Nov 202022
 

Antonio Cantero Muñoz

 

INTRODUCCIÓN

Sin ningún género de dudas, durante la Edad Moderna las manifestaciones de religiosidad popular en Trujillo iban a estar potenciadas por el estamento eclesiástico, cuya amplia presencia se reflejaba en varias parroquias y ermitas, así como cenobios de distintas órdenes religiosas en sus ramas masculinas y femeninas, que se explica por el atractivo que tenía esta ciudad desde mediados del Siglo XVI, por las riquezas que disfrutaban sus clases privilegiadas, por su participación en la conquista de América.

Pero debemos tener muy presente, que en las mismas jugó un papel mucho más activo el clero regular frente a la limitada actuación del secular, que estaba desmotivado en su impulso y participación, siendo razones de índole económica las que lo explican, debido a la seguridad económica que ofrecían a los eclesiásticos seculares las fábricas parroquiales, con sus ingresos más que suficientes provenientes de los diezmos y lo que recibían por ejercer la cura de almas, así como las rentas de los bienes de su propiedad. Por el contrario, en las iglesias conventuales se promovió la fundación de cofradías, fomentando el fervor religioso a determinadas advocaciones con fuerte raigambre local, vinculando el mayor número posible de vecinos a estos templos, obteniendo recursos económicos más que suficientes, para soportar los cuantiosos gastos derivados de su mantenimiento. En Trujillo sería el caso de la Cofradía de la Vera Cruz en el Convento de San Francisco, la Soledad de Nuestra Señora en el dominico de la Encarnación, el Nazareno que se fundó en el Convento de La Merced, aunque luego se trasladó a la Iglesia de San Lorenzo que estaba a cargo de la Cofradía de la Caridad.

Las cofradías eran asociaciones formadas por laicos constituidas dentro de la Iglesia, que tienen sus orígenes en la Edad Media, actuaron como impulsoras de las manifestaciones de religiosidad popular. Su número se multiplicó a partir del Concilio de Trento, pues se les consideraba baluarte en defensa de la Contrarreforma y muro de contención frente a las ideas protestantes, alcanzando a partir de entonces y hasta fines del siglo XVIII gran vitalidad y pujanza. Sus fines explícitos resumidos eran y son los siguientes: la celebración de determinados actos de culto a su patrón o titular, mejora espiritual de sus miembros, la caridad entre los cofrades y más necesitados.

Las podemos clasificar en los siguientes tipos. Las de penitencia, centradas en algún momento de la Pasión de Jesús o Dolores de la Virgen María, como sería la Vera Cruz, Jesús Nazareno o Soledad de Nuestra Señora. Las de gloria, que veneran a la Virgen como reina gloriosa o algún santo o santa específico, como la Piedad o Rosario. Por último, las parroquiales, que son las del Santísimo Sacramento y Ánimas Benditas del Purgatorio, que no solían tener imágenes a las que rendir culto, existiendo en todas las parroquias y formadas por personas estrechamente ligadas a las colaciones donde nacieron, que les servían también de sostén económico. Se fundan la mayoría de las veces, a instancias de las propias autoridades diocesanas, sin el arraigo devocional ni la vitalidad de los otros dos tipos mencionados.

FUNDACIÓN DE LA COFRADÍA DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE TRUJILLO Y SU VINCULACIÓN CON LA ORDEN DE PREDICADORES

En 1610 se redactaron las ordenanzas que serán objeto de nuestro estudio, pero no significa que fuera su fecha de fundación, por cuanto en su preámbulo expresa que, se procedía a reformar otras más antiguas. Como botón de muestra que acredita su existencia anterior, el testamento otorgado en 1549 por doña Isabel Pizarro, hija de don Juan Pizarro, al fundar una capellanía dotada con 1000 ducados de principal en el Convento de la Encarnación, donde dispuso que acompañasen su cuerpo sin vida los dos cabildos de los capellanes, los frailes del convento de San Francisco y Santo Domingo, amén de “las cofradías desta cibdad que son la del Santísimo Sacramento y la Cruz, y Santa Caridad y Piedad, y el Rosario y San Lázaro y le pague la limosna acostumbrada”.

El 15 de mayo de 1610 se reunieron quienes entonces formaban parte de su junta de gobierno: el licenciado Asensio de Arroyo, alcalde; el regidor de la ciudad Diego del Haz Carrasco, diputado; Pedro de Orellana, diputado; Pedro Moreno, mayordomo del arca; Pablo González, mayordomo de cera; el escribano público Juan de Santiago Madrigal, que también actuaba como su fedatario. Romero Mensaque señala que desde 1604 los papas habían establecido con respecto a las cofradías de esta advocación, que, junto a la fundación por los dominicos, también era precisa la aprobación diocesana, por lo que la confirmación de las reglas que vamos a analizar tuvo lugar en ese marco temporal y legal. En concreto el 5 de junio de 1610 por el licenciado don Gaspar Martínez de Benavides, en su calidad de provisor y vicario episcopal, estando vacante el obispado, reservándose la facultad de visitarla y modificar sus reglas cuando lo estimaran oportuno. El art. 31 de los estatutos contemplaba también la posibilidad de su modificación por los cofrades “según sucedieren los tiempos y pareciere ser necesario para el bien de esta cofradía”, como ocurrió en las siguientes fechas: 1613, 1616, 1619, 1626, 1630, 1633 y 1634. Por cuestión de espacio solo abordaremos los cambios relativos a celebraciones religiosas, aunque más adelante realizaré un trabajo de mayor extensión sobre advocaciones marianas de gloria en Trujillo

El art. 1 expresa que su creación tuvo lugar a la vez que la llegada de los hijos de Santo Domingo de Guzmán a Trujillo, que como veremos más adelante lo fue en la década de los años 60 del siglo XV, al señalar “ordenamos que la dicha de nuestra señora del Rosario se sirua como antigua Mente y de tiempo ynmemorial a esta parte se a seruido en la yglesia del monesterio de nuestra señora de la Encarnación de la Orden de Sancto domingo de esta ciudad de Trugillo”. Cuando se volvieron a redactar las nuevas ordenanzas el 4 de junio de 1634, se reiteró esa afirmación.

Sobre la presencia de los dominicos a Trujillo, sabemos que en 1466 siendo obispo de Plasencia don Juan de Carvajal, existía un cenobio con la advocación de Santa Catalina de Siena, cuya ubicación se trasladó en 1489 a instancias de la nobleza local. Fray Alonso Fernández señala que luego se modificó por el de Nuestra Señora de la Encarnación.

Es evidente que cada orden religiosa procura fomentar aquellas devociones con las que estaba más vinculado, por lo que hay que tener presente la figura de fray Martín de Córdoba y Mendoza, miembro de la Orden de Predicadores, fue obispo de Plasencia hasta 1578 cuando fue trasladado a Córdoba, donde acordó que en todas las parroquias de la diócesis hubiera cofradías con esta advocación, lo que acredita el fomento del prelado de esta advocación, que entiendo también tendría lugar en el de Plasencia.

Los dominicos fueron los máximos promotores de la devoción a Nuestra Señora del Rosario, que se universalizó a partir de la segunda mitad del Siglo XVI, cuando alcanzó gran raigambre por atribuir a su intervención milagrosa la victoria cristiana sobre los turcos en la batalla de Lepanto 1571, pues coincidió el día de la derrota de los turcos, con la procesión que alabando a la Virgen del Rosario le hizo la cofradía que con esta advocación existía en Roma.

Como señala Romero Mensaque, debemos tener presente el entendimiento que debía existir entre los hijos de Santo Domingo de Guzmán con las cofradías que allí tenían su sede canónica, por cuanto debían colaborar de necesaria en la dimensión litúrgica del convento donde están asentados. Teniendo presente que también tenía su sede canónica la Cofradía de la Soledad y Dulce Nombre de Jesús, que era otra advocación muy vinculada a la Orden de Predicadores, el art. 33 de las reglas de la penitencial, facultaba al prior a resolver cualquier problema que pudiera existir entre ambas.

Concordia entre el Convento de Nuestra Señora de la Encarnación con la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario

He mencionado la especial vinculación que siempre ha existido entre los hijos de Santo Domingo de Guzmán con las cofradías con esta advocación. En el caso concreto de Trujillo, también se articuló jurídicamente en una concordia  fechada el 12 de junio de 1716, siendo prior fray Diego de la Peña y alcalde José Rubio Ramos, que era la renovación de otra anterior cuyo contenido por ahora desconocemos. Su texto da a conocer la identidad de quienes eran los miembros de la comunidad religiosa y de la junta de gobierno. Sus notas eran las siguientes:

1 Los religiosos estaban obligados a decir cada año diez misas cantadas, debiendo abonar la hermandad cuatro reales por cada una.

2 En compensación a la asistencia por parte de la cofradía con cera e insignias a los entierros de los dominicos, se debían oficiar dos misas cantadas por las que no se abonaba nada: la primera el 25 de marzo por ser el día de la Encarnación, la otra la “el día de la dominica infraoctaba después de la Encarnazon”.

3 La fiesta principal del Rosario tenía lugar el primer domingo de octubre, con misa solemne y procesión, pero solo se abonarían a los dominicos 24 reales de vellón, así como 40 reales por el sermón al predicador conventual.

 

ORGANIZACIÓN DE LA COFRADÍA DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE TRUJILLO

Los cofrades

El art. 6 regulaba la forma de adquirir la condición de cofrade sin distinción de sexo, comenzando por la petición del interesado que daba pie a la reunión de los oficiales, que por mayoría aceptaban en su caso el ingreso, ya fuera por petición personal o herencia. Verificado, el art. 7 disponía que debían jurar guardar las ordenanzas, en presencia del alcalde y escribano, que anotaría en el correspondiente libro como se verificó su promesa. Del tenor literal anterior, podemos calificar a la cofradía como abierta, al permitir la entrada de personas de distinto sexo y no exigir la pertenencia a un determinado estamento, aunque había algunas limitaciones. Así el art. 40 excluía a quien fuera o hubiera sido esclavo, así como el art. 21 de la reforma de 1634, que además comprendía a los condenados por el Santo Oficio o descendientes. Para evitar perjuicio económico, el art. 41 señalaba no se permitía su ingreso a quienes estaban a punto de morir, salvo que se abonarán 6000 maravedís o 12 ducados y dos libras de cera cuando no se heredase, por el perjuicio económico que causaba.

El art. 8 exigía a cada nuevo miembro, en razón a “la mucha costa que la dicha coffradia tiene anssi en la cera blanca como en las misas y Processiones e poca Renta para poder suplir los grandes gastos”, donar diez ducados y dos libras de cera u once reales por la cera, pero hasta la entrega de los tres primeros ducados y la cera no se anotaría en el libro de hermanos, debiendo abonar el resto el interesado o sus herederos antes de hacerle los oficios religiosos por sus almas, pudiendo entregar alguna cantidad más pero nunca menos.

El art 9 se refería al ingreso por herencia, que no se alcanzaría hasta el abono completo de las cantidades antes expresadas. En principio le correspondía en primer lugar al hijo mayor, a su falta la hija mayor, a falta de ambos quien heredase sus bienes. Para los hombres su entrada eran 22 reales y 2 libras de cera o 11 once reales en su lugar, siendo mujer 26 reales y 2 libras de cera, “y no se les de vela ni acuda con otra cosa hasta que lo paguen como dicho es, y no la herede a quien se hiziere manda pequeña”.

El art. 10 prohibía a los herederos de cualquier sexo la renuncia a la condición de cofrade, con sanciones a los oficiales que lo permitieran. Conforme al art. 11, el alcalde debía requerir al heredero mayor de catorce años para que dentro de los seis meses de la muerte del causante, ingresase como hermano por herencia pagando su entrada y lo que el difunto debiera en su caso, con la prevención de quedar excluido.

El art. 12 contemplaba el ingreso de la viuda del cofrade, que adquiría esa condición mientras no contrajera nuevo matrimonio, estando la cofradía obligada a enterrarla y decir misas por su ánima aún en caso de contraer nuevo matrimonio. El art. 13 regulaba el ingreso del segundo marido de una hermana o la segunda esposa del cofrade.

En relación con el art. 9 y concordantes, el art. 32 contemplaba el supuesto habitual que los miembros de la del Rosario también lo fueran de otras hermandades, cuando sus estatutos también contemplaban que el hijo o hija mayor heredasen otras cofradías, siendo el primogénito el que le sucedía en todas, por tal razón se permitía designar a otro distinto del mayor en este caso.

El art. 22 contemplaba la pérdida de la condición de hermano causado por una falta de obediencia, de obligación o de respeto, debiendo pagar la multa de 1 libra de cera y todo lo que debiere por su ingreso.

El art. 39 versaba sobre el ingreso por herencia de los caballeros, así como clérigos y monjas. En el caso de los religiosos como no podía ser de otra forma, expiraba la cofradía, pagando distintas cantidades en función de ser descendientes directos o colaterales.

La junta de gobierno

El art. 2 hace saber quiénes formaban parte de la dirección: el alcalde, dos oficiales, mayordomo del arca, mayordomo de la cera y el escribano. Sus funciones eran muy relevantes, pues el art. 20 establecía, que lo acordado por ellos era de obligado cumplimiento para los cofrades. El art. 42 obligaba a cualquier oficial que se tuviera que ausentar, nombrará a alguien para que ejerciera sus funciones. El art. 43 que “alguno de los officiales sea muerto y se a ydo deste Reyno”, se reunirían los oficiales para designar sustituto. El art. 44 obligaba al acuerdo para poder realizar anotaciones en el libro de ordenanzas, debería existir unanimidad, lo que alcanzaba también al escribano.

El art. 4 se refiere a su elección, que tenía lugar en el Convento de la Encarnación el 5 de agosto por ser la festividad de Santo Domingo de Guzmán, teniendo su mandato un año de duración. El día anterior se reunían los hermanos a fin de designarlos de común acuerdo, en caso de discordia serían quienes más votos obtuvieran, pero si existiera empate el alcalde y los dos diputados designarían cada uno a un cofrade, siendo los tres quienes con sus votos decidirían. El 5 de agosto durante la misa, se haría pública la identidad de los elegidos al darle la paz el escribano. Quienes se negaren serían sancionados con 1000 maravedís a pagar en 9 días.

El alcalde era la máxima autoridad, al señalar el art. 2 que “a la obediencia del qual todos estemos en lo tocante a la dicha Coffradia”, cuestión que ratificaba el art. 3. Para quienes formaban parte de la junta directiva “el coffrade que dixere a otro estando en junta de coffradia palabra deshonesta o riniere y el alcalde le mandare callar y no lo hiziere, pague de pena dos libras de cera y di todauia no quisiere callar tornándolo a mandar el dicho alcalde pague de pena seis libras de cera”, que se debían entregar en 3 días. pues en caso contrario “los puedan despedir de la dicha coffradia y no sean más hermanos della”.

Con respecto al mayordomo del arca el art. 21 le atribuía en exclusiva el cobrar importes económicos de la hermandad por cualquier concepto, siendo además responsable de la gestión de sus recursos económicos. El art. 26 obligaba al alcalde a abonar todas las deudas de su mandato, debiendo el mayordomo del arca de cuidar de su pago.

Por su parte el de la cera tenía como función principal la buena gestión de la cera para la multitud de actos en los que participaba la entidad, que describiremos con cierto detalle a continuación.

El art. 23 atribuía a los dos diputados la importante función de demandar limosnas durante ocho días, correspondiendo a cada oficial hacerlo durante seis meses al año, que una vez recogidas serían entregados al mayordomo del arca, imponiendo sanciones en caso de incumplimiento.

El escribano daba fe de todos los actos de la entidad, al señalar el art. 2 que “por ante quien Pase todo lo que se uviere de ordenar en esta dicha Coffradia y se le de fee por los hermanos de lo que ante el passare”, estando a su cargo su documentación, por lo que muchas veces los designados eran a su vez escribanos públicos de Trujillo. Asimismo, por el art. 30 se debían leer las reglas a los cofrades en el cenobio de la Encarnación tanto el día de Santo Domingo de Guzmán e Inmaculada Concepción.

El Muñidor

No formaba parte de la junta de gobierno, pero auxiliaba en el cumplimiento de sus mandatos, siendo su presencia habitual en todas las cofradías. Sus funciones eran descritas en el art. 5, siendo la principal citar a los cofrades. En la reforma de 1634, el art. 22 fijaba en principio un sueldo de 4 ducados anuales.

FUNCIONES RELIGIOSAS

El art. 1 mencionaba la sagrada imagen mariana que con esta advocación recibía culto en la iglesia del convento de la Encarnación, junto a la tabla de indulgencias concedidas a la cofradía, con otra tabla con las misas que estaban a cargo de la hermandad:

en la qual dicha yglesia esten como hasta agora an estado una tabla de todas las indulgencias prerrogatiuas e inmunidades de la dicha coffradia, la qual este con una ymagen de Nuestra Señora del Rosario en el Cuerpo de la Yglesia a donde todos la Puedan leer y en la sacristía o claustro está otra tabla de todos los officios, misas, bisperas e procesiones que la dicha coffradia tiene costumbre de hazer y dezir en la dicha yglesia y otras partes”.

Las mencionadas indulgencias que fueron concedidas por Gregorio XIII, que también las otorgó a la Cofradía de la Soledad de Trujillo el 12 de octubre de 1575, siendo muy importante la información que sobre este particular proporciona Vito-Tomas Gómez García:

“El 15 de julio de 1579 se favoreció con la indulgencia a la cofradía del Rosario erigida en la iglesia de la Orden de Predicadores de Trujillo, diócesis de Plasencia. El Papa aseveraba en su documento que los cofrades se ejercitaban en muchas obras de caridad en honor de Santa María. Concedía a los hermanos que, cumplidos los requisitos de arrepentimiento y confesión de sus pecados, pudieran ganar indulgencia plenaria a la hora de la muerte. Además, si participaban en la santa misa, oficios divinos, o en otras piadosas prácticas de oración los domingos y festivos, lo mismo que si se ejercitaban en obras de caridad, como acompañar en la administración del Viático a los enfermos, dar sepultura a los difuntos, etc, cada vez que hicieran esto ganarían sesenta días de perdón; los fieles que visitasen dicha capilla en el día de la Encarnación del Señor, podían ganar siete años de indulgencias y otras tantas cuarentenas”.

La fecha de 1579 no es casual, pues entiendo que en su obtención jugó un importante papel fray Martín de Córdoba y Mendoza, dominico que fue obispo de Plasencia hasta 1578, al ser designado para ocupar la Silla de Osio en Córdoba, donde he reflejado que también fomentó la devoción a esta advocación dominica. Su vinculación con el cenobio dominico la hizo saber fray Alonso Fernández en su libro titulado “Historia y Anales de la Ciudad y Obispado de Plasencia”, de cuya lectura se deduce que fue el que donó la imagen de Nuestra Señora de la Encarnación:

«Tiene el Conuento una Sagrada Imagen de Nuestra Señora, que llaman de la Encarnación, que le dio un Obispo de Córdoba muy afecto a esta Sagrada Religión de Predicadores passando a su Obispado. La qual es de singular hermosura, devoción y magestad (que ninguna o pocas en gran parte del Reyno se le auentajan). En su presencia ha obrado el Señor muchos de sus misericordias y milagros, que por la poca diligencia (o por mejor dezir descuido y floxedad) de los Religiosos no se han comprobado y calificado. Concurre la ciudad y gente de la comarca a valerse de la intercession de la Virgen soberana delante de su Imagen Sagrada”.

En 1732 se predicó el sermón con motivo de la terminación de las obras y ornamentación de la iglesia conventual, se refiere de forma expresa al altar donde recibiría culto Nuestra Señora del Rosario, que le había construido Lasso de la Vega:

A los dos arcos torales, que forman la media naranja, corresponden por el lado del Evangelio una puerta de piedra de sillería, que servírá en acabándose el Claustro (que ya está fabricando la generosa piedad de el Señor Obispo) a la comunicación con la Sacristía: Enfrente de esta, al lado de la Epístola, puso la devoción del Ilustrisimo Señor Lasso, el Altar de Nuestra Señora del Rosario, que se compone de una pintura de dos varas y media de largo, donde se ve, o se admira, pues no cabe distancia entre ver, y admirar tan grande prodigio, una Imagen de la Reyna de la Gracia, tan perfecta, tan hermosa, tan atractiva, tan dulce, que arrebata por los ojos con dulce jurisdicción los ánimos, siendo esta preciosa servidumbre, la más noble y apetecible libertad. Tiene entre sus virginales brazos a su Santísimo Hijo, a cuyos pies está el glorioso Santo Domingo, recibiendo de la piadosa ternura de María el tesoro riquísimo de su Rosario. Parece, que María Santísima, que mientras vivió el Santo Patriarcha en la tierra, se esmeró tanto en favorecerle, y regalarle, quiso comunicar al pincel toda la destreza, y todo el numen de la pintura, para que sacase muy propia, muy devota, y muy parecida al sublime original el retrato de su Capellán, su Siervo, y Esposo Domingo. Hablamos con la seguridad, de que estas cláusulas, lejos de llegar a hyperbole, serán muy débiles, y distantes para todos los que huvieren visto la hermosa Imagen. A esta perla sirve como de concha un marco de talla calada en diversas flores, frutos, hojas y rayos, en que el cincel dio nueva vida al pino, o por mejor dezir le formó en otro ser más ilustre, que el que gozaba, quando fue corona de los montes. Con el mismo primor luze la gradería del Altar, y las cortinas, velo, cenefas, y flores de mano, copian una especie de jardín, en que el arte parece quiere mostrar a la naturaleza, lo que pueden sus desvelos, y alcanza sus emulaciones.

La otra tabla de indulgencias antes mencionada, nos hace saber que la hermandad estaba presente con su cera en las celebraciones religiosas más señaladas, entre las que se encuentran las festividades principales de la Virgen:

Memoria de las misas que la Coffradia de Nuestra Señora del Rosario a de arder cera cada año: Día de Nuestra Señora de Agosto, bisperas y misa mayor. Día de Nuestra Señora de septiembre bísperas y misa mayor. Primero domingo de octubre misa mayor. Día de la Concepción de Nuestra Señora que es a ocho de diciembre misa mayor y bísperas. Día de Nuestra Señora de la O a diez y ocho de diciembre, bísperas y misa mayor. Día de la Purificación que es a dos de febrero bísperas y misa mayor. Día de la Encarnación a veinte y cinco de marco bis peras y misa mayor. Jueues y Viernes Sancto al encerrar y desencerrar el Sanctisimo Sacramento. Domingo de la Resurrección a la misa del alua. El Domingo adelante del día del Corpus Xpi en la procesión. Día de San Bento que es a once de jullio bisperas y misa recada en Sancta Clara. Día de Sancto Domingo, que es a quatro de agosto, bis peras y misa mayor y elección de oficiales. En el mes de octubre de cada un año, una misa cantada en San Francisco con la cera por Diego de Castro, a de decir esta misa en la octaua de Nra Señora de agosto de cada un año. El domingo antes del domingo que se haze la Procesión del Corpus Xpti, a de auisar al alcalde y oficiales que se junten a echar y repartir las boletas de las personas que an de yr a la dicha procesión y se an de juntar donde el alcalde ordenare. Dizese el día de la Anunciación de Nuestra Sª una misa cantada con ministros por García Fernández Cauecas arde toda la cera. A de decir día de Nuestra Sª de Agosto o en u octaua para siempre una misa cantada con ministros por nuestros hermanos Xpoual Joan Rodríguez y su mujer”.

Fiesta de la Virgen del Rosario y procesiones los primeros domingos de cada mes

El primer domingo de octubre es la fiesta principal de las cofradías con esta advocación, por la victoria sobre los turcos en Lepanto en 1571, atribuida por el dominico Pio V a la intercesión de la Virgen de la Victoria, que muy pronto se cambió el nombre de la solemnidad por Nuestra Señora del Rosario, pues el pontífice tenía mucho interés en instaurar la festividad a esta advocación mariana. Romero Mensaque también señala que Gregorio XIII en su bula “Monet apostolus” estableció esta celebración para todas las iglesias que tuvieran un altar dedicado a esta advocación. La celebración de la fiesta el primer domingo de octubre y no necesariamente el día 7 de ese mes, deriva del hecho que era costumbre para algunas cofradías las procesiones y fiestas los primeros domingos de cada mes, especialmente la de Minerva en Roma, por lo que a partir de entonces se fijará esta fiesta como la más importante de su calendario.

La concordia suscrita con fecha 12 de junio de 1716, entre la cofradía con los hijos de Santo Domingo de Guzmán, que es renovación de otra anterior, indica de forma expresa que la fiesta principal es el 7 de octubre. El art. 34 disponía que el primer domingo de cada mes, se debía oficiar una misa rezada donde recibiera culto Nuestra Señora del Rosario, que por entonces estaba en el altar mayor. Se haría con dos hachas encendidas a los lados del estandarte, debían estar presentes todos los hermanos, la cual se oficiaría con la intención de “que la misa sea y se diga Por la Paz y concordia de los príncipes Xpianos, y estado de nuestra sancta madre yglesia, y por los hermanos biuos y difuntos, y bien hechores y se pague la limosna acostumbrada por la misa, y que aya ofertorio a ella y se diga un Responso recado por los Hermanos difuntos, todo lo qual sea para el seruicio de nuestro Señor”.

La reforma del año 1634, hace saber que por cuanto la cofradía disfrutaba de indulgencias para todos los hermanos o personas que acudieran a las procesiones de los primeros domingos de cada mes, que se hacía con una imagen más pequeña con el objeto de evitar mover la titular del altar donde recibe culto. Así su art. 15 disponía que se continuaran con esta celebración por la tarde con la participación de los religiosos, siendo su recorrido el mismo que efectuaba la imagen del Dulce Nombre de Jesús:

llevando la imagen pequeña con quatro hachas y el estandarte con dos hachas, y esto lo rreparta el alcalde o el que iziere el officio por él, y el que no quisiere lleuar lo que le mandaren, pague de pena dos libras de cera y cada primer domingo del mes se ha de decir missa rrezada por todos los hermanos biuos y difuntos, y rresponso rrezado después de la missa, y a de arder a la dicha missa quatro hachas y dos velas en el altar como es usso y costumbre. Y este día nuestro mayordomo da una uela de tres quarterones al sacristán para que todos los días por la noche arda delante de la ymajen en el altar mayor”.

Jueves Santo y Viernes Santo

El art. 29 señala que, durante los oficios de Semana Santa, la cofradía debía acudir el Jueves Santo y Viernes Santo a la iglesia conventual a rendir culto al Santísimo, poniendo la cofradía la cera. Con la modificación de las reglas de 1634, se reiteró lo anterior indicando la cantidad cera que había que poner, añadiendo que siempre llevara la llave del Sagrario el alcalde.

Procesión el Domingo de Resurrección

El art. 17 de los estatutos redactados en 1634, señala que ese día después de maitines y sermón, tendría lugar la procesión llevando los cofrades las varas del Santísimo Sacramento alumbrado con seis varas. También portaban la imagen de Nuestra Señora de la Encarnación con cuatro hachas de cera, llevando el estandarte dos hachas, correspondiendo al alcalde determinar que cofrades debían verificar el llevar la cera, participando también la Virgen del Rosario, procesión que se acompañaba de música por su carácter festivo:

a esta procession acudan todos los hermanos, y se hagan las fiestas de dancas y atabales e chirimías y trompetas y música como mejor les pareciere a nros officiales y después de acauada la dicha procession, se diga una missa rrezada por todos los hermanos”.

Corpus Christi

El art. 28 de las reglas de 1610 señala que el domingo siguiente al Corpus Christi la cofradía acudiría a la procesión que también tenía lugar en el cenobio, dando culto al Santísimo y a la Virgen del Rosario, llevando “doce hachas y toda la demás zera que la dicha coffradia tuviere”, entregando velas a los cofrades y a cualquiera persona que también participara, pero en la misma no podría hacerlo otra hermandad:

y uayan con el Santísimo sacramento seis Hachas y con la ymagen de Nuestra señora quatro y dos con el estandarte de nuestra coffradia y la ymagen de Nuestra Señora uaya en las andas y con el palio de la dicha cofradía, y la lleuen en ombros Hermanos de la dicha coffradia, y que en esta Procesión no se admita ni Reciba otra Coffradia ni cera alguna, Por quanto antiguamente y de tiempo ynmemorial a esta Parte en esta fiesta y Procesión desta sancta Coffradia de Nuestra señora del Rosario, y el alcalde y officiales que dieren lugar a que otra coffradia se entremeta a yr en la dicha Procesión o lo consintieren, incurran en pena de dos arouas de cera blanca para la dicha Coffradia”.

En la reforma de las reglas de 1619, hace referencia a que la procesión el domingo siguiente al Corpus, iba de la Encarnación a San Miguel, así como las de la Resurrección y otras en las que participara la Virgen del Rosario “tenga obligación el mayordomo del arca de esta coffradia a lleuar y lleue la ffalda a nra señora, y a falta del el official o ermano a quel el Alce lo mandare y no la puede lleuar otra persona alguna”.

El art. 33 acordaba que los oficiales se reunirían en casa del alcalde o donde este ordenase para preparar la procesión, repartiendo entre los cofrades toda actividad que había que realizar, siendo citados por el muñidor.

El art. 18 de las ordenanzas de 1634 fijaba que, en la festividad del Corpus Christi, el alcalde junto con oficiales y todos los cofrades, debían acudir por la mañana al cenobio dominico, donde previamente el mayordomo del arca había cuidado de poner Nuestra Señora del Rosario en sus andas, con el estandarte y dos hachas, comenzando la procesión con los religiosos dominicos.

Misa ofrecida por la muerte de los cofrades

El art. 18 disponía que a la muerte de cada hermano o hermana se oficiaran cincuenta y cinco misas rezadas y “una cantada Cantada de Requien con un officio de tres lesiones”, estando los dominicos obligados a decir otras cuatro que serían abonadas por la cofradía. El art. 36 describe la misa cantada “con ministros y se les Haga gracia pues siruen y sustentan después de la uoluntad de Dios esta sancta coffradia, y se pague seis Reales y si los seruidores no la quisieren dezir en la yglesia que se dixere el officio no se pague más de quatro Reales”.

El art. 19 se refería a las ocho misas que también se oficiaban al día siguiente del fallecimiento de los hermanos en el altar del Cardenal Gaete en la Iglesia de San Martín de Trujillo, que disfrutaba de la condición de altar privilegiado, por las indulgencias que se obtenían por los oficios religiosos que allí tenían lugar.

ECONOMIA DE LA COFRADIA

La obtención de recursos económicos era fundamental, pues sin ellos no se podrían llevar a cabo sus importantes fines religiosos y funciones asistenciales, que procedían de distintas fuentes, como las cuotas de entrada que aparecen reguladas en los art. 8 y concordantes. Asimismo, las multas a los cofrades u oficiales por incumplir las reglas, de las que hemos mencionado algunas, sirviendo como botón de muestra lo dispuesto en el art. 27, para el caso que se fueran a vivir fuera de Trujillo, debiendo abonar cada año 2 reales para cera “atento a que no sirue en ninguna cosa, y se le asienten en su entrada, y sino los pagare la coffradia no le acuda a cossa ninguna Hasta que lo pague.”

Otro importante recurso económico derivaba de los donativos recibidos en testamentos, o por estar presente la hermandad en los entierros de quien lo solicitara. Los estatutos que estamos analizando, no reflejan que la del Rosario fuera titular a comienzos del Siglo XVII de bienes con los que obtener renta ni tampoco censos, aunque con el transcurso del tiempo por los importantes donativos que recibió, a finales del Siglo XVIII era titular de un rico patrimonio, cuyos rendimientos servían para sufragar sus funciones asistenciales y como mutua de protección social.

El art. 23 se refería a la demanda de limosnas por los oficiales, que era complementado por el 24 que señalaba que el que fuera más antiguo podría elegir en que mitad de año las podría pedir. Cuando el alcalde finalizara su mandato, el art. 26 obligaba a dejar pagadas todas las deudas contraídas durante su mandato:

Yten Hordenamos que el alcalde que fuere sea obligado a fenecer todas y qualesquier quentas que en su año acaeciere dentro de ocho días como cumpla su año, y se hallen a ellas los officiales nueuos e uiejos, sopena de seis libras de cera y que el mayordomo del arca sea obligado a pagar de contad el alcance que se le Hiziere al mayordomo siguiente y que las quentas no se puedan aueriguar de otra manera”.

LA COFRADÍA DEL ROSARIO COMO MUTUA DE PROTECCION SOCIAL

Es necesario tener muy presente la importancia social de la Cofradía del Rosario de Trujillo, pues bajo su amparo existía una sociedad de socorros mutuos, que tenía por objeto sufragar los cuantiosos gastos ocasionados por la muerte de sus miembros, para asegurar los pagos derivados del entierro y lutos, con cantidades fijas y determinadas. La mayor parte de sus miembros eran personas de condición social humilde, que individualmente no podía hacer frente a estos gastos, y por esta razón se asociaban. Por ello, era algo más que una simple cofradía de gloria, que tenía por objeto venerar a la Virgen María como reina gloriosa, bajo la advocación dominicana del Rosario. Este tipo de asociaciones tuvo un auge espectacular durante el Antiguo Régimen, pues cumplían funciones de protección social, en un momento histórico en que los modelos de gestión pública no se hacen cargo de las necesidades más básicas de asistencia social.

El art. 14 regulaba el entierro de los cofrades, estando obligados todos a ir al domicilio del finado con las andas para su traslado a la iglesia con velas, poniendo en la misa 12 hachas de cera. El art. 15 se refería al de los encomendados, que lo sería con seis hachas de cera y todas las velas, dando de limosna 1000 maravedís, que se debían cobrar por el mayordomo del arca antes de llevar la cera, o se diera oro o plata en garantía de su cobro, siendo aplicable el art. 14 sobre traslado del cuerpo. Asimismo, que “la cera arda hasta que se digan tres leciones y luego se pague y si se dixere misa o nueue leciones alta entierro se apague la cera como dicho es, sino dieren la limosna que se suele dar que es cinquenta reales”.

El art. 16 se refería al entierro de hijos que fueran mayores de siete años, en cuyo caso se haría con cuatro hachas y toda la cera, pero solo con dos si fuera menor de edad, aunque el art. 46 elevó su número a seis. Si quisiera más que las mencionadas, debería abonar lo que el alcalde y oficiales les pareciera, que también se aplicaría a los criados o quienes muriesen en casa del cofrade y no tuvieran como pagarlo. El art. 37 establece que fuera cantada la misa por el hijo mayor de siete años, siendo por cuenta de la cofradía la cera, pero el oficio sería pagado por los padres.

El art. 17 obligaba a enterrar cada año cinco pobres, con la misma cera que les correspondía a los cofrades, debiendo oficiar por cada uno cinco misas. Esta carga también lo era con los pobres que se encomendaran a la cofradía. Cuando se reformaron los estatutos en 1634, reitera la obligación indicada, pero añade se haga “en rreverencia de las Cinco Llagas de Nuestro Señor Jesuxpo, y a cada uno de los cinco se le digan quatro missas y sean las dos en el altar del Cardenal Ceruantes de Gaete o en el altar de Nra Sª y las otras dos donde se enterraren y se le lleue a su entierro seis hachas y dos vales para el altar, y se pague de cada missa cinquenta mrs de limosna”.

Puede llamar la atención la mención a las Cinco Llagas de Jesucristo, que es una referencia pasionista cuando estamos hablando de una cofradía de gloria. Su explicación deriva de la especial vinculación entre la advocación del Santo Sepulcro o las Cinco Llagas de Nuestro Señor Jesucristo con los dominicos, que favorecieron el establecimiento de cofradías penitenciales con esta advocación, por serle un tema muy querido. Así sería el caso de Trujillo con la Cofradía de la Soledad de Nuestra Señora.

REFLEXIÓN

He intentado reflejar la antigüedad e importancia de esta cofradía de gloria durante la centuria del seiscientos, lo que me hace reflexionar sobre lo que subsiste de dicha devoción en el momento actual en Trujillo. La antigua iglesia conventual de la Encarnación se encuentra en un estado lamentable, no quedando nada de la Virgen del Rosario. Cuando se suprimió el convento en 1835, el inventario que se realizó, hace saber de la existencia del altar de la Virgen del Rosario, cuya efigie se encontraba por entonces en la capilla de Santa Rosa de Lima, desconociendo su paradero actual.

Es cierto que hoy continua la devoción en Trujillo a Nuestra Señora del Rosario en el Convento de San Miguel, de monjas dominicas de clausura, pero se trata de una devoción interna pues apenas tiene reflejo fuera de la comunidad de religiosas. También en la barriada de Huertas de Ánimas, de donde es patrona y todos los años el 7 de septiembre sale en procesión, recibiendo culto con arraigo de su población a lo largo del año. En este arrabal se fundó en 1735 la cofradía con esta advocación por el obispo que también era dominico Lasso de la Vega, que no era otra cosa que una sociedad de socorros mutuos con el nombre de Cofradía del Rosario, como se expresa literalmente en sus estatutos, que se refundó durante el siglo XIX después de la Guerra de la Independencia. Hoy se ha convertido en referente de identificación colectiva de la Huerta de Ánimas, con las características de las manifestaciones de religiosidad popular en el momento actual, cuestión que también pretendo abordar con un trabajo específico.

 

 

 

Nov 192022
 

JOSÉ LUIS BARRIO MOYA

Instituto de Estudios Madrileños

                           

 

Nacido en Badajoz en 1761 y muerto en Madrid en 1797, fue don Vicente Antonio de Vera Ladrón de Guevara, a pesar de su prematuro fallecimiento, persona que alcanzó altos cargos y honores durante los reinados de Carlos III y Carlos IV. De esta manera fue coronel del regimiento de Milicias  Provinciales de Córdoba, cadete de las Reales Guardias Españolas, maestrante de Sevlla, gentilhombre de Cámara de Carlos IV y oficial del fiel medidor del reino de Sevilla. [1]

Don Vicente Antonio de Vera contrajo matrimonio, en 1778, con su prima doña María Manuela de Carvajal y Flores, de cuya unión nacieron tres hijos, bautizados con los nombres de Vicente, María de la Asunción y María de los Ángeles.

En recompensa a sus servicios Carlos III concedió al caballero extremeño, el 10 de agosto de 1786, el título de conde de los Acevedos.

En este trabajo vamos a dar a conocer algunas noticias biográficas sobre tan destacado personaje qua tanta importancia tuvo en la España  de la segunda mitad del siglo XVIII, tan tremendamente convulsa.

El día 23 de diciembre de 1796, don Vicente Antonio de Vera Ladrón de Guevara, otorgaba ante el escribano madrileño Mateo Moyano y Haro, su testamento, importante documento para acercarnos a su biografía.

Declara en primer lugar su nombre y apellido, que parece un diccionario genealógico de las más ilustras familas extremeñas. De esta manera el conde de los Acevedos dice llamarse Vicente Antonio de Vera Ladrón de Guevara, de Figueroa, Ulloa, Carvajal, Roco de Godoy, Escobar, Monrroy y Portocarrero, Pérez de Vargas, Silva, Gómez de Solís, Zúñiga, Dávila y Manuel.

Confesaba haber nacido en la ciudad de Badajoz, y  ser conde y señor de los Acevedos y vizconde de Guevara, fiel medidor de la ciudad de Sevilla, su reinado, ciudades, villas y lugares comprehendidos en su día, gentilhombre  de Camara de Su Magestad, caballero maestrante de la ciudad de Sevilla y coronel del regimiento provincial de Cordoba.

            No olvida mencionar que es hijo de don Vicente Javier de Vera Ladrón de Guevara Figueroa Vargas Silva Zúñiga y Manuel, ya difunto, natural de la ciudad de Toledo,conde de la Roca y del Sacro Romano Imperio, señor de las villas de Torremayor, Enguidanos, la Pesquería, Votica y Cabanillas, alcalde perpetuo del castillo y  fortaleza de Badajoz, caballero de la orden de Santiago, mariscal de campo de los Reales Ejércitos y gobernador militar de la citada ciudad de Badajoz. Su madre fue la señora doña María Polonia de Ulloa y  Carvajal, tambièn difunta, y  nacida en Cáceres.

Declaraba sus profundas creencias religiosas y subraya que si se me hubiese oido u oyese alguna expresion contraria a esto la detesto y quiero que no se tenga por dicha, porque sera efecto del delirio no estar en mi caval juicio.

Establece que, tras su muerte, su cádaver fuese amortajado con el hábito de Nuestra Señora del Carmen, colocado en una caja de nogal cubierta con el de san Francisco y sepultado en la boveda  del combento del Rosario propia del excmº. Señor marques de Monasterio, Lapilla y Paredes, mi sobrino, al que dejaba la disposición de su entierro al arbirtrio de sus testamentarios.[2]

Pide que el día de su entierro, si fuese hora, y sino el siguiente, de celebrase por su alma, una misa de cuerpo presente con diácono, subdiácono, vigilia y responso, y trecientas mas en los sucesivos, estas rezadas, pagando por cada una  lo que pareciere a sus testamentarios.

Legaba lo acostumbrado a las mandas forzosas, Santos Lugares de Jerusalen, redempcion de cautivos y Reales Hospitales General y Pasion de esta Corte.

Confiesa que contrajo matrimonio con su prima doña María Manuela Carvajal y Flores, de cuya unión nacieron tres hijos, llamados Vicente, María de la Asunción y María de los Ángles, al primero de los cuales, como su  inmediato sucesor le corresponden el oficio de fiel medidor y majonero del Reynado de Sevilla y pueblos  comprehendidos en su diez thesorerias, la defensa de los Acevedos sita en el termino de Badajoz y todo lo perteneciente a este mayorazgo y lo declara asi para que siempre conste.

            Quiere que se este y pase por las cuentas  que diese mi criado Domingo Fernandez, vezino de Badajoz, de las rentas pertenecientes a el mayorazgo de los Acevedos, que ha estado y esta a su cargo por la mucha confianza que tengo de su conducta.

            Envía a doña Francisca María de Bejarano, duquesa de la  Roca y  marquesa de Sofraga, en memoria del mucho amor y cariño que siempre  nos hemos profesado y el cariño que igualmente ha manifestado a dichos mis hijos, sus sobrinos, un cuchillito de oro con cabo de venturina.

            Establece que tras su muerte se diesen a sus criados y criadas que actualmnente me sirben o sirbiesen a cada uno por una vez y gracia particular quatro meses de salario conforme a el que respectivamente tubieren señalado, lo qual se entendera en los mismos terminos  con las criadas que dichas mis hijas tubiesen en el conbento de las señoras Calatravas

Esta claúsula testamentaria del primer conde de los Azevedos  nos confirma que las hijas del noble extremeño se educaban el citado convento madrileño. Aunque con toda probabilidad ninguna de ellas llegó a profesar, puesto que doña María de la Asunción contrajo marimonio del 6 de septiembre de 1800 con don José Bibiano Enríquez de Mayoralgo, como mas adelante se verá. Creemos que la otra hija también optó por casarse, aunque no tengamos prueba  de ello,

Declaraba que en el remanente que quedase de todos mis vienes, caudal y  hacienda, muebles y raices, creditos y efectos, acciones y derechos que me correspondan y puedan corresponder, despues de cumplido y pagado lo que dejo dispuesto  en quanto a mi  testamento, instituyo y  nombro por mis unicos y universales herederos a los referidos mis tres hijos y  de la citada señora Doña Maria Manuela Carvajal y Flores, para que los hayan, gozen y  hereden  con la vendicion de Dios y la mia y les pido mi encomieden a su Divina Magestad.

Como los tres hijos del conde de los Acevedos eran menores de edad, nombraba por tutor y curador de los mismos  a don Vicente María de Vera, duque y señor de la Roca y marqués de Sofraga, y en el caso de su ausencia o enfermedad, pasaba el cargo  a su hijo, don  Vicente Javier de Vera de Aragon  y  Bejarano, conde de Requena.

Por último nombaba por sus albaceas testamentarios a su tio don Pedro de Ulloa y Carvajal, embajador en Malta, don Antonio Despuig, arzobispo de Sevilla, a su confesor fray Antonio de Zúñiga, prior del convento de Nuestra Señora de Atocha y al mismísimo Manuel Godoy  principe de la Paz, duque de Alcudia, secretario de Estado y del Despacho Universal de Su Magestad (que Dios guarde), a quien califica de su primo.[3].

Una de laas noticias mas interesantes que  el conde de los Acevedos nos da en su testamento es el nombre de los tres albaceas que deja nombradosm, todos ellos figuras históricas de primer nivel de fines del siglo XVIII, su confesor el fraile dominico fray Antonio de Zúñiga, el político Manuel Godoy, a quien llama su primo  y don Antonio Despuig Dameto arzobispo de Sevilla, y uno de los religiosos mas cultos de la Ilustraciòn española.

Fray Antonio de Zúñiga fue prior del mas importante convento domincio de Madrid, el de Nuestra Señora de Atocha, fundado en el siglo XVI, y que siempre est uvo muy vinculado a la monarquía hispana, tanto de Austrias como de Borbones.

Manuel Godoy fue el arbitro de la  política española de fines del siglo XVIII, durante el reinado del bobalicón Carlos IV y la turbulenta María Luisa de Parma. Hombre ambicioso y sin escrúpulos de ningún tipo, tuvo que enfrentarse a la revolución  francesa y Napoléon, siendo superado  por aquellos acontecimientos.

Por último don Antonio Despuig y Dameto fue uno de los obispos más destacados de la Ilustración española. Nacido en Palma de Mallorca el 30 de marzo de 1745, como hijo de los condes de Montenegro, título concedido por Felipe IV, el 12 de noviembre de 1658 a favor de don Ramón Despuig y Fortuny. Inició sus estudios en el colegio de jesuitas de  Montesión para pasar a continarlos en la universidad de su ciudad natal.Ordenado sacerdote, muy pronto destacó por su cultura y talento, comenzando una fulgurante carrera eclesiástica. De esta manera fue obispo de Orihuela, arzobispo de Valencia y Sevilla  patriarca latino de Antioquia. Enemigo de Godoy logró con la ayuda de  Rafael Múzquiz, confesor de la  reina, convencer a don Francisco de Lorenzana, inquisidor general, para que  inciara un proceso contra Godoy, acusándole de bigamo y ateo, Aquel acto irritó al valido, que lo desterró a Roma, donde fue muy bien recibido por el papa Pio VI. En Roma don Antonio Despuig fue testigo de la invasión francesa de los Estados Pontificios. En 1802 Pio VI le nombró cardenal.

En 1809  las tropas francesas al mando del general Radet asaltaron  el palacio del Quirinal, apresando al cardenal Despuig, que fue encerrado en el Seminario Romano y más tarde trasladado a París como prisionero. Liberado en 1813 fue autorziado a trasladarse a Lucca con la intenciòn  de recuperar su salud con sus célebres aguas y en la ciudad italiana falleció el 2 de mayo de 1813.[4]

Fue don Antonio Despuig amante de las artes, emprendiendo diversas excavaciones en Roma y fundando en Mallorca  una escuela de dibujo, una biblioteca y un museo, estas dos últimas instituciones desgraciadamente desmantelas tras su muerte.[5]

Una nueva noticia sobre el conde de los Acevedos data del 21 de febrero de 1797, cuando daba un poder a don Vicente Antonio Espejo para que vendiese, en su nombre, las casas, tierras, olibos y demas que le pertenecen en la ciudad de Merida. [6] 

Don Vicente Antonio de Vera de Aragón falleció en Madrid antes del 3

de junio de 1797, pues en esa fecha don Pedro de Toledo otorgaba una carta de

pago en favor de los señores testamentarios del difunto conde de los Acevedos. [7]uirinalQuirinal

Don Vicente Antonio de Vera y doña María Manuela Carvajal y Flores tuvieron tres hijos, el mayor don Vicente María heredó el título de conde de los Acevedos  y los mayorazgos de la casa, y dos hijas, doña María de la Asunción y doña María de los Ángeles que, la muerte de su padre, residian en el madrileño convento de las Calatravas. De doña María de los Ángeles nada sabemos, pero si de doña María de la Asunción  que, en septiembre de 1800, contrajo matrimonio con don José Biviano Enríquez de Mayoralgo y Golfín.

El día 6 de septiembre de 1800 don José Bibiano Enríquez de Mayoralgo y Golfín Ovando Vera y Fajardo, vecino de la villa de Cáceres, e hijo de don José María Enríquez de Mayoralgo y Golfín, señor del castillo y casa fuerte de la Torre de Mayoralgo,y doña Isabel de Ovando y Vera, declaraba ante el escribano Mateo Moyano y Haro como estaba tratado de casarse in facie eclesia con doña María de la Asunción Vera Aragón, de estado honesto, hija de don Vicente Antonio Vera Aragón Ladrón de Guevara, conde y señor que fue de los Acevedos, gentilhombre de Camara de Su Magestad, coronel del Regimiento Provincial de Cordoba, y de doña María Manuela Carvajal y Flores, ambos difuntos. Con motivo de aquel enlace la novia aportaría al mismo una dote valorada en 119471 reales y 14 maravedis de vellón, y la que se incluía lo siguiente.

PLATA.-

primeramente doze platos de plata trincheros en contornos, 4229 rs y 10 mrs.- otro plato de plata grande, redondo en contornos, su peso onze marcos y tres onzas, 1706 rs.- dos platos de plata medianos, iguales, redondos en contornos, pesan cinco marcos, una onza y seis ochavas, 772 rs y 2 mrs.- una salvilla grande redonda con tres cartones por pies, 952 rs y 25 mrs.- dos macerinas de plata iguales, obaladas con pozillo sobrepuesto, 584 rs.- catorce cucharas con igual numero de tenedores de plata labrados a filetes, 1480 rs y 28 mrs.- veinte y nueve cucharitas pequeñas, las dos algo mayores, labradas de filetes, pesan tres marcos, cinco onzas y siete ochabas y media, 583 rs y 17 mrs.- un cucharon labrado a fletes, 134 rs.- una bandeja grande redonda labrada de ojas y flores que su peso es de siete marcos, tres onzas y media y una ochava, 1137 rs.- ocho cabos para cuchillos obalados labrados de filetes, 230 rs.- una guarnicion de plata para salero con quatro garras por pies, obalada, 42 rs.

ACCIONES.-

en ocho acciones de a diez mil reales cada una del Real Emprestito de docientos y quarenta millones distinguidas con los numeros diez mil seiscientos treinta y siete, diez mil seiscientos treinta y ocho, diez mil seiscientos treinta y nueve, diez mil seiscientos quarenta, quinze mil novencientos nueve, quinze mil quinientos cinquenta y cinco, quinze mil quinientos viente y seis y diez mil quinientos cincuenta y siete, comprendiendo el todo de las referidas acciones, 80000 reales.

JOYAS.-

 – una media luna grande de brillantes para el pelo, 9500 rs.- una par de pendientes de oro esmaltados, figura de arco con brillantes, 1000 rs.- otro par dichos id largos de brillantes y esmeraldas, 10000 rs.- un par dichos id de tres almendras de diamantes rosas, 2000 rs.- una sortija de brillantes con pasta azul, 2400 rs.- un ylo de aljofar con varios granates puestos en vrillantes, 2000 rs.- un relox de oro muestra esmaltada, usado, 720 rs.

            Todo ello fue valorado por personas inteligentes  sin que en la tasacion haya havido dolo ni engaño, y que alcanzó la citada cantidade de 119471 reales y 14 maravedis de vellón. [8]

APORTACIÓN DOCUMENTAL

.Testamento que otorga el conde de los Acebedos vezino de esta Corte

                                                                                  23 de diciembre de 1796.

En el nombre de Dios nuestro señor todo poderoso Amen. Sepase por esta publica   escritura de testamento, ultima y postrimera voluntad como yo Don Vicente Antonio Maria Josef Ramon Francisco Xavier de Vera de Aragon Ladron de Guevara de Figueroa Ulloa Carbajal Roco de Godoy Escovar Monrroy y Portocarrero Perez de Vargas Silva Gomez de Solis Zuñiga Davila y Manuel, natural de la ciudad de Badajoz, conde y señor de los Acevedos, vizconde de Guevara, señor del oficio de Fiel medidor y mayor de la ciudad de Sevilla, su reinado, ciudades, villas y lugares comprehendidos en su dia y gentilhombre de Camara de Su Magestad con exercicio, cavallero maestrante de cavalleria de la citada ciudad y coronel del Regimiento Provincial de Cordoba, hijo lejitimo y de lejitimo matrimonio de los muy Ylles. señores Don Vicente Xavier de Vera Ladron de Guevara Figueroa Vargas Silva Zuñiga y Manuel, ya difunto, natural que fue de la ciudad de Toledo, señor de las villas de Torremayor, Enguidanos, la Pesqueria, Votica y Cabrillas, alcayde perpetuo del castillo y fotaleza de la plaza de de dicha ciudad de Badajoz, cavallero de la Orden de Santiago, Mariscal de Campo de los Reales Ejercitos de Su Magd y su governador militar que fue de la misma plaza donde fallecio, y de la señora Doña Maria Polonia de Ulloa y Carbajal, tambien difunta, natural de la villa de Caceres, vecino  y residente que al presente soy de esta Corte, hallandome enfermo de la dolencia corporal que Dios N.S ha sido servido de darme y por su infinita piedad en mi entero y caval juicio, habla, memoria y entendimiento natural, creyendo como firme y verdaderamente creo en el alto e incomprehensible misterio de la Santisima Trinidad, Padre, Hijo y Espiritu Santo, tres personas distintas y un solo Dios verdadero y en todos los demas misterios y sacramentos que cree y  confiesa nuestra Santa Madre Yglesia Catholica Apostolica Romana, en cuya verdedera fee y crehencia he vivido y protesto vivir y  morir como fiel y catholico christiano y si se me hubiese  oido u oyese alguna expresion contraria a esto, la detesto y quiero que no se tenga por dicha, porque sera efecto del delirio y no estar en mi caval juicio. Esto supuesto y considerado con prudente reflexion que la muerte es indubitable, deseando estar prevenido para quando llegue, tomando como tomo por mi intecesora y abogadaa Maria Santissima Madre de N.S Jesuchristo, al Santo Angel de mi guarda, a mi padre y  señor San Josef y demas Santos de mi nombre, santos y santas de la Corte celestial para que intecedan con su divina Magestad perdone mis culpas y pecados y lleve mi alma a gozar de su beatifica presencia, a honra y gloria suya hago y ordeno mi testamento en la forma y  manera siguiente.

– primeramente mando y encomiendo mi alma a Dios N.S, que la crio de la nada y redimio de su  culpa original por medio de la preciosisima pasion y muete de N.S Jesuchristo y el cuerpo mando  a la tierra de que fue formado.

– que quando la voluntad de Dios fuese servido llevarme de esta vida a la eterna, mi cadaver sea vestido o amortajado con abito de mi madre y señora Maria Santissima del Carmen y puesto en una caja cubierta de sayal de mi serafico padre San Francisco de Asis y sepultado en la boveda del combento del Rosario propia del excmº. señor marques de Monasterio, Lapilla y Paredes, para lo cual he pedido en caridad y vervalmente la liciencia necesaria y con  efecto me la ha concedido, y  la demas forma y  disposicion de mi entierro lo dejo al arbitrio de mis testamentarios y albaceas a quienes ruego y encargo lo dispongan sin aparato de vanidad, ni pompa  si como si fuera un pobre pues asi es mi voluntad.

– mando que el dia de mi entierro, si fuese a hora de celebrar y  sino en el inmediato se me diga misa de cuerpo presente con diacono, subdiacono, vigilia y responso y que en sufragio de mi alma se digan y celebren trescientas misas rezadas, pagando por cada una la limosna que les pereciere a mis testamentarios, de cuyo numero, sacada la quarta parte que corresponde a la parrochia, las restantes se celebran en las yglesia y  altares que dijesen aquellos.

– mando se de por una vez lo acostumbrado a las mandas forzosas, Santos Lugares de Jersualen, redempcion de cautivos y ordenes mendicantes y lo mismo a los Reales Hospitales General y Pasion de esta Corte, con lo qual las suprimo del derecho y acciones que podrian pretender a mis bienes y  todo en conformidad de lo precitado por Su  Magestad (Dios le guarde).

– declaro que el matrimonio que contraje con la señora Doña Maria Manuela Carbajal y Flores, mi prima y muger lexitima, que santa gloria haya, me quedaron por hijos lexitimos el señor Don Vicente Maria de Vera y Carbajal y las señoras Doña Maria de la Asumpcion y Doña Maria de los Angeles de Vera y Carbajal, que el primero como varon  mi inmediato subcesor que es le corresponden las rentas  que poseo del oficio de fiel medidor majonero del Reynado de Sevilla y pueblos comprehendidos en sus diez thesorerias, la dehesa de los Acevedos sita en el termino de Badajoz y  todo lo pertenciente  a este mayorazgo y lo declaro asi para que siempre conste.

– asimismo declaro me corresponden en propiedad diez y seis acciones en el Real Emprestito como tambien lo que se manifestare por mi apoderado Don Vicente Antonio Espejo, vezino de la ciudad de Merida, de quien tengo la mayor satisfacion y confianza de su honrado y arreglado proceder.

– y asi quiero que se este y se pase por las cuentas y razones que diese sin que se le procese judicialmente a que de otras y tambien quiero y es mi voluntad por lo que dejo expuesto que se este y pase por lo que el referido Don Vicente Espejo expresase resultar de la concesion que le tengo conferida acerca de fiscalizase las cuentas de las lexitimas de dichos mis tres hijos en la villa de Caceres, correpondientes a el derecho que les asiste por el fallecimiento de sus abuelos los señores Don Gonzalo de Carbajal y Doña Violante Flores, señores que fueron de la Casa fuerte de Malgarrida, cuyos documentos y papeles existen en poder del nominado Don Vicente Espejo, que recogera los que falten para el resguardo del derecho lexitimo y acciones que pertenezcan a los citados mis hijos.

– ygualmente quiero y es mi voluntad que se este y pase por las cuentas que diese mi criado Domingo Fernandez, vezino de Badajoz, de las rentas pertenecientes  a el mayorazgo de los Acevedos que ha estado y esta a su cargo por la mucha confianza que tengo  de su conducta.

– tambien presentara su cuenta Don Bernardo Bascones como mi administrador general que es de la renta del referido oficio de Fiel medidor y majonero del Reynado de Sevilla y pueblos comprehendidos  en su diez thesorerias.

– en atencion a los auxilios espirituales que ha experimentado y con que la soberana reyna de los Angeles Maria Santissima me ha asistido, es mi deliberada voluntad y  mando que en reconocimiento se celebre una sola vez el primer dia de su gloriosa Asumpcion despues de mi fallecimiento, una misa cantada segun costumbre en el expresado combento del Rosario, pagandose por ella lo que pareciere regular a mis testamentarios a quienes encargo y suplico su cumplimiento.

– declaro que he tenido y  tengo particular devocion a San Francisco Xavier y con este motivo he procurado que en su obsequio se celebren una fiesta anualmente el dia del Santo, que es a tres de diciembre y siendo de mi agrado la continuacion de esta devocion encargo a mi hijo Don Viente Maria de Vera y Carbajal para que quando tenga edad competente haga celebrar su fiesta a el mismo San Francisco Xavier con S.M. manifiesto, misa y sermon en la yglesia o combento que quisiese sin que a ello tenga mas obligacion que la de un encargo que le hago voluntario con manifestacion de mi voluntad.

– en la misma conformidad declaro que siguiendo yo el ejemplo que desde niño me dio mi madre y señora Doña Maria Polonia de Ulloa y Carbajal, he tenido y tendre toda mi vida con el favor de Dios la expecial devocion de dar una comida a siete pobres en el dia de mi padre y señor San Josef, sirbiendoles a la mesa, despues he dado a cada una cinco reales de vellon y sera mucho de mi agrado que el expresado mi hijo Don Vicente Maria de Ulloa y Carbajal continue con la misma devocion y asi lo encargo para que lo haga voluntariamente, pues no es mi animo obligarle con presion a que lo haga y si manifestarle mi voluntad y grandisismo gusto que me dara en seguir dicho ejemplo.

– en memoria del mucho amor y cariño que siempre nos hemos profesado la excmª señora Doña Francisca Maria de Bejarano, duquesa de la Roca, maquesa de Sofraga y yo y al cariño  que igualmente ha manifestado a dicho mis hijos, sus sobrinos, la mando un cuchillito de oro con cavo de venturina y encargo me encomiende a Dios.

– es mi voluntad y mando que a mis criados y criadas que actualmente me sirben o sirbiesen a el tiempo de mi  fallecimiento se les de a cada uno por una vez y gracia particular, quatro meses de salario conforme a el que respectivamente tubieren señalado, la qual se entendera en los mismso terminos con las criadas que dichas mis dos hijas tubiesen en el combento de señoras Calatravas y a todos encargo me encomienden a Dios.

– mando yo el sobredicho Don Vicente Antonio de Vera de Aragon, de la facultad que me conceden las leyes de estos reynos, sin embargo de que es igual al amor y cariño que tengo a dichas mis tres hijos, atendiendo a qu el nominado Don Vicente Maria de Vera Carbajal como razon es mi inmediato subcesor a los mayorazgos y vienes vinculados que poseo, es mi voluntad mejorar y desde luego mejoro en el tercio y remanente del quarto de todos mis bienes y acciones libres a las expresadas mis dos hijas Doña Maria de la Asumpcion y Doña Maria de los Angeles de Vera y Carbajal para que su ymporte lo partan y dividan por mitad y en el caso de que falleciera alguna ante que yo, lo lleve y goze todo las que sobreviviere con la vendicion de Dios y la mia por que asi es mi deliberada voluntad.

– y en el remanente que quedare de todos mis vienes, caudal y hacienda, muebles y raices, creditos y efectos, acciones y derechos que me correspondan y puedan corresponder despues de cumplido y pagado lo que dejo dispuesto en quanto mi testamento, instituyo y nombro por mis unicos y unibersales herederos a los referidos mis tres hijos y de la citada señora Doña Maria Manuela de Carbajal y Flores, para que lo hayan, gozen y hereden con la vendicion de Dios y la mia les  pido me encomienden a su Divina Magestad.

– en consideracion a la menor edad de dichos mis tres hijos, usando asimismo del arbitrio y facltad que me conceden las leyes de estos reynos, nombro por tutor y curador de las personas y vienes de los nominados mis tres hijos Don Vicente Maria de Vera y de Aragon, duque y señor de la Roca, marques de Sofraga, relebandole de fianzas y con facultad de que por ausencia o enfermedad u otro lexitimo impedimento pueda sobstituir o delegar el referido encargo de tutor en su hijo el excmº señor conde de Requena o en las personas que fueren de su satisfacion y confianza y suplico al señor juez ante quien se presentare testimonio de esta clausula se sirba apremiar este nombramiento y discernirles el de tales tutores con la insinuada relebacion y poder en competente forma de derecho para administrar sus bienes, cobren sus rentas y pagar lo que legitimamente se deviere pues asi es mi voluntad.

– ygualmente es mi voluntad y mando que luego que se verifique mi fallecimiento el espresado excmº señor duque y señor de la Roca, mi hermano, por si solo o valiendose de la persona que elija sin intevencion ni mezcla de juez alguno haga el inbentario, descripcion y aprecio de todos mis bienes libres, caudal y efectos que dejare y los parta, divida y adjudique por iguales partes entre dichos mis tres hijos y heredero, sacando la citada mejora de tercio y remanente del quinto que llebo hecha a mis dos hijas confidencial  y cumplidamente para evitar los gastos judiciales, pleitos y otros incombenientes y solo en el caso preciso de que le ocurra a su excª alguna duda que por si no pueda resolver, pedira valerse de la persona de ciencia y conciencia que sea su voluntad para con su acuerdo deliberar y executar lo que corresponde  pero siempre ha de ser extrajudicialmente y la liquidacion, cuenta, particion y adjudicacion que hiciese S.Excª  o las personas que elija, quiero y mando que valga  y sea tan firme y estable como si yo mismo lo executara, pues a ello le doy y confiero todo mi poder cumplido, amplio y vastante, el que tengo y por derecho se requiere, sin limitacion alguna, prebiniendo como expresa y absolutamente prohibo la intervencion de la Justicia en el enunciado y ymbentario, tasacion, particion y adjudicacion de mis bienes y solo quiero y mando que se protocalize todo en el oficio de el escrivano de el numero que elija dicho mi hermano para que siempre conste y que por el se den los testimonios que se pidiesen para resguardo del derecho de los citados mis hijos, sus descendientes y demas interesados.

– asimismo quiero y mando que si dejare alguna memoria firmada de mi puño en que haga algunas mandas, legados o declaracion tocantes a mi ultima voluntad se tenga por presente de este mi testamento y como tal se guarde y cumpla sin interpretazion alguna por que asi es mi deliberada voluntad.

– y para cumplir, pagar y executar lo contenido en este mi tesrtamento y  lo que contubiere la citada memoria, en caso de que la deje, nombro por mis alvaceas y testamentarios a mi  primo el excmº Don Manuel Godoy, principe de la Paz, duque de Alcudia, secretario de Estado y del Despacho Universal de Su Magestad (que Dios guarde), a mi tio el excmº señor bailo fr. Don Pedro de Ulloa y Carbajal, embajador en Malta, al excmº. e Yllmº señor Don Antonio Despuig, arzobispo de Sevilla y a mi confesor el R.P. presentado fr. Antonio de Zuñiga, prior actual en su combento de Nuestra Señora de Atocha, a cada uno de por si  insolidum y les doy y confiero poder y facultad cumplida como por de derecho se requiere para que verificado mi fallecimiento  dispongan, cumplan y paguen lo que dejo ordenado a cuio fin quiero y es mo voluntad que este encargo les dure todo el tiempo que necesiten aunque se pase el año del alvaceazgo pues se les prorrogo en forma.

– y por el presente revoco, anulo, doy por nulos y de ningun valor ni efecto otros qualequier testamentos, cobdicilos, poderes para hacerlos y demas disposiciones testamentarias que antes de esta hubiere hecho y  otorgado por escrito, de palabra u en otra forma que ninguna quiero valga ni haga fee excepto la presente por ser asi mi voluntad en la via y forma que mas haya lugar en derecho. En testimonio de lo qual asi lo digo, otorgo y firmo ante el presente escribano del rey N.S., de la Real Camara de Palacio y sumiller de Corps y propietario del Real Sitio del Pardo, siendo testigos los señores Manuel Pardo y Carrillo, procurador, don Juan de Mena y Solis, procurador, don Manuel del Corral, don Andres Garcia y don Antonio Gonzales, residentes en esta Corte y el otorgante doy fee conozco en Madrid a veinte y tres de diciembre de mil setezientos noventa y seis.

            El conde de los Azevedos. Ante mi = Matheo Moyano y Haro. [9]

[1] .- El fiel medidor era un funcionario que administraba un impuesto concedido por el Reino a Felipe IV, en 1642; que grababa con cuatro maravedis de vellón cada arroba de vino, vinagre y aceite de los que aforaban, median, pesaban  y consumía. Estuvo en vigor  hasta 1749 cuando su producto se destino, en principio, a la remonta de la caballería y, posteriormente al bolsillo secreto del rey. Este impuesto fue abolido en 1842 (vid. ESPINOLA Y SUBIZA, R .- Tratado elemental de Instituciones de la Hacienda Pública en España, Madrid 1859, p. 108).

[2][2] .- El convento de  Nuestra  Señora  del Rosario fue fundado por religiosos dominicos en 1632, en un solar de la madrieleña calle de la Luna. Posteriormente don Octavio Centurión y su esposa doña Baustista Doria, marqueses de Monasterio levantaron iglesia y convento en la cercana calle de san Bernardo que entregaron a una congregación de monjas capuchinas, que no aceptaron la donación, por lo que los fundadores lo entregaron a los frailes dominicos, otorgando la correspondiente escritura el 13 de febrero de 1643. El complejo monástico se mantuvo en pie hasta 1835, en que fue desamortizado, pasando a ser, sucesivamente, cuartel, parroquia  de las guardias alabarderos., colegio particular y teatro del Liceo hasta su derribo en  1865, año en que esta fechada una foto de Laurent con la iglesia todavía en pie, aunque el convento ya había sido derruido. Según Ponz la iglesia convetual  contenía numerosas obras de arte como tres estatuas de marmol, de factura  genovesa, representando la Inmaculada Conepció, san José y san Francisco , situadas en la fachada del templo y en su intrior pinturas de Carducho y Claudio Coello y tallas de Manuel Pereira y Juan de Mena (vid. PONZ, A.- Viage de España, Tomo V, Madrid  1793, pp. 195-196),

[3] ..- Archivo Histórico de Protocolos de Madrid. Protocolo = 21643, folº. 154-162 vlt º. Escribano  = Mateo Moyano y Haro.. Ver Aportación Documental.

[4] .- GOÑI GAZTAMBIDE, J.- “Despuig y Dameto, Antonio” en Diccionario de la Historia Eclesiástica de España, Madrid, Instituto Enrique  Florez, C.S.I.C, 1987, pp. 252-257.

[5] .- CARBONELL BAUDES, M.- El cardenal Despuig. Col-leccionisme, grand tour i cultura il-lustrada, Palma de Mallorca. Consell de Mallorca, 2013.

[6] .- Archivo Histórico de Protocolos de Madrid. Protocolo = 21643, folº. 182-182 vltº. Escribano = Matías Moyano y Haro.

[7] .- Archivo Histórico de Protocolos de Madrid. Protocolo = 21643, folº. 205-205 vltº. Escribano = mat ías Moyano  y Haro.

[8] .- Archivo Histórico de Protocolos de Madrid. Protocolo = 21643, folº. 439-442 vltº. Escribano =  Mateo Moyano y Haro.

[9][9][9] .- Archivo Histórico de Protocolos de Madrid . Protocolo = 21643, folº. 154-162 vltº Escribano = Mateo Moyano y Haro

Nov 182022
 

Rocío Sánchez Rubio

(Universidad de Extremadura)

 

En este 2022, se cumplen 500 años de la primera circunnavegación de la tierra; son muchas las actividades académicas que recientemente se vienen sucediendo para conmemorar esta asombrosa empresa naval que tantas repercusiones tuvo en numerosos ámbitos de la vida. En 2017 se creó en España una Comisión Nacional para recordar y celebrar este acontecimiento por considerarlo de especial interés público. Desde entonces se han organizado numerosos encuentros científicos y exposiciones, se han proyectado documentales y se han publicado monografías y artículos que nos alumbran acerca de la expedición, de sus protagonistas y de las consecuencias innegables que tuvo aquel viaje que se inició y culminó en Sevilla. El equipo responsable de estos Coloquios de Extremadura ha decidido, con buen criterio, sumarse a esta efemérides dedicando la presente edición a la expedición de Magallanes-Elcano, pero han ido más allá y aprovechan esta conmemoración para reflexionar sobre el papel que los extremeños desempeñaron en América, en las exploraciones, conquista y proceso migratorio, un papel que fue especialmente relevante durante el periodo colonial. Agradezco la confianza que han depositado en mí para impartir esta conferencia en la que trataré de exponer las líneas maestras de un tema que requeriría mucho más tiempo de lo que una conferencia debe ocupar para no cansar al auditorio.

Existen fechas en el calendario de la Historia que han quedado marcadas para siempre por la trascendencia de los acontecimientos vividos en ese tiempo. Afortunadamente algunos de los protagonistas o testigos directos de esos hechos dejaron memoria de lo acontecido, contribuyendo a alimentar la materia prima con la que trabajamos los historiadores: las fuentes documentales. En uno de esos registros de 1522, podemos leer:

 

«El lunes 8 de septiembre largamos el ancla cerca del muelle de Sevilla, y descargamos toda nuestra artillería. El martes bajamos todos a tierra en camisa y a pie descalzo, con un cirio en la mano, para visitar la iglesia de Nª Señora de la Victoria y la de Santa María la Antigua, como lo habíamos prometido hacer en los momentos de angustia».

 

Quien escribió este texto se llamaba Antonio Pigafetta, era de origen italiano y fue uno de los pocos supervivientes de la expedición que, con el apoyo de la Corona castellana, había zarpado desde Sevilla tres años atrás comandada por el portugués Fernando de Magallanes. Pigafetta dejó una crónica repleta de información sobre el viaje, la cual entregó al emperador Carlos y a otras personalidades de la época.  De las cinco naves que el 10 de agosto de 1519 partieron desde las aguas del Guadalquivir, solo regresó la Victoria, al mando de Juan Sebastián Elcano y con 18 supervivientes de los 255 hombres (según las últimas investigaciones) que habían iniciado el viaje con Magallanes. No fueron los únicos, otros 12 volvieron varias semanas después procedentes de Cabo Verde y transcurridos algunos años, otros 5 lo harían procedentes de las lejanas Molucas, destino que había sido el principal objetivo que había alentado esta expedición.

Se ha afirmado, y con razón, que el mundo no volvió a ser el mismo después de este viaje que buscaba abrir una ruta por el Oeste para llegar a Oriente, a las islas de la Especiería. Una meta perseguida por Castilla desde el primer viaje de Colón, en una pugna con Portugal por liderar la carrera del comerciop de las especias. Los portugueses lo llevaban intentando desde que Bartolomé Dias consiguiera doblar con éxito el cabo de Buena Esperanza, siguiendo la ruta que pocos años después, en 1494, el Tratado de Tordesillas asignaría a Portugal.

La creencia infundada de que las islas de la Especiería se encontraban dentro de la demarcación española y que llegar a ellas permitiría a Castilla controlar el lucrativo comercio de las especias, hizo que las espectativas de la expedición de Magallanes fueran enormes.

El regreso a España de la nao Victoria con el reducido número de supervivientes tras transitar miles de kilómetros a través de tres océanos y tres continentes, convirtió a esta expedición en uno de los acontecimientos más relevantes de la historia de la humanidad. Con este viaje se había recorrido y descubierto «toda la redondeza del mundo, yendo por el oçidente e venyendo por el oriente «, tal como expresó Elcano en 1522 en una carta que remitió al rey Carlos al poco de avistar las costas españolas. Con la llegada de los supervivientes a España se materializaba, por tanto, la primera vuelta al mundo y se iniciaba también lo que se ha venido denominando la primera globalización.

La expedición de 1519 estaba integrada fundamentalmente por españoles y portugueses, aunque había también marineros de otras nacionalidades: italianos, griegos, alemanes, franceses, incluso algún asiático (un hindú y un malayo).  Se conoce la identidad de todos gracias al diario de Antonio Pigaffeta y a los diversos testimonios de algunos de los protagonistas donde vierten datos sobre el grupo, el viaje y los episodios vividos. Dos de aquellos hombres eran extremeños: Hernando de Bustamante y Juan Rodríguez Serrano. Hernando o Fernando residía en Mérida antes de embarcar, aunque todo apunta a que su origen estaba en la villa de Alcántara. Marchó como barbero de la expedición y fue uno de los 18 afortunados que consiguió volver tras completar la primera vuelta al mundo.

El otro extremeño, Juan Rodríguez Serrano, no tuvo la misma suerte, era originario de Fregenal de la Sierra aunque residía con su familia en Sevilla, viajó como capitán y piloto de la Santiago, una de las cinco naves que acompañaron a Magallanes en 1519. El frexnense desapareció en Cebú, una de las islas de archipiélago filipino, tras sufrir una emboscada de los indígenas y nunca más se supo de él. Su mujer, la sevillana Juana de Durango, nunca lo dio por muerto y peleó incansable durante años para conseguir que tanto la Corona castellana como la portuguesa buscaran a su marido y acudieran a su rescate.

Finalmente, el esfuerzo de esta expedición, con las decenas de vidas cobradas no sirvió para que Castilla consiguiera el control de las ansiadas islas de la Especiería. El principal problema tras el viaje de Magallanes y Elcano fue dilucidar a quien pertenecía aquellas islas, si a Portugal o a Castilla. Se sucedieron reuniones de alto nivel en las que participaron diplomáticos, pilotos, cartógrafos, matemáticos y navegantes muy reconocidos de ambas Monarquías para intentar resolver el contencioso que sólo se pudo cerrar en 1529 tras la firma del Tratado de Zaragoza.

Se ha dicho que para Castilla este Tratado fue uno de los negocios más rentables de su historia y seguramente fue así; en él se reconocía que las islas Molucas se hallaban en la parte del mundo asignada a la Corona castellana  (ahora ya sabemos que aquella suposición se basaba en un cálculo erróneo, en  realidad las islas estaban situadas en la parte que se le había otorgado a Portugal a finales del siglo XV). Siendo dueña de las Molucas, Castilla renunció a ellas y vendió a Portugal ese derecho, a cambio de una sustanciosa cantidad de dinero (es decir, vendió a Portugal lo que en realidad era de Portugal).

¿Por qué Castilla renunció a ese derecho que con tanto ahínco había perseguido desde que se produjera el primer viaje de Colón en 1492?. Pronto los castellanos fueron conscientes de que, aún con la posesión de las Molucas, su posición en el comercio asiático era muy marginal puesto que se tardó en fijar la manera de regresar por el Pacífico, única vía permitida a Castilla; el  derrotero del llamado tornaviaje a través de este océano, no se consiguió fijar hasta 1565.

A ello podemos sumar otro factor, quizás más importante, vinculado a  los acontecimientos que se sucedían por entonces en los nuevos territorios de América y que ayudarán a revalorizar la posición castellana en este continente. Al tiempo que Magallanes descubría en 1519 el paso entre el Atlántico y el Pacífico para dirigirse a las islas de la Especiería, el ejército de Hernán Cortés se encontraba con la confederación azteca. De esta manera, América empezará a cobrar valor por sí misma, convirtiéndose, ahora sí, en el objetivo prioritario de la expansión castellana.

Por tanto, el verdadero valor de los nuevos territorios descubiertos por Colón, no se puso de manifiesto en sus inicios, y aunque la Corona trató muy pronto de controlar aquella empresa (convirtiendo en papel mojado los compromisos adquiridos con el almirante), lo cierto es que durante un tiempo la Corona miró más hacia Oriente que hacia las nuevas tierras de América, que en apariencia no ofrecían tantas oportunidades ni parecían tan ricas. Ello no impidió que el control real sobre el Nuevo Mundo fuera aumentando progresivamente a medida que se debilitaba el poder que la propia Corona había depositado en manos de Cristóbal Colón. También muy pronto, para los nuevos territorios se apostó por el sistema de poblamiento, por la fundación de ciudades y el asentamiento de una población fija y no de paso.

En 1992, hubo otro V Centenario donde se conmemoraba un acontecimiento de especial relevancia histórica: el Descubrimiento de América. Ese aniversario dio un gran impulso a las investigaciones sobre el tema que versa esta conferencia. En los años inmediatos y posteriores a 1992 se publicaron numerosos trabajos que alumbraron acerca del fenómeno migratorio que alentó a miles de españoles a abandonar sus hogares para poblar el Nuevo Mundo. Gracias a aquellas investigaciones y a otras muchas que se han ido abordando después (ampliando, matizando y corrigiendo en algún caso), hoy tenemos una visión suficientemente nítida sobre aquel movimiento de población procedente de la Península que se dirigió hacia los nuevos territorios, los mecanismos que se pusieron en marcha para hacerlo posible y los protagonistas que lo llevaron a cabo a ambos lados del Atlántico.

 

La política migratoria

Hay que partir de una realidad que, desde su inicio, condiciona la emigracióna Indias: el trasvase de población española a América -y, por tanto, también extremeña- fue un proceso dirigido y controlado por el poder político. Aunque en la fase inicial se produjeron titubeos, enseguida se tuvo claro que no se iba a permitir el libre acceso de pobladores a América, porque el deseo de la Corona era la de asentar a personas de calidad, de «buenas costumbres» y que lo hicieran de forma ordenada. A través de una legislación amplísima y con la ayuda de un cuadro administrativo muy complejo se fue dictaminando qué personas podían instalarse y el modo de acceder a aquellos territorios.

A lo largo de los sesenta años que cubren los reinados de los Reyes Católicos, de su hija Juana y de su nieto Carlos, se fueron definiendo las características y los requisitos que el candidato a marchar a Indias debía cumplir, así como los trámites a realizar antes de embarcarse.También se empezó a concretar qué grupos iban a tener vedado el acceso y los castigos en caso de incumplimiento. En esas décadas iniciales se fija de forma casi definitiva la legislación referida a pasajeros, pues en lo sustancial no cambiará durante todo el periodo colonial.

De inicio, se estableció la obligación de portar licencia de la Corona para marchar a Indias, requisito que se mantuvo inamovible durante más de tres siglos y que las autoridades no dejaron nunca de recordar, lo que de alguna manera delata que su cumplimiento no era general.

En 1503 se crea en Sevilla la Casa de la Contratación, entre sus funciones estaba la de llevar el control de las personas que se embarcaban. Sevilla se convertía -como la defició Lope de Vega-  en el único “Puerto y Puerta de las Indias”; circunstancia que a priori, permitía establecer un control más seguro y fiable tanto de los pasajeros que iban y venían de América, como sobre las mercancías intercambiadas. Esta situación se prolongó hasta principios del siglo XVIII; en 1717, la institución se trasladó a la ciudad de Cádiz.

La supervisión de la emigración ejercida por la Casa de Contratación será compartida con el Consejo de Indias a partir de la creación de éste en 1524, convirtiéndose en el principal órgano de gobierno de los territorios americanos.

Al menos desde 1509, los oficiales de la Contratación llevaban un registro de todos los pasajeros, identificados por su nombre y apellido, el lugar de origen, la filiación de sus padres y el oficio ejercido, se incluía también una declaración jurada de testigos ratificando que no pertenecieran a grupos prohibidos para marchar a Indias.

Desde muy pronto a determinados colectivos se les prohibió viajar y establecerse en América. En 1502 se ordena que no pasen «moros, ni herejes, ni judíos, ni reconciliados, ni personas nuevamente convertidas a nuestra sancta fe». En 1508 se amplía la condición de prohibido a los descendientes de los quemados y reconciliados por la Inquisición, hasta el segundo grado; tres años después se incluirá también a los nietos.

También se vetó el paso a los extranjeros, pero ¿quien era extranjero en un Imperio como el español que controlaba tantos territorios?. Las reales órdenes lo dejaban muy claro: aquel que no fuese natural de los territorios españoles de la Corona de Castilla y de Aragón. Sin embargo, la necesidad de poblar a las nuevas áreas que continuamente se incorporaban a los dominios de la Monarquía hizo que, en determinadas coyunturas, se favoreciera el paso de pobladores de manera indiscriminada; haciendo la vista gorda, y relajando las medidas restrictivas, sobre todo, durante las primeras décadas del siglo XVI.

Finalizadas las grandes conquistas, durante la segunda mitad del Quinientos, se inicia una nueva etapa coincidente con el reinado de Felipe II;  los trámites burocráticos y los mecanismos de control para viajar a Indias se incrementan y adquieren ya su forma definitiva, sin los vaivenes de la etapa anterior. Aumentan los esfuerzos y se ponen más medios para evitar que los grupos prohibidos accedan y se instalen en los nuevos territorios, y se incorpora a la lista otro colectivo, el de los gitanos, un modelo poco ajustado -según la mentalidad de la época- al prototipo de poblador honrado que se quería para América.

En este periodo se pone, si cabe, más cuidado en la calidad de los pobladores, evitando el paso de personas desocupadas para que las Indias no se llenaran de vagabundos, ociosos y gentes de mal vivir. Finalmente se insiste en declarar a las Indias coto cerrado para quienes no fueran súbditos españoles. A pesar de esta prohibición, la realidad era que los extranjeros estaban por todas partes y su llegada a América se había convertido en una constante desde los inicios, ya fuera de manera ilegal o con autorización de la Corona. Conscientes del problema, se arbitraron diversas fórmulas para permitir a los extranjeros instalarse de manera legal en América; fórmulas como las naturalizaciones (si se cumplían una serie de requisitos) o las composiciones (mecanismo que los Austrias utilizaron muchas veces para recaudar dinero consistente en legalizar la presencia del extranjero a cambio de un pago).

En 1552 se introduce la exigencia de presentar en la Casa de Contratación información de limpieza de sangre, realizada en el lugar de nacimiento ante un escribano público y en presencia de alguna de las autoridades del lugar (corregidores, alcaldes…); además varios testigos debían ratificar los datos que el futuro emigrante daba de sí mismo y de su familia. Con esta información se acreditaba ante la comunidad la calidad social y la condición de cristiano viejo del emigrante. El candidato a viajar no escatimará esfuerzos para demostrar, la pureza de su sangre, su conducta intachable, y alegar que no marchaba para evadir pleitos pendientes ni para escapar de deudas contraídas con la Real Hacienda. En definitiva, que era persona de bien y merecedora de la licencia que habilitaba el paso de manera legal a las Indias. Las informaciones que se han conservado, proporcionan datos valiosos sobre los emigrantes y nos aproximan también a su apariencia física pues solía incluirse una descripción de los rasgos más sobresalientes al objeto de evitar fraudes y suplantaciones de identidad a la hora de embarcar.

La necesidad de otorgar estabilidad y orden a los nuevos territorios alentó, así mismo, desde muy pronto:

– La emigración de familias completas y, por tanto, de mujeres (una colonización sin mujeres no era posible). La presencia de familias era necesaria para que los asentamientos en América fueran estables y duraderos, además existía también una justificación de tipo religioso y moral, ¿cómo podía enseñarse a los indígenas la bondad del matrimonio único y las ventajas de la vida civilizada si los españoles no daban ejemplo de ello?.

– En esta misma línea, se intenta acabar con un fenómeno preocupante como era la de los hombres casados que habían marchado a Indias sin sus esposas y alargaban sus estancias en América muchos años separados de ellas, convirtiendo a estas mujeres en auténticas viudas, cuando en realidad no lo eran.

Por tanto a los grupos prohibidos se sumó la condición de varón casado que pretendía viajar sin su mujer, poniéndose trabas también a los que ya lo habían hecho y alargaban sus estancias en Indias sin intención de regresar a España o de enviar a por sus esposas. A lo largo del siglo XVI (1505, 1511, 1524, 1525 1530, 1533…) la Corona elevará órdenes en este sentido que irán subiendo de tono, lo que atestigua que este fenómeno -como el de la presencia de extranjeros- era difícil de erradicar en un espacio tan inmenso como era la América española.

El problema adquirió tal dimensión que en los últimos años del reinado de Carlos V (a partir de 1544) se intentó resolver de manera contundente y con la ayuda de una reglamentación mucho más dura:

– Para los matrimonios que permanecían separados se destinaron jueces especiales, nombrados por las Audiencias americanas, para perseguir a los casados que incumplían la ley y proceder a su expulsión.

– Para los hombres casados que se veían obligados a embarcarse en solitario por asuntos de negocios (muy habitual entre los mercaderes), o para llevar a cabo tareas puntuales como el cobro de haciendas o el acompañamiento de familiares en viajes de ida o vuelta, se crean permisos especiales que comprometían, tras el pago de una fianza, a regresar en un plazo estipulado. Estas licencias requerirán, además, el consentimiento expreso de las esposas, que sólo podía certificarse ante un escribano público.

Esta fue una línea de actuación política que se mantendrá hasta el final del periodo colonial pero que ni consiguió acabar con las separaciones matrimoniales, ni con el problema de los abandonos en la Península y de las falsas viudas (que no lo eran por ley porque sus maridos seguían vivos en América).

Los datos sobre las mujeres extremeñas que viajaron durante la segunda mitad del siglo XVI para reencontrarse con sus maridos haciendo constar el tiempo que éstos llevaban ausentes de sus casas, confirma que el problema se perpetuó y que las separaciones siguieron produciéndose, aún después de endurecerse las penas contra los casados que se olvidaban de regresar.

Desde muy pronto se promovió también el paso de mujeres solteras y casaderas porque en América deambulaban muchos hombres solteros que llegaron en la etapa descubridora y conquistadora a quienes se pretende fijar en la tierra para que la sociedad estuviera bien ordenada. Al principio no se puso freno alguno a estas mujeres célibes, pero después se empieza a obstaculizar el que pudieran instalarse libremente en solitario. Se les impedirá viajar si no van acompañadas de un varón de la familia que pudiera velar por su honra y reputación. Detrás de esta decisión estaba el temor de que emigraran aventureras o prostitutas que pudieran influir negativamente en la moral de las nuevas poblaciones, tal como aseguraban las autoridades virreinales que estaba ya sucediendo en algunas ciudades de sus distritos.

El propio discurrir de la presencia española en territorio americano con las etapas de descubrimiento, conquista, pacificación y colonización y la política migratoria que la Corona fue perfilando, contribuirá a ir fijando el tipo de poblador que se desplaza hacia los nuevos territorios.

Durante la primera fase se detecta la presencia mayoritaria de hombres jóvenes, lo que resulta lógico dadas las tareas que debían llevarse a cabo en América. Y aunque hubo también mujeres que se decidieron a embarcar, la presencia de éstas al principio fue bastante minoritaria.

En el primer tercio del siglo XVI por cada mujer extremeña que cruzaba el Atlántico lo hacían 24 hombres, desajuste que se irá corrigiendo a medida que se consolida el asentamiento español y se entra en una fase plena de colonización. La preferencia de la Corona por una emigración de tipo familiar contribuirá a ir equilibrando ese desajuste entre ambos sexos. Hacia mitad de siglo XVI las mujeres ya representaban más de la cuarta parte del total de los emigrantes, proporción que irá subiendo paulatinamente a medida que se pacifica el territorio, se fundan las ciudades y los asentamientos se hacen estables y duraderos.

En los últimos años del XVI la emigración femenina extremeña se había quintuplicado en relación a comienzos de ese mismo siglo. Sin embargo, la participación global masculina siempre fue superior a la femenina (algo más de 4 varones por cada mujer) y aunque con el transcurrir del tiempo tendieron a igualarse, nunca llegaron a equipararse.

 

Los trámites para viajar a Indias

En función de lo dicho hasta ahora, se puede deducir que los trámites para marchar a Indias eran largos y costosos para aquellos pasajeros que decidían hacerlo por los cauces legales. Se iniciaban con la solicitud de una licencia real, donde solía manifestarse las razones que empujaban a emigrar. En ella debían incluirse todas las personas que el solicitante llevaba en su compañía (mujer, hijos, otros familiares, criados). La petición debía presentarse en la corte ante el Consejo de Indias, donde era aprobada o desestimada estampando en la resolución la firma del rey. Sólo en casos especiales (mercaderes y factores de mercaderes, por tiempo limitado a tres años y sin opción a prórroga, mestizos, vecinos de Indias casados en aquellas parte, familias que quisieran residir en Santo Domingo y mujeres casadas cuyos maridos residían en Santo Domingo) las licencias podían ser despachadas en la Casa de Contratación.

Esta documentación es muy jugosa pues aporta pistas sobre las causas que los solicitantes exponían en sus peticiones para abandonar estos territorios, en un porcentaje muy alto solían declarar estos dos motivos:

– padecer mucha necesidad

– tener familiares en América que les habían ofrecido su ayuda y les reclamaban para que fueran a vivir con ellos.

Este último es el origen de que numerosas peticiones incorporaran cartas privadas de estos familiares emigrados para demostrar que no se iba a la aventura sino a «mesa y mantel puesto», al objeto de obtener con más facilidad la licencia real. Se han conservado centenares de cartas privadas escritas por los emigrantes a sus familiares en España, lo que supone un auténtico tesoro para los historiadores por la cantidad y calidad informativa.

La licencia era personal, intransferible y tenía validez por dos años, quedando invalidada si en ese plazo no se había hecho uso de ella. Obtenida la licencia el siguiente trámite era la realización de la limpieza de sangre, documento que certificaba, en teoría, la condición de cristiano viejo y la de ser persona de fiar y no conflictiva. Hubo dos colectivos exentos de cursar esta obligación: los eclesiásticos y los denominados provistos (cargos públicos), pues se sobreentendía que su limpieza de sangre estaba probada de sobra.

El siguiente trámite tenía como escenario la Casa de Contratación, donde se efectuaba el control de los documentos que el emigrante aportaba para poder embarcar (la licencia real y la información). Hay estudios que demuestran que ese control era bastante minucioso antes de obtener el permiso final y ser registrado en los libros de asientos. Días después del asiento los pasajeros eran citados para recoger las credenciales necesarias al objeto de realizar el viaje: la real cédula original y la licencia de embarque expedida por Contratación.

El último control se efectuaba ya a bordo de los navíos donde los visitadores inspeccionaban los barcos para controlar el número y la identidad de los que viajaban, elaborando un listado. Previamente los pasajeros debían negociar su viaje y las condiciones en las que éste se efectuaría con los maestres de los navíos de las flotas. Usualmente lo hacían ante un escribano de la ciudad de Sevilla mediante un documento que conocemos como carta de fletamiento. Gracias a esta documentación podemos aproximarnos al coste económico que suponía el viaje a Indias y el enorme esfuerzo que representaba para el emigrante su traslado a aquellos territorios. Cantidad que se elevaba extraordinariamente cuando era una familia de varios miembros la que embarcaba.

 

Evolución del movimiento migratorio

El control que la Corona pretendió ejercer sobre el flujo migratorio ha tenido una consecuencia muy positiva para los investigadores que hemos abordado esta temática, gracias a aquél se generó un volumen ingente de documentos que con el tiempo se han convertido en fuentes imprescindibles para poder conocer los rasgos de la población que marchó (lugar de procedencia, señas de identidad, razones de la partida, lugares donde se establecían…). Sin embargo esta documentación no es fiel reflejo de la dimensión que alcanzó el fenómeno migratorio por diversas razones:

– A lo largo del tiempo se han producido pérdidas documentales y deficiencias en la tramitación que provocan vacíos informativos, sin olvidar que en algunos momentos la Corona eximió de realizar algunos trámites a determinados pasajeros o grupos por el gran deseo que tenía de que aquellas tierras se poblaran. Por ejemplo, solía ser bastante habitual que en expediciones pobladoras se dispensara a los participantes de presentar informaciones de limpieza de sangre, bastando con que el capitán jurara que no llevaba con él a ninguna persona de las prohibidas (ello agilizaba los trámites, pero esta fórmula permitía que se colaran personas que, con la ley en la mano, no debían de haber pasado).

– Tampoco se puede pasar por alto la existencia de una emigración ilegal, que escapaba a todo control y, por tanto, muy difícil de estimar numéricamente. Todo apunta a que la existencia de emigrantes ilegales fue un fenómeno bastante extendido a juzgar por las reiteradas denuncias que hacían las autoridades, tratando de atajarlo con sanciones cada vez más duras.

Los ilegales no sólo fueron personas pertenecientes a los colectivos prohibidos para establecerse en América, también individuos aparentemente sin trabas, optaban por utilizar vías ilícitas para no tener que realizar los largos y costosos trámites administrativos.

Se conocen bastante bien las vías utilizadas por la emigración clandestina para entrar en América. Entre ellas, era común enrolarse como marinero o soldado y desertar cuando el barco arribaba en tierras americanas, marchar escondido en un barco en calidad de polizonte, los llovidos, o embarcarse con documentos falsos. En este sentido, existen noticias de que en Sevilla llegó a existir un mercado clandestino de compraventas de licencias. Sin embargo, resulta muy dificil evaluar el alcance de este fenómeno y su estudio supone un gran reto para los investigadores por la escasa huella documental.

Durante el periodo colonial el flujo migratorio hacia los territorios de Ultramar fue un proceso oscilante que experimentó altibajos y alteraciones, en parte motivadas por la modalidad y por la normativa que trataba de regularlo. A medida que transcurría el tiempo, fueron modificándose también las características de la población que marchaba, su volumen, los aportes de las diferentes regiones de España y las preferencias a la hora de elegir destinos.

Simplificando y de manera muy esquemática se pueden señalar varias etapas en este largo proceso que se inició a finales del siglo XV.

Durante las primeras décadas los españoles que se desplazan a América lo hacen para participar en la conquista, ocupar el territorio y comenzar su poblamiento. Los protagonistas son, sobretodo, hombres jóvenes que marchan en busca de fortuna como recompensa a los méritos militares.

La situación cambia claramente a partir de la segunda mitad del siglo XVI, al producirse un incremento de las salidas -hasta casi duplicar los valores de la primera mitad de siglo-, modificándose también la composición del flujo migratorio de las primeras décadas. Las grandes conquistas habían finalizado y se entraba en la fase plena de colonización y poblamiento, comenzaba a consolidarse el asentamiento de españoles en América y los nuevos territorios ya no atraían sólo a los jóvenes aventureros de la primera etapa, sino a grupos de funcionarios, comerciantes, religiosos y, sobre todo, a familias dispuestas a iniciar una nueva vida. Este modelo, en el que la emigración familiar tiene un gran peso, se va a prolongar hasta la década de 1630. A partir de entonces y hasta finales del siglo XVII los desplazamientos de grupos familiares descienden de manera progresiva, aunque sin desaparecer del todo, contribuyendo a que el ritmo de las salidas disminuyera en comparación al siglo XVI.

También la creciente presión de la Corona tratando de impedir el paso de hombres casados sin sus esposas, forzó a que los matrimonios separados se agruparan en América, actuando como mecanismo corrector del desajuste de los primeros tiempos. Por otra parte, un porcentaje importante de quienes marchaban lo hacían porque habían sido reclamados por otros familiares o conocidos, o acompañando a personas que iban a ejercer determinados cargos en América.

La tendencia a la baja se prolongará durante el siglo XVIII, si bien con los Borbones hubo un intento de reactivar la emigración familiar promoviendo el paso de colonos (que provenían sobre todo de los territorios del norte peninsular y de Canarias) hacia espacios escasamente poblados de la América española que urgía controlar frente a los competidores europeos.

 

Las cifras y la participación de los extremeños

Se han realizado muchos esfuerzos para ofrecer cifras globales sobre la población trasvasada al Nuevo Mundo, pero no es una tarea sencilla hacer una cuantificación general del volumen de emigrantes y menos aún conocer sus orígenes y las señas de identidad de todos los que participaron en las empresas del Nuevo Mundo.

Ya hemos apuntado algunos de los problemas con los que nos enfrentamos: vacíos informativos por pérdidas documentales, las excepciones en la política migratoria, la existencia de emigrantes ilegales…etc.

Las diversas estimaciones efectuadas hasta ahora parten de técnicas de prospección y recuentos que se extrapolan para tratar de aproximarse al volumen que debió alcanzar la emigración en los siglos XVI, XVII y XVIII. De esta manera, se calcula que a lo largo del periodo 1493-1600, habrían viajado a las Indias unas 250.000 personas. Un volumen que se encontraría lejos de las cifras que se barajan para los siglos posteriores, donde el número de salidas se redujo de manera notable sin que volvieran a alcanzarse los valores del XVI, que es considerado el gran siglo de la emigración del periodo moderno. Se acepta una secuencia de 100.000 individuos para el siglo XVII, una cifra algo más alta para el siglo XVIII y unos 25.000 emigrantes para el primer cuarto del siglo XIX.

Pero una cosa son las estimaciones numéricas y otra muy distinta es conocer a los protagonistas de la emigración a Indias. En las últimas décadas se han publicado numerosos trabajos, sobre todo a nivel local, que, valiéndose de fuentes muy diversas (parroquiales, protocolos notariales, etc) han servido para identificar a emigrantes que no aparecían en los registros oficiales. Aunque estos trabajos son relevantes, hemos de acudir a muestras más globales para obtener conclusiones válidas que sirvan para todo el territorio peninsular.

Para el Seiscientos sigue siendo de gran valor la amplia muestra que hace bastantes años ofreció el investigador norteamericano Peter Boyd Bowman, quien consiguió reunir numerosos datos biográficos de un volumen considerable de emigrantes -algo más de 56.000- manejando numerosos documentos tanto de archivos españoles como americanos. Su Índice Geobiográfico (muy utilizado por los investigadores) ha permitido valorar los diferentes aportes regionales de la emigración a Indias. En su lista los extremeños suponían cerca de 9.000 efectivos, un volumen que en mi tesis doctoral conseguí elevar hasta la cifra de casi 15.400 nombres ampliando el número de fuentes. No todas las regiones españolas participaron aportando contingentes similares en el poblamiento y colonización de América en ese siglo XVI, ni tampoco lo hicieron en los mismos tiempos y con la misma intensidad.

La primera evidencia de la muestra de Boyd Bowman es el protagonismo indiscutible de Andalucía, que mantuvo porcentajes superiores al resto de territorios peninsulares alcanzando casi el 37 por ciento de la emigración registrada entre 1493-1600. Tras ella otros espacios castellanos ofrecen también porcentajes importantes destacando Extremadura, con un valor que se aproximaba al 16 por ciento. En menor medida están los aportes  procedentes de Castilla la Nueva, la Vieja y León. En su conjunto, este gran bloque de territorios de la Corona de Castilla representó casi el 90 por ciento de la emigración española en el largo siglo XVI, siendo muy limitada, por tanto, la participación de otros territorios de la Monarquía.

Para el siglo XVII, hasta hace poco no contábamos con una muestra lo suficientemente amplia de todo el territorio español, que permitiera compararla con las cifras del investigador norteamericano. Afortunadamente una reciente tesis realizada por Palmira García Hidalgo ha conseguido reunir un volumen cercano a los 40.000 nombres, demostrando de paso que, a grandes rasgos y aún presentando un volumen más reducido, se mantuvo la tendencia del siglo anterior en relación al origen geográfico de los emigrantes. Esta investigación y la efectuada hace años por Encarnación Lemus sobre la emigración extremeña del XVII, fijan una participación de Extremadura que roza los 5.000 efectivos. En esta centuria, los extremeños continuaron siendo, tras los andaluces, los más propensos a acudir a la llamada del Nuevo Mundo, seguidos de nuevo por los originarios de las dos Castillas.

Finalmente para la etapa comprendida entre 1700 y 1824, los trabajos de Isabelo Macías y Rosario Márquez sobre una muestra cercana a los 25.500 emigrantes -de los que algo más de 6.000 corresponden al siglo XIX-, manifiestan ya claramente el importante cambio que se produjo en relación a los orígenes regionales. Dejando a un lado Andalucía, que no perdió su relevancia debido a su condición de cabecera en la Carrera de Indias (en este siglo se traslada la Casa de Contratación de Sevilla a Cádiz), Extremadura y las dos Castillas perdieron de manera significativa el peso que habían mantenido hasta entonces. En contraste, se observa el gran protagonismo que tuvieron los territorios del norte peninsular (País Vasco, Galicia, Cantabria y Asturias) y del levante español (particularmente Cataluña). Atendiendo a las cifras que ofrecen estos dos investigadores sólo 120 extremeños optaron por atravesar el Atlántico, testimoniando para Extremadura el final de un proceso que prácticamente se había cerrado a mitad del siglo XVII.

 

La corriente migratoria extremeña

Con todos estos datos podemos concluir que los extremeños se sintieron especialmente atraídos por América durante la centuria del Quinientos. Conocemos la identidad de algunos que acompañaron a Colón en su viaje de descubrimiento y algunos más siguieron atravesando el Atlántico en años sucesivos. Sin embargo, no será hasta 1502 cuando América se presente como una oportunidad para los extremeños de la mano de otro extremeño, fray Nicolás de Ovando, nombrado gobernador de las Indias, con el que se inicia de manera decidida el proyecto colonizador que la Corona pretendía para sus nuevos territorios.

Un buen conocedor de esta expedición, Esteban Mira Caballos, señala que nunca antes se había puesto tanto empeño en asentar la colonización en las tierras recién descubiertas, ni se había despachado a las Indias una armada de esas dimensiones: 32 navíos y en torno a 2.000 personas entre tripulantes y pasajeros. Entre los participantes que se han podido identificar (algo más de 400), los extremeños representaron en torno al 13 por ciento, iniciando una cadena migratoria que con el tiempo se iba a fortalecer con nuevos eslabones.

A partir de entonces cientos de extremeños se aventurarán a pasar al Nuevo Mundo formando parte de expediciones descubridoras, conquistadoras y colonizadoras, también integrados en el séquito de criados y servidores que personalidades y dignatarios llevaban consigo.

Los extremeños están por todas partes, aunque la cuota de participación parece incrementarse durante las grandes Conquistas. El historiador Hugh Thomas, concluyó que el 16 por ciento de los miembros de la expedición de Cortés procedía de Extremadura y que la mayor parte de sus capitanes y hombres de confianza eran originarios de esta región, una fidelidad que Cortés supo recompensar de manera muy generosa más adelante.

Al igual que en la expedición cortesana, muchos de los participantes en la conquista del Perú se sumaron a la empresa cuando ya residían en Indias. A ellos se unió el contingente más reducido, reclutado por Francisco Pizarro en 1529 en Andalucía y en Extremadura cuando ultimaba con la Corona la capitulación. Como se desprende del trabajo de James Lokhard, de los 168 hombres que estaban presentes en el momento de la captura de Atahualpa en Cajamarca, los extremeños constituían el grupo regional más numeroso, y 17 de ellos eran trujillanos.

El desplazamiento de los extremeños  al Nuevo Mundo en la primera mitad del XVI, constata su máximo durante los años comprendidos entre 1534 y 1540, debido sobre todo a la aportación de la expedición que acompañó al extremeño Hernando de Soto a La Florida. El elevado número de paisanos a los que sedujo Soto para conquistar y poblar el sureste de los actuales Estados Unidos, provocó que ese año de 1538 se erigiera en la cota máxima de la emigración extremeña durante toda la historia colonial. Un total de 344 extremeños marcharon con el Adelantado a La Florida, casi la mitad de todos los participantes directos  en esta malograda empresa. En ese mismo año, Pedro de Alvarado llevó consigo desde la Península a 80 personas más procedentes de la región en su expedición a Guatemala.

Con el discurrir del siglo el ritmo de las salidas de los extremeños hacia el Nuevo Mundo mantuvo una tendencia alcista alentada, en gran medida,  por la incorporación de conjuntos familiares, lo que contribuyó a modificar la composición y la morfología de la corriente migratoria de acuerdo con las nuevas necesidades y demandas que se producen, a mediados del siglo XVI, en territorio americano. Los extremeños que marchaban por entonces lo hacían hacia destinos donde familiares y paisanos se hallaban asentados, aunque otros muchos lo harán bajo el cobijo de las diferentes expediciones organizadas en la Península para poblar territorios que a la Corona le interesaba ocupar de manera efectiva. A dichas expediciones se incorporan muchas familias de la región aprovechando las facilidades de pasaje que ofrecían sus organizadores y las promesas de disfrutar de tierras y de un porvenir mejor.

Resulta imposible en estas páginas aludir a todas ellas, pero por su simbología recordaremos la protagonizada por el jerezano Pedro Maraver. En 1574 capituló con la Corona para ocupar y poblar un amplio territorio -prácticamente inexplorado-, entre el Amazonas y el norte del alto Perú que el promotor bautizó con el nombre de La Nueva Extremadura, una de las tres Extremadura que hubo en América, aunque ninguna ha perdurado en la toponimia. La recluta del contingente se realizó básicamente en las tierras de Jerez de los Caballeros, Badajoz, Mérida, Trujillo y Plasencia. Se le requirió reclutar a 200 hombres «los çiento casados y los çiento solteros (…) lleuando los casados sus mugeres». Gran parte de los integrantes pereció en esta aventura a consecuencia de las enfermedades y el ataque de los indígenas, entre ellos el propio Pedro Maraver y dos hijas que le acompañaban en el viaje.

Estas grandes expediciones pobladoras, muy usuales en el siglo XVI, fueron ya casi inexistentes en el siglo XVII. De hecho para el caso extremeño, la última vez que se localiza a un grupo numeroso de pobladores fue en 1619. Ese año 40 familias acompañaron a Gaspar de Magallanes a Cumaná, en la provincia de Nueva Andalucía (actual Venezuela), en respuesta a la petición que éste había elevado a la Corona sobre la «falta despañoles y ser neçesarios para la conserbaçión de aquella tierra y acudir a su labrança con sus casas y familias». Entre las familias que embarcaron hubo 14 que procedían de Extremadura y casi la mitad eran originarias de Zalamea de la Serena, conformando un amplio grupo de 23 personas integrado por hombres, mujeres, jóvenes y niños de corta edad. La expedición regresaba a los escenarios que 73 años atrás había intentado ocupar sin éxito la expedición del trujillano Francisco de Orellana, donde éste fallecería en 1546 sin lograr su objetivo.

Estas experiencias migratorias confirman un aspecto que ha sido abordado en otras investigaciones tanto de ámbito local como regional: el carácter colectivo que impregnó gran parte de la emigración a Indias.

Para desafiar el largo viaje y el encuentro con un espacio físico desconocido y con frecuencia hostil, el emigrante se valió de la compañía de familiares, pero también de convecinos y amigos para afrontar las penalidades de la travesía y del nuevo entorno al que se incorporaban. Iniciar el viaje con deudos o arropado por paisanos o vecinos de lugares próximos podía ser tranquilizador para emprender la aventura de la emigración. Por ello, encontramos frecuentemente a extremeños del mismo lugar viajando juntos, formando parte de las mismas expediciones, tramitando al mismo tiempo en Sevilla su documentación para embarcarse o incluso  realizando la travesía en el mismo barco.

 

La procedencia de los emigrantes

Las localidades extremeñas que contribuyeron al poblamiento del Nuevo Mundo, superan los 300 núcleos, aunque los aportes tuvieron una gran diversidad cuantitativa.

En el siglo XVI, dos de cada tres emigrantes extremeños procedían de lugares enclavados en la actual provincia de Badajoz (el 66 por ciento), un rasgo que se intensificará en el XVII pues casi el 71 por ciento de los emigrantes de esta centuria había nacido en localidades de la baja Extremadura.

En este sentido, hay que señalar como factor impulsor en las salidas, la proximidad a Sevilla, el puerto de embarque forzoso durante algo más de dos siglos para todos pasajeros que se dirigían a América.

Si atendemos a los núcleos con mayor saldo migratorio durante el siglo XVI, obtenemos otro de los rasgos de la emigración extremeña. Entre las 19 localidades con más de 200 emigrantes documentados, se encuentran las más populosas de la región, otorgando a la emigración un claro matiz urbano, rasgo que investigaciones efectuadas para otros territorios peninsulares también corroboran. Trujillo se erige en la ciudad extremeña que más emigrantes envió al Nuevo Mundo en el siglo XVI (más de 1.500).  Fue también una de las más generosas de toda España, solo superada por Toledo y Sevilla. En el siglo XVII, Trujillo perdió esta hegemonía regional en favor de Zalamea de la Serena, que aportó cerca de 600 salidas. Durante esta centuria, en la lista siguen estando en las primeras posiciones las mismas localidades que la lideraban en el Quinientos.

Otro elemento que ayuda a explicar la desigual participación de los núcleos extremeños tiene que ver con el papel desempeñado por las vías de comunicación en el flujo migratorio. En el caso extremeño, la vía de la Plata constituía el principal acceso para llegar al puerto de embarque. Por ello, los pueblos situados en sus márgenes o en las proximidades de este camino se convirtieron en protagonistas privilegiados de la comunicación con América, estando en mejores condiciones que otros núcleos para trasladarse al Nuevo Mundo y también para recibir con más facilidad los estímulos positivos que llegaban desde el otro lado del Atlántico. En este mismo sentido, habría también que incluir el ramal del Camino Real que desde la corte se dirigía hasta Extremadura y que pasando por Trujillo conectaba en Mérida con la antigua calzada romana de la Plata

 

Sus señas de identidad

La documentación manejada no informa de manera sistemática de la edad que tenían los emigrantes cuando abandonaban Extremadura, los datos que a veces se deslizan nos permiten confirmar el marcado rasgo de juventud que caracterizó al colectivo. Un tercio de los casos informados no superan los 20 años, incluyéndose a mucha población infantil (que debemos vincular con la emigración de familias). Un porcentaje muy alto (el 70 por ciento) contaba con menos de 30 años.

Otro rasgo que permite caracterizar al grupo de extremeños que se trasladó a América es su heterogeneidad social y profesional, que no difiere del perfil general que conocemos para el conjunto peninsular. Entre los emigrantes hubo una representación importante del grupo de hidalgos y de la nobleza de segundo grado que marchó a las Indias buscando las oportunidades de promoción que no encontraban en su tierra. Sin embargo, el grueso del colectivo migratorio se nutrió fundamentalmente de los estratos intermedios e inferiores de la sociedad, tanto desde el punto de vista del patrimonio económico como de la consideración social.

Es cierto que marchar a las Indias fue un proyecto que no estuvo al alcance de cualquiera por su alto coste económico, pero diversas estrategias permitían que los más humildes de la sociedad pudieran embarcar: formar parte de una expedición o marchar como criado de un señor que se hacía cargo de los gastos del desplazamiento estaba al alcance de cualquiera. Además existían otras posibilidades para hacer frente a los gastos sustanciosos que generaban la tramitación de los permisos y el largo viaje a las Indias. La documentación notarial arroja algo de luz al respecto al atestiguar cómo algunos jóvenes concertaban con sus padres el adelanto de sus legítimas;  las mujeres casadas ponían sus dotes a disposición de sus maridos para sufragar los gastos con la certeza de que regresarían. Otras vías para conseguir fondos eran la venta de bienes, las donaciones y los préstamos, sin olvidar que en frecuentes ocasiones fueron los propios emigrantes instalados en América los que facilitaron el viaje a familiares.

Mención aparte merecen los eclesiásticos, que protagonizan una emigración más reducida y selecta que la ordinaria y en la que es preciso diferenciar entre el clero regular y el secular porque su participación en el proceso migratorio difiere en lo relativo a las motivaciones, trámites burocráticos, condiciones exigidas para realizar y costear el viaje y, sobre todo, al papel que ambos colectivos asumieron en Indias. El clero secular, a excepción de la limpieza de sangre, estaba obligado a cumplimentar los mismos trámites que los pasajeros comunes.

Más dificultoso es el análisis de las órdenes regulares en quienes recayó el cumplimiento de la misión pontificia de evangelizar a la población indígena encomendada a los Reyes Católicos y sus sucesores. Las fuentes que permiten conocer la identidad de los religiosos misioneros que marcharon a cumplir con esta misión requieren de un tratamiento y posicionamiento metodológico que evidentemente excede de los objetivos de este trabajo. Para empezar no era frecuente que se consignara el lugar de nacimiento de los religiosos misioneros, siendo más usual la inclusión del convento o provincia religiosa a la que pertenecían. Los trabajos que han abordado a este colectivo confirman que en relación a Extremadura la aportación de religiosos fue incesante y mantuvo las mismas pautas a lo largo de los siglos.

El predominio de la emigración franciscana en el siglo XVI (que alcanza un porcentaje sobre el resto de las órdenes religiosas del 71,7 por ciento), continuó e incluso se incrementó en periodos posteriores. Esta notable aportación del franciscanismo obedece, en el caso de Extremadura, a la enorme implantación conventual de la regla de San Francisco en la región.

Ambos cleros (el secular y el regular) representaron  en el siglo XVI el 5 por ciento de toda la emigración regional conocida, porcentaje que, en relación a las Órdenes religiosas, no dejó de crecer a medida que se reducía el flujo migratorio extremeño.

 

Las razones para emigrar

Dejando al margen los traslados por motivos profesionales que protagonizaron comerciantes, religiosos o funcionarios de la Corona, los propios emigrantes informaron sobre las razones que les llevaba a abandonar sus hogares y emprender una nueva vida en América. En sus peticiones de licencia y en las cartas privadas que se han conservado aludían muy frecuentemente a las dificultades para sustentarse en esta tierra y a las perspectivas de mejora que esperaban tener en su nuevo destino. Un alto porcentaje de los emigrantes extremeños esgrimió como motivo fundamental que les empujaba a marchar a la pobreza. Una pobreza que se formula de diferentes maneras: «ser pobre», «no tener hacienda», «estar la tierra muy fatigada», «no tener en estos reinos bienes ningunos con que poder vivir», «padecer mucha necesidad»…). Esta penuria económica escondía realidades muy distintas dentro del colectivo que lo expresaba. No todos sufrían el mismo grado de pobreza aunque lo verbalizaran con las mismas palabras. Las dificultades de las capas sociales más desfavorecidas no podía compararse con la que alegaban los hidalgos que con frecuencia, junto al testimonio de no poderse sustentar, utilizaban la muletilla «conforme a la calidad de su persona».

Emigrar a Indias, por tanto, se vinculó muy estrechamente al deseo de lograr una situación más ventajosa en las condiciones de vida que hasta entonces se había disfrutado en el lugar donde se residía. Mejores condiciones que se intentan alcanzar en un entorno nuevo, América, que durante buena parte del periodo moderno ejerció una gran seducción entre los extremeños y el resto de españoles. Los nuevos territorios proyectaron la imagen de una tierra de oportunidades donde el sueño de alcanzar una posición más ventajosa podía hacerse realidad.

Entre la población emigrante, todo apunta a que los elementos de atracción que consiguieron despertar expectativas y deseos de marchar fueron más poderosos que los factores de expulsión. Pronto comenzó a funcionar con fuerza el llamado “tirón familiar”, el reclamo de los que habían emigrado antes a los parientes y amigos que quedaron atrás para favorecerlos. Les escriben cartas repletas de imágenes positivas sobre América («fértil y abundosa», «buena y rica», «donde jamás falta el comer aunque el hombre no trabaje», «donde llueva que no llueva, no hay hambre»), les envían noticias con retornados, les animan a seguir sus pasos haciéndoles partícipes de sus éxitos y muchas veces facilitándoles incluso el viaje mediante el envío de dinero y de la información necesaria para no perderse en los trámites.

Pero a quienes no contaban con el respaldo de un familiar o conocido no le faltaron tampoco incentivos y oportunidades como ya hemos señalado. A los componentes de las expediciones reclutadas en nuestro territorio, además de un futuro prometedor, se les ofrecían privilegios y exenciones fiscales. Si a ello sumamos la escasa distancia de nuestro territorio con el puerto de embarque comprenderemos por qué los extremeños marcharon en gran número.

Los caminos que conducían a Sevilla fueron insistintemente recorridos por reclutadores para las expediciones a Indias, por arrieros que transportaban viajeros y mercancías, por indianos y peruleros que regresaban de América trayendo noticias, por comerciantes, etc. Ese trasiego tenía que penetrar necesaria y especialmente en el ánimo de quienes se encontraban asentados en la cercanía de estos caminos. Estos estímulos explicarían por qué áreas con condiciones de vida semejantes arrojaron saldos migratorios diferentes.

Cuanta más gente abandonaba un pueblo o una comarca más familiares y convecinos se animaban a seguir sus pasos. Por el contrario, cuanto más extrañas se hacían las salidas más ajeno era aquel mundo y menos real su existencia.

 

Destinos y retornos

En cuanto a los destinos hacia los que se dirigieron los extremeños, resultaría difícil encontrar algún territorio que no hubiera contado con la presencia de algún originario de esta región.

Con el discurrir del tiempo se fue ampliando el territorio conocido e incorporándose nuevas áreas receptoras donde poder iniciar una nueva vida. Los extremeños están por todas partes, aunque existieron algunas áreas donde tendieron a concentrarse en función de los diferentes factores que condicionaron los asentamientos. Esos factores iban desde la elección personal, el deseo de reagruparse con miembros de la familia que habían emigrado antes, la fama de las tierras, la participación en expediciones pobladoras que marchaban a zonas que convenía controlar o, incluso, el ejercicio de algún cargo en las instituciones coloniales.

Uno de los problemas que presenta el análisis de los destinos está en relación con las referencias genéricas que se incluía en la documentación oficial cuando se mencionaba hacia donde se dirigían los emigrantes. Con frecuencia se alude, sin más precisión, que los pasajeros viajaban a las «provincias» o «reinos» del Perú o de Nueva España, que fueron los dos virreinatos que hasta principios del siglo XVIII administraron la América española. Estas demarcaciones incorporaban amplísimos territorios, sin que podamos conocer el lugar exacto donde los viajeros se asentarían finalmente. En otras ocasiones las áreas receptoras coinciden con demarcaciones territoriales y administrativas algo menos genéricas que los virreinatos, pero igualmente amplias: audiencias, gobernaciones o capitanías generales.

La posibilidad de cruzar fuentes ayuda en algunos casos a concretar algo más el destino final de los emigrantes en América, aunque éstos no siempre fijaron su residencia en el mismo lugar durante todo el tiempo que permanecieron en las Indias. En cualquier caso resulta interesante referir la predilección que los extremeños mostraron por los territorios del Perú, una vez éstos se convirtieron en una opción para establecerse.  La posición de liderazgo de los Pizarro durante la conquista y los años inmediatamente posteriores a ella junto con el claro favoritismo que vierten entre allegados y amigos de su misma naturaleza garantizaron el temprano establecimiento de una corriente migratoria y su autoalimentación posterior como respuesta al continuo reclutamiento y a las reclamaciones de parientes, paisanos y amigos que realizan  los que se asentaron primero en aquel territorio. Esta especial predilección incluso se incrementó en el siglo XVII. La inclinación por el destino peruano puede considerarse, por tanto, una característica definitoria de la emigración extremeña, puesto que la tónica general de la emigración española fue la predilección por los territorios situados en el virreinato de Nueva España. En este sentido, para los extremeños Perú llegó a ser sinónimo de Indias y perulero el equivalente a indiano. El favoritismo por los amplísimos territorios del virreinato peruano se acentúa de manera muy llamativa en el caso de la ciudad de Trujillo.

 

Por último, una pequeña reflexión sobre un aspecto sin el cual este análisis apretado sobre la emigración extremeña no quedaría completo. El fenómeno de los retornos de emigrantes a los lugares de donde partieron y el impacto que ello pudo ocasionar en el flujo migratorio. Resulta difícil constatar si quienes partieron hacia América lo hicieron con intención de regresar o si, por el contrario, la marcha se proyectó como un viaje sin retorno, como seguramente fue el caso de las familias que llevaron consigo a todos sus hijos. Esta decisión, lógicamente, debió estar mediatizada por la experiencia personal vivida en América y por el nivel de éxito o fracaso alcanzados en el nuevo destino.

La documentación permite conocer las trayectorias de algunos retornados que lo hicieron tanto de manera temporal (por razones de negocio, visita a sus familias, solicitud de mercedes a la Corona u otros asuntos particulares), como también con carácter definitivo. La presencia de estos indianos o peruleros en las sociedades de origen ejerció un papel también esencial para el sostenimiento de las cadenas migratorias contribuyendo a impulsar nuevas salidas y a orientar el viaje de otros emigrantes.

De igual modo, el dinero de América -su envío a España y sus formas de inversión en las sociedades locales- representan un aspecto del fenómeno migratorio de gran interés. Esos caudales sirvieron para que hijas, hermanas y otras mujeres hicieran buenos matrimonios o ingresaran en conventos, para que jóvenes varones pudieran formarse en las universidades, para remodelar capillas, para efectuar compras de casas, tierras, rentas y censos o para fundar capellanías y obras pías.

Un impacto igual de importante como la pérdida de población que la emigración a Indias provocó en este territorio de Extremadura.

 

BIBLIOGRAFÍA

 

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Palmira GARCÍA HIDALGO, La emigración española a Améroca en el siglo XVII. Mujeres cruzando el Atlántico, Tesis doctoral dirigida por R. MÁRQUEZ MACÍAS Y Mª L. CANDAU CHACÓN, Universidad de Huelva, 2021.

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– Hugh THOMAS, La conquista de México, Barcelona, Planeta, 1994

 

 

WEBGRAFÍA:

https://www.rutaelcano.com/

La historia

 

 

[1] El presente texto reproduce la conferencia impartida en la sesión inaugural de esta edición de los Coloquios Históricos de Extremadura, incorporando al final las referencias bibliográficas que han sido manejadas y citadas en esta disertación.

Nov 182022
 

Manuel Rubio Andrada

Resumen

La cueva del Aprisco pertenece al término municipal de Valencia de Alcántara. Se sitúa en una cadena montañosa formada esencialmente por cuarcitas: la sierra de Santiago de Alcántara. Esta surge hacia el norte desprendida de la alineación principal de la sierra de San Pedro y en buena parte está atravesada de sur a norte por el río Aurela.

Dos cuevas surgen en la margen derecha, cerca del cauce: una la de Grajera, donde el río decide abandonar la serranía, lo hace en marcada curva para continuar hacia el oeste, ahora la sierra queda solo en la margen izquierda; la otra cueva es la qué ahora estudiamos y está poco antes de la que acabamos de reseñar.

 El estudio de estas pinturas es inédito y con él contribuimos a completar los ya realizados por otros investigadores en el término de Santiago de Alcántara.

 

Introducción

En un cercano pasado, un proyecto arqueológico acometió el estudio de covachos y paneles localizados en esta parte de la sierra de San Pedro, se incidió especialmente en las pinturas y grabados; sus descubrimientos se unieron a otros ya conocidos de la cueva del Buraco, en las proximidades de Santiago de Alcántara, Cáceres (Bueno 2010)[1].

En el territorio estudiado se abarcó un amplio contenido patrimonial pero surgieron en él los condicionantes geográfico político en tanto y cuanto estos no presentaran singularidades muy notables. En resumen, los estudios a los que nos referimos se limitaron al término municipal de Santiago de Alcántara, pero hubo una excepción, se añadió el panel a cielo abierto de Grajera II que, aunque limítrofe, pertenece al término de Valencia de Alcántara; las posibilidades paleolíticas de sus contenidos así debieron aconsejarlo.

Es cierto que en los citados trabajos también se mencionó el abrigo que ahora estudiamos, al que se bautizó como del Aprisco, pero no se reseñaron sus pinturas tal vez porque no se llegaron a ver[2]; tampoco se estudió el poblado del Cofre, ya algo más alejado, ambos no previstos en aquel trabajo probablemente por estar situados en término municipal no financiado en aquel momento.

Esas ausencias, junto a otras dudosas inclusiones en el poblamiento del pico de Cabeza de Buey, Santiago de Alcántara (Cáceres), tienden a deformar nuestro pasado en esas latitudes quedando incompleto y un tanto deformado.

Con el fin de completar aquellos estudios realizamos ahora este trabajo esperemos que al final del mismo el factor humano esté un poco más cerca de ser completado y conocido.

Como ya se ha insinuado el río Aurela actúa en esta parte como corredor. Desde su nacimiento en las proximidades de la cuenca derecha del río Guadiana al suroeste de la sierra de San Pedro, concretamente en la sierra de Talliscones, discurre hacia el norte y tras atravesar la penillanura, penetra estas serranías en busca del río Tajo donde no lejos desemboca.

En ese panorama, el poblado del Cofre es un baluarte proyectado tras la penillanura, a la entrada del  Aurela en la parte sur de estos montes. El cerro donde se asienta el castillo del Esparragal controla la salida opuesta en el norte[3].

Pensamos que los mencionados poblados son puntos de control sobre el territorio apuntado y que no debe silenciarse ni sustituir el gran protagonismo que sin duda, un día tuvieron[4].

Como el título del trabajo nos dice el contenido del mismo tiene tres partes bien diferenciadas: la descripción de las pinturas, su contenido y cronología, a esas cuestiones nos iremos acercando.

 

Abrigo del Aprisco

Localización

Ocupa un punto geográfico muy próximo al formado por las coordenadas geográficas: latitud norte 39º 32´ 20,67´´ y longitud oeste 7º 11´ 29,10´´; término de Valencia de Alcántara.

En el lugar correspondiente de este trabajo expondremos las pinturas observadas hace años, parte de ellas las damos por perdidas.

Como se ha mencionado, se abre al suroeste, en la margen derecha de la rivera del Aurela, próximo a su cauce y mira, preferentemente a solana (Lám 1). La visión del covacho atrajo nuestra atención ya en la primera visita. En ella nos faltó la fotografía no así otros materiales que nos permitieron sacar un calco de las pinturas; entre ellas nos llamó la atención el dibujo de un arquero que desde lo alto parecía presidir el recinto.

Lámina 1. Cueva del Aprisco, término de Valencia de Alcántara (Cáceres)

 

Años después tuvieron lugar los estudios arqueológicos mencionados en Santiago de Alcántara. Debieron visitar esta cueva, aparentemente sin excesivo interés arqueológico, la ausencia de cerámicas así lo indica; pero recordemos que no se encuentra ya en el término municipal de Santiago de Alcántara y sus visitas requerían entre otras cuestiones, nueva financiación  económica, nuevos permisos etc.

Reseñaron la existencia de pinturas solamente como posibilidad, sin concretar estudio alguno ni mencionar el lugar de la cueva donde se pudieran encontrar. La “bautizaron” como cueva del Aprisco, nombre que hemos respetado por no contribuir a mayores confusiones.

El covacho está formado por estratos de pizarra clara, blanda, de poco espesor, superpuestas y muy numerosas; mantiene la flexión que determina parcialmente la techumbre con una pequeña bóveda de medio punto. Es de fácil pero peligroso acceso, debido a la verticalidad del suelo ocupado por los fragmentos de roca desprendidos de la parte superior.

Fue mencionada por Marcial Calzado Palacios cuando realizaba estudios de prospección en el cercano poblado del Cofre.

Así nos dio la noticia:

…”El horizonte es amplio, el paisaje movido. Extrañas formaciones geológicas aumentan la alegría del panorama. Desde otro cerro próximo nos mira, durante todo el trayecto, el ojo enorme de una cueva.”…

 

Las pinturas

Se hallan en la parte superior, donde la cueva aún conserva su cubierta.

Encontramos tres conjuntos:

Abrigo del Aprisco. Conjunto 1

 

Lámina 2. Abrigo del Aprisco. Conjunto 1

 

Se realizó en una superficie de pizarra lisa, de color claro, naturalmente bien limitada; está situada en la techumbre, a un metro del límite de la pared de fondo y algo a la izquierda de su eje. El pequeño espacio es de color gris claro y el conjunto ocupa la parte central superior (Lám 2).

Lo forman cinco tracitos de color rojo anaranjado, su disposición tiende a la  verticalidad. El número 1 es el situado centralmente en la parte superior, se inclinó ligeramente hacia la izquierda y mide 1,5 cm de alto, su ancho es de 1 cm. Los cuatro inferiores tuercen brevemente al lado contrario, son igualmente cortos y gruesos, miden de alto 1 – 2 – 1,5 – 1,5 cm y están en aceptable estado de conservación. A ambos lados se observan un par de manchas rojizas que no describimos por parecernos su realización muy dudosa.

Las pinturas de este conjunto son de ejecución lineal abstracta y no presentan detalles esquemáticos o naturalistas que nos pudieran acercar a sus posibles contenidos, por esto renunciamos a indagar sobre los mismos.

En el aspecto cronológico cabe decir que por su estilo lineal abstracto tiende a situarse en una etapa propia del Bronce Final en general, en torno al comienzo del primer milenio.

Un ejemplo que sitúa con más claridad este estilo en ese periodo lo tenemos en la figura 4 de la pared B, panel II del Cancho del Reloj, Solana, Cabañas del Castillo (Cáceres)[5]. Allí, uno de los trazos verticales se remató superiormente con un detalle esquemático que acerca a su contenido, se trata de un tocado en forma de lira que portaba uno de los personajes “retratados” en un conjunto de trazos paralelos y verticales d cierta semejanza con el que tratamos.

La figura mencionada nos relaciona con los tocados semejantes representados en nuestras estelas decoradas  propias del Bronce Final y en cuyo entorno temporal debieron coexistir (Lám 3a y 3b).

  b

     a

                                                                             Lámina 3 a y b. Tocado liriforme de la figura lineal del Cancho del Reloj: a/fotografía, b/calco

 

Abrigo del Aprisco. Conjunto 2

Este conjunto se muestra hacia el centro de la cueva, unos dos metros a la derecha del anterior y próximo al inicio de su cubierta; la superficie que sirve de soporte es lisa y clara (Lám 4a y 4b).

Se realizó al menos con nueve tracitos de color semejante a los del conjunto número uno.

Pueden distinguirse dos grupos: uno en la parte izquierda, alineado con rectitud y formado por una serie de cinco; sus formas pisciformes evocan con facilidad un grupo de peces y la distribución ordenada induce a suponer cierta relación entre ellos. Pese a  la variación de sus formas, los cinco son de parecidas características generales.

El trazo número 1 es el  situado en la parte superior; está algo borroso, mide 1,6 cm de largo y de ancho no llega al centímetro, decrece hacia la izquierda y muy cerca de su terminación presenta un estrangulamiento prolongado hasta el final de la figura.

Los números 2 y 3 son muy parecidos y miden  de largo 1,7 cm y 1,5 cm. El cuarto es algo más extenso -2,2 cm-. La serie, finaliza con el quinto de 2,3 cm.

El grosor es semejante en los tres primeros, el cuarto es algo más fino y el quinto es marcadamente abultado: todos presentan la estrechez mencionada hacia su extremo izquierdo acentuándose en los dos inferiores donde se aprecia por un zigzag, más evidente en el último.

 

En la parte  derecha, bajo una mancha rojiza de apariencia natural, se situaron otros trazos, rectos y paralelos; su disposición se opone  perpendicularmente a la trayectoria de los peces.

                                                                    a

b

                                                                                 

Láminas 4 a y b. Abrigo del Aprisco. Conjunto 2

 El número seis está inmediato a la derecha de los cinco reseñados y se representó intermitente y con igual color, mide 6,3 cm de largo y 1 cm de ancho.  Muy próximo a su derecha se realizó el número siete de 6,5 cm y grosor semejante. Inmediato por esa misma parte está el número ocho, de características semejantes a los anteriores. Continúa el nueve, de  algo menor tamaño aunque de parecido grosor.

Este conjunto se encuentra limitado en su parte superior por una forma escalonada natural de la roca soporte donde se confunde el tono rojizo natural con la pintura. Además la superficie sobre la que se realizó presenta cinco largas vetas blancas con tendencia perpendicular.

Debemos tener en cuenta los dos estilos presentes en este pequeño conjunto: uno naturalista formado por el grupo de cinco formas de peces cuya ejecución destaca por su realismo; el resto de la composición cambia de estilo empleando el lineal abstracto lo que dificulta su comprensión aunque nos acerca a la posibilidad de encontrar una cronología algo concreta.

A la hora de establecer relaciones, hemos de marchar al Parque Nacional de Monfragüe para encontrar un conjunto de tema parecido, concretamente en su sector occidental,  en el abrigo de la Sirenita[6] (Serradilla 2, conjunto 2). Sus formas están conseguidas mediante un trazo compuesto de bien marcados zigzag por lo que las identificamos con formas de anguilas o angulas en un preciso momento de sus complejas migraciones. Las formas allí representadas están igualmente ordenadas linealmente y se dirigen hacia un artilugio representado por un manchón rojo situado superiormente, de forma poco concreta por su contorno impreciso; podría ser un señuelo que facilitara su captura (Lám 5).

 

Lámina 5. Migración de anguilas en el abrigo de Serradilla II. P. N. de Monfragüe (Cáceres)

 

En el que ahora estudiamos, las cinco formas mencionadas avanzan alineadas ordenadamente hacia la derecha, allí encuentran trazos perpendiculares sobre un fondo de finas vetas  blancas que pueden evocar un obstáculo a superar en sus trayectoria; en definitiva puede representar el medio acuático: una forma escalonada entre espumas, un verdadero obstáculo a superar en el camino ascendente que llevan los peces.

En nuestro entorno, esta forma de viajar ordenadamente, la realiza el barbo común en determinados días de primavera; en su camino, supera grandes obstáculos nadando a contracorriente; es la época de apareamiento llamada freza.

Pensamos además que puede no ser producto de la casualidad el voluminoso cuerpo del pisciforme número 5 que fue realizado así intencionadamente. Al autor le llamó la atención su diferente forma, mucho más abultada y lo pintó en primer término, para que fuera bien visto, incidiendo especialmente en esta particularidad.

Pensamos que no es una escena general de freza de barbos lo que se pintó sino más bien una particular y concreta. El pez número 5 parece sugerir que se trata de otra clase de pez, su forma nos recuerda el cuerpo de una carpa. Su presencia en estas latitudes es muy significativa dada la ausencia de testimonios de su presencia en la cuenca atlántica del oeste; sería pues el primer o uno de los primeros testimonios hallados en dicha cuenca de esta especie de peces: la carpa.

En general esta asciende los ríos de forma más desordenada, tumultuosa y anárquica pero, a veces, en ocasiones lo hace adaptándose imprimiendo cierto orden cuando acompaña a barbos u otros peces de parecidas costumbres.

Pensemos ahora cómo fue el proceso mental del autor.

La pintura de la freza no la hizo directamente del natural: vio la escena muy posiblemente en el río cercano, le llamó la atención y la fijó en su memoria; después marchó hasta la cercana cueva, ascendió cuidadosamente por su empinado y deslizante suelo, posiblemente descalzo; ya arriba seleccionó el soporte… le sirvió de inspiración la superficie con veteado blanco y su límite superior escalonado.

Más tarde buscó un recipiente, preparó el complicado proceso de la escasa pintura que iba a disponer: pigmentos, grasas etc., tomo materiales para construir herramientas semejantes a pinceles y realizó todo con sumo cuidado y precisión a mucha menor escala.

La carpa no era un pescado habitual en este río muy próximo al Tajo; sin duda su mayor tamaño le había resultado singular en la escena que había visto… lo plasmó en el soporte con la idea indudable de querer transmitirnos su contenido: la escena de la freza con la rareza de incluir un pez de mayor tamaño y desconocido.

Por los trazos naturalistas de las formas no podemos situar su realización temporalmente de manera precisa ya que en numerosas ocasiones  este estilo resurge y era reservado preferentemente para dibujar a los animales independientes o dentro de conjuntos con otros estilos.

Los trazos lineales que acompañan las formas naturalistas, aunque de forma poco precisa, nos señalan nuevamente al Bronce Final que, en sentido amplio situamos desde los comienzos del primer milenio al s. VIII antes de Cristo.

Todas estas cuestiones han tenido su importancia introduciendo la duda a la hora de declarar a la carpa común como especie no invasora permitiendo su pesca con y sin muerte -el proyecto contemplaba lo contrario: su erradicación como especie invasora, imponiendo la muerte obligatoria del pez tras la captura-[7].

Igualmente nos sentimos obligados a mencionar el grabado de un pez sobre soporte en una placa de pizarra hallada en el cercano poblado del Cofre. Así nos lo legó su descubridor quién no nos dejó dibujo[8]:

”Se encuentra así mismo la silueta de un pez labrado en pizarra blanda, con agujeros en el lugar de los ojos para colgarse. Es posible que proceda de la cueva próxima pues ha sido utilizado como afiladera”.

 

Abrigo del Aprisco. Conjunto 3

Lám 6. Conjunto de Aprisco 3

 

Presentamos un calco directo realizado hace una treintena de años en una de nuestras primeras visitas al abrigo; con su ayuda y unas notas que tomé acometemos este estudio puesto que no hemos localizado este conjunto en nuestras visitas posteriores incluso las más recientes. (Lám 6).

Como los otros dos, se situó en la parte superior de la cueva, unos tres metros a la derecha del conjunto número dos. Fue realizado sobre una pizarra algo más oscura que las inmediatas y algo rugosa con algunas manchas rojas de formas poco definidas; la figura no limitaba su contorno, de manera que el soporte era algo mayor.

Su única forma destacaba al ascender y fue realizada con color rojo vinoso oscuro, muy llamativo; medía de alto 0.12 m y tenía de grueso en torno al centímetro, era algo irregular y estaba conseguida con tosquedad.

La figura corresponde a la forma esquematizada de un antropomorfo: en la parte superior la cabeza, ligeramente inclinada y aviserada hacia la derecha; una de sus piernas está flexionada y en ella, a la altura de su rodilla, parece apoyar la parte inferior de un trazo curvo, ligeramente convexo hacia el exterior que puede corresponderse con la forma de un arco. Otro trazo parte del “pecho” del antropomorfo y llega hasta el centro de la línea arqueada.

En el entorno inmediato de nuestra Comunidad las pinturas de este tipo de personajes singulares, destacados y dotados de armas, son más bien escasas; nos acercamos a una de ellas a fin de establecer ciertas relaciones. Debemos trasladarnos una vez más al P. N. de Monfragüe, ahora al sector central, cueva del Santuario o de Torrejón I, conjunto I-B-II, (Lám 7)[9].  La figura del antropomorfo al que mencionamos se situó en lugar central del panel principal con el fin de destacar fácilmente al ser observado. Se representó el personaje con sus posesiones, una de ellas por su forma puede ser un incompleto arco. Nos inclinamos por asegurar que con tendencia esquemática-naturalista se representó un arquero en el momento de hacer puntería y en estilo lineal abstracto el resto de figuras que por su proximidad parecen acompañarlo.

En las dos figuras -Aprisco y Torrejón- es común la elección privilegiada del soporte, dentro de este destacan centralmente por su visibilidad. Igualmente tienen en común su estilo esquemático, más marcado en el Aprisco. El personaje de Monfragüe se representó con detalles naturalistas: el volumen del tronco, tres posibles dedos de la mano que asoman tras un desconchado, el falo, parte inferior del arco…

Este tipo de personajes, dotados de armas ofensivas primitivas, debían ser destacables en las pequeñas sociedades a las que perteneciían. Ellos nos muestran una exaltación de la individualidad de guerreros igualmente presentes en las estelas decoradas, en sus primeros momentos caracterizadas caracterizadas por el protagonismo de las armas defensivas -escudos- y en las que la representación humana está expresada en el mismo soporte actuando en realidad como betilos decorados[10].

Nos inclinamos por situar cronológicamente estas pinturas próximas a los primeros grupos de estelas mencionados y que generalmente se vienen situando a finales del Bronce.

 

 Lámina  7. P. N. Monfragüe. Conjunto de Torrejón I-B-II. El arquero del abrigo del Santuario

 

Conclusiones

El abrigo del Aprisco fue poco utilizado en el aspecto artístico si bien es cierto que hay grandes superficies ocupadas por un gran nido cubierto por las heces adjuntas y otros espacios de posadero igualmente manchados; a esto se ha de añadir la verticalidad del suelo y como apuntamos, su estado resbaladizo que nos impidió acercarnos a la parte derecha del abrigo para su observación más cercana.

A pesar de sus posibilidades, todas estas cuestiones debieron influir para no ser tenido como lugar de reuniones más o menos periódicas de carácter sacro, mercantil o de otra cuestión. Igualmente avala su escasa importancia la ya apuntada ausencia de cerámica.

Como hemos dicho, algo más abajo del curso del río, no lejana, hay otra cueva situada en su misma margen -cueva Grajera- que presenta más expectativas de seguridad pero que también fue poco aprovechada en el aspecto que tratamos. Parece una cuestión extensible a toda esta parte de la sierra de San Pedro en la que, únicamente la cueva del Buraco en Santiago de Alcántara (Cáceres), puede considerarse un lugar especial de destacados de encuentros.

El Buraco ofrece un número mayor de pinturas de diversas épocas con la presencia en su entrada de la representación de un ídolo oculado (Lám 8), realización singular, propia del Calcolítico, que nos ha llegado sin la presencia de otras formas destacables de ese periodo.

La elevada presencia de sepulturas megalítica en las cercanías, abren la posibilidad de que la cueva del Buraco fuera utilizada desde el Calcolítico con finalidades más profundas y diversas, es en ese periodo cuando se sitúa la fecha de realización y vigencia de  algunas tipologías de oculados, presentes en ídolos-placas relativamente cercanos: Garrovillas (Cáceres), Trincones (Valencia de Alcántara, Cáceres); estas proceden de enterramientos megalíticos semejantes a estos, relativamente cercanos de Santiago de Alcántara[11].

 Lámina 8. Oculado de la cueva del Buraco, Santiago de Alcántara (Cáceres). Fotografía tratada con DStreetch[12]

.

Los numerosos restos de pinturas de esa estación se pueden situar en tiempos poco precisos pero cercanos a los ya expuestos del Bronce Final, en torno al 1000-800 antes de Cristo[13].

Los demás covachos esparcidos por esta serranía, incluido el del Aprisco, fueron poco utilizados y suelen ofrecer un corto número de realizaciones situables por sus características estilísticas en ese mismo tiempo. En ninguno de ellos observamos cerámicas[14].

Una asignatura pendiente en la mayoría de los numerosos trabajos dedicados al estudio del Arte Rupestre en la sierra de Santiago de Alcántara y sus vecinas es la ausencia de estudios, siquiera descriptivos, de cerámicas que pudieran ser halladas y sus relaciones con las pinturas. Hace ya más de cuarenta años, en nuestra primera visita eran evidentes en el removido suelo de la covacha del Buraco.

 

 Bibliografía

[1] Bueno Ramírez, Primitiva y otros 2010: T. P. 67, nº 1, enero-junio 2010.  Secuencias gráficas Paleolítico-Postpaleolítico en la sierra de San Pedro. Tajo Internacional. Cáceres.

[2] Ibidem. Pag 204.

[3] Dieguez Luengo, Elías (1965): Nuevas aportaciones a la prehistoria de Extremadura. Zephyrus, vol 16. U. de Salamanca.

[4] Calzado Palacios, Marcial (1970 – 1980): Resultado de la prospección de veinte yacimientos arqueológicos. Memoria de licenciatura mecanografiada. Universidad de Salamanca y UEx. Inédito.

[5] GARCÍA ARRANZ, José Julio (1990): La pintura rupestre esquemática en la comarca de las Villuercas (Cáceres). Institución Cultural “El Brocense”, Diputación Provincial de Cáceres. Pág 78

[6] Rubio Andrada, Manuel (1991): La pintura rupestre en el Parque Natural de Monfragüe (Cáceres). Edición del autor. Trujillo. Pág 71 y 72.

[7] Información oral sobre todo lo referente a la pesca facilitada por el biólogo D. Manuel Ignacio Rubio Muñoz a quién agradecemos su colaboración.

[8]Calzado Palacios, Marcial: Opus. Cit. Pág 39.

[9] Ibidem. Pág 38.

Collado Giraldo, Hipólito y García Arranz, José Juliuo (2015): Corpus de arte rupestre en Extremadura.   Arte Rupestre en el Parque Nacional de Monfragüe (Término Municipal de Torrejón el Rubio. Pag 94 y ss

[10] ALMAGRO BACH, Martín (1972): Los ídolos y la estela decorada de Hernán Pérez (Cáceres) y el ídolo y estela de Tabuyo del Monte (León). T. P. vol 29.

[11] BUENO RAMÍREZ, Primitiva (2009): Ancestros e imágenes antropomorfas muebles en el ámbito del megalitismo occidental: las placas decoradas. Los ojos que nunca se cierran. Ídolos en las primeras sociedades campesinas. MAN. Pág 39.

[12] http://www.dstrech.com/

[13] DEAMUS, María Belén & ESCACENA CARRASCO, José Luis (1995 ): Acerca del horizonte de la ría de Huelva. Consideraciones sobre el final de la Edad del Bronce en el suroeste ibérico. Complutum 85.

[14] AMADOR CARRETERO, Pilar; FERNÁNDEZ GÓMEZ, Luciano y  LINARES TIRADO, José María (1979): Pinturas esquemáticas inéditas de “El Buraco” (Santiago de Alcántara).  Actas VI Congreso de Estudios Extremeños, Arqueología. Mérida pág 15 – 32

CARRERA RAMIREZ, Fernando (2006): Trabajos de limpieza y documentación de la pintura prehistórica conservada en los abrigos de El Buraco y La Grajera (Santiago de Alcántara, Cáceres). Santuola 12. Instituto de Prehistoria y Arqueología “Santuola”. Santander. Pág 387 – 408.

Nov 172022
 

Jorge Pastor Royo

 INTRODUCCIÓN

El Descubrimiento de América por la Expedición colombina (1492-1493) fue el hecho geográfico más importante de la Historia de la Humanidad y el gran hito histórico de la España de los Reyes Católicos: Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón y V de Castilla. Después, se realizaron otros viajes de descubrimiento, siendo uno de ellos la primera circunnavegación a la Tierra por Magallanes-Elcano, cuyo V Centenario se cumple en el año en curso, concretamente el 8 de septiembre.

El presente trabajo, como parte de mi reciente Trabajo de Fin de Máster[1], tiene por objeto la realización de otro viaje de ultramar, en este caso cultural. Hablamos de los Festivales Folklóricos Hispanoamericanos (1958-1970), que durante unos días convertía a Cáceres en la capital mundial de la Hispanidad, en particular, de la primera edición, que se celebró en junio de 1958.

 

  1. GÉNESIS DEL I FESTIVAL FOLKLÓRICO HISPANOAMERICANO

La Hispanidad fue uno de los pilares más importantes sobre los que se sustentó la ideología del régimen franquista a lo largo de toda la dictadura (1939-1975). La proyección en ultramar con un territorio tan remoto y al mismo tiempo semejante, en cuanto a la coincidencia de rasgos como el idioma, brindaba a España una dimensión universal. El régimen incorporó en el imaginario español un mito de la Hispanidad, vinculando los valores religiosos del catolicismo y el anhelo de las grandezas pasadas de la España Imperialista[2].

El franquismo logró sacar rentabilidad de esa idea, puesto que permitía aunar y articular una serie de valores en la sociedad. Como instrumento de propaganda, cumplió con un doble cometido: por una parte, potenciar los ideales nacionalistas en el estado español y unificar a toda la población bajo la misma doctrina, y por otra, servir como plataforma de proyección e introducción en el continente americano durante un periodo de cierto aislamiento internacional, afianzando de paso el sentimiento de patria única[3].

De esta manera, la dictadura franquista se asignó la salvaguarda del legado cultural de su estirpe americana, amenazada por la creciente influencia de valores provenientes del extranjero. Para ello, crea en 1946 el Instituto de Cultura Hispánica, dedicado esencialmente a impulsar la acción cultural y educativa entre España y los países iberoamericanos[4].

Una de las actividades llevadas a cabo por este organismo fueron los Festivales Folklóricos Hispanoamericanos. Su creador y promotor fue Blas Piñar López, que ocupó la dirección del Instituto de Cultura Hispánica entre los años 1957 y 1962. En su autobiografía[5], explica que el germen de su idea era la de celebrar unos certámenes anuales de música popular de diferentes países de Iberoamérica, a través del cuales se conseguiría un fortalecimiento y mayor unión entre naciones a través de su folklore.

Si bien no fructificaron las gestiones iniciales para su desarrollo en Palma de Mallorca, pensó en Cáceres como sede de los mismos, en parte por la gran amistad que mantenía con el entonces gobernador civil de la provincia, Licinio de la Fuente y de la Fuente. Esta propuesta tuvo una gran acogida en el Ayuntamiento, con Luis Ordóñez Claros como alcalde. Es entonces cuando se encarga a la Comisión municipal de Feria, encabezada por Diego María Silva Alcántara, primer teniente de alcalde, la colaboración con el Instituto de Cultura Hispánica en la organización y desarrollo del festival[6].

La primera edición de los Festivales Folklóricos Hispanoamericanos se celebró del 2 al 6 de junio de 1958, en las localidades de Cáceres, Trujillo y Plasencia. La elección de estas sedes no fue algo casual, pues el pasado histórico de esta región con «la gesta del descubrimiento, de la conquista y de la evangelización del nuevo mundo»[7] lo convertía en el marco idóneo para este festejo. Suponía también un aliciente para la promoción turística de la Alta Extremadura, con el recorrido llamado por el régimen como “Ruta de los Conquistadores”. De ella se decía que «en la provincia de Cáceres, forma un triángulo, impregnado de esencias de nuestra raza, en donde se forjaron aquellos hombres gigantescos que salieron a conquistar y descubrir, que alumbraron nuevos pueblos»[8]. Además, el festival se enmarcó dentro de las conmemoraciones que se celebraron ese año en la provincia por el IV Centenario de la muerte de Carlos I de España y V de Alemania, al fallecer en la localidad cacereña de Yuste[9].

 

  1. ORGANIZACIÓN Y PROGRAMA

Desde el Instituto de Cultura Hispánica, se dio una gran importancia a la primera edición (Figura 1), estableciendo diferentes comités para su organización.

 

Figura 1. Cartel de la primera edición del Festival Folklórico Hispanoamericano. Fuente: Biblioteca Digital AECID

 La composición del Comité de Honor denota ya el apoyo político y administrativo que tuvo la primera edición[10]:

Licinio de la Fuente y de la Fuente

Gobernador Civil de Cáceres

Blas Piñar López

Director del Instituto de Cultura Hispánica

Pilar Primo de Rivera y Sáenz de Heredia

Delegada Nacional de la Sección Femenina de F.E.T y de la J.O.N.S.

José Murillo Iglesias

Presidente de la Excma. Diputación Provincial de Cáceres

Luis Ordóñez Claros

Alcalde-presidente del Excmo. Ayuntamiento de Cáceres

Julián García de Guadiana y Artaloitia

Alcalde-presidente del Excmo. Ayuntamiento de Trujillo

Fernando Barona Verea

Alcalde-presidente del Excmo. Ayuntamiento de Plasencia

A su vez, se nombró un comité ejecutivo, encargado de supervisar y llevar a efecto el programa que se había acordado. Revisando los cargos que ostentaban dichos miembros, se puede deducir que el peso de la organización recaía mayoritariamente en los círculos administrativos de Madrid, y que Cáceres tenía poca capacidad de decisión, algo que resulta habitual en el contexto de una dictadura. Los componentes de este comité eran[11]:

Luis Hergueta y García de Guadiana

Secretario Técnico del Instituto de Cultura Hispánica

Manuel López Lagos

Vicepresidente de la Excma. Diputación Provincial de Cáceres

Diego María de Silva Alcántara

Primer Teniente Alcalde del Excmo. Ayuntamiento de Cáceres y Presidente de la Comisión de Feria

Marcelo Tobajas López

Jefe de la Sección de Musicología y Folklore del Instituto de Cultura Hispánica y Comisario del I Festival de Folklore Hispanoamericano

Augusto González-Besada Estévez

Jefe de la Sección de Radiodifusión del Instituto de Cultura Hispánica y Secretario de la Comisión del I Festival de Folklore Hispanoamericano

 

También se nombró un jurado, sobre los que recaía la decisión de otorgar los premios del festival. Estaba compuesto por algunas de las personalidades más importantes de la música y el folklore de España, lo que muestra que para ser la primera edición se buscó un interés de los organizadores por valorar la calidad musical y escénica. Sus miembros fueron[12]:

Presidente

Manuel García Matos

Catedrático de Folklore del Real Conservatorio de Música de Madrid y Miembro Activo del Instituto Español de Musicología

Vicepresidentes

José Rodríguez Fauré

Compositor y Director de Orquesta argentina

Diego de Silva Alcántara

Primer Teniente Alcalde del Excmo. Ayuntamiento de Cáceres y Presidente de la Comisión de Feria

Miembros

Enrique Franco Manera

Jefe del Departamento de Programación Musical de Radio Nacional de España y crítico musical del diario Arriba

Antonio Castillo de Lucas

Vicepresidente de la Sociedad Española de Etnología y Folklore

Nieves de Hoyos Sancho

Conservadora del Museo del Pueblo Español, de Madrid

Ángela Capdevielle

Profesora de Música en Cáceres

Manuel Orgaz Muñoz

Jefe del Departamento Audiovisual del Instituto de Cultura Hispánica

Francisco Cebrián Ruíz

Director de la Banda Municipal de Cáceres

José Luís Turina Garzón

Profesor del Instituto de Segunda Enseñanza de Cáceres

Marcelo Tobajas López

Jefe de la Sección de Musicología y Folklore del Instituto de Cultura Hispánica y Comisario del I Festival de Folklore Hispanoamericano, que actuará en funciones de Secretario del Jurado

 

Entre estos nombres, es de destacar la presencia de dos músicos cacereños ilustres: Manuel García Matos y Ángeles Capdevielle. Ambos fueron claves en la recopilación y difusión del folklore de la provincia, recorriendo todos los puntos de la geografía cacereña. Sin duda, esa excelente labor y reconocimiento nacional contribuyó probablemente a elegir a Cáceres como sede del festival por su tradición folklórica (referencia 1).

Los datos relativos a las agrupaciones inscritas en el certamen reflejan una alta importancia cualitativa y cuantitativa. De acuerdo con el programa oficial (referencia 10), participaron, entre profesionales y aficionados, un total de 21 grupos y 4 solistas, venidos de 13 países diferentes, incluyendo España, que fue la que más conjuntos aportó con 6, de los cuales 5 eran de la provincia de Cáceres.  La suma de participantes rondó las 300 personas. La lista de grupos admitidos está relacionada en la Tabla 1:

Tabla 1. Participantes en la primera edición del festival.

PAÍSES GRUPO O SOLISTA DIRECTOR/A
ARGENTINA Conjunto Criollo Sarha Pupato Bourguet
BOLIVIA Agrupación Folklórica Boliviana Mª del Rosario Heguigorri
BRASIL Trío Sertanejo

Alfredo Mello

 

Yara Lins
COLOMBIA Conjunto Güepajé.

Folklore Colombiano de Delia Zapata

Yolanda Ortiz

Delia Zapata

CHILE Agrupación Folklórica Chilena

Conjunto Chileno

Raquel Barros

Guillermo Castro

ECUADOR Conjunto Andino Hernán Terán
ESPAÑA Grupo de Juventudes Femeninas de Cáceres, Sección Femenina

 

Grupo de Coros y Danzas de Cáceres, Sección Femenina

 

Grupo de Madrigal de la Vera, Sección Femenina

 

Grupo de Villanueva de la Vera, Sección Femenina

 

Grupos A y B de los Coros Extremeños de Plasencia, Educación y Descanso

 

Grupo de Coros y Danzas de Zaragoza, Sección Femenina

FILIPINAS Asociación de Universitarios Filipinos en España Paz Uro Cabato
MÉXICO Ballet Azteca y Maya

Grupo de los Indios Voladores del Espinal (Vera Cruz)

Grupo de la Asociación de Universitarios Mexicanos residentes en Españ

 

Belén Ortega, guitarrista

Javier de León

Mardonio Méndez Juprez

 

José Vargas

PARAGUAY Trio Paraguay Tropical Isidro Caballero
PERÚ Centro Peruano

Florencio Coronado, arpa india

 

Eliseo Reátegui
PORTUGAL Rancho Folklórico Ponte Da Barca Arthur Manuel da Rocha
VENEZUELA Rafael Carias Aldrey, Cuatrista

Fuente: Elaboración propia, consultada la publicación Festival de Folklore Hispanoamericano (referencia 10).

  1. CRÓNICA DEL I FESTIVAL FOLKLÓRICO HISPANOAMERICANO

Aparentemente, la primera edición del Festival Folklórico Hispanoamericano consistía en un certamen de música popular, en el que los conjuntos folklóricos participantes eran evaluados por un jurado, con la consiguiente entrega de premios. No obstante, el espíritu del festival se extendía más allá del de ser un mero concurso, dado que durante esos días se vivía un gran ambiente festivo en las calles de la ciudad, con la organización de diferentes actividades[13].

La inauguración tuvo lugar el día 2 de junio de 1958. Hacia la 13:00 horas, los grupos participantes se encaminaron desde la Plaza Mayor en un colorido desfile hacia la Iglesia de Santa María, donde tendría lugar el primero de los actos oficiales del programa, presidido por el Obispo de Coria-Cáceres, Manuel Llopis Ivorra. Se cantó una salve dedicada a la Virgen de Guadalupe, patrona de Extremadura y de la Hispanidad, y se interpretó, por primera vez en España, Salve Regina en Fa, del compositor venezolano José Ángel Lamas, ejecutada por el Coro de la Schola Cantorum del Seminario Mayor Diocesano de Cáceres y la Orquesta Sinfónica de Cáceres, con la dirección del compositor argentino y miembro del jurado José Rodríguez Fauré[14].

El periodista Luis Losada, en su crónica del periódico ABC[15], hace una descripción de los demás actos que se siguieron en esa mañana, además del ambiente que se respiraba en la ciudad:

«A la salida de la iglesia, era imposible moverse con holgura por la plaza de Santa María. Los guardias se veían impotentes para abrir un pequeño camino que permitiese el tránsito de las agrupaciones hacia la Plaza Mayor. […]A las dos [14:00 horas], esta plaza de Cáceres, la mayor de Extremadura, resultaba pequeña. Ante las escaleras del ayuntamiento se pudo conseguir un angosto espacio en el que se agruparon los conjuntos. En lo más alto de ellas el Ministro de Justicia, acompañado de las autoridades, saludó a todos los jefes de los conjuntos participantes y seguidamente se izaron las banderas de los grupos participantes».

Durante las noches del 2 y 3 de junio tuvo lugar en la Plaza de Toros de Cáceres la fase de concurso, en la que cada grupo o solista interpretaba su repertorio en uno de los días, en un espectáculo que rondaba las 3 horas y media[16].

Manuel Orgaz Muñoz, miembro del jurado, recogió en Cuadernos Hispanoamericanos[17] una detallada crónica sobre los dos días de actuaciones:

  • El primer día de competición comenzó en «esa hora mágica en que atardece y anochece a la vez. El coso ibérico contempla ahíto de público, pandereta multicolor, a doce países que cantan y bailan para Extremadura, su cunaLa función la abrió el Trio Paraguay Tropical, con una excelente interpretación del arpista: «¡Cómo tiembla el arpa del niño paraguayo!» A continuación, la Agrupación Folklórica Boliviana, con las danzas ágiles típica de los Andes. Posteriormente, el solista Florencio Coronado mostró sus grandes dotes al arpa india del Perú, considerado como una leyenda en su instrumento. Seguidamente, «salían al ruedo de las faldas de las mozas, esas bellas, enjoyadas canciones del riquísimo folklore extremeño», con el Grupo de Madrigal de la Vera. Tras esta actuación, saldría el solista Rafael Carias Aldrey, interpretando con su cuatro venezolano, instrumento nacional de su país, «la mágica constelación de los joropos, golpes y galerones». La noche continuó con la Agrupación Folklórica Chilena, cuyos bailarines iban ataviados con «la estampa campera de huasos, con ancho sombrero, chaqueta breve y pantalón justo, y las mujeres con amplia falda y pañuelo en la mano». Entre otras, interpretaron la danza típica de Chile, la cueca, donde la mujer esquiva al hombre adornándose ambos con un pañuelo blanco en una danza de cortejo. Cruzando los Andes, llegó el momento de Argentina, con el Conjunto Criollo, que destacó con el «romántico baile de parejas El Cuando y La Firmeza». Más tarde, continuaba Los Coros Extremeños de Plasencia, que mostraron «la auténtica voz y paso del valle del Jerte». Es reseñable que por rebasar el número máximo de participantes y el tiempo de actuación les hizo perder el primer premio, «que bien tenía ganado por su perfecta, versión del Son brincao o de los Bailes placeros». Era el turno del Trío Sertanejo, que con el «ferviente ritmo» de sus bailes brasileños conseguiría «los aplausos de un público cautivado». De nuevo, era la ocasión del folklore extremeño, con «los bellos bailes de la Vera» a manos del grupo de Villanueva de la Vera, de la Sección Femenina. Cerrando esta primera noche de actuación, el Ballet Azteca y Maya de México, con «la admirable sorpresa de luz, color, belleza y folklore imaginado de sus impresionantes […] danzas guerreras aztecas».
  • La segunda jornada de concurso comenzó con la representación del Grupo de la Asociación de Universitarios Mexicanos residentes en España, que mostraron una serie de bailes criollos «al son de arpa, jarana, violín y guitarras». A continuación, entraron en escena «un grupo de niñas de Cáceres», que formaban el Grupo de Juventudes Femeninas de Cáceres, de la Sección Femenina. Posteriormente, fue el turno del Conjunto Andino de Ecuador, con sus cantos quechuas en «tono menor, imitación de pájaros y rumores sordos de percusión». El cantante Alfredo Mello interpretó una «bella antología brasileña» de canciones de «ritmo suave y pausado». Después participaría la Asociación de Universitarios Filipinos en España, cuya «selección acertadísima de su folklore se ganó el emocionado aplauso del público». Destacó especialmente con Tinikling, en la que los bailarines «saltan, danzan, esquivan, por entre la norma estricta de dos cañas de bambú que abren y cierran el resorte de su ritmo». Más tarde, participarían los grupos universitarios de Colombia, Chile y Perú, que trazaron «sucesivamente una bella lección de los folklores criollos del Pacífico», que levantaron al público «con palmas al son del compás». A continuación, se vivió uno de los momentos de mayor emoción, al ofrecer a los asistentes de «su mejor saber popular». Era el momento de «las muchachas cacereñas», el Grupo de Coros y Danzas, de la Sección Femenina. El repertorio escogido fue Jota del Candil, El arbolito y Alborada del Casar. El autor de la crónica quedó impactado con la belleza del traje regional montehermoseño de Extremadura, afirmando que era «uno de los símbolos folklóricos más hermosos de las tierras de España». La soprano mexicana Belén Ortega consiguió «devolver al rico folklore de su tierra calidades de noble intérprete». El penúltimo de los grupos fue Folklore Colombiano de Delia Zapata. «La vitalidad y energía» de sus bailes, acompañados de «una percusión africana» con multitud de instrumentos, lograron «quedar sin aliento a todo el público» que aquella noche allí se reunía. El broche final del festival se dio con el Grupo de Coros y Danzas de Zaragoza, de la Sección Femenina, que, «con la sobriedad de trajes, el trenzado de pies y el perfecto ajuste de danzas y castañuelas, consiguieron el imposible de sorprender, después de la sorpresa colombiana».

 

Para dar por concluido las actuaciones de concurso, la agrupación de Coros y Danzas de Cáceres, de la Sección Femenina, por su carácter de anfitriona, interpretó la jota más representativa de su tierra, El Redoble. El público acompañaba emocionado al ritmo de las palmas, mientras que la mayoría de grupos se unían al baile por el escenario y el ruedo, en un auténtico ambiente festivo (referencia 1).

Concerniente al segundo día, es de destacar además la memorable actuación del grupo mexicano de los Indios Voladores del Espinal (Veracruz) (Figura 2 y 3). A la 13:00 horas, sobre una plaza Mayor de Cáceres abarrotada, se levantaba un imponente poste de 30 metros de altura. Tras una danza de la princesa azteca y los 14 hombres que componían la agrupación, cinco de ellos comenzaron la ascensión a lo alto del mástil. En la cima, sobre una plataforma, un indio totonaca bailaba con fuerza mientras marcaba el compás con una flauta y un tamboril, lo que hacía oscilar el poste. La emoción se desató en los asistentes cuando cuatro de ellos se lanzaron al vacío atados por los tobillos, para ir desciendo lentamente de manera acrobática dando 13 vueltas sobre el mástil hasta llegar al suelo (referencia 16). Una crónica radiofónica recogió que «la ovación que sonó quedó empotrada para siempre en todas las paredes de la plaza. Ya no hacía falta más para consagrar el festival[18]».

Figura 2 y 3: Actuación del Grupo de los Indios Voladores del Espinal en la Plaza Mayor de Cáceres. Fuente: Archivo fotográfico de Juan Ramón Marchena, en el Archivo Municipal de Cáceres

 Aún, transcurridos ya 64 años, el espectáculo perdura en la memoria de aquellos mayores que asistieron siendo niños o jóvenes, como he podido comprobar en diferentes testimonios personales.

Esta actuación fuera de concurso no sería un hecho aislado. A lo largo del día, los grupos realizaban pasacalles musicales y representaciones improvisadas de su folklore en diferentes puntos de la ciudad monumental. Según los organizadores, permitía a los cacereños conocer más de cerca a los componentes de los grupos, hablar con ellos, observar con más detalle sus trajes y, en definitiva, confraternizar y fomentar el intercambio cultural (referencia 1). En la Figura 4, se puede observar una de las actuaciones en la Plaza de Santa María.

Figura 4. Actuación del Ballet Azteca y Maya en la Plaza de Santa María de Cáceres. Fuente: Filmoteca Española

 

En la época en la que se celebró la primera edición del festival, en Cáceres dominaba un atraso social y económico, el conservadurismo de una pequeña ciudad y el sentimiento de abandono histórico. Por consiguiente, no es de extrañar que la idea de Hispanidad que había confeccionado el régimen calara rápidamente en la sociedad extremeña, especialmente entre los intelectuales y dirigentes políticos, puesto que se evocaba la época gloriosa en la cual la región desempeñó un rol trascendental en la historia de España, y, por tanto, se reforzaría su identidad en el presente. Se comprende así el gran impacto y buena aceptación que el festival despertó en la población cacereña, pues proporcionaba una visibilidad de la ciudad hasta entonces inédita durante el franquismo (referencia 1). La prensa local recogió el entusiasmo con el que los cacereños vivieron estos días, en el que horas antes de las actuaciones abarrotaban las sillas y palcos de la Plaza de Toros. Incluso, el éxito de publico del primer día motivó la decisión de la organización de suprimir el telón de fondo del escenario, con el objetivo de que más localidades fueran aprovechas (referencia 16).

En la mañana del 4 de junio, tras la última reunión del jurado, se hizo público el fallo del festival. Siguiendo las bases, el resultado final se tomó de acuerdo con el criterio principal de autenticidad y conservación de la pureza del folklore que se interpretaba, además de la correcta ejecución. El resultado se anunció en el salón de actos del Ayuntamiento, y durante un Vino de Honor final se repartieron los premios. Las agrupaciones vencedoras fueron[19]:

Medalla de Oro

Grupo de Coros y Danzas de Zaragoza

Premio Ciudad de Cáceres (5.000 pesetas)

Agrupación Folklórica Chilena

Premio Provincia de Cáceres (5.000 pesetas)

Folklore Colombiano de Delia Zapata

Premio Instituto de Cultura Hispánica (5.000 pesetas)

Grupo de los Indios Voladores del Espinal (Vera Cruz)

 

Finalizadas las actuaciones en Cáceres, continuaron los actos en la provincia, donde realizarían unas jornadas de exhibición:

  • El día 4 llegaron a Trujillo, donde serían recibidos por las autoridades locales en su Plaza Mayor, ofreciendo una corona de laurel ante la estatua de Francisco Pizarro. La actuación de los grupos tuvo lugar a las 19:00 horas en el Patio de Armas del Castillo. La visita en la localidad finalizaría con una cena para los artistas y autoridades.
  • El 5 de junio, se desplazaron hacia Plasencia, donde actuarían en el Campo de Deportes a las 23:00 horas.
  • Finalmente, pondrían rumbo a Madrid, ciudad donde se clausuraría la primera edición del festival con una gala celebrada en el Teatro Español (referencia 10).

 

 

  1. MATICES POLÍTICOS DEL FESTIVAL

En el discurso de clausura que pronunció Blas Piñar López en el acto de entrega de premios[20], comenzó aclarando el término “Conquistador”, dado que «suena mal a oídos de nuestro tiempo». Se justifica contando una pequeña historia en la que unas niñas indígenas dijeron a un arzobispo español que «el conquistador fue un hombre, un caballero bueno y valiente que nos mandó el rey de España para hacernos cristianos», remarcando que «esa es nuestra conquista», lo que levantó los aplausos de los presentes.

También, lanzó un mensaje de unidad y hermandad entre las naciones Hispanoamericanas a través del mestizaje. Para ello, Blas Piñar afirmó que «es honra de nuestro pueblo y de nuestra raza […] y a España la transformamos en lo hispánico y en lo español cuando se hace mestiza». Para justificar y ensalzar la creación del festival folklórico, expone que el mestizaje no es solo «de la carne y de la sangre […]también de nuestra música que veíamos ayer en el tipismo de vuestras danzas, donde se combinaba el África primitiva, la América autóctona y este soplo de espíritu de los hombres de occidente, de los hombres de la península ibérica, nosotros predicamos el mestizaje de espíritu».

Continuó su discurso haciendo referencia al papel de España como guía y tutor en el mensaje de unión entre los pueblos. Simbolizó el alto mástil de la actuación de los indios voladores en la Plaza Mayor de Cáceres con una «antena de radio, desde la cual un hombre de nuestra estirpe espiritual se levantaba para decir: pueblos hermanos de América y Filipinas, pueblos de la cristiandad, vamos a hacer nuestra gran misión, nuestra gran marcha, nuestro gran mensaje», redondeando esa idea proclamando que esa «gran convocatoria empezara aquí, desde España, desde Extremadura, desde Cáceres, [y denominar a la Plaza Mayor como] Plaza Mayor de la Hispanidad».

Para finalizar, y con el objetivo de tener un símbolo que reforzara la pertenencia a un mismo grupo, propuso la creación de un «himno hispánico». Animó a compositores y poetas en su confección de cara a ediciones posteriores del festival, proponiendo las primeras estrofas que él mismo había escrito:

 

«Arriba los pueblos hispánicos del mundo,

por la fe, por la patria y el pan,

luchemos unidos dispuestos a morir y triunfar,

Arriba los pueblos hispánicos del mundo,

la consigna de hoy, la unidad,

las banderas en alto enlazadas por la fe,

por la patria y el pan»

 

  1. 6. ECOS DEL FESTIVAL

La primera edición del festival obtuvo una gran respuesta de público y de relevancia política. Todas las partes implicadas en su organización quedaron altamente satisfechas. El primero de ellos, su creador, Blas Piñar López, que prometió a los cacereños «seguir en la brecha, hacer que el certamen se repita de un modo periódico y trabajar sin descanso para que la cita sea unánime y total y que, al fin, ganando los mejores, ganemos todos» (referencia 10). Tal fue la gratitud de la ciudad con Piñar por la asignación del festival, que la Excma. Diputación Provincial de Cáceres le nombraría Hijo Adoptivo de la Provincia el 22 de mayo de 1959. Como si este gesto no fuera suficiente, también fue nombrado como Hijo Adoptivo de la Ciudad en 1962 (referencia 5).

La ciudad también tuvo un especial reconocimiento con el Gobernador Civil de la provincia, Licinio de la Fuente y de la Fuente. En el acta de la sesión semanal ordinaria del ayuntamiento, con fecha de 7 junio (referencia 6), se hizo constatar el agradecimiento «por su actuación abnegada y eficaz en pro del prestigio y auge de nuestra ciudad, y su incansable cooperación en el mantenimiento de sus directrices históricas proyectadas en actos que como los constituidos en el I Certamen Folklóricos de la Hispanidad tanto han supuesto en el mantenimiento de la primacía espiritual cacereña en el mundo hispánica».

Por último, en el mismo documento se hace mención expresa a Diego María Silva de Alcántara, por ser el principal responsable del ayuntamiento en la organización del evento. Su acertada labor no pasó desapercibida, y fue galardonado con la distinción de miembro del Instituto de Cultura Hispánica poco después[21].

Esta primera edición del festival supuso una prueba de fuego para comprobar si este tipo de certamen podía ser viable y tener aceptación. El éxito rotundo obtenido hizo que Cáceres continuara siendo sede de los mismos hasta 1970, además de que el formato se copiara y se extendiera a otras ciudades de España[22].

  1. EPÍLOGO: LA CUARTA CARABELA

Como es sabido, y se recoge en otro trabajo presentado en estos Coloquios[23]:

«Una flota formada por las carabelas Santa María, Pinta y Niña, con tripulación de castellanos, andaluces y extremeños, zarpó del puerto de la villa de Palos (Palos de la Frontera, Huelva) el 3 de agosto de 1492, con el objetivo de llegar a la isla de las Especierías navegando con rumbo Oeste; la primera capitaneada por el experto navegante Cristóbal Colón (Génova, Italia, 1451-Valladolid, España, 1506), al servicio de mencionados reyes como almirante, virrey y gobernador de las Indias; la segunda y la tercera capitaneadas por los expertos marinos y descubridores hermanos Martín Alonso Pinzón (Palos de la Frontera, Huelva, c. 1440 – Monasterio de la Rábida, Huelva, 1493) y Vicente Yáñez Pinzón (Palos de la Frontera, Huelva, c. 1461-1462 – Sevilla, 1514). Al amanecer del viernes 12 de octubre de 1492, avistaron y después arribaron y exploraron una isla ignota del océano Atlántico, habitada, llamada Guanahani por los aborígenes (pequeña isla de las Lucayas), a la que Colón llamó San Salvador. Tras los descubrimientos de La Española o Santo Domingo, Juana o Cuba, y otras islas de las Antillas, la Pinta y la Niña zarparon el miércoles 16 de enero de 1493; la Pinta arribo a Bayona de Galicia al final de febrero de ese año y entró en el fondeadero de Palos en marzo, donde estaba anclada ya la Niña; ésta, capitaneada por Colón, arribó primero en Lisboa el 4 de marzo de 1493 y once días después en Palos. No habían llegado a la isla de las Especierías, que era el objetivo».

Pues bien, fruto del I Festival Folklórico Hispanoamericano, surgió la idea de llevar el evento al cine. En 1961, se rodó la película titulada La cuarta carabela, dirigida por Miguel Martín. Al igual que el propio certamen, en la película trasluce reiteradamente el discurso de Hispanidad; supone una fuente gráfica de gran valor para evocar la atmósfera que se generaba en la ciudad durante esos días, puesto que parecía más un documental de folklore por las abundantes escenas de música y baile de los conjuntos por las calles de Cáceres[24]. A título de ejemplo, se muestra la Figura 5.

Figura 5. Fotograma de la actuación bajo el Arco de la Estrella de un grupo de Haití, en Cáceres. Fuente: La cuarta carabela

 

En un momento de la cinta[25], se explica el significado del título escogido. Uno de los protagonistas, interpretado por Rafael Bardem, explica a su nieta que además de las tres carabelas con las que Colón viajó a América existía una más, «la mejor de todas […]. Es el espíritu que flota sobre las otras tres cada día más fuerte, navegando de orilla a orilla de Hispanoamérica», haciendo alusión al folklore musical que traían los artistas extranjeros al festival de Cáceres (referencia 1).

 

  1. CONCLUSIONES

El primer Festival Folklórico Hispanoamericano cumplió sobradamente las expectativas de los organizadores, tanto por el respaldo y entusiasmo de los cacereños como por la repercusión y seguimiento que originó en medios de comunicación de tirada nacional. Prueba de ello es la continuidad del mismo durante doce años más y la extensión del formato a otras ciudades.

Para el régimen franquista, este evento supuso un gran altavoz para difundir sus ideales de Hispanidad, reforzando a España como “madre patria” de Iberoamérica y proyectándose como una nueva época de fraternidad entre países iguales.

Sin embargo, esa intención política no fue en detrimento de la calidad musical. En las bases, se insistía en la valoración de un folklore lo más auténtico y puro con sus raíces. Además, muchos de los participantes eran considerados de referencia en su campo, y el jurado estuvo integrado por algunas de las personalidades más relevantes del folklore musical español.

Por último, el certamen favoreció a una región como la extremeña con escaso interés y relevancia política en el país. Puede considerarse como un hito histórico para la ciudad, al ser el primer gran evento internacional que se celebraba, y que sacó de la monotonía durante unos días a una pequeña provincia con pocos recursos.

 

AGRADECIMIENTOS Y RECUERDOS

            Al personal del Archivo Histórico Municipal de Cáceres, Archivo Histórico Provincial de Cáceres y del Archivo y Biblioteca de la Diputación Provincial de Cáceres por su amabilidad y atención prestada en mis visitas.

A mi tío y padrino José Pastor Villegas, por mostrarme siempre su entusiasmo y pasión en el bonito campo de la investigación, para dar a conocer y difundir el pasado histórico de nuestra rica y no siempre bien valorada tierra.

Finalmente, este trabajo me trae al recuerdo a mi entrañable tío Joaquín García-Plata Quirós, in memoriam, entusiasta defensor de la cultura popular cacereña, que con sus vivencias siempre me trasmitía el amor por su querida ciudad de Cáceres. Sirva este trabajo como una pequeña dedicatoria hacia él.

 

FUENTES DE CONOCIMIENTO

Archivos:

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Publicaciones:

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[1] PASTOR ROYO, Jorge (2022). Cantos, bailes y propaganda. Historia del grupo de Coros y Danzas de la Sección Femenina de Cáceres (Trabajo de Fin de Master, Universidad Internacional de Valencia, Valencia).

         [2] BAISOTTI, Pablo (2016). Arma «nacional», arma patria. La Hispanidad franquista (1936-1943).

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[3] MARCILHACY, David (2014). La Hispanidad bajo el franquismo. El americanismo al servicio de un proyecto nacionalista. En P. Michonneau y X. N. Núñez Seixas (editores), Imaginarios y representaciones de España durante el franquismo (73-102). Madrid: Casa de Velázquez.

[4] CAÑELLAS MAS, Antonio (2014). Las políticas del Instituto de Cultura Hispánica. 1947-1953. Historia Actual Online, (33), 77–91.

[5] PIÑAR LÓPEZ, Blas (2000). Escrito para la Historia. Madrid: FN editorial.

[6] Archivo Histórico Municipal del Ayuntamiento de Cáceres, caja 90. Libro de actas 1958.

[7] NO-DO (1958). Folklore Hispanoamericano. Revista Imágenes, (703).

[8] CASARES, Francisco (1958). Actualidad de una ruta histórica. Mundo Hispánico, (123), 14-15.

[9] S.a. (1958). Festival en Cáceres. Mundo Hispánico, (123), 27-28.

[10] S.a. (1958). Festival de Folklore Hispanoamericano. Madrid: Instituto de Cultura Hispánica.

[11] Ibídem.

[12] Ibídem.

[13] GUTIÉRREZ RUIZ, Juan. (2017). Los Festivales Folklóricos Hispanoamericanos de Cáceres (1958-1970). Encuentros musicales y culturales en la “Plaza Mayor de la Hispanidad” (Seminario del Departamento de Historia Contemporánea, Universidad Complutense de Madrid, Madrid).

[14] INSTITUTO CULTURAL HISPÁNICO (1958). Altavoz Cultural Hispánico, (35) [programa de radio].

[15] LOSADA, Luis. (5 de junio de 1958). Inauguración de los I Festivales Folklóricos Hispanoamericanos. ABC, 9.

        [16]  Extremadura (3 de junio de 1958),7.

[17] ORGAZ MUÑOZ, M. (1958). Crónica del festival del folklore hispanoamericano de Cáceres. Cuadernos Hispanoamericanos, (104), 3-12.

[18] INSTITUTO CULTURAL HISPÁNICO (1958). Altavoz Cultural Hispánico, (36) [programa de radio].

[19] BARROS, Raquel (1958). Información de la agrupación musical chilena, enviada en representación de la Universidad de Chile al Primer Festival Folklórico Hispanoamericano. Revista Musical Chilena, (59), 149-150.

[20] PIÑAR LÓPEZ, B. (1958). Entrega de premios del I Festival de Folklore Hispanoamericano [archivo de audio]. Recuperado de https://bibliotecadigital.aecid.es/bibliodig/es/consulta/resultados_ocr.do?id=23152&forma=ficha&tipoResultados=BIB&posicion=20

 

[21] O´XILLO, Curio (1958). I Festival de Folklore Hispanoamericano en Cáceres. Revista Alcántara, (Número correspondiente a 1958), 82.

[22] GUTIÉRREZ RUIZ, Juan. (2018). Los Festivales Folklóricos Hispanoamericanos de Cáceres (1958- 1970): folklorismo, hispanidad y raza en el folklore musical latinoamericano durante el franquismo. Automne, (14), 197-210.

[23] PASTOR VALLE, Montaña Belén, y PASTOR VILLEGAS, José (2022).  Pasado mexica en Cáceres Ciudad Patrimonio de la Humanidad: Gran escultura en bronce del rey azteca Nezahualcóyotl”. LI Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2022.

[24] GARCÍA MANSO, Angélica. (2016). Apuntes didácticos sobre la Edad de Oro del cine en Cáceres y el papel de la diócesis en su desarrollo. Cauriensia, (11), 545-565.

[25] MARÍN, Miguel. (director). (1961). La cuarta carabela [película]. Filmax.

 

 

 

 

Figura 1. Cartel de la primera edición del Festival Folklórico Hispanoamericano. Fuente: Biblioteca Digital AECID

 

La composición del Comité de Honor denota ya el apoyo político y administrativo que tuvo la primera edición[10]:

Licinio de la Fuente y de la Fuente

Gobernador Civil de Cáceres

Blas Piñar López

Director del Instituto de Cultura Hispánica

Pilar Primo de Rivera y Sáenz de Heredia

Delegada Nacional de la Sección Femenina de F.E.T y de la J.O.N.S.

José Murillo Iglesias

Presidente de la Excma. Diputación Provincial de Cáceres

Luis Ordóñez Claros

Alcalde-presidente del Excmo. Ayuntamiento de Cáceres

Julián García de Guadiana y Artaloitia

Alcalde-presidente del Excmo. Ayuntamiento de Trujillo

Fernando Barona Verea

Alcalde-presidente del Excmo. Ayuntamiento de Plasencia

A su vez, se nombró un comité ejecutivo, encargado de supervisar y llevar a efecto el programa que se había acordado. Revisando los cargos que ostentaban dichos miembros, se puede deducir que el peso de la organización recaía mayoritariamente en los círculos administrativos de Madrid, y que Cáceres tenía poca capacidad de decisión, algo que resulta habitual en el contexto de una dictadura. Los componentes de este comité eran[11]:

Luis Hergueta y García de Guadiana

Secretario Técnico del Instituto de Cultura Hispánica

Manuel López Lagos

Vicepresidente de la Excma. Diputación Provincial de Cáceres

Diego María de Silva Alcántara

Primer Teniente Alcalde del Excmo. Ayuntamiento de Cáceres y Presidente de la Comisión de Feria

Marcelo Tobajas López

Jefe de la Sección de Musicología y Folklore del Instituto de Cultura Hispánica y Comisario del I Festival de Folklore Hispanoamericano

Augusto González-Besada Estévez

Jefe de la Sección de Radiodifusión del Instituto de Cultura Hispánica y Secretario de la Comisión del I Festival de Folklore Hispanoamericano

 

También se nombró un jurado, sobre los que recaía la decisión de otorgar los premios del festival. Estaba compuesto por algunas de las personalidades más importantes de la música y el folklore de España, lo que muestra que para ser la primera edición se buscó un interés de los organizadores por valorar la calidad musical y escénica. Sus miembros fueron[12]:

Presidente

Manuel García Matos

Catedrático de Folklore del Real Conservatorio de Música de Madrid y Miembro Activo del Instituto Español de Musicología

Vicepresidentes

José Rodríguez Fauré

Compositor y Director de Orquesta argentina

Diego de Silva Alcántara

Primer Teniente Alcalde del Excmo. Ayuntamiento de Cáceres y Presidente de la Comisión de Feria

Miembros

Enrique Franco Manera

Jefe del Departamento de Programación Musical de Radio Nacional de España y crítico musical del diario Arriba

Antonio Castillo de Lucas

Vicepresidente de la Sociedad Española de Etnología y Folklore

Nieves de Hoyos Sancho

Conservadora del Museo del Pueblo Español, de Madrid

Ángela Capdevielle

Profesora de Música en Cáceres

Manuel Orgaz Muñoz

Jefe del Departamento Audiovisual del Instituto de Cultura Hispánica

Francisco Cebrián Ruíz

Director de la Banda Municipal de Cáceres

José Luís Turina Garzón

Profesor del Instituto de Segunda Enseñanza de Cáceres

Marcelo Tobajas López

Jefe de la Sección de Musicología y Folklore del Instituto de Cultura Hispánica y Comisario del I Festival de Folklore Hispanoamericano, que actuará en funciones de Secretario del Jurado

 

Entre estos nombres, es de destacar la presencia de dos músicos cacereños ilustres: Manuel García Matos y Ángeles Capdevielle. Ambos fueron claves en la recopilación y difusión del folklore de la provincia, recorriendo todos los puntos de la geografía cacereña. Sin duda, esa excelente labor y reconocimiento nacional contribuyó probablemente a elegir a Cáceres como sede del festival por su tradición folklórica (referencia 1).

Los datos relativos a las agrupaciones inscritas en el certamen reflejan una alta importancia cualitativa y cuantitativa. De acuerdo con el programa oficial (referencia 10), participaron, entre profesionales y aficionados, un total de 21 grupos y 4 solistas, venidos de 13 países diferentes, incluyendo España, que fue la que más conjuntos aportó con 6, de los cuales 5 eran de la provincia de Cáceres.  La suma de participantes rondó las 300 personas. La lista de grupos admitidos está relacionada en la Tabla 1:

Tabla 1. Participantes en la primera edición del festival.

PAÍSES GRUPO O SOLISTA DIRECTOR/A
ARGENTINA Conjunto Criollo Sarha Pupato Bourguet
BOLIVIA Agrupación Folklórica Boliviana Mª del Rosario Heguigorri
BRASIL Trío Sertanejo

Alfredo Mello

 

Yara Lins
COLOMBIA Conjunto Güepajé.

Folklore Colombiano de Delia Zapata

Yolanda Ortiz

Delia Zapata

CHILE Agrupación Folklórica Chilena

Conjunto Chileno

Raquel Barros

Guillermo Castro

ECUADOR Conjunto Andino Hernán Terán
ESPAÑA Grupo de Juventudes Femeninas de Cáceres, Sección Femenina

 

Grupo de Coros y Danzas de Cáceres, Sección Femenina

 

Grupo de Madrigal de la Vera, Sección Femenina

 

Grupo de Villanueva de la Vera, Sección Femenina

 

Grupos A y B de los Coros Extremeños de Plasencia, Educación y Descanso

 

Grupo de Coros y Danzas de Zaragoza, Sección Femenina

FILIPINAS Asociación de Universitarios Filipinos en España Paz Uro Cabato
MÉXICO Ballet Azteca y Maya

Grupo de los Indios Voladores del Espinal (Vera Cruz)

Grupo de la Asociación de Universitarios Mexicanos residentes en Españ

 

Belén Ortega, guitarrista

Javier de León

Mardonio Méndez Juprez

 

José Vargas

PARAGUAY Trio Paraguay Tropical Isidro Caballero
PERÚ Centro Peruano

Florencio Coronado, arpa india

 

Eliseo Reátegui
PORTUGAL Rancho Folklórico Ponte Da Barca Arthur Manuel da Rocha
VENEZUELA Rafael Carias Aldrey, Cuatrista

Fuente: Elaboración propia, consultada la publicación Festival de Folklore Hispanoamericano (referencia 10).

  1. CRÓNICA DEL I FESTIVAL FOLKLÓRICO HISPANOAMERICANO

Aparentemente, la primera edición del Festival Folklórico Hispanoamericano consistía en un certamen de música popular, en el que los conjuntos folklóricos participantes eran evaluados por un jurado, con la consiguiente entrega de premios. No obstante, el espíritu del festival se extendía más allá del de ser un mero concurso, dado que durante esos días se vivía un gran ambiente festivo en las calles de la ciudad, con la organización de diferentes actividades[13].

La inauguración tuvo lugar el día 2 de junio de 1958. Hacia la 13:00 horas, los grupos participantes se encaminaron desde la Plaza Mayor en un colorido desfile hacia la Iglesia de Santa María, donde tendría lugar el primero de los actos oficiales del programa, presidido por el Obispo de Coria-Cáceres, Manuel Llopis Ivorra. Se cantó una salve dedicada a la Virgen de Guadalupe, patrona de Extremadura y de la Hispanidad, y se interpretó, por primera vez en España, Salve Regina en Fa, del compositor venezolano José Ángel Lamas, ejecutada por el Coro de la Schola Cantorum del Seminario Mayor Diocesano de Cáceres y la Orquesta Sinfónica de Cáceres, con la dirección del compositor argentino y miembro del jurado José Rodríguez Fauré[14].

El periodista Luis Losada, en su crónica del periódico ABC[15], hace una descripción de los demás actos que se siguieron en esa mañana, además del ambiente que se respiraba en la ciudad:

«A la salida de la iglesia, era imposible moverse con holgura por la plaza de Santa María. Los guardias se veían impotentes para abrir un pequeño camino que permitiese el tránsito de las agrupaciones hacia la Plaza Mayor. […]A las dos [14:00 horas], esta plaza de Cáceres, la mayor de Extremadura, resultaba pequeña. Ante las escaleras del ayuntamiento se pudo conseguir un angosto espacio en el que se agruparon los conjuntos. En lo más alto de ellas el Ministro de Justicia, acompañado de las autoridades, saludó a todos los jefes de los conjuntos participantes y seguidamente se izaron las banderas de los grupos participantes».

Durante las noches del 2 y 3 de junio tuvo lugar en la Plaza de Toros de Cáceres la fase de concurso, en la que cada grupo o solista interpretaba su repertorio en uno de los días, en un espectáculo que rondaba las 3 horas y media[16].

Manuel Orgaz Muñoz, miembro del jurado, recogió en Cuadernos Hispanoamericanos[17] una detallada crónica sobre los dos días de actuaciones:

  • El primer día de competición comenzó en «esa hora mágica en que atardece y anochece a la vez. El coso ibérico contempla ahíto de público, pandereta multicolor, a doce países que cantan y bailan para Extremadura, su cunaLa función la abrió el Trio Paraguay Tropical, con una excelente interpretación del arpista: «¡Cómo tiembla el arpa del niño paraguayo!» A continuación, la Agrupación Folklórica Boliviana, con las danzas ágiles típica de los Andes. Posteriormente, el solista Florencio Coronado mostró sus grandes dotes al arpa india del Perú, considerado como una leyenda en su instrumento. Seguidamente, «salían al ruedo de las faldas de las mozas, esas bellas, enjoyadas canciones del riquísimo folklore extremeño», con el Grupo de Madrigal de la Vera. Tras esta actuación, saldría el solista Rafael Carias Aldrey, interpretando con su cuatro venezolano, instrumento nacional de su país, «la mágica constelación de los joropos, golpes y galerones». La noche continuó con la Agrupación Folklórica Chilena, cuyos bailarines iban ataviados con «la estampa campera de huasos, con ancho sombrero, chaqueta breve y pantalón justo, y las mujeres con amplia falda y pañuelo en la mano». Entre otras, interpretaron la danza típica de Chile, la cueca, donde la mujer esquiva al hombre adornándose ambos con un pañuelo blanco en una danza de cortejo. Cruzando los Andes, llegó el momento de Argentina, con el Conjunto Criollo, que destacó con el «romántico baile de parejas El Cuando y La Firmeza». Más tarde, continuaba Los Coros Extremeños de Plasencia, que mostraron «la auténtica voz y paso del valle del Jerte». Es reseñable que por rebasar el número máximo de participantes y el tiempo de actuación les hizo perder el primer premio, «que bien tenía ganado por su perfecta, versión del Son brincao o de los Bailes placeros». Era el turno del Trío Sertanejo, que con el «ferviente ritmo» de sus bailes brasileños conseguiría «los aplausos de un público cautivado». De nuevo, era la ocasión del folklore extremeño, con «los bellos bailes de la Vera» a manos del grupo de Villanueva de la Vera, de la Sección Femenina. Cerrando esta primera noche de actuación, el Ballet Azteca y Maya de México, con «la admirable sorpresa de luz, color, belleza y folklore imaginado de sus impresionantes […] danzas guerreras aztecas».
  • La segunda jornada de concurso comenzó con la representación del Grupo de la Asociación de Universitarios Mexicanos residentes en España, que mostraron una serie de bailes criollos «al son de arpa, jarana, violín y guitarras». A continuación, entraron en escena «un grupo de niñas de Cáceres», que formaban el Grupo de Juventudes Femeninas de Cáceres, de la Sección Femenina. Posteriormente, fue el turno del Conjunto Andino de Ecuador, con sus cantos quechuas en «tono menor, imitación de pájaros y rumores sordos de percusión». El cantante Alfredo Mello interpretó una «bella antología brasileña» de canciones de «ritmo suave y pausado». Después participaría la Asociación de Universitarios Filipinos en España, cuya «selección acertadísima de su folklore se ganó el emocionado aplauso del público». Destacó especialmente con Tinikling, en la que los bailarines «saltan, danzan, esquivan, por entre la norma estricta de dos cañas de bambú que abren y cierran el resorte de su ritmo». Más tarde, participarían los grupos universitarios de Colombia, Chile y Perú, que trazaron «sucesivamente una bella lección de los folklores criollos del Pacífico», que levantaron al público «con palmas al son del compás». A continuación, se vivió uno de los momentos de mayor emoción, al ofrecer a los asistentes de «su mejor saber popular». Era el momento de «las muchachas cacereñas», el Grupo de Coros y Danzas, de la Sección Femenina. El repertorio escogido fue Jota del Candil, El arbolito y Alborada del Casar. El autor de la crónica quedó impactado con la belleza del traje regional montehermoseño de Extremadura, afirmando que era «uno de los símbolos folklóricos más hermosos de las tierras de España». La soprano mexicana Belén Ortega consiguió «devolver al rico folklore de su tierra calidades de noble intérprete». El penúltimo de los grupos fue Folklore Colombiano de Delia Zapata. «La vitalidad y energía» de sus bailes, acompañados de «una percusión africana» con multitud de instrumentos, lograron «quedar sin aliento a todo el público» que aquella noche allí se reunía. El broche final del festival se dio con el Grupo de Coros y Danzas de Zaragoza, de la Sección Femenina, que, «con la sobriedad de trajes, el trenzado de pies y el perfecto ajuste de danzas y castañuelas, consiguieron el imposible de sorprender, después de la sorpresa colombiana».

 

Para dar por concluido las actuaciones de concurso, la agrupación de Coros y Danzas de Cáceres, de la Sección Femenina, por su carácter de anfitriona, interpretó la jota más representativa de su tierra, El Redoble. El público acompañaba emocionado al ritmo de las palmas, mientras que la mayoría de grupos se unían al baile por el escenario y el ruedo, en un auténtico ambiente festivo (referencia 1).

Concerniente al segundo día, es de destacar además la memorable actuación del grupo mexicano de los Indios Voladores del Espinal (Veracruz) (Figura 2 y 3). A la 13:00 horas, sobre una plaza Mayor de Cáceres abarrotada, se levantaba un imponente poste de 30 metros de altura. Tras una danza de la princesa azteca y los 14 hombres que componían la agrupación, cinco de ellos comenzaron la ascensión a lo alto del mástil. En la cima, sobre una plataforma, un indio totonaca bailaba con fuerza mientras marcaba el compás con una flauta y un tamboril, lo que hacía oscilar el poste. La emoción se desató en los asistentes cuando cuatro de ellos se lanzaron al vacío atados por los tobillos, para ir desciendo lentamente de manera acrobática dando 13 vueltas sobre el mástil hasta llegar al suelo (referencia 16). Una crónica radiofónica recogió que «la ovación que sonó quedó empotrada para siempre en todas las paredes de la plaza. Ya no hacía falta más para consagrar el festival[18]».

 

 

 

Figura 2 y 3: Actuación del Grupo de los Indios Voladores del Espinal en la Plaza Mayor de Cáceres. Fuente: Archivo fotográfico de Juan Ramón Marchena, en el Archivo Municipal de Cáceres

 

 

 

Aún, transcurridos ya 64 años, el espectáculo perdura en la memoria de aquellos mayores que asistieron siendo niños o jóvenes, como he podido comprobar en diferentes testimonios personales.

Esta actuación fuera de concurso no sería un hecho aislado. A lo largo del día, los grupos realizaban pasacalles musicales y representaciones improvisadas de su folklore en diferentes puntos de la ciudad monumental. Según los organizadores, permitía a los cacereños conocer más de cerca a los componentes de los grupos, hablar con ellos, observar con más detalle sus trajes y, en definitiva, confraternizar y fomentar el intercambio cultural (referencia 1). En la Figura 4, se puede observar una de las actuaciones en la Plaza de Santa María.

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 4. Actuación del Ballet Azteca y Maya en la Plaza de Santa María de Cáceres. Fuente: Filmoteca Española

 

En la época en la que se celebró la primera edición del festival, en Cáceres dominaba un atraso social y económico, el conservadurismo de una pequeña ciudad y el sentimiento de abandono histórico. Por consiguiente, no es de extrañar que la idea de Hispanidad que había confeccionado el régimen calara rápidamente en la sociedad extremeña, especialmente entre los intelectuales y dirigentes políticos, puesto que se evocaba la época gloriosa en la cual la región desempeñó un rol trascendental en la historia de España, y, por tanto, se reforzaría su identidad en el presente. Se comprende así el gran impacto y buena aceptación que el festival despertó en la población cacereña, pues proporcionaba una visibilidad de la ciudad hasta entonces inédita durante el franquismo (referencia 1). La prensa local recogió el entusiasmo con el que los cacereños vivieron estos días, en el que horas antes de las actuaciones abarrotaban las sillas y palcos de la Plaza de Toros. Incluso, el éxito de publico del primer día motivó la decisión de la organización de suprimir el telón de fondo del escenario, con el objetivo de que más localidades fueran aprovechas (referencia 16).

En la mañana del 4 de junio, tras la última reunión del jurado, se hizo público el fallo del festival. Siguiendo las bases, el resultado final se tomó de acuerdo con el criterio principal de autenticidad y conservación de la pureza del folklore que se interpretaba, además de la correcta ejecución. El resultado se anunció en el salón de actos del Ayuntamiento, y durante un Vino de Honor final se repartieron los premios. Las agrupaciones vencedoras fueron[19]:

Medalla de Oro

Grupo de Coros y Danzas de Zaragoza

Premio Ciudad de Cáceres (5.000 pesetas)

Agrupación Folklórica Chilena

Premio Provincia de Cáceres (5.000 pesetas)

Folklore Colombiano de Delia Zapata

Premio Instituto de Cultura Hispánica (5.000 pesetas)

Grupo de los Indios Voladores del Espinal (Vera Cruz)

 

Finalizadas las actuaciones en Cáceres, continuaron los actos en la provincia, donde realizarían unas jornadas de exhibición:

  • El día 4 llegaron a Trujillo, donde serían recibidos por las autoridades locales en su Plaza Mayor, ofreciendo una corona de laurel ante la estatua de Francisco Pizarro. La actuación de los grupos tuvo lugar a las 19:00 horas en el Patio de Armas del Castillo. La visita en la localidad finalizaría con una cena para los artistas y autoridades.
  • El 5 de junio, se desplazaron hacia Plasencia, donde actuarían en el Campo de Deportes a las 23:00 horas.
  • Finalmente, pondrían rumbo a Madrid, ciudad donde se clausuraría la primera edición del festival con una gala celebrada en el Teatro Español (referencia 10).

 

 

  1. MATICES POLÍTICOS DEL FESTIVAL

En el discurso de clausura que pronunció Blas Piñar López en el acto de entrega de premios[20], comenzó aclarando el término “Conquistador”, dado que «suena mal a oídos de nuestro tiempo». Se justifica contando una pequeña historia en la que unas niñas indígenas dijeron a un arzobispo español que «el conquistador fue un hombre, un caballero bueno y valiente que nos mandó el rey de España para hacernos cristianos», remarcando que «esa es nuestra conquista», lo que levantó los aplausos de los presentes.

También, lanzó un mensaje de unidad y hermandad entre las naciones Hispanoamericanas a través del mestizaje. Para ello, Blas Piñar afirmó que «es honra de nuestro pueblo y de nuestra raza […] y a España la transformamos en lo hispánico y en lo español cuando se hace mestiza». Para justificar y ensalzar la creación del festival folklórico, expone que el mestizaje no es solo «de la carne y de la sangre […]también de nuestra música que veíamos ayer en el tipismo de vuestras danzas, donde se combinaba el África primitiva, la América autóctona y este soplo de espíritu de los hombres de occidente, de los hombres de la península ibérica, nosotros predicamos el mestizaje de espíritu».

Continuó su discurso haciendo referencia al papel de España como guía y tutor en el mensaje de unión entre los pueblos. Simbolizó el alto mástil de la actuación de los indios voladores en la Plaza Mayor de Cáceres con una «antena de radio, desde la cual un hombre de nuestra estirpe espiritual se levantaba para decir: pueblos hermanos de América y Filipinas, pueblos de la cristiandad, vamos a hacer nuestra gran misión, nuestra gran marcha, nuestro gran mensaje», redondeando esa idea proclamando que esa «gran convocatoria empezara aquí, desde España, desde Extremadura, desde Cáceres, [y denominar a la Plaza Mayor como] Plaza Mayor de la Hispanidad».

Para finalizar, y con el objetivo de tener un símbolo que reforzara la pertenencia a un mismo grupo, propuso la creación de un «himno hispánico». Animó a compositores y poetas en su confección de cara a ediciones posteriores del festival, proponiendo las primeras estrofas que él mismo había escrito:

 

 

 

«Arriba los pueblos hispánicos del mundo,

por la fe, por la patria y el pan,

luchemos unidos dispuestos a morir y triunfar,

Arriba los pueblos hispánicos del mundo,

la consigna de hoy, la unidad,

las banderas en alto enlazadas por la fe,

por la patria y el pan»

 

  1. 6. ECOS DEL FESTIVAL

La primera edición del festival obtuvo una gran respuesta de público y de relevancia política. Todas las partes implicadas en su organización quedaron altamente satisfechas. El primero de ellos, su creador, Blas Piñar López, que prometió a los cacereños «seguir en la brecha, hacer que el certamen se repita de un modo periódico y trabajar sin descanso para que la cita sea unánime y total y que, al fin, ganando los mejores, ganemos todos» (referencia 10). Tal fue la gratitud de la ciudad con Piñar por la asignación del festival, que la Excma. Diputación Provincial de Cáceres le nombraría Hijo Adoptivo de la Provincia el 22 de mayo de 1959. Como si este gesto no fuera suficiente, también fue nombrado como Hijo Adoptivo de la Ciudad en 1962 (referencia 5).

La ciudad también tuvo un especial reconocimiento con el Gobernador Civil de la provincia, Licinio de la Fuente y de la Fuente. En el acta de la sesión semanal ordinaria del ayuntamiento, con fecha de 7 junio (referencia 6), se hizo constatar el agradecimiento «por su actuación abnegada y eficaz en pro del prestigio y auge de nuestra ciudad, y su incansable cooperación en el mantenimiento de sus directrices históricas proyectadas en actos que como los constituidos en el I Certamen Folklóricos de la Hispanidad tanto han supuesto en el mantenimiento de la primacía espiritual cacereña en el mundo hispánica».

Por último, en el mismo documento se hace mención expresa a Diego María Silva de Alcántara, por ser el principal responsable del ayuntamiento en la organización del evento. Su acertada labor no pasó desapercibida, y fue galardonado con la distinción de miembro del Instituto de Cultura Hispánica poco después[21].

Esta primera edición del festival supuso una prueba de fuego para comprobar si este tipo de certamen podía ser viable y tener aceptación. El éxito rotundo obtenido hizo que Cáceres continuara siendo sede de los mismos hasta 1970, además de que el formato se copiara y se extendiera a otras ciudades de España[22].

  1. EPÍLOGO: LA CUARTA CARABELA

Como es sabido, y se recoge en otro trabajo presentado en estos Coloquios[23]:

«Una flota formada por las carabelas Santa María, Pinta y Niña, con tripulación de castellanos, andaluces y extremeños, zarpó del puerto de la villa de Palos (Palos de la Frontera, Huelva) el 3 de agosto de 1492, con el objetivo de llegar a la isla de las Especierías navegando con rumbo Oeste; la primera capitaneada por el experto navegante Cristóbal Colón (Génova, Italia, 1451-Valladolid, España, 1506), al servicio de mencionados reyes como almirante, virrey y gobernador de las Indias; la segunda y la tercera capitaneadas por los expertos marinos y descubridores hermanos Martín Alonso Pinzón (Palos de la Frontera, Huelva, c. 1440 – Monasterio de la Rábida, Huelva, 1493) y Vicente Yáñez Pinzón (Palos de la Frontera, Huelva, c. 1461-1462 – Sevilla, 1514). Al amanecer del viernes 12 de octubre de 1492, avistaron y después arribaron y exploraron una isla ignota del océano Atlántico, habitada, llamada Guanahani por los aborígenes (pequeña isla de las Lucayas), a la que Colón llamó San Salvador. Tras los descubrimientos de La Española o Santo Domingo, Juana o Cuba, y otras islas de las Antillas, la Pinta y la Niña zarparon el miércoles 16 de enero de 1493; la Pinta arribo a Bayona de Galicia al final de febrero de ese año y entró en el fondeadero de Palos en marzo, donde estaba anclada ya la Niña; ésta, capitaneada por Colón, arribó primero en Lisboa el 4 de marzo de 1493 y once días después en Palos. No habían llegado a la isla de las Especierías, que era el objetivo».

Pues bien, fruto del I Festival Folklórico Hispanoamericano, surgió la idea de llevar el evento al cine. En 1961, se rodó la película titulada La cuarta carabela, dirigida por Miguel Martín. Al igual que el propio certamen, en la película trasluce reiteradamente el discurso de Hispanidad; supone una fuente gráfica de gran valor para evocar la atmósfera que se generaba en la ciudad durante esos días, puesto que parecía más un documental de folklore por las abundantes escenas de música y baile de los conjuntos por las calles de Cáceres[24]. A título de ejemplo, se muestra la Figura 5.

 

 

 

 

 

Figura 5. Fotograma de la actuación bajo el Arco de la Estrella de un grupo de Haití, en Cáceres. Fuente: La cuarta carabela

 

En un momento de la cinta[25], se explica el significado del título escogido. Uno de los protagonistas, interpretado por Rafael Bardem, explica a su nieta que además de las tres carabelas con las que Colón viajó a América existía una más, «la mejor de todas […]. Es el espíritu que flota sobre las otras tres cada día más fuerte, navegando de orilla a orilla de Hispanoamérica», haciendo alusión al folklore musical que traían los artistas extranjeros al festival de Cáceres (referencia 1).

 

  1. CONCLUSIONES

El primer Festival Folklórico Hispanoamericano cumplió sobradamente las expectativas de los organizadores, tanto por el respaldo y entusiasmo de los cacereños como por la repercusión y seguimiento que originó en medios de comunicación de tirada nacional. Prueba de ello es la continuidad del mismo durante doce años más y la extensión del formato a otras ciudades.

Para el régimen franquista, este evento supuso un gran altavoz para difundir sus ideales de Hispanidad, reforzando a España como “madre patria” de Iberoamérica y proyectándose como una nueva época de fraternidad entre países iguales.

Sin embargo, esa intención política no fue en detrimento de la calidad musical. En las bases, se insistía en la valoración de un folklore lo más auténtico y puro con sus raíces. Además, muchos de los participantes eran considerados de referencia en su campo, y el jurado estuvo integrado por algunas de las personalidades más relevantes del folklore musical español.

Por último, el certamen favoreció a una región como la extremeña con escaso interés y relevancia política en el país. Puede considerarse como un hito histórico para la ciudad, al ser el primer gran evento internacional que se celebraba, y que sacó de la monotonía durante unos días a una pequeña provincia con pocos recursos.

 

AGRADECIMIENTOS Y RECUERDOS

            Al personal del Archivo Histórico Municipal de Cáceres, Archivo Histórico Provincial de Cáceres y del Archivo y Biblioteca de la Diputación Provincial de Cáceres por su amabilidad y atención prestada en mis visitas.

A mi tío y padrino José Pastor Villegas, por mostrarme siempre su entusiasmo y pasión en el bonito campo de la investigación, para dar a conocer y difundir el pasado histórico de nuestra rica y no siempre bien valorada tierra.

Finalmente, este trabajo me trae al recuerdo a mi entrañable tío Joaquín García-Plata Quirós, in memoriam, entusiasta defensor de la cultura popular cacereña, que con sus vivencias siempre me trasmitía el amor por su querida ciudad de Cáceres. Sirva este trabajo como una pequeña dedicatoria hacia él.

 

FUENTES DE CONOCIMIENTO

Archivos:

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Publicaciones:

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[1] PASTOR ROYO, Jorge (2022). Cantos, bailes y propaganda. Historia del grupo de Coros y Danzas de la Sección Femenina de Cáceres (Trabajo de Fin de Master, Universidad Internacional de Valencia, Valencia).

         [2] BAISOTTI, Pablo (2016). Arma «nacional», arma patria. La Hispanidad franquista (1936-1943).

Bulletin for Spanish and Portuguese Historical Studies, (41), 43-66.

[3] MARCILHACY, David (2014). La Hispanidad bajo el franquismo. El americanismo al servicio de un proyecto nacionalista. En P. Michonneau y X. N. Núñez Seixas (editores), Imaginarios y representaciones de España durante el franquismo (73-102). Madrid: Casa de Velázquez.

[4] CAÑELLAS MAS, Antonio (2014). Las políticas del Instituto de Cultura Hispánica. 1947-1953. Historia Actual Online, (33), 77–91.

[5] PIÑAR LÓPEZ, Blas (2000). Escrito para la Historia. Madrid: FN editorial.

[6] Archivo Histórico Municipal del Ayuntamiento de Cáceres, caja 90. Libro de actas 1958.

[7] NO-DO (1958). Folklore Hispanoamericano. Revista Imágenes, (703).

[8] CASARES, Francisco (1958). Actualidad de una ruta histórica. Mundo Hispánico, (123), 14-15.

[9] S.a. (1958). Festival en Cáceres. Mundo Hispánico, (123), 27-28.

[10] S.a. (1958). Festival de Folklore Hispanoamericano. Madrid: Instituto de Cultura Hispánica.

[11] Ibídem.

[12] Ibídem.

[13] GUTIÉRREZ RUIZ, Juan. (2017). Los Festivales Folklóricos Hispanoamericanos de Cáceres (1958-1970). Encuentros musicales y culturales en la “Plaza Mayor de la Hispanidad” (Seminario del Departamento de Historia Contemporánea, Universidad Complutense de Madrid, Madrid).

[14] INSTITUTO CULTURAL HISPÁNICO (1958). Altavoz Cultural Hispánico, (35) [programa de radio].

[15] LOSADA, Luis. (5 de junio de 1958). Inauguración de los I Festivales Folklóricos Hispanoamericanos. ABC, 9.

        [16]  Extremadura (3 de junio de 1958),7.

[17] ORGAZ MUÑOZ, M. (1958). Crónica del festival del folklore hispanoamericano de Cáceres. Cuadernos Hispanoamericanos, (104), 3-12.

[18] INSTITUTO CULTURAL HISPÁNICO (1958). Altavoz Cultural Hispánico, (36) [programa de radio].

[19] BARROS, Raquel (1958). Información de la agrupación musical chilena, enviada en representación de la Universidad de Chile al Primer Festival Folklórico Hispanoamericano. Revista Musical Chilena, (59), 149-150.

[20] PIÑAR LÓPEZ, B. (1958). Entrega de premios del I Festival de Folklore Hispanoamericano [archivo de audio]. Recuperado de https://bibliotecadigital.aecid.es/bibliodig/es/consulta/resultados_ocr.do?id=23152&forma=ficha&tipoResultados=BIB&posicion=20

 

[21] O´XILLO, Curio (1958). I Festival de Folklore Hispanoamericano en Cáceres. Revista Alcántara, (Número correspondiente a 1958), 82.

[22] GUTIÉRREZ RUIZ, Juan. (2018). Los Festivales Folklóricos Hispanoamericanos de Cáceres (1958- 1970): folklorismo, hispanidad y raza en el folklore musical latinoamericano durante el franquismo. Automne, (14), 197-210.

[23] PASTOR VALLE, Montaña Belén, y PASTOR VILLEGAS, José (2022).  Pasado mexica en Cáceres Ciudad Patrimonio de la Humanidad: Gran escultura en bronce del rey azteca Nezahualcóyotl”. LI Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2022.

[24] GARCÍA MANSO, Angélica. (2016). Apuntes didácticos sobre la Edad de Oro del cine en Cáceres y el papel de la diócesis en su desarrollo. Cauriensia, (11), 545-565.

[25] MARÍN, Miguel. (director). (1961). La cuarta carabela [película]. Filmax.

Nov 172022
 

Ángel Paule Rubio

Llegará un tiempo en los últimos años en que el Océano aflojará los lazos en los que hemos estado atados en que revelará una tierra inmensa… y Tule ya no será el más remoto de los países.

Séneca

No todos los días uno se levanta y dice: Voy a dar la vuelta al mundo. Hay que planteárselo. Miedo, misterio, curiosidad, aventura, riqueza. Para aquellos hombres, acostumbrados a burlar las tormentas, a dominar el timón, a izar y arriar velas, no debía de ser  tan preocupante. Hambre, sed, cansancio, tribulaciones, miedos, puede que sí, pero todo junto no parece nublar el horizonte de la fama.

Tripulación, Magallanes y Elcano van a estar con nosotros  en estos Coloquios Trujillanos dando la vuelta al mundo.

UN ANTES

Aristóteles, aficionado a la observación, se ocupó de la estructura del  universo, basó su modelo en las esferas celestes de Eudoxo a quién estimaba por sus inigualable logros en astronomía. Como ayudante de investigación, en su proyecto cosmológico, eligió al astrónomo Calipo, juntos, Aristóteles y Calipo, elaboraron un modelo coherente, simétrico y agradable de contemplar que figura  entre las más estimulantes cosmologías equivocadas de la historia. “De Caelo”  que seduciría  y engañaría al mundo durante siglos. En el centro había una Tierra inmóvil.

Tolomeo, astrónomo, matemático y geógrafo, siglo II, escribió su libro “Almagesto”. Para él “La tierra es el centro” y el Sol gira a su alrededor. Teoría Geocéntrica. Predecía  los movimientos del   Sol, la Luna y las estrellas con mayor precisión  que todos sus adversarios. El sistema Tolemaic llegó a ser considerado, no como un modelo mecánico del universo, sino como una ficción matemática útil, sin embargo se estima que el universo tolemaico medía ochenta millones de kilómetros de radio, lo cual significa que podía caber fácilmente en las dimensiones, que según sabemos ahora, son las de la órbita de la Tierra alrededor del Sol.

La búsqueda del Paraíso Terrenal. Los relatos bíblicos  estaban presentes en los navegantes: “que el imperio del Preste Juan estaba relacionado con él. Plantó el Señor Dios un jardín en Edén, al Oriente.”

Un navegante genovés, Colón, al servicio de Enrique, observó con ansiedad la Estrella Polar hasta entonces guía de todos los navegantes europeos, desapareció de la vista, pero a manera de compensación, aparecieron seis grandes estrellas brillantes de la Cruz del Sur.

Colón llegó a Sagres después de luchar en la batalla del Cabo de San Vicente y esperaba una mano de Dios y la había encontrado en Enrique. Se consideró a si mismo Christophoros, portador de Cristo cuya misión era descubrir un nuevo cielo y una nueva tierra. Creyó que la distancia entre las Islas Canarias y las Indias era de 3550 millas náuticas, menos de un tercio de lo real. Se lo presentó al rey Enrique el Navegante, que no aceptó.

DESCUBRMIENTOS GEOGRÁFICOS

Todo período histórico tiene sus raíces enclavadas en el que le precede y prepara su aparición en los tiempos siguientes, nunca se dará un salto en el vacío ni se producirá un corte absoluto del pasado. La transformación desde el siglo XIII y XIV al XVI y XVII es profunda  y por ello hemos de calificarla como tiempos modernos.

Los descubrimientos geográficos a finales del siglo XV se concentraban en el Mediterráneo. Venecianos y Genoveses traían mercancías exóticas del Extremo Oriente hacia los puertos mediterráneos orientales que vendían a toda Europa.

LOS GRANDES INVENTOS

A finales del S. XIV y comienzos del S. XV, aparecen los grandes inventos. La imprenta produce una revolución intelectual por la rápida difusión  del conocimiento. La pólvora modifica las formas de lucha. La brújula permite los grandes descubrimientos geográficos, conociendo así la propiedad de la aguja imantada que señala el polo norte. El telescopio nos hace observar objetos muy distantes, especialmente los astros. Los portulanos, mapas costeros. El astrolabio y el sextante.

Existía entre los comerciantes un vivo deseo de encontrar un camino rápido para ir a las Indias desde donde venían las telas preciosas, perfumes, marfil y sobre todo especias (clavo, canela, pimienta moscada). Todos estos productos llegaban a Europa a través de los árabes por vía terrestre, por Asia, hasta el Mar Negro donde los compraban los marinos genoveses vía Océano Índico y Mar Rojo hasta Alejandría.

REPARTO ENTRE ESPAÑA Y PORTUGAL.

Después del descubrimiento de las tierras oceánicas los Reyes Católicos se habían  dado cuenta del peligro que suponía el choque de intereses entre España y Portugal. Para asegurar sus derechos sobre las tierras descubiertas acudieron al papa Alejandro VI, para que, según costumbre de la época, les otorgara la soberanía de las tierras por él descubiertas. Por las bulas Intercaetera del 3 y 4 de Mayo de 1493 el papa concedió a los monarcas españoles los derechos en dominio, al tiempo que actuando como árbitro entre España y Portugal señaló una línea de demarcación que, de polo a polo, pasaba  a 100  leguas de las Islas de la Azores. A España le correspondían todas las tierras que quedaran al oeste de esa línea y a Portugal las  extendidas al este de la misma. Pero esta frontera no fue aceptada por Juan II de Portugal.

El acuerdo se alcanzó con el Tratado de Tordesillas firmado el 7 de Junio  en 1494 en el que se acordó como límite entre  los dominios de ambos países el meridiano situado a 370 leguas al oeste del Cabo Verde, aunque no especificaba cuál de las islas se trataba, ni tampoco qué tipo de leguas se iba a utilizar. El hemisferio oriental quedaba para Portugal y el occidental para España. Por los Reyes Católicos firmaron Enrique Enríquez de Guzmán (mayordomo mayor de los reyes), Gutiérrez de Cárdenas (Comendador Real de la Orden de Santiago y Contador Real) y el doctor Rodrigo Maldonado. Representando a Portugal firmaron Ruy de Sousa y el magistrado Arias de Almadama.

Después de no pocos intentos de portugueses y españoles para encontrar un paso a las Indias por el Sur de América, un marino portugués, nacionalizado en España, concibió el plan presentado al Rey Carlos I para hallar el deseado camino. Magallanes  se dirigió al Brasil, llegando a la desembocadura del Río de la Plata, descubrió la Patagonia, atravesó el estrecho de su nombre,  internándose en el Pacifico descubrió algunas islas de las Marianas y de los Ladrones y por último de las Isla Filipinas, hallando la muerte en la Isla de Mactán.

Continuaron sus acompañantes hasta que, reducidos a un solo barco de los tres que habían surcado el Pacífico, prosiguieron el viaje al mando del piloto español, Juan Sebastián Elcano, natural de Guetaria (Guipúzcoa), a quién le cupo la gloria de tornar al punto de partida, doblando el Cabo de Buena Esperanza, es decir, después de haber dado la vuelta al mundo.

Magallanes ofreció a  Carlos I abordar las Molucas o de las Especias, a las cuales, por su posición, podría alegar derechos. Las Molucas fueron descubiertas por los árabes y luego por los portugueses. Sin embargo, la bula de Alejandro VI fijó para los españoles todos los territorios que los marinos españoles descubrieran hacia el occidente.

Magallanes salió el 20 Septiembre del año 1519 rumbo del Atlántico oblicuamente para recorrer la costa de América Meridional en busca de algún paso hasta llegar a la Patagonia y Tierra de Fuego penetrando en el Pacífico.

Ya en este mar se dirigió al Norte y después viró hacia el Noroeste tras una navegación  penosa y difícil, en la que el hambre y las enfermedades hicieron numerosas víctimas llegando a la Isla de Guhan del archipiélago de las Marianas el 6/3/1521. Estas islas laz llamaron “de los Ladrones” por sus robos. El nombre de “Marianas” procede de su colonización durante la regencia de  Doña Mariana de Austria, madre de Carlos II de Austria. Descubrieron después el archipiélago de Filipinas.

Las naves que hicieron este viaje fueron: la Trinidad, donde iba el Almirante, San Antonio, Concepción, Santiago y Victoria. Muerto Magallanes toma el mando de la expedición el español Juan Sebastián Elcano que llegó a las Molucas y bordeando África llegó al punto de partida habiendo conseguido por primera vez demostrar la esfericidad de la Tierra. Había dado la vuelta  a la  Tierra.

Facsímil de la Carta de Carlos I a su cuñado el rey de Portugal (1519)

El 28 de febrero de 1519 Carlos I envió la carta desde Barcelona a su cuñado el rey Manuel I de Portugal, casado desde 1518 con Leonor de Austria, hermana de Carlos I, y le tranquiliza sobre la cercana expedición a la Especiería, en la que piensa respetar lo establecido en el tratado de Tordesillas en cuanto a sus posesiones.

Sin embargo la posesión de las Molucas provocó de  nuevo  problemas y para resolverlos se pretendió trazar una línea similar a la de Tordesillas: el antimeridiano. Fueron muchos los intentos técnicos  sin llegar a conseguirlo, ni en tiempos del Emperador Carlos V quién acabó cediendo sus derechos a las Molucas en 1529 a su cuñado Juan III de Portugal por 3750 ducados.

Por otra parte el acuerdo de Tordesillas nos explica que Brasil fuera colonizado por Portugal dentro de una América Hispana. Del mismo modo que las Islas Filipinas fueron incorporadas por España, como una excepción  dentro de Asia.

LOS PERSONAJES COMPROMETIDOS EN EL  VIAJE

La primera vuelta al mundo como tantas grandes empresas de la humanidad estuvo motivada por la voluntad, entusiasmo y deseo de aventuras de muchas personas. Vamos a hacer una selección de aquellos hombres determinantes en los distintos niveles, aptitudes y compromisos.

Fernao de Magalhaes que castellanizó su nombre por Fernando de Magallanes, portugués, nacido en Sabrosa en 1481 y muerto en la isla de Mactán (Filipinas) el 7 de noviembre de 1521 durante un combate con los indígenas. Creció en la Corte de Lisboa de Juan II. Educado en la navegación, el álgebra, la geometría y la astronomía. Concibió un viaje a las Islas Molucas navegando por el Oeste. Presentó su plan al rey de Portugal, que fue rechazado.

Descontento con su rey y país viajó en 1517 a Sevilla en compañía de Rui Faleiro. Presentó su plan al rey de Castilla, Carlos I, quién lo aceptó y lo nombró en 1518 Capitán General de la Armada para que, navegando por el Oeste, llegara a las Islas Molucas españolas, según el Tratado de Tordesillas.

Españolizó su nombre y su nacionalidad al servicio de su rey, ahora, el jovencísimo Carlos I.

Memorial que Magallanes dirige al rey Carlos I, en fase avanzada de sus preparativos cuando parte a la Especiería en Septiembre de 1519. (Archivo  de  Indias, legajo 1º de papeles del Maluco)

“Muy  Poderoso Señor. Porque  podría ser que el Rey de Portugal quisiera en algún tiempo decir que las Islas de Maluco están dentro de sus demarcación y podría mandar cambiar la derrota de las costas y acortar los golfos de la mar ( en sus mapas) quise por servicio a V.A, dejarle declarado las alturas de las tierras y cabos principales, ansí de latitud como de longitud”

Juan Sebastián El Cano. Marinero vasco, más concretamente de Guetaria (1476), con una amplia experiencia en la navegación. Su camino y el de Magallanes se cruzarían en Sevilla en 1518. El Cano tomaría el mando de la nao Concepción para la expedición de Magallanes, sin embargo, asumió el cargo de toda la flota tras la muerte de Fernando en un combate con los indígenas en Mactán (1521).

 Carlos I Rey de España. Nieto de los Reyes Católicos, hijo de Felipe el Hermoso y de Doña Juana la Loca. Nieto por línea paterna del Emperador de Alemania. Nace en Gante en 1500, con una educación recibida en Flandes rodeado de caballeros flamencos, desconociendo los sentimientos del pueblo.

Enamorado de un difícil proyecto que le llegó de la mano de un portugués que, despechado por su propio rey,  había llegado a Sevilla buscando amparo en el joven monarca español. Proponía descubrir el paso desde el Atlántico a las islas de las codiciadas especias a través del mar del Sur. Carlos I  se comprometió a equipar la tripulación de víveres, artillería para dos años de viaje, empeñando en ello su honor y su leal palabra.

El 22 de Marzo de 1518, seis meses después de su llegada. El joven Carlos firmó una capitulación a favor de Fernando de Magallanes.

Tras un reinado de conflictos bélicos y religiosos por toda Europa, se retiró al Monasterio de Yuste en 1557, donde murió año y medio después.

Ruy Faleiro, Lisboa 1455-Sevilla 1523. Prestigioso cosmógrafo portugués en cuyos cálculos se basó Magallanes para  considerar que las Molucas se encontraban  en el hemisferio español acordado en el Tratado de Tordesillas. Diseñó junto con Magallanes un  proyecto y una propuesta que habían de contactar con eruditos en la materia como Juan de Aranda, factos de la Casa de Contratación; Diego Barbosa, alcaide de los Reales Alcázares de Sevilla y el comerciante burgalés, Cristóbal de Haro, representante de los banqueros Fugger. Su plan estaba meditado para presentarlo a Carlos I, y el jovencísimo soberano español los escuchó y aceptó.

En marzo de 1518 se firmaba en Valladolid las capitulaciones entre el rey español y el navegante portugués. Sus objetivos: Búsqueda del paso por el mar del Sur de las Indias que condujera a las Islas de Maluco y a la seguridad de que se hallaban en la zona  española.

Sólo hubo un cambio: Ruy de Faleiro se quedaba en tierra por problemas de salud. Otros opinan que Faleiro fue retirado por la Casa de Contratación que dirigía el Obispo de Fonseca, pasando a ocupar su cargo, Juan de Cartagena, su sobrino o hijo natural (depende de las fuentes) pasó a ocupar el lugar del cosmógrafo como persona  conjunta a Magallanes a cargo de la nao San Antonio.

Antonio Pigafetta, cronista de la expedición  al que debemos  con  detalles  todo lo sucedido  en  los tres años que duró el viaje. Nacido en Vicenza (Italia 1480-1534), marinero al servicio de la Orden de San Juan, llegó a Barcelona en 1519. Puesto en contacto con altos responsables de la Casa de Contratación en Sevilla, se incorporó en la tripulación de Magallanes en la nao capitana, la Trinidad. Allí transcurrió la primera actividad a bordo, hasta la muerte de Magallanes en la Isla de Mactán en las Filipinas. Es el más valioso testimonio escrito de la expedición en un diario desde su partida hasta su regreso. Documento clave en el conocimiento de los pormenores del viaje.

Fernando de Bustamante y Cáceres. Nacido en Alcántara (Cáceres) en1494, único extremeño en la primera vuelta al mundo. Acompañó a Magallanes.  Barbero y cirujano, armador y tesorero. Primer hombre que descubrió el Pacífico. Uno de los 18  supervivientes que dio la vuelta al mundo.

PREPARATIVOS DEL VIAJE

Facsímil sobre sueldos anticipados a las tripulaciones de las cinco naos de la armada. Francisco Albo, autor del derrotero de parte del viaje, Contramaestre“ha de  aver  de sueldo a dos mil maravedís por mes. Pagáronsele por el sueldo de cuatro meses adelantados, VIII mil maravedís”

A Juan Sebastián Elcano, “vezino de Guetaria… maestre  de la  dicha nao, ha de aver de sueldo a tres mil marvedis  por mes. Rrescibió, por el sueldo  de seis meses adelantados, XVIII mil maravedís”

Detallada relación de gastos, de incalculable valor a la hora de conocer  cómo se abastecieron y prepararon las naves para el viaje. En el folio 9º (recto) aparece el concepto Carta de marear y quadrantes e etroluios y agujas y rrelojes que se dio a la armada”

(Fondos del IGN. en Archivo General de Indias (Sevilla)  

La armada comienza sus preparativos. Magallanes controla minuciosamente lo necesario para una travesía  dura y posiblemente  larga. No solo  es contar  con mercancías, avituallamiento, para que nada pueda faltar. Casi más importante  es el factor humano. También  requiere tacto para elegir hombres necesarios para  cubrir los puestos  técnicos  de las embarcaciones. El trato de convivencia y servicio prestado o a prestar  a la tripulación si fuere necesario. Valores humanos de servicio y de sacrificio.

El 24 de Octubre de 1518, Magallanes escribe una carta al rey Carlos I en los siguientes términos. Veamos:

Así supliqué  a Vuestra Alteza que mandase proveer con el dinero que faltaba para cumplimiento de los 16.000 ducados sin los cuales no se podía acabar porque Señor yo veo que tan poca  cantidad no bastará para cargar las naves de especierías y sería  gran pérdida venir vacías, Vuestra alteza hubiese por bien de dar más cantidad de mercaderías(…)Asimismo pedí a Vuestra Alteza que mandase proveyesen a  los oficiales de la Cada de la Contratación para que paguen la costa que se hiciese en la artillería y armas y pólvora( ) Humildemente suplico con este correo mande proveer en todo de manera que Vuestra Alteza sea bien servido y nosotros bien tratados”

PRIMER VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO

El viento azotaba la bandera de un templo, y dos  monjes disputaban sobre la cuestión. Uno de ellos decía que la bandera se movía, el otro que se movía el viento. Argumentaban sin cesar. Eno, el Patriarca dijo.” No es el que el viento se mueva; no es que la bandera se mueva; es que vuestras honorables mentes se mueven.

                                                                                           Doctrina Sutra       

Sí, ciertamente sí, las mentes se movían.

Comienza la “Era  Atlántica” para Europa.

  • Formación del capitalismo, con el deseo de dominar las rutas comerciales y los mercados del Extremo Oriente. Para controlar la producción de especias, seda, piedras preciosas.
  • Aparece el espíritu aventurero, luchando por lo desconocido.
  • Inventos técnicos: Mapas. Construcción de naves. La brújula, factor clave  en la navegación. La esfericidad de la Tierra, que por error de cálculo se consideró que las costas del Este en el Extremo Oriente se encontraban enfrentadas con el extremo occidental de Europa, lo que les llevó a pensar a los navegantes que yendo hacia el Oeste llegarían a los países productores de los bienes de la especiería.
  • La imprenta, la herramienta más precisa y preciosa para difundir los saberes.

El comercio se universalizó y el Mediterráneo pierde su primacía y a partir  del 1530.

La ruta de América controlada por Castilla por la Casa de la Contratación de Sevilla, lo hacía hacia Veracruz, Cartagena de Indias y Nombre de Dios. Dos expediciones al año. Una en primavera a Veracruz (México) y otra en verano hacia Nombre de Dios (Panamá). Ambas se unían en Marzo en La Habana y regresaban juntas a España.

 

EL GRAN VIAJE

El viaje comenzó en Sevilla el 10 de agosto de 1519. Cinco naves capitaneadas por Fernando de Magallanes, equipadas para una gran travesía se deslizaban hacia Sanlúcar de Barrameda, puerto que  da al Océano Atlántico. Salen de allí el 20 de Septiembre de 1519 camino de las Indias Orientales navegando hacia el oeste, siempre en  mares castellanos para llegar a las islas de la Especiería.

El número de hombres embarcado fue de 237. El 6 de Septiembre de 1522 a bordo de la única nave, la Victoria, llegaron 18 supervivientes y al menos tres indios de las Molucas, al puerto de Sanlúcar de Barrameda. El 8 de Septiembre de 1522 alcanzamos Sevilla donde la nave fue descargada para vender la codiciada mercancía, unas 60 toneladas de clavo, que sufragó los gastos totales de la expedición.

Por primera vez fue confirmada la esfericidad de la Tierra y  la continuidad de todos los mares.

El 20/9/1519 partieron de Sanlúcar por el SO. arribando en Gran Canaria para repostar, carne, agua y leña.

El 3/10 /1519 pasaron por Cabo Verde frente a las costas de Senegal, lloviendo sesenta días sin pausa, alcanzaron los 14 grados. Huracanados vientos pusieron en peligro nuestras embarcaciones. Nos acompañaron ciertos peces grandes, que llaman tiburones. Peces que volaban. Pasamos la línea equinoccial y perdimos de referencia la estrella Polar. Navegamos Sur-So hasta una tierra del Verzin en los 23 grados y medio del Polo Antártico, hicimos acopio. Anclamos en Río de Janeiro.

27/12/1519. A los 34 grados desembarcaron y encontraron  unos hombres que se llaman caníbales, eran gigantes. La mayor de las islas se llama Cabo de Santa María. Todos pensábamos que desde allí  pasaríamos al Mar del Sur. Continuamos rumbo al Polo antártico. Costeando. Alcanzamos los 49 grados del Antártico. Descubrieron buen puerto para invernar y permanecieron allí, sin ver a nadie, dos meses.

21/8/1520. Después de los 52 grados encontramos un estrecho que denominamos “Cabo de las Once mil Vírgenes”. Este estrecho tiene de largo 110 leguas y un ancho como de media legua. El capitán general destacó dos naves, la de San Antonio  y la Concepción para que viesen si la boca de la parte del siroco desembocaba en el Mar Pacífico. La nao San Antonio no quiso aguardar a la Concepción, pues se proponía volver a España, lo cual hizo. Su piloto, Esteban Gómez, odiaba al Capitán General.

Llamó a este estrecho “Estrecho Patagónico”.

Magallanes con exceso de autoridad mandó descuartizar los cadáveres de Quesada y Mendoza y abandonó a Cartagena (hombre puesto por el rey y el obispo) y a Sánchez Reina, (Clérigo que se opuso a él) ,en una isla desierta.

Magallanes optó por primera vez someter a juicio del resto de los mandos qué decisión deberían tomar. Allí estaba el paso. Atravesarlo en busca de las Molucas o volver a España. Esteban Gómez, el piloto de la nao San Antonio, sabiendo que tenían alimentos para tres meses aconsejó volver a España. Fue la única objeción. Magallanes no aceptó  y a finales de Noviembre se atravesó por primera vez el paso que conocemos como Estrecho de Magallanes. Pigafetta da cuentas de nebulosas que bautizaron con el nombre del navegante y de la estrella que la denominaron “Cruz del Sur”. Avistaron lejanas hogueras que dieron nombre al mundo que dejaban atrás “Tierra del Fuego”. Felices en un  mar  en calma,  al que por tal características llamaron “Pacífico” pusieron rumbo hacia la línea del ecuador y a las ansiadas islas. No se habían percatado de que estaban a la misma distancia de las Molucas  y del continente europeo. Calor, sed, escorbuto. Mueren una veintena de hombres. Habían recorrido ya más de 1300 millas cuando llegaron a la actual isla de Guam, en las Marianas. Las tres naves alcanzaron las islas de San Lázaro, que hoy llamamos Filipinas. Era evidente que las Molucas, en línea del Ecuador, quedaban más al Sur.

28/11/1520. Nos sumimos en el Mar Pacífico.  En tres meses recorrimos cuatro mil leguas del Mar Pacifico, sin ver tierra alguna. Sí hubo algunos islotes deshabitados, por lo que los llamamos “Islas Desafortunadas”.

16/3/1521, Llegaron  a la  isla Zamal. Hubo trueque. Nos obsequiaron con vino de palma, higo, cocos, aceite y vinagre. Bautizamos el archipiélago con el nombre de  “San Lázaro”, ya en las  Islas Filipinas.

28/3/1521. Llegó hasta nosotros una barca de reducido tamaño con 8 hombres. Uno de ellos era de Sumatra y se entendieron perfectamente. En estos parajes los reyes conocen más idiomas. También hubo trueque

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31/3/1521. El Domingo de Pascua envió el capitán General  al sacerdote con alguna escolta para que preparase donde decir la misa y al interprete para advertir que no íbamos a comer con ellos. Aunque sin más el rey nos envió dos cerdos muertos. Cuando llegó la hora desembarcamos cincuenta hombres sin las corazas pero armados y con la mejor ropa que pudimos. Antes de llegar a la playa disparáronse  seis bombardazos en señal de fiesta. Misa. Al elevar el cuerpo de  Nuestro Señor permanecieron de rodillas y lo adoraban con las manos juntas. Terminada la misa algunos de los nuestros comulgaron. Todos fueron  contentos y llenos de alegría.

15/4/1521.  El Domingo arribaron en Zubu. Todo fue  amistad. El rey dijo que si su capitán quería ser su amigo le enviara un poco de sangre de su brazo derecho y él haría otro tanto, como  símbolo de amistad verdadera. Hubo misa y se bautizaron  unos 500.

26/4/1521. El señor de la Isla de Mactán envió a uno de sus hijos para que se presentase ante el capitán general con dos cabras y diciéndole que él quería rendir entero su tributo pero que el otro señor de allá, Celapulapu, se negaba obedecer al rey de España, y que la noche siguiente le mandara una sola lacha llena de hombres pues el cooperaría en el combate. A medianoche partimos armados con  coseletes y celdas junto al rey cristiano, los príncipes y algunos poderosos. El Capitán General no quiso combatir de momento. Hubo una batalla y una flecha envenenada traspaso la pierna derecha del capitán. Magallanes se defendió heroicamente. Y, asaetado, cayó muerto.

En la isla de Cebú, el cacique salió a recibirlo y le propuso reducir a un jefe rival y muy poderoso, Lapu Lapu, de forma que terminara Magallanes gobernando todas las islas. Magallanes aceptó y se enfrentó a Lapu Lapu que llevaba 1500 guerreros que agazapados en la playa esperaban su momento de entrar en acción. Magallanes pensaba en la victoria. Una flecha alcanzó el muslo de la pierna hiriendo a Magallanes de gravedad, pero él se defendía con heroicidad. Los nativos enfurecidos acabaron con la vida de Magallanes. Tristemente el Capitán ni siquiera había arribado a las ansiadas Islas Molucas. Murió a 1500 millas más al Sur, el 27 de Abril de 1521 en la Isla de Mactán en la provincia filipina entre las municipalidades de Córdoba y Lapu-Lapu a la edad de 41 años. La tripulación de las tres naves que quedaban habían perdido a su mejor guía.

Se dirigen a Borneo. El sultán Siriapada los acoge y les concede vía libre para emprender operaciones comerciales. Un grupo de embarcaciones entre los que se encuentran los hijos de Siriapada son abatidos por Carvalho.

Las dos naves que quedaban abandonaron Borneo y ponen rumbo  a las Islas Molucas. La precipitada decisión de Carvalho hace pensar en cambiar el mando de la nave Trinidad con Espinosa al frente y Juan Sebastián Elcano asciende pasando de maestre a Capitán de la nave Victoria.

Continuaron hacia Molucas el día 17 de Noviembre de 1521 atracando en la Isla de Tidore. Al día siguiente pidieron permiso al rey para comerciar. El 18 de Diciembre 1521 con las naves cargadas de “clavo” se dispusieron partir de regreso a España. Sin embargo ese mismo día se descubrió una vía de agua en la nao Trinidad haciendo necesario una larga reparación. Se acordó que la Victoria volviera a España por la ruta de la India y que la nao Trinidad se quedara en el puerto de Tidore para su reparación y regresar por el Pacifico hasta Panamá. El día 21 la Victoria partió en solitario hacia el Oeste, destino España.

El día 5 de Febrero 1522 desertaron el joven grumete de la Victoria, Martín de Ayamonte y el soldado Bartolomé Saldaña.  Espinosa completó la reparación de la nao la Trinidad y el 6 de Abril de 1522 se hizo a la mar. Una tormenta le impidió seguir y pidieron auxilio al capitán portugués Antonio de Brito, quedando hechos prisioneros con los 17 hombres que quedaban en la nao. Cinco de ellos, entre los que se encontraba Espinosa regresarían a Europa y fueron liberados en 1527.

Elcano, al mando de la Victoria atravesó el Índico dando la vuelta a África, evitando los puertos africanos controlados por portugueses. Completó la primera circunnavegación  de la Tierra. Regresó por Sanlúcar de Barrameda el 6 de Septiembre del año 1522.

 

TRAMOS DEL VIAJE

1º. 10-8-1519: Inicio del viaje desde Sevilla. 20-9-1519: Salida de Sanlúcar-Tenerife

2º Tenerife-Bahía de Santa Lucia entre Río de Janeiro y Sao Paulo. Salida el 30-9-1519. Llegada  13-12-1519. La travesía duró  75 días.

3º tramo. Santa Lucía –Rio de la Plata. Duró 22 días.

4º tramo. Río de la Plata-Puerto de San Julián. Permanecimos 142 días. Encalló la nave Santiago mandada por  Juan Serrano.

5º tramo. San Julián-Puerto de Santa Cruz. Duró  2 días.

6º tramo. Santa Cruz-Estrecho de Magallanes isla de los Ladrones. 18-10-1520/6-3-1521. 139 días. La nao San Antonio, huye a España, por las grandes penalidades, aprovechando la noche. Mandada  por Esteban Gómez. Solo quedan tres naves. Tres días.

7º tramo. Isla de los Ladrones- I. de Guam-i. Homonphan (Filipinas). 9-3-1521/16-3-1521. Siete días.

8º. Filipinas   25-3-1521 /28-3-1521. Tres  días.

9º. Limasawa-Cebú(Filipinas). Salida 4-4-1521/7-4-1521. Tres días

10º. Cebu-Bohol-Mindanao-Isla Cagayau-Palawan. Salida1-5-1521/ 9-7-1521. Deciden quemar la Concepción por falta de hombres. Quedan Trinidad y la Victoria. Recorren el mar Joló. En  Palawan  se avituallan. Caminan hacia la I. de Borneo.

11º. Cagayau-Célebes y Tidore-Molucas-  29-7-1521/ 8-11-1521.vuelven a Mindanao. Estaban a la vista las Islas Molucas. Llegan a Tidore y fueron muy bien recibidos. El 8-12-1521  partieron rumbo a España. Justo a zarpar  advierten un problema en la nao Trinidad. El rey de la Isla le ayuda a repararla. Disponen  que  la Victoria zarpe a España.

La Trinidad se reparó y salió hacia España, pero tuvo que dar la vuelta a los 14 días de navegación y volver a las Islas Marianas donde fallecieron 31 de los hombres. Los demás los hicieron prisioneros, 17 murieron y tres fueron libertados y regresarían a España a principios del año 1527.

12ª Tidore (Molucas)-Timor. 21-12-1521-Llegada 25-2-1522.

13º Timor – Cabo verde. 7-2-1522/ 10-7-1522.153 días. Llegan al paralelo 40º y los vientos le obligan a virar al E.  El 4-5-1521 Creen haber pasado el Cabo de Buena Esperanza. Ponen rumbo al NO y se dan cuenta,  tres días después que están en costas  sudafricanas. Pasan a solo 8 leguas del cabo de Buena Esperanza, no pueden verlo. El 19-5-1522 viran al NE. Están en el Atlántico.

A la altura de Guinea sin comida  y sin poder fondear se producen muertes a un ritmo acelerado. Elcano ante esto toma la decisión, contraria a sus intenciones, de acercarse a la costa africana para su avituallamiento. Recorren la costa africana desde el 14-6-1522/1-7-1522 y Elcano propone llegar a Cabo Verde que lo hace el 9-7-1522. Después de mentirle de dónde venían, los portugueses le dieron cuanto quisieron.

14º Cabo Verde-Sanlúcar.13-7-1522./6-9-1522. 55 días. Atraviesan las Islas Azores. Llegan a Sanlúcar 18 de los 237 embarcado en Sevilla y 3 indios de los 13 embarcados en Tidore.

15º  Sanlúcar-Sevilla.  Salida 6-9-1522. Llegada 8-9-1522.

Un después. Se suceden cuatro hechos fundamentales: Capitalismo Mercantilismo, Revolución comercial y el proceso de globalización.

 

BIBLIOGRAFÍA

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  4. Lucio Anneo Floro. Concepción Historiográfica. Madrid, 1953
  5. Ferris T. Aventura del Universo. De Aristóteles a la teoría del Cuanto. Editorial Crítica. Barcelona. 1990
  6. Artola Gallego M. Textos fundamentales para la Historia. Punto de Vista. 1968.
  7. Adamczewski J. Nicolaus Copernicus and his epoch. Copernicus Society of America. 1978

 

 

 

 

 

ANEXO FOTOGRÁFICO

Imagen 1. Itinerario del viaje de Magallanes y el Cano.

 

Imagen 2. Mapamundi

Nov 172022
 

GERARDO NÚÑEZ, MANO DERECHA DE SÁNCHEZ ALBORNOZ

 

Francisco Rivero

Cronista Oficial de Hinojal (Cáceres)

 

Ponencia dedicada a mi buena amiga María Teresa Pérez-Zubizarreta

 

Gerardo Jaime Núñez Clemente fue un archivero, profesor e investigador que nació en Hinojal (Cáceres) en octubre de 1887 y falleció en Madrid en 1966.

Estudió Filosofía y Letras en la rama de Historia consiguiendo Premio Extraordinario de Fin de Carrera en la Universidad central de Madrid, allá por agosto del año de 1913. Tres meses más tarde en noviembre, entró por oposición en el Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, donde destacó en su profesionalidad.

En su carrera sobresalió como prestigioso profesional de la archivística. Fue el brazo derecho de Claudio Sánchez Albornoz en el Centro de Estudios Históricos desde 1928 a 1934, donde participó en los trabajos y viajes de recogida de materiales para los proyectos de la entidad cultural.

Por un concurso de traslado, pasó el 14 de julio de 1915 desde Toledo al Archivo Histórico Nacional en Madrid donde trabajó como vicedirector del mismo desde 1948 hasta el 2 de octubre de 1957 que se jubiló, recibiendo varios homenajes, uno de ellos, en 1966, presidido por el entonces director general de Archivos y Bibliotecas, José Antonio García Noblejas. Gerardo Jaime Núñez Clemente falleció en la capital de España el 15 de marzo de ese año, celebrándose su funeral en la parroquia de Santa Teresa y Santa Isabel, en el madrileño barrio de Chamberí.

 

oO0Oo

 

Gerardo Jaime Núñez Clemente nació en la localidad cacereña de Hinojal el 2 de octubre de 1887, situada en la comarca de los Cuatro Lugares. Era hijo del maestro Antonio Núñez Jiménez y de su esposa Juana Clemente Díaz, natural del vecino pueblo de Casas de Millán, y que vivían en la popular calle de la Cruz, donde había nacido a las ocho de la tarde del día anterior su hijo Gerardo, según declaró el padre a las 10 de la mañana del día 3 ante el juez municipal Santiago Segovia Gil para rellenar el acta del nacimiento. La ficha se completa con el nombre de los abuelos paternos: Joaquín Núñez, natural del Casar de Cáceres, y Tomasa Jiménez, de Garrovillas de Alconétar y de los maternos: Vitoriano Clemente y Concepción Díaz, ambos de Casas de Millán.

Antonio Núñez, que había nacido en el año de 1861 en las Casas de Millán, estudió Magisterio y ejerció en Hinojal durante varios años y según la Dirección General de Instrucción Pública, dependiente del entonces Ministerio de Fomento, indica que el 25 de octubre de 1894, se publicó el escalafón definitivo de los maestros de la provincia de Cáceres, en la Gaceta de Madrid, de ese día, y que hoy es el Boletín Oficial del Estado don Antonio Núñez Jiménez apareció con el número 123 y llevaba de antigüedad 5 años, 3 meses y 19 días de servicios en la localidad de Hinojal. Fue tan reconocida su labor en el pueblo de Hinojal que desde hace años tiene dedicada una calle que hace las famosas cuatro esquinas del pueblo con la calle de la Cruz y que va desde la calle de la Laguna hasta la calle Cerro.

En agradecimiento, Antonio Núñez cedió al Ayuntamiento su amplia biblioteca de libros para enriquecimiento cultural de los hinojaliegos. Un servidor de niño leyó varios de estos libros, sugeridos por mi abuelo Juan Francisco Domínguez, entre ellos recuerdo al “Tartarín de Tarascón”, del francés Alfonso Daudet. La biblioteca donada cuenta actualmente con 176 libros, pero eran bastante más y algunos de ellos han ido desapareciendo con los años. Había quien los pedían prestados y después no lo devolvían. Yo sugiero desde aquí al Ayuntamiento de Hinojal que compre una placa y la ponga en esta estantería y que diga: “Biblioteca don Antonio Núñez”, con el fin de que los hinojaliegos sepan quién donó, altruistamente, tantas obras literarias al pueblo.

Antonio y su esposa Juana dieron dos hermanos más a Gerardo, que era el mayor de los hijos: Alejandro Eloy, que nació dos años más tarde, en 1889 y José Alberto en 1893.

Un estudioso del pueblo de Hinojal, Fidel Durán Macarrilla, me amplia la información sobre este maestro con el siguiente texto:

«A don Antonio se le nombra maestro de la escuela nocturna de adultos el 23 de diciembre de 1900, cobrando 200 ptas. anuales. En enero de 1904 el Ayuntamiento de Hinojal tiene con él un contencioso porque no daba las clases y sin embargo las cobraba (no se dice si es porque los alumnos no asistían o porque él no se presentaba).

En 1935 se le hace un homenaje y asiste el obispo Feliciano Rocha Pizarro. Se hace una comida para las autoridades y el Ayuntamiento dona 100 ptas. para que puedan comer los más necesitados del pueblo.

Se le pone su nombre a la calle que entonces se llamaba Calle de La Peña, dado que en la casa número 10 había una peña que sobresalía de la pared.

Fallece en su pueblo natal el 18 de noviembre de 1936 y parece ser que el cadáver es trasladado a hombros por los vecinos de Las Casas de Millán hasta la barca. Desde ahí hasta Hinojal es trasladado de la misma forma por los vecinos de este último. En Hinojal se le hace un nicho que cuesta 54 pesetas y se le pone una placa. (El nicho lo levantaron los albañiles Juan y Andrés Ollero y los peones Félix Montes, Filomeno Molano y Antonio Sánchez)»

 

Como siempre hay colaboradores de uno en el pueblo de Hinojal, pedí a Esther García Lancho que me proporcionara una fotografía de la tumba del maestro en el cementerio. Esta es su leyenda:

 

  1. ANTONIO NÚÑEZ JIMÉNEZ

Maestro Nacional

Falleció en Casas de Millán

el día 18 de noviembre de 1936

a los 75 años de edad

ooOoo

El Ayuntamiento y pueblo de Hinojal

le dedica este recuerdo

 

Un alumno muy brillante

La vida de Gerardo es muy interesante y gracias a la ayuda de su nieto, Juan Antonio Núñez, que me facilita este diploma podremos conocer algo más de la vida de nuestro personaje, escrita con una preciosa caligrafía. Vamos a transcribirla textualmente:

 

EL RECTOR DE LA UNIVERSIDAD CENTRAL

 

POR CUANTO D. Gerardo Jaime Núñez y Clemente, natural de Hinojal, provincia de Cáceres, de edad de veintiún años tiene acreditado en debida forma que reúne las circunstancias prescritas por la Legislación vigente para obtener el TÍTULO DE BACHILLER; habiendo demostrado su suficiencia en el Instituto general y técnico de San Isidro ante los Tribunales correspondientes que le han calificado de Sobresaliente en el ejercicio de la Sección de Letras y de Aprobado en la Sección de Ciencias del grado respectivo terminando estos actos académicos el día primero de julio de mil novecientos nueve.

POR TANTO y en virtud de la facultad conferida a los Rectores, expido a su favor el presente Título sellado con el de esta Universidad y refrendado por el Secretario general de la misma, en Madrid a veintiséis de agosto de mil novecientos nueve.

                                                       El RECTOR

El SECRETARIO GENERAL                                                      Firma del interesado

De este prestigioso Instituto de Madrid, fundado en 1845, han salido primeras figuras españolas del arte y la cultura como Pío Baroja, Pedro Salinas, Alonso Zamora Vicente, Antonio Machado o los Premios Nóbel de Literatura José Echegaray y Camilo José Cela.

Influido por la profesión de su padre, aficionado a las letras, Gerardo estudió Filosofía y Letras (rama de Historia) y se licenció en esta carrera, con Premio Extraordinario por la Universidad Central.

El edificio de la Universidad Central se encuentra en la calle de San Bernardo, número 49, muy cerca del Ministerio de Justicia el Instituto Cardenal Cisneros y el antiguo Colegio Mayor “José Miguel Guitarte” donde residí mientras estudiaba la Licenciatura en Ciencias de la Información en la Universidad Complutense de Madrid y ahora reconvertido en el Conservatorio profesional de Música “Amaniel”. Los tres grandes edificios dan a un patio común que era un antiguo claustro del convento de los jesuitas, por eso la calle y el metro se llaman Noviciado, que era donde se formaban los novicios de la Compañía de Jesús. Tras la Desamortización de Mendizábal se instaló un cuartel de infantería y posteriormente, en 1843, la Universidad Central.  Sobre la antigua iglesia jesuítica, el arquitecto Pascual Colomer levantó el Paraninfo de la Universidad Central con alegorías a la cultura universitaria, obras de Joaquín Espalter y esculturas de Ponciano Ponzano. Hoy alberga el Instituto de España, que reúne a todas las Reales Academias de nuestro país.

El 2 de octubre de 1912 (página 16) el periódico monárquico ABC reflejaba en una amplia reseña de la apertura oficial del curso 1912/13 en la que se decía que “con la solemnidad acostumbrada se celebró ayer tarde en el Paraninfo de la Universidad Central la apertura del curso académico. El acto fue presidido pro el rector señor Conde y Luque, a quien acompañaban los decanos de las facultades; los respectivos claustros de catedráticos y los representantes de los diversos centros docentes oficiales tomaron asiento en el estrado”.

El catedrático de la Facultad de Farmacia, D. Marcelo Rivas Mateos, fue el encargado de leer el discurso; versó este acerca de “El profesorado” y en él trató de su situación actual y de la posición que debe ocupar para el mejor cumplimiento de la alta misión que le está encomendada; en último término trató de la organización del profesorado y abogó por que se cree en la Universidad una Escuela de Pedagogía.

Su lectura fue premiada con grandes aplausos, y acto seguido se procedió al reparto de premios a los alumnos que los obtuvieron el curso anterior.

Fueron adjudicados Premios Extraordinarios de Carrera a los siguientes alumnos: Licenciatura en Filosofía y Letras a la señorita Ángel García Rives (Sección de Historia) y a don Gerardo Jaime Núñez Clemente (Sección de Letras). Posteriormente se hace una amplia relación de nombres que fueron premios extraordinarios en las siguientes carreras: Ciencias Exactas, Ciencias Químicas, Derecho, Medicina y Farmacia. Posteriormente se entregaron los Premios de Doctorado en estas ramas universitarias y también a algunos bachilleres.

 

Su primer trabajo

El primer trabajo de Gerardo fue en el Archivo de Hacienda de Toledo. De un total de 20 plazas que se convocaron por una Real Orden del 9 de octubre de 1912 del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, siendo ministro Joaquín Ruiz Jiménez, para el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos sacó el puesto número 4, con un sueldo anual de 3.000 pesetas, al precio de hoy 18 euros. El primer puesto fue para Juan Ferrer y Oliver, que obtuvo puesto en el Archivo General Central de Acala de Henares.

La documentación está entresacada del número 215 de la Gaceta de Madrid (lo que hoy es el Boletín Oficial del Estado) del viernes 1 de agosto de 1913, durante el primer gobierno del Conde de Romanones, Álvaro Figueroa y Torres (Páginas 265 y 266). Uno de los miembros del jurado que calificó a Gerardo Núñez fue el célebre arqueólogo y académico de la Historia, José Ramón Mélida. La principal labor de este arqueólogo fue la excavación de la ciudad romana de Mérida donde se le concedió dar su nombre a una calle. Con el tiempo fue el director del Museo Arqueológico Nacional.

Por Real Orden del 9 de octubre de 1912 se mandó convocar a oposición para proveer 20 plazas vacantes de Oficiales de tercer grado del Cuerpo facultativo de Archiveros, Bibliotecario y Arqueólogos, dotada cada una con el sueldo anual de 3.000 pesetas y las demás de igual categoría y grado que también vacaren hasta el día en que el Tribunal hiciera la calificación definitiva y subsiguiente propuesta, sin más excepción entre estas últimas que las que resultasen en el ínterin amortizadas, por virtud de los reingresos que pudieran solicitar los individuos del propio Cuerpo que se encontraren en la situación de supernumerarios:

2.- Resultando que publicada en forma la oportuna convocatoria en la Gaceta de Madrid y anunciada posteriormente de igual manera la constitución definitiva del Tribunal, no se dedujo por los opositores recusación alguna:

3.- Resultando que el Tribunal, constituido por D. Francisco Rodríguez Marín, como Presidente, y como Vocales, por D. Emilio Ruiz Cañabate, D. José Ramón Mélida y Alinari, D. Manuel Pérez Villamil, D. Cayo Ortega Mayor, don Juan Menéndez Pidal y D. Manuel González Simancas, ha propuesto para cubrir las 26 plazas vacantes el día 11 del presente mes, en que tuvo lugar la calificación definitiva por orden riguroso de mérito, y entendiéndose que los 13 primeros números de la lista han sido adjudicados por unanimidad y los 13 restantes por mayoría absoluta de votos a los opositores siguientes:

  1. D. Juan Ferrer y Oliver.
  2. D. Andrés Sobejano Alsina.
  3. D. Benito Fuentes Isla.
  4. D. Gerardo Jaime Núñez Clemente.
  5. D. Faustino Gil Ayuso,

Los opositores propuestos por el Tribunal para cubrir las plazas vacantes, en acta levantada ante el jefe de la sección correspondiente de este Ministerio (de Instrucción Pública y Bellas Artes) con fecha 14 de los corrientes han elegido, siempre a reserva de que fueran nombrados individuos del mencionado Cuerpo, entre las plazas vacantes, en la siguiente forma:

El 1, Archivo General Central de Alcalá de Henares.

El 2, Archivo de la Chancillería de Granada.

El 3, Museo Arqueológico de Toledo.

El 4, Archivo de Hacienda de Toledo,

El 5, Biblioteca Universitaria de Zaragoza.

En la revista del órgano facultativo del ramo de los Archivos, Bibliotecas y Museos, correspondiente al semestre de enero a junio de 1918 , en la sección de Ascensos se da la siguiente noticia en la sección se informa de lo siguiente: Por jubilación de don Servando Corrales y García, han ascendido: a jefe de segundo grado, don Jerónimo Béckery González; a jefe de tercer grado, don Manuel Ramos y Cobos; a jefe de cuarto grado, don Juan Romera y Navarro; a oficial de primer grado, don Aureliano Castillo y Beltrán, y a oficial de segundo grado, don Gerardo Jaime Núñez Clemente.

 

 

La no asamblea de 1923

Del 23 al 29 de octubre de 1923 se organizó una Asamblea del Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Los aciagos momentos políticos de la época- el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera en septiembre anterior- hicieron que no se celebrase. Hubo numerosas ponencias: Una la del prestigioso archivero Ángel González Palencia, compañero de Gerardo en el archivo de la Delegación de Hacienda de Toledo desde 1911 y posteriormente en el Archivo Histórico Nacional. Esta asamblea pretendía crear el armazón normativo para archivar documentos.

Las ponencias que fueron publicadas en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, núm. 10-12 (octubre-diciembre de 1923), una de Ángel González, titulada Clasificación, organización y catalogación de los archivos históricos: Bases para unas instrucciones”, en la que argumentaba que “sin instrucciones no hay trabajo fructífero posible”.

La segunda comunicación, titulada “El préstamo de documentos” corresponde a nuestro biografiado, que ya trabajaba en el Archivo Histórico Nacional, en la que abogaba por la necesidad de la publicación inmediata de esas normas sin incidir en su posible contenido. En esta ponencia se decía: En España, en los últimos años, se ha concedido el préstamo de toda clase de documentos, manuscritos y códices del Archivo Histórico Nacional y del General de Simancas, al Centro de Estudios Históricos de Madrid y a la Universidad vallisoletana respectivamente, y, de un modo más restringido, a determinados profesores, siempre con excelente resultado. ¿Porqué, pues, no establecer con carácter general en todos los archivos históricos este nuevo servicio limitado, al menos, a los fondos de carácter local o regional?

Trabajando ya Gerardo en el Archivo Histórico Nacional, aparece en la Gaceta de Madrid del miércoles 4 de febrero de 1931 una Real Orden por la que se publican los sueldos de los funcionarios desde el 1 de enero de ese año, de acuerdo con la Ley de Presupuestos. Hay una amplia relación de nombres entre lo que aparecen el director de la Biblioteca Nacional, Miguel J. Artigas y Ferrando y se confirma en el cargo al funcionario del Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos Francisco de P. Álvarez Ossorio y Farfán de los Godos en el cargo de director del Museo Arqueológico Nacional, con un suelo anual de 15.000 pesetas.

También se confirman los sueldos que señala el citado precepto del Real Decreto-Ley de Presupuestos y conforme a los lugares que ocupa cada uno en el escalafón y efectos económicos a partir de 1° de enero de 1931 a los siguientes funcionarios facultativos del Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, en el que hay una amplísima relación y ahí figura nuestro biografiado con un salario anual ya de 8.000 pesetas, al día de hoy unos 48 euros.

 

Su labor durante la Guerra Civil

El jefe del Archivo de la Biblioteca Nacional de España, Enrique Pérez Boyero presentó la ponencia “El Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos y la protección y evacuación del patrimonio histórico en la España republicana” en el Congreso Internacional “Patrimonio, Guerra Civil y posguerra” coordinado por el catedrático Arturo Clorado Castellary que se celebró en Madrid el año 2010. Allí el ponente tenía el propósito de estudiar el papel desempeñado por el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos en las labores de protección y evacuación del patrimonio histórico en la España republicana durante la Guerra Civil.

Las instituciones que dirigieron su acción durante la mayor parte de la contienda civil fueron la Comisión Gestora del Cuerpo (hasta marzo de 1937) y el Consejo Central de Archivos, Bibliotecas y Tesoro Artístico y su Comisión delegada en Madrid (desde marzo de 1937 hasta finales de 1938).

Los Decretos de 23 de julio y 1 de agosto de 1936, publicados en la Gaceta de Madrid de 25 de julio y 2 de agosto de 1936, respectivamente indican que “el Gobierno de la República, preocupado por la suerte del tesoro artístico que se encuentra en los edificios ocupados, crea, por iniciativa de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, la Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico, que “procederá a la incautación o conservación en nombre del Estado de todas las obras, muebles o inmuebles, de interés artístico, histórico o bibliográfico que, en razón de las anormales circunstancias presentes, ofrezcan, a su juicio, peligro de ruina, pérdida o deterioro”.

El Consejo Central de Archivos, Bibliotecas y Tesoro Artístico tenía como función la de coordinar la labor de todos los establecimientos y servicios de la Administración del Estado relacionados con el tesoro artístico. De sus 22 miembros, incluido su presidente, que era el director general de Bellas Artes, José Renau Berenguer, diez eran funcionarios del Cuerpo Facultativo: José María Lacarra de Miguel, Julián Paz y Espeso, José Aniceto Tudela de la Orden, Tomás de las Heras y Despierto, José María Giner Pantoja, Benito Sánchez Alonso, Juan Vicens de la Llave, Teresa Andrés Zamora, Enrique Lafuente Ferrari y Gerardo Jaime Núñez Clemente.

El presidente de la Junta Central del Tesoro Artístico, era el pintor extremeño Timoteo Pérez Rubio, nacido en Oliva de la Frontera (Badajoz) y fallecido en Brasil en 1977. Pérez Rubio fue el que salvó buena parte del tesoro artístico español, siendo trasladado a Valencia y a Ginebra, vía Cataluña. Por los años 70 tuve el gusto de poder entrevistarle en Madrid tras regresar del exilio, en un pisito de la Plaza de Tirso de Molina, que compartía con su esposa la escritora Rosa Chacel, a la que tuve el gusto de saludar.

En Madrid, los libros, documentos y objetos arqueológicos incautados por la Junta de Incautación se depositan en la Biblioteca Nacional, el Archivo Histórico Nacional y el Museo Arqueológico Nacional. En estas acciones intervino otro extremeño, de Calzadilla de los barros (Badajoz), el bibliógrafo Antonio Rodríguez – Moñino, quien salvó buena parte del bibliográfico español, colocando los libros y documentos en la Biblio6teca Nacional. Su biblioteca particular junto a la de su esposa María Brey Mariño contenía 17.000 volúmenes, que cedió, a la Real Academia Española y a la Biblioteca de Cáceres.

Según Enrique Pérez Boyero, los profesionales de la Biblioteca Nacional registraron más de 40.000 volúmenes, mientras que en el Archivo Histórico Nacional- donde trabajaba Gerardo Jaime- a 21 de agosto de 1937, se habían inventariado los fondos incautados de las procedencias siguientes: Iglesia parroquial de San Marcos de Madrid, Monasterio de Comendadoras de Santiago de Madrid, Convento de las Comendadoras de Santiago el Mayor, Casa Foronda, Marqués de Miraflores, Conde de Montefuerte, Conde de Casal de Griegos, Retratos de Artistas de Teatro procedentes de la Iglesia parroquial de San Sebastián, Marqués de Perales del Río, Conde de Oliva, Cartas dirigidas al Duque de Sexto procedentes de la Casa del Duque de Alburquerque, Casa Corvera y Conde de Cedillo”.

 

Catálogo Bibliográfico de España de 1945

El 12 de febrero de 1945 se creó en Madrid la Comisión Central del Catálogo Bibliográfico y Documental de España, del que formaría parte el hinojaliego Gerardo Núñez. Firmado por el ministro de Educación Nacional, José Ibáñez Martín, hay una orden del director general de Archivos y Bibliotecas, por la que se crea esta Comisión.

El argumentario para crearla dice lo siguiente: La necesidad de coordinar los trabajos que con plausible celo vienen realizando las distintas Comisiones del Catálogo Bibliográfico y Documental de España, creadas em virtud de la orden ministerial de 18 de octubre de 1944, para dar cumplimiento al Decreto de 29 de diciembre de 1942, exige el nombramiento en Madrid de una Comisión Central, dividida en dos secciones independientes: una de Archivos y otra de Bibliotecas, integradas por personal idóneo en cada una de las especialidades, para recoger, orientar y ordenar la labor iniciada, al mismo tiempo que para estudiar el plan que debe desarrollarse en esta provincia en orden a la catalogación de sus Bibliotecas y Archivos y para preparar la publicación de los materiales que se vayan recibiendo.

La Sección de Archivos estará presidida por el inspector central de Archivos y serán miembros de la misma don Gerardo Jaime Núñez Clemente, don Federico Navarro Franco, don Félix del Val Latierro y don Antonio Matilla Tascón. La Sección de Bibliotecas la presidirá el inspector general de Bibliotecas, y formarán parte de ella don Amadeo Tortajada y Ferrandis, don Nicolás Fernández-Victorio y Pereira, don Francisco Tolsada y Pizaco y doña Matilde López Serrano.

La finalidad de ambos grupos de trabajo era la de catalogar el tesoro documental y bibliográfico de España orientar los trabajos que se hagan en los archivos y bibliotecas de la nación y preparar los inventarios y catálogos que se redactarían al efecto.

 

Los elementos de trabajo de Gerardo Núñez

La investigación siempre es lenta, pero si uno tiene la ayuda de un familiar directo, surgen muchos temas para ir descubriendo la biografía de un personaje relevante en la historiografía española, pero que apenas es conocido en su pueblo natal. Me estoy refiriendo a don Gerardo Jaime Núñez y Clemente, nacido en Hinojal, y que ayudó al catedrático y posterior rector de la Universidad Central de Madrid, Claudio Sánchez Albornoz, con quien trabajó en el Centro de Estudios Históricos durante los cursos 1928 a 1934, donde participó en los trabajos y viajes de recogida de materiales para los proyectos de dicho centro.

Ahora, uno de sus nietos, Juan Antonio Núñez Moreno me ha facilitado una serie de temas interesantes para irlos divulgando. Estuve en su oficina de la calle Fortuny de Madrid y allí fuimos descubriendo esos temas: Desde un sofá de su abuelo, hecho con paja de enea, una cantarera que ahora sirve para poner unas preciosas macetas o hasta su máquina de escribir marca “Yost 20”, fabricada en los Estados Unidos en los primeros años del siglo XX, con un peso de unos 14 kilos y su funda sobre el sofá. La máquina no usaba cinta, sino que las teclas se entintaban para poder escribir. Así usaba yo una en la academia que tenía don Joaquín Corchado junto a don Ángel Canales, en Brozas, donde estudié bachillerato.

No podemos olvidarnos de la biblioteca personal de don Gerardo Núñez. En su pequeña colección de libros, muchos de ellos de los años 30 hasta la década de los 60 que conserva Juan Antonio, hay de todos los temas, principalmente filosofía, ensayos, novelas y literatura en general, no en valde él era un pensador, hombre de letras. En total serían unos 120 tomos, muchos de ellos descuadernados y de un color ya amarillento, pero con mucha solera.

Los repasé una mañana todos los títulos y el que más me llamó la atención fue el titulado “Viaje universal en la búsqueda de la verdad” publicado en 1930 por Eugenia Lefevre y Pedro de la Cierva.

 

De aquí entresaco este texto:

 

Un alemán, un pedante; dos, una cervecería; tres, el militarismo.

Un inglés, un negado; dos, un “match”; tres, el Almirantazgo.

Un francés, un galante; dos, un escándalo; tres, un matrimonio.

Un griego, un cero; dos, dos ceros; tres, igual a nueve.

Un español, un mendigo; dos, una corrida; tres, el desastre.

Un italiano, un organillero; dos, una conspiración; tres, bancarrota.

Un ruso, un genio; dos, el asalto; tres, el caos.

 

Con el tiempo, Gerardo Núñez trabajó con Claudio Sánchez Albornoz en el Centro de Estudios Históricos (CEH). Fue vocal de la Junta Facultativa de Archivos, Bibliotecas y Museos, así como secretario del Patronato Nacional de Archivos Históricos.

 

Exposición de la Orden Benedictina

Nuestro biografiado, Gerardo Núñez, fue un hombre importante en los trabajos del Archivo Nacional, no en balde trabajó allí buena parte de su vida laboral. Uno de ellos fue encargarse de la exposición histórica de la Orden Benedictina en la Biblioteca Nacional que se celebró del 17 al 31 de mayo de 1948, con motivo del XIV Centenario de San Benito.

De esa exposición pude encontrar su catálogo en muy buen estado en una librería de viejo y me hice con él. Está impreso el 14 de mayo de 1948 en los Talleres Tipográficos de Pablo López, en la calle Meléndez Valdés, 17, de Madrid. Tiene 70 páginas y se halla encuadernado en rústica, concluyendo con 30 páginas llenas de fotografías en blanco y negro de la muestra benedictina.

En el prólogo que habla del “Propósito” de la exposición, el gallego Ramón Fernández Pousa, fundador y director de la Hemeroteca Nacional, catedrático de Universidad y periodista, escribía: “En esta labor, acometida con excesiva precipitación, han prestado su valiosísima colaboración organismos múltiples. La selección y catalogación de los fondos procedentes del Archivo Histórico Nacional ha sido realizada por el ilustre archivero don Gerardo Jaime Núñez Clemente bajo la acertadísima inspiración del director del mismo don Benito Fuentes Isla. La de la Sección de Manuscritos de la Biblioteca Nacional, por el notable bibliotecario don Ramón Paz Remolar con la sabia orientación del jefe de la sección, don Pedro Longás y Bartibás. La catalogación de los fondos procedentes de las Secciones de Bellas Artes, Raros, Varios y Depósito General ha sido realizada por el bibliotecario y notable escritor don Justo García Morales. A ellos se debe el éxito de la selección de tan notable fondos. También dieron todas clases de facilidades la Real Academia de la Historia, la de Bellas Artes, San Plácido de Madrid, Museo del Prado, etcétera, a todos los que deseamos expresar las más rendidas gracias

 

Crónica periodística de la exposición benedictina

La exposición de la Orden Benedictina en su XIV centenario, en la que colaboró intensamente nuestro biografiado, Gerardo Jaime Núñez Clemente, fue tan interesante que de ella se hizo eco la prensa nacional.

El diario ABC sacaba el 19 de mayo una fotografía en huecograbado de su fotógrafo Virgilio Muro (Escalona de Alberche. Toledo, 1891 – Madrid, 1967) con el siguiente pie de foto: En los salones de la Biblioteca Nacional se ha inaugurado la Exposición histórica de la Orden Benedictina, con motivo del XIV centenario de San Benito. Acudieron el ministro de Educación Nacional, señor Ibáñez Martín, acompañado de los abades mitrados de Samos y Silos, y D. Rafael Sánchez Masas, que en la fotografía presiden la sesión inaugural, en la que el marqués de Lozoya pronunció una conferencia. (F. Muro).

José Ibáñez Martín fue ministro de Educación Nacional desde 1939 hasta 1951 y fue el padre de Pilar Ibáñez-Martín, viuda del que fuera presidente del Gobierno en la democracia, Leopoldo Calvo Sotelo.

Previamente, el martes 18 de mayo de 1948 el periódico monárquico tituló en su página 10 la siguiente información: “El señor Ibáñez inauguró ayer la exposición de la Orden”.  A última hora de la tarde de ayer fue inaugurada solemnemente en los salones de la Biblioteca Nacional, la Exposición histórica de la Orden Benedictina con motivo del XIC centenario de San Benito. Presidió el acto el ministro de Educación Nacional, Sr. Ibáñez Martín, quien fue recibido por los abades mitrados de Samos y Silos; el director general de Propaganda, Sr. Rocamora; el de Bellas Artes, marqués de Lozoya; el de Archivos y Bibliotecas, Sr. Bordonau; el del Archivo Histórico Nacional, Sr. Fuentes Isla; el de la Biblioteca, Sr. Morales Oliver; el vicepresidente del Patronato, Sr. Sánchez Mazas, y los miembros de la Comisión Permanente del centenario.

El marqués de Lozoya pronunció una conferencia sobre “La Regla de San Benito y las Órdenes Militares” Luego el ministro y las restantes personalidades recorrieron detenidamente la Exposición, examinando los valiosos códices y documentos, ejemplares únicos que forman parte del certamen y en el que figuran, además, entre otras joyas de valor, los frontales de Silos y Burgos del siglo XII y más de cuarenta cuadros benedictinos del Monasterio de Silos , de Burgos y del Museo del Prado y otros inéditos procedentes del Museo de San Plácido de Madrid. Los actos de este centenario durarán hasta el día 31 de mayo

Para el día 19 estaba anunciada en el Teatro Español, para la siete de la tarde una función musical con intervención de la Schola Cantorum de Silos y Monserrat y el homenaje de la Dirección General de Archivos a su patrono, que precisamente es San Benito de Nursia, ya que tiene que ver con el trabajo de los monjes sobre los códices y las horas de lectura recogidas en la regla benedictina.

 

Repercusión internacional de la exposición

En esta magna exposición en la que trabajó denodadamente Gerardo Núñez, tuvo una gran repercusión a nivel nacional, e incluso internacional.  Un ejemplo de ello es el solemne pontifical que se celebró en la Real Iglesia de Monserrat de los padres benedictinos en la calle de San Bernardo de Madrid. El pontifical fue celebrado por el abad primado de la Orden Benedictina, doctor Bernardo Kaelin, quien estuvo acompañado por el abad mitrado de Santo Domingo de Silos. La Schola Cantorum de los oblatos de Monserrat, reforzada con los cantores mayores del Monasterio de Silos bajo la dirección del padre Germán Prado, interpretó la misa solemnísima «Fons Bonitatis», del siglo XI. El templo ofrecía impresionante aspecto con preciosos ornamentos medievales. El padre del Corazón de María, natural de Colombia, D. Carlos de la Mesa, predicó un elocuentísimo panegírico de San Benito.

Fue tal el interés que la sociedad mostró por esta exposición de la Biblioteca Nacional de España que se editó un precioso catálogo que aún se puede encontrar en las librerías de viejos, así como un folleto con el amplísimo programa de actos que se desarrollaron y algunas fotografías de las autoridades que inauguraron la citada muestra.

Para el 27 de mayo de 1948, con motivo de la clausura del XIV Centenario de San Benito estaba anunciada la visita al monasterio de Santo Domingo de Silos de los entonces ministros de Asuntos Exteriores, Alberto Martín Artajo; Educación Nacional, José Ibáñez Martín; Justicia, Raimundo Fernández-Cuesta y del Aire, Eduardo González-Gallarza y el presidente de las Cortes, Esteban Bilbao Eguía. Estaba programado un solemne pontifical, oficiado por el arzobispo de la diócesis de Burgos, Dr. Luciano Pérez Platero y u acto literario en el salón de actos del monasterio.

Previamente, para acudir a estos importantes actos habían llegado a Madrid diversas autoridades eclesiásticas, entre ellas el abad mitrado de Nueva Nursia (Australia), Anselmo Catalán, y el abad general de la Congregación de Solesmes (Francia); el general de la Congregación de Subiaco (Itaia) y el abad obispo de Subiaco.

Por último, informar que a lo largo del tiempo que duró la exposición hubo ilustres conferenciantes que trataron la Orden Benedictina desde distintos aspectos. El doctor Gregorio Marañón habló del benedictino padre Feijoo y Sarmiento en el pensamiento español del siglo XVIII; el catedrático de la Universidad de Madrid, José Camón Aznar lo hizo sobre «La miniatura en los Monasterios benedictinos de la Edad Media», o el ministro de Asuntos Exteriores, Alberto Martín Artajo, clausuró el ciclo, con la exposición; “La Regla de San Benito y la sociedad moderna”

 

La exposición a través de su catálogo

Del Archivo Histórico Nacional, los trabajos de Gerardo Núñez se expusieron en la muestra benedictina en dos secciones: la del Clero, códices, cartularios, y sellos y en la de las Órdenes Militares (Alcántara, Calatrava y Montesa).

Gerardo Jaime fue vocal de la Junta Facultativa de Archivos, Bibliotecas y Museos, y primer secretario del Patronato Nacional de Archivos Históricos, además de profesor auxiliar de latín en el Instituto Nacional de Enseñanza Media “San Isidro”, así como inspector regional de archivos de la Zona Centro-Sur.

 

Participación en el Congreso Iberoamericano de Archivos y Bibliotecas

En el año 1952 se celebró en Madrid el I Congreso Iberoamericano y Filipino de Archivos y Bibliotecas con numerosas portaciones del mundo hispánico sobre las bibliotecas y el patrimonio documental. En él intervino, como subdirector del Archivo Histórico Nacional nuestro biografiado. De su aportación hace una reseña Mariano García Ruiz en su obra “La descripción documental en España y sus instrumentos: de los inventarios medievales a los metadatos del documento electrónico”.

García Ruiz reseña que de este congreso sobresalen dos ponencias, una del Inspector General de Archivos, Miguel Bordonau y Más, en la que aportó unas normas para las guías de los archivos de España y la Gerardo Jaime Núñez, subdirector del Archivo Histórico Nacional, versando sobre la catalogación de los expedientes conservados en ese Centro para ingresar en las Órdenes militares y civiles:  “En su texto defendía la realización de una cédula principal para cada una de esas informaciones con los siguientes elementos: a) Encabezamiento (apellidos y nombre del pretendiente, y años de nacimiento y muerte); b) Título del expediente (el que se hallase en su cubierta o portada reflejado “con toda exactitud” y, si no lo tuviera, el que le diera el archivero recogiéndolo en este caso entre corchetes); c) Descripción externa (estado de conservación, número de piezas, hojas, folios o páginas, dibujos, escudos y árboles genealó­gicos, su tamaño y encuadernación); d) Notas personales y familiares (datos que permitan la perfecta identificación del pretendiente); e) Contenido del expediente (“composición del expediente y los documentos que, en calidad de prueba, se aducen”; f) Notas especiales (detalles interesantes no incluidos en otros apartados) ; y g) Signatura. Estas cédulas principales se acompañarían de otras cédulas de referencia elaboradas siguiendo las Instrucciones utiliza­das para la catalogación de impresos en las bibliotecas.

Está claro que estas cédulas principales, utilizadas por G. Núñez, nos recuerdan a las utilizadas por los bibliotecarios en la descripción de sus manuscritos. Su encabezamiento alfabético, las fechas de la vida de la persona, el título formal… son prueba de ello”, termina Mariano García

El 2 de octubre de 1957 se jubila de su puesto de subdirector general del Archivo Histórico Nacional y recoge esta jubilación el Boletín de la Dirección General de Archivos, Bibliotecas y Museos de ese mismo año.

 

La esquela de Gerardo

Gerardo era un hombre muy conocido en la sociedad madrileña de su época, de ahí que era costumbre divulgar su muerte y funeral a través de una esquela publicada en las páginas del diario ABC el 16 de marzo de 1966, un día después de su fallecimiento.

El texto de su esquela decía lo siguiente:

El señor don Gerardo Jaime Núñez Clemente falleció en Madrid el día 15 de marzo de 1966 habiendo recibido los Santos Sacramentos y la bendición de Su Santidad R.I.P.

Sus hijos María del Pilar, Gerardo, Avelino, Luis y Juan; hijos políticos Enrique Sánchez Sáez, Avelina Moreno Rivas, María del Prado Jiménez Moreno, Julia Teresa Castillo Quílez y Josefina Sevilla Marcos; hermana política, Rosario Meléndez Marchena (viuda de Núñez); nietos, sobrinos y demás familia y la señorita Paquita Moreno Orellana ruegan una oración por su alma.

El funeral que se celebrará el viernes, día 18, a las doce de la mañana, en la iglesia parroquial de Santa Teresa y Santa Isabel, y el rosario que se rezará a partir de hoy, día 16, a las ocho y media de la tarde, en la Capilla del Perpetuo Socorro, de dicha parroquia, serán aplicados por su eterno descanso.

Hay que informar que la señorita Paquita Moreno era su asistenta en la casa en la que habitaba Gerardo, que estaba en la calle Juan de Austria, en el barrio de Chamberí, por lo que esta era su parroquia. Gerardo Núñez está enterrado en la Sacramental de San Isidro de Madrid, junto a su hijo, también de nombre Gerardo.

El templo da nombre a la estación del metro Iglesia que hay en la plaza de Joaquín Sorolla. El edificio se levantó a mediados del siglo XIX por sugerencia de los propios vecinos de esta, por entonces nueva barriada de Chamberí. A su construcción ayudaron obreros de la zona, así como los feligreses de la nueva parroquia, el arzobispado de Toledo y hasta de la propia reina Isabel II. El edificio es obra del arquitecto Aguilar y se levantó entre 1842 y 1856. Durante la Guerra Civil fue totalmente destruido perdiéndose todas las riquezas religiosas que había en su interior, teniéndose que ser reconstruido posteriormente.

Su necrológica fue publicada en el Boletín de la Asociación Nacional de Bibliotecarios, Archiveros y Arqueólogos número 51 correspondiente al año 1966 y en el Boletín de la Dirección General de Archivos y Bibliotecas de 1967.

 

 

 

Bibliografía

 

Bio-bibliografía del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 1858-1958. Madrid. Junta Técnica de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1958. Página 716.

 

García Ruipérez, Mariano. La descripción documental en España y sus instrumentos: de los inventarios medievales a los metadatos del documento electrónico. Ediciones de la Universidad de Castilla La Mancha. Colección Biblos. Cuenca 2021.

 

Molano Hurtado, Simeón. Historia de Hinojal y árbol genealógico de sus apellidos. Prólogo José Luis Vaquero Vázquez. Copegraf. Cáceres 1997.

 

Núñez Clemente, Gerardo Jaime. Exposición histórica de la Orden Benedictina en la Biblioteca Nacional, Catálogo. Madrid. Tipografía Pablo López, 1948.

 

Núñez Clemente, Gerardo Jaime. Reglas para llegar a la catalogación de informaciones para el ingreso en órdenes militares y civiles. Varios autores. Ponencia en el I Congreso Iberoamericano y Filipino de Archivos, Bibliotecas y Propiedad Intelectual. Dos tomos. Madrid, 1952. Páginas 272-277.

 

Pérez Boyero, Enrique. El Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos y la protección y evacuación del patrimonio histórico en la España republicana. Congreso Internacional “Patrimonio, Guerra Civil y posguerra”. Coordinado por el catedrático Arturo Clorado Castellary. Madrid 2010. Páginas 125-158.

 

Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, Tomo XXXVIII. Tipografía de la revista en la calle Salustiano Olózaga, número 1 de Madrid, 1919.

 

Su vida en fechas

1887, 2 de octubre. Nace en Hinojal (Cáceres)

1909, 26 de agosto. Título de Bachiller.

1912, 2 de octubre. Premio Extraordinario por la Universidad Central.

  1. 1 de agosto. Concurso para aspirar a la su plaza en el Archivo de Hacienda de Toledo

1913, 30 de noviembre. Ingresó en el Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, con destino en el Archivo de la Delegación de Hacienda de Toledo.

1914, 15 de enero.

1915, 14 de julio, Pasó al Archivo Histórico Nacional.

1918.- Asciende a Oficial de Segundo Grado

1923, octubre. La no Asamblea de Archivos de 1923

  1. Publica “Clero regular y secular. Inventario de procedencias”, Valladolid

1928 a 1934. Trabajó con Claudio Sánchez Albornoz en el Centro de Estudios Históricos.

1931 4 de febrero. 8.000 pesetas que se le confirma como sueldo

1937, 14 de marzo. Funcionario en la España republicana

1945.- Miembro de la Comisión Central del Catálogo Bibliográfico y Documental de España.

  1. 16 de abril, Se publica en el BOE su pase al Archivo Histórico Nacional
  2. Nombramiento de subdirector general del Archivo Histórico Nacional.

1948, 17 al 31 de mayo. Exposición histórica de la Orden Benedictina.

  1. octubre y noviembre I Congreso Iberoamericano de Archivos y Bibliotecas. Madrid
  2. 2 de octubre. Jubilación como subdirector general del Archivo Histórico Nacional

1966, 15 de marzo. Muere en Madrid. Está enterrado en la Sacramental de San Isidro.

 

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