes de aprovechamiento común para los vecinos de la ciudad que podrían verse privados de su uso y comunidad[45]. Como ejemplo valga lo que se señaló en el caso de Torrecillas donde en abril se encontraban el procurador Nicolás Díaz Aojado y el bachiller Prieto defendiendo los intereses de Trujillo[46]. Ambos presentaron ante el juez Diego de Torres a diversos testigos que acreditaron su condición de herederos del lugar, así como la posesión de las tierras que pretendían venderse en dicha aldea. Los testigos alegaron, además, que Torrecillas no tenía entidad de concejo y por tanto no contaba con oficiales “como los ay en los pueblos que estan poblados en tierras del rey”. La noticia de su inminente venta había provocado que los herederos se constituyeran en concejo para defenderse mejor, con la oposición del corregidor de Trujillo, Martín de Caicedo, que acababa de tomar posesión de su cargo[47]. Resulta llamativo que entre los propietarios de heredades de la aldea de Torrecillas figure quien finalmente acabe adquiriendo la propiedad de la misma, Diego Pizarro de Hinojosa. Pero sorprende aún más que quien en ese momento se encontraba actuando como procurador del obispo, Gómez Dávalos, se convirtiera poco después en representante de Diego Pizarro de Hinojosa cuando éste procedió a tomar posesión del lugar.

Las alegaciones presentadas por Trujillo y Madrid ante el Consejo de Hacienda tuvieron efecto porque parte del lote adquirido por el obispo se modifica al poco tiempo, según hemos podido comprobar en la copiosa documentación que se conserva tanto en Trujillo como en Simancas[48]. De este modo, se caen de la venta original los lugares de Madrigalejo, Piedrahitilla y Alcaria, además de Abertura -que continuaron dentro la jurisdicción trujillana- como también Vallecas que siguió vinculada a Madrid. Eso sí, a cambio de incluir otros lugares en la venta -La Cumbre y Plasenzuela-, que inicialmente no se habían incorporado en el lote[49]. Es posible que el poder que Pedro Barrantes había otorgado a su compañero en el regimiento, Alonso Ruiz, el 2 de abril de ese año, para que en su nombre comprara a la Corona el lugar de La Cumbre[50], fuese aprovechado por éste para solicitar al oidor la inclusión del lugar en los nuevos acuerdos. En el caso de Plasenzuela, parece razonable la incorporación a la venta al estar los lugares de Avililla y El Guijo dentro de su vecindario[51].

De todos los lugares incluidos en la venta inicial, fue Madrigalejo el lugar de mayor valor que finalmente no pasaría a manos de particulares. A diferencia del resto de los lugares vendidos -que en su conjunto se levantaban en la penillanura y muy cerca de Trujillo-, Madrigalejo se encontraba más alejada y sus vecinos superaban numéricamente al resto de las poblaciones. Es muy probable que en el caso de esta población hubieran pesado las presiones del Monasterio de Guadalupe, que se erigía en “vecino” principal  y mantenía numerosas propiedades y derechos de uso en las inmediaciones del lugar.

Por las averiguaciones realizadas la evaluación inicial del vecindario de todos los lugares incluidos en este nuevo acuerdo permite conocer la cantidad total que el obispo debía desembolsar por la compra de los cinco lugares. La Cumbre: 230 vecinos; El Puerto: 140 vecinos; Torrecillas: 60 vecinos; Marta: 20 vecinos y Plasenzuela con El Guijo y Avililla: 80 vecinos.[52] En total, 530 vecinos por los que se debían pagar 8.480.000 maravedíes a razón de 16.000 por vecino[53], especificándose que en la compra no se incluía “ninguna dehesa de cavalleros ni de monasterios” y afectando la delimitación exclusivamente al ejido común, la dehesa boyal y las tierras públicas concejiles.[54] A estas compras se sumaron las alcabalas de Torrecillas y Marta. La cantidad resultante debería ser pagada en 5 plazos[55], estableciéndose un interés del 14 por ciento al año para aquellas cantidades que no hubieran sido abonadas en los plazos fijados. En los casos de Torrecillas y Marta, los de menor vecindario, la venta incluyó también la posibilidad de que el Consejo de Hacienda calculara el precio no por vecinos sino por el término asignado, a razón de 4.000 ducados por legua vulgar en cuadra; la misma cantidad que se asigna por los términos de El Guijo y Avililla[56].

 

Alonso Ruiz, segundo señor de Madroñera.

Mientras estos calculos se realizaban en el Consejo de Hacienda, se producían en el mes de abril dos acontecimientos relevantes en este proceso que es necesario referir. Por una parte, el traspaso definitivo de Madroñera de manos del obispo a su nuevo propietario, Alonso Ruiz, que se hace firme el día 9 en la villa de Jaraicejo y por otra la muerte en esa localidad de don Gutierre de Vargas Carvajal el día 27 del mismo mes.

La ya muy deteriorada salud del obispo don Gutierre en la primavera de 1559 pudo acelerar  el interés de éste y de Alonso Ruiz por resolver un trámite pendiente entre ambos como era el traspaso de uno a otro de la compra que el obispo había realizado del lugar de Madroñera y que, como ya vimos, el propio Alonso Ruiz se encargó de hacernos ver que había sido realizada para él. ¿Por qué estos meses de espera que transcurren entre la toma de posesión del nuevo señorío por parte de los apoderados del obispo y el documento de traspaso al nuevo propietario?. ¿Temía Alonso Ruiz que las presiones que ejerciera la ciudad contra la compra inicial serían más fácilmente rechazadas en la Corte siendo aún señor de Madroñera el obispo de Plasencia?. Lo cierto es que en octubre de 1558 será el propio Alonso Ruiz el encargado de comunicar al concejo de la ciudad que la compra había sido confirmada[57] y hasta el 9 de abril no se redacta en Jaraicejo, ante el escribano de la villa, Diego González Madrigal[58], la carta de traspaso por la que el obispo vendía a Ruiz el lugar de Madroñera en las condiciones en que fue adquirida de la Corona, nombrándole para que a él se diera la carta de venta (que parece que aún no había sido redactada) y dándose por pagado de los 634.500 mrs. que dice el documento que había recibido el obispo de Alonso Ruiz y entregado por aquél como parte del pago de lo que costaría el lugar y para las costas y gastos de los ejecutores. La mano del obispo ya no puede rubricar el documento (“por estar enfermo de la gota”[59]) y será el doctor Marcos de Orellana, vecino de Trujillo, el que a ruego de don Gutierre firme el documento por el que Alonso Ruiz se convertía en el segundo de los señores que tendrá Madroñera.

Conseguía así su objetivo pero no acabarán aquí sus problemas, ya que la muerte del obispo Vargas pocos días después (27 de abril) le plantean algunas dificultades que en ningún modo suponen cuestionar este traspaso (que sí intenta ser anulado por Trujillo nada más fallecer el prelado[60] y que será ratificado en Valladolid meses después y expedida carta de venta al nuevo señor[61]) sino por el destino que debió tener el dinero entregado a don Gutierre por Ruiz, no sabemos si en el momento en que se concertó el asiento inicial casi un año antes.

Los 24 vecinos y medio que la Hacienda Real consideró como vecindario de Madroñera elevaban el precio del lugar a 392.000 mrs. mientras que las alcabalas se tasaron en 7.500 mrs. por los que se deberían pagar 318.750 mrs., de los que fueron descontados 18.125 mrs., ya que Alonso Ruiz no podría comenzar a cobrar dicho impuesto hasta el inicio de 1562 por estar estas rentas encabezadas. En total, la Hacienda Real reclama por cédula de la princesa doña Juana dirigida a Alonso Ruiz el primero de agosto de 1559, 692.625 mrs. como pago de la compra. Y decimos bien al señalar que se reclama, ya que la administración real no tiene en cuenta lo contenido en la carta de traspaso de don Gutierre y comienza por pedir al nuevo comprador que satisfaga la deuda.

Alonso Ruiz debe entonces reclamar por considerar injusto que se le solicite la totalidad del valor de la venta habiendo ya satisfecho una parte importante del mismo al propio obispo. Sólo al finalizar el mes de agosto se conseguirá, mediante una nueva cédula real[62], que sean los herederos y testamentarios de don Gutierre los que entreguen “de qualesquier bienes que quedaren del dicho obispo” la cantidad que “el dicho obispo confesó averlos resçivido del dicho Alonso Ruiz para en quenta de la dicha conpra”, reclamándose a éste tan sólo la diferencia existente entre la valoración inicial y el monto total de la operación, es decir, 58.125 mrs. con lo que se cerraría el proceso administrativo de la compra de Madroñera.

 

La creación de los nuevos señoríos y la lucha de Trujillo por su jurisdicción.

La muerte de don Gutierre de Vargas altera todo el proceso de nuevas ventas que también estaba en marcha, desatando una incesante actividad en el seno del ayuntamiento trujillano que ve la desaparición del obispo como una oportunidad para recuperar los lugares arrebatados de su jurisdicción. En sesión extraordinaria celebrada el 7 de mayo[63] los miembros del cabildo deciden nombrar a un representante para que, sin pérdida de tiempo, se desplace a la corte a entender de este asunto antes de que los herederos del obispo comenzaran a resolver las ventas. Se acuerda asimismo escribir al Monasterio de Guadalupe para que se una a las presiones mandando también un representante a Valladolid. El nombramiento del concejo recae en el regidor Pedro Suárez de Toledo quien recibe carta de poder e instrucciones muy precisas para defender los intereses de la ciudad[64]. El documento que recoge las peticiones de Trujillo vuelve a insistir en las alegaciones que ya presentara Benardino de Tapia meses atrás y en los agravios que la ciudad y su tierra recibirían de materializarse las ventas. También Madroñera sigue siendo motivo de preocupación para el concejo, aunque no sólo su vuelta a la jurisdicción de la tierra, que quizás se ve como causa perdida, sino la fijación de los límites del término asignado a la nueva villa del que Trujillo hace protestación. No faltan en las instrucciones alusiones al manido privilegio del emperador Carlos V otorgado en 1538 de que no se venderían lugares de la tierra y cuyo original llevará Pedro Suárez consigo para apoyar sus argumentaciones.

El representante de la ciudad mantendrá a partir de entonces una fluida correspondencia con el concejo informando puntualmente del estado de sus gestiones y pidiendo pareceres a sus compañeros sobre los pasos a seguir[65]. El tono optimista que el representante deja entrever en su correspondencia sobre la buena marcha de los negocios de Trujillo en la corte contrasta incomprensiblemente con lo que en realidad se estaba resolviendo en Valladolid sobre los lugares asignados al obispo y que pasamos a relatar brevemente.

El 6 de agosto de ese mismo año, la princesa doña Juana en nombre del rey Felipe otorgaba un nuevo asiento a favor del oidor don Juan de Vargas, el hermano del obispo, con el consentimiento de la heredera y albacea de don Gutierre, doña Leonor de Vargas, hermana de ambos.  En el consentimiento que doña Leonor presenta ante el Consejo de Hacienda ésta daba por buenas las diligencias realizadas por el oidor de Valladolid señalando expresamente que las ventas debían llevarse a cabo para él y las personas a las que traspasase dichos lugares, solicitando que se realizaran las cartas de venta a nombre de su hermano Juan de Vargas “o de las personas que él nonbrare[66]. Se ponía en marcha con toda probabilidad lo que ya el obispo había pactado con su hermano don Juan de Vargas y que la muerte le impidió concluir: el traspaso de los lugares comprados a la Corona a otras personas que se convertirían en sus nuevos propietarios, entre ellos el oidor. Dos días después, en un nuevo documento, Juan de Vargas ordenaba que las cartas de venta se realizaran a nombre de diversos personajes de la sociedad trujillana, reservándose para sí tan sólo los lugares de Plasenzuela, Avililla y El Guijo.

Es en este momento cuando se inicia la desmembración de lo que hubiera supuesto la creación de un importante y poderoso señorío en la tierra de Trujillo que ahora, y con la información disponible, no creemos estuvo nunca entre las aspiraciones del obispo placentino. Lo que desde el inicio se había tenido como un único señorío, aparece ahora transformado en cinco, sin contar el traspaso que de Madroñera hiciera el propio obispo todavía en vida a Alonso Ruiz.

A partir de entonces todo se precipita y los trámites se aceleran. El 13 de agosto el licenciado Nuñez de Avendaño recibe la comisión para dar la posesión de los lugares a Juan de Vargas, encomendándosele que hiciera el padrón de los vecinos, procediera a amojonar los términos y contara las alcabalas de Torrecillas y Marta[67]. Finalmente, el 15 de agosto el hermano del obispo fallecido otorgaba carta de poder a favor de los que serían futuros señores de los lugares adquiridos a la Corona: Pedro Barrantes, Álvaro de Loaisa, Diego Pizarro de Hinojosa y Diego de Vargas Carvajal, vecinos todos de Trujillo, para que en su nombre tomaran posesión de los lugares “con el señorio y vasallaje, términos y exidos e dehesas boyales y con la jurediçión cevil e criminal (…) e con sus rentas, pechos, derechos e todo lo demas que Su Magestad me tiene vendido”, entregándoles el asiento firmado por el secretario del Consejo de Hacienda, el licenciado Montalbán[68]. Dicha posesión debería hacerse sobre los términos delimitados por el juez comisionado para ello, el licenciado Núñez de Avendaño, y debía contener aquellos actos que pusieran de manifiesto el cambio de jurisdicción de un señor -en este caso la ciudad- a otro: traspaso de las varas de justicia y nombramiento de alcaldes mayores y ordinarios y del resto de oficiales y regidores del concejo, además de erección de horca, picota y demás insignias de su nueva situación jurisdiccional.

El último paso supuso el traspaso definitivo de las poblaciones a sus nuevos propietarios realizándose las cartas de venta a nombre ya de sus definitivos titulares. Como ya hemos señalado, el propio Juan de Vargas se reservó para sí la propiedad de Plasenzuela con El Guijo y Avililla, acto que se valida en Valladolid el 17 de agosto de 1559[69]. Será entonces cuando el licenciado Núñez de Avendaño proceda a señalar el término concedido en la venta, indicándose los límites del nuevo señorío y dando posesión del mismo a Juan de Vargas como “nuevo señor propietario dello, desde la hoja del monte hasta la piedra del río y desde la piedra del río hasta la hoja del monte, syn que vos mengue ni falte cosa alguna[70]. Tal hecho, junto con el amojonamiento, se notificó al concejo trujillano el 13 de octubre de ese año siendo representado Juan de Vargas por su procurador, Alonso de Tineo[71].

Los documentos que atestiguan el traspaso y las ventas de La Cumbre, Marta, El Puerto y Torrecillas a sus nuevos propietarios ponen de manifiesto que los actos contractuales coincidieron en el tiempo y que las claúsulas incorporadas fueron en todos los casos muy similares. Es más, los nuevos señores participaron como testigos o apoderados entre sí, lo que demuestra que el asunto ya estaba pactado de antemano y que se trató de una operación general que fue llevada a cabo de manera conjunta por los beneficiarios del traspaso. Pedro Barrantes, el comprador de la Cumbre, era uno de los tres peruleros presentes en Cajamarca que habían comprado regidurías en Trujillo[72]. Diego de Vargas Carvajal, el comprador del Puerto, era también un personaje muy conocido no sólo en Trujillo sino también en la corte por sus ascedentes familiares.  Estaba emparentado con el obispo don Gutierre por ser hijo del doctor Lorenzo Galindez de Carvajal, importante jurista y miembro del Consejo de Castilla y de Indias. Poco después de tomar posesión del Puerto, partió hacia el Perú como comisario real para resolver el problema de las encomiendas perpetuas[73]. Diego Pizarro de Hinojosa y Álvaro de Loaisa, los señores de Torrecillas y Marta, respectivamente, pertenecían también a familias hidalgas bien relacionadas en Trujillo  y emparentadas con apellidos ilustres del gobierno local.

De los nuevos señores, sólo Álvaro de Loaisa se encontraba físicamente en Valladolid cuando se formalizaron los asientos de venta de las nuevas villas.  El 8 de agosto de 1559,  el que será señor de Marta se obligaba a pagar el monto total por la compra de ese lugar junto con sus alcabalas[74]; ese mismo día hacía lo propio en representación de Diego Pizarro y de Diego de Vargas Carvajal, los compradores de Torrecillas[75] y El Puerto[76], respectivamente. Tampoco se encontraba presente en Valladolid Pedro Barrantes, el adjudicatario de La Cumbre, quien prefirió delegar sus asuntos en su compañero, el regidor Alonso Ruiz, señor de Madroñera, quien por esos días se encontraba formalizando su propio asiento en el Consejo de Hacienda[77]. Las cuatro cartas de venta se tramitarían poco después, el 17 de agosto, traspasándose a sus nuevos dueños los lugares adquiridos que pasarían a convertirse en nuevas villas[78]. En noviembre de ese mismo año el licenciado Núñez de Avendaño realizaba las averiguaciones pertinentes para conocer el padrón de vecinos y las medidas de los términos de las poblaciones adquiridas así como el valor de las alcabalas que se vendieron en esta operación[79].      

 

Las compras de 1559. Vecindario y valor.

Lugar Vecin. Inici. Vecind. Final Valor Vecindario Valor Alcabalas/término
Marta  20   18    288.000 mrs.    378.590 mrs (1).
Torrecillas  60   42    662.000 mrs. 1.319.446 mrs.(1)
El Puerto 140 113’5 1.816.000 mrs.  
Plasenzuela  80   71 1.136.000 mrs.   471.946 mrs. (2)
La Cumbre 230 178 2.848.000 mrs.  

(1)Valor de sus alcabalas.  (2) Valor de los términos de Avililla y El Guijo

Fuente: A.G.S. C.M.H. Dirección General del Tesoro, Leg. 181 Fol. 142,  Leg. 281. Fols. 81,196,241 y Leg. 282. Fol. 29. Elaboración propia.

 

Finalmente, la confirmación del rey Felipe de las ventas efectuadas por su hermana doña Juana se produciría en Toledo el 24 de diciembre de 1559, mientras que la confirmación de la venta de Plasenzuela había sido realizada el 8 de octubre en Valladolid. De esta manera, el propio monarca sancionaba con su rúbrica lo hecho por su hermana la Princesa.

Como puede comprobarse, todo sucedió muy rápido, los trámites se solventaron en poco tiempo y las ventas siguieron adelante a pesar de los esfuerzos de Trujillo y las noticias que el representante de la ciudad enviaba desde la corte. En el acta del ayuntamiento que se redacta el día 18 de agosto (recordemos que un día antes las ventas se habían hecho firmes) se recoge la noticia de que el Consejo de Hacienda había dado ya orden  para que los lugares de Trujillo se vendieran, información que Pedro Suárez de Toledo había remitido por carta sugiriendo en su misiva la idea de viajar a Flandes para solicitar al rey la anulación del proceso. En la misma carta informaba también a sus compañeros que en esta lucha Trujillo no se encontraba sola, otras ciudades como Toledo, Córdoba o Sevilla se afanaban como ella por impedir la venta de algunas de sus jurisdicciones pese a contar con el mismo privilegio otorgado por el Emperador.

Durante los siguientes días se celebraron numerosas sesiones tanto ordinarias como extraordinarias en donde los miembros del concejo se posicionaron de manera clara  El corregidor propuso la vía de la composición como la más eficaz de las armas para conseguir los objetivos de la restitución, fijando la cifra de 10.000 ducados para entregar a la Corona[80]; su propuesta fue apoyada por la mayoría de los regidores[81]. Sancho de Carvajal y Martín de Parra fueron los únicos que votaron en contra de esta medida por los grandes inconvenientes que para los “propios” y rentas de Trujillo tendría  entregar tan alta suma. Ambos regidores fueron los más pesimistas en el asunto de las restituciones y abogaron por abandonar las negociaciones en la corte y hacer regresar al representante a la ciudad. Por su parte, Juan de Herrera y Bernardino de Tapia mostraron su confianza en la diplomacia y propusieron una audiencia con el rey que a punto estaba de regresar a España[82]. Cabe señalar que en estas deliberaciones no tuvieron participación los regidores Alonso Ruiz ni Pedro Barrantes, a quienes se les invitó a abandonar la sala, cuando se encontraban presentes. Las actas del ayuntamiento recogen también la presencia en la tierra de Trujillo del licenciado Núñez de Avendaño quien recordemos había sido comisionado por el Consejo de Hacienda para proceder a señalar los términos de las nuevas villas y dar posesión a sus propietarios[83]. Pero lo que sucedió en los últimos días del mes de septiembre acabó por soliviantar los ánimos, ya muy caldeados, dentro de la institución concejil al destaparse un asunto que ponía en entredicho a la mayor parte de los miembros del ayuntamiento.

El 17 de septiembre llegaban noticias de que Logrosán pretendía independizarse de Trujillo extendiéndose la sospecha a otros lugares de la tierra. La confirmación de tan preocupante noticia se recoge en las actas sólo cinco días después. Ese día, el escribano Francisco de la Amarilla será comisionado por Trujillo para desplazarse a Logrosán e intentar convencer a sus vecinos de que revocaran el poder que habían concedido para iniciar el proceso. Consideraban posible esta vuelta atrás ya que parecía ser que quienes esto habían tramado eran “algunos onbres mançebos y no de mucha expiriençia y que la mayor parte del pueblo no lo quería e le pesava de alterar en esto[84]

Por entonces el regidor Juan de Chaves se había reunido en la corte con su compañero y representante de la ciudad, Pedro Suárez de Toledo. Algunos regidores acusarán a Juan de Chaves y a otras personas de estar gestionando a espaldas de Trujillo la compra de nuevos lugares. Por fin, el 4 de octubre en sesión extraordinaria, el corregidor exigirá a todos los regidores su juramento de que no estaban involucrados en el asunto y de que no habían otorgado poderes para comprar a la Corona lugares de la tierra. De los regidores presentes, sólo Alonso de Sotomayor y Sancho de Carvajal niegan haber iniciado cualquier trámite para hacerse con lugares de Trujillo, aunque de acuerdo al juramento, confirman que deudos suyos presentes en el concejo, sí lo habían hecho. Los deudos a lo que se referían ambos regidores, Luis de Chaves, Pedro Calderón Hinojosa y Pedro Calderón Altamirano, confirmarán ante el corregidor haber concedido cartas de poder para que se tramitase en su nombre la adquisición de lugares de la jurisdicción trujillana, aunque en su descargo aseguraron que no procederían a hacer efectiva esta intención “hasta ver si se remediaba lo hecho”. Argumentaron como razón de sus desleales conductas la situación en que les dejaba las ventas ya efectuadas con respecto a otros caballeros de la ciudad, señalando que no querían “quedar sin parte”.[85] Con toda seguridad, algunos de los caballeros regidores presentes en este momento en el ayuntamiento trujillano superaban con creces las fortunas de más de uno de los nuevos señores. No eran, por tanto razones económicas las que les movían a imitar su actuación sino el prestigio que suponía convertirse en “señores de vasallos”. Y en una ciudad en donde las rivalidades y parcialidades seguían vivas, y exacerbadas en momentos puntuales por cuestiones a veces estrictamente personales y familiares, la nueva situación de algunos de personajes de la sociedad trujillana alteraba los ya inestables equilibrios de poder y prestigio. Las antiguas rivalidades de bandos quedaron en el pasado pero no los enfrentamientos que, a lo largo de este siglo XVI, han venido a sustituirlas. No se habla ya de Altamiranos, Bejaranos o Añascos, aunque no se abandona esta división en linajes y el monarca habrá de establecer incluso el orden en que se sentarán los regidores una vez que el sistema de insaculación sea sustituido por el de la compra y el nombramiento real para las regidurías.[86] Son ahora los Chaves y Vargas las parcialidades u opiniones rivales y enfrentadas a las que se adscriben las familias de la ciudad en función de los múltiples lazos de parentesco, solidaridad y clientela. Los nuevos señores se podrían considerar como pertenecientes en su totalidad a la parcialidad de los Vargas, incluido Alonso Ruiz que, sin pertenecer por nacimiento a ninguna de las familias de los linajes trujillanos, se integra por matrimonio en Trujillo aunque no en el linaje al que su esposa pertenecía, Altamirano, ya que sus estrechas relaciones con otros miembros Bejaranos y Añascos en el regimiento y fuera de él parecen situarle cercano a los Vargas. Las compras han beneficiado a los seguidores de los Vargas y los cercanos a los Chaves no desean quedar en desventaja pretendiendo mediante posibles compras igualarse a ellos.

Las interesantes revelaciones que se ofrecían el 4 de octubre obligan al corregidor a ordenar la salida de la sala de todos los regidores en su condición de implicados o parientes de los mismos, quedando el corregidor con la única compañía del escribano y decidiendo unilateralmente la vuelta del regidor que permanecía en la corte, dejando los asuntos y negocios de la ciudad en manos del procurador que ésta mantenía en Valladolid. Resulta interesante la postura de la máxima autoridad que por el cargo que representaba, tendría que haber defendido los intereses de la Corona ante la ciudad. Sin embargo, y en todo momento, tanto el corregidor Martín de Caicedo como su antecesor, don Juan de Salazar, aparecieron siempre como los máximos (y a veces únicos) defensores de la causa trujillana oponiéndose, incluso, a las decisiones reales que ellos tendrían que haber apoyado. 

Un mes después, el corregidor Martín de Caicedo parece reconsiderar tan drástica decisión y volverá a convocar a todos y cada uno de los regidores que conforman el ayuntamiento trujillano, incluidos los relacionados directamente con las ventas del obispo, Pedro Barrantes y Alonso Ruiz. En aquella sesión les conminó, pese a tener ordenado que no entraran a tratar el tema, que procedieran a enviar un regidor a la corte para continuar la negociación y que éste fuera el más votado, comprometiéndose y jurando “como cavalleros del fuero de España” de que pleitearían en el negocio “de lo que se a vendido desde el año de çinquenta y siete acá” como de lo que se podría vender. Por votación de sus compañeros, será de nuevo el experimentado Bernardino de Tapia quien habrá de continuar con el asunto indicando el propio señor de Madroñera, Alonso Ruiz, que dado que iban a celebrarse Cortes en Toledo, se aprovechara el ofrecimiento de la ciudad de Salamanca para pedir por “capítulo en Cortes” la resolución de las aspiraciones de la ciudad.[87] Una indicación que paradójicamente iba en contra de los intereses del regidor que promovía esta propuesta.

 Bernardino de Tapia llevaría el encargo de ofrecer al Rey los dineros “que le sean bien vistos”, siempre que no excedieran la cantidad de 10.000 ducados por los que la ciudad obligaba sus “propios”. La cantidad ofrecida por Trujillo no superaba el dinero obtenido por las ventas y el proceso administrativo se encontraba ya cerrado y las cartas de confirmación reales firmadas o a punto de serlo. Como siempre muy bien informado, Alonso Ruiz hará llegar al concejo a finales de enero de 1560 la noticia de la confirmación de esas ventas por el propio rey considerando que el mantenimiento de un regidor en la corte, con un salario tan elevado, era un dispendio perjudicial para las arcas de la ciudad, solicitando la vuelta de Bernardino de Tapia si en corto plazo no resolviera el tema. Su petición fue refrendada por otros regidores. Finalmente el asunto quedará en manos de los procuradores de Salamanca  y del solicitador de Trujillo en corte. Esta decisión demuestra que la ciudad terminaba por aceptar la realidad de los hechos ya consumados y comenzaba una nueva etapa en la que sus preocupaciones más perentorias se centraban en litigar con los nuevos señores sobre los límites de los términos concedidos a las recientes villas y sobre la delimitación de competencias en asuntos que aún seguían compartiendo ambas partes[88].

 

El señorío de Marta. Indagaciones y averiguaciones.

De todos los procesos que se llevan a cabo en los distintos lugares que han sido adquiridos en esta última e importante compra, quizás merezca la pena detenernos en uno de ellos, no por ser el más relevante ni porque adquiera unas particularidades especiales sino porque las fuentes así nos lo permiten.

En este caso, la no existencia de un concejo y por tanto de una estructura administrativa que proporcionara la información necesaria, obligó al juez comisionado para ello a llevar a cabo todo el proceso de pesquisa, que ya vimos en el caso de Madroñera y que en el resto de los lugares vendidos, a excepción de Torrecillas, que tampoco contaba con concejo constituido, podrían proporcionar sus alcaldes, regidores y mayordomos.

El Archivo de Simancas custodia el expediente completo a que da lugar el proceso de las averiguaciones que el licenciado Núñez de Avendaño realiza en la villa de Marta desde el 6 al 16 de noviembre de 1559[89] sobre los tres ejes de información que se le han pedido por parte de la Corona: vecindario, término y en este caso alcabalas, ya que están incluidas en la venta. Se ha debido dar ya la posesión al nuevo señor, don Álvaro de Loaisa, pues aparecen elegidas las nuevas autoridades (Bartolomé Jiménez, alcalde ordinario, Juan Terrón y Juan Moreno, regidores, Juan García, alcalde de la Hermandad, y Francisco López, alguacil)  y ahora viene determinar aquellos aspectos que cerrarán el proceso. Fiel a su cometido, el licenciado Avendaño inicia su exposición con una relación de lo averiguado y señala algunos puntos pendientes:

-No ha encontrado en el lugar un concejo constituido, con alcaldes y regidores, “porque solía ser alquería de la dicha çiudad”.

-Sus alcabalas aparecen dentro de la renta denominada de “Aguijones y Colgadizos” y tan sólo afectan a las transacciones sobre ganados y heredades.

-En los últimos 6 años, espacio temporal objeto de su investigación económica, no ha habido en el lugar carnicería, ni taberna ni otro tipo de establecimiento de venta, aprovisionándose sus vecinos de lo que necesitan en la propia ciudad de Trujillo. Pese a ello, ha intentado conocer lo que podrían valer las alcabalas de las ventas que se han realizado de “vecino a vecino”.

-Existen dudas sobre tres vecinos (García Ramiro, Miguel Ramiro y Gonzalo Pizarro) que los alcabaleros consideran de Trujillo pero tienen tratos y tierras en Marta.

-Igualmente ha averiguado lo que renta el arrendamiento de la hierba de la dehesa boyal que realizan los vecinos del lugar, cantidad que se reparten entre ellos.

-Ha señalado y amojonado el término y jurisdicción de la nueva villa consistiendo éste en la dehesa boyal y ejido del lugar midiendo su extensión (2.800 varas de largo por 2.450 varas de ancho) con objeto de que la Hacienda Real determine si la venta se realiza de acuerdo al vecindario o por la extensión del término, tal y como se recogía en el contrato de venta, considerando el juez que sería más provechoso a la Corona valorarlo de acuerdo a la extensión del término (un cuarto de legua).

Queda así resumido lo que va a ser recogido por el escribano que le acompaña en las fechas señaladas y que tendrá como fuente de información, entre otras, a los escribanos del concejo de la ciudad[90], a quienes se pide relación del vecindario y nombre de los arrendatarios de las alcabalas de la ciudad de los seis años anteriores.

Valor de las alcabalas de Marta de ganados y heredades. 1553-1558

1553 1554 1555 1556 1557 1558
4.544’5 mrs. 3.972’5 mrs. 5.815´5 mrs. 2.890 mrs. 2.037’5 mrs. 11.895´5 mrs.

Fuente: A.G.S. Expedientes de Hacienda. Leg. 315. Fol. 7. Elaboración propia.

 

Junto a la información global, los arrendatarios de la renta presentan los memoriales que recogen lo cobrado a los vecinos y el objeto de la transacción, memoriales que se adjuntan a la averiguación y se complementan en los días siguientes mediante la comparecencia de los propios vecinos que completan lo recogido en dichos memoriales, siendo las ventas de ganados de escasa entidad y constituidas principalmente por puercos y ganado de labor vendidas tanto en Marta como en la ciudad de Trujillo, donde algunos de los vecinos con más hacienda (García Ramiro, Miguel Ramiro, Rodrigo Calderón y Gonzalo Pizarro) venden queso y lana.

En cuanto al vecindario, la petición del juez de que se le presente el padrón recibe como respuesta del nuevo concejo que aquél no existe y que en el lugar no hay escribano ni persona que sepa escribir para proceder  a su confección pero que están dispuestos a declararlo ante el juez y su escribano de viva voz. Procede entonces a confeccionar una relación de los vecinos del lugar que, como ya veíamos en Madroñera, pretenderá ser confirmado por el juez “a calle hita” recorriendo el lugar bajo la atenta presencia del nuevo señor, don Álvaro de Loaisa. En poco difiere este padrón realizado por el licenciado Avendaño del que le habían sugerido los vecinos, incluyendo en este caso a un hidalgo menor, Francisco Calderón, huérfano, y excluyendo a Doña Juana de Hinojosa, viuda de Gabriel Calderón, y a sus hijos menores. Igualmente el escribano asienta junto a cada nombre su valoración como vecino (completo o medio) que dará un resultado final de 18 vecinos en 20 casas junto a la de doña Juana, que reside en Marta algunos meses trasladándose en verano a su vivienda de Trujillo.

Es el momento en que el nuevo señor intente rebajar el número de vecinos y el valor de las alcabalas pues con ello conseguiría reducir también el valor de la compra que ha realizado. Por ello presenta un escrito en el que solicita se obtenga de los testigos que presentará la información necesaria que pretende, por un lado considerar como vecinos de Trujillo a Miguel Ramiro, García Ramiro, la viuda de Lope Pizarro y sus hijos y Gonzalo Pizarro[91]. Igualmente persigue la exclusión del vecindario de cinco de los habitantes de Marta dada su extrema pobreza por lo que no tienen bienes, viven a soldada trabajando en las tierras de otros y en casas alquiladas. En cuanto a las alcabalas, la no existencia de establecimientos de compra por el poco vecindario del lugar y la pobreza de sus habitantes le hace considerar que la villa no tiene prácticamente que pagar nada por este impuesto. Los testigos que presenta para avalar sus pretensiones (incluido uno de sus criados) confirman sus tesis y nos hablan del pequeño tamaño de la villa, de su esterilidad “porque en él ni en su término ay lavores ni heredades de que sacar fruto y no ay contrataçión en él” adquiriendo sus vecinos lo necesario en Trujillo. Está el lugar “apartado del camino real” por lo que no acude nadie a vender y “aunque viniere no lo conprarían por la poca posibilidad que ay en la gente”. Consideran además los testigos que son vecinos de la ciudad los antes mencionados, de los que saben que tienen casas en Marta pero que disfrutan de las franquezas de la ciudad, donde la mayoría reside durante el verano, tras coger sus panes, y hasta San Miguel. Nada más se dice pero parece que las pretensiones de Loaisa no serán atendidas tras la llegada al Consejo de Hacienda de las diligencias hechas por Avendaño sobre alcabalas y vecindario, ya que don Álvaro habrá de satisfacer 16.000 mrs. por cada uno de los 18 vecinos que el juez recogió en su información.

Quedaba un último asunto, medir el término concedido a la nueva villa y ya amojonado por el juez en el momento de la entrega de la posesión al nuevo señor. Fue siempre una preocupación del concejo trujillano que las aldeas de su término contaran con ejido ya que ello les aseguraba la permanencia en el núcleo de sus habitantes y también la posibilidad de crecimiento ya que, como tierra común, permitía el acceso de sus vecinos a su explotación. Su concesión es considerada una prerrogativa de la ciudad y vigilarán porque las aldeas no procedan por su cuenta a señalar sus límites[92].

El ejido y la dehesa boyal forman el escaso término pero es necesario su medición ya que el asiento así lo recoge y  ello permitiría evaluar la elección de la fórmula de su pago, en el caso del término a razón de 4.000 ducados por legua vulgar. Es preciso saber pues la longitud de una legua vulgar, es decir, una distancia igual o equivalente a la que los vecinos de Marta consideran una legua y para ello los testigos que son preguntados trasladan al juez distancias que para ellos y a su entender son tenidas en Marta como una legua: desde la villa de Marta a la venta de Guadalperal, a la casa de Galocho, a la venta de la Matilla, hasta Pascual Ibáñez, al corral de los Guijos, a Gatillos. Sólo es necesario elegir una y medir, decidiéndose el juez por medir la distancia desde el última de las casas de Marta hasta la casa de Gatillos, en el camino a Cáceres, con un cordel de 25  varas[93]. Trescientas ochenta veces se midió el cordel (9.500 varas) y se estableció así la legua vulgar. Decidido el lugar por el que se medirían la dehesa boyal y el ejido por dos de sus vecinos, Juan Terrón y García Ramiro, dado “que en esta villa ni comarca no ay medidores que por esquadra sepan medir la tierra que ay en la dicha dehesa y exido”, el mismo cordel utilizado para medir la legua se utilizó ahora para saber el ancho y largo de los mismos, 92 cordeles por 112 que resultaban las 2.450 varas de ancho y 2.800 varas de largo que recogía el juez en su resumen inicial.  Con ello finalizaba su misión en el lugar y eran otras instancias en la Corte las que debían rematar el procedimiento.

 

El final de un deseo. El legado de don Francisco de Carvajal.

Al comenzar a estudiar todo este entramado de compras y recompras que hemos analizado, apuntábamos la idea de que una parte de lo adquirido inicialmente tuviera un destinatario en la mente del obispo, su hijo Francisco. Quizá quisiera legarle algo más que su apellido y conformar un pequeño o gran patrimonio que saldara su obligación moral hacia él. Hemos seguido lo acontecido en Trujillo y su tierra con las adquisiciones que lleva a cabo don Gutierre pero este estudio no estaría completo si no intentásemos averiguar si los deseos iniciales del obispo se cumplieron. Como ya indicamos, el último viaje que realiza a Jaraicejo, quizás ya consciente de su próximo final, viene precedido por la formalización de una serie de documentos ante los escribanos públicos de Madrid. La documentación hacendística, tan minuciosa y detallada, nos ha permitido conocer parte de lo decidido por el obispo en tales momentos y en qué deparó uno de sus últimos deseos. El 6 de febrero de 1559[94], don Gutierre de Vargas Carvajal, obispo de Plasencia,  comparece ante el licenciado Ortega, Teniente de Corregidor de la villa de Madrid, para manifestar públicamente el reconocimiento de su paternidad hacia don Francisco de Carvajal, vecino y regidor de Madrid, a quien el obispo ha tenido y tratado como hijo “desde que naçió, dándole e administrándole todo lo nesçesario segund su calidad y condiçión” y dada esa calidad y buenas costumbres de éste deseaba reconocerlo “por tal su hijo y lo manifestava y manifestó públicamente y lo declaraba y declaró y confesava y confesó ser tal su hijo (…) para que de aquí adelante conste ser ansí y ser público y notorio”. El obispo pedía al licenciado Ortega que le diese testimonio de lo dicho “en guarda y conservaçión del derecho del dicho don Françisco de Carvajal”. Resuelto el primero de los asuntos pendientes al reconocer públicamente lo que ya estaba sancionado desde el papado[95], procede tres días después a escribir una nueva página de los últimos capítulos de su vida. Los asuntos ahora son más terrenales y consisten en donar a este hijo parte de lo que suponemos que adquirió para él. La razón que le mueve a ello es que su hijo pueda vivir “honradamente segund vuestro estado” donándole los bienes raíces en su poder constituidos por las alcabalas y el lugar de Velilla, además de las propias alcabalas de Jaraicejo. Indica lo ya pagado, 10.000 ducados, y menciona otra cantidad igual depositada en el Receptor General de la Chancillería de Valladolid destinada a satisfacer el resto de la compra. También indica que si ésta no se llevara finalmente a efecto, pasen a sus manos la citada cantidad (20.000 ducados), donación que será aceptada por don Francisco firmando ambos el acuerdo.

Podría sentirse el obispo satisfecho en este momento al haber resuelto uno de esos capítulos pendientes que mencionamos al principio, retirándose a Jaraicejo sabiendo que el bienestar y fortuna de este hijo quedaban asegurados. Pero los hechos que sucederán en los meses siguientes tras el fallecimiento del prelado vienen a contradecirlo. Don Francisco debería iniciar los trámites que llevaran a confirmar esta donación[96] y resolver los asuntos hacendísticos pendientes en la misma. En Valladolid, el 17 de junio de 1559, presenta el traslado de los capítulos de la donación de su padre que hacen mención a estos bienes ante el Consejo de Hacienda, redactándose una carta de venta a su nombre el 4 de julio. Se le reclama entonces el montante total de la compra que don Gutierre realizara un año antes de tales lugares y rentas, 13.618.746 mrs.[97], del que deberán descontarse tan sólo los 10.000 ducados pagados a cuenta al firmarse el asiento inicial. En total, lo que en principio iba a ser una donación que resolviera su fortuna, supone para don Francisco la exigencia de casi 10 millones de mrs. ya que no vuelve a hacerse mención de los restantes 10.000 ducados que el obispo había asegurado tener depositados ante el Receptor General de la Chancillería de Valladolid para satisfacer el resto de la compra[98].

Esta deuda con la Hacienda Real debió exceder las posibilidades económicas de don Francisco a tenor del proceso administrativo que se inicia con él y del que conocemos su desarrollo hasta 1560. A lo largo de este año se suceden diferentes cuentas en las que se anotan las deudas que don Francisco mantiene con la Hacienda, consiguiendo a finales de agosto de 1559 que lo entregado por Alonso Ruiz a don Gutierre sea reclamado a los herederos y testamentarios del obispo y por tanto descargado de su deuda. No podrá sin embargo impedir que el licenciado Ovalle, en nombre de la Hacienda Real,  ejecutase en sus bienes de Velilla parte de esas deudas no pagadas vendiendo y rematando los mismos por 1.719.000 mrs. Queda aún mucho por pagar y parece que en marzo de 1560 conseguirá llegar a un acuerdo con el Consejo de Hacienda que le permita reducir de forma importante la cantidad que aún adeuda: devolverá la villa de Velilla y sus alcabalas, siendo eliminada por los Contadores mayores la documentación relativa a su venta de los Libros de Hacienda y restituyéndose al patrimonio de la Corona. Aceptará también que se mantenga en las alcabalas de Jaraicejo el juro que doña Francisca Pizarro tiene en ellas por un valor de 137.000 mrs. de juro a 14.000 mrs. el millar[99].

Este acuerdo conseguirá reducir drásticamente lo que aún debe pagar don Francisco, 3.608.997 mrs. dándole seis meses de plazo para abonar esta cantidad (del 6 de marzo al 6 de septiembre) habiendo presentado fiadores para ello y debiendo sumar a lo que debe el interés que el factor general estableciera, según se recoge en cédula real despachada por el rey en Toledo el 31 de agosto de 1560, poco antes de expirar el plazo señalado. Desconocemos el final de la historia pero en nota añadida al margen de este complicado proceso hacendístico se indica que por una nueva cédula de Su Majestad de 10 de mayo de 1561 se reclama a don Francisco de Carvajal que pague al tesorero Domingo de Orbea los 183.491 mrs. que aún debe “de la dilaçión de la paga” de la deuda anterior.

Sabemos que finalmente las alcabalas de Jaraicejo terminaron en las manos de don Francisco de Carvajal[100], como fue deseo de su padre, pero no de la manera que posiblemente el obispo don Gutierre había previsto. Pero algo sí consiguió, ligar a alguien de su apellido, de su sangre, a la villa que fue su hogar, su refugio y retiro a lo largo de los muchos años que estuvo al frente de la diócesis placentina.

 



[1] SÁNCHEZ RUBIO, Mª A. y SÁNCHEZ RUBIO, R.:  “Trujillo y su Tierra en el siglo XVI: conflictos territoriales y políticos”. La Tierra de Trujillo. Renacimiento y Alto Barroco. En prensa.

[2] SÁNCHEZ RUBIO, Mª A.: “Trujillo y su Tierra en la Baja Edad Media. Relaciones de poder y dominio”. La Tierra de Trujillo: Desde la época prerromana a la Baja Edad Media. Badajoz. 2005, pág. 171; RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, A.: “Extremadura: la tierra y los poderes”. Historia de Extremadura, tomo III. Badajoz. 1985, pág. 434; Véase también Martínez, G.: Las Comunidades de Villa y Tierra de la Extremadura Castellana. Madrid. 1983.

[3]…barrios que están a una y a dos y a tres leguas de la çiudad y no son conçejos”. Archivo General de Simancas (en adelante A.G.S. )  Patronato Real. Leg. 73-48.

[4] Durante la etapa de los Trastámara la disminución del patrimonio de la Corona fue muy acusada en los territorios castellanos provocando las protestas del Reino que con insistencia recuerdan a sus monarcas las disposiciones de las Partidas y del Ordenamiento de Alcalá relativas a la prohibición de alienar su patrimonio y de erigir nuevos señoríos. Las Cortes de 1442 consiguieron que Juan II promulgara una pragmática prometiendo en su nombre y en el de sus sucesores no enajenar el realengo. Este juramento lo volverían a realizar otros monarcas a pesar del proceso desamortizador que se intensificó durante el periodo moderno. Guilarte, A.Mª.: El régimen señorial en el siglo XVI. Valladolid. 1987.

[5]Ninguna nueva carta de villazgo se otorgaría en la tierra de Trujillo hasta 1564 cuando Garciaz obtenga dicho privilegio del rey Felipe II. Archivo Municipal de Trujillo (en adelante A.M.T.) Legs. 23(1), 36(24) y A.G.S. Escribanía Mayor de Rentas (en adelante E.M.R). Mercedes y Privilegios. Legs. 290, Exp. 15. Los Archivos Municipales de Berzocana y Garciaz conservan sus cartas de privilegios. Más información en SÁNCHEZ RUBIO, Mª A. y SÁNCHEZ RUBIO, R.: “Trujillo y su Tierra…” Op. cit.

[6] La obligación fue contraida por Nuño García de Chaves el 20 de marzo en Valladolid quien había sido apoderado por la ciudad para frenar el proceso desamortizador. Días después esta obligación fue ratificada en Trujillo ante el escribano Juan Rodríguez Caramaño.  A.M.T. Legs. 22(3) y 23(2). Ver también A.M.T. Libros de Acuerdos. Legs. 22(2), fol.6. El Archivo de Trujillo no conserva el documento original de la concesión regia, sin embargo el mismo se menciona en numerosas ocasiones. 

[7] En 1554 el rey Carlos había traspasado a su hijo la Corona de Nápoles; entre octubre de 1555 y marzo de 1556, Felipe recibió las Coronas de los Países Bajos, de España y Sicilia y por último el Franco Condado.

[8] Señala Modesto Ulloa que entre 1558 y 1559 los ingresos más importantes que obtuvo la Corona de los recursos extraordinarios procedieron de la venta de rentas reales y de las órdenes militares, aunque no faltaron ingresos obtenidos por ventas de lugares y vasallos a particulares.  Ulloa, M.: La Hacienda Real de Castilla en el reinado de Felipe II. Madrid. 1986.  Págs. 163-170.

[9] Modesto Ulloa detalla numerosas ventas que se materializaron entre 1558 y 1559. ULLOA, M.: Op. cit., págs. 167 y 168. 

[10] Así lo ponen de manifiesto todos los autores que se han acercado a la figura de don Gutierre. Asunción Fernández Hoyos defiende esta afirmación apoyándose en la amplia historiografía del personaje. FERNÁNDEZ HOYOS, A.: El obispo don Gutierre de Vargas, un madrileño del Renacimiento. Madrid, 1994.

[11] El hijo bastardo de don Gutierre fue procreado en doña Magdalena Mendoza. Fue legitimado en 1546 por Bula de Paulo III y más adelante, el 6 de febrero de 1559, reconocido como hijo legítimo por el obispo. Fue don Francisco de Carvajal “…un cavallero de mui buenas partes y que supo exzelentemente la lengua latina y conociendo sus méritos le dio el rei don Felipe 2º el correximiento de León y sirviéndole murió en aquella ziudad. Casó con doña María de Mendoza y Pacheco hixa de don Juan Hurtado de Mendoza, tercero conde de Monteagudo y señor de Almazán y de la condesa doña Luisa Faxardo, su muxer”. Archivo de la Catedral de Plasencia. Manuscrito de los Camargo de Plasencia.  Leg. 95 (13), s/f.  Según A. Fernández Hoyos, el autor que más ha profundizado en la paternidad del prelado ha sido el genealogista Miguel Lasso de la Vega.  FERNÁNDEZ HOYOS, A.: Op. cit., pág. 59.

[12] A.G.S.  Expedientes de Hacienda. Leg. 423. Fol. 5

[13] En 1551, antes de asistir a Trento habla ya de sus dolencias, “gota y temblores y otras enfermedades, que lo más del tiempo estoy en la cama, que por dos veces han venido mis hermanos y sobrinos casi por la posta a mi muerte”.

FERNÁNDEZ HOYOS, A.: Op. cit.,  pág. 104.

[14] A efectos impositivos, la figura de “Aguijones y Colgadizos”  reunía una serie de pequeños núcleos, sin entidad de concejo en aquellos momentos y que no distaban demasiado de la ciudad. En 1558, Juan Báez, vecino de Trujillo y arrendador de las alcabalas “de veçino a veçino” de 1553, presenta como “Aguijones” los lugares y alquerías de Marta, Pascual Ibáñez, Aldea del Obispo y Tozo, mientras que bajo la denominación de “Colgadizos” se encuentran Madroñera, Torrecillas, Aldea Nueva y Centenera.  A.G.S. Expedientes de Hacienda. Leg. 423. Fol. 5.

[15] A.M.T. Libros de Acuerdos. Leg. 31(8). Fols. 110-110v.

[16] Estaba establecido que cuando se abordara un tema concerniente a un regidor o su pariente, aquél no debería dar su voto y habría de salir del ayuntamiento.

[17](…) dixo que él a salido otros ayuntamientos por mandado del dicho señor corregidor (….) porque le dezían que se trataba negoçio de la Madroñera y que agora se a dado sobreçédula de estar byen hecha la venta del dicho lugar e que si estos señores quieren tratar de que el executor que byno a dar la jurediçión y posesión al señor obispo de Plasençia alargó más término de lo que abya de alargar, que el dicho señor Alonso Ruyz quiere votar en ello y que se baya a Corte a guardar el dicho término y que si quieren tratar otros negoçios de conpras que hazen otras personas y la Magestad Real vende a quien byen le está, que él tambyen se quiere hallar en ello para favoresçer lo que Su Magestad manda y que si contra esto los dichos señores justiçia e regidores trataren dello, que contradyze todos los gastos y costas que a la çibdad vynieren e de dar notyçia a Su Magestad dello (…)”.A.M.T. Libros de Acuerdos. Leg. 31(8). Fol. 110v.

[18] A.G.S. Expedientes de Hacienda. Leg. 423. Fol. 5.  y Leg. 311. Fol. 5.

[19] A.G.S. Expedientes de Hacienda. Leg. 423. Fol. 5

[20] FERNÁNDEZ HOYOS, A.: Op. cit., pág. 96

[21] Juan de Chaves, Juan Pizarro de Orellana, Luis de Chaves y García de Tapia.

[22] A.G.S. Expedientes de Hacienda. Leg. 311. Fol. 5

[23] Al que los representantes del obispo pretenden no incluir como vecino.

[24] Sobre la familia Valencia ver nota  40

[25] Se trata de Andrés Sánchez que alega en todo momento y a través de testigos que él realmente es vecino de Herguijuela donde satisface los pechos reales y que por tanto desea dejar la villa de Madroñera, en la que reside desde hace 7 meses, y volverse a su lugar de residencia con su mujer e hijos.

[26] Juana González, sus hijos, Alonso Ruiz, Blas García, lagarero de Juan de Camargo, y Diego Martínez, mozo que vivía en casa del vecino Diego de Ávila

[27] Vemos como en ambos casos, la persona particular de don Gutierre y su actividad se confunde con la del obispo, utilizando a eclesiásticos en el proceso administrativo que se está realizando en su nombre.

[28] En el mercado franco de cada jueves que por privilegio real tiene la ciudad l,os vecinos de Madroñera no gozan de tal franquicia al no ser vecinos de Trujillo. Sin embargo el arrendador de las alcabalas de 1553 a 1556 declara que entre las condiciones de su arrendamiento estaban no cobrar alcabalas a los vecinos de Madroñera en el mercado franco ni en los 10 días de la feria de mayo.

[29] Gallinas, pollos y trigo constituyen los productos con los que los vecinos satisfacen las alcabalas, considerando los arrendatarios que el sistema de igualas -que a ellos les simplifica la averiguación de las transacciones, pues sólo requiere un juramento- también es beneficioso para los vecinos ya que de no ser así, no se igualarían sino que describirían pormenorizadamente las distintas operaciones de venta efectuadas durante el año.

[30] El arrendador de este año, Martín Díaz de Orellana, dice que además de esta cantidad, ha comprobado que Andrés de Trejo, vecino de Madroñera vendió ese año a Alonso Ruiz 500 mrs. de censo al quitar por 7.000 mrs. y de tal alcabala sólo cobró la tercera parte pues así se establece en las condiciones de arrendamiento que da la ciudad.

Además, ese año Alonso Ruiz realizó un trueque con el concejo en el que aquél daba una cerca, tres huertos, pozos, una zahurda, un corral y otro huerto a cambio de una tierra que le daba el concejo, de similar valor ambos lotes (unos 34 ducados y 4 reales cada uno) y por los que no se pagó alcabala. A.G.S. Expedientes de Hacienda. Leg. 423. Fol. 5

[31] A.M.T. Libros de Acuerdos. Leg. 31(8), fol. 95v.

[32] La muerte del emperador es ecogida por las actas municipales de Trujillo días después con motivo de la organización de las honras fúnebres que con toda solemnidad se hicieron en la ciudad. Ibidem. Fol. 100v.

[33] El 9 de septiembre el concejo suscribe una carta de poder a favor de Juan de Chaves para que gestione este asunto obligandose los “propios” y las rentas de la ciudad. Ibidem. Fol. 91v.

[34] Bernardino de Tapia recibió un poder para permanecer en la corte 30 días. Ibidem. Fol. 112r.

[35] A.G.S. E.M.R. Mercedes y Privilegios. Leg. 280. Exp. 18.

[36] En este trabajo hemos podido conocer una realidad que no tuvimos ocasión de detectar en la citada investigación que realizamos sobre las ventas jurisdiccionales del siglo XVI, matizando e incluso contradiciendo algunas de las afirmaciones e hipótesis que alli planteamos.

[37]Fue Juan de Vargas oidor de Valladolid y rexente del  Supremo Consexo de Italia y estando sirviendo la rexencia le mandó el rei don Felipe 2º el año de 1567 ir a Flandes con el Duque de Alba don Fernando Álvarez de Toledo, para asistirle en lo que se ofreziese de su Real servizio en aquellos Estados. En los quales fue presidente de las confiscaciones de los reveldes y sirvió a Su Maxestad asta el año de 1574 que le mandó bolver. Murió en la Oliva a 7 de noviembre año de 1575 questa depositado en la iglesia de San Blas de aquella villa”. Archivo Catedral de Plasencia. Manuscrito de Los Camargos de Plasencia. Leg. 95(13), s/f.

[38] Sobre Alonso Ruiz y su trayectoria en el Perú puede obtenerse información en TRELLES ARESTEGUI, E.: Lucas Martínez Vegazo: funcionamiento de una encomienda peruana inicial. 2ª edición. Lima. 1991. Ver también LOCKHART, J.: The men of Cajamarca. A social and biographical Study of the first conquerors of Peru. Austin, Texas. 1972.

[39] DERMIT MARTÍNEZ, P.J.: “La construcción de las naos del Obispo de Plasencia en Vizcaya. 1536-1539. Pleitos y documentos sevillanos”; “Aportaciones sobre la Expedición del Obispo de Plasencia a la Mar del Sur” y “La expedición del obispo de Plasencia. III Parte: en busca del Arauco”. Derroteros de la Mar del Sur, números 11, 12 y 13 respectivamente. Véase también PASTELLS, O.: El descubrimiento del Estrecho de Magallanes en conmemoración del IV Centenario. Madrid. 1920. 

[40] La madre de Lucas e Isabel se llamaba Francisca de Valencia y es muy probable que fuera originaria de Madroñera.  Varios miembros de la familia Valencia, procedentes de Trujillo y Madroñera y emparentados con los hermanos Martínez, viajaron al Perú y trabajaron como mayordomos en la encomienda y en las minas de Lucas Martínez Vegaso.  Más información en TRELLES ARESTEGUI, E.: Op. cit., págs. 179-189.

[41] Dichas alegaciones, que pretendían disuadir a la Corona de de realizar dicha venta presentándola como complicada y nada beneficiosa a las arcas reales,  fueron recogidas en una cédula firmada en diciembre donde se comisionaba a Diego de Torres y Francisco de Zamudio para que se desplazaran a Trujillo a hacer las averiguaciones pertinentes. A.G.S. E.M.R. Mercedes y Privilegios. Leg. 302. Exp. 2. Sabemos que Bernardino de Tapia permaneció en Valladolid hasta el 17 de diciembre, llegando a Trujillo el día 24 de ese mes, en total 58 días. El 30 de enero daba cuenta al concejo de su estancia para que se le liquidara lo que se le  adeudaba. A.M.T. Libros de Acuerdos.  Leg. 31(8). Fol. 132v. 

[42] A.G.S. E.M.R. Mercedes y Privilegios. Leg. 302. Exp. 2.

[43] Ibidem.

[44] En esos meses se producen diversos libramientos a regidores y escribanos que se han desplazado a los lugares donde se realizan las averiguaciones

[45] A.G.S. E.M.R. Mercedes y Privilegios. Leg. 280. Exp. 18.

[46] A.M.T. Leg. 36(2). Fol. 168r.

[47] La noticia se recoge en las actas del ayuntamiento del día 12 de abril. A.M.T. Libros de Acuerdos.  Leg. 36(2). Fol. 156r.

[48] Son numerosas las referencias en la documentación a que el cambio se produjo con el consetimiento de don Juan de Vargas, el hermano del obispo que tramitaba todo el proceso.

[49] A.G.S. E.M.R. Mercedes y Privilegios. Leg. 280. Exp. 18. Ver también A.M.T. Leg. 32(6)

[50] Resulta interesante el poder concedido por el futuro señor de La Cumbre al, como él, perulero Alonso Ruiz y parte de esa curiosidad estriba en que el poder se otorga en el propio lugar del que desea ser señor y no ante alguno de los escribanos de la ciudad de Trujillo, sino ante el escribano de Su Majestad, Alonso de Tineo, que meses más tarde actuará como procurador de Juan de Vargas en la toma de posesión de Plasenzuela. Se pretendería con ello mantener en secreto las aspiraciones de Barrantes ya que además actúan como testigos su propio hijo Juan, un criado de éste y el regidor de Plasencia, Pedro Lintorne. A.G.S. E.M.R. Mercedes y Privilegios. Leg. 280. Exp. 19.  

La presencia de Tineo en tierras trujillanas posiblemente estuviera relacionada con su representación como apoderado de Juan de Vargas ante los jueces comisionados que en esas fechas realizaban las averiguaciones de diversos lugares incluidos en las ventas. Ver nota 71.

[51] A partir de una sentencia anterior dada por el propio concejo de Trujillo, se había obligado a los habitantes de estas dos minúsculas aldeas a contribuir fiscalmente junto a los vecinos de Plasenzuela y no con los “Aguijones y Colgadizos” como aquéllas pretendían. A.M.T. Leg. 2(2). 1415-1517. “Sentençia sobre Avililla y Plazençuela. 12 septiembre 1483”. Fols.. 135-136.

[52] A.G.S.  E.M.R. Mercedes y Privilegios. Leg. 280. Exp. 18.

[53]  Las posibilidades económicas del obispo eran muy considerables no sólo por el patrimonio familiar sino fundamentalmente por sus rentas eclesiásticas. Asunción Fernández, refiriéndose a testimonios coetáneos, señala que sus rentas no bajaban de 30.000 escudos anuales, además de percibir una pensión vitalicia de 800 escudos por la permuta que en 1553 realizó de la encomienda de la abadía benedictina de San Juan de Coria en Asturias, mantenida hasta su muerte. Fernández Hoyos, A.: Op. cit., pág. 118.  

[54] Los términos asignados a cada lugar no debieron exceder, en cualquier caso, de la media legua o la legua en redondo a partir de la propia aldea. Así se desprende de la extensión de los términos que bajo su jurisdicción tenían dichos lugares a finales del siglo XVIII y que conocemos gracias a las descripciones de Tomás López. En relación a Torrecillas se señala: “el distrito y ámbito que coge por ancho su jurisdiçión es media legua y en çircuito o a el rededor una legua a corta diferencia…La Provincia de Extremadura al final del siglo XVIII (descripciones recogidas por Tomás López). Estudio y recopilación de G. Barrientos Alfageme. Mérida. 1991, pág. 428.

[55] 3.000 ducados al darse la comisión para tomar posesión, hecho que tiene lugar en agosto de 1559 y la misma cantidad en cada uno de los restantes plazos, finales de octubre de 1559, enero y abril de 1560, saldándose el resto de la deuda en agosto de 1560.

[56] A.G.S.  E.M.R.. Mercedes y Privilegios. Leg. 280. Exp. 18.

[57] A.M.T. Libros de Acuerdos. Leg. 31(8). Fol. 110v.

[58] A.G.S. Dirección General del Tesoro. Leg. 281. Fol. 136.

[59] Ibidem.

[60] En sesión de 30 de abril, el concejo trujillano”acordó e mandó que Juan de Toro vaya a Corte de Su Magestad a contradezir a Alonso Ruyz el tytulo de la venta del lugar de la Madroñera que pretende y se le mande la ynstruçión para lo que a de hazer por la çibdad”.  A.M.T. Libros de Acuerdos.  Leg. 31(8). Fol. 172r

[61] Según el documento de la Contaduría Mayor de Hacienda, la carta de venta fue firmada por la Princesa Gobernadora el 28 de julio de 1559. A.G.S. Dirección General del Tesoro. Leg. 281. Fol. 136.

[62] Cédula de la princesa doña Juana en nombre del rey a los herederos y testamentarios de don Gutierre otorgada en Valladolid el 31 de agosto de 1559. Ibidem.

[63] A.M.T. Libros de Acuerdos. Leg. 31(8). Fol. 174r. y ss.

[64] Ibidem

[65] Se reciben cartas de Pedro Suárez de Toledo el 10, 17 y 24 de julio; el 12, 18 y 21 de agosto y el 11 y 25 de septiembre. Ibidem.

[66] A.M.T. Leg. 32(6).

[67]  A.G.S. E.M.R.. Mercedes y Privilegios. Leg. 280. Exp. 18.

[68]  A.G.S. E.M.R  Mercedes y Privilegios. Leg. 280. Exp. 18,  y Contaduría Mayor de Hacienda (en adelante C.M.H.) Dirección General del Tesoro.  Leg. 281. Fol. 81.

[69] A.M.T. Leg. 32(7)

[70] Ibidem.  La delimitación se inicia en el río Tamuja, donde los límites se encuentran con los de Cáceres y Montánchez, hasta el puente del Tamuja en el camino real que va a Cáceres y continúa hasta el río Gibranzos, siguiendo desde allí hasta el mojón de la dehesa de Piedrahitilla y después entre ésta y Avililla hasta el baldío de Ruanes. Continúa hasta el límite y mojón de El Guijo y continúa hasta dar con el término de Montánchez  y volver al Tamuja donde se inició el amojonamiento. Plasenzuela con Avililla y El Guijo arrojaron un total de 71 vecinos en lugar de los 80 que en principio se supusieron. A.G.S.  Expedientes de Hacienda, Leg. 315, Fol. 7. El pago de esta compra se había realizado ya en parte, aunque sólo sobre los vecinos y términos que pasaron a poder de Juan de Vargas y no sobre la totalidad de lo incluido en el concierto inicial establecido con la Corona, cuantía que debieron satisfacer el resto de los compradores por delegación de aquél. El licenciado Juan de Vargas había satisfecho ya en el momento de acceder a la posesión de los lugares de Plasenzuela, Guijo y Avililla 1.000 ducados, comprometiéndose a pagar el resto el día 10 de noviembre de ese mismo año

[71] A.M.T. Leg. 32(8).

[72] Los otros dos eran Alonso Ruiz, el comprador de Madroñera, y Juan Pizarro de Orellana que compraría la propiedad de Magasquilla. LOCKHART, J.: The men of Cajamarca. A Social and Biographical Study of the First Conquerors of Peru. Austin. 1972, págs. 214-215; 236-238 y 343-346.

[73] El señor del Puerto marchó al Perú en 1560 en compañía de su mujer y de 22 criados (entre los que se encontraban diez trujillanos y sus dos hijos ) muriendo allí en 1563. ROMERA IRUELA, L. Y GALBÍS DÍEZ, Mª DEL C. (eds): Catálogo de Pasajeros a Indias. (1560-1566). Vol. IV. Murcia. 1981, págs. 64 y 65. Ver también Altman, A. Emigrantes y Sociedad. Extremadura y América en el Siglo XVI. Madrid. 1992,  pág. 62.  Su desaparición le libró de sufrir condenación en España por sus actuaciones en Perú (numerosos abusos de poder y latrocinios que llevaron a la cárcel a los dos comisarios que con él marcharon). TRELLES ARÉSTEGUI, E.: Op. cit., pág. 125.

[74] Cada vasallo se valoró a razón de 16.000 maravedís y cada millar de las alcabalas en 42.500 maravedís. A.G.S. E.M.R.  Mercedes y Privilegios”. Leg. 303. Exp. 17;  C.M.HDirección General del Tesoro. Leg. 181. Fol. 142.

[75] A.G.S. C.M.H. Dirección General del Tesoro, Leg. 281. Fol. 241. El 4 de septiembre de ese mismo año, Diego Pizarro de Hinojosa traspasó su poder a Gabriel y Alonso Pizarro de Torres, sus hermanos, y a Gómez Dávalos, todos ellos vecinos de Trujillo, para que comparecieran ante el juez comisionado para delimitar los términos de la villa de Torrecillas.

[76] A.G.S. C.M.H. Dirección General del Tesoro. Leg. 281. Fol. 196. La confirmación de la venta realizada por la princesa gobernador fue efectuada por el rey Felipe en Toledo el 24 de diciembre de 1559. A.G.S. E.M.R. Mercedes y Privilegios. Leg. 321. Exp. 15. Años más tarde, en 1591, el propio concejo de El Puerto compraría las alcabalas por valor de 3.960.000 maravedís. A.G.S. C.M.H. Dirección General del Tesoro. Leg. 281. Fol.  196.

[77] A.G.S. C.M.H.  Dirección General del Tesoro, Leg. 281. Fol. 136. La carta de poder otorgada por Pedro Barrantes a Alonso Ruiz para efectuar la compra se formalizó en La Cumbre ante el escribano Alonso de Tineo el 2 de abril de 1559. La confirmación de la venta realizada por la princesa gobernador fue efectuada por el rey Felipe en Toledo el 24 de diciembre de 1559.  E.M.R. Mercedes y Privilegios. Leg. 280. Exp. 19. El Archivo Municipal de La Cumbre conserva el documento de venta efectuada a Pedro Barrantes. Censo de Archivos Municipales de Extremadura. Junta de Extremadura. Mérida, 1999

[78]  A.G.S. E.M.R. Mercedes y Privilegios, Leg. 303. Exp. 17.

[79] Las averiguaciones realizadas por Núñez de Avendaño contabilizaron diferencias entre el vecindario que se supuso tuvieran los lugares y el que realmente tenían siendo en todos los casos menor el que tuuvieron que pagar los nuevos señores. El hecho de que no se conserven en el archivo trujillano referencias documentales sobre conflictos derivados de la venta del Puerto, a diferencia de los otros lugares, pudiera hacer pensar que no existieron dudas sobre la delimitación hecha por el licenciado Núñez de Avendaño sobre el término asignado a este lugar. Esta circunstancia, junto a la  enorme presencia que la familia de la mujer de Diego de Carvajal –doña Beatriz de Vargas- tenía en dicho lugar a través del señorío sobre Valhondo, quizás motivaron que ni el concejo ni otros herederos acudieran al proceso de toma de posesión y no adujeran derechos que consideraran lesionados, lo que sí ocurrió en el caso de los otros lugares dando lugar a una documentación que nos ha permitido seguir el proceso.

[80] En el mes de julio (sesión del día 10)  ya el concejo había otorgado poder a Pedro Suárez de Toledo para que se obligara en la cantidad de 6.000 ducados para pagar a su Majestad y parar las ventas. A.M.T. Leg. 31(8).  Fol. 220

[81]  Diego García de Chaves, Pedro Calderón Altamirano, Juan Cortés, Juan de Chaves y Luis de Chaves.

[82] Después de su prolongada ausencia Felipe II desembarca en el puerto de Laredo el 9 de septiembre de 1559.

[83] El 1 de septiembre el concejo decide enviar al bachiller Prieto con una carta de poder para presentarse ante el licenciado Núñez de Avendaño.  A.M.T. Leg. 31(8).  Fol. 268v.

[84] Ibidem. Fol. 279v. Debemos suponer que las argumentaciones que presentara Francisco del Amarilla darían su fruto ya que al menos de momento no vuelve a mencionarse la segregación de Logrosán.

[85] Llamamos la atención sobre el hecho de que ninguno de los regidores que mostraron su interés por comprar lugares, hiciera efectivo este deseo, al menos durante esta centuria.

[86] A.M.T. Leg. 27.17.

[87] Recordemos que Trujillo no tenía representación con voto en Cortes.

[88] Sobre estos conflictos que se alargan a lo largo del siglo XVI y que incluso se prolongan a la siguiente centuria ver SÁNCHEZ RUBIO, Mª.A. y SANCHEZ RUBIO, R.: Op. cit.

[89] A.G.S.. Expedientes de Hacienda. Leg. 315. Fol. 7

[90] El 6 de noviembre el juez solicita de Francisco del Amarilla y Cristóbal Hidalgo Docampo la relación de vecinos y el resto de la información solicitada, siendo testigos de dicho requerimiento Juan de Chaves, Alonso Ruiz y Pedro Barrantes.

[91] Nombres en su mayoría de los que el juez Avendaño reconocía, al inicio, las dudas que pesaban sobre su vecindad

[92] Ya en 1353, el juez Gonzalo Fernández Añasco recorre parte del término de Trujillo revisando los límites de tierras del concejo y controlando las apropiaciones que de éstas pudieran haberse hecho. Por comisión del concejo se ordena a Fernández Añasco que vea los ejidos de las aldeas y determine si su tamaño es el adecuado y acorde a su población al objeto de fomentar y propiciar su poblamiento. En 1418 intentarán que se incremente el vecindario del lugar de Navalvillar concediéndole término estimando que tal medida podría hacer que otros pobladores, tanto de la tierra trujillana como de la de Toledo, pudieran decidirse a ir a vivir al lugar. En el caso de que no se cumplieran esas expectativas, Trujillo decidiría en su momento si tal término volvería al concejo para sus “propios”, planteamiento que deja claro la discrecionalidad en la concesión de tales tierras por parte de Trujillo a las aldeas de su término y la idea clara de que estas tierras no pasan a ser propiedad de tales lugares.

SÁNCHEZ RUBIO, Mª A.: El Concejo de Trujillo… Op. cit. Págs. 48 y 51.

[93] Cada vara medía en España 0,8356 metros.

[94] A.G.S.. Dirección General del Tesoro. Leg. 281. Fol. 269

[95] FERNÁNDEZ HOYOS, A.: Op. cit., pág. 59.

[96] Parece que se le da carta de venta del lugar de Velilla el día 3 de abril de 1559, en vida aún del obispo. Ibidem.

[97] 784.000 mrs. por el lugar de Velilla, 1.018.788 mrs. por las alcabalas de este lugar, 634.500 mrs. por el lugar y alcabalas de Madroñera y 11.181.458 mrs. de las alcabalas de Jaraicejo. Ibidem.

[98] La muerte del obispo debió alterar esta disposición y la resolución de su testamentaría quizás obligara a rescatar dicha cantidad por los albaceas del prelado.

[99] El 20 de mayo de 1560, sendas cédulas del rey a los Contadores Mayores ordenan que se rompan las cartas de venta de Velilla y sus alcabalas y que se incluya en la carta de venta de las alcabalas de Jaraicejo el juro de doña Francisca, pese a lo contenido en la carta anterior en la que la Corona se comprometía a venderlas libre de cualquier gravamen. Ibidem

Resulta curioso uno de los datos de esta cuenta que nuevamente se realiza con don Francisco de Carvajal, ya que, junto a los descuentos que suponen los mrs. de la venta de Madroñera (634.500 mrs. que se reclaman a los testamentarios del obispo), lo recaudado por el juez ejecutor en bienes de don Francisco (1.719.000 mrs.), la pérdida de valor en las alcabalas de Jaraicejo que supone el juro de doña Francisca Pizarro (1.918.000 mrs.)  y las alcabalas de Velilla, que se devuelven a la Corona (1.018.788 mrs. más 31.961 mrs. de lo que no pudo cobrar de ellas por estar encabezadas), la devolución del lugar de Velilla no deduce de la deuda el valor de lo fijado por el lugar (784.000 mrs.) sino una cantidad mayor (y así se indica, 937.500 mrs.) sin que sepamos la causa de ello. Ibidem.

[100] También en nota añadida al margen se indica que en 1608, el hijo de don Francisco, don Alonso de Carvajal “en quien han venido a parar las dichas alcavalas de Xarayzejo” compró de Su Majestad “la juridiçion que a su Magestad perteneçe para la cobrança de las dichas alcavalas” por 6.000 ducados, pagados en un año mediante dos pagas por mitad. Ibidem.

Oct 012006
 

José Abril Torres.

Introducción:

En estos momentos en los que existe un gran debate sobre la organización territorial del Estado, debemos hacer notar nuestra presencia individual y colectiva para que dicho debate, tenga como fin una nueva idea de España, y no cuestionar el propio ser de España.

La historia mas reciente de España, es la búsqueda y construcción de un proyecto de unidad, compatible con el respeto a la identidad de todas sus partes.

Para que esto sea real, debemos olvidar las estigmatizaciones sufridas por todos los españoles a lo largo de la historia, y no hacer caso a los tribalismos obsoletos que sólo buscan la confrontación.

Debemos dar confianza a nuestros políticos, para que hagan las reformas necesarias, y podamos entender que dentro de su complejidad, España, tiene una base histórica importantísima para la unidad de sus ciudadanos en un proyecto común.

Recordar, a los detractores de esa historia que, hace 10000 años, posiblemente tuviéramos un lenguaje común, y nuestros antepasados fueron de la misma etnia.

GARCIAZ:

Municipio de la provincia de Cáceres, partido judicial de Trujillo, a 84 Km. de la capital y 33 de Trujillo. El pueblo se sitúa a 670 metros sobre el nivel del mar, en una depresión de la Sierra de Pollares, rodeada de montes que sobrepasan lo 1220 metros (hoja 706 del MNT).

El territorio de Garciaz, se localiza sobre el bloque desnivelado de Pedro Gómez, en la divisoria de las aguas del Tajo-Guadiana, en la unidad que recibe el nombre de Sierra de Guadalupe. El bloque se halla disecado por los ríos Garciaz y La Hornilla, que llevan sus aguas del Tajo a través del Almonte (Enciclopedia Extremeña, 5).

Las gráficas ombro-térmicas, dan una media entre los 669.5 mm. y los 1021 mm, y, entre los 15.4° y los 15.7 °, respectivamente, lo que las sitúa en el piso del clima mesomediterráneo (Rivas Martínez 1985).

Por el Oriente, linda con Caballerías, que dicen de la Hornilla y de Garciaz; por el Levante, con Caballerías, que dicen Las Paredes, Cañejal, Potrón y El Zorro; por el Ocaso, con dehesas, que dicen Fuentes Frías, Campos de Portera y Alcornocalejo, y por el Norte, con dehesas, que denominan Valdepuercas, Valdeagudo, Valbutrero y La Butrera.

Confina por el Oriente con la villa de Berzocana, a una distancia de tres leguas; por el Norte, con Aldeanueva de Zentenera, a dos leguas; por Poniente, con la villa de la Calzada (Herguijuela) a distancia de dos leguas; por el Sur, con el lugar de Zorita, que dista tres leguas (Interrogatorio de la Real Audiencia, Extremadura en los tiempos modernos. Partido de Trujillo, Tomo I de 1791, Edición de 1996).

He encontrado muy poca bibliografía de Garciaz; algún trabajo sobre su iglesia, algunas citas de sus ermitas, y un estudio de una villa romana, y, en sus inmediaciones, los restos de una iglesia visigótica, en la que aún se mantiene en pie un santuario con cabecera rectangular, cubierta de una bóveda de medio cañón de herradura, y recubierta por una moldura de mármol. Puede fecharse en el siglo VII o principios del VIII (E. Cerrillo. Las ermitas de Portera y Santa Olalla. P. Ibérica Zephyrus XXXIII-XXXIV, 1979). También existen restos de una ermita dedicada al culto de San Sebastián, mártir visigodo. En una dehesa, llamada Las Corraladas, existe una lápida funeraria romana, que está partida en dos por lo que es muy difícil su identificación. Dicha lápida, sirve de soporte al dintel de una pequeña portada del horno de un tejar árabe, que se conserva en muy buen estado.

La romanización debió ser escasa, ya que, aparte de los restos antes mencionados, se hallaron gran cantidad de monedas romanas en un solo enterramiento, y de poco valor, por lo que podría pensarse que fueron el botín del robo del salario de las legiones romanas.

El difícil acceso a la zona, y su déficit minero, debieron ser las causas del escaso contacto con otras etnias de cultura superior, quedando sus habitantes relegados a una vida sin cambios profundos, y por tanto, conservando unas costumbres y un lenguaje de épocas muy antiguas.

En la reconquista cristiana, primero perteneció al Alfoz cristiano de Trujillo. Fue Felipe II quien, previo pago de seis mil quinientos maravedíes por cada uno de sus ochocientos vecinos, le concedió autonomía y el título de villa. Posiblemente esa cantidad fue pagada, al menos en parte, por las familias nobles, propietarios de gran parte de las dehesas del término.

Debido a esa propiedad privada y el agravante de la trashumancia, el pueblo sigue empobreciéndose, y en 1791 sólo tiene ciento doce vecinos.


La historia empieza con el ser humano. Él es el primero en concebir la idea del tiempo y el espacio; que son los fundamentos que dan origen a los hechos históricos, y, a su transformación y sucesión. («Memoria de España» – Fernando García de Cortázar – Dir).

En primer lugar tengo que realizar una sinopsis de la Prehistoria, para poder situarnos en la época en que ocurren estos hechos, aunque también es verdad, que cada día, en las nuevas investigaciones, la Prehistoria se va uniendo con la Historia, o al revés.

Todos los historiadores coinciden en que las fechas y los hechos no tienen un tiempo estricto de aparición, ni que aparecen en todos los sitios al mismo tiempo.

Fechas aproximadas y hechos humanos más relevantes:

  1. Paleolítico inferior:
    • 6 millones (aparición del primer homínido en África) – 95000 años.
    • Aparición del Homo erectus.
      • Yacimiento de Dolina (800.000 años).
      • Yacimiento de Atapuerca (300.000 años).
    • Control del fuego.
    • Carroñeros.
  2. Paleolítico medio:
    • 95000-35000 años.
    • Aparición del hombre del Neardental. (muy corpulentos).
    • Periodo extraordinariamente frío.
  3. Paleolítico superior:
    • 35000-12000 años.
    • Aparición del Homo sapiens, sapiens. (menos robusto que el Neardental)
    • Pinturas rupestres.
  4. Epipaleolítico o Mesolítico:
    • 12000-7500 años.
    • Paso de la piedra tallada a la pulimentada.
    • El hombre emigra desde las riberas del mediterráneo hacia gran parte de Europa, aprovechando la retirada del hielo de la última glaciación (Glaciación de Wurm).
    • Tránsito de la economía depredadora a la productora.
  5. Neolítico:
    • 6000-2500 años.
    • Aparición de la Agricultura.
    • Aparición de la cerámica.
    • Aparición de monumentos megalíticos (Dólmenes).
  6. Calcolítico (edad del cobre, Cultura de los Millares):
    • 2500-1700 años.
    • Comienzan los enterramientos individuales.
    • Aparece el uso del vaso campaniforme.
    • Vida suprafamiliar en poblados.
  7. Edad del Bronce (Cultura del Argar):
    • 1700-1300 años.
    • Campos de túmulos. (Cistas = foso revestido de lanchas planas)
  8. 8. Edad del Bronce Tardío – Edad del Hierro:
    • 1300-500 años
    • Cultura de los tartessos (siglo VIII-V a de C).Primer Estado conocido.
    • Comienzan los contactos con los fenicios (s. X-VIII a de C.) y los griegos (630 a.C., fundación de Ampurias).
    • Cultura de los campos de urnas (comienzan la cremación de los cadáveres y el enterramiento de las cenizas en urnas, paso del bronce al hierro).
    • Colonización de las oleadas de los indoeuropeos y la formación de las tres grandes Áreas Peninsulares:
      • Área ibérica
      • Área de Influencia ibérica
      • Área Celta (Indoeuropea)
    • Asentamientos cartagineses procedentes de Cartago (Túnez) .Cartagena fundada en el 277 a.C.

Nos situaremos en la que hemos llamado Epipaleolítico. Periodo en que el hombre pulimenta las piedras y crea un lenguaje silábico, con el nombre de ríos, montes, animales, etc., y se desplaza de las riberas del Mediterráneo hacia el resto de Europa, siguiendo la retirada de los hielos de la última glaciación o glaciación de Wurm.

Siguiendo los estudios del profesor Sánchez-Salor, la historia de un pueblo es lo que son los monumentos que de si mismo ha dejado ese pueblo, y monumentos, etimológicamente, es el recuerdo que advierte de la existencia en el pasado de alguien o de algo, y los nombres de los lugares son monumentos en ese sentido, en el de que son recuerdos que advierten de la existencia, en el pasado, de ese lugar, de alguien o de algo.

Esos hombres de lugares, que estudia la toponimia es el monumento esencial para conocer aquellos pueblos que, de las riberas del Mediterráneo (Norte de África, sur de Europa y Oriente próximo) se asentaron por gran parte de Europa. Se les conoce como Preindoeuropeos.

Fue Hans Krahe en 1950, quien basándose en que los nombres de algunos ríos, se repetían con mucha frecuencia en distintos lugares de Europa, propuso su “Old European Hidronymy”. También intuyó que esta hidronimia era testimonio de una lengua que hablaron los grupos étnicos distintos a los indoeuropeos. Tovar realizó una serie de mapas hidronímicos, que representaba una amplia zona que va desde España a las islas Británicas, y desde Italia a Escandinavia y el Báltico.

Vennerman concluye, algo más tarde, que esta hidronimia es preindoeuropea, por lo tanto, anterior al II a C. Estas lenguas que trajeron aquellas oleadas de las riberas del Mediterráneo, se hablaban desde hace 10.000 años. Dichas lenguas, con un tronco común, dejarían en los asentamientos un embrión que lugar a algunos idiomas de la actualidad, el vasco, bereber, ligur, y noticias de que es el lenguaje en el que se expresaban los antiguos íberos con los que se encontraron los otros colonizadores griegos, fenicios e indoeuropeos.

Posiblemente esos grupos étnicos, con un tronco lingüístico común, preindoeuropeo, fueron todos los habitantes de la Península hasta la llegada de los nuevos colonizadores, los indoeuropeos.

1º.- Tarteso supone la aparición del primer Estado conocido en la Península. Aparece un grupo social que se sustrae de las tareas productivas para dedicarse al control de lo que otras producen.

Esta aparición del Estado marca, la transformación social entre la historia y la prehistoria.

De forma aproximada podemos situar a los tartesos, las actuales provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz, así como parte de las de Córdoba y Málaga.

Su capital la sitúan unos en Huelva y otros en Cádiz. La Biblia viene a complicar, más aún, la ubicación de dicha capital que aparece con la denominación de Tarsis. Lo único que nos aclara la Biblia es que los fenicios navegaban hacia Occidente con anterioridad al reinado de Salomón. (siglo X a.C.).

El alemán Schulten, emitió una teoría en donde había un parentesco entre los tartesos y los etruscos, descendientes de un antepasado oriental común. Todo es una especulación, lo único cierto es que la Tarses de la Biblia estaba hacia Occidente en el Mediterráneo, y que los fenicios comerciaban con aquel lugar en la primera mitad del siglo X a.c.

2º.- Fenicios. Animados por el beneficio que reportaba el comercio con Tarteso, los fenicios fundan Cádiz (800 a.c.).

Si los fenicios proporcionaban tecnología, la aristocracia tartésica disponía de los trabajadores necesarios para generar una riqueza hasta entonces insospechada por las comunidades humanas de la Península.

3º.- Los Griegos. Tarteso se habría hecho famosa en el mediterráneo oriental conforme llegarán los barcos fenicios cargados de metales preciosos.

Es posible que se haya descubierto un santuario griego en el Centro de Huelva, pero ni aún así podemos asegurar la presencia colonial griega.

En el año 600 a.c., los griegos fundan Ampurias en la ruta para dirigirse a Tarteso.

Además de Ampurias, los griegos fundaron Salor, Sagunto, Denia, Santa Pola y Alicante (refundada por los cartagineses).

4º.- Oleadas de los indoeuropeos- Dichos pueblos indoeuropeos introducen el hierro, y su lengua. Dicho impacto cultural indoeuropeo, fue diferente en distintos sitios de la Península, según el dominio de una cultura sobre la otra. Para simplificar determinaremos tres áreas:

a.- Área Ibérica. Que incluye levante, Cataluña, Andalucía Oriental y una parte del valle del Ebro.

Pronto el lenguaje formal orientalizante va siendo sustituido por el griego, desarrollando un sistema de escritura propio, basados en los alfabetos fenicios y griego, y aún no descifrada. Pero si su lenguaje sigue siendo enigmático no lo son sus famosas esculturas: La Dama de Elche y la Dama de Baza).

b.- Área de influencia Ibérica – Los celtíberos. Comprendía un espacio entre el Ebro medio, el Sistema Ibérico y el Alto Duero. Hablaban una lengua de tipo indoeuropea.

c.- Área Indoeuropea- Que tiene un claro predominio indoeuropeo tanto en la forma de expresión cultural como lingüística.

Los historiadores les han dado distintos nombres según su ubicación, aunque casi se puede asegurar, que su lengua es un tronco común indoeuropeo; Galaicos, Vascos, Lusitanos, Turdetanos, etc.

Estos pueblos ocupan la actual Galicia, toda la cornisa Cantábrica, Norte y Centro de Portugal y parte de Extremadura.

Entre estas áreas y subáreas, no existe una delimitación tajante de cultura y lengua, sino unas zonas freáticas, entre ellas, pero si una característica común, el carácter indoeuropeo de su lengua.

Vuelvo nuevamente a los estudios hidronímicos de Hans Krahe y Vennerman. Pienso que, lo lógico es que primero sea el hidronímico y después el topónimo, y no al revés.

Partiendo de la raíz preindoeuropea KAR, que se halla en muchos orónimos con el significado de monte pedregoso, pero que también, en muchas ocasiones, nos la encontramos en hidrónimos con alusión a un río que nace en un monte pedregoso, que discurre por un monte pedregoso o que, en su lecho hay muchas piedras.

El paso de la K a la G, sería por influencia mozárabe, o por una mejor sonoridad. Por lo tanto, nada nos impide pensar que GAR, sería una variante de KAR, que se hace mas sonora con el cambio, y que, se refiere a un monte o pedregal elevado en donde nace un río.

El otro étimo que entraría a formar parte del hidrónimo, sería también de origen preindoeuropeo y que, aún existe en el Euskera, ARTZ, con el significado de OSO. Uniendo estos dos términos, quedaría GARARTZ que, posiblemente, para su mejor pronunciación derivaría a GARCIAZ.

Una vez puesto el nombre al río, darían nombre al pueblo y otras zonas del término.

J. Corominas, admite otra posibilidad para el antropónimo García; que la raíz preindoeuropea KAR pase al vasco como HARZE, que seguiría significando pedregal, y el otro étimo vasco ARTZ, de esta forma quedaría como HARZEARTZ.

Por todo lo anteriormente dicho sería ilógico querer hacer derivar Garciaz del heterónimo del antropónimo García.

¿No sería más lógico que primero fuera el hidrónimo y después el topónimo e, incluso el antropónimo? Sería demasiada coincidencia que existiera un García que diera nombre a varios pueblos de la Península; García en Salamanca, Garcíez en Jaén o Garcés en Lisboa.

Que es una raíz preindoeuropea se puede demostrar por la existencia dentro del término de otros orónimos con la raíz JAR. En primer lugar Vallenajarro, con un primer étimo inconfundible y otro con la raíz JAR a la que se le añade el afijo na para su mejor pronunciación, otra dehesa del término ALIJAR.

Por todo lo expuesto, ¿sería Garciaz-vs-Garartz?, ¿sería Harzeart-vs-Garciaz?. En los dos supuestos daría lugar a Río de Osos.

Que hubo osos en esta zona lo podemos verificar por el libro de Montería de Alfonso Onceno, en el que se refiere a Garciaz con los siguientes términos:

“Este libro mandamos facer nos el Rey de Castilla et de León…”
“Garcies, buen monte de Osso et de lobo…”
(Edición de Gonzalo de Argote de Molina, de 1582)

Posiblemente esas oleadas migratorias de las que he hablado al principio, llevarían esa raíz GAR, desde su lugar de nacimiento en la ribera mediterránea, hasta los sitios que fueron ocupando por la retirada del hielo.

Creo que nadie puede negar que nuestro humilde Garciaz, sea anterior al majestuoso río de Aquitania, el Garona.

Por último, y para terminar, ya en el siglo XIX, el explorador vasco Manuel Iradier, comprobó que en el Norte de África, había términos lingüísticos que tenían una misma raíz, igual sonoridad, e igual significado que algunas palabras vascas. Lo atribuyó a que hubiera existido, o existiera una comunidad que hablaba euskera pero ni la encontró ni nadie tenía conocimiento de que hubiera existido.

Oct 012006
 

Alfonso Párraga Sánchez.

Lcdo. Geografía e Historia.
Diplomado en Estudios Avanzados (Edad Media).

“La historia la hacen los hombres concretos que, viviendo en sociedad se destacan de ella”, la idea del individualismo de Burechardt nos introduce en la época del humanismo, del erasmismo, de las luchas de religión, de los descubrimientos en definitiva de la evolución del hombre, que pasa del pesimismo medieval, al optimismo renacentista y de una época autoritaria marcada por los Reyes Católicos a una idea de una “Europa cristiana”, con el intento de cesarismo o imperialismo de Carlos I de España y V de Alemania.

En este marco histórico, surge la figura de Gutierre de Vargas Carvajal que bascularía entre lo religioso y lo profano, entre lo divino y lo humano, es decir, en la perpetua contradicción con la que vivieron los hombres del Renacimiento. De esta disfunción entre lo mundano y lo religioso, tendría como resultado una doble personalidad en un hombre que se hizo así mismo y que su auto-didactismo modelaría su personalidad, su ser y su proyecto.

Nombrado a la sede episcopal con tan solo 18 años de edad sería de entre los diez obispos de la diócesis placentina entre 1403-1559 el que mayor tiempo gobernaría los designios diocesanos.

No sólo fue obispo de nuestra ciudad sino también arquitecto, teólogo, fundador y expedicionario al Nuevo Mundo, será esta faceta sin olvidarnos de las anteriores la que estudiaremos dentro de nuestras posibilidades, intentando dar a conocer el sentido del hecho histórico, el porqué del mismo, sus circunstancias, sus desvelos y sus resultados que supuso para nuestro prelado una muy estimada pérdida económica y no pocos procesos judiciales.

¿Cuáles eran sus objetivos?, ¿Quién dirigirá esta empresa?, ¿Por qué se hizo y para qué?, lo cierto y verdad es que intentaremos dar la información que poseemos sobre este tema y de aquellos otros que hicieron de este obispo un “mecenas del Renacimiento” y en el tema concreto de la expedición, tomaremos las palabras de D. Juan de Mena en el “Laberinto de la fortuna”, estrofa III versos 17-24, pág. 56, cuando escribe:

“Levante la Fama su boz inefable,
por que los fechos que son al presente
vayan de gente sabidos en gente;
olvido non prive lo que es memorable.”

La anhelante búsqueda de la fama, el ideal ansiado en el Medievo, el valor tan tenido en cuenta por la sociedad aunque los requisitos para acceder a ella sólo estuviera reservada a la cúspide de ésta (Lida de Malkie, Mº R.: (1983) “La idea de la fama en la Edad Media Castellana”, Madrid 1983, págs. 13-95, extraída la cita de Gibello Bravo, (1999) “La imagen de la nobleza castellana en la Baja Edad Media”, Ed.: Universidad de Extremadura. Servicio de Publicaciones, Cáceres, pág., 27), con respecto a este tema de la fama haremos nuestras las palabras del doctor don Lorenzo Galíndez de Carvajal cuando dice: “…El fundamento verdadero y principal de la nobleza consiste en virtud mayormente de aquella virtud que tiene sus raíces en Dios, el conocimiento de la cual es lumbre que alumbra todo hombre que en este mundo viene y mediante ella obra bien aún que muera no muere con alumbrado por virtud y así queda acá en el mundo noble e hidalgo por buen fama y bien obrado y en el cielo por gloria perpetuada” (Archivo Histórico Catedralicio Placentino, legajo 100, extensión 10, a partir de aquí utilizaremos AHCP).

Conscientes de que estamos en los albores de una nueva etapa de la historia de la humanidad la Edad Moderna, que se caracterizará por un época de brillantez en las letras y en las artes y sobre todo por un cambio de mentalidad en la concepción del hombre y del mundo y en donde las ciudades se convertirán en mercados y el comercio se revalorizará, la competencia inexistente durante la Edad Media debido a una fuerte jerarquización gremial se desarrollará en estos momentos, aparecerá una nueva clase social, la burguesía y, una ideología ferozmente individualista, lo que hará juzgar los hechos desde una perspectiva subjetivista, éstos y otros muchos son los signos de un movimiento cultural, artístico y literario que llamamos Renacimiento, pero es un movimiento más extenso y profundo como han estudiado muchos de nuestros historiadores medievales y que han coincidido en que esta nueva etapa que surge va a dar sentido y estilo a todo hombre de la Edad Moderna, es decir, le va a dar un concepto de vida esencialmente antropocentrista, el Humanismo, el modo de creer de este hombre del Renacimiento, le va a dar entrada a la crítica, a la rebeldía y a la ruptura que desembocará religiosamente en el: Protestantismo y las guerras de religión. Su amor a la naturaleza, su modo de viajar, aventurarse y la necesidad de metales preciosos originará los: Descubrimientos. Su modo de negociar, haciendo transacción con las reservas monetarias va a producir el: Capitalismo inicial. Su modo de gobernar creará la: Monarquía autoritaria que desembocará en el absolutismo del siglo XVII. Su modo de entender y amar a la patria devaluará el concepto medieval de Cristiandad y de Imperio y nacerán los: Nacionalismos o Estados nacionales, y por encima de todo surgirá el Hombre, con mayúscula, que se siente seguro de sí y lo manifiesta con la creación de grandes obras o con el deseo dejar su impronta y para ello se levantan grandes monumentos, palacios, iglesias, catedrales, lonjas… (Hauser Arnold: (1969) Historia social de la literatura y el arte. Vol. I, ed. Guadarrama. Madrid. Campistol Regla J.: (1969) De la obra colectiva. Introducción a la Historia de España por A. ubieto, j. Regla, J.M. Jover y C.Seco”, ed.: Teide Barcelona.)

Además en el sustrato de distinción social propia de la clase estamental privilegiada aparecerá no sólo el mecenas sino también figuras de grandes hombres en todos los campos del saber y en España destacaran: el cardenal Cisneros con la fundación de la Universidad de Alcalá. Antonio de Nebrija autor de la primera “Gramática castellana”, el historiador Luis Vives y en nuestra ciudad una pléyade de grandes artistas en esta primera mitad del siglo XVI desde Enrique Egas pasando por Juan de Álava, Francisco de Colonia, Rodrigo Gil de Hontañón, Diego de Siloe, Rodrigo Alemán y un largo número de canteros, entalladores, herreros, plateros et., (González Cuesta Fc. :(2002) “Los obispos de Plasencia, Aproximación al Episcopologio Placentino” Ed: Gráficas Sandoval, Plasencia, página 93 y ss.) sin olvidar figuras importantes en el devenir histórico de nuestra Región como los Pizarros, Cortés, o Lorenzo Galíndez de Carvajal o Pedro de Trejo o el dramaturgo Micael de Carvajal o el coronel Villalba o Inés de Suárez o San Pedro de Alcántara, en definitiva familias importantes como Carvajal, Paniaguas, Barahona o Varona, Chaves, Trejo, Loaisas, Nietos, Zúñiga etc.

Dejemos el ambiente social, económico, político y cultural del momento y centrémonos en el tema, en la figura y en la vida de un hombre como fue Gutierre Vargas Carvajal en este año de 2006, cuando se cumplen 500 años de su nacimiento y como prelado de la diócesis placentina desde 1524 a 1559 ocupará uno de los periodos más largos de la historia placentina, tan sólo don Domingo II (1290-1328) y posteriormente el obispo Laso (1766-1803) pudieron superarle (o.c. Francisco González Cuesta, pág, 149). Mas nuestro prelado había nacido en el hogar de una familia distinguida y poderosa, los Vargas, al igual que los Carvajales al unirse mediante lazos familiares pudieron acrecentar sus intereses, sus privilegios, sus influencias en la corte.

El cuadro adjunto pone de manifiesto la unión de estas dos familias aristocráticas a través del matrimonio entre Inés de Carvajal Camargo hija del primer señor de Torrejón y don Francisco de Vargas Carvajal que procrearían cinco hijos y en donde nacería nuestro Gutierre Vargas y Carvajal, en Madrid, en la Plaza de la Paja, hoy conocida con el nombre del Marqués de Comilla, en el mismo año 1506 en que nace San Francisco Javier o en el que Fernando el Católico se retira a Aragón dejando la corona de Castilla en manos de Felipe I el Hermoso o la pérdida de Cristóbal Colón en Valladolid, aunque existen hechos deleznables como la matanza en este año de 4.000 judíos en Lisboa (Portugal) .

img01(Archivo Histórico Placentino, legajos 100 y 95, 13)

Es Gutierre Vargas el segundo de cinco hermanos y como tal sería llamado a ocupar un puesto en la Iglesia ya que la nobleza no tuvo ningún reparo en ir acomodando a sus hijos en cabildos y monasterios; como tampoco tuvo inconvenientes en adjudicar una o más parroquias a sus hijos valiéndose del derecho de patronato. (Neuss, Wilchelm, (1961), “La Iglesia en al Edad Media”, T.III. Ed., Rialp S.A. Madrid,435 y ss), encumbrado en un estamento fuertemente jerarquizado y gozando de la fama, el renombre e influencia de su padre en la Corte, el licenciado don Francisco de Vargas y Carvajal conseguiría para su hijo ya en 1519 un Breve pontificio, además ostentaría la abadía de Santa Leocadia en la santa iglesia de Toledo, fue abad también en el monasterio de la orden de San Benito en Asturias y obispo de Plasencia con tan sólo 18 años de edad sucediendo a su tío don Bernardino de Carvajal. Acompañó el cuerpo del rey don Felipe I por orden del emperador en 1526 de Tordesilla a la Capilla Real de Granada. (A.H.C.P. legajo 95, ext. 13 sin paginar).

Cuando su madre Inés de Carvajal se enteró de nombramiento de su hijo y según Asunción Fernández Hoyos, (1994) “El obispo Vargas Carvajal, un madrileño del renacimiento”, Caja Madrid, comenta de un documento encontrado en la Real Academia de la Historia, colección Salazar, Manuscrito C-7-fº 200 Barcelona, 15 de abril de 1519 y recogido en la obra citada página 64, dice: “Guterrico obispo, perdido anda el mundo”.

Consciente era su madre de las cualidades de su hijo y de sus actitudes y afinidades pero antes de incidir sobre estas consideraciones comentemos el cuadro genealógico de don Gutierre y su repercusión.

Muchas veces se ha planteado la existencia del vástago del obispo tenido antes de ser nombrado para el cargo, pero es bien conocido que nuestro prelado lo tuvo ejerciendo como tal y así consta en la Sobrecarta de Felipe II legitimando a Francisco de Carvajal como hijo del Gutierre de Carvajal, siendo obispo de Plasencia, para que pueda heredar honras y oficios en donde dice: “… DON FRANCISCO DE CARVAJAL, hijo de don Gutierre de Carvajal obispo que fue de Plasencia ya difunto que el dicho vuestro padre siendo obispo os huvo e procreo en muger soltera no obligada a matrimonio ni religión alguna y çsuplicando nos os mandasemos ligitima e abilitar para que puediesedes aver y heredar todos…” (Archivo General de Simancas, Patronato Real, caja 59, doc.146, línea 17 y ss.), circunstancias estas comunes en aquellos momentos de la vida social, lisonjera y de boato de la jerarquía eclesiástica.

Don Francisco de Carvajal, hijos del obispo, sería un hombre que contó con la confianza del rey Felipe II como podemos apreciar en el nombramiento por parte del rey para el cargo de corregidor en la ciudad de León, como recoge el licenciado Luis Muñoz: (1632) “Vida y virtudes de la venerable virgen doña Luisa de Carvajal y Mendoza” Imprenta Real, pág.: 4-5, de la misma manera encontramos en el Archivo Catedralicio Placentino, el legajo 95, extensión 13, sin paginar en donde dice: “Don francisco de carvajal, sucedió en el maioradgo quesu padre fundo en el año de 1559 a 9 de febrero y partedel son las alcabalas de xaraicejo fue un cavallero de mui buenas partes y que supo excelentemente la lengua latina y conoziendo sus meritos ledio el Rei Don felipe 2º el Coreximiento de leon muriendo en aquella ciudad..”. La historia quiso enjuagar la falta del obispo D. Gutierre de Vargas, siendo su nieta, doña Luisa de Carvajal y Mendoza hija de don Francisco, mártir en Inglaterra (op, cit. “Vida y virtudes…”)

Gutierre Vargas era un hombre con muchas facetas pero sobre todo tenía una afición esta eran las armas como apreciamos en su testamento en la página 3 dice:…”Item declaro que haya muchos años que a un clérigo que era Abad de Cenavenza… le encargué que me trajera ciertas armas de Vizcaya… enviando ciertos coseletes en un precio muy excesivo…” (Extraído del legajo del AHCP.: 282, ext. 12, siendo una copia del original no hallado en el mismo, ésta fue hecha por el chantre Benavides Checa).

Sin embargo él y a tenor de su condición social como segundón de esa familia noble y aunque tuviera que luchar entre esta dicotomía: armas o fe.

Así comentaba Laynez a Ignacio de Loyola en 1552 desde Trento del obispo Placentino (que estuvo presente): “…que no se falte con el placentino, porque es español y paisano, y casi hombre de guerra, tal que por fuerza de armas nos haría responder, si a buenas no quisiéramos”. (M.H.S.I. Monumenta Histórica Societatis Iesu1, 202-03 Carta de Laynez a San Ignacio desde Trento, el 24 de febrero de 1552, Archivo Diocesano de Plasencia).

Además fue un obispo contradictorio, joven y mundano a la vez que piadoso y lleno de celo, incluso antes de su auténtica conversión (op, c., Francisco González, pág 152). Así mismo fue importante su mecenazgo, su afán renovador tanto en lo espiritual como en lo material, en lo primero sería un gran constructor a lo largo de su diócesis en donde podemos apreciar grandes obras: templos, casas, residencia o sostener cenobios o monasterios (figura en el testamento citado del AHCP “que mandó sacar cierta hacienda de las monjas de la Magdalena y que ahora se les dé los setecientos y ocho mil maravedíes para que las monjas puedan compra censos…” pág., 11, o hacer posible con sus ingresos la llegada de la Compañía de Jesús a Plasencia, fundando para ello el colegio de Santa Ana. Consciente de su interés por esta orden dirigiría personalmente la obra para ello, dejaría su sede episcopal para ir a vivir a la casa de Pedro de Trejo en donde recibiría también a San Pedro de Alcántara ubicada frente a la iglesia de Santa Ana.

Como renovador se adelantaría al Concilio de Trento a través del Sínodo de Jaraicejo de 1534 del 13 de enero al 1 de febrero, promulgando posteriormente 107 constituciones en donde como dijimos se anticipaba a las disposiciones tridentinas.

Sin embargo tuvo bastantes problemas que afrontar y dada la importancia de estos y la importancia de los documentos y de los hechos que encierran se deben estudiar por separado en otros artículos que ahora no es el caso y por eso sólo los citamos sin profundizar:

1º.- Nada más incorporarse a la diócesis placentina en 1524, tuvo que acometer la difícil situación social placentina con bandos enfrentados todavía a raíz de la posición política de esta ciudad comunera y la posterior represión imperial, en donde se habían producido quemas como la Iglesia de Santa Isabel, antes Sinagoga o el palacio de Carvajal situado extramuros en la zona del “Berrocalillo” hoy se le denomina “casa de agua”. Nuestro obispo inmerso en este malestar además no era bien visto por uno de los bandos al ser su tío el Cardenal de San Ángelo don Bernardino de Carvajal partidario de la causa comunera, situación que duraría bastantes años ya que existe documentación en el archivo catedralicio placentino de una bula expedida en Tarento a 30 de agosto de 1539 y otra expedida en Roma a 26 de Julio de 1541, al igual que la existencia de una sentencia del Metropolitano dictada en Salamanca a 16 de Febrero de 1543 sobre el pleito entre el cabildo de clérigos con el señor obispo D, Gutierre de Vargas Carvajal, sobre la quema de la iglesia y para que haga firme el cumplimiento de la sentencia de aquellos caballeros que la quemaron.

2º.- Se va a ver implicado en el asesinato ocurrido en Trujillo y por parte de un miembro de su familia, “…en la noble y muy leal ciudad de Trujillo en la causa que siguió el licenciado Montalvo alcalde de corte y juez de comisión sobre la muerte de Rodrigo de Orellana (de 24 años de edad) por Diego de Vargas Carvajal a raíz de este asesinato realizado en la calle Nueva de Trujillo y las heridas sufridas por el amigo de aquél García de Monroy y como Diego de Vargas haciéndose fuerte en su casa hasta que sus secuaces pudieron ponerse a salvo y los envió a Plasencia a casa del obispo…”, hechos que sucedieron en 1543. (Archivo Histórico Nacional de Simancas. Consejo Real legajo 414, folio 4 y 4 vuelto).

3º.- Un traslado del día 9 de julio de 1803, por el notario de Plasencia don Manuel Gabriel de León sobre las actas del cabildo catedralicio, extraídas del libro comprendido entre 1515-1535 en donde se acuerda por el cabildo enviar al deán don Diego de Xerez a la corte, para quejarse de los abusos del señor obispo don Gutierre Vargas Carvajal y a tenor de la autoridad del obispo por cierto “miedo” en la misma sesión del cabildo del día 10 de Enero de 1535, “se acuerda mantener esta propuesta en secreto y si algún beneficiario de la mesa capitular rebelase el secreto acordado sería sancionado con la cantidad de 200 reales”.

Por último y entre otros muchos procesos el seguido contra el chantre de la catedral de Plasencia, don Pero Bermúdez de Villalba ansi por el alboroto como por una querella de una quiteria hernandez, se desterró por dos meses y de sus jornales. Hechos sucedidos el 21 de agosto de 1543 seis meses más tarde de la implicación del prelado en el asesinato en Trujillo de Rodrigo de Orellana, “cuando el chantre a las doce de la noche estando cerradas las puerta de una tal quiteria de hernandez entró por la ventana y a la habitación en donde dormía ella y otra mujer…” Archivo Histórico Nacional de Simancas. Consejo Real 362.2 (1). Texto que pone dudas sobre la participación del obispo placentino.

Podríamos proseguir con sus avatares y con la semblanza y personalidad de este gran mecenas del renacimiento pero debemos centrarnos más que en su dilatada vida pastoral dentro de la diócesis de Plasencia, de su mecenazgo, de su afán renovador tanto en lo espiritual, como en las artes, en el sentido aventurero de un obispo que utilizando todos sus recursos a su alcance e influencias organizaría hacia el Nuevo Mundo, hacia el Mar del Sur, hacia el Estrecho de Magallanes una expedición que supondría un reto y si la suerte o la fortuna le fuesen propicias, el reconocimiento, la fama, el prestigio y el paso a la posteridad.

En este afán de aventuras más por las riquezas que por la fama; más por el prestigio que por el descubrimiento, recuerdo aquellas palabras que decían: “Los españoles viajaban a América con la cruz en la mano y la bolsa vacía” y también salvando el tiempo y la distancia, la premonición de Lucio Anneo Séneca (Córdoba 4a.C. Roma 65) sobre los avances humanos cuando decía en Medea: “ Vendrán siglos de aquí a muchos años que afloje las ataduras de cosas el Océano y que aparezcan gran tierra y descubra Tiflis, que es la navegación, nuevos mundos y no será Tule la postrera de las Tierras”.

La expedición del obispo Vargas no gozó de la importancia que antes habían tenido otras expediciones a la Mar del Sur, ésta había pasado como de puntillas, dado que algunos de los biógrafos como Correa Roldán o Alonso Fernández o historiadores contemporáneos no hacen mucho hincapié en este hecho histórico, sin embargo, el interés de la corona de España era manifiesto en querer el dominio del estrecho de Magallanes, nombre dado por su descubridor (31 de marzo de 1520), para ello, aportaría fondos y expediciones aunque llevará consigo pérdidas de vidas humanas.

Antes de esta expedición, existen intentos anteriores, como las que pasamos a enumerar:

1ª- Fray García Jofre de Loaisa (1525-1526)

Designado Capitán General, Gobernador y Justicia Mayor de las islas del Maluco,
parte con 7 naves y 450 hombres, entre ellos Juan Sebastián el Cano, Andrés de Urdaneta, el clérigo Juan de Aréyzaga cronista de este viaje. Expedición ésta, que sufrió la pérdida de fray García Jofre de Loaisa y Elcano, pero si no consiguió su propósito sí descubrió otros puntos de interés para futuras expediciones.

2ª.- Simón de Alcazaba Sotomayor (1534-1535)

En 1529 firma una capitulación con la emperatriz Isabel, esposa de Carlos I a fin de recorrer por mar las costas desde Chincha hacia el estrecho de Magallanes unas doscientas leguas, con el fin de fundar al menos un pueblo con ciento cincuenta vecinos en un plazo de un año y medio. Recibirá a cambio el cargo de gobernador vitalicio y un salario de mil quinientos ducados obtenidos del producto que diese la nueva población, pero no de las arcas reales. (Sarabia Viejo María Justina: (1988) » Viajes al Estrecho de Magallanes «. Madrid: Alianza Editorial)

Parte en 1534 con dos barcos “Madre de Dios” y “San Pedro”, expedición que fracasó y que sufrió una sublevación que conllevo la muerte de Alcazaba. De este hecho se puede seguir con la información dada por las descripciones del escribano Alfonso Veedor y de Juan de Morí.

De la expedición del obispo Don Gutierre Vargas Carvajal, conocida como “las naves del obispo de Plasencia” 1539-1541. Las fuentes son muy escasas en el propio archivo catedralicio de Plasencia o en las actas capitulares no se hace mención a este suceso, tan solo pequeñas aportaciones de algunos historiadores placentinos, pero sin entrar en muchos detalles. Hoy sabemos que existe muchas más información de cómo fue la preparación de la expedición pero menos de los sucesos que se produjeron.

Para explicar éstos nos hemos guiado de la Relación de Navegación de la Armada que mando el dicho obispo al estrecho de Magallanes, en el año de 1538, que se encuentra en el Archivo General de Indias, Patronato, 259, R. 13.

Antes y sirviéndose de las influencias de su padre, Francisco de Vargas, de las relaciones personales del obispo y de sus lazos familiares recordemos que Antonio de Mendoza era virrey del Perú y estaba casado con una de sus hermanas por consiguiente eran cuñados; quiso situar a su hermano Francisco de Camargo consiguiendo para él esta empresa.

Conocido el fracaso de la expedición de Simón de Alcazaba en 1535 a través del Memorial escrito por el tesorero Juan de Morí que viajó en la nao San Pedro, se van a recibir en la Corte candidaturas para esta gobernación como la de: Hernando de Soto, Rodrigo Ordóñez, Almagro – Pizarro y la de don Gutierre Vargas Carvajal.

Al final la Capitulación Real de Toledo de 1534: Al morir Alcazaba, en 1536, su capitulación fue trasferida por Carlos V a Francisco de Camargo, por la que se concede la región del Estrecho de Magallanes al Reverendo Padre Gutierre Vargas Carvajal (obispo de Plasencia). Concedida el 6 de noviembre de 1536 sobre el territorio “desde los 36º de Latitud Sur hasta el estrecho” (Toribio Medina, José: (1930) “Colección y documentos inéditos de la Historia de Chile” Imprenta Universitaria, Estado 63, Chile).

Económicamente supondría a nuestro prelado un desembolso muy considerable ya que tuvo que hacer frente en solitario a la construcción y avituallamiento de una armada que se inició su construcción, antes de la concesión de la capitulación en 1536, como así se puede leer en “Aportaciones sobre la Expedición del Obispo de Plasencia a la Mar del Sur” de Pedro José Dermis Martínez, miembro de la Asociación de Historia Marítima y Naval Iberoamericana sección española enwww.derroteros.com.

¿De dónde obtendría el numerario necesario para esta aventura?, podemos entresacar diversos datos:

  1. “… En el obispado de Plasencia los diezmos personales y prediales pasan en su integridad al obispo y cabildo de la ciudad…, de donde una tercia era para el obispo…” (nota de Montaña Conchina, Juan Luis de la: “La Iglesia extremeña en la reconquista y repoblación de los siglos XII al XIV”, anotada en el artículo de Teodoro Martín Martín, profesor de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, titulado “El diezmo en la diócesis de Plasencia, su regulación en la Constitución Sinodal de 1687”. Madrid.
  2. Gutiérrez Constancio en su libro “Españoles en Trento”, Valladolid, 1951 pág 553, indica que según el jesuita Laynez el importe de sus rentas no bajaba de 30.000 ducados anuales que según Manuel Fernández Grueso, 2006 en su libro “Situación socioeconómica en el siglo XVI”, podían serunos 12 millones de maravedíes.

Podemos hacernos una idea de lo que esto supondría si lo comparamos algunos de los jornales y sueldos en Castilla en el siglo XVI, referidos a maravedíes de cuenta y anual:

Obreros de la construcción 6.000
Obreros de otra índole 5.500
Cocineros 7,50 diarios
Catedráticos de Medicina 53.000
Bedeles 3.975
Capitán del ejército 50.000
Alférez 20.000
Profesor de Artes 21.200

Dr. D. Laureano Sainz Moreno “MONEDAS Y PRECIOS DE LOS ALIMENTOS ANTERIORESA LA INSTAURACION DE LA PESETA COMO MONEDA OFICIAL (1869)”.

3º.- A esto se debe agregar las rentas de la mesa capitular correspondiente al obispo, que tan solo por la renta de la Mesta el cabildo placentino al inicio del siglo XVI, percibía unos 1200 ducados, es decir, 480.000 maravedíes, sin contar las rentas en yerbas, bellotas, dehesas boyales, rentas de casas y molinos, etc. (Actas Capitulares de 1515 a 1535).

4º.- Renta vitalicia de 800 ducados por la permuta de una encomienda que tenía en San Juan de Corias, Oviedo (AHCP., Legajo 95, ext.13 sin fechar) y si un ducado tenía un valor fluctuante de 400 maravedíes el total anual de esta renta es de 320.000 maravedíes.

De su propio testamento también encontramos el siguiente dato, pero que debemos poner en duda ya que son muchas las construcciones que este prelado hizo en toda la diócesis placentina, así en el folio nº 8 del legajo 282, extensión 12 del AHCP. comenta el prelado: “…declaro y digo que yo debo a Alonso Ruiz, vecino y regidor de Trujillo un cuento (un millón maravedíes) y cuatrocientos mil maravedíes de censo que sobre mi cargué a razón de catorce mil maravedíes el millar de su hacienda, mando que se le paguen de mis bienes , y porque yo tengo mandados dos mil carneros de los añejos con su lana, los cuales a mi ver valdrían la dicha cantidad…”, el no precisar la fecha ni el porqué de esta deuda es donde radica la incertidumbre del posible dato referente al acumulo de riquezas para acometer esta expedición.

A pesar de todo tuvo deudas que pagar y pleitos que afrontar por esta aventura como se constata en diversos documentos que existen en la Real Chancillería de Valladolid, que citamos:

«Pleito de Lope de Barraondo, de Bilbao (Vizcaya) y Gutierre de Carvajal, de Placencia (Guipúzcoa) sobre Pago de maravedíes de la construcción de unas naos.» o el “Pleito de Ochoa de Salazar, de Portugalete y Gutierre de Carvajal, de Plasencia, sobre pago de 6506 maravedíes de ciertas ymadas para botar una nao” ES. 47186 ARCHV/1.6.3// Sala Vizcaya de 1543 e incluso del testamento de don Gutierre cita en su página 3ª las deudas que había contraído con Francisco Falero a quién encargó por poderes para contratar víveres y suministros y dice que:”…por cuanto Francisco Falero vecino de Sevilla, entendió en proveer de muchas cosas el armada que hize para el Estrecho de Magallanes, y según lo que rescibió para ello y lo que entregó yo le alcanzaba por hartos dineros, y el dice que de muchas cosas el no tiene culpa por haberle fraude y alzadosele muchos de los que puso para entender, y porque yo le tengo por amigo…, se le pague de mis bienes con que no esceda de cincuenta mil maravedíes…” (AHCP. Legajo 282, ext. 12), por último, existe en el mencionado archivo placentino un legajo con el número 22, extensión 13, sin paginar de 22 de enero de 1527 en donde referencia todas las diferencias habías entre el cabildo y el señor obispo.

Los movimientos políticos y eclesiásticos que tuvo que realizar nuestro prelado a través de la influencia paterna en la Corte, el desembolso económico para tan magna empresa, las ilusiones y esperanzas depositadas en ella, los sacrificios que ella supuso y tras el fracaso, las disputas; todo lo podemos resumir en una cita que según su autor se supone del propio obispo placentino cuando fracasado en su intento comenta:La pedrada nos la mandó San Pedro– dicen que se lamentaba -;me lo tengo merecido por pretender más de lo que Dios me da a diario”. Artículo sobre “La Ciudad de los Césares, ¿Mito o realidad?” del periodista Juan Isidro González en San Carlos de Bariloche. Argentina, 2004.

Esta ansiada y costosa expedición que tantos anhelos y esfuerzos supuso para nuestro prelado, iba a zarpar en Agosto de 1539 del puerto de Muelas en Sevilla con tres naves aunque existen historiadores que comentan que fueron cuatro.

Al mando de la expedición en un principio estaba su hermano Francisco de Camargo este pariente del obispo sería sustituido por Fray Francisco de la Ribera no sabemos la causa de su destitución pero si las disposiciones oficiales que se citan sobre el cambio (Real cédula concediendo licencia a fray Francisco de Ribera para que vaya a hacer el descubrimiento concedido a Camargo. 25 de julio de 1539 y Real cédula dando por libre y quito a Francisco de Camargo de lo pactado con él acerca de su expedición. 5 de septiembre de 1539 de la Colección de Documentos Inéditos Para la historia de Chile. Tomo III. Expediciones de Jofre de Loaisa, Alcazaba, Mendoza etc.).

Nosotros seguiremos la Relación de Navegación de la Armada que mandó el dicho obispo al Estrecho de Magallanes del Archivo General de Indias, en donde se extrae del diario de bitácora, algunos hechos de esta expedición al estrecho de Magallanes, papeles que entregó el cosmógrafo Céspedes.

Habiendo zarpado de Muelas en agosto de 1539 hacia la parte austral y que tras seis meses de travesía el 12 de enero de 1540 están frente a la entrada del río Santa Cruz, siguiendo la costa hacia el cabo Vírgenes que está a 52º y de allí los tres barcos de la expedición se dirigieron a la entrada del estrecho el 20 de Enero de 1540 embocó la entrada del Estrecho y el 22 se perdió la nave capitana” – A las otras dos naves no las menciona pues se habían separado.“Intenta socorrer a los náufragos de la capitana, pero un temporal se lo impidió y el 27 de Enero vuelve a tomar la boca del Estrecho, pero no puede hacerlo tampoco lo logra el 29 y el 31 de Enero de 1540, reciben un fuerte viento SSE, que les quiebra la amarra (estaban fondeados, Punta Arena) y deben bordejear”.

De la nao capitana que naufraga en el estrecho existen hay varias versiones una la recoge Diego Barros Arana en su “Historia General de Chile”, tomo I…”La nave capitana se perdió en el estrecho, pero su tripulación fue recogida y salvada”, otra del Padre Diego de Rosales en su “Historia General del Reyno de Chile”, I°, Capítulo V°, pág. 32 y 33, narra como con hombres de la expedición del Obispo de Plasencia y en concreto de la nave capitana se salvan tomando la orilla “Sálvase también toda la gente y armas y cantidad muy considerable de bastimentos”, pero la nave que quiso recogerles el fuerte viento se lo impide dejándolos a su suerte “Los tristes y miserables naufragantes que dexamos en la playa y dexa el navío que se pasa de largo en gran desconsuelo, diciéndoles: no sea que nos falte víveres y bastimentos para nosotros y vosotros, se consolaron lo mejor que pudieron y sin descaezer el ánimo formaron alojamiento de las tablas y velas de los navíos y se atrincheraron gobernados por el Capitán Sebastián de Argüello”. De los náufragos que llegaron a la orilla se tienen noticias de que fueron 150 soldados, 30 aventureros, 48 marineros y un grumete, también que fueron salvadas 13 mujeres, pero este dato no está lo suficientemente contrastado como para su valoración, lo mismo sucede con la leyenda de la ciudad de los césares en donde intervendrían los hombres de la expedición del obispo al mando de un capitán Sebastián de Arguello, ya que fray Francisco de la Ribera perdería la vida, dice que se internaron en la Patagonia y fundaron una ciudad: “Trapalanda” o la “Ciudad Encantada de la Patagonia”, que algunos identificaron con la inhallable “de los Césares” (O´Donnell, Pacho: (2004) “El Rey Blanco”. Ed: Sudamericana, Argentina), ante este hecho María Justina Sarabia Viejo, profesora de la universidad de Sevilla en su obra citada comenta “Es interesante constatar que los náufragos de la nave perdida, lo mismo que en el caso de la expedición de Loaysa, pronto se dejaron cautivar por la llamada “leyenda de los Césares”, que se refería a las fabulosas riquezas de una urbe situada en las tierras patagónicas y que recibió su nombre de los compañeros de Francisco César que se perdieron durante el viaje de Magallanes y Elcano pero, curiosamente, no en esa área sino en la de las Molucas. Se entremezclaban así las tierras y los navegantes, siempre a la busca de míticas ciudades”. También Ernesto Morales en su libro”La ciudad encantada de la Patagonia” ed.: Teoría, Argentina, 1994 comenta que dos de los náufragos de la capitana: Pedro de Oviedo y Antonio de Cobos, alcanzaron Concepción donde relataron su odisea y afirmaron que a 41º de lat. sur, junto a una gran laguna, existía una población inca donde todo era de oro, plata y piedras preciosas.

Retomemos el tema y nos preguntamos ¿qué pasó con las otras dos naves, la bautizada como “incógnita” y la que logró pasar el estrecho?, siguiendo la Relación de la narración de la armada que envió el obispo de Plasencia, indica que el diario se interrumpe el 31 de enero y se retoma el 4 de Febrero comentando que vieron tierra (es decir que navegaban en mar abierto) y aparecieron ocho o nueve islas. Entre esas islas existe una gran Bahía que llamó de las Zorras en donde encallarían y permanecerán hasta el 3 de Diciembre de 1540, es decir por 10 meses en que salieron con buen tiempo del S y SW y rodearon la isla, donde «perdieron los berzas» (pequeños cañones) y luego el viento se hizo SW y «con él corrieron dos días a buscar la tierra del norte». El día 5 estaban en cuarenta y nueve y un sexto de grado de latitud S. De esta relación Ernesto Basilisco en su libro “La armada del obispo de Plasencia y el descubrimiento de las Malvinas”. Buenos Aires, deduce que el puerto que llamaron «Puerto de las Zorras», «pues había muchas de ellas», que las zorras (o zorros malvineros) eran abundantes en las islas, donde se les conoce con el nombre de «Warrah» corresponde a las islas Malvinas y no sólo por este hecho geográfico, sino también por la descripción paisajística que según este almirante, se describe en los papeles de este anónimo escribano: “Toda esta tierra es rasa, sin ninguna arboleda y muy ventosa y demasiado fría, porque durante ocho meses del año siempre nieva… y existe una turba muy sólida cuya capa tiene 2 ó 3 pies, hay patos, gansos, lobos marinos” sin embargo estos argumentos se ponen en duda por los historiadores ingleses que inciden que esta nave habría llegado al Canal Beagle, a quien pertenecían islas y bahía.

La relación de bitácoras se interrumpe con su llegada a la isla de Santo Tomé en el golfo de Guinea ya que equivocaron la ruta y fueron a parar al cabo de Buena Esperanza y de ahí a la citada isla y posteriormente a España (Instituto Histórico de la Marina, “Colección de diarios y relaciones para la historia de los viajes y descubrimientos”, Madrid 1943 p. 20-23, cita obtenida del libro “Los obispos de Plasencia…”, o.c)

De la tercera nave que atravesó el estrecho al mando de Alonso o Francisco Camargo (ya que al no existir suficiente información sobre esta nave, tan sólo por breves reseñas y en las que unas veces a parece como Alonso y otras como Francisco, si tenemos en cuenta la obra citada de una de los biógrafos de D. Gutierre de Vargas, Asunción Fernández Hoyos, op.c. indica que falleció antes que el prelado y que éste no ayudó a la familia de aquel, por consiguiente que habría vuelto a España, tal vez en la nave que denominamos “incógnita” y que Alonso sería el que comenta Diego Barros Arana en el Capítulo cuarto: Valdivia; su entrada a Chile. Fundación de Santiago (1539-1541) en su “Historia general de Chile”. Tomo primero “Cuando Valdivia en su marcha por el territorio chileno, se hallaba a pocas jornadas del valle de Mapocho, supo por los indios que una nave española recorría la costa vecina. Inmediatamente despachó a uno de sus capitanes, a Francisco de Aguirre, a comunicarse con los navegantes en el puerto de Valparaíso, donde se les suponía fondeados. Pero aquella nave no se había detenido allí más que algunos días, de manera que cuando Aguirre llegó al puerto, ya había partido aquélla con rumbo al norte. Ese buque, mandado por un oficial llamado Alonso de Camargo, formaba parte de una flotilla de tres embarcaciones que un año antes partiera de España para conquistar y poblar en la región del estrecho; y era el único que después de fatigas infinitas, había logrado penetrar en el Pacífico…recorrió las costas de Chile, tocó tierra un poco al norte del río de Lebu y después en Valparaíso y, por último, llegó al puerto de Quilca en el Perú. El torbellino de la guerra civil arrastró allí al capitán y a muchos de sus compañeros, y hasta hizo perderse la relación cabal de este viaje “.

Maria Teresa Luis y Monika Schillat: (1997) “Tierra del Fuego” Ed. Fuegia, Argentina, también comentan que Alonso Camargo, sería el primero en navegar un nuevo canal (el de Beagle) al sur de la isla de Tierra del Fuego y el primero en avistar la isla grande de Chiloé y en llegar hasta el Perú, en donde su capitán pierde la vida.

Tenemos información sobre la existencia de unas Reales Cedulas en las que se puede leer que fracasada la expedición, el obispo intenta rescatar de alguna manera los despojos de la fallida navegación y para ello, recibe autorización real:

.- REAL CÉDULA para que se entregue a los apoderados del obispo de Plasencia lo que se hubiese salvado de una de las naves de su armada. 6 de septiembre de 1541.

REAL CÉDULA a los oficiales reales del Perú para que no cobren derechos de los efectos salvados de la nave de la armada del obispo de Plasencia que llego a la costa de Arequipa, 19 de Julio de 1544.

REAL CÉDULA dando licencia a un criado del Obispo de Plasencia para que pasase a Perú a cobrar los despojos que se vendieron de una de las naves de su armada. 8 de septiembre de 1557. Toribio Mediana, José.: (1930) “Colección de documentos Inéditos para la historia de Chile”, Imprenta Universitaria, Santiago de Chile, Estado 63.

Es indiscutible y a modo de conclusión que el obispo placentino centró sus ambiciones en este asunto y se dedicó en cuerpo y alma a sacar adelante los objetivos de la capitulación recibida del Emperador, quiso dejar la impronta de perdurar en la historia y el deseo de pasar a la posteridad como idea acuñada por muchos nobles de inicio de la Edad Moderna.

La inversión debió ser ingente ya que se contrataron naves y se almacenaron pertrechos, armas y provisiones para una numerosa expedición de colonización que debía dirigirse a las Indias, al sur de la gobernación del Río de la Plata.

Aún así, lo cierto y verdad es que estos hombres con sus limitaciones, con sus afanes de riquezas y de gloria, navegaron al albur de tormentas, pero que también fueron capaces de restablecer su propio rumbo, sondearon al sur y norte del estrecho, bautizaron aquellos accidentes geográficos que representaron un interés para la navegación y afrontaron tempestades, cambios climáticos y sin saberlo estaban haciendo historia.

D. Gutierre Vargas y Carvajal del que ahora conmemoramos su quinientos centenario de su nacimiento fue hombre del Renacimiento, obispo de una de las diócesis más grandes de España y en aquellos momentos una de las más rica; Arquitecto; Mecenas; Teólogo; Fundador etc.

A pesar de todos sus devaneos, excesos de autoridad, escarceos con la justicia, quiso al final de su vida corregir todos aquellos posibles desmanes que en su día cometiera.

Su condición de enfermo, aquejado de gota, impedido por ella para escribir, necesitando de la ayuda del padre Dr. Saavedra y el Dr. Juan de Ayora, debería recordar aquellas palabras “…porque cuando soy débil, entonces es cuando soy fuerte” (2 Corintios 12,10-11).

Falleció en la madrugada del día 27 de Abril de 1559 tras haber dispuesto en su testamento la prohibición de que nadie se le dé cantidad alguna por luto – ni quiero que lo lleven por él-, por considerarlo pura vanidad. (AHCP., Legajo, 282, ext., 12, o.c.)

Quisiera por último mencionar aquellas palabras del rey Felipe II cuando le preguntaron qué debían hacer con el escudo de armas de la familia Vargas dentro de la finca de la Casa de Campo, que por avatares de la fortuna fue adquirida por la Corona, que pone una vez más de manifiesto que estos hombres, que esta nobleza llamada de segundo orden hicieron ser lo que fueron los grandes de España y por ello debemos profundizar cada vez más en nuestros linajes extremeños, en nuestros hombres y mujeres que contribuyeron y de qué manera a hacer la historia de España.

“Dejadlas, que las armas de vasallos tan leales bien parecen en la casa de los grandes”

Oct 012006
 

Francisco Sanz Fernández, Miguel Sanz Salazar y Juan de Orellana-Pizarro.

img01Esgrafiado de la casa de los condes de Valdelagrana, Trujillo, 2ª mitad del s. XVI.

“Estas pátinas suelen interpretarse,
desvirtuadas, como procesos
naturales de cromatización o depósitos
de la contaminación atmosférica y, por esto,
habrá que volver a explicar que los recubrimientos
son normales en la arquitectura histórica”

José María Cabrera, Obra Completa.

Aún cuando la mayoría de los estudios sobre nuestra arquitectura histórica se refieren todavía a la primera de las artes liberales sin analizar los muchos condicionantes y estímulos sensoriales que las propiedades y limitaciones de los materiales imponen, y, aún cuando ignoran también que es imposible juzgar con objetividad una obra de arte sin comprender previamente el proceso técnico que la ha llevado a presentarse como pintura, escultura o edificio terminados[1], lo cierto es que en las últimas décadas se ha avanzado sensiblemente en el conocimiento de algunas de las cualidades intangibles y olvidadas de nuestro patrimonio histórico gracias, sobre todo, al proceso de ensayo-error y aprendizaje logrados con la actividad restauradora; de la que ha surgido una literatura especializada en la difusión y compilación de los usos y costumbres, las técnicas y criterios, que han guiado este camino hacia la recuperación de nuestra memoria secular.

Algunos de estos textos, extraordinariamente ricos en reflexiones, fórmulas y métodos de trabajo artesanales que se habían ido perdiendo a lo largo del pasado siglo, especialmente tras la revolución de materiales – vigas de hormigón, morteros Pórtland – impuesta por los arquitectos del movimiento modernocomo los de Enrique Nuere Matauco – sobre nuestra carpintería de Armar -, Ignacio Gárate Rojas – sobre las cales, yesos, colores y técnicas de ornamentación arquitectónica -, José Merino de Cáceres – sobre los usos metrológicos antiguos -, Carlos Palacios Gonzalo y Enrique Rabasa Díaz – acerca de los cortes de cantería -, José María Cabrera – sobre el análisis físico-químico de materiales – y Carlos Aymat – relacionados con la arquitectura en barro -, merecen una mención especial, sin olvidar tampoco los discursos salidos de la Editorial de los Oficios de León[2], por cuanto han contribuido a trasladar a modernos y manejables prontuarios esta suerte de experiencias y técnicas históricas fundamentales para sacar del olvido permanente y la paulatina destrucción el patrimonio erróneamente considerado menor o de escasa entidad.

Huelga decir que tal apreciación, todavía hoy perceptible en no pocos estratos de la sociedad civil y, lo que es más peligroso, de la administración pública, ha contribuido a la ruina, abandono y transformación de una parte o de la totalidad de numerosos espacios y edificios con un valor paisajístico, histórico o arqueológico singulares. Entre estos patrimonios olvidados se encuentran los esgrafiados que Giorgio Vasari denominaba “il graffito vero e propio”[3], es decir, aquellos morteros de cal grasa ejecutados a uno o varios tendidos y en uno o varios colores sobre un muro para imitar paramentos de sillería y mallas romboidales; motivos arquitectónicos y heráldicos; o complejos programas iconograficos a modo de frisos corridos.

En estos términos se expresaba recientemente Alessandro Sartor, miembro del Dipartamento di Reppresentazione e Relievo de la Universidad de la Sapienza (Roma), al afirmar que la destrucción de los esgrafiados se debía a la errónea “convinzione che tali forme di decorazione, considerate manifestazione artistiche minori, non fossero essenziali per l’architetura dell’edificio di cui facevano parte”[4].

Son muchas las preguntas e incognitas que, todavía hoy, encierra cualquier aproximación o interpretación a las técnicas de esgrafiar paramentos empleadas en la Península Ibérica desde que se convirtieron en un recurso ornamental, perspectivo y de conservación propios de la arquitectura, que los personaliza fuertemente, durante la dominación Hispano-musulmana. Desde entonces y hasta nuestros días, la imitación con esgrafiados de cal grasa apagada de materiales pétreos en la edilicia menor tuvo la finalidad de ahorrar costes innecesarios, mejorar los tiempos de terminación de las obras y, sobre todo, proteger de la degradación provocada por los agentes atmosféricos los muros de fachadas; generando así los que Baldi, Cordaro y Mora dieron en llamar “superficie di sacrificio”, es decir, una capa de protección condenada a desaparecer por el ataque continuo de la contaminación, que modifica su color debido a los procesos naturales de cromatización[5]. Así mismo, contribuyó a mejorar el aspecto arquitectónico general de un edificio, articulando sus paramentos verticales y favoreciendo su lectura y percepción individual o como parte del todo que conformaba la escena urbana en que aquél se integraba. Finalmente, fue “una manera decorosa y noble de cubrir los muros pobremente construidos” [6].

Entre estos interrogantes, que cobran relevancia cuando nos referimos a los esgrafiados extremeños, pues son cuantiosos y apenas han sido objeto de interés para eruditos, particulares y técnicos, al no haber sido catalogados y sí, en cambio, frecuentemente destruidos, podemos proponer algunos, muy sencillos, referidos a su composición y técnica de ejecución, o a su utilidad; y otros, más complejos, pero sin duda igualmente importantes para desvelar su valor patrimonial, sometidos necesariamente a una metodología positivista y relacionados con las tipologías o modelos, los lugares del edificio donde se emplearon, el marco geográfico en que alcanzaron una mayor difusión o los valores estéticos y estilísticos que atesoraron.

La finalidad de esta investigación, inédita en lo que al estudio de Extremadura se refiere, es contribuir a desvelar algunos de estos interrogantes auxiliados de las hipótesis que pudimos formular tras la observación directa de más de un centenar de conjuntos conservados en la Alta Extremadura – Berzocana, Cáceres, Casas de Miravete, Plasencia, Toril, Trujillo, Valdefuentes, etc. – e Italia – Florencia, Siena, Pienza y Roma -, para, según el coloquial uso lingüístico repetido en los foros de especialista en restauración, “poner en valor” un patrimonio que se agota; que se extingue y termina por su fragilidad, por su progresiva opacidad, por su costosa recuperación. Pues no podemos olvidar que siempre será más fácil picar un paramento deteriorado o parcialmente descortezado que limpiarlo, consolidarlo y rehacerlo allí donde el criterio y el sentido común lo permitan.

Huelga decir, por tanto, que no pretendemos sino alzar la voz y reclamar una actitud responsable de la administración y de particulares hacia esta forma tan peculiar de ornamentar edificios, para contribuir así, gradualmente, a la catalogación de los conjuntos conservados y a su ulterior recuperación. Una tarea, de todos, a la que nosotros hemos dedicado parte de los últimos cinco años, durante los cuales hemos viajado por numerosos pueblos de Extremadura e Italia; examinado infinidad de casas -populares y monumentales -, palacios o iglesias; disparado más de dos mil fotografías; sufragado los costes de los análisis químicos – cromatografías, espectroscopía, microscopía óptica y de barrido – de los morteros de varios edificios; o recabado el consejo y la experta opinión de consumados especialista como los doctores Ignacio Gárate y José María Cabrera, a quienes nos gustaría recordar desde estas indoctas letras.

img02Capilla del Reposo, iglesia parroquial de San Martín, Trujillo, 2ª mitad del s. XVI.

¿Qué son y qué utilidad tuvieron los esgrafiados?

Decíamos al comienzo de nuestra intervención que el esgrafiado es una técnica decorativa utilizada para revestir paramentos exteriores e interiores basada en la superposición de capas de revoques con distinto color – blanco, amarillo, rojo, negro – sobre las que, aún frescas, se aplica una lechada de cal, o de yeso y cal – trabadillo – que sirve de base a un dibujo trasladado al muro – estarcido – mediante plantillas de cartón o de zinc[7]. Este dibujo permanece en relieve tras el rascado de las zonas desornamentadas, que dejan ver la coloración de las capas de mortero inferior, creando un intenso juego de matices cromáticos y perspectivos, a veces, acentuado por un acabado posterior realizado con pequeñas incisiones o rayados paralelos – grabado – o con pinceladas de cal – matices en grisalla -.

En lo que a la finalidad se refiere, se han señalado ya las ventajas económicas, estéticas y de conservación que procuraban a toda fábrica, mejorando los principios vitruvianos del orden y la euritmia o proporción, de tal modo que contribuían a dar a todas las partes del edificio su magnitud justa. Recordemos ahora que, al margen de estas cualidades, los esgrafiados son una fuente arqueológica para la documentación histórica de cualquier edificio, pues aportan datos cronológicos sobre el mismo al funcionar como un estratigrafía mural de los períodos en que se ha intervenido o modificado un muro. De este modo es frecuente encontrar esgrafiada la fecha exacta de terminación de una obra o la heráldica que identifica a los promotores que la patrocinaron. Así ocurre con los esgrafiados de la iglesia de San Blas en Toril (Cáceres), ejecutados el año 1531; el conjunto de la casa número cinco de la plaza Mayor de Trujillo – AÑO DE 1772 -, ignominiosamente destruido hace tres años; o en la fachada septentrional de las casas de los Hinojosa Rol Bejarano, en la misma ciudad, sobre uno de cuyos balcones de fachada puede leerse inscrito en una cartela ANO D 1764.

¿Cómo se preparaba y aplicaba un esgrafiado?

Las materias primas y los utensilios fundamentales para preparar y aplicar un esgrafiado eran cal, arena, agua, cola animal, pigmentos, una llana, cartones o moldes de zinc, rasquetas, punzones y pinceles.

En lo que a la cal grasa se refiere, material fundamental para la conservación del esgrafiado por sus cualidades hidrófugas, su bajo contenido en sales y su progresiva dureza, sabemos, por los resultados de la analítica que solicitamos al Dr. Enrique Parra de los esgrafiados del palacio de La Conquista, que se mezclaba en unas proporciones de 2:3 con áridos grisáceos ricos en cuarcita, siguiendo pues las indicaciones propias de la época y que quedaron recogidas en tratados como el de Cristóbal de Rojas – Teórica y práctica de fortificación, conforme las medidas y defensas destos tiempos, repartida en tres partes -: “Para hazer mezcla que sea buena, se tendra esta quenta: sifuere el arena sacada de cantera, y la cal piedra dura, y espessa, se mezclara echando dos partes de arena, y una de cal, y si fuese arena del rio, se mezclara á dos espuertas de cal tres de arena…”[8].

En Trujillo era frecuente comprar la cal a los caleros y areneros de Cáceres, como atestiguan varios protocolos de su Archivo Municipal: “Francisco Gonzalez Mogollon y Alonso Fernández Telloso, caleros y areneros vecinos de caceres dijeron que llevaron cal a trujillo para las obras de la iglesia de san antonio de las descalzas y el claustro de san francisco”[9].

img03Preparación de un esgrafiado de encintado simple en la iglesia de San Blas, El Toril (Cáceres).

Una vez se habían mezclado con agua la arena y la cal, ya apagada, se aplicaba con palas un mortero de base o repellado, sobre el que más tarde se tiraban entre dos y tres capas nuevas pigmentadas con almagra, negro carbón o tierras naturales – el ocre amarillento fue usado con cierta frecuencia en el monasterio de Yuste -. Cada una de estas capas disminuía progresivamente de grosor y se terminaba con una llana y una brocha mojada en agua con la que aquéllas se humedecían. Aún fresca esta última capa, en los esgrafiados renacentistas y de la primera mitad del siglo XVII, se aplicaba una lechada de cal o un temple aglutinado con cola animal sobre el que se trasladaba el dibujo, previamente realizado sobre un cartón o una chapa de zinc que el esgrafiador reutilizaba habitualmente para otros proyectos[10]. Una vez concluidos estos pasos, realizados como los frescos antiguos por jornadas, se cortaban a bisel con una rasqueta las zonas del mortero que permanecían en blanco, dejando ver así en relieve el dibujo y, en una tonalidad más oscura, la capa de base pigmentada. Finalmente, el modelado de los repertorios que reproducían animales fantásticos o motivos vegetales se terminaba con pinceladas de cal pigmentada o a base de un rallado de líneas paralelas, cortas y espaciadas practicado sobre el muro con un punzón o instrumento de grabador.

Por último, recordemos que la textura final del esgrafiado jugaba también un papel primordial en esta búsqueda del volumen, variando en función de la granulometría de los áridos empleados o del grado de abrasión con que se aplicase la rasqueta.

¿Quiénes eran los esgrafiadores?

La ausencia de documentos referidos a la protocolización de contratos entre esgrafiadores y promotores, ya sea en Italia o en Cataluña, Segovia o Trujillo, entre otras localidades españolas conocidas por la calidad y magnitud de sus conjuntos, se debe principalmente a la rapidez y el bajo coste que tenían estos trabajos[11], por más que suntuosa fuese su apariencia final. Ello explica el anonimato que ha envuelto a estos alarifes, relacionados en Italia con el gremio de los pintores y en Cataluña con el de doradores, estofadores y encarnadores; de cuyos trabajos “menores” o de ornamentación de retablos, techumbres e instancias interiores tampoco se conserva mucha información. No obstante, conocemos el nombre de uno – Maestro Ramos – que trabajó en Extremadura, concretamente en la pequeña población de Toril, en el Campo Arañuelo, gracias a una pequeña inscripción esgrafiada sobre la clave del arco triunfal de su iglesia (San Blas), recientemente restaurada por el arquitecto Carlos Clemente San Román. Este dato – “Ramos, 1531” -, imposible de agregar a una mínima biografía que reconstruya su trayectoria artesanal – recordemos que el esgrafiador se limitaba normalmente a trasladar sobre el muro las plantillas dibujadas previamente por un pintor -, nos ilustra, sin embargo, sobre la consideración personal que de sí mismos tenían ya los integrantes de este oficio a comienzos del siglo XVI[12], y nos permite también vincular a su “escuela” una serie de trabajos realizados en localidades cercanas al Toril como Belvís de Monroy, en cuyo castillo se repite el modelo de falsos sillares doblemente encintados con damero en los encuentros y rosetas inscritas que exorna también la sacristía de la citada iglesia de San Blas.

Conocidos son también los diseños catalanes de Joaquim Juncosa i Domadelí y Salvador Mayol o los segovianos de Daniel Zuloaga, así como los ejecutados por el arquitecto Pedro de Brizuela a comienzos del siglo XVII para engalanar algunos de sus trabajos[13], si bien estos datos resultan desalentadores e insuficientes para avanzar en cualquier tipo de catalogación sobre sus obras o particularidades estilísticas; circunstancias que no impiden, empero, proponer una compilación de modelos formales – forma geométrica, color, granulometría,…- y técnicas históricas empleadas – uno o dos tendidos, de cal o cemento,…-.

img04Friso esgrafiado del Salón de Linajes de las casas principales de Diego González Altamirano en la plaza Mayor de Trujillo, finales del s. XVI.

¿En qué zonas del edificio se emplearon?

A pesar de que el propio Vasari, haciéndose eco de la experiencia italiana, señalase que el esgrafiado “non serve ad altro che per ornamenti di facciate di case e palazzi”[14], lo cierto es que en España – salvo en Cataluña – esta forma de ornamentación y ordenación de paramentos se empleó también como acabado de estancias interiores; hasta el punto de ser allí, donde, dada la dificultad del dibujo y la complejidad de las propuestas iconográficas empleadas, alcanzase un mayor valor artístico y plástico.

El esgrafiado se empleó pues indistintamente para cubrir los paramentos exteriores de fachada de casas populares, edificios religiosos o monumentales conjuntos de edilicia mayor, como también para sugerir falsas arquitecturas de interior, o, a modo de friso, repertorios de motivos renacentistas – tritones, putti, roleos, ovas, laureas, tondi, etc. -.

No obstante, esta diversidad de zonas espaciales cobrará mayor o menor trascendencia, es decir, se esgrafiarán preferentemente unas zonas u otras del edificio, en función del periodo histórico de que se trate; como también variarán los repertorios formales dependiendo de las particularidades estéticas y las influencias artísticas de una u otra época. De tal manera que si durante los siglos XVI y XVII será frecuente esgrafiar grandes superficies exteriores con trazados de mallas geométricas, incorporando incluso falsas arquitecturas, conforme nos acercamos al siglo XIX, las superficies esgrafiadas se limitarán a zonas muy concretas de la fachada – zócalos y extremos -, y desaparecerán los grandes frisos interiores. No obstante, el modelo más sencillo, el de encintado simple que imita despiezados de sillería, se mantendrá hasta nuestros días.

Pero quizás una de las zonas que se esgrafiaban con mayor frecuencia y a la que apenas se refiere la historiografía era el paramento exterior de los tiros o caminos de las chimeneas de casas y palacios de los siglos XVI y XVII – palacios de San Carlos y La Conquista en Trujillo; Obispal en Plasencia; de los condes de Osorno en Pasarón de la Vera -. Los ejemplos extremeños son numerosos a pesar de lo cual están a punto de perderse. La variedad de motivos vegetales y geométricos que exornan estas chimeneas, unido al valor artístico de las tipologías constructivas empleadas – de procedencia franco-flamenca e italiana (Véneto) -, las convierte en uno de los signos de identidad de nuestra arquitectura.

Es importante recordar finalmente, que el lugar del edificio elegido para la imitación de un paramento con esgrafiados impuso toda una serie de dificultades de ejecución que el esgrafiador había de resolver emulando las soluciones empleadas por canteros y cortistas, especialmente cuando se trataba de imitar un aparejo de piedra. Dado que no sería lo mismo esgrafiar un muro ordenado por huecos rectangulares que por arcaturas, ni tampoco un sencillo zócalo que una ventana rematada por un frontón, los esgrafiadores, en su intento de acercarse al “ideal isodomo” o de perfección a que aspiraban los trabajos de cantería, imitaron las soluciones que aquéllos habían hallado para mejorar el encuentro entre las juntas de los sillares. De este modo, resolverán los problemas derivados de los engatillados o cortes irregulares de la piedra, reproducirán los despiezados radiales en haz de juntas convergentes de los arcos rectos y salvarán las jambas, dinteles y cornisas adaptando las hileras de sillería a los cambios que la realización de éstos imponía.

¿En qué marco geográfico tuvo un mayor desarrollo esta técnica?

Respecto del marco geográfico en que se ejercitó esta técnica en nuestro país, es muy complejo deslindar un espacio concreto, debido, en nuestra opinión, a que la fragilidad del material ha contribuido a la pérdida de una gran parte de las obras esgrafiadas. No obstante, sabemos de la importancia concedida a los esgrafiados segovianos y catalanes, de su variedad y antigüedad, pero estas apreciaciones se deben al interés que aquellas zonas han despertado entre eruditos y estudiosos y no a una realidad cuantitativa y cualitativa que demuestre su mayor importancia, como ha venido señalando la historiografía, frente a los de Andalucía o Extremadura; donde podemos hallar ininterrumpidamente trabajos de esgrafiadores desde la Alta Edad Media hasta nuestros días, lo que no ocurre ni en Cataluña ni en Castilla.

Y ésta es otra de las razones que nos animaron a emprender esta investigación, que – creemos – demostrará la extensa variedad de modelos formales y técnicas de ejecución o la riqueza iconográfica de los esgrafiados extremeños, los grandes desconocidos.

¿Cuáles son las influencias estilísticas de que derivan los esgrafiados extremeños?

En cuanto al esgrafiado de ornamento geométrico y arquitectónico, debemos considerar una serie de influencias foráneas y autóctonas que contribuyen, tal cual ocurría aquellos siglos en otras disciplinas artísticas – pintura, escultura,…-, a consolidar y prolongar el adorno epidérmico mudéjar, la tradición flamenca y nórdica[15] y los repertorios decorativos “al romano” en una suerte de crisol de tradiciones artísticas, artesanales y decorativas que dará como resultado un conjunto de propuestas de gran valor. De este modo si la técnica del esgrafiado era conocida y se había llevado a la práctica durante la dominación hispano-musulmana[16], los repertorios geométricos romboidales – losanges – y cuadrangulares a dos colores de procedencia flamenca se habían consolidado ya en tierras extremeñas, como puede comprobarse en la fachada del monasterio de Yuste o en la sacristía de la desacralizada iglesia de Santo Domingo en Trujillo (Cáceres), la primera mitad del siglo XVI[17]; momento a partir del cual, irrumpirán también, si bien antes en forma de pintura al fresco que de esgrafiado, algunos repertorios arquitectónicos italianos inspirados, sobre todo,“all’opera laterizia antica” [18].

No obstante, esta última influencia sobre los esgrafiados extremeños, probablemente también sobre algunos ejemplos segovianos, ha sido desdeñada en favor del influjo de lo propiamente flamenco y mudéjar, hasta el punto de haberse ignorado que los muchos ejemplos conservados en la Toscana – Florencia, Pienza o Siena, entre otras ciudades – y los escasos hallados en Roma – casa in via del Goberno Vecchio o casa in via degli Amatriciani[19]-, guardan asombroso parecido con los encontrados en la mayor parte de los palacios trujillanos y placentinos, como puede comprobarse en los dibujos de la obra de Maccari y Jannoni (Graffiti e chiaroscuri esistenti all’esterno delle case di Roma), publicada en 1867. Parece imposible, desde luego, vincular directamente con documentos esta reformulación de repertorios a los conjuntos extremeños, tanto más si consideramos que allí se ejecutaban para paramentos exteriores – especialmente para modificar la escala de los edificios[20]– y aquí para revestir estancias interiores, a veces sustituyendo incluso a los tradicionales tapices de Flandes; no obstante, no debemos obviar la presencia en Italia, ya desde la segunda mitad del siglo XV, de jerarcas de la iglesia y, en misiones diplomáticas y militares, de gran número de nobles vinculados con Trujillo – don Álvaro Pizarro Loaysa, don Diego García de Paredes, don Gaspar Cervantes de Gaete -, Cáceres – don Álvaro de Sande y Carvajal -, Plasencia – don Bernardino de Carvajal – o Zafra – don Lorenzo Suárez de Figueroa -, que, a la vuelta de sus viajes, demandaban la construcción de inmuebles incorporando algunas innovaciones foráneas – capiteles itálicos, tipos caustrales, superposiciones de órdenes, elementos decorativos, etc.-. Circunstancia que, unida a la circulación de libros impresos en Venecia y a la demanda de numerosos objetos y elementos arquitectónicos traídos directamente de Génova a los mercados castellanos[21], pudo ser determinante.

img05 img06

Esgrafiados con ornamentos geométricos en punta de diamante y losanges rematados con frisos de grutescos. Sacristía de la iglesia parroquial de Santo Domingo (Trujillo), finales del s. XVI y Gelateria Dolce Sosta, Pienza (Italia), 1ª mitad s. XVI.

¿Qué modelos se utilizaron en Extremadura?

No resulta fácil, desde luego, hacer una clasificación de la totalidad de propuestas ejecutadas en Extremadura y, concretamente, en la ciudad de Trujillo; tanto más si comprendemos que son numerosos los ejemplos que por su complejidad podrían integrarse en categorías distintas. Esta problemática, de la que adolece cualquier compilación formalista, no debe impedir, empero, una primera aproximación a su estudio y sistematización. Desde esta perspectiva, hemos querido establecer una clara diferenciación entre los esgrafiados que recrean exclusivamente motivos geométricos o arquitectónicos y aquellos en los que, por el contrario, predomina la figuración de motivos heráldicos, vegetales, animalísticos y humanos – grutescos, ordenaciones a candelieri -, como resultado de complejas propuestas iconográficas; la mayor parte de las cuales no serán objeto de análisis aquí, dado que desbordarían la finalidad primera de este texto. En este último grupo, aunque escasos, integraremos algunos de los ejemplos más relevantes del panorama regional: los esgrafiados que reproducen episodios del Nuevo Testamento, aunque en ocasiones la iconografía se ayuda de ciertas prefiguraciones del Antiguo que desvelan, parafraseando a San Agustín, los contenidos novotestamentarios. Tal es el caso de la representación del Calvario de Cristo que encontraremos en la fachada septentrional del convento de San Francisco o en la Capilla del Reposo en la parroquia de San Martín de Trujillo.

Pero de igual modo cabría hacer una categorización atendiendo a la técnica de ejecución o a la variedad de colores empleados; por no mencionar otra paralela que atendiera a la cronología, el espacio geográfico, o, finalmente, al estilo histórico. Hemos elegido una clasificación formal, por ser ésta, en nuestra opinión, la que mejor simplifica y da coherencia al todo que conforman los modelos utilizados. No por ello hemos renunciado, sin embargo, al análisis crítico de cuantos datos estilísticos, cronológicos o técnicos fuesen necesarios para profundizar en ella.

1. ESGRAFIADOS CON FORMA DE MALLA ORNAMENTAL Y QUE IMITAN MATERIALES PÉTREOS O LADRILLO

1.1 Esgrafiados con trama romboidal, en punta de diamante y de octógonos o círculos entrelazados.

En lo que a los esgrafiados quinientistas que imitan “il bugnato a punta di diamante” o los motivos romboidales en losanges es necesario señalar, aún cuando al comienzo de nuestra intervención afirmábamos, en un intento de sembrar la duda en el oyente, “que procedían de la tradición flamenca”, la dificultad que implica concretar su origen, dado que se ha repetido hasta la saciedad cómo la reiteración de un mismo motivo decorativo en el arte español de la Edad Moderna se debía exclusivamente al adorno epidérmico mudéjar; adjudicando así a su influencia las puntas de diamantes o las conchas de algunos palacios de nuestro primer Renacimiento ornamentado. Esta consideración positivista que redundaba en la idea de la castellanización de las corrientes foráneas germanas e italianas de nuestra arquitectura con aportaciones raciales o nacionales, obviaba paradójicamente que en Flandes, en el Medio Rin, en Suiza o en el centro-norte de Italia era muy habitual también esta forma de copar la planta o la superficie en alzada buscando impresiones de horror vacui. Así, desde los pavimentos geométricos de las tablas de los primitivos flamencos a los aparejos de ladrillo antiguos y el opus reticulatum, o la decoración de armaduras del cuatrocientos y quinientos en la Toscana o en Roma (Trastevere), los losanges y las puntas de diamantes se usaron reiteradamente como recurso para redefinir el volumen y la perspectiva de pinturas y edificios. Esta intencionalidad, junto a las posibilidades decorativas y económicas anteriormente citadas, explica que se emplearan también como motivos para revestir muros pobremente construidos en forma de esgrafiados; en otras incluso, caso de la cubierta de cerámica esmaltada de la catedral de Basel (Suiza)[22], que sirvieran para culminar la escenografía cromática de un edificio medieval, normalmente abocado a la búsqueda de recursos que acrecentaran sus valores metafísicos.

En la ciudad de Trujillo son numerosos los ejemplos de esgrafiados a dos, tres o cuatro tendidos con trama romboidal, bien pigmentados en negro carbón, bien con el color natural de la cal y el árido de granito característico de la penillanura trujillano-cacereña[23]. Al ya citado ejemplo del zócalo interior de la sacristía de la extinta parroquia de Santo Domingo, obra de Francisco Becerra, con losanges en marrón y blanco que buscan efectos de claroscuro muy similares a los hallados en Roma en la fachada de un edificio sito en la vía in vincolo Cellini nº 13 o en la Casina del Curato en Valle Iulia, hay que sumar el de la capilla de las casas principales de los Chaves-Cárdenas en la plaza Mayor, con doble encintado y ajedrezado en los vértices, con seguridad obra ya del siglo XVII; también, los de la torre principal de la Casa de Señorío de los Altamirano en Orellana la Vieja (Badajoz).

Así mismo, en el recinto amurallado, entre los sublimes muros de la iglesia de San Andrés – mal llamada de la Vera Cruz -, parcialmente destruidos a finales del s. XIX por la colmatación del recinto con varias tumbas del cementerio municipal, se localiza una trama de esgrafiados en punta de diamante concebida a la manera italiana del primer y último Renacimiento, según puede comprobarse en la fachada del patio de la casa del Bucardo en Roma o en Pienza (Toscana), en la fachada de la Gelateria Dolce Sosta.

img07 img08

Esgrafiados con ornamentos geométricos en punta de diamante. Capilla Mayor de la extinta parroquia de  la Vera Cruz, Trujillo, finales s. XVI y dibujo de la facha de la Casina del Curato en Villa Iulia, Roma (Italia).

Más escasos son los esgrafiados que imitan octógonos entrelazados, una vez más debidos a la huella que dejaron en nuestras fronteras los tejidos y repertorios decorativos hispano-musulmanes. Baste mencionar el conjunto (s. XVII) del ya citado castillo de Belvís de Monroy, que reviste el intradós de la bóveda de cañón de uno de los ambulacros del edificio.

De procedencia toscana, aunque típico también del Lacio, será el esgrafiado de motivos circulares entrelazados que podemos encontrar en el patio del Palazzo Ricci y que reproduce Sebastiano Serlio en el Libro IV de su tratado[24]. Se trata de un modelo muy sencillo, empleado indistintamente en el diseño de alfarjes y revestimientos murales – esgrafiado, estucados, etc.-, que hallamos también en la capilla trujillana del Reposo, tras del templo de San Martín, sobre la hornacina de la Virgen[25]. Esta nueva reformulación de repertorios italianos en el Renacimiento trujillano no debe extrañarnos dado que, además de ser sobradamente conocido en la ciudad el texto del boloñés en el momento de ejecución de la capilla[26], era frecuente la circulación de libros iluminados y grabados con imágenes y figuraciones “al romano” entre mecenas y diletantes.

Por último, cabría englobar aquí un conjunto de esgrafiados de bellísima factura y compleja trama de clara ascendencia gótico-mudéjar, pero con escasa representación en la Alta Extremadura: me refiero a todos aquellos que siguen el llamado “modelo segoviano” y que reproducen motivos geométricos y vegetales entrelazados. Podríamos citar como ejemplos los esgrafiados de la parroquial de Berzocana (Cáceres) y, especialmente, los de las torres del pabellón externo de la antigua librería del Monasterio de Guadalupe[27].

1.2 Esgrafiados de trama rectangular y cuadrangular con encintado simple o doble

Obviamente las puntas de diamante y las tramas de losanges no representan los únicos modelos geométricos manejados como patrón ornamental o imitación de materiales para esgrafiar grandes superficies en paramentos exteriores. Antes al contrario, era más común cubrir las fachadas con morteros que reproducían los tradicionales aparejos de sillares rectangulares – opus quadratum – y ladrillos – opus latericium -. Entre los primeros, el más repetido desde la Edad Media a nuestros días es el de encintado sencillo que imita piezas rectangulares, bien para recrear un zócalo, bien como límite de los extremos de una fachada, en cuyo caso se dibuja formando piezas escalonadas a modo de adarajas. Se trata de un esgrafiado de cal a un tendido (1,5 cm. aprox.) acabado con la llana sobre una superficie previamente repellada – el testadirigere vitruviano -. Normalmente presenta la coloración del árido y la cal empleados, si bien su aspecto podía matizarse mediante la aplicación de tierras naturales, tal como se ha hecho recientemente en la casa de los Sanabria junto al Altozano en Trujillo. El rascado que da lugar al esgrafiado se realiza con la cal aún fresca, dejando en relieve un encintado liso o parcialmente rehundido por un lápiz o punzón, en cuyo caso deja ver un delineado negro. Este modelo, frecuentemente reproducido desde el pasado siglo con cementos Pórtland, solía acompañarse de algún remate a modo de cenefa en el que se representaban motivos geométricos de círculos tangentes, roleos o rombos. Son típicos en la ciudad de Valdefuentes (Cáceres) y, especialmente, en la capital cacereña, donde se han convertido en un signo de identidad de su arquitectura popular desde el siglo XVIII[28]. El más antiguo de cuantos se han hallado en Trujillo permanece oculto bajo el holladero del portal de la Carne en el costado meridional de la plaza Mayor: un ejemplo interesantísimo que pudimos descubrir junto a la arqueóloga Cristina Lázaro en el transcurso de los sondeos realizados en el palacio de La Conquista el año 2003. Hablamos de un esgrafiado de cal grasa pigmentado en un tono gris-azulón cuyo mayor valor, a parte de su extraña coloración, reside en que se fabricó para proteger un muro de sillería y ocultar los engatillados de la piedra producidos por el reaprovechamientos de materiales en la construcción del palacio y de las antiguas Carnicerías Municipales a él anexas.

Un tercer modelo, empleado indistintamente en la ornamentación de paramentos exteriores e interiores, lo compondrían todos aquellos esgrafiados a uno o varios tendidos con efectos de claroscuros[29] que describen una malla rectangular o cuadrangular enmarcada por un doble encintado, frecuentemente rematado en las esquinas por un sencillo damero. En nuestra opinión, esta trama se debe a una simplificación-imitación de los repertorios de lazo mudéjares, siendo muy típica de los años finales del s. XVI y la totalidad de la dos siguientes centurias. Los ejemplos conservados, muchos de ellos guarnecidos entre seculares capas de enjalbegados – de ahí el peligro de destrucción en que se hallan – son incontables, aunque no por ello debemos despreciarlos. En Trujillo deben señalarse, entre otros, los esgrafiados del coro de la iglesia parroquial de San Martín, en la plaza Mayor, y la fachada principal del Hospital de los Agustinos en el camino de Garciaz, si bien el más antiguo – finales del s. XV -, que imita los característicos paños de Sebka almohades, se encuentra en la sacristía de la parroquia tardorrománica de Santiago. También se conservan en la facha de la ermita de la Salud en Plasencia[30] y en los muros interiores del presbiterio de la iglesia de San Blas en Toril.

En la sacristía de este último templo, copando la totalidad de la bóveda esquifada que cierra su perímetro centralizado, y en los salones del castillo de Belvís de Monroy (Cáceres), hoy parcialmente arruinado, localizamos esgrafiados cuadrangulares de doble encintado con decoraciones de rosetas inscritas, ejecutados en la primera mitad del siglo XVII. Similar a éstos, aunque con motivos romboidales que sustituyen los citados ornamentos florales, es el es esgrafiado que reviste los muros de ladrillo del cimborrio de la iglesia conventual de San Francisco en Trujillo, parcialmente descortezado, cuya mayor originalidad reside en la disposición a mata juntas de los cuadrados que configuran la malla; rompiendo así con la innecesaria monotonía que hubiera provocado en un espacio de grandes dimensiones una ordenación ortogonal.

Una nueva reinterpretación de este modelo de doble encintado, más compleja y espectacular, la encontramos en la fachada occidental de la iglesia parroquial de Monroy (Cáceres), donde los ángulos de las piezas que componen la red se colman con cuartos de circunferencia que provocan un diálogo de repercusiones geométricas entre las formas cuadrangulares y circulares. Debió realizarse en el siglo XVIII a juzgar por la tipología de la ventana que se alza sobre el frontón de la portada, a la que enmarca y recerca el esgrafiado.

Finalmente, el conjunto más completo de este tipo que hemos podido localizar en Extremadura, a saber, se encuentra en las habitaciones interiores y en el patio de las casas principales de los Orellana, en el costado sureste de la plaza Mayor de Trujillo. Este edificio, iniciado la última década del siglo XVI por don Diego González Altamirano[31], un perulero descendiente del primer linaje trujillano, es una de las construcciones civiles inexploradas del Renacimiento altoextremeño, muy a pesar de conservar en su interior una de las propuesta espaciales y decorativas mejor resueltas aquel siglo. Su alzada, de cinco alturas y apenas ocho varas de ancho, sirve de telón a una serie de habitaciones dispuestas en derredor de un falso patio oblongo de cuatro pandas esgrafiadas con sillería doblemente encintada, sobre la que se sitúan un conjunto de arquitecturas fingidas – balaustradas de candelabros, frisos de arcaturas sobrepuestas, escudos, guardapolvos, etc.-.

1.3 Esgrafiados que reproducen ladrillo

Entre los modelos reiteradamente empleados en la edilicia menor desde la Edad Media hasta bien entrado el siglo XX[32], se encuentran las imitaciones de ladrillo realizadas con un mortero de cal grasa coloreado con mazarrón o almagra. Se trata, ahora sí, de un procedimiento típicamente mudéjar que, sobre una capa de mortero fresco, obligaba a los esgrafiadores a aplicar un revoquillo pigmentado y muy fino para, más tarde, delimitar con una regla las verdugadas o tendeles, que quedaban al descubierto mediante un raspado o llagado. Esta técnica la encontramos en edificios extremeños desde los primeros años del siglo XV, como puede verse en los arcos túmidos del claustro del palacio de los duques de Alba en Abadía (Cáceres)[33] o en la parroquial de Casas de Miravete, también en la Alta Extremadura; hasta el pasado siglo, según comprobamos en diversas viviendas historicistas del casco urbano trujillano -calles Encarnación, San Antonio, Tiendas,…-.

2. ESGRAFIADOS QUE IMITAN ARQUITECTURAS

Este tipo de grafitto vero de clara procedencia italiana, pues deriva de los estilos pompeyanos, cobra importancia en tierras extremeñas, especialmente placentinas y trujillanas, ya desde la primera mitad del siglo XVI. Su finalidad no fue otra que la de imitar a un bajo coste económico una suerte de elementos arquitectónicos, a veces insostenibles y carentes de toda capacidad portante, que funcionaran como improvisados retablos, ordenaran la disposición de una fachada o fingieran una portada o balaustrada.

Son pocos los ejemplos que han llegado a nosotros, siendo en su mayor parte esgrafiados a varios tendidos policromados con negro extraído de carbón de encina; pigmento que contribuía a redefinir las relaciones de masa y volumen del paramento intervenido, mejorando su percepción. Entre ellos, caben citarse, aunque someramente, los esgrafiados de las casas del conde de Valdelagrana en la calle del Dr. Parra, realizados la última década del siglo XVI; los ya citados de la casa de los Orellana en la plaza Mayor (s. XVI); los de la capilla de las casas principales de los Chaves-Cárdenas (s. XVII); y el altar de la sacristía de la iglesia de Santo Domingo (s. XVI).

En la casa de los condes de Valdelagrana se conservan: una falsa balaustrada de candelabros que servía de cierre a una escalera que comunicaba la última planta del edificio con las cubiertas; un frontón triangular que ordenaba y coronaba uno de los huecos de fachada; y, cercenado, un retablo de hechura renacentista que pudo formar parte del repertorio heráldico de los propietarios del edificio. Pieza ésta última, en lo que nos ha llegado, compuesta por un frontón triangular, un entablamento exornado con ovas y dentellones y dos flameros apeados sobre esbeltos plintos.

En la plaza, junto a las casas Consistoriales, sobresalen las arquitecturas fingidas de la casa de los Orellana, donde los muros del patio recrean – en dos de sus cuatro lados – un orden de pilastras sobre el que se elevan, a modo de arquitrabe, dos frisos de arcaturas sobrepuestas de inspiración serliana, más dos huecos de ventana cerrados con barandillas que imitan trabajos de forja. Ya en las estancias interiores, frisos con guardapolvos y nuevas arcaturas o bóvedas hemiesféricas completan este teatro arquitectónico, del que participa también un conjunto de corredores, escaleras en husillo y vanos capialzados en cantería.

En la sacristía de la iglesia trujillana de Santo Domingo, a la que nos hemos referido ya en varias ocasiones, reclama su protagonismos, en tanto vértice de la pirámide visual del repertorio esgrafiado, una arquitectura renacentista que hace las veces de improvisado retablo, al albergar en su interior un calvario nórdico-flamenco que reinterpreta el modelo eyckiano difundido por Schongauer, del que difiere, empero, al renunciar a la representación de la luna y el sol como unión simbólica entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, sustituido aquí por una representación del Padre Eterno. Iconografía que se repite en el presbiterio del templo de San Andrés, en la misma ciudad.

El esgrafiado reproduce una arquitectura adintelada que soportan sendos pares de columnas pareadas. Una cornisa exornada con ovas y palmetas sirve de apoyo a un frontón rematado con flameros y un tondo.

Otra de las arquitecturas fingidas, reiteradamente reproducida en patios, escaleras y zócalos, será la balaustrada de candelabros, de la que se conservan interesantes ejemplos en el convento de Agustino Recoletos de Valdefuentes[34], en el cenobio franciscano de Nuestra Señora de los Ángeles en la Moheda (Cáceres)[35] – a tres colores – y, a modo de ático, en el oratorio de la casa de los Chaves-Cárdenas en Trujillo.

3. ESGRAFIADOS CON REPERTORIOS DE MOTIVOS HERÁLDICOS, VEGETALES, ANIMALÍSTICOS Y SERES ANTROPOMORFOS Y FANTÁSTICOS.

En este grupo de esgrafiados hemos querido recoger una serie de diseños renacentistas “al romano” que comenzaron a utilizarse en tierras extremeñas, desde los primeros años del siglo XVI, hasta la primera mitad de la centuria siguiente, por la influencia que provocó entre diletantes y artífices la circulación en los mercados castellanos de libros alemanes e italianos con repertorios decorativos de la antigüedad – Scriptoris vere catholici ecclesiasticae Historia [Referencia Butsch, lám. 167-169][36] – o de animales, como la traducción latina de El Fisiólogo – Phisiologus Epiphani – hecha por el humanista español Gonzalo Ponce de León en tiempos del Papa Sixto V y editado en Roma en 1587 y 1601.

Constituye una de las tipologías menos conocida por hallarse ocultos la mayor parte de sus ejemplos entre capas seculares de enjalbegados en los interiores de construcciones de edilicia mayor, y podrían considerarse también los de una mayor riqueza iconográfica.

Se ha dicho ya, sin embargo, que entre los objetivos prioritarios de este texto no se halla encontrar explicación al sentido iconográfico de estos frisos, acaso porque los repertorios de animales, monstruos y seres fantásticos que recogen habían perdido ya parte de la significación alegórico-moralizantes que tuvieron a lo largo de la Edad Media[37], y se repetían ahora en numeroso libros, junto a angelotes, laureas, guirnaldas y plantas entrelazadas, como meros compendios de adornos “al romano” que servían luego de inspiración a pintores, escultores o esgrafiadores. Es muy probable, por tanto, que los esgrafiados del palacio de La Conquista, de las casas de Diego González Altamirano o del Alcázar de estos últimos, intramuros de la villa de Trujillo, tengan solo una intención decorativa. Es por ello, dado que según señalaba San Ambrosio “los ejemplos persuaden más que las palabras”, que nos limitaremos a describir su forma y aspecto, recordando que: encerrasen o no significaciones secundarias, por encima de éstas, dado el lugar en que se ubicaron – salones de linajes -, se hallaban las propiamente nobiliarias y heráldicas.

img09Esgrafiado con las armas de los Torres, Sotomayor, Mendoza de la Vega, Calderón y Altamirano en la casa-fuerte de estos últimos, Trujillo, finales del s. XVI.

Tres son las características principales que comparte estos esgrafiados: de un lado se realizan exclusivamente para revestir paramentos interiores, especialmente salones, zaguanes y alcobas, cuyos muros superiores recorren en forma de grandes frisos corridos; de otro, son esgrafiados a tres o cuatro tendidos pigmentados con carbón de encina; así mismo, pertenecen en su mayoría a la segunda mitad del siglo XVI, momento en el cual parece razonable proponer que hubo en Trujillo y Plasencia importantes cuadrillas de artesanos que, de algún modo, conocían los modelos y las técnicas de esgrafiar típicos de la Toscana.

En lo que a los repertorios utilizados se refiere, es muy común que describan una ordenación simétrica de motivos vegetales entrelazados en forma de roleos, de los que afloran agrupaciones de seres fantásticos y antropomorfos, como tritones – que sujetan modernos escudos acolados con lambrequines -, putti, arcángeles, cabezas de sátiro, leones o grifos; de igual modo, es frecuente también que copen la casi totalidad del espacio elegido un elenco de bestias y animales como elefantes, leones, monos, avestruces, pavos, peces, abejas, llamas, dragones y demonios. Por último, no faltarán caballos y ciervos bicéfalos.

Los conjuntos principales que hemos podido localizar en Trujillo, a saber, son: en el palacio de La Conquista, los esgrafiados del Salón de Linajes, donde destacan las armas concedidas por el Emperador Carlos V a don Francisco Pizarro por sus hazañas en la toma del Perú; en el edificio contiguo – casas de Diego González Altamirano – los frisos con leones afrontados e indianos de los salones principales; en la casa de los Chaves Cárdenas y las antiguas casas de Pesos y Medidas, las bandas, muy deterioradas, de las estancias oblongas que asoman a la plaza Mayor; en la iglesia de Santiago, los repertorios con tritones y medallones de la sacristía, financiados con seguridad por el obispo Pedro Ponce de León; en el Alcázar de los Altamirano, intramuros, los esgrafiados del Salón de Linajes, donde destaca un repostero con las armas familiares – Torres, Sotomayor, Mendoza de la Vega, Calderón y Altamirano -; finalmente, en las casas popularmente llamadas de Francisco de Orellana, junto a la Parroquia de Santa María, una fajas con sencillos ornamentos vegetales y heráldicos que recorren la planta primera.

4. OTROS MODELOS

En esta última categorización nos gustaría incluir una serie de piezas de menor entidad que, por lo general, aparecen aisladas sobre los dinteles, jambas y cornisas de paramentos exteriores, y entre las que cabría señalar las que reproducen motivos geométricos con forma de esvásticas, trísqueles o medias lunas; frecuentemente insertos en cuadrados o círculos.

Los ejemplos son tantos que sería difícil recogerlos en estas breves líneas. No obstante, debido a la mínima atención que se los concede, parece obligado referirse siquiera sucintamente a las cruces en aspa halladas en la casa de los Carrasco Saldaña, junto al viejo camino de Garciaz, y a las medias lunas de la casa de Diego González Altamirano, ambas en la ciudad de Trujillo.

img10

img11Friso con leones alados y heráldica en las casas principales de Diego González Altamirano en la plaza Mayor de Trujillo, finales del s. XVI, y grifos con heráldica de palacio Venecia en Roma (Italia).

Conclusiones

Entre las conclusiones principales de esta investigación nos gustaría señalar:

  1. En primer lugar la importancia que la técnica de esgrafiar adquirió en Extremadura, especialmente en la Diócesis de Plasencia, durante el siglo XVI, momento al que pertenecen los conjuntos de mayor valor artístico.
  2. Seguidamente, la escasa atención que la administración pública ha prestado a catalogar, consolidad, recuperar y dar a conocer los repertorios regionales, que, como señalábamos más arriba, pueden clasificarse entre los más ricos de cuantos se diseñaron en España.
  3. También, que más de un 80% de los conjuntos aquí recogidos corren serio peligro de ser destruidos los próximos años si no tomamos medidas y asumimos nuestra responsabilidad con el legado histórico heredado de las generaciones pasadas y que estamos obligados a preservar para las venideras.
  4. Por último, que entre las fuentes iconográficas foráneas de que bebieron esgrafiadores y pintores, las italianas del primer y último Renacimiento fueron numerosas y principales; lo que no se había propuesto hasta el momento.

NOTAS:

[1] SOBRINO GONZÁLEZ, M., La piedra como motivo para la arquitectura, Cuadernos del Instituto Juan de Herrera, E. A. T. S. M., nº, XVII, 2002, Madrid, p., 6.

[2] NUERE MATAUCO, E., Nuevo tratado de la carpintería de lo blanco, Munilla-Lería, Madrid, 2001. AA.VV., Patologías y técnicas de intervención. Elementos estructurales, Tomo III, Munilla-Lería, Madrid, 1999. PALACIOS GONZALO, J. C., Trazas y cortes de cantería en el Renacimiento español, Munilla-Lería, Madrid, 2003; La cantería en la construcción del Renacimiento andaluz. Biblioteca de Arquitectura del Renacimiento Andrés de Vandelvira, Jaén, 1992. RABASA DÍEZ, E., Forma y construcción en piedra. De la cantería medieval a la estereotomía del siglo XIX, Akal, Textos de Arquitectura, Madrid, 2000. AA. VV., Guía práctica de la cantería, Editorial de los Oficios, León, 1999.

[3] Para el arquitecto italiano el esgrafiado era:“… un’altra specie di pittura, ch’è disegno e pittura insieme, e questo si domanda sgraffito e non serve ad altro che per ornamenti di facciate di case e palazzi, che più brevemente si conducono con queste spezie e reggono alle acque sicuramente. Perché tutti i lineamenti, invece di essere disegnati con carbone o con altra materia simile, sono tratteggiati con un ferro dalla mano del pittore. Il che si fa in questa maniera: pigliano la calcina mescolata con la rena ordinariamente, e con la paglia abbruciata la tingono d’un scuro che venga in un mezo colore che trae in argentino, e verso lo scuro un poco più che tinta di mezo, e con questa intoniaco la facciata. E fatto ciò e pulita col bianco della calce di travertino, la imbiancano tutta, et imbiancata ci spolverano su i cartón, o vero disegnano quel che ci vogliono fare. E di poi agravando col ferro, vanno dintornando e tratteggiando la calce, la quale essendo sotto di corpo nero, mostra tutti i graffi del ferro come segni di disegno”. VASARI, G., Le vite de’ più eccellenti architetti, pittori et scultori (Introduzione Cáp. XXVI Pittura, “De gli Sgraffiti delle case, che reggono l’acqua; quello che si adoperia fargli e come si lavorano le grottesche nelle mura”), Torino, Einaudi, 1991, pp., 72-73.

[4] Acerca del esgrafiado italiano véanse: SARTOR, A., “Il rilievo delle pareti grafitte”, in Disegnare idel inmagini, nº 12, Anno VII, p., 25. ERRICO-STELLA, V. M., FINOZZI, S., GIGLIO, I., “Ricognizione e schedatura delle facciate affrescate e graffite a Roma nei secoli XV e XVI”, in Bolletino d’Arte, nº. 33-34, 1985.

[5] BALDI, P., CORDARO, M., MORA, P., MORA, L., “Arquitecture-Coleur”, ICCROM, Roma, 1981, p., 133. Cfrs. etiam CABRERA GARRIDO, J. M., “Fábricas de piedra”, en Conservación y restauración en Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura, Valladolid, 1987; Obra completa, Ars Sacra, 2006, p., 114.

[6] En estos términos se expresaba el marqués de Lozoya al referirse a los esgrafiados segovianos. LOZOYA, marqués de, La casa segoviana, Caja de Ahorros y Monte de la Piedad, Segovia.

[7] Un buen ejemplo de lo dicho, según se desprende de los análisis químicos efectuados por el Dr. Enrique Parra, son los esgrafiados a tres tendidos policromados con carbón vegetal y acabados con un temple rico en cal del Salón de Linajes del palacio del marqués de La Conquista en Trujillo. Véase: PARRA CREGO, E.,Análisis químico y estudio de la superposición de capas de mortero y pintura de las antiguas casas principales de Hernando Pizarro en Trujillo (Cáceres), Laboratorio de análisis para la restauración y la conservación de obras de arte, Villanueva de la Cañada, 2003, p., 3.

[8] ROJAS, C., Teórica y practica de fortificación, conforme las medidas y defensas destos tiempos, repartida en tres partes, Madrid 1598, en casa de Luis Sánchez, Tercera Parte, Cáp. II, Biblioteca Nacional de Madrid, R/12093, f., 89v.

[9] A.P.T. Juan de Vega, 22/1/1628, protocolo nº, 4425.

[10] Esta circunstancia, similar a la que frecuentemente nos encontramos en los alicatados de cocinas y cuartos de baño actuales, explica las asimetrías que provocaron los esgrafiadores en el acabado de las esquinas de numerosos edificios, como puede comprobarse en la sacristía de la iglesia de San Blas en Toril, donde los medallones que exornan la parte superior de los muros doblan sin ningún orden la pared contigua.

[11] ERRICO-STELLA, V. M., FINOZZI, S., GIGLIO, I., “Ricognizione e…”, art. cit., p., 57.

[12] Es importante recordar en este sentido que era el esgrafiador quien normalmente concertaba los trabajos para, posteriormente, subcontratar la ejecución de los cartones con un pintor. Estos moldes de papel o chapa metálica solía reutilizarlos más tarde el esgrafiador para otros proyectos, como ocurrió con los frisos de grutescos de la sacristía del templo de San Blas de Toril (Cáceres), provocando frecuentemente con ello un enfrentamiento con el pintor, que reclamaba así su propiedad intelectual sobre la idea. Véase: GÁRATE ROJAS, I., Artes de la cal, Instituto Español de Arquitectura-Universidad de Alcalá, Munilla-Lería, Madrid, 2002, p., 193.

[13] Ibidem.

[14] VASARI, G., Le vite de’ più eccellenti architetti…, op. cit.,pp., 72-73.

[15] Son famosos los conjuntos alemanes de Silesia, Wutemberg, Sttugart y Ulm.

[16] Un buen ejemplo de ello sería el fragmento califal de Medina Elvira (s. IX) con motivos romboidales insertos en círculos tangentes, y que se conserva en el museo arqueológico de Granada.

[17] Sobre la reciente restauración del Monasterio de Yuste, véase: PONCE DE LEÓN, P., “La intervención en el Monasterio de Yuste. El silencio del Emperador”, Ars Sacra, 26-27, Madrid, 2003, pp., 71-85.

[18] SARTOR, A., “Il rilievo delle…”, art. cit., p., 25.

[19] Quiero agradecer este dato al profesor Diego Maestri, Catedrático de la Universidad de la Sapienza (Roma), que me brindó, durante mi estancia en la Escuela Española de Arqueología e Historia en la Ciudad Eterna, su tiempo y hospitalidad.

[20] GOLZIO, V., ZANDER, G., L’arte in Roma nel secolo XV, Cappelli, Bologna, 1968, pp., 171-ss.

[21] Destaquemos entre otras piezas la lauda sepulcral de bronce de don Lorenzo Suárez de Figueroa, embajador en tierras italianas en tiempos de los RR.CC., así como el bajorrelieve de mármol representando a la Virgen con Niño del museo catedralicio de Badajoz, atribuido a Desiderio da Settignano.

[22] Véase: DE LA RIESTRA, P., Gotik. Die gotische Architektur in der Schweiz, Rothus Verlag, Solothurn, 2002, p., 67.

[23] Esta cuestión no resulta baladí, pues de la misma manera que Philibert de l’Orme advertía en el capítulo XVI de su tratado sobre las virtudes que suponía rellenar los tendeles de las hiladas de piedra caliza con cal extraída de la misma cantera, en Trujillo hemos podido comprobar mediante análisis petrológicos que los granitos se disponían sobre morteros aglutinados con áridos ricos en cuarcita. DE L’ORME, P., Architecture (1567) ed. 1648, en Mardaga, Bruselas, 1981. Cfrs. etiam el informe emitido por el Centro de Estudis del Patrimoni Històric de la Universidat de Barcelona sobre el palacio del marqués de La Conquista: VENDRELL, M., GIRÁLDEZ, P., “Palacio del marqués de La Conquista. Materiales de construcción, patologías y mecanismos de degradación”, en AA. VV.,Proyecto de rehabilitación y restauración del palacio del Marqués de La Conquista, Trujillo (Cáceres), Memoria de Maestría, Master en Rehabilitación y Restauración del Patrimonio de la Universidad de Alcalá de Henares, 2003, anexo de petrología, inédita.

[24] SERLIO BOLOÑES, S., Tercero y qvarto libro de architectura, Toledo 1552, en casa de Iván de Ayala, Biblioteca Nacional de Madrid, R/ 10246, f., 297.

[25] Podemos datar esta capilla en la segunda mitad del siglo XVI, según se desprende del contenido de varias Actas Municipales fechadas en 1585, si bien el edículo con arco conopial que aloja la imagen de la Virgen debió realizarse a comienzos del citado siglo. Véase: TENA FERNÁNDEZ, J., Trujillo Histórico y Monumental, Salamanca, 1988, p., 246.

[26] A ello nos hemos referido en distintos trabajos. Véase: SANZ FERNÁNDEZ, F., “La piedra como motivo para la arquitectura I. Trazas y cortes de cantería en el Renacimiento trujillano”, Actas del XV Congreso Nacional de Historia del Arte, Palma de Mallorca, 2004, en prensa.

[27] Una reconstrucción de su primigenia fisonomía la encontramos en: AA.VV., Guadalupe. Siete siglos de fe y cultura, Ediciones Guadalupe, Madrid, 1993, p., 324.

[28] Sobre el esgrafiado popular extremeño véase: GARCÍA MERCADAL, F., “La casa popular extremeña”, Revista Arquitectura, 1920.

[29] No deben confundirse con los morteros coloreados con carbón vegetal, pues la bicromía de éstos es artificial y surge de la pigmentación voluntaria del esgrafiador, mientras la de aquéllos es el resultado de un proceso físico-químico que se produce al rascar el mortero una vez enlucido: de tal manera que la zona en relieve quedará más blanca que la rascada.

[30] ORANTOS GONZÁLEZ, J., “Recuperación de los esgrafiados de la fachada de la Ermita de la Salud de Plasencia”, Ars Sacra, 26-27, Madrid, 2003, pp., 101-105.

[31] “Item declaro que yo he edificado estas casas en que vivo que son en la plaza de esta ciudad de Trujillo, linde con casas de la justicia y casa de Hernando Pizarro, lo cual he hecho después que vine a España de las provincias del Pirú…”. Doc. cit. en SALINERO, G., Trujillo d’Espagne une ville entre deux Mondes, 1529-1631. Les relationes des familles de la ville avec les Indes, Tesis Doctoral, tomo II, La Sorbona, París, 2000, pp., 546-553.

[32] Al arquitecto Pedro de Brizuela pertenecen las imitaciones de ladrillo del convento segoviano de Santa Clara, obra del siglo XVII.

[33] Véase: MOGOLLÓN CANO-CORTÉS, P., “El Real Monasterio de Santa María de Guadalupe y la arquitectura mudéjar en Extremadura” en Arte mudéjar en Aragón, León, Castilla, Extremadura y Andalucía [(Coord.) Carmen Lacarra Ducay], Institución “Fernando el Católico” (C. S. I. C.), Zaragoza, 2006, p., 214.

[34] Sobre la ciudad de Valdefuentes véase nuestro trabajo: SANZ FERNÁNDEZ, F., “El palacio del marqués de la Piovera, don Álvaro de Sande, y la plaza Mayor de Valdefuentes”, Boletín de Arte, Universidad de Málaga, Málaga, en prensa.

[35] DÍEZ GONZÁLEZ, Mª C., Arquitectura de los conventos franciscanos observantes en la provincia de Cáceres (s. XVI y XVII), Colegio Oficial de Arquitectos de Extremadura / Universidad de Extremadura, Cáceres, 2003, p., 274.

[36] Véase: HUIDOBRO, C., Grabados alemanes de la Biblioteca Nacional, Ministerio de Educación y Cultura, Madrid, 1997, p., 117.

[37] Es sobradamente conocido que desde Herodoto a los phisilogi y bestiarios medievales son muchos los textos que se han ocupado de difundir y compilar las noticias más pintorescas del mundo animal, incluyendo una suerte de animales reales y fantásticos o de monstruos. Aristóteles – Historia Animalium -, Plinio el Viejo – Historia Naturalis -, San Isidoro – Etimologías – o Vicente de Beauveais – Speculum Naturale – recogieron igualmente numerosas descripciones, a veces fabuladas. Véase: SESBASTIÁN, S., El Mensaje Simbólico del Arte Medieval, Encuentro, 1994, pp., 229-ss. MATEO GÓMEZ, I., Temas profanos en la escultura gótica española. Las sillerías de coro, Instituto Diego Velázquez, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1979.

Oct 012006
 

Esteban Mira Caballos.

I.- INTRODUCCIÓN

Como no podía ser de otra forma, la conquista de América se llevó a cabo con una dramática violencia. Se utilizaron técnicas terroristas de forma sistemática para amedrentar a los indios que eran muy superiores en número, hubo matanzas sistemáticas de caciques y no pocos casos de extrema crueldad.

Pero nadie debe rasgarse las vestiduras. Desde la antigüedad clásica hasta pleno siglo XX la irrupción de los pueblos “superiores” sobre los “inferiores” se vio como algo absolutamente natural y hasta positivo. El colonialismo se justificó no como una ocupación depredadora sino como un deber de los pueblos europeos de expandir una cultura y una religión superior. Hasta muy avanzado el siglo XX, con la promulgación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), no ha habido realmente una legislación protectora de los pueblos indígenas[1]. Aún hoy, el genocidio sobre los indios guatemaltecos o brasileños sigue siendo una praxis recurrente, en medio de la indiferencia mundial.

E. G. Bourne comparó la actuación de Roma con Hispania, a la de los españoles con América. Y aunque lo hizo con el objetivo de elogiar a España lo cierto es que ambos acontecimientos generaron una gran destrucción física y cultural. Y es que el “colonialismo Imperialista”, utilizando terminología de Max Weber, ni lo inventó España ni empezó con la conquista y colonización de América, sino en la Antigüedad.

Pero, incluso, mucho antes, en el Neolítico, se dio lo que Marshall D. Sahlins ha llamado la “ley del predominio cultural”[2]. En realidad era más bien una praxis. Ésta provocó que los grupos neolíticos desplazaran a los nómadas a lugares inhóspitos y aislados, abocando a muchos de ellos a su extinción.

Así, pues, llamémosle “ley de predomino cultural”, “capitalismo imperialista” o de cualquier otra forma, pero la realidad es que el sometimiento de unos pueblos a otros ha sido una constante en la Historia. Y por si fuera poco, el siglo XX ha sido el más genocida de la historia de la Humanidad. Aún hoy, algunos gobiernos de países Hispanoamericanos practican políticas cuanto menos etnocidas con sus comunidades indígenas. Las violaciones de mujeres han sido un fenómeno recurrente en todas las guerras de conquista hasta el mismísimo siglo XX. Conocidas son las violaciones de alemanas por los soldados soviéticos en la II Guerra Mundial o las del ejército servio en los Balcanes en tiempos mucho más recientes. Y ello, porque en medio del horror de la guerra el hombre puede ser capaz de lo peor.

En este trabajo vamos a analizar un documento inédito, localizado en el Archivo General de Simancas, fuente inagotable de información al igual que el de Indias. Dicho manuscrito nos aporta bastantes datos sobre el cacereño Alonso de Cáceres, caso prototípico del conquistador y, sobre todo nos permite aportar más luz a la cuestión del etnocidio indígena[3]. Sale a relucir también la figura del protector fray Tomás Ortiz, un extremeño no menos controvertido que el propio Cáceres.

El litigio tiene tanto más interés cuanto que no abundan entre la documentación española los juicios específicos a españoles por el asesinato de indios. Y ello muy a pesar de que fue la propia Reina Isabel “La Católica” la que los convirtió, hacia 1500 en vasallos de la Corona de Castilla[4].

Hace algunos años estudiamos el primer proceso específico por malos tratos a los indios instruido en el continente americano[5] y nos quedaron no pocas interrogantes sobre la evolución posterior de este tipo de pleitos. Por eso, este juicio de 1531 nos permite analizar la evolución de estos litigios entre 1509 y 1531. Preguntas como ¿se continuaron utilizando testigos indios en los juicios?, ¿qué autoridad fue la competente para juzgar los casos de indios?, ¿se siguieron apelando estos casos a instancias superiores en el reino de Castilla?. Son preguntas a las que intentaremos dar respuesta en las páginas que siguen.

2.-¿POR QUÉ SE JUZGÓ EL ASESINATO DE ESTE INDIO?

Una de las primeras cuestiones que se nos plantean en este momento es por qué en plena vorágine conquistadora, donde perecieron directa o indirectamente miles de indios, se planteó una cuestión tan puntual como la muerte de un aborigen. Un desgraciado indígena del que ni tan siquiera salió a relucir su nombre, tan sólo un par de testigos mencionaron que creían que era propiedad de un español llamado Saavedra o de San Martín. Y todo ello en un entorno tan difícil como ese, donde la resistencia de los indios y la rivalidad entre los propios españoles desdibujaban la sutil línea que separaba lo legal de lo ilegal. Asesinatos de indios, saqueos, pillajes y violación de derechos humanos se daban continuamente en esos momentos en todas las gobernaciones de Tierra Firme, en Santa Marta, en el golfo de Urabá, en el río Grande y en Cartagena, donde las entradas de saqueos de los españoles eran continuas.

Para empezar, debemos establecer una doble división, entre indios de paz o guatiaos e indios de guerra, que los primeros colonos indianos tuvieron muy clara. Aunque el concepto “guatiao”, de origen taíno, implicaba un compadrazgo entre dos indios o entre un español y un indio[6] lo cierto es que, pasados unos años tras la conquista, los españoles atribuyeron al término una conceptualización más amplia. Sencillamente, se utilizó como sinónimo de indios de paz en contraposición al indio Caribe o de guerra[7].

Pues, bien, supuestamente era a estos indios de paz a los que afectó durante las primeras décadas de la colonización toda la legislación protectora. Desde 1503 se podían combatir y capturar indios Caribes y, desde 1506 esclavizar a aquellos nativos que hubiesen sido rescatados a los propios aborígenes[8]. Y todo esto se mantuvo así hasta las Leyes Nuevas de 1542 en que se dispuso que los indígenas no se pudiesen esclavizar bajo ningún concepto, ni siquiera por guerra o rebelión. Asimismo, a los que estuviesen sometidos a esclavitud con anterioridad se compelió a sus propietarios a que mostrasen título de legítima propiedad.

Pero, en plena vorágine conquistadora, que supuso la muerte de infinidad de aborígenes, muchos de ellos por enfermedades pero no pocos también por las atrocidades del grupo dominante habría que preguntarse: ¿por qué en esta ocasión si fue juzgado y condenado el español que los cometió?

Pues, bien, nos ha bastado indagar un poco en el contexto histórico de Santa Marta para comprender la realidad. La costa de Tierra Firme fue descubierta por el sevillano Rodrigo de Bastidas quien, hacia 1525, fundó la localidad de Santa Marta. Tras la muerte violenta de Bastidas hubo varios gobiernos interinos y de poca duración hasta que el 20 de diciembre de 1527 el burgalés García de Lerma firmó una capitulación que le confería la gobernación y la capitanía general de Santa Marta[9]. La situación era crítica tanto por la belicosidad de los indios -buena parte de ellos alzados- como por las rivalidades entre los propios españoles que provocaron la muerte del mismísimo Bastidas. En este contexto la Corona decidió asignar al gobernador burgalés unos poderes excepcionales para restablecer el orden en dicha demarcación territorial. Lerma tuvo siempre dos obsesiones: una, expulsar de su gobernación a posibles rivales españoles, y otra, enriquecerse, él y sus deudos, con razias para capturar esclavos en el golfo de Urabá y en los límites de la vecina gobernación de Cartagena[10]. Incluso, llegó a pedir en 1532 que no nombrase gobernador de Cartagena idea que obviamente fue rechazada por la Corona, cuando Pedro de Heredia fue nombrado para dicha gobernación.

Y curiosamente el encausado, Alonso de Cáceres, era regidor de Santa Marta, miembro de la élite local y mantenía una agria enemistad con García de Lerma. La oportunidad le debió parecer única al burgalés para quitarse del medio a un poderoso rival. El acusado, un despiadado esclavista con muchos asesinatos de indios a sus espaldas igual que el propio Lerma, se defendió inútilmente afirmando que el indio acuchillado no era un guatiao sino un esclavo capturado en buena guerra. Y probablemente no le faltaba razón, pero de guerra o de paz, este crimen en particular -uno entre cientos- sí iba a ser juzgado y todo el peso de la ley -que hacía muy esporádicas apariciones- caería sobre él.

3.-EL PROTECTOR DE INDIOS FRAY TOMÁS ORTIZ

Las diligencias las inició, a primero de abril de 1531, el protector de indios de Santa Marta, que era nada más y nada menos que el extremeño fray Tomás Ortiz. Resulta cuanto menos curioso que un religioso que se había distinguido por su odio hacia los indios, en particular hacia los cumanagotos, y que además estaba duramente enfrentado con el creador de la institución, fray Bartolomé de Las Casas, ostentara el cargo de protector. Incluso, se da la circunstancia de que varios testigos declararon que el protector había azotado a este indio con anterioridad por alzarse contra los españoles. Miguel Zapata, testigo presentado en su defensa por Alonso de Cáceres, afirmó que, siendo informado el protector de lo que el indio había hecho contra los españoles “le dio muchos palos con una macana que si no le rogaran que no le diera más lo acabara de matar”[11]. Merece la pena que nos detengamos en la figura, un tanto peculiar, de este dominico. Y digo peculiar porque, en honor a la verdad, también debemos reconocer que su posicionamiento fue excepcional dentro de su Orden, donde personajes de la talla de fray Antón de Montesinos, fray Pedro de Córdoba y el padre Las Casas entre otros muchos, habían alzado su voz en defensa de los indios, aunque fuese en el desierto, como aseveraba el propio Montesinos.

Fray Tomás Ortiz era un dominico profeso en el convento de San Pablo de Sevilla y natural de Calzadilla de los Barros (Badajoz)[12]. Al parecer, fue éste el primer dominico que, encabezando a un grupo de correligionarios, llegó a la Nueva España[13]. A mediados de 1520, tras un alzamiento de los indios en Chichiribichi y en Cumaná -en la actual costa venezolana-, varias misiones dominicas, que habían sido mandadas establecer por fray Pedro de Córdoba y el propio fray Bartolomé de Las Casas, fueron arrasadas y sus moradores asesinados. El propio fray Tomás Ortiz se libró de una muerte segura porque el azar quiso que, cuando sucedieron los hechos, no se encontrase en dicho cenobio. Con el dolor de lo acontecido en su corazón se personó en España y, hacia 1525, ante el Consejo de Indias, leyó un acalorado informe atribuyendo a los indios cumanagotos los peores calificativos imaginables. Habían pasado casi cuatro años desde los sucesos pero el tiempo transcurrido no fue suficiente para aplacar los ánimos exaltados del dominico que utilizó contra los indios calificativos como caníbales, traidores, vengativos, haraganes, viciosos, ladrones, etcétera. Y la conclusión de todo ello no podía ser mas contundente: “Éstas son las propiedades de los indios, por donde no merecen libertades”[14]. Esta disidencia de la línea oficial dominica debió debilitar mucho la firme posición que en defensa de los indios habían sostenido otros dominicos de grata memoria. Y las consecuencias prácticas de esos planteamientos neo-aristotélicos fue el retraso, hasta 1542, de la prohibición de esclavitud del indígena, esbozada ya en sus líneas fundamentales por la Reina Católica a principios del quinientos.

El informe del extremeño levantó duras críticas dentro de su propia Orden, sobre todo de fray Bartolomé de Las Casas que nunca le perdonó estas palabras[15], y en tiempos recientes por la historiografía lascasista. Efectivamente, ya en nuestro siglo Giménez Fernández aportó datos para demostrar las actividades económicas del dominico extremeño. Incluso, utilizando una cita de Bernal Díaz del Castillo, llega a decir que cuando llegó a México en 1526 como vicario general de la Orden, sus mismos compañeros decían que “era más desenvuelto para entender negocios que no para el cargo que tenía”[16].

Pese a que Fernández de Oviedo lo calificó de “gran predicador”[17] parece evidente que fray Tomás Ortiz no era el mejor de los candidatos para ocupar la protectoría, cargo que ostentara por primera vez su gran enemigo Las casas. Un puesto creado para proteger a unos indios a los que fray Tomás Ortiz no parecía profesarles un especial aprecio. También es cierto que una persona así era la única que García de Lerma podía aceptar en una tierra de frontera, donde el pillaje, la ambición, las envidias y los asesinatos eran moneda de uso frecuente.

Según Giménez Fernández, el 25 de enero de 1531 fray Tomás Ortiz fue revocado del cargo de protector de Santa Marta[18], pero lo cierto es que hasta abril de ese mismo año estuvo entendiendo en el pleito, en calidad de protector. Desconocemos hasta que año ejerció el cargo de protector en Santa Marta, porque la única referencia que tenemos es que en enero de 1540 desempeñaba ese puesto un tal Juan de Angulo[19].

Pese a lo dicho, debemos reconocer que en este pleito concreto el dominico se atuvo a la legalidad vigente. Por ello, instruyó el caso y, una vez que supo que se trataba de una causa penal -cumpliendo la legalidad vigente- lo dejó en manos del gobernador. Las atribuciones del protector de indios eran justo las mismas que por aquel entonces tenía el protector de Cuba, fray Pedro Ramírez, es decir: la facultad para nombrar visitadores y la instrucción y fallo de procesos por una cuantía inferior a los cincuenta pesas de oro y diez días de privación de libertad. En causas merecedoras de una multa de menor cuantía o en delitos de sangre el protector se debía limitar a informar al gobernador para que, en colaboración con las autoridades judiciales, dictaran sentencia[20].

4.-EL ENCAUSADO: EL CONQUISTADOR ALONSO DE CÁCERES

Si particular era el acusador no menos especial era la figura del encausado. Un extremeño que pasa por ser un prototipo del conquistador de primera generación. Un tipo ambicioso que, como tantos otros -Pizarro, Cortés, Balboa, Soto, etc.- llegó a enfrentarse violentamente con otros Adelantados y Conquistadores que tenían objetivos similares a los suyos. Ello provocó que, en apenas dos décadas, fuera participando sucesivamente en la conquista de Santa Marta, Cartagena de Indias, Honduras y Perú, acabando sus días en la región de Arequipa, a varios miles de kilómetros de donde empezaron sus ambiciones expansionistas. Pero, si entre los españoles destacó por su ambición, con respecto a los desdichados aborígenes se mostró cruel y despiadado, lo cual se puede verificar en las múltiples y dramáticas jornadas de saqueos y pillaje que protagonizó.

Sabemos muy poco de sus orígenes, ni de su vida en su Cáceres natal antes de su partida a América. El problema radica en que su nombre es tan común que al menos tres homónimos partieron de Cáceres rumbo al Nuevo Mundo en el primer cuarto del siglo XVI[21].

En cambio, sí que sabemos la fecha de su nacimiento que debió ocurrir en 1506 o en 1507, pues, en 1533 declaró tener 26 años, mientras que tres años después, es decir, en 1536, manifestó tener 30[22].

Queda claro, pues, que no tiene nada que ver con el encomendero y miembro de la elite local que encontramos desde principios del quinientos asentado en la villa de Lares de Guahaba en la Española, ni con el contador de Panamá que murió en la década de los treinta. En 1515 tenemos constancia de que un Alonso de Cáceres fue a las órdenes de Pedrarias Dávila, a la conquista de Castilla del Oro, y nada tiene de particular que fuese el regidor ya citado de Lares de Guahaba[23]. Por ello, sospechamos que los dos homónimos de la Española y de Panamá sean la misma persona.

Retomando el hilo de nuestro conquistador, es decir, del reo Alonso de Cáceres, lo encontramos en Santa Marta, participando con el gobernador García de Lerma en numerosas entradas en la zona del Río Grande. Al final, la codicia de ambos les llevó a un duro enfrentamiento entre ellos que terminó, tras este juicio que ahora analizamos, con la expropiación de sus bienes y el destierro del primero.

Tras su expulsión de Santa Marta decidió ir a la vecina gobernación de Cartagena de Indias. Allí, se hizo amigo del gobernador, Pedro de Heredia, con quien participó activamente en las entradas de Abreva y en el descubrimiento y sometimiento de la zona del río del Cenú. En esta gobernación volvió a tener un papel muy activo en su conquista, derrotando al belicoso cacique Yapel. Luego, tras descubrir el río Cauca, se dirigió en compañía del hijo del gobernador, a la zona del río Catarapá, donde fundaron la ciudad de Tolú, en la actual Colombia.

Pese a sus éxitos bajo las órdenes de Pedro de Heredia, nuestro funesto y ambicioso personaje no olvidó su odio hacia su antiguo jefe. Por ello, allí fraguó su venganza contra García de Lerma al remitir al Rey una información en la que le acusaba de hacer entradas hasta el río Magdalena que pertenecía a Cartagena, capturando esclavos, haciendo malos tratamientos a los indios y provocando el alzamiento del resto[24]. Resulta cuanto menos curioso que Alonso de Cáceres que había ayudado activamente a Lerma en esas mismas entradas pocos años atrás y que tenía a sus espaldas una condena por un delito de sangre con un indio lo acusase de lo mismo por lo que él había sido juzgado. Era la manifestación clara del odio y del desprecio que sentía por la persona que consintió y avaló su desterró. Pese a ello, es obvio que García de Lerma tenía más o menos los mismos valores que su enemigo Cáceres por lo que hizo oídos sordos a todas estas quejas y continuó sometiendo a sangre y fuego los territorios colindantes a su gobernación, pues nunca renunció a su expansión.

En Cartagena de Indias el cacereño consiguió amasar otra fortuna, y ello a pesar de que, tras la expropiación de sus bienes en Santa Marta, tuvo que empezar de cero. Este nuevo enriquecimiento se debió en gran parte a la gran cantidad de oro que obtuvo del saqueo del cementerio indígena del Cenú. De esta forma, tardó muy poco en encumbrase de nuevo entre la élite económica y política de la gobernación. De hecho, en 1537, lo encontramos nada menos que de regidor del cabildo de Cartagena de Indias, junto a Alonso de Montalbán y Gonzalo Bernardo de Somonte[25], mientras que poco después figuraba como titular de la encomienda de Tameme[26]. Pero, sus ansias de poder y de dinero eran tales que terminó nuevamente enfrentado con el gobernador, en esta ocasión con Pedro de Heredia. Así, el 6 de marzo de 1539 Pedro de Heredia presentó una probanza en la que lo incluía entre sus enemigos capitales. Y ello, en respuesta a unos testimonios en su contra que él y otros conquistadores habían alegado en su juicio de residencia. El gobernador intentó demostrar que esas acusaciones vertidas contra él se debieron a la promesa del licenciado vadillo de repartir entre todos ellos 200.000 pesos de oro[27].

Pero, cuando todo este cruce de acusaciones ocurría en Cartagena ya no debía estar allí Alonso de Cáceres, pues, desde finales de 1537, lo tenemos localizado en la conquista de la gobernación de Honduras, en compañía del conquistador salmantino Francisco de Montejo. Como es bien sabido, el salmantino había firmado una capitulación con el Rey en 1537 por la que se le nombraba gobernador de esta demarcación centroamericana. Convencido Montejo de las dotes bélicas de Alonso de Cáceres, le encomendó la pacificación del Valle de Comayagua, donde fundó en ese mismo año el pueblo de Santa María[28]. Al parecer, en recompensa por los eficaces servicios prestados se le otorgaron las encomiendas de los cacicazgos de Arquín, Inserquin y Tomatepec[29].

Pero tampoco estas prebendas fueron suficientes para asentar al intrépido conquistador que, pocos años después, lo volvemos a encontrar luchando en otra lejana región. Nada menos que en territorios del antiguo imperio Inca, luchando primero contra Almagro, y posteriormente, contra el insurrecto Gonzalo Pizarro[30]. En recompensa por sus servicios, hacia 1541, recibió la encomienda de los indios Arones Yanaquihua, asentados en los pueblos de Granada, Antequera y Porto[31]. Ocho años después, concretamente en 1549, le fueron entregados en encomienda los indios del poblado de San Francisco de Pocsi que, en 1561, tributaban anualmente la nada despreciable cifra de 3.600 pesos[32]. En Arequipa ostentó el cargo de Corregidor pero, según Publio Hurtado, poco después fue nombrado Adelantado de Yucatán extremo que de momento no hemos podido verificar por ninguna fuente primaria.

Así, pues, en Arequipa perdemos el rastro de nuestro intrépido y despiadado conquistador. Probablemente, uno más de tantos otros españoles que se vieron implicados en la vorágine de la conquista.

5.-EL PROCESO

El proceso tuvo dos partes bien diferenciadas: la primera en que inició las pesquisas el protector de indios fray Tomás Ortiz y, cuando tuvo la certeza de que era una causa penal, acatando la legislación, pasó el proceso al gobernador, iniciándose así la segunda parte del juicio.

Los hechos se desencadenaron en enero o febrero de 1531 cuando, en una entrada que los españoles hicieron a la provincia del Río Grande, en la gobernación de Santa Marta, Alonso de Cáceres mató a un indio supuestamente de paz. La fecha exacta de la campaña y del asesinato no la conocemos, pues, lo más que concretan algunos testigos es que ocurrió “en un día de los meses de enero o febrero”. Una vez que el protector de indios tuvo noticia de la muerte de un indio por Alonso de Cáceres comenzó las gestiones para juzgar los delitos.

Hacia primero de abril de 1531, recibió juramento de cuatro testigos españoles que estuvieron presentes en la citada campaña. Curiosamente, y aunque hubo también múltiples testigos indios, el protector tan solo interrogó a cuatro españoles. Y es que, aunque en un pleito similar ocurrido en 1509 sí hubo testigos indios, lo cierto es que en años posteriores desgraciadamente se suprimió esta costumbre. Y aunque, según Lewis Hanke, los Jerónimos de la Española recibieron órdenes para que el testimonio de un indio valiese como el de un español, salvo que «un juez real ordenase lo contrario», todo parece indicar que esta medida no llegó a tener aplicación práctica[33]. Ya en el juicio de residencia tomado al licenciado Altamirano en Cuba hacia 1525 se afirmaba que no era costumbre tomar juramento a los indios en los juicios porque eran “incapaces” y no sabían “qué cosa es juramento”[34]. De todas formas, encontramos pleitos posteriores en los que aparecían algunos testigos indios: en 1555 en el pleito por la libertad de una india llamada Isabel, propiedad de Beatriz Peláez, vecina de Jerez de la Frontera, declararon nada menos que tres indios: Juan, propiedad de Benito de Baena, María Rodríguez, india libre desposada con Juan Rodríguez y Esteban de Cabrera, de 84 años que servía en una casa de la collación de San Julián[35]. También en un pleito similar, llevado a cabo en Sevilla en 1575 se utilizó como testigo a un indio llamado Juan[36].

Sea como fuere, lo cierto es que en los pleitos dirimidos en América o no se utilizaron o se hizo pero con muchas limitaciones. De hecho, el 26 de abril de 1563, la audiencia de Lima dispuso que el testimonio de dos indios varones o de tres indias valiese como el de un español mientras que, poco más de una década después, el virrey Toledo dispuso que el testimonio de seis indios equivaliese al de un español[37].

Los entrevistados fueron García de Setiel, Juan Tafur, Diego Pizarro y Lope de Tavira, todos ellos testigos presenciales de lo ocurrido. Sus testimonios fueron bastante similares, puesto que se plantean los hechos desde el mismo punto de vista. La entrada, al parecer, se dirigió exactamente a un pueblo de indios que, según Juan Tafur, los españoles bautizaron como Pueblo del Río Deseado[38].

Según afirmaron todos ellos, en esa expedición padecieron mucha escasez de agua. Del desdichado indio en cuestión ya hemos dicho que ningún testigo supo decir ni tan siquiera su nombre español. Tan sólo, López de Tavira acertó a decir que era propiedad de un español llamado “San Martín”, extremo que repitió un testigo llamado Gómez de Carvajal al aseverar que era un nativo que se había dado “a San Martín o a Saavedra”[39].

Al parecer, el indio portaba “una arroba de carga y más una cadena con su candado de hierro, que pesara a su parecer hasta ocho o diez libras, al pescuezo”[40] . Tras caminar cinco o seis leguas sin encontrar el tan ansiado elemento líquido el desventurado indio comenzó a “desmayar”, cosa que le ocurrió al menos en dos ocasiones. Con la mala suerte de que la segunda vez no fue capaz de incorporarse, acudiendo García de Setiel con una caña delgada para darle “ciertos azotes”. Sin embargo, Diego Pizarro, testigo presencial, afirmaba que no fueron exactamente “ciertos azotes” sino una buena ristra de “puñadas y de palos”[41]. Seguidamente el indio se incorporó y cogió un palo para atacarle. En ese momento, Alonso de Cáceres, que estaba viendo todo lo sucedido desde la retaguardia, acudió con su caballo, se bajó de él, y le cortó la mano primero para acuchillarlo después. López de Tavira tan solo introduce un matiz con respecto a los otros testigos: afirma que cuando llegó Alonso de Cáceres junto al indio le empezó a dar “con el regatón de la lanza” y que, tras ello, el indio atacó a Cáceres con el palo y entonces fue cuando se bajo del caballo el español y cometió el atentado[42]. Sea de una forma u otra, lo cierto es que, como resultado de esas brutales heridas el pobre indio murió pocos minutos después.

El protector de indios, comprobando el dramático calado de los hechos, traspasó el caso, mediante escribano público, al gobernador, “descargando su conciencia” y objetando su carácter de religioso. Ahora, bien, tuvo la precaución de dejar encarcelado al reo pese a las quejas de éste, una situación en la que continuó cuando asumió el caso el gobernador.

Es importante destacar que se verifica nuevamente algo de lo que ya teníamos constancia, es decir, que los protectores no podían juzgar causas criminales. Y así, por ejemplo, en el nombramiento como protector de fray Vicente Valverde el 14 de julio de 1536 se afirmaba lo siguiente:

“Otrosí, el dicho protector o las tales personas que en su lugar enviaren puedan hacer y hagan pesquisas e informaciones de los malos tratamientos que se hicieren a los indios y, si por la dicha pesquisa mereciere pena corporal o privación las personas que los tuvieren encomendados y, hecha la tal información o pesquisa la envíen al nuevo gobernador y, en caso que la dicha condenación haya de ser pecuniaria pueda el dicho protector o sus lugartenientes ejecutar cualquier condenación hasta cincuenta pesos de oro y dende abajo , sin embargo de cualquier apelación que sobre ello interpusieren. Y asimismo, hasta diez días de cárcel y no más, y en lo demás que conocieren y sentenciaren en los caos que puedan conforme a esta nuestra carta sean obligados a otorgar el apelación para el dicho gobernador y no puedan ejecutar por ninguna manera la tal condenación”.[43]

Lerma, tras verificar los hechos entrevistando a dos testigos, Gómez de Carvajal y García de Lerma, que dijeron prácticamente lo mismo que los interrogados por el protector, tomó la decisión de delegar el caso en su teniente, Francisco de Arbolancha, alegando que estaba muy ocupado “en muchas cosas tocantes a Su Majestad”. Se le hizo saber por medio de escritura notarial en la que se le dieron todos los poderes para que fallara el proceso con la máxima brevedad posible.

Y ante Arbolancha comparecieron de inmediato dos buenos amigos de Cáceres, Diego de Carranza y Gonzalo Cerón que dieron fianzas de que Alonso de Cáceres permanecería recluido en las casas de morada del último. Realizados todos los trámites, a partir del 20 de junio de ese mismo año de 1531, el teniente de gobernador con la ayuda del alcalde mayor, Vasco Hernández de la Gama, y del fiscal general, Alonso Gallego, prosiguió el proceso.

El fiscal solicitó ese mismo día, a la vista de los hechos, la pena de muerte para el reo y pidió asimismo la vuelta del presunto asesino a la cárcel Real “hasta tanto que la causa se determine”[44].

Y ese mismo día comenzó la defensa del encausado Alonso de Cáceres. Para ello, se le tomó declaración a él mismo y a varios amigos suyos que el mismo propuso, a saber: Hernando de Santa Cruz, Hernando Páez, Miguel Zapata y Pedro Cortés. El acusado, obviamente, no negó el asesinato, su defensa se basó en intentar demostrar que el indio en cuestión no era guatiao, sino un indio esclavizado en buena guerra. De hecho, afirmó que llevaba “una cadena al pescuezo porque era de un pueblo donde mataron el caballo de Carvajal y, cuando lo tomaron, el mismo protector le dio muchos palos, (que) casi lo mató…”[45]. Y probablemente tenía razón en esta alegación, pues todos los testigos comentaron lo de la cadena en el cuello y, algunos, incluso, aseveraron que estaba marcado con el hierro de Su Majestad. Se trataba probablemente de un indio esclavo, porque ni la fiscalía ni los testigos negaron este extremo.

El segundo de los argumentos esgrimidos por Cáceres en su defensa resultó mucho menos creíble. Él decía que lo mató “para no dejarlo ir a su pueblo que estaba de guerra con los cristianos”[46]. Las justicias no creyeron esta alegación, pues, era evidente, que el indio encadenado y debilitado por el excesivo trabajo no suponía ningún peligro para sus verdugos.

El pleito fue ágil y rápido, pues, el 11 de julio de 1531 el alguacil mayor estaba ya haciendo el inventario de los bienes de la casa de Alonso de Cáceres, que fueron depositados en la de Diego de Carranza[47].

La sentencia de la justicia de Santa Marta no se hizo esperar y fue dictada el viernes 12 de julio de 1531. Después de relatar públicamente los capítulos enviados por Su Majestad a García de Lerma en relación al buen trato que se debía dispensar a los indios “como vasallos libres”, se dictó el veredicto. Al final se le perdonó la pena capital, como era de esperar, pero se le condenó a lo siguiente:

Primero, al destierro de Santa Marta y su provincia “por todos los días de su vida”. Segundo, a la pérdida de su oficio de regidor. Tercero, a la pérdida de todos los indios esclavos y de repartimiento que tuviese en Santa Marta, y también del oro “y otras cosas” que le hubiesen rendido”. Y cuarto y último, a la confiscación de todos sus bienes, que una vez liquidados se reintegraría la mitad para el fisco, una cuarta parte para la iglesia, y la cuarta parte restante para gastos y reparos públicos[48].

El condenado intentó apelar a la audiencia de Santo Domingo pero no se le permitió. Al parecer desde la segunda década del quinientos se decretó que los pleitos de indios no se apelasen a castilla[49]. Los resultados parecen evidentes, en tan solo cincuenta días se había instruido y fallado un pleito de estas características. Todo un éxito para la larga y tediosa administración de justicia.

6.-CONCLUSIÓN

Este proceso nos permite conocer muchos detalles sobre la dureza y la brutalidad extrema vivida en la Conquista de América. La Conquista pudo ser una gesta en cuanto a que un puñado de españoles exploraron y conquistaron varios miles de kilómetros cuadrados. Pero no es menos cierto que para el mundo indígena en general fue un verdadero drama. Un drama que la bienintencionada legislación propiciada desde la Corona no pudo frenar.

De todas formas, nadie debe alarmarse por esto, pues, se trata de un capítulo más en la historia universal, donde el más fuerte siempre se impuso sobre el débil. Y hay un caso muy significativo: tras la llegada de los españoles, los taínos antillanos fueron exterminados en apenas cincuenta años. Pero si los españoles no llegan a Descubrir América, muy probablemente los indios Caribes, más belicosos que los taínos, hubiesen acabado con ellos en pocas décadas.

Por lo demás este caso nos ha permitido verificar algunos aspectos que no teníamos claros, a saber: en primer lugar, que las leyes de protección de los indios se cumplían de forma muy puntual y excepcional. Aunque, es cierto que las epidemias causaron el mayor número de bajas, no lo es menos que miles de indios fueron esclavizados y asesinados en la Conquista de América. Así, pese a que Isabel la Católica los consideró legalmente “súbditos de la Corona de Castilla”, tan solo un puñado de españoles fueron condenados por tales crímenes.

En segundo lugar, queda nuevamente verificado que las atribuciones del protector de indios eran muy limitadas y se restringían prácticamente a una labor de vigilancia y de información a las autoridades civiles, gobernadores y audiencias. Por tanto, que se hiciese o no justicia dependía exclusivamente de la buena voluntad de las autoridades civiles -oidores, alcaldes mayores, gobernadores o, en su caso, capitanes generales-. Y no solían hacerlo porque, obviamente, solían estar implicados en el proceso de la conquista, que no era otra cosa que la imposición violenta de unos sobre los otros. Además, como hemos podido comprobar en el caso de fray Tomás Ortiz O.P. o en el de otros protectores, como fray Miguel Ramírez en Cuba, no siempre se nombraba a las personas más adecuadas para dicho cargo.

Y en tercer y último lugar, se vuelve a verificar que los pleitos de indios desde muy temprano se fallaban en primera y última instancia en las Indias sin posibilidad de apelarlos a la Península. No era gran cosa, pero la medida dio algunos frutos, permitiendo instruir y fallar en menos de dos meses algunos delitos de sangre con los infelices indígenas.

BIBLIOGRAFÍA:

  • ANAYA, S. James: Los pueblos indígenas en el derecho Internacional. Madrid, Ed. Trotta, 2005
  • ANGLERÍA, Pedro Mártir: Décadas del Nuevo Mundo. Madrid, Ediciones Polifemo, 1989.
  • ARROM, José: Aportaciones lingüísticas al conocimiento de la cosmovisión taína. Santo Domingo, Fundación García-Arévalo, 1974.
  • BORREGO PLA, María del Carmen: Cartagena de Indias en el siglo XVI. Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1983.
  • EUGENIO MARTÍNEZ, María Ángeles: “La esclavitud indígena, impulsora de las pesquerías de perlas. Nuestra Señora de los Remedios”, Real Academia de la Historia, T. III. Madrid, 1992.
  • FERNÁNDEZ DE OVIEDO; Gonzalo: Historia General y Natural de las Indias, T. IV. Madrid, Atlas, 1992.
  • GIMÉNEZ FERNÁNDEZ, Manuel: Bartolomé de Las casas, T. II. Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1984.
  • GÓMEZ PÉREZ, María del Carmen: Pedro de Heredia y Cartagena de Indias. Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1984.
  • GÓNGORA, Mario: Los grupos de conquistadores en Tierra Firme (1509-1530). Santiago, Universidad de Chile, 1962.
  • HANKE, Lewis: La lucha por la justicia en la conquista de América. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1949.
  • KONETZKE, Richard:Colección de documentos para la Historia de la formación social de Hispanoamérica (1493-1810). Madrid, CSIC, 1953.
  • MARSHALL, D. Sahlins: Las sociedades tribales. Barcelona, Labor, 1984
  • MENA GARCÍA, María del Carmen: La sociedad de Panamá en el siglo XVI. Sevilla, Diputación Provincial, 1984.
  • MENDIETA, fray Gerónimo de: Historia eclesiástica Indiana. México, Editorial Porrua, 1980.
  • MIRA CABALLOS, Esteban: “El pleito Diego Colón-Francisco de Solís: el primer proceso por malos tratos a los indios de la Española (1509)”, Anuario de Estudios Americanos, T. L, N. 2. Sevilla, 1993, (págs. 309-343).
    • Las Antillas Mayores, 1492-1550. Ensayos y documentos. Madrid, Iberoamericana, 2000.
    • “Isabel La Católica y el indio americano”, XXXIII Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo, 2004 (en prensa).
  • MIRANDA VÁZQUEZ, Trinidad: La gobernación de Santa Marta (1570-1670). Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1976.
  • MORALES PADRÓN, Francisco: Teoría y leyes de la Conquista. Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica, 1979.
  • NAVARRO DEL CASTILLO, Vicente: La epopeya de la raza extremeña en Indias. Mérida, autoedición, 1978.
  • PUENTE BRUNKE, José de la Encomienda y encomenderos en el Perú. Sevilla, Diputación Provincial, 1992.
  • TEJERA, Emiliano: Palabras indígenas de la isla de Santo Domingo. Ciudad Trujillo, Editora del Caribe, 1951, pág. 245.

NOTAS:

[1] ANAYA, S. James: Los pueblos indígenas en el derecho Internacional. Madrid, Ed. Trotta, 2005, pág. 11.

[2] MARSHALL, D. Sahlins: Las sociedades tribales. Barcelona, Labor, 1984, pág. 12.

[3] Pleito e información por la muerte de un indio, Santa Marta, 1531. AGS, Diversos de Castilla 45, N. 16, fols. 146-160. (En adelante se citará solo como Pleito…, seguido del folio).

[4]Ya en la temprana fecha de 1500 dispuso que los indios enviados por el Almirante a Castilla se devolviesen a sus lugares de origen. Pero en las instrucciones dadas a Nicolás de Ovando, el 16 de septiembre de 1501, se mostró mucho más explícita, al pedir que los indios fuesen convertidos a la fe católica y que fuesen bien tratados «como nuestros buenos súbditos y vasallos, y que ninguno sea osado de les hacer mal ni daño». KONETZKE, Richard: Colección de documentos para la Historia de la formación social de Hispanoamérica (1493-1810). Madrid, CSIC, 1953, págs. 4-5. De esta forma la Reina se adelantaba cuarenta y un años a las famosas Leyes Nuevas en las que Carlos V prohibió la esclavitud del aborigen, atendiendo a que eran «vasallos nuestros de la Corona de Castilla”. Sobre la cuestión puede verse mi trabajo: “Isabel la Católica y el indio americano”, XXXIII Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo, 2004.

[5] MIRA CABALLOS, Esteban: “El pleito Diego Colón-Francisco de Solís: el primer proceso por malos tratos a los indios de la Española (1509)”, Anuario de Estudios Americanos, T. L, N. 2. Sevilla, 1993, (págs. 309-343). La reproducción íntegra del texto del proceso se encuentra en mi obra: Las Antillas Mayores, 1492-1550. Ensayos y documentos. Madrid, Iberoamericana, 2000, págs. 157-195.

[6] El concepto guatiao es de origen taíno y, según José Arrom, equivalía al compadrazgo castellano, pues, “mediante el sacramento del bautismo padres y padrinos quedan unidos en indisoluble relación…”. ARROM, José: Aportaciones lingüísticas al conocimiento de la cosmovisión taína. Santo Domingo, Fundación García-Arévalo,

1974, pág. 16). Por su parte, él filólogo Emiliano Tejera, lo definió como un “cambio de nombre entre dos personas, como prenda de amistad”. TEJERA, Emiliano::Palabras indígenas de la isla de Santo Domingo. Ciudad Trujillo, Editora del Caribe, 1951, pág. 245.

[7] En una probanza sobre la captura de indios caribes, realizada en junio de 1519, y conservada en el Archivo de Indias hay infinidad de pruebas de la utilización de este término para designar a los indios de paz. Por ejemplo, el testigo Francisco de Vallejo, alcalde ordinario de la ciudad de Santo Domingo, declaró a la tercera pregunta que en la isla Trinidad había tanto indios Caribes como guatiaos. Por su parte Juan Ferrer, piloto de la carabela La Concepción, declaró a la pregunta octava que los “indios guatiaos tienen mucha guerra con los caribes y se capturan mutuamente (y) que los caribes se comen a los guatiaos y los guatiaos someten como esclavos a su servicio a los Caribes”. Probanza realizada sobre la captura de indios caribes, Santo Domingo, 17 de junio de 1519. AGI, Justicia 47, N. 1, R. 3.

[8] Un excelente resumen de toda esta legislación inicial puede verse en EUGENIO MARTÍNEZ, María Ángeles: “La esclavitud indígena, impulsora de las pesquerías de perlas. Nuestra Señora de los Remedios”, Real Academia de la Historia, T. III. Madrid, 1992, págs. 616 y ss.

[9] Sobre estos aspectos puede verse la obra de GÓNGORA, Mario: Los grupos de conquistadores en Tierra Firme (1509-1530). Santiago, Universidad de Chile, 1962. Aunque estudia una época posterior también incluye datos de interés el libro de MIRANDA VÁZQUEZ, Trinidad: La gobernación de Santa Marta (1570-1670). Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1976.

[10] Las incursiones de los gobernadores de Santa marta en la vecina demarcación de Cartagena de Indias se prolongó al menos hasta mediados del quinientos. Al respecto véase GÓMEZ PÉREZ, María del Carmen: Pedro de Heredia y Cartagena de Indias. Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1984, págs. 106-110.

[11] Declaración de Miguel Zapata, testigo presentado por Alonso de Cáceres. Pleito…, fol. 149v.

[12] GIMÉNEZ FERNÁNDEZ, Manuel: Bartolomé de Las casas, T. II. Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1984, pág. 1044.

[13] MENDIETA, fray Gerónimo de: Historia eclesiástica Indiana. México, Editorial Porrua, 1980, pág. 363.

[14] Lo acontecido en Chichiribichi fue relatado con sumo detalle por el Padre Las Casas en la Apologética. Un buen resumen puede verse en GIMÉNEZ FERNÁNDEZ: Ob. Cit, págs. 1044-1045. En cuanto al texto leído ante el Consejo por fray Tomás Ortiz se encuentra extensamente extractado en ANGLERÍA, Pedro Mártir: Décadas del Nuevo Mundo. Madrid, Ediciones Polifemo, 1989, págs. 440-441. También, lo recoge en sus partes esenciales LÓPEZ DE GÓMARA, Francisco: Historia General de las Indias, T. I. Barcelona, Orbis, 1985, , pág. 304.

[15] Los calificativos que utiliza el sevillano padre Las Casas son muy duros, entre ellos el de “indignatísimo contra todas aquellas gentes”. GIMÉNEZ FERNÁNDEZ: Ob. Cit., pág. 1044.

[16] Ibídem.

[17] FERNÁNDEZ DE OVIEDO; Gonzalo: Historia General y Natural de las Indias, T. IV. Madrid, Atlas, 1992, pág. 240.

[18] GIMÉNEZ FERNÁNDEZ: Ob. Cit., pág. 1044.

[19] Instrucciones al protector de indios de Santa Marta Juan Angulo, Madrid, 26 de enero de 1540. AGI, Contratación 5787, N. 1, L. 2, fols. 110v-112r.

[20] Instrucciones al protector de indios fray pedro Ramírez, Ocaña, 10 de mayo de 1531. AGI, Santo Domingo 1121, L. 1, fols. 83r-83v.

[21] NAVARRO DEL CASTILLO, Vicente: La epopeya de la raza extremeña en Indias. Mérida, autoedición, 1978, pág. 149.

[22] GÓMEZ PÉREZ: Ob. Cit., págs. 137 y 319.

[23] Alguna referencia esporádica al contador de Panamá encontramos en MENA GARCÍA, María del Carmen: La sociedad de Panamá en el siglo XVI. Sevilla, Diputación Provincial, 1984, pág. 343.

[24] BORREGO PLA, María del Carmen: Cartagena de Indias en el siglo XVI. Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1983, pág. 32.

[25] GÓMEZ PÉREZ: Ob. Cit., pág. 98.

[26] BORREGO PLA: Ob. Cit., pág. 470.

[27] IBÍDEM, pág. 342.

[28] HURTADO: Ob. Cit., pág. 91.

[29] IBÍDEM.

[30] Ibídem.

[31] PUENTE BRUNKE, José de la: Encomienda y encomenderos en el Perú. Sevilla, Diputación Provincial, 1992, pág. 412.

[32] Ibídem, Pág. 422.

[33] HANKE, Lewis: La lucha por la justicia en la conquista de América. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1949, pág. 132.

[34] MIRA CABALLOS: Ob. Cit., pág. 317.

[35] Pleito por la libertad de la india Isabel y de su hija Juana, residentes en Jerez de la Frontera, Sevilla, 1555. AGI, Justicia 1164, N. 6, R. 1.

[36] Pleito por la libertad del indio Diego, esclavo de Rodrigo Alonso, vecino de Sevilla, Sevilla, 1575. AGI, Justicia 928, N. 8.

[37] HANKE: Ob. Cit., pág. 459

[38] Declaración de Juan Tafur, 1531. Pleito por la muerte de un indio en Santa Marta. AGS, Diversos de Castilla 45, N. 16, fol. 142r. (en adelante se citará solamente como Pleito…).

[39] Declaración de Lope de Tavira y de Gómez de Carvajal. Pleito…, fol. 142r. y 142v-143r

[40] Declaración de García de Setiel. Pleito…, fols. 141r-141v. López de Tavira lo único que acertó a decir del indio fue que era propiedad de un español llamado “San Martín”. Fol. 142r.

[41] Declaración de Diego Pizarro. Pleito…, fols. 142r-142v.

[42] Declaración de Lope de Tavira, Pleito…, fol. 142r.

[43] MORALES PADRÓN, Francisco: Teoría y leyes de la Conquista. Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica, 1979, pág. 388.

[44] Declaración del fiscal Alonso Gallego. Pleito…, fol. 145r.

[45] Declaración del acusado Alonso de Cáceres. Pleito…, fol. 145v.

[46] Ibídem.

[47] Pleito, fols. 151v-152r.

[48] Sentencia

[49] MIRA CABALLOS: Ob. Cit., pág. 314.

Oct 012006
 

Pedro José Masa Redondo.

La guerra civil que comenzó el 1936 supuso un total cambio de costumbres en la vida española, pero no sólo eso, sino que con posterioridad la mayoría de las personas que se mantuvieron afines al bando republicano sufrieron algún tipo de represalia, ya fuera física, social, económica o política. Por ello, en este artículo trataremos uno de los principales ámbitos represivos que comenzaron en julio de 1936: la reclusión carcelaria, cuestión que atañe tanto a las cárceles como a los campos de concentración.

Poco después de empezar la contienda militar, muchos vecinos fueron detenidos por oponerse a la insurrección militar, sobre todo aquellas personas que tuvieron ideas cercanas a la República y que no pudieron huir del pueblo en los primeros días. La mayoría de ellos fueron detenidos por la Guardia Civil y arrestados en la Cárcel Municipal, la cual estaba sita cerca del Ayuntamiento y se encontraba en situación lamentable.

Cuando el capitán de la Guardia Civil Manuel Gómez Cantos llega a Miajadas desde La Serena a finales de julio de 1936, vienen con él un amplio grupo de detenidos, los cuales debían ser tratados como explicó en el siguiente telegrama al Gobernador Civil de Cáceres:

“Detenidos de Villanueva perjudicial demora sumario, son culpables directos de los crímenes que se están cometiendo por existir contacto. Deben ser sentenciados con toda urgencia evitando cometan más barbaridades. Todos peligrosísimos conforme declaré a su debido tiempo”.[1]

La mayoría de estos detenidos fueron traspasados a la Cárcel Provincial de Cáceres, y allí fueron juzgados y sentenciados, llegando algunos de ellos a perder la vida fusilados.

Debido al amplio número de presos que había en el centro de reclusión municipal, a principios de agosto de 1936 se tuvieron que poner a disposición de los insurrectos algunos lugares y casas particulares para que se descargara de presidiarios la prisión municipal, lugares algunos que fueron incautados por la fuerza y otros cedidos por sus dueños[2]. A los vecinos que fueron obligados a ceder sus terrenos se les pagaba una cantidad casi irrisoria, pero para dar validez a esta iniciativa el alcalde de turno y la comisión gestora ponía como fundamento “la necesaria defensa de la patria”.

Los presos sólo estaban en Miajadas unos pocos días, pues poco después eran traspasados a otros centros penitenciarios de mayor amplitud e importancia, sobre todo, la Prisión Provincial de Cáceres o la cárcel del Partido Judicial, en este caso la de Trujillo, situada en la plaza de toros de esa ciudad en el año 1936 y que algunos reclusos consideraron uno de los primeros campos de concentración de Extremadura.[3]

La situación de la cárcel municipal miajadeña era de una indigencia total, pues no sólo existía el problema del hacinamiento, sino que la falta de higiene y la escasez de alimentos fueron los otros dos grandes inconvenientes que el gobierno municipal hubo de solucionar de la mejor forma posible.

Esta situación de hacinamiento y escasez de comidas produjo que algunos presos se quitaran la vida, ya que no podían soportar la presión de estar encerrados en esas circunstancias tan angustiosas. Este fue el caso de Agustín de Arcos Soto, quien se suicidó al ahorcarse con unas sogas el 17 de agosto de 1936, pero el caso más flagrante fue la del niño de tres meses Agustín González Santos, que murió por septicemia producida por la falta de higiene el 30 de mayo de 1937 cuando estaba en las manos de su madre en la cárcel de mujeres.[4]

El hacinamiento también intentó remediarse, en un principio, buscando para la cárcel un establecimiento más amplio, aunque la verdadera solución fue el traspaso de presos a otros lugares de la provincia. Para corregir el problema del hacinamiento de presos, consiguiente a todos los centros penitenciarios de Extremadura, el Gobierno Militar de Cáceres envió al Gobernador Civil, que era el guardia civil Fernando Vázquez Ramos, una consulta urgente el 17 de agosto de 1936 donde se advertía lo siguiente:

“El Sr. Comandante Juez Eventual de esta Plaza, en escrito de fecha 16 del mes actual, me dice lo siguiente:

“Habiendo en diferentes Cárceles de Partidos de esta Provincia detenidos a disposición de este Juzgado, sin que se haya interesado su traslado por el crecido número que existe en esta Capital, y teniendo necesidad de tomar declaración a los que se encuentran fuera de esta Prisión, y con el fin de poder llevarse a efecto una combinación de traslados de los que estén a disposición de este Juzgado en esta Plaza que hayan depuesto ya en el sumario a que estén sujetos, ruego a V. S. se digne comunicar con la mayor urgencia qué cárceles de los Partidos de esta Provincia reúnen mejores condiciones, lo mismo de seguridad que de cabida para ordenar el traslado desde esta Plaza a un par de ellas que puedan ser las más próximas y a su vez ordenar el traslado desde otros puntos a otra prisión.”

Lo traslado a V. E. a fin de que se digne informarme sobre los extremos que se interesan en el escrito precedente, a la mayor urgencia”[5]

A esta petición el Gobernador Civil contestó dos días después que las prisiones dependientes del Estado que había en la provincia de Cáceres eran, además de la Provincial de Cáceres, las cárceles de Trujillo, Coria, Hervás, Hoyos, Navalmoral de la Mata y Valencia de Alcántara, pero que sólo se podría trasladar algunos de los 150 presos que el Gobernador Militar quería cambiar de lugar de reclusión, debería ser la Prisión de Trujillo la que recogiera el mayor número de presos[6]. Por esto, muchos de los presos que eran detenidos en Miajadas, después de que la Guardia Civil les tomara declaración eran trasladados a Trujillo o, en un menor número de casos, a Cáceres.

Como se ha comentado, durante los tres años de lucha se dieron bastantes traslados de reclusos de Miajadas a la Prisión Provincial de Cáceres o a la del Partido de Trujillo. Estos viajes con detenidos eran realizados por empresas locales de transportes, quienes llevaban en camiones a los penados e iban acompañados por algunos guardias civiles que hacían la custodia, aunque en algunos casos fueran los falangistas quienes realizaban esa labor de vigilancia, como sucedió entre 1936 y 1939, ya que los soldados debían dedicarse a la actividad militar. El coste por viaje variaba entre las 15 y las 30 pesetas, según el lugar de destino y el número de reclusos transportados, pues la mayoría de los viajes se realizaban a Cáceres y a Trujillo con un número variable de detenidos, variando según la fecha y el lugar.[7]

Cuadro 1: CENTROS DE RECLUSIÓN Y NÚMERO DE DETENIDOS MIAJADEÑOS AL ACABAR LA CONTIENDA MILITAR

LUGAR NÚMERO DE DETENIDOS
Prisión Provincial de Cáceres 20
Batallón Disciplinario de S. T. P., Nº 95 de Arcos de Jalón 1
Depósito Municipal de Miajadas 7
Prisión Central de Yeserías en Madrid 2
Cárcel de Cáceres 4
Batallón Disciplinario de Soldados Trabajadores Nº 29 de Labacolla (Santiago de Compostela) 1
Colonias Penitenciarias Militarizadas, Primera Agrupación en Dos Hermanas (Sevilla) 1
Colonia Penitenciaria de La Isla de San Simón 1
Batallón Disciplinario nº 93 de Peñaranda de Bracamonte 1
Prisión Central de Burgos 1
Prisión Provincial de Badajoz 2
Campamento Penitenciario de Belchite (Zaragoza) 3
Prisión de Celanova (Orense) 1
Sección de Prisiones de la Quinta Agrupación de Toledo 2
Colonias Penitenciarias de Montijo 2
Prisión Provincial de Oviedo 1
Prisión Central de Santa Isabel de Santiago de Compostela 1
Otros lugares 13
No recluidos, pero condenados por Juzgados Militares 4
TOTAL 68

Fuente: AMM, Correspondencia, Años 1940 – 1945 y AHPCC, GCC, OP, Caja 668.

Poco antes de darse por acabada la guerra civil, el gobierno de Franco promulgó el principal fundamento legal con intención represiva, que será aplicada durante toda la posguerra. Esta legislación básica fue la Ley de Responsabilidades Políticas del 9 de febrero de 1939; que retrotraía la responsabilidad por actuaciones políticas consideradas contrarias al llamado “Movimiento Nacional” hasta el 1 de octubre de 1934, casando la fecha con la etapa de las grandes huelgas por todo el país y el comienzo del decaimiento del gobierno radicalcedista, a lo que se sumaba las actuaciones personales durante la campaña electoral de 1936 y etapa de gobierno frente populista. Además, en la ley se catalogaban estas actuaciones como crímenes que deberían ser juzgados a partir del Código Penal ordinario, pudiéndose imponer penas de hasta 30 años de reclusión mayor, la pérdida total de los bienes o la propia pérdida de la vida como las más duras o de simple extrañamiento como la más liviana, alternándose entre medias múltiples penas con variadas posibilidades de aplicación[8].

Al finalizar la guerra, muchos ciudadanos miajadeños fueron recluidos en distintas cárceles de todo el país, si no fueron retenidos en campos de concentración, según el lugar donde estuvieran en ese momento o donde hubieran sido detenidos y juzgados. Todos ellos fueron acusados de ser contrarios al nuevo régimen franquista; pero, en algunos casos, únicamente serán encausados judicialmente por delitos comunes, aunque casi todos acabaron en campos de trabajo o en cárceles provinciales.

Los dos centros penitenciarios que recibieron mayor número de presos de vecindad miajadeña fueron la Prisión Provincial de Cáceres y la Prisión del Partido de Trujillo, por la razón de ser las instituciones más cercanas y de las que se dependía legalmente el municipio miajadeño. Además, influyó de forma muy potente que la mayoría de los penados que sufrieron consejo de guerra tuvieran como lugar de realización de éste Trujillo o Cáceres, siendo el ejemplo más claro los casos deManuel Toral García, que fue condenado a pena de muerte por apoyar al ejército republicano y juzgado en Cáceres, o el de María Ceballos González, que fue condenada a 12 años de prisión y en 1942 se le conmutó la pena por libertad condicional sin destierro, realizándose su consejo en Trujillo[9].

En los consejos de guerra, los delitos más utilizado en las distintas acusaciones a las personas que habían defendido ideas de orientación republicana o que habían participado en el propio ejército afín al gobierno de la República fueron los de “Auxilio a la Rebelión”, que se utilizó en los casos de Pedro Nieto NietoLuis Suero Rubio y Antonio Chamizo Sánchez, y el delito de “Adhesión a la Rebelión”, utilizado en este caso para condenar a Antonio Alejo MayoralDiego González de la Rubia MorenoJosé Gómez Mera Leocadio Primitivo Hortet Sánchez. La diferencia entre ambas consideraciones es mínima, pero las sentencias entre todos ellos varían en la amplitud de cinco y diez años entre las penas más duras y las más leves. Todos ellos fueron juzgados en distintos lugares de la geografía española, pues unos cuantos, como el palpable caso de Leocadio Hortet, serán juzgados en Compostela y otras capitales españolas; mientras que la mayoría, como Pedro Nieto, Luis Suero, Manuel Toral o Francisco García fueron juzgados dentro de Extremadura, exactamente en Cáceres y Trujillo[10].

La mayoría de las condenas no superaban los 20 años, por lo que entre 1942 y 1945 empezó a producirse la excarcelación de algunos detenidos, que vuelven a Miajadas con sus familias al acogerse a los beneficios que se derivaron de la redención de penas por el trabajo. Según la aplicación de las disposiciones legales que fueron surgiendo entre 1942 y 1946 si se trabajaba una día, éste se descontaba como dos en el total de la pena, dando la posibilidad de que algunas personas penadas con diez o doce años, pudieran salir a los tres o cuatro. En este caso se encontraron unos 35 presos que retornan a su pueblo natal, si no habían sido obligados al destierro en el momento de concederles la libertad condicional o atenuada. Un ejemplo de este ostracismo fueron Francisco García Cañamero oDiego González de la Rubia Moreno, que no pudieron volver a sus propias casas, porque ambos fueron puestos en libertad condicional con destierro.

Las sentencias más duras fueron aquellas que tenían penas de reclusión superiores a 20 años o condenas a pena de muerte. De este tipo de penas, entre los vecinos miajadeños sólo se produjeron las tres siguientes:

  • Pena de muerte para Manuel Toral García por Auxilio a la Rebelión, cuya ejecución será llevada a cabo en 1939[11].
  • Pena de muerte para José Gómez Mera, que fue conmutada por una accesoria de 30 años y ésta, por una de 20 años, y posteriormente será puesto en libertad condicional en 1943.
  • Por último, 40 años de reclusión mayor para Leocadio Primitivo Hortet Sánchez, que en 1945 fueron conmutados por libertad condicional, aunque la tramitación de la puesta en libertad comenzase en 1943.

Como se observa en el cuadro siguiente, sólo una de las condenas a pena de muerte fue ejecutada: Manuel Toral García, quien murió fusilado en 1939, al poco de acabar la guerra, en la ciudad de Cáceres. El resto fueron conmutadas por 30 años de cárcel y, poco a poco, acogiéndose a los beneficios penitenciarios serán rebajadas a 20 años y con posterioridad serán puestos en libertad condicional o en libertad atenuada.

Cuadro 2: PENAS CONOCIDAS

NOMBRE PENA
Alfonso Bravo Zote 12 años más uno
Antonio Alejo Mayoral 30 años, conmutada por 6 años y un día
Antonio Chamizo Mayoral 20 años
Daniel Mayoral Calvo Licenciado del ejército con deshonor por ser sospechoso a la Causa Nacional
Diego González de la Rubia 6 años y un día
Gaspar Gómez Pita 12 años más uno
José Gómez Mera Pena de muerte, conmutada por 30 años de reclusión mayor, y ésta conmutada por 20 años
Juan Sanguino Domínguez 6 años
Leocadio Primitivo Hortet 30 años, conmutada por 20 años
Luís Suero Rubio 15 años
Manuel Toral García Pena de muerte, ejecutada en 1939.
María Ceballos García 12 años
Pedro Nieto Nieto 20 años de reclusión menor
Domingo Rodríguez Asensio 30 años
Francisco García Cañamero 30 años, conmutados por 20 años.

Fuente: AMM, Correspondencia, Años 1940 – 1945 y AHPCC, GCC, OP, Caja 668.

Debido a las anteriormente comentadas excarcelaciones, a mediados de los años cuarenta volvieron un amplio número de presos desplegados por toda España, al acogerse a los beneficios por buena conducta otorgados por el Ministerio de Justicia y el Patronato para la Redención de Penas por el Trabajo, a la vez que, también, debido al masivo hacinamiento de presos en la mayoría de los centros penitenciarios y campos de concentración españoles. Dos ejemplos claros de estas excarcelaciones por acogerse a los citados beneficios fueron Pedro Pino Arévalo Juan Guisado Miguel, que por su buena conducta se encontraron en situación de libertad condicional a partir de 1942.

Estas excarcelaciones por buena conducta o por trabajos dentro de los centros de reclusión se produjeron a partir de la Orden del Ministerio de Justicia titulada“Orden para la Redención de Penas por el Trabajo” del año 1942, exactamente con fecha 14 de diciembre[12]. En esta ley primero se regula la formación del Patronato de Redención de Penas por el Trabajo, que llevaría el nombre de “Patronato de Nuestra Señora de la Merced”, además, también se regula cómo debe concederse la libertad condicional, la asignación que tienen los reclusos por su trabajo en los talleres penitenciarios o en los centros de reclusión y los propios beneficios obtenidos por la aplicación de esta ley.

Dentro de los beneficios de la anterior ley, en el artículo 8º, se aclaraba que podrían trabajar y obtener beneficios los recluso condenados por delitos no comunes cometidos entre el 18 de julio de 1936 y el 1 de abril de 1939. Las entidades que tuviesen reclusos trabajadores tenían que abonar al Patronato el salario íntegro que les correspondiese percibir a dichos reclusos, pero el propio Patronato podía instituir un salario mínimo para los trabajadores. Dentro de esta ley, los artículos más importantes eran los encuadrados entre el 11 y el 25, que regulaban cómo era la redención de penas y los beneficios que se podían obtener. En el propio articulado se instituía que por cada de trabajo se obtenía un día de redención, una asignación familiar por cada jornal en beneficio de dos pesetas por la esposa legítima, de una pesetas por cada hijo menor de quince años; pero si la mujer no guarda fidelidad al marido preso o abandona a sus hijos, el Patronato podría designar quién se hará cargo de los hijos, percibiendo totalmente la asignación familiar. Si la reclusa era la mujer, será de aplicación lo mismo y se les dará también una asignación mayor si eran viudas y tenían hijos a su cargo o si el marido también estaba recluso y el marido no disfruta de estos beneficios. Si el recluso también trabajaba horas extras, éstas se le conmutarán por una jornada de trabajo según las disposiciones que estaban en vigencia. Los presos también podrían desempeñar otros trabajos dentro de la cárcel, que eran los “destinos” (cargos estables desempeñados por reclusos en las prisiones y que dan derecho a un día de redención por cada uno de trabajo), “trabajos auxiliares” (que no pueden conmutarse por dinero y la Junta de Disciplina del Patronato hará la propuesta de redención que procediese) y, por último, “trabajos eventuales” (trabajos que no ocupan al recluso todo el día y que, según, la Junta de Disciplina se redimirá la pena que proceda). Según esta ley, no tenían derecho a redención los penados por el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo o hubieran intentado evadirse.

Siguiendo la ley anterior, cuando se hubiera de hacer efectiva la rebaja de pena, las direcciones de las prisiones deberán hacer la propuesta de beneficios de redención al Patronato con la antelación suficiente para que pueda tener efectividad en las fechas que les correspondiera a los reclusos salir en libertad condicional. Esta actuación podía durar unos meses, aunque lo que más tardaba era la propuesta de la dirección de las prisiones. Dentro de estas consideraciones se encontraron la gran mayoría de los libertados que volvieron al pueblo durante la década de los cuarenta[13].

A partir de la promulgación de esta ley, se produjeron bastantes excarcelaciones, sobre todo, en el año 1942, cuando salen a la calle más del 50% de los miajadeños encarcelados. Muchos de ellos pudieron volver a sus casas, pero otros, como Domingo Rodríguez Asensio, Luís Gómez Cuadrado, María Ceballos González, Diego González de la Rubia Moreno o Juan Guisado Miguel no regresaron a sus antiguas viviendas hasta los años sesenta o setenta al tener una libertad condicional con destierro. Los excarcelados que vuelven al municipio fueron tratados como delincuentes, pero no unos delincuentes comunes, pues siempre que paseaban o salían por las calles se les recordaba su antigua filiación política, su estancia en las cárceles o que habían luchado en el bando republicano, situación que se mantuvo hasta bien entrados los años cincuenta.[14]

La llegada al municipio de estos antiguos reclusos supuso el fortalecimiento de la vigilancia sobre estas personas para que no incumplieran su libertad condicional, llevando al consistorio a gastar más dinero en la policía local entre los años 1940 y 1946. Esta fue la causa de que el incremento en el gasto dedicado a la seguridad creciera exponencialmente durante los citados años, llegando a superar ampliamente a otras partidas de importancia mayor como las dedicadas a Beneficencia, Obras Públicas o Instrucción Pública[15]. Igualmente durante los primeros años de esta década fueron problemas de seguridad pública, ya que el número de policías, guardias civiles y otras personas dedicadas a la vigilancia crecieron de forma ostensible en este tiempo.

Como se ve en toda la redacción, Miajadas tuvo un gran número de reclusos, pero sobre todo lo que tuvo es un gran número de liberados condicionales que supondrían un problema de orden público a finales de la década de los cuarenta.

Cuadro 3: MIAJADEÑOS QUE OBTIENEN LIBERTAD CONDICIONAL DURANTE LA PRIMERA MITAD DE LA DÉCADA DE LOS 40

NOMBRE FECHA DE PUESTA EN LIBERTAD TIPO DE LIBERTAD
Juan Correyero Alejo Año 1941 Libertad condicional
Catalina Correyero Alejo Año 1941 Libertad condicional
Diego Sánchez Gil Año 1941 Libertad condicional
Santos Cuadrado Pañero 5 marzo 1942 Libertad condicional
Juan Sanguino Domínguez 5 marzo 1942 Libertad condicional sin destierro
José Torres González Marzo 1942 Libertad condicional
María Ceballos González 23 mayo 1942 Libertad condicional con destierro
Catalina Mayoral Cintero 17 julio 1942 Libertad condicional
Luís Gómez Cuadrado 25 septiembre 1942 Libertad condicional con destierro
Juan Guisado Miguel 25 septiembre 1942 Libertad condicional con destierro
Pedro Pino Arévalo 12 octubre 1942 Libertad condicional
Alfonso Bravo Zote Año 1942 Libertad condicional
Juan González Hortet Año 1942 Libertad condicional sin destierro
Francisco Bravo Corrales Año 1942 Libertad condicional sin destierro
Bartolomé Cintero Gómez Año 1942 Libertad condicional sin destierro
Gregorio Tena Franco Año 1942 Libertad condicional
Daniel Sauceda Cintero Año 1942 Libertad condicional sin destierro
Carlos Arévalo Chamizo Año 1942 Libertad condicional
Mariano García Redondo Año 1942 Libertad condicional
Pedro Nieto Nieto 22 abril 1943 Libertad condicional
Luís Suero Rubio 28 abril 1943 Libertad condicional
Antonio Chamizo Sánchez 28 abril 1943 Libertad condicional
Ángel Álvarez Bravo 3 junio 1943 Libertad condicional
Antonio Alejo Mayoral 26 junio 1943 Prisión atenuada y posterior libertad condicional
Pedro Carrasco Redondo 17 julio 1943 Libertad condicional
Tomás Barbero Franco 18 julio 1943 Libertad condicional
Francisco Bravo Loro 6 agosto 1943 Prisión atenuada y posterior libertad condicional
Diego González de la Rubia Moreno 8 agosto 1943 Libertad condicional con destierro
Leocadio Primitivo Hortet 24 octubre 1943 Libertad condicional
José Gómez Mera 24 noviembre 1943 Libertad condicional sin destierro
Domingo Rodríguez Asensio 15 diciembre 1943 Libertad condicional con destierro
Gervasio Mera Franco Año 1943 Libertad condicional

Fuente: AMM, Correspondencia, Años 1940 – 1945 y AHPCC, GCC, OP, Caja 668.

BIBLIOGRAFÍA

  • ABELLA, Rafael; La vida cotidiana durante la guerra civil. La España Nacional, Barcelona, Planeta, 1973.
  • ABELLA, R.; La vida cotidiana durante la guerra civil. La España republicana, Barcelona, Planeta, 1975.
  • CHAVES PALACIOS, Julián; Violencia política y conflictividad social en Extremadura. Cáceres en 1936, Cáceres, Coedición Diputación Provincial de Cáceres – Diputación Provincial de Badajoz, 2000.
  • CHAVES PALACIOS, J., La represión en la provincia de Cáceres durante la Guerra Civil 1936 – 1939, Cáceres, Universidad de Extremadura, 1995.
  • CHAVES PALACIOS, J. (Coord.); Memoria Histórica y Guerra Civil: represión en Extremadura, Badajoz, Diputación Provincial, 2004.
  • CHAVES PALACIOS, J.; “Fuentes históricas sobre la Guerra Civil: la Causa General en la provincia de Cáceres, en Revista de Estudios Extremeños, Tomo LI, Número III (Septiembre – diciembre), Año 1995, Badajoz, Diputación Provincial, 1995, pp. 811 – 823.
  • DÍAZ BARRADO, Mario Pedro; Memoria de la palabra: topología del discurso contemporáneo, Cáceres, Universidad de Extremadura, 1997.
  • LANERO TÁBOAS, Mónica; Una milicia de la justicia. La política judicial del franquismo (1936 – 1945), Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1996.
  • MIR CURCO, Contxita, Vivir es sobrevivir. Justicia, orden y marginación en la Cataluña rural de posguerra, Lérida, Milenio, 2000.
  • SÁNCHEZ MARROYO, F., «Historiografía de la Extremadura contemporánea» en Alcántara, 39 (1996), pp. 147-174.
  • SÁNCHEZ RECIO, Glicerio; Justicia y guerra en España. Los tribunales populares, Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil Albert, 1991.
  • VILA IZQUIERDO, Justo; La guerrilla antifranquista en Extremadura, Badajoz, Universitas, 1986.
  • VV. AA.; Justicia en guerra, …, Madrid, Dirección de Archivos Estatales, 1990.

ARCHIVOS

  • Archivo Histórico Provincial de Cáceres
  • Archivo Municipal de Miajadas
  • Archivo del Juzgado Municipal de Miajadas

NOTAS:

[1] Archivo Histórico Provincial de Cáceres (en adelante AHPCC), Serie Gobierno Civil de Cáceres (en adelante GCC), Sección Orden Público (en adelante OP), Policía de Orden Público y Fuerzas de Seguridad (en adelante “Policía”), Caja 456.

[2] En distintas reuniones de la Corporación Municipal se aprobaron varias iniciativas de este tipo y también se acordaron diversos créditos a favor de algunos vecinos por utilizar sus edificios y establecimientos como prisión. (Véase Archivo Municipal de Miajadas (en adelante AMM), Libro de Acuerdos (en adelante LA), Años 1936 – 1940, Diversas sesiones).

[3] Esta consideración de “campo de concentración” ha partido de los testimonios de varias personas que estuvieron allí recluidas. Aunque el verdadero campo de concentración extremeño, el campo de Castuera, no se crearía hasta mediados de 1938. Para ver una la mejor investigación sobre este tema puede verse la memoria de licenciatura de Antonio David López Rodríguez sobre el campo de concentración de Castuera, defendida en octubre de 2005 ante la Universidad de Extremadura.

[4] Archivo del Juzgado Municipal de Miajadas (en adelante AJMM), Libro de Defunciones, Tomo 48.

[5] AHPCC, GCC, OP, Detenidos y traslados de detenidos, Caja 430, año 1936.

[6] AHPCC, GCC, OP, Detenidos y traslados de detenidos, Caja 430, año 1936, Oficio del Gobierno Civil de Cáceres, número 3309, 19 – agosto – 1936.

[7] El pago por estos viajes puede verse en múltiples plenos del gobierno local. (AMM, LA, Diversas sesiones entre 1936 y 1941).

[8] El articulado entero de esta citada Ley puede verse en Medina, León y Marañón, Manuel; Leyes penales de España, Madrid, Instituto Editorial Reus, 1941, pp. 676 – 701. Un comentario a esta disposición legal puede hallarse en el libro de Mónica Lanero Táboas, Una milicia de la justicia. La política judicial del franquismo, editado en 1996 por el Centro de Estudios Constitucionales.

[9] AMM, Correspondencia, año 1944.

[10] AHPCC, GCC, OP, Caja 668.

[11] Chaves Palacios, Julián; La represión en la provincia de Cáceres durante la Guerra Civil, Cáceres, Universidad de Extremadura, 1996, p. 1

[12] Enciclopedia Jurídica Española, año 1942, pp. 970 – 971.

[13] El mejor libro para ver unas consideraciones sobre esta ley es el LANERO TÁBOAS, Mónica; Una milicia de la justicia. La política judicial del franquismo (1936 – 1945), Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1996; el cual puede apoyarse en otros muchos referidos a este tema como MIR CURCO, Contxita, Vivir es sobrevivir. Justicia, orden y marginación en la Cataluña rural de posguerra, Lérida, Milenio, 2000 y VV. AA.; Justicia en guerra, …, Madrid, Dirección de Archivos Estatales, 1990.

[14] Diversos testimonios orales tomados entre enero de 2005 y agosto de 2006 en Miajadas.

[15] AMM, LA, Sesiones varias de los años 1940 a 1947.

Oct 012006
 

Cecilia Martín Pulido.

La construcción de la historia de lo que se ha dado en llamar “la vida cotidiana” ha fijado su atención en una fuente para su estudio poco o nada utilizada hasta ahora: me refiero a los materiales que ha generado la vida doméstica en la burguesía del siglo XIX. La información que propicia esta nueva cantera puede ser muy interesante para conocer e interpretar los actos y comportamientos de un grupo familiar en los aspectos sociales, económicos y de mentalidad.[1]

En este caso, la historia particular de la familia de D. Valentín Collazos Hernández se integra en la de Trujillo de mediados del siglo XIX. Y es que, siempre que los hombres han tenido necesidad de recordar y demostrar cuestiones y hechos han recurrido a dejar por escrito cuanto era preciso que perdurara más allá de lo que se confía a la memoria y en el ser humano. Escribían, anotaban, y registraban a través de los fedatarios públicos los actos que presidían su vida económica y profesional: cartas de compra-venta, de arrendamiento, de reconocimiento de censo, testamentos, inventarios de bienes, cartas dotales, de poder… En otras ocasiones no es necesaria o se considera inconveniente la fe pública, y será, en este caso, “la carpeta de los papeles” quien acoja el acuerdo privado, las anotaciones de lo que es de cada uno, el testamento ológrafo, etc. Documentos llamados a perecer o mejor a desaparecer pues guardados en su momento con mucha precaución, acaban ignorados y abandonados a su suerte en las siguientes generaciones, no cuentan con la protección y conservación que afortunadamente ejercen los archivos de protocolos notariales.

Las casas viejas del mundo encierran su propia historia, a veces un misterio, otras un pequeño tesoro. Hay que descubrirlo, saberlo buscar y disfrutar del encuentro. Y la recompensa surge. En mi casa de Trujillo, escondido en un añoso y desnutrido cajón apareció el tesoro: papeles llenos de polvo y de tiempo, y como no de historia. En ellos estaba escrito desde 1833 el acontecer de una familia trujillana, de sus hijos, de sus profesiones, de sus bienes, de sus gustos y sus gastos… Lo que gastaban en pan o en limosnas, los bailes o los funerales a los que asistían, lo que compraban por gusto o por necesidad… cientos de documentos que inexplicablemente no sucumbieron a la ruina de la casa.

El cancerbero que catapultó los documentos hasta mis manos fue el citado D. Valentín Collazos Hernández, oriundo de Monroy, y vecino del arrabal de Huertas de Ánimas antes de 1850. Funcionario de Hacienda, recaudador de tributos, era Regidor del Ayuntamiento en 1852, y contrajo matrimonio con Dª Teresa Cándida Fernández Chamorro el día 14 de noviembre de 1833. Fidel y Mariano Gregorio fueron hijos suyos. Sabemos que, en 1832, tuvo intenciones de seguir la carrera eclesiástica, lo que hubiera placido a sus padres y que fue corresponsal en Trujillo de “El Eco de Extremadura” que se publicaba en Cáceres en 1862, también de su interés por el teatro. La correspondencia encontrada nos pone al tanto de sus preocupaciones y desvelos respecto a los estudios de sus hijos[2], de sus pleitos con el Consistorio, de sus avatares profesionales, de su participación ciudadana. En 1855 encontramos a la familia viviendo ya en Trujillo en el arrabal de San Clemente, por entonces, D. Valentín debía ya haber enviudado.

En la calle Fuera o Afueras, nº 1, a unos cincuenta metros del ágora, existió el antiguo hospital de pobres denominado Santa Lucia, cuya existencia ya en el siglo XVI confirman documentos obrantes en el Archivo Histórico Municipal[3]. Ya en estado ruinoso, fue asolado durante la invasión francesa, y la desamortización lo llevó a manos de particulares siendo adquirido por D. Valentín Collazos, que habilitó su solar como vivienda familiar.

El bagaje material interesante encontrado en dicha vivienda ocupa una franja temporal de 1833 a 1940 y puede clasificarse del siguiente modo:

  • Dietarios que reflejan el gasto diario de la casa
  • Recetas de cocina
  • Correspondencia familiar y profesional
  • Minutas de maestros por educación y pupilaje
  • Inventarios
  • Cientos de recibos de los exclaustrados del término de Trujillo. Papeletas que las monjas y frailes pertenecientes a la circunscripción trujillana firmaron como perceptores de la indemnización que percibían mensualmente como exclaustrados.
  • listas cobratorias de la contribución industrial y de comercio pertenecientes al partido judicial de Trujillo.
  • Materiales diversos: fotografías, esquelas funerarias, facturas. tarjetas de visita, dibujos, patrones de vestidos …
  • Folletos
  • Prensa y revistas

Todos poseen un amplio valor informativo, sin embargo, para esta ocasión que me brindan los Coloquios de Extremadura me he decantado por presentar los inventarios, no todos revalidados ante el notario, y que ponen de manifiesto la importancia de los bienes materiales en todo tiempo, la condición social de su propietario y las necesidades y exigencias espirituales y materiales de la clase a que pertenecía.

En la carta dotal, ya de por sí signo de prestigio social, se plasma el pacto familiar del futuro matrimonio, pero va mas allá cuando es también el seguro que describe los bienes y propiedades y hace una valoración económica de cada uno de ellos por insignificantes que puedan parecer con el fin de quedar instituidos en futuros acontecimientos (separación, herencia..)

Este repertorio de bienes que expresa el inventario se ha clasificado así:

  • Utillaje de uso doméstico y enseres en general
  • Ropa (de cama y de mesa)
  • Ropa de vestir
  • Joyas y aderezos
  • Propiedades rústicas
  • Cabaña ganadera y animales de labor
  • Dinero en efectivo

1. Razón de los bienes que Yo Valentín de Collazos he llebado al Matrimonio quando casé con Teresa Fernández, año de mil ochocientos treinta y tres, día Catorce de Noviembre del mismo.

Reales

Primeramente dos yuntas de bueyes valoradas cada una en mil 2.000
Y dos novillas de dos años en Doscientos cincuenta Cada una son 500
Y un caballo en quinientos 500
Qu Quince puercas grandes de cría, y diez marranas en ciento treintacada una 3.250
En doce varas de raso pª un vestido pª Teresa a veintiséis la vara 312
En otro vestido de raso, once varas a 23 Rs vara 253
Un velo de tul de blonda, quinientos 500
Una pañoleta de tul Bodine 140
En un abanico con su caja 45
En un par de guantes 10
Una hebilla catorce 14
Un pañuelo pª el cuello 45
Otro pañuelo pª las manos 28
Otro pañuelo pª las manos 24
Un aderezo y pendientes y botones 500
En dos sortijas cincuenta cada una 100
Un corte de chaleco con hechura y forros 28
Vara y tercia de paño pª pantalón a 52 Rs 69
En dos varas y tercia de paño pª levita a 46 Res vara 107
Tres varas de paño negro pª frac y pantalón a 58 la vara 174
Forros para el frac y pantalón con seda 34
Forros y seda para la levita 26
Hechura de levita frac y dos pantalones 76 76
Un par de botas nuevas 56
Doce varas de tela para camisas a 13 Res. varas 156
Seis varas de lienzo pª calzoncillos a 76 Res. vara 36
Un sombrero nuevo de copa con caja 48
Un baúl pª ropa 45
Dos pares de media de seda en 56
En cuatro sabanas para la cama 200
En cuatro almohadas con guarniciones 39
Cinco rejas para (ilegible) servidas a diez rs. Cada una 50
Suma 9.421

2. Carta dotal otorgada por Don Balentín Collazo a fabor de su muger Dª Teresa Fernández Chamorro

3. Razon de los Bienes q. D. Jose Antonio Fdez y su muger María Guadalupe Chamorro vecinos de Truxillo y moradores en su Arrabal de Huertas de Animas, dan en Dote a su hija Teresa Fdez, al Contraer Matrimonio con Valentín de Collazos Natural de la Villa de Monroy, hijo legitimo de Agustín de Collazos y de Agueda Hernandez, vecinos de dicha Villa.

Estos dos últimos documentos tienen el mismo contenido que sigue:

Primeram.te ocho sabanas y Diez y seis almohadas con sus guarniciones, valuadas en setecientos veinticinco Rs. 725
En Quatro colchas para camas, valuadas en setecientas cincuenta y seis Rs. Todas Quatro 756
Un cobertor blanco en setenta y cinco Rs. 75
Siete toallas en setenta y seis Rs. 76
Doze serbilletas en setenta y dos 72
Diez varas para manteles en sesenta Rs. 60
En tela para enaguas y guarniciones pª ellas, Dos cientos veinte y Quatro Rs. 224
En tela con greca para camisas, ciento ocho Rs. 108
Catorce varas de Muselina para cortinas, ciento doce Rs. 112
Una cadena de plata y un par de pendientes en cien Rs. 100
Un vestido 8ilegible) y otro blanco, en Doscientos setenta y ocho Rs. 278
Una mantilla de tafetán con guarnición, cien Rs. 100
Un cofre nuebo, en Quarenta y cinco Rs. 45
Doce sillas y un sofá, en Doscientos Rs. 200
Una mesa en Noventa Rs. 90
Un catre en Quatrocientos sesenta y ocho Rs. 468
Dos colchones con lana correspondiente, seiscientos veinte y tres Rs. 623
Seis Quadros y un espejo en trescientos veinte Rs 320
Una Camisa con botones de oro, un par de Calzoncillos y un par de medias, doscientos treinta Rs. 230
Un sombrero de copa, en Cien Rs. 100
Una almohadilla en quinceRs. 15
Un pañuelo de seda en treinta Rs. 30
Una (ilegible) en dieciséis Rs. 16
Doscientas Cabezas de Ganado Lanar, Baluadas todas en Cincomil Quinientos Catorce Rs. 5.514
Quince Puercas de Cría a Ciento treinta Rs. Cada una, mil Nobecientos Cincuenta Rs. 1.950
En tres Yuntas de Bueyes. Cada Yunta en mil Rs. Hacen tres mil Rs. 3.000
En Cincuenta fanegas de Barbecho compuestas para sembrar a veinte y cinco Rs. fanega, mil doscientos cincuenta Rs. 1.250
Un brasero con tarimilla y un almirez (ilegible) mío y otro en cincuenta Rs 50
Doce Peludos, ocho encarnados y quatro blancos, en ciento veinte Rs. 120
Faltan hasta 17.000 q me han de dar.
Suman 17.000

Si bien el que corresponde al 2 se elevó a escritura pública y dice:

Ymporta este Imbentario o Carta Dotal la cantidad de Diez y siete mil Rs., en la que queda entregado mi hijo Político Valentín de Collazos con el cargo de Cuidar y responder de toda ella Yy para que así conste lo firma en Huertas de Ánimas a Treinta de Noviembre de mil ochocientos treinta y tres.

Se otorgó Escritura ante el Essmo. Jose Secos Bueno en 13 de Noviembre de 1833.

Es copia. Firma y rubrica: Secos”

Mientras que el 3 termina:

Esta carta Dotal es igual a la q obra de mi padre y de Don Jose Secos Bueno q importa Diez y Siete mil Reales.

Fecha 30 de noviembre de1833

Firmado y rubricado: Valentín Collazos”

Cada uno de los documentos presentados consta de 2 páginas, se encuentran escritos con caligrafía legible, la tinta clara y ortografía de la época, las hojas las numeran y se encuentran firmadas y rubricas.

La familia de Don Valentín Collazos corresponde a la burguesía trujillana, del ajuar que ambos aportan al matrimonio se desprende: el uso de levita, frac y sombrero de copa, botones de oro en las camisas, enaguas, pañuelos de seda, telas de raso para vestidos, guantes velo de tul de blonda, medias de seda, aderezos, etc. El matrimonio contó con los medios necesarios para un desenvolvimiento cómodo, disponiendo de los animales más que suficientes, adquieren la casa nº 1 de la calle Afueras, amplia con estancias suficientes para el servicio y el ganado participaron en la vida de sociedad de Trujillo, asistiendo al teatro a los bailes, involucrándose en la vida cultural y municipal. Viajaban a Cáceres y Madrid e incluso a algún Balneario, tenían acciones de las minas de oro del Pedroso, etc.

Estos documentos y todos los existentes en la casa, pese a susimplicidad aparente, proporcionan una serie de datos que, ordenados y catalogados sistemática y metódicamente, confirman la realidad social, económica, religiosa y cultural en la primera mitad del siglo XIX de la ciudad de Trujillo.

En la actualidad estos hechos, acaecidos hace casi dos siglos, ya no serán objeto de sorpresas. Ya no se encontrará la historia olvidada en un desván. El siglo XX ha perfeccionado por un millón los sistemas en los que perdurarán la información, los ordenadores y sus memorias han enmudecido los hallazgos como el mío, que ayudan a entender la historia doméstica y su importancia ya que es el eslabón fundamental en el que se originan los hitos que afectaron o atañen a toda la colectividad.


NOTAS:

[1] PEREIRA IGLESIAS, J.L. Y RODRÍGUEZ CANCHO, M.: Estructura y tipología de las fuentes notariales de Cáceres y su Tierra durante los tiempos modernos. En Norba, nº 3. Cáceres, 1982. Ambos autores revalidan la importancia y validez de las fuentes domésticas en la investigación histórica.

[2] Fidel Collazos Fernández era estudiante en el Instituto Provincial de Cáceres en 1852 a 1855. Estaba a pupilo en el domicilio del maestro D. Nicolás Rey Galeano que actuaba como era norma entonces como tutor. Las cartas que padre y tutor se cruzan ponen de manifiesto las relaciones económicas entre ambos y sobre todo el seguimiento y control del rendimiento del estudiante, bastante desganado como lo prueban sus calificaciones académicas.

[3] NARANJO, Clodoaldo: Solar de conquistadores. Trujillo, sus Hijos y Monumentos. Editorial Sánchez Rodrigo, Serradilla, 1920. RODRÍGUEZ MATEOS, Victoria: Los hospitales de Extremadura. 1492-1700. Universidad de Extremadura y Junta de Extremadura. Cáceres, 2003.

Oct 012006
 

Serafín Martín Nieto.

I.- EL AYUNTAMIENTO PLACENTINO AL ADVENIMIENTO DEL OBISPO DON GUTIERRE DE VARGAS CARVAJAL

Cuando don Gutierre de Vargas Carvajal tomó posesión de la mitra placentina, la ciudad, aún profundamente desunida por los recientes desórdenes de las Comunidades, no ocultaba su animadversión al poder real y en especial a la figura del Emperador, desafecto que se prolongaría a lo largo de toda la vida de Carlos V.

Joseph Pérez afirma que, desde la noche del 27 de agosto de 1520, ante la noticia del incendio de Medina del Campo por las tropas imperiales, convocados a campana tañida por Pedro Fernández Paniagua en la nobiliaria parroquia de San Esteban, los placentinos se sumaron, con gran ímpetu, al movimiento comunero. Unas semanas más tarde, concretamente el 23 de septiembre, con ocasión de la elección, conforme a la provisión de la Junta General, del alcaide de la importante fortaleza placentina, se volvieron a suscitar los viejos bandos locales de los reinados de los últimos Trastamaras: el deán don Gómez de Jerez, contino de los Zúñigas, apoyó al referido Paniagua, a la sazón procurador general de la comunidad; mientras que don Bernardino de Carvajal, arcediano de Plasencia, propuso a Luis de Trejo. La disparidad desencadenó en alborotos y peleas callejos, que se calmaron tras una procesión con el Santísimo organizada por la clerecía por mediación de doña María de Carvajal[1].

Sin embargo, las actas del Cabildo Catedral evidencian que desde el mes de abril de 1520, las banderías venían afectando a todas las actividades cotidianas de los placentinos, incluidos los cabildos catedralicios y los cultos, tanto en la propia catedral como en las diferentes parroquias, de cuyas torres se habían apoderado las facciones:

En Plasenzia, viernes veynte días del mes de abril de mjll e quinientos e veynte años. Estando los reverendos señores presidente de Deán e Cabildo de la Yglesia de Plasenzia ayuntados a su cabildo, en la capilla de Sant Pablo, sita en el claostro de la dicha Yglesia, estando presentes en el dicho cabildo don Luys de Cáçeres, arçediano de Trogillo; e don Françisco de Carvajal, arçediano de Medellín; e el maestro Andrés de Carmona; e Joan de Carvajal, canónigo; e Hernando de Villalva e Joan Ruys de Tripiani, raçioneros, dixeron que por quant al presente esta çibdad está muy escandalosa sobre grandes diferençias y divisiones que ay entre unas parçialidades e opinjiones de la dicha çibdad, sobre lo que están tomadas las yglesias e torres, e encastilladas con gente armada; y desta manera todas las casas de cavalleros; e la çibdad está encastillada e se vela e guarda e de la justiçia; no ay rremedio alguno, ni se espera, ansí por estar su Alteza de partida para enbarcar como por la persona del Corregidor desta çibdad ser desacatado de algunos del pueblo, espeçialmente de los prinçipales, lo qual no puede rremediar, de tal manera que los dichos señores presentes y absentes del dicho cabildo no pueden venjr seguramente a esta yglesia a las oras e ofiçios divjnos agora nj pueden andar por la çibdad syn mucho peligro de sus personas. Como quier que tengan buen zelo e sean amjgos de paz; por end, para segurjdad de sus personas e por se escusar del peligro sobredicho, dixeron que se davan e djeron liçençia de ausençia los unos a los otros e los otros a los otros, ansy a los presentes como a los ausentes, a los quales que ansí estovieren absentes les sea contada la prima de rresidençia, la qual liçençia de ausençia se estienda i entiende que gozen della ansy estando en la dicha çibdad como fuera della, la qual liçençia dure por todo el tienpo que la dicha çibdad estoviere en las dichas diferençias e alborotos e hasta en tanto que por los dichos señores sea mandado e ordenada otra cosa en contrario de lo susodicho e dello se dé notiçia por letras mjsivas a los ausentes por vertud de dicha liçençia[2].

Dicha inseguridad, se prolongaría hasta las vísperas de la derrota de Villalar. Y, como veremos en el siguiente capítulo, las perturbaciones se extendieron al seno del propio Cabildo Catedral.

Aunque a comienzos de julio de 1522, el Ayuntamiento ya tenía conocimiento del perdón real[3], lo que debería haber sosegado los ánimos de los regidores, sin embargo el bando comunero no dudaba en manifestar, cada vez que le surgía la oportunidad, su aversión a Carlos V.

No obstante haber dispuesto, el 28 de junio de 1522, el cabildo municipal, tras la lectura de unas cartas del Rey en las que anunciaba su regreso a estos reinos, el regocijo de la lidia de toros y encender luminarias por toda la ciudad y la celebración por parte del Cabildo Catedral de una procesión general por todas las iglesias para rogar a Nuestro Señor traya con mucho bjen e salud a su magestad a estos rreynos e con vencimiento de sus enemjgos, como su Magestad lo desea y que los monasterios de la ciudad impetraran el favor divino para que le acresçiente e prospere su muy rreal estado por muchos e largos tienpos como por su Magestad es deseado[4]; pronto aflorarían los verdaderos sentimientos.

Con bastantes malas intenciones, el 27 de julio, Francisco de Trejo propuso que se mandase a un regidor a besar los pies y las manos de su majestad en nombre de la ciudad y que el designado fuese Alonso de Carvajal. Éste le replicó que hacía diez o doce días que había vuelto de la Corte, muy cansado y cojo de una pierna, por lo que declinaba el honor en Francisco de Trejo. Tras amplio debate, finalmente, acordaron que fuera sólo el doctor Carvajal. El 1 de agosto, en el momento de ratificar dicho acuerdo, renacieron las diferencias entre los capitulares. Francisco Núñez, quien días antes había sido partidario de enviar dos caballeros, ahora manifestaba que la ciudad no tenía dinero para mandar a nadie, y, para evitar gastos, proponía que los representaran Hernán Álvarez Barahona y Francisco de Collazos, estantes en la Corte. Sancho de Figueroa se inclinó por el doctor Carvajal y por Francisco de Carvajal, ambos también en la Corte.

Bartolomé Rodríguez de Soria, teniente de Corregidor, en ausencia del titular García de Montalvo, trató de zanjar el asunto: el señor Teniente dixo que su paresçer que aya un cavallo destos señores que se junte con el doctor Carvajal a besar los pìes e las manos de su Magestad, pero su participación le originó un fuerte enfrentamiento con Hernando de la Cerda, que se zanjó ante la solicitud por parte del Teniente de Corregidor de un testimonio de su intervención y de cómo estos señores habían tratado de impedir indirectamente el nombramiento. Ante la amenaza, todos los presentes se mostraron favorables a enviar a alguien. De la Cerda, al tiempo que lo acusaba de conformarse con una parcialidad, añadió que sy fuere menester descalço y con un bordón yría a besar los pies y manos de su magestad como un leal vasallo, como lo a sydo en sus Reynos.

Pero para tal honor no se nombraría a ningún regidor ni noble placentino, sino a Diego González, procurador de la ciudad, para cuyo cometido le asignaron doce ducados, a pesar de la queja del mayordomo de que no contaba con dinero[5].

El 29 de agosto, no habiéndose cumplimentado aún a Carlos V y estando ya de regreso en las inmediaciones de Plasencia Francisco de Collazos y Hernán Álvarez de Barahona, Hernando de la Cerda propuso que fueran a la Corte Hernando de Trejo y Sancho de Figueroa. Éste se excusó alegando su mala salud y, conocedor del pasado comunero de Trejo, trató de convencerlo con elogios, tildándolo de persona prinçipal y lo sabrá muy bien hazer.

Las discusiones se repitieron en multitud de ocasiones a lo largo del mes de septiembre. El 12, Francisco de Collazos expuso que el procurador de Plasencia, Diego González, no quiso juntarse con el doctor Carvajal para cumplimentar al Emperador, pero cuando se designó a otros, maliçiosamente, se fue a la Corte sin consentimiento de la ciudad. Alonso de Carvajal se opuso al nombramiento de Trejo, por dos razones la una porque le paresçe que njnguno de los que están desterrados, pues están por deljto, no serán bien rresçibidos, y porque hay otros regidores que nunca han ido a la Corte.

Sin embargo, de la Cerda, Collazos y Almendras argumentando que Trejo fizo aquello que fizieron otros y están perdonados y puede ser muy bien elexido, porque otros entraron estando huydos e fueron elexidos, consiguieron que finalmente se designe a Trejo, al que dieron un plazo de ocho días para ir a cumplimentar al emperador, so pena de 50.000 maravedís[6].

Este asunto deja entrever claramente las disensiones entre los pocos regidores que había y la escasa simpatía que sentían por el Emperador, pues aunque oficialmente trataban de aparentar su adhesión, nadie quería ir personalmente a cumplimentarlo.

Cualquier ocasión, ya fuese el nombramiento de alcalde, la designación de médico, etc, era propicia para que surgiesen nuevos enfrentamientos entre los bandos encabezados respectivamente por Hernando de Trejo y Hernando de la Cerda. A aquél, lo seguían los regidores Santos de Medina, Alonso de Carvajal y Sancho de Figueroa; a de la Cerda, Francisco Núñez de Almendras y Francisco de Collazos.

Las posturas seguían tan enconadas que García de Montalvo, no atreviéndose a comparecer en Plasencia para hacer la residencia del tiempo que había sido corregidor, había ganado provisión real para ser representado por un procurador. Gutierre de Carvajal y Alonso de Carvajal, en el cabildo de 6 de febrero de 1523, exigieron que la hiciera en persona.

Inmediatamente, el otro bando se opuso. Hernando de la Cerda, aceptando la provisión, manifestó sy alguna persona fue aquí agravjada del señor Garçía de Montalvo, que fue a los menos el más agravjado, e que porque algunos cavalleros e otras gentes paresçía que no quieren bien al dicho Garçía de Montalvo e no le myrarían bien. De la misma opinión era Collazos, quien afirmó que la presencia de Montalvo no acarrearía syno ser afrontado de hecho de muchas personas e cavalleros contra quien él proçedió como pesquysjdor de su Magestad sobre los llevantamientos e alteraçiones pasadas en esta çibdat.

Figueroa y ambos Carvajal ya mencionados exigieron que el corregidor se atuviera la mayoría. En él recayó la decisión, pues habiendo empate en los votos, se sirvió del voto de calidad[7].

Los odios contra el corregidor Montalvo volvieron a aflorar el 13 de febrero de 1523, cuando por cédula real se ordenó que le pagasen 20.000 maravedís de ayuda a su corregimiento. Figueroa, Gutierre de Carvajal, Alonso de Carvajal, Martín Alonso de Malpartida, Santos de Medina pidieron sencillamente que no se le pagase; Hernando de Trejo, Cerda y Collazos que sí. El corregidor nuevamente decidió a favor de su antecesor[8].

Por aquel entonces, las arcas municipales se encontraban exhaustas, pues además del pago de los dos mil ducados de empréstito que su Majestad les había mandado pedir para la guerra de Fuenterrabía, los tesoreros reales les reclamaban los impuestos derivados a la Junta. El 18 de julio de 1522, se presentó en el Consistorio otra çédula sobre lo de las quarenta mill maravedís que se enbiaron a los de la Junta[9].

Como no querían pagar a las arcas reales el dinero procedente de los impuestos que habían remitido a la Junta de la Comunidad, el corregidor había mandado apresar[10] y desterrar a la mayoría de los regidores[11]. Por esta causa, en el verano de 1523, varios cabildos tuvieron que celebrarse en la iglesia extramuros de San Miguel[12].

En dicha iglesia, el 31 de julio de 1523, se reunieron el bachiller Martín de Remondo, teniente de corregidor, y Francisco Núñez de Almendras con Francisco Méndez, receptor de su majestad, quien los requirió con una real provisión dada en Valladolid[13]. El 19 de diciembre de1523, estando ya pagados todos los maravedís de las tercias reales, conforme a la condenación de los contadores mayores, que se habían gastado en el tiempo de las alteraciones, solicitaron al rey que se heche por sysas, pues los que pagaron no tienen más culpa que los otros[14].

Poco a poco, la ciudad y su tierra se recuperaban de las pasadas perturbaciones y restauraban los daños causados: así, el 6 de junio de 1522, mandaron que el procurador pidiese el gasto de adobar el puente a las personas que lo quebraron y también del portillo.

O bien, emprendiendo nuevas obras, algunas tan importantes como la de los Caños, que se acordó el 26 de septiembre de 1622, o la de las Casas Consistoriales, cuya decisión se adoptó en la iglesia extramuros de San Miguel, ante la imposibilidad de que pudieran entrar en la ciudad la mayoría de los regidores que estaban desterrados. El 10 de julio de 1523, trataron de la compra de casas para las obras del Ayuntamiento, para cuya fachada, el 17 de julio, el corregidor Ordoño de Villacorta consultó con Francisco González y los demás maestros de la Catedral[15]. El 6 de noviembre, Juan de Álava y Francisco González informaron sobre la conveniencia de que la fachada principal de las Casas del Concejo llevase portales[16]. El 8 de enero de 1524, dispusieron el inicio de las obras del Puente de Trujillo conforme a las trazas de Juan de Álava[17].

Simultáneamente, se reclamaban judicialmente algunas tierras de las que ciertos señores se habían apoderado en tienpo de las alteraçiones pasadas[18].

Sin embargo las votaciones seguían siendo tan apasionadas que, el 15 de abril de 1524, el teniente de corregidor, para evitar los frecuentes desórdenes a cabsa de se fablar al oreja los unos a los otros, dispuso que los que se levantasen de sus asientos para hablar, perderían el regimiento del día bajo ciertas penas[19].

II.- EL CABILDO CATEDRAL PLACENTINO EN EL MOMENTO DEL NOMBRAMIENTO DEL OBISPO DON GUTIERRE DE VARGAS CARVAJAL

El Estatuto Fundacional, a pesar de la riqueza de la diócesis, determinaba un número bastante reducido de capitulares: seis dignidades (déan, chantre, arcediano de Plasencia, arcediano de Trujillo, arcediano de Medellín, Tesorero), cinco canónigos, ocho racioneros y 6 compañeros[20]. El cardenal don Juan de Carvajal, aprovechando la vacante en el arcedianato de Trujillo, consiguió en 1505 de la Santa Sede que se desmembrara en dos dignidades iguales, el de Trujillo y el de Medellín[21]. Su sobrino, el también cardenal don Bernardino de Carvajal, en 1522, alcanzó el consentimiento de Roma, para la creación de dos nuevas dignidades: el arcedianato de Béjar, por desmembración del de Plasencia; la maestrescolía, por división de la chantría; nueve canongías, dos raciones y dos compañías.

Pero, como señala González Cuestas, las plenas facultades otorgadas por el papa Adriano VI al obispo para la elección de los capitulares, en contra del Estatuto Fundacional, que concedía mayores prerrogativas al Cabildo, sería objeto de reclamación ante la Corte Romana y origen de muchas de las desavenencias entre don Gutierre de Vargas y el Cabildo[22].

Cuando don Gutierre tomó posesión de la mitra placentina, el cabildo catedral se hallaba muy reducido como consecuencia de las Comunidades.

Tradicionalmente, se afirma que la expectativa a suceder en el obispado a su tío carnal el cardenal de Santa Cruz, don Bernardino de Carvajal, había provocado, unos años antes, justo en el momento de máximo vigor del movimiento comunero en la ciudad de Plasencia, la oposición de una facción del cabildo, concretamente la más implicada en las comunidades, la de los Carvajales, su familia materna, que entonces dominaba la política local, tanto civil como eclesiástica, y que, al decir de ciertos autores, como Fernández Hoyos[23], consiguió falsear una cédula real, para impedir el acceso a la mitra de don Gutierre, pues tanto el futuro obispo como su padre, el licenciado Francisco de Vargas, corregidor que había sido de Plasencia, se habían mantenido leales al Emperador y, como señala Fernández Hoyos, el propio don Gutierre había capitaneado uno de los bandos[24].

Sin embargo, don Teodoro Fernández, siguiendo a Escobar, afirma todo lo contrario, que fue el licenciado Vargas el que trató de despojar la sede placentina a su cuñado el cardenal de Santa Cruz en beneficio de su hijo don Gutierre[25].

Sea como fuere, el levantamiento de los comuneros había hecho revivir en los placentinos las rivalidades entre los dos bandos, Zúñigas y Carvajales, que desde hacía más de un siglo trataban de dominar la res publica.

Por su parte, el cabildo catedral se hallaba dividido en tres facciones: la de los Zúñigas, leales al emperador, representada por el deán don Gómez de Jerez; la de los Carvajales, partidarios de las Comunidades, por el arcediano de Plasencia don Bernardino de Carvajal; y una tercera, la del obispo, el cacereño don Gómez de Solís, cuya cabeza visible será su pariente don Luis Blázquez de Cáceres, arcediano de Trujillo, quien, bajo su presidencia en los momentos más críticos, supo preservar al cabildo catedral de todos los acontecimientos; e incluso a la sede vacante, de la que fue provisor tras el fallecimiento del obispo Solís, sobrevenido a comienzos del año 1521 en Coria a donde se había trasladado para pacificarla[26], sin duda siguiendo el mandato del Emperador[27].

Como las propias actas capitulares señalan, tanto el deán como el arcediano fueron partes muy activa en todos los alborotos, por lo que en los primeros tiempos, el cabildo trató de mantener, en la medida de lo posible, un equilibrio entre ambos bandos, sin significarse por ninguno de ellos. Así sucedió en la mañana siguiente a la aclamación de Pedro Fernández Paniagua como procurador general de la Comunidad:

En Plasenzia, XXVIII días del mes de agosto de MDXX años. Estando los reverendos señores deán e cabildo de la yglesia de Plasenzia, ayuntados capitularmente en la capilla de San Pablo, sita en el claostro de la dicha yglesia, estando presentes en el dicho cabildo don Gomes de Xeres, deán; e don Bernardino de Carvajal, arçediano de Plasenzia e Béjar; e don Luys de Cáçeres, arçediano de Trogillo; e Françisco de Carvajal e el liçençiado Luys de Carvajal e Joan de Carvajal, canónigos; e Françisco de Lugones e Pedro Vasques, raçioneros, dixeron que atento que la comunjdad desta çibdad de Plasenzia ha nonbrado diputado para se juntar con la justiçia e procurador de la çibdad para entender en todas las cosas tocantes al serviçio de Dios y de sus cesáreas e católicas Magestades e Altezas de la Reyna doña Juana e (entre renglones y parece que añadido después “el Rey”) don Carlos su hijo, nuestros señores, e en las cosas que cunplen a esta çibdad, etc, que los dichos señores deán e cabildo nonbravan e nonbraron de su parte e deputavan e deputaron del dicho su cabildo a los dichos señores don Gomes de Xeres, deán, e don Bernardino de Carvajal, a anbos juntamente, para que se junten con la justiçia desta çibdad e con los otros deputados de las feljgresías de la dicha çibdad e entyendan e provean en todas las cosas para quel procurador e diputados están eligidos e nonbrados[28].

Pero muy pronto, ambas dignidades acabaron acaudillando cada una de las dos facciones enfrentadas, hasta el punto de que el propio cabildo reconoció que la mayor parte de los disturbios se debía a ellos. Joseph Pérez refiere que el arcediano de Plasencia recibió las felicitaciones de la Junta que lo nombró capitán de la ciudad y toda la tierra de Plazencia y aun de toda Extremadura[29].

Para evitar males mayores, el 15 de febrero de 1521, acaso animados por los demás prebendados, don Gómez de Jerez y don Bernardino de Carvajal solicitaron licencia para ausentarse de la ciudad, que no sólo les concedieron sino que además los liberaron de la obligación de residir el tiempo que todavía les faltaba del incipiente año de 1521 para cobrar sus primas:

Este dicho día mes e año susodichos en el dicho cabildo, los dichos señores deán, arçediano de Plasenzia dixeron e pidieron liçençia a los dichos señores por las cabsas e motivos siguientes: lo primero cabsa solatis o recreaçión, otro por la paçificaçión de la çibdad e por negoçios particolares. E porque estando en esta çibdad, segund la gente tiene, es mal sosegada e cada día hazen escándalos e alborotos e rrobos e desasosiegos e muertes de onbres en ella, sin ser en mano de onbres rremediarlos; por tanto los dichos señores del dicho cabildo dixeron que vistos los dichos motivos e cómo a cabsa de los dichos señores deán e arçediano de Plasença está esta çibdad tan rrebuelta e en tantas diferençias e discordias que los dichos motivos les paresçían bien. E que tanto les conçedían e conçedieron la dicha liçençia todo el tienpo que les faltava para hazer sus rresjdencias de presençia este presente año de mjll e quinientos e veynte e un años e que en cada día le sea contada la prima por rresidençia[30].

Sin embargo, no parece que tuvieran mucho empeño en desaparecer de la escena política, pues pocos días después, concretamente el 21 de febrero, serían requeridos por el Cabildo para que, so pretexto de obedecer órdenes reales, ninguno de los dos tomara decisiones sin la intervención de los capitulares:

Tempore Comunitate. En Plasencia, jueves XXI días del mes de hebrero año del nasçimiento de Nuestro Salvador Jesuchristo de mjll y quinientos y veynte e un años. Estando los reverendos señores deán e cabildo de la yglesia cathedral de la dicha çibdad de Plasenzia, ayuntados capitularmente en la capilla de San Pablo, sita en la claostra de la dicha yglesia, canpana tañjda segund que lo han de uso et costunbre, estando presentes en el dicho cabildo don Gomes de Xeres, deán; e don Luys de Cáçeres, arçediano de Trogillo; e don Françisco de Carvajal, arçediano de Medelljn; e Françisco de Carvajal e Juan Ruys de Tripiana e Lujs Gonçales Carvajal e Françisco de Lugones, e Pedro Vasques raçioneros dixeron que por quanto ha venjdo a su notiçia que por algunas personas se han traydo e traen algunas provisiones de la Yunta de los procuradores de algunas çibdades del Reyno questán juntas en Valladolid, que suenan de la Reyna e Rey, nuestro señores, no siendo las dichas provisiones suyas nj de personas que tengan espreso poder de sus Alteças; que requerjan e requirieron al reverendo señor deán don Gomes de Xeres, deán questava presente, e al reverendo señor don Bernardino de Carvajal, arçediano de Plasenzia, questava ausente, e mandaron le fuese notificado, e como mejor podían gelo mandavan e mandaron que no consientan ny den logar a que los tales mandamientos se obedescan nj pongan en execuçión lo contenjdo enllos. Antes en todo e por todo hagan e cunplan todo aquello que cunpla al serviçio de Dios e de sus cesáreas e católijcas Magestades e al bien e pro común desta çibdad; e que asj mismo les requjrjeron que no den logar a que njngund caso de ynportançia pase nj se concluja en la Junta syn que primero se dé parte al cabildo, pues que asy se haze en todas las otras çibdades e se deve hazer para que, por sus merçedes vistas, se haga lo que convjnjere al serviçio de Dios e de sus reyes naturales e bien e pro común. Testigos que fueron presentes Juan de Cuenca, clérigo cura de la Madalena, e Blas Ruys, notario, vezinos de la dicha çibdad de Plasenzia.

E después desto, este dicho día, mes e año susodichos, estando en el dicho cabildo el dicho reverendo señor deán don Gomes de Xeres dixo questava presto de hazer e conplir todo lo en el dicho requerimjento contenjdo. Testigos que fueron presentes Blas Ruys, notario de la dicha çibdad de Plasenzia[31].

La cuaresma de 1521 resultó tan virulenta como la de 1520, de tal modo que, para preservar sus vidas, al igual que el año anterior, decidieron darse licencia, con prima de residencia, mientras durasen las alteraciones:

Este dicho día Jueves, día señalado de cabildo para en el tienpo de la quaresma, veyntte e un días de dicho mes de hebrero de dicho año de mjll e quinientos e veynte e un año, estando los dichos reverendos señores deán e cabildo de suso nonbrados en el auto antes deste, ayuntados en su cabildo e el reverendo señor don Françisco de Carvajal, arçediano de Medelljn, por sí e con votos de los reverendos señores don Bernardino de Carvajal, arçediano de Plasençia, e el maestro Andrés de Carmona canónigos, de los quales votos yo el dicho notario doy fe, dixeron los dichos señores ayuntados capitularmente que por quanto se ha visto todas las vezes que en esta çibdad ha avido escándalos son de caljdad, que los benefiçiados de la dicha yglesia no pueden venjr a ella syn grand peljgro nj juntarse para proveer en el serviçio de la dicha yglesia e rremedio de sus personas e segurjdad dellas. Por tanto que se davan e dieron liçençia los unos a los otros e los otros a los otros para que de oy por todo el tienpo que falta para acabar sus rresidençias de presençia este año de mjll e quinientos e vejnte e un años, les sea contada la prima de rresidençia lo más que podiere, de la qual liçençia gozen los benefiçiados presentes e ausentes, asy estando en esta çibdad como fuera della [32].

No obstante, el 28 de febrero se volvió a reunir el cabildo para dar en arriendo el ochavo del molino de Tajabor.

A pocos días de la derrota de Villalar, la ciudad de Plasencia, aún bajo la bandera de los Comuneros, se hallaba aislada y rodeada: la ciudad de Trujillo que siempre se había mantenido leal al rey; la villa de Cáceres, cuya sublevación duró poco tiempo; El Partido de Alcántara, apaciguado por frey don Antonio Bravo de Jerez, la ciudad de Coria, sosegada por el difunto obispo de Plasencia don Gómez de Solís; Ciudad Rodrigo y el ducado de Béjar[33]. En esta situación se recibió en marzo de 1521 la solicitud de la Junta de que se les remitieran los maravedís de las rentas reales y de las bulas de la Cruzada. Pero el Cabildo Catedral, sin la asistencia del deán, ya que al socaire de los acontecimientos políticos, unas veces él y otras el arcediano de Plasencia se ausentaban necesariamente de la ciudad, interpuso su autoridad para impedir que ninguno de los dos pudiese decidir al respecto. La suerte de los comuneros estaba ya echada:

En Plasenzia, sábado, víspera de Pascua de Resurreçión, que se cuentan treynta días del mes de março de mjll e quinientos e veynte e un años. Estando los reverendos señores presidente de deán e cabjlldo de la yglesia de Plasenzia ayuntados capitularmente en la capilla de San pablo, sita en el claostro de la dicha yglesia, a canpana tañjda, segund lo han de uso e costunbre, estando presentes en el dicho cabilldo don Bernardino de Carvajal arçediano de Plasençia e Béjar; e don Lujs de Cáçeres, arçediano de Trogillo; e don Nufrio de Sande, thesorero; e don Françisco de Carvajal arçediano de Medelljn e Françisco de Carvajal e el maestro Andrés de Carmona e Juan de Carvajal e Pedro de Quirós canónigos; e Hernando de Villava e Juan Ruis de Tripiana e el maestro Alonso Rodrígues de Camarena e Juan de Cáçeres e Pedro Gómez, raçioneros, dixeron que por quanto a su notiçia a venjdo que por parte de los señores que rresiden en la Yunta de las Comunjdades se ha traydo algunas provisiones en que mandan cobrar las rrentas rreales e los maravedís que se a avido de las cruzadas e conposiçiones e otras cosas que pertenesçe a sus Alteças. E aquello no toca a proveer nj hablar enllo a los señores deán e cabildo nj a las personas que por ellos han sido deputadas e al que por ellos fueron deputadas las dichas personas, fue la yntençión de los dichos señores deán e cabildo que los dichos señores diputados hablasen nj se entremetiesen a hablar enllas nj en parte dellas. Por ende, que yntimavan e notificavan e, sy nesçesario es, mandavan e mandaron al rreverendo señor arçediano de Plasençia e al señor deán, ausente, quellos nj alguno dellos en nonbre del dicho cabilldo no se entremetan a proveer nj hablar en cosa alguna que toque a las rrentas rreales nj cruzadas ni conposiçiones nj otras cosas pertenesçientes a su Alteças, porque esta es su yntynçión e voluntad e fue al tienpo que les nonbraron por deputados[34].

Tras la derrota de Villalar, llegó la hora del destierro para los que más se habían significado, tanto civiles como eclesiásticos. El nuevo corregidor, García de Montalvo deportaría a la mayoría de los regidores del concejo, quienes, como ya hemos visto, siempre le guardarían rencor; y a tres de las principales dignidades catedralicias: al deán don Gómez de Jerez, al arcediano de Plasencia don Bernardino de Carvajal y al Tesorero don Nufrio de Sande, los cuales reclamaron al cabildo los frutos de sus prebendas:

En Plasenzia, XXV días del mes de enero de mjll e quinientos e vejnte e dos años. Estando los reverendos señores presidente de deán e cabildo de la yglesia de Plasenzia ayuntados capitularmente en la capilla de San Pablo, estando presentes en el dicho cabildo don Lujs de Cáçeres, arçediano de Trogillo; e don Françisco de Carvajal, arçediano de Medelljn; e Juan de Carvajal e Pedro de Quirós e Luys Gonçález Carvajal e Juan de Cáçeres e Françisco de Lugones e Pedro Vasques, raçioneros, dixeron que por quanto el señor Correxidor desta çibdad, Garçía de Montalvo, tiene desterrados desta çibdad e su tierra a los rreverendos señores don Gomes de Xeres, deán; e don Bernardino de Carvajal, arçediano de Plasenzia e Béjar; e don Nufrio de Sande, thesorero. E sus merzedes de los dichos señores questán desterrados, no sabiendo quando se les alzará el dicho destierro e sy podrán hazer sus rresydençias deste año presente, han enbiado cada uno por sy con los scrivanos de los dichos destierros a pedir al cabildo que les cuenten en el coro las oras al thenor e forma del estatuto de la dicha yglesia que habla de los desterrados. E los dichos señores presidente de deán e cabildo las han mandado contar conforme al dicho statuto; e dudan si el dicho estatuto les sufraga o no, e sy por él pueden hazer sus rresidençias e los frutos suyos o no. E porque nj querrían ofender a Dios ny yr contra el juramento que tienen hecho de guardar los estatutos desta Sancta Yglesia, nj menos dexar de hazer todo lo que ellos podieren mediante justiçia. E los dichos señores e cada uno dellos como por verdaderos hermanos, como lo son, e como por sy mismos querrán que ellos estando presentes hizyesen, acordaron que no obstante su propio paresçer e jujzio que para con otros por ventura fuera bastante, se dé a ver el dicho estatuto a uno, dos, tres o quatro letrados de letras e conçiençia para que visto su paresçer, sus merçedes hagan lo que son obljgados syn ofender a njnguna de las dichas partes. E para efectuar ajuste, lo encomendaron e pidieron por merçed a los señores don Françisco de Carvajal arçediano de Medelljn e al maestro Alonso Rodriguez de Camarena rraçionero para que anbos o cada uno por sy lo dé a ver fuera desta çibdad al letrado o letrados que a los dichos señores o a qualqujer dellos les paresçiere, con tanto que sus determinaçiones e nonbres traygan al cabildo para que conste de sus personas e determinaçiones e sus merçedes provean e hagan aquello que devan conforme conçiençia e justiçia. E para las espensas desto, mandaron librar lo que a sus merçedes de los dichos señores arçediano e maestro paresçiere[35].

El 21 de junio de 1522, bajo la presidencia de don Luis de Cáceres, arcediano de Trujillo, el cabildo comisionó al maestro Alonso Rodríguez de Camarena para quevaya a besar los pies al Papa, nuestro señor, que está en Çaragoça o en Barçelona[36]. Con este gesto, los capitulares querían simbolizar no sólo su adhesión a Adriano VI, sino también su sumisión a su persona, pues el nuevo pontífice no era otro que Adriano de Utrecht, cuyo nombramiento como obispo de Tortosa y Regente, suscitó parte del malestar que se halla en la base del levantamiento comunero.

El perdón general del día de Todos los Santos de 1522, supuso la reaparición de los desterrados. Así el 28 de enero de 1523, el Asiste ya al cabildo el deán don Gómez de Jerez volvió a presidir el cabildo[37].

Mas la paz no logró vencer todas las reticencias. El 11 de marzo de1524, habiendo tenido conocimiento los regidores de la toma de Fuenterrabía, acordaron hacer luminarias y dos hogueras grandes en la Plaza., procesiones y fiestas. Sin embargo, el cabildo catedral, alegando la penitencial cuaresmal, se opuso a los festejos con luminarias y toros. Ante ello, el Concejo decidió aplazar dichas alegrías[38].

A lo largo de los años, permaneció latente en las dignidades de la iglesia placentina el resentimiento a la figura de Carlos V, hasta el punto de no salir a cumplimentarlo con ocasión de su paso por la ciudad en noviembre de 1556 ni haber ido a visitarlo a su retiro de Yuste. Sólo el escándalo general que estos hechos habían provocado, les hizo reaccionar y tratar el asunto en cabildo el 18 de septiembre de 1558, ya en las vísperas del óbito del Emperador:

el señor arcediano de Medellín dixo que entendida la mucha murmuración que açerca de hombres graves, assí de no aver salido a rreçibir a su Alteza el estado seglar quando pasó por esta çibdad conforme a la usança que se suele tener en estos Rejnos, y ansí mjsmo, aviendo visto no aver este cabildo ymbiado a visitar a su Magestad, estando seis legua de aquí, de lo qual a causado la mesma murmuraçión açerca de hombres muy graves, que agora, ofresçida esta yndispusiçión de su Magestad, que segund se entiende es peligrosa, mi paresçer era que no tan solamente se vaya en proçesión para rrogar a Nuestro Señor por su salud a Sant Salvador, más a otra parte que fuese más lexos, para que fuese causa a provocar más devoçión al pueblo, porque los príncipes cosas semejantes no las an de mandar ni significar, pues de suyo lo están espeçialmente el estado eclesiástico, que es su ofiçio y esto dixo y dava por su paresçer”.

Pero ni las noticias del inminente fallecimiento de Carlos V logró ablandar el ánimo de algunos capitulares:

Gonçalo Guiral dixo que quando algund príncipe está enfermo, suelen escrivir al cabildo de su parte para que se haga plegaria. Y que pues agora no se escrive al cabildo, que le paresçe que basta aver hecho plegaria en la Yglesia y rrogar a Nuestro Señor en sus sacrifiçios todos los eclesiásticos por su Magestad como se haze y que así se haga[39]

En la madrugada del 21 de septiembre de 1558, festividad de San Mateo, Carlos V entregaba su alma a Dios. Cuatro días después, se reunió en el enlosado el cabildo catedral para deliberar acerca de las honras fúnebres. Con tal consideración, pretendieron inaugurar la inacabada catedral nueva. Así lo decidieron y comisionaron al deán, don Juan Blázquez de Cáceres, y al arcediano de Medellín, don Gabriel Pizarro, para que estuviese expedita[40]. El 30 de septiembre, los dichos señores dixeron que para las obsequjas quel domingo primero que verná que está acordado que se haga por el emperador nuestro señor en la yglesia nueva; y porque en ella no está el Santísimo Sacramento, que mandavan e mandaron que se ponga el Santísimo Sacramento en su custodia en el altar fasta la mjsa de las dichas obsequias e lo cometieron al señor racionero Sánchez para que probea que así se haga[41]. Sin embargo, en la misma mañana del domingo 2 de octubre, cambiando de parecer, dixeron que les paresçía que no se devía de traer el Santísimo Sacramento desde el yglesia adonde está a esta iglesia nueva a las obsequias que oi se hazen por el emperador nuestro señor y así lo mandaron que no se traxese[42].

Sin duda, tal hecho restaría mucha majestuosidad a los funerales.

III.- CONFLICTOS ENTRE EL OBISPO DON GUTIERRE DE VARGAS CARVAJAL Y EL CABILDO CATEDRAL

Durante su breve pontificado, don Bernardino de Carvajal, en 1522, alcanzó del papa Adriano VI no sólo la gracia de aumentar el número de beneficiados de la catedral placentina, sino también la de libre designación de los mismos en contra del Estatuto, que aunque desde siempre había reservado al prelado la elección de los arcedianos, con la restricción de que previamente fuesen canónigos, los restantes nombramientos competían al obispo y al cabildo. Sin duda, el reciente pasado comunero de gran parte del cabildo placentino, que tantos problemas ocasionó a Adriano de Utrecht durante su Regencia, debió de influir notablemente en la decisión de incrementar el poder del prelado en detrimento del cabildo.

Su sucesor, Clemente VII, sobre el que no pesaban los condicionantes arriba señalados, atendiendo la reclamación de los capitulares, restableció lo dispuesto en el estatuto fundacional[43].

Tras el óbito, a finales de 1523 en Roma, del cardenal de Santa Cruz, accedió a la mitra placentina su sobrino don Gutierre de Vargas Carvajal, ante el recelo de numerosos placentinos, los perdedores, que no habían olvidado la participación del ahora obispo como capitán de la facción leal al Emperador[44]. Con su elevación a la mitra placentina, se acrecentarían las desavenencias entre las dignidades.

Por ello, no es de extrañar que la primera noticia del nuevo obispo asentada en las actas capitulares, datada el 8 de noviembre de 1524, corresponda a cierta prevención que contra él hizo el Cabildo[45].

Esta animadversión debió de influir hasta tal grado en su ánimo que le animaría a abandonar la sede para establecerse de modo definitivo en su señorío episcopal de Jaraicejo, donde fallecería en 1559, lejos de los órganos de decisión de su diócesis.

Fue allí, en la villa de Jaraicejo, donde convocó el sínodo diocesano que se desarrolló entre el 15 de enero y el 1 de febrero de 1534. Obispo y Cabildo estaban tan encontrados que éstos no sólo exigieron que se celebrara en Plasencia, sino también se negaron a asistir. Es significativo que se desarrollara sin la presencia de ninguna dignidad y beneficiados capitulares y sin la participación de cualquier otro estamento de la ciudad de Plasencia, eclesiástico o seglar, a excepción del sexmero Ruy Sánchez de Cepeda.

Antes de iniciarse el Sínodo, resolvieron la apelación del Cabildo: y aviendo venido al dicho signodo que en ella se haçe por mandado del muy illustre señor don Gutierre de Carvajal, obispo deste obispado de Plasençia, a venido a su notiçia que por parte del cabildo de la çiudad de Plasencíay capellanes del está ynterpuesta apelaçión para que el dicho signodo no se haga aquí, sino en la çiudad de Plasencia, los asistentes acordaron proseguirlo donde lo habían comenzado[46].

El obispo don Gutierre debió de sentirse muy agraviado por la ausencia del clero placentino al sínodo. Hecho que, sin duda, ensombreció las relaciones entre ambas partes, ya de por sí muy distantes. El 10 de enero de 1535, el cabildo dio poder al deán, al arcediano de Medellín, y al canónigo maestro Gómez de Carvajal para que fuesen ante su Majestad a quejarse del obispo, al tiempo que mandó al deán don Gómez de Jerez que se quedase en la Corte hasta la obtención del despacho real[47].

Los mayores y más constantes enfrentamientos surgieron todas las veces que quedaba vacante algún beneficio. El obispo, en cada oportunidad, trataba de designar alguno de sus parientes o criados; a lo que sistemáticamente se oponía el cabildo, llegando incluso a pleitear en la Chancillería de Valladolid:

Yten los dichos señores dixeron que por quanto en el pleito que se trató en Valladolid con el señor obispo sobre lo del rraçionero Françisco de Vargas, y en la sentencia que en Valladolid se dio, se herró en el nonbre de Françisco de Vargas y pusieron Juan de Vargas. Por tanto que mandaron a Pedro de Aller que enbiase la dicha sentençia con el primero que va, que es el portugués questá de camino para allá, y escriba al letrado que lo haga enmendar al secretario. Y este día se enbió y escribió cómo los dichos señores mandaron con el dicho portugués[48].

Los enfrentamientos en el seno del Cabildo eran continuados. El 1 de abril de 1541, como Baltasar Martínez, sucesor en la compañía que había servido Francisco Parra, “con gran yra” se hubiese negado al mandato del deán de “dezir una leçión”, lo habían suspendido por quince días. El arcediano de Trujillo, don Juan Blázquez de Cáceres, quien años después ocuparía el deanato, y uno de los principales opositores al obispo don Gutierre, se negaba a aceptar dicho nombramiento:el señor arçediano de Trugillo dixo que notava como si la dicha compañja de Baltasar Martín fuese vaqua[49].

La situación llegó a ser tan tensa que, previniendo posibles derramamientos de sangre, el 22 de dicho mes y año, se prohibió portar armas:

Yten luego yncontinente los dichos señores dixeron que mandavan y mandaron que de oj en adelante ninguno ofiçial ni criado del cabildo ni otra persona entre con espada en cabildo y tenga cargo el perteguero de hazerlas dexar al que qujsiere entrar con ellas[50].

El entorpecimiento a la toma de posesión de los nuevos beneficiados era constante. Generalmente, sólo accedían por sentencias. Así le sucedió a Juan den Vargas, el cual, el de enero de 1542, Juan de Vargas, a través de Salvador de Soria notario apostólico, notificó al Cabildo el mandamiento del Provisor de Coria, juez apostólico, por el que mandaba que en el plazo de tres días se le devolviese la ración que fue de Juan de Vega[51].

Al año siguiente, se seguía, igualmente, pleito por la canonjía de Alonso Rodríguez de Camarena:

Yten los dichos señores encomendaron al señor doctor Porras que fuese a la corte sobre lo tocante al pleito de la canongía del señor Alonso Rodríguez de Camarena, canónigo, a informar a los señores del Consejo del negocio e desir lo que convenga en nonbre del cabildo. E le señalaron a los señores arcediano de Truxillo e Medellín e a él quinientos maravedís cada día de salario a cada uno de los días que se ocuparen en ir, estar e bolver. E digeron que los señores arcedianos fuesen a conplir el mandamiento de la provisión real en el término, y el señor doctor Porras fuese en tiempo e de manera que llegase dos o tres días después que los señores arcedianos[52].

Cualquier excusa era válida para resucitar los enfrentamientos. En marzo de 1543, el obispo llegó incluso a excomulgar a parte de los capitulares, al haberse negado éstos a obedecer cierto mandato de repartimiento:

En la muy noble çibdad de Plasenzia, miércoles siete días del mes de marzo año del nasçimiento de Nuestro Salvador Jesuchristo de mil e quinientos e quarenta e tres años. Los muy magníficos e muy reverendos señores presidente de deán e cabildo de la dicha yglesia se juntaron e congregaron a cabildo extraordinario en la dicha yglesia, en la sala de la casa de la obra, estando presentes conviene a saber: don Juan de Cáceres, arcediano de Truxillo; e don Sancho de Sande, tesorero; don Grabiel Pizarro, arcediano de Medellín; el doctor don Bernardino de Carvajal e Andrés de la Cadena, Gregorio de Cepeda, el doctor Porras canónigos; Pedro de León, Juan de Almaraz racioneros beneficiados en la dicha yglesia. En este cabildo se fizo e proveyó lo siguiente:

Luego los dichos señores don Juan de Cáceres, arcediano de Truxillo, y el doctor don Bernardino de Carvajal e Andrés de la Cadena, canónigos, e Juan de Almaraz racionero digeron que por quanto es venido a su noticia que su señoría el obispo de Plasenzia los ha declarado por públicos excomulgados sobre cierto repartimiento que ha mandado dar a Varela; e los declaró sin embargo cierta apelación que tienen interpuesta. Por tanto que protestavan e protestaron que si dejasen de venir a las horas no era por se tener por excomulgados ni lo están ni dejarán de venir a las horas por ello, sino por escusar algún escándalo que podría subceder e protestaron de que aunque no viniesen a las horas ser visto residir e mandaron a mí el notario lo asiente en este libro.

E luego los dichos señores don Grabiel Pizarro, arcediano de Medellín, e el señor don Sancho de Sande, tesorero, e Gregorio de Cepeda e el doctor Porras, canónigos; e Pedro de León racionero salieron del dicho cabildo e se fueron dél. E los señores arcediano de Truxillo e doctor don Bernardino de Carvajal e Andrés de la Cadena canónigos e Juan de Almaraz racionero se quedaron en el dicho cabildo y mandaron a Juan de Hinojosa, su mayordomo, que hiciese mensagero a Salamanca con sus cartas, las quales escribieron en el dicho cabildo para el doctor Puebla, letrado del cabildo, y para el bachiller Sevillano, su procurador, con el testimonio de apelación sobre la excomunión que ha puesto el señor obispo para que se traya inivitoria e citatoria e ausulución del señor juez del arzobispo. E ansimismo, los dichos señores mandaron intimar a Juan Alonso, contador del coro, que les cuente las horas de oy dicho día e de los otros aquellos. Y el señor Francisco de Villalobos, racionero, se astuvieron de venir a la yglesia con razón de la dicha declaratoria[53].

No sabemos cuanto tiempo duró la excomunión, pero el caso es que el 26 de septiembre de 1544, don Juan Blázquez de Cáceres pedía a sus mercedes le mandasen dar e diesen una copia del estatuto que habla sobre los excomulgados o de la sustancia dél[54].

Pero el obispo no se arredraba y en su deseo de controlar el cabildo, en septiembre de 1543, deseó presidirlo y, además, contar con voto. Dicha pretensión, como no podía ser de otra forma, contó con la pronta oposición de todos los capitulares:

E luego in continente los dichos señores digeron que mandavan e mandaron que sus procuradores, en nonbre del cabildo, apelen y se alleguen a la apellación del señor deán del agravio que su señoría el obispo de Plasencia a hecho y haçe en mandar e pretender que su señoría ha de pretender e pretende presidir en la yglesia e tener voto en cabildo, que ansí lo mandaron Antonio de Godojos procurador del cabildo[55].

Diez años después, presidiría el cabildo de 17 de febrero de 1554[56].

En 1545, se hallaba profundamente dividido. Entre los partidarios del obispo, figuraban el arcediano de Medellín don Gabriel Pizarro, el tesorero don Sancho de Sande, los canónigos doctor Antonio de Porras, Hernando Galíndez, Gregorio de Cepeda. En el otro bando se agrupaban el deán don Alonso de Jerez, el arcediano de Trujillo don Juan Blázquez de Cáceres, quien tras la muerte de don Alonso alcanzaría el deanato, el canónigo don Bernardino de Carvajal, los racioneros Pedro de León, Francisco de Villalobos, Juan de Almaraz. Sin embargo muchos de los mencionados capitulares leales al obispo fluctuaban al socaire de los acontecimientos.

La provisión, por parte del obispo de cinco canonjías, que suponían una mayoría leal a don Gutierre, generó numerosas protestas a lo largos de varias sesiones:

Los señores Pedro de León e Francisco de Villalobos, razioneros en la santa yglesia de Plasenzia, dixeron qur por quanto el muy illustre señor obispo de la dicha yglesia proveió agora nuevamente de cinco canongías titulares que no tienen prebendas de las nuevamente acrecentadas a los señores Rodrigo de Carvajal, Baltasar Martín, bachiller Gamarra, Maldonado y diego García; y los muy reverendo señores don Grabiel Pizarro, arcediano de Medellín, y Andrés de la Cadena y el dotor Antonio de Porras y Hernando Galíndez canónigos les dieron la posessión dándoles y señalándoles silla en el coro y lugar y voto en cabildo, de las quales provissiones y posessiones la mayor parte de los capitulares. e ellos ansymismo, se an agraviado e las tienen contradichas e sobre ello tiene hechos ciertas protestaciones, requerimientos e apelaciones a que se refieren los dichos señores arcediano e canónigos. No obstante lo sobredicho de hecho los sustenta en la dicha posessión y residencia y los dichos señores canónigos titulares se entran en el coro e cabildo e se asientan en las sillas e lugares de canónigos e procuran e yntentan de residir y votar como los otros canónigos prebendados…”. “El muy reverendo señor don Juan de Cáceres, arcediano de Trugillo, que presente estava dixo que se llegaba e llegó a la dicha protestación[57].

En años sucesivos, seguirían las disputas por los nombramientos y por rencillas personales derivadas de la insalvable división existente.

El 26 de febrero de 1554, sin oposición alguna, Juan de Vargas, pariente del obispo, tomó posesión de la canonjía que había renunciado don Francisco de Carvajal. Este mismo día, el arcediano de Trujillo, don Juan Blázquez de Cáceres, respaldó a su sobrino Juan Blázquez de Cáceres en la posesión de la ración vacante por renuncia de Cristóbal de Menchaca[58]. Este nombramiento además de originar un pleito, fue causa de la enemistad y enfrentamiento personal entre el arcediano de Trujillo y el canónigo maestro Sancho Muñón, familiar del obispo:

E luego yncontinente, los dichos señores dixeron que por quanto en este cabildo entre el señor arçediano de Trugillo y el maestre Muñón canónigo an pasado çiertas palabras. E para que se trate si son de las contenidas en el estatuto questá en el libro bezerro, por donde se acostunbra penar los benefiçiados desta yglesia, e para tratar e platicar sobrello o echar la dicha pena si alguno dellos en ella yncurrió; el señor deán manda que los dichos señores arçediano de Trujillo e maestre Muñón se saliesen e salieron fuera del dicho cabildo, e mandó se leyese e fue leydo el dicho estatuto y que se asentase en este ljbro las palabras formales que entre ellos passaron. E por mandado de los dichos señores y conformes todos en las palabras que pasaron y mandaron asentar son las de yuso scriptas:

Queriendo responder el señor arçediano de Trugillo a çierto requerimjento fecho por parte del señor Juan de Cáceres, le dixo el señor maestre Muñón canónigo al arçediano de Trugillo, vuestra merçed en este negoçio es parte. El señor arçediano de Trugillo le rrespondió más parte es vuestra merçed sin serlo. Y el dicho señor maestre Muñón le rreplicó yo soy parte y lo seré aunque vuestra merçed no quiera.

El Cabildo, en votación secreta, condenó al maestre Muñón[59]. 19 mayo 1554. El 19 de mayo, acordaron no contarle por residencia los días que llevaba fuera y los que estuviere ocupado al servicio del obispo porque quiere yr y ba con su Señoría de su voluntad[60]. El día anterior, a requerimiento del arcediano de Trujillosobre la rresidençia e vacaçión de la magistral e doctoral, el cabildo lo comisionó para que capitularmente escribiera a Alonso de Aller para ir a Salamanca a hacer información de cómo el maestre Muñón rreside e a rresidido la raçión que tiene en Salamanca.[61].

Tanto con esta decisión, como con la precedente de la condena a Muñón, tomaba parte contra Muñón, deudo del obispo.

El 8 de junio de 1554, El chantre, los arcedianos de Trujillo y Medellín,;García de Carvajal canónigo por sí y por D. Francisco de Carvajal arcediano de Plasencia, Alonso Rodríguez de Carmona canónigo, Juan de Almaraz, Gonzalo Guiral, Salvador Sánchez de Tamayo, Hernando de Trejo, es decir los capitulares enfrentados al obispo, expusieron que no obstante las respuestas dadas a las provisiones reales de lo tocante a la ración de Juan de Cáceres agora de nuevo dixeron que mandavan e mandaron a mí el secretario notifique al contador del coro que cuente al dicho señor Juan de Cáçeres rraçionero e dé rresidencia de todos los días questubo enpedido, que no rresidió desde el día que lo despojaron hasta el día que por mandado de su Magestad repusyeron, protestando agora de nuevo que no les pare perjuizio si alguno tiene contra las personas que le despojaron[62].

El 26 de junio, reunido el cabildo en el Enlosado, decidió seguir sendos pleitos contra dos mandamientos del obispo, el uno al racionero Sánchez obrero y el otro al sacristán, celador de la llave del vestuario, para que lo tuviera abierto para la visita[63]. Poco tiempo después, sería el Cabildo el que tuviera que ir a la Corte a responder en cierta petición del fiscal o el obispo sobre la administración de la Fábrica, el estatuto de los excomulgados y la decencia de los hábitos[64].

No debió de acoger con mucha alegría el obispo don Gutierre el nombramiento como deán de don Juan Blázquez de Cáceres, hasta entonces arcediano de Trujillo, y uno de los capitulares menos dóciles a la autoridad episcopal. La reacción fue tratar de desmembrar las rentas del deanazgo. Aunque en 1554 resignó el arcedianato de Trujillo en la persona de su sobrino el racionero Juan de Cáceres, hijo de su hermano Luis Blázquez de Cáceres, sin embargo, en virtud de bulas y letras apostólicas, se le habían reservado todas la preeminencias inherentes al arcedianato[65].

Don Francisco de Vargas y Juan de Vargas, familiares muy cercanos del obispo, le pusieron pleito por la canonjía que pretendían que se desmembrase del deanazgo.

Llevado el asunto al Cabildo, éste, el 23 de agosto de 1555, se tomó de plazo seis días para contestar. Pero el canónigo Viniegra, que había visto la bula de regreso que el arcediano de Trujillo había, declaró obedecerlas en la forma que mandaba darle posesión del deanazgo[66]. El 3 de septiembre, Don Juan Blázquez los requirió con una fe firmada de Juan Paniagua[67]. Al día siguiente, el Cabildosometió a votación qué mandamientos y censuras de los jueces apostólicos debían obedecer, si las del obispo don Gutierre, nombrado por sus parientes don Francisco y don Juan Vargas, o las del chantre de Coria, designado por don Juan Blázquez. Por cinco votos a favor y tres en contra se acordó remitir a la causa al metropolitano de Salamanca, por estar recusados los oficiales de la audiencia episcopal de Plasencia[68].

El 11, don Juan Blázquez, amparado por el auditor de la Rota, comisionado por su Santidad, tomó posesión, sin desmembración alguna, como lo había poseído si antecesor don Alonso de Jerez, por aver surtido efecto el regresso que yo tenía al dicho mi deanazgo[69]. Dos días después, reclamó la devolución de las bulas originales del regreso y el proceso fulminado, por que no se le pierdan[70].

Y como si de un péndulo se tratase, el siguiente conflicto afectó a uno de los parientes del obispo.

El 10 de enero de 1556, a pesar de estar en entredicho, la parte del cabildo contraria al obispo había mandado tañer las campanas y al contador Pedro Hernández de Oliva, clérigo capellán, que les contase la prima de residencia a pesar de la excomunión fulminada por el obispo. Con estas medidas trataban de burlar las censuras interpuestas. El día 15, requirieron a don Juan de Vargas para que abandonase la sesión, ya que iban a deliberar sobre él. Ante su rotunda negativa, don Gabriel Pizarro, arcediano de Medellín, que presidía en ausencia del deán, le conminó a salir so pena de ciento cincuenta ducados. Don Juan de Vargas acusó al arcediano de ser parte y solicitó que también abandonara el cabildo, pues, por otra parte, junto con los canónigos Andrés de la Cadena y Sancho de Viniegra, estaba excomulgado[71].

Don Juan de Vargas no se arredró y solicitó el auxilio del brazo secular. El 27, los capitulares acordaron proseguir el pleito contra Vargas: sobre la pena que se le echó y negoçio e pleito sobre lo del brazo seglar que se pide o ha dado contre el cabildo y esto se haga e siga a costa del cabildo y en ello se prosiga e haga como el señor arçediano de Truxillo lo dijere, con consejo del letrado del Cabildo. Al mismo tiempo, comisionaron al licenciado Ramos para que alzara el secuestro decretado por el obispo de ciertos panes del cabildo en Medellín[72].

El 7 de febrero, no habiendo querido Vargas devolver los frutos de su ración que, por letras apostólicas tenía secuestrada, le impusieron una pena de veinte ducados[73].

Al día siguiente, le tocó a don Juan Blázquez de Cáceres elegir entre el deanazgo o el arcedianato de Trujillo, pues sólo le contarían una residencia.

El 15 de febrero, surgió otro altercado entre ambas facciones. El maestro Muñón había pedido licencia para ausentarse entretanto que en esta Santa Yglesia no se diçen los ofiçios divinos, quería ir fuera desta ciudad a predicar. Inmediatamente, don Juan de Vargas y don Francisco de Vargas se la dieron. Sin embargo el deán, el chantre, el arcediano de Medellín e sus consortes, tanto en este asunto como en otros, contradijeron e no admitían los votos de los señores don Françisco e Juan de Vargas, pues no los tienen[74].

El 23, dixeron que se juntaban e juntaron a cabildo en el dicho monasterio (de San Vicente) por causas que a ellos le movían. Éstas eran que el tesorero Alonso Rodríguez de Camarena y Sancho de Hinojosa canónigos estaban presos en las cárceles episcopales por mandamiento del obispo y que estaban informados de que existían otros mandatos para aprender y castigar a más beneficiados. Por ello, comisionaron al arcediano de Medellín, a don Juan de Tamayo y a Alonso de Aller para que lo más rápido posible fueran a la Corte de Valladolid. Asimismo dispusieron que todo el tiempo que estuviesen presos los capitulares les contase la prima por residencia[75].

El 19 marzo, el deán protestó y apeló la toma de posesión don Francisco de Vargas como canónigo[76].

Nuevos polémicas suscitó la provisión a Juan Ruiz Cabeza de Vaca de la compañía que poseyó don Juan de Vargas. El deán, por mandato del cabildo, había puesto pleito a Juan Ruiz y éste a su vez a don Juan Blázquez por haberle desposeído de ella.

El Cabildo mandó al dicho deán D. Juan Blázquez que despojase a Juan Ruiz Cabeza de Vaca de la compañía que poseía y dicho Cabeza de Vaca puso pleito a D. Juan Blázquez. Por esta causa, muchos prebendados fueron apresado y la iglesia catedral estuvo más de dos meses en entredicho hasta que el 27 de marzo los capitulares aceptaron los autos emanados de Valladolid:

Por quanto hoy día de la fecha a venido a esta Santa Yglesia Catedral a residir (Juan Ruiz Cabeza de Vaca) y ve que en ella no se dicen misas ni las horas e oficios divinos e todo ello está suspenso en grande escándalo de el pueblo, diciendo haberse notificado cierto entredicho a pedimiento del dicho Cabeza de Baca contras las personas capitulares, y obedescieron el secresto puesto por el señor Auditor de Rota sobre la raçión que pretende en esta Yglesia el dicho Cabeza de Baca, esto ansimismo que por otra símile pocos días ha que estubo esta Santa Yglesia dos meses, poco más o menos, suspenso sin decirse los oficios divinos en ella, e sobre ello fueron presos muchos beneficiados e otros andaban ausentes fasta el día de hoy, con mucha pérdida de su hacienda, trabajo de sus personas, como es público y notorio. E atento el santo tienpo que es y biene, que es la Semana Santa, por evitar dicho escándalo e trabajos e molestia de su persona. E porque los dichos oficios divinos se digan e no cesen, dixo el señor canónigo García de Carvajal que conforme al dicho auto e decreto de la Real Audiencia de Valladolid e no más ni aliende, le mandaba e mandó dar e poner en la posesión de la dicha ración sin perjuicio del dicho secresto e de lo en él contenido, porque no es su intinción ni venir contra el dicho secreto apostólico e pidió a mí el notario lo notifique a dicho Juan Ruiz Cabeza de Baca y el señor Hernández Galíndez vicario para que si algunas censuras ha dado e fulminado contra él, las alze e relaje e se dé absolución saltim ad cautelam, la qual le pidió e pedió a mí el notario la ponga con el dicho requerimiento.

Don Juan de Cáceres, arcediano de Trujillo, y otros más eran de este mismo parecer[77].

Pocos días, concretamente el 30, se congregaron los capitulares para tratar acerca de si admitían a las horas y divinos oficios al chantre Juan de Almaraz y al racionero Gonzalo Guiral a causa de las censuras que el obispo hubo dado contra ellos por la desmembración del deanato. Atendiendo a las apelaciones que tenían, los admitieron y ordenaron a los compañeros y capellanes que no los eviten de las horas, pro quanto ello no los tienen por escomulgados. Naturalmente don Juan de Vargas y don Francisco de Vargas se opusieron alegando que las censuras estaban en vigor, por cuanto los dos jueces del caso, el metropolitano y el chantre de Coria, habían remitido la causa a su señoría el obispo[78].

A comienzos de noviembre, el cabildo presentaba un triste panorama: muchos capitulares estaban huidos para evitar la prisión decretada por el obispo; el deán y el arcediano de Medellín excomulgados por haberse resistido al Provisor que había ido a prenderlos. Ambos habían solicitado se les contase la prima de residencia. Como era de prever, el licenciado Ramos y el maestro Muñón se opusieron:

a causa de estar rretraídos y que los gastos que se hizieran en ser dados por libres los señores deán y arcediano de Medellín de la rresistençia que cometieron contra el señor Provisor en no se dexar prender ayer lunes, nuebe deste mes, porque los dichos señores deán e arcediano están escomulgados tan abomine quam ni a jure, y anssí no están ábiles para poder rresidir; los contradizen el dicho contar e qualquier licencia que pidiere y ansimismo contradizen todos los gastos que se hizieren de la mesa capitular en defensa de los dichos señores deán e arcediano de Medellín y por su ljbertad. Y desde agora apellan tam quam abillato canonicato e futuro gravamine ad proximum superiorem, e para quien de derecho lugar oviere e piden los Appos desta su appelación, e protestan el abxilio de la fuerça e anssimismo contradizen todos los gastos que en ello y en lo dependiente e anexo e conexo dello se hizieren, pues los dichos señores deán e arcediano eran obligados a obedescer a su perlado y no resistirle de hecho e assí de todo apellan según apellado tienen e lo pidieron por testimonjo .

Sin embargo, el resto del cabildo, mayoritariamente opuesto al obispo, dispusieron que se contara la residencia todos los capitulares presos o ausentes y además asumir su defensa:

e luego yncontinente, los dichos señores arcediano de Plasencia y Gavriel de Carvajal, canónigo, Pedro de León, don Juan de Tamayo, Salvador Sánchez de Tamayo, Alonso de Carvajal racioneros dixeron que nostante la contradición de los dichos señores licenciados Ramos y maestro Muñón, por quanto paresçen ser partes en este negoçi, e ser la menor parte del cabilldo de oy, y por otras causas justas y rrazonables tocante a todo el cabildo en general y a el estado y serviçio y preheminençia desta Yglesia, dixeron que mandavan e mandaron questa causa de los dichos canónigos y todo lo dependiente della ansí ssobre los questán pressos beneficiados e otros fujdos e ausentes, mandaron e mandavan e mandaron que se aga e gaste a costa del Cabildo de su Mesa Capitular segund e como se siguen las otras cosas e causas e pleitos capitulares, ansí se faga esta.

El racionero Pedro de León, habiendo recibido notificación del notario de que el deán y el arcediano de Medellín estaban excomulgados a jure, solicitó que se tuviera cuenta aparte de ellos[79].

El metropolitano de Salamanca los absolvería. El 15 noviembre, Andrés de Salzedo en nombre de los señores deán e arcediano de Medellín demostró a los dichos señores una absuluçión que les fue dada por el señor juez que reside en la audiencia metropolitana para efeto que sus mercedes viesen e supiesen cómo estavan absueltos. ”[80].

El 27 de abril de 1559, moría en su villa de Jaraicejo el don Gutierre de Vargas Carvajal . Paradojas de la vida, a dos de sus mayores opositores, el deán don Juan Blázquez de Cáceres y el arcediano de Medellín don Gabriel Pizarro, les cupo la administración de la sede vacante[81].

Concluían casi cuarenta años de pontificado, de continua ausencia de la capital de su diócesis, de constante enfrentamiento y hostilidad con el cabildo catedral, salvo anecdóticos momentos[82]. Detrás de él, dejaba un cabildo profundamente enemistado[83].

El 13 de abril de 1560, tomó de posesión el obispo don Pedro Ponce de León, representado por el doctor Antonio Nieto[84]. Bajo su pontificado, cesarían estos conflictos.

El jueves 21 de noviembre de 1560 falleció el señor don Juan Blázquez de Cáceres, deán, Nuestro Señor lo tenga en su gloria. Al día siguiente, en virtud de la bula de división y desmembración del deanato, sacaron de él una compañía de las antiguas, cuyos frutos aplicaron al licenciado Miguel Díaz de Gamarra y a don Francisco de Vargas[85].


NOTAS:

[1] PEREZ, Joseph: La Révolution des “Comunidades” de Castille. (1520-1521). Féret & Fils, Éditeurs. Bordeaux, 1970. Págs. 388-394.

[2] ARCHIVO DE LA CATEDRAL DE PLASENCIA (A. C. P.). ACTAS CAPITULARES. Libro nº 7. 1514-1535. fols. 74 y v.

[3] ARCHIVO MUNICIPAL DE PLASENCIA (A. M. P. ). Actas Capitulares. 1522-1526. fol. 16.

[4] Ibid. fols. 14 y v.

[5] Ibid. fols. 23v-28.

[6] Ibid.. fols. 39-44v.

[7] Ibid. fols 78-80.

[8] Ibid. fols 80v-81v.

[9] Ibid.. fols 4 y 18. Sesiones de 24 de mayo y 18 de julio de 1522.

[10] Ibid. fol. 107. Sesiones de 19 y 26 de junio de 1523: porque los regidores estavan presos y no pudieron venyr a regimiento.

[11] Ibid. fol. 108. El 26 de junio de 1523, el procurador Diego González declaró no puede yr en seguimiento de las condenaçiones quel señor corregidor fizo a los regidores e deputados de las cosas malgastadas.

[12] Ibid. fol. 109. El 10 de julio de 1523. Ante el escribano público, por estar desterrados y no poder entrar en la ciudad, se reunieron en la iglesia de San Miguel los regidores Francisco de Almendras, Martín Alonso de Malpartida con el corregidor Villacorta, para tratar, entre otras cosas, acerca de la compra de casas para las obras del Ayuntamiento.

[13] Ibid. fols. 113-114v.

[14] Ibid. fol. 148.

[15] Ibid. fols 109v-111.

[16] Ibid. fols 135 y v.

[17] Ibid. fol. 152v.

[18] Ibid. fol. 167-170v.

[19] Ibid. fol. 181.

[20] GONZÁLEZ CUESTA, Francisco: Los Obispos de Plasencia. Aproximación al Episcopologio Placentino I. Ayuntamiento de Plasencia, 2002. pág. 146.

[21] Ibid. pág. 131.

[22] Ibid. págs. 146-147.

[23] FERNÁNDEZ HOYOS, Asunción: El obispo don Gutierre de Vargas, un madrileño del Renacimiento. Caja de Madrid, 1994. pág. 56.

[24] Ibid. pág. 93.

[25] FERNÁNDEZ Y SÁNCHEZ, Teodoro: El discutido extremeño cardenal Carvajal. Institución Cultural “El Brocense”. Cáceres, 1981. págs. 108-111.

[26] FERNÁNDEZ, fray Alonso: Historia y Anales de la Ciudad y Obispado de Plasencia. Asociación Cultural Placentina “Pedro de Trejo”. Plasencia, 1983. Pág. 278.

[27] Por otras noticias, sabemos que, para la pacificación de Extremadura, el Emperador se sirvió de leales servidores a los que nombró para puestos de capital importancia. Tal fue el caso de frey Antonio Bravo de Jerez, Comendador de Piedrabuena, quien, desde el cargo de gobernador del Partido de Alcántara, mantuvo leal a Carlos V a la Orden de Alcántara, servicio que le agradeció por Real Cédula dada el Valladolid el 16 de enero de 1523 (FLORES DE LIZAUR Y ORTIZ, Manuel: Los Flores de Lizaur y sus enlaces. Imprenta Juan Bravo, Madrid, 1962. pág. 250).

El obispo don Gómez de Solís, debido a su ascendencia, en su calidad de hijo de los conde de Coria, sobre dicha ciudad episcopal, levantada a favor de las Comunidades, debía de estar realizando un encargo similar del Rey.

[28] A. C. P. ACTAS CAPITULARES. Libro nº 7. Fol. 78.

[29] PEREZ, Joseph: op. cit. Pág. 393.

[30] A. C. P. ACTAS CAPITULARES. Libro nº 7. fols. 84v-85.

[31] Ibid. fol. 85v.

[32] Ibid. fol. 86. Sesión de 21 de febrero de 1521.

[33] PEREZ, Joseph: op. cit. Pág. 393.

[34] Ibid. Libro nº 7. Fol. 86v.

[35] Ibid. Fols. 92 y v.

[36] Ibid. Fols. 99 y v.

[37] Ibid. fol. 100.

[38] A. M. P. Actas Capitulares. 1522-1526. fol 172v-173.

[39] A. C. P. ACTAS CAPITULARES. Libro nº 12 (1556-1662). Fol. 106v.

[40] Ibid. Fol. 107v.

[41] Ibid. Fol. 108.

[42] Ibid. Fol. 108v.

[43] GONZÁLEZ CUESTA, op. cit. págs. 146-147.

[44] FERNÁNDEZ HOYOS, op. cit. pág. 93.

[45] FERNÁNDEZ, fray Alonso: op. cit. Pág. 315.

[46] GARCÍA Y GARCÍA, Antonio: Synodicon hispanum V. Extremadura: Badajoz, Coria-Cáceres y Plasencia. B. A. C. Madrid, 1990. pág. 386.

[47] A. C. P. ACTAS CAPITULARES. Libro nº 7 (1514-1535).

[48] Ibid. Libro nº 8 (1535-1541) fol. 261. Sesión de 30 de julio de 1541.

[49] Ibid. fols. 317v-318.

[50] Ibid. fol. 327.

[51] Ibid. Libro nº 9 (1542-1545)

[52] Ibid. Sesión de 20 de abril de 1543.

[53] Ibid. Cabildo extraordinario de 7 de marzo de 1543.

[54] Ibid.

[55] Ibid. Cabildo de 7 de septiembre de 1543.

[56]Ibid. Libro nº 10 (1554-1556). fols. 4. y v.

[57] Ibid. Libro nº 11 (1545-1554). Folss. 22v.-23v. Sesión de 14 de agosto de 1545.

[58] Ibid. Libro nº 10 (1554-1556). Fol. 7-8. Sesión de 26 de febrero de 1554.

[59] Ibid. Fols. 11v-12. Sesión de 7 de abril de 1554.

[60] Ibid. Fols. 19v-20.

[61] Ibid. Fol. 21. Sesión de 18 de mayo de 1554.

[62] Ibid. Fol. 25.

[63] Ibid. Fol. 29v.

[64] Ibid. Fol. 35. Sesión de 3 de agosto de 1554.

[65] Ibid. Fols. 32v-33.. Sesión de 20 de julio de 1554.

e luego yntimó e notificó Pedro de Carvajal, clérigo, en nonbre del señor Juan de Cáçeres, hijo de Luis de Cáçeres, unas bullas, e pidió e rrequirió a los señores dignidades y canónigos le diesen la posessión del arçedianazgo de Trugillo. Y en este cabildo se le dio la posessión según en los abtos se contiene, a que me refiero.

E luego entró el señor arçediano de Trugillo.

E luego yncontinente, el señor don Juan de Cáçeres yntimó e notificó a los dichos señores del dicho cabildo unas bullas y letras apostólicas por las quales dixo serle rreserbado los frutos, rrentas, silla, boz, voto, antigüedad, preheminençias del dicho arçedianazgo de Trugillo, de que está dada posesión a su sobrino. Pidió e rrequirió a los dichos señores las obedeçiesen en cunpliesen e fueren obedesçidas, según e como en los autos que sobre lo suso dicho pasaron se contiene, a que me refiero.

[66] Ibid. Fol. 95v.

[67] Ibid. Fol. 96v.

[68] Ibid. Fols. 97 y v.

[69] A. C. P. LEGAJO 23 . Expediente 20

[70] Ibid. Libro nº 10 (1554-1556). Fol. 98v.

[71] Ibid. Fols. 244v.-251.

[72] Ibid. Fols. 253v-254v

[73] Ibid. Fols. 259-262.

[74] Ibid. Fols. 266-270.

[75] Ibid. Fols. 271v-273v

[76] Ibid. Fols. 283-284v.

[77] Ibid. Fols. 291v-293.

[78] Ibid. Fol. 293v.

[79] A. C. P. ACTAS CAPITULARES. Libro nº 12 (1556-1662). Fols. 4-4v- Sesión de 10 de noviembre de 1556.

[80] Ibid. Fols. 5.

[81] Ibid. Fol. 147v.

[82] Ibid. Libro nº 10. fol. 9v. El 15 de marzo de 1554, acordaron que el Jueves Santo oficiara el obispo.

[83] Ibid. Libro nº 12. fol. 171. El 6 de diciembre de 1559, riñeron públicamente el arcediano de Medellín y el canónigo Muñón, porque el arcediano dixo al dicho señor canónigo que venía con niñerías y le dixo dos vezes vos y se levantaron de sus asientos entrambos a manera de querer asirse el uno con el otro y el dicho señor canónigo Muñón dixo al dicho señor arcediano que también él era hombre de toda broça, para con ábito y sin él, y enojados y si no se metieran en medio los dichos señores deán e cabildo se asieran e vinjeran a las manos, lo qual avía acontecido e pasado en este cabildo en presencia de todos los dichos señores.

[84] Ibid. Fols. 191-192.

[85] Ibid. Fols. 220 y v.

Oct 012006
 

Teodoro Martín Martín.

Pórtico

En el amplio panorama de personalidades de todos los campos y facetas de la vida española que brillan en el siglo XVI descuella la figura de don Gutierre de Vargas Carvajal. Nació en Madrid en 1506 y falleció en Jaraicejo (Cáceres) el 27 de abril de 1559.Era hijo de Francisco de Vargas, Consejero de los Reyes Católicos y de Carlos I, y de Inés de Carvajal, heredera de una noble y poderosa familia placentina.

… debido a lo extenso de este artículo, se ha procedido a convertirlo en archivo para descargarIcono pdf

Oct 012006
 

José Maldonado Escribano.

Licenciado en Historia del Arte.

Villar de Rena, pueblo fundado a finales del siglo XII e integrado durante gran parte de su historia en el Condado de Medellín, alberga en tu término una de las construcciones rurales más atractivas de todas las que conocemos en la Baja Extremadura, esta es, la Casa de la Vega[1].

Como decimos, históricamente esta villa formó junto con otras el citado Condado y así se recoge en bastantes documentos como en los Partidos Triunfantes de la Beturia Túrdula (1779)[2], obra escrita por el religioso de la provincia franciscana de San Miguel y nacido en Hornachos Fr. Juan Mateo Reyes Ortiz de Tovar. Incluso, a pesar de que se exime de él en 1735, al mismo tiempo que Don Benito, continuamos viéndola integrada en él dentro del Mapa de la Provincia de Estremadura (1766) firmado por el geógrafo Tomás López[3] o en el Plano del Partido de Trujillo mandado hacer por la Real Audiencia en 1791[4].

Su construcción urbana más señalada es la iglesia de Santiago Apóstol, tardogótica de finales del siglo XV que se sitúa al borde oriental del caserío. Y junto a ella debemos señalar también en cuanto al desarrollo del culto religioso del lugar la ermita de Santa María de la Vega, incluida dentro de la magnífica casa que ahora nos ocupa y que perteneció al Monasterio de Guadalupe. En ella se conserva hoy una talla medieval de la Virgen bajo el mismo título y que ya encontramos citada en pergaminos y legajos del siglo XIV.

De manera general, diseminadas por distintas fincas de Villar de Rena hallamos otras construcciones que se han utilizado al menos desde la centuria decimonónica como casas de labor así como para la residencia temporal de sus dueños o guardas. Entre ellas, conocemos que en 1863 existían diversos ejemplos en Casas Caídas, Cerro Gordo de Arriba y en la Sierra del Madroñal[5].

Por otro lado, en su Registro Fiscal de Edificios y Solares, ejecutado en 1927, se recogen algunas de las anteriores, ampliándose el número de manera considerable[6]. Señalamos las más interesantes:

  • Casa situada en la Dehesa de Piedra Hincada de Abajo con superficie de 130 metros cuadrados y vale 6000 pesetas; tiene su fachada al Mediodia y linda por todos sus lados con terreno de dicha finca”. Su propietaria era entonces Dª Carmen Alguacil Carrasco Ruiz, vecina de Don Benito[7].
  • Casa situada en la Dehesa de Cerrosgordos de Abajo, con superficie de 400 metros cuadrados y vale 2000 pesetas, tiene su fachada al Poniente y linda por todos lados con terreno de dicha finca”, cuya propiedad era de Dª Ana de Cáceres Hidalgo-Barquero[8].
  • De D. Ramón Delgado Vera, de Plasencia, era la “Casa en la Dehesa del Pataquero con 220 metros cuadrados y vale 2000 pesetas; tiene su fachada al Mediodia y linda toda ella con terreno de dicha Dehesa[9].
  • Casa situada en la Dehesa de Casas Caídas de este término, con una superficie de 300 metros cuadrados, tiene su fachada al Mediodía y linda por todos sus lados con terreno de dicha finca, con valor de 2000 pesetas y tiene carácter de rural”. Su dueño era entonces D. Ricardo Hidalgo Pérez, de Villanueva de la Serena[10].
  • Casa situada en la Dehesa suertes de la Romera y Torbiscal, con superficie de 120 metros cuadrados y vale 660 pesetas, tiene su fachada al Mediodia y linda por todos sus lados con terreno de expresada finca”, de Dª Eloísa de Mera Hidalgo-Barquero[11].
  • Una casa en la Dehesa de la Ysla con 772 metros cuadrados, vale 2500 pesetas, tiene su fachada al Sur y linda por todos sus lados con terreno de dicha Dehesa”. Su propiedad, de D. Antonio de Mera Hidalgo-Barquero[12].
  • Y de los hermanos D. Francisco, D. José, D. Antonio y D. Ramón Solo de Zaldívar era otra “Casa en la Dehesa de Vivares, con 323 metros cuadrados, vale 2000 pesetas; tiene su fachada al Mediodia y linda por todos sus lados con terreno de dicha finca”. El administrador de esta construcción fue entonces D. Vicente Ruiz, vecino de D. Benito[13].

CASA DE LA VEGA

Se ubica este excepcional y antiguo conjunto bastante cerca de la carretera que lleva desde Villar de Rena hacia Campolugar, en dirección Norte. Exactamente a la izquierda del kilómetro 13 y justo antes de llegar al límite con la próxima provincia de Cáceres. Cerca del lugar quedan hoy también los poblados de colonización de Puebla de Alcollarín, Pizarro y Casar de Miajadas, siendo todas estas tierras una zona de regadío bastante fértil que queda atravesada por los ríos Ruecas y Alcollarín más otros arroyos como el Marroquín o el Campieles, cuyo cauce pasa justo delante de esta casa.

img01Casa de la Vega. Visión general lateral

Es éste uno de los numerosos ejemplos rurales que el Monasterio de Guadalupe poseyó diseminados por distintas fincas y dehesas de Extremadura. En este sentido, los más conocidos son hasta el momento las Granjas de Mirabel y Valdefuentes[14], pero también destacan por su calidad histórico-artística así como por ser explotaciones productoras de riqueza agropecuaria durante siglos otros como el Caserío de Malillo, el Cortijo de San Isidro[15] o el ejemplo que ahora estudiamos. Todos ellos persiguieron además de las funciones señaladas, la de servir para el hospedaje durante temporadas a los monjes guadalupenses y diversos invitados, además de ser residencia de muchos trabajadores que se ocuparon de tareas y trabajos específicos dentro de dichas fincas.

En cuanto a la descripción formal de la Casa de la Vega diremos que se trata de varios edificios agrupados de forma muy regular y distribuidos en torno a varios patios, uno de ellos situado justo detrás de la vivienda principal y otro trasero con el que se organiza gran parte de los inmuebles destinados a labores agrícolas, ganaderas y otros servicios secundarios. Además de esto, existen más construcciones algo separadas del núcleo y de menor valor histórico, encontrándose todo ello cercado con un muro no demasiado alto formando un perímetro general de forma más o menos cuadrada.

Destaca, tal y como sucede en la mayoría de los casos, una residencia importante. Esta posee dos plantas, tejado a cuatro aguas y fachada orientada al Este. En tres de sus flancos se abren numerosos vanos alargados que al interior otorgan luz natural prácticamente a todas las estancias de la vivienda. En el costado más occidental, por otro lado, se sitúa un mirador de planta cuadrada y tejado a tres aguas, rodeado de cristales y al que se accede gracias a una escalera de un solo tramo adosada al muro de la casa. Por encima de él hallamos dos chimeneas semejantes a otras dispersas por el conjunto así como una buhardilla o mansarda.

La entrada principal de este edificio se realiza desde una portada adintelada abierta en el centro, a cuyos lados están otros vanos así como la puerta de la capilla, que es de igual factura y diseño que la anterior aunque de menor tamaño. En este sentido hemos de decir que esta distribución se acerca bastante a muchas casonas fechadas mayoritariamente durante el siglo XIX como la Casa de la Portugalesa (Campanario)[16], aunque sabemos que ya se desarrolla con anterioridad, como apreciamos, entre otros, en la Casa de Las Gameras (Mengabril)[17]. También es similar a otras, como la Casa de la Alhambra (Castuera), en cuanto a la presencia de pináculos situados en cada una de las esquinas, notándose en este caso su antigüedad y clasicismo.

La decoración de sus vanos superiores en color rojizo es muy elegante, mezclándose en ellos el estilo clásico con motivos más barrocos donde se unen óvalos con cuadrados y líneas onduladas. Si comparamos éstos con los de otras fachadas pronto descubriremos que los demás son bastante más sencillos y austeros.

En relación con la capilla, cuya ubicación ya conocemos, recordar especialmente de su exterior la presencia de la espadaña cuyo diseño se basa en un arco de medio punto central para la campana, custodiado por sencillas pilastras clásicas a sendos lados y terminada en formas más ornamentadas que rematan con tres estrechos pináculos. Conocemos exactamente la fecha de su construcción, que luego incluiremos en su contexto, esta es 1785. Es entonces el momento en que se paga a un maestro “En hacer la capilla, mudar la campana de la que había, y ponerla adonde se halla”[18].

Será durante ese año y al siguiente cuando se edifique, por tanto, la nueva capilla, componiéndose al mismo tiempo su retablo “en que se ha colocado Nuestra Señora Santa María de la Vega, por estar indecente en la que antes se hallaba” (1786). También queda documentado en el mismo Libro de administraciónque más tarde desarrollaremos la mesa de altar y el dorado de “dicho Retablo y las Ymagenes[19].

De esta manera entendemos ahora la inscripción que se lee en la peana de la talla medieval de la Virgen que preside la capilla: “Nª. Sª. DE LA VEGA Aº. D. 1786”, con la que se conmemora de tal manera los trabajos realizados entonces en este espacio de culto. Sería debido a estas causas, por tanto, por lo que le fue añadida la citada peana, pero no debemos de dejar de insistir en que la escultura se ha de datar a comienzos del siglo XIV, tal y como afirma el Dr. Ramos Rubio en una reciente publicación sobre imaginería mariana medieval en la Tierra de Trujillo[20]. Y muy relacionado con ello también veremos a continuación una serie de pergaminos de la segunda mitad de dicha centuria, cuando el infante D. Sancho dona al Monasterio de Guadalupe esta dehesa de la Vega.

Para describir la interesante imagen presentamos las palabras al respecto del citado autor:

Se nos ofrece María entronizada, sentada en un elemental trono, constituido por un madero, sobre una peana (…). En su mano derecha porta la fruta esférica, porque María fue por voluntad divina la Nueva Eva, la Perfecta Eva, mientras que con la izquierda sostiene delicadamente al Niño. Este se dirige al fiel cristiano, a quien bendice con la diestra, mientras que con la izquierda sostiene la bola del mundo, símbolo del poder universal. No existe comunicación entre Madre e Hijo, éste tiene una actitud rígida, arcaica.

Ntra. Sra. se cubre con un velo de color marfil. Viste túnica de color jacinto, ceñida al cuerpo con cíngulo dorado, que cae hasta los pies con amplios pliegues, no dejándonos ver los zapatos que calza la Virgen. El cuello de la túnica ya no es tan ajustado, como es característico en esculturas más arcaicas. Podemos apreciar por algunas zonas de la escultura, una decoración geométrica a base de cuadrados que tienen inscritas flores cuatripétalas, y en el cuello y bocamangas, presenta adornos vegetales entrelazados. Se cubre con un manto de color azul-verdoso, con adornos geométricos a base de cuadrados y flores cuatripétalas.

El Niño viste túnica de color jacinto, con similares adornos geométricos, ya descritos, y tiene los pies descalzos. (…)

Los paños se pliegan con gran elegancia y soltura, como es característico de un estilo gótico algo avanzado; incluso las violentas angulaciones de la primera época han desaparecido para dar paso a un tratamiento más suave. La espalda de Ntra. Sra. no está vaciada o debastada, pero posee un elemental tallado, lo cual prueba que estas imágenes tenían un punto de vista único, el frontal.”

Otro de los elementos religiosos del lugar, del que también conocemos su fecha exacta de colocación delante de la fachada principal, es la cruz de camino realizada en 1793 en granito. Costó, junto con otras obras, algo más de 200 reales[21].

Cronológicamente, como ya ha sido apuntado, encontramos datos sobre la dehesa de Santa María de la Vega en la segunda mitad del siglo XIV, cuando el Infante D. Sancho[22] hace donación mediante un privilegio a la iglesia de Santa María de Guadalupe de una de sus dehesas “sita en Santa María de la Vega, término de Medellín, para sufragar tres capellanías por las almas de su padre, Alfonso XI, y por la suya propia y por la infanta Beatriz su mujer, y que los viernes de cada semana digan misa cantada[23]. Se firma este documento en Alburquerque a 17 de enero era de 1412 (año 1374) siendo el más antiguo que conocemos en este sentido.

Del anterior pergamino se hizo un traslado en Guadalupe por el escribano Alfonso Fernández, al igual que del siguiente. El segundo que señalamos está íntimamente relacionado con el otro y se refiere a la posesión legal de dicha dehesa de Santa María de la Vega, “término de Medellín, que el conde don Sancho donó a la iglesia de Santa María de Guadalupe”, datándose en 21 de enero del mismo año[24].

img02Casa de la Vega. Fachada principal

Y sólo algo más de una década más tarde, en 1385, ya encontramos al conocido monasterio comprando terrenos anejos a la Vega a vecinos de Medellín para ampliar la propiedad inicial. En este sentido, es muy relevante la escritura conservada, al igual que los anteriores documentos, en el Archivo Histórico Nacional, de la “compra de la dehesa llamada Mata Mudiona a Diego Blázquez, en Medellín, ante el escribano Juan Martínez”, ratificándose en ella además las anteriores adquisiciones ya analizadas[25].

En el siglo XVI se fechan unos legajos que siguen ocupándose de alguna manera de esta interesante propiedad de la comunidad guadalupense. Entre otros recordamos ahora algunos:

Un Traslado de letras apostólicas autorizado por el notario apostólico Miguel Martínez de Ledesma, con proceso de la bula de exención de órdenes presentado ante el alcalde de Medellín, referente a la dehesa de la Vega, del monasterio de Guadalupe, el 24 de junio de 1554, y bula de Inocencio VIII dada el 2 de junio de 1492, en Roma[26].

Más otro escrito firmado también en la ciudad romana a 30 de agosto de 1555 y titulado Letras apostólicas del auditor de la Rota, Federico Santucio, interesando se envíe a Roma todo lo actuado en el proceso habido sobre las décimas de la Vega correspondientes del monasterio de Guadalupe, bien los originales o copias legales de dicho litigio habido con el obispado y cabildo de Plasencia[27]. Sólo añadir que al dorso del mismo sello figuran las notificaciones legales hechas ante el obispo Carvajal, de Plasencia, el 27 de febrero de 1556, y al cabildo, el 2 de marzo del mismo año (al arcediano D. Diego Hidalgo y al provisor D. Juan de Ayala y D. Domingo Roldán, visitador, tres días después).

Por otro lado, podemos acercarnos a las rentas de esta importante finca para Guadalupe gracias a diversos papeles, conservados hoy en el Archivo del citado monasterio, en los que, entre otras más, se registra la contabilidad de ésta. No obstante, a pesar de su relevancia como documentos para el estudio económico del valor de fincas, décimas y sus beneficios, no aportan nada más referido exclusivamente al conjunto arquitectónico que estamos estudiando[28].

Avanzando algunos siglos destacan sobremanera los manuscritos del Padre Alhobera realizados en 1624 y 1641 respectivamente.

El primero de ellos es el Libro y Memorial de todas las Heredades y Dehesas, Rentas, Juros, y otros aprovechamientos y preeminencias que esta Santa Cassa de Nuestra Señora Santa María de Guadalupe tiene, ansi en este pueblo de Guadalupe, como en otras Ciudades, Villas, e Lugares destos Reynos de Castilla este año de 1624[29]. En él leemos sobre la Vega lo siguiente:

Vega. Santa Maria de la Vega

Esta Dehesa es toda del monasterio alinda con la dehesa de la Horma y el Palazuelo y el Rio de Ruecas, y el exido del Villar, y con el Rio Alcollarin. Midiose el año de 1556 y tiene 32823 cordeles, de a 25 varas, que dando a cada vaca cinquenta cordeles, caven 656 vacas y 23/50 años de vaca que es casi media vaca, y es bien larga medida, por que en el Palacio no se dan a cada vaca mas de treinta cordeles. Esta Dehesa pastan los ganados de casa; Davan por ella siete mill maravedies de imbernadero y agostadero, sin el monte, entrando en ella el Palazuelo y la mata de aquel cabo de Ruecas.

Es de saber que antiguamente la Vega no pasaba de Ruecas hazia Castilnovo se llamava la matamudiona, y era Dehesa divisa y apartada de la Vega, y de otro dueño en la Vega ahora todo lo llaman Vega, y alinda con el Palazuelo, y con la matilla, que es cavallerias de medellín, y con torrebirote, y con el exido de Rena, y con la Vega, que las divide el Rio Ruecas que pasa por medio, Dize un librillo que trae el Padre mayordomo en las Talegas del campo, que toda esta Mata, con el llano de la Vega, haze ochocientas vacas de imbernadero, y quinientas de agostadero, pero midiose esta mata el año de 49 el monte de aquel cabo de Ruecas, y hallaronse 26 y 68 cordeles de a veinte y cinco varas, que dando a cada vaca cinquenta cordeles, salen 535 vacas y 18/50 años de vaca. Por manera que Juntas estas con las que haze el llano de la Vega, seran las que hazen todo lo que agora llamamos Vega 1191 vacas y 41/50 años de vaca, y en esto entrando lo que pasa del Palazuelo de aquella parte del Rio. Ubolas la casa en la manera siguiente:

El Conde Don Sancho, hijo del Rey Don Alº hizo donacion a este monasterio el año de 1412 de la su Dehesa de Santa Maria de la Vega, por que se le digan en este monasterio tres capellanias perpetuas, por el y sus parientes, y cada viernes una misa de Reqien cantada, por el Rey don Alº su padre a 17 de enero de 1412.”[30]

En segundo lugar, el mismo autor amplia su obra en otro ejemplar bajo un título semejante: Libro de la hacienda que la Santa Casa de Nuestra Señora Santa María de Guadalupe tiene en heredades, dehesas, rentas iuros y otros aprovechamientos. Por el Padre Fr. Pablo de Alhobera Año de mill y seiscientos y quarena y uno[31]. Dice sobre la finca que tratamos cosas similares e incluye en su texto los pergaminos de donación de la dehesa que ya conocemos:

“La Dehesa de la Vega y Matamudiona, es ahora todo uno y se llama todo la Vega y esta todo Junto; alinda con la Dehesa de la Horma, y con el Rio de Alcollarin, y con el exido y Dehesa de los bueyes del Villar de Rena, y con Dehesa de la Torre de Virote, y con la matilla, que es de los propios de Medellín, y con la Dehesa del Palazuelo. es su tasa desta dehesa 800 vacas paridas de invernadero, y 900 vacas de Agostadero. Midiose esta Dehesa el año de 1553 por Pedro Blazquez vecino de Don Benito, y se hallaron en ella 32823 cordeles de a 25 varas quedando a cada vaca 50 cordeles, caben 656 vacas y 23/50 años de vaca que es casi media vaca y a cada oveja a 9 cordeles y medio, seran 3455 ovejas y 1/19 de oveja, y es bien larga medida, porque en el Palacio, no se dan a cada vaca, mas de a 30 cordeles, ya las ovejas basta dar en el Palazuelo a 8 cordeles.

Esta Dehesa pastan los ganados de esta casa: Davan por ella 70000 maravedies de imbernadero y Agostadero, sin el monte, entrando en ella el Palaçuelo, y la mata, de aquel cabo de Ruecas.

Es de saber que antiguamente la Vega hazia Castilnovo se llamava la matamudiona, y era Dehesa divisa y apartada de la Vega, y de otro dueño, ahora todo lo llaman Vega. Midiose esta mata el año de 49, el monte de aquel cabo de Ruecas, y hallaronse 26768 cordeles de a 25 varas, quedando a cada vaca 50 cordeles, sale 535 vacas, y 18/50 años de vaca. Y cada oveja a onze cordeles son 2433 ovejas y 5/12 años de oveja. Por manera que juntas estas con las que haze el llano de la Vega, seran las que hazen, todo lo que ahora llamamos Vega 1191 vacas y 41/50 años de vaca, y en esto entrando lo que pasa del Palazuelo, de aquella parte del Rio. Ubolas la casa en la manera siguiente.

El Conde Don Sancho, Conde de Alburquerque, Señor de Haro, y ledesma, hijo del Rey Don Alonso, hizo donacion a este monasterio de su Dehesa de Santa Maria de la Vega, sin la matamudiona, esto porque los frayles deste monasterio sean tenudos a dezir tres capellanias, para siempre Jamas, y mas cada Viernes digan una misa cantada en el Altar mayor de Requiem; y las tres capellanias sean por su vida, y de la Ynfanta Doña Beatriz su muger, y despues de sus dias, por sus animas, y la misa del viernes, por el anima del Rey Don Alonso su Padre: La qual donacion hizo de la dicha dehesa, con todo el señorio, mero y mixto imperio, que a el en ella le pertenecia = es de notar que primero tenia hecha merced desta Dehesa a Garci Gonzalez de Herrera, su vasallo, y por la dar a esta casa la revoco, y en su lugar le dio otra dehesa en el termino de Medellin, según que consta, por la dicha donacion. y es de notar que desto dio el dicho conde Don Sancho, un privilegio, con su sello colgado en hilos de seda, a 17 de enero, era de 1412. no parece este privilegio, sino un traslado autorizado, tiene esta señal S. j. cax. xlvii. ya 21 de dicho mes y año, por parte desta casa se tomo la posesion ante los Alcaldes y Alguacil de medellin y ante Sancho Blazquez eserº e medellin.

Suelen Rentar de Agostadero 8500 maravedíes y 13940 maravedíes y 68000 y 11220 maravedíes”[32].

Como vemos, este autor presenta, entre otras ideas sobre la finca, que fue medida a mediados del siglo XVI considerando bastante amplia su capacidad, así como que la parte conocida como Matamudiona no pertenecía en los inicios a ella. Así, el área donada por el Conde D. Sancho, hijo de Alfonso XI, llegaba hasta el Ruecas en dirección a Castilnovo. Para la formación de su texto este cronista se basa, como ya apuntábamos, en los pergaminos y sellos, o más bien en sus respectivos traslados, que se guardaban en el siglo XVII en el Archivo del Monasterio de Guadalupe.

De la segunda mitad de la misma centuria estudiaremos a continuación el Libro de la carta cuenta del officio de la Vega siendo Administrador El Padre Fray Sebastian de Zurita (1666-1679)[33], donde lo más destacado es el “Estado y memoria de todas las cosas que ay oy 25 de noviembre de 1669”, que se convierte en el primer texto referido específicamente a la Casa de la Vega y sus enseres. Como se puede comprobar, se describen tanto objetos de utilidad religiosa propios de la capilla, como utensilios de hogar o aperos de labranza:

“Servicio de altar:

Dos casullas, tres albas, dos estolas, dos manipulos y una cruz de plata, dos hostiarios de hoja de lata, quatro candeleros para los altares, seis tablas de manteles, dos coronas de plata, dos misales, quatro vinageras de vidrio; Una campana grande, dos pequeñas, seis tergemanos, seis palias, quatro amitos, una manga para la cruz, un Roquete, una arca para su custodia.

Servicio de mesa: Un belon de seis mecheros, quatro candeleros pequeños para belas, quatro tablas de manteles para la mesa, veinticinco servilletas, saleros de corcho seis, cucharas diecisesis

Lienzo, façeloxa de carrillo una, peinador y paño, almohadas 20, sabanas 20, colchones veinte, xergones cuatro, tarimas diez, mantas gordas ocho – cinco delgadas, una esa aforrada de vaqueta, dos bancos, quatro taburetes, un caxon grande, sillas de vaqueta diez, una mesilla con su caxon, una carpeta açul y la mesa, quatro anas, tinajas nuebe, una cantimplora, un caldero bueno y dos viejos, una sarten grande y otra pequeña, tres candiles de garabato y una cuchara de hierro, un caço grande y otro pequeño, dos palas de hierro, una horquilla de hierro para el horno, una valladera de hierro, un legon de hierro, un asador grande y dos chicos, unas parrillas y unas llaves, una cadena para el pozo de hierro, un cantaro de cobre, un almirez con su mano, quatro hierros para herrar las vacas, quatro hierros para las ovejas

Aperaduria: barrenas quatro grandes y una pequeña, una açada, Rebate uno, escoplos dos, açuelas dos, una sierra, doce buxas, doce hoces, dos pares de tendidos para el horno, dos pellejos para el aceite, dos para vino viejo, colmenas once, quatro enxambres, dos medias para medir el trigo, dos cribas, quatro fruteros, doce bueyes para tres carretas viejas, un caballo y una mula”.

En el mismo año 1669 comienzan a registrarse en un extenso y voluminoso legajo las cuentas de la administración de este conjunto residencial y agropecuario, detallando en él, según “cargo y data” aquellos ingresos y gastos generales, así como la cuenta de granos, del aceite y la sal, de bueyes, mulos o vacas[34]. Es muy rica la información que aportan y está muy claro que podría ser utilizado este rico documento para realizar un amplio estudio de la economía de la Vega en algo más de un siglo ya que termina en 1778. No obstante, debido a que lo que ahora nos preocupa es el tema arquitectónico hemos decidido desarrollar solamente lo referido a obras ejecutadas en el edificio y otras partes construidas dentro del mismo conjunto.

Así, por ejemplo, sabemos que en 1671 se descargan 169 reales gastados “los ciento y cincuenta y seis Reales de Obras de albañileria y carpintería que se han hecho en el oficio y noria y los veinte y tres Reales de cal que se compro para ello”.

Al año siguiente se contrata a unos portugueses para que levanten las paredes de las cercas al mismo tiempo que se alarga el huerto; se compran tejas para recorrer los tejados de la casa y la caballeriza; y cal para la adecentar las paredes. Para ello se invierte una cantidad total de 1612 reales.

Vuelven a hacerse obras en las caballerizas en 1674 por un valor de 283 reales, mientras que poco después se paga a un albañil “que aderezo el horno, ocho Reales”.

En 1677 los trabajos estuvieron enfocados a “Doblar un quarto, Reparar las paredes del oficio y Hacer una harinera”, por lo que se entregaron 930 reales a los maestros de los mismos.

La portada de la caballeriza se hizo en 1679 y costó 372 reales, mientras que en 1683 se dieron 190 “a unos Portugueses que hicieron el quarto donde se pusso la tahona y el gallinero y recorrieron los texados”.

En las cuentas de 1684 se descargan 158 reales “que gasto en obra de albañileria que tubo en la Vega en esta manera, en tapiar la guerta de affuera, alargar el Pajar y haçer un pedaço de pared en el Palomar y otra de una caballeriza y otro pedazo que se havia caydo de la tynada y emmaderarlo todo y cubrirlo de texa”. Y en 1686 “Pagose a un Albañil que compuso la cavalleriza, y cozina doce Reales”.

A lo largo de 1707 se llevan a cabo tareas en el pajar, no produciéndose cuidados relevantes hasta 1716 cuando se emplean 326 reales “que a gastado en estta forma = diez y seis en ocho tablas para El suelo del granero; sesentta y quatro en ochozientas tejas para reparos de los tejados de la casa e Yglesia, ttreinta y seis en quattrozientos ladrillos para El orno; sesentta en quarenta fanegas de cal para reparos de la casa; y los ziento y zinquenta resttantes a un maestro y un peon que se ocuparon ellos ttreinta dias”.

Referencias exactas en cuanto al espacio religioso las hallamos en 1717, momento en que se dedica un dinero “en una tarima para el Altar de la Capilla de avajo”.

Posteriormente tendremos que volver a esperar hasta 1734 para el desarrollo de intervenciones más significativas. Es entonces cuando se dedicaron 3470 reales “que ha gastado en obras y reparos del oficio en esta forma = Quinientos y ochenta y seis en clavazon; Doze Dozenas de tablas de chilla, veinte quartones y quiciales para las puertas de la harinera y su Doblado, y el de la guarda ropa = quinientos y sesenta y cinco reales de los Jornales de carpinteros, Alvañiles y Peones que se ocuparon en Doblar dicha Arinera y guardarropa, reparar estas dos Piezas El Horno y las quadras = trecientos y ochenta y un reales en sacar Piedra para la tinada y Pajar = diez y nueve en hazer una Palanca nueva de fierro y calzar otra = (…) y los setecientos y setenta y siette reales en tres mill ciento y veinte y cinco Ladrillos, dos mill y cien tejas y quatrocientas y setenta y seis @ de cal para la tahona que esta Dispuesto se haga en este oficio”.

En los últimos años recogidos en este documento igualmente son efectuados diversos arreglos y trabajos de conservación y mejora. Así, en 1768 se descargan 49 reales para poner nuevas baldosas en el horno o 31 en 10 arrobas de cal para la limpieza de la capilla, incluyendo además “21 reales que se pagaron a el Maestro que la compuso”. Más tarde se registran pagos hechos a diferentes maestros “que hicieron la celda de abajo y en componer las de arriba, 475 reales”, así como diferentes obras para concluir las intervenciones que durante un tiempo se habían llevado a cabo en la parte de las caballerizas. Y “en reparar los zercos de las Heredades, y los texados de estta casa y en hazer una Puerta Doscientos veintte y quatro Reales” fueron entregados a los respectivos trabajadores durante 1784.

De tal manera, como hemos ido analizando, a pesar de que no se realizaron obras destacadas, sí que supone un magnífico documento que nos permite acercarnos a muchas tareas menores que en ciertos momentos descubren la existencia de algunas estancias o dependencias, como es el caso de las caballerizas, el pajar, la huerta o diferentes celdas para la habitación de los monjes.

Se volverán a suceder cuentas semejantes en el intervalo comprendido entre 1770 y 1833, coincidiendo en los primeros años con los que acabamos de presentar y ampliando así en algún momento los trabajos ejecutados entonces. Las veremos más adelante.

Nos acercaremos ahora a unos dibujos inéditos verdaderamente excepcionales fechados en el siglo XVII y hoy conservados en la Sección de Clero del Archivo Histórico Nacional.

El primero de ellos, en este sentido, es una lámina recuadrada de la Casa de la Vega con su capilla, a la que se llegaba mediante un camino directo desde Villar de Rena[35]. Muy cerca aparece el Arroyo de Campiel y el de Cantillos, que unen sus caudales en el “Millar de piedra hincada”. Otras fincas señaladas en su cercanía son el “Tercio de Cantillos”, con una capacidad para 300 ovejas; el “Tercio de la Barca”, el “Tercio de la Xarilla” y el “Tercio de majanillos”, próximas al río Ruecas y donde cabían 2050 ovejas en total; el “Millar del Torviscal”, el “Millar de la Bohoya” y el “Millar del ladrillar”. En cuanto a la representación de la casa en cuestión, que es bastante sencilla e ingenua, aparece una construcción mayormente señalada que se refiere a la capilla y que posee una espadaña en su fachada principal y otro pináculo hacia el otro lado. Lo demás queda descrito con dos plantas y gran número de ventanas.

El otro es de mayor tamaño que el anterior y en él vemos la “Cassa de la Vega” de una forma aún más simple con una torre y otra estructura de dos pisos con puerta central y cuatro vanos en la primera planta[36]. No obstante, consideramos que ambas representaciones, a pesar de que poseen cierta verdad, no dejan de ser planteamientos bastante esquemáticos e ideales.

En este segundo, además de reflejarse las fincas que conectan con la Vega es significativo el hecho de que en todas ellas se dibuje un chozo, que nos recuerda que sus trabajadores vivirían en tales construcciones menores, cuyos ingresos irían a parar al centro de la explotación guadalupense. Algunas son, además de las presentadas en el otro, “Torrevirote”, “Cassa caída”, “Jirondas”, “Horma Alta”, “Palaçuelo Alto” o “Palaçuelo Bajo”. Por último señalaremos que no sólo vemos el “Camino del Villar” que lleva a esta casa sino también el “Camino de Madrigalexo” que se aproxima hasta su entrada principal.

img03

img04

Dibujo de la Casa de la Vega y detalle (siglo XVII)
(A. H. N. CLERO, Dibujos y planos nº 39)

img05

img06Dibujo de la Casa de la Vega y detalle (siglo XVII)
(A. H. N. CLERO, Dibujos y planos nº 40)

En otro lugar, el Libro de la administración de la Casa de la Vega (1770-1833)[37] registra toda la contabilidad, como ya apuntábamos antes, de manera similar a las cuentas que desarrollamos durante la segunda mitad del siglo XVII y prácticamente todo el siglo XVIII.

Son en este significativo documento varios los nombres que se suceden como administradores de tales caudales, como Francisco Simeón, los Padres Fr. Juan de Alcántara, Fr. Alonso de San Juan, Fr. Fernando de Santa Cruz, Fr. Juan de la Victoria, Fr. Pedro del Montijo, Fr. José de Velada, Fr. Antonio de Almadén, Fr. Miguel de San Martín, Fr. Francisco de Carmona, Fr. Vicente del Baterno, Fr. Francisco Díaz, Fr. Bartolomé de Don Benito, Fr. Felipe de Belalcázar o Manuel Borrallo, vecino de Villanueva de la Serena.

En él aparecen, siguiendo la misma organización que otras veces anteriores, las distintas cuentas dividiéndolas en cada momento según los ingresos y gastos. Encontramos así partidas sobre productos consumidos en la propia casa (jabón, vino, aguardiente, pan, tocino, jamones, cecina, chocolate, bizcochos, azúcar, almendra, azafrán, queso, sal, bacalao, arroz, limones, cajas de confitura, bananas, melones…), objetos de loza (platos, cuchillos, vasos de cristal, ollas…), aperos (azadas, carrillos, cedazos…), diversos objetos (sillas para montar a caballos, faroles, almohadas…) o pagos realizados a diversos labradores, herreros, médicos y boticarios, criados del oficio (“Un casero, un ama, una criada, 4 gañanes, un boyero, un amasador, un cernedor, el mulero del carro, un hortelano”) así como al sacerdote que iba allí a decir misa todos los días festivos.

Como decimos, varios son los balances económicos hechos en cada año dependiendo de los temas recogidos en cada caso, como el grano, el aceite y la sal o diferentes ganaderías. No realizaremos con ello ahora un estudio exhaustivo de otras cosas, pero sí transcribiremos a continuación todas las obras realizadas en dicho periodo detallándolo por años debido a la riqueza de la información y puntualidad de este libro. En cada epígrafe o año, por tanto, se presentan las cantidades invertidas en los trabajos de construcción, conservación, limpieza o ampliación ejecutados:

  • 1770:
    “Se han gastado en el tiempo desta quenta 928 reales 24 maravedíes en esta forma: 123 reales en 4100 cañas para los graneros a 3 reales el ciento: 64 reales 24 maravedíes en 50 @ de cal a 11 quartos la @ que se compraron para reparar el Granero nuevo, y el viejo que este se arruino y los 741 reales restantes que se pagaron a los Maestros Albañiles y Peones que se ocuparon en los reparos de los dichos Graneros, una Cavalleriza, Pajares, tinada, y otros reparos de la Casa que las referidas partidas componen la dicha de 928 reales 24 maravedíes”.
  • 1774:
    “En hacer un pajar nuevo, recorrer la Tinada y parte de la Techumbre de esta Casa se han gastado 387 reales”.
  • 1775:
    “En 50 @ de cal 65 reales = en componer el corral del Arroyo de las Puercas 26 reales = A un carpintero por hacer unas puertas, y otros reparos 36 reales, y a Maestros Albañiles por reparar esta casa 138 reales, que todos componen 265 reales”.
  • 1777:
    “En recorrer la Cassita de los Baqueros se gasttaron 8 reales.
    En fabricar un chozo para los Yegueros 11 reales.
    En 9 ttablas, y 6 quartones para unas puerttas al Corral de Nuestra Dehesa del Palazuelo, y en la manufacttura deellas 71 reales.
    En hazer Puerttas para las Cavallerizas de los caballos Padres 40 reales.
    Por las manos de los maestros y peonaje que se han ocupado en trabajar en las caballerizas de los Caballos padres, y en la nueba, que se estta favricando en estta cassa se han pagado 586 reales”.
  • 1778:
    “En un picaporte, componer cerraduras, hacer 400 clavos y en pagar a los Maestros que hicieron la celda de abajo, y en componer las de arriba 475 reales.
    En madera para la dicha celda y para otras obras 190 reales.
    En una Jaleba para la ventana de la celda 20 reales.
    En 88 @ de cal 147 reales.
    En baldosas para el Horno 35 reales.
    A los maestros, y peones que trabajaron para concluir la caballeriza se pagaron 1384 reales.
    En 161 cabrios para la casilla de los Baqueros 161 reales.
    En 2200 tejas para ella 165 reales.
    A los Maestros y Peones que trabajaron en esta Casilla 244 reales.
    A los que trabajaron en redificar el corral de Vivares 160 reales”.
  • 1779:
    “En los reparos que se han hecho en la casitta de Vivares, se han gasttado 210 reales.
    En hazer la taona en estta casa en todo lo que ocurrio de matteriales y Maestros se han gasttado 856 reales 6 maravedíes.
    En 2 Vigas, y 22 Cabrios 68 reales.
    En 2800 tejas 220 ladrillos, y Adobes 220 reales.
    En reparar los ttexados de estta casa, y lo demas de ella 162 reales”.
  • 1780:
    “En 50 @ de cal para algunos reparos 67 reales y medio.
    En los Jornales de los Maestros que hicieron la casita para los Baqueros en el Cerro de la Charca de los Agostaderos, se gastaron 180 reales.
    En texa para ella 80 reales.
    En la Puertta, que se hizo para la dicha casita 24 reales.
    En recorrer la otra Casilla de los Baqueros que esta en la Vega 12 reales”.
  • 1781:
    “En 900 Tejas y Baldosas para el Horno 60 reales”.
  • 1785:
    “En 100 @ de cal que se han comprado se han gasttado 173 reales.
    En componer la harinera, empedrar el corral, componer la portada de entre los dos corrales, hacer un Gallinero, componer la toza de la subida de la escalera y recorrer los tejados de esta casa, se han gastado 226.
    En cal que se ha comprado 284 reales 8 maravedíes.
    En hacer la capilla, mudar la campana de la que había, y ponerla adonde se halla 377 reales.
    En reparos de esta casa 239 reales.
    En 28 cuartones 190 reales”.
  • 1786:
    “En 240 @ de cal que se han comprado para la Capilla y recorrer la casa 399 reales.
    En hacer la Boveda de la Nueva Capilla, que se ha construido, y en que se ha colocado Nuestra Señora Santa María de la Vega, por estar indecente en la que antes se hallaba se gastaron 315 reales.
    En hacer el retablo y Mesa de Altar 850 reales.
    En 4 carros de madera para ello y otras Puertas de la casa 887.
    En Dorar dicho retablo y las Ymagenes 300 reales.
    En cola 10 reales.
    A un Maestro que se ocupó 2 días en recorrer el Granero 8 reales.
    En hacer ventanas y puertas para esta casa 300 reales.
    En levantar 200 varas de Portillo en la Zerca 500 reales.
    En hacer el Lugar comun 500 reales.
    En hacer la Portada de Guerta y embaldosar la Capilla 180 reales.
    En renobar el texado de la Capilla vieja 89 reales”.
  • 1787:
    “En 50 @ de cal para el gasto de casa 83 reales y 12 maravedíes.
    En hazer la Puerta del Corral 30 reales.
    En 300 valdosas para el horno 88 reales”.
  • 1788:
    “En rehedificar la Pared del corral, para las vacas que se halla en la dehesa de Vivares, y en hazer una pared en dicha Sierra hacia abajo, y en renobar las paredes antiguas 1200 reales y en componer las casitas de los vaqueros 48 reales.
    En componer el Patio de esta casa, enrrollado y recorrer sus tejados 180 reales”.
  • 1789:
    “En cal 30 reales.
    En hacer una chimenea, componer el horno, hacer unas Puertas, recorrer los texados, y demas que ha ocurrido en esta casa 667 reales”.
  • 1790:
    “En quitar los Pesebres antiguos que havia en las Quadras de los Caballos, quitar los tabiques de las Jaulas hacer otros de nuevo, abrir una ventana al medio dia en dicha quadra, en empedrarla, hacer un quarto para el caballerizo y en recorrer sus texados, se han gastado 620 reales.
    En derribar la pared de la Zerca contigua a la Huerta, y hacerla de nuevo para dar mas amplitud a el Lienzo del mediodia se han gastado 1300 reales.
    En ampliar la Huerta contigua a dicha Zerca = en sacar piedra para los tres lienzos de Pared nueba que se hizo en una Alberca nueba que se ha hecho en la Huerta de afuera en hacer Palomar se han gastado 2232 reales
    En hacer de nuevo los Hornos en 3 Arcos para ellos y en el Maderaje necesario se gastaron 876 reales.
    En cal, tablas Adoves y en Carpinteros que han hasistido a algunas obras de esta casa 575.
    Montan estos gastos 5603 reales”.
  • 1791:
    “En hacer unas Puertas para la zerca 15 reales.
    En sacar Piedra para reparo de las Paredes 55 reales.
    En teja y recorrer los tejados de esta casa 227 reales”.
  • 1792:
    “En recorrer los tejados de esta Casa 85 reales”.
  • 1793:
    “En recorrer los tejados de esta Casa, poner la Cruz que esta antes de llegar a la Casa, componer las gradas y calzada, y lebantar un Portillo de la Pared de la Huerta 206 reales.
    En sacar piedra y hazer Pared en la Zerca que esta cerrando inmediata a la esquina de la Zerca, que dice al Camino del Campo se han gastado 1442 reales.
    En hacer la Arinera, las Puertas principales de la casa, y en otras obras de carpinteria, que se han hecho en esta casa y en madera para ellas se han pagado a los Maestros 658 reales.
    En 66 fanegas de cal 8 reales.
    En recorrer la Casa de Vivares 48 reales”.
  • 1794:
    “En recorrer los tejados y demás que ha ocurrido en esta casa 51 reales.
    En 5600 tejas a 5 reales y a 6 reales el 100 para tejar la Quadra que se Quemó 285 reales.
    En 15 fanegas de cal 30 reales.
    En pagar a los Maestros Portugueses que acabaron de hacer la Zerca grande que se ha hecho camino del Campo Madrigalexo y Malillo, se han gastado 2124 reales.
    En sacar Piedra para su conclusión 350 reales.
    A los dichos Portugueses se les dio de Agasajo después de concluir la obra 62 reales.
    En Polbora para sacar Piedra 10 reales 18 maravedíes.
    En 146 Jornales gastados para componer y ahondar la Charca de la Huerta de Afuera 292 reales.
    En sacar Piedra para ensanchar la Pared de la Zerca antigua, que esta junto a la otra nueba, y que ha de servir para sembrar trigo en ella 63 reales”.
  • 1795:
    “En componer el Horno 5 reales.
    En cubrir la Quadra grande con Vigas, y techumbre haciendo los Pesebres, se gastaron y pagaron a los Portugueses 850 reales.
    En pagar a los portugueses que hizieron la cerca nueba que tiene 900 varas se gastaron 795 reales.
    En 12 fanegas de cal 30 reales.
    En 900 texas para la casilla de los Baqueros en el Agostadero, y para esta casa 60 reales.
    En texar la casilla de los Agostaderos, poner unas Vigas y hacer 67 varas de Pared en la Cerca que se llevó el Agua 120 reales.
    En sacar Piedra 17 reales.
    En munición para Barrenos 9 reales.
    En portear Piedra al Gallinero 132 reales”.
  • 1796:
    “En 2 carros de cal para el Molino de esta casa, y en retejarle 84 reales.
    En recorrer los tejados de esta casa y el Granero 60 reales”.
  • 1797:
    “En 36 fanegas de cal para lo que ha ocurrido en obras, y reparos de esta casa 108 reales.
    En 5000 cañas para el Granero.
    En lebantar un pedazo de pared de la Zerca Vieja y otros portillos 104 reales.
    En componer la Casilla que esta en los Agostaderos 37 reales.
    A un maestro de Obras que hizo un Plan para dar a ver en que terminos quedaban las habitaciones de esta Casa si se hacia la obra, se dieron 46 reales.
    Suma todo 500 reales”.
  • 1798:
    “En desmantelar el Granero, poner un Zarzo de Cañas, y el Granero viejo, remendar el Zarzo antiguo, poner dos bigas en los dos Pajares retejandolos, y la voveda de la Capilla, con los demas reparos de la casa se han pagado a los Maestros 744 reales 17 maravedíes.
    En Ylo Acarreto para las Cañas 30 reales.
    En un carro de cal 39 reales 14 maravedíes.
    En 300 tejas a 10 reales 30 maravedíes, 30 reales.
    En retexar la casa, componer las Portadas de la Zerca grande y otras cosas, se pagaron 61 reales”.
  • 1799:
    “En un carro de cal para las obras 141 reales.
    En 1500 texas, y 40 baldosas grandes 188 reales.
    En enlosar el horno, y componer texados 12 reales.
    En componer la casa de los Baqueros en Vivares que se vendio 73 reales.
    En componer la Noria 5 reales.
    En hacer las Puertas grandes de los Carros, una para un quarto vajo para fragua, ventanas para el corredor de la Capilla, todo nuevo, havilitar otra para la quadra grande, componer las de los Pajares, y quadras, las Tarimas, y demas llevaron los carpinteros 240 reales”.
  • 1800:
    “En 13 @ de cal compradas para las Obras que han ocurrido 159 reales.
    En 1500 tejas 135 reales.
    A el Mudo y otros Maestros Albañiles que ha venido a esta casa a recorrer los tejados poner unas Ventanas levantar los portillos que se habian caido en las cercas componer con cal los caños del Arroyo se han pagado 474 reales”.
  • 1801:
    “En 2000 tejas compradas para los tejados 240 reales.
    A los Albañiles y Peones que han estado en esta Casa por diversos tiempos haciendo lo que ha ocurrido se han pagado 256 reales.
    En la echura de 2 puertas 2 escaleras, tres mesas, y una Garrucha para el Pozo 427 reales.
    En el herraje necesario para dicha obra y demas ocurrido 216 reales.
    En 6 quartones 24 reales”.
  • 1802:
    “En 70 @ de cal à 3 reales y medio cada una 245 reales.
    En pagar a los Maestros y Peones por recorrer todos los Tejados, componer la Pared de los Pajares y demás ocurrido se han gastado 708 reales”.
  • 1803:
    “En 3000 Tejas a 12 el 100, 360 reales.
    En 1000 Ladrillos á 6 reales, 60 reales.
    En 50 @ de cal á 2 reales y medio.
    En pagar a los Maestros que han gastado dichos materiales en los reparos de casa 572 reales.
    Suman todas las obras 1117 reales”.
  • 1804:
    “En 1200 tejas a 10 reales el 100, 120 reales.
    En mil Ladrillos al mismo Precio 100 reales.
    En 12 Tablas 48 reales.
    Por lebantar un Portillo de la Pared del Corral de Concejo a Destajo se pagaron 190 reales y por reparar los Argollones de la Cerca, y lebantar en ellas otros Portillos 60 reales que son 250.
    Suman las obras 250 reales”.
  • 1805:
    “En 3000 tejas para reparar los tejados a 10 reales el ciento 300.
    En 24 tablas de Pino a 10 reales, 240 reales.
    En 18 fanegas de cal 65 reales y 22 maravedíes.
    En 24 Jornales pagados a un Albañil que ha trabajado en lo que se ha ofrecido en esta casa a 7 reales se pagaron 168 reales.
    Suman las obras 773 reales y 22 maravedíes”.
  • 1806:
    “En 1600 tejas 160 reales.
    En 47 @ de cal a 3 reales y medio 164 reales y medio.
    A un Maestro Arbañil y un Peon que estuvieron 13 días trabajando en recorrer los tejados y otros reparos, se pagaron 136 reales y medio.
    A un carpintero que travajó 35 días en reparar Puertas y demás de su oficio, 195 reales.
    Suman las obras 656 reales”.
  • 1807:
    “A un Maestro Arbañil y un peón, que enplearon 18 días para poner 4 vigas que se quebraron y reparar la casa se pagaron 189 reales”.
  • 1808:
    “En los reparos de Arvañileria que han ocurrido en la casa, se han gastado 1532 reales y 22 maravedíes.
    En Levantar los Portillos de las Cercas 72 reales y 27 maravedíes.
    Por sacar la piedra para los medianiles de la Zerca grande, y corral de los toros se pagaron 1537 reales y 7 maravedíes.
    Por hazer la pared que hasta el día se ha hecho y 700 varas en dicho corral 848 reales y 26 maravedíes.
    Suma el gasto de obras 5991 reales y 14 maravedíes”.
  • 1809:
    “A los Portugueses por resto del Medianil de la cerca, y reparar las paredes de las otras se pagaron 1399 reales.
    En enlosar los ornos y reparar los tejados de la casa 280 reales.
    En reparar la casa de los Baqueros en los Agostaderos 22 reales.
    Suman las obras 1701 reales”.
  • 1810:
    “En recorrer todos los tejados de la casa, componer lo que se quemó, y una chimenea, y poner corriente para havitarse la havitación baja, hacer puertas, componer otras y demás que se ha ofrecido se han gastado 1558 reales.
    En 46 @ de cal a 4 reales y medio.
    Importan estas partidas 1765 reales”.
  • 1811:
    “En 30 @ de cal, mezclarla, y reparar los Tejados 184 reales”.
  • 1812:
    “En componer unas Puertas que rompieron los Ladrones 24 reales”.
  • 1817:
    “En clavos para las puertas de las Cercas 12 reales.
    A Pedro Bohoyo vecino de Miajadas, por cortar la Madera y hacer dichas Puertas se pagaron 120 reales.
    A el mismo por 4 Jornales a 15 reales y 4 de un Jornalero a 6, para cortar las vigas que se necesitaban en la casa se pagaron 84 reales.
    Por 9 Jornales que emplearon tres canteros en la conducion de las Vigas, y cortar se pagaron 270 reales a 30 cada uno.
    Por levantar y componer los Portillos de los Arroyos se pagaron 168 reales.
    Por 53 Jornales de Maestros a 15 reales y 43 de Peones, a 8 reales, sin otra cosa, empleados en poner las vigas en los unimentos de la Casa, y demás reparos y lebantar todos los Portillos de las Cercas, con rebajo de los Arroyos, se pagaron 113 reales”.
  • 1818:
    “En varias obras de herrero para reparar toda la casa, y hacer y componer herramientas 433 reales.
    En obras de carpinteria, y Arbañilería para reparar, hacer y componer lo necesario en esta casa 881 reales.
    En reparar el corralón de Vivares 900 reales”.
  • 1819:
    “En hacer Puertas, componer otras y clabazon 57 reales y 18 maravedíes.
    En reparar las cercas y Portada de una 152 reales.
    En componer la casita de los Vaqueros en la Vega 200 reales.
    En reparar Portillos del Cercon de Vivares 84 reales”.
  • 1824:
    “En 300 de cal, 750 reales.
    En 24 carros de Arena, 120 reales.
    En 1000 cañas 667 reales.
    En 1000 clavo 80 reales.
    En 400 tablas a 37 reales y medio, 1400 reales.
    En 309 Jornales de Arbañiles y 200 a los peones 3890 reales.
    Al carpintero por 42 jornales 420 reales”.
  • 1826:
    “En 300 tejas para la Vega 48 reales”.
  • 1829:
    “En el reparo que se ha hecho en la casita de los Baqueros se han gastado 79 reales.
    En poner las paredes de las cercas 57 reales.
    En hacer nueva la rueda de la Noria y otros reparos, 58 reales”.
  • 1830:
    “En un carro de cal 38 reales.
    En remendar y trastejar y reparar toda la casa 587 reales.
    En jornales empleados haciendo reparos en los Portillos, y pared de las cercas de esta casa, 43 reales”.
  • 1832:
    “En tapar portillos, y reparar otros de las cercas 63 reales.
    En hacer dos pedazos de pared en las mismas zercas y fuente del arroyo 87 reales.
    En hacer la rueda de la Noria Ejes y Clavazon 47 reales”.
  • 1833:
    “En retejar y componer la Casilla de los Vaqueros y tapar portillos 55 reales”.

Una vez descritas todas ellas recordaremos las más interesantes acaecidas para el proceso constructivo de la Casa de la Vega, sobresaliendo especialmente y como ya señalamos en otro momento, la obra llevada a cabo en la capilla durante los años 1785 y 1786, fechas en que se hace una nueva, se cambia la campana, se construye su bóveda (para la que se siguen pagando ciertas cantidades en 1798) así como la mesa de altar y el retablo en madera dorada para su interior donde se colocó de nuevo la escultura de Santa María de la Vega. Igualmente, hemos visto cómo en 1793 queda documentada la realización de la cruz de granito con varios peldaños en su parte baja dispuesta delante de la fachada principal.

También es quizás relevante la edificación de una tahona o panadería en 1779. No obstante lo que no debiéramos dejar pasar es el “Plan para dar a ver en que terminos quedaban las habitaciones de esta Casa si se hacia la obra” mandado a un maestro de obras en 1797. Desconocemos hasta qué punto tales trabajos de renovación de la estructura residencial se llevaron a cabo, pudiendo fecharse a partir de entonces ciertas obras en este sentido encaminadas a hacer más habitable la casa. Así, por ejemplo, vemos cómo en 1810 se registran pagos por “poner corriente para havitarse la habitación baja, hacer puertas, componer otras y demás”, entre otras cosas, debido a un fuego sufrido entonces.

img07Casa de la Vega. Espadaña de la capilla

Por otro lado, aunque de unas fechas situadas dentro del intervalo que acabamos de estudiar, localizamos también dos mapas en los que hemos hallado referencias a la Casa de la Vega.

Así, en el Plano general de la Real Dehesa de la Serena, realizado en 1796 por el ingeniero Soto, junto con otros, para señalar las propiedades de Godoy, Príncipe de la Paz, en aquella área una vez que fue enajenada[38], vemos situada la “Casa de Vega” (nº 40) al Norte de Villar de Rena. Evidentemente no es que se sitúe ésta dentro de la comarca de La Serena, pero sí que la amplitud del mismo la deja ver dentro del espacio geográfico dibujado.

img08Detalle del Plano general de la Real Dehesa de la Serena, por Soto (1796)
(S. G. E. CARTOTECA HISTÓRICA, Mapas de Extremadura, nº 111)

El otro que también incluye referencias a ella es el Itinerario entre Casas de Don Pedro, Pela, Madrigalejo y río Alcollarín, proyectado por el ejército francés en 1820[39]. En él no está incluido como tal el conjunto arquitectónico sino que leemos muy cerca de la localidad de Madrigalejo “Camino de la Casa de la Vega”, conectado con las vías que también nos acercaban al Cortijo de San Isidro, otra de las explotaciones que, como sabemos, perteneció al Monasterio de Guadalupe y que analizamos con profundidad en la jurisdicción de Navalvillar de Pela.

Una segunda etapa de la historia de este interesante inmueble arranca en el momento de la desamortización de bienes eclesiásticos[40], acaecida en la década de los años treinta del siglo XIX, cuando se manda hacer un inventario de bienes del Monasterio de Guadalupe ante los representantes de la Contaduría de Arbitrios de Amortización de la provincia de Cáceres. Así, en cumplimiento de la Orden de 12 de marzo de 1836 se recogen, entre otras cosas, las propiedades rústicas de la citada institución religiosa, encontrándose entre ellas la Casa de la Vega, así como un molino asociado a ésta instalado en el cauce del río Ruecas[41].

En relación con tal proceso también, a 11 de febrero de 1840 se fecha un Inventario de las causas sobre lapidaciones ocurridas en el extinguido monasterio de Guadalupe al tiempo de la exclaustración de los monjes[42]. En él se cita un Inventario general de ganado, bienes y efectos de los caseríos de San Isidro, Rincón, Malillo, Vega y otros en averiguación de ocultaciones y dilapidaciones, entre otros, del que sólo conocemos su título ya que no se conserva en la actualidad.

Como decimos, en tales momentos varían sustancialmente los propietarios de este conjunto, pasando entonces a manos de una familia particular. Y así llega hasta el día de hoy.

Las últimas fuentes que vamos a recordar solamente lo citan, sin desarrollar nada más en cuanto a su aspecto formal u obras realizadas desde la segunda mitad del siglo XIX. No obstante, consideramos que, tal y como sucede con otros ejemplos, como el Cortijo de San Isidro, también la Casa de la Vega debió sufrir una transformación y adaptación a los nuevos usos específicos de sus nuevos dueños.

Entre esa documentación más reciente señalaremos el Diccionario de Pascual Madoz, en el que aparece como “la gran casa llamada La Vega, que perteneció al monasterio de Guadalupe” en el término municipal de Villar de Rena[43]; el Nomenclátor de 1863, definida como una “casa de guarda” situada a 5,5 kilómetros del núcleo urbano[44]; el de 1888, donde leemos “casa de recreo y de guardas” habitada por 4 personas[45]; o el de 1940, en el que la población aumenta hasta un total de 40[46].


NOTAS:

[1]Actualmente finalizamos la tesis doctoral titulada Arquitectura residencial en las dehesas de la Baja Extremadura, dirigida por el profesor Dr. D. Antonio Navareño Mateos, en la Universidad de Extremadura. Para ampliar sobre este tema en nuestra comunidad autónoma vid.: MALDONADO ESCRIBANO, J.:Arquitectura en las dehesas de La Serena (Badajoz). Diputación Provincial de Badajoz, Badajoz, 2005; NAVAREÑO MATEOS, A.: Arquitectura residencial en las dehesas de la tierra de Cáceres (Castillos, palacios y casas de campo). Institución Cultural El Brocense, Diputación Provincial de Cáceres, Cáceres, 1999.

[2] REYES ORTIZ DE TOVAR, J. M.: Partidos triunfantes de la Beturia Túrdula (1779), Edición realizada desde el manuscrito original por Ediciones Guadalupe, 1998.

[3] S. G. E. CARTOTECA HISTÓRICA. Mapas de Extremadura. Nº 2: Mapa de la Provincia de Estremadura dedicado al Excelentísimo S. D. Pedro de Alcántara, Pimentel, Henrriquez, Luna, Osorio, Guzman, Toledo, y Silva, Hurtado de Mendoza, Marqués de Tavara, Conde de Saldaña, de Villada, y Duque de Lerma & c. Grande de España de primera clase, y Gentil-hombre de Camara de S. M. con exercicio (…) Por D. Thomas López. 1766.

[4] A. H. P. C. MAPAS, PLANOS Y DIBUJOS, Nº 6: Plano del Partido de Trujillo (Real Audiencia, Leg. 13, nº 17)

[5] Nomenclátor que comprende las poblaciones, grupos, edificios, viviendas, albergues, etc., de las cuarenta y nueve provincias de España; dispuesto por riguroso orden alfabético entre las provincias, partidos judiciales, ayuntamientos y entidades de población. Imprenta de José María Ortiz, Madrid, 1863. Tomo 1, Nomenclátor de la Provincia de Badajoz, Villar de Rena, p. 306.

[6] A. H. P. B. SECCIÓN HACIENDA. Libro 3124. Registro Fiscal de edificios y solares de Villar de Rena (1927).

[7] Hoja 9.

[8] Hoja 21.

[9] Hoja 28.

[10] Hoja 65.

[11] Hoja 79.

[12] Hoja 80.

[13] Hoja 114.

[14] Sobre ellas puede verse ANDRÉS, P.: Guadalupe, un centro histórico de desarrollo artístico y cultural. Institución Cultural El Brocense, Cáceres, 2001, pp. 221-234: ““Locus Amoenus”: Las granjas de descanso para monjes e invitados”, donde se estudian básicamente los ejemplos de la Granja de Mirabel y la de Valdefuentes, así como se citan otras; vid. igualmente sobre las dos primeras MOGOLLÓN CANO-CORTÉS, P.: “El mudéjar guadalupense”. Revista Norba Arte, nº VI, Cáceres, 1986, pp. 29-41; Ibidem, “Guadalupe: el histórico Palacio de Mirabel”, Revista Guadalupe, nº 705, Año 1900-1993, pp. 123-124.

[15] MALDONADO ESCRIBANO, J.: “Una casa de labor perteneciente al Monasterio de Guadalupe: El Cortijo de San Isidro”. Congreso sobre la Tierra de Trujillo en el Renacimiento (1500-1600). Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, 2005 (en prensa).

[16] Sobre este ejemplo, vid.: MALDONADO ESCRIBANO, J.: “La Portugalesa y otras casas de campo en Camapanario. Estudio histórico-artístico de un patrimonio singular”. XXV Aniversario Fondo Cultural Valeria, Campanario, 2005, pp. 46-51.

[17] MALDONADO ESCRIBANO, J.: “Una casa de campo del Marqués de Torres Cabrera: Las Gameras (Mengabril, Badajoz)”. Piedras con raíces, ARTE, Cáceres, 2006, nº 14, pp. 19-24.

[18] A. H. N. CLERO. Libro 1577. Libro de la administración de la Casa de la Vega (1770-1833).

[19] Idem.

[20] RAMOS RUBIO, J. A.: “Imaginería mariana medieval en la Tierra de Trujillo” en Actas del Congreso “La tierra de Trujillo. Desde la Época Prerromana a la Baja Edad Media”. Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, Trujillo, 2005, pp. 152-154.

[21] A. H. N. CLERO. Libro 1577. Libro de la administración de la Casa de la Vega (1770-1833).

Año 1793: “En recorrer los tejados de esta Casa, poner la Cruz que esta antes de llegar a la Casa, componer las gradas y calzada, y lebantar un Portillo de la Pared de la Huerta 206 reales”.

[22] D. Sancho fue Infante de Castilla y Conde de Alburquerque, el noveno de los diez hijos extramatrimoniales del Rey Don Alfonso XI de Castilla y la Noble Dama Doña Leonor Núñez de Guzmán. Vivió entre 1342 y 1375.

[23] A. H. N. CLERO, Pergamino 398/8 y 9.

[24] A. H. N. CLERO, Pergamino 396/10.

[25] A. H. N. CLERO, Pergamino 397/9.

[26] A. H. N. CLERO, Leg. 1428/6-j).

[27] A. H. N. CLERO. Sellos 108/6.

[28] Algunos de ellos son:

A. M. G. Legajo 96. Dehesas y montes propiedad del Monasterio, con su documentación: amojonamientos, deslindes, tomas de posesión de Burguilla, Cerralbo, Trebolosa, La Higuera, La Vega, Becenuño, Maderera, La Horma y Las Girondas (1436-1587)

A. M. G. Legajo 124. Documentos sobre percepción de diezmos por parte del Monasterio, comprendiendo los de los Novales, La Vega, Madrigalejo, El Rincón y La Horma (1470-1773)

A. M. G. Legajo 125. Documentos relativos a las décimas de La Vega, La Horma, Valdepalacios, Campillo de Solana, etc. (1545-1751)

[29] A. M. G. Códice 131.

[30] Idem, ff. 28vº-29vº.

[31] A. M. G. Códice 128.

[32] Idem, ff. 92vº-93r.

[33] A. M. G. Códice-Manuscrito 153.

[34] A. M. G. Legajo 140. Cuentas de la administración de la casa y dehesa de la Vega en maravedíes, yeguas, mulas, mulos, granos, aceite, sal, criados, enseres, detallando el cargo, la data, el pan y la gente en general empleada allí (1669-1788). Sin foliar.

[35] A. H. N. CLERO. Dibujos y planos núm. 39. Dos dibujos recuadrados de propiedades del monasterio de Guadalupe. Uno de la dehesa de la Parrilla con su ermita y otro de la casa de la Vega con su capilla. Siglo XVII.

[36] A. H. N. CLERO. Dibujos y planos núm. 40. Dibujo de la casa de la Vega y sus tierras del monasterio de Guadalupe. Siglo XVII.

[37] A. H. N. CLERO. Libro 1577. Sin foliar.

[38]S. G. E. CARTOTECA HISTÓRICA. Mapas de Extremadura, Nº 111: Plano general de la Real Dehesa de Serena, jurisdicción y territorio del Orden Militar de Alcántara, en que se comprenden varias Encomiendas del mismo orden, diferentes propiedades de Particulares y otras de Reales privilegios en virtud de suprema enagenación, como asimismo los propios y terceras partes adjudicadas al lavoreo y pastos de cada una de las 18 villas y 2 Aldeas de su total población, concluido en Villanueva, su capital, en 24 de Marzo del año de 1796, realizado por Soto.

Este documento queda bien analizado en: MALDONADO ESCRIBANO, J.: Arquitectura en las dehesas de La Serena (Badajoz). Diputación Provincial de Badajoz, Badajoz, 2005.

[39] S. G. E. CARTOTECA HISTÓRICA. Mapas de Extremadura, Nº 13.

[40] Sobre este tema en nuestra comunidad autónoma puede verse: GARCÍA PÉREZ, J.: Las desamortizaciones eclesiástica y civil en la provincia de Cáceres: (1836-1870). Institución Cultural “El Brocense”, Cáceres, 1994; NARANJO SANGUINO, M. Á: La desamortización de Mendizábal-Espartero en la provincia de Badajoz (1836-1852). Diputación Provincial de Badajoz, Badajoz, 1997.

[41] A. H. N. CLERO. Leg. 1429 / 2 – a).

[42] A. H. N. CLERO. Leg. 1431 – 2º/5.

[43] MADOZ, P.: Diccionario Geográfico – histórico – estadístico de España y sus posesiones de Ultramar. Madrid, 1845. Puede verse la edición para Extremadura: Diccionario histórico – geográfico de Extremadura. Cáceres, 1955 (4 tomos). Tomo IV, p. 281, voz “Villar de Rena (Villa de)”.

[44] Nomenclátor que comprende las poblaciones, grupos, edificios, viviendas, albergues, etc., de las cuarenta y nueve provincias de España; dispuesto por riguroso orden alfabético entre las provincias, partidos judiciales, ayuntamientos y entidades de poblaciónOpus cit., 1863. Tomo 1, Nomenclátor de la Provincia de Badajoz, Villar de Rena, p. 306.

[45] Nomenclátor de las ciudades, villas, lugares, aldeas y demás entidades de población de España en 1º de Enero de 1888, formado por la Dirección General del Instituto Geográfico y Estadístico. Imprenta de la Dirección General del Instituto Geográfico y Estadístico, Madrid, 1892. Cuaderno sexto, Provincia de Badajoz, Villar de Rena, p. 31.

[46] Nomenclátor de las ciudades, villas, lugares, aldeas y demás entidades de población de España formado por la Dirección General de Estadística con referencia al 31 de Diciembre de 1940Opus cit., Provincia de Badajoz, Villar de Rena, p. 46.

El contenido de las páginas de esta web está protegido.