Nov 292021
 

Marciano Martín Manuel

 

A Rícar Fournón

 

 

El mercader Juan López del Castillo, 1663–1724

Juan López del Castillo nació en Hervás[1] en 1663. El párroco Gabriel Sánchez le administró el bautismo, el 25 de noviembre. Fue su padrino el mercader Pedro Gómez[2]. Sus padres Francisco López del Castillo y María Sánchez Pascua procedían de una familia de cristianos nuevos asimilados. Dos de sus hermanos vistieron el hábito de la orden de los religiosos franciscanos: fray Antonio López y fray Francisco López. Sus cuatro hermanas desposaron, María Sánchez Pascua con Gerónimo Velasco, Ana Sánchez con Bernardo Sánchez Pulido, Teresa Sánchez con Bernardo López de Hontiveros y Catalina Sánchez con Juan Velasco, que enviudó y casó en segundas nupcias con María Sánchez la Gila, viuda de Juan Gómez Arias, el 7 de enero de 1696. Algunos enlaces fueron dispensados por la iglesia en el tercero o cuarto grado de parentesco.

Juan López del Castillo desposó con Josefa López del Castillo, el 7 de noviembre de 1686. Vivieron en la Plaza de la Corredera, cuya casa lindaba con la Ventura de Béjar, la de Francisco Gómez del Castillo y la calleja del Robledo (hoy, Braulio Navas), y a las espaldas con la huerta del presbítero Juan López de Hontiveros. En la calle de la Cruz (hoy, Plazuela de Hernán Cortés), en el cantón del portal de la virgen destruido por el Ayuntamiento en 1855, construyó una casa bodega con vasijas y viga lagareña.

Su hija Josefa López del Castillo falleció en 1706. El trinitario fray Diego de Jesús María persuadió a su esposa Josefa López del Castillo para que inhumase los restos mortales en el convento de los trinitarios. Pero el progenitor ordenó la celebración de las exequias fúnebres en la parroquia de Santa María. Su hija había fallecido ab intestato y la decisión le correspondía a él como cabeza de familia. Fray Antonio López, tío de la difunta, predicador y vicario del convento de monjas de Zarzoso, ofició la ceremonia. El padre fray Domingo de la Madre de Dios denunció los hechos al vicario de Béjar y excomulgó al bachiller Luis Sánchez y a los licenciados Juan López de Hontiveros y Joseph Barrios, cura y beneficiados de la parroquia de Santa María. Los sacerdotes apelaron al provisor y vicario general de Plasencia y ordenó «quittar, alzar y suspender las zensuras y multa» a los sacerdotes y a Juan López del Castillo[3]. Detrás del conflicto reverberó la pugna de los sacerdotes mercaderes, que controlaban la parroquia de Santa María, aliados con los franciscanos del convento de la Biemparada de Abadía, contra el convento de los religiosos trinitarios descalzos, regido por los frailes cristianos viejos.

El matrimonio tuvo cuatro hijas. María y Teresa López del Castillo profesaron en el convento de monjas de Portaceli de la villa de Zarzoso. Juana López del Castillo casó con Pedro Muñoz de Aguilar, el 8 de febrero de 1711. Otra Josefa López del Castillo[4] desposó con Pedro de Arce Soto y Quiñones, de Abadía, el 27 de febrero de 1723, viudo de Melchora de Málaga. Su primogénito Juan López del Castillo se fugó del domicilio en dos ocasiones y se refugió en Ávila y Plasencia, pero sus cuñados le trajeron a Hervás. Poco después recibió el hábito de clérigo de menores órdenes. Su padre le reservó, por vía de mejora dotal, ciento veinte mil reales si se ordenaba de clérigo de epístola, treinta mil en efectivo, el resto en la casa y huerta de la Plaza de la Corredera, pinturas, alhajas, plata labrada y tierras. Pero al joven Juan López del Castillo no le atraía la Iglesia y contrajo matrimonio con María Hernández de la Cruz, en febrero de 1727. Su cuñado Pedro de Arce le reclamó por la vía judicial sesenta mil reales, la mitad de la mejora de dote, porque había renunciado a los hábitos eclesiales.

Los restos mortales de Juan López del Castillo fueron inhumados con el sudario de la religión de San Francisco en la parroquia de Aguas Vivas, en la sepultura de su hija Josefa López, o donde los albaceas considerasen oportuno[5]. Ordenó distribuir el día de su funeral cuatro fanegas de pan cocido y cien reales de vellón entre los pobres que, en el testamento de 1712, redujo a tres fanegas y suprimió el caudal[6]. Los dos días siguientes al deceso solemnizarían una misa de difunto en la iglesia y los religiosos trinitarios descalzos acudirían «a las puertas de las casas de nuestra morada a cantar el responso», por cuyo oficio recibirían cuatro reales cada uno. En el testamento de 1712 estatuyó una misa cantada con diáconos y oficio de tres lecciones con responso cantado a las puertas de su morada y misas rezadas los siete días comprendidos desde el día del funeral hasta el cabo de año, con la asistencia de todos los sacerdotes de la parroquia y ocho religiosos.

Reservó un traje de luto a «doze pobres de vestido entero interior y esterior menos capa, y que dichos vestidos sean de paño ordinario y que dichos pobres vaian al acompañamiento y asistan a los divinos ofizios, llebando cada uno de dichos pobres su hacha enzendida, las quales an de arder mientras se zelebran los divinos ofizios en los dichos días de entierro y último de la dicha novena». Consistía el luto en una «camissa, jubón de jerguilla o de paño pardo, enguarina [anguarina], calzones, polaynas y montera de dicho paño pardo ordinario y con su valona y zapatos, y es nuestra voluntad que los dichos pobres lleben nuestros cuerpos a enterrar» con una vela de cuarterón. Sufragó quinientas misas por su alma. Ciento cincuenta en el convento trinitario, cien en el colegio de la Biemparada, su hermano fray Francisco López celebraría cincuenta, otras cincuenta su sobrino fray Bernardo López de Hontiveros, veinticinco el padre fray Juan Antonio Gil, del convento de Santo Domingo, y las ciento veinticinco restantes los sacerdotes de la iglesia de Santa María.

Juan López del Castillo instituyó una capellanía de treinta misas rezadas en el altar del Rosario de la iglesia de Santa María, en 1717, que manumitió con una viña en el Rebollar de seis peonadas, un viña en Val de los Abades de siete peonadas, una viña de tres peonadas en el Regajo de Val de los Abades (el Regajo), una huerta de árboles frutales en Santihervás de dos yugadas, y dos castañarejos en Pedregoso de veintiséis pies de castaños[7]. Nombró capellán a su sobrino Gerónimo Sánchez, hijo de Bernardo Sánchez y Ana Sánchez, cura párroco y comisario del Santo Oficio[8]. Fueron testigos Francisco Gómez Arias, Antonio Gil y Alonso Sánchez de León, de Cabezuela del Valle. Tras la renuncia a la capellanía por el comisario del Santo Oficio, opositaron el presbítero beneficiado Juan Francisco de Aguilar y Villalobos, hijo de Pedro Muñoz de Aguilar y de Juana López del Castillo, que se alzó con la institución, y Bernardo Lumeras del Castillo.

El mercader Juan López del Castillo estaba plenamente integrado en la cultura cristiana, como el resto de sus familiares. En el albor del siglo XVIII, no tenía ningún sentido hablar de cristianos nuevos o judeoconversos. Todos eran cristianos viejos. No obstante, en su ritual funerario reverberaron ecos muy distorsionados de algunas tradiciones hebraicas, que los asimilados mantuvieron, a duras penas, no por práctica de judaísmo, sino por costumbre y tradición familiar. El hábito de san Francisco había disfrazado la mortaja de lienzo nuevo; las siete misas solaparon los siete días preceptivos del funeral (la shivá), que encubrieron con la novena de misas; la plegaria del responso tuvo la misma importancia que el rezo del kadish Iatom[9], como el cabo de año y la lámpara encendida. Estos ceremoniales se extinguieron en el albor del siglo XVIII como consecuencia de la reinserción de los mercaderes en la cultura cristiana.

Juan López del Castillo era el hombre más acaudalado de Hervás. Legó a su esposa Josefa López «unas manilleras de aljófar grueso, ttres sortijas de diamanttes y esmeraldas, unas arracadas de diamanttes, una cruz de oro y diamanttes, con su collar de que esttá pendientte, guarnezido de aljófar grueso, un par de pendienttes de aljófar grueso, y doze platillas y quattro ttrincheros de platta». A su hija Josefa López del Castillo le donó, como mejora de dote, un molino de pan con castaños. A María Sánchez Pascua, trescientos reales y un traje de luto: basquiña, jubón y mantellina de bayeta fina. Teresa y Ana Sánchez Pascua y Antonia Gabriel, esposa de Francisco Gómez del Castillo, también recibieron un luto. Y el escribano Francisco Gil, «un luto de vayeta fina que será de capa, enguarina y calzones». Y sus albaceas, su primo Fernando García de Granada, canónigo de Plasencia, el presbítero Joseph Barrios y su cuñado Juan Velasco. Sus hermanas monjas María y Teresa recibieron doscientos reales y un cerdo de ocho arrobas. Y las imágenes de la virgen de las Angustias y el Cristo del Perdón dos candelabros de plata de dieciséis onzas de peso.

El mercader asimilado compró una familiatura del Santo Oficio, el 14 de junio de 1695[10]. Del cuello colgaba una fulgurante cadena de oro con una venera con los emblemas de la Inquisición y un lazo con diamantes y turquesas, que heredó su hija Josefa López del Castillo y legó a su hija Josefa Quiñones López del Castillo, esposa de Francisco Alonso Lumeras. Fue alcalde de primer voto en 1706, 1710 y 1721. En diciembre de 1718, el mercader presidió el comité municipal que presentó al duque Juan Manuel II las condiciones para que la pedanía de Hervás se desagregase del partido de Béjar como villa eximida con jurisdicción ordinaria[11]. Juan Manuel II persuadió a los mercaderes con la exención para tratar de mitigar otros conflictos, como el nombramiento de un teniente de corregidor en Hervás, pero finalmente el duque mudó de parecer y Hervás continuó amarrada a la casa de Béjar hasta la conclusión de las guerras napoleónicas.

La fábrica de paños finos y ordinarios

Los cristianos nuevos obtuvieron un privilegio de Felipe IV, en 1616, que les permitió comerciar por las plazas, calles y mesones de Madrid como gremio autónomo, con el nombre de manteleros de Hervás, con los mercaderes de la calle de Toledo y los de la calle de las Postas. Juan López del Castillo, empadronado en la renta del gremio de la lencería, amasó una considerable fortuna durante la conflagración bélica que entronizó a los Borbones. El 30 de diciembre de 1716, los mercaderes Francisco Sánchez, Francisco García Borrego, Gabriel Barbero, Francisco Gómez del Castillo, Gerónimo Gil y Bernardo Sánchez Parra, repartidor de la rama de los manteleros, negociaron con los administradores del gremio de la lencería de la calle de las Postas, en la capilla de Nuestra Señora de la Trinidad del convento de San Felipe el Real de Madrid, un depósito de diez mil doscientos reales, mil setecientos por lencero, por la inscripción en la renta de la alcabala del viento de lienzos. Los lenceros madrileños rechazaron el depósito de los hervasenses. No obstante, el Consejo de Castilla ratificó sus privilegios comerciales, que habían sido refrendados en 1702, y permitió el ingreso en la renta de la lencería desde el 1 de enero de 1717[12].

En julio de 1716, Diego de Béjar y Castro anunció al duque de Béjar que Juan López del Castillo deseaba poner en planta una fábrica especializada en la producción de paños finos y ordinarios[13]. El 18 de julio, el duque Juan Manuel II expidió tres decretos que incentivaron su actividad empresarial: exención de alcabalas durante diez años, autorización para talar los castaños y robles que necesitase para la construcción de la fábrica y el nombramiento de su cuñado Juan Velasco como superintendente general[14]. Sus cuñados cooperaron en sus negocios. A Gerónimo Velasco le quedaba pocos años de vida.

Juan López del Castillo canalizó la producción y los canales de distribución a través de sociedades comerciales. En abril fundó una empresa mercantil con Juan Salinas, fabricante de paños, y su cuñado Juan Velasco en las labores de la administración. Desembolsó veintiún mil reales. En agosto estableció otra compañía con Antonio García Borrego vinculada con la fábrica de paños ordinarios durante diez años. El empresario aportó trece mil quinientos reales y el administrador se encargó de proveer lanas, vender paños y facilitar la caballería. Efectuarían el primer balance coincidiendo con el corte de la lana. En diciembre firmó otro contrato con Antonio García Borrego, como administrador, y el maestro fabricante de paños finos y tintorero bejarano Juan Gómez Guzmán, avalado por su mujer Manuela Bueno del Águila. Financió la operación con diecinueve mil quinientos reales. Los materiales de pruebas de las tinturas correrían por cuenta de la fábrica[15]. En marzo de 1719 formó otra sociedad lencera con cuatro vecinos de El Guijo de Granadilla, señorío de la casa de Alba, con una inversión de nueve mil reales.

Ese mismo año, el duque Juan Manuel II extendió un decreto de exención de alcabalas a los tejedores Bernardo y Manuel González Cariñano, Bernardo y Gerónimo Neila, Gerónimo García Colmenar y Juan López del Castillo durante cuatro y diez años respectivamente[16]. Los privilegios fiscales incentivaron la producción pañera. Con licencia del duque, Juan López del Castillo construyó una tenería y un tinte con dos calderas para teñir paños en una casa próxima al puente del Mediano (Fuente Chiquita).

Juan López del Castillo taló indiscriminadamente nogales del concejo para extraer de las raíces el tanino que necesitaba para procesar el teñido de las lanas. Los alcaldes Francisco Sánchez y Alonso Bastos y los regidores Francisco Sánchez del Río y Antonio Sánchez Muñoz le sancionaron con cuarenta reales, el 23 de marzo de 1718, pero Juan Manuel II condonó el delito ecológico. No había que poner trabas al desarrollo empresarial privado. Asimismo, la casa de Béjar decretó la obligatoriedad del trabajo en las labores agrícolas o en la fábrica de Juan López del Castillo. Ordenó a los alcaldes que le enviaran la lista de la gente ociosa y vagabunda[17].

Fabricantes flamencos contratados por Teresa Sarmiento y María Alberta de Castro establecieron una fábrica de paños finos en Béjar hacia 1691 Hasta entonces predominaba la producción de paños de bayeta. El duque de Béjar asignó franquicias especiales a los fabricantes «y también a muchos particulares vezinos deste villa y tierra». El 29 de octubre, Juan Manuel II intimidó a los fabricantes defraudadores de Hacienda con la retirada de los privilegios fiscales[18].

En 1718, Juan Manuel II autorizó la construcción de una fábrica de paños en Béjar, con un coste de cuarenta mil reales. Informó al Ayuntamiento de Hervás, el 28 de octubre, que si invertía diez mil reales obtendrían exenciones fiscales[19]. Cardadores, tejedores, tundidores y oficiales de la fábrica de paños finos de Béjar reglamentaron las primeras ordenanzas, que estructuraron en siete capítulos, el 1 de enero de 1718[20]:

 

Capítulos que se han de guardar, y observar para la conservación, y aumento de la Fábrica de Paños finos que se va estableciendo en la Villa de Béxar, con la experiencia, que desde el día que principió hasta aora se ha reconocido es en esta forma: Y se proponen a Su Excelencia, para que los apruebe, y siendo su voluntad, mande se observen, y practiquen en la referida Fábrica desde primero de Enero de este presente año de mil setecientos y diez y ocho.

  1. Lo primero, que reconociéndose que los Oficiales, assí de Cardadores, Texedores y Tundidores, y demás personas que se ocupan en dicha Fábrica, sin algún motivo sino el de su propia voluntad, y con libertad, estando en casa de su Fabricante se muda a otro Obrador en perjuizio grave de su Amo, y consiguientemente de la cosa que fabrica: Se previene que el dicho Oficial no lo pueda hazer, sin especial consentimiento, o cédula del dicho su Amo, con pena, que no siendo con esta circunstancia, incurra el dicho Oficial, por la primera vez en mil maravedís; y el que le recibiere sin dicha circunstancia, en seis mil maravedís; y debaxo de esta misma pena aya de bolver dicho Oficial al obrador donde estaba; con advertencia, que el dicho Oficial no tenga motivo justo, el que ha de juzgar el Juez Privativo, Superintendente de esta Fábrica, que se nombrare al arbitrio del Duque mi Señor.
  2. Iten, se debe observar, y guardar por los Fabricantes de dichos Paños finos, todos los precios de Oficiales, que han corrido hasta aora de veinte años a esta parte, que son los siguientes: Una vara de paño texido, veinte y ocho cuartos a entrambos Texedores; y siendo treinteno, treinta quartos. Al Tundidor, siendo de color, tres reales por cada vara, y siendo blanco, tres reales y medio. Al Cardador del Potro, siendo de color, o mezcla, se le ha de dar de cada buelta de cardado quatro maravedís por libra. De cada madeja de cardado e hilado de bervi[21], a diez quartos, y diez y seis maravedís cada madexa de trama. Con pena de que si el tal Fabricante, por atraer a los Oficiales, o por otro cualquier motivo, alterase los dichos precios en la menor cantidad, incurra en diez mil maravedís la primera vez, y en la segunda, duplicada; por la tercera, perdido todo lo que tocasse a su Fábrica, aplicado por terceras partes, Juez, Denunciador, y gastos de la Fábrica.

III. Iten, que aya de aver dos Veedores Maestros, uno de texer, y otro de tundir, que se han de nombrar por los Fabricantes, a elección del Duque mi Señor, los quales, con assistencia del dicho Juez Privativo, han de reconocer todos los paños de todos los Fabricantes que ay, y huviere; y hallándolos con aquella perfección que se requiere, se les ayan de sellar con las Armas de la Casa de Béxar; con advertencia, de que el Paño que hallaren dichos Veedores con falta de texido, multen a los tales Oficiales Texedores en el trabajo de todo aquel paño, que trabajaron mal, cuya multa sea, las dos partes para el dueño del paño, y las otras dos por mitad, para el Juez, y Veedores; y en esta misma pena incurran los Tundidores debaxo de la misma circunstancia.

  1. Iten, ha de ser obligación de dichos Veedores, poner a los dichos paños sello, según su calidad, que estas han de ser veinte y seiseno, veinte ocheno, treinteno, y de ay arriba; y el que no fuere de estas tres classes de paño, no se les ha de echar el sello, para que se entienda, no ser legítimo desta Fábrica.
  2. Iten, que los dichos Veedores puedan entrar francamente en casa de los Fabricantes a reconocer los texidos, y tundidos; y si alguno se lo impidiere, cayga en pena de dos mil maravedís aplicados por mitad, Juez y Denunciador.
  3. Iten, con condición que el Duque mi Señor aya de nombrar Juez Privativo, que conozca en todas las causas, assí Civiles, como Criminales de todas las personas que se ocuparen en dicha Fábrica, o con la jurisdicción que Su Excelencia gustare; y que a este le ayan de obedecer los Ministros inferiores de la Audiencia, y el Alcayde de la Cárcel de esta Villa en la misma forma que al Corregidor.

VII. Iten, que todos los Aprendices de dichos Oficios, que huvieren cumplido con sus Amos, según los ajustes que hizieren, que son tres años hayan de ser aprobados, y examinados por dichos Veedores; y de otra forma no puedan poner Tienda, ni trabajar por Oficial, pena de que si lo hizieren, incurran por la primera vez en mil maravedís, aplicados por mitad, Juez y Veedor.

Y para la observancia de los dichos Capítulos, y cada uno de ellos todos los Fabricantes que al presente ay, en nombre de los demás que huviere suplicamos rendidamente al Duque mi señor (Dios le guarde) los apruebe, y mande guardar, poniendo un tanto de ellos en las Casas del Ayuntamiento de esta Villa, y antes mandarlos publicar en la Plaza, y sitios acostumbrados, para que vengan a noticia de todos, y no puedan alegar ignorancia.

Y así mismo esperamos de la grandeza de Su Excelencia el patrocinio, y amparo en la súplica, que se ha de hazer a su Magestad (que Dios guarde) para que respecto de tener oy esta Fábrica existentes veinte y dos telares, y los que se esperan aumentar, conceda aquellos privilegios, y franquizias, que su Real benignidad tiene dados a las otras Fábricas de España, como assimismo que se les conceda Real aprobación de una Provissión de su Magestad, en que fue servido exonerar a todos los dichos Fabricantes, Oficiales y demás dependientes de dicha Fábrica, de ser quintados, ni repartirles Utensilios, ni echarles alojamientos, ni cargas Concegiles, la qual se mandó observar, y guardar por el Excmo. señor Marqués de Bedmar, primer Ministro de la Guerra.

 

Las ordenanzas de la fábrica de Béjar reglamentaron el establecimiento de Juan López del Castillo. A rebujo de la fábrica se constituyeron nuevas sociedades textiles en Hervás, escrituradas ante notario, generalmente de carácter familiar, que incrementaron la manufactura y el comercio. Francisco García de Pedro patrocinó una compañía lencera con diez mil reales. Su hijo Tomás trabajó como criado y Juan Rodríguez en la administración y comercialización, con el reparto de los beneficios o pérdidas, dos tercios para el socio capitalista y un tercio para el administrador. Melchor de Anaya, Bernardo Sánchez Pulido, Alonso Gil y Joseph Gómez del Castillo formaron otra sociedad lencera. Joseph Sánchez, Joseph Gómez del Castillo Tostado, Bernardo Gómez Arias y Gerónimo Gil renovaron las licencias en el gremio de la lencería de la villa de Madrid en 1719 y 1720[22].

Los paños de Béjar se abrieron camino en el mercado madrileño con el mecenazgo de Juan Manuel II. El Real Decreto de la Junta de Comercio de 20 de julio de 1720 autorizó a los fabricantes bejaranos a la comercialización del producto al por mayor y al por menor en la lonja de los paños de la calle de Toledo, convenientemente sellados y con una retribución fiscal del ocho por ciento. Los fabricantes flamencos mostraron su pericia en el manejo de las hilaturas y la tejeduría, pero carecían de la experiencia comercial de los mercaderes hervasenses[23]. A propuesta del duque de Béjar, los bejaranos recurrieron al superintendente Juan Velasco, que delegó la factoría de la lonja de paños en Juan de Llanos y Mazorra, de 1722 a 1727. El gremio de los mercaderes de paños de Madrid entorpeció la distribución del tejido bejarano, como hicieron con los lienzos hervasenses en la segunda mitad del siglo XVII. Trataron de desalojarles de la corte, pero la Junta de Comercio refrendó el privilegio de la fábrica de Béjar, en mayo de 1723. Por entonces, la villa acarició la idea de formar una asociación gremial que aglutinara la producción textil de Béjar y regulara los mecanismos de distribución, pero no era un proyecto fácil debido a las disensiones entre los fabricantes forasteros flamencos y los nativos bejaranos[24].

En 1722, Juan López del Castillo se deshizo de la tienda que había abierto en Madrid con Eugenio Vidales, mercader de lencería, en 1709. El hervasense había desembolsado treinta y seis mil reales y obtuvo un beneficio de cuatro mil. Juan López del Castillo formó otra sociedad lencera con Bernardo Gómez Arias. Francisco Gómez Caballero, hijo de Francisco Gómez Caballero y de María González, de Cabezuela del Valle, criado de Juan López del Castillo, se fugó con las mercancías que le había confiado el empresario para venderlas por los lugares de Extremadura. Su yerno Pedro Muñoz Aguilar indagó en el robo de las mercancías[25].

Al calor de la fábrica de Juan López del Castillo nacieron nuevos obradores. El 31 de mayo de 1723, Francisco Muñoz de Montemayor, veedor de la casa de Béjar, solicitó licencia al duque Juan Manuel II para instalar cuatro telares especializados en la elaboración de paños finos, al estilo de los de Juan López del Castillo, con un capital de veinticuatro mil reales y una exención tributaria de seis años. Participaron en la sociedad Bernardo Gómez Arias, que dirigió la administración de los telares, Francisco Sánchez Caballero y Francisco Gil, cuya producción facturaron en Madrid. Ese mismo mes, el duque de Béjar extendió franquicias fiscales a Tomás García, Francisco López y Joseph Gómez durante cuatro años. La fabricación de los paños finos tenía que ajustarse «al estilo y establezimiento de las otras semejantes que se mantiene por flamencos y naturales en mi villa de Béjar y por Juan López en mi lugar de hervás»[26].

El año del deceso de Juan López del Castillo, 1724, Bernardo Gómez Arias, con el que había montado una sociedad, finiquitó con su viuda Josefa López del Castillo dos mil ochocientos setenta y ocho reales de una partida de lanas y otras deudas. Basilio, Claudio y Francisco González Comendador, de Puerto de Béjar, pagaron a la viuda cuatro mil novecientos reales[27].

 

Las Ordenanzas de 1724

El fabricante bejarano Juan Téllez Meneses y el flamenco Pedro Blondeaut (otras grafías, Blandeut, Blondeau, Blondó), en representación de las dos familias que operaban en la villa, y con la asistencia del fiscal, redactaron unas ordenanzas, articuladas en veintiséis capítulos, que regularon la «fábrica de paños finos de maestros flamencos que hizo conduzir y traer [el duque] a su costa y expensas para su erección con la agregación de los naturales». En puridad, era una ampliación de las disposiciones de 1718. La Junta de Comercio remitió las ordenanzas a la villa, el 31 de mayo de 1724. El 29 de junio, el corregidor Pablo Alonso Chacón ordenó pregonarlas en la plaza Mayor. Concurrieron numerosos fabricantes maestros, oficiales y aprendices de la fábrica bejarana[28].

Las ordenanzas regularon también la fábrica de Juan López del Castillo. Los fabriles de Béjar y Hervás recibieron de Luis I el título de Real y estaban sometidas a la jurisdicción de la Junta de Comercio, facultada para legislar en las causas y materias relacionadas con el oficio[29]. En Béjar establecieron la sede en la Casa del Arte. Dos oficiales veedores, uno de la familia de los flamencos y otro de los bejaranos, examinaban y certificaban la calidad del paño dos veces por semana: miércoles y sábados. La comunidad textil se constituyó en una sociedad gremial, con una junta directiva formada por los fabricantes, maestros y veedores, presidida por el juez conservador y la asistencia de un escribano. Disponía de un fondo común para la defensa de los derechos e intereses de la fábrica. Los fabricantes independientes estaban exentos de los privilegios fiscales. Estableció la sanción máxima en cuatro reales de plata, que se repartirían equitativamente los veedores y la tesorería de la Casa del Arte. Los artesanos que instalasen nuevos telares abonarían ciento veinte reales por los derechos de la licencia, cuya concesión se reservaba la casa de Béjar. Los oficiales extranjeros debían someterse a un examen por los veedores, previo pago de treinta reales. El arca de los caudales tenía dos llaves, que custodiaban los veedores, y un libro de cuentas con los asientos de entradas y salidas. Un sello identificaba el paño de la fábrica, para evitar imitaciones, y los fabricantes podían confiscar los paños fraudulentos.

La casa de los Zúñiga introdujo en el señorío de Béjar la industria del paño fino, al estilo inglés, y desarrolló la manufactura pañera y tinturas en las aldeas de la tierra. Ciertamente, Juan Manuel II se prodigó por su obra de mecenazgo. Facilitó préstamos bancarios para construir telares de paños y adquirir lanas, extendió franquicias en las alcabalas, financió el salario de los maestros flamencos y de los oficiales que formaban a los aprendices nativos, los bataneros y los tintoreros que experimentaron con los colores, «expecialmentte el azul y el grana», aplicó el impuesto del tres por ciento en las ventas de paños finos, y el uso de la marca de una contraguía en los paños expedida por la contaduría mayor o el juez de rentas, que impedía el registro de los falsos fabricantes y las evasiones fiscales. La financiación de la industria textil, según los datos ofrecidos por la casa de Béjar, rebasó los ochenta mil ducados. El señor de Béjar solicitó crear una compañía con un fondo de reservas para subvenir el abastecimiento de lanas, el 23 de julio de 1727[30].

 

Juan Cortes, maestro tintorero, 1732–1743

A la muerte del artífice del textil funcionaban en Hervás dos telares anchos que apenas trabajaban por falta de materiales. Posiblemente, el superintendente Juan Velasco dirigió la fábrica en este lapso. El 29 de octubre de 1729, Juan Manuel II apadrinó el establecimiento de una fábrica de paños finos por tejedores irlandeses católicos en Hervás. Josefa López del Castillo pondría a su disposición los telares de su marido, el batán y las dos calderas de tinturas. El Ayuntamiento apoquinaría el alquiler de la vivienda a cambio de franquicias a los pañeros. Juan Velasco era el alcalde de primer voto y Gerónimo Gil del Maestro regidor[31]. Los industriales del textil controlaron las riendas del Ayuntamiento durante los siglos XVIII y XIX[32].

Bernardo Gómez Arias clausuró su telar de paños finos en octubre de 1730, informaron los fabricantes Luis Alonso de Lumeras y Vicente Pérez[33]. Las negociaciones del duque de Béjar con los fabricantes irlandeses no se habían cerrado. En mayo de 1731, Juan Manuel II tenía en su agenda restablecer la frágil producción pañera de Hervás, «por las buenas consequencias que de ello resultará a todos esos mis vasallos», y negociaba la contratación de un especialista, «Juan Cortés, que como sabéis, es un grande fabricante y tinturero, que serbirá de director de esa fábrica, y también contribuyré con todas las probidencias mías proporcionadas, a que se logre la venta de los paños que trabajéis»[34]. Francisco Montemayor comunicó al Ayuntamiento, el 10 de diciembre, que el duque Juan Manuel II anticiparía tres mil reales «a un fabricante estranxero que pasa a ese lugar a establezer una fábrica de paños finos como los que se fabrican en Ynglaterra y olanda, cosa que considera ser muy útil a ese pueblo». El concejo restituirá el empréstito en tres plazos, a razón de mil reales por año, a partir de 1732, por cuenta de las alcabalas que la aldea contribuía a la casa de Béjar[35].

Juan Cortés ultimaba los preparativos, el 23 de mayo de 1732. Había trabajado, sin mucho éxito, en los telares de paños finos y bayetas de Salamanca. El fabricante tenía plenos poderes y los instrumentos precisos para construir nuevos obradores. Pero necesitaba capital para contratar los servicios de ocho profesionales que vivían en la Corte. Y solicitó la concesión del uso de la caldera Villafranca, libre de alcabalas, durante tres años, «para introducir en Béjar los colores finos que harán los paños de más crédito y más vendibles». A principios del siglo XVIII, Juan Manuel II incorporó en el cuarto de la tina, la caldera mediana Villafranca, que tomó el nombre del lugar donde la había comprado, próximo a Piedrahíta. Juan Cortés exigió a la casa de Béjar que «para obrar questiones con los fabricantes se ha de serbir V. E. de pribar que para los tintes no puedan juntarse dos, ni tres, solo si un particular tubiese por sy por teñiir una calderada, la pueda hacer por poder por este modo adelantar la fábrica de Herbás». Cuatro días después, Juan Manuel II le otorgó[36]

 

el goce de la caldera que llaman de Villafranca por los tres años y en las circunstancias que dice en quanto a los fabricantes, obligándose él a pagar las lanas que no sacare bien teñidas conforme a las muestras que le dieren, tomando razón de este mi Decreto en mi Contaduría mayor de Béjar amparándole en la posesión y buen uso de él y así lo tendrán entendido.

 

En setiembre, Bernardo Domínguez recibió de sus padres Francisco Domínguez y  María González, por cuenta de la legítima, trescientos ochenta reales por el tiempo que había residido en una casa de la familia, y por la instrucción recibida del «ofizio de tejedor de lienzos, y en un telar con su canillero para él y en la renta de un año de dicho telar»[37].

Juan Cortés se puso al frente de la fábrica de paños finos, el 1 de enero de 1733, y Francisco Montemayor actuó como superintendente. El empresario se comprometió a instalar una fábrica de paños finos de primera y segunda suerte[38], y dos telares, uno especializado en la elaboración de paños de primera suerte y otro en paños de segunda, marcados con sus plomos en un extremo del tejido, la inscripción de las armas que propusiese Juan Manuel II y la leyenda «Hervás Juan Cortés». El duque le concedió tres mil reales que le entregaron los capitulares del Ayuntamiento por cuenta de las alcabalas. Si permanecía ocho años al frente de la fábrica le condonaría dos mil reales. La franquicia comprendía la producción de aceite, jabón, tinturas y otros productos vinculados con la fábrica[39].

Los maestros y oficiales extranjeros flamencos tenían que acreditar que eran «Christianos Chatólicos Romanos por ser el ánimo e yntenzión de su excelencia, el amparar a los fieles exttranjeros espulsos de sus países por profesar de nuestra santa fee chattólica». La discriminación racial de los conversos y la xenofobia de los puritanos hidalgos cristianos viejos transcendió a los talleres bejaranos. Sebastián de Potestad se mostró intransigente con la supuesta herejía de los holandeses. El duque de Béjar, consumado maestro en el arte de los conflictos interreligiosos, le consoló[40]:

 

No te aflijas ni tomes tan a pechos el que el holandés manifieste o dé a entender si es o no herege, pues desta causa nadie puede conocer della que no sea el Inquisidor general que tenemos en estos reinos, y así aquiétate porque en esto me haces creer tu y los demás la poca afición que tenéis a los extranjeros, con que si este faltase el día de mañana, enviaría yo catorce familias de franceses católicos apostólicos romanos que les enseñen a ustedes, que en las demás naciones del mundo hay santos y santas como en España, que si por accidente dicha familia fuere protestante, que lo dudo, mejor será que con el buen trato y la caridad ganemos a esa oveja perdida para el cielo, que con hipocresías y jactanciosa soberbia llenándolos de baldones los horrorizemos y se vayan envueltos en sus errores, y finalmente el gusto de Dios es atraer sus ovejas al aprisco, no entregarlas al lobo. Dios te guarde. El Duque.

 

La Junta de Comercio concedió prerrogativas fiscales, exención de los oficios del Ayuntamiento, levas, quintas, reclutamientos y alojamientos de soldados a los maestros y oficiales comprometidos con la instrucción de los aprendices hervasenses.

Juan Cortés obtuvo grandes beneficios con el tinte de la caldera, pero, con la opulencia y el éxito comercial le crecieron los vicios y desvaneció las buenas costumbres. Juan Manuel II le reprendió y apartó de la administración de la fábrica, por su impericia con las finanzas, relegado a las cuestiones técnicas. En febrero de 1734, el duque de Béjar nombró a Francisco Sánchez de Nicolás director y administrador general de los telares. Francisco Sánchez y su esposa Beatriz Josefa Prieto hipotecaron su casa de la calle Larga (Relator González), una caballeriza en la Plaza de la Corredera, esquina con la calleja del Robledo, una huerta en el Mediano, otra en la Cerecilla y una viña en la Hoya. Sus suegros Francisco Gómez del Castillo Tostado y Josefa Sánchez avalaron al nuevo director con una viña en Val de los Abades y otra en la Cabeza[41]. Los obradores textiles no necesitaban mucha lana fina, pero el duque de Béjar no disponía en su pila de suficiente material y mandó a Sebastián de Potestad que se surtirse en la casa del duque del Infantado, que gozaba de buen precio. En 1730, para suministrar lana a la fábrica de Béjar, el duque había previsto comprar dos mil cabezas de ganado lanar en tierra de Cameros, invernarían en las dehesas de Extremadura y pastarían en el estío en la serranía de la villa y tierra[42]. En diciembre de 1733, Juan Manuel II encargó a Miguel de Béjar el abastecimiento de lanas a la fábrica de Hervás para que no decayera su ritmo de producción. El duque proveería tijeras, cardas y prensa de bronce procedentes de la fábrica de Guadalajara, y recordó a los fabricantes la obligación de abonar las contribuciones fiscales.

Brígida Cortés, natural de Dublín, esposa de Juan Cortés, testó el 9 de mayo de 1734. Confesó ser sumamente pobre y nombró heredera universal a su madre María Li, en caso de deceso, designó a su esposo[43].

Los telares artesanos incrementaron la producción. Sebastián de Potestad remitió a Béjar dos paños negros pendientes del acabado de prensa, de cuarenta y tres y de treinta y nueve varas y media, otro de treinta y cinco varas y media, un paño de color ceniza acabado de treinta y cinco varias media, y una pieza de paño negro de catorce varas pendiente de prensa, a la que había cortado tela para pagar a los acreedores. Quedaban pendientes de envío un paño negro y dos musgos. El transportista recibió siete reales. La fábrica de Hervás producía paños para el duque de Béjar y para Juan Cortés, el 27 de enero de 1735.

Juan Cortés expidió seis paños a Béjar, el 19 de marzo. Cuatro de primera suerte, a razón de cuarenta y dos reales el paño, y dos de segunda, a veintinueve reales la pieza, incluido el transporte y el descuento de doce reales del maestro que había teñido uno de los tejidos. El beneficio de los seis paños resultó mil trescientos cuarenta reales. Cortés recibió seiscientos setenta reales. La fábrica invirtió veinte mil reales, incluido dos mil en materiales. De las cincuenta arrobas y media que almacenaba, utilizó veintiocho arrobas de lana en cinco paños. Había previsto incrementar la manufactura con otros cuatro telares nuevos, pero necesitaba veinte mil reales y Juan Cortés no encontraba inversores ni socios capitalistas. Los nuevos telares beneficiarían a la aldea, según la casa de Béjar[44],

 

por dos motivos, el uno porque aprenden los naturales, y el otro porque se acomodan a ganar algunos pobres en manipularlo, y esta fábrica de paños dice Cortés será la de mayor crédito que aya, y que estando existentes dichos quatro telares, podrán tener utilidad en cada un año 12.000 reales, y que en quatro años puede después de aumentar la fábrica, y si V. no las quisiere proseguir, bolbería a su caudal y quedar la fábrica existente con el caudal de oy.

 

Juan Manuel II, como socio capitalista, ordenó hacer inventario y tasación de los telares, pertrechos, materiales y lanas de su propiedad, el 23 de marzo. El duque buscaba un inversor extranjero que se hiciese cargo de la fábrica, o en su defecto, que mantuviese la instalación, siempre que no registrase pérdidas[45].

Por entonces entró en escena Luis Alonso Lumeras. Procedía de Salamanca[46]. En agosto 1735, la duquesa le concedió un empréstito de nueve mil reales para establecer «una fábrica de paños finos de Inglaterra de primera y segunda suertte», al estilo de la de Juan Cortés, en la que incluyó los pertrechos e instrumentos, que reintegrará en seis plazos anuales de mil quinientos reales. El matrimonio hipotecó una casa en la calle Abajo y otra en la calle del Moral y se acogió a las exenciones fiscales. Luis Alonso Lumeras debía poner en funcionamiento cuatro telares corrientes a finales de 1736, cinco al año siguiente y otros seis al cabo de seis años. Avaló la fianza Francisco del Valle. Juan Cortés se comprometió a instruirle en los oficios de tintorero y tejedor.

Juan Cortés y Luis Alonso Lumeras fundaron una compañía. Juan Cortés se responsabilizó del teñido de las lanas y la tundidura[47]. Francisco Sánchez de Nicolás se ocupó de la dirección de la fábrica. Pese a la escasez de la lana encarriló la producción[48]. El duque de Béjar tenía en gran estima la fábrica. Había previsto invertir dos mil reales para la manutención de las niñas escolares que aprendían a hilar con las maestras, y un fondo fijo de seis mil reales «para mantener esta recién nacida fábrica de Hervás, cuia importancia la tengo por la maior de mi casa como la experiencia lo acreditará». Paula Senten, mujer del flamenco Juan Tiri, recibió cincuenta ducados anuales de la casa de Béjar por enseñar a hilar a las niñas en el torno, el 28 de mayo de 1718, de cuya actividad se benefició la fábrica de Béjar. En 1730, el duque de Béjar envió una instructora al colegio de niñas de Cantagallo, aldea bejarana, que enseñó «a hilar al torno que es mejor que rueca para las servilletas y porque las niñas de este Colegio son de ocho o nueve años y aprenderán a la perfección por no estar acostumbradas a la rueca». Encomendó a Vicente Tapia y a Bernardo Muñoz que inspeccionasen los trabajos para la fábrica de mantelería y que no mezclasen churras con lana limpia. Construyó dos tornos para hilar lino[49].

A finales de 1735 funcionaban cinco obradores que fabricaban paños de primera calidad y dos talleres de segunda, cuya producción se expedía en Madrid. Hervás todavía mantenía el mercado de la Corte. Francisco Sánchez de Nicolás comerciaba con Julián Tiní, genovés, mercader de lonja cerrada. Vicente Pérez vendió paños de lienzos al administrador de la renta de tabaco de la Peraleda. Y Francisco Gómez de Joseph y su mujer Ana López abonaron a Alonso Gil de Francisco quinientos noventa y siete reales por la venta de lienzos[50].

La fábrica textil estaba en proceso de expansión. Juan Cortés propuso al Ayuntamiento la creación de una feria anual para promocionar los productos de la tierra. Solicitó una gratificación extraordinaria de tres mil reales para ayuda de gastos de viajes y un préstamo de seis mil reales, que pagaría en cinco plazos. Si no conseguía poner en funcionamiento la feria, no recibiría la gratificación[51].

La formación de los operarios nativos de Hervás fue un capitulo esencial en la historia textil. En abril de 1735, Juan Cortés contrató a Francisco Sánchez, hijo de Francisco Sánchez de Nicolás, como oficial carpintero, con un salario de tres reales por cada día de trabajo durante dos años, que prorrogó por otros dos años en 1740[52]. Fabricó telares, tornos, tijeras de tundidor con los plomos, bancos y otros instrumentos. Entre los testigos del contrato estuvo el tundidor bejarano Juan Sánchez de las Matas. Juan Cortés contrató al maestro francés Daniel Cullin para que adiestrara en el oficio de tundidor al hervasense Francisco Llanos, sobrino de Gerónimo  Sánchez de Joseph, desde diciembre de 1736 hasta enero de 1741. El aprendiz trabajaría el primer mes sin recibir salario. El primer año percibiría dos reales, el segundo, dos reales y medio, y los dos años restantes, tres reales diarios abonados al final de la semana. Los días que Juan Cortés destinase al aprendiz a otros trabajos le pagaría el salario de su bolsillo. Si los días de fiesta el aprendiz decidía enramar, vender o prensar los paños, lo haría sin recibir estipendio.

Fabricantes flamencos adiestraron a hervasenses. Guillermo Colin (¿Cullin?), maestro tejedor de la fábrica de Juan Cortés y de Luis Alonso Lumeras, enseñó el oficio de tejedor de paños finos a Gerónimo García Colmenar[53] durante tres años y medio, en 1737. El futuro fabricante de paños finos recibió de salario «la quartta parte de lo que valiere la texedura de cada paño que el dicho maestro texiere con el dicho aprendiz». En 1742, Antonio Rubek, maestro tundidor de paños finos, instruyó a Joseph Hernández de la Calleja. El aprendiz recibió durante tres años,

 

cattorze quartos por cada día de los que ttravaxare el primer año: y diez y seis quarttos por cada día de los ttravajare el segundo año: y el ttercer año diez y ocho quarttos por cada día de los que travaxare y al fin de los dichos ttres años le a de dar paño fino nezesario para chupa y calzón.

 

El futuro oficial tundidor se comprometió a realizar las veladas según costumbre. Su madre Ana García y Joseph Llanos abonarían al maestro seis reales por cada día de absentismo laboral[54].

Francisco Sánchez de Nicolás demoró las cuentas de la fábrica con el pretexto de que estaba terminando varias piezas. Juan Manuel II ordenó que se dataran los paños en su estado actual, ya fuesen en jerga, batán, o carda. En julio de 1736, los contadores informaron a la casa ducal que los fabricantes bejaranos necesitaban otra caldera para teñir lanas. No era suficiente con el tinte del duque. En caso contrario acudirían al de Hervás, o al de El Barco de Ávila. La casa de Béjar solicitó a los fabricantes de Hervás que presentasen las licencias de los tintes y batanes. Solo permitió el uso de la caldera y el tinte con los colores autorizados a Juan López del Castillo. Con licencia de la duquesa Mariana de Borja, Luis Alonso Lumeras construyó un batán y una caldera para teñir lanas en el «sittio del puentte de Zentiñera que travaxa con agua del río Ambroz, distta deste lugar medio quartto de legua, y dentro de él, un tintte para teñir paños finos con dos calderas, una buena y otra viexa, me sirvo dél para la maniobra de una fávrica»[55].

Se crearon nuevos consorcios lenceros. En 1737, Alonso Gil de Francisco formó una compañía mercantil especializada en la producción y comercio de lienzos con Juan Sánchez Zúñiga de Francisco, Bernardo Gómez del Castillo y su mujer María Muñoz. Alonso Gil participó con quince mil reales. Los dos socios se ocuparon de la administración y la venta de las mercancías y repartieron las pérdidas o ganancias al cincuenta por ciento. En julio de 1738, Melchor González de Anaya invirtió 8.219 reales en una sociedad, con su yerno Juan Sánchez Zúñiga de Francisco, dedicada al «tratto de lienzos y de otros jéneros». Los socios podían hacer balance cuando lo estimaran conveniente, para conocer el estado de las finanzas[56].

Con motivo del viaje que Juan Cortés realizó a Madrid, elaboró una relación exhaustiva de los bienes que transfería temporalmente a su socio Luis Alonso Lumeras, en octubre de 1737[57]:

 

Primeramente quattrozienttos y ochenta y dos reales y veinte y siette maravedís que de ganancias y otras quenttas que an ttenido enttre las dichas dos parttes asta oy día de la fecha dixeron aver sido alcanzado el dicho luis a favor del dicho Juan Corttés     482–27

Ytten a recivido el dicho Luis del dicho Juan Corttés tres mil y ochenta y dos reales en que enttran seis arrovas de gramas [granzas?]                                               3.082

Ytt seiscienttos y veintte y cinco carttones apreciados en mill ochozientos y ochenta y cinco reales                                                                                                        1.885

Ytt seis pares de lanzaderas a quarentta y quattro reales el par que ymporttan dozientas y sesentta y quattro reales                                                                       264

Ytt dos escobettas apreciadas en quarentta y ocho reales                              48

Ytt zinzo pares de cardillas de Ynglaterra a veintte reales el par zien reales 100

Ytt una arrova de estaño (¿) en cientto y veintte y cinco reales                     125

Ytt treintta y ocho reales que el dicho Juan Corttés pagó por el dicho Luis a un franzés                                                                                                  38

Yten, zinco mill y ochozientos reales que pagó el dicho Juan Corttés a Don Anttonio Sánchez de Rivera de Béxar por quentta de la lana que se le compró para \la fávrica de la/ compañía.                                                                               5.800

Ytt mill y quattrozientos reales que pagó Alonso Santtos vecino de Baños en quentta de la lana que se le compró para la fávrica de la dicha compañía                      1.400

Ytt quatrozzientos y cinquenta reales que pagó el dicho Juan Corttés a Don Pedro [de Arce y] Quiñones y sus criados vecinos de este dicho lugar en quentta de lana para dicha Fávrica                                                                                                450

Ytt quattrozientos reales que pagó a Francisco Marttín Manjarres vecino de Baldesanxil en quentta de la lana que se le compró para dicha Compañía           400

Ytt cientto y veintte y cinco reales de una arrova de Christal                        121

Que ttodas las dichas parttidas ymporttan cattorze mill zientto y noventa y nuebe reales y siette maravedís                                                                14.199–27

 

Juan Cortés recibió cuatrocientos reales de Luis Alonso Lumeras por los derechos del uso del tinte y batán durante los próximos siete años. El salario del batanero correría por cuenta de ambos.

En 1743, Francisco González del Puerto compró a Alonso Gil de Francisco, por ochocientos reales, la mitad de la casa de la tenería sita en la calle del Puente (hoy, Abajo). Lindaba con el río Ambroz, el camino del Mediano y la otra mitad de la tenería que pertenecía a los herederos de Juan López del Castillo[58]. Juan Cortés regresó a Hervás y se incorporó a la fábrica, pero la empresa quebró en 1743. Dejó en funcionamiento doce telares de paños finos, tres telares de paños ordinario y un abanico de deudas. De la relación de los acreedores, del género y de los pertrechos embargados para hacer frente a las deudas dio noticia Eugenio Larruga[59]:

Joseph Gómez del Castillo confiscó un telar de paños sin astilla, una lanzadera y un potro de cardar.

Juan López de Diego tenía en su taller un torno y un aspa valorado en ciento sesenta y ocho reales que le adeudaba el empresario.

En el obrador del puente del Mediano había dos telares corrientes de paños, uno pequeño de sarguetas y una lanzadera, que decomisó Luis García Borrego; un telar desarmado al que le faltaban piezas; y un lizo con su astilla veintiocheno y perchada.

En la casa del fabricante Francisco Sánchez había un canillero.

Manuel Rosa confiscó nueve tornos y un aspa en compensación por los trescientos cuatro reales que debía a su mujer por el trabajo de hilazas y el ejercicio de maestra de hilanderas.

En el obrador de la calle del Moral había un telar de paños corriente sin lanzadera y un urdidor.

En la casa de Juan Cortés, dos potros de cardar, un cajón de perchar y abarcador, tres cajas de bayarte, siete libras de lana en blanco, cardadas y sin cardar, treinta y un roeles, cuatro ruedas de aro para tornos y treinta y una madejas de colores de seis libras y media.

Una romanilla pequeña, cuatro husos nuevos de tornos y colorantes: dos libras de palo de brasil[60] y dos de campeche[61].

Vicente Pérez retuvo dos potros de cardar.

En la casa de Francisco Rodríguez había cuatro tornos y un aspa.

Joseph Sánchez Caballero de Andrés confiscó veinte roeles con la lanza de diversos colores, dos peines con sus astillas y dos madejas.

En la casa de Bernardo Gómez Arias[62] había un paño de cuarenta y cuatro varas en jerga (tela gruesa y tosca de lana o cáñamo), veintidós varas de paño azul oscuro, una escobeta larga vieja, ciento noventa y ocho pares y medio de palmares armadas, una mesa de pinzar y un banco de tundir.

En el cuarto de Mateo el inglés, un banco de tundir.

Y en el sitio del Robledo, la tercera parte de un tendedero viejo que se utilizaba para enjugar y enramar los paños.

Fernando Flores, presbítero de Baños de Montemayor, como garantía del cobro de un crédito, mandó embargar un paño fino de once ramos del telar de Juan Cortés, que había «empezado a ttexer, era blanco tosttado de dichos colores, para teñirle de negro». El corregidor de Béjar nombró a Luis Alonso Lumeras depositario del paño, pero no se ejecutó el embargo, del «ttelar le llevaron a expiniar en casa de francisco Muñoz Amador». Por la noche, con asistencia del escribano Joseph Téllez, lo sacaron del edificio, pero el alcalde Diego Benítez retuvo el paño para ajustar una cuenta pendiente[63].

 

Luis Alonso Lumeras, etapa de transición

Tras el fracaso de Juan Cortés, Luis Alonso Lumeras emergió como director de la fábrica de paños finos. Mantuvo la infraestructura del pionero hervasense y del británico y continuó con el proceso de profesionalización de los oficiales nativo. En 1744, los fabricantes consumieron en la producción pañera novecientas noventa y ocho arrobas de lanas de las clases veintena, dieciochena y catorcena[64]. Juan Sánchez de las Matas, maestro tundidor, adiestró en el oficio al hervasense Juan Doñoro, hijo de Isabel Sánchez y del difunto Francisco Doñoro. El aprendiz recibió de salario el primer año dos reales y medio diarios en la fábrica de Luis Alonso Lumeras, tres reales los dos años siguientes. Comenzó el 1 de enero de 1745. Si por alguna circunstancia el maestro tundidor bejarano enfermase, o se ausentase, le sustituiría Polo Moreno. Manuel Poza avaló el contrato de aprendizaje[65].

La Plaza de la Corredera emergió como el centro neurálgico de la aldea, residencia de los fabricantes de paños, con las prolongaciones de la calle Larga y la de la Cruz. Juan López del Castillo hijo moraba con su mujer María Hernández de la Cruz y con sus hijos en la Plaza de la Corredera, en la casa de sus padres. En la vivienda había un patio con una caballeriza, un lagar con un pilón, una bodega y una frondosa huerta a las espaldas. De su progenitor heredó también una casa en el rincón de la calle de la Cruz de cuatro varas de fachada y doce de fondo, otra casa en la misma calle con lagares, pilones, viga lagareña y bodega que hacía de sobre madre mil quinientos cántaros en diferentes vasijas. En la calle de la Fragua (Pizarro), el matrimonio tenía una vivienda con lagares, pilones y una bodega que almacenaba mil quinientos cántaros de vino, propincua con una calleja.

Los fabricantes del textil formaron la burguesía y la clase media, cuyo poderío económico y social soldaron con alianzas matrimoniales. Bernardo Alonso Lumeras, hijo de Luis Alonso Lumeras y Josefa Muñoz Amador, casó con Florentina López del Castillo, el 14 de setiembre de 1749. Y Manuel Neila, hijo de Gerónimo Neila y Josefa Sánchez Zúñiga, con Felipa López del Castillo, el 11 de julio de 1756[66]. Los linajes Castillo, Amador, Lumeras y Neila velaron por sus intereses familiares.

María Hernández de la Cruz, viuda, compartía con sus tres hijos la tenería del puente, un cuarto alto, de siete varas de frente por nueve de fondo, y el huerto en el que sembraba hortalizas que regaba con agua del pago de Vallejuelo. Lindaba con la mitad de la tenería de Francisco González del Puerto, la regadera de los molinos y el camino público. María Hernández de la Cruz era propietaria también de

 

otra casa tintte para teñir lanas de paños finos, que está pro indivisa con los dichos mis hijos y el dicho Bernardo Lumeras al sitio del mediano, término deste lugar, tiene su escaldero, y tiene dos calderas la una mayor que aze quatro paños, y la otra dos, linda al levante con la regadera norte con el dicho digo con el mediano y mediodía con dicho río \de frontis trece varas y de fondo ocho/.

 

En la vereda del Ambroz compartió con su cuñado Bernardo Lumeras un molino de pan de una piedra y una rueda, lindaba con la casa del tinte; una casa batán en el sitio de los Labrados, de ocho varas de frente por diecinueve de fondo, en cuyas dependencias había una rueda y una pila; y el prado de los Labrados, de una peonada de siega[67]. Algunos establecimientos fabriles albergaban un huerto. Las familias Castillo, Lumeras y Neila hicieron partición de las propiedades. Manuel Neila heredó la viga lagareña y la caldera pequeña, y Bernardo Lumeras el batán de la Solanilla con una rueda impulsada con el agua del Ambroz, los pradillos y la caldera grande.

Juan López del Castillo hijo se vio involucrado en una operación de contrabando de tabaco. Alonso Hernández y Juan del Valle compraron una partida de tabaco en Talavera de la Reina y fueron detenidos en Plasencia por un oficial de la justicia. Juan del Valle se dio a la fuga y la justicia embargó dos caballerías que pertenecían a Juan López del Castillo. El empresario apoderó a su pariente el fraile Bernardo López de Hontiveros, procurador del convento dominico de San Vicente de Plasencia, para que defendiera su inocencia en el corregimiento de Plasencia[68].

Juan López del Castillo hijo se aprovisionó de lanas en Tornavacas. Compró a Francisco Domínguez doscientas ochenta arrobas, a razón de cincuenta y cinco reales y cuartillo de vellón la arroba, que importaron quince mil cuatrocientos seis reales en 1745. El mismo precio que había concertado el bejarano Diego Hernández Medina, pero le hizo un descuento y fijó la venta en trescientos sesenta y tres reales. El precio de la lana fluctuaba constantemente. En setiembre del año siguiente, Juan López del Castillo pagó a Francisco Domínguez, diecinueve mil cuatrocientos cincuenta reales por una partida de trescientas noventa y seis arrobas y veintitrés libras y media de lana. Su apoderado Lucas García Álvarez debía entregarle la lana saneada «limpia de agujetta y cascarria». Juan López del Castillo satisfizo el dinero en paños musgos de su obrador. Le entregó seis piezas el 20 de octubre, ocho el día de pascua de Resurrección de 1747 y el resto el 20 de octubre, a veintitrés reales la vara[69].

La industria textil expandió su campo de operaciones con la construcción de nuevos establecimientos. Con licencia de la casa de Béjar, Joseph Gómez del Castillo[70] construyó en el río Ambroz, en 1750, una presa y

 

una casa batán para abatanar los paños al sitio de el Lomito que se compone de dos pisones, cajón i una rueda para el manejo de los dos pisones, los que anclan con el agua de la rivera de el lugar, tiene de frente onze baras i de fondo diez y media, linda a el lebante con dicha rivera, poniente norte mediodía con ejidos de este concejo, de el que me sirvo para abatanar los paños de la fábrica de este lugar i si lo arrendase baldría a el año ciento i zinquenta reales.

 

El Ayuntamiento facilitó al empresario cuatro hileras de castaño y robles del monte público. Una crecida del Ambroz destrozó el batán. El textil hervasense atravesaba otra de sus habituales crisis. Con permiso del duque Joaquín, el fabricante lo transformó en un molino harinero en 1753.

Los mercaderes asimilados no solo dieron hijos a la Iglesia. También se involucraron activamente con las misiones evangélicas en la difusión de la doctrina cristiana. Era el comportamiento tradicional en las familias integradas[71]. Dos hijos de Joseph Gómez del Castillo profesaban las órdenes religiosas, un capellán ordenado y el «otro relixioso jesuita este se a ido inspirado de Dios a convertir ynfieles». Fray Joseph Neila, hijo del fabricante Gerónimo Neila y María García, era religioso de la orden de Santo Domingo. El sacerdote Juan López de Hontiveros era hermano de Juan López de Hontiveros, de Josefa Sánchez[72].

En fin, Juan López del Castillo construyó la primera fábrica con dos telares de paños finos en 1716, con dispares resultados. Le sucedió su cuñado el superintendente Juan Velasco, que continuó con la política empresarial, bajo la supervisión de Francisco Muñoz Montemayor, veedor de la casa de Béjar de 1724 a 1731. Juan Cortes sentó las bases de la industria lanera, innovó en el proceso de las tinturas finas, incrementó el nivel de producción y creó puestos de trabajos. Tintoreros, tundidores y tejedores instruyeron a los hervasenses en la fabricación del paño al estilo inglés. Le sucedió en la dirección Luis Alonso Lumeras.

 

 

Hervás, junio-agosto de 2021

[1] Aldea del señorío de Béjar desde mediados del siglo XIII, propiedad de los Zúñiga desde 1396 hasta la extinción de los señoríos jurisdiccionales en la segunda década del siglo XIX.

[2]  APH [=Archivo Parroquial de Hervás], Libro de bautismos y matrimonios núm. 3, fol. 63v.

[3] ADP [=Archivo Diocesano de Plasencia], Arciprestazgo de Hervás, caja 251.

[4] En 1752, Josefa López del Castillo había enviudado y vivía con tres hijos, Josef, de 27 años, Miguel, de 20, y Josefa Quiñones, era dueña de la casa de la Plaza de la Corredera, tenía otra casa pro indivisa con Juan Manuel de Quiñones, que lindaba con la de Juan López de Hontiveros, una casa en la calle del Moral, que lindaba con la de Luis Lumeras, huertas y prados en el Orillar, Patillos [Cañadas], Cabeza y Santihervás, Archivo Histórico de Salamanca [=AHPS], Catastro de Ensenada, leg. 2954, fols. 706–718.

[5] Archivo Histórico de Cáceres [=AHPCC], Prtlos, leg. 921, «Testamento 4 febrero 1710», leg. 922, «Testamento 17 octubre 1712», y leg. 924, «Testamento 7 marzo 1724».

[6] Su hija Juana López del Castillo, viuda de Pedro Muñoz de Aguilar, distribuyó dos fanegas de pan cocido en las puertas de su casa, el 10 de setiembre de 1744, en APH, «Libro de difuntos 1729–1774», fol. 135.

[7] AHPCC, Prtlos, leg. 923, «Fundazión 29 diciembre 1717»; APH, Fundación de capellanías, fols. 418–422v; y ADP, Capellanías, cajas 431 y 441.

[8] Patrocinó el dorado del retablo del altar mayor, en 1782, pasto de las llamas por el fuego intencionado de 31 de marzo de 1936. Se conserva su lápida epigráfica con las armas de la Inquisición en el rincón de la izquierda de la capilla de la virgen de las Angustias.

[9] Plegaria de duelo que recita el primogénito judío, o la persona que está de duelo, y también en el aniversario del fallecimiento.

[10] Archivo Histórico Nacional [=AHN], Inquisición, libro 640, 6 octubre 1693, y libro 640, 14 junio 1695.

[11] AMH, Actas municipales 1718, fols. 31–32.

[12] Archivo Municipal de Hervás [=AMH], leg. 594, carp. 5; y Archivo Histórico de Madrid [=AHM], leg. 15360, fol. 86.

[13] AHN, Osuna, C. 267, D. 126, fol. 9v.

[14] AMH, Actas municipales 1716, fols. 5–8v y 20, y Actas municipales 1717, fol. 9.

[15] AHPCC, Prtlos., leg. 923, Obligación 29 agosto y 15 diciembre 1718.

[16] AMH, Actas municipales 1717, fols. 9 y 23v–24.

[17] AMH, Actas municipales 1718, fols. 5–9 y 15.

[18] AHN, Osuna, C. 259, D. 175, fol. 9.

[19] AMH, Actas municipales 1718, fol. 24.

[20] AHN, Osuna, C. 258, D. 54, fols. 4–5; editado por MARTÍN LÁZARO, Antonio, «La fábrica de paños de Béjar (Documentos para su historia)», Béjar en Madrid [=BM], X, núm. 221, 30 enero 1926, p. 20. Es un folleto impreso. He respetado la grafía.

[21] El paño berbís se elaboraba con lanas de cardado e hilado corriente.

[22] AMH, Actas municipales 1718, fols. 5–15 y 29; y AHPCC, leg. 923, Compañía, 10 junio 1720; y Carta de obligación, 1 diciembre 1720.

[23]  ROS MASSANA, Rosa, «Migraciones artesanas, política señorial y cambios en la especialización productiva en la industria lanera de Béjar, 1691–1782», Studia Historica. Historia Moderna, 14, 1996, pp. 191–205.

[24] AHPCC, Prtlos, leg. 923, s. f.; y Archivo de la Villa de Madrid, Secretaría, Sección 2, leg. 242, núm. 1; ROS MASSANA, Rosa, La industria textil lanera de Béjar (16801850). La formación de un enclave industrial, Junta de Castilla y León, Valladolid 1999, pp.164–169.

[25] AHM, leg. 15512, fols. 15–16, «Poder para obligar en 3 de Abril de 1722»; y AHPCC, Prtlos, leg. 923, «Poder 3 de Abril de 1722», leg. 924, «Poder diciembre 1723», y «Obligazión 17 setiembre 1724».

[26] AHN, Osuna, C. 267, D. 130, fols. 2–3v.

[27] AHPCC, Prtlos, leg. 925, «Obligazión 12 henero 1728».

[28] AHN, Osuna, C. 259, D. 178, fols. 3–25; edit. MARTÍN LÁZARO, «La fábrica de paños de Béjar», BM, X, núm. 225, 27 febrero 1926, pp. 23–24.

[29] ROS MASSANA, Rosa, La industria lanera de Béjar a mediados del siglo XVIII, Salamanca: Centro de Estudios Salmantinos, 1993, pp. 59–64; y BUENO AGUADO, Cristino, Del obrador a la fábrica. Vicisitudes de los centros textiles no catalanes: Béjar, Alcoy, Segovia, Cuenca y Guadalajara, Béjar 1973, que no lo he consultado.

[30] AHN, Osuna, C. 259, D. 186, fols. 2–3v.

[31] AMH, Actas municipales 1729, fols. 11–13.

[32] Véanse las consecuencias de la polarización política, económica y social en mi artículo, «Los ecos de La Gloriosa bejarana en el norte de Extremadura», La Revolución de 1868 en Béjar, Actas de las Jornadas Universitarias celebradas en Béjar, 26–28 de septiembre de 2018, Salamanca 2020, pp. 85–120.

[33] AHN, Osuna, C. 264, D. 132.

[34] AMH, Actas municipales 1731, fols. 14–14v.

[35] AMH, Actas municipales 1731, fols. 32–32v.

[36] AHN, Osuna, C. 267, D. 133, el documento original quedó en poder del inglés. MUÑOZ GARCÍA, Juan, «El Duque de Béjar, Don Juan Manuel II fundó la fábrica de Paños de Béjar», RFFH, 1954, pp. 16–19, atribuyó erróneamente a Juan Cortés la construcción de la primera fábrica.

[37] AHPCC, Prtlos, leg. 926, «Carta de pago septiembre 1732».

[38] La fábrica textil de Béjar producía paños finos de dos suertes, que se distinguían por el número de hilos. El de primera suerte comprendía a partir del 30eno, y el de segunda, el 26eno y el 28eno.

[39] AHPCC, Prtlos, leg. 926, «Carta de pago septiembre 1732».

[40] AHN, Osuna, C. 258, edit. MARTÍN LÁZARO, Antonio, «La fábrica de paños de Béjar», BM, X, núms. 231 y 232, 10 y 17 de abril 1926, p. 30; he añadido algunas comas.

[41] AHN, Osuna, C. 267, D. 136, fols. 6–8v; AMH, Actas municipales 1733, fols. 8–10v; y AHPCC, Prtlos, leg. 926, «Obligación y fianza 23 mayo 1734».

[42] AMH, Actas municipales 1730, fols. 19–20v.

[43] AHPCC, Prtlos, leg. 926, «Testamento 9 mayo 1734».

[44] AHN, Osuna, C. 267, D. 146–151, fols. 4–12; y D. 152, fol. 2.

[45] AHN, Osuna, C. 267, D. 145, fols. 2–2v.

[46] Luis Alonso Lumeras, hijo de Domingo Alonso Lumeras y Cristina, de Astorga, casó con Josefa Muñoz Sánchez, hija de Francisco Muñoz Amador (los Amador procedían de Béjar) y Catalina Sánchez, el 3 de octubre de 1720.  Francisco Muñoz de Amador, hijo de Ana Sánchez y Juan Muñoz Amador, y nieto de Juan Muñoz Amador y Ana Sánchez Pulido, casó el 12 de octubre de 1692 con Catalina Sánchez, hija de Ángela Sánchez y Francisco Gómez. Las genealogías proceden de los libros de bautismo y matrimonio del Archivo Parroquial de Hervás. Mi agradecimiento al ex párroco don Francisco González y al actual don Ismael Pastor González.

[47] AHPCC, Prtlos, leg. 927, «20 agosto 1735»; y AHN, Osuna, C. 267, D. 141, fols. 8–10.

[48] AHN, Osuna, C. 267, D. 138–144, fols. 2–11.

[49] AHN, Osuna, C. 258; cit. MARTÍN LÁZARO, «La fábrica de paños de Béjar», BM, X, núm. 231, 10 abril 1926, p. 30.

[50] AHPCC, Prtlos, leg. 927, «Obligazión 21 septiembre 1735», y «Poder 19 mayo 1735».

[51] AMH, Actas municipales 1735, fols. 37–37v.

AHPCC, Prtlos, leg. 927, «Fianza 20 agosto 1735», «Combenio 27 octubre 1736», y leg. 928, «Obligazión 26 octubre 1737».

[52] AHPCC, Prtlos, leg. 927, «Compañía 24 julio 1737», y leg. 930, «Fianza 20 marzo 1740».

[53] Hijo de Gerónimo García Colmenar y de María López (nieto de Juan Martín Santos y de María del Villar, su segunda mujer), casó el 6 de febrero de 1752 con Ana Sánchez, hija de José Pulido y María del Castillo.

[54] AHPCC, Prtlos, leg. 930, «Fianza 20 marzo 1740», y «Obligazión 15 julio 1742».

[55] AHN, Osuna, C. 267, D. 157, fols. 2–3v; y AHPS, Catastro de Ensenada, leg. 2954, fol. 579.

[56] AHPCC, Prtlos, leg. 928, «Compañía, 6 y 16 enero 1737», y «Compañía 22 julio 1738».

[57] AHPCC, Prtlos, leg. 927, «Recivo, 24 octubre 1737».

[58] AHPCC, Prtlos, leg. 931, «Ventta 24 henero 1743».

[59] Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercios, fábricas y minas de España, XXXV, Madrid 1785, pp. 90–93; un breve resumen en NEILA GÓMEZ, Joaquín, GÓMEZ GARCÍA, Carlos Javier, LUMERAS AMADOR, Javier, y ANTÚNEZ GARCÍA, Teresa, «Historia del tejido en Hervás», Revista de Ferias y Fiestas de Hervás [=RFFH] 1981.

[60] Árbol de las leguminosas cuya madera es el palo de brasil, de color encarnado, que se utilizaba para el afeite.

[61] El palo de campeche, haematoxylum campechianum, es un árbol de la familia de las leguminosas utilizado en la fabricación del tinte negro.

[62] Hijo de Francisco Gómez Arias (nieto de Gaspar Gómez Arias y de Catalina Muñoz) y de Catalina Gómez o Sánchez, casó el 25 de setiembre de 1700 con Ana Gil, de Diego Gil y Catalina Sacristán, de Villamayor.

[63] AHPCC, Prtlos, leg. 931, «Poder 25 noviembre 1744».

[64] En 1743, el duque de Béjar estableció la alcabala del paño en el cuatro por ciento, en AHN, Osuna, C. 259, D. 186, fols. 2–3v.

[65] AHPCC, Prtlos, leg. 931, «19 Diziembre [1745]».

[66] AHPS, Catastro de Ensenada, leg. 2954, fols. 135–137; y AHPCC, Prtlos, leg. 933, «Combenio 12 noviembre 1756», fol. 138.

[67] AHPS, Catastro de Ensenada, leg. 2954, fols. 847–852.

[68] AHPCC, Prtlos, leg. 925, «Poder 1731».

[69] AHPCC, Prtlos, leg. 931, Tenería 19 diciembre 1745, «Obligazión 24 agosto 1745», y «Obligazión 3 agosto 1746».

[70] Hijo de Diego Gómez del Castillo (nieto de Pedro Gómez y María García) y María Sánchez (hija de María la Buchana y Alonso García), casó el 26 de enero de 1716 con Manuela González del Castillo, hija de Teresa González del Castillo (y nieta de Alonso Sánchez Cano y María González del Castillo) y Andrés Sánchez (hijo de Martín Sánchez y Catalina Rodríguez).

[71] AMH, Actas municipales 1750, fol. 9, y 1751, fol. 10; y AHN, Osuna, C. 267, D. 166–168, fols. 5–7.

[72] APH, Libro de difuntos, 1729–1774, fols. 255 y 268.

Nov 292021
 

Jacinto J. Marabel Matos

 

 1. INTRODUCCIÓN.

 

El mariscal de campo Felipe Arco-Agüero Yalíf fue uno de los protagonistas más destacados del Pronunciamiento Liberal de 1820. Era el intelectual del grupo que pasaría a la posteridad bajo el rútulo de “Los Cuatro Inmortales” junto a Quiroga, Riego y López Baños[1], y gracias a su destacada participación en la restauración del sistema constitucional sería  nombrado Capitán General de Extremadura un año más tarde, pese a que lo imprevisto de su muerte redujera al ostracismo el decisivo papel que sin duda estaba llamado a protagonizar en la Historia de España.

Más tarde, con el advenimiento de la Década Ominosa, su tumba sería profanada y sus huesos arrojados a una cisterna situada en la Alcazaba de Badajoz. Y aunque algo después los restos acabarían siendo rescatados y trasladados con honores a un nicho de la Catedral de Badajoz, en la actualidad su memoria continúa olvidada por todos. El 13 de septiembre se cumplieron doscientos años de su muerte sin un solo homenaje, por lo que, como a continuación veremos, no resultaría descabellado afirmar que una liebre logró lo que no pudieron los ejércitos franceses sobre el campo de combate, ni sus enemigos políticos desde la oscuridad de los despachos. En este trabajo trataremos de recodar de manera sucinta al Inmortal Arco-Agüero.

 

  1. APUNTES BIOGRÁFICOS Y HECHOS DE ARMAS HASTA EL PRONUNCIAMIENTO LIBERAL.

 

Felipe, Bernardo, Josef, Mariano, Joaquín, Manuel, Antonio, Ramón, León, Arco-Agüero y Yalíf nació el 20 de febrero de 1787,  a las tres y cuarto de la mañana[2]. Con tres años quedó huérfano de padre y madre,  por lo que estuvo bajo la tutela de un primo paterno, hasta que acabó independizándose a muy temprana edad. El 27 de febrero de 1799 solicitó el ingreso como cadete en el Regimiento de Reales Guardias Españolas, cuyo inspector y teniente coronel era un tío suyo, José Ibáñez Arco-Agüero, aunque poco más tarde tanto las Reales Guardias Walonas como las Españolas sufrieron una importante reforma[3] y el joven cadete trató de asegurarse un destino más seguro en el Real Cuerpo de Ingenieros.

Así fue como el 13 de julio de 1803 Felipe Arco-Agüero aprobó el examen de suficiencia para el ingreso en la Academia de Ingenieros de Alcalá de Henares, donde el 29 de febrero de 1806 obtendría el grado de teniente y el número ocho de su promoción, la segunda de esta nueva etapa del Cuerpo. La posición en el escalafón le permitió elegir destino en la Dirección de la Subinspección de Andalucía, dentro de la 2º Compañía de Zapadores del 2º Batallón que guarnicionaba por entonces en Cádiz, localidad en la que aún vivía su abuelo materno y con el que apenas dos años antes había sostenido sin éxito un pleito por la dote de su madre.  Aquí, en mayo de 1808, asistiría también al levantamiento popular y linchamiento del capitán general Francisco María Solano y Ortiz de Rozas, marqués del Socorro. Acababa de cumplir 21 años.

En junio de 1808 y bajo la dirección el coronel de ingenieros Bernardino de Loza, la compañía de zapadores a la que pertenecía el teniente Felipe Arco-Agüero fue integrada en el Ejército de Andalucía del teniente general Francisco Javier Castaños, dentro de la II División que comandaba el mariscal de campo Antonio Malet, marqués de Coupigny. Con su unidad llegó a participar en la ya conocida serie de movimientos envolventes que concluyeron el 19 de julio de 1808 sobre los campos de Bailén, en cuyo combate la 2º compañía de zapadores formaría en el ala izquierda de la defensa española, sobre el  Haza Walona, junto al Regimiento de Infantería de Línea de Jaén y un piquete del Regimiento de Caballería de España. En mérito de esta acción los oficiales de la compañía fueron ascendidos un grado, por lo que Felipe Arco-Agüero sería nombrado capitán 2º, con plenos efectos, el 11 de agosto de 1808.

Poco más tarde entraría en Madrid junto al victorioso Ejército de Andalucía, con el que el 23 de noviembre también concurrió a la batalla de Tudela, cubriendo el flanco izquierdo del despliegue en las inmediaciones de Tarazona. Continuó después el penoso repliegue de los nuestros hasta Cuenca, y el 13 de enero de 1809 combatió en Uclés. Tras la batalla, los dispersos fueron reorganizados y en febrero el capitán 2º Felipe Arco-Agüero se integraría con una compañía de zapadores en la División de Vanguardia que mandaba el Duque de Alburquerque, con quien entró en Extremadura para concurrir a la batalla de Medellín, librada el 28 de marzo siguiente.

Por su participación en la misma, el 18 de abril fue nombrado teniente coronel graduado de infantería, arma a la que seguía perteneciendo por ingreso, y el 21 de mayo capitán 1º de ingenieros, siendo destinado como cuartel maestre general a la Vanguardia del brigadier Enrique O’Donnell, integrada en el Ejército de la Derecha que comandaba el teniente general Joaquín Blake. Durante el verano y buena parte del otoño desarrollará este empleo en el Ejército de la Derech,  hasta que, el 1 de noviembre y tras la derrota de Santa Coloma de Farnes, solicitará que se le habilite por ser menor de 25 años para transigir en el pleito que tenía pendiente sobre la dote de su madre. La petición le fue concedida seis días más tarde, por lo que marchó a Cádiz para personarse en el proceso[4].

Tras dos meses en el sur, a mediados de febrero de 1810 se reincorporó a la Vanguardia de O’Donnell, uniéndose a la columna volante del coronel Pedro Sarsfield, con el que combatió en la Malla el 10 de febrero y en Vich el 20, recibiendo una cruz de distinción por esta última batalla. El 23 de abril  libró la acción de Margalef, en la intentona de levantar el Sitio de Lérida, el 10 de septiembre la toma de las baterías de Bagur y el 14 siguiente la acción de La Bisbal, mandando el batallón de cazadores reunidos que entró primero en el pueblo. En octubre acompañó a Blake de regreso a Cádiz, cuando este fue requerido para formar parte de la Regencia. Desconocemos por qué no se incorporó al 4º Ejército, ni al Cuerpo Expedicionario que a primeros de mayo de 1811 se adentró en Extremadura en apoyo al 5º Ejército, pero lo cierto es que acabaría reuniéndose con su comandante en jefe en el cuartel general de Santa Marta el 28 de mayo, doce días más tarde de la victoria de las tropas españolas en la batalla de La Albuera.

Con todo, el 20 de julio fue promovido a sargento mayor de brigada y continuó sirviendo en el Estado Mayor de Blake, con quien asistió a la batalla de Sagunto, el 25 de octubre. El 11 de diciembre, tras resultar gravemente herido en las inmediaciones de Valencia, sería nombrado teniente coronel de ingenieros, pero el 9 de enero de 1812 los franceses tomaron la plaza y Felipe Arco-Agüero fue hecho prisionero. Cuando era conducido a Francia, logró escapar y el 1 de mayo de 1812 entra de nuevo en Cádiz, donde terminará de curar de sus heridas. El 13 de agosto se incorporará a la División del mariscal de campo Juan Cruz Mourgeon, con el que el 27 siguiente ocupa Sevilla al mando de una columna de cazadores. En la capital de Andalucía tomará contacto por primera vez con las sociedades masónicas, afiliándose a finales de año al Gran Oriente Español de Granada bajo el nombre de Ciro.

A primeros de 1813 se puso de nuevo a las órdenes de Enrique O’Donnell como primer ayudante de campo, marchando con el Ejército de la Reserva de Andalucía hacia el norte. El 28 de junio dirigió el batallón de granaderos que tomó el fuerte de Santa María, forzando el paso del desfiladero de Pancorbo. Por esta acción se le propuso para la Cruz de 1º Clase de la Real y Militar Orden de San Fernando, que le fue concedida finalmente el 9 de diciembre de 1816. Antes, el 13 de julio de 1813, participó en el bloqueo de Pamplona, y los días 27, 28 y 30 siguientes, en la batalla de Sorauren. En agosto, el teniente general Pedro Agustín Girón asumió el mando del Ejército, manteniendo al teniente coronel Felipe Arco-Agüero como primer ayudante de campo de su entera confianza. Juntos combatirán en los Pirineos el 13 de octubre, para cruzar las líneas de Nivelle el 10 de noviembre y entrar finalmente en Francia, en persecución de las tropas del mariscal Soult.

En reconocimiento a estos servicios, en enero de 1814 sería destinado como oficial de enlace al cuartel general del Duque de Wellington, junto al que se destacaría en la batalla de Tolosa, librada el 10 de abril de 1814, siendo gravemente herido en el que, por definición, sería considerado el último combate de la Guerra de la Independencia Española. Poco antes, las fuerzas de la Sexta Colación habían ocupado París, Napoleón fue obligado a abdicar, firmó el Tratado de Fontainebleau que ponía fin a una etapa y el 20 de abril partió hacia su exilio dorado de la Isla de Elba. Una semana más tarde, las tropas francesas comenzaron a evacuar progresivamente el territorio español, por lo que durante los meses de mayo y junio irían liberando de manera sucesiva las plazas de Tortosa, Sagunto, Peñíscola, Barcelona, Hostlarich y Figueras.

Tras más de seis años ausente, Fernando VII entró en Madrid el 13 de mayo de 1814, derogó la Constitución y comenzó a perseguir a todas aquellas personas tenidas por “tumultuantes y sediciosas” que, en el mejor de los casos fueron obligadas a emigrar a Portugal, Francia o Inglaterra.

Una de las medidas más polémicas de esta reforma fue la disolución de las guerrillas, efectiva tras la publicación del Real Decreto de 28 de julio de 1814, que obligó a muchos de sus líderes a regresar a casa sin derecho a pensión o contraprestación alguna. El descontento fue generalizado y el 25 de septiembre el carismático Francisco Espoz y Mina, antiguo comandante de la División de Navarra, intentó rentabilizarlo en beneficio propio sublevando la guarnición de Pamplona, pero al no conseguir sumar partidarios se vio obligado a huir precipitadamente a Francia.

Fue el primero de otros conatos de asonadas que estaban destinadas a fracasar en los años siguiente. El 19 de septiembre de 1815, el mariscal de campo Juan Díaz Porlier sería traicionado por sus oficiales tras promover un pronunciamiento en La Coruña. En febrero de 1816 sería abortada la llamada «conspiración del triángulo”, pergeñada por el comisario de guerra Ramón Vicente Richard para secuestrar al Rey en un famoso local de citas de la Puerta de Alcalá. El 5 de abril de 1817, los tenientes generales Luis Lacy y Francisco Milán del Bosch trataron de marchar sobre Barcelona sin conseguir sumar guarniciones por el camino. Y en fin, en enero de 1819, fue abortada la que quizás pudiera ser considerada primera conspiración carlista de nuestra historia, dirigida por el coronel Joaquín Vidal y el joven político Félix Bertrán de Lis para derrocar a Fernando VII y sustituirle por su hermano, el infante Carlos María Isidro de Borbón.

Sin embargo, pese al evidente fracaso de las sucesivas intentonas, a la sombra de todas ellas habían ido convergiendo progresivamente una serie de élites políticas y militares, amalgamadas en base al elemento común de las logias masónicas que habían logrado infiltrase ya por entonces en todos los estamentos sociales, cuyo único objetivo estribaba en recuperar el sistema constitucional promulgado por las Cortes de Cádiz. Y la ocasión se presentó propicia en el verano de 1819, aprovechando la reunión en las proximidades de Cádiz de un gran contingente destinado a embarcar hacia América.

El levantamiento debía ser liderado por el capitán general de Andalucía Enrique  O’Donnell, pero a primeros de julio algunos oficiales conjurados trataron de atraerse al segundo en el mando del Ejército de Ultramar, el teniente general Pedro Sarsfield y Waters, desconocedor hasta entonces de las intrigas, y viendo peligrar con la insurrección su propia cabeza, el general O’Donnell se desdijo y el 8 de julio mandó arrestar al grupo de indiscretos, entre los que se encontraban el coronel Antonio Quiroga y los tenientes coroneles Evaristo San Miguel, Demetrio O’Daly, Miguel López Baños y Felipe Arco-Agüero.

Este último, coronel graduado desde el 30 de mayo de 1815, había servido como ayudante general del Estado Mayor del Ejército de Observación de los Pirineos Occidentales que, a las órdenes de Castaños, había entrado en Francia tras los Cien Días ocupando Praders. Con posterioridad había sido destinado a los Ejércitos de Navarra y Aragón, hasta que a finales de 1818 recaló en el Ejército de Ultramar, como jefe del Estado Mayor. Junto al resto de oficiales conjurados, Felipe Arco-Agüero fue enviado al presidio del Palmar del Puerto de Santa María, aunque poco después serían trasladados al castillo de San Sebastián en Cádiz, de donde lograrían fugarse para reunirse con el coronel Quiroga, que por tener mayor graduación había sido recluido en un convento de Alcalá de los Gazules.

Mientras tanto O’Donnell había marchado a Madrid, donde el Rey habría de recompensarle con la Gran Cruz de la Real Orden de Carlos III, siendo sustituido en el mando de las tropas expedicionarias por el teniente general Félix Calleja, conde de Calderón. Su labor no sería fácil, puesto que, lejos de resultar desactivada, la conjura persistió latente en su facción civil, fundamentalmente gracias al empeño de Antonio Alcalá Galiano, que haciendo proselitismo a través de los numerosos pasquines clandestinos que circulaban por la provincia consiguió reclutar para la causa al comerciante Juan Álvarez de Mendizábal, cuya figura se antojaría crucial en el desarrollo posterior de los hechos. Los oficiales fugados entraron en contacto con este grupo de liberales exaltados y nombraron al brigadier Juan Olim, comandante del depósito de Ultramar, como nuevo líder la sublevación, que debía tener lugar el 24 de agosto.

Sin embargo, la misma hubo de ser pospuesta una vez más, puesto que a mediados de mes se desató una epidemia de fiebre amarilla en la Isla de León, que rápidamente pasó a Cádiz, perdurando hasta noviembre y haciendo estragos entre las tropas acantonadas en las inmediaciones. Para mayor contrariedad, la epidemia terminó con la vida del brigadier Olim, descabezando de nuevo a los conjurados, por lo que, dado que el coronel Quiroga era el jefe de mayor graduación que no se encontraba en la zona confinada, Alcalá Galiano propuso ponerlo al frente de la trama. Al mismo tiempo, convenció al teniente coronel Rafael Riego, comandante del 2º batallón del Regimiento de Infantería Asturias que guarnicionaba en Las Cabezas de San Juan, para que se sublevara, confiándole que el 1 de enero de 1820 era la fecha señalada para sorprender el Cuartel General de Arcos de la Frontera y ocupar Cádiz.

Llegado el plan a término, el teniente coronel Riego marchó con su unidad a Arcos, que tomó esa misma noche sin oposición, sumando al Conde de Calderón, que guarnicionaba allí junto a los generales Fournás, Salvador y Blanco, a la causa de los constitucionalistas. Los segundos batallones de los regimientos de Sevilla y Canarias, acuartelados en Villamartín y Osuna respectivamente, se les unirían también más tarde, mientras el coronel Quiroga se dirigía a la Isla de León con el 2º batallón del Regimiento de España y el 3º de la Corona, dispuesto a rendirla. Los sublevados sumaban siete batallones, con los que tomaron el arsenal de La Carraca ante de probar el asalto de Cádiz, pero el coronel Alonso Rodríguez Valdés, gobernador interino de la plaza, se hizo fuerte intramuros y las posiciones de ambos bandos acabaron estancadas, dando tiempo al teniente general José O’Donnell, comandante general del Campo de Gibraltar, a reunir un fuerte contingente, con el que marchó de inmediato al auxilio de Cádiz.

El 11 de enero el menor de los O’Donnell alcanzó Alcalá de los Gazules, desde donde dirigió una proclama a los insurgentes exhortándoles a abandonar las armas, pero como Quiroga no estaba dispuesto a rendirse a las primeras de cambio, el 27 de enero ordenó a Riego que saliera de San Fernando con unos 1.500 hombres de los batallones de Asturias, Sevilla, Guías, junto a dos compañías del Regimiento de Infantería de Valençay y cuarenta caballos, con la misión de recorrer la costa e ir sumando adeptos por el camino. Comienza así el penoso periplo de la columna de Riego, hostigada por las tropas realistas a lo largo de la ruta que discurre por Vejer, Algeciras, Estepona, Marbella, Vélez-Málaga, Ronda, Grazalema y Morón, donde finalmente sus hombres serían alcanzados y derrotados el 4 de marzo. Algunos supervivientes lograron organizarse para escapar a través de Osuna, Aguilar, Montilla, Écija y Belmez, entrando en Extremadura por la localidad de Azuaga. Finalmente, a las cuatro de la tarde del 11 de marzo, los supervivientes de la columna de Riego llegaron a Bienvenida, desde donde comenzaron a dispersarse por los contornos[5].

 

  1. MODERADOS Y EXALTADOS. LA IRRESOLUBLE ECUACIÓN LIBERAL.

 

Escondidos en las estribaciones del sur de Extremadura, aquellos hombres aún no sabían que la Revolución había triunfado. El 21 de febrero se había formado una Junta en La Coruña para regirse conforme con los preceptos constitucionales, que el 5 de marzo siguiente sería secundada por otra constituida en Zaragoza, además de las que en los días sucesivos serían creadas tanto en Barcelona como en Pamplona. Antes, el 6 de marzo, el Regimiento de Infantería Imperial Alejandro se había sublevado en Ocaña, sumando finalmente al teniente general Enrique O’Donnell al levantamiento. El teniente general Francisco Ballesteros, encargado de la defensa de Madrid, se adhirió también al mismo y el Rey fue obligado a ratificar el texto constitucional el 7 de marzo. A partir de entonces y hasta que el 22 de marzo fueron convocadas formalmente las Cortes, el poder legislativo sería ejercido por una Junta Consultiva que coexistiría con un Ejecutivo, asimismo provisional, dirigido por el Secretario de Estado y Despacho Evaristo Pérez de Castro, e integrado por políticos liberales que, por haber sido en su mayor parte detenidos o encarcelados durante la etapa anterior, recibió el nombre de “Gobierno de los Presidiarios”.

Finalmente, el 8 de abril de 1820, quedó constituido el primer gobierno liberal con diputados moderados, que habían sido electos en las antiguas cortes gaditanas. Nombrado Secretario de Estado y del Despacho de la Gobernación en la Península, Agustín Argüelles[6], se reveló como el hombre fuerte de un gobierno exaltado y populista que acordó, entre sus primeras medidas, ratificar los ascensos otorgados por la Junta de San Fernando a los oficiales que habían instado la Revolución.

El 11 de abril, la Gaceta de Madrid publicó el ascenso a mariscal de campo de Felipe Arco-Agüero, por lo que este fue elegido entre sus compañeros para representarles ante el Rey, entregándole dos exposiciones en las que se ratificaban en su lealtad a la Constitución y a la Corona. Así fue como, el 18 de abril a mediodía, entró triunfante en la capital de España[7], subido a “una soberbia carreta tirada de seis caballos, bien adornada, con atributos triunfales y precedido de músicas y palmas”[8]. Ramón Mesonero Romanos fue testigo de la carrera que discurrió desde de la puerta de Atocha hasta el Palacio Real, en la que autor intelectual de la restauración constitucional sería ovacionado a su paso por cientos de entusiasmados madrileños, a los que:

“La presencia de aquel brillante joven con el uniforme del Cuerpo, su sombrero apuntado con galón y plumero verde (distintivo que habían adoptado los caudillos del Ejército de la Isla) y sus modales caballerosos, excitaban la simpatía general del numeroso pueblo que ocupaba las calles, y que le agasajaban también las palmas del reciente Domingo de Ramo, colocadas en los balcones, y formando con ellas los acompañantes una comitiva vistosa e imponente”[9].

Felipe Arco-Agüero fue recibido por Fernando VII, que ratificó los ascensos y le condujo al cuarto de la Reina, a la que también cumplimentó en nombre de sus compañeros, dedicándole las  en los siguientes términos:

“Señora, el noble carácter de los españoles y las demás virtudes de este pueblo magnánimo, asegurarán cada día más y más que tenemos grabado en nuestros corazones a aquel precepto de nuestro santo Código: la persona del Rey es sagrada e inviolable, y no está sujeta a responsabilidad. S.M. sinceramente amado de sus pueblos, será esencialmente dichoso; y ¿a quién le cabrá más parte en su felicidad que a su amada mitad, a la mejor parte de sí mismo?”[10].

El discurso, eminentemente protocolario, revelaba no obstante una franca fidelidad a la Corona que sería especialmente valorada por la facción realista, frente a evidente tibieza que mostraban en estos términos sus compañeros, entre los que destacaba Riego y sus explícitas ambiciones republicanas. Y es que, como es de sobra conocido, aún antes de dar comienzo a una nueva etapa, el movimiento liberal se encontraba ya escindido entre doceañistas moderados, partidarios de la preeminencia de la Monarquía sobre el resto de las instituciones, y veinteañistas fanáticos, partidarios de una Constitución inmutable,  que en poco tiempo irían radicalizándose hacia un populismo violento que buscaba la confrontación, dando pábulo en el otro extremo a la organización de un partido declaradamente absolutista que, en breve, comenzará a buscar vínculos con los legitimistas franceses.

Por el contrario, Felipe Arco-Agüero permaneció siempre alejado de los desórdenes jacobinos, pese a que no puede ocultarse su autoría tras el manifiesto que dio pie al movimiento comunero. Se debía, con todo, al Gran Oriente Español, del que era un miembro destacado, así como a sus ramificaciones locales, las Sociedades Patrióticas que comenzaron a proliferar por entonces, por lo que, una vez desempeñada la misión que los Inmortales le había confiado ante el Rey, acudiría al café de Lorencini que, situado en el nº 3 de la Puerta de Sol, servía de lugar de reunión para los exaltados Amigos de la Libertad antes de que pasaran a la Gran Cruz de Malta rebautizados como Amigos de la Constitución, cumplimentando también a la Sociedad Patriótica de San Sebastián de la Corte reunida en la fonda del mismo nombre, donde fue agasajado con un suntuoso banquete, entreverado de multitud de brindis y sonetos[11].

El héroe de la Revolución, que había participado en la fundación de la primera Sociedad Patriótica en San Fernando, fomentó la creación de nuevas organizaciones liberales por todo el territorio nacional. Pocos días antes habían visto la luz las Sociedades Patrióticas de La Coruña, Oviedo, San Sebastián, Zaragoza y Barcelona, Valencia, por lo que el 27 de abril sería creada la Sociedad Patriótica de Santander, con Felipe Arco-Agüero como presidente de honor  y firmante del reglamento, junto a Evaristo San Miguel, que fue otorgado el 4 de junio. Y casi al mismo tiempo, el 6 de junio, iniciaría su andadura la Sociedad Patriótica de Amigos del Orden Constitucional, de carácter liberal moderado, que tomó como sede La Fontana de Oro, nombrándole así mismo socio de honor.

La actividad de Felipe Arco-Agüero durante los dos meses que pasó en Madrid antes de regresar a San Fernando debió ser frenética, puesto que no se redujo al mero proselitismo y participó en algunas de las primeras decisiones que fueron tomadas por la Junta Provisional de Gobierno, como la amnistía decretada el 23 de abril a favor de los insurrectos americanos y de los afrancesados exiliados una vez finalizada de la Guerra de la Independencia[12]. También debió mediar para que un día más tarde, el 24 de abril, sus compañeros Riego y Quiroga fueron nombrados mariscales de campo[13], siendo elegido este último, además, diputado por la Provincia de Galicia el 21 de mayo siguiente.

El 12 de junio Quiroga salió de San Fernando para incorporarse a su escaño siendo agasajado en todas las localidades por las que pasó, por lo que no entraría en Madrid a hasta el 23 de junio. A las ocho de  mañana de ese día y como en abril ocurriera con Arco-Agüero, una gran multitud se congregó en las calles para recibirlo y acompañarle en su marcha hacia el Ayuntamiento, donde pudo descansar unas horas antes de dirigirse al Palacio Real. Luego, una vez superada la audiencia, continuó en comitiva hasta la Alameda de la Virgen del Puerto, junto al Manzanares, donde los veinteañistas le ofrecieron un suntuoso banquete, plagado de músicas e  himnos patrióticos. Finalmente, esa noche asistió al teatro, donde “el entusiasmo del pueblo agradecido le dio a conocer de nuevo el aprecio de los habitantes de la capital a tan benemérito patriota”[14].

Por su parte, Arco-Agüero debió concurrir a la apertura de las Cortes el 6 de julio, en las que Quiroga había sido elegido Vicepresidente, y tres días más tarde a la renovación del juramento constitucional por parte de Fernando VII. El 11 de julio se despidió de las Sociedades Patrióticas y marchó a reunirse con sus compañeros López Baños y Riego, que estaba al mando del Ejército Expedicionario en ausencia de Quiroga, exclamando: “Voy a partir, y diré a mis compañeros de Armas que he recibido en su nombre los gratos aplausos de un pueblo libre, pues que a ellos solos son debidas tales y tan lisonjeras demostraciones”[15].

Sin embargo, no todo serían buenas noticias, pues al poco de encontrarse en San Fernando conocerá la intención del Ministro de Guerra, Pedro Agustín Girón, Marqués de las Amarillas, de disolver el Ejército Expedicionario para integrarlo en el mando único de la Capitanía General de Andalucía que ostentaba Juan O’Donojú, tal y como se contemplaba hasta 1814. Subordinado al mismo había quedado Quiroga, hasta que dejó vacante el cargo para incorporarse a las Cortes, mientras que el Rey ratificó a Arco-Agüero como jefe del Estado Mayor[16].

Como cabe comprender, el proyecto, que sería finalmente llevado adelante con la publicación de la Circular del Ministerio de Guerra, de 4 de agosto de 1820[17], contó desde el primer momento con la oposición frontal de Riego que, tras recabar las firmas de López Baños y Arco-Agüero, el 11 de agosto mandó publicar dos manifiestos: uno dirigido a las Cortes, intimándolas a anular dicha Circular, y otro al Rey, solicitando el cese inmediato del marqués de las Amarillas[18]. Y aunque la orden terminó llevándose a cabo, el 18 de julio la presión ejercida por los Inmortales suscitó la primera crisis de gobierno de la etapa liberal y el Ministro de Guerra acabó siendo sustituido de manera interina por el de Marina[19]. Además, para compensarle en el mando del Ejército de la Isla, el 9 de agosto el Rey designó a Riego Capitán General de Galicia[20], pero este nombramiento no hizo sino envalentonarlo y decidirle a acudir a Madrid al objeto de solicitar personalmente medidas más extremas y revolucionarias ante las Cortes, desoyendo los consejos de Arco-Agüero y López Baños que eran partidarios de prácticas moderadas y progresivas.[21]

El 31 de agosto, el mariscal de campo Rafael de Riego fue recibido con vítores y arcos triunfales a su entrada en la capital, aunque no sería hasta el día siguiente como, al igual que habían hecho Arco-Agüero y Quiroga, presentase sus respetos al Rey[22]. Durante varias jornadas, Riego fue colmado con toda clase de homenajes y banquetes, hasta que la tarde del 4 de septiembre, los beligerantes miembros de la Sociedad Patriótica de Amigos del Orden, tras el obligado convite en la Fontana de Oro, lo llevaron en volandas hasta el Teatro de la Cruz, junto a otros destacados líderes revolucionarios, como el gobernador de Madrid Manuel Velasco, el coronel de ingenieros Salvador Manzanares, el jefe del Estado Mayor Evaristo San Miguel o el capitán de artillería Núñez. La función discurrió del agrado de todos hasta que, en el entreacto, los veinteañitas comenzaron a entonar una cancioncilla que, según se supo luego, traían ensayada de San Fernando: el famoso el Trágala que la mayor parte de los asistentes acabaron secundando.

Cuando el Jefe Superior y Político de Madrid Miguel Gayoso de Mendoza, trató de apaciguarlos, fue salvajemente abucheado e incluso amenazado de muerte.  Esa misma noche el Gobierno tomó cartas en el asunto y al amanecer del 5 de septiembre, ordenó separar de sus funciones tanto al mariscal de campo Rafael de Riego como a sus acompañantes, señalándoles respectivamente los puntos de Oviedo, Zamora, Barcelona, Valladolid y San Sebastián para que marcharan a un exilio forzoso. La medida, desmesurada, no encontró acogida en la opinión pública, ya que como se encargó de recoger la prensa, “una orden tan enérgica e inesperada suponía en los militares mencionados un delito… y anunciaba un crimen horroroso de que el gobierno no se hallaba cierto”[23], pues en efecto, como quiera que el incidente no pasaba de lo anecdótico, la reacción gubernativa dio pábulo a la facción realista, que comenzó a organizarse buscando el enfrentamiento directo con los liberales más exaltados.

El día 6 de septiembre, al apearse Fernando VII en la puerta de Palacio Real, se escucharon gritos subversivos de “Abajo la Constitución” y “Viva el Rey Absoluto”. La confrontación parecía inevitable y al día siguiente la recién creada Milicia Nacional[24] hubo de emplazar varias piezas de artillería en la Puerta del Sol en prevención de motines. Aunque por el momento no fueron necesarios, a estas alturas se hizo evidente la formación de dos bloques antagónicos e irreconciliables. Y si la facción de los liberales se encontraba cada vez más escindida entre en políticos moderados y militares veintiañistas, estos en su mayor parte exaltados a los que se les concedían premios y distinciones[25], el partido de los realistas era cada vez más fuerte, siendo incrementado por una inmensa mayoría del clero secular agraviado por las perjudiciales medidas que en los próximos meses fueron aprobando las Cortes, como la reducción de los diezmos, la abolición de los fueros o la supresión de las órdenes monacales[26].

El Rey comenzó a oponerse a todas estas medidas. En octubre se negó a sancionar el Decreto que ordenaba la supresión de las órdenes monacales y, aunque finalmente hubo de ceder ante la presión del Gobierno, sin consultar a nadie y aprovechando que las Cortes se encontraban disueltas tras el primer período de la legislatura, el 16 de noviembre nombró Capitán General de Castilla la Nueva al teniente general José María Carvajal, furibundo absolutista. El teniente general Gaspar Vigodet, que desempeñaba el cargo, se negó a dimitir alegando que la orden no iba firmada por el Ministro de Guerra Cayetano Valdés, y poco después la noticia se extendió por los cafés madrileños, sedes de las Sociedades Patrióticas, que soliviantaron a las gentes, incitándolas a amotinarse por las calles y pedir a gritos la República.

La Diputación Permanente presidida por el extremeño Diego Muñoz Torrero tuvo que tomar cartas en el asunto, anulando la orden y recordando al Rey que el mandato constitucional le atribuía el ejercicio del poder ejecutivo por mediación de los Ministerios, cuyos titulares debían firmar los nombramientos en virtud de sus respectivas atribuciones competenciales. Por su parte, el gobierno de Argüelles trató de cerrar la crisis agasajando a los militares  veinteañistas, por lo que el 28 de noviembre indultó a los exiliados y nombró a Riego Capitán General de Aragón, a Velasco Capitán General de Extremadura, a López Baños gobernador de Málaga y a Arco-Agüero gobernador de Sanlúcar de Barrameda[27]. Es de notar que este último aparece de nuevo en la escena nacional, tras más de dos meses eclipsado por noticas sobre sus compañeros. Sabemos que durante los desórdenes de septiembre se encontraba destinado como jefe del Estado Mayor del reformado Ejército de Andalucía y por esta razón no sería represaliado como el resto, pero hay quien afirma que no permaneció desocupado durante este tiempo, sino que debió realizar “una visita oficiosa a Lisboa, por la que el gobierno portugués protestó y pidió su salida del país”[28].

Aunque no estamos en disposición de corroborar dicha hipótesis, resulta sorprendente cuanto menos que en el transcurso de estos meses se margine del relato histórico a quien durante buena parte del año había venido siendo su principal protagonista. Por otro lado, la Revolución liberal portuguesa iniciada en Oporto el 24 de agosto, logró triunfar con el apoyo de todos los estamentos sociales en Lisboa algo más tarde, el 15 de septiembre, fecha que concordaría con la ausencia del mariscal de campo Felipe Arco-Agüero de la escena política española. Es cierto que un encargo confidencial del gobierno o de las propias logias masónicas apoyaría esta hipotética misión proselitista en el país vecino, pero dado que, en ningún caso y como se ha dicho, la misma ha podido ser acreditada, no creemos que merezca la pena detenerse más en ello.

 

  1. LA CAPITANÍA GENERAL DE EXTREMADURA. MUERTE Y EXHUMACIÓN DE SUS RESTOS.

 

El 30 de diciembre de 1820, Felipe Arco-Agüero juró el cargo de gobernador en Cádiz ante el Capitán General de Andalucía Tomás O’Donojú[29], luego regresó a San Fernando a despedirse de sus subordinados y, finalmente, el 18 de enero de 1821, salió de la localidad para hacerse con el gobierno militar de Sanlúcar de Barrameda[30]. No llegaría a tomar posesión del cargo, puesto que ese mismo día, la Gaceta del Gobierno publicó un nuevo nombramiento: el Rey había designado a Arco-Agüero comandante general de la Provincia de Tuy, sucediéndole en el gobierno de Sanlúcar el mariscal de campo José San Juan[31], por lo que partió hacia Badajoz para seguir hasta Galicia a través de Portugal.

Entró en la ciudad a las cuatro de la tarde del día 11 de febrero de 1821[32]. Su amigo, el Capitán General de Extremadura Manuel Velasco, salió a recibirlo a La Albuera, junto a al secretario coronel de caballería Laureano de las Fuentes, el mariscal de campo y gobernador militar de la plaza Manuel Herck, el coronel teniente Rey Vicente Alba, el teniente coronel sargento mayor Onofre Ezquerdo y  un escuadrón de caballería de la Milicia Nacional[33].

La ciudad, que le colmó de obsequios durante varios días, antes de que retomara su camino a Galicia el 22 de febrero, habría de verlo de vuelta muy pronto, pues en efecto la vorágine de los acontecimientos políticos que se sucedían en Madrid apenas dieron tiempo a que Arco-Agüero tomara posesión del cargo de gobernador de Tuy. Las Cortes abrieron el segundo período de sesiones el 1 de marzo, con la famosa coletilla inserta por el propio Fernando VII en el discurso inaugural, en la que acusaba de tibieza al gobierno por no haber defendido los ultrajes de los liberales exaltados a la Corona[34]. Sin duda, el Rey era consciente de su posición de fuerza, pues mientras algunos de sus agentes seguían recabando el apoyo de las potencias europeas, que acababan de invadir el territorio napolitano en defensa de la monarquía absoluta, partidas de serviles recorrían las provincias sumando adeptos a la causa fernandina.

Aquellas manifestaciones obraron efecto y el Ejecutivo de Argüelles acabó dimitiendo en pleno el 4 de marzo, por lo que el Rey tuvo las manos libres para designar un nuevo gobierno, esta vez de corte eminentemente moderado, encabezado por Eusebio Bardají en la Secretaría de Despacho de Estado, Mateo Valdemoro en Gobernación de la Península, Ramón Feliú en Gobernación de Ultramar, Vicente Cano Manuel en Gracia y Justicia, Antonio Barata en Hacienda, Tomás Moreno en Guerra y Francisco de Paula Escudero en Marina[35]. Estos cambios repercutieron así mismo en el estamento militar, por lo que el 10 de abril el mariscal de campo Manuel Velasco pasó a la Capitanía General de Andalucía y Felipe Arco-Agüero a la de Extremadura[36].

De este modo, el día 3 de mayo de 1821 Arco-Agüero entró de nuevo en Badajoz. Ese día, algunos periódicos informaban que el “espíritu público de esta provincia es bastante bueno. En cuanto a militares: todos entusiastas, excepto algún otro viejo insignificante que sería bueno les retirase el gobierno”[37], refiriéndose sin duda al teniente general Gregorio Laguna y Calderón de la Barca, regidor perpetuo de la ciudad, que contaba con 67 años de edad y había sido firmante de la Constitución de Cádiz antes de declarase fervoroso absolutista con el advenimiento de Fernando VII. Durante el Trienio Liberal conspiró públicamente a favor de los intereses reales, por lo que acabó convirtiéndose muy pronto en el principal enemigo de Arco-Agüero en la ciudad, al que se decía quería hacer degollar a la vista de todos[38].

Probablemente la facción liderada por el general Laguna tuviera algo que ver en la fuga del antiguo coronel del regimiento de Valencey Manuel Montalvo Tabares, que, encontrándose bajo arresto en Olivenza como consecuencia de la causa abierta contra él, a consecuencia del apoyo incondicional que había mostrado a Fernando VII tras los incidentes del mes de septiembre anterior, escapó la noche del 7 al 8 de mayo[39]. Aunque con posterioridad sería indultado, la fuga puso de manifiesto que, dadas las más que evidentes desavenencias entre la oficialidad de la guarnición, el nuevo Capitán General de Extremadura habría de ejercer la autoridad alentando la formación de Milicias Nacionales, fieles a la causa, por toda la región. Una pretensión que, más allá de las capitales de provincia, en las que se habían completado cinco compañías de infantería y cuatro escuadrones de caballería, era difícil de asegurar en las localidades menores.

Con todo, este Cuerpo formado fundamentalmente por voluntarios procedentes en su mayor parte de la burguesía liberal, era sin duda la mejor defensa que podía oponer frente a las amenazas de los serviles infiltrados en todos los puestos del escalafón militar, por lo que el 25 de julio, con motivo de la concesión de la Gran Cruz de San Fernando de 1ª Clase, pensionada con una renta de 40.000 reales vitalicios, decidió hacer una demostración de fuerza y mandó reunir las Milicias Nacionales,

“Para hacer su juramento en el campo de San Francisco, vistiendo el brillante uniforme de mucha cordonadura en la casaca azul, tirantes no parcos en el corvo sable y un muy destacado airón en el alto morrión. En presencia de todas la autoridades háceles una exhortación el cura del sagrario Sr. Hidalgo Chacón. En la conclusión de ella dijo éste: ¡Viva la Religión!¡Viva el Rey! Y el general Arco-Agüero, esforzando una terrible voz, desde el medio del tumulto gritó: ¡Viva la Constitución!”[40].

A su vez, solicitó al Ministro de la Guerra el refuerzo de los regimientos de infantería del Príncipe y Málaga. El primero entró en la ciudad el 18 de agosto entre los vivas y aclamaciones del pueblo, mientras el otro quedó en Talavera la Real hasta que fuera finalmente habilitado el convento de San Agustín, debía servirle de cuartel[41]. Asegurada la plaza, dos compañías del batallón de Asturias que guarnicionaba en Badajoz, partieron el 31 de agosto hacia las localidades de Plasencia y Coria, con la misión de tratar de sofocar los disturbios que habían originado algunos eclesiásticos del lugar con soflamas de tintes absolutistas[42].

En septiembre, se precipitarán los acontecimientos. Aprovechando una vez más que las Cortes se encontraban disueltas, Fernando VII fuerza otra crisis de gobierno. El 23 de agosto cesó al teniente general Tomás Moreno y Daoiz de la Secretaría de Guerra, alegando achaques de salud, para designar en su lugar al servil Diego Contador. A la Diputación Permanente presidida en esta ocasión por el extremeño José María Calatrava, el nombramiento le pareció “tan poco conforme a las leyes como grato a la opinión pública”, por lo que el electo no llegó a tomar posesión y el Ministro de Marina Francisco de Paula Escudero asumió sus competencias de manera interina. La controversia no terminó ahí y el 3 de septiembre el Rey nombró al mariscal de campo Gregorio Rodríguez Campos, que tenía 76 años de edad, para el cargo. Procedente del Cuerpo de Artillería, había ejercido el gobierno de la plaza de Badajoz desde el 22 de abril de 1812 al 24 de agosto de 1814, fecha en la que los paisanos, apoyados por una parte de la guarnición que llevaban meses sin cobrar, forzaron su expulsión de la ciudad. La Diputación Permanente dirigió entonces un amplio memorándum al Rey, haciéndole

“Ver que por segunda vez ha sido sorprendido el Real ánimo de V.M. asegurándose haber nombrado para el mismo Ministerio a un general que, aunque dotado de valor y virtudes, no tiene las cualidades necesarias para tan grave cargo, se halla débil y valetudinario, acaba de pedir y obtener un retiro pacífico y, lejos de desmentir o disfrazar sus opiniones, se ha mostrado siempre desafecto al sistema que V.M. tiene jurado”.[43]

El Rey tuvo que recapacitar y el 4 de septiembre designó al hasta entonces Inspector General de Infantería, el mariscal de campo Ignacio Balanzat de Orvay y Briones, que acabó sin embargo dimitiendo sin llegar a tomar posesión del cargo, por lo que el ministerio recayó finalmente, mediante nombramiento de 9 de septiembre de 1821, en Estanislao Sánchez Salvador. Al tiempo de publicarse este último, no se tenía conocimiento de ambas rectificaciones en Badajoz, donde

“Tampoco los buenos han podido mirar con indiferencia el nombramiento de Rodríguez para uno de los ministerios más importantes. Los extremeños, que tienen motivo de conocerle, no le creen capaz de poder desempeñarlo, ni mucho menos identificado con nuestro actual sistema, puesto que no han olvidado todavía el gusto con que mandó y aún contribuyó a quitar la lápida del año 14 cuando se hallaba de gobernador de esta plaza. Los militares, ansiosos de ver al cabo de tanto tiempo arreglado este ejército tan desgraciado como constitucional, desesperan de conseguirlo mientras no vean a su cabeza un hombre a propósito para el caso, y este hombre en ninguna manera poder ser Rodríguez”[44].

Por otro lado, el 4 de septiembre había sido detenido en Bernués (Huesca) el excomisario de guerra Claude Cugnet de Montarlot, líder de los carbonarios franceses en el exilio, célebre por sus reiteradas conspiraciones contra el duque de Angulema. Agentes realistas le acusaron de instigar un complot republicano con ramificaciones en Barcelona, Valencia y Zaragoza, por lo que, como parecía imposible que la trama hubiera escapado al conocimiento del Capitán General de Aragón, el gobierno encontró el pretexto idóneo para cesar de nuevo a Riego y poner en su lugar al mariscal de campo Miguel Ricardo de Álava y Esquivel, del partido de los moderados y menos levantiscos.

Como cabe comprender, la noticia tampoco resultó indiferente a los liberales badajocenses, que la tarde del 8 de septiembre concurrieron en masa a la tertulia de la Sociedad Patriótica, junto a la mayor parte de los jefes y oficiales de la guarnición, perorando soflamas antiborbónicas e incitando al pueblo a la rebelión. Antes de que la cosa llegara a mayores,  el mariscal de campo Felipe Arco-Agüero decidió levantar la sesión y:

“Exhortando al pueblo a la unión, dijo: que si algún día atacaban la libertad, los amantes de ella se reuniesen a él, y esta se sostendría. Precedido de las tres músicas que hay en la guarnición, se marchó a la lápida entonando canciones patrióticas, y repitiendo los vivas ya expresados; hasta los niños se entusiasmaban en esta marcha cívica; un muchacho que podía tener diez años, molestado por las impertinencias de otro que intentaba distraerle, le dijo: Cállate hombre, que esta constitución ha de volver loco, y continuaba dando vivas, y demostrando en su semblante cuanto sentía lo que manifestaba.

Al llegar a la lápida se la saludó como costumbre con los tres vivas a la Constitución que dio el comandante general y después se colocaron las tres músicas, formando un triángulo en el campo de San Juan, el que se iluminó en el momento, sin que se advirtiese la menor cosa, y todos los habitantes de esta ciudad demostraron a porfía, que sintiendo extraordinariamente intentasen los enemigos de la Patria sumergirnos en una guerra civil, se alegraban de que pudiese llegar el momento de haberse a las manos y purgar la nación de esta pestífera plaga. En el teatro hubo músicas militares, y se cantaron himnos patrióticos, se repitieron las mismas aclamaciones y todos demostraron que ningún temor puede hacerles olvidar el juramento que han hecho de morir o ser libres. ¡Infelices de aquellos que intenten arrancarnos nuestras libertades: en Badajoz, como en todas partes de la Península, encontrarán su sepulcro!”[45].

Este fue probablemente el último acto público de Felipe Arco-Agüero. El día 13 de septiembre murió tras sufrir una caída del caballo que montaba. El informe del accidente fue realizado por el coronel Gregorio Piquero Argüelles, que le sustituyó en la comandancia general de la Provincia hasta el 17 de diciembre de ese mismo año, y en los días sucesivos sería publicado en varios diarios de tirada nacional[46]. En esencia, en el mismo se consignaba que, el jueves 13 de septiembre, a las cinco de la mañana, el Capitán General de Extremadura salió a correr liebres por primera vez en su vida.  Le acompañaron el maestrescuela de la Catedral Juan María Caldera Pío, célebre eclesiástico de ideas liberales, y tres oficiales del Cuerpo de Estado Mayor: su ayuda de campo el teniente Pedro Cruz, el capitán de artillería Manuel González Bustillos y el citado coronel Gregorio Piquero Argüelles, que había sido uno de los líderes del Levantamiento de Oviedo en 1808, era comandante del Regimiento de Málaga y ejercía por entonces de gobernador en Zamora.

La batida siguió sus cauces sin contratiempos hasta las siete de la mañana, hora en la que, a un cuarto de legua del Cortijo de Santa Engracia, saltó una liebre y Felipe Arco-Agüero picó espuelas tras ella. No debió perseguirla demasiado trecho, pues según se dijo en el informe, a los pocos metros la liebre hizo un quiebro en una vereda y el jinete cayó por el lado derecho de la montura, golpeándose la cabeza contra una piedra[47]. Su ayudante y el eclesiástico, que marchaban tras él, corrieron de inmediato a socorrerle, pero le hallaron ya sin sentido y brotándole mucha sangre por la nariz. Al momento llegaron también el capitán González y el coronel Piquero, que junto a los otros dos se echaron a hombros al accidentado hasta el cortijo cercano mientras el primero cabalgaba de regreso a la ciudad en busca de asistencia médica.

Como el lugar del siniestro no estaba lejos, a las siete y media de la mañana se presentaron los facultativos Bartolomé Tejado, Florencio Gómez, Víctor González y D.N. Mateos. Con el grupo venía también el farmacéutico Salvador Piris Macedo y Manuel del Castillo, otro de los ayudantes del general, que tampoco pudieron hacer nada para salvarle la vida, por lo que todos estuvieron de acuerdo en que el sacerdote Juan María Caldera le aplicara la extremaunción.

Entretanto, el caballo desbocado del Capitán General de Extremadura había cruzado el río para entrar errante por las calles de la ciudad, alarmado a los vecinos. Y pese a que hasta las dos y cuarto de la tarde no se firma el primer parte médico, en el que aún se albergan esperanzas de recuperar al accidentado, comienzan a difundirse noticias que  aseguran la muerte de Arco-Agüero, contrariando a unos y alegrando a otros, como un oficial de caballería agregado al Estado Mayor de la plaza que, según declararía posteriormente un testigo, dijo en voz alta a una viuda: “Vecina, albricias, albricias; a lo que la señora le preguntó por la causa de este parabién y este le contestó que era porque se le iba a olear al General. Que la señora le respondió que no era motivo para tanta alegría y el oficial le dijo entonces que ya entendía, y que era porque iba al Cielo”[48].

A las cinco de la tarde se firmó un segundo parte médico, confirmando definitivamente la muerte, por lo que media hora más tarde comenzaron a reunirse grupos de realistas en el entorno de la plaza de la Constitución y frente a las Casas Consistoriales. Ante el temor de disturbios, el alcalde Miguel Pérez de la Vera solicitó al Jefe Políticos que algunos piquetes de la Milicia Nacional patrullaran las calles e hicieran guardar el orden en previsión de altercados. Por su parte, los concejales Pedro Pérez Pedrero y Martín Gavino marcharon en comisión hacia el cortijo de Santa Engracia, para ofrecerse a organizar el traslado del cadáver en nombre del Ayuntamiento, aunque finalmente, a las ocho de la tarde, el Consistorio en pleno acudió con hachas de cera hasta la Puerta de Palmas a recibirlo.

Hasta allí llegó una extensa comitiva formada de más de doscientas personas e integrada por la multitud de paisanos, jefes y oficiales de los cuerpos de la guarnición, así como autoridades civiles y eclesiásticas, junto a una compañía de la Milicia Nacional y una partida de coraceros, que habían acompañado al cadáver en procesión, desde el cortijo de San Engracia hasta la casa que había habitado en vida, donde finalmente fue instalada la capilla ardiente. Tras ser velado durante toda la noche, el sepelio se celebró a las cuatro de la tarde del día siguiente, siendo enterrado más tarde en una capilla lateral de la ermita del Rosario, ubicada por entonces en la alcazaba de Badajoz.

El 17 de septiembre, el Ayuntamiento acordó cambiar el nombre de la calle Ollerías, en donde durante algún tiempo residió Felipe Arco-Agüero, por la del Capitán General de Extremadura. A esa misma sesión, su antiguo ayudante Manuel del Castillo hizo entrega al Consistorio de la Cruz de San Fernando que había llevado prendida hasta el momento de fallecer, por lo que el Alcalde agradeció la ofrenda, asegurándole “que colocaría la prenda en esta sala de sesiones, para que los individuos que n ella entrasen recordasen las virtudes cívicas y el beneficio que recibió la madre Patria del difunto general”[49]. Por su parte, en sesión de 22 de marzo de 1822, las Cortes cursaron el recurso firmado por la 1ª Compañía de la Milicia Nacional de Badajoz para perpetuar su nombre en la bandera, además de otro suscrito por varios vecinos de la ciudad para que todos los 13 de septiembre se honrase solemnemente la memoria del Inmortal defensor de la Constitución, accediendo a que:

“En las dos banderolas de guías generales, donde será más oportuno para evitar impropiedades, pueda inscribirse Don Felipe Arco-Agüero, restaurador de la Libertad; y tenérsele perpetuamente por capitán de la 1ª Compañía, pasándose la revista y respondiendo el que lleve la banderola: ¡Vive en la Memoria de los Españoles! La guarnición en fin y Milicia Local de Badajoz, formando en parada todos los años el 13 de septiembre, harán en memoria de don Felipe Arco-Agüero, los honores fúnebres de ordenanza”[50].

La decisión de las Cortes fue comunicada al Ayuntamiento de Badajoz el 6 de abril siguiente, acordándose por parte de éste iniciar una suscripción a fin de recabar los medios para erigirle un mausoleo en el lugar del enterramiento, además de un monumento más modesto en las proximidades del cortijo de Santa Engracia, señalando el sitio donde cayó fatalmente de la montura persiguiendo una liebre. Y aún poco más tarde, coincidiendo con la celebración del Levantamiento del 2 de Mayo, las Cortes aprobaron erigir un Panteón Nacional, que habría de ir ubicado en la Iglesia de Santo Tomás de Madrid, para trasladar los restos de los “mártires de la Libertad e Independencia”, incluyendo expresamente en la propuesta, además de los nombres de Daoiz, Velarde, Porlier y Lacy, el del malogrado Felipe Arco-Agüero[51].

La Década Ominosa abortaría el proyecto, así como el promovido con anterioridad por el Ayuntamiento de Badajoz, pese a que la suscripción popular había conseguido reunir el montante necesario para comprar la piedra con la que, efectivamente, se levantó una cruz y una estatua en las alturas de Santa Engracia[52], mientras el maestro mayor de las obras de fortificación Valentín Falcato, pulía el resto de materiales nobles destinados a conformar el mausoleo. Los trabajos fueron a buen ritmo y “en el año 1823 ya se vieron acoplados y depositados en el cementerio antiguo del Castillo, una porción de preciosos mármoles y jaspes que bosquejaban un monumento grandioso y digno del objeto a que se destinaba. Ocurrió después la malhadada época del absolutismo y en su consecuencia ha desaparecido dicho proyecto y depósito de mármoles”.[53]

En efecto, el 23 de mayo los Cien Mil Hijos de San Luis tomaron Madrid. El 24 de octubre comenzaron a entrar en la ciudad los milicianos que habían tratado de frenarlos sobre la orilla izquierda del Tajo y esa misma noche, una vez reconocido el gobierno absolutista por las autoridades locales, fue arrancada la lápida que presidía la plaza de la Constitución. Diez días más tarde, la columna del duque de Angulema desfiló victoriosa por Badajoz, por lo que en las jornadas sucesivas los liberales que no tuvieron la oportunidad de huir, serían perseguidos, represaliados o encarcelados, mientras que, tanto la Sociedad Patriótica como la Milicia Nacional fueron disueltas y cualquier atisbo de memoria doceañista destruido o relegado al olvido.

Literalmente, esto fue así en el caso de Felipe Arco-Agüero. El 18 de julio de 1824, un grupo de exaltados liderados por el capellán de coro José López y el abogado Juan Leal y Tovar, se congregaron en la ermita del Rosario junto al capitán Cayetano Giménez y los absolutistas José Leal y Manuel Pulido, así como los hermanos Manuel y Antonio Pazo, profanaron la tumba de Arco-Agüero, quemaron la bandera de la Milicia Nacional que cubría el cadáver, despojaron a este del uniforme y las distinciones, que también quemaron, para arrojar luego sus huesos a una cisterna próxima que allí existía.

El delito habría de quedar impune, pese a que las tornas cambiaron de nuevo tras la Primera Guerra Carlista, cuando los liberales pudieron retomar el poder. En junio de 1834, los diputados del Parlamento Bicameral instituido por el Estatuto Real promulgado en el mes de abril, designaron como Regente al moderado Francisco Martínez de la Rosa, que comenzó a aprobar una serie de medidas liberalizadoras, lastradas no obstante por la enorme deuda contraída para armar al Ejército Isabelino. El 18 de julio el gobierno liberal nombraría a Diego Botello, anterior Jefe Político de Orense, para que ejerciera idéntico cargo en Badajoz, vacante hasta entonces por exoneración del anterior gobernador José de Elizondo[54], por lo que ya el 25 de julio, una de la primeras medidas que habría de decidir tras tomar posesión del mismo, sería la de  solicitar al Ayuntamiento información sobre la suscripción recabada en su momento para erigir el mausoleo de Felipe Arco-Agüero, así como el estado y la localización del material que había sido comprado para llevarlo a efecto[55].

El Gobernador Botello nunca obtuvo respuesta del Consistorio, pero la rehabilitación de la memoria de Arco-Agüero estaba más próxima a suceder de lo que se pensaba. El 14 de septiembre de 1835, el exaltado Juan Álvarez Mendizábal sustituyó al frente del Ejecutivo al Conde de Toreno, recabando para sí las carteras de Estado, Guerra, Marina y Hacienda, dejando tan sólo las de Interior y Gracia y Justicia en manos de Ramón Gil de la Cuadra y Álvaro Gómez Becerra, respectivamente, ante la falta de candidatos para secundar las serie medidas extremas que se proponía para regenerar la vida política, entre las que destacaba especialmente por su repercusión desamortización de los bienes del clero, aunque también la reorganización de la Milicia Nacional bajo el nombre de Guardia Nacional y la rehabilitación de la memoria de los Inmortales veintiañistas.

En Badajoz, la llegada de los exaltados al poder renovó el interés por recuperar los restos de Felipe Arco Agüero, que continuaban  sumergidos en lo más profundo de una cisterna de la Alcazaba. Una vez recuperados, el 4 de octubre de 1835 volvió a ser sepultado de nuevo con todos los honores gracias a la iniciativa del teniente general José Ramón Rodil y Campillo, Capitán General de Extremadura”[56]. No obstante, el Cabildo catedralicio se negó a darle sepultura junto al altar mayor y hubo de ser inhumado en un nicho de la cripta de los canónigos,  en desuso desde que en 1829 fuera habilitado un espacio para tal fin en el cementerio de la Alcazaba[57]. En cuanto a los autores de la profanación de su tumba, aunque algunos meses más tarde fue abierta una causa para tratar de depurar responsabilidades, finalmente acabó sobreseída y con los imputados libres de todo cargo[58]. El 15 de mayo de 1836 cesó el gobierno de Mendizábal, junto al resto de medidas que habían sido propuestas para restaurar la memoria de Arco-Agüero. El 23 de septiembre, el Ayuntamiento informaba que se encontraban depositadas en sus instalaciones la Cruz y la estatua de piedra “que habían sido colocadas en los campos de Santa Engracia, en el sitio en que murió el Héroe D. Felipe Arco-Agüero”, hasta entonces en poder de Vicente Berriz, regidor en tiempos de absolutismo[59], sin embargo nunca fueron restituidas a su ubicación original.

Aquel sencillo monumento cayó en el olvido, como el proyecto de mausoleo para el que se habían reservado los mármoles en el Convento de San Francisco y aún la memoria misma del mariscal de campo Felipe Arco-Agüero, injustamente relegada por los estudiosos del Trienio Liberal. El Capitán General de Extremadura falleció con treinta y cuatro años edad en un insólito accidente, tras dos décadas de intenso periplo vital en el que luchó primero por la independencia de su país y más tarde por la restauración de las libertades constitucionales en las que creía por encima de todo. Fue sin duda protagonista de una de las etapas más apasionantes de la Historia de España y al menos merecería ser recordado doscientos años después de su muerte.

 

  1. BIBLIOGRAFÍA.

 

CASTÓN DURÁN, Fernando. “Ambiente político en Badajoz en 1820-1823”. Revista de Estudios Extremeños, Tomo VIII, nº3. Diputación de Badajoz, 1934.

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  • “Extremadura en el Régimen Constitucional. Monumento a Arco-Agüero y Profanación de sus cenizas”. Revista de Estudios Extremeños. Tomo VI, nº 3 Diputación de Badajoz, 1932.

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PEREZ DE AVELLANEDA, Marino. “Felipe de Arco-Agüero y Yolif. Un héroe olvidado”. Altamira,  83. Tomo LXXXIII. Centro de Estudios Montañeses. Santander, 2012.

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SAN MIGUEL, Evaristo. Memoria sucinta sobre lo acaecido en la columna móvil de las tropas nacionales al mando del comandante general de la primera división Don Rafael de Riego. Oficina de Juan María Puchol. Granada, 1820.

 

[1] Aunque hubo otros militares destacados en el Pronunciamiento de 1 de enero de 1820,  el protagonismo principal acabó recayendo en estos cuatro, que pasaron efectivamente a la posteridad como “Los Inmortales” a raíz de una pieza musical, “Las Cuatro Guirnaldas”, estrenada en el Teatro del Príncipe el 1 de mayo de 1820, según publicó el Diario de Madrid de igual fecha.

[2] Certificado expedida por el cura párroco del concejo, el 24 de mayo de 1820. PEREZ DE AVELLANEDA, Marino. “Felipe de Arco-Agüero y Yolif. Un héroe olvidado”. Altamira,  83. Tomo LXXXIII. Centro de Estudios Montañeses. Santander, 2012; págs. 353 y 354.

[3] AGMS. Exp. A-2139. H.S. diciembre de 1816; AGP RE 4 de abril de 1820, 28 de noviembre de 1820 y 14 de julio de 1821.

[4] En su expediente consta una habilitación anterior, concedida el 27 de septiembre de 1804, por el mismo motivo. Como al parecer no logró nada, tras la quiebra de la compañía de Juan Yolíf en febrero de 1809, resultaba beneficiario de 8.000 pesos en calidad de acreedor privilegiado de dicho concurso, que en noviembre de ese año aún no había recibido. Felipe Arco-Agüero decidió viajar a Cádiz para aligerar los trámites, que entendemos debieron resolverse de manera conforme, puesto que dos meses más tarde estaba de nuevo en Cataluña a las órdenes del coronel Pedro Sarsfield. Archivo Histórico Nacional (AHN), Consejos, 11990, Exp. 29.

[5] SAN MIGUEL, Evaristo. Memoria sucinta sobre lo acaecido en la columna móvil de las tropas nacionales al mando del comandante general de la primera división Don Rafael de Riego. Oficina de Juan María Puchol. Granada, 1820; págs. 14 y 15.

[6] Gaceta de Madrid, de 8 de abril de 1820.

[7] Gaceta de Madrid, de 20 de abril de 1820.

[8] Diario Constitucional de Granada, de 23 de abril de 1820.

[9] MESONERO ROMANOS, Ramón. Memorias de un setentón, natural y vecino de Madrid. Tomo I. La Ilustración Española y Americana. Madrid, 1881; pág. 228.

[10] Gaceta de Madrid, de 25 de abril de 1820.

[11] La Colmena, de 18 de abril de 1820.

[12] Con posterioridad, el Decreto XXXIV, de 26 de septiembre de 1820, permitió regresar a España a todos aquellos que fueron obligados a emigrar por haber tenido cargo en el régimen josefino. A ello contribuyó sin duda ARCO-AGÜERO YOLÍF, Felipe. Reflexiones de un español dirigidas a  S.M. sobre la situación actual de los afrancesados. Imprenta de Fuentenebro. Madrid, 1820.

[13] Gaceta Extraordinaria de Madrid, de 26 de abril de 1820.

[14] Gaceta de Madrid, de 29 de junio de 1820.

[15] PÉREZ AVELLANEDA, M. Felipe de Arco-Agüero…, ob.cit.; pág. 367.

[16] Gaceta de Madrid, de 2 de mayo de 1820.

[17] Gaceta del Gobierno, de 19 de agosto de 1820.

[18] El Constitucional, de 22 de agosto de 1820.

[19] Gaceta del Gobierno, de 21 de agosto de 1820.

[20] Gaceta del Gobierno, de 11 de agosto de 1820.

[21] RIEGO Y FLOREZ, Rafael. Carta del General D. Rafael de Riego a sus compañeros de Armas, los generales López-Baños y Arco-Agüero. Imprenta de Collado. Madrid, 1820.

[22] Gaceta del Gobierno, de 1 de septiembre de 1820.

[23] La Abeja del Turia, de 19 de septiembre de 1820.

[24] Decreto XVI, de 31 de agosto de 1829, Aprobando el Reglamento provisional para la Milicia Nacional local.

[25] A título de ejemplo, el Decreto XXIV, de 11 de septiembre de 1820, Sobre premios y distinciones a los individuos del Ejército de San Fernando.

[26] Fueron estas una serie de medidas de carácter eminentemente anticlerical que comenzaron ese mismo verano, con el Decreto XII, de 17 de agosto de 1820, por el que suprimía la Compañía de Jesús, y continuaron con el Decreto XVIII, de 2 de septiembre de 1820, Acerca de los sueldos que han de gozar los eclesiásticos que sirven empleos civiles y que no  pueden obtener más de un beneficio; Decreto XXXVI, de 26 de septiembre de 1820, Declarando desaforados y sujetos a la jurisdicción ordinaria todos los eclesiásticos seculares o regulares; Decreto XLIII, de 1 de octubre de 1820, de Supresión de Monacales y reforma de Regulares; y Decreto LXXX, de 8 de noviembre de 1820, de Medidas sobre contribuciones del Clero.

[27] Gaceta del Gobierno, de 1 de diciembre de 1820.

[28] PÉREZ AVELLANEDA, M. Felipe de Arco-Agüero…, ob.cit; pág. 348.

[29] “Se preparó una mesa con un Crucifijo, un misal, dos candelabros con bujías encendidas y el libro de la Constitución. Arco-Agüero puso una mano sobre el misal y otra en la del general y así contestó: ¡Sí juro!, a la pregunta de este de guardar fielmente el cargo y la Constitución” DE SOJO Y LOMBA, Fermín. “El general don Felipe de Arco-Agüero. Apuntes biográficos”. La Revista de Santander. Tomo II. Aldus Artes Gráficas. Santander, 1930; pág. 9.

[30] El Universal, de 19 de enero de 1821.

[31] El Decreto de nombramientos traía además otras novedades: O’Donojú fue designado Capitán General de Nueva España y  el teniente general Tomás Moreno ocupó su puesto en la Capitanía General de Andalucía, López Baños fue elegido para la de Navarra y Espoz y Mina para la de Galicia, mientras El Empecinado era destinado al gobierno de Zamora. Gaceta del Gobierno, de 18 de enero de 1821.

[32] CASTÓN DURÁN, Fernando. “Ambiente político en Badajoz en 1820-1823”. Revista de Estudios Extremeños, Tomo VIII, nº3. Diputación de Badajoz, 1934; págs. 299-300.

[33] Diario Constitucional de Barcelona, 3 de marzo de 1821.

[34] Para acceder al discurso completo con la coletilla, firmada de puño y letra por Fernando VII: https://www.congreso.es/docu/PHist/docs/02trie/P-01-000073-0074-0002-GF1.pdf [Consultado el 30 de mayo de 2021].

[35] Gaceta del Gobierno, de 6 de marzo de 1821.

[36] Gaceta del Gobierno, de 13 de abril de 1821.

[37] El Espectador, de 11 de mayo de 1821.

[38] ROMERO ALPUENTE, Juan. La Suprema Junta Central de Conspiradores contra el Sistema Constitucional. Imprenta de Manuel Pita. Madrid, 1821; pág. 6

[39] Gaceta del Gobierno, de 18 de noviembre de 1820.

[40] CASTÓN DURÁN, F. Ambiente Político.., ob.cit.; págs. 151 y 152.

[41] El Espectador, de 24 de agosto de 1821.

[42] El Eco de Padilla, de 6 de septiembre de 1821

[43] GARCÍA, José Antonio (Impr.) Actas de las sesiones secretas de las Cortes Ordinarias y Extraordinarias de los años 1820 y 1821. Imprenta García. Madrid, 1874; págs. 252 y 253

[44] El Espectador, de 13 de septiembre de 1821. La lápida constitucional que refiere la noticia fue mandada quitar por Rodríguez Campos una vez publicada la citada Real Orden de 4 de mayo de 1814, aboliendo la labor legislativa de los doceañistas para instaurar el absolutismo, según podía leerse en el Diario Constitucional, Político y Mercantil de Barcelona, de 13 de setiembre de 1821.

[45] El Espectador, de 13 de septiembre de 1821. Una reseña más breve de estos mismos sucesos, fue recogida en el Diario Constitucional, Político y Mercantil de Barcelona, 19 de septiembre de 1821, informando sobre la declaración que se hizo en la ciudad a favor de Riego y del carácter festivo que tomaron los acontecimientos, en tanto “Los músicos militares han tocado himnos patrióticos por las calles y los paisanos reunidos los entonaban a porfía. En la plaza de la Constitución se puso un tablado para que las músicas tocasen por la noche. Ha sido general el regocijo y continuado los vivas a la Constitución y a Riego”.

[46] El relato sería publicado, entre otros, en El Imparcial, El Espectador y Diario Constitucional Político y Mercantil de Palma, el 19 de noviembre de 1821, así como en el Diario Constitucional de Barcelona, de 27 de septiembre de 1821.

[47] El accidente mereció un grabado, en el que el Capitán General de Extremadura aparecía “en actitud de haber quedado pendiente del estribo del que se desasió a corto trecho, según se vio por su comitiva, pero desde luego quedó privado de los sentidos en cuyo estado permaneció desde las 7 de la mañana hasta las 5 de la tarde en que expiró”. La estampa podía adquirirse en las madrileñas librerías de Matute y Le Brun, a 4 reales la unidad, según Gaceta de Madrid, de 19 de diciembre de 1821.

[48] Según declaraciones de Francisco Alonso de Monjardín ante varios miembros del Consistorio, esta fue a frase que oyó mientras se encontraba afeitándose en la puerta de su casa, sita en la calle San Blas número 6, cuando un oficial que conocía de vista e ignoraba su nombre, habló así a la viuda de don José Frutos que habitaba la casa contigua. DUARTE INSUA, Lino. “Extremadura en el Régimen Constitucional. Muerte de Arco-Agüero”. Revista de Estudios Extremeños. Tomo IV, nº 2. Diputación de Badajoz, 1930; pág. 213.

[49] DUARTE INSÚA, L. Muerte de Arco-Agüero…, ob.cit.; págs. 215-216.

[50] Cortes Generales. Sesión de 20 de marzo de 1822. Dicho extracto fue así mismo publicado en El Universal, de 21 de marzo de 1822.

[51] Cortes Generales, Sesión de 2 de mayo de 1822.

[52] Algunos autores sostienen que la Cruz y la estatua ubicadas en el lugar de la caída habrían sido señalados en DONET, Alejo. Mapa Civil y Militar de España y Portugal, con la nueva División en distritos. Dauty Editor. Paris, 1823.

[53] DUARTE INSÚA, Lino. “Extremadura en el Régimen Constitucional. Monumento a Arco-Agüero y Profanación de sus cenizas”. Revista de Estudios Extremeños. Tomo VI, nº 3 Diputación de Badajoz, 1932; pág. 352.

[54] Gaceta de Madrid, de 19 de julio de 1835.

[55] El Gobernador Civil contaba con el citado informe, suscrito tres días antes por Valetín Falcato, en el que se aseguraba que el material acopiado para construir el mausoleo de Arco-Agüero se encontraba depositado en el Convento de San Francisco. DUARTE INSÚA, L. Monumento a Arco-Agüero…, ob.cit; págs. 350-353.

[56] El Eco del Comercio, de 4 de octubre de 1835.

[57] LÓPEZ LÓPEZ, Teodoro A. “Santa Iglesia Catedral Metropolitana de Badajoz”. XLV Coloquios Históricos de Extremadura. Asociación Cultural Coloquios Históricos de Extremadura. Madrid, 2016; pág. 223.

[58] En este sentido, el tribunal militar encargado de instruirla llegó a solicitar informe al Ayuntamiento el 24 de agosto de 1836 sin que mediara respuesta. DUARTE INSÚA, L. Monumento a Arco-Agüero…, ob.cit; págs. 354 y 355

[59] Ibid; pág. 356.

Nov 292021
 

Ángela López Vacas

En una fecha tan significativa en este 2021 como es la conmemoración del 50º aniversario de los Coloquios Históricos de Extremadura me presento ante ustedes con un trabajo que, aun no siendo un estudio de investigación histórica propiamente dicho, pretende ser un reconocimiento y agradecimiento a todos aquellos que dedican tiempo y esfuerzo a la contribución de la Historia de Extremadura a través de estos Coloquios y, en especial aquellos historiadores de la provincia de Badajoz.

Como de buen nacido es ser agradecido, no podía sino empezar agradeciendo a D. Teodoro Agustín López y López, sacerdote y amante de la historia de la Archidiócesis de Mérida-Badajoz plasmada en sus continuos trabajos expuestos entre estos muros, los mismos que hace ya unos años abrió sus puertas para mí, su sobrina. Estoy convencida de que las mismas sensaciones, en principio contradictorias, de grandiosidad y cercanía que se experimentan cuando se atraviesa por primera vez la derruida iglesia trujillana del convento de la Coria, originalmente de San Francisco el Real, sintió él cuando en 1991 expuso su primera ponencia animado por una de las almas mater de este proyecto: D. Francisco Fernández Serrano. Ambos se conocieron en Madrid durante las sesiones de trabajo de la Mutual del Clero fraguando una verdadera y cordial amistad que tenía como nexo indisoluble el amor que uno y otro sentían por Extremadura, y que tuvo su adiós telefónico unas pocas horas antes del fallecimiento de D. Francisco en 2003. Porque me siento heredera de este gran bagaje, quisiera recordar el espíritu que nos anima a estar hoy aquí haciendo nuestras las palabras que el propio D. Francisco plasmó en 1971 como preámbulo a los Coloquios que por primera vez se celebrarían.

Hace ahora 50 años, los Coloquios Históricos de Extremadura nacieron, y hoy continúan siendo, un lugar espacioso y tranquilo donde exponer y debatir con serenidad sobre Extremadura, ya fuese mediante profundos estudios generales, ya fuese para descifrar los grandes y pequeños enigmas de nuestros pueblos. Un lugar para todos: los maestros cualificados y los discípulos desconocidos, entre los que me encuentro. Afirmaba Fernández Serrano que por su carácter histórico-religioso, por su matiz sobrio y sencillo que les ha de caracterizar, los Coloquios no vienen a interferir ni violenta ni negativamente en la vida de Trujillo. Ciertas y premonitoras fueron sus palabras tres meses antes de la primera edición de los Coloquios durante la primera semana de octubre de 1971, pero lo que no pudieron imaginar sus promotores era que sí interferiría tan positivamente en la Historia de Extremadura. Y es que hoy, un decalustro después, los Coloquios Históricos de Extremadura siguen constituyendo un referente para investigadores y lectores interesados.

Sin remontarnos en nuestra historia más remota, Extremadura aparece ya como unidad de Audiencia Territorial en 1791, así como dividida administrativamente en dos provincias a partir de 1833. Comienza una conformación territorial, administrativa y política que, no pareja a la configuración eclesiástica de las tres diócesis, culmina el 26 de febrero de 1980 con la promulgación del Estatuto de Autonomía Extremeño. Sin embargo, y a modo de dos caras de una misma moneda, esta nueva realidad política está vacía si no va acompañada de un autoreconocimiento histórico-cultural que, al mismo tiempo que diverso, aglutine nuestra esencia extremeña. Y será en esta faceta tan importante como necesaria donde los Coloquios Históricos, herederos de los Congresos de Estudios Extremeños, jueguen un papel decisivo y fundamental como punto de encuentro de nuestra historia, cultura y folclore tan variopinto como singular. Durante estos continuados 50 años, a excepción de 1982 cuando no se celebraron, los Coloquios han tenido el honor de crear Extremadura. Por ello, y sin ningún tipo de vanagloria, es de justicia reconocer la labor silenciosa pero contundente de estos encuentros históricos que han servido de ayuda para la creación de nuestra idiosincrasia autonómica materializada en los más de 1900 trabajos presentados.

La relación de trabajos documentados de la que parto se basa en el laborioso recuento que Teodoro A. López López presenta en esta edición. Para evitar despistes al lector, hay que tener en cuenta que esta relación nace de dos fuentes: los libros de actas publicados por la Asociación Cultural Coloquios Históricos de Extremadura, fuente primaria del catálogo, así como los trabajos colgados en la web oficial de los Coloquios de Extremadura. Sorprendentemente, los primeros no siempre coindicen con los segundos en cuanto que en el apartado de artículos publicados por años que se encuentra en la dirección digital aparece, hasta el año 2000, un apartado que titulado “trabajos presentados a los Coloquios” recoge aportaciones no presentes en la versión impresa. No será hasta 2001 cuando los trabajos de los libros de actas coincidan con los expuestos en internet, evitando posibles confusiones. En esta labor de recopilación encontramos otro pequeño escollo y es que, en no pocos casos, muchas de las comunicaciones que no aparecen en los libros, pero sí en la red, se limita únicamente al título de la misma, o en el mejor de los casos, viene acompañada por un resumen de pocas líneas. Teniendo en cuenta estas observaciones, se ha conseguido rastrear un total de 1951 trabajos distribuidos a lo largo de los últimos 50 años.

CUADRO 1

Gracias a estas casi 2000 publicaciones, la investigación y el debate histórico en Extremadura es una realidad. A pesar de ello, si prestamos atención al ámbito del territorio estudiado encontramos una desequilibrada distribución entre los trabajos referentes a la provincia de Cáceres y los referentes a la provincia de Badajoz. En modo global, de los 1951 trabajos presentados, 356 desarrollan aspectos históricos, arqueológicos y personajes propios de Badajoz capital o de los pueblos que conforman su provincia, constituyendo un escaso 18% del total. Aunque la presencia de investigaciones sobre la Baja Extremadura es significativamente inferior a aquella que hace referencia a la provincia de Cáceres, y en particular a Trujillo, el gráfico que se presenta a continuación no debe llevar a mal interpretaciones en cuanto que en el apartado de trabajos totales presentados están incluidos tanto los estudios generales de Extremadura como los particulares sobre Cáceres y su provincia. A pesar de ello, el peso badajocense es notoriamente menor.

CUADRO 2

Paradojas del destino, la casualidad ha querido que las puertas de los Coloquios se hayan abierto con temas referidos a la Baja Extremadura. Por un lado, comienzo del otoño de 1971 y los primeros Coloquios Históricos-Religiosos de Extremadura comienzan con la ponencia del padre jesuita F. Albarracín titulada Un extremeño universal, el Padre Santiago Morillo, S.I., precursor del ecumenismo. Esta, que fue presentada como ejemplo de trabajo para futuras ediciones como así se recoge en el primer libro de actas confirmarlo, esconde un bonito paralelismo. El jesuita Santiago Morillo Treviño (1900-1966), natural de Benquerencia de la Serena (Badajoz) es considerado el padre del ecumenismo en general y de los temas orientales en particular, hecho que le llevó a recorrer Europa, Asia y América impartiendo docencias, conferencias y participando en revistas especializadas. Su temperamento cordial y el dominio de doce lenguas le ayudaron a mantener contactos personales con diferentes grupos de cristianos. ¡Qué acertada primera presencia de la Baja Extremadura en los Coloquios donde el benquereciano Morillo, quien se abrió al mundo, nos sirve de modelo para -desde Trujillo- Cáceres y Badajoz al unísono abran Extremadura al mundo! Por otro lado, II Coloquios Históricos-Religiosos de Extremadura (1972) y de nuevo la provincia de Badajoz tendrá el honor de un nuevo comienzo a través de la primera ponencia con firma femenina: Documentos de la Colegiata de Zafra, de Teresa Jiménez Priego. Nacida en la Alcarria de Cuenca en 1932, esta Sierva de San José (Josefina) especializada en Historia-Arte y dedicada a la docencia desde 1969 abrió “desde Zafra” la senda a otras mujeres interesadas en la investigación histórica.

APORTACIÓN DE LA PROVINCIA DE BADAJOZ A LA HISTORIA DE EXTREMADURA

En líneas generales, podemos afirmar que el modo de estudio de la Baja Extremadura a lo largo de estos 50 años se ha centrado más en las particularidades locales que en el ámbito provincial y, aunque encontramos trabajos generalistas sobre  decoraciones  plateresco-renacentista en la provincia de Badajoz (García-Murga, 1980), músicos portugueses en la Baja Extremadura (Solís Rodríguez, 1988) o acerca de la estructura de la población de la colonización de las Vegas Altas del Guadiana (Guisado González, 1988), la aportación de los investigadores se ha centrado principalmente en poblaciones y aspectos concretos. Inevitablemente, las localidades y temas tratados van a venir muy determinados por la vinculación de sus autores a la tierra que le vio crecer o reside a pesar de ello, lo cierto es que en mayor o menor medida todas las comarcas de la provincia de Badajoz aparecen representadas en los Coloquios.

CUADRO 3

Como se puede apreciar en el gráfico, resaltan por su mayor presencia las comarcas de Tierra de Badajoz-Los Baldíos así como las Vegas Bajas del Guadiana, con las ciudades de Badajoz y Mérida a la cabeza. La razón principal es que ambas ciudades han gozado a lo largo de los siglos de capitalidad civil y religiosa llevando a una rica y fecunda historia. Los estudios pacenses se centran fundamentalmente en su bagaje religioso destacando las aportaciones sobre la catedral, su episcopologio, así como diversas órdenes religiosas presentes en la ciudad; la contribución emeritense viene muy marcada por la romana Emérita Augusta, seguida muy de cerca por temas religiosos que giran en torno a su episcopologio propio, así como a la universal Santa Eulalia. Aunque imposible hacer una relación de todas las localidades estudiadas, podrían destacarse entre otras Medellín, Fregenal de la Sierra, Feria, Don Benito, Montijo, Fuente del Maestre o Almendralejo.

En cuanto a la temática podemos encontrar:

  • Estudios arqueológicos: gran importancia adquiere las campañas de excavaciones y sondeos arqueológicos auspiciados por organismos oficiales como las que tuvieron lugar en Cabeza del Buey (1981 y 1984), Alange (1984, 1985 y 1986) o en Jerez de los Caballeros (1984). No son pocas las aportaciones individuales a esta materia como las pinturas rupestres esquemáticas de Arroyo de San Serván (Ortiz Macías, 1987) o más recientemente la arqueología en el río Zapatón con su poblamiento y necrópolis megalítica en Villar del Rey (Rubio Andrada, 2018). Es de merecido reconocimiento resaltar la figura de Valentín Soria Sánchez, sacerdote e historiador a partes iguales por un motivo más que fundamentado: su labor incansable en estos Coloquios desde sus comienzos en 1971 hasta el 2009 pocos años antes de su fallecimiento en 2017 a los 89 años. Desde su querida Jaraíz de la Vera, sus estudios especialmente en arqueología han sido fundamentales para el avance sobre este campo en Extremadura, resaltando sus aportaciones por toda la provincia de Badajoz y, en especial, por sus transcripciones epigráficas en la ciudad de Mérida.
  • Estudios de trasfondo religioso: el origen histórico-religioso de estos Coloquios hace que este último aspecto haya sido profusamente estudiado. Las órdenes militares de Santiago (López López, 2016) y Alcántara, la rica vida del ahora arzobispado Mérida-Badajoz o la multitud de conventos y órdenes religiosas diseminados por toda la provincia hace que la temática religiosa abunde en gran medida. Es necesario recordar que estos estudios no tienen un fin dogmático sino más bien reconocer el papel de la Iglesia en la configuración histórica de los pueblos y la cultura extremeña.
  • Estudios colombinos: Extremadura, tierra de conquistadores; Trujillo, cuna del universal Francisco Pizarro, ha conllevado a una preocupación especial hacia dicha temática en estos Coloquios a lo largo de sus 50 años de vida. La Baja Extremadura también contó con destacados descubridores de las nuevas tierras que han sido estudiados. Muy abundante es la bibliografía del metelinense Hernán Cortés especialmente en los XLIV Coloquios celebrados en 2015 dedicados a su persona y su tiempo (Mira Caballos, Pastor Villegas, López Martín, Rubio Andrada), el barcarroteño Hernando de Soto (Mira Caballos,2016), el jerezano Vasco Núñez de Balboa (Mira Caballos o Rivero Domínguez, 2013), el pacense Pedro de Alvarado (Gil Soto, 1998) o el llerenense Pedro de Cieza de León (Garraín Villa, 1988). También ha habido hueco para los desconocidos extremeños que cruzaron el océano en busca de una nueva vida (Pelegri Pedrosa, 1991; Iglesias Aunión, 1998).
  • Estudios sobre personajes ilustres: personalidades tanto mundialmente conocidas como de ámbito local de la Extremadura meridional han sido reconocidas y valoradas gracias a estos Coloquios. Imposible nombrar todos y cada uno de ellos sin embargo, entre los primeros se encuentran los pintores Luis de Morales (Solís Rodríguez, 1977) y Eugenio Hermoso (Pérez Reviriego, 1984), el político Donoso Cortés (Parrón Fernández, 1983), el santo Juan Macías (Núñez Martín, 1992) o los poetas José de Espronceda, Carolina Coronado y Felipe Trigo (Díaz Tortonda, 1980; Cotilla Vacía, 1994; Gómez Tovar, 1984) entre otros. Son muchos los nombres propios que han salido del anonimato a lo largo de estos 50 años permitiendo poner en valor la aportación histórica y cultural de personajes a quienes, por falta de oportunidad o por tener un ámbito de influencia reducido, no han sido aún reconocidos. Sólo por citar a algunos: Paulo, un ginecólogo en la Mérida visigótica (Curado García, 1998); Fernando Moro Muñoz, soldado natural de Salvaleón con actuación heroica en la batalla de la Albuera (Basanta Barro, 1979); o los poetas aún no justamente valorados Catalina Clara Ramírez de Guzmán y Álvaro María Guerrero (Carrasco García, 1979; López Vacas, 2018).
  • Estudios relacionados con el ámbito educativo: A pesar de ser un tema recurrente a lo largo de los años, el patrocinio del premio “Pedro Oliva Claver” por parte del Centro de Profesores y Recursos de Trujillo ha sido sin lugar a dudas un acicate para la profundización en esta temática. Desde el primero titulado La escuela de Cubillana (Curado Fuentes, 1993) hasta el último Centros agregados al Seminario Conciliar de San Atón: aportación a la enseñanza secundaria en Badajoz (Pérez Ortiz, 2017) encontramos estudios donde se intercalan historia, métodos y corrientes pedagógicas.
  • Ediciones conmemorativas: La dedicación de cada convocatoria de los Coloquios a un tema específico, el cual no cierra las puertas a cualquier aportación libre de temática extremeña, anima al estudio en mayor profundidad en una cuestión concreta. A lo largo de estos 50 años varias, aunque no las suficientes, han sido las convocatorias con contenidos asentados en la Baja Extremadura donde destaca el papel de los conquistadores Hernando de Soto (1989), Vasco Núñez de Balboa (2012) o Hernán Cortés (2015); el humanista Arias Montano y el pintor Francisco Zurbarán (1998); o más coetáneos en el tiempo el poeta Luis Chamizo (1994) o el sacerdote Carmelo Solís (2002).

Todos y cada uno de los trabajos presentados, independientemente de su extensión e incluso de su mayor o menor profundización investigadora, son el fruto del trabajo callado, abnegado y altruista tanto de reconocidos historiadores como de curiosos locales que tienen como único fin difundir y revalorizar nuestro rico pasado histórico. Sacerdotes, educadores, profesores de historia, cronistas oficiales de distintas localidades… configuran un grupo de personas que, año tras años, sacrifican parte de su tiempo libre para continuar con esta loable labor que comenzó hace 50 años. No pretendo realizar aquí un ranking con los mejores historiadores de la Baja Extremadura ya que todos, en la medida de nuestras posibilidades, hemos dado lo mejor de nosotros mismos, pero sí me gustaría resaltar a modo de gratitud aquellos que a pesar de las circunstancias nunca faltaron a su cita en Trujillo[1].

Teodoro A. López López, sacerdote, es natural de Fuente del Maestre (1942). Autor de una decena de libros donde destacan especialmente los Catálogos-Inventarios de los fondos de las órdenes militares de Alcántara y Santiago en Extremadura. Desde 1992 participa anualmente en los Coloquios Históricos de Extremadura contabilizándose treinta intervenciones en los cincuenta años de existencia de los mismos, aportando luz sobre la vida de la archidiócesis de Mérida-Badajoz y la rica vida religiosa de su localidad natal, Fuente del Maestre.

Esteban Mira Caballos, natural de Carmona (Sevilla). Ha publicado veintidós libros, así como más de un centenar de colaboraciones. Entre sus publicaciones recientes figura su colaboración en el Diccionario Biográfico Español y en el Vol. I de una Historia General de la Nación Dominicana. Posee un importante papel en los Coloquios Históricos de Extremadura donde participa muy activamente desde 1996 publicando dieciocho investigaciones que giran fundamentalmente en torno a la figura de los conquistadores extremeños como Hernán Cortes o los Pizarro.

Juan García-Murga Alcántara, natural de Badajoz (1953) ha publicado dos libros: La iglesia de Santa María de Guareña y Visiones de Historia y Arte en Extremadura, además de artículos en prensa y revistas especializadas. Su participación en los Coloquios Históricos de Extremadura abarca desde 1977 hasta 2003 con un total de dieciocho ponencias centradas fundamentalmente en aspectos artísticos de la Baja Extremadura.

Carmelo Solís Rodríguez, sacerdote, Azuaga (1935). Autor de numerosas publicaciones siendo uno de los primeros estudiosos de los órganos históricos extremeños. Vinculado a los orígenes de los Coloquios ha publicado un total de dieciséis ponencias basadas principalmente en temática musical y artística.

Miguel Pérez Reviriego, natural de Fregenal de la Sierra (1955). Autor de doce títulos entre investigaciones históricas y poesías, como por ejemplo Cien artistas de Extremadura o Poemas de ausencia. Su participación en los Coloquios oscila entre los años 1980-1993 con catorce ponencias centradas en la historia de su pueblo natal.

Pablo Iglesias Aunión, nacido en Badajoz (1965) reside en Montijo y es autor de cuatro obras sobre religiosidad popular, así como de la historia de Lácara o Puebla de la Calzada. Su obra en los Coloquios asciende a 14 publicaciones desde 1998 hasta 2008 yendo desde la organización eclesiástica de la provincia hasta los efectos de la primera desamortización en la comarca de Mérida.

Manuel Barragán Lancharro (Monesterio, 1981) es autor de dos libros sobre la Baja Extremadura y la República y Guerra Civil en Monesterio, además de múltiples artículos en revistas y participación en Coloquios como el Histórico de Extremadura donde participa desde 2002 hasta 2014 con un total de trece ponencias con un especial interés por su pueblo natal.

En conclusión, la importancia y relevancia de los Coloquios Históricos de Extremadura radica en ser el colofón de profundas investigaciones, así como punto de encuentro y discusión entre diferentes hipótesis. En este proceso los investigadores juegan un papel fundamental. Así pues, por su papel no siempre reconocido y por su abnegada dedicación a los “papeles viejos” es de justo reconocimiento valorar públicamente su trabajo con la siguiente relación de personas que han aportado al conocimiento de la Baja Extremadura.

Que por intercesión de D. Francisco Fernández Serrano, por quien sin él saberlo me encuentro hoy aquí, espero que estas reflexiones sirvan de acicate para futuras investigaciones que perpetúen la vida de los Coloquios Históricos de Extremadura.

Autor Título Año
Abad Pérez, Antolín Un curioso pleito sobre los diezmos en el obispado de Badajoz 1979
Albarracín, F.  S.I. Un extremeño universal, el P Santiago Morillo, S.I., precursor del ecumenismo 1971
Álvarez Sáenz de Buruaga En torno al nombre de la colonia Augusta Emérita 1979
Álvarez Cárdenas, Antonio Voluntad de hierro 1979
Andrada Aguilar, Luis Medellín y un castillo para la historia. Un pueblo entre dos mundos 1984
Arcos Franco, José María Aportaciones a la historia de la arquitectura  de la Orden de Alcántara :  Maestros  de obras en la Serena.  2002
Repercusiones del terremoto de Lisboa (1755) en la arquitectura religiosa extremeña: el caso de la comarca de la Serena 2003
Arranz Castell, Félix Belalcázar 1990
Genealogía de Hernán Cortes y otros detalles históricos poco conocidos 1991
Testamento de Hernán Cortés y los conquistadores que le acompañaron a América 1991
Arroyo Mateos Juan Francisco Breve Historia del Episcopologio y Santoral de la diócesis de Mérida 1988
Origen apostólico, santoral y episcopologio de la Diócesis de Badajoz 1989
Arroyo Silva, Emilio Doscientos y poco de apodos en el pueblo de Arroyo de San Serván 1987
Ávila Ruíz, Rosa María El retablo de la Magdalena de la catedral de Badajoz 1977
Barbero Mateos, Jesús Acoso al magisterio intelectual: el caso de Jesús Delgado Valhondo 2007
Barragán Lancharro, Antonio Manuel y Domínguez Núñez, Moisés Análisis y contextualización de las imágenes tomadas por René Brut en la ciudad de Badajoz el 7 y 18 de julio de 1936 2011
Un accidente de aviación ignorado en la Guerra Civil Española. La muerte del infante Alonso de Orleans y Sajonia en 1936 en Monesterio 2012
Barragán-Lancharro, Antonio Manuel El Doctor Arias Montano en Monesterio 2002
Huidas, pánicos, caridad, filantropía, conflictividad y sanidad municipal ante la invasión de cólera en la provincia d Badajoz en 1855. 2003
El brote de cólera en la provincia de Badajoz en 1855. Aproximación a la incidencia epidemiológica en Monesterio en los albores del siglo XX. 2004
La minería en el sur de Extremadura a principio del siglo XX. Las minas de Monasterio. 2005
Violencia sindical en la primavera del 1936 en la provincia de Badajoz. Los asaltos de fincas del 25 de marzo 2006
Jurisdicciones y administración municipal en el partido de Mérida a finales del siglo XVIII 2007
Historia de la Educación en la Baja Extremadura en el primer tercio del siglo XX: El caso de Monasterio 2008
Entre la historia oral y la historia escrita de la Guerra Civil Española. Los sucesos de «la casa de doña Marina» de Monasterio 2009
Un fenómeno singular en Extremadura del siglo XX: la creación de las cajas rurales en la provincia de Badajoz 2013
La persistencia de la legislación socio-laboral de la República en la zona franquista de retaguardia: el caso de la provincia de Badajoz 2014
Barrio Moya, José Luís La biblioteca del extremeño Don Bartolomé Pérez Durán, espagírico del Rey Felipe V (1748) 2005
Pinturas de Luís de Morales en colecciones madrileñas del siglo XVII 2001
Aportaciones   a la biografía del oliventino don Manuel Pereira de Castro, médico de Cámara de los Reyes Carlos III y Carlos IV. 2002
La carta de dote   de dona Antonia de Fuentes, una dama pacense en el Madrid de José Bonaparte (1812) 2003
 Objetos de oro y plata en la dote de la dama extremeña doña Lucía de la Flor (1805) 2004
Doña Ana María Velasco y de la Cueva X Condesa de Siruela y el inventario de sus bienes 2006
La dama extremeña doña María Dolores Sánchez de Castro, madre del escritor Mariano José de Larra y sus capitulaciones matrimoniales (1806) 2009
Libros impresos y manuscritos en la biblioteca del caballero emeritense don Pedro Gordillo y Zambrano, destacado funcionario de Fernando VI (1756) 2012
Una curiosa carta de dote del siglo XVIII. La del caballero extremeño don Manuel Bernardo Álvarez de Toledo Lobato, secretario del rey Felipe V 2013
El militar extremeño don Juan Manuel Álvarez de Faria (1737-1802), Teniente General de los Reales Ejércitos y ministro de la Guerra de Carlos IV 2014
La librería de fray Juan de Nuestra Señora, presidente del Real Hospital de Jesús Nazareno de Mérida (1783) 2018
Basanta Barro, José María Un soldado de Salvaleón en la batalla de la Albuera 1979
Basanta Reyes, Antonio El ocaso de un poeta: Luís Chamizo 1979
Becerra Noriega, Laureano Economía agraria: la guarda de los cereales 1978
Nuevos hallazgos sobre la iglesia de san Bartolomé en la villa de Feria 1980
La casa de Feria en la conquista, colonización y evangelización de América, en el siglo XVI 1984
Blázquez Cerrato, Cruces Contactos de Emérita Augusta con otras ciudades hispanas durante el siglo I 1986
Hallazgos monetarios emeritenses fuera de España 1987
Blázquez Yáñez, Diego El Avisador de Badajoz (1882-1887).  Seis años con este titulo 1999
La Real Sociedad Económica de Amigos del País, en Badajoz 2002
Desde la hemeroteca extremeña: boletín eclesiástico del obispado priorato   de San Marcos de León. Llerena. 2003
Desde la hemeroteca extremeña Diario de Badajoz (y algunas efemérides en los años 1886-90) 2005
Desde la hemeroteca extremeña 2006
Periódicos en el pueblo de Badajoz. Periódicos extremeños en el siglo XX 2007
Bravo y Bravo, Fernando El conquistador Hernán Cortés primer conquistador y colonizador español 1984
Bueno Rocha, José La cuestión del obispo Nepopis de Mérida 1972
Cabello Caja, Rafi, Calero Carretero, José Ángel, Carmona Barrero, Juan  y otros, Molina Dorado, Arturo, Ruiz Pardo, Rafael y Salguero Fernández, Antonio Tercera campaña de excavaciones en Alange (Badajoz) 1986
Cádiz Rodríguez, Julián Juan González García, un extremeño al servicio de la   evangelización en México. 2016
Calderón Berrocal, Mª Carmen Documentación Pacense 1999
 El archivo parroquial de Nuestra Señora de los Ángeles, de Cabeza la Vaca 1994
Calero Carretero, José Ángel Avance para el estudio de la necrópolis de Usagre 1980
Calero Carretero, José Angel , Fernández Díaz, Domingo  y Membrillo Moreno Luis Estación termal del «Puerto de la Nava» (Cabeza del Buey, Badajoz) . Campaña de excavar en julio-agosto  1981  1981
Calero Carretero, José Ángel, Domínguez Ojeda, Francisco Javier, Martínez García, Francisco y Molina Dorado, Arturo, El plan de sudoeste: restos paleocristianos en la ermita de la Virgen del Valle en Valverde de Burguillos (Badajoz) 1986
Calero Carretero, José Ángel, Carrasco Márquez, Celia, González Fernández, Joaquín, González Guzmán, Manuel, Salguero Fernández, Antonio, y González Carballo, Genaro El plan de sudoeste:  Excavaciones en «La Mata de San Blas» (Jerez de los Caballeros, Badajoz) 1984
Calero Carretero, José Ángel, Márquez Gabardino, Antonia, Domínguez Ojeda, Francisco Javier, Mesa García, José Antonio, Carrasco Márquez, Celia y   González Carballo, Genaro Segunda campaña de prospecciones, sondeos y excavaciones arqueológicas en Alange (julio-agosto 1985) 1985
Calero Carretero, José Ángel, Molina Dorado, Arturo, Caballero Sacristán, Antonio, Corraliza Ferrera, Juan José, Giovanetti Fernández de H, Javier A, y Balmaseda del Campo, Manuel La estación termal del Puerto de la Nava (Cabeza del Buey, Badajoz). Cuarta campaña de excavaciones (julio-agosto de 1983) 1984
Calero Carretero, José Ángel, Ortiz   Manuel I., Blasco Rodríguez, Francisco, Mesa García, José Antonio y Márquez Gabardino, Antonia Primera campaña de prospecciones y sondeos arqueológicos en Alange. Julio-agosto 1984
Cárcel Ortiz, Vicente Índice completo de los informes sobre el estado de las diócesis extremeña, que los obispos de Badajoz, Coria y Plasencia enviaron a la Santa Sede desde finales del siglo XVI hasta principio del XX 1976
Cárdenas Benítez, María del Pilar De mis raíces 1995
Los fueros de Badajoz en la carta del obispo de Mondoñedo 1997
Carrasco García, Antonio Datos genealógicos y biográficos sobre la poetisa llenerense Catalina-Clara Ramírez de Guzmán (1618-1684) 1979
Carrasco Montero, Gregorio Un santo y una poetisa: San Antonio Mª Claret y Carolina Coronada 1997
Casado Valverde, Purificación y Trigueros Muñoz, Ángel La construcción de la palabra en la poesía de Luís Chamizo. Sentido y significado 1994
La construcción de la palabra en la poesía de Luís Chamizo. Sentido y significado 1995
Poetizar el mundo. Poesía y realidad en la obra de Luís Chamizo 1994
Corcobacho Navarro, Lorenzo Los moriscos de Hornachos. 400 años de su expulsión. Pasado y presente. 2009
Cortés Cortés, Fernando En todas partes cuecen habas. Aproximación a una problemática esencial de la escuela extremeña en las décadas finales del XIX 2016
Cotilla Vaca, Marcelino Sentimiento patriótico y sustrato histórico español en los versos de Carolina Coronado 1994
Crítica histórica y regeneración de España en la poesía de Carolina Coronado 1989
Croche de Acuña, Francisco Zafra, ayer y hoy 1976
Una familia muy peculiar en Zafra del siglo XVI 1995
Cruz Mera, Mª Luisa y Curado Fuentes Alejandro Blas Estudio del retrato de Hernán Cortés, de Juan Aparicio Quintana, en Medellín 1993
Notas artísticas sobre la figura de Hernán Cortés en Medellín 1993
Curado Fuentes, Alejandro Blas La escuela de Cubillana 1993
Curado Fuentes, Daniel Aproximación histórica a la obra socio-económica del obispo Mausona 1993
Mérida: Fondos de pensiones visigodos 1998
Curado García, Blas Paulo: un ginecólogo en Mérida visigótica (la falsa cesárea) 1998
Díaz Díaz, Antonio Ventura Eduardo Lozano y Ponce de León 1980
Díaz Esteban, Fernando La estación de la última virreina de Portugal en Badajoz 1641. 2003
La limpieza de sangre y el cabildo de Badajoz en el caso del doctor Salgado 2007
La Historia de Zalamea de la Serena por Juan Tamayo de Salazar en 1634 2008
El desbautizadero de Hornachos   como símbolo del fracaso de un sincero esfuerzo misionero 2009
Díaz Tortonda, Coronada Bibliografía de escritores de Villafranca de los Barros 1980
José de Espronceda y Carolina Coronada en la biblioteca de Santa Ana de Almendralejo 1980
Díaz Tortonda, María Vicente Sánchez-Arjona: un fecundo poeta villafranqués 1981
Diéguez Luengo, Elías Un Ídolo prehistórico en Valencia  de Alcántara 1975
Domínguez Vinagre, Alfonso La frustada expansión alcantarina en el suroeste extremeño: la efímera encomienda de Salvatierra 1997
Algunas consideraciones sobre la Reconquista y Repoblación de Salvatierra 1999
Durán Castellano, Francisco Javier La encomienda templaria de Capilla (1236-1309 1997
Fernández García, Mª Jesús Cortés ante las ciudades mexicanas: La expresión lingüística de la admiración 1993
Fernández Perdigón, José Juan Aparicio Quintana su obra en Don Benito 1988
Fernández Serrano, Francisco Galo Los diarios de un cura de aldea. Un escritor desconocido de Don Benito: Eduardo Ruiz Sánchez (1915-1978) 1979
Notas para un epistolario de Hernán Cortés 1984
García Arranz, José Julio y Muñoz Mendel Manuel Una custodia de sol en el Museo Parroquial de la Iglesia de Ntra. Sra. de la Candelaria de Zafra: Análisis formal e iconográfico 1991
García Cienfuegos, Manuel La corriente educativa de Freinet en los grupos escolares «Ginés de los Ríos» y 14 de abril» durante la II República en Montijo (1933-19369 2019
Impacto de la Guerra de la Independencia en Montijo a través de las fuentes parroquiales 1998
Obras hidráulicas en la provincia de Badajoz. El proyecto del ingeniero Manuel Díaz-Mata sobre los regadíos de las Vegas Bajas y el canal de Montijo 2016
La Ilustración en el Condado de Montijo, María Francisca de Sales Portocarrero, VI Condesa, y su administrador Manuel Flores Calderón 2017
La epidemia de la gripe española (año 1918) en Montijo, Puebla de la Calzada y Lobón 2018
Música, danzas, comedias y artistas en las fiestas religiosas de la comarca de Montijo (Siglos XVI-XVIII) 2020
García Cuadrado, Nazaret Una Santa extremeña patrona de Asturias 1977
García de Yebenes Torres, Pilar Un boticario extremeño en la Cortes de Felipe V y Fernando VI. Bartolomé Pérez Durán: Boticario Mayor de S. M. (1737-1748) 1996
La jornada real a Badajoz. Bodas reales en año 1729. Nuevos datos y aspectos sanitarios. 1997
García Domínguez, Luís Miguel Cultura obrera en Extremadura: el caso de la germinal obrera de Badajoz 2002
García Muñoz, Tomás y Mira Caballos, Esteban Los Velázquez de Medellín: fundaciones y donaciones de una familia de peruleros 2013
García Sánchez, Francisco  Ermitas metelinenses 1977
Hernán Cortés y la muerte de Moctezuma 1990
Eduardo Rodríguez Gordillo, párroco de San Martín, historiador de Medellín 1976
Hernán Cortes y la Malinche 1985
Hernán cortés, hombre de fe y devoto de la Virgen 1985
García-Murga Alcántara, Juan La iglesia de Santa María de Guareña en la arquitectura extremeña del siglo XVI 1977
La Iglesia de Santiago de Don Benito 1978
Documentación sobre la presencia de Rodrigo Gil de Montañón en Extremadura 1979
Apuntes sobre decoraciones plateresco-renacentistas en la provincia de Badajoz 1980
Patios monumentales renacentistas en la provincia de Badajoz 1985
Noticias de las antigüedades romanas emeritenses a través de algunos relatos y libros de viajeros de los siglos XVI al XIX 1986
Las plazas en el ámbito urbano 1989
Otras líneas de actuación sobre el matrimonio artístico de Mérida (Badajoz)  1998
Noticias de las antigüedades Romanas Emeritenses a través de los viajeros de los siglos XVI al XIX 1999
La Iglesia de Santa María de Guareña y su entorno urbano 2001
Escultura urbana en la Ciudad de Mérida (Badajoz) 2002
Garraín Villa, Luis La comunidad judía de Llerena del siglo XV 1996
Nuevas aportaciones documentales a la vida de Francisco de Zurbarán 1998
Pedro de Cieza de León en Llerena 1988
Algunos apuntes sobre el testamento de Pedro Cieza de León 1989
Historia de un hermanamiento: Llerena y Sombrerete 1991
Nuevas aportaciones documentales a la biografía de «Francisco Zurbarán» 1997
Gil Soto, Alfonso Pedro de Alvarado y los antecedentes de la conquista de Nueva España 1998
Ginarte González, Ventura La figura del Conde de la Roca 1989
Gómez- Tovar, Luis El compromiso social de Felipe Trigo 1984
González Caballero, Juan Antonio Vida y obra del extremeño Diego Muñoz Torrero: padre de la Constitución de 1812 y mártir del liberalismo 2008
González Conejo, Casimiro Hernando M. de Soto 1989
González González, Ana María En nombre de la Vida: Aproximación a Felipe Trigo y D.H. Lawrence 2000
González González, José Manuel El turismo en la capital de la Baja Extremadura: su consideración en la prensa del siglo XX. 2007
González Lozano, Francisco y Pérez Ortiz, Guadalupe Influencia pedagógica del obispo Fernando Ramírez Vázquez (1865-1890) en el seminario conciliar de San Atón 2015
Aportación educativa del Seminario Conciliar de San Atón a la sociedad extremeña: 1860-19000 2016
Gordillo Moreno, Beatriz y Montero Fernández, Ismael Perspectiva de Jerez de los Caballeros en 1753 a través del catastro del Marqués de la Ensenada 2007
Guarín Betts, Patricio Ocaso inmortal de un coloso: Fr. Ángel Manrique, obispo de Badajoz 1971
Los obispos cistercienses de Badajoz 1972
Un obispo benedictino de Badajoz 1974
Remembranza del Obispo Ribera 1980
Guisado González, Pedro La estructura de población de la colonización de las Vegas Altas del Guadiana 1988
Gutiérrez Macías, Valeriano Los pasaroniegos y su rico folklórico 1991
Tras las huellas del heroico militar Asensio Vega (1866-1905) 1980
El comandante Barado y su obra histórico-literaria 1981
Pedro Cieza de León, extremeño, conquistador, etnógrafo y gran cronista de Perú 1992
Luís Chamizo Trigueros (1894-1945) 1994
Julio Cienfuegos Linares (1920-1996) 1996
Hidalgo Hidalgo, María Teresa Manuela Gallardo Gómez. Reflexión y acción pedagógica de una mujer extremeña a mediados del siglo XX 2016
Hidalgo Mateos, Antonio Caridad y asistencia en el Antiguo Régimen, las ordenanzas generales del Real Hospicio, Casa de Expósitos, huérfanos y acogidos de la ciudad de Badajoz 2000
Iglesias Aunión, Pablo Emigración a Indias en el partido judicial de Llerena durante el siglo XVI 1998
El Franciscanismo en la Baja Extremadura: Impacto del conventual de Loriana. Siglos XVI al XVIII 1999
Un conflicto comunal entre la ciudad de Mérida y su comarca:   la villa de Montijo siglos XVI-XX 2000
La devoción mariana entre los siglos XIV al XVII en la Baja Extremadura. Fuentes historiográficas para la comprensión de la comprensión de la religiosidad y piedad popular 2003
La política económica de los Reyes Católicos en la Orden Militar de Santiago. La Mesa Maestral en la Encomienda de Mérida:1494-1556. 2004
Asistencia, caridad y pobreza en la Baja Extremadura. Los Hospitales de Pobres en la villa de Montijo y sus expresiones artísticas:   siglos XV-XX. 2005
Organización eclesiástica e Historia de la Iglesia en la Baja Extremadura. Siglos XIII a XVI. 2006
Una didáctica artística al servicio de la evangelización. La pintura tardo-gótica en las encomiendas emeritenses santiaguistas: 1474-1556 2007
Navajas contra navajas: Historiografía sobre la Guerra de la Independencia desde la baja Extremadura: 1808-1814 2008
El fenómeno social morisco en la Baja Extremadura a través del estudio de los libros de visita de la orden Militar de Santiago (1498-1660) 2009
Enseñanza e institución pública en la Extremadura del Antiguo Régimen. Concejo e iglesia en la educación para la Baja Extremadura (1585-1791) 2012
Estructura y propiedad de la tierra en la primera mitad del siglo XIX. Los efectos de la primera Desamortización liberal en la comarca emeritense 2014
Jerez Linde, José Manuel Repertorio bibliográfico de la Villa romana de la Dehesa de «Torre Águila» (Barbaño, Badajoz) 2016
Jiménez Priego, Teresa Documentos de la Colegiata de Zafra 1972
López López, Teodoro Agustín Los territorios priorales de las órdenes militares en la Baja Extremadura 2000
Bosquejo histórico sobre el monasterio concepcionista de Fuente del Maestre en la época moderna, 1618-1835 1991
Fuente del Maestre: Su proyección en América 1992
En el cuarto centenario.  Bosquejo histórico-artístico de la Iglesia Mayor de Fuente del Maestre 1993
La archidiócesis de Mérida-Badajoz, ensambladura de sedes episcopales y diócesis priorales 1994
Páginas inéditas del martirologio pacense 1995
Los «propios» de los santos en Archidiócesis de Mérida-Badajoz 1996
San Atón, monje, obispo y patrono secular 1997
Las parroquias pacenses del plan Badajoz 1998
Los Obispos de Badajoz: Catálogos y Consagraciones 1999
Priorologios de la Ordenes Militares de Santiago y Alcántara en Extremadura 2001
La Iglesia mozárabe del Badajoz Islámico 2001
Las Parroquias placentinas del Plan Badajoz 2002
San Atón en Badajoz: ¿Leyenda? ¿Historia? 2003
Aspectos biográficos de los sacerdotes mártires del siglo XX en Badajoz 2004
Los Patronos de Cádiz, Mérida y Arroyo de San Serán 2005
Dos celebraciones notables de la Archidiócesis de Mérida – Badajoz 2006
Una institución centenaria: El cabildo catedral 2007
Cuerpo auxiliar al servicio de la catedral de Badajoz (1261-1987) 2009
El obispo de Badajoz Juan de Ribera (1562-1568) 2011
La catedral de Badajoz en la Guerra de la Independencia 2012
La Provincia Eclesiástica de Mérida-Badajoz 2013
Guía del Archivo de la catedral de Badajoz 2014
Aproximación documental a la historia del Archivo Diocesano de Mérida-Badajoz 2015
Santa Iglesia Catedral Metropolitana de Badajoz 2016
La Orden de Santiago y su provincia de León en Extremadura. Guía documental 2017
Semana Santa de Badajoz en el siglo XVII y XVIII 2018
La historia en los archivos eclesiásticos de Badajoz: Nueva andadura 2019
El Archivo musical de la catedral de Badajoz 2020
López Martín, Ismael José Cadalso y el proceso de la reinterpretación neoclásica de Hernán Cortés como héroe nacional y personaje literario 2015
López Vacas, Ángela La labor social de las cofradías durante el Antiguo Régimen en Fuente del Maestre 2014
Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad en la Alta y Baja Extremadura.  Estudio de sus ordenanzas en Fuente del Maestre (Badajoz) y su comparación con las ordenanzas de Trujillo (Cáceres) 2015
Las modernas corrientes pedagógicas en el comienzo de la educación contemporánea en Fuente del Maestre 2016
Cofradías la Orden de Santiago en Extremadura 2017
Jurista, historiador y siempre poeta: D. Álvaro María Guerrero 2018
Lozano Mateos, Jesús Fuente del Maestre en la Historia. Apuntes biográficos de fontaneses ilustres   1977
Maldonado Escribano, José Cortijos y casas de campo en la Real Dehesa del Bercial. (Monterrubio de la Serena, Badajoz) 2003
Vivir en el campo extremeño., La casona de los Valverde (Villanueva de la Serena). 2004
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[1] Los datos bibliográficos han sido extraídos de la página web oficial de la Biblioteca Nacional de España (BNE).

Nov 292021
 

Sonia López Ortiz

Graduada en Información y Documentación

e-mail: slopezor@alumnos.unex.es

 

RESUMEN

Los Archivos Eclesiásticos destacan por la riqueza de sus fondos y su importancia en la conservación de la documentación. A través del siguiente artículo, se analizan las series documentales conservadas en los Archivos Eclesiásticos de Mérida – Badajoz, tomando como única variable el estudio de los matrimonios efectuados en las localidades pertenecientes al Obispado de Badajoz, antes de la firma de la Bula Quo Gravius y la desaparición de los Prioratos (1800 – 1872). Se pretende, además, realizar una distinción entre los diferentes tipos de matrimonios oficiados, por afinidad y consanguinidad; así como analizar su grado de visibilidad en las localidades pertenecientes.

 1. Introducción

A través del siguiente estudio, se pretende analizar un importante fondo documental que se conserva en los Archivos Eclesiásticos de Mérida – Badajoz, situado en la provincia de Badajoz.

Para ello, se ha realizado un examen de la institución responsable de conservar la documentación pertinente, con el objetivo de mostrar su importancia, tanto en la historia de la provincia, como en la sociedad de hoy en día. Gracias a las diócesis y la regulación llevada a cabo por la Iglesia para conservar todo aquello que el párroco genera, nos encontramos ante un organismo de real importancia, dado que otorga a los investigadores el acceso a una gran variedad de documentación, que permite realizar múltiples estudios de distinto carácter, pudiendo ser demográficos, sociológicos o de cualquier otra índole.

Como consecuencia, se ha podido demostrar la notoriedad que presentan los archivos eclesiásticos, pues, en el caso de la Diócesis de Badajoz, albergan la documentación de más de cinco siglos de historia, con un fondo de reconocido prestigio. No obstante, son escasos los trabajos existentes sobre dicha institución, resultando ser un inconveniente a la hora de contextualizar y conocer su historia. Sin embargo, no nos ha sido imposible, pues los estudios previos publicados por varios autores han permitido realizar este trabajo demostrando, a su vez, el amplio número de investigaciones que se pueden llevar a cabo.

Por ello, una de las principales causas que nos ha impulsado a la hora de dar comienzo a este estudio es poner de manifiesto la relevancia de este archivo y el interés que resulta de sus investigaciones, pues este estudio se centra en los matrimonios efectuados en gran parte del siglo XIX, en las localidades que pertenecían al Obispado de Badajoz antes de la “Bula “Quo Gravius”, emanada en 1873 por el Papa Pío IX, suprimiendo los Prioratos de las Órdenes Militares de Santiago (Llerena) y de Alcántara (Magacela y Zalamea de la Serena)”[1], cuyos fondos se trasladarían a la diócesis, aumentando aún más la documentación conservada y los territorios que procuran información de cuantiosa valía.

Por todo ello, uno de los objetivos que nos concierne en el presente estudio es conocer el número de matrimonios producidos en setenta y tres años (desde 1800 a 1872) en las localidades que pertenecían al Obispado de Badajoz antes de la firma de la Bula (1873). Con la aprobación del Concilio de Trento (1545 – 1563), la Iglesia tomaría el control de los enlaces matrimoniales, siendo considerada la creadora del “matrimonio legal”[2] imponiendo una serie de normas para que fuera considerado válido y no conseguir la nulidad matrimonial. Asimismo, se analiza uno de los temas más discutidos por la Iglesia, la unión de los cónyuges por consanguinidad, considerada una efectiva herramienta, muy utilizada por los familiares para asegurar alianzas provechosas y permitir que se mantenga la herencia en la misma rama familiar.

Por consiguiente, el principal objetivo de dicha investigación es conocer el número de matrimonios efectuados en ese espacio temporal, hacer una distinción entre afinidad y consanguinidad; y analizar de estos últimos las regulaciones, causas y los grados más frecuentes en los que se llevaban a cabo este tipo de enlaces.

Con respecto a la metodología, se han llevado a cabo tres tipos de procesos:

Primero, se ha realizado una metodología documental donde se ha identificado la documentación pertinente. La selección de esos setenta y tres años en concreto ha sido con el objetivo de analizar los matrimonios efectuados antes de la Bula, con la intención de conocer su número antes de la desaparición de los Prioratos. Seguidamente, hemos realizado una revisión de los expedientes matrimoniales conservados en la Diócesis de Badajoz, señalando cuántos son por consanguinidad y cuántos por afinidad de año en año; así como el grado de consanguinidad que se trata y el motivo por el cual se ha elegido este tipo de matrimonio para obtener unas determinadas conclusiones.

En segundo lugar, tras la revisión y obtención de los datos, se ha realizado una metodología histórica, a través de la lectura de múltiples investigaciones sobre los “Archivos Eclesiásticos de Mérida – Badajoz”, “los matrimonios en el siglo XIX” y la “consanguinidad” como vía de unión. Este proceso se ha llevado a cabo con el objetivo de situar y conocer en profundidad el contexto en el que se enmarca esta investigación, completándolo con las conclusiones obtenidas en el primer método.

Y, simultáneamente, se han utilizado las tecnologías de la información y la comunicación para la obtención de los datos a través de diversas bases de datos.

Para el estudio de la cuestión, hemos identificado dos bloques fundamentales en los que se basa esta investigación. Por un lado, tenemos los Archivos Eclesiásticos, por ser el encargado de conservar la documentación que ha provocado la creación de este estudio; y, por otro, los matrimonios y la consanguinidad, por ser el tema principal de esta investigación.

 

2.     Archivos Eclesiásticos de Mérida – Badajoz

Los Archivos Diocesanos, desde su creación, cuentan con un gran valor histórico, por ser los encargados de custodiar toda la documentación eclesiástica que se ha ido generando durante el transcurso de los siglos, conteniendo en su interior una gran riqueza documental.

Con respecto a los Archivos Eclesiásticos de Mérida – Badajoz, tenemos en Extremadura un importante fondo documental compuesto por “aproximadamente 900 cajas, 6000 legajos, decenas de pergaminos y libros indispensables para las investigaciones eclesiásticas, desde el siglo XIII hasta nuestros días,”[3] permitiendo conocer en profundidad las formas de vida y costumbres de los habitantes de la época. Y que ha servido notablemente para la creación de este trabajo.

Sin embargo, a pesar de la historia documental conservada en sus fondos, pocas son las investigaciones que versan sobre dicha institución, suponiendo un gran inconveniente a la hora de realizar este estudio.  No obstante, la escasa documentación ha resultado de gran utilidad a la hora de contextualizar y conocer la historia de la diócesis, pues ha servido para conocer el verdadero significado de los archivos diocesanos[4], noción importante para empezar a desarrollar la temática de este trabajo, así como el origen y desarrollo de la diócesis de Badajoz[5]. Para este apartado, tal como afirman los autores del artículo, existe una gran dificultad para expresar el origen del archivo con total detalle, pues se desconocen los motivos de su creación, su desarrollo, la procedencia de los fondos y otras cuestiones relevantes[6]. Sin embargo, gracias a varias investigaciones, se puede confirmar que su nacimiento se produce tras la “reestructuración del Obispado, hacia el 1255, de la mano del primer obispo de la ciudad fray Pedro Pérez (1255 – 1264)”[7], la procedencia de la documentación custodiada[8], exponiendo los diferentes lugares de los que se tienen información, así como su transcurso por la historia, destacando los acontecimientos más relevantes que influyeron en la creación de la diócesis[9], considerada hoy en día como una de las más importantes de Extremadura.

 

3.     Matrimonios en el siglo XIX y la consanguinidad

Tras conocer la historia de la entidad que nos ha facilitado la información para poder llevar a cabo la investigación, nos centraremos en el “quid de la cuestión” que son los matrimonios producidos en el siglo XIX y la consanguinidad como medio para llevar a cabo enlaces familiares provechosos. Para ello, se ha realizado una lectura exhaustiva de varias publicaciones y monografías que versan sobre dicho tema.

Al tratarse de un asunto de la Iglesia y ser la consanguinidad una problemática para ella[10], se ha tenido que conocer los diferentes impedimentos[11] que impusieron el Concilio de Trento para llevar a cabo esta práctica con control[12]. Para ello, la Iglesia utilizaría como herramienta las dispensas matrimoniales según las cuales, a cambio de una tarifa[13], los esponsales podían unirse en sagrado matrimonio, aunque fueran unidos por la misma sangre. Sin embargo, existía la computación de grados[14], por la que solamente se consideraba legal hasta el cuarto grado de consanguinidad, tal como lo veremos durante el desarrollo del estudio.

En conclusión, a pesar de la escasa bibliografía de la que disponemos, no ha resultado un inconveniente para poder desarrollar la historia y fundamentos de este trabajo, permitiendo detallar una parte imprescindible de la historia de nuestros antepasados.

 

4.     Contexto

Una vez expuesto el tema a tratar, nos centraremos a partir de este momento en contextualizar los temas relevantes de este estudio, con el fin de dar a conocer la materia esencial de esta investigación:

 

4.1.           Aproximación histórica de los Archivos Eclesiásticos de Mérida – Badajoz

Los archivos diocesanos o episcopales son aquellos encargados de custodiar la documentación producida por el obispo en el ejercicio de sus funciones. Son importantes en la sociedad, ya que están destinados a conservar y salvaguardar la memoria histórica de la provincia, permitiéndonos conocer hoy en día los usos y las costumbres de más de cinco siglos de historia.

Su origen se remonta al siglo XVI, cuando el monarca Felipe II, por medio de la Real Provisión de 12 de julio de 1563, manda cumplir las cláusulas acordadas en el Concilio de Trento (1545 – 1563), obligando a los obispos residir en las diócesis asignadas[15]. Hasta ese momento, la documentación se conservaba junto al fondo catedralicio, debido a la inexistencia de las diócesis y la pertenencia del obispo al cabildo[16].

Con respecto al Archivo Diocesano de Mérida – Badajoz su historia es bastante difusa, pues carece de información que confirmen su origen y desarrollo hasta su total establecimiento. Sin embargo, gracias a varias investigaciones, se puede afirmar que su creación se remonta tras la reestructuración del obispado pacense en el año 1255, de la mano de fray Pedro Pérez (1255 – 1264), primer obispo de la diócesis; como consecuencia de las imposiciones del Trento.

No obstante, los acontecimientos históricos sucedidos a lo largo de la historia de España influirían notablemente en el archivo, provocando varios traslados y deterioros. Un hecho notable fue con la Revolución Francesa (siglo XIX), cuando la ciudad de Badajoz fue tomada por los franceses, el archivo no salió indemne y sufrió graves consecuencias, ya que fue asaltado, provocando grandes pérdidas documentales de suma importancia para la diócesis.

Posteriormente, con la Guerra Civil española (1936 – 1939), el archivo no fue asaltado ni se produjeron pérdidas documentales importantes, pues el mayor deterioro que sufrieron los documentos fue por el caos que se produjo al intentar salvaguardar la documentación de posibles hurtos o daños.

En la segunda mitad del siglo XX (1965 – 1990) el archivo sufrió cuatro traslados con la intención de buscar una ubicación definitiva. Incluso formaría parte del depósito de la catedral hasta que se trasladaron a la Casa del Cordón (1995) en la calle Obispo San Juan de Ribera, custodiando en el sótano de la vivienda los depósitos documentales.

Finalmente, en el año 2006, con el nombramiento como arzobispo a don Santiago García Aracil, se produjeron cambios positivos en la diócesis, ya que gracias a su interés por salvaguardar el patrimonio y ponerlo a disposición de los usuarios, se unificaron los fondos catedralicios y diocesanos en una única instalación, creando así los “Archivos eclesiásticos de Mérida – Badajoz”, inaugurado el 13 de septiembre de 2007, coincidiendo con el XXIII Congreso Nacional de Archiveros de la Iglesia en España, celebrados en tierras extremeñas. Todos estos acontecimientos dieron lugar al archivo tal y como lo conocemos hoy en día, siendo responsable de custodiar en su interior una gran riqueza documental, permitiendo a los ciudadanos realizar cientos de investigaciones de gran importancia.

Una vez recorrida brevemente su historia, nos vamos a centrar en sus fondos, y es que la documentación sobre conventualidad extremeña que se conserva se presenta en una única unidad de instalación: el legajo. La distribución geográfica ha influido notablemente en la distribución de la documentación, pues 34 legajos proceden del archivo del Obispado de Badajoz (parte en la que nos centraremos en este trabajo) y los 112 legajos restantes se conservan en el archivo del “Priorato de San Marcos de León”, custodiando la documentación de las localidades que pertenecían al Priorato que lleva su nombre, cuya sede se encontraba en Llerena. También contamos con documentación que se conservaba en el Priorato de Magacela.

Estas jurisdicciones se mantuvieron hasta 1873, fecha en la que el Papa Pío IX firma la Bula “Quo Gravius”, provocando la desaparición de los Prioratos[17]. Además, cabe destacar que “se conservan 145 agrupaciones documentales sobre conventos, distribuidas entre 85 entidades adscritas a 7 órdenes religiosas”[18].

En definitiva, los Archivos Eclesiásticos de Mérida – Badajoz, es considerado uno de los archivos episcopales más importantes de la comunidad extremeña, siendo de gran utilidad para los investigadores y civiles por la conservación de gran parte de la historia pacense desde el siglo XVI hasta nuestros días.

 

4.2.           Matrimonios en el siglo XIX y consanguinidad.

Los enlaces matrimoniales son considerados uno de los contratos más antiguos, respetuosos y sagrados que existen, tanto en el ámbito sacramental como en el civil, convirtiéndose en una útil herramienta para el control de la población. Por consiguiente, la Iglesia tuvo que imponer una serie de condiciones para poder llevar a cabo esta práctica con regulación. Esto se conseguiría con el Concilio de Trento (1545-1563), el cual se considera el inventor del “matrimonio legal”[19], ya que su principal objetivo era eliminar los matrimonios clandestinos.

Para ello, Trento impuso la obligación de establecer una serie de pautas para que el matrimonio fuera válido y así no conseguir la nulidad matrimonial. Los enlaces debían constar con una dispensa, donde debía incluir las declaraciones de los contrayentes y una serie de testigos (entre 2 y 3 testigos normalmente), afirmando que el matrimonio era realizado de mutuo acuerdo; así como el consentimiento paterno de la pareja. No obstante, el requisito más importante era realizar esta práctica ante la presencia de un párroco.

Sin embargo, una de las cuestiones más discutidas por la Iglesia es la consanguinidad entre contrayentes. Ya en la Biblia, consideraban este tipo de unión antinatural, común entre personas bárbaras y poco civilizadas[20], pues lo que intentaban evitar a toda costa era el incesto, considerando que: “para unirse de la misma carne había que ser de diferente sangre”[21].Consideraban antinatural  la  unión  entre  dos  parientes, no  obstante, era una práctica bastante común debido a los intereses económicos y demográficos que existían, por eso, en la Europa medieval, establecieron una serie de prohibiciones que alcanzaban hasta el séptimo grado de consanguinidad, con el fin de evitar el incesto y que no hubiera un contacto tan directo entre los contrayentes. Sin embargo, con el Concilio de Letrán (1215) desaparecieron los tres últimos grados, ya que resultaba casi imposible controlar sobre los siete grados de consanguinidad, así como la limitación que existía a la hora de encontrar cónyuge, sobre todo en localidades de pocos habitantes.

El Concilio de Trento reafirmó la computación de grados establecida por el Concilio de Letrán e impuso una serie de impedimentos con el fin de que este tipo de enlaces se ejecutara con un mínimo de control. El derecho canónico distinguió dos tipos de impedimentos: impedimentos dirimentes, que provocaban la nulidad matrimonial; y los impedimentos prohibitivos, sancionados con simples faltas, como rezar el Rosario durante nueve días o trasladarse a otra vivienda (en el caso de que los contrayentes ya vivieran juntos) hasta que se efectuase el matrimonio ante el párroco.

Con respecto a la consanguinidad, Trento implantó los siguientes impedimentos:

  1. Impedimento de cognación o parentesco: Puede ser de tres formas: la primera, es la cognación carnal (o consanguinidad) que consideraba permitido hasta el cuarto grado. La segunda, es la cognación espiritual o padrinazgo, procedente del vínculo espiritual establecido en el bautismo. Y la tercera y última, es la cognación legal, procedente de la adopción.
  2. El impedimento de afinidad o alianza: Según la legislación canónica, la afinidad es “la relación de parentesco que existe entre el cónyuge y los consanguíneos del otro cónyuge[22]. Se trata de las alianzas entre cuñados.
  3. El impedimento por parentesco: El objetivo fundamental de este impedimento era evitar el incesto entre parientes.
  4. El impedimento de consanguinidad: La Iglesia utilizaba la computación de grados germánica para regular esta actividad, la cual cuenta el número de generaciones que intervienen entre dos personas de la misma familia, siendo el primer grado los hermanos, el segundo los primos hermanos, el tercero los primos segundos y el cuarto a los primos terceros.[23]

 

4.3.           Expedientes matrimoniales

Al tratarse del medio para la obtención de datos que nos ha permitido la creación de este trabajo, no cabe duda destacar la necesidad de establecer un capítulo dedicado a los “Expedientes matrimoniales”.

Como consecuencia de las imposiciones propuestas en el Trento (1545 – 1563), surgió la necesidad de la creación de una herramienta capaz de regular las prácticas matrimoniales. Se trata de los expedientes matrimoniales, creados por el obispo en funciones y siendo un requisito esencial para llevar a cabo los enlaces, provocando un gran fondo documental que se sigue conservando hoy en día y que ha permitido realizar múltiples investigaciones.

Las dispensas matrimoniales estaban formadas por una serie de elementos necesarios para cumplimentar el acto de manera legal. Entre ellos se incluían el árbol genealógico de los contrayentes, con el fin de estimar el parentesco entre dos personas, pero sólo para matrimonios entre parientes, pues en los enlaces entre afines bastaba con poner los nombres de los esponsales y la fecha; las declaraciones de los contrayentes, así como de una serie de testigos, confirmando que el matrimonio era realizado de mutuo acuerdo, lo que resultaba esencial para llevar a cabo la unión.

Además, estas dispensas matrimoniales se realizaban a cambio de una tarifa. Existían tasas diferentes para pobres, por título de familia honesta, noble o ilustre, siendo de mayor o menor precio, dependiendo del grado y el impedimento que se tratara. Por ejemplo, las dispensas más caras eran para los “nobles, de primer grado de afinidad y segundo de consanguinidad[24]

En definitiva, para la obtención de los datos que ha permitido la realización de este trabajo, hemos tenido que recurrir a las dispensas matrimoniales dispuestas en el Archivo Diocesano de Mérida – Badajoz, mediante la visualización de los árboles genealógicos, así como de los motivos para llevar a cabo los enlaces.

 

5.      Análisis y resultados

A lo largo de esta investigación, hemos contextualizado la historia de la institución conservadora de la documentación que nos ha permitido obtener las herramientas necesarias para poder desarrollar con éxito la finalidad de este estudio: analizar los matrimonios producidos en el siglo XIX en el Obispado de Badajoz antes de la firma de la bula. Para ello, se han analizado los datos desde cuatro puntos de vista: cronológico, topográfico, por grados de consanguinidad e histórico.

 

5.1.           Cronológico

Con respecto al análisis cronológico, la documentación estudiada se distribuye en la primera mitad del siglo XIX (1800 – 1872), dado que su intención es analizar los enlaces producidos antes de la desaparición de los Prioratos en 1873, en las localidades que pertenecían al Obispado de Badajoz.

Cuadro 1. Análisis Cronológico de los matrimonios (Fuente: Elaboración Propia)

 

Como podemos observar, los matrimonios producidos entre afines son altamente significativos, siendo la segunda década la más notable (superando los 2500 matrimonios) seguidos de la quinta década, consiguiendo mantenerse hasta el final del período. No obstante, se aprecia un descenso en la cuarta década, el cual no perdura demasiado, pues empiezan a proliferar a partir de la quinta década.

Con respecto a los matrimonios consanguíneos, su desarrollo es más estable, pues, coincidiendo con los matrimonios afines, se puede apreciar un notable ascenso en la segunda década. Al igual que el anterior, observamos un exiguo descenso que aumenta pausadamente durante la quinta década. Observemos con más detalle el número de matrimonios a través de la siguiente tabla:

 

Franja Total matrimonios Afinidad Consanguinidad
1800 – 1810 629 474 155
1811 – 1820 3232 2560 672
1821 – 1830 2872 2370 502
1831 – 1840 2469 2019 450
1841 – 1850 3032 2405 627
1851 – 1860 3099 2476 623
1861 – 1872 3354 2550 804
TOTAL 18687 14854 3833

Tabla 1. Número de matrimonios producidos (Fuente: elaboración propia)

 

Como podemos apreciar, el número de matrimonios a principios del siglo XIX es verdaderamente escaso. No obstante, la documentación comienza a ascender paulatinamente pues “en el siglo XIX, la consolidación del archivo es definitiva y la mejor prueba de ello la muestran sus documentos[25]. Entre 1831 – 1840, el número de matrimonios, en ambos tipos, desciende. A pesar de ello, su disminución no es perdurable, pues a partir de 1841 los matrimonios vuelven a elevarse.

 

5.2.           Topográfico

En este apartado, procederemos al análisis de las localidades que pertenecían al Obispado de Badajoz antes de la bula, indicando a través de formas simbólicas las localidades en las que predominaban los matrimonios afines y consanguíneos.  Para ello, vamos a establecer una simbología específica para cada tipo con el fin de apreciar con claridad los resultados:

 

Matrimonios por consanguinidad…..rojo

Matrimonios por afinidad……azul

Cuadro 2. Mapa del Obispado de Badajoz antes de 1873 (Fuente: Daniel Álvarez Martínez)

 

Como podemos observar, los matrimonios entre afines sobresalen en número pues sólo existen nueve localidades en las que priman los matrimonios consanguíneos (Alconera (65), Atalaya (17), Higuera la Real (320), Puebla de la Calzada (54), Salvaleón (195), Salvatierra de los Barros (182), Valencia del Ventoso (195), Valle de Matamoros (86) y Valle de Santa Ana (121)). Sin embargo, en el caso de Atalaya, tiene el mismo número de matrimonios por afinidad y consanguinidad, y como tal, se han señalado en el mapa los dos tipos.

Asimismo, dentro de los matrimonios por afinidad, el que prevalece sobre el resto es Badajoz (6556), siguiéndole Olivenza (883) y Zafra (745). Esto es debido al mayor número de habitantes que existe en la zona. A mayor número de población, menor es la posibilidad de realizar enlaces entre parientes.

Por consiguiente, la localidad con mayor número de matrimonios consanguíneos es Higuera la Real (320), continuando Valencia del Ventoso (195) y Salvatierra de los Barros (183). Como podemos observar en el mapa, son localidades de reducido tamaño, coincidiendo con lo expuesto anteriormente.

 

5.3.           Por grados de consanguinidad

Con el Concilio de Trento, los enlaces matrimoniales por consanguinidad fueron regulados con la computación de grados germánica, estableciendo una serie de impedimentos con el fin de que este tipo de enlaces se realizaran con un mínimo de control. A través de la siguiente tabla, podemos observar los grados más frecuentados en el siglo XIX:

Cuadro 3. Grados de Consanguinidad (Fuente: Elaboración propia)

 

Como se aprecia en la gráfica, existe un elevado predominio en el cuarto grado de consanguinidad, seguido del tercer grado, tercer grado con cuarto grado y segundo grado. Al contrario del resto, que presentan un escaso volumen. La elección de los grados va a depender de las diferentes tasas e impedimentos, así como la condición social de los contrayentes, las declaraciones de los testigos y el motivo impulsado para llevar a cabo este tipo de enlaces.

 

5.4.           Análisis histórico

Los Archivos Eclesiásticos de Mérida – Badajoz conservan en su interior un gran fondo documental de reconocido prestigio, con una documentación muy variada, permitiendo realizar múltiples investigaciones de temáticas muy diversas, resultando interesante no sólo a los investigadores, sino también a los civiles que desean conocer más de cinco siglos de historia de la provincia.

En este estudio, nos hemos centrado en una pequeña parte del gran fondo conservado dentro del archivo, con el fin de analizar uno de los actos más antiguos y discutidos en la historia de la humanidad: el matrimonio. Con la imposición del Trento en establecer al Obispo la obligación de conservar la evidencia de todo lo que se realizaba, el archivo diocesano conserva en su interior una interesante prueba de las costumbres y formas de vida del siglo XIX. Dentro de los matrimonios, se ha dividido su estudio en dos grupos: afinidad y consanguinidad, con el fin de observar la práctica más destacada de la época, destacando la localidad, el año y el grado más frecuente.

A continuación, nos centraremos para concluir en las principales causas que acontecía la realización de los matrimonios consanguíneos. Tras las múltiples lecturas, su causa más destacada era el interés de mantener la herencia en la misma rama familiar. Por consiguiente, los progenitores de ambas partes acordaban la unión de sus descendientes por beneficios principalmente económicos. Asimismo, el coste de las dispensas matrimoniales influía considerablemente, pues dependiendo del grado, su tasa era mayor, siendo la de cuarto grado aquella del menor precio y ascendiendo su tarifa simultáneamente a los grados, en orden descendente. Posteriormente, se presentaba los impedimentos por los que se quería pedir una dispensa matrimonial, así como la condición social de los contrayentes y los testimonios de los testigos manifestando la existencia de cópula previa al matrimonio, pues todo condicionaba el coste de la dispensa[26]

 

6.      Conclusiones

Tras la realización de este artículo, hemos obtenido las siguientes conclusiones:

  • A pesar de ser una útil herramienta para la obtención de beneficios económicos, escasos son los matrimonios consanguíneos que se producen en las localidades estudiadas. Esto se debe esencialmente al número de habitantes existentes en la localidad, pues en aquellas que cuentan con un mayor número de habitantes, mayor es la posibilidad de que los matrimonios que se produzcan sean por afinidad.
  • El tamaño de las localidades influye notablemente en la elección del tipo de matrimonio. Aquellas de mayor tamaño, cuentan con el predominio de los matrimonios afines, por el contrario, como apreciamos en el mapa, las localidades de menor tamaño son las que han obtenido un mayor número de enlaces consanguíneos. A menor tamaño, menos habitantes, por lo que existen menos posibilidades de contraer matrimonio fuera de los lazos familiares.
  • Otro aspecto importante es la cercanía de las localidades. La preponderancia de matrimonios afines y por consanguinidad se ve influenciada por un aumento de la distancia entre las localidades, para los primeros, y una menor separación de las mismas para los segundos.
  • Respecto a la computación de grados y su establecimiento de tasas, el cuarto grado es el más elegido entre los contrayentes consanguíneos debido a ser el menos costoso. Al contrario de los primeros grados, contando con una tarifa más alta y, por consiguiente, obteniendo un menor número de enlaces.

 

7.      Fuentes y bibliografía

Fondos parroquiales de Alburquerque

Fondos parroquiales de Alconchel

Fondos parroquiales de Alconera

Fondos parroquiales de Almendral

Fondos parroquiales de Atalaya

Fondos parroquiales de Badajoz

Fondos parroquiales de Barcarrota

Fondos parroquiales de Bodonal de la Sierra

Fondos parroquiales de Burguillos

Fondos parroquiales de Codosera

Fondos parroquiales de Corte de Peleas

Fondos parroquiales de Cheles

Fondos parroquiales de Feria

Fondos parroquiales de Fregenal de la Sierra

Fondos parroquiales de Higuera de Vargas

Fondos parroquiales de Higuera la Real

Fondos parroquiales de Jerez de los Caballeros

Fondos parroquiales de La Albuera

Fondos parroquiales de La Lapa

Fondos parroquiales de La Morera

Fondos parroquiales de Nogales

Fondos parroquiales de Oliva de la Frontera

Fondos parroquiales de Olivenza

Fondos parroquiales de La Parra

Fondos parroquiales de Puebla del Maestre

Fondos parroquiales de La Roca de la Sierra

Fondos parroquiales de Salvaleón

Fondos parroquiales de Salvatierra de los Barros

Fondos parroquiales de San Benito de la Contienda

Fondos parroquiales de San Jorge de Alor

Fondos parroquiales de Santa Marta

Fondos parroquiales de Santo Domingo

Fondos parroquiales de Solana de los Barros

Fondos parroquiales de Talavera la Real

Fondos parroquiales de Taliga

Fondos parroquiales de Torre de Miguel Sosmero

Fondos parroquiales de Valencia del Mombuey

Fondos parroquiales de Valencia del Ventoso

Fondos parroquiales de Valverde de Burguillos

Fondos parroquiales de Valverde de Leganés

Fondos parroquiales de Valle de Matamoros

Fondos parroquiales de Valle de Santa Ana

Fondos parroquiales de Villagarcía de la Torre

Fondos parroquiales de Villalba de los Barros

Fondos parroquiales de Villanueva del Fresno

Fondos parroquiales de Villar del Rey

Fondos parroquiales de Villareal

Fondos parroquiales de Zafra

Fondos parroquiales de Zahinos

 

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[1] Pérez Ortiz, M. G. (2008). El Archivo Diocesano de Mérida – Badajoz: Testamentario de la documentación conventual de la provincia de Badajoz desde el siglo XVI. Revistas de estudios extremeños, 64 (1), pp. 273-302.

[2] Ghirardi. M. y Irigoyen López, A. (2009). El matrimonio, el Concilio de Trento e Hispanoamérica. Revista de Indias, (246), pp. 241-271.

[3] Archivos Eclesiásticos de Mérida – Badajoz. (s.f). Recuperado 18 diciembre 2018, de http://archivos.meridabadajoz.es/fondo.html

[4] Pérez Ortiz, M.G. y Vivas Moreno, A. (2011). Archivos Eclesiásticos: El ejemplo del Archivo Diocesano de Mérida – Badajoz. Cáceres: Universidad de Extremadura. Servicio de Publicaciones.

[5] Pérez Ortiz, M. G. (2008). El Archivo Diocesano…op.cit. p.2

[6] Pérez Ortiz, M. G. (2007). La documentación conventual custodiada en el fondo antiguo del Archivo Diocesano de Mérida – Badajoz (siglo XVI – XIX). Documentación de las ciencias de la información, (30), pp. 173 – 186.

[7] Pérez Ortiz, M. G. (2008). El Archivo Diocesano…op.cit. p.2.

[8] López y López, T. A. (1997). La Archidiócesis de Mérida – Badajoz: ensambladura de sedes episcopales y diócesis priorales. Cáceres: Graf. Morgado.

[9] Pérez Ortiz, M. G. y Vivas Moreno, A. (2008). Organización de la documentación conventual: ejemplo de Sistema de Información para el estudio de las secularizaciones. Ibersid: Revista de Sistemas de Información y Documentación, (2), pp. 293 – 306.

[10] Chacón Jiménez, F. y Hernández Franco, J. (1992). Poder, familia y consanguinidad en la España del Antiguo Régimen. Barcelona: Anthropos.

[11] Henarejos López, J. F. (2016). Matrimonios y consanguinidad en España: Discursos y prácticas en los siglos XVIII y XIX (Tesis doctoral). Universidad de Murcia, Murcia.

[12] Jedin, H. (1975). Historia del Concilio de Trento. T.III, Etapa de Bolonia (1547 – 1548): Segundo período de Trento (1551 – 1552). Pamplona: Universidad de Navarra.

[13] Sierra Nava, L. (1964). La reacción del episcopado español ante los decretos de matrimonios del ministro Urquillo de 1799 a 1813. Bilbao: Publicaciones de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Deusto.

[14] Valls, A. (1982). Antropología de la consanguinidad. Madrid: Editorial de la Universidad Complutense.

[15] Pérez Ortiz, M. G. y Vivas Moreno, A. (2015). Los archivos diocesanos: análisis de series documentales e importancia para la investigación histórica. Investigación bibliotecológica, 29 (65), pp. 73– 99.

[16] Pérez Ortiz, M. G. (2008). El Archivo Diocesano…op.cit. p.274.

[17] Ibid., p.14.

[18] Ibid., p.21.

[19] Guirardi, M. y Irigoyen López, Antonio (2009). El matrimonio, el Concilio de Trento…op.cit. p.5.

[20] Henarejos López, J. F. (2016). Matrimonios y consanguinidad en España…op.cit. p.28.

[21] Chacón Jiménez, F. y Hernández Franco, J. (1992). Poder, familia y consanguinidad…op.cit.

[22] Henarejos López, J. F (2016). Matrimonios y consanguinidad en España…op.cit. p.87

[23] Ibid.

[24] Sierra Nava, L. (1964). La reacción del episcopado español ante los decretos de matrimonios…op.cit.

[25]  PÉREZ ORTIZ, María Guadalupe (2008). El Archivo Diocesano de Mérida – Badajoz: Testamentario…op. cit. p. 285

[26] Henarejos López, J.F. (2016). Matrimonios y consanguinidad…op.cit. p.151.

Nov 252021
 

 Pedro Emilio López Calvelo

 

Juana Petra fue la primera en subir al patíbulo. Iban a dar las 8 de la mañana de un lluvioso día de enero. Le temblaba el labio inferior. Tan solo unos minutos más tarde le tocó el turno a Demetrio José. A las 8 y veinte minutos todo había terminado.

 

PALABRAS CLAVE

Hervás, garrote, ajusticiamientos, capilla, Cofradía de la Caridad, patíbulo

 

RESUMEN

En las dos últimas décadas del siglo XIX se levantó patíbulo en tres ocasiones en Hervás, ajusticiándose a un total de cuatro condenados ya que uno de los ajusticiamientos fue doble.

Todos ellos fueron condenados a muerte por homicidio y, para todos, el modo de cumplimiento de la sentencia a muerte, dictadas por la Sala de lo Criminal de la Audiencia de Cáceres y ratificadas por el Tribunal Supremo tras los respectivos recurso de casación, fue el garrote, modo de ejecución de condenados a muerte que era el oficial en el país desde que Fernando VII, en 1828, había abolido definitivamente la ejecución en horca.

Ninguno de los ejecutados era de Hervás ni cometió su homicidio en esta población: si los habitantes de Hervás vieron levantar patíbulo y ajusticiar condenados en estas décadas finales del siglo XIX fue por la condición de cabeza de partido judicial adquirida por el municipio durante el periodo del Sexenio revolucionario.

 

INTRODUCCIÓN

 

En los años finales del siglo XIX se produjeron en Hervás cuatro ajusticiamientos a garrote en tres actos de ajusticiamiento (en uno de ellos se dio muerte a dos personas): ninguno de los ajusticiados procedía de la localidad de Hervás, pero la reciente adquisición de la capitalidad del partido judicial llevó al municipio hervasense al triste espectáculo de ver levantar el cadalso en tres ocasiones en los últimos veinte años del siglo.

 

En este artículo pretendemos aproximarnos al análisis de la pena de muerte en Extremadura en esta etapa finisecular a través de los casos registrados en Hervás; además, la posibilidad de hacer un seguimiento en la prensa de la época de estas ejecuciones  nos permitirá, de paso, contemplar el sensacionalismo que acompañaba a estos actos de ejecución en público.

Utilizaremos para nuestro análisis las distintas fuentes de investigación a que hemos podido acceder, que son de diferente tipología. Se trata, por un lado, de fuentes de carácter histórico y judicial que nos aportan los datos y circunstancias en que se cometieron los delitos por los que fueron condenados a muerte los reos y las consideraciones tenidas en cuenta a la hora de dictaminar las sentencias, y, por otro lado, de fuentes literarias, bibliográficas y periodísticas a partir de las cuales podemos observar la percepción y el impacto social de estas ejecuciones y que permiten apreciar el ritual que conllevaban estos actos de ejecución que eran de carácter público.

  • Archivo Municipal de Hervás (en adelante AMH): en realidad, apenas hemos encontrado datos referidos a estas ejecuciones en el AMH; sin embargo, a la primera pista referida a ellas la encontramos, por casualidad, leyendo las actas de las sesiones del pleno de Ayuntamiento de la época.
  • Archivo de la Diputación Provincial de Cáceres, donde se conserva la documentación legislativa referida a las Sentencias del Tribunal Supremo en materia criminal y donde hemos encontrado las referencias a los juicios y los recursos de casación interpuestos por los reos.
  • Archivo Diocesano de Cáceres; Libro 40: Cofradía de Nuestra Señora de la Caridad. Partida de ajusticiados que asiste la Cofradía como hermanos de ella; limosnas y su distribución desde 1793.
  • Fuentes periodísticas y literarias de carácter nacional, en las que hemos encontrado una gran cantidad de noticias de los ajusticiamientos con un tratamiento muy sensacionalista.
  • Fuentes periodísticas de carácter local: el periódico local El Ariete, publicado entre 1896 y 1897 hizo un relato exhaustivo de uno de los ajusticiamientos (el último) que coincidió con el periodo de publicación del periódico.
  • Bibliografía variada (que se expondrá al final del artículo).

 

No abundan los trabajos sobre la pena de muerte y su dinámica histórica en la región extremeña y los que existen, en general, fueron publicados hace tiempo. Son clásicos ya los trabajos del que fue profesor de la Universidad de Extremadura, Ángel Rodríguez Sánchez; otros trabajos clásicos se deben a los investigadores Teodoro Fernández Sánchez y Javier Marcos Arévalo. Sólo hemos encontrado un trabajo reciente, escrito por el historiador Santiago Aragón Mateos.

LOS CASOS DE ASESINATO Y SUS SENTENCIAS

 

Hemos conocido las circunstancias de los asesinatos que trajeron como consecuencia las sentencias a pena de muerte a partir del análisis de las sentencias del Tribunal Supremo en materia criminal de la Colección Legislativa de España a través de los recursos de casación contra las sentencias de pena de muerte presentadas por los condenados a muerte por medio de sus abogados (las condenas a pena de muerte fueron decretadas por la Sala de lo Criminal de la Audiencia de Cáceres, que fue donde se desarrollaron los juicios; los recursos de casación fueron resueltos por el Tribunal Supremo).

 

Tal como hemos indicado, en Hervás se produjeron tres actos de ejecución en los que se ajustició a cuatro personas entre 1884 y 1897. Los ajusticiados fueron:

 

CONDENADO FECHA DE EJECUCIÓN
JULIÁN MARTÍN SÁNCHEZ 24 ABRIL 1884
DEMETRIO JOSÉ GARCÍA RODRÍGUEZ

JUANA PETRA GARCÍA GONZÁLEZ

10 ENERO 1895
CEFERINO RODRÍGUEZ DELGADO 11 FEBRERO 1897

 

Todos ellos, como se verá, fueron condenados por delitos de asesinato u homicidio. Curiosamente, ninguno de los ajusticiados había nacido ni tenía su domicilio en Hervás. Las ejecuciones se produjeron en Hervás en su calidad de cabeza del partido judicial adquirida poco antes de la primera ejecución.

 

Reseñaremos brevemente las circunstancias que hicieron que Hervás llegara a convertirse en cabeza de partido judicial.

Hervás había pertenecido desde la Edad Media al Ducado de Béjar; el 1 de diciembre de 1816, tras varios siglos pleiteando por ello, el municipio accedió al Real Privilegio de Exención y Villazgo, lo que le convirtió en villa jurisdiccionalmente independiente de la de Béjar. En 1833, como consecuencia del reajuste territorial y administrativo llevado a cabo por Javier del Burgo, Hervás -destacado núcleo industrial- pasó a pertenecer a la provincia de Cáceres, convirtiéndose en la población provincial de mayor tamaño por encima de Plasencia en dirección hacia Salamanca. Se tiene constancia documental de que, al menos desde 1829, Hervás está compitiendo con la población de Granadilla –que la poseía en aquel momento- por la capitalidad de la cabecera de Partido Judicial.  Una Real Orden de 23 de marzo de 1866 decretó el cambio de la capitalidad de partido judicial a favor de Hervás, pero tal cambio no se llevó a efecto hasta 1868, ya dentro del periodo del Sexenio Revolucionario. Tras la reclamación realizada por la población de Granadilla, y en tiempo políticamente muy inestable, la cabecera del partido fue restituida a Granadilla en enero de 1872 (Decreto del 8/01/1872); finalmente, un decreto de 26 de junio de 1873 devolverá a Hervás, definitivamente, la capitalidad del  partido judicial (lo que supuso el traslado del juzgado y del registro de la propiedad).

IMAGEN 1. El Imparcial, 30 junio 1873

 

  • Caso de JULIÁN MARTÍN SÁNCHEZ

 

Julián Martín, natural de la Alquería del Castillo, fue condenado a muerte por parricidio, cometido en la persona de su hijo Romualdo Martín Fernández.

Julián Martín estaba casado en segundas nupcias con María Vázquez, con la que tenía dos hijos (una niña de 3 años y un bebé de pocos meses); también vivía con ellos su hijo Romualdo, de 15 años, nacido de su primer matrimonio y que había heredado de su difunta madre los pocos bienes que poseía la familia. Según la sentencia, el matrimonio maltrataba con frecuencia al hijo adolescente hasta que la mujer, María, amenazó con abandonar el domicilio si Romualdo seguía viviendo en él. La mañana del día 22 de marzo de 1883, estando María Vázquez ausente de la localidad, apareció muerto en su casa el joven Romualdo, certificando inicialmente el médico su muerte por apoplejía. Pero, como se difundieron rumores públicos de que podía tratarse de una muerte violenta (el cadáver presentaba arañazos y esquimiosis en la garganta), el Juez de 1ª Instancia decretó la exhumación del cadáver que fue analizado por facultativos que decretaron que “la muerte había sido producida por asfixia por sofocación y que había habido un criminal cuyas huellas habían quedado impresas en el cuello, mejillas y otros sitios”. Ante las evidencias “confesó en último estado Julián Martín, que habiendo concebido con bastante anterioridad a la realización del hecho, la fatal idea de matar a su hijo” [1].

La Sala de lo Criminal de la Audiencia de Cáceres calificó los hechos constitutivos del delito de parricidio con las circunstancias agravantes de alevosía y premeditación sin atenuantes, por lo que le condenó a la pena de muerte “que se ejecutará en la cabeza del partido judicial de Hervás en la forma prevenida por la ley”. El Tribunal Supremo, tras la presentación del recurso de casación, decretó la sentencia como ajustada a derecho, decretando “no haber lugar al recurso de casación admitido de derecho en beneficio de Julián Martín Sánchez” (9 de febrero de 1884) [2].

 

  • Caso de DEMETRIO JOSÉ GARCÍA RODRÍGUEZ Y JUANA PETRA GARCÍA GONZÁLEZ.

 

Este matrimonio formado por Demetrio J. García y Juana P. García, naturales ambos y residentes en la población de Mohedas, fueron condenados a la pena de muerte por el asesinato del padre de Juana Petra, Manuel García Hernández, de 79 años.

Al parecer, el día 29 de junio de 1893, estando Manuel García acostado en su cama “ambos esposos, los dos procesados, se abalanzaron sobre el desdichado anciano, sujetándole uno la cabeza, más que para impedir su débil defensa, para que el otro le estrangulase con toda comodidad, como únicamente dice Demetrio en una de sus declaraciones, mientras que el otro los estranguló, en efecto, en breves momentos”, según consta en la sentencia de la Audiencia de Cáceres de 29 de mayo de 1894 [3].

Los asesinos fueron condenados a la pena de muerte por los delitos de parricidio con el agravante de alevosía y asesinato en parentesco en el caso de Juana Petra y de asesinato con el agravante de alevosía en el caso de Demetrio José (quién, además, ya había sido condenado, en abril de 1878, por el delito de parricidio frustrado a la pena de ocho años y un día de presidio mayor).

Los condenados interpusieron recurso de casación ante el Tribunal Supremo el 17 de agosto de 1894 alegando quebrantamiento de forma e infracción de ley en la sentencia que les condenó; los abogados defensores trataron de demostrar, por medio de recurso de casación, que había contradicciones entre las preguntas y respuestas del juicio, entendiendo que los dos acusados no podrían haber cometido el mismo delito de asesinato. Sin embargo, el Tribunal Supremo decretó que “examinada la causa por esta Sala (…), no ha encontrado ningún otro fundamento para declarar procedente el recurso de casación por infracción de ley ni por quebrantamiento de forma”, manteniéndose para los acusados la condena a pena de muerte impuesta por la Audiencia de Cáceres [4].

La prensa de la época dio cuenta de la sentencia producida el 29 de mayo de 1894, aportando abundante información sobre el parricidio. El diario El País narraba así el hecho de autos:

Manuel García Hernández, de ochenta años de edad y padre de Juana, vivía al cuidado y sostenimiento de su hija y de un nieto del pobre anciano que alternaban por semanas.

El 20 de Junio de 1893 correspondía al primero de la semana en que al anciano le tocaba recogerse en casa de su hija; así es que entró en el domicilio de ésta y se acostó.

Pocos momentos después se entabló entre padre e hija una ligera disputa por insistir Juana en que el cuidado de aquel le era gravoso. En seguida Juana se lanzó sobre su padre y le estranguló con la ayuda de su marido, quien sostuvo al pobre viejo por la cabeza a fin de que Juana cometiera el crimen `con más comodidad´ (textual).

Después de muerto el anciano, Demetrio José se marchó a la taberna.

A la una de la madrugada él y su mujer sacaron el cadáver y lo arrojaron al pozo de un cercado próximo, donde fue encontrado pocos días después” [5].

 

  • Caso de CEFERINO RODRÍGUEZ DELGADO

 

Ceferino Rodríguez, natural de Miera y vecino del pueblo de Nava de Béjar, fue condenado a la pena de muerte por la Audiencia de Cáceres por el delito de robo y homicidio.

Ceferino Rodríguez dio muerte a Prudencio Martín García la noche del 17 de julio de 1895 en el sitio de las Cobedas, próximo a la carretera de Extremadura a Castilla. Prudencio Martín era un arriero que transportaba entre Salamanca y Cáceres una carga de caballería con dos pellejos de aceite; al parecer Ceferino hizo trato con él de forma que, llegada la noche, se dispusieron a dormir juntos; aprovechando la noche y el sueño de Prudencio Martín, el referido Ceferino Rodríguez, con intención de robar los pellejos de aceite, asesinó al primero asestándole varios golpes en la cabeza con una piedra de más de diez kilos (los pellejos le fueron ocupados al Ceferino por la Autoridad según consta en la sentencia).

Ceferino Rodríguez fue condenado a la pena de muerte por el delito de robo con resultado de homicidio con los agravantes de alevosía, nocturnidad, buscado de propósito y en despoblado.  Presentado el recurso de casación en beneficio de reo en junio de 1896, el Tribunal Supremo “no encuentra motivos de casación por quebrantamiento de forma ni por infracción de ley” [6], por lo que confirmó la pena de muerte impuesta por la Audiencia de Cáceres.

 

EL GARROTE

 

Como se ha puede apreciar por las sentencias, todos los acusados fueron condenados a morir en garrote. El garrote era el método habitual de ejecución de los condenados a muerte en España desde que el Código Penal de 1822 introdujo la práctica de esta forma de ejecución de la pena capital que, hasta esa fecha, se realizaba habitualmente por ahorcamiento. Será, no obstante, la Real Cédula de 28 de abril de 1828 por la que el rey Fernando VII aboliese definitivamente la muerte en horca disponiendo que en lo sucesivo se ajusticiase en garrote. Para ésta sustitución la Real Cédula de Fernando VII alegaba razones humanitarias: “el inevitable rigor de la justicia con la humanidad y la decencia en la ejecución de la pena capital, y que el suplicio en que los reos expíen sus delitos no le irrogue infamia cuando por ellos no la mereciesen, he querido señalar con este beneficio la grata memoria del feliz cumpleaños de la reina mi muy amada esposa, y vengo a abolir para siempre en todos mis dominios la pena de muerte en horca; mandando que en adelante se ejecute en garrote” [7].

 

Los Códigos posteriores de 1848, 1850 y 1870 regulaban también las ejecuciones en garrote, que debían celebrarse sobre tablado, de día, con publicidad y con carácter público, al menos hasta 1900.

El  método  del garrote consiste  en un tornillo o torniquete  que se fija a un madero en el suelo. El aparato se coloca en la garganta del reo, sentado junto al madero; a su espalda se sitúa el funcionario de la manivela. A una señal comienza a girar el tornillo con lo que la abrazadera  se cierra sobre la garganta y la muerte se produce por asfixia, estrangulamiento y rotura de las vértebras cervicales” [8].

 

En un principio había tres tipos de garrote: el garrote ordinario se aplicaba a las personas del pueblo llano; por medio del garrote vil se ajusticiaba a los condenados por delitos infamantes; el garrote noble se reservaba para los condenados de alta condición social. El Código Penal de 1848, a la vez que excluía cualquier otro método de ejecución, puso fin a estas distinciones, denominándose en adelante genéricamente como ejecución en garrote.

La pena de muerte podía ser complementada con una pena especial, en función de la gravedad y las circunstancias del delito cometido, de forma que el castigo pudiera tener un efecto ejemplarizante ante el grupo social: eran las condenas de descuartizamiento, arrastramiento o encubamiento. Estos complementos a la pena de muerte se aplicaron en la España del siglo XIX, pero estaban ya en desuso en estos momentos finales del siglo.

La pena se ejecutará en garrote, de día, en sitio adecuado de la prisión en que se hallare el preso y a las dieciocho horas de notificarle la señalada para la ejecución, que no sería verificada en días de fiesta religiosa o nacional” Código Penal, 1870; artículo 102. [9].

 

En su libro “La pena de muerte”, D. Sueiro, especialista en el tema, apunta una curiosa cita de un autor de principios del siglo XX que narra así: “El garrote es algo más noble y reposado que la cuelga inglesa, porque es algo más sedentario y eminente. El condenado se ofrece sedente sobre un banquillo, sobre un alto tablado teatral; puede discurrir por él y hablar desde allí a la muchedumbre si así lo desea (…) Todo es solemne y clásico en este arte de dar muerte (…). El garrote vil es la tragedia de un pueblo latino, grave y decoroso, como el nuestro, que gusta de la pompa litúrgica y de los dramas históricos” [10].

 

ANTES DEL CUMPLIMIENTO DE LAS SENTENCIAS: “ESTAR EN CAPILLA

 

Para acercarnos a cómo se producía una ejecución a garrote y las horas previas a la misma en la España de finales del siglo XIX podemos ayudarnos de fuentes artísticas y literarias. La pintura de Ramón Casas: Garrote vil, en la que se representa la ejecución de Aniceto Poblador en la Barcelona de 1894 o el poema con el mismo título de Valle Inclán son buena muestra de ello. Si hacemos caso de estas manifestaciones literarias y artísticas la ejecución de un reo en la España del siglo XIX estaba revestida de un complejo ceremonial en el que condenados, funcionarios varios, religiosos, agentes de autoridad, autoridades y espectadores formaban un complejo conglomerado humano.

Pío Baroja en su obra “La decadencia de la cortesía” (citada por D. Sueiro) narra así la ejecución de Higinia Balaguer:

Años después presencié la ejecución de Higinia Balaguer, la del crimen de la calle de Fuencarral, desde los desmontes próximos a la cárcel. Hormigueaba el gentío. Soldados de a caballo formaban un cuadro muy amplio. La ejecución fue rápida. Salió al tablado una figurita negra. El verdugo la sujetó los pies y las faldas. Luego los hermanos de la Paz y la Caridad y el cura con una cruz alzada formaron un semicírculo delante del patíbulo y de espaldas al público. Se vio al verdugo que ponía a la mujer un pañuelo negro en la cara, que daba una vuelta rápidamente a la rueda, quitaba el pañuelo y desaparecía. En seguida el cura y los hermanos de la Paz y la Caridad se retiraron y quedó allí la figurita negra, tan pequeña, encima de la tapia roja de ladrillo, ante el cielo azul claro de una mañana madrileña [11].

 

Este texto de Pío Baroja aporta un dato interesante que afecta a los últimos momentos de la vida de los condenados a muerte al citar a los hermanos de la Paz y la Caridad; se trata de miembros de una cofradía que actuaba para atender las últimas atenciones espirituales y materiales de los condenados a muerte, una especie de “apostolado entre los condenados a la última pena” [12].

Para los condenados por la Audiencia de Extremadura, como es el caso de nuestros reos, actuaba la Cofradía de Nuestra Señora de la Caridad, con sede en Cáceres. El historiador Ángel Rodríguez Sánchez en su obra Morir en Extremadura narra la forma de actuación de esta cofradía en 82 sentencias de muerte determinadas por la Real Audiencia de Extremadura entre 1792 y 1909 y atendidas por la Cofradía de la Caridad; desgraciadamente una laguna en la documentación entre 1877 y 1908 nos quita la posibilidad de conocer datos concretos de la atención a todos los reos ejecutados en Hervás  por parte de esta Cofradía, pero, sin duda, esta atención debió producirse de forma similar a cómo se produjo con los demás condenados a muerte.

La notificación de la negación del indulto y la confirmación de la proximidad de la ejecución de la sentencia de muerte desencadenaba una actuación institucional que aislaba al reo y lo ponía “en capilla”; la actuación de la Cofradía de la Caridad iba encaminada a dotar al reo, en los últimos momentos, de una serie de bienes materiales de los que normalmente carecía en la cárcel y de humanizar esas últimas horas en prisión buscando conseguir el arrepentimiento y la salvación del alma del condenado. Miembros de la hermandad eran enviados, en turnos de dos o tres horas, para permanecer junto al reo y reconfortarle. Mientras, otros hermanos de la cofradía recorrían las calles de la población pidiendo limosnas para atender las necesidades del reo al que iban a ajusticiar. El dinero recaudado iba destinado a financiar los gastos materiales y espirituales del preso mientras permanece en capilla: “esta dádiva será el cauce utilizado para tranquilizar la conciencia social” [13].

Estas limosnas servirán para pagar la alimentación de los reos en capilla (una alimentación especial y diferente de la del resto de los condenados: caldos de gallina, potaje, jamón, bizcochos, bolluelas, leche y vino según A. Rodríguez); para dotar de un menaje de habitación básico para aportar a esas últimas horas de cierta “comodidad”: ropa de cama, mantelería, vasos, braseros, almohadas, colchones, candiles,… y para proporcionarles algunos objetos de uso personal: tabaco, ropa para acceder al patíbulo,..

Por otro lado, se proporcionaban al reo una serie de atenciones espirituales: auxilios sacramentales, celebración de misas, organización de la última voluntad del condenado, enterramiento…

Este mismo historiador, A. Rodríguez, da una visión de cuál sería el efecto de “entrar en capilla” en los condenados a muerte:

La cárcel es un sistema de reclusión que unifica una serie de tratamientos que contribuye a fijar una imagen del condenado como ser menesteroso que ha llegado donde está por merecimiento propio. El reo que ha sido condenado a morir ha acumulado tal cantidad de sufrimiento en el tiempo de permanencia en la cárcel que, cuando llega al patíbulo, no responde al estímulo social. En efecto, la capilla desempeña un papel adormecedor; pásese a un ser hambriento que sea semiviva representación de la privación, a un estadio de abundancia artificial, para que tal hombre se derrumbe en la inconsciencia y llegue aturdido a encontrarse con la muerte” [14].

 

LA CARCEL, EL LUGAR DE EJECUCIÓN DE HERVÁS Y EL VERDUGO

 

La cárcel de Hervás que acogió a los presos durante el proceso de capilla era, como es lógico, una cárcel de Partido Judicial, y sabemos que desde hacía pocos años, estaba situada en el edificio de las Casas Consistoriales del pueblo: un edificio situado, entonces, en las afueras de la población que había sido construido a principios del siglo XVIII como enfermería del Convento de Padres Franciscanos de la Bien Parada de Abadía. El edificio fue desamortizado en la primera mitad del siglo XIX y fue adquirido por el Ayuntamiento de Hervás a un particular en 1872 para convertirlo en las Casas Consistoriales del municipio (anteriormente ayuntamiento y cárcel habían estado instalados en las dependencias del también desamortizado Convento de Padres Trinitarios de la localidad –hoy convertido en Hospedería de Turismo-).

A partir del libro “Las cárceles de España: colección de datos descriptivos y estadísticos de los establecimientos carcelarios”, publicado en 1893, conocemos algunos datos de esta cárcel de Hervás: se trataba de una cárcel de partido por sistema de aglomeración. Constaba de tres departamentos, con capacidad para 70 hombres, tenía un calabozo de castigo e incomunicación y patio para el recreo de los reclusos. Había, además, un despacho para el Jefe de la Cárcel, y un almacén para utensilios, grillos y otros efectos. Era abastecido de agua por un demandadero a partir de la fuente pública, contaba con alumbrado de petróleo y tenía dos empleados: el Jefe de la Cárcel y el Demandadero, cuyos sueldos eran de 700 y 425,25 pesetas respectivamente. “El edificio está situado a la salida de la población; no tiene local destinado a depósito municipal ni guardia para la vigilancia exterior” [15].

 

Acerca del lugar en el que se desarrollaron las ejecuciones en Hervás, en un primer momento pensamos que, debido a lo avanzado que estaba el siglo XIX y a que, por aquellos momentos, ya había muchas voces contra el hecho de que se realizaran ejecuciones públicas, con toda la parafernalia que ello conlleva –tal como hemos visto en las fuentes literarias- estas ejecuciones se habrían realizado en un patio en el interior de la prisión de Hervás. Pero la lectura de las actas de sepultura y de algún medio de prensa demuestra que fueron ejecuciones públicas todas ellas (casualmente, o no, todas se realizaron en jueves) suponemos que con todo el proceso de montaje de tablado, conducción al patíbulo en carro,…

Sabemos que en Hervás el patíbulo se instaló en el sitio de El Robledo, una zona entonces alejada del pueblo, amplia, de límites un tanto imprecisos, pero creemos que el tablado debió montarse en las cercanías de la actual Ermita de San Antón: a finales del siglo XIX el edificio de la ermita no era el actual, sino que existía otra ermita, dedicada a los Mártires San Fabián y San Sebastián, construida en el siglo XVII (existía cerca un crucero y, no muy alejado, el rollo instalado desde la consecución de la Exención y Villazgo en 1816): “era una casa rústica de una sola planta con un portal en la entrada con viguería de castaño” [16].

IMAGEN 2. Ermita de los Santos Mártires, Hervás, en cuyas cercanías se instaló el patíbulo para las ejecuciones.

 

Como norma general, el condenado era conducido hasta el lugar elegido para ubicar el cadalso en un carro y flanqueado por los funcionarios de la Audiencia, miembros de la Cofradía, alcaldes de la custodia, sacerdotes, etc. Este patíbulo situado en alto ejemplifica un doble proceso de intimidación: el reo siente que es separado de la tierra desde el momento en que empieza a subir al cadalso; el público, a su vez, percibe la elevación del patíbulo como el gigantismo de la justicia: ambos, condenado y asistentes, quedan sobrecogidos.

 

Acerca de la figura del verdugo que ejecutó las sentencias no tenemos una confirmación concreta de su nombre –no aparece mencionado su nombre en ningún documento-, aunque aparece citado en los documentos periodísticos de las ejecuciones, cuando se informa de su viaje a Hervás. Pero, aún sin que se llegue a indicar su nombre, tenemos evidencias de quién fue el verdugo que ejecutó, al menos, a los tres últimos reos ejecutados en Hervás. En su libro “Garrote vil. Rituales de ejecución, verdugos y reos en la España contemporánea”, Eladio Romero indica que a finales del siglo XIX en España había cinco verdugos titulares, cada uno correspondiente con cinco Audiencias territoriales (alguno de los cuales llegó a ser un personaje muy famoso, como el de la Audiencia de Barcelona Nicomedes Méndez López); en la de Cáceres laboraba –es el término que suele utilizarse- Saturnino de León Virreales. Apenas hemos encontrado datos de su actividad como verdugo en la provincia de Cáceres, sin embargo, sí hemos encontrado referencias de él en la prensa salmantina, ya que intervino como verdugo en el ajusticiamiento de los reos del crimen de Galisancho, llevado a cabo en la población de Alba de Tormes en 1897. En los periódicos La OpiniónEl Adelanto de los días 9 y 10 de diciembre de dicho 1897, en extensas crónicas sobre el crimen citado y las ejecuciones, se dice que Saturnino de León, natural de Toledo, era padre de cinco hijos y que, en esa fecha, llevaba ejerciendo como  verdugo doce años en los que había ejecutado a 11 condenados –habría ejercido, por tanto, desde 1885-; “su aspecto es repulsivo en alto grado y el sentimiento de repugnancia que causa auméntase al oírle hablar con cínico desparpajo de su oficio y de la precisión y seguridad de los aparatos que usa, cuya invención se atribuye y que califica de inmejorables. Conserva como recuerdo un escapulario de cada uno de los reos que ha ajusticiado, y asegura que diariamente reza algunas oraciones por su eterno descanso” [17].

Era habitual que cada verdugo poseyera su propio instrumento de garrote que transportaba a los lugares donde iba a aplicar la pena; y era frecuente que cada verdugo hiciera sobre el instrumento aquellos arreglos que él consideraba como apropiados como mejoras para su funcionamiento.

La revista El Defensor del Contribuyente nos permite conocer que Saturnino de León aún estaba ejerciendo como verdugo de la Audiencia de Cáceres en 1904.

IMAGEN 3: Revista El Defensor del Contribuyente. 30 de abril de 1904

 

Como curiosidad, hemos encontrado en el periódico Heraldo Toledano de 9 de febrero de 1909 una noticia sobre tribunales en la que se habla de un juicio por jurados contra Saturnino de León, vecino del pueblo de La Estrella, acusado de homicidio. Desconocemos si se trata del mismo Saturnino de León, de ser así sería éste un triste final para una persona que ejerció una triste profesión.

 

EL CUMPLIMIENTO DE LAS SENTENCIAS

 

Para conocer el cumplimiento de las sentencias es útil recurrir a la prensa de la época ya que, como dijimos, en el Archivo Municipal de Hervás apenas han quedado rastros de estas ejecuciones. Es muy curioso observar el sensacionalismo con el que se narran estas ejecuciones en la prensa de la época. Para el caso de la última ejecución, la de Ceferino Rodríguez contamos, además de con la narración de la prensa nacional, con una fuente local que narra la ejecución con gran cantidad de detalles: se trata del periódico El Ariete, un periódico quincenal que circuló en Hervás entre septiembre de 1896 y octubre de 1897 (con anterioridad existió en Hervás otro periódico de similares características –El Eco de Hervás-, que circuló entre agosto de 1895 y marzo de 1896).

Todas fueron ejecuciones públicas, a pesar de que una Real Orden de 1894 establecía que los patíbulos no podían levantarse en lugares públicos: “los reos de la pena capital, en sus horas postreras, suelen ser asunto de de una afrentosa y despiadada curiosidad que, trocando en espectáculo el ejemplo, turba el recogimiento de que tanto ha menester el afligido, y ofende la delicadeza de los sentimientos cristianos” (R.O. 1894) [18]. La aplicación de esta ley, como puede suponerse, tuvo muchos altibajos y no se aplicó en el caso de Hervás.

 

  • Cumplimiento de sentencia: JULIÁN MARTÍN SÁNCHEZ

De los tres procesos de ejecución es del que menos datos disponemos, ya que apenas ocupó espacios en la prensa del momento. En realidad sólo hemos encontrado dos referencias: una en febrero de 1884 en la que se notifica que en la Sala Segunda de la Audiencia del Tribunal Supremo de Madrid se vio el recurso contra la sentencia impuesta por la Audiencia de Cáceres (no se indica el resultado de la vista).

IMAGEN 4: Diario Oficial de Avisos de Madrid. 9 de febrero de 1884.

 

La segunda referencia ya es relativa a la ejecución, pero no narra la ejecución misma. Se trata de una nota aparecida en diferentes periódicos (Diario Oficial de Avisos de Madrid, El Imparcial,…) en la que se da cuenta del destacamento militar que se desplazó desde Cáceres a Hervás para asistir al ajusticiamiento.

IMAGEN 5: Diario Oficial de Avisos de Madrid. 22 de abril de 1884.

 

No hay más noticias de prensa en este caso. Las últimas referencias las hemos encontrado en el Registro Civil y en el Archivo Parroquial de Hervás: son los registros de defunción y la anotación de enterramiento de Julián Rodríguez.

A partir de la anotación en el Registro Civil, realizada a las 11 de la mañana del día 24 de abril de 1884 sabemos que Julián Martín Sánchez había nacido en la Alquería del Castillo, que contaba con cuarenta y cinco años y que su ocupación era la de propietario. Falleció (hora de ejecución) a las ocho de la mañana en el sitio llamado del Robledo por muerte en garrote vil.

La inscripción en el libro de difuntos de la parroquia de Santa María de Aguas Vivas de Hervás (la única que existía en aquel momento en la población) es más explícita:

En la Villa y Partido judicial de Hervás, provincia de Cáceres, Diócesis de Plasencia, a las ocho de la mañana del veinticuatro de abril de mil ochocientos ochenta y cuatro, fue ejecutado por la justicia a consecuencia de haber cometido el delito de asesinar a su propio hijo, Julián Martín, marido de María Vázquez, natural de Orbijuela, anejo del Pino Franqueado, hijo legítimo de Juan Martín y María Rosa Sánchez. Recibió los auxilios espirituales que exije nuestra Sta. Religión, y a su cadáver se le dio sepultura esca. en el campo santo de esta villa. Y firmo: Eduardo Mendoza” (párroco de la iglesia) [19].

 

 

  • Cumplimiento de sentencia: DEMETRIO JOSÉ GARCÍA RODRÍGUEZ Y JUANA PETRA GARCÍA GONZÁLEZ.

Contrariamente a la falta de noticias de la ejecución de Julián Martín, del cumplimiento de sentencia que nos ocupa hay mucha información.

El caso de Demetrio José y Juana Petra fue el primero del que tuvimos conocimiento -y el que nos permitió “tirar del hilo” hasta conocer el resto de los casos-, y lo fue al encontrar en el acta de plenos del día 23 de diciembre de 1894 del Ayuntamiento de Hervás la siguiente reflexión:

“(…) Unánimemente se acordó así mismo, se hiciera constar en acta el sentimiento con que la Corporación ha sabido por la prensa periódica de Madrid que ha sido denegado en Consejo de Ministros el indulto de los reos condenados á la pena de muerte por la Excma. Audiencia de lo Criminal de Cáceres, por el delito de parricidio cometido en el pueblo de Mohedas perteneciente á este partido judicial, y estando muy próxima la ejecución de la Sentencia que por ministerio de la ley ha de verificarse en esta Villa, como cabeza de partido, con el fin de evitar que este vecindario presencie tan triste y doloroso espectáculo, creyendo interpretar fielmente los sentimientos caritativos del mismo, vista la excitación que reina desde que se tiene la evidencia de su pronta ejecución acuerda se dirijan comunicaciones á los Ilmos. Sres. Obispos de Coria y Plasencia, á todos los Diputados y Senadores de la provincia, á las personalidades mas distinguidas de la política, que militan en los partidos monárquicos, á los Excmos. Sres. Ministros de la Gobernación y Gracia y Justicia así como á todos los periodicos de mayor circulación de España, a fin de que todos interpongan su poderosa influencia cerca de S.M. la Reina Regente (Q.D.G.) para que ejerza una vez más la más hermosas de todas las regias prerrogativas a favor de los desgraciados reos José Demetrio García y su esposa Juana; y para en el caso de que no pudiera conseguirse por la enormidad del crimen cometido, que se dirija una instancia suscrita por todos los individuos de la Ilustre Corporación á el Ilmo. Sr. Presidente de la Audiencia de lo Territorial de Cáceres solicitando acuerde el Tribunal Sentenciador que la ejecución de la pena de muerte de indicados reos se verifique en el pueblo donde se cometió el delito, en vista de la escitación reinante que hace temer se alterara el orden público en el día que haya de llevarse á efecto, teniendo además en cuenta que producirá más ejemplaridad el castigo de los delincuentes en el lugar donde murió la víctima, que no en un punto lejano como se encuentra esta Villa, ofreciendo no obstante este Ayuntamiento sufragar todos los gastos que se originen con motivo de la ejecución en dicho pueblo (…) [20].

 

Perdido el recurso de casación, es de suponer que los abogados defensores, ante la inminencia de la ejecución de sus defendidos, intentaran que ésta no se llevara a cabo, para lo que solicitarían, con toda probabilidad, el indulto para los condenados y el cambio de la sentencia de muerte por otra menor, que sería la cadena perpetua. Esta circunstancia es la que aprovecharían los miembros del Ayuntamiento de Hervás en su intento de que la ejecución no tuviera efecto en el municipio. La Corporación de Hervás se sumaba a las peticiones de indulto a la Reina Regente (Mª Cristina, esposa del fallecido Alfonso XII y regente hasta la mayoría de edad de Alfonso XIII) o, si ésta no era concedida (“por la enormidad del crimen cometido”), pretendía de la Audiencia de Cáceres que la ejecución se realizara en el propio municipio de Mohedas donde ocurrió el asesinato, para lo que se alegaba el estado de excitación y las posibles alteraciones de orden público en la población de  Hervás y la efectividad de la ejemplaridad en el municipio de los condenados. Tal era el deseo de que no se ejecutase a los reos en Hervás que, incluso, se asumían los gastos de la ejecución en Mohedas. No tenemos noticia de que a Hervás llegara contestación de ninguna de las instancias citadas en la sesión de la Corporación (la Reina Regente, los Ministros, o la Audiencia de Cáceres), sospechamos que no fue así; lo que sí sabemos es que la sentencia se ejecutó en Hervás el día 10 de enero de 1895.

Ya la prensa, en mayo de 1894 había informado de la condena a muerte de los acusados; los periódicos El Liberal, La Correspondencia de España o La Iberia dejaban constancia del hecho:

IMAGEN 6. El Liberal. 29 de mayo de 1894.

 

El Diario de Córdoba del 1 de junio de 1894 apuntillaba: “El público dio muestras de aprobación cuando se leyó la sentencia”.

La sentencia se cumplió, como hemos dicho, el día 10 de enero de 1895. La prensa nacional se hizo amplio eco desde varios días antes, comentando el traslado a Hervás de los presos y del verdugo, el estado de excitación de los condenados esos días previos y de la ejecución final.

Por ejemplo, el Diario Oficial de Avisos de Madrid del día 7 de enero notifica la conducción en coche celular  de los presos desde Cáceres “saliendo con ellos hasta la estación el gobernador y los jefes de la guardia civil. La reo fue llorando hasta la estación. El marido iba muy sereno. La ejecución será el día 9”.

IMAGEN 7. Diario Oficial de Avisos de Madrid. 7 de enero de 1895.

 

El periódico La Vanguardia de España del día 8 indicaba que “en el mismo tren, y escoltado por una pareja de la Guardia Civil, va el verdugo”.

El diario El Liberal del día 8 de enero se hace eco del ruego que ha enviado el Ayuntamiento de Hervás a la prensa en petición de que interceda ante los poderes públicos y a diputados y senadores de la provincia para evitar el ajusticiamiento que se va debe producir en Hervás.

La ejecución, finalmente, no se produjo el día 9 como aparece indicado en alguna noticia de prensa anterior; se llevó a cabo el día 10, quizá a la espera de la resolución de la solicitud de indulto, aunque la información en la prensa aparece, como es lógico por los sistemas de comunicación de la época con algún retraso. El periódico La Correspondencia de España del día 10 de enero, pero reflejando una crónica del 9 a las 9,15 horas, comenta que los reos han sido puestos en capilla indicando que “ayer no fueron puestos en capilla, porque se esperaba la llegada  de la fuerza de caballería. Se les ha puesto a las ocho de la mañana. Hay gran afluencia de forasteros, que vienen a presenciar la ejecución.

Aquí todo el mundo trabaja por el indulto, siendo imposible conseguirlo por la enormidad del delito” [21].

Una vez los reos en capilla, la prensa da cumplida información sobre su estado; el Diario Oficial de Avisos de Madrid del día 10 informa:

Los reos se encuentran extraordinariamente excitados. Demetrio insultó esta mañana al médico forense, señor Villar; después ha sufrido un fuerte ataque nervioso. Durante él ha delirado, pronunciando frases incoherentes. Asegura que ha sido condenado por la declaración del médico forense e insulta al escribano actuario de su causa. Clama pidiendo a la Providencia amparo y protección a sus desgracias.

El espectáculo es desconsolador y triste y muy penoso para cuantos lo presencian. Los esfuerzos hechos para conseguir que se confiese resultan inútiles.

Juana, sentada en el suelo, llora desconsolada, protestando de su inocencia. Sus agudos lamentos se oyen en toda la prisión, donde es difícil entrar dadas las prohibiciones  severísimas que con este propósito se han dictado.

No obstante, adquiriré noticias, y, a falta de éstas, telegrafiaré los rumores que lleguen a mi conocimiento” [22].

 

IMAGEN 8: Diario Oficial de Avisos de Madrid. 10 de enero de 1895

 

La ejecución se produjo finalmente a las ocho de la mañana del día 10 de enero. También aparece reflejada en distintos medios de prensa; en  La Correspondencia de España del día 11 –pero reflejando una crónica de las 9,5 horas del día 10-  puede leerse: “Anoche se confesaron los reos. Esta mañana, a las ocho, se cumplió la sentencia ante numeroso gentío que acudió a presenciar la ejecución. La reo fue dando gritos de terror por todo el camino, hasta que llegó al patíbulo. Demetrio fue sereno, pero muy pálido.

Un pequeño grupo rodea constantemente el cadalso, donde están los cadáveres. No hay más gente a causa de la lluvia. Reina orden completo” [23].

El acto final, entonces, la mañana del día 10 de enero podemos imaginarlo así: después de la última cena de los condenados llegarían los auxilios espirituales, la confesión y el arrepentimiento de los reos que se prologarían a lo largo de la noche por eclesiásticos y miembros de la Cofradía de la Caridad; finalmente lo reos serían llevados en carro al patíbulo, en el sitio de El Robledo, vestidos con hábito negro, y conducidos por miembros de la Guardia Civil y Guardias Municipales. Junto al patíbulo estarían esperando las autoridades judiciales y municipales y el gentío que acudió a presenciar la ejecución. Según la costumbre de la época, los reos se sentarían en el banco del garrote rezando un Credo y con un crucifijo en sus manos y así, mientras musitaban la oración, les debía sorprender el golpe de manivela que acababa con su vida.

Como en el caso de la ejecución de 1884 hemos encontrado las inscripciones de fallecimiento y entierro en el Registro Civil de Hervás y en el Archivo Parroquial de la iglesia de Santa María de Aguas Vivas.

A partir de estas fuentes sabemos que Juana Petra García González, la primera en ser ejecutada, hija de Manuel y de Nicolasa, había nacido en la población de Mohedas y contaba con 42 años, se dedicaba a las labores de su casa y falleció a las ocho de la mañana debido a “asfisia por estrangulación” –Registro Civil-, “ajusticiada en garrote vil el Robledo por el delito de parricidio en la persona del Manuel, a las ocho de la mañana” –Registro Parroquial-.

Su marido, Demetrio José García Rodríguez era natural de Mohedas y contaba con 44 años, de profesión jornalero; fue ajusticiado en segundo lugar, a las ocho y cuarto, constando las mismas causas en ambos registros, aunque, curiosamente, en el registro parroquial se omite la apreciación “en garrote vil”.

El párroco que firmó el acta indica, en ambos casos, que recibieron los sacramentos de penitencia y eucaristía y que fueron enterrados de caridad.

Una última alusión a la ejecución la encontramos en las actas del Ayuntamiento de Hervás. En la sesión de la Corporación del día 13 de enero ésta acuerda expresar su agradecimiento a todas aquellas personas que intervinieron en el intento de lograr el indulto de los condenados:

“(…) Así mismo y por unanimidad también se acordó se hiciera constar en acta, el agradecimiento de la Corporación a los Sres. Diputados y Senadores de la provincia, y en especial á el Excmo. Sr. Don Joaquín González Fiori así como á los demás Excmos. Sres. que han gestionado cerca de S.M. la Reina, y Ministro de Gracia y Justicia para conseguir el indulto de los reos ejecutados el 10 del actual, quedando plenamente convencidos de la imposibilidad material de conseguirlo debido á la enormidad del delito cometido y malos antecedentes de los condenados á tan tristísima pena, acordando que el Sr. Presidente en nombre del Ayuntamiento, escriba á los que han intervenido dándole las más expresivas gracias, por la actividad desplegada con tan noble fin (…)” [24].

 

 

Cumplimiento de sentencia: CEFERINO RODRÍGUEZ DELGADO

Como hemos indicado, la ejecución de Ceferino Rodríguez está documentada no sólo a través de la abundante prensa nacional si no, también, a través de una extensa crónica en el periódico local El Ariete, que había empezado a publicarse en Hervás pocos meses antes de la ejecución. Ya en su primer número, el 1 de septiembre de 1896, este periódico quincenal notificaba la denegación, por parte del Consejo de Ministros, del indulto de la pena de muerte a Ceferino en sesión del día 22 de agosto –hecho que, también,  fue recogido por la prensa nacional-.

Bien nos consta que los Senadores y Diputados de la provincia en unión de otras respetabilísimas personas han hecho supremos esfuerzos para alcanzar el indulto, pero sin duda algún hado fatal persigue a este país condenado a sufrir el baldón de ver levantarse con tanta frecuencia el patíbulo, aún para reos que no tienen de común con el mismo país más que la coincidencia momentánea del sitio escogido para perpetrar el crimen” [25].

En este número de El Ariete del 1 de septiembre se aportan también algunos datos personales del condenado; se indica que era natural  de Mina de Ribera, partido de Vitigudino y vecino de Nava de Béjar, que estaba casado, era arriero y tenía en aquellos momentos 27 años. Después de narrar brevemente el crimen por el que Ceferino fue condenado a muerte y hacer una  valoración moral sobre el mismo, el periodista aporta un dato curioso: informa de que pocos meses antes de cometer el crimen, Ceferino Rodríguez vino a Hervás “exclusivamente” a presenciar como espectador la ejecución de Demetrio José y de Juana Petra.

Acercándose la fecha de la ejecución se hacen nuevos intentos de conseguir el indulto para el condenado. El diario El Imparcial del día 22 de enero de 1897 hace una reseña de la comisión de personalidades (senadores y diputados de la provincia de Cáceres) que hacen visita al Ministro de Gracia y Justicia para solicitar el indulto de Ceferino Rodríguez “que habrá de ser ejecutado uno de estos días en Hervás”. La argumentación para solicitar el indulto es extensa:

La circunstancia de haberse impuesto la pena capital tan solo por prueba de indicios, el carecer el reo de antecedentes penales, el largo tiempo transcurrido desde el mes de julio en que fue sentenciado, el haberse ejecutado hace pocos meses otra sentencia de pena capital en aquel mismo juzgado y la feliz coincidencia de haberse interpuesto el día del Santo de S.M. el rey entre la fecha en que se decretó el cumplimiento del fallo y la ejecución de éste, fueron las razones alegadas al señor Ministro de Gracia y Justicia, el cual ofreció llevar nuevamente al Consejo de ministros el asunto para que sea resuelto en definitiva. Dichos señores visitarán esta tarde al señor Cánovas” [26].

El indulto no llegó y, como en el caso anterior, los periódicos nacionales empezaron a dar noticias varios días antes de la ejecución. El periódico El Imparcial notificaba el día 9 de febrero que el día anterior, a las 8 de la tarde, había salido desde Cáceres en dirección a Hervás el reo, cuyo ajusticiamiento estaba previsto para el día 11 y cuyo indulto había sido denegado hasta en tres ocasiones: “va gravemente enfermo de tisis pulmonar, y llora con el mayor desconsuelo. Le acompaña la Guardia Civil” [27].

También por informaciones de la prensa sabemos que Ceferino, de apodo el Hospiciano, fue puesto en capilla, veinticuatro horas antes de la ejecución como era preceptivo, a las ocho de la mañana del día 10 de febrero. Los periódicos La Dinastía y El Liberal –día 11- informaban de la negativa del condenado a firmar la sentencia que le fue leída, indicando que le asistían en sus últimas horas diversos sacerdotes y personas piadosas. También informaban de su arrepentimiento y de que pasó las últimas horas escuchando con recogimiento a los sacerdotes.

Los periódicos del día 12 de febrero daban ya la información de que la ejecución había tenido lugar el día 11 a las ocho de la mañana. El periódico El País indicaba que “subió al patíbulo queriendo aparecer tranquilo, pero al sentarse en el banquillo estaba tan abatidísimo que hubo necesidad de ayudarle para que no se cayera” [28].

Pero, como decíamos, la crónica más completa de los hechos apareció en el periódico local El Ariete del día 20 de febrero de 1897.

Preliminares de la ejecución: En el tren de la madrugada del día 8 llegaron el ejecutor de la justicia y un alguacil de la Audiencia, encargado éste de conducir la ejecutoria y desde luego el público comprendió que pocos días tardaría en cumplirse el fallo, concurriendo gran número de personas a la estación a las horas del tren, deseosas de conocer al reo, que llegó a ésta en la madrugada del día 9, conducido en coche celular, custodiado por la Guardia Civil, siendo trasladado a la cárcel en un carro. La fuerza pública compuesta de un piquete de infantería y otro de la Guardia Civil mandada por sus respectivos oficiales, llegaron el día 10.

El cadalso se levantó en la planicie que forma el Robledo alto, a corta distancia de la ermita de San Antón, ocupando una buena posición que, por grande que sea la concurrencia, todos pueden contemplar el espectáculo hasta sus más pequeños detalles.

El reo: Como se ha dicho llegó en la madrugada del día 9, y fue encerrado en uno de los calabozos de la cárcel del partido, siendo entonces cuando empezó a comprender el motivo de su viaje, pues según nuestros informes, venía en la creencia de que había sido llamado para prestar una declaración. Por la tarde del mismo día 9 rogó que fuera llamada su esposa y que por telégrafo se pidiera al diputado Sr. Fiori que gestionara nuevamente el indulto, y en ambas cosas fue complacido inmediatamente. A las ocho de la mañana del siguiente día 10, le fue leída la sentencia y no pudo firmar la notificación por la excitación nerviosa que sufría y, aunque mostró bastante serenidad, en algunos momentos dio rienda al llanto.

Desde luego los sacerdotes de esta villa y los hermanos de San Vicente de Paul se constituyeron en acompañantes del reo, a quien excitaron a tomar algún alimento, pero inútilmente, porque Ceferino manifestó serle imposible deglutirlo; a las once recibió la visita de un hermano de su esposa, que le entregó una carta de ésta, manifestando sería imposible venir por encontrarse enferma; esta visita y la carta le emocionaron mucho; ya cerca de media noche hizo confesión general y a las seis de la madrugada le fue administrada la sagrada Comunión; a las siete recibió la visita del verdugo, a quien saludó afectuosamente tanto al entrar como al despedirse. Durante todo el tiempo que estuvo en capilla el pulso del reo marcaba 90 pulsaciones, a pesar de su aparente serenidad.

La ejecución: A las ocho menos cinco minutos, el infeliz Ceferino Rodríguez fue subido al patíbulo. Tanto en el trayecto como en el tablado mostró la mayor resignación, no profirió una sola frase ofensiva contra nadie; repetía las oraciones que recitaban los sacerdotes; besó con fervor varias veces el crucifijo y dio las mayores muestras de arrepentimiento confiando en Dios. A las ocho en punto quedó cumplida la justicia humana y el reo había dejado de existir.

¡Que Dios haya recibido su alma arrepentida y purificada con la pena y el perdón!.

No es cierto que Ceferino Rodríguez haya hecho pública confesión del crimen porque se le ha castigado y se haya revelado autor de otro homicidio; pero de su arrepentimiento, de muchas de las frases que ha pronunciado, se colige claramente que el Jurado no se equivocó y que los miembros que le constituyeron pueden tener la conciencia tranquila” [29].

Se nos muestra, por tanto, una crónica bastante completa del proceso: la llegada del reo y el verdugo, la estancia en capilla, la función de los Hermanos de la Cofradía de la Caridad (en este caso los hermanos de San Vicente de Paul), el levantamiento del cadalso y la ejecución.

Pero, además, hemos encontrado una crónica de la ejecución curiosa en el periódico El Isleño, de Palma de Mallorca, del día 16 de febrero (al parecer Ceferino Rodríguez había pertenecido al Batallón Baleares). Reproduciremos un par de fragmentos que pueden complementar la información anterior:

Hemos hablado con él durante su estancia en capilla, y apenas si podía contestarnos por lo abatido de su ánimo. Sólo me encargó  hiciera presente a todos los señores directores de periódicos su arrepentimiento, y que con su lectura inculcaran a los pueblos las más sanas doctrinas, para no incurrir en delitos tan abominables, con objeto de no verse en afrenta tan bochornosa. […]

Hasta la primera hora ha estado resignadísimo, confiando en recibir la gracia del indulto. A las cinco de la madrugada confesó y comulgó sin oponer resistencia alguna y muy contrito. Después tomó un chocolate, que los hermanos de la Caridad le ofrecieron y aceptó gustoso.

Al partir para el patíbulo suplicó a todos el perdón. Fue acompañado por dos sacerdotes. Al presentarse el teniente de la fuerza que mandaba la escolta hubo una escena desgarradora, por haber servido el reo en el mismo regimiento” [30].

Como en los otros casos, también se encuentran las anotaciones de la defunción en el Registro Civil y en el Registro Parroquial. En el caso del Registro Civil se indica que “se ignora si otorgó disposición testamentaria y que a su cadáver se habrá de dar sepultura en el cementerio católico de esta villa”. La anotación del Registro Parroquial, después de los datos personales del finado, indica que “murió ahorcado por el verdugo por el crimen de asesinato en la persona de Prudencio García en la jurisdicción de esta villa, se le ausilio hasta en última hora y firmo, Eduardo Mendoza” [31].

 

La de Ceferino Rodríguez debió ser, quizá, de las últimas ejecuciones públicas en nuestro país; la sensibilización social contra el carácter público y festivo que habían tenido estas ejecuciones en el pasado promovió el desarrollo de legislación contraria a la misma. Finalmente,  la denominada Ley Pulido de 9 de abril de 1900 (su nombre hace referencia a Ángel Pulido, médico y  parlamentario, partidario de la abolición de la pena de muerte que promovió una iniciativa de ley contra las ejecuciones abiertas) ya suprimiría el carácter público de las ejecuciones: “…La pena se ejecutará en garrote, de día, en sitio adecuado de la prisión en que se hallare el preso y a las dieciocho horas de notificarle la señalada para la ejecución, que no sería verificada en días de fiesta religiosa o nacional” [32].

 

NOTAS:

[1] y [2]   Colección legislativa de España. Sentencias del Tribunal Supremo en materia criminal. Primer semestre de 1884, nº 131, pp. 388-390. Madrid, 1885.

[3] y [4] Colección legislativa de España. Jurisprudencia criminal. Volumen III de 1894. De julio a diciembre; nº 41. Pp. 119-122. Madrid, 1916.

[5] El País. Diario Republicano Independiente. 30 de mayo de 1894.

[6] Colección legislativa de España. Jurisprudencia criminal. Volumen II de 1896. De abril a junio; nº 159. Pp. 376-379. Madrid, 1914.

[7] y [8] Marcos Arévalo, J. (1984): El hacinamiento, la marginalidad y la pena de muerte: la cárcel de Badajoz en el siglo XX. Diputación Provincial de Badajoz. pag. 127.

[9], [10] y [11] SUEIRO, D. (1974): La pena de muerte. Ceremonial, historia, procedimientos. Alianza Ed. Madrid. pag. 134.

[12]  Fernández Sánchez, T. (1975): “Un siglo de horca y garrote en la Real Audiencia de Extremadura”. Congreso de Estudios Extremeños. Dip. Provincial de Badajoz. p. 200

[13] Marcos Arévalo, J. (1984): op. cit. p.132.

[14]. Rodríguez Sánchez, A. (1980: Morir en Extremadura. Instit. Cultural El Brocense. Diput. Provincial de Cáceres, p.63.

[15] Guillén Andreu. N. y López Cancio, A. (1983): Las cárceles de España: colección de datos descriptivos y estadísticos de los establecimientos carcelarios. Imprenta J. Comas, Sabadell.

[16] Marciano de Hervás (2009): “Historia de Hervás: sus orígenes. Estudios Bejaranos, nº 13. Centro de Estudios Bejaranos, pag. 40.

[17] El Adelanto, Diario Político de Salamanca. 10 de diciembre de 1897.

[18] Real Orden de 24 de noviembre de 1894.

[19] Archivo Parroquial de Hervás. Libro de Difuntos, 1884. Inscripción nº 37.

[20] Archivo Municipal de Hervás (AMH). Libro de actas de corporación municipal. 23 de diciembre de 1894. Legajo 31, cap. 4, folio 99.

[21] La Correspondencia de España. 10 de enero de 1895.

[22] Diario Oficial de Avisos de Madrid. 10 de enero de 1895.

[23] La Correspondencia de España. 11 de enero de 1895.

[24] AMH. Libro de actas de corporación municipal. 23 de diciembre de 1894. Leg. 31, cap. 5, fols 3v-4.

[25] El Ariete. 20 de febrero de 1897.

[26] El Imparcial. 22 de enero de 1897.

[27] El Imparcial. 9 de febrero de 1897.

[28] El País. 12 de febrero de 1897.

[29] El Ariete. 20 de febrero de 1897.

[30] El Isleño. 16 de febrero de 1897.

[31] Archivo Parroquial de Hervás. Libro de Difuntos, 1897. Inscripción nº 8.

[32] Ley de 3 de abril de 1900 (Ley Pulido).

 

BIBLIOGRAFÍA:

ARAGÓN MATEOS, S.: Delincuentes y patíbulos en Badajoz a través de fuentes literarias y periodísticas (siglos XVIII-XIX). Revista de Estudios Extremeños, 2015. Tomo LXXI, nº III, pp. 2069-2096.

  • COLECCIÓN LEGISLATIVA DE ESPAÑA. JURISPRUDENCIA CRIMINAL. Imprenta de la Revista de Legislación. Madrid, 1916.
  • FERNÁNDEZ SÁNCHEZ, T.:Un siglo de horca y garrote en la Real Audiencia de Extremadura”. V Congreso de Estudios Extremeños. Diputación Provincial de Badajoz, 1975.
  • LUCEA AYALA, V.: Reos, verdugos y muchedumbres: la percepción popular de la penalidad y la pena de muerte. Zaragoza, 1855-1915. Revista Zurita, pp. 129-158.
  • MARCOS ARÉVALO, J.: El hacinamiento, la marginalidad y la pena de muerte: la cárcel de Badajoz en el siglo XX. Diputación Provincial de Badajoz, 1984.
  • RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, A.: Morir en Extremadura (La muerte en la horca a finales del Antiguo Régimen). Institución Cultural El Brocense. Diputación Provincial de Cáceres, 1980.
  • RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, A.: La soga y el fuego. La pena de muerte en la España de los siglos XVI y XVII. En AMNISTÍA INTERNACIONAL (ed.): La pena de muerte y su abolición en España. Los Libros de la Catarata.
  • ROMERO GARCÍA, E.: Garrote vil. Rituales de ejecución, verdugos y reos en la España contemporánea. Ed. Nowtilus, 2014.
  • SERRANO TÁRREGA, M.D.: La pena capital en el sistema español. UNED. Col. Aula Abierta, 64. Madrid, 1992.
  • SUEIRO, D.: La pena de muerte. Ceremonial, historia, procedimiento. Alianza Ed. Madrid, 1974.
Nov 242021
 

Dr. Francisco González Lozano. fglozano@hotmail.com

Dra. Guadalupe Pérez Ortiz. mgperort@gmail.com

Dña. Rocío Pérez Ortiz. rocioperezortiz@gmal.com

 

Resumen:

 

El trabajo que se presenta a los Coloquios Históricos de Extremadura en su L edición recoge un análisis exhaustivo de un nutrido conjunto de profesores que impartieron docencia en el Seminario Metropolitano San Atón de Badajoz entre los años 1850 y 1960. Se ha elegido este periodo por ser un tiempo sumamente interesante tanto para la historia de la Iglesia católica como para el propio seminario pacense. De los 7 docentes seleccionados abordaremos aspectos biográficos, educativos, laborales y de su producción científica. Con este estudio queremos rendir homenaje a los docentes seleccionados y al propio Seminario de Badajoz como un centro educativo de referencia en toda Extremadura a lo largo de sus más de 350 años de historia.

 

 

  1. Introducción

 

En el marco del L aniversario de los Coloquios Históricos de Extremadura hemos creído oportuno rendir homenaje al Seminario Metropolitano San Atón de Badajoz institución eclesiástica y educativa con más de 350 años de historia. Muchas y muy variadas eran las posibilidades para rendir este merecido homenaje. De todas ellas nos hemos decantado por sus profesores y dado al amplísimo plantel de docentes que han pasado por las aulas de San Atón en más de 350 años delimitamos este trabajo al periodo cronológico de 1850 a 1960 por ser una época sumamente interesante en la institución y en la propia Iglesia  católica. Dentro del nutrido grupo de profesores que desempeñaron su tarea en estos 110 años hemos hecho una selección de 7 docentes que son los que se van a exponer en estas páginas. Abordaremos aspectos biográficos, educativos, laborales y de producción científica de cada uno de ellos.

 

2.     Profesores destacados del Seminario San Atón de Badajoz y su trayectoria

 

La vida educativa del Seminario tiene como objeto principal al seminarista, que como protagonista de su crecimiento personal desarrolla un camino en el que se rodea de múltiples herramientas que persiguen tal fin: constituciones, reglamentos, planes de estudio, asignaturas, horarios, espacios educativos, etc. que entrelazándose de manera organizada, constituyen los pilares sobre los que se asienta la gestión, dirección y orientación del Seminario. Además, en todo este recorrido el seminarista se encuentra asesorado y acompañado de sacerdotes que ejercían diferentes funciones en todo su proceso formativo: rector, vice-rector, administrador, director espiritual y profesores, etc.

En esta contribución a los L Coloquios Históricos de Extremadura queremos rendir homenaje a una parte del inmenso plantel de profesores que impartieron su docencia en el Seminario de Badajoz. Su misión sobrepasará la explicación aséptica de las materias en las que habrán de ser instruidos los colegiales para obtener un grado académico; buscando ser en todo momento educadores integrales de jóvenes ansiosos de conocimiento. La labor de los profesores no se limitaba a impartir la docencia que les indicara el obispo. Las Constituciones del obispo Obregón señalaban la disciplina interna de los colegiales y de los profesores. Conforme a éstas, la dirección académica de la educación de los colegiales recae sobre los catedráticos[1], quienes, para instruir a los jóvenes y desempeñar la enseñanza de las asignaturas, se esmerarán en el aprovechamiento e ilustración de los alumnos. Han de velar, sin acepción de alumnos, por el crecimiento y la sabiduría de sus pupilos y serán maestros encargados de guiar y acompañar los procesos educativos de sus alumnos en el terreno académico y en otros aspectos propios de la vida interna del Seminario, manteniendo contacto asiduo con el rector.

El informe de José Quevedo, rector entre 1853 y 1855, ya apuntaba la necesidad de una preparación adecuada de los catedráticos; la razón era la falta de sacerdotes preparados a quienes pudiera fiarse tan difícil cargo[2].

Años más tarde, el obispo Pantaleón Montserrat y Navarro mandaba un nuevo Reglamento para el Seminario Conciliar[3]. En lo que respecta a la tarea docente, destacamos, en primer lugar, la invitación que hace a los profesores a ser puntuales en su tarea y a enseñar en virtud a los seminaristas.

Muestra de la preocupación del profesorado por la vida y el crecimiento de los alumnos es el inicio sistemático de los “expedientes de conducta” que a partir de 1866 recogen el comportamiento de los colegiales. Los catedráticos rellenaban un informe personal donde las opciones que podían señalar respecto al alumno eran “bueno / malo / regular”[4]. Este detallado documento que se realizaba individualmente recogía también las faltas de asistencia a clase; además, expresaba la aplicación de los alumnos con los calificativos de “mucha / alguna / bastante / regular / poca / incalificable”. En un último apartado se recogían los castigos impuestos por los catedráticos a los malos comportamientos de sus alumnos. Esta relación de documentos nos demuestra la laboriosidad exquisita de la junta de disciplina y de los catedráticos respecto a sus alumnos. El registro individualizado del comportamiento, así como del aprovechamiento de las materias, daba una visión detallada del avance o estancamiento de los que aspiraban a la clerecía y de los alumnos externos.

En 1868, el obispo Ramírez Vázquez al frente de la diócesis y del Seminario solicitaba por carta a los profesores que calificaran por asignaturas sueltas el aprovechamiento de los alumnos con preferencia al sistema de aplicar una sola nota al conjunto de todas[5]; era su deseo tener una visión más concreta de la evolución y disposición de los seminaristas en las cátedras. Además, respecto a los teólogos, se debería tener en cuenta la conducta moral y disciplinar de dichos alumnos.

Será en 1928 cuando encontremos un nuevo Reglamento para el Seminario[6], promulgado por el obispo Ramón Pérez Rodríguez. En lo que respecta a la relación profesor-alumno, destacamos el artículo 94 que invita al cariño, respeto y obediencia de los seminaristas hacia los profesores y superiores. Poco más recoge esta normativa respecto a planes de estudio o vida académica, más allá de la importante insistencia en el aprovechamiento de los tiempos tanto de clases como de estudio.

Han sido muchos los profesores que lo largo de los más de 350 años de historia del Seminario han pasado por sus aulas. Por ello, resulta complicado hacer una selección adecuada. Con esa conciencia de quedar atrás a muchos buenos maestros emprendemos ahora la tarea de sacar a la luz una pequeña, pero relevante, muestra de algunos de los docentes del Seminario San Atón en las fechas que delimitan nuestra contribución a estos Coloquios.

 

 

2.1.         Tomás Romero de Castilla y Perozo

 

Los datos que custodia el archivo del Seminario relativos a este profesor   comienzan el 25 de octubre de 1845, fecha en la que su padre solicitaba una beca para que Tomás de doce años,[7] pudiera comenzar los estudios en el centro. Beca que le fue concedida según consta en el mismo documento[8]. Los libros de matrícula certifican que superó sus estudios con la calificación de sobresaliente. Obtuvo el grado de bachiller en Teología el 21 de junio de 1853[9]. Ejerció como catedrático de Lógica y Metafísica en el Seminario al ser nombrado por Miguel Calabia, Gobernador eclesiástico, en 1853[10]; estas materias las impartió hasta el curso 1857-1858. En 1857 se hace cargo de la enseñanza de Historia de la Filosofía hasta el curso académico 1859-1860, cuando renunció voluntariamente a dicha cátedra.

Continuó su labor docente en el Instituto Provincial de Badajoz, donde ejerció como catedrático sustituto de Psicología, Lógica y Ética desde el 14 de abril de 1856[11]. Seguidamente amplió estudios en el Instituto Provincial de Badajoz, obteniendo el título de bachiller en Artes el 12 de diciembre de 1860[12]. En los años 1860 al 1862 consiguió el grado de bachiller en la Facultad de Filosofía y Letras por la Universidad de Sevilla, obteniendo la calificación de sobresaliente, el 12 de diciembre de 1860[13].

Su vida, en adelante, estará ligada al Instituto Provincial, donde ejerció las funciones de secretario, vice-director y director del mismo. Falleció el 22 de febrero de 1910[14].

La producción bibliográfica de Tomás Romero de Castilla es extensa y sumamente interesante:

 

  • Elementos de Psicología Experimental: para uso de los alumnos del instituto de esta provincia. Badajoz, Imp. de la viuda de Artega, 1876.
  • Contestación al folleto ¿Católico ó Krausista? De Ramiro Fernández y Valbuena. Badajoz, Tip. La Minerva Extremeña. 1881.
  • Discurso leído por Tomás Romero de Castilla en la velada literaria que en honor de Moreno Nieto celebraron el claustro del Instituto y la Prensa de Badajoz el dia 2 de octubre del presente año. Badajoz, Tipografía La Minerva Extremeña, 1882.
  • Elementos de Lógica: para uso de los alumnos del instituto de esta provincia. Badajoz, Tip. y Estereot. La Minerva Extremeña, 1880.
  • Nuestro concepto de la razón y la doctrina de Santo Tomás de Aquino: réplica á D. J. M. Ortí y Lara. Badajoz, D. E. Orduña, 1881.
  • Elementos de Filosofía Moral: para uso de los alumnos del instituto de esta provincia. Badajoz, Imprenta y encuadernación La Minerva Extremeña, 1893.
  • Inventario de los objetos recogidos en el Museo Arqueológico de la Comisión Provincial de Monumentos de Badajoz. Badajoz, Tip. El Progreso de Antonio Arqueros, 1896.

 

2.2.         Tirso Lozano Rubio

 

Tirso se matricula en tercer curso de Latín y Humanidades del Seminario Conciliar de Badajoz el año 1879[15]. Contaba con catorce años. Su condición económica desfavorable le llevó a solicitar beca, siendo agraciado como porcionista. Las calificaciones obtenidas en su primer año de estancia en el centro fueron extraordinarias. En dos años concluyó sus primeros estudios, pasando posteriormente, en el curso académico 1881-1882 a la etapa de Filosofía, donde permaneció los tres años correspondientes. En 1884 se encuentra matriculado en Teología, donde permaneció los siete años prescritos por el Plan de estudios. Posteriormente continúa sus estudios en Derecho Canónico, concluyendo en el año 1892-1893.

Por lo que respecta a sus primeras funciones como educador del Seminario, lo encontramos como “encargado de alumnos” en el curso académico 1890-1891, a la vez que estudiaba séptimo de Teología[16]. Cumplió la misma misión educativa en los cursos académicos 1891-1892, 1892-1893, 1894-1895, 1895-1896, 1896-1897, 1897-1898, 1898-1899 y 1899-1900. En el año 1897 aparece como profesor encargado de algunas asignaturas, aunque los registros no nos han facilitado qué materias impartió aquél curso académico. Nos consta que en octubre de 1915 firma el Plan de estudios para aquel curso académico como prefecto de estudios. Será entonces cuando comprobamos que impartió Sagrada Escritura en los cursos de tercero a quinto de Teología[17].

Obtuvo el título de licenciado y doctor en Teología en la Universidad Pontificia de San Ildefonso de Toledo y la licenciatura en Derecho Canónico por la Universidad de Sevilla en 1900[18].

En su trayectoria profesional podemos encontrar innumerables cargos eclesiásticos y civiles que ejerció con brillante pasión[19]: canónigo lectoral de la Catedral, Académico Correspondiente de la Real Academia de la Historia por la provincia de Badajoz en Madrid, miembro de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos desde 1899 hasta 1938, director del Boletín del Obispado, vocal del Patronato del Museo Provincial y Socio de Número de la Real Sociedad Económica Extremeña de Amigos del País desde el 16 de enero de 1894 hasta 1938. Además, mantuvo una estrecha relación con la Caja de Ahorros de Badajoz, donde ocupó los cargos de: Miembro del Consejo de Administración, Inspector, Vicepresidente y Presidente en los años 1932 al 1938[20].

Su producción bibliográfica es extensa y sumamente interesante:

 

  • Estatutos de la Santa Iglesia Catedral de Badajoz. [S.l., s.n.], 1858.
  • Breve crónica o historia del plan o marcha progresiva observada en la clase de primer año de filosofía. [S.l., s.n.], 1882.
  • Las armas de la dialéctica o breve instrucción para los actos escolásticos en cátedras y academias. Badajoz, [s.n.], 1894, (Tip. y litografía de Uceda Herms.).
  • Historia de Montánchez. Badajoz, [s.n.], 1894, (Tip., Lit., y Encuadernación de Uceda Hermanos).
  • Atlas geográfico-filosófico compuesto para los alumnos de historia de la Filosofía por el Dr. Tirso Lozano y Rubio. Badajoz, [s.n.], 1896, (Tip., Lit. y Enc. de Uceda Hermanos).
  • Atlas de Geografía comparada ó histórico-moderna. Badajoz, Uceda hermanos, 1897.
  • Hermeneuticae Sacrae et Scripturae Sanctae : programma. Pace Augusta, [s.n.], 1896, (ex Tipographía La Industria, de Uceda Hermanos).
  • Hermeneuticae Sacrae et Scripturae Sanctae : programma ad mentem enciclicae Providentissimus Deus… Leonis Papae XIII. Pace Augusta, [s.n.], 1897, (ex Tipographía La Industria, de Uceda Hermanos).
  • Lexicon de sistema filosóficos. Badajoz, [s.n.], 1897, (Imp., Lit. y Enc. de Uceda Hermanos).
  • De historia de Badajoz apéndices a la historia del Dr. Mateos. Badajoz, Arqueros, 1930.
  • Suplemento de la Historia eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz de Juan Solano de Figueroa y Altamirnano. Badajoz, Imp. del Hospicio Provincial, 1935.
  • Anotaciones de griego y latín. [S.l., s.n., s.a.].
  • Cuadro sinóptico que contiene las principales batallas pertenecientes a la historia de España. [Badajoz], [s.n., s.a.], (Imp. Lit. y Enc. de Uceda Hermanos).

 

2.3.         Enrique Triviño Forte

 

En el año 1895 comienza sus estudios en el Seminario Enrique Triviño Forte, natural de Almendralejo. Tenía catorce años y cursó entonces 1º de Latín y Humanidades como colegial externo[21]. En las observaciones aparece “sisenandista”, sección del Seminario destinada a los niños más pobres que no podían costear los gastos de manutención y matrícula. Sus calificaciones, ya en este primer curso, fueron extraordinarias.

En el curso 1896 estudia 2º de Latín y Humanidades como seminarista interno[22]. Continuaban sus calificaciones en la misma línea. El año 1897 cursa 3º de Latín y Humanidades como alumno interno, ocupando el puesto octavo de los treinta y seis alumnos de su curso. Obtuvo las máximas calificaciones durante el año. En el año 1898, con dieciocho años, cursa 4º de Latín y Humanidades. Destacaba, nuevamente por su brillante expediente académico. En el año 1899, disfrutando de media beca, cursa 1º de Filosofía. Continúa la línea de excelencia de notas[23].

A partir del curso 1900-1901, Enrique Triviño continuaría sus estudios en la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma, residiendo en el Colegio Español San José. Triviño obtuvo la mención de Laudatos verbis amplissimis en Lengua Griega[24]. Allí recibió el grado de bachiller en la Facultad de Filosofía. Durante el curso 1901-1902, obtuvo el primer premio en Metafísica y en Física y Química. Además tuvo mención honorífica en Lengua Francesa y en la Academia Romana de Santo Tomás, fundada por León XIII para completar los estudios filosóficos[25].

La andadura de Enrique Triviño continúa en Roma: en esta ocasión en la Facultad de Teología. Fue allí donde obtuvo el primer premio en Teología dogmática, accesit en Historia eclesiástica y Arqueología cristiana. Además, tuvo una mención honorífica en Lengua hebrea, Teología moral y Literatura española[26]. También el premio de S. A. R. la Infanta Doña Isabel por su Memoria sobre la oportunidad de la definición dogmática del Misterio de la Inmaculada en el siglo XIX[27].

La primera muestra fehaciente de su labor como profesor la encontramos en el Plan de estudios del curso 1909-1910[28], etapa en la que impartió Literatura general en 4º de Latín y Humanidades. Ese mismo curso académico impartiría Instituciones canónicas y disciplinares en 5º de Teología. Además, se encargaría de Derecho público en el primer curso de Derecho Canónico y Derecho español y procedimientos en el segundo curso de Derecho Canónico.

De los cursos 1910-1911 al 1912-1913, los planes de estudio que se custodian en el archivo del Seminario no detallan los profesores que impartieron las diferentes asignaturas. Pero según consta en el libro de los expedientes personales de los profesores del Seminario, Enrique Triviño “doctor en las facultades de Teología, Filosofía y Derecho canónico, explicó Instituciones canónicas, Derecho público eclesiástico, Retórica y Literatura general en el curso 1909-1910”[29]. Estas mismas asignaturas, según el mencionado libro de expedientes de profesores, las impartió al curso siguiente. Durante el año 1912-1913 explicó Teología fundamental, Patrología y Oratoria sagrada. Será en el curso académico 1913-1914 cuando Enrique Triviño aparezca como profesor de Teología fundamental en el primer curso de Teología, impartiendo también Patrología y Oratoria sagrada en quinto curso de Teología[30].

Durante el curso académico 1915-1916, se encargó de la Teología fundamental en primer curso de Teología y de Patrología y Oratoria sagrada, en esta ocasión siendo dos asignaturas independientes. Nuevamente, en el curso académico 1917-1918 impartía Teología fundamental en el primer año de Teología.

Destacamos, por último, que formó parte de la Comisión elegida para elaborar el Proyecto del Estatuto de Extremadura[31].

En cuanto a sus publicaciones encontramos:

 

  • Cartas a Antonio Rodríguez-Moñino. Badajoz, [s.n.], 1944-1945
  • Novena a Nuestro Padre Jesús Nazareno del Amparo : que se venera en su capilla de la Iglesia de Santo Domingo de Badajoz por el pueblo y por la Cofradía de N. P. Jesús del Amparo, Dulce Nombre del Señor y María Santísima del Mayor Dolor, erigida canónicamente en la misma Iglesia. Badajoz, [s.n.], 1942, (Tipografía Española).
  • Sermón predicado en la capilla del Real Palacio de Madrid en la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, el día 8 de diciembre de 1925. Badajoz, [s.n.], 1926, (Tip. Joaquín Sánchez).
  • [La educación y la instrucción]: discurso leído en la apertura del curso 1910-1911 en el Seminario Conciliar de Badajoz. [Badajoz, [s.n.], 1910].

 

2.4.         Eloy Pedrajas Núñez Romero

 

Nace el 1 de diciembre de 1868, en Cabeza del Buey[32]. Terminados sus estudios de segunda enseñanza, contando con quince años, ingresó en el Seminario Conciliar de Córdoba, donde estudió Teología y Derecho Canónico, ordenándose sacerdote el 23 de diciembre de 1893. Obtuvo la licenciatura en Filosofía y Letras el año 1895[33].

Fue nombrado profesor de Religión y Moral en el Instituto de Segunda enseñanza de Badajoz donde ejerció como tal hasta su muerte. Compaginó la docencia con otros cargos eclesiásticos, como vice-secretario o archivero bibliotecario del Instituto. Impartió también clases de Religión e Historia sagrada a los futuros maestros, hasta que en 1908 se creara la Escuela Normal Superior de Magisterio de Badajoz, fecha en la que se separaron las aulas del Instituto al que antes estaban unidas[34].

En el curso académico 1900 a 1901 fue nombrado profesor de Geografía por el obispo Ramón Torrijos[35]. En los cursos 1901 a 1902 y 1902 a 1903 explicó las asignaturas de Historia de España e Historia universal. En el curso académico 1903 a 1904 fue nombrado por el obispo Hevia profesor de las asignaturas de Patrología y Oratoria sagrada. Al año siguiente explicó las mismas asignaturas. Ejerció como secretario de estudios en el curso 1904-1905[36].

El obispo Soto Mancera lo mantuvo como profesor de Patrología y Oratoria sagrada en el curso académico 1905-1906. Al año siguiente explicó Derecho público y eclesiástico y Oratoria sagrada, continuando su labor como secretario de estudios.  El Plan de estudios del curso 1908-1909 detalla que fue profesor de Instituciones canónicas y disciplinares, Patrología y Oratoria sagrada en el quinto curso de Teología. Al curso siguiente sólo impartiría Patrología y Oratoria sagrada[37]. Los dos siguientes años explicaría las materias de Patrología y Oratoria sagrada[38]. Será en el curso académico 1911-1912 cuando se haría cargo de la Historia de la literatura y Retórica hasta el año siguiente[39].

Destacar, por último que fue Socio de Número de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, ingresando en 1895 y de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras desde 1899[40] y fue condecorado con la Encomienda de la Real y Militar Orden de Cristo, de Portugal, y con la Cruz italiana de Bene merenza[41].

El listado de las publicaciones de Eloy Pedrajas Núñez Romero es el siguiente:

 

  • Compendio de historia eclesiástica: contestación al indice oficial de materias exijidas[sic] a los alumnos que cursan el 2º año de religión en los institutos provinciales de 2ª enseñanza. Badajoz, [s.n.], 1899, (Imp., Litog. y Encuad. de Uceda Hermanos).
  • Lecciones de historia sagrada: contestación al indice oficial de materias exijidas [sic] a los alumnos que cursan el primer año de religión en los institutos provinciales de 2ª enseñanza. Badajoz, [s.n.], 1899, (Imp., Lit. y Encuad. de Uceda Hermanos).
  • Guadalupe: impresiones artístico-religiosas. Badajoz, Uceda Hermanos, 1902.
  • La oratoria sagrada ante las Ciencias eclesiásticas. Badajoz, Uceda Hermanos, 1904.
  • Lecciones de Historia Sagrada. Badajoz, Uceda, 1909.
  • Además prologó el libro La revolución de las escuelas filosóficas: breve estudio histórico-crítico de los humanos conocimientos en el siglo XIII, é impulso que alcanzaron merced á la actividad de Tomás de Aquino, obra de THOUS MONCHO, A. J. [Badajoz, s.n., 1902], (Valladolid, Tip. de José Manuel de la Cuesta).

 

2.5.         Fernando Castón Durán

 

Nació en Manilva (Málaga), el 12 de febrero de 1882, trasladándose muy pronto a Extremadura[42].  A los doce años entra en el Seminario, en la sección de San Sisenando, sirviendo como fámulo al resto de los colegiales. Los educadores de la época pronto se fijaron en él por su magnífico expediente académico. A los veinticinco años recibió las Sagradas Órdenes de Presbiterado el 18 de agosto de 1907.

El expediente académico de Fernando Castón Durán nos muestra un alumno brillante[43]. Siendo aún colegial del centro, fue nombrado profesor del mismo, en las etapas de Latín y Humanidades. En el curso 1905-1906, a la par que cursaba cuarto curso de Teología, explicó primero de Latín, y Lengua castellana. Lo mismo en los dos cursos siguientes. En el curso 1908-1909, siendo alumno externo de segundo curso de Derecho Canónico, explicó segundo de Latín, segundo de Lengua castellana, Historia de España e Historia sagrada y de 1909 a 1912 explicó las mismas asignaturas. Obtuvo la licenciatura en Teología por la Universidad de Sevilla en 1911.

Durante veintidos años ejerció la docencia en el Seminario San Atón explicando diversas materias. Sería en el año 1927 cuando concluiría su etapa como docente en el establecimiento. El motivo fue la discrepancia con la decisión tomada por el obispo Ramón Pérez, que deseaba inaugurar la nueva sede del Seminario en la cañada Sancha Brava. Las razones argüidas por Fernando Castón eran el elevado coste y el largo desplazamiento que habría de efectuarse entre la sede en la que residían y el nuevo emplazamiento en la margen derecha del Guadiana a su paso por Badajoz.

Tras su marcha del Seminario, continuó ejerciendo la docencia con clases particulares y de Religión en el Colegio del Carmen impartiendo Latín. Fue también Académico Correspondiente de la Historia, título otorgado por su aportación a la historia extremeña y de la diócesis pacense. También fue nombrado consejero del Centro de Estudios Extremeños en 1945 y miembro de la Institución de Servicios Culturales de la Diputación.

Las grandes obras firmadas bajo su propio nombre son las siguientes:

 

  • Zurbarán y la casa de los Morales en Llerena. Badajoz, Diputación de Badajoz, Servicios culturales, 1948.
  • Rincones de la Historia Extremeña. Badajoz, Monte de Piedad y Caja General de Ahorros, 1945.
  • Viejos valores pacenses. Badajoz, Ayuntamiento, 1949.
  • Los escritos de Fernando Castón fueron publicados en varios periódicos, como Norma, Hoja del Lunes y Diario Hoy, firmados bajo el pseudónimo de Licenciado Pero Pérez. Lo mismo ocurre en la Revista de Estudios Extremeños, en la que encontramos los siguientes artículos bajo el pseudónimo con el que firmaba:
  • “Antología de un registro notarial”. 13/2, (1939), pp. 149-165.
  • “Antología de un registro notarial”. 13/3, (1939), pp. 235-354.
  • “Ambiente político de Badajoz en 1820-23 (I): alborozo ciudadano”. 8/3, (1934), pp. 299-319.
  • “El dómine Galindo”. 11/2, (1937), pp. 167-175.
  • “La portuguesa rica”. 15/1, (1941), pp. 1-19.
  • “Colegio de Jesuitas de Fregenal: la silla del patrono”. 11/3, (1937), pp. 2305-216.
  • “El colegio de Jesuitas de la Higuera”. 12/1, (1938), pp. 15-25.
  • “Moriscos, cuchilladas y ¿favor a la justicia?”. 15/2, (1941), pp. 207-220.
  • “Ambiente político de Badajoz en 1820-23”. 9/2, (1935), pp. 129-154.
  • “Francisco de Terrazas”. 10/3, (1936), pp. 241-267.
  • “Posa en Badajoz la Reina Madre de Portugal doña Mariana Victoria, viuda de José I”. 11/1, (1937), pp. 11-22.
  • “Rehala”. 2/3, (1928), pp. 523-528.
  • “El proceso de solano”. 5/1, (1931), pp. 1-13.
  • “La vida concejil en la Serena durante los siglos XVI y XVII”. 5/3, (1931), pp. 303-315.
  • “La brecha de las aguas”. 18/2, (1944), pp. 265-269.
  • “Testamento de Doña Isabel de Aguilar”. 14/1, (1940), pp. 15-32.
  • “Catequesis de los moriscos extremeños”. 10/1, (1936), pp. 31-49.
  • “Estampas viejas”. 10/2, (1936), pp. 135-141.
  • “El Badajoz urbano y demográfico de hace un siglo”. 14/2, (1940), pp. 121-134.
  • “El proceso de Solano”. 4/3, (1930), pp. 291-307.
  • “Querella de Dosma contra el Cabildo”. 12/2, (1938), pp. 117-135.
  • “La encomienda de Calatrava (II)”. 4/2, (1930), pp. 233-241.
  • “Francisco de Parada”. 16/2, (1942), pp. 201-227.
  • “El Licenciado Zapata”. 17/1, (1943), pp. 11-28.
  • “El Licenciado Zapata”. 17/2, (1943), pp. 163-185.
  • “La encomienda de Calatrava (I). 3/3, (1929), pp. 405-413.
  • “Querella de Dosma contra el Cabildo”. 13/1, (1939), pp. 9-20.
  • También en la Revista de Estudios Extremeños publicó dos artículos en los que firmaba con su propio nombre, alejándose del pseudónimo; son los siguientes:
  • “Miscelánea: Zurbarán y la casa de los Morales de Llerena”. 3/3-4, (1947), pp. 437-441.
  • “La Virgen del Pajarito: miscelánea”. 15/3, (1941), pp. 310-311.

 

 

2.6.         Enrique Delgado Gómez

 

Nace en Valverde de Llerena el 17 de julio de 1888[44]. Los primeros datos académicos que hallamos en el archivo se remontan al curso académico 1901-1902, donde se encuentra matriculado en tercer curso de Latín y Humanidades como alumno interno[45]. En el Seminario permaneció hasta el tercer curso de Teología, con un expediente académico sobresaliente. Su formación académica continuará en la Academia de Santo Tomás de Roma, donde cursó dos años de Filosofía, obteniendo el título de doctor en Filosofía el 2 de mayo de 1911. También cursó tres años de Teología en la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma y otros tres de Derecho Canónico, llegando a obtener el título de doctor en ambas Facultades, el 11 de marzo de 1912 y el 9 de julio de 1914, respectivamente[46]. Fue ordenado presbítero el 14 de julio de 1912[47].

En 1908 comienza su docencia en el Seminario San Atón impartiendo Geometría y Trigonometría en el segundo curso de Filosofía[48]. Compaginaba la docencia con los estudios de su tercer año de Teología. Hasta el curso académico 1915-1916 no volvemos a constatar su misión como catedrático, año en el que enseñó Lógica, Ontología, Aritmética y Álgebra en el primer curso de Filosofía, al mismo tiempo que ejercía la docencia de Historia natural y Geología en el segundo curso de la misma etapa. Este elenco de asignaturas las impartirá Enrique Delgado hasta el curso académico 1918-1919.

Será el año 1921 cuando nuestro alumno aparecerá en los planes de estudio como profesor del Tratado de Gracia de Cristo, que se imparte en el segundo curso de Teología; asignatura que enseñará también en el tercer y cuarto curso de la misma etapa.

Ese mismo año, el obispo Ramón Pérez firma el Plan de estudios del curso académico 1921-1922 junto al secretario de estudios, Enrique Delgado[49].

La docencia del profesor continuará en el segundo curso de Latín y Humanidades en el año 1923, donde impartirá Aritmética y Geometría; ese mismo año enseñará Aritmética en tercer curso de Latín y Geometría en el cuarto curso de la misma etapa académica; en el quinto curso se dedicará a las asignaturas de Álgebra y Trigonometría. Esta tarea docente la sigue compaginando con la secretaría de estudios[50]. En el curso 1926-1927, enseña Lógica y Ontología en el primer curso de Filosofía[51]. Al año siguiente impartirá el Tratado de Sacramentos en el segundo curso de Teología y la misma materia en el tercer y cuarto curso de la referida etapa.

Es nombrado rector interino del Seminario y canónigo de la S. I. Catedral de Badajoz[52]. A la muerte de José Velardos Parejo, José María Alcaraz y Alenda, obispo entonces de la diócesis pacense, lo nombró vicario general. Fue preconizado obispo de Almería el 10 de junio de 1943 por el Papa Pío XII[53]. El año 1946 fue nombrado obispo de Pamplona[54]. Falleció en 1978[55].

 

2.7.         José Velardos Parejo

 

Nació en La Haba, el 19 de enero de 1869. Ingresó en el Seminario a principios del curso académico 1882-1883[56]. De su expediente académico[57] destacamos que obtuvo la máxima calificación en todas las asignaturas y todos los años.

José Velardos fue el responsable y tutor de otros alumnos internos y externos que acudieron al Seminario. Su misión sería acompañar a los jóvenes y ser su encargado en la ciudad para cualquier asunto relacionado con la vida del alumno. Así, el primer colegial que tuvo a su cargo, fue su propio hermano, Justo Velardos Parejo. La misma misión cumplió los cursos académicos 1891-1892, 1894-1895, 1895-1896, 1896-1897, 1897-1898, 1898-1899 y 1899-1900.

Entre su amplio currículum encontramos los siguientes datos: fue ordenado presbítero en 1893; obtuvo el grado de doctor en Sagrada Teología en septiembre de 1896 y la licenciatura en Derecho Canónico en abril de 1906. Fue nombrado vice-rector del Seminario en 1899 y canónigo de la Catedral, por oposición, el 30 de marzo de 1903.  Además, ejerció como vicario general, administrador del erario diocesano, deán de la Catedral y gobernador eclesiástico en sede vacante. El Santo Padre lo nombró su camarero secreto supernumerario en 1925. A estos honorables cargos le sumamos haber sido capellán de diversas comunidades religiosas y responsable de varias delegaciones episcopales[58].

Fue filósofo y teólogo, eminentemente tomista y consiguió reducir la complejidad de las disciplinas superiores a principios tan claros, tan prácticos y tan breves que todos sus alumnos conseguían entender la ciencia teológica. Mientras estudiaba en el Seminario, sus superiores le encargaron impartir clases a los más pequeños y a lo largo de su vida no le faltaron ofertas para diversas cátedras y cargos diocesanos[59].

Enumeramos, a continuación las asignaturas que impartió José Velardos en los diferentes cursos académicos. Este expediente personal nos demuestra, una vez más, su talla profesional y bagaje intelectual. En el curso 1906-1907 impartió, según podemos constatar en los planes de estudio, Teología especial en tercer y cuarto curso de Teología, utilizando los manuales de Mas, Santo Tomás y Marchini[60]. Este elenco de asignaturas son las que explica consecutivamente hasta el curso académico 1915-1916, en las que aparece como profesor de Teología moral, usando el manual de Gury Ferreres. Lo mismo sucederá al curso siguiente. Será en año académico 1917-1918 cuando José Velardos se haga cargo de la denominada Teología dogmática, en esta ocasión usará el manual de Mazzella Horatio; impartirá esta asignatura en los cursos de segundo a cuarto de la etapa teológica. Precisamente ese año, firma el Plan de estudios como prefecto de estudios[61]. En el año 1921-1922, aparece como profesor del Tratado de Verbo Encarnado, del cual se hará cargo, según consta en los planes de estudio, hasta el curso académico 1923-1924.  El 24 de julio de 1932 falleció.

 

A modo de conclusión y para hacer referencia al magnifico plantel de profesores que integraron el Seminario en la época de estudio incluimos una tabla resumen de los mismos.

 

 

 

Nombre Cargo Año
Juan Antonio Utrera Rector 1851
Catedrático de Religión y Moral 1851
Catedrático de Geografía e Historia 1851-1852
Antonio Ríos Rector 1852
Marcos Velar Rector 1852
Catedrático de Moral y Dogmática 1852-1853
Ángel Sáenz de Valluercas Vicerrector 1851
Catedrático de Sagrada Escritura 1853
Catedrático de Lugares teológicos 1852-1853
Rector 1857-1860
Venancio Pedroso Catedrático de Teología 1852
Vicente Agustín Pardo Vicerrector 1856-1859
Lope de Morales y Morales Administrador 1851
Antonio de los Ríos Administrador 1852
Domingo Sarabia Director de la Casa de Ordenandos 1851
Catedrático de Moral 1852-1853
Pascual Cózar Catedrático de Ampliación 1851-1854
Francisco Delgado Catedrático de Física e Historia natural 1851-1853
Nicolás Jiménez Catedrático de Matemáticas 1851-1857
Juan Gómez Quevedo Catedrático de Retórica y Poética 1851
Agustín Guillén Catedrático de Retórica y Poética 1851-1855
Juan de Dios Carrillo Catedrático de Latín y Castellano 1851
Plácido Sabido Catedrático de Latín y Castellano 1851-1854
Agustín Bermejo Catedrático de Latín 1852-1854
Tomás Romero de Castilla Catedrático de Metafísica 1853-1858
José Sánchez Gutiérrez Catedrático de Filosofía, Moral y Sagrada Escritura 1853-1854
Juan Antonio Cervera Catedrático de Lugares teológicos y Fundamentos de religión 1853-1854
Valeriano Ordóñez Catedrático de Física 1853-1854
Francisco Javier Leal Catedrático de Instituciones canónicas 1853-1855
Evaristo Merchán Catedrático de Patrología 1853-1855
José María López Catedrático de Teología 1853-1856
Ildefonso Pérez Catedrático de Teología dogmática 1853-1857
Rafael Melendo Catedrático de Cánones 1853-1855
Julián de la Barrera Catedrático de Hebreo 1853-1856
José Quevedo Catedrático de Historia eclesiástica 1853-1856
Pedro Rino Médico-cirujano 1856
Ángel Román Practicante de cirugía y barbero 1853-1859
Miguel Giles Catedrático de Gramática 1854-1857
Andrés Villarroya Catedrático 1854-1857
Miguel Arias Gómez Catedrático 1854-1857
Vicente Pardo Rector 1854-1857
Catedrático 1854-1857
José Rodrigo Catedrático de Música  
José María López Catedrático de Filosofía 1857-1860
Nicolás Giménez Catedrático de Filosofía 1857-1860
Baltasar Roncero Catedrático de Latín 1857-1860
José Santalucía Catedrático de Latín 1857-1860
José Romero Catedrático Interino 1857-1860
Manuel López Romero Catedrático de Ética 1857-1859
I.                     Rectores, vicerrectores, catedráticos y trabajadores. 1850-1860

 

 

  1. Fuentes y bibliografía

 

Archivo Seminario Metropolitano San Atón de Badajoz

A.S.M.M.B. Sección administración, libro 73, fol. 53.

A.S.M.M.B. Sección gobierno, caja 1.

A.S.M.M.B. Sección gobierno, libro 11.

A.S.M.M.B. Sección gobierno, libro 6.

A.S.M.M.B. Sección secretaría, caja 2 (archivo intermedio).

A.S.M.M.B. Sección secretaría, caja 27.

A.S.M.M.B. Sección secretaría, caja 54.

A.S.M.M.B. Sección secretaría, caja 57.

A.S.M.M.B. Sección secretaría, libro 17.

A.S.M.M.B. Sección secretaría, libro 18.

A.S.M.M.B. Sección secretaría, libro 55.

A.S.M.M.B. Sección secretaría, libro 69.

A.S.M.M.B. Sección secretaría, libro 70 bis (1).

A.S.M.M.B. Sección secretaría, libro 70 bis.

 

 

Boletín Obispado de Badajoz

 

B.O.O.B. 2-1-1903.

B.O.O.B. 16-1-1905.

B.O.O.B. 13-8-1929.

B.O.O.B. 2-8-1932.

 

Boletín del Obispado de Pamplona, 87, (1946).

 

 

MARROQUÍN MARTÍNEZ, L. y SEPÚLVEDA MANGAS, R. “D. Tirso Lozano Rubio y la Real Sociedad Económica Extremeña de Amigos del País de Badajoz”. Revista de Estudios Extremeños, 70-extra, (2014), pp. 863-881.

 

Pontificio Colegio Español de San José. Catálogo del Centenario: 1892-1992… [S.l., s.n.], D.L., 1991, (Madrid, Gráficas Benzal), pp. 75 y 188.

 

ROSIQUE NAVARRO, F. “Badajoz y los intelectuales en la II República. Una aproximación”. Revista de Estudios Extremeños, 41/2, (1985), pp. 376-390.

 

SÁNCHEZ PASCUA, F. El Instituto de Segunda Enseñanza en Badajoz en el siglo XIX. Badajoz, Departamento de Publicaciones de la Excma. Diputación, 1985.

 

http://www.enciclopedianavarra.com/navarra/delgado-Gómez-enrique/5948

 

http://www.rseeap.org/modulos/mod_documentos/pub/listado.php?idcat=3&_

 

[1] Cfr. A.S.M.M.B. Sección gobierno, libro 6, art. 7.

[2] Cfr. A.S.M.M.B. Sección gobierno, caja 1.

[3] Cfr. Ibidem.

[4] A.S.M.M.B. Sección gobierno, libro 11, fol. 7 vto.

[5] Cfr. A.S.M.M.B. Sección gobierno, caja 1. Actas del consejo de disciplina, fol. 5.

[6] Cfr. A.S.M.M.B. Sección secretaría, caja 2 (archivo intermedio).

[7] A.S.M.M.B. Sección secretaría, libro 55, fol. 55.

[8] Ibidem (nota marginal).

[9] Cfr. A.S.M.M.B. Sección secretaría, libro 17, fol. 2.

[10] Cfr. A.S.M.M.B. Sección administración, libro 73, fol. 53.

[11] Cfr. Libro del personal facultativo, A.I.Z.B. folio 1, cit. en SÁNCHEZ PASCUA, F. El Instituto de Segunda Enseñanza en Badajoz en el siglo XIX. Badajoz, Departamento de Publicaciones de la Excma. Diputación, 1985, p. 189.

[12] Cfr. Ibidem, p. 188.

[13] Cfr. Hoja de servicios, A.I.Z.B. legajo 10, nº 288-289, cit. en Ibidem, p. 287.

[14] Ibidem, p. 189.

[15] Cfr. A.S.M.M.B. Sección secretaría, caja 54.

[16] Cfr. Ibidem, caja 56.

[17] Cfr. Ibidem, caja 2 (archivo intermedio).

[18] Cfr. Ibidem, libro 18, fol. 3.

[19] Cfr. MARROQUÍN MARTÍNEZ, L. y SEPÚLVEDA MANGAS, R. “D. Tirso Lozano Rubio y la Real Sociedad Económica Extremeña de Amigos del País de Badajoz”. Revista de Estudios Extremeños, 70-extra, (2014), pp. 863-881.

[20] Cfr. Ibidem, p. 865.

[21] Cfr. A.S.M.M.B. Sección secretaría, caja 57.

[22] Cfr. Ibidem.

[23] Cfr. Ibidem, caja 58.

[24] Cfr. Ibidem.

[25] Cfr. B.O.O.B. 2-1-1903, p. 18.

[26] Cfr. B.O.O.B. 16-1-1905, p. 25.

[27] Cfr. Ibidem, p. 26.

[28] Cfr. A.S.M.M.B. Sección secretaría, caja 2 (archivo intermedio).

[29] A.S.M.M.B. Sección secretaría, libro 18, fol. 18.

[30] Cfr. A.S.M.M.B. Sección secretaría, caja 2 (archivo intermedio).

[31] Cfr. ROSIQUE NAVARRO, F. “Badajoz y los intelectuales en la II República. Una aproximación”. Revista de Estudios Extremeños, 41/2, (1985), p. 376.

[32] Cfr. A.S.M.M.B. Sección secretaría, libro 18, fol. 25.

[33] Cfr. Hoja de Servicios, A.I.Z.B., legajo 10, nº 423, cit. en SÁNCHEZ PASCUA, F. El Instituto de segunda enseñanza…, o.c., p. 235.

[34] Cfr. Ibidem.

[35] Cfr. A.S.M.M.B. Sección secretaría, libro 18, fol. 25.

[36] Cfr. Ibidem, fol. 1.

[37] Cfr. A.S.M.M.B. Sección secretaría, caja 2 (archivo intermedio).

[38] Cfr. A.S.M.M.B. Sección secretaría, libro 18, fol. 25.

[39] Cfr. Ibidem.

[40] Cfr. SÁNCHEZ PASCUA, F. El Instituto de segunda enseñanza…, o. c., p. 235.

[41] Cfr. Ibidem, p. 236.

[42] Seguimos en el estudio de la biografía a Augusto Rebollo Sánchez en la comunicación presentada en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Badajoz, en febrero de 2003, http://www.rseeap.org/modulos/mod_documentos/pub/listado.php?idcat=3&_pagi_pg=3 (29.01.2021).

[43] Cfr. A.S.M.M.B. Sección secretaría, libro 69.

[44] Cfr. A.S.M.M.B. Sección secretaría, caja 27.

[45] Cfr. A.S.M.M.B. Sección secretaría, libro 70 bis (1).

[46] Cfr. Pontificio Colegio Español de San José. Catálogo del Centenario: 1892-1992… [S.l., s.n.], D.L., 1991, (Madrid, Gráficas Benzal), pp. 75 y 188.

[47] Cfr. Ibidem, p. 158.

[48] Cfr. A.S.M.M.B. Sección secretaría, caja 2 (archivo intermedio).

[49] Cfr. Ibidem. Plan de estudios fechado a 23 de septiembre de 1921.

[50] Cfr. Ibidem. Plan de estudios fechado a 15 de septiembre de 1923.

[51] Cfr. Ibidem. Sigue ejerciendo como secretario de estudios, según el Plan de estudios fechado a 25 de septiembre de 1926.

[52] Cfr. B.O.O.B. 13-8-1929, p. 161.

[53] Cfr. A.A.S. 35, (1943), p. 181.

[54] http://www.enciclopedianavarra.com/navarra/delgado-Gómez-enrique/5948 (29.01.2021).

[55] Cfr. Boletín del Obispado de Pamplona, 87, (1946), p. 328.

[56] Cfr. B.O.O.B. 2-8-1932, pp.151-152.

[57] Cfr. A.S.M.M.B. Sección secretaría, libro 70 bis.

[58] Cfr. Ibidem, pp. 151-152.

[59] Cfr. Ibidem, p. 147.

[60] Cfr. A.S.M.M.B. Sección secretaría, caja 2 (archivo intermedio).

[61] Cfr. Ibidem. Plan de estudios fechado en octubre de 1917.

Nov 222021
 

   Antonio González Cordero

  

RESUMEN:

 

Las peculiares circunstancias de Talavera la Vieja, la antigua Augvstobriga romana, sumergida desde hace ya casi sesenta años, han impedido una investigación a fondo del yacimiento, aunque gracias a los ocasionales descensos del nivel del agua del pantano de Valdecañas, y a los potentes arrastres hacia el interior de la cuenca de grandes volúmenes de lodo, numerosas estructuras y monumentos que permanecían enterrados, han vuelto a ver la luz, facilitando con ello su estudio. Entre los lugares que aún no se conocían, estaban las necrópolis, donde se han identificado un número importante de enterramientos, a través de los cuales, hemos podido conocer la variabilidad de sus prácticas funerarias, siendo las sepulturas rectangulares con cubiertas de tejadillo a doble vertiente, las cistas cuadrangulares y los mausoleos de planta rectangular, los más destacados ejemplos. También hemos podido atestiguar la celebración de banquetes funerarios, tanto por la presencia de restos de comida en el exterior de las tumbas, como de tubos de libación, ambos probablemente sirvieron de elementos de señalización del sepulcro, junto a los numerosos epígrafes y otros tipos de elementos objeto de estudio en el presente trabajo.

  

  1. INTRODUCCIÓN.

 

Los estudios sobre Talavera la Vieja se han multiplicado en los últimos veinte años[1], rindiendo un postrer homenaje a quienes habitaron este lugar, ahora desolado campo de ruinas, en cuyo laberinto de cascotes, se mezclan lo viejo con lo nuevo, sin posibilidad a veces de separar aquello que formó parte del sustrato romano, orientalizante o del Bronce Medio, los tres periodos de ocupación reconocidos, cuyas bruscas interrupciones, de forma premonitoria, parecían anticipar lo que también ocurriría en el siglo XX. Arrasada, expoliada e incluso dinamitada, tan solo ofrece retales de su historia a quien sepa leer entre líneas, tarea que empecinadamente emprendimos hace más de treinta años, documentando una evolución, siempre a peor, de sus vestigios, y a lo largo de los cuales, la transformación en barro de la tierra que cubría sus ruinas y el posterior corrimiento hacia el interior de la cuenca del pantano, ha permitido la exhumación de numerosos vestigios de ese pasado.

Fig. 1- Ubicación de las necrópolis de Talavera la Vieja sobre fotografía de satélite. Fuente Google Earth Pro.

 

Uno de capítulos aún no tratados, es el de sus necrópolis (Fig. 1), cuya existencia, más que evidente, se intuía a tenor de la abundante presencia de epígrafes funerarios dispersos por toda el área urbana, donde fueron empleados a discreción por los constructores de la moderna Talavera la Vieja, como vulgar mampostería. Su identificación, pese a la suposición inducida por su habitual presencia a la salida de las ciudades, no había podido ser precisada hasta el día de hoy, cuando esos movimientos de tierra a los cuales aludíamos, especialmente agresivos con la periferia urbana, expusieron las partes sobresalientes de los laterales de algunas tumbas y otros indicios lo suficientemente claros, para ubicar al menos dos necrópolis. Ambas se emplazan a oriente y occidente de la población, es decir, en sus extremos, aunque, por otros testimonios de los talaverinos[2], podríamos señalar un tercer núcleo más allá del castellum aquae, de lo que antes se tenía por una torre de la muralla[3], en el camino sur de la ciudad.

 

  1. LA NECRÓPOLIS DE LOS MÁRTIRES.

 

La primera de las necrópolis y más importante por el número y tipo de sepulcros descubiertos, es la que se encuentra en el solar de la ermita de los Santos Mártires Fabián y Sebastián[4]. Su ubicación, extramuros de la Augustobriga romana, coincide con el lugar donde finalizaba el decumano máximo de la ciudad y comenzaba el camino hacia los baños de la Cuadra, muy cerca de la confluencia del río Alija en el Tajo. La huella de esta arteria debió de permanecer tras el abandono de la población, pese a la ruina que minaría los edificios levantados por los romanos, pues a finales del s. XV, y cuando se repuebla con el nombre de Talavera la Vieja, su trazado es respetado, convirtiéndose en la principal arteria de la localidad con el nombre de calle Real. Este eje, tanto en el presente como en el pasado, serviría para vertebrar los barrios de la ciudad, articulados por medio de una gran parrilla, cuyas calles se corresponden igualmente con la parcelación de cada manzana dispuesta por los agrimensores romanos.

Fig. 2- Localización de la ermita de Los Mártires y de la necrópolis oriental de Talavera la Vieja. Foto de 1959. Paisajes Españoles.

 

La verdadera extensión del área de enterramiento es desconocida, pues desde la colmatación del vaso del pantano en 1963, y salvando el incidente que tuvo lugar en 1966, por el cual hubo de ser vaciado completamente, el nivel del agua nunca había descendido por debajo de la cota 291 sobre un nivel máximo de aforo que es de 315 m.s.n.m. Sin embargo, el hecho de que la mayor parte de las tumbas conocidas se deban a los estragos causados por la actividad erosiva del oleaje en sus orillas, nos hace sospechar, que más allá de lo que nos permite contemplar los acusados descensos del estío, la necrópolis, se extendía bajo la ermita hacia el olivar anexo, continuaba hacia la era empedrada de “Tío Sotero Prieto” situada un poco más al norte, y rebasando las tapias  del Corral Concejo, se adentraba en los corrales situados a derecha e izquierda, de esta manera, los viajeros que entraban o salían de la ciudad, se encontraban, como en otras muchas ciudades del mundo romano, una avenida flanqueada por monumentos funerarios. (Fig. 2)

 

Tan solo uno de sus límites parece estar claro, y lo marca el arroyo que lleva por nombre la Ruiza. Es un límite físico, pero a su vez simbólico, pues el arroyo parece servir de imagen del mítico río Aqueronte, en cuya orilla el barquero del Hades esperaba para guiar las sombras de los difuntos hasta el otro lado del río. No es casual, por tanto, que a pocos metros de su orilla acabara el pomerium o espacio urbano construido, dando paso al dominio mortuorio que por extensión era considerado un lugar sagrado e inviolable. No es de extrañar, por tanto, que existiera una planificación urbanística previa en la concepción de ambos espacios, el de los vivos y el de los muertos, circunstancia que a su vez explicaría el carácter hipodámico de la ciudad, reflejado incluso en la construcción moderna.

 

Puede ser una coincidencia, pero este punto fue considerado, asimismo, el límite urbano de la moderna Talavera la Vieja, erigiendo frente a la ermita, en el chaflán de un corral, y entre los caminos de la barca de Alija y el carril de la Palomera, un crucero adornado con una columna de mármol blanco rosáceo, originaria probablemente de las canteras de Borba-Estremoz, permaneciendo allí junto al pedestal que los sustentaba, hasta los años ochenta, cuando la ciudad se convirtió en una improvisada cantera, mientras que los torsos de los verracos y otras piezas singulares, permanecen sumergidas cerca de la pasadera del arroyo de la Ruiza, el cual circunvalaba por el oeste la colina donde se levanta la ermita, delimitando tal y como hemos dicho el área de los enterramientos.

 

Hoy las ruinas de la ermita apenas sugieren lo que fue, pero siglos atrás, tanto el edificio, como los solares anexos, fueron objeto de atención por quienes visitaron “Talaverilla”, atraídos, no por la construcción en sí del edificio, de una arquitectura bastante modesta, típica de las arquitecturas góticas rurales, sino por la reiterada presencia de epígrafes latinos en los alrededores.

 

De sus avatares dan cuenta varios documentos. El más antiguo data de 1571, aproximadamente 80 años después de la reocupación y refundación de esta población, y trata de una carta que el humanista toledano Alvar Gómez de Castro remite al Obispo de Plasencia D. Pedro Ponce de León. En dicho documento habla de una lápida escrita en latín que se hallaba en el interior de la ermita[5], distinta de la que se menciona unos años más tarde en las Relaciones Topográficas de Felipe II[6] y a su vez diferente de aquella otra a la que se alude en un manuscrito del P. Román de la Higuera[7]. En suma, una crecida colecta de epígrafes, muchos de los cuales aparecen en los estudios dedicados al lapidario de este municipio[8].

 

La ermita y sus epígrafes constituyen por tanto uno de los principales alicientes para viajeros y curiosos que recalan en Talavera la Vieja, de ahí, que sin sospechar aun lo que albergaba éste enclave, le dediquen bastantes párrafos, a través de los cuales se puede seguir la historia del edificio y comprender incluso el porqué de su advocación. En este sentido, tenemos la suerte de contar con las descripciones de Hermosilla y Córnide[9], las más importantes sobre las antigüedades que albergaba la población. La primera, es una larga crónica con algunas conjeturas sobre la ubicación de las principales estructuras de la ciudad romana, la segunda, sin embargo, profundiza en unos supuestos orígenes de la villa y su nombre, sin obviar la importancia de las ruinas y reparar en algunos detalles que el anterior académico pasó por alto.

 

Acerca de la ermita en cuestión, la crónica de Hermosilla, por ejemplo, no hace sino certificar el estado de ruina y abandono en el que se encuentra, es decir, cuando habían transcurridos tres siglos aproximadamente de lo que debió de ser la fecha de su construcción, y dos siglos posteriores a la visita de Alvar Gómez. En el texto, se alude a su estado de la siguiente manera:  «Cerca de la villa empieza á verse por todas partes una infinidad de sillares de piedra berroqueña (de que abunda muchísimo todo el país), los mas de quatro pies de largo, tres de ancho y dos de alto, algunos mayores, algunos con molduras y cornisas, y otros lisos. La puerta y ésquinas de una ermita arruinada, que llaman de los mártires, á la entrada del pueblo, está hecha de estos sillares unidos muy rústicamente al resto del edificio, que es de ladrillo y barro; y aunque ya sin tejado ni techo, conserva quatro arcos góticos de muy mala construccion que lo sostenían. Delante de esta ermita hay un trozo de columna de un pie de diametro y seis de alto, de marmol blanquísimo y de grano tan fino como el de Carrara, con una cruz de hierro«[10]. La descripción se completa con la noticia de varios epígrafes, algunos conocidos, otros inéditos y el hallazgo de sendos fragmentos de esculturas zoomorfas conocidas popularmente como verracos. Es posible que estas figuras pudieran haber sido incorporadas a alguna tumba o monumento sepulcral de la necrópolis en época romana, costumbre nada inhabitual por otra parte, como parece deducirse de los casos en que presentan sobre sus costados epígrafes funerarios, siendo un ejemplo cercano el de la localidad de Villar del Pedroso.

 

En ese estado de decadencia se presentará también a otros ilustres visitantes de la localidad que antecedieron a los académicos antes mencionados, entre ellos Antonio Ponz[11], al propio Ambrosio de Morales[12], que no consigna, al menos que conozcamos, ninguna noticia sobre el particular, además de las respuestas a la encuesta enviada por el Cardenal Lorenzana[13] a las cuales los Vicarios y Curas Párrocos de la época debían de responder.

 

Más de medio siglo después, cuando se redacta el Diccionario Histórico-Geográfico de Pascual Madoz[14], se constata ya el empleo del solar de la ermita como el nuevo cementerio de Talavera la Vieja «…y en las afueras el cementerio construido en una ermita destechada, titulada los Mártires”, interesante circunstancia que se mantiene desde 1870 hasta 1908, fecha en la que con motivo de una inspección, se decreta el traslado del camposanto a una nueva ubicación. El documento alusivo a dicho traslado, fue salvado junto a otros, por el secretario del ayuntamiento D. Julio Brasero Arroyo, cuando se produjo éxodo de sus habitantes. Es en extremo interesante, pues en las alegaciones para su clausura, se dice que el cementerio no reúne las condiciones para los fines a los cuales estuvo destinado, no pudiéndose efectuar a la profundidad debida las inhumaciones por las malas condiciones del terreno, además, dándose el caso de por su poca extensión, al hacer las aperturas de las fosas, se da con restos de cadáveres, algunos de ellos recientes, ofendiéndose los sentimientos de estos habitantes, que ven así maltratados los restos de sus antepasados[15].

 

Suprimido el cementerio viejo, la ermita se cierra a cal y canto para evitar profanaciones. Es entonces cuando se desploman arcos y paredes, hasta llegar al estado de abandono en que la encontramos, conservando tan sólo una parte de los paramentos del lateral izquierdo del edificio, con cuatro pilares laterales en pie y el muro que cerraba la ermita reducida a sus cimientos. Finalmente, la pérdida del mortero que recubría y amalgamaba esos muros, ha puesto al descubierto el alma de la construcción, donde se han hallado embutidos nuevos epígrafes[16] y piezas de granito trabajadas con molduras y boceles propios de edificios de cierta nobleza, tal vez despieces del basamento o la cornisa de uno de los mausoleos que hemos localizado años atrás, a pocos metros del monumento.

 

Parejo a la ruina del edificio y durante más de cincuenta años se ha venido sucediendo en paralelo otro fenómeno si cabe más destructivo, motivado por la actividad erosiva de las aguas que periódicamente inundan esta zona. Consiste este fenómeno en el desplazamiento masivo, lento y por gravedad, de las arcillas del terreno a causa de su plasticidad y fluidez adquirida por éstas cuando se empapan de agua. De este modo, la tierra que envuelve las ligeras pendientes del altozano donde se halla la necrópolis y sin el estorbo que suponen la existencia de muros o construcciones, se han ido deslizando hacia el fondo del pantano, de tal forma, que en los años subsiguientes a los descensos de nivel de las aguas y como si de una excavación se tratara, afloran los tejadillos de las tumbas, tubos de libación y muros de algún mausoleo. A esta circunstancia no es ajeno el resto del embalse, donde el fenómeno de disgregación y transporte de las partículas de tierra hacia el interior de la cuenca ha permitido localizar una decena de asentamiento rurales romanos, visigodos y mozárabes, sepulcros, silos, alfares e incluso tres embalses que datan del apogeo del municipio romano[17] y otros restos aún más antiguos, representativos de las distintas etapas de la prehistoria y de la protohistoria de la comarca[18]

 

Pese al aparente prodigio que para el arqueólogo supone encontrar al descubierto ruinas que sólo una excavación arqueológica habría podido destapar, hay que advertir, que dicho proceso de erosión laminar encierra una perversidad, pues igual que podemos asistir un año al descubrimiento de nuevos vestigios, al siguiente constatar su desaparición, tan es así, que nuestras observaciones son a veces los únicos testimonios de los cuales podemos disponer para la reconstrucción actual de muchos de los yacimiento expuestos. Caso de la necrópolis cuya semblanza nos proponemos trazar.

 

La documentación de muchos de los sepulcros que aquí se mencionan tiene una antigüedad de veinte años, por lo que muchos de ellos ya han sido devorados por la intemperancia de los elementos, aunque estos mismos, como explicamos líneas atrás, han dado lugar a la aparición de otros nuevos y los que sin ninguna duda van a seguir emergiendo.

 

Es lamentable que, en este lugar concreto, es decir, el de la necrópolis, nunca se haya realizado una excavación arqueológica, pese a que todos los indicios apuntaban a que aquí se hallaba una de las áreas de enterramientos más destacadas de la ciudad. La única campaña que en este sentido se puso en marcha fue a la par que se ultimaba el abandono de Talavera la Vieja, es decir hace más de cincuenta años, cuando el equipo de García Bellido planteó algunos cortes en distintas áreas dentro del casco urbano[19]. Las razones por las cuales no se interviene, por ejemplo, la zona de la ermita y en otros lugares señalados, son varias, pero la más poderosa obedece a los dictados políticos del régimen imperante, según la cual no convenía obtener mayores conocimientos de una ciudad que iba a quedar sumergida, por tanto, todo lo que se hizo, y en contra de la opinión de los arqueólogos que intervinieron, simplemente pretendía cubrir las apariencias.

 

Las quince tumbas documentadas hasta ahora, se hallan en una cota cercana a la línea de mínimo descenso del nivel del agua, que es lo mismo que decir, en el punto donde el embate y el ataque erosivo cobra una mayor virulencia, de tal forma, que cada una de las unidades sepulcrales detectadas, parecen acomodarse al óvalo que describe el cerro sobre el que se asienta la necrópolis y en el punto donde cambia con mayor rapidez el grado de buzamiento de la pendiente, aunque esta percepción se debe probablemente a la desigual intensidad con la que se ha ido decapando la zona. La orientación de las tumbas es diversa y aunque predomina la componente Este a Oeste con la cabeza del inhumado supuestamente colocada hacia este último punto cardinal, hay al menos dos sepulcros con orientación Norte-Sur.

 

Entre las tumbas que se han podido documentar, una se hallaba aparentemente intacta, de seis podemos ofrecer una descripción parcial, pues casi todas han visto degradadas alguna de sus partes, de cuatro podemos intuir su existencia gracias a la presencia de tubos de libación visibles a ras de suelo y de otras podemos inferir su presencia merced a las diferentes evidencias conservadas. Predominan las tumbas de tejadillo a dos aguas, hoyos excavados en el suelo entibados con paredes de ladrillo y cubiertas planas, dos estructuras cuadrangulares delimitadas por piezas latericias que suponemos sirvieron de postrer depósito de una incineración, y, por último, un sepulcro que debió de tener el aspecto de un mausoleo, del que sólo permanece la cimentación de cantos rodados que correspondía al basamento.

 

2.1. LOS SEPULCROS.

A título individual los sepulcros[20] presentan las siguientes características tipológicas:

 

1- Tumba de dimensiones medias presenta cubierta de tegulae dispuestas en forma de tejadillo. La pérdida por erosión de parte de un lateral permite incluso contemplar el lecho de la misma a base de tegulae plana. En ese mantillo inferior se hallaron dos ampollas de vidrio conservadas en las vitrinas de la Fundación Concha. Se ignora si el ajuar lo completaban otros objetos. Medidas, 180 X 57 cm. La orientación de la estructura era E – W.

Fig. 3- Ejemplos de tumbas de tejadillo y cubierta plana en la necrópolis del solar de Los Mártires.

 

2- Tumba de dimensiones medias presenta cubierta de tegulae dispuestas en forma de tejadillo con el mismo tipo de piezas tapando pies y cabecera. Se ignora si tuvo ajuar, pues fue expoliada. Medidas, 190 X 55 aprox. La orientación de la estructura era N – S. (Fig. 3.1)

 

3- Tumba de dimensiones medias presenta cubierta de tegulae dispuestas en forma de tejadillo. Se ignora si tuvo ajuar.  178 X 44 cm. La orientación de la estructura era E – W.

 

4- Tumba de dimensiones medias presenta cubierta de tegulae dispuestas en forma de tejadillo con el mismo tipo de piezas tapando pies y cabeza. Se ignora si tuvo ajuar. Dado el estado de degradación del sepulcro no es posible proporcionar medidas. La orientación de la estructura era E – W.

 

5- La sepultura está realizada excavando una fosa de forma rectangular en los depósitos aluviales. Presenta unas dimensiones medias y se halla compuesta por paredes de ladrillos dispuestos horizontalmente formando una hilada y cuya función era la de delimitar la caja de la tumba, con cubiertas planas de tégulas. Se ignora el contenido, pues en apariencia está intacta. Medidas 183 X 68 cm. La orientación de la estructura era N – S. (Fig. 3.2)

 

6- Tumba de dimensiones medias que presenta paredes de ladrillos y la cubierta seguramente de tegulae, a juzgar por los fragmentos que el agua había esparcido por los alrededores. Se ignora si tuvo ajuar. Medidas imprecisas en su longitud porque su mitad aún se halla enterrada, anchura de 86cm. La orientación de la estructura era N – S.

 

7- Tumba de pequeñas dimensiones compuesta por una estructura lateral de ladrillos parcialmente superpuestos. Probablemente estuvo cubierta por tégulas dispues­tas a dos aguas, aunque nada de la superestructura nos ha quedado, al ser la tumba prácticamente destruida por numerosas interfacies. Dado su tamaño, hemos de suponer que alojó un sujeto infantil. Se ignora si contenía algún tipo de ajuar. Medidas: 0,90 X 0,45 m. La orientación de la estructura era N – S.

 

8- La estructura del enterramiento consta de una superestructura conformada a base de una cubierta de tegulae y un tubo cerámico dispuesto verticalmente que asoma apenas 5 cm. por encima del suelo, compuesto por dos piezas tipo ímbrices. La orientación de la estructura era E – W.

 

9- También posee un tubo de libación compuesto por dos piezas tipo ímbrices y la cabecera de una tumba rectangular, donde asoman tégulas hincadas en vertical.

Fig. 4- Tubos de libación de la necrópolis de Los Mártires

 

10- Tubo de libación compuesto por dos ímbrices de distinta medida en el arco. (Fig. 4.1)

 

11- Tubo de libación compuesto por tres ímbrices.

 

12- Tubo de libación fragmentado y lateral de la tumba entibado con materiales latericios y tégulas. (Fig.4.2)

 

Fig. 5- Planta de un mausoleo en la necrópolis de Los Mártires.

13- Restos de la cimentación de un edificio de planta cuadrangular compuesto por un relleno de cantos rodados. La anchura de los muros de la cimentación oscila entre los 70 cm. y los 80 cm. de ancho y recuerda especialmente a los acotados que conservaron este tipo de cimentaciones con una parte del alzado de tapial, presentes en el solar de los Columbarios[21] y en la necrópolis del Albarregas, ambas en Mérida[22]. (Fig. 5)

 

14- Restos de un enterramiento de incineración, del cual únicamente hemos podido documentar un tramo menor de la estructura de la cista, así como parte del interior de la misma, conformada por paredes de ladrillo de 49 X 49 cm. No se conoce el ajuar.

 

15- Cista compuesta por paredes de losetas de barro cocido sin enfoscar de 68 X 63 cm. Se ignora si tuvo ajuar.

 

En paralelo a las tumbas también se han documentado otro tipo de restos, concentrados principalmente en el exterior de las mismas y dentro de manchas oscuras destacadas sobre la greda rojiza dominante en el terreno. Consisten estos restos en cerámicas, huesos de cerdo, cordero y náyades (Margaritifera auricularia), lo cual nos hace pensar que fueron acarreadas hasta allí como parte necesaria de un ritual que incluía el banquete funerario. Reforzaría también esta idea la presencia de los tubos de libación, conductos construidos para las profusiones típicas de las celebraciones periódicas en honor a los difuntos. De estas manchas proceden además los únicos materiales con los que hemos podido contar para aventurar una datación, y aunque la colecta es bastante escasa, resulta muy significativa. Todos tienen en común una procedencia superficial, a excepción de los dos ungüentarios de vidrio, únicos materiales recuperados del interior de una de las tumbas. Consta el depósito de una lucerna y un disco de otra, varios fragmentos de piezas de cerámica y dos trozos de pulseras.

Fig. 6- Lucerna y disco de lucerna procedentes de la necrópolis de Los Mártires. Museo Fundación Antonio Concha.

De la lucerna con volutas en el gollete del pico decorada con una Victoria alada con peplo y un clípeo virtutis, la inscripción SC, elaborada en paredes finas afín a las producciones emeritenses[23]. Podemos decir que es del tipo Dressel 11, fechable a finales del siglo I d.C., aunque es posible su pervivencia localmente hasta el siglo II d.C. El otro fragmento de lucerna posiblemente se trata de otra Dressel 11, aunque solo conserva el relieve del disco con escena erótica[24]. Ambas se exponen en las vitrinas del Museo de la Fundación Antonio Concha. (Fig. 6)

 

Entre los restos de contenedores, constan varios fragmentos de vasos de paredes finas que podríamos datar a finales del s. I, fecha que estaría en sintonía con la ofrecida por las lucernas. Aparte de estos, tenemos varios fragmentos de sigillatas claras del tipo Hayes 52 a los que se adjudica una cronología más tardía que, pondría de manifiesto la vigencia de los enterramientos en el sitio al menos hasta finales del s. III.

Fig. 7- Ungüentarios procedentes de un enterramiento de la necrópolis de Los Mártires.

Los dos ungüentarios, formas Isings 82 y 26 pueden datarse a principios del s. I al s. II. El primer ejemplar consiste en una pieza piriforme de mediano tamaño, con una altura total de 8 cm, la panza bien marcada, perfil bulboso, cuello alto tubular estrecho, con la embocadura bien marcada y borde vuelto. La base ligeramente rehundida en el centro mide 4,5 cm. Podría identificarse con la forma Isings 26[25], presente en diversos yacimientos desde Tiberio al siglo II d.C. (Fig. 7)

 

El segundo corresponde a un recipiente de 8,5 cm. de altura. Tiene el cuello de forma tubular y no presenta ningún estrechamiento que lo separe del cuerpo inferior, que es de forma troncocónica. La base mide 6,5 cm. y es ligeramente cóncava en el centro, lo que permite un mejor apoyo en posición vertical. Es un tipo cercano por tanto a la forma Isings 82[26] producciones en vigor de medidos del s. I, a la época flavia, es decir, s. II. Ambos ejemplares están realizados con la técnica de soplado en vidrio incoloro.

 

A los siglos III-IV corresponden también los dos fragmentos de pulsera conservados en las vitrinas del Museo de la Fundación Concha. La primera pieza formaba parte de una pieza circular de vidrio negro opaco con decoración externa a modo de pequeños granos trenzados y gallonados, su diámetro es de 9 mm. El otro fragmento es también de vidrio negro opaco, pero presenta una superficie totalmente lisa sin decoración alguna. Su diámetro es de 8 mm.

 

En consonancia con lo hallado, también parece estar la cuestión de las orientaciones de los sepulcros, pues si en los primeros siglos del imperio son frecuentes las orientaciones Norte-Sur, vemos como a partir del s. III es casi más frecuente encontrar enterramientos con la componente Este-Oeste. Especial atención merecen también la presencia de los tubos de libación, que en estas latitudes alcanzan su máxima popularidad entre los siglos II y III, época en la que algunos autores ponen de manifiesto su relación con las regiones norteafricanas[27], aunque para sus orígenes se han señalado múltiples focos.

 

De todo lo expuesto se concluye que nos encontramos ante una necrópolis cuya duración corre pareja a la vida del municipio augustobrigense. Los datos aportados, básicamente la tipología de los ungüentarios y los restos cerámicos encontrados en los paquetes de relleno asociados, indica que la urbanización de esta parcela como necrópolis se remontaría a finales del s. I, una implantación temprana que concuerda con lo que sabemos sobre el origen de este municipio[28] que no parece que decaiga durante la época bajo imperial, aunque la ausencia de materiales fechables a partir de este momento se hace muy notoria, no sólo en el área sepulcral, sino en el propio área urbana, con un monetario extremo de época de Valentiniano, es decir de mediados del s. V.

 

Acerca de cuál era el rito predominante, si inhumación o cremación, debemos decir que ambos debieron de coexistir, y aunque en apariencia predominan las inhumaciones, nada permite asegurar que todas las tumbas de una cierta longitud y por ejemplo cubiertas de tejadillo estuvieran adscritas exclusivamente a este rito, podría tratarse igualmente de cremaciones en busta bajo cubierta, como acontece en las necrópolis onubenses[29]. Por lo que no puede afirmarse taxativamente que solo las cistas estuvieran adscritas al rito de la cremación.

 

Refuerza esta hipótesis también el hecho de contar con la presencia de un ustrinum o un bustum caracterizado por una infraestructura compuesta por una base de arena con los límites laterales marcados por la presencia de  fragmentos de tegulae hincadas verticalmente, en cuyo interior, además de una serie de fragmentos cerámicos no diagnosticables, constatamos la presencia de restos humanos, particularmente denticiones y fragmentos de cráneo con huellas de rubefacción que apuntan a la cremación previa de cadáveres.

 

Por el contario, aunque los tubos de libaciones se asocian con más frecuencia a tumbas del rito de incineración, hay que decir que no es raro tampoco encontrar inhumaciones provistas de este sistema. Casos de evidente paralelismo se localizan en las necrópolis emeritenses donde igual que sucede en la necrópolis de Augustóbriga, se emplean dos ímbrices enfrentados por el lado cóncavo para formar el tubo[30], además de las que poseen un tubo vertical cónico o cilíndrico completo incrustado en la tapa e incluso ánforas con el fondo cortado[31] o en el  resquicio entre la cabecera y la cobertura de tégulas a dos aguas. Muchas de las tumbas con este dispositivo datan del s. I.

 

La aparente modestia de los enterramientos se contrapone a la presencia de un edificio que tuvo un indudable carácter monumental, pero que desgraciadamente fue objeto de expolio al ser removidos sus materiales más nobles hasta los cimientos para ser reutilizados en la construcción de la ermita, donde se pueden contemplar embutidos en la cimentación de lo que queda del muro norte. En la provincia de Cáceres este tipo de construcciones son prácticamente desconocidas, tan solo se le podría asemejar el mausoleo aparecido en Jarandilla[32] mientras que, en las necrópolis emeritenses, por rescatar un ejemplo cercano, los hallazgos de este tipo se cuenta por docenas. La construcción de los mismos, estuvo presente desde los primeros momentos de la vida en aquella colonia hasta al menos el s. IV, siendo siempre un ejemplo de diferenciación social, a tenor de los hallazgos que en ellos se han producido, una semblanza acrecentada en el resumen que se ha elaborado recientemente sobre esta cuestión[33].

 

La obliteración de la necrópolis romana diez siglos después por un edificio cristiano, obedece seguramente a una costumbre que cambió la topografía funeraria de las ciudades romanas y que tiene su origen en la expansión del cristianismo, según la cual los cementerios, ya sea intramuros o extramuros se asociarán a basílicas cristianas, a martyiria o a lugares donde se evoca la memoria de un mártir. El hallazgo en este lugar de lápidas escritas en latín, algunas con sonoros nombres cristianos o asociados a esta religión por los colonos que repueblan este lugar a finales de la Edad Media, les indujo probablemente a creer que se hallaban ante uno de esos espacios, por lo que los nuevos moradores deciden edificar una ermita consagrada a los santos Fabián y Sebastián (mártires de mediados del s. III y principios del s. IV respectivamente). San Sebastián especialmente, no falta en los altares de los pueblos extremeños, por ser entre otras cosas el patrón protector de las cosechas y defensor contra plagas y enfermedades, siendo mimetizada y/o sincretizada su celebración con otras fiestas de abolengo pagano.

Más adelante asistiremos a una falsificación sobre un ara romana que pretendía adjudicar a otros santos mártires como Vicente, Sabina y Cristeta a esta localidad, bautizando de paso con el nombre de la Ebura carpetana a la misma, de modo que la tradición martirial en Talavera la Vieja parece que tiene un acendrado origen, que no sabemos si tiene que ver con el descubrimiento del cementerio romano en cuestión y sus epígrafes.

 

La importancia de estos hallazgos es doble por dos cuestiones: la primera de raíz topográfica y urbanística, ya que de manera coyuntural van a aparecer en una zona que tradicionalmente se consideraba exenta de ocupación; contribuyendo su conocimiento a reforzar la hipótesis que ya se planteaba al hablar de la existencia de una muralla en este sector[34], la cual dejaría precisamente extramuros a la necrópolis, y al arroyo de la Ruiza como protagonista en el papel de frontera entre el espacio urbano y la morada de los muertos. La segunda cuestión, derivada de la anterior, tiene un carácter más histórico y arqueológico, pues conlleva a la adaptación de las áreas funerarias a la norma organizativa clásica romana de situar los sepulcros con arreglo a los ejes cardinales, colaborando con su presencia en el diseño de los límites propios de la ciudad; pudiendo relacionarse además, con la importante vía que prolongaba el decumano máximo hacia el Este, vía que articulaba la comunicación hacia el ramal principal del Itinerario 25, refrendado por la presencia de un miliario en las proximidades del reconstruido puente del Conde[35].

Fig. 8- Epígrafe de Ivlivs Silavanvs procedente de la necrópolis de Los Mártires.

 

2.2. EPÍGRAFES DE LA ERMITA DE LOS MÁRTIRES

De toda la epigrafía rescatada en la ciudad, con seguridad se conocen varios epígrafes procedentes del solar de la ermita mencionados por los antiquiores que visitaron este lugar. Varios han sido recuperados recientemente, de los cuales, uno se hallaba inédito[36], otro se conocía desde hace 400 años pero se ignoraba el paradero[37] hasta su rescate por la Fundación Antonio Concha, y un tercero, publicado hace unos años, ha podido ser releído y corregido, gracias al estudio que de la inscripción hemos hecho a partir de una reconstrucción fotográfica tridimensional[38], aunque aún, por circunstancias que tienen que ver con el deterioro del soporte, es bastante incompleto. (Fig. 8)

 

La cuarta y quinta de las inscripciones fueron reseñadas por Gómez de Castro, una incompleta de mármol que debería figurar como inédita, donde solamente se podía leer parte de la fórmula final[39] y la célebre inscripción que el insigne humanista se llevó a Toledo, localidad donde ahora recala en el Museo de Santa Cruz dedicada a Marcvs Palphvrivs Laetinvs[40].

 

La sexta inscripción aparece reseñada por Hermosilla[41] y se encontraba incrustada en las gradas del altar mayor. Se da por desaparecida, pues el altar y sus gradas fueron

Fig. 9- Sección de una cupa sectile, desplazada de su lugar original para ser utilizada de umbral en una casa de Talavera la Vieja.

 

desmontados tras la secularización del edificio. De otras muchas, no hemos podido confirmar su origen, pero sin duda alguna, una parte de las mismas formaron parte de esta necrópolis, tal vez la primera y más importante construida en la ciudad y a la cual pertenecen no solo los monumentos reseñados, sino los verracos traídos desde el castro vetón de Alija[42] y algunas de las piezas que conformaban grandes cupae sectile, compuestas a base de secciones semicirculares ensambladas unas a otras y revocadas posteriormente con una capa de estuco, de las cuales, al menos dos, hemos identificado sirviendo de soleras a la entrada de sendas viviendas. La peculiar morfología de estas rebanadas de piedra correspondientes a cupae de gran tamaño, se achaca a la llegada de nuevos pobladores a este extremo nororiental de la Lusitania romana, quizá ante las expectativas de ampliación del espacio agrícola. Se trata de gentes de la más diversa procedencia, pero en Lusitania su ascendencia parecer mayoritariamente norteafricana e itálica, sobre todo gentes de Mauritania y Tingitania con su bagaje de ideas y conceptos religiosos atraídos por la prosperidad de las tierras colonizadas y capitalizadas por Emerita Augusta. Su arribada a estas tierras fue creciendo sobre todo a partir del s. II d.C. significando de cara a los ritos y costumbres funerarias, nuevos aportes a las ya de por sí complejas y variadas costumbres del mundo romano. (Fig.9)

 

La tumba para los romanos era una manera de sobrevivir a la muerte, y si bien en principio, las cupae se asocian a personas de origen humilde, libertos, esclavos o hijos de libertos, la monumentalización de los ejemplares de Augustóbriga y los que se encuentran repartidos por su territorio delata la presencia de familias que han adquirido cierto estatus, pues, arquitecturas de las características aquí descritas, evidentemente requieren un poder adquisitivo notable. Es por tanto de presumir, que entre los siglos II y III d.C. existiría ya en esta comarca, una clase de ricos propietarios, obstinados en hacer valer su prestigio ante los demás, levantando a su muerte, obras sobresalientes a imitación del patriciado urbano de ciudades como Emerita Augusta (Mérida), Capera (Cáparra), Turgalium (Trujillo) o Norba, (Cáceres), donde éste tipo de monumentos también tuvieron un papel destacado[43], pero no con el exagerado tamaño con que aquí se presentan, resaltando así como una peculiaridad regional.

 

El interés de las cupae aquí retratadas estriba no solo en el conocimiento que aporta sobre una clase social distinguida, sino en la excentricidad y singularidad de tales monumentos segmentados, prácticamente ceñidos a la geografía del norte de la Lusitania, de los cuales, tan solo conocemos siete ubicaciones más, en una plazuela de Guijo de Granadilla, tal vez procedente de Cáparra, otro en la finca Encinahermosa de Malpartida de Plasencia, en el Castrejón de Peraleda de San Román, las dos cupae del valle de San Gil en Aldeanueva de la Vera, la de Parrala en Jarandilla[44] y las de Talavera la Vieja. Fuera de nuestro territorio, se registra un caso en Vimianzo (La Coruña), considerado igualmente un unicum dentro de la Gallaecia. No obstante, los amplios vacíos del mapa provincial, obligan a ser prudentes, porque estamos seguros que los ejemplares aquí reseñados tienen una representatividad determinada por lo azaroso de nuestra exploración, que, de ser más sistemática y sosegada, hará aflorar otros datos y los hará igualmente significativo.

 

  1. LA NECRÓPOLIS DEL CERCADO BENITA Y PALOMARES.

La segunda de las necrópolis se halla entre los cerquillos de Benita y Palomares, en la salida occidental del decumano, camino conocido como la Cuesta Blanca y que era por donde más tarde recibiría la carretera de Bohonal de Ibor. Esta área sepulcral parece pues discurrir también, en estrecha relación con un importante camino, que partiendo de aquí se dirigía a los asentamientos situados al oeste de la ciudad, algunos como el de Casar Blanco y Torre de Alonso, anotados en las fuentes como torres o casas fuertes[45]. Mantiene una escasa presencia de sepulcros, debido sobre todo a que ha sido menos afectada por la erosión, al encontrarse en un terreno llano y precintado por los muros de separación de los huertos, los cuales, si no han contenido la migración de las partículas finas de tierra, si lo han hecho con la grava, por lo que la profundidad de los enterramientos no se ha visto tan menoscabada.

Fig. 10- Tumbas delimitadas por tégulas del Cercado Benita-Palomar, ubicadas en la necrópolis occidental de Talavera la Vieja.

Pudo ser una necrópolis secundaria o de menor importancia, pero al no haberse excavado ningún sepulcro y desconocer la tipología de la sepultura, la disposición de las ofrendas fúnebres y cronología de las mismas, no hemos podido precisar la época durante la cual estuvo en uso, así como las características de los difuntos o del ritual de enterramiento subsiguiente, salvo que en los casos donde el tamaño indica claramente que se trataba de una inhumación. Otra información bastante certera es la relativa a la orientación de los enterramientos, dispuestos de este a oeste, tendencia predominante en los enterramientos del Bajo Imperio y deducible en este caso por la posición de las tégulas empleadas en la delimitación de la caja, cuyos bordes sobresalen levemente de la tierra. (Fig. 10)

 

La ubicación paisajística del cementerio es pareja a la anterior, salvo porque el arroyo Mamaleche, que bordeaba la localidad por esta parte, sirve de límite a la expansión de la necrópolis hacia el oeste, quedando esta constreñida entre su cauce y unas viviendas extramuros, cuya planta está contribuyendo a dibujar la erosión. Curiosamente es también el límite de la Talavera moderna, y significativamente otro crucero, ornamentaba la salida de la calle Real por este extremo en dirección a Bohonal de Ibor.

 

Una de las hipótesis que manejamos es que dichos enterramientos estuvieran vinculados a la domus anexa, pues tiene todas las características de un asentamiento suburbano, emplazado allí, tal vez, porque su principal actividad, a juzgar por los hornos y obradores latericios descubiertos, la obligara a guardar cierta distancia con el entorno urbano más concentrado, y evitar así molestias a sus habitantes. Este lugar pudo tener un papel importante en la producción de cerámicas de la localidad, similar al descubierto en otro punto de la periferia urbana en el antiguo solar del campo de futbol, donde moldes de sigillatas, algunos epigráficos y un número importante de fragmentos de las mismas características, confirman esta población como un centro de fabricación importante, cuya actividad pudo hallarse al servicio de más de un centenar de domi de esta época distribuidas por la comarca el Campo Arañuelo y aledaños.

 

  1. LA NECRÓPOLIS DEL CAMINO DEL ALMENDRO.

 

El último lugar de la ciudad del cual tenemos noticias de hallazgos relacionados con enterramientos se localiza al sur de la ciudad, coincidiendo con el final del eje cardinal, en el comienzo del camino denominado por los talaverinos del Almendro o La Pista. La noticia del hallazgo de varios sepulcros fue aportada por los últimos habitantes de Talavera la Vieja, los cuales rememoraban el hallazgo de esqueletos y vasijas en el interior de las tumbas. Nuestras pesquisas llegaron a identificar el sitio, ocupado por el olivar de los Pareones, a la derecha del camino, saliendo de la población. Si nuestro cálculo es correcto, solapó al cardo de la ciudad, pues por el otro extremo se dirige en línea recta hacia los jardines del peristilo del foro, donde posteriormente se instaló la iglesia y la plaza del pueblo.

 

Su exposición a los elementos ha sido menor, pues se sitúa en una cota más elevada que las necrópolis anteriores, dificultando por tanto su inmersión en los años secos cuando el pantano no alcanza la cota máxima de llenado, lo que hace suponer, que cualquier resto se encontrará en mejor estado que las necrópolis oriental y occidental.

 

  1. APUNTES FINALES

 

Pese a la escasez de sepulcros y otros monumentos funerarios que debían de corresponder a un municipio de esta calidad, se han podido extraer algunas conclusiones sobre el mundo de la muerte en Avgvstobriga. Por el momento se ha documentado la existencia de un ritual de inhumación y de incineración, coexistiendo ambos, por lo menos desde el s. I[46], periodo de fundación de la ciudad, hasta principios del s. III d.C., hecho documentado por otra parte, en numerosas necrópolis hispanas[47], sobre todo del Alto Imperio.

 

Los ajuares, casi inexistentes o extremadamente sencillos, deben su pobreza a la condición azarosa de las exhumaciones, prestándose su imagen de pertenencia a las clases modestas de la población, aunque otra cara ofrecen algunos epígrafes, cuya calidad, a veces con un campo escultórico de un retrato labrado en mármol, nos remite en su uso a las clases más acomodadas a imitación de las emeritenses, lugar de procedencia de alguno de los personajes enterrados aquí[48]. La presencia de un mausoleo junto al camino, buscando quizá situarse lo más cerca posible de la entrada de la ciudad, es otro factor a considerar acerca de la categoría de esta necrópolis en la urbana, pues sepulcros de estas características, casi siempre se construyen para reflejar la posición socioeconómica de los personajes allí enterrados.

 

En cuanto a la orientación de los enterramientos del solar de Los Mártires, contrapuestos unos a otros, no parece que obedezcan a una organización preestablecida, sino a un modo totalmente aleatorio, facilitado en principio, por la amplitud del espacio disponible. Al menos, en la parte conocida, las tumbas aparecen separadas a bastantes metros unas de otras, aunque esta es una apreciación subjetiva que habrá que dilucidar con una excavación, pues desconocemos con precisión la estructura organizativa interna. Lo contrario, sin embargo, parece deducirse de la colocación de las tumbas del cercado Palomares, donde las tumbas detectadas, se hallan dispuestas a corta distancia unas de otras y en paralelo. Parece esta última, una planificación premeditada, quizá en un intento de subsanar el desperdicio de terreno a que se había llegado en la necrópolis oriental, sin que esta ampliación afecte a esa concepción normativa con respecto a la ubicación de la morada de los muertos, ahora radicada en el otro extremo del camino.

 

No dudamos que la necrópolis oriental fuera la más importante de la ciudad. El simple hecho de que en su entorno se hallan localizado los epígrafes de mejor calidad y los restos de mayor monumentalidad, así parece confirmarlo, incluso la desorganización antes aludida y la posible saturación provocada por esa circunstancia, tal vez fuera motivada por tratarse de la instalación original. No obstante, el simple hecho de concentrar hallazgos que no superan el s. III, cuando en el espacio urbano, tanto el numerario, como la cerámica u otros materiales recuperados, demuestran que el asentamiento se prolongó al menos hasta el s. V, obliga a pensar en la apertura de nuevas necrópolis extramuros de la ciudad, de ahí que las tumbas se multipliquen en torno a la red viaria.

 

La inauguración de necrópolis en la salida de las ciudades es por otra parte un hecho redundante, distinguiendo con su antigüedad, extensión, monumentalidad y permanencia, la categoría del vial en torno al cual se acomodan. Aparte del caso que estamos tratando, podemos citar por su importancia a la necrópolis oriental de Mérida[49], uno de cuyos núcleos mortuorios más profusos e importantes se ajusta al camino este de salida, en dirección a la ciudad de Medellín, asimismo las de otras muchas localidades del Imperio.

 

No obstante, y en un momento impreciso, relacionado tal vez con las invasiones, la ciudad se va a ir despoblando, no así el territorio, que acusa un incremento poblacional a expensas probablemente de la disolución urbana. Dispersos por el territorio, podemos encontrar nuevos enclaves poblacionales desplegados en torno al Arroyo Tamujoso, Peñaflor, castillo de Alija y sus orillas[50], el Cerro de las Cabras, en construcciones cercanas al cerro Viruelas, el Majadal del Castaño, o la Hoja de Carrasco[51], estas dos últimas, orientadas a la explotación oleovinícola durante la Tardoantigüedad, poseyeron sendas necrópolis, cuyas tumbas, aparte de ampliar el abanico tipológico de enterramientos de inhumación en este sector, con su pobreza constructiva y la práctica inexistencia de ajuares, determinará las señas de identidad de los nuevos habitantes[52].

 

[1] Aguilar Tablada-Marcos, B. Mª. (1997): Augustobriga. Una ciudad romana bajo las aguas, Revista de Arqueología, 190. 38-47; Martín Bravo, A. Mª. (1998): Evidencias de comercio tartésico junto a puertos y vados de la cuenca del Tajo, Archivo Español de Arqueología, 71, 37-52. Martín Bravo, A. Mª. 1999: Los orígenes de la Lusitania. El I Milenio a.C. en la Alta Extremadura, Biblioteca Archaeologica Hispana, 2, Madrid; Jiménez Ávila, F. J. y González Cordero, A. (1999): Referencias Culturales en la definición del Bronce Final y la Primera Edad del Hierro de la Cuenca del Tajo: el yacimiento de Talavera la Vieja, Cáceres., II Congreso de Arqueología Peninsular, Zamora-Alcalá de Henares: Vol. III, 191-190; Celestino, S. y Jiménez Ávila, F. J. (2004): El conjunto orientalizante de Talavera la Vieja (Cáceres). Estudio preliminar, Anejos del Archivo Español de Arqueología, XXXII. 197-208; Aguilar Tablada-Marcos, B. Mª. y Sánchez de Pardo, Mª. D. (2006): Evidencias de un taller de vidrio en la ciudad romana de Augustobriga (Talavera la Vieja, Cáceres), Lucentum, XXV: 177-194; Jiménez Ávila, F. J. (ed.) (2006): Los objetos orientalizantes. El conjunto orientalizante de Talavera la Vieja (Cáceres), Memorias 5, Museo de Cáceres. 89-114; Perea, A. (2006): Estudio del proceso técnico de fabricación y significado de la orfebrería de Talavera la Vieja. El conjunto orientalizante de Talavera la Vieja (Cáceres), Memorias 5, Museo de Cáceres.63-108; Jiménez Ávila, F. J. y Salgado Carmona, J. A. (2006): Objetos de marfil, hueso y vidrio. Objetos varios. El conjunto orientalizante de Talavera la Vieja (Cáceres), Memorias 5, Museo de Cáceres. 155-162; Montero Ruiz, I. y Rovira LLorensa, S. (2006): Comentario sobre las composiciones de los metales del conjunto. El conjunto orientalizante de Talavera la Vieja (Cáceres), Memorias 5, Museo de Cáceres. 109114; López Grande Mª J. y Velázquez, F. (2006): Los escarabeos egipcios. El conjunto orientalizante de Talavera la Vieja (Cáceres), Memorias 5, Museo de Cáceres. 115-130; Garrido García, J. A. (2006): Análisis malacológico. El conjunto orientalizante de Talavera la Vieja (Cáceres), Memorias 5, Museo de Cáceres. 183-187, Portillo, M. y Albert R. Mª. (2006): Análisi de fitolitos. El conjunto orientalizante de Talavera la Vieja (Cáceres), Memorias 5, Museo de Cáceres. 189-193; Salgado Carmona, J. A. (2006): Las Cerámicas. El conjunto orientalizante de Talavera la Vieja (Cáceres), Memorias 5, Museo de Cáceres, 131-154; González Cordero, A. y Morán Sánchez, C. J. (2006): Talavera la Vieja y su entorno arqueológico, en J. Jiménez Ávila (Ed.): El conjunto orientalizante de Talavera la Vieja (Cáceres), Memorias 5, Museo de Cáceres.  131-154; Jiménez Ávila, F. J. y González Cordero, A. (2012): Una tumba “de carro” en la necrópolis orientalizante de Talavera La Vieja (Cáceres), Actas do V Encontro de Arqueologia do Sudoeste Peninsular, Almodóvar: 213-233; González Cordero, A. (2013): Iter Aquarum. El pantano del arroyo Quebrantas, obra hidráulica desconocida para la administración de agua a la ciudad romana de Augustobriga. XIX Coloquios Histórico-Culturales del Campo Arañuelo. 133-172; Morán Sánchez, C. J. (2014): Augustobriga (Talavera la Vieja). Ciudades Romanas de Extremadura Stvdia Lusitanica 8, (Nogales, T. y Pérez, M. J. Eds), 223-246; Salgado Carmona, J. A. (2015): Talavera la Vieja (Cáceres), un asentamiento Orientalizante en la cuenca del río Tajo. Territorios comparados: los valles del Guadalquivir, El Guadiana y el Tajo en época tartésica. Anejos de AEspA LXXX. 393-410; González Cordero, A. (2015): La Edad del Bronce en el Campo Arañuelo. XXI Coloquios Histórico-Culturales del Campo Arañuelo. 107-158; Gimeno Pascual, H. (2016): Aportaciones a la epigrafía de Augustoriga (Talavera la Vieja, Cáceres). Veleia, Serie minor 33. 155-171; Morán Sánchez, C. J. (2017): La documentación inédita de las excavaciones de A. García Bellido en Augustobriga (Talavera la Vieja, Cáceres). 150 años de Historia de la Arqueología: Teoría y método de una disciplina. Mem. De la Soc. Española de Historia de la Arqueología III, (Ayarzagüena M. et al, Eds.), 357-377; Gómez-Pantoja, J. L. y González Cordero, A. (2020): La grande casquería lusitana. Nuevos y olvidados epígrafes de Augustobriga. Gerión 38/2, 489-517.

 

[2] Agradecemos toda esta información a Vicente Manzano y a Anastasio Bayán (†), cuya privilegiada memoria ha hecho posible que muchos datos, de otra manera insalvables, puedan se documentados en estas y otras páginas que hemos escrito acerca del pasado de esta población.

[3] García y Bellido, A. (1956-61): Excavaciones en Augustóbriga. Talavera la Vieja, Cáceres. Noticiario Arqueológico V, 235-239.

[4] Se confunde esta ermita con la de la Fuensanta o Fuente Santa mencionada en el capítulo 40 de las Relaciones Topográficas de Felipe II, redactada en torno a 1578. Dicha ermita se encontraba en el castillo de Alija y sustituía por tradición a otra, emplazada dos centenares de metros más abajo, de la cual no queda más que el dibujo de su planta y un conjunto de tumbas excavadas en la roca alrededor de ella. Abundantes fragmentos de mármol, constituyen pobres indicios decorativos de tradición mozárabe, sino visigoda del templo más antiguo.

[5] Gómez de Castro, A.: “Carta en donde cuenta el viage que hizo a Plasencia a ver a su Obispo D(on) Pedro Ponce de Leon, dando razon de algunas antiguedades que advirtio particularmente en Rocafrida” (ff. 96-101). Ms. B.N. nº 13.009 (siglo XVIII) en Hernando Sobrino, Mª.  R. 2010: Manuscritos de contenido epigráfico de la Biblioteca Nacional de Madrid (siglos XVI-XX). La transmisión de las inscripciones de la Hispania romana y visigoda, Madrid. 398-399; Gómez de Castro, A.: Carta del m(aes)tro Alvar Gómez, en que cuenta la visita que hizo al Obispo de Plasencia, D. Pedro Ponce de León, y varias antigüedades de Estremad(ur)a. Ms. CC-BP, MSS/59(9); (Copia de (B.N. Dd. 28, p. 96 a 101 vº) (1801); (Copia en la biblioteca Pública de Cáceres del ms. de la B.N. Dd. 28, p. 96 a 101 vº) (1877).

http://www.europeana.eu/portal/record/09407a/8F008F42DE7C76358077D3920625573275C6237C.html

[6] Ms. Relaciones Topográficas de Talavera la Vieja, escritas el 29 octubre de 1578 por mandato del rey Felipe II. (Ms. RBME J-I-13 (Ms. RBME J-I-13 Encuadernado en media pasta, en el lomo: «Descripción de los pueblos de España. 2»: Talavera la Vieja, Cáceres; f. 436r-441r.).

[7] Hernando Sobrino, Mª. R. (2010): Manuscritos de contenido epigráfico de la Biblioteca Nacional de Madrid (siglos XVI-XX). La transmisión de las inscripciones de la Hispania romana y visigoda, Madrid. 139-141. Y en el Ms. de Román de la Higuera (1538-1611) (Ms. BNE. 1.632, s. XVI [Historia eclesiástica de España. Tomo V].

 

[8] Salas Martín, J. y González Cordero, A. (1991-1992): Nuevas aportaciones a la epigrafía latina de la provincia de Cáceres. Norba, 11-12. 171-198.; González Cordero A. (2000): Catálogo de inscripciones romanas del Campo Arañuelo, La Jara y los Ibores. VII Coloquios Histórico Culturales del Campo Arañuelo. Navalmoral de la Mata. 115-164; Gimeno Pascual, H. (2016): Aportaciones a la epigrafía de Augustoriga (Talavera la Vieja, Cáceres). Veleia, Serie minor 33. 155-171; Gómez-Pantoja, J. L. y González Cordero, A. (2020): La grande casquería lusitana. Nuevos y olvidados epígrafes de Augustobriga. Gerión 38/2, 489-517.

 

[9] Hermosilla de Sandoval, I. (1796): «Noticia de las ruinas de Talavera la Vieja, leída en la Academia de 2 de julio de 1762», Memorias de la Real Academia de la Historia 1, 1796, 345-362; Córnide, J. (1797): «Continuación de la Memoria de Don Ignacio Hermosilla, sobre las ruinas de Talavera la Vieja», Memorias de la Real Academia de la Historia 1, 1796, 363-408 (Usando probablemente el manuscrito «Primera parte de las antigüedades de Extremadura», de Agustín Francisco Forner y Segarra).

[10] Hermosilla de Sandoval, I. (1796). Op. cit., 347.

[11] Ponz, A. (1784): Viage por España, Tomo VII, carta V, 81. Este viajero y académico pasó por Talavera la Vieja en 1777: «Inmediata á este sitio hay una ermita construida en gran parte de antiguos sillares». Teniendo en cuenta a Hermosilla, trae a colación el epígrafe de Elena, pero no dice dónde está, solo afirma que es una de las dos más legibles”.

[12] «Y que demás de estos letreros hay otros muchos, que en el mes de mayo deste presente año de 78 vino á ver Ambrosio de Morales, coronista de su Magestad, el cual podrá dar mejor razon destas cosas por ser de su facultad». No he encontrado nada de él referente a Talaverilla”.

[13] «Asimismo en la sacristía de esta iglesia se hallan unas lápidas con inscripciones antiguas cuyo contenido se ignora […] y a la salida del pueblo una ermita arruinada que llaman los mártires Santos Fabián y Sebastián«. Lorenzana, Ms., 1784: Descripciones o Relaciones de Lorenzana (1784), cuestionario de catorce preguntas donde se intenta recabar información de todo tipo sobre los pueblos de la Archidiócesis de Toledo. El manuscrito con las respuestas se conserva en el Archivo Diocesano de Toledo. Existe: J. Porres de Mateo – H. Rodríguez de Gracia – R. Sánchez González, Descripciones del Cardenal Lorenzana, Toledo, 1986.

[14] Madoz, P. (1849): Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar, Madrid, vol. 14, 576. En la reedición de 1955 de la Biblioteca Extremeña., 167. “La ermita: Situada a la entrada del pueblo, viniendo desde el embarcadero. La puerta y esquinas estaban hechas con sillares, reaprovechados, de piedra berroqueña y alguna más de mármol. Tenía cuatro arcos góticos. El resto era de ladrillo y barro. Tenía un altar mayor con gradas. Delante había un crucero de hierro sobre una columna de mármol”.

[15] Santos Sánchez, M. (1993): Historia de Talavera la Vieja. La romana Augustóbriga. Talavera de la Reina. 213. Es de suponer que esos antepasados con los que tropezaban, no sólo correspondían a cadáveres recientes, sino a los restos del primitivo cementerio romano, pues no faltan noticias del hallazgo de vidrios y monedas entre aquellos restos.

[16] Gómez-Pantoja, J. L. y González Cordero A., (2020). Op. cit., 505. La última inscripción encontrada en las paredes de la ermita corresponde a un colono emeritense. Tiene de particular, aparte del texto en sí, la colocación en el muro del epígrafe, al contrario de lo que era habitual en las casas de la localidad, donde las letras solían quedar hacia dentro, costumbre que recoge Hermosilla, (1796). Op. cit, 349-350, en su crónica: «Y aun supe por cosa notoria, que cuando se hace ó se repara alguna casa, cuidan mucho los dueños de que el portugués (son precisamente de esta nación los albañiles de toda aquella comarca) ponga las letras de las piedras dentro del muro de modo que no se vean, porque son (así se explican) rétulos de condenados«.

[17] González Cordero, A. (2000). Op. cit., 133-134, nº 24 (HEp 11, 2001, 134); González Cordero, A. (2002): “Construcciones domésticas del mundo romano y de la tardoantigüedad. Los asentamientos de la cuenca del pantano de Valdecañas.”. IX Coloquios Histórico Culturales del Campo Arañuelo. Navalmoral de la Mata, 65-86.

[18] González Cordero, A. y Morán Sánchez, C. (2006): Talavera la Vieja y su entorno arqueológico. Memorias del Museo de Cáceres, 5. Cáceres, 19-44.

[19] A. García y Bellido (1956-61): Op. cit. Apenas nos dejó una reseña de los trabajos cuya dirección encargó a J. Mª Blázquez, cuyos diarios y comentarios fueron publicados recientemente por Morán Sánchez, C.  J. (2017). Op. cit; y en otra obra, sobre el contenido epigráfico por Gimeno Pascual, H. (2016) Op. cit. En aquellos diarios tampoco se incluyeron todos los hallazgos, pues por múltiples canales, hemos recibido noticias, por ejemplo, del descubrimiento de una pintura mural con una bella copa donde bebía un pájaro a espaldas del peristilo del foro, del hallazgo de mosaicos y vasijas enteras en un corte efectuado frente a la puerta de la iglesia, o como se abandonaron las cajas con cerámicas, vidrios y plomos en la pensión donde se hospedaban los arqueólogos junto a otros materiales, que los dueños de la misma, acabaron arrojando a la basura.

[20] Desconocemos si la respuesta 44 de la Relaciones Topográficas de Felipe II, los datos que proporciona acerca del descubrimiento de sepulcros se corresponden con éste área, pues dice textualmente: “Al quarenta e quatro dixeron que demás de las dhas antigüedades que van declaradas se an hallado en esta juzon en la rrribera de tajo algunos vecinos andando plantando heredades sepulcros antiguos e sacados los guesos que dentro estaban eran de tan inmensa grandeza que las cabezas se ponían algunos hombres de dha villa por capacetes y que esto acontecia al dho Miguel Gutierrez y la canilla de la pierna era tan grande que con ser bien dispuesto el dho Miguel Gutz le llegaba cerca de el medio muslo”.

[21] Bello, R. y Márquez, J. (2007): Los primeros contextos romanos de Augusta Emerita. El vertedero de Los Columbarios”. Contextos ceràmic i cultura material d´época augustal a l´oocident romá, 426.

[22] Ramírez Sádaba, J. L. y Gijón Gabriel, E. (2004): Las inscripciones de La Necrópolis del Albarregas (Mérida) y su contexto arqueologico. Veleia, 11, 121.

[23] Bustamante Álvarez, M. (2015): Consumo y producción cerámica en época romana en la comarca del Campo Arañuelo (Cáceres). Verdolay, 14 MAM. 194.

[24] Bustamante Álvarez, M. (2009): Colección cerámica de época romana de la Fundación Concha (Navalmoral de la Mata): nuevos datos para el conocimiento de la romanización del Campo Arañuelo. XVI Coloquios Histórico-Culturales del Campo Arañuelo, 85. Fig. 13, nº 6; Bustamante Álvarez, M. (2015). Op. cit., 194.

[25] Isings, C. (1957): Roman Glass. From dated finds. Groningen/Djakarta, Academiae Rheno Traiaectinae. Instituto Archaeologico, 42.

[26] Isings, C. (1957). Op. cit., 42.

[27] Gálvez Izquierdo, Mª. P. (2009): La necrópolis occidental de Caesaraugusta en el s. III (calle Predicadores, 20-30, 114.

[28] Salas Martín, J. (1985): Notas acerca de la Augustóbriga vettona (actual Talavera la Vieja, Cáceres), Norba 6, 51-66.

[29] Vidal Teruel, Nuria de la O. y Campos Carrasco, J. M. (2006): Las necrópolis de Onuba. Anales de Arqueología Cordobesa, 17. Vol II, 29.

[30] Molano Brías, J. y Alvarado Gonzalo, M. (1993): El enterramiento de la c/Circo Romano nº 10: aportación al conocimiento de las tumbas con tubos de libaciones en Augusta Emerita. Anas, 4-5,161-173; Ayerbe Vélez, R. (2001): “Excavación de un área funeraria del s. III en los alrededores de la Vía de la Plata. Intervención arqueológica realizada en la Vía de la Plata s/n”. Memoria 5, 26; Márquez, Pérez, J. (2006): Los Columbarios: arquitectura y paisaje funerario en Augusta Emerita. Serie Ataecina, 2, 28; Bejarano Osorio, A. M. (2000): Intervención arqueológica en el antiguo solar de la Campsa. Espacio funerario de época altoimperial. Mérida excavaciones arqueológicas 1998, Memoria, 4, 305-332.

[31] Roberto de Almeida, R. y Jerez Linde, J. M. (2015): Ânforas –Carrot- em Avgvsta Emerita e la Vega. Al-Madam, 19/II, 6-30.

[32] González Cordero, A. y Hernández López, M (1992): El mausoleo turriforme de Jarandilla. Alcántara, 26. Tercera época. Cáceres, 49-60.

[33] Murciano Calles, J. Mª. (2010): Historiografía de los aspectos funerarios de Avgvsta Emerita (s. I-IV). Cuadernos Emeritenses, 36. Mérida.

[34] Aguilar-Tablada Marcos, B. M.ª (1997). Op. Cit. La existencia de muralla en Talavera la Vieja es aún objeto de controversia, pues a lo que se tiene como tal muralla, es a un tramo que nosotros creemos que corresponde al acueducto y la supuesta torre cuadrada, a un depósito limario, castellum aquae, o estanque de decantación de agua, evidentemente de orígen romano.

[35] González Cordero, A. (2001): «Catálogo de Inscripciones Romanas del Campo Arañuelo, La Jara y Los Ibores», VII Coloquios Históricos-Culturales del Campo Arañuelo, 122.

[36] Gómez-Pantoja, J. L. y González Cordero, A. (2020). Op. cit., 505. [M(arcvs)?] Villivs . M(arci) [f(ilivs)] / Pap(iria) . emerite/nsis . h(ic) . s(itvs) . e(st) / [—] + [—]+[—] / —–

[37] Ibid., 497-498. Pompeia / Inventa / an(norvm) LV . h(ic) s(ita) e(est) / s(it) t(ibi) t(erra) l(evis) . Pom/peia Cast[a] / de s(vo) f(caciendvm) c(vravit)

[38] González Cordero A. (2001). Op. cit., 141, nº 40; (HEp 11, 2001, 132). HEpOL 24507. Funeraria -EPEX 1005113- Se trata de una estela de granito con remate semicircular y un creciente lunar en alto relieve. Está muy deteriorada por la erosión. Medidas: (90) x 42 x 24. Letras: 5,5. Apareció a unos 25 m. al sur de la ermita de los Mártires, en la portilla de un cercado y Elías Montero la acarreó hasta su casa, en la parte alta del pueblo, para utilizarla como poyo. Allí se conserva entre las ruinas. La nueva transcripción y adenda alcanza a ver seis líneas, de las cuales solo son legibles las dos primeras: Ivl(ivs). Silva/nvs. Ivli . F(ilivs )/ [- – -] / – – – – – –

[39] Gómez-Pantoja, J. L. y González Cordero, A. (2020). Op. cit., 495. Funeraria -EPEX 1005125-: – – – – – – [- – -] annorvm VII/ mater filiae/ d(e) . s(uo) . F(aciendvm ). Curavit; Sánchez Cantón F. J. (1927): Viaje de un humanista español a las ruinas de Talavera la Vieja. Archivo Español de Arte y Arqueología 3, 224, nota 2, señala que «no figura esta inscripción en las Memorias de la Academia (t. I, 1796, pág. 345)»; Hernando Mª. R. (2010). Op. cit., 399, al hacer el comentario del manuscrito afirma: «es muy posible que se trate de CIL II 935, aunque no podemos asegurarlo». Creemos que se trata de un epígrafe diferente porque esta es de mármol y parecen claras las palabras mater y filia, y el numeral VII, circunstancias que no coinciden de manera alguna con la inscripción citada del CIL.

 

[40] En Terreros y Pando E. de (1758): Paleografía española, Madrid., 129, Lam. 17, 3: “Trajola de Talavera la Vieja, […], el Maestro Alvar Gomez de Castro, bolviendo de visitar al sabio Obispo de Plasencia Don Pedro Ponce de Leon, y de reconocer sus manuscritos[40]. […]. Las letras son tan estrechas, y unidas, además de las ligadas, y las lineas tan delgadas, y sutíles, que estando la piedra algo maltratada del tiempo, ha sido menester mucha diligencia, para certificarse de la verdadera lectura”.

 

[41]Hermosilla de Sandoval, I (1796): Op. cit., 350, estampa 3ª, let. N; CIL II 930 (CPILC 483). HEpOL 25002. Lín. 2: nexos AL y AE:  «Es un sillar de piedra berroqueña de tres pies de alto y uno y tres quartos de ancho (c. (83) x c. 48): está en las gradas del altar mayor de la ermita arruinada de los mártires, a la entrada de la villa»: Elena / Alaesi f(ilia) / h(ic) s(ita) e(st) s(it) t(ibi) t(erra) l(evis) / MODEII / [- – -]A[- – -]. Como estaba en las gradas del altar, posiblemente desgastada por el borde u oculta tal vez podría leerse como [H]elena /[B]alaesi?.

[42] González Cordero, A. (2018): La herencia de los vettones en el Campo Arañuelo y la Jara cacereña. XXIV Coloquios Histórico-Culturales del Campo Arañuelo. 137-174.

[43] Gómez-Pantoja, J. L; González Cordero, A; Hernando Sobrino, Mª R y Madruga Flores, J. V. (2012): Las cupae de Cáceres. Las cupae Hispanas. Origen, difusión, uso y tipología.  J. Andreu editor. Fundación Uncastilo. Tudela. Pp. 417-542.

[44] González Cordero, A (2021): Raros monumentos funerarios en Aldeanueva dela Vera. Revista Cultural Pencona, 17, 16-19.

[45] En concreto la del Casar Blanco y la de Torre Alonso son mencionadas en la respuesta 29 de las Relaciones Topográficas de Felipe II. Una era el punto acordado para el pago del censo anual de los habitantes de Bohonal al Conde de las Mirandas. Anastasio Bayán, que llegó a conocer una de ellas, nos la describió como un torreón de planta cuadrada con el alma de argamasa y la base de sillares, por lo que sospechamos que se tratara de un mausoleo particular, tal vez similar al destruido durante las labores de construcción de los canales de regadío en la Viña del Bobo, cerca de Alija, donde hallaron los tres bustos expuestos en el Museo de Cáceres.

[46] Todas las manifestaciones funerarias de esta ciudad, salvo las que en su momento se dieron en torno al periodo Orientalizante, son plenamente romanas. No hay ni un solo caso, ni siquiera sospecha, de la implicación en los enterramientos de población indígena, salvo que los verracos hubieran sido utilizados como elemento de monumentalización en algún tipo de sepulcro de una población romanizada. Con ello queremos desterrar la acendrada creencia de que la ciudad romana se funda sobre un castro, cuya ascendencia vettona se ligaría mediante el sufijo briga al nombre de Augusto. Tal caso pudo ser el de una parte de su componente poblacional, pero nunca el del solar de la ciudad, pues no hay ni un solo vestigio que lo justifique.

[47] Beltrán de Heredia Bercero, J. (2007): La vía sepulchralis de la plaza Vila de Madrid. Un ejemplo del ritual funerario durante el alto imperio en la necrópolis occidental de Barcino. Quarhis, 3 (época II), 26.

[48] Gómez-Pantoja, J. L.; González Cordero, A. (2020). Op. cit., 505.

[49] Sánchez Barrero, P. D. y Marín, B. (2000): Caminos Periurbanos de Mérida. In Mérida. Excavaciones Arqueológicas 1998 Memoria, 4, 561.

[50] González Cordero, A. (1996): El tiempo entre tinieblas. Historia de los Bárbaros en el Campo Arañuelo.  XVIII Coloquios Histórico-Culturales del Campo Arañuelo.  168.

[51] González Cordero, A. (1996): Romanización del Campo Arañuelo. La implantación rural. III Coloquios Histórico-Culturales del Campo Arañuelo. 72.

[52] Es de esperar, que esta modesta contribución al conocimiento de la antigua ciudad romana de Augustóbriga, no constituya la única llamada de atención sobre este particular y que ulteriores trabajos de salvamento, contribuyan, dentro de una línea científica, a acercarnos al conocimiento de estos espacios, no en tanto por la recuperación de materiales, que ya de por sí puede ser importante, sino por los trasuntos ideológicos y simbólicos que su investigación nos puede deparar.

 

Nov 202021
 

Manuel García Cienfuegos

Cronista Oficial de Montijo y Lobón

 

“Luis Chorot, devoto de la impersonalidad, enamorado del anonimato que esconde sus prosas cáusticas en los seudónimos ‘El Abad Metomentodo’ y ‘El Bachiller Cantaclaro’, es un hombre feliz porque los demás lo sean; él quiere contagiar felicidad a todos los mortales. Su vivir se ha deslizado, sin graves complicaciones, en la delicia de aquella áurea mediócritas que cantó el poeta, sin más contrariedades que las inherentes a la perra condición de los hijos de Adán después de la expulsión del Paraíso. Nada de luchas por conquistar posición; nada de sinsabores por ver en peligro el bienestar.

Espíritu culto por la facilidad que el poder de su inteligencia le ofrece para adquirir cultura, jamás ha necesitado emplear esfuerzo alguno para resolver dificultades que no ha encontrado en su camino. Esto ha hecho de él un mero espectador de la vida, más bien que un actor que tome parte activa en sus luchas. En el andar de sus días, ha ido desgranando en conversaciones, en cartas, en artículos, en rimas, el comentario que le sugiere el espectáculo presente, el efecto emotivo que le produce su aparición o su contacto. A veces, risueño y burlesco; a veces, incisivo y satírico; en ocasiones, lleno de iracundia agresiva; y no faltan los casos en que un vaho intenso de afectiva ternura empapa la intensa emoción del comentario”. Consideraciones que hace José López Prudencio[1] en el prólogo de la obra del Bachiller Cantaclaro, “Hilvanes y zurcidos”[2].

El Bachiller Cantaclaro hace autocrítica de su quehacer poético: “Confieso mi pecado: Los versos que yo hago (mal rimados y, a veces, bien medidos), son anárquicos versos, que al olvido la rima y la medida relegaron”[3]. En Luis Chorot, Bachiller Cantaclaro, la musa retozona, siempre ágil y jocunda llena de optimismo en todos los campos, saltando de un género a otro y abordando los temas más dispares, en graciosas evoluciones del pensamiento y el espíritu. Más para propio recreo que sometida a exigencia o convencionalismos externos[4]. En otras de sus obras publicadas. “Los penúltimos inquilinos del Congreso”, Cantaclaro desgrana versos satíricos sobre sus señorías, diputados de las constituyentes de la II República.

Al hombre escritor, al poeta y narrador le dolieron las injusticias. Luis Chorot batalló desde sus escritos en reivindicaciones necesarias por el bien del país, de Extremadura, de la comarca, Lobón, Puebla de la Calzada y Montijo. Escribía desde Orgullópolis (Cantón de tierra holganza) con precisión, removiendo las conciencias aturdidas de sus coetáneos: “Extremadura, agoniza. La pereza, la mata. Falta actividad, porque faltan ideales. Faltan ideales, porque sobran egoísmos”.

La asignatura que le costó aprobar al Bachiller Cantaclaro fue la construcción del puente sobre el Guadiana, acercando así las poblaciones de una y otra orilla de la comarca de las Vegas Bajas. Bautizado como Puente de los Suspiros por el tiempo que tardó en construirse. Luis Chorot no cejó en sus peticiones hasta ver aprobado el proyecto. Insistió durante varios años en sus demandas, estuviese el gobierno de uno u otro color.

La memoria evoca, ahora, una fotografía tomada en el Frontón Jay-Alay de San Sebastián, ciudad en la que Chorot y su familia veraneaban, igual que hacia la Familia Real. Luis Chorot ocupó un asiento en el palco contiguo al Real. El extremeño aprovechó el momento distendido para pedirle a don Alfonso XIII que intercediera para que fuese aprobado el proyecto del Puente de los Suspiros. Alfonso XIII le anunció una confidencia: un viaje a tierras extremeñas. Era el verano de 1928.

 

1.- FAMILIAS CHOROT COCA

La estirpe Chorot es oriunda de Sabandia (Saboya), incardinada en la familia Chorot Boisverd; en España Chorot de Hoyos. El escudo de la familia es partido. En la parte alta tres estrellas de plata de cinco puntas, y en el inferior en campo azul, un ciervo de oro. Cuando usan casco miran de frente por descender de Jefe de Estado, por lo regular usan corona de conde[5]. En Alicante, Francisco Chorot Palatín, casó con una dama de la aristocrática familia de Hoyos. Los Chorot fueron familia distinguida y altos funcionarios del Estado, en sus monopolios del tabaco y la sal, labor que desarrollaron en Alicante, Tembleque y La Rambla. Descendiente directo de Chorot Palatín, fue Ángel Chorot Prieto, natural de Montilla (Córdoba)[6]. Cadete en la Academia Militar de Segovia, pero abandonó la disciplina castrense para ser colaborador y ayudante del Marqués de Salamanca en la Empresa de Ferrocarril Madrid-Lisboa[7], residiendo en la ciudad de Badajoz. Al final de tan importante obra, fue condecorado con la Cruz de Cristo portuguesa y del Mérito Civil española.

Ángel Chorot Prieto contrajo matrimonio con María de Coca Pizarro, en la ermita de Ntra. Señora de Barbaño, Patrona de Montijo, en 1869. El matrimonio vivió en la llamada Casa Grande[8], en la calle Altozano de Lobón. Ángel Chorot[9] alternó la administración de la hacienda heredada de sus padres políticos, Antonio de Coca Amigo y Catalina Pizarro Picón, con su hermano político Pedro de Coca Pizarro[10]; unido a sus afanes en la vida política. Fue diputado provincial por el partido conservador[11], desde 1874 hasta 1896, formando parte de las Comisiones de Fomento, Gobernación, Especial de Presupuestos, vicepresidente de la Comisión Provincial y diputado delegado del Manicomio del Carmen de Mérida[12].

Los orígenes de la familia Coca se localizan en Ciudad Real, donde tuvieron capilla-panteón en la iglesia de San Pedro. Familia muy ligada a la de Triviño, principal linaje de la capital manchega. Ganaron los Coca, Ejecutoria de Hidalguía en Ciudad Real, Puertollano, Granada, Montijo y Puebla de la Calzada (s. XVII). En esta última villa contrajo matrimonio Rodrigo de Coca Triviño con Olalla de la Huerta Barrena.

A finales del siglo XVIII, Juan de Coca Triviño y Silva, hijo de Juan de Coca Triviño y de Catalina Sánchez Silva, contrajo matrimonio con Leonor Esteban Cortesano Maza. Fue Regidor por el estado noble de la Cofradía del Santísimo Sacramento, Capitán de las milicias liberales y su más influyente político. Los hijos del matrimonio: Alonso, Juan, Bartolomé y Miguel Coca Maza, figuran como nobles en el censo de 1829.

Los cuatro hermanos Coca Maza, aparecen en los Repartimientos de la Contribución en 1852, siendo los principales contribuyentes, abanderando la oligarquía burguesa de propietarios, terratenientes y latifundistas de Puebla. Los Coca se unieron, entre otras, a las familias, Amigo, Gragera, Conejo, Bejarano, Maza, Pozo, Díez Madroñero…, ocupando cargos en el Consistorio Municipal, siendo alcaldes y regidores. Bartolomé de Coca Maza, fue diputado provincial por los moderados en 1837 y alcalde de Puebla en 1821 y 1834-1835.

Alonso de Coca Maza, hermano de Bartolomé, fue alcalde de Puebla de la Calzada. Vivió en la calle Badajoz, contrajo matrimonio con María Antonia Amigo Gragera. Para su sociedad de bienes gananciales, compraron varios predios urbanos en la calle Badajoz, colindantes donde ellos vivían, a la familia Molano, Miguel Montes y, los herederos de Juan Ardila Carretero. Sobre el solar de estas casas, su nieta, María Antonia Conejo de Coca con su esposo, Jorge Díez Madroñero López de Ayala (1848-1911), VII marqués de la Vega, construyeron el palacio[13].

Antonio de Coca y Amigo, hijo de Alonso de Coca y María Antonia Amigo Gragera, casó en la villa de Lobón con Catalina Pizarro Picón[14]. Los Pizarro y Barrena eran los herederos de la Casa Grande de Lobón, situada en la calle Altozano, descendientes de las familias Zambrano y Barrena, al contraer matrimonio el lobonero Juan Lucas Barrena Macías, familiar del Santo Oficio con Elvira Zambrano Bolaños. La hija de estos, Catalina, se unió en matrimonio con su pariente Antonio Pizarro de Luna, matrimonio que tuvo tres hijos: Pedro, Elvira y María Dolores Pizarro Barrena. Los Zambrano y Pizarro fueron familias nobles procedentes de Fuente del Maestre.

El matrimonio, Antonio de Coca Amigo y Catalina Pizarro Picón, tuvieron tres hijos. Pedro, soltero. Elvira que fue a vivir a Puebla de la Calzada por su matrimonio con Mariano Maza Bejarano[15], licenciado en derecho, dedicado a la actividad agro ganadera, y María que casó con Ángel Chorot Prieto.

Antonio de Coca Amigo fue diputado nacional[16] y provincial[17]. Tuvo un papel importante en la vida política de Lobón durante el bienio progresista, gobierno largo de la Unión Liberal, final del moderantismo y los primeros años del sexenio democrático[18]. Tras el pronunciamiento de La Gloriosa, Antonio de Coca fue elegido, el 25/X/1868, alcalde de Lobón[19]. Renovado en el cargo el 2/I/1869[20]. Logró ayudas del Gobernador de la provincia para las obras de reparación y remodelación de la Casa Consistorial.

Tras meses de una apasionada actividad política y social, Antonio de Coca, para suavizar la dureza del calor del mes de julio, decidió pasar unos días con su familia en los Baños de Fuensanta[21], balneario ubicado en Pozuelo de Calatrava (Ciudad Real), municipio de la comarca histórica del Campo de Calatrava, cercano a la villa de Almagro, donde el alcalde de Lobón encontraría la muerte. Falleció durante el fuego cruzado que tuvo con un grupo de ladrones que trataban de robar los fondos del establecimiento-balneario[22].

 

2.- LOS HERMANOS CHOROT DE COCA

Tras la fatídica muerte de Antonio de Coca Amigo, aún con luto, su hija María de Coca Pizarro se unió en matrimonio con Ángel Chorot Prieto. Matrimonio al que le nacieron cinco hijos: Antonio, abogado; contrajo matrimonio en Badajoz con Pilar del Rincón Marcilla. Fue miembro distinguido del Ateneo de Badajoz[23] y Jefe de la Sección Administrativa de Primera Enseñanza de Badajoz, falleció el 11 de agosto de 1922.

Luís, licenciado en Derecho, protagonista de este trabajo. Nació en Lobón el 18 de abril de 1876[24]. Contrajo matrimonio en Puebla de la Calzada, el 3 de febrero de 1899, con Magdalena Castillo Pozo[25]. Un año antes, Luis Chorot se había licenciado en Derecho en Madrid. El matrimonio Chorot Castillo vivió en Puebla de la Calzada[26]. Fue presidente de la Sociedad Casino El Ejemplo, cuyo antiguo edificio fue reformado bajo su mandato. Al iniciar su hijos estudios universitarios, la familia marchó a Madrid[27].

Joaquín Chorot de Coca, contrajo matrimonio con Remedios Cortés García. Vivió en la Casa Grande. Fue alcalde de Lobón, presidente del Sindicato Católico Agrario, de la Junta Local de Ganaderos, de la Unión Patriótica local y del Círculo Recreativo. Araceli, soltera, apasionada por la música y las tertulias culturales. Colaboró mucho con el templo parroquial. Al ser propietaria de la Casa Grande la donó al Instituto Secular Hogar de Nazaret, fundado por el sacerdote de Fuente del Maestre, Luis Zambrano Blanco.

Por último Mercedes Chorot de Coca[28], casó con su primo hermano Eduardo Maza de Coca[29]. Luis Chorot de Coca y Magdalena Castillo Pozo tuvieron cuatro hijos: Magdalena, Luis, Ángel y Juan. Luis Chorot heredó la vocación literaria de su tío Francisco Chorot Prieto, poeta y colaborador de Julián Castellanos en una obra teatral en verso, llamada “La monarquía relámpago”, fechada en 1870, dura crítica a la dinastía carlista. Se publicó en la imprenta de Tomás Alonso, calle Isabel la Católica de Madrid[30]. Antes de su marcha a Madrid, Luis Chorot alternaba el ejercicio de la abogacía con la gestión de las propiedades de la familia[31]. Fue miembro cualificado de la Agrupación de Propietarios de Fincas Rústicas de Badajoz. Intentó mostrar con una serie de argumentos que la Reforma Agraria no era lo más adecuado para Extremadura, se debe afirmar el capital no al capitalismo, y lo donado a los hijos como anticipo de legítima no debe invalidarse[32].

 

3.- LUIS CHOROT. REIVINDICACIONES

El diario Correo de la Mañana[33], publicaba el 16/V/1915, un artículo de Luis Chorot, que titulaba “Extremadura, agoniza. La pereza, la mata. Falta actividad porque faltan ideales. Faltan ideales, porque sobran egoísmos”. Así atizaba Luis Chorot las conciencias de los lectores del periódico que dirigía su amigo José López Prudencio. Vayamos a la materia ¿Qué muere en Extremadura?, se preguntaba Luis Chorot. Respondiendo: “Nunca estuvo más repleta de vida y más pujante, exclamará algún ricachón, solazándose en el precio escandaloso de su trigo[34]. ¡Qué inoportuno es este cronista! dirá algún político, dándoselas de protector y de influyente. Precisamente debido a mis gestiones el río Guadiana contará con algún puente más[35]. Un siglo de promesas políticas y medio siglo de orfandad inmerecida, hacen morir de tuberculosis a las dos provincias más robustas de España. Díganlo los pueblos condenados a eterna incomunicación y desamparo.

¿Cómo salir del pantano? ¿Cómo resucitar a la vida de la nación? ¿Cómo adquirir nuestro pasaporte de españoles dignos de atención? Uniéndonos todos sin desconfianzas. Para ello, lo primero es regenerarnos en el sentido de sacudir nuestra pereza. Los pueblos que quieren vivir, viven, si la constancia, la abnegación y el sacrificio se agrupan en torno a la bandera de la patria chica. ¿Hay intereses creados y caciquiles enredos que por sus pasados odios y antiguas rencillas no puedan vivir unidos? Pues a descartarlos con valentía, como lastre que estorba y dificulta el progreso y bienestar de los pueblos… No os paséis de maliciosos. Me estorba la notoriedad, como estorba a un gordo comodón la camisa almidonada. Ni soy maurista, a pesar de ser hombre de orden; ni soy datista, a pesar de ser español; ni soy poeta tradicionalista, ni me tengo que avergonzar de haber sido romanonista[36], ni tengo ama de cría republicana. No soy fulanista. Soy un modesto burgués ni perseguido de caciques ni necesitado de gobernadores; en una palabra, soy extremeño”.

Luis Chorot firmaba sus escritos con el seudónimo Bachiller Cantaclaro, pero en esta ocasión lo hace con su nombre y apellidos. He aquí el motivo: “Concluyo, firmando contra mi costumbre. Nunca puse mi cédula al pie de mis modestos escritos. Si hoy firmo no es por fatua exhibición, ni porque sepáis quién os hablo vuestro sencillo lenguaje, sino para recabar el honor de ser el primer extremeño que se avergüenza de serlo, si las cosas no varían”[37].

El Bachiller Cantaclaro, el último día de 1915, volvía a la carga desde Correo de la Mañana: “Resucitad, Donoso Cortés, Bravo Murillo, López de Ayala, Moreno Nieto y tantos otros cuyos nombres no caben en boca nacida de puros grandes. Daos prisa a levantaros de vuestras tumbas, que España se achica y Extremadura se hunde. Malditos los tiempos actuales, entregados al pastoreo abusivo y a la rudeza que nos descredita. ¡Pueblos extremeños haced algo!”[38].

A comienzos de diciembre de 1916 dirige una carta que publica Correo de la Mañana[39], a su amigo y pariente, diputado en Cortes, el emeritense Antonio Pacheco y Lerdo de Tejada[40]: “Querido amigo, porque las circunstancias lo exigen, y tu prestigioso valer lo aconseja, me veo obligado a invitarte hoy a un necesario examen de conciencia… Qué duda cabe, que los momentos actuales son momentos críticos para la regeneración, prosperidad y progreso de tu distrito y de nuestra desgraciada provincia. Todo minuto desperdiciado hoy, vale por medio siglo de inactividades, olvidos y abandonos pasados; de los que no eres, ciertamente culpable. La ocasión la pintan calva”.

La carta solicitaba al diputado su participación en la construcción de una vía de comunicación muy necesaria para el progreso de los pueblos de la comarca: “Sesenta años pacienzudamente transcurridos de hacer y deshacer estudios y trazados de campo, en la dicho carretera que uniendo la de Cáceres a Badajoz (olvidada hace tres lustros), pone en comunicación a Puebla de Obando con La Roca, a estos pueblos con Montijo, Puebla de la Calzada y Lobón, y a todos con la Tierra de Barros al finalizar en el cruce donde se une la de Almendralejo con la de Madrid a Lisboa”. Razonando el Bachiller Cantaclaro: “La justicia grita que la descrita carretera de La Roca a Montijo por Puebla de la Calzada a la de Puente del Antrín a Almendralejo en las cercanías de Lobón, debe ser urgentemente concedida y hecha, o con barcas de maroma sobre el Guadiana como fue trazada en su primer proyecto, o con puente[41], ¿por qué no?”[42]

Desde Lobón, Cantaclaro, en esta ocasión con el seudónimo L. Cobarde, denunciaba el trato que recibía el pueblo de Lobón en la entrega del servicio postal de Correos[43]. Decía “Cuatro días en diecisiete lleva Lobón sin cartas, giros, periódicos, etc. Por tanto no estaría mal que el señor Llano Valdés, gobernador civil, viera de arreglar esto, si a él le incumbe, pues de nuestro alcalde nos consta la seriedad de sus órdenes”[44].

En octubre de 1917, el Bachiller Cantaclaro escribe una carta[45] que dirige a un doctor de la ciudad. En ella manifiesta las diferencias que existen entre la ciudad de San Sebastián[46] y la capital del reino, Madrid. “Pasé este verano en San Sebastián, a donde más que el imán de sus encantos, me trajo el huir del polvo sucio y de la atmósfera impura de nuestra patria chica. En aquella bendita tierra se encuentran sobrados temas, que no son frívolas bellezas, que enamoran a los asiduos del cine panorámico. ¡Qué seriedad de vida! ¡Qué ordenado respeto! ¡Qué envidiable administración pública!… Allí la igualdad y la fraternidad son un hecho; nada llama la atención; nadie es más que nadie. La blusa del obrero honrado no pringa con mancha de origen al pulcro esmoquin del aristócrata; la lugareña y la encopetada señorona, desapercibidas pasan, conviviendo con afectuoso respeto en los innúmeros tranvías, sin adulaciones del desvalido ni desprecios del pudiente”.

Luis Chorot, a regreso de San Sebastián, estuvo en Madrid resultándole amarga la estancia, al ver cómo está la capital de España. “Tropecé con lo de siempre. El atávico obstáculo de las propiedades regionales. El hospital de desahuciados enfermos provinciano, a cargo de doctores endiosados. En cada esquina un dulcamara desaprensivo de conciencia al uso. La meca de los gitanos políticos, dedicada a poner parches mentirosos a cojeras inveteradas, para lucir como nuevos los efectos desechados de provincias en el primer mercado del chinchorreo y la zancadilla[47]. La bandera de la moralidad abandonada en mitad de la calle y arrebatada por una tribu madrugadora, escudada en la falta de carbón, para mejor andar a oscura. El pueril afán novatorio de tertulias cafeteras. El comentario chismoso para rellenar periódicos ahítos de vulgaridad. La adulación premiada. La rectitud, expiando miedosas culpas, huyendo del procaz vocerío, que a todos ensordece. La burguesía en desvencijada y amenazante mecedora los beneficios circunstanciales de la catástrofe mundial. Los borregos socialistas, ambiciosos de hierba ajena, atropellando inconscientes la propia reserva en pos de ambiciones solapadas de redentores cobardes, siempre deslumbrados por el potente reflector de alguna humana e individual conveniencia. La indisciplina social, asustando al más templado. Madrid está infestado. Madrid no conoce a España”.

Los días 27 y 28 de agosto de 1920, el Bachiller Cantaclaro, escribe desde su veraneo donostiarra un artículo que divide en dos partes con el titular: “Badajoz resurge. Nuestra provincia sacude su pereza”. Cantaclaro, en el principio de su comentario, preguntaba “¿De dónde sacará esas deducciones este cándido articulista?, dirán para sus adentros ciertos personajillos que miran a ras de suelo sin curarse de homicidas personalísimas. ¿Qué de dónde? De la imparcial elocuencia de los hechos. Maldiciente de oficio o miope de la inteligencia será quien no se haya apercibido del fenómeno”. Señalando: “Lo que nunca ha sucedido; hoy se asocian capitales, se crean Cajas Rurales y de Ahorro, en donde el dinero se coloca, haciendo desaparecer la usura, se compran máquinas de todas clases para dar impulso a la industria agrícola… Durmió Extremadura saboreando su bienestar económico y gozándose en sus glorias pasadas cerca de medio siglo, y herida en su amor propio en estos últimos años, ha corrido a bastante buena velocidad y ha sacudido su pereza y su modestia aisladora y modorra”[48].

 

4.- EL PUENTE DE LOBÓN, PUENTE DE LOS SUSPIROS

Fue una asignatura que le costó al Bachiller Cantaclaro, no cejando hasta aprobarla. Insistió durante varios años en sus demandas, estuviese el gobierno de uno u otro color, persistió en su petición desde comienzos del siglo XX. Los últimos años de la tercera década del siglo, fueron muy intensos para Luis Chorot. A finales de abril de 1928, el Bachiller Cantaclaro se dirigía a los lectores de Correo Extremeño[49], con el título “Una carretera y un puente. De Roma a nuestros días, Guadiana abajo”[50]. Como siempre, Chorot, era explícito en su razonada petición: “Fijaos bien, mis queridos paisanos; desde antes de Jesucristo hasta la fecha, no hay un solo puente construido en toda la llanura fertilísima que separa a Mérida de Badajoz”. Para dirigirse al paisanaje y autoridades de la comarca: “¿No os morís de vergüenza, montijanos, poblanchinos, talaveranos, loboneros, roqueños, naveños, zanganeros… Si no dais voces, si no pedís socorro en las invernadas en que el Guadiana os incomunica amenazando ahogaros, ¿cómo queréis que se os adivine desde Madrid la necesidad de vuestro puente?”.

Dos meses después, este diario informaba[51] de la visita que una comisión, presidida por el Gobernador Civil de la provincia, que había hecho al Ministro de Fomento, Conde Guadalhorce, Rafael Benjumea Burín (1876-1952), que se había interesado vivamente, prometiendo resolver con urgencia la demanda, que era la construcción de la carretera de La Roca a Lobón, con un puente. Formaron parte de la comisión los señores Suárez Somonte[52], marqués de la Frontera[53], Romero, Chorot, Conejo y otros.

En vísperas de la festividad de San José, 17/III/1929, Cantaclaro volvía de nuevo a la carga en sus reivindicaciones: “Charlas, indiscreciones, curioseos y menudencias. Sueños carreteriles. El puente de los suspiros”. Con la ironía que le caracterizaba dice: “El ministro escribe en sus memorias. Imposible demorar un minuto más la construcción de la carretera de La Roca de la Sierra a la del Puente del Antrín, por Montijo y Puebla de la Calzada[54] con puente necesario sobre el río Guadiana, en las cercanías de Lobón… Señor don Joaquín Tafur, ingeniero jefe de Obras Públicas. Badajoz. Agradecidos y encantados de tanta amabilidad. El encantado soy yo. Adiós, señores. Siempre a su disposición, amigo Benjumea”. Claro está, amable lector, concluía Cantaclaro, que todo esto ha sido un sueño. Pero gusta tanto creérselo de verdad[55].

Poco a poco las noticias iban siendo más halagüeñas. El 8 de mayo de 1929, la Comisión que gestionaba la construcción del Puente de Lobón, visitaba al ministro de Fomento en Madrid. Presidía la comisión, Luis Chorot, junto con el alcalde de Montijo, Francisco Rodriguez Cavero, y los señores Sancho Conejo, Maza y Carrión. Saliendo muy satisfechos de la reunión[56]. Un día después el diario badajocense decía “El puente sobre el río Guadiana se construirá en el trozo quinto de la carretera de La Roca de la Sierra a Montijo y Puebla de la Calzada. El ministro de Fomento tiene el propósito de sacar las obras en un plazo breve, y es de esperar que la construcción figurará entre uno de los primeros proyectos que estudie el ministro”[57].

Luis Chorot de Coca y Sancho Conejo de Coca, visitaron, a parte de la comisión creada, al ministro de Fomento, logrando que el ministro diera las órdenes oportunas para que por los señores ingenieros se proceda al rápido estudio del proyecto, que será llevado a la realidad con la mayor premura[58]. A comienzos de julio, Lino Duarte Insúa[59], publicaba una interesante carta en Correo Extremeño, sobre el ferrocarril de Fregenal de la Sierra a San Vicente de Alcántara, haciendo alusión al llamado Puente de los Suspiros: “Pronto se construirá un puente sobre el Guadiana en las proximidades de Lobón, para que la comunicación rodad del sur con el norte de la provincia pueda también hacerse sin tocar a Badajoz y dejarlo a un lado”[60].

El corresponsal de Correo Extremeño en Puebla de la Calzada, a finales de noviembre, informaba: “Hoy es esperada en esta localidad la visita de un ingeniero nombrado por el ministro de Fomento para el estudio de lo concerniente a la construcción del puente sobre el río Guadiana en las proximidades de Lobón. El citado ingeniero, que viene desde Madrid acompañado por el culto abogado y propietario -hijo de Lobón- don Luis Chorot, será recibido por nutridas representaciones de las fuerzas vivas de Puebla de la Calzada, Montijo y Lobón, a cuyo frente irán los señores alcaldes de dichos pueblos”[61]. Fue cuando los ediles de la Corporación de Lobón tomaron este acuerdo: “que durante un año, por este Ayuntamiento, se paguen dos jornaleros que podrán dedicarse a cualquiera de las operaciones o trabajos que haya que realizar, y además doscientas peonadas de carros durante el mismo año que los jornaleros para el acarreo de arena o grava”[62].

Un año después, el 30 de septiembre de 1930, Cantaclaro, contaba la situación en la que se encontraba el Puente de Lobón: “El puente de los Suspiros sería un hecho y estaría ya construyéndose, en las cercanías de Montijo, Puebla y Lobón, si el ministro de Fomento (más docto y más enterado de su oficio, que ha servido a España), no hubiera dejado el puesto, a la necesidad de roer los huesos de su honra, que el desquite y el ayuno han decretado con alboroto punible… El ingeniero a quien tocó en suerte el proyecto, el as de los ingenieros puentíferos, don César Villalba, es un incansable trabajador. Este ingeniero, orgullo de su carrera, hace bien las cosas y las hace pronto. No desconfiar. Antes de fin de año el proyecto será aprobado y entonces habrá llegado el momento de que los pueblos se impongan, por su justicia, a los que ignoran a nuestra olvidada Extremadura”[63].

César Villalba Granda realizó los proyectos de tres puentes extremeños; Villanueva de la Serena, sobre el Guadiana; el de Alarza, sobre el Tajo, hoy no visible por las aguas del embalse de Valdecañas; y el de Lobón, sobre el Guadiana[64]. Su presupuesto de ejecución material fue de 1.281.987,48 pesetas y el de contrata 1.474.285,60[65]. Los trabajos se ejecutaron en treinta y dos meses, durante los años centrales de la II República. El puente de 538 metros de longitud fue inaugurado en julio de 1935.

De Luis Chorot de Coca, alto prócer, por sus desvelos para la construcción del puente, sólo queda hoy en una placa colocada en el puente que dice “Este puente, construido por el Estado siendo ministro de Obras Públicas el Excelentísimo Señor conde de Guadalhorce por iniciativa y gestiones del preclaro extremeño, don Luis Chorot Coca a quienes los Ayuntamientos y pueblos beneficiados tributan esta imperecedera muestra de gratitud. 1948”.

 

5.- AFANES LITERARIOS

Luis Chorot comparte sus escritos de reivindicación y crítica con sentimientos costumbristas, como estos agradecidos versos dedicados a un Puesto de perdiz. Acudo al texto: “El campo continúa perezoso./ El aguardo va siendo fastidios;/porque el reclamo sigue silencioso,/ Entre el monte, un ratón le hace mil muecas,/ Un enjambre de abejas/ le agranda las orejas./Sigue mudo el reclamo. Pero advierte/que un perro se divierte/los montones de piedra olfateando./Otra vez el silencio… Ya, por fin,/ allá en las lejanías canta un macho/y una hembra montada en un picacho/alegre y casquivana coquetea/donde el macho la sienta y no la vea./El reclamo miedoso se levanta/y una cabra espanta/a la feliz pareja/que más y más se aleja/burlando campanillas y esquilones./He aquí las diversiones/que entusiasman a tantos cazadores/A quienes Dios castiga por traidores./¡Vaya una diversión!/Si un amigo algún día/me invitara a cazar el perdigón/difícilmente iría/y en castigo de fijo lo metía/en la cárcel diez años por guasón”[66].

El 10 de mayo de 1917, El Bachiller Cantaclaro, escribe una crónica desde Villafranca de los Barros con motivo de celebrarse el último día de la novena a Ntra. Señora de Lourdes, que Virginia Macón organizaba y costeaba anualmente. “Gran dama debe ser, decía Cantaclaro, la que se acuerda de Dios en medio de las comodidades y abundancias terrenas, patrocinando tan grandes empresas”. Luis Chorot narra que “Villafranca es un pueblo todo decoración, todo luz; pero luz de sol, luz de día; un pueblo al menos en el aspecto externo, lucido, campechano, marchoso, como diría un andaluz; un pueblo, dispuesto siempre a la perpetua fiesta; más grande que llano; aristocrático a ratos; a veces indisciplinado y democrático, con todas las bullangas sevillana de jarana y vocerío. Sus feraces campos semejan, por sus fertilidades, a las exuberantes campiñas de las selvas vírgenes americanas. Sus varias iglesias, majestuosas y atendidas con el lujo más refinado, nos da la sensación de una piedad algo supersticiosa, que intentara comprar la asistencia Divina. Entre el cementerio y la villa se alza el colegio de San José, de la Compañía de Jesús, que con sus jardines y parques atendidos y detallados, nos enseñan progreso, pese a los más enemigos que entienden, que sotana y adelanto son anti tétricos”. Luis Chorot se acomoda en la popular fonda Reverte[67], de la que dice que la amable llaneza y el ruido corren pareja, no sin antes tropezar con gitanos y mendigos profesionales, que fundan su oficio en no hacer nada y viven como los gorriones, de las migajas y abundantes y descuidadas del ajeno mantel.

Un repique de campanas de la iglesia parroquial, nos anuncia festejo grande, en la casa de Dios, cita el Bachiller, continuando “¡El predicador! El predicador sube, dicen ansiosas miradas y siseos indiscretos, dicta la crónica el Bachiller. ¿Quién es? Preguntamos. El que la sagrada cátedra ocupa, es un apóstol moderno, es un extremeño ilustre, es el docto y elocuentísimo magistral de la Catedral de Madrid, mil veces ilustrísimo señor don Enrique Vázquez Camarasa. Extremeños: ¡qué alegría!; pero qué inmensa tristeza. Reclamando así la figura de tan notable sacerdote: “Nosotros bendecimos mil veces a la suerte que nos deparó la ocasión de tal deleite. Extremeños; qué alegría; pero que inmensa tristeza. Don Enrique Vázquez Camarasa, nació en nuestra calumniada Extremadura pero a tan gran brillante hubo que hacerle el montaje en tierras extrañas. Lástima grande que nuestro palacio solariego sea tan mezquino para hospedar a la grandeza de nuestros genios”[68].

Regresamos, sigue Cantaclaro. El tren acorta su marcha. Almendralejo; la estación repleta de personas que enronquecen y aturden; entre la turba multa, una música monótona y trompetera no cesa de tocar, divisamos algunos uniformes, en sitio visible, el Ayuntamiento en pleno, miles de personas clamorean. Pensamos enseguida ¿Sabrán que viene Camarasa? ¿Habrá nacido aquí? Es la Sinfónica que llega, concluía Luis Chorot.

6.- HILVANES Y ZURCIDOS

Con este nombre se conoce una serie de ensayos poéticos de un suave y finísimo humorismo, que denota las dotes de escritor del Bachiller Cantaclaro, para vencer esa resistencia de una obra de madurez que le consagra como escritor. Luis Chorot, ha conseguido un gran éxito con la publicación de Hilvanes y Zurcidos. Así su autocrítica y nostalgias, ayes del alma, rimas becquerianas, sonatería, etc. Son dignas de mención. La obra va acompañada de un prólogo de López Prudencio y un epílogo de Ramírez Tomé[69], de la sección crítica y noticias de libros del diario ABC, 17/XI/1935.

El libro, en ciento noventa páginas, ofrece ciento veintiocho poemas que el autor divide en varios capítulos de acuerdo con la temática que presenta: 1) Naderías, quisicosas, menudencias y fruslerías. 2) Chinitas y chinatazos y ecos del ambiente. 3) Granitos de mostaza, negrescogramas y humoradas. 4) Cajón de sastre. 5) Glosario teresiano, religiosas. 6) Versos íntimos, nostalgias y ayes del alma. 7) Rimas becquerianas, 8) Sonetería. 9) Romances. El Bachiller Cantaclaro subtituló su obra “Lo que se llama perder el tiempo. Ensayos poéticos”.

“Luis Chorot es un espíritu culto, enamorado de su tierra. Sensible a todas las emociones que sugiere el caminar por el mundo. Capaz de intervenir como actor principal en el teatro de la vida, y recluido en el castillo interior de sus observaciones, con el desdén -tan patricio y tan extremeño- de quien para todo tiene una sonrisa, a veces burlona, a veces piadosa y comprensiva, por aquello de comprenderlo todo es perdonarlo todo”[70].

El Bachiller Cantaclaro, abre su poemario con una Autocrítica, de la que entresaco: “Prescindo de las reglas de retórica./He olvidado hace tiempo la poética;/si bien no hallo la moción estética/en la moda cubista y estrambótica”[71]. Compone desde la sencillez en el capítulo Naderías. “¿Visteis al sol de invierno despedirse/al morir de una tarde mustia y fría?/Tan rojo de vergüenza suele irse,/que para no ser visto mata al día”[72]. “Arar… arar… arar/esparcir la semilla y… esperar/ que cuaje la esperanza, que Dios quiera cuajar”[73]. En Chinitas y chinatazos y ecos del ambiente, Cantaclaro, va a directo a la realidad política y social que vive: “A un obrero parado de Extremadura/más harto de promesas que de provechos,/un socialista, de esos de cara dura,/que cedió sus deberes por los derechos,/ le coaccionaba el voto, argumentando/que el pobre es el que debe seguir mandando… ¡Vete ya, si no quieres que yo me pierda!/¡Lárgate ya! ¡Enchufista! Has de saber;/que aunque tú con la izquierda logres comer,/la cuchara se coge con la derecha; con la zurda se vierte, no se aprovecha./¿Sabedlo para siempre! Tened presente/que con la izquierda come muy poca gente”[74]. “¿Político y leal? No, no es creíble./Metafísicamente, es imposible./Dichosos… No reíros muy de prisa/.Porque así, os dura menos vuestra risa”[75].

En tiempos de censura. La peña del café, el Bachiller aguza su pluma: “Pide copa y café, fúmate un puro/y habla mal del Gobierno, de seguro/que toda la tertulia te acompaña./Hablar mal de Gobierno/lo mismo en el estío que en invierno/es placer delicioso y muy humano/. Pero mucho cuidado… piano… piano…/ Mira bien lo que dices/ Ojo, no te deslices/. Que a la derecha o a la izquierda mano,/puede haber un soplón,/que, vengativo, acecha la ocasión”[76]. Los desasosiegos espirituales del poeta se los expone desde su Glosario teresiano. Veamos: “Nacemos, nos divertimos/y después de que gozamos,/terrible suerte, morimos/porque es fuerza que muramos,/pues para morir nacimos”[77]. “Bendito sea mi Señor,/que da vida al que perece,/dando muerte a quien merece/ser premiado con su amor”[78].

En los versos, en el mensaje e inspiración del Bachiller Cantaclaro, siempre estuvo sus sentimientos por la tierra donde nació, Extremadura. “Quiero estar entre mi gente/Entre mi gente extremeña/perezosa, indiferente/siempre fecunda y risueña./Oh, tierra donde nací/pródiga en renunciaciones,/sepulta mis ilusiones,/Que para ti las viví”[79]. En sus delicadezas becquerianas, Cantaclaro escribe desde su romanticismo: “Podrá acabarse todo en este mundo/Todo, menos mi amor/Porque ese, ya no es mío, como tuyo/vivirá lo que yo/logré vivir en ti. Tú sabrás cuánto/Velo en tu corazón”[80]. “Soy amor puro. Soy llama ardiente/que poco a poco, matando va/Fuego invisible, que el alma siente/Ven, aunque abrases. No tardes más”[81].

De la Sonetería, que así  tituló el Bachiller, desde la Improvisación, con asonantes y todo, en el cumpleaños de mi hija: “Un año más, pasó. Quién lo diría/Un año, cuya losa siento encima./El Creador de los mundos no escatima/el galopar del tiempo…, día tras días./Tú cumples uno más, con la alegría/de quien ve la ilusión que se aproxima./Y yo, miedoso, veo que la cima/alcanzo de mi vida -que no es mía-/Así lo manda Dios, ¡hija querida!/ /Este es el mundo. Por distintos modos,/le ríen o le lloran a la vida,/juventud y vejez… Más, todos, todos,/pedimos al Señor salud y suerte,/y eterna vida, pero… sin la muerte”[82].

Hago prosa los versos finales que el Bachiller Cantaclaro coloca como cierre de “Hilvanes y zurcidos”, en los que aparecen sus valores, su personalidad. “Nunca he sido yo hombre rico. Injusta fama me dieron mi caridad, mi alegría, mis amigos pedigüeños, y un sensible corazón que sabe llorar a tiempo las lástimas que en el mundo causaron malos sujetos. Nada tengo. Poco ansío. Nada envidio. Nada espero. Sin que se tome a reclamo. Cuanto diere este librejo, después de pagar los gastos de editores y libreros, con permiso de mis hijos, sirva para el paro obrero, de aquellos menesterosos que nacieron en mi pueblo o en las aldeas extremeñas que conmigo convivieron. Yo no quiero llamar mío, nada que produzca esto. ¿Qué no produce?… ¡Paciencia! De esto, tan mío nada quiero. Si alguien me lo agradeciere, lo puede pagar en rezos. Y si no me lo agradecen ni me rezan, ¡allá ellos! Quien cumple con su conciencia no mira agradecimientos. ¿Es un pan? ¿Es medio pan? Lo que sea. ¡Ni Marx, ni menos!”[83].

En el Epílogo, Alfredo Ramírez Tomé, que gozó de una saludable amistad con Luis Chorot, confirmada por su hijo Juan Chorot Castillo, Juancho, en un artículo publicado en ABC el 24/V/2004[84]; dice: “nada le arredra al Bachiller; todo lo acomete, y aún en aquellas empresas que distan de su competencia o de sus aficiones, sabe arreglárselas de modo que no hace mal papel, y aún hay ocasiones en que resulta airoso. El secreto está en que todo lo fía a su profesión, acaso anacrónica, de caballero andante. Él lo proclama así: las gentes sonríen y le dejan que persiga sus quimeras, sin recelar que va a la pelea pertrechado de dos armas terribles: un corazón generoso y vehemente, lanza ante la cual no hay resistencia posible, y una simpatía que aureola su ser, adarga en la que se embotan los dardos, por bien disparados y punzantes que fueren”[85].

 

7.- LOS PENÚLTIMOS INQUILINOS DEL CONGRESO

Editado por Luz y Vida, por subtítulo: “Semblanzas a la ligera al alcance de cualquiera”. Esta obra la forman versos satíricos sobre los diputados de las Constituyentes de la II República (1931-1933)[86]. En su dedicatoria o brindis dice Cantaclaro: “A los que aquel llamó burgos podridos’ (tan despectivamente maltratados, como imprudentes calumniados). ¡Pobres pueblos! ¡Qué mansos! ¡Qué sufridos! Os entregasteis a desconocidos. Aquellos que nombrasteis diputados, triunfan a costa de los engañados, trocando las promesas en olvidos. ¿Burgos podridos, el sostén de España?…. Podrido, ¿es el burlado, o el que engaña? Mostrad vuestra entereza. Ya veréis, cuan presto acaba el mal que padecéis. ¡Siempre adelante! No hay que acobardar. ¡Hurra ‘burgos podridos’! ¡A votar! Nota muy importante y necesaria, a esta dedicatoria estrafalaria. Se disolvió el Congreso tan famoso, y la izquierda insolente se fue al foso; triunfando el derechismo y mandando a paseo el enchufismo… Y votaron, votaron… y votaron… y todas las izquierdas se esfumaron. ¡Hurra burgos podridos! ¡Españoles! Seguid todos unidos”[87].

Cantaclaro faena en sus propósitos: “He aquí el tinglado de la moderna farándula, con su actores: unos -los menos- son personajes verdaderos; otros, personajearon al dictado de las de las propias afirmaciones, coreadas por la claque. Los más son personajillos y comparsas en esta tragicomedia protestada por el público burlado”[88]. Y así el Bachiller lanza sus dardos hacia personajes como Romanones, Castelar, Unamuno, Azaña, Prieto, Gil Robles, Besteiro, Lerroux, Fernando de los Ríos, Gregorio Marañón, Martínez Barrios, Sánchez Albornoz, Martínez de Velasco, Clara Campoamor, Marcelino Domingo, Largo Caballero, Ángel Ossorio, Luis Tapia, Casares Quiroga, Juan Botella Asensi, Zulueta, Rafael Salazar Alonso, Diego Hidalgo, Narciso Vázquez, Eduardo Barriobero, Jiménez Asúa, Pérez Madrigal, Vidarte, Eduardo Ortega, José Antonio Balbontín, Basilio Álvarez, Pérez Madrigal y Companys, entre otros.

7.1.- PRIMERA SERIE. Acoge “Algunos personajes de las Constituyentes de la segunda República española”. Comenzando con Romanones[89], “cazador de codornices/hombre de grandes narices/de mal olfato dispones,/perdiste las elecciones que pediste:/y después que las perdiste,/hoy a la opinión le dices/que fuiste un engañado, político fracasado”[90]. Siguiendo con don Miguel de Unamuno: “está cansado/más que cansado: hastiado/asqueado, afligido… La vida le ha enseñado/a convencer del tiempo que ha perdido./… le duele la República de Azaña”[91]. Y Gil Robles del que dice el Bachiller: “Te aclama la nación y en ti confía./Eres el hombre del día./ Que viva el líder de las causas nobles./Si la paz llega así… Viva Gil Robles”[92]. Sobre el socialista Julián Besteiro escribe que “es el único valor universal que posee el socialismo nacional”, pero en los últimos versos, Cantaclaro rectifica: “Besteiro es un sectario/y un hombre estrafalario,/que ideó travesuras a montones/dispuesto a no perder las votaciones”[93].

De Diego Martínez Barrio, escribe Chorot, “es un hombre bueno, al par que sevillano,/a quien quiere Lerroux como a un hermano./Es un Martínez más (entre otros varios)/este Martínez Barrio./Pero un Martínez de grandes condiciones/para eso de aguantar revoluciones./Debajo del mandil hay… pantalones”[94]. De Félix Gordón Ordás[95], explota Cantaclaro: “¡Ciudadanos! Abajo el caciquismo/que engendró el monarquismo/. ¡Muera el señoritismo!/conscientes ciudadanos ¡Libertad!/ Y para que os respeten, respetad./Que no quede un burgués en la nación./Camaradas, he dicho. Así es Gordón,/hombre profesional del mitineo, que alterna la ovación con el pateo”[96]. Chorot presenta a un modesto agrario, para decir que ha resultado ser un hombre extraordinario. Vayamos a los versos: “Es don José Martínez de Velasco/persona a la que nadie le hizo asco./Recto, modesto, ecuánime, educado,/listo, activo, simpático y honrado./¡Cuántos quisieran ser/lo que ha sido este hombre, sin querer!”[97].

7.2.- SEGUNDA SERIE. El autor sale al encuentro de la mujer Clara Campoamor, de la que dice: “Una abogado bella/ que en las Cortes descuella,/y en cuanto se vuelva la tortilla/ ha de ser ministrable la chiquilla… Clarita Campoamor puede casarse./Es una muchachita lista y fina,/que no perdió su esencia femenina./Le obliga su apellido a enamorarse./Si en su Campo hay Amor, debe notarse./Aunque tuvo la idea peregrina/de ir a las Cortes -sino se contamina-/saldrá de allí sin masculinizarse./Tiene buen corazón la diputado/que dicho sea de paso es abogado./Aunque sea radical republicana/y defienda el divorcio, a nadie choque/si después de casada llega a anciana/sin soltar al marido que le toque”[98].

7.3.- TERCERA SERIE.  Es donde ofrece al lector: “Los Comunes. Aclarando: Bocetos al carbón en rengloncitos cortos y sencillos de algunos personajes de ocasión; o por mejor decir, personajillos”. En los versos zarandea con su crítica y sátira a Manuel Azaña, “Opinión o parecer de este hombre ¿de valer? Azaña, ¿vale? Vale, Azaña./Lo grita toda España./Este vale no es vale de valer./El vale quiere decir/adiós que te vaya bien./¿El talento de Azaña? ¡Puro cuento!/Si vale algo… no valdrá ¡un talento!”[99]. A Indalecio Prieto: “No nombro los petróleos porque no quiero que me den los óleos”[100]. De Francisco Largo Caballero: “Pues por su diplomacia y desparpajo, le nombraron ¡ministro del Trabajo!”[101]. También a Luis de Zulueta[102], “¿Zulueta? Interjección/Diputado cunero/y ministro de Estado de ocasión”[103]. A Juan Botella Asensi[104]: “Llegó a ministro (ministro lo es cualquiera),/y el pobre enloqueció de tal manera,/que no hay quien le componga su mollera./No hace más que gritar ¡Disolución!/¡Intriga! ¡Rebelión!/Qué se yo cuántas cosas. Y… un jamón/. Su locura no tiene solución”[105].

Luis Chorot se acerca a la figura de Basilio Álvarez Rodríguez[106]: “Aunque gasta sotana este hombre vivo, es un hombre capaz y progresivo. Es el Muñoz Torrero liberal/de las Constituyentes inmortales;/predica el bien y no practica el mal./Es un consuelo, en medio de los males,/tener en el Partido Radical/un defensor de eternos ideales”[107].

Así califica el Bachiller al Partido Republicano Radical: “Ese iluso partido, que algún día,/ha de trocar en bienes nuestro mal/aunque ya todo el mundo desconfía/que gobierne Lerroux, el clerical”[108]. Acercándose al paisano extremeño Diego Hidalgo[109]: “Aquí está Diego Hidalgo. Lector, ¿he dicho algo?/ Nació en Extremadura/este hijo de Los Santos,/que es un hombre de altura/¡muy cerca de dos metros de estatura!/Parece que no es uno de tantos./Destacó entre las gentes/de las Constituyentes/como autor de un proyecto meditado/de ley agraria,/que fue muy discutido y desechado/por la turba sectaria,/que la del agro ley hubo aprobado,/ruina del productor/y hambre del campesino labrador”[110]. De Juan Vidarte[111], diputado extremeño, el Bachiller le dice: “Un muchacho oportunista que se hizo socialista. Has realizado tu sueño,/a título de extremeño./Creo que no podrás quejarte./De poco tiempo a esta parte/Vi darte todo, Vidarte”[112].

7.4.- CUARTA SERIE. Que Chorot nomina “Los últimos…”. Juristas de alquiler, jenízaros y la turba multa. Abriendo el capítulo de esta guisa: “Un padre de su hijo que dijo lo que dijo y no lo dijo”, en alusión a Ángel Ossorio[113]: “De los nombres oso y río/tu nombre, Ossorio, se fragua;/de modo que hasta en el agua/haces el oso, hijo mío”[114]. Sobre Eduardo Ortega[115]: “Es del partido de la lengua larga./Está en la oposición constantemente,/izquierdista rabioso, no consiente/guardar nunca un secreto; él se encarga/de fraguar la tormenta que descarga/sobre Indalecio Prieto”[116]. Cantaclaro versa sobre el diputado socialista extremeño Narciso Vázquez Torres[117]. Un buen hombre, dice Chorot, que padece socialitis crónica, escribe de él: “Yo lo quiero con afecto sincero,/a este experto dentista,/aspirante a ingeniero,/que malgastó su vida socialista/sirviendo de cabeza al campo obrero”[118].

“Esto toca a su fin. Libre el paso que viene Balbontín[119], escribe el Bachiller Cantaclaro: “Fue poeta católico,/madrigalesco, épico y bucólico./Hoy es semianarquista,/defensor del partido comunista./Y mañana será… fraile profeso./ No sé si es Balbontín a Va al botín”[120]. Y casi concluye Cantaclaro su obra con Los pobrecitos de la Esquerra[121]”: Entre los esquerrosos/que usaron el quórum, generosos,/está Companys[122], rojizo rabasaire[123]/que supo difamar a los caídos/y que, laireteando, logró por Sabadell/ser diputado -de los del nuevo estilo-/Allá en la Humanitat, que mejor se llamara Odiosidat/fue un escritor que supo aprovecharse/de la grey destructora/social renovadora”[124].

En el Epílogo, Luis Chorot de Coca se despide: “¡Id con viento fresco! ¡Id, benditos de vuestros estómagos! Los que fuisteis detentadores de la voluntad nacional durante un largo bienio. Los destructores de España al dictado de vuestro medro personal. ¡Id con Dios! Y, si con Dios no podéis ni queréis ir ¡que con vuestro laicismo, el diablo os lleve! Quedad solos con vuestros rencores y dejar en paz a España. ¡Ah! Si delinquisteis, los que fueseis, pagad vuestras culpas, para quedar en paz con vuestros estragos”[125].

 

9.- FALLECIMIENTO. SU HIJO,  JUAN CHOROT CASTILLO

El 21 de diciembre de 1935 falleció, con ochenta y cuatro años, María de Coca Pizarro, madre de Luis Chorot de Coca. Un año más tarde, en los primeros y azarosos días del anuncio de una guerra entre españoles, el 21 de julio, fallecía Luis Chorot en Madrid.

El Diario HOY publicó, un año después de su fallecimiento, el 21/VII/1937, un obituario. Entre otros elogios a su persona decía: “No escribió ninguna línea que no estuviese dedicada a mejorar las condiciones de vida de Extremadura y a enaltecerla”. El Bachiller Cantaclaro dejó en su partida varias publicaciones, entre otras: “Refritos en prosa”. “Melancólicas y Románticas”. “Hilvanes y zurcidos, lo que se llama perder el tiempo, ensayos poéticos”. “Los penúltimos inquilinos del Congreso, semblanzas a la ligera al alcance de cualquiera; retratos al carbón, estampas, siluetas y caricaturas”. “Llamamiento a la concordia” (Conferencia abogando por la creación del Sindicato Católico Agrario). “El Monótono cuento de la vida” (Conferencia leída en la Asociación de la Prensa de Badajoz). “La Reforma Agraria en España” (Discurso pronunciado en el Ateneo de Madrid con motivo del primitivo proyecto de la Ley Agraria), 1932. Cuando en 1935 publica Hilvanes y zurcidos, anuncia que tiene en preparación: “Hojarascas de mi pobre huerto” (Colección de artículos periodísticos) y “Cuentos en prosa”.

El testigo de su pasión literaria fue tomado por su hijo Juan, también abogado, dramaturgo y poeta[126]. Articulista, colaborador del diario ABC, redactor de La Codorniz, desde 1952-1977[127] -donde firmaba como Juancho e Iván-, buen amigo de Antonio Mingote, Chumi Chúmez y Cela. Juan Chorot Castillo[128] fue autor teatral de las obras “X=2” y “De seis a ocho, asesinar a López”.

Vinculado a la ciudad abulense de Las Navas del Marqués y a los Festivales de esta ciudad ducal. Donde representó obras populares: Carmen, La Boheme, Aída, Rigoletto, Otelo, La verbena de la Paloma. Agua, azucarillos y aguardiente y la Venganza de don Mendo. La primera experiencia teatral en la ciudad ducal de Las Navas de la mano de Juan Chorot fue la representación de la comedia de Carlos Llopis: “Nosotros, ellas y el duende”. Heredando la afición de la marquesa de Las Navas y duquesa de Medinaceli, doña Ángela Pérez de Barradas y Bernuy.

Juan Chorot Castillo permanece en el recuerdo de la Ciudad Ducal, fue su pregonero, y un pequeño teatro lleva su nombre. No en vano fue promotor y director de la escena teatral y operística.

 

FUENTES CONSULTADAS

 

ARCHIVO MUNICIPAL DE LOBÓN (AML). Legajo 19, Carpeta 30. Legajo 30, Carpetas 17 y 21. Legajo 32, Carpeta 2. Legajo 33, Carpeta 7. Legajo 55, Carpeta 12. Legajo 86, Carpeta 7.

ARCHIVO PARROQUIA LOBÓN (APL). Libro V de Matrimonios (1828-1853). Libro XI Defunciones, (1907-1926).

ARCHIVO PARROQUIA PUEBLA DE LA CALZADA (APPC). Libro V de Casados y Velados (1876-1903)

ARCHIVO GOMÁ. Documentos de la Guerra Civil. Abril-Junio 1938. CSIC, Madrid 2016

CASTILLO GRAGERA J.: “El escritor Luis Chorot de Coca”. Diario HOY, 29/VI/1982.

CHOROT DE COCA, L.: “Los penúltimos inquilinos del Congreso. Semblanzas a la ligera al alcance de cualquiera”. Luz y Vida. Madrid, 1934. “Hilvanes y zurcidos. Lo que se llama perder el tiempo. Ensayos poéticos”. Luz y Vida. Madrid, 1935.

CORREO DE LA MAÑANA. Números: 362, 24/II/1915; 364, 26/II/1915; 412, 16/V/1915; 671, 31/XII/1915; 752, 22/III/1916; 959, 2/XII/1916; 1.048, 25/III/1917; 1.084, 10/v/1917; 1.212, 7/X/1917; 1.235, 3/XI/1917; 1.971, 14/II/1920; 2.137, 27/VIII/1920; 2.138, 28/VIII/1920; 3.240/26/VII/1924.

CORREO EXTREMEÑO, Números: 7.528, 28/IV/1928; 7.563, 21/VI/1928; 7.262, 17/III/1929; 7.265, 21/III/1929; 7.305, 8/V/1929; 7.306, 9/V/1929; 7.312, 16/V/1929; 7.348, 4/VII/1929; 7.497, 23/XI,1929; 7.758, 30/IX/1930.

DIARIO HOY. 21/VII/1937

GARCÍA ROLDÁN, A.: “La Codorniz: la sátira en el primer franquismo (1941-1966)”. Aportes, Revista de Historia Contemporánea, núm.82, año XXVIII (2, 2013).

REGISTRO CIVIL LOBÓN (RCL) Libro VI de Nacimientos (1876-1877)

REVISTA DE OBRAS PÚBLICAS (ROP), Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de España. 83, Tomo I, año 1935, núm. 2.663 y 2.664.

ROSIQUE NAVARRO, F.: “La Reforma Agraria en Badajoz durante la II República (La respuesta patronal)”. Badajoz 1988.

 

 

[1] (Badajoz 1870-1949). Fundó y dirigió Noticiero Extremeño y Correo de la Mañana. Alma del Centro de Estudios Extremeños, Cronista Oficial de Badajoz y Archivero municipal. Académico correspondiente de las Reales Academias de la Lengua y de la Historia. Crítico literario desde las columnas del diario ABC.

[2] Cf. HILVANES Y ZURCIDOS. LO QUE SE LLAMA PERDER EL TIEMPO. A manera de prólogo. Madrid 1935, pgs.11 y 12.

[3] Ibíd. Autocrítica, pg.15.

[4] Ibíd. Epílogo, pg.183.

[5] Agradezco a Cándido Chorot Ortiz de la Tabla la cesión de algunos datos de la familia Chorot.

[6] Nació el 26/V/1833. Falleció en Lobón el 2/III/1907, Cf. ARCHIVO PARROQUIA DE LOBÓN (APL). Libro XI Defunciones, años 1907-1926.

[7] Inaugurada el 8 de octubre de 1881 por los reyes de España y Portugal, Alfonso XII y Luis I.

[8] La Casa Grande tiene sus orígenes en el notable edificio que levantó el comendador santiaguista, Diego de Alvarado, tío carnal del adelantado Pedro de Alvarado. Tuvo en su fachada hasta comienzos del s. XX el escudo de los Alvarado,  fue vendido a Fernando Calzadilla Maestre.

[9] Fue uno de los mayores contribuyentes de Lobón. A finales de 1882 se le asignaba una cuota de contribución de 1.575 pesetas. Cf. ARCHIVO MUNICIPAL DE LOBÓN (AML). Legajo 32, Carpeta 2. Su viuda, María de Coca Pizarro declaraba doscientas cincuenta y dos hectáreas de tierra, repartidas por la Tiesa, Valdeovejas, Arenal, Granadinos, Vega del Moral, Guapero y Valderromero. Cf. AML. Legajo 55, Carpeta 12, 16/VI/1910.

[10] De estado civil soltero, vivía en la Casa Grande. Notable hacendado y gran contribuyente. Fue alcalde de Lobón y presidente del Sindicato Católico Agrario.

[11] Había sido seguidor de Antonio de Orleans, duque de Montpensier, durante el tiempo que éste mantuvo sus pretensiones a la corona.

[12] También fue miembro de la Real Sociedad Económica Extremeña de Amigos del País de Badajoz, desde el 20/VIII/1885.

[13] Contrajeron matrimonio en Puebla de la Calzada el 4/IX/1890 ante el cura regente, Anselmo Rabanal y Trejo. Cf. ARCHIVO PARROQUIA PUEBLA DE LA CALZADA (APPC). Libro V de Casados y Velados (1876-1903), fol. 201 vto. María Antonia, era hija de Andrés Conejo Guisado y Leonor de Coca Amigo. Nieta paterna del coronel carlista de caballería y Ayudante de Campo del Infante don Sebastián de Borbón Braganza, Sancho Conejo Bejarano y María de los Dolores Guisado Bejarano.

[14] Sus padres fueron Pedro Pizarro Barrena y María Picón Roa. Matrimonio celebrado el 20/II/1849 ante el cura ecónomo José Benito Calderón. Cf. APL, Libro V de Matrimonio, 1828-1853, fol. 79 vto.

[15] Hijo de Juan Antonio Maza y Leonor Bejarano. Su hermano, Saturnino Maza Bejarano, fue alcalde de Puebla de la Calzada, 1884-1885. Mariano Maza Bejarano, junto con sus hermanos políticos Ángel Chorot Prieto y Pedro de Coca Pizarro, herederos de un molino harinero en el río Guadiana, lo vendieron al Marqués de la Vega, que edificó el edificio y salto de Las Turbinas, junto a Lobón desde donde dio luz eléctrica a éste, Puebla de la Calzada, Montijo, Solana de los Barros y Almendralejo.

[16] Elecciones 15/I/1869. Legislatura 1869-1871. Elección parcial escrutada el 30/IV/1869. Antonio de Coca no fue admitido diputado, y en su lugar, en sesión del 25/V/1869, lo fue Gregorio García Ruiz. La limpieza de aquellas elecciones fue puesta en entredicho.

[17] En la legislatura 1854-1856. Tomó posesión el 7/IX/1954 para el período 1854-1856, por el Partido Moderado. Cesó en el cargo el 11/VIII/1856.

[18] En el Repartimiento individual de la contribución territorial de 1852 figura como el mayor contribuyente, con un líquido imponible de 4.006,32 reales. 16.024 por tierras, 2.629 por casas y 15.237 por ganadería.

[19] Cf. AML. Legajo 19, Carpeta 30.

[20] Ibíd. Legajo 30, Carpeta 21.

[21] Mandado a construir por Carlos María Isidro de Borbón, hermano de Fernando VII, edificio que fue incendiado en 1847 durante la segunda guerra carlista, y reconstruido después. Sus aguas se recomendaban en baño o bebida para el reumatismo, neurosis, neuralgias, litiasis, desarreglos menstruales etc.

[22] Información publicada en los diarios madrileños El Imparcial y La Correspondencia de España, 20 y 21 de julio de 1869. Cf. AML. Legajo 30, Carpeta 21. Sesión celebrada el 22/VII/1869, fol. 18 vto.

[23] Tuvo por compañeros atenienses a López Prudencio, Texeira, Bardají, Macías y Fernandez de Molina, junto con otros intelectuales y escritores de Badajoz. Publicó en la tipografía de Antonio Arqueros, “Carta a Josefa”. Fue como su padre miembro de la Real Sociedad Económica Extremeña de Amigos del País de Badajoz, 14/IX/1894.

[24] REGISTRO CIVIL DE LOBÓN (RCL). Libro VI de Nacimientos (1876-1877) fol.13.

[25] APPC. Libro V de Matrimonios (1876-1903), fol. 318. Hija de Juan Castillo Burdallo, de la Roca de la Sierra, y Rosa Pozo Coca, de Puebla de la Calzada. Hermana del propietario Leopoldo Castillo Pozo, tercer mayor contribuyente de Lobón por sus propiedades agrícolas en su término, presidente del Consejo de Administración del Matadero de Mérida, casado con Filomena Amigo Conejo. Magdalena Castillo fue sobrina de Justo Castillo Burdallo, vecino de La Roca de la Sierra, diputado provincial por el Partido Liberal (1909-1913), diputado delegado en Establecimientos de Beneficencia. También fue diputado provincial, por el distrito electoral de San Vicente de Alcántara, Pedro Castillo Burdallo (1875-1882), que fue capitán de monterías. Don Antonio Covarsí, padre del pintor Adelardo Covarsí, conocido por el montero genial lo llamaba maestro.

[26] A la que llamó en sus escritos Puebla de La Gutibamba. En la casa situada en la antigua calle Puerto, hoy practicante Alfonso González. En la fachada puede verse el escudo de la familia Castillo, cuyos orígenes están en Montenegro de Cameros (Soria), insertada en el Solar de Tejada. Pedro José Castillo de Tejada y López de Tejada fue el primero que llegó a Extremadura, vivió en Cáceres dedicado al comercio. Conoció en San Vicente de Alcántara a la que fue su mujer, María Antonia Gomes de Carvalho, de familias de Portalegre (Portugal), comerciantes y agricultores de San Vicente de Alcántara. Fue alcalde-regente en San Vicente en la Guerra de la Independencia, entre otros cargos. Litigó contra el Concejo sanvicenteño por su condición de hidalgo. De San Vicente de Alcántara, sus predecesores pasaron a la villa de La Roca de la Sierra. Luis Chorot fue redimido del Servicio Militar, en aplicación al artículo 151 de la Ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército de 1885, estableciéndose pagar 1.500 pesetas cuando el mozo prestaba servicio en la Península y 2.000 pesetas cuando le correspondía servir en Ultramar. En la sesión del Consistorio Municipal de Lobón, 16/X/1898, se acuerda, a petición de su padre, expedir certificación de libertad de quintas. Cf. AML Legajo 33, Carpeta 7, fols. 87 vto y 88.

[27] En la capital de España participó en las más importantes tertulias literarias, artísticas y políticas del momento. Publicando dos libros.

[28] Nació en Lobón, el 28/XI/1889. Falleció en Puebla de la Calzada el 16/II/1967.

[29] Alcalde de Puebla de la Calzada 1916-1917. Hermano de Eduardo fue Cándido Maza de Coca, que levantó el actual edificio del Ayuntamiento y las obras de reforma de la ermita de la Concepción. Ambos proyectos realizados por el arquitecto de Badajoz, Adel Pinna Casas.

[30] CASTILLO GRAGERA J.: “El escritor Luis Chorot de Coca”. En Diario HOY, 29/VI/1982, pg. 21.

[31] Participa en actos de la vida social y política. Lo leemos en Zafra con motivo de una reunión con el Marqués de la Frontera, donde interviene antes del brindis leyendo unos versos, llenos de espíritu festivo e irónico. Cf. CORREO DE LA MAÑANA, núm. 1.212, 7/X/1917, pg.1. Entre sus amistades más íntimas figura Ramón Eltoro Lalueza, capellán de honor de S.M. Participó en los homenajes a Luis Chamizo y José López Prudencio. Al fallecer en 1911 el Marqués de la Vega, el hijo menor de éste, Jorge, tuvo su consejo de familia presidido por Luis Chorot de Coca.

[32] ROSIQUE NAVARRO, F.: La Reforma Agraria en Badajoz durante la II República (La respuesta patronal). Badajoz 1988, pg.153.

[33] Considerado el periódico de mayor circulación de Extremadura. Correo de la Mañana, posteriormente, se fusionó con el Noticiero Extremeño, formando Correo Extremeño. Correo de la Mañana estuvo sostenido económicamente por Sebastián García Guerrero, conservador y maurista, fue presidente de la Diputación de Badajoz. Correo de la Mañana apareció el 26/II/1914, antesala de la I Guerra Mundial (28/VI/1914-11/XI/1918). El devenir de los años mostró su línea editorial conservadora, apoyando al Marqués de la Frontera, Francisco Marín Bertrán de Lis. Correo de la Mañana fue desde 1918 órgano provincial maurista.

[34] El artículo se publica en plena confrontación bélica de la I Guerra Mundial, donde España se mostró neutral. Neutralidad que produjo un boom económico a ciertas economías (vasca, asturiana y catalana), pero sumió, a la economía española en un círculo inflacionista sin precedentes en su historia.

[35] En alusión al Puente de Lobón, llamado Puente de los Suspiros por el tiempo que tardó en ser aprobado su proyecto. Aprobó el proyecto del puente, el ministro de Fomento, Rafael Benjumea Burín, I Conde Guadalhorce, en el gobierno de Primo de Rivera, 1925-1930. El puente fue una obsesión permanente de Luis Chorot de Coca.

[36] Seguidor del Conde de Romanones, Álvaro de Figueroa y Torres, realista en política, adscrito al liberalismo clásico y su decidida fe monárquica.

[37] CORREO DE LA MAÑANA, núm. 412, págs.1 y 2.

[38] Ibíd. núm. 671, pg.1

[39] Ibíd. núm. 959, 2/XII/1916, pg.3.

[40] Elegido por el Distrito de Mérida para las legislaturas desde 1898 hasta 1919, y desde 1914 a 1923. En ocasiones por el partido liberal y otras con los conservadores. Luis Chorot, al distrito electoral Mérida- Alburquerque, lo bautizó como “Grageronia-Amicicia”, en referencias a Alonso Gragera Maza, abogado y diputado nacional conservador, natural de Puebla de la Calzada, y Antonio María Amigo Guisado, padre político del emeritense Antonio Pacheco, que dominaban la situación política del distrito, desde su influyente familia Pacheco.

[41] En referencia al Puente de los Suspiros, Puente de Lobón.

[42] El 14/II/1920 escribe desde Puebla de la Calzada: ¡Ya tenemos carretera! Será cosa de repicar en gordo. El Bachiller Cantaclaro agradecía las gestiones al diputado Sancho Conejo de Coca, por el tramo de carretera La Roca-Montijo, incluido un puente sobre el río Alcazaba. “Poco a poco se va haciendo algo. No desmayéis, extremeños. Pedid y no callaros”. Cf. CORREO DE LA MAÑANA, núm. 1.971, pg.2. Sancho Conejo de Coca, pariente de Luis Chorot,  fue elegido diputado por el distrito de Badajoz en la legislatura 1919-1920 por el Partido Maurista.

[43] Lobón tuvo desde siglos estafeta de correos, de la que dependía Puebla de la Calzada y Montijo. Los avances en las comunicaciones acabaron con la dependencia de estas dos últimas poblaciones con la primera. En la sesión municipal del 27/IX/1867 se dio cuenta que la estafeta de correos estaba en Montijo, al haberse inaugurado la línea de ferrocarril Badajoz-Ciudad Real, la cual pasaba por dicha villa. Cf. AML. Legajo 30, Carpeta 17.

[44] CORREO DE LA MAÑANA, núm. 1.048, 25/III/1917, pg.3.

[45] Ibíd.  núm. 1.235, 3/XI/1917, pg.2

[46] Ciudad donde veraneaba Luis Chorot con su familia.

[47] Era presidente del Consejo de Ministros el liberal Manuel García Prieto (1859-1938).

[48] CORREO DE LA MAÑANA, núm. 2.137 y 2.138, pg. 2 y 3.

[49] Producto de la fusión entre Correo de la Mañana y Noticiero Extremeño. La nueva empresa tuvo en la dirección al escritor José López Prudencio, comenzando sus publicaciones en noviembre de 1927 y concluyendo en agosto de 1931.

[50] Cf. CORREO EXTREMEÑO, 28/IV/1928, núm. 7.528, pg.8

[51] Ibíd. 21/VI/1928, núm. 7.573, pg.1.

[52] Ignacio Suárez Somonte. Catedrático de Matemáticas. Diputado en Cortes (1920-1923 y 1927-1929) y director general de Primera Enseñanza con Primo de Rivera.

[53] Francisco María Bertrán de Lis (Madrid 1874-Badajoz 1940). Diputado nacional por Badajoz durante los años 1914-1923, y representante de actividades de la vida nacional en 1927-1929.

[54] El 26/VII/1924, Julio García Pérez, Secretario de la Comunidad de Labradores de Montijo y Secretario de una Comisión organizada, presentó en Madrid una petición para que se construyera esta carretera. Petición que fue respondida por el senador vitalicio del Reino, Vicente Alonso Martínez, trasladando al asunto al director de Agricultura e ingeniero agrónomo, José Vicente-Arche y López quien recomendó activamente a carreteras y “veremos si se puede obtener resultado satisfactorio”. Cf. CORREO DE LA MAÑANA, núm. 3.240, pg.4.

[55] Cf. CORREO EXTREMEÑO, núm. 7.262, pg.8. Cuatro días más tarde, escribía Federico Cabo Gragera, desde Puebla de la Calzada: “Necesidades de los pueblos. El Puente de los Lamentos y las barcas de Lobón. Aspiraciones legítimas de una rica comarca”, apoyando las peticiones que Luis Chorot venía haciendo. Utilizando la hilaridad en su final: “Qué es un puente? Un puente es una cosa endemoniada, que sólo sirve para que lo pida mucha gente y no se le conceda a ninguna. Es una obra insegura y puede caerse; la barca no se cae nunca, podrá irse al fondo, pero despacito, suavemente”. Cf. Ibíd. núm. 7.265, 21/III/1929, pg.3.

[56] Ibíd. núm. 7.305, pg.1.

[57] Ibíd. núm. 7.306, 9/V/1929, pg.5.

[58] Ibíd. núm. 7.312, 16/V/1929, pg. 6. La información era ofrecida desde Puebla de la Calzada por el corresponsal, Félix Expósito Ciudad.

[59] (Alburquerque, 1871-Badajoz, 1950). Escritor, Jefe de Administración de Telégrafos, Académico correspondiente de la Real de la Historia,  Sevillana de Buenas Letras y Arqueológica de Portugal. Hijo predilecto de Alburquerque y su Cronista Oficial.

[60] Cf. CORREO EXTREMEÑO, núm. 7.348, 4/VII/1929, pg.8.

[61] Cf. Ibíd. núm. 7.497, 23/XI/1929, pg.6

[62] AML. Legajo 86, Carpeta 7. Sesión 25/XI/1929.

[63] Cf. CORREO EXTREMEÑO, núm. 7.758, 30/IX/1930, pg.11. César Villalba Granda pertenecía a la Jefatura de Puentes y Cimentaciones del Estado.

[64] Atrás quedaba la respuesta que dio el cura párroco de Puebla de la Calzada, el 20/VI/1798, al interrogatorio remitido por Tomás López, geógrafo de los dominios de su Majestad: “Por el camino de esta villa a la de Lobón, a poco más de media legua, tiene su corriente el río Guadiana, que cuando está crecido se pasa por una barca, cuya construcción, propiedad y derechos de portazgo pertenecen al señor de la dicha villa de Lobón”.

[65] REVISTA DE OBRAS PÚBLICAS (ROP), Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de España. 83, Tomo I, año 1935, núm. 2.663, pgs.71-75; y 2.664, pgs.81-85.

[66] CORREO DE LA MAÑANA, núm. 752, 22/III/1916, pg.1. También en su obra HILVANES Y ZURCIDOS. Imprenta Luz y Vida, Madrid 1935, pgs.80-81.

[67] Fonda que regentaban Alberto Iglesias y Carmen Ramírez. Situada en la plaza de Fernando Ceballos.

[68] CORREO DE LA MAÑANA, núm. 1.084, pg.4. Enrique Vázquez Camarasa (Almendralejo, 1880-Burdeos (Francia), 1946). Durante el asedio del Alcázar de Toledo, Vázquez Camarasa entró en la fortaleza, autorizado por el gobierno republicano, a oficiar una misa que habían solicitado los sitiados. La actuación de Vázquez Camarasa fue poco comprendida y después de aquellos acontecimientos tuvo que abandonar España, refugiándose en Francia, donde falleció. Cf. ARCHIVO GOMÁ. Documentos de la Guerra Civil. Abril-Junio 1938. CSIC, Madrid 2016, pg.78.

[69] Alfredo Ramírez Tomé, redactor Jefe de ABC. Fue iniciador de la celebración del Día de Cervantes, 23 de abril.

[70] Consideraciones que José López Prudencio hace en el prólogo de la obra de Luis Chorot.

[71] HILVANES Y ZURCIDOS, pg.15.

[72] Ibíd. Crepúsculo vespertino, pg.24

[73] Ibíd. El monótono oficio del labrador, pg.28

[74] Ibíd. Los hijos de… Marx, pg.35.

[75] Ibíd. Contradicciones, pg.67.

[76] Ibíd. En tiempo de censura. La peña del café, pg.72.

[77] Ibíd. Románticos aleteos celestiales, pg.116.

[78] Ibíd. Glosario teresiano, pg.117. Luis Chorot de Coca gozó de la amistad del obispo de Badajoz, Adolfo Pérez Muñoz (1913-1920). El obispo hizo una Visita Pastoral a la Parroquia de Lobón, alojándose en la Casa Grande, residencia de la familia Chorot. Estuvo en Lobón los días 20 y 21/II/1915. Era párroco Álvaro Martín Núñez. Cf. CORREO DE LA MAÑANA, núm. 362 y 364, 24 y 26/II/1915, pg.2.

[79] HILVANES… Cúmplase mi voluntad, pg.126.

[80] Ibíd. Rimas, pg.139.

[81] Ibíd. Parodia, pg. 141.

[82] Ibíd. Al correr de la pluma, pg.162. Dedicado a su hija Magdalena.

[83] Ibíd. Nota final. Importante, pg.178 y 179.

[84] Webgrafía: https://www.abc.es/opinion/abci-recuerdos-200405240300-9621664321644_noticia.html

[85] HILVANES. pg.182.

[86] Los resultados electorales dieron una aplastante victoria a la conjunción republicano-socialista. En ella se integraron destacados intelectuales: Unamuno, Marañón, Madariaga, Ortega y Gasset, Sánchez Román…

[87] LOS PENÚLTIMOS… pgs.5 y 6.

[88] Ibíd. pg.9.

[89] Álvaro de Figueroa y Torres (Madrid, 1863-1950). Luis Chorot de Coca, en un artículo publicado en Correo de la Mañana, 16/V/1915, manifestó no avergonzarse de haber sido seguidor del conde de Romanones.

[90] LOS PENÚLTIMOS… pg.19.

[91] Ibíd. pg.33.

[92] Ibíd. pg.45.

[93] Ibíd. pg. 47 y 48.

[94] Ibíd. pg.81.

[95] (León, 1885-Ciudad de México, 1973. Presidente del Consejo de Ministros del gobierno republicano en el exilio (París, 1951-1960). Fue veterinario. Perteneció al Partido Radical Socialista. Cofundador del Partido Unión Republicana (1934).

[96] LOS PENÚLTIMOS… pg.87.

[97] (Madrid, 1875-1936). Militante del Partido Liberal-Demócrata. Diputado en Cortes y Senador. Fundador y líder del Partido Agrario. se encargó de la cartera de Agricultura, en el Gobierno presidido por Joaquín Chapaprieta, y poco después pasó a desempeñar la cartera de Estado. LOS PENÚLTIMOS… pg.101.

[98] LOS PENÚLTIMOS… pgs.111 y 112.

[99] Ibíd. pgs.119 y 120.

[100] Ibíd. pg.129.

[101] Ibíd. pg.135.

[102] (Barcelona, 1878-Nueva York, 1964). Pedagogo, escritor, ministro y embajador de España en la Segunda República.

[103] LOS PENÚLTIMOS… pg.139. La palabra cunero, se aplica a los candidatos o diputados que son presentados por sus partidos en un distrito electoral al que no pertenecen.

[104] (Alcoy, 1884-Ciudad de México, 1942). Abogado y político. Militó en el Partico Radical Socialista, del que fue expulsado. Fundó en 1932 Izquierda Radical Socialista. Diputado en Cortes y Ministro de Justicia.

[105] LOS PENÚLTIMOS… pg.143.

[106] (Orense, 1877-La Florida, EEUU, 1943). Se ordenó sacerdote. Defensor del pueblo gallego, frente a la política de su tiempo. Fue diputado a Cortes por el Partido Republicano Radical, pero disiente de éste por su acercamiento a la Confederación Española de Derechos Autónomos (CEDA). En 1936 se presentó a las elecciones por el partido de Manuel Portela Valladares.

[107] LOS PENÚLTIMOS… pg.145.

[108] Ibíd. pg.147.

[109] Diego Hidalgo Durán (Los Santos de Maimona, 1887-Madrid, 1961). Abogado, notario y escritor. Diputado en Cortes por la provincia de Badajoz, con el Partido Republicano Radical. Fue Ministro de la Guerra.

[110] LOS PENÚLTIMOS… pgs.151 y 153.

[111] Juan Simeón Vidarte Franco-Romero (Llerena, 1902-Ciudad de México, 1976). Abogado, dirigente del PSOE. Diputado a Cortes por la provincia de Badajoz en las tres elecciones celebradas durante la II República.

[112] LOS PENÚLTIMOS… pg.167.

[113] Ángel Ossorio Gallardo (Madrid, 1873-Buenos Aires, 1946). Jurisconsulto, político y escritor. Su vida política presenta una evolución, desde un perfecto conservador, monárquico y católico hasta alinearse con posiciones republicanas e izquierdistas durante la II República. Fue embajador en Francia, Bélgica y Argentina.

[114] LOS PENÚLTIMOS… pg.173.

[115] Eduardo Ortega y Gasset (Madrid, 1882-Caracas, 1965). Periodista, jurista, diputado a Cortes por el Partido Radical Socialista,  y fiscal general de la II República. Hermano de José Ortega y Gasset.

[116] LOS PENÚLTIMOS… pg.179.

[117] Narciso Vázquez Torres, (Llera, 1875-Dun Sur Meuse, Francia, 1952), Médico odontólogo. Presidente de la Diputación de Badajoz 1931-1934 y 1936.  Diputado a Cortes: Elecciones 28/06/1931 Badajoz. Destacado miembro del Partido Socialista, miembro del comité nacional del PSOE hasta 1938, siéndolo también del de UGT entre 1931 y 1932. Participó activamente en la Reforma Agraria de la provincia de Badajoz.

[118] LOS PENÚLTIMOS… pg.189

[119] José Antonio Balbontín Gutiérrez (Madrid, 1893-1978). Escritor. Tras un fugaz paso por el Partido Radical Socialista, fundó el Partido Social Revolucionario, por el que fue diputado por Sevilla en las Cortes de 1931, haciéndose famoso por sus intervenciones incendiarias. Entre 1933 y 1934 pasó por el Partido Comunista.

[120] LOS PENÚLTIMOS… pg.187

[121] En referencia a Esquerra Republicana de Cataluña, fundada en 1931, partido de izquierda, democrático y catalanista. Fundado por Francesc Macià Lusà.

[122] Lluis Companys i Jover (Lérida, 1882 – Barcelona, 1940). Político y abogado, de ideología catalana y republicana. Líder de Esquerra Republicana de Cataluña, ministro de Marina en España y presidente de la Generalitat de Cataluña.

[123] El que cultiva en Cataluña la tierra según el contrato de rabassa morta; y por extensión, aparcero, colono o arrendatario de un predio rústico ajeno, en Cataluña.

[124] LOS PENÚLTIMOS… pg.195.

[125] Ibíd. pg.209.

[126] Conoció entre otros a Pedro Muñoz Seca, Jacinto Benavente, Eduardo Marquina y los hermanos Álvarez Quintero. Cf. Obituario a Juan Chorot Castillo por Álvaro Mateos López, publicado en el diario EL MUNDO, 21/VI/2006, https://www.elmundo.es/elmundo/2006/06/19/obituarios/1150678319.html

[127] Cf. GARCÍA ROLDÁN, A.: “La Codorniz: la sátira en el primer franquismo (1941-1966)”. Aportes, Revista de Historia Contemporánea, núm.82, año XXVIII (2, 2013), pg.46.

[128] Nació el 2/X/1919 en San Sebastián. Falleció el 15/VI/2006.

Nov 182021
 

Julio Fernández-Sanguino Fernández

Resumen:

La primera imprenta de la que se tiene noticias en la ciudad de Cáceres estuvo a cargo de los hermanos Miguel y Lucas de Burgos, oriundos del pueblo riojano de Arnedillo, que se instalaron en 1820 en el antiguo Convento de Santo Domingo para trasladarse posteriormente a la Plaza Mayor. Miguel de Burgos era un destacado editor que había comenzado su labor en la capital del Reino a principios del siglo XIX, llevando su nombre las primeras publicaciones que se imprimieron en Cáceres, que se vendían en su establecimiento junto con otros libros editados en Madrid. Hacia 1828 Lucas de Burgos se hizo cargo del negocio familiar en Cáceres, que despuntó tras el fallecimiento de Fernando VII con la impresión de diversas obras que nos muestran aspectos culturales, sociales y políticos de aquellos años. Asimismo, Lucas de Burgos imprimiría en la nueva etapa constitucional el Boletín Oficial de la Provincia en 1834, continuando, tras su fallecimiento, su viuda e hijos a partir del 14 de octubre de 1846.

Palabras clave: imprenta, libros, boletines oficiales, editores y libreros.

 

Summary:

The first printing press of which there is news in the city of Cáceres was in charge of the brothers Miguel and Lucas de Burgos, originally from the Riojan town of Arnedillo, who settled in 1820 in the old Santo Domingo Convent to later move to the Main Square. Miguel de Burgos was a prominent publisher who had begun his work in the capital of the Kingdom at the beginning of the 19th century, bearing his name the first publications that were printed in Cáceres, which were sold in his establishment along with other books published in Madrid. Around 1828 Lucas de Burgos took over the family business in Cáceres, which emerged after the death of Fernando VII with the printing of various works that show us cultural, social and political aspects of those years. Likewise, Lucas de Burgos would print in the new constitutional stage the Official Gazette of the Province from 1834, continuing, after his death, his widow and children from October 14, 1846.

Key words: printing press, books, official gazettes, publishers and booksellers.

 

 

  1. Antecedentes

Las impresiones de libros en Extremadura destacan por su antigüedad, ya que la primera obra de la que se tiene constancia se confeccionó en el taller del flamenco Bartolomé de Lila en 1489 en Coria. Junto a este libro, de Pedro Gracia Dei con el título Blasón General y Nobleza del Universo: al serenísimo príncipe, alto y muy poderoso rey Don Juan II de Portugal, sobresale igualmente Abito y armadura espiritual, de Diego Cabranes que fue editado en Mérida por Francisco Díaz Romano, originario de Guadalupe, en 1544[1].

Inicialmente, las impresiones de libros realizadas en Extremadura estuvieron vinculadas con la Iglesia, diversificándose posteriormente sus contenidos con ediciones en Trujillo en el siglo XVII y en Badajoz, Llerena y Plasencia en el Siglo de las Luces[2].

De la obra editada en Trujillo, cabe señalar que Juan Pizarro fue el autor de un soneto inserto en los preliminares de la Historia ejemplar de las dos constantes mujeres españolas y de una Apología de D. Luis Pacheco de Narváez[3]. Juan Pizarro firmó ese libro en Trujillo en 1623, ya que conocía y había afianzado al personaje referenciado, noble militar que fue una figura primordial de la escuela de esgrima española denominada “Verdadera Destreza”, siendo muy probable que el texto fuese redactado por el propio Pacheco[4]. Asimismo, es de señalar el libro estampado en Trujillo, posiblemente en 1721, sobre[5]:

Satisfaccion que da Don Francisco de Herrera y Heraso, Cavallero de Justicia de la Religion de San Juan, à los cargos que le hazen los Provissores de la Ciudad de Plasencia, sede vacante; y al Lic. Don Diego de Castro Calderon, abogado de los Reales Consejos, Vicario en aquel tiempo de la ciudad, y partido de Truxillo…

 

En relación con las publicaciones editadas en la ciudad de Cáceres, se podría citar al Memorial de la ciudad de Plaseucia a Felipe IV suplicando que con objeto de atender a la mejor defensa de la ciudad…, que se estima, según la catalogación de la Biblioteca Nacional, que se pudo imprimir en Cáceres sobre 1642 a petición del Ayuntamiento de Plasencia.

Por otro lado, las publicaciones periódicas se desarrollaron en nuestro país en el siglo XVII con las gacetas oficiales, generalizándose los periódicos a lo largo del siglo siguiente, periodo en el que aparecieron los diarios en su segunda mitad. Al principio del siglo XIX, la Guerra Independencia generó la edición de numerosas publicaciones en un gran número de ciudades españolas al convertirse los periódicos en un instrumento más de la contienda dada la importancia de la información y de la opinión en aquellos momentos.

Cáceres no tenía una imprenta en esos años; sin embargo, la avidez informativa surgida tras la aprobación de la Constitución de 1812 motivó que el abogado y político cacereño Álvaro Gómez Becerra fundase un periódico confeccionado manualmente, naciendo así Asociación de Cáceres a principios del año 1813. La publicación se nutrió de los textos facilitados por los socios, que eran copiados por el bibliotecario, equivaliendo la exposición del periódico en la sala de lectura a su publicación[6].

 

  1. Instalación de una imprenta en Cáceres en el Trienio Liberal, 1820

Con la instauración del absolutismo después de la llegada de Fernando VII una vez finalizada la guerra contra las tropas napoleónicas, desaparece la prensa como instrumento de información y se restringieron los textos impresos hasta la llegada del Trienio Liberal tras el pronunciamiento de Riego. Desde 1820 a 1823 se instaura nuevamente la Constitución de 1812 y vuelven a editarse numerosas publicaciones en el país, siendo precisamente al inicio de esta etapa constitucional cuando se implanta una imprenta en Cáceres.

Jiménez Berrocal, cronis­ta oficial de Cáceres, reconoce que el establecimiento de una imprenta en la ciudad se puede considerar tardío, ya que se produjo en 1820 de la mano de los hermanos Miguel y Lucas de Burgos, oriundos del pueblo riojano de Arnedillo. Se instalaron en primer lugar en el antiguo Convento de Santo Domingo y posteriormente en un local situado en el denominado Portal Llano de la Plaza Mayor. De su taller saldrían los primeros libros y periódicos que se van a imprimir en Cáceres entre ellos el Semanario Patriótico en 1822[7].

Miguel de Burgos fue un destacado impresor y librero que había comenzado su labor en la capital del Reino a principios del siglo XIX, pudiéndose apreciar en el Catálogo de la Biblioteca Nacional de España que editó unas trescientas obras a lo largo de la primera mitad del siglo XIX. Las primeras publicaciones que se imprimieron en Cáceres llevarían su nombre, destacándose la siguiente referencia bibliográfica:

José Alonso Quintanilla. Discurso inaugural sobre las utilidades de las ciencias que han de enseñarse en la nueva Universidad de segunda enseñanza de Cáceres leído el 18 de noviembre de 1822. Cáceres : Imprenta de Don Miguel de Burgos : impreso a costa de Don Andres Rega de San Juan, 1822.

 

En el establecimiento de Miguel de Burgos en Cáceres se vendieron igualmente obras impresas en Madrid con reseñas que fueron difundidas en la prensa madrileña de entonces, pudiéndose citar al Diccionario militar portátil de Fernández Mancheño de 1822, Pensamientos de J. J. Rousseau y el Plan de la antigua y nueva división política, militar, judicial y eclesiástica de España al año siguiente o el tratado de Filosofía política editado en 1824[8].

 

  1. Publicaciones en el nuevo periodo absolutista de Fernando VII, 1823

Las publicaciones volverían a resentirse con la implantación nuevamente del absolutismo en nuestro país tras la entrada de los denominados “Cien Mil Hijos de San Luis”. En Cáceres, Miguel de Burgos seguiría editando con su nombre las obras que se confeccionaron por entonces, destacándose la encargada por el Consejo Real de Castilla en 1824 sobre:

Plan de todos los pueblos que comprende en el dia la Provincia de Extremadura y los partidos en que se divide : ciudades, villas, lugares, despoblados, y obispados … con espresion de las Autoridades, número de vecinos.

 

Posteriormente, las impresiones en Cáceres tuvieron la referencia de “Imprenta de Burgos titulada del Real Acuerdo”, como se puede apreciar en el Calendario de Extremadura para el año 1826[9]. La siguiente obra catalogada de la que se tiene constancia fue Adición al memorial ajustado, hecho en virtud y mandato del consejo …, de Pedro Alcántara López de Zúñiga, Conde de Miranda, que se editó en Cáceres en 1828 con la anotación de “imprenta de don Lucas de Burgos. Impresor del Real Acuerdo”.

Miguel de Burgos por aquellas fechas seguía dedicado a su imprenta y librería en Madrid, situada en la calle de Toledo frente a San Isidro el Real[10], por lo que se estima que su hermano Lucas de Burgos se hizo cargo entonces de forma oficial de la imprenta familiar en Cáceres.

 

  1. La imprenta en Cáceres en la nueva etapa constitucional, 1833

Al final de la etapa absolutista de Fernando VII, la vida política empieza a normalizarse en España, estableciéndose seguidamente la edición de una publicación oficial en aquellas provincias no tenían todavía este tipo de divulgaciones. Sería el caso de Cáceres, imprimiéndose en 1834 el Boletín Oficial de la Provincia en el que figuraba Lucas de Burgos como impresor[11].

Al inicio de 1833, la obra de Luis José María Moxó, Barón de Juras Reales, sobre El espíritu del siglo, recogiendo el discurso pronunciado en la Real Audiencia de Extremadura el día 2 de enero de ese año, mantenía la alusión a la Imprenta del Real Acuerdo. A partir del año siguiente, se haría referencia únicamente a la Imprenta de Lucas de Burgos en la que se editaron una serie de obras en Cáceres que nos permiten conocer detalles de la vida cotidiana de aquellos años. Así, tenemos discursos pronunciados con motivo de las aperturas anuales de la Real Audiencia de Extremadura, el 2 de enero de 1834 por Francisco de Olabarrieta y el 2 de enero de 1836 por Antonio Fernández del Castillo, y del Tribunal de la Audiencia Territorial de Cáceres, el 2 de enero de 1838 por su ministro decano Francisco de Paula Miguel Sánchez.

Asimismo, sobresalen los textos médicos, como Curación del grippe o catarro epidémico de Rafael Cáceres en 1837, o publicaciones sobre litigios, como Memoria sobre la causa de dilapidaciones de Guadalupe : que ofrece al público el juez que ha entendido en su formación en 1838 y la posterior Vindicación de Don Felipe Rosado de Belalcazar, Mayordomo Mayor que fue del extinguido Monasterio de Guadalupe contra la memoria publicada por el subdelegado de rentas de Trujillo, Don José García de Atocha sobre la causa de dilapidaciones del mismo Monasterio, por Felipe Rosado de Belalcázar en 1839.

Del mismo modo, tendrían una importancia especial las publicaciones relacionadas con la política de entonces, pudiéndose citar las que hicieron referencia en el último año mencionado a Contestación al manifiesto publicado por el diputado provincial don Mauricio Ceresoles : sobre las pasadas elecciones de senadores y diputados para las Cortes de mil ochocientos treinta y nueve y al texto de Nicomedes-Pastor Díaz sobre La cuestión electoral en diciembre de 1839 y enero de 1840.

En este último texto de setenta páginas, el Jefe Político de Cáceres, antecedente de los posteriores Gobernadores Civiles, divulgaría una serie de consideraciones a los electorales y a todos los ciudadanos de la provincia que gobernaba, aleccionando sobre lo que se debería de votar en los comicios que se iban a celebrar y mostrándose defensor de la clase política que unos años más tarde ocupó el poder en el periodo conocido como Década Moderada[12].

 

  1. Imprenta de Viuda de Burgos e Hijos

Lucas de Burgos seguiría como impresor en Cáceres hasta su fallecimiento, manteniendo la imprenta su viuda e hijos a partir del 14 de octubre de 1846. Dos años antes, se había creado en Cáceres una Agencia General de Negocios a cargo de Antonio Concha y Compañía para instalar una imprenta con “prensa de hierro” y otro establecimiento de librería y encuadernación, por lo que se desprende que hasta esos momentos solo existía el Lucas de Burgos en la ciudad. La Imprenta de Antonio Concha y Compañía edito el Boletín de la Agencia de Cáceres, periódico popular, de conocimientos útiles, noticias, avisos y anuncios que salió el 3 de julio de 1844. Posteriormente, este último impresor se hizo cargo desde primeros de 1848 de la impresión del Boletín Oficial de Cáceres en sus talleres situados en la Plazuela de la Isla núm. 1[13].

Por último, cabe destacar que la Imprenta de la Viuda de Burgos e Hijos estuvo en funcionamiento al menos hasta 1854, año que imprimió las Manifestación que hace a el público Don Rafael Sánchez Cumplido Inspector de Instrucción pública de esta provincia y la obra del cronista Nicanor Román de Regoyos sobre El Padre Cobos. Con posterioridad, las publicaciones que se editaron en Cáceres salieron de la Imprenta de Concha y Compañía, destacándose Programa de retórica y poética para los alumnos del segundo periodo de 2ª enseñanza de Luis Sergio Sánchez en 1856.

 

Notas / bibliografía:

 

[1] Las referencias bibliográficas de estas obras se pueden ver en la Biblioteca Digital Hispánica, http://bdh-rd.bne.es/, y en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, http://www.cervantesvirtual.com/.

[2] SÁNCHEZ DE LA CALLE, José Antonio y LEONATO GONZÁLEZ, M. Rosario. “Historia de la Imprenta en Plasencia (finales del siglo XVIII a principios del XXI)”. Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2004, http://www.chdetrujillo.com/historia-de-la-imprenta-en-plasencia-finales-del-siglo-xviii-a-principios-del-xxi/.

[3] VALLADARES REGUERO, Aurelio. “Luis Pacheco Narváez: apuntes bio-bibliográfi­cos”, Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, 173, 1999, p. 557.

[4] LAGUNA FERNÁNDEZ, Juan I. “Luis Pacheco de Narváez: Unos comentarios a la vida y escritos del campeón de la corte literaria barroca de Felipe III y Felipe IV, y su supuesta relación con el Tribunal de la justa venganza contra Francisco de Quevedo”. Lemir 20, 2016, p. 248.

[5] Las obras editadas en Cáceres y referenciadas en este trabajo se han obtenido de la catalogación de la Biblioteca Nacional de España, http://catalogo.bne.es/.

[6] FERNÁNEZ-SANGUINO FERNÁNDEZ, Julio. “Poemas en el periódico manuscrito Asociación de Cáceres en 1813”. Revista científica, literaria y artística del Ateneo de Cáceres. Nº. 19, diciembre 2018, pp. 20 a 23.

[7] JIMÉNEZ BERROCAL, Fernando, cronis­ta oficial de Cáceres. “La Imprenta, el primer periódico impreso fue el Semanario Patriótico de la Provincia de Cáceres, en 1822”, http://www.cronistasoficiales.com/?p=3017.

[8] El Universal, 25-11-1822; Nuevo diario de Madrid, 14-2-1823; Diario de la capital, 11-4-1823 y Diario de Madrid, 29-4-1824, respetivamente. Biblioteca Nacional de España, http://bne.es/ (En adelante BNE).

[9] Diario de avisos de Madrid, 11-11-1825. BNE.

[10] Boletín Oficial de Zamora, 19-10-1833. Biblioteca Virtual de Prensa Histórica, http://prensahistorica.mcu.es/ (En adelante BVPH).

[11] Boletín Oficial de la Provincia de Cáceres, año 1834 y siguientes. BVPH.

[12] FERNÁNEZ-SANGUINO FERNÁNDEZ, Julio. “El escritor Nicomedes-Pastor Díaz en el entramado político-financiero de mediados del siglo XIX”. Cuadernos de Historia Moderna y Contemporánea, Vol. 39 (2017), Universidad Complutense de Madrid, p. 133.

[13] Boletín de la Agencia de Cáceres, Nº 1, 3-7-1844. Boletín Oficial de la Provincia de Cáceres, Nº 123, 14-10-1846, y Nº 2, 2-1-1848. BVPH.

 

Apéndice fotográfico

Fig. 1: José Alonso Quintanilla. Discurso inaugural…  Cáceres: Imprenta de Don Miguel de Burgos, 1822.

Fig. 2: BOEP de Cáceres, 21-1-1835, Imprenta de Don Lucas de Burgos, 1935.

Fig. 3: La cuestión electoral… Imprenta de Don Lucas de Burgos, 1939.

Fig. 4: BO de Cáceres, 14-10-1846, Imprenta de la Viuda de Burgos, 1946.

 

Nov 162021
 

Juan Carlos Fernández Rincón

 

El Santuario de la Virgen de la Montaña está dedicado a la patrona de Cáceres y es uno de los lugares a los que los cacereños tienen mayor devoción. Es tal la importancia que tiene en la ciudad, que calles, instituciones, negocios e incluso personas reciben el nombre de la patrona.

El origen de esta Virgen se encuentra en el siglo XVII, cuando Francisco Paniagua, natural de Casas de Millán, trajo una imagen de esta Virgen a la villa de Cáceres.

Paniagua se asentó como ermitaño en la Sierra de la Mosca y lo que al principio fue una pequeña ermita se convirtió en un santuario al cabo de unos años, con la ayuda inestimable del Clérigo D. Sancho de Figueroa y Ocano.

El Obispo Jerónimo Ruiz Camargo bendijo el Santuario en 1626 y en 1635 se fundó la Cofradía de la Virgen de la Montaña. Otras fechas importantes son: En 1906 se declaró a la Virgen de la Montaña patrona de la ciudad de Cáceres y el 12 de octubre de 1924, fue coronada.

Como ya se habrán podido imaginar, la patrona de Cáceres recibe este nombre por el lugar en el que permanece.

Se trata de un Santuario construido en el siglo XVIII, de estilo barroco en su interior y con una sola nave con capillas laterales con imágenes de Santa Ana y del Cristo de la Salud.

El retablo principal es de estilo churrigueresco y acoge la imagen de la Virgen de la Montaña, que data del siglo XVII y es una policromía sobre madera de nogal que representa a la Virgen con el Niño en su brazo izquierdo.

Cabe destacar que el santuario tiene uno de los mejores miradores desde el que se puede ver toda la ciudad de Cáceres, casi como si estuvieras mirando por la ventana de un avión.

Aunque a lo largo de la historia se ha bajado a la Virgen a Cáceres en momentos de mucha necesidad, como sequías, guerras o enfermedades, en 1928 se creó el Novenario de la Virgen de la Montaña, por el que la Virgen estaría durante 9 días en la ciudad.

La Bajada de la Virgen de la Montaña es la fiesta más importante en su honor. Se baja en procesión con la Real Cofradía de la Santísima Virgen de la Montaña 11 días antes y se vuelve a subir después del Novenario en la Concatedral de Santa María.

Además, cabe destacar que la actual Virgen de la Montaña no es la misma que la que trajo a Cáceres Francisco de Paniagua, pues se encargó una nueva talla y la original se encuentra en el Convento de San Pablo, aunque no está totalmente documentado.

 

Pero para el estudio de su Historiografía nos basamos en las aportaciones documentales y los estudios realizados por el Profesor Floriano Cumbreño por los años sesenta que reproduzco y amplio a continuación:

Consultando los protocolos de los escribanos cacereños que dieron fe en el siglo XVII, y especialmente, por las fechas críticas en que nacía, se desarrollaba, y se instalaba firmemente en los corazones de los habitantes de la vieja villa la devoción a la Virgen de la Montaña, se encuentran noticias que vienen, en algún modo a esclarecer o ilustrar determinados aspectos, que, más o menos directamente se relacionan con la venerada Patrona de Cáceres, desde el punto de vista del interés histórico.

He encontrado infinidad de noticias de este acontecimiento, que, si bien pudieran carecer de verdadera trascendencia histórica, no pueden ser de todo indiferentes para los devotos de la Virgen, que son, por decirlo de alguna manera, todos los que hayan bebido agua de la fuente del Concejo, o hayan subido alguna vez a la Sierra de la Mosca.

El tranquilo ambiente en que transcurría la vida de nuestra villa durante los siglos XVI y XVII, en la que las relaciones sociales, jurídicas y económicas, se reflejaban en los protocolos notariales sin apenas particularidades dignas de mención como materia histórica, de no aprovecharlas en monografías muy del momento o pequeños artículos. Para encontrar algo nuevo y serio, hacía preciso armarse de una gran paciencia para bucear entre esos venerables legajos, de letra endiablada, algunos en muy mal estado que no permitían su hojeo normal. He podido sacar gran cantidad de artículos, pequeñas biografías, que a veces puedo afirmar, que aquellas personas me son más familiares que mis vecinos o catovis que trato casi a diario.

En este trabajo, para no extenderme mucho, no querría aportar muchos documentos de los que gran cantidad tengo relacionados, a veces de escasa fortuna literaria, si no que me referiré a los autores que han hecho un estudio más amplio, como puede ser en una publicación que lo que pretendieron en su momento es dar una intención más o menos preponderante de historificación a sus trabajos monográficos con tan excelsa protagonista. Por todo ello quedan liberados de este trabajo tantos impresos en forma de artículos o trabajos periodísticos, folletos, sermones, obras poéticas, discursos, etc., en los que siempre se puede encontrar, bajo un aspecto, un poco, o más de un poco, de sustancia histórica, y, en el mismo un dato historiográfico, que a veces es difícil de no comentar a lo largo de estas líneas.

Creo que, la bibliografía histórica de la Virgen de la Montaña es tan escueta como escasa; sus deficiencias, sus valores, sus particularidades, sus características y las incidencias de un proceso historiográfico, son lo normales y corrientes en esta clase de obras. Aún más se agrava el caso, cuando apenas pueden citarse Cinco obras o monografías que merezcan la calificación de especialmente históricas. Aunque también puedo decirles que de esas cinco, podría sobrar alguna, como luego veremos.

Alguien puede pensar que la Virgen de la Montaña no está suficientemente historiada, pero lo está y no insuficientemente, debiendo considerar al hacer esa afirmación la proximidad cronológica de los hechos que dieron lugar a la introducción de su culto, Imagen y devoción; y, no menos, la sencilla y perfecta conjunción, que tuvo lugar entre la intervención puramente providencial de ciertos hechos y circunstancias, captables nada más para el historiador, teólogo, o persona de grandes creencias religiosas.

Es lógico y natural que, en el orden de historias de esta naturaleza, se anteponga el sentimiento religioso a cualquier otro motivo activo de realización, ya que sería inconcebible que los principios históricos de un fervor de tal carácter no tuvieran una íntima conexión con estos principios, como guardando una imprescindible relación de causa efecto.

Después de alguna consideración hacen pensar en las causas por las que en el proceso histórico relativo a nuestra Patrona existe en su iniciación un largo retraso en cuanto a los conocimientos de ésta, aunque, claro es, solo se puede echar de menos una circunstancia o una pormenorización de los hechos que, naturalmente, no empañan, el esplendor de la causa providencial, de presencia de la Virgen, pues sin Ella no hubiera habido historia.

Este retrato de conocimientos históricos que, sobre la Virgen de la Montaña sufrieron, quizás no los primeros devotos, pues los pudieron alcanzar por experiencia propia, sino las inmediatamente siguientes generaciones, no afectó al curso triunfal de la propagación del sentimiento de amo a la futura Patrona. Por otra parte, ya se comprenderá que no les era precisa a nuestros antepasados, en esos primeros tiempos, otra ciencia que la infusa.

La bibliografía histórica de la Virgen de la Montaña con algo así como una prehistoria, que en verdad no empieza en el principio de los tiempos, a los que esta puede llegar… teóricamente a condición de emplear a fondo y a ultranza la fantasía y la imaginación, pero guarda una remota analogía con ella en cuanto es difícilmente captable, con rigor cronométrico las precisiones que señalen y vayan jalonando los primeros tiempos de esta devoción, en su aspecto histórico, bajo una especie de estudio con fondo de arqueología moral.

Refiriéndome no a la historia, sino a la bibliografía de ésta. Entendiendo que lo primero que podemos encontrar en esta historiografía es una ingenua literatura religiosa en la que se pone alas a una enfervorizada fantasía, un piadoso espíritu mariano, intuyendo una cierta correlación entre la Virgen como madre de Dios y la sobrenaturalidad de otra realidad que en este caso podríamos considerar mediata.

A la Virgen María, así a secas, le puede, incluso sobrar su historia temporal, pero bajo una advocación particular e histórica, con su presencia iconográfica, con su particularización onomástica, y tan realista también, además de su carácter toponímico, se hace casi necesario rodear su presencia, tan concreta y perfilada para nuestros sentidos, de una ciencia y una experiencia cuyos valores nos edifique la historia real y humana de este acontecimiento permanente, trascendental y continuamente renovado y actualizado.

Es verdad que una presencia divina no necesita de justificaciones históricas, pero, también es verdad que, estas contribuyen a comprender y explicar, aquel milagro sucedido con presencia humana para los más curiosos o exigentes devotos y al propio tiempo para los más resabiados o escépticos, que exigen evidencias más comprobables para sentimientos de menor alcance.

Hay alguno de estos cinco autores de los que hablaremos a continuación que considera la aparición de la Virgen como algo milagroso, cuando no fue así. La Patrona cacereña, vino a nosotros por causas normales (teniendo también en cuenta, el profundo espíritu religioso de la época), su estimación histórica no necesita alcanzar categoría de extraordinaria o excepcional, puesto que la categoría y la anécdota, estaban puramente fundidas, pero es bien sabido y puede también suponerse, que este caso no afecta a la existencia de un milagro imperceptible; milagro en el sentido de una Voluntad Divina; imperceptible quizás, solo ante la conciencia histórica, pero no ante el sencillo pensamiento religioso.

Nada de milagroso puede señalarse entre la serie de hechos y acontecimientos todos humildes y humanos para el historiador, que recogió los amores de los cacereños a su Patrona. Pero, si acertamos a desprendernos de prejuicios, no habrá de ser difícil dar una parte a la sensibilidad, al espíritu, a la intuición, para descubrir que sí, esos hechos en fila, constituyen o pueden constituir una historia, incluso una gesta, todos en la más sencilla y hasta ingenua síntesis, pueden denunciarnos la presencia de un milagro, aunque haya que tener en cuenta que a este lo define la iglesia, lo discurre el teólogo, lo presiente el místico y los sospecha vehemente el hombre y la mujer creyente, cualquiera que sea el grado de su fe o el poder de sus percepciones.

Podríamos considerar lo dicho hasta ahora como unas consideraciones preliminares, a lo mejor sin llegar a entenderme por el lector, pero lo que he pretendido es intentar explicar el corto proceso historiográfico a efectos de mejor entender a las cinco personas que escribieron y profundizaron en el nacimiento del culto a la Virgen de la Montaña y aportaron algún libro o panfleto de más o menos extensión.

También decir o contar que, hoy es fácil de apreciar con toda claridad que la Virgen de la Montaña tiene sus orígenes en claros testimonios históricos; es decir, humanos de los que sería difícil prescindir, a no ser, que se cuente con el auxilio de la gracia, que algún autor lo contempla, porque esos testimonios descansan, antes que, en conceptos históricos, en hechos pertenecientes a una realidad bien conocida y contrastada, la que luego de transcurrida, se hizo tradición.

El proceso historiográfico seguido con la Virgen de la Montaña, en cuanto hace relación a los orígenes de su culto y de su Imagen, se corresponde con la infinidad de procesos semejantes, que se dan en la católica y marianista España de la época.

No es pues, una excepción cuanto ocurre y ocurrió en el trayecto y recorrido, con sus incidencias de la versión histórica de esa Imagen, desde el momento que tiene su principio, no en Ella misma, sino en la fe robusta y sencilla de un hombre hipersensibilizado, como fue Francisco de Paniagua, tal que lo hechos que le sucedieron, e inmediatamente después de él, son como vemos hoy a través de los últimos historiadores, claros y evidentes e incapaces de suscitar problemas de orden moral.

No se podrían aducir muchos datos concretos sobre la existencia de un largo periodo ante-histórico o prehistórico durante el cual el buen pueblo cacereño se satisfizo con la real presencia de la Imagen envuelta en las brumas del misterio religioso. Esto le bastaba y no existía ni curiosidad ni necesidad de que alguien lo descifrase, descorriendo el velo para que entrara la luz de la historia.

No importa la falta de noticias concretas de que adolecieron nuestros antepasados de varias generaciones, y digo de varias generaciones, porque se suman los dos últimos tercios del siglo XVII y los primeros del siglo XVIII, como luego veremos.

Un primer historiador que no conforman los cinco a los que me he referido al principio de estas páginas es D. Juan Rodríguez de Molina, de familia conocidísima, acomodada y muy prolífica en prestigios a escala local, que se mantuvo en el apogeo, precisamente a través de los siglos XVII y XVIII. Respetables clérigos, abogados del Consejo de SM, escribanos del ayuntamiento, familiares del Santo Oficio etc…

He aquí lo que dice sobre el origen iconográfico de la Patrona de Cáceres en un manuscrito cuyo título es La Historia descriptiva de la Villa de Cáceres y que dice entre otras cosas lo siguiente: “La tradición está variada en las noticias, afirmando unas su aparición, o Hallazgo, en aquella enriscada cumbre; y asegurando otras, fue trahida la preciosa Efigie por un Peregrino, que con limosnas dio principio a la Hermita.” (Revista Extremadura X, 339); a cuyo texto resulta oportuno agregar que al referirse en la misma página al Santuario y Camarín comenta: “… de la primorosa y pulida construcción, con hospedería capaz y habitación separada para el Hermitaño.”. De aquí, profundizando podemos asegurar que él no es el autor de estas afirmaciones, ya que el Licenciado Juan Rodríguez de Molina no pudo conocer esas construcciones en el Santuario de la Virgen de la Montaña, parecen hablar de 1760 y no de 1660.

Esta historia descriptiva es, indudablemente valiosa, al objeto de afirmar los primeros sentimientos del pueblo con respecto a su Virgen, que eran puramente religiosos, sin preocupaciones mediatizadoras o inquietudes de otro orden y resulta aún más valioso porque es difícil aportar otros ejemplos y precisamente de personas de acreditada ilustración a las que no se le puede negar por las noticias que de ellas conocemos que pudiesen ver, sospechar o presentir entre contemplaciones, adoraciones y rezos a su Patrona ciertas perspectivas históricas que completasen o perfeccionasen los alcances de un grandioso hecho que rebosaba por todas partes, irradiando al infinito.

Pero, de todas maneras, ya muy superado ese periodo y esa inquietud, a que me he referido, todavía seguía flotando en el ambiente una vaga y piadosa tradición alrededor de la Virgen. Y, como ejemplo de ello, pueden citarse las palabras del fraile exclaustrado D. Zoilo Congregado, que hacia mediados del siglo XIX se expresaba así en la fiesta de la Virgen: “Hace dos siglos y medio que apareció la Santísima Virgen de la Montaña en este valeroso peñascal…”, lo cuenta Publio Hurtado en su Ayuntamiento y Familias cacerenses.

CINCO HISTORIAS DE LA VIRGEN

Son cinco las obras que, adoptando la forma monográfica y con designio historiográfico, tratan de la Virgen de la Montaña y fueron impresas, que es el tema del trabajo, o por lo menos yo no conozco más. Aunque en algún momento he comentado que podría reducirse su número, sin resentirse la dedicación de tantos eruditos y no eruditos, a tratar este tema, aunque no en Monografías o libros escritos.

Pero, así como sería raro que un asunto tan local y tan cercano para los cacereños, surgiese una desconocida obra impresa, o existiese algún manuscrito, y refiriéndome a esto últimos puede citarse un caso de la mayor excepción, pues supongo que estará en poder de los herederos de Publio Hurtado un trabajo de esta clase, cuyo autor fue un abuelo de éste, según la siguiente mención en su monumental obra de Ayuntamiento y Familias cacerenses ya comentada, en la página 440. Se refiere su ilustre nieto a D. Ignacio Rodríguez Hurtado y Grande de Vega y por ella nos enteramos que escribió una historia o reseña referente al Santuario y Hermandad de la Virgen de la Montaña, de cuya cofradía fue Mayordomo, diciendo textualmente de dicha historia: “yo la conservo inédita entre mis papeles”. D. Ignacio R. Hurtado vivió por la mitad del siglo XIX, aunque lo rebasó ampliamente, pues en 1860 y siguientes desempeñaba cierto cargo. Fue padre del gran escritor, dramaturgo y poeta Antonio Hurtado.

A partir de ahora, con la concisión que me sea posible, voy a referirme a cada una de esas cinco historias o monografías, escritas e impresas alrededor de nuestra Patrona.

También, me gustaría saber hacerles entender, que todas se mueven en un estrecho campo y resulta variada en cuanto a criterios, conceptos y métodos, en sus valores de síntesis, como en los de mera exposición. Es natural que así sea, no solo por los motivos específicos que ofrece el tema, sino también porque el ciclo historiográfico se inicia en 1732 y termina aproximadamente por 1950, ampliable a nuestros días como veremos al final, pero en esos dos siglos largos, era natural que la trayectoria de desarrollo sufriese las deviaciones de las nuevas perspectivas que sucedían a cada nueva publicación, y, ello sin contar las influencias y experiencias que alguna vez aportaron y, más aún aportaran, autores meros aficionados pero muy preparados universitariamente.

Estos cinco historiadores de nuestra Virgen de la Montaña con sus obras son los siguientes:

1.- Aparición y Devoto Novenario de Nuestra Señora de la Montaña, escrita en Salamanca por un devoto de S. M.  D. Eugenio García Honorato en 1732.

2.- Breve noticia del Origen del Santuario de la milagrosísima Imagen, que con el título de la Montaña se venera extra-muros de la M. N. y L. Villa de Cáceres, provincia de Extremadura, escrita por D. Simón Benito Boxoyo, Presbítero, natural de la misma Villa, Diputado Eclesiástico de su Cofradía, en el año 1784. Con licencia en Salamanca.

3.- La Virgen de la Montaña, escrita por D. Juan Daza Malato de Cáceres. Imprenta de la Viuda de Burgos en 1854.

4.- Historia documentada del Santuario e Imagen de Nuestra Señora de la Montaña, Patrona de la ciudad de Cáceres, escrita por Fray Ángel Ortega, O. F. M. Impresa por Luciano Jiménez Merino. Portal Llano 19 de Cáceres en 1924.

5.- Historia del culto y del Santuario de Nuestra Señora de la Montaña, Patrona de Cáceres, escrita por D. Miguel A. Ortí Belmonte, Correspondiente de las Reales Academias de la Historia y Bellas Artes de San Fernando y Hermano de la Cofradía. Dos volúmenes en 4º menor de 268 y 240 páginas, más índices, editados por la Diputación Provincial de Cáceres, Servicios Culturales en 1949 1950, y que contiene fotograbados. Hoy los conserva la Cofradía varios ejemplares en un solo volumen.

Al final comentaremos, sin extendernos mucho, alguna más de las mencionadas.

1º.- LA HISTORIA DEL DEVOTO DE S. M. por EUGENIO GARCÍA HONORATO

Esta obra la traigo a este trabajo sin haberle echado una ojeada, sino ignorando que haya otra referencia, que la cortísima que le dedica Boxoyo que citaré, y eso que el mismo Boxoyo explica que una de las razones de su obra era la necesidad de salir al paso de las erróneas afirmaciones del Devoto y rectificárselas para que no engendren confusión.

Se trata de un trabajo que tiene muy poco de intencional historificación, pues parece no tener otro objeto que, el de ensalzar la gloria eterna de la Madre de Dios y enfervorizar a sus lectores dirigiendo y centrando sus devociones a esta particular advocación, haciéndoles presentir, que los orígenes de la Virgen de la Montaña no son históricos, puesto que se deben a una causa sobrenatural.

Si entendemos que es así, en realidad Eugenio García Honorato que así se llamaba, no cabe dentro de la serie de historiógrafos de la Virgen, debiendo, por el contrario, tener un lugar más acomodado en ese periodo ante-histórico al que me he referido al principio de este trabajo.

Al Devoto, no se le puede negar que fue el primer autor que rompió el silencio que rodeaba a la Virgen de la Montaña. Hablamos siempre de letra impresa, pues la manuscrita se llevaban ya más de cien años usándola en documentos de la Cofradía y en instrumentos públicos, si bien ante la indiferencia y falta de curiosidad por lo que de valor histórico podía tener. Cuando escribió su obra en 1732, el medio ambiente no estaba en condiciones de exigir una particularización en los aspectos de examen que ofrecía la Virgen: sus orígenes, sus introductores, su Imagen, su ermita, su Cofradía, etc. La consideraba indivisible, bajo todos los puntos de vista, incluidos, como es natural, los de orden temporal e histórico.

El texto de Boxoyo por el que nos ha llegado el conocimiento de esta obra es, tan corto como severo, y se encuentra en su Breve noticia del Origen del Santuario… relacionada ya anteriormente. Ésta la escribió medio siglo después de imprimir la suya el Devoto, es decir en 1884, y nos dice que uno de los estímulos para escribirla la de haber visto correr en manos de muchos cacereños y cacereñas, un librito impreso en Salamanca, en 1732, con su título Aparición y devoto Novenario de Nuestra Señora la de la Montaña, escrito por un devoto de S. M. sin declarar su nombre. Agrega que advirtió muchas contradicciones, con los documentos de la Cofradía, y que no está en su ánimo impugnar el librito, ni decir cosa alguna contra la persona devota que haya sido su autor, antes bien, le alaba el celo y el deseo de mayor culto de Nuestra Señora, debiendo creer que solo escribió por noticias vagas e infundadas, sin consultar ningún documento de la Cofradía, que seguro ésta le hubiera proporcionado.

Boxoyo le echa encima la falta de una documentación que, él mismo, (era a la sazón, como hace constar en la portada de su libro Breve noticia…, Diputado Eclesiástico y Archivero de la Cofradía, pues, cabe recordar que fue archivero de todas las Cofradías a las que perteneció) tenía a su cargo. Aunque también debemos reconocer que, cuando escribió su obra el Devoto en 1732, el archivo de la Cofradía, seguro que, no existía o era solo un cúmulo de papeles amontonados sin orden ni concierto.

Leyendo el título de la obra, Aparición y Devoto Novenario…, cuyo término parece envolver, o de encontrarse en forma implícita, algún sucedido prodigioso, más menos explicado en la obra, simplemente supuesto a priori.

De todas formas, no debemos entrar más a fondo, pues como he dicho antes, es una obra a la que conocemos tan solo por su título y por un breve juicio de Boxoyo. Estas dos bases son importantes, pero solo pueden orientar hacia una pista segura, aunque sin posible concreción. El Devoto además de carecer de documentos, también carecía de intuición para buscarlos. No se acordó de ellos porque más bien fue llevado de un impulso hacia una finalidad más noble: la extender una devoción que cada vez se arraigaba más en la Villa cacereña, concentrando esta devoción por medio de su individualización en la Imagen de María de la Montaña, contribuyendo a que su trabajo perdurase y se extendiese por la espiritualidad cacereña.

2º.- BREVE NOTICIA DEL ORIGEN DEL SANTUARIO DE LA MILAGROSÍSIMA IMAGEN, CON EL TÍTULO DE LA MONTAÑA SE VENERA EXTRA-MUROS DE LA M. N. y L. VILLA DE CÁCERES, PROVINCIA DE EXTREMADURA,  por SIMÓN BENITO BOXOYO

Por las consideraciones precedentes, puede tenerse a este ilustrado sacerdote, a quien tanto debe la historia de Cáceres, como el primer historiador de la Virgen de la Montaña. En su breve trabajo se encuentran las fuentes básicas de las historias subsiguientes, y potencialmente los datos que dejo de sumar a su obra, por razones de espacio, e impresión tan minúscula, por lo que fueron dados como inéditos por sus sucesores, pues en su sentido literal lo eran. Con ello, pudieron amplificar justamente y desarrollar aquel fundamental embrión que el buen clérigo les facilitó con su instinto de historiador, que éstos aplicando criterios más modernos en exposición y valoración aprovecharon bien y fielmente hasta el mismo límite que permitían los modestos hechos históricos, que terminaron siendo una verdadera historia en valoración literaria.

Nadie podrá quitarle la gloria a Boxoyo de ser el primero en acarrear materiales de autenticidad indiscutible para iniciar la historiografía de la Virgen de la Montaña, representados en la documentación de un archivo, que, hasta él, nadie consideró como una fuente de conocimiento, no ya única, sino decisiva, para establecer, relacionar, calibrar y ordenar los hechos fundamentales de una historia que se vivía en su máximo apogeo, en aquel momento.

La inclinación que siempre observó Boxoyo hacia la indagación histórica, le hizo sopesar, los pocos legajos que entonces existían en la Cofradía y al punto supo captar el valor informativo que ofrecían y el valioso servicio que podrían prestar para hacer luz sobre los orígenes de la devoción, de su Imagen, de la ermita y actual Santuario; noticias que solo andaban por la insegura memoria de algunos devotos, ya probablemente deformadas por el uso y abuso e tan deficiente vehículo como es el de la transmisión verbal.

Pero a la distancia de siglo y medio de los sudores y trabajos de Francisco de Paniagua y de los sinsabores amarguras de D. Sancho de Figueroa y Ocano, la Imagen, el Culto y la Devoción, se mostraban esplendorosos ante la plácida y magnifica realidad que contemplaba Boxoyo como piadoso sacerdote y analista enamorado de su pueblo.

El libro “La Breve Noticia…”, pues vino más que a sustituir una deficiencia de este proceso historiográfico, a iniciar una trayectoria, que, ni las historias que le siguieron, ni las que se escribirían después, serán capaces de desviar, pues el encauzamiento que les dio, precisamente por no tener nada de original ni casi personal, en cuanto a efectos de su propio concepto, es lógico que resulte difícil de rectificar. Es verdad que su trabajo carece de un sentido moderno, de actualidad conceptual, y de un sistema metódico. No solo en los años que escribió hubieran admitido rigores y disciplinas todavía no usados, pero también si lo hubiera intentado, no había encontrado campo donde emplearlos, dada la brevedad extraordinaria de su historia; tan breve que, recuerda una miniatura literaria, constituyendo, incluso, una admirable síntesis, que cubre y justifica todos los defectos, ausencias y carencias, y que la hace al propio tiempo compacta y esquemática. El hecho es que Boxoyo cumplió el pronóstico que se hizo al escribirlo y que siendo nuevo todo lo que dejó en ella e inéditos todos los documentos en que basó el contenido de su trabajo, aportó a la Historia de la Virgen de la Montaña más que los que le siguieron, ya que el verdadero interés de su librito está en la extraordinaria luz que hizo de una vez, con la mera alusión a las fuentes históricas.

La importancia de la obrita de Boxoyo radica en que sus defectos se dejaron sentir y dieron frutos de modo inmediato, con lo que quedó establecida esa línea historiográfica de la que será muy difícil que algún autor se pueda separar.

Una de las valoraciones que también podríamos hacer de su obra, es el caso en que el archivo de la Cofradía, podría sufrir algún extravío o destrucción, como tantos otros de instituciones religiosas de cualquier ciudad, por alguna circunstancia, que podríamos considerar como fortuitas. Y, en caso de dispersión o desaparición. ¿Cómo podría haberse puesto en pie, el tema histórico de la Virgen de la Montaña, al menos con el orden y perfección con que hoy se nos muestra…?

3º.- LA VIRGEN DE LA MONTAÑA, por JOSÉ DAZA MALATO

Nada menos de setenta años, transcurrieron desde la impresión del luminoso volumen del clérigo Boxoyo hasta la publicación de la Virgen de la Montaña, debida a D. Juan Daza Malato, en 1854. Les confieso que no he visto ningún ejemplar de esta obra, igualmente parca, aunque de ella, lo ha reflejado la revista El Santuario de la Montaña, que editaba la Cofradía y que reprodujo, en varios de sus números.

¿Pero quién fue Daza Malato? Los cacereños aficionados a la historia de Cáceres habrán leído u oído hablar de este apellido asociado a un topónimo urbano: La Botica de Daza, que estaba en la calle Pintores. Y digo como topónimo, porque en realidad, la inmensa mayoría de las veces se empleaba como punto de referencia topográfica: junto a la botica e Daza, cerca de la botica de…, al pasar por la botica de…, frente a la botica de…. La botica parecía de miniatura, por lo pequeña, y el boticario, siempre sentado en su puerta tras el umbral, era un vejete carrilludo, de ojos un poco saltones. Estamos hablando de principios del siglo XX.

Este buen anciano era hijo del autor de La Virgen de la Montaña, Juan Daza Malato, que fue impresa en 1854. Obra tan breve de extensión como la de su antecesor Boxoyo, ya comentada, pues, aunque tenía 128 páginas, tipo octavilla, una parte del librito se la lleva un Álbum poético de varios autores, además de la Novena, con lo que dejan bastante reducido el texto histórico. Al final de este trabajo y fuera de estos cinco libros comentaré alguno parecido editado a finales del siglo XX. Una de las críticas que se le hicieron en su momento a Daza es que, se metió en intrincadas reflexiones buscando imposibles paralelismos entre la aparición de Nuestra Señora de Guadalupe y la de la Montaña.

Daza no era, indudablemente, un historiador, al menos un historiador con vocación. Yo diría que un aficionado a la historia, siempre que se entienda ésta, no como una particular atracción, sino como una curiosidad universal que se apodera de todo trabajador intelectual, y que no es, profesional de disciplina alguna. Su principal faceta la constituyó el periodismo. Hojeando periódico que fundó,“El Regenerador Extremeño” cuyo primer número tiene la fecha de 30 de noviembre de 1852, que fue semanario hasta el número 63, correspondiente al 5 de julio de 1853 y desde aquí bisemanario de martes y sábados, pueden apreciarse sus dotes de periodista, hasta con cierto sentido moderno, instintos publicitarios, discretas concesiones al interés de los lectores, fácil calibración de los valores noticiosos… en una palabra: era un importante periodista, a lo mejor el más importante de la época, y no porque fuera el único sino por sus condiciones propias; y sus méritos suben aún más si se tiene en cuenta los elementos y circunstancias de la época y la parcela donde desarrolló su corta pero densa actividad periodística.

Parece no faltarles cierto sentido comercial a sus escritos, dirigido, claro es, por criterios personales, cosa natural, pues sin aspiración inteligente ni inquietud, su existencia nos sería ahora desconocida. Y quiero referirme, sino fuera debida a esta condición de sagacidad periodística, la sospecha, intuición o adivinación que se le ofrecía a su relativamente fácil pluma, para sustituir el librito y novena de Boxoyo, sin duda agotado en esas fechas, aparte de su álbum poético de varios autores, poco tenía que escribir para quien, como él, no pensó en historiar porque esta parte la tenía resuelta con la obrita de Boxoyo.

De todos modos, si poco se puede estimar en esta historia de Daza, por falta de aportaciones de algún valor, subjetivo u objetivo, hay que valorarla e incluirla en esta Historiografía de la Virgen como una publicación que si, reiterativa, sirvió, sin embargo, para llenar un ya largo transcurso de tiempo desde la Breve Noticia de Boxoyo evitando un vacío en la Historia de la Virgen de la Montaña.

El librito de Daza, por esta razón, debió ser bien y prontamente acogido por los cacereños y quizás el éxito principal lo viesen sus convecinos, más que en el asunto principal, en la necesidad práctica de la Novena, agotada la anteriormente publicada, y, en la literatura poética, tema de especial interés para aquella sociedad de 1850. Todo ello hacía que su obra tuviese en su variedad una especie de designio para captar adquirientes, o lo que es lo mismo, lectores y usuarios, viéndose en este detalle ese sentido periodístico que hay que reconocerle y tomarle en consideración ante su soledad profesional, la escasa tradición de esta actividad en la villa de Cáceres, aunque pronto si hubo una prensa apasionada, romántica, polemista y numerosa; y sobre todo grandes y agiles profesionales del periodismo, bien entrado el siglo XX.

Hay algún detalle en la personalidad de Daza que parece viene a confirmar, de que el librito que dedicó a la Virgen de la Montaña era para su captación de lectores y apoyo a su vena de político que iniciaba, pues no era un hombre de condición piadosa absorbente.

Y por si fueran pocas las facetas de su personalidad, todavía se pueden citar, la de geógrafo, pues fue autor de una “Cartilla geográfica-estadística de Extremadura”, que la imprimió Daza también en la Imprenta de Burgos e Hijos, en 1854. También se le reconoce autor de un pequeño libro sobre “El Ferrocarril hispano-lusitano y la provincia de Cáceres”, editado en 1856 por la misma imprenta.

Publio Hurtado dijo de él, que era bibliotecario y escritor. Dice que vino a Cáceres el año 1852, procedente de su pueblo Valencia de Alcántara. Fue nombrado Encargado de la Biblioteca Provincial.

Como resumen puede asegurarse que Juan Daza no puede considerarse como un verdadero escritor de la Virgen de la Montaña, aunque, por otra parte, resulte dignamente mencionable en cualquier biografía de la Patrona cacereña. En su obra no se encuentra nota alguna personal que no sea de un tono gris y que alterna entre dos matices muy pocos diferenciados: entre lo mediocre y lo discreto.

Careció de conceptos formados en cuanto a discriminación de los valores históricos, cuando tan fácil le hubiera sido pesarlos y considerarlos, de haber tenido en cuenta la pequeña y a la vez gran obra de Boxoyo, que parecía señalarle con el dedo, el lugar de las auténticas fuentes y textos para ilustrar su historia de la Virgen de la Montaña, de su Sagrada Imagen, de su Culto, de su Santuario y de sus verdaderos entronizadores Paniagua y Sancho de Figueroa, aunque si les soy sincero, si vino a cumplir un cometido historiográfico y a resolver momentáneamente una situación de larga crisis en el proceso bibliográfico-histórico de la Virgen de la Montaña.

4.- HISTORIA DOCUMENTADA DEL SANTUARIO E IMAGEN DE NUESTRA SEÑORA DE LA MONTAÑA, PATRONA DE LA CIUDAD DE CÁCERES, por FRAY ANGEL ORTEGA, O.F.M.

El Padre Fr. Ortega, O.M.M., imprimió en 1924 su historia documentada del Santuario e Imagen de Nuestra Señora de la Montaña. Exactamente habían transcurrido desde la Breve Noticia de Boxoyo ciento cuarenta años. En este intervalo de casi siglo y medio, a igual distancia de ambas publicaciones (setenta años), imprime la suya Juan Daza Malato.

La obra del Padre Ortega, es ya una verdadera historia, sin los piadosos rasgos de imaginación de la del Devoto de S.M., nombrado en primer lugar García de Honorato, sin la exagerada contracción de la de Boxoyo y sin la falta de relieves de la de Daza. En su página 71 de su libro, el mismo nos da en pocas líneas un juicio sobre las historias anteriores, reflejando un acertado criterio estético y moderno. De la del Devoto comenta que es un folleto de pocas páginas “y de menos valor histórico, pues demuestra no haber visto ningún documento ni poseer el autor criterio alguno”.

Hace como no podía ser menos, justicia a Boxoyo en su Breve Noticia, y dice que está escrita con la más sana crítica y a la vista de los documentos del Archivo. Agrega que Boxoyo refuta al anterior, y añade algunas más noticias y lo denomina como El Historiador de la Montaña. De la Virgen de la Montaña de Daza, se limita a manifestar que la parte histórica es copia de la de Boxoyo.

El Padre Ortega tiene pocos precedentes (por no decir que carece de ellos) en la historiografía mariana de la Montaña, pero este hecho, que viene a hacer casi forzosa su originalidad, no aminora o desvanece la presencia de una personalidad constituida con caracteres específicos que le hacen estar presente en su historia con alma, vida y corazón.

El Padre Ortega no se limita en su historia a ordenar hechos y documentos, echándoles un poco de retórica y literatura para su hilación y más perfecto ajuste. Antes, al contrario, dejando intactos y subsistentes esas realidades de otrora que llegan a nosotros por vía de conocimientos reflejos, se adelanta a ellas para adentrarse en ese conocimiento y sorprender sus sustentaciones espirituales, las que, indudablemente tiene siempre, aunque nuestra cortedad de alcances no acierte a identificarlas tantas veces.

Esta es la razón de que el Padre Ortega lleve a su historia consideraciones, notas y curiosas noticias, que, sin referirse directamente al tema de su obra, constituye valiosas aportaciones a la historia local, distinguiendo inquietudes, anhelos y preocupaciones, que ayudan a ambientar el tempo histórico en que tuvieron lugar los sucesos relatados.

Claro es que fray Ángel Ortega no era nuevo en estas disciplinas; no era un espontáneo, como Daza, por ejemplo; sino que se trataba de un escritor bien acreditado, y, como es natural, en trabajos relacionados con la religión, y, por lo tanto, le tenían que ser un tanto familiares. Son bien conocidos y apreciados sus trabajos relacionados sobre la Inmaculada Concepción, sobre la tradición concepcionista de Sevilla, sobre el Monasterio de la Rábida y muchos más.

Después de lo comentado de su obra y sus conocimientos siempre profundos, ¿qué dificultades podía tener para él con tan grandes recursos literarios, científicos y de pura inspiración el intento de formalizar una historia de la Virgen de la Montaña? Una historia que por lo demás, se ofrecía tan sencilla de exponer que para ser veraz el historiador solo debía de atender a unos hechos naturales, ingenuos, impregnados en el fuerte y tierno espíritu de religiosidad que dominaba a la España del siglo XVII y a unos normales acontecimientos sucedáneos de aquellos hechos, con las características de la vida y sociedad de aquel tiempo.

Poca dificultad tuvo el Padre Ortega para dar cima a su historia. Es verdad que se encontró, sino del todo desbrozado el camino, si indicado en su escasa longitud, por Boxoyo. Aquí no hay cuestiones que resolver, ni que aclarar dudas, ni interpretaciones por las que optar, pues nuestra Virgen, por muy en el fondo que nos metamos en el intento de agotar su biografía histórica, no presenta aspectos o extremos que necesiten del auxilio de la crítica o una sistemática especial, y si en algún punto lo necesitara sería muy leve e intranscendente.

Aunque también tengo que decir algo en su contra, y es que, pese a su experiencia y preparación historiográfica, no acudió a fecundos registros que ya existían, como los diocesanos o parroquiales, quizás pensando, no con poca razón, pero no toda, que la Historia de la Virgen de la Montaña estaba integra en el archivo de la cofradía y extraordinariamente compendiada en el librito de Boxoyo. Sin embargo, por otro lado, supo aprovechar algunos papeles viejos que tuvo a su alcance, curiosos textos olvidados, apenas manejados o jamás consultados, que ajustó hábilmente a su historia documentada salpicándola de notas eruditas, anecdóticas, ilustrativas, que, al dar verdad a su obra, rompían la monotonía o resaltaban el poco relieve que ofrecía el relato desde el punto de vista histórico.

Por eso y porque su prosa resultaba fácil, espontánea, como hablada, pero no de estilo oratorio, ya que tiene que ver con el sentido retórico y clásico que desemboca en una gran facilidad para la lectura.

Fray Ángel pudo hacer, por sus características morales y temperamentales, su cultura, su experiencia como escritor, una obra grandilocuente, y sin embargo solo quiso hacer una obra histórica, y, efectivamente la hizo; cosa admirable, que envuelve un gesto de renunciación de los apoyos más firmes y seguros con que contaba el autor.

Podemos pensar que fray Ángel, resolvió al leer su obra, una contradicción, que más que contradicción es un contrapunto, el efecto armonioso de concordar lo mejor del alma franciscana, con lo más inteligente de su secundaria vocación de escritos o historiador.

Su trabajo es de una armonía difícilmente de conseguir, además de que no polarizó el sentido de su trabajo en un ardiente documento, reflejo de las inspiraciones de su alma, sentimental, sensible y sensitiva solo abierta al amor divino, y ello fue porque tuvo presente en todo momento la participación del elemento histórico.

En resumen: fray Ángel Ortega no pudo escribir una historia de la Virgen de la Montaña absolutamente objetiva. ¿Cómo lo hubiera hecho un humilde y santo varón franciscano, que parecía una viva representación física y moral del de Asís?… Pero no desdeñó aplicar métodos y técnicas que hacen de su obra, antes que anacrónica, una historia moderna y científica, porque acierta a valorar, no solamente con ese criterio eterno de los hechos y las persona, sino también con ese criterio menos valioso, pero que han de estar presente en obras de esta naturaleza; es decir el criterio histórico, el de la época, el actual o cualquiera de ellos que sirva de punto de relación o unidad de medida y, aún mejor, todos ellos.

5.- HISTORIA DEL CULTO Y DEL SANTUARIO DE NUESTRA SEÑORA DE LA MONTAÑA por MIGUEL A. ORTÍ BELMONTE

Después de una historia de la Virgen de la Montaña como la del Padre Ortega tenía que ser bastante difícil remontarla en el caso de que su sucesor se atuviese poco más o menos, al aprovechamiento de los mismos materiales usados por el anterior. Ortí Belmonte, efectivamente siguió los pasos del anterior, bebió en las mismas fuentes y consultó y reprodujo los mismos textos, relatando los mismos hechos.

Es verdad que tuvo que someterse a esa servidumbre que al historiador impone su antecesor, cuando éste ha tratado su tema con la suficiente inteligencia, ha interpretado los textos con cierto hermetismo y ha desarrollado su trabajo con la amplitud requerida. Solo le quedan al sucesor dos caminos para intentar que prevalezca su obra sobre la anterior, acudir a otras fuentes que le faciliten nuevas noticias y datos que, en algún modo puedan insertarse y hasta influí en el proceso histórico a desarrollar, o prolongar cronológicamente el fenómeno o las consecuencias del fenómeno histórico desarrollado.

El primer camino no lo siguió Ortí y a la fe que pudo hacerlo, quizá porque coincidió con el Padre Ortega en la creencia de que no daba más de sí, desde el punto de vista histórico, la Virgen de la Montaña. Es posible que no le falte razón.

El segundo camino es el que hizo distinguir una obra de otra, haciéndolas distintas, aunque dentro de una misma armadura, puesto que las bases, el alzado y la consistencia de materiales, de la de Ortí son los mismos de la Historia documentada…: Ortí actualizó la historia de la Virgen, es decir la prolongó hasta sus mismos tiempos, al imprimir un segundo volumen con sus trabajos, a no dudar, interesantes y algunos bienes valiosos, constituidos por discursos, descripciones, poesías y acontecimientos importantes relacionados con el culto a la Patrona de Cáceres, todo ello, indudablemente de valor histórico, pero cuya sustancia todavía era inmadura, para verlos desde una historia de la Virgen con la perspectiva histórica; es decir, con el sabor, la solera y la noble pátina que comunica el tiempo a cosas y personas dándoles esa consideración que tiene unos límites imprecisos pero que todos fijamos sin previas nociones, ni medidas ni convencionalismos.

No sería cosa de enfrentar a Ortega y Ortí, porque entre otras razones, no se encontrarían motivos para ello. Por comparar creyeron que una articulación más minuciosa a sus obras, no las mejoraba o perfeccionaba, sin embargo, la diferencia de aspectos ambientales y de textos aparentemente no relacionados, pero sí de modo indirecto, no fueron muy apreciados por uno y otro historiador, en la creencia que eran sabidos, habían sido adivinados o se descontaban como supuestos.

Estas ausencias no se notan en la obra del Padre Ortega, debido a que su franciscanismo impregnó de trascendencias y de alto sentido a su narración, pero Ortí no podía estar en el mismo caso; su preparación o formación universitaria con su brillante secuela profesional le hicieron derivar su bien experimentada atención en busca de valores de captación documental igualmente ( aunque siempre sin salir demasiado del círculo trazado por Boxoyo), pero valores un tanto originales que necesitaban de apreciados, calibraciones, juicios y atribuciones que, en sus relieves daban y dieron a su obra algunas variantes sobre la de fray Ángel Ortega. Me refiero particularmente a particularidades tangenciales con la historia de la Virgen, que, constituyendo legítimos materiales para ella, tienen o pueden tener otros valores independientes al margen de ella. Ortí no podía prescindir de ellos porque constituían por si mismos una parte muy importante de sus estudios específicos: la arqueología y el arte, para lo que ni si quiera era necesario poseer un fino sentido de la valoración actual de los aspectos más íntimamente relacionados con la historia.

Todo ello le permitió aportar a su obra noticias muy interesantes, de carácter tanto histórico como crítico, entre los que entran artistas, estilos y atribuciones, que, aunque no habíamos echado de menos en la obra del Padre Ortega, no desarrolló con las dimensiones y, quizá, con la capacidad, con que Ortí desarrolló este aspecto secundario, pero completamente de la suya. A este efecto, son dignas de notar las páginas que consagra a la obra del Santuario moderno, las intervenciones de diferentes artistas y, más principalmente, por la importancia histórica e intrínseca de su arte, al retablo de la capilla mayor.

Aun suscribiendo por mi parte, todas sus afirmaciones y deducciones, es de reconocer como, sin pretensiones, expone con autoridad académica, juicios muy dignos a tenerlos en cuenta y que, en algunas ocasiones, están por encima de la modestia del extremo trazado.

Tanto el P. Ortega como Ortí Belmonte, exponen opiniones que, algunas son coincidentes, aunque creo que erróneas. Creo suponer, ambos parten para sostenerlas de la documentación extraída del archivo de la Cofradía, en la que, además no está nada clara la cuestión, sino sujeta a una interpretación personal, como es el dualismo de la Iconografía de la Virgen de la Montaña, de la que no ha tratado ningún autor anterior y que ofrece muchas dudas para los estudiosos de este tema. La opinión del profesor Floriano del que he bebido para este trabajo, dice: Que son erróneos muchos de los comentarios e interpretaciones de estos dos autores, en un instrumento increíblemente inédito, y por eso jamás consultado, y comenta que es increíblemente inédito, porque de siempre se conoció de su existencia, fecha del mismo, escribano ante quien se otorgó, y, por lo tanto, lugar donde podía encontrarse. Existe un documento muy importante, que no estimuló si quiera, la intuición de ningún historiador, a pesar de que parecía ofrecérsela a todos, por decirlo así, en bandeja de plata, y lo era, tanto para la historia de la Virgen y sus imágenes como para iluminar un poco la noble pero borroso persona de una de las figuras decisivas de nuestra historia, y , por lo mismo, de toda nuestra historia religiosa, por su intervención trascendental en su culto como Patrona de Cáceres: El Licenciado D. Sancho de Figueroa y Ocano, cuyo testamento fue otorgado en Cáceres ante el escribano Gonzalo de Aldana y Ulloa, el día 6 de julio de 1660, y está citado en su partida de defunción. Y lo más curioso es que el P. Ortega y Ortí, comentan la citada partida en sus historias.

Es una lástima que ninguno de sus autores se decidiese a buscar dicho testamento en el registro indicado. Yo creo que en su momento podría haber habido alguna dificultad para encontrarlo y por eso de esta situación.

De todos modos, y aunque estos comentarios pudieran ser negativos, Ortí enriqueció la Historia de la Virgen de la Montaña, desde ángulos más eruditos y criteriológicos que Fray Ángel, aunque no pudo aumentar mucho el volumen de elementos narrativos que, éste aportó a la suya.

Ortí salió bien airoso de su empeño, cosa no fácil si se tiene en cuenta que los hechos históricos, como tales, carecen de interés propio, para que pueda el historiador emplearse a fondo, bien con su literatura, bien con su técnica, bien con su experiencia y habilidad, en esa lógica inductiva o deductiva, sin a veces resolver los problemas o cuestiones de orden histórico. Todavía supo sacar gran partido de una historia, que apenas era historia, y, a pesar, de los precedentes de Boxoyo, con su síntesis, y del Padre Ortega con su desarrollo, y todo esto, dejando incólume, en todos sentidos la perspectiva histórica, con que desde un principio se mostró la presencia, con todas sus incidencias, de la Virgen de la Montaña, tan asentada y fija como Ella misma, lo está en la cumbre de la Sierra de la Mosca, tan firme como las propias rocas, que sirvieron al bendito Paniagua para hacer su trono a la Madre de Dios.

Ortí cerró, con su Historia del Culto Santuario…, al menos por ahora, el proceso historiográfico de la Virgen de la Montaña, que he intentado analizar con la ayuda del Profesor Floriano en estas líneas, que él mismo publicó en el Periódico Extremadura en los meses de abril, mayo y junio de 1965 en largos artículos, que yo he tratado de resumir y aclarar según la mirada del siglo XXI. También decirles que en su momento la Junta de Gobierno de la que me honro en presidir actualmente como Mayordomo, editó en los años 80 del pasado siglo, esta historia de Ortí en un libro que no es difícil de conseguir hoy día.

Después de lo tratado ha habido infinidad de artículos, y algún que otro libro pero referido a discursos, pregones, poesías, como son los de la foto 9 referido a poesías sobre la Virgen de la Montaña, incluido una de Gabriel y Galán, al que dediqué un trabajo para estos Coloquios el pasado año 2020, escrito por D. Valeriano Gutiérrez Macías, erudito investigador, militar y político del pasado siglo XX.

Aunque también existe otro libro, creo yo, muy importante y más actual, resumen de todos los anteriores editado por la Fundación Mercedes Calles y Carlos Ballesteros, ubicada en el Palacio de los Becerra de la ciudad Monumental de Cáceres, que se realizó con motivo de una gran exposición por la puesta de largo de la citada fundación en 2006, en la que fueron Comisarios de esa exposición, Doña María del Mar Lozano Bartolozzi, Presidenta actual de la Academia de Extremadura, y D. Miguel Rodríguez Cancho, ambos Catedráticos de la Universidad de Extremadura. En el que se recogen: la Devoción histórica a la Virgen de la Montaña, así como la religiosidad popular cacereña; las manifestaciones modernas del culto mariano; la arquitectura del Santuario; el programa iconográfico y ajuar litúrgico del Santuario; la conservación de la memoria; la Montaña y su conjunto sacro; y un Catálogo de las obras seleccionadas para dicha exposición. Es el más completo y moderno estudio sobre la Virgen y su Ermita, realizado por los más eruditos investigadores de la ciudad, siete en total, con las mejores técnicas de reproducción y fotografía y habiendo bebido de las fuentes de Boxoyo, Publio Hurtado y otros, así como el archivo de la Real Cofradía de la Santísima Virgen de la Montaña.     Sería interminable recoger todo lo escrito sobre esta maravillosa historia, tan fácil de creer en ella y también, porque no, de entender, como es El Culto a la Virgen de la Montaña, la construcción de su Santuario, su Ermita, etc…

Apéndice fotográfico

Foto 1.  Santuario Virgen de la Montaña de Cáceres. Propiedad de la Cofradía

Foto 2.  Como ejemplo. Un Libro de Eugenio García de Honorato, (Internet)

Foto 3. Breve noticia del origen del Santuario de la milagrosísima imagen, con el título de la Montaña se venera extramuros de la M. N. y L. villa de Cáceres, provincia de Extremadura.  Por Simón Benito Boxoyo. Propiedad de la Biblioteca de Cáceres

Foto 4.  Periódico “El Regenerador Extremeño, dirigido por D. Juan Daza Malato (Internet)

Foto 5.  El padre fray Ángel Ortega. Foto de Internet

Foto 6. Libro: Historia documentada del Santuario e imagen de Nuestra Señora de la Montaña, patrona de la ciudad de Cáceres, por Fray Ángel Ortega. Biblioteca Rodríguez Moñino de Cáceres.

Foto 7.  Foto de Miguel A. Ortí Belmonte

Foto 8. Historia del culto y del Santuario de Nuestra Señora de la Montaña. Miguel A. Ortí Belmonte, propiedad del autor.

Foto 9.  Algunos Libros sobre distintos autores, entre ellos el de Cantores de la Virgen de la Montaña por D. Valeriano Gutiérrez Macías, todos, propiedad del autor.

Foto 10. Libro editado por la Fundación Mercedes Calles y Carlos Ballesteros en 2006, con motivo de una gran exposición en el Palacio de los Becerra. Libro propiedad del autor

 

 

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