Oct 012004
 

Lectura inaugural por Fernando Díaz Esteban.

Al acercarnos a la figura de la reina Isabel la Católica, no podemos olvidar que también fue mujer. Tuvo numerosos pretendientes al matrimonio. Pero sin esperar el permiso de su hermanastro el rey Enrique IV ni las dispensas papales por parentesco, se casó (1469) con quien quiso, con su primo Fernando de Aragón, que llegó disfrazado a la boda, celebrada con los ingredientes de una novela de aventuras. Probablemente acabarían enamorados, pues Luys Santa Marina[1] recuerda una anécdota de cuando estaban haciendo juntos un viaje en el cual Isabel no estaba muy de acuerdo. Ya en marcha, al pasar por un camino en cuyos bordes abundaban las malvas, Isabel le dijo: «Si las flores del camino os hablaran, ¿qué os dirían?». Fernando entendió la alusión y volvieron atrás. Santa Marina apostilla la anécdota con una antigua frase castellana: todavía les duraba el pan de bodas. Aunque Fernando había dejado dos hijas bastardas en Aragón y luego tuvo tres bastardos más, cosa habitual en la época, el matrimonio no se resintió.

Fue madre fecunda, cuatro niñas y un niño, a los que buscó buenos casamientos. La primogénita, Isabel, casó primero con Alfonso, heredero de Portugal en 1495; viuda a los pocos meses, volvió a casar con su cuñado Manuel I el Afortunado de Portugal en 1497, pero un año después ella murió de parto; el recién nacido, Miguel, hubiera heredado los reinos de Portugal, Castilla y Aragón, pero el niño murió en 1500. La segunda, Juana, se casó en 1496 con Felipe el Hermoso, por el que enloqueció y tuvo a Carlos V y a Fernando I, ambos sucesivos Emperadores del Sacro Romano Imperio. La tercera, María, se casó en 1500 con el viudo de su hermana Isabel, Manuel I de Portugal, con el que tuvo diez hijos, entre ellos Juan III de Portugal e Isabel, que sería la mujer de Carlos V. La cuarta, Catalina, se casó con Eduardo, heredero de Inglaterra, en 1501, enviudó y se casó en 1509 con su cuñado, Eduardo VIII, del que tuvo a María Tudor, reina de Inglaterra.

Su único hijo varón, Juan, se casó en 1497 con Margarita, hermana de Felipe el Hermoso; el excesivo entusiasmo matrimonial del príncipe le llevó a la tumba, dejando a Margarita embarazada de una niña que nació muerta, por lo que en 1502 se nombró heredera de Castilla a Juana; su padre, Fernando, siguió como rey de Aragón. Su nieto Carlos V heredaría las dos coronas.

Su vida, por tanto, no estuvo exenta de tristezas familiares, entre las que hay que incluir la demencia senil de su madre, Isabel de Portugal, mujer culta y hermosa que había cuidado de la educación literaria, musical y religiosa de su hija, a la que inculcó el espíritu de defensa de sus derechos regios.

A juzgar por los retratos, Isabel era una rubiaca que sin ser fea, tampoco era una belleza deslumbrante. Pero es evidente que su personalidad subyugaba.

Su ambición política, en unos tiempos de tumultos y sublevaciones, se vio cumplida por las circunstancias. La muerte de su hermano menor, Alfonso, sublevado contra su hermanastro el rey Enrique IV, del que se hizo un simulacro de destronamiento, la dejó como heredera de la corona de Castilla y enfrentada a su sobrina Juana la Beltraneja, que de haber sido hija real de Enrique IV hubiera sido la heredera legítima. En 1474 Isabel es proclamada reina de Castilla y la Beltraneja marchó a Portugal, de donde era su madre.

La casa real de los Trastámara, inaugurada por el bastardo y fraticida (mató a su hermanastro Pedro I) Enrique II el de las mercedes, produjo unos reyes calamitosos, incapaces de terminar la Reconquista, prolongando un siglo más la invasión y ocupación musulmana de España. Pero Isabel, junto con Fernando, la llevó a feliz término cuando se izó el pendón de Castilla en Granada el 2 de Enero de 1492. Y el ímpetu conquistador se continuó con el descubrimiento y colonización de América, para la que Isabel inspiró las Leyes de Indias, protectoras de los indígenas, a los cuales no se les podía hacer esclavos.

Las persecuciones y coacciones contra los judíos en tiempos anteriores, especialmente con los alborotos de 1391, habían producido, y seguían produciendo, muchas conversiones que no eran sinceras. Para distinguir el converso sincero del falso aceptó el establecimiento en 1478 de la Inquisición eclesiástica, que siempre tuvo también un algo de instrumento político, por lo que los reyes la mantuvieron más tiempo del razonable, hasta mediados del siglo XIX. La Inquisición de Castilla pasó después a Aragón y a Portugal.

Conseguida la unidad territorial quiso que fuera seguida por la unidad religiosa y apoyó la idea de Fernando de la expulsión de todos los judíos de Castilla y Aragón, lo que se hizo pocos meses después, en marzo, de la conquista de Granada, dándoles la elección de quedarse como cristianos o salir como judíos. Los esfuerzos de algunos judíos de la corte, como Don Isaac Abrabanel, que habían prestado grandes sumas de dinero para la guerra de Granada, rogando que el Edicto de Expulsión no se llevara a efecto fueron inútiles.

La época de Isabel la Católica es también la época del Renacimiento. Este movimiento cultural pasó de Italia a toda Europa, con un ansia de singularidad individual y de conocer lo que habían escrito los autores de la antigüedad grecorromana y aplicarlo a los tiempos presentes. También es un momento en que las mujeres inician una participación activa en el mundo de la cultura. Isabel ayudó a este movimiento y en la Casa de la Reina reunió a mujeres cultas, que leían y escribían en latín, y tenían, además, un carácter decidido. Fue alumna aprovechada de Beatriz Galindo la Latina, hasta el punto que se acuñó el dicho «juega el rey, todos somos tahúres; estudia la reina, todos somos estudiantes». En la novela sentimental, un género literario nuevo, Diego de San Pedro publica en 1491 en Burgos su Tractado de Amores de Arnalte a Lucenda, que dedica a las Damas de la reina «haviendo gana de algund pasatiempo darvos», y hace al mismo tiempo un elogio poético de Isabel. Como la poesía es extensa, 20 décimas, solamente leeré algunos versos, en los que se la retrata con carácter afable y firme a la vez, defensora del común frente a los poderosos nobles; de vida virtuosa y temerosa de Dios, e incluso se la llama hermosa, sin olvidar un recuerdo a los tormentosos tiempos precedentes de la nobleza levantisca, que Isabel aquietó. Leo los versos en el delicioso castellano del autor:

Es nuestra reyna real // en su España assí temida // que del bueno y comunal, // de todos en general // es amada y es temida; // es placiente a los agenos, // es atajo de entreualos [intervalos], // es amparo de los menos, // es gozo para los buenos, // es pena para los malos. /// Es reyna que nunca yerra, // es freno del desigual, // es gloria para la tierra, // es la paz de nuestra guerra, // es el bien de nuestro mal; //……… mas quísola Dios fazer // por darnos a conocer // quién es Él, pues fizo a ella. //// ………//// Es de los vicios agena, // es de virtudes escala, // con gran cordura condena, // nunca yerra cosa buena, // nunca haze cosa mala; //teme a Dios y su sentencia, // aborresce la malicia, // abráçase con [a la] prudencia, // perdona con la clemencia, // castiga con la justicia. /// …… .gana con la voluntad, // conserua con la verdad, //gouierna con la razón. //// ……. non la engañan los que engañan, // aborresce los groseros, // desama los lisonjeros, // no escucha los que zizañan. //// Pues ¿quién osara tocar // en su grande hermosura? // ……. .//// Mas avnque lo diga mal, // digo que son las hermosas // ante su cara real, // qual es el pobre metal // con ricas piedras preciosas; // ……… ///// ……… //// Pues ¿quién podrá recontar, // por más que sepa dezir, // la gracia de su mirar, // el primor de su hablar, // la gala de su vestir?; // ……. //// ……… /// /Si non viniera pujante // a meternos en compás, // quánto daño estaua estante, // quánto mal yba adelante, // quánto bien quedaba atrás; // quánta voluntad dañada // en Castilla era venida, // quánta injusticia mostrada, // quánta zizaña senbrada, // quánta discordia nascida. // Nunca haze desconcierto, // en todo y por todo acierta, // sigue a Dios , que es lo más cierto, // ……. // siempre quiere lo que Él quiere. //// ……..

Hay ahora una campaña para elevar Isabel a los altares. Un poco difícil parece la cosa, pero a los ojos de su contemporáneo Diego de San Pedro, como acabamos de ver, no habría duda ninguna.


NOTAS:

[1] Luys Santa Marina, Retablo de Reina Isabel, Barcelona, 1940.

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